NUE VOS J O R G E
HECHOS
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NUE VAS
IDEAS
xv
SIM M E L
(ni)
S O C I O L O G I A J O R G E
T O M O I . — I. E l problema problema de ía sociología, — XI. La cantidad en en los ¿rapos sociales. (Publicado.) T O M O I I . — I I I . L a subordinación. Digresión sobre mayorías y minorías. (Publicado.)
SOCIOLOGIA E stu dios sobre las formas formas de sociali zación
T O M O I I I . —I V . L a l ucha.— V . E l secreto y la sociedad sociedad secre secreta. ta.
IV
Di gresiones sobre el el adorn o y la comunicación es-
La lucha.
crita. (Publicado.)
T O M O
V
I V . —V I . E l cruce de los círculos sociales. sociales. — V I L E l pobre. Digresión sobre la negatividad de ciertas conduce
prensa.) tas colectiva colectiva s. (E n prensa.)
SIM M E L
E l s e cr cr e t o y l a s o ci ci e d a d s e cr cr e t a .
D i g r e s i ó n es es sobre el adorno y la comunicación escrita
T O M O V . — V I I I . L a autoconservación autoconservación de los ¿rupos. Digresiones sobre las / unciones hereditari as, sobre la psi-
precología social y sobre fidelidad y gratitud. (E n pre-
TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN POR
paración.)
J .
P É R E Z
BAN CE S
T O M O V I y úl tim o.—I X . E l espacio espacio y la sociedad. Digresiones sobre la limitación social, sobre la sociología d«i
Ampliación los sentidos y sobre sobre el extran jero.—X. Ampliación de los grupos y formación de la individualidad. Digresiones sobre la nobleza y sobre la analogía de la psicología individual con las relaciones socia-
preparación.) les. (E n preparación.)
cRevista, des Occidente Avenida P i y M aréall, 7 Madrid
I
LÀ
LU CHA
C o p y r i g h t by Revista de Occidente
Madrid
/
1927
Imp. G. Hernández y G alo Sáez Sáez / Mesdn de Paños, S / M adrid.
la lucha tiene importancia sociológica, por cuanto causa causa o modifica modifi ca comuni comuni dades de de intereses, intereses, uni ficaciofi caciones, nes, oráanizaciones, oráan izaciones, es es cosa cosa que en en pr incipi in cipio o nadie ha h a puesto en duda. E n cambio, ha de de parecer parecer par adójico adóji co a la opini opi ni ón común el tema de si la lucha, como tal, aparte sus consecuencias, es ya una forma de de social social ización. iz ación. A l pronto pr onto parece parece ésta ésta una un a mera mera cuestión de palabras. Si toda acción recíproca entre hombres es una social ización, izaci ón, la l ucha, que consti consti tuye una de las más vivas acciones recíprocas y que es lógicamente imposible de limitar a un individuo, ha de constituir necesariamente una socialización. De hecho, los elementos propiamente disociado res son las causas causas de la lucha: el odio y la envidia, envi dia, l a necesinecesidad y la apetencia. Pero cuando, producida por ellas, ha estall ado la lucha, ésta ésta es un remedio remedio contr contr a el el dual ismo di socia dor, una vía para llegar de al¿ún modo a la unidad, aunque sea sea por el el aniqui lamiento de uno de los partidos. A sí ocurr ocurr e con con fr ecuencia ecuencia que las manifestaciones más vi vas de la enfermedad significan los esfuerzos del organismo para vencer las pertur baciones baciones perj perjudicial udiciales. es. N o se refiere esto esto a la tr ivi ali dad del del si vis pacem para bellum, más bien es l o general, del cual este caso caso representa representa una un a r amifi cación par ticular. ti cular. L a lucha lu cha es ya una distensi ón de de las fuerzas adversari adversari as; el el h echo echo de qug termine en la paz, no es sino una expresión que demuestra u e
Q
Unidad fundada en lucha
N eces ecesid id ad de fuerzas discordes
que la lucha es una síntesis de elementos, una contraposición, que juntamente con la composición, está contenida bajo un concepto superi or. Este Es te concepto concepto se caracteri caracteriza za por l a común contrariedad de ambas formas de relación; tanto la contraposición como la composición, niegan, en efecto, la relación de indi ferencia. ferencia. R echazar echazar o disolver l a sociali sociali zación son tambié también n negaciones; pero la lucha significa el elemento positivo que, con su carácter unificador, forma una unidad imposible de romper de hecho, aunque sí pueda escindirse en la idea. M ir adas desde desde el punt o de de vista de la positivi dad sociolós ociológica de la lucha, todas las formas sociales adquieren un orden particular. Se echa de ver en seguida que si las relaciones de l os hombres entr entre e sí— en contr aposi ción a lo que es es cada cual en sí mismo y en relación con los objetos—constituyen la materia de una consideración particular, los temas tradicionales de la Sociología no son sino una parte de esta ciencia amplia, determinada realmente por un principio. Dijérase que no hay más que dos objetos de la ciencia del hombre: la unidad del individuo y la unidad formada por los individuos, o sea la sociedad, sociedad, y que lógicamente lógi camente n o cabe posibi l idad id ad de un tercer tercer térmi no. Y entonces entonces la lucha, como como tal, prescindi endo de las contr contr ibuciones ibu ciones que aporta a las formas inmediatas de uni dad social, social, n o tendría tendría un lugar pr opio para para ser ser investigada. investigada. Es l a lucha un hecho sui ¿eneris, y su inclusión en el concepto de la unidad sería tan violenta como infecunda, ya que la lucha significa la negación de la unidad. P ero en un sentido más más ampli o, la teoría de las r elaciones elaciones entre los hombres parece distinguirse en dos: las que constituyen una unidad, esto es, las sociales en sentido estricto, y aquell aquellas as otras que actúan actúan en contr contra a de la unidad. uni dad. M as es memenester tener en cuenta que, en toda relación histórica real, suelen darse ambas categ categorías. orías. E l i ndivi duo no l lega a la unidad de su personalidad únicamente porque sus contenidos armonicen según normas lógicas u objetivas, religiosas o éticas, sino que la contradicción y la lucha no sólo preceden a esta unidad, sino que están actuando en todos los momentos de su vida. Análogamente no hay ninguna unidad social en que las direcciones convergentes de los elementos no estén inseparablem rabl emente ente mezcladas mezcladas con otras otras divergentes. divergentes. U n grupo abso» abso»
lutamente lu tamente centrí centrí peto peto y armónico, una pur a «uni «un i ón», no sólo es empíricamente irreal, sino que en él no se daría ningún proceso proceso vital propiamente dicho. L a sociedad de los santos, que Dante Dan te contempla contempla en la rosa del del Par aíso, podrá ser ser tal ; y es incapaz de toda mudanza o evolu evolu ción. E n cambio, la asamblea de los padres padres de de la I glesia, en l a Disputa Di sputa de Rafael, Rafa el, aun no siendo verdadera lucha, ostenta ya una considerable diversidad de sentimientos sentimi entos e ideas, de la cual brota toda la vida vi da y coor coor din ación orgáni orgáni ca que hay ha y en en su convivencia. A sí como el cosmos necesita «amor y odio», fuerzas de atracción y de repul sión, para tener tener una forma, así l a sociedad sociedad nec n eces esita ita una relación rel ación cuanti cuanti tativa tati va de de armoní a y desarmonía, de asociaci asociación ón y competencia, de favor y disfavor, para llegar a una forma determinada. determinada. Y estas estas divisiones divisi ones intestinas int estinas no son meras enerenergías pasivas sociológicas; no son instancias negativas; no puede decirse que la sociedad real, definitiva, se produzca sólo por obra de las otras fuerzas fuerzas social social es, positivas, positiva s, y dependa dependa negativamente de que aquellas fuerzas disociadoras lo permitan. E sta manera de ver, ver, corr corriente, iente, es completamente completamente superfi superfi cial; la sociedad, tal como se presenta en l a r ealidad, eali dad, es es el result r esult ado de ambas categorías categorías de acción r ecíp ecíproca, roca, las cuales, por tanto, tienen ambas un valor positivo (l). E l err or de cree creer que que la una u na destruye destruye l o edifi cado por por la otra, y de considerar lo que al fin queda como el resultado de su substracción (siendo así que en realidad más bien es el pro (l ) Est e es el caso caso sociol ógico de una oposici ón en en la manera de concebir la vida en gene general. ral. P ara la opini ón común, distínguense distínguense por doquiera dos parti parti dos de de la vi da, uno de los cuales cuales representa representa lo positivo, el contenido pr opio, y aun la substancia de la vida, mi entras
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Dos sentidos de la unidad
ducto de su adición), proviene, sin duda, del doble sentido del concepto de unidad. Consideramos como unidad la coincidencia y coordinación de los elementos sociales, en contraposición a sus escisiones, aislamientos, desarmonías. Pero también es uni dad l a síntesis gene general ral de las personas, energías energías y formas que constituyen un ¿rupo, la totalidad final en que están comprendidas, tanto las relaciones de unidad en sentido estricto, como las de dual idad. id ad. L o que ocurr ocurr e es es que los grupos gr upos que sentimos como «unidos», los explicamos por aquellos de sus elementos funcionales que actúan como específicamente unitarios, excluyendo, excluyendo, por t anto, la otra significación significación más amplia de la palabra. A esta inexactitud inexactitu d contr ibuye ibu ye también, por su parte, el doble sentido correspondiente del término escisión u oposición. V iendo ien do cómo despli desplieg ega a entre entre los elementos elementos singulares su virtud negativa o destructora, suponemos que debe actuar del mismo modo sobre la relación total. Pero, en realidad, no es preciso que lo que considerado entre individuos, caminando en determinada determin ada dir ección ección y aisladamente, es es algo negativo y substractor, actúe de la misma manera en cuanto al conjunto de la relación. Pues en esta—como revela claramente la competencia de individuos en una unidad económica—, el el elemento elemento aislador, combin ado con otras acciones acciones recíprocas no afectadas por el conflicto, nos ofrece un nuevo cuadro, en el cual lo negativo, el dualismo, representa un papel absolutamente positivo, allende los destrozos que haya podido ocasionar en la esfera de las relaciones individuales. servar; harto propensos somos somos a pensar y sentir nu estro esencial esencial yo, nuestra propi a y profun da substancia substancia como idéntica a uno J e esos esos partidos, partidos, y según que nuestro sentisentimient o de la vida sea optimi sta o pesimi sta ha de apar ecemos ecemos el el otro pa rti do como superfi cial, accident accident al, como algo que es preciso elimin ar o repri mir, para qu e salga a fl ote la verdadera vida. Vi vi mos compli compli cados por doquiera en este dual ismo — que en el texto ha de recibi recibi r ul teri or desarrol lo — , desde desde las más reducidas a las más extensas extensas provincias de la vida, en lo personal, en lo objetivo, en lo social. Tenemos o somos una totalidad o unidad que se esconde en dos partidos opuestos lógica y realmente; con uno de los dos partidos, empero, identificamos esa unidad y totalidad de nuestro ser, y consideramos el otro otro part ido como extrañ o a nosotr os, como a lgo que niega nuestra esencia propia. E ntre esta tendencia y la otr a— la que acepta acepta el tod o verdaderamente verdaderamente como como un todo y considera considera la unidad superior a los dos partidos como unidad real y viva en ambos oscila contin contin uamente ía vida. Per o es tanto más urgente reivi ndicar esta segunda actitu d, por lo que se refiere al fenómeno sociol ógico de la lu cha, cuant o que la lucha i mpone como hecho, hecho, al parece parecerr indiscutibl e, su fuerza disolvente y disociadora. disociadora.
E l matri monio y las casta castass indias
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L os casos casos más más complicad compl icados os prese pr esentan ntan dos tipos tip os opuestos. Primero tenemos las comunidades exteriormente estrechas, que abrazan muchas r elaciones elaciones de la vida, como el el matrimomatr imoni o. N o sólo en en matri monios irr emediableme emediablemente nte desave desavenidos, nidos, sino en otros que han encontrado un modus vivendi soportable, o al menos soportado, hay neces necesari aria a e inseparablemente inseparablemente unida a la forma sociológica, una cierta suma de disgustos, disentimientos disenti mientos y polémicas. E stos matri monios no pierden su su condición de matrimonios porque exista lucha en ellos, sino que se han producido como totalidades características, gracias a la suma de múltiples elementos, entre los que figura esa cantidad i nevitable nevitable de lucha. P or otra parte, parte, la función absolut absolutaamente positiva e integrativa del antagonismo, se manifiesta en casos en que la estructura social se caracteriza por la precisión y pureza cuidadosamente conservadas de las divisiones y gradaciones daciones social sociales es.. A sí el sistema sistema social social indio in dio no desc descansa ansa sólo en la jerarquía de las castas, sino también en su mutua repulsión. L as hostil idades no sólo impi den que vayan poco a poco borrándose las diferencias dentro del grupo—por lo cual pueden ser provocadas deliberadamente, como garantía de las constituciones existentes—, sino que, además, son sociológicamente productivas; gracias a ellas con frecuencia encuentran las clases clases o las personalidades sus posiciones p osiciones propias, que no no hubieran hallado o que hubieran hallado de otro modo, si, existiendo las causas objetivas de la hostilidad, hubiesen estas causas causas actuado actuado sin el senti miento y las manifestac manif estaciones iones de la enemistad. E n manera alguna la desaparición de las energías energías repul sivas y (consideradas (consideradas aisladame aisl adamente) nte) destru destructo ctoras ras de un ¿rupo, ¿ru po, producirá siempre una vida más rica y plena de la comunidad—al modo como como un patr imoni o aumenta cuando desaparece rece su pasivo— pas ivo—.. L o que que resultar á será será otro cuadro, tan distinto y con frecuencia tan irrealizable como si lo desaparecido fuesen las energías de cooperación y afecto, de ayuda mutua y armoní ar monía a de interese in tereses. s. Y esto no es es sól o aplicable apli cable a la compecompetencia, que determina exclusivamente como oposición formal, desatendiendo los resultados reales, reales, la forma del del grupo gru po y la posición y distancia mutuas de los elementos, sino también cuando la unión descansa en las emociones de las almas indi-
viduales. A sí, sí , v. gr., gr., la oposición de un elemento elemento frente a otr otro o en una misma sociedad, no es un factor social meramente negativo, aunque sólo sea porque muchas veces es el único medio que hace posible la convivencia con personalidades propiamente intolerables. Sí no tuviéramos fuerza y derecbo que oponer a la tiranía y al egoísmo, al capricho y a la falta de tacto, no soportaríamos relaciones tan dolorosas, sino que nos veríamos impulsados a recursos de desesperación, que ciertamente destruirían la relación, pero precisamente por eso no serían «lu cha». Y esto esto no sólo por el hecho—que no es esenesencial aqu í—de í— de que l a opresión suele suele aumentar aumentar cuando cuan do es es tolet olerada tranqui lamente y sin protesta, protesta, sino sin o porque l a oposición nos proporciona i nteriores satisfacc satisfaccione iones, s, distracc distracción ión y alivi o, exactamente como, en otras circunstancias psicológicas, la humildad y la paciencia. Nuestra oposición provoca en nosotros el sentimiento de no estar completamente oprimidos; nos permite adquirir conciencia de nuestra fuerza y proporciona así vivacidad a ciertas relaciones que, sin esta compensación, en modo alguno soportaríamos. Y la oposición oposición produce produce este este efec efecto to no sólo aunque no l legue a resultados percep perceptibles, tibles, sino i ncluso nclu so si n o se se manifi esta exteri exteri ormente y se queda queda en lo puramente int erior. A u n cuando apenas se exteriorice prácticamente, la oposición puede producir un equilibrio interior—a veces hasta para los dos elementos—un sosiego y un sentimiento ideal de poder, que salvan relaciones, cuya continuación resulta con frecuencia inco in comprensi mprensi ble para los de fuera. Ent E ntonces onces la oposición se convierte en miembro de la relación misma y adquiere los mismos derec derechos hos que los demás moti motivos vos de la r elación. N o sólo es un medio para conservar la relación total, sino una de las funciones fu nciones concretas concretas en que que ésta ésta se realiza. reali za. Cu ando and o l as relaciones son puramente exteriores y no tienen actualización práctica, presta este servicio la forma latente de la lucha: la aversión, el sentimiento de una extrañeza y repulsión recíprocas, que se traduciría en odio y combate si se produjese por cualquier cualqui er causa causa un contacto contacto inmediato. in mediato. Sin esta esta aversi ón, resulta inimaginable la vida de la gran ciudad, que nos pone diar iamente en en contacto contacto con con muchas gentes gentes.. T oda l a organiorgani zación interior de esta vida urbana descansa en una grada-
ción extraordinariamente variada de simpatías, indiferencias y aversi aversi ones, más o menos breves breves y duraderas. Si n embargo, la esfera esfera de la i ndiferencia ndif erencia es es relativamente pequeña. pequeña. L a actividad de nuestra alma responde a casi todas l as impresiones impr esiones que proceden proceden de de otros hombres, hombres, con con un senti miento determi determi-nado, que si aparece como indiferente es por su carácter subconsciente, subconsciente, breve y cambiant cambiante. e. E n realidad, r ealidad, la i ndiferencia ndi ferencia es tan poco poco natur al, como como insoportabl in soportabl e sería la confusión confu sión de las mutuas sugestiones. De estos dos peligros típicos de la gran ciudad ciudad nos salva salva la antipatía, preludi o del antagonismo antagonismo activo. L a antipatí a produce las distancias distan cias y apartamientos, sin las l as cuales cuales no sería posi ble este este género de vida. L os grados y mezclas mezclas de la anti patía, el ritmo ri tmo de de su apari ción y desapadesapar ición, ici ón, las formas en en que se satisface; todo esto, con l os eleel ementos unificadores en sentido estricto, forma un todo inseparable parabl e en en la vi da de las grandes gr andes ciudades. L o que en en esta vida aparece inmediatamente como disociación, es, en realidad, una de las formas elementales de socialización. P or consigui consigui ente, si las relaciones de lucha lu cha no pueden pueden pr oducir una concreción por sí solas, pero colaboran con las otras energías unificadoras para constituir entre todas la unidad vital del grupo, resulta que las primeras apenas se diferencian de las restantes restantes formas de relación rel ación que la sociología toma de las vari variadas adas existenc existencias ias reales. reales. N i el amor, ni la di visi ón del del trabajo, ni la actitud común frente a un tercero, ni la amistad, ni la pertenencia a un partido, ni la subordinación, pueden constitui constitui r por por sí solas solas una unidad uni dad histórica hist órica y mantenerl mantenerl a de modo duradero; y cuando esto, sin embargo, sucede, el proceso así designado contiene ya una pluralidad de formas de relación diferenciables. L a esenc esencia ia del alma humana hu mana no consiente en dejarse dejarse ligar li gar por un hilo hi lo sólo, aunque el an álisis áli sis científi co haya de detenerse en las unidades elementales y su potencia espec específ ífica ica de un i ón. E s más; acaso todo t odo este este análi sis no n o sea— sea— en un sentido superior y en apariencia contrario—sino una actividad subjetiva. subj etiva. A caso l as asociaciones asociaciones entre los elementos individuales sean en efecto unitarias, resultando esta unidad empero empero i nconcebibl nconcebibl e para nuestro nuestr o entendimi ento — uni dad mística, que se nos presenta con máxima fuerza, precisamente en las relaciones relaci ones más ri cas y más cargadas car gadas de elementos vava -
L os sentimi entos mezclados mezclados
riados—y no quedándonos otro recurso que representarlas como como la cooperación cooperación de una pl urali ur ali dad de energías energías asociado asociado ras. E stas se van limit li mitando ando y modifi cando mutuame mut uamente nte hasta que surge el cuadro que la realidad r ealidad objetiva objeti va ba conseguido conseguido crear por un procedimiento más sencillo y unitario, pero impracticable paia el entendimiento observador. A sí suced sucede e también en los proc pr oceso esoss del del alma al ma indivi dual. Son estos en cada momento tan complicados, esconden tal cantidad de vibr aciones diversas diversas u opuestas, opuestas, que su designación por uno de nuestros conceptos psicológicos es siempre imperfecta y, propiamente, propiamente, falsa. T ampoco amp oco entre los momentos vitales del alma individual se anuda nunca un hilo sólo. P ero esta esta también es una mera imagen que el el pensami ento analítico se forma de la unidad del alma, impenetrable para él. Seguramente mucho de lo que tenemos que representarnos como sentimiento mezclado, como reunión de instintos varios, como competencia de sensaciones contrarias, es en sí una perfecta perfecta unidad. uni dad. Per o el entendimiento entendi miento observador observador carecarece del esquema necesario para percibir esa unidad y se ve obligado a construirla, como una resultante de múltiples elementos. Cuando ante algunas cosas nos sentimos al mismo ti empo atraí dos y rep r epe elido li dos;, s;, cuando cuando en una mi sma acción acción parecen mezclarse mezclar se rasgos de de carácter carácter nobles y mezquin mezqu in os; cuancu ando el sentimiento que una persona nos inspira se compone de respeto y amistad, de impulsos paternales o maternales y erótico ti cos, s, o de valora val oraciones ciones éticas y estéticas, estéticas, todos estos estos fenómef enómenos del alma son con frecuencia completamente unitarios; pero no podemos designarlos directamente y por eso los convertimos en un concierto de variados elementos anímicos, empleando toda suerte de analogías, valiéndonos de motivos precedentes o de consecuencias exteriores. Si esto es exacto, también las relaciones, aparentemente compuestas, que se dan entre varias almas, han de ser con frec fr ecuencia uencia en r ealidad unas. L a di stancia, v. gr., entre entre dos dos hombres l igados de algún modo, esa distan distancia cia que caracte caracteri riza za su relación, se nos presenta con frecuencia como efecto de una inclinación, que propiamente debiera producir un mayor acercamiento, y de una repulsión, que habría de separarlos; pero al limitarse mutuamente estos dos sentimientos, se pro
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¿uce_creemos—la distancia observada. Mas esto puede ser completame completamente nte equivocado. equivocado. L a relación está dispuesta por sí misma según según esta esta distancia; tiene por por decir decirlo lo así ini cialmente cierta temperatura, que no se produce por la compensación entre cierto calor y cierta cierta fr ial dad. E l grado de superioridad superi oridad y de sugesti sugestión ón que se produce pr oduce entr entr e«dos persona personas, s, l o consideconsid eramos a menudo como engendrado por la fuerza de una de las partes, que se cruza con cierta debilidad en otro sentido. Puede que existan esta fuerza y esta debilidad; pero con frecuencia cuencia su duali smo no se se manifi esta en en la r elación real, que se determina por el conjunto de los elementos y sólo a posteriori podemos escincir su unidad inmediata en aquellos factores. Las relaciones eróticas nos ofrecen los ejemplos más frecuentes de esto. esto. M uchas veces veces nos parecen parecen entr etejidas de amor y de estimación o desprecio; o de amor y sentimiento de la armonía entre las dos naturalezas, con la conciencia de complementarse mutuamente en virtud del contraste; o de amor y afán de domin io o necesidad necesidad de apoyo. L o que de este este modo el obser vador —o el sujeto su jeto mismo mis mo — escin escinde de en dos corrientes mezcladas, es, en realidad, muchas veces una sola. sola. E n la r elación, elación, tal como como queda queda finalmente finalmente constitui constitui da, la personal idad total del del un o actúa actúa sobre sobre la del del otr o, y su r ealidad eali dad es es independiente in dependiente de la considera consi deración ción de que, si no se diese esta relación, las dos personas se inspirarían estimación o simpatía o lo contrar io. I ncontables ncontabl es vec veces designamos estas relaciones como relaciones o sentimientos mezclados, porque constr constr uimos ui mos los efec efectos tos que que las cualidades de una de las partes producirían en la otra, si actuasen aisladas, cosa que justamente no hacen; prescindi prescin diendo endo de de que habl ar de mezcla mezcla de sentimientos y de relaciones es siempre una expresión problemática, aun en los casos en que se emplea más justificadamente; porque traslada con incauto simbolismo un acontecer espac espacial ial e intuit int uitivo ivo a relaciones relaciones aní micas totalme totalmente nte heteheterogéneas. E sto mismo mi smo debe acontecer, acontecer, pues, pues, con la ll amada mezcla mezcla de corrientes convergentes y divergentes en una comunidad. O genetis, es decir, su motibien la relación es de antemano sui genetis, vación y forma es completamente unitaria y sólo posterior
Formas soci al es indiferenciadas indiferenciadas
Serie sociolóéica y serie ética
mente, mente, para poder descri descri birla bir la y clasificarla, l a suponemos suponemos compuesta de dos corrientes, una positiva y otra antagónica; o bien estas dos corrientes existían de antemano, pero, por decirlo así, antes de que se produjese la relación, llegando en ésta a constituir una unidad orgánica en la que dejan de percibirse los componentes con su energí energía a espec específ ífica. ica. N o deben deben olvidar se, por lo demás, el enorme número de tratos ínterindividuales en que las relaciones parciales opuestas subsisten con independencia y corren paralelas unas a otras, pudíendo reconocerse en cada momento. H ay un matiz parti cular en la evolución bistóri ca de de cie ciertas rtas relaciones; y es el caso de que algunos estadios primitivos presenten senten una uni u nidad dad indi i ndiferenciada ferenciada de tendencias tendencias converge convergentes ntes y divergentes, que más adelante se separan para distinguirse ya del todo. T odaví a en el sigl o xm existen existen en las cortes cortes de de la E u ropa central asambleas permanentes de nobles, que constituyen una un a especie especie de de C onsej o de l os prín pr íncipes, cipes, viven como huéspedes huéspedes del rey y al mismo tiempo forman una representación de la nobleza, defendiendo los intereses de ésta, incluso frente al prí ncipe. L a comun comunid idad ad de intereses intereses con con el rey, a cuya cuya admiadmi nistración sirven en ocasiones, y la defensa de sus derechos de clase frente al rey, no sólo coexistían, sino que estaban fundadas en en estos estos organism organ ismos. os. La L a posición posi ción era segur segurame amente nte senti senti da como unitaria, a pesar de lo inconciliables que a nosotros nos parecen parecen sus elementos. elementos. E n I nglaterr a, por esta esta époc época, a, el el P arla ar la-mento de los bar ones apenas apenas se distin dist ingue gue de de un C onsej o real algo amplio. L a adhesión adhesión al rey y la oposición críti críti ca, ca, partidista, se encuentran todavía en unidad germinal. M ientr as se trate de elaborar insti in stituciones tuciones que hayan de resolver el problema complicado del equilibrio interior del grupo, será difícil decidir si esta colaboración en beneficio colectivo ha de verificarse en la forma de la oposición, competencia y crítica, o en la forma de unidad y armonía inmediatas. E xisti rá, pues, pues, un estado pri mari o de indiferencia indifer encia que, que, considerado desde desde el punt o de vista de la diferenciación difer enciación posteri posteri or, parecerá contradictorio lógicamente, pero que corresponde al esca escaso so desarr desarr ollo de la organi or ganización. zación. L as relaciones subjetivas, subjetivas, personales, se desarrollan muchas veces en dirección opuesta. E n las época épocass pri mitivas, la adhesión u hosti lidad li dad suele suelen n ma
ni f estarse starse con con más claridad clari dad y decisión relati r elativame vamente. nte. L as relaciones medias medias e indec in decisas, isas, que se basan en una penumbr p enumbr a del sentimiento y cuya última palabra lo mismo puede ser el odio que el amor, son más frecuentes en épocas maduras que en épocas tempranas. Si es cierto que el antagonismo por sí sólo no constituyó una social social ización, izaci ón, también lo es que no suele fal tar—pr tar —pr escin escin-diendo de esos extremos—como elemento de las socializaciones. Y su pape papell puede potenciarse potenciarse al al infini inf ini to, es es decir, decir, hasta la supresión de todos los l os elementos elementos de unidad. uni dad. L a esca escala la de relaciones, que así resulta, puede construirse también acudiendo a categorías éticas; aunque éstas, en general, no ofrecen puntos de apoyo adecuados para extraer fácil y totalmente de los fenómenos menos lo que hay de sociol sociol ógico en ell ell os. Los L os sentimi entos de valor con que acompañamos las acciones voluntarias de los individuos, engendran series que guardan una proporción puramente casual con la determinación de sus formas de relación según puntos de vista objetivos y conceptuales. Representarse la ética como una especie de sociología sería privarla de su conteni conteni do más profun pr ofundo do y fin f ino: o: la actitud del alma ante sí misma, actitud que no aparece en sus manifestaciones exteriores, los movimientos religiosos, que sólo sirven a la propia salvación o perdición, la dedicación a los valores objetivos del conocimiento de la belleza, de las dignidades en las cosas, todo l o cual está allende las relaciones con con los demás demás hombres. E sto no obstante, obstante, la mezcla de relaciones armónicas y hostiles hace que coincidan las series sociológica y ética. Comienza con la acción de A en provecho de B; pasa luego al provecho propio de A por medio de B, sin aprovec apr ovechar har 'a éste éste,, per per o sin dañarle; y termina finalmente en la acción egoísta a costa de B. A l contestar contestar B, aunque casi nunca del mismo modo y en la misma medida, surgen las incalculables mezclas de convergencia y divergencia que se dan en las relaciones humanas. H ay, sin duda, luchas lu chas que que parecen parecen exclui exclui r la in tervención de ningún otro aspecto, como la lucha entre el bandido o el matón y su víctima. Cuando estas luchas se orientan hacia el aniquilamiento, aproxímanse al caso extremo del exterminio, en que el aspecto aspecto unif un ificad icador or se reduce a cero. cero. Pero P ero tan pr onto ont o como aparec aparece e alguna consideraci ón, un l ímite ímit e de la violencia, vi olencia,
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La armonía en la ¿tierra
nos encontramos ya con un aspecto socializador, aunque sólo sea sea de de contención. contenci ón. Í Cant afir maba que toda guerra en que que las l as partes no se i mponen mpon en ciertas rese r eservas, rvas, en cuanto cuant o al uso de los medios posibles, tenía que convertirse por motivos psicológicos en una guerra de exterminio. Pues el partido que no se abstiene, abstiene, al menos, de rematar beridos, de incumpli in cumplirr la palabra dada y de la traición, destruye aquella confianza que bace posible concertar una paz. Casi imperceptiblemente se desliza en la bostilidad un elemento de comunidad, cuando el estadio de la violencia violenci a franca cede cede el el paso a otra relación relaci ón en la l a cual cual la suma total de enemistad, existente entre las partes, puede no baber disminuido en nada. Cuando los longobardos conquistaron a I tali a en en el siglo vi, impusieron a los some sometidos tidos un impuesto de un tercio del producto del suelo, distribuyéndolo de manera que a cada uno de los vencedores le eran asignados varios vencidos, que babían de satisfacerle personalmente el impuesto. Quizás el odio del vencido al vencedor fuese tan grande y aún mayor ma yor en esta esta situación sit uación que durante la guerr guerra; a; y acaso el el vencedor vencedor respondiese r espondiese al venci do con el mismo sensentimiento, bien porque el odio al que nos odia constituye una medida de prevención instintiva, bien porque, como es sabido, solemos odiar a aquellos a quienes bemos causado algún daño. Sin embargo, en esta relación babía cierta comunidad; la situación producida por la bostilidad, la participación forzosa de los longobardos l ongobardos en las tierras de los naturales, natur ales, era era al mismo tiempo origen de un innegable paralelismo de intereses. A l fundir se de este modo indi solubl emente emente la l a divergencia divergencia y la armonía, quedaba creado el germen de una comunidad futura. Este tipo de forma se ba realizado principalmente en la esclavi zación— en vez de de la muerte—de muerte— dell enemigo enemigo prisionero. pri sionero. E n esta esclavitud se presenta mucbas veces, sin duda, el caso extremo de la enemistad absoluta interior; pero con motivo de ella surge una relación sociológica y, con frecuencia, su propio ali vio. P or eso, eso, cabe provoc pr ovocar ar a vec veces la agudización agudi zación de la bostil bostil idad, justamente, justamente, para para dismin uir la. Y no como como una espe espe-cie de cura por la violencia , confian do en que el el ant agonismo se acabará, acabará, más all á de cierto lí mite, mit e, o por agotamient o o por el convencimiento de su insensatez, sino por razones internas;
La lucha por ¡a lucha
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como a veces sucede que en algunas monarquías se le dan a la oposición príncipes por jefes, como bizo, v. gr., Gustavo Wasa. Con esto se fortalece, sin duda, la oposición, a la que afluyen elementos que de otro modo hubieran permanecido apartados; pero al mismo tiempo se la mantiene en determinados límites. tes. E l G obierno, obier no, aparenteme aparentemente, nte, fortal ece ece la oposici ón; pero, pero, en realidad, le rompe la punta. Otro caso extremo parece darse cuando la lucba se origina exclusivamente en el placer de combatir. Si la lucba se desencadena por algún objeto, el afán de posesión o de dominio, la cólera cólera o la venganza, entonce entoncess no sólo dimanan del objeto objeto o situación que se desea alcanzar condiciones que someten la lucba lu cba a normas comunes comunes o r estricciones r ecípr ecíproc ocas, as, si no que, que, por perseg perseguir uirse se una fi nalidad nal idad exteri or a la lucba, l ucba, ésta ésta adqui adquieere un color peculiar, merced al hecho de que todos los fines pueden, pueden, en prin pr incipio, cipio, conseguirse conseguirse por vari vari os medios. E l afán de posesión o de dominio, e incluso el deseo de aniquilar al enemigo pueden satisfacerse por medio de otras combinaciones nes y acontecimientos acontecimientos que no sean la lucha. lu cha. Cu ando la l ucha nu s ad
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£,/ espíritu de contradicción
hombre es, empíricamente, para el entendimiento, un ser egoísta, y las modificaciones de este hecho natural no acontecen por obra de la naturaleza misma, sino por el deus ex machina de una realidad metafísica. Parece, pues, que junto a la simpatía entre los hombres debemos colocar, como forma o base base de las relaciones relaciones hu manas, una hostil idad natural. E l interés extrañamente fuerte que, por ejemplo, inspiran al hombre los padecimientos de los demás, sólo puede explicarse como resultado de una mezcla de ambas motivaciones. T ambién es resultado de esa esa antipatía natural el fenómefenómeno no raro del «espíritu de contradicción». Este espíritu no se encuentr encuentr a tan sólo en el conocid conocido o tipo ti po que que por prin cipio dice que no a todo, ese tipo que vemos en los círculos de amigos y de familia, en los comités y en los públicos de teatro y que constituye la desesperación de los que le rodean. Tampoco encuentra sus ejemplares más característicos en la esfera política, en esos hombres de oposición cuyo tipo clásico describe M acaulay cuando cuando dice de de Roberto Ferguson: Ferguson: «Su hostilidad no se dirigía al Papado o al Protestantismo, al Gobierno monárquico o al republicano, a la casa de Estuardo o a la de N assau, assau , si no a t odo cuanto en su época época estaba estaba establec establecido.» ido.» N o siempre siempr e son tipos tip os de «oposi «oposi ción pur a» los que como tales se consideran; pues generalmente éstos se presentan como defensores de derechos menoscabados, como campeones de lo objetivamente justo, como caballerescos amparadores de la minoría. H ay síntomas sín tomas menos destacados destacados que, a mí parecer, parecer, delatan, del atan, sin embargo, más claramente el afán abstracto de oposición. Tal es son, por ejemplo, ejemplo, la tentación, tentación, a menudo inconsc inconsciente o apenas apuntada, de oponer la negación a una afirmación o solicitad cualquiera, sobre todo sí es formulada de un modo categó categóri ri co. co. H asta en momentos de de armoní a e incluso inclu so en naturalezas absolutamente condescendientes, surge este instinto de oposi oposición, ción, con la necesidad necesidad de un movimient movi mient o reflejo, y se mezcla, aunque sin resultados perceptibles, en la conducta total. Y aunque quisiéramos quisiéramos considerarlo considerarlo como un insti nto de defensa—análogo al que lleva a muchos animales a responder a un simple contacto, desplegando automáticamente sus medios de de defensa o ataque—, ataque— , no har íamos ía mos con ell ell o sino si no demostrar justamente el carácter primario y fundamental de
la oposici oposición. ón. Esto E sto signifi caría, en en efec efecto, to, que la personalidad, personali dad, aunque no sea realmente atacada, aunque sólo se encuentre ante manifestaciones puramente objetivas de otros, necesita oponerse para afirmarse, siendo el primer instinto de propia afirmación al mismo tiempo la negación del otro. Pero, sobre todo, parece inevitable el reconocer un instinto de lucha a priori, si se se tiene en en cuenta cuenta l os moti motivos vos increíbl in creíbl emente mente ni mios y hasta hasta ri dícul os, que originan ori ginan las luchas más seri serias. as. U n hist h istoriador oriador i nglés refiere que no hace hace mucho ti empo dos partidos irlandeses habían ensangrentado al país, a consecuencia de una enemistad que surgió por una disputa sobre sobre el el color color de una vaca. vaca. E n la l a I ndia, ndi a, hace hace algun os dece decenios, nios, ocurrieron peligrosas revueltas, a consecuencia de la rivalidad de dos partidos que no sabían uno de otro sino que el uno era el de de la mano derecha derecha y el otro otr o el el de la mano izqtiierda. izqti ierda. E sta pequeñez de los moti vos se se ofrece, ofrece, por decir decir lo así, en en el el otro extremo, cuando se considera las señales ridiculas en que se manifiesta manifiesta a ve veces la hostil idad. E n l a I ndia, mahometanos mahometanos e indios, viven en enemistad latente, que se manifiesta en que los mahometanos abrochan sus vestidos a la derecha y los indios a la izquierda, en que en las comidas en común aquéllos se sientan en círculo y estos en hilera, en que los mahometanos tan os pobres usan como plato un lado la do de cierta cierta hoja hoj a y los in dios el otro. E n las enemistades entre entre hombres es es frecuente frecuente que la causa y el efecto sean tan incoherentes y desproporcionadas, que no puede saberse bien sí el aparente objeto de Li lucha es, en efecto, la causa de ésta, o sólo la manifestación de una hostili dad ya existente existente.. E n algunos episodios episodios de la lu cha entre los partidos griegos y romanos del circo; en las disputas por el omoúsios y el omoiúsios; en la guerra de la rosa roja y la rosa blanca; en las luchas de los l os güelfos güelfos y los gibeli nos, la imposibilidad de hallar un motivo razonable de lucha nos sume en la citada incerti dumbre. E n general, general, se recibe recibe la i mpresión de que los hombres no se han amado nunca por por motivos tan fútiles como los que les llevan a odiarse. Finalmente, la facilidad con que¡ se sugieren sentimientos hostiles, me parece indicar también la existencia de un instinto human hu mano o de hostil idad, J im general, general, es mucho más difí cil al hombre medio inspirar a otro confianza y afecto hacia un ter-
La guerra, como relación sociológica.
i^i amor y el od io cr eadores
cero indiferente indi ferente,, que que infun in fundir dir le desconfianza desconfianza y repulsión. E n este sentido, parece particularmente significativo el hecho de que dicha diterencía sea mayor, tratándose de los grados inferiores de aquellos sentimientos, por ejemplo, la mera iniciación del del prejui cio en pr o o en contr contr a de de alguien. E n los grados más elevados que conducen a la práctica, no decide ya esta incli in clinación nación fu giti va sino sin o estimaciones estimaciones consc conscientes; ientes; pero pero aquella ll a delata delata la existencia existencia de de un i nstint o fundamental. fundamental. E l mismo hecho esencial se revela cuando consideramos que esos leves prejuicios que velan como con una sombra nuestra imagen de otro, otr o, pueden sernos sugeri sugeri dos por personas completamente indiferentes, al paso que un prejuicio favorable sólo puede sernos sugerido por alguien que tenga autoridad sobre nosotr os o que pertenezca al círculo cír culo de nuestr os amigos. AcaA caso no alcanzar al canzara a su tr ágica verdad el el alicjuxd haeret, sin esta facilidad o ligereza con que el hombre medio reacciona a sugestiones desfavorables. L a observación observación de de determinadas determinadas antipatí ant ipatías as y pugnas, in trigas y luchas trancas, podría llevar, sin duda, a la creencia de que la enemistad figura entre aquellas energías humanas primarias, que no se desencadenan por la realidad exterior de sus objetos, sino sin o que se crean a sí mismas di chos objetos. A sí se ha afirmado afi rmado que el hombre hombr e tiene ti ene r eligión, eli gión, no por que crea en Dios, sino que cree en Dios porque tiene en su alma el sentimiento religioso. Con respecto al amor reconoce todo el mundo que, particularmente en la juventud, no es una mera reacción de nuestra alma, una reacción producida por el objeto, como se producen las sensaciones de color en nuestro aparato óptico, sino que el alma siente la necesidad de amar y aprehende un objeto cualquiera que la satisfaga, vistiéndole a vece vecess con aquellas aquell as cuali dades que, que, al parec par ecer, er, determi nan el amor. amor. N ada se opone a que—con que—con las li mitaciones mitaci ones que ahora diré—no dir é—no sea sea esta esta también la evolución del del afecto opuesto. E l alma poseerí poseería a entonces entonces una un a necesidad necesidad aut óctona de odio odi o y de de lucha., y a menudo transportaría a los objetos elegidos las cualidades cuali dades que despiertan el el odio. Y si esto esto no se manifi mani fiesta esta de u n modo tan patente como en el caso del amor, amor , es qui zá porque el instinto erótico, gracias a su enorme violencia física en ia juventud, muestra muestra de un modo in confundibl confund ibl e su esponespon-
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taneidad, su determinación por el terminus a quo. P or excepexcepción tan sólo tiene el instinto del odio estadios de esta violencia, lenci a, en l os que que se patenti za su carácter su bjeti vo y espontáneo (l). Si realmente existe en el hombre un instinto formal de hostilidad, simétrico a la necesidad de simpatía, me parece que históricamente ha de proceder de uno de esos procesos de desti destilación, lación, que hacen hacen que los movimientos movimi entos internos in ternos dejen en el alma su forma común, común, como como i nsti nto autónomo. aut ónomo. I ntereses ntereses de todo género obligan frecuentemente a luchar por determinados bienes, a la oposición oposi ción contr contr a determinadas determinadas personas; personas; y es muy fácil que el residuo de esas ktchas y oposiciones, en la provisi pr ovisi ón hereditari heredit aria a de de nuestr a espec especie, ie, sea sea un estado de excitación que impele a manifestaciones de antagoni antagonismo. smo. Las relaciones entre los grupos primitivos son, como es sabido, totalmente de de hosti hostilili dad, y por razones muchas vece veces dichas. E l ejemplo más extremo nos lo dan los indios, entre los cuales cada tribu se consideraba en estado de guerra con todas las demás, demás, a no ser que hubier hu biera a concertado concertado un tratado tr atado de paz expreso. Pero no hay que olvidar que en las culturas primitivas, la guerra consti consti tuye casi casi la úni ca forma de contacto contacto con gr upos extraños. extraños. M ientras ient ras el comercio comercio interterri intert erri torial tori al estuvo estuvo poco poco desarrollado, mientras eran desconocidos los viajes individuales y las comuni comunidades dades espir espiritu ituales ales no n o transponí an las front eras del del grupo, grup o, no habí a entre entre los diversos diversos grupos otra posible relación sociológica que la guerr guerra. a. La L a relación que mantienen manti enen entre sí los elementos de un grupo y las que mantienen los grupos grup os unos un os con con otros es, es, en las épocas épocas pr imiti imi tivas, vas, completa (l ) T odas las relaciones de un hombr e con con los demás se divi den, en su más más hon da. raí z, según según la respuesta que que se dé a las preguntas siguientes, aunqu e con inn umerables transiciones entre los polos de la afirmativa y negativa: ¿es su base espiritual un inst in to cfue cfue,, como como tal, se desenvuelve desenvuelve aún sin estímul o externo y busca por su parte un objeto adecuado adecuado o un objeto que la fantasí a y la necesidad convierten en adecuado?, o ¿consiste ¿consiste la base espiri tual en la reacción provocada en n osotros por la existencia, la actividad de cierta cierta persona? INTaíui almente, almente, en en este últ imo caso, caso, han de existir las posibili dades en en nuestra alma, aunque latentes e incapaces por sí solas de confi confi gurarse en en insti nto. L as relaci ones entre l os hombres — relaciones i ntelectual es y estétiestéticas, cas, de simpatía y de anti patí a—pu eden acomodarse acomodarse en esa esa oposición, y de ese fun damento es de donde donde con frecuencia derivan sus formas de evolu evolu ción, su int ensidad y su peripecia.
