Ex ca pt iv it at e s a lu s Experiencias de la época 1945-1947 Cari Schmitt edición de Julio A. Pardos traduc ción de A n im a Sch m itt de O ter o
MINIMA TROTTA
Título srcinal: Ex Captivitate Salus. Erfahrungen der Zeit 1945/47 © Dun cke r & Humbl ot GmbH . 2002 © Julio A. Pa rdos, 2010 © Here der os de An im a Schm itt de Otero, para la traducción, 2010 © Editorial Trotta, S.A., 2010 Ferraz, 55.28008 M adrid Teléfono: 91 543 03 61 Fax: 91 54 3 14 88 E-mail:
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ISBN: 978-84-9879-139-6 depósito legal: S. 313-2010 impresión Gráficas Varona, S.A.
ÍNDICE GENERAL
Presentación: Wehrlos: Julio A. Pardos ................................... Esta edición............................................................................... Referencias..................................................................................
9 13 15
EX CAPTIVITATE SALUS EXPERIENCIAS DE LA ÉPOCA 1945-1947
Prólogo a la edición española [verano de 1958] ................... Conversación con Eduard Spranger (verano de 1945) ........ Observaciones en respuesta a una conferencia radiofónica de Karl Mannheim (invierno de 1945/1946) ................. Historiographia in nuce-. Alexis de Tocqueville (agosto de 1946).................................................................................. Dos tumbas (verano de 1946) ................................................. Ex captivitate salus (otoño de 1946)......................................
21 25 29 37 43 55
Sabiduría de la celda (abril de 1947)...................................... Cántico del sesentón [11 de julio de 1948]...........................
71 81
Notas ......................................................................................... Indice de nombres.................................................... .................
83 97
Presentación WEHRLOS Julio A. Pardos
«La senda del espíritu resulta ser indirecta», anotaba Cari Schmitt en el arranque de su Glossarium* citando a Hegel, a finales de septiembre de 1947: «Distancia, separación, me diación, el resultado de todo actuar humano». Y pasaba a concretar su personal plasmación de ese Weg que procedía como Umweg: «Mi senda de Berlín, a través de Núremberg, hasta Plettenberg» (G 27.9.47). Ex captivitate salus, que pu blicaría en 1950 subtítulo Experiencias de recodos la época 1945-1947, llevacon las elmarcas de cada uno de los de ese itinerario, y ya sólo eso sirve para destacar su tex to respecto de los que Schmitt publicó también en 1950, El Nomos de la Tierra en el derecho de gentes del ius publi cum Europaeum y Donoso Cortés en perspectiva europea, además de «El problema de la legalidad» y «La situación de la jurisprudencia europea». Si también guarda, como es el caso, alguna intimidad discreta, pero potente, con la escri tura schmittiana no publicada del mismo momento —es el caso del Glossarium (1947-1951), también del dictamen «El crimen de guerra de agresión en el derecho internacional y el principio nullum crimen, nulla poena sine lege» (1945)—, nos las habernos entonces con un potencial de radiación mayor que el que sugiere su apariencia frágil, meditativa, no aparatosa, divagatoria y en fuga hacia lo literario, o fi
* En adelante citado po r la sigla «G» seguida, en cifra, de la fecha correspondiente a la anotació n.
