Teoría y técnica de la psicoterapia guestáltica
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Teoría y técnica de la psicoterapia guestáltica Joen Fagan lrma Lee Shepherd compiladoras
Amorrortu editores Buenos Aires
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Direatores de la biblioteca de psicología y psicm!.nálisis, Jorge Colapinto y David Maldavsky · Gestalt Therapy Now. Theory, Techniques, Applications, Joen Fagan e Irma Lee Shepherd, compiladoras © Science and Behavior Books, Inc., 1970 Primera edición en castellano, 1973; primera reimpresión, 1976; segunda reimp¡;esión, 1978; tercera reimpresión, 1984, cuarta reimpresión, 1989; quinta reimpresión, 1993 Unica edición en castellano autorizada por Science and Behavior Books, Inc. , Palo Alto, California, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires. La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por lótl"editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina. ISBN 950-518-409-3
A Fritz, profundo e inquietante maestro.
Prólogo
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El origen de esta recopilación es la conciencia que tienen sus compiladores del creciente interés de los psicoterapeutas estadounidenses por la terapia guestáltica. Las conferencias y demostraciones realizadas por los doctores Frederick Perls, Laura Perls, James Simkin y otros en reuniones nacionales e internacionales de psiquiatras, psic6logos y psicoterapeutas han sido las que ejercieron mayor influencia. Poster:Ormente, los «laboratorios» y cursos de capacitación regulares en el Instituto Esalen de Big Sur, California, los Seminarios de Terapia Gues. táltica de Los Angeles, Nueva York y Cleveland, así como los grupos reunidos en otras ciudades, hicieron posible una participación más intensiva. Alrededor de mil terapeutas asistieron a los cursos y seminarios mencionados, y hay en el país más de doscientos que declaran practicar la terapia guestáltica o tener esa orientación. 1 En el Directorio de la Academia Norteamericana de Psicoterapeutas, la terapia guestáltica ocupa el sexto lugar por el número de sus practicantes, cuya cantidad supera a los de otras escuelas más conocidas o sobre las cuales se cuenta con más publicaciones, como la junguiana o la racional-emotiva. Pese al interés cada vez mayor de los psicoterapeutas por los conceptos y técnicas de la terapia guestáltica, que les parecen interesante y eficaces, se dispone de poco material escrito; las principales excepciones son los dos pr.:meros libros del doctor Perls: ·Ego, hunger and aggression (1947, 1969) y Gestalt therapy (1951), que siguen siendo fundamentales. La escasez de publicaciones sobre terapia guestáltica obedece a varias razones. El doctor Perls -quien con ayuda de su esposa, Laura, fue su iniciador- trabajó al comienzo en u.n relativo aislamiento profesional en Sudáfrica y evidenció poco interés por crear una «escuela» de terapia como tal. Por otra parte, la terapia guestáltica, al hacer hincapié en el «aquí y ahora», la inmediatez de la experiencia y la expresividad no verbal, y al evitar los «sobreísmos» o el uso exagerado de la «computadora» mental, tiende a corregir nuestra tendencia a \la verbosidad y a las abstracciones en lugar de fomentar la manipulación de palabras inruspensable para redactar libros. Por ello, la mayoría de los terapeutas guestaltistas tienden a hacer más que a decir. Por último, la terapia guestáltica asigna mucha importancia al tono de voz, la postura, los ademanes, la expresión facial, etc.; gran parte de los hechos significativos y apasionantes que en ella tienen lugar proceden de la elaboración de los cambios producidos en estas comunica- · clones no verbales, cuya tra1'lscripción en palabras es difícil y hace que 1 Directory of Gestalt Therapists, Beverly Hills, Calif.: Robert Resnick, 1969
se pierda, en buena m,edida, su ~ignificado e }11medi~tez. Por ~o~tuna, la existencia de un numero crec1ente de pehculas cmematograf1cas Y cintas magnetofónicas vinculadas con este tipo de terapia vuelve más accesibles esas comunicaciones no verbales. A despecho de los proble~as alud~d~s, hay una marcada :ne~~sid~d de publicaciones sobre terapla guestaltlca. La presente compdac10n mtenta ubicar en su perspectiva histórica la obra de Perls y exponer sus ideas de m~s reciente.data. Se ofrece también una amplia muestra (aunqúe no exhaustiva) de técnicas y aplicaciones procedentes de cierto número de terapeutas y profesores. Este volumen está dirigido al terapeuta guestaltista, al psicoterapeuta con otra orientación deseoso de explorar nuevas y estimulantes ideas que pueden ser aplicables ,efl: su propia práctica, a! futuro te~apeuta interesado en conocer los ultlmos avances en mater1a de terap1a, y al público culto que quiere sentir,_ actuar y relac_ionarse con los deJ:?ás en una forma distinta de la que brmda nuestra vrda moderna, obses10nada por el trabajo, orientada hacia el pasado, programada c~mo una co~ putadora y abrumada de «juegos». Por supuesto, este hbro no suministra ninguna respuesta total o definitiva, ni puede reemplazar a la formación efectiva o a la experiencia personal de las técnicas guestálticas. Pero puede, al menos, contribuir a destacar algunos de los interesantes progresos que tienen lugar en psicoterapia y a sugerir lo que ellos nos ofrecen: dotarnos de una mayor capacidad para vivir.
Primera p~rte. Teoría de la terapia guestáltica
La labor que lleva a cabo todo psicoterapeuta con sus pacientes está basada, explícita o implícitamente, en una teoría de la personalidad. El terapeuta aporta al tratamiento ideas concernientes a la personalidad -sobre todo acerca de qué es una conducta buena, sana, gratificante y valiosa, y qué es una conducta inapropiada, inadaptada, generadora de dificultades o autodestructiva-, así como otras vinculadas con los tipos de experiencias y comportamientos que originan los aspectos negativamente valorados o que sustentan su predominio. A partir de su teoría sobre la terapia, el terapeuta deducirá luego procedimientos o técnicas para promover el cambio y llevar al sujeto a un funcionamiento más adecuado. En el curso de su historia, las teorías de la personalidad se han centrado en los aspectos negativos de esta última, en parte como consecuencia del empleo del «modelo médico», que rotulaba de «enfermos» o «patológicos» los problemas que enfrentaba el individll,o en su vida -como si se tratara de dolencias-. Pero la medicina nunca se interesó por la salud, considerada apenas como la ausencia de enfermedad. Uno de los precios que pagamos por el empleo de la analogía médica es que nos centramos principalmente en aquello que aparece con menor frecuencia ante nosotros. (Por ejemplo, los primeros tratados sobre la adaptación de la personalidad colocaban el mayor acento en los me~ canismos de defensa y en los trastornos emocionales.) Con el advenimiento de la «tercera fuerza» en psicología, que se ocupa del hombre en sus características humanas en lugar de adoptar la definición psicoanalítica o conductista de aquel, y con la aparición d~ modelos que conciben los problemas de la vida como dificultades de relación y de comunicación, se ha producido un marcado desplazamiento del interés hacia los aspectos positivos de la personalidad y del vivir. Para la mayoría de los terapeutas o de las personas que solicitan su ayuda, la famosa afirmación de Freud: «Mucho habremos logrado si podemos convertir el padecim:·ento neurótico en infortunio común», resulta insuficiente. En la actualidad, para describir lo que anhelamos para nosotros o para los demás, utilizamos expresiones como mayor intensidad \!'ital, intimidad, realización, creatividad, éxtasis y trascendencia. Las teorías de Maslow, Rogers, Jourard, Berne y otros ofrecen como alternativa frente al padecimiento, no el infortunio, sirio la alegría de vivir. La terapia guestáltica está íntimamente vinculada con esta posición en vías de desarrollo, destacando las direcciones positivas y las metas de la vida y utilizando técnicas directamente destinadas a alcanzarlas. Traducido en términos de tratamiento, el mensaje implícito ·en I.a teoría guestáltica es que hay valores en la vida que las personas, a través
de su experiencia o de su observación de los demás, encuentran estimables y conducentes a una vida más intensa: la espontaneidad, la conciencia sensorial, la libertad de movimientos, la responsividad y expresividad emocionales, el goce, la desenvoltura, la flexibilidad en las relaciones personales, el contacto directo y la cercanía afectiva con los demás, la intimidad, la idoneidad, la inmediatez y presencia, la autonomía y la creatividad. Al paciente que solicita ayuda en procura de una relación más adecuada con los demás y de la capacidad de expresar sus sentimientos de manera más directa, se le pide que exprese lo que siente en ese momento hacia otra persona. Pronto se pone en evidencia la forma en que se frena, bloquea y frustra, y entonces es posible ayudarlo a explorar y experimentar esos bloqueos y estimularlo a que pruebe de expresarse y vincularse de otro modo. En consecuencia, el enfoque general de la teoría y la terapia guestálticas exige que el paciente aclare qué cambios quiere que se produzcan en él, para luego ayudarlo a adquirir mayor conciencia de la manera en que se autodestruye, a experimentar y a cambiar. Los bloqueos en la toma de conciencia y en la conducta se manifiestan del mismo modo que en la vida del sujeto;la mayor conciencia que este adquiere de sus evitaciones y su alivio a medida que se vuelve capaz de ampliar su experiencia y sus conductas se hacen sentir de inmediato en un incremento de la capacidad para vivir. Aunque la contribución fundamental de la terapia. guestáltica ha consistido en su vinculación estrecha de teoría y tratamiento, en este volumen comenzaremos por separar ambos aspectos, describiendo primero los antecedentes históricos de esta terapia y la evolución teórica, para echar las bases o «cimientos» a partir de los cuales pueden surgir las técnicas y aplicaciones. En buena medida, los principios básicos de la terapia guestáltica son fruto de la obra de un solo hombre, Frederick S. Perls. Recibido de médico, Perls se sintió atraído por el psicoanálisis; se sometió a un análisis didáctico y a la supervisión de varios famosos «pioneros», entre ellos Wilhelm Reich. Por su formación y sus primeras experiencias profesionales, entró en contacto con Kurt Goldstein y con las ideas· de la psicología de la guestalt y del existencialismo. Más adelante, se vio expuesto a las brutales situaciones de la Primera Guerra Mundial y al rechazo, por parte de los psicoanalistas, de sus primeras contribuciones a la teoría psicoanalítica a causa de su desafío a la doctrina vigente de la libido. Se vio obligado a emigrar de la Alemania nazi a Sudáfrica, donde en su carácter de psiquiatra del ejército debió crear métodos más eficaces de tratamiento. Recibió la influencia y los aportes de su esposa, Laura. En varios de los capítulos que siguen describiremos con más detalle la relación existente entre las variadas ideas de Perls, tal como surgieron de muchas de estas fuentes. El capítulo de Wallen acerca de «La terapia guestáltica y la púología de la guestalt» establece algunas de las ideas y conceptos de la psicología de la guestalt adoptados por Perls y que se constituyeron en piedra angular de su pensamiento. La psicología de la guestalt fue en sus orígenes una teoría de la percepción que abarcaba las interrelaciones entre la forma del objeto y los procesos del perceptor. Fue en parte una r.~acción contra los enfoques atomistas anteriores, que intentaban
estudiar la percepción y los procesos mentales reduciéndolos a elementos o a contenidos mentales. Por oposición a ellos, el pensamiento guestáltico hacía hincapié en los «saltos» de insight, en el «cierre», en las características de figura y fondo y en la fluidez de los procesos perceptuales, a la vez que consideraba al perceptor como un participante activo en sus percepciones antes que como un r~ceptor pasivo de las cualidades formales. Describe Wallen el proceso normal de la formación y eliminación guestáltica, y los procesos que interfieren en el cierre o cambio. Destaca cuál ha sido la contribución de la terapia guestáltica a las teorías de la psicología de la guestalt, al ampliar sus conceptos de manera de incluir la percepción de sí mismo, la motivación y los aspectos motores de la conducta. Por último, demuestra la relevancia de la teoría de la guestalt para la práctica del terapeuta guestaltista. Las «cuatro conferencias» siguientes de Perls representan la formulación más amplia de su pensamiento sobre cierto número de problemas desde sus escritos fundamentales en Ego, hunger and aggression y Geltalt Therapy. En su primera conferencia comienza por señalar la división que existe en psicología entre el enfoque fenomenológico, con su énfasis en la sensación, la percepción, el pensamiento y la conciencia, vale decir, en la conducta privada, y el enfoque conductista, centrado en la conducta pública u observable. Expone luego cuatro aproximaciones filosóficas al estudio de la conducta: el enfoque científico, que discurre sobre la conducta sin volverse partícipe; las posiciones religiosas y filosóficas, que subrayan cómo debe ser la conducta ... y la insatisfacción consecuente; el enfoque existencial, que se centra en lo que es pero sigue apelando a un marco causal; y el guestáltico, que procura descubrir el cómo y el ahora de la conducta. Entre los aportes de Freud a la terapia guestáltica debe menc:onarse su concepto del :nconsciente ----que, traducido por Perls, describe los aspectos no disponibles o potenciales de la conducta en vez de los presentes- y su concepción del pensamiento como prueba o ensayo preliminar, que conduce en la terapia guestáltica a la formulación de la ansiedad como «miedo al público» ( stage fright). En contraste con· el psicoanálisis, la terapia guestáltica pone el acento en el aquí y ahora, y en la conciencia de la experiencia y de las conductas variables. Muchos individuos, en especial los neuróticos, evitan experimentar a conciencia su «computación» autocdtica, proyectando o adoptando una gama de otros procederes con el objeto de mantener su comportamiento habitual. Lo habitual, o statu quo, implica aferrarse a las conductas y roles pretéritos, o intentar obtener apoyo ambiental por medio de la manipulación en lugar de apelar a los propios recursos. Solo si experimentamos directamente nuestro aburrimiento o temor en el presente descubriremos qué es lo que estamos tratando de evitar y utilizaremos en mayor medida nuestra capacidad potencial. La segunda conferencia de Perls. se ocupa principalmente de los cinco estratos de las neurosis. Mucha gente pasa buena parte de su tiempo en el estrato falso, en el que se pon~n en práctica diversos juegos, se viven roles y se trata de ser lo que; uno no es, creando vac;:íos en ese ' proceso y renunciando a gran parte de uno mismo. Nos atorm~ntamos constantemente con lo que Perls denomina el juego «r!el opresor y el
oprimido» ( top-dog/ under-dog game), en el que una parte de nosotros intenta adoctrinar a la otra y la urge y~ amenaza para que se comporte «bien». Al segundo estrato lo llama estrato fóbico. A medida que tomamos conciencia de las conductas y manipulaciones esl?urias, comenzamos a ponernos en contacto con los temores que las m.anttenen; experimentamos el deseo de evitar toda conducta nueva o tenemos fantasías acerca de las eventuales consecuencias que acarrearía nuestro comportamiento genuino.· El tercer estrato es el impase en que que'damos atrapados, ~in saber qué hacer o hacia dónde movernos. Sentimos la pérdida del apoyo ambiental pero aún no contamos con el que nos brinda la confianza en nuestros propios recursos. El cuarto estadio es el implosivo, en el cual, a través de la aflicción, la desesperac:ón o el autoaborrecimiento, llegamos a advertir más cabalmente de qué manera nos hemos limitado y constreñido a nosotros mismos; o bien comenzamos a experimentar, en medio del temor y las vacilaciones, conductas nuevas. Tan pronto las energías antes inactivas se liberan en forma de impacto, surge el quinto estrato, el explosivo. La tercera conferencia relata de qué manera se aferra el neurótico a la culpa y resentimiento que siente hacia sus progenitores, que no fueron como él hubiera necesitad0 ·que fueran y a los que puede seguir culpando por sus problemas en vez de desarrollar sus propios recursos de modo autónomo. Una de las formas más eficaces de descubrir qué partes de la persona se han proyectado o cuáles han sido desconocidas como propias es investigar sus sueños. El enfoque de la terapia guestáltica sobre los sueños consiste en pedir al sujeto que represente todas sus partes -personas y objetos a la par- y en ayudarlo luego a asimilar lo que ha proyectado. También se le solicita que pase revista a las evitaciones que en ellos aparecen. En la cuarta conferencia se examinan ejercicios útiles para el desarrollo personal. .Recurriendo a la meditación, escuchándonos a nosotros mis·· mos, aceptando los estadQs de aburrimiento, disgusto o frustración, podemos salir de nuestros impases y contribuir a nuestro desarrollo. Una de las técnicas reside en imaginar la presencia de un terapeuta que nos brinda ayuda o nos da indicaciones. Perls formula, asimismo, diversas sugerencias para los terapeutas, entre ellas la de tomar en serio su aburrimiento y entregarse a la fantasía en lugar de adoptar una atención forzada. Los cuatro ensayos posteriores analizan en forma más exhaustiva los aspectos teóricos de la terapia guestáltica. Kepner y Brien intentan conciliar las posturas fenomenológica y conductista, conservando las virtudes de ambas. El conductismo, al ocuparse de hechos observables, está en mejores condiciones para experimentar con el camb:o, medirlo y ponerlo de manifiesto. La fenomenología, con su hincapié en la experiencia interna, abarca gran parte de lo que tiene la personalidad de cálido, humano, rico e importante. No obstante, la vida interior es algo privado y difícil de transmitir. Las técnicas guestálticas contribuyen a unir estas posturas, trayendo a la conciencia ciertas conductas y transformando los procesos y fantasías interiores en conducta manifiesta. En el capítulo de Naranjo, «La focalización en el presente en terapia guestáltica» se emprende una extensa exploración del significado del ahora en la teoría y práctica guestálticas. Naranjo sintetiza los princi -~~
píos subyacentes de la terapia guestáltica en tre¡¡ procesos generales: vivir en el presente, conciencia y responsabilidad. Al centrarse en las consecuencias de vivir en el presente, aborda en primer término las técnicas guestálticas de traducir al presente las fantasías y recuerdos, y de experimentar con el continuo de conciencia. Destaca el paralelo que existe entre el intento del paciente por centrarse en su conciencia pres,é'nte e informar sobre ello, y el proceso orientál de meditación; ese i~tento es compartido por el terapeuta, cuya presencia agudiza la conCiencia, intensifica la atención y realza el significado, añade contenido interpersonal y señala las dificultades. El terapeuta puede asimismo corregir los errores de atención y distracciones. La focalización en el presente que propugna la terapia es también una receta para vivir mejor. Muchas técnicas terapéuticas, como la expresión de la agresión y la práctica de la franqueza, solo pueden aplicarse con precaución a la vida en la comunidad global; en cambio, la idea de vivir en el presente es aplicable a la generalidad de la vida, dando por resultado un hedonismo hpmanista en el cual la conciencia de la transitoriedad y de la muerte agudiza la experiencia vital. La «presentidad» aparece como un ideal, un símbolo de vida óptima, afín a la descripta por los sabios orientales, los filósofos occidentales y los poetas. Representa la aceptación de las propias experiencias, de la bondad del mundo, y de la imposibilidad de vivir de otra manera que en el aquí y ahora. En «La actividad sensorial en psicoterapia>>, Polster subraya la unión o conjunción entre la actividad sensorial y motora, o entre conciencia y expresión. Las experiencias pueden clasificarse en culminantes -las que constituyen un suceso total o unitario- y constitutivas -cuando se focaliza uno de los aspectos de un suceso-. A menudo, la exploración de las experiencias constitutivas mediante un proceso de análisis y nueva síntesis permite intensificar la experiencia culminante. Volver a experimentar y recuperar la sensación exige concentración y esfuerzo. Polster expone varias formas de identificar y activar la sensación, y la importancia que tienen estos procedimientos para la terapia. «La teoría paradójica del cambio», de Beisser, aborda el descubrimiento de la terapia guestáltica de que el cambio tiene lugar cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. Al abandonar la lucha contra la propia resistencia y el deseo de ser otra cosa, y admitir que uno es como es, puede reconocerse la necesidad o deseo subyacente, completar la guestalt y dar pa,so a nuevas neces:dades y conductas. Beisser observa que, puesto que la sociedad continúa cambiando a ritmo acelerado, la terapia no puede preparar al hombre para hacer frente a un mundo estático o constante; de ahí que revista cada vez más importancia la capacidad para producir cambios.
l. Terapia guestáltica
guestalt
y psicología de la
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Richard Wallen
La terapia guestáltica se ha nutrido de todas las líneas principales de desarrollo teórico en que se dividió el movimiento psicoanalítico original. Aunque tiene importantes raíces en la psicología de la guestalt, no se orienta exclusivamente hacia ella: también tiene raíces en el movimiento psicoanalítico freudiano, en Otto Rank y en Wilhelm Reich. El concepto que da unidad a estos diversos enfoques, que da una fundamentación racional a las técnicas empleadas en la terapia guestáltica, es la concepción de la pauta de satisfacción individual de necesidades como proceso de formación y eliminación guestálticas. Me referiré a este aspecto en primer término, para luego mostrar la forma en que se interfiere en este proceso y las consecuencias de tal interferencia para la conducta neurótica y la técnica terapéutica. El psicólogo de la guestalt académico se ocupaba en buena medida de figuras externas, en especial visuales y auditivas. Curiosamente, no intentó nunca aplicar los diversos principios de la formación guestáltica (proximidad, la ley del destino común, pregnancia, similitud, etc.) a las percepciones orgánicas, a la percepción de los propios sentimientos, emociones y sensaciones corporales. Jamás consiguió integrar los hechos relativos a la motivación con los relativos a la per~ep~ié!l· Fue Frederick Perls quien introdujo en la psicología de la guestalt este elemento adicional. Ahora estamos en condiciones de conceptualizar el proceso mediante el cual el organismo logra satisfacerse en su ambiente como un proceso de formación guestáltica esencialmente, en el cual hay cierto número de subtotalidades -ciertas formaciones subsidiarias-. A las percepciones externas estudiadas por los psicólogos guestaltistas Wertheimer y Kohler, el terapeuta guestaltista añade la percepción figura! de las Gestalten que se forman en el cuerpo y en la relación del individuo con su ambiente. Veamos el caso de una persona que está sentada a solas, leyendo. El libro ocupa el centro de su interés: todo el resto de la habitación se ha vuelto fondo; en verdad, también su cuerpo. Ni siquiera es correcto afirmar que es consciente de este proceso de lectura particular: participa en él, está en contacto con las ideas. Supongamos que a medida que avanza en su lectura comienza a sentir sed. Ocurre que la boca y el paladar se vuelven figura y pronto dominan el campo. El libro se desplaza al fondo y el individuo siente algo así como «¡Tengo sed!». Se torna consciente, en otras palabras, de un cambio ocurrido en él que tiene consecuencias en su relación con el ambiente externo. Su necesidad tiende a organizar tanto las cualidades perceptuales de su experien-. da como su conducta motriz. Puede formarse la imagen visual de una 1 Trabajo presentado en la reunión-de la Asociación Psicológica de Ohió, en 1957
canilla, o de un vaso de agua, o de una lata de cerveza en la heladera. Se levanta, da unos pasos, satisface su sed y vúelve a su lectura. Una vez más, las ideas pasan a ser figura: la sed ha sido eliminada. En este modelo simple tenemos el prototipo de la formación y la eliminación guestálticas. El mundo fenoménico es organizado por las necesidades del individuo. Las necesidades proveen de energía a la conducta y la organizan en el nivel subjetivo-perceptual y en el objetivomotor. El ihdividuó lleva a cabo luego las actividades requeridas para satisfacer tales necesidades. Una vez que estas han sido satisfechas, la boca vuelve al fondo, desaparece la preocupación con la figura particular de agua o ce~eza, y surge algo nuevo. Tenemos una jerarquía de necesidades que están en un continuo proceso de desarrollo, organización de las figuras de la experiencia y desaparición. En terapia guestáltica describimos este proceso como la formación y eliminación progresivas de guestalts perceptuales y motoras. . Cuando este proceso se desenvuelve normalmente, cuando está bien integrado --cuando las Gestalten son firmes, o fuertes, o bien formadas, como diría el psicólogo académico-, el propio sujeto o un observador ajeno al proceso pueden advertir ciertas condiciones. En primer lugar, figura y fondo están claramente diferenciados. Ya no hay u.n campo confuso, sino una cosa única que atrae la atención del individuo. A medida que se ocupa de ella, su actividad perceptual se vuelve selectiva, y su conducta motriz bien organizada, unitaria, coherente y dirigida a la satisfacción de esta necesidad específica. De manera análoga, las figuras que experimenta el individuo son unitarias, coherentes, y dominan el campo fenoménico. Desde el punto de vista de la adaptación, lo interesante de esta experiencia es que el proceso de formación y eEminación guestálticas proporciona un criterio autónomo para estimarla. En otros términos, el " hecho de que el sujeto sea «maduro» o «inmaduro» según cierto patrón cultural, o que se conforme o no a la sociedad que lo rodea, carece de importancia; desde el punto de vista guestáltico, lo importante es que el individuo integrado es aquel en el cual este proceso se sucede en forma continua y sin interrupciones. Constantemente se forman nuevas figuras, que, cuando las necesidades han sido satisfechas, son eliminadas y reemplazadas por otras, permitiendo que la conducta y la experiencia perceptual sean organizadas por las necesidades que ocupan el puesto siguiente en la jerarquía de dominio. Este proceso reviste considerable interés porque no se detiene nunca, y el terapeuta guestaltista puede determinar, en el curso de su tarea, cómo funciona en cada instante. En la sesión terapéutica, observará que el sujeto experimenta ciertas necesidades que procura satisfacer sin lograrlo, por: . que de algún modo se interrumpe o es perturbado el proceso. No es menester hablar sobre esto en tiempo pasado: los métodos típicos de formación y eliminación guestálticas de cada individuo se ponen inmediatamente en evidencia en la sesión. La importancia de este proceso para la supervivencia biológica va de suyo, pues sólo en la medida en que el individuo sea capaz de extraer de su ambiente las cosas que necesita para sobrevivir, para sentirse cómodo en el mundo que lo rodea e interesarse por él, podrá continuar su exj,stencia en un plano a la vez biológico y psicológico. No podemos
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nutrirnos de nosotros mismos; no podemos respirar sin un ambiente que nos lo permita; no podemos hacer nada para incorporar a nuestro cuerpo las cosas que necesitamos -ya se trate de afecto, de conocimientos o del aire que respiramos- sin interactuar con el ~mbiente. En consecuencia, la claridad de la relación que he intentado describir, la formación y eliminación guestálticas, adquiere suma importancia para la vida del individuo. · ¿Qué es lo que hace que este proceso fracase? ¿A qué se debe que la progresiva formación y eliminación de fuertes Gestalten no siga un curso apropiado? Ante todo, permítaseme mencionar los signos observables cuando se interfiere en este proceso. Hay signos subjetivos sobre los cuales puede informar el paciente, y otros que el terapeuta puede ver. Un ejemplo de lo primero sería la confusión: el sujeto se siente confundido, nada le 'resulta claro. No sabe lo que quiere. No sabe distinguir lo importante. O tal vez diga que está indeciso: no sabe cuál de varias alternativas adoptar -ninguna le atrae más que otra-. Objetivamente, el terapeuta puede observar una conducta fija y repetitiva. Por ejemplo, un paciente pedirá consejo una y otra vez o solicitará que se le den instrucciones cuando se le pide que indague y encuentre sus propias respuestas. La autorregulación de la relación ·ambiente-organismo queda totalmente destruida. Se vuelve notoria, asimismo, la falta de interés del paciente por lo que hace, y por ende la sensación de estar haciendo un gran esfuerzo cuando se trata de una tarea simple. Los sujetos informan: «Me tengo que obligar a ir al trabajo», «Me tengo que obligar a estudiar», etc. Por lo general, su lenguaje está mal organizado, y hay en lo que expresa real confusión. A veces estas cuestiones son momentáneas, otras veces duran períodos prolongados. Sin embargo, importa recordar que aun el campo peor organizado sigue estando organizado. El principio de la pregnancia indica que todo campo psicológico se halla, en un momento determinado, tan bien organizado como lo permiten las condiciones generales. De este modo, es probable que ciertas circunstancias impidan a una figura formarse de la manera más fuerte y coherente posible --como Koffka y Kohler admitieron hace algunos años-. En la autorregulación neurótica, ciertas fuerzas se ven impedidas de ejercer un efecto cabal sobre el contacto del organismo con su ambiente. Estas interferencias son de tres tipos. Primero, tenemos el contacto perceptual insuficiente con el mundo externo y con el cuerpo mismo. Advertimos, verbigracia, que a menudo los pacientes no nos miran cuando quieren decirnos aJgo acerca de la impresión que les causamos; o no miran a los objetos que qu~eren describir. Tal vez les pase inadvertido qué están haciendo con sus manos, o no escucpen el sonido de su propia voz, etc. Su contacto perceptual con grandes porciones de su ambiente y de su cuerpo es escaso o está totalmente bloqueado. Segundo, está bloqueada la expresión franca de las necesidades. Por ejemplo, el sujeto sentirá calor pero será incapaz de hacer nada para evitarlo. Es fácil ver por qué esto origina un fracaso del proceso de eliminación. Como el paciente no expresa sus necesidades, nunca ).lega · a satisfacerlas realmente; una figura perceptual que podría ser clara, unitaria y significativa se torna opaca y carente de interés, con lo cual
la necesidad no se descarga nunca. Tomemos como ejemplo a un individuo con necesidad de afecto a medias expresaaa. El resultado es una satisfacción a medias, ya que la necesidad no se descarga nunca por completo. Esta nec~sidad específica dota entonces de energía a ciertos sectores del campo- perceptual: la persona busca afecto, pero no con· entusiasmo suficiente. El resultado final es que la necesidad en cuestión continúa interfiriendo otras necesidades que podrían organizar el campo de mane'ra clara y coherente. Tercero, la represión puede impedir la formación de buenas Gestalten. El concepto de represión del terapeuta guestalúta, que la considera esencialmente un proceso motor; es bastante sorprendente desde el punto de vista histórico: el psicólogo guestaltista académico no se preocupaba por el papel de la musculatura, por el aspecto que tomaría la formación guestáltica·' total al caminar, por ejemplo. En buena medida por la influencia de Wilhelm Reich, los terapeutas guestaltistas conciben la represión como un fenómeno fundamentalmente muscular. Así, cuando surgen las necesidades e impulsos, tiende a producirse una res~ puesta muscular, que procura darse a conocer en el plano motor, y la única manera de inhibirla· es contrayendo músculos antagónicos que evitan que ese impulso se expresé' cabalmente. El ejemplo más simple sería el impulso a insultar a alguien. Supongamos que, a pesar de nuestro furor, tenemos que controlar ese impulso. Ahora bien: este proceso de «control» puede considerarse en términos estrictamente musculares. Las mandíbulas se contraen; hay tensiones en los brazos que impiden, por ejemplo, dar un puñetazo. En el caso de sentir tristeza, las respuestas posturales normales si la necesidad se diera a co~ nocer plenamente serían una postura abatida, los labios apretados las mejillas hundidas. La alteración más simple para controlar la tri;teza consistiría en distender los labios en una sonrisa forzada, eliminando · la pauta gestual asociada con la tristeza, con lo cual la emoción no se expresa ni se descarga. En -la represión se mantienen, mediante con?'accio!Jes .musculares cr.ónicas que el individu~ olvida, todo tipo de mconctenctas sobre los Impulsos. Esas contracctones se vuelven habituales; el individuo se adapta a ellas y .no sabe que está bloqueando algo o qué es lo que bloquea. Veamos algunas de las implicaciones que esto tiene para la terapia. Creo que uno de los rasgos distint:vos del terapeuta guestaltista es que trabaja casi exclusivamente en ·el presente. Los recuerdos del pasado·· no constituyen su preocupación fundamental. El pasado tiene importancia en ciertas circunstancias especiales, pero en general advierte que lo único con lo que tiene que operar es lo que tiene directamente delante de sus ojos. En la sesión terapéutica, el proceso de formación, y eliminación guestáltica sigue su curso como en cualquier otra parte. El terapeuta cuenta con una oportunidad para apreciar las confusiones que se prQducen. Puede ver de qué modo bloquea el paciente porciones de su ambiente o porciones de sí mismo, y comienza a trabajar con ese problema particular. · Es justo decir, en este punto, que.este enfoque del proceso terapéutiCQ repre.s~nta una de las grandes c?rri~ntes de pensamiento psicoterapéutico ortgmadas en Otto Rank, quten mfluyó en una forma algo d:'Stinta sobre la.,terapia centrada en el cliente de Carl Rogers. Los prosélitos de
Rogers también estaban interesados en la .situación presente, también se centraban en lo que el cliente hacía en el momento, pero nunca abordaron el problema de la conciencia real de lo que le pasaba al paciente en este instante. A •mi juicio, las palabras tienen una gran tendencia a · interponerse en el camino de la experiencia, y los psicólogos de la guestalt trataron de remediarlo. Esto no significa que la terapia centrada en el cliente de Rogers no tenga fuertes connotaciones guestálticas, como él mismo ha señalado, pero el terapeuta guestaltista es, básicamente, mucho más activo que el rogeriano. ¿Hacia dónde se encamina la actividad del terapeuta? En primer lugar, a acabar con la crónica insuficiencia en la-organización del campo del paciente. Este tiene ciertas formas típicas de percibir o actuar en rela, ción con una necesidad. El terapeuta guestaltista aísla fragmentos de este campo de manera tal de reducir a subunidades menores la tendencia autorreguladora del neurótico; ello permite reorganizar en definitiva tanto el campo motor como el perceptual. También procura realzar cada una de las figuras emergentes. Si el sujeto parece pronto a llorar, por ejemplo, si el terapeuta puede observar «en la superficie» una activ:dad incipiente, si advierte que el sujeto se estruja las manos, tiene contracciones faciales y quizás un brillo en los ojos, sabe que está por aparecer la figura del llanto. Supongamos que, pese a todo, el paciente controla su impulso: el terapeuta se esforzará por romper el bloqueo que aquel le ha impuesto de modo que pueda organizar el campo. Para ello, tomará como figura de atención para el sujeto su resistencia, su resistencia muscular al llanto. En otras palabras, en lugar de subrayar «Usted quiere llorar», pondrá el acento en «¿De qué modo evita usted llorar?». Una y otra vez vuelve sobre el problema siguiente: «¿Qué hace usted que le impida obtener lo que desea en este momento, en esta situación inmediata?».. Ello significa, desde luego, que debe haber gran sensibilidad corporal, de modo que el terapeuta dedica buena parte de su actividad a la conciencia corporal. Hasta que el paciente no siente de qué manera contrae sus músculos o manipula su cabeza, sus ojos o todo su cuerpo para evitar ver o hacer ciertas cosas, . el mecanismo represivo no queda bajo su control. Nuestra intención no es abolir su capacidad para controlarse a sí mismo, sino lograr que ese · control sea el producto de una decisión intencional. · Estos son, pues, los problemas teóricos principales que sirven de amplio fundamento a la tarea del terapeuta guestaltista. Este enfoque constituye una ampliación de la psicología académica de la guestalt, al añadir al proceso de formación guestáltica las necesidades y 11! concienCia corporal, y utilizar luego estos insights en la terapia para romper el bloqueo de la pauta de satisfacción de la necesidad. ' · t
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2. Cuatro conferencias 1 Frederick S. Perls
Primera C'onferencia En mis charlas sobre terapia guestáltica me guía un solo propósito: impartir una fracción del significado de la palabra ahora. Para mí, sólo el ahora existe. Ahora experiencia conciencia realidad. El . pasado ya no está y el futuro no ha llegado todavía. Unicamente el ahora existe. La situación que exhibe la psicología de nuestra época es que estamos divididos básicamente en dos categorías: los interesados en la conducta y los interesados en la conciencia ( awareness) o falta de conciencia -sea que se la llame estado de conciencia ( consciousness), * experiencia o de alguna otra manera-. El enfoque fenomenológico pone el acento en los mensajes evidentes' por sí mismos -existenciales en el puro sentido de la palabra- que recibimos a través de los órganos de nuestros sentidos. Gracias a que vemos, oímos y sentimos es que conocemos: ello nos suministra la información primaria acerca de nosotros mismos y de nuestra relación con la vida. Al conducúta, en cambio, no le preocupa el fenómeno de la conciencia ni el enfoque subjetivo; pero su método tiene sobre casi todos los demás la gran ventaja de trabajar con el aquí y ahora: ve a este animal, mira a esta persona e investiga de qué modo se comporta este individuo. Si se combina el enfoque fenomenológico, con su conciencia de lo que es, y el enfoque conductista, con su énfasis en la conducta presente, se obtiene una síntesis de )o que estamos tratando de lograr en terapia guestáltica. · Cuando observamos la conducta, nos encontramos con dos clases básicas: conducta pública y conducta privada. La primera es la conducta manifiesta y observable de la que pueden tener conciencia ' los observadores y nosotros mismos, mientras que la segunda incluye aquellas cosas de las que nosotros podemos ser conscientes pero no un observador. A esta última suele llamársela pensamiento, o especulación o en.' ' sayo, o computac10n. Antes de proseguir quisiera analizar brevemente cuatro enfoques filosóficos, tal como yo lo's veo. El primer enfoque es la ciencia -a la que denomino «sobreísmo»- y nos permite hablar sobre ciertas cosas, conversar sob1·e nosotros o sobre alguna otra persona, informar sobre lo que está ocurriendo dentro de nosotros, discutir sobre nuestros casos clínicos. El hablar sobre cosas, o sobre nosotros y los demás como si fuéramos cosas, evit:1 toda respuesta emocional u otra involucración
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.1 Transcripción de las charlas pronunciadas por el autor en el Laboratorio de Terapia Guestáltica de Atlanta, en 1966. * A lo largo de la obra se traduce indistintamente awareness por «conciencia» o «toma de conciencia», según lo exige el contexto. Cuando en el libro original figura el término consciousness, se lo aclara explícitamente en la traducción. (N.
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genuina. En terapia, encontramos el sobreísmo en la racionalización y la intelectualización, así como en el «juego de las interpretac~ones» en el que el terapeuta dice «Sobre esto versan sus dificultades». Este enfoque se basa en la no involucración ( noninvolvement). A la segunda filosofía la denomino «debeísmo». La mentalidad del «debe» se encuentra manifiesta o encubiertameqte en toda filosofía y, sin lugar a dudas, en toda religión. Aun en el budismo hay un debeísmo implícito, ya que se nos dice que debemos experimentar el Nirvana, que debemos alcanzar el estado en que estamos libres de todo sufrimiento; al menos, se lo alaba como algo que vale la pena lograr. Las religiones están llenas de tabúes, de «debes» y «no debes». Estoy seguro de que todos ustedes perciben que crecen completamente rodeados por lo que deben y no deben hacer, y que insumen gran parte de su tiempo en jugar a este juego en su interior -el juego al que doy en llamar «juego del opresor y el oprimido», o «juego del automejoramiento», o «juego de la autotortura»-. Tengo la convicción de que les resulta muy familiar este juego. Una parte de ustedes se dirige a la otra y le dice: «Debes ser mejor, no debes ser así, no debes hacer eso, no debes ser como eres, debes ser como no eres». El debeísmo se funda en el fenómeno de la insatisfacción. En los últimos tiempos ha surgido un tercer tipo de pensamiento: el ontológico, o enfoque existencial, o «ser-ismo». El serismo observa y percibe el mundo tal como es, tal como somos, anulando la significación y encerrando entre paréntesis lo que debemos ser. A esto podría denominárselo la eterna tentativa por alcanzar la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? La verdad es uno de los que yo llamo «juegos de la adecuación». Aquí habré de apartarme un minuto del tema· y hablar acerca de algunos de los juegos importantes. Uno de los juegos principales que jugamos es el «juego del único ganador»: «Yo soy mejor que tÚ», «Yo puedo superarte», «Yo puedo abatirte». Otro juego importante es el «juego de la adecuación»: «¿Se adecua este concepto a la realidad?», «¿Es esto correcto?», «Si yo veo tal y cual cosa, ¿puedo hacer que se adecuen entre sí de modo de tener ante m~s ojos un cuadro amplio?r,, «¿Se adecua la conducta de esta persona a mi concepto de lo que es un comportamiento correcto?». Estos son algunos de los juegos de la adecuación. Ahora bien: en el existencialismo, el juego de la adecuación es la verdad. Entiendo por «verdad» tan solo la aseveración de que una formulación nuestra se adecua a la realidad observable. Si alguien dice «Estoy enojado contigo» en un tono de voz suave y cortés, este no parece adecuado, sino incongruente con respecto al enojo que dice tener. Si grita, en cambio, «¡Estoy enojado contigo, maldito!», su ira y su voz se ooecuan una a otra. Pero ningún existencialista, con la posible excepción de Heidegger, puede realmen~e trasladar su idea existencial a la conducta ontológica -que una cosa se explica por su misma existencia-. Se preguntan una y otra vez «¿Por qué?», y deben seguir entonces retrotrayéndo<;e y pidiendo apoyo: Sartre al comunismo, Buber al judaísmo, Tillich al . protestantismo, Heidegger al nazismo en cierta medida, Binswanger " al psicoanálisis. Binswanger, en particular, está tratando siempre de volver a lo .causal -esa confusión semántica-, de explicar el suceso
por su. precedente, por su historia, incurriendo así en el error.habitual ae mezclar los recuerdos con la historia. Tenemos, por último, el enfoque guestáltico, que trata de comprender la existencia de cualquier suceso a través del modo en que se produce, que trata de coQJ,prender el devenir merced al c6mo, no al porqué; merced a· la omnipresente formación guestáltica; merced a la tensión de la situación inconclusa, que es el factor biológico. En otras palabras, en terapia oguestáltica tratamos de ser congruentes con todos los restantes sucesos, en especial con la naturaleza, pues somos parte de ella. El hecho de que nuestra vida no sea compatible con las exigencias de la sociedad no obedece a que la naturaleza esté equivocada o a que nosotros estemos equivocados, sino a que el proceso que ha sufrido la sociedad la ha apartado tanto de un funcionamiento sano, natural, que nuestras necesidades y las de la sociedad y las de la naturaleza ya no concuerdan más. Nos topamos repetidamente con ese conflicto, al punto que se vuelve dudoso que pueda existir en nuestra insana sociedad una persona sana, totalmente cuerda y honesta. Quisiera analizar ahora los que son, a mi juicio, los dos descubrimientos más importantes de Freud. Freud afirmó (no es esta la manera como él lo formuló, sino como yo he.comprendido lo que él quiso decir) que en la neurosis hay una parte de nuestra personalidad o de nuestro potencial que no está disponible. Pero lo dijo de un modo extraño; dijo: «eStá en el inconsciente», como si existiera algo semejante a el inconsciente, en vez de haber simplemente conducta o emociones desconocidas o no disponibles. Freud vio, asimismo, que lo que él denominó «preconsciente» constituía la base de la formación guestáltica. Nosotros decimos que es el «fondo» sobre el cual aparece la figura. Podemos ir aún más lejos y señalar que solo una pequeña porción de nuestro potencial -de lo que podríamos ser- está disponible. El otro descubrimiento importante de Freud, que nunca retomó y que parece haberse perdido, es. su observación «Denken ist Probearbeit» («El pensamiento es trabajo de ensayo»), que yo he reformulado de este modo: «El pensamiento es un ensayo teatral», un ensayo que se lleva a cabo en la fantasía del rol que debe representarse en la sociedad. Y cuando llega el momento de la representación y uno no está seguro de que esta sea bien recibida, aparece el miedo al público ( stage fright). A este último la psiquiatría le ha dado el nombre de «ansiedad»: «¿Qué diré cuando esté ante la mesa examinadora?», «¿Sobre qué hablaré en mi conferencia?». Al acudir a una cita con una mujer, uno piensa, «¿Qué ropa me pondré para impresionarla?», y así por el estilo. Todo esto es ensayar el papel que habrá de representarse. Creo que la frase de Freud, «Denken ist Probearbeit», es una de sus· grandes' . ideas. . La razón de que Freud no pudiera retomarla más adelante reside, en parte, en que todo ensayo se refiere al futuro, mientras que a Freud le preocupaba el pasado. De modo que ese concepto no concordaba con su teoría general y debió abandonarlo. Pero m~ gustaría que se detuvieran un momento a pensar cuánto tiempo y cuánto potencial invierte cada uno de ustedes en reflexionar o ensayar para el futuro en comparación con el que invierten en meditar sobre el pasado. Volvamos al ahora. :~,,
Sostengo que toda terapia puede llevarse a cabo únicamente en el ahora. Cualquier otro método constituye una interferencia. Y la técnica que nos permite comprender el ahora y permanecer en él es «el continuo de conciencia», por el cual se descubre y se toma cabal conciencia de cada experiencia real. Si nos mantenemos en él, pronto nos enfrentamos con una experiencia desagradable; pqr ejemplo, nos aburrí· mos, o nos sentimos incómodos, o nos vienen ganas de llorar. En ese momento sucede algo que Freud no llegó a ver ·con claridad: nos volvemos fóbicos. Freud vio que se producía un bloqueo activo para eliminar la experiencia, y lo denominó «represión»; vio también la alienación de nuestra experiencia y la denominó «proyección». Lo que quiero puntualizar es que el momento crítico está dado por la frecuente interrupción de nuestra exper:encia en el ahora, sea cual fuere esta. Esta.interrupción tiene lugar por varios medios: iniciamos una explicación, descubrimos súbitamente que hemos abusado del tiempo de qtie disponemos dentro del grupo, recordamos que teníamos que hacer algo importante, o nos entregamos al vuelo esquizofrénico de ideas que el psicoanálisis llama ·«asociación libre>> (aun cuando se trata de una di-sociación compulsiva). Esta interrupción del continuo de conciencia impide la maduración, impide que la terapia tenga éxito, impide que la vida conyugal sea más rica y profunda, impide que se solucionen los conflictos internos. El único propósito de esta tendencia a la evitación es mantener el statu quo. ¿Y qué es el statu quo? El statu qua consiste en aferrarnos a la idea de que somos niños. Esto contraría el punto de vista psicoanalítico. Freud suponía que éramos infantiles a causa de un trauma anterior, pero esto ·no es sino una racionalización retrospectiva. Somos infantiles porque tenemos miedo de asumir responsabilidades en el ahora. Asumir nuestro lugar en la historia, ser maduros, significa renunciar a la idea de que tenemos padres, de que tenemos que mostrarnos sumisos o rebeldes, o alguna de las otras variantes del rol de niños que representamos. Para ampliar esto último debo hablar de la maduración. La maduración es el pa&aje del apoyo ambiental a la autonomía. El bebé depende por entero del apoyo ambiental. A medida que crece, aprende a pararse sobre sus propios pies, a crear su propio mundo, a ganarse la vida, a adquirir independencia emocional. Pero en el sujeto neurótico este proceso no sigue su curso normaL El niño -o el neurótico infantilno utilizará su potencial en favor de su autonomía sino para representar roles espurios, cuyo objetivo es movilizar al ambiente para conseguir apoyo en lugar de movilizar el potencial propio. Manipulamos el ambiente mostrándonos desvalidos, haciendo el papel de tontos, formulando pr~untas, halagando y adulando a los demás . El resultado de ello es que llegamos en la vida -y especialmente en la terapia- al «punto enfermo» (como lo llaman los psiquiatras rusos), al punto en que quedamos varados, al «impase». El impase se produce cuando no podemos apelar a nuestros propios recursos y no. obtenemos apoyo ambiental. En terapia guestáltica nos encontramos con que esto ocurre una vez, y otra, y otra. Por desgracia, el psicoanálisis , tiende a fomentar la infantilidad y la dependencia, primero por sus fantasías acerca de que el paciente es un niño y todo debe vincularse
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con la «:magen del padre» o con el «trauma infantil» o con «transferencia», y luego, al proporcionar una y otra vez apoyo ~biental en la forma de interpretaciones intelectuales que rezan asi: «Se que usted es tonto e inmaduro. Sé lo que usted está haciendo. Sé más que usted. Se lo explicaré. todo». Pero ello le impide al sujeto comprenderse . verdaderamente 'a sí mismo. Es por este motivó que soy absolutamente dogmático en ~u~t? a que nada exist6 más que en el ahora, y que en el ahora el mdividuo s.e conduce de un modo que podrá o no facilitar su de.sarrollo, su adqu~, sición de una mayor aptitud para hacer frente .a la vida, para consegutt lo que antes estab~ fuera de su alcance, para comenz~r a llenar los huecos de su existencia; Todos tenemos, en alguna medida, los huecos tan evidentes en los neuróticos y esquizofrénicos. Hay personas sin ojos, otras sin oídos, sin piernas que las sostengan, sin .perspectiva, sin em?ciones. Para llenar estos huecos, que suelen experimeptarse como tedio vital vaciedad soledad, debemos superar el impase y sus frustraciones, que por lo gen'eral nos lleva a evitar tales frustraciones y con ellas todo el proceso de aprendizaje. . . Ahora bien: hay dos formas de aprender: La pri~era consiste en ~b tener información: conseguimos .que alguien nos mforme sobre el significado de nuestros sueños, sobre la utilidad de tal o cual concepto, o que nos diga cómo es el mundo. Luego introducimos esta información. en nuestra computadora y ponemos en práctica el juego. de la adecuación. ¿Se adecua este concepto a este otro? Pero la meJor manera ~ aprender no reside en computar información. Apre!lder es descubrtr: des-cubrir lo que tenemos delante. Cuando descubrimos, estamos descubriendo nuestra propia capacidad, nuestros propios ojos, para encontrar nuestro potencial para ver qué es lo que está pasando, para descubrir de qué manera podemos hacer más amplia nuestr~ yida, par~ recurrir a medios que nos permitan hacer frente a una dtftcultosa sttua·· ción. Y a mi juicio todo e~to tiene lugar en el. aquí y ahora. !'lo toda especulación acerca de las cosas, no toda tentativa de obtener mformación y ayuda externas producen maduración. De modo que las p~rsonas que trabajan conmigo tienen qu~ hacerlo mediante una ~eferencia continua al presente. «Estoy experimentando esto; ahora siento esto; en este momento no siento más deseos de trabajar; en este momento estoy aburrido». A partir de ello podemos pasar a diferenciar qué fragmento de la experiencia presente le es acept~ble al individuo, cuán~o s.iente deseos de huir cuándo se muestra dispuesto a tolerarse a s1 m1smo, cuándo siente que los demás lo toleran, etc. Todo esto se investiga en la realidad en el encuentro actual de cada cual con los demás. Dicho de ~tro modo mientras que la mayoría de las psicoterapias trll-' tan de llegar a lo má~ profundo, nosotros i!ltentamos ll7gar ~ lo ~ás superficial. A medida que surgen las necestdades, las s1tuac1ones mconclusas somos controlados por esa necesidad emergente y precisamos ponerno~ en contacto con el mundo para satisfacerla. Utilizamos nuestros sentidos para observar, para ver lo que está. sucediendo. El m!l~do se abre. Esta capacidad de ver es la salud. A la mversa, puede defmtrse al neurótico como aquel que no puede ver lo obvio -tal cual ocurría en ese cuento de Anderson en el que solamente el niño señalaba lo evidente: que el rey estaba desnudo-. Es por este motivo que cuando
comienzo a trabajar con un grupo suelo jugar al maestro de ~scuela y pedirles que descubran y verbalicen lo obvio.
Segunda conferencia Además de colocar el acento en el ahora, también lo coloco en el proceso de centración, la conciliación de los opuestos para que no sigan desperdiciando energía en una lucha estéril y puedan unirse en una combinación e interacción productivas. Veamos, por ejemplo, uno de los principales problemas que la gente cree tener: el problema de su existencia. ¿Qué es lo opuesto de la existencia? La respuesta inmediata sería «la inexistencia», pero esto es erróneo. Lo opuesto de la existencia es la antiexistencia, tal como lo opuesto de la materia es la antimateria. Como ustedes saben, los científicos han conseguido crear materia a partir de la energía. ¿Qué nexo tiene esto con nosotros, los que nos dedicamos a la psicología? Fundamentalmente, que en ciencia hemos vuelto, a la postre, al filósofo presocrático Hetáclito, quien afirmó qúe todo es flujo, movimiento, proceso. No hay «cosas». En los lenguajes orientales, la nada ( nothingness) es la no-cosa ( no-thingness); en Occidente pensamos la nada como un hueco, un vado, una inexistencia. En la filosofía oriental, así como en las ciencias físico-naturales modernas, la nada -la no-cosa- es una forma de proceso, en perpetuo movimiento. · En ciencia intentamos encontrar la materia última, pero cuanto más dividimos la materia más nos encontramos con otra materia. Encontramos movimientO, y movimiento equivale a energía: movimiento, impacto, energía, pero no cosas. Las cosas surgen, prácticamente, por la necesidad humana de seguridad. Son manipulables, con ellas es posible jugar a la adecuación. Estos conceptos, estos «algos», pueden formar, reunidos, otro algo. «Algo» es una cosa, de modo que hasta un nombre abstracto se convierte en una cosa. En nuestro trabajo terapéutico siempre nos top~:~.mos con la nada, y vemos que esta no-cosa es un proceso muy vívido. Supongo que el hecho de tratar con cosas significa que para volverlas a la vida, tenemos que convertirlas nuevamente en procesos. En la cosificación o transformación de un proceso en una cosa actúa lo que yo denomino el estrato implosivo, o catatónico, o muerto. Si alguien tiene un cuerpo, si tiene una mente, estas cosas son en apariencia objetos que pertenecen, a cierta instancia llamada «Yo». «Yo» soy el orgulloso -o desdeñoso- poseedor de una ¡nente, de un cuerpo, de un mundo. De manera que digo, en efecto, «Yo tengo cierto cuerpo» (cierto cuerpo) en lugar de advertir que yo soy alguien.* En terapia guestáltica observamos la forma en que las personas utilizan el lenguaje, y comprobamos que cuanto más alienado está un sujeto. de sí mismo más nombres emplea en lugar de verbos, y sobre todo el
* Juego de palabras con some body (cierto cuerpo) y somebody (alguien). (N. '·'del T.)
,!.:,
......
pronombre it.* It es una «cosa» cuyo uso resulta conveniente para evitar ·estar vivos. Cuando estoy vivo, hablo; cu~ndo estoy ?'-uerto, tengo un «habla» compuesta de palabras; este lenguaje tendra una expresi6n etc. Se advertirá que esta descripción es en su mayor parte una cad~na de nombres, y que lo único vital que resta en todo ello es juntarlos. · · · . Para que ustedes comprendan mejor la importancia del estrato llllplo!~ sivo y su papel ~~Jas...neu~-..d~cribiré en forma más ~ompleta lo ,' \j::J que yo ent~. ~r los cinco estratos e a neurosis. . mer _es~~to , r que encontramos o · e estrato ~J~nc Berne,__o el (~ e§trato de Sigmund Freud, o el estrato fals?, ~n el que Jugamos .a repre~) sentar, en el que representamos roles. Coincide con 1~ persona «C
¡.'.
'J
* 11 es en inglés el pronombre de tercera persona del singular aplicado cuando el sujeto de la oración es una cosa o entidad abstracta. (N. del T.) o
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opone, como creía Freud, al yo o al ello, o a una constelación de impulsos, recuerdos o energías. El opresor se opone a otra personalidad, a la que yo llamo el oprimido. Cada uno de ellos tiene sus propias características y ambos luchan por el control. El opresor se caracteriza principalmente por su rectitud: ya sea que esté o no en lo cierto, siempre sabe qué es lo que el oprimido debería hacer; pero cuenta con muy pocos medios para reforzar sus exigencias. En realidad, es un camorrista y trata de salirse con la suya profiriendo amenazas. Si uno no hace lo que él indica será castigado o le ocurrirá algo terrible. El oprimido, destinatario de estas órdenes, nada tiene de virtuoso; por el contrario, se siente muy inseguro de sí mismo. No se defiende ni trata de asumir el control mostrándose a su vez camorrista o agresivo, sino por otros medios: «Mafíana», «Te lo prometo», «Sí, pero ... », «Hago todo lo que puedo». De manera pues que ambos, el opresor y el oprimido, viven en una frustración mutua y en un intento continuo de controlarse uno a otro. A esto denomino el primer estrato q__estrato falsq, estrato que comprende estos roles;Ios juegos del opresory'el oprimido, los juegos del control. Si alguna vez tomamos conciencia de la falsedad, de los juegos que estamos practicando, y tratamos de ser más honestos o auténticos, experimentamos dolor, incomodidad, desesperación, etc. En particular, nos disgusta la experiencia de la crueldad. No debemos dafíar a nuestros vecinos ni a ninguna otra persona. Olvidamos totalmente que una de las leyes básicas de la naturaleza es matar para vivir. No hay criatura viviente ni sustancia orgánica alguna que pueda perdurar sin matar a otros animales o plantas. De todas las especies, únicamente el hombre se niega a aceptar la necesidad de matar y procede a matarse a sí mismo; únicamente el ser humano mata, no por necesidad, sino por codicia y para alcanzar poder. En la actualidad, sobre todo, en que el individuo es sustituido por esos superorganismos llamados Estados o naciones, se ve privado de su necesidad de matar, que ha transferido al Estado. . La matanza y la destrucción lo confunden todo. En realidad, hasta para comer una manzana tenemos que destruir la sustancia que la compene. Destruimos la manzana como unidad, fragmentándola en pequefíos trozos con nuestros dientes, moliéndola con nuestras muelas y disolviéndola químicamente hasta que no queda de ella más que aquello que · no podemos asimilar, y por ende eliminamos. . Una vez que somos capaces de entender nuestra renuencia a .aceptar las experiencias des.agra.da.ble.s, p.a.sam.O. S. al siguiente estrato, estrato fó-
rl
~fo{e;~tsei~it~~ )~le~~:~~s;~f~ifa~t~:~s.~.~n 'é tien~ugar
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Si vamos más allá del estrato fóbico, de las objeciones, encontramos ...--11 que en ese rhomento se prod!!_ce el impase. Y en él tenemos la sen- .l. sación de no estar vivos, de estar muertos. "Sentimos que no somos nada, que somos cosas. En cada momento de la terapia tenemos que atravesar este estrato :mplosivo para llegar al sí-mismo auténtico. Es aquí donde naufragan la mayoría de las terapias y de los terapeutas, por-· que también ellos temen a la muerte. Por supuesto, no se trata de estar muertos, sino del temor y de la sensación de estar muertos, de desapa. '" recer. Se toma la fantasía por realidad. Una vez que hemos dejado atrás 29
el e..&trato im~osivo, vemos que ocurre algo muy part~~lar, Y, que se aprecia en su ormamás espectacular en el es,tado catatomco, e~ el cual el paciente, que se presentaba como un cadayer, es.talla a la vida ..Tal es lo que sucede cuando se diluye el estado Implosivo: una explosión. La explosió~s el último. estrato 1?-eurótico y tiene lugar ~uando atra· estacto'i'iiij?IOsíVO~mi entender, esta progresión es nece· saria para llegar a ser auténtico. Hay cuatro tipos esencial.es de explo· sión: estallidos de· alegría, de aflicción, de orgasmo, de lr!· .A ve~es son explosiones muy leves; ello depende del monto de energia mvest1da en el estadio implosivo. , , . Tal vez pueda aclarar mejor cuando se produce el estado catatomco, el estado implosivo, refiriéndome a la fisiología. Ustedes saben que para mover un músculo se envía a él una descarga. eléctrica y el músculo . pega una brusca sacudida. Si se interrump~ la descarg~, el mú~culo vuelve a sacudirse. Para mantenerlo contraido es preciso repetir de continuo las descargas eléctricas. Pueden imaginar entonces cuánta ener· gía se invierte en el estado catatónico, o en cualquier .~portuni~a? en que el sujeto entra en tensión, para mantener esa t~n.swn, esa rig¡?ez. y si esa energía no es invertida en conservar esa rigidez, queda libre para realizar todo tipo de actividades -pensar,, t~asladarse d~ un l':l&ar a otro estar vivos-. Si se la libera en forma subita, la energia aprisiO· nada ~xplotará. La implosión se convierte en explosión, la compresión en expresión. Creo que ha llegado el momento de dar al grupo una oportunidad para que formule preguntas y observaciones sobre esta conferencia.
--vesamos·er
Pregunta: Tú dijiste que el pasaje del estrato implos~vo a la explosión puede ser percibido como un peligro tanto por el paciente como por el terapeuta, y que tal es probablemente la razón del estrato. impl?sivo. ¿Cómo logran paciente y terapeuta superarlo? Uno de mis pacientes explotó de un estado catatónico en el orgasmo, y parecería que fuera a volver al estrato implosivo o catatonía porque de ninguna de las dos maneras logra adaptarse. . . ·"-....__. Perls: Una de las cosas que deben recordar es que para funcwnar · correctamente una persona debe tener a su alcance las cuatro posibilidades de explosión. Una persona que pueda explotar en el orgasmo, pero no en la ira o en la aflicción o ~fl: la alegría es inco~pleta. T? aludes a lo que denom'né el estrato fobtco, en el que se evita experimentar tensión a causa de fantasías catastróficas, el temor al riesgo. Cuando hay tanta energía contenida, es tanta la energía o élan vital que se acumula que la persona no puede contenerla más, y la explosión puede. producirse de manera muy violenta. Comentario: Me recuerda a la explosión que se produce cuando se separan los átomos. . . la fisión. Perls: Fusión o fisión. Hay un proceso en el que la explosión y el peligro de la explosión suelen atenuarse: el proc~so de la fu~ión. A menudo descubrirán que en cierto punto se sienten conmoc10nados, se sienten involucrados, y empiezan a fundirse, se sienten blandos o estallan en llanto. Esta es una de las maneras de amortiguar una explosión dañina; pero, básicamente, uno debe estar dispuesto a afrontar riesgos. Pre~unta: Esa fusión, ¿es ternura?
Perls: La ternura e~, una form31 ,de !a fusión. Descubrirán que luegu de .una buena expl.oswn se sentlran tiernos en el sentido de sutiles y dehcad~s. Ahora b1en: cuando se habla de ternura, entro en sospechas. Parecena que la ternura fuera lo que está en el núcleo interior de la rudeza, y hacerse el rudo es uno de los aspectos principalísimos de 15's roles representados por la juventud norteamericana de nuestra epoca. Pregunta: ¿Podrías aclarar un poco eso de ... de que la juventud representa el papel de la rudeza? Pe~ls: ¿D~, dónde extrae el niño norteamericano una buena parte de la ~nformacwn que posee? De las historietas. ¿Y qué expresan las historietas? ¿Hablan acaso acerca de un hombre y de una mujer? No. Hablan ~el «~acho» y de la vampiresa. Este concepto del hombre se asem~J~ _mas .al. hombre, d~ las cavernas que al hombre auténtico -y es ~flc.ll defmu a este ul~1mo: un hombre que vive de acuerdo con s?s conv1cc10nes, en ese sentldo-. El mensaje que transmite la histo· rieta es. q,ue un h?mbre tiene ~ue ser «macho» pues de lo contrario es un mancon. No tiene otra opcwn, salvo convertirse en un as del béisbol o en un homos~xual. Sólo ~omo homosexual se le permite ser tierno, s~r suave. Lo mismo se aplica al sexo femenino. Puede estimarse aprox.Imadamente que las nor~eamericanas. se dividen en un 90 % de prostituta~~ y !-In 10 % de muj~res. La muje~ debe convertirse en prostituta porqu: tiene que convertlrse en vampiresa. En su calidad de vampiresa, tlene que pas~r todo el tiempo luciendo fotogénica y mostrándose en lugar de te~er Oj?s~ ge~!tales y relaciones con la gente. Esto origina en ella una cierta untacwn permanente, una hostilidad permanente. Ve en el hombre a un enemigo, y la única manera de controlarlo es transf~rmarse en una prostituta. Es así como el macho y la prostituta armomzan entre sí como personajes principales de la escena norteamericana. Pregunta: Sólo te oí mencionar cuatro de los estratos de la neurosis. P.erls: El estrato falso, el fóbico, el impase, el implosivo, el explosivo, SI adopto estas categorías y convierto un proceso en una cosa por f~~or sean tolerantes y comprendan que no es más que una apro~ima cion a lo que el proceso es. Pregunta:, ¿Es en el nivel falso en el que se llevan a cabo los juegos? Perls: St. Pre~unta: Y el estrato implosivo es donde se hallan los motivos de los juegos, ¿no es así? Perls: ~o. No hay motivos para los juegos. Comentarzo: Ent?nces no entiendo el estrato implosivo. ~erls: El estr!to Implosi_vo es aqu~l ~n que se paralizan y quedan inactivas las energias necesar.I~s pa;a vivir. Para liberarlas debemos pasat por el proce~o de. explos10n. S1 tengo sed, no necesito ir al bosque a buscar. un manantlal; esta sería la manera biológica, primitiva, de cal~ar mi. sed. En nu~stra cultura, debo recurrir a cierto número de mampulac.wnes. Por ejemplo, en esta conferencia, toco un timbre, formulo mi pedido al ordenanza y cumplo todo tipo de procesos a fin de obtener· e~ ~gua que equil~bre el déficit de mi organismo. En la cultura en que ,vivimos, para ~atlsf.acer nuestras necesidades tenemos que representar roles. Yo podna sahr al corredor y explotar gritando «¡Eh, tú! ¡Quiero ~1
algo .para beber!». Pero no lo hago. Desempeño los roles prescriptos, soy cortés y atento. 'Pregunta: ¿Podrías agregar algo más acerca del estrato fóbico? Perls: La principal actitud fóbica que se me ocurre es la fobia a descubrir la vida ... Con el objeto de evitar vivir una vida en la que descubramos al munqo y a nosotros mismos, tomamos con frecuencia el atajo de obtener información. Es lo que ustedes acaban de hacer: me pidieron infórmación. Pero ustedes podrían haberse lanzado a descubrir en qué aspectos son fóbicos, o en qué aspectos lo son los demás -Cuáles soil las cosas que ustedes o ellos evitan-. En cambio, me han formulado preguntas para alimentar su computadora, su sistema pensante. La actitud fóbica básica consiste en tener miedo de ser lo que uno es. Y si uno se anima a investigar cómo es, halla alivio inmediato. De pronto, se encontrará entregándose a fantasías catastróficas. «Si soy como soy, ¿qué habrá de sucederme? La sociedad me condenará al oStracismo. Si le digo a mi jefe que se vaya al diablo, perderé el empleo. Si le digo a mi esposa que es una ramera, no querrá acostarse más conmigo», etcétera, etcétera. De ese modo uno se vuelve fóbico, comienza a mAnipular y a representar roles. En lugar de decir «Sos una ramera», contrae los labios y no dice una-palabra; pero experimenta una contracción que señala indirectamente que no le gusta cómo es su mujer o lo que está haciendo. Por temor a explotar, el individuo se implota. Pregunta: En el n:vel del impase, ¿se tiene miedo de ver al mundo tal cual es? Perls: No, hay algo más. El impase se produce toda vez que uno no está preparado o dispuesto a utilizar sus propios recursos (sus ojos inclusive) y no dispone de apoyo ambiental inmediato. El ejemplo extremo de impase es el recién nacido cianótico: la madre ya no le suministra oxígeno, y él todavía no es capaz de ab~stecerse de oxígeno por sí solo. Se halla, en cuanto a su respiración, en un impase y tiene que encontrar una forma. de respirar o ha de morir. Otro buen ejemplo de impase es el matrimonio típico en el que los cónyuges nó se quieren, pero cada uno de ellos tiene un concepto acerca de cómo debería ser el otro. Ninguno de los dos tiene casi una mínima idea de cómo es el otro, y en PJanto la conducta de su pareja no se ajusta a lo que espera, empieza a sentirse insatisfecho y a jugar al juego de las culpas: el marido la culpa a la mujer, diciéndole que debería cambiar, y se culpa a sí mismo, diciéndose que él debería cambiar. . . en vez de advertir que están en un impase porque están enamorados de una imagen, de una fantasía. Están varados, pero no saben c6mo lo están: de ahí el impase. La consecuencia del impase es que se mantiene el statu quo. Tal vez quieran cambiar, pero no lo hacen; mantienen el statu quo porque tienen demasiado temor de atravesar el impase. Pregunta: ¿Qué es lo que rompe el impase? Perls: El impase no puede romperse. Pregunta: ¿Es preciso aceptarlo? Perls: Podría decirse algo así. Lo increíble y difícil de comprender es que la experiencia, la conciencia del ahora, basta para resolver todas las dificultades de esta índole, vale decir, las dificultades neuróticas. Si uno es plenamente consciente del impase, este se diluirá y de repente u~o encontrará que lo ha dejado atrás. Sé que esto suena algo místico,
de ~?do que daré un ejemplo. Hay dos platos en el menú y no puedo d~c:dir~e por uno u otr~; ah~ra bien: _la naturaleza no obra por decislo!Jes stno por preferenctas: s1 se preftere una comida a otra, se salva el tmpase.
Tercera conferencia
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Hoy quisiera tocar tres temas. El primero es la contestación de las preguntas que formula el ~aciente. Tal vez a ustedes les haya asombrado el hecho de que yo cast nunca conteste preguntas durante la terapia· en lugar de ello, por lo general solicito al paciente que reformule 1~ pregunta en form31 de proposic~ó!l. El signo de interrogación tiene un ~anc~o que el pacrente puede utiltzar con muchos fines, como el de conundtr a la otra persona, o, con más frecuencia, evitar descubrir 9?é es lo qu~ realme~te. e~tá sucediendo. Esta solicitud de apoyo ambtental manttene al tndivtduo en el estado infantil. Advertirán que nada d_esarrolla ~~s la i~te!igencia que transformar una pregunta en una auté~~ca propostctón. Subttamente el trasfondo comenzará a ponerse de maruftesto y se hará visible el origen de la pregunta. El segun?o te~a. se vincula con los sentimientos de culpa. Según la teo~fa pstcoanahttca, un paciente está curado cuando se libera de su anst~da? Y culpa. Ya nos hemo~ ocupado de la ansiedad como miedo al public?. _El problema de la culpa·:.~s más simple aún: la culpa es el resentzmzento proyectado. Toda vez' que uno de ustedes se sienta ~lpable, hallará que hay un núcleo de resentimiento· pero resenti~lento, por sí solo, es una emoción incompleta: es' un esfuerzo por ~antener el statu quo, ~n aferrarse a lo que es; no le permite al sujeto h):>erarse en u~a renuncta que zanje la cuestión, ni tampoco mostrarse atrado Y agres1vo y aclarar la situación. El resentimiento es el mordisco que se aferra y no suelta. Quizás el hecho mental más difícil para un paciente sea perdonar a sus padres. Los padres nunca tienen razón: son demasiado duros o demastado blandos, demasiado f?ertes o demasiado débiles. Siempre ~ay. algo que reprocharles. Y el su.Jeto alcanza el equilibrio entre los sentlmtentos de culpa (sentir que les debe algo) y el resentimiento (sentir ~ue ellos le d~ben algo) mediante un fenómeno muy peculiar: la gratltud. Lá gratitud conduce al cierre de la cuestión: ninguno de los dos bandos le debe nada al otrd. , El terc:r tema a qu~ 9uier? refe;irme es la im~rtancia de lo~ sueños. El sueno es un mensaJe extstenctal. .Es algo mas que u.na situación inco~clusa, algo más. que un deseo insatisfecho, algo más que una profecta: es un mensaJe de uno mismo a uno mismo, a la parte de uno q~e está es~chando, sea. cual fuere esta. Es posiblemente la expresión mas espontan~a del ser humano, una pequeña obra de arte que forjamos con nuestra vtda; y todos los fragmentos del sueño, todas las situaciones que en él aparecen, son creación del propio durmiente. Por supuesto, ~gunos fragmentos ,proceden de la memoria o de la realidad, peto lo · • !~portante es: ¿qu~ lleva al durmiente a escoger ese trozo particular? Ntnguna de las elecctones que se hacen en el sueño es obra de lá casuali-
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dad. Como en la paranoia, la persona que proyecta busca una percha donde colgar su sombrero. Cada uno de sus aspectos es uná parte de la persona que sueña, pero una parte de la que en cierta medida se reniega, proyectándola en otros objetos. ¿Qué significa la proyección? Que nos hemos des-apropiado de ciertas partes de nosotros m:smos, que las hemos enajenado de nosotros y colocado en el mundo· en vez de tenerlas a nuestro alcance como potencial propio. Hemos vaciado una parte de nosotros en el mundo; por ende, debemos presentar agujeros, vacíos. Si queremos recuperar nuevamente esos trozos nuestros tenemos que apelar a técnicas especiales, que nos permitan reasimilar esas experiencias. Cuando trabajo con un sueño, evito toda interpretación. La dejo a cargo del paciente, ya que considero que él sabe más sobre sí mismo de lo que yo puedo saber. Antes solía trabajar con todas las partes del sueño y recorrerlo de cabo a rabo; pero muchos pacientes tienen dificultades con la reidentificación, dificultades exactamente equivalentes al monto de autoalienación. Ultimamente prefiero acortar el procedimiento: busco sobre todo los agujeros, los vacíos, las evitaciones. El primer problema reside, pues, en descubrir qué es lo que el sueño evita. A menudo, es posible sag~r de inmediato qué es lo que el paciente evita averiguando en qué momento interrumpe el sueño y se despierta en lugar de continuar con él. Con suma frecuencia, el durmiente quiere evitar la muerte, el ser asesinado, o el sexo. En verdad, creo que la cuestión de la supervivencia, del matar y destruir, es por lo menos tan importante como la cuestión sexual.
Pregunta: Tú dices que si interrumpimos el sueño despertándonos estamos evitando algo, pero, ¿qué ocurre si el sueño no se interrumpe de esa manera? Perls: En tal caso no siempre es tan fácil encontrar qué es lo que se evita. Por lo regular, cuando uno se permite seguir durmiendo, no está tratando de evitar algún clioque terrible, como sucede en un sueño en el que uno se está cayendo y es preciso despertar antes de hacerse pedazos contra el suelo. La evasión es el fundamento habitual de la neurosis, y se basa en una confusión de fantasía y realidad. En la fantasía, puedo caerme mil veces, eh los sueños puedo matar a cien personas: no es más que fantasía y ellos siguen vivos. Resulta trágico que nos mostremos tan renuentes a imaginar siquiera ciertas situaciones, de manera que persiste este temor a la imaginación, esta mezcla de realidad y fantasía. Nos frenamos de hacer muchas cosas porque imaginamos las cosas horribles que ocurrirán, o bien nos sentimos decepcionados porque la vida color de rosa que esperamos y anhelamos no llega. Todas esas cosas maravillosas. . . vamos a Las Vegas con cinco dólares y volvemos con c~en mil; o soñamos que nos hemos convertido en un ser perfecto y maravilloso. Como esto no sucede, sufrimos una desilusión. Nos vedamos utilizar aquello que poseemos o reasimilar aquello que nos hemos des-apropiado. Permítaseme dar un ejemplo. Una mujer soñó que era viuda y tenía tres hijos, cada uno de ellos con una mano o un brazo artificiales primorosamente labrados, y que iba en búsqueda del mejor de los cirujanos ..
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para que hiciera la mejor de las prótesis para sustituir a las manos. ¿Dónde estaba en este caso la evitación, el vacío? Bueno, es obvio. De modo que, en forma muy cruel y brutal, les saqué las prótesis a los niños, que se quedaron sin manos. ¿Dón~e e~taban las, manos? Evidentemente, en la persona que hizo las protests. Llegue a saber que esta mujer tenía grandes inclinaciones artísticas y se había dedicado a la escultura durante muchos años, pero luego había .perdido esa habilidad. Las prótesis labradas, las aptitudes artísticas, eran una pr~yección. El déficit la evitación de la existenc:a es en este caso la carencia de manos físicas: Elaborando este sueño pude devolverle el uso y la apreciación de sus manos. Quiero advertirles que deben tener mucho cuidado con los sueños en los que no aparecen seres humanos, y con las personas que nunca sueñan con seres humanos. Si no hay más que muerte, desiertos o edificios, lo más probable es que tengan entre manos un grave caso de psicosis. También es importante que los pacientes representen los objetos además de las personas que figuran en el sueño. Tengo dos ejemplos preferidos sobre este asunto, que proceden del mismo individuo. En uno de los sueños, deja mi consultorio, cruza la calle hasta el Central Park y toma por el camino para jinetes. Le pido que represente el camino para jinetes y me contesta: «¡Ah, sí! ¿Y voy a dejar que todo el n;undo me pisotee?». En otro sueño, deja sobre la escalera su portafoho. Al solicitarle que sea el portafolio, me dice: «Bueno, ahora tengo uh grueso escondrijo de cuero. Guardo secretos y se supone que nadie ha de llegar a ellos. Los tengo perfectamente protegidos». ¿Observan cuánto nos está diciendo de sí mismo por medio de esa representación, en la que se identifica con los objetos de sus sueños? También se averiguarán muchas cosas prestando atención al lugar, al escenario en que se monta el sueño. Si un individuo sueña que está en los tribunales, sabemos que le preocupa la culpa, la posibilidad de ser acusado, etc; si el sueño se desarrolla en un motel, ya pueden adivinar ustedes cómo es la vida del sujeto. Cuanto más se abstengan de interferir y de decirle al paciente cómo es o qué es lo que quiere, mayores oportunidades le darán de descubrirse a sí mismo sin ser confundido por los conceptos y proyecciones de ustedes. Y créanme que nunca es fácil diferenciar entre lo que proyectamos y lo que vemos y oímos. Quizá lo más peligroso para un terapeuta sea dedicarse al juego de la computadora. Hay pacientes cuya vida consiste en oraciones y computaciones, y si se alimenta su computadora con información y se recibe otra información a camb:o, nada sucederá jamás. El juego de la computadora puede continuar años y afios. Recapitulemos: las dos palabras fundamentales que quiero que les queden grabadas son ahora y cómo. La dificultad reside en ser apartado una y otra"' vez del ahora hacia todo tipo de racionalizaciones, y en argumentar acerca de quién está en lo cterto y quién no lo está. «Mi interpretación es mejor que la suya», «Yo lo sé todo acerca suyo». Existe también el gran peligro del enfoque freudiano: «Esto sucede porque ha sucedido antes». Como si la explicación de una estación de ferrocarril fuera que hay otra antes que ella. Y deben poner sumo cuidado en . enseñar a sus pacientes a que diferencien la realidad de sus fantasías, en especial de la fantasía transferencia! -según la cual verían en cada uno
de ustedes una especie de pa~re o alguien que les puede dar los mejores car~elos-. Abranles los OJOS una vez y otr¡1 con respecto• a la diferenc~a entre ese padre y ustedes, hasta que despierten y recobren sus sentidos. · · A!ln cuando ustedes se muestren compulsivos con respecto al ahora y al como, eso no puede hacerle mal a nadie, y la compulsión se diluirá en algo vivo y significativo. ~o sabemos cuál será la próxima etapa histórica. Hemos partido de los dioses y hemos llegado a las causas naturales al proceso. En nuestros días _:vivimos en la e~a de los procesos. Estoy ~eguro que un día se descubrirá que la conciencia es una propiedad del universo -extensión d.uraciónr co?~i~ncia-. Y a ~e están llevando a cabo los primeros expe: rim.entos. Dividi~do lombrices en trozos, se ha alimentado con ellos a varias otras lombrices, demostrándose luego que estas conocían lo que habían a~rendido las lombrices de la primera generación. :tal vez sea este el pr;~er paso P,ara demostrar que la conciencia es una propiedad de la matena; pero aun no podemos pensar en términos de miles de mi~ llo?es de pa~tes del quantum para medir la, conciencia, y la idea de que existan propiedades no mensurables todavta desborda las concepciones de los psicólogos actuales. La plena identificación con uno mismo puede lograrse si uno está dispuest? a. asumir plena resl?onsab:lida? -:-capacidad pa~a responder-* por si mismo, por sus. ~cciones, sent~mi~~tos, pensamientos, y si deJa de ~e~clar resl?onsa~llidad con obhgacion. He aquí otra confusión semantica en psicologta. La mayoría de la gente cree que responsabilidad signific,a «<;>bliga~sc; a algo», pero no es así. Cada cual es respon.sable por sz mzsmo umcamente: eso es lo que trato de decirle al paciente de entrada. Si quiere suicidarse,· si quiere volverse loco es cosa s'!ya. Las madres judías conocen maravillosos procedimientos para mampular a la gente; son expertas en hacerlo sentir a uno culpable en oprimir los botones de la conciencia moral; pero yo no estoy en ~ste mundo para adecuarme a las expectativas de los demás, ni creo que el mundo deba adaptarse a las mías. Pre~unta: ~e )un,tado una. serie de cosas que tú has dicho, y ~e- están haciendo sentir mcomodo. SI matar para conservar la vida es una ley de la naturaleza, ¿c?mo sabem~s en qué casos la transgresión es dafiina para nosotros mismos, o pehgrosa para los demás, o inaceptable para ellos? Perls: Tú quieres· que te dé una receta para conducirte -p. ej. para tomar decisiones-. No lo haré ni puedo hacerlo. Toda decisión' debe tomarse según la situación en la que ocurre un suceso. Solo en los últi. mo~ tiempos la ciencia ha dejado de ver las cosas por partes y ha reco-· nocido el enfoque total, el enfoque guestáltico. Se les ha enseñado a los alumnos que el organismo consta de un cierto número de arcos reflejos o que el espíritu está por encima de la materia, o que aquí hay un~ persona y allí el ambiente ... no se les ha dicho que aquí hay una persona que acumuló emociones que necesitan ser descargadas. Crea par-
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La palabra inglesa responsability puede descomponerse en response-ability ;::: capacidad para responder. (N. del T.)
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ticularmente peligrosa la teoría «excrementa!» de las emociones soste-. nida por Freud -la de que tenemos un cierto quantum de agresión que es preciso descargar. · Somos parte del universo, no estamos aislados de él. Nosotros y nuestro ambiente somos una sola cosa. No podemos mirar sin algo a lo cual mirar. No podemos respirar sin aire. No podemos vivir sin formar parte de la sociedad. De modo que no podemos concebir al organismo como si fuera capaz de funcionar aislado. Este organismo llamado «Fritz Perls» es una suma viva de procesos, de funciones, y estas funciones se vincu.Ian siempre con algún aspecto del mundo que él posee, ese mundo que tratamos de describir con la palabra ahora. El ahora es el · mundo en el que vivimos. Y ese organismo se diferencia de este objeto llamado «silla» por tener en sí mismo una energía que lo hace funcionar. Un motor de automóvil debe incorporar nafta y aire para producir la energía que se libera en la máquina; nosotros, en cambio, debemos procurarnos la energía a partir de los alimentos y del aire. No disponemos de ningún vocablo que designe la energía que creamos. Bergson la llamó élan vital; Freud, libido o instinto de muerte (había para él dos energías); Reich, orgona. Y o la llamo «excitamiento» ( excitement) porque el término. coincide con el aspecto fisiológico, la excitación ( excitation). El excitamiento suele experimentarse como ritmo, vibración, estremecimiento, calidez. Tampoco este excitamiento se crea por sí mismo sino con referenCia al mundo. Estrechamos la mano de una persona y la sentimos cálida: esa persona rebosa efusividad hacia el mundo. Luego estrechamos otra mano: está fría. La persona frígida siempre tiene manos frías. Por supuesto, esta última es implosiva, la anterior, explosiva, ex- · pansiva. De manera que siempre se genera cierto excitamiento. Excitamiento= vida·= ser. Pero el excitamiento como tal no basta: debe suministrar energía al organismo. Gran parte de él proporcionará energía al sistema motor; una porción menor movilizará los sentidos. Estos son los dos sistemas por medio de los cuales nos vinculamos con el mundo: el sistema motor de la manipulación, la acción y el manejo de objetos, y el sistema sensorial o sistema de orientación, nuestro modo de ver y sentir. La naturaleza no es despilfarradora; no crea emociones solo para descargarlas, como quiere la teoría excrementa!. Las crea como medio para relacionarse, pues hemos sido conformados para hacer frente al mundo con grados variables de intensidad. Cuando estamos ait.:_ados nos relacionamos de una manera distinta· que cuando estamos amables. Creo que el organismo tiene una inteligencia o discernimiento que diferencia estas energías b4J¡icas según las distintas tareas y funciones. Por el momento la denomino diferenciación hormonal. Aparentemente, al excitamiento se le añade alguna otra sustancia -la adrenalina en el caso de la ira, o las hormonas sexuales en el caso de los afectos libidinosos-; en consecuencia, aquel varíá de acuerdo con la situac~ón. Cuando dormimos, necesitamos menos excitamiento, y nuestro metabolismo disminuye, En situaciones de emergencia puede haber bruscos aumentos del · . , excitamiento. Ustedes saben muy bien cuánta energía, cuánta violencia es capaz de descargar un individuo durante un ataque. Hablamos de la
fuerza' sobrehumana que puede tener una persona si se siente involucrada en su experiencia, si se entrega a ella con toda su personalidad. Por ende, el excitamiento elige especialmente la act:vidad motora como vía de salida porque los músculos nos vinculan con ei ambiente. Hab.rán visto que en la mayoría de los acontecimientos afectivos, la emoCiÓn se transforma: en movimiento. No hay sexo sin ritmo y movimientos s~.al~s; no hay aflicción profunda sin que el diafragma comience a sacudirse y salten las lágrimas; no hay alegría sin deseos de bailar. Así q!le t~~o el e~citamiento ne~esario para crear ~ para hacer frente a. la SituaclOn proviene del orgarusmo, y no hay excitamiento innecesario .. Cuando se alude .a acciones que podrían ser inaceptables para la soc~edad, tenemos el impase. ¿Qué eligen: mostrarse hostiles a dicha sociedad, o pasar a formar parte de ella, identificándose con ella y aceptando someterse a ella?
Comentario: Eso es lo que me tiene colgado. Perls: Es el problema existencial que tenemos casi todos. Y cuanto más enferma es la sociedad, mayor el problema. La sociedad norteamericana deshumaniza .a la gen!~~ convirtiéndola en un conjunto de peleles carentes de emoc10nes; y la persona carente de emociones se asemejará a las máquinas. ~o vivimos para el ser humano. Estoy seguro de que el setenta por Ciento, por lo menos, de los norteamericanos están empleados en la fabricació~ y atención de máquinas. Así pues, si se transgrede la ley de las máqwnas, estas devolverán el golpe asestándolo sobre aquellos que están a su servicio. El impa'se sólo puede resolverse encontrando un camino aceptable para el individuo y la sociedad. Por ejemplo, yo estoy haciendo algo contrario a la sociedad que acaBo de describir. He introducido un caballo de Troya -el alma humanaen esa sociedad, pese a lo cual se me paga por ello. No lo hago porque sea un reformador o un filántropo, sino porque gozo al hacerlo porque ' · me siento vivo haciéndolo.· Confío en que no esperarán que les proporcione una receta para· vivir. To~o lo ,qu~ puedo d~cirles es que el ~?do neurótico de vida es muy anueconom:co: constituye un desperdicio tan grande de tiempo de ' energía, de la propia existencia . . . Comentario: Yo puedo aceptar mis acciones y las consecuencias que ellas acarrean para mí, pero no vivo solo. Mi vida está ligada a los demás, en especial a mi familia. No tengo derecho a aceptar las consecuencias que puedan acarrearles a ellos.t Unicamente ellos puede~. hacerlo. · · "" Pe.rls: Discrepo con esa frase, «no tengo derecho». Este no es un problema legal. «No tengo derecho» suena a algo dicho por el opresor ( t~p-dog). Lo que yo quiero deci: con respecto al excitamiento es que el implícito en nuestro modo de vida, como tal, nada tiene que ver con la sociedad. Es la manera como regulamos nuestra vida. Si uno de ustedes decide que le gusta la sociedad y se identifica con ella convirtiéndose en un ciudadano bien adaptado, se trata de'·su elección existencial. Si, en cambio, decide permanecer fuera de esa sociedad, no por ello es necesariamente destructivo. Comentario: Estás sacando a relucir mi codicia, porque quiero ambas ~osas.
Perls: De modo que quieres ambas cosas. Y me reprochas como sifueras una mala persona porque quieres ambas. Así eres tú. Quieres comerlo y guardarlo. Cada uno desempeña el papel que desempeña; cada uno es lo que es. Nadie puede, en un momento dado, ser distinto de lo que es e~ ese momento. Si alguien viene a quejárseme de que su rol es menospreciado y no le gusta, puedo demostrarle que está jugando al juego del menosprecio. Puede optar entre- jugar al opresor con otra persona y menospreciarla a ella, o bien menospreciarse a sí mismo. Si este último es el rol que quiere representar, bien está. Si quiere jugar a la inversa mostrándose ofensivo y menospreciando a otros, bien está. O tal vez le disgr.ste cierta gente y la desvalorice ante los demás, y eso le haga sentirse bien. En otras palabras: todo lo que puedo hacer es, quizá, ayudar a la gente a reorganizarse, a funcionar mejor, a gozar más de la vida, a sentirse -y esto es muy importante- a sentirse más real. ¿Qué más quieren? La vida no es toda color de rosa.
Cuarta conferencia Concluiré examinando ciertas formas en que ustedes pueden continuar promoviendo su propio crecimiento, de modo de contribuir a tomar conciencia por sí mismos. En la medida en que somos conscientes somos conscientes ~e algo. A vec;es la conciencia es tan oscura que ~sta mas en una especie de trance, pero en lo fundamental estamos siempre experimentando algo. Aun cuando estén actuando fuerzas contrarias a la conciencia, como cuando dormimos o cuando nos desmayamos, muy a menudo nos llega algún mensaje -un sueño, verbigracia-. Aquello de lo que somos conscientes es siempre el mensaje de la situación inconclusa. Por lo general, si se permite a la naturaleza seguir su curso una situación inconclusa es muy apremiante. Si tenemos que contesta: una carta, esa carta no está solamente sobre nuestro escritorio sino también sobre nuestra conciencia. La situación exige resolución. Podemos emplear esta exigencia para una autoterapia que asuma la forma de la meditación. Hay muchos tipos de meditación, y la gente no comprende bien sus diferencias. Muchos creen que la meditación tiene lugar en el dominio de los pensamientos y de las ideas. Cuando yo hablo de meditación no me refiero a este tipo de juego. Emplear el tipo de meditación al que aludo es muy difícil; puede llevar años lograrlo en especial si uno es de los que hablan. Por regla general_, la gente se'clasifica en los que hablan y los que escuchan; muy pocas personas pueden hacer ambas cosas. Se suele oír: «Me dije a mí mismo ... » 'pero rara vez «Me escuché a mí mismo». La meditación que yo sugier~ es aprender a escuChar el propio pensamiento. Es posible escucharse a uno mismo pensar, y hacerlo hasta discernir si es uno el que está hablando o si es alguna otra persona. · Se encontrarán con que es muy difícil canalizar la energía básica hacia sus oídos en lugar de dirigirla hacia su garganta imaginaria, pero cuando lo consigan, advertirán un extraño fenómeno: pese a que están a so-· las, todo ese pensamiento es en esencia un sustituto de encuentros con gente, un mundo o escenario interno que reemplaza al mundo o esce-
nariQ externo. En cambio, si no se escuchan, jamás advertirán que le están hablando a alguien, aunque se l:rate de algo tan vago como hablarle al mundo. Quizás estén defendiéndose, o aconsejándole a la gente cómo debería ser, o manipulando o impresionando a alguien. Esto nada tien~ de novedoso, pero es en este p.roceso que pos enfrentamos con la exper~ncia desagradable, el bloqueo, el statu quo que nos impide convertirnos en algo verdaderamente sustancial y crecer. Y es en este puntó que podemos lograr mucho si nos lo proponemos. Es un hecho muy extraño que sqlo consigamos ser espontáneos mediante una disciplina extrema. Es una absoluta paradoja. Y para lograr el antídoto · contra nuestra actitud fóbica se necesita una disciplina absoluta. El antídoto consiste en cifrar la atención en las emociones negativas. Si se adquiere una suerte de objetividad científica, o la voluntad de tolerarse a sí mismo y centrarse en cualquier situación desagradable que pudiera surgir, se enfrentan los bloqueos para un posterior desarrollo. Dirfa que una de las cosas desagradables más importantes es el aburrimiento; tanto es así, que creo que entre. las puertas del infierno que abren paso a la madurez, al satori -el gran despertar-, se encuentra la aptitud para soportar el aburrimiento, sin tratar de escapar de él, de hacer algo interesante o de emplearlo como medio para las lamentaciones. Pero el aburrimiento no es la única cosa desagradable con que .nos enfrentamos; está también el sentimiento de frustración. Cierto es que, en definitva, es posible que nunca resultemos frustrados: nuestra autoestima o el organismo se encargarán de encontrar la forma de evitarlo. Si una chica nos rechaza, trataremos de obtener una satisfacción susti. tutiva volviéndonos violentos o vengativos. Sea cual fuere la frustración con la que nos topemos, siempre hay una forma alternativa de intentar alcanzar la satisfacc:ón. El problema es que si la llave no corresponde a la cerradura, la puerta no se abre: la satisfacción sustitutiva no conduce al cómpletamiento de la situación. Ahora bien: si aceptamos la frustración, si aceptamos el aburrimiento, ello suscitará la autorregulación del organismo. Es igual que Un. corte sobre la piel. Uno no puede curar la herida de cualquier manera: el organismo se encarga. Pueden prevenirse futuras complicaciones desinfectándola, pero si dejamos hacer a la naturaleza, ella se ocupará del asunto. Si quieren tener una comprensión más cabal de la simplicidad de la vida y del ambiente, les recomiendo que lean un libro de bolsillo titulado Top of the world,2 que nos enseña mucho acerca de la belleza y del sentido de la vida. En cierto pasaje, un esquimal dice: «Los blancos son gente rara: traen consigo sus leyes pero dejan a sus esposas». Ya ven como entorpecemos nuestra vida con miles de situaciones inconclusas innecesarias. Si alguien quiere desempeñar el papel de una dama, debe contar para ello con un hermoso vestido. De modo que va y lo compra, o bien corta trozos de tela y los cose siguiendo la moda; pero ocurre que no termina el vestido a tiemp9, monta en cólera, etc. Súmese a ello toda la demás utilería ... ¡para un papel innecesario! Si uno acepta sus sentimientos de desagrado, se encuentra con que las situaciones tienden, cada vez con mayor frecuencia y rapidez, a con2 Hans Ruesch, Top of the world, Nueva York: Pocket Books, Inc. (El país de las sombras largas, Buenos Aires: La Isla, 1963.)
cluirse o descartarse cómo meros estorbos en la vida. Los terapeuta• advierten muy pt.;onto de qué manera la gente estropea su vida a~ras trando consigo padres desagradables. Bueno, nosotro~ no somos esqu~ma les, por supuesto; no montamos a nuestr.os progerutores ':ll un trmeo y los dejamos morir congelados; pero b1en podemos dectt: «Ya soy grande, no te necesito». . . Para meditar, empiecen por cerrar los ojos y escuchar su prop1o pensamiento, aquello que se estén diciendo a sí mismos. Una vez que hayan aprendido a escuchar, el próximo paso es sacar un terapeuta de al~na parte. Si gustan de mí, acéptenme y celebren encuentros con Fntz; acepten a quien hayan elegido, no importa quién. Al elegir terapeuta y al responderles este en lo que ustedes se dicen, se sorprenderán de todo lo que saben y de cuánto pueden realmente ayudarse a sí mismos, de cuántos recursos propios descübren. También les sorprenderá advertír cuánto tiempo se han hecho los tontos y los falsos en lugar de buscar esos recursos. Vean: la noción psicoanalítica de la transferencia es esta: la transferencia consiste en la repetición histórica de lo que ha s:do. Yo la concibo como el resentimiento por lo que no ha sido. Por lo regular, el paciente espera que el terapeuta le dé lo que le Ealta, que llene sus agujeros; si juega a ser su propio terapeuta, será capaz.de llenar él mismo sus agujeros. Estoy seguro de que conocen muy b1en el mecanismo de la proyección, lo que imaginan los pacientes y.:proyectan en uno; si ustedes hacen que ellos les den lo que se supone que tendrían que darles ustedes a ellos, podrán recuperar aquellos aspectos propios de los que han renegado -p. ej., el poder que entregan a los demás. En la terapia, pueden ahorrarse muchas tensiones si se apartan con la mayor asiduidad posible. La mayoría de los terapeutas creen que tienen que estar en contacto con el paciente todo el tiempo; pero el contacto extremo es tan patológico como el apartamiento extremo. Si se aferrarl permanentemente a la situación y no se permiten desasirse en ningún momento, sufren una fijación; si se apartan y quedan totalmente fuera de contacto, se aíslan. Puedo darles un ejemplo sencillo: un puño cerrado no es una mano, como tampoco lo es una palma plana con los dedos rígidamente estirados. Esto es una mano: algo que se mueve, que cambia, que hace muchas cosas y cuya posición y movimiento varían. De manera análoga, el corazón no es un corazón en su dilatación o en su contracción, sino más bien en su ritmo de contracciones y relajaciones. El contacto con el mundo es, igualmente, un ritmo: a veces una confluencia, una unificación; otras, un aislamiento. A títulq de ejemplo: en ocasiones, uno quiere decir algo pero le falta una palabra; se al'arta entonces, busca en su diccionario imaginario, encuentra la palabra correcta y retornf,!.. O tal vez se encuentra con alguien por la calle y no sabe: qué decir, se retira para ensayar y vuelve a tomar contacto. En cuanto a la fijación, la energía intencional denominada atención es de muy corta vida. El organismo posee una conciencia inacabable, pero no produce mucha energía intencional. Verbigracia: si uno intenta concentrarse en un objeto de color rojo, de inmediato comienza a produ: cirse la anticonciencia en la forma de un color que neutraliza a aquel; si entonces se mira a lo lejos o se cierran"los ojos, se ve verde en lugar de rojo, lo cual nos está indicando que deberíamos habernos ·retirado
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antes del objeto rojo y mirado algún otro. De maner.a que si uste.des se sienten obligados a esc?char toda l.a basura que .d1cen ~u.s p~c1entes, sobre todo si están hac1endo lo pos1ble por abumrlos, hipnotlzarlos o dormirlos al final de la sesión o de la jornada estarán exhaustos. Si, en cambio, s~ permiten apartarse cuando no hay nada interesante,, vol~e rán a verse envueltos inmediatamente cuando ocurra algo de mteres. Repito: si confían en la sabiduría del organismo, se sorprenderán de ver hasta'dónde llega su capacidad funcional. Muy a m.enudo, cuando un grupo o un individuo está aburrido o apartado, les p1do a todos los demás que se replieguen a su fantasía.