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x mausaiu uci uuíu
mente opuesta. Dentro del grupo, la enemistad significa por regla general la ruptura de relaciones, el apartamiento y la evitación de contactos; hasta la violenta acción recíproca de la lucha lu cha franca fr anca se encuentr encuentr a acompañad acompañada a de estas estas manifestaciomanif estaciones nes negativas. negativas. E n cambio, cambi o, los gru pos viven viv en en en total in difer encia, unos un os frente a otros, mientras reina l a paz, y sólo con la guerr guerra a adquieren una si gnifi cación recíproca activa. activa. P or eso eso uno un o y el el mismo impulso impu lso de expansión y actividad, que en el int erior fomenta l a paz como base base de de la combin combinación ación de intein tereses reses y de la buena mar cha de las acciones acciones recíprocas, se se manifiesta hacia afuera como una tendencia belicosa. P ero esta auton au tonomí omía a que se puede concede concederr en el el alma al ma al instinto de hostilidad, no es suficiente para fundamentar todas las manifestacione manif estacioness de la enemistad. enemistad. P or de pronto, pront o, el el i nstinto nsti nto más espontáneo ve limitada su soberanía, por cuanto no puede verterse sobre cualquier cualqu ier objeto, sino si no sólo sobre los que de alguna manera l e convi convi enen. enen. E l hambre surge, surge, sin duda, en el sujeto sin necesidad de objeto que la actualice; sin embargo, no se precipita sobre la piedra o la madera, sino sobre objetos que sean, en ciert cierta a manera, comesti comestibles. bles. A sí también tambi én el el amor y el odio, aunque sus impulsos no procedan de excitaciones externas, necesitan que en la estructura de sus objetos haya algo adecuado adecuado a ell ell os, con con cuya colaboraci ón se produzca la l a relación la ción total. P or otra parte, me parec parece e probable que que el inst int o de hostilidad, dado su carácter formal, no se presente, en general, sino para fortalecer controversias originadas en motivos materi materiales, ales, para para actuar como pedal, pedal, por decir decirlo lo así. Y cuando la lucha se produce puramente por el placer formal de la contienda ti enda y es, es, por por tant o, indiferente en en pr incipi in cipio o tanto al al objeto como al adversario, surge en el transcurso de ella, inevitablemente, odio e irritación contra el enemigo como persona, y acaso tambi én interés in terés por el precio pr ecio de la l ucha; ucha ; porqu porque e estas estas pasiones alimentan y aumentan la energía anímica de la lucha. Es conveniente odiar al adversario contra quien por cualquier cualqu ier moti vo se lucha, lu cha, como es es conveni ente amar a aquel a quien se está está l igado igad o y con el que que h ay que convivi convi virr . La L a ververdad que se enuncia en un cantar popular de Berlín: Berl ín: «L o que que se hace por amor, marcha mejor», puede aplicarse también a l o que se se hace por odi o. L a conducta conduct a recípr oca de los hombres
se explica muchas veces por una adaptación interior que va encendiendo en nosotros nosotr os los senti senti mientos mient os más adecuados a la situación dada, para explotarla o combatirla, para soportarla o abreviarla; esos sentimientos nos suministran las fuerzas necesari necesarias as a la ejecución de la tarea y a la paral par aliz izaci ación ón de los movimientos contrarios. N inguna in guna l ucha seria seria puede puede durar mucho sin el el auxi lio li o de de un complejo de impulsos anímicos, que se van produciendo lentamente. lentamente. T iene esto esto una gran gran import ancia sociológica. L a pureza de la lucha, por el placer de la lucha, sufre contaminaciones de intereses objetivos, de impulsos que pueden ser satisfechos de otro modo que por la lucha y que en la práctica constituyen ti tuyen el puente entre entre la contienda y l as otras formas de acción recíproca. P r opiamente opiam ente no conozco más que un caso caso en que el atr activo de de la lucha lu cha y la vi ctoria por sí mismas sea sea el el moti mot i vo úni co; en los l os dernás dernás casos, ese ese amor a la lucha lu cha es es un elemento elemento más que se suma al antagonis ant agonismo mo provocado pr ovocado por otros motivos. motivos. M e refiero a los j uegos uegos de lucha y, espec especial ial-mente, a aquellos en que no hay ningún premio de la victoria, fuera del del mismo juego. juego. A quí qu í la atracción purame pur amente nte sociolósoci ológica del del predomini o y de de la superioridad superi oridad se combin combin a con con disdi stintos factores: en las luchas de habilidad, con el placer puramente individual del movimiento adecuado y logrado; en los juegos juegos de azar, azar, con el el favor f avor de l a suerte, suerte, que que nos otorga otorga una mística relación de armonía con las potencias residentes allende el indiv in dividu idu o y los acontecimientos sociales. sociales. E n todo caso, caso, los juegos de lucha no contienen, en su motivación sociológica, ca, nada más que la lucha misma. L a ficha si n val or, por la cual a menudo menud o se combate combate con la misma mi sma pasión pasi ón que si si se tratase de monedas de oro, simbol si mboliz iza a el el formal form alis ismo mo de este este insi nstinto, que, a veces, aun en las luchas del dinero, sobrepasa con mucho al interés material. Pero debemos advertir que jtisíamente este dualismo perfecto supone, para su realización, formas sociológicas en el sentido más más estricto estricto de de la palabra; supone unif u nificaciones icaciones.. L os hombres se reúnen para luchar y luchan bajo el imperio, por ambas partes reconocido, de normas y reglas. Estas unificaciones, en en cuyas formas formas se realiza reali za la lucha, no entran, empeempero, como queda dicho, en su motivación; constituyen la técni-
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La contienda jurídica
ca, sin sin l a cual cual no n o podría veri verificarse ficarse una lu cha que excluye excluye toda base base heterogénea heterogénea u objeti va. L a reglament r eglamentación ación de estas estas luchas es, con frecuencia, rigurosa e impersonal, y la observan ambas ambas partes como un código del honor, honor , con con una discipl ina, in a, que pocas veces se da en las formas de unión y de cooperación. E,ste ejemplo nos ofrec ofr ece, e, casi casi con la pureza pur eza de los conceptos abstractos, el principio de la lucha y el principio de la unión un ión,, que que reúne los l os opuestos. opuestos. Así A sí vemos vemos cómo el uno un o sólo adquiere, gracias al otro, su pleno sentido y efectividad sociológicas. lógicas. L a misma forma domina en la contienda contienda jurídi ca, ca, aunque no con igual pureza en los elementos. Sin duda existe aquí un objeto de la contienda, con cuya cesión voluntaria podría podrí a terminar la pugna, cosa cosa que no suced sucede e en en la lucha lu cha por el placer de la lucha. También puede decirse que lo que en los pleitos se llama el placer de la lucha es, en la mayoría de los casos, otra cosa: el enérgico sentimiento del derecho o la imposibilidad de soportar una agresión real o supuesta, en la esfera jur ídica ídi ca con con que el yo se siente siente solidari o. L a obstin obstin ación y l a tenacidad tenacid ad con con que tan a 'menudo se desangran las partes par tes en los pl eitos, no tienen, ni aún en el el demandante, el carácte carácterr de of ensíva, sino el de una defensiva defensiva en el sentido senti do más hondo. hond o. Se trata, efectivamente, efectivamente, de de afirmar afi rmar l a personal idad que está está tan li gada a su patri pat ri monio y a sus derechos, derechos, que todo menoscabo menoscabo la aniquila, y la lleva consecuentemente a una lucha donde pone en en juego j uego la existencia existencia toda. Por consi consiguiente, guiente, es es este este instinto individualista y no el sociológico de la lucha el que determina tales casos. Pero si miramos a la forma misma de la lucha, veremos que la contiend cont ienda a jur í dica di ca es absolut a; esto esto es, que las pretenpr etensiones de ambas partes son defendidas con pura objetividad y empleando empleando todos todos ios medios medios permit idos, sin desviarse desviarse o aminorarse por consideraciones personales o exteriores de ningún género. género. L a conti contienda enda j urídi ur ídi ca es, es, pues, pues, en en este sentido lucha lu cha absoluta, porque en toda ella no entra nada que no pertenezca a la lucha com como o tal y n o sirva a su fin. E n la esfe esfera ra no jur ídi ca, aun en en las luchas más violentas, viol entas, es al menos posibl posibl e algo subjetivo, la intervención deí destino, la mediación de un tercero. Pero en la contienda jurídica queda excluido todo eso, por la objetivi objetivi dad con con que que se desarr desarr olla. E sta elimi eli minaci nación ón de de
SLl juicio a e utos
todo cuanto no sea la lucha misma, puede convertir la contienda jurídica en una lucha permanente formal, independiente de su conteni conteni do. E sto acontec acontece e de de una parte en la casuísti casuísti ca ju r í dica, en la cual ya no se pesan comparativamente elementos reales, sino que los conceptos luchan una contienda completamente mente abstracta. abstracta. P or otra parte, la l ucha se traslada trasl ada a veces veces a elementos que no tienen la menor relación con lo que ha de ser ser decidi decidido do en en la contienda. E n las l as civi civi li zaciones elevadas elevadas las contiendas jurídicas corren a cargo de abogados profesionales, lo cual limpia la lucha de todas las asociaciones personales que nada tienen que ver con ella. Pero cuando Otón el Grande dispuso que las cuestiones jurídicas se resolvieran en juicio de Dios, Di os, por un combate combate a cargo cargo de luchadores lu chadores profesional es, ya no queda de todo el conflicto de intereses sino la pura forma del del luchar l uchar y el vencer; vencer; esto es es lo ún ico que hay h ay de común entre la contienda que ha de ser decidida y la lucha que la decide. Este caso expresa con exageración caricaturesca la reducción y limitación de la contienda jurídica a la mera lucha. P ero justame ju stamente nte por su pur a objetividad, objetiv idad, este este tipo ti po de lucha—el más despiadado de todos, precisamente por estar más allá de la oposición subjetiva entre compasión y crueldad —supone en conjunto ia unidad y comunidad de las partes, en tan alto al to gra grado, do, que que apenas se encont encontrr ará ar á en en ningu ni nguna na otra relación. La sumisi ón común común a la l ey; el el r econo econocimiento cimiento mutuo de que la decisión sólo ha de recaer según el valor objetivo de las razones aducidas; el mantenimiento de formas inviolables para ambas partes; la conciencia de encontrarse envueltos durante todo el procedimiento en un poder y orden sociales, que le prestan sentido y seguridad, todo esto hace que la contienda jur ídi ca descanse descanse sobre sobre una un a amplia base de unani midades y coin coincidenc cidencias ias entre los enemigos. enemigos. A ná l ogamente, aunque en menor grado, las partes que contratan, los que intervienen en un negocio comercial, constituyen una uni dad, por cuanto, aunque sean o opuestos puestos sus i ntereses ntereses,, acatan acatan normas para todos igualmente obli obli gatorias. gatori as. L os supuestos comunes que excluyen de la contienda jurídica todo lo meramente personal, ostentan aquel carácter de pura objetividad, al que que corresp corresponde onde la impl acabili acabili dad, l a dureza, dureza, la l a i ncondíciona lidad li dad de la lucha. A sí, sí , pues, pues, la contienda jur ídica muestra, muestra, no
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L uch as
imperso impersonale naless
menos que los juegos de lucha, esa alternativa entre el dualismo y la unidad de la relación sociológica; la extrema incondi cionalidad de la lucha se produce justamente merced a la unidad severa, determinada por las normas y condiciones comunes. F inal in almente, mente, esto esto mismo mi smo sucede sucede siempre que que l as partes par tes están penetr penetradas adas de un i nterés objeti vo, es es dec decir ir,, cuando lo que constituye el interés de la lucha, y con ello la lucha misma, está está difer enciado de la personal idad. id ad. E n estos estos casos casos puede puede ocurrir: o bien que la lucha gire en torno a cuestiones puramente objetivas, quedando fuera de ella y en paz todo lo personal, o bien que haga presa en las personas y en su aspecto aspecto subjeti vo, sin que por ello sufran sufr an alteraciones o disidisi dencias dencias ios intereses intereses objeti objeti vos comunes comunes a las l as partes. E l últi úl ti mo tipo ti po esté esté, car caracteri acterizado zado en la expr esión de L eibnit eibn it z: que correría tras de su enemigo mortal, si ptidiera aprender algo de él. E s tan evidente que esto esto puede puede calmar calmar y atenuar la enemistad, que sólo el resultado opuesto queda en cuestión. L a enemistad enemistad que corr corre e paralela paral ela a cierta cierta comuni comuni dad e intel igencia en lo objetivo, tiene, por decirlo así, una gran pureza y seguridad de derecho; la conciencia de la separación verificada nos asevera que no llevamos la repulsión personal adonde no debe entrar, y la tranquilidad de conciencia que así adquir imos, puede, puede, en ocasiones, ocasiones, conducir a que que la enemistad enemistad se encone. Pues al limitarla a su verdadero foco, que es al propio tiempo lo más subjetivo de la personalidad, nos abandonamos a veces veces a ella ell a de un modo m odo más ampl io, más apasi a pasioonado, nad o, más concent concentrr ado, que sí hubi hu biéramos éramos de arrastr ar además el lastre de animosidades secundarias, producidas por contagio de acíuella central. E n cambio, cambio, cuando la di ferenciación ferenciación de la lucha no deja deja en la cont contii enda sino int ereses ereses impersonal i mpersonales, es, desaparecen desaparecen por una parte el encano y la irritación inútiles, con que suele vengarse la personalización de controversias objetivas; pero, por otra parte, la convicción de no ser más que el representante de pretensiones impersonales y de no luchar por sí mismo, sino sin o por por la causa, causa, puede puede prestar prestar a la lucha lu cha u n radi calismo y una desco desconsideración, nsideración, que hall a su anal ogía en la conducta general de muchas personas altruistas, con tendencias
L as luchas social social es
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muy idealistas y que, que, no teniendo consi consideración deración al guna de sí mismos, tampoco las tienen de los demás, y se creen autorizados para sacri sacrifi ficar car a los demás a l a idea, por l a cual se sacrifica crifi can n ellos mismos. Este género género de lu cha, en la que actúan todas las fuerzas de la persona, pero cuyo triunfo redunda en beneficio de la causa, tiene un carácter distinguido, pues el hombre distinguido es el que, siendo completamente personal, sabe, sin embargo, reservar su personalidad; por eso la objetividad produce produce la impr esión de de la nobleza. P ero una vez reali zada de esta diferenciación y objetivada la lucha, lu cha, esta esta ya no se somete a más reservas, pues ello constituiría un pecado contra el interés objeti objeti vo en que la l ucha se ha concentr concentrado. ado. S obre la base de la comunidad que las partes constituyen, al limitarse mitar se cada cual a la defensa defensa de de la causa objeti obj etiva va y r enunenun ciar a todo elemento personal y egoísta, presentará la lucha toda la violencia posible, sin las agravaciones, pero también sin las atenuaciones que trae consigo la intervención de elementos personales; no obedecerá más que a su propia lógica inmanente. Este contraste entre la unidad y el antagonismo, se manifiesta del del modo más acusado, cuando ambas partes persiguen persi guen realmente realmente uno y el mismo fin, la investigación, in vestigación, v. gr., de una verdad científ ci entífica. ica. E n este este caso, caso, toda condescendencia, condescendencia, toda cor cor tés renuncia a la victoria sobre el adversario, toda paz firmada antes de conseguir el triunfo definitivo, sería una traición a la objetividad, en cuyas aras se ha excluido de la lucha el personali smo. E n la l a misma forma se desenvuelven desenvuelven las luchas social sociales es desde desde M arx, ar x, si endo enormes las diferencias dif erencias en otros sentidos. Desde el momento en que se ha reconocido que la situación sit uación de los trabajadores está está determi determinada nada por por las condiciones objetivas de la producción, independientemente de la voluntad de los individuos, ha decrecido visiblemente el encono personal personal de las luchas, lu chas, tanto generales generales como como l ocales. ocales. E l patrono patr ono ya no es, por ser ser patr p atr ono, un vampi ro y u n egoísta egoísta condenable; el obrero ya no actúa siempre movido por una codicia perversa; ambas partes comienzan al menos a no echarse a la cara sus demandas y tácticas como frutos de maldad personal. personal. E sta objetivaci ón se se ha conseguido conseguido en en A l emania propiamente por un camino teórico, y en Inglaterra,
D i sensi ones sobre sobre bases comunes
por el el desarr desarrollo ollo del del tr adeunioni smo. E n A lemani a lo persopersonal e indivi dual del del antagonismo ha si do superado superado por por la gegeneralidad abstracta del movimiento histórico y de clases; en I nglaterr a, gracias gracias al carác carácte terr suprai ndivi dual y unitari uni tari o que tomó la acción de los sindicatos obreros y de las asociaciones patronales. Pero no por ello ha disminuido la violencia de la lucha; antes, al contrario, se ha hecho más consciente, más concentrada y al propio tiempo más amplia, al adquirir el individuo la conciencia de que luchaba, no sólo para sí, sino para un gran objetivo impersonal. U n sín toma interesante in teresante de esta esta corr corr elación puede puede enconencontrarse, v. gr., en el boycot acordado por los obreros en 1894 contra las fábricas de cerveza de Berlín. Fue esta una de las luchas locales más violentas de los últimos decenios. Por ambas partes fue llevada con la mayor energía; pero sin que hubiese ningún ni ngún encono personal personal —l o que hubiera sido fácil — de los obreros contra los directores de las fábricas o al contrarío. Fué posible incluso que dos de los jefes expusieran, en plena lucha, sus opiniones acerca de ella en una misma revista, coincidiendo ambos en la exposición objetiva de los hechos, y separándose tan sólo en las consecuencias prácticas deducidas deducidas por cada cada partido. parti do. L a lucha lu cha prescindió prescindi ó de todo l o no objetivo y puramente personal, limitando así cuantitativamente el antagonismo; y haciendo posible la inteligencia en todo lo personal, produjo un respeto mutuo, y engendró la convicción de que iban arrastrados ambos en común por necesidade cesidadess hist óricas. Y esta esta base base de de uni dad no di sminuyó, smin uyó, sino que potenció la intensidad, la decisión y la obstinada consecuencia de la lucha. E l hec h echo ho de que los adversar ios tengan t engan al go de común común,, sobre lo que se alza al za la l ucha, puede pu ede,, es es cierto, manifestar mani festarse se en formas for mas mucho mu cho menos nobles. nobl es. Sucede esto cuan cuando do ese ese elemento común no es una norma objetiva, un interés superior al egoísmo egoísmo de los part idos en lucha, si no una intel i nteligencia igencia secre secre-ta sobre sobre un fin egoísta, egoísta, común común a ambas ambas partes. partes. E n cierto sentido, fué este el caso en los dos grandes partidos ingleses del siglo xviii. N o existía existía entre ellos una oposición radical de convi convi cciones cciones polí ticas, ti cas, ya que se se trataba tr ataba para ambos ambos de man tener tener el r égimen égimen ari stocrát stocrático. ico. E r a cur ioso ver ver cómo cómo dos dos par
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tídos tí dos que se habí an dist ri buido el campo de la lucha polí polí tica, ti ca, no se combatían radicalmente... porque habían concertado un pacto pacto tácit tácito o contr contr a algo que no era partido parti do polít ico. E sta sinsi ngular limitación de la lucha se ha relacionado con la corrupción parlamentaria, imperante en aquel período; no parecía crimen grave vender las propias convicciones en favor del partido ti do contr contr ari o, porque porque el programa de éste éste tenía con con el propio pr opio una un a amplia, ampl ia, bi en que secreta secreta base común, común, más all á de la cual comenzaba comenzaba la lucha. l ucha. L a facili faci li dad de la corr corr upción muestra muestra que la limitación del antagonismo por una comunidad entre las par tes, no fué causa causa de que aquel antagoni smo se se tornase torn ase más objetivo y fundamental, sino que, por el contrario, lo ablandó, impurificando su sentido necesario. E n otros casos casos más puros, la sínt esis del del moni smo y el antagonismo de las relaciones, puede producir el resultado opuesto, opuesto, cuand cuando o la unidad unid ad es el punto pun to de partida y el el f undaun damento de la relación, alzándose alzán dose por encima encima de ella la lucha. lu cha. E sta entonces entonces suele suele ser ser más apasionada y radical que cuan cuando do no existe ninguna comunidad de los partidos, que sea anterior o coetáne coetánea. a. L a anti an tigua gua ley judai ca, aunque permitía permití a la bigamia, prohibía el matrimonio con dos hermanas (aunque, muerta una de ellas, podía el viudo vi udo casarse casarse con con la otra), pues pues esto esto hubiera hubi era fomentado los celos. celos. Se supone aquí, aquí, sin más ni más, que que sobre sobre la base del del par entesco surge mayor antagon an tagonis is-mo que entre personas extrañas. extrañas. E l odio mutuo que se se pr ofesan los pequeños Est ados vecinos, cuya conce concepción pción del mu ndo, cuyas relaciones e intereses locales son inevitablemente muy semejantes, e incluso coinciden en muchas cosas, es más enconado e irreconciliable que el que existe entre grandes naciones, completamente completament e extr extrañas añas en el espacio espacio como en la manera de ser. ser. E sta fué f ué la desgracia desgracia de Grecia y de la I talia tal ia postromana; e I nglaterra nglater ra se vió conmovid a por un caso caso sem semejante ejante antes de que, tras la conquista normanda, se fundiesen las dos razas. Estas dos razas viví an mezcladas mezcladas en l os mismos territerr itori os, ligadas por in tereses tereses constant constantes es y reunidas por por el pensamiento de un E stado uni tar io; sin embargo, embargo, eran eran completamente extrañas en lo interno, no se comprendían mutuamente y eran enemigas por l o que respecta respecta a los interese in teresess de poder. poder. E ste odio, como se ha dicho di cho con con razón, r azón, era aún más enconaencona-
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do qu e el que puede existir entre razas separadas exterior exterior e
menor antagoni smo adquiere una importanci a mucho mayor
interi ormente. E n los asuntos eclesiásticos eclesiásticos es es donde vemos los
que entre extraños, los cuales, ya de antemano, están apercibi-
ejemplos más acentuados de este hecho, porque la más peque-
dos a todas las diferencias posibles.
ña diver gencia dogmátic a adquiere en seguida un carácter carácter de
De aquí .os conflictos famil iar es, producidos por las más
anta gonism o irreconci liable. A sí sucedió en las luchas confe-
asombrosas menudencias; de aquí lo trágico de la minucia,
sionales entre luteranos y reformados, especialmente en el
que hace que se separen personas que vivían en completo
siglo xvii . Apen as efectuada efectuada la separación separación del catolicismo, so-
acuerdo. E s:a ruptura
brevi no, por las causas más nimias, la escisión en partidos; y
fuerzas de conciliación estén en decadencia; puede suceder que
con frecuencia se oía decir que valía má s entenderse entenderse con con papistas que con los de las otras confesiones. Y cuando en 1875
la gran igualdad de cualidades, incli naciones y convicc iones, haga que la escisión en un punto cualquiera, por insignifican-
,
no pru eba en modo algu no que las
en B ern a, se produ jo una dificultad sobre sobre el sitio en en que había
te que sea, se sienta como absol uta ment e in tolerabl e, por la
de veri ficar se el el cul to católi co, el Papa n o permiti ó que se ce-
viveza del contraste. Agregúese a esto que al extraño, con
lebrase en en la iglesia que uti lizaban los «viejos católicos», católicos», y sí,
quien no compartimos ni cualidades ni intereses, le conside-
en cambio, en una iglesia reformada.
ramos objetivamente, reservando nuestra personalidad; por lo
D os clases de de comun idad sirven
de fund amento
a
una
cual no es fácil que esa esa diferencia se apodere de todo nuestro
agudización particular del antagonismo: la comunidad de
ser. Con los m uy diferentes no s encontr amos tan sólo en en el
cualidades y la comunidad que consiste en estar comprendidos
punto de un trato o en un a coin cid enci a de intereses; y, por
en \ ina misma c onexión social. La pr imera procede procede exclusiva-
eso, eso, el confli :to se li mit a o estas estas c osas concretas. P ero cuanto
ment e del hech o de c£ue somos aeres aeres de diferenci ación. E l anta-
más comunidad tenga nuestra persona completa con la perso-
goni smo excitará la conciencia, tanto más hond a y violenta-
na de otro, tanto más fácilmente asociaremos nriestro yo total
mente cuanto mayor sea la igualdad sobre que se produce.
a cualquier cualquier jelaci ón con ese otro. De aquí la violencia despro-
C ua nd o reina un ambien te de de paz y afecto; afecto; la hostilidad cons-
porcionada
tituye un excelente medio para proteger y conservar la asocia-
mos personas que ordinariamente se dominan.
a
que, a veces, se dejan arrastrar frente a sus ínti-
ción, medio semejante a la función que ejerce el dolor en el or-
L a felicidad felicidad y pr ofundidad en las r elaciones con una perso-
gani smo, av isando la presencia presencia de de la enfermedad. enfermedad. E n efecto, efecto, la
na, con la cual nos sentimos, sentimos, por decirlo así, idénti cos— unión
energía con que la disonancia se manifiesta, cuando por lo de-
que consiste en que ninguna relación, ninguna palabra, ningu-
más reina perfe perfecta cta armoní a, es un aviso que nos invita a suprimir en seguida el moitiyo de disensión, y no dejar que siga tra-
na acción o sufrimi ento particulares es verdaderamente partiparticular, sino como una envoltur a con que se viste el alma en-
bajando en la subconciencia y amenazando la base misma de la
tera— , es justa mente la que hace que las disension es sean tan
relación. Pero cuando falta este deseo fundamental de avenen-
expansivas y apasionadas y que el conflicto conflicto envuelva la persoperso-
cia, la cla ri dad con q[ue q[ue se percibe el el anta goni smo, destaca so-
nali dad entera entera del otro. La s persona s ligadas de este este modo es-
bre la general general arm onía y contribuye a agudi zarlo. Personas
tán demasiado demasiado habitu adas a inc lui r todo su ser ser y su sentimien-
que tienen muchas cosas en común se hacen frecuentemente
to en en las relaciones que que m anti enen, para no adornar la lucha
más d año y mayores injusticias que los extraños. extraños. Algun as veve-
con acentos y, por decirlo asi , con una periferia, que excede excede con
ces, porque la extensión grande de las coincidencias entre
mucho al mativo concreto y a su significación significación objetiva y que que
ellos h a pasado a ser cosa cosa sobreentendida, y entonces la rela-
arrastra arrastra en la ruptura a la personali dad entera. Las personas
ción recíproca de las partes no es determinada por esa esa comu-
muy cultivadas espiritu almente podrán evitar esto, esto, pues pues es es pro-
ni dad , sino por las diferencias diferencias momentáneas; pero, princi pal-
pio de ellas ellas el combinar la dedicación plena a una persona con
men te, porqu e ha bien do entre ellos pocas cosas diferentes, eL eL
una distinción m utua de los elementos del del alma . L a pasión in
*
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36 diferenciada mezcla la totalidad de la persona con la irritación
parece abonar el pri ncipi o evidente evidente de que U inti mida d y el
de una parle o de de un momento. P ero la educación educación refinada no
poder de las relaciones entre personas se echo de ver en la fal-
deja que estos estados excedan de su pr opia esfera, esfera, L ien c ir
ta de difer encias entre ellas. Pero este prin cipi o evid ente no
cunscrista, y esto concede a la relación enlre naturalezas ar-
rige sin excepciones. excepciones. E s i mposible que, que, en comun idades mu y
mónicas la ventaja de que, justamente en les conflictos, se dan
ínti mas que, como el el m atri moni o, domi nan o tocan al menos
clara cuenta de cuán insignificantes son las diferencias en
la vida entera entera de los indi vid uos, no surjan ocasiones de con-
comparación con las fuerzas unificadoras. Pero prescindiendo de esto, ocurre, especialmente en natu-
flicto. N o cede cederr nunca ael la s, previni éndolas ya de antem ano y, por la mutua condescendencia, cortándolas antes de que
ralezas profundas, que el refinamiento de su sensibilidad hará
surjan, no es cosa que proceda siempre del más genuino y pro-
tanto má s apasion ados los afectos y las repu lsiones, cuan to
fund o afecto; antes al contrar io, donde esto esto se da con más fre-
más se se d estaquen sobre el pretéri to de color contr ari o; y esto esto
cuencia es en ánimos que, siendo amorosos, morales, fieles, no
sucede sucede por deci siones súbitas e irr evocables de su relación, en
llegtn, sin embargo, a la última y absoluta entrega sentimen-
contraste con las alternati vas di arios de una convi venci a sin
tal. E l i ndi vid uo se da cuenta de que no puede verter verter en la r e
discusión. Entre hombres y mujeres, mujeres, una aversión completa-
lacic n esta completa y absoluta entrega, entrega, y por eso eso procura
mente elemental, e incluso un sentimiento de odio sin razo-
mantenerla libre de toda sombra, se esfuerza por indemnizar
nes particulares, y provocado por simple repulsión mutua, es, a veces veces,, el primer estadio de relaciones, cuyo segundo estadio
ul otro, tratándole con una amabi lidad , una consideraci ón y un dominio de si mismo extremos; y, sobre todo, procura tran-
es un amor apasionado. Podría llegarse a la paradójica hipó-
quilizar su propia conciencia, por la mayor o menor insince-
tesis de que, en las naturalezas destinadas c entrar en una es-
ridad de su conducta, que no puede ser ser tran sformada, en ver-
trecha trecha relación sentimen tal, este este tur no u oscilaci oscilaci ón va deter-
dad, ni por la más decidida decidida y aun apasionada volun tad, porpor-
minado por una especie de sabiduría instintiva, que consiste
que se se trata de sentimien tos que no dependen de la v olun tad,
en empezar empezar
sino que van y vienen como fuerzas del destino.
por el el sentim sentim iento contr ario al que ha de ser ser de-
fini tivo— como quien quien retrocede retrocede un os pasos atrás antes de dar
L a insegurid ad que sentimos en estas estas relaciones, ju ntam en-
el salto— para conferir conferir a este este una culminación apasionada y
te con el deseo deseo de man tener los a cualqu ier precio, nos muev e
avivar lo conciencia conciencia de lo que se ha ¿añado. L a misma forma
a menudo a realizar actos de un extremado conformismo, nos
aparece aparece en en el fenómeno contr ario; el amor trun cado engendra
inci ta a tomar cautelas mecánicas, evitando por pr incip io toda
el odio má s profundo. L o decisivo en en este este cambio de sentim ien-
posibil idad de conflicto. E l que está está bien seguro seguro de que su sen-
tos no es sólo la sensibilidad refin ada, sino, sobre todo, el m en-
timiento es irr evocable evocable y absoluto, absoluto, no necesita necesita pr acticar tales
tís dado al pasado propio. Ten er que r econocer econocer que nuestro
condescendencias, porque sabe que nada puede conmover la
amor profundo fue un error y una falta de instinto (y no me
base de de la relación. Cu an to m ás fuerce fuerce es el amor, m ejor p ue-
refiero solamente al amor sexual), nos pone en descubierto
de soport ar los choques; este este amor no teme las consecuen cias
ante nosotr os mism os y supone tal atentado a la seguridad y
incalculables del conflicto, y, por tanto, no piensa en evitarlo.
unidad de nuestra conciencia, que, inevitablemente, hemos de
A si , pues, pues, aunque las desavenencias desavenencias entre personas ínti mas
cargar la culpabili dad, sobre sobre el objeto causa de tan insopor ta-
pueden tener tener consecuenci as más tr ágicas que entre extr años,
ble senti senti miento. E l senti mien to secreto secreto de que la cu lpa es nues-
sin embarco, en las relaciones más profundamente arraigadas
tra, queda así oculto muy adecuadamente tras el odio, que nos
es donde aquéllas se dan con más frecuencia, al paso que otras
permite echar toda la culpa al otro.
relaciones, perfectament e morales, pero basadas en escasas pro-
E sta especial especial violenci a de de los conflictos que que surgen en en rela ciones en en l as cuales, por su esencia, esencia, debie debiera ra reina r la arm onía,
fundidades sentimentales, viven en apariencia con más armonía y menos conflictos.
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38 U n mati z particular de lo sensibilidad sensibilidad sociológica para las difer encia s y de la acentuación del confli cto, sobre la base de lo igualdad, se produce cuando la scpazación de los elementos ori gina ri amen te H omogéneos es el fin propuesto., propuesto., es decir,
separadamente es que, en él, en vez de la sensibilidad para las diferencias, surge otro motivo fundamental, completamente distinto, el fenómeno singular del odio social, esto es, del odio contra un miembro del grupo, no por motivos personales, sino
cuando propiamente no resulta el conflicto de la escisión, sino
porque significa un peligro para la existencia existencia del grup grup o. Cx ian
la escisión del confl icto. E l tipo de este este caso es el odio del re-
do, pues, la disensió n dentro del grupo significa u n peligro peligro
negado y el que el renegado renegado inspir o. E l recuerdo recuerdo de la un ani -
pora el el grupo, cada uno de los partidos odio odio al otr o, no sólo sólo
midad anterior actúa con tal fuerza, que la oposición actual
POT lo rozón material que ha producido la disensión, sino, ade-
resulta infinitamente más aguda y enconada que si no hubie-
má s, por la razón sociológica de que solemos odiar al enemi-
se hab ido antes ni ngun a relación entre entre l as partes. Agr egúese
go del del grupo como tal. Y como este este odio es recípr oco, y cada
a esto que ambas partes, para l legar a diferenciar se, por con-
un o considera que el que pone en peli gro al grupo es el otro,
traste con con la i gualdad que aún sigue actuando en ellos, necenece-
agrávase el antagonismo justamente porque las partes perte-
sitan extender extender esa esa diferencia diferencia allende su foco propiamente di cho y ampl iarla a todos todos los puntos puntos comparables; con el fin de fijar y asegurar asegurar las posiciones, posiciones, la apostasía teórica teórica o religiosa religiosa
necen ambas a lo mismo unidad colectivo. L os casos más característicos son aquéllos en que n o se se llega a la escisión propiamente dicha del grupo; pues cuando
incita a ambas partes a declararse mutuamente herejes en
ésta se verifico, significa ya en cierto sentido una solución del
todos los sentidos: etico, personal, interior y exterior, cosa que
confli cto, la diferencia
no aparece aparece necesa necesaria ria cuando la diferencia se manifiesta entre
desaparece el acicate de constantes y renovados excitociones.
personal descarga descarga sociológicam sociológicam ente y
quienes siempre siempre fueron fueron extraños. E s más, cuando h an existi-
Por o que el ontogonism o se se ogudice hasta hasta el el má xi mu m, es es
do previ amente iguald ades esenciales esenciales entre entre las partes, es cu an -
preciso que actúe la tensión entre la hostilidad y la pertenen-
do más generalmente degenera en lucha y odio una diferencia
cia a un m ismo gru po. A sí como es terrible hall arse en disen-
de opiniones. E l fenómeno sociológicamente sociológicamente mu y importan te
sión con una persona, a la que, a pesar de todo, estamos liga-
del «respeto al enemi go» suele no existir cuand o la enemistad
dos— exteriorm ente, pero en los casos más trágicos i nterior-
se produce entre personas que antes habían pertenecido a una
mente también— y de la que no podemos separarnos aunque
misma un idad. Y cu ando queda queda aún suficiente suficiente igualdad para
queramos, asimismo el encono crece cuando no queremos se-
que sean sean posibles confu siones y mezclas de fron fron teras, es pre-
parar nos de lo com un idad , porque no podemos sacrificar los
ciso que los puntos de diferencia sean destacados con tal radi-
valores que se se derivon de la pertenencia pertenencia o dicha uni dad supe-
calismo, que muchas veces no se encuentra justificado por la
ri or, o porque porque sentim os esa esa uni dad como un valor objetivo, y
cosa misma , sino por el dese deseo o de evitar aquel peligro. E sto su
estima mos que quienes la amenazan merecen merecen odio y lucha.
cedió, v. gr., en en el caso antes mencion ado de los «viej os católi -
C oyu ntu ra s de este este género género son son las (jue causan causan la violenci a con con
cos* de Berna. El catolicismo romano no se sentía sentía nmenaz ado
que se lucha, por ejemplo, en los conflictos que se producen en
en su peculiaridad peculiaridad por un contacto contacto fugaz con una i glesia glesia tan completamente heterogénea como la reformada, pero sí con una que le está tan próxima como el «viejo catolicismo».
el seno seno de un a fracción política o de un sindi cato o de una familia. E l alma indivi dual nos ofrec ofrece e con esto esto una analogía. E l
E ste ejemplo toca ya al segundo de los tipos cjue cjue aquí se
sentimiento de que un conflicto entre nuestras aspiraciones
presenta y que, en la práctica, se mezcla con el primero en
sensuales y estéticas, o egoístas y morales, o prácticas c intelec-
mayor o menor grado: nos referimos a la enemistad, cuya agu-
tuales, no sólo rebaja en nosotros los derecho derechos s de de u na de las
dizaci ón se funda en colaboración colaboración y u nida d— que no es siem-
dos partes, partes, no d ejándol as desarrollar se libremente, sino que,
pre igualdad — . L o que motiva la necesidad necesidad de tratar tratar este este tipo
con frecuencia, amenaza la unidad, el equilibrio y la energía
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totales del alma, ese sentimiento hace que en muchos casos se
precisamente por el hecho de que si se nos niega la posesión
resuelv a el confli cto antes de estallar; pero, si esto n o sucede, sucede,
del objeto, es porque se se encuentr a en ma nos del otro , y vendr ía
da a la lucha un acento par ticul armente enconad o y desespedesespe-
a nosotros caso de que aquél aquél lo renun ciase. L a sensación del del
rado, como si en realidad luch ásemos por por a lgo más esencial
envidi oso se orienta más bien hacia lo poseído; la del celoso
que el objeto inm ediato de la lucha. L a energía con que cada
más bien bien hacia el poseedor. poseedor. P uede env idiar se la glori a de al-
una de las tendencias se afana por sojuzgar a la otra no se
guien, aunque sin tener uno mismo el menor derecho a la glo-
alimenta sólo de sus intereses, por decirlo así, egoístas, sino del
ria. Pero tendrá celos celos de ese ese glorificado quien crea merecer la
interés superi or en la unidad del yo, para quien la lucha sig-
gloria
nifica escisión y desconcierto desconcierto,, si no termina con el triunfo de
alma del celoso celoso es es cierta cierta ficción del del sentim iento— por i njustifi-
una de las partes. partes. Anál ogamen te, las luchas que tienen lugar
cada y hasta hasta insensata que sea— , en virtud de la cual el otro le
tanto y aún más que el. Lo que amarga y corr oe el
dentro de los grupos estrechamente estrechamente uni dos, van con frecuen-
ha r obado, por decirlo así, así, la gloria que le corresponde. L os
cia más allá de lo que exigir ía el objeto y el el interés inm ediato
celos son un sentimi ento de tan específica específica ín do'e e inten sidad ,
de los parles; porque interviene el sentimiento de que la lucha
que, una vez engendrados por cualquier combinación en el
no es solam ente por interés de las pactes, sin o tam bién del
alma, completan interiormente su típica situación.
grupo en su totalidad, y cada cada partido lu cha, por decirlo decirlo así, en nombre del grupo, y en el adversario no odia solamente al
H ay un tercer tercer sentimi ento que puede puede considerar considerar se como colocado, en cierto modo, entre estos estos dos de la envidi a y los
adversario, sino también al enemigo de la más alta unidad so-
celos; encuéntrase en en la m isma escala escala y pudi era calificarse de de
ciológica n que pertenece.
envidia ma lévola. Es la apetencia apetencia envidi osa de un objeto, no
Fi nalm ente, hay un hecho en apariencia completamente
porque éste éste sea part icu lar mente deseable para el suj eto, sino
individual, pero en realidad de una gran importancia socio-
sólo porque lo posee otro. E ste sentimi ento se desarr olla en
lógica, u n hecho que que relaciona la extrema extrema violenci a del del anta-
dos extremos que se convierten en la negación de la propia
gonism o con la i ntimidad del trato. E ste hecho lo constituyen
posesión. D e un a parte hay la form a apasiona da, que prefiere
los celos. E l lenguaj e corri ente no precisa ba stante este con -
renunci ar al al objeto y aun destrui rlo, antes antes que consenti r que lo posea otro; y de otra parte la for ma que consiste en sen tir
cepto cepto y con frecuencia frecuencia lo confunde con el de de la envidia. A m bas pasiones tienen, sin sin duda, la m ayor impor tancia para la
indiferenci a o aversión h acia el objeto, y no obstante hall ar
estructura estructura de las relaciones relaciones hu mana s. E n ambos se trata de
intolerable el pensamiento de que lo posea el ol ro. E stas for-
un valor cuya consecución o conservación nos es impedidu reul reul
mas de de envidia malévola penetran penetran en en mil grados y combi na-
o simb óli cam ente por un tercero. tercero. Cu an do se trat trata a de de conseguir ,
ciones en la conducta recíproca recíproca de los hom bres. E l gran con-
hablar emos más bien de envidi a; cuando de conservar, de ce-
ju nt o ce prob lemas en que se man ifi estan las rel aci ones de los
los, adv in ien do que, como es es natural, lo que importa n o es la
hom bres con las cosas, como cau sas o consecuenci as de sus
disti nci ón de las pala bras, sino la de los procesos psicológicos
tratos mutuos, está ocupado en parte no pequeña por este tipo
que las palab ras designan . Es caracterí stico de lo que designa-
de pasiones. N o se trata tan sólo de apetecer apetecer el din ero o el po-
mos con el nombre de celos, que el sujeto cree tener derecho a
der, el amor o la posición social, en el el sentido de que la com -
la posesión que afirma, mientras que la envidia no se preocupa
petencia o el vencimiento y anulación de una persona sea una
del derecho, sin o sencill amente de lo apetecible que es el objeto
cuestión de pura técnica, no m uy diferente de la super ación de
envidi ado, siéndole indiferente indiferente que el bien deseado deseado le sea ne-
un obstáculo físico. L os sentim ientos concomi tantes que que acom-
gado por poseerlo un tercero, o por causas a las que no r eme-
pañan a esta esta relación externa externa y mer amente secunda ria de las
diaría el tercero, ni perdiendo dicho bien ni renu ncia ndo a él.
personas, crecen en estas modificaciones aportadas por la en-
E n cambio, los celos celos reciben reciben su dir ección y colorido propi os
vidia malévola, llegando a adquirir formas sociológicas pr o
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Derecho como condición de los celos
pías, en las cuales la apetencia de los objetos no es sino el contenido; l o que que resulta de que en en los últi úl timos mos grados de la seri serie e se ba suprimido completamente el interés por el contenido ob jeti vo del del fin, y sólo se conserva conserva ést éste e como como el material material totalmente indiferente, en derredor del cual cristaliza la relación personal. De esta base general se deriva la importancia que tienen los celos para nuestro problema particular, cuando su conteni do es es una persona o la relación de un suj eto con con ella. P or l o demás, demás, me me parece que el l enguaje enguaj e corr corriente iente no reconoce reconoce la la existencia de celos provocados por un objeto puramente impersonal. L o que aquí interesa i nteresa es es la relación entre entre el celoso celoso y la persona per sona por la cual surgen sus celos celos frente a un terc t ercero ero;; la relación con este tercero tiene otro carácter sociológico completamente distinto, menos peculiar y complicado. Pues contra aquél surgen cólera y odio, desprecio y crueldad bajo el supuesto de la comunidad, del del derecbo derecbo interno int erno o externo externo a una relación de amor, de amistad, de reconocimiento o de unión, de cualquier cualqu ier género que sea. sea. Ed E d ant agoni smo, l o mismo mi smo si es es bilateral que si es unilateral, resulta tanto más fuerte y amplío cuanto más incondicional es la unidad sobre la cual ba surgido gi do y cuanto cuant o más más ansi osamente se desea desea su su superación. su peración. E l hecho de que el celoso parezca oscilar a menudo entre el amor y el odio, quiere decir que dominan en él, alternativamente, estas estas dos capas, capas, la segunda de las cuales se alza al za sobre l a pri mera en toda la ancbura de ésta. Es muy importante la condición anteriormente mencionada: el derecho que se se cree cree tene tenerr a l a posesión posesión espir espir itual it ual o fí sica, al amor o a la l a veneración venera ción de la persona que que constit constit uye el el objeto de los celos. Puede un bombre envidiar a otro la posesi ón de una mujer mu jer;; pero celoso se siente sólo sól o el que cree cree tener algún derecho a posee poseerl rl a. E sta pr etensión puede, puede, sin duda, r adicar tan t an sólo sól o en en el mero apasi onami ento de su deseo deseo;; pues pues es general general en el bombre bombr e la tendencia a deducir del vivo vi vo deseo deseo un derecbo; el niño se disculpa de baber infringido un precepto diciendo que le gustaba mucbo lo probibido; el adúltero, si conserva un resto de conciencia, no podría disparar en duelo contra el marido ofendido si no considerase que su amor a la esposa le da sobre ell ell a un derecbo que él defiende
Afirmación y negación de ¡a unidad
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contr contr a el mero derecho derecho legal del cónyuge. D e la misma manera manera que la simple posesión vale como un derecho, así también el estadio pr evio de la posesión, posesi ón, l a apetencia, se convi conviert erte e también en un derecho, y el doble sentido de la palabra demanda (simple pretensión o pretensión jurídica) índica que el querer tiende a añadir al derecho de su fuerza la fuerza de un derecho. Sin duda, la aparición de esta pretensión jurídica es la que da a los celos, frecuentemente, un aspecto lamentable: deducir pretensiones jurídicas de sentimientos como el amor y la amistad, amist ad, es es proceder proceder con medios total mente inadecuados. in adecuados. E l piano pia no en que está situ ado el el derecho derecho subjeti vo, tanto el interint ern o como como el externo, no tiene contacto contacto alguno algun o con con aquel otr otro o en que se encuentran los sentimientos de amor y amistad. Querer forzar estos afectos con un simple derecho, por hondo y bien fundado que pueda estar, es tan insensato eomo querer persuadir con palabras al pájaro para que se reintegre en la jaula. L a vani dad del del derec derecho ho al amor amor da ori orige gen n a un fenómeno muy característico de los celos; y es que estos acaban por asirse a las manifestaciones externas del sentimiento, que pueden obtenerse haciendo un llamamiento al deber, conservando, van do, merced merced a esta mísera satisf sat isfacción acción y engaño, engaño, el cuerpo de la relación, como si en él quedase prendido algo de su alma. E se derecho, que constituye un elemento esencial de los celos, es acatado con frecuencia por la otra parte; significa o fund fu nda, a, como todo derecho derecho entre personas, una especie especie de un idad; es es el el contenido conteni do ideal ideal o leg l egal al de una un ión, ión , de de una un a relar elación positiva posit iva de determi determinado nado géne género, ro, o, por l o menos, menos, su anticipación subjetiva. Pero sobre esta unidad, que continúa actuando, se alza al mismo tiempo su negación, que es la que crea la coyuntu coyun turr a provocadora pr ovocadora de l os celos. celos. E n este este caso no sucede sucede l o que en otras mu chas coin coincidencia cidenciass de de unid un idad ad y antagonismo; no sucede que ambas cosas estén distribuidas en distintos campos, reuniéndose tan sólo en la relación total de las personali person ali dades. L o que aquí ocur ocurre re es que esa esa unida un idad, d, que contin úa existiendo existi endo en en forma i ntern a o externa, o que al menos es sentida por una de las partes como existiendo, es negada, real real o idealmente. idealmente. E l sentimi ento de los celos celos engendra engendra
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i^¿i competenci a
un encono particularísimo, deslumbrador, irreconciliable, entre los hombres, porque porqu e l o que los separa se apodera aquí del punto mismo de unión, y de esta manera presta al elemento negativo la más extremada potencia y violencia. E l beebo beebo de de que que esta relación formal sociológica domi ne completamente la situación interior, explica la singular amplitud de motivos, propiamente indefinida, que alimentan los celos, y la falta de sentido con que estos proceden. Siempre que la estructura de la relación se preste ya de antemano a estas síntesis de síntesis sín tesis y antí tesis, o que esta esta disposi di sposi ción se dé en el alma del individuo, toda ocasión producirá consecuencias que obrarán tanto más fácilmente cuantas más veces hayan hay an actuado ya. E l hecho hecho de que que todo acto acto o pal abra bu manos permítan interpr i nterpr etaciones etaciones varias, en en cuanto a su pr p r opósito e intención, ofrece un instrumento dócil a los celos, que no ven más que que una interpretación. in terpretación. L os celos pueden pueden comcombinar el odio más violento con la persistencia del más apasionado amor, y el sentimiento de la comunidad íntima con el aniqiiilamiento de ambas partes—pues el celoso destruye la relación del mismo modo que al otro—; por eso acaso sea este sentimiento el fenómeno sociológico en que adquiere su forma subjetiva más radical la construcción del antagonismo basado sobre la unidad. C í a ses ses particul part iculares ares de esta esta síntesis sínt esis nos ofr ecen ecen los fenómefen ómenos que se reúnen bajo el nombre de competencia. Para la esencia sociológica de la competencia, lo más importante es por de pronto pr onto que que en ella la lu cba es indi recta. E l que daña inmediatamente al adversario o lo aparta de su camino, no compit compite e ya con con él. E l lenguaje l enguaje corr corriente iente emplea emplea en en genegeneral la palabra para designar aquellas lucbas que consisten en esfuerzos parciales parcial es paral par alelos elos de ambas partes, par tes, para conseguir u no y el mismo premio. L as diferencias que que separan esta esta clase de lucba de las demás, pueden sintetizarse de este modo. L a forma pura de la competenc competencia ia n o es la ofensiva n i la defensiva, porque el premio de la victoria no se encuentra en poder poder de nin guno de los adversari adversarios os.. E l que lu cba con con otro para quitarle su dinero, o su mujer, o su gloría, procede con una técnica muy distinta de la empleada por el «que compite» con otr otr o, es decir, decir, el que que quiere quiere mete meterr en su bolsi ll o el dinero din ero
D os ti pos de competencia competencia
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del público, o lograr el favor de una mujer, o conseguir mayor nombre por sus becbos o palabras. E n otras mucbas mucbas clases clases de lucba, lu cba, el vencimiento del del adversario no sólo sólo implica impl ica inmediatamente inmediatamente el premio de la victori a, sino sin o que lo es ya. E n l a compete competencia, ncia, en cambio, surgen otras dos combinaciones. Cuando el vencimiento del competidor es el primer requisito temporal, conseguirlo no significa aun nada; el objetivo se logrará tan sólo cuando se baya obteni do ciert cierto o valor val or que, que, en en sí mismo, es i ndependiente ndependi ente de aquell a lucba. E l comercian comercian te que que ba conseguido consegui do bacer a sxt competidor sospechoso ante el público, nada ha logrado todavía con con ell o sí, sí, por ejemplo, los gustos gustos del público públ ico se se apartan súbitamente bit amente de las mercancías que le ofrece. ofrece. El E l pretendiente pretendi ente amoroso que ha eliminado a su rival o lo ha hecho imposible, no por eso eso ha adelantado adelantado un paso, si la dama le niega niega también a él su su afecto. afecto. U na confesión confesi ón que lucha l ucha por conqui conquistar star un prosélito, no puede considerar que ya ha conseguido su propósito cuando ha expulsado del campo a las competidoras, demostrando su insuficiencia; es preciso además que el alma de aquel aquel prosélito proséli to si enta ju stamente l as necesidade necesidadess que ella puede satisfacer. E n este este ti po, l o cara caracterí cterísti stico co de la competencia competencia es que la terminación de la lucha no significa por sí misma la consecución del objetivo, como en los casos en que la lucha está está motivada por l a cólera, cólera, la l a venganza, el castigo castigo o el el valor val or ideal de la victoria. Todavía T odavía se diferencia diferencia más de otras luchas el el segundo tipo de competencia. competencia. E n éste la l ucha sólo sól o consiste en que cada uno de los que en ella participan va hacia el objetivo, sin emplear su fuerza contr contr a el el adversari adversari o. E l corr corr edor edor que sólo acactúa con su rápida carrera; el comerciante que sólo actúa con el bajo precio de sus mercancías; el propagandista que sólo actúa con la fuerza persuasiva persu asiva de su doctr doctrin in a, son ejemplos de esta esta forma singular de lucha, que iguala a todas las demás en violencia y en derroche apasionado de todas las fuerzas y va impulsada a este extremo por la actuación del adversario, pero que exteriormente exteri ormente procede procede como si no existiese en el el mundo mund o adversar adversario io algun o, sin o sólo el el objeti objetivo. vo. Caracte Car acteri rizada zada por la la dirección inquebrantable hacia el objetivo, esta forma de competencia puede presentarse de modo que el antagonismo sea
puramente formal; éste entonces no sólo sirve a un fin común de ambas partes, sino que incluso la victoria del vencedor puede aprovechar aprovechar al vencido. E n el sit io de M alta alt a por los tur cos, en l565, el Gran Maestre dividió los fuertes de la isla entre las varias naciones a que pertenecían los caballeros, para que la emulación entre los diversos nacionales, aprovechase a la defensa defensa del del t odo. N os hallamos hal lamos ante ante un caso caso genui genui no de competencia, competencia, y de la cual, sin embargo, está está exclui do a priori todo daño al adversar adver sario, io, que pueda ser ser obstácul obstácul o par a el despliegue total de sus fuerzas en la lucha. Constituye este un ejemplo ejempl o muy mu y puro, pur o, porque porqu e si bien bi en el deseo deseo de vencer vencer en esa competenci competencia a de hon or es el acicate acicate que desencade desencadena na el máxi mo empleo de las fuerzas, sin embargo, la victoria sólo puede alcanzarse de manera tal que sus resultados se extiendan también al vencido. Análogamente, en todas las competencias de emulación en el campo científico, se ofrece una lucha que no va dirigida contra el adversario, sino hacia un fin común, suponiéndose que los conocimientos descubiertos por el vencedor, son también una u na adqui sición y pr ogreso ogreso para para el vencido. vencido. E n las competencias artísticas suele faltar esta sublimación del principio, porque el valor total objetivo, que abarca a ambas partes en igual igu al grado, no exist existe e conscient conscienteme emente, nte, dado el carácter i ndi nd i vidualista del arte, aunque acaso se dé también idealmente. Todavía T odavía es más más clara esta esta falta, falta, en l a compe competenc tencia ia come comercial, rcial, que, sin embargo, se encuentra sometida al mismo principio formal. forma l. P ues también tambi én en en esta esfera esfera la competencia competencia se encamina inmediatamente a la perfección del servicio, y su resultado es es la ventaja de un tercero tercero o del todo. Así A sí , pues, pu es, en esta esta forma, se abrazan del modo más singular la subjetividad del fin último con la subjetividad del resultado último; una unidad svpraíndivídual, objetiva o social, envuelve a las partes y su lucha; se lucha con el adversario, sin atacarle, y, por decirlo así, sin tocarle. De esta manera, los impulsos subjetivos antagónicos nos conducen a la realización de valores objetivos, y la victoria no es propiamente el resultado de una lucha, sino realizaciones de valores que están más allá de la lucha. E n esto consiste consiste el enorme valor de la competenci competencia a para el
círculo social, en que los competidores se encuentren comprendidos. E n l os otros tipos de lu cha—e cha— en los l os cuales cuales o el el prepr emio mi o de la victori vi ctori a se encuentra encuentr a de ant emano en poder de u na de las partes, o el motivo motiv o de la lucha l ucha es l a enemistad enemistad subj etieti va y no la conquista de un premio—, pr emio—, los valores y fuerzas de los luchadores se destruyen recíprocamente, y con frecuencia no le queda a la totalidad otro resultado que el resto de la simple substracción de fuerza que el más débil hace al más fuerte. fuerte. Por P or el contr contr ari o, la compe competencia, tencia, cuando cuan do se mantiene pura de toda mezcla con otros géneros de lucha, aumenta, generalmente, la provisión de valores gracias a la incomparable combinación de sus elementos; desde el punto de vista del grupo, ofrece motivos subjetivos como medios para producir valores sociales objetivos, y desde el punto de vista de las partes partes utili uti liza za la producción de valores objetivos, como medio para lograr satisfacciones subjetivas (l). Pero el progreso objetivo que la competencia produce merced ced a su forma pecul peculiar iar de acción acción r ecíproca, no es en este este caso caso tan importante importan te como como el el inmediato i nmediato sociol sociol ógico. E l fin fi n en en derredor del cual compiten compiten en una sociedad sociedad los par tidos, suele ser ser el fayor fay or de una o muchas terceras personas. P or eso cada una de las dos partes en competencia competencia pr ocura atraerse at raerse a ese tercero y (l ) E s este un caso muy pur o de un tipo frecuente: que para la espec especie, ie, para el grupo, para la estructura más más amplía, resulta medio lo que para el i ndividuo es fin úl timo, y viceve viceversa. rsa. En su mayor amplitud posible aplícase aplícase este este tipo a la r elación del hombre con con la totalidad metafísica, metafísica, con D ios. C uando surge surge la idea idea de un plan divino del mundo, los fines últimos de los seres individuales no son más que grados y medios, que ayudan a realizar el objetivo fi nal absoluto de todos los movimientos terrenales, terrenales, tal como se encuentran encuentran en el el espíri tu di vino. P ero para el sujeto, dada dada la i ncondiciona lidad de su interés personal, no sólo la realidad empírica, sino también la transcendente son si mples medios para su fin. E l bienestar en en la ti erra o la salvación en el más más allá, l a dicha de la perfección serena serena o de la estática contempl ación div ina, son buscados por el bombre mediante Dios, providencia universal. Del mismo modo que Dios, como ser absolut o, llega a sí mismo dando un r odeo a través del hombre, éste llega a sí mismo da ndo un rodeo a través de D ios. H ace mucbo ti empo que que esto se ha echado de ver en la relaci ón entre el el in div idu o y su especie, especie, en senti do bi ológi co; el el goce eróti co que para aquél es es un fin últ imo, just ifi cado en sí mismo, no es para ésta más que el medio medio p or el cual cual se asegura asegura su persistencia. E sta conservaci ón de l a especie, especie, que puede considerarse, considerarse, al menos en metáfora, metáfora, como su fin, no es para el in div idu o, a menudo, si no el medio de perpetuarse a sí mismo en sus hi jos, de sumini strar a su patri moni o, a sus cuali cuali dades, a su vital idad, una especie especie de inmortal idad, E n las relaciones
E fectos benefici osos de la competencia
adherírselo estrechamente. Cuando se habla de la competencia, suelen hacerse resaltar sus efectos destructores, disociadores, envenenadores, no concediéndole más ventaja que la de aquellos valores concretos que se consiguen gracias a ella. Pero, jun to con esto, esto, hay que que tener tener en cue cuenta nta su enorme enorme pode poderr sociasocializados obliga al competidor a salir al encuentro del tercero, a satisfacer sus gustos, a ligarse a él, a estudiar sus puntos fuertes y débiles para adaptarse a ellos, a buscar o construir todos los puentes que pueden vincular su propio ser y obra con el otro. otr o. E s verdad que con fr ecuencia ecuencia este beneficio benefici o cuesta cuesta la digdi gnidad personal y el valor objetivo de la producción. Sobre todo la competencia entre los que crean los máximos rendimientos espirituales, es causa de que los destinados a dirigir la masa se sometan a ésta; para ejercer con éxito la función de maestro o jefe de partido, de artista o periodista, hace falta obedecer a los instintos y caprichos de la masa, ya que ésta escoge entre los competidores. Sin duda, de este modo se verifica una inversión de las categorías y de los valores sociales de la vida; pero ello no disminuye la importancia formal de la competencia, para la síntesis de la sociedad. sociedad. L a competencia competencia l ogra incontabl i ncontabl es vece vecess lo que sólo el amor puede conseguir: adivinar los más íntimos sociales ese es el el sentido de lo que se llama ar monía de intereses entre entre la sociedad y el indi viduo. L a actividad del del in dividu o se recula para que sustente sustente y desarrolle desarrolle la constitución jurídica y moral, política y cultural del hombre; pero esto sólo se consigue por cuanto los propi os intereses intereses eudemonist eudemonist as y moral es, materiales y abstractos del individuo, se apoderan apoderan de aquell aquell os valores transindividuales, uti li zándolos como medios; medios; así, la ciencia, ciencia, v. v. gr e s un contenido de de la cultura objetiva, y como tal un fin úl timo autónomo de la evolución social, que se realiza u til izando el medio del insti nto individual de conocimiento; mientras para el individuo la ciencia existente, junto con la elaborada por él, no es más más que un medio para l a satisfa cción de su ansia personal de conocimien to. E s cierto que estas estas relaciones no ofr ecen ecen siempre tan armónica simetría; por el contrario, con bastante frecuencia, esconden la contradicción, según la cual tanto el todo como la parte se tratan a sí mismos como fines últimos y, por consiguiente, a los otros como medios, sin que n i n g u n o de los dos se avenga a desempeñar este papel de medio. Resultan de aquí rozamientos perceptibles en todos los puntos de la vida, y tanto los fi nes del del todo como l os de de las partes sól o pueden realizarse toleran do ciertas reducciones. reducciones. L os roces mutuos de las fuerzas que no aprovechan aprovechan al r esultado positivo y la inutilidad de las que resultan débiles, determinan en la competencia para el el balan ce final, reducciones de de una import ancia que sólo tiene igual en aquella simetría de series de fines opuestos.