losófico, incluso. El punto de partida es la conferencia «La situación de la jurisprudencia europea». Mientras el régimen nacionalsocialista desplegaba, tras la capitulación de Stalingrado, el concepto de Festung Eu ropa («Europa como iniciaba uneuro tour de intervenciones quefortaleza»), hacían deSchmitt la «jurisprudencia pea» el «asilo de la conciencia del derecho»: Budapest, Bucarest, Madrid, Coimbra, al final Leipzig, en diciembre de 1944. En carta a uno de sus discípulos, el 1 de enero de 1945, describía el ciclo como una progresión hacia «Leipzig, lu gar donde pareció oportuno depositar un testamento». La conferencia en cuestión, «La situación de la jurispruden cia europea», a la vez que delineaba la propia situación de Schmitt en filigrana de la de Savigny, hacía la historia de las aporías de la legalidad motorizada, y el contrapunto en la historia de una jurisprudencia de radio europeo y base romana donde se hermanaban due process o f law y garan tías institucionales, al compás de citas de una intervención de Paul Koschaker ya significada por reivindicar el derecho romano ante su programada destrucción por el diseño jurí dico nacionalsocialista. Jurisprudencia, entonces, como es pacio de asilodepara sentido del a la res ponsabilidad los elportadores dederecho. una tareaLlamada «que ninguna otra actividad humana puede desenvolver», « reciprocidad» como principio procesal y, con la motorización rampante de la legislación como amenaza, exigencia de recurso a la jurisprudencia como repositorio último del srcen del de recho. Y anticipando expresiones que resonarán en 19451947, recordatorio de una historia de persecución, «pues nuestra fuerza radica en nuestra voluntad de sufrimiento. Incluso la confusión de lenguas será mejor que la unidad babilónica». Lo que con fundamentación romanista despe gara con la glossa y se consolidara con la jurisprudencia que desembocará en Savigny, lugar de refugio para el dere cho y su conciencia. Éste era eltestamento de Schmitt a 1 de enero de 1945. Esta es la jurisprudencia cuyo «honor» salva el dictamen «El crimen de guerra de agresión en el derecho internacio
nal...», encargado para la defensa del industrial Friedrich Flick en junio de 1945 y terminado por Schmitt el 25 de agosto de 1945. «En el verano de 1945, levanté miserable mente la voz y fui inmediatamente reducido al silencio. Gra cias a mipenal exposé sobrelaladistinción criminalización del enemigo en el derecho y sobre entre enemigo y criminal, conseguí salvar el honor de la jurisprudencia europea. [...] ¿Resulta extraño que me asalte la ‘impaciencia de la justicia’ cada vez que recuerdo esto?» (G 1.5.48). Y ésta la jurispru dencia que pasa de asilo a exilio, cuando es ese mismo juris prudente el enfrentado, en julio de 1945, a la respuesta a un cuestionario previsto por los acuerdos de Potsdam a efecto de depuración general de responsabilidades; luego, a «arresto automático» desde septiembre de ese añoy durante un año, en campos de internamiento de Berlín; y luego, marzo-mayo de 1947, a interrogatorio en prisión celular en Núremberg. «Inquietantes, los 7 (¡siete!) títulos jurídicos de la con quista española de América según Vitoria», registraba Cari Schmitt el 26 de febrero de 1948 en su Glossarium : venían a respaldar «toda la lógica inquietante de la guerra justa, la transformación del enemigo en criminal condenado [...] el vencedor la total privación de derechos Ex captivitatecomo salus juez, recogía en siete —¡siete!— rúbricas[...]». la moti vación de una protesta en derecho. Era su respuesta, desde lo que él llamaba «su peculiar modo de hacer jurisprudencia» (G 8.5.48) a la situación de indefensión en que había incurri do desde el verano de 1945. Ni literatura carcelaria, ni con solatoria, ni apologética ni confesante, menos aún autobio gráfica. El tenor del texto era jurídico, como correspondía a quien siempre había «hablado y escrito como jurista, sólo a juristas y para juristas», si bien en una situación en que «los juristas de mi tiempo se habían transformado en técnicos positivistas de la aplicación de la ley» (G 23.9.47). Webrlos, condición de indefensión, era la experiencia fundamental a la que daba forma el conjunto de los siete capítulos que componen Ex captivitate salus. La expresión sólo aparece dos veces, pero lo hace en lugares estratégicos: centrando la respuesta de Schmitt a Spranger, en el capítulo primero