Pregunta: ¿Es factible emplear algunas de las técnicas a las que tú te has referido en una situación de grupo? Perls: Desde luego. En verdad, creo que la terapia individual es anticuada, que debería ser la excepción antes que la regla. En ciertas situaciones, un miembro del grupo no está preparado para mostrarse franco con este; en tales casos corresponde terapia individual. Pero los laboratorios,* tanto en el aspecto financiero como en el relativo al desarrollo personal, son mucho más accesibles. Considérese cuánto se aprende en un grupo mediante la participación indirec~a. . Pregunta: ¿Tienes algunas otras sugerenc.las que hacer pa~a el me¡or funcionamiento de un grupo? ¿Puede func10nar un grupo sm un coordinador? Perls: Creo que un grupo puede funcionar bien sin un coordinador si sus miembros se ponen de acuerdo en ciertas reglas básicas y todos vigilan para asegurar su cumplimiento. Algunas de ellas son las siguientes: 1) Estar alertas para cuando se abandona el ahora, y volver siempre a él -tanto al ahora manifiesto co?lo al ahor~ oculto de las fan~a sías. 2) Prohibir el uso del pronombre zt. ** 3) Est1mular a todos los mtegrantes para que conviertan sus sustantivos en verbos. 4) No chismorrear nunca acerca de.alguien que está ausente; incorporar a este último al encuentro haciendo que el hablante represente ambos roles. 5) No forzar nunca una confesión; no forzar a nadie a decir algo que no quiere, o inmiscuirse en sus cosas; limitarse simplemente a las ??ie- . dones, y hacer que sean expresadas. 6) Proporcionar ayuda permltléndole al individuo recurrir a sus propios medios; preguntar «¿De qué manera harás ... ?» en lugar de decir «Hazlo de esta manera». Estas son algunas de las actitudes que favorecerán la maduración. Pregunta: ¿Podrías aclarar algo sobre el «por qué»? Perls: El «por qué» es el modo infantil de explicación: él no lleva a la comprensión. Tal vez haya una excepción: cuando se pregunta «¿por qué?» con el significado de «¿con qué finalidad?». Pero cuando se lo emplea con respecto a la causalidad, no es más que disfrazar el * En este y otros lugares de la obra ·empleamos la palabra «laboratorio» (en inglés workshop) para designar un grupo que se reúne c.on fines ~e~gógicos o terapéuticos durante un }al?so generalmente br.eve. _Pr~fe~~mos ese te!ll?Ino a. ~<~!! minario» que alude casi siempre a cursos umversitarios· ·o de perfeccion~ento profesion'al. Para una caracterización más estricta de los laboratorios de terapia guestáltica, así como de los «microlaboratorios» y «maratones», puede consultarse la obra de William C. Schutz Todos somos uno. La cultura de los encuentros, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973, cap. 10. (N. del T.) ** Cf. la nota del traductor de la página 28.
asunto con computación y racionalizaciones. La explicación impide la comprensión. El gran p~ligro q~e los amena~a como te.rapeutas es que han sido formados para ¡ugar al ¡uego de las mterp1;_etac10nes, que parte del supuesto de que ustedes saben algo sobre la otra persona y que si se lo dicen lo ayudarán. A veces eso es cierto: ustedes ven realmente lo que está pasando; en tal caso quizás el daño. que inflijan no sea muy grave a menos que se apresuren a decirle al su¡eto algo para lo cual no está preparado. Pero todo lo que hagan para ayudar al otro individuo a descubrirse a sí mismo es bueno. Solo aprendemos realmente lo que descubrimos por nosotros mismos. Pregunta: ¿De qué manera puede ayudar el terapeuta al paciente a hacer las paces consigo mismo? Perls: Mostrándose franco y s:ncero. Freud no podía ser franco, y su problema se convirtió en una técnica que llevó muchos años corre:. gir. Pasó algo similar a lo que le ,o:urrió a un amigo n,t~o que, e?terado de que los japoneses e;a~?- muy hablles en la. reproducc10n de ob¡et?s d.e arte envió desde Sudafnca una taza de dehcada factura para que .e hlcier~n docenas de réplicas. Cuando estas llegaron de vuelta, traían sus asas ... separadas. Sucede que el asa de la taza original se había roto por el camino, y los japoneses la reprodujeron tal cual estaba, en dos partes. En psicoterapia ocurrió algo. semejante. Freud suf~ía una, profunda fobia: le molestaba mirar a algmen en la cara o ser muado fl¡amente por los demás y para eludir esta situación colocó al paciente en un diván y se sent6 detrás de él. Este síntoma se convirtió muy pronto en el procedimiento habitual, como pasó con el asa rota. Ahora tenemos que hacer lo opuesto: armar un gran revuelo y descubrir lo obvio! un nuevo tipo de terapia denominado «terapia de los encuentros». Fmal· mente hemos recordado que no hay nada más natural que el hecho de tener ojos para ver a los' demás, la posibilidad de hablarles directamente, etcétera. --. En un encuentro debemos estar atentos a las polaridades, pues todo, toda energía, se diferencia en opuestos. ~a~ mucha~ parejas de op?estos: derecha e izquierda, opresor y opnmtdo, sadtsta y masoquista. Tratamos de integrar los sucesos opuestos y ver cómo se ajustan uno al otro, hasta hallar el centro. Solo podemos estar alertas y gozar de perspectiva si poseemos un centro. Cuando lo perdemos, perdemos el equilibrio. , . . Pregunta: ¿Por que llamas opuestos a la derecha y la 1zqmerda? Perls: La mano derecha es por lo general el lado motor, masculino, agresivo que quiere dominar, determinar cómo son las cosas, decidir qué es 1~ «corr~ctO»; Ellad? izqui~rd.o. es el femenino, habitualmente muy mal coordinado. Izquzerda s1gmf1ca torpe en muchas Ieng~as: gauche en francés, línkich en alemán. Cuando se produc~ un confhcto entre la vida emocional y la :vida activa, surge la neuros1s. Cuando el lado masculino y el lado femenino luchan entre sí, la energía se consume en el conflicto interno, la frustración, los juegos, etc.; pero cuando el poder y la sens:bilidad funcionan coordinados, surge el genio. Todo genio literario tiene este ~om~onente femenino integrado con el. masculino y todo genio fememno t1ene un fuerte componente masculmo. En el Z~n, un aspecto importante de la formación es el adiestramiento para el estado de alerta, que implica poseer realmente un centro de manera
de poder estar siempre alerta ante lo que sucede. La conciencia última solo se alcanza cuando la computadora ha sido eliminada, cuando la intuición, la conciencia, es tan intensa que. uno está verdaderamente en posesión de sus sentidos. La mente vacía de la filosofía oriental mer~ ce el más alto respeto. Así que abandonen su mente y rec9bren sus sentidos. · ·
3. Tera.P.ia guestáltica: una fenomenología conducttsta Elaine Kepner y Lois Brien
En la actualidad, parecería haber unanimidad de opiniones en cuanto a que la conducta-problema !del hombre es aprendida y la psicoterapia consiste, en esencia, en un proceso de reeducación o de aprendizaje. Por lo general, el uso de términos como aprendizaje y conductismo implica que el hombre es un mero conjunto .de respuestas condicionadas frente a los estímulos ambientales. Junto con Anderson pensamos que «la única manera apropiada .de explicar ( ... ) la conducta de los seres humanos consiste en hacerlo a partir de una concepción radicalmente distinta de la naturaleza del hombre. El hombre es un ser viviente -el único ser viviente- con sentido de sí mismo. G~~lªu~él Ql,!~~e_eg~: blar diálogos internos consigo mismo~í l~:.nace en casi toaos sus momentos de vigili~-~ [ 1964, pág. 1] .--------··- ---------.. ·-:· ···- · - - ··· ------ ·
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En este artículo, traduciremosJa terapia guestáltica a un esquema cotiductista-fenomenológico; vale -decir, propondremos considerar los h~ chos fenomenológ:cos como conductas reales. Dado que nuestro único acceso a la experiencia tiene lugar a través de alguna forma de conducta verbal o no verbal, el terapeuta guestaltista toma como datos de conducta todo lo que sucede en un individuo -lo que piensa, siente, hace, recuerda y percibe con sus sentidos-. Esto no implica que la terapia guestáltica sea una forma de terapia conductista (siguiendo elll!odelo de Wolpe, Goldiamond, etc). Recurrimos al lenguaje de la teoría conductista del aprendizaje porque nos permite aludir a hechos de la experiencia en términos operacionales, y nos su.ministra principios que dan cuenta de los cambios producidos en los sentimientos, percepciones y acciones de un sujeto. Queda por verse si ·esta traducción cumplirá con su propósito. Como dice Scriven, «La prueba de que un vocabulario ofrezca una nueva y auténtica comprensión de los hechos es su capaCidad para predecir nuevas relaFiones, retrodecir las antiguas y señalar la unidad donde antes había diversidad» [1964, pág. 183].
Conductismo y fenomenología: dos enfoques del aprendizaje . Con el fin de establecer las bases para este análisis, parece oportuna " una breve descripción de la teoría del aprendizaje. Empleamos aquí la ' expresión genérica «teoría del aprendizaje» para referirnos a un cierto
de poder estar siempre alerta ante lo que sucede. La conciencia última solo se alcanza cuando la computadora ha sido eliminada, cuando la intuición, la conciencia, es tan intensa que. uno está verdaderamente en posesión de sus sentidos. La mente vacía de la filosofía oriental merece el más alto respeto. Así que abandonen su mente y rec~bren sus sentidos. ·
3. Terapia guestáltica: una fenomenología conductista Elaine Kepner y Lois Brien
,. En la actualidad, parecería haber unanimidad de opiniones en cuanto a que la conducta-problema !del hombre es aprendida y la psicoterapia consiste, en esencia, en un proceso de reeducación o de aprendizaje. Por lo general, el uso de términos como aprendizaje y conductismo implica que el hombre es un mero conjunto de respuestas condicionadas frente a los estímulos ambientales. Junto con Anderson pensamos que «la única manera apropiada de explicar ( ... ) la conducta de los seres
h?~anos consiste en hacerlo a partir de una concepción r~~icalmente
dtstmta de la naturaleza del hombre. El hombre es un ser v1v1ente ..:..el único ser viviente- con sentido de sí mismo. G~!fi~§....ª~~!l~_de ~!1.~1:!:. blar diálogos internos consigo mismo, y así lo~1íace en casi tocfos sus momentos de vigili~~ [1964, pág. 1].- -- ·-· ~-----·-:·-- · En este artículo, traduciremosJa terapia guestáltica a un esquema conductista-fenomenológico; vale ·-decir, propondremos considerar los hechos fenomenológ:cos como conductas reales. . " Dado que nuestro único acceso a la experiencia tiene lugar a través de alguna forma de conducta verbal o no verbal, el terapeuta guestaltista toma como datos de conducta todo lo que sucede en un individuo -lo que piensa, siente, hace, recuerda y percibe con sus sentidos-. Esto no implica que la terapia guestáltica sea una forma de terapia conductista (siguiendo el modelo de Wolpe, Goldiamond, etc). Recurrimos al lenguaje de la teoría conductista del aprendizaje porque nos permite aludir a hechos de la experiencia en términos operacionales, y nos su.. ministra principios que dan cUenta de los cambios producidos en los sentimientos, percepciones y acciones de un sujeto. Queda por verse si ·esta traducción cumplirá con su propósito. Como dice Scriven, «La prueba de que un vocabulario ofrezca una nueva y auténtica comprensión de los hechos es su capaCidad para predecir nuevas relaciones, retrodecir las antiguas y señalar la unidad donde antes había diversidad» [1964, pág. 183].
Conductismo y fenomenología: dos enfoques del aprendizaje Con el fin de establecer las bases para este análisis, parece oportuna ' una breve descripción de la teoría del aprendizaje. Empleamos aquí la expresión genérica «teoría del aprendizaje» para referirnos a un cierto
número de sistemas creados por los psicólogos para explicar la adquisición del conocimiento y/o la aparición de nuevas respuestas. La psicología ha enfocado este tema en distintas épocas desde dos perspectivas: la tradición asociacionista, a la que hoy podemos llamar conductismo, y las· escuelas de.la introspección, el funcionalismo y la psicología de la guestalt, que pueden agruparse bajo el rótulo de fenomenología o exist;ncialismo. Ni el cottductismo ni la fenomenología son, en sí mismos, sistemas psicológicos. Se trata más bien de enfoques o métodos para describir y estudiar las variables primordiales asociadas con la conducta y que la explican. Todas las teorías del aprendizaje juzgan que su función principal reside en especificar las condiciones-estímulo que determinan la conducta. Tanto el conductista cuanto el fenomenólogo conciben al aprendizaje como un fenómeno regido por leyes que es posible descubrir. Puesto que se trata de un estado interno no observable en forma directa, para el conductista una respuesta o desempeño es un indicador de aquel; el fenomenólogo, en cambio, estudia el aprendizaje -así como otras conductas- a través de los datos sensoriales, perceptuales o cognitivos que le proporciona el individuo. Hay varias teorías diferentes, cuyo denominador común es un lenguaje que hace hincapié en las definiciones operacionales de conductas esp~ cificables, y su compartido interés por el papel del refuerzo o de la recompensa como determinante de la conducta. Además de ello, el psicólogo conductista piensa que la conducta observable es el único objeto de estudio legítimo de la psicología y el único criterio para evaluar el resultado de cualquier procedimiento experimental, la psicoterapia inclusive. El fenomenólogo, por su parte, estima que todo lo que sucede dentro de una persona -o sea, sus sensaciones, percepciones, cogniciones; en una palabra, su experiencia- constituye datos psicológicos válidos, aunque no pueda verificá~selos y los deba inferir otra persona considerándolos esquemas conceptuales hipotéticos. Así, los cambios generados en esquemas conceptuales como el concepto de sí mismo, la conciencia de sí mismo o el control del yo se juzgan datos válidos y criterios válidos para justipreciar el resultado de la terapia. El conductismo y la fenomenología contemporáneos están dando muestras de una convergencia en sus ideas. Por ejemplo, varios teóricos del aprendizaje -en particular Miller, Tolman y Skinner- se han apartado de un interés casi exclusivo por el ambiente (vale decir, por la conducta objetiva, observable, públicamente verificable) para incluir los hechos psicológicos internos como estímulos que gobiernan o modelan la conducta. Osgood propone un modelo de la conducta que se divide en dos etapas, en el que se supone que entre el estímulo observable E y la respuesta observable R hay una respuesta implícita generadora de un estímulo, lo cual da E-r-e-R. La etapa r-e alude a un proceso no visible, y podría representar, verbigracia, la reacción significativa de un oyente frente a algo que se acaba de decir ( r) y la autoestimulación o pensamiento que esa reacción desencadena (e) ; ambos pueden llegar a promover una respuesta manifiesta. Este modelo constituye una tentativa de superar algunas de las limitadones ,, del modelo E-R de una sola etapa, principalmente su imposibi-
lidad de manejar procesos simbólicos como la ideación, la cognición y el significado. En este tipo de paradigma, los hechos fenomenológicos pueden concebirse como variables intermediarias o respuestas mediadoras internas. En un análisis de los hechos públicos y privados en. psicología, Skinner sostuvo: «Reviste particular importancia que una ciencia de la conducta enfrente el problema de la intimidad. Una ciencia adecuada de la conducta debe considerar a los liechos que tienen lugar dentro de la piel del organismo, no como mediadores fisiológicos de la conducta, sino como parte de la conducta misma» [ 1964, pág. 84]. Con referencia a este mismo problema de los hechos privados en psicología, Homme acuñó el término «encuberante» ( coverant), acrónimo de «encubierto-operante» ( covert-operant). «Los encuberantes -sostiene- son aquellos sucesos que los legos denominan mentales, y que comprenden el pensamiento, la imaginación, la reflexión, la meditación, la relajación, la ensoñación, la fantasía, etc. Sin duda, por debajo de muchos desórdenes de conducta o de personalidad se encuentra la dificultad para controlar una u otra de las formas de encuberantes» [ 1965, pág. 502]. En síntesis: la ciencia actual parece caracterizarse por un diálogo cada vez más fructífero entre el conductismo y la fenomenología. Se dijera que está cobrando cuerpo la concepción de que «el hombre es a la vez un ser total y un conjunto de hábitos y conductas: el ser total del hombre puede concebirse como un producto de la interacc:ón entre el símismo molar y los actos y hábitos específicos que conforman el mosaico de la vida cotidiana» [Truax, 1967, pág. 150].
La experiencia como conducta Liverant señaló que «cada vez que un organismo cualquiera reacciona frente a un estímulo cualquiera, hay implícita experiencia en su nivel más primitivo (tal como comúnmente se la entiende). Por obra del aprendizaje (o sea, de las interacciones de un organismo y su ambiente), estas experiencias sufren una alteración continua, que influye, según una pauta determinista, sobre un estado final arbitrariamente escogido (por el observador) y al que se denomina respuesta. Concebidas de este modo, todas las formulaciones sobre el aprendizaje se refieren a la experiencia» [1965, pág. 4]. Los informes verbales son, entonces, el vínculo directo con esa experiencia. En terapia guestáltica, tratamos la fenomenología de la persona -sus sensaciones, percepciones, pensamientos, visualizaciones, etc.- como una serie de conductas. En términos de Skinner, estas podrían denominarse respuestas mediadoras internas; en términos de Homme, encu-. berantes. Podríamos, pues, traducir la conciencia de sí mismo de que habla la terapia guestáltica diciendo que es un proceso mediante el cual los encuberantes se vuelven visibles al sujeto y al observador {o sea, al
terapeuta). En otras palabras, en terapia guestáltica tornamos visible u obseniable el mundo fenoménico del sujeto. Perls ha señalado: «Destacamos que en todo tipo de actividad, ya se trate de percepción sensorial, rememoración o desplazamiento físico, nuestros puntos ciegos y rigideces son, en algún aspecto, conscientes; que no están enterrados totalmente en un inconsciente inaccesible. Es menester prestar más atención e interés a cualquier aspecto que sea efectivamente consciente de manera tal que la figura borrosa se perfile y aclare contra su fondo. Al menos podemos ser conscientes de que hay un punto ciego, y, actuando alternativamente sobre lo que veVIOS o recordamos y sobre las manipulaciones musculares mediante las cuales nos enceguecemos, podemos diluir los bloqueos poco a poco, hasta llegar a la plena conciencia» [1951, pág. 117]. En el enfoque guestáltico, pues, el trabajo en el presente, en el aquí y ahora, tiene como objeto producir conducta observable, más que instigar meramente a la persona a que hable sobre lo que piensa. La pregunta por la que se guía el terapeuta no es «¿Por qué se conduce usted de esa manera?», sino «¿Qué est~ usted haciendo?; ¿cómo lo está haciendo?; ¿para qué le sirve actuar de este modo?>>.
aprendido en el pasado. La terapia psicoanalítica se ocupa entonces del pasado, de la historia de los estímulos recibidos por el cliente. Merced a la técnica de la asociación libre y a la interpretación de los sueños, este llega a entender mejor de qué modo se convirtió en lo que es. El análisis de las relaciones transferenciales con el terapeuta le permite descubrir que continúa actuando como si el pasado fuera presente. El descubrimiento de la realidad tiene lugar mediante un reaprendizaje, en la relación que entabla con la persona no punitiva del analista. Los terapeutas conductistas, en cambio, se centran en la conducta o síntoma actual que está provocando el problema básico del cliente. Si la terapia se funda en principios operativos, se recompensa la conducta nueva apropiada cuando ella se produce, mientras que las respuestas antiguas e inapropiadas se extinguen por la falta de recompensa o por el castigo subsiguiente. Los terapeutas existenciales estiman que los determinantes primordiales de la conducta están dentro de la persona, y por ende se centran en la fenomenología del cliente, o sea, en sus sucesos internos o mundo de experiencia interno.
Terapia guestáltica y aprendizaje fenomenológico Aprendizaje, teorías de la personalidad y estrategias para el cambio en la personalidad En nuestro examen de la teoría del aprendizaje hemos visto que se considera a este un cambio relativamente estable producido en la conducta, por medio de la práctica, a lo largo del tiempo. O bien, dicho en forma más simple, el aprendizaje es un cambio en la conducta como resultado de la experiencia. En tal carácter, el aprendizaje tiene cabida en la teoría de la personalidad y en la psicoterapia. Las teorías de la personalidad cumplen dos funciones principales: describir en forma significativa a una persona tal como es, y explicar por qué y de qué manera ha llegado a serlo. Estos conceptos explicativm, como señaló Gendlin [1964], nos dicen qué es lo que impide que un individuo cambie o sea modificado por la experiencia. En otros términos, la gente aprende de algún modo a ser como es, y las teorías de la personalidad nos ofrecen alguna información acerca de la manera como llegaron a serlo. La psicoterapia es en esencia un proceso destinado a modificar al sujeto en un sentido significativo. Las estrategias en ella empleadas para lograr ese cambio se basan, por regla general, en una teoría de la personalidad, pero el propósito global es posibilitar al indi~ viduo aprender nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Remit:éndonos al contexto del aprendizaje, podríamos expresar esto diciendo que las estrategias psicoterapéuticas difieren según cuál sean, para la teoría de la personalidad en cuestión, los determinantes decisivos de la conducta. Por ejemplo, la teoría psicoanalítica de la personalidad explica la conducta,,, particularmente la inadaptada o neurótica, sobre la base de lo
El objetivo de la terapia guestáltica es desarrollar una conducta más «inteligente», vale decir, facultar al individuo para que actúe sobre la base de toda la información posible y para que capte, no solo los factores relevantes del campo externo, sino también la información relevante interna. Se instruye al individuo para que preste atención, en un momento determinado, a lo que siente, a lo que desea, a lo que hace. El objetivo de ello es alcanzar una conciencia ininterrumpida. El proceso de aumento de la conciencia permite al sujeto descubrir de qué manera interrumpe su propio funcionamiento; tales interrupciones pueden concebirse como las resistencias, o la evidencia de las resistencias: . a lo que el individuo se resiste es a tomar conciencia de las necesidades que organizan su conducta. La toma de conciencia en el presente se convierte así en una herramienta para traer a luz esas necesidades y para revelar en qué forma el sujeto evita experimentarlas. A causa del carácter básico del concepto de «conciencia», los guestal" tistas insisten en la manera en que el sujeto bloquea o interrumpe sus comunicaciones con el sistema : nterno del sí-mismo o, con el sistema interpersonal. La conciencia del bloqueo se facilita dirigiendo .su atención a lo que está haciendo su cuerpo, a· lo que está haciendo su mente, y a lo que .. sucede o deja de suceder entre las personas (conductas motriz, simbólica e interpersonal). La conducta motriz se refiere al lenguaje corporal, y puede apreciarse en las emisiones vocales del cliente, en su manera de mirar y de sentarse, en las partes de su cuerpo que están en movimiento. Esta es conduct!\ directamente observable; se dirige la atención del sujeto hacia lo que está haciendo. Por ejemplo, el terapeuta puede comenzar a trabajar con el cuerpo diciendo: «Cierre los ojos y preste atención a sus sensaciones físicas. Concéntrese en ellas. ¿Qué siente en su cuerpo? ¿Puede usted
mantener esa sensación?». O bien tomará como,punto de partida algún movimiento del cliente. ·· Esta focalización en la conducta motriz puede poner de relieve, verbigracia, de qué manera evita el individuo tomar conciencia de su ira y expresarla abiertamente. En términos de aprendizaje, se identifica el encuberante, la ira, y se advierte su pertenencia al sí-mismo. Tal identificación Qermite una expresión congruente y apropiada del sentimiento. La conducta simbólica alude a «sucesos mentales» como el pensamiento, la imaginación, la ensoñación, etc. Esta conducta no es observable directamente por el terapeuta, pero es posible dirigir la atención del cliente ha~ia su propia fenomenología -o sea, hacia lo que sientefundamentalmente por medio de la fantasía o de la visualización efectiva. Los terapeutas guestaltistas tienen especial interés en las representaciones simbólicas del cliente por ser los encuberantes que determinan su conducta manifiesta. La visualización puede consistir en imaginar u.n diálogo con otra persona o con toda una serie de personajes. Al trabajar con la visualización, se solicita al cliente que, sin apartarse de la situación por ellos imaginada, la sometan a cambios librados al azar; el terapeuta se ocupa entonces de los sentimientos, movimientos, etc., del cliente vinculados con la visualiiádón tal como se va desenvolviendo. Por ejemplo, al visualizar un encuentro con su suegro, un sujeto tiene la fantasía de que es perseguido por los indios; a medida que su fantasía se desarrolla, puede volverse y disparar el revólver contra sus perseguidores, con lo cual logra salvarse. La visualización fue una representación simbólica de un problema; puso en evidencia, con la huida, su evitación inicial, y su posible solución: enfrentar al perseguidor y afirmarse a sí mismo. Al poner de manifiesto estos encuberantes, el cliente pudo encontrar una respuesta distinta de la evitación. La conducta interpersonal incluye aquellas conductas que atraviesan las •· fronteras psicológicas de contacto entre organismos aislados. La persona tiene ciertas funciones por medio de las cuales entabla contacto con los demás -p. ej., la visión, la audición, el tacto, la vocalización, etc.-. Si consideramos que uno de los propósitos básicos de la terapia es que el individuo vuelva a estar en contacto con sus prójimos, asume especial importancia que el cliente tome conciencia de la forma en que bloquea ese contacto, y que experimente con conductas interpersonales que lo intensifiquen. Merced a la experimentación, un individuo puede descubrir cómo se aparta de los demás. Por ejemplo, una mujer que se creía inferior al resto pudo verificar el grado de realidad de esta idea con otros miembros del grupo, descubriendo que si bien en ciertos aspectos podía tal vez sentirse inferior a ellos, en otros se sentía comparativamente bien ubicada. Los experimentos en el aquí y ahora permiten al cliente observar sus encuberantes, tomar conocimiento de ellos y especificarlos. Gran parte de nuestra conducta está bajo el control de tales encuberantes. La _conducta se rige por lo que se aprende a través de la experiencia. En otras palabras: el individuo aprende qué es lo que hace -o lo que no haceque le impide tomar contacto consigo mismo y con los demás. Tal conciencia implica la posibilidad de elegir entre continuar con esa conducta o modificarla.
Por consiguiente, es posible concebir la conducta-problema del ser humano -o sea, la «patología»- como una conducta aprendida y la psicoterapia como un proceso esencialmente reeducativo. Todas las teorías psicológicas del aprendizaje tratan de identificar las variables que determinan la conducta. Al conductista le interesan fundamentalmente los hechos externos, e intenta dar cuenta de ellos; el fenomenólogo en cambio, parte de ciertos «elementos dados» acerca de la naturaleza' del hombre y atiende a lo que ocurre dentro de la pers<;>na, vale decir al rico, variado y elusivo mundo interno del individuo. El fenomenól~go ~ conductista aborda este mundo de la experiencia personal de modo de volverlo externo, manifiesto, especificable y comunicable.
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4. La focalización en el presente: Técnica, prescripción e ideal ·. Claudia Naranjo
De esa compleja entidad cultural de nuestro tiempo llamada ciencia, el psicoanálisis tomó para sí una altiva neutralidad axiológica. Al igual que aquella, se preciaba de no estar «influido» por los valores -un aspecto de lo que suele entenderse por «objetividad»--. No obstante, la valoración de la toma de. distancia o ausencia de compromiso es en sí misma, después de todo, una orientación valorativa; teniendo en cuenta esto la objetividad de la ciencia entraña un intrínseco autoengaño. Como dijo Laing: «Cabe sostener que uno no puede ser científico sin conservar su "objetividad". Una ciencia auténtica de la existencia personal debe tratar de ser lo menos tendenciosa posible. La física y las restantes ciencias que se ocupan de los objetos inanimados deben confeú a la ciencia de las personas el derecho a poseer una imparcialidad que sea válida para su propio campo de estudio. Si se afirma que para ser imparcial es menester ser "objetivo", en el sentido de despersonalizar a la persona que constituye el "objeto" de estudio, debe resistirse rigurosamente la tentación de caer en ello creyendo que de ese modo se es científico. En una teoría que pretende serlo de las personas, la despersonalización es t~ falsa como la depersonalización esquizoide de los demás, y no deja de constituir, en última instancia, un acto intenciop.al. Aunque se la practique en nombre de la ciencia, esa cosificación da como resultado un falso "conocimiento". Es una falacia tan patética como la falsa personalización de los objetos» [ 1960, pág. 24]. Una indagación en el lenguaje, los· temas y las proposiciones que aparecen: en una publicación psicoanalítca corriente -sobre todo si esa indagación se lleva a cabo con ojos de antropólogo- pone de manifiesto que el psicoanálisis lleva impHcito un sustrato de valores representativos de. una filosofía· tácita. Sin embargo, una de las carac;:terísticas de un sustrato de creencias de esa índole es ser informal y asegurar que no existe. Explícitamente, -el psicoanálisis es una ciencia y su aplicaCión un arte; se trata de una teoría de la· psique, y, en particular, de una teoría de. las psiconeurosis. En contraste con él, la terapia guestáltica poco puede agregar a la interpretación dinámica de los fenómenos psicopatológicos. Es una «terapia» más que una teoría, un arte más que un sistema psicológico; pero tiene, como el psicoanálisis, un sustrato filosófico. Más aún: se funda. en una postura filosófica implícita que el terapeuta transmite al paciente o alumno a través de sus procedimientos sin necesidad de ulterior ··•explicación. Además, quisiera añadir que la asimilación experiencia! de esa W elstanschauung implícita es. una clave oculta del proceso terapéu-
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tico. Esto significa que, así. como una ps~cologia ~c:termin~d~ sirve de base ·a la terapia psicoanalítlca, a la terapta guestálttca le s1rve de base una determinada filosofía de la vida. La transmisión de ciertas actitudes por medio de los instrumentos característiéos de es.te enfoque es análoga al proceso por el cual un escultor qea formas con las herramientas propias de su arte. En ambos casos el contenido'trasciende los instrumentos, aun cuando estos fueron co~cebidos para expresarlo. Por desgracia, una de nuesu:as flaquezas humanas consiste en confiar en que las f6rmulas y las técrucas lo harán todo en lugar de nosotros, tal como revela la historia de cualquier culto donde la verdad se petrifica en formas rígidas. AÍ decir que la filosofía de la terapia gu~táltica. ~stá «imJ?lícita» no quiero significar que está, como en el ps1coanáhs1s~ encu~terta. Está simplemente implícita, ya que el terapeuta gu~sta!ttsta as1gna mayor valor a la acción que a las palabras_. a la e:c,Pertencl~ q~ a los pens~ mientos al viviente proceso de la mteraccton terapeutlca Y al cam~lo interno generado por él que a la posi~ilidad .de influir en las creenaas. La acción engrendra o toca la sustanCia. Las :deas pueden rondar en las cercanías de la realidad, ocultarla u ocupar el lugar ?e ella. D~ modo que nada puede haber más ajen,p,a]. es~ilo d~ la terapta ~~!álttca que la predicación, pese a lo cual entrana aert? ttpo de pr~dicaaon, carente de preceptos o .formulación d~ .l!s creencta~, de .1~ miSma manera que un artista predtca su cosmovtston y su ortentacton con respecto a la vida a través de su estilo.
Una moralidad que está más allá del Bien y del Mal Los términos «bueno» y «malo» s~n sospechosos para el terapeuta guestaltista acostumbrado a percibir la mayoría de los consejos que unos hombr~s dan a otros comp sutiles manipulaciones, la discusión de P.JOblemas morales como autojustificación y racionalización de necesida~es, y las aseveraciones acerca d~ lo digno y de 1? in~gno como gener~hza ciones exageradas y proyecciones de 19; expertencta p~r~onal al a~btente -todo ello hecho con el fin de eludtr la responsabdtdad que ttene el sujeto por sus sentimientos y reacciones-. Perls sostuvo: «Bueno y malo son respuestas del organismo. Solemos decir "Me vue!ves loco" "Me haces sentir feliz"; es mucho menos frecuente que dtgamos "Me haces sentir bien", "Me haces se?tir mal"; p~ro ent~ la gente primitiva tales expresiones son muy habttual~s. !ambtén deamos "Me siento bien" "Me siento espantosamente mal , sm tomar en cuenta el estímulo; lo 'que en verdad ocurre es que u~ alumn~ interesado en el tema hace sentir bien a su maestro, que un mno ohc:d:.ente hace s.entir bien a sus padres. El púgil triunfante hace sentir bten a su a?mtrador como el amante diestro a su amada. Igual sucede con un hbro o un 'cuadro que satisface nuestros gustos estéticos, y vic~versa: si la gente o los objetos no consiguen satisfacer nuestras necestdades Y producirnos satisfacción, nos sentimos mal con respecto a ell~s. . »A continuación, en lugar de adueñarse de nuestras expertenctas ~~))no prqpias, las proyectamos y atribuimos al estímulo la responsabilidad
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por nuestras propias respuestas. {Esto puede obedecer a que tenemos miedo de nuestro excitamiento [ excitement], a que lo sentimos insuficiente, a que queremos eludir la responsabilidad, etc.) Decimos entonces que el alumno, el niño, el púgil, el amante, el libro o el cuadro "son" buenos o malos. En el preciso momento en que rotulamos al estímulo de bueno o malo, apartamos lo bueno y lo malo de nuestra experiencia personal. Se convierten en abstracciones, y, consecuentemente, los objetos-estímulos son ~relegados al olvido. Esto no deja de acarrear consc::cuencias. Una vez que hemos aislado el pensamiento del sentimiento, el discernimiento de la intuióSn; la moralidad de la conciencia de sí, la intencionalidad de la espontaneidad, lo verbal de lo no verbal, perdemos el Si-mismo, la esencia de la existencia, y nos transformamos en frígidos robots humanos o en neuróticos confundidos» [1953, 1954]. A pesar de estos puntos de vista sobre lo bueno y lo malo, abundan en terapia guestáltica los preceptos acerca de la conveniencia de ciertas actitudes con respecto a la vida y la experiencia. Se trata de preceptos morales, en el sentido de que se refieren al logro de una vida mejor. En el lenguaje corriente, la noción de moralidad ha llegado a designar la preocupación por vivir según patrones extrínsecos al hombre, pero es posible que todas las grandes cuestiones morales hayan tenido su origen en una ética humanística en la que el bien y el mal no estaban divorciados de la condición humana. Así, en el judaísmo -esa religión eminentemente legalista-, el concepto de la rectitud indicó en otros tiempos el estado de quien se encontraba en armonía con la ley o la voluntad de Dios, estado que puede considerarse análogo al «vivir en Tao» al que aluden los chinos no teístas -seguir el propio Camino--. Parecería, pues, que aquello que se juzga correcto, justo, adecuado o bueno en una concepción viva de la vida, una vez que es expresado en leyes se vuelve contra el hombre y lo esclaviza, arrogándose una autoridad superior a la suya. Si quisiéramos enumerar los preceptos morales implícitos de la terapia guestáltica, la nómina sería más o menos larga según el nivel de generalidad o particularidad de nuestro análisis. Sin pretensiones de ser sistemático ni exhaustivo, menc'onaré algunos de ellos, que quizá transmitan una idea general acerca del estilo de vida que implican: l. Vive ahora. Preocúpate del presente antes que del pasado o del futuro. 2. Vive aquí. Ocúpate de lo que está presente antes. que de lo que está ausente. 3. Deja de imaginar cosas. Experimenta lo real. 4. Deja de .pensar cosas innecesarias. 'En lugar de ello, gusta y mira. 5. Expresa en vez de manipular, explicar, justificar o juzgar. 6. Entrégate a la desazón y al dolor de la misma manera que te entregas al placer. No limites tu conciencia. 7. No aceptes otros debes ni deberías que los que tú te· impongas. No adores ídolo alguno. 8. -Asume plena responsabilidad por tus acciones, sentimientos y pensa.• mientas. 9. Acepta ser como eres.
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paradoja de que tales preceptos puedan formar párre de -
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sofía moral que recomienda justamente hacer ~ un lado los preceptos se resuelve si los consideramos como formulaCiones de verdades antes que de obligaciones. La responsabilidad, por ejemplo, nq es un debe, sino un hecho Íl;leluctable: somos de hecho los acto.res respo1,1sa~l~s de todas nuestras acciones. No tenemos otra alternativa que admitir tal responsabilidad o negarla. Todo lo que afirma la terapia guestáltica es que la aceptación de la verdad (que supone un «no deshacer» antes que un hacer) nos coloca en mejor situación: que 1~ toma de conciencia cura. Nos cura, por supuesto, de nues.tras me~ti!as. Creo que los preceptos es.pe:íf.icos d~ la terapia guestaltlca pueden su~ .¡;umirse, a su vez, en prmciplOs mas generales; propongo los tres siguientes:
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1. Valoración de la actualidad: lo temporal (el presente versus el pasado o el futuro), lo espacial (lo presente versus lo ausente) y lo material (el acto versus el s.ímb?lo) . ., . . 2. Valoración de la cone1ene1a y aceptae1on de la experiencia. 3. Valoración de la integridad, o responsabilidad. •,i'll''
Ninguna de estas tres amplias recetas vitales de la terapia guestáltica se opone en forma directa a las filosofías ~iversales de las que ten~o noticia, si bien el énfasis en la responsabilidad pers~>I~al es contrario a la veta autoritaria presente en la mayo~ía de la~ ~ehgiones de ~asas. Pero la orientación valorativa de la terapia guestaltlca es contraria a la filosofía de vida implícita de mucha gente -filosofí~ 9ue ~oncuerda con conocidos conceptos culturales-. Así, en el tradiclOnalismo, con su hincapié en la subordinación de las acciones presentes al pasado -ya sea en la forma de los antecesores muertos, de la herencia cultural o .- de la opinión de los ancianos-, :ncontramos .lo op.uesto ~e la valoración de la actualidad, comp también en la orientación. hae1a el futuro de las sociedades tecnológicas del tipo de Estados Urudos. Kluckh~hn [1959] ha sugerido que la orientación temporal es un elemento básico para comprender los valores de u~a c~tura. . . Opuesta a la valoración de la conciencia y la e~pertencia .es ~a característica corriente que los ~utores de La P.e~s~nalzdad. autorttarza [ 1~50] denominan anti-intracepct6n, y que a su JUICio es típica de la mentalidad fascista. Se trata de la oposición, desagrado y re~haz? re~pecto de la tendencia a preocuparse por lo que llamamos «vida mt~ri?r» de ~n? mismo o de los demás. Los individuos con esa caractertstica susc;tbi, rían, verbigracia, una afirmación co~o esta: «Cuando una persona tlene un problema o preocupación, lo meJor que puede hacer es no pensar en . . , ello y entretenerse con cosas. ~ás alegres». El principio de la responsabihdad encuentra, asim~smo, mas ap?YO que rechazo en el mundo de la filosofía, pero contradice la suposición predominante de una autoridad divina exterior al individuo -colocada enlos reyes sacerdotes progenitores o científicos- y responsable de la elección del modo d~ proceder o de la orientac~ón de aquel.. Contrad~ce también la habitual percepción de nosotros mismos como Juguetes mdefensas del azar y de las circunstancias, en lugar de creadores de nuestro 4estino.
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En las páginas que siguen examinaré en detalle unb de los aspectos de la actualidad, que a su vez representa un aspecto de la filosofía de vida de la terapia guestáltica. Al elegir el vivir-en-el-momento como tema, no quiero sugerir que este sea más importante que los problemas de la conciencia o de la responsabilidad, sino solo limitar este artículo a la materia que me siento más inclinado a tratar en este instante. Pienso, por lo demás, que sea cual fuere el punto de partida el contenido resultará más o menos similar, ya que los tres problemas son distintos solo en apariencia. Un examen atento revelará, por ejemplo, que la cuestión de la actualidad no se vincula únicamente con la valoración del tiempo y la localización presentes sino también de la realidad concreta, del percibir y sentir en lugar de pensar e imaginar; y está conectada, asimismo, con la conciencia y la autodeterminación. Más concretamente, espero que las páginas siguientes demuestren que la disposición a vivir en el momento actual es inseparable de .la apertura a la experiencia, de la confianza en los procesos de la realidad, de la di_¡;criminación entre realidad y fantasía, de la renuncia al control y la ace tación de la frustración otencial, de una concepción hedonista y e a conciencia de la muerte tura. Todas estas son facetas de una experiencia única de estar-en-el-mundo, y el hecho de que hayamos elegido contemplar esa exper~encia desde la perspectiva de la focalización en el presente, en v:ez de pacerlo desde otros atalayas conceptuales, es fruto de una opción arbittaria.
La focalización en el presente como técnica
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Si bien la fórmula hic et nunc aparece repetidamente en la literatura escolástica, la relación del aquí y ahora con la psicoterapia contemporánea ha sido el resultado de una evolución gradual. El psicoanálisis comenzó siendo un enfoque orientado hacia el pasado. El descubrimiento de la asociación libre por parte de Freud tuvo su origen en sus, experien~ias con la J;ipnosis, y sus pri~eras invest~ga~iones con ese metodo tuvieron el caracter de una tentatlva de prescmdir del estado de trance extrayendo, empero, claves análogas para la comprensión del pasado del enfermo. En esa época, Freud solía plantear una pregunta al paciente y solicitarle que le comunicara el primer pensamiento que le viniera a la mente cuando él apoyaba la man<;> sobre su frente. A medida que fue adquiriendo experiencia, comprobó que podía omitir el roce de la frente y aun la pregunta, y considerar cada expresión verbal del sujeto como una asociación con la precedente en el flujo espOhtárieo de pensamientos, recuerdos y fantasías. A la sazón, todo ello no era para él más que la materia prima de un intento de interpretación, siendo las asociaciones más preciadas las que se vinculaban con la infancia del paciente. Su hipótesis consistía, pues, en que sólo comprendiendo el pasado podía el paciente ser liberado de él en el' presente. El primer paso que dio el psicoanálisis hacia una mayor preocupación . ~ por el presente tuvo su origen en la «transferencia» observada por Freud. En la medida en que los sentimientos del paciente hacia el aria-
lista se concebían como la réplica de sus sent~~ientos más ~ntiguos hacia sus progenitores o hermanos, la comprenstón de la relactón terapéutica se volvió de inmediato significativa para entender el problema del .. pasado del enfermo, que seguía siendo ~ funda!Dental. Al principio, el -análisis de la transferenaa contmuó estando al servtao de la interpretación retrospectiva, pero cabe suponer que poco a poco comenzó a valorár.selo PQr si mismo, ya que el próximo paso
Ambas técnicas tienen antecedentes én disciplinas espirituales de más antigua data que la psicoterapia -dada su importancia, no podría ser de otro modo--. Encontramos la presentificación en la historia del arte dramático, de la magia y de los rituales, así como en la representación de los sueños por parte de los pueblos primitivos. Permanecer en el presente constituye la piedra angular de ciertas formas de meditación. No obstante, tanto la presentificación cuando la permanencia en el presente adoptan en terapia guestáltica una forma y un uso particulares, que exigen un examen más detenido. En lo que sigue me limitaré al enfoque denominado el ejercicio del continuo de conciencia. Vista su semejanza con una meditación traducida en palabras, y dado que su papel en terapia guestáltica es comparable al que cumple la asociacióp libre en psicoanálisis, me ocuparé de él principalmente en términos comparativos.
Terapia guestáltica y meditación La práctica de prestar atención a la experiencia presente ha tenido cabida en varias tradiciones de disciplina espiritual. En el budismo, es corolario de la Recta Vigilancia, uno de los caminos de la «Noble Senda Octuple». Un aspecto de la Recta Vigilancia es el ejercicio de la «Atención Pura»: * «La Atención Pura se ocupa únicamente del presente. Ella enseña lo que muchos han olvidado: vivir con plena conciencia en el Aquí y · Ahora. Nos enseña a enfrentar el presente sin tratar de escapar hacia los pensamientos acerca del pasado o del futuro. Para la conciencia media, el pasado y el futuro no son objetos de observación sino de reflexión; y en la vida corriente rara vez se los toma como objetos de una reflexión verdaderamente sensata, sino casi siempre como objetos de ensoñaciones y vanas imaginaciones, que son los principales enemigos del Cuidado Justo, la Comprensión Justa y la Acción Justa por igual. La Atención Pu.ra, firmemente plantada en su puesto de observación, vigila desligada y. en calma la marcha incesante del tiempo; espera tranquila que las cosas futuras aparezcan ante sus ojos, convirtiéndose así en objetos presentes que luego se esfuman otra vez en el pasado. ¡Cuánta energía se ha desperdiciado en pensamientos inservibles acerca del pasado, en un ocioso anhelar por que vuelvan los tiemPoS idos, en_ vanos arrepentimientos, y en la. inacabable y fútil' repetición mental o verbal de todas las trivialidades de otros días! Igualmente fútiles son gf'an parte de los pensamientos consagrados al futuro: vanas esperanzas, planes fantásticos y sueños vacíos, temores infundados y
* Denominamos aquí «Recta Vigilancia» (Right Mindfulness), para distinguirla de la «Atención Pura» ( Pure Attention), a una de las ocho «sendas» que esta- . blecen los textos budistas, y que en otras versiones en nuestro idioma aparece vertida como «Recta Atención». Véase, por ejemplo, Manly Palmer Hall, Las ~enseñanzas del glorioso Buddha, Buenos Aires: Kier, 1963, pág. 34, y Ananda Coomaraswamy, Buddha y el evangelio del budismo, Buenos Aires: Paidós, s. f., pág. 34. (N. del T.)
preocupaciones inútiles. Todo esto, repitámoslo, origina pesares y desencantos evitables, que la Atención Pura puede eliminar» [Nyaponika Thera, 1962, pág. 41].
ser un mero m7dio de inforn;tación para la intervención del terapeuta. Ent~e las ventaJas de la conciencia comunicada sobre la meditación silenciosa se cuentan, como mínimo, las siguientes:
El pasado y el. futuro no constituyen «objetos puros» por s~r de la índole de lo imaginario; también debe evitárselos porque permanecer en ellos implica uná pérdida de libertad: la ilusión nos tiende una trampa con su reeurrencia. Como dice Nyaponika Thera:
l. El acto de expresión constituye un desafío para la intensidad de la toma de conciencia. Decir que sabemos algo pero que no podemos ponerlo e~ palabras no es totalmente cierto. Por 'supuesto, las palabras no son mas .que pa~ab!as y nunca. podremos poner nada en ellas, pero, dentro de c~ertos hmttes, la claridad de la percepción va de la mano con !a c~pacidad de expresión: un artista es un maestro en la toma de conciencia. antes q~e un hábil creador de modelos. Y en arte, al igual que en psicoterapia, la tarea de comunicar algo supone que hay que observarlo rea!mente en vez de imaginar que se lo observa. 2. ~a presencia d~ ,un testigo promueve por lo general una intensificacion de ~~ atencton y a la vez de la significación de lo observado. Creo tam?Ien que :uanto mayor gr~do de conciencia posea un observado¡:, l_llas se ag~dt~a nuestra propia atención por su mera presencia, com.? SI la con,ct.encta fuera contagiosa, o como si ·una persona no pudtera pasar faci~mente por alto lo que expone a la mirada de otra. 3. En un marco mterpersonal, los contenidos de conciencia tenderán a ser naturalm~nt~ los de la .relación interpersonal, mientras que en el camp~ de. conci;I_lcia del medttante solitario centrado en el aquí y ahora fa~taran st~t~maticamente tales contenidos. Puesto que en las afecciones pstcopatolegicas l~s que están perturbadas son las pautas de relación Y la Imagen que tiene el sujeto de sí mismo en el proceso de relación este es uno de los factore~ decisivos que hacen del ejercicio del aquí ; ahora u?a f~~m~ de terapia cuando se lo practica en el marco Yo-Tú. 4. La situacwn mterpersonal vuelve más dificultosa la focalización en el presente, ya. que provoca proyecciones, evitaciones y autoengaños en ge~eral. Por eJemplo, lo que para el meditante solitario puede ser una serie ~e o?,servactones acerca de estados físicos, en el contexto de la comumcacwn ~ue?e plasmarse en un sentimiento de ansiedad sobre el eventual. aburrtmient.?. del terapeuta, o en la hipótesis de que tales obs~rvacwnes son tnvtales o revelan la esencial improductividad del pact~nte. Saca.r a }?z tales sentimientos y fantasías es importante. a. ~I la focahzacwn en el presente ~~ ~m modo de vida aconsejable, habitualmente perturbado por las vicisitudes de las relaciones interper~onal~~· el desaf!o que impli:a. el contacto con los demás representa la s1!u~c10n formatzva tdeal. Qmstera sugerir la idea de que la práctica de vivir en el presente es un verdadero ejercicio y no una mera ocasión para la autocomprensión. Del mismo modo que la terapia de la condu:ta,. s~ trata d~ un proceso de desensibilización, en el curso del cual el t.ndi':tduo Je hbera del condicionamiento básico para evitar la expene?cia, y aprende que no hay nada que temer. b. Vmcula~o c~:m lo ante~i?r está el hecho de que precisamente al tomar conctencia. de las dtftcultades de la focalización en el presente puede d~rse el pnmer. pa~o para super?rlas. La experiencia _del carácter comp~lsivo de las cavilaciOnes o proyectos sobre el futuro puede llegar · a ser Inseparable d7, la aprecia~ión de la posibilidad alternativa y de una ca~al ~~mprenston de la dtferencia entre tales estados mentales y la focahzacton en el presente.
«El Cuidado Justo recobra para el hombre la perla perdida de su libertad, arrebatándola de las fauces del dragón del Tiempo. El Cuidado Justo libera al hombre de los grilletes del pasado, que él tontamente pretende incluso reforzar, dirigiendo hacia aquel con demasiada frecuencia sus ojos anhelantes, apesadumbrados o resentidos. El Cuidado Justo impide que el hombre se encadene aun ahora, merced a sus temores y esperanzas imaginarios, a los hechos futuros previstos. El Cuidado Justo devuelve al hombre así una libertad que solo ha de encontrarse en el presente» [ 1962, pág. 41]. Con respecto a la concepción expresada en esta cita, la práctica más importante es esa forma de meditación que los chinos denominan we-hsin (ausencia de ideas), que consiste; según Watts, en la capacidad ,del individuo para conservar su estado de conciencia normal y cotidiano y al mismo tiempo desasirse de él: «Vale decir que uno comienza a tener una concepción objetiva de la corriente de pensamientos, impresiones, sentimientos y experiencias que fluyen de continuo por la mente. En lugar de tratar de controlarla e interferir en ella, se la deja simplemente fluir a su arbitrio. Ahora bien: mientras que la conciencia por lo regular se deja arrastrar por ese flujo, en este caso lo importante. es observar el flujo sin ser arrastrado ( ... ) simplemente uno acepta las experiencias tal como vienen sin ~nterferir en ellas, por una parte, o identificarse con ellas, por la otra. No las juzga, ni formula teorías sobre ellas, ni intenta controlarlas o modificar de algún modo su naturaleza; les da la libertad de que sean exactamente lo que son. "El hombre perfecto -decía Chuang-tsé- emplea su mente como un espejo: nada toma, nada rechaza, acoge pero no guarda". Esto debe distinguirse claramente de la mera vaciedad mental, por un lado, y por el otro de las divagaciones mentales corrientes en las que no rige ninguna disciplina» [1950, pág. 176]. En el marco de la terapia guestáltica, la práctica de atender al presenl:e se asemeja mucho a una meditación verbalizada. Es, además, una meditación llevada a cabo en la situación interpersonal como un acto de develación de sí mismo, lo cual permite que el terapeuta controle el ejercicio -algo qu~ puede ser indispensable para los inexpertos-, agregando quizás, asimismo, significación a los contenidos de la toma de conciencia. Considero indudable que la búsqueda de las palabras y el acto de comunicarlas pueden interferir en c:ertos estados mentales; no obstante, el actq, de expresión también añade conciencia al ejercicio, más allá de
5. El marco terapéutico permite controlar el proceso de autoobservación y restituir ·ál individuo al presente cuando se ha distraído de él (vale decir, de sí mismo). Hay dos modos principales de hacerlo. El más sencillo (aparte de recordarle simplemente cuál es su tarea) es señalarle las cosas que hace impensadamente, dirigiendo su .atención a aquellos aspectos de su conduct~ que parec~n con.stituir pautas ~uto máticas de respuesta o contradecir sus actos 1ntenc10nales. Bastara con servirle df! espejo para que pase a primer plano la relación que mantiene consigo mismo, y con sus acciones en general:
P (paciente) : No sé qué decir en este momento ... T (terapeuta) : Advierto que desvías la mirada de mí. P: (Risaahogada.) T: Y ahora te cubres el rostro.· P: ¡Tú me haces senú tan incómodo! T: Ahora te cubres el rostro con ambas manos. P: ¡Basta! ¡Esto es insoportable! T: ¿Qué sientes ahora? . P: ¡Me siento tan molesto! ¡No me mues! T: Por favor, trata de permaneeer con esa sensación de molestia. P: ¡Toda mi vida la he sentid~! JSi<;nto vergüenza por to?~ lo que hago! ¡Es como si pensara que m siquiera tengo derecho a vivlt! Además de este proceso, que consiste. en reflejar simplemente la conducta del paciente, otro método es el de considerar como claves de las dificultades del paciente (o más bien, como mu~str~s, vivientes de ella) aquellas ocasiones en que r;o se, l.o~ra 1~ focahzaci?fl en el presente, del mismo modo que en psicoanahsis la 1nterpretac10n apunta a aquello que no permi~~ asociar libremente: ~n !~tapia gu~s!áltica, el lugar de la interpretac10n lo ocu.pa la exphcitac10n: la s?hci~ud de qu~ el propio paciente haga consClente y exprese la experiencia que esta en la base de su conducta de evitación del presente. Uno de los supuestos de esta terapia es que la focalización en el presente es un hecho natural: en el fondo, lo que más ansiamos es vivir. el moment~, y por ende las desviaciones con respecto al presente tienen el caracter de una evitación o de un sacrificio compulsivo, más que el de alternativas aleatorias. Aun cuando este supuesto no fuera válido para la comunicación humana en general, en terapia guestáltica adquiere validez por la petición formulada al individuo de que se mantenga en el presente. Dentro de una estructura tal, las desv:aciones deben interpretarse como fallas, como sabotajes de la tentativa o como una muestra de desconfianza en el método, en el psicoterapeuta o en ambos. · · En la práctica, por consiguiente, el ter.apeuta no solo. adi.estrará al paciente para que preste constante atenc10n a su expenenc~a a~tual smo que lo estimulará a tomar conciencia y expresar su experiencia cuando esté por fracasar en la tarea. Esto equivale a detenerse con vistas a llenar los baches de conciencia: · P: Siento cómo me late el corazón, me están sudando las manos. Estoy aterrado. Recuerdo la 'última oportunidad en que trabajamos juntoss ...
¿Q~é es Jo que quieres decirme con esa vuelta a la semana pasada? Tema miedo de darme a conocer, y luego volví a sentirme aliVIado, pero creo que no te conté lo que debía contarte. T: ¿Por qué quieres contármelo ahora? P: ,Quisiera enfrentar este temor y sacar a luz todo aquello que estoy eludiendo. T: Bien. Eso es lo que deseas ahora. Continúa· con tus experiencias de este momento, por favor. P: Me gustaría hacet un paréntesis para decirte que esta semana me he sentido mucho mejor. ·· 1'rentesis? _: ¿_Podrías contarme algo de tu experiencia mientras haces ese paP: Me siento agra~ecido contigo, y quiero que lo sepas. T: Capto el mensaJe. Ahora, compara por favor estos dos enuncia~os: «Me siento agradecido» y .el informe acerca del bienestar que sentiste e~ta semana. ¿Puedes decume qué es lo que, a tu juicio, te hace prefer~r c.~ntarme est? a formular .directamente lo que sientes? P: .S1 diJera «Me siento agradecido contigo», sentiría que aún debo e::cphcarte ... _¡Ah, ya sé! Hablar de mi gratitud me parece demasiado duecto. Me sientq más cómodo si dejo que tú adivines o bien simplell?e~te haciendo que te sientas contento sin darte a' conocer mis sentimientos. T:
P_:
En este caso particul~~' vemos que el pa~iente ha evitado asumir y expresar la. respor;sabihdad por su sentimiento de gratitud (a causa de su ambiValencia, según se puso de manifiesto más adelante) y actuó su sentimiento en lugar de develarlo, en un esfuerzo por c~m placer al terapeuta en vez de tomar conciencia de su deseo de que el terapeuta se sintiera complacido. Cu~ndo el pacie~te se aparta del presente, la exploración de sus motivacwnes suele sa1var lagunas en la toma de conciencia y promover una expresión eficaz y directa. T: Veamos ahora qué pasa si tú me confiesas tu gratitud de la forma más franca posible. P: . Q~iero agradecerte mucho lo que has hecho por mí. Me gustaría r~tnbmrte _de ,alguna I?~nera la atención que me prestas. . . ¡Uf! Me sient? ~a~ mcomodo diciendo esto. Siento que tú puedes considerarme un hipocr~ta y 1;1? adt;l~do_r. Creo que soy yo el que veo que la anterior es _una afumaci~n hipocraa. No veo en ello gratitud alguna. Lo que quiero es que ttt creas que estoy agradecido. T: Dete?te ahí. ¿Cómo te sientes al pretender que yo crea tai cosa? P: Me siento pequeño, desprotegido. Tengo miedo de que tú me ataques, por eso prefiero tenerte de mi lado. C?mparemos la c:_t~ anterior con la renuencia inicial del paciente a asumu la responsabihdad de su supuesta gratitud. Cuando finalmente a~umió la responsabilidad por desear que el terapeuta perctbiera su gra~ · tztud, se puso en claro que esto obedecía a su ambivalencia y al rechazo ,que producía decir una mentira explícita (o, al menos, una verdad. a · medias), y pudo reconocer el temor que estaba en la base de toda ·la
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cuestión. Cierto es que en su primera afirmación había hecho referencia a los latidos de su corazón y a su temor, pero ahora, al aludir a la expectativa de que el médico lo atacas~, había penetra?o ~ás hondamente en la esencia de ese temor. Volviendo a los pasaJes citados, parece lógico suponer que el paciente se apartó de la focalizaciqn en presente cuando eligió, implícitamente, manipular en lugar de expenmentar. La mera insistencia en que retornara al presente podría habernos permitidó averiguar algo más, qu:zás, acere~ de los contenidos de su fOnciencia superficial, pero con ello no se hubiera logrado poner de reheve el mecanismo a-consciente de su evitación.
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El continuo de conciencia y la asociación libre La comunicación de la experiencia del momento ocupa en la terapia guestáltica un lugar comparable al de la asociación libre en psicoanáli~is.; además en la práctica la diferencia entre ambas cosas no es tan defmida com'o podría inferirse de sus definiciones respectivas. En principo, la «asociación libre de ideas» hace h~ncapié en lo. qu: más evita la terapia guestáltica: los recuerdos, razonamientos y exphcaclOnes. No obstante en la práctica real el paciente psicoanalítico puede centrarse fundamen'talmente en la experiencia en su comunicación, en tanto que el individuo que participa en la terapia guestáltica puede apartarse con frecuencia del campo de la percepción, el sentimiento y la acción presente. Aparte de las instrucciones que se le dan a este último par~ q?e limite su comunicación a la actualidad y al campo de la expenencia mmediata, hay otra diferencia, generada por el enfoque del terapeuta con respecto a la comunicación del paciente en uno y otro caso. Tomemos el caso de' un individuo que rememora un suceso placentero. Un analista procuraría imbuirlo de la significación del suceso recordado mientras que el terapeuta guestaltista habría de insistir, muy probablemente en lo que no se comunica: aquello que le está sucediendo al paciente 'en este momento, cuando prefiere recordar a vivir el presente. En vez de centrarse en el contenido del recuerdo, se interesa por la acción presente del sujeto: traer a colación el suceso del pasado o informar sobre él. También el analista puede preferir centrarse en el presente del sujeto, en cuyo caso probablemente interprete el acto de recordar como un mecanismo de compensación y defensa frente a los sentimientos actuales del individuo o bien como una señal indirecta de que tiene en la actualidad sentimi~ntos placenteros. Para el terapeuta guestaltista, en cam~io, las interpretaciones son mensajes dirigidos a la mente analítica del paciente, la cual debe apartarse de la realidad con el fin de ~
o intención real del proceso. Por ejemplo, puede llevar a advertir que «quiero que usted se dé cuenta de que te~go muchos y muy .bu~(los amigos, para que usted piense que soy un tlpo ~acanudo»; o b1en q~e «quisiera sentirme tan feliz como en aquellos tiempos; po~ favor, ayudeme a conseguirlo»; o bien que «en este momento me siento tan cariñosamente atendido como entonces», etcétera. En realidad si al recordar, pronosticar o interpretar un hecho el paciente supie;a bien qué es lo que está haciendo, nada habría de «malo» en ello; el problema es que, por lo general, tales acciones sustituyen, · encubren o actúan una experiencia del momento, en vez de reconocerla y aceptarla. Lo malo es que proceden del supuesto de que algo anda mal, y la conciencia tiende a que~ar atrapada en ellas ha~ta el punto del olvido de sí mismo. Watts af1rma que, luego de practlcar durante un tiempo el ejercido de «vivir en el momento», se hará evidente que «en la realidad es imposible vivir fuera de ese momento. Obviamente, nuestros pensamientos sobre el pasado o el futuro salen a la luz en el presente, y en este sentido es imposible con~entrarse en n~d.a q?.e no sea lo que ahora sucede. Sin embargo, esforzan~onos por VIVIr si~pl: mente en el presente, esforzándonos por culuvar la pura. co~ciencia "momentánea" del Sí-mismo, descubrimos; tanto en la experiencia como en la teoría que el intento es innecesario. Advertimos que en ningún instante el pensamiento temporal del yo.ha interfe~id~ verdaderamen!e en el eterno y momentáneo estado consciente del SI-mismo. Por debaJo de la memoria, de la previsión del futuro, .de ~a ansieda~ y de los an~e los ha estado siempre este centro de conciencia pura e mmota, que Jamás, en ningún momento, se apartó de la realidad presente, y, en consecuencia, jamás estuvo verdaderamente trabada con la cadena de los sueños» [1950, pág. 179]. Tan pronto se descubre esto, dice Watts, «se vuelven posibles otra vez el recuerdo y la previsión, sin quedar sujetos empero. a su fuerza constrictiva; pues ell: ~anto uno es capaz ?e concebir como presentes el recuerdo y ~a prevlSlon, los ha vuelt? <;>bJe• tivos (y también al yo que ellos constituyen). Antes eran sub)et:vos, porque· consistían en identificarse con los ~echos pasados o futuros, vale decir con la cadena temporal que constituye el yo; pero en cuanto uno pued~, por ejemplo, considerar presente la previsi?n, ya no, se .identifica con el futuro, y adopta por ende el punto de vista del St-mismo, a diferencia del punto de vista del yo. Dicho de otro modo: tan pronto es posible considerar como algo p;esente el acto por el cual el Y_O. ~e identifica eón el futuro, se lo esta contemplando desde una posicion superior a la del yo, desde la posición del Sí-mismo. »De ello se desprende que cuando nuestro centro de conciencia se ha desplazado hacia la perspectiva estri~~amente prese!lte y momen~ánea del Sí-mismo, el recuerdo y la previsiÓn futura onentan las acc~one~ periféricas y objetivas de la mente, y nuestro ser deja de estar domina· do por la modalidad egoísta de pensamiento, y deja de identificarse. con esta. Gozamos de toda la serenidad, la aguda conciencia, la libertad res65
pecto de la temporalidad propias de quien vive por entero en el pre~ente; pese a lo cual no obra sobre nosotros la absurda limitacíón de ser mcapa:es de recordar el pasado o de tomar providencias para el futuro» [op. czt., pág. 186].
El continuo de conciencia y el ascetismo A despecho de lo que sostiene Watts en último término tal vez sea una
ve~da~ psicológica que difícilmente una persona podrá alcanzar la foc~hzacwn en el presente simultáneamente con un acto de recordación
s1 an.tes no ha prc:'ba~~ la índole de esa experiencia en una situación má~ sencdla, la de. ~r~vac10n del recuerdo. Lo mismo se aplica, dicho sea de paso, a 1~ po_stbihdad de tc:'mar contacto con la experiencia propia mientras .se eJercita e! p~nsamiento .. J?e ordinario, el pensamiento disipa la conci~ncia del «SI-mismo en act~vtd~? pensante» y los sentimientos que constttuyen el fondo de la mottvacwn del pensar de la misma manera que el sol impide durante el día ver las estrellas. La forma más sencilla de dar lu~ar ~ la experiencia del pensar sin perderse en el pensamiento (vale dectr, stn q~dar .atrapado ~P J.a conciencia exclusiva de la figura, dentro de la totahdad ftgura-fondo) consiste en tomar contacto con ese fondo de la ;x~eriencia en m?fllentos de ausencia de pensamiento. En ~sto, las tecmcas de suspens101_1 de los ,re~uer~os, previsiones y pensamten~os e~pl~ada~ por la terap1a _guestalttca siguen los lineamientos de. la f:Iosofia Imphc~ta en el ascetismo en general; se sufren ciertas pnvaci?ne~ ~on el o~Jeto de tomar contacto con aquello que la actividad pstcologica propia de esas situaciones a las que se renuncia habitual~~nte oculta. De est~ m?~o, se. supone que la privación del sueño, del dialogo, de. la comumcacwn soctal, de las comodidades del alimen~o o de la acuvidad sexual facilita el acceso a estados de conciencia musu.ale~, pero no constituye un fin o un ideal en sí misma. La prá~ttca de prestar atención a la corriente de la vida se vincula con e! ~sce.t~smo no sol_o porque. ;ntraña una suspensión voluntaria de la grat~ftcacion del Y? smo tambten porque enfrenta al individuo con las di~~c~:tltade~ proptas de _un f~ncionat:?iento contrario al habitual. Como la umca a~cto~ que el eJerctcto permtte es la de comunicar los contenidos de ~on~t~ncia, esto i!llpide la participación del «carácter» (o sea, la org_amzacton de mecamsmos de defensa ) y aun el hacer como tal. La prácttca del ahora es ~na práctica de pérdida del yo, tal como ha sido destacada por el budismo y expuesta en la cita precedente de Watts.
La focnlización en el presente como prescripción ~o todo aquello, c¡ue puede resultar valioso como ejercicio psicológico na de ser automati~am~r:te J-It_la buena norma de vida. La asociación libre tal vez sea un eJerctcio utd, pero no es necesariamente la mejor manera de encarar una conversación, así como la posición de apoyo sob:t:e la cabeza del hatha yoga no es la más cómoda para estar en todo moment.~· En mayor o menor medida, las técnicas tienen la propiedad de 66
ser aplicables en la vida corriente, contribuyendo a que esta se convierta en una empresa de desarrollo individual; sin embargo, el valor específico de cierto enfoque no es lo único que lo vuelve recomendable como prescripción: a ello debe añadirse su armonización con otros fines deseables en la vida, el grado de antagonismo que suscite en la estructura social vigente y, sobre todo, su compatibilidad con respecto a lo qu.e se concibe como «buena» sociedad. Por ejemplo, la descarga de la hostilidad, en una situación en la que tlo rigen restricciones, puede tener valor psicoterapéutico, pero, ¿se conseguirá acaso por esta vía mejorar la salud y el bienestar de una comunidad? Pienso que las opiniones al respecto estarían divididas. Lo estarían incluso si se debatiera el tema · de la verdad. La agresión suele suscitar reprobación social, y hay un mandamiento que reza: «No matarás»; decir la verdad, en cambio, es considerado una virtud, y un pecado mentir. Cabría esperar entonces que la técnica de descubrirse ante los demás, que es valiosa en el marco de la psicoterapia, sería aplicable sin más a la vida. No obstante, dadas las características comunes de la humanidad, la verdad ha sido y quizá siga siendo no solo incómoda o inconveniente sino peligrosa. Sócrates, Jesucristo o los herejes de la época de la Inquisición nos ofrecen ejemplos de que la entrega incondicional a la verdad puede significar el martirio, para d cual el ser humano corriente no está preparado, sin duda. El deseo de convertir los sentimientos en normas en circunstancias en que la sociedad no posibilitaba un proyecto de esa índole ha sido uno de los principios implícitos o explícitos de la creación de comunidades especiales por parte de quienes se habían fijado como objetivo común de su vida la búsqueda interior. En tales grupos, a veces secretos, el hombre ha intentado vivir de acuerdo con principios que solo pueden resultar compatibles con un marco monástico, terapéutico o con algún otro tipo de ambiente especial.
Hedonismo humanista En contraposición a otras técnicas, la de vivir en el momento parece constituir una norma de vida perfectamente correcta. Por otra parte, se asemeja más a la tecnificación de una fórmula de vida qu.e a la prescrip· ción de una técnica. La idea de prescripc:.ón o receta puede evocar imágenes como las del aceite de ricino que se obligaba a tomar a los niños «pr su propio bien» antes de la aparición de las cápsulas de gelatina y de las esencias químicas. Esto forma parte de una mentaEdad dualista, para la cual «las cosas buenas» no son «las cosas que persiguen nuestro bien» y el propósito de autosuperarse parece diferetlte al de «llevar una vida sencilla». No es estC'l lo que dicen los preceptos clásicos de la focalización en el presente. Tómese, por ejemplo, la frase del rey Salomón: « ... que no úne el hombre bien debajo del sol sino que coma y beba, y se alegre» [Eclesiastés, VIII, 15]. Este pasaje, como la mayoría de los que destacan el valor de la actualidad, tiene un carácter hedónico; y no podría ser de otro modo, pues si el valor del presente no se vincula con el futuro, aquel debe tener un valor intrínseco, o contener su propia recompensa .. En nuestra época, la perspectiva hedonista parece divorciada del senti67
La focalización en el presente de Horado corre paralel&; a su co~ciencia · de la fuga del «tiempo envidioso»: la irreparable pérd~da de _Vld~ w.le se ofrece como opción a vivir en el momento. En la lfl~tanc1a b1bhca a que comamos, bebamos y di_sfrutemos, 1~ muerte ofle1a a la vez de maestro y de argumento; lo m1smo cabe af1rmar de muchos otros proverbios, como el que dice «Recoge mientras puedas los capullos de las rosas», o el siguiente pasaje de Ovidio en el Arte de amar: ·
miento religioso y opuesta a él (del mismo modo que a la «orientación prescriptiva» en general). En la medida en que_ «cuerpo» y «mente» se juzgan fuentes incompatibles de valores, suele asociarse el idealismo y la espiritualidad a un adusto ascetismo, en tanto que la defensa de los placeres materiales queda a cargo casi siempre de los tozudos y \tulgares «realistas», .. dotados de un práctico escepticismo. Al parecer, no siempre fueron así las cosas; sabemos que hubo épocas en que las celebraciones religiosas eran verdaderas fiestas. De manera que al leer ·las palabras d~ rey. Salomón en el Antiguo Testamento, no debemos superponerles nuestra actual escisión cuerpo-mente ni la vulgaridad con que tales palabras suelen a menudo repetirse. Por detrás de ellas había una concepción según la cual vivir la vida, y vivirla ahora, era una acción sagrada, que armonizaba con la voluntad de Dios. Es raro encontrar en el pensamiento occidental este equilibrio entre trascendencia e inmanencia, con excepción de algunos individuos extraordinarios que parecen marginales con respecto al espíritu de su época -herejes para los religiosos, o locos para la mente ·común-. Uno de esos hombres fue William Blake, quien sostuvo que «la eternidad ama los productos del tiempo». Incluso en el psicoanálisis, que tanto ha hecho en la práctica por el «ello» de la humanidad, se concibe el «principio del placer» como una chiqu:i:línada molesta que el yo «maduro», orientado hacia la realidad, debe controlar. Por el contrario, la terapia gustáltica ve entre el placer y la bondad un vínculo muCho más fuerte, de manera tal que su filosofía puede llamarse hedonista en el mismo sentido en que lo eran los antiguos hedonismos anteriores a la era cristiana. Me gustada sugerir la idea de un hedonismo humanista, que no implica necesariamente una concepción teísta y sin embargo parece ap ta para distinguir esta perspectiva del hedonismo egoísta de Hobbes, el hedonismo utilitario de J. Stuart Mili y el del individuo corriente que vive en busca de placeres. (Si, en este punto, el lector se pregunta có,. mo es posible afirmar que la terapia guestáltica es a la vez ascética y hedonista, permítaseme recordarle que, según Epicuro, la vida más di· chosa era la del individuo dedicado a la reflexión filosófica y cuya dieta alimenticia consistía simplemente en pan, leche y queso.)
Corpite florem . . . qui nisi corptas erzt turpzter tpse cadet. Coge la flor, , , . pues si no la arrancas tú, caera march1ta. Ovidio, en particular, tiene en común·con Horado_, además de su hedonismo y su. focalización en el present~, las alus10nes a la crueldad del tiempo: «tempus edax rerum» («el t1empo devora las cosas»). P~ receda, pues, que la prescripción de vivir en el presente corre_p_a~eJa con la conciencia de la muerte -ya se trate de la muerte defm1t1va, ya de la repetida muerte del instante que se transforma en mero recuerdo-. En este aspecto, el pasado es percibido como una nada o b' , d 1 í · irrealidad. . La conciencia de la muerte potenctal forma parte tam 1en. e. esp ntu de la terapia guestáltica, ya que es inseparable de la cone1enc1a humana que ha sido liberada del rechazo de lo desagradable y del velo de satisfacciones ilusorias en la irrealidad: la realización fantaseosa de los deseos y las reminiscencias regresivas. . ., Sugeriría que la tríada compuesta por 1) la focal1Zac10n en el prese~te, 2) la concepción del presente como un don placentero, y 3) la. concrencia de la muerte o decadencia potencial, conforma un· arquet1po: una experiencia que existe potencialmente en la naturaleza humana, de modo que no es forzoso. expli_carla _única_mente por la tradición, como es habitual entre los crítlcos hterar1os. S1 no fuera por su sustrato arquetípico, las repetidas reformulaciones ~e esa expe~encia nos parecerí~ mero plagio. Compárense, verbigracia, los conseJos del rey Salomon y de Ovidio con los versos siguientes:
«Carpe diem»
Apres~ entonces la hora transitoria, embellece el momento que se va, la vida es una breve primavera, una flor el hombre, . que muere, ¡oh Dios! ¡Cuán rápido se va! Johnson
El temperamento hedonista es inseparable de una alta evaluación del presente, no solo en terapia guestáltica, sino también en el pensamiento de muchos individuos (poetas y místicos en su mayoría) que .propugnaron una prescripción análoga. Quizá quien más insistió sobre este tema haya sido Horado, cuyo carpe diem («aprovecha el día») se ha convertido en un rótulo específico para designar un motivo que recorre toda la historia de la literatura. En su forma original rezaba así:
Recoge, entonces, la rosa aún en flor, pues vendrá el día en que su orgullo se desflore: . recoge la rosa del amor cuando aún es tiempo, cuando amar y ser amado puedas con igual pecado. Spenser, La reina de las hadas
Dom loquimur fuerbit invide aetas: carpe diem, quam mínimum credula pastero. Mientras dialogamos, huye el tiempo envidioso, aprovecha el día, confía lo mínimo posible en el mañana,
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Emplea el tiempo, no des~proveches la ventaja; la belleza no debe en sí m1sma malgastarse:
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si la flor no se arranca cuando está lozana muy pronto se marchita y se consume. Shakespeare, Venus y Adonis
Nuestro momento es el presente, nunca hemos visto el próximo. O la de Longfellow:
Si dejas escapar el tiempo, como una rosa rechazada se marchita en él tallo con su corola lánguida. Milton, Conzus
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Como ya hemos dicho, la focalización en el presente de la terapia guestáltica es inseparable de su valoración de la conciencia misma, expresada en su afán de renunciar a las evitaciones que plagan nuestra vida. No evitar el presente significa no evitar vivir en el presente, como hacemos tan a· menudo con el fin de evitar las consecuencias de nuestras acciones. En la medida en que enfrentar el presente representa un compromiso con la vida, es libertad: la libertad de ser nosotros mismos, de elegir de acuerdo con las preferencias de nuestro ser, de elegir nuestro camino. La experiencia de la terapia guestáltica puede demostrar a una persona que cuando se enfrenta el presente sin la intt:nción de evitarlo -o sea, con presencia-, se convierte en aquello que vio Dryden: En este mismo instante está en crisis tu destin.o; tu buena o mala suerte, tu buena o mala fama, y todo el colorido de tu vida, dependen del importante ahora. El fraile español El problema es el ahora, pero en nuestro modo indiferente de vivir no queremos reconocerlo, convirtiendo así a la vida en una horrible sustitución de sí misma. «Matamos» el tiempo o incurrimos en esa «pérdida de tiempo» que «más molesta a los más sabios», según decía Dante. Otra forma en la cual este aspecto particular de la vida se revela cabalmente en la terapia guestáltica es el concepto de cierre. En la psicología de la guestalt, se habla de cierre con respecto a la percepción; en la terapia guestáltica se aplica ese concepto a la acción. Estamos siempre procurando concluir lo inconcluso, completar la guestalt incompleta, y al mismo tiempo evitándolo siempre. Al no actuar en el presente, aumentamos la «inconclusión» y nuestra servidumbre con respecto a la carga que nos impone el pasado. Además, como dice Horado en una de sus Epístolas: «Quien pospone la hora de vivir como debe es igual a ese campesino que espera que el río termine de pasar para cruzar él; pero las aguas del río siguen corriendo, y seguirán haciéndolo eternamente». Tal vez no suspenderíamos la vida presente si no fuera por el sueño de una acc:ón o satisfacción futuras. En este sentido, la focalizacióri en el presente de la terapia guestáltica denuncia su realismo al dar preponderancia a la existencia tangible y a la experiencia actual con respecto a la existencia conceptual, simbólica o imaginaria. Tanto el futuro cuanto el pasado solo pueden estar vigentes en el presente como formas mentales -recuerdos o fantasías-, y la terapia guestáltica se propone subordinar estas formas mentales a la vida. Su actitud es la misma de J. Beattie:
No confíes en el futuro, por grato que parezca. ¡Deja al Pasado muerto enterrar a sus muertos! ¡Actúa en el Presente vivo! Por dentro el corazón y Dios por fuera. .O como en un proverbio persa al que Trench dio forma de verso: Oh, no dejes que el instante se te escurra; n~nca ·po~rás mover el molino con las aguas que lo han deJado atras. O en este otro: Quien tiene tiempo y espera que lleguen mejores tiempos, pierde el tiempo. Todas estas proposiciones se inspiran en la captación de· un contr~ste entre el carácter vivo ( livingness) del presente y la índole a-expenencial (y por ende relativamente irreal) del pasado y el futuro: Nada sobrevendrá, y nada ha transcurrido, lo que perdura siempre es un eterno ahora. Abrahanz Cawley Con suma frecuencia, nuestra vida se ve empobrecida por el proceso de sustitución merced al cual la sustancia es reemplazada por el símbolo, la experiencia por el esquema mental, la realidad por el mero reflejo de ella en el espejo del intelecto. Renunciar al pasado y al futuro para volver a un prolongado presente es uno de los aspectos de la prescripción que reza «Abandona tu mente y recobra tus sentidos».
La focalización en el presente como ideal '•
«Der den Augenblick ergreift/Das ist der rechte Mann». («El hombre verdadero es aquel que apresa el instante».) Goethe.
La palabra ;ideal» exige una aclaración. A menudo, se asigna a los ideales una connotación de deber o bondad intrínseca que es ajena a la filosofía de la terapia guestáltica. Si quitamos a un ideal el carácter de «lo que debe ser», se convierte, o bien en una fo_rmulación de la :rí~ más conveniente para alcanzar un fin -vale dec1r, en una prescripción- o bien en una «cosa recta»; entiendo por esto una expre#ón de lo que es bueno; antes que un medio o un precepto: un signo o síntoma de una condición óptima de vida. És en este sentido que podemos
hablar de ideales en el taoísmo, por ejemplo, p~se a que se trata de una filosofía de la no-búsqueda. A pesar de que su estilo no es preceptivo, el Tao-te-King es una especulación continua acerca de las cual:dades del sabio: «Por este motivo, el sabio se interesa por el vientre y no por los ojos ( ... ) El sabio está libre de enfermedades porque reconoce la enfermedad como tal ( ... ) El sabio conoce las cosas sin moverse de su sitio ( ... ) las realiza sin cumplir acción alguna», etc. En igual sentido, la .focalización en el presente se considera un ideal en frases como esta: «El abot"a es la consigna del sabio». Algunas de las recetas para una vida mejor. son medios para conseguir los fines que uno se propone y d,ifieren cualitativamente de estos últimos, pero esto no se aplica a la focalización en el presente; en este caso, como en la terapia guestáltica en general, el medio conducente a un fin es directamente un desplazamiento bacia el estado que se persigue como fin: el camino para ser feliz consiste en comenzar a ser feliz ya mismo, el camino hacia la sabiduría consiste en renunciar en este mismo momento a la necedad ... tasí como para aprender a nadar hay que tirarse al agua. La prescripción de vivir en el ahora es consecuencia del hecho de que estamos viviendo en el ahora; esto es algo que la persona sana sabe; pero el neurótico, enredadq .en una difusa seudo-existencia, no lo advierte. En el budismo, el ahora no es simplemente un ejercicio espiritual sino la condición de la sabiduría. En un pasaje del Pali Canon, Buda en primer lugar prescribe: No vuelvas sobre las huellas del pasado, ni alientes caras esperanzas para el futuro; al pasado ya lo has dejado atrás, el estado futuro no ha llegado aún. Y formula luego el ideal:
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Mas quien con visión clara puede ver el presen.te que aquí y ahora está, ese sabio puede aspirar a aquello que no se pierde ni socava nunca. En tanto que la versión budista del precepto vinculado con el ahora hace hincapié en el carácter ilusorio de las alternativas, la concepción cristiana destaca la confianza y entrega que implica la focalización en el presente. Cuando dice Jesús, «Así que no os congojéis por el día de. mañana, que el día de mañana traerá su fatiga» [Mateo, VI, 34], y da el ejemplo de los lirios del campo, no solo está diciendo «¡No fundéis vuestros actos en expectativas catastróficas!» sino, más positivamente, «¡Confiad!». La versión cristiana está enmarcada en un mapa teísta del universo, y en ella confiar significa confiar en el Padre Celestial; pero la actitud que exhibe es la misma que la terapia guestáltica toma por ideal, a saber, la confianza en la propia capacidad para enfrentar el ahora tal como se presenta. El ideal de la focalización en el presente es la experiencia en lugar de la manipulación, la apertura y la aceptación de
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la experiencia en lugar del cálculo de posibilidades y la attitud defensiva frente a ellas. Ese ideal deja traslucir dos supuestos básicos de la W. eltanscbauung de la terapia guestáltica: Las cosas son este momento del único modo como pueden ser, y ¡Mirad: el mundo es bermoso! Si el presente no puede ser distinto de lo que es, el hombre sabio se someterá a él. Por otra parte, si el mundo es hermoso, ¿por qué no «aceptar con júbilo los dones de la hora presente y hacer a un lado los pensamientos afligentes», como quería Séneca? Por supuesto, afirmar que algo es bueno es ajeno a la terapia guestáltica, que sostiene que las cosas solo pueden ser buenas para nosotros; que lo sean o no dependerá de nosotros y de lo que hagamos con nuestra circunstancia. Nuestra percepción corriente de la existencia está llena de dolor, desvalimiento y sacrificio. Edmund Burke señaló hace dos siglos que «quejarse de la época en que se vive, murmurar en secreto acerca de los dueños actQales del poder, lamentar el pasado, concebir esperanzas ex~ travagantes para el futuro son los rasgos comunes de la mayor parte de la humanidad». Sin embargo, para la terapia guestáltica tales quejas y lamentaciones no son más que un juego infortunado con el que nos engañamos a nosotros mismos -una manera más de rehusamos a la bienaventuranza potencial del ahora-. En el fondo, estamos donde queremos estar y hacemos lo que queremos hacer, aun cuando ello equivalga en apariencia a una tragedia. Si somos capaces de descubrir nuestra libertad en nuestra esclavitud, también lo somos de descubrir nuestra alegría esencial bajo el manto de sacrificio. El proceso de extrañamiento con respecto a la realidad, tal cual se da esta en el ahora eterno, puede concebirse en su totalidad como una falta de confianza en la bondad del resultado, como la imaginación de una experiencia terrible o, en el mejor de los casos, como una vaciedad para compensar la cual creamos un paraíso· de ideales, expectativas futuras o glorias pasadas. Desde la altura de esos «ídolos» echamos una mirada despreciativa hacia la realidad presente, que nunca alcanza a igualar nuestros esquemas y en consecuencia nunca nos parece suficientemente perfecta. Es así como el tema de la focalización en el presente se entrelaza con la aceptación de la experiencia en lugar de su enjuiciat7liento. Como dijo Emerson: «Estas rosas que crecen bajo mi ventana no hacen referencia alguna a otras más antiguas o mejores; son lo que son; existen con Dios en el día de hoy. No hay tiempo que las rija; solo está la rosa, perfecta en cada momento de su existencia ( ... ) pero el hombre pospone y recuerda. Sólo logra ser fuerte y feliz cuando, también él, vive con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo». En nuestra búsqueda de la rosa ideal pasamos por alto que cada rosa es la mayor perfección de sí misma. Por temor de no encontrar la rosa que buscamos, nos aferramos al concepto de «tosa» y no aprendemos nunca que <
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pero mucho mejor aún es advertir que están qelante de nuestros ojos. Ornar Khayyam lo sabía muy bien:
5. La actividad sensorial en psicoterapia
Heme en este páramo al pie de un árbol, con un trozo de ¡fan, un cántaro de vino y un libro de poemas -y tú cantando aliado mío-, y el páramo es Paraíso suficiente. «¡Qué gloria ser soberano en vida!» piensan unos, y otros exclaman «¡Bendito sea el Paraíso venidero!». ¡Oh, tomad la moneda en vuestra mano y prescindid del resto; no escuchéis siquiera la música de los tambores lejanos!
Erving Polster
Rubáiyát
Referencias bibliográficas Adorno, T. W., Frenkel-Brunswik, E., Levinson, D. J. y Sanford, N.,
The authoritarian personality, Nqe,va York: Harper & Row, 1950. (La personalidad autoritaria, Buenos Aires: Proyección, 1965.) Blyth, R. H., Zen and Zen classics, Japón: Hokuseido Press, 1960,
vol. l.
Kluckhohn, F. R., «Dominant and variant value orientations», en C. Kluckhohn y H. A. Murray, eds., Personality in nature, society, and culture, ed. rev., Nueva York: Knopf, 1959, págs. 342-57. (Personalidad, sociedad y cultura, Madrid: Grijalbo, 1969.) Laing, R. D., The divided self, Londres: Tavistock Publications, 1960. (El yo dividido, México: Fondo de Cultura Económica, 1964.) Nyaponika Thera, The heart of Buddhist meditation, Londres: Rider, 1962. Perls, F. S., «Morality, ego-boundary and aggression», Complex, número de invierno, 1953-54. Watts, Alan, The supreme identity, Nueva York: Pantheon, 1950.
~
Es mi propósito mostrar de qué manera la psicoterapia puede contribuir a salvar la brecha existente entre las sensaciones básicas del individuo y las experiencias de más ·alto nivel derivadas de tales sensaciones. A causa de la complejidad de nuestra sociedad, la identificación de esas sensaciones se ha vuelto ardua para la gente. Un individuo puede comer, no solo por estar hambriento, sino también porque le agradan ciertas comidas, porque es la hora a que habitualmente se come, porque quiere estar en compañía o porque quiere evitar la ira o la depresión. Con frecuencia, sus sensaciones guardan entre sí un vínculo poco claro. La acción que inicia con respecto al embrollo resultante propende a nuestra crisis de identidad corriente, tan a menudo descripta, ya que para saber quiénes somos debemos saber por lo menos qué sentimos. Por ejemplo, si conocemos la diferencia entre tener hambre,· enojo o deseos sexuales hemos dado sin duda un gran paso adelante en ·lo que atañe a las medidas a tomar. En este juego recíproco de sentimiento y acción reside · el punto crucial de nuestros afanes por vivir bien. Como base conceptual para la identificación y activación de las sensaciones, deseo introducir el concepto de experiencia sináptica. La experiencia sináptica consiste en una unión entre conciencia y expresión. Esta unión se siente, verbigracia, cuando se toma conciencia de la respiración que acompaña nuestro hablar, de la flexibilidad de nuestro , cuerpo al bailar o de la agitación que experimentamos cuando pintamos un cuadro. En los momentos en que se produce esa up.i.ón entre conciencia intensificada y expresión, son comunes los sentimientos profundos de presencia, la claridad en la percepción, la ¡:esonancia de la experiencia interior y la integridad de la personalidad. El término sinapsis es de origen griego y significa unión o fus:ón. Desde el punto de vista fisiológico, la sinapsis es la relación que mantienen las fibras nerviosas en los lugares en que entran en contacto. El arco sináptico facilita la unión entre los nervios sensoriales y motores, salvando la distancia que separa a estas estructuras neurológicas mediante una transmisión especial de energía que aún no ha sido caba 1 mente comprendida. El uso metafórico de la palabra sinapsis centra nuestra atención en el funcionamiento sensoriomotor unificado, tal como lo representa la conciencia y expresión. Los distintos métodos terapéuticos difieren entre sí en cuanto a la manera de unir estos dos aspectos, pero la mayoría de ellos, si no todos, se caracterizan por poner de relieve los procesos interiores del indiv~ duo, incluyendo a veces la sensación junto a la expresión. Ciertos terapeutas aseguran no 'tener interés alguno en los procesos internos ("entre ellos se cuentan los que practican el condicionamiento operante), pese a lo cual indagan tina y otra vez a los pacientes para ·averiguar cómo
pero mucho mejor aún es advertir que están d~lante de nuestros ojos. Ornar Khayyam lo sabía muy bien: ·
5. La actividad sensorial en psicoterapia
Heme en este páramo al pie de un árbol, con un trozo de.pan, un cántaro de vino y un libro de poemas -y tú cantando al)ado mío-, y el páramo es PafaÍso suficiente, «¡Qué gloria ser soberano en vida!» piensan unos, y otros exclaman «¡Bendito sea el Paraíso venidero!». ¡Oh, tomad la moneda en vuestra mano y prescindid del resto; no escuchéis siquiera la música de los tambores lejanos! Rubáiyát
Erving Polster
Referencias bibliográficas Adorno, T. W., Frenkel-Brunswik, E., Levinson, D. J. y Sanford, N., The authoritarian personality, Nu~ya York: Harper & Row, 1950. (La personalidad autoritaria, Buenos Aires: Proyección, 1965.) Blyth, R. H., Zen and Zen classics, Japón: Hokuseido Press, 1960, vol. l. Kluckhohn, F. R., «Dominant and variant value orientations», en C. Kluckhohn y H. A. Murray, eds., Personality in nature, society, and culture, ed. rev., Nueva York: Knopf, 1959, págs. 342-57. (Personalidad, sociedad y cultura, Madrid: Grijalbo, 1969.) Laing, R. D., The divided self, Londres: Tavistock Publications, 1960. (El yo dividido, México: Fondo de Cultura Económica, 1964.) Nyaponika Thera, The heart of Buddhist meditation, Londres: Rider, 1962. . Perls, F. S., «Morality, ego-boundary and aggression», Complex, número de invierno, 1953-54. Watts, Alan, The supreme identity, Nueva York: Pantheon, 1950.
Es mi propósito mostrar de qué manera la psicoterapia puede contribuir a salvar la brecha existente entre las sensaciones básicas del individuo y las experiencias de más alto nivel derivadas de tales sensaciones. A causa de la complejidad de nuestra sociedad, la identificación de esas sensaciones se ha vuelto ardua para la gente. Un individuo puede comer, no solo por estar hambriento, sino también porque le agradan ciertas comidas, porque es la hora a que habitualmente se come, porque quiere estar en compañía o porque quiere evitar la ira o la depresión. Con frecuencia, sus sensaciones guardan entre sí un vínculo poco claro. La acción que inicia con respecto al embrollo resultante propende a nuestra crisis de identidad corriente, tan a menudo descripta, ya que para saber quiénes somos debemos saber por lo menos qué sentimos. Por ejemplo, si conocemos la diferencia entre tener hambre,· enojo o deseos sexuales hemos dado sin duda un gran paso adelante en lo que atañe a las medidas a tomar. En este juego recíproco de sentimiento y acción reside · el punto crucial de nuestros afanes por vivir bien. Como base conceptual para la identificación y activación de las sensaciones, deseo introducir el concepto de experiencia sináptica. La experiencia sináptica consiste en una unión entre conciencia y expresión, Esta unión se siente, verbigracia, cuando se toma conciencia de la respiración que acompaña nuestro hablar, de la flexibilidad de nuestro , cuerpo al bailar o de la agitación que experimentamos cuando pintamos un cuadro. En los momentos en que se produce esa upión entre conciencia intensificada y expresión, son comunes los sentimientos profundos de presencia, la claridad en la percepción, la resonancia de la experiencia interior y la integridad de la personalidad. El término sinapsis es de origen griego y significa unión o fus:ón. Desde el punto de vista fisiológico, la sinapsis es la relación que mantienen las fibras nerviosas en los lugares en que entran en contacto. El arco sináptico facilita la unión entre los nervios sensoriales y motores, salvando la distancia que separa a estas estructuras neurológicas mediante una transmisión especial de energía que aún no ha sido caba 1 mente comprendida. El uso metafórico de la palabra sinapsis centra nuestra atentión en el funcionamiento sensoriomotor unificado, tal como lo representa la conciencia y expresión. Los distintos métodos terapéuticos difieren entre sí en cuanto a la manera de unir estos dos aspectos, pero la mayoría de ellos, si no todos, se caracterizan por poner de relieve los procesos interiores del indivi-. duo, incluyendo a veces la sensación junto a la expresión. Ciertos terapeutas aseguran no 'tener interés alguno en los procesos internos ('entre " ellos se cuentan los que practican el condicionamiento operante), pese a lo cual indagan tina y otra vez a los pacientes para ·averiguar cómo
experimentan la ansiedad. La mayoría de los terapeutas coincidirían conmigo en que si se pidiera a un paciente, poi ejemplo, que describie· se sus sentimientos cariñosos hacia su madre en el momento en que esta lo ponía a dormir, su. descripción s.urtiría más efecto, .ta1;1to en él cu~n!o en su interlocutor; st fuera consaente de tales sentlmlentos. Summlstrándole instrucciones oportunas, el sujeto puede tomar conc~encia de muchos fenómenos sensoriales simultáneos con su hablar. Puede tener el cuerpo húmedo o acalorado, sentirse ágil o víctima de una molesta comezón, etc. La aparición de tales sensaciones incrementa el poder restaurativo del relato, ya q1,1e merced_aJaunión.de_sentimientos y palabras resultante se convie~te en_ una confirmación má!l_ID!:.ontroyertible de una experiencia amorosa del pasado. La indagación de l~s sensaciones no es, d~sde .luego, n~eva en psi~ol_?gía. Wilhelm Wundt vtslumbr6 que la expenencta sensonal era el C1mlento y raíz que generaba todos los sentimientos ~uperiores, pero sus inv~s tigaciones y las de muchos otros nunca tuvteron el sabor ?umanísttco que atrae al psicoterapeuta. Sin embargo, .muchas co.ncepaone~ humanísticas recientes proclaman una revaloraaón de la ~portanaa de 1!' sensación. Schachtel, entre otros, ha puesto de maniftesto el denominador común que vincula al niño 'Y al adulto en su experiencia de la sensación primitiva, primaria, bruta: «Si el adulto no emplea su facultad de distinguir ( ... ) su sensación de calor agradable ( ... ) de la percepción de que se trata del calor del aire o del agua ( ... ) y se entrega en cambio a la pura sensación en sí misma, experimenta una fusión de placer y propiedad sensorial que se asemeja probablemente a la experiencia infantil ( ... ) El acento no está colocado en objeto alguno sino totalmente en la sensación» [1959, pág. 125]. El tono sensorial del niño es el paradigma de la _pureza de la experiencia sensorial. Aunque las sensaciones se vuelven más confusas a lo largo de los años, no siempr~ las experienci~s t7mpra!l~s. son meramente infantiles. En nuestra busqueda de reahzaaón, dir1g1mos gran parte de nuestras energías a la recuperación de las posibilidades existenciales tempranas. La primitiva inocencia de la sensación ha sido neutralizada por fuerzas sociales que dicotomizan a niño y adulto en dos seres totalmente separados. No obstante, el adulto no es simplemente aquello que sustituye al niño, sino más bien el resultado de una serie de agregados que no neces~riamente convierten e~~arácter de .la niñez en ~go irrelevante. Un senttdo análogo al de un nmo puede onentarnos y Vltalizamos aun frente a realidades nuevas. Como dijeron Perls, Hefferline y Goodman refiriéndose a la recuperación de los recuerdos del pasado, «el contenido .de.JL~~ecobrada ca_rece_ d_e__ i!!!Eortancia, pero e~_ cambio la tienen y muc~ISeiífiñllelftcqr·~:~~nfucl.J.ñiáñtiliis con que se la vivió. Los sentllPJ_c;Q~Qsiñfmtllesii!ison.impQ[t@!1tes como pasada ue debe r e ~.:~e sino por consti!tJ:ir 11lgunas. de las más 6~.QD~po ~!~I1Cl~} ~~es 911e ~eli~ñ rc:cobrarse para la vida adul!a:. es\?ºIHalJ~tdad, tmagtnacton, conctencta directa de las cosas, y mantpula~Ón» [ 1951, ' pág. 297]. Informes procedentes de personas que ingieren habitualmente ácido lisérgico ponen de relieve, asimismo, la primac{a de la sensación. Alan Watts sostiene que en tales circunstancias advierte modificaciones .en su p~rcepción de cosas tan co~unes como «un rayo de sol sobre el piso
de la habitación, las vetas de la madera, la textura de las prendas de hilo o el sonido de las voces que se escuchan al otro lado de la calle. Mi experiencia -agrega- no ha sido nunca la de una deformación de tales percepciones, como ocurre cuando nos miramos en un espejo cóncavo, sino más bien que cada una de ellas se vuelve (para decirlo con una metáfora) más resonante. El agente químicp parece proporcionar a la conciencia una caja de resonancia ( ... ) para todos los sentidos, de modo tal que la vista, el tacto, el gusto, el olfato y la imaginación se intensifican como la voz de alguien que canta mientras está en la bañera» [ 1964, pág. 120]. Los psicoterapeutas podemos suministrar también a los pacientes, a nuestro modo, una caja de resonancia, como describiré a continuación. Podemos empezar clasificando toda la gama de experiencias humanas en dos grupos: las experiencias culminantes y las experiencias constitutivas. Las primeras existen en forma compuesta: se trata de un acontecimiento global y u.nitar:o, de primordial importancia para el individuo. Mientras escribo estas líneas, por ejemplo, el acto de escribir es la culminación de toda una vida de experiencias conducentes a este momento y que forman parte de la estructura compuesta del escribir. Por lo demás, cada movimiento de mis dedos, cada uno de mis movimientos respiratorios, cada idea tangencial, cada variante producida en mi atención, en mi confianza, en mi claridad y celo se unen para integrar la experiencia compuesta «Yo escribo». No obstante, cada u.na de las experiencias anteriores son elementos constitutivos de esta última; con frecuencia no se les presta atención, pero si se examina su existencia y si se descubre su relación con respecto al suceso culminante, la experiencia puede verse realzada. Tal es lo que ocurre con el gourmet que prueba una salsa: supuestamente, descubre la calidad del gusto en la totalidad, como experiencia íntegra; sin embargo, también analiza ese gusto más sutilmente para identificar los ingredientes que componen la salsa: ciertas hierbas, un vino conocido, una determinada proporción de manteca, etc. Esta toma de conciencia lo enriquece, permitiéndole alcanzar una nueva dimensión en su experiencia gustativa. El análisis y la nueva síntesis establecen un movimiento rítmico entre la destrucción del gusto total y su recreación. Esta reverberación entre destrucción y recreación se sucede una y otra vez, contribuyendo a intensific'ar el gusto resonante. De la misma manera, al explorar nuestras sensaciones interiores, podemos identificar aquellos elementos constitutivos de las experiencias cotidianas que forman la sustancia de .nuestra vida. El-enriquecimiento se produce cuando hay mayores posibilidades para la aparición, sobre el trasfondo de nuestro conocimiento, de las partes subyacentes o componentes. ~a aventura implícita en la accesibilidad ilimitada de la experiencia, y las fluctuaciones entre la experiencia sintética y las p~tes elementales de nuestra existencia, ofrecen una actividad dinámica y apasionante y en continua renovación de sí misma. Para recuperar este proceso dinámico con frecuencia es menester una minuciosa tarea, muy semejante a la que implica volver a caminar tras . haber sufrido una enfermedad. La concentración es una de las técnicas ~ tendientes a recuperar la sensación. Todo el mundo sabe que para hacer bien las cosas es preciso concentrarse, no obstante lo cual las reco-
mendadones al respecto suelen parecer demasiado vagas, gen'erales y moralizadoras. Ahora bien: la concentración puede constituir un modo específico de actuar, que entrañe prestar estrecha atención al objeto concreto de interés. Debe ser aguda y estar focalizada en un solo objeto. Si se cumplen estas condiciones y se dirige la concentración hacia las sensaciones internas, pueden producirse hechos notables, análogos a los deriva,.dos de la hipnosis, las drogas, la privación sensorial, los estallidos heroicos y otras situaciones que sacan al individuo de su marco de referencia habitual. Si bien la concentración no'suele ser tan poderosa como ellas en sus resultados, tiene la gran ventaja (en lo que atañe a Ía intensificación de la experiencia) de que el sujeto puede volver fácilmente a los actos y formas de comunicación ordinarios. Puede, por ejemplo, iniciar o suspender otros modos de interacción -el diálogo, la representación de roles, la fantasía, la elaboración onírica, etc.-, lo cual hace que la significación de la experiencia para la conciencia cotidiana sea más prontamente aceptada. Pasando ahora a la situación terapéutica en sí, describiré el papel que en ella cumplen las sensaciones, teniendo presentes tres propósitos terapéuticos: 1) el aumento de la r~alización personal; 2) la facilitación del proceso de elaboración, y 3) la recuperación de experiencias del pasado. En primer lugar, con respecto a la realización personal, parece haber dos tipos de individuos: los orientados hacia la acción y los orientados hacia la toma de conciencia. Ambos pueden vivir una vida plena si ninguna de esas orientaciones excluye a la otra. La persona orientada hacia la acción que no tiene grandes obstáculos para tomar conciencia de la experiencia estará en condiciones, por medio de sus actos, de activar su experiencia de sí mismo: el nadador profesional, por ejemplo, descubrirá tal vez muchas y muy intensas sensaciones internas, y también el administrador comercial a quien se pone al frente de una nueva compañía. La persona orientada hacia la toma de conciencia advertirá que, en la medida en que no deje de lado la acción, su conciencia lo encaminará a ella: el psicólogo escribirá un libro o fundará una nueva organización, el individuo inquieto se trasladará a otra ciudad, el que siente deseos sexuales podrá concretarlos. Las perturbaciones psicológicas aparecen cuando falla el movimiento rítmico establecido entre conciencia y expresión. Daré un ejemplo. Una persona orientada hacia la acción -un hombre de negocios que tenía mucho éxito en su actividad:._ vino en busca de terapia porque no se sentía realizado en su vida. Sujeto de una energía y vitalidad poco habituales, necesitaba sacar provecho de cada segundQ y se impacientaba si, en algún instante, dejaba de hacer cosas productivas. La acumulación de sensaciones le era insoportable; siempre estaba a la vanguardia de sí mismo, descargando prematuramente esas sensaciones a través de la acción o del planeamiento de la acción. En consecuencia, tenía grandes dificultades para saber «quién soy». Durante las primeras diez sesiones hablamos largamente e hicimos algunas incur· siones preliminares en su experiencia interna, inclusive ciertos experimentos de toma de conciencia y algunos ejercicios respiratorios. Un día que le solicité que cerrara los ojos y se concentrara en su experiencia inter!'la, comenzó a experimentar una gran calma interior y un sentí-
miento de unión con respecto a los pájaros que trinaban del otro lado de la ventana. A ello siguieron muchas otras sensaciones, que, según me dijo después, prefirió guardar para sí, pues describirlas hub1era significado una ruptura de sí mismo, una valoración sensata pero atípica de los sentimientos en lugar de la productividad. En cierto momento viendo que su abdomen no participaba de sus movimientos respirato: ,ríos, le pedí que hiciera mayor uso de él, en lo· cual no tuvo ningún i?c_onveniente. Al hacerlo comenzó a sentir que su respiración era más hv1ana y que estaba dotado de un calmo vigor, a distinción del vigor· lleno de impaciencia con el que estaba familiarizado. En verdad, él mis-' mo pudo explicar la diferencia entre ambos tipos de vigor, diciendo que se sentía como un automóvil al que acabara de sometérselo a una afinación. Dejó entonces el tratamiento afirmando que había recobrado un eslabón perdido de su vida. Sentía haber experimentado el tiempo en lugar de haberlo desperdiciado. Ilustraremos nuestro segundo objetivo terapéutico, la facilitación del proceso de elaboración, mediante la historia de una mujer que ocupa desde hace poco un cargo directivo en una fábrica de juguetes. Su secretaria, que había trabajado muchos años en su departamento era una mujer desorganizada y dominante; mi paciente advirtió qu; ella era la causante de gran parte de los inconvenientes que tenía antes el departamento, y le impuso ciertas obligaciones. Este fue un duro golpe para la secretaria, quien de pronto pareció haberse transformado en una «niña abandonada». Mi paciente creía ahora estar sentada frente a frente con otra parte de sí misma; ella y su hermano habían nacido en un barrio pobre de Nueva York y habían sido, de hecho, niños abandonados; pero como ella había alimentado siempre a su hermano, que era más pequeño, solamente a este lo había considerado tal. A lo largo de su vida, esta mujer había protegido a personas desamparadas y representado ella misma, alternativamente, el papel de desamparada. En nuestra conversación, se fue dando cuenta de que yá no quería ser una desamparada y de que, en el enfrentamiento con su secretaria había aceptado la posibilidad de desembarazarse de la «niña desamparada» que había dentro de ella y convertirse así en una mujer cabal. Mientras hablaba sobre este asunto le iba cambiando la mirada, que era ahora una mezcla de absorción e introspección alerta que iba dejando paso al desconcierto. Cuando le pregunté qué sentía, me respondió sorprendida que sentía como si le estuvieran apretando los pulmones y las piernas. Se concentró en esas sensaciones, y tras un breve silencio volvió a mostrarse sorprendida y a decir que ahora tenía esa sensación en la vagina. Le pedí que prestara atención a tal sensación, y así lo hizo. Volvió a concentrarse y a poco su rostro se iluminó y afirmó que la sen sación se estaba yendo. Luego pareció experimentar una súbita sorpre· sa y una sensación profunda sobre la cual no dijo palabra, estallando en cambio en un paroxismo de gritos mientras pronunciaba el nombre de su amado, con quien había mantenido por primera vez una intensa relación de intercambio mutuo. Cuando alzó el rostro, exhibía una gra~ b~lleza e integridad. Al continuar la conversación, advirtió la importancm del enfrentamiento con su secretaria -a quien despidió posteriormente- y del redescubrimiento de sus afectos con respecto a las personas desamparadas, pero supo que su avance más profundo había
provenido del descubrimiento de la sensación en la vagina. El despertar subsiguiente de sus. palpables sentimientos de ~feminidad dio carácter concreto -y por ende, un principio de resolución- a problemas que de otro modo solo habrían sido verbalizados. Por último, la recuperación de las sensaciones cumple con un tercer propósito, que es la recuperación de sucesos del pasado. Cuando desaparecen las barreras y una nueva estimulación interna impulsa al individuo a completar los asuntos pendientes, este completamiento se produce en forma natural. Gracias al psicoanálisis -que por lo demás difiere de la terapia guestáltica en muchos aspectos conceptuales y técnicos-, el retorno del pasado olvidado se ha convertido en una expectativa corriente en psicoterapia. Si bien durante la terapia se habla mucho del pasado, estos recuerdos no están, con frecuencia, acompañados de sensaciones profundas. La situación que expondré a continuación ejemplifica de qué manera las sensaciones, y no las meras palabras, . pueden abrir el camino hacia un acontecimiento del pasado. Una mujer cuyo marido había muerto diez años atrás se había referido a la relación con él pero sin adquirir nunca un sentido de la profundidad de su experiencia común. Durante una sesión se produjeron una serie de tomas de conciencia, inclusive una sensación de comezón en la lengua, de tensión en los hombros y espalda, y de ardor seguido de humedad en torno de los ojos. Después de una prolongáda serie de tales exper~encias, tomó profundo aliento y advirtió que estaba a punto de llorar. Creía tener los ojos llenos de lágrimas y una sensación indescriptible en la garganta. Tras una larga pausa, sintió una picazón en la que se concentró durante bastante rato. Cada nueva sensación iba acompañada de un largo silencio y concentración interior, que duraban varios minutos. El silencio, unido a la concentración focalizada, tiene por efecto realzar la intensidad de las sensaciones. Pronto la picazón se le hizo extensiva a varios sitios del cuerpo; pese a la dificultad que tenía la paciente para sopottarla sin rascarse, lo logró. En cierto modo la divertía esa sorprendente propagación de su picazón, pero también empezó a sentirse triste y frustrada nuevamente, como si quisiera llorar. Aludió a una irritante experiencia que había vivido la noche anterior en casa de sus padres, donde no pudo demostrar su molestia. Luego, sintió una hinchazón en la garganta, y tras concentrarse en ella por un rato, comenzó a sentir palpitaciones. El corazón empezó a latirle con violencia, y esto le provocó gran ansiedad. Verbalizó las palpitaciones pronunciando «pam, pam, pam» y al punto experimentó un fuerte dolor en la parte superior de la espalda. Siguió a ello una larga pausa, en la que se concentró en su dolor de espalda, después de lo cual dijo con considerable tensión: «Ahora recuerdo esa horrible noche en que mi marido tuvo su primer ataque al corazón». Volvió a hacer una pausa prolongada, durante la cual exhibió gran tensión y absorción, y posteriormente dijo, en un susurro, que estaba haciendo consciente otta vez el dolor, la ansiedad y la experiencia de esa noche en su conjunto. En este punto se abandonó a unprofundo y sentido llanto, que duró alrededor de un minuto. Cuando acabó de llorar, alzó la vista y dijo: «Creo que todavía lo extraño». La vaguedad había desaparecido y pude experimentar la realidad e integridad de su relación con el marido. La c~ra transformación de la superficialidad en profundidad fue pro-
ducida, en apariencia, por el aumento gradual de la sensación merced a la concentración y la toma de conciencia de sí misma, dejando que fueran sus propia!': sensaciones, antes que sus ideas o explicaciones, las que condujeran el proceso. En síntesis: el concepto de experiencia sináptica brinda un fundamento a la importancia de la sensación para vivir bi~n, y acentúa el valo,. de la oscilación rítmica entre la toma de conciencia y la expresión. Aunque el descubrimiento por parte del individuo de sus propias sensaciones no es más que una parte de la metodología terapéutica total, cuando asume relevancia puede promover en él una experiencia de realización, contribuir al completamiento del proceso de elaboración y estimular la recuperación de acontecimientos del pasado.