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deseos deseos de otro, otr o, aun antes ant es de de que éste éste se haya h aya dado dad o cuenta de ellos. L a tensión t ensión antagónica en que el competidor competidor se hall a, frente a los demás competidores, afina en el comerciante la sensibilidad para percibir las inclinaciones del público y llega a dotarle de una especie de instinto adivinatorio para las mutaciones inminentes de sus gustos, sus modas, sus intereses. Y esto no le sucede sucede úni cament camente e al comerciant comerciant e, sino si no tambi én a los periodistas, a los artistas, a los editores, a los parlamentar ios. L a compe competencia tencia modern moderna a que se ha caracterizado caracteriz ado diciendi ciendo que es l a lucha lu cha de todos cont contrr a todos, es es al propio pr opio ti empo la l ucha de todos todos para todos. Nadi N adi e negará negará que resulta resulta trágico tr ágico que los elementos de la sociedad trabajen unos contra otros en vez de colabor colabor ar; que en en la lucha lu cha con con l os competi competidores dores se derrochen energías incontables qtie pudieran haberse utilizado en un trabajo t rabajo positi vo; y que, que, finalmente^u finalmente^u na obra obra positi va y valiosa resulte inútil y se pierda, sin recompensa, en la nada, cuando compite con ella otra más valiosa o solamente más atractiva. atr activa. P ero t odo este este pasivo de la competencia, competencia, en el el balanbala nce social, social , está está contr contrapesado apesado por por la l a enorme fuerza fuerz a sintética sint ética del del hecho de que la competencia en la sociedad es competencia por el hombre, una pugna por el aplau so y el gasto, gasto, por concesiones y sacrificios de todo género, una lucha de los pocos para la conquista de los muchos, como de los muchos para la conquista de los pocos; en una palabra, un tejido de miles de hilos sociológicos mediante la concentración de la inteligencia en el querer, sentir y pensar del prójimo; mediante la adaptación del que ofrece a los que demandan; mediante las posibilidades multiplicadas, del modo más refinado, para lograr enlaces y favores. Desde que la estrecha e ingenua solidaridad de las constituciones sociales primitivas ha cedido el puesto a la descentr aliz al ización, ación, que habí a de ser ser el efec efecto to inmediat in mediato o de la ampliación del círculo, los esfuerzos del hombre por conquistar al homb h ombre, re, la adaptación del del uno un o al otro, otr o, no parec parecen en posibles posibles sino pagando el precio de la competencia, es decir, de la lucha con otro por la conquista de un tercero, con el cual acaso se compite en alguna otra esfera. A l ampliarse ampliar se e indivi in divi dualizar dual izar se la sociedad, sociedad, muchos muchos intei ntereses que mantienen unidos a los miembros del círculo, sólo parecen estar estar vivos vi vos cuando la necesidad necesidad y el cal or de la com 4
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L& conquista del hombre
petenc petencia ia los i mpone al sujeto. P or otra parte, parte, la fuerza social socialí í zadora de la competencia no se muestra sólo en estos casos groseros groseros y, por por decir decir lo así, públicos. E n inco in contabl ntabl es combin combinaaciones, tanto de la vida fami li ar como de las relaciones eróti eróti cas, de la diar di aria ia social social como de las polémicas en torno a conconvicciones vi cciones serias, de la amist ad como de las satisf sat isfacciones acciones vanidosas, ni dosas, encont encontra ramos mos a dos personas personas que compiten compit en par a conconquistar el favor de una tercera, tercera, con con frecuencia frecuencia en puras indi in di-caciones, por sugestiones al punto abandonadas, como aspectos parciales de de un fenómeno t otal. P ero dondequiera que la competencia competencia se presenta, corr corresponden esponden al antagoni an tagoni smo de los competidores otras ofertas o atracciones, promesas o enlaces que ponen a cada un o de ell os en r elación elaci ón con el tercero. tercero. La acción del vencedor, especialmente, adquiere de este modo una intensidad que no hubiera conseguido sin la comparación constante, impuesta por la competencia, entre el propio rendimiento y el rendimiento rendimi ento del competidor, competidor, y sin la l a excit excitación ación que produce pr oducen n las alternativas alternat ivas de la lucha. Cu anto ant o más el l i beralismo ha ido penetrando no sólo en las esferas políticas y económicas, sino también en las familiares y sociales, en las eclesiásticas y amistosas, en el trato general entre las personas; cuanto más estas relaciones han ido dejando de estar predeterminadas y reguladas por normas históricas generales, y han sido abandonadas abandonadas a los equilibr equil ibr ios inestables inestables y a las cocoyunturas que varían de caso a caso, tanto más depende su conformación de comp compete etencias ncias constantes. constantes. Y el resultado result ado de estas estas compe competencias, tencias, a su vez, vez, dependerá, dependerá, en la mayorí ma yorí a de l os casos, de la cantidad de interés, amor, esperanza, que sepan despertar los competidores en el tercero o terceros, centros convergentes de los movimientos en competencia. T anto inmediata como como mediatame mediatamente, nte, el objeto objeto más más vali oso para el el hombre es es el el hombre. M ediatamente, porque en él están acumuladas las energías de la naturaleza, como en los animales ani males que comemos comemos o que hacemos hacemos trabajar tr abajar para nosotros, están acumuladas las del reino vegetal, y en éste las del suelo y la tierra, el aire y el agua. E l hombre es el ser más condensado y el más susceptible de aprovechamiento, y a medida did a que que cesa cesa la esclavitud, esclavit ud, es decir, el apoderami apoder amiento ento mecámecáni co del del hombr e, aumenta la l a necesidad necesidad de adueñarse de él es
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La ley penal
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píri tualmente. tualmente. La lu cha contr contr a el hombre, que que era un a lucha para conquistarlo y esclavizarlo, se trueca en el fenómeno complicado de la competencia, en el cual el hombre lucha también contra otro hombre, pero para la conquista de un tercero. cero. Y la conquista conquis ta de este este tercero, conqu conquis ista ta que sól o puede conseguirse por los medios sociológicos de la persuasión o convicción, de la oferta ofert a en más más o menos, de l a sugesti su gestión ón o la amenaza, amenaza, en en suma, por medio de nexos espirit espir ituales, uales, trae tr ae por única consecuencia a menudo el establecimiento de uno de esos nexos, desde el momentáneo que se verifica comprando en una tienda, ti enda, hasta el mat ri monio. A medida medida que aumenta la intensidad cultural y condensación de la vida, la lucha por el más condensado de todos los bienes, el alma humana, habrá de abarcar cada vez mayor espacio, aumentando y profundizando por tanto l as acciones acciones recíprocas, recíprocas, sintéticas, que constituyen su medio y su objetivo. Qu eda ya con esto esto indicado in dicado que el carácter carácter sociológico de los círculos sociales se diferencia mucho, según la cantidad y las clases de competencia que en su seno permitan. Claramente se se ve que este es un fragmento fr agmento del problema pr oblema de la correlacorr elación, al cual han suministrado una contribución las aseveraciones hechas hasta aquí: existe una relación, entre la estructura de un círculo social y la cantidad de enemistades que puede tolerar entre sus eleme elementos. ntos. E n lo polí ti co, co, es la ley penal la que con frecuencia fija el límite hasta donde la lucha y la venganza, la violencia vi olencia y el el engaño, son compatibl compatibl es con con la existencia del todo. t odo. Pero P ero no n o es completament completamente e exacto exacto lo l o que se ha dicho de que la ley penal podía considerarse como el mínimum ético. ético. P ues un E stado se disolver ía si, aun evitando todo lo prohibido por la ley penal, se realizasen en él los atentados, daños y hostilidades que son aún compatibles con dicha ley. L a ley penal ti ene ya en cuenta el hecho de que la gran mayorí yor í a de estas estas energí energías as destr destructoras uctoras quedan impedidas i mpedidas de desdesarrollarse, merced a coacciones en las que la ley no interviene. P or consiguiente, el el mín imum imu m de morali dad y de paz, sin el el cual no podría subsistir la sociedad civil, va más allá de las categorías garantizadas por la ley penal; fundándose en la experiencia se supone que estas perturbaciones no castigadas,
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Las uniones superficiales
abandonadas a sí mismas, no traspasarán la medida que puede soportar la sociedad. C uanto uan to más estrechamente estrechamente uni ficado fi cado esté el gru grupo, po, tantas más significaciones opuestas podrá tener la enemistad entre sus eleme elementos. ntos. P or una u na parte, el grupo, justamente por por su i ntimidad, ti midad, podrá podrá soport soportar ar sin disolverse ciertas ciertas disensiones disensiones intestinas, porque las fuerzas sintéticas tienen suficiente energía para contrarr contrarr estar estar a las anti téticas. téticas. P or otra parte, un grupo cuyo principio vital contenga una unidad y comunidad considerables, se se encont encontrar rar á parti cularmente cular mente amenazado por por aquell as discordi discordi as intestinas. intestin as. Una U na y la misma misma centripetalidad centripetalidad del del grupo gru po bará, según según las demás demás cir cir cunstancias, cunstanci as, que sea sea muy resistente o que no pueda ofrecer ofrecer resistencia r esistencia a las enemistades enemistades entre sus miembros. E n un iones estrechas, estrechas, como como el matri mat ri monio, se dan ambas ambas cosas al mismo tiempo. Sin duda, no hay otra forma de unión que pueda soportar, sin disolverse exteriormente, odios tan feroces, antipatías tan completas, tantos choques y ofensas constantes. P ero, por otra parte, parte, es, es, si no la l a única, una, al menos, de las pocas relaciones que, por una escisión exteriormente imperceptible y aun inexpresable en palabras, por un simple gesto gesto de antagoni ant agonismo, smo, pueden pueden perder de de tal modo su profu pr ofunndidad y belleza, que ni la más apasionada voluntad de ambas partes sea sea capaz capaz de restablecerl restablecerla. a. E n l os grupos de grandes proporciones hay dos estructuras, completamente opuestas en apariencia, que admiten una cantidad considerable de interior hostili dad. En primer lugar, las uniones supe superficiales rficiales,, fáciles fáciles de anudar y que producen una cierta solidaridad de elementos. P or medio de éstas, éstas, los l os daños causados causad os por choques choques produci dos aquí y allá, pueden arreglarse con relativa facilidad; los elementos dan tantas energías o valores al todo, que éste puede muy bien bi en dejar dejar a los in dividu div idu os en en libe li bertad rtad para sus antagonismos, goni smos, en la segur idad de que que el el gasto de energí energía a determinado por ell ell os será será cubiert o por otros otr os ingresos. ingresos. E sta es una de las razones por las cuales las comuni comunidades dades bien organi zadas puedan soportar muchas más escisiones y rozamientos interiores que los conglomerados mecánicos, sin lazos de unión un ión in teriores. teriores. L a unidad a que puede puede lleg ll egar ar por organizaciones ciones afinadas una gran masa, masa, es capaz capaz de equili brar fácil -
OOtiaariaaa
y
scparacivu
mente el activo y el pasivo, dentro de la vida total, y transportar las energías disponibles a aquellos sitios en donde se haya producido alguna debilidad por discordias entre los elementos, o por otra causa cualquiera. E l mismo efecto efecto general general pr oduce, oduce, empero empero,, la l a estructura i nversa; de modo semejante semejante a la composici ón de los bar cos, cos, que están hechos de muchos compartimientos estancos, de suerte que al ocur ocurri ri r una un a averí avería a el agua no penetr penetra a en todas par tes. E l pri ncipi o social social , en este este senti sentido, do, es es cierto cierto aisl amiento de las partes en lucha, las cuales tienen que arreglar entre sí sus conflictos y soportar ellas mismas los daños producidos, sin que sufra el el todo. todo. L a justa j usta elección elección o la combin combinación ación de los dos métodos, el de la solidaridad orgánica, en que el todo responde de los daños producidos pr oducidos por por los confl conflictos ictos parciales, y el del aislamiento, en que el todo se reserva frente a estos daños, es naturalmente una cuestión fundamental para la vida de toda asociaci asociación, ón, desde desde la famil fa mil ia hasta el E stado, desde desde las que se mantien mant ienen en por lazos la zos económi cos hasta hast a las que sólo sól o se sostienen sostienen por l azos espir espiritual itual es. Los L os extremos extremos están están concretaconcretados dos de una parte en el el E stado modern o, que no sólo soport soport a la lucha de los partidos políticos, por muchas fuerzas que se consuman en ellos, sino que incluso las utiliza para favorecer su equil ibr io y su evolución; y, de otra parte, parte, en los E stadosciudades antiguos y medievales, que se debilitaban, hasta perecer, en ocasiones, por las luchas intestinas de los partidos. E n general, cuanto may or sea el el grupo, gr upo, en tanto mejores condiciones se encontrará para emplear ambos métodos; el procedimi ento consisti consisti rá en de dejar que los partidos part idos remedien remedien por sí los daños primarios producidos por la lucha, acudiendo, en cambio, el todo con sus reservas a paliar las consecuencias secundarias que puedan tener importancia para la vida conjunta. Claramente se ve que esta combinación es difícil de realizar en l os grupos gru pos pequeños, cuyos cuy os elementos elementos se encuentr encuentr an muy m uy cerca unos de otros. Volviendo ahora a la relación particular entre la competencia y la estructura de su círculo, surge primeramente esta distinción; los intereses del círculo pueden determinar una forma que prohíba pr ohíba o limi te la compe competencia, tencia, o bien el círculo, círcul o, siendo en sí accesible accesible a la competencia, se ve i mpedido de en-
iLji
conflicto
i&miiiar
tregarse tregarse a ella por vi rtud rt ud de su espec especial ial formación formaci ón históri ca y por causa de principios generales que están más allá de los interese teresess en en cuestión. L o pri mero es es posi posible ble bajo baj o dos dos supuestos. E s clar clar o que que la competencia se se produce cuan cuando do u n bien— bi en—que que no basta para todos los aspirantes, o no es accesible a todos ellos—queda reservado al vencedor. Pero entonces no puede baber competencia si los elementos del círculo no aspiran a posee poseerr un bi en que todos dese desearían arían i gualmente, o si aspiranaspiran do a obtenerlo, ese bien es suficiente para satisfacerlos a todos por i gual. gual . Puede P uede presumir se que que se se dé el prime pri merr caso, caso, siempre siempre termi nus ad quem quem que la socialización sea causada, no por un termi común, sino por un mismo terminus a e¡uo, una r aíz unitaria. unitaria. A sí aconte acontece ce,, ante todo en en la familia. famil ia. Ciertame Ci ertamente nte pueden pueden surgir en ella competencias ocasionales; pueden competir los hijos por el amor o la herencia de los padres, o éstos por el amor de sus hi jos. jos . P ero estas competencias competencias están están determinadetermi nadas por contingencias personales—no de otro modo que cuando dos hermanos son competidores comerciales—y sin relación con el principio de la famil ia. E ste pri ncipi o es, es, en efec efecto, to, el de una vida orgánica; pero pero el organismo tiene en sí mismo su fin y no se refiere, allende sí mismo, a un objetivo exterior, para cuya conquista hayan de competir sus elementos. Sin duda, la enemistad puramente personal que brota de la antipatía de las naturalezas es bastante contraria al principio de paz, sin el cual la famili fami li a no puede puede subsistir subsisti r a la l arga; arga; pero pero justamente justamente la i nti midad de la convivencia, convivencia, la conexión conexión soc social y económica, económica, la presunción, presun ción, en cierto cierto modo coacti coactiva, va, de de un idad, dan lugar muy fácilmente a rozamientos, tensiones, oposiciones siciones.. E l confl conflicto icto familiar constituye u na forma de lucha sui generis. Sus causas, su agudizamíento, su extensión a los que no tenían tení an parte en él, las características característ icas de la lucha y de de la reconciliación, son completamente peculiares, porque se realizan sobre la base de una unidad orgánica, formada por mil lazos internos y externos, y no puede compararse con ningún otro confl conflicto. icto. P ero en este este complejo complejo de sínt omas falta fal ta la competencia; porque el conflicto familiar va directamente de persona a persona, y la referencia indirecta a una finalidad ob jetiva, refe referenc rencia ia que es es propia propia de la compe competenc tencia, ia, aunque puede darse ocasionalmente, no procede de sus energías específicas.
( . u u t u i i i u a u c jí c u g l i / íi a J
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Del otro tipo sociológico, que excluye la competencia, se encuentran ejemplos en la vida de las comunidades religiosas. E n ella se dan, sin duda, du da, esfuerzos paral elos de todos todos hacia h acia una finalidad igual; pero no llega a producirse la competencia, porque la consecución de esta finalidad por uno de ellos, no excluye excluye a los demá demás. s. A l menos, menos, en la concepción concepción cristi ana, la casa de Di os tiene siti o para todos. todos. Si la gracia pr iva a algunos de este este siti o y se l o concede concede a otros, ello ell o demuestra pr eciecisamente samente la inuti in uti li dad de toda compe competencia. tencia. E s ésta más bien bi en una forma característica de las aspiraciones paralelas, que podrí a designarse designarse con con el nombre nombre de compe competencia tencia pasiva. L a lotería y los juegos juegos de azar azar son buenos ejemplos ejemplos de ella. H ay ciertamente ciertamente un concur concurso so para un premio; pero pero falt f alta a l o esenesencial de la compe competencia, tencia, la diferenciación de las energías energías in didi viduales como base y razón de la ganancia y de la pérdida. Sin duda, el resultado va vinculado a una actividad previa; pero los diferentes resultados no dependen de las diferencias en esta estass activi activi dades. dades. Esto E sto da l ugar a que entre entre los indi vidu os del círculo formado por semejante azar, se produzca una relación peculi peculi ar, en la' cual, cual, a di stinción sti nción de lo que suced sucede e en la competencia, aparece una mezcla completamente nueva de igual dad y desigualdad desigualdad de las condiciones. condiciones. Cu ando cierto cierto nú mero de hombres hombr es ponen en el el juego ju ego exactamente exactamente l o mismo mis mo y tienen las mismas probabilidades de éxito, pero saben que una potencia, sobre la que no pueden i nfl uir ui r , niega ni ega o concede concede ese éxito, reinará reinar á entre entre ell ell os una indi ferencia que no puede existir en las competencias, cuyo resultado depende de la comparación de las distintas disti ntas acti actividades vidades.. P or otra otr a parte, parte, la conciencia conciencia de que que el el premio pr emio se obtiene o no, según la calidad cali dad del esfuerzo realizado, tranquiliza y objetiva el sentimiento que el otro nos produce; en cambio, cuando esta conciencia falta, la envidia y la irr itación encuentran encuentran el el te t erreno abonado. E l elegido elegido por gracia, el ganancioso en el treinta y cuarenta, no será odiado, pero sí envidiado por el perdidoso. La mutua independencia de l os esfuer esfuerzos zos reali zados por ambos hace que los dos se miren a mayor distancia y se vean con mayor indiferencia que los competidores en una lucha económica o deportiva. ti va. E n estas estas luchas lu chas justament j ustamente, e, el hecho de que que el fracaso sea merecido, engendra engendra fácilment fáci lment e un odi o característico, característ ico, que
competenci a e mai via uan smo
consiste en trasladar nuestro propio sentimiento de insuficiencia al que lo ha hecho nacer. P or consiguiente, consiguiente, la relación—muy fl oja por l o demás— demás— que se da en aquellos aquel los círculos cír culos cuya comuni dad está está determideter minada nad a por una elecc el ección ión graciosa graci osa de de D i os, de los hombr es o del desti destino, no, es es una mezcla mezcla específica específica de de indiferencia indif erencia y envidia envidi a latente, tente, que se actualiza actuali za al producirse la decisi decisión, ón, determi determinannando en el vencedor los sentimientos correspondientes. Aunque estos sentimientos se diferencian mucho de las alternativas sentimentales propias de la compete competencia, ncia, hay t ambién probablemente en en toda competencia competencia genuina genui na algo a lgo de esta esta relaci r elación, ón, engendrada por probabilidades de azar comunes; hay cierta apelación apel ación a un poder superior super ior a las partes, que decide por sí y no n o en en virt ud de los diferentes valores de de las partes. L a memedida muy variable en que se da este sentimiento fatalista, engendra una gradación muy particular de las relaciones de competencia, hasta llegar al tipo de la elección graciosa en donde domina, y en donde los elementos activos y diferencia dores, característicos de la competencia, desaparecen por completo. Otra aparente competencia más se ofrece en los grupos religiosos. Consiste en la pasión celosa por superar a los demás en la conquista conqui sta de los bienes bi enes supremos, pasión que puede excitar a las obras, al cumplimi cumpl imi ento de los prece preceptos ptos y a ía rearealización de obras meritorias, devociones, ascetismos, oraciones, limosnas. Pero aquí falta la otra característica de la competencia; que la ganancia obtenida por uno le sea negada al otro. N os encontramos ac(uí ac(uí ante una diferencia de de importan impor tan-cia sociológica. Podríamos considerarla como la diferencia que existe existe entre entre la compe competencia tencia y la l a emulación. E n toda compecompetencia, aunque se trate de los bienes ideales de la honra y del amor, amor, el el valor de la actuación está determi determinado nado por l a r elación que esta esta guarda guarda con la actuación del competidor. competidor. L a acactuación del vence vencedor, dor, siendo la misma, misma, hubi era tenido u n resultado completamente distinto para él, si la del competidor hubi era sido mejor que la suya, en vez de de ser ser peor. E sta dependencia en que se halla el resultado absoluto del relativo (o en otros términos el el real del personal) determina determina todo el el movimient vi mient o de de la competencia; competencia; y fal f alta ta complet completamente amente en acjue
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li a emulación emulación religiosa. religiosa. E n esta, sta, la l a actividad actividad del del in divi duo produce su fruto inmediatamente. Fuera indigno de la justicia absoluta el hacer que la recompensa de la actividad individual dependiese de que los méritos de otro individuo fuesen mayores o menores. Cada cual es recompensado según sus obras, medidas medidas por por normas t ranscendentál ranscendentáles es.. E n cambio, en la competencia, cada cual es tratado según las obras del competidor, según según la relación r elación entre unas y otras. otras. P or cuanto el fin a que aspiran los miembros de un círculo, es la posibilidad religi rel igiosa—e osa—ess decir decir,, ili mitada mit ada e indepe in dependient ndiente e de toda relación comparativa—de la gracia, el círculo no podrá desarrollar ninguna competencia. Este es también el caso en todas aquellas asociaciones que, siendo de pura receptividad, no de jan espac espacio io a actividade actividadess i ndivi dualmente diversas: diversas: asociac asociacioiones científicas o literarias, que se limitan a organizar conferencias, sociedades de viajes, asociaciones para fines puramente epicúreos. E n todos estos estos caso casos, s, los fines parti culares del del grupo dan lugar a formaciones sociológicas que excluyen la competencia. P ero puede haber otr as razones r azones que, aparte aparte los interes int ereses es y el el carácter del grupo, impongan la renuncia, bien a la competencia misma, bien a algunos de sus sus medios. medios. Ocurr e l o pr imero cuando predominan el principio socialista de la organización uniforme del trabajo y el más o menos comunista de la igualdad en los productos del trabajo. Considerada según su forma, la. competencia descansa en el principio del individualismo. Pero cuando es practicada dentro de un grupo, no resulta clara, sin más, su relación con el principio social: la subordinación de lo indi vidual al interés interés unitari uni tari o de la comunidad. comunidad. I ndudablemente el competidor individual es el fin para sí mismo, emplea sus fuerzas para conseguir el triunfo de sus intereses. Pero como la lucha de la competencia se verifica por medio de prestaciones taciones objetivas objetivas y suele suele producir pr oducir result ados de algún modo valiosos para un tercero, el puro interés social—constituido en último término por este resultado, que para los competidores es un producto secundario—no sólo puede permitir la competencia, tencia, si no provocarla expresam expresamente ente.. P or consigui consigui ente, la competencia no es solidaria, como se piensa con manifiesta ligereza, ligereza, del del pr incipi o indi vidual ista, para el cual cual el el indi viduo»
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U l ,l l í J i « iI . U 1 U J I C v i 4 i t l / J
su dicha, su obra, su perfección, constituyen el sentido y finalidad li dad absolutos absolutos de de toda vida históri ca. ca. E n relación relación con con el fi n último, la competencia es una simple técnica y, por tanto, más bien indiferente. Por consiguiente, la oposición y negación de la compe competencia tencia no van unidas uni das al pri ncipi o del interés social, social, considerado como único dominante, sino a la idea de otra técnica, que se designa con el nombre de socialismo, en sentido estricto. E n general general,, la valor ación del todo como superi superi or a los desdestinos individuales, la tendencia de las instituciones o al menos de las ideas hacia lo l o común común,, hacía lo Que Que a todos comprende, comprende, y sobre todos manda, determinará la propensión a la organización de todos los trabajos individuales; es decir, que se intentará dirigir estos trabajos en virtud de un plan racional de conjunto, que evite todo rozamiento entre los elementos, todo derroche de tuerzas tuerz as por competencia, competencia, todo azar de inici in iciati ativas vas puramente personales. personales. E l r esultado para para el el conj conjunt unt o no se conseguirá por el choque antagónico de las fuerzas en lucha espontánea, espontánea, sino por una dir ección ección centr centrali alizada zada que que de de anteantemano organice todos los elementos, para que cooperen y se complementen, como vemos vemos en la l a bur ocracia de un E stado o en el personal de una fábrica. Esta forma de producción socialista no es más que una técnica para alcanzar los bienes materiales de ía dicha y la cultura, de la justicia y el perfeccionamiento; debe, por tanto, ceder eí terreno a la libre concurrencia, allí donde ésta parezca ser el medio prácticamente más adecuado. adecuado. N o es es esta una cuestión que ataña tan sólo a los l os parti dos polí polí tico ti cos. s. E l problema pr oblema de de si la sati sfacción sfacción de una necesidad, la creación de un valor, ha de confiarse a la competencia de fuerzas indi viduales vidu ales o a su organi zación racional, racional , a la oposición o a la colaboración, es un problema que se plantea en mil formas parciales o rudimentarias: en 1a. admini strastr ación por el E stado stad o y en los carteles, cart eles, en las competencias competencias de precios precios y en los ju egos egos de ni ños. E l mismo problema aparece aparece en la cuestión cuestión de si la ciencia ciencia y la r eligión eli gión crean crean más más hondos valores vitales cuando se coordinan en un sistema armónico, o cuando cada cada una un a de ellas trata de superar superar las soluciones que ofrece la otra, obligándose ambas, por esta competencia, al mayor rendimiento. Surge también en las cuestiones plantea-
Dos actitudes instintivas
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das por la técnica teatral, cuando hay que decidir si para el efecto total es preferible dejar que cada actor desarrolle plenamente su indi viduali vidu ali dad y que gracias a esta esta emulación emul ación se anime y vivifique el conjunto, o si de antemano ha de tenerse presente una visión conjunta, a la que hayan de acomodarse las individuali dades. dades. Se refleja asimismo asimi smo en el interi in terior or del del in dividu div idu o, ya que en algunas ocasiones sentimos que el conflicto entre los impul imp ulsos sos éti ético coss y estéticos, estéticos, entre las decisiones decisi ones i ntelec ntel ectu tuales ales e instint inst intivas, ivas, es condición esencial esencial de las hondas r esolu esolu ciones en que se se expresa y vive más verdaderamente verdader amente nuestr o ser, ser, mientras tr as que que en en otras ocasiones no concedemos concedemos la palabr a a estas estas fuerzas individuales, sino en cuanto se coordinan dentro de un sistema sistema unit ario, di rigido ri gido por una tendencia. N o se puede puede comp comprender render bi en el social social ismo, en su sentido corr corriente, iente, como como aspir ación económica económica y política, polít ica, si no se le conconsidera al propio tiempo como la forma perfecta y más pura de una técnica vital que, lo mismo que la opuesta, se extiende sobre todos los problemas planteados por el manejo de una plural idad de elementos elementos.. C onocid o el carácter carácter puramente t écnico écnico de estas ordenaciones, la organización socialista tiene que renunciar a la pretensión de ser un fin que se justifica en sí mismo y un a últi ma instan cia de valor , y debe debe entrar en una un a comparación estimativa con la competencia individualista, en cuanto esta es también un medio para la consecución de fines supraíndivíduales. Pero no cabe negar, por otra parte, que dicha comparación estimativa es a menudo insoluble para nuestros recursos intelectuales, dependiendo entonces la preferencia por una u otra técnica, de los instintos fundamentales que actúan en las diversas naturalezas. Ciertamente, si se consideran las cosas en abstracto, los instintos habrían de limitarse a fijar el fin último, debiendo los medios ser determinados por el conocimiento teórico. Pero, en la práctica, el conocimiento es tan imperfecto, imperfecto, que que los impul sos subjetivos tienen que hah acer cer la elección elección en su lu gar; y fr ecuentemente ecuentemente es además tan débil débil,, que no puede puede resistir al poder persuasivo de los in sti ntos. P or eso sucederá sucederá a menudo menu do que, que, por encima de toda jusj ustifi ti ficac cación ión racional, raci onal, eí eí poder poder de atracción conteni conteni do en la forma colectiva unitariamente organizada, interiormente equilibrada y contr contr ari a a todo razonamient raz onamiento, o, tal como como aparec aparece e sü sü
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5 - c í / i i u j , enemigos
ae ta competencia
blimado actualmente en el socialismo, alcanzará la victoria sobre la forma rapsódica, fragmentaria, sobre la dilapidación de fuerzas, fuerzas, la l a escisión y el azar que lleva consi consigo go la competencompetencia en la producción. Y a medida que esta disposición vaya apoderándose de los individuos, irán desalojando a la competencia de todos aquellos campos cuya índole no la excluye. A lgo lg o anál ogo sucede sucede cuando se trata, no de la unidad uni dad orgánica, sin o de la igual dad mecáni mecánica ca de de las partes. partes. E l caso caso más puro de este tipo lo constituye la organización gremial, en cuanto descansa sobre el principio de que cada maestro ba de tener tener «la misma congr congrua ua sustentación». L a esencia esencia de la competencia implica que la igualdad de cada elemento con l os demás, demás, se esté esté modifi modi ficando cando conti conti nuamente nu amente bacia arr iba o bacia abajo. Cuando existe competencia entre dos productores, cada un o de ellos, ell os, prefiere, sin duda, a la mitad de la ganancia, que tendrí a segura segura si estuviese estuviese establecido establecido el rep r eparto arto exacto de la oferta, la inseguridad de la diferenciación; ofreciendo otras cosas, o de otra manera, pueden corresponderle, es cierto, menos menos de la mit ad de los consumi consumi dores, pero pero también mucKos mucK os más. más. E l pr incipi in cipi o del del r iesgo, iesgo, que se se reali za en la competencia, contradice de tal manera al principio de la igualdad que los gremios hicieron todo lo posible para evitar que surgiese la competencia, prohibiendo al maestro tener más de un despacho y más de cierto número de oficiales muy limitado, vender productos que no ftieran los fabricados por él, ofrecer canti canti dades, calidades cali dades y precios distin dist intos tos de los l os que el gremio había determinado. E l hecho de que estas estas li mit aciones cayeran bien pronto pr onto en desuso, desuso, demuestra demuestra que no estaban de acuerdo acuerdo con la natur aleza de las cosas. cosas. E l pri ncipi o, abstracto abstracto por un lado y personal por otro, de la igualdad en la ganancia, fué el que moti vó que se prohi pr ohibiese biese la forma for ma de la competencia tencia en la pr oducción. oducción. N o hace falta citar más ejemplos ejemplos.. L a alternativa alternat iva (que se se da da en en in conta contables bles provincias provi ncias y caso casoss de la actividad humana), de si se ha de luchar por un bien o repartírselo en buena armonía, se presenta aquí en este género esencial esencial de lucha lu cha l lamado la mado competenci competencia. a. C omo en esta esfera esfera las partes no luchan entre sí de un modo inmediato, sino para obtener el éxito de su producción ante terceras personas, la partición part ición del del valor consiste consiste en en la igualdad volun tar ia de esta esta
Limitaciones de ta competencia
OI
producc produ cción. ión. L a decisión decisión no depende depende en en modo algun o exclu exclusisivamente del cálculo de probabilidades, que unas veces aconse jará l a aventura aventura de la compe competenc tencia, ia, oscil oscil ando entre el todo y el nada, y otras aconsejará la más limitada y más segura práctica ti ca de de la i gualdad de las prestaciones. prestaciones. L a disposición di sposición de ánián imo de cada época época o el temperame temperamento nto de los l os in divid di viduos, uos, decidirá muchas veces, prescindiendo de todo cálculo del entendimiento. Y este carácter sentimental y general de la decisión, hará har á que la renuncia renu ncia a la competencia pueda pu eda extenderse i n cluso a esferas en que no está aconsejada por la naturaleza de las cosas. Otras modificaciones de la acción social recíproca se producen cuando no se elimina la competencia en sí, sino algunos de sus medios. Trátase aquí de estadios de evolución, en los cuales la competencia absoluta de la lucha animal por la existencia conviértese en relativa; es decir, en los cuales van desapareciendo gradualmente todos aquellos rozamientos y paralizaciones que no son exigidos por la propia competencia. E n estas estas modificaciones modificaciones no se altera altera ni el producto ni l a inin tensidad de la competencia; lo que se hace es orientar ésta hacia el puro resultado final, canalizándola de modo que las fuerzas de los dos partidos no se pierdan, en daño tanto de la utilidad subjetiva como de la objetiva. Prodúcense así dos formas, que pueden llamarse la limitación interindividual y la li mitaci mi tación ón suprai ndividu ndi vidual al de los medios de compe competencia. tencia. L a primera surge cuando un cierto número de competidores acuerdan voluntariamente renunciar a ciertas prácticas, con las cuales tratan de aventajarse unos a otros; la renuncia del uno sólo es váli da en en tanto que que el otr otro o l a manti ene también. también. A sí, sí , cuando los libreros de ocasión, en un lugar, acuerdan no reba jar más que el el 10 o el el 5 por 100 sobre el precio de librería, o cuando los comerciantes convienen en cerrar sus establecimientos mien tos a las n ueve o a las ocho, och o, etc. etc. Es E s evidente que en en estos casos sólo decide la utilidad egoísta; el uno renuncia a ciertos medios de atraer la clientela, porque sabe que sí los aplicara el otro le imitaría en seguida, y el exceso de^ganancia, que repartirían, no compensaría el plus de gastos que igualmente habrían de repartir. De manera que a lo que propiamente han renunciado no es a la competencia—que exige siempre alguna
ü// cartel industrial
desigualdad—, sino justamente a aquellos extremos en que no es posible la competencia, porque en ellos sobreviene en seguida la igualdad de todos los competidores. iUsíe tipo, aunque basta abora pocas veces se lia realizado con con pur eza, eza, es es de de la mayor importan cia; demue demuestra stra la posibi li dad de una int i nteli eligencia gencia de los competidor competidores es sobre el el terreno mismo de la competencia, sin que ésta sea disminuida. Descubierto un punto en que coinciden los intereses, el antagonismo se concentra con mayor intensidad en aquellos otros puntos en que puede puede des desarrollarse. arrollarse. A sí, l a limi tación interíndiví int eríndiví dual de los medios puede prolongarse indefinidamente, descargando la competencia de todo aquello que no es verdadera competencia, porque no produce efectos al neutralizarse recíprocamente. Como los medios de la competencia consisten mayormente en ventajas concedidas a un tercero, este tercero, que en lo económico es el consumidor, será el que sufra las consecuencias de esos acuerdos consistentes en renunciar a dicbos medios. medios. E n realidad, reali dad, estas estas inteli gencias gencias i nician ni cian el el camin o que que ll eva a la consti tución tu ción de carteles carteles industri ales. Una U na vez que que se ba compr comprendi endi do que pueden pueden ahorrarse ahorr arse mucbos de los daños consecutivos a las prácticas de la competencia, siempre que que el el competidor baga lo mismo, mis mo, estos estos conveni os pueden pueden tener no sólo la consecuencia indicada: intensificación y pureza de la competencia, sino también la contraria: exaltar el acuerdo basta la supresión supr esión de la competencia competencia misma y el el esestablecimiento de una un a organi or gani zación, que en vez de luchar lu char por la conquista del mercado, se encargue de abastecerlo según un plan común. Esta anulación de la competencia tiene un sentido sociológico sociológico completamente completamente disti nto de la que que practicaba practicaba la organización gremial. Siendo en ésta los individuos independientes, su igualdad forzada determinaba que los más capaces desce descendiese ndiesen n al n ivel en que los más ineptos podían compe competi tirr con ellos. ell os. T al es la forma for ma en en que ir r emediabl emediabl ement emente e caen caen los l os elementos elementos independient in dependientes, es, cuando cuan do están sometidos someti dos a una igualdad mecánica. Pero en la cartelación, el punto de partida no es en modo alguno la situación de los sujetos, sino las conveniencias veniencias objetivas objetivas de la explota explotación. ción. A quí qu í culmin a aquella limitación de la competencia, que consiste en suprimir todos los medios que no la sirven, acabando por privar a los que
L a ley y la competencia competencia
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aún restan del carácter de competencia, porque el dominio completo del del mercado y la l a dependencia dependencia a que queda queda reducido el consumidor, hacen completamente superflua la competencia como tal. Finalmente, la limitación de los medios de competencia, dejando subsistente la competencia misma, acontece a veces por obra de instan in stancias cias situad„as más al lá de los competid competidores ores y de su esfera esfera de interese int ereses: s: el el derecho y l a moral. mor al. E n general, el derecho no prohíbe a la competencia sino aquellos actos que se castigan igualmente en las demás relaciones humanas: la violencia, el daño, el engaño, la calumnia, la amenaza, la falsedad... sedad... Por lo demás, la competencia es es el el género de antagoant agonismo ni smo cuyas formas formas y consec consecuencias uencias se encuentran encuentran menos menos inin tervenidas por prohibiciones jurídicas. Si por ataques inmediatos diat os se se destrozase destrozase la existencia existencia económica, económica, social social , famili fami li ar e inclus in cluso o física fí sica de alguien, algu ien, en el grado en que ell o acontece acontece en la competencia—como cuando se levanta una fábrica al lado de otr otra a o se pretende el mismo mis mo empleo que otro, o se presenta al premio premio una obra para vence vencerr a otra— otra— intervendría inmediatamente tamente la l a ley penal. ¿P or qué, qué, pues, la ley n o protege protege los bienes expuestos a la rui r uina na por la competencia? competencia? Par ece ece clar cl aro, o, en primer término, que los competidores no obran con dolo. N i n guno gun o de ellos ell os pretende otra otr a cosa cosa si no conseguir el premio pr emio de su prestación; prestación; y si ello ar ruin ru ina a el otro, es esta esta una consecuenconsecuencia secundaria, secundaria, que nada le interesa al vence vencedor, dor, quien i ncluncl uso puede lamentar lament arla. la. P ero además además fal ta a la competencia competencia el elemento elemento de la violencia viol encia propiamente di cha, n o siendo la dederrota y la victoria más que la expresión exacta, justa, de las fuerzas fuer zas respecti respectivas. vas. E l vencedor se ha expuesto exactamente exactamente a los mismos riesgos que el vencido, y éste, en último término, ha de atribuir su ruina a su propia insuficiencia. P ero, por por lo que a lo pri mero mero se refiere, refiere, el dolo contr contra a la la persona perjudicada perju dicada falta fal ta igualmente en una porci porción ón de de delitos que castiga el Código; propiamente, en todos aquellos que no han sido producidos por venganza, perversidad o crueldad. E l quebrado quebrado que conserva conserva una un a parte de de su su patr imoni o, quiere quiere salvar algunos al gunos bienes, y el hecho de de que con ell ell o queden queden per judi cados cados los l os acree acreedo dores res,, puede puede no ser ser para él más más que que una conditio sine 4ua non, muy sensible. Quien de noche va por
C.L código y el du elo
la calle alborotando, es castigado por perturbar la tranquilidad públi ca, aun cuando sólo se propone dar expansión a su concontento y no se le ocurr ocurre e el el pensami ento de que con ello perturpertu rba el el sueño de los demás. Por P or tant t anto, o, según según esto, esto, el que arr uiui na a otros con su trabajo normal debiera merecer al menos una pena: por imprudencia. Y en cuanto a la exculpación que resulta result a de la iguald igua ldad ad de de condici ones, de lo volunt vol untari ari o, de la acción y de la justicia con que el éxito premia las propias fuerzas, pudiera apli carse también al duelo, en todas sus for mas. Cuando en una lucba, aceptada voluntariamente por ambas partes y celebrada en en las mismas condiciones, condici ones, uno un o de los luchadores resulta gravemente herido, castigar al otro no parece parece lógicamente más consecuente que castigar castigar a un comercomerciante, que por medios leales ha arruinado a un compañero. Si no se hace así, es debido, en parte, a razones de técnica jurídica; pero principalmente a una de carácter social utilitario. L a sociedad sociedad no puede puede renunciar a las ventajas ventajas que le reporta reporta la competencia de los individuos, ventajas que exceden con mucho a las pérdidas pérdidas causadas causadas por el aniqui lamiento lami ento ocasioocasional de algún indiv in dividu idu o en la compete competencia. ncia. E sta es es la razón evidente en que se funda el principio del Código civil francés, sobre el cual se construye todo el tratamiento jurídico de la concurrencia desleal: «todo hecho cualquiera del hombre que causa a otro un daño, obliga a repararlo a aquel por cuya culpa ha ocurr ido». ido». L a sociedad sociedad no toleraría que un i ndivi duo perjudicase a otro en la forma indicada inmediatamente y sólo para su propi o provecho; pero pero lo tolera toler a cuando este per jui cio aco acontece, ntece, por el rodeo rodeo de una prestació prestación n objetiva, objetiva, que que tiene valor para un número indeterminado de individuos. A nál ogamente ogamente el el Estado E stado no tolerar ía el duelo duelo entre entre oficiales, oficiales, si se tratase simplemente del interés personal de un individuo, que exige el aniquilamiento de otro, y si la cohesión interna del cuerpo de ofi oficial ciales es no sacase sacase de este este concepto concepto del honor una u na fuerza, cuya ventaja compensa, compensa, para el el E stado, al sacrificio del individuo. E s cierto cierto que que la legislación de F rancia ranci a y A leman ia, ia , desd desde e hace algún tiempo, ha comenzado a limitar los medios de competenc competencia, ia, en interés inter és de de los pr opios compe competi tidores. dores. L a ini ntención fundamental, que ha movido a estas medidas, es la
E xtensión del concepto de estafa
de proteger a los comerciantes e industriales contra ciertas ventajas que sus competidores podrían adquirir por medios moral moralme mente nte reprobables. reprobables. As í , por ejemplo, se se prohí ben todos los reclamos que, por indicaciones falsas, pudieran inducir al comprador a la creencia errónea de que tal comerciante les ofrece condiciones más ventajosas que otro; y esto incluso cuando la consecuencia no es un encarecimiento de la mercancía para el público. Se prohíbe asimismo producir en el comprador la ilusión de que adquiere una cantidad de mercancía, que que no puede puede adquirir adquir irse se en en otras partes por el mismo mi smo precio, aunque la cantidad efectivamente vendida resulte de hecho la corriente corr iente y el precio el el adecuado. adecuado. U n tercer tercer tipo t ipo es el el de una un a casa casa muy mu y conocida, conocida, con gran número númer o de clientes, client es, que impi de que otro, otr o, con el mismo mi smo nombre, nombr e, ll eve al al mercado un producto análogo, despertando en los clientes la creencia de que se trata tr ata del mismo pr oducto; en en lo l o cual es indif in diferente erente que la mercancí mercancí a que que se ofrece sea mejor o peor que la pri miti mi tiva va que lleva el nombre conocido. L o que nos i nteresa en en estas estas medidas medidas es el punto de vista, vist a, completament completamente e nuevo en en apari encia, que consiste en proteger proteger al competidor de buena fe contra los que emplean medios desleales desleales para procur procurarse arse cli cli entela. L as demás demás l imit im itaciones aciones de las prácticas comercial comerciales es tratan tr atan de de impedir imp edir el engaño del públi bl i co; pero este este moti vo y propósit pr opósito o no existe en las leye l eyess de que acabamos de de hablar habl ar,, y su defec defecto to no impide, i mpide, en modo alal guno, gun o, su aplicaci apl icación. ón. Mas M as si se mira mir a la cosa cosa con con más más detenci detención, ón, se verá que estas prohibiciones no son más que desarrollos de los viejos artículos referentes a la estafa; y estos desarrollos no tienen sólo interés jurídico, sino también sociológico y formal. E l C ódigo penal alemán considera considera como como estafa estafa el el hecho de de que algui en, para obtener obtener una ventaj a en su patr imonio, «perjudique al patrimonio de otro, provocando errores por medio medi o de de hechos hechos fal sos». sos». P ero entendíase, sin i nconveniente, nient e, que que era era necesario necesario que el el error err or se produjese produj ese en l a mismi sma persona cuyo patrimonio patri monio sufre el perj perjuici uicio. o. Ah ora bi en, la letra l etra de la ley l ey nada dice ace acerca rca de esta esta identidad; i dentidad; y el permitir mit ir que se se persiga por por estafa el hecho de producir un daño en el patrimonio de A , provocando un error en B, hace que se comprendan en la ley contra la estafa aquellos casos de
± competencia l -,<
competencia competencia desleal. desleal. P ues dichos di chos casos casos consi consisten sten en producir pr oducir un error en en el el público—sin públ ico—sin que este sufra un u n daño patrimopatr imonial — , resultando por ello perjudicado perj udicado el patr imoni o del del competidor honrado, que no es a quien han sido expuestos los hechos falsos. £1 comerciante que le dice al comprador falsamente mente que que liqui da sus existencias existencias por defun ción, acaso acaso no le dañe en nada, si pide los mismos honrados precios que su competidor; pero causa perjuicio a este competidor, quitándole acaso parroquianos que, sin aquella falsa declaración, le hubi eran permanecido permanecido fieles. fieles. Por consigui consigui ente, la ley no contiene ninguna limitación de los medios de competencia, como tales; ni es protecc pr otección ión específi específi ca de l os compe competi tidores. dores. E l comportami port amiento ento de la sociedad frente a la competencia, competencia, n o se caracteriza porque ahora haya dispuesto la limitación de estos medios, sino, al contrarío, por haberlo dejado de hacer durante tanto tiempo, no siendo sino una aplicación lógica de las prescripciones penales vigentes. A esto hay que agrega agregarr lo siguiente: L as motivaciones de estas estas leyes insi sten, en todas todas partes, en que n o quieren impoim poner limitación alguna a la competencia leal, y que sólo se proponen impedir la que va contra contra la l a buena buena fe. E l sentido de estas stas observaciones puede traducirse muy exactamente diciendo que elimi eli minan nan de la competenci competencia a todo aquell o que no es competencompetencia, en en el el sentido social. social . La L a competencia competencia es un a l ucha en que se combate con prestaciones objetivas, destinadas a favorecer a terceras personas. Pero estos justos motivos de decisión social se encuentran entorpecidos y trastocados por el empleo de reclamos, atracciones, sugestiones, a las que no responde ningún rendimiento objetivo, sino sólo una especie de lucha inmediata, puramente pur amente egoísta, egoísta, no encauzada por los cauces cauces de la uti li dad social social.. L o que la jur isprudencia ispr udencia designa designa con con el el cali cali ficatificati vo de competencia «leal», es propiamente aquella que responde al concepto concepto puro de la competencia. competencia. U n coment comentar ario io de la ley alemana excluye expresamente de ella el caso de que alguien abra junto a un pequeño almacén de trajes un gran establecimiento en competencia, y venda a precios mínimos anunciados en reclamos estridentes, hasta aniquilar al pequeño com comerciante. erciante. N os encontr encontr amos aquí ante una violencia vi olencia brutal y, considerada individualmente, la relación entre ambos
y m mora*
competidores no es otra que la que se establece entre el ladrón fuerte y su víctima débil. Pero desde el punto de vista social es una competencia leal, es decir, limitada al objeto y al tercero. Pues el reclamo, si no contiene más que verdad, sirve también al público. Pero si contiene indicaciones falsas, o perjudica al público, o por lo menos no le favorece, desde este punto de vista puede ya intervenir la protección del competidor contra la violencia, e incluso debe hacerlo, para mantener las fuerzas competidoras dentro de la forma pura, esto es, social socialutil util itar ia de la com compe petenc tencia. ia. P or l o tanto, aun aun las mismas limitaciones específicas puestas por el derecho a la competencia, se revelan como limitación de las limitaciones que la competencia competencia sufre por el el empleo de de prácticas pr ácticas puramente pur amente sub jetivas jetivas e individuali stas. H ay, pues, moti vo en esto par a creer creer que el el derecho debiera debiera ser ser completado, complet ado, en esta esta esfera, como en tantas tan tas otras, por p or l a moral; moral ; la l a cual no se encuentra encuentr a atada a las l as conveniencias convenienci as sociales, sino que incontables veces regula la conducta de los hombres hombres según según normas nor mas ajenas a los int ereses ereses sociales, sociales, sigui endo los impulsos de un sentimiento inmediato que pide la paz consigo mismo y la halla a menudo justamente en la oposición a las exigencias de la sociedad, o siguiendo ideas metafísicas y religiosas que, si a veces contienen dichas exigencias sociales, otras las rechazan totalmente, considerándolas como conti conti ngencias ngencias li mitadas e hist óricas. De ambas fuentes br otan imperati imper ativos vos que que ri gen la conduct conducta a de hombre a hombre y que no son sociales—aunque sean sociológicos—, en el sentido tr adicional; por medio de de estos estos imperat ivos, la natur aleza human a se acomoda acomoda en en la forma ideal del debe deber. N o hay que decir que las morales ascéticas, altruistas, fatalistas, reducen cen en l o posibl e l a competencia y los medios empleados p or ella. Pero la moral típica europea muestra más tolerancia frente a la competencia que frente a otras clases de antagonismo. mo. E sto depe depende nde de una combinaci ón parti par ticular cular de los cacaracteres que constitu consti tuyen yen la competencia. competencia. P or otra parte, como como seres morales, nos desagrada tanto menos emplear nuestra fuerza contra un adversario, cuanto mayor sea la distancia entre nuestra personalidad subjetiva y la prestación que llevamos a la lucha y que decide decide ésta. ésta. E n cambio, nos sentimos
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±cesui cesui taaos ju stos de i «a competencia
Concentración de fuerzas
más inclinados a tener consideraciones y reservas, cuando luchan fuerzas fuer zas personal es inmediat in mediatas; as; en en este este caso no podemos substraernos substraernos al ll amamiento de la compasión. compasión. E incluso cuando se trata de antagoni smos personales e i nmediatos, una especie de pudor nos impide desplegar sin reservas toda nuestra energía, descubrir todo nuestro juego, emplear toda nuestra fuerza en una lucha en que se enfrenta personalidad con per sonfelidad. sonfelidad. P ero en las conti conti endas que se desarroll an en pr estaciones objetivas, desaparecen estos motivos éticos y estéticos cos de conten contención ción.. P or eso podemos competi competirr con personas con con las cuales evitar íamos en absolu to una contr contr oversi oversi a perpersonal. L a ori ori entación hacia el el objeto da a la compete competencia ncia la crueldad de todo lo objetivo, que no es el placer en el dolor ajeno, ajeno, sino la eli minación de los factore factoress subjetivos. subjetivos. E sta in diferencia frente a lo subjeti vo, caracteriza caracteriza la lógica, el derederecho y la economía economía monetar monetaria, ia, y hace h ace que personalidades, personali dades, que n o son cru crueles eles en en modo algun al guno, o, come cometen ten en la lucha l ucha de competencia petencia muchas crueldades, crueldades, sin por ello querer querer nada malo. E l recogimi recogimi ento de la personali dad tras l a objeti objetividad, vidad, desc descarga arga la conciencia conciencia moral. E ste mismo objeto se co consigue nsigue empero empero también por el elemento opuesto de la competencia: la proporcionalidad exacta con que el resultado corresponde a las fuerzas empleadas por el sujeto. Prescindiendo de desviaciones que nada tienen que ver con la esencia de la competencia, y proceden tan sólo de su mezcla con otros destinos y relaciones, el resultado de la competencia es el índice insobornable de la capacidad capacidad personal objetivada en la pr estación. estación. L o que que adquirimos por el favor de personas o coyunturas, por el acaso o por un destino, a modo de predestinación, a costa de otros hombres, no es por nosotros usado con la misma tranquilidad de conciencia que el producto de nuestra propia actividad. Pues junto a la moralidad que renuncia, está la que afirma el propio yo; ambas hallan su enemigo común en el hecho de que nuestr a r elación elaci ón con con los otros otr os esté entr entr egada egada a fuerzas exteriores, independientes del yo. Cuando en último término, como acontece en la competencia pura, es el yo el que decide, nuestro instinto moral se siente indemnizado de la competencia despiadada, por un sentimiento de justicia
que siente no sólo el vencedor, sino a veces el propio vencido (l). E n lo hasta aquí expuesto hemos visto diversas clases clases de uni ficac fi caciones iones entre las partes en lucha: mezclas mezclas de antít esis y síntesis, construcción de unas sobre otras, limitaciones y potenciaciones tenciaci ones mutuas. mutu as. Pero P ero además además de esto esto hay h ay que tener en cuenta otra significación sociológica de la lucha: la importancia de la lucha, no por lo que se refiere a la relación de las partes tes entre entre sí, sino a la estructura i nterior nter ior de cada cada parte. parte. L a experiencia diaria enseña cuán fácilmente la lucha entre dos individuos modifica no sólo la relación de cada uno con el otro, sino al individuo en sí mismo; y ello prescindiendo del efecto de mutilación o purificación, debilitación o fortalecimiento, que que pueda tener tener para el indivi ind ivi duo. L a lucha, en efecefecto, plantea condiciones previas y produce modificaciones y adaptaciones adaptaciones nece necesarias sarias para par a el el mejor mej or desarr ollo del confl conflicto. icto. E l lenguaje lenguaje nos ofrece frece una fórmu la extraordinar extraordinar iamente ace acertada para indicar lo esencial de estas modificaciones inmanentes: el que l ucha ha de «recog «recogerse erse en sí mismo», mi smo», esto esto es, es, ha de condensar todas sus energías en un punto, a fin de poder en cada cada momento momento emplearlas emplearlas en la dir ección ección conveniente. conveniente. E n la paz, el individuo «puede dejarse ir», esto es, puede dejar en libertad las energías e intereses diversos de su ser, para que por todas partes se desarrollen con independencia. Pero en
oo
(l ) E ste es, es, sin duda, uno de los puntos en que se manifi esta la rela ción de la competencia competencia con los rasgos más más decisi decisi vos de la vida moderna. E l hombre y su mi sión en la vida, la individualidad y valor objetivo de su actividad, aparecen antes de la edad moderna como más soli dari os, fun didos y adecuados entre sí. L os úl ti mos siglos K an desarrollado de una parte con un poder inusitado los intereses objetivos, la civilización real, y, por otra parte, han profundizado de un modo inusitado también el yo, la pertenencia tenencia del del alma indivi dual a sí misma frente a los prejui cios reales y soc sociales. iales. E n el hombre moderno aparecen aparecen perfectamente diferenciadas la conciencia de las cosas cosas y l a de su propi o yo, y esto le hace a propósit o para la for ma de lucha que l a competencia competencia representa. Se da en él la pura objetividad del procedimiento, que debe su efecto exclusivamente a la cosa, con con plena indi ferencia respecto a la personali dad, que está detrás detrás de ella. Pero al propio tiempo se da la perfecta responsabilidad de la persona, la dependencia del resultado respecto respecto de la energía indi vidu al, y el lo porque las facultades personales están medidas por hechos impersonal es. L as tendencias más pr ofund as de la vida moderna, moderna, la real y la personal, personal, han hall ado en la competenc competencia ia un o de sus puntos coincidentes; en él se fund en prácticamente y se manifi estan como mi embros opuestos, opuestos, aunque complementarios, de una unidad espiritual superior.