(«So bin ich wehrlos. Wehrlos, doch in nichts vernichtet»*: que resulta ser una criptocita de Konrad Wei£), y en el cie rre del capítulo sexto, «Sabiduría de la celda» («Ich sehe die wehrlos reiche Frucht der Jahre, die wehrlos reiche Frucht», de unanocita ocultapor de éste, WeiíS, que ahora torsiona ha cia nuevo un lugar previsto previsible en se Schmitt: «aus der dem Recht der Sinn erwáchst»)**. El capítulo primero se plantea como caso en el que un Schmitt abocado a respon der al Cuestionario por un filósofo y pedagogo, incurre en indefensión, renunciando a fundar su intención. El resto es el despliegue de una protestatio donde no se puede prose guir la litis contestatio, así no consumida. Queda a salvo la posición de Schmitt. Que se remacha en el capítulo «Dos tumbas» —el punto central del total de siete— cuando des estima que el suicidio de Kleist sea protesta de nada: «la protesta contra la situación política no fue el factor deter minante. No se trataba de superiores pretensiones jurídicas» (G 27.6.49, sobre Kleist). El suicidio de A hlmann, el dedicatario de Ex captivitate salus, era otra cosa. Resulta que es precisamente esto lo que glosa el Glos sarium. En la entrada de 12 de octubre de 1947, tras con siderar antes «el derecho, esto«En es, ella espacio forma dedelalaguerra malmente correcta», se lee: guerrafor no formalmente correcta valen medidas diversas de las usuales. Es el absoluto estado de excepción del individuo situado en condición de indefensión [Wehrlosigkeit], del outlaw que no se deja despojar de su condición humana. [...] Jus se defendendi contra hostem deponere nemo potest. Reflexiónese sobre el significado de la expresión hors la loi. ¿Hace falta someterse a tal cosa?». Para Schmitt cabe la protestatio, y si no comparte la contestatio, dará la in bienvenida al consilescens (G 16.12.48: Ave consilescens arcano, saludo albo rozado a Shakespeare). Se coloca así como heredero católico de quienes en Spira, allá por 1529, aseguraron su derecho, ante el Emperador, protestando y politizando así la confe**
Véase infra, p. 27. Véase infra, p. 79.
sión propia. Desteologizando. Aunque luego los residuos de la desteologización, medio obligado para los juristas, se per petúen en «situaciones intermedias», las de la indecisión del barco pirata. Cari Schmitt, protestante católico: no es mal oxímoron para acaso abismar el más usual de «Epimeteo cristiano». En cualquier caso, y dando la razón a Taubes, el trabajo del texto parece dar la razón al mismo Schmitt (G 3.10.47), cuando afirmaba que canonistas amigos eran «juristas de la teología». Él, protestante católico, era «un teólogo de la jurisprudencia». ESTA EDICIÓN La primera edición de Ex Captivitate Salus. Erfahrungen der Zeit 1945/47 se publicó en 1950 bajo el sello editorial Greven, de Colonia —el mismo sello que publicaría, en idéntica fecha, Der Nomos der Erde im Vólkerrecht des Jus Publicum Europaeum y Donoso Cortés in gesamteuropdischer Interpretation—. Al menos el fragmento tercero apareció, en ese mismo año de 1950, con el título cambiado de «Existentielle (Universitas V/10,primer pp. 11751178).Geschichtsschreibung» Una reimpresión inalterada d e ese texto o co rrió a cargo de Duncker & Humblot (Berlin, 2002). Versiones al italiano y al francés aparecieron en 1987 y 2003, respec tivamente: a cargo de Cario Mainoldi, Ex Captivitate Sa lus. Esperienze degli anni 1945-1947 (Adelphi, Milano), y de André Doremus, Ex Captivitate Salus. Expériences des années 1945-1947 (Vrin, Paris). Por ahora no parece haber alcanzado versión al inglés, excepción hecha del «Canto del sesentón» que cierra el texto, a cargo de G. Ulmén (Telos 11 [verano de 1987], p. 130). Precisamente aquel mismo fragmento, el tercero, se adelantó en español a la edición primera alemana: «Historiographia in Nuce. Alexis de Tocqueville», en versión de F. J. Conde (Revista de Estudios Políticos XXIII/43 [1949], pp. 109-114). En la misma sede (XXXIV/54, p. 250), E. Tier no Galván traduciría en 1950, con ocasión de una breví