Referencias- bibliográficas Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P,, Gestalt therapy, Nueva York: Dell, 1951. Schachtel, E., Metamorphosis, Nueva York: Basic Books, 1959. (Metamorfosis, México: Fondo de Cultura Económica, 1962.) Watts, A., «A psychedelic experience: factor fantasy», en D. Solomon, ed., LSD, the consciousness expanding drug, Nueva York: Putnam, 1964.
6. La teoría paradójica del cambio Arnold R. Beisser
Durante cerca de medio siglo -la mayor parte de su vida profesionalFrederick Perls vivió en conflicto con los sistemas psiquiátricos y psi~ cológicos establecidos. Trabajó sin concesiones en su propia orientación lo cual le llevó a librar frecuentes combates contra los representan~ tes de concepciones más convencionales. Sin embargo, en los últimos años Perls y su terapia guestáltica han llegado a armonizar con una porción cada vez mayor de la teoría vinculada con la salud mental y de la práctica profesional. E1 cambio producido rio obedece a que Perls haya modificado su posición (aunque su obra sufrió algunas transformaciones) sino a que las tendencias y conceptos en este ámbito se han .! ' aproximado a él y a su obra. En el conflicto que mantuvo Perls con el orden vigente se halla la simiente de su teoría del cambio. Aunque él no la delineó explícitamente, esta teoría forma el sustrato de gran parte de su obra y está implícita en la práctica de las técnicas guestálticas. La llamaré teoria paradójica del cambio, por motivos que resultarán evidentes. Brevemente enunciada, dice así: el cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. El cambio no tiene lugar merced al intento coactivo realizado por el individuo para cambiar o por otra persona para cambiarlo, pero sí tiene lugar cuando aquel invierte tiempo y esfuerzo en ser lo que es --en entregarse plenamente a su situación actual-. Al rechazar el papel de agentes del cambio posibilitamos un cambio significativo y metódico. ' El terapeuta guestaltista rechaza su papel de «cambiador», pues su táctica consiste en estimular, incluso insistentemente, al paciente para que sea lo que es y en el lugar en que lo es. Cree que el cambio no tiene lugar por el «intento», la coacción o la persuasión, ni tampoco merced al insight, la interpretación o algún otro medio semejante; sostiene, por el contrario, que el cambio puede producirse cuando el sujeto abandona, siquiera por el momento, la idea de lo que quisiera llegar a ser e intenta ser lo que es. La premisa es que uno debe pararse en un lugar con el fin de tener una buena base para moverse, y que sin esa base es difícil o imposible todo movimiento. La persona que acude a la terapia en busca de cambio está en conflicto con dos fuerzas intrapsíquicas antagónicas, por lo menos. Se desplaza constantemente entre lo que él «debería ser» y lo que supone que «es» sin identificarse cabalmente con ninguno de los dos aspectos. El tera~ peuta guestaltista le solicita que se entregue plenamente a sus roles en forma sucesiva; le pide simplemente que sea lo' que es en ese mi~mo momento. El individuo va en busca del terapeuta porque desea cambiar. Muchos terapc:utas aceptan este objetivo como legítimo y se lanzan por varios
medios a la tentativa de cambiarlo, estableciendo así lo que Perls denomina la dicotomía «del opresor y el oprimido». El terapeuta que procura ayudar al paciente se aparta de la situación igualitaria (aunque su meta e;. que el paciente llegúe a ser su igual) y se convierte en el experto con;...cedor, mientras su paciente queda transformado en la persona desvalida. El terapeuta guestaltista supone que la dicotomía mencionada ya existe dentro del sujeto, que una de las. partes trata de cambiar a la otra y que él como terapeuta debe evitar verse atrapado en uno de esos roles. Con el fin de eludir esta trampa, estimula al paciente para que acepte ambos roles como propios, en forma sucesiva. · El terapeuta analítico, por el contrario, emplea elementos tales como los sueños, las asociaciones libres, la transferencia y la interpretación para lograr un insight que, a su vez, pueda originar un cambio. El terapeuta conductista recompensa o castiga una conducta con vistas a modificarla. El guestaltista cree que debe alentarse al paciente a hacer suyo todo lo que esté experimentando en ese momento, sea ello lo que fuere. Piensa, con Proust, que «para curar un sufrimiento es preciso experimentarlo plenamente». El terapeuta guestaltista piensa por añadidura que el hombre es, en su estado natural, un ser único y total, no fragmentado en dos o más partes opuestas. En su estado natural, experimenta un cambio constante, fun· dado en la transacción dinámica entre el sí-mismo y el ambiente. Kardiner ha observado que al desarrollar su teoría estructural de los mecanismos de defensa, Freud transformó los procesos en estructuras (p. ej., el proceso de rechazar en el rechazo). El terapeuta guestaltista concibe el cambio como una posibilidad cuando ocurre lo contrario, vale decir, cuando las estructuras son transformadas en procesos. En tal circunstancia el individuo está abierto a un intercambio participante con su ambiente. Si los sí-mismos aLenados y fragmentarios de un individuo adoptan roles separados y compartimentalizados, el terapeuta guestaltista fomenta la comunicación entre los roles; puede solicitarles de hecho que hablen entre sí. Si el paciente plantea objeciones a esto o exhibe un bloqueo, el terapeuta le pide simplemente que se entregue plenamente a la objeción o al bloqueo. La experiencia demuestra que cuando el sujeto se identifica con los fragmentos alienados, se produce la integración. De esa manera, siendo -plenaq1ente- lo que es, puede llegar a convertirse en alguien distinto. El propio terapeuta no procura cambiar sino solamente ser lo que él es. Los esfuerzos realizados por el paciente para que el terapeuta se ajuste a alguno de sus estereotipos acerca de la gente -v. gr., para que sea una «persona que ayuda», o un «opresor»- crea cofiflictos entre ambos. Se llega a término cuando cada uno de ellos puede ser él mismo y mantener a la vez íntimo contacto con el otro. También en el terapeuta se promueve un cambio mientras procura ser él mismo delante de otra persona. Este tipo de interacción mutua genera la posibilidad de que un terapeuta alcance mayor eficacia cuanto mayores sean sus cambios, pues al estar abierto al cambio probablemente ·' ejerza máxima influencia sobre el paciente. ¿Qué es lo que ha sucedido en los últimos cincuenta años para que
esta teoría del cambio, implícita en la obra de Perls, sea juzgada ahora aceptable y valiosa y haya llegado a ser corríente? Las hipótesis de Perls. no han cambiado, pero la sociedad sí. Por primera vez en la historia, el hombre se encuentra en una situación tal que, en vez de tener que adaptarse a un orden vigente, debe ser capaz de adaptarse a una serie de órdenes cambiantes. Por primera vez en la historia de la humanidad, la duración de la vida individual es mayor que el lapso necesario para que tengan lugar cambios sociales y culturales fundamentales. Además, la rapidez con que se producen tales cambios es cada vez mayor. Las terapias que apuntan al pasado y a la historia del individuo lo hacen en el supuesto de que una vez que este haya. resuelto los problemas vinculados con un suceso traumático personal (por lo general acontecido en la infancia o la niñez), estará preparado para hacer fre.lte al mundo durante todo el resto de su vida; pues se considera que el mundo es un orden estable. En la actualidad, empero, el :tJroblema es discernir cómo está ubicada una persona con respecto a una sociedad en transformación. Enfrentada con un sistema pluralista, multifacético y cambiante, queda librada a sus propios recursos para encontrar la estabilidad. Debe hacerlo medi"ahte un método que le permita moverse en forma dinámica y flexible con los tiempos, sin perder, a la vez, el giroscopio central que la guíe. Ya no puede hacedo apelando a ideologías, que devienen caducas, sino que debe recurrir a una teoría del cambio, explícita o implícita. El objetivo de la terapia no es tanto desarrollar un buen carácter fijo sino la capacidad de moverse con los tiempos al par que se conserva cierta estabilidad individual. Además del cambio social, que ha hecho que las necesidades contemporáneas armonizaran con su teoría del cambio, la propia tenacidad de Perls y su renuencia a ser lo que no era le permitieron estar en condiciones para sumarse a la sociedad cuando la sociedad estuvo en condiciones de acogerlo a. él. Perls debió ser lo que era a pesar de la oposición de la sociedad -o quizás incluso a causa de 'ella-. No obstante, a lo largo de su vida llegó a integrarse con muchas de las fuerzas profesionales actuantes en •u campo, de la misma manera que el paciente puede integrarse co::~ las partes alienadas de sí mismo merced a una terapia eficaz. En la actualidad, el ámbito de preocupaciones de la psiquiatría se ha extendido más allá del individuo, a medida que se hizo evidente que el problema fundamental que nos aguarda es el desarrollo de una sociedad que brinde su apoyo a la individualidad del individuo. Tengo la convicción de que la teoría del cambio que aquí esbozamos es aplicable. también a los sistemas sociales, que dentro de estos últimos el cambio ordenado se alcanza mediante la integración y el totalismo, y que la función principal del agente de cambio social es trabajar dentro de una organización, de modo tal de estar sujeto a un cambio congruente con el mudable equilibrio dinámico que existe dentro y fuera de dicha organización. Ello exige que el sistema tome conciencia de los fragmentos alienados internos y externos, a fin de incorporarlos a las actividades funcionales básicas por medio de procesos análogos a la identificación en el individuo. En primer lugar, se produce dentro del sistema 4t conciencia de que existe un fragmento alienado; luego, se acepta
dicho fragmento como el producto legítimo de una necesidad funcional que es movilizada en forma explícita y deliberada, y a la que se otorga la facultad de operar como fuerza explícita. Esto, a su vez, promueve la comunicación con otros subsistemas y facilita un desarrollo integrado y armonioso del sistema en su conjunto. Dado que la aceleración que sufre el cambio lleya un ritmo exponencial, encontrar un método ordenado para el cambio social es decisivo para la supervivencia de la humanidad. La teoría del cambio aquí propuesta tiene sus raíces en la psicoterapia; fue elaborada como resultado de relaciones terapéuticas diádicas. Sugerimos, empero, que los mismos principios rigen para el cambio social, que el proceso de cambio individual no es más que un microcosmos del proceso de cambio social. Los elementos discordes, no integrados, antagónicos constituyen una amenaza fundamental para la sociedad así como para el individuo. La compartimentalización de viejos y jóvenes, ricos y pobres, negros y blancos, profesionales y empleados, etc., separados entre sí por barreras generacionales, geográficas o sociales, representa un peligro para la supervivencia de la humanidad. Debemos encontrar procedimientos para vincular a estos fragmentos compartimentalizados entre sí, en calidad de niveles de un sistema de sistemas integrado y participante. La teoría paradójica del cambio aquí propuesta se funda en las estrategias formuladas por Perls en su terapia guestáltica. A mi juicio, ellas son aplicables a la organización y desarrollo comunitarios y a otros procesos de cambio compatibles con el marco político democrático.
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Segunda parte. Técnicas de la terapia guestáltica
En toda actividad terapéutica, las técnicas o procedimientos curativos ocupan un lugar central. Ellos proceden de dos fuentes: en parte, de los fundamentos teóricos de una «escuela» o enfoque específicos; en parte, de las inte'racciones en que participa el terapeuta durante el tratamiento, donde prevalece la exigencia de «hacer que pase algo». Periódicamente, como fruto de su aburrimiento, frustración, desesperación, inspiración o creatividad, un terapeuta inventará nuevos procedimientos o enfoques. Si resultan aplicables, los hará extensivos a otros pacientes y comenzará a elaborar una fundamentación racional o teoría. En consecuencia, las técnicas alimentan a las teorías y· se alimentan de ellas. Si son transmisibles y les resultan útiles a otros terapeutas, surge un enfoque específico. Tanto las técnicas que crea un terapeuta como las que adopta de otros deben exhibir cierto grado de congruencia con su estructura de personalidad para que pueda emplearlas de modo eficaz. El terapeuta que está en condiciones de emplear con eficacia las técnicas guestálticas prefiere por lo general la actividad a la pasividad, acepta el poder pero no necesita de él para su gratificación personal, muestra firmeza y seguridad en sus actos, gusta de improvisar en lugar de atenerse a un plan fijo, no tiene excesivo temor a las explosiones emocionales intensas y puede apelar a sí mismo y a sus reacciones afectivas sin tener demasiado miedo de quedar desprotegido. Las personas con gran monto de procesos cognitivos o «de computadora», las que prefieren mantener una distancia afectiva, las que tienden 'a ser conservadoras, las que prefieren reflejar o «seguir» las respuestas del paciente o las que carecen de conciencia de su propia experiencia encuentran mayores dificultades con tales técnicas. El uso de las técnicas guestálticas permite gran flexibilidad. Quizá su mayor contribución redda en que son empleadas en grupos que se reúnen diariamente, durante un fin de semana o una vez por mes y en los cúales su variedad, fuerza e inmediatez hacen que los miembros rápidamente .. se sientan partícipes, promoviendo un pronto «conocimiento»· de los demás y un vívido cambio en la personalidad. Poseen también considerable valor para la terapia individual de largo plazo, y pueden ser"utilizadas, con las precauciones de rigor, con una amplia gama de personas y para una gran variedad de problemas. (Por ejemplo, en los capítulos que siguen se describen procedimientos terapéutí::os con niños y adultos, con personas normales, neuróticas y psicóticas, con pacientes individuales, grupos o familias.) Es posible emplearlas en fructífera combinación con varios otros enfoques. Por último, permiten que el terapeuta las aplique a sí mismo, y, si esnece.• sario, a sus colegas. Sin embargo, es menester abordarlas con . cuidado y cabal respeto por su capacidad de ejercer poderosos efectos. No pre-
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tendemos ni esperamos que el lector de esto~ artículos, aun cuando sea un experto terapeuta, se convierta en u.n «guestaltista» sin antes haber experimentado personalmente el método y haber recibido instrucción con respecto a él; tampoco es en absoluto nuestra intención hacer de ellos un «recetario» para los novatos. Tradicionalmente,- el tema general de las técnicas ha estado asociado siempre con un cierto número de problemas; analizaremos brevemente cinco de eflos, haciendo referencia a los artículos en que se los examina con mayor detalle. En líneas generales, el carácter directo e inmediato de la teoría y práctica de la terapia guestáltica ha contribuido a la simplificación de muchas dicotomías que constituyeron persistentes problemas para los psicoterapeutas. Incongruencias ehtre la teoría y las técnicas. Comenzando por Freud, muchas teorías acerca de la terapia parecen guardar un vínculo apenas remoto con la actividad concreta del terapeuta. Por ejemplo, si para el psicoanálisis el núcleo de la inadaptación es de índole :nstintiva y sexual, y los problemas son originados en parte por la naturaleza básica del ~om?re y en parte por impulsos bloqueados y deformados por las expertenctas del pasado, de ello no se desprende en forma directa que la adaptación se logrará coffio fruto de. una comunicación verbal con un terapeuta relativamente irresponsivo, en una . situación muy restringida. De manera análoga, mientras Fromm sostenía en sus obras más importantes que el origen de los problemas del hombre se en• cuentra en la estmctura económica y política .de la sociedad, procuraba t~atar esos m~les media?te la terapia individual. En la terapia guestálttca, en cambto, la teorta de que los problemas de la gente provienen de su falta de conciencia y de la forma en que bloquean esta última lleva directamente al terapeuta a centrar su atención en esta esfera y a. su~erir ideas, tareas o ejercicios destinados, ora a promover la con"' ctencta en general, ora a ayudar a un individuo con respecto a sus evitaciones específicas. Asimismo, los problemas o preocupaciones formulados por el paciente se traducen en forma directa en la situación terapéuti~a, y son esencialmente demostrados en lugar de ser simplemente descrtptos. Discrepancia entre las técnicas artificiales y la respuesta genuina. Esta cuestión se aborda en varios de los capítulos que siguen, en especial en los de Fagan, Cohn y Kempler. Dicho en pocas palabras, el terapeuta guestaltista sigue las mismas instrucciones que da al paciente ateniéndose a su propia conciencia. Con gran asiduidad y sin un esfuer: zo deliberado de su parte, su conciencia se centrará en las palabras pronunciadas por el paciente, sus movimientos, el tono de su voz, etc. A medida· que advierte discrepancias, las traducirá casi automáticamente en sugerencias y· experimentos destinados al paciente. Si este las rechaza o se resiste a ellas, o si el terapeuta responde con aburrimiento irritación o perplejidad, su atención se desplazará de aquel a sí mismo: pasando entonces sus propias experiencias a ocupar el centro del tablado de su conciencia. Debe entonces encontrar el modo de resolver tales experiencias; sea mediante el apartamiento, la verbalización etc. lo cu~ integra habitualmente un mismo proceso con la ayuda bri~dacb al pactente para que avance un paso más en su toma de conciencia. Si el tetapeuta sigue sintiéndose bloqueado, aplicará consigo mismo pro-
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cedimientos semejantes a los que podría sugerir al paciente. Si durante terapia sale c.on fuerza a la superficie· un recuerdo, broma, experiencta personal o tdea, es probable que el terapeuta decida compartirlos tal com se h~ce corrientemente en tales casos. En síntesis: el terapeuta ~estalttsta ptensa que sólo puede ser lo que es en una situación determ:!llada, y que los procedimientos que sugiere al paciente son los mis-· mos que él debe ~eguir. No experi~enta casi dicotomía alguna, y considera que el conflicto entre las técntcas y la autenticidad, que ha dado .lugar a tantos acalorados debates en otros enfoques terapéuticos es prácticamente un problema del pasado. ' Insistencia en el material histórico por oposición a los acontecimientos presentes. Como sostuvo Naranjo en la primera parte del volumen y vuelve a· sostener Enright ~n ~~ta, . el énfasis guestáltico en el ahora suele promover recuerdos stgntftcattvos y cargados de emociones. En tal caso, el pasado s.e vuelve presente mediante el empleo del tiempo presente en la locuctón y la representación de las interacciones. En la técnica guestáltica suele ser tabú permitir que se haga simple referencia verbal a los sucesos del pasado. . Diferenc;ia de status y d~stancia en~re. terapeuta y paciente. El terapeuta guestalttsta es un profestonal espectahzado y como tal se considera pero esto no implica que _juzgue al paciente inferior o diferente. Comprende que los roles de pactente y terapeuta son virtualmente intercambiables y, de hecho, en muchas ocasiones ha visto cómo él mismo tuvo q~ luchar contra sus propios bloqueos y asuntos pendientes. Además se muest~a m~s, que dispu~sto a limitar los roles de paciente y terap~uta a la sttu.acton terapeuttca, y una vez fuera de ella responder a los de~ás e tnteractuar con ellos sobre la base de su condición personal y soctal -no obstante lo cual le es imprescindible evitar todo contacto con la persona incapaz de dejar tras de sí la posición de paciente-. En los grupos, el terapeuta establecerá a veces una distinción artificial ya ~ue por lo general tiene en mente orientaciones o procedimiento~ parttculares para trabajar con un determinado paciente· si otro miembro. del gr~po insiste en «Ífl:troducirse» para ofrecer ~u ayuda, se le PC:dtrá gent.ilmente que .se re.t!re o que ~alice sus propias proyecciones. Dtscrepancza entre ~a sztuaczon terapéutzca y la «vida real». Si bien la estructura y los límttes de la terapia establecen ciertas diferencias entre ella y otros aspectos de la vida, la experiencia no es algo artificial ni remoto. NaranJo se ocupó ampliamente de este problema en la primera . parte. ~ntre los art!c.ulos que si~en, «Las tareas del terapeuta», de Fagan, tntenta espectftcar las hab~t~a.~es que .deb~ poseer y caracterís~cas que debe reuntr el t~rapeuta, c!ivtdtendolas en <:tnco categorías: pautamiento, con!rol, pote,pcta, humantdad y compromtso. Fagan analiza las contribuclOn~s. de varios enfoques terapéuticos con respecto a estas categorías Y las diftcu~tades q~e. se les plantearon, como así también los aportes de la terapta guestalttca. En e! capítulo_ ti~ulado «Técni~as de la terapi~ guestáltica», Enright des~r~be los obJ~ttvos y estrategta, las tácticas y técnicas. Comienza por · def1n1r la atenctón y la· toma de conciencia y sugiere que una buena .• manera. de conceptualizar la inadaptación consiste en concebirla como u.na serte de bloqueos en el desarrollo de la toma de conciencia. La 1~
r terapia reside básicamente en reintegrar la atención y conciencia, colocando el acento en ayudar al paciente a que desarrolle su propia aptitud para la resolución de problemas, en lugar de dejar que el terapeuta trate· de resolverlos por él. La conciencia que tiene el terapeuta de los bloqueos e incongruencias del paciente promueve técnicas destinadas, por diversos conductos, a que el sujeto dirija su atención a tales obstáculos. Enright ofrece una serie de excelentes ejemplos y estrategias metodológicas. El individuo bloquea la conciencia de cuatro formas principales: la retroflexión, por la cual se opone a sus deseos, impulsos y modos de comportamiento y los refrena, dejando así asuntos pendientes; la desensibilización de los mensajes sensoriales y físicos; la introyección de los «debes» de los demás, y la proyección de expectativas, críticas, etc. a otras personas. Por último, Enright examina desde el punto de vista guestáltico los seis problemas siguientes: quién es el auténtico agente terapéutico o generador de cambio; quién decide el momento en que debe concluir la terapia; la gama de aplicabilidad de esta última; el trabajo con los sueños; el terapeuta en su calidad de persona, y la utilización del pasado. Laura Perls, centrándose específicamente en los procedimientos guestálticos, responde diversos interrogantes vinculados con su manera de abordar algunos de los problemas típicos presentados por los pacientes, inclusive los vinculados con la motivación, con el contacto físico y con la participación personal del terapeuta. Cohn, en «Terapia de grupo psicoanalítica, experiencia! y guestáltica» recurre a un gran número de experiencias de terapia de grupo para hacer un estudio comparativo de la teoría, objetivos, procedimientos y técnicas de los tres enfoques. El autor incluye sus propias reacciones subjetivas y su observación de las respuestas suministradas por los estudiantes en seminarios y demostraciones de terapia guestáltica. · En «Reglas y juegos de la terapia guestáltica», de Levitsky y Perls, se ofrece un vademécum de sugerencias para incrementar la confrontación directa y la conciencia y para ayudar al paciente a 8,sumir responsabilidad. Estas «reglas» son de aplicación general -aunque no dogmática- en las sesiones guestálticas, siendo recordadas al paciente que se aparta de su letra o espíritu, a quien se corrige en consecuencia. Se describen luego una serie de juegos guestálticos que persiguen diversos propósitos, como infundir ánimo en un grupo, hacer que todos sus integrantes se sientan partícipes o ayudar a individuos determinados. Kempler examina, en «Psicoterapia experiencia! con familias», la utilización de las técnicas guestálticas por parte de un ter.:!peuta que las integra con sus respuestas afectivas personales de un modo directo e inmediatd. Ofrece una fundamentación racional de su enfoque y varios ejemplos de su interacción con familias. En el capítulo titulado «Mary», Simkin pone de manifiesto, con gran habilidad y sutileza, la manera de actuar frente a una mujer pasiva que se «encadena» a sí misma y a los demás al pretender que estos asuman la responsabilidad por ella. Apoyándose cada vez más en sí misma y con una conciencia más vívida de sus bloqueos, reexperimenta un incidente del pasado que demuestra cuáles son sus maniobras internas e interpersonales, tras lo cual queda en condiciones de liberarse y con-
servar su fuerza. En «Técnicas guestálticas aplicadas a una mujer con d!f~cultades e~presivas», F~gan informa acerca de un conjunto de ejercicios y experimentos destmados a prestar ayuda a una estudiante con grandes bloqueos en su expresión oral y escrita. Se incluye a continuación el <
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elaboración les asignó un significadomuy diferente para cada i~dividuo. Por último, Shepherd examina las «Limitaciones y providenctas en el enfoque guestáltico», mencionando las esferas en las ~uales el terap.euta que emplea las técnicas guestálticas debe estar advert~d? de las postbles dificultades o p~ligros que pueden presentarse, y sugmendo las formas de evitar consedt~ncias desagradables.
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7. Las tareas del terapeuta
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Joen Fagan
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Todo profesional es, básicamente, un «resolvedor de problemas», cuya asistencia es solicitada por ciertas personas para reducir sus dificultades o conflictos y para incrementar las posibilidades de alcanzar resultados valorados por ellos. 1 Los terapeuta~1 t!~l?~~íficamet).te, son reclamadQs or individuos insatiSfechos con su ro ia ex eriencia co iento o con os e os ema§....-y en esto pueden estar comprendidas experiencias internas de ansiedad, incomodidad, conflicto o insatisfacción, y conductas externas inapropiadas o insuficientes para las tareas que se tienen entre manos, o que originan dificultades con el resto de la gente-. Los problemas plant~ados al terapeuta pueden ser fundamentales para la persona y exigir amplios c9mbios, o bien periféricos y de pronta solución. Estos problemas son muy variados, pero también io son los terapeutas en lo que atañe a sus procedimientos y a su eficacia con distinto tipo de personas y de casos. Tengo la convicción de que tanto los terapeutas como las técnicas por ellos empleadas serán cada vez más especializados y eficaces, como consecuencia en parte de las investigaciones y en parte del creciente deseo de experimentar con una variedad de nuevas técnicas. Sin embargo, las tareas básicas del terapeuta seguirán siendo las mismas aun cuando tengan lugar muchos cambios. Mi propósito es examinar en este capítulo las tareas o requisitos de la actividad terapéutica, clasificándolos en cinco rubros: pnutamiento, control, potencia, humanidad y compromiso. Resumiré también la contribución de diversos enfoques o «escuelas» con respecto a cada uno de estos rubros, deteniéndome particularmente en la terapia guestáltica.
Pautamiento El terapeuta es, ante t~d.:QL.lJ!l__i!:!_gividl!º--~-PeJ:fiº-t!~ eiabora pautas. Tan pronto se le iñfOrma sobre algún síntoma o se le Iormti1a-\in-pe.:dido de cambio, tan pronto comienza a escuchar y observar a un paciente y a responderle, se inicia un proceso al que denomino pautamiento atternin ) . El término dia nóstico es más corriente, pero ttene la desventaja e evocar a analogía e moddo médico y de implicar que la finalidad del proceso es arribar a una clasificación de la enfermedad. Mejor analogía del proceso de pautamiento la ofrece la 1 Si bien en este artículo nos referimos específicamente a los terapeutas, las tareas descriptas pueden ser aplicables a cualquier grupo de profesionales, con las . liebidas modificaciones y extrapolaciones. ·
creación artística, en la que intervienen a vec:~ la capacidad c~gnitiva, otras la perceptual o la intuitiva, en interacc10n e~~ el matenal y .las demandas del ambíente -como ocurre en la creac10n de un «movtl», en cuyo caso una variedad de piezas o sistemas se interconectan en una . . . . unidad y equilibdp generales. Cuando el terápeuta entra en contacto con el sujeto que sohc1ta. su ayuda, cuenta con un cuerpo de teoría (de naturaleza. en gran m~d1da cognitiva~. con su experiencia previa y con u~a ser1e de . reacc1o?~s personales y de tomas de conciencia que der1van ~e la 1~ter~~c1on establecida y que tienen abundantes elementos afecuvos e mtutttv~s. A partir de este cúmulo de aspectos :-a los que cada terapeuta aslgnará una importancia diversa- com1enza a hacerse una ~dea de .la interacción de sucesos y sistemas que da por result~do u~ ~1erto estll? de vida, que a su vez sirve de base a una pauta smtomatlca ~eterml nada. Con la palabra sucesos aludo a las cosas que le suce~1eron al paciente en el pasado o que le suce~en en ;1 presente; con ststemas a todos los sucesos :ntrelazados qt;te mterac~uap. sobre un .Plano específico de la existenc1a, como los s1stemas bwlog1cos~ los. s1stemas ~e la autopercepción, los sistemas familiares, etc. ~e v1suahza al pac;e.nte como punto focal de muchos si&Jemas, inclus1ve el celular,, h1stor~co, económico, etc. Cuanto mejor pueda aclar~r el terapeuta la mteracc16n total, o advertir los posibles efect?s. de s1st:ma~ que no le ~omp:te? en forma directa (como el neurolog1co), o mtulr l?s nex?s l?terslstemicos en los que existe mayor tensión, mayor sera su ef1cac1a en !ograr un cambio. Podrá actuar en un plano y un pun.to que permita prever el cambio más positivo en los síntomas o confhctos con el mí. nimo esfuerzo, ocasionando a la vez. los menores trastornos a los restantes sistemas. .. Quizás un ejemplo aclare lo anterior. Una madre nos trae a su hlJO, cuyos problemas estomacales lo obligan a faltar f!ecu:ntemen~~ a la escuela. El terapeuta empieza. a .acumular ~3segu1da mfo~macwn de diversa especie. Averigua' lo s1gmente: el mno sufre tamb1én. dolores de estómago cuando tiene que salir de campamento o cua.n~o tlene que visitar a sus parientes; la madre tiene centradas sus act1v1d~d~s en el hogar· el padre está descontento con su empleo y padece as1m1smo de enfer~edades frecuentes; los progeni~ore~ tie~en rel~ciones sexuales muy esporádicamente; el niño es ~e mtehge?c!a comente; su .!huela tiene mucho interés en que se rec1ba de med1co; los otros nmos se burlan de él acusándolo de «mariquita»; le ha tocado en suerte un maestro severo; el sistema escolar al. que pertenece c!-lenta con un nuevo superintendente que ha introdue1do muchos_camb1os, etc. El terapeuta observa que el niño espera que su m~dre conteste las p~eguntas por él, que su voz es débil cuan~o. se dec1de ~ hablar, y as1. por el estilo con respecto a una larga nomma de reaccwnes, ob~ervac1one~_Y experimentos merced a los cuales llega a. estimar la cap.ac1dad de~ nmo y de su familia para responder a una sene de sugerenc1as y preswnes. En el transcurso de este proceso va tomando forma un cuadro cada vez más claro. El niño, su estómago, su familia, su grup? de pares, la escuela, el sistema escolar y la comunidad pasan a pnmer plano de · modo más o menos definido según los casos. Comenzamos por clasificar la esencia del problema, tal como la hemos CIA
comprendido, y procedemos luego a intervenir en uno o quizá más niveles, según cuáles sean nuestras preferencias, nuestro estilo de acción y nuestros conocimientos del asunto. Por mucho que nos equivoquemos al discernir las interacciones más importantes, es muy posible que, tarde o temprano, nuestra intervención en cualquiera de los niveles produzca el cambio deseado, dado que los sistemas están interconectados y un cambio suscitado en uno de ellos puede originar cambios en varios otros. (Esto puede parafrasearse ·diciendo que «todo el mundo tiene su parte de razón».) Podemos comenzar aplicando un enfoque médico y recetando antiespasmódicos, antieméticos o tranquilizantes. Podemos tratar de promover cambios psicológicos fundamentalmente internos aplicando terapia de juego, hipnosis, procedimientos racional-emotivos o desensibilización. Podemos intentar crear situaciones ambientales de aprendizaje recomendando lecciones particulares o terapia de actividades grupales. Podemos observar de qué manera refuerza la mad~e la conducta de evitación de su hijo y trabajar con ella para cambtar su conducta. Podemos concertar entrevistas individuales con la madre para ayudarla a modificar su percepción de lo que significa criar a un niño, para estimularla a interesarse por cosas ajenas al hogar o para que asista a sesiones de sensibilización ( sensitivity training). Podemos actuar sobre el padre, examinando sus frecuentes malestares o ayudándolo a hallar más placer en su trabajo. Podemos aconsejar terapia en pareja para que los progenitores revisen sus problemas sexuales y alcancen una unión más satisfactoria. Podemos emplear terapia familiar con el fin de mejorar la comunicación, aclarar las interacciones de los progenitores y. el niño y encontrar la manera de modificar la influencia de la abuela. También es factible provocar modificacion~s ambientales, como un cambio de maestro o de escuela. Podríamos trabajar con el maestro o el consejero escolar, y, por último -con cierto presuntuoso optimismo-, podríamos concebir la idea de abarcar el sistema escolar, la comunidad, o, eventualmente, el país entero. Sea cual fuere el procedimiento elegido, nos veremos obligados a evaluar los resultados guiándonos por tres criterios principales: la rapidez con que desapareció el síntoma, la conducta positiva que lo ha reemplazado y el monto de los trastornos originados en los sistemas conexos. Analizaremos luego con más detalle estas esferas de evaluación. Cada sistema terapéutico tiene su propia fundamentación racional y sus propias ideas acerca de la personalidad y de los métodos. Las técnicas se han creado para ser utilizadas allí donde, de acuerdo con la teoría, puede modificarse con mayor facilidad una pauta. Todas las teorías y técnicas fracasan a veces, pues no hay dos pautas exactamente iguales y los puntos de conflicto pueden variar mucho. Sin embargo, cuando se apltca seriamente una teoría siempre se logra con ella algún éxito, puesto que los cambios producidos en un sistema pueden afectar a los restantes. La contribución de la teoría guestáltica al pautamiento implica reducir el énfasis· en la teoría cognitiva y proporcionar amplia ayuda con la propia toma de conciencia del terapeuta. En los capítulos 8 y 21, Enright describe en detalle este proceso, haciendo hincapié en las claves 'JUe permiten descubrir sucesos básicos y estilos de vida mediante la conciencia de los movimientos del individuo, su tono de voz, sus exQ'\
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presiones las palabras que emplea, etc.; sugiere además algunas técnicas adecu'adas para la indagación. Gran parte,._del pautamien'to _guestáltico se elabora en el mismo proceso terapéutico, no en ~1 regtstro ~e la historia de caso ni en entrevistas concertadas con el suJeto. Los significados resultantes so~, como en el caso de la elaboración de los su~ ños, muy distintos de los que se obtienen con los enfoques ~~s tra~ cionales de la interpretación psicoanalítica, según los cuales. ctertos s~g nificados. son previstos de antemano por la teoría ~ a pa~tlr .~e la historia del paciente. Por supuesto, en el proceso de mvestlgacton de las posturas, ademanes y sueños surgen hec!tos muy import~tes ~el p~ sado; pero al terapeuta guestaltista no 1~ mteresa reconstruu; la htstort~ del sujeto ni sopesar los efectos de diversas fuerzas ambtentales, ru centrarse ~n una conducta determinada, como el estilo de comunicación, sino que su interés se dirige, en líneas generales, al punto de conta~to entre los diversos sistemas observables. Los puntos focales son las mteracciones entre la persona y su cuerpo, entre sus palabras y su tono de voz entre su postura y su interlocutor, entre ella y el grupo al que perten~ce. El terapeuta guestaltista no formula hipótesis ni establece inferencias sobre otros sistemas que no puede observar, aunque puede solicitar al paciente que repre~.ente la forma en que él percibe tales sistemas (en un diálogo con su padre, por ejemplo). La mayoría de los procedimientos guestálticos tienen como objetivo act~ar sobre el punto de intersección; la naturaleza del otro. sistema se co~stdera menos importante que la manera en que el pactente lo perctbe o en que reacciona frente a él. Dicho de otro modo: en lo que respecta al pautamiento, la terapia guestáltica coloca el acento en el propio proceso de interacción, tomando en cuenta incluso los recursos que emplea el pacient-e para fomentar o poner en peligro dicha interacci~n, o . para blo9uear la: concie~cia y el cambio. Como estos recursos revtsten 1mportanc1a en la mtersecct6n de cualesquiera sistemas, desde los biológicos hasta los sociales, el terapeuta guestaltista se C:oncibe a sí mismo como un instructor que capacita al individuo p_ara una inter,acción !Dás eficaz en to~os los aspectos de su vida. Las tdeas que ~sta exporuendo en la ac~ualidad P~rls acerca de la comunidad terapéuttca representan una postble extensiÓn del pensamiento guestáltico a un sistema más amplio.
Control Por claro y correcto que sea el pautamiento del terapeuta, si no está en condiciones de asumir un control inmediato, nada conseguirá. Definimos el control como la capacidad del terapeuta para persuadir u obligar al paciente a s~guir los pro~e~ientos fijados por él, que pu~den incluir una amplia gama de sttuacrones. No empleamos el térmmo con cinismo ni movidos por una actitud a lo Svengali, * ni es nuestra inten-
* Svengali: hipnotizador maligno, personaje de la novela Trilby, de George Thi Maurier. Según la acepción del diccionario Webster, «alguien que con intención aviesa procura persuadir o forzar a otro a hacer sus deseos». (N. del T.)
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ción pasar por alto el valor de una preocupación y simpatía genuinas · por el paciente; simplemente queremos reflejar con él esta realidad: a menos que el paciente haga alguna de las cosas que le sugieren los terapeutas, muy poco habrá de ocurrir, y si algo ocurre será principalmente por azar. Whitaker aclara mu bien est idea: «La terapia debe empezar por una lucha ( ... ) para irimir uién ha rá e contra ar su encua re utero que s.e compren a que yo me ago cargo e o que suce . e ahí la bataila que debo ganar por el manejo de la cosa» [citado por Haley y Hoffman, 1968, págs. 266-67]. Varios otros terapeutas han aludido ampliamente en sus escritos a la importancia del control [Ha~ ley, 1961a, 1961b, 1963; Rosen, 1953]. Haley y E:::ickson suelen emplear un doble vínculo paradójico, una orden de tal modo formulada que es imposible desobedecerla, o bien, si se lo hace,, es forzoso admitir cosas en extremo perjudiciales o reveladoras. Es.to no solo sirve para mantener el control sino que contribuye también a una rápida reducción de los síntomas. Rosen, Bach y otros emplean a menudo, como medio de control, la presión grupal: un sujeto puede eventualmente hacer .frente al terapeuta o derrotarlo en un enfrentamiento, pero si debe enfrentar a ocho o diez personas conscientes de sus intenciones, sus posibilidades son escasas. En parte, la im anda del control reside en ue todo síntoma re resenta una arma indirecta e procurar contra ar a los emás o orzar os a actuar de acuerdo con ciertas pautas. El teraJ2.euta debe contrarresúíf controi que el pactente qwere ejercer sobre él merced a su pauta 1int0iñadca, y establecer, asimismo, las condicioné:& necesarias para su tarea .. l Algunas de estas condiciones constituirán exigencias manifiestas sobre la conducta, como la de no faltar a las citas, pagar los hQ[lorarios, traer a otros miembros de la familia, etc.;·atras serán-m:iíseñ:cubiertas o implícitas, como l!_buena disposición para sutninistrar información, intentar hacer sugerencias o dejar correr la fantasía. Las exigencias relativas a la conducta exterior varían de uno a otro terapeuta, pero es esencial que las condiciones que él juzga más importantes sean cumplidas en medida razonable. Es bien sabido que los pacientes que inician el tratamiento solicitando favores o condiciones especiales, como sesiones en un horario distinto del habitual o reducción de honorarios, ofrecen mayores dificultades para trabajar con ellos; y el terapeuta suele com~ensar esa situación im~niendo controles más estrictos que iOSüsi:iales, 'como la extgencia de que se le pague en cada sesión o la utilización de un asesor. ' Dos de los aspectos fundamentales del control implícito pueden estudiarse en relación con los conceptos de motivación y rapport. Suele suponerse qÚe la motivación está vinculada con la incomodidad o ansiedad que experimenta el paciente: cuanto mayor sea esta, se piensa que mayor será también su colaboración. Sin embargo, la disposición del sujeto a dejar el control en manos del terapeuta es un índice tan válido como la zozobra que siente. Con ciertas personas que experimerltán una gran 'zozobra es difícil trabajar, porque atribuyen su malestar a otros ~ a través de la culpa. Su motivación para cambiar es alta, pero bajá su disposición a perder control.
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Al rapport suele presentárselo, en términos algo ideales, como, el «buen sentimiento» y el equivalente de una :relación: positiva entre paciente y terapeuta; cabe describirlo, con más exactitud, como la capacidad del terapeuta para persuadir al paciente, o como la disposición del paciente a confiar en el terapeuta en lo que respecta al control de la. situación. Si bien la simpatía que pueda sentirse hacia el terapeuta puede llegar a ser necesaria en álgún momento del proceso de curación, y constituye un elemento valioso incluso en los comienzos, probablemente sea más importante en las primeras etapas que el paciente confíe en qu.e el terapeuta sabe lo que está haciendo. . Las técnicas empleadas por el terapeuta para adquirir o mantener el control son con frecuencia (aunque no n.ecesariamente) distintas de las que utiliza para producir un cambio en la personalidad o en la conducta. (Por supuesto, todas las técnicas dependen en buena medida de la modalidad de cada uno.) Es preciso que advierta, ponga de manifiesto y contrarreste los esfuerzos que hace el paciente por asumir el control mediante sus procedimientos usuales, algunos de los cuales estarán representados por sus síntomas, otros en forma más anómala. Debe :ngeniárselas para evitar que el psicótico lo eluda, lo amedrente o lo aburra; que el psicópata lo engañe o le resulte demasiado entretenido; que las formulaciones del neurótico despierten su conmiseración o lo lleven a coincidir con él. Debe ser capaz de seguir siendp él mismo aun cuando se vea suficientemente envuelto en el estilo de vida del paciente como para experimentar sus problemas y dificultades. · Los individuos que concurren a la terapia forzados por algún agente externo -una orden judicial, u.na amenaza de divorcio, la imposición de sus padres- plantean un problema particular. Tal como se da la situación, el control está en manos del agente externo, y el terapeuta corre el peligro de quedarle subordinado, aceptando ostensiblemente , que él y el paciente harán cuanto esté en sus manos para complacer a esta persona de afuera. Nq obstante, el terapeuta puede recurrir a tres maniobras, por lo menos, para recuperar el control: involucrar al agente de referencia, indicando de ese modo que tanto él como el paciente necesitan ayuda; desautorizar el ajuste de cuentas externo («No me interesa que te hayan echado de la escuela»); o proceder a identificarse inicialmente con los objetivos del paciente por oposición a los del agente, coíno, por ejemplo, en la propuesta de Schwartz [1967] y Greenwald [1967] para convertir a sus pacientes en mejores psicópatas. El acatamiento externo ante la amenaza de castigo tiene su paralelo interno: el seudoacatamiento y «mejoría» que los psicoanalistas denominan «insight intelectual» o «cura de transferencia», y los psicoanalistas transaccionales «jugar al invernadero» o a la «psiquiatría» o -a «Üiga, usted es un terapeuta maravilloso» [Berne, 1964]. Perls denominó «tender la trampa al oso» a la treta del paciente que, una vez conocidas en parte las expectativas del terapeuta, inicia movimientos de cooperación, hasta que en cierto momento decisivo se niega a aceptar las sugerencias que se le hacen y de esa manera deja al terapeuta fuera de combate. Con frecuencia, el «cazador de osos» tiene una cuantiosa patología subyacente y ha invertido grandes energías en demostrar que no puede ser ayudado o modificado, y que aquellos c,ue lo intentan carecen del poder para obligarlo. En tal situación, la re1.11peración .del
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control se vuelve difícil, ya que el paciente ha puesto bien en claro· que los esfuerzos del terapeuta por asumir el control no hacen sino indicar la admisión de su fracaso. Una manera de recuperar el control sería renunciar a él y admitir el fracaso. Es previsible que se presenten también proble~a~ de control ~on .los pacientes que, de ~cuerdo ~~n sus síntomas. maniftesto~, son psl~Ótlcos o psicóticos potenctales, sutctdas, o que exhiben las vartedades m~~ graves de acting out. Se trata de personas que, en el pasado, han utiltzado con éxito la amenaza «Si no haces lo que quiero, entonces ... (me mataré, enloqueceré, te haré la vida imposible, etc.)». Son fuertes amenazas, que implican miedo y dudas sobre sí mismo, y que pueden· llegar a sobornar al terapeuta haciéndolo actuar en una forma tal que pone en peligro sus propósitos y su pos~ción. El suici~o u ho~icidio son las amenazas últimas, y pueden obhgar al terapeuta a asumtr más control. del que desea -lo cual significa, desde lu~go, ~dmitir que el c
terno.e~ ineficaz y c~nstituye una ofensa para la persona o una, violación de las hbertades cívtcas. ' .~ E.l control reviste mayor importancia al comienzo de la terapia. A me
ntrol. ~~n embargo, en momentos en que se estén produciendo cam?tos ~ec1s1vos reaparecerá la lucha por él, por lo general con mayor ~!e~stdad que antes, y eL terapeuta debe estar preparado para librar perlOdicamente esta batalla. Ni siquiera en los comienzos es posible mantener un control completo y cada ciertg tiempo es necesario renunCiar a areñteiñeñte''ii"ei -p···rime~ f ' ro como una Jltma para d'.. QJlca de mant~ner e contra y, ~següñaatugar. como u~a. manera d~ a~eatar al pac1ente a qye asuma por sí mtSñiO su responsabtlidad y crecimiento. (Un excelente ejemplo de ello lo ofrece el capítulo titulado «Mary», de Simkin, en esta misma obra.) Pero el abandono del control debe considerarse como una técnica ocasiona] Y. no como un siste?ta co~ple~o; esto último ocurría en los primeros ttempos de !a terapia. no directtv~, y sucede en las situaciones grupales en que el hder se n!ega. a asutmr su rol (véase, por ejemplo, Bion, 1961 ); El resultado mevitable es que el grupo, con el objeto de llenar el vac10, e~tabla una lucha por el liderazgo acompañada de considerables expr~siones de encono. Puesto que se trata de un efecto del sistem~, el hder no puede atribuirse la obtención de ningún resultado en p~rt~cular y la experiencia tiene discutible valor para los participantes. SI bie~, cuando se produce un corte en la corriente eléctrica, uno puede arregl.a~selas con vela y algún farol, a la compañía que suministra la ele~~ICI~ad no se le paga para que provoque esta demostración de. autO: suficiencia. •. La contr!bución de la terapia guestáltica a los problemas del control incluyen cierto número de re~puestas y procedimientos. En un principio, el terapeuta fomenta la autonomía del paciente y reduce al mínimo los enfrentamientos.diciéndole que si tiene poderosas objeci~nes para aceptar las sugerenctas que se le hacen puede (cuenta con el permiso del terapeuta para ello) negarse a aceptarlas, y su negativa sera considera~a con respeto; pero se le advierte que debe aclarar cuales son los motivos d~ S_!l n~gativa. A menu.do, cuando se ofrecen estos motivos, puede ~nahzarselos .para determmar su validez («¿Qué tiene de terrible se?-tirse confundido?» ) , y el paciente resolverá continuar con el tratamiento. , Los. terapeu!as guestaltistas exigen a los pacientes que les formulen con claridad que es lo que desean obtener. Partiendo de este tema central se logra colocar el acento en los deseos formulados por el paciente en lugar de ?acerlo en las expecta~ivas .del terapeuta. Los procedimie~tos que se atte?-en .al presente y deJan bien en claro que el terapeuta tiene a~ud~ conciencia. de t~do lo que esta pasando permiten, asimismo, que dtsmmuya la resistencia. (Cuando un paciente comienza a enfrentarse con _la op?sición origi!lada ~n sus conflictos y el malestar que los rodea, , exhib~, sm .duda, resistencia, pero esta es de un orden muy distinto a la ~es~stencia al control.) C~n. frecuencia se le pregunta. al sujeto si esta d,~spuesto a poner en practtca un experimento: la aceptación entra-
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ña un moclerado compromiso a continuar el tratamiento, mientras que si se ofrecen razones valederas para la negativa a cooperar, esta será considerada con el respeto que merece. Al paciente que queda paralizado, no logra éxito en su tentativa o tiene la mente en blanco puede solicitársele verbalizar su negativa en forma más concreta, o asumir responsabilidad por ella diciendo «Estoy haciendo s,¡ue mi mente quede en blanco». Otro procedimiento consiste en acompañar la resistencia ( «Dfgame que lo que usted está pensando no es cosa mía») y luego hacer que el terapeuta imaginario responda a su vez. También es posible examinar el valor que tiene la resistencia («¿Cuáles son los motivos de su negativa a cooperar en este instante? ¿Consigue con su negativa a cooperar algo valioso para usted?»).·
Para justificar sus ~ervicios, el terapeuta debe poder ayudar al paciente a avanzar en la dirección que este desea, vale decir, a acelerar y provocar el cambio en una dirección positiva. El terapeuta se aleja rápidamente del momento en que habrá de producirse ese cambio cuando, por carecer de conocimientos específicos, confía en que habrá «algo» en la relación que hará que «algo» suceda; por el contrario, se acerca a ese momento cuando está en condiciones de determinar los procedimientos que habrán de promover un cambio veloz, en una forma que el paciente pueda experimentar directamente y los demás observar con claridad. Para cada paciente, muchos de los cambios producidos son un resultado directo o colateral de las relaciones terapéuticas, según las describimos en la secC:ón siguiente, al referimos a la «humanidad». (La relación terapéutica es una técnica pero a la vez trasciende todas las técnitas.) Sin embargo, en varias circunstancias el terapeuta tiene necesidad de técnicas, procedimientos, experimentos, tretas, instrucciones y sugerencias que puedan superar la inercia y promover el movimiento. El individuo que solicita una asistencia específica tiene derecho a esperar que le sea brindada. · Las técnicas constituyen uno de los aspectos más difundidos de. la psicoterapia; todo el mundo sabe que los freudianos interpretan y analizan sueños, y que otros practican la hipnosis, analizan transacciones, ofrecen sugerencias, etc. Ahora podemos, cada vez con mas rapidez y precisión, eliminar síntomas y modificar conductas como fas fobias, las desviac_iones sexuales, las inhibiciones, etc., que pocos años atrás exigían, segun se suponía, un prolongado tratamiento. El poder creciente del terapeuta há vuelto a poner sobre el tapete dos temas de antigua data: el problema de la autenticidad del terapeuta· por oposición a las técnicas y el de la sustitución de síntomas. ' ·Los existencialistas y los neorrogerianos [Rogers, 1951; Bugental, 1965; Carkhuff y Berenson, 1967] abogan con fuerza en sus escritos en favor de la condición humana y la necesidad de relaciones genuinas en-· tre los hombres, pero suelen ignorar o desacreditar las técnicas, jÚZgánaolas artificiales, con la implicación de que allf donde estén ellas no puede haber autenticidad. Observé en cierta oportunidad a uno de los
l terapeutas existenciales más respetados del país conducir un grupo ante centenares de espectadores, mientras la experiencia se registraba en video-tape como ejemplo de su manera de trabajar. El grupo, compuesw por estudiantes que se habían ofrecido voluntariamente para la prueua, manifestó durante cuarenta minutos la molestia que le producía el ser observado por ~el auditorio y el hecho de que se esperara algo de ellos. Cada tanto, el terapeuta compartía con el grupo su propia ansiedad, embarazo y temor de qué nada ocurriera. Cuando, hacia el final de la hora, uno de los integrantes del grupo se decidió finalmente a plantear un «problema» -su carencia momentánea de dinero-, el grupo res· pondió con gran alivio y grandes dosis de preocupación y simpatía hacia él. No obstante, si el terapeuta hubiese apelado a ciertas técnicas ni él ni el grupo se habrían quedado «varados». ' Si se hubieran aplicado técnicas guestálticas apropiadas para tal situación, los miembros del grupo habrían representado por turno el papel del auditorio crítico y del niño tonto e indefenso, externalizado sus proyecciones, adoptado el papel de críticos del auditorio, «actuado» su propio malestar, etc. Estos procedimientos habrían promovido su desarrollo al reducir las demandas internalizadas de las expectativas de los otros y les habrían permitido recuperar, con vistas a modificarlo, el derecho a la desaprobación al que habían renunciado; al mismo tiempo, el auditor~o sería reducido al «fondo,, y ellos podrían centrarse en las necesidades que emergieran como «figura». Difícilmente pueda llamar. se humano el compartir el sufrimiento de otra persona cuando los motivos de ese- sufrimiento no son auténticos, o permitirle continuar con su malestar cuando hay modo de amenguarlo. Un segundo terapeuta se dedicó especialmente, en ese programa, a la modificación de la conducta en grupo. Sus técnicas exigían que los integrantes del grupo se vieran envueltos en interacciones tan patente" mente falsas y artificiales, que a nadie sorprendió descubrir que el grupo había sido minuciosamente aleccionado la noche anterior. Sin embargo, no hay por qué pensar que el sufrimiento común o las técnicas artificiales son las únicas alternativas posibles; se trata más bien de dos extremos indeseables, entre los cuales se encuentran muchas combinaciones de los valores de potencia y humanidad. El problema de la sustitución de síntomas reapareció con el advenimiento del método de modificación de la conducta, para cuyos partidarios reviste aparentemente mucha importancia la defensa de .sus procedimientos y de su potencia frente al cuestionamiento de la posibilidad de que otra conducta no deseada actúe como sustituta, y frente a las dudas en cuanto a la permanencia de los cambios en la conducta. [Véase Calhoon, 1968.] En parte, el problema concierne a la rapidez def cambio -el grado de permanencia de un cambio rápido o su reemplazo por síntomas equivalentes-. La velocidad a la que puede modificarse la conducta con un grado razonable de permanencia depende de que esta sea central o periférica en relación con la estructura de la personalidad, . y de la medida en que se entrecruce con otros sistemas que puedan volver a ejercer presión para mantenerla vigente. En otras palabras, la combinación de velocidad y potencia del cambio conducta! depende de la cantidad y fuerza de los pilares que sostienen un fragmento dado de conducta. Tales puntales pueden ser los refuerzos provenientes de lOF
demás, las expectativas calamitosas por parte de los pacientes, la ignorancia, los supuestos no verificados, etc. Algunos de ellos son fácilmente eliminables, sobre todo si originan malestar y si no afectan más que en mínimo grado a los restantes sistemas. El problema de la sustitución de síntomas debe tomar en cuenta los tres aspectos siguientes: si el síntoma es reemplazado por otro en el mismo nivel, qué objetivos positivos se han alcanzado y el grado en que se han trastrocado otros sistemas. Volvamos a nuestro ejemplo anterior sobre el niño con dolores de estómago y supongamos que se lo somete a un tratamiento clínico tan potente que cesan los dolores; sin embargo, desarrolla·luega una acrofobia tan eficaz como aquellos para mantenerlo en casa. El médico, preocupado sólo por el sistema físico, asegura que no hay sustitución de síntomas, vale decir, no hay nuevos problemas médicos y, en consecuencia, el caso está resuelto; pero el terapeuta, para quien el principal problema del niño es su rechazo a ir a la escuela, define la fobia como un síntoma sustitutivo y procede a aplicar un método de modificación de la conducta. Como consecuencia de ello, el n:ño comienza a asistir a la escuela pero pasa el tiempo gritando y no realiza sus tareas. Otra consecuencia .puede ser que la madre del niño, al descubrir que puede controlar en forma directa a los hombres que se resisten pasivamente, agobia tanto a su marido que terminan por divorciarse. Si bien es cierto que Freud curó, al parecer, la fobia del pequeño Hans, los padres de este úhimo se divorciaron [ Strean, 1967]. Otros terapeutas considerarán que el problema es que el niño logre éxito en sus estudios o que la familia c.1cuentre mutua satisfacción, juzgando entonces que los intentos mencionados son prueba de una terapia inadecuada, incompleta o ineficaz. Podemos continuar subiendo por la escala de los sistemas y formular otras posibilidades hipotéticas: ¿Qué ocurre si, a causa del progreso de toda la familia, esta entra en conflicto con un sistema escolar autoritario? ¿Qué si el padre decide renunciar a su empleo y provoca así la quiebra de la compañía en la que trabajaba? No hay frente a este embrollo respuestas claras ni definitivas, pero puedo dar algunas sugerencias: · l. No es suficiente aclarar cuáles son los síntomas que deben eliminarse; también hay que describir cuál es el funcionamiento positivo deseado. 2. Es preciso especificar cuáles son los sistemas interconectados más importantes y tratar de reducir al mínimo su desorganización. 3. Si la desorganización de los sistemas es inevitable, d ter::Jpeuta debe aclarar por qué valores opta.
Los tres puntos anteriores necesitan ser ampliados, mencionando los supuestos subyacentes. Uno de ellos es que, con pocas excepciones, los síntomas representan una fuerza positiva, no solo negativa. En su mayoría, ya se trate de síntomas clínicos, individuales o sociales, y aun cuando sean dolorosos, molestos e impliquen mucho tiempo perdido, señalan que hay intersecciones que es menester reparar si no se quiere que se produzcan mayores perjuicios. Al tratar de modificar un síntoma debemos echar siempre una mirada al sistema global para ver si ·aquel está justificado. (Puede ocurrir que el sistema escolar se convierta en
l algo t~ pernicioso que obligar al niño a asistir a la escuela cQiltribuya a crear problemas mucho más serios que los provocados por sus ausencias.) Los síntomas pueden tener, además, un valor positivo, como el de hacer que un matrimonio permanezca unido. Con nuestra podet;osa tecnología occidental, modificamos y rehacemos grandes sectores''de nuestro ambiente físico sin evaluar los valores que desestimamos y sin tomar providencia alguna para reemplazarlos. Como consecuencia de ello, nos enfrentamos constantemente con los problemas de la erosión, las inundaciones, la contaminación del aire, el descenso de las aguas freáticas, etc. De manera análoga, en terapia estamos creando una tecnología que nos permite cambiar la personalidad a una velocidad tal que luego no sabemos cómo hacer para otorgarle solidez o dónde ubicar los fragmentos que se han dejado atrás. Si tratamos de determinar cuáles son los aspectos sanos de una pauta sintomática podremos saber con más claridad qué es lo que debe quedar tal como está. También es importante -aunque en la actualidad resulte algo utópico- especificar cuál ha de ser la condocta sustitutiva de las dificultades sintomáticas. ¿Qué valor puede tener la eliminación .de una fobia a las víboras, de qué modo puede contribuir esto a la vida,. en un sentido positivo? O bien, si ~odificam5'.s- una ~onducta abiert.amente homos~ xual, ¿será la asexuahdad lo mas apropiado para el su¡eto, o la capacidad para tener relaciones sexuales con mujeres elegidas al azar? ¿No será más bien nuestro objetivo la creación de vínculos heterosexuales sostenidos y satisfactorios? La mayor parte de los terapeutas prefieren evitar la fijación de metas positivas, ya que ello les exige formular cla. ras opciones de valor y, por otro lado; los resultados obtenidos pueden quedar afligentemente lejos de esas metas. C:erto es que casi todos los pacientes piden que se hagan desaparecer sus síntomas y no que se aclare qué conducta habrá de reemplazarlos; como también que sus metas suelen cambiar durante el tratamiento, a medida que van disponiendo e de mayores posibilidades; Qero el terapeuta que no toma en cuenta la cuestión de las metas en toda su amplitud se convierte ~n un mero técnico, o en un cultor servil de los valores de la cultura y de sus sistemas institucionales. . Por último en el caso ideal, si hemos trabajado a conciencia no habremos produ~ido un marcado trastorno en ningún otro sistema. Este es un problema espinoso; aquí solo podemos mencionar algunos de )os parámetros que en él intervienen. El crecimiento y el cambio producen, desde luego, trastornos en los sistemas. El niño, al crecer, abandonará su hogar; un cierto ordenamiento administrativo institucional resultará inadecuado como consecuencia de cambios en otros sistemas, originando un procedimiento y organización diferentes y más amplios, y tal vez algún otro tipo de incomodidades. Debemos decidir, pues, si el trastorno originado en un sistema es inevitable o si es destructivo, o sea que provoca daños cilya solución exige el empleo de mucha energía, la cual podría utilizarse con más provecho en promover aún más el crecimiento. Se trata de ur..a cuestión salomónica; sin embargo, el terapeuta, pese a sus limitadísimos recursos, debe tener conciencia al menos de su papel de trastrocador de sistemas. La negación de este efecto («Todo ' lo que hago es modificar la conducta concreta de una persona») puedt> considerarse una gruesa miopía. .~~:.,
.
Tómese, por ejemplo, el caso de un terapeuta cuy?s pacientes son en s!l mayor parte amas de casa insatisfechas. Al traba¡ar con ellas, las estimula para que se vuelvan más exigentes y hagan valer sus derechos en la medida justa. No obstante, el resultado es que se producen frecuentes problemas conyugales y divorcios. ya que los maridos rechazan sus exigencias o las toman como excusa para entreg~~:rse a an;toríos ~on otras mujeres etc. En buena medida, eso podría hacerse evltado si el terapeuta h~biese accedido a reunir en la terapia a c~da mujer .con su marido (o bien si hubiese modificado su gran necesidad de .«liberarlas»). Si el objetivo es hacer que una persona sea menos ~ependiente, se plantea de inmediato el interrogante: ¿menos dependiente con respecto a quién? Las reacciones. ~e es~ «quién» crearán pre~umiblemente tens!ones en el sistema familiar. Si el terapeuta es consciente de tales tensio. nes, podrá tomar las providencias para preverias ~ abordar~ás. En ciertas circunstancias, los trastornos son mevitables. Si llegamos a «sacarle la locura» a un joven esquizofrénico que está en los últimos años de su adolescencia y cuya familiá se niega a s~r modificada, es. pr~ bable que uno de los progenitores, o ambos_. exhiban sí!ltomas psiCÓtlcos. (A veces, el grado de trastorno producdo en los ststemas mterrelacionados o de la presión que ejercen para obligar a retornar a estados previos e; un índice del cambio experimentado.) En ocasiones, lo convenient~ será abandonar el sistema -el alumno la escuela, el empleado su puesto-. El terapeuta ya no p~e~e darse el lujo de eludir la. cuestió!l determinando que no se tome decsion alguna dur~nte la t~rapia (~a vida avanza demasiado rápido para que ello sea posible) , m puede ignorar tampoco que los cambios producidos por. 1~ terapia crean inevita; blemente situaciones en las que hay que decd1r. El terapeuta debera apelar a una buena dosis de la humanidad que posee para ayudar al paciente a decidir en una situación dada, si debe luchar, escapar o llegar a una solución 'de compromiso. En general, prefiero mantener los sis· temas tal como están en lugar de trastrocados, pero ello implica un grado de sabiduría y poder del que no siempre se dispone. Cuando el abandono de un sistema se vuelve ineludible, el terapeuta puede ayudar al paciente a reducir el monto de sus asuntos pendientes haciendo que enfrente en la sesión, mediante fantasías verbalizadas en forma directa, a la persona o pers~mas destinatarias de su resentimiento y estima, sus rencores y despedidas. Por último, el terapeuta puede pronosticar con muc~a anticipaci?J:?- al paciente que habrá de producirse un trastorno en el sistema, permitiéndole así prever las consecuencias y tener mayores posibilidades de elección cuando llegue el momento. Si bien la elecci~n de los ol;>jeti~o~ finales corre por cuenta del paciente, el terapeuta ttene la responsabihdad de adelantarle la mayor cantidad posible de opciones y recordárselas. Lamentablemente, hay muchas condiciones que ~educen. el número de opciones disponibles, y para un paciente determmado, s1 no se cuenta con muchos recursos y los sistemas son rígiqos, es casi inevitable que los objetivos ~ean bastante ~mitados: El ter11p':u.ta debe aceptar es!os hechos pero sm perder de vtsta ulter10res posibthdade~. . . Una de las contribuciones fundamentales de la terapia guestálnca reside en el poder de sus técnicas, que permiten alcanzar con gran rapidez niveles emocionales muy profundos. En otros capítulos de esta parte se
l describen tales técnicas, de modo que no las incluiremos aquí. No obst~nte, conviene advertir que la disponibilidad de técnicas poderosas tlenta a abusar de ellas; el terapeuta debe tener presente que tiene otras tareas importantes que cumplir.
· Gran número de terapeutas han destacado la importancia de su contribución como personas al proceso terapéutico y de la autenticidad y p;:of~ndidad de la ~elación terapéutica. Tal como aquí empleamos el termmo, la «humamdad» del terapeuta supone que se vea involucrado en la ~ituación terapéutica, incluyendo en esto: el interés y cuidado por el pa~1ente en ~n plano.personal Y. afectivo; la disposición a compartir con el sus propias reacciones emoc10nales directas o de transmitirle sus propias experie~cias cuando sea pertinente; su aptitud para advertir los tanteos del paciente en busca de una mayor autenticidad, y brindarles apo;:o xreconodmiento; por último, su contim.la apertura a un mayor crecimiento, que ha de servirle al paciente de modelo. Algunas de las necesidades de los sujetos son periféricas y el terapeuta puede atenderl~s. adecuad~mente con una intervención rápida que lo mvolucre en m1mma medida; pero la mayoría de las personas -si no todas- fueron criadas en el seno de familias que aun cuando hacían lo mejor que podían, no les emeñaron todo lo que' se necesita saber en lo que atañe a ser «humano». Si los problemas de un sujeto proceden de una crianza impropia, la enseñanza de una conducta más adecuada implica básicamente, un proceso de re-crianza. Esto exige que el terapeuta que asume el"rol parental posea una buena dosis de humanidad , ya que será tomado ampliamenté como modelo y se verá obligado ~ adoptar muchas decisiones vinculadas con valores. Ello no excluye contactos terapéuticos más breves. Entre los terapeutas que asumen una responsabilidad de largo plazo por los pacientes, se tiende a sugerir o a poner en práctica, en ciertas etapas, experiencias adicionales del tipo de la sensibilización (sensitivity training), la terapia creativa (art therapy), la reintegración estructural o las mara tones. Asimismo quienes practican el método de modificación de la conducta consideran' cada vez m.ás .que su tare~ no pu~d~ darse por terminada hasta que el síntoma ehmmado haya sido sustltmdo por una conducta más apropiada. En la crianza de los niños, tal vez lo fundamental sean las sutiles enseñanzas, actitudes y mensajes no verbales. Cuando el padre enseña a su hijo a arreglar los esquíes o la madre va de compras con su hija, transmiten de qué manera perciben al niño -si lo consideran torpe o brillante, simpático o molesto, agradable o desagradable- y ponen de manifies.to algunas de sus actitudes, como su interés por la criatura, su tolerancia y el g--)Zo que ella les produce. Las máquinas de enseñar o sus equivalentes pueden ser más eficaces para impartir conocimientos fác ticos y datos informativos aislados, pero ellas no pueden enseñar a ser curio.sos o tolerantes, ni ~ampoco. e} valor que tiene «perder» el tiempo. Inevltablemente, los pacientes situan a los terapeutas en una posición paren41l, vale decir, ven en dios a personas que tienen el secreto de la
vida y los ponen a prueba de mil maneras para comprobar si servirán como modelos. Suelo decir a mis pacientes: «Básicamente, lo que aquí hacemos es ver si yo, tal como soy ahora, podría haber crecido en su familia, tal como usted me la presenta en su persona, y seguir siendo una persona sana». En diversas formas y pasando velozmente de una a otra, el paciente me envuelve en sus problemas para ver si soy capaz de responder de una manera más apropiada que la utilizada por sus padres, y me expone los problemas que sufren estos últimos para ver si soy capaz de resolverlos mejor que él. Para aquellos pacientes que viven la terapia como una experiencia cada vez más intensa y fundamental las crisis de su vida externa se vuelven poco a poco relativamente me: nos importantes y pasa a ocupar el primer plano la reactualización de las crisis del crecimiento. Retroceden en el tiempo y presentan sus problemas irresueltos en un orden cronológico aproximadamente inverso. Con suma frecuencia, la decisión final de aceptarme como progenitor es fruto de una cr:sis, que suele suceder a un error cometido por mí en el momento en que el paciente comienza a batallar con sus problemas nucleares. (En Pagan [1968] se hallará un ejemplo, bien que algo limitado.) La crisis es imprevisible, en el sentido de que jamás puedo prever en qué momento habrá de manifestarse; visto en retrospectiva, se torna evidente que el sujeto crea una situación destinada a ponerme a prueba en algo en lo cual sus padres fracasaron totalmente. La crisis sirve, a todas luces, para medir mi comprensión del pautamiento del paciente, nii capacidad de control, mi potencia, pero sobre todo mi humanidad, dado que la respuesta a ella es inevitable y por lo general debe ser inmediata y auténtica, y apelar a recursos que se hallan en un nivel mucho más hondo que las técnicas. No siempre salgo bien de la prueba. Cuando no lo hago, el paciente torna a intentarlo a veces más adelante, otras veces renuncia a ello y se fija objetivos más accesibles, o se vuelve hacia otras fuentes de ayuda. Cuando la atravieso con éxito, lo sé enseguida, pues el paciente se convierte en mi niño en una forma que no deja lugar a dudas, y. nuestros sentimientos mutuos implican una especie de adoración [p. ej., véase Searles, 1965, cap. 21]. Volvemos entonces a recorrer los mojones principales del desarrollo producido durante la niñez y adolescencia, hasta que el paciente haya tenido un segun~o crecimiento tan satisfactorio como lo permiten mis recursos de progenitor. (Whitaker y Malone [1953] se refieren a este proceso como fase nuclear de la terapia, mientras que Carkhuff y Bereson [1967] hablan de las etapas descendentes y ascendentes de aquella.) Hay, por cierto, muchos terapeutas que no quieren o no pueden involucrar a sus pacientes en tan amplia medida, como hay también muchos individuos q~e solicitan una ayuda mucho. más limitada. Sin embargo, tanto los racientes ~0~0 los terapeutas siguen sintien~o que ese profundo «segundo crecimiento» personal es el proceso crucial de la terapia. En un plano de menor intensidad.e involucración, pero también importante, se hallan aquellas crisis de la vida ante las cuales el terapeuta depe responder más con su humanidad que ..:on sus conocimientos o sus técnicas. Se incluyen entre ellas 1,1na enfermedad grave, la muerte d.e un hijo, la imposibilidad de alcanzar una meta valiosa, la experienCia de un fuerte rechazo. Antes o después de abordar los aspectos mejorables, es imprescindible ocuparse de aquellos otros con. los. cuales to1 ()7
do lo que puede hacerse es ayudar a sufrirlos. El terapeuta debe indagar en su propia interioridad en qué momento su mera presencia puede ,constituir su contribución. más importante al proceso de cura, y en que momento su mera reaéción de ser humano frente a otro ser ·humano es más valiosa que todo afán terapéutico. ~~ acontecimie';lta,s'de los .últi~os años -las luchas por los derechos c1vlles, las rebeliones- estudlantJ.les, los movimientos universitarios experimentales, las comunidades hippies y la rápida proliferación de las experiencias grupales y de sensibilización- nos están diciendo que la· g~te está hambrienta de nuevas experiencias y de nuevas formas de vincularse .entre sí, de otros procedimientos educativos y gubernativos· P.ero tamb1é~ han cont~ibuido al desarrollo de ind:viduos cuyos expe~ rl.mentos estan promoviendo nuevos planos y patrones de autenticidad. S1 l?s terapeutas quedan muy a la. ~aga e~ su propio crecimiento, perderan el. contacto con una p~oporc10n creciente de la población. Convertirse en una persona integra y genuina es quizá lo más difícil y penoso del proceso P<;>~ el cual alguien se transforma en terapeuta, pero para muchos es tamb1en el aspecto más valedero e importante. Muchos terapeutas que creen que la autenticidad es su tarea primordial sienten temores ant~ aque~o~ que, detenié!lftose antes de tiempo en la lucha por su p~op10 .crecimiento, ponen ca~a vez más énfasis en el control y la potencia, mientras hacen caso omiso de cuestiones de valor vinculad~s con la capacidad de generar un cambio en la personalidad. A medi~a que .el control de la conducta es más factible, se vuelve cada vez !Das acuc1ante la pregunta: «¿Quién controla a los que controlan?». 1Vfuchas cosas degradantes e inhumanas se han hecho con la gente -y se seguirán ~aciendo, s!n duda- en nombre de la saltJd mental [ Szasz, 19~5b]. Qmenes .se sienten seguros del bien que producen son más pel~grosos que quienes están ~ispuesto a admitir y combatir sus ·limitaciOnes personales, a compartir sus dudas con los demás y a expresar 'Sus valores. , Las contribuciones de la terapia guestáltica a la humanidad de los terapeut~s se p~men ~e manifiesto, principalmente, en los laboratorios de perfecciOnamiei_ItO, que ofrec~n a. aquello~ ~a posibilidad de experimentar. en forma ~.!recta sus prop:·as mautentiodades y evitaciones. El énfasis e~ ex~rimenta~ antes que en computar, y el estímulo brindado a la co!lc1enc1a del aqm ~ ahora,. ~1 g~ce, el excitamiento, la:participación afectiva profunda y la mteracc1on duecta parecen particularmente aptos para !os terapeutas.' muchos de los cuales tienden hAda modalidades obsesivas y depresivas. La experiencia y observación de las diversas f<;>rmas que permiten·distinguir la autenticidad de sus múltiples imitaciones constituye un valioso aporte. La teoría. guestáltica recuerda a los terapeutas, tan directamente como a los paoentes.' .t
Co!l respecto al.término ..laboratorio» (workshop), véase la nota del traductor mclutda en la págma 42. (N. del T. ) 108
l y auténtica. consigo mismos, experiencia que al par que les permite averiguar mejor sus posibilidades favorece un «conocimiento» rápido y directo por parte del terapeuta.
El proceso terapéutico exige un cierto número de compromisos, mayores y ~enor~s. El terapeuta contrae un compromiso con su profesión, con la exigencia concomitante de un desarrollo continuo de su comprensión y capacidad. También contrae un compromiso con cada uno de los padentes con los que trabaja. Por último, contrae un compromiso con la disciplina en su conjunto, a la que deberá contribuir con sus investigaciones, trabajos, escritos, actividad docente, etcétera. El compromiso -o involucración continua y aceptación de las responsabilidades asumidas- requiere altas dosis de interés y energía. El primero puede mantenerse de diversos modos. Muchos problemas implican grandes componentes cognitivos, inclusive la comprensión ·de los pacientes y la elaboración de pautas; Está la tarea, más vasta, de hacer nuevos aportes a la teoría o de elaborarla, o bien la gratificación de más largo plazo implícita en un programa de investigaciones. También está la profunda satisfacción de ver cómo crecen los pacientes, el reto y estímulo que plantea la creación de nuevas técnicas y procedimientos, el incremento continuo de las propias posibilidades o el perfeccionamiento de la propia personalidad. No obstante, ningún terapeuta puede eludir el hastío, la depresión y las dudas vinculadas cop. el proceso terapéutico y. con los métodos por él utilizados, ya sea por períodos breves o prolonga~os. Si las técnicas que emplea son mecánicas y aburridoras y sólo lo mvolucran de manera pasiva o superficial, o si la interacción necesaria promueve demasiada ansiedad, el terapeuta se verá inclinado a ocuparse de cuestiones más indirectas, como la investigación, o -desdichadamente- la docencia. La terapia guestáltica coloca el mayor acento en el compromiso centraldo por el terapeuta consigo mismo en cuanto atañe a su involucraci6n y entusiasmo en las tareas cotidianas. Proporciona o sugiere, asimismo, métodos para que el terapeuta pueda indagar mejor su aburrimiento y sus dudas. En este aspecto, intensifica el interés de terapeutas y pacientes y les suministra procedimientos para «desvararse» cuando se en. , frentan con los inevitables impases. Para concluir: la importancia relativa de las cinco tareas descrjptas en este 'capítulo variará en respuesta a diversos factores: el contexto circundante a la terapia, ciertos requisitos y limitaciones específicas, el tipo de problema que se presente y la secuencia temporal o estadio de la terapia. En ocasiones, el terapeuta entrará en conflictos con respecto a dos de las tareas mencionadas (p. ej., el control y la humanidad). A medida que el énfasis se traslada de una a otra tarea, la imagen del te-. rapeuta en cierta medida se modifica, en una forma que recuerda -exagerando las cosas- los estereotipos populares· que lo conciben como . ~ ~n clarividente que todo lo sabe, un sujeto dotado de poderes hipnóticos con los cuales puede controlar a las personas contra su voluntad . '
l un mago que sabe muchas triquiñuelas, un Papá o Mamá am~Jnte y el
fiel y paciente cons~jero de la familia. .e En síntesis: muchos son los requisitos que debe cumplir un terapeuta que se propone ayudar a los demás. Los hemos examinado bajo cinco rubros: pautamiento, control, potencia, humanidad y compromiso. La respuesta del terapeJita a estos requisitos lo implica como persona total, incluidos su saber 'intelectual y aptitudes cognitivas, su eficacia ínterpersonal, su tónciencia afectiva y sensibilidad personal, sus valores .e intereses, y su experiencia vital. Uno de los desafíos constantes y uno de los aspectos fascinantes de la terapia es, sin duda, la variedad de exigencias que le plantea al terapeuta y el hecho de que requiera y provoque la apelación de este a todos sus recursos.
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8. Introducción a las técnicas guestálticas John B. Enright
La terapia guestáltica fue creada por Frederick Perls a partir de tres fuentef. e influencias netamente diferenciadas: el psicoanálisis, en particular con las modificaciones introducidas por Wilhelm Reich en sus ,primeros tiempos, la fenomenología existencial europea, y la psicología de la guestalt. En sn libro Gestalt therapy, Perls presenta la teoría de la estructúra y desarrollo de la personalidad a partir ·de la cual puede derivarse la terapia, y una serie de experimentos relativos a la toma. de conciencia de sí mismo para uso directo del lector. No obstante, por su amplitud, variedad y posibilidades, las técnicas desarrolladas por Perls y sus colaboradores merecen una descripción más amplia, dentro de un marco general de objetivos y procedimientos y a la vez en términos de tipos concretos de intervención. En este artículo me centraré fundamentalmente en las metas y la estrategia de la terapia, haciendo sólo mención breve y ocasional de las tácticas y técnicas concretas. Según el punto de vista guestáltico, el organismo-en-su-ambiente que se encuentra sano presta constante atención a cuestiones de importancia para su preservación o supervivencia. Estas cuestiones son transacciones entre el organismo y su ambiente que mantienen o restauran el equilibrio o el buen funcionamiento. «Prestar atención» no alude aquí a un estado consciente sino a la focalización conducta! de ciertas partes del .·organismo hacia partes relevantes Clel ambiente, con tono muscular, rastreo sensorial, etc. En su mayoría, esta conducta dirigida tiene lugar en el cambiante límite entre organismo y ambiente, donde se toma contacto con los elementos nuevos y extraños del ambiente y se los incorpora al organismo (p. ej., se ingiere y asimila alimento o se escuchan y comprenden palabras). En los seres humanos, la toma de conciencia ( awareness) se produce cuando la novedad y la complejidad de la transacción alcanzan su punto culminante, y cuando son mayores las posibilidades futuras (para bien o para mal). La toma de conciencia parece facilitar la máxima eficiencia al concentrar todas las capacidades del organismo en las situaciones más complejas y cargadas de posibilidades. Según esta descripción harto s:mplificada, la toma de conciencia ( awareness) es un estado de conciencia ( consciousness) que se desarrolla en forma espontánea cuando se enfoca la atención organísmica en cierta región particular del límite de contacto entre el organismo y el ambiente, región en la que se está produciendo una transacción especialmente importante y compleja. Si se acepta esta concepción, se vuelve posible formular una definición del desequilibrio psicológico que es edificante , por su sim;..leza: algo anda mal cuando no se produce toma de conciencia en esa región de interacción compleja. De ello se desprende una teoría ge la terapia igualmente simple, como primera aproximación a la
enunciación del objetivo de la terapia guestáltica: la terapia consiste en una nueva integración' de la atetJción y la conciencia. La misión del terapeuta es ayudar al paciente a superar los obstáculos (ya hablaremos de ellos más adelante) que bloquean la toma de conciencia y dejar que la naturaleza siga su curso (vale decir, que se produzca esa toma de conciencia) de modo tal que el individuo pueda ac· tuar haciendo pleno uso de sus capacidades. Obsérvese que, según este punto de vista, el terapeuta no presta ayuda directa en la transacción -no ayuda a resolver el problema- sino que contribuye a restablecer las condiciones bajo las cuales el paciente puede hacer mejor uso de su propia capacidad para la resolución de problemas. De esta for111ulación simple se deduce. mucho de lo que el terapeuta · guestaltista hace en la práctica. Vigila las divisiones que se producen entre la atención y la conciencia, las cuales le sirven como prueba de que la atención focalizada del organismo se desarrolla fuera de la con. ciencüt. El paciente puede estar hablando sobre cierto asunto pero; a la vez, registrando muchas más cosas con sus sentidos y realizando una actividad motora mucho mayor en todo momento. Su conciencia estará concentrada por lo general en el contenido verbal, pero al mismo tiempo sus ojos estarán fijos en algún punto del espacio, sus manos se moverán sin concierto, girará la cabeza a uno y otro lado, sonreirá ... a veces en forma concordante con el contenido verbal, a veces no. También su voz cambiará de carácter en armonía o no con los cambios del contenido verbal. Además del contenido «intencional» de sus palabras, tenemos la trama rica y sutil de imágenes y de metáforas, la elección de la voz, modo y tiempo verbales, los cambios de pronombres, etc. Esto actúa como «fondo» lingüístico, modificando y enriqueciendo el significado léxico de sus palabras. Todo ello guarda relación con las dificultades que tiene el paciente para vivir de una manera organísmicamente satisfactoria. El sujeto nos muestra en todo momento y con todo detalle de qué .manera evita tomar cabal contacto con su actualidad, de qué manera evita tomar conciencia de cuestiones presentes que revisten importancia organísmica para él. Cuando el paciente se comunica bien en el plano verbal y las otras actividades que desarrolla son mínimas o coherentes con aquella, escucho. En tales momentos, presumo que su conciencia está integrada con su atención organísmica y, por ende, que en nada de lo que hace, yo, como terapeuta, puedo ayudarlo; sus problemas son suyos, y por el momento los aborda en forma eficaz. En una familia o grupo, los miembros mantienen buen contacto mutuo en tales circunstancias, se comunican y tratan eficazmente sus problemas interpersonales. Mi función comienza cuando esas otras actividades «inconscientes» pasan a primer plano en la guestalt tojal y compiten con el contenido verbal. Entonces estimulo al paciente o pacientes para que dediquen cierta atención a tales otras actividades, pidiéndoles que describan qué es lo que están haciendo~ viendo, sintiendo. No hago interpretación alguna: simplemente atraigo la conciencia hacia tales fenómenos, y dejo que el individuo haga con ellos lo que le plazca. Muy a menudo, si mi intervención ha sido opor- · tuna y he percibido con justeza la significación creciente de esos fenóJnenos, el sujeto podrá comprenderlos bien y ganar conciencia acerca · de lo que hace. Aquí pueden ser útiles unos breves ejemplos clínicos.
Una mujer que toma sesiones individuales está pasando revista, con voz quejosa, a algunas de las formas en que fúe recientemente maltratada por su suegra. Me impresiona en su relato la falta de conciencia acerca del grado en que ella misma promovió esa conducta, así como la manera en que la paciente subestima su capacidad para acabar con ella, pero no digo nadª~Atrae mi atención un rápido movimiento repetitivo de su mano ,c()ntrá el brazo opuesto, movimiento que me resulta sin embargo incomprensible.
T:
¿Qué está usted haciendo con su mano? P (levemente asustada) : Oh, hago una cruz. T: ¿Una cruz? P: Sí (pausa). T: ¿Qué haría con una cruz? P: Bueno, este fin de semana me crucifiqué yo misma, ¿no? Retoma su relato, pero ahora más consciente de su actitud de mártir y la forma en que esta contribuye a los acontecimientos. Un matrimonio que se atiende ,en pareja vuelve una y otra vez sobre los mismos problemas, sin resultado alguno. La mujer tiene la vista clavada en un punto situado a mis espaldas. , T: ¿Qué está usted mirando? E (esposa) : El grabador de cinta magnética. T: ¿Puede describir lo que ve? E: Sí. Da vueltas y vueltas y vueltas. T: ¿Vueltas y vueltas? E: Sí. ., T: ¿Alguna otra cosa da vueltas y vueltas? E y M (marido) ( simu{tánea e impacientemente): duda.
Nosotros, sin
Vuelven a su discusión anterior, pero dotados de una conciencia más cabal de su estéril circularidad, y comienzan a dar pasos más productivos para salir de ella. Un estudiante universitario avanzado, muy dado a las intelectualizaciones, declara desganadamente en su grupo terapéutico, sin dirigirse a nadie en particular: «Tengo dificultades para relacionarme con la gente». En el silencio que sigue, echa una rápida mirada a la atractiva enfetmera que actúa como coterapeuta del.grupo. El terapeuta le pregunta de inmediato: «¿Con cuál de las personas aquí presentes tiene dificulta, des para relacionarse?». El estudiante consigue nombrar a la enfermera, , y durante cinco fructíferos minutos examina la mezcla de frustración, atracción y rabia que sufre con respecto . a esta mujer deseable pero inaccesible. Una mujer paranoide, en la primera sesión de terapia de grupo que se lleva a cabo en su sala, comienza a contar con voz desprovista de vivacidad y emoción que su marido trató de envenenarla. Continúa enume~,
rando sus delirantes quejas, pero menciona también un fueite dolor en la parte posterior del cuello. Cuando se le pide que lo describa, dice que es como si le hubieran hecho una toma de yudo y señala al propio tiempo que su marido practica yudo. Ahora puede agregar que siente como si su marido la hubiera golpeado realmente, y, tras una pregunta, comienza a relatar los daños simbólicos que le ha infligido su marido. Muy pronto confiesa al grupo, con rabia y llanto, que su marido la trata con indiferencia y flirtea con otra mujer. Por el momento, ha abandonado la solución paranoide para sus problemas. Un hombre reprimido y superinhibido golpea con uno de sus dedos sobre la mesa mientras una integrante del grupo continúa hablando durante un tiempo. Preguntado acerca de si tiene algún comentario qne hacer con respecto a lo que ella está diciendo, niega que eso le interese pero continúa con el golpeteo. Se le pide entonces que intensifique sus golpes, que los haga más fuertes y sonoros hasta que sienta más plenamente lo que hace. Muy pronto crece su ira y, al cabo de un minuto, está golpeando cori todas sus fuerzas sobre la mesa y expresando con vehemencia su desacuerdo con la mujer, al par que declara que «es exactamente igual a mi mujer». Además de haber adquirido esta perspectiva, pudo tener un atisbo experiencia! del excesivo control que ejerce sobre sus sentimientos de autoafirmación, y de las posibilidades de expresarlos en forma más inmediata, y por ende menos violenta. Las intervenciones terapéutica&, mencionadas tienen varias características importantes, destinadas a ayudar a la integración de la atención y la conciencia del paciente. a) La intervención se apoya en una conducta real actual; está implícito cierto interés actual del organismo, aun cuando ni el paciente ni el terapeuta tengan idea alguna sobre él en el momento de la intervención de este último; por otra parte, dicho :nterés puede resultar a la pGlstre totalmente desvinculado del material verbal que se expresa simultáneamente con él. b) En el caso habitual --e ideal-, la intervención no implica una interpretación. Pregunto al paciente qué está pasando o qué está haciendo; de su respuesta depende el rumbo que sigamos a partir de allí. Si establece alguna conexión con el material verbal o alcanza alguna co,mprensión sobre lo que hace, lo hace poi;' sí mismo y en su propio lenguaje. Si niega toda conexión o no experimenta nada en su conducta, es cosa de él; por lo general, dejo que el asunto pase: mi intervención no ha sido oportuna o el paciente no estaba preparado aún. Si presiono para obtener una respuesta o formulo mi interpretación, todo lo que conseguiré es que movilice más defensas contra mí. Si la conducta es importante, volverá a repetirse. \e) Una tercera característica de este tipo de intervenciones es que tienden de continuo a ámpliar e intensificar el sentido de responsabilidad del paciente por su propia conducta. Aquí entiendo «responsabilidad», no en la acepción amplia de «responsabilidad social», sino más bien como el sentimiento de que «Yo soy consciente, aquí y ahora, de actuar de este modo». (Creo, empero, que la verdadera responsabilidad, en su acepción· amplia, arraiga en. este sentimiento de ser el auténtico agehte.) De manera que en todo el transcurso de la terapia, sea cual fuere su contenido, , ~ el paciente aprende a arreglárselas por sí mismo, a hacer frente a la
indeci~ión
y a tomar decisiones, en escala pequeña pero cada ve;z; mayor. Las preguntas que !!e formulan en estas intervenciones atañen casi exclusivamente al «qué» y al «cómo», rara vez al «para qué» o al «por qué». La mayor parte de la gente, durante ]a mayor parte del tiempo, no sabe a ciencia.,cierta qué es lo que está haciendo; lograr que el paciente alcance 'una conciencia vívida y actual de su conducta y su circunstancia en todómomento representa una notable contribución terapéutica. En ciérto sentido, el logro de esa conciencia cabal es todo lo que se necesita de la terapia; cuando una persona siente plena y vívidamente lo que hace, su interés por el porqué suele diluirse. Si sigue interesada en. él, está preparada para descubrirlo por sí misma. En armonía con esta inclinación de la terapia guestá1tica por el «qué» y el «CÓmo», consideraré ahora con más detalle de qué manera se mantienen fuera de la conciencia ciertas esferas de actividad del sí-mismo, y algunas consecuencias de este bloqueo. Examinaré cuatro formas: la retroflexión, la desensibilización, la introyección y la proyección. En to~ do momento puede verse cómo estas cuatro formas actúan en el aquí y ahora para bloquear la conciencia de la conducta actual, o como res:duos repetitivos de tentativas anteriores de evitar la toma de concienciencia. Si hiciéramos un exame[l¡.muy somero de esas formas tal vez transmitiríamos la falsa impresión de que con ellas no se hace sino reformular conceptos ya existentes, y hay sin duda en este caso gran superpo!!ición con otros conceptos conexos del psicoanálisis y la psiquiatría general. La diferencia de énfasis es con frecuencia muy sutil y exige para ser aclarada un examen bastante detallado. Proyección. El sujeto atribuye a otros los atributos que rechaza de sí mismo, volviéndose hipersensible o crítico ante la menor manifestación de tales atributos. La terapia guestáltica hace quizá más hincapié que la psiquiatría en las formas menos patológicas de proyección, en las cuales •. el individuo no deforma seriamente la realidad pero muestra su exagerada preocupación en su ~electividad perceptu.al de ciertos fenómenos dentro de la gama total que lo rodea. , Retroflexión. Un impulso o idea tiene sus raíces en la tensión sensoriomotriz del organismo, moldeada en parte por las pulsiones internas y centrada en sucesos u objetos del ambiente. Con el término retroflexión se alude al proceso general de negar, contener o equilibrar la tensión impulsiva por medio de una tensión sensoriomotriz adicional y de signo contrario. El concepto incluye casi todo lo que suele denominarse represión e inhibición, y pone el acento en el cómo de los procesos en cuestión. Puesto que el resultado final de esta tensión mu.scular contrabalanceada es nulo -no hay un movimiento manifiesto--, no tierie lugar en el límite de contacto ningún aumento de actividad, y no se alcanza a tomar conciencia. Tal vez más adelante estase produzca por vía del dolor o malestar, ya que en los puntos de oposición muscular la actividad ha aumentado. Este proceso de retroflexión puede ser tran· sitorio o crónico. La manifestación de pesar comienza con ojos humedecidos y una expresión facial característica; la «rigidez del labio superior» y la literal contención (apretamiento) de las lágrimas const~tuyen la retroflexión. Esta puede durar apenas un momento, antes de estallar en llanto, o toda la vida (como describe Tomkins tan vívidamente [196al >·
En el desarrollo de este concepto resulta bien clara la deud~ contraída por Perls con Wilhelm Reich: la «coraza del carácter» de este último es la retroflexión crónica. Importa advertir que el organismo invierte energía en mantener la tensión tanto del impulso como de la resistencia, y ambos están en general enajenados del sí-mismo y de la conc:encia; ambos necesitan ser «rescatados» en la terapia a fin de aplicarlos a un uso satisfactorio y constructivo. · Desensibilización. Es el aiJ.álogo sensorio de la retroflexión motriz. El · escotoma, la visión borrosa, el «no escuchar» crónico, la indiferencia sensorial, la frigidez, etc., igualan en importancia a la retroflexión en el bloqueo de la conciencia. ·lJependen en mayor medida, empero, de la información verbal, y por ende son menos accesibles a la observación y el. estudio directos que los fenómenos motores. · Introyecciones. Consisten en formas complejas e integrales de conducirse o de ser que el organismo en evolución adopta en conjunto de los otros significativos sin asimilarlas o integrarlas con el si-mismo. Guardan estrecha correspondencia con los estados yoicos «parentales» o «exteropsíquicos» de Berne [ 1961 ] . Pueden descubrirse por la recurrencia de un cierto tono de voz, tipo de contenido verbal y estilo gestural-postural, así como por la similitud de las respuestas de los otros frente a este complejo unitario de conducta. Detallar en todos sus pormenores el proceso mediante el cual se incorporan estos introyectos es complicado, y en nuestro caso innecesario. Aquí nos interesa fundamentalmente el papel que cumplen en la vida corriente. Ellos son los actores principales de las interminables autorreconvenciones y debates interiores entre el sí-mismo «ideal» y el «real», en los que tanta gente malgasta su vida .. Son también los que entorpecen las relacienes ínterpersonales, cuando el sí-mismo representa uno de estos roles con los otros significativos o los proyecta en otra persona. Los introyectos se cuentan entre los principales transmisores de la patología a lo largo de las generaciones. Un individuo puede haber logrado reducir al mínimo su empleo de introyectos en otras esferas de su vida pero activarlos cuando funciona como padre de sus hijos. · En tanto el individuo se apoya en alguno de estos medios para el bloqueo transitorio o crónico de la concienc:a, permanecen en él vastas regiones enajenadas e inaccesibles, que interfieren el flujo vital en lugar de facilitarlo. Se siente fragmentado y débil -y en cierto modo lo está-, solicitado por fuerzas contrarias extrañas a él. .Su) conducta suele ser torpe y carente de gracia; su respiración y su expresión vocal se encuentran deterioradas; y restándole tan poca energía para vivir, se le van acumulando gran cantidad de «asuntos pendientes». 1 Estos asuntos pendientes son, quizá, la consecuencia fundamental del bloqueo de la.. conciencia. Los ciclos de las necesidades vitales no se pueden completar; la tensión aumenta pero no disminuye luego; el afecto inexpresado se torna cada vez mayor. La acción no expresada entorpece .el flujo de la conducta; en el contteñimiento y frustración consecuentes, muy poco de nuevo puede ocurrir. El individuo queda «colgado» de lo que no puede expresar; la vida reduce su ritmo y desemboca en un tedio desesperanzado y en una falta de autonomía, ~pontaneidad e intimidad. La vida del neurótico no es feliz, aun cuando 'no llegue a desarrollar ningún síntoma especial, como la angustia, las 1 1"7
fobias o las obsesiones; es una vida gris que no alcanza su realización. Con frecuencia, su yo consciente no está muy" al tanto de lo que anda mal, y al hacer el relato verba.l de sus «problemas» suele errar el blan: co. Ha conseguido distraerse mcluso con respecto al lugar en que esta radicado el dolor,. y su «problema» o «q~eja presente» no es ~1 punto de partida más 'significativo para la terapia. A menudo se sentira muy feliz de poder hablar en forma abstracta e indefinida acerca de El Problema, m~nteníéridolo a distancia segura. Si ya tiene experiencia como paciente, llegará a la sesión muy dispue~to a rumi8;.r .sus fan.tasías actuales con respecto a su niñez, con el m1smo proposito y fm de poner , distancia. Por fortuna, la estrategia general de la terapia guestáltica no depende de la exactitud con que el paciente suministre in~ormes acere~ de sí mismo. En realidad, todo lo que hacemos es pedule que se s1ente Y comience a vivir observando luego en qué lugar y .de qué manera falla. Le pedimos implícitamente que acept~ el va~or terapéutico de 9u~ su vida será probablemente más productiva y comoda a l.a larga si tiene cabal conciencia de lo que hace en todo momento, y si puede hacerse responsable de tal comportamiento. Es posible que, durante un corto lapso deba aceptar esto como artículo de fe, pero confiamos en poder demo'strarle muy pronto en forma directa y concreta las ventajas de esta posición. En tales circunstancias, el organismo se volverá de inmediato, de alguna manera, hacia su reserva de asuntos ,pendientes para .escoger de entre ellos alguno que sea urgente y mas o menos pertmente con respecto a la situación por la que se atrav~esa: Enseguida come~zarán a actuar sus técnicas para bloquear laconciencia: en sus proyecciOnes, en su tensión y en,su actividad disociada empezará a poner de relieve las porciones de su sí-mismo que están aE.enadas e, inaccesi?les. El terapeuta puede escoger como punto de partida la mas conspicua de ellas. Siempre me ha impresio_nado la importancia. y el pro~able carácter central del gambito -verbal o no-- que ehge el paciente para su primer movimiento. El luga~ en que deeide s~ntarse, .1~ p~rso.?~ a la que mira, el suspiro, la sonnsa, la postura, la imagen 1diosmcrasica. de su primera acotación -todo lo que dice antes de comenzar a referirse formalmente a El Problema-: he ahí ricas vetas hacia el material más profundamente íntimo al que podrá tener acceso, si encuentra una manera de operar con este material en forma tal que no represente una amenaza para él. , , . . El comienzo puede ser -en verdad, deberla ser- algun acontecimiento superficial y t1imio, como una sonrisa dirigida al terapt;uta. Una ve~ que esto ha sido expresado en forma más plena y consciente, el paciente está en condiciones de pasar a otro hecho levemente más comprometedor que el anterior: el de que también ~iente -ahora que pi;nsa u~ poco en ello-- algo de enojo por ese benevolo terapeuta. Y as1 sucesivamente, pasando por diversas capas de resistencias .Y de impulsos, en cada una de las cuales habrá que detenerse todo el tiempo que sea necesario, sin abandonarla, en lo posible, hasta queJa energía en ella invertida esté disponible para ser utilizada y el sujeto no se sienta demasiado ansioso con respecto a su próximo paso hacia lo inexpresado y desconocido. Las resistencias no se «superan», sino que son identifi-
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cadas y asumidas como propias; la expresión del afecto o de los impulsos no se equilibra o bloquea, sino que se la fomenta para que sea intensa y cabal, terminando los asuntos pendientes y despejando el terreno para emprender nuevas acciones. No se intenta en absoluto mantener al paciente en el «tema•> que expone verbalmente; en lugar de ello, se trata en forma agresiva y sistemática mantenerlo en contacto con lo que está haciendo. Se lo alienta a hacerlo de la manera más plena y cabal y con una conciencia cada vez mayor. Si bloquea su actuar, prestamos aten· ción a la manera como se produce ese bloqueo y lo estimulamos a que lo exprese en forma más total y consciente. El terapeuta invierte la menor cantidad posible de tiempo y energías en especular acerca de las posibles consecuencias de cada paso que da el paciente; se concentra más bien en lograr que esos pasos se den en el momento oportuno, y en prestar la máxima atención posible a lo que hace el paciente. Este es quizás el aporte más significativo de la terapia no interpretativa. El terapeuta queda liberado de sus interminables fantasías sobre lo que habrá de surgir del paciente en los próximos minutos (con la consecuente ansiedad acerca de lo correcto o incorrecto de sus intervenciones), y puede escucharlo simplemente y ayudarlo a abrirse camino por entre las pausas y bloqueos. La hipótesis básica de este enfoque terapéutico es que los pacientes pueden abordar en forma apropiada sus problemas vitales. . • siempre y cuando sepan quiénes son ellos mismos y puedan poner en acción todas sus capacidades para resolverlos. Nuestra tarea consiste en desbloquear su toma de conciencia ayudándolos a relajar sus energías retroflexionadas, recuperar la sensibilidad, asimilar los introyectos y pasar de la proyección a la expresión directa. Una vez que logran establar buena comunicación con su ambiente real y con sus reales intereses, Jo demás corre por su cuenta.