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federaciones federaciones de L itados
E structuras de paz y de guerra guerra
épocas de ataque y de defensa, esto significaría un derroche de fuerzas (por las aspiraciones contrarias de las partes esenciales) y una un a pérdida de tiempo ti empo,, porque porque a cada cada momento momento habrí a que estar reconcentrándolas y organizándolas de nuevo. Por eso, eso, en tal coyuntu ra, el hombre h ombre entero entero ha de de adoptar la forma de la concentración, como posición interior de lucha y única posibilidad de victoria. L a rji 'ima conducta conducta formal ha de seguir seguir el grupo en una situación igual. E,sta necesidad de centralización, de severa concentración de todos los elementos—que es lo único que puede Garantizar Garant izar su empleo en en cada moment momento, o, si n pérdida de energía ni de tiempo—, se sobreentiende en los casos de lucha hasta tal punto, que incontables ejemplos históricos nos la muestran reali zada en las más perfec perfectas tas demo democrac cracias. ias. M encionaremo nar emos, s, v. gr., gr., las diferencias de organi zación t an conocidas conocidas de los indios norteamericanos, según que se hallen en paz o en guerra, y el caso de los oficiales de sastrería londinenses que en el primer cuarto del siglo xix poseían organizaciones completamente diversas para la paz y para la guerra con los patronos. E n tiempos tiempos tr anquil os la organización estab estaba a consconstitui ti tui da por pequeñas asambleas asambleas aut ónomas, en treinta alberalbergues. E n épocas épocas de guerra, cada albergue tenía un r epresentante; éstos formaban un comité que, a su vez, elegía un comité menos numer nu meroso, oso, de quien qui en emanaban todas l as órdenes y al que se se obede obedecía cía incondicionalment incondici onalment e. E n general, general, las asociaciones de de obrer obreros os profesaban entonces el el prin pr incipi cipi o de que acerca acerca de los intereses de todos debían decidir todos también. Pero l a nece necesidad sidad había ha bía creado un órgano órgan o de de la más estricta eficacia, que actuaba de un modo completamente autocràtico y cuyas ventajas reconocían de buen grado los obreros. L a conocida conocida infl i nfluencia uencia r ecípr ecíproc oca a que se observa observa entre entre l as consti tuciones tu ciones despóticas despóticas y las tendencias guerreras descansa descansa en esta esta razón formal . L a guerr guerra a exige exige la centrali centr alización zación del del grupo y el despoti despotismo smo es es quien mejor mejor puede garantizar la. M as, por otra parte, un a vez vez que el el despotismo está está impl antado y reali za aquella forma, forma, las energías energías acumuladas acumuladas tienden fácilmente a desca descargarse rgarse en una guerr a exterior. P or ser altamente característico, citaremos un ejemplo de esta conexión, tomado de la situ ación contrar contraria. ia. L ino in o de de los pueblos más más anár quica-
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mente mente organi zados son los esquimales esquimales de Gr oenl oenl andia. and ia. N o existe existe entr entre e ellos ell os jefatur j efatur a alguna. algun a. E n la pesca, se obedec obedece e de buen grado gr ado al hombre h ombre más expert experto; o; pero pero éste éste no posee posee género género alguno algu no de autoridad. N o hay h ay recursos recursos coac coacti tivos vos para el que se se aparta apar ta de la empresa empresa común común.. Pues P ues bien, bi en, de estas gentes gentes se refiere que el úni ún i co modo de combatir combati r que practican, practi can, cuando se producen producen entre entre ell ellos os antagonismos, es un certamen certamen lí ri co. co. E l que se cree perjudicado por otro, inventa versos denostándole y los r ecita ecita en una asamblea popular , convocada convocada al efecto efecto,, en la cual el adversario responde responde de la mi sma manera. manera. A la fal ta absoluta de insti in stinto nto guerr guerrero ero corr esponde esponde en este este caso caso la fal ta absoluta de centralización. P or eso entre las diversas organ izacion iz aciones es que se dan dentro del grupo total, la más centralizada es la del ejército— salvo sal vo acaso acaso la de l os bomberos, bomberos, que está sujeta suj eta a las mismas neces necesidade idadess formales—, forma les—, es decir, decir, aquell a organ ización izaci ón en la que está excluido todo movimiento propio de los elementos, gracias a la autoridad absolut absoluta a de la i nstancia central. central. A sí los impulsos que parten de esta se realizan, en el movimiento del todo, sin pérdida pérdi da de fuerzas. P or otr a parte, lo que caracte caracteri riza za una federación de de E stados es es su uni dad como potencia potencia gueguerrera. E n todo t odoss los demás demás puntos puede conse conservar rvar cada cada EstaE stado su independencia; en este no puede hacerlo, si ha de existir un l azo federal. P or eso se ha di cho que l a perfecta perfecta federación federaci ón de Estados sería aquella que constituyese una unidad absoluta en en su relación con otros E stados— abiertamente abiertamente guerrera o en forma l atente—, poseye poseyendo, ndo, en cambio, sus miembros miembros plepl ena independencia en su mutua relación. Teniendo T eniendo en cuenta cuenta la incomparable incomparable utili uti lidad dad que que para l a lucha representa una organización unitaria, pudiera creerse que cada parte ha de tener el mayor interés en que la parte contr contr ari a carezc carezca a de esa esa unidad (l ). Y , sin embargo, embargo, hay casos casos de lo contr contr ari o. L a forma centr centr alizada ali zada en que la situación sit uación de lucha lu cha precipit precipit a a un parti par tido, do, tr ansciende ansciende de éste éste y le ll eva a desear que el enemigo se le presente también en esta forma. E n las luchas entre entre obreros obreros y patronos, en los últi úl timos mos decedecenios, ni os, se puede apreciar esto de un modo innegable. i nnegable. L a Real R eal (l )
Véanse las explicaciones anterior es sobre el divide et impera.
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Ventaja de la unidad
Comisión de Trabajadores de Inglaterra, declaraba en 1894 que la organi zación sóli da de de los obreros obreros era favorabl e a l os patr onos del del oficio, e igual mente la de de los patronos patr onos favorable favor able a los trabajadores. Pues si bien las huelgas en este caso son más extensas extensas y duraderas, dur aderas, en en cambio cambio la organ ización iz ación es para par a ambas partes más favorable y menos cara que los mucbos rozamientos locales, abandonos de trabajo y pequeños conflictos, inevitables cuando no bay una organización sólida en ambas ambas partes. partes. D e la misma manera, una guerr guerra a entre Estados modernos, por destructora y cara que resulte, ofrece un balance final fi nal más favorabl e que las incontabl in contables es pequeñas luchas l uchas y rozamientos en 4os períodos en que los Gobiernos estaban menos menos centr centrali alizado zados. s. También T ambién en A lemani a reconoc reconocieron ieron los obreros obreros que que la existencia de una un a organi zación zaci ón estrecha y eficaz de los patr onos, era favorable para el obrero en los conflictos de intereses. Pues sólo una organización de este género puede nombrar representantes con quienes tratar con completa seguridad; sólo frente a ella pueden los obreros de un ramo estar ciertos de que las ventajas ventaja s conce concedi didas das no resul tarán tar án en en seguida seguida negadas por patr onos disidentes. disidentes. L a desventaja desventaja que signi fica para una parte la organización unitaria de la otra—en cuanto que para esta es una ventaja venta ja—r —result esulta a compensada compensada con creces, creces, en en estos casos, porque gracias a la organización unitaria, la lucha es para ambas partes más concentrada y abarcable; y es también más más segura segura una paz efecti efectiva va y general general.. E n cambio, contra contra una masa difusa de enemigos, se consiguen, sin duda, con frecuencia, victorias parciales; pero difícilmente se llega a acciones decisivas, en las que realmente se compruebe la proporción de las fuerzas. Si este caso nos da una visión tan profunda de la conexión fundamental fun damental que existe existe entre entre la form forma a unitari unit ari a y la buena disposición disposi ción de los grupos gru pos para la lucha, lu cha, es porque nos muestra muestra cómo la conveniencia de esta esta conexión conexión triu tr iunfa nfa | inclu inclu so sob sobre re la desventaja desventaja i nmediata que pudiera resultar resultar.. L a for ma ideal objeti objetiva va de de la constit ución más conveniente conveniente para para la lucha, lu cha, es es la centrí centrí peta, peta, que trae el resultado objetivo de la l ucha por el camino más seguro y más breve. breve. E sta teleología, teleologí a, que se cierne por encima de las partes, hace que finalmente cada parte halle en ella su ventaja y logra el resultado aparente-
La guerra, causa causa de la uni ficación
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mente contradictorio de convertir en ventaja para los dos la ventaja del otro. P ara ar a caracte caracteri rizar zar el senti senti do sociológi sociológico co de esta formación, forma ción, es esenc esencial ial disti nguir si el el gru po en en conjun to se encue encuentr ntra a en en una relación rel ación antagónica frente a un poder situado situ ado fuera de él (con lo cual se verifica en la conciencia y la acción aquel estrechamiento de lazos y acrecentamiento de la unidad), o si cada elemento de una pluralidad tiene por sí un enemigo, y la coopera cooperación ción se produce pr oduce tan sólo sól o por el hecho de ser ser este este eneenemigo el mismo mi smo para todos. t odos. E n este caso puede suceder: suceder: o bien que esos elementos nada tuvieran que ver anteriormente unos con con otros, otr os, o que esta esta común común hosti li dad haya hecho surgir entre ell ell os nuevas nuevas formaciones. E n el pr imer caso caso hay que estaestablecer blecer una disti nción. L a lu cha o guerra de un gr upo puede puede,, de una parte, unirlo por encima de las discrepancias y alejamientos indi viduales vidu ales de sus miembros; pero, pero, por otra, hace que esas discrepancias intestinas adquieran una claridad y decisión que antes no poseían. poseían. E sto se podrá podrá obse observar rvar mejor en agrupaciones menores menores que no han ll egado aun al grado de objetivación de un Estado moderno. Cuando un partido político ti co,, en en el que se reúnen reún en varios var ios intereses, in tereses, se encuentr a lanz l anzaado a una lucha resuelta y radical, surge una buena ocasión para que se produzcan escisiones; en esos momentos sólo cabe, u olvidar las disensiones internas, o por el contrario acentuarlas, eliminando a ciertos miembros. Cuando una familia contiene individualidades en discrepancia fuerte o latente, el momento en que un peligro o un ataque impulsa a la mayor concentración posible, será justamente aquel que asegure su uni dad por por lar go tiempo ti empo o la destr destruya uya definitivamente, definit ivamente, resolresolviendo si es, y hasta qué punto es, posible una cooperación de dichas personali personali dades. dades. Cu ando los alu mnos de una clase planean una burl bu rl a al profesor, o una pelea con con los de otra clase clase, es ocasión esta que por una parte suele acallar enemistades interiores; pero por otro lado, incita siempre a algunos alumnos a separarse de los demás, no sólo por motivos objetivos, sino porque con algunos, con quienes no tienen inconveniente en convivir en el marco de la clase, no quieren colaborar en ataques ataques tan decididos. decidi dos. E n suma: el estado de paz del grupo gru po permite que elementos antagónicos convivan dentro de él en
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E lasticid ad de los grupos
una situación indecisa, porque cada cual puede seguir su camino y evitar evitar los l os choque choques. s. Pero Per o el el estado estado de lucha lu cha aproxima tan ínti mamente mamente a los elementos elementos y los coloca coloca baj o un u n impulimpu lso tan unit un itari ari o, que han de soportar se perfectamente perfectamente o rep r epeelerse radicalmente. radicalmente. P or l a misma razón, en los E stados lleno ll enoss de disensiones intestinas, int estinas, una u na guerra guerr a exterior es a vec veces es el el úlú ltimo ti mo medio para superar las. la s. Per o otras vece vecess es causa de que se deshaga totalmente la unidad. P or eso eso l os grupos gru pos que se encuentr an de algún algú n modo en estado estado de guerr guerra, a, no son tolerantes. E n ellos ell os l as desviaciones desviaciones individuales de la unidad fundamental cohesiva no pueden pasar pasar de cierto cierto lí mite mit e muy est echo. A vec veces la técnica que se sigue en estos estos casos casos consiste consist e en en cierta tolera tol eranci ncia a que se ejerce para poder poder elimin eli minar ar con tanta mayor decisi decisi ón a los que definiti vamente vamente no puede pueden n ser ser i ncorporados. ncorporados. L a I glesia Cat ólica se ha encontr encontrado ado propiamente desde desde sus comienzos comienzos en un doble estado de guerra; contr a el el complej o de de las diversas di versas opinion opin iones es doctr doctrinal inal es que, que, reunidas, consti constitu tuyen yen la herejía, herejí a, y contr contr a los l os demás intereses y poderes de la vida, que pretenden tener una esfera esfera de de acción acción independiente de la suya. L a uni dad cerr cerrada ada que hubo de adoptar en esta situación, consistió en seguir tratando como miembros a los disidentes, mientras ello fuese posible. expulsándolos expulsán dolos en cambio cambio de su seno con inco in comparable mparable energía cuando se hacían intolerables. Para semejantes organizaciones es de la mayor importancia cierta cierta elasticidad elasti cidad (l ) de forma; no para establece establecerr transacciones y conciliaciones con los poderes antagónicos, sino, precisamente, para oponerse a éstos con la mayor energía, sin prescindir de ni ngún elemento elemento aprovechable. aprovechable. L a elasticidad no consiste consiste en rebasar rebasar l os lími l ímites. tes. L os cuerpos elásticos tienen límites lí mites no menos claros que los rí gidos. E sa elasticidad elasti cidad caracteriza, caracteriza, v. gr., a las órdenes órdenes monásticas, gracias a las cuales los impulsos místicos o fanáticos que surgen en todas las religiones, se canalizan de modo que resultan inofensivos para la Iglesia y le están incondicionalmente subordinados. E n cambio, cambio, en en el el Protestan P rotestanti tismo, smo, con su intolerancia int olerancia dogmá dogmá (l ) Sobre la elasticidad elasticidad de las formas sociales sociales en ¿enera!, véase véase el ii nal del capítulo sobre autoconservación.
L a lu cha de los sexos sexos
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tica, ti ca, mayor en ocasiones, ocasiones, esos esos impulsos impu lsos conduj eron a menudo a separaciones separaciones y escisi escisiones ones de la unidad. uni dad. A l mismo motimoti vo parecen poder referirse ciertas formas de conducta específicas del sexo femenino. Entre los elementos variadísimos de que está formada la relación total entre hombres y mujeres, encuéntrase una hostilidad típica que brota de dos fuentes: de que las mujeres, físicamente más débiles, están siempre en peligro de ser explotadas económica y personalmente y privadas de derechos derechos (l ), y de que, por ser las l as mujeres muj eres el objeto de la apetencia sensual del hombre, tienen que situarse frente a éste a la defensiva. E s muy raro que esta esta lucha, que se extiende a través de la historia interna y personal del género humano, lleve ll eve a una coalición i nmediata nmediata de las mujeres mujeres contr contra a los homh ombres; pero pero hay una forma tr anspersonal que sirve de defensa defensa a las mujeres contra aquellos dos peligros, y en la cual, por tanto, tant o, está está interesado int eresado,, por decir decirlo lo así, in corpore, el sexo femenino. Esta forma es la costumbre, sobre cuya esencia sociológica ya caracterizada más arriba, hemos de volver ahora, atendiendo a las consecuencias que en esta esfera produce. L a personali dad fuerte sabe sabe defende defenderse rse indivi in divi dual mente de l os ataques de que puede ser objeto, o al menos le l e basta con la prote pr otecc cción ión jur ídica. E n cambio, la débil débil se verí vería a perdida, perdida, a pesar de de esta protección, pr otección, si de algun a manera no les l es estuviese prohi bido a los indi viduos vidu os superi superiore oress en en fuerza fuerza abusar abusar de su superi superioridad. oridad. Esta prohi bición bici ón es es en en parte obra obra de la moral moral.. P ero como la moral no ti ene más poder poder ejecutivo que la conciencia del propio individuo, no ofrece bastante seguridad y necesita ser completada por la costumbre. Esta no tiene la precisión de la norma jurídica, ni ofrece tanta seguridad; no obstante, se encuentra garantizada por un temor instintivo y por las consec consecuencias uencias desagradables desagradables de su vi olación. olación . L a coscostumbre es es la verdade verdadera ra fuer za del del débil, débil , que no sabría defendefenderse en una lucha donde las fuerzas pudieran desplegarse libremente bremente.. Por P or eso eso su característi característi ca es ese esencialmente ncialmente la pr ohiohi bición, la limitación. Produce una cierta igualdad entre los (l ) H ablo acjuí de la relación en
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La mujer y 2a costumbre
El imi nación de los i ndeciso ndecisoss
fuertes y los débiles; y en su función de poner obstáculos a las desproporciones puramente naturales, llega incluso a preferir al débil, como lo demuestra, v. gr., la andante caballería. E n la l ucba latente entre entre los bombres bombres y las mujeres, mujeres, son aquellos aquell os l os fuertes y los agreso agresores. res. L as mujeres muj eres se ven obl igadas a buscar buscar el amparo de la costumbre y a converti converti rse en guardianas guardi anas de ésta. P or eso ellas se encuentr encuentran an comprometi comprometi-das a cumpli cumpli r severamente severamente l a ri ca variedad var iedad de preceptos preceptos que forman el código de la costumbre, incluso en los casos en que no se trata tr ata de abusos de los bombres. T odas las normaciones de l a costumbre costumbre están están en en conexi ón r ecípr ecíproc oca; a; l a vi olaci ón de una de ellas debili debili ta el el prin pr incipio cipio y, por tanto, l as demá demás. s. P or eso las mujeres suelen encontrarse de acuerdo en este punto; constituyen en esto una unidad real, que corresponde a la unidad ideal en que las reúnen los bombres cuando bablan de las «mujeres» en general, unidad que tiene el sentido de una oposición de partidos. L a solidari soli daridad dad que que tienen las mujeres, mujeres, para los bombres, y que se expresa en el viejo dicho alemán: «cada hombre responde sólo de su vergüenza, pero si cae una mujer, se censura a todas», esa solidaridad sexual da una base real al interés que sienten las mujeres por la costumbre, considerada como un medio de lucha. P or eso eso frente a otra muj er, las mujeres muj eres no conocen conocen por regla general más que la inclusión completa o la total exclusión del campo campo de la costumbre. costumbre. Se da en en ellas ell as la tendencia a no confesar, mientras es posible, posibl e, que una mujer muj er ha faltad fal tado o a las normas de la costumbre, a dar a sus actos una interpretación taci ón benévola, benévola, inofensi va, salvo que que obren en contr contr a el deseo seo de escándalo escándalo u otros moti vos de orden orden personal. P ero cuando la disculpa ya n o es es posibl posibl e, l a pecadora pecadora es es sentenciasentenciada implacable e ir revocableme revocablemente nte a la expulsión expul sión de la «buena sociedad». Si no hay otro remedio que confesar la falta contra la costumbre, costumbre, la culpabl e es entonce entoncess radicalme radi calmente nte elimin eli minada ada de aquella unidad, que se mantiene por el común interés en el sostenimiento de de las reglas reglas consuetudi consuetudi narias. nar ias. A sí vemos vemos que las mujeres mujeres condenan del del mismo modo modo a M argarit argar ita a que a l a Dama de las Camelias, a Stella que a Mesalina, sin hacer posible situaciones intermedias in termedias entre entre l as que están dentr dentr o y las la s que están fuera de la norma n orma de la l a costumbre, costumbre, concediendo concediendo l a
existencia de grados diversos. L a posici p osición ón defensiva defensiva de las mujeres mujer es no permi permite te que el mur o de la costumbre costumbr e sea sea rebajado rebaj ado en un centímetro. centímetro. E l partido parti do de las mujeres mujeres no acep acepta ta en en pri ncipio ningún término medio, sino la inclusión resuelta en la comuni comuni dad ideal de las «mujeres mujer es decentes» decentes» o la exclusi ón igualme igual mente nte resuelta resuelta de de la misma. Esta E sta alternati alt ernati va no n o está está en en modo alguno justificada en pura moral, y sólo resulta comprensible teniendo presente aquella exigencia de inquebrantable unidad, que ha de tener para con sus miembros un partido, en lucha abierta con el adversario.
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Por Po r la misma mi sma razón r azón puede ser ventajosa ventaj osa para los partidos rti dos polític polít icos, os, una disminuc dismi nución ión del número de sus adeptos, siempre que sirva para limpiar li mpiarle le de elementos elementos inclinados incl inados a aceptar transacci transacciones ones y apaños. P Par ara a que esto sea conveniente, conveni ente, es preciso ci so de ordinari ordi nario o que que coin coincidan cidan dos condiciones. E n pri mer mer lugar, lugar , un estado de lucha lu cha agudo, y en segundo lugar, lu gar, que el grupo combatiente sea sea relativamente reducido. E l tipo de este caso, lo encontramos en los partidos de minoría, especialmente cuando cuando no se limitan li mitan a la l a defensiva. L a historia histori a parlamentaria tari a inglesa i nglesa lo ha demostrado varias vari as veces. A sí, sí , por ejemplo, en 1793 el partido whig, que se hallaba hal laba ya y a muy mermado, se encontró encontr ó fortaleci fortalecido do justamente a consecuencia consecuenci a de otra defección, que se llevó ll evó los elementos elementos tibios tibi os y prontos a las transacciones. E ntonces ntonc es las pocas personas que que quedaron quedaron en el el partido, entusiastas y resueltas, resueltas, pudieron practicar una polítipolít ica unitaria uni taria y radical. E n cambio, los l os grupos grupos mayorit mayoritarios, arios, no necesitan insistir insi stir tanto en esta decisión del del pro o del contra. contr a. P ara ar a ellos no son peligrosos esos adeptos adeptos vacilantes vacil antes y condicionales. ci onales. Pueden P ueden soportar gran gr an número nú mero de estos elementos, lementos, en la peri periferia, feria, sin que el centro resulte afectado por ello. ell o. Pero ■cuando por ser el grupo poco extenso la l a periferi peri feria a está muy próxima próx ima al centro, c entro, la inseguri inseguridad dad de de cualquier cu alquier elemento amenaza en seguida al centro mismo, y con ello ell o pone en peligro li gro la cohesión del del conjunto. conju nto. La L a escasa scasa distancia di stancia que hay entre entre los elementos, quita al grupo la elasticidad, elastici dad, que que es condici condición ón precisa para la tolerancia. Por eso, eso, los grupos—y, particularmente, particularmente, las las minor ías—qu ías— que viven vi ven en en lucha luch a y sufren sufr en persecución, rechazan con frecuencia l a condescendencia ncia y la tolerancia toleranci a de la otra otr a parte; parte; porque porque con con
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Perjui cios de la victoria victoria
ello se esfumaría el radicalismo de su oposición, sin el cual no podrían podrí an seguir seguir luckan lu ckando. do. Esto Es to ha acontecido acontecido más más de un a vez en las luchas confesionales confesionales inglesas. inglesas. L o mismo bajo J acobo acobo I I que bajo Gui ll ermo y M aría, arí a, los no confo conformist rmistas as e independientes fueron a veces objeto, por parte del Gobierno, de una condescendencia con la cual no estaban de acuerdo en modo alguno. Pues ello era causa de que los elementos más condescendientes cendientes e indec in decisos, isos, que milit mil itaban aban en sus fil f ilas, as, sinti esen esen la tentación y tuviesen la posibilidad de constituir formaciones intermedias in termedias o, o, al menos, de suavizar su oposición. oposici ón. Toda T oda tolerancia por parte del enemigo, tolerancia que no puede ser nunca más que que parcial, amenaza la uniformidad de los miembros en l a oposición y, con con ello, aquell aquell a uni dad que exige exige una minorí min oría a combatiente combatiente que no quiere transacciones. P or eso, pierde con tanta frecuencia su unidad el grupo que no tiene enemigo. Con referencia al protestantismo se ha dicho varias ri as vece vecess que, siéndole si éndole esencial l a «protesta», «protest a», cada cada vez que el adversario contra quien protesta queda fuera de sus tiros, pierde su energía energía o su unidad unida d interior; int erior; hasta el el punto pun to de ll egar egar a repetir en su seno el conflicto con el enemigo, escindiéndose en un partido ortodoxo y otro liberal. De la misma manera, ha sucedido varias veces en la historia de los partidos norteamericanos, canos, que el el retroc r etroceso eso de uno de los grandes parti dos tuviera tuvier a por consecue consecuencia ncia la divi di visi sión ón del del otro otr o en en grupos y oposiciones intestinas. E n cambio, cambio, la conciencia conciencia unitari unit aria a de de la I glesia católica católica se ha fortalecido, fort alecido, indudablemente indudablemente,, por p or el hecho de la herejía y l a actit actitud ud hostil hostil adoptada adoptada frente a ella. Grac Gr acias ias a la implacable oposición contra contra l a herejía, los vari ados eleme elementos ntos de de la I glesia han h an podido podi do orientarse orientar se y mantener mantener su unida un idad, d, a pesar pesar de l os intereses intereses que podrían haberl haberlos os disociado. disociado. P or eso, so, la victoria total de un grupo sobre su enemigo no es siempre tina fortuna, en sentido sociológico; porque rebaja la energía que garantizaba su cohesión, y entonces ganan terreno las fuerzas disolventes, tes, nunca ocios ociosas. as. L a ruptur a de la ali anza romanolatin romanolat ina a en el siglo v se ha explicado como consecuencia de la victoria sobre los enemigos comunes. Acaso la base en que se fundaba dicha alianza: la tolerancia de una parte y la sumisión de otra había dejado hacía tiempo de ser completamente natural; pero
La unión como signo de hostilidad
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esto no se puso de manifiesto hasta que faltó el enemigo común, merced merced al cual los ali ados no paraban mientes mientes en sus interiores int eriores contr contradicciones. adicciones. Incl I ncluso uso puede afirmarse que en algunos grupos puede ser cordura política el buscar enemigos, a fin fi n de que la unidad un idad de los elementos elementos siga actuando como u n interés vital. E l ejemplo ejemplo últimamente indicado nos ll eva a conside considerar rar una posible posibl e exaltación de este senti senti do unif un ificador icador que tiene ti ene la lucha. Merce M erced d a la l a lucha acontece acontece,, a vece veces, s, que no sólo una unidad ya existente se condensa con más energía y excluye radicalmente todos los elementos que pudieran contribuir a borrar los límites que la separan del enemigo, sino que la lucha lu cha obli obli ga a conce concentr ntrarse arse a personas personas y grupos que, sin ella, nada tendrían tendr ían de común. común. L a energía energía con que la lucha actúa en en este sentido, aparece con particular claridad en el hecho de que la conexión entre la situación de lucha y la unificación es bastante fuerte fuerte para actuar actuar también en la direc dir ección ción contrar contrar ia. L as asociaciones psicológicas, en general, muestran su energía por el hecho de obrar, incluso, retrospectivamente; si, por ejemplo* nos representamos a una persona bajo el concepto de héroe, el enlace entre ambas ambas representacione representacioness al canzará su inti in timida midad d máxima, cuando no podamos representarnos el concepto de héroe en general, sin que surja inmediatamente en nosotros la imagen de aquell aquella a personalidad. Así , l a un ión para fines de lucha es un acontecimiento tan corriente y habitual que, en ocasi ocasiones, ones, l a mera asociación asociaci ón de elementos, aunque au nque no n o se haya hay a hecho con con fines fin es agresivos agr esivos ni de l ucha, aparece a l os que quedan fuera fuera de ell ella, a, como como ame amenaza naza y hostili dad. E l despotismo despotismo del del E stado moderno moderno se se dirigió, diri gió, sobre sobre todo, contr contra a el pri ncipio de la agremiación medieval; y sucedió que los Gobiernos acabaron por considerar toda asociación de ciudades y clases sociales (caballeros u otro elemento cualquiera del Estado), como rebelión y lucha, en forma latente. Carlomagno prohibió a las guildas que adoptasen la forma de asociaciones juramentadas y sólo permitió expresamente las que se hiciesen sin juramento y para fines caritativos. carit ativos. L a prohi pr ohibi bición ción se hace, hace, en en estos casos, mirando, principalmente, a la obligación contraída mediante juramento, aun cuando se trate de fines permitidos; porque se estima estima que aun así puede pu eden n ser ser peligrosa peligr osass para el E s-
l>i
x t tuncas
tado las asociaci asociaciones. ones. Una U na ordenanza alem al emana ana de1628 dispone; «constituir pactos o alianzas, cualquiera que sea su fin y aquel contra quien vayan dirigidas, corresponde exclusivamente mente al rey». E l hecho de que, a veces, veces, el poder domin dominant ante e favorezca o, incluso, cree asociaciones, no prueba nada en contra lo dícbo, antes bien, lo confirma; no sólo en caso tan clar o como la asociación, que va va contr contra a un parti do de oposición, sino también en el caso interesante de que el Estado trate de encauzar por caminos inofensivos el instinto de asociación. Cuando los romanos hubieron disuelto todas las asociaciones políticas de los ¿riegos, fundó Adriano una asociación de todos l os helen el enos— os—xo xoiviv ou ouvéSptov xwv 'EV/nqviov—con fines fi nes i deales, deal es, juegos, juegos, conme conmemo moracione raciones, s, mantenimiento mantenimiento de un panhelenis panhelenis mo ideal, completamente apolítico. L os casos históri hi stóri cos cos que confi confirman rman l o que que acabamo acabamoss de decir decir,, son tan numerosos numerosos y claros, que que la l a úni ú nica ca cuestión que puede plantearse es la de determinar el grado de unificación a que puede ll egarse de este este modo. E l máxi mum está está represenr epresentado por la creación del Estado unitario. Francia debe la conciencia de su nacionalidad, en primer término y esencialmente, a la lucha l ucha con los inglese i ngleses. s. L a guerra guerra contr contr a los moros moros fué l o que convir tió ti ó en en un solo pueblo a las comarcas comarcas españolas. E l grado inmediato está está formado por por los E stados federale federaless y uni ones de de E stados, con con diverso di versoss matices, matices, según según su coherencoherencia y las facultades facultades atribuidas atri buidas al poder poder central. central. L os E stados stados U nidos ni dos nece necesitaron sitaron su gue guerra rra de la independenc independencia; ia; Suiza, Sui za, l a lucha lu cha contr contra a Austri Au stri a; los Países Bajos, el alzamiento contra contra E spaña; la L iga aquea aquea,, la guerra guerra contr contra a M acedonia. acedonia. L a funfu ndación daci ón del del nuevo I mperio mperi o alemán ofrece ofrece un ejemplo análogo anál ogo.. E n esta misma mi sma esfera se encuentra la formación for mación de clases sociales unitarias. unitar ias. E l elemento de la lucha, lu cha, las oposiciones oposiciones latentes y declaradas, son tan necesarias para ella, que no mencionaré más que un ejemplo ejemplo negativo. E l hecho de de que que en R usia usi a no exista una aristocracia aristocracia propiamente propiamente dicha, dicha, formanf ormando una un a clase cerrada, cerrada, parece que debiera debiera haber favoreci favorecido do el amplio y desembarazado desenvolvi desenvolvimiento miento de la burgue bur guesía. sía. Pero, en realidad, realidad, ha ocurri ocurrido do lo contrario. Si en Rusi R usia a huh ubiera existido, como en otras partes, partes, una aristocracia aristocraci a poderosa, ésta se hubiera hubi era encontrado encontrado frecuenteme fr ecuentemente en oposici oposi ción ón
Uniones
defensivas
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con los príncipes, quienes, quienes, en en esta esta lucha, hubi eran tenido teni do que vez a la burguesía de las ciudades. recurrir a su vez ciudades. Si n duda alguna, en seme semejante jante situación sit uación de lucha, lu cha, les hubiera hubier a interesad int eresado o a los prín pr íncipes cipes que se desarroll ase una un a clase burguesa uni u nitataria. Pero los elementos burgueses no fueron nunca incitados a uni rse en en una clase, clase, porque no exist existía ía confl confl icto ente ente la l a nobleza y el poder poder central, central, merced merced al cual pudier pu dieran an haber sacado partido de la lucha, inclinándose a un lado o a otro. E s caracterí característi stico co,, en en todos los casos casos positi vos de este tipo, ti po, el que la unidad, aunque nacida de la lucha y para los fines de ésta, continúa después de terminada la lucha y hace florecer otros intereses y energías socializantes, que ya nada tienen que ver ver con con el fin guerrero. L o que propiamente hace en estos casos la lucha, es poner en movimiento las relaciones de uni dad que que existen en estado latente. Es E s más bien l a causa ocasional de unificaciones unif icaciones interior int eriormente mente dese deseadas adas,, que su su fin. Sin duda, dentro del interés colectivo de la lucha, hay dife, rencia, según según que la uni u nifi ficación cación para fines de lucha lu cha se refiera al ataque y a la defensa defensa o solamente solamente a la defensa. defensa. E sto últi úl timo mo es probablement pr obablemente e el caso en la mayor may or parte part e de de las coaliciones coali ciones de grupos ya existentes, sobre todo cuando se trata de muchos gru grupos pos o de grupos muy diversos. E l fin fi n defensiv defensivo o es el míni mí nimum mum colecti colectivo, vo, porque para cada cada grupo grup o y para cada ini ndividuo, es exigencia indispensable del instinto de conservación. ción . Cuant Cu anto o más más y más variados sean sean los elementos elementos ligados, li gados, tanto menor será, evidentemente, el número de intereses en que coin coinciden. ciden. E n l os casos casos extr extrem emos os,, esta coincidenci coincidencia a se reducirá ducir á al insti ins tinto nto más primi tivo, ti vo, que es el el de la defensa de la existencia. Así, por ejemplo, respondiendo a los temores de los patronos de que un día pudieran hacer causa común todos los sindicatos ingleses, uno de sus más incondicionales adeptos ha declarado: aunque llegase esa unión, sólo podría ser para fines defensivos. De los casos en que los efectos unificantes de la lucha van más all allá á del del fin i nmediato (lo (l o que que puede puede también ocurrir ocurr ir con el mínimum indicado), pasaremos ahora a los casos en que la coalición se hace solamente ad hoc. Cabe distinguir aquí dos tipos. E n primer lugar la l a al ianza para una sola sola acció acción, n, alianza que, sin embargo, especialmente en guerras pro
Coalición entre enemigos
Asociaciones laxas
píamente dichas, puede poner a contribución todas las energías de los elementos. elementos. E n este caso caso se forma una un a unidad uni dad total. total . Pero una vez conseguido el fin o fracasado el intento, las partes tornan a su existencia existencia sep separada. arada. A sí ocur ocurri ri ó, v. gr., entre los griegos, una vez que hubo desaparecido el peligro persa. E n el el otr otro o tipo, ti po, la uni dad es menos menos completa, completa, pero también t ambién menos menos pasajera. pasajera. La agrupación agru pación se hace en en torn t orno o a un fin de lucha, que es singular, no tanto en razón del tiempo como del contenido, conteni do, y permi permite te así que las demás actividades activi dades de los l os elementos mentos coaligados coaligados no entren en contacto. contacto. A sí, sí , en I nglaterr a, existe desde 1873 una Federation oí Associated Employers oí Labour, fundada para combatir la influencia de las Trade T rade Unions. Y algunos algun os años despué despuéss se constit uyó en los E stados U nidos ni dos una federación federación de patronos, patr onos, que sin tener tener en cuenta cuenta las diversas ramas industriales, sirve para defender en conjunto al elemento patronal contra las huelgas de los trabajadores. Como es natural, apareee más acentuado el carácter de ambos ambos tipos, cuando cuando los elementos elementos de l a uni dad combatiente combatiente son entre sí, no sólo indiferentes, sino hostiles en otros períodos o en otros respecto respectos. s. El E l poder poder uni ficador fi cador de la l a lucha, r esalta particularmente cuando produce una asociación temporal o real en circunstancias cir cunstancias de compe competencia tencia o animosidad. an imosidad. L a oposición entre el antagonismo anterior y la momentánea alianza ali anza para la lucha, puede puede acentuarse acentuarse en determinadas determinadas circunstancias hasta el punto de que, para las partes, justamente su enemistad enemistad absolu absoluta ta sea la causa de de su coal coalici ición. ón. E n el parlamento inglés, la oposición ha surgido algunas veces, porque los ultraradicales del partido ministerial, no sintiéndose satisfechos tisfechos por la actuación actuación del Gobi erno, ern o, se uní u nían an con los adversarios declarados del partido gobernante, en común animosidad contra contra el ministerio. A sí contra contra Robe R obert rto o Wal pole se unieron los ultrawhigs, dirigidos por Pulteney, con los tories. E n este caso caso justamente, el el radi calismo del del prin pr incipi cipio o whig, que vivía de la hostilidad contra los tories, es lo que lleva a sus adeptos a unirse con sus naturales enemigos. Si no hubieran sido tan r adicalmente opuestos opuestos a los tories, no se hubieran unido a estos para provocar la caída de ministerio whi¿, que no les parecía bastante whigista. E ste caso caso es parti part i cularmente cular mente llamati lla mativo, vo, porque por que en él se se ve
cómo el adversar adversario io común común une u ne a bandos enemigos, enemigos, que coincoin ciden en en cree creerr que aquel está demasiado del otro lado. la do. Por l o demás, demás, no es es más que el ejemplo más pu r o de aquell aquel l a expeexperi encia vulgar, vulgar , según según la cual, ni l as más enconadas enconadas enemistaenemistades impiden la unión, siempre que ésta vaya contra un adversari o común. común. E sto st o acontece acontece especial especialmente mente cuan cuando do las dos dos partes coaligadas, o una de ellas al menos, persigue finalidades muy concretas concretas e inmediatas, para cuya consecución consecución n o necesinecesita más más que que eli eliminar minar a un determinado adve adversario rsari o. E n la hi storia de los hugonotes franceses hasta Richelieu, puede observarse que que basta basta que un par tido ti do se declar declare e hostil hosti l a España, E spaña, o a I nglaterra, nglaterr a, o a Saboya, o a H olanda, olan da, para que el el otro se adhiera hier a inmediatamente a esta potencia extranjera, sin preocuparse de si está o no en armonía con sus tendencias positivas. Pero estos partidos franceses tenían ante sí finalidades perfectamente determinadas y asequibles; no necesitaban para obtenerlas más que espacio, esto es, verse libres del adversario. P or eso eso estaban estaban dispuestas dispuestas a ali arse con cualquier enemigo enemigo de de SU adversario, bastándoles que éste tuviera el propósito de mantenerse indif in diferente erente respecto respecto al resto de su relación rel ación con él. él. Cuanto más negativa o destructora es una enemistad, tanto más fácilmente llega una de las partes a una alianza con otros elementos, con los cuales no existe ningún otro motivo de comunidad. Finalmente, el grado inferior de esta escala, la forma menos aguda, está constituida por las asociaciones basadas en una igual dad de senti senti mientos. Los L os ali ados saben saben que existe existe entre ellos cierta comunidad, comunidad, porque ti enen todos todos una u na misma aversión o un interés semejante frente a un tercero, sin que esta comunidad lleve necesariamente a una acción conjunta de lucha. También aquí hay que distingui r dos dos tipos. La L a gran industr ia, al colocar masas masas de trabajadores tr abajadores frente a po poco coss patronos, tr onos, no sólo ha produci pr oducido do asociaciones asociaci ones eficaces eficaces de obreros en lucha lu cha por obtener obtener mejoras mejoras en las l as condiciones condi ciones del del trabajo, tr abajo, sino que ha fomentado también el sentimiento general de que entre todos los asalariados existe cierta comunidad, porque en principio se encuentran todos en igual lucha con los patronos. Sin duda, este sentimiento cristaliza a veces en formaciones de partidos o luchas por el salario. Pero, en conjun
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Am enaza constan te
to, no puede convertirse en realidad práctica; es y seguirá siendo el el sentimiento senti miento de una comuni dad abstracta, abstracta, producida por la hostilidad común frente a un enemigo abstracto. M ientr as en este este caso el el senti miento de unidad es abstracabstr acto pero duradero, en el segundo es concreto pero pasajero. Ocur r e esto, esto, v. gr., cuando cuand o personas que, siéndose por l o demás extrañas, pertenecen pertenecen a la mi sma esfera elevada de educaeducación y sensi sensibil bilidad, idad, se encuentran encuentran en algún círcul o social (en un ferrocarril ferrocarr il,, por por ejemplo) junt o a otr otras as personas de manemaneras groseras groseras y vulgares. Si n que ll egue egue a producirse producir se acto acto concreto alguno, sin que sea necesario cambiar una palabra o una mirada, aquellos se sienten, como un partido, reunidos por la aversión aversi ón común común a la plebeyez plebeyez agresiva—para su sentir sentir al menos—de los otros. Con su carácter extremadamente sensitivo y delicado, que no excluye la claridad del fenómeno, esta espec especie ie de de uni un i ficación fi cación represe r epresenta nta el últi úl ti mo grado, en que elementos enteramente extraños se sienten unidos por comunidad de antagonismo. Si la fuerza sintética de la hostili dad común se. mide no por el número de intereses intereses coincidentes, coincidentes, sino por la duración e intensidad de la asociación, será particularmente favorable el caso de que, en vez de una lucba actual, sea causa de la unión la amenaza persistente de un enemigo. Se ha hecho notar con respecto respecto a la L iga aquea, aquea, en su primera época, época, hacia 27o, 27o, que Aca ya se encontr encontr aba rode r odeada ada de enemigos, enemigos, los l os cuales de momento estaban muy ocupados para pensar en atacarla; este período de peligro que de continuo amagaba sin descargar, fué altamente favorable para fortalecer el sentimiento de asociación. Es este un caso particular de un tipo muy curioso: cierta distancia entre los elementos que han de asociarse, de una parte, part e, y el el punt pu nto o e interés in terés que les asocia de otra otr a parte, es una un a situación particularmente favorable para la coalición, especialmente si se trata tr ata de círculos círcul os extenso extensos. s. E sto se apli ca a las relaciones religiosas. Comparado con las divinidades de tribu y de nación, el Dios universal del cristianismo está a infinita distancia delos fieles; fáltanle fáltan le por completo completo aquellos aquell os rasgos rasgos que le emparentan con la manera manera de ser ser pecul peculiar iar deun pueblo o nan ación; en en cambio, cambio, puede puede reunir reuni r a los pueblos y personali personali dades dades más más heterogéne heterogéneos, os, en en un a comuni comuni dad religi rel igiosa osa inco in comparable. mparable.
El ectos ectos de la lejanía
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E n el mismo mismo senti senti do puede puede interpretarse int erpretarse el hec h echo ho de que el vestido señale siempre la comunidad de determinadas capas social sociales. es. Y con frec fr ecuencia uencia parece parece cumpli r mejor esta esta funci fu nción ón social social cuando viene de de fuera. Vestirse Vesti rse a l a moda de de P arís ar ís engendra gendra en otr otros os países países estrecha estrecha y exclu exclusi siva va comunidad, comuni dad, de cierta capa social social.. Y a el profeta habla habl a de los elegantes elegantes que usan vestidos extranjeros. L os muy diversos signi ficado fi cadoss que encieencierra el símbolo del «alejamiento», tienen varias afinidades psicológicas. Así, por ejemplo, una representación cuyo objeto aparece aparece como de algún al gún modo mod o «alejado», «alej ado», parece parece obrar obr ar más imi mpersonalme personalmente. nte. L a reac r eacción ción indivi ind ivi dual que sigue sigue a la pr oximioximi dad y contacto inmediatos, es entonces menos acentuada; tiene un carácter menos inmediatamente subjetivo, y por lo tanto puede puede ser ser la misma para par a un gran gr an nú mero de personas. personas. A sí como el conc concepto epto general, general, al abarcar una plural plu ral idad de seres seres indivi in dividuales, duales, es es tanto tant o más abstracto, abstracto, es es decir, decir, más al ejado de cada cada uno de ell ell os cuant cuanto o más numerosos y diferentes son, así también un elemento de unión social, que esté muy distanciado en el espacio, como en sentido translaticio, de los elementos que han de asociarse, parece ejercer acciones específicamente unifi cado cadoras ras y comprensivas. comprensivas. L a unifi un ifi cación cación debida debida a un peligro más más bien cróni co que agudo, a una un a lucha lu cha latente, pero pero no realizada, será muy eficaz tratándose de unir duraderamente a elementos elementos de de algún modo disociados. A sí ocurr ocurr ía con la L iga aquea aquea de que ya he hecho hecho mención. A sí dice M ontesquieu, que mientras la glori a y seguri seguri dad de la monarquí a están en el sosiego sosiego y la confi confi anza, una repúbli ca nece necesita sita temer temer a alal guien. Evidentemente, lo que quiere decir es que la monarquía, como tal, cuida de mantener mantener uni u nidos dos a los elementos elementos que pueden ser ser antagóni ant agónicos; cos; pero si estos no tienen ti enen sobre sobre sí a nadie que pueda obligarles a formar unidad, sino que poseen una relativa r elativa soberanía, soberanía, se disociarán fácilme fácil mente, nte, a no ser ser que tin tin peligro peligr o por todos compartido, compart ido, les mantenga uni dos; y un peligro que no sea una lucha momentánea, sino una amenaza constante, podrá garantizar mejor la unión duradera. E sto es más bien una cuesti cuestión ón de grado. grado. E n cambio, cambi o, el el nexo fundamental de la colectivi colectivi dad con con la enemistad enemistad requier equiere las siguientes adiciones. L as empresas empresas de lucha lu cha propenden más que las pacíficas, desde su nacimiento, a atraer a la coope-
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Reclutamiento de auxiliares
ración raci ón el el mayor número n úmero posibl e de elementos, que se mantiemant ienen apartados y que por sí mismos no hubieran intervenido en la empresa empresa.. E n las l as acciones pacíficas, pacífi cas, el el reclut r eclutami amiento ento suesuele limitarse a los próximos; pero los «aliados»—palabra del lenguaje corriente que, siendo en sí misma indiferente, ha adquiri do ya un mati z guerr ero—sereclutan a menudo entre eleelementos mentos que casi no tienen afinidad. afin idad. E sto es debido, en primer pri mer lugar, a que la guerra, y no n o sól sól o l a polít pol ítii ca, es a menudo un estado estado de de i nminent nmi nente e urgencia, en el el cual no se puede puede ser ser muy exigente exigente para para el reclutami reclu tamiento ento de auxili auxil i ares; en segundo lugar, lu gar, a que el objet objetii vo de la acción, estando fuera fu era o en l a periferi peri feria a de los inte int ereses reses ali ados, éstos, éstos, una vez terminada termin ada la lucha, pueden reponerse a la misma distancia que antes; en tercer lugar, gar, a que la ganancia gananci a obteni obtenida da por la guerra, si es más pelipeli grosa, es, en cambio, en caso favorable, favor able, particul part icul armente arment e rápi rá pi-da y productiva, por lo cual ejerce sobre ciertos temperamentos una atracción formal, que las acciones pacíficas sólo ejercen merced a su contenido particular; en cuarto lugar, a que la lucha relega relega a segundo segundo término térmi no lo propiamente personal de los combatientes, combatientes, permi permiti tiendo endo así que entren en la coal coalii ción elementos muy heterogé heter ogéneos. neos. F inal in almente, mente, se añade a l os anterioanter iores moti vos el de que las enemistades enemistades se provocan fácil fáci l mente. C uando un grupo parte en guerra guerra contr contra a otro, resurgen todos los posibles motivos de enemistades latentes o ya semiolvida das, de sus individuos contra los del otro grupo. De la misma manera, la guerr guerra a entr entre e dos dos grupos grup os suele suele despertar despertar en un tercero, cero, contr contra a uno de ell ellos, os, viejas malquerencias malquerencias y rese r esenti ntimienmientos que, que, sin si n eso, eso, no n o hubi h ubieran eran estall ado; ahora ahor a que que el otro ha abierto el camino, esos rencores, reavivados, incitan a adherirse a él. E n este mismo senti do, parti part i cular mente en en épocas épocas pri pr i mitivas, las relaciones entre pueblos, como totalidades, eran puramente guerreras; los demás demás tratos, trat os, los deri d erivados vados del comercio, mercio, la hospital hospital idad, el connubium, eran meras relaciones interindividuales que hacían posible, sin duda, el acuerdo entre unidades populares, pero que no lo llevaban a efecto por sí mismas.
El ritmo de
Ib
sucesión
Cuando una evolución histórica se realiza en constante alternativa rítmica de dos períodos, que tienen igual importancia uno que otro y que sólo por su relación y oposición adquieren su propio pr opio sentido, senti do, la imagen unitar uni tar i a que de este este proc pr oceso eso nos formamos reproduce raras veces el equilibrio objetivo y el constante nivel sobre el cual se suceden uno a otro los elemento elementos. s. Casi inevitableme inevit ablemente nte prestamos prestamos a esta alternativa alternat iva una espec especie ie de acento acento teleológico, tel eológico, de manera que uno un o de l os elementos elementos nos aparece aparece como el el punto pun to de parti da, como lo obob jetivame jetivamente nte primario, primario, del del que que surge surge el otro, mientras mientras que que el retorno de este este al anterior ant erior se nos antoja ant oja un retroc r etroceso eso.. SuponSu pongamos que el el pr oceso oceso cósmico consist a en un eterno sucede sucederse rse de dos estado estados, s, la homoge homogeneidad neidad cualitati cuali tati va de materi materias as uni das y la diferenciación de esta estass materias. P ues bien, aunque estuviéramos estuvi éramos seguros seguros de que siempre l o uno un o sale sal e de l o otro y luego a su vez lo otro de lo uno, sin embargo, dado el funcionamiento de nuestras categorías conceptuales, consideraríamos como el primero el estado de indiferenciación, es decir, que nuestra necesidad necesidad de explicación expli cación tiende ti ende más bien bien a deducir deducir l a pluralidad de la unidad que no la unidad de la pluralidad, aunque aunqu e objetivamente objetiv amente acaso fuera fuer a lo l o más exacto no consi derar ninguna de ellas como la primera, aceptando un ritmo infini fi nito, to, que no nos permit permite e hacer hacer alto al to en en ningun ni nguno o de los estaestados alcanzados, sino que nos exige deducirlo de otro precedente y opuesto. E sto mismo mismo suce sucede de con con l os pr incipi in cipi os de la quietud qui etud y el movimiento. Aunque tanto en conjunto como en las series particulares se suceden indefinidamente uno a otro, solemos considerar considerar el estado estado de quietud como el originar ori ginar io o defin definit itiivo, que, que, por decir decirlo lo así, no requiere requiere deducción deducción alguna. C uanuan do consideramos consider amos una pareja de perí odos, siempre siempre nos n os parece parece que uno de ellos es el que explica al otro, y únicamente cuando los hemos colocado en esta relación, creemos comprender el senti sentido do de de su sucesión. sucesión. N o nos conformamos con verlos sustitui ti tui rse uno a otro, otr o, según se nos aparecen en en la l a observ observación, ación, sin que ningun ni nguno o de ellos se sea primar io ni secundario. secundario. El E l hombre es demasiado demasiado un ser de disti di stincion nciones, es, de valoraci val oraciones ones y de finalidades, y no puede dejar de acentuar ciertos momentos en el flujo ininterrumpido de los períodos, interpretándolos se
oo
D e
pa z, îa g u e r r a
gún las formas del del domin io y la servidumbre, de la prep pr eparaaración y el cumplimiento, del medio y el fin. Y esto aco acontec ntece con con la luclia y la paz. paz. A sí en la sucesió sucesión n como en la coexistencia de la vida social, ambos estados se ofrecen ofrecen tan confundi dos que, que, en toda paz se se están están elaborando las condi condiciones ciones para para la guerra guerra futura futu ra y en toda guerr guerra a las de la paz siguiente. Si perseguimos bacia atrás las series de la evolución social, vemos que no cabe bacer alto en ningún punto, pues en la realidad histórica ambos estados se refieren siempre uno a otro. otr o. Y , sin si n embargo, dentro dentr o de esa serie, serie, sentisenti mos una un a diferencia dif erencia entre sus esl eslabones; abones; la guerra guerr a se nos n os aparece rece como como lo pr ovisional, ovisi onal, cuyo fi n reside en la paz y sus contenidos. Mientras el ritmo de estos elementos, considerado objetivamente, sigue un mismo nivel, con un mismo valor, nuestro sentimiento valorativo los convierte, en cambio, en períodos iámbicos, en los cuales la guerra es tesis y la paz arsis. sis. A sí en la más más antigua consti constitución tución de R oma, el rey tenía tenía que solicitar el consentimiento de los ciudadanos para emprender una guerra, y no lo necesitaba en cambio—se suponía dado desde luego—para concertar la paz. Y a esto esto indica que que el el paso de de la gue guerra rra a la paz plantea plantea un problema pr oblema más más esencial esencial que el paso inver i nverso. so. Pr P r opiamente opiamen te este último no necesita meditación especial, pues las situaciones en el seno seno de la paz, de donde sale la guerra guerr a abierta, son ya guerra en forma difusa, imperceptible y latente. Si, por ejemplo, la prosperi prosperi dad eco económica nómica de los E stados del del Sur, Sur , comparada comparada con los del Nor N orte, te, antes de la guerra, rr a, de sece secesión sión norteameri nor teameri que aquellos debían a la esclavitud—fue el cana—prosperidad que fundamento de esta guerra, esta situación, mientras no produjo antagonismo, se bailaba allende la guerra, y la paz; se trataba de puras situaciones inmanentes de cada territorio. P ero en el moment momento o de surgir sur gir el matiz mati z guerrero, guerr ero, éste éste aparece como como la acumulación acumulaci ón de de antagonismos ant agonismos var ios, animosidades, polémicas de prensa, rozamientos entre particulares y mutuas sospechas sospechas mor mor ales en temas temas que se hal l an fuera fuer a del centr centro o de la dive di vergenc rgencia. ia. Por consigui consigui ente, el término términ o de la paz no está está definido por ninguna situación sociológica particular, sino que el antagonismo surge inmediatamente de determinadas condiciones, condici ones, existentes existentes ya en la l a paz, aunque no en en su forma for ma
Relaciones íntimas
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más clar clara a o intensa. int ensa. E n el caso caso inverso, in verso, l as cosas cosas suceden suceden muy de otra otra manera. La L a paz no surge tan inme in mediat diatamente amente de de la guerr guerra. a. La terminaci ter minación ón de de la lucha lu cha es un u n acto espec especial ial que no pertenece ni a una ni a otra categoría; de la misma manera que un puente es distinto distin to de de las dos oril or il las que une. P or eso la sociología de la lucha exige, al menos como apéndice, un análisis análi sis de las formas en en que que termina termin a la lucha. lu cha. Estas Est as formas formas nos ofrecen algunos tipos de acción recíproca, que no se observan en ninguna otra circunstancia. N o hay, sin duda, alma ninguna ni nguna que no sienta tanto el encanto encanto formal de la lucha como como el de la paz. Y justame just amente nte porque los dos se dan siempre en cierta medida, surge por encima de ellos ell os el nuevo encant encanto o del paso de uno a otro. otr o. C ada indivi in divi dual idad se disti ngue según según que su temperame temperamento nto f avorezca uno u otro ritmo de esta sucesión, según el elemento que sienta como primario o como secundario, según que lo provo pr ovoque que por propia inici in iciati ativa va o aguarde la decisi decisi ón del destino. ti no. El primer primer motivo de la terminación de la lucha—el lu cha—el dedeseo de paz—, es, pues, más rico en contenido que el mero cansancio; es aquel ritmo que nos hace desear la paz como un estado concreto, que no si gnifi gni fica ca meramente meramente la l a cesación cesación de la lucha. Pero este ritmo no ha de ser entendido de un modo puramente mecánico. Se ha dicho que muchas relaciones íntimas, como el amor amor y la amistad, nec n ecesitan esitan disgustos ocasionales, para darse cuenta de toda su dicha por contraste con la escisión sufrida, o para interrumpir con un alejamiento lo estrecho estrecho de la relación, r elación, que tiene ti ene indudablemente in dudablemente para el i ndividuo algo de forzado y oprimente. Pero no son, sin duda, las relaciones más hondas las que necesitan de semejante turno. Más bi en es es éste éste necesari necesario o a las natur nat ural alezas ezas toscas, que apetecen los encantos groseros de la diferencia, y cuya vida» consagr consagrada ada al moment momento, o, favorece el salto salt o en el contraste. contr aste. E s éste éste el ti po descri descrito to en el dicho dich o alemán: «la chusma se golpea y se reconcil reconcil ia», el tipo que busca la discordia para mantener mantener la relación. En E n cambio, cambio, la relación verdade verdaderame ramente nte í ntima nti ma y refinada, refin ada, se sostendrá sostendrá sin si n intervalos int ervalos antagónicos ant agónicos y buscará el contr contraste aste en en el mundo ambiente, en las di sonancias y hos tili ti li dades dades del del res r esto to de la existencia, existencia, que son fondo f ondo suficiente para darse cuenta de la paz que en su interior disfrutan.