sima reseña, el poema de cierre, «Canto del sexagenario». Como simultáneamente haría Eugenio d’Ors en Arriba (Ma drid, 12 de mayo de 1951), versión que reproduciría luego la revista Dinámica Social (Buenos Aires, noviembre de 1957). El fragmento 5, «Ex captivitate salus», aparecería mente, en elBoletín de la Universidad de Santiagoinmediata de Compostela (57-60 [1951/1952], pp. 143-158), a cargo de José Caamaño. Una versión completa vendría en 1960, Ex Cap tivitate Salus. Experiencias de los años 1945-1947 (Santiago de Compostela, Porto y Cía), en versión de Anima Schmitt de Otero: incluía la novedad de un prólogo de Schmitt, fe chado en Santiago de Compostela en el verano de 1958, y para el poema de cierre incorporab a la versión de D ’Ors. Es esta versión la editorial Struhart Aires, 1994) convirtió en launque amasijo de erratas que, (Buenos en cualquier caso, ha mantenido accesible hasta hoy algo parecido al texto. La versión que ahora se ofrece parte del texto alemán, teniendo a la vista la reimpresión de 20 02, y recurre fun da mentalmente a la de Anima Schmitt (=A), siempre tenien do a la vista también las opciones de Conde, Caamaño y Tierno, y ayudánd ose de las de Mainoldi (= M ) y Doremus (=D). Modificaciones menores pasan sin ser indicadas, y otras —por ejemplo, los títulos de los fragmentos, que se adaptaron para lectores españoles— se conservan en nota. La disimetría que presenta la edición alemana en algunas de las fechas del índice general con las que figuran a final de capítulo se ha dejado como estaba. Se ha mantenido, y en su misma posición, el prólogo mentado de Schmitt, que no recogen las versiones italiana y alemana, y sí la fra ncesa en tre su recopilación de materiales. Ese prólogo, del que no existe srcinal alemán, haensido traducidoIIpor(1990, G. Maschke al alemán, y publicado Schmittiana pp. 140141). De allí lo traduce Doremus. Se ha preferido también mantener (entre corchetes) términos y expresiones srci nales que parecía conveniente no perder. Del poema de cierre se mantiene, en nota, el texto srcinal. Al margen del cuerpo del texto, limpio de notas, se ha incorporado una anotación cuyo criterio es el de intentar sugerir algunas
conexiones entre este texto y otros del corpus schmittiano, o del contexto, así como alguna información factual que facilite la lectura. Las notas podrían haberse multiplicado —simplemente y por ejemplo dirigiendo la mirada hacia Glossarium: en se cualquier caso, índice haceen asequible esta tarea—, si bien ha optado porsumantenerlas un mínimo, siempre discutible, pero esperablemente operativo. N o debe olvidarse que la traducción mencionada de A. Doremus se acompaña de un casi enciclopédico comentario que obliga aquí a una selección drástica. Alejandro del Río me muestra de nuevo ser editor ex cepcional, también porque sabe moverse en situación de excepción. De la sabiduría filológica de Angelo Valastro, precisamente por tardoantigua (Isidoro, Etym. 5.2.1: fas lex divina est, ius lex humana est), he sido asediador, sin protesta por su parte. Antonio Fernández de Buján, roma nista no d’orsiano, desde hace mucho tiempo sabe llevar con paciencia las intemperancias d’orsianas de un romanista afi cionado. Jorge Pérez de Tudela, kelseniano y sin embargo amigo, pregunta sin cuestionario, y responde, siempre: ene migo tanto. Preliminar y anotación, la tiempos lectura, están óptimo, dedicadaspor a Antonio Valdecantos, que sabe de y destiempos, de retórica y derecho y, lo que más importa, de amigos y enemigos.
REFERENCIAS C. Schmitt, «Staatliche Souveránitat und freies Meer. Über den Gegensatz von Land und See im Volkerrecht der Neuzeit», enDas Reich und Europa, Koehler & Amelang, Leipzig, 1941, pp. 91 ss. (cuya primera parte, con el título «Staat ais ein konkreter, an eine geschichtliche Epoche gebundener Begriff», enVerfassungsrechtliche Aufsdtze aus den fahren 1924-1954. Materialien zu einer Verfassungslehre, Duncker & Humblot, Berlin, 1958, pp. 375 ss.; trad. cast.: «El Estado como concepto concreto, vinculado a una época histórica»: Veintiuno 39 [otoño de 1998], pp. 67 ss.).