Las técnicas guestálticas en la terapia de grupo y en la terapia familiar Hasta ahora hemos procurado presentar técnicas guestálticas aplicables a todo tipo de terapia: individual, grupal y familiar. Algunas de ellas pueden surtir mayores efectos cuando pedimos a un sujeto que tome asiento en medio de un grupo y comience a convivir con esa nueva gente a la que debe aprender a tratar; o bien cuando -acude con sus familiares y toma conciencia de las interacciones que se suceden con estos frustrantes otros significativos. En un grupo, es más fácil y rápido tornar concretos los problemas abstractos. A un paciente que se queja de no 1poder levantarle la voz a su mujer ni criticarla, se le solicitará que haga una observación crítica a cada uno de los integrantes del grupo, experimentando así en forma inmediata su dificultad en vez de hablar sobre ella. Al que se lamenta de tener un «complejo de inferio- . ridad», se comenzará por pedirle que indique con respecto a qué miembro del grupo se siente inferior, y de qué manera. Estando presentes . 'hluchas otras personas, la gama de asuntos pendientes con los que puede establecerse pronto contacto es mucho mayor. Cada una de ellas
es una pantalla más sobre la cual pueden hacerse proyecciones, y la tarea de rescatarlas· como propias y expresarlas' se vuelve más sencilla. Por ejemplo, si un paciente afirma que otro «está mirando despectivamente al grupo», se le pedirá que «ensaye» mirar despectivamente al grupo, a fin de que tome contacto con sus propios sentimientos de desprecio, y que trate de expresarlos de modo directo en vez de hacerlo a través de una hipersensibilidad proyectiva. · Además del efecto intensificador propio de ]a reunión de varios pacientes en un mismo lugar, hay ciertas técnicas peculiares para los grupos. Ya hemos mencionado el axioma terapéutico de la toma de conciencia y de la responsabilidad; ·a él se agrega, en el caso del paciente de la terapia grupal o familiar, otro axioma cuya aceptación se le soliCita: que a la larga podrá mantener vínculos mejores y más productivos con las personas que lo rodean si se muestra franco con ellas y las respeta como tales. También en este caso debe prestar su conformidad a título de fe, pero confiamos en poder demostrarle muy pronto en forrna concreta la validez de esa premisa. Las técnicas que más adelante presentamos derivan todas, en esencia, de este supuesto valorativo y no son sino formas de poner en práctica esta creencia sobre las relaciones humanas. Cuando reunimos a los pácientes en grupo o en familia, la meta que nos fijamos es una relación «Yo-Tú» en la que cada persona es consciente, responsable y sincera en sus comunicaciones, y presta máxima atención a la otra, considerándola su igual. La primera técnica para poner en práctica este punto de vista sobre las relaciones humanas es pedir, tan pronta y acabadamente como sea factible, en todas las interacciones que se llevan a cabo en el grupo, que la gente hable entre sí de manera directa, sin utilizar la tercera persona verbal. Si A formula un comentario sobre B al terapeuta, este le pedirá que lo reformule y lo dirija directamente a B. Esto parece ,, muy simple, casi trivial, pero en la práctica surte poderosos efectos. Los pacientes suelen responde!' a este pedido diciendo, en un primer momento, que es algo demasiado tonto como para preocuparse por ello, o que no tiene importancia; pero cuando hacen el intento, siguen rebelándose activamente contra él. El efecto que moviliza un enfrentamiento directo de esa índole es muy distinto del que puede diluirse indirectamente en el comentario en tercera persona. Por lo corriente, los sujetos tienen grandes dificultades en reconocer la importancia que tiene dirigirse en forma directa a los demás. El resultado más común de una tentativa de ser directos es que la ambivalencia del individuo se pone inmediatamente de manifiesto -por vía no verbal, habitualmente- y la «tontería» que se quería expresar demuestra ser, por cierto, muy complicada. · Esa ambivalencia y esa dificultad para decir las cosas en forma directa pasan a ser entonces el foco de la terapia. Por ejemplo, un sujeto puede iniciar una crítica a otro y en medio de ella apartar la mirada de este último o interrumpirse con una sonrisa. Le preguntaremos entonces por qué apartó la mirada, o bien le pediremos que traduzca su sonrisa en palabras. Si contesta que lo que le hizo apartar la mirada fue la expresión airada del otro sujeto, es posible que obtenga realimentación inmediata y que llegue a descubrir que esa ira que vio en su compañero, de grupo era su propia ira proyectada. Mientras se esfuerza por
traducir en palabras su aplacadora sonrisa, toma condenen del modo co.mo bloquea y limita su autoafirmación. Si logra exprer.ar su aplacamiento en palabras, se le abre una nueva posibilidad: tomar conciencia de que ese aplacamiento está teñido de desprecio hacia el otro por dejarse engañar por él, y es en sí mismo complejo y ambivalente. Con este método, las ventajas de la comunicación directa -la realimentación rnás plena e inmediata por parte del otro y la ampliación de la conciencia propia- son percibidas casi enseguida. Puesto que en este encuentro en pequeña escala los individuos se hallan frente a frente, asimilan esas ventajas en la forma más directa posible, con mayores probabilidades de que las hagan extensivas a su vida externa. Una segunda técnica para estimular al paciente a tomar conciencia de ]a responsab:lidad por· su propia situación consiste en evitar las preguntas. La pregunta que un paciente le formula a otro cumple habitualmente uno de los dos propósitos siguientes (o ambos) :. en primer lugar es una manera de decir «tú eres el que tienes que hablar, no yo», con' lo cual el que fo~mula la pregunta elude su propia participación; en segundo lugar, casi tod~s las ~r.eguntas resultan afirmaciones implícitas, por lo gen~al.de .c~racter. cr.ttlco, acerca de la _?tra persona. «¿Por qué hiciste eso?» sigmfica casi siempre «No deberlas haber hecho eso», «Me disgusta que hayas hecho eso», o algo por el estilo. Una pregunta no es casi, nunca ~n mero pedido de información. En la medida de lo posible, ~eS:UD: el mvel en que se encuentre el grupo, el terapeuta guestaltista msistlr~ en que la~ preg~ntas se reformulen como proposiciones antes de ped!r a s~s destinatarios que las «contest;n». Cuando la proposición no esta ya disfrazada como pregunta, B esta exento de la necesidad de «responderla» (vale decir, de defenderse o justificarse) y puede ofrecer su respuesta a A con más facilidad. El segundo axioma terapéutico del grupo -escuchar a los demás- puede llevarse a la práctica de muchas maneras. A menudo, cuando se produce una interrupción, pregunto cuál es su propósito. Si la gente parece apartarse de lo que se está tratando, les pregunto si se les hace difícil escuchar, con lo cual consigo que el grupo tome en cuenta a la vez su obligación de escuchar y la obligación. del individuo que habla de decir co~as que va~ga la pena ~scuchar. Un «juego de ping-pong» verbal, hostil e Improductivo, puede Interrumpirse pidiendo a cada participante que parafrasee al otro a entera satisfacción de este último antes de poder dar su propia respuesta. Los . detalles técnicos varían, pe~o la est~ategia consiste siempre en presionar en forma suave y sostemda con miras a una orientación Yo-Tú directa y responsable, centrando la toma de conciencia en las dificultades que encuentran los pacientes para llegar a ella y ayudándolos a sortear tales dificultades. Esta estrategia de la terapia guestáltica alcanza su mayor eficacia con los grupos familiares. La terapia familiar se diferencia de la centrada en 71 individuo. por cuanto el prop:o problema vital básico que tiene el suJeto en su vida actual es llevado al consultorio. No necesita incrementar su conciencia con respecto a algún extraño y luego ver de qué manera · aplicar.est_?.Pa~a modi~icar su relac~ón con los otros significativos: sus ..,ptros ~~~mftcattvos est.an presentes J~nto a él. En un sentido nfuy real, la farolita toda se convterte en un pactente y puede trabajar en sus asun-
tos pendientes conjuntos. Las acusaciones silenciada~, la culpa, el. a~or y el resentimiento inexpresados que entorpecen el flu¡o de los senttmle';ltos dentro de la familia deben ser manifestados por esta en el lengua¡e y el ritmo que le son propios. La tarea del terapeuta es, nuevamente, mantener focalizada la conciencia en torno de las dificultades que se oponen a la preservación de la orientación Yo-Tú.
Problemas fundamentales de la terapia Hay cierto número de problemas sobre los cuales cualquier teoría terapéutica debe tomar posición. De lo ya dicho podría inferirse cuál es la posición de la terapia guestáltica, pero quizá sea útil que la explicitemos, para lo cual examinaremos seis cuestiones: 1) cuál-es, según la terapia guestáltica, el verdadero agente terapéutico, y el concepto de salud mental que se deduce de este punto de vista; 2) los criterios acerca de la finalización de la terapia; 3) la gama de aplicación de la terapia; 4) la utilización de los sueños; 5) el lugar que ocupa al terapeuta, en su calidad de persona, dentro dC" ia técnica, y 6) el papel que cumple el pasado en la terapia del aquí y ahora.
La toma de conciencia y otros estados de conciencia, el «insight» y la salud mental El concepto de toma de conciencia ( awareness) constituye el núcleo teórico y terapéutico de la terapia guestáltica. Se trata en esencia de un concepto no definido, que alude a cierto tipo de experiencia inmediata; ,, trataremos de describirlo, distinguiéndolo de otros estados de conciencia ( consciousness). La toma
se abandonen a alguna fantasía de venganza con respecto a ~na afrenta reciente, o repasen en su :maginación el último partido jugado por su equipo de béisbol favorito, o piensen en lo que habrán de comer de postre dentro de unos minutos -nada vinculado con su actividad organísmica real y presente-. Mucha gente entorpece casi constantemente su vida con este «ruido» interno de fantasía.s insustanciales que apenas brindan una gratificación superficial. Por esto último, y porq11e no logra resolver ningún asunto pendiente, el efecto de esa actividad interna es reducir la satisfacción que produce la conducta real y presente (en este caso, el acto de comer) y generar más asuntos pendientes. Tómese por ejemplo al estudiante obsesivo que interrumpe su leCtura para fantasear acerca de la cita que ha concertado con una chica para la noche; llega la noche, y como no ha terminado de estudiar o no ha podido hacerlo como quería, arruina su cita con la preocupación que ello le causa. Con ello no queremos decir que en una vida sana la toma de conciencia sea algo grandioso y magnífico, una fiesta permanente: simplemente es algo que está allí, en un fluir conjunto con la conducta. No obstante, en la terapia, cuando se toma conciencia en aspectos en los que esta había sido antes bloqueada, suele experimentarse al mismo tiempo una liberación de la tensión y un aumento de la energía. En cierto sentido, se trata de una experiencia agradable; aun cuando se tome conciencia de un sentimiento doloroso -como la ira, o el pesar por la muerte de un ser querido-, existe el sentimiento concomitante de que «Esto fue deseado por mí; me alegro de que esté sucediendo pese al dolor que me causa». Este aspecto gratificador de la toma de conciencia terapéutica es decisivo, ya que gracias a esta recompensa y motivación internas el paciente se siente estimulado a seguir hurgando incluso en sentimientos muy dolorosos. Es preciso distinguir, en particular, la toma de conciencia de la introspección. En esta, el sí-mismo está div:dido: una parte de él «observa» a la otra convertida en objeto, percatándose muy bien de que la está observando. En la toma de conciencia, el sí-mismo total es el que se percata de aquello a lo que el organismo está atendiendo. La introspección implica un esfuerzo, es una concentración forzada; la toma de conciencia es la concentración espontánea en lo que resulta estimulante y de interés. Aquella, manteniéndose relativamente apartada del interés organísmico total y actual, no puede descubrir nada nuevo, sino solo reordenar y recomponer el pasado que se recuerda verbalmente, y que por ende carece de valor nutricio; esta, puesto que no ha perdido el contacto con el ambiente y el organismo actuales, siempre incluye algo nuevo y original. La toma de conciencia genuina siempre conti'éne un elemento de sorpresa, ya que ni el organismo ni el ambiente son siempre exactamente iguales a sí mismos. (Cuando alguien nos dice que la experiencia que ahora vive es «la misma» que vivió en el pasado, lo que nos está diciendo en verdad es que está repitiendo una fantasía en vez de atender con su conciencia a la experiencia real.) La toma de conciencia, tal como se desarrolla en la terapia, va acompañada casi siempre de la sensación de correr un riesgo , b de dar un paso con rumbo a lo desconocido -de tratar con titubeos de decir lo indecible o de comenzar algo sin saber muy bien en qué
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habrá de terminar-. Si no existe esta experiencia, muy proBablemente el insight que se ofrece no es más que una estéril recomposición del pasado en lugar de una expansión de la conciencia. Sería imposible articular cabalmente, dentro de los lúnites de este capítulo introdudorio, el concepto fundamental de toma de conciencia con su análogo éfi psicoanálisis ( insight), pero un breve ex~en del vínculo c;.ntre ambos puede resultar muy útil. Desde los comienzos del psicoanálisis, los teóricos y terapeutas de esta corriente advirtieron que el insight no producía siempre los cambios previstos y deseados. Allí donde cierto insight parecía funcionar bien, otro en apariencia semejante no llevaba a ninguna parte. Con el objeto de explicar esta diferencia, se estableció la distinción entre el insight «intelectual» y el . insight «emoc:onal»: este último era el que «funcionaba». El terapeuta guestaltista diría que el insight «emocional» (sea. cual fuere su forma verbal: pasada, presente o futura) se fundaba en una expansión de la conciencia de una relación actual entre el organismo y el ambiente, con su concomitante afecto positivo y sensación de descubrimiento, en tanto que el insight «intelectual» carecía de este arraigo decisivo en lo real. Si bien lo ant~rior co.nstif_p,ye una simplificación excesiva de .tm asunto muy compleJo, sugtere el nexo que une estos dos conceptos centrales. Una teoría cabal de la terapia debe incluir cierta idea acerca del fun. cionamiento sano de la gente al cual ella procura contribuir. La terapia guestáltica considera mentalmente sana a aquella persona cuya conciencia se desarrolla sin bloqueos en cualquier aspecto hacia cual sea solicitada la atención de su organismo. Esa persona puede experiment"'" plenamente y con perfecta lucidez, en todo momento, sus propias necesidades y las posibilidades que proporciona el ambiente, aceptando ambas como dadas y tratando de llegar a soluciones de compromis.o -creativas. No se ha desprendido de la cuota de conflictos entre sus necesidades y las frustraciories ambientales que le es propia, pero gracias al ·contacto estrecho que mantiene con estas nuevas necesidades y el ambiente, puede alcanzar rápidamente soluciones razonables y no magnifica sus problemas reales con los productos de su fantasía. Como porta consigo una nube filtrante mucho menos densa· de fantasías-pensamientos que le oscurecen el mundo, su realidad sensual es vívida y llena de matices, y sus relaciones interpersonales están comparativamente incontaminadas con proyecciones y expectativas irreales. Puede percibir a los demás y responderles mucho más tal como son y como devienen instante tras instante, en lugar de hacerlo como si fueran estereotipos rígidos. Tiene bien clara la importancia relativa de las cosas y sabe qué es lo que debe hacer para dar término a ciertas situaciones. Como no se le amontonan los asuntos pendientes, qu"!da libre para hacer y ser ple.na e intensamente todo lo que haga o sea, y las personas que la rodean suelen sentir que está mucho más ;unto a ellas cuando está junto a ellas. Capaz de ver a los demás con razonable lucidez y sin fantasías excesivas, le resulta fácil ser franca con ellos y apreciarlos en su justa medida. Tampoco en este caso se ha desprendido de sus conflictos con quienes la rodean, pero puede solucionar los solucionables y dejar pasar los que no lo son ( ¡y distinguir habitua~ente entre ambos!). Tiene respeto por sf misma, en todo el sen-
tido de la palabra; inclusive, aprecia su cuerpo y disfruta de él con el donaire físico consecuente. '
Criterios para la finalización de la terapia
f.!na característic~ fundament~l de la terapia .gue~táltica es que el paaente, en la medida de: lo postble, lleva a cabo su propia terapia, mien-. tras .el terapeuta lo ~s1ste como o~servador-~omentarista y como guía ?castonal. ~n la medtda de lo postbl7•. el paaente formula sus propias lnterpretaaones, plantea sus propos1c1ones directamente a los demás y toma conciencia por sí mismo. No concebimos este proceso como un desc~rgar sobre lo~ hombro~ del paciente la responsabilidad por su propta conducta, smo más bten como una manera de impedir que él ~escargue esa responsabilidad en nosotros. La responsabilidad es legftlt!l~ente suya, y no 1~ ha~emos ningún bien si actuamos en su lugar, pnvandolo de la expertenaa de aprendizaje y de la intensificación de las funciones yoicas que tiene lugar cuando lo hace él mismo. En conC?rdancia con esta orientación general, tan pronto como se está en condtciones de hacerlo se le pide al individuo que asuma la responsabilidad de decidir si ha de continuar con la terapia, de evaluar lo que ~tra~,de ella y deci.dir si el valor que ella tiene para él justifica la continuaaon del tratamtento. Nosotros le mostramos sin dilaciones 1 que .poden;tos ofrecerle; él experimenta de inmediato las gratificaClones 1mplíc1tas en un aumento de la conciencia y resuelve por sí mismo si esto es valioso y significativo para él. ' liay muchas m~neras de. poner en práctica este método. A partir, a veces, de la prtmera sestón, pregunto a los individuos o familias si quieren tener otra sesión más, y al término de casi toda sesión de grupo pre~to a los miembros cómo ha sido esta en su opinión. Si alguien maruftesta dudas en cuanto al posible progreso -ya sea verbalmente o no--, estas dudas pasan a ser el eje de la discusión preguntándosele de hecho al paciente qué piensa hacer con respecto ~ su descontento. No sorprende que muchos pacientes descubran que esa pregunta convi~e su decisió~ en algo más bien alarmante; a menudo, ella trae r~ptd~~nte a prtmer plano fantasías que de otro modo permanecerían bten distmuladas acerca de una curación mágica y de lo que el terapeuta «hará por uno». En el mismo proceso de exploración de estas fantasías, el p~ciente puede a veces vislumbrar su propia fuerza potencial "! .s~ capaadad para· ~utogobemarse. En tales circunstanCias, los focos 1D1Clales de la terapta pasan a ser los problemas vinculados con la responsabilidad, la elección, las metas de la terapia y la autonomía. ~oda la terapia si~e un curso diferente cuando su finalización cons.tttuye, desde el C<;lmtenzo, un problema central. Lo lógico es que antes de dar por concluido el tratamiento el paciente evalúe el progreso realiz~do, pero para ello debe ser consciente de cuáles son sus metas Sm duda, las metas pueden cambiar -y hab~tualmente eso es lo que ocurre--:, pero de ese modo se reduce al mínimo el peligro de que tanto el. pacrente. cuanto el terapeuta las pierdan de vista y vaguen . l. la dertva. Ocasionalmente, este enfoque tendrá consecuencias- prácticas tales como una secuencia muy irregular de sesiones, pues muchos
pacientes tienen grandes dificultades en decir francamente ' «Quiero venir la semana próxima» y por ende concurren en forma más esporádica. En un cierto período, el número de contactos entre estos individuos y el terapeuta será menor, pero tal vez para ellos esto sea lo mejor. '
Ga-ma de' aplicación Del análisis anterior resulta claro que la terapia guestáltica al estado puro no es para todos. Básicamente, está prevista para aqu~llas personas que, ~nsatisfechas con su forma de ser, se muestran dtspuestas a realizar un esfuerzo por ser distintas -o por vivir más satisfechas con esa forma de ser-. Muchas de las técnicas y principios específicos son aplicables a pacientes menos dispuestos a realizar ese esfuerzo -niños, ciertos psicóticos y personas con determinados trastornos del carácter-, pero examinar las modificaciones indispensables en tales casos trasciende los límites de esta introducción.
Utilización terapéutica de los sueños A partir de la brillante ob~a de Freud, tc:do sist:ma. ter~¡;>éutico debe incluir una manera de traba¡ar con los suenas, o bien ¡ustlficar el hecho de que no se haga caso de ellos. A este desafío, la terapia guestáltica responde con un enfoque totalmente no intert:retativ~, q?e permi~e ~1 paciente avanzar a su propio ritmo y descubrir por SI mismo el significado de sus sueños. Se supone que todas las imágenes que aparecen en ellos -humanas, animales, vegetales o minerales- representan una parte alienada del sí-mis~o. Volviendo a experimentar y narr~r una y otra vez el sueño, en tlémpo presente y desde el punto de vista de cada una de las imágenes, el sujeto puede comenzar a rescatar esas partes alienadas de sí, aceptarlas, incorporarlas a su vida y expresarlas · en forma más adecuada. Por ejemplo: una mujer inquieta, dominante y manipuladora soñó que caminaba por un sendero sinuoso en medio de un bosque de árboles altos y erguidos. Cuando se le pidió que se convirtiera en uno ele esos árboles,. se sintió más sosegada y con sus raíces más profundamente hundidas en la tierra. Al trasladar esos sentimiento a su vida corriente, notó a la vez la ausencia en ella de tales estados de ánimo y la posibilidad de alcanzarlos. Cuando se le solicitó que se convirtiera en el sendero sinuoso sus ojos se le llenaron de lágrimas, al experimentar más vívidamente la sinuosidad de su propia vida, y, nuevamente, la posibilidad de enderezarla con solo decidirse a ello. El terapeuta no hace sino sugerir el orden en que debe tomarse contacto con las imágenes, partiendo por lo general de las menos hacia las más vívidas. Ayuda también a vencer las resistencias -la tendencia a hablar sobre las imágenes e interpretarlas en lugar de introducirse en ellas y experimentarlas-, y sugiere en ocasiones cuándo es el momento más apropiado para transportar nuevamente las imágenes y sentimientos oníricos al contexto de la existencia cotidiana del paciente.
Lugar que ocupa el «terapeuta como persona» Una de las cu7stiones p~in~ipales en debate entre las teorías vigentes sobre la terapia es la sigUiente: El terapeuta, ¿es un técnico o una P.ersona? ¿Responde ~~ gambito del paciente con una técnica profeslOnal o con su reacc10n humana espontánea? Entre las filas de los guestaltistas me he encontrado con individuos situados en ambos extremos, ya que la terapia guestáltica no toma posición acerca de este P.unto. Tod~ aquello· que contribuya a ampliar la conciencia del paciente es váhdo. En c~anto a mí, ~escubrí que~; seguido un lento pero constante proceso orientado hacia la revelac10n más franéa de mis propios sentimientos de tedio, placer, molestia, embarazo etc. También esta es una técnica, estrictamente hablando. Si un paci;nte habla con voz monótona sin apartar los ojos del suelo y yo comienzo a aburrirme un poco, puedo preguntarle si tiene conciencia del tono de su voz o d~ lo que está ~irando; pero puedo contribuir igualmente a q~ advterta s.~ apartamtent~ come~tándole que ~e resulta difícil seguirlo con atenc10n. E~ta es m1 reaccion humana, sm duda, ¡pero nada tiene de espontánea si debo detenerme para .decidir cuál de los dos enfoques habre .~e adoptar! Se~ como fuere, evito caer en la presuntuosa interpr~tacion «Usted esta tratando de aburrirme». Aun cuando sea cierto, q~;uero que en tal caso el paciente lo descubra por sí mismo; aspiro a f~a~ una pauta de responsabilidad enunciando únicamente aquello que se Cierto: que me resulta difícil seguir con atención sus palabras.
Papel que cumple el pasado en la terapia del aquí y ahora Todo sistema terapéutico basado en el aquí y ahora debe proponer una manera de abordar el pasado. Después de todo, el pasado teóricamente es la «Causa» del presente. En la práctica, el paciente suele comenzar · su tratamiento con grandes expectativas de examinar su pasado -más aun, plenamente decidido a hacerlo-. Esto es válido sobre todo ahora que la popularización del psicoanálisis ya es casi total. Con frecuencia, la inclinación (del paciente o del terapeuta) a hablar del pasado ~onstituye una maniob:a para poner distancia con respecto a preocupaciones actuales potencialmente amenazadoras. El paciente preferirá acusar a su padre mezquino por las privaciones pasadas y no vituperar al terapeuta aquí y ahora por negarse a darle las nuevas golosinas (consejos, curación, insight, etc.). El terapeuta hablará muchísimo más de las «fantasías incestuosas» de la paciente que tiene delante, que de los tímidos coqueteos de esta última con él -o de su o;eci:r;te reacción fret;tte a tal conducta-. De modo, pues, que la conspiraclOn de verborragia sobre el pasado es muy a menudo una actitud defensiva tendiente a poner distancia y d~be ser interru~pida lo más pronto posible. Hay momento~, .sin ~?Ibargo, en que.~l pacien.te expone hechos del pasado con parttcipacion y preocupacion genumas. En tales ocasiones resp~t? esa preoc~ción y .escucho. S:go creyendo que ese lenguaje . ]!!reterito es una fabula mediante la cual el individuo me expone alegóricamente alguna de sus dificultades actuales, pero al menos se trata
Referencias bibliográficas Berne, E., Transactional analysis in psychotherapy, Nueva York: Grove, 1961. . . Kempler, W., «Expe'i·iential family therapy», International ]ournal of Group Psychotherapy, 1965, vol. 15, págs. 57-71.. Perls, F. S., Ego, hunger and aggression, Londres: Unwin, 1947. Perls, F. S., Hefferline, R. F. y Goodman, P., Gestalt therapy. Excitement and growth in the human personality, Nueva York: Julian Press, 1951. (Reeditado por Dell, 1965.) Tomkins, S., Affect, imagery, consciousness, Nueva York: Springer, · 1963, vol. 2.
o vívido y concreto en to sus de 1 s las d' · ili.mdes entre as antas as trans erenciales y la realidad. Al proceder de esta suert~ todo lo que hacemos es ped1rle que recobre sus sentidos, que- se abra paso por un instante a través de la niebla filtrante de fantasías que mantiene en torno suyo y experimente la ~ealidad de la persona que está ante él. Este procedimiento, simple COJ;rtO parece, puede ser muy eficaz, aplicado en el momento mislJlo de la percepción distorsionada, para lograr que el paciente tome contacto r,1ás estrecho con el mundo real de sus sentidos.
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9. El enfoque de una terapell:ta guestaltista 1 Laura Perls
¿Que hace usted con el paciente que se niega al tratamiento por haber sido derivado a él en forma inapropiada o por estar poco motivado? Todos los pacientes se niegan a tal o cual cosa en algún momento. Casi todos están poco motivados, en el sentido de que vienen al tratamiento -o son obligados a venir- por causas equivocadas. Sospecho del paciente que exhibe gran insight y lleva su sufrimiento a flor de piel, y actúo con precaución ante el hiperansioso que se muestra entusiasta y cooperativo, acepta y confirma lo que le dice el terapeuta, aprende la jerga en un santiamén y sueña como lo establecen las reglas. Este último se niega a la experiencia y expresión de sus diferencias de opinión sus dudas y objeciones. ' Pero, en general, los problemas relativos a la proveniencia del paciente y su motivación no me interesan demasiado. Lo tomo tal cual se presenta ante mí en el momento de la sesión. Su motivación ha sido suficiente para llevarlo a acudir a esa cita, y ese es nuestro punto de partida, estableciendo contacto mutuo estrictamente sobre la base de la conciencia que cada uno de nosotros tiene del otro en ese momento. El hecho de centrarnos en lo que es, en lugar de hacerlo en lo que no es o en lo que debería ser, suele ofrecerle apoyo suficiente para volver la próxima sesión; no es que esté necesariamente mejor motivado para «tratarse», pero por lo menos muestra cierta disposición a continuar manteniendo contacto con el terapeuta.
¿Alguna vez ha atendido usted a un paciente en casa de este último? En caso afirmativo, ¿por qué razón? Atendí a pacientes en su casa solo cuando habían sufrido accidentes que los inmovilizaron, y en dos casos de agorafobia; estos dos últimos pacientes pudieron retornar a mi consultorio luego de algunas semanas.
¿Cómo actúa usted cuando un paciente se niega a pagar su tratamiento? El paciente que se olvida de pagar los honorarios del terapeuta o se rehúsa a hacerlo exhibirá indicios de esta renuencia ya desde el comienzo del tratamiento, no solo con respecto al dinero sino a todo Jo que se le solicite: puntualidad para acudir a las sesiones, información, * En la Cuarta Conferencia Anual de la Academia Norteamericana de Psicote-
rap~tas,
celebrada en Nueva York en 1959, se formularon una serie de preguntas -vtnculadas con sus concepciones teóricas y enfoques terapéuticos- a destacados profesionales de cinco orientaciones diferentes. Laura Perls, en representación de los especialistas en terapia guestáltica, dio las respuestas que aquí consignamos.
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expresión cie sus opiniones y sentimientos, el intento de llevar a cabo un experimento, la evaluación de las actitudes y acciones suyas o de las demás personas. Su renuencia puede obedecer a muchas causas: temor o despecho, confusión de valores, necesidad infantil de ser atendido sin tener que dar nada a cambio. En definitiva, estos son los problemas a los que debe hacerse frente. Por supuesto, en el ínterin puede instárselo o esthnulárselo a que pague contra su voluntad, de una u otra manera. Debe aclarársele que todo lo que se haga con él o por él no se mide en dinero ni puede ser compensado merced a este. Lo que él está pagando es el tiempo y atención que le dedica el terapeuta. Todo lo que sucede durante la sesión está al servicio de sus necesidades, incluso aquellas exigencias que se le plantean y que en el momento le producen angustia o incomodidad. El terapeuta pide sólo los honorarios corrientes para sus propias necesidades. Por lo regular, esta explicación es intelectualmente aceptada como justa, pero la renuencia del paciente a pagar no se convertirá en auténtica disposición hasta que haya tomado conciencia de su propiovalor. Unicamente quien tiene y es puede dar. Por otra parte, el paciente que paga con regularidad no es siempre el más genuinamente promisorio. Tal vez obtenga alguna secreta satisfacción por los sacrificios que su familia hace por él, o tal vez esté extorsionando al terapeuta. También está el individuo aficionado a recorrer vidrieras: si bien no lo «compra» precisamente al terapeuta, paga los honorarios de la primera consulta como si asistiera a un desfile de modelos, «se prueba» el modelo de analista que se le ofrece y repite la misma estratagema con otro terapeuta la próxima «temporada» de confusión o depresión. He descubierto que el hecho de que yo tenga conciencia del «estilo» del paciente y de que le muestre solamente lo que le «sienta bien» de inmediato suele incitarlo a «comprar». De modo que, a la postre, me quedo con el visitante de vidrieras y cargo, no solo con su «renuencia», sino también con los problemas particulares que se añaden a causa de sus fracasados intentos previos. ¡Pero esta es otra historia!
¿Supone usted que desea inconscientemente que todos sus pacientes mejoren? No puedo responder a esta pregunta, ya que no sé lo que deseo inconscientemente. Por lo que sé conscientemente, quiero que mis pacientes mejoren. Si no lo hacen, debo indagar dónde ha estad_o mi falla, para tomar conciencia de ella o para hacerles tomar conciencia a ellos en la relación entablada.
¿Supone u;ted que todos sus sentimientos y los hechos de que toma conciencia, en caso de ser compartidos con el paciente, tienen valor terapéutico? Comparto verbalmente solo aquellos hechos que, según soy consciente, permitirán al individuo dar por sí mismo el próximo paso, y lo apoyo · ., por asumir un riesgo en el marco de sus dificultades actuales y reales. Si , transmito demasiado, puedo provocar una reacción terapéutica negati1 ., 1
puede facilitar el próximo paso del paciente en su toma de conciencia de la situac:ón real y de lo que él hace (o no hace) en ella y con ella. No tengo reglas especiales respecto de los pacientes masculinos o femeninos. Le encenderé a alguien su cigarrillo~ le daré de comer con una cuchara, le arreglaré el peinado a una niña, tomaré al paciente de la mano o lo alzaré en mis faldas si creo que ese es el mejor medio de establecer una comunicación o de retomar la interrumpida. Asimismo, en experimentos destinados a aumentar la conciencia corporal, toco a los pacientes o dejo que me toquen, con el fin de apuntar las tensiones, la coordinación muscular deficiente, el ritmo respiratorio, las contracciones espasmódicas, la fluidez de movimiento, etcétera. Parece haber gran divergencia de opiniones y mucha ansiedad en torno de la admisión del contacto físico en la terapia. Si queremos ayudar a nuestros pacientes a realizarse más cabalmente como verdaderos seres humanos, debemos afrontar con valentía los riesgos implícitos en ser humanos.
va: angustia intolerable, huida del tratamiento, resistencia, ,parálisis, desensibilización, proyección. Desde luego, el paciente aprende a tomar conciencia de mis reacciones y expresiones aun cuando estas no sean verbalizadas.
¿Cuenta usted 'ím' algún momento sus propios problemas .~r::
o su
vida?
Unicamen~ rel~taré problemas y experiencias propios o de otros pacientes si creo que con ello puedo contribuir a un percatamiento n:iás cabal de su propia posición y potencialidades por parte de un paciente determinado. En otras p11labras, si con ello puedo ayudarlo a dar el próximo paso.
¿Cómo controla usted a los pacientes que hacen «acting-oilt»? . Creo que con esta pregunta, en lugar de apuntar a un problema,
se lo
crea. Todo paciente está «actuando» de alguna manera durante todo el tiempo; dedmos qtie hace acting-out principalmente cuando su actuación es a todas luces inconveniente, inapropiada, exagerada, demas:ado agre:siva, perversa -cuando int~rumpe su desarrollo y sus relaciones normales-. Pero el sujeto hace o puede hacer acting-out en momen" tos en que se comporta muy correctamente, y aun cuando verbaliza de la manera más racional y articulada. Continuará con su acting-out en la medida en que no reciba apoyo suficiente para adoptar una conducta más adecuada. De modo que la misión del terapeuta no es interferir o impedir su acting-out, que es la única forma posible para él de actuar en ese momento, sino ayudarlo a confiar en sus propios recursos para alcanzar una conducta más continuamente integradora e integrada. Este proceso lleva tiempo y por lo general no lo favorece la imposición " de restricciones, limitaciones o amenazas, por lo menos en lo que atañe a la conducta del paciente fuera de la. situación terapéutica. Dentro de ella, pueden fijarse ciertas'restricciones como parte de una indagacl0n experimental de las pautas de conducta del sujeto y sus posibilidades; pero es. la reacción del paciente la que establece los límites de toleran· cia de la conducta del terapeuta. Yo no actúo el:). forma punit~va. No creo que la actitud «Mejor haga lo que le digo, porque si no ... » condiga cc;n un respeto auténtico por el paciente, cuyas resistencias constituyen su principal base de apoyo. Castigarlo por confiar en lo que confía provoca casi siempre una reacción negativa: temor, encono, resentimiento, deseos de venganza, todo lo cual interrumpe el proceso de comunicación y comprensión. El terapeuta punitivo hace acting-out de la peor ralea, y por las mismas razenes que el paciente que incurre en él: porque no sabe qué otra cosa hacer, porque él mismo no cuenta cori suficiente apoyo como para brindarlo cuando más se lo necesita.
¿Qué tipo de contacto fisico psicoterapéutico tiene usted con sus pacientes masculinos y femeninos? ¿Es aquel diferente con unos y otros? Responderé brevemente a esta pregunta sobre el contacto físico con el paciente. Recurro a todo tipo de contacto físico cuando creo que este $:'\o
¿Qué sostiene su escuela con respecto a la naturaleza básica del hombre, y de qué manera afecta ello su proceso terapéutico?
'1
Lamento que esta sea la última pregunta, pues la juzgo la más importante, la que otorga sentido o vuelve irrelevantes a todas las demás. Tengo la convicción de que no solo toda medida terapéutica sino todo pensamiento y todo acto están informados por nuestra creencia básica acerca de lo que hace «humano» al hombre, aun cuando nunca expresemos dicha creencia y demos por sentado sin más que no estamos enterados de ella. Refiriéndome estrictamente a mí misma -y esta es la única manera en que un terapeuta guestaltista puede decir algo-, estoy profundamente convencida de que el problema fundamental, no so!o de la terapia, sino de la vida misma, consiste en volver aceptable la vida
para un ser cuya característica dominante es tener conciencia de sí mismo como individuo singular, por un lado, y tener conciencia de su mortalidad, por el otro. Lo primero le da una sensación de avasalladora importancia, lo segundo miedo y frustración. Suspendido entre estos dos polos, vibra en un estado de tensión y angustia inevitable del que aparentemente -al menos en lo que atañe al hombre moderno de Occidente-:- no puede liberarse. Esto origina diversas soluciones neuróticas, que no prevalecen únicamente entre nuestros pacientes sino, en mayor· o menor grado, en toda nuestra cultura. Cuando se anula la toma de conciencia y la expresión de la singularidad y de. la individualidad, el resultado es la· uniformidad,' el tedio, el sinsentido, en fin, de la cultura de masas, en la que la conciencia de la muerte gradual a la que está sometido el individuo se torna tan intolerable que" debe enajenarla de sí a cualquier precio, «divirtiéndose» con un cúmulo de actividades insustanciales o de excitaciqnes artificiales (el alcohol, las drogas, la delincuencia) . Cuando se da a la singularidad e individualidad demasiada importancia, .nos encontramos con un falso «humanismo» en el que el hombre es la medida de todas las cosas, lo cual da y promueve expectativas exageradas, frustraciones y desilu- · siones. Como formación reactiva aparece, ora un falso distanciamiento, un laissez-faire producto del hastío y de la desesperanza, ora . un falso 122
10. Terapia de grupo psicoanalítica,
compromiso, una búsqueda frenética de seudocreatividad (la obsesiva dedicación a los «hobbíes» y «actividades culfurales», desde la pintura casera de los estantes de la cocina hasta el «ir al analista» o a la iglesia). Según mi experiencia, la verdadera creatividad está inextricablemente unida ¡a la con~iencia de la mortalidad. Cuanto más aguda sea esta conciencia, mayor sex~ la urgencia por producir algo nuevo, por partici¡;ar en la continua é infinita creatividad de la naturaleza. Esto es lo que convierte•er sexo en amor, la grey en sociedad, el trigo y la uva en pan y vino, el sonido en música. Esto es lo que vuelve aceptable la vida y -dicho sea de paso- lo que vuelve posible la terapia. En la medida en que la doctrina judeocristiana fue el pilar estructural de su sociedad y de su personalidad, el hombre de Occidente pudo aceptar la identidad del vivir y el morir sin cuestionarla. En Oriente, el propósito del budismo Zen es precisamente este percatamiento de la identidad del vivir y el morir, del compromiso y el distanciamiento. En nuestro mundo occidental, el neurótico es el individuo qué no puede enfrentar su propio morir, y, en consecuencia, no puede vivir plenamente como ser humano. La terapia guestáltica, al poner el acento en la conciencia y la involucración inmediatas, proporciona un método que permite sentar las bases indispensables para una adaptación creativa que se autoperpetúe -única manera de hacer frente a la experiencia del propio morir, y, por ende, del propio vivir. ·
experiencia! y guestáltica Ruth C. Cohn
En los últimos veinte años la terapia de grupo se ha venido aplicando en círculos cada vez más amplios, proceso que se ha acelerado por las neces:dades de grandes sectores de la población (necesidades de orden militar, educativo, civil y comercial), el deseo de reducir la duración y costo del tratamiento de los enfermos mentales y el afán de muchos por vivir una existencia menos penosa y más dotada de sentido. En este lapso, los psicoterapeutas han incrementado su experiencia, conocimientos y habilidades, lo cual condujo a la modificación de la terapia individual y a la creación de nuevos modelos para la terapia grupal. Describiré en este artículo tres de esos modelos. Lo haré sin pretensiones de precisión académica, llevada más bien por mis impresiones personales y reflexiones teóricas acerca de los tres modelos de terapia de grupo que he conocido como participante y como co-coordinadora, junto a varios precursores de los métodos analíticos, experienciales y guestálticos de terapia de grupo. Se cuentan entre estos los analistas de grupo Alexander Wolf, Asya Kadis, el extinto Sandy Flowermann y Hyman Spotnitz; los terapeutas experiencialistas Carl Whitaker, John Warkentin y muchos amigos personales de la Academia Norteameri~ana de Psicoterapeutas; y Frederick Perls, quien fue mi maestro en laboratorios de terap:a guestáltica. 1
Terapia de grupo psicoanalítica
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El terapeuta crea u.n medio que facilita la indagación e interacción verbales. La interacción entre los miembros del grupo ayuda al individuo a examinar sus pautas de conducta, sus ideas y sentimientos y a comprender su psicodinámica pasada y actual. El objetivo del analista de grupo es fomentar la interacción, discriminar los contenidos dentro del grupo y dar interpretaciones acerca del significado de las líneas personales e interpersonales de evolución. Según la teoría psicoanalítica, una persona está enferma cuando es incapaz de pe1"cibir y tomar decisiones en forma realista. Su yo -función capital de la percepción, la integración y la ejecución- no se hace cargo suficientemente de la situación. Sús defiCientes fijaciones perceptuales, emocionales y cognitivas, que provienen de deformaciones que datan de la niñez temprana, lo inducen a error. Estas deformaciones tienen varias causas: por ejemplo, aptitudes no desarrolladas ( desarro·.; 1 James Simkin, quien me ha enseñado muchísimo acerca de la terapia guestáltica, no se dedicaba en aquel entonces a la terapia de grupo.
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llo yoico irregular), pc:rcepcion~s, ~fantiles eq~ivoca?as o identificación con adultos neur6ttcos o ps1cot1cos. La pers1stenc1a de tales deformaciones obedece al hecho de que hunden sus raíces en la niñez temprana. Con frecuencia, el neurótico no sospecha ~u ~stencia y cree t~ ner una imagen realista del mundo, hasta que su ilus1on lo lleva a sufnr graves y repetidús0 jracasos. (Si una persona ha usado siempre lent~s de vidrios rojos difícilmente pueda ver el mundo de otro color que no sea el rojo: la 'única manera ·de tener una percepción más exacta de las cosas sería quitarse los anteojos y enfrentarse con su error.) La terapia analítica procur~ mejorar la perce~ión y la ada~tacióJ?- a la realidad. Tal vez el neurótico anhele ese camb1o, pero la res1stenc1a ante los cambios fundamentales es un factor biológico tanto o más que el impulso a mejorar y crecer. Las resistencias del paciente a admitir la realidad son reforzadas por el deseo (inconsciente) de aferrarse a sus primitivas defensas, que lo han protegido de sus temores arcaicos a la soledad la mutilación y la destrucción. Los niños, al par que se rodean de una' seudoseguridad en su mundo imaginario (mediante fantasías tales como suponer que sus padres son omnipotentes y poseen poderes mágicos), crean un conjunto de transferencias futuras al cual es posible adaptar a cada recién llegado•-' El paciente acomoda a la gente a sus imágenes transferenciales, o bien elige compañías ( cón.yuge, amigo~, jefes, etc.) que puedan desempeñar los r~les tr~sferenctales estab~ec~ dos que él atribuyó, cuando nmo, a las ftguras importantes de su limitado universo. . En el proceso terapéutico, .el psicoanalista deb~ tomar ~n cuenta las defensa.s ~rigidas por el pac1ente .contra ~ualqwer ~amblo que a!D~nace los cimientos de su seudosegurtdad. Solo renunciará al desvalumento y la omnipotencia como mecani.smos de defensa .cuando .experi!Dente su potencia real, como consecuencia de una mayor I?tegraciÓn y01ca de. las ,. fuerzas liberadas del ello y el superyó. En el cammo de su recuperación, el individuo aprende a aceptar la inseguridad realista que es intrínseca al sino del ser humano. La terapia de ~rupo es una nueva herrami~n.ta. an~lí.tica que pe~sigue el mismo propósito. En tanto que en el anáhsis mdividual el pactente no encuentra más que una persona a la cual transferir las diversas l?autas de relación de su niñez, en la terapia de grupo puede dotar a var1as de tales cualidades. Se crea entonces una red de múltiples transferencias~ Asimismo, en el análisis individual el terapeuta apela a toda su habilidad para no r.evelar sus sentimientos o sus rasgos de personalidad, a menos que est9s sean inferidos dire~tamente por el pacie~te; pero en el análisis de grupo ha corrido su as1ento desde atrás del diván y lo ha colocado en el circulo de sus pacientes, desplazamiento que lo lleva ll perder su tradicional invisibilidad, aunque. no su valor como objeto de la transferencia. Por otra parte, cada pac1ente se da de bruces contra la palpable realidad de sus pares. ~ara sorpresa de la profesión psi.coanalítica los brotes de transferencia, que hasta entonces habían stdo alimentados y protegidos (con el objeto de hacerlos florecer totalmente antes de que fueran analizados), demostraron ser mucho más tenaces que lo que se había supuesto: las transferencias seguían generali.zándose aun cuando se ten1a frente a frente la conducta no neutral ni especular del grupo de pares.
El analista de grupo fomenta la interacción mediante pregu~tas, silencios, comentarios e interpretaciones; acepta la expresión de 1os acontecimientos propios del aquí y ahora del grupo, así como la comunicación de hechos vinculados con el allá y entonces de la vida del paciente. Estimula a los miembros del grupo a relatar sus sueños y fantasías y a relacionar entre sí sus asociaciones y sentimientos. Puede centrarse en una persona por vez y utilizar ai resto del grupo 'como terapeutas a~ liares, o dirigir la mayoría de sus intervenciones al grupo en su conJunto. Hay, verbigracia, tres formas analíticamente correctas de abordar la interacción de un miembro «monopolizador» dentro del grupo: 1) «¿Por qué habla tanto X? ¿Qué es lo que pretende, o qué es lo que teme expresar?»; 2) «¿Por qué está el grupo tan callado? ¿Qué es lo que logra o evita el grupo gracias a X, o· para qué lo utiliza?»; 3) «X habla; todos los demás guardan silencio» (descripción). Para la terapia psicoanalítica de grupo la verbalización ~stituye el único medio aceptable de comunicación e integración. Se considera que todas las expresiones no verbales son una «actuación interna» (acting in) cuando tienen lugar en la sesión, y una «actuación externa» ( acting out) cuando el paciente simboliza su conflicto en la actividad que despliega fuera del grupo. En ambos casos, se los analiza como resi~teneias contra el insight analítico. Por ejemplo, el paciente puede sentir encono contra el analista o contra uno de sus compañeros de grupo, pero en lugar de buscar el facsímil infantil de ese encono «actúa» en contra de su jefe en la oficina y mantiene intacto su mundo transferencia!. Se ha desprendido de su resentimiento sin provecho terapéutico alguno. No está permitido ningún contacto físico durante la sesión, y solo se hace lugar a expresiones motrices personales del tipo de pequeños ges. tos y ademanes. Si un paCiente decide pegar patadas contra el suelo o se pone a caminar por el cuarto, se le interpretará su conducta como resistencia al insight y la integración. Hay analistas que prohíben incluso fumar o tomar café en la sesión, a fin de mantener un alto nivel de frustración, que es según ellos lo que da el impuls~ necesar~o para promover el cambio. La mayoría de los terapeutas pstcoanalíticos de grupo exigen a sus pacientes que no tengan contacto social entre sí, si bien muchos de ellos son partidarios de las «sesiones alternadas» (sesiones terapéuticas sin participación del analista). Estas sesiones brindan un foro específico para la particular pauta de transferencia familiar: los sentimientos de los niños en ausencia de sus padres. Se concibe la curación como el proceso mediante el cual se integran las partes disociadas del mundo perceptual, emocional y oognitivo del paciente. En el análisis de grupo, este proceso es apuntalado y pJ;omovido por diversas «experiencias emocionales correctivas» entre los pacientes, y entre ellos y el terapeuta. El análisis no sostiene ningún valor de vida concret.o, salvo el de la libre elección frente a las fijaciones inctms.cientell. Cl¡ando el paciente verbaliza su historia y sus conflictos del· pasado y el pJ;es~nte, exhibiéndolos ante los demás, vuelve a representar y experimentar al m:smo tiempo sus antiguos sentimientos en la constelación seudofamiliar de su grupo terapéutico. . El proceso de desglosar lo que ha sido trasladado irracionalmente del ~ pasado al presente se cumple por medio de un enfrentamiento emocional y cognitivo, del análisis y de la interpretación de lo que es· en lugar
de lo ·que ha sido imaginado. Bajo la conducción de un terapeuta que acepta a sus pacientes aunque no se da a conoéer a ellos, se produce la tríada del proceso curativo: 1) el análisis y disminución de los mecanismos arcaicos de defensa; 2) la experiencia e interpretación de las relaciones transfer_~nciales, y 3) la experiencia emocional correctiva dentro de un grupo ~compañeros que revelan sus propias dificultades.
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Terapia de grupo experiencia} Igual que su colega psicoanalítico, el terapeuta experiencialista crea una atmósfera que promueve la libre comunicación e interacción, pero su interés primordial se centra en la conducta y los sentimientos inmediatos antes que en los vínculos e interpretaciones psicodinámicos. Le preocupa cómo se maneja el paciente en su familia, en su trabajo y en el grupo actual, más que el porqué de sus acciones. Los conceptos rectores no son los de transferencia y resistencia sino los de autenticidad y franqueza. Su herramienta básica ~onsiste en exponerse él mismo como un ser humano auténtico y sincero, afirmando su identidad singular en un enfrentamiento constante con el grupo. Se alie~ta a los mie~~ros del grupo a que expresen todo lo que piensan y sienten. El obJetivo terapéutico es la aceptación de la propia existencia dentro de la fluida corriente de la vida, con sus placeres y dolores, y de la ambigüedad de esa existencia frente al hecho de la muerte. El camino mismo es la meta: el «coraje de ser» y la honestidad en la C?!D~nicaci?n con los de~ás. El analista de grupo estimula la interaccron impomendo a los miembros la frustración de su relativo silencio y •. ab~teniéndose ~e d~r .información ~obre su vida privada; el terapeuta - de grupo experlenciahsta, en camb1o, se suma al grupo como un integrante. más. Para ~1, la sesión. de grupo no es un laboratorio en el que se reviVen_ Y. examman .las ant:~as pau~as familiares y se las reemplaza po.r una serie de relac10nes meJores, smo una parte importante de la vida, que solo difiere de otras situaciones por su mayor autenticidad Y. fra~q.ueza y por concentrars~ en sus aspectos esenciales. (Un experiencialista cuyo n?~bre he olvidado decía que el término de la terapia formal podría defmtrse como el momento a partir del cual el paciente podía aprovechar cualquier situación de su vida como si se tratara de una experiencia terapéutica.) Por supuesto, el experiencialista no actúa dejándose llevar indiscriminadamente por. SUS se~tim!entos ni revela af grupo cualquier cosa; QO es un~ persona tmpulsiva stno. que s~ explaya en consonancia con lo que beneficte al proceso terapéuttco. Ehge, entre la multitud de experiencias propias, aquellos acontecimientos, sentimientos y pensamientos que juzga o intuye relevantes con respecto a la situación concreta. He denominado «autenticidad selectiva» a esa elección de manifestaciones de sí mismo que él debe estimar apropiadas y acordes con sus necesidades y las de sus pacientes. Sin embargo, sus comunicaciones personales. no están limitadas en cuanto a su contenido: pueden incluir sucesos molestos y penosos así como experiencias felices y enorgullecedoras v tam· biérr.sueños y fantasías. ' '
En la terapia. de grupo experiencia!, las palabras, si bien cumplen un papel predommante, no so~ la ún~ca forma de comunicación. Se aceptan y fomentan todas las mamfestaciones honestas acerca de uno mismo incluso expresiones físicas de afecto y de rechazo (pueden utilizars~ almohadones especiales para descargar golpes o arrojarlos a los compañeros). No se permite tener relaciones sexuales ni infligir daños a los muebles o personas. · Como el psicoanalista, el experiencialista evita el contacto social con sus pa~ientes, aunque en términos generales es menos probable que les exiJa a estos que se abstengan de celebrar reuniones entre sí. (En los pr~eros tiempos, los experiencialistas probaron de reunirse con sus pactentes fuera de las sesiones terapéuticas, pero para la mayoría de ellos. ~sta «mayor naturalidad~ s~ convirtió en una carga insoportable; la dtftcu.ltad de conservar la mdispensable honestidad terapéutica era muy superior a la que podían manejar sin tropiezos.) El terapeuta psicoanalítico de grupo puede optar entre diferentes mod~lidades de trabajo ( ~egún su personalidad y sus diversos puntos de v1sta acerca de la terapta de grupo), pero pese a ello el modelo analítico ~e te!apia de ~rupo está más claramente definido que el modelo exper~enctal. ~s mas probable que. el «control» de un aspirante a psicoanahsta le dtga que ha actuado bten o mal, con acierto o desacierto en su l~bor terapéutica, y no que el supervisor de un aspirante a experienciahsta evalúe de ese modo su tarea. En un grupo analítico debe darse cuenta de mayor cantidad de datos fácticos (el relato de las historias de caso, los vínculos psicodinámicos, el examen de las pautas transferenciales y contrat~ans~erenciales y de los mecanismos de defensa) que en un marco expertenc:al, donde se hace el mayor hincapié terapéutico en la singularidad y espontaneidad del individuo en la interacción grupal. La calidad de la terapia experiencia! depende de que el terapeuta tenga una concepción madura y amplia de la vida. Cierto es que también debe tener conocimientos de psicodinámica, poseer una afinada intuición y manejar muchas técnicas de la interacción (como los juegos de r~l~s, los propios de l?s encuentros, la sensibilización, etc.), pero, bastcamente, cuanto meJor sea el contacto por él establecido consigo mismo y con el mundo, mayor será la reserva de dones que podrá ofrecer, en forma intuitiva y creativa, a sus pacientes.
Terapia de grupo guestáltica En este punto me veo forzado a adoptar una forma más subletiva de descripción,. Frederick Perls ha creado en los últimos años un modelo para el trabajo en grupq que constituye una nueva manera de utilizar al grupo con fines psicoterapéu.ticos. En consecuencia, expondré el modelo de la terapia gues~áltica analizando mi experiencia· personal ~on Perls.2 El enfoque de Perls tiene la característica primordial de consi2 Muchos de los partidarios de Perls utilizan en la actualidad una combinación · de su modelo de grupo con las técnicas interaccionales Entre los que yo conozco '>~ es!án John Brinley, Joen Fagan, Erving Polster e Irm~ Shepherd, además de mi m1sma.
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derar. casi tabú la ini.t:útcción grupal. Perls formJ..Ila la siguielilte invitación: «¿Quién quiere trabajar ahora conmigd? Estoy disponible». El paciente es siempre un voluntario al que dedicará diez minutos o cien, según lo exija la situación, mientras el grupo cumple fundamentalmente el papel de -~spectador. En mi opinión, por su demanda de que la experiencia se haga en el ahora, Perls es un experiencialista radical. También vep. en .él un ~
(El concepto junguiano del «inconsciente colectivo» aclara este proceso.) El terapeuta guestaltista apuhta a los aspectos inmediatos de los -enunciados oníricos entrando en escena y enfocando las candilejas directamente sobre cada fragmento del sueño Este procedimiento conecta la vida emocional pasada y presente mediante un enfoque telescópico múltiple, y conduce a los «asuntos pendientes» significativos. · A mi juicio, los conceptos centrales de la terapia guestáltica de Perls son el de evitaci6:n y el de asuntos pendientes. Estos últimos comprenden las emociones, sucesos y recuerdos que permanecen inexpresados en la· persona organísmica; la evitación es el medio de apartarse de ellos, la tentativa de escapar de sentimientos que es preciso experimentar para poder liberarse de ellos. . Estos conceptos e hipótesis deben sonar familiares sin duda al psicoanalista, ya que en apariencia son equivalentes a la integración del material inconsciente reprimido bajo la supremacía del yo como fuerza conductora. Pero si bien los conceptos de evitación y de asuntos pendientes están íntimamente vinculados con los de resistencia y fijación, su diferente formulación marca diferencias esenciales entre ambos enfoques. «Resistencia» y «fijación» expresan la filosofía determinista del pensamiento regido por las causas y efectos: el analista «trata» al paciente y «controla» al colega novel. Asume la responsabilidad de su intervención con el mismo cuidado con el que un contratista de obra planea su tarea con el equipo de demolición, el arquitecto y la empresa constructora. «Evitación» y «asuntos pendientes» son parte de una filosofía que reta al paciente a asumir la responsabilidad por lo que él es. El terapeuta o instructor lo ayuda a hacerse cargo de sí mismo provo- · cando reacciones con respecto a ciertas zonas para las cuales está ciego. Consecuentemente, Perls no se asemeja a un terapeuta. en el sentido analítico o experiencia! del término sino más bien a un maestro Zen que guía a su discípulo por el paradójico camino que conduce al dominio de sí mismo, la disciplina y la libertad. Le enseña al paciente a hacer lo que le plazca con cada circunstancia de su vida, en lugar de ocultarse detrás de un «No puedo» (que Perls reemplaza pacientemente un~ y otra vc;z por «Diga mejor: No quiero») o detrás de las «expectativas calamitosas» --el temor a lo que habrá de suceder si se acepta realmente como es y como siente. · Los «asuntos pendientes» aluden a esas constantes molestias subterráneas que quedan fuera del alcance del paciente en su vida cotidiana en la medida en que elude enfrentarse con su dolor, angustia, duelo, ira, etc. y experimentarlos plenamente. En tanto que el psicoanalista gradúa con cuidado sus intervenciones, con ~1 fin de reducir la angustia a un nivel soportable, Perls induce a que se experimenten las emociones ntás ip.tensas en el ahora de la sesión terapéutica. Lo que magnifica el dolor, la angustia y la ira, y hace que perdure su poder erosivo y destructiivo, es la expectativa calamitosa de sufrimientos y de su consecuente in~luencia psicofísica. La aceptación cabal y sin remilgos de los sentimientos y la entrega total a ellos promueve el «cambio organísmico», que es una experiencia más que un insight. 3 · 3 La práctica me dice, sin embargo, que el it;sight suele producirse tiempó después, como en cualquier otra forma de terapia; llamo a esto la funci9n «conso- . lidadora» de la interpretación.
Perls .prohíbe los «~i», los «p~ro~, los «no puedo» y los «me sien~ culpable» en las ses1ones terapeutlcas. Los «~1»' y los «pero» ~on sustituidos por «y»; los «no puedo» por «no 9-wer<;>~; los «~e s1ent ~1pable» por «me siento agraviado». L~ aftrmacron: «Q~ero es~b~le a mi amigo pero no puedo» es, traducrda, esta otra: «Qutero escr.bu:]e a mi amigo y nó,,quiero». Esos dos deseos mezclaclos se separan entonces y se los ·hace hablar por sí mismos o entre sí, formulando el conflicto ~donál en repetidas formas cada vez más intensas; a menudo se adopta el modelo del opresor q~e. se dirige en ~érminos. ~e de-ber («Debes escribir esa carta») al opr1m1do («No qu1ero escrtblr esa carta» ) . Cuando se representa una y otra vez el seudoconflicto, el oprimido termina siempre por ganar. (~e .asegura de que la carta n? sea escrita.) El precio que paga el opr1m1do al opresor por este trlllnfo -o el individuo a su amigo por no escribirle- es la culp~. Si se discrimina con habilidad el carácter dual de los confhctos y luego se los vuelve a representar, el paciente llega a sentir, tras una se~ie 4e diálogos, vaciedad, confusión, impotencia, etc. Esta es la exp~r1en~1a del impase: la expresión última de dos fuerzas que pugnan en direcciones opuestas. Las frases rectoras del terapeuta son «sea ese. vacío», «sea esa confusión», «sea esa impotencia». Una vez que el pacrente soporta y sufre en toda su magnitud esos sentimientos se produce el cam~io organísmico. A mi entender, esta teoría acerca del fenómeno del 1mpase consti~ye la c,on~ribución más orig~al e i~portante d~ P~rls a la práctica ps1coterapeut1ca. Ella ~a pernuudo me)~rar la ef1cac1a de la psicoterapia, tanto en profundtdad como en rap1dez, de una manera fructífera y estimulante. Como la mayoría de los experiencialistas, Perls m~tiene el co.n~ol de la «autenticidad selectiva», pero rara vez comuruca sus sent1m1entos si estos no parecen responder a la conducta del paciente. Esta opción acerca de las comunicaciones guarda similitud con la máxima de los psicoanalistas: expresar los sentimientos propios solo cuando ellos parezcan «provocados» por dicha conducta. Mientras Perls trabaja con algún integrante del grupo que se ha ofrecido voluntariamente a ello'( a nadie se le pide o exige que se siente en el «banquillo .de los acusados»), los demás integrantes deben permanecer en silencio. No obstante, en cierto momento hace que el gt!!po entre en juego, aplicando para ello un procedimiento singular, que daré en llamar· «el método del coro griego». El «coro griego» prevé, subraya y fortalece los esfuerzos y realizaciones del paciente en cuestión ~ una forma que combina el condicionamiento con una limitada pero eftcaz interacción grupal. Supóngase, por ejemplo, que el páciente h:t~a llegado a la s~guiente comprobación terapéutica: «Yo no tengo que v1v1r de acuerdo con las expectativas de nadie». Se le pide entonces que «haga la ronda» diciendo eso mismo a cada participante y añadiendt. formulaciones distintas en cada caso, tales como «No estoy aqui para complacer tus expectativas. ~o t~g? por qué ced~te mi lu~ar si no quiero», o «No tengo por que escr1b1r un artícu}o Junto conttgo». !-fs miembros del grupo responden escuetamente segun cuál sea su. reacc1on, verbigracia: «Tienes razón, no tienes por qué hacerlo: tampoco tengo yo por qué complacerte a tí», etc. Está permitido expresar las atracciones~o rechazos físicos.
En los seminarios que ofrecí con el título de «Cinco modelos de ínter· acción grupal» incluí los modelos de la terapia experiencia!, la analítica y la guestáltica, además del grupo T y de mi propio método, el de la «interacción. centrada en un tema». A los estudiantes que asistieron a tales seminarios, se les hizo experimentar cada uno de los modelos · expuestos por vía de la participación. Invariable~ente, los grupos exhibieron la mayor participación personal en el laboratorio de terapia guestáltica, pese a que durante la mayor parte del tiempo eran espectadores más que participantes en interacción. La observación del diálogo dramático terapéutico tenía mayor repercusión que la interacción personal. La zambullida súbita del paciente en emociones antes evitadas por él parecía conmover verdaderamente a los observadores, como la identificación y la purificación en un drama griego. Los integrantes del coro griego parecen experimentar realmente dentro de sí mismos la tragedia y ]a alegría de las respuestas del paciente. 4 Para concluir, quiero narrar un episodio que tuvo lugar en uno ~e l~s laboratorios coordinados por Perls. Preguntó este: «¿Pueden tmagtnarse que yo, el hombre de la guestalt, haya sido alguna vez analista didacta en un :nstituto psicoanalítico?». La respuesta surgió de mis labios antes de que pudiera pensar en lo que decía: «Es por ese motivo que te muestras tan competente en esto, Fritz». Pero que un discípulo de Perls, que sabe que sus sentimientos y actos no son anónimos sino propios, diga «la respuesta surgió de mis labios», ·es un sacrilegio; por ende, fundamentaré esa frase con mis convicciones. Estoy firmemente convencida de que la habilidad de Perls para conducir en forma directa a los pacientes hacia sus asuntos pendientes sin sobrepasar su nivel de tolerancia está ligada a sus cop~osos conocimientos y su rica experiencia previa; conocimientos y experiencia que incluyen la teoría y práctica de la terapia psicoanalítica, la aceptación del credo experiencialista de los valores de la autenticidad y la sinceridad vinculadas con el aquí y ahora, el contacto con el psicodrama de Moreno y con la filosofía Zen, y la labor relacionada con la conciencia corporal. En igual secuencia histórica, los tres modelos de terapia de grupo que hemós expuesto en este artículo se han desarrollado a partir de los procedimientos anteriores, y cada uno de ellos superó, en importantes aspectos, lo que hubo antes que él.
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4 ·No obstante, en algunos grupos de terapia guestáltica que he conducido ~e impresiopó d 'deseo de: los par~idpantes de elaborar d impacto que habían ejercido sobre dios las intensas experiencias a las que habían asistido como especta- · dores. En tales casos combiné los grupos guestálticos con sesiones posteriores de interacción, o bien empleé técnicas de integración grupal en el diálogo guestáltico. También, ocasionalmente, hice que el grupo asumiera el rol de terapeuta.
11. · L_:.s. reglas y juegos de la terapia "
guestal ttca
Abraham Levits\ty y Frederick S. Perls . .;...r
Las técnicas de la terapia gu.estáhica giran en gran medida en torno de dos series de lineamientos, que llamaremos «reglas» y «juegos». Las reglas, escasas en número, suelen ser presentadas y enunciadas formalmente desde el comienzo; los juegos, en cambio, son numerosos y resulta imposible elaborar su nómina completa, dado que todo terapeuta ingenioso creará nuevos juegos de tanto en tanto. Si queremos hacer mínima justicia al espíritu y la esencia de la terapia guestáltica, debemos distinguir claramente las reglas de las órdenes. La filosofía implícita en las reglas es proporcionarnos medios eficaces para unificar el pensamiento y el se,ntimiento; tienen por designio ayudarnos a sacar a luz las resistencias, a promover una mayor toma de conciencia; a facilitar, en fin, el proceso de maduración. •No las preside, decididamente, la intención de presentar una lista dogmática de lo que se debe y lo que no se debe hacer; se las brinda, más bien, con el mis~ mo .ánimo con que se propone al paciente un experimento para que lo realice. A menudo, tendran gran «valor de choque», demostrándole al individuo de cuántas y cuán sutiles formas evita experimentarse plena.;. mente a sí mismo y a su ambiente. Si el propósito que persiguen las reglas se aprecia correctamente, nq· " se las tomará en sentido literal sino que se comprenderá su significado intrínseco. Por ejemplo, ~1 «chico obediente» qu.e es completamenfe incapaz de enten
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Las reglas
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El fJ!..!!!..cipio del ahora. La idea del ahora, del mom~nto inmediato, del la experiencia actual, es uno de los principios más vigorosos, fe-::undos y escurridizos de la terapia guestáltica. AteniendotJ;Je a mi experiencia personal [A. L.], debo decir que en varias opor-
Cbiiteiii(lOy··~ra"de
tunidades me he sentido intrigado, enfurecido, frustrado y alborozado por todo lo que lleva implícito la idea, ·en apariencia simple, de «ser en el ahora». ¡Y qué experiencia fas<::inante es ayudar a los demás a percatarse de las múltiples maneras mediante las cuales evitan adquirir por sí mismos esa conciencia auténtica e inmediata! Con ei H~aeroiñ~ariln:onciencintél ahora, s':Serimos a la gente que se comuruque en tiempo presente. «¿De qué tiene conciencia en este momento?», «¿Qué está pasando ahora?», «¿Qué está sintiendo en este instante?» L~ pregunta: «¿Cuál es su alx:Jra?» es eficaz para terapeutas y para pacientes. Sería inexacto afirmar que el material histórico y el pasado carecen de interés. Cuando se cree que guarda afinidad con aspectos importantes de la estructura de personalidad actual, se aborda activamente ese material. No ob~tante, la forma más efectiva de incorporar a la personalidad el material del pasa~o es traerlo -del modo más completo posible- al presente. Se evitan así los amables «sobreismos» intelectualizados y se procura insistentemente que todo el material ejerza el impacto de lo inmediato. Cuando el paciente alude a sucesos de ayer de la ~emana pasada o del año anterior, rápidamente le decimos. que' «se ubique» allí con su fantasía y represente el drama en términos actuales. Nos afanamos por señalar al paciente con qué presteza abandona el ahora. Discernimos su necesidad de hacer intervenir en el diálogo a personas ausentes, la acuciante nostalgia que lo lleva a rememorar el pasado, su tendencia a ocupar su mente con temores y fantasías acerca del futuro. Para la mayoría de nosotros, el ejercicio de permanecer en la toma de conciencia presente constituye una disciplina abrumadora, que solo puede mantenerse por lapsos breves. No estamos acpstumbrados ~~sciplina tal, y nos inclinamos a ofrecerle resistencia. rJú~on este principio, procuramos expresar en la forma más clara y concreta posible la idea de que la verdadera comunicación incluye tanto al emisor como al receptor. A menudo, los sujetos actúan como sí el destinatario de sus palabras fuese el cielorraso o el aire. Al preguntárseles «¿A quién le está diciendo eso?», se los obliga a enfrentar su renuencia a enviar el mensaje directamente al receptor, al otro. De este modo, suele solicitársele al paciente que mencione el nombre de la otra persona -al comienzo de cada oración, en caso necesari~. Se le pide que tome conciencia de la diferencia entre «hablarle» a su interlocutor y «hablar» delante de él. Se lo insta a que compruebe si su voz y sus palabras alcanzan realmente al otro. ¿Lo toca realmente con sus palab~as? ¿En qué medida está dispuesto a tocarlo con sus palabras? ¿Comienza a darse cuenta, acaso, que su evitación fóbica de la relac:;,ión con los demás y del contacto genuino con ellos se pone de man~fiesto tadlbién en los mecanismos de su voz y en su conducta verbal? Si su ~ontl)cto con el resto de la ~nte es esca59 o iQsuficiente, ¿comenzaf4 por ~entu~a a plantear!e senas dudas en cuanto a que los demás teng~ ex1Stencia real para el en este mundo? ¿En cuanto a que él esté realm~QtLJ.l~pta solo y abandonado? . l"'~f!J~ t~Mt~Q!J'!!J_ t?.ersonal.. Esta regla tiene que ver con la semán-. t~ca de la responsabiliaaayrapárticipación. Es común que, para· referirnos _a ~uestro cuerpo y a nuestros actos y conductas, empleemos un lenguaJe impersonal: ·
-¿Qué siente en su ojo? -Un parpadeo. ,. -¿Qué ocurre con· su mano? -Tiene un temblor. -¿Qué siente en la garganta? -Un ahogo. -¿Qué siente en su voz? -Un sollozo. Merced al simple :_y aparentemente mecánico- expediente de convertir el lenguaje i:ifipersonal en lenguaje personal, aprendemos a iden~ tificar mejqr la conducta en c~estión y a asumir responsabilidad por ella. En lugar de «Un temblor», «Estoy temblando»; en vez de «Un ahogo», «Me siento ahogado». Avanzando un paso más, diremos «Siento que estoy ahogándome». En este caso puede apreciarse de inmediato el diferente grado de responsabilidad ·y de participación que experimenta el individuo. La traducción del lenguaje impersonal a lenguaje personal es un ejemplo en min:atura de muchas de las técnicas de juego guestálticas. A medida que el sujeto participa, es más probable que se vea a si mismo como un agente activo que hace cosas, en lugar de un ser pasivo al cual las cosas de algún modo le «ocurren». Hay otros juegos semánticos. Si el paciente dice «No puedo hacerlo», el terapeuta le solicitará que diga «No lo haré»; si acepta esta formulación y la utiliza, le preguntará: «Y ahora, ¿qué siente?». T: ¿Qué oye en su voz? P: Parece un llanto. T: ¿Puede usted asumir responsabilidad por ello diciendo «Estoy llorando»? Otros de los gambitos de la semántica de la responsabilidad consisten en hacer que el paciente reemplace los nombres por verbos y que utilice con frecuencia el modo imperativo como medio más directo de comunicación. . -;;_~Eiiiplecnietc~u-_~~4_e-~'!;_~ffCia:)El empl~o d~l denominado «conti«como» la expertenoa- es absolutamente nuo-·cle-com:ienair». fundamental en terapia guestáltica. Se logran con él efectos a la vez notables y sorprendentes. La insistencia con que se. welve a él y la conf:;anza que en él se deposita es una de las mayores innovaciones técnicas aportadas por esta terapia. El método es muy simple: T: ¿De qué tienes conciencia ahora? P: Tengo conciencia de que te estoy hablando. Veo a las demás personas que están en el cuarto. Tengo conciencia de que John está moviéndose en su asiento. Puedo sentir la tensión en mis hombros. Tengo conciencia de que a medida que digo esto aumenta mi ansiedad. T: ¿Cómo experimentas esa ansiedad? P: Oigo temblar mi voz. Siento la boca seca. Hablo en forma muy vacilante. T: ¿Tienes conciencia de lo que están haciendo tus ojos? ¡ P: Bueno, ahora me doy cuenta de que mis ojos no hacen más que mirar hacia otro lado . . . . ¡ T: ¿Puedes asumir la responsabilidad por ello? P: ... q'ue yo no hag? más que apartar los ojos de ti. í ' T: ¿Puedes ser tus OJOS ahora? Haz de cuenta que son ellos los que -.p· hablan. P: Soy los ojos de Mary. Me resulta difícil mirar fijo. Paso todo el ,li:, tietnl'Jo saltando de un lado a otro ...
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El continuo de c~:mciencia tiene inagotables aplicaciones, pero es ante . todo un modo eftcaz de conducir al individuo hacia los firmes cimientos de sus experiencias y de apartarlo de las interminables verbalizaciones, explicaciones, interpretaciones. La conciencia de los sentimientos corporales y de las sensaciones y percepciones constituye nuestro saber más seguro ----'tal vez el único saber seguro que poseemos-. Depositar confianza en la información que proporciona la toma de conciencia es la mejor manera de poner en práctica el refrán de Perls: «Abandona tu mente y recobra tus sentidos.>. El empleo del continuo de conciencia es, para el terapeuta guestaltista el mejor modo de hacer que el paciente coloque menos el acento en eÍ porqué de la conducta ( interpretacion psicoanalítica) y más en el qué y el cómo de la conducta ( psicoterapia experiencia!) : P: Tengo miedo. T: ¿Cómo experimentas ese miedo? P: No puedo verte con claridad. Me transpiran las manos ... Al ayudar al paciente a confiar en sus sentidos («retornar a sus sentidos»), también lo ayudamos a distinguir entre la realidad que tiene delante suyo y los demonios horrendos que fabrica en su fantasía: P: Estoy seguro que la gente me despreciará por lo que acabo de decir. T: Recorre la habitación mirando detenidamente a cada uno de nosotros. Cuéntame qué es lo que ves, qué es lo que tus ojos -no tu imaginación- te dicen. P (luego de cierto período de exploración y descubrimiento): Bue" no, ¡lo cierto es que la gente no mira con tanto rechazo! Algunos de ustedes incluso me dirigen una mirada cálida y amable. T: ¿Qué experimentas ahora? P: Estoy más relajado. ["No murmurar~omo sucede con muchas técnicas guestálticas, la· regla ~ no m?r~~rar tiene ~1 propósito de promover sentimientos e impedu la ev1tac1on de sentimientos. Se defme la murmuración como todo aquello que se dice acerca de un individuo que está presente y a quien se puede hablar en forma directa. Por ejemplo, supóngase que el terapeuta está tratando a dos pacientes llamados Bill y Ann: Bill (al terapeuta): El problema con Ann es que siempre me está molestando. T: Estás murmurando; díselo a Ann. Bill (volviéndose hacia Ann) : Siempre me estás molestando. Solemos entregarnos a las murmuraciones sobre las personas cuando no hemos podido manejar directamente los sentimientos que despertaron en nosotros. La regla de no murmurar es otra de las técn~cas guestálticas que facilita ·la confrontación directa de los sentimientos. ~J."?~~ñliiij La terapia guestáltica presta mucha aten-crÓh aTa necesütact del paciente de formular preguntas. Es evidente que quien formula una pregunta nos está dic:endo: «Dame, dime ... ». ~menudo, si lo f:scuc,ha~os cap cuidado, descubriremos que no·necesita reah;nente la informa~ióri que pide, o que su pregunta no es verdaderamente necesaria,' o que implica pereza y pasividad de su parte.. En tal caso~~~ terapeuta puede_ decirle. «Reformula esa pregunta como ~ una p~posicion». La frecuencia con la que el paciente puede hacerlo convahda la conducta del terapeuta. ·
Deben distinguirse las preguntas genuinas de las falsas; estas últimas son las que tienen como objetivo manipular o 'Sobornar al interlocutor para que vea o haga las cosas de cierta manera. En cambio, las preguntas de la forma «¿Cómo lo haces tú» y «¿Tienes conciencia de que ... ?» suministran un ·!!poyo auténtico; . ..::.rv
Los juegos A continuación, describiremos súcintamente cierto número de «juegos» empleados en terapia guestáltica. El terapeuta los propone cuando le parece que el momento es oportuno -ya sea en lo que toca a las necesidades de un individuo o del grupo-. Algunos de estos juegos, como los llamados «Tengo un secreto» y «Me hago responsable», son particularmente útiles para aumentar el entusiasmo de un grupo al comienzo de la sesión. No es, desde luego, accidental que algunas de las técnicas principales de la terapia guestáltica tomen la forma de un juego. Se trata, a todas luces, de una metacomunicaciónde'Perls, que pone de relieve una de las muchas facetas de su filosofía acerca del funcionamiento de la personalidad. El lenguaje de los juegos (que es en sí mismo un juego) puede interpretarse como un comentario sobre la índole de todas o casi todas las conductas sociales. El mensaje no es que se dejen de jugar los juegos -puesto que todas las formas de organización social pueden con'cebirse como un juego de tal o cual tipo-, sino que tomemo~ conciencia de los juegos que jugamos y seamos libres de sustituir los que no nos gratifican por aquellos que sí nos gratifican. Aplicando este punto de vista a cualquier relación bipersonal (el amor, el matrimonio, " la amistad), no saldremos a la búsqueda de un compañero o compañera que «no juegue juegos», sino que buscaremos una persona que practique Í\lf!gos q!!.e. se acomoden bien a los nuestros. ,...., ,--Juegos de .diáloj.p En su tentativa de lo~rar, un f~ncionam~e!l~o inteLgrado dehrtruviduo, el terapeuta guestalt1sta mvestlga las d1v1s1ones o · escisiones manifiestas en su personalidad. Naturalmente, toda «escisión» · que se descubra será función del marco de referencia del terapeuta y de su poder de observación. Una de las principales divisiones postuladas es la que hay entre el «opresor» y el «oprimido», según se Jos denomina. El opresor es el equivalente aproximado del sU:peryó psicoanalítico: es moralizador, imperativo y condenatorio, y su especialidad son los debes. El oprimido tiende a oponerle una resistencia pasiva, .a encontrar excusas para su conducta y dar razón de sus demoras. Cada vez que se presenta esta división, se le pide al paciente que mantenga un diálogo real entre dichos dos componentes de sí mismo. Por · supuesto, el mismo juego de diálogo puede aplicarse para cualquier escisión significativa dentro 'de la personalidad (el agresivo contra el pasivo, el «buen muchacho» contra el villano, el masculino contra el femenino, etc.). En ocasiones, puede aplicárselo incluso a diversas partes del cuerpo: la mano derecha contra la izquierda, la parte superior del cuerpo contra la parte inferior. También puede desarrollarse el diálogo entr« el paciente y alguna persona significativa para él: el sujeto se '
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dirige a ella como si estuviera presente, imagina cuál sería su respuesta, l~§Ja a su vez, y !llSÍ sucesivamente. ~ H~f.e_r Ja.ronaa) A veces el terapeuta puede encontrar conveniente que uno de los pacientes, que se ha referido a un tema en particular o ha expresado determinado sentimiento, repita eso mismo frente a cada uno de los integrantes del grupo. Si un paciente afirmó: «No soporto a ninguna de las personas que hay en este cuarto», el' terapeuta podrá decir~ le: «Muy bien, ,haz la ronda. Repite esas palabras ante cada unó de nosotros, añadiendo alguna observación vinculada con tus sentimientos en cada caso». El juego de la «ronda» es, desde luego, infinitamente flexible y no es preciso limitarlo a la interacción verbal: puede incluir conductas como tocar o acariciar a los demás, observarlos detenidamente, asustarlos, ~tcétera..___ . (~lJf!li"'ii:J...os asuntos pendientes constituyen en terapia gues--¡¡fltica el equivalente de la tarea perceptual o cognitiva inconclusa de la psicología de la guestalt. Cada vez que logran identificarse esos asuntos pendientes (sentimientos no resueltos), se le pide al paciente que los complete. Como es obvio, en el campo de las relaciones interpersonales todos tenemos una lista interminable de asuntos pendientes -p. ej., con nuestros padres, hermanos y amigos-; Perls sostiene que los resentimientos n s más comunes e importantes . « e a onsable~ . Este juego se funda en algunos de los elementos el continuo de conciencia, pero en él todas las percepciones se consideran actos. Se solicita a los pacientes que añadan, a cada una de sus proposiciones,« ... y me hago responsable de ello». Por ejemplo; «Tel)go conciencia de que estoy moviendo la pierna ... y me hago responsable de ello»; «Mi voz es muy tranquila ... y me hago responsable de ello»; «No sé qué dec:r en este momento ... y me hago responsable de no saberlo». Lo que a primera vista parece un procedimiento mecánico y aun intrascendente revela~ pronto tener gran significado. (~E, secrej()< Este juego permite investigar los sentimientos de ~ergüenza. Cada persona debe pensar en un secreto personal {-. celosamente guardado, pidiendosele que no comparta con los demás el secreto en sí pero imagine (proyecte) de qué manera, a su juicio, reaccionarán los otros frente a él. Luego puede solicitársele que se jacte ante los demás de poseer un terrible secreto; comienza entonces a salir -~luz el vínculo Jo,~~~~~!!!~ .C:QD. eLsecreto-.como logro preciado. tEl.Jil~g(! dt;: l4l;pi~cwniS:::Muchas aparentes percepciones son en realidad proyecciones. Verbigracia, al paciente que dice «No puedo confiar en usted» se le pedirá que represente el papel de una persona poco digna de cenfianza, con el objeto de descubrir su conflicto interno en este ámbito. Otro paciente se quejará al terapeuta diciéndole: «Usted no está verdaderamente interesado en mí. Hace esto nada más que para ganarse la vida»; se le solicitará entonces la representación de la actitud que le imputa al terapeuta, tras lo cual se le puede preguntar si no cr~ él posee, también, el rasgo mencionado. . ¡"'lfntít~-:-uno de los caminos de que dispone el terapeuta guestaltista . ~ 'parlr'aproximarse a ciertos síntomas o dificultades es ayudar al paciente a que advierta que la conducta manifiesta suele ser la antítesis de los
impulsos subyacentes o ~atentes. S~ juega .en.tonc~s .al juego de 1~ ~ntí tesis. Por ejemplo, al su~to que dtce sufttr J~PPJ?~i.o~z ~cesiva se le hace representar el papel de,~~bibLCmrusta; al mternarse eñese terreno tan lleno de ansiedad para éf, toma contacto con una parte de sí mismo que,había permanecido sumergida d~r~~te mucho ti~po. O bien, si el suje.tP:"desea tratar su extrema senstbthdad a las críttcas, se le hará represen~at el papel de escucha atento a todo lo que se le dice -en éspeciallas críticag;:_ sin necesidad de defenderse o de contraatacar. O si se trata de un individuo que no hace valer sus méritos y que se mu~stra demasiado delicado con la gente, se le pedirá que haga alvada. . . el _E!l..Rd.dLl;l.J?-~ persona e~t'!~ta. ritmo de cotiTáélOf7íPartamzent Como consec~encra de su .mterés ···--por'ilrtO'tlllidm:h:ie"ios vtta es, por los fenomenos de ftgura y fondo, la terapia guestáltica hace hincapié en la índole. polar del f~n cionamiento vital. La capacidad de amar se ve obstacuhzada por la mcapacidad para resistir la ira; el descanso es necesario para restaurar · energías; una mano no es una palma abierta ni un puño cerrado, pero puede abtirse o cerrarse. . La inclinación natural a apartarse de todo contacto, que el pactente experim~ntar~(de vez en cuaÍlªo1i!~--~~~~!isl~~!_a como una resis~a qué debe ser súperada'síno como una respuesta ritmtca que debe respetarse. En consecuencia; cúando eTsujeto~desea apamrse;5ele1:tíce quederre los ojos y lo haga en su fantasía a cualquier lugar o situación en los que se sienta seguro. Tras describir el panorama que se le o~rece y lo que siente en tales circunstancias, se le pide que abra los OJOS y «vuelva al grupo». Se retoma entonces la tarea tal como se la venía desarrollando· por lo general, el paciente suministra nuevo material en estos casa's, dado que el apartamiento le ha permitido recuperar energías. · . " El enfoque guestáltico no~ pr~poll.e.q.u.e....aceptemos la. pecestd~d d~ apartamiento en todas las sttuactones en las que la atencton o el mteres diSmiiíuyen, pero permaneciendo conscientes del rumbo que toma nuestra atención:-- ·· ·· · · ...... · .......... " · ~,-·« nsayo teatral». Según Perls, nuestro pensamiento consiste, en buena a, en un ensayo y preparación interno~ de. los rol~s sociale~ que m habitualmente debemos representar. La expertencra del mtedo al publico no es más que nuestro temor de que no h~remos un buen papel. Pe acuerdo con ello los integrantes del grupo Juegan a comparttr sus respectivos ensayos', con lo cual ganan conciencia sobre los preparativos a que recurren para apuntalar sus roles sociales. L~~·«Exágeraczon» ~ste juego está .íntimamente. vinc.~ado al principio de~ · contmuo e conctencta y nos brmda un medto adictonal de comprender el lenguaje del cuerpo. En muchas oca~io~es, un movio:üen.t? o ~d~IJ!-án involuntario del paciente parece constttutr una comurucacton stgruftcativa pero tales movim:.entos pueden ser incompletos o no alcanzar un total ·desarrollo -una mano que describe un semicírculo, tal vez, o un ligero golpe con la pierna sobre el suelo-. Se le solicitará entonces que exagere y repita el ademán, tratando por lo general de que se ponga más de manifiesto su significado interno. A veces se le pedirá que convierta su movimiento en un paso de baile, de modo de que entregue algo wás de sí mismo en una expresión integrada.
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Se emplea una técnica similar para la conducta puramente verbal, en lo que bien podría llamarse el «juego de la repetición». Si un paciente hace alguna declaración importante pero pasa apresuradamente a otro tema o revela de alguna manera que no ha absorbido plenamente. su impacto, se le pedirá que la repita -varias veces, en caso necesario, y, si resulta conveniente, con voz cada vez más Í\lerte-. Pronto habrá comenzado a escucharse atentamente a sí mismo, en lugar de emitir palabras sim 1 \-<<[}i!.!_J!!!tn,ites !1!:!~.1! dé .una oración? . Al escuchar u observar al \..--pa'ffente, el terapeuta puede egar a a conclusión de que hay una cierta actitud o mensaje implícitos. Le dirá entonces: «¿Me permites que te dé una oración? Repítela, a ver cómo te queda a ti, y dísela a varios de los aquí presentes». Le propone entonces su oración y el paciente prueba a ver cuál es su reacción frente a ella. Como regla, el terapeuta · no ofrece meras interpretaciones. Es evidente que en este juego hay un fuerte elemento interpretativo, pero el paciente debe hacer suya la ·experiencia a través de una participación activa. Si la oración que se le propuso es verdaderamente importante, él mismo desarrollará la idea . . . . .. . .. . ...·.· . . ... . ... en Í.9l;!I!!l espontánea. --rúegos para erasesoraiiiienuFJIStcoJOgiéo·ae·matrimoitíoS. Méiicioiiáre- ·· _.- mos solamente algunas de las innumerables variantes posibles de estos juegos. Los cónyuges, sentados uno frente al otro, hablan por turno comenzando su exposición con: «Tengo resentimientos contra ti porque ... ». El tema del resentimiento puede ir seguido del tema de la estima: «Te estimo porque ... ». Luego el tema de la malignidad: «Actúo en forma maligna contra tí cuando ... » o el de la condescendencia: «Actúo en forma condescendiente contigo cuando ... ». Tenemos, por último, el tema del descubrimiento. Cada uno de los cónyuges describe alternadamente al otro en oraciones que comienzan: «Veo en ti ... ». En muchas circunstancias, este proceso de descubrimiento implica ver realmente por primera vez a la otra persona. Perls señala que el problema más difícil del matrimonio consiste en que se está enamorado de un concepto y no de un individuo; por ende, debemos aprender a distinguir entre nuestra imagen fantaseada y la . persona de carne y hueso. Para terminar, es oportuno mencionar un enfoque que, si bien no entra en la categoría de las reglas ni en la de los juegos, merece que lo incluyamos en este lugar. Se trata de un importante gambito de la terapia guestáltica, que simboliza gran parte de la filosofía básica de Perls. Podríamos llamarlo el principio de «permanecer en los estados de ánimo propios». Se apela a esta técnica en momentos claves, cuando ·el paciente :hace referencia a un sentimiento o estado anímico o mental desagradable y del que tiene gran urgencia por liberarse. Supongamos que ha llegado a un punto en el que se siente v:acío, o confundido, o frustrado o descorazonado. El terapeuta le dice: «¿Puedes permanecer ~--- . . ~~~,---·-·-. en es~ado de ánimo?». CilSISíempre, este es un momento dramático y de gran frustración para el individuo. Ha relatado su experiencia con cierta acrimonia ~ y una clara impaciencia por seguir adelante, dejando tras de sí esos sentimientos. Sin embargo, el terapeuta le pide deliberadamente que
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aguante el sufrimiento psíquico que soporta el) ese momento', sea cual fuere este, y le pide que elabore el qué y el c6ino de su·estado anímico. «¿Qué sensaciones tienes? ¿Qué percepciones, fantasías, expectativas?» En estos momentos es con frecuencia indispensable y· oportuno ayudar al paciente a di~tihguir entre lo que imagina y lo que percibe. La técnica de «pemtanecer en eso» es el mejor ejemplo de la importancia qu~ cpncede Perls ~lpapel_ d.c;:Jª_e.vi.taci&d6biQa en. toda conducta neurótica. A su entenClei, el neurótico ha evitado sistemáticamente establecer un contacto íntimo con una gama de experiencias desagradables y disfóricas. Como resultado de ello, la evitación pasa a ser inherente a su conducta, la' ansiedad fóbica se convierte en cosa de todos los días y no logra jamás un dominio adecuado de ciertas dimensiones fundamentales de la experiencia. En este sentido, es interesante recordar el título del primer libro de Perls: Ego, hunger and aggression (Yo, hambre y agresión}. Fue un título cuidadosamente escogido, con el fin de transmitir el siguiente mensaje: debemos adoptar, con respecto a las experiencias psicológicas y emocionales, la misma actitud activa y desafiante que empleamos para nuestra sana alimentación. Para una comida sana, empezamos por morder el alimento, luego lo masticáriíos, lo trituramos y lo licuamos, más tarde lo tragamos, lo digerimos, lo incorporamos a nuestro metabolismo y lo asimilamos. De este modo, el alimento pasa a ser parte real de nosotros. El terapeuta guestaltista estimula al paciente -sobre todo con la técnica de «permanecer en eso»- a que emprenda una «masticación» análoga y la ardua asimilación de dimensiones emocionales de la vida que hasta entonces le resultaban desagradables al paladar, difíciles de tragar e imposibles de digerir. Ello aumenta la confianza del sujeto en sí mismo y 1o dota de una mayor capacidad para vivir en forma aut6,. noma y para enfrentar resueltamente las inevitables frustraciones de la · vida.
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Las leyes sobre las cuales se funda toda psicoterapia experiencia! con familias se vinculan con dos preceptos: 1} el punto central de toda toma de conciencia e intervención es la atención que se preste a las interacciones presentes, y 2} el terapeuta debe participar plenamente con toda su persona -y no simplemente con un bagaje de triqu.iñuelas denominadas «habilidades terapéuticas»-, ejerciendo un franco y generoso influjo personal en las familias con las que trabaia. Hay muchos terapeutas que abogan por estos principios fundamentales, pero en la práctica hay una tendencia a levantar una barrera frente al compromiso que entrañan esos dos principios. Ofrecemos este artículo como un . modo de derribar esa barrera. La interacción presente -el encuentro actual- exige estar constantemente alerta. Ello implica que se debe prestar atención al. aquí y ahora, no hasta el punto de excluir el pasado y el futuro pero sí hasta el punto de con'Biderar cualquier desviación pertinente respecto del aquí y ahora como un apartamiento transitorio -aunque necesario-, y de hacer que cada rodeo sea prontamente integrado a la interacción actual. Daremos como ejemplo el de un matrimonio con una hija de ocho años que se ha embarcado en una discusión sobre la conducta de esta última: El padre sostiene clara y firmemente que la hija es perfectamente capaz de expresarse por sí sola, mientras que la madre afirma que nunca defiende sus ideas y necesita recibir ayuda en esta materia. El terapeuta, que sabe que debe darse preferencia a la confrontación directa cuando ello es posible, urge a la madre para que examine su preocupa· · ción por la hija en vez de discutir con su esposo acerca de ella. M (madre, dirigiéndose a su hi¡a, en un tono francamente condescendiente): Me gustaría que pudieras hablar libremente con nosotros de todo lo que se te antoje. ¡Sería tan importante para ti poder hacerb! H (hi¡a, prestamente): ¡Si yo digo lo que se me antoja! M: No, no Jo haces. Deberías ser capaz de decir todo lo que deseas. H (vuelve a responder con rapidez): Lo hago. , .Af (haciendo caso omiso de sus palabras} : Me gustaría qqe lo hicteras. T (terapeuta, a la madre} : Usted ignora lQ que ella dice. M (al t~rapeuta}: Porque estoy segura de q~ tengo razón. T (en ~n intento de ·ayudarlas a salvar la di~tancia que las separa y comenzar otra vez las negociaciones): ¿Puede usted dar un ejemplo a su hija? · . · M: No creo que ella diga aquí lo que quiere. T: ¿Por ejemplo? (El terapeuta no percibe o no comparte la preo1 Publicado originalmente .m Family Process, 1968, vol. 7, págs. 88-99.
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aguante el sufrimiento psíquico que soporta en ese momento; sea cual fuere este, y le pide que elabore el qué y el c6mo de su estado anímico. «¿Qué sensaciones tienes? ¿Qué percepciones, fantasías, expectativas?» En estos momentos es con frecuencia indispensable y oportuno ayudar al paciente a distinguir entre lo que imagina y lo que percibe. La técnica de «permanecer en eso» es el mejor ejemplo de la importancia que concede Perk al papel del~ __ evltaci6n1óbi.Ga-en toda conducta neurótica. A su entender, el neurótico ha evitado sistemáticamente establecer un contacto íntimo con una gama de experiencias desagradables y disfóricas. Como resultado de ello, la evitación pasa a ser inherente a su conducta, la' ansiedad fóbica se convierte en cosa de todos los días y no logra jamás un dominio adecuado de ciertas dimensiones fundamentales de la experiencia. En este sentido, es interesante recordar el título del primer libro de Perls: Ego, hunger and aggression (Yo, hambre y· agresión). Fue un título cuidadosamente escogido, con el fin de transmitir el siguiente mensaje: debemos adoptar, con respecto a las experiencias psicológicas y emocionales, la misma actitud activa y desafiante que empleamos para nuestra sana alimentación. Para una comida sana, empezamos por morder el alimento, luego lo masticamos, lo trituramos y lo licuamos, más tarde lo tragamos, lo digerimos, lo incorporamos a nuestro metabolismo y lo asimilamos. De este modo, el alimento pasa a ser parte real de nosotros. El terapeuta guestaltista estimula al paciente -sobre todo con la técnica de «permanecer en eso>>- a que emprenda una «masticación» análoga y la ardua asimilación de dimensiones emocionales de la vida que hasta entonces le resultaban desagradables al paladar, difíciles de tragar e imposibles de digerir. Ello aumenta la confianza del sujeto en sí mismo y 1o dota de una mayor capacidad para vivir en forma autó,. noma y para enfrentar resueltamente las inevitables frustraciones de lavida.