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E stela stela de lucha
Ahora bien, entre los motivos indirectos que forman el deseo de paz (que deben distinguirse de aquél), figuran de una parte el agotamiento de las fuerzas, que, por sí solo, puede engendrar gendrar el deseo deseo de de paz paz junt ju nto o al placer placer de la lucha, y de otra parte la desviación del interés de la lucha hacia un objeto superi perior. or. E sto úl timo ti mo engendra engendra diversidad de de hipocresías hipocresías morales y de propi pr opios os engaños; se dice di ce o se cree cree haber enterr enter rado el arma guerrera guerrera por el interés i nterés ideal ideal de la paz, cuando, en en realireali dad, dad, lo úni co ocurr ocurrido ido es que el objeto de la pugna ha perdido su interés in terés y se desea desea conservar las l as energías energías para par a aplicar apl icarlas las en otra dirección. E n las relaciones hondamente hondamente arr aigadas, el término términ o de la lucha sobreviene porque la corriente fundamental sale de nuevo a la superficie superfi cie y elimina eli mina las contr contrarí arías. as. En E n cambio, surgen surgen matices matices nuevos cuando es la desaparición desaparici ón del objeto de la lucha l ucha la que pone fin fi n a la hostil idad. T odo confl conflicto icto que no sea sea de naturaleza absolutamente impersonal, tiene a su servicio todas las fuerzas disponibles del individuo y obra como un centro de cristalización, en derredor del cual se ordenan aquellas a mayor o menor distancia—repitiendo interiormente la relación entre las fuerzas de choque y las auxiliares—; y merced a ello, la personalidad entera, cuando lucha, adquiere una estructura peculiar. Cuando el conflicto termina de una de las maneras corrientes—por victoria y derrota, por reconciliación, por avenencia—, esta esta estru estructura ctura se se transforma tr ansforma en la propia propi a del estado de de paz; el el pun to centr centr al comuni ca a las demás demás energías la transformación ocurrida en él, al pasar de la excitación a la calma. Pero en vez de este proceso orgánico, infinitamente variable, que apaga interiormente el movimiento de la lucha, prodúcese a menu menudo, do, cuando el objeto de la l ucha uch a desaparec desaparece e de pronto, pr onto, otro proceso proceso com completamente pletamente ir racional raci onal y tur t urbulenbulento, por virtud del cual el movimiento del combate continúa, por decirlo así, en el vacío. Acontece esto, particularmente, porque porque el sentimiento senti miento es más más conservador conservador que la inteli in telige gencia, ncia, y la excitación excitaci ón de de aquél no se se aquieta en el momento moment o mismo mi smo en que la inteligencia juzga desaparecida la causa de la contienda. Siempre se producen confusión y daño cuando los movimientos del alma, ocasionados por un motivo cualquiera, se ven de pronto privados de todo motivo, sin poder seguir
La victoria
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desenvolvi desenvolviéndose éndose y desahogándose desahogándose natur almente, y sin si n saber saber adonde dirigirse. Tienen que buscar entonces alimento en sí mismos o asirse a un substit uti vo absurdo. P or consigui consigui ente, si mientras se está está desarr desarr ollando ollan do la lucha, l ucha, la casuali casuali dad o un poder superior la privan de su objetivo—una rivalidad en que el objeto discutido se decide por un tercero, una contienda por cierto botín del que entre tanto se apodera otro, o una controversia teórica que de pronto es resuelta por una inteligencia superior de modo que las dos afirmaciones contrarias resultan equivocadas—, sucede con frecuencia que continúa un combate combate en el air aire, e, una estéri estérill inculp in culpación ación mutua, una renoren ovación de diferencias antiguas, enterradas desde hacía tiempo. Esta es la estela que aún queda de los movimientos hostiles y que, antes de aquietarse, necesita desahogarse de un modo, en tales tales circuns cir cunstanc tancias, ias, por fuerza insensato y tumultu oso. oso. E l caso más característico se da quizá cuando ambos partidos reconocen conocen que que el objeto de la pugna pu gna era ilu i lu sori o o no n o val ía la pena. pena. E ntonces, la vergüenza del del error err or lleva ll eva a menudo a prop rolongar por bastante tiempo la lucha, haciendo un gasto de energías infundado y trabajoso, pero con tanta mayor irritación contra el adversario (jtie nos obliga a este quijotismo. E l modo más más sencill o y radical de pasar pasar de la l ucha a la paz es la victoria—manifestación peculiarísima de la vida—, que se presenta, sin duda, en incontables formas y medidas, pero que no tiene semejanza alguna con los demás fenómenos, que, que, con otros nombres, pueden pueden ofrecerse ofrecerse en la vi da humana. De entre las muchas clases clases de de victori a, que prestan un colori col ori do particular a la paz subsiguiente, sólo mencionaré aquella que no se consigue exclusivamente por el predominio de una de las partes, sino, sin o, al menos menos parcialmente, por renuncia renun cia de la otra. E sta resignación, este declarar declararse se vencido, este inclin in clinarse arse ante la victoria del otro, sin haber agotado todas las fuerzas y posibilidades de resistencia, no es un fenómeno simple. Puede cont contri ri buir bui r a él cierta cierta tendencia tendencia ascética, ascética, el placer placer de la propia humillación y entrega, no suficiente para haberse sometido de antemano sin lucha, pero bastante fuerte para surgir tan pronto como empieza a apoderarse del alma el sentimiento de la derrota, o para hallar acaso su mayor encanto en el contraste con con el senti senti miento de lucha lu cha aún vivo. A la misma reso-
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La avenencia
lución lu ción impulsa también el senti sentimiento miento de due es es más disti nguido entregarse que aferrarse basta el último extremo a la inverosímil posibilidad de una mudanza del destino. Desdeñar esta posibilidad y evitar a este precio que el adversario nos demue demuestre stre nuestra derrota derr ota inevitable, in evitable, ti ene algo del estil estil o noble y grande de los bombres conscientes no sólo de su fuerza, sino también de su debilidad, sin necesidad de palparla. Finalmente, el declararse vencido es como una última demostración tr ación de poder. poder. A l menos el vencido ba podido bacer bacer este este últi úl timo mo acto acto posit positivo, ivo, y ba otorgado algo al venc vencedo edor. r. P or eso eso en los conflictos personales, puede observarse a veces que la renuncia de una de las partes, antes de que la otra baya triunfado plenamente, es sentida por el vencedor como una especie de ofensa. ofensa. E l vencedor experimenta experi menta un desasosiego, como sí él fuera propiamente el más débil, habiendo el otro cedido por cualquier razón, sin ser ello realmente necesario (l). A la terminación ter minación de la l ucba por victoria, opóne opónese se su su acaacabamiento por avenencia. avenencia. U no de los criteri cri terios os característi característi cos cos para la clasificación de las lucbas, es si, por su naturaleza, son o no suscepti susceptibles bles de de avenencia. E sto st o no se decide decide excl excl usi vamente mente planteando plant eando la cuesti cuestión ón de si el prem pr emio io de la l a lucba está está constituido por una unidad indivisible o puede ser dividido entre las partes. Frente a ciertos objetos, no puede hablarse de avenencia por repartición: entre rivales, que se disputan los favores de una mujer, entre los que pretenden uno y el mismo objeto objeto indi visible visi ble y puesto puesto a la venta, en l as lucha lu chass originaorigi nadas das por por el odio o la venganza. Sin Si n embargo, embargo, son susceptibles susceptibles de avenencia avenencia las luchas lu chas por objetos indivi sibles, sibl es, cuando esto estoss (l ) Pert enece esto n aquella aquell a esfera esfera de rela ciones, en en donde aproxi marse es impor imp or tuno. H ay cortesías cortesías que que constituyen ofensa, regalos que Humil lan, compasiones que enojan o aumentan los sufrimi entos de la ví ctima, beneficios beneficios que determinan una gratitud forzada o crean crean un trato más más intolerable que la priv ación que supri men. SemeSeme jantes jantes conste constelacione lacioness sociológicas sociológicas son posibles posibles por la frecuente frecuente y profunda discrep discrepanancia entre el el contenido de una si tuación o comportami comportami ento, objetivamente expresa expresado, do, y su realización indi vidual , como elemento elemento de una vida ¿eneral complicada. complicada. K n esta fórmula se comprenden dilemas como el de si debe tratarse la enfermedad o al enfermo; si debe debe castigarse astigarse el el delito o al deli ncuente; si la misi ón del maestro maestro es transmiti r un material material de educación o educar educar al di scípulo. A sí muchas cosas cosas son beneficios sí se conconsideren objetivamente objetivamente y en su contenido contenido conceptual, conceptual, y pueden pueden ser l o contrarí o, consideradas como realidades individuales.
"Modos primitivos de adquirir
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son susceptibles de representación; entonces, aunque el premio propiamente dicho es atribuido a uno solo, éste indemniza al otr otro o por su condesc condescendenc endencia, ia, con algún valor. C omo es natur al, el el que los bienes bienes sean íungiM í ungiM es, en este este sentido, senti do, no depende de que haya entre ellos ninguna igualdad objetiva de valor, sino de que las partes estén dispuestas a terminar la lucha por por cesión cesión e indem in demni nización. zación. Esta posibili dad se mueve mueve entre dos casos casos extr extrem emos: os: el de la tozudez toz udez máxi ma que r echaza la indemnización indemni zación más más abundante y racional, sólo por por pr oceder ceder de l a otra parte, part e, y el caso en en que una u na parte va v a primerapri meramente atraída tan sólo por la individualidad del premio, pero lo abandona voluntar volun tariamente iamente por por un objeto, cuya capacidad, capacidad, para sustituir al primero, resulta a menudo incomprensible. L a ave avenenc nencia, ia, part particularme icularmente nte ía producida producida por l a fungi fu ngi bilidad, bil idad, aunque es es para nosotr nosotros os una técnica técnica de vida cotidi ana y natural, constituye uno de los mayores inventos de la humanidad. E l impulso i mpulso del del hombre hombre pri miti vo como como del del n iño, iñ o, es pretender, sin más, todo objeto que le agrada, aunque se encuentre encuentre ya en en posesión ajena. E l r obo—jun obo—j unto to con el reg r egaal o—es la forma for ma más más sencill a del del cambio de posesión. posesión. P or eso, so, en organizaciones primitivas, la enajenación de la propiedad raras veces se verifica sin lucha. Darse cuenta de que esto puede evitar evitarse se,, ofrec ofr eciendo iendo al poseedor poseedor del objeto codiciado otro que nos pertenece, pertenece, haciendo haci endo así menor el gasto y esfuerzo totales en la l ucha, es es el pri ncipio nci pio de toda eco economía nomía cultivada, cult ivada, de todo superi su peri or comercio. comercio. T odo tru t rueque eque de cosas cosas es es una avenencia; nencia; y, justamente lo que consti consti tuye la pobreza de de las cocosas frente a lo puramente espiritual, es que el cambio de cosas representa siempre alguna pérdida y renuncia, mientras que el amor y todos los dones del espíritu pueden cambiarse sin que el enriquecimiento de un lado signifique el empobrecimiento de otro. D e ciertos ciert os estados soci soci ales se refiere refi ere que el r obo y la lucha luch a por por el botín era estimada esti mada como cosa cosa de caballeros, caball eros, siendo, en cambio, indi gno y ordinar ordi nario io el com comprar prar y cambiar; biar ; a ello contribu contr ibuía, ía, sin si n duda, el carácte carácterr de avenencia avenencia que tienen el cambio, la concesión y la renuncia, polos opuestos de la lu cha y la victoria. victori a. Todo T odo cambio presupone presupone que las valoraciones lor aciones y los intereses intereses han adoptado un u n carácte carácterr objetivo L o decisi decisivo vo no es es ya la pura pasi ón subjeti va de la apetenc apetencia, ia,
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La
recon con cili a ción
a la que sólo la lucha corresponde, sino el valor del objeto, por ambos interesados reconocido, valor que, merced a su transmutación tr ansmutación subj etiva, etiva , puede puede represe representarse ntarse por por diversos otros objetos. L a renuncia renun cia al objeto val orado, por por recibir en otra forma for ma la cantid cant idad ad de val or encerr encerrada ada en en él, es, es, pese pese a su sencillez, un medio realmente maravilloso para resolver sin lucha lu cha la oposi ción de interese int ereses; s; y, seguramente, seguramente, ba necesit necesitado ado una larga evolu evolución ción históri ca, porque, el el becbo de disti nguir psicológicamente entre el sentimiento general del valor y el objeto individual, que primeramente se bailaba fundido con él, presupone la facult ad de elevarse sobre la apetencia inmein mediata. L a avenencia, avenencia, merced merced a la substi tución tuci ón (el cambio es un caso particular), representa en principio la posibilidad, aunque sólo parcialmente realizada, de de evitar l a l ucba o ponerle término antes de decidirla por la simple fuerza. Frente al carácter objetivo, que tiene la terminación de la lucba por avenencia, la reconciliación constituye un modo puramente mente subjetivo. subjeti vo. N o me refiero a la reco r econcil ncil iación ia ción que se se propr oduce a consecuencia consecuencia de la avenencia o de cualquier cualqu ier otra tert erminación de la lucba, sino a la causa de ésta última. F1 deseo de reconciliación es un sentimiento primario que, prescindiendo de toda razón objetiva, quiere qui ere terminar termin ar la contienda; conti enda; de la misrna manera que el placer de luchar la sostiene, también sin motivo motiv o objetivo. F n l os incontables casos casos en en que la lucha termina de otro modo que por la consecuencia inexorable de la proporci pr oporción ón de poder poder entre los contendientes, contendientes, intervi in tervi ene de de se gtiro esta tendencia elemental e irracional a la reconciliación. L a cual es algo completame completamente nte disti di stinto nto de la debilidad debil idad o bondad, dad, de la moral moral social social o amor amor al pr ójimo. N i siquiera coincide en el espírit espír itu u de paz. Pues Pu es éste éste evita de antemano an temano la l ucha o combate combate y, en l a que se le i mpone, conserva siempre el deseo de paz; al paso que el sentimiento de reconciliación surge a menudo, menud o, en todo su vigor, vigor , después de haberse entreg entr egado ado el sujeto plenamente plenamente a ia lucha. M ás bi en parece parece emparentaemparentada en su peculi peculiari aridad dad psíqui psí qui cosociológica con el perdón, que tampoco presupone ana laxitud de la reacción, una falta de ímpetu antagónico, sino que brilla con entera pureza tras la inj usti cia hondamente senti sentida, da, y tras la apasionada apasi onada contienda. da. Por P or eso hay en la reconcili ación, como en en el perdón, algo
E l perdón perdón
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de irracional, algo que parece desmentir lo que hace poco se era todavía. F ste misterioso ritmo del del alma, por virtud vir tud del del cual los sensentimientos de este tipo están condicionados justamente por los que les contr contradi adicen, cen, aparece acaso con máxi m áxima ma clar idad id ad en el el perdón. F1 perdón es sin duda el único movimiento sentimental que suponemos suponemos someti sometido do absolu absolutamente tamente a la volunt vol unt ad, ya que, que, si si no, no tendrí tendría a sentido pedir perdón. U na soli citud citu d sólo puede puede movern movernos os a algo de que la volunt volu ntad ad disponga. di sponga. F i tratar bien al enemigo enemigo vencido, el el renunciar renu nciar a tomar venganza del del ofensor, ofensor , son cosas cosas que visi vi siblemente blemente dependen dependen de l a voluntad lu ntad y, por por tanto, pueden pueden se ser objeto de de una un a peti petición ción A hor a bien, el perdonar, esto esto es, es, que que el «sent «sentii mient mi ento» o» del del antagoni an tagoni smo, del odio, de la escisión, sea sustituido por otro «sentimiento», mi ento», parece no depender depender de la mera r esolución, esolu ción, pues que en general no puede nadie disponer de sus sentimientos. Pero en realidad, reali dad, las cosas cosas ocurr ocurren en de otro modo, y sólo sól o hay muy pocos casos casos en que no podamos perdonar, per donar, a pesar de desearl desearlo o de todas veras. veras. H áll ase en en el el perdón, cuando se le analiz anal iza a hasta su raíz, raí z, al al go que racional ra cional mente no n o se comprende comprende bien; y de este carácter participa también en cierta medida la reconciliación, por lo cual ambos fenómenos sociológicos juegan un papel papel importante i mportante en la mística reli giosa, cosa que pueden pueden hacer, cer, porque, consid considerados erados sociol sociológicament ógicamente, e, conti contienen enen un elemento místico religioso. L a relación «reconcil «reconcil iada» ia da»,, en en su diferencia difer encia con la l a que no ha sufrido nunca ruptura, ofrece ofrece un problema particular. N o nos referimos aquí a las relaciones antes mencionadas, cuyo ritmo ri tmo interi or oscil oscila a entre entre la escisión escisión y l a reconcili reconcili ación, sino a las que han sufrido una verdadera ruptura y han vuelto después a restablecerse restablecerse como sobre sobre nueva base. P ocos rasgos caracterizarán racterizar án tan bien una relación rel ación como el hecho de que en en este caso caso haya acrecido acrecido o dismi nui do su intensidad. P or lo lo menos, esta esta es la alt ernativ ernat iva a que que se plant pl antea ea a las l as natur natu r alezas hondas y sensibles. sensibles. Cu ando una. una. relación, rel ación, que ha sufrido sufr ido una ruptura radical, se restablece como si no hubiera pasado nada, en gañera! puede presumirse presumi rse que los l os que en ell a inter i ntervi vienen enen han de de tener tener una un a sensibil idad fr í vola vol a o grosera. grosera. FI F I segundo segundo caso indi in dicado cado es es el el menos compli cado. Se comprende comprende que una
L entitud de la ruptura
escisi ón no pueda remediarse remediar se más, por grande que sea la voluntad lu ntad de las partes; para ell o no es necesari necesari o que naya na ya quequedado resto alguno del objeto de la contienda, ni irreconcilia bilidad alguna; basta el mero becbo de que baya babido ruptura. E n relaciones relaciones ínti mas, mas, que ban llegado llegado una vez vez a la ruptura exterior, contribuye frecuentemente a este resultado el ver que las partes pueden pasarse una un a sin otra y que, que, a pesar de todo, la vida conti núa, aunque acaso acaso no sea sea muy risueña. ri sueña. E sto no sólo dismin uye el el valor de la relación, relación, sino que, que, una vez restablecida restablecida la unidad, un idad, el indi in divi viduo duo se lo echa echa en en cara cara fácilmente como una especie de traición o infidelidad, que ya no puede remediarse, o intercala en la relación renovada un desánimo y desconfianza bacia sus propios sentimientos. E n esto esto nos engañamo engañamoss sin duda con con frecuencia. frecuencia. L a facilifacil idad sorprendente con que a veces se soporta la ruptura de una relación íntima, proviene de la larga excitación producida por la catástr catástrofe ofe.. Esta E sta ba despe despert rtado ado en noso n osotr tros os todas las enerenergías posibles, y su vibración nos ayuda y sostiene durante algún ti empo. empo. Pero P ero así como la muerte muerte de una persona queri querida da no despliega todo su borror en las primeras boras, porque únicamente el tiempo va haciendo desfilar todas las situaciones en que figur fi guraba aba como como elemento, elemento, dejándonos dejánd onos en en todas t odas esas esas situasit uaciones como privados de un miembro—cosa que en los primeros momentos no podíamos sentir—, así también una relación, que nos es cara, no se deshace, por decirlo así, en los primeros momentos de la separación, estando nuestra imaginación ocupada con con los moti vos de la ruptur r uptur a, sino que la pérdida expeexperimentada va horadando nuestra alma caso tras caso, y por eso, eso, a menu menudo do nuestro nuest ro sentimi sent imi ento no se percata de de ell ella a completamente pl etamente hasta hast a después después de bastante bastant e ti empo, empo, habién hab iéndola dola soportado en los primeros momentos con cierta ecuanimidad. También por ese ese motivo motivo la r econc econcililiació iación n de algunas algunas r elacioelaciones es tanto más profunda y apasionada cuando la ruptura ha durado más tiempo. tiempo. Por P or l o mismo es comprensible que el tempo de la reconciliación, del «olvidar y perdonar», tenga la mayor importancia para el desarrollo estructural posterior. La lucha no puede considerarse como realmente terminada, sin que antes las energías latentes hayan alcanzado suficiente desarroll o. El E l espírit espír itu u de de lucha lu cha n o queda queda verdaderame verdaderamente nte pepe-
La imparcialidad de repetir
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netrado por la tendencia tendencia a la r econcil econcilia iación, ción, sino sin o en sus estaestados declar declar ados o al al menos consci consci entes. Así A sí como no debe debe aprenderse demasiado aprisa, si lo aprendido ha de quedar en nosotr os, tampoco tamp oco debe debe olvidar olvi darse se demasiad demasiado o aprisa, apri sa, para par a que el olvido adquiera toda su importancia sociológica. P or el el contr contrari ari o, el hecho h echo de que la relación reconcil reconcil iada supere en intensidad a la que no ha sido nunca rota, tiene varias ri as causas. causas. Lo L o pri ncipal es que, que, gracias gracias a la r econcil econciliaci iación, ón, surge un fondo en el cual destacan más conscientes y con mayor claridad todos los valores de la unión y todos los elementos que contribuyen a mantenerla. A esto esto se se agreg agrega a l a discreción que elude mencionar l o pasado e introduce en la relación cierta delicadeza y aun una nueva comunidad inexpresada. Pues evitar en común el toque de ciertos puntos punt os demasiado sensibles, sensibl es, puede engendrar engendrar tanta tant a intimidad y mutua inteligencia, como el desembarazo con que convertimos en materia de positiva comunidad todo objeto de la vida interior individual. Finalmente, la intensidad del deseo de mantener a salvo de toda sombra la relación renovada, no procede procede tan sólo del del dolor dol or experi experi mentado durante durant e la rupru ptura, sino de la convicción de que la segunda ruptura no podría curarse como la primera. Pues esta curación, en casos incontables, al menos entre personas sensibles, transformaría la relación en una caricatura. Sin duda, en la relación más hondamente arraigada puede llegarse a una ruptura trágica y a una reconciliación. Pero este es uno de aquellos acontecimientos que sólo una vez pueden suceder y cuya repetición les quita todo decoro y seriedad. Pues una vez que ha sobrevenido la prime pri mera ra repetición, nada n ada se opone opone a la segunda y tercera, tercera, con l o cual cual la l a conmoción experi experime mentada ntada se truec tru eca a en en banal y degenera en juego frívolo. Acaso el sentimiento de que otra ruptura sería definitiva—sentimiento para el cual antes de la primera mera apenas si hay anal ogía—sea para naturalezas natur alezas delicadas el lazo más fuerte, que diferencia la relación reconciliada de la que no ha sido rota nunca. Precisamente porque la medida de la reconciliación posible, subsiguiente a la lucha, tras sufrimientos de una o de ambas partes, tiene gran importancia para el desarrollo de las relaciones entre las personas, comparte dicha importancia su ex-
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E l olvi do del pasad pasado o
tremo negativo, la irreconciliabilidad. Como la reconciliación, puede ser ser ésta ésta también tambi én un estado formal for mal del alma, que, que, aunau nque necesite para actualizarse una situación exterior, se produce de un modo espontáneo, y no como consecuencia de otras emociones intermedias. Ambas tendencias figuran entre los elementos elementos fundamentales fu ndamentales opuestos, opuestos, cuya mezcla mezcla determina tot odas las relaciones rel aciones que que tienen lugar lu gar entre los bombres. bombres. Se oye oye a vece vecess decir decir que el el que no pudiera pudier a olvidar ol vidar , tampoc t ampoco o podría podr ía perdonar, y, por p or tanto, reconc reconcilil iarse iar se plenamente plenamente.. E sto, empero, traería como consecuencia la más terrible irreconcilia bilidad, bil idad, pues bari a depe depender nder la reconcili ación de que que todo lo que daba motivo a la actitud contraria desapareciese de la conciencia. conciencia. A demás, como como todos todos los fenómenos en que i nterviene el olvi do, se se encontr encontrarí aría a en peligro peli gro constante de reavi vación. Si este dicbo ba de tener un sentido, debe, pues, entenderse tenderse a la i nversa: cuando existe existe la tendencia a la reconciliación, como becbo primario, será la causa de que la escisión y el dolor que uno ba producido al otro, no vuelvan a presentarse a la conciencia. D e acuerdo acuerdo con con esto, esto, la ir reconcil reconcil iación, iaci ón, propiament pr opiamente e dicha, dich a, no consist consiste e en que la conciencia concienci a pase por alto el conflicto pretérito, lo que es más bien una consecuencia. L a irreco ir reconcil nciliación iación significa signifi ca que que el el alma ba sufrido en la lu cba una modificaci modif icación ón que ya no puede puede remed remediarse. iarse. N o es comparable comparable a una heri da cicatr cicatrizada, izada, sino sin o a la pérdida de un miembro. E sta es es la más más trágica trágica irrec irr econc oncilil iación. N o bace bace fal ta que que quede en el alma rencor, ni reserva o callada obstinación, poniendo ni endo una un a barrera barrer a entre uno y otro. L o ocurrido ocurr ido es que el el conflicto ba matado en el alma, algo que no puede revivir aunque quiera. E n este punt o resalta claramente la i mpotencia de de la volunt ad contra contra l a naturaleza natural eza efectiva efectiva del hombre, hombre, consti consti tuyendo un contraste psicológico radical con el tipo antes mencionado del del perdón. M ientras ient ras ésta ésta es es la forma de ir recon ciliacíón en tempsramentos muy unitarios y no conmovíbies con facilidad, en otros muy diferenciados interiormente se encuentr cuentra a otra. L a image i magen n y la reacción reacción del confli cto, y todo cuanto se echa en cara al otro, permanecen vivos en el alma y el dolor es constantemente renovado. Pero al propio tiempo viven también intacto int actoss el el amor y la adhesión, adhesión, por cuanto los
Grados de irreconciliación
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recuerdos y resignaciones no actúan en forma de resta, sino que están inclusos, como elementos orgánicos, en la imagen total del otro, al que amamos con todo ese pasivo en el balance de nuestra nuestr a relación rel ación total, total , del del mismo mi smo modo m odo que amamos a una un a persona, a pesar pesar de todos sus defectos, defectos, que desearí amos desapareciese desapareciesen, n, pero que acompañ acompañan an a nuestra nu estra idea de esa persona. L a amargur amargura a de de la lucba, l ucba, los puntos pun tos en que la personali dad del otr otro o ba fallad fal lado, o, los aspecto aspectoss que traen a la relación una renuncia permanente o una irritación de continuo renovada, todo eso queda inolvidado y propiamente irrecon cili ado. P ero está, está, por decirl o así, locali zado, recogido como un factor factor en la relación total, t otal, cuya intensidad in tensidad central central puede puede no sufrir por ello. E s evidente evidente que estas estas dos manifestaciones mani festaciones de irr i rr econcil econcil iaia ción, claramente distintas de las que ordinariamente se designan con tal nombre, encierr encierran an también toda t oda la esca escala la de éséstas. La una u na deja que el resultado result ado del del conflicto, confl icto, desprendido desprendi do de todos sus contenidos, ocupe el centro del alma y transforme en su raíz raí z la personali dad entera entera por por l o que al otro se refiere. En la otra, por el el contrari o, el el leg l egado ado psicológico psicológico de la l ucba resulta como aislado; no es sino un elemento singular que puede puede ser ser rec r ecogido ogido en la i magen magen del otro, para ser ser comprendi comprendi do dentro de la relación total que se mantiene con él. Entre aquel caso más grave y éste más leve de irreconciliación, se encuentran encuentran,, indudableme indudabl emente, nte, todo t odoss los grados en que que la ir reconciliación pone la paz a la sombra de la guerra.
V
EL
SECRETO
Y
LA
SOCIEDAD
SECRET A
las relaciones de los hombres entre sí, descansan, natur almente, en que saben saben algo unos u nos de otros. E l comerciante sabe que su proveedor quiere comprar barato y vender caro; el maestro sabe que puede suponer en el discípulo cierta cantidad y calidad de conocimientos; dentro de cada capa social el individuo sabe qué cantidad de cultura aproximada cabe cabe suponer en los demás demás.. Indudabl I ndudableme emente, nte, de no exisexi stir tal saber, no podrían verificarse las relaciones de hombre a hombre hombre aquí referidas referidas.. La L a intensidad y matiz de las r elaciones personales diferenciadas—con reservas que fácilmente se comprenden— comprenden— , es proporcional proporci onal al grado en que cada cada part parte e se se revela revela a la otr otra a por por palabras y actos actos.. N o importa la cantidad cantidad de error y mero prejuicio que pueda haber en estos muchos conocimientos. De la misma manera que nuestro conocimiento de la naturaleza, comparado con los errores e insuficiencias, contiene la porción de verdad necesaria para la vida y progreso de nuestra especie, así cada cual sabe de aquellos con quienes tiene que habérselas, lo necesario para que sean posibles relación relaci ón y trato. E l saber con quien se trata es la pr imera condici ón para tener tener trato trat o con algui algui en. L a representación corriente rr iente que que se se forman forma n una de otra las dos personas, tras una conversación algo prolongada o al encontrarse en la misma esfera social, aunque parezca forma huera, es un símbolo jus
T
o d a s
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E l conocimiento psicológico psicológico
to de aquel conocimi conocimiento ento mutuo, que consti constituye tuye la condición a priori de toda relación. A la conciencia conci encia se le ocul oculta ta esto a menudo, porque en muchísi mas relaciones rela ciones sólo hace falta fal ta que se den r ecípr ecíproc ocame amente nte las tendencias y cuali dades típicas, tí picas, las que, que, por por su necesidad, necesidad, sólo suelen notarse cuando faltan. Valdría la pena de emprender una investigación especial, para averiguar qué clase y grado de de conocimi conocimi ento mutuo requieren requieren las distint di stintas as relacior elaciones que tienen lugar entre los hombres; cómo se entretejen los supuestos psicológicos generales, con los cuales nos abordamos unos a otros, con las experiencias particulares hechas sobre el el indivi in divi duo írente ír ente al cual nos encontr encontr amos; amos; cómo en algunas esferas el conocimiento mutuo no necesita ser igual por ambas partes; cómo cómo ciert ciertas as relaciones, rel aciones, ya establecidas, se determinan en su evolución por el creciente conocimiento de uno un o por por otro otr o o de los dos por l os dos; y, fi nalmente, al contrari tr ario, o, cómo cómo nuestra nuestra imagen imagen objetiva del otr otro o es infl i nfluenciada uenciada por las relaciones de la práctica y de la sensibil idad. E sto úl timo no ha de entenderse sólo en el sentido de la falsificación, sino que, de un modo perfectamente legítimo, la representación teórica de un i ndi viduo vid uo determinado es es distinta distin ta según según el punto de vísta desde el cual es considerado, punto de vista que depende depende de l a relaci r elación ón total t otal en que que se hal l a el que conoce conoce con el conoci conoci do. Nu nca se puede puede conoce conocerr a otro en absolut absol uto—lo o—lo que supondría el conocimiento de cada uno de sus pensamientos y senti senti mientos—; no obstante obstante lo cual, cual, con los fragmentos que observamos, observamos, formamos una uni dad personal, personal, que, que, por lo tanto, depende de la parte que nuestro particular punto de vista nos permita ver. Pero estas diferencias no dimanan solamente de las diferencias rencias de cantidad cantidad en el conocimiento. conocimiento. N in gún conoc conocimi imiento ento psicológico psi cológico es es una reproducc repr oducción ión de su objeto. C omo el de la naturaleza exterior, el conocimiento psicológico depende de las formas que el espíritu cognoscente lleva consigo y en las cuales recoge recoge l o que se le ofrec ofr ece. e. P ero estas estas formas, for mas, cuando cuan do se trata del conocimiento de individuos por individuos, están muy diferenciadas y no producen esa universalidad científica y fuerza persuasiva, transubjetiva, que se puede conseguir frente a la naturaleza exterior y a los procesos típicos del
Nuestra idea del prójimo
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alma. Si A tiene ti ene una representación de M distinta de la que tiene B, no supone esto que haya imperfección o engaño; dado el modo de de se ser de A y el conjun conj unto to de cir cir cunstancias cunst ancias en que se se encuentra encuentra frente a M , su imagen de M es verdad verdad para A , como lo es la otra, diversa en su contenido, para B. E n modo modo alguno al guno puede afirmarse afi rmarse que, que, por encima de estos estos dos conociconoci mientos, haya un conocimiento de M , objetivamente verdadeverdadero, que legitime los dos anteriores según el grado en que estos coin coincidan cidan con él. él. L a verdad verdad ideal, a la que, que, sin duda, no hace hace más que aproximarse asimptóticamente la imagen de M , en la representación de A , es, como ideal, distinta de la que tiene B; contiene, como supuesto integrante y plástico, la calidad anímica de A y la relación particular en que se encuentran A y M por por virt vi rtud ud de su su carác carácter ter y su destino. destino. Toda T oda re r elación entre personas hace nacer en cada una imagen de la otra, imagen que está evidentemente en acción recíproca con aquella relación r elación real. Esta E sta crea los supuestos en vir tud de los l os cuales la representación repr esentación que uno un o se se forma for ma del del otro ot ro resulta resul ta de esta o aquella manera y posee en este caso su verdad legítima. Pero, por otra parte, la acción recíproca entre los individuos se funda fu nda en la imagen que cada cual cual se forma del otro. N os encontr encontr amos aquí aquí con con uno de los más hondos h ondos procesos procesos circulares de de la vida vi da espiritual espiri tual,, en el el cual un elemento elemento presupr esupone un segundo, pero éste, a su vez, presupone el primero. Si tratándose tr atándose de esferas esferas restringi restr ingidas das esto esto constit constituye uye un círcucír culo vi cioso, que que anula el todo, en esfe esferas ras más generales generales y funfu ndamental damental es es la inevit in evitabl able e expresión expr esión de la uni dad en que se reúnen ambos elementos, unidad que nuestras formas de pensamiento sólo pueden comprender, construyendo el primero sobre el segundo, segundo, y este sobre aquel al mismo ti empo. empo. A sí, sí , nuestras nuestr as relaciones rela ciones van desenvolviéndose desenvolvi éndose sobre sobre la base base de un saber saber mutuo, mut uo, y este este saber se funda fu nda a su vez sobre la r elación elaci ón de hecho. A mbos elementos elementos aparecen aparecen inseparablemente inseparablemente funfu ndidos y, por su alternativa dentro de la acción recíproca sociológica, hacen que ésta aparezca como uno de los puntos en que el ser y la representación hacen empíricamente perceptible su misteriosa unidad. N uestro uest ro conocimient conocimiento o respecto respecto al conjunt conju nto o de la existencia, en que se funda nuestra actividad, está determinado por
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L a nece necesaria saria i gnorancia
singulares singul ares limitaciones limi taciones y desviaciones. desviaciones. N o puede, puede, natural natu ralmenmente, aceptarse aceptarse en en pri ncipi nci pio o que que «sólo «sól o el error sea vida, y el el saber, ber, muerte» muert e»;; pues pues un ser ser sumi do constan constanteme temente nte en errores, obrarí a siempre siempre de un modo inadec in adecuado uado y, por consi consiguiente, guiente, perecería. perecería. Pero P ero tenien ten iendo do en cuenta cuenta lo l o casual y defi deficiente ciente de de nuestra adaptación a nuestras condiciones de vida, no bay duda de que no sólo adquirimos la verdad necesaria para nuestra conducta práctica, sino que también conservamos la necesa necesari ri a ignorancia ignoran cia y embolsamos embolsamos el err error or necesari necesario. o. Y esto acontece, acontece, desde desde las grandes ideas que tr ansforman ansf orman l a vida vid a de la humanidad y que no se presentan o permanecen desatendidas hasta hasta que los prog pr ogresos resos de la cult ura las hacen hacen posibles y útiles, hasta la «mentira vital» del individuo, que tan a menudo nu do necesit necesita a ilusi il usionar onarse se acerca acerca de su poder poder y aun de su sensentir , con con la superst superstición ición respecto respecto de los homb h ombres res y de los diodi oses, ses, para par a mantenerse mantener se en en su ser ser y en sus posibi li dades de rendimiento. dimi ento. E n este sentido psico psi cológi lógico, co, el el error se halla hal la coordicoordi nado a la verdad. verdad. E l fin f inali ali smo de de la vida, vi da, tanto tant o externa externa como como intern in terna, a, cuida de que que poseamos poseamos tanto de uno un o como de otra, lo lo que justamente constituye la base de la actividad que podemos desarrollar. Claro está que esta es sólo una proporción a grandes rasgos, con una amplia latitud para desviaciones y para adaptaciones deficientes. Pero Per o dentr dentro o de de la esfera esfera de la verdad y de la i lusión, lu sión, hay h ay un sector sector determi determinado nado en en que ambas ambas pueden pueden adquirir adquir ir un cacarácter que no se presenta en otros campos. E,1 hombre, gue tenemos enfrente, puede abrirnos voluntariamente su interior o engañarnos respecto respecto de de él él con mentir as u ocultaciones. ocultaci ones. N o hay ha y otro otr o objeto más que el hombre, hombr e, que posea esta esta capacidad capacidad de manifestarse o de esconderse; pues ningún otro modifica su actitud, pensando en el conocimiento que otro ha de formar de él. Como es natural, este carácter no se presenta siempre. Frecuentemente, el otro hombre es para nosotros como un ob jeto de de la naturaleza naturaleza,, que se ofrece frece inmóvil a nuestro nuestro conoc conociimiento. Cuando para este conocimiento importan las manifestaciones festaciones externas externas del otr otro, o, y prec pr ecisamente isamente aquellas que no no están modificadas por el pensamiento de que van a servir para tal conocimient conocimiento, o, hay un elemento elemento fundamental fun damental que es es muy importante para la determinación del individuo por su medio
E l tami z de l a l ógi ca
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ambiente. Se ha considerado como un problema—y en ocasiones se han deducido de ell o las más amplí ampl í as consecuencias consecuen cias— — el hecho hecho de que nuestro nuestr o proce pr oceso so aní mico, mi co, que tran t ranscurr scurre e conconforme a la naturaleza, sea en su contenido casi siempre conforme con las normas lógicas. lógi cas. Y , en efecto, efecto, es es asombroso que un proceso producido por causas puramente naturales, transcurra como como si estuviese estuviese regido por las leye l eyess ideales de la lógica. N o de otro otr o modo que si una rama de árbol ár bol estuviese estuvi ese en comuni comu ni cación con un aparato telegráfico, de tal manera que los movimientos producidos por el viento pusieran dicho aparato en actividad y trazasen signos que tuviesen para nosotros un sentido razonable. Ante este singular problema, que no hemos de discutir en este lugar, haremos notar, sin embargo, que nuestros procesos psicológicos se regulan de hecho mucho menos lógicame lógi cament nte e de l o que parece por sus manifestaci mani festaciones ones externas. Si examinamos atentamente las representaciones que en el el tiempo ti empo van desfilando desfil ando por nuestra conciencia, conciencia, veremos que sus alternativas, sus movimientos en zigzag, la confusión en que nos presentan imágenes e ideas incoherentes, sus asociaciones lógicamente injustificables y que aparecen a manera—por decirlo así—de ensayo, veremos—digo—que todo esto esto dista mucho much o de de estar estar reg r egido ido por normas de razón. raz ón. L o que suctde es que no nos damos cuenta de ello con frecuencia, porque sólo ponemos nuestra atención en la parte «utilizable» de nuestra vida i nteri or, y pasamos por alto, alt o, o desatende desatendemo mos, s, sus saltos, lo que en ella hay de irracional y caótico, a pesar de su realidad psicológica, para no fijarnos más que en lo que tiene alguna lógica lógica o algún algún valor. P or eso, so, todo cuanto comuni camos a los demás, incluso lo más subjetivo, espontáneo y confidencial, es ya una selección de aquel todo anímico real; si cualquier cualqu iera a de nosotr nosot r os lo expresase expresase exactamente exactamente en su contenido y sucesión, iría—permitásenos la paradoja—ai manicomio. E n el senti senti do cuantitati cuanti tati vo, lo que revelamos revelamos íncmso ín cmso a las personas más íntimas, no son sino fragmentos de nuestra vi da rea r eall interi in terior. or. Pero además además,, estas estas selecciones, selecciones, no representan en proporción determinada aquel estado de hecho, sino sin o que que recaen recaen desde desde el punto pun to de vista vist a de la r azón, del valor, de la relación con el oyente, de la consideración a su capacid capacidad ad intel in telec ecti tiva. va. Nad N ada a de lo que digamos, di gamos, sí exce excede de de de
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La mentira
la interjección o del mínimum de comunicación, expresa, de un modo inmediato y fiel, lo que pasa en nosotros durante un tiempo determinado, sino que es una transformación de la realidad, en en un sentido ideológico, id eológico, abreviado abreviado y sintético. sintético. D i rigidos por un instinto que excluye automáticamente el procede cederr contr contr ari o, no mostramos a nadi e el el proceso proceso puramente causal y real de nuestros nuest ros estados de al ma, proce pr oceso so que des desde de el punto de vista de la lógica, de la objetividad, del sentido, sería totalmente incoherente e irracional. Sólo exhibimos un extracto estil izado por selección selección y ordenami ordenamiento. ento. Y no cab cabe e imaima ginar otro comercio ni otra sociedad, que los que descansan sobre esta ignoranci ignor ancia a ideol ógica en que nos hal lamos unos con con respecto respecto a los otros. otr os. Dentr Dent r o de este este postul postu l ado evidente, apri o rístíco, absoluto, por decirlo así, se comprenden las diferencias relativas relati vas a que que nos referimo referi moss cuando hablamos de manifestamanif estación sincera o de disimulación mendaz. Toda T oda me mentira, sea sea cual fuere fuere su naturaleza naturaleza objetiva objetiva,, produce por su esencia un error acerca del sujeto que miente; pues consiste en que el mentiroso esconde a su interlocutor la verdadera r epresentación epresentaci ón que posee posee.. L a esencia específi específi ca de l a mentira menti ra no queda agotada con el hecho de que el engañado adquiera una falsa representación de la cosa; esto sucede también con el sencil sencillo lo error. L o característi característi co es que se le engaengaña sobre sobre la idea i dea interi in teri or del que míente. míente. L a veracidad y la mentira tienen, empero, la mayor importancia para las relaciones ciones de los hombres entre sí. Las L as estructuras sociológicas se distin dist inguen guen de un modo característ característico, ico, según según el grado de mentira tir a que que ali ali enta en en ell ellas. as. En E n pri mer mer término, térmi no, la mentir mentir a es mucho más inocua para el grupo en las relaciones sencillas, que en las relaciones compli complicadas. cadas. E l hombre pri mitivo mit ivo que vive en un círculo de escasa extensión, que satisface sus necesidades por producción propia o cooperación inmediata, que limita sus intereses espirituales a la propia experiencia o a una tradición uniforme, abarca y controla el material de su existencia con mayor facilidad y más completamente que el hombre que se desenvuelve desenvuelve en civil izaciones iz aciones elevadas. elevadas. Los L os in contables errores y supersticiones, que se dan en la vida délos hombres primitivos, son, ciertamente, bastante dañinos; pero ni con mucho tanto como lo serían en épocas progresivas,
Los perjuicios de la. la. mentira mentira
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porque la práctica práctica de su vida se li mita mit a en l o esencial esencial a pocos pocos hechos y circunstancias, sobre los cuales puede adquirir una visión justa, gracias a lo reducido de su horizonte. E n cambio, cambio, en en civi civililizacione zacioness más más ricas y ampli amplias, as, la l a vida vi da descansa sobre mil postulados que el individuo no puede perseguir seguir hasta el fondo, fond o, ni comprobar, comprobar, sino sin o que ha de admit admitir ir de buena fe. Mucho M ucho más ampliament ampl iamente e de l o que suele pensar se descansa nuestra existencia moderna sobre la creencia en l a honradez honr adez de los l os demás, demás, desde desde la economía que es es cada vez más economí economía a de crédito, crédit o, hasta el cul culti ti vo de de l a ciencia, en l a cual los investi investigado gadores, res, en en su mayorí a, tienen que apli car resultados hallados por otros y que ellos no pueden comprobar. Construimos nuestras más transcendentales resoluciones sobre un complicado compli cado sistema sistema de representaciones, representaciones, la mayoría mayor ía de las cuales cuales suponen la confi confianza anza en que no somos engañado engañados. s. P or esta razón, la mentira en la vida moderna es algo más nocivo que antes, y pone más en peligro los fundamentos de la vida. Sí la mentira fuese considerada entre nosotros como un pecado venial, como la consideraban los dioses griegos, los patriarcas judíos o los insulares del Pacífico; si no nos intimidase toda l a severi severidad dad del del precepto precepto mor mor al, al , la l a estructur a de la la vida moderna—«economía de crédito» en un sentido mucho más amplio que el puramente económico—sería imposible. E sta relación entre entre las épocas épocas,, se repite repite en las l as distancias di stancias de otras dimensiones. Cuan to más más lejos lej os se hall en del del centr centro o de nuestra personalidad personali dad terce terceras ras personas, personas, tanto tant o más fácilmente f ácilmente podremos avenirnos práctica e interiormente con su mendacidad. Pero P ero si las l as pocas pocas personas que están más cerca cerca de nosn osotros, nos engañan, engañan, la vida vi da se hace imposible. imposi ble. Debemos subrayar sociológicamente esta vulgaridad, porque demuestra que la pr oporción entre la veracidad veracidad y la menti menti ra, compati compatible ble con con la existencia de relaciones humanas, forma una escala en la cual puede leerse el grado de intensidad de estas relaciones. E n l os estados estados pri pri mitivos, mit ivos, la menti menti ra es, es, pues, pues, relati rela tivamenvamente permisible. P ero a esto se agrega agrega una positi va uti li dad que que presta presta.. L a primera organización, jerarquía jerarquí a o centr centrali alizac zación ión del del grupo, se verificará por sumisión de los débiles a los más fuertes, tes, corp corporal oral y espiritual espiri tualme mente. nte. L a mentir a que que se imponga, esto es, es, que no sea descubiert descubierta, a, constitu consti tuye, ye, indudabl in dudableme emente, nte, un un
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X7entajas taja s de l a mentir a
medio de realizar reali zar cierta cierta superiori dad espirit espir itual, ual, apli cándola a la dirección y sumisión de los menos avisados. E,s un derecho de fuerza espiritual, tan Brutal, pero en ocasiones tan adecuado como el de fuerza física, ya sea para selección y entrenamiento de la inteligencia, o para proporcionar a unos pocos, que no trabajan con sus manos, el ocio necesario a la producción de los bienes superi superiores ores de de la cultura, cult ura, o bien para deterdeterminar min ar quién ha de ser ser el directo di rectorr del del grupo. gr upo. A medida medida que estos fines puedan conseguirse por medios que no tengan consecuencias cuencias tan indeseables, ir á siendo sien do menos nec n ecesari esaria a la l a mentira y quedará más espacio para la conciencia de su pecami nosidad moral. Este proceso no está aun terminado, ni mucho menos. menos. E l comercio comercio al por menor cree cree, aún hoy, no poder poder prescindir de ciertas mendaces ponderaciones de sus mercancías, y por ello las utiliza con perfecta tranquilidad de conciencia. ciencia. E l comercio comercio al al por mayor mayor y l os detallistas detall istas montados en grande, han pasado ya de este este estadio y pueden pu eden ofrecer ofrecer sus productos con con completa completa sinceridad. Cuan C uando do el mediano y pepequeño come comerci rciante ante empleen empleen métodos métodos de la misma perfecc per fección, ión, sus exageraciones o falsedades en reclamos y recomendaciones, que ahora no se les toman toman a mal en la l a práctica, sufr sufrir ir án la misma condena moral que ya hoy merecen en las esferas en que no son prácti camente camente necesari necesarias. as. Dentr Dent r o de un grupo, gru po, el el trato tr ato iundaao iun daao en la veracidad veracidad será tanto t anto más adec adecuado uado cuancuanto más tenga por norma nor ma el bien bi en de l os muchos y no el de de l os pocos. pocos. P ues los engañad engañados, os, esto es, aquellos aquel los a quienes perj udica la mentira, formarán siempre mayoría frente al mentiroso, que que saca saca provecho del del engaño. engaño. P or eso eso la «ilust «il ustraci ración» ón»,, encaminada a suprimir las falsedades que actúan en la vida social, tiene un carácter marcadamente democrático. E l trat t rato o de los homb h ombres res desc descansa ansa normalmente en que que sus sus mundos mund os mental mentales es tienen ti enen ciertos elementos elementos comunes, comunes, y en que ciertos ciertos contenidos contenidos espir espirit ituales uales objeti vos, constituyen consti tuyen el matemateri al que se desarroll a, por sus relaciones, relaciones, en vida subjetiva. E l tipo ti po e instr in strumento umento fundamental fun damental de esto esto es es el lenguaje, igual para todos. Per o si se mir an las l as cosas cosas más de cerca se se echará echará de ver que la base, a que aquí se alude, no está sólo constituida por lo que saben el uno del otro, o por lo que el uno conoce como contenido espiritual del otro, sino que está también
La mezcla de verdad y de mentira
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integrada in tegrada por lo que que sabe el el uno, un o, pero no el otro. otr o. Y ademá además, s, esta li mitación mit ación tiene ti ene aun más importan cia positiva positi va que aqueaquella otra ya citada, que resulta de la oposición entre la realidad il ógica y casual casual del del proc pr oceso eso de de las representacione representacioness y la parte parte que seleccionamos por motivos lógicos y teleológicos, para comunicár comunicársela sela a los demá demás. s. L a duali dad del del ser ser humano, en virtud vir tud de la cual toda expresión expresión exterior del del hombre hombre brota br ota de de varias vari as fuentes fuent es y hace hace que toda medida medid a par ezca ezca grande gran de o pequeña, según se compare con otras menores o mayores, da por resultado que las circunstancias sociológicas también se hallen condicionadas de ese modo dualista. Para que resulte la verdadera configur confi guración ación de la sociedad, es prec pr eciso iso que la concordia, la armonía, la cooperación (que pasan por ser las fuerzas socialí socialí zadoras por excelencia), excelencia), sean contrapesad contrapesadas as por por la distancias distancias la compe competencia, tencia, la repulsión. repul sión. L as formas fijas organizadoras que parecen dar a la sociedad el carácter de tal, han de verse constanteme constant ement nte e estorbadas, desequil i bradas, impedii mpedidas por fuerzas individualistas irregulares, para adquirir vida y evoluci evol ución, ón, gracias a estos proce pr ocesos sos de condescendencia condescendencia y resistencia. sistencia. L as relaciones de de carácter carácter íntimo, ínt imo, cuyo soport soporte e forfor mal es es la proximidad proxi midad corporal y espiri espiritual, tual, pierden su encanencanto e incluso el contenido de su intimidad, si la proximidad no incluye, in cluye, al propio pr opio tiempo ti empo y en en alternativa, altern ativa, distancias y pausas. sas. Fin F inalment almente—y e—y esto esto es lo que que aquí aquí importa i mporta pr incipalmenin cipalmente—, el saber mutuo, que determina positivamente las relaciones, no lo hace por sí sólo, sino que estas relaciones presuponen igualme igual mente nte una cierta cierta ignorancia, ignoranci a, una u na cantidad de mutuo disimulo, que naturalmente varía en sus proporciones hasta lo infi in fini nito. to. La L a mentir mentir a no es más que una un a for ma grosera, grosera, y, y, en en último últ imo término, tér mino, contr contr adictori a frecuenteme frecuentemente, nte, en que que se mamanifi ni fiesta esta esta esta necesidad. necesidad. Si es cierto ciert o que a menud menudo o destr destroza oza la relación, también t ambién lo es que cuando la relación rel ación existe, existe, la mentir a es un elemento elemento integrante de su estructura. E l valor negativo gati vo que, que, en l o éti ético co,, tiene la mentira, menti ra, no debe debe engañarnos sobre sobre su posit positiva iva importanci impor tancia a sociológica, en la conformación conformación de ciertas ciertas relaciones concretas. concretas. Por lo demá demás, s, la menti menti ra—referida feri da al hecho sociológi soci ológi co elemental, de que aquí se trata, o sea sea a la li mitación mit ación del del conocimient conocimiento o que uno u no tiene de de otro— no es más que uno un o de l os medios, una un a tácti ca, que puede ca-
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A s o c i a c i o n e s
lificarse de positiva, y, por decirlo así, agresiva, siendo así que el fin fi n puede conseguir conseguir se, y en general se consi consigue, gue, por el sesecreto y la ocultación. Las consideraciones siguientes traían de estas formas más generales y negativas. A ntes nt es de tratar del secreto, secreto, como como ocultación oculta ción deliberada, es es preciso indicar los distintos grados en que diversas circunstancias dejan fuera de sus límites el conocimiento nrutuo de la personalidad total. Entre las asociaciones, que comprenden en su seno cierta acción recíproca directa, figura en este respecto, pecto, en en prime pri merr término, términ o, las asociaciones para para determinados fine s, pero principalmente aquellas en que se trata de prestaciones de los miembros, definidas de antemano por la pertenencia a la asociación, y, por tanto, más marcadamente las que ofrecen la forma form a de contr contr ibuciones ibuci ones en dinero. E n éstas, éstas, la acción recíproca, la conexión, conexión , la comuni dad de fin, no descansa descansa en que los unos conozcan psicológicamente a los otros. Como miembro del grupo, el individuo es exclusivamente el sujeto de una prestación determinada, y son completamente indiferentes los motivos individuales que le muevan a ello o la personalidad total que dete determin rmine e su condv condvicta. icta. L a asociación para ciertos fines es la forma sociológica absolutamente discreta; sus copartícipes son psicológicamente anónimos y, para constituir la asociación, lo l o úni co que que necesi necesitan tan saber unos de oíros, oír os, es es que, eíec tivame ti vamení níe, e, la constit constituyen. uyen. L a crecieníe crecieníe objeti vación de nuestra cultura, cuyas creaciones brotan cada vez más de energías impersonales personal es y acoge acogen n cada cada vez menos en su seno l a toía t oíalili dda subjetiva del individuo—como se ve claramente comparando el trabajo del artesano con el del obrero de fábrica—, esta ob jetivación jetivación se extiende xtiende también también a las formas formas sociológ sociológicas icas.. MerM erced a ello, asociaciones que antes asumían al individuo entero y exigían el conocimiento mutuo, además del contenido inmed in mediat iato o de de la relación, relaci ón, se se basan basan abora, exclu exclusivameníe, sivameníe, en esta relación claramente demarcada y precisada. A sí esa forma previa (o posteri or) del saber saber acerc acerca a de un bombre, bombre, que está consí consíit ituí uída da por la confi confi anza en él deposit depositaada, y que es, evident evidenteme emente, nte, una un a de las fuerzas fuer zas siní si níéíi éíicas cas más importantes, que que actúan en en la sociedad, sociedad, adquiere una un a evolución particular. La confi confianza anza es una hipótesis sobre la conconducía futur a de otro, hipótesis hi pótesis que ofrece ofrece seguri seguridad dad suficiente sufi ciente