—, «Die Formung des franzósischen Geistes durch den Legisten». Deutschland-Frankreich. Vierteljahresschrift des Deutschen Instituís zu París 1/2 (1942), pp. 1 ss. —, Land und Meen Eine weltgeschichtliche Betrachtung, Reclam, Leipzig, 1942, y Reclam, Stuttgart, 1954, 2.a ed. rev.; trads. cast.: Tierra y Mar. Una reflexión sobre la historia universal, Institu to de Estudios Políticos, Madrid, 1952, y Trotta, Madrid, 2007. —, «Der Zugang zum Machthaber, ein zentrales verfassungsrechtliches Problem» [1947], en Verfassungsrechtliche Aufsatze aus den Jahren 1924-1954, cit., pp. 430 ss. —, «Amnestie-Urform des Rechts»: Christ und Welt 11/45 (no viembre de 1949). —, Donoso Cortés in gesamteuropaischer Interpretation, Greven, Koln, 1950; trad. cast.: Interpretación europea de Donoso Cor tés, Rialp, Madrid, 1952. —, «Drei Stufen historischer Sinngebung»: UniversitasS (1950), pp. 927 ss.; trad. cast.: «Tres posibilidades de una visión cristiana de la historia»: Arbor XV111/62 (1951), pp. 237 ss. —, Die Lage der europáischen Rechtswissenschaft, Internationaler Universitátsverlag, Tübingen, 1950; luego en Verfassungs rechtliche Aufsatze aus den Jahren 1924-1954, cit., pp. 386 ss.; trad. cast.: Cambio de estructura del derecho internacional. Con ferencia del Prof. de la Univ. de Berlín Dr. Cari Schmitt en el Insti tuto de estudios políticos [en l/junio/1943], Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1943. —, Der Nomos der Erde im Vólkerrecht des Jus Publicum Eu ropaeum [1950], Duncker & Humblot, Berlín, 31988; trad. cast.: El Nomos de la Tierra en el Derecho de Gentes del Jus Publicum Europaeum, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1979. —, «Das Problem der Legalitát»: Die neue Ordnung 4/3 (1950), pp. 270 ss., y en Verfassungsrechtliche Aufsatze aus den Jahren 1924-1954, cit., pp. 440 ss. —, Berlin», en Schmittiana,der I, Jahre Bruxelles, 1988. ed. de —, «1907 Glossarium. Aufzeichnungen 1947-1951, E. Fr. von Medem, Duncker & Humblot, Berlin, 1991. —, Das internationalrechtliche Verbrechen des Angriffskrieges und der Grundsatz «Nullum crimen, nulla poena sine lege», ed. de H. Quaritsch, Duncker & Humblot, Berlin, 1994; trad. cast.: El crimen de guerra de agresión en el Derecho internacional, y el prin cipio «nullum crimen, nulla poena sine lege», Hammurabi, Buenos Aires, 2006.
—, Antworten in Nürnberg, ed. de H. Quaritsch, Duncker & Humblot, Berlin, 2000. —, «The ‘Fourth’ (second) Interrogation of Cari Schmitt at Nuremberg, ed. J. W. Bendersky»: Telos 139 (verano de 2007), pp. 35 ss. E. Jünger y C. Schmitt, Briefe, 1930-1983, ed. de H. Kiesel, Klett-Cotta, Stuttgart, 1999. El Escorial, 28 de febrero de 2010
EX CAPTIVITATE SALUS EXPERIENC IAS DE LA ÉPOCA 1945-1947
In memoriam Dr. Wilhelm Ahlmann m. 7 de diciembre de 1944 Ccecus Deo propius [más próximo a Dios y ciego]
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA1
En la primavera de 1945, cuando Alemania estaba vencida y deshecha2, no solamente los rusos, sino también los ame ricanos llevaron a cabo internamientos en masa en el terri torio por ellos ocupado, y destruyeron socialmente grupos enteros de población alemana. Los americanos llamaron a su método arresto automático. Esto significó que miles y aun cientos de miles de miembros de ciertos estamentos sociales —por ejemplo, todos los altos funcionarios—, sin otras con sideraciones, fueron privados de sus derechos e internados en campos de concentración. Esta era la consec uencia lógica de la criminalización de todo un pueblo y la realización del tristemente célebre Plan Morgenthau. Yo estuve en el año 1945-1946 en uno de estos campos de concentración en virtud de arresto automático. En mar zo de 1947 fui trasladado durante dos meses a la cárcel de Núremberg en calidad de testigo y posible acusado, possible defendant, tal como se denomina esta interesante institución del derecho procesal penal americano, que hace posible la detención del testigo. Ni durante el arresto automático ni en los meses de prisión en Núremberg ni más tarde se hizo acusación formal alguna contra mí. Tampoco se me probó ninguna acción delictiva. Pero precisamente esta experiencia de los modernos métodos de criminalización, este encuentro concreto con las consecuencias de la teoría de la guerra justa, tenía que impresionar más profundamente a un conocedor