Walter Kempler
Las leyes sobre las cuales se funda toda psicoterapia experiencia! con familias se vinculan con dos preceptos: 1) el punto central de toda !oma d~ conciencia e intervención es la atención que se preste a las mteracc10nes presentes, y 2) el terapeuta debe participar plenamente con toda su persona -y no simplemente con un bagaje de triquiñuelas denom~ada~ «habilidades terapél!t!cas»-, ejerciendo un franco y generoso mfluJo personal en las famihas con las que trabaia. Hay muchos terap~utas que abogan P?r estos principios fundamentales, pero en la prácttca hay una tendencra a levantar una barrera frente al compromiso que entrañan esos dos principios. Ofrecemos este artículo como un modo de derribar esa barrera. La interacción presente --el encuentro actual- exige estar constantemente alerta. Ello implica que se debe prestar atención al aquí y ahora no hasta el punto de excluir el pasado y el futuro pero sí hasta eÍ punto de con'Siderar cualquier desviación pertinente respecto del aquí y ahora como un apartamiento transitorio -aunque necesario-, y de hacer que cada rodeo sea prontamente integrado a la interacción actual. Daremos como ejemplo el de un matrimonio con una hija de ocho años que se ha embarcado en una discusión sobre la conducta de esta última: El padre sostiene clara y firmemente que la hija es perfectamente capaz de expresarse por sí sola, mientras que la madre afirma que nunca defiende sus ideas y necesita recibir ayuda en esta materia. El terapeuta, que sabe que debe darse preferencia a la confrontación directa cuando ello es posible, urge a la madre para que examine su preocupa· ción por la hija en vez de discutir con su esposo acerca de ella.
M (madre, dirigiéndose a su hija, en un tono francamente condescendiente) : Me gustaría que pudieras hablar libremente con nosotros de
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todo 1~ que se te antoje. ¡S~ría ta~ importante para ti poder hacerl')! H (hz¡a, prestamente): ¡St yo dtgo lo que se me antoja! M: No, no Jo haces. Deberías ser capaz de decir todo lo que deseas. H (vuelve a responder con rapidez): Lo hago. , .fl4 (haciendo caso· omiso de sus palabras) : Me gustaría que lo hicteras. T ( tt•rapeuttz, a la madre) : Usted ignora lo que ella dice. M (al terapeuta) : Porque estoy segura de q~ tengo razón. T (en un intento de ayudarlas a salvar la di~tancia que las separa y comenzar otra vez las negociaciones): ¿Puede usted dar un ejemplo a su hija? M: No creo que ella diga aquí lo que quiere. T: ¿Por ejemplo? (El terapeuta no percibe o no comparte la preo1 Publicado originalmente .!n Family Process, 1968, vol. 7, págs. 88-99.
cupación de la madre, pero quiere darle la oportunidad de falar más hondo.) " M: Que según ella somos malos padres. Por ejemplo, no la dejamos hablar de las cosas nuestras que no le agradan. . . Que le molestan los gritos del padre y p¡i llanto, tal vez. T (luego de que la madre hubo aclarado ese punto): Verifique con su hija si eso es cierto. H ( despu;s de ser interrogada por la madre al respecto); No me gustan los gritos de papá, pero tampoco me molestan demastado, salvo cuando me grita a mf.. Ya se lo he dicho. Y no me molesta yerte llorar a ti. Antes sí me molestaba, pero ahora lo haces tan segutdo que ya no te llevo el apunte. Ante esta respuesta, la madre sacude tristemente la cabeza, como diciendo: «Sé que sufres, pobrecita ... si pudiera ayudarte a comprender . cuánto sufres ... ». En este momento, tanto el terapeuta como el padre y la niña saben perfectamente que esta última no sufre (al menos, no en lo que toca a este punto). El terapeuta así se lo dice a la madre .Y le. pide que reflexione sobre ello. Ella lo hace durante un rato, y dtce fmalmente: -Yo sé lo que es que a una la hagan callar siempre. Es terrible. La madre se ha apartado del aquí y ahora para remontarse a su propia niñez; está, por así decirlo, en el «allí y entonc~s»: su conciencia actual se ha escapado a otra época. El terapeuta la esttmula a que permanezca en el pasado diciéndole: -¿Podría usted convertirse ahora en la pequeña niña? -Ella ya lo ha .hecho; el tera~euta no ~ace m~s que permitirle que lo reconozca abtertamente.- Cterre los OJOS y dtgale a sus padres cómo se siente una cuando la obligan siempre a callar.. La madre cierra los ojos y comienza a llorar. El terapeuta le dtce: -Hábleles. Luego de algunos sollozos, la madre dice con los ojos cerrados: -Oh, mamá, si lo supieras. No creo que lo hayas sabido jamás. -Llora con más fuerza.- Yo nunca puede contarte nada. Y no todas las cosas eran malas. Quería únicamente que me escuchases. . . que lo hicieras una vez tan solo ... que me dejaras decirte lo que pensaba. Continúa hablándole a su madre en la fantasía (su realidad del momento), mencionando un caso que le resultó particularmente penoso. Cuando pareció que había terminado, el terapeuta le sugirió que respondiese ahora como si fuera su madre. Esta idea era nueva para ella. Al iniciar su,s tanteos, empezó por disculparse alegando ignorancia, y al seguir adelante -convertida ya en su propia madre- defendió, en primer lugar, su derecho a no escuchar a la hija; luego explicó, llorando, que se sentía tan inepta como madre que no se atrevía a escucharla. · Habiendo tomado conciencia de esto, volvió a su papel de niña, y exclamó entre fuertes sollozos: -Nunca lo supe. Nunca se me ocurrió. Nunca lo supe. Creí que yo no te gustaba: eso era ~o terrible. Nunca pensé que fueras tú. . . que tú no podías escuchar. Pensaba que no te interesabas por mí. ¡Oh, que horrible tiene que haber sido esto para ti! Yo también siento algo parecido casi siempre. -En este momento, está volviendo a ser la madre-padre del presente, y deja de llorar.Por eso es que siempre le digo a Cathy [su hij-a] que diga lo que siente. Ella lo hace, sabes, mejor que lo hacía yo.
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En este proceso, la madre reunió fragmentos de su psique que se habían vuelto extraños a ella durante su crecimiento. Cuando terminó de hablar, se quedó pensativa y en silencio, con los ojos fijos en una silla vacía. Después de una cognición importante siempre se produce un silencio meditativo, como si el aparato psíquico necesitara tiempo para reorganizarse. Luego de transcurridos varios minutos de tranquilo silencio, la madre comenzó a moverse y a mirar en torno suyo. El terapeuta, deseoso de que integrara la experiencia en su mundo actual, la instó a hablarle a su hija. Sonriente ya, le dice: -No soy tan mala madre como tú puedes creer ... creo que es más exacto decir «como yo creía que era». Lo cierto es que tú dices lo que piensas mejor que yo lo hice nunca. La hija sonríe. El encuentro entre ambas parece haberse completado. Se invita entonces a hablar al padre. Este dirigiéndose al terapeuta, empieza diciendo: -Yo sabía que estaba en lo cierto pero nunca creí. .. El terapeuta lo interrumpe y sugiere que le hable a su mujer. Así lo hace, y continúa: -Nunca me detuve a pensar qué es lo que estaba sucediendo. Sólo que me enfurecía ver cómo la regañabas. Ahora ese sentimiento ha desaparecido. Tal vez retorne si vuelves a regañarla, pero sin duda siento algo distinto con respecto a ti en este momento. La madre replica: -Me siento tan aliviada sobre todo esto. Lamento habe.t sido tan molesta. El padre elabora algo por sí mismo, y haciendo caso omiso de sus disculpas agrega: -Bueno, quizá te pueda ayudar en el futuro si vuelves a sentirte trastornada por Cathy. Ambos callan. El terapeuta piensa que ya no le queda nada más que hacer con padre e hija; para completar su labor del momento con la madre, le dice: -No me gustó su pedido de disculpas. Usted no tiene por qué ser tampoco la esposa perfecta. El registro de la historia individual, la rumiaci6n acerca de la génesis de la conducta actual, la discusión sobre el por·qué de esa conducta: todo ello es opuesto al enfoque que acabamos de esbozar. Para llevar adelante un encuentro, se juzga indispensable prestar atención al tema de dicho encuentro; sin embargo, lo mejor es desprenderse de él cuanto antes para hacer lugar a una experiencia que nos permita tomar conciencia de lo que hacemos con las demás personas y la manera como lo hacemos. En pocas palabras: el qué y el cómo de la conducta desplazan al porqué, la experiencia desplaza a la discusión. Cuando una familia llega a presencia del terapeuta, este observa su apariencia, la forma en que lo impresiona. ¿Se muestran particularmente ansiosos uno o varios de sus miembros? ¿Qu,é hacen delante de él? ¿Cómo enttan al consultorio? ¿Entra d padre antes que los demás y los presenta, o es uno m 1s en el grupo? ¿Qué estado de ánimo impera entre ellos? ¿Le caen sin.páticas al terapeuta sus miradas? ¿Se muestran amables unos con otros?' La conciencia potencial del terapeuta acerca de lo que ve es infinita y, por supuesto, está coloreada por sus propias necesidades del momento. Tal vez salude a la familia como un buen anfitrión, sonriéndoles y. extendiéndoles su, mano, y se presente ante ellos si ninguno toma antes la iniciativa. Pero sea cual fuere su conciencia de la situación, cabe es-
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perar que habrá de acercarse a la familia con curiosidad por saber qué desean de él, con interés por averiguar cómo se manejan para procurarse lo que necesitan, y dispuesto a unírseles con su sentir en esa circunstancia. Si ningún integrante de la familia inicia el intercambio verbal, el terapeuta se verá oblig~do a hacerlo él. Las mejores formulaciones iniciales (y las mejores intervenciones, en general) son las que se hacen en primera persona del singular, identificando al terapeuta con el aquí y ahora; verbigracia, una observación sobre sí mismo: «En un momento estoy con ustedes. Me quedé pensando en lo que ocurrió la sesión anterior, que fue muy emotiva»,· Y si eso no basta para apartarlo por completo de la consulta previa, será oportuno que agregue algún comentario adicional sobre el remanente que le queda. El terapeuta tiene, no solo la necesidad, sino la obligación, de desembarazarse de lo que pueda estorbarle para estar en el presente en forma -más cabal. Su conciencia puede luego desplazarse hacia la inquietud que revela algún integrante de la familia, el peinado poco habitual de algún otro o la ropa llamativa de un tercero. Un comentario inicial que haga saber a los demás que ha tomado conciencia de esos detalles es preferible a un estudiado silencio o a formular una pregunta trillada que no facilite las confidencias, del tipo de «¿Cómo está usted hoy?» o «¿Qué puedo hacer por ustedes?». Aunque parezca trivial, la mejor manera de crear un clima de confidencia es dando el ejemplo, y el comentario inicial es un excelente punto de partida. En los comienzos de la terapia, el terapeuta actúa fundamentalmente como un catalizador, afanándose por fomentar las negociaciones entre los miembros de la familia. Con el transcurso del tiempo pasará a ser, en ciertas ocasiones, el centro de todas las refriegas. -Quiero que usted conozca a mi familia -comienza diciendo una ma" dre, al par que presenta al terapeuta a sus hijos Daryl, de 15 años, y Steve 1 de 12, y luego a SIJ marido, quien entra detrás de los demás, extiende su mano sin sonreír, esboza un gruñido de cortesía y busca una silla para sentarse: sin lugar a dl.ldas, un celoso guardián arrastrado al consultorio contra su voluntad. Todo el mundo se sienta, y pasados los momentos iniciales de callada ubicación de cada cual en su sitio, la madre visualiza sonriente a uno por uno y dirige la mirada luego al terapeuta, como diciendo: «Ya puedo empezar». Los niños miran al terapeuta o recorren con su vista la habitación. Los ojos del padre saltan del terapeuta a la madre alternativamente, hasta deteners.e en esta última. Tras un breve silencio, la madre pregunta al terapeuta: -¿Por dónde quiere que comencemo'l? El terapeuta evita la pregunta «¿Por dónde querría comenzar usted?>>, y en vez de ello da un buen ejemplo, dice lo que quiere: -Puesto que usted parece mostrarse muy dispuesta a intervenir, sugiero que comience diciéndole a cada miembro de su familia qué es lo que le disgu.sta de su convivencia con él. Podría haber realizado el encuentro desde el principio centrando la atención en la diferencia entre el padre y la madre en cuanto a su disposición a tomar la delantera y participar. Pero prefiere un comienzo más suave, acepta la disposición a participar de la madre y actúa de modo de crear participación dentro de la familia. ):~
Pero la L.ladl'e ·reacciona volviéndose hacia el padre y preguntándole: -¿Quieres empezar tú? Haciendo caso omiso de la sugerencia del terapeuta, estimula al padre para que tome la iniciativa. Tomar la iniciativa con una pregunta no es, por lo general, participar, sino más bien una tentativa de mantenerse en la oscuridad, en la esperanza de que alguna otra persona inicie la interacción. La madre, al dirigirse a su marido ·luego de haber escuchado la solicitud del terapeuta, confirma que tal es su intención, al menos en parte. El terapeuta sospecha ahora que ella sabe muy bien por dónde le gustaría comenzar. El padre contesta: -Tú has comenzado. Continúa, pQes. El terapeuta advierte que h~ dado una excusa («Tú has comenzado»), bastant~ inconsistente por añad:dura -hecho que ambos ignoran-, en la medida en que la madre, que ahora cuenta con la afirmativa de su marido y con la solicitud del terapeuta en su haber, comienza sin titubeos. · M: El principal problema lo tenemos con Steve ... T (interrumpiéndola): Dígale a él qué es lo que más le disgusta de su comportamiento. M: El sabe muy bien qué es lo que me disgusta. De nada sirve decírselo. T: Entonces le sugiero que consulte con su marido. Para eso están marido y mujer. :M: Sí, lo sé. He hablado con él, pero no le interesa. T: Entonces le sugiero que discuta eso mismo con él. M: Lo hago, pero entonces, o bien no tne lleva el apunte, o bien se enfurece con los chicos y les pega. Y yo no creo que esa sea la forma de manejar la cuestión. T: Dígaselo. M: Lo hago. No me presta atención. T: Entonces discuta eso con él. Bruscamente, pasa de un tono indolente y coloquial a un estado de tristeza. Mira hacia el piso diciendo: ..:.....No vale de nada -y se calla apartándose del encuentro. ' Su postura indolente y coloquial podía 3er compartida con nosotros pero, evidentemente, piensa que no ocurre lo mismo con su tristeza: Como los sentimientos son los amortiguadores de nuestros encuentros con la gente, que evitan que choquemos violentamente contra los demás y nos rompamos, al sofrenar sus sentimientos en la ocasión ella ,convirtió este valiosísimo equipo de batalla en una pared que inhib_e, en lugar de fomentar, toda negociación ulterior. Trayendo a la liza verbal su conducta no verbal es posible restablecer el encuentro. · T: Me gustaría saber qué es lo qm siente en este mismo instante. M (sin alza; la vista) : Me siento triste y desconsolada.
T !prestando atención al obstáculo más que a la tristeza, dado que esta es su conducta observable) : Parece que a usted le resulta difícil conpartir su tristeza y desolación con nosotros. (La paciente acepta la invitación, y comienza a llorar débilmente). Oigamos ahora las palabras· qué acompañan a esas lágrimas.
~La madre sacude la cabeza, en evidente negativa. El terapeuta deCide
· que no conviene insistir por el momento. Pese a su renuncia a con-
T tinuar la madre está a la sazón más dispuesta ,a negociar que el padre. , , El ter~peuta vuelve s1;1 ate!lción hacia él; T: Usted sigue en sdencto. Me gustarla saber por do!l~e anda ahora. p (pasando por alto la tristeza de la madre y las crtftcas que le. ha dirigido, responde sobre terreno más seguro): Les digo a los chtcos que deben hacerle caso a su madre .. M (con ira hacia el padre, en medto de su llanto) : Pero no lo haces bien. Tampoco a ti te escuchan, 'y entonces les pegas. N? es esa la manera de tratar a los muchachos. No se puede estar golpeandolos todo el tiempo. . . p (con voz quejumbrosa) : Tú ~te~pre. me tnte~rumpes. Ellos me escucharían, pero saben que vendras tu a tnterrumptrme. T· Usted está lloriqueando ante su esposa. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Me interr~mpe en todo mom~nto. Hasta ahora el terapeuta actuó como catalizador, ·pero es postble que le moleste 1~ conducta del marido, quien transitoriamente participa de la conversación con su mujer y más tarde se re~!iega y adopta. la posición de un chico 9uejoso. Quizá !e moleste tambten la madr~, quten establece con su martdo un doble vtnculo: por una parte, le ~':.de que actúe como padre, mientras por' ia otra lo trata como a un mno. ~o· obstante, el terapeuta centra su atención en. el encuentro. La mu¡.er se muestra dispuesta a participar pero su ~artdo no. En. consecuencta, debe dirigir su atención hacia él, con el ftn ~~ con,seg~tr que adopte una postura negociad~ra. Para el~o, debe. pa.rttctpar el mtsmo en forma más intensa y converttrse en la ftgura prtnctpal. Lo puede hacer de varias maneras. · Si percibe que el padre es una persona frágil y necesit~ verdaderamente una buena madre es probable que el terapeuta se convterta en ella manteniéndose en el 'plano del contenido y sugiriéndole, por ejemplo, que deje de lamentarse, asuma el lugar que le corresponde como jefe de familia y le exija a su esposa que se conduzc~ ?e manera tal que él disfrute de su hogar. El terapeuta. puede sumtn~~trar este apoyo. mediante sugerencias concretas, por e¡emplo acons~¡andole que le J>tda. a su mujer que resuelva los ~~oblema~ que ella ttene con sus hl)o~ stn traérselos a él, o bien opomendose vtgorosamente a la esposa, a tttulo de ejemplo para el marido. . . . Sin embargo, en la medida de lo postble el pacte~~e debe reahza~ la . tarea por sí mismo. Si el terapeuta lle~a a la c'?ncluston de qt;~ el su¡~to (el marido, en este caso) es capaz de tntervemr en una opostctón acttva --como de hecho presume, a partir del dato de que golpea f~rioso a sus hijos en ciertas ocasiones-, no debe negarle la oportumdad. ~e ejercitar esa facultad con los adultos. La tarea del terapeuta constste entonces en hacer que el marido emplee la facultad de que dispone en su relación con la esposa. La mejor manera de hacerlo es que el terapeuta canalice su propia ira y frustración. en un ataque vigoroso a la postura plañidera del marido. . Antes de proseguir, conviene ~ecir un~s palabras acerca ~e} pasa¡e ~e la posición de catalizador o mtermedtart? . ~ la ~e parttctpante mas activo por parte del terapeuta. Esta .transtcton esta vtnculada en. ~ran medida con las nece!:dades del propto terapeuta: con su frustracton y la f,prma en que la maneja .
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Dentro de un modelo existencial, el terapeuta no experimenta la necesidad de ser «objetivo». Sabe que la idea de una percepción inmaculada es un mito, y que él es, en todo momento, subjetivo. Piensa que sus intervenciones serán tanto más oportunas cuanto más fructífera resulte su presencia. No es menester justificar o explicar la propia conducta en términos de una teoría ya existente para poder denominarla científica. En un encuentro terapéutico, la presel'lcia del terapeuta-persona es más significativa que la existencia de una teoría que lo sustente. A una conducta de esa índole puede llamársela espontánea; no obstante, todo terapeuta -existencial o no- tiene el deber de distinguir claramente la diferencia entre su conducta espontánea y su conducta impulsiva. Esta última no representa en forma cabal a una persona sino que es un fragmento de conducta liberada de un individuo constreñido. Para quien esto escribe, la frustración promueve la acción y una mayor interacción con la gente. La intensidad y dirección de estas fuerzas variarán para cada terapeuta. Aquellos que adoptan una actitud pasiva frente a sus propias frustraciones no tienen muchas probabilidades de llegar a practicar con éxito psicoterapia experiencia! con familias, ni tampoco otras formas de psicoterapia familiar. Si el terapeuta quiere sobrevivir como tal en una terapia familiar, debe participar en forma activa. Volviendo al ejemplo anterior, el marido, que se había dirigido con voz quejumbrosa a su mujer, vuelve a hacer lo mismo cuando le pregunta con voz desfalleciente al terapeuta: -¿Qué otra cosa puedo hacer? Me interrumpe en todo momento. T (sarcásticamente, con el fin de provocarlo): Usted es un pobre ser indefenso, avasallado por esa dama terrible que tiene frente suyo. P (bajando la cabeza): Ella no lo hace con malas intenciones. T: Ahora usted me lloriquea a mí, y yo no soporto a un hombre grande lloriqueando. P (con más firmeza): Le digo que no sé qué hacer. · T: Al demonio con que no sabe (sugiriendo y presionando al mismo tiempo). Usted sabe tan bien como yo que si quiere sacársela de encima no tiene más que decirle que está dispuesto a hacerlo. Eso es lo que debería hacer en lugar de defenderla con esa gazmoñería, «Ella no lo hace con malas intenciones». P (se lo ve perplejo; obviamente, no sabe si quiere correr el riesgo con su mujer o con el terapeuta, pero se niega a volver a su plañidera actitud anterior): No estoy acostumbrado a hablarle, a la gente de ese modo. T: Entonces es mejor que se acostumbre. Va a tener que transformar a esta familia en un grupo con el que valga la pena vivir, en lugar de un zoológico al que usted tiene la obligación de concurrir periódicamente para azotar a las pequeñas bestias salvajes con su látigo. P: Usted pinta las cosas muy feas, por cierto. T: Si· me equivoco, sea suficientemente hombre como para discutir mi punto de vista, en vez de esperar a salir de aquí para lloriquearle· a su mujer que no supo qué contestarme. P (encrespándose visiblemente y con un tono más resuelto): No· sé . ·~si usted se equivoca en lo que dice.
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T:
,¿Pero le gusta lo que le estoy diciendo ahora? P: No. Como no me gusta la forma en que encara las cosas. T: A mí tampoco me gusta la forma en que usted encara las cosas. P: Debe haber una forma más amable que esta de tratar la cuestión. T: Sí, y usted_Ja conoce: lloriquear. . P (con calma deliberada): Usted es un verdadero provocador, ¿no? T: ¿Le gusta éomQ soy? P: No. T: Constantemente se olvida de mencionar esa parte de su mensaje. Yo lo estoy viendo en usted, por todos lados, pero usted no lo dice. P (montando en cólera, finalmente) : Y o digo lo que se me antoja. No va a ser usted quien me enseñe cómo tengo que hablar. . . ¿y esto, le gusta? (go.Zpea con el puño cerrado contra la palma de la otra mano). , T: Me gusta mil veces más que sus lloriqueos. ¿Qué es lo que me está diciendo su puño? . P: Creo que tengo ganas de dárselo por las narices. T: ¿Cree? P (con firmeza) : Basta. No me moleste más. T (encantado al ver su actitud de autoafirmación): ¡Magnífico! Ahora, en lo que atañe a ellos ( mu,eve el brazo señalándolos) . Me gustaría ver si hay algo que usted quisiera decirles. P (los mira uno por uno, luego se detiene en su mujer): El tiene razón. He aceptado un montón de estupideces tuyas y ya estoy harto (sigue golpeando con el puño sobre la palma de la mano). No pienso aguantarte más. Arreglaré las cosas con los chicos a mi modo. Si no te gusta, tanto peor. La mujer no contesta. Los niños parecen satisfechos. El terapeu~ se pregunta si el padre será demasiado duro con ellos, pero piensa que si domina a la madre será menos lo que volcará en los niños. El padre ha dejado de golpear con el puño. Por primera vez se sienta bien erguido en su silla, y mira a su familia. T: ¿Qué piensan ustedes, chicos, de todo esto? S ( Steve) : Está bien (parece sentirse cómodo). T: ¿Quieren volver otro día? S: Yo no tengo inconvenientes. T: ¿Daryl? D: Pienso que esto nos puede ayudar. (Mira a su padre con orgullo sin decir una palab;a, au'?que su expresión es de notoria ~atisfacción.) El terapeuta, tambtén sattsfecho, dice al padre: -Usted me gusta más cuando se convierte en el hombre que yo sé que es. Me rondaba la idea de que quizás usted se convirtiera en un tirano, pero sé que no habrá de hacerlo. Yo no le tengo miedo a su fuerza. He visto que aquí la ha puesto a prueba y la ha empleado muy correctamente con nosotros. El padre no contesta. Cuando el terapeuta pregunta si quieren volver a visitarlo, responde sin consultar con su mujer: -Será mejor que vengamos un par de veces más. En las p
es capaz de hacerlo; lo ideal es que, así como formula evaluaciones y críticas, acepte las de los demás. Ríe, llora, se enfurece, sufre y comparte con los demás sus dificultades, sus confusiones, su desvalimiento. Transmite su temor a exponerse ante los otros cuando ello forma parte de su personalidad corrien~e total. A veces no podrá brindarse a los demás: en tal caso, se pretende que sea al menos capaz de decirlo. Una de las consecuencias prácticas de este proceso de negociación con las familias es que el terapeuta se despreocupa ·del problema de la ~
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Tanto la madre como el padre se sintieron más animados. En este primer encuentro, el terapeuta debió cambiar de,bando en dos oportunidades. Dos meses después, la hija ya había encontrado trabajo; La terapia se dio por terminada a los tres meses de haber comenzado, por decisión unánime, y un año más tarde el terapeuta fue invitado a las bodas de la hija. El terapeuta no se esconde aquí detrás de su título, sino que contribuye al encuentro familiar con su personalidad y su experiencia vital. Sus «técnicas» más valiosas son el papel peculiar que cumple en la familia (no es probable que se vea atrapado -al menos en un comienzo- por las penosas pautas de conducta mutua que traban a sus miembros) y su predisposición a interactuar plehamente con los demás. En otros términos: en la psicoterapia experiencia! con familias no hay «técnicas», hay únicamente personas. El terapeuta debe esforzarse en todo momento para que se respete su derecho a que los demás lo vean como él mismo se percibe, sin permitir deformaciones tales como ·la creencia de que lo sabe o lo puede todo. Con ese ejemplo, los integrantes del grupo familiar se ven alentados, asimismo, a alcanzar lo que perciben como su propia identidad. La terapia se produce al par de la enérgica elucidación de lo que cada uno de nosotros es para los demás. Debemos admitir que los ejem{:Hos expuestos son unidimensionales, en aras de la claridad expositiva. Ello no debe impedir, sin embargo, la aplicación de los principios básicos a circunstancias terapéuticas más complejas, en las que parecen surgir en forma simultánea muchas necesidades, o cuando parece imperar momentáneamente el caos. En tales momentos, incumbe al terapeuta familiar experiencialista atender en primer lugar sus propias necesidades. Tal vez exija un plazo para apartarse de la confusión y poder vislumbrar en qué dirección, arbitrariamente elegida, habrá de proseguir. Tal vez demande de la familia alguna ayuda en este sentido. En un buen encuentro familiar con orientación experiencialista, la expres:ón de su temporaria incertidumbre será bienvenida. · En el curso de tales encuentros, la posibilidad del crecimiento personal de cada miembro y de la integración familiar es alentadoramente grande. Aun los propios terapeutas pueden crecer en una atmósfera tal. La magnitud de progreso por el camino correcto de una terapia familiar experiencia! está dada por la aptitud del terapeuta para encontrarse en el aquí y ahora con su prójimo.
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13. Mary: Sesión con una paciente pasiva · James S. Simkin
M: Cuando tomé asiento y apoyé mis manos en los brazos de est~ silla tomé conciencia del calor que había dejado en ellos Leo, expert· men'té ese calor en mis manos frías. ( Co'! voz .mono~orde.) Y ... estoy sudando, y ... el corazón me late con viOlencia, y siento ... que. ;stoy tragando, que estoy conteniendo el aliento. (Pausa.) Una sensac10n de · rigidez en los hombros y . . . T: Por tus palabras, parece que estuvieras apreta?do. algo con fuerza. M: Sí, estoy apretando, me estoy apretand? a mi misma. T: ¿Te aprietas hacia dentro t1;1yo, o .a la ,mversa? M: Me aprieto hacia dentro y uro hacia m1. Mu~ en-ce!rada, encerrada ... eomo si me hubiese hecho un nudo. (Se q~e¡a, le tzemblaJa voz.) y cuando puedo abrirme (abre los brazos y pzernas, que tema cruzados), cuando no estoy así, siento que le franqueo.la entrada a la gente ... a la habitación ... y puedo tomar concten~Ia de lo que pasa en la habitación o de Jim, Leo, Bill y todos los demas, pero cuando estoy así (vuelve a cruzar brazos y piernas) todos ustedes desaparecen. Entonces solo tengo conciencia de mí misma. T: Así es . . . ¿Qué acabas de hacer~ . . . . M: Tragué saliva, y sentí como si mi al~ento se dividiera en pedazos aquí dentro (se señala el pecho), como si saltara brusca~ente. T (dirigiéndose manifiestamente a~ grupo): Hay un fenome~o que me impresiona, y que veo que se repite una y otra vez ... :Alguien aprende algo acerca de sí mismo: si hago esto, sucede esto, si hago aqu~llo, sucede aquello ... y en seguida echa por la borda lo que ha aprendido. No entiendo. M: Es una magnífica evitación. . T: Sí. «Me ocuparé de esto mañan~», ~La semana que viene lo registraré en mi computadora y lo exammare». . M: Hmm. (Pausa.) Y eso me deja siempre con asuntos pendientes. T: ¿Eso? M: Yo quedo con asuntos pendientes. T: ¿De qué manera? . M: Al no permanecer en mis estados de ánimo. T: Quisisra reforzar los movimientos que acabas de hacer (alude a los ademanes de Mary para explicar cómo se sentía apretada). Y me opongo a la forma en que evitas el exp~rimento. (P~usa). Ah~ra est~y atrapado: si no hago algo, Mary seguira sentada alh. (Se que¡a.) Uu trampa .perfecta. . . . , M: ¿Tú.· .. tú te refieres a continuar c~n el ex?enmento del apreton, con la sensaeión que me produce o extraigo de el? 1 Transcripción de una demostración práctica realizada en ~n laboratorio de te· rapia guestáltica para profesionales, llevado a cabo en el Instttuto Esalen en 1966.
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Me gustaría probar el cigarrillo de Fritz (para quedar fuera de
T:
la itnpotencia de Mary, a la espera}. M:
!!
No sé para dónde moverme.
T (en un diálogo consigo mismo}:
Jinl, ¿te parece que Mary tiene que apretarse a s! misma? Sí, pero si le pides que lo haga, ella no dará un paso; solo h~ce lo que tú qui~res. Entonces, Jim,, ¿cómo pue?e librarse Mary de sus ataduras? Al diablo con Mary. ¿Cómo puedo hbrarme yo de mis ataduras? (Breve risa general.} Tú has caído en el lazo. (Larga pausa.} ¿Qué sientes ahora? M: Siento que quiero . . . darte la posibilidad de . . . que me libres de mis ataduras ... y me siento impotente y ... «¿Qué hago yo?» T: ¿Qué haces, realmente? M: Estoy sentada en este sillón, con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, y te estoy mirando. T: Ajá. . M: Y trago saliva. Y mi mano se desliza por el brazo de la s:Ila, hacia dentro y hacia afuera. (Pausa.} Quiero ... escapar, moverme por todos lados. (Pausa.} Quiero que tú me tomes y me traigas adentro otra vez. T: Lo sé. Eso es lo que vengo.• sintiendo desde el comienzo en ti. Y creo que esa es la clave de pori qué fui atrapado por ti y por qué tú has quedado atrapada. Tú me pides que te sostenga, yo· te pido que te sostengas a ti misma. De modo que he puesto en marcha un experimento para que aprendas a sostenerte a ti misma y a hacer algo por ti misma: me siento y espero. Me digo, «¡Ah! Mary va a elaborar esto ·ahora». Pero ocurre que (se ríe} Mary quiere que ]im la empu¡e. (Pausa.) Así que tu expectativa y la mía no concuerdan. M: No pueden concordar (Risas.) Por lo menos me doy cuenta de eso; antes no lo había advertido. (Alza la voz. ) Y lo veo con toda qlaridad. Me gustaría volver a probar si puedo sostenerme por mí misma. T: Estoy totalmente dispuesto a ello. M (tras una pausa): Me sostengo a mí misma, aquí, en este sillón. T: Ajá. M: Y estoy respirando sola, y todos los movimientos físicos que eso implica los estoy haciendo sola. T: ¿Todos los movimientos que eso inlplica? M: Para mí. Estoy respirando, me late el corazón ... no es como lo que estoy haciendo ahora. T: ¿Qué estás haciendo ahora? M (luego de una pausa): Es extraño, te contesto para satisfacerte . .• (con voz lenta y meditada) para lograr de ese modo tu reconocimiento ... T: Muy bien. ¿De modo que quieres mi reconocim:ento? M: Este ... sí. T: Estoy dispuesto a tomarte en cuenta y brindarte mi reconocimiento cuando pongas en práctica el experimento. M: Está bien. (Pausa.) ¿Podrías repetirme en qué consiste ese experimento que quieres que haga? T: ¡Oh, no, de ninguna manera! Ya te lo he dichei. M (con voz muy rápida, luego de una larga pausa): Bueno, no estoy segura pero creo que el experimento consiste en volver atrás y sentir
...
otra vez lo que siento ~uando estoy toda, bueno, cuando estoy en tensión y apretujada así. (Rodea su cuerpo con los brazos y hace una pausa.} Cuando e~toy aquí, tirando hacia dentro ... y con los ojos cerrados . . . tengo la sensación de que eso es oscuro .. . T: ¿Eso es oscuro? M: Yo estoy a oscuras. Estoy sola. (Pausa.} Y aterrorizada. T: Bien. . M (pausa) : Quiero gritar pero no puedo, por algún motivo. (La voz
se vuelve más cortante.} T: ¿Tienes alguna idea acerca de lo que quisieras gritar? M (pausa): ¡AYÚDENME! ¡AYÚDENME!
T: ¿Te percataste de lo que hicieron tus pies cuando gritaste «¡Ayú-
denme!»? M: Los alcé. T: Repite ese movimiento. M (Alza los pies. Lar7a pausa. Voz cargada de temor.}: Estoy maniatada. T: Sí. l y . M (llorando) : No puedo evadirme. Alguien me go pea. o grlto (contiene el aliento}, pero aunque grite, nadie me escucha. ( ~?lloza y toma una buena bocanada de aire. Llora.} Y tengo la sensac1on ... Recuerdo haber sido atada a un poste (sollozando) ... cuando era muy chica. (Pausa. Sigue llorando.) Y me abandonan aill. No puedo desatarme. T (con voz muy suave}: Esto sucedió cuando eras niña, ¿no es así? M: Sss ...sí. T: ¿Sigues siendo una niña? M (alza la voz): No, pero ... T: ¿Puedes desatarte por tus propios m~dios? . . M (resopla): Sí, puedo desatarme por ws prop1os medios. T: Me gustaría verlo. . . M (larga pausa, voz muy controlada) : Bueno, estoy otra vez en esta habitación, pero sigo siendo una niña completamente atada. T: Exacto. M: Estoy encerrada ... sola. T (dulcemente) : Ahora me gustaría que le hablases a tu ni!ia ... 9ue le digas que ella sabe muy bien cómo desatarse y có~o s~r; me 1mporta. demasiado esa niña como para hacer algo que 1mp1da que ella . . . lo haga por sí misma. M: Ajá. (Larga pausa.) «Pequeña,~ no ... tú ha~·· .. ya. no es r;tecesario que te quedes atada. Ya está bten, puedes abnr los OJOS». Miro dónde estoy ... estoy en este cuarto con Sandy, Abe, Bill, Bob, Jinl, Leo, Joen,..Elizabeth, Art, MiriamedyCooper. (L_entamente.) Y l(as cuerdas·se aflojan cada vez más, y pu o tomar ws ~anos y... con un que¡ido) empiezo a respirar. (Con voz más firme.) Tengo alH un poco de espacio que asinlilar. (Pausa.} Mis pies están desatados. Puedo moverme.' (Se incorpora lentamente, se despereza.) Puedo sostenerme. a mí misma mientras me estiro hacia el cielol'raso, y al revés. Puedo mo-. verme de un lado para otro. T: Ahora te reconozco. M:· ¡Puedo ver y sentir!
T: Sí. Me interesa mucho saber qué harás ahora. M (se ríe) : ¡Eres un hijo de puta! (Risa géneral. ) No, no voy a hacer nada. T: Sí, lo harás. (Mary continúa riéndose.) Te estás riendo. M: Esto me divierte. T: ¿Quién es ése esto que te divierte? M: Me divierte yo. Me divierten ustedes. Me siento maravillosamente. (Más suavemente.) Me siento casi como si ... Siento la cabeza más liviana. T: Sigo interesado por saber qué harás ahora. (Pausa.) ¿Qué haces? M: Me voy para atrás. Puedo levantarme, sentarme en otro lado, decirte «gracias», alzar mi silla, ponerla aquí y sentarme otra vez. (Mientras habla, alza la silla y la corre hacia atrás. ) Una mujer: Eso es, a todas luces, lo que yo estuve haciendo ayer todo el día con Fritz, lo mismo que tú experimentabas esta mañana con Jim, jugando a que eras impotente y estabas a la espera. Para mí era muy doloroso ver cómo lo sobrellevabas, porque había muchas cosas que no veía en mí misma. Y tengo la fantasía de que me gustaría verte representar ese pedazo de niña mala que hay en ti, como en mí. (Risa general. ) "·~ M: En la vida real lo vamos a hacer. Mujer: ¿Lo vamos a hacer? M: Lo haré. (Risas. ) Un hombre: Tengo la sensación de estar ante alguien que despierta de un largo y profundo sueño. T: Me fascina el sonido de tu voz ahora, comparada con la que tenías en la primera sesión de esta semana. M: Ahora hay lugar para respirar. T: ¡Caramba! (Risas.) M: ¡Qué alivio! Un hombre (a ]im): Hace un tiempo, también a mí me libraste de las ataduras. (A Mary.) Yo también me acuerdo de tu voz la primera semana. ¡Qué profunda y sonora es ahora! T: Como terapeutas, ustedes pueden' ver aquí una hermosa demostración práctica de un dilema, de un dilema terapéutico. Alguien juega a hacerse el :mpotente, y ustedes quieren ayudar a esa persona, y algunos de ustedes advierten que si yo la ayudara no haría sino reforzar la impotencia de Mary. Ahora bien: si no la ayudo, ¿estaré actuando como terapeuta? M: En este juego me desempeño muy bien. (Risas.) Lo he jugado durante mucho tiempo, y me es muy conocido. . Una mujer: En esto me he sentido más identificada contigo, Jim, al sentir cuán a menudo, a medida que avanzábamos en esta sesión contigo, hubiera querido convertirme en la madre judía que se mete a ayudar, o se pone furiosa si se la rechaza. Siento que ha sido hermoso ver de qué manera la has ayudado sin intervenir en demasía. T: Y aquí hay otra idea para ti, Mary, y para el resto: En el momento del impase terapéutico, cuando le dije que ahora sabía qué debía hacer, estaba pensando que esta situación la he visto una y otra vez. Tan pronto una persona aprende qué debe hacer, lo olvida. Hace el expr;;imento, reacciona con un «ajá», y a continuación pregunta: «¿Qué
debo hacer ahora, doctor?» Ni siquiera el hecho de señalar esto surte efecto alguno. Una mujer: Mary tiene que sentirlo de alguna manera en su espinazo, en sus vísceras y en sus vasos sanguíneos. . Un hombre: Una de las cosas que hizo Mary fue experimentar realmente su sufrimiento, pero en la fantasía de estar maniatada, experimentó la incomodidad que siente por su forma habitual de ser, solo que de una manera más vívida. M: Todo sucedió como si ... bueno, de pronto me encontré allí y empecé a comprender ... Quiero decir que para mí fue una completa sorpresa, y creo que es tonto, he estado ... había conciencia del asunto allá lejos, pero yo no hacía la conexión. Lo sentía. T: A mi entender, el punto de transición estuvo dado cuando Mary pudo diferenciar lo que ella es ahora, cuando pudo ver que ya no es una niña, que es capaz de desatarse, y cuando se mostró dispuesta a hacerlo. Un hombre: Mary, yo he visto, y sé que tú también has visto, muchas personas que llegan a la larga a elaborar un impase pero no saben cuán· do ponerle fin. Siguen en el mismo sitio y entran de lleno en otro impase. Me encantó ver que tú terminabas con él, que te detenías una vez que encontraste lo que buscabas. M: ¡A mí también!
14. Anne: Técnicas guestál~icas en el caso de una paciente con dificultades expresivas Joen Fagan
Anne era una de las alumnas de mi curso de Psicopatología; contaba 28 años, era casada y tenía dos -hijas. Nada de lo que hacía hubiera llamado la atención en ella, hasta que llegó el momento del primer exlmen parcial. En él, evidenció un gran dominio de la materia y dio claros :ndicios de poseer gran sensibilidad e intuición, pero sus ideas estaban expresadas en un lenguaje muy deficiente, ·con muchos errores de puntuación, ortográficos y sintácticos. En la segunda prueba, dio muestras aun más notables de su capacidad . . . y de su deficiencia expresiva.* Luego de esa segunda prueba, le sugerí que mantuviéramos un diálogo. Halagada y a la vez atemorizada- por mi interés, Anne me escribió una carta diciéndome que también tenía dificultades para hablar sobre su problema. Asistió, empero, a la cita, y me confesó, en tono compungido y vacilante, que su. incapacidad para la redacción y la expresión clara y correcta de sus ideas había existido desde el primer grado escolar. Ni sus propios esfuerzos, acicateados por su permanente estado de confusión y por su gran número de profesores particulares, ni tampoco un año de psicoterapia, habían conseguido progresos visibles. Advertí que sus problemas para ·expresarse afectaban claramente sus grandes potencialidades en muchos campos; en consecuencia, le propuse participar en una experiencia, que consistiría en una serie de tareas que ella debería realizar, cqn muy pocas instrucciones de mi parte. Yo no podía asegurar que esto fuera a beneficiarla, pero el escaso éxito alcanzado por ella en el pasado en su búsqueda de ayuda por los canales habituales hacía pensar que poco había que perder. Anne acogió la idea con mucho entusiasmo, y nos pusimos de acuerdo para comenzar el próximo trimestre. En su diario íntimo, Anne describe en detalle las instrucciones y técnicas empleadas. Las tareas por realizar eran, sintéticamente, las siguientes: l. Escriba todas las asociaciones libres que le sugiera la palabra «juego». 2. Busque en un diccionario grande la derivación de las palabras «atormentar», «prejuicio», «suplicio», «amable», «responsable», «demonio», «tonto». · 3. Escriba las asociaciones que le sugiera «ansiedad». 4. Dibuje o copie una figura, primero con su mano derecha y luego con la izquierda. 5. Mencione por escrito, escribiendo mal todas las palabras, diez razones por las cuales la gente no debería obedecer reglas. ·
* Véase el Apéndice 1 (pág. 189).
6. Escriba las asociaciones que le sugiera «ira». 7. Lea en voz alta algunas poesías escogidas. 8. Practique dactilopintura con la mano izquierda. 9. Escuche una cinta grabada (selección de canciones por Leontyne Price) y describa por escrito lo que oye. 10. Escuche una cinta grabada (música sinfóni~a) y exprésese mediante dactilopintura con su mano izquierda. 11. Escuche una cinta grabada (música sinfónica) y escriba varios adjetivos que transmitan reacción emocional. 12. Estudie detenidamente una flor y luego dactilopíntela. 13. Formule por escrito tres críticas a otras personas y cinco a sí misma. Se estipuló que cada tarea fuese realizada en una sesión de treinta minutos, y que se harían dos sesiones por semana. Inicialmente se previeron varias otras tareas, pero no pudo incluírselas a causa de que Anne debió interrumpir prematuramente el experimento. (De la lectura del diario de Anne se infiere claramente que las tareas realizadas cumplieron en buena medida con su propósito y podían haber sido interrumpidas en ese punto, aun cuando Anne no hubiese cesado la experiencia.) El procedimiento general de autoexperimentación se basaba en la obra de Perls Gestalt therapy, en la que se describen una serie de instrucciones que el estudiante debe leer y cumplir, y cuyo propósito es incrementar la conciencia de su funcionamiento sensorial, visceral, perceptual emocional y motor. Las tareas concretas elegidas por mí procedían de ~arias fuentes. Las vinculadas con el dibujo, la pintura y el énfasis en la dicotomía derecha-izquierda se basaban en las técnicas y procedimientos utilizados por Perls en sus seminarios del Instituto Esalen. El empleo de la asociación libre en la escritura constituía .~na adaptació_n de la técnica de Hayakawa 1 para alcanzar una expreston escrtta mas libre. Apelé al autoexperimento por varios motivos: 1) tenía noticia de l31 efectividad de tales métodos; 2 ) había pruebas de que otros procedimientos más directos o específicos habían fracasado con Anne; 3) percibí que Anne estaba tan bloqueada por ~as ey,aluac~ones re,ales o P?'tenciales del resto de la gente, que la sttuacton mas fructtfera serta aquella en la que no debiera soportar evaluaciones externas, aunque contara con un claro apoyo e interés tácito externo; 4) yo disponía de poco tiempo libre; 5) la situaci?n ~esultaba e~tit~mlante c~m_o oportunidad para poner a prueba la eftcacta de las tecmcas guestalttcas, y 6) tenía verdaderos deseos de ayudar a esta persona, dotada de capacidad potencial. Si bien existía la posibilidad de que alguna afección orgánica fuera en parte responsable del problema expresivo de Anne, me pareció más "'Provechoso partir de la base de que ese problema era subsanable. La elección de las tareas concretas obedeció en parte a razones teóricaF o dinámicas, y en parte a la intuición. La incapacidad de Anne para «seguir las reglas» parecía relacionarse con su incapacidad para rebelarse en forma más abierta, para expresar su ira o para decir «no» sin 1 Hayakawa, S. l., «Learning to think and to write: semantics in freshman English», ETC, 1962, vol. 18, págs. 419-26.
ambages. Era evidente que percibía y proyectaba muchas críticas de los demás y que se criticaba severamente a sí misma. Casi toda forma de expresión era para ella un acontecimiento penoso y lleno de ansiedad; las palabras, en lugar de ser objetos reales o potenciales para el juego o la belleza, eran ¡>ercibidas como objetos difíciles, exigentes e inmóviles. Estas ideas me ayudaron a seleccionar las tareas vinculadas con la escritura. Procuré que las primeras tareas tuvieran patente validez para ella, y que fueran neutrales desde el punto de vista emocional. Las. tareas que implicaban expresividad no cognitiva se eligieron a causa de que Anne me impresionó como una mujer bloqueada y agarrotada, cuya dificultad primordial era la expresión en el sentido amplio del término. En varias tareas se apeló a los sentidos del oído, la vista, el tacto y al movimiento, y se los combinó con la esperanza de que pudiera ponerse más de manifiesto alguna modalidad sensorial, que permitiera penetrar hasta la zona en que yacían enterrados sus sentimientos y su responsividad. El empleo de la mano izquierda en algunas de ellas se fundaba en las ideas de Perls acerca de la división derecha-izquierda. También quería est:mularla a que dejara de preocuparse porque sus respuestas fueran «correctas»."' El objetivo de todas las técnicas era aumentar la conciencia sensorial de Anñe, así como su responsividad emocional, su expresividad motriz y su integración personal. La hipótesis era que si se lograba esto los problemas ortográficos y gramaticales tenderían a resolverse por sí solos. El diario que transcribimos a continuación fue iniciado por Anne de modo espontáneo al comienzo del experimento. Solo me dijo que lo estaba llevando algunas semanas más tarde; cuando la experiencia se acercaba a su fin me mostró la primera parte. Al prepararlo para su inclusión aquí, no introduje más que las correcciones indispensables para la facilidad de la lectura; he omitido algunas partes que no guar" daban relación con nuestra experiencia, y otras que eran embarazosas para Anne o que hubiesen. permitido identificarla a ella o a alguna otra persona. En los comienzos del relato que hace Anne de su experiencia se pone bien de relieve cuánto se esforzó por entender bien las inst:Ucciones por seguirlas al pie de la letra y por hacer lo que se esperaba de ella.' Otro de los temas principales es su continuo afán por encontrar razones y explicaciones con respecto a las tareas -totalmente inexactas, por lo común-. Solo empezó a tomar conciencia de sus propias respuestas y a encontrar el significado «adentro» cuando aumentó la intervención de sus sentidos y de su «cuerpo». Es probable que las primeras tareas hayan sentado las bases que facilitaron la posterior liberación. La consecuencia inmediata del desbloqueo de la responsividad sensorial ·y emocional de Anne fue su deseo de entablar un contacto más directo conmigo y de poder expresarse más espontáneamente conmigo, con su marido y con otras personas. En lo que toca a los logros concretos, antes de que finalizara el trimestre en que se llevó a cabo la experiencia se produjo una mejoría en la expresión escrita de Anne. Esa mejoría continuó, y ahora la capacidad En inglés, right significa a la vez «derecha» (por oposición a izquierda) y «correcta, acertada». (N. del T.) 1'
de Anne en ese sentido está dentro de los límites normales de los graduados universitarios. Tres meses después de la experiencia, Anne retomó su terapia, de la que pud0 extraer mucho más provecho. (Anteriormente la había abandonado por su imposibilidad de transmitirle al· terapeuta lo que sentía hacia él.) Terminó su carrera y consiguió adaptarse mucho mejor en todos los órdenes de la vida. Dentro del campo de su interés, escogió un camino particular e hizo en él notables contribuc:ones; sus trabajos de los últimos tiempos revelan inventiva y creatividad. Estoy más que satisfecha con el resultado de la experiencia con Anne. Al evaluar los factores que promovieron el cambio, veo algunos de primordial importancia. Es evidente que Anne tenía fuerte motivación para cambiar, pero esa motivación databa de muchos años atrás. Es asimismo evidente que yo llegué a ser una persona muy importante para ella, y que tenía hacia mí sentimientos muy positivos y fuertes. Sin embargo, también los había tenido con su terapeuta anterior, y su reacción en aquel momento fue abandonar la terapia ·debido a su incapacidad para expresarse y examinar tales sentimientos. Estoy segura de haberle transmitido el notorio interés que tenía por ella y la forma en que estimaba sus potencialidades, pese a que durante el trimestre previo y las primeras cuatro semanas de la experiencia nuestras conversaciones sumaron, en total, no más de treinta minutos. Por último, las técnicas empleadas facilitaron el desbloqueo emocional y actuaron como catalizadoras del cambio. Es probable que, en definitiva, todos los factores mencionados hayan contribuido al crecimiento que el diario pone tan claramente de manifiesto. Al releer el diario de Anne, el experimento en sí, la respuesta de ella a las tareas específicas y mi propio papel pasan a segundo plano. Lo que tengo ante mí es una persona que, paralizada al principio en un estado de inmovilidad, comienza poco a poco, y luego cada vez más rápido, a crecer, én una forma tan vívida y apasionante que me resulta pasmosa, y renueva mi fe en el coraje y en las posibilidades del ser humano. El diario de Anne es para mí algo más que un ejemplo del uso de las técnicas guestálticas: es un testimonio de la capacidad humana de crecimiento ..
Diario de Anne2 Esta es la historia de una niña (era en realidad una mujer, pero no sabía cómo comportarse pata serlo) que tenía un problema (bueno, en realidad tenb unos cuantos problemas, pero uno en particular muy evidente), y d~ lo que la ayudó a esta niña a convertirse en mujer y superar algunos de sus problemas. Todo comenzó cuando esta niña estaba en el curso de Psicopatología. Ahora, el problema que tenía esta níña y que era tan evidente era un 2 El título original del diario rezaba «Diario de una niña con pintura azul en la nariz». La introducción fue escrita al final del- trimestre, luego de terminado el resto del diario. Se corrigieron los errores de ortografía para facilitar l11 lectura.
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problema con su ortografía. Este problema la estorbaba muc~o en sus estudios. Pero esa profesora en particular intentó ver qué es lo que la niña quería decir, en vez de ver simplemente cómo podía decirlo (o escribirlo). En la segunda prueba que se tomó en ese curso, la niña obtuvo 98 puntos sobre 100, y esta es una nota considerable para cualquiera, pero para" una niña que no sabe escribir bien es no solamente una nota muy alta, es verdaderamente notable. Su profesora escribió en la prueba: «¿Qué me dice? Quisiera conversar con usted». Luego de la clase la niña subió a hablar con la profesora. N: ¿Usted quería verme? P: Sí. ¿Qué podemos hacer CQn su problema con la ortografía? N: Bueno, supongo que desde que estuve en primer grado mis maestros se deben haber preguntado eso. . La niña agradeció a la profesora que no le descontara puntos por los errores de ortografía. La profesora dijo venga a cqnversar conmigo en algún momento. Pero la profesora no sabía que uno de los otros problemas de esta niña era que no podía hablar, sobre todo acerca de sus . problemas. La niña decidió escribir una carta a ·]a profesora explicándole el problema y por qué no podía habla.Lacerca de él. Esta es la carta: Estimada Dra. Pagan: · Aunque mi problema en gran medida se centra en la escritura, me es mucho más fácil escribir sobre él que hablar sobre él. En realidad para mí es muy difícil comunicar, en forma escrita u oral, cualquier problema emocional, mis sentimientos en cada caso. Por lo general me quedo callada. Me aparto porque la tensión que experimento cuando vuelvo a estar en la frustrante situación de explicar mi problema es demasiado · para mí, no la puedo aguantar. El problema, cuando llega a su punto máximo, incluye no solo la ortografía sino también la sintaxis, la coherencia de las ideas, la comprensión de la lectura y la expresión verbal. Hubo momentos en que no pude escribir una sola oración coherente. Hubo momentos en que hablar me resultaba tan difícil que solo podía musitar y tartamudear. Cuar.do estoy en tensión uso palabra::; equivocadas, mezclo las palabras o las combino en formas insólitas. Tengo muchas ganas de ser capaz de superar por completo estas dificultades, pero ya no sé qué más hacer. La ortografía es la última fortaleza, en la que no puedo penetrar. Ya casi he decidido despreocuparme de ella y confiar en que a medida que cada parte mía crezca, la ortografía avanzará como el furgón de cola de un tren,' detrás del resto pero a un ritmo más lento. . Podría darle razones y explicaciones sobre este problema, pero son muy largas y no acaban nunca. Cuando termine de contárselas, seguiré con mi problema. No sé por qué tengo este problema o por qué no puedo resolverlo. Aprecio su interés en mí. Mi primera reacción fue que usted probablemente no tenga tiempo para conversar conmigo. Cuando usted pueda, quisiera hablar con usted, pero tiene que darse cuenta que tengo un gran temor en esta materia. He sentido culpa y vergüenza, he tratado de tapar el problema, de disimularlo, de cambiar, pero todo sigue igual. ~!'!
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Probablemente usted sepa que hay envueltas en esto más cosas que los meros síntomas manifiestos. Solo se me ocurren algunas ideas, que tal vez con los años me sirvan de ayuda. Si sintiera que la gente me acepta con mi problema (como a los tartamudos o a los que tienen un tic), si sintiera que tengo personalidad suficiente como par?. que ·las críticas o hacer el ridículo no la destruyan, si pudiera ser una persona rendídora y no una no rendidora, si supiera que no se me va a diferenciar de los demás debido al tipo particular de problema (de estudio) que tengo, entonces creo que, tal vez, no manifestaría mi confusión y ansiedad por dificultades en la comunicación verbal o escrita. A veces me da la impresión de que mi cerebro es como un conmutador telefónico y que no puedo mover la llave correcta para establecer la comunicación. A lo largo de mi vida solo me encontré con un puñado de personas con la paciencia, amabilidad y comprensión como para tenderme una mano. Gracias por ser usted una de esas personas. En mis estudios, hubo casi siempre una alta correlación entre la capacidad de comprensión del profesor y mi rendimiento en clase. Esta carta suena bastante triste, pero si la escribiera de otro modo no sería real. Anne La niña no esperaba en realidad poder conversar alguna vez con la profesora, pero luego del examen esta le ofreció ayudarla el próximo trimestre durante el intervalo de las mañanas (un período libre de cuarenta minutos) con su problema. La niña estaba encantada porque alguien pensaba que podía hacerse algo para resolverlo. Durante todas las vacaciones de Navidad, la niña se la pasó pensando qué iban a hacer con su problema. En 1967, en el Georgia State College, cuando la niña estaba en su primer año del ciclo superior, comenzó la aventura. La cura para el problema ortográfico consistiría en dos sesiones semanales de treinta minutos. Estas sesiones llegaron a ser la aventura más traumática, apasionante, penosa y maravillosa que tuvo esa niña. Si yo sé tantas cosas sobre esa niña es porque yo soy esa niña y esta es mi historia. 7 de enero Tuve mi primera sesión con la doctora Pagan. Me sorprendí cuando me extendió una pila de hojas y me dijo que me consiguiera una lapicera. Me indicó que escribiera asociaciones libres, sin prestar atención a la sintaxis, ortografía, puntuación. El tema: el juego. No ~s necesario volver a decir lo que escribí; ella lo tiene en una carpeta, aunque me dijo que yo escribía para mí y que ella no lo leería si yo no quería. Me dejó prJ!ocupada no haber terminado un pensamiento, así que al día siguiente le pedí terminarlo. Me dijo que podía hacerlo y me preguntó por qué no había ido ese día. Yo no había entendido que tenía que ir -pensé que ella me había dicho de ir el jueves o el viernes-. Ella se rió y me dijo que yo tenía la culpa de la duración de la sesión_. 12 de enero ~ Le dí a la doctora Pagan el pensamiento completo escrito en una hoja
de cuaderno. Esta sensación de incompleto me había perturbado, como
una conversación en la que se establece rapport y que debe i~terrum pirse antes de poder ~ompletar. las ideas. LaS' llamadas telefómcas, los niños, el tiempo, son mterrupciones. , . Mi segunda tarea fue una lista de palabras. que deb~a busca~ ~n el, diccionario. Me sentí desilusionada pues hubtera quendo escnbtr mas, Y me preguntaba ·sobre qué tema me iba a pedir que ~_;;cribiera. . Mientras buscaba las palabras, tuve la rara sensaci, corr~ Pll;ralelo con su escrito sobre el «juego», que terminaba con una asoctacJOn dtsfórtca con el juego sexual. * Véase el Apéndice 2 (pág. 190).
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Y cuando llegué al término de ese esfuerzo, me dio otra hoja de papel para dibujar con mi mano izquierda. La miré con más sorpresa que antes. Después, empecé la dolorosa tarea, esperando ansiosa que tocara el timbre. Cuando le entregué los dibujos, me preguntó si los había comparado entre sí. Le dije que no. Me dijo que sería bueno que lo hiciera a veces. No quiero mirar esos dibujos. ~ero creo que entiendo lo que ella está buscando. He pensado que tal vez soy zurda. Quizás ella también lo piense y crea que algunos de mis problemas de lenguaje provienen de eso. 22 de enero La doctora Pagan me entregó un diccionario y hojas en blanco, y me indicó que debía escribir un ensayo acerca de diez razones por las cuales la gente no debe obedecer reglas, y que debía escribir mal todas las palabras aunque para ello tuviera que buscarlas en el diccionario. Solté la carcajada y le contesté que dudaba de que fuera a necesitar el die cionario. Tras mi sorpresa inicial por la tarea, me gustó eso de escribir sobre no respetar las reglas, equivocándome con las palabras. Veo detrás de esto dos métodos: primero, que me pueda concentrar en los errores de ortografía y así comience a tomar conciencia tal vez de la forma en que se disponen las letras, y segundo, que es posible que en mi ortografía, o más bien mi falta de ortografía, pongo de manifiesto mi naturaleza rebelde. Me gusta lo que puse sobre las reglas. Me recuerda el placer que sentí en el curso de fonética cuando me enteré de lo frecuentes que son los errores que yo cometo, y de algunas de las razones a las que obedecen. 25 de enero Hoy me dijo que consiguiera en la biblioteca un ejemplar de El paraíso perdido de Milton y otro de Keats. Luego me pidió que escribiera sobre la ira, pero no pude porque no sentía ira. No estaba enojada por nada.* 2g de enero Hoy volví. ¿Se habrá sorprendido de verme dos días seguidos? Buscó en sus carpetas algo que no pudo encontrar. Yo tenía miedo de que me pidiera mirar los dibujos que había hecho. Me preguntó si tenía los libros, yo los tenía -había traído el de Milton de casa y el de Keats lo acababa de sacar de la biblioteca-. Se sentó e hiz<\ unas marcas en Milton, luego en Keats. Me devolvió los libros y me dijo que !os leyera en voz alta hasta que me saliera bien. Como se dispuso a abrir la puerta que comunicaba con otra habitación, le dije: pero, esto no es a prueba de ruidos; ella me dijo, bueno, no tiene por qué gritar. De modo que me senté y empecé a leer en voz alta y con voz suave. En el libro I de El paraíso perdido de Milton encontré dos pasajes que me gustaron. Estoy segura que leo con mis propios significados.
... Lo que hay en mí oscuro, ilumina, lo que es hondo, eleva y da sustento. *Véase el Apéndice 3 (pág. 191).
... Quien trae una Mente , que ni el tiempo ni el espacio han de cambiar, la mente en su lugar y por sí misma, puede hacer del. infierno un cielo y del cielo un infierno. ¿Qué importa dónde esté, si yo he de ser el mismo siempre? ¿Qué importa lo que sea, si no igualo a aquel a quien el trueno agigantó? Aquí, al menos, seremos libres. Y de la «Üda a un ruiseñor», d~ Keats: No por envidia de tu feliz destino sino por sentirme feliz con tu felicidad. Había palabras que no pude pronunciar y párrafos que por no saber el significado no pude hacer las pausas donde correspondía. Seguí leyendo un rato más cuando sonó el timbre ( piénso volver a hacerlo más adelante) y le pregunté a la doctora Fagan si podía venir mañana. Me dijo que sí. ,, , 27 de enero La doctora Fagan me dijo que tal vez ya era momento de que habláramos sobre lo que yo había hecho. Pensé que quería que yo escribiera lo que sentía ese día, de modo que le dije que estaba llevando un diario. Creo que le gustó. Me dijo que hasta entonces había evitado toda comunicación acerca de lo que yo sentía con respecto a lo que estaba sucediendo. Le pregunté, ¿querría leer mi diario? Me contestó que quería que yo hablase sobre las cosas que se me habían ocurrido. En primer lugar, le pregunté sobre los dibujos con la mano izquierda, diciéndole lo que yo suponía: que estaba experimentando un cambio en el dominio de las manos:Me contestó que no era eso lo que ella quería señalar o lo que le interesaba. Aplicó esos dibujos porque en las clases del último verano, en California, se habían realizado algunos dibujos con la mano izquierda, descubriéndose algunos enfoques diferentes y muy interesantes. Luego traje a colación algo que me había estado perturbando. D(•sde que comenzamos a trabajar juntas y a la vez ella seguía siendo mi p:-ofesora, yo tenía miedo, en las pruebas que nos tomaba, de no mostrar progresos y que ella pensara que estaba perdiendo el tiempo conmigo, o que su método nodaba resultado, o alguna cosa por el estilo. En mi afán de complacerla vivía en tal tensión que era incapaz de hacer nada. Ella mt: dijo que no tenía nada invertido en mí, no puedo recordar exactamente qué dijo, pero trataba de hacerme comprender que su yo no estaba envuelto en lo que yo hiciera. Le dije que era para mí una persona significativa en estos momentos, que apreciaba lo que hací~1 por mí y que pensara que valía la pena ayudarme -la única manera como yo podía demostrarle lo que sentía era aplicándome en el estudio y sin embargo esto me provocaba tensión. No estoy segura cómo continuó el resto de la charla, pero es esto lo que recuerdo -dijo algo sobre comenzar un examen y escribir deliberadamente mal las dos prim~ras oraciones. Esto me sorprendió (no sé cómo uso esa palabra,
«sorpresa», pero eso es exactamente lo que siento cuando ella me dice algo) . Reaccioné diciéndole que al escribir las reglas tuve la impresión de que quizás yo usé la ortografía para expresar mi rebeldía -entonces ella se rió. Me pareció que había dado en el clavo. Unicamente, continué diciéndole, que al dejar de rebelarme seguía con el hábitt> que no podía vencer -ella dijo algo sobre mi dese\llpeño y el de mi familia- no pude entenderle, y lo que yo le contesté fue bastante incoherente. Ella veía que yo estaba luchando con ello y dijo que yo no podía pretender captarlo de inmediato. Le d:je lo primero que me yino a la mente: que a mi madre no se le movió un pelo cuando le conté que había figurado en el cuadro de honor. La doctora Fagan me contó sobre un estudiante que vivía en un barrio bajo y cuya madre no le quiso creer cuando se graduó con el doctorado. Conozco ese sentimiento. También me dijo que ella podía leer en mis errores de ortografía lo que _yo estaba tratando de decir. No la molestaban. Creo que lo que quería es que yo supiera que podía relajarme, no estar en tensión y ser yo misma, experimentando cualquier progreso que se produjera. Me dijo que quería brindarme su ayuda en este problema porque advertía que obstaculizaba mi desempeño, impidiéndome expresar lo que quería. Y esa es la gran falla garrafal en mis manifestaciones: es como si yo fuera sorda y ciega, o como si me faltaran brazos y piernas. Le dije que me da vergüenza que la gente vea mis trabajos. Cuando me dio a entender que había finalizado nuestra charla, salí sintiéndome muy bien.
1 de febrero Ella vino con papel y una caja bajo el br!l'zo. En una oportunidad anterior le había preguntado si se había cortado y me dijo que no, que tenía pintura roja en el dedo. La seguí sin ser consultada. Nos detuvimos a llenar de agua una botella de gaseosa, tras lo cual tomé las hojas de papel y entré al Laboratorio de Psicología Experimental. En uno de los compartimientos puso el papel, pinturas, la botella de· gaseosa con agua y toallas de papel. Me preguntó si sabía dactilopintura y le contesté que tenía dos hijos. Entonces me dijo que pintara con la mano izquierda, utilizando el negro, el azul y el rojo, si no se acababan. ComeilCé a pintar un cielo nuboso azul y negro y debajo de él un océano, pero luego me dí cuenta de que estaba usando la mano derecha. Dejé esa pintura y empecé otra -con la izquierda-. Creo que con la izquierda soy más ágil, con la derecha más rígida. De modo que me largué a desparramar pintura. Casi todo azul, pero luego agregué rojo y al final la pintura quedó azul a ambos lados y· de color lavanda en el medio. " Meulé los trazos en volteretas y remolinos, quería hacer algo rítmico y ágil, pero nunca puedo lograr nada en trabajos artísticos. Volví a la otra pintura y la mojé, y después hice una con la i7quierda. Creo que mientras pintaba pasaban muchas más cosas por mi cabeza que las que puedo recordar. C1;1ando terminé, me lavé las manos y me encaminé a llevarle las pinturas a la doctora Fagan. La encontré en el camino, y me dijoque tenía la nariz manchada de azul.
r sical Y e~pezó otra, lo cual me indicó que tenia puesto e1 grabador en una vel~tdad que ~o era la correcta -tal vez por eso elegí el rojo. . En medio de esta situación algo irregular y ridícula (una mujer de 28 años tratando de dactilopintar, siguiendo la música, en el baño de un establecimiento universitario; probablemente haya gente que por menos fue encerrada en u~ manicomio), pude sentir ciertas cosas hermosas y singulares. La música despertó en mí sentimientos delicados sensuales, .exóticos, llevándome a ~reer que si careciera por complet~ de leng~,aJe, se me podría comumc~r. con ella cualquier sentimiento y emocton. De modo pues que la mustca me hablaba, mientras yo trataba con toda mi alm,a de transmitir el ritmo a mi mano izquierda y luego al papel. Escuche una y otra vez, y cada vez borraba (cubriéndolas) las for~as que había volcado antes con la pintura roja. No sé cuántas veces ~tce~ esto, pero me u~gía. un intenso deseo de manipular esa pintura stgutendo un~ pauta ntmtca semejante a la de la música. No lo logré, como es habitual, pero la profundidad de mis sentimientos fue recompensa suficiente. Me limpié, dejé la pintura sobre el piso y corrí a clase, llegando tarde.
5 de febrero La doctora Fagan llevó un grabador de cinta "magnética a' Otta habitación, pero no encontró ningún enchufe. Le dije: ¿debo buscar una pieza vacía? Sí, me contestó, y me entregó una cinta que tenía escritos los números 1, 49; 80, etc., sobre la caja, y unas hojas de papel, y me dijo que las escud:íara dos veces y luego escribiera lo que había oído. Cre·o que me dijo)as dos primeras, y que tal vez no comenzaran exactamente en 1 y 40, pero no estaba muy segura de las instrucciones que me había dado. Pensé que iba a tener que hacer transcripciones y me asaltaron recuerdos desagradables de las transcripciones de alemán, en las que siempre había fracasado. Así que me fui a un aula, enchufé el grabador, ¡y era música! Yo estaba sorprendida y encantada, pero pensé que tal vez no había escuchado bien las instrucciones, .le manera que me dispuse a oír alguna interrupción, pero no: todo :.núsica. Comencé desde el principio, en que cantaba una muchacha. ¿Debía escribir las palabras o los sonidos que creía escuchar? Luego supe que no era eso, la música no son palabras, las canciones no son palabras, ~on únicamente las reacciones emocionales que experimentan las personas al escucharlas. De modo que escuché, era conmovedor. Decidí que por primetll vez tenía que volver y decirle a la doctora Fagan que me fue· imposible hacer lo que ella me pidió. Me hubiera gustado poder escribir los sentimientos que despertó en mí la música, pero no he desarrollado la capacidad de expresar ese. tipo de respuesta. . Sonó el timbre y detuve el grabador emocionada y entusiasmada por la música que había escuchado.
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8 de febrero Había estado lloviendo y después paró. Era un día cálido y el cielo estaba despejado. Un día particularmente hermoso, por alguna razón. Estaba en el vestíbulo hablando con algunos compañeros cuando llegó la doctora Fagan. Me entregó un juego de llaves y la misma cinta que había usado el viernes. Me dijo que debía sacar el grabador de la sala de materiales educativos, seleccionó algunos fragmentos de la cinta y me dijo que dactilopintara con la izquierda mientras escuchaba la cinta. Apenas si pude aguantar la risa al preguntarle si no tenía que silbar «Dixie» y escribir asociaciones libres con mi mano derecha mientras enhebraba cuentas en un collar con los dedos de los pies. Le pregunté luego dónde quedaba la sala de materiales educativos. Me indicó la puerta contigua al baño de hombres. Entonces l.! pregunté: ¿tengo que ponerme algo que me identifiqúe? Me dijo que no, que únicamente tratara de no entrar en la puerta donde decía «Caballeros». Me fui, pues, agarré mi libro de bolsillo, la valija con los materiales, la cinta y el grabador, y no pud.e encontrar ninguna habitación vacía. Me dije que.ir al Laboratorio de Psicología Experimental era perder el tiempo, Recordé entonces que justo a la salida del baño de mujeres había visto un cuartito; si tenía un enchufe, me instalaba. Lo tenía; luego de poner. la· cinta en el grabador y de preparar el papel y las pinturas, empecé. Mi primer pensamiento fue: ¿cómo diablos puede pintarse la música? Mi segundo pensamiento fue: ¿cómo diablos puede pintarse? Elegí el colQf rojo y lo desparramé por todo el papel. Terminó la selección mu-
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1O de febrero En este m?ment~ tengo tiempo de sentarme a contar lo que siento sobre esta terapia fascinante en la que me ha hecho participar la doctora Fagan: ~amo ~oy tengo un examen, ayer estudié en lugar de ponerme a escr:btr. Todo lo que puedo decir es que me siento feliz; cómoda y bastante encantada de ponerme a escribir de nuevo. Antes de describir la ú~tit;na sesión debo ~olver atrás y contar algunos de los notables descubnmtentos, o revelaciones, que tuve a partir de la sesión del lunes. Este primer descubrimiento es tan fundamental que todo ~1 mundo lo con?ce ya, o b~en es tan tonto que no le impresiona a nadte; pero yo me stento entusiasmada con él. Todo comenzó cuando quise recordar la música que había escuchado. No podía acordarme ni de la melodía ni del ritmo ... pero cuando moví mi mano izquierda en l~s formas qu~ ~abía tratado de volcar con la pintura (siguiendo la música) se me ~~cteron presente~ ,todos los sonidos. Descubrí que yo recue~do la ':llustca ( qmzá tambten otras cosas), no por la entonación p el ntmo, sino por las estructuras, por la estructura musical. Una mezcla de ~ormas de sentimientos, volumen, tono, melodía, ritmo. No puedo dectr realmente por qué motivo esto me resulta tan fascinante salvo que ahora que lo. he descubierto, puedo emplearlo con más facllidad. No ~ace mucho tiempo, después de ver la película Li{i, me sentía impresionada con la música, en particular el tema principal pero me era imposible en un momento dado recordarla. A veces me v~nía a la mente en circupstancias imprevisibles, y se volvía a ir. En una ocasión en que lo recordé, me dije tengo que hacer algo que me facilite recordar la música cuando yo quiera. Elegí entonces cinco notas descendentes Y recordando esta escala venía todo el resto de la melodía, creí que es~ taba empleando la .entonación como procedimiento nemotécnico, pero lo ..9ue estaba ~ecordando ,era. una estru~tur~. Había usado un procedimiento descubierto por mt mtsma. Funciono en su momento y también · ahora, ya que soy capaz de recordar ambas piezas musicales en todos sus aspectos.
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descubrí que el grabador tenía dos llaves para prender o apagar. Así que me senté en el suelo y escuché. ¿Por qué fue esa experiencia tan intensa? ¿Por qué me habló 1a música de esa manera, por qué, por qué, p~r qué? No había en la lengua inglesa palabras para describirla de verdad. Experimenté una amplia gama de emociones en grado intenso. Fue como sentir todas juntas las emociones que había sentido a lo largo de toda mi vida. Las cúspides del éxtasis y las pl!ofundidades de dolorosa confusión y agonía. Escribí una pobre lista de adjetivos y sentimientos. Cuando sonó el timbre, tenía los ojos llenos de lágrimas. Sentía una tremenda incapacidad de controlarme y una extrema vulnerabilidad. No podía volver. Alcé el grabador. Mientras caminaba por el corredor, vi a la doctora frente a su puerta. Me fue· imposible· mirarla a los ojos, cuando siento esa •mlnerabilidad no puedo permitir que nadie me vea.· Entonces pasó algo tremendo. La doctora Pagan comenzó a silbar la músic~ que acababa de escrichar; di media vuelta y entré en su despacho. Ese era prec~sament: el eslab~n que estaba necesitando para poder ir y exponer mts emoctones. Le pregunté, ¿le gustaría oír algunos descubrimientos que hice el lunes? Seguro, me contestó. Se la veía tan satisfecha, realmente. Casi me lamenté de no haber hecho previamente mayores esfuerzos por comunicarme con ella. Le conté entonces lo de las estructuras musicales y su manera de decirme, ¿qué podemos hacer con respecto a su ortografía? La experiencia por la que acababa de atravesar me había conmovido tanto que hablaba con voz vacilante. Me fue imposible saber qué efecto había causado en ella. Bajé la cabeza y le dije: esos fueron algunos de mis descubrimientos. Durante toda la clase que vino después, yo estaba en otra parte. Había experimentado algo que no podía manejar ni hacerle frente. No podía volver a lo que me rodeaba, no podía mirar a la gente.
El segundo descubrimiento tiene probablemente un sentido, más personal. Hace unos cuantos años, deposité· cuidadosamente mi violín en su estuche y lo cerré con candado; no quisiera que esto .suene almibarado: no quiero significar que el mundo o la comunidad hayan perdido algo cuando toméJa decisión de no tocar más, ni que si yo retomara el violín alguien saldría beneficiado. Yo no tocaba bien, pero amaba el violín, luchaba eón él, las satisfacciones implícitas eran totalmeqte personales. Todavía no he alcanzado en mi expresión escrita el punto que me permita explicar en forma adecuada qué representaba para mí tocar el violín a solas o en una orquesta. Con ello llenaba, de alguna manera, una brecha (vacío). Cuando tomé la decisión de abandonarlo,. denotocar más, fue doloroso, como si muriera una parte de mí y no hubiera una sola persona, ni una sola alma viviente, que supiera qué profunda era mi pérdida. Llegué a la conclusión de que no puedo tomar una parte de mí misma que tiene significado para mí, .que llena una necesidad, y decidir que ya no existe más o que puede ser encerrada en un estuche con un candado. Creo que en unos cuantos casos. tengo que volver atrás, abrir los candados, sacarlos para afuera y reexaminados. Cuando la doctora Pagan mencionó por primera vez el problema que tengo ante mí, lo hizo en una hpja de examen en cuyo dorso había escrito «Quisiera conversar con ·usted». Luego dijo algo que realmente me conmovió -tal vez ya lo haya mencionado, pero en tal caso ahora vuelvo .a recordarlo-, dijo, <~!Qué vamos a hacer con su ortografía?» -no cómo es que yo llegué a escribir así o por qué no había tratado de hacer algo al respecto. Pasan ideas por mi cabeza, pero no las tengo claras. De alguna manera, la libertad con que usé las pinturas al compás de la música me hizo sentir que nunca gocé de esa libertad con mis emociones, así que como estas eran confusas, deformadas (carecían de percepciones) y ·aparecían en forma brusca e irregular, mis comunicaciones seguían el mismo camino. Lo que más odio es equivocarme, y sin embargo, me equivoqué toda m: vida. ¿Tenía acaso la necesidad de equivocarme, la tengo todavía? Si es así, ¿serán más claras mis comunicaciones cuando ya no tenga más esa necesidad? 11 de febrero La cuestión es: ¿por qué fue tan intensa para mí esta sesión en particular? Tal vez en los párrafos anteriores haya esbozado la respuesta. Quizás había depositado más cosas en ella (una sesión casi perdida, o que me fue dada en fo~ma particular). Ella me dijo verbalmente (al entregarme las llaves), escuche esto y escriba únicamente adjetivos o sentimientos. Pero creo haber recibido, de algún modo, otra comunicación que esa. Era como si ella me estuviera pidiendo que yo me dejara penetrar totalmente por todos los sentimientos que la música me transmitiera. Tomé el grabador y probé en dos habitaciones, pero el aparato no quiso funcionar. Tenía puesto un suéter, me estaba acalorando, el grabador era pesado y encima tenía mi libro y mi cuaderno. Pensé que tal vez los tomacorrientes de la pared no andaban, de modo que regresé al cuartito junto a la sala de descanso. Tampoco allí quiso andar, ya estaba a punto de pedirle a la doctora Pagan que me ayudase cuandc
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n de febrero (sábado) El viernes mi marido y yo tuvimos una charla muy significativa y sugestiva. No la puedo recordar completa, pero le conté mi exper:encia del jueves. Después de u.n rato, me dijo qué es lo que, según él, estaba tratando de hacer la doctora Pagan conmigo. Luego comentó que tal vez muchos de mis problemas tenían como origen una creatividad frustrada. Creo que nunca, en nuestra vida de matrimonio, estuvo él tan cerca de captar un concepto de mí.
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15 de febrero Esta mañana estuve muy excitada. Mientras esperaba a'la doctora Pagan, las secretarias me preguntaron acerca de lo que hacía con ella. No creyeron lo gue les conté y aseguraron que yo debía estar tomando un curso de "'lectura. Traté de explicarles algunas de las cosas que me pasaban, pero no creo que me hayan comprendido realmente. En ese momento subió la doctora; el lugar estaba frío y lo primero que hizo fue· ponerse el saco. Entró a la oficina contigua y dijo que alguien le había quhado la silla. Luego me dijo que la siguiera a su despacho y asf lo hice. Me tendió un narciso. No recuerdo que nunca nadie me haya ~dado una flor. Me dijo que la observara al estilo Zen. (Yo sabía que esto tenía algo que ver con el budismo Zen, pero no había leído ningún 1 R1
libro sobre el tema -debo hacerlo cuantoantes--). Le dij~, ~¿Q~é?» mirándola fijamente. Creo que estábamos las dos bastante dtverudas. Luego me dijo, inire la flor durante 20. minuto~? con lo cu~lle quedarán 10 minutos para pintarla. Me tendtó 1~ vahJa de las Pll_lturas y se dispuso a abrir)a puerta, pero yo comence a h~blarle del Jueves. Me dijo que queríá;hablar co~m_igo de el~o, q~e vol·n~ra a las 10.~0. . De modo que 'me encamm~, con m! vah!a de p11~.turas y m1 narctso amarillo ' hacia el Laborator10 de Pstcologta Expertmental. Allí . .
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Me senté y observé, de modo que esto podría llamarse pensamientos al mirar un narciso. Pensé qué poco tenían que ver los nombres que aprendí en biología con lo que una flor es realmente, estamen, pistilo y todas las partes, lo que importa es la totalidad, la flor, y su belleza -la emoción que transmite a la gente. Quisiera ser minúscula y entrar por el cuerno del narciso, recorrer el túnel, ser absorbida por su fuerza, su belleza su. existencia. Cómo se parece el borde del cuerno al papel crepé, cómo puede la Naturaleza rizar sus creaciones de manera tan encantadora.
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Pensé luego que debía atender a la forma, a la estructura, si quería dibujarla, observé y vi la textura, su fuerza y su fragil:dad, su suavidad y su rudeza. Vi los delicados pétalos con sus puntas hacia afuera, ví que no eran exactamente iguales, la Naturaleza los había creado en agradable e informal desigualdad. Como la flor no·estaba totalmente abierta, suavemente abrí los pétalos en toda su exten'sión. Ante mí tenía ahora una flor total y madura. Pero la encontré parecida a un niño, erguido orgulloso en su verde tallo, sin saber que estaba por morir, que en realidad ya estaba muerto.
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Y ahora a pintar. Mojé el papel y apliq~é pi~tura amari~la. Nunca vuelvo a sentir la ola de cosas que me mvaden cuando mtroduzco mi mano izquierda en la pintura y comienzo a moverla y manipularla con cierto ritmo, gracia, estructura. Como no me salía una vtsta de frente del narciso, intenté pintarlo de perfil. En .algún m~mento, resolví que las flores tienen ritmo propio, y q~e ·st podía ~~~tarlas ~o lo haría con formas realistas y estructuradas, smo que descrtbtría el rttmo y la emoción que presentaba esa flor en particular. De modo que pinté un cuerno entero (una tromp;ta) y en torno d7 él lo~ pétalos. Pero tampoco esta vez me complacta el resultado. Htce vartas tenta"-
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tivas. Sentía el placer de haber experimentado algo que tenía sentidt. para mí. Sonó el timbre y ree apresuré a limpiarme para volver a hablar con la doctora Pagan. Le dije le triiaigo su flor. Me dijo está bien abierta ahora. Le dije creo que la ayudé un poco. Siguió luego un ~.rev~ _lapso de incomodidad de mi parte, no sabtendo qué h~cer. Me diJo stentese (atrás estaba la silla). Entonces levanté la valija Cle pinturas que había puesto allí, dejé caer al pis~. mi libro y me senté. ~<;»r alguna razón me he olvidado de lo que diJe. . . oh, sí, empecé diaendo que creí!! tener mayor capacidad que la mayoría de las personas para los sentimientos, más amplitud e intensidad. Luego le dije que, por algún motivo, la música me había perturbado, me sentí conmocionada, no podía hacerle frente. Me respondió que no era preciso que hiciera todo lo que me molestaba, podía detenerme allí. Le contesté que no, que no era eso lo que quería. Quería saber ¿por qué? ¿Por qué ese día, con esa música?, ¿qué ocurrió? ¿Por qué el hecho de estar en una habitación con un grabador de cinta magnética podía promover en mí una reacción emocional tan intensa? Había habido otras sesiones intensas, pero pude manejarlas y a menudo me sentí muy regocijada -un rato antes me había dicho que debía haber hablado con ella el jueves--. Pero el jueves no pude manejarla. Me dijo que creía necesar:o que yo le contara mis reacciones, y sugirió que volviera a hablar con ella unos minutos en cada sesión, a pesar de haber tan poco tiempo. Le dije, bueno, no creo que eso sea muy útil porq';le así soy yo: puedo ha~lar el lunes sobre lo que pasó el jueves o el Jueves sobre lo que paso el lunes, pero no el lunes sobre el lunes. En algún m~mento de la cha~la me dijo que necesitaba saber si yo seguía en tratamtento, no quería mterferir en él. Le dije que no, que había abandonado en mayo pasado. No recuerdo las palabras exactas. Me referí a que el hecho de que casi perdía la sesión podría haberme vuelto más sensible que de costumbre. Sonó el timbre y la dejé porque era tarde para ambas. Ayer, después de escribir un. rato, e~pecé a buscar respuestas .acerca del jueves y por qué había stdo tan mtenso. Comencé por analizar la múska que había oído. Lo primero fueron las dos selecciones, cada una de ellas con su propia gama de emociones, si bien pertenecían a un extremo diferente del continuo y no se entremezclaban. De modo que yo podía escuchar con cierto conjunto de sentimientos y, luego de una pausa, mover la perilla y pasar a un conjun~o de sentimientos opuestos a los anteriores. La segunda tanda mustcal tenía un solo cambio de un pasaje fuerte a un suave interludio. Pero la música que escuché el jueves era muy variada; las estructuras, el tipo de,música, los extremos, produjeron en mí gran variabilidad de emociones, como una terapia en forma compendiada, como si estuvieran juntas todas las emociones que sentí en mi vida, como si yo fuera un instrumento y estuvieran tocando en mí todas las notas, en todas las combinaciones posibles. Ahora bien: esto explica por qué me conmocionó tanto esa música en. particular. Pero hay más: yo iba predispuesta a cuestionar la importancia que podía tener la situación, lo tonta que me puedo sentir ante . ~ ciertas situaciones, lo vulnerable que me siento. Es posible que haya escrito esto antes, pero volveré a hacerlo para elaborarlo. El lunes supe
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que el viernes la doctora Fagan prob~blem~n,~e se i:ía de la'~iudad. Ese día quise preguntárselo para saber si pod.I.a Ir algun ?tr? día, pero no lo h:ce. El miércoles, cuando ella me lo diJo, !fle senti disgustada,, aunque debía haberme sentido contenta p'!es t~m~ un examen de ~sicolo gía Experimeq~ál y de ese modo tendria mas tiempo para estudiar. En cierta forma me seguía sintiendo como una tonta por no. ser. capaz de perder una sesión. La clase siguiente, tuve dolorosa conciencia de que el hecho de perder esa sesión iba a perturbarme. Fue entonces que subí a preguntarle a la doctora Fagan si podía ir el juev~s. De mod? ~u~ la música refuerza mis sentimientos acerca de por que las cosas significan tanto para mí, por qué me· siento como una tonta de que así suceda, y por qué me siento tan vulnerable.
!6 de febrero . Anoche resolví contarle a la doctora Fagan las conclusiOnes a que ha~ía llegado y decirle que ahora me sentía mejor sobre todo esto. Le diJe, he llegado a algunas conclusiones con respecto al jueves, ¿le gus.taría conocerlas? Me dijo que sí, y que me sentara: Apartó al~nos ~bros de la silla y me senté. No ex,~r~menté la habtt~al sensaciÓn de ~nco modidad cuando trato de comumcarme con alguu;n, sobre todo ~I ese alguien tiene algún significa?o par.a ~í. Comence co~tándole mi análisis de la música y luego mis sentimien~os de des~rcion y,de vul!lerabilidad. Luego le dije que me sentía meJor y me mcorpore para ,trme. Ella me dijo entonces un momento, ahora me toca hablar a mi. Me volví a sentar. No recuerdo cómo comenzó pero dijo algo como que ... había en todo esto algo más que lo que ella sabí~ o que lo que yo le contaba. Le dije que lamentaba ocuparle tanto tiempo. Estaba enojada, me dijo que no fuera hostil hacia ella, y que dejara que. efla man~ jara su tiempo. Dijo algo sobre que queria que yo le participara mis sentimientos. Me preguntó si no podía comunicárselos verbalm~nte, luego me sugirió que lo hiciera por escrito, enton~.es le recorde que: los estaba anotando, ¿tenía ganas de lee:lo~? Me diJO c?mo usted. quiera. Le dije que proyectaba p.a~arlos a maquii!-a. y entreg~~selos al fu~al del trimestre. Me dijo que hiciera como prefmese. Le diJe que q~~rxa que los leyera ahora, si no le molestaba la l~tra, et~. Me complac~o poder entregárselos. Abrí mi cuaderno y saque las hoJas correspondientes, Y le dije usted advertirá que uno de los efectos de 1? que u~ted ha he~~ por mí es una mayor cantidad de palabras. Tomo las h~Jas Y las deJo sobre su escritorio. Le dije que otra cosa que quería decirle es que en un examen de Psicología Experimental había obtenido el puntaj.e máximo en las preguntas tipo ensay?, au!lque en la pruc;ba total mi puntaje no había sido muy bueno. MI ~arido y Y,O advertimos ~n progreso signifiCat:v6 en ortografía, formaciÓn de derivados y capacidad de expresión. 17 de febrero Le dije para empezar que lamentaba no haberle comunica,do lo que estaba sintiendo, porque si yo no ~e Jo decía ella. no tefl!-a manera de averiguarlo. Ciertamente, no podxa Juzgar a partir de mi conducta. ~ lamentaba no haberme comunicado con tanta gente, sobre todo con mi marido.
.-lo puedo recordar todo lo que dijo o cómo lo dijo. Empezó diciendo que la lectura del diario fue para ella una experiencia conmovedora. Destacó algunas de las tendencias subyacentes que aparecían en él, en el momento me pareció todo tan claro y ahora no puedo recordarlo. (Que yo no me creyera con derecho a tener sentimientos. El rechazo, debía seguir adelante con mis reacciones y aceptar lo que viniera después.) Le dije que no podía creer que alguien juzgara que valía la pena ayudarme. Que tenía que controlar mi entusiasmo, que alejo a la gente con mi entusiasmo. Me dijo, entonces, ¿cómo me cataloga a mí? Le contesté no sé. Piense un poco, me dijo. Bajé la cabeza, pero no pude pensar nada. Entonces me dijo, le daré algunos adjetivos: aburrida, desengañada, etc. Usted me está diciendo que yo soy el tipo de persona que puede sentirse aburrida frente a usted, etc. Ella iba contando los adjetivos y luego las frases con los dedos. No recuerdo las palabras exactas, pero me dijo algo así como que el bajo concepto que tenía de mí misma hacía que la rebajara a ella. Me preguntó si eso me parecía bien. No, le dije. Me dijo creo que es bastante desagradable (rum).
Silencio (cuando yo me sentía tan agradecida, ella no me preguntó ¿qué está pensando? o algo por el estilo). Comencé a hablar nuevamente, le dije que tenía miedo de hablar y exponerme por temor a ser dañada. Solía pensar que si me llegaba a convertir en una psicótica, sería una catatónica. Entonces ya nadie me podría dañar. Me dijo muchas cosas más, prisión, poder, pequeños detalles entremezclados, encontrar fallas en las personas que me rodean, conducta, ·respuesta. Dijo que yo pensaba que todos los demás nacían sabiendo cómo comportarse. Nadie es perfecto, todo el mundo tiene fallas. Poder, yo siempre creía que si buscaba alivio en los demás, nadie me lo daría. Me habló, pues, de las ideas equivocadas que tenía acerca de mí misma y del mundo. Todo eso era en cierto modo bastante agradable. doloroso pero agradable, porque eran cosas sobre mí misma que yo no hubiera podido afirmar. Cuando terminó de hablar, me dijo que le gustaría leerme algunas poesías. Yo estaba maravillada. Leyó varias de un libro y luego de otro. Le pregunté si podía prestarme el libro, me dijo que sí, pero -tomó otro libro- tengo algunas más aquí para leer. Luego me dijo que ese no podía prestármelo pero que volvería a leerme las que yo quisiera. 18 de febrero ¡Hoy tenía tantas cosas que contar! Sentía que tenía cien millones de cosas que contar y que nunca habría suficiente tiempo para ello. J!ui a su despac.Qp pero el timbre ya había sonado y la encontré cuando salía. Me preguntó si quería verla, le contesté que me parecía que había llegado tarde. Comenzamos a bajar por la escalera. Creo que simplemente quería que ella supiera que había tenido una tarde apasionante. Le mostré el libro que había conseguido y le dije que me gus-. taba. Me replicó que no era ese el mejor, que Alan Watts es mejor. Nos separamos, pero yo tenía ganas de seguir hablándole. Me sentía ~frustrada por no saber qué hacer. Sentía que en los tres últimos días · había aprendido miles de cosas sobre mí y sobre mi vida. Quería con-
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tarle que ayer, después de estar con ella, había ido a la biblioteca Y había Pedido tres libros, uno sobre el Zen! otro s~bre la soledad Y otro sobre la necesidad de amar. Luego me fut a camtnar con Margaret ... bajo la lluvia. Le dije a Margaret, vayamos a caminar por el parque, y me metí en 1~ charcos y abrí la boca para sentir el gusto d~ la llu!i~. Era como si hUbiera estado en el hospital durante meses y anos y subttamente pudiera retomar al mundo y volviera a ver todas las marav~llas que casi me había olvidado qué existían. . Me pasé la tarde leyendo Zen y pensando en nuestra ~ar~a.' en un estado de completo y maravilloso asombro. Era como s1 qu1s1era empezar a gritar ¡Oh, oh, oh!, como en el poema .. Me sentía como ~na gallina repentinamente transformada en una gav1ota, a ~a que algu¡en le hubiera dicho ¡vuela! y se lanzara a volar. O más b1en (luego de haber leído Zen y sentir q~e ~lgunas de ~is id~as ib~n cobrando !orma más sensible delante de m1s OJOS) como s1 hub1era s1do todo el ttempo una gaviota pero creyendo que era un~ gallina. Ahora la doctora .Pagan me dice TÚ ERES UNA GAVIOTA, y se que lo soy. Pero lo me)or de todo es que allí arriba hay mil gaviotas más con las que puedo graznar. No estoy sola.
19 de febrero · De modo que la gaviota se abalanzó sobre el estado de Georg!a e.n su viejo Chevrolet se desembarazó de algunas estructuras y cornó a ver si había realme~te otras gaviotas y si ella era realmente una gaviota. ¡Pero era todavía una gallina! Me detuve en el pasillo. Ella abrió la puerta de su despacho y entró; luego abrió la otra puerta y volvió a su despacho. Me acerqué a ~u puerta y me quedé en el umbral, atisbando. Ella se quedó pensando un momento y luego tomó tres hojas de papel. La seguí al otro cuarto. Me dijo, escriba tres criticas que tenga que hacer de otras personas Y cinco de sí misma, y hágalo sin rodeos. . . . Yo estaba furiosa. Quería hablar, y ella me ponía allí a escnbtt. Escr1bí mucho; y estaba tan enojada que miraba en el diccionario las palabras que no sabía escribir. En dos oportunidades sonó el teléfono Y lo contesté. Seguí escribiendo, cada vez más furiosa. Quería detenerme Y entregar las hojas, pero no podía. Pensé q~e si las llenaba de palabras, tal vez podría :r a entregarlas. Pero segu1a allí sentada. EL TIMBRE NO soNABA. La doctora Pagan golpeó la puerta y me dijo que ya estaba por comenzar la clase, que los timbres no sonaban. Oh, le dije, no suenan. De modo que enrollé mis hojas furiosas, recogí mis libros y me levanté para entregárselas e irme. Ella dijo algo. . . espere un momento, 0 algo así, y me volví. Puso las hojas que le había entreg~do en la carpeta y sac6 las de mi diario. Yo las tomé. Me entregó un libro Y m~ dijo, ~Tal vez este libro le aclare algunas cosas~. Lo tomé y me fui. No creo haberle dicho gracias, aunque tal vez lo haya hecho. Me encaminé a la pequeña habitación en la que está la máquina calculadora y cerré la puerta. Y me dije, estoy tan horriblemente furiosa que no puedo ir a clase. Iré a verla después de la clase, y espero que haya ·leido mis hojas. Me senté a leer el libro que me había dado ( Psychoth,prapy East and West) [La psicoterapia en Oriente y Occidentel
que era una de las diez obras de Watts que figuraban en la lista que te- · nfan en la librería; ayer la había pedido. Salí corriendo para su despacho y esperé. Llegó y entramos. Le pregunté «¿Leyó lo que escribí?». Me dijo que no, nunca lo leo a menos que usted me diga (o quiera) que lo haga. Le dije, «Bueno, léalo~. Lo sacó de su carpeta y lo leyó. Mi enojo centelleaba en cada palabra. Había escrito las críticas según se me había indicaao. * Al concluir de leer, me preguntó: «¿Qué hace usted con su rabia?». «No lo sé~. Ya he dicho que me gustaba que no interrumpiera mi silencio para decir alguna cosa melosa del tipo de «hábleme usted de eso» o algo así. Me esforcé por pensar y responderle. · A: Le tengo rabia a usted y me tengo rabia a mí. F: ¿Por qué me tiene rabia a mí? A: Creo que porque me encomendó que escribiera, cuando debía saber que yo necesitaba hablar. F: ¿Qué más? ¿Está desilusionada conmigo? A: Sí, pensé que debía estar mejor informada. F: ¿Por qué se tiene rabia a sí misma? A: Porque me quedé callada, porque hice lo que se me mandó, porque me senté alH y me puse a escribir cuando lo que realmente quería era salir. · F: ¿C6mo va a castigarse? A: Bueno, no fui a clase. Supongo que eso es un castigo, de lo contrario, no sé. F: De modo que se está usted insultando a sí misma. Yo estaba tan nerviosa que no dejaba de pasar el dedo por el borde del libro. Ella extendió su mano con la palma hacia arriba y me dijo que apoyara mi mano en la suya. Le dije «¿Por qué?». Me contestó «Vamos, hágalo». Junté mi mano con la de ella, y entonces comenzó a empujarme una y otra vez, como en los torneos de lucha de los indios, pero por momentos aflojaba la presión y nunca llegaba a presionar demasiado. Luego retiró la mano y yo bajé la mía. F: ¿Qué sintió? · A: Presióp. F: Siga. ¿Qué más? (Pausa.) ¿Qué más? (Se sonreía, pero yo no pude decir nada más.) Bien, le diré lo que posiblemente haya sentido: que cuando yo la enfrento a mitad de camino, nadie gana ni pierde. Confiaba en que usted tomara conciencia de su brazo, de su hombro, ya que la conciencia de sí mismo proviene de presionar contra alguna otra persona. (Dijo algo que no puedo recordar y qtt.e le pedí que me rep: tiera.} Digámoslo de otro modo: ':lsted tiene más miedo\ que ya. de sus propios temores. (Pausa.) · A: Muy bi'én, ¿y de qué tengo miedo yo? (Pausa.} ¿Tengo miedo de mí misma, o de la rabia, o de usted? F: Esa .no es una pregunta fácil de contestar. (Yo, sabiendo que había llegado la hora de irme, comencé a recoger mis cosas. Ella ·volvió a mirar mi hoja.) Me alegra ver estos trazos firmes en su escritura. A: Y grandes. F: Sí, grandes, y John Hancock dijo una vez que escribía su nom* Véase el Apéndice 4 (págs. 192-93).