La confianza
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para fundar en ella una actividad práctica. Como bipóíesis, consti consti tuye un grado gr ado interme inter medio dio entre el saber saber acerca acerca de oír os bombres bombres y l a ignorancia ign orancia respecío respecío de ell ellos. os. E l que sabe, sabe, no ne cesiíB. «confiar »; el el que ignora, ignor a, no puede siquiera confi confiar ar (l). (l ). ¿En ¿E n qué grado grado ban de mezclar mezclarse se el el saber saber y la ignoran i gnorancia cia para bacer posible la decisión prácíica, basada en la confianza? De cídenlo la época, época, la esfera esfera de intereses, intereses, los indi in divid viduos. uos. L a ob jetivación jetivación de la cultura cultura ba diferenc diferenciado iado resue resueltam ltame ente los los grados dos de saber saber e ignorancia ignor ancia necesari necesarios os para que se produzca pr oduzca la confi confianza. anza. E l come comerciant rciante e modern moderno o que que traía traí a un nego n egocio cio con con otro, el sabio que emprende con oíro una investigación, el jefe de un parti par tido do polít ico que suscribe con con otro otr o un acuerdo acuerdo sobre asuntos electo electoral rales es o sob sobre re la acíit ud freníe frení e a un proyec pr oyecío ío de ley, iodos, prescindiendo de excepciones y deficiencias, saben de la paríe con quien se entienden exactameníe lo que bace falía fal ía para la relación rel ación que que se esíablece esíablece.. Las L as íradici ír adiciones ones e instiinst ituciones, tuciones, el pode poderr de la opinión opin ión públi pú blica ca y el el rigor de ia situación de cada cual, que deíerminan ínexorablemeníe la conducía del indi in divid viduo, uo, se se ban becbo tan firme fir mess y seguros, seguros, qtie basta conocer ciertas exterioridades referentes al otro, para poseer la confianza confi anza necesari necesaria a a la acción común. L a base base de de cualidacual idades des personales, personales, de donde podía sali r en prin pr incipi cipio o una u na modífi modíf i (l ) H ay otro tipo de confianza confianza que, que, por por no referirse referirse al saber saber o a la i gnorancia, gnorancia, sól o de un modo media mediato to encaja encaja en las pr esentes consi consi deraciones; deracion es; me refier o a aqu el
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E l conocido conocido
cación cación de la conducta, dentr dentro o de de la r elación, n o tiene t iene ya i mportancia; la l a moti motivación vación y reculación reculaci ón de de esta esta conducta se lia objeti vado de tal modo, que, ya no es es nece necesar sario, io, para l a confianza, fian za, el conocimi conocimiento ento verdaderamente verdaderamente personal. personal. E n cir cunstancias más primitivas y menos diferenciadas, se sabía mucho más del del asociado asociad o en en lo personal, personal , y, en en cambio, cambi o, mucbo mu cbo menos menos en lo r elativo elati vo a la confi confianza anza objetiva que pudiera tenerse tenerse.. A mbas cosas están en íntima relación. Para engendrar la confianza, a pesar pesar de la deficiencia de conocimiento en el el últi úl timo mo sentido, se requería mayor conocimiento en el primero. Aquel conocimi ento, ent o, puramente gene general ral,, que que sólo se refiere a l o obob jetivo de la person persona a y que se se de detiene tiene ante ante el el sec secreto reto de su in divi dual idad, ba de com completarse pletarse considerabl considerablem emente ente con el conocimiento de lo personal, cuando la asociación de fines tiene una importancia esencial para la existencia total de los copartí cipes. E l come comerciant rciante e que vende vende a otro tri t ri go o petróleo, sólo sól o nece necesit sita a saber si éste éste tiene solvencia solven cia para responder del importe; pero si toma a otro como socio, ha de conocer, no sólo su situación patrimonial y otras cualidades generales, sino toda su personal personal idad, su honradez, honr adez, el el grado de confi confi anza que memerece rece el el tempe t empera ramento mento que tiene ti ene,, si es resuelto resuelt o o vacil va cilant ante, e, etc. y , sobre este conocimient conocimi ento o mutuo, mut uo, descansa descansa no sólo sól o el establecimiento de la relación, sino su prosecución, las acciones comunes diarias, la distribución de funciones entre los compañeros. pañer os. E l secreto de de la personal per sonalii dad, en este este caso, caso, es es más l i mitado sociológicamente. Dada la amplitud con que las cualidades personales influyen en los intereses comunes, no se le permite conservar para sí una extensión tan grande. Mas allá de las asociaciones de fines, e igualmente más allá de las relaciones arraigadas en la personalidad total, hállase una relación que tiene un carácter sociológico muy peculiar. culi ar. M e refiero refi ero a aquella aquel la que, en las l as capas elevadas, se se designa con con el nombre general general de trabar «conocimi «conocimi ento». En E n tal t al sentido el «conocerse» mutuamente no significa en manera alguna «conocerse» «conocerse» propiament pr opiamente, e, esto es, haber penetr ado en lo individual de la personalidad. Significa tan sólo que cada uno de los dos conocidos conocidos tiene ti ene noticia noti cia de la existencia del otro. otr o. Es Es característico que el «conocimiento» se satisface con el nombre del otro o la «presentación»; supone que hemos tomado
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discreción
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nota de que existe—pero no de cómo es—la otra, personalidad. C uand ua ndo o se dice que se conoce, y aún a ún que se se conoce conoce bastante bastan te a una persona, se se indica in dica la falta de relaciones í nti mas con ell ella. a. E n este este sentido senti do conocemos conocemos de l os otros otr os sólo l o externo, bi en sea el trato puramente social, o bien lo que el otro buenamente quiere mostr mostrar arnos. nos. E l grado de conocimient conocimi ento o que supone sup one el el ser ser «conocidos», no se refiere refi ere a l o que el otro otr o es es «en «en sí» sí », no a lo que es en su interior, sino en aquella parte que manifiesta a los demás, al mundo. mun do. Por P or eso eso el el «conoci «conocimi mient ento» o» en en este este sentisent ido del trato social es el lugar adecuado de la «discreción». E sta no consiste consiste tan sólo en respetar respetar el secreto secreto del del otro, su voluntad volun tad direc dir ecta ta de ocul ocultar tarnos nos tal t al o cual cosa, cosa, sino en en evitar evitar conoce conocerr del otro lo l o que él posit positivamente ivamente no nos revele. revele. N o se trata, pues, en principio, de que no debamos saber al¿o determinado, sino sin o de la res r eserva erva gene general ral que nos imponemos frente a la personalidad total. Es una forma especial del contraste típico que se señala en el imperativo: «lo que no está prohibido está permitido», frente a la fórmula: «lo que no está permitido está prohibido». De esta manera se distinguen las relaciones de los hombres, en cuanto al saber recíproco que posean unos de otros: lo que no se oculta, puede saberse, y lo que no se revela, no debe saberse saberse.. L a últi úl tima ma decisión corresponde al sentimiento senti miento de que en derredor de cada hombre hay como una esfera ideal, de dimensiones mensiones vari variables ables seg según ún las l as diversas diversas di recciones recciones y las distintas personas, esfera en la cual no puede penetrarse sin destrozar tr ozar el el valor de personalidad personali dad que reside en todo indi viduo. vid uo. E l honor h onor traza t raza una de esta estass fronteras en derredor derredor del hombre y, con mucha finura, caracteriza el idioma las ofensas al honor con la fr ase: ase: «ace «acercarse rcarse demasiado» demasi ado».. E l radi o de esa esa esfera esfera ideal indica, por decirlo así, la distancia, que no puede traspasar una persona persona extraña, extraña, sin ofensa para el h onor. A otra «sfera análoga alude lo que se llama «importancia» de una personalidad. Frente al hombre «importante», una coacción interior nos ordena guardar la distancia. Esa coacción, aun en relaciones íntimas, no desaparece fácilmente, y sólo deja de existi r para el que no posee posee ór ór gano algun al guno o que l e haga per per cibir l a impo i mport rtancia ancia de dicha dicha persona. Por eso eso no existe existe tal distancia para el «ayuda de cámara»; para él no hay «grande 8
La . propiedad privada espiritua1
L ími tes tes de la di scrsció scrsción n
hombre» hombr e».. P ero esto es culpa cul pa del del ayuda ayu da de cámara, cámara, no del grangran de bombre. bombre. P or eso eso toda toda importuni import unidad dad va unida uni da a una carencarencia de sentido para las diferencias de importancia entre los bombres; el el que es i mport uno un o para para con una u na personali per sonali dad importante, portan te, revela, revela, no que la estima mucbo o demasiado—como demasiado— como superficialmente pudiera creerse—, sino que, por el contrario, no le l e profesa estimación propiamente dicba. A sí como el pintor, en los cuadros de mucbas figuras, destaca con frecuencia la importancia de una, ordenando en derredor de ella a las otras a considerable distancia, así la señal sociológica de la importan impor tancia cia es esa esa distan di stancia, cia, que manti ene a l os demás demás fuera de cierta esfera, llena por la personalidad con su poder, su voluntad lun tad y su grandeza. grandeza. * Otro círculo análogo, aunque de otro valor, circunda al bombre. Penetrar en esta esfera, bencbída de las preocupaciones y cualidades personalí simas, tomar tomar conocimi conocimi ento de de ell ella, a, supone como como una violaci ón de la personalidad. personali dad. A sí como la propiedad material es una a modo de amplificación del yo— lo poseído es justamente lo que obedece a la voluntad del poseedor, poseedor, como el cuerpo que, que, con una u na diferencia dif erencia sólo sól o de grado, es nuestra primera «propiedad»—y por ello todo atentado contr contra a el el patrimoni patr imoni o es sentido como una viol v iolación ación de la personalidad, así también bay una propiedad espiritual privada, cuya cuya violaci vi olación ón afecta afecta al yo en su centro centro más más ínti ín timo. mo. La discreción no es más que el sentimiento del derecho, aplicado a los contenidos inmediatos de la vida. También ella tiene naturalmente diversa extensión, según las diversas personas a que se refiere; del mismo modo que el honor y la propiedad tienen un radio muy distin dist into to frente a las personas de nuestra nuestra inti in ti-midad que frente a los extraños e indiferentes. indi ferentes. En las relaciorel aciones de que antes hemos h ablado, abl ado, las l as social es, en senti sent i do estricto, tr icto, las que se se dan entr entre e «conoci «conocidos», dos», trátase en primer término min o de un lími l ímite te típico, tí pico, allende all ende el cual acaso acaso no haya secresecretos ocultos, pero en el que los otros no deben penetrar, con preguntas preguntas e invasiones, in vasiones, prohibi das por un como convenio de discreción. ¿Dónde se encuentra ese límite? Esta pregunta, no sólo no es sencilla de contestar, aun en principio, sino que nos conduce al fino fi no teji do de las formaciones f ormaciones social sociales es.. N o puede afir-
marse, en absoluto, el derecho de esa propiedad espiritual privada, como tampoco puede sostenerse en absoluto el de la propiedad material. Sabemos que la última, en sus tres aspectos esenciales de adquisición, seguridad y fructificación, en las civil civ il izacion iz aciones es de orden elevado, no se basa basa nun n unca ca en las memeras fuerzas del del indi viduo, vi duo, sino sin o que que requiere también la ayuda del medio medio socia social;l; por lo l o cual cual el todo tiene t iene de ant emano derecho a limitarl li mitarl a, ya por por prohi biciones bici ones que se refieran a la adquisición, ya por impuestos. Pero este derecho tiene un fundamento más más hondo hon do que el de de l a pr oporci ón entre las l as prestaciones y contraprestaciones de la sociedad y el individuo; se basa en el princi pri ncipi pio o mucho más elemental de que la parte part e ha de soportar, en su ser y haber, todas las limitaciones que sean neces necesarias arias para l a conservación y los fi nes del del todo t odo.. Y esto esto rige ri ge también en en la esfe esfera ra interi or del del homb h ombre. re. E n interés del trato y de de la coordinaci coordi nación ón social, social, uno tiene que saber saber ciertas ciertas cosas cosas del del otro, y cuando la discreción dañaría dañarí a a los l os i ntereses ntereses soci soci ales, este este otr otro o no ti ene derecho derecho a protestar protestar,, desde desde el el punt pu nto o de vista moral, apelando al deber de discreción del otro, es decir, a la propiedad absoluta de su propio ser y conciencia. E l hombre hombre de negocios negocios que contr contrae ae con otro obligaciones a l argo ar go plazo; pl azo; el dueño de casa que toma un sirv si rvient iente, e, así como este sirviente mismo; el superior que asciende a su subordinado; la dueña de casa que admite a una nueva persona en el círculo de sus invitados, todos estos han de estar facultados para saber, respecto del pasado y presente de la persona de quien se trate, de su temperamento y condición moral, todo lo necesario para fundamentar racionalmente su acción u omisión. si ón. Estos E stos son casos muy de bulto, bul to, en que el deber deber impuesto por la discreción, de no tratar de conocer lo que el otro no nos muestr muestre e voluntar volu ntar iamente, iament e, ha de retroc retr ocede ederr ante las exigencias exigencias de la práctica. pr áctica. Pero en otras otr as formas más fin as y menos claras, claras, en indicaciones fragmentarias y matices inexpresables, todo el trato tr ato de los hombres hombr es descansa descansa en en que cada cual sabe del otro algo más de l o que éste éste le revela volun v oluntar taria iamente, mente, y con frecuencia cosas cosas que a éste éste le l e desagradar desagradaría ía saber saber que el otro las l as sabe. I ndivi ndi vidual dualmente mente esto pued puede e pasar pasar por indiscrec indi screción; ión; pero pero socialmente, socialment e, cabe cabe exigir exigi r lo como condi ción para el trato tr ato estreestre-
L ími tes tes de la indi screción screción
L& amistad y el amor
cho y vivo. Pero es es extraordinariame extraordinariamente nte difícil trazar el el lí mite jur ídi co de de estas incur siones en la propiedad privada pri vada espiespiritual. ri tual. E n general, general, el homb h ombre re se atribuye atri buye derecho derecho a saber saber todo cuanto pueda pueda averi averiguar, guar, sin recurrir recurri r a medios medios externos externos il egaegales, por observaciones y reflexiones psicológicas. Pero, en realidad, la indiscreción ejercida de esta manera, puede ser tan violenta violent a y tan condenable condenable moral moralmente, mente, como el escuchar escuchar detrás de las puertas o leer a ocultas ocultas cartas cartas ajenas. A quien tenga un fino oído psicológico, los hombres le delatarán incontables veces sus pensamientos y cualidades más secretos, no sólo a pes pesar ar de esforzar esforzarse se en en ocul ocultar tarlos, los, sino sin o justamente por ello. E l espiar espiar codiciosamente codiciosamente toda palabra impensada, impensada, el ^avilar sobre la significación de tal acento, o sobre cómo puedan combinarse bina rse tales tal es expresiones, o sobre l o que quiera quier a decir decir el rubor ru bor producido por la mención de tal o cual nombre, ninguna de estas cosas traspasa los límites de la discreción externa; son labor del propio intelecto y, por tanto, derecho indiscutible del sujeto, con tanto mayor fundamento, cuanto que tales abusos de superioridad psicológica se producen a menudo involuntariamente, sin que podamos contener esa nuestra interpretación del otro, esa nuestra construcción de su interioridad. Si bien todo tod o hombre honr ado se abstiene de cavilar cavil ar sobre las cosas cosas que el el otr ot r o ocul oculta, ta, y no se aprovecha de sus lige li gerezas rezas y momentos moment os de desamparo, el proceso proceso de conocimi conoci miento ento en esta esfera se verifica con frecuencia de un modo tan automático, y su r esultado surge tan inopinadamente, i nopinadamente, que nada puede puede contra contra ello la buena buena volu voluntad. ntad. Y si lo que, que, indudablemente indudablemente,, no está permitido, permit ido, resulta resul ta a vece vecess inevitable, in evitable, la l a deli mitación mitaci ón entre lo permiti permiti do y lo no permitido es, es, sin duda, duda, difí difícil. cil. ¿Hasta qué qué punto pun to la l a discreci di screción ón ha de abstenerse de esas esas palpaciones pal paciones espiritual ri tuales? es? <¡En qué medida medida queda restri restr i ngido este este deber deber de de discreción, por las necesidades del trato, de las relaciones mutuas, entre entre los miembros de un mismo grupo? Es esta esta una cuestión para cuya solución no bastan ni el tacto moral, ni el conocimiento de las circunstancias objetivas y sus exigencias, sino que ambas cosas tienen que intervenir conjuntamente. mente. La fi nura nur a y complicación compli cación de este problema l o relega relega a la decisión individual, que no puede ser prejuzgada por ninguna norma nor ma de carácter carácter general general;; es un problema pr oblema mucho mu cho más más
personal que el que se plantea respecto a la propiedad privada, en sentido material. Frente a esta forma previa o, si se quiere, complemento del secreto secreto,, en en que no se trata tr ata del compor compor tami ento del que guar gu ar-da el el secreto, secreto, sino sin o del del otro, otr o, y en que la combinaci combi nación ón o mezcla mezcla de saber y de ignorancia mutuas es acentuada más bien sobre el primer extremo, pasamos ahora a nuevos términos; a aquellas relaciones que no se concentran en torno de intereses reses bien deli deli mitados mit ados y, aunque sólo por el hecho de su «superficiali perfi ciali dad», dad», objetivamente establecidos, como como las estudiadas hasta ahora, sino que, al menos en idea, abrazan el contenido entero entero de la personalidad. L as principal pri ncipales es manifestaciones de este tipo ti po son son l a amistad amistad y el matri monio. E l ideal de la amistad, tal como ha sido recogido de la antigüedad y desenvuelto en sentido romántico, pide una absoluta intimidad espiritual, consecuenci consecuencia a de de que también tambi én la propiedad materi al ha de ser ser común entre los amigos. Ese ingreso total del yo en la relación, puede ser en la amistad más plausible que en el amor; porque en aquella falta esa concentración en un elemento, como le sucede sucede al amor, por la l a sensual sensualidad. idad. Sin S in duda, el hecho hecho de que que en el conjunto de los posibles motivos de enlace haya uno que esté, esté, por decir lo así, a l a cabeza cabeza de l os demás, demás, determina determi na cierta organización, semejante a la que se produce en un grupo que sigue a un jefe. U n elemento muy mu y fuerte fu erte de enlace abre abre con frecuencia la marcha, siguiéndole luego los demás que, sin él, hubi eran permanecido permanecido latentes. Y es indudable indu dable que, en en la mayoría de las personas, el amor sexual es el que abre más de par en par las puertas de la personalidad. personali dad. I ncluso nclu so para para muchas personas es el amor la única forma de entregar su yo entero, de la misma manera que para el artista la forma de su arte es la única posibilidad que se le ofrece para manifestar toda su interioridad. interi oridad. E n las l as mujeres mujeres se se obse observa rva esto esto con con más frecuencia: el «amor cristiano», que tiene otro sentido, pretende, sin duda, llegar al mismo resultado. Cuando aman, no no sólo entregan totalmente y sin reserva su ser, sino que este va como disuelto químicamente en el amor y pasa al otro con el color, la figura y temperatura del amor. Pero, por otra parte, cuando el sentimiento del amor no es bastante expansivo y los demás contenidos del alma no tienen bastante flexibili-
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Amistades parciales
dad, el predominio de los enlaces eróticos puede ser un obstáculo para los demás contactos, tanto morales y prácticos como espirit espir itual uales, es, y para que se abran abra n las reservas reservas de la l a personali dad all ende l o erótico. La amistad, en en la cual la entrega no es tan apasionada, pero tampoco tan desigual, puede servir mejor para ligar por entero a las personas; puede abrir las compuert compuertas as del del alma al ma de un modo menos impetuoso, i mpetuoso, pero en mayor extensión y más prolongada continuidad. Pero esta intimidad completa se bace más difícil, a medida que aumenta la diferenciación de los hombres. Acaso el hombre moderno tenga demasiado que ocultar, para contraer amistades tades a la manera antigua. ant igua. A caso las personalidades, per sonalidades, salvo en su juventud, ju ventud, estén estén demasiado demasiado i ndividu ndi viduali ali zadas, para que sea sea posible posibl e la plena recipr reciproc ocidad idad de la comprensión, comprensión, que requiere gran poder de adivinación y fantasía productiva, enfocados hacia el otro. Parece, por tanto, que la sensibilidad moderna se inclina más hacia las amistades diferenciadas, amistades que se l i mitan mit an a uno de l os aspectos aspectos de la personal per sonalid idad ad y de jan los otros fuera fuera del del juego. juego. De esta manera manera se produce produce un tipo muy particular de amistad, que tiene la mayor importancia para nuestro pr oblema de de la determinación determin ación del del grado gr ado de comunicación o reserva que debe de haber en las relaciones amistosas. Estas amistades diferenciadas que nos ligan a una persona por el lado del sentimiento, a otra por el de la comunidad espiritual, a una tercera en virtud de impulsos religiosos, a una cuarta cuar ta por recuerd recuerdos os comunes, comunes, ofrecen ofrecen una síntesis sínt esis pecupeculiar, li ar, por l o que toca toca a la di screción, screción, al grado gr ado de expansivi dad o de reserva; piden pi den que los amigos ami gos se se abstengan abstengan de penetrar tr ar en las esferas esferas de interés in terés y sentimient senti mient o que no están comprendidas en su relación, y cuyo respeto es necesario para que no se haga sentir sentir dolorosamente el el límite lími te de la mutua inteli in teli gencia. Pero la relación así delimitada y arropada en discreciones, puede proceder del centro mismo de la personalidad, alime ali mentarse ntarse de sus sus jugos ju gos radicales, aunque sólo sólo rieguen r ieguen luego una sección sección de de la peri periferia. feria. E n idea ll eva a la misma mi sma pr ofun didad de sentimiento y produce el mismo espíritu de sacrificio que aquellas aquell as relaciones, relaci ones, que, que, en en époc épocas as y personas menos did iferenciadas, abarcaban la periferia entera de la vida y para las cuales no eran problemas la reserva y la discreción.
Condiciones de la interioridad
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L a proporción proporci ón entre la comuni cación y la reserva, reserva, con con sus compleme complementos, ntos, la intr in tromisi omisi ón y la discreción, es mucho más difí cil de determ determinar inar en el matri monio. monio. N os hal lamos aquí aquí en en un campo de problemas pr oblemas completament completamente e general generales es y muy m uy i mportantes para la sociología de la relación íntima. ¿Obtiéne se el máximum de valores de comunidad entregándose por entero una a otra las dos personalidades o, al contrario, reservándose? ¿N o se pertenecerán pertenecerán acaso más cual cualii tativ tat ivamenamente, cuanto menos se pertenezcan cuantitativamente? Este tema de la proporción tiene que ser resuelto, naturalmente, al mismo tiempo ti empo que este este otro: otr o: ¿dónde ha de trazarse tr azarse dentro de la comunicación entre los hombres el límite en que eventualmente comi comi enza l a reserva y el r espeto espeto del otr o? La L a ventaj a del matrimonio moderno—en el cual sólo pueden resolverse de caso a caso ambas cuestiones— cuesti ones—,, es que que este lí mite mite no está fijado de antemano como acontece en otras culturas anteriores. res. E n estas estas últimas, últ imas, el matri monio no es en pri ncipi o una insti in stituci tución ón erótica, erótica, sino sin o eco económica nómica y social; social; la satisfacc sati sfacción ión de los deseos amorosos sólo tiene una relación accidental con él, y los matrimonios se contraen—aunque con excepciones, como es natur al—, no por motivos de de atracción atracción indi vidual, vidual , sino por razones de familia, por consideraciones de trabajo y descendencia. Los gri egos egos habían ll egado egado al máximum máximu m de de diferenciación dif erenciación en este punto, pues, según Demóstenes: «Tenemos hetairas para el placer, concubinas para las necesidades diarias y esposas para darnos hijos legítimos y cuidar del interior de la casa.» E videntemente, en en una r elación tan t an mecánica, mecánica, que excluye la intervención de los centros espirituales—cosa que por lo demás enseña a cada paso, con ciertas modificaciones, la historia y la observación del matrimonio—, no existirá ni necesidad ni posibilidad de confiarse íntimamente uno a otro. P ero, por otra otr a parte, desaparec desaparecerán erán varias res r eservas ervas de de ternura t ernura y casti castidad dad que, que, pes pese e a su aparente negati negativi vidad, dad, son las flores fl ores de una relación íntima y completamente personal. L a misma tendenc tendencia ia a establec establecer er normas tr ansindi ansi ndividu vidua a les, que excluyen a priori de las comunidades matrimoniales determinados contenidos de vida, se encuentran en la pluralidad de formas de matrimoni matr imonio o que existen existen dentr dentro o de un pueblo y entre las cuales han de elegir previamente los contra
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La reserva en el matrimonio
yentes. Esas varias formas diferencian de diversos modos para el matrimonio los intereses económicos, religiosos y el derecho de famil ia. A sí acontece acontece en muchos muchos pueblos pri miti vos, entre los indi i ndi os, entre entre los l os romanos. Pero P ero habrá de conce concede derse rse que también en en la vida modern moderna a el matr imoni o es contr contr aído aíd o de preferencia preferencia por moti vos convencional convencionales es o material materiales es.. P ero, realizada con mucha o poca frecuencia, la idea sociológica del matrimonio moderno es la comunidad de todos los contenidos vitales, por cuanto su influencia determina inmediatamente mente el valor y desti destino no de de la personalidad. personali dad. Y la eficac eficacia ia de esta exigencia ideal no es nula, sino que, con frecuencia, ha suminist sumin istrado rado espacio espacio e impulso impu lso para desarr ollar una u na comunidad ni dad muy imperfecta, imperfecta, haciéndola cada cada vez vez más amplia. ampli a. P ero v si justamente lo interminable de este proceso produce la dicha y la vida interior de la relación, el invertirlo suele ser causa de profundas desilusiones, cuando la unidad absoluta se anticipa, cuando no hay en el pedir ni en el ofrecer reserva alguna, ni siquiera aquella que, en todas las naturalezas finas y pr ofundas, queda queda en en el el fondo fond o oscur oscuro o del del alma, aunque ésta crea volcarse entera ante el otro. E n el matri monio, monio, como como en las relaciones relaciones l ibres matrimomatr imoniales, es fácil ceder en los primeros tiempos a la tentación de sumirse completame completamente nte uno un o en otr otro, o, de vaciar vaciar las últ imas reservas del alma tras de las del cuerpo, de perderse perderse total mente uno en otro. Pero esta conducta amenaza seriamente, en la mayoría mayorí a de los casos, casos, el el porvenir porveni r de la relación. rel ación. Sólo Sól o pueden, pueden, sin peligro, «darse» por entero, aquellas personas que no «pueden» darse por entero, porqu porque e la ri queza de su alma a lma consist consiste e en una renovaci r enovación ón const constant ante, e, de suerte que después después de cada entrega entrega les les nacen nacen nuevos tesoros, tesoros, porque t ienen un u n patrimopatr imoni o espir espirit itual ual latente inago in agotabl table e y no n o pueden pueden revelarlo revelarl o o regalar lo de una un a vez, vez, del mismo modo que el árbol, ár bol, con dar enentera la cosec cosecha ha del del año, no compr comprome omete te la del año siguiente. si guiente. Otro es empero el destino de aquellos que no ahorran los ímpetus petus del del sentimi ento, la entrega entrega incondi i ncondicional cional , la r evelación evelación de su vida espiritual, y gastan, por decirlo así, del capital, faltándoles aquell aquella a fuente fuente de renovadas adqui adquisiciones siciones espir espirit ituauales, que que no puede enajenar se y que es inseparabl in separabl e del del yo. E n tales casos, casos, hay ha y eí eí peligro peli gro de encontr encontrarse arse un u n día con las ma
E l encanto de lo ignoto
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nos vacías, el peligr o de que el goce dioni di onisi siaco aco de la donación donaci ón deje deje tras de sí sí una un a penuri a, que desmienta, desmienta, aun retrospe r etrospectivactivamente, las dedicaciones y entregas gozadas y la dicha que han proporcionado, lo que no por ser injusto, es menos amargo. E stamos sta mos hechos de tal manera, que no sólo sól o necesitamos, como como se se indicó in dicó antes, antes, una determinada proporci pr oporción ón de verdad y error como como base de nuestra vida, vi da, si no también una mezcla mezcla de clarid clar idad ad y oscur oscuridad idad,, en en la percepción percepción de nuestr os elemenelementos vitales. Penetrar claramente hasta el fondo último de algo, es destrui destrui r su encanto y detener detener la fantasí a en su teji do de posibilidades; posibil idades; de de cuya pérdida no puede puede indemniz in demnizar arnos nos realireali dad alguna, algun a, porque aquella es es una un a actividad acti vidad propia que a l a larga no puede ser sustituida por donación ni goce alguno. E l otr o no sólo ha de de hacernos hacern os merced de un don que podamos tomar, sino también de la posibilidad de engalanarle a él con espe esperanzas ranzas e idealizaciones, ideali zaciones, con con bell ezas recóndi recónditas tas y encantos que él mismo desconoce desconoce.. M as el lugar l ugar en que depositadeposit amos mos todo esto, esto, que ha sido producido pr oducido por nosotros, pero para para él, es es el horiz hor izonte onte confu confuso so de de su personali dad, el r eino i nternt ermedio en que la fe susti tuye al saber. saber. Hay H ay que hacer consta constarr que no se trata aquí meramente de ilusiones y engaños, frutos del optimismo o el enamoramiento, sino sencillamente de que una parte, incluso de las personas más íntimas, ha de ofrecérsenos cérsenos en forma oscur oscura a ei nint ni ntuí uíble, ble, para no perder su enencanto. E l si mple hecho de de tener tener de otro un conocimi conocimi ento psicológico absolu absoluto, to, exhaustivo, exhausti vo, nos enfr enfría, ía, aun sin que previamente hayamos puesto puesto en en él él nuestro entusiasmo, par aliz al iza a la vitalidad de las relaciones y hace que su continuación aparezca como algo que no tiene ti ene objeto. objet o. Este Est e es el peli gro de las entregas absolutas y—en más de un sentido—impúdicas, a que nos inducen las posibil idades il imitadas imi tadas de las relaciones ínti ín timas, mas, entrega que puede puede inclu in cluso so aparec apar ecemo emoss como un deber, sobre todo cuando no existe seguridad absoluta en el propio sentimiento senti miento y sobreviene sobreviene la preo pr eocupación, cupación, el temor temor de no dar bastante al otr otro, o, induci in duciéndonos éndonos a darle demasiado. M u chos chos matr imoni os perec perecen en por por esta fal ta de discreción discreción mutua, en el sentido del tomar como del dar; caen en un hábito banal y sin encanto, en una como evidencia que ya no deja lugar para sorpresas. sorpresas. L a profun didad di dad fecunda fecunda en en las relaciones, adiadi -
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Secreto y disimulación
vina y respeta siempre una última recámara que queda allende la última revelación, e induce a reconquistar diariamente l o que con seguridad seguri dad se posee. posee. Tal T al es la recompensa recompensa de la delicadeza y dominio de sí mismo, que aun en las relaciones más íntimas, en las que abarcan la persona entera, respeta esa propiedad interior que limita el derecho a preguntar por el derecho a guardar secreto. Todas esta estass combinac combinacione ioness se caracte aracterizan rizan soc sociológ iológicame icamennte por el el hecho h echo de que el secreto del uno un o es en cier cierto to modo acatado acatado por el el otro, otro, y lo ocult ocultado ado involuntari involun tari a o voluntari volunt ariaamente, es respetado involuntaria o voluntariamente. Pero la intención de ocultar adquiere una intensidad muy distinta, cuando frente a ella actúa la intención de descubrir. Prodúcese entonces esa disimulación y enmascaramiento tendencioso, esa, por decirlo así, defensa agresiva frente al tercero, que es l o que propiamente propi amente suele llamarse ll amarse el secreto. El E l secreto secreto en en este este sentido, el el di simulo simu lo de ciertas ciertas realidade reali dades, s, conseguido conseguido por memedios negativos o positivos, constituye una de las más grandes1 conquistas de la humanidad. Comparado con el estado infanti l , en en que que toda representación repr esentación es comuni cada en en seguida, seguida, en en que toda empresa es visi vi sibl ble e para todas las l as miradas, mi radas, el secreto secreto significa una enorme ampliación de la vida, porque en completa publicidad muchas manifestaciones de esta no podrían producirse. producir se. E l secreto secreto ofrece ofrece,, por decirl decirl o así, así, la posibili posibi li dad de que surja un segundo mundo, junt ju nto o al mundo mun do patente patente,, y este este sufre con fuerza la inf luencia lu encia de aquel. aquel. U na de las caracteríscaracterísticas de toda relación entre dos personas o entre dos grupos es el haber o no haber en ella ell a secreto secreto y l a medi medida da en que l o hay; pues aun en el caso de que el otro no note la existencia dél secreto, este modifica la actitud del que lo guarda y, por consiguiente, de toda la relación (l). L a evolución evoluci ón hi stóri ca de de la sociedad se manifiesta manifi esta en en mu(l ) Esta ocultación tiene en al^uno3 casos casos una consec consecuencia uencia sociológica, sociológica, que constituye una singular singular paradoja ética. Al paso que con frecuencia frecuencia es fatal para una relación entre dos el el que uno de ell ell os haya cometido cometido contra el otro una falta, que ambos conocen, puede serle en cambio favorable cuando sólo el culpable sabe de ella. Por que entonces entonces el culpable se ve ve movido a ¿uardar al otr o consideraciones, consideraciones, delicadedelicadezas, condescendencias, condescendencias, y a reali zar actos de abnegación en que no babrí a pensado si su conciencia estuviese tranquila.
E l secreto y el mal moral
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chas part partes es por el hecho de que muchas m uchas cosas que antes er er an públicas, públi cas, entran en en la esfera esfera protectora protectora del del secreto; secreto; e inversain versamente, muchas cosas que eran antes secretas, llegan a poder prescindi prescindirr de esta esta pr otección otección y se hacen hacen manifiestas. manifi estas. Es E s una evolución semejante a aquella otra del espíritu, en virtud de la cual, actos que primero se ejecutan conscientemente, descienden cienden lueg lu ego o al rango ran go de inco in conscientes nscientes y mecánicos, mecánicos, mientras, por el el contrar contrar io, lo l o que antes antes era era inconsciente inconsciente e instin in stinti tivo, vo, asciende a la claridad de la conciencia. ¿Cómo se distribuye esta evolu evolución ción en las diversas formaciones de la vida vi da pri vada y de la pública? públ ica? ¿Cómo ¿Cóm o conduce conduce a estados cada cada vez más adecuados, cuados, por cuanto cuant o de una parte el el secreto, secreto, torpe t orpe e indif in diferencia erencia do, empieza empieza por extenderse extenderse demasiado, y, por otra otr a parte, par te, sólo sól o más tarde revela sus ventajas ventaj as para muchas cosas? cosas? ¿Hasta ¿H asta qué punto pun to la cuantía cuant ía del secreto secreto es modifi modi ficada cada en sus consecuencias por la importancia o indiferencia de su contenido? Todas estas estas preguntas, aunque aun que sólo sea sea como problemas, i ndi can ya la importan i mportancia cia que tiene ti ene el secreto secreto en la estructura de las acciones recíprocas humanas. N o debe inducir in ducir nos a err error, or, en este este punto, pun to, el sent sentido ido negati vo que que moral mor almente mente suele tener tener el secreto. secreto. E l secreto es una forma f orma sociológi soci ológi ca general general , que se mantiene neutral por encima del del valor va lor de sus contenidos. A sume sum e de una parte el el valor más alto, al to, el pudor delicado del alma distinguida, que oculta justamente lo mejor de ella para no recibir el pago de alabanzas y recompensas, que si bien otorgan el el premio justo, ju sto, qui quitan tan empero empero el val or propiamente dicho. M as, por otra otr a parte, si el el secreto secreto no está en en conexi ón con el mal, el mal está en conexi conexión ón con el secreto. secreto. Por P or r azones fáciles de comprender, comprender, lo i nmoral se ocul oculta, ta, aun en los caso casoss en que no hay temor de ningún castigo social, como sucede en algunos algun os extravíos sexuales. sexuales. L a acción int i nterna erna ai sladora de la inmoralidad, prescindiendo de toda repulsión social primaria, es real e importante, junto a los supuestos encadenamientos entre las series éti ética ca y socia social.l. E l secreto secreto es, es, entre otras cosas, cosas, la expresión sociológica de la maldad moral, aunque la sentencia clásica: clási ca: «nadie nad ie es tan malo mal o que quiera qui era además además parece par ecer r l o», contradi contradi ga a menudo l os hechos. P ues con con bastante frefr ecuencia, la obstinación y el cinismo impiden que se llegue a encubrir la maldad, e incluso esta puede utilizarse frente a
La
otros, para acentuar la personalidad, hasta el punto de jactarse, en ocasiones, de inmoralidades que no existen. E l empleo del sec secreto reto como una técnica sociológica, sociol ógica, como una forma de acción, acción, sin si n la cual, en atención al ambiente social, no podrían podría n conseguir conseguirse se ciertos ciertos fines fin es,, aparece aparece bien bien clara clara N o tan claros son l os atractivos y valores que, que, pr escin escindiendo diendo de este este sent sentido ido mediato, medi ato, posee posee por su mera forma l a conducta sec secreta, aun sin tene t enerr en cuenta cuenta el el cont contenido. enido. P or de pronto, pront o, la exclusión enérgica de todos los demás, produce un sentimiento de propiedad propi edad exclu exclusiva, siva, provisto pr ovisto de la energía energía corr corresespondiente. Para muchos temperamentos, la posesión no obtiene la importancia debida sí se limita a poseer; necesita, además, la conciencia de que otros echan de menos esa cosa poseída. L o que que fundament fu ndament a esta esta actitud, actit ud, es, es, evident evidenteme ement nte, e, nuestra sensibilidad para la diferencia. P or otra otr a parte, parte, como como la exclu exclu-sión si ón de l os otros otr os se produce pr oduce espec especial ial mente cuando cuan do se trata tr ata de cosas de gran valor, es fácil llegar psicológicamente a la conclusión inversa de que lo que se niega a muchos ha de ser parti cularmente valioso. val ioso. Gracias Gracia s a esto, esto, las más más varías espe espe-cies de propiedad interior, adquieren, merced a la forma del secreto, un valor característico; el contenido de lo callado cede en importan cia al mero hecho hecho de permanec permanecer er oculto ocult o para los demás. demás. Los L os niños ni ños se vanagl van aglori ori an frecue fr ecuent nteme ement nte e de de poder dedecir a otr otros: os: «sé algo, al go, que que tú no sabes» sabes».. Y esto ll ega a adqui ad quiri ri r un valor tan peculiar, que lo dicen en tono de jactancia y humillación para el otro, aun cuando todo sea inventado y no exista tal secreto. E n toda t odass las l as relaciones, desde desde las más reducidas a las más amplias, ampli as, aparecen estos estos celos celos por conocer un hecho h echo escondido a los demás. Las deliberaciones del Parlamento inglés fueron durante mucho tiempo secretas, y todavía, en el reinado de J orge I I I , se pers perseg eguía uía la publi cación cación en en la prensa de noticias noticias acerca de ellas, porque se estimaba expresamente como un ataque a los privilegios parlamentarios. E l secre secreto to comuni comuni ca una posición posi ción excepcional excepcional a la personapersonalidad; li dad; ejerce ejerce una atr acción acción social determin determinada, ada, i ndependiente ndependiente en principi pri ncipi o del del conteni do del secreto secreto,, aunque, como como es natunat ural, ral , creciente creciente según según que el secreto secreto sea más importan impor tante te y amplio. pli o. A ello contr contr ibuye una i nversión, análoga a la l a ya men
traición
cíonada. T oda personalidad personali dad y obra obra eminentes tienen ti enen para el común de los hombres un carácter misterioso. Sin duda, todo ser ser y hacer hacer humanos brotan de potencias potencias indesc i ndescifr ifr ables. P ero dentro del nivel cualitativo general, no por ello se convierte el uno en problema para el otro; sobre todo, porque en esta igualdad de nivel se produce cierta comprensión inmediata, que no procede procede del del intelec int electo. to. E n cambio, cambio, cuando nos hal lala mos ante una desigualdad esencial esencial,, esta comprensión comprensión no se produce. Si sobreviene la forma de la diferencia dif erencia singular sin gular,, actúa en en seguida seguida lo indescifrabl e. D el mismo modo, cuando vivi vimos siempre en el mismo paisaje, no se nos presenta el problema de la influencia que pueda ejercer sobre nosotros el medio; y, en cambio, este problema se nos plantea, tan pronto como cambiamos de ambiente y la diferencia de sentimiento vital llama nuestra atención sobre el poder efectivo de ese elemento. mento. Del misteri mi steri o y sec secreto reto que rodea a todo lo profun pr ofundo do e importante, surge el típico error de creer que todo lo secreto es al propio tiempo algo profundo profun do e importante. El E l instin in stinto to natural de idealización y el temor natural del hombre actúan conjuntos frente a lo desconocido, para aumentar su importancia tancia por la fantasía fant asía y consag consagrarl rarl e una atención atención que no hu biéramos prestado a la realidad clara. Con estas atracciones del secreto, se combinan de modo singular sin gular las de su opuesto opuesto lógico, la traici tr aición, ón, que tienen, tienen, evidentemente, no menos que las otras, un carácter sociológico. E l secreto conti conti ene una tensión, tensi ón, que se resuelve en en el momento de la revelación. Este Est e mome momento nto consti consti tuye la peripecia en la evolución evolu ción del secreto secreto;; en en él él se concentran concentran y culmi nan una vez más todos sus atractivos, de análoga manera a como el momento momen to del gasto es es aquel aquel en que más más gozamos el valor val or del objeto. objeto. E l sentimiento sentimi ento de poder poder que da l a posesión del del di nero, concéntrase más intenso y gozoso para el alma del dilapilador en el el momento momen to en que se se desprende de él. T ambi én al secreto secreto va unido el sentimiento de que podemos traicionarlo, con lo cual t enemos enemos en en nuestras nuestras manos el poder poder de producir produci r mudanzas y sorpresas, alegrías y destrucciones, aunque acaso sea tan sólo sól o nuestr nuestra a propia propi a destr destrucc ucción. ión. P or eso el el secre secreto to va envuelto en la posibilidad y tentación de revelarlo; y, con el riesgo exter externo no de que sea descubier descubierto, to, se combina combin a este este i ntern nt erno o de
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descubri descubri rlo, rl o, que se aseme asemeja ja a la atracción at racción del del abismo abi smo.. E l secreto pone una barrera entre los hombres; pero, al propio tiempo, la tentación de romper esa barrera, por indiscreción o confesión, acompaña a la vida psíquica del secreto, como los armónicos al sonido fundamental. Por eso la significación sociológica del secreto halla el modo de su realización, su medida práctica, en la capacidad o inclinación del sujeto para guardarlo darl o o, o, sí sí se quiere, en su resistencia o debilidad debil idad frente a la tentación de traicionarlo. Del contraste entre ambos intereses, el de esconder esconder y el de descubri descubri r, br ota el mati z y el destino destin o de las relaciones mutuas entre entre los hombres. hombres. Si según según hemos hemos dicho anterior ant eriormente, mente, las relaciones r elaciones entre entre los hombres tiene ti enen n una de sus características en la cantidad de secreto que haya en ellas o en torno de ellas, su desarrollo dependerá de la proporción en que se den las energías que tienden a guardar el secreto y las que propenden a revelarlo. Aquellas proceden del interés práctico y del encanto formal que, como tal, tiene el secreto; estas estas se se apoyan en la incapacid i ncapacidad ad de de resisti r más tiemt iempo la tensión tensi ón del del secre secreto to y, en en esa superiori superi oridad, dad, que, que, hall h all ándose, por por decir lo así, así , en estado latente lat ente en el el secreto, secreto, no se actual iza plenamente plenamente para el sentimiento senti miento hasta el moment momento o de descubrir descubrir lo. P or otra otr a part parte, e, intervi in terviene ene también el el placer placer de la confesión, que puede puede albergar aquel aquel sentimiento sentimi ento de poder poder en forma perversa y negativa, como una humillación de sí propio. Todo T odoss estos estos eleme elemento ntoss que determ determinan inan la función sociolósociológica del secreto, son de naturaleza individual; pero la medida en que que las disposiciones disposici ones y compli compli caciones de de las l as personali per sonalidadades des forman secretos, secretos, depe depende, nde, al pr opio tiemp ti empo, o, de la estr estrucuctur a social en que que la vid v ida a se desenvuelve. L o decisi decisivo vo en en este este punto, es que el secreto constituye un elemento individuali zador de prime pri merr orden, en un doble doble senti sentido do tí pico. pico. L as relar elaciones sociales de acentuada diferenciación personal, lo permiten y fomentan en gran escala; por otra parte, el secreto crea y aumenta aumenta esta diferenciación. diferenciaci ón. E n un u n cír culo reducido, de relaciones estrec estrechas, has, la formaci ón y mantenimiento manteni miento de secretos se hallará dificultada por la razón técnica de que los miembros están demasiado cerca unos de otros, y porque la frecuencia e intimidad de los contactos provoca en demasía las tentaciones de revelación. P ero tampoco hace hace mucha mucha falta fal ta
V a r i a c i o n es es e n i o s c o n t e n í a o s
aei sccrciu
el secreto aquí, porque semejantes formaciones sociales suelen nivelar sus elementos, y aquellas peculiaridades del ser, hacer y poseer, cuya conservación demanda la forma del secreto, contradicen su esencia. Es claro que al agrandarse considerablemente el círculo, todo esto esto se trueca tr ueca en l o cont contra rarr io. E n esto, como en muchas otras cosas, cosas, donde pueden observar observarse se mejor mej or l os rasgos r asgos car car acterísticos de los grandes círculos es en la economía monetaria. ri a. Desde que que el tráfi tr áfico co de valores val ores económicos se reali za por medio del del di nero, se ha hecho posibl posi ble e un secreto secreto que en otr otras as formas económicas no podía conseguirse. Tres cualidades de la forma monetaria tienen importancia para estos efectos: 1 .°, el ser ser comprimi compri mibl ble, e, que que permite permit e enriqu enr iquec ecer er a una un a persona con con un cheque cheque que se desli desli za i mperceptibleme mperceptibl emente nte en su mano; 2.°, .°, el ser ser de condi condi ción abstracta y si n cuali cuali dades dades peculiares, li ares, gracias gracias a la cual puede pu eden n llevarse l levarse en secreto secreto transacc tran saccioiones, adquisiciones y cambios de propiedad, que eran imposible cuando los valores estaban estaban formados por objetos extensos extensos y tangibles tangibl es;; finalmente, fi nalmente, 3.°, 3.°, su acción a distancia, merced merced a la cual puede invertirse en valores más alejados y sujetos a continuo cambio, escondiéndolos así a la mirada de los más próximos. E stas posibili posibi li dades de disi mulación, mul ación, que aumentan a medida did a que que se amplí ampl í a la esfera esfera de acción de la economí economía a monemon etaria y cuyos cuyos ries ri esgo goss se ponen parti cularmente de manifiesto manifi esto cuando se maneja dinero ajeno, han sido causa de que se preceptúe ceptúe la publicidad, publi cidad, como medida medida protectora, protectora, para l as operaoperaciones ciones financieras de los E stados y de las sociedades sociedades por acciones. ciones. Esto E sto nos induce in duce a precisar precisar más más la l a fórmul fór mula a de evolución antes antes indicada indi cada,, según según la cual, los conteni conteni dos del secreto secreto están variando constantemente en el sentido de que lo que originariamente era público, se torna secreto, y lo que originariamente era secreto, arroja sus velos; lo cual podría dar lugar a la idea paradójica de que la convivencia humana, en igualdad de las restantes circunstancias, exige una misma cantidad canti dad de secreto, secreto, varia var iando ndo tan sólo l os conteni dos de éste, éste, de suerte que que al abandonar abandona r uno, un o, recoge recoge otr o, y merced merced a este trueque, la cantidad total permanece invariable. Puede hallarse una realización algo más exacta para esta fórmula general.
L o privado privado y lo público
Dijérase que, a medida que progresa la adaptación cultural, van haciéndose más públi cos cos los asuntos asunt os de la generali generali dad y más secretos los de los individuos. Como queda ya indicado, en circunstancias primitivas las relaciones entre los individuos no pueden proteg protegerse erse contra contra la l a indiscr in discrec eción, ión, como como en el estil estilo o moderno de la vida, especialmente en las grandes ciudades, que ha producido una medida completamente nueva de discreción creción y reserva. reserva. E n cambio, cambio, en los E stados de las époc épocas as anteriores, los representantes de los intereses públicos solían rodearse dearse de de una autoridad aut oridad místi ca, al paso que en en civili civi li zaciones más maduras y amplias han adquirido, merced a la extensión del del terr itorio it orio de su su soberan soberanía, ía, a la objetivi dad de su técnica, técnica, a la distancia que se manti enen de todas l as personas per sonas singulasin gulares, res, una segur seguridad idad y dignidad, que le less permit permite e obrar públ icamente. mente. A quel qu el secreto secreto,, en que se se resolvían resolví an los asuntos públipúbl icos, cos, revelaba revelaba su interi int erior or contr contr adicción, produciendo los movimovi mientos opuestos opuestos de de la traición tr aición por una un a parte y del del espionaje por otra. Todavía en los siglos xvn y xvm los Gobiernos mantení an en el el más escru escrupul puloso oso secreto secreto el i mporte mport e de de l as deudas del Estado, la situación de los impuestos, el número de soldados; a consecuencia de lo cual, los embajadores no tenían otra cosa mejor que hacer que espiar, coger cartas y sacarles revelaciones a las personas que «sabían» algo, descendiendo hasta el personal personal de la servi servidumbre dumbre (l). P ero en el siglo xix la publi cidad se impone imp one en en los asuntos del del E stado, hasta tal punto que los Gobiernos mismos publican oficialmente los datos que hasta entonces todo régimen debía mantener secretos si querí quería a sos sostene tenerse rse.. Así A sí l a políti políti ca, la administr ación, ación, la just icia, han perdido su sec secreto reto en la medida en que el indiv in dividu iduo o puede reservarse más, y que la vida moderna ha elaborado (l ) Este movimiento se se realiza también a la inversa. Refi ri éndose a la hist oria de la corte inglesa, se ha dicho cjue las verdaderas verdaderas cabalas, las infl in fluencias uencias secretas, las camarillas e intr igas no se se desarroll desarroll aron con el el despotismo, despotismo, sino cuando el rey comenzó comenzó a tener tener consejeros consejeros constitucional es, cuando, por consiguiente, consiguiente, el G obiern o se hi zo en un régimen de publici publ ici dad. Sól o entonces entonces el rey (l o fl ue se advierte part icul arment e desde desde la époc época a de de Eduardo I I ) comienza a constitui constitui r frente a estos colaborad colaborad ores en cierto modo impuestos, un cir culo de consejeros n o oficial ofi cial es, secretos, secretos, cír culo cul o que eres, eres, un encadenamiento encadenamiento de ocultaciones ocult aciones y conspir aciones p or el hecho de existi existi r y por los esfuerzos fuerz os
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una técnica que permite guardar guar dar el secreto secreto de de los asuntos asun tos pri pr i vados, en medio del hacinamiento ¿e las grandes ciudades, hasta un grado a que antes sólo se podía podí a llegar ll egar recurriendo recurr iendo a la soledad en el espacio. ¿Hasta qué punto esta evolución debe considerarse como favorable? ü.llo depende de los axiomas sociales acerca del valor. lor . La democracia democracia considerará considerará la publici publ icidad dad como un estado estado deseable en sí mismo, partiendo de la idea fundamental de que todos deben conocer los sucesos y circunstancias que les interes int eresan, an, pues pues esta esta es la condición condi ción previa para intervenir in tervenir en su resolución. resolución. E l saber saber implica ya una incit ación psi cológica cológica para intervenir. Cabe discutir, sin embargo, si esta conclusión es completamente necesaria. Cuando por encima de los intereses individualistas surge una institución dominante que abarca ciertos aspectos de ellos, puede aquélla estar facultada para funcionar fun cionar secretame secretamente, nte, gracias gracias a una autonomía aut onomía formal, sin desme desmenti ntirr por eso eso su «publ icidad» ici dad» en el el sentido del cuidado material de los intere int erese sess de todos. P or consiguiente, consigui ente, no existe una conexión l ógica de la que se siga siga el el mayor val or dei estado de de publicidad. publ icidad. P ero de todos modos, modos, rige ri ge la l a fórmula fórmu la genevez ral de la diferenciación cultural: lo público se hace cada vez más público; públ ico; lo privado, pri vado, más más privado pri vado cada cada vez, Y esta evolución históri ca exp expresa resa la signi ficación más más profunda y objetiva, según según la cual, lo que por su esencia es publi co y por su conteni do interesa in teresa a todos, se nace también más públ pú blii co externamente, ternamente, en en su forma sociológica, y l o que por su senti senti do interior int erior tiene ti ene una existencia existencia autónoma, l os asuntos centrí centrí petos del del indivi in divi duo, adquieren también en en su forma for ma soci soci ológica vez más apto para un carácter cada vez más privado, cada vez permanecer secreto. Antes hice observar que el secreto actúa también como un patrimonio y un valor que enaltece la personalidad. Pero esto l leva en su seno seno una como como contr adicción; adi cción; lo que se reserva y esconde esconde a los demás, demás, adquiere justamente just amente en en la conciencia de los demás una importancia particular; el sujeto destaca justamente mente por aquello aquell o que que ocult oculta. a. E sto prueb pru eba a no sólo sól o que la necesidad de destacar sociológicamente emplea un medio en sí contradictorio, sino que también aquellos contra quienes propiamente va dirigida, se dejan arrastrar ya que pagan las cos 9
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i^a racnoacziviuctu ucí «««»or «««»or e
El adorno
tas de de dicha superiori dad. L o hacen hacen con una mezcla mezcla de volu ntad y repulsi ón; pero ello suministra suminist ra en la l a práctica pr áctica el acatamiento dese deseado ado.. Por P or eso eso result resulta a oportuno oportu no hal lar en el el polo opuesto del sec secreto, reto, en en el adorno, ador no, una u na estructur a de análog anál oga a signi ficación fi cación social social . La L a ese esencia ncia del del adorno consiste consiste en atraer atraer las miradas mir adas de de los demás demás hacia el el que lo ostenta. E n tal sentido es el adorno el antagonista del secreto. Pero ya hemos visto vist o que el secreto secreto también también acentúa la personalidad. E l adorno realiza esta función mezclando la superioridad sobre los demás demás con una un a dependenci dependencia a respecto respecto de ellos. ell os. P or otro lado l ado junta asimismo asimismo en en los demá demáss la buena buena voluntad voluntad con con la envienvidia. Mas M as el adorno exige un estudio especial, especial, como forma sociológica típica.