y cultivador de la ciencia jurídica en general y del derecho internacional en particular3. Casi todos los ensayos aquí publicados fueron escritos durante la situación de arresto automático, en el campo de concentración Berlín-Lichterfelde-Süd, extraordinaria mente duro en de el otoño e invierno de 1945-1946, y bajo la estricta prohibición de escribir. Pero apareció un humanita rio médico americano que, por compasión, nos facilitaba la posibilidad de hacer anotaciones y que incluso nos ayudó a sacar del campo cartas y notas sin pasar por el control de las autoridades. El tiene el mérito principal de la realización de este libro, y por esta razón hay que mencionarlo aquí. Su nombre era Charles; natural de Boston; para nosotros, su cul tura y humanidad salvaron el honor de Norteamérica. Su inteligencia y su corazón se habían librado de la psicosis creada por la terrible propaganda de la guerra. Es natural que las autoridades americanas del campo le trasladaran a otro destino. Pero había realizado su misión providencial. No sé qué fue de él. Dios le proteja y bendiga en donde quiera que esté. Ruego al lector que lea este libro como si fuera una serie de cartas a él personalmente dirigidas. Solamente así se jus tifica y explica la forma de exposición. Este libro procede de una situación de masas, característica de los modernos méto dos de hacer la guerra. No se trata aquí de romántica o heroi ca literatura de prisión, ni de quejas o efusiones retóricas del estilo de Miei prigioni de Silvio Pellico, ni de confesiones líri co-subjetivas como Mes prisons de Paul Verlaine, ni mucho menos de la Balada de la cárcel de Reading de Oscar Wilde. Hoy el progreso de la técnica moderna lo domina todo. Ha creado de dureza y crueldad,endela frío duro y cruel,una quenueva no se forma manifiesta exclusivamente moderna invención de la guerra fría. Porque el progreso de la técni ca moderna es sobre todo, al mismo tiempo, un progreso en la eliminación del subjetivismo romántico, un progreso en la captación del individuo humano, y en la criminalización y au tomatización de masas. Una maquinaria gigantesca devora sin distinción a cientos de miles de hombres. Al lado de esto, el
viejo Leviatán, el gran monstruo, parece casi acogedor, y la antigua cárcel casi un idilio. Si la víctima de semejante maquinaria habla en un libro de ese tema, entonces tiene menos importancia decir lo que siente-, importante es decir lo quelapiensa dentro la coacse ción delosemejante situación. Toda dignidad delde hombre concentra en su pensamiento. La situación de la coacción producida por la automatización es tan fuerte que cualquier aforismo impresionista resulta insignificante. Pero también toda sistemática se debilita en cuanto procede de situacio nes distintas. Quisiera que se lea este libro como un informe bien pensado de conocimientos auténticos, nacidos de una situación nueva. Un importante crítico lo llamó el moderno libro De consolatione 4. Es un gran elogio, pero no debemos olvidar que aquí la consolación ha encontrado su camino so lamente mediante la reflexión y la meditación. Casalonga, Santiago de Compostela Verano de 1958
CONVERSACIÓN CON EDUARD SPRANGER5
¿Quién eres? Tu quis es? Es ésta una pregunta abismal. Fui precipitado en ella, a finales de junio de 1945, cuando el fa moso filósofoa yunpedagogo EduardEnSpranger esperaba de mí la respuesta cuestionario6. esta ocasión me dijo que, sin duda, mis lecciones eran sumamente ingeniosas, pero que yo mismo, mi personalidad y mi esencia, eran opacas. Era un reproche grave que significaba: lo que piensas y hablas puede ser interesante y diáfano, pero lo que eres, tu esencia y tú mismo, son turbios y poco claros. Me atemorizó. ¿Para qué sirven las lecciones más her mosas, para qué valen los conceptos más claros, para qué sirve el espíritu? Lo que importa la esencia. ser,cio o la existencia. Un problema difíci l, es pues, to davía O noelsolu nado por la filosofía, se precipitó sobre mi alma. ¿Es que la diafanidad del pensamiento puede ser compatible con la opacidad de la esencia? ¿Y cómo pueden ser posibles tales contradicciones? Contrastes antiquísimos y modernísimos me aguijoneaban con intensidad la conciencia: pensar y ser, ciencia y vida, intelecto contra instinto, espíritu contra alma; series enteras de tales antítesis me arrollaron. ¿Entonces, quéintentar debía hacer? en ser diáfano? ¿O debía probar¿Debía que, enesforzarme realidad, proba blemente no soy tan opaco, sino —por lo menos para los radiólogos benévolos— completamente transparente? Miré a mi interrogador y pensé: ¿Quién eres tú, que con tu pregunta puede s ponerme en trance de d uda existencial?