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bre· en grandes caracteres para que el rey puc\.iera verlo sin necesidad de • sus anteojos. · Le dí las gracias y me fui. El viernes estaba sentada en el coche en el lugar X cuando se me ocurrió una poesí~f tomé un pedazo de cartón y la escribí. Al llegar a casa la pasé en limpio y cor-regí algunas preposiciones para mantener la uniformidad rítmica. El poema me agradaba. Mezclados con mis perte~ nencias aparecen siempre trozos de papel con poemas escritos. Solo que ninguno vale nada -no son más que buenas ideas malamente puestas en práctica. Carecen de uniformidad y de ritmo. Pero este poema me había salido con ritmo (o así'lo creía yo) y expresaba exactamente lo .que quería decir con él. Estaba encantada. Realmente me sentía como una gayiota, o como una gaviota que se creía una gallina y no conocía la diferencia hasta que vino otra gaviota y le enseñó a volar. Y volé. Me pasé todo el fin de semana planeando, deslizándome y abalanzán- · dome por los aires, llena de sentimientos e ideas, de pensamientos y de libertad. Me sentía con la mente de un avión a reacc:ón en el cuerpo de un modelo T. Me parecía haber dado la vúelta al mundo varias veces en los dos o tres últimos días. Me sentía en el séptimo cielotNfe había logrado comunicar, estaba creciendo, estaba leyendo a· Alan Watts. Me sentía feliz, ocupada con el · progreso de mi estudio y esperando· poder disponer de más tiempo para continuar las lecturas por mi cuenta.
tía un poco extrañada y confundida. No sabí~ si quería que la escuchara Sllilplemente (cosa que yo había querido hacer desde la primera vez que la escuché) o si me la estaba regalando. Se lo pregunté. Me ~ntestó: «Puede quedarse con ella si le place». Cuando me ofreció la anta, tuve la certeza de que comprendía cuánto había significado para ~í, Y que sabía que a mí me hubiera gustado guardarla. Pero seguía sm saber a qué atenerme en cuanto al resto de los materiales. Luego de pensarlo un momento, pensé que me lo preguntaba para ver qué haría yo. Y que yo lo~ ha~ía tomado porque sentía que no podría volver a la etapa, ~e la dactdopmtura, lc;>s escritos de a~ociación libre y el escuchar la mustca. Yo quería segutr con eso, odiaba pensar que había pa~~~do, pero tenía la impresión .de que había aventuras más excitantes aun, esperando que las descubrtera a la luz de mis pasadas experiencias Me pre~nto si la doctora Fagan siente de alguna manera lo mismo qu~ lo ocurrtdo representó un gran beneficio para mí pero estoy dis~esta a pasar a otra cosa. . ¿Terminará todo aqu!? ¿Est~á todo ence~do en ~sta carpeta? No puedocreerlo. Me aleJé consctente de la prestón de mts pies sobre cada uno de los escalones, de la carpeta bajo el brazo y su contenido de to~as las sensaciones que tenía. Abrí la puerta y salí. El viento aiitó mts cabellos. Lo sentí sobre mi rostro, sentí que mis cabellos me envolvían. Había olor a lluvia en el aire.
PERO EN MEDIO DE ESTE CUADRO ROSADO IRRUMPIÓ EL DEMONIO.
Apéndice l. Ejemplos de respuestas de Anne en los exámenes*
[Una emergencia, surgida el 23 de febrero, no d~jó a Anne más tiem~ libre que el indispensable para atender a su familia y sus cursos. El experimento debió suspenderse, y, en lo esencial, termina aquí. En su diario, Anne describió más tarde cuáles fueron sus dificultades, y la · agradable sorpresa que t:xperimentó al verse capaz, a pesar de los temores y dudas que tenía acerca de sí misma, de hacerles frente con éxito.] 17 de marzo No he welto a escribir nada en este diario desde el19 de febrero. Los acontecimientos que ocurrieron explicarán por qué no lo hice. Pero antes de retomar el hilo del asunto, quiero decir algo sobre hoy. Subí a parle las gracias a la doctora Fagan. F: .',¿Le gustaría tener la cinta que escuchó? A: Sí. . F: ¿Qué quiere hacer con los materiales que utilizó? A: No sé. En la puerta estaba una señora con un ch!co de corta edad, esperando que la doctora Fagan le firmara la tarjeta. Mientras esta lo hacía, yo pensaba qué intención perseguía su pregunta y qué habría de responderle. A: Creo que me gustaría llevármelos. F: Muy bien. V~lvió a su despacho y me entregó la carpeta y la cinta. Yo me sen-
Marasmo: una reacciones de infantes privados de afeto materno grave ' afeción. !ísica que. origina de~erioro corporal y mental. Anulacron retro~ttva: mec~:smo ?e defensa del yo caraterisado por el es~erz~ por exptar pensamtento o tmpulsos indeseables. Se nos enseña a pedir disculpa como los chico, una especie de disculpa continua y de que se van a hacer las cosas bien. Síntoma de Parkinson: enfermedad cerebral de orijen desconosido el p~ciente tiene. temblores rítmicos, dificultad para caminar. No hay dida de capastdad mental pero si perdida de la capacidad para hacer ~e los musculos haga lo que el paciente desea. S!Dtom~ de Parkinson: c:nfermedad cerebral de orijen desconosido, el crente ttene poca memorta: y recurre a las favulaciones. Corea de Huntington: enfermedad cerebral de orderl desconosido con .una deterioro presenil del cerebro. La unica enfermedad cer~bral que concuerda con genética de Mendel. Paciente tiene temblores interminentes y involuntarios. Deteriora mental.
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· ~ * E1;1 todos es!OS apéndices, hemos introducido errores de ortografía semejantes en cantidad Y calidad a los que presentaba la escritura de Anne. (N. del T.)
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Apéndice 2. Asociaciones de Anne con)a palabra «ansiedad»
Apéndice 3. Asociaciones de Anne con «ira» Ira
ani esta idea dolorosa ni siquiera puedo escribirla ira, tenci6n, frustraci6n, No puedo hacer'que la gente me comprenda, aniedad, ansidad Hablo con mi esposo, el no puede comprender lo que yo trato de comunicarle. Me siento apretada por a dentro. Esta semana hemos discutido toda la noches. Tengo que decidir que voy a ser y serlo nadie puede interferir con mi ser arrastrada en muchas direciones diferentes como si tubiera aga~ rrada las manos con sogas y me tiraran .de un pie para cada lado lo que tengo que ser y lo que los demas nesecitan que yo sea lo se cuando le entrego a algien una hoja escrita por mi, los errores los molestan, se ríen o no pueden crer que soy incapas de delettear o escribir coretamente Me da verguenza mi escritura, para probar un amigo veo si pueden afrontar mi problema en toda su manitud preguntandoles o pidiendoles que lean algo que escribí, mi esposo no ha pasado la prueba, cada vez que le pido su ayuda resibo una conferencia sobre ortografía o ingles basico"'el se pone furioso yo ansiosa. En facultad no estoy ansiosa mas, excepto en pruebas, ser puesta a prueba o examinada juzgada por mi escritura, no puedo volcar en el papel lo que se. Discucion ultima noche con ·mi esposo nunca uvo peor, como o de que manera vivimos. El solo piensa en comprar una nueva mesa para el comedor eso me fastidia mucho todo lo que quiere es un linda casa amoblada, quien esta en ella o lo que en ella pase no importa Me siento mas libre de la ansiedad que lo que solía estar cuando pensava que tenia que hacer algo, miren, miren mi problema, miren miren miren, no debiera haver dejado el tratamiento Sentí como que le ihabia fayado a Gal nunca siento que somos, bueno, una familia tiene unidad o crecimiento o amor o livertad o vida, mi marido me pregunto si ya había sido felis de la forma como vivíamos, yo tuve que pensar en la felicidad como basada en elementos materiales, solía necesitar cosa materiales, porselana, platería, muebles, el pianio, me sentí a la miseria Felisidad estar libre de la ansiedad, felisidad gente crecimiento madurez productividad,· mi marido se burla de Gal por su ortografía se burla de Robbie por la mala letra en su deberes eso me molesta, tal vez yo sea demasiado permisiva, viene el crecimiento cuando se jenera ansiedad aserca del problema y se burla, o cuando se presta apoyo, esta bien, es suficiente lo que haces, puedo pasar por alto tus problema o ayudarte con ello, no estoy ahora tan ansiosa como escribí por primera vez, si, estoy estoy asustada por algo, no se lo que es no puedo escribir, solo pensar, vida termina nada tristesa trabajo felisidad ere algien en mi, lucha batalla burlamofa acetasion esito estudios universitarios, que camino seguir que puedo hacer para librarme de la ansiedad que puedo hacer para resolver mi problema ahora estoy ansiosa por que como tema escribir, estaba ya ansio~a antes, aboresco leer lo que escribo
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pu~do escribir nada sobre la ira. No estoy enojada feliz alegre triste mebla en montanas distantes Tal .ves me equivoco al escribir por que estoy ~mojada con la gente partl~ul~rm~?te la gente q~e quiere enseñarme algo que aprendo mejo; por ~nptr.aciOn y que queria lograr Ira, Ira si no puedo ~entirla no puedo escribir sobre ela es interesante porque me puse an.si<~sa cuando la Dra. Pagan pronunci6 la palabra pero no puedo sentir tra Que me d~ ira, ~e da ira cuando no puedo cominicarme con gente 0 ello~ ~onmigo Qu!er~ apretarles las cabezas con las manos sacudirselas y esigir1es comumcac10n Ahora tengo ira fru~trada _POr toda la gente que no dedicara unos minutos a escucharme Od10. a mi madre cuando dice cosas como cuando ve los viejos y nuevos travaJOS de Mar~, está disgustida con el nuevo y lo considera malo, mente estrecha, ~gnorante, no puede decir que está bien y no quiere tanpoco que nadie lo haga. una fuert~ goJpeteo en }a cabeza; dolor de estomago, siento que nada va a canbiar )amas, fatigada,. cansada. de luchar, la ira no lleva a ningunallcomo si la gente es!uviera enoJada conmigo y no pueda confiar en e a, como puedo ser mtegra y revelarme a los demas mi interior c?ando al.enfrentarse con esto todo lo que basen es darme conferencias Y enoJarse que se hace con la ira, que que que si se mue;tra ira en In momdento moportuno una se equivoca cae en desgrasia cuando s~ a guar a a dentro resulta que los demas no saben com~ una se siente Y aunque una los aguente ellos no la aguantan a una La ira dent~o crece y crece y cr~ce y una quiere esplotar o dejar de ~sisó:la mita del !I~mpo .me siento como una niña pequeña la otra mitad comQo una vieJa fattg~da. Como me siento cuando estoy enojada no se. ue hago con la Ira. ~rato de mostrarla cuando puedo, pero contantemente la ge?te me dice que no esta permitido Dicen, tienes que aceptar nuestra Ira pero no devolverla a nosotros cuando se 9.uiere a alguien duele tanto que ellos se enojen con una pero todavta mas cuando una se enoja con ellos A que sf' ~arese la ira, a !lna marmita con agua hirviendo ensima de la estufa, si se vuelca alguien resulta quemado, al viento soplando con tanta. _fuersa que las ramas de los arboles se quiebran y se rompen a un nmo que apla~ta a un bicho con el pie, a un moret6fl en la rodÚla negro, azul, at:?anllento en contraste con la piel blanca La ira es como tener un cuchillo clavado en las entrañas y que se lo hunde y se lo sac~ hasta qae no queda nada. Peor que la ira es lo viene despues vac10, dolor, nada, y que hacer, como conducirse, como aprender para ~ue vuelva a. suseder, pero vuelve a suseder una ves. y otra y otra y siempre 1a misma horrible sensasion
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Apéndice 4. Críticas formuladas por Anne a otras personas y a sí misma
En este mismo momento podría abrir un aujero en la pared o [ esplorar esplotar] e;xplotar. -;-( cuand_? me pongo furiosa con una palabra no puedo [esctr] escrtbtrla) y sm embargo no haré nada de eso. Me quedaré sentada aquí escribiendo.* Si tengo poder sob.re la gente no soy conciente de ello. Me gusta tener ese poder p~ro qutero reconocerlo y usarlo en f~rma apropiada. Palabras que odto en este momento: poder, control, conformidad, bueno, ~u}c.e, co~p?rtarse, deta~les, ansiedad, explotar, ira, temor, necesidad, muttl, estúptda, confu.ndtda, complementar, vulnerable, intenso bebé llanto. ' '
Criticas
No quiero escribir ninguna maldita crmca, quiero hablar con usted, tengo 100.000.000 de cosas para decirle y nunca tendre tiempo suficiente para desirselas. Criticas de otras personas
Son de mentalidad estrecha, tontas e inflesibles. No basen ninguna tentativa de escucharme o comprender lo que digo. Si paresen comprender comienzan con «Comprendo, pero» y luego le hacen saber a una que no la han comprendido para nada. No se toman el tiempo necesario para ver todas las cosas hermosas que hay a su alrededor en la vida. Si una lo hace y apresia esas cosas, no la pueden entender -la miran como si una estuviera loca. Y confunden todo hasta tal punto' 'que ni siquiera saben donde reside la . bellesa. · Lo que mas odio en mi
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Odio no poder hacerle saber a alguien cuando lo necesito -la cosa mas dura del mundo es admitir que una necesita a alguien y en segundo lugar desirselos y cuando necesito a alguien quiero decirles por favor no me dejen y no puedo Cuando esperimento algo me sacude tanto que toda mi vida queda sumergida en eso. No puedo alejarlo de mi o manejarlo con mas ligeresa Pienso y pienso y pienso y no puedo dejar de haserlo. No puedo responder enojada en casos en que quiero haserlo. Puedo estar mala como el demonio y no hacer otra cosa que arder por dentro. Me lleva tiempo incorporar ideas y conceptos nuevos. No puedo oírlo una ves, debo oírlo una ves y otra y otra. Tengo que sentirme completamente maravillada y sorprendida, tengo que relaborar cada idea nueva un millon de veses. Me gustaría escuchar una cosa una sola ves y retenerla, y no ser tan estúpida. Me siento como una estúp:da casi siempre y eso me disgusta enormemente. No se que hacer. En realidad no se que hacer con respecto a muchas cosas. Quiero ser brillante pero no puedo manejarlo. Corro y corro y corro y corro y me la paso diciendo que 1.o voy a correr mas pero lo sigo haciendo. Me sumerjo tanto en lo que hago que no puedo analisarlo hasta mucho tiempo después, siento con todo mi ser que no queda nada en mí con lo cual analizar o formular juicios. Me siento una inútil y no me gusta andar por ahí sintiendome así. Quiero plantear demandas y tener derecho a hacerlo y que se responda a las mías ( sigo con problemas en el uso de los pronombres) . * Las palab¡·as entre corchetes figuran tachadas en el original. (N. del T~) 10")
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· él no? Seda espantoso que usted hiciera ese ruido. Tendrá que guard~r sus camisas en el caj6n, por cierto. P: Pero también el caj6n hace ruido al abrirlo y cerrarlo.
15. ~xa_g~.r~ción grosera cqn un esqutZofféntco
T: Diablos, tiene raz6n. Me había olvidado de eso. Me parece que
Henry T. Closc:t J
Terapeutas de diversos credos han empleado la exageraci6n grosera para comunicarse con algunos dé sus enfermos gtaves. 1 S:n embargo, esa exageraci6n fue usada en aras de 1~ comunic~ci6n, sin fo~ular sobrt. ella comentario alguno como técnica específica en sí misma, Jo~ada de su propia fundamentaci6n racional. Quisiera exponer aquí un eJemplo de exageraci6n grosera y sugerir ciertos puntos de vista te6ricos que vendrían en apoyo de este tipo de intervenci6n. El paciente a que habremos de referimos· es un hombre de veinticuatro años expulsado de varias universidades y que cay6 finalmente en una grave crisis poco tiempo despu~s de haber sido incorporado al servicio militar. En los últimos tiempos~ 'había llegado a enloquecer a sus padres con sus incoherentes divagaciones, llenas de un extraño simbolismo sexual. Dos escenas servirán para presentarlo: la primera sesi6n mantenida conmigo fue una entrevista de evaluaci6n a la cual asistieron sus padres. Cuando les pregunté a estos: «¿Qué los trae por aquí?», el paciente se adelant6 a responder: «Recibimos esta carta, en la que se nos decía que estuviéramos aquí a la~ o~ho y media de la mañana». En
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lo único que le queda por hacer es apilar sus camisas allí, sobre el piso ... pero no las saque de sus envolturas ... ¡hada un ruido terrible con el papel! . P: ¡Exacto! Recuerdo una vez que tuve que desenv~lver un gr~ paquete, y en lugar de hacer un bollo con el papel y tirarlo lo med debajo de la cama. Hice bien, ¿no es cierto? T: Por supuesto. Hizo muy bien. La única otra cosa que podía haber hecho hubiera sido cubrir el paquete con una manta, no fuera que un mosquito se posara sobre él. P ( rie en forma cálida y espontánea). T: Mire, le diré de qué manera podría colgar sus ramisas. Si va a la sala de la televisi6n y enciende el aparato a tódo lo que da, y después vuelve a todo trapo a su cuarto. antes de que consigan apagarla, el ruido de la televisi6n impedirá que se escuche el de las perchas. O, . mejor aún, encienda el combinado estereof6nico y la TV, en el preciso momento en que R. (el enfermo más molesto de la rala) se pone a cantar, y entonces salga disparando para su cuarto. Le apuesto a que consigue colgar todas sus camisas antes que se apague el caos afuera. No habrá uno que esruche las perchas. P (se sonrie afectuosamente e inicia un comentario). T: Espere un momento. Tengo otra idea. Si quiere hacer las cosas como corresponde, podría hacer sonar la alarma contra incendio . .. Eso trastornará a todo el personal y a los pacientes y tendrá" tiempq de sobra para colgar sus camisas. P (se rie calurosamente). . T: Y mejor todavía seda encender el aparato estereof?mco ":( la TV cuando R. comience a cantar y entonces provocar un tncendio ~ la sala de esparcimiento. Ello originada una verdadera batahola, y mientras todos corran por ahí gritando y aullando usted podrá dedicarse a colgar sus camisas con toda calma.
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El paciente pareci6 disfrutar mucho de esta interacci6n. Luego de la entrevista, los miembros del personal me comentaron que parecía algo más seguro de sí mismo con el resto de la gente, y pocos dfas después se pudo comprobar que sus camisas estaban colgadas en el ropero. ·La fundamentaci6n racional de este tipo de exageraci6n grosera puede establecerse a partir de varios marcos teóricos. ' Para la terapia guestáltica, el paciente está representando el papel del ·«niño bueno» temeroso, dominado por las catastr6ficas expectativas y debes propúestos por el tiránico opresor. En vez de autoafirmarse apropiadam~nte y dirigir su agresi6n hacia afuera, la dirige contra sí mismo, castigándose hasta un extremo ridículo. El terapeuta asume entonces el rol del opresor del paC:ente y explicita el diálogo internalizado. De esa manera, una vez exploradas las alternativas extremas de la anulaci6h de sí mismo y de la manipulaci6n externa, el paciente puede alcanzar · un punto medio. ~ La teoría del «doble vínculo» de Bateson, Haley y Jackson, diría qu.e
cuando el paciente trató en el pasado de autoafirmarse quedó situado en una posición en la que no podía resultar ganador. El terapeuta lo coloca en otro doble vínculo, cuyas instrucciones significativas rezan así: "1) No manifieste agresión alguna; no haga ruido (con las perchas). 2) Manifieste mucha agresión; haga mucho ruido (provocar el incendio en l!!A' sala). 3) No tome nada de lo que le digo al pie de la letra; no me haga caso. 4) Admita que todo esto es puro sarcasmo. La exageración del terapeuta impide al paciente dejar de reconocer que se tra.ta de un mensaje imposible, al que se pttede responder con humor y diversión en vez de angustia. Por último, con independencia de las restantes razones, el empleo de la exageración grosera resulta graciÓso y puede constituir una oportunidad para una interacción afectuosa y amable entre paciente y terapeuta.
16. Una niña con dolor de estómago. Forma de combi~ar _los concept~s ps1Coanalíticos con las tecntcas guestálttcas Ruth C. Cohn
Laura, niña de nueve años, es una de las tres hijas de una pareja de amigos míos, psicoterapeutas ambos y que mantienen con las tres una relación de mucha intimidad. En los últimos años pasé varios fines de semana en la casa de campo de la familia. Hace algunos meses, Elaine (la madre de Laura) me confesó, mientras íbamos en su coche hacia la casa, que estaba preocupada por Laura, quien se venía quejando hacía varias semanas de constantes dolores ~e estómago. Laura afirmaba que la hacían sufrir mucho, y pasaba a menudo largo rato llorando: El padre de Elaine había muerto poco tiempo atrás, luego de una prolongada enfermedad y de haber sido sometido a varias operaciones. Tanto Elaine como su marido habían pasado buena parte de su. tiempo lejos de sus hijos, cuidando al padre de aquella y as!stiendo a los angustiados familiares. En ocasiones anteriores, Laura había padecido fuertes dolores de estómago cuando tenía algún trastorno emocional. Elaine rel."'rdaba que ello había ocurrido por primera vez cuando despidieron a la empleada doméstica que se ocupaba de Laura, que tenía a la sazón un año. Pero en todas las oportunidades previas los dolores habían desaparecido rápidamente, en tanto que esta vez los síntomas eran tan persistentes .que el médico había sugerido realizar una serie de análisis gastrointestinales; sin embargo, los dolores disminuyeron en alguna medida durante unos días en que la abuela estuvo viviendo con ellos. Mientras me narraba el problema de Laura, Elaine se mostraba muy desanimada y falta de espíritu. Se sentía física y emocionalmente agotada por las exigencias que le imponía la familia y por la pérdida de su padre. No había conseguido acercarse a él todo lo que hubiese querido antes de que tuviera lugar el irremediable deceso. Cuando le aconsejé ·que se tomara unas breves vacaciones, alejándose de su familia y de sus restantes obligaciones, me respondió que el malestar físico y emocional de Laura hacían que eso fuera imposible. Me ofrecí a hablar con Laura, quien dos años atrás había participado en un laboratorio experimental de fin de semana con dos famil!a~ bajo mi ·conducción.1 Cuando llegamos, Laura se comportó como si hubiese asistido a mi conversación con la madre. Se aproximó varias veces a ~ con una cálida y solícita sonrisa, diciéndome «Estoy muy contenta de que estés aquí ... », «Estoy muy contenta de que hayas venido» y cosas por el estilo. Habíamos planeado que la madre le mencionaría la posibilidad de tener una sesión conmigo en la oficina del padre de la niña. Pero como Laura se me acercó en forma directa, respondí afirmánl Este laboratorio cont6 con los auspicios del Laboratorio de Miembros de la Aca. demia Norteamericana de Psicoterapeutas. · ·
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dole que acerca de los dolores fuertes de estómago co~oda ·algo q~e! ,en ciertas ocasiones, podía ser beneficioso. Lauraf entusias!Dada, repitio a su familia lo que yo le había sugerido y me llevó corriendo al cuarto de huéspedes para su «sesión privada». . Le dije que se tep.diera en la cama y apoyé la mano sobre su. vientre, solicitándole que'tne dijera dónde le dolía. Señaló un punto ubicado en su lado derecho, ·un poco más abajo de las costillas. Durante toda la sesión, ubicó el dolor en ese mismo lugar. _ Le pregunté qué tipo de dolor era, y me contestó que el médico le había preguntado lo mismo. -Pero no es como un cuchillo ni como un fuego ni como si se quemara dgo -afíadió. Después de algunas otia~; preguntas de mi parte, me dijo: -Es como si tuviera un peso. Le pregunté qué clase ele peso: -¿Un objeto, un animal, o alguna otra cosa? Sin vacilar, me respondió: -Es como una persona. -Ponle un nombre a esa persona, Laura. -Se llama Chuck. Todos los Chuck que conozco son muy pesados. La interrogué acerca de los Chuck que conocía. -Chuck es un abogado, y cono~~o otro Chuck más. -¿Quién es ese otro Chuck? - -Otro hombre muy simpático. En el transcurso de la sesión le sugerí repetidas veces que permaneciera con el síntoma físico y lo describiera totalmente, o que «lo dejara hablar». Entretanto, iba deslizando mi mano suavemente por la zona del dolor, intensificando por momentos la presión en el lugar preciso que había señalado. -¿Cómo sientes ahora mi mano? -Parece un peso. -¿Y ahora, cuando la levanto? •· -El dolor sigue allí. A medida que avanzaba la sesión, Laura observaba que el dolor era menor pero continuaba. -¿Es ese dolor siempre igual, o se vuelve peor de vez en cuando? -Siempre se vuelve peor de noche o cuando me peleo con Kathy. Pero siempre está allí, aun cuando estoy contenta y no lo siento mucho. Está allí aun cuando no sé que está allí. -¿Qué le dice el dolor a Kathy, por la noche? -Le dice: Kathy, por qué no te mueres. Mamá siempre está en favor de ella. Se sale siempre con la suya, y mamá cree todo lo que le dice. -Y en ese momento tú querrías decir: «Mamá, por qué no te mueres». -No, pero tengo mucho miedo de noche. -¿Qué dice la noche? -Hay en la casa un demonio que me dice: «Has cometido un pecado mortal». -¿Qué más dice el demonio? . . . -Viene de la tumba del abuelo. Viene a nosotros porque no puede 1r con la abuela, ella es muy vieja y se asustaría demasiado. Y después de la abuela estamos nosotros. El abuelo hizo algo que a él no le gusta, y entonces lo acosa. Como yo lo toqué al abuelo, el olor de la muerte está encima mío y de todos nosotros._ ..,.
-¿De modo que el demonio dice que tiene que morir alguien más? -Sí, y siempre pienso que la próxima va a ser la abuela, pero luego de ella me va a tocar a mí. -La abuela es la más vieja, pero tú eres la más joven. ¿Por qué habrías de ser tú? -Porque soy tan mala. . -¿Lo eres? ¿No es Kathy acaso realmente mala? ¿Y mamá? Laura sonríe. . -Suponte que tú eres el demonio. Eres un verdadero demomo y andas por la casa asustando a la gente .. , . . . -Abajo hay una importante reumon del presidente con sus prmcrpales · ministros, y discuten sobre cohe~es que harán yolar el mundo en pedazos si ellos no intervienen. Y viene el demomo y hace volar en .pedazos todos los papeles y objetos, y entonces el mundo llega a su fm. -Ahora, Laura, repite eso mismo en tu propia casa. Hay aquí una reunión y tú eres el demonio, no él ni lo de más allá. Tú representas al demonio y dices: «Yo, el demonio ... ». -Muy bien. Papá está hablando en una reunión, y yo soy el demonio y el demonio le desata a papá los cordones de los zapatos y le revue~ve los cabellos con el dedo de modo que le cae toda la caspa en los O)O'i y no puede mirar para ningún lado. -Laura, ¿crees que tu padre tiene dificultades para mirar a su alrededor con la <:aspa en los ojos? -:...No. d -Pero tú como demonio, pensaste que podías hacerlo, que po ías lograr que' él no viera lo que tú no quieres que vea. Tú puedes querer que Kathy se muera, y que tu ~amá se muera, puedes dese~lo y sen-.. tirio . . . pero eso no quiere decir que vaya a suceder. Es, importante que sepamos, Laura, que podemos desear y sentir un. montan de cosas, eso está bien y es divertido, pero con eso no conseguimos que se hagan realidad. ¿Deseaste que tu abuelo se muriera, cua~do tus padres lo iban a visitar tan seguido y todo el mundo estaba mas preocupado J?Or él que por todos los demás, y tú te sendas sola c~n mucha fr~encra? -No, no quería que se muriera, pero cuand~ falte ~ clase le di)e a un~ amiga que le dijera a la maest~~ que yo tema que ir 9:1 fun~ral de ~i abuelo, y entonces este se muno de verdad. Y una .~m1ga lnla ~e diJO que a ella le había pasado lo mismo una vez que diJO una mentira. Luego de esto, Laura comenzó a detallarme l?s ruidos que hacía el demonio por la noche y sus síntomas de angustia. . Le aconsejé que cuando el d~monio viniera le contestase ~n la oscuridad con la voz más alta que pudiera. representando al demomo como acababa de hacer. También le dí algunos consejos prácticos, tales como seguit una leve dieta y ponerse ·u.na bolsa de agua caliente en el vientre. A la mañana siguiente, Laura, viéndome junto a su padre, me preguntó si' le había contado a él «todo el asunto». Le dije honestamente que le había sintetizado la cuestión sin agregar detalles. De inmediato, Laura le repitió al padre, casi palabra por palabra, lo que había ocurri?o durante la sesión olvidándose únicamente de lo que yo le había dicho al final: que los deseos no tienen, el poder de convertirse en hecho~. Evi• d~ció también la misma dificultad en simular que era el demomo que había experimentado en la sesión, volviendo a referir que «él le desató
Las actuales barreras que se levantan entre las distintas escuelas psicoterapéuticas en cuanto a capacitación y experiencia han sido para mí mot:vo de preocupación por mucho tiempo. Me parece que ha llegado el momento de declararlas inservibles, de modo que la elección de tratamiento se base sobre las necesidades del paciente --en términos de su ~iagnóstico, historia y situación de vida actual- y sobre la personahdad del terapeuta. Los futuros terapeutas deberían tomar contacto con los diversos conceptos, métodos y técnica~ de todas las escuelas importantes de terapia. Años at~ás, nunca. habría ofr~cido asistencia a un amigo si ello impJicaba algun propós1to terapéutico o el uso de alguna técnica terapéutica. En calidad de psicoanalista, coincidía con mis colegas en que la confu-
sión de transferencia y realidad habría de interferir tanto en la relación personal cuanto en el intento terapéutico. En verdad, yo y un analista amigo (John Brinley) fuimos quienes acuñamos el refrán: «Nunca practiques con u.n amigo, pues te quedarás sin práctica y sin amigo». Sin embargo, en los últimos años, apelando a una variedad de procedimientos terapéuticos, utilicé ocasionalmente y en circunstancias muy particulares las técnicas guestálticas con colegas y amigos que sufrían aolores psicosomáticos agudos, o que exper:mentaban pánico o depresión (casi siempre a manera de puente para un tratamiento con algún otro psicoterapeuta). En estas circunstancias especiales, no hubo con· secuencias negativas ni para la persona que sufría ni para nuestra mu· tua amistad. El respeto por la máxima de la terapia guestáltica de man· tenerse en contacto estrecho con la experiencia inmediata del paciente e identificar sus sentimientos presentes parece disminuir el peligro de introducir elementos transferenciales adicionales en la relación personal. Decidí llevar a cabo la sesión terapéutica con Laura por la posibilidad de que una entrevista conmigo ayudase a determinar el peso de los componentes psicosomáticos en sus dolores de estómago y su. malestar oon anterioridad a los análisis gastrointestinales -o en lugar de ellos-. Dado que tanto la niña como la familia en su totalidad habían tenido ya una experiencia terapéutica conmigo en el laboratorio experimental para familias, dos años atrás, y que por entonces existía entre nosotros, en líneas generales, una relación de confianza, en esa situación particular una sesión con Laura parecía más conveniente que imponer a madre e hija la tensión adicional de visitar a otro terapeuta. · la sesión descripta contiene técnicas guestálticas y psicoanalíticas fiJ. t1~adas a través de mi estilo personal de terapia, fruto de mi interés por los enfoques psicosomáticos en el psicoanálisis y en la formación de la aptitud emocional.8 La colocación de mi mano sobre el vientre de la pequeña y mis pregu.ntas, «¿Dónde y cómo te duele?» y «¿Cómo sientes mi mano?» son un reflejo de la inmediatez de las técnicas guestálticas, que promueven la concienciá del cuerpo y de los sentimientos. Laura, al responder, describió «un peso que se siente como si fuera una persona» -un hombre, un hombre amable (pero pesado)-. En mi pensamiento, relacioné sus palabras con un marco de referencia psicoanalítico. Creí percibir en esa descripción la expresión de un víncúlo positivo pero «grávido» con su padre y el deseo de entablar contacto íntimo con él. Mis preguntas se mantuvieron, empero, dentro de la técnica no interpretativa del aquí y ahora: «¿Cómo se siente mi mano ahora?» ... «¿Qué dice la noche?» ... «¿Qué dice el d~monio?». Las preguntas psicoanalíticas hubieran rezado así: «¿Por qué tiene~ miedo de noche?» . . . «¿En qué piensas de noche?» . . . «¿Qué escuchas de noche?» ... .s<¿Qué cosas desagradables te han sucedido de noche?».
2 Antes de que Laura le contara a su padre la historia del demonio, estuve a solas con él durante un rato, circunstancia en la que me cont6 su experiencia personal con respecto a la enfermedad del suegro y sus sentimientos de impotencia frente a los problemas de orden médico involucrados. También él había sentido zozobra y angustia cuando su esposa iba junto a los padres de ella y lo dejaba solo con los niños. Se había levantado varias noches a las dos de la madrugada sintiendo vagamente que había una «presencia» en la casa. En tales ocasiones encendía la luz, iba hasta el bafío y volvía luego a su cama.
. 3 He ~do la expresión «aptitud emocion@i» para aludir a la forma en que puede ensefiarse a una persona a emplear coherentemente sus emociones con fines útiles. Tanto en la psicoterapia como en otras actividades vitales y creativas podemos experimentar, reconocer y emplear de manera consciente y constructiva sen-· timientos tales como la ternura, la hostilidad, el temor y la ira. Los laboratorios de interacción centrada en un tema constituyen técnicas especiales para realzar vesa conciencia de las propias emociones. Actualmente estoy preparando para su publicación un informe sobre mis trabajos en este campo. ·
a papá los cordones de. los zapatoS». Consecuentemente, la corregí: «Yo, el demonio,.desaté los cordones de papl». Al poco rato, Laura repitió la historia a su madre, destacando esta vez «la cosa más importante» que había aprendido: que «los deseos son sentimientos que, no hacen que pasen cosas, como morirse». En otro momerif.o del día me pidió que tuviéramos otra sesión; no obstante, ambas estábamos cansadas, y muy poco de nuevo salió a luz en ella. Me corifesó, empero, que mientras le contaba a su padre la sesión delante de mí tuvo la siguiente fantasía: «¿Qué pensaría mamá si entrara cuando el demonio estuviese hablando de echarle a papá caspa en los ojos?». • En esta segunda sesión Laura me preguntó cuáles eran las probabilidades de que el· fantasma de su abuelo estuviera en la casa. Le contesté que, a mi juicio, no se trataba de fantasmas que anduvieran rondando por ahí, sino del ruido producido por los viejos pisos de madera a causa de los cambios de temperatura, o bien de las pisadas de su padre al dirigirse al baño.2 Siete semanas más tarde volví a visitar a la familia. En ese ínterin, Laura no había tenido dolores de estómago ni crisis de llanto, y no había hecho mención alguna de mf;-ya fuere positiva o negativa. Cuando llegué, me saludó con su cordialidad habitual y me dijo de inmediato: «Ya no tengo más dolores de estómago». Durante el fin de semana, siguió mostrándose cordial conmigo pero sin exhibir un interés especial. En una nueva visita que realicé cuatro meses después no aludió para nada a sus dolores ni a nuestra «relación especial». Sus padres me ratificaron que los síntomas habían desaparecido por completo.
Comentarios
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Una interpretación psicoanalítica más burda y prematura hubiera sido la siguiente: «Tal vez tú tienes malos pensamientos, o haces cosas que crees malas, como masturbarte». La pregunta «¿Qué dice la noche?» condujo directamente a la zona dolorosa e inmediata de conflicto, expresada como «el Slemonio». También en este caso evité formular preguntas sobre el significado del «demonio» o de «pecado mortal». No me puse a investigar cómo se había incorporado a la mente de esta niña judía el concepto católico de pecado mortal, sino que le pregunté simplemente qué decía el demonio, lo cual promovió una vívida y emotiva descripción de los temores de Laura. Con anterioridad al tema del deq1onio, recurrí a una pregunta del «allí y entonces» analítico: «¿Es ese dolor siempre igual, o se vuelve peor de vez en cuando?». Esa pregunta, así como la interpretación intuitiva de que ella hubiera querido ver muerta a su madre, a su hermana o a ambas, constituyen hipótesis psicoanalíticas. Su obj~tivo era -y lo alcanzaron- fortalecer la conciencia de las conexiones existentes entre los síntomas agudos y iel mayor dolor por las noches, y los conflictos de rivalidad. Pero, nuevamente, en lugar de proseguir aquí con interpretaciones sobre los episodios y rivalidades nocturnos, a la manera analítica, le formulé simplemente, la pregunta de tipo aquí y ahora, «¿Qué dice el dolor?». Aunque Laura rechazó manifiestamente la interpretación de que quería ver muerta a su madre, respondió al punto aludiendo al «demonio», lo cual confirmaba, a mi entender, la interpretación analítica: el demonio quiere hacer volar el mundo en pedazos o invadir el mundo de ese hombre-padre en el que una niña no puede triunfar. Utilicé la idea de demonio de Laura con fines terapéuticos y educativos: l. Es bueno experimentar sentimientos, aun los malos; los sentimientos son esenciales para vivir. "·' 2. Ni los sentimientos ni los deseos tienen, en sí mismos, poder externo. Son expresiones, no sori hechos: ellos no matan. 3. El «demonio» es una proyección al mundo externo de sentimientos internos. Es menester sentir que el demonio está dentro, como un sentimiento legítimo y no como un agente externo poderoso.
Estas ideas corresponden al marco conceptual psicoanalítico, pero fueron utilizadas aquí en combinación con las técnicas de Frederick Perls, como su recomendación de que se hable en primera persona, no en tercera ni en forma impersonal, y su -a veces insistente- estímulo a las expresiones directas como «Yo, el demonio, quiero ... ». Otra interpretación del «allí y entonces» analítico fue «¿Deseaste que tu abuelo se muriera?». Laura volvió a rechazar en este caso la interpretación, pero contestó transmitiéndome su temor de ser dueña del poder omnipotente de matar a su abuelo -mintiéndole a la maestra. Los consejos prácticos sobre la dieta, la bolsa de agua caliente y la importancia de la atención médica habían sido discutidos con sus padres antes de la sesión y sirvieron como puente entre mi autoridad v la de ellos.
17. Seminarios sobre los sueños 1 Frederick S. Perls
En cierta oportunidad, Freud dijo que los sueños eran «el gran camino que llevaba al inconsciente». Yo creo que son en realidad el gran cami· no que lleva a la integración. Nunca pude llegar a saber qué es el inconsciente, pero sí sabemos que los sueños son claramente nuestro producto más espontáneo. Acontecen sin nuestra intención o esfuerzo deliberado. Si quieren comprender qué hacen ustedes con sus sueños, les diré a continuación cuál es la mejor forma. Si quieren elaborar sus propios sueños, háganlo con alguna otra persona aliado, porque -como trataré de destacar- ~plas,cercanías del punto enfermo se volverán fóbicos. Tratarán de evitarlo, de escapar, súbitamente sentirán ganas de dormir o recordarán que tienen algo importante que hacer. Si están trabajando con un compañero, este podrá v:~rla actitud fóbica que adoptan. Por lo general, el neurótico únicamente se engaña a sí mismo aúnque piense que engaña a los demás Me gustaría ahora trabajar en forma un poco sistemática. La elaboración onírica puede ser divertida. En realidad, es una tarea muy honesta. Ustedes advertirán que los que trabajan con los sueños de la manera que yo sugiero -o sea, sin interpretaciones, sin interferencias de nuestra computadora, el pensador- extraen gran beneficio de ello. Antes de proseguir con la teoría, quisiera que alguien viniera aquí conmigo. Se ofrecen dos personas: una es Mary Anne, que ya ha trabajado conmigo en otra oportunidad y está dispuesta a que elaboremos juntos un sueño. Ahora, realizamos el sueño. Para ser sistemáticos, lo haremos en varias etapas. Queremos devolver el sueño a la vida real. I;:n primer término, la paciente narra el sueño como si nos estuviera contando algo que le sucedió personalmente. .
Sueño de Mary Anne M.. A. ( Mary Anne): En mi sueño, en la primera parte de mi sueño, yo estaba sentada en la playa, mirando hacia un costado, observando. {Iabía mujeres desnudas, algo obesas; yo sólo les veía las espaldas. En la parte siguiente que recuerdo estaba en un promontorio mirando el mar. Hacia abajo, era un acantilado cortado a pico. Del agua salía una vaca con cuernos, junto a. ella un ternerito. Y había un hombre vestido de blanéo, que me recordaba á mi padre. Y vociferaba ... no reC}terdo qué es lo que decía; pero sea lo que fuere . . . había un hombre 1 Transcripción de laboratorios realizados en el Instituto Esalen en 1,966.
aquí ... y otro aquí, también vestido de blanco ... con megáfonos. E hicieron algo, de modo tal que todas esas vacas que habían comenzado a surgir del agua con sus terneros se volvieron. Y había gran cantidad de ... luego venían otras personas. Eran como ... y ellos ... él no las dejaba llegar. ¿Por qué? Ya es hora de que lleguen, y yo sentí que va era hora- de que 'llegasen. ¿Por qué no las hace venir? Y él dijo algo acerca de la playa. No quería que vinieran. No era el momento. De modo que decidí ir nadando. Y le pregunté si las vacas podrían sentirse molestas si iba nadando. Y me contestó que no. Así que me saqué la combinación y me fui nadando. Y mientras nadaba, algo se apoderó de mi mano: uná mandíbula. Y luego algo se apoderó de mi otra mano. No mordía, sin embargo, solo la tenía fuertemente apresada. No sé cómo hice para salir del agua. Creo que conseguí liberar mi mano izquierda ... salí del agua. Y en mi mano derecha tenía un perrito pekinés que parecía cubierto de lodo, pero era uno de esos perros que cuidan el ganado. Y se desprendió sin lastimar mi mano. Allí terminó el sueño. P. (Perls); Hay mucho material en este sueño. ¿Puedes escoger una parte cualquiera y repetirla en tiempo presente, como si la estuvieras soñando ahora? ·' ., M. A.: Me gusta la parte en que las vacas comienzan a salir del agua. Veo las vacas. Primero veo una vaca saliendo del agua con su ternerito. Luego veo al hombre, ordenando a los otros hombres que las hagan volver. Veo a todas esas vacas alzando los hocicos, como búfalos olisqueando el aire. Luego se sumergieron. P.: ¿Realmente las estás viendo en este momento, o dices que las ves solamente? M. A.: Lo recuerdo. P.: Pero no las ves. ·· M.A.: No. P.: ¿Podrías volver a decir lo mismo tratando de ver? M. A.: Veo a la vaca salirdel agua con su ternerito. Y veo al hombre gritándole al otro hombre. Y la vaca vuelve al agua, y todas las vacas se quedan en su sitio. Las veo olisquear. P.: ¿Las viste esta vez? ¿Puedes ahora montar la escena? Eres la directora de la obra. ¿Dónde está el mar? ¿Dónde están las vacas? Comienza el psicodrama ... M. A.: El mar está allí. Todas estas personas son las vacas, y están debajo del agua, olisqueando. Y entre el mar y el acantilado hay un poco de playa. Yo estoy encima del acantilado. Y me duele mucho que ese hombre no deje salir a las vacas. P.: Bueno, ahora actuémoslo. Díselo al hombre. Háblale exprésale tu rabia. ' M. A.: ¡Quiero que salgan esas vacas! Usted no tiene ningún derecho a decirle a esos hombres que les griten con sus megáfonos a las vacas para que vuelvan atrás. Y de todos modos, no sé cómo puede hacer que las vacas se queden en el agua con solo gritarles. P.: ¿Qué te contesta? M. A.: Contesta, «Pero soy yo el que conoce a las vacas. Soy yo el que sabe ruándo pueden salir y cuándo no. Y puedo controlar a esos homb.res con los megáfonos. Y conozco ciertos sonidos mágicos al escu-
char los cuales las vacas reaccionan ... quedándose en el agua. Y yo sé las cosas mejor que nadie». P.: Ahora, vuelve a representar ese rol dirigiéndote al público, a las personas que están aquí presentes. M. A.: Yo soy el que más sabe sobre esas vacas. Tengo una especie de visión interior y sé que no deben salir del agu¡t en este momento. No les corresponde estar aquí ahora. No las qu:ero aquí. Se lo digo a estos otros . . . Les digo que las hagan volver . . . y ellas vuelven. Ni siquiera me tengo que molestar en hacerlo yo. P.: Díselo a las vacas. M. A.: ¡Vacas, atrás! ... ¡Oh, yo no quiero que se vuelvan, quiero que vengan! P.: Tienes que luchar por el control de la situación. M. A.: Sí. P.: Adelante, pues. Arregla cuentas con ellos. Veamos quién gana. M. A.: Usted· tiene ese mensaje secreto y conoce la clave. Y yo siento, en parte, que usted sabe lo que hace, pero también siento en' parte que quiero que esas vacas salgan . . . ahora. Y toda esta gente quiere que salgan ahora. De modo que dígales que salgan ... No suena muy convincente lo que digo. P.: ¿Quién afirma eso? M. A.: Yo. Ya ves, lo que realmente pienso es que él probablemente sabe lo que hace. P.: ¿Puedes decir esto mismo dirigiéndote a mí? M. A.: ¿Sabes tú lo que haces? Cierta parte del tiempo, lo sabes. P.: Bueno, todavía no veo integración alguna entre tú y ese hombre. Siguen peleados. M. A.: Yo soy el hombre (gol pea con los puños.) ¡Y esas vacas. van a hacer lo que yo digo! Y no doy ... P.: ¿A quién le estás pegando? M. A. -(golpeando con los puños):. ¡A ti! P.: ¿Me estás pegando a mí? M. A.: No sé. P.: ¿Le está pegando él a Mary Anne? M. A.: Sí, me está pegando. P.: ¿Cómo te sientes cuando él te pega? M. A.: ¡Oh, Dios mio! P.: ¿Te sientes «oh, Dios mío»? M.A.: Ajá. P.: Cuando él te pega, de pronto te vuelves creyente. ¿:Tiene esto algún significado para ti? M. A.: ¿Dios? P.: Sí. ¿Descubres a Dios cuando te pegan? 'M.A.: No. P.: Pero, ¿él es Dios, por casualidad? M. A.: No sé. Sí, creo ... supongo que sí, que él es Dios. ¡Es un pegador oqmipotente! P.:. ¿De modo que Dios es un pegador? M. A.: Sí (golpeando con los puños). ¡Y ahora tiene una magnífica . '!Oportunidad! P.: Muy bien. Ahora, conviértete en Dios y golpea con saña.
M. A. (golpeando): ¡Odio a la gente que no geja salir a las vacas! ¡Siéntense, vacas! Siéntense, hermosas vacas. Yo· abarco t~do. P.: Bien. Creo que has ganado algo de fuerza. Ahora qutero que representes a las vacas. Creo que tendrás que trasladarte allí. M. A.: ¿Con todas;estas otras vacas? Yo soy la que sale primero d~l agua, olisquea la pl'á.ya ... Soy la vaca ... con cuernos. Y tengo conm1~ go un ternerito. Creo que él también tiene cuernos. ~os acercamo.s .al borde del promontorio. Estamos muy contentos de sahr a la superf1c1e .. Es magníf:co estar fuera del agua. Pero vean ahora este cuerno grande que nos grita. ¡Mi Dios, por qué tenemos que llevarle el apunte a un cuerno grande! De modo que noso'tras ... P.: Tú eres la vaca. Háblale a él. Eres una vaca alegre. M. A.: Sí, saliendo del agua, «¡Escuche, maldito, allí arriba! (alzando la voz) ¿A mí me dice que vuelva al agua? ¡No me muevo de aquí!» Y luego subo y le pego. · P.: Ahora, cambia de rol. Conviértete otra vez en Dios. M. A.: Escúchame, vaca. Me importa un rábano que me pegues. Ya me han pegado antes. Tengo este cuerno grande, y sé, por todos los diablos, que cuando lo haga sonar vas a retroceder. P. : ¿Qué te responde la vaca? . ' "' M. A.: Se siente algo abatida. Dice, «No me animo ... ¡No me animo a hundirle los cuernos como usted sabe que quiero hacerlo!» P.: Oh. Repítelo. M. A.: No me animo a hundirle los cuernos como usted sabe que quiero. P.: Vuelve a decirlo. M. A.: ¡No me animo a hundirle los cuernos como usted sabe que quiero! (Pausa). ¡Pero quiero hacerlo! P.: Ahora la parte poderosa quiere volver a franquearse. ·M. A.: Sí. La vaca está ahí parada. No comprende qué tiene que ver el cuerno con todo esto . . . ¿.no es cierto? . . . si ese hombre estuviera pinchándola con una horquilla, eso sería normal. ·Pero ese cuerno ... P.: ¿Qué papel estás representando? Tú debes ser la vaca. M. A.: No entiendo por qué este cuerno me paraliza. Su cuerno me paraliza . . . ¡Estoy paralizada por él! P.: ¿El tiene un cuerno? M. A.: Tiene ... bueno, el hombre de arriba le habla a este otro que tiene el cuerno. P.: Pero las vacas también tienen cuernos. M. A.: ¡Sí! ¡Yo también tengo cuernos! Podría enfilar derecho hacia su cuerno y hundirle los míos y arrancarle la boca. Pero me quedaré aquí, en la arena, sin retroceder. Usted puede q.uedarse ~entado allí arriba con su cuerno, y hacerlo sonar ... y yo szgo parahzada, ¡pero no retrocederé! P.: Repite eso. M. A. : ¡No retrocederé! P.: Más fuerte. M. A.: ¡No retrocederé! , P.: ¿Qué dice él? . M. A.: Dice ... «Por Dios» ... dice «si ... este cuerno no es ... tan contun4ente». Dice ... «¡Al diablo con él!». Y lo tira.
P.: De modo que vuelve a triunfar el oprimido. ¿Qué sientes a?ora? M. A.: Oh, no sé. Me siento como ... agotada. Me pre~unt~ s1 esta vaca tiene realmente ... fuerza suficiente para qued~rse alh, o s1 se está engañando a sí misma, o si ... si se muestra desaftante por nada. Ese cuerno no es nada. Todo ese desafío y esa reti~ada son por nada,. s~ dan cuenta, por nada. Y sin embargo, todo ese ttempo ... desperd1c1ando energías. Podría ir allí con su ternero y tener pasto y agua. Y se queda en su lugar, sentada en la arena. Es mejor estar allí, que en el a?u~. P.: Veamos si es cierto. Vuelve al agua y representala. ¿Que tlpo de agua es? ¿Es el mar? M. A.: Sí, el mar. Está en calma .. . P.: Representa al mar: Y o soy .. . M. A.: Yo soy el mar. Y en cierta forma rodeo a to?as e~tas vacas. y las he nutrido, y las quiero, y resulta que ellas se quteren 1r. P.: Háblales. M. A.: Oiganme, todas ustedes, yo trato d; que puedan n~cer. a la vida y vivir en este mar que yo soy, yo las Clrcundo, y ademas ttenen a sus terneros, no veo por qué no son felices. ¿Por .qué no se, que?an aquí, pues? Es un luga~ agradable. ~alen a, buscar aue ... Alh arnba, en la playa, tienen algu1en que les dt~e que,_deben hacer ... es. ~na seguridad. Quédense aquí, vacas, conmtgo. De¡enme que las acancte, que las lama, vamos. Pasaremos un buen rato juntos. P.: ¿Qué te preguntan las vacas? . . M. A.: Oh, las vacas dicen: «¡No, por Dtos! En. este ma~ nos sentl· mos inquietas y desgraciadas. Queremos mucho aue, no stmplemente olisquearlo ... olisquearlo de vez en cuando. Queremos pasto y agua límpida. Queremos vivir. De ~odo que va~os a abandonart~». P.: Muy bien. Ahora, respondeme: ¿Que partes del sueno puedes realmente identificar como propias? M. A.: Soy la vaca, soy el hombre que las hace r~troceder, soy el9ue mira desde arriba, soy el perrito que se af;rra. a m1 ma?o c?n su~ ~l~n tes ... En cuanto al mar, no sé. Cuanto mas p1enso en ~1 mas ant1~at1co se pone ... y es como si me dijera cada vez más, «queda~e conmtgo ,Y te daré miel toda la vida ... un poco de LSD, calma y qmetud, y seras feliz». P.: ¿Estás segura de que el mar representa la seguridad? M. A.: Creo que sí. P.: ¿La protección? . .. M. A.: Sí, y saber dónde está una parada. No puedo tdenttflcar ... P.: ¿No puedes identificar? Díselo al mar. . . M. A.: Perdóname, mar. Ocurre que no te enuendo. No stent? que yo y tú seamos una misma cosa. Siento que me absorbes ... Qutero desprenderme de ti, de tu oleaje y de todo 1? que me haces ... el agua salada que se íne mete en las narices. Y s1? .embargo, este ~~r es ... en cierto sentido amable, agradable, escurndtzo y ... No se s1 yo soy amable y escurridiza. Tal vez ... podría ser el mar, yo. P.: ¿Ah si? M. A.: Soy el mar. Soy amable con ustedes, vacas, me escurro entre ustedes, hay por aquí algunas plantas marinas que podrían comer, Y algunas nutrias de mar que les harán pasar un buen rato. Y yo soy e~ . ihar, porque el mar ... Siendo el mar, lo soy todo. Abarco ... pero se
que en realidad no es así, porque sé que está esa tierra allí; y ese hombre con el cuerno ... ·Creo que el verdadero problema esta en el hombre y el mar. · P. : ¿Qué representa el mar, y qué representa el hombre? M. A.: No sé. El hombre, yo ... pienso que podría ser mi padre ... una fuerza dominadora y que provoca rechazo, hacia la cual quiero ir y a la vez no quiero. Y el mar, pienso que ... es muy difíc] para mí sentirlo. No sé lo qu'! es el mar ... lo qué tú eres, mar. No sé lo que eres. Pero, en parte, estás por ahogarme, y creo que para mí es mucho más difícil habérmelas con este mar que con ese hombre. Creo entonces que, bueno ... el mar es mi macL;e, pero entonces ... tal vez sea así, sin embargo. Tal vez este mar es muy ... escurridizo y ... P.: Tú sabes muy bien que no me gusta hacer interpretaciones, pero esto me parece tan obvio que voy a intervenir en este punto. A mi entender, el mar representa tu parte femenina, la otra parte es la masculina. El mar es la parte femenina ... la parte amable, acariciadora . .. la otra es la parte combativa, dominante, tiránica. Creo, pues, que tienes razón al decir que esos son los dos rivales. ¿Podrías, entonces, promover un encuentro entre esas dos partes tuyas? M. A.: Bueno, eso es mil veces ru4.s fácil. La parte del hombre: como hombre, dirijo todo a mi alrededor· ... hago retroceder las cosas, y tengo mis pies en la tierra, y ... La mujer ... es muy difícil. · P.: Sólo quiero que le permitas al hombre ir hacia el mar y ver qué pasa. M. A.: ¿Yo, el hombre, ir al mar? P.: Sí, tú como hombre. M. A.: Bueno, yo ... como hombre, no tendría nada que ver con ese mar. Pero si tú me dices que vaya ... P.: Sí. Me interesa saber cómo habrá de manejar ese hombre al mar. Aparentemente, a las vacas las puede manejar. 'M. A.: Me saco la ropa y voy hacia el mar. Y sería una pequeñita, una diminuta manchita nadando en ese mar con todas esas vacas y todas esas plantas acuáticas alrededor. ¡No valdría un poroto, de manera que tendría que volver a salir! P.: ¿Qué pasaría si el mar viniera hacia donde está el hombre? M. A.: En ese caso el mar perdería su identidad, porque tendría que saltar a tierra, y ya no sería más un mar ... sería un pequeño arroyuelo. Y yo, como mar ... no quiero ser un pequeño arroyuelo. Quiero ser un mar. Y yo, como mar, le tengo rabia a ese hombre. Es distinto de mí. El está de pie, y yo me derramo. Y no me gusta nada que sea distinto. P.: Repítelo. M. A.: No me gusta nada que sea distinto de mí. Yo quiero serlo todo. P.: ¡Selo, pues! Sé el mar, y sé el hombre. He aquí la esencia del asunto. En lugar de sufrir un conflicto -esto o aquello, lo masculino o lo femenino-, sé ambas cosas. Esto se sabe desde hace muchísimo tiempo, que el conflicto entre los ciclos masculino y femenino de una persona origina neurosis. La integración produce el genio. Todos los ' genios tienen tanto aspectos masculinos como femeninos. La persona verdaderamente madura es ambidextra. No solamente usa ambas m
nos, sino que reacciona en forma a la vez afectiva y agresiva con respecto al mundo. Bueno, creo que ahora puedes continuar por tu cuenta. Gracias. Como ven, hemos demostrado que todas las partes diferentes del sueño, que cualquier parte del sueño. . . es uno mismo, es una proyección de uno mismo. Si existen aspectos incompatibles, aspectos contradictorios, y se los hace entablar una lucha mutua~ vuefve a!~terrío juego de los conflictos interiores. En todos estos encuentros se descub~e que ambos bandos son, al comienz
se
Sueño de Carol
C.:
Soñé que tenía ante mis ojos un lago que se estaba secando. Hay en el medio del lago una pequeña isla y un círculo de, bueno, de delfines. Son como delfines, salvo que pueden estar parados, así que son como delfines que fueran como personas. Están en círculo ... algo así como una ceremonia religiosa. . . muy triste. Me siento muy triste por que ellos pueden respirar ... están como bailando en círculo ... pero el agua, su elemento, se está secando. Así que es como una desaparición ... como ver desaparecet a una raza de personas o de anill).ales. Y son en su mayoría hembras, pero hay unos pocos que tienen un pequeño miembra. masculino, de modo que hay también algunos machos. Pero no habrán de vivir lo suficiente como para reproducirse ... y su elemento se está secando. Uno está sentado aquí a mi lado. Yo le hablo, y tiene púas sobre el vientre ... como . . . como un puercoespín. Parece como si las púas no formaran parte de él. Y yo pienso que el hecho de que el agua se seque tiene algo de bueno. Pienso que ... bueno, por lo menos, en el fondo, cuando toda el agua se seque, se enCQntrará probablemente algún tipo de tesoro, porque habrá en el fondo del lago cosas que habrán caído allí, como monedas o algo así. Miro
con cuidado y too~1 lo que veo es una vieja chapa, la patente . de un . utomóvil. Ese es mi sueño. Por favor, representa esa patente de automóvil. C.: Soy una vieja patente de automóvil tirada en el fondo de un lago. Soy inútil, 'no tengo l;)ingún valor. No estoy oxidada. Soy de otra época, de manera que no,~¡:medo ser utilizada. Me tiraron simplemente a la basura. Eso es lo que hice con la chapa de la patente ... La tiré a la basura. P.: Bien. ¿Qué sientes con respecto al sueño? C.: No me gusta. No me gusta ser una patente antigua, inservible. P.: Habla sobre ello hasta que llegues a convertirte en la patente. C.: Inservible ... anticuada. La patente se usa para permitir ... para permitir circular a un automóvil ... y yo no puedo darle a nadie permiso para hacer nada porque estoy anticuada. En California le pasan un poco de goma adhesiva . . . se compra una etiqueta con el número y se la pega en el auto ... sobre la patente vieja. Así que tal vez alguien me ponga en su auto y me pegue encima una etiqueta. Yo no ... P.: Muy bien. Ahora representa el lago. C.: Soy un lago. Me estoy secando y desapareciendo . . . absorbido por la tierra ... estoy muriendo. P.ero si soy absorbido por la tierra y me vuelvo parte de ella, puede ser que riegue la zona circundante, de modo que . . . incluso el lago . . . incluso mis macetas . . . puedan crecer. Nuevas, como si pudieran crecer (comienza a llorar) de mí ... P.: · ¿Comprendes el mensaje existencial de todo esto? C.: Sí, puedo ... puedo crear. Puedo crear belleza ... Ya no puedo reproducirme. Estoy como el delfín . . . soy . . . Pero yo ... -insisto en decir «alimento»-, yo ... soy líquida, y como soy agua, me convierto ... riego la tierra y dov vida ... haciendo que las cosas crezcan. El agua ... ellas necesitan tanto de la tierra como del agua ... y del aire ,Y del sol. Pero yo, igual qu.e el agua y el lago, puedo cumplir algún ppel. P.: Puedes advertir el contraste: en la superficie encuentras una cosa, un objeto material, la patente del automóvil ... la parte artificial tuya. Pero cuando profundizas más encuentras que la muerte aparente del lago es en verdad fertilidad. C.: Realmente no me gusta esta chapa . . . o permiso . . . o patente para ... P.: La naturaleza no necesita de ninguna patente para crecer. Nadie es necesariamente inservible si es orgánicamente creativo ... y tú acabas de descubrir que lo eres. Gracias. . $
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Sueño de Jean
J.: Fue hace mucho tiempo. No estoy segura sobre cómo empezaba. Creo que, algo así como s: empezara en ... el subterráneo de Nueva York . . . y como si yo estuviera pagando . . . colocando la moneda y , pasando por el molinete, y luego caminara un poco por los corredores y diera vuelta a una esquina, por así decir. Y me daba cuenta de que en algún lugar allí dentro ... en vez de ser un subterráneo, parecía ... -~1'
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había a_lgo así como ... una cuesta qu.e iba hacia adentro de la tierra . En algun l!lgar de por al,í, cuando descubría esa cuesta, mi madre estaba conmigo. Bueno, puede ser que ella hubiera estado desde el comienzo . . . no recue~do. De todos modos, estaba esa cuesta. Era ..• lodosa y ... resbaladiza. Y yo pensé, «¡Oh, podemos bajar por aquí!». Del costado o de alguna parte recogí una caja de cartón caída y que estaba ach~tada, o tal vez yo la achaté. Sea como fuere, dije: «Sentémonos ~ncima de esto». Y me senté en el borde y es como si la hubiera convertido en un tobogán. Y le dije a mamá: «Siéntate detrás de mí» y empezamos a ~ajar. Fue como si diéra~os vueltas ... había otra gen: te ... que parecian estar esperando, en ftla. Pero luego es como si hubieran desaparecido. De .todos .modos, ~amos ~acia abajo y dando yueltas. Y era ... seguía hacia abaJo y abaJo y abaJo ... y era como s1 yo me estuviera dando cuenta de que yo . . . estaba yendo hacia las entrañas de la tierra. y de vez en. cuando me daba vuelta y preguntaba: «¿Divertido, no?». Tal vez estuviera un poco asustada, pero la cosa parecía divertida. Pero me preguntaba qué encontraríamos al fondo. De pronto, el terre?o se nive~ó. Y nos levantamos, ¡y yo estaba pasmada! Porque pense: «¡Oh, Dios mío!, estas son ... las entrañas de la tierra». Pero en lugar de estar oscuro ... era como si viniera luz del sol de alguna parte ... y era hermoso ... oh, nunca estuve en Florida pero se parecí~ a Florida ... las hierbas altas de Florida, con lagunas ; cosas de ese tipo. Y no recuerdo haber dicho nada particular salvo tal vez algo así como ... «¿Quién iba a imaginarse esto?». ' Ahora bien: cuando alguien cuenta un sueño como este, se lo toma como un incidente aislado, una situación inconclusa o una realización de d.eseos; .pero ~i lo cuenta en el presente, como un reflejo de su existencia, de m.mediato toma un aspecto diferente. Ya no se trata de un suceso ocasional. Siempre pensamo~ ~n los sueños como algo nocturno; de lo que no nos percatamos lo suficiente es que dedicamos la vida entera a soñar -con la gloria, con ser útiles o bondadosos, o con cualquier otra cosa-.· A causa .de la autofrustración, el sueño se convierte para muchos en una pes~dtlla. La misión de todas las religiones profundas, en especial del budismo Zen~ o de un~ buena terapia, es el Gran Despertar -el recobrar los senttdos propzos-, el despertar del sueño en que uno está sobre todo de la pesadilla en que uno está. ' Comenzamos a ver, a sentir, a experimentar nuestras propias necesidades, a en~ontrar sat~sfa~ción en lugar de, r~presentar roles y precisar tantos obJetos de uttlena -casas, automovtles, trajes por docenas-. Nos cargamos c6n miles de lastres prescindibles sin advertir que de todos modos, los objetos solo nos son dados pa'r el lapso que du~an. No podemos llevarlos con nosotros. Esa idea de despertar y llegar a ser real, de existir con aquello que tenemos, c~>n J?-Uestra plena y real potencialidad, con una vida rica, llena de experienctas profundas, alegría, rabia -de ser seres reales no fantasmas-: he ahí el significado de la verdadera terapia ... de Ía verdad~lla maduración, del verdadero. despertar ... en vez de ese autoengaño Y fantaseo permanentes, persiguiendo metas imposibles, compadecién-
donas de nosotros mismos por no poder desemp¡ñar el papel que queremos, etcétera. · Bueno, ahora volvamos a la señora del sueño. P.: Veamos, Jeaq.-_/¿Puedes repetir el sueño? Vívelo como sif!ler~ tu existencia real, y trata de comprender algo más acerca de tu prop1a vxda. ]. : Bueno, sé que en realidad no resulta claro hasta que me encu~ tro ... el lugar se ha c~nvertido en algo. así como ... !a parte s!lp~r~or del tobogán. Posiblemente no recuerde s1 tenía o no mxedo al prmc1p1o. Oh no debería decir esto ... quiero decir ... Creo que tengo ... P.:' ¿Tienes miedo de descender? · . ].: Creo que tengo un poco de miedo de descender. Pero luego parece como una ... P.: Pero tú debes descender. J.: Creo que tengo miedo de descubrir qué hay allí: P.: ¿No revela esto una falsa ambición ... que has apuntado demasiado alto? J.: Es. verdad. P.: Los existencialistas dicen: «Húndete, es divertido». Por supuesto, nuestra mentalidad repite aqul;'«Estar bien alto es mejor que estar bajo». Siempre queremos ir a algún lugar más alto que. . ]. : Sea como fuere, parece que yo tengo un poco de miedo de descender. P.: Háblale al tobogán. ].: ¿Por qué estás tan lleno de lodo? Eres resbaladizo y patinoso, yo . podría dejarme caer sobte ti y resbalar. P.: Ahora representa al tobogán: «Soy lodoso y resbaladizo ... ». J.: Soy lodoso y resbaladizo ... cuanto mejor uno se desliza, más rápido desciende. (Se ríe.) "P.: Bien, pero, ¿dónde está la broma? ] . ( riéndose) : ¡Soy resbaladiza! . P.: ¿Puedes aceptarte a ti misma resbaladiza? ]. : Creo que sí. Sí, parece que ro nunca : . . tú sab~s . . . Slem~re cuando pienso que estoy por ... tu sabes, digamos, «Ajá, te agarre», se escabulle ... racionalización. Soy resbaladiza y patinosa. Hmm. De todos modos, voy a descender, porque parece 9ue va a ser divertido. Y quiero saber dónde lleva y qué va a haber al fmal. Y pa;ece tal v~: .. solo que ahora ... al mirar en torno d~ mí para ver que puedo ~tilizar para proteger mis pantalones, o quxzá para deshzarme me¡or ... descubro esa caja de cartón. P.: ¿Puedes representar la caja de cartón? ¿Qué función cumpl~? ].: Simplemente estoy para facilitar las cosas. Es~oy, por así. dee1r tirada por allí . . . como abandonada . . . pero sí, s:rvo para . algo . . puedo ser útil. No estoy simplemente abandonada por allí, ttrada ... y podemos facilitar el descenso. . P.: ¿Es muy importante para ti ser útil? ].: Sí. Quiero ser de provecho para alguien. ¿Basta ya de ser la caja de cartón? Tal vez lo único que quiero es que se sienten encima~?· (Se ríe.) ¿No hay acaso en ese libro una parte que trata sobre «¿Qu!en quiere compadecer a quién?». Yo quiero que se compadezcan de mí ... o que-l$e sienten encima ... y me aplasten.
.,
'
P.:
Repite eso. Quiero que se me sienten encima y me aplasten. Díselo al grupo. ¡Uh, es difícil! (Se vuelve lentamente hacia el grupo.) ¡Quiero que se me sienten encima y me aplasten! Hmm-m-m. (Grita.) ¡QUIERO QUE SE ME SIENTEN ENCIMA Y ME APLASTEN! (Golpea con los puños.) P.: ¿A quién le pegas? J.: A mí misma. P.: Además de ti. J.: Golpeo a mi madre, que se está dando vuelta ... que está detrás de mí ... y me doy vuelta y la veo. P.: Muy bien. Ahora golpéala a ella. ].: ¡Mamá, te estoy aplastando (¡ay!) a ti! Y soy yo la que te voy a llevar a ti a dar un paseo, en vez de que tú me digas que vamos a ir y me lleves donde quieras. (Grita.) ¡Yo TE LLEVO A DAR UN PASEO ATI! P.: Hay algo que te haya llamado la atención en la conducta que tuviste con tu madre? J.: ¿Ahora? P.: Me dio la impresión de que era una conducta demasiado exagerada como para ser convincente. Le hablaste con rabia ... no con firmeza. J.: ,Creo que aún le tengo un poco de miedo. P.: Eso es. Díselo a ella. J.: Mamá, todavía te tengo miedo, pero te voy a llevar a dar un paseo, de todos modos. P.: Muy bien. Pongamos a mamá en el trineo. . J.: Ahí te quedas. Esta vez irás atrás. ¿Estás lista? ¡Muy bien! P.: ¿Irás tú adelante? J.: Sí, yo ... yo conduzco. ·0 • Estás en el asiento del conductor. J.: No solo estoy conduciendo ... lo hago con, bueno, con equilibrio. P.: ¿Conduces un trineo pequeño? ].: Jamás anduve en trineo, pero sí en esquíes. Muy bien. Allá vamos. En este momento no sé dónde vamos. Nos largamos, simplemente. P.: Bueno, dijiste que es un viaje a las entrañas de la tierra. J.: Sí, pero ahora no estoy tan segura de ello. Creo . . . realmente no ... no llego a darme cuenta hasta que advierto qué lejos que vamos. P.: Lárgate, pues. J.: Descendemos, ahora. Nos deslizamos, y luego llegamos a un lugar en que se da una vuelta, y damos vueltas ... y vueltas ... y weltas. V~é si ella sigue en su lugar. Allí está. · · · P:: Haz de tódo un encuentro, siempre. He ahí lo más importante. Convierte todo en un encuentro, en vez de charlar sobre. ].: ¿Sigues allí? · P.: ¿Qué te contesta? J.: «Sí, sigo aquí, pero es un poco asustante», dice. ¡No te preocupes! ¡Yo me h~go cargo de todo! Lo estamos pasando bien. No sé dónde nos lleva esto, pero ya lo vamos a descubrir. «Estoy asustada», me dice. Creo que yo ... ¡No te asustes! Sigue bajando y bajando. Me pregunto que habrá allí abajo ... si estará todo negro. No sé qué me dice ella .
J.: P.: J.:
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¿Qué está haciendo tu mano izquierda? se J.: ¿En este mismo momento? P.: Sí. J.: Está sosteniendo mi cabeza. Yo ... P.: ¿Cómo la está sosteniendo? J.: ¿Como si no quis~era ver nada? . . . P.: No quieres ver donde vas ... no quieres ver ~1 pe~gro. J.: Tengo un poco de miedo por lo que habrá alla ahaJo. ~odría tratarse de algo terrible, o simplémente de la negrura, o tal vez mcluso del olvido. • · A' h P.: Ahora me gustaría que penetraras en esa negrur~. un no emos hablado en este laboratorio de la nada . . . del espaci~, en bla!lco, del vado estéril. Pero me gustaría hacer una breve excursion contigo ahora mismo. ¿Cómo se siente u.na en esa nada? • . . J.: La única nada es que estoy baj~do, ahora. ~Igo smtiendo que voy para abajo, y entonces es algo exclt~te Y. apasionante po~que yo me. . . porque me muevo, porque estoy bien viva: N~ tengo m1edo e!l realidad. Es algo más, una especie de terrib~e excitaaón y. . . el vaticinio de lo que descubriré al fin9f,: .. al fmal de esto ..N~ e~ negro realmente. Ya ves, en este momento es algo así como ~I siguiera bajando ... por algún lado entra algo de luz. No sé por donde, pero entra un poco. . P.: Sí. Quiero abreviar un poco las cosas. ¿Adviertes qué es lo que estás evitando en este sueño? . J.: ¿Si advierto qué es lo que estoy evitando? P.: Tener piernas. J.: ¿Tener piernas? P.: Sí. J.: Piernas que me lleven ... "P.: Sí. Confías en la caja de cartón y te apoyas en ella ... y confías . en que la gravitación habrá -de arrastrarla. J.: Es posible . . . pasivamente, a lo largo del tiempo . . . a lo largo de la vida. P.: ¿Por qué te opones a tener piernas? . . J.: Yo simplemente ... Lo primero .que me vmo a la cabeza e~ que . . . alguien querría golpearme y tirarme al suelo. Luego me d1 cuenta de que, creo que tenía miedo .de que mi madre me ... tirara al suelo. Ella no quiere que yo tenga p1ernas. P.: Ahora celebra otro encuentro con ella sobre esto ....ella .no desea que tú te pares sobre tus propias piernas,. sobre ~us p_ropios pies. J.: ¿Por qué no quieres que me pare sobre mis pr~p1as p1ernas? Ella me contesta «Porque tú eres desvalida y me necesitas». No te necesito. Puedo' arreglármelas sola en la vida. (Pausa.) ¡Sí que puedo! Seguro que ella dijo, «No puedes». . P.: · Observa que tienes la misma rabia que antes, y la mis~a falta de firmeza falta de sustentación. Como sabes, el chas1s de abaJo ~s para dar sustentación y el de arri~a para e~tablecer contacto, pe~ s1 se carece de una buena sustentaciÓn, también el contacto es vacilante. J.: No debería mostrarme enojada. . . . P.: Yo no he dicho que no deberías mostrarte enoJada, pero el enoJo sigue ;§iendo ... ~·
Demasiado vacilante. Sí, demasiado vacilante. J.: Tengo miedo de pararme sobre mis dos piernas y de mostrarme enojada con ella: P.: Y hacerle realmente frente. Párate sobre tus piernas, y ahora encuéntrate con tu madre y trata de hablar con ella. J.: Sigo.con miedo de mirarla. P.: Díselo a ella. J.: Tengo miedo de mirarte, mamá. P.: ¿Qué verías si la miraras? ].: ¿Qué veo? Veo que la odio. Te odio porque no me dejabas que me separara de ti ni siquiera para cruzar el pasillo de la maldita tienda. (En voz alta y burlona.) «¡Ven aquí! ¡No cruces el pasillo!». Ni siquiera puedo cruzar ese maldito pasillo. No puedo ir a Flushing en ómnibus. No puedo :r a Nueva York hasta· que haya entrado a la universidad. (Grita.) ¡Maldita! P.: ¿Qué edad tienes al representar este papel?· J.: Bueno, yo ... estoy en la tienda, tengo solamente ... cualquier edad entre los seis y los diez o los doce, qué se yo. P.: ¿Qué edad tienes, en la realidad? J.: ¿En la realidad? Treinta y un años. P.: Treinta y un años. J.: Y ella está bien muerta. P.: ¿Puedes hablarle a tu madre como una persona de treinta y un años? ¿Puedes asumir la edad que tienes? J.: Mamá, tengo treinta y un años, y soy bien capaz de caminar sobre mis dos piernas. .P.: ¿Adviertes la diferencia? Mucho menos ruido y mucha más sustancia. J.: Puedo pararme sobre mis dos piernas. Puedo hacer lo que quiero. Y puedo saber lo que quiero. No te necesito. En realidad, ni siquiera cuando te necesité, estás acá [sic]. Entonces, ¿por qué sigues rondando? P.: ¿Puedes decirle adiós? ¿Puedes enterrarla? J.: Bueno, ahora sí puedo, porque estoy donde termina la cuesta, y cuando llego al final, me levanto. Me levanto y camino por este hermoso lugar. P.: Puedes decirle a tu madre: «Adiós, mam,á, descansa en paz». ].: Creo que lo hice en el sueño. Adiós, mamá ... adiós. (llora.) P.: Habla,. Jean. Cuando tú le hablas a tu madre, le dices cosas magníficas. • J.: Adiós, mamá. No pudiste hacer otra cosa. No conocías ninguna forma mejor de hacerlo. No fue culpa tuya si tuviste tres varones $ntes de mí. Querías otro varón, no me querías a mí. . . y te sentiste i:an mal al ver que era mujer. Hiciste lo posible por congraciarte conmigo ... eso es todo. No tenías por qué echarme tierra encima. Te ·perdono, mamá. Descansa, mamá. . . Ahora puedo seguir sola. Seguro que sL .. P.: Jean, sigues conteniendo el aliento. J. (tras una pausa): «¿Estás segura, Jean?» Mamá, déjame ir ... P.: ¿Qué te responde? · '7.: «No puedo dejar que te vayas». P.:
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Ahora, dile esto mismo a tu madre. ¿No puedo dejar que te vayas? r Debes retenerla. . . estás asumiendo el control. Mamá, yo no puedo dejar que te vayas. Te necesito. No, no te , necesito. P.: Pero la sigues necesitando, ¿no es así? . . ]. : Un poco. Hay alguien allí. Bueno, ¿y qué, si no hubiera nad}e allí? ¿Qué pása si todo estuviera vacío y oscuro? Está todo vac10 y oscuro. . . es hermoso. Dejaré que te vayas. Dejaré que te vayas, mamá. (Suavemente.) Vete, por favor ...
J.: P.: J.:
Estoy muy contento de que hayamos tenido esta exp.er_iencia, porque ella nos puede enseñar muchas cosas. Ustedes advertlran que no fue una actuación teatral, ni una explosión de llanto para lograr la compasión de los demás, o para ganar control de la situación, sino ~a muestra de la capacidad para explotar en el pesar. Y esta «elaboracwn del duelo», como la llama Freud, es indispensable para crecer ... para decirle adiós a la imagen de la infancia. Esto es fundamental. Son muy pocos los que pueden verse a sí mismos como adultos. Todos tienen que t~er cerca suyo una imagen materna o ' paterna. Este es uno de los pocos puntos en los que Freud equivocó el rumbo por completo. Freud pensab~ que .si una persona no madura, el~o se debe a que tiene problemas mfantde~. . . esto es tot~l~ente erroneo. No madura porque no quiere asumlr las respot;ts~biltdad~s adultas. Crecer significa estar solo, y estar solo es un requisito previo a la madurez y al contacto con los demás. La soledad es aún un anhelo de apoyo. Jean acaba de dar un gran paso hacia su crecimiento.
Sueño de Barry
B.: Fritz, quisiera elaborar un sueño que he tenido. Estoy en una especie de tobogán sobre un trineo; el sueño ~omienza cuando to~o un trineo para bajar por ese tobogán. Es en mediO del bosque, Y deliberadamente escojo un trineo demasiado ancho, siendo que la senda es estrecha. Hay mucha gente a mi alrededor; ellos ven lo que yo h~go, y yo tengo conciencia de lo. que estoy haciendo. ~e ??servan. Quiero que vean que escojo un trmeo que presenta mas dificultades. Subo, pues, a él, y voy hasta la punta de la cuesta, y comienzo a bajar. De un lado hay un precipicio y del otro un cerro. P.: ¿De qué lado está el precipicio? B.: A la derecha. P.: A la derecha. ¿Y a la izquierda está ... ? B.: El cerro. Yo voy bajando muy bien. Cuando llego a la parte en que pega la vuelta. . . al recodo. . . como una especie de promontorio de la cuesta realmente. . . sale un animal de la derecha, desde el precipicio. Es ~omo una cabra montesa de dos cabezas, una encima de la otra. ~. . encima de todo tiene una cabeza. Y se acerca a mí amenaza-
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dora cuando paso. Yo saco mi cortaplumas y la pincho en la boca y deja de amenazarme. Luego llego al final de la cuesta, y allí termina el sueño. P.: Me gustaría que lo continuases. Continúalo, por favor. ¿Qué hiciste luego? B.: Estoy al pie de la cuesta, en el trineo. Parece como un claro del bosque, y hay una o dos filas de personas. . . están paradas, simplemente. El trineo se detiene. Estoy como a diez metros de distancia, y me doy vuelta para mirarlos. Nadie se mueve, nadie dice una palabra. Ahora, me veo a mí mismo caminando hacia la derecha primero y luego hacia la izquierda, encaminándome hacia ellos pero en zigzag. P.: Bien. Quisiera que repitieses tu sueño. Vuelve a emplear el tiempo presente, y presta atención a tu voz. B.: Voy a bajar por un tobogán en un trineo de bambú. Es una zona boscosa, y elijo un trineo demasiado ancho para la estrecha senda por la que iré, lo cual lo vuelve más peligroso. Hay muchas ... P.: ¿Escuchas tu voz? B.: Sí. P.: ¿Qué dice ella sobre el contenido del sueño? B.: Mi voz no refleja el miedo que tengo; suena más firme. Tamb:én siento que es más firme ahora que la primera vez que conté el sueño. P.: ¿Puedes llevar tu miedo al sueño ... a tu relato del sueño? B.: Cómo no. Tengo que correr esta carrera, y es un tobogán. Es una cuesta peligrosa, y sé que lo es porque la senda es estrecha y hay a un costado un profundo precipicio. Un solo desliz, y me voy a él. De modo que ... P.: Vuelve atrás nuevamente. ¿A quién le estás relatando el sueño? B.: Creo que lo estoy relatando a todos los que están aquí y a ti. P.: No. Yo pienso que se lo estás relatando a tu propia cabeza. B.: Tengo que bajar por este tobogán, y es una bajada peligrosa porque es muy estrecha y hay un profundo ... P.: Presta atención a tu voz. Vuelve a sentir la diferencia, la discrepancia entre el tono de tu voz y lo que estás relatando. B.: Tengo que correr esta carrera, y es una bajada peligrosa la que tengo que hacer, y me asusta como el demonio. P.: ¿Es realmente muy peligrosa? B.: Sí que lo es. Estoy muy asustado. P.: ¿Y bajarás por allí, pese a todo? B.: Sí, pese a todo, bajaré. No creo que pueda elegir otra cosa. P.: ¿No puedes elegir otra cosa? • B.: No. Está todo el mundo mirándome. Todos ustedes están mirándome. P.: ¡Oh! De-modo que si no lo haces por ti, lo haces por nosotros. B.: Tengo que demostrarles ... este ... tengo que demostrarles algo. P.: ¿Quién soy yo para que tú tengas que demostrarme algo? B. (larga pausa): No sé quién eres tú. Todo lo que sé es que tengo que demostrártelo, y :que tengo miedo. Tengo miedo de ti y tengo miedo de lo que debo hacer. P.: ¿Alcanzas a percibir ya en parte cuál es el mensaje del sueño? i.: No estoy seguro de comprender bien lo que quieres decir. ,P.: Bueno, quiero decir que tú te ves obligado a demostrar que no
tienes miedo ... que no eres un cobarde. Eso se pesprende de tú propio mensaje existencial, que es muy importante. B.: Hasta ahora, lo más . . . lo más. difícil que experimenté fue .. · cuando tú me dijist~ que trasuntara m1 temor en la voz. Eso fue lo más
1 ./' · b d 1 Sigue el hilo-d.e la cue~tión y cuénta1e a os m1em ros e grupo algún temor tuyo que no q01eras mostrar. B.: Sí. Tengo miedo de ... este ... de Bob. De manera que ayer me senté junto a él. Tengo miedo .de Bob, de. manera q~e cuando vam?s a entregarnos a meditaciones prune!o lo ,m1ro y me ~go «Tengo m1edo de que me estrangules, pero me gustarla ser tu ~!plgo». P.: Muy bien. ¿Puedes hacerme una~ demostrac10n? V~n aquí. ¿Puedes ensayar eso conmigo? ¿Cómo hara Bob cuando este por estrangularte? . B.: Quieres decir que. . . est~. . . ¿_d~bo ser Bob ? ... ? , _ P.: No sé si debes ser Bob. Solo qu1s1era saber cual es tu fantasla ... cómo te estrangularía. B.: Tú eres yo, y yo soy Bob, y tú dices ... P.: ¿Qué digo? _ _ , B.: Este ... Tengo miedo de qdé~vayas a estrangularme, asi que empezaré yo. (Acerca sus manos a la garganta de Perls.) P.: Un momento. ¿Qué sientes? B.: ¡Tienes razón! ¡Exacto! ¡Eso es lo que voy a _hacer! . . P.: ¡Pero nadie estrangula a nadie de buenas a primeras! Debes senttr algo. . B.: Bueno, eso no me parece importante. . P.: Para mí es muy importante, porque yo seré la víctima. Me gustaría saber con quién tengo el gusto. . , . B.: No creo que pueda explicar por qué motlvo tú debes mortt. ~s ... •· es lo que surge. Es lo que siento. Y_, por supuesto, ahora no lo s1ento. Es como si estuviera fuera de ello. Simplemente estoy aquí parado. P.: No lo creo. B.: No sé. Mi mano izquierda está levantada. P.: ¿Estás ahí parado como el Bob de tus fantasías? B.: El se para así. P.: Sigue. B.: Eso es todo. El desarrolla cada vez más poder, y luego se acerca y coloca sus manos en tu garganta. Pero yo no soy Bob. P.: Si empiezas por ... B.: No quería que tuvi~ras m~e~o ~e m.í. P.: Si esbozas una sonrisa, ¿disiparas mis temores? B.: Suena muy tonto. P.: ·Sí. Creo que lo es. Alguien es tonto .. B.: ¿Cómo haré para que no me tengas !Diedo? , . . P.: No digas tonterías. El Bob de t~ sueno, tal como tu lo unagmast~, es alguien a quien hay que tenerle miedo. Ahora estás tratando ,de evitar la parte que infunde terror. B.: La parte que infunde terror sería . . . si yo tuviera que estrangularlo. , P.: Sí, sí. Y quieres evitarla. A ver, inténtalo una vez mas .. B.: Jiiento a la vez temor y ganas de rechazar a Bob. Me s1ento ateduro.
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rrorizaclo a la vez que trato de convertirme en Bob. (Se queja.) Estoy temblando. P.: ¿Puedes permitirte temblar? B.: Es un verdadero placer. P.: ¿Puedes hacer que participen del temblor tus músculos y tus hombros? (Exagera el temblor.) Muy bien, empecemos de nuevo la cosa. B.: Tengo que estrangularte, Barry, porque tú dijiste que eso es lo que temes, de manera que debo hacerlo. P.: ¡Lindo estrangulamiento! ¿Cómo hiciste para evitar estrangularme realmente? ¿Qué sentiste? B.: Sentí que te tenía bien agarrado, y que eso es todo lo que necesitaba. P.: ¡Oh, gracias! Tener bien agarrado a alguien. ¿No te da miedo eso? B.: De cualquier modo, eso es lo que· quería de ti . . . tenerte bien agarrado. ( Perls toma por los hombros a Barry, que se muestra muy emocionado.) Me pareció que iba a tener que llorar, pero no. P.: Oh sí, todavía estás agarrado a ti mismo. Tomemos a algún otro. Dile a algún otro de qué tienes miedo. B. (larga pausa) : Estoy tratando de hacer dos cosas al mismo tiempo: elegir a alguien y descubrir de qué tengo miedo. P.: ¿Puedes permanecer en ese proceso? Dinos cuáles son tus ensayos. B.: Decidí averiguar primero de qué tengo miedo. P.: ¿De qué manera? B.: Bueno, me imagino algo, y hace apenas un momento tú has dicho que.,. P.: Oh no, no te imaglnes algo. ¿Alguna cosa? B.: Me imaginé a mí mismo en este punto junto al ... P.: Ah, entonces te imaginas a ti mismo. B.: Junto al precipicio ... P.: Sí. B.: Donde estuve ayer con u.na persona. Ella se acercó al vacío. Yo tenía miedo de acercarme porque hay un lugar muy estrecho, así que ... pero no me detuve. Fui hasta allí de todos modos, sólo que caminando sobre mis manos y mis rodillas. Pero fui. Quería mostrarle que tenía miedo, pero en cambio no quería dejar de ir a ese lugar. P.: ¿Adviertes la conexión entre eso y el sueño? B.: Bueno, volví a pensar en el precipicio, pero esa es la única conexión con ... bueno, ocurre simplemente que yo debo negar mi miedo; Tengo que mostrar que no tengo miedo. Y quería contar ~pi experiencia de ayer. Yo ... este ... acababa de conocer a esa mucllacha; era una linda chica y quería caerle simpático. Ella dijo, «Ven, quiero mostrarte l!lgo aquí sobre el precipicio», y yo le cqntesté «Yo también». Y de inmediato comencé a sentir aprensión, porque no veía aún dónde íbamos. Y llegamos al lugar, y ella . . . se acercó· ~in más. Hay un tramo estre-cho de unos dos metros, y luego se ensancha. P.: Detente un momento, y cuéntanos acerca de la muchacha. Introduzcámosla a ella. Escribe un diálogo para ti y ella sobre el tema «Vamos a ese sitio sobre el precipicio». B.: Ella me dice: «Vamos allá. Ven, quiero mostrarte cómo es ese . \>asadizo. Quiero que veao; el panorama que se aprecia desde allí». Yo:
«¿Poderpos quedarnos aquí? Quiero !it:.r amigo tuyo, pero no ir allí. Tengo miedo de caerme al vacío». Ella: «¡Jesús!,:Vete». Yo: «Ün momento. Espera un momento. Iré contigo. Cambié de idea». Y ella sacude la cabeza: «Demasiado tarde, Barry». Comed un error, y me doy de puñetazos. «
·una vez. B.: Bueno. Ella está ahí, y yo en la parte ancha. Comienzo a arrastrarme poi: el pasadizo, a ambos lados cae realmente a pico. Voy despacio, y una de mis manos se apoya falsamente de este lado y . . . (grita). P.: Cuenta ahora tu experiencia actual. ¿Qué sientes? . B.: Alivio cuando llego abajo. No fue tan horrible. No fue para natla horrible ... solo una mala caída. P.: ¡Oh! ¿De modo que la muerte de un héroe ficticio no es tan horrible? B.: Todavía estoy temblando. P.: Sigue así. Creo que el temblor es muy importante, porque cuando '1,
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tú te paras, lo haces así. (Lo imita. ) Como si tuvieras una armadura en la espalda. B.: ~ueno, en realidad no la tengo. Quiero ocultar el temblor. 'toda- · vía qlll_ero oculta~lo. Siento que no me gusta que todo el mundo vea cómo ttemblan mts manos. No me gusta cómo me tiembla la voz ... sé que ahora me e&tá temblando. P.: Díselo a los aquí presentes. Escoge a la persoRa a la cual te sea más difícil confesarlo. B.: No quiero que veas que tengo miedo. No quiero que veas que estoy temblando, pues entonces no querrías hacer nada conmigo. Te parecería que no merece la pena molestarse por mí. O bien te alejarías de mí. _No quiero .que tú veas eso. Pienso que te habría de perder, Pe~o, st de ;odos modos me he mantenido lejos de ti todo el tiempo ' ¿como habrta de perderte? P.: ¿Quién es eso? B.: Mis manos están t,alientes. P.: ¿Quién es eso? ¿Quién es eso? B.: Tú. Yo dije «tú». . P.: Pero dímelo a mí. Lo que dijiste antes. B.: ¿Lo que te dije antes? P.: Algo a~erca del miedo que tienes de temblar. B.: No qutero que tú me veas temblando. P.: Adelante. B.: Me estás sacando de clima. (Perls se levanta y le muestra cómo tie11_tbla.) No tiemblas igual que yo. · P.: Muéstrame cómo tiemblas tú. B.: Yo tiemblo así, pero lo hago en serio. Tú no lo haces tan· bien. Trata de mover la espalda. No se mueve lo suficiente. P.: Díselo a tu propia espalda. B.: No te mueves lo suficiente. P.: ¿Qué te contesta ella? B.: Soy muy grande para moverme tanto . P.: ¿Qué sientes? B.: Bueno, de re~nte, siento ~hora cierta fuerza en mi espalda. Es la part~ mía que dice «No necesttas temblar; yérguete y no tiembles, no actues como el culo». P.: ¿Cómo hace el culo? B.: Tiembla. P.: ¿Eh? B.: Tiembla. P.: ¿Puedes hacer temblar a tu culo? El hecho de que puedas decirnos que ti~nes ~iedo de hacer temblar a tu culo, ¿te amedrenta? B.:. Me stento mcómodo de hacer temblar a mi culo en público. P·: ¿Podrías &mostrarnos que no te incomoda hacer temblar a tu culo delante de nosotros? (Risas.) B.: P~do disculpas por lo que estoy por hacer. (Risas.') P.: Bten. Demos un paso más. Cuando te deslizas por la cuesta o tob_ogán ppedes inmovilizar a tu culo, ¿no es verdad? En ese caso no ttenes runguna necesidad de hacerlo temblar B.: El peligro es caer al precipicio. Yo, el ~rineo, todo. P .. :~ Pero no hay necesidad de hacer temblar al culo. Estoy seguro.de
que no tienes po~ ~ué hacer temblar .a tu culo. ~e ubicas. en ese vehículo y él te inmoviltza la espalda. Qutero que ba)~s. ~a mtsma ~esta de antes pero, en lugar de hacerlo por el tobogán, qwero que baJes a lo largo de ti mismo y hagas temblar a tu culo. B.: Me imagino a .mí misino en la punta del cerro. El camino pega unas vueltas así, y b'~ja hasta el fondo ... P.: Apunta al fondo. Sigue hasta el fondo. B.: ¿Que apunte al fondo? . P.: Apunta al fondo. Yo utilizaré esta parte del sueño. Comienza a temblar desde aquí hasta llegar al fondo.* Comienza a temblar en tu cabeza y en tus hombros. • B.: Mi culo es lo primero que tiembla. P.: Muy bien. B.: Me imagino a mí mismo deslizándome sobre mi culo con los pies ~:iJ. el aire. Y mis manos vuelan, y mis pies vuelan, y yo tiemblo de pies 1t cabeza. (Con voz trémula.) Doy vuelta esta curva y sigo hasta el fondo. P.: Quiero que sigas así una y otra vez hasta que tengas una columna vertebral. . . treinta y dos articulaciones. B.: Bueno, ahora siento como si toda mi espalda se endureciera. Y me veo ... por así decir, nuevament~en la cima del cerro. Estoy en la misma posición. Estoy sobre mis partes traseras, pero como arqueado ... en la misma posición, salvo que controlo la situación. Y bajo el cerro sobre mis ancas, y sigo lo más bien hacia abajo. Tengo perfecto control de la situación, y me encamino derecho hasta el fondo. P.: Hazlo otra vez ... cada vez más rápido, más rápido. Da vueltas y vueltas y más vueltas. B.: Aquí no puede adquirirse mucho impulso. P.: ¿Te das cuenta cómo sigues aferrándote a esto? B.: Lo estoy intentando. Estoy intentando mantener el control mien,tras bajo. "P.: ¿Y lo haces contrayendo los músculos? B.: Tengo mejor control sfme deslizo y me aferro. P.: Uf ... DeCididamente no. La única forma en que puedes tener control es con una adecuada coordinación. B.: Eso es tan simple que no se adapta a . . . a lo que yo creo que debo hacer. P.: ¿Cuántos músculos deberías emplear realmente para lograr la coordinación que te permitiese dar esas vueltas? B.: Muy pocos. Bastaría con que me relaj:ase y me dejase deslizar. I.o he hecho un montón ... P.: Oh, sf. Bien. Háblanos de eso. B.: Podría rebjarme y deslizarme por la cuesta. Ya lo hice otras veces. P.: Adelante. Hazlo. B.: Me estoy deslizando. P.: ¿Estás muerto? B.: Por supuesto que no. P.: Por supuesto que no. B.: No es tan fácil matarme.
* Juego de palabras intraducible: bottom quiere decir «fondo» «trasero». (N. del E.)
pero también
Observador: Cuando tú te refer:ste a la cabra montesa, tuve la fantasía de que aludías al sexo. B.: _¡~h! Yo ~entí que la cabra esa era importante, solo que ... desapal;'ecto ensegutd.a. Apenas le di unos cuantos pinchazos con mi cortaplumas al pasar )unto a ella, y desapareció. . P::. En este momento no quiero entrar en detalles· acerca del contentdo de las fantasías. Creo haber recibido el mensaje principal: que d7bía~,prote~~r tu espald~, tu parte posterior; se creaba así una coordmacton deftcte~te. Restrtnges tu coordinación endureciéndote para no temblar, pues ptensas que temblar es malo. Pero si no gozas de liberta~ para temblar, no gozas de libertad para hacer uso de tu organismo . fístco.
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18. Limitaciones
y precauciones en el
enfoque guestáltico Irma Lee Shep~erd
Todo nuevo enfoque e innovación suele contar con el beneplácito de los profesionales desalentados, y engendra a la vez entusiasmo y escepticismo. El escéptico tal vez se prive de descubrir y utilizar ideas y té~ nicas valiosas; el entusiasta quizás haga extensiva su utilidad a una aplicación indiscriminada, con brillantes promesas que es imposible cumplir. A este último se dirige este artículo. La terapia guestáltica proporciona técnicas de gran eficacia para manejar las conductas neuróticas y autodestructivas, así como para movilizar y reencaminar la energía humana hacia un desarrollo autónomo y creativo. Esto es atestiguado por la obra de Perls, Simkin y otros, t¡1l como se la conoce a través de artículos, películas, cintas grabadas y 'aemostraciones especiales. Sin embargo, son contados los casos, dentro de la literatura sobre te:rapia guestáltica, en los que se hace referencia a las limitaciones y contraindicaciones · esenciales para una práctica eficaz. La limitación más inmediata de la terapia guestáltica, como de cualquiera otra, es la capacidad, formación, experiencia y buen criterio del terapeuta. Dado que las técnicas guestálticas allanan el camino para experimentar o liberar emociones intensas, quien emplee este enfoque de· be ser capaz de permitir sin temores que el paciente siga hasta sus últimas consecuencias la experiencia de dolor, de ira, de miedo o de alegría. La capacidad de vivir en el presente, y la de ofrecer una sólida presencia real, son esenciales. Sin e~ presenc~a y esa capacidad el terapeuta puede dejar al paciente abortado, inconcluso, abierto y vulnerable, desconectado de toda base de apoyo, sea que esta proceda de sí mismo o del terapeuta. La aptitud del terapeuta para manejar las relaciones yo-tú que se plan· tean en el aquí y ahora es un requisito básico, y se la desarrolla merced a una amplia integración del aprendizaje y la experiencia. Es probable que la aplicación más eficaz de las técnicas guestálticas (o de cualesquiera otras técnicas terapéuticas) sea producto de la experiencia terapéutica personal adquirida en los seminarios de formación profesional y en el trabajo con terapeutas y supervisores competentes. Además del problema básico de la competencia terapéutica, la aplicación apropiada de las técnicas guestálticas gira en torno de los siguientes interrogantes: ¿cuándo?, ¿con quién?, ¿en qué situación? En líneas generales, la terapia guestáltica alcanza máxima eficacia con individuos excesivamente socializados, coartados y constreñidos -a los que suele describirse como neuróticos, fóbicos, perfeccionistas, ineficientes, deprimidos, etc.-, cuya actividad es limitada o incoherente a causa sobre todo de sus restricciones internas, y que gozan en grado mínimo de la vida. En consecuencia, la terapia guestáltica ha dirigido la mayor parte de4iUS esfuerzos hacia personas con tales características.