DIGRE SIÓN
SOBRE
EL
ADORNO
E l deseo deseo que siente el el hombre de agradar a los l os que le r odean, muestra entrelazadas las dos tendencias opuestas, en cuya alternativa se realiza en general la relación entre los individuos. De una parte hay el deseo bondadoso de proporcionar a los demás una alegría. De oíra hay también el deseo de que esta esta alegría, alegrí a, este este agrado, redunde en acatamiento acatami ento y estimación maci ón nuestra nuestr a y se se compute como un valor val or de nuestra nuestr a personalidad. Este deseo último se acentúa de tal modo, que llega a contradecir completamente aquel primer altruismo del agradar. Merced al agrado que producimos, pretendemos distinguirnos de los demás, queremos ser objeto de una atención no otorgada otorgada a los demás demás,, hasta ll egar egar a producir la envidia. E l agrado se trueca así en un medio, al servicio de la voluntad de poder, poder, y muestra muestra en algunas almas una curiosa curi osa contradicción contr adicción que consiste en en nece necesi sitar tar precisamente de las personas sobre quienes se encumbran por su ser y su conducta, para construir tru ir sobre sobre el sentimiento sentimi ento de inferior infer ioridad idad de éstas éstas la estimación de sí mismas. E n el el senti sentido do del del adorno háll h áll anse peculi peculiares ares combinaci ones de estos motivos, moti vos, en que que se entretejen entr etejen l o externo ext erno y l o in~ i n~
íerno de sus formas. Este sentido consiste en hacer resaltar la personalidad, en acentuarl acentuarla a como algo sobresali sobresaliente, ente, pero no por una inmediata manifestación de poder, no por algo que, exteriormente, exteri ormente, fuerce al otr o, sino merced al agrado que en en el otro se despierta y que, por tanto, contiene algún elemento voluntar volun tario. io. E s esta esta una de las combin combinaciones aciones sociológicas sociológicas más maravill maravi ll osas: un acto que sirve sir ve exclu exclusivamente sivamente a acentuar la personalidad del que lo hace y a aumentar su importancia, consigue consigue su fin por medio del del placer que proporci ona al otro, por tina suerte de gratitud que despierta en los demás. Pues incluso la envidia que el adorno produce, no significa otra cosa sino el deseo del envidioso de conseguir para sí el mismo acatamiento acatamiento y admira admi ración, ción, y prueba pru eba justame just amente nte hasta hasta qué punto considera estos estos valores ligado li gadoss al adorno. adorn o. E l adorno a dorno es máximo egoísmo, por cuanto que destaca a su portador y le comuni ca un sentimien senti miento to de sati sfacción sfacci ón a costa costa de los demás demás (ya que el mismo adorno usado por todos no adornaría a ninguno individualmente). Pero, al mismo tiempo, es también máximo al truismo, tr uismo, pues pues el agrado que produce es es experimentado por los demás, no disfrutándolo el propietario sino como un reflejo r eflejo,, que es el el que da al al adorno a dorno su valor. val or. E n l a creac cr eación ión estética, en general, resultan íntimamente emparentadas las manifestaci mani festaciones ones vital vi tales es que en l a realidad reali dad se presentan como indif in diferentes erentes o como enemigas; así también t ambién en la lucha l ucha entre el egoísmo egoísmo y el altru alt ruis ismo mo del del hombre, hombr e, el el elemento estéti estético co del adorno adorn o representa representa el el punto pun to en que que ambas corr corrientes ientes opuestas se refieren una a otra, sirviéndose alternativamente de fin y de medio. E l adorno acentúa acentúa o amplía la impresión que produce produce la personalidad; obra como ana irradiación de la personalidad. Por eso han sido siempre su substancia los metales brillantes y las piedras preciosas, que que son «adorno» «ador no» en sentido senti do más estricto tr icto que el vestido vesti do y el el peinado, pei nado, los cuales, no obstante, «adornan» también. Podría hablarse aquí de una radioactividad del del hombre. E n derredo derr edorr de cada cada indi in divi viduo duo hay como una aureola mayor o menor de resplandores, en la que se sumerge todo el el que tiene ti ene relación relaci ón con con él. E sta aureo aur eola la conti conti ene insei nseparablemente fundidos elementos corporales y espirituales. Del hombre parten influjos perceptibles que recaen sobre el
L o supe superfl rfl uo
Vestidos nuevos y vestidos usados
ambiente. ambiente. Esos i nfl ujos uj os son, en cierto modo, modo, los l os portadores portadores de un resplandor espir espirit itual ual y actúan actúan como como símbolo sí mbolo del ind i ndiividuo, aun cuando son meramente exteriores y no fluye de ellos ningú ni ngún n poder poder de sugesti sugestión ón o importancia personal. L as emanaciones del adorno, la atención sensible que el adorno despierta, amplían o intensifican la aureola que rodea a la personalidad. personali dad. La L a persona persona es, es, por por decir decirlo lo así, más, más, cuando se baila bai la adornada. A ñádase a esto que el adorno suele suele ser ser al pr p r opio tiempo ti empo un objeto de valor considerable. Consti tuye, pues, pues, una síntesis del baber y del ser del sujeto. Gracias a él, la mera posesión se convierte en una intensa manifestación sensible del bombre. bombre. N o suced sucede e lo mismo con con el vestido ordinaordi nario; porque este no se nos aparece como concreción individual, ni en el aspecto del baber ni en el del ser. Sólo el vestido adornado y sobre todo los adornos preciosos, que condensan su valor como en un punto mínimo, convierten el baber de la persona en en una un a cualidad cual idad vi sible sibl e de su ser. ser. Y esto esto aconte acontece ce,, no a pesar pesar de que que el adorno ador no sea sea algo «superflu «superf luo» o»,, si no prec pr ecisaisamente mente por serlo. serl o. Lo L o inmediat amente necesari necesari o va estrechamente mente ’anido ani do al hombre, cir cunda su su ser ser con con una un a aureola mínima. Pero lo superfluo, como indica la palabra, «fluye con exceso», exceso», esto es, es, se derrama allende al lende su punto pun to de partida, part ida, M as, como como al pr opio tiempo t iempo queda queda adheri adheri do al sujeto, traza en dederredor de lo estrictamente necesario otro círculo más amplío y, en en pri ncipi o, indefini indefi nido. do. E l concepto concepto de lo superfluo superflu o no encierr cierra a en en sí limi li mitaci tación ón alguna. A medida medida que que aumenta aumenta l o susu perfluo, aumenta la libertad e independencia de nuestro ser. L o superfl superfluo uo no impo i mpone ne a nuestro nuestro ser ser ninguna ni nguna ley de li mitación, ninguna estructura, como hace lo necesario. P ero esta esta acentuación acentuación de la personali dad se verifi ca justajust amente mente merced merced a un r asgo asgo de impersonali dad. L as distint di stintas as cosas que pueden «ador «adornar nar » al hombre, se ordenan en una un a esescala, según que la personalidad física esté ligada más o menos estrechame estrechamente nte a ellas. E l adorno más inmediato i nmediato es es indudain dudablemente blemente el el tatuaje tatu aje de de los pueblos primiti pri miti vos. E l extremo extremo opuesto está formado por los adornos de metales y piedras preciosas, que que son absolutament absolu tamente e impersonal i mpersonales es y que todo el el mundo puede ponerse. Ent E ntrr e ambos ambos extremos se encuentr encuentra a el el vestido, ni tan inconmovible y personal como el tatuaje, ni
tan impersonal y sep separable arable como como los «adornos» ador nos» pr opiamente dichos. Pero justamente en esta impersonalidad estriba su elegancia. gancia. E l más fino fi no encanto encanto del del adorno ador no consiste en en que la condi condi ción del del metal metal y la piedra, que no hace relación a ni nguna individual indi vidual idad, que es dura y poco poco maleable, se ve for zada a servir servir a la personalidad. L o propiamente pr opiamente elegante elegante evita el exce exceso so de indi in divid vidual ualiz ización, ación, pone en derredor derredor del del homh ombre una un a esfera esfera de de cosas cosas generales, estil izadas, iz adas, abstractas, por decirlo así, lo que naturalmente no es obstáculo al refinamiento con que estas estas cosas cosas generales se ligan li gan a la personal per sonal i dad. dad. Si los trajes trajes nuevos nuevos pr oducen oducen una un a impr esión de eleganelegancia, es porque son aún aú n «rí gidos» gid os»,, esto es, porque no se han adecuado a las modificaciones del cuerpo individual, de un modo tan incondicional como los trajes muy usados, los cuales, habiendo recibido ya una forma peculiar por virtud de los movimientos de su portador, delatan en seguida la individualidad. li dad. Este Est e «ser ser nuevos», esta imposibi l idad id ad de se ser modifi cados dos según según los indivi in divi duos, es es propia en alto grado de de los adorador nos de metal metal.. E l metal metal no se hace viejo, vi ejo, permanec per manece e siem si empre pre frí o e inasequible, sobre sobre l a singular sin gular idad y modo de de ser ser de su portador, porta dor, cosa que no ocurre ocurr e con con el vestido. vesti do. U n vesti do que se ha usado durante algún tiempo, está de tal modo hecho al cuerpo, tiene tal intimidad con el cuerpo, que contradice la esencia de la elegancia. Pues la elegancia es algo para los otros, es es un concepto soci soci al que toma su valor del acatamiento general. Si pues el adorno ha de ampliar la esfera del individuo con con algo transin tr ansindivi dividual, dual, con con algo que se refiera a los l os otros y sea sea r ecogido ecogido y acatado por ellos, el los, aparte de su estructur a material, deberá poseer estilo. E l estilo es siempre algo general, general, algo que que encaja encaja los contenidos conteni dos de de la vi da y creación personales en formas f ormas comparti compartidas das por muchos y asequibles asequibles a muchos. chos. E n la obra de arte, propiamente dicha, el estil o nos in teresa tanto menos, cuanto mayor sea la peculiaridad personal y la l a vida subjetiva subjeti va que en el el la se exprese, exprese, pues l a obra de arte se dirige dir ige a la personali personal i dad del contemplador contempl ador,, que se encuentr cuentra, a, por decirl decirlo o así, solo en el mundo, frente fr ente a ell ella. a. E n cambio, en todo lo que llamamos arte industrial, cuyas produccio ducciones nes por su finalidad fin alidad util itaria itar ia se diri gen gen a una plurali plur ali--
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E l resplandor del adorno
dad de personas, pedimos un una a forma más general y típica; tí pica; en ellas no ha de expresarse solamente un alma úni ú nica, ca, sino si no una manera de sentir amplia, social e histórica, que haga posible el ordenarl as en en el sistema sistema de de vida de muchos indivi in divi duos. Es Es un gran error suponer que porque los adornados son siempre individuos, el adorno baya de ser una obra de arte individual. A l contr ari o, porque ba de servir al indi i ndivid viduo uo no n o pued puede e tener tener una naturaleza individual; así como no pueden ser obras de arte individuales los muebles en que nos sentamos, o los utensi li os con que come comemos mos.. T odo cuanto l lena el vasto cír cír culo de la vida vid a humana—al human a—al contr ario ari o de la obra de arte que no se encuentra encuentra encajada en en la l a gene general ral vida, vi da, sino sin o que forma un mundo por sí misma—ha de rodear al individuo de esferas concéntricas, cada vez rnás anchas, esferas que vayan a él o que de él partan. part an. La L a esencia esencia de l a estil est il ización iz ación consiste consist e en la disolución del acento individual en una generalización que va más más allá de la peculiari peculi aridad dad personal, per sonal, pero que ti ene como como base o círculo de irradiación lo individual, o bien lo recoge como una anchurosa corriente. Gracias al instinto que hace compr comprender ender esto, esto, el adorno ador no ha h a sido sid o siempre siempre esti l izado iz ado de un modo relativamente severo. Mas allá de su estilización formal, el adorno emplea un medio material para, para, conseguir conseguir su. final fina l i dad socia social;l; este este medio consiste en ese «resplandor» del adorno, por virtud del cual, su portador se convierte convierte en el el centr centro o de un círcul cí rculo o de ir radiaradi ación, que que i ncluye ncl uye a todo el que se encuentr encuentre e próxi pr óximo, mo, a todo ojo que mire. E l rayo r ayo de la piedra preciosa parece parece ir i r hacia el el otro, como el el bril br il lo de la mirada. E n esa radi ación está está contecontenido ni do el el signif si gnificado icado social social del adorno, el ser ser para los l os demá demás, s, la dedicación a los demás, que amplía la importancia del sujeto, y así así cargada torna tor na a éste. ste. Los L os radios radi os de este cír cír culo señalan de una parte l a distancia que pone el adorno adorn o entre entre los hombres, puesto que que uno un o de ellos ell os dice: dice: «tengo algo al go que tú t ú no tieti enes». Pero, por otra parte, no sólo permiten que los demás participen del adorno, sino que brillan justamente para los demás, más, y sólo para par a los demás demás existen existen realme r ealmente. nte. P or su materia es el el adorno adorn o dístanciación díst anciación y conni vencia a la vez. vez. Por P or eso sir ve de un modo especial especial a la vani dad, que necesit necesita a de los l os demás para poder poder despreciar despreciarlos. los. E n esto esto radica la honda h onda di fe-
rencia que existe entre la vanidad y el orgullo. Este, cuya satisfacción descansa exclusivamente en sí, suele desdeñar el «ador ad orno» no» en todos los senti dos. H ay que agregar agregar en en el el mismo sentido la importanci i mportancia a del materi material al «auténtico» autént ico».. El E l encanto encanto de de l o «aut «auténti énti co» consi consiste ste en en ser algo más más que su apari encia i nmediata, mediata, aparienc apari encia ia que comparte comparte con las fal sifi caciones. caciones. E l adorno de materi material al auténtico auténti co no es, como el fal sificado, sif icado, simple apari aparienc encia; ia; tiene raíce raí cess en un suelo más más proiun pr oiun do que que el de la mera mera apariencia. L a imit i mitación, ación, en cambio, cambio, no es es más que que aquell o que de de momento parece. parece. A sí , el hombre hombr e «autén au ténti ti co» es aquel en quien se puede fiar, aun cuando no le tengamos ante los ojos. oj os. E n ser ser más que aparienci apar iencia a consist consiste e pues el valor del del adorno; y este ser no se ve, es algo que se agrega a la apariencia, contr contrari ariame amente nte a lo que suced sucede e con l a imitación imi tación hábil. hábi l. Y como este valor es siempre realizable, como es acatado por todos y posee una relativa independencia respecto del tiempo, el adorno res r esult ulta a algo que está por por encima de la conti conti ngencia y la persona. E l adorno adorn o de bisutería bisut ería sólo sól o vale vale por por el servicio que de moment momento o presta presta a su port portador. ador. E l valor del adorno auténaut éntico ti co va más más allá; arr aiga en en las ideas que del del valor val or tiene todo el cír cír culo social, social, y se ramifica rami fica en en ellas. P or eso, eso, el encanto y la acentuación que presta a su portador individual, se nutre en este suelo supraindívídual. Su valor estético, que es un «valor para los demás», se convierte por la autenticidad, en símbolo sí mbolo de estimación general general,, y encaja dentro del del sistema sistema general de valores sociales. Durante Dur ante la E dad Media, M edia, se se dictó dictó en en Francia F rancia tina ordenanza, prohibiendo a todas las personas que estuviesen por deba jo de un rango determ determinado inado,, llevar alhajas, alhajas, de oro. oro. ClaramenC laramente se echa de ver en este ejemplo la combinación característica del adorno. E n el adorno adorn o se reúnen la acentu acentuación ación sociológica y estética de la personalidad, el «ser para sí» y el «ser para otros» otr os» resultan resul tan causas causas y efecto efectoss alternati alt ernativame vamente. nte. Según esta ordenanza, la distinción estética, el derecho a cautivar y agradar, no puede ir más l ejos que l o que determina determin a la l a esfera esfera sos ocial del indi in divid viduo. uo. J ustamente ustamente por esto, esto, al encanto encanto que en general el adorno da por su figura indi vidual, vidu al, se añade el el valor sociológico de figurar como representante de un grupo y de verse verse «adornad ador nado» o» con toda la importan impor tancia cia de este gru grupo. po. A l
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wc tu persona
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mismo resplandor que, partiendo del individuo, determina la ampliación de su propia esfera, se añade el sentido de la clase social social,, si mbolizada mboliz ada en el adorno. E l adorno ador no aparec aparece e aquí como como el medio de transformar la fuerza o dignidad social en una acentuación personal intuíble. F inalmente, in almente, las tendencias tendencias centrí peta y centr centrífu ífuga, ga, que se se dan en en el el adorno, se reúnen en en una forma f orma parti cular. E s sabido que en los pueblos primitivos, la propiedad privada de la mujer aparece, en general, después de la del bombre y, al principio, se refiere sobre todo y a veces exclusivamente al adorno. La propiedad indiv in dividu idual al del bombre suele comenzar comenzar con las armas; ello constituye una muestra de la condición predominantemente activa y agresiva del varón, que amplía la esfera de su personalidad sin aguardar a la voluntad ajena. E n cambio, en en la mujer, esta esta ampliación ampli ación de la personal personal idad— formalmente igual, igual , pese pese a las diferencias dif erencias exteriores—, dada la mayor pasividad de la naturaleza femenina, depende más L ien de de la buena volu voluntad ntad ajena. A hor a bien, toda propiedad propiedad significa una extensión de la personalidad; mi propiedad es aquello que obedece a mi voluntad, es decir, aquello en que mi yo se expresa expresa y realiz r ealiza a exteriormente. Y esto esto se verifi ca antes antes y más completamente que en parte alguna, en nuestro cuerpo, que que, por tal moti vo, constit constituye uye nuestra nuestra pri mera mera e indiscutiin discutible propiedad. Pero, cuando el cuerpo está adornado, poseemos más. más. Somos, por dec d ecir ir lo así, señores de cosas cosas más extensas, sas, y distinguidas disti nguidas cuando disponem di sponemos os de un cuerpo cuerpo adornado. do. A sí, sí , pues, pues, hay un u n pr ofundo ofun do sentido en el el hecho de que sea sea el el adorno adorn o el el que pri mero se haga objeto de propiedad propi edad pri vada; porque el adorno determina aquella ampliación del yo, traza tr aza en en derredor derr edor de nosotr nosot r os aquell a esfera esfera más extensa, que llenamos con nuestra personalidad y que está constituida por el agrado y la atención atenci ón del del medio que nos r odea—medio que pasa sin fij arse por por delante de de nuestra figura fi gura cuando ésta no está está adorn adornada. ada. E l hecho de que, que, en los estados estados pr imiti imi tivos, vos, se haga justamente propiedad de las mujeres el adorno que, esencialmente, cialmente, existe existe para l os demás, demás, no aumentando el val or y signi ficac fi cación ión del yo sino sin o merce merced d al acatamiento que al adornado sob sobreviene, reviene, revela una vez vez más el pr incipi in cipio o fundamenfu ndamental del adorno. Para las grandes aspiraciones del alma y de la
La sociedad secreta
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sociedad, que que se se compenetr compenetr an e inf i nfll uencian uen cian recíproc recípr ocame amente nte — elevación del yo por el hecho de existi r para par a los demás, demás, y elevación vaci ón de l a exis existencia tencia para par a l os demás demás por el hecho h echo de acenacentuarse y ampliarse uno a sí mismo—, ha creado el adorno una síntes sínt esis is propia pr opia en la forma for ma de l o estético estético.. E sta forma está en sí misma por encima de las diversas aspiraciones humanas, que encuentr encuentran an en en ella no sólo un campo de tranquil tr anquil a conviconvi vencia, sino aquel mutuo apoyo que sobre la contienda de sus manifestaciones emerge como intuición y garantía de su profunda unidad metafísica. ¡¡«* «* * E l secreto, secreto, como como hemos hemos visto, vi sto, es es una determin ación socios ociológica que caracteriza las relaciones recíprocas entre los elementos de un grupo, gru po, o más bien, que, que, junt ju nto o con con otras iormas ior mas de referencia, referencia, constituye consti tuye esta relación rel ación total. E n cambio, cambio, al nacer las l as «sociedades secret secretas» as»,, el secr secreto puede extenderse, extenderse, a un grupo entero. Cuando el ser, hacer y haber de un individuo es secreto, la significación sociológica de dicho individuo tiene estas tres características: aislamiento, oposición, individualización zaci ón egoísta. egoísta. E l sentido del secreto secreto es es aquí purame pur amente nte exteexterior; está constituido por la relación existente entre el que posee el secreto y el que no lo posee. Pero cuando un érupo, como tal, toma el secreto como forma de existencia, el sentido sociológico del secreto se convierte en interno y determina las relaciones rel aciones de l os que que l o posee poseen n en común. P ero como subsi ste al propio tiempo la exclu exclusión sión de los n o ini i niciados, ciados, con sus particulares matices, la sociología de la sociedad secreta plantea el complicado problema de fijar las formas inmanentes que vienen determinadas por la l a conducta conducta de un grupo que se se conduce en secreto secreto frente a otros otr os elementos. N o preludi prel udiaré aré estas consideraciones con una clasificación sistemática de las sociedades secretas, que no tendría más que un interés histórico; sus categorías esenciales se desprenderán por sí mismas. L a pri mera mera relación r elación i nterna, esencial, esencial, en la sociedad sociedad secre secre-ta, es la confianza mutua entre sus eleme elementos. ntos. De la cual nen ecesit cesita a en parti par ticula cularr medida, medida, porque el fi n del secreto secreto es es ante todo la protección. De todas las medidas de protección, que
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E Ì secreto, protector
pueden tomarse, es es i ndudabl ndu dablemente emente la l a más r adical adi cal el el hacerse hacerse invisible. E.n esto se distingue esencialmente la sociedad secreta creta del del in divid di viduo uo que busca la pr otección otección del del secre secreto. to. E l ini ndividu di viduo o sólo puede apelar apelar a tan radical rec r ecurso, urso, para acciones acciones o situaciones particulares. Sin duda, puede esconderse totalmente mente por por algún al gún tiempo ti empo,, o ausentarse ausentar se en el espacio; pero su su existencia misma no puede constituir secreto, salvo alguna combinación combinación fantástica. E n cambio, cambio, una unidad social social puede puede ocult ocultar ar su pr opia existencia. Sus elementos elementos pueden mantener mantener el más frecue fr ecuente nte trato; tr ato; pero el el becbo de que consti tuyan tu yan una sociedad, una conjuración o una banda de criminales, un conventículo ventícul o reli gioso o una un a asociaci asociación ón para la práctica de de extravagancias sexuales, puede, en principio, mantenerse secreto de un modo per per manente. De este este ti po, en el cual no están oculocul tos los in dividu div iduos, os, sino sin o el el becbo de consti consti tui r una asociaci asociación, ón, diíeréncianse aquellas sociedades que, siendo conocidas como tales, mantienen secretos, o sus miembros, o su finalidad, o sus particular parti culares es decisi decisiones, ones, como sucede sucede con muchas sociedades des secre secretas tas de de los pueblos pri miti vos y con la masonerí masonería. a. Es Es evidente que en el último últ imo tipo, ti po, la forma del secreto no concede tan absoluta protección como el primero, pues lo que se sabe de tales tal es asociaci asociaciones, ones, constitu consti tuye ye ya y a una base para par a posteriores ri ores averi averi guaciones. guaciones. E n cambio, esta estass sociedade sociedades, s, r elati vamente mente sec secretas, retas, ti enen enen a menudo la ventaja ventaj a de cierta cierta flexibi fl exibi li dad; contando de antemano con una cierta publicidad, pueden avenirse a descubrimientos posteriores mejor que aquellas cuya existencia exist encia misrna misr na es es un secreto; con frecuencia, éste éste queda destruido al primer descubrimiento, porque suele hallarse ante la radical alternativa del iodo o nada. L a debilid debil idad ad de las sociedades secretas está está en que l os sesecretos no se guardan mucho tiempo, hasta el punto de que con r azón se dice que un secreto entre entr e dos, ya y a no n o es secreto. secreto. P or eso la protec pr otección ción que dispensan, aunque au nque es absolu absoluta, ta, resulta sólo temporal; y para objetos de positivo valor social, la sociedad sociedad secreta secreta es, es, de hecho, un estadi o de tr ansi ción, que deja de ser necesario cuando llega a un desarrollo suficiente. E n tíi t íi íí mo término, térmi no, la pr otección otección que presta presta el el secreto, secreto, es análoga a la que se consigue consi gue cuando en vez vez de combati combati r l os obstáculos, los salvamos mediante un rodeo; llega un momento
E stados ascendentes y descend descend entes
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en que la fuerza es capaz de vencer esos obstáculos, y ya el r odeo es innece in necesar sario. io. Por P or eso la sociedad secreta secreta es la forma f orma social adecuada para objetivos que se encuentran, por decirlo así, en la infancia, en estado de debilidad, en el primer período de desarrollo. desarroll o. L os conoc conocimi imientos, entos, las l as reli giones, las morales, los parti dos nuevos, son son con fr ecuencia ecuencia débil débiles es y necesitados necesitados de protecc pr otección; ión; por eso se esconden. esconden. P or esta esta r azón, las épocas en que surge sur gen n nuevas ideas ideas contr a l os poderes exist existentes, entes, parecen como predestinadas para el florecimiento de las sociedades des secretas secretas,, como ocur ocurre, re, v. gr., gr., en el siglo si glo xvm. A sí , para no citar más más que que un ejemplo, ya entonces entonces existían en A leman ia los elementos de un partido liberal; pero su concreción en una organi zación polít ica .permanente .permanente era impedida impedida por los poderes del del E stado. La L a sociedad sociedad secreta secreta era, pues, la l a úni ca for for ma en que podían mantenerse y desarrollarse los gérmenes de una nueva organización. organi zación. Tal T al hi zo sobre sobre todo t odo la orden de los Iluminados. I gual protección protección que al desarrollo desarr ollo ascende ascendente, nte, presta al desdescendente cendente la sociedad se secreta. creta. Las La s aspi raciones ra ciones y poderes poderes sociales que van siendo expulsados por otros nuevos, se refugian en el secreto, secreto, que consti consti tuye, por decirlo decir lo así, un estadio estadio interin termedio medio entre el el ser y el el no ser. Cuan C uando do a fines de la E dad M edía comenzó en Alemania la opresión de las corporaciones municipales muni cipales por los poderes poderes centr centrales ales fort alecidos, desar desarrol rollólóse en aquellas una amplía vida secreta. Refugiáronse en asambleas y asociaciones ocultas, en el ejercicio secreto del derecho y el el poder, poder, del mismo mi smo modo que los l os animal es buscan bu scan el amparo de sus cuevas cuando están próximos a morir. Esta doble funci fu nci ón protectora de las sociedades sociedades secretas, secretas, como estación taci ón intermedia, int ermedia, tant o para poderes poderes ascendentes, ascendentes, como para fuerzas fuer zas decade decadentes, ntes, se se percibe acaso con máxi ma claridad clar idad en lo religioso. reli gioso. M ientr as las comunidades comunidades cri stianas eran perseguidas por por el Est ado, tenían que esconde esconderr sus reuni ones, sus oficios, su existencia existencia toda. E n cambio, cuando el el cristian crist ianismo ismo se trocó en religión del Estado, no les quedó a los adeptos del paganismo perseguido y moribundo otro recurso que el mismo secreto, a que antes habían obligado ellos a los cristianos. E n general, general, l a sociedad sociedad secreta secreta es es corr correlati elati va del despotismo y de la limitación policíaca, como protección, tanto defensiva
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La ccnhanza
como ofensiva frente a la opresión violenta de los poderes central centrale es. Y esto esto no sólo s ólo en la políti polí tica, ca, sino también en el el seno de la Iglesi I glesia, a, de de los establecimientos establecimi entos de enseñanza y de de las familias. A este carácte carácterr de protección—cuali dad externa—corresponde, como cualidad interna, en las sociedades secretas, la confianza mutua de los copartícipes. Trátase de una confianza muy espec especial ial,, l a confi confi anza en la capacidad capacidad de callar callarse se.. L as asociaciones diversas diver sas pueden basarse en en diversos divers os supuestos de de confi confianza: anza: confi confi anza en la capacidad capacidad para los l os negocios, negocios, en en la convicción religiosa, en el valor, en el amor, en la honradez o—como o— como suced sucede e en las sociedades sociedades de malhecho malh echorr es —en la r uptura tur a radica.! radica.! con todas las veleidades veleidades morales. moral es. P ero cuando la la sociedad es secreta, añádese a todas estas formas de confianza, determinadas determinadas por por el fin fi n de la asociaci asociación, ón, l a confi confianza anza formal en la di screción, screción, en la capacidad capacidad de guardar guardar el secre secreto. to. E n ú ltimo término, esta confianza viene a ser la fe en la personalidad; pero una fe que que tiene ti ene un carácter más sociol s ociológico ógico y abstracto tr acto que ningu ni nguna na otra, otr a, pues bajo baj o su concepto concepto pueden col coloocarse todos ios cont conteni enidos dos de vida vi da común común que se quiera. quier a. A esto esto se añade que, salvo exce excepciones, pciones, no hay h ay otra otr a clase de confi anan za que necesite, como ésta, tan constante renovación subjetiva; pues cuando se trata de creer en la inclinación o en la energía, en la moral o en en la inteli gencia, gencia, en la l a honradez o en en el tac t acto to de una persona, es más fácil que se produzcan hechos en que pueda fundar fun darse, se, de una vez para siempre, una u na cierta cantidad canti dad de confianza, y se reducen al mínimum las posibilidades de desengaño desengaño.. Pero la i ndiscreción ndi screción dep depende ende de de una impr evisión momentánea, de una debilidad o excitación ocasional, de un matiz con acento acaso inconsciente. Guardar el secreto es tan difíci dif ícil,l, son tan múltipl múlt iples es las tentaciones tentaciones de revelarl o, hay, en muchos casos, un camino tan continuo y llano desde el silencio hasta la indi i ndiscreción screción,, que en en esta esta clase clase de confianz confi anza a ha de predominar siempre siempre el el factor factor subjeti vo. P or esta esta razón, raz ón, las sociedades secretas—cuya forma rudimentaria es el secreto compart compartido ido entre dos, dos, y cuya extensi extensión ón por todos todos l os lugares y todos los tiempos no ha sido aún debidamente estimada, ni siquiera, acaso, en lo cuantitativo—son una excelente escuela de relación rel ación moral entre los hombres. hombres. L a confian confianza za de u n h om
Aprendizaje del silencio
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bre en otr otro o posee posee un val or moral tan al to como la debida corr espondencia espondencia a dicha confi confi anza; y acaso acaso más más meritorio meritor io aún, porque la confianza confia nza que se se nos otorga, otorga, conti contiene ene un prejuicio preju icio casi constrictivo, y para defraudarla es preciso ser positivamente mente malo. E n cambio, cambio, la confi confi anza se «regala»; «regala»; no puede puede solicitarse en la misma medida en que puede exigirse que se corresponda a ella, una vez otorgada. Las sociedades secretas buscan, como es natural, medios para favorecer psicológicamente la discreción, que no puede imponerse directame directamente. nte. E n primer pri mer lugar, figuran entre entre ell os el jur j uramento amento y l a amenaza amenaza de casti castigo go.. E stos medios no requieren expli expli cación cación alguna. al guna. M ás interesa int eresante nte es es la l a técnica técnica frecuenfrecuente que consist consiste e en en some someter ter al novi cio a un aprendizaje aprendizaj e del del silencio. Teniendo en cuenta la dificultad, ya mencionada, de callar; call ar; teniendo teniend o en cuenta, cuenta, sobre sobr e todo, la estrecha asocia asociación ción que en los estadios primitivos existe entre el pensamiento y su expresión verbal verbal —para los niños ni ños y para para muchos pueblos pueblos pripr imitivos mit ivos pensar y hablar h ablar es casi lo mi smo—, se neces necesit ita, a, ante ante todo, haber aprendido a callar para poder aspirar a que los demás conf confíí en en que mantendr mant endremo emoss ocult ocultas as determinadas cosas (l). A sí se refiere de una un a sociedad secre secreta, ta, en la i sla de Ceram, del archipiél archi piélago ago de de las M olucas, que el el muchacho mu chacho que que solicita el ingreso en ella, no sólo ha de callar todo cuanto presencia al entrar, sino que, durante algunas semanas, no puede puede hablar hablar una palabra con con nadie, ni siquiera con con su famili a. A quí qu í no infl uye, de seguro, seguro, solamente solamente el el valor pedagógico pedagógico del del silenc sil encio io absolut absoluto; o; a la indif i ndiferenc erenciación iación espiri espiritual, tual, propia de (l ) L a sociedad sociedad Kumana está condicionada por la capacidad capacidad de kakl ar; paro recibe su forma—l o que, naturalmente, sól o se manifiesta acjuí y allá —por la capacidad capacidad de callar. Cuando todas las representaciones, sentimientos, impulsos, brotan libremente en el discurso, surge una contusi contusi ón caótica, en vez de un concierto orgánico. Focas veces se advierte claramente claramente la necesidad necesidad del si lencio para el trato regulari zado, porque ello nos parece parece cosa sobreente sobreentendida, ndida, aunque tiene, tiene, sin duda, su evolución hi stórica, que arranca de la charla del ni ño y del neéro (que éstos necesitan necesitan para cjue sus representarepresentaciones adquieran adquieran al guna concreción concreción y seguridad) seguridad) y termina en la urbani dad de las culturas elevadas, uno de cuyos requisitos es el sentimiento de cuándo liemos de Hablar y cuándo callar; v. ¿r., tíue el el dueño de la casa debe reservarse mientr as los invit in vit ados sostienen la conversac conversación, ión, y debe debe de intervenir, en cambio, cambio, tan pronto como se se proclu proclu ce un vacío. U n grado intermedio podría estar f ormado por las guildas medievales, medievales, en cuyos estatu tos se castigaba al
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t*l silencio ascético
este estadio, corresponde además la absoluta prohibición de la palabra en un período en que han de callarse cosas muy concretas Es este un radicalismo análogo al que lleva a los pueblos poco desarrollados a recurrir a la pena de muerte, en casos casos en que que más más tarde un delito deli to parcial par cial recibe una pena parcial, o a entregar una parte completamente desproporcionada del patr i monio moni o por algo al go que, que, de momento, atrae. L o que se se expresa en todo esto es la «torpeza» específica, cuya esencia consiste, sin duda, en la incapacidad de provocar una inervación exactamente adecuada al fin determinado y concreto. E l torpe mueve mueve el el brazo entero, entero, cuando para su fi n l e bastaba bastaba con mover dos dedos; mueve el cuerpo entero, cuando lo indicado era mover solamente el el brazo. br azo. P or eso, en el el caso a que nos referi mos, la asociación asociaci ón psicológica psicológi ca exagera exagera enormement enormemente e el peligro de la indiscreción y, por eso, no limita la prohibición a su objetivo concreto, sino que la extiende a toda la función de hablar. E n cambio, cuando l a asociaci asociación ón secre secreta ta de los pitagóricos prescribía a los novicios un silencio de varios años, probablemente, pretendía algo más que un fin de entrenamiento para que apr endiesen a guardar l os secretos secretos de la asociación; asocia ción; pero pero la causa causa no era era sólo aquell aquell a torpeza, sino sin o la ampliación ampli ación del fin diferenciado. dif erenciado. N o se conformaban confor maban,, en en efecto, efecto, con con que el adepto aprendiese a callar algo determinado, sino que cjuerían due aprendiese aprendiese a dominar se, en en general. general. L a asociación I mponía una severa disciplina y una pureza estilizada de la vida; y el que conseguía estar unos años sin hablar, se encontraba en disposición de resistir a otras tentaciones, además de la indiscreción. O tro medio de asentar sobre una u na base objetiva objeti va la discreción fue empleado empleado por la asociación asocia ción secreta secreta de de los druidas dru idas de las Galias. Sus secretos consistían principalmente en cantos reli rel i giosos, que i odo drui dr uida da tenía, tenía, que aprender de memori memori a. Pero las cosas estaban dispuestas de tal manera—especialmente mente gracias gracias a la. la. pr ohibi ohi bición ción de escri escri bir l os cantos—que cant os—que para aprendérselos todos se requería mucho tiempo, hasta veinte años. años. Est a larga l arga dura du ración ción del del aprendizaje, aprendizaj e, daba daba por resulresul tado que antes de conocer algo importante, digno de revelación, se se producía el hábit o gradu gradual al de la discreción; la tentación de revelar los secretos secretos n o cae, cae, por decir decirlo lo así de pronto, pr onto,
Carácter individualizador de la escritura
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sobre sobre el espíritu espíri tu indisci in discipli pli nado, el el cual, gracias gracias a esto, esto, pue puede de exostumbrarse lentamente a resistirla. Pero la prohibición de escribir los cantos, penetra en esfera de rnayor importancia import ancia sociológica Es E s algo más más que una precaución precaución contra contr a el descubri descubri miento de los secre secretos. tos. E l hecho hecho de que la enseñanza enseñanz a haya de basarse en en el trato tr ato personal , de que la fuente del aprendizaje consista exclusivamente en la asociación, asociación, y no en un u n escrito escrito objeti objeti vo, li ga a los l os miembros de un modo incomparable con la comunidad y les hace sentir perdurablemente que, desprendidos de la substancia colectiva, perderían también, irrevocablemente, la suya propia. Acaso no se haya hecho resaltar debidamente hasta qué punto en las civili civi li zaciones maduras maduras la objeti objeti vación del espír espíritu itu favorece favorece la independencia del individuo. Mientras la vida espiritual del indi viduo viene determinada determinada por por la tradición tr adición inmediata, inmediata, por por la enseñanza enseñanza indivi in divi dual , y, sobre todo, por normas trazadas trazadas por autoridades personales, el individuo está encajado solidariame ri amente nte en el el grupo gru po vivo que le rodea; sólo el grupo le presta la posibili posibi li dad de de calmar su existencia espiritual espiri tual;; los canales por donde se alimenta esa su vida espituai fluyen iodos entre el medio y él. P ero cuando el tr t r abajo abaj o de de l a espe especie cie na capitali pit alizado zado sus productos productos en en forma for ma escri escrita, ta, en en obras obras visibles visibl es y ejemplos perdurables, interrúmpese aquella corriente orgánica entre entre el el grupo gru po actual actual y sus miembros indi viduales; vidu ales; el proceso proceso de la vida no íiga íi ga al al indivi in divi duo contin contin uamente uamente y de un modo exclu exclusivo sivo al grupo, sino que aquél aquél puede nutrirse nutri rse de fuentes objeti objetivas, vas, que no requieren presencia presencia personal. E l hecho de que. esta provisión acumulada haya surgido de los procesos del espíritu social, es cosa relativamente indiferente; no sólo porque lo que ha cristalizado en dicha provisión es la obra de generaciones a veces muy remotas, sin relación ya con los sentimi entos presentes presentes del del indi in divi viduo, duo, sino sobre sobre todo porque lo importante es la forma objetiva de esta provisión, el hallarse desligada de la personalidad subjetiva, con lo cual el individu o encuentra encuentra a su disposición di sposición un ali mento stxprasocial, stxprasocial, y entonces la medida y clase de su contenido espiritual depende más de su capacidad de aprender que de aquello que se le ofrece. L os lazos parti par ticularmente cularmente estrechos estrechos que li gan a los miemmi embros de una sociedad secreta y de los que hablaré más ade-
Publicidad de la escritura
La. carta y la conversación
lante—lazos que encuentran su categoría específica sentimental en la «confianza»—, son causa de que, cuando su principal objeto es la comun comunii cación de conteni conteni dos espirit espir itual uales, es, se propr ohíba lijarlos por escrito.
P ero, precisamente, precisamente, su indefensión indefensi ón contr contra a todo el que quiera conoce conocerl rl a es es la que hace hace que la indi in discreción screción para con con la carta carta aparezca como particularmente innoble. Para personas de finos sentimientos, esta indefensión de la carta es el mejor amparo de su secreto. Así, pues, la carta debe justamente a la supresión objetiva de todo seguro contra la indiscreción, el aumento subjetivo de esta seguridad. De aquí brotan singulares oposiciones que caracteri caracterizan zan la carta carta como fenómeno fenómeno sociológico. sociol ógico. L a forma de de la expresión epistolar significa una objetivación de su contenido, que constituye una singular síntesis, cviyos términos son de una parte el hecho de estar destinada a un individuo concreto, y de otra parte la personalidad y subjetividad que el corr esponsal esponsal pone pon e en su carta, carta, a diferencia del escri escritor. tor. Y , preciprecisamente, samente, en en este este úl ti mo sentido, senti do, ofrece ofrece la l a carta caracteres caracteres especiales, como forma de trato entre personas. Cuando los interl in terloc ocutores utores se hal lan la n en presenc presencia, ia, cada uno un o de de ellos ell os da al otro algo más más que el mero mero conteni conteni do de las palabras. palabras. A la vista de l a otr otra a persona, penetramos en l a esfera de sus sentimientos, no expresable en palabras, pero manifiesta por mil matices matices de acentuación y r itmo it mo;; el el conteni do lógico o queri querido do de nuestras palabras experi experi menta un enriquec enri quecimi imiento ento y complemento de que la carta sólo ofrece analogías mínimas, y aun estas estas son son en su mayoría r ecuerdos ecuerdos del del trato personal. personal. L a ventaja y el inconveniente de la carta consiste, en principio, en no dar más que la pura substancia de nuestras representaciones momentáneas y en callar lo que no podemos o no queremos decir. decir. Y , si n embargo, la carta—cuando se diferencia diferencia del ensayo por algo más que por no estar impresa—es algo completamente subjetivo, momentáneo, puramente personal, no sólo tratándose de explosiones líricas, sino de comunicaciones absolutamente concretas. Esta objetivación de lo sub jetivo, jetivo, este este desnudar desnudar lo subjetivo subjetivo de todo aque aquello llo que que en el momento no se quiere revelar acerca de la cosa y de uno mismo, es sólo posible en épocas de cultura elevada, en las cuales los bombres bombres dominan la l a técnica técnica psi cológi cológica ca lo l o bastante para prestar forma duradera a sus sus sentimientos senti mientos y pensamientos momentáneos, a esos que sólo se piensan y sienten momentáneamente, respondiendo a ía sugestión y situación actual. 10
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D I G R E S I Ó N
A C E R C A D E L A ESCRITA
C O M U N I C A C I Ó N
E ncajan aquí algunas consideraciones sobre sobre la sociol sociología ogía de la carta, porque, evidentemente, evi dentemente, la carta ofrece un u n carácter carácter pecul peculiar iar dentr dentro o de la categorí categorí a del secreto. secreto. En E n primer pr imer término, el escrit escrito o es por por esencia opuesto a todo secreto. secreto. A nt es de que se empleara generalmente la escritura, toda transacción jurídica, por por sencil la que fuese, fuese, deb debía ía celebrarse celebrarse ante testigo t estigos. s. L a forma escrita bace inútil este requisito, porque implica una «publ icidad» ici dad» que, que, si bien es potencial potencial , en cambio cambio es il imitada; imi tada; signifi signi fica ca que no sólo los testigos, testigos, si no cualesquiera cualesquiera personan personan,, pueden saber que se ba celebr celebrado ado el contr contr ato. N uestr uest r a conciencia ciencia tiene a su disposición dis posición una forma f orma singular, singul ar, que puede puede llamarse «espíritu objetivo» y que consiste en que las leyes naturales y los imperativos morales, los conceptos y las formas mas artí sticas, están están a la disposi ción de quien quiera y pueda pueda aprehenderlos, pero son independientes, en cuanto a su validez eterna, de que sean o no aprehendidos y de cuando acontezca esto. L a verdad, verdad, que como producto pr oducto es es por esencia esencia muy disti nta de su objeto real efí mero, mero, sigue si gue siendo verdad sea sea sabida y reconoc reconocida ida o no; la ley moral moral y jur j urídi ídi ca rige, sea sea o no no cumplida. Esta categoría, de incalculable transcendencia, halla en la escri escritur tura a su símbolo símbol o y sostén sostén sensibl sensible. e. Una U na vez fij ado por por escrito., el contenido espiritual ha adquirido forma objetiva, su existencia se ha hecho en principio independiente del tiempo y accesible a ilimitado número de reproducciones sucesivas o simultáneas en la conciencia subjetiva, sin que su sentido y validez vali dez dependa de que se verifi veri fiquen quen o no estas real i zaciozaci ones nes en el alma de de los los indivi in divi duos. A sí l o escrito posee una existencia objetiva, que renuncia a toda garantía de secreto.
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La curta es equívoca
C uando uan do un. un. producto pr oducto interno int erno tiene ti ene el carácte carácterr de «obr «obra», a», esta forma for ma duradera es es absolutamente absolut amente adecuada. adecuada. P ero en l a carta hay una contr contr adicción entre el el carácte carácterr de su contenido y el de su forma; para para producir , tolerar y uti u tilili zar esta contr contradicadicción, bacen falta una objetividad y diferenciación dominantes. Esta síntesis halla otra analogía en esa mezcla de precisión si ón y vaguedad, que es propia de l a expresión escrita escrit a y sobre sobre todo de la carta. Aplicados a la comunicación de persona a persona, son estos estos caracteres caracteres catego categorí rías as sociológicas sociológi cas de primer orden, en en cuya esfera esfera se encuentr encuentr an evidentemente evidentemente todas las consideraci ones de este capítul capít ulo. o. P ero no se trata tr ata aquí sencillamente del más o menos que uno dé a conocer al otro acerca de sí mismo, sino de que lo comunicado es más o menos claro para el que l o recibe, recibe, y de que, que, a modo de compensación, compensación, la falta de claridad va unida a una pluralidad proporcional de posibles interpretaciones. Seguramente en toda relación duradera dera entre entre ios bombres, bombres, l a proporción pr oporción variable vari able de claridad clari dad y de interpr in terpretación etación en en las manifestacione mani festaciones, s, juega, al menos en sus resultados resul tados prácti cos, un papel cada vez más más consciente. consciente. La expresión escrita aparece primeramente como la más segura, como la única a ía que no puede quitarse ni ponerse una coma. coma. P ero esta prerroga prerr ogati tiva va de l o escri escrito to es simple simpl e consecuencia de un defecto; defecto; proviene provi ene de que le falta falt a el acompañamient o de la voz y del acento, del del gesto y de la mímica, mí mica, que en en la l a palabra bablada son fuente, tanto de mayor confusión, como de mayor clar claridad. idad. E n realidad, el que recibe recibe la carta no suele conformar se con el sentido senti do puramente pur amente lógico l ógico de las palabras,, que la carta transmite sin duda con más precisión que la conversación; versaci ón; más aún, aún , en en incontabl incont ables es casos no puede hacerse hacerse esto, esto, por por que sólo para entender el el sentido senti do lógico lógi co bace ya falta fal ta algo más. P or eso la carta, cart a, a pesar pesar de su claridad clar idad,, o más exacexactamente, graci gracias as a ell ell a, es es más más que l a conversaci ón el lugar de las «interpr etaciones» etaciones», y por tanto tant o de de las malas inteligenc int eligencias. ias. Correspondiendo al nivel de cultura que exige una relación ci ón o perí odo de de relaciones, rel aciones, fundados fun dados en. en. la correspondencia corr espondencia epistolar, las determinaciones cualitativas de esta quedan fuertemente temente diferenciadas. diferenci adas. Lo L o que por esencia esencia es es clar clar o en en las manifestaciones humanas, resulta más claro todavía en la carta que en l a conver conversación; sación; lo que en pri pr i ncipi nci pio o es más más propicio propi cio a
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Complejidad de la mutiza comprensión
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interpretac int erpretaciones iones varias, resulta también t ambién en la carta carta más confuso fu so qxie en la conversación, conversaci ón, Si S i expresamos esto en las l as categorías de l a li bertad o de la suj eción en que el que rec r ecibe ibe la la comuni comunicación cación se se hall a frente al otro, diremo di remoss que por lo que se refiere a la substancia lógica, la comprensión está más constreñida tr eñida en la carta que en la conversaci conversación, ón, paro en cambio es más libre li bre en en lo que se refiere al al sentido senti do personal y profundo. pr ofundo. P uede dec decir irse se que la conversaci conver sación ón revela el secreto, merced a io que el interlocutor deja ver sin dejar oír. merced a los múltiples ti ples imponderabl es del del trato; tr ato; en en cambio, nada n ada de esto esto exist existe e en la carta. carta. P or eso la carta es es más clara clar a en lo l o que no toca al secreto secreto del del otr o, y en en cambio cambi o es es más más oscur oscura a y multí mul tívoca voca en en lo lo que a ese ese secreto secreto se refiere. refi ere. E nti nt i endo end o por secreto secreto del otro, otr o, aquell os sentimient senti mientos os y cuali dades que que no pueden pueden expresarse expresarse lógicamente, pero a los cuales recurrimos incontables veces para comprende comprenderr mani festaciones festaciones plenamente plenamente concretas concretas.. E n l a conversación, conversación, esto estoss elementos elementos auxiliar auxil iares es de la interpretación int erpretación están de tal modo fundi dos con el conteni cont enido do conceptual conceptual , que forman una unidad de intelección. Quizás sea este el caso más acusado de un hecho más general: que el hombre no puede separar separar lo l o que que realme real mente nte ve, oye, averigua, averi gua, de aquell o en que se transfor tr ansforman man estos datos datos merced merced a sus interpr in terpretaciones, etaciones, adiciones, adiciones, deduccione deducciones, s, tr ansformaciones. ansformaciones. U no cT cTe los resultar esultados espiri tuales tual es de la correspondencia corr espondencia por escri escrito, to, consiste consi ste en separar de esta unidad ingenua uno de sus elementos, poniendo así de relieve la pluralidad de factores que, en principio, constituyen el fenómeno en apariencia tan sencilla de la «mutua comprensión». * ❖* A l estudiar la técnica técnica del secreto, secreto, no debe debe olvi olvidarse darse que este no es meramente un medio, a cuyo amparo pueden fomentarse mentarse los fines materiales materiales de la asociaci asociación, ón, sino sin o que muchas vcccs Is. asociación sirve para garantizar el secreto de determinados conteni contenidos. dos. Esto E sto acontece acontece en un tipo parti cular de sociedades sociedades secretas, secretas, cuya substancia substanci a está está consti tuida tu ida por una doctr doctrina ina secreta secreta,, por un «saber» saber» teórico, místi co, co, reli gioso. E n estos casos, el secreto es un fin sociológico en sí mismo; se
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E fectos sociales del del secreto
trata de conocimientos que no deben penetrar en la multitud; los iniciados forman comunidad, para garantizarse mutuamente mente el secreto. secreto. Si l os iniciados ini ciados fueran una simple suma de personali personal i dades inconexas, in conexas, pronto pront o se perder perdería ía el secreto; secreto; pero la socialización ofrece a cada uno de estos individuos un apoyo psicológico, para librarl libr arle e de la tentación de ser ser indiscre indi screto. to. A i paso que, como be becbo resaltar, resaltar , el secreto secreto produce un efecto efecto aislador aisl ador ei ndividu ndi viduali ali zado!', la socializ social ización ación del secre secreto to produce un efecto efecto inverso. E n todas las clase cl asess de asociacioasociaciones, alternan la necesidad de individualización y la de socialización dentro de sus formas, e incluso de sus contenidos; di jéras jérase e que que así así se satisía satisíace ce la exige exigencia ncia de una proporc proporción ión perpermanente en en la mezcla, mezcla, empleando canti dades sujetas suj etas a constante cambio cualitati cuali tati vo. A sí la sociedad secreta secreta compensa compensa el aislami ais lami ento propi pr opio o de todo lo secreto secreto con el becbo de ser ser sosociedad. E l secreto secreto y el aislamiento individual son de tal modo correlativos, que la socialización puede representar frente al primero mero dos dos funci f unciones ones completamente completamente opuestas. opuestas. E n prime pri merr l ugar, puede puede ser ser di rectamente buscada, como se ba aicbo, ai cbo, para para compensar el efecto aislador del secreto, para satisfacer, dentro del secreto, el instinto de sociabilidad que el secreto cobibe. P ero por otra parte, part e, el secre secreto to pierde importancia import ancia cuando por razones de contenido se repugna al aislamiento, en principio. pi o. La L a masonería masonerí a declar declara a que que quiere qui ere ser ser la sociedad más gegeneral, la «asociación de las asociaciones»,la única que rechaza todo fin y toda tendencia particularista y quiere utilizar como contenido exclusivo lo común a todos los hombres buenos. Y paral elamente a esta tendencia, es es cada cada vez más más in difedi ferente el carácter del secreto para las logias, quedando reducido a exteri exterioridades oridades merame meramente nte formales. formal es. P or consiguiente, no hay contr cont r adicción adi cción en que el el secreto secreto sea sea unas veces veces favorecido fav orecido y otras menoscabado por la socialización. Estas son formas diversas en que se expresa su conexión con la individualidad; poco más o menos en el sentido senti do en que que la conexión conexi ón de la debil idad id ad con con el temor, temor, se verifi veri fica ca unas veces veces buscando el débil la sociedad para protegerse, y otras huyendo el débil de la sociedad, por por creer creer que ésta ésta le ofrece mayor mayor es peli gros que el aislamiento.