¿De dónde procede tu superioridad? ¿Cuál es la naturaleza del poder que te autoriza y anima a plantearme tales cuestio nes? Preguntas que intentan ponerme en trance existencial y que, por consiguiente, en su última consecuencia, no son más que lazos y trampas. Tales contrapreguntas surgieron espontáneamente. Mas no me gusta hacer contrapreguntas. Mi natural puede ser opaco, pero, de todos modos, es defensivo. Soy un hombre contemplativo, y gusto de formulaciones precisas, pero no de la ofensiva, ni siquiera de la contraofensiva. Mi natural es sosegado, silencioso y transigente como un río tranquilo, como el Mosela, tácito rumore Mosella. Pero aun a la defensiva soy poco violento. Siento poco interés hacia mí y aun demasiado teóricocomo por las ideaspráctico de mis adversarios, cuando interés se presenten acusadores. Tengo demasiada curiosidad de conocer los su puestos mentales de cada reproche, de cada acusación y de cada acusador. Por esto no resulto ni buen acusado ni buen acusador. Los tipos J ’accuse pueden representar su papel en el escenario del mundo. Me resulta más inquietante lo per secutorio que lo inquisitorial. Quizá eso tenga raigambre teológica. Porque Diabolus es el nombre del Acusador. Estoy perdido cuando mi adversario es enteramente malo y yo no soy totalmente bueno. Pero no era éste el caso. Mi interrogador tenía intenciones rigurosas, pero no malas. Yo, en cambio, no tenía ninguna intención. No quería ni espe raba nada de él. Me alegró volver a verle, porque mi viejo cariño hacia él no se había enfriado. Por eso yo podía verle, mientras que él no me veía. El estaba plenamente conven cido de haber tenido razón y de seguir teniéndola. Estaba imbuido de la idea de tener razón en cualquier sentido, ya sea ético, filosófico, pedagógico, histórico o político. Todo derecho que pudiera existir a este respecto, justa causa y res judicata, estaba de su parte. Como jurista, sé lo que eso significa. Conozco la pequeña tragedia del humano tener razón [ Recbthabens]. Además, conozco el derecho internacional europeo y su historia. En la actualidad soy —a pesar de Quincy Wright— el único ju
rista del mundo que ha captado y experimentado, en toda su intensidad y profundidad, el problema de la guerra justa, e incluso, por desgracia, de la guerra civil. Por consiguiente, conozco también la gran tragedia del humano tener razón [Recbtbaberei]. Así estoy indefenso. Indefenso, pero no aniquilado. A este hombre, frente al que me encontré como una persona puesta en trance existencial por él, a este filósofo y peda gogo, le había brindado hacía años todo mi respeto y ad hesión. Al recordar esa época, y consciente de no haberle hecho ni deseado nada malo, le respondí como a un filósofo y no como a un cuestionario. Le dije: mi natural puede ser poco diáfano; pero mi caso se puede designar gracias a un nombre descubierto por un gran poeta. Es el caso desagra dable, poco glorioso y, sin embargo, auténtico de unEpimeteo cristiano. Pero de esta respuesta no se desprendió ninguna conver sación. Verano de 1945
OBSERVACIONES EN RESPUESTA A UNA CO CIA RADIOFÓNICA DENFEREN KARL MANNHEIM7