Jl trabajo con individuos menos organizados, con paciemes que padecen perturbaciones más graves o con psicóticos es más problemático y ex:ge precaución, sensibilidad y paciertcia. No debe emprend~rselo cuando no sea factible entablar una relación a largo plazo con el paciente. Es preciso que este reciba considerable apoyo del terapeuta y que tenga un esbozo de fe en el proceso de su autocuración antes de experimentar en forma intensa y profunda el daño y el dolor, la ira y la desesperación avasalladoras que están en la base de la mayoría de los procesos psicóticos. Es preferible, pues, en los estadios iniciales de la terapia con un enfermo grave, limitar la actividad terapéutica a procedimientos que fort::;lezcan el contacto de aquel con la realidad, que le hagan confiar más en su propio organismo y en la buena voluntad y capacidad del terapeuta, antes que practicar el juego de roles o la representación de experiencias dolorosas o conflictivas del pasado. En síntesis: con las luchas más profundas, el terc:peuta pospone el empleo de aquellas técnicas que liberan los sen'.imientos más intensos, los cuales podrán ser tratados más adelante con el objeto de reducir los aspectos fundamentales de los asuntos pendientes y dar paso a nuevos avances. Es útil apelar a técnicas que faciliten al paciente una mayor libertad para usar sus ojos, manos, 0ídos, cuerpo, y, en general, para incrementar su capacidad sensorial, perceptual y motora, con vistas a su autonomía y al dominio de su ambiente. La disposición del terapeuta a salir al encuentro del paciente con sus reacciones inmediatas y francas, y su habil:dad para hacer frente al uso manipulativo de los síntomas por parte del paciente sin rechazarlo a este, cumplen un papel decisivo. Es importante que el terapeuta preste oídos a la renuencia del paciente a realizar ciertos experimentos, investigando a veces sus expectativas catastróficas, aceptando simplemente otras, su opinión de que no cuenta con suficiente sustento en sí mismo o por parte del terapeuta como para arriesgarse a confrontar en forma abierta sus terrores internos. El desafío que se le plantea al terapeuta consiste en discernir la leve línea que separa la sobreprotección de la aceptación genuina del criterio final del paciente en cada circunstancia. Enciertas ocasiones, la aceptación de la manera como el paciente evalúa la situación le proporciona a este suficiente apoyo como para emprender en forma espontánea lo que había evitado momentos antes. Para los sujetos cuyos problemas giran en torno de una falta de control de los impulsos -acting out, delincuencia, sociopatía, ·etc.- se requiere un enfoque diferente. Como es obvio, las técnicas útiles para liberar la expresión suponen que esta es una meta deseada, y el paciente puede apelar a ellas para racionalizar sus acciones, haciendo caso omiso de la responsabilidad y de las consecuencias. Por añadidura, si se las emplea. sip. tomar las debidas providencias, dotan al paciente de un medio para continuar evit1tndo los niveles de más profunda aflicción, que desde épocas tempranas aprendió a eludir actuando en vez de experimentar. En estos casos, el terapeuta debe poder distinguir las expresiones de afecto auténticas de las manipulativas, así como enfrentar al paciente sin rechazarlo y apoyarlo sin ser explotado por él. Los ejercicios guestálticos sobre «hacerse responsable de» (descriptos en el capítulo «Las reglas y juegos de la terapia guestáltica», pág. 149) suelen ttsultar provechosos, de la misma manera que el enfrentar las respues221
tas o conductas del paciente que se sienten como falsas con un «No le creo»,· «No creo que lo haya dicho todo» o al¡pma otra acotaCión aná- . lega, que transmita la reacción y percepción del terapeuta. Al proplo tiempo, este debe ser consciente del grave daño sufrido por el sentimiento de confianza del paciente, y de su desesperación e impotencia, de las que se pené a resguardo con su agresividad, sus manipulaciones y su acting out. / Un guestaltista habilidoso inven~ará experimentos que permitan al paciente trabajar dentro de la sesión terapéutica y reduzcan así su necesidad de actuar afuera. No obstante, no puede iniciarse un tratamiento con individuos «actuantes» o psicóticos sin prever que el proceso ha de ser más largo y con frecuencia m~s lento que lo que muchos guestaltistas estarían dispuestos a admitir. Como las técnicas guestálticas facilitan, en general, el descubrimiento, enfrentamiento y resolución de los principales conflictos del paciente en un tiempo a menudo espectacularmente breve, el terapeuta-observador inexperto o el paciente pueden suponer quizá que la terapia guestáltica brlnda una «cura inmediata». Aun cuando se trate de terapeutas experimentados, la tentación de encaminar o empujar al paciente con demasiada prontitud o rapidez a un~. situación de plena autonomía puede originar una seudointegración, con 'la decepción consecuente. Para muchos individuos, la tarea de renunciar a sus aspectos inmaduros es un largo y tedioso proceso, con acometidas parciales y repliegues, y que exige la presencia y apoyo constantes del terapeuta. Pidiéndole permanentemente que asuma su responsabilidad, este lo alienta a la vez a arriesgarse a buscar apoyo en sí mismo, reduciendo así la posibilidad de una dependencia patológica, potencialmente presente en todo intento terapéutico. En su afán de reducir o eliminar las transferencias, no es raro que el terapeuta guestaltista, al rechazar las manipulaciones del paciente para eludir su autonomía, te:.:mine rechazándolo al paciente mis" mo. Debe fomentarse en el paciente el descubrimiento de sus valores e :dentidad propios, pero es absurdo negar la influencia que ejerce el terapeuta como modelo; en muchos casos es un buen modelo de progenitor adulto, que valora el crecimiento y la libertad de sus «hijos» {pacientes o alumnos). A veces, sin embargo, el objetivo de que el paciente alcance su antonomía puede verse interrumpido por la impaciencia del terapeuta, de la misma manera como los padres restringen el desarrollo de sus hijos exigiendo de ellos una conducta adulta en forma prematura. Es común que se aplique la terapia guestáltica en grupos, pero con frecuencia lo que esto signifiqt es más bien una terapia individual en un marco grupal que el procedimiento habitual de amplia interacción y de «proceso grupal». Si bien los 'restantes integrantes del grupo a menudo se ven involucrados en la situación mientras observan a uno de ellos trabajar con el terapeuta --con considerable participación afectiva y comprensión de sus propios problemas, en ciertas ocasiones-, lo cierto es que este procedimiento reduce inevitablemente el tiempo disponible para una interacción grupal espontánea que podría resultar provechosa. Si el terapeuta es hábil, logrará atenuar esta limitación pidiendo al sujeto que enfrente a cada uno de los miembros del grupo, que ponga a prueba con ellos sus nuevas percepciones o aptitudes comunicativas, o ~
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que aborde con ellos sus propias proyeccio~es. ~ obtenga la corresp~m diente respuesta. El grado de desurollo md1v1dual puede mur b1.en compensar, en un grupo de esta índole, la carencia de exper1enc1as grupales de carácter más tradicional. Uno de los peligros mayores, empero, es qu: .el terape~ta desarrolle demasiada actividad y asuma así una responsab1hdad exces1va en ~a conducción del. grupo, alentando la pasiyidad del J!a~c:mte en detnmento de uno de sus objetivos la autonom1a de este últ1mo. En tal caso, el grupo responde tambié~ de manera ~asiva, considerando al terapeuta como un experto o un mago y s-;¡pomendo que ellos, al carecer d.e s~s técnicas y capacidades, tienen muy poco que aportar. Es~o ~o es m~vl table, sin duda, y el terapeuta puede, merced a su buen entena y acciÓn, disminuir y modificar sus efectos. Una de las contribuciones más valiosas de Pe~ls es su enfoq~e de las proyecciones corno atributos a .los que el ~a~Iente ha renu!'lc1ado por no poder asimilarlos en su proceso de crecirnlento: La técmca de «representar» las proyecciones (los roles o características a los que se ha renunciado) ha probado su validez para ayudar al paci~nte a r.ecu.pt:r~r e integrar gran parte de su fuerza, energía y a~~onomta p7rdidas. Sm embargo, corno dentro de este sistema t.oda alus1on del pac1ente a otra persona puede considerarse una proyecc1ón, es meneste~ ,obrar con cautela antes de rechazar los factores reales de la percepc1on. Cuando un paciente enfrenta con aversión a otro o rea;cio~a fre~te a él con alguna otra respuesta intensa, el. terap~ta debera de~1dir s1 ha de abordar el asunto en términos de la mteracciÓn y las relac1ones entre .las pe.rsonas, si ha de alentar al individuo que. es objeto de ataque a my,estlgar su valor de estímulo, o si ha de cons1derarlo corno una proyecc10n de~ atacante. Esta distinción es partkularmente importante en las e~aluaciones que hacen los pacientes del terapeuta o en sus enfrentamientos co~ él. Un terapeuta colocado a la defensiva. guarda un. arma podero~a ~I rotula de proyecciones a todo lo que se d1ga de él, sm entrar en dlscri1:ninaciones precisas. Si se estima importante un encuentro franco, d7be ser un proceso en ambas direcciones. El terapeuta debe: poner atenciÓn a lo que escucha y admitir que lo que se dice de él es cierto ( ~uando lo sea), en lugar de pensar que está ante una fantasía del pac1e!'lte q~e entraña una percepción inexacta o ·deformada. Tal vez !a soluciÓn mas conveniente, tanto para el te.rapeuta cuanto para .el pac1e~te, sea adoptar ambas posiciones: «Es c1erto lo que usted dice de rnt», o «No es cierto lo que usted dice de mí». Sea como fuere, la franqueza Y la reevaluación personal resultan esenciales. El hincapié que hace la teoría ~e la terapia ~estáltica ~n la to~a. d~ conciencia la autonomía, etc. tiende a magmf1car el papel del mdivlc}oo corno' tal, dueño de su propio destino, .~eparado y di~tinto .de los demás concediendo a menudo escasa atencion a las relaciones lrnpor.tantes 'que mantiene y a los efectos de los sistemas profes~on~l~s, mstltucionales y culturales de los que forma parte. ~sto puede sigmflcar. que, con excesiva frecuencia, se conciban las relaciones corno pro~ec~10nes de importancia netamente secundaria con resp~cto a lo~ acontecirnt~~tos interiores, y que se pase por alto la marc~da mfluencta de la famiha Y de otras presiones y problemas externos. SI se colo~g el a~ento en .e~ p~, \:iente corno único poseedor de la clave de su proplo destmo y fehctdaa
se estará deformando quizá la realidad de su existencia cotidiana. Se corre el riesgo de dejarse llevar por la tentació¡¡ de convertir un crecimiento válido y un. proceso de emergencia en un precepto, en un debe, r~~mplazando a~í u~a tiranía p~r otra. El f~cionamiento, la integracron y la actuahzac10n plenos, s1 son conceb1dos como estados finales en lugar de serlo.,;éomo experiencias del momento, pueden convertirse en una expectativa' y una exigencia tan cruel como la salvación. La terapia guestáltica, al enfocar el conocimiento y el crecimiento a la maner~ del Zen, plantea un dilema al hombre de Occidente, que pese a sentu el valor de un procesC' de esta índole encuentra en el ambiente que lo rodea muy peco apoyo para es~ forma de vivir. A menudo, la terapia· guestáltica promete un grado de integración, libertad y satori que es muy difícil alcanzar en nuestra cultura. Un tratamiento guestáltico coronado por el éxito puede traer como consecuencia que, al aprender a tornar contacto más auténtico consigo mismo, el paciente no se sienta ya satisfecho con los objetivos y relaciones convencionales, con la hipocresía y falsedad de gran parte de la interacción social, y compruebe con dolor cuán deficientes y destructivas son muchas de las fuerzas e instituciones sociales y culturales. Dicho en térII_lino~ simples: ~s prob~bl~ que CJ.!!ienes hayan tenido um;. vasta experlencla de terap1a guestalt1ca se, ·aJusten o adapten peor a la sociedad contemporánea; pero, al mismo tiempo, habrán de sentirse más motivados para promover un cambio que transforme al mundo en un lugar más piadoso y. productivo, en el cual los seres humanos puedan desarrollarse, trabaJar y gozar plenamente de su humanidad.
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Terce!a .Parte. Aplicaciones de la terapia guestalttca
De la misma manera que los terapeutas, en sus respuestas a las neces:dades de un paciente en la situación terapéutica, crean constantemente técnicas nuevas, también las aplicaciones de la teoría y la técnica gues.tálticas se hacen extensivas cada vez más a muchos problemas y situaciones que se apartan de la actividad terapéutica, cuyos límites son por definición más limitados. Los guestaltistas pueden ~plicar sus conocimientos en esferas tales como las crisis de estudiantes universitarios normales, los problemas de la visión o la capacitación de grupos profesionales en la toma de conciencia. Personas dotadas de habilidades especiales en otros campos pueden combinarlas con las técnicas guestálticas dando origen a mezclas fructíferas, como ·la terapia creativa. Los procedimientos guestálticos pueden utilizarse en una clase escolar con los niños que sufren trastornos, o en una guardería. Los capítulos que siguen describen las aplicaciones aludidas; ellos solo representan, desde luego, una reducida muestra de todas las que se están practicando actualmente, y que abarcan ámbitos como los del desarrollo de la creatividad, la planificación urbana, el funcionamiento de institutos universitarios experimentales y el enfrentamiento de grupos. Es imposible predecir cuáles serán sus aplicaciones futuras. Es preciso repetir que el conocimiento de la teoría y la técnica guestálticas a través de la mera lectura no basta para hacer buen uso de ellas. No debe verse en las técnicas fórmulas mágicas, suficientes en sí mismas para compensar la falta de una capac:tación, experiencia y supervisión adecuadas por parte del usuario. Sirva como oportuna advertencia la historia del aprendiz de b~o. En los tres primeros artículos de esta parte, se hacen extensivos los procedimientos terapéuticos a situaciones ajenas a la terapia común. En «Psicoterapia de crisis: la persona, el diálogo y el suceso organísmico», O'Connell relata en forma poética algunas experiencias de crisis en alumnos universitarios «normales». Concibe las crisis como aquellos puntos en que una persona se ve impelida a dar un paso adelante en su desarrollo. Ahora bien: como el crecimiénto supone a meriu.do conflicto y 11ufrimiento, muchos se echarán atrás y tratarán de mantener el stattt qrib o de resol\rer el problema «en su cabeza». O'Connell destaca la iplportancia de la participación personal del terapeuta y la necesidad de evitar que el alumno se transforme en un paciente preocupándose excesivamente por sus síntomas en lugar de atender a sus luchas interiores. A su juicio, para resolver la crisis es menester primero hacer frente a las presiones ambientales reales, y luego apelar a otros medios de apoyo del ambiente. Una vez que se hayan reducido tales presiones, el alumnb estará en condiciones de centrar su atención en los cambios internos necesarios.
r La solución definitiva de la crisis procede en cuatro etapas: permitirse ser enjuiciado, despedirse, perdonar y permitirse"amar. Pese a la gran cantidad de dolencias físicas que hoy se consideran psicosomáticas, ha habldo hasta ahora una despreocupación casi total por los problemas emocion~Jes o personales que producen o intensifican las dificultades de la visioo. Rosanes-Berrett, partiendo de antecedentes recogidcs tanto en la investigación como en su experiencia terapéutica, anallza cuál es el significado de la visión para el individuo en el capítulo titulado <
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cesidad. Pasan revista a las dificultades iniciales y la incertidumbre reinante en un comienzo, y a los cambios habidos en las relaciones mutuas de los miembros del personal y en las relaciones de ellos con los niños como consecuencia del programa. El último artículo plantea el problema de la investigación en terapia guestáltica. Hasta hace poco, todos los esfuerzos vinculados con la terapia guestáltica se dirigían a explorar sus posibili~ades y a ampl~ar su utilidad. Si bien en su vida personal y en el trabaJO con sus pacientes los terapeutas guestaltistas tratan de mostrarse abiertos a la experimentación en el sentido corriente de la palabra, en el sentido científico esta tarea todavía está por realizarse. Esta es una crítica que actualmente se está formulando y que representa un desafío para los psicoterapeutas de todas las orientaciones. Muy a menudo, es difícil obtener datos rigurosos; las variables fundamentales se resisten a la cuantificació?; es casi imposible desenmarañar la compleja multiplicidad de las vanabies que presentan el terapeuta, el paciente y el proceso de interacción; por último, la tosquedad y las limitaciones de los proce~imientos d.e medición disponibles no permiten reflejar en forma apropiada las sutilezas del proceso. Sin embargo, la dificultad de la tarea no reduce su importancia ni la necesidad de plantear y responder muchos interrogantes por medio de los proced:mientos más formales con que cuentan los investigadores. «Engaño, toma de decisiones y terapia guestáltica»,, ?e Denner, repr~ senta un modo de aproximarse al punto de intersecc10n entre la terapia guestáltica y los métodos de. inye.stigación. Denner se ocupa del. problema del testigo renuente, el mdivH:luo que ha observado un dehto pero no informa sobre él. Investigaciones anteriores sugieren que la renuencia a prestar declaración, así como la preocupación por la «realidad», se relacionan con la incomodidad que siente el individuo cuando debe actuar contando con poca información, medido esto último por la p~r cepción del movimiento autocinético y la descripción de un material visual ambiguo. Denner vincula este estilo perceptual cognitivo con .el análisis realizado por Perls de las personas desconectadas de los ob¡etos concretos y que no reaccionan en forma apropiada ante los sucesos o acontecimientos que se producen en el ambiente. Su hipótesis fue que los testigos renuentes -definidos como individuos con alta necesidad de información y gran preocupación por distinguir entre lo real y lo irreal- ejecutarían ciertos ejercicios de terapia guestáltica de modo distinto que otros sujetos con características opuestas. Los resultados obtenidos fueron todos significativos en la direcc:ón prevista. Examina en detalle el posible nexo existente entre la renuencia a describir ~xpe riencias y el engaño -o la patología-. Cabe esperar que el estudio de Denner estimule la realización de otras investigaciones sistemáticas sobre muchos aspectos de la teoría y la terapia guestálticas.
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19. Psicoterapia de crisis: La persona, el diálogo y el suceso organísmico Vincent F. O'Connell .J
El viaje en que consiste la vida vivida no es un acontecimiento regularmente distribu:do en el espacio y en el tiempo, como lo es la carretera que construye un ingeniero. Se parece más a la música: un proceso de ritmo y cambio que se despliega en el espacio y el tiempo de acuerdo con su propia naturaleza. Este ritmo y cambio de vida no es metafísico, sino algo concreto; se trata de algo vinculado con el corazón y con los intestinos, con los trabajos realizados, las alegrías experimentadas, los sufrimientos padecidos. También se vincula con los sentimientos, que son siempre concretos, nunca metafísicos, y que tienen que ver con el corazón, la sangre, los músculos, con las manifestaciones expresivas y bloqueos, con los goces y agonías de la vida. Nunca resulta esto más evidente que en la situación de crisis -ese período de la vida en que el individuo se ve compelido a dar un paso adelante en su desarrollo. En una crisis, la persona se halla ante una encrucijada: por un lado, lo que es, por el otro, lo que puede ser si cambia. La crisis se produ~e cuando la persona enfrenta las exigencias que le formula la comunidad -cuando necesariamente debe reconocer sus propias limitaciones-. Sin este enjuiciamiento por parte de la comunidad, la persona no crece -sólo se conoce a sí misma como individuo aislado-. El camino que debe recorrer para convertirse en una persona y las crisis que en él tienen lugar son al mismo tiempo la esperanza de salvación del indivtduo y su. purgatorio. Anhela crecer y se esfuerza por lograrlo, pero a la vez retrocede frente al dolor que todo crecimiento trae consigo. Y es así como se plantea la encrucijada. Una persona entra en situación de crisis cuando su modo de vida acostumbrado en la comunidad se ha vuelto menos viable. Es entonces cuando surge la conciencia de que no todo anda bien dentro suyo. Si escucha la señal y realiza los cambios indispensables en sí misma adaptándose a las exigencias presentes, avanzará en su desarrollo casi sin pausas ni vacilaciones. Pero como hay en la personalidad 'rigideces intrínsecas, a veces se pasa por alto la señal organísmica y se elige en ca)llbio el camino de la comodidad y la evitación. El enjuiciamiento cóntinúa, sin e1nbargo, con sus exigencias constantes o intermitentes, hasta que el conflicto vuelve a ser agudo, y hasta que la conciencia que toma la persona de sí misma como un organismo en conflicto se convierte en el factor que orienta su vida. En tales circunstancias, según cuáles sean las características de esa persona y la gravedad de su padecimiento, puede solicitar ayuda terapéutica. ¿Qué es una crisis? Paul Tillich la denomina, con una expresión mu¡ af>ropiada, descriptiva y fenomenológicamente exacta, «el paso por el Infierno». También se la ha llamado «el paso a través del fuego»
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[Montaurier, 1966] o la batalla contra el ángel bíblico; y, cuando una crisis es real, es todas estas cosas. " Para que sea una· crisis verdadera y no meramente imaginaria (una cuestión de vida o muerte y no una mera realización de deseos), la persona debe senf¡ir sufrimiento v conflicto. Eso es lo que caracteriz,l a la crisis: la pet'~ona ya percibe el «fuego», pero se aparta de la trayectoria en la que sería enjuiciada y modificada. Ocasionalmente, la persona tratará de atravesar «mentalmente» la crisis (como muchos creen posible hacerlo); vale decir, analizar lo que sucede al mismo tiempo que sucede. Esa es la crisis imaginaria, q:ue no fomenta el crecimiento en ningún aspecto esencial, ya que inevitable~ente asume la delantera el lado racional de la personalidad. Dicho de otro modo: en el mundo terrenal podemos eludir ·nuestro camino, pero no podemos «eludir nuestro camino hacia el cielo». (Lo que yo llamo «cielo» -y otros preferirán llamar «realidad»- nada tiene que ver con los preconceptos, proyecciones o racionalizaciones. Justamente lo que lo convierte en cielo es que las cosas son como son y no de ninguna otra manera.)
El paciente y la persona
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La persona en crisis se retuerce y suda en su dolor, y su equilibrio psíquico se ha visto sacudido al entregarse a la lucha; el terap~uta debe tener en cuenta que ha de resu!tar enjuiciado en algún grado a medida que «atraviesa el infierno» junto con aquella. No debe confiar en que puede aproximarse al «fuego» sin ser puesto un poco en tela de juicio. No podrá ofrecer real ayuda si piensa mantenerse a resguardo de todo compromiso, ya que toda habilidad de jugador, todo tipo de manipulación terapéutica que persiga como objetivo disminuir su participación, dará por resultado la clausura del proceso de ampliacion de su frontera que vive la persona. Esta frontera en ampliación y la tarea de aproximarse a ella dependen del encuentro: de la entrega a lo que está alli presente, al mismo tiempo que se confía en que el organismo ha de guiar y apoyar a ambos hasta que lleguen al núcleo de la crisis. Es, pues, necesario que el terapeuta participe en lo que acontece para permitirle a la persona soportar la ampliación de su frontera hasta que la labor concluya. El «paso por el infierno» es el encuentro con el propio estado de conducta condicionado, con lo que yo llamo «el estado de hipnosis del individuo». Consiste, en pocas palabras, en el enjuiciamiento o mOdificación de las pautas de conducta que en ese momento bloquean el desarrollo de la persona. Se trata de un proceso destructivo, en el sentido de que aquellas actitudes y conductás que ya. no tengan valor para la supervivencia del organismo serán desestructuradas, a fin de que la persona genere nuevas pautas, que puedan sustentar mejor su. presente est~dio de desarrollo [Perls, 1951]. En el proceso de desestructuración, la crisis deja el nivel periférico para convertirse en una aguda y capital preocupación de la persona. Como ella ,dene el «fuego» a la vista, por así decir, en ese momento, es tam~.
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bién entonces que los síntomas se vuelven agudos. ¿Cuáles son ellos? Constituyen legión: depresiones, angustia, temores, conversiones manipulaciones, sensación de desamparo, etc. -toda la gama de la' creatividad humana. Aunque la persona escogerá, para ejemplificar y expresar sus padecimientos, sólo una paleta limitada (¡y debemos sentirnos agradecidos por ello! l,., la .percepción de los síntomas por pa'l'te del terapeuta es u!la cuestton unportante para el progreso futuro de la terapia. Por eJemplo: ¿Interpreta. los síntomas como formas de resistencia como algo que interfiere el proceso terapéutico y por ende debe ser elhrunado cuanto antes? En tal caso los síntomas pueden constituir u.n estorbo tanto para la persona cuanto para el terapeuta. Se dedicará a eliminarlos u~a atención que. debería dirigirs~ hacia otra parte. También puede ocurrll' que los conciba como expresiones de algún proceso patológico interno, en cuyo caso estimará que la persona está «enferma» y que necesita algún tipo de tratamiento psíquico. Prefiero enfocar los síntomas como ·fragmentos valiosos de conducta, que pueden volverse en apoyo de la persona una vez que esta aprende a descrifra~ lo que está dicien~o en estos !liveles de su. ser. La persona no se concibe como un mero sistema reactivo de procesos «neuróticos» sino como un centro abierto de conciencia que avanza en su desarrollo' según lo evidencian los mismos síntomas. A causa de ello no es nece: sario ningún «tratamiento» para elaborar la crisis· lo qu~ se necesita es ed?cación, aprendizaje, indagación, conversació~: una investigación ~erunental sobre los métodos ~ctuales que emplea la persona en su viaJe .Po~ ~1 mundo con. sus semeJantes; La persona sigue siendo, desde el prmcipio .hasta el fm d~ la relacion, una persona; no es preciso que se convierta en un paczente para que la terapia actúe. De hecho este enfoque tiende a evitar, en lo posible, que se produzca el «sín~ drome del pac!ente» ..La tarea no co~siste en algo que un terapeuta hace a un paciente, smo en el estudio de las formas de estar junto a esa persona para que ella pueda, en d~finitiva, estar junto a otras. Esa tarea es relativamente sencilla cuando se trata de realizarla con a!amnos universitarios. Estos son, en su mayoría, personas esencialmente «sanas», capaces de elaborar por sí mismas las dificultades de su vida. Ra!a ':'ez le es preciso al terapeuta ofrecer otra cosa que un apoyo transitoriO para que se resuelva la situación de crisis. Para apro· nmarse a ellos, no requiere otros conocimientos que los que forman ~arte del_reperto?o de cualquier terapeuta experimentado. Pero si con· c~be. la díada p~cr~nte-terapeuta ~omo condición sine qu~ non del mo. vun.Ient?, terapeu!Ico y del CSfDbio conducta!, tendrá que modificar la percepcr~n que ~~e de sí mist,no y de. su ~n:ión frente a la persona. J..a terapia dC?, crisis en un medio estudiantil dtfiere en importantes aspectos de la que se aplica con los pacientes externos o internos de un . hospital. En el primer caso nos encontramos, como ya he dicho;~ con personas qu.e pueden, en su mayor parte, elaborar por sí solas las/ dificultades de su vida, mientras que en el segundo nos hallamos con Ruma frecuencia ante individuos alienados, que no han logrado resolver las · crisis de su crecimiento (en buena parte por no haber contado con .~nadie 9u~ los ayudara en ciertos momentos). En un buen número de · estos ulttmos casos debemos habérnoslas con escotomas más que con
dificultades de la vida, y con estados hipnóticos de trance de ,diverso grado (perturbaciones del carácter, neurosis, psicosis), que representan conductas sustitutivas e intentos de compensar las desensibilizaciones del organismo. Si bien entre los estudiantes universitarios también aparecen estos métodos «sustitutivo&>; de integración (y la terapia de crisis con un sujeto «fronterizo» puede implicar una tarea larga y dura en el medio estudiantil tanto como en cualquier otro medio), en la mayoría de las ocasiones en que se trabaja con estudiantes, la labor comienza con una persona que tiene la juventud en su favor y que trae con ella a la terapia la dificultad de su vida. En consecuencia, la terapia puede comenzar desde cero, en la etapa en que el conflicto aparece por primera vez y se presta mejor a un trabajo breve e intensivo. El estudiante cuenta con mayores probabilidades de resolver con éxito su conflicto. Alguien se le une en la encrucijada y le brinda el apoyo que necesita en ese momento; se siente así fortalecido en su interior para hacer frente a las agonías del enjuiciamiento y el cambio,
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Técnica, relación y encuentro El procedimiento para intervenir en la crisis se verá tal vez con mlfs claridad si se plantean dos interrogantes, a los que trataré de dar respuesta: 1. ¿De qué manera participa el terapeuta en la crisis para que esta siga siendo una dificultad de la vida del sujeto y no se convierta en un problema «neurótico» que exija un análisis? ,.2. ¿De qué manera capacita el terapeuta al sujeto para que haga frente a la crisis «atravesando el infierno» por sus propios medios y resolviéndola por sí mismo? Cuando decimos que el terapeuta se involucra con la persona en terapia, tocamos sutiles y evasivos factores de la personalidad de aquel, que proceden de su teoría acerca del ser humano y acerca de la salud y la enfermedad. Su enfoque de dicha involucración expresará (aunque sé muy bien que esto simplifica en exceso la cuestión) en qué medida necesita ser necesitado por el paciente, en contraste con su mera disposición a serie útil durante cierto tiempo. En verdad, la relación co· mienza con la desigualdad esencial de ambos. Por ejemplo, es el estudiante el que acude a la terapia, ya que es él y no el terapeuta .el que se siente problematizado. Pero el hecho de que necesite ayuda o de que se halle en estado de confusión o conflicto no reduce su capacidad para hacer algo por sí mismo si hay alguien que lo apoye durante un tiempo, salvo que el terapeuta inicie la relación con la actitud de que el est¡tdo de crisis sintomática del alumno l9 convierte, de alguna manera, en una persona inferior a él. Este enfoque parece poco perspicaz, pues pasa por alto que en esa misma desigualdad puede residir 'la explicación de la situación en que se encuentra esa persona. ¡A veces, el ;unto decisivo de una terapia no se alcanza hasta que el tera-
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peuta acepta que la otra persona se transforme en un problema para él! El grado en que un terapeuta se permite llegar a ese nivel de encuentro queda librado a su propia decisión. A mi modo de ver, no siempre el aspecto problemático debe recaer con toda su fuerza sobre el terapeuta. Por ejemplo, a ciertas personas en estado de crisis basta con enseñárseles ciertas técnicas de desbloqueo para que .estén en condiciones de resolver la situación por sí mismas en forma casi inmediata. Estos son los sujetos que traen consigo, por así dec:rlo, «relacione; adecuadas» a la crisis. No necesitan ser nutridos en gran medida por la humanidad del terapeuta puesto que su propia humanidad no ha sido cuestionada. Otros individuos pueden requerir durante cierto lapso el apoyo de una relación terapéutica, ya que evidencian, no solamente el bloqueo y e] conflicto antes mencionados, sino también las confusiones y angustias que acompañan la inestabilidad de los apoyos interpersonales. En tales casos, el procedimiento consiste en fortalecerlos en la relación hasta poder enseñarles las técnicas que precisan conocer· para avanzar por su cuenta. (La mayoría de los estudiantes pertenecen a esta categoría.) Unicamente con aquellas personas cuyo apoyo ha sido extremadamente inestable -aquellas que comienzan a ajustarse a la clasificación de pacientes- puede constituir un requisito esencial la plena participación del terapeuta en su campo fenoménico. Con esas personas, el encuentro constituirá tal vez el único puente que lleve al estado real de su crisis, y el medio de conocer y resolver su modalidad hipnótica. En toda terapia de largo plazo se alcanza, por supuesto, ese nivel de involucración, en el cual el terapeuta trabaja sobre la base de la fenomenología existencial; pero ello es menos frecuente al tratar estudiantes universitarios, y cuando ocurre, sólo lo hace en algún breve lapso de una entrevista o de una serie de ·entrevistas importantes. A mi juicio, sin embargo, la plena participación e involucración es, aun en las entrevistas más superficiales, una posibilidad subyacente en todo lo que acontece: la apelación al «centro» del otro, que le permite ver lo que hace y necesita, así como lo que debe hacer en el aquí y ahora para movilizar la salud en sí mismo. Creo que este tipo de involucración no tiene por qué recaer en el denominado «juego terapeuta-paciente»; la persona capta esto, renuncia a su «rol» de paciente y abandona su ocultamiento. Cada entrevista ofrece entonces la posibilidad de entrar en contacto con el otro, y de que el propio terapeuta sea contactado y modificado. Y de ese modo el sujeto puede llegar a comprender cómo es. A falta de una expresión mejor, he denominado a esto el suceso organísmico.
E1 suceso organísmico ¿De qué manera capacita el terapeuta al sujeto para que haga frente a la crisis «atravesando el infierno» por sus propios medios y resolvién· do la ror sí mismo? · Lái p·.trticipación en el campo fenoménico del otro es uno de los caminos pa-ra aproximarse ai lenguaje verbal de la persona y al corporal. (Ha-
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blan esos dos lenguajes un mismo idioma? ¿Hay un mensaje unitario? ¿O existe un d~sdoblamiento entre lo que dicé la persona co!l sus labios y lo que dice c<;m'el resto de sí m1smo?. Ese. ?esdoblamlen~~· en caso de existir, const1tuye un elemento de la s1tuaaon total de cr1s1s; y si la persona no lqgra comprender lo que expresan los diversos niveles del organismo, p~de continuar, según reza el proverbio, con su «casa dividida»: sin hacer las paces consigo misma. Una comunicación desdoblada manifiesta una forma de conflicto. La pauta del desdoblamiento y su lenguaje corpor~ varían. de uno a ot~ sujeto y en diferentes momentos, pero su fmalidad es s1empre reduar la conciencia de la persona acerca de lo que le ocurre. Puede comprender muchos tipos de maniobras alienantes, técnicas escotomizadoras ( que implican contracciones muscu.lares) y ?iv~r~as formas de cond~cta condicionada, a las que he llamado estados hipnoticos de trance. DeSlgno como estado hipn6tico la misma situación que Perls llama estado onirico añadiendo a ello que el estado onírico es una forma de hipnosis bas;da en un conjunto de conductas condicionadas· que la mantienen. Puede haber literalmente hablando, centenares de formas de suefí.o hipnótico, todas las cuales representan una respuesta frente al mi~do, ya se trate de miedo ~1 pasado, l!k'pr~sente o al futu~o. En este ~entido, el miedo es ontológtcamente anter1or a la angust1a, ! constituye .la situación básica a partir de la cual se suceden las denommadas angustias net:Íróticas. El aspecto condicionado hace alusión a las pautas de conducta que la persona ha desarrollado y aprendido en situacion~s de miedo, en particular aquellas que eran para esa persona de vtda o muerte. Las conductas condicionadas operan en gran medida en los planos no conscientes ( en la inconciencia) , y se hallan protegidas por el miedo contra la penetración y el cambio. Una de las formas de hipnosis que puede surgir una y otra vez en estados de crisis es la «hipnosis de la palabra hablada». Esta conducta condicionada se presenta cuando la persona no advierte que su. lenguaje verbal puede no ser un hecho empírico, sino mero verbatsmo -lo que Perls llamó con acierto «el juego de las oraciones»-. La persona se crea un «mundo verbal», vale decir, un mundo de palabras y sonidos en el que la nota musical del organismo se escucha apenas o nada en absoluto. Cuando ese es uno de sus estados hipnóticos, debemos sacudir sus restantes sentidos y aun a veces obligarla a permanecer callada, de manera que pueda volver a escuchar esa nota más central. Así como el lenguaje puede constituir una forma de hipnosis cuando no se aprecian sus límites, su uso preciso puede ser, paradójicamente, uno de los caminos hacia la liberación. Me refiero al hecho de nombrar las cosas y las experiencias con los nombres (existenciales) que les han sido dados. Siempre me sorprende con qué frecuencia la persona en tratamiento es incapaz de nombrar de modo preciso sus experiencias. Un ejemplo particularmente agudo de esa dificultad puede ser la total falta de contacto con la angustia. En ciertas ocasiones, no solo la persona ignora su nombre, sino que p~ede verse avasal!ada por ~us n~ero.sas manifestaciones; parece como s1 nunca se le hub~era sugendo la relaaón existente entre la angustia y la excitación. Tales personas se convierten en seres «embragados» que están siempre a punto de avanzar pero n!) dan <~>el paso decisivo por carecer de contacto con una respiración apro-
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piada. (Pese a que la respiración correcta es una de las venerables técnicas de la tradición guestáltica, es motivo de continua sorpresa para mí en qué medida este elemental suceso organísmico sigue siendo esotérico, aun para los psicoterapeutas.) Si el proceso de nominaci6n contribuye a que la persona comprenda qué es lo que experimenta, el proceso de localizaci6n la ayuda a saber d6nde lo experimenta. Con la localización, podemos tratar a la persona de manera más específica, y ella aprender a acomodarse a su lenguaje corporal para movilizar mejor sus funciones de apoyo. Pero la nominación y la localización no son otra cosa que técnicas precisas que conducen al punto terminal del suceso organísmico -ese momento en que la persona se permite, finalmente, ser aprehendida po1 cierto aspecto de su ser total que hasta entonces había evitado-. En la terapia de crisis con estudiantes, dicho momento suele estar a menudo muy próximo. Por ese motivo, las técnicas tienden a pasar en cierta medida a segundo plano, dejando sitio a la aprehensión de la conducta observada y su integración en la corriente organísmica en curso. En este punto conviene volver a destacar la orientación experimental del procedimiento guestáltico, y advertir, específicamente, que no se trata de un método de aplicación de técnicas; el acento está colocado, más bien, en el descubrimiento de técnicas que permiten a esa persona en particular resolver su crisis y avanzar en su desarrollo. Tal proyecto constituye siempre una tarea en cooperación, en la que cada una de las dos personas hace algo con la otra, adopta y descarta iniciativas y técnicas con espléndida desenvoltura, hasta que llega el momento de la apertura y la integración. · Una de las mayores satisfacciones que proporciona trabajar con estudiantes universitarios es la soltura y placer con que adoptan un enfoque experimental de la terapia y de sí mismos, una vez que saben a ciencia cierta que el terapeuta es sincero en su tentativa de descubrir en común el mundo del alumno, averiguar con exactitud de qué manera está organizado y ver qué es preciso hacer para volverlo más habitable. He comprobado que los estudiantes tienen una sorprendente creatividad, perciben rápidamente lo que es válido desde el punto de vista organísmico y rechazan con igual celeridad lo artificial, prematuro o. meramente verbal. En mi opinión, los nuevos descubrimientos en ·el campo de la psic<>terapia, así como en el campo más amplio de la psicología holística, provendrán de investigaciones con alumnos y otras personas semejantes, que elaboran sus dificultades en el momento.de su encuentro vivo con la crisis.
Diálogo A esta altura ya se habrá advertido que no empleo términos como . paciente, síntoma, tratamiento; en cambio, apelo con frecuencia a palabras como persona, diálogo, encuentro, suceso organísmico. Estos , ~Conceptos señalan en qué rumbo me encamino: el diálogo con la persona, en cualquiera de los niveles en que esta comienza a desplegarse.
El tratamiento se transforma en diálogo cuando se le responde a la persona en la misma moneda y con comprensfón. La respuesta puede no ser aún tan cabal como a la postre será, pero siempre es una respuesta. El diálogo comienza siempre con los tanteos iniciales de cada una de esas personas incompletas en dirección a la otra. He comprobado ·que el diálogo es uno de los solventes más profundos de la hipnosis, ya, que proporciona el apoyo que faltaba desde mucho tiempo atrás. Sirve asimismo como preámbulo a la «vibración simpática» que necesitará la persona para volver a entrar (pero no sola, esta vez) en el aspecto condicionado de su pauta de conducta, y ensayar así nuevas conductas no cóndicionales. Precisará entrar en el estado condicionado con el fin de tomar contacto con esos fragmentos condicionados de sí misma y asimilarlos en la medida de lo posible. Al hacerlo, se percatará de que en esos planos de sí misma es una máquina, determinada y carente de libertad; como la rata rata blanca tan hipnotizada por su entrenamiento previo que salta hacia la derecha del laberinto no bien escucha sonar el timbre. La experiencia puede causar una conmoción profunda en el sujeto: representa un disloque de la percepción habitual de sí mismo como ser libre que decide lo que él es ahora y lo que será. elt el futuro. Sin embargo, tal disloque puede ser indispensable para percatarse de los elementos mecánicos de su vida y de sí mismo, o sea de aquellos planos en lo que es un objeto. Desde luego, el grado en que un terapeuta habrá de enfrentar a una persona determinada con su pauta mecánica -y aun el propio hecho de abordar la cuestión- será establecido por la situación. Es un problema de intuición terapéutica, y no es menester que nos explayemos aquí sobre él, ya que rebaza las fronteras de las diversas escuelas de terapia. Ahora bien: casi nunca es fácil para nadie tragar y digerir el hecho de que es una máqu:na, al menos en un comienzo. Desde el punto ' de vista terapéutico, las consideraciones fundamentales parecen vincularse con el grado de necesidad que tiene la persona de las conductas condicionadas, sus posibilidades de asimilar (con ayuda) ese hecho, y la importancia que tiene para su crecimiento que lo conozca. Cada persona es una red compleja de factores para la cual no es posible establecer ninguna regla estática. Dos cosas, como mínimo, son evidentes: esos niveles de la persona no solo son los más resistentes al cambio sino que configuran también el ámbito en el cual el terapeuta es más vulnerable: la pauta de conducta condicionada de la persona puede llegar a hipnotizado o condicionarlo a él mismo. Los primeros analistas comprendieron muy bien esto, y alertaron sobre el contagio emocional que puede provenir del paciente cuando se sacan a la luz, en la terapia, sus impulsos profundos inconscientes (no conscientes). Es e!) esa situación que la persona se torna problemática para el terapeuta. Quisiera analizar un ejemplo de ello, a saber: la tentación a mostrarse indulgente con la persona en el plano de su patología, alentarla a que se quede detenida en el plano de su problema, tema o trauma particular, de modo tal que se sigue centrando la atención donde ya no es necesario desde el punto de vista organísmico. Es un error, pues así se permite al estudiante (se lo refuerza para) que invoque su estado hipn.!?tico (sus depresiones, sus penas, sus daños imaginarios, etc.) y,
por ende, continúe en él. Centrado en los síntomas superficiales o periféricos, evita enfrentarse con su estado condicionado de base (con él mismo y sus acciones ) . Atender a la situación fenoménica en la relación, con el fin de tomar conciencia de ella, es algo muy distinto de la pertinaz y perseverante preocupación propia de la indulgencia. Dicho en otros términos, la diferencia es la misma que existe entre introducirse en el mundo de la persona y empantanarse en ese mundo junto con ella. En el primer caso, la orientación está dada por las leyes del ritmo orgánico y su elasticidad: seguimos el ir y venir de las cosas en su flujo. Mediante la indulgencia, se estimula la perduración de un fragmento de conducta condicionada que ya no es necesaria al organismo. Se trata, pues, de un ejemplo más de acto sustitutivo, y en consecuencia de hipnosis compartida ... ¡salvo que el terapeuta se movilice lo suficiente como para acabar con ello! He adquirido cierta sensibilidad frente a las señales de un inminente trance hipnótico en mí mismo y he aprendido a prestar suma atención a mi propio sostén, para no caer en el terror y el odio que suelen hallarse en el núcleo de estos «puntos de contagio» emocional. También he llegado a la conclusión de que la reacción más adecuada, al menos en mi caso, es manifestar (cuando surge) una ira franca aunada a una actitud amante, ya que en esa ira hay involucración íntima y un llamado a la persona, que posibilita un encuentro con lo que está aconteciendo y permite «vivirlo» en el aquí y ahora. Con los estudiantes universitarios basta a menudo sacar a la persona de su ocultamiento; algo ruborizado, el sujeto mirará en tales circunstancias a quien se niega a «ser indulgente con él en el plano de su patología». De esa manera puede comenzar a percatarse de que se le abre otra posibilidad distinta de la que tenía hasta entonces. Lo cierto es que tal vez no pudo imaginar otro modo de conducta, y la posibilidad de que haya una forma diferente de relacionarse con el mundo lo deja maravillado. Lo que motiva a la persona a dejarse llevar por su aspecto «patológico» es su miedo a hacer frente a todo lo incompleto que hay en ella, y también su renuencia a reincidir en esas situaciones indignas y llenas de confusión y desamparo en las que temía que su mundo - y ella junto con este último- habría de sucumbir. Le interesa entonces hablar de eso en lugar de hablarle a eso, y expone su neurosis al tratamiento en lugar de exponerse ella misma. Si alguien se niega a aceptar esta postulación de su caso, si alguien logra persuadido de que abandone durante un tiempo este camuflaje, existe la posibilidad de que, por intermedio del diálogo, se entre en contacto y se produzca un cambio. Pero ello exige la presencia de un camarada en el que pueda confiar. Conoce lo suficiente de ese enjuiciamiento para apartarse de él cuando no hay nadie que le brinde simpatía y comprensión de sus aptitudes y sus limitaciones. Intervenir en la crisis implica como tarea justamente crear esa ~ituación: la de camaradería.
Resolución de la crisis
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Con el propósito de destacar los factores más estrictamente terapéuticos de la intervención en la crisis, he dejado de lado el manejo del ambiente universitario del estudiante. Este factor es, empero, importante, puesto que en muchas situaciones de crisis con estudiantes, la presión del ambiente puede constituir el elemento clave, y su modificación es terapéutica. El enfoque psicológico comunitario de la crisis se funda en la comprensión de la guestalt global de ese estudiante particular en esa comunidad y en ese período de su desarrollo. Y «estar a disposición del alumno» no significa solamente llevarlo de la mano durante un par de entrevistas semanales en el consultorio, sino también intervenir en su favor en cualquier lugar de la comunidad que sea necesario, contribuyendo a modificar las respuestas de esa comunidad y sus presiones. Serie útil en su crisis implica, pues, trabajar con él en tomo de sus actitudes y también manipular aquellos factores ambientales que no está en condiciones de manejar con éxito. Nos dirigimos a él y a los otros significativos que mantienen. simultáneamente relación con él y con nosotros. La camaradería con la persona que atraviesa una crisis es, por lo tanto, común a ella y a todos los demás implicados, ya se trate de profesores, consejeros psicológicos, progenitores, terapeutas, etc. El diálogo continuo entre los diversos «asistentes» que gravitan en el estudiante en un momento dado es lo que hace que funcione el enfoque comunitario. Esas personas deben hablar y cooperar entre sí con el propósito primordial de ser útiles a la persona en crisis. Sin dicha ayuda mutua, la intervención en la crisis sería una experiencia mucho más penosa y afligente, ya que podría transformarse en una psicoterapia crónica a largo plazo en la que el terapeuta permaneciera estérilmente sentado junto al estudiante durante un par de horas semanales, sabiendo en todo momento que existen pocas posibilidades de modificar esos elementos «patológicos» de su ambiente que hacen que deba continuar su terapia y ,a los que pasa revista en cada sesión impotente y resignado. Una vez que el terapeuta logra modificar las presiones externas para aminorar su urgencia, se centra de nuevo a la persona sobre sí misma, dirigiendo sus energías al ambiente «interno», a las estructuras internas que es preciso manipular y modificar. En tal sentido, he comprobado .que la resolución completa de la crisis gira por lo general alrededor de cuatro situaciones existenciales: 1) permitirse ser enjuiciado; 2) despedirse; 3) perdonar, y 4) permitirse amar. Permitirse ser enjuiciado. Ya nos hemos explayado antes sobre este punto; bastará simplemente repetir que ello supone mostrarse dispuesto a soportar el sufrimiento que implica tomar conciencia de la propia pauta condicionada de conducta, y su posterior modificación. Por lo que yo sé, es una de las situaciones fundamentales de la crisis. Y en el «período de evaluación» es indispensable averiguar cuanto antes cuáles son las pautas condicionadas que mantienen a la persona detenida donde está. Es un error creer que la persona conoce estos factores de su personalidad, aun cuando asegure que los conoce -como hará, sin duda, tan pronto incurs:onemos en dirección a ellos-. Como he dicho, le interesa ·mantener esos aspectos de su personalidad· «fuera de al\
canee», aunque sus «partes sanas» se afanan por tomar contacto con ellos y asimilarlos. En esta etapa, los numerosos métodos guestálticos de análisis de la resistencia y de integración son de inestimable ayuda, ya que proporcionan la precisión necesaria para apuntar directamente a las áreas en las que se están movilizando las conductas condicionadas. En el caso de los estudiantes, cuyos conflictos suelen ser muy vivos, estos métodos parecen en ciertas ocasiones más milagrosos que las técnicas. Cuando un estudiante puede deshacerse fácilmente de una traba psíquica gracias a la terapia, aumenta en alto grado la estima que tiene por esta. Como es más propenso a confiar en una persona experta que en una inexperta, cuando se lo orienta con precisión pasa más rápidamente de la evaluación al trabajo real consigo mismo. En los últimos tiempos, tiendo a no establecer diferencias entre evaluar la crisis y trabajar en la crisis, puesto que en la mayoría de los casos lo que cuenta es la buena disposición de la persona para hacer algo con su situación. ¡Y esa buena disposición puede aparecer en los cinco primeros minutos! · Mientras que las técnicas ayudan a abrir las áreas en las que se va a trabajar, y los métodos integrativos a integrar las conductas desdobladas en los conflictos de la persona, la curación necesaria para la resolución cabal de la crisis se vincula con las tres situaciones finales que examinaremos de inmediato. El despedirse es una de las contribuciones de Perls; se funda en su concepción básica de la neurosis como situación pendiente, o sea el hecho de que no se responda ante una situación en función de las «necesidades de la realidad» vigentes en ese momento y, por ende, no se asimile ni digiera lo que ella contiene. Al ser incapaz de despedirse (de acabar con la situación), la persona se crea una galería de espectros y fantasmas que permanecen luego en su vida en los planos de la fantasía adoptando diversas formas importunas, molestas, atemorizadoras, etc., y manifestándose en un lenguaje corporal concomitante. El perdonar es otro ejemplo de situación a la que se pone fin, pero haciendo hincapié además en el abandono de los rencores, odios y restantes sentimientos que están en el núcleo del conflicto y mantienen a la persona atada a su pauta condicionada. Muchas de las resistencias que erige una persona contra el enjuiciamiento de su estado condicionado pueden tener como fuerza motivadora el resentimiento. A menudo, pese a advertir que una conducta opera en su contra y ya no es necesaria, permanece atada a ella porque se niega a perdonar al presunto «culpable» del pasado. Apretando los dientes, lanza la se1,1tencia: «¡Nunca te perdonaré!». He podido comprobar que la ironía erosiva y la exageración llevada al absurdo sirven a veces para ayudar a que «la sangre fluya» de nuevo; pues, con frecuencia, la persona se ha vuelto «exangüe» y fría (decimos que es hostil) por haber nutrido, cultivado e invocado a lo largo de los años el recuerdo de la afrenta primitiva. Poco importa que en un nivel de sí misma vea que es absurdo mantener pendiente . la situación. Lo cierto es que su corazón se ha enfriado y su resentí~ miento cierra el paso al diál0go y la reconciliación. · Para sufrir un cambio sustancial, deberá enfrentarse con estos hechos;
y en el curso de ese proceso, muy probablemente habrá de .descubrir que cualquiera de sus intentos actuales por «aplastar», «combatir» o «someter» el resentimiento y el odio sólo consigue que las conductas condicionadas se tornen más activas y poderosas. Debe enseñársele a desprend.erse graqualmente de su resentimiento en lugar de ofrecerle resistencia -estCly en deuda con Herman Rednik por haberme hecho comprende~ esto-;-. Otra manera de describir el proceso sería decir que «se deJa morir de hambre a ·las conductas condicionadas» lo que los psicólogos denominan «hacer que la conducta desaparezca' por ausencia de refuerzo». A medida que !a per,sona aprende a soltar su resentimiento y perdonar, descubre que simultaneamente se pone de relieve su capac:dad de amar. Así consigue, al fin, lo que necesita efectivamente para descondicionar su estado hipnótico. El camino se vislumbra ya cercano; solo falta dar un paso para terminar con la crisis. Permitirse amar es el disolvente esencial del estado hipnótico. Es el paso indispensable para la auténtica libertad y el recomienzo, ya que sobre la hase del amor los componentes mecánicos de la personalidad se vuelven transparentes y son a la postre trascendidos. Es, pues, el paso que conduce a la libertad del diálogo de los límites la vida de la comunidad, la vida vivida. ' El desarrollo de la capacidad de amar de la persona es tina cuestión de adiestr~miento y pr~ct:ca. Es una conducta que puede aprenderse y perfecc10narse del mismo modo que se aprende a tocar un instrumento musical, a ~onducir un automóvil o a hablar el griego. Pero aprender a hacer algo 1mplica platicar con la habilidad que queremos desarrollar· Y aprender a amar, a dirigir nuestro amor a otra persona es eso mism~ pero también algo más, ya que la plática que se manti~ne al amar es la plática del corazón. ,. Cuando hablamos con el corazón no Jo hacemos en la forma habitual, p.orque nuestro hablar se .transforma, y deja de ser el habla acerca de lo cotidiano para convertirse en la resonancia de lo profundo de u!lo mismo hacia lo profundo d,el otro. Lo he comprobado con los estudiantes: en un momento de confusión, cuando el sendero se torna oscuro, les pregunto: «¿Y qué dice a esto tu corazón?». La respuesta brota a veces sin un momento de vacilación (¡ya que a menudo, cuando el cerebro duda, el corazón sabe bien el camino!). Solo cuando la plática alcanza la médula de la crisis que está en juego, el habla se transforma en resonancia. Si esta experiencia es compartida por ambos interlocutores, se está ante el diálogo auténtico del que hablaba Martín Buber -el diálogo comprensivo que hace posible la solución y la reconciliación. El terape.u~a posibilita ~1 diálogo en todo momento durante su trabajo con la crisls cuando esta atento a la diferencia entre hablarle a la persona y resonar en dirección a ella. Posibilita el diálogo centrándose en su,p:opio cora~ón, ~ov!liz~ndo su capacidad de amar, por más que es~a ultima estuviera dismmmda en el aquí y ahora. Trabaja consigo mismo Y. con el otro para promover el diálogo tanto cuando emplea una técmca como cuando está en un momento de espera o de silencio. Aunque en cierta circ~nstancia la respuesta apropiada consista en· h:t-. blar ~eramente, mantiene en reserva, para la circunstancia próxima, la
posibilidad de cambiar, de trascender su estado condic:onado y resonar hacia el.otro. Tal es la obra de la crisis, la obra de la terapia: transformarnos JUnto con el otro, y en esta resonancia unirnos a él y conocerlo. Algunos verán en esto un enfoque místico. Creo que lo es en la medida en que hundimos nuestras raíces en el misterio a partir del cual vivimos, misterio que nunca podemos reducir totalmente a conceptos y palabras. Pues cada uno de nosotros es también espíritu encarnado e incompleto en sí mismo [Maree!, 1965]. Precisamos del diálogo ~on el otro, por consiguiente, para complementarnos y completarnos en nuestro proceso de adaptación creativa a la comunidad. El hecho concreto es que cuando entregamos nuestro amor, cuando resonamos en dirección a alguien con el cual tenemos situaciones de conflicto, rencor, resentimiento y cuestiones pendientes ... posibilitamos una respuesta de su corazón. No me disgustaría que se calificara de «teológico» a este modelo de psicoterapia; lo es en cuanto constituye una búsqueda a tientas del «reino» que hay en el centro de cada persona, y una tentativa de formular en esa búsqueda cómo se corporiza ese reino en el mundo compartido del suceso organísmico. El modelo teológico es el modelo de las posibilidades últimas de la persona: el ámbito en el cual el instinto _es trans~ormado sobre la base del amor, el ámbito en el que el orgamsmo se mtegra al mundo, no sobre la base de actos sustitutivos, no por medio de soluciones parciales, sino en una compasión amante, abierta al mundo y ;al Sí-mismo como una guestalt que fluye libremente.
Referencias bibliográficas Maree!, G., Homo viator, Nueva York: Harper, 1965. Montaurier, J., Passage through fire, Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1966. (Como a través del fuego, Barcelona: Estela en preparación.) ' Perls, F. S., Hefferline, R. F. y Goodman, P., Gestalt theraphy, Nueva York: Julian Press, 1951; reedición, Nueva York: Dell, 1965.
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20. La terapia guestáltica como tratamiento auxiliar para ciertos problemas visuales Marilyn B. Rosanes-Berrett ..., . «Hay en la oscuridad esplendor y gloria con solo poder ver, y para ver no tenemos más que mirar. Os ruego que miréis». Fray Angélico.
La mayoría de los estudios vinculados con las afecciones visuales ponen el acento en las anormalidades anatómicas y estructurales sin atender a los factores psicológicos. Sin embargo, la medicina psic~somática ha demostrado cuán artificial es la línea divisoria entre la psique y el soma -y los ojos forman parte del soma-. En el contenido del lenguaje, la conducta motriz, los procesos respiratorios, la voz y la conducta verbal, la conciencia sensorial, influyen estados afectivos como la confusión, la expectativa, el entusiasmo y el temor. Los procesos visuales no son una excepción a la regla. A comienzos de este siglo, Bates, innovador de un sistema de entrenamiento ocular que emplea funda1nentalmente procedimientos de relajación, identificó ciertos factores;·emocionales y de la personalidad que parecían relacionarse con anomalías y trastornos visuales comunes, como la miopía, la hipermetropía y el estrabismo. En los últimos años, los hallazgos de Bates fueron avalados por ciertas investigaciones, que demostraron que los factores psicológicos desempeñan un importante papel en la miopía, la hipermetropía y otros defectos visuales más graves; se encuentran entre ellas las realizadas por Van Alphen [1952, 1961], Kelley [1958], Palmer [1966] y Rosanes [1966]. En sus primitivos trabajos acerca de la «histeria de conversión» y su vinculación subsiguiente de la angustia con las formaciones sintomáticas, Freud admitió que ciertas formas de ceguera podían ser provocadas por estados emocionales. No obstante, muy poco es lo que se ha hecho para introducir un enfoque psicoterapéutico en el tratamiento de las anomalías de la visión. El método de relajación de Bates combinaba, desde luego, procedimientos físicos y psicológicos, pero estos últimos no eran muy profundos. Algunas personas siguen aplicando hoy ejercicios de relajación del tipo de los de Bates para mejorar el funcionamiento ocular. Otros recurren a un entrenamiento v:sual en el cual, mediante diversos artificios mecánicos, se estimula y desarrolla la actividad binocular. Un pequeño grupo de investigadores, advirtiendo el deterioro de las percepciones visomotoras y espaciales, han creado técnicas para mejorar estas funciones. Cada uno de estos grupos sostiene haber alcanzado cierto éxito; pero se carece aún de estudios estadísticamente significativos, y el . ritmo, grado y duración de la mejoría parecen variables. Esos resultados variables siguen constituyedo un enigma para los distintos tipos de profesionales que se dedican al adiestramiento visual porque no prestan suficiente atención a los aspectos psicológicos de la visión. Si bien se han perfeccionado los procedimientos de diagnóstico y las técnicas quirúrgicas, no suele reconocerse, en líneas generares, el hecho de que la visión, como otras funciones c0rporales, p11ede ser dístorsio..l;,~
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nada y menoscabada a causa de problemas de la personalidad. No se contempla la posibilidad de que mediante un funcionamiento visual anormal y la malformación estructural que él origina el individuo esté expresando, a través del sistema visual, una perturbación psicológica. ~uando un funcionamiento alt:rado persiste durante mucho tiempo, tienen lugar a la postre alteraciones anatómicas como ocurre con las personas que desarrollan una postura muy defici~nte. Si hasta los hue· sos pueden modificarse como consecuencia de un funcionamiento anómalo continuo, es razonable suponer que lo mismo puede suceder con los ojos. A menudo, una vez adquiridas ciertas ideas novedosas sobre la cuestión o comprendidas más cabalmente las antiguas, hay un lapso de demora hasta que se comienza a aplicar los nuevos principios. El tratamiento de los errores de refracción y otros problemas de la vista se ha visto pe~j.udicado debido a la incapacidad de los especialistas ortodoxos para utilizar los nuevos hallazgos. Las ideas cosechadas en años recientes como fruto de estudios psicológicos no se han incorporado aún apreciablemente al método general de encarar los problemas visuales. Kelley [1958] demostró que por medio de la hipnosis era posible mejo!ar la visión de s1:1jetos miopes; también comprobó que personas de vista normal sometidas a una situación de stress exhibían indicios de miopía. Rosanes [1966] logró mejorías en miopes apelando a la sugestión y a imágenes visuales. Young [1961] provocó miopía en monos restringiendo su visión a la distancia. La terapia guestáltica representa un enfoque particularmente apropiado para el tratamiento de ciertas anomalías visuales comunes, como la miopía, la hipermetropía y el estrabismo. Su objetivo es hacer que el paciente tome conciencia de su funcionamiento en el «presente». La atención se ce!ltra en el proceso: la actualidad del paciente, tal como acontece. Mediante el continuo de conciencia y los sueños vividos en el aquí y ~ora el paciente toma contacto con la conducta presente, actual; vale decir, experimenta o vuelve explícito lo que está implícito y generalmente encubierto. Al apreciar su modo característico de funcionar, se agudiza su sensibilidad y queda abierto el camino para el descubrimiento y el crecimiento. Puede enfrentar las realidades de su existencia y llegar a determinar así la finalidad de su trastorno visual. Este enfoque terapéutico es un método directo para retomar contacto con las partes alienadas de la personalidad y recuperarlas para sí mismo. Cuando el paciente asume la responsabilidad por sus experiencias, neces:dades, apetitos y deseos puede percibir de qué manera emplea .sus diversos sistemas, el aparato visual inclusive. Laf personas que sufren las dificultades visuales más corrientes son en gran medida inconscientes del modo como usan su vista. Cuando el sujeto advierte cuándo y cómo abre los ojos, ejerce presión sobre ellos o los deforma en el proceso de ver, puede permitirse la experienc:a de mirar de otra manera, indolentemente y sin esfuerzo, y sin embargo estar alerta a lo que ve. Los individuos miopes tienden a restringir su expresión motora. Rosanes [ 1966] observa que el tipo de ansiedad prevaleciente en el miope es una ansiedad no experimentada, por lo general, sino encubierta, y que se manifiesta por una disminución de la actividad motora. Cabría afirmar que teme que sus movimientos se noten
y sean peligrosos, por lo cual tiende a limitar su actividad, frustrándose. La ansiedad puede ir acompañada de una r~ducción en el oxígeno inhalado -una forma del «miedo al público»-. Mediante el continuo de conciencia, el paciente llega a descubrir cuáles son sus comunicaciones internas y de qué modo puede interrumpirlas. La deformación de los ojos y los mecanismos visuales delatan lo que algunos denominan represión. En los estados psicóticos, la ansiedad asume enormes proporciones y se convierte en pánico, lo cual puede ejercer también un efecto sobre la visión. Algunos psicóticos, particularmente los que sufren de delirios paranoides, suelen afirmar que sll visión a la distancia se enturbia en forma más marcada cuando aumentan sus terrores, y vuelve a aclararse cuando recuperan la calma. La necesidad extrema de dependencia parece cumplir un papel en ciertos trastornos visuales graves, a los que el sujeto recurre sin saberlo para conservar el apoyo o la atención que le presta el ambiente. Gracias a su vista extremadamente débil, y aun a su ceguera, algunas personas encuentran un excelente justificativo para lograr todo tipo de ayuda. Los casos que se exponen a continuación ilustran el proceso seguido por la terapia guestáltica en el tratamiento de anomalías visuales. En todos ellos, el diagnóstico fue hecho por un oftalmólogo u optometrista, quien controló asimismo, periódicamente, la capacidad visual a lo largo de la psicoterapia. 1. Un hombre de veintiún años fue atendido a causa de una miopía fluctuante; vale decir que sus músculos ciliares presentaban diverso grado de espasticidad en otros tantos momentos, por lo cual se le recetaron lentes convexos de uso general para casos de miopía. Pero no le era suficiente un solo par de lentes debido a la fluctuación continua en la , claridad de su visión. Cuando se le pidió que sintiera durante un tiempo sus propios ojos, se mostró aterrorizado y pensó que habría de ser castigado por ciertos deseos y experiencias físicas que no se atrevía a conocer. Concentrándose más en el contenido de tales experiencias, pudo llegar a percibir sensaciones eróticas y un deseo simultán,eo de masturbarse. Sostenía que se lo castigaría por ese pecado. A los dieciséis años había tenido su primer impulso consciente de masturbarse, y en esa ocasión un sacerdote le había dicho que eso era pecado mortal. Al mismo tiempo, notó que su visión a la distancia se volvía borrosa. A partir de entonces su claridad visual sufrió fluctuaciones y no volvió a experimentar sentimientos eróticos ni cedió a la masturbación. Cada vez que se le pedía durante la terapia que sintiera sus ojos, aparecía nuevamente el deseo de masturbarse, que por su parte volvía a promover el terror a ser castigado por sus pecados. Sólo cuando permitió que surgieran los sentimientos eróticos pudo experimentar cierto grado de claridad visual. 2. Un niño de nueve años, que decía no visualizar claramente el pizarrón de la clase, acudió al oftalmólogo y este diagnosticó miopía. Cuando se le pidió que mirara un pizarrón con escritura bien legible, s~ percató de que no se atrevía a mirarlo porque se sentía imposibilitado de aprender o de entender lo que se pretendía de él. (Más tarde admitió que no quería aprender.) Se vivía a sí mismo sentado y contraído, sin animarse a moverse o a mirar en ninguna dirección. Cuanto más se es..l:,~
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forzaba por mirar con los ojos bien abiertos como si el pizarrón estuviera frente a él, más confusa era su visión. Al pedírsele que mirara de manera má~ indolente, sintió terror y dijo que él no podría aprender, que no podta complacer a sus padres, que era en realidad un chico muy malo .Y q~ no quería vers~ a sí mismo ni que lo vieran los demás. Se !o estimulo a que permaneciera en ese estado de angqstia que le era tan msoportabl:. Despu_és de un. ra!~· la angustia desapareció y pudo observar con mdolencta la habttacion en su totalidad. Durante un breve perí?do, pud_? ver con claridad; luego, volvió a sentirse malvado y a sufrir angustia y el ofuscamiento de la visión. Esto pareció convertirse en u!la pauta repetitiva, hasta que pudo permanecer con la idea de su autozr:zpuesta maldad. Por fortuna, la pauta era reciente y no había echado ratees muy profundas. Pudo por fin mantener la claridad de la visión. 3: ,Una niña de seis años s~fría u!la hipermetropía que le provocaba dtftcultades en la lectura. Htperacttva, no podía quedarse sentada más de tres minutos seguidos, y era incapaz de concentrarse en lo que tenía que leer. En cierta oportunidad, luego de haber relatado un sueño el terape}lta le sugirió que tomara contacto con los «agujeros» o aspectos ahe?ados de su personalidad, aplicando la técnica guestáltica de ~e~~per1me!13ar algunos ~r~gmentos ~el sueño. Luego de cierta angustia mtcial, _la mna pudo admi~tr su pe~esidad de mantenerse en guardia contra bruJas y ogros: se sentla a si misma como tal. No se avenía a concentrarse en un punto próximo J?Or temor a descuidar el peligro que constantemente ~s~eraba .. Al sufrir el. conflicto que originaba su fijación en un !?unto prox~mo mientras ~e cmdaba a la vez de lo que pudiera sobrevemr desde leJos, compraba que de esta manera se veía impedida de leer, ya que uno de sus ojos parecía puesto en la distancia al par que el otro s~ pos~ba en el punto cercano. El terapeuta le solicitó que mirara a _la distanci~ y tomara conciencia de su actitud vigilante y de su conflict?. A!endiendola en forma continua y permitiéndole mirar a la distancia mientras la ~m;~e?da de q~-: nada ?abía allí que pudiera dañarla, el teraP,euta posibihto que la nma volviera a leer. La hipermetropía desaparecto. ~on .frecuencia, .al pedirle a un paciente que no ve bien que se sienta a st ~rusmo, este mforma que se siente vado. El enfoque guestáltico lo estu:n.ula a per.manecer con esa sensación de vado. Cuando el sujeto se permite expertmentarla pJenamente, el a&ujero desaparece: tiene lugar u~ proceso de completamiento, y al exper:mentar su compleción puede mi!ar en torno .de su. ambiente interno y externo y aceptar ,que' lo que alh hay entre sm peligro en su conciencia. Se h~ ,admitido que ~1 lenguaje corporal es significativo para la comprension de los conflictos, temores y otros estados emocionales. Como la terapia guestálti~a hace un uso ~i~ecto de ese lenguaje, su aplicación a los problemas visuales ha permltldo entender mejor los propósitos que. persigue una visión confusa, insuficiente o bloqueada. Cuando el paciente habla en ~epr~sentación del órgano afectado -el ojo, en este caso-, toma conciencia de lo que este expresa por medio de la defor~ación de su funcio~~miento. o de. su estructura. Puede entonces A.xperimentarse e;cpreston afectiva alienada. Yo (el ojo) no me atrevo a verh1e a mi mismo o a saber cómo me siento. Al limitar mi visión,
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niega lo que me amenaza y evito asi sufrir experiencias desagradables o reconocer aquello que no quiero que exista pata mi. Identificarse con los sentimientos alienados implica volver a ver, paso necesario para alcanzar una mejoría duradera en la visi6n. El grado variable Qe fusi6n o falta de fusi6n visual en los casos extremos de estrabismb_,es un ejemplo de los déficit de integraci6n que presenta el paciente. El ojo derecho funciona en forma independiente del izquierdo: también aquí los ojos están expresando un conflicto de modo directo. Cuando se permite dialogar entre sí a ambos ojos, cada uno de los cuales actúa como vocero de los sentimientos expresados con esa parte de la personalidad, se percibe el desdoblamiento. Al reconocer el s~jeto las expresiones .conflictiv~s y la contienda ~bfada en su perso~a lidad, se produce el c1erre, se s1ente c6modo y aliv1ado, y los dos o¡os pueden ya trabajar de consuno. Se experimenta la unicidad o totalidad y desaparece el problema de fusi6n. En otras palabras: la binocularidad (fusi6n) y la integraci6n de la personalidad marchan de la mano. No hay desdoblamiento alguno entre la mente y el cuerpo, pero ciertas partes de la personalidad pueden ser desdobladas y alienadas. Aquellas partes de la personalidad con las que no se toma contacto no pueden expresarse ni ser utilizadas para !'l
'" Referencias bibliográficas Bates, W. H., The cure of imperfect sight by treatment without glasses, Nueva York: Control Fixation Pub. Co., 1920. Kelley, C. R., The psychological factors in myopia, teS:S inédita de doctorado, New School for Social Research, Nueva York: 1958. Palmer, R. D., «Visual acu.ity and excitement», Psychosomatic Medicine, 1966, vol. 28, págs. 364-74. Perls, F. S., Ego, hunger and aggression, Nueva York: Random House, 1969. Rosanes, M., Psychological correlates to myopia compared to hyperopia and emmetropia, tesis inédita de doctorado, Yeshiva University, Nueva York: 196ó. Van Alphen, G. W., On emmetropia and ametropía, Nueva York: S. K;orger, 1961. Van Alphen, G. W. y otros, «A comparative psychological investigadon in myopes and emmetropes», Proceedings of the Royal Nether• .• ~
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Youn~, F. A., «The development and retention of myopia by monkeys»,
Amertcan ]ournal of Optometry & Archives of American Academy o/ Optometry, 1961, n~ 292. ·
21. ·El adiestramiento de la conciencia· y los
profesionales de la salud mental John B. Enright ;/
Para llevar a cabo una tarea clínica idónea, los profesionales de la salud mental necesitan tener acceso al flujo de su exper~encia ~~erior. El~ dicio primero y más sutil para entender la angustta, hostilidad, eroticidad etc. del otro es la conciencia de algún estado similar o complementari~ en uno mismo. La mayoría de los profesionales de la salud mental aceptaríamos sin duda esta proposición teórica, pero no siempre somos coherentes con ella cuando se trata de ponerla en práctica o de aplicarla en nuestra tarea docente. Por ejemplo, a menudo enseñamos a nuestros alumnos que deben observar en sus paci~ntes las seña!es ~xte!~as de sus estados afectivos (v.gr. la voz, lo,§s:amb~os en la apariencia flsica~, pero_ nos rehusamos a poner en claro ''que no es mediante la observacrón externa que ocurren las cosas. Si, p~ra decirle a un paci~te «Creo qu~ usted siente enojo» espero a ver hmchadas sus venas, roJo s."! cue~lo Y· ardiente su voz de furia, algo anda mal en mí y en la .relacion. SI~ en cambio, mucho antes de que alcanzara el estado descr~to, .me hubiera abierto a mi propia experiencia, habría tomado conciencia .des~e el principio de cierta molestia, inquietud o temor en mf. Esa concrencia me habría llevado espontáneamente a modelar de una determinada manera los hechos subsiguientes de la entrevista y habría conducido a que el sujeto expresara su enojo en forma útil y consciente, en lugar de recu" rrir a la extrema expresión organísmica que hemos mencionado. Aunque desde hace algún tiemp el valor de la concienci~ de la experiencia interna es reconocido caaa vez más por los profesionales de la salud mental, parece haber una «brecha de adiestramiento» en lo que atañe a su aplicación práctica. Durante añ~s,,la importancia ~e esa toma de conciencia y la manera de lograrla recibieron una mención solo casual, como producto colateral d~ ot~o tipo de enseñanza. Los alumnos aplicados desarrollaban esa conciencia porque tenían el don ~ara ello Y porque se identificaban con los profesores que tenían ese mismo don, pero rara vez se .dirigía una mir~da deliber~da al proceso de toma. de concienc:a per se. Cuando se admitía la necesidad de una mayor conciencia solía sugerirse una psicoterapia individual. Si bien esta última infunde casi siempre ese tipo de conciencia en el alumno, es onerosa Y da al proceso en su totalidad un cierto matiz patológico, como si la toma de conciencia debiera quedar reservada para los «problemas» en lugar de iluminar toda vida y toda interacción. En los últimos años, se difundió algo más la terapia de grupo entre l?s. ~sp~antes, y más recientemente los grupos de encuentro y de sensibilizaciÓn han comeru,:d· do a salvar en forma satisfactoria esa brecha de adiestramientc. ToClavía hay mucho lugar, empero, para la experimentación y el ensayo d~ nuevos enfoques. Por varias razones, opino que la filosofía y las técnicas de la terapia guestáltica resultan ideales para exponer ante los alum~;
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nos el concepto de toma de conciencia y ofrecerles una situación práctica de adiestramiento en la cual desarrollar los procedimientos y actitudes correspondientes. El objetivo de este artículo es describir el empleo de la terapia guestáltica con ese fin y discutir algunas de sus ventajas. Antes de describir la situación de adiestramiento, se impone un breve repaso del concepto de toma de conciencia. La tonia de conciencia es una experiencia inmediata, que se desarrolla al mismo tiempo que tiene lugar una transacción del organismo con su ambiente en el presente, y que forma parte de ella. Aunque incluye pensamientos y sentimientos, se basa siempre en las percepciones actuales de la situación actual. La toma de conciencia supone cierta intencionalidad del sí-mismo dirigido hacia el mundo; en su forma pura, se produce un debilitamiento tranúorio de la barrera que separa al sí-mismo del otro, y el «objeto» de la conciencia parece momentáneamente incorporado al sí-mismo. Hay algunas personas que aparentemente experimentan este estado de manera más o menos continua. Para ellas, ese flu.i.r junto con la conducta no representa nada particular. Pero para la mayoría de nosotros, que solemos bloquear con bastante regularidad tal estado de conciencia, la experiencia es acompañada frecuentemente por una sensación de alivio de la tensión, que resulta placentera aun cuando la situación de la que se toma conciencia sea dolorosa. Como el organismo y el mundo nunca coinciden exactamente, la toma de conciencia entraña siempre una sensación de descubrimiento de lo desconocido y de prueba de una posibilidad. Debo decir, con total honestidad, que casi ninguno de nosotros (incluso los que trabajamos en la salud mental) es perfectamente consciente, la mayor parte del tiempo, de su actualidad presente -y lesto es asombrosamente común-. Gran parte del contenido de nuestra conciencia consiste en recuerdos, especulaciones, planes («ensayos» con vistas a nuestra próxima actuación interpersonal) o afanosos diálogos (o monólogos) interiores. Dicho en términos más concretos: nosotros, los profesionales, nos sentaremos junto a un paciente y nos dedicaremos a diagnosticar, a «prognosticar», a planificar nuestra próxima interpretación y a preguntarnos en qué momento se habrá de producir, pero rara vez nos abriremos realmente a nuestra experiencia de nosotros mismos y del otro. Quienes no padecemos alguna grave enfermedad mental mantenemos suficiente contacto con el ambiente real como para movernos en él en forma razonablemente eficaz. Respondc:mos a sus características más salientes, pero pasamos por alto tantos J]latices que nuestra experiencia del mundo y del prójimo es a menudo borrosa, y en consecuencia, débil nuestro recuerdo de ella. Rodeados por nue~tro~ pr9pios fantasm...as, solo prestamos una somera atención al prójimo. Como en tales circunstancias este último se nos presenta diluido e incompleto, lo llenamos con nuestras proyecciones y luego reaccionamos violentamente ante estas. El encuentro resultante parece a menudo un despliegue veraz de vida y de involucración, cuando en realidad poco hay d~ todo ello. Quizá sea cierto que muchos profesionales de la salud mental, a fuerza de esmerarnos y de respetar nuestro sentido del deber, prestamos mayor atención a nuestros pacientes que al resto de las persohas que aparecen en nuestra vida, pero también en el caso de aque-
llos sufrimos una real incapacidad para escuchar plenamente y para ver ;; · l.da con claridad. . Creo muy factible enseñar a quienes siguen una car~er~ v;mcu a con en mas, mtimo contacto 1a sa1ud mental de qué manera. pueden . b'entrar . . ten con el flujo contin~o de conciencia su ¡etiva que esta siempre po · cialmente presente~ Tal vez sea m.ás ~xacto decir 9ue el alumno aue acude a un adiestramiento de conciencia lo hace mas para desapreniler que para aprender. Como ser humano en desa~rollo, ha pasado .Ya t;n es de horas en un adiestramiento altamente motivado de su ~onciencia de sí y de los demás; por desgracia, también ha pasado ~l~s de horas -en su hogar, su escuela, su grupo de pares, su profesion- aprendiendo a ocultar tal conciencia en nombre del decoro, el orden~ la ~dax tación y la decencia. Gran parte de lo que. ocurre en un semmarto e adiestramiento de la conciencia le ayuda simpleme~te a rescatar para s:u conciencia plena lo que ya ~abe. No es q~e se d~¡e de lado la de.cencia el orden, etc., ni que se megue su necesidad, smo que la necest?ad de 'un control de esa índole pasa del control (o bloqueo) d: la .conczencia al control (o modulación) de la conducta. Al ganar conciencta acerca de lo que hace, del lugar en que se encuentra Y, ,de la pers~n~ .con la cual está, aumentan sus posibil~dades de elecc1on, su. flexibthd~d Y la adecuación más precisa de su ·conducta, tanto en su vtda profes10nal como en su vida personal. . .· Por lo corriente, los objetivos generales del adiestramiento de la conciencia son prontamente captados por los al?mnos y ~us aspectos ceptuales pueden ser expuestos en pocos mmutos. Vtene lu~go. l.a emostración: debe estructurarse una s:tuación en _la cual los mdty;duos puedan experimentar en sí mismos en forma dtrecta la expans.10o de la conciencia, y comprobar los efectos qu~ su.rte to~ar en ~eri? .este enfoque. El propósito es maximizar la conc1enc1a que tiene elmdivtduo de la totalidad de su conducta real en este l.u.~ar y mo~ento Y con tales y cuales personas, así. como su responsabilidad .por dtc~a _conducta. En armonía con el carácter concreto de la terapia guestal~tca .Y su preferencia por la conduc!a ~eal e~ lugar ?e las conceptuahzactones abstractas describiré en termmos s1mples como procedo en un ~rupo típico de ~diestramiento de la conciencia; ~tr~ persona, q?e .tr~ba¡e c~n un grupo distinto, habrá de poner e~ practlca estos prmctpios segun su modalidad peculiar, y, por ende, diferente de la mía.. . El formato o estructura del grupo en que puede reah~arse el adiestramiento de la conciencia es muy elásttco. He conductdo grup
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Técnicas de adiestramiento de la conctencta Cuando se trata de una sesión única con un grupo numeroso, comienzo por exponer brevemente el concepto de toma de conciencia, y de inmediato formo un pequeño círculo integrado por seis a ocho voluntarios, que toman ubicación frente al resto del grupo., (Por supuesto, si se trata de un grupo pequeño, todos formarán parte del círculo.) La situación inicial es bastante análoga en todos los casos, sea cual fuere el tamaño del grupo, la cantidad de reuniones que se prevén o las características de los asistentes. Se pide a cada uno de los sujetos que formulen unas pocas oraciones cuyo comienzo sea «En este momento tengo conciencia de ... ». Cada miembro dispone de algunos minutos para ello. No se ofrecen otras instrucciones y, durante esta primera «ronda» del experimento, se reduce al mínimo la realimentación proveniente de los miembros restantes o del coordinador. Ocasionalmente, si un individuo vacila durante un lapso prolongado, el coordinador irá en su ayuda preguntándole «¿Qué está experimentando ahora?» o bien «¿Y ahora?». Cuando un sujeto plantea una pregunta directa al coordinador o a alguna otra persona -p. ej., «¿Está bien?», «¿Qué piensas tú de lo que dije?», etc.-, se le pide simplemente que la reformule según el modelo siguiente: «En este momento tengo conciencia de estar preguntando si está bien lo que digo», «En este momento tengo conciencia de querer averiguar qué se piensa de lo que digo». Las primeras dos o tres oportunidades en que un sujeto parece no tener más nada que decir y da signos de querer detenerse, trato de ayudarlo para que informe a los demás sobre esta experiencia de no tener más que decir y querer detenerse. «Mi mente está en blanco, no puedo continuar» pasa a ser «En este momento tengo conciencia de sentir mi mente en blanco y no poder continuar»; pero luego de ayudarlo dos o tres veces de esa manera, paso a otra persona. Cuando ha concluido la primera ronda, todo el mundo arde en deseos de comentar sus experiencias personales o lo que observaron en los demás. Es muy común que se advierta el limitado repertorio de fenómenos propios y ajenos. Con frecuencia, relatarán alguna experiencia adicional durante la prueba o en su calidad de espectadores. En este repaso de lo sucedido solemos mencionar ciertos rasgos comunes; uno de ellos es el fenómeno de la censura, que, por supuesto, habitualm~n te todos experimentan pero sin hacer alusión a ella. Señalo que durante la experiencia pueden informar que toman conciencia del a~ (la censura) sin necesidad de detallar el material censurado. A menu~ do, este intercambio de ideas sirve de trampolín para establecer . un -\ princi io eneral: que una actividad (censurar, recordar, prever, razonar) es algo Ist¡nto e su contenido (el recuerdo, el hecho previsto, la teoría, etc.) Este rinci io es de fundamental importancia en el desarr_oJlo de la técnica de toma de conciencia. su)eto que. al mismo
tietiip2~gü~~:~I!ifa tiñrecüerdo~puedeiiiiintene_r_'C.O~a
nente Ia conciencia de que «en este momento estoy relatando un reciíerdo>> no piercleco11tacto con su realidad presente ni se diluye en el recuercl()~et razonamiento--()1oque fuere. Lograr-es~acio1J exige m~ pr;áctica, pero yo trato-a-e· señalarla y comenzar a ejercitarla Jo antes J20sible•....
También acostumbro señalar -si es que el grupo no lo ha hecho yade qué manera cada individuo tiende a limitarse a ciertos dominios de la conciencia, concentrándose tal vez en las sensaciones musculares, orgánicas, visuales, auditivas o, en la mayoría de los grupos profesionales, poniendo gran én{asis en una actividad casi puramente cognitivo-verbal. Estos últimés grupos suelen comprobar también con sorpresa en qué alta medida estructuran el experimento como una tarea, un producto por el cual habrá de «calificárselos» y que puede hacerse bien o mal. Los profesionales suelen reaccionar frente a la experiencia como una situación en la cual, si no pueden «producir», algo anda mal en ellos. Yo trato de que se den cu~nta que no hay manera de no hacer el experimento; que la conciencia de sentirse incapaz de continuar es tan válida y respetable como cualquier otra que produzcan. La sensación de estar buscando algo sobre lo cual hablar es, en sí misma, algo sobre lo cual hablar. Ya en esta etapa inicial introduzco la noción de que el mejor modo de quedar atascado y detenido en un sentimiento es no hablar sobre él, en tanto que la información cabal acerca de cualqu:er cosa de la que se toma conciencia allana el camino para lo nuevo. La primera vez que el grupo lleva a cabo la experiencia le doy el menor número posible de instruccio,p,~s y desestimo los comentarios de los restantes miembros. Es inevitable establecer cierto marco implícito de normas y expectativas grupales, pero en general trato de que ese marco sea lo más abierto y poco estructurado que sea posible. Al terminar la primera prueba, pues, todos han batallado con esta escurridiza «tarea» de relatar aquello de lo que tienen conciencia, y han experimentado cierta tensión, incomodidad y torpeza, lo cual suele originar un poco de resentimiento contra mí o contra la tarea. Todos han observado a los demás participar en el experimento y han visto que estructuran la situación de una manera que la vuelve evidentemente difícil para ellos mismos; por lo regular, han sentido además el deseo de mostrar a algunos lo fácil que es y cómo deben hacerlo. Por último, todos han tenido oportunídad de comentar y conceptualizar la experiencia, y desde luego la mayoría de los estudiantes de Puestras carreras inmediatamente se sienten más cómodos en este tipo de ocupación que en la experiencia en sí. El próximo paso consiste en manipular a la persona o la situación de modo de modificar o expandir su conciencia. Sea cual fuere la forma en que bloquea el crecimiento y desarrollo de la conciencia en sí misma, nuestro propósito es comenzm: a desbloquearla. La manera de hacerlo ha de deducirse, en cada caso, de la forma en que el individuo ha realizado el experimento previo. A veces, esta fase surge espontáneamente de los comentarios, y podemos pasar directamente de la discusión con· ceptual al marco de referencia de la toma de conciencia. Por ejemplo, si siento que me estoy enredando en una discusión con un in~egrante del grupo o que estoy jugando el juego de las evidencias, puedo informar acerca de esta tQmil de conciencia en mí mismo y pedirle al sujeto que me informe de qué es consciente él. ,Si veo que dos sujetos comienzan a competir, como sucede de vez en cuando (<~Yo tomo mayor conciencia que tÚ»), puedo tratar de hacer explícita dicha competencia. Con frecuencia, luego del primer período de discusión, vuelvo formalmente al experimento de toma de conciencia con el fin de introducir
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esta segunda fase, escogien~o por lo general para comenzar a aquella persona del grupo que hubtera mostrado mayor interés y disposición por este tipo de experiencia. En esta segunda prueba, en vez de dejar la situación abierta o sin estructurar y que ocurra lo que sea, comienzo a trabajar activamente con cada .in~ivi?!lo de modo de ay;tdarlo. a poner términ~ a su bloqueo o autohmttacton. Para ello, lo mas senctllo es pedirle que se concentre en las .facetas de su conducta hasta entonces ignoradas, que traiga temporartamente .a,l centr~ de la conc~encia su «periferia». En sus tensiones y en su. aten~10n el suJ~to nos ~st~ mostran,do permanentemente qué es lo que ttene tmportancta orgamsmtca para el; ahora le pedimos que traiga e~o !Dismo a la .conciencia. Típicas de este enfoque son las preguntas stgutentes: «¿Tienes conciencia de que estás sonriéndote?»· «¿Puedes describir lo que haces en estos momentos con tus manos?>;. «¿Puedes ex~erimentar de qué manera estás sentado?»; «¿Puedes ~scuchar tu propta voz?; ¿cómo suena?»; «¿Qué estás mirando ahora?»; «Advertí que mirabas a X; ¿de qué tuviste conciencia en el preciso momento en que lo m.irabas?». Lo que siga luego dependerá, por supuesto, de la persona. Attendo, en su respuesta, a lo que parece ser más compromet:d~r o central para él y me aferro, en cierta forma, a eso. Por ejemplo, s1 dtc~ estar agarrando con la mano derecha la izquierda, le preguntaré de cual de las dos manos se percata más -la que agarra o la que es agar!~da- y le sugeriré que. est~blezca u? diálogo entre ambas: qué le dirta la mano derecha a la Izqmerda, que le contestaría esta. Si en el 11_10mento de mirar o otro integrante del grupo el sujeto tuvo conciencia de .que quería ~ausarle una bue~a impresión, le solicitaré que le diga a ese Integrante directamente «Quiero causarte una buena impresión». Sea cua! fuere su conciencia, le pediré que actúe en forma de expandirla, .de mcluir en ella una porción bastante mayor de lo que está haciendo. ~n ocasiones, ~ste .enfoque promoverá una expansión bastante repentina de la concie~cia, con la consecuente sensación de alivio y placer. E.n un grupo habia una enfermera que decía que su sensación más vívid~ era un dolor en la pierna izquierda. Cuando le pedí que hiciera lo P?sibl~,por que aumentara el dolor, reveló que inclinando la pierna en direcci,on opuesta a donde yo me encontraba, aquel se agudizaba. La n•aY:ori~. de los restantes miembros del grupo vieron al punto cuál era el signt~Icado de :.sto, pero ella no. Le solicité luego que representara a sus piernas y diJera lo que estas le dirían a ella. Hablando en nom~re ?,e su pierna, dij~: «¡Déjate de presionar sobre mí!». Tras lo cual siguto sentada en actitud tensa y expectante. Le pregunté entonces si había alguien, entre las personas que en ese momento la rodeaban a la cual ella pudiera. reconvenida de la misma manera. Llegado ese punto t~n,t el grupo como ella irrumpieron en una carcajada, y no le fue dificil hacerme.!~ .reconve?ción a mí. (Desde luego, paradójicamente, cuando pudo dmgtrse a m1 de ese modo ya no lo necesitaba.) En o;ro grup?, un ind.i~i~uo est~ba hablando con voz algo vacilante y monotona, ~tentras di!Igta la vista, la mayor parte del tiempo, hacia un punto ubicado a mts espaldas, en vez de mirarme a los ojos directamente. _:_¿Qué estás mirando? -le pregunté.
-La copa de los árboles, detrás de la ventana. -¿Puedes describirlas? · " -Se mueven con una ondulación muy libre. -¿Qué quisieras tú decirles? · -Copas de los árboles, envidio vuestra libertad allí afuera. -¿Cuál podría sér la respuesta de ellas? -¡Por cierto que te compadecemos, atrapado como estás en esa sofocante habitación! · -¿Quién te está atrapando? En ese punto, el individuo pudo ampliar su. perspectiva, advirtiendo que estaba en la habitación exclusivamente por su propia voluntad, y que en realidad, le agradaba bastante estar allí; pudo entonces comenzar 'a sentir de qué manera generaba en sí mismo la sensación de estar «atrapado». Como siguiera preocupado por esa imagen, lo rodeamos de sillas, atrapándolo realmente en un sentido físico, e investigamos su experiencia en tal situación. . Estas intervenciones, que señalan otros aspectos sobre los cuales centrar la atención, se desarrollan con mayor frecuencia en pequeñas etapas y carecen del efecto súbito y espectacular antes descrito; pero aun así trabajamos en ellas, enfrentáqdonos con el estrechamiento y la obstrucción crónicos de la conciencia a los que se dedica la gente en forma meditada y rutinaria. Los ejemplos anteriores son muy simples, y en ellos el punto al cual llegamos en pocos minutos no estaba nunca muy lejos de la conciencia. En muchas oportunidades, los movimientos o tensiones que sustituyen -y por ende bloquean- la toma de conciencia son mucho más inaccesibles· a menudo han sido reducidos a ademanes minúsculos, casi invisibles: pero qu.e resumen y sustentan toda una perspectiva y un conjunto de expectativas sobre 1a vida. Por ejemplo, un estudiante de medicina subrayaba casi todas las observaciones que hada en el gr1;1po (y que eran formuladas en voz. mur alta) con u~a breve inclinación ~e su cabeza hacia la derecha. Le ped1 a otro estudiante que se parara Junto a él y le sostuviera firmemente la cabeza. Luego de uno o dos minutos, desapareció el movimiento anterior y el individuo comenzó a sacudir levemente la mano derecha al final de cada uno de sus comentarios. Otro estudiante le sostuvo la mano. Pronto un notorio encogimiento del hombro derecho había reemplazado al movimiento anterior. Le solicité entonces que exagerara ese encogimiento del hombro, convirtiéndolo en un movimiento de todo su cuerpo; después de unos minutos, pudo traducir ese ademán diciendo «¿Qué me importa?». Tal era, en miniatura, la contraparte organísmica del gran interés que manifestaDa por lo que yo estaba diciendo. Uno ·de los fenómenos que en ciertas ocasiones he podido poner de relieve en una sola sesión -aunque suele llevar más tiempo- es esa perturbación fundamental de la toma de conciencia que yo denomino atribuci6n~> el experimentar directamente un sen,timiento como si perteneciera otro. Por ejemplo: «Fulano está aburddo del grupo», «Tengo conciencia de que esperan algo de mí», «X me tiene rabia». Para muchos este es un fenómeno primitivo e irreductible, no más enigmático· ni inusual que el hecho de que al tocar un objeto con un palo, «sentimos» realmente el roce en el extremo del palo y no en la mano
a
que lo sostiene. Por otra parte, esta manera de experimentar sentimientos nada tiene de malo, salvo cuando se la usa para bloquear otra experiencia (análoga o complementaria) que el individuo sentiría como propia y no como perteneciente al otro. Si concentro mi conciencia en las expectativas del otro y evito así tomar conciencia de mi propia necesidad de crear, es menor mi contacto con la transacción total y con la parte que en ella me cabe, y, por ende, disminuye mi capacidad de actuar en forma óptima en dicha transacción. De la misma manera, si vivo a ·alguien como una persona que me tiene rabia y utilizo ese sentimiento para enmascarar mi propia rabia, no estoy en pleno contacto con la transacción y con la parte que me cabe en ella, y a la postre mi actuación será inadecuada. Suele englobarse estos fenómenos bajo el rótulo de «proyección»; creo que «atribución» es un término descriptivo más preciso y aceptable para designar estas manifestaciones particulares. En el adiestramiento de la conciencia, cuando el sujeto comunica este tipo de experiencia, la tarea consiste en perturbar o trastrocar de algún modo el equilibrio perceptual así alcanzado, para que se encuentre con una experiencia más propiamente suya. Recuerdo vívidamente cómo me fue aplicado esto a mí mismo por primera vez cuando comenté, en un grupo al que recién me había incorporado, «X parece estar mirándonos como si fuéramos un puñado de insectos bajo su microscopio». De inmediato se me solicitó que mirara a cada uno de los integrantes del grupo por vez como si lo estuviera haciendo a través de un microscopio, y le expresara tal actitud. Al principio, mi conducta pareció muy fo~;zada y artificial, pero poco a poco comencé a darme cuenta que detrás de ella había un sentimiento y una fuerza auténticos; y al terminar la ronda había co·.nenzado a expresarlos con gran intensidad. En ese punto, descubrí mi propio temor de ser un extraño dentro del grupo, o de ser rechazado por él. Un hecho interesante es que poco importaba que mi atribución fuera o no correcta. En verdad, X comunicó luego que experimentaba en buena medida la actitud que yo le había atribuido. La prueba de la atribución y de su funcionamiento es más espectacular y sencilla cuando aquella resulta totalmente errónea, pero también puede ser exacta y aun así estar indicando una falla en la toma de conciencia. Es bastante raro que en una o dos sesiones pueda hacerse mucho en lo que atañe al fenómeno de la atribución, pero al menos se lo puede aclarar y poner en tela de juieio, predisponiendo al individuo para que cuestione más adelante el uso que hace de él. Hay otro tipo de interacción muy común, incluso en la primera reunión de un grupo; me re.fiero a los sujetos que sostienen no oír o ent~nder uno o más de mis comentarios o preguntas. Conozco muy bien el volumen de mi voz y mi nivel de claridad intelectual, y si en mi opinión no me he ápartado demaúdo de mi nivel habitual, me niego a repetir 0 aclarar lo que se me pide. En lugar de ello le pregunto al sujeto: «¿Qué has escuchado?» o bien «¿Qué has entendido?». La mayoría de las veces puede repetir una por una mis palabras. A menudo, esto constituye para el resto del grupo una impresionante demostración de «negación», pero, lo que es más importante, el propio sujeto puede ~ntir casi la negación dentro de sí mismo, experimentar su deseo real 'de no oír al par que afirma que oye. La exploración cabal del signifi-
ca4o y función que pueda tener este fenómeno para el individuo puede de¡arse para más tarde; para empezar, basta con dar un simple pero importante paso hacia la confianza responsable en los propios sentidos, apartándose de la dependencia manipulativa. De modo análogo, al individuo que se die;~ confundido o que afirma no entender se le hará experi?lentar direct¡1mente su deseo de no entender, para que no enmascare dtcho deseo con su confusión. Cuando hay en el grupo algllnos sujetos ansiosos o renuentes a partid~ par, he comprobado la conveniencia de comenzar con ejercicios más estructurados. Se dispone de una amplia gama de ellos, proveniente de muy variadas fuentes -psicodrama, conciencia corporal, juegos de dramatización, teoría de la comunicación, etc.-. Todos estos ejercicios pueden ser expuestos y analizados desde el punto de vista de la toma de conciencia, y servir a los miembros como medios inofensivos de entrar en contacto mutuo y con el coordinador. A medida que el grupo progresa y sus integrantes se sienten más cómodos, se puede pasar a . un formato más «abierto», en el que se investigue en forma más particularizada el modo que emplea cada miembro para bloquear la conciencia mediante sus posturas, hábitos lingüísticos y roles repetitivos. Se incorporarán cada vez más lo~ sueños, fantasías y acontecimientos de la vida exterior, traduciéndolos en la medida de lo posible al marco de referencia del aquí y ahora. Ya sea que se trate de una reunión breve o extensa, estructurada o abierta, el objetivo es en todos los casos colocar a la gente en situación de ampliar la conciencia de su conducta actual, y poner de manifiesto la vigencia de los siguientes principios guestálticos: prestar atención. a los detalles concretos~ en vezAe .dedicarse. a la conceptualización. abstracta;. hacer, involucrando al ii'rgiifiisñia," en ve~ de hablar sobre ello; y aceptar la responsabilidarl por: la ptt!lpiy/ conducta, en.vez.denegar, ·proyectar, atribuir, .desplázar, etcétera. ·•,¡;~
El adiestramiento de la conciencia y la terapia de grupo Com? es obvi~, si el grupo .se reúne durante un período prolongado, el metodo comienza a aseme¡arse en muchos aspectos a una terapia de grupo. Mucho de lo que se hace o dice podría muy bien hacerse o decirse en un grupo terapéutico, y los resultados obtenidos son con frecuencia «terapéuticos». No obstante, trato de evitar la estipulación de un contrato terapéutico o de estructurar al grupo como terapéutico, y esto por dos motivos. Uno de ellos es que, en ciertas circunstancias y medios, al estudiante no le parece apropiado que su especialidad requiera terapia -posición con la que concuerdo plenamente-. Pienso sin embargo, que el estudiante avanzado de una carrera vinculada co~ la salud mental. debe tomar contacto con algún tipo de adiestramiento en la expansión de la conciencia y ser exigido a ~tplicarlo. En la situa- . ción de adiestramiento que hemos descrito, cuenta con la oportunidad de ver de qué manera utilizan los demás esa situación. Como recaudo para no tratar (yo o el grupo) a un individuo con celo excesivo y presionar demasiado sobre él, he establecido la convención. de qu~ todo el mundo puede, en cualquier momento, indicar q:ue no
desea continuar la prueba y retirarse. Tal vez le .pregunte en tal caso cuáles son sus objeciones para no continuar, pero de todos modos hago lugar a su pedido. A veces resulta frustrante interrumpir una interacción interesante y quizá valiosa, pero reviste suprema importancia que el estudiante conserve el control sobre su involucración. En ocasiones, alguien apelará a ese medio para afectar timidez y no por sentirse realmente angustiado; suele ser divertido ver de qué mo"do esa misma persona vuelve a quedar involucrada dos o tres minutos después de haber dejado de estarlo y se esfuerza incluso por recuperar la posición que acaba de abandonar. Otra razón para evitar el modelo terapéutico es que, lamentablemente, suele verse en el proceso terapéutico un asunto necesariamente muy serio y solemne. Yo trato con todas mis fuerzas de no caer en esa tónica. A menudo sugiero al grupo que considere la sesión como un juego entre gente adulta en el cual perseguimos una idea o desarrollamos una fantasía por el mero hecho de hacerlo, aunque en un comienzo no se pueda discernir ningún objetivo serio de aprendizaje. En ciertas ocasiones me pongo a gesticular delante de la gente, o bien imito o exagero sus posturas sin explicación o advertencia alguna. Cuando veo que una conversación se pone demasiado grave y los hablantes comienzan a perder contacto con la realidad, perdiéndose en especulaciones, la interrumpo y sugiero que cada uno trate de darse a entender a los demás con balbuceos, sin emplear palabras, por el simple tono de la voz. Si alguien pone objeción a alguna de mis sugerencias diciendo que «eso es tonto» (p. ej., balbucear, o hablarle a una silla vacía, o pararse en determinada postura), haré al punto algo similar pero más tonto. He debido pararme encima de una silla, acostarme cuán largo soy en el piso y adoptar todo tipo de posturas extrañas para lograr que la gente se desprenda de sus posturas físicas y psicológicas excesivamente solemnes. Más de una vez detuve una discusión verbal que se estaba volviendo acalorada para sugerir que nos trenzáramos en una «lucha :ndia».* La actitud que trato de transmitir es que, así como los niños aprenden las cosas más importantes de la vida en un juego absolutamente despreocupado, así también los adultos son más eficaces y felices en lo qu.e hacen cuando pueden «soltarse» y dejan de esforzarse tanto por obtener logros concretos. La actitud y las técnicas de la toma de conciencia y algunos de los procedimientos para inculcar este punto de vista -ya sea en demostraciones aisladas o en grupos de cierta duración- se basan en los principios de la terapia guestáltica, tal como fueron desarrollados por Perls y otros, El punto de vista aludido consiste simplemente en que el contacto continuo con el flujo de conciencia subjetivo acerca de la interacción que ti(!ne lugar, aquí y ahora, entre el sí-mismo y el mundo es la fuente más confiable ae información a la que tiene acceso el individuo. Por grandes que sean sus especulaciones o cualquier otra actividad puramentP. cognitiva, ninguna de ellas puede conducir con igual certeza a la conducta natural y apropiada para él en cada momento y lugar. Por * Se llama en Estados Unidos «lucha india» ( I ndian wrestle) a lo que en la Argentina se conoce como «juego de la pulseada»; en él, los dos participantes se '!lhican frente a frente, se toman la mano derecha y, sin desplazar el codo de su sitio, tratan de voltear el brazo del contrario. (N. del T.)
otra parte, el individuo normal ya ha desarrollado plenamente la capacidad para este flujo de conciencia, pero tambfén ha aprendido varias maneras de interrumpirlo. El objetivo del adiestramiento de la conciencia es ayudarlo a descubrir -y luego modifi~ar- sus propias formas de obstruir la conc;;iencia. Al aplicar esto a sí mismo, aprenderá también a ayudar a sus sé"viejantes a hacer lo propio; pero tales «técnicas» terapéuticas no son sino productos colaterales de su trabajo consigo mismo, y es mi éonvicción que comete un error el estudiante que practica el adiestramiento de la conciencia fundamentalmente para aprender técnicas aplicables a los demás. Algunos de los enfoques y «técnicas» aquí expuestos (resultado de mi propia búsqueda de una conciencia más cabal) han parecido útiles a muchas personas. El punto de vista que se desarrolla en un adiestramiento de esta índole no parece incompatible con ninguna escuela o teoría terapéutica, y en cambio puede beneficiar a todas ellas en profundidad y amplitud. El adiestramiento de la conciencia puede practicarse en forma individual con un guestaltista experto como profesor~ terapeuta, o estrictamente autónoma, siguiendo el excelente programa de autoaprendizaje descrito en el libro Gestalt therapy por Perls, Hefferline y Goodman. Sin embargo, según mi experiencia, la situación grupal es con mucho el marco más eficaz para esta clase de desarrollo personal.