Lii jerarquía
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L a inici in iciación ación gradual de los miembros pertenece pertenece a un grugr upo muy amplio de formas sociológicas, dentro del cual las sociedades ciedades secretas secretas se señalan señala n de un modo especial especial.. N os referi mos al pri ncipi o de de la jerarquía, jerar quía, de la ordenación ordenaci ón gradual en los elemento elementoss de una sociedad. sociedad. E sa finur a y sistematización con que precisamente las soci soci edades edades secretas secretas organi organ i zan su didi visión del trabajo y la jerarquía de sus miembros, depende de uno de sus rasgos, de que hablaremos más adelante con mayor detenimiento: de la marcada conciencia que tienen de su vida, y que las empuja a suplir con una constante voluntad reguladora las fuerzas organizadoras instintivas y a sustituir el crecimiento de dentro a fuera con una previsión constructiva. Este r acional acion alii smo de su forma for ma se se expresa de un modo percepti perceptible ble en su su clara arquitec arqui tectur tura. a. Tal T al era, v. gr., la estructura estructur a de la sociedad secreta checa Omladina, antes mencionada, que copiaba uno de los gru grupos pos de carbonar carbonarios ios y cuya organiz or ganización ación se hizo pública en el año 1893, a consecuencia de una indagación judicial. judicial . L os dir ectores ctores de de la O mladi na se se divi dían en en «pul gares» y «dedos». dedos». E n sesión secreta los pr prese esentes ntes eligen eli gen el «pul gar»; éste éste elige cuat cuatro ro «dedos»; los dedos eligen eli gen a su vez un pulgar, y este este segundo segundo pulgar pu lgar se presenta presenta al prime pri mero. ro. E l segundo pulgar elige o otr tros os cuatro cuatr o dedos, dedos, y éstos éstos a su vez un pulgar, y de de esta manera manera va cont contin inuand uando o la organización. organi zación. E l primer pulgar conoce a todos los pulgares; pero éstos no se conocen entre sí. sí. L os dedos dedos sólo sól o conocen a los otr os cuatro cuatr o que están están subordi subordi nados al mi smo pulgar. Toda l a activi dad de la Omladi Oml adina na está está dirigida dir igida por por el primer pri mer pulgar, «el «el dictador». Este Est e pone en conocimi ento ent o de de l os demás demás pulgares pulgar es todas t odas las empresas planeadas; los pulgares transmiten las órdenes a los dedos que les están subordinados, y los dedos a los miembros de la Omladina que tienen a su cargo. E l hecho de que la sociedad sec secreta reta baya de ser organi organ i zada, desde desde su base, base, reflexivament refl exivamente e y por volun vol unta tad d consciente, consci ente, ofrece un ampl i o campo campo de de acción al singul si ngul ar placer de creacreación que producen producen semejantes semejantes constr constr ucciones arbitrar ias. T odo sistema—la ciencia, la conducta, la sociedad—implica una manifestación ni festación de poder; poder; some somete te una materia, aj ena al pensamiento, a una forma elaborada elaborada por el pensamient pensamiento. o. Y sí cabe cabe decir esto üe todos los intentos de organizar un grupo, según prin-
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cipios, con mayor motivo podrá decirse de la sociedad secreta, que no va creciendo, sino que se construye, y tiene que contar con menos elementos parciales ya formados que ninguna otra sistematizaci sist ematización ón despótica despótica o social socialist ista. a. A l placer de planear \ constr constr uir , que ya en sí sí es expresión de la volund volu ndad ad de poder, poder, agrégase en este caso una incitación particular: la de disponer de un amplio círculo, idealmente sometido, de seres Irumanos, para constr constr uir un esquema esquema de posiciones y jerar jerarquías. quías. E s característico que este placer, en ocasiones, se desprenda de toda uti li dad y se explaye en la construcc constru cción ión de edifi edifi cios jerárqu jer árquiicos totalmente fantásticos. A sí ocurre, v, gr., en ios grados elevados elevados de de la masonerí a dege degenerada. nerada. Como caso caso típico tí pico indi i ndi caré algunas particularidades de la organización de la «Orden de los constructores africanos», que nació en Alemania y Francia a mediados del siglo xvm, y que edificada con arreglo a princi pr incipios pios masónicos, masónicos, pret prete endía, ndía, aniquilar aniquil ar l a masone masonerí ría. a. L a administración de esta sociedad, muy reducida, estaba a cargo de quince funcionarios: summus magister, summi magistri locum tene tenes, s, pri or, subpriór, magister magister , etc. etc. Los L os grados de la asociación eran siete: el aprendiz escocés, el hermano escocés, tfv.es regii , el eq/ue q/ ues el maestro escocés, el caballero escocés, el etfv.es de secta consueta, el eq/ ues sil si l entii enti i r egii. gii . etc. E n análogas condi condicione cioness que la jerarquía, evolu evoluciona ciona dentro de las sociedades secretas el ritual. También en este punto la falta de prejuicios históricos, el estar construida la sociedad sobre sobre una base base arbitr aria, determinan determinan una gran libertad y ri queza de formas. Acaso no baya rasgo alguno que distinga tan típicamente la sociedad secreta de la pública, como el valor que en aquélla adquieren los usos, fórmulas, ritos, y su preponderancia y aun oposición frente a los fines de la asociación. E n ocasiones, preoc pr eocupan upan estos estos fines fi nes menos que los secretos secretos del ritual. ritu al. L a masonerí masonería a declar declara a expresam expresamente ente que no es es una asociación secreta, que no hay ningún motivo para ocultar la pertene pert enencia ncia a ella, que no son secre secretas tas sus intencione int encioness y sus actú'i dades, y que el jur j uramento amento de secreto secreto se refiere refi ere exexclusivame clusi vamente nte a las formas del ri tual masón. Es E s caracteríscaracterístico ti co l o que en el primer pr imer artícul art ículo o de sus sus estatutos disponí a la Orden Or den estudianti estudianti l de los Amicistas, Amicist as, a fines fines del del siglo si glo xvm: xvm: «El «E l deber sagrado de todo miembro es guardar el mayor silencio
sobre sobre cosas cosas que atañen al al bien bi en de de la l a Orden. Ord en. E ntre ntr e ell ellas as figufi guran los si gnos de la Or den y de de reconocimiento reconocimiento y los nomn ombres de de l os hermanos, herma nos, las solemnidad sol emnidades, es, etc.» etc.» L o curioso curi oso es que más adelante, adel ante, en el mismo mi smo estatuto, se se explica expli ca sin disimulo y con detalle el fin y la naturaleza de la Orden. E n un l i bro br o de escasas escasas dimensi ones, en que se descri describe ben n la consti consti tución tuci ón y natur nat uraleza aleza de de los carbonari os, la enumeración enumeración de las fórmulas y usos empleados para la recepción de nuevos miembros y para las reuniones, reun iones, ocupa ocupa 7s páginas. páginas. N o hacen hacen falta falt a más ejemplos. ejemplos. E l papel papel que desem desempe peña ña el r itual itu al en en las l as sociedades secretas, es suficientemente conocido, desde las asociaciones religiosas y místicas de la antigüedad hasta los «ro sacruz» sacru z» del del siglo si glo xvm y, por otra otr a parte, las más más famosas famosas bandas de crimínales. crimín ales. L a motivación moti vación sociológica de de ell ello o es es la siguiente: L o que llama la atención en el ritual de las sociedades secretas es no sólo la severi severi dad con con que se observa, observa, sin s ino, o, sobre sobre todo, el cuidado con que se guarda su secreto, como si su descubrimiento cubri miento fuese fuese tan peli peli groso como el de ios fines fi nes y actividades de la asociación o el de su pr opia existenc existencia. ia. L a utili dad de esto es, probablemente, que la sociedad secreta sólo se convierte en unidad cerrada, cuando introduce un complejo de formas for mas exteri exteriores ores en el secreto secreto de su acti actividad vidad e interese in tereses. s. L a sociedad sociedad secre secreta ta traía traí a de de constit constituir uir , bajo baj o l as categ categorías orías que le son propias, una un a totalidad total idad de vida; por p or eso, eso, en derr derred edor or de su fin, fin , que acentúa acentúa enérgicame enérgicamente, nte, constr construye uye un sistema sistema de fór fór muías, muí as, que l o rodean, como el el cuerno al al ma, y lo pone todo ello ell o bajo l a pr otección del secreto, por por que solamente sol amente así se transforma todo en un conjunto armónico, cuyas partes se apoyan mutuamente. Es necesario acentuar particularmente eí secreto secreto de lo externo, porque éste no está está tan claramente justificado por por el el interés interés inmediato, inmediato, como como los fines fines reale realess de la asociación. asociaci ón. E ste fenómeno es semejante al que se produce en el ejército o en en las l as comunidades religiosas. reli giosas. E l hecho hecho de de que que en arabos ar abos conjunt conju ntos os ocupe ocupe tanto tant o espacio espacio el esquematismo, esquematismo, las fórmulas, la determinación del comportamiento exterior, se explica, porque ambos organismos asumen al hombre en su total idad, id ad, es es decir decir,, que que cada uno de ellos ell os proyecta proyecta la l a vida vid a entera sobre un plano particular, cada uno reúne en una unidad
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L ibertad de la sociedad secreta secreta
cerrada una pluralidad de energías e intereses, desde un punto de vista espec especial ial.. Pero P ero a esto mismo suele aspirar aspirar también la sociedad sociedad secreta. secreta. U no de sus rasgos rasgos esencial esenciales es es que. aun cuando reúna reúna,, a los i ndivid ndi viduos uos únicam úni camente ente para par a fines fi nes parciaparci ales, les, aun cuando por su contenido conteni do sea una pura asociación asociaci ón de fines, requiere la asistencia del hombre entero, liga y obliga mutuamente a las personalidades, en medida mucho más amplia que lo haría, con la misma finalidad, una asociación que fuera pública. Ahora bien, el simbolismo del rito evoca una gran cantidad de sentimientos, cuyos límites son inseguros y van mucho más allá del alcance que pudieran tener los intereses indi viduales razo r azonables. nables. Así A sí la sociedad sociedad se secreta abraza abraza la totalidad del individuo. Gracias a la forma ritual, amplía su fin particular y adquiere una unidad y totalidad cerradas, tanto tant o subjeti subj etiva va como sociológicamente. sociológi camente. A esto se se añade que, que, por obra de tal formalismo y también merced a la jerarquía, la sociedad secreta se convierte en una especie de reflejo del mundo oficial, frente al que se pone en contradicción. Es norma sociológica reali zada en en todas todas partes part es,, que los organismos que surgen sur gen en en oposición oposi ción de otr otros os mayores, repiten repit en en en su seno las formas de estos. estos. S ólo un organis organ ismo, mo, que de de algún modo constituya un todo, tiene poder bastante para mantener el libamen bamen de sus elementos. E sa conexi ón orgáni or gánica, ca, por medio de de la cual sus miembros se compenetran en una corriente de vida unitaria, la tomará el organismo menor y secreto de aquel otro mayor y público, a cuyas formas están ya los hombres acostumbrados, por lo cual dichas formas resultan siempre los mejores modelos. Finalmente, al mismo resultado conduce otro motivo en la sociol sociología ogía del ri tual de la sociedad se secreta. creta. Es E s el siguiente. Toda socied sociedad ad sec secreta reta implica una libertad, que propiamente no está está prevista en en la estructura estructura del del grupo gr upo mayor que la r odea. dea. Bi en sea sea la sociedad secreta secreta complemento de la deficiente justicia justicia administrada administrada por por el círculo círculo políti co, co, o, como como la consconspir ación y la banda de malhechores, alzamiento contra contr a el el dederecho, recho, o, o, como como los misteri os, un recinto ajeno a los mandamientos y prohibiciones del círculo mayor, en todo caso, el apartamiento que caracteriza a la sociedad secreta, tiene siem-
¿Equilibrio entre ¿a ley y la libertad
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pre un tono t ono de libe li bert rtad, ad, supone siempre siempre un terreno terr eno donde no se apli can las normas del del públi pú bli co ambiente. La L a esencia esencia de la sociedad secreta, como tal es autonomía. Pero una autonomía que se aproxima aproxi ma a la anarquí a. E l apar tamiento de las reglas reglas acatada acatadass por por la general generalidad, idad, fácilmente fácil mente ti ene por por consec consecuenuencia' para l a sociedad sociedad secreta, secreta, el desarraigarla, desarrai garla, hacerl hacerle e perder perder la seguridad en el sentimiento de la vida y los apoyos que suministr a la norma. A remediar remediar esta defi deficiencia ciencia viene, viene, empero, empero, la determinación y detalle circunstanciado del ritual. Se ve también en este caso que el hombre necesita una cierta proporción entre ia libertad y la ley, y que, cuando la proporción requerida entre ambas no brota de una sola fuente, busca otra íuente que le suministre suminist re la cantidad canti dad de una de ellas que hace falta para equilibrar a la otra, hasta conseguir la deseada proporción. Por P or medio medio del del ritual ri tual,, la l a sociedad secreta secreta se impone voluntariamente una coacción formal, complemento de su vida marginal e independenc independencia ia materi material. al. E s característico característico que entre los masones sean, precisamente, los americanos—esto es, los que disfrutan de mayor libertad política—los que exigen la más seve severa ra unidad uni dad en en el el trabajo, tr abajo, la mayor u niformi ni formi dad en el ri tual de todas todas las logias. E n cambio, en en A lemani a, donde donde no es fácil que nadie sienta la necesidad de una compensación en el sentido de limitar la libertad, reina mayor arbitrio en el trabajo de las diferentes logias. L a coacción coacción formulis formul ista ta de la sociedad sociedad secreta, secreta, que ll ega ega a vece vecess a imponer ri tuales absurdos, no se hall a, pues, pues, en contradicción con la libertad anárquica que fomenta, desvinculándose de las normas vigentes en el círculo mayor que la envuelve. P or el contr contr arí o: si la extensión de las sociedade sociedadess sesecretas por regla regla general, general, es un sínt sí ntoma oma de poca poca libe li bert rtad ad polípol ítica ti ca y de excesivo excesivo espírit espír itu u policíaco policí aco de de reglamentación, reglamentación, como reacción reacción del hombre hombre ansioso ansi oso de de li bertad, en en cambio, cambio, la reglamentación ritual interna de estas sociedades indica en el círculo mayor un grado de libertad y desvinculación que exige como como contrapeso contrapeso en en la balanza balanz a del del ser humano hu mano aquel aquel formufor mulismo del círculo menor. Las últimas reflexiones nos llevan ya al principio metódico, co, desd desde e el cual quiero quier o anali anal i zar l os rasgos r asgos de las sociedades sociedades secretas, que aún quedan por examinar: hasta qué punto estas
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—-------------------- Si¿rios de reconocimiento -------------------
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sociedades representan modificaciones cuantitativas esenciales de los rasgos típicos cae se dan en la socialización en general. E sta fundamentación fun damentación de la sociedad sociedad secre secreta ta nos conduce conduce a considerar considerar una u na vez vez más más su posición en el conju nto nt o de las for mas sociológicas. E l secreto secreto en las sociedades sociedades es es ur¿ ur¿ hecho sociológi soci ológi co prima pr ima-rio, un género y colorido particular de la convivencia, una cualidad formal forma l de referencia, referencia, que, en en acción acción recíproca i nmediata o mediata, con otras, determina el aspecto del grupo o del elemento elemento del del grupo. E n cambio, hi stóricam stóri camente, ente, la sociedad sesecreta es una organización secundaria, es decir, surge en el seno de una un a sociedad ya perfecta. O dicho di cho de otro otr o modo: la sociedad sociedad secreta está tan caracterizada por su secreto, como otras—o ella misma—lo misma— lo están están por sus relaciones de superi oridad ori dad y subordinación, o por sus fines agresivos, o por su carácter de imitación. Pero el hecho de ¡rué pueda formarse con tal carácter exige el supuesto de una sociedad ya constituida. Se coloca ir eníe al círculo cír culo más más ampli o como como otro círculo cír culo más reducido; y este enfrentamiento, cualquiera que sea su objeto, tiene siempre el el carácter carácter de de un aisl ai slamient amiento; o; i ncluso ncl uso la sociedad secreta que no se propone pr opone más que prestar desinteresadame desint eresadamente nte a la totalidad un servicio determinado, para disolverse una vez conseguido, necesita inexorablemente recurrir al apartamiento temporal, como técnica para la realización de su finali dad. P or eso no hay entre los muchos grupos r educidos, educidos, que están rodeados por otros mayores, ninguno que necesite acentuar tanto tant o como como la sociedad sociedad secre secreta ta su autonomía. aut onomía. Su sec secreto la envuelve envuelve como como una valla, val la, más al lá de la cual no hay más más que cosas cosas opuestas opuestas mater materia iall o, al al menos, formalmente. formal mente. Esa E sa valla vall a la reúne pues pues en una uni u nidad dad acabada. acabada. E n las agrupaciones de otro género, el contenido de la vida colectiva, la actividad vid ad de l os miembros en el el ejercicio ejer cicio de sus derechos y deberes, pueden l l enar de tai manera, manera, la conciencia de estos, estos, que normalmente apenas apenas juegue juegue papel papel alguno algu no el hecho formal de la socisdi socisdización. zación. E n cambio, la l a sociedad sociedad secreta secreta no permite que desaparezca de sus miembros l a conciencia conci encia clara clar a y acentuada de que constituyen una sociedad; el patetismo del secreto, percepti perceptible ble siempre y que siempre siempr e hay que guardar , presta a la forma de la asociación un sentido propio, frente al conte-
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nido, un sentido muy superior al que tienen otras asociaciones. Le falta fal ta por completo completo a la sociedad sociedad secre secreta ta el crecimiento orgánico orgáni co,, el carácte carácterr instin inst inti tivo, vo, la evidencia de la comunidad comuni dad y la uni dad. L os conteni conteni dos de l a sociedad sociedad secreta secreta podrán podrá n ser ser todo lo irracionales, místicos y sentimentales que se quiera: pero su formación es siempre consciente y producida por la voluntad. Gracias a esta conciencia de ser sociedad, conciencia que actúa en su fundación y en su vida de un modo permanente, la sociedad secreta es lo contrarío de todas las comunidades instintivas, en las cuales la asociasión es en mayor o menor menor grado la mera mera expresión de de una conjunci conju nción ón arraigada arr aigada en sus elementos. elementos. E sta condi ción de l a sociedad sociedad sec secreta, expli ca que las formas típicas de las socializaciones se acentúen en las sociedades secretas, y que sus rasgos sociológicos esenciales sean el aumento cuantitativo de oíros tipos de relación más generales. U n o de de ellos ha sido ya indicado; ind icado; me refiero a la caracte caracte rización y mantenimiento del círculo por su separación del ambiente ambiente social social que le r odea. odea. E n este este sentido senti do actúan actúan los signos de reconocimiento, a veces muy circunstanciados, por medio de los cuales los miembros de la sociedad secreta legitiman su pertenencia pertenencia a la sociedad. sociedad. E n ía época época anteri or a la difu sión si ón de de la escri escritura, tura, estos estos signos sign os eran mucho mu cho más necesari necesarios os que después, cuando otros medios sociológicos adquirieron más importancia que la mera identificación. Mientras faltaron confi confirmaciones rmaciones de de ingreso in greso,, avisos, señal señalamientos, amientos, una asociación cuyas secciones se encontraban en distintos lugares, no tenía otro medio para excluir a los profanos y para que sus beneficios beneficios y comuni comuni caciones caciones llegase ll egasen n a su verdadero destino, que el empleo empleo de signos conocid conocidos os tan sólo sól o por los inici in iciados. ados. Sobre estos signos había de guardarse secreto, y por medio de ellos podían identificarse en cualquier sitio los miembros de la asociación. E l fi n del del aparíamienntc apar íamienntc caracteriza caracteriza muy claramente claramente el el desarroll o de algunas sociedade sociedadess secre secretas tas en los pueblos puebl os pri mitivos, especialmente en Africa y entre los indios. Estas asociaciones están formadas por hombres y tienen el propósito esencial esencial de marcar marcar su separación de las mujeres. mujer es. C uando uan do actúan como tales, sus miembros mi embros se prese pr esent ntan an enmascarados, y
ÍL.i apartamiento
suele prohibi pr ohibi r se a las muj mujeres eres el acercarse acercarse a ellos el los bajo graves penas. penas. N o obstante, obstante, las mujeres K an conseg consegui uido do algunas vece vecess penetrar penetrar el el secreto secreto y lian li an descubierto descubierto que las terribles terri bles apariapari ciones no eran tales fantasmas, sino sus propios maridos. D onde ba acontecido es esto, to, las sociedades han ha n perdi do toda su su importancia y se han transformado en inofensivas mascaradas. das. La L a mentalidad mentalidad indiferenc indi ferenciada iada dei hombre pri miti vo no puede representarse el apartamiento más perfectamente que escondiéndo escondiéndose, se, haciéndose invisi in visi ble. L a forma más grosera grosera y más radi cal del secreto secreto es aquélla aquéll a en que el secreto secreto no se refiere a una actividad activi dad conc concreta reta del hombre, sino sin o al hombre entero. entero. L a asociación no hace nada en secreto; secreto; es l a total t otalid idad ad de sus miembros la que se convierte en secreto. Esta forma de asociación secreta responde perfectamente ala mentalidad primitiva, para la cual el sujeto entero se emplea en toda actuación particular; la mentalidad primitiva no objetiva las actividades varias, no les da da un carácter carácter peculi peculi ar disti di stinto nto del sujeto total total.. A sí se expli ca que tan pr onto ont o como se descubre descubre el el secreto secreto de la máscara, fracase todo el apartamiento, y la asociación pierda, al mismo tiempo que sus medios de manifestación externa, su significado interno. E l apartamiento apartamiento tiene aquí un sentido de valoración. E l que se separa, lo hace porque no n o quiere qui ere confundi confun dirr se con los l os demás, porque quiere hacer sentir su propia superioridad frente a los demás. demás. En E n todas t odas partes este este moti moti vo ll eva a formar grupos, que se distinguen claramente de los que se constituyen para fines objetivos. objetivos. A l r eunirse aquell aquell os que que quieren apart apartararse, prodúcese^una aristocracia, que, con el peso de su suma, fortalece talece y, por por decir decirlo lo así, extiende la posi ción y seguridad seguridad del del indivi in divi duo. E l hec h echo ho de que el apartamiento y la asociación se enlacen con el motivo aristocrático, les da en muchos casos, desde el primer momento, el sello de lo «particular» en el sentido ti do de la val oración. oraci ón. Y a entre esco escolar lar es puede puede apreciarse cómo cómo los círculos reducidos que forman algunos compañeros, suelen considerarse como una élite frente a los demás desorganizados, por el hecho puramente formal de constituir un grupo separado; y éstos últimos, por su animosidad y hostilidad, reconocen nocen involuntari amente amente esa esa mayor val oración. E n estos stos casos, la introducción del secreto equivale a elevar el muro
iLii secreto en e¿ régimen HrmiutsruiiLu
aislador, acentuando así el carácter aristocrático del grupo. E sta signi ficac fi cación ión del del secreto secreto,, como acentuación acentuación del del apartamiento tami ento sociológico, se presenta presenta con par ticular ti cular r elieve en las aristocracias aristocracias polí políticas. ticas. U no de los r equisi equisitos tos del del régimen régimen arisar istocrático ha sido siempre siempre el secreto secreto.. E l régimen arist ar istoc ocrát rático ico aprovecha el hecho psicológico de que lo desconocido, por serl serlo, o, parece parece terrible, terr ible, potente, amenazador. E n pri mer lugar, l ugar, trata de ocuiiar ocuii ar el reducido número númer o de la clase dominante; dominan te; en E spart a se guardaba el el mayor secre secreto to posibl e acerca acerca del del númen úmero de los guerreros, y el mismo objeto qui so conseguir conseguir se en en V e necia, disponiendo que todos los nobili se presentasen con un sencillo traje negro, para que un traje llamativo no revelase, a las claras, el escas escaso o número de los soberanos. E ste di simul si mul o lleg ll egaba aba en en Venecia hasta ocult ar completame completamente nte el círcul o de l os altos altos dignatari os; los nombres de de l os tres inqui in quisidor sidores es del E stado sólo eran conocidos por el Consejo Consej o de l os D iez, iez , que los elegía. elegía. E n algunas aristocracias suizas, los cargos más más importantes portant es se ll amaban los secretos secretos,, y en en F ri burgo, bur go, las famil ias aristoc ari stocráti rática cass eran denominadas «las estirpes secretas» secretas».. E n contraste contraste con con esto, esto, la publ icidad va ligada al pri ncipio ncipi o demodemocrático y, con ei mismo espíritu, la tendencia a dictar leyes generales y fundamentales. Pues Pu es tales t ales leyes se refieren refier en siempre siempre a un número indefinido de sujetos, y, por consiguiente, son públicas públi cas por por natur aleza. Por P or el contr contr ari o, el empleo del secresecreto en los regímenes regímenes aristoc arist ocrát ráticos icos no es más que que la exaltación exalt ación suprema de su situación de apartamiento y exención, por virtud de las cuales cuales la aristocracia ari stocracia suele suele oponerse oponerse a una l egislación general y fundamental. Cuando el concepto de la aristocracia pasa de la política de un grupo a las ideas de un individuo, la relación entre apartamiento y secreto sufre una transformación en apariencia completa. pleta. La perfec perfecta ta disti nción, así en lo espir espiritual itual como como en lo lo moral, desde desdeña ña toda toda ocult ocultación, ación, porque su seguridad seguri dad interi in terior or la hace indifer in diferente ente a lo que otr otros os sepan sepan o no n o sepan sepan de ella, a que la aprecien exacta o equivocadamente, tasándola demasiado alta alt a o demasiado baja; para ell ella, a, todo t odo secreto es una un a conconcesión a los demás, una manera de tener en cuenta la opinión de los demás. demás. P or eso la «máscara», que muchos mu chos consideran como signo y prueba de un alma aristocrática, esquiva a la
L,¿ egoísmo dei grupo
muchedumbre, es justamente la prueba de la importancia que la masa masa tiene ti ene para para tales t ales hombres. hombres. L a máscara máscara del del hombre ververdaderamente distinguido consiste en que, aun mostrándose sin velos, la muchedumbre no le comprende y, por decirlo así, no lo ve. L a separación separ ación de todo l o que está está fuera del cír culo, es, pues, pues, una forma general sociológica que se sirve del secreto, como técnica técnica para para acentuarse acentuarse.. Esa E sa separación separación adquiere un particupart icular colori do, merce merced d a los rmíltipl rmíl tiples es grados en que se veri verifica fica la ini ciación cia ción en las sociedade sociedadess secretas, antes de ll egar egar a sus últi mos mos misteri misterios os.. E sa multitud multi tud de ritos nos ha servido servido ya para i l uminar umi nar otro otr o rasgo sociológi co de las sociedades sociedades secresecretas. tas. Por P or r egla egla general, general, se le exige al novici n ovici o l a declar declar ación solemne de guardar secreto sobre todo lo l o que vea, vea, aun antes de conced concederl erle e siquiera siqui era el pr imer grado. D e esta manera se consigue la separación absoluta absolut a y formal for mal que produce el secreto. secreto. Pero desde el momento en que el contenido o fin verdadero de la asociación—sea este la plena purificación y santificación del alma por la gracia de los misterios, o la absoluta sxipresión de toda barrera barr era moral moral,, como en los asesi asesinos nos y otras sociedades de malhechores—sólo se revela gradualmente al nuevo iniciado, la separación adquiere en sentido material una forma distinta, se bace bace conti continuada nuada y relativa. r elativa. E l nuevo miembro está está todaví a próximo próxi mo al estado estado del del no inici in iciado, ado, y necesit necesita a ser ser probado pr obado y educado, educado, hasta poder conocer conocer todos l os fines fi nes de de la asociación asociación e incluir inclu irse se en en su centro. centro. C on esto se se consigue consigue al propio propi o tiempo protege protegerr a este este centro centro úl timo, ti mo, aislarl aisl arlo o frente al exterior, en un grado que excede al que produce aquel juramento de ingreso. Se procura—como se mostró ocasionalmente en el ejemplo de los druidas—que el miembro no probado aiin, aii n, no tenga mucho mucho que revelar revelar,, creando por medio medi o de estas estas revelaciones graduales, una esfera de protección elástica, por decirl decirlo o así, así, de lo más íntimo ínt imo y esencial esencial ele ele la asociación, dentro del secreto que envuelve la sociedad toda. .La i orma más más señal señalada ada de esta esta precaución, pr ecaución, es la divi di visi sión ón ae l os miembr miembros os en exotéri exotérico coss y esotéri esotérico cos, s, que se atribu atr ibuye ye a la asociación asociación pitagóri pitagórica. ca. E l círculo cír culo de de los parcialmente i ni ciados, constituye una especie de valía previa para los no iniciados. Y a hemos visto vi sto que la función, funci ón, del del «i ntermedi nt ermedi ario» ar io» es
doble: unir y separar, o mejor dicho, que aunque realmente es una un a sola., sola., nosotr os, según según l as categ cat egorí orías as que empleemos empleemos o la dirección que demos a nuestras miradas, la calificamos unas veces de unión y otras de separación. Pues bien, también aquí se ve con con cla clari ri dad perfecta la unidad uni dad de dos activi dades aparentemente opuestas. Precisamente porque los grados inferiore ri oress de de la asociación forman un tránsito tr ánsito intermedio in termedio para el centro propiamente dicbo del secreto, rodean a este de una atmósfera de repulsión, que va espesándose poco a poco, y le protegen más eficazmente que el dualismo radical entre los que están completamente dentro y los que están completamente fuera. La independencia sociológica se manifiesta prácticamente en la forma de egoísmo egoísmo del del grupo. E l grupo persigue persi gue sus fines con esa falta de consideración a los fines del organismo mayor circundante, que en los individuos se llama egoísmo. Para la conciencia dei individuo, suele haber una justificación moral en el hecho de de que los fines del del grupo tienen ti enen un un carácte carácterr suprain supr aindivi dividuai duai,, objetivo, tanto que con con frecuencia no puede puede citarse ningún ni ngún indi ind i viduo vid uo que obtenga beneficio beneficio in mediato de la conducta egoísta del grupo, el cual, incluso exige de sus componentes altruismo y espíritu de sacrificio. Pero aquí no se trata de la valoración ética, sino del aislamiento del gr gr upo respecto respecto de su. ambient ambiente, e, aisla ais lamient mient o que produce pr oduce o señala señala el egoísmo egoísmo del del grupo. E n l os grupos menores, que quieren vivir y mantenerse dentro de otro grupo mayor y se desarr ollan oll an a ojos vistas, este este egoís egoísmo mo deberá deberá tener sus l í mites. mites. Por radicalme radi calmente nte que una asociación pública públ ica combata combata a otra dentro del círculo mayor o ataque la constitución total de éste, habrá de afirmar siempre que la realización de sus últi úl timos mos fines va en beneficio benefici o del del todo; y i a nec n ecesidad esidad de esta esta afirmac afir mación ión exteri exterior or pondrá igualmente igualmente algún lí mite ai egoísegoísmo efectivo de su conducta. Pero tratándose de sociedades secretas, esta necesidad desaparece, y se da al menos la posibilidad de una hostilidad absoluta contra otros grupos y contra el todo, hostilidad que la sociedad de régimen de publicidad no puede puede confesar confesar ni por tant o ejerce ejercer. r. Nada N ada simboli si mboliza za y nada fomenta foment a el apartamient apart amiento o de las sociedades sociedades sec secretas retas respe r especto cto de de su ambiente social, como la desaparición de esa hipocresía
La paz interna en /as sociedades
o condesce condescendencia ndencia efecti efectiva va que hace que la soci soci edad públ i ca inexorablemente se acomode a la teleología de la totalidad ambiente. A pesar pesar de de la limit li mitación ación cuanti cuantitati tati va que caracteri caracteriza za toda comuni comuni dad real, real, hay, sin embarco, embarco, una serie de de grupos, cuya tendencia es es la de considerar incl i nclui ui dos en él él a todos l os que no están excluidos exclui dos de él. E n ciertas ciertas periferi periferias as políti polí ticas, cas, relirel igiosas, soci soci ales, todo aquel que que satisface sati sface a determinadas determi nadas condiciones externas, externas, no voluntari volunt ariamente amente adquir adquir idas, sino dadas dadas con la existencia misma, queda sin más ni más incluido en ellas. P or ejemplo el el que ha nacido en el el territ terr itorio orio de un E stado, pertenece pertenece a éste éste,, a n o ser ser .que .que r elaciones elaci ones especiales especiales lo lo exceptúen. exceptúen. E l miembro miembr o de determi determinada nada clase social es con toda evidencia incorporado a las convenciones y relaciones de dicha clase, a no ser que se declare voluntaria o involuntariamente mente disidente. disi dente. L a forma for ma extrema extr ema de de esta esta pertenencia está realizada reali zada en en la Iglesia I glesia que pretende pretende abarcar abarcar en su seno seno la totalidad tal idad de los humanos, hu manos, de suerte que sólo sól o accidentes accidentes hi stóri st óri cos, pecaminosa obstinación o un designio particular de Dios, excluyen algunos seres del vínculo religioso para todos idealmente mente válido. A quí, quí , pues, pues, se separan separan dos caminos, que significan a las claras una diferencia fundamental en el sentido sociológico ciol ógico de las sociedades, sociedades, por por mucho mu cho que la prácti ca mezcle mezcle ambas ambas direc dir eccione cioness o rebaje rebaje el rigor ri gor de su distin dist inción. ción. F rente al principio de que está incluido todo el que no esté explícitamente excluido está el otro principio de que está excluido todo el que que no esté esté explí explícitamente citamente inclu ido. E ste úl timo ti mo tipo ti po está representado en su máxima pureza por las sociedades secretas. Estan E stando do absolu absolutamente tamente separadas separadas del del res r esto to social social y manteniendo siempre siempre clara la conciencia conciencia de sus movimientos, movimi entos, las sociedades secretas se basan en la idea de que quien no ha sido expresame expr esamente nte admiti admi tido do en ellas, ell as, está está excluid exclu ido o de de ell ellas. as. L a masonería, masonerí a, para dar fuerza fuer za a su negati va de ser ser una sociedad secre secreta, ta, no ha podido hacer hacer nada mejor mej or que exponer el ideal i deal compromiso de abarcar en su seno a toda la humanidad. A la acentuación del apartamiento hacia afuera corr correspo esponnde aquí, como en todas partes, la acentuación cíe la solidaridad por dentr o. E stos no son más que que dos aspectos aspectos o formas for mas manifestativas de una y la misma actit actitud ud sociológica. sociológica. L os
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fines que inducen al hombre a entrar en asociación secreta con otros, excluyen la mayor parte de la veces a un sector tan considerable del círculo social general, que los copartícipes reales y posibles adquieren un valor de rarez rar eza. a. E l indiv in dividu iduo o no debe debe,, pues, desperdiciarlos, pues le sería mucho más difícil sustitui rl os por otros,, que, que, cseteris paríbus, en una asociación legíti ma. A esto se añade que toda disensi di sensión ón en el seno s eno de la sociedad lleva consigo el peligro de la delación; y en evitar ésta están igualmente interesados el individuo y la comunidad. F inal in almente, mente, el apartami apar tamiento ento de l a sociedad secreta secreta respecto respecto de de las síntes sínt esis is social sociales es que la rodean, elimi na toda t oda una seri serie e de posibles posibl es confl conflictos. ictos. En tre tr e todos l os víncul os que asume asume el el inin divi duo, el consti consti tui do por por la l a asociaci asociación ón secre secreta ta tiene siempre siempre una posición excepcional, frente a la cual los lazos familiares y políti polí tico cos, s, reli giosos y económicos, económicos, social social es y amistosos, por vari ado que que sea sea su su conteni conteni do, tienen muy distintos disti ntos planos pl anos de contact contacto. o. La L a cont contrr aposición aposi ción a las soci soci edades edades secretas secretas hace ver claramente que las pretensiones de aquellos vínculos, estando en el el mi smo plano, plan o, son son divergentes. divergentes. Est os círcul os luchan, lu chan, por decir decirlo lo así, en com competenc petencia ia para conqui conqui star las l as fuerzas fuerzas e intein tereses del individuo, y los individuos chocan dentro de cada uno un o de estos círculos, cír culos, porque cada uno un o de ellos ell os se ve soli citacit ado por los intereses de otro círculo. Pero en las sociedades secretas estas colisiones se encuentran muy limitadas, por el aislamiento sociológico propio de esta clase de sociedades. Sus fines fi nes y su manera de actuar actuar exigen que que se dejen a la puerta los intereses contrarios de las diversas asociaciones públicas. Toda T oda soc sociedad iedad sec secreta—a reta—aunq unque ue sólo sea sea porque porque aco acostumbra stumbra a llenar por sí sola su dimensión, ya que difícilmente pertenecerá un individuo a varias sociedades secretas—ejerce una espec especie ie de i mperio mperi o absoluto absolu to sobre sus miembr miembros, os, que hace didi fícil que surjan entre ellos conflictos análogos a los que se dan en aquell aquell os otros círculos públ icos. L a «paz «paz interna» inter na»,, que propr opiamente debe deberí ría a reinar dentr o de toda asociación, está está favorecida de un modo formalmente inmejorable, en la sociedad secreta, por las singulares y excepcionales condiciones de ésta. Y aun dijérase dijérase que prescindie prescindiendo ndo de esta razón de de carác arácter ter más más reali sta, la mera mera forma del secreto, como tal, manti ene a los l os copartícipes más libres de otros influjos y obstáculos, facili11
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E Ì central ismo en las sociedades sociedades secretas secretas
tándoles así la concordancia. concordancia. U n polí tico ti co inglés ha buscado en el secreto, secreto, que que rodea rodea al Gabin G abinete ete inglés, el fundamento fun damento de su fortal eza. T odo el el que ha actuado en en la vi da pública sabe sabe que es tanto más fácil conseguir la unanimidad de un pequeño número de personas cuanto más secretas sean sus deliberaciones. A l a especial especial cohesi ón que se produce pr oduce en el seno de la sociedad secreta, corresponde su acentuada centralización. Se dan en en ella ejemplos ejemplos de una un a obediencia obediencia ciega ciega e incondici in condici onal a los jefes, que, que, aunque se se encuentran también natur almente en otras partes, partes, tienen ti enen aquí aquí más relieve por el carácte carácterr anáranár quico de de la asociación, que suele negar toda otr otra a ley. C uanto uan to más criminales sean los fines de la sociedad secreta, tanto más ilimitado será, por lo general, el poder de los jefes y tanto más cruel cruel su ejercicio. ejercicio. L os «Asesi nos» de Ar abia, los «Ch au ffeurs»—sociedad de malhechores que floreció en el siglo xvm, especialmente en Francia, con una organización muy extensa—, los «Gardu ñas de España Es paña» »—sociedad —sociedad de deli delincue ncuentes ntes que estuvo en en relacione r elacioness con la I nquisi nqu isi ción desde desde el el siglo xvn hasta comienzos del xix—, todas estas sociedades cuya esencia era negar la ley y afirmar la rebeldía, estaban sometidas a un jefe supremo, nombrado en parte por ellas mismas y al que se doblegaban blegaban todos todos sin crí crítica tica ni condición alguna. C ontri buye a esto, esto, sin duda, la l a compensaci compensación ón que ha de existir existi r si empre empre entre las necesidades necesidades de li bertad y de norma, nor ma, compensación compensa ción que hemos visto manifiesta en la severidad del ritual. Aquí, en efecto, efecto, se reúnen los extremos ext remos de ambas: el exceso de li l ibertad bert ad que semejantes asociaciones poseían frente al resto de las normas vigentes, necesitaba, para lograr el indispensable equilibri o, estar compensad compensado o por un exceso exceso anál ogo de sumi sión si ón y renuncia a la propia volunt ad. Per o aún es es más esenc esencial ial otro motivo: la neces necesidad idad de centr centr ali zación, que es es condi ción vital vit al de toda sociedad sociedad secreta. secreta. Sobre todo, si ésta, ésta, como ocur ocurre re en las de malhechores, vive del círculo que la rodea, se mezcla de muy diversas di versas maneras maneras con este, este, y está amenazada de trai tr aición ción y abuso si no reina en en ella l a más seve severa ra coordi coordi nación a un centro. P or eso eso la sociedad sociedad secreta secreta está expuesta a los más graves gr aves peligros, cuando por cualquier razón no llega a constituirse
Desconocimiento
del /e/e
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en ella una autori dad rígida rígi da que le preste preste cohesión. L os wal w al dense densess no constituí constit uían an por natur aleza una sociedad sociedad sec secreta; su grupo se hizo secreto en el siglo xm, obligado por las circunstancias exteri exteriores ores.. E sto les impi dió reunir se regular regularme mente, nte, y fue causa causa de que su doctrina doctri na perdiese la uni u nidad dad y se pr odujeran una porción de sectas que vivían separadas y a veces enemigas. Sucumbieron a su debilidad, porque les f^ltó el atributo esencial complementario de la asociación secreta: la centrali tr alizac zación ión ini nterrumpida. nterr umpida. Y si el el poder poder de de la masonería masonería no está en relación con su difusión y sus recursos, es, sin duda, por la ampli a autonomía autonomí a de sus eleme elementos, ntos, que no poseen poseen ni n i una organización unitaria ni una autoridad central. Reducida la comunidad a principios y signos de identificación, cultivan la igualdad igual dad y la relación relaci ón de de persona a persona, persona, pero no la cencentr aliz al ización ación que condensa las energías de l os element elementos os y es es el complemento del del aisl amient o propi o de de toda sociedad secreta. E l hecho de que, que, frec fr ecuentemente, uentemente, las sociedades secretas esestén dirigidas por superiores desconocidos, no es sino una exageración geración de este este pri ncipi o for mal. mal . M e refiero al hecho de que los grados inferiores infer iores no n o sepan sepan a quién obedec obedecen. en. E sto se veri veri fica, en en prime pri merr término, térmi no, por razón raz ón del sec secreto. Y este este propósipr opósito puede llegar a extremo extr emos, s, como el caso de l a sociedad de l os «Cabal leros ler os guel guelfos» fos»,, en en It ali a. Esta E sta sociedad sociedad trabaj ó a comienzos del siglo xix por la liberación y unidad de Italia. Tení a en las distintas distintas ciudad ciudades es en en que que funcionaba funcionaba un conseconse jo supremo supremo de seis seis perso personas, nas, que no se se cono conocían cían mutuame mutuamente y se comuni comuni caban por un int ermediari o ll amado «el visible» visi ble».. Pero no es esta la única utilidad de los superiores secretos. Significan éstos, sobre todo, la máxima y más abstracta sublimación de la dependencia dependencia centralista. centrali sta. L a tensión tensi ón que existe existe entre el el subordi nado y el el jefe, ll ega al grado máximo máxi mo cuando cuando el jefe se encuentra más allá del horizonte visible; pues entonces sólo queda el el hec h echo ho puro pur o y, por decir decir lo así, i mplacable, de la obed obediencia, iencia, sin sin el menor menor mati z personal. personal. Y a la obediencia obediencia a una instancia inst ancia impersonal, a un mero mero cargo, al deposit depositari ario o de una ley objetiva, tiene un carácter de severidad inflexible. Pero este carácter se acentúa hasta alcanzar un imponente absolutismo, cuando la personalidad que manda es desconocida, en principio. Pues si por ser aquélla invisible y deseo
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Despersona] ización
nocida, desaparece la sugestión individual, el poder de la personalidad, también desaparecen en el mandato todas las limitaciones, las relatividades, por decirlo así, «humanas», que caracterizan caracterizan a la persona singul ar y conoc conocida. ida. L a obediencia obediencia va, pues, acompañada acompañada del senti miento mient o de estar estar sometido a un poder poder inasequibl i nasequible e y de límites lí mites indeterminables, i ndeterminables, poder que no se ve en ninguna parte, pero que, por lo mismo, puede presentarse donde quiera. quiera. La L a cohesión cohesión sociológica general general que recibe un grupo gru po por l a uni u nidad dad de mando, es, es, en las sociedades sociedades secretas de de superi ores desconocidos, como un focus imagina rius, adquiriendo así su forma más pura y acentuada. L a nota sociol sociológica ógica que que corr corr esponde esponde a esta esta subordi su bordinación nación centralista de los elementos individuales, en la sociedad secreta, es su desindividualización. Cuando la sociedad no tiene como finalidad inmediata los intereses de sus individuos, sino que utiliza sus miembros como medios para fines y acciones superiores superi ores a ellos, ell os, acentúase acentúase en en la sociedad secreta secreta el carácter carácter de despersonali despersonalización, zación, esa esa nivelaci ni velación ón de de la indi i ndividu viduali ali dad, que que sufre sufr e todo ser ser social por el el solo hecho h echo de serl serl o. A sí es cómo la sociedad secreta compensa el carácter individualizador y diferenciador del secreto, de que se ha hablado más arriba. Comienza Comi enza a mostrarse mostrar se este este carácter carácter en las asociaciones asociacion es secresecretas de de los pueblos pri miti vos, donde donde los miembros se presenpresentan y actúan casi exclusivamente enmascarados; hasta el punto de de que una persona per sona muy competente competente ha h a podid p odido o decir que, cuando en en un pueblo pri mitivo mit ivo se encuentr encuentran an antiface antif aces, s, debe debe presumirse por lo menos la existencia de asociaciones secretas. L a esencia esencia de la sociedad sec secreta reta exige, sin duda, que sus miemmi embros, como tales, tal es, se escondan escondan.. Pero P ero en estos estos casos el hombre actúa inequívocamente como miembro de la sociedad, y lo único que oculta es el rostro, los rasgos conocidos de su individualidad; lo cual acentúa, subraya grandemente la desaparición de la personalidad tras el papel representado en la sociedad secre secreta. ta. En la conspir ación irl andesa que se organi organi zó en N orteamérica por el el año setenta, setenta, bajo el nombre n ombre de C lanna la nna gael, gael, los l os miembros miembros eran designados no por sus nom n ombres, bres, sino por números. Claro está que esto tenía también como fin práctico el garantizar el secreto; pero también prueba hasta qué punto la sociedad secreta extingue la personalidad. Con
La
irresponsabilidad
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personas que sólo figuran como números y que, probablemente, no son conocidas de los otros miembros por su nombre personal, persona l, los jefes proce pr ocederán derán más desconsider desconsideradame adamente, nte, con más indiferencia hacia sus deseos y capacidades individuales, que si los miembros figurasen en la asociación con toda su personali dad. N o es menor la in fluencia flu encia que que tiene en el mismo sentido la amplitud y severidad del ritual. Pues este signifi signi fica ca siempre siempre que que l o objetivo domina domi na sobre sobre l o personal personal de la colaboración colaboración y actuación. actuación. E l orden jerárquico j erárquico sólo admite admite al indi i ndi viduo vi duo como actor de un papel papel determi determinado nado de antemaantemano; tiene para para cada cada copa copart rtícipe, ícipe, por decir decir lo así, un tr aje estil estil izado en que que desaparece desaparecen n sus contorn cont ornos os personales. personal es. Otro aspecto de esta eliminación de la personalidad hallamos en las sociedades secretas que cultivan una gran igualdad entre entre sus miembros. miembros. N o sólo no n o contr contr adice esto a su cacarácter despótico, sino que en todas las demás formas for mas de desdespotismo, este se halla compensado por la nivelación de los dominados. Dentro de la sociedad secreta existe a menudo entre sus miembros una igualdad fraternal, que se opone clara y tendenciosamente a las diferencias que puedan separarles en las demás situaciones de la vida. Esta nota—y ello es caracter í sti co—se da de una un a parte par te en las sociedades secretas secretas de nan aturaleza místicoreligiosa (que acentúan fuertemente la hermandad) y de otra en en las asociaciones de de carácter carácter il egal. Bis Bi s marclt habla en sus Memorias de una un a sociedad de pederastas, pederastas, que conoció conoció en en Berlí n cuando cuando era era un joven fu ncionar io judi cial, sociedad que se hallaba muy difundida; y acentúa «el efecto efecto igual itari it ari o que, que, en en todas las l as clases sociales, produce la la práctica en común de lo prohibido». E sta despersonal despersonal ización izaci ón a que las sociedades sociedades secre secretas tas reducen ducen una relación r elación típi ca, que se se da, en en general, general, entre in divi di vi-duo y sociedad, sociedad, adopta, adopta, finalmente, fin almente, la forma característica característ ica de la «ir «ir responsabili responsabi li dad». dad». Tambi én en este este punto pun to es la másc máscara ara el fenómeno pri mitivo. mit ivo. L a mayor parte de las asociaciones sesecretas cretas africanas están están representadas representadas por un hombre disfr azado de «espíritu de la selva»; éste comete todo género de violencias, llegando al homicidio y al asesinato contra cualquiera a quien casualmente encuentre. Sin duda, por ir enmascarado, no le alcanza la r esponsabi esponsabilili dad de sus crí críme menes, nes, y esta es la
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cíü tas asociaci asoci aci ones secretas
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forma algo torpe que emplean aquellas asociaciones para hacer hacer que desaparezca desaparezca la l a personal persona l idad id ad de sus adeptos; sin l o cual, sin duda, caerían sobre éstos la venganza y la pena. Pero la responsabilidad está ligada tan inmediatatamente al y o—también, fil osófi osóficam camente, ente, el problema probl ema de la responsabili dad cae dentro del del problema del del yo—que yo— que para la mentali mentalidad dad primit pri mitiva iva el el no n o conocer conocer a la persona persona anula toda responsabilidad. Pero también el refinamiento político se sirve de esta conexión. conexión. E n la Cámara Cámar a norteam nort eamericana, ericana, las decisiones decisiones propr opiamente diebas se toman en las l as Comisi Comi siones ones permanentes, a las que el pleno se se adbiere adbier e casi siempre. Pero P ero las l as deli deli beracioberaci ones de las Comisiones son secretas, con lo cual se oculta al público la parte parte fundamental fundamental de la activi actividad dad legislativa. legislativa. E sto bace bace que que la r esponsabil esponsabil idad polí tica ti ca de los diputados diput ados desa desapaparezca en en gran parte; pues no .puede .puede bace bacerse rse a nadie responsar esponsable de deliberaciones incontrolables. Desde el momento en que la participación parti cipación de los miembros miembros i ndivi duales dual es en en las l as decisi decisioones queda oculta, ocult a, parecen parecen éstas éstas el producto pr oducto de una instanci in stancia a suprai ndivi dual. L a irresponsabili ir responsabili dad es es también también en este este caso caso consecuencia o símbolo de aquella acentuada despersonaliza cíón sociológica, sociol ógica, que cor cor responde al secreto de l os grupos. Esto E sto mismo mi smo es apli cable a todas las l as directivas, facultades, facult ades, com comit ités, és, curatorios, etc., cuyas deliberaciones sean secretas; el individuo entonces entonces desaparec desaparece e como persona y es es sustitui sustit uido do por el el miembro de del grupo, por un anóni mo, por decir decirlo lo así. D e esta esta suerte, desaparece también la responsabilidad, que no puede atribui atr ibuirse rse a seme semejant jante e ser inaccesible en su conducta conducta perpersonal. Finalmente, esta acentuación uniforme de los rasgos sociológicos generales se confirma en el peligro que, con razón o sin ella, cree ver el círculo mayor en las asociaciones. Cuando se desea instaurar—especialmente en lo político—una centrali zación acentuada, acentuada, suelen prohibir prohi birse se las asociaciones asociaciones de los elementos, sólo por ser asociaciones, prescindiendo de los contenidos y fines que puedan tene tener. r. L as unidade uni dadess indepe in dependi ndienentes tes hacen, hacen, por decir decirlo lo así, la compete competencia ncia al pri ncipi o central central,, que quiere reservarse para sí sólo la facultad de reunir en unidad uni dad a los elementos. elementos. La L a preo pr eocupación cupación que inspir in spir a a los poderes poderes central centrales es toda «un «unii ón par ticular ti cular », se se rastrea en toda t oda
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la hi stori a del E stado, cosa cosa muy import importante ante en en muchos muchos sentidos para par a estas estas i nvesti gaciones y que se ha hecho ya resaltar. U n ti po característi característi co es, por por ejemplo, la C onvención onvenci ón sui suiza za de de l 48l , según según la cual no podían celebrarse celebrarse alianzas alia nzas separadas separadas entre los l os diez E stados confederados. confederados. Otr Ot r o es es la persecución persecución de las asociaciones de oficiales gremiales por el despotismo de los . U n tercero es la tendencia siglos y tendencia tan frecuente frecuente en el Estado E stado moderno a despos desposee eerr de sus sus derecho derechoss a los M unici un ici pios. Este peligro de las uniones particulares, para el todo que las rode r odea, a, aparece aparece potenciado en la sociedad sociedad secre secreta. ta. E l hombre tiene raras veces una actitud serena y racional frente a la? personas desconocidas o poco conocidas; la ligereza, que trata a lo desconocido como no existente y la fantasía temerosa, que lo aumenta hasta ver en él peligros y espantos monstruosos, suelen se ser los extr extrem emos os habit habituales uales de su su acti actitud. tud. A sí la sociedad secreta secreta aparece aparece como peligrosa peli grosa por p or el sólo s ólo hecho de ser ser secre secreta. ta. E n general, general, no n o puede puede sabe saberse rse si una asociación parti par ti-cular no util izar á para para fines indeseables indeseables la fuerza que ha reuni do para para fines legales; legales; de aquí la suspicacia que en pri p ri ncipio pi o inspir in spir an a los podere poderess centrales centrales las uni ones de súbditos. súbdit os. ¡Cuán ¡Cu ánto to más fácil fáci l no será será entonces entonces sospechar sospechar que las l as asociaciones ocultas ocultas encierr encierran an en su secreto secreto algún algú n peli gro! L as sociedades iedades orangístas que se organi zaron zar on en Inglaterr In glaterra a a comienzos del siglo xix para oprimir al catolicismo, evitaban toda discusión pública públ ica y trabajaban en secreto secreto por por relaciones r elaciones y corr correspondencias espondencias personal personal es. J ustamente este secreto secreto fué f ué la causa de de que se las considerase como un peli p eligro gro públ i co. D espertóse la sospecha sospecha «de que hombres que temen apelar a la la opin i ón pública públi ca medit meditan an un golpe de fuerza». P or eso eso la sociedad sec secreta, reta, sólo por ser sec secreta, reta, parece próxi pr óxima ma a l a conspir pi r ación contr a los poderes poderes existentes. Pero P ero esto no es más más que una exageración de la sospecha que en general despiertan en la política las asociaciones, como lo muestra el hecho siguiente. guiente. Las L as guil das germánicas germánicas más antiguas ofr ecían ecían a sus miembros una eficaz protección jurídica, sustituyendo con ella la l a protec pr otección ción del E stado. P or eso, eso, de una parte, los rer eyes daneses daneses vieron vier on en ell ellas as sostenes sostenes del orden públ ico y las favorecie favorecieron, ron, E n cambio, cambio, por por otra parte, y por la l a misma razón juntamente, aparecieron como competidoras del Estado, x v i i
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y las capitular capitulares es francas las condenaron designándolas designándolas como como conjuraciones. Hasta tal punto la sociedad secreta pasa por ser ser enemiga enemiga del poder centr central, al, que inversamente inver samente se califi cali fica ca de de tal a toda asociación política indeseable.
ÍNDICE
v.
Págs.
I V .—L A L U C H A ...... ............ ............ ............ ............ ............ ............ ............ ......... ......... ........ V.E V.E L
9
S E C R E T O Y L A S O C I E D A D SE C R E T A .......... ............... .......... .......... .......... .......... .......... ......... ......... .......... .......... ......... ........ ....101 101 Digresión sobre el adorno...................................... i3o Di gresión ace acerca de la comuni comuni cación escri ta . . 144
•■V : ACABÓSE DE ESTE
17
DE
IMPRIM IS LIBRO
EL
JUNIO
DE
DÍA
1927
EN LOS TALLERES TIPOGRÁFICOS DE
G. HE RNÁN DEZ
GALO
SÁEZ,
DE
MESÓN
PAÑOS,
MADRID
S
Y