22. La experiencia guestáltica creativa. Janie Rhyne
Las sesiones que se llevan a cabo bajo mi conducción constituyen experiencias con propósitos terapéuticos, en las que los participantes crean mediante materiales artísticos, pinturas y formas escultóricas, como una manera de tomar conciencia de sí mismos y de su ambiente en un plano perceptual. Si bien se expresa en palabras lo que se hace y cómo se lo hace, el acento principal está colocado en el nivel primitivo, preverbal, de la experiencia inmediata. Mi enfoque se basa en las formulaciones de terapia guestáltica de Perls. Mi formación como «terapeuta creativa» ( art therapist) comprende un programa <}e estudios autoel~borado -y en el qu~ se. comb~naro~ ~1 a~~e, la psicolog1a y la antropologta, a lo cual debe anadtrse m1 part1c1pac10n en grupos de terapia guestáltica conducidos por psicoterapeutas de esa orientación, y que abarcaron varios centenares de horas. Mucha gente ha manifestado curiosidad por saber qué hacemos en las sesiones de experiencia creativa. ¿Hacemos terapia? ¿Creamos formas artísticas? ¿Pasamos un rato divertido? ¿Jugamos a diversos juegos? ¿Nos comportamos como los chicos o como los idiotas? .. Mi respuesta es que hacemos todas esas cosas a la vez. Nuestras actividades o productos pueden parecer caóticos y carentes de sefitido, pero se vinculan con el principio filosófico según el cual el conocimiento más valedero es el que adquiere el individuo por sí mismo en el plano perceptual. La mayoría de los integrantes de los grupos creativos llevan una vida nol'mal; más que una terapia, lo que buscan es añadir a su vida ciertas dimensiones, como una mayor conciencia de sí mismos, mayor goce, mayor espontaneidad. Ofrezco una gran variedad de materiales artísticos (arcilla, pintura, cola, tizas) a una gran variedad de personas (psiquiatras, enfermeras, trabajadores socialt;:s, hippies, gente de clase media de los suburbios), y les sugiero que trabajen con ellos tratando de descubrir lo que sienten en su interior. También les pido que experimenten con sus sentidos y sus pautas de movimiento para averiguar qué mensajes quieren transmitirse a sí mismos, y que confíen en su propia conciencia interna de lo :que quieren -expresar, de modo tal que puedan descubrir en sí mismos la capacidad de crear su propio lenguaje simbólico no ~erbal. Cada individuo discierne e interpreta a su modo las imágenes que crea. Este proceso da origen a algunas formas artísticas hermosas y a otras horribles; pero cuando se trabaja con miras al autodescubrit?iento la estética no tiene cabida. Los juicios acerca de lo que está bten o está mal se dejan de lado eonsiderándolos irrelevantes, y su lugar lo ocrupa la pregunta: «¿Qué estás tú descubriendo sobre ti mismo?». Mi tarea no consiste en analizar. Los participantes encuentran en las
imágenes, y a veces transmit:endo verbalmente SUJl exploraciones al grupo o a mí, sus propias respuestas. Actúo como catalizadora y facilitadora, en respuesta a los movimientos, representaciones y palabras. Si bien he aprendido ciertas técnicas para ayudar a la gente a tomar contacto con las zonas ocul~JlS de sí misma, mi mejor respuesta es de índole intuitiva. Sé que lo mejor que puedo aportar a mi trabajo es un sentido de relacionalidad entre d individuo con quien trabajo y yo misma. Cuando voy hacia él y siento junto con él, suceden cosas buenas para ambos; cuando yo o él nos alienamos con respecto a nosotros mismos, nada valedero ocurre para uno u otro. La distribuc:ón de horarios de los grupos que dirijo varía tanto que, aunque quisiera, no podría elaborar un programa o procedimiento· único y emplearlo permanentemente. Algunos solo pasan conmigo una tarde, otros un fin de semana, varias horas diarias durante una o más semanas o bien un día a la semana durante varios meses. También son muy variables los antecedentes, edades, motivaciones y maneras de encarar la vida de la gente que concurre. Las diferencias que observo entre estas personas son para mí motivo de continuo asombro; también lo es la profunda comunidad de intereses que surge cuando esas diferencias no solo son aceptadas sino que se las acoge con beneplácito, como un camino que se le ofrece a cada individuo de comprender más ampliamente la gama infinita de variedad entre los seres humanos. Hay, sin embargo, personas que vienen juntas¡a las reuniones a causa de un interés mutuo, y por ende traen cons1go una cierta identidad grupal. Por ejemplo, he trabajado con grupos de adolescentes negros, de estudiantes universitarios provenientes de una escuela experimental, de psiquiatras pertenecientes al cuerpo médico de un hospital universitario, de alumnas de la carrera de auxiliar de psiquiatría, etc. Naturalmente, cada uno de estos grupos tiene una especie de personalidad en'dogrupal propia, y poseen actitudes, formas de verbalización y modalidades de expresión personal que influyen en mi relación con ellos y en los programas concretos que les propongo. En la medida de lo posible, trato de captar el sentir del grupo y escojo las técnicas que creo más eficaces para esa particular constelación de individuos en ese momento. Me atengo a lo que siento como hechos importantes en la relación entre los participantes, y confío en mi propia flexibilidad y en la de ellos en lo que respecta a lo que se hace en cada sesión y cómo se lo hace. He esbozado, empero, un «proceso patrón» que es, a mi juicio, una secuencia natural y productiva de procedimientos de exploración de las áreas de conciencia perceptual propias de cada sujeto. Las diversas partes de este patrón se desarrollan a medida que tiene lugar el proceso de descubrimiento. Cuando hay tiempo, insisto para que la gente emplee los materiales artísticos con el único objeto de descubrir qué pueden expresar gráficamente en vez de hacerlo verbalmente, y cómo pueden expresarlo; cada cual descubre su propio vocabulario de formas y colores. Luego, según el tiempo disponible, se inicia el proceso de explorar-experimentar-expresar, concentrándose en la manera como se siente cada persona sola consigo misma. Se coloca el acento en la toma de concien, cía agramatical, pero esencial, de que «Este soy yo. Y o soy». En esta etapa hago hincapié en que la gente se concentre en la identidad personal, ,pesvinculada del ambiente o de los demás. Propongo luego una
progresión gradual de aprendizaje que incluye la percepción de uno mismo en el espacio, en el tiempo, en la relación con otra persona, en la relación con varias personas, y, por último, en el desplazamiento intragrupal en distintos ambientes. En el curso de este proceso, no solo permito sino que fomento activamente la regresión y el repliegue circunstancial del individuo en sí mismo. Si el grupo tiene continuidad, los participantes· comienzan a crear su propio proceso, que se desenvuelve según lineamientos peculiares. En tal caso, restrinjo mi papel directivo y actúo únicamente como catalizadora y guía. A veces el grupo se vuelve, en lo fundamental, autónomo, y sólo necesita de mí para que le proporcione materiales y ofrezca sugerencias de modo de aplicar la experiencia creativa al logro. de una mayor conciencia de lo que ocurre. Esto es motivo de gran regocijo para mí; además de las numerosas enseñanzas que recojo, me siento entonces en libertad para convertirme yo misma en una participante más, ampliando mi experiencia junto con el grupo. Relataré a continuación once experiencias de arte que ejemplifican el proceso descrito. El lector puede llevar a cabo su propia experiencia practicando cualquiera de los procedimientos que se sugieren o todos ellos. Ya sea que se los ponga en práctica o no, ofrecen una muestra del tipo de experiencias que este enfoque hace posibles.
Sugerencias para que desarrolles tu vocabulario personal de la visión, el sonido y el movimiento Coloca frente a ti hojas de papel de diversos tamaños y formas. Si estás en un estudio o taller, reúne varios tipos de tizas, ciayones, láp:ces, pinceles y pinturas, de los que puedas disponer a tu antojo. El taller debe ser amplio y estar suficientemente aislado como para que puedas moverte en él libremente y hacer todo el ruido que quieras. Comienza, entonces, a descubrir por ti mismo tu vocabulario personal para expresarte por medios no verbales. Las tizas de brillantes colores son secas y ásperas al tacto. Se acomodan a tu mano, y puedes trazar con ellas gruesas líneas y formas. Los crayones de parafina son más duros y pequeños. Permiten trazar líneas y formas tersas y pulidas, netas y bien definidas. Los crayones al óleo son suaves y delicados. Pueden mezclarse en ricos tonos que se funden entre sí. , Los marcadores contienen colores lavables. Es posible dibujar con ellos líneas fluidas y llenar espacios en- forma clara y transparente. . Gon las pintutas puedes hacer casi todo lo que se te ocurra; pero exigen más habilidad y tiempo; te conviene, pues, saber algo acerca de tu manera personal de expresarse con la forma y el color antes de empezar a usarlas. No te pongas a.meditar acerca de lo que vas a intentar hacer: comienza simplemente por lo que teagas ganas de hacer. Elige un color cualquiera y deslízalo sobre el papel ... garabatea, borronea, entrégate a tu in~nto. Haz líneas alegres, líneas tiernas, líneas airadas. Llena formas ·que expresen alguno de tus sentimientos. Prueba con diferentes colo-
res y con variada combinación de formas. Identifica aquellas que tengan un significado personal para ti. Repite estas"últimas en otras hojas de papel, sin ponerte a analizar o jnterpretar cuál es ese significado. Toma conciencia, simplemente, de lo que sientes cuando las dibujas. Estás aprendiendo p,or ti mismo tu propio lenguaje visual; al crear tu modo individual dé expresión, descubres los mensajes que te envías a ti mismo. A medida que dibujas, comienza a hacer ruidos que expresen aparente~ mente esas formas. No utilices palabras: solo sonidos, y solo aquellos sonidos que te surjan espontáneamente. No dejes de dibujar; deja que los sonidos fluyan con tus trazos. Estás sincronizando tus ritmos visuales con los vocales. Luego, para de dibujar y empieza a mover el cuerpo como se te antoje hacerlo, expresando lo que has dibujado y los sonidos que cont:núas produciendo. Levántate y baila; acuéstate y rueda por el piso; siéntate y bamboléate, arrástrate, patea, menéate, contorsiónate, salta ... haz cualquier movimiento que creas que transmite lo que sientes. Tus movimientos forman parte de tu lenguaje sensorial particular, y los sonidos que emites son tu propia manera de decirte algo a ti mismo sin palabras. Estás comunicándote ahora de mat~era no verbal, con formas visuales, sonidos y movimientos, enviando y recibiendo mensajes. Estás haciendo uso de tu vocabulario preverbal personal. Mi lenguaje no verbal cambia a medida que yo cambio, y lo descubro a medida que lo uso. Para mí, el rojo fuerte es ruidoso, mientras que el púrpura es levemente plañidero. El celeste susurra, el negro es silencioso. El amarillo y el naranja vienen hacia mí, el malva se aleja de mí y los verdes se quedan en su sitio. Una línea que va rápidamente desde el borde inferior de la hoja hacia arriba contiene una inflexión ascendente; si va más allá de la hoja y sé pierde en el espacio, hace «ju-u-uu-up». Una franja ancha y recta que cruza horizontalmente la hoja de ''lado a lado emite un suave mu.rmullo; una curva en espiral canta una cadencia rítmica; una sucesión de pequeñas rayas y formas quebradas parlotean; un círculo perfecto y una esfera intacta dicen algo así como «om»; una línea gruesa descendente emite un pesado lamento. Tales son algunas de las maneras personales, subjetivas, en que yo percibo simultáneamente las formas visuales, sonidos y movimiento. Cuando dibujo o pinto, vuelco cierta parte de mi sí-mismo sensible al proceso de descubrir de qué modo comunico aquello de lo cual soy consciente en mí mismo. Al hacer ruidos diversos, oigo cómo suenan mis sensaciones; al moverme y tomar conciencia del modo en que lo hago, me estoy sintiendo a mí mismo como instrumento para expre··• .. sarme. También tú posees un lenguaje preverbal, tan peculiar de tu sí-mismo personal como lo es el mío; ambos hemos creado un vocabulario propio, basado en nuestra manera individual de experimentar y percibir. De ordinario, no somos conscientes del empleo de este tipo de lenguaje en nuestra comunicación .con los demás. Habitualmente, para transmitir nuestro pensamiento a otras personas, confiamos en el contenido de las palabras. Incluso hablamos con nosotros mismos en palabras, ya ' sea en voz alta o en el plano subvocal, dialogamos con nosotros mismos .. Al emplear estas palabras no somos por lo general C
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nuestros lenguajes silenciosos están expresando 'Io que realmente sentimos: tu caligrafía señala cómo te sientes, t~s garaba~os son una ~a nera de decir algo, el tono de tu voz transmite mensaJes que trascienden el contenido de tus oraciones estructuradas -y son a veces muy distintos de estas-, tus gestos y movimientos corporales comunican tus emociones. Cada uno de nosotros utiliza un lenguaje silencioso; pero .usualmente sin tener conciencia de que emite y recibe comunicaciones que nada tienen que ver con las palabras. Ahora bien: en esta particular experiencia creativa, sí tomas conciencia de lo que expresas, de cuál es tu manera de ser, en ese preciso momento, dentro del grupo. Todos se muestran sus respectivos dibujos, escuchan los sonidos de los demás y miran sus movimientos. La conciencia que tienes de ti mismo y de los otros es más profunda y explícita cuando a tu capacidad verbal para decir lo que piensas le sumas la capacidad natural de percibir y expresar tu forma de ser con tu sí-mismo total.
La modelación de ti mismo con arcilla Doce personas se sientan en el suelo formando un amplio círculo; cada una de ellas está separada de las demás pero puede verlas a todas. Toma en tus manos una masa de arcilla. Siente en tus dedos y en la palma de tus manos esa masa de barro y agua, fría, húmeda y blanda. Siente el peso de la arcilla en tus manos, brazos y hombros. Pásala de una mano a otra, percibiendo la impresión que produce, balanceándolJ, haciéndola girar a tu antojo. Tírala al aire y v~~lvela a tomar. ~xplora con tus manos de qué manera modelarla, modificando su superficie, su .textura y su forma. Puedes apretarla, estrujarla, retorcerla, estirarla, romperla, sacarle algún pedazo, plegarla sobre sí misma, alis~rla,_ arañada acariciarla . . . haz con ella todas esas cosas y toma conciencia de ' sientes. lo que ., . . . Cierra ahora los ojos y, detemendote en tus sensaciones, Imagma que estás soñando: vas a jugar contigo mismo imaginando que esta masa de arcilla eres tú. Según lo que hagas contigo, te modelarás a ti mismo. Haz lo que te plazca, y siente qué es lo que te place hacer. No in~ent.es concebir ninguna representación ni de formarte una imagen de ti mismo. Deja que la forma o ausencia de forma surja o no a medida que tomas nota de tus mov:mientos con relación a la arcilla. • Tus manos se deslizarán por la arcilla y le irán dando forma y textura. Toma conciencia de las formas y características táctiles de la arcilla taf como las si~ntes en relación contigo y con lo que haces contigo mismo a lo largo de tu vida. Si en el curso de este proceso surge una forma determinada y reconoces que ella tiene un significado personal para ti, deja que se desarrolle a su arbitrio, déjala que cambi~ si te sientes bien con el cambio. Cuando algo se te revele y te entusiasme, acoge ese entusiasmo y crea la forma que sientas tuya. En este punto, abre los ojos: tienes ante ti la forma que has creado. TfDma conciencia de tu identidad. con ella y cel grado en que puedes ác tar que la arcilla te está expresando a ti. Mientras observas tu fi-
gura de arcilla, relaja los ojos, para que puedan redbir tu imagen y tu percepción de ti mismo. Luego relaja el restd' del cuerpo. Acuéstate en el suelo en una posición cómoda y echa a volar tu fantasía. Durante unos minutos, imagina que no hay en el mundo nadie más que tú. ¿Qué eres tú? ¿Acaso un ser simple y monolítico? No: eres una estructura compleja;_un todo compuesto de muchas partes. Hay dentro de ti mismo un continuo movimiento físico, emocional y espiritual. Cada una de .las partes que te integran sufre el influjo de las restantes; tu mente es mseparable de tu cuerpo y de tu alma. Tu respiración influye ~n tus sentimientos, tus ideas afectan tu respiración; cuando sientes mtedo, te pones en tensión,· y la tensión no te deja sentir ... Cuando no confías en tus sentidos, piensas tanto que no logras llegar a saber na~a que. tenga se~tido. Estás conforma~o por todas estas pautas complejas e mterrelacwnadas; pero eres, astmismo una totalidad que funciona como figura con el mundo como fondo. Éres una conste: ladón dentro de una galaxia. Lo que tú eres basta para causarte vértigo. D~ja 9-ue el vér~igo te invada. No analices ni pienses más: permítete a t1 mtsmo sentzr y aceptar tu ser tal como es ... permítete fluir contigo mismo hacia donde te lleven tus fantasías. Puedes irte muy lejos, aislarte eti" tu mundo privado. . . sea donde fuere. Cuando llegue el momento, retorna al mundo del aquí y ahora. Reintégrate al grupo. Abre los ojos y mira a quienes te rodean. Toma conciencia de cada una de esas personas y recibe de cada una lo que puedas recibir. ~i lo deseas, relátales la experiencia que ha~ tenido al crear tu propia 1magen, pero debes saber que nunca podras describirla con palabras en su totalidad. En el mejor de los casos, podrás suministrar una síntesis. A veces, sin embargo, si te sientes profundamente conmovido por lo que has ~~cho, tus palabras, el tono de tu voz, quizá tu risa o tu , llanto, lo dtr~n. todo. Si el.lo ~o ocurre, y te sientes frustrado por no poder transmtttr. tu ex~ert~ncta, recuerda 9ue lo importante es que sepas lo que te dtces a tt mtsmo -que admtras y aceptes como propio todo lo que has hecho. -
Tu sí-mismo y tu ambiente Entre las hojas de papel de diverso tamaño, forma y color de que te has provisto! elige una a la que puedas imaginar como representativa de lo que stentes en este momento en tu ambiente personal. Elige también algún material para dibujar: lápiz, crayón, tiza, pintura o incluso un trapo embebido en tinta que puedas manejar con la mano. Siéntate en un lugar donde no te distraiga lo que hacen los demás ni los r.uid~s. Concéntrate durante un rato en la hoja en blanco, y toma conctencta de que la has escogido como símbolo de tu ambiente personal. ¿Es grande o pequeña, cuadrada o rectangular, áspera o suave al tacto, de color claro u oscuro? Reflexiona sobre la elección que has hecho y el significado que pueda tener para ti: naz lo propio con el e!emento sele~cion~nd para dibujar. Tót?ate tiempo, y deja vagar en hbertad a tu tmagmactón, en una tranqutla toma de conciencia. '.
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Cuando creas haber escogido los medios y el espacio correctos, comienza, con toda calma, por hacer una marca en el papel, y considera su ubicación como representativa del lugar que ocupas en tu ambiente en este preciso instante. ¿Está en un rincón? ¿En el medio de la hoja? ¿Abajo? ¿Arriba? ¿Hacia un costado? Imagina luego que esa marca es el centro de ti mismo, y aumenta poco a poco su tamaño, en una forma que .se asemeje a la vida que llevas a partir. de tu centro y en relación con los límites ·del ambiente que has escogido. ¿Te reduces a algo pequeño y simple, o abarcas toda la hoja? ¿Es la superficie cubierta excesivamente amplia, o te sientes confinado en ella y con muy poco espacio para ser tú mismo? ¿Qué sientes al aumentar de tamaño dentro de tu ambiente? ¿Te mantienes cerca de tu centro, o lo dejas aislado mientras vagabundeas por la página? Permanece en tu toma de conciencia de lo que haces y cómo lo haces, sin emitir juicios ni dar explicaciones, ni siquiera a ti mismo. Descubre meramente, por ti solo, cómo sientes que eres en tu ambiente actual. No trates de cambiar nada. Conoce solamente en qué lugar te encuentras en este momento con respecto a tu percepción de la experiencia que tienes de ti mismo como una figura contra un fondo.
Tu tiempo vital Para este experimento necesitarás cuatro rollos de papel de diverso ancho -15 cm, 30 cm, 1m y 1,5 m- y de un centenar de metros de longitud: Como desenrollar ese papel y dibujar sobre él te llevaría muchas horas -días, tal vez-, quisiera que imagines que la longitud del papel representa el infinito. Elige uno de los cuatro rollos, y corta de él una tira tan larga como te sientas dispuesto a utilizar; pero, antes de hacerlo, medita unos minutos. Ponte cómodo, cierra los ojos, y toma conocimiento de tu propio concepto del tiempo en relación contigo mismo. Si puedes, una vez que has captado cuál es tu concepción intelectual y abstracta del tiempo, libérate de esas ideas filosóficas: dedícate a percibir el tiempo tal cual lo vives. En sí mismo, el tiempo no tiene comienzo ni fin; tal vez se_ curve, se repita, avance y retroceda, o se quede inmóvil. Yo no sé qué es lo que «eso» hace. . . ni creo que tú lo sepas. De modo que, por ahora, olvídate de «eso». Todos somos conscientes de nuestro tiempo vital. Yo, en, cuanto proceso, en cuanto continuo de conciencia, conozco el tiempo como el tiempo de mi vida: transcurrir, ser, irse. Mientras vivo en mi propio tiempo, estoy envuelto en la conciencia del pasado-presente-futuro. Deja que tu fantasía recorra esas regiones. Vaga por tu pasado, presente y futuro. y percibe el espacio que cada cua~ ocupa en tu vivir y en tu ser. No procures comprender, juzgar o categorizar tu sentido del tiempo. Descubre simplemente por ti mismo cómo vives en tu tiempo. Toma luego una tira cuyo ancho te parezca adecuado para dibujar y · desenrolla la cantidad que desees, cortando una longitud de tiempo~espacio que represente tu sí-mismo espaciotemporal. Emplea cualquier · medio y la combinación de técnicas que gustes. Comienza en cualquier
sitio y desplázate en cualquier dirección. Divide el espacio en zonas temporales a tu arbitrio. . . o no lo dividas en absoluto, si es así como concibes tu manera de vivir el tiempo. En esta experiencia, no debes atenerte a regla alguna para expresar cómo vives en el tiempo. Descubre cómo vives tu tiempo vital: eso es todo lo que ha~'falta, aquí y ahora. Al describir al grupó cómo eres en tu tiempo vital, haz referencia concreta a tus dibujos. Emplea tu trabajo creativo como puente que te sirva para comunicar, a ti mismo y a los demás, la conciencia que tienes de ti en tu tiempo vital: algo que conoces en el plano de la percepción pero que no puedes expresar en P,alabras.
Tu sí-mismo y un prójimo en el espacio Siéntate frente a otra persona y coloca en el medio una hoja de papel en blanco de gran tamaño y un cesto con tizas grandes de muchos colores. Mírense ambos directamente durante un lapso, hasta que sientan qu.e están en contacto mutuo, qg¡;: cada uno conoce al otro en cierto plano. Miren luego el papel que tienen delante; tomen conciencia de sus dimensiones espaciales y admitan que ese espacio les pertenece a ambos: esa hoja representa ahora un ambiente en el que están juntos. Ambos dibujarán al mismo tiempo sobre la hoja, descubriendo mientras lo hacen lo que sienten al compartir con el otro la relación dentro de ese espacio. Con líneas, formas y colores pueden comunicarse de muchas maneras; sin necesidad de recurrir a las palabras, podrás exigir a tu compañero que te otorgue un espacio para estar solo, o empujarlo hacia un rincón; podrán compartir ciertas zonas·de la hoja, acercarse o alejarse uno de otro, reforzar, eliminar o tapar lo que hace el otro, 'cooperar con él, oponérsele, dirigirlo o seguirlo. Las posibilidades de una interacción no verbal soñ ilimitadas. Cuando ambos sientan que la comunicación gráfica ha terminado, dialoguen un rato acerca de la claridad de los mensajes emitidos y recibidos. Luego cambia de compañero y repite el proceso. Lo que has hecho es representar gráficamente, en un nivel muy simple y primitivo, tu percepción de la territorialidad y de la manera como esta afecta tu relación con otra persona y es afectada por ella.
Un prójimo que es también lo que eres tú Toma en tus manos una buena masa de arcilla y deja que tus manos se muevan un rato sobre ella, expresando lo que sientes; no te afanes por explicitar (o explicitarte a ti mismo) lo que tus manos hacen. Cierra los ojos y dirige poco a poco tu conciencia hacia alguna persona con la que te unan profundos lazos emocionales, alguien que ocupe un lugar primordial en tu forma de responder ante la vida. Esa persona 'puede hallarse a millas de distancia; quizá no hayas tenido contacto con ella durante muchos años; tal vez esté muerta o exista solo en tu
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fantasía. Concéntrate en alguien que esté tan mezclado con tus aspectos emocionales que no sepas, sobre una base racional y consciente, 9ué parte tuya es esa persona, ni siquiera si la percibes, en alguna medida, como algo distinto de ti. . . . . Por medio de la arcilla descubre y exphc1ta para tu gobterno la 1magen que puedes crear de e;a persona tal como la percibes. Toma conciencia del grado en que esas imágenes son tuyas. ¿Qué proporción ~e tu energía emocional está invertida en esa persona? ¿Sabes, a partir de la experiencia, quién es ella como algo distinto de ti? ¿Pu:?es separar el ser de ella de tu propio ser? ¿Eres tú esa persona, t.aml;nen? ¿Acaso estás creando una imagen de una parte rechazada de tl m1smo? Explora y descubre tu conciencia a medida. que trabajas la arcill~. F?rmúlate los interrogantes que te parezcan Importantes en este amb1to y halla tus propias respuestas.
Prestar atención a otra persona Escoge dentro del grupo a una persona que no conozcas ~uy bien, Y que a su vez te elija a ti en mutuo acuerdo. Tal vez te mterese esa persona y tengas curiosidad por saber algo más ~e ella: tal ':ez te resulte antipática, o te parezca tan extraña que Juzgas tmpostble toda comunicación con ella. Cada una toma unos puñados de arcilla y una tabla para trabajar. Se sientan en el suelo dándose la espalda, y colocan la masa de arcdla delante sin tocarla durante un rato. En ese lapso, procuran establecer el mayor contacto mutuo por medio de la espalda, hombros, c~~eza Y brazos, sin hablar ni mirarse, simplemente tocándose y ~ovten,dose. I~ clínense uno sobre el otro, empújense con el cuerpo hac1a atras y h~c1a adelante, percibiendo qué movimientos son comunes a ambos Y ~uáles no. Pon máxima atención en percibir a la otra persona como tú s1entes que es. . Cuando estén en condiciones de comunicarse que han llegado a crerto reconocimiento del otro, tomen la arcilla y modelen una figura representativa de las impresiones provenientes de ese único tipo de contacto con el compañero. Cuando hayan terminado sus respectivas imágenes, dense vuelta v colocándolas entre ambos, conversen un rato en calma acerca del m~do como describieron sus reacciones al confeccionarlas. Tomen luego una hoja de papel y elementos de dibujo,, y sentándose otra vez frente a frente, s:n tocarse pero suficientemente cerc~. como nara tener pleno contacto visual, obsérvense mutuamente; utdtzando los ojos como... únicos emisores y receptores de mensajes, t.r~ten de averiguar todo lo posible uno del otro. Mantengan esta relac10n no verbal todo el tiempo que quieran, permaneciendo en contacto mutuo hasta sentir que están realmente juntos. A. continuaci~n, hagan ?n retrato del compañero tal como lo han conoctdo a .t;aves de sus OJO~. Pu~e ser un retrato figurativo o una representacton abstracta o stmbólica, según los deseos o posibilidades de cada cual. Nuevamente, mantengan 1111 terminar un diálogo breve y tranquilo, sin entrar en interpretaciones ' o explicaciones detalladas.
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Luego, prueben de conocerse por medio de las manos. Unan sus,manos, expl6renlas y muévanías juntas en la forma qae les parezca natural hacerlo. Cada uno debe tratar de tomar conciencia de sus sentimientos, deseos y resistencias, al mismo tiempo que se concentra en lo que el compañero le transmite con sus manos. Cuando crean llegado el momento de interrump'ir el contacto, dibujen la experiencia que han tenido del compañer6 a través de sus manos y la que este ha tenido de uno. . Empleando como referencia los tres dibujos, conversen entre sí en la forma que gusten: recurriendo a las palabras, al tacto, al dibujo, almo·Vimiento o tal vez al silencio. Perm.anezcan en esa comuni6n tanto como puedan o quieran hacerlo. Si ambos están de acuerdo y los restantes integrantes del grupo i.o aceptan, diríjanse en pareja a ellos y presente cada cual al otro. Si hay tiempo para ello, cambien de pareja y repitan la misma secuencia con otra persona, tomando conciencia en cada caso de las reacciones que el otro suscita en uno mismo. En particular, tomen conciencia del grado en que son capaces de conocer a otro ser humano, único en sí mismo, distinto y separado de uno, pero que está a la v~z con uno al prestarse mutua y concentrada ,~t.~nci6n y responder a ella.
La creación de un mundo que es uno mismo En esta experienc:a, se emplea el collage y el assemblage como técnicas creativas que permiten al sujeto reunir todo tipo de materiales en una forma· que ha de reconocer como propia. Puede emplearse papel, madera, alambre, hojas de un árbol, guijarros. . . todo lo que uno encuenJre y quiera utilizar, y que le esté diciendo: «Este es mi mundo, un mundo hecho por mí y para. mí con todo lo que se me antoja usar». La técnica más sencilla consiste en pegar papel sobre papel, con goma o engrudo, disponiéndolos de manera de obtener variedad de colores, formas y superficies. Pueden utilizarse papeles de color, opacos o semitransparentes; trozos cortados o arrancados de diarios, revistas o catálogos de papeles para revestimiento de paredes; cartulina o pedazos de cajas de cart6n. A partir de un collage bidimensional, puede pasarse a un assemblage tridimensional. Puede comenzarse, asimismo, con una estructura que sea una forma escult6rica aut6noma o un m6vil que pueda colgarse del techo con un alambre. Recorre durante un rato el taller y, en ]o posible, sus alrededores viendo de qué materiales y objetos puedes disponer y tomando conciencia de tu identificaci6n personal con ellos. No es preciso que te des explicaciones o que expliques a los demás por qué prefieres esto y no aquello: elige lo que deseas y úsalo como desees hacerlo. Puede ocurrir que qu:eras mostrar tu mundo personal a otra persona y que esta. te muestre el propio, para luego exponerlos ambos ante el grupo en su totalidad. También puede ocurrir que no quieras hacerlo. Lo importante es que veas tu propio mundo y admitas: «Estructuré este 'mundo con materiales escogidos por mí; dentro de los límites de mis posibilidades, asumo la responsabilidad de crear mi mundo personal».
La aceptación y rechazo de lo que se nos ofrece En realidad, ni yo ni tú somos completamente libres de elegir lo que ha de pertenecer a nuestros respectivos mundos personales; la experiencia nos dice que nos vemos obligados constanten::ente a aceptar o rechazar lo que nos ofrecen los demás. Cada cual crea su guestalt individual asimilando aquello que puede convertir en. una parte funcional de su estructura. La siguiente experiencia -creativa te permitirá tomar conciencia de lo que sientes y haces cuando dejas que los demás obren sobre ti como ellos quieran. En esta sesi6n, los participantes deben sentarse en un pequeño círculo y tener a mano una hoja de papel y varios marcadores, de diversos colores. Cada uno debe iniciar en su hoja un dibujo que describa gráH camente algo importante para él; a una señal determinada, pasará la hoja a la persona sentada a su izquierda, al par que recibe la que le entrega la persona de su derecha. Al recibir el nuevo dibujo, debe ver qué significado tiene para él, y trabajar luego como si se tratara de un dibujo propio, añadiéndole cosas o modificándolo a su arbitrio. A una nueva señal, se pasa el .dibujo al compañero de la izquierda y se toma el de la derecha, y así se continúa hasta que cada cual haya recibido el dibujo iniciado originalmente por él. En tales circunstancias, es posible que no lo reconozca con facilidad. Lo que puso sobre el papel fue modificado por todos los demás; quizás hasta haya quedado tapado el dibujo primitivo. Pese a ello, cada cual debe observar lo que tiene delante de sus ojos y tomar conciencia de lo que siente al ver la expresi6n ajena superpuesta a la propia. ¿Queda algo tuyo en ese dibujo colectivo? ¿Hay acaso algo que, pese a no ser tuyo, te gustaría conservar? ¿Te atrae la idea de el!minar ciertas zonas? ¿Qué desearías hacer con ese esquema que ahora tienes entre las manos? ¿Qué harías con él apelando a materiales artísticos? Toma nota de tus sentimientos e inicia alguna actividad que los exprese.
Creando un mundo. en común Siéntense en torno de '!JO gran círculo de papel, que va a ser propiedad de todos. Coloquen encima de él una pila de materiales diversos: papeles de colores de toda forma, pedazos de cuerda, paja, bolitas, trozos de madera y de espuma de goma. Imaginen que el círculo constituye un espacio en el que ustedes, como gwpo, pueden ...crear un mundo, y que entre los materiales disponibles pueden escoger los que gusten para crear una guestalt, una figura que s.e destaque contra el fondo del mundo de ustedes --el mundo creado aquí y ahora entre todos- y se vincule con él. Cada uno debe tomar de la pila los materiales que desee que lo representen a él en ese mundo. Los extraerá del mont6n y los reclamará como propios. Una vez que todos lo hayan hecho, el grupo decidirá en c17njunto qué destino dar a los materiales sobrantes en el mundo, que nadie quiere utilizar por el momento.
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Se nece.sitarán tijeras, crayones y cola; con estos elementos y los materiales elegidos, cada participante hará un colklge ~n el círculo que represente sus interrelaciones y la manera como percibe su ser dentro de un ambiente circunscrito. Hablen entre sí mientras trabajan, expresen con diverso~ sonidos s1;1s reacciones, desplác~nse en torno ?el círculo del mundo~ pero no deJen de tomar parte activa en su creacrón a menos que se sientan inclinados a no participar en dicha actividad; quien se encuentre en tales condi~iones, debe abandonar la habitación: No existen reglas en cuanto al tipo de mundo que ha de crearse m en cuanto a la forma de desplazarse en él, excepto las que surjan en el propio proceso del trabajo en común -comunión que de~e ser lo más intensa posible-. Cada individuo debe permanecer consciente del papel personal que cumple, y sentir en qué medida lo que hace en ese momento es también lo que hace en su vida real. El juego imaginario en el que todos participan hará concreta y explícita su aceptación de sí mismo como creador activo del mundo cuyo proceso comparte con muchos ot,ros '-lo que cada cual ~s y hace en un ambiente que nada es por si solo-. Con nuestra aptitud para la toma de conciencia y nuestra capacidad de acción, construimos un mundo propio a partir de los materiales de que disponemos. Las representaciones que hacemos de las percepciones propias vinculadas con nuestra manera de ser en el mundo que nos es propio constituyen «imágenes» cuando las plasmamos mediante materiales artísticos. Este conjunto de imágenes puede convertirse en un modo de explorar, exper~mentar y expresar -en primera persona del singular y en tiempo presente- lo que no es «imaginado»: la realidad de cada cual.
, Movimiento común Para esta experiencia creati~a, el elemento esencial es la disposición de todos a abandonar la compostura y dejar que suceda lo que sucediere. También se necesita amplio espacio para desplazarse y una superficie dura y rugosa sobre la cual se pueda dibujar. Una cancha de tenis con piso de baldosa sirve a la perfección; pero una acera ancha puede bastar. Téngase a mano varias cajas de tizas grandes y gruesas, de colores brillantes. Los participantes deben vestirse con prendas viejas y estar descalzos. Como al término de la experiencia quedarán muy sucios, conviene contar con agua caliente y jabón. Se toman tizas en la mano y se comienza a dibujar sobre la dura superficie; el individuo debe moverse a ~edida que di?~ja y dibujar a medida que se mueve. Hay que trazar líneas y superficies grandes y dinámicas, moviéndose y dibujando en común, y dibujando luego sobre la ropa de los demás. Celébrese con alegría el hecho de estar vivos y juntos al par que cada uno es él mismo.
2 3. La ira y la mecedora 1 Janet Lederman
Estoy sentada en la mecedora y los miro. Niños con músculos tensos y cuerpos rígidos, que fruncen el entrecejo y aprietan los puños. Veo la ira en ustedes. Estoy sentada en la mecedora. Soy franca, flexible, dinámica, fuerte. Les brindo apoyo y los hago sentir cómodos. Pueden recurrir a mí. Estoy sentada en la mecedora. Les está permitido gritar delante de esta mecedora, o pateada. Muy pronto, algunos de ustedes rne habrán de gritar o patear morder 0 golpear. Yo les daré una zurra, y hasta puede que me trabe en lucha con alguno. ¡Ah, pequeño, te defenderás con todas tus fuerzas! Lucharás c_on cada uno de los átomos de ira que posees, y yo lucharé contra ti. Se rozarán nuestros cuerpos. Sentirás mi fuerza. Palparás mi deseo de palpar tu ira. Tu realidad no me asusta. Tratarás de escapar. Tal vez deba incluso sentarme encima tuyo, y entonces comenzarán a fluir tus lágrimas. . . el «valentón» se disuelve y aparece el niño. Tus tensos músculos empiezan a relajarse; tus sollozos se apagan poco a poco. Me levanto. He dejado de aplastarte contra el suelo. Si quieres me ahora, no te detendré. Pero no te vas. Te quedas quieto junto a mí -¿Qué hiciste antes, Mark? · . ·
-La nzordí.
-¿Qué hice yo cuanto tú me mordiste?
-Me dio una zurra.
·
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Tomo tu mano. Tú dejas que lo haga, no la apartas. Vamos juntos hasta la mecedora. Te sientas en mi falda. Hablamos. Te abrazas contra mLYo te acaricio. Me gustas. Eres un niño. Yo soy una persona adulta. Te doy mi pañuelo para que seques el sudor de tu rostro. 1 Este capítulo fue ampliado posteriormente en un libro del mismo título Anger an_d the rocking ~hair (N~~va York: McGraw-Hill, 1969). La clase que aquÍ se describe estaba de~tlnado a mnos que no podían ser mantenidos en una clase «normal». Sus edades oscilaban entre !los 6 y los 10 años. Todos ellos tenían algún problema de ~onduc~a. La ~scuela en que se llevó a cabo la experiencia era una escuela prima~¡a ~~riente situada en el corazón de una zona urbana pobre. Los niños que a ella asistlan pertenecían, en su mayor parte, a grupos minoritario~ .
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Se nece~itarán tijeras, crayones y cola; con estos elementos y los materiales elegidos, cada participante hará un coll-age ~n el círculo que represente sus inte.rrelacio~es y la manera coll!o P.ercibe su ser. dentro de un ambiente circunscrito. Hablen entre s1 mientras trabaJan, expresen con diverso~. sonidos sus reacciones, desplác~nse en torno ~el círculo del mundo;-pero no dejen de tomar parte activa en su creación a menos que se sientan inclinados a no participar en dicha actividad; quien se encuentre en tales condi~iones, debe abandonar la habitación: No existen reglas en cuanto al tipo de mundo que ha de crearse m en cuanto a la forma de desplazarse en él, excepto las que surjan en el propio proceso del trabajo en común -comunión que de~e ser lo más intensa posible-. Cada individuo debe permanecer consoente del papel personal que cumple, y sentir en qué medida lo que hace en ese . momento es también lo que hace en su vida real. El juego imaginario en el que todos partici~an hará concreta y explícita su aceptación de sí mismo como creador activo del mundo cuyo proceso comparte con muchos o~ros "-lo que cada cual t;s y hace en un ambiente que nada es por s1 solo-. Con nuestra aptitud para la toma de conciencia y nuestra capacidad de acción, construimos un mundo pro. . pio a partir de los materiales de que disponemos.. Las representaciones que hacemos de las percepciOnes proptas vmculadas con nuestra manera de ser en el mundo que nos es propio constituyen «imágenes» cuando las plasmamos mediante materiales artísticos. Este conjunto de imágenes puede convertirse en un modo de explorar, exper;mentar y expresar -en primera persona del singular y en tiempo presente- lo que no es «imaginado»: la realidad de cada cual.
-.Movimiento común Para esta experiencia creati~a, el elemento esencial es la disposición de todos a abandonar la compostura y dejar que suceda lo que sucediere. También se necesita amplio espacio para desplazarse y una superficie dura y rugosa sobre la cual se pueda dibujar. Una cancha de tenis con piso de baldosa sirve a la perfección; pero una acera ancha puede bastar. Téngase a mano varias cajas de tizas grandes y gruesas, de colores brillantes. Los participantes deben vestirse con prendas viejas y estar descalzos. Como al término de la experiencia quedarán muy sucios, conviene contar con agua caliente y jabón. Se toman tizas en la mano y se comienza a dibujar sobre la dura superficie; el individuo debe moverse a ~edida que di~~ja y dibujar a medida que se mueve. Hay que trazar lmeas y superficies grandes y dinámicas, moviéndose y dibujando en común, y dibujando luego sobre la ropa de los demás. Celébrese con alegría el hecho de estar vivos y juntos al par que cada uno es él mismo.
2 3. La ira y la mecedora1
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Janet Lederman
Estoy sentada en la mecedora y los miro. Niños con músculos tensos y cuerpos rígidos, que fruncen el entrecejo y aprietan los puños. Veo la ira en ustedes. Estoy sentada en la mecedora. Soy franca, flexible, dinámica, fuerte. Les brindo apoyo y los hago sentir cómodos. Pueden recurrir a mí. Estoy sentada en la mecedora. Les está permitido gritar delante de esta mecedora, o patearla. Muy pronto, algunos de ustedes .r:ne habrán de gritar o patear morder o golpear. Yo les daré una zurra, y hasta puede que me trabe en lucha con alguno. ¡Ah, pequeño, te defenderás· con todas tus fuerzas! Lucharás c.on cada uno de los átomos de ira que posees, y yo lucharé contra tl. Se rozarán nuestros cuerpos. Sentirás mi fuerza. Palparás mi deseo de palpar tu ira. Tu realidad no me asusta. Tratarás de escapar. Tal vez deba incluso sentarme encima tuyo, y entonces comenzarán a fluir tus lágrimas. . . el «valentón» se disuelve y aparece el niño. Tus tensos músculos empiezan a relajarse; tus sollozos se apagan poco a poco. Me levanto. He dejado de aplastarte contra el suelo. Si quieres irte ahora, no te detendré. Pero no te vas. Te quedas quieto junto a mf. -¿Qué hiciste antes, Mark? · .
-La mordi.
-¿Qué hice yo cuanto tú me mordiste?
-Me dio una zurra.
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Tomo tu mano. Tú dejas que lo haga, no la apartas. Vamos juntos hasta la mecedora. Te sientas en mi falda. Hablamos. Te abrazas contra mí.:Yo te acarici.P. Me gustas. Eres un niño. Yo soy una persona adulta. Te doy mi pañuelo para que seques el sudor de tu rostro. 1 Este capítulo fue ampliado posteriormente en un libro del mismo título Anger an.d the rocking chair (Nueva York: McGraw-Hill, 1969). La clase que aquÍ se describe estaba de~tinado a niños que no podían ser mantenidos en una clase «normal». Sus edades oscilaban entre los 6 y los 10 años. Todos ellos tenían algún problema de ~onduc~a. La ~scuela en que se llevó a cabo la experiencia era una escuela prim~a ~orriente situada en el corazón de una zona urbana pobre. Los niños que a ella asistían pertenecían, en su mayor parte, a grupos minoritario~. ·
-¿Qué quier<.>s hacer ahora, Mark? -No sé. ~ -Tengo una idea. Veamos si te gusta. -Ahora te has quedado muy quieto-. Podrías sentarte en la mecedora y hamacarte un rato. Nos levantamos. 'l'ú trepas a la mecedora, te llevas el pulgar a la boca y te hamaca~. Un aula de tamaño normal. Mesas y sillas desparramadas. Mesas solas contra una pared. -Tal vez quieras estar solo un rato. · Alfombrillas para sentarse o acostarse en el suelo. Rincones para dejar los zapatos. Mi mecedora. Juegos, rompecabezas, discos, herramientas, cubos, · maderas, camiones, caballetes y pintura. El primer día de clase las paredes··están vacías. Aquí tienen una carpeta con hojas. Pueden dibujar si así lo desean. Luego, cuelguen sus dibujos en la pared que espera. He ahí el nombre de cada uno para que todos lo vean. Ustedes existen para mí, pero., ¿cómo existen para sí mismos? Dices: -Le daré una buena y sabrá quién soy.
Ira.
Ira, eso es real para ti. Pero la ira no se acepta en .la escuela, por lo general. Te haces el «valiente». Te haces el <pias expectativas, cada uno su propia imagen. Cada uno trata de evtar lo que está pasando «ahora». Tú, Reggie, abres bruscamente la puerta, irrumpes en la clase y miras a tu alrededor, vas hacia Steven y lo golpeas.
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-¿Qué haces, Reggie? -Nada. -¿Qué acabas de hacerle a Steven? -Me estaba mirando. -¿Qué le hiciste a Steven? -Steven es un nene. -¿Qué le hiciste a Steven? -Lo golpeé. (Esbozas una sonúa.) -Así es. Ahora, dilo con una oración que comience con la palabra «Yo». -Yo lo golpeé a Steven. (Te sonríes francamente.) Te he mostrado qué es el «ahora», Reggie. También estoy haciéndote tomar conciencia. Estoy tratando de que te des cuenta de lo que tú haces. Estoy tratando de que seas consciente de tu existencia. Insistiré en ello, pues tú no aceptarás fácilmente esa toma de conciencia. -¿Qué estás haciendo ahora, Reggie? -Estoy golpeándola a Norma. -Estoy gritándole a usted. -Estoy aprendiendo a escribir. -Estoy abrazándola. Reggie, trataré de que tomes conciencia de tu existencia cada vez que escribes un cuento o pintas una figura. Trataré de que tomes conciencia de tu existencia haciendo que te mires en un espejo. Y tengo lista, Reggie, una cámara Polaroid para cuando hagas algo que creías imposible. -¿Qué estás haciendo ahora, Reggie? -Serruchando un trozo de madera para mi bote. -¿Quién está serruchando la madera? -Yo estoy serruchando un trozo de madera para mi bote. -¿Cómo te comportas mientras trabajas? -Tranquilo, sin molestar a nadie. -¿Quién está trabajando tranquilo y sin molestar a nadie? -Yo estoy trabajando tranquilo y sin molestar a nadie. -Toma un caramelo, Reggie. Juegos y rompecabezas, muñecas y camiones desparramados por el cuarto. Lápices en el suelo .... manchas de pintura. -Quiero escribir. No encuentro ni un solo lápiz maldito. -Quiero pintar. No encuentro ni un solo maldito pinoel. -Déme un lápiz. -Búsqueme un pincel. ~ampre nusvos rompecabezas. -Traiga nuevos camiones. ~ómpreme ... -Traiga ... -Váyase al diablo . .. Este cuarto es una porquería. -Voy a sacar una pelota de otra clase. fo no estoy aquí para recoger lo que ustedes tiran. No estoy aquí · para cuidar sus herramientas ni los juegos con que juegan. Si recojo
ms cosas, no sufrirán la frustración de encontrarse con partes faltantes y c0:1 juguetes rotos. Si cuido sus cosas, no tendfán modo de descubrir cómo cuidarlas ustedes. No haré por ustedes nada que sean capaces de hacer por sí mismos. Nos reunimos en k;mecedora. Desde allí, se encuentran con los jugue· tes, los juegos y los equipos. Se encuentran con el aula. Exploran y descubren nuevas formas de responder ante la escuela. Luego de varias frustraciones y de trabajar un tiempo juntos, comienzan a decir: -Ahora voy a limpiar el aula. . -No dejes qtee Troy agarre esos ;uegos ... él rompe todo. Niños: ustedes viven en un mundo caótico. El mundo personal de cada uno puede trascender el caos propio. El primer paso en este proceso consiste en que palpen su caos. Deben palpar su caos; deben vivir totalmente sus experiencias caóticas en la clase. No deben evitar tales experiencias. ¡Con cuanta frecuencia la dirección de la escuela prohíbe ese contacto! Aquí y ahora, son libres; son libres de entrar en contacto con el caospropio. -Ordenen el aula. Muebles que se desplazan, mesas que se arrastran y se empujan, sillas que se corren de lugar. El ruido aumenta. Yo observo. Movimientos casuales. Pasa una hora. . . no hay órdenes ni directivas. Movimientos casuales. El movimiento cesa poco a poco. , Los muebles siguen en caótico desorden. Ustedes caminan, se mueven, sin rumbo fijo. No hay directivas. No hay órdenes. Ahora evitan tocar los muebles. Ahora evitan mirarse entre sí. Contactos casuales. Ruido. ·-Esta aula parece muda. -No quiero estar más aquí. El aula está en silencio. Niños, ustedes comienzan a mirarme. Están empezando a palpar su inmovilidad. Están empezando a palpar su necesidad de ayuda. Espero. No les responderé hasta que no soliciten mi ayuda en forma manifiesta. Muy pronto, alguien dice: -No sé qué hacer. -¿Dónde puedo poner esta mesa? Sugie¡o que pongan cuatro mesas en el centro del aula. '·
Ustedes quieren ayuda. . . aceptan ayuda. El movimiento toma un rumbo. En su accionar, descubren que tienen ideas propias. A medida que avanza el semestre, aprenden a sugerir cambios periódicamente. Prueban de ordenar las cosas de diversas maneras; Comienzan a tomar contacto con el «cambio». · Son ni~os, ~iños que aún necesitan a sus madres, y que las defienden: -Nadte la msulta a mi madre. Tú, Troy, entras al aula, me miras y gritas: -¡Todo lo haces mal, pedazo de idiota! Nos reunimos en torno de la mecedora. Les empiezo a hablar sobre la forma en que nos enojamos con las personas con quienes vivimos. -¿Cómo los hacen enojar los que viven con ustedes? ~Mi hermano rompe mis libros. -Mi pa.dre me pega. Tú, Troy, dices al rato: -Mi madre me sirvió una albóndiga cruda. Te pido que te sientes aliado mío. Vienes y te sientas, con el entrecejo fruncido. Frente a ti hay una silla vacía. · -!roy,, haz d.e cuenta que tu J:?adre está sentada en esa silla. Dile por que estas enoJado. Puedes dectrle lo que se te antoje ya que ella no está presente en realidad. ' -Mamá, tú sabes que esta albóndiga está cruda --comienzas-. Odio la carne cruda. -Siéntate en esa silla, Troy, y suponte que eres tu madre. ¿Qué contesta ella? -No sabía que estaba cruda. -Ahora vuelve a ser Troy. -¡Mamá, todo lo haces mal! -Ahora eres tu madre. -Te lavo la ropa, te plancho las camisas para que luzcas bien en la escuela. -Vuelve a ser Troy. -Ya lo sé, pero no puedo comer esta albóndiga. La voy a tirar y me voy a hacer otra. El diál<;>~o continúa. Le dices a tu madre lo que te molesta en ella, Y tambten 1? que te gus.ta. Tu madre no ha sido destruida. Luego, tu mundo comtenza a ampharse: en lugar de úar la albóndiga, descubres que hay otras soluciones «posibles» para la situación. -Troy, mira a los demás niños, mírame a mí. ¿Qué ves? ¿Hay alguien aquí con quien estés enojado? Miras a tu alrededor, sonríes, ::doptas una actitud tímida. Tienes candencia de ti Jllismo y de los demás. Tu ira ha terminado. Puedes vernos. Troy responde: --No, no estoy enffjado con nadie. ¿Puedo llevar la pelota afuera durante el recreo? Tú, Patrick, entras al aula gritando: -Nos quitó la pelota. Esa señora Brown es una imbécil. Yo no le hice nada. 'fe indico que te acerques, pongas a la señora Brown en la silla vacía ·y le digas por qué estás enojado. Cuando empiezas a jugar al «juego
de las culpas», te sugiero plantear la. situación en ~el «a~ora» y manten~r un encuentro cQ.n la persona a quten culpas, sea quten fuere. Segun cuál sea tu nivel de aceptación, te detengo cuando has tomado conciencia de las dos partes que intervienen: o bien c.ontinuamo.s explorando otras condué"tas posibles que se aJusten mejor a la sltuact9n. -¡No quiero! "., -¡No puedo! -¡No quiero leer ese libro estúpido! . Los libros tienen poco valor para ustedes, ya que no se vmculan con su mundo actual. -Mi hermana es una bruta, la odio. ¡'Me pega! Acabas de relatamos una historia explícita, con palabras que tienen para ti un sentido explícito. Te sugiero que la escribas. -No sé cómo se escriben esas palabras. Yo las escribo en otra hoja y tú en la tuya. Te las voy pasando a me· dida que me las preguntas. Esto te demuestra también que te estoy escuchando. Esa misma historia puede trasladarse ampliada a la fantasía, si estás preparada·· para ello: tal vez te encuentres allí con otras emociones, y como resultado de ello, se amplíe tu mundo real. -,.rQué quisieras hacerle a tu h~rifiana? -Ño le puedo hacer nada. Es más g_rande que Y?· . . --Ella no está aquí, esto no es mas que tmagmactón. Dtle lo que te gustaría hacerle. -Me gustaría golpearte. -¿Qué más quisieras hacerle? -Me gustaría patearte. -¿Qué más? -Eso es todo, ya terminé. Ahora comienzas a escribir tu historia, rebosante de energía. Estás ' poniendo térmir..o a tus asuntos pendientes. :M:e lees tu relato. Ahora, lo puedes leer a quien quieras. Clavas con chinches la hoja escrita sobre la pared. La colocas encima de tu nombre. Tus emociones existen y son aceptadas. Eres real, y lo eres para .l?s demás. Has entablado un nuevo contacto con tu mundo en expanston. No estamos cumpliendo una tarea, sino un proceso en el cual la lectura y la escritura se vuelven una parte integral y creativa de la forma en que ustedes se relacion~n con su mundo. En es~ proceso, nos ~cupamos de los temores y fantas1as de ustedes, de sus dtversos personajes -sus madres padres, hermanos, primos, maestros y vecinos- y no de «Juana, Pedrito y el bombero», que nada significan para ustedes. -No quiero. -¡No puedo! -Tal vez pueda. , . . . Jugamos a un juego que se llama <<¡Hagamosle la vtda 1mpos1ble a la maestra de segundo grado!». Hay que esperar a que haya completo silencio. Alguien comienza a cantar cuando imaginan que otro niño Io hará junto con él. Mejor aún si los posibles compañeros son dos o tres. Se selecciona una canción muy particular: · ·
«Encontré una niña en Culver City que tiene ,, albóndigas en las tetit:rs,
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y ;amón y un par de huevos entre las piernitas ... ». Escucho la canción. La repiten. -Me gusta, chicos, como cantan. Acérquense al grabador. Vamos todos hacia el grabador de cinta; sugiero que graben lo que estaban cantando. Sus ojos se abren llenos de asombro. -¡Oh, no! Usted se lo va a llevar al director. -Me gusta cómo cantan. Pueden borrar lo que graben cuando terminen. Se oyen risitas. Tienen ganas de correr el riesgo. El grabador los intriga. Comienzan a cantar. Rebobino la cinta. Escuchan y se ríen. -Mi voz suena extraña. -Así no sirve. Se oye cuando nos reímos. -Hagámoslo de nuevo. Vuelven a cantar. Esta vez cuidan más el sonido y el ritmo. Vuelven a escuchar. Están empezando a gustar de su propia voz. Improvisan. Toman algún objeto para tocar el tambor. Tenemos otra sesión de gL bación. -Ea, yo conozco una canción mejor. Se ubican mejor para lograr un sonido de más calidad. El ritmo es ahora más complicado. Vuelven a escuchar. -¡Hombre, qué bien que estoy! -¡Podríamos ir a la televisión! -Dígame, ¿podríamos cantar para que escuche toda la escuela? El juego ha terminado. Cada uno ha descubierto una nueva parte de sí mismo. Otra manera de relacionarse con su mundo. No he respondido con la ira, el enfrentamiento y el castigo que ustedes esperaban. . He eludido un ataque frontal a «las albóndigas y las tetitas»: -Puedo cantar. -Puedo escucharme. ..-Escúchenme. -Mírenme. -Puedo quedarme en la escuela todo el día. -Puedo leer. -Puedo. -Soy. El mundo se les hace más amplio. Comienzan a ver las otras aulas: les parecen accesibles. -Quiero ir al aula de la señorita Oshrin. -Anda y pregúntale a la señorita Oshrin si puedes visitar su aula hoy. -Pregúntele usted. -Yo no quiert> ir al aula de ella. -Bueno, entonces, déme una autorización escrita. -No necesitas una autorización mía. Anda y pregúntale a ella si te autoriza a que la visites hoy. -Tengo miedo de pedírselo. -'-Entonces, quédate aquí. -Me alejo. · ~Voy a ir al aulade la señorita Oshrin. Sales del aula sonriendo. Estás dispuesto a asumir el riesgo. Haces la visita, te quedas allí poco tiempo. Tú mismo te das cuenta cuando de-
bes volver. Luego pruebas con otras clases y vuelves. Te muestras muy selectivo. Cada vez exploras más, cada vez acomódo yo menos tus necesidades. Comienzas a tomar contacto con el tedio, aquí en la clase. Comienzas a saber a qué cosas tienes acceso en otras situaciones. Tu exploración continúa_.;Comienzas a sentir cuáles son tus puntos fuertes. Logras algunos éxit()s. También experimentas fracasos: ahora puedes - aceptarlos. Tú no eres un fracasado. Se te revela el mundo de la escuela.
-Vean el cuento que escribí hoy en la clase de la señorita Ctrney. -Hoy, con la señorita Cutler, tuvimos clase de ortografía. _ -El señor Cardinal dice que antes• de poder construir un bote con é! debo leer este libro: Ayúdeme, quiero aprender a leerlo.
-Bailes, movimientos. Se divierten figurándose que son animales que dormitan, que salen en busca de comida, que pelean. Se divierten descubriendo cómo se mueve el cuerpo: así se mueven los dedos de los hombres, así las garras de los animales. Se divierten arrastrándose como s~tpientes y escurriéndose como lagartijas. . Se divierten moviendo los brazos como s1 fueran las alas de un pájaro. Los observo cuando rugen como los tigres. Los escucho batir los parches de supuestos tambores. Los veo pulsar las cuerdas de una guitarra con la mano izquierda y con la derecha. Con las manos, los pies y la cabeza hacen volar \ln globo de aquí para allá por todo el cuarto. Oigo sus risas mientras remontan el barrilete. Gritan de alegría. . Los plumeros se mueven al ritmo interno y externo de cada cual. Vienen corriendo hacia mí y me dan un abrazo. Los veo, los siento, palpamos nuestros respectivos mundos.
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24. Programa para la capacitación del personal de una guarderta 1 Katherine Ennis y Sandra Mitchell
«¿Esconderemos, pues, nuestras encantadoras manos? ¿O las entrelazaremos, y hablaremos a través de los dilatados campos?» E. I. van Buren Partimos de la creencia de que una buena guardería infantil es algo lleno de vida, que vibra de ruidos, sentimientos y curiosidad; que ofrece una oportunidad para el crecimiento y el aprendizaje, y que enriquece a los niños que asisten a ella y a los adultos que cuidan a esos niños. ~ diferencia de un jardín de infantes o una escuela nurserí,* que funclonan durante algunas horas por la mañana o por la tarde (o bien mañana y tarde) , nuestra guardería está abierta desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche durante los siete días de la semana y cada niño pasa en ella alrededor de nueve horas diarias. Pensamo~ que gran parte de lo que le ocurre al niño en esas nueve horas está directamente relacionado con el propio crecimiento de los adultos que se ocupan de;. ellos y con las relaciones que existen entre esos adultos. Un año atrás, aproximadamente, comenzamos a observar la relación que existía entre nosotras y otros integrantes del cuerpo docente, y la forma én que estos se vinculaban entre sí y con los niños. Comprobamos que buena parte de la conducta manifiesta era, si no totalmente destructiva, sin duda poco favorable al crecimiento. Vimos nuestras propias dificultades para aceptar las limitaciones de esas personas y nuestra renuencia a expresar el enojo que sentíamos hacia ellas. Vimos la murria que les causaba sentir heridos sus sentimientos, las murmuraciones mutuas a que se entregaban, cómo desplazaban su encono hacia los niños y cómo competían para ganar su afecto. En muchos casos la base de nuestra relación mutua y con los niños eran nuestros debes introyectados, antes que la aceptación realista de ellos y de nosotros. Como directoras del establecimiento, nos sentíamos frustradas. Intentamos que el personal participara en una programación conjunta de las activ~d~des y en las decisiones vinculadas con los elementos que debían adqumrse para cada aula. Los alentamos a seguir cursos adicionales es1 La guardería del hospital St. Joseph brinda atención a los hijos de las mujeres que .t~abajan 7?- el hospital._ La guardería fue autor!zada por el Departamento de Servicios Familiares e Infantiles dell;:stado de Georgia para alojar a cincuenta niños en éada uno de loso dos turnos de trapajo del hospital. La edad de los niños oscila entre las seis semanas y los seis años. 'El personal del establecimiento está integrado pqr una directora general, una directora de programas, doce maestros y una empleada para tareas de limpieza y mantenimiento. * ~egún las designaciones habituales en Estados Unidos, el jardín _de infantes (ktndergarten) y ~a escuel~- nurserí (_nursery school) son instituciones que brindan pr?gramas educativos a nmos que tienen entre 3 y 6 años aproximadamente; el primero agrupa por lo general a los niños de más de 4 años. La guardería (day c~re center), en cambio, no ofrece programas educativos sino simplemente atenctóh a cargo de personal especializado, y recibe por lo común niños de cualquier edad. (N. del T.)
pedales para personal de guarderías, con el objeto de que alcanzaran una mayor comprensión del crecimiento y desarro11o infantiles, y establecimos ciertas lecturas obligatorias en campos en que pensábamos que debían disponer de un mayor conocimiento. Seguimos su evolución de muchas maneras, per0 la esfera que era, a nuestro juicio, la más importante -la de las r~laciones- parecía seguir relativamente igual. Debíamos aceptar el hecho de que el «aprendizaje» no resolvería nuestros problemas de comunicación. La clave parecía estar en que los miembros del personal tuvieran la oportunidad de experimentar una comunicación franca y honesta, como la que conocíamos a través de los grupos guestálticos y de los «talleres de arte y movimiento» dedicados primordialmente a procesos no verbales de comunicación. Como sus antecedentes culturales, educacionales y su ·experiencia eran muy diversos, comprendimos que era imprescindible la ayuda de un terapeuta profesional con el fin de introducir cambios significativos en nuestras interacciones como cuerpo. También advertimos que era menester que cada integrante del personal reconociera la necesidad de una mejor comunicación, estuviera dispuesto a asumir los riesgos implícitos en todo cambio y entendiera la importancia de la asistencia profesional para facilitarlo. Les participamos nuestra'"preocupación por la guardería y por las conductas observadas, y les confesamos nuestro entusiasmo por la evolución individual que habíamos experimentado, así como la mejoría en nuestra relación mutua, como resultado de las experiencias de comunicación directa verbal y no verbal en laboratorios guestálticos. Les confiamos que, a nuestro entender, una experiencia similar con ellos podría aclarar nuestras relaciones colectivas y mejorarlas. Admitimos nuestras limitaciones --el carácter relativamente reciente de nuestro crecimiento personal, y nuestra falta de experiencia en conducción de grupos-, y les explicamos nuestra necesidad de ayuda profesional. :Descubrimos que ellos compartían en buena medida nuestra insatisfacción, sentían la necesidad de un cambio y estaban dispuestós a probar suerte con un asesor. Luego de esta reunión, solicitamos a la dirección del hospital ayuda fi. nanciera para contratar los servicios de un psicólogo en calidad de asesor. Pedimos que este último viniera al establecimiento en seis oportunidades, en el entendimiento de que la dirección se haría cargo de los dos tercios, aproximadamente, de sus honorarios, y nosotros, en conjunto, del tercio restante. El proceso de toma conjunta de decisiones con el personal que acabamos de relatar nos puso en contacto más íntimo con ellos. Les habíamos confiado francamente nuestro interés por la guardería y nuestra impo· tencia para introducir modificaciones sin su participación. Sentimos que nos habían respondido en forma sincera y que se mostraban dispuestos a asumir nuevos riesgos interpersonales. Como sabíamos que nuestro pedido de fondos no se concretaría de inmediato, nos preguntamos de qué manera podíamos estimular ese clima de franqueza. La experiencia que habíamos adquirido en los grupos guestálti~os a los que habíamos asistido poco tiempo atrás· nos dieron la respuesta. ,Creíamos en los prirdpios de la terapia guestáltica, y teníamos la convicción de que ellos no eran válidos únicamente para el encuentro terapéutico~. Comenzamos a probar poco a poco algunas técnicas que nos
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parecían particularmente pertinentes. Tanto en las reuniones colectivas como en las individuales y en nuestros encuentros cotidianos, nos esforzamos por abordarlos sin ambages, y los alentamos a que hicieran lo mismo con nosotras, entre sí y con los n:ños. Al toparnos con elfos, procurábamos «permanecer en el aquí y ahora», y reemplazar las preguntas del tipo «¿Qué piensa usted sobre esto?» o «¿Por qué?» por otras del tipo «~Qué siente usted ahora?» o «¿Qué le está pasando?». No introdujimos, a la sazón, ninguna de las técnicas no verbales de arte y movimiento, pues no estábamos seguras de poder manejar las emociones profundas que ellas tal vez suscitarían. Continuamos trabajando en torno de nuestra relación, al par que aprovechábamos cualquier oportunidad de asistir a un laboratorio, maratón, seminario, curso breve o conferencia para enriquecernos individualmente. Procurábamos por todos nuestros medios vivir una vida congruente, y queríamos llegar a poseer ese centro que puede nutrir la capacidad de los demás para tener experiencias en el plano intelectual, emocional y sensorial. En los meses siguientes, comprobamos que nuestro enfoque guestáltico había logrado derrumbar algunas de las barreras que se levantaban entre nosotros y el personal en lo que respecta a la comunicación. Eran ahora más honestos, pero aún tenían dificultades para expresar sus sentimientos en forma directa, y nosotras, aunque nos sentíamos algo más libres, no éramos con ellos tan sinceras o espontáneas como deseábamos. Con frecuencia, veíamos bien las proyecciones y maniobras defensivas, pero carecíamos del saber o la experiencia para ayudarlos a resolver estos conflictos más profundos --o para resolverlos en nosotras-. Sentíamos agudamente nuestra necesidad de guía, y esperábamos con ansiedad la respuesta afirmativa de la dirección en tal sentido. Cuando finalmente se aprobó nuestra solicitud, sentimos estusiasmo y alivio a la vez. El terapeuta seleccionado era un psicólogo clínico cuya orientación terapéutica era en esencia existencial. Había desarrollado un estilo propio de terapia, y se movía con soltura· entre los enfoques de la terapia guestáltica, el análisis transaccional y la terapia focalizada en un tema. Había trabajado con niños, adultos, familias y grupos ... y contaba, por añadidura, con antecedentes como consultor de otra guardería. El día de nuestra primera sesión estábamos .todos muy excitados y asustados. Nuestro consultor empezó por establecer con cada uno de nosotros un «contrato» para esa primera reunión; consistía en que cada un? expusie~;a lo que esperaba de la reunión para sí mismo (p. ej., meJor comprensión de un compañero de trabajo, la oportunidad de abordar conflictos no resueltos o sentimientos no expresados, etc.), tras lo cual él. aceptaba o no ayudarlo a satisfacer sus expectativas. Ese '«conseguir algo para nosotros mismos» se convirtió en el tema de nuestras seis reuniones. Pudimos explorar los sentimientos que nos hacían sentir incómodos, aclarar nuestras comunicaciones y probar nuevas maneras de vincularnos. El consultor nos ofreció su apoyo y sus conocimientos para que expresáramos nuestra ira y las lesiones que habíamos sufrido, nuestra ternura y cariño. Tuvo también la valentía de hacer añicos nuestras fantasías y enfrentarnos con nuestras manipulaci4)nes y proyecciones. Pudimos verificar que crecer es un proceso penoso a veces, alborozado otras, y siempre fructífero.
Nuestra sexta sesión estuvo desdnada a despedirnos de la experiencia mutua que habíamos tenido en las cinco anteriofes, y a decidir si continuarían las sesiones. Esa «despedida» nos hizo tomar conciencia de todo lo que habíamos logrado en nuestro beneficio, y de que queríamos tener más experiencias colectivas de este tipo. Sabíamos que para poder continlíar con las sesiones debíamos elevar a la dirección del hospital un informe evaluativo sobre ellas, a la vez que solicitarle fondos adicionales; pero como no queríamos interrumpir nuestros en~ cuentros hasta que se resolviera sobre nuestro pedido, decidimos pagar por nuestra cuenta la totalidad de los honorarios y continuar reuniéndonos hasta tanto llegara una respuesta favorable o nosotros mismos resolviéramos ponerles punto final. Nos reunimos tres veces en un plazo de seis semanas hasta que se aprobó nuestra solicitud de doce sesiones más, tras lo cual seguimos básicamente con el procedimiento inicial. Seguimos enfrentándonos unos con otros y examinando desde un punto de vista experiencia! nuestra forma de relacionarnos o las defensas que empleábamos para no entrar en relación. Hubo momentos en que la falta de participación durante las sesiones nos llevó a cuestionar el valor que tenía seguir adelante; pero el mero planteamiento de la:-éuest:ón parecía ayudarnos a reevaluar lo que queríamos. También íbamos tomando conciencia de que, en nuestra relación mutua cotidiana, comenzábamos a asumir riesgos que antes solo asumíamos en el marco seguro de las sesiones. Cada vez que cuestionábamos el valor de esas reuniones, decidíamos finalmente seguir con ellas. · Aproximadamente por la época en que nuestro consultor comenzó a venir a la guardería, iniciamos con los maestros las experiencias de arte y movimiento que no nos habíamos animado a abordar antes de que contáramos con el apoyo de un terapeuta. Estas sesiones eran semanales ...y tenían como objetivo ayudarlos a «abandonar su mente y recobrar sus sentidos». Tuvieron así la oportunidad de tomar mayor conciencia de su cuerpo (localizando las sensaciones que experimentaban en sus diversas regiones), así como de su respiración, postura y tensiones musculares. Tocar a los demás, tomarlos de la mano o alzarlos en brazos fueron formas de experimentar una interacción mutua en el plano corporal; el caminar con los ojos vendados les permitió investigar su confianza mutua y sus otros sentidos; las fantasías dirigidas de los juegos de creación de imágenes los ayudaron a restablecer el equilibrio entre la imaginación y la realidad; mediante diversos materiales artísticos -arcilla, tiza y pintura- exploraron sus sentimientos·y se los transmitieron de una manera no estructurada. Cuando cada una de estas experiencias llegaba a su término, los estimulábamos a que comentaran qué cosas se les habían hecho conscientes en su transcurso, y cuáles les eran conscientes en ese momento. Al escribir este artículo, llevamos realizadas diez de nuestras doce sesiones con el consultor; hemos continuado, asimismo, con las sesiones de arte y movimiento. Comprobamos que estas últimas son complementarias de nuestros encuentros verbales en grupo; empleadas simul, táneamente, han surtido un efecto más eficaz en nuestra evolución como pefsonal del establecimiento que el que hubiera tenido cualquiera de · ellas p.p,r separado. Nuestra percepción de esa evolución en marcha r.e
ve confirmada por los siguientes comentarios, pertenecientes a otros integrantes del cuerpo docente: «Me siento muy bien conmigo misma. . . Me siento humana. . . más viva que antes». «Tengo una gran lucha interior para decir lo que pienso. . . Tengo tantas ganas de increpar a alguien que me pongo a llorar por dentro ... gracias a la ayuda que me brindó el consultor, he aprendido a enfrentar mucho mejor este problema. . . Ahora estoy orgullosa de la guardería ... Cuando veo a alguno de los niños mayores, que yo atendí cuando eran bebés, me siento muy contenta conmigo misma». «Tenía dificultades para mostrar mis verdaderos sentimientos [al resto del personal] . . . sobre todo el enojo y el cariño. . . Bastaron dos sesiones para que comenzara a expresarlos. . . Empezamos a trabajar más en equipo. . . [Como consecuencia de las sesiones de arte y movimiento] tomé gran conciencia de mi cuerpo y de mis sentidos, y del cuerpo y los sentidos de mis compañeros. Súbitamente, adquirieron vida para mí, se convirtieron en seres humanos tridimensionales y de carne y hueso, personas con las que podía reír, discutir, llorar o expresar afecto. . . Comencé a romper las barreras que me transformaban en un prisionero dentro de mí mismo. . . He empezado a descubrir nuevas formas de hacer las cosas». «Los niños son niños y no adultos, y deben ser tratados con toda la comprensión y cariño que uno tiene. . . Ojalá todos pudieran ver y sentir lo que estamos haciendo». «[El consultor] me ayudó a comprenderme a mí misma ... Me siento mejor con respecto a la guardería y con respecto a mí misma». «Siento a este lugar como propio». «Pienso que si [el consultor] pudiera prestar sus servicios al cuerpo docente en forma continua, eso sería de gran importancia». Logramos progresos en muchas otras esferas. Cuando observamos nuestras relaciones actuales en la guardería, advertimos que andamos todos con menos vueltas. Se oyen preguntas como estas: «¿Qué sientes acerca de esta cuestión?», «¿Qué es lo que está pasando?», «¿Qué es lo que quieres¡ decir con eso?», o afirmaciones como estas: «Ese asunto me pone furioso,., «Si quieres algo de mí, pídemelo sin rodeos; yo no puedo leerte el pensamiento», «Me resultas simpática», «Me gusta que me lo digas». Todos nos mostramos más francamente afectuosos entre nosotros y con los niños. Vemos a los maestros estimular a los niños para que tomen conciencia de su cuerpo, llamándoles la atención sobre su manera de respirar o de sentarse o sobre lo que sienten en la piel. Vemos cómo los ayudan a tomar conciencia de sus sentimientos, a reconocer su ira, su soledad, su alegría, la sensación de haber sido heridos. Vemos cómo alientan su creatividad ofreciéndoles experiencias
de arte· no estructuradas, escuchándolos atenta¡nente y valorándolos como individuos únicos en sí mismos. Nos hemos aproximado algo más a nuestra meta de contar con una guardería que promueva la capacidad de los niños y de los adultos que cuidan de ellos para experimentar y desarrolfar sus aptitudes intelectuales, emocionales y sensoriales. -'
2 5. Engaño, toma de decisiones
guestáltica
y terapia
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Bruce Denner
Trabajos recientes [Denner, 1967; Levy, 1967; Rettig y Sinha, 1966] demuestran que el estudiante universitario puede ser llevado a practicar la mala fe con solo que se lo persuada levemente a ello. El tema que atrajo particularmente nuestro interés fue el engaño implícito en la falta de información sobre un hecho que constituye una violación delictiva del orden social. En otro articulo [Denner, en prensa], investigamos las diferencias individuales en la relación existente entre una modaEdad perceptual-cognitiva y la reacción frente a un suceso desconcertante e imprevisto previamente analizado por nosotros. En dicho estudio se pudo comprobar que los estudiantes que informan ver un número relativamente menor de movimientos autocinéticos, y que requieren un número relativamente mayor de presentaciones taquistoscópicas de un estímulo visual ambiguo antes de identificarlo, son, en términos comparativos, más renuentes a informar que han observado actuar a alguien como si hubiera extraído algo de la cartera de una mujer. (Resultados provenientes de este mismo estudio evidencian que estas dos variables clasificatorias no tienen muy alta correlación: r
= 0,0.3.)
La comprer:sión de este hallazgo se funda en el análisis de las tareas autocinéticas y taquistoscópicas. Se ha argüido que la percepción del movimiento autocinético se ve facilitada por la predisposición del sujeto a informar acerca de su experiencia inmediata sin tomar en cuenta la dis!inción entre lo real y lo irreal [Gardner, Holtzman, Klein, Linton y Spence, 1959]. Parece razonable suponer que el individuo que necesita un insumo comparativamente mayor de esdmu.los antes de comprometerse con un juicio perceptual tiene, comparativamente, mayor necesidad de información. Por consiguiente, llegamos a la conclusión de que las diferencias individuales en la negativa a informar sobre un posible delito se vinculan con la necesidad de información y con el interés por distinguir lo real de lo irreal. Por supuesto, podría cuestionarse la interpretación dada a· estas dos variables; no obstante,. los informes posexperimentales acerca de Jos testigos «renuentes», en especial acerca de su interés por la «realidad» y su negativa a 'ftctuar cuando carecen de suficiente información, sugieren que el análisis es válido. Este estudio procuró pwporcionar mayores datos que sustentaran la hipótesis general de que los testigos renuentes y no renuentes difieren en su orientación perceptual-cognitiva. Algunas de las categorías desarrolladas por la teoría guestáltica de la terapia [Perls, Hefferline y 1 Publicado originalmente en ]ournal of Clinical and Consulting Psychology, vol.
32; 1964, págs. 527-31.
Goodman, 1951] parecían suministrar una base para comprender la situación de un t:~stigo forzado a responder en drcunstancias en que la información es mínima y los sucesos desconcertantes e imprevistos. ( Perls y sus colaboradores analizan con detenimiento las implicaciones de la imposibilidad,.de responder en forma adecuada a lo que ocurre en el ambiente. Seijalan que algunas personas tienden a perderse en abstracciones, quedando así singularmente desconectadas de los objetos y sucesos concretos de su mundo.) Los terapeutas guestaltistas ponen en evidencia la pérdida de contacto de un sujeto con su ambiente por medio de breves ejercicios, que le exigen examinar aspectos de su oonducta y de su mundo a los que rara vez presta cuidadosa atención. Suponiendo que tales ejercicios (o experimentos, como los llaman los guestaltistas) permitan distinguir a los sujetos que mantienen ese contacto de los que no lo mantienen, los testigos renuentes responderían en forma distinta que los nos renuentes. Así, se comparó el desempeño en ciertos ejercicios de terapia guestáltica -introduciéndoles ciettas modificaciones- de los estudiantes con poca necesidad de información y poco interés por la distinción real-irreal, y de los que tenían gran necesidad de información y gran interés en tal distinción. Los eje~cidos propuestos exigían respuestas verbales a preguntas y órdenes CJ.ue tomaban al oyente por sorpresa y, a la vez, le planteaban demandas inusuales en lo que respecta a informar sobre cómo .son y cómo deberían ser las cosas. La hipótesis era que si el testígo renuente, en contraste con el no renuente, respondia en menor medida a la exigencia imprevista de informar sobre experiencias reales o posibles, su dificultad en tal sentido se revelaría tanto en los aspectos tem?orales como semánticos de su respuesta verbal. Se describe al testigo renuente como aquel que demora la información sobre sus experiencias y encuentra obstáculos para proporcionarla. Por , ende, se partió de la hipótesis de que un grupo de individuos con una necesidad relativamente alta ~e información y alto interés por la distinción real-irreal manifestaría, en los ejercicios guestálticos, mayor tiempo de reacción y un¡¡, proporción más alta de pausas debidas a vacilaciones. Además, su renuencia a responder se revelaría en el carácter evasivo y digresivo de sus respuestas. Por último, como se supone que el testigo renuente mantiene menos contacto con sus objetos internos y externos, el contenido de su informe sería comparativamente menos inmediato y concreto.
Método
Selección de los sujetos Se administró un test de necesidad de información y otro de interés por la distinción entre lo real y lo irreal (descritos ambos en [Denner, en prensa]) a 63 estudiantes de la Universidad de Indiana, quienes participaron en el estudio como requisito de su curso introductorio para la . licenciatura. ,,
El test de necesidad de información consistió en la presentación taquistoscópica de una serie de palabras sir; s~ntido, «Un acel~ror profos rec}ló el disón tamenudamente um flutlstlco pav», a un rttmo que volvta sin duda muy difícil su captación. Se le pidió al sujeto que «mire la tarjeta e informe lo que vea», _Pero sin agregar nada D?-~s ace~ca de la exactitud que debía tener su mforme. Le estaba p:rmttldo muar la tarjeta tantas veces como quisiera antes de ele_v~r su·mforme .. En taJes circunstancias, el número de presentaciones extgtdas por el suJeto mtde su necesidad de información. El interés del sujeto por distinguir lo real de lo irreal se verificó midiendo la cantidad de movimiento autocinético informado en un período de dos minutos, en condiciones normales de observación. De este coniunto de individuos se seleccionaron dos grupos experimentales (N =' 10), a los que se invitó a una segunda sesión, durante la cual se administraron los ejercicios guestálticos. El grupo 1 estaba formado por los sujetos con poca necesidad de información y poco interés por la distinción real-irreal (testigos no renuentes), y lo componían siete mujeres y tres hombres; el grupo II era el de los que tenían gr.an necesidad de información y gran interés por esa distinción (testigos renuentes) y lo integraban seis mujeres y cuatro hombres. Los grupos fueron cl~sificados mediante el emple() de límites de inclusión aproximadamente iguales en una distribución de frecuencia de los puntajes obtenidos en ambas pruebas, según un estudio anterior [Denner, eñ prensa]. Para el grupo 1, la media de los puntajes taquistoscópicos fue de 11 3 ensayos (DE = 6,2 ensayos) y la de los puntajes autocinéticos de 102,2 segundos (DE= 12,6 segundos); para el grupo II, la media de los puntajes taquistoscópicos fue de 147,2 ensayos (DE= 21,8 ensayos) y la de los puntajes autoc:néticos de 44,7 segundos (DE 25,8 segundot:) .
=
Procedimiento empleado Los participantes concurrieron al laboratorio en .dos oportunidades ..En la primera de ellas se llevaron a cabo los tests vmculados con los crtterios de juicio perceptual; en la segunda, los ejercicios de terapia guestáltica. El experimentador solicitaba al sujeto que se sentara cómodamente en una silla, junto a una mesa rectangular dividida en dos por un pedazo de cartón. Una vez sentado, el sujeto no podía ver al experimentador; tenía ante sí el cartón y la pequeña abertura practicada en él, a través de la cual el experimentador deslizaba una tarjeta de 12 x 20 cm. A excepción del micrófono, no había ningún objeto a la vista en el cuarto ni sobre las paredes. Se leían las instrucciones siguientes: Hoy voy a hacerle algunas preguntas sobre usted mismo y sobre el mundo en el cual vive. Esas preguntas están escritas en una tarjeta de 12 x 20 cm. Cuando estemos listos para comenzar, la tarjeta aparecerá en la abertura que tiene delante suyo. Debe responder con la mayor rapidez posible, pero puede hacerlo como se le antoje. Aquí no hay, por ·supuesto, respuestas «correctas» o «incorrectas». Usted es libre de hacer
con la pregunta lo que quiera. Su respuesta puede ser breve p larga; únicamente es necesario que me haga saber cuando haya terminado. Le repito: responda tan rápido como pueda, en forma natural y libre, y, por favor, no trate d~:: imaginar qué es lo que yo quiero que usted diga. TOdo queda a su criterio, pero trate de responder con la mayor rapidez posible. ./
legítimo de una respuesta verbal. El análisis de variancia de estos pontajes [ 2 (grupos 1 y II ) x 8 ( tarjetas) para todas las tarjetas y para cada sujeto] reveló un efecto significativo para los grupos únicamente (F = 6,6; df = 1/18; p < 0,01 ). Si se analizan las medias.que aparecen en el ~uadro 1, se verá que el grupo 1 ( 1O,46 segundos) respondió con mayor rapidez que el grupo II ( 17,91 segu!ldos).
La sesión era registrada en su.. totalidad en un grabador de cinta magnética, hecho que era conocido por el sujeto. Con anterioridad a la primera sesión, se le informaba que en algún momento del estudio se le formularían preguntas sobre sí mismo, y que su respuesta sería grabada, aunque se mantendría estricta reserva acerca de ella. Ninguno de los sujetos puso objeciones al procedimiento ni se negó a participar. A todos los sujetos se le formularon, una por vez, la siguiente serie de preguntas-instrucciones:
Cuadro l. Comparación de los aspectos temporales y semánticos de la respuesta de los grupos 1 y II a los e;ercicios guestálticos.
l. Piense en lo opuesto. ¿Qué ocurriría si usted fuese un hombre en vez de una mujer, o viceversa? Respóndame acerca de ello. 2. Piense en uno de sus hábitos cotidianos, por ejemplo, en la forma en que usted come. Sugiera alguna,.atra forma de hacerlo. 3. Dígame en qué se diferencian sus amigos de sus enemigos. 4. ¿Qué pasaría si usted se muriera en este momento? 5. Concéntrese en su propio cuerpo. ¿Qué siente dentro suyo? Descríbalo. 6. Preste atención a un objeto visible, por ejemplo este cenicero. Descríbalo. ¿Qué es lo que ve? 7. Formule oraciones narrando aquello de lo cual es consciente en este momento. 8. Escoja entre sus recuerdos uno que sea bastante reciente y que no presente demasiadas complicaciones. Rememore la experiencia en voz "alta. Al colocar la tarjeta frente al sujeto, el experimentador decía en voz alta: «Esta es la tarjeta número tal». (Para el ejercicio 6, se mostraba un cenicero junto con la tarjeta.) De esta manera era posible determinar, a partir de la cinta grabada, cuál era la tarjeta que el sujeto tenía ante sí y su demora en responder. Finalmente, con el fin de alel(ltorizar el orden de presentación de las tarjetas, se las mezclaba antes de presentarlas a cada sujeto.
Resultados Se estudiaron dos aspectos temporales de la respuesta verbal: el tiempo de reacción y la duración de las pausas por vacilaciones. El tiempo de reacción estaba medido por el lapso que mediaba. entre la última palabra pronunciada por el experimentador (el número de la tarjeta) y la primera del sujeto. Debe advertirse que se tomó como co, mienzo de la respuesta la primera palabra articulada por el suje1:o, considerando ,, que las emisiones extralingüísticas no constituían el comienzo
Categorías Tiempo de reacción (media en segundos)
Grupo I
Grupo II
10,46
17,91 a
Duración de las pausas por vacilaciones (media en segundos)
0,096
0,203 a
Puntaje de evasividad (mínimo 1, máximo 10; media de los puntajes)
5,6
7,8b
15,4
5,6b
Puntaje de concretidad (rango medio; N 20)
=
Nota: Grupo I: Poca necesidad de información, despreocupación por la realidad; Grupo II: Gran nect.,idad de información, preocupación por la realidad. a p<0,05. ¡, p < 0,01.
La pausa por vacilación fue definida -para distinguirla de las pausas de cualquier otra índole-- como aquella interrupción del flujo verbal que duraba tres o más segundos. En general, se estima que las pausas de esta duración indican bloqueo cognitivo o planeamiento interior, y se distinguen de las pausas en la respiración al emitir palabras u oraciones. [ Goldman-Eísler, 1961; Lounsbury, 1954]. Se sumaron, para cada suJeto, todas las pausas mayores de tres segundos; pero como la respuesta total era de longitud variable según la pregunta y según el sujeto, fue menester dividir la duración total de las pausas por el tiempo total de la respuesta. Por lo tanto, el tiempo de las pausas por vacilaciones toma en cuenta el número de vacilaciones y la duración de la respuesta. El análisis de variancia de estos puntajes [ 2 grupos ( 1 y II) X 8 (tarjetas) ] dio u.n efecto principal significativo solamente para el grupo (F = 4,8; df = 1/18; p < 0,05). El puntaje del grupo 1 fue menor que el del grupo 1I (0,096 segundos co~tra 0,203; véase el cuadro 1). Las característkas semánticas de la respuesta se examinaron a la bz de dos categorías: el carácter evasivo y el carácter concreto de las mismas. (Los codificadores que evaluaron las respuestas emplearon como patrón un conjunto de respuestas y criterios típicos para cada tarjeta, que pueden solicitarse directamente al autor.) Respuesta evasiva. Una respuesta era juzgada evasiva si se eludía la .pregunta u orden ya -sea por medio de una negativa directa a responder .en forma apropiada, o por medio de una d:gresión. Para evaluar las respuestas, se imprimió cada una de ellas en una tarjeta de 12 X 20 cm y
se las presentó al azar a tres codificadores que ignoraban los propósitos del estudio. Su tarea consistía en asignar un punt~je de 1 a 9, donde 1 representaba una negativa total a responder, y 9 una respuesta que no exhibía carácter evasivo alguno. En este punto, se p!antearon dos interrogantes: ¿Había acuerdo general entre los codificadores con respecto al carácter evasivo de cada respuesta? ¿Cómo se comportaron los dos grupos en lo que atañe a esta medida? Un análisis de confiabilidad permitió responder de modo afir-. mativo al primer interrogante: el promedio erar= 0,9.3. Los datos vinculados r-
Conclusiones Sinteticemos los resultados de este· estudio. La tendencia a demorar la identificación de un estímulo en condiciones de exposición mínima ( conceptualizada como necesidad de información) , y la tendencia a vacilar en la información de los movimientos autocinéticos (entendida como preocupación por distinguir lo real de lo irreal) , se vinculan con una modalidad particular de responder a preguntas-instrucciones que piden informes sobre la experiencia propia. Esta modalidad, la renuencia a atestiguar, se caracteriza por: a) un tiempo de reacción relativamente largo; b) pausas por vacilac:ones relativamente más frecuentes; e) evasividad, y d) falta de «concretidad». Si bien observar un objeto difícil de describir, como un cenicero vulgar, o relatar una experiencia intrascendente del pasado es algo muy diferente de atestiguar sobre un acto delictivo, la similitud de las respuestas del testigo renuente en ambas situaciones es interesante. En ambas, elude contar los hechos tal 'como son; pero además -y sobre todo en el contexto de los ejercicios guestálticos- manifiesta una desconcertante renuencia a considerar la · posibilidad de introducir cambios en el estado de cosas. \
Indudablemente, este fenómeno depende de cierto número de operaciones cognitivas. Es muy probable que las más importantes de ellas tengan que ver con el procesamiento de información, el raciocinio y la codificación lingüística· de la experiencia que es condición necesaria de la expresión verbal. Concedemos que el problema experimental de ave. riguar el papel que cumple cada una de esas operaciones por separado en el efecto producido -o sea, la renuencia a informar sobre los hechos reales y a considerar la posibilidad de un cambio radical- pueda resultar de interés para algunos; pero no estamos nada convencidos de la utilidad de dividir la respuesta total en esas categorías. Quizá nuestra principal objeción a que se conceptualice la respuesta como procesos parciales, para luego estudiarlos en forma independiente, es que nunca hay percepción sin juicio ni juicio sin lenguaje. Nosotros creemos que el precepto, el juicio y el enunciado verbal deben considerarse como aspectos de un proceso de toma de decisiones [Price, 1967], y, por ende, las diferencias en la renuencia a describir las ex· periencias propias -reales y virtuales- como diferencias en la toma de decisiones. Vale decir, el testigo renuente actúa como si hubiera decidido distanciarse psicológicamente de la experiencia, y por consiguiente evitar la representación de su experiencia directa mediante maniobras dilatorias y falta de «concretidad». En consecuencia, si está en esencia desconectado de los acontecimientos reales, difícil es pedirle que viva algo radicalmente distinto; por ejemplo, que sea un hombre en vez de una mujer. Empero, debemos hacer una advertencia: quizá se deduzca, equivocadamente, de lo que aquí decimos que estamos postulando la presencia de un «decididor» interno en la mente del testigo, que resolvió no prestar el apunte a los acontecimientos actuales inmediatos. Es obvio que toda descripción de la conducta que apele a un «fantasma dentro de la máquina» [Ryle, 1949] crea más problemas que los que resuelve; ya que uno puede legítimamente preguntar: ¿Quién le sum:nistra las decisiones a ese pequeño decididor instalado en la mente? Es la persona -no su mente-la que tomó y toma decisiones, y estas se les revelan a los demás en su conducta verbal o de cualquier otra índole. Tampoco parece apropiado es, pecular en este lugar sobre el nivel de conciencia en el que se toma la decisión. La importancia de esta última reside en la orientación que brinda y en las consecuencias que acarrea para la conducta. El estudio sobre carteristas dejó bien en claro un punto: toda acción positiva resulta paralizada. Desde el punto de vista de la terapia guestáltica, el observador sigue siendo un testigo renuente, pues su verbalización no desemboca en una acción orientada hacia los objetos de su ambiente externo. En lugar de actuar sobre los objetos físicos, tiende a manejar nombres y palabras. En su esfuerzo por alcanzar objetividad, pierde contacto con «los sentimientos, el drama, la situación real». Es su distanciamiento lo que lo inclina al engaño. En la medida en que el decididor se ve envuelto en el proceso de toma de decisiones en vez de ocuparse de los efectos últimos de las decisiones por él adoptadas, puede engañar a los demás merced a su inacción. Paradójicamente, a la vez que practica la mala fe, puede estar profundamente preocupado por el engaño. Pero el testigo renuente vacila en verbalizar aquello de lo que tiene conciencia inmediata, como lo demuestra su desempeño en los
ejercicios guestálticos; así, en vez de actuar y verificar la situación, puede tender a rechazar la experiencia y las preguntas a ella asociadas. Por último, ya se ha sugerido [Mowrer, 1964] que el engaño, visto desde esta perspectiva, debe desempeñar algún papel en el origen y mantenimiento de conductas a las que se considera socialmente psicopatológicas. La repetidá.inacción en casos en que se exige una acción directa, unida al rechazo de la propia deficiencia, ¿puede acaso or:ginar un estado tal que el individuo se vea invadido por vagos sentimientos de inqui~ tud, denominado angustia? Además, si se supone que el testigo renuente se encuentra :en ese estado, ¿no es probable que quede atrapado en él? Con su inclinación a la demord, la evasividad y la falta de concretidad, puede representarse la situación a sí mismo y a los demás de una manera que oscurece o deforma el problema. Dicho en términos más tradicionales, parecerá adoptar una actitud defensiva o reprimida desde el punto de vista perceptual. Es lógico que se desee indagar en los fundamentos motivacionales de la renuencia como modalidad; pero, aparte de las cuestiones motivacionales, resulta claro que una orientación determinada en la simbolización de la experiencia -o sea, la evasividad y la falta de concretidad- puede generar un estado de conservadorismo ansioso, en el cual el sujeto está .fUera de contacto con lo que realmente ha sucedido o está sucediendo pero se niega a aceptar un cambio.
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Trabajos en prensa y en preparación
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1 Indice general
9
Prólogo
252
Primera parte. Teoría' de la terapia guestáltica
11
263 275 283
l. Terapia guestáltica y psicología de la guestalt, Richard W allen -·--22 _...·· 2. Cl!at!Qg~nferencias, Frederick S. Perl'f; ________ 45 '-··). Terapia guéstaliícá:··-una·fenomenólog1a conductista, Elaine Kepner y Lois Brien 53 4. La focalización en el presente: Técnica, prescripción e ideal, Claudio Naranjo ,.. 75 5. La actividad sensorial en psicoterapia, Erving Polster 82 6. La teoría paradójica del cambio, Arnold R. Beisser
17
298
'J7
7. Las tareas del terapeuta, Joen Pagan 8. Introducción a las técnicas guestálticas, John B. Enright 9.. El enfoque de una terapeuta guestaltista, Laura Perls 10. Terapia de grupo psicoanalítica, experiencia! y guestáltica, ,. Ruth C. Cohn . __ .. . . . -~ , 144 Ci l. Las reglas y_i.¡¡egos d~- ia-terlipia gues·t·a-'ltica, A_tJbrraatJhaamm_; ~ _· ._·•.-·_•. 1
93 112 130 135
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12. Psicoterapia experiencia! con f~milias, Vialter Kempler 13. Mary: Sesión con una paciente pasiva, James S. Simkin 14. Anne: Técnicas. guestálticas en el caso de una paciente con dificultades expresivas, ]oen Pagan 15. Exageración grosera con un esquizofrénico, Henry T. Clase 16. Una niña con dolor de estómago. Forma de combinar los conceptos psicoanalíticos con las técnicas guestálticas, Ruth
153 163 168 194 197
-----··-------·--·--- ----
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203 ¿:!?_. ~elllinarios sobre los sueños Frederick S. Perls 224 18:I:;imitaGien-es- y precauciones en el en oque guestáltico, Irma Lee Shepherd 229
Tercera parte. Aplicaciones de ia terapia guestáltica
233
19. Psicoterapia de crisis: La persona, el diálogo y el suceso organísmico, Vincent F. O'Connell 20. La terapia guestáltica como tratamiento auxiliar para ciertos problemas visuales, Marilyn B. Rosanes-Berrett ·
246
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Segunda parte. Técnicas de la terapia guestáltica
87
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289
21. El adiestramiento de la conciencia y los profesionales de la salud men,tal, ]ohn B. Enright 22. La experiencia guestáltica creativa ]anie Rhyne 23. La ira y la mecedora, Janet Lede;man 24. Programa para la capacitación del personal de una guardería, Katheriite Ennis y Sandra Mitchell 25. Engaño, toma de decisiones y terapia guestáltica, Bruce Denner Bibliografía
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Biblioteca de psicología y psicoanálisis
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.)
Mauricio Abadi, El psicoanálisis y la otra realidad Aída Aisenson Kogan, El yo y el sí-mismo Alcira Mariam Alizade, La sensualidad femenina Nadine Amar, Gérard Bayle e Isaac Salem, Formación en psicodrama analítico Carol M. Anderson, Douglas J. Reiss y Gerard E. Hogarty, Esquizofrenia y familia. Guía práctica de psicoeducación Carol M Anderson y Susan Stewart, Para dominar la resistencia. Guía práctica de terapia familiar M. Andolfi, C. Angelo y otros, Detrás de la máscara familiar. Un modelo de psicoterapia relacional E. James Anthony y Therese Benedek, comps., Parentalidad Didier Anzieu y colaboradores; Las envolturas psíquicas Michael Argyle, Análisis de la interacción Piera Aulagnier, El aprendiz de historiador y el maestro-brujo Willy Baranger y colaboradores, Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis Silvia Bleichmar, En los orígenes del sujeto psíquico Peter Blos, La transición adolescente Peter Blos, Los comienzos de la adolescencia Christopher Bollas, La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado Luigi Boscolo, Gianjranco Cecchin, Lynn Hoffman y Peggy Penn, Terapia familiar sistémica de Milán /van Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark, Lealtades invisibles Denise Braunschweig y Michel Fain, La noche, el día. Ensayo psicoanalítico sobre el funcionamiento mental Isabel María Calvo, Frida Riterman y colaboradores, Cuerpo-Vínculo-Trasferencia Isabel M Calvo, Frida Riterman y Tessie Calvo de Spolansky, Pareja y familia. Vínculo-Diálogo-Ideología Patrick Casement, Aprender del paciente Piera Castoriadis-Aulagnier, La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado Morag Coate, Más allá de la razón. Crónica de una experiencia personal de locura Janine Chasseguet-Smirgel, El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la •enfermedad de idealidad» • Madeleine Davis y David Wallbridge, Límite y espacio. Introducción a la obra de D. W. Winnicott .{lobert Desoille, El caso María Clotilde. Psicoterapia del ensueño dirigido Robert Desoille', Lecciones sobre ensueño dirigido en psicoterapia R. Dorey y colaboradores, El inconciente y la ciencia Alberto Eiguer, El parentesco fantasmático. Trasferencia y contratrasferencia en terapia familiar psicoanalítica Milton H. Erickson y Ernest Lawrence Rossi, El Hombre de Febrero. Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad en hipnoterapia R. Horacio Etchegoyen, Los fundamentos de la técnica psicoanalítica Nicole Fabre, El triángulo roto. Psicoterapia de niños por ensueño dirigido 1/Joen Fugan e lrma L. Shepherd, comps., Teoría y técnica de la psicoterapia gues, táltica Jean-Baptiste Fages, Para comprender a Lacan
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Obras en preparación Silvia Bleichmar, La fundación de lo inconciente. Destinos de pulsión, destinos del sujeto Christopher Bollas, Fuerzas de destino · 'Sigmund Freud, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904). Nueva edición completa Roberto Harari, El Seminario •La angustia•, de Lacan: una introducción Sami-Ali, El cuerpo, el espacio y el tiempo