Karl por Mannheim, el sociólogo8, desarrolló 1945,universi transmi tido Radio Londres, el programa de unaennueva dad europea. Para él, como para cualquier pensador serio, se sobreentiende que no puede haber universidad sin libertad científica, por lo menos no puede haber una institución que merezca este gran nombre en el sentido de la tradición euro pea y del racionalismo occidental. ¿En qué consiste esta li bertad científica y cuál es su condición previa fundamental? Karl Mannheim da la contestación: condición previa de la libertad científica es «una curiosidad fundamental que quie re comprender a cada uno de los otros grupos y a cada una de las otras personas en su manera de ser distinta». Podemos re ferirnos a esta contestación en el sentido filosófico-crítico del conocimiento o bajo el punto de vista histórico y sociológico. Podemos interpretarla como condición previa de un interés científico objetivo, que evita callejones sin salida en donde los frentes y anti-frentes de la guerra civil mundial —declarada o latente— encuentran su muerte espiritual. Evitar esto sería lo más importante en la situación actual de Europa. En al gún aspecto se repite hoy —con consignas secularizadas y en dimensiones globales— aquella índole de guerra civil que se produjo en las guerras confesionales de los siglos xvi y xvii en Europa y en tierras coloniales9. Realmente, sin la condición previa de una «curiosidad fundamental», en el sentido de seguir siempre preguntando
sin límites fijos, no hay libertad espiritual, por lo menos no
hay libertad científica. La cuestión es si los productos de la ciencia alemana durante los doce años comprendidos entre 1933 y 1945 dan motivo para tal curiosidad. ¿O se puede considerar liquidado el interés que merecen los investiga y científicos también poetas, ydores músicos alemanesalemanes, durante yesos doce los años, si nospintores atene mos exclusivamente a las manifestaciones y declaraciones que se publicaron por los altavoces oficiales de entonces? Es sabido que en un sistema totalitario t[otalitaren] de partido único está mandado todo lo que no está prohibido. Si se tratase realmente de un totalitarismo[Totalitát] al cien por cien, y si valiese solamente lo que se lanzaba al mundo por los altavoces del sistema de entonces, el asunto quedaría ya li quidado. Si solamente merece atención lo que aparece a la luz de los faros de una publicidad censurada y completamen te cautiva, y si, además, el entrar en esta publicidad ya signi fica la sumisión intelectual sin reparo, entonces, realmente, la labor científica de estos doce años no merece ninguna con sideración especial. Quizá merezca algún interés la técnica sociológica y de psicología de masas del sistema, dentro del problema sociológico —no sólo candente en Alemania— del manejo de las masas con medios científicos. En cuanto a la ciencia misma, no basta con contentarse con las fachadas de una publicidad artificialmente organi zada. En realidad, surgen problem as especiales precisa men te frente a la situación que se da en un sistema de control agudizado. Sobre todo, el problema de la intensidad de esta totalidad pretendida o real, y la cuestión siguiente de la captabilidad de la esfera de la que se trata aquí. Hay que preguntar en qué medida un poderoso es capaz de manejar la un pueblo de objeción. manera que no productividad quede ningún intelectual pensamientodelibre y ninguna La posibilidad de un totalitarismo total, al cien por cien, es un problema sociológico de primer orden. En la historia universal habrá ocurrido algunas veces que una civilización fuera exterminada por completo. La histo ria intelectual europea no conoce muchos casos análogos. Hasta ahora, el espíritu del racionalismo occidental desper
tó en cada pueblo europeo, incluso en los peores casos de terror político, fuerzas psíquicas e intelectuales que no lle garon a la superficie, y, al principio, tampoco querían ma nifestarse. El espíritu tiene su orgullo, su táctica, su libertad inalienable y, con perdón, incluso sus ángeles de la guarda, y todo esto no lo tiene solamente en el exilio, sino también en el interior, en las garras del Leviatán mismo. Hasta aho ra, en Europa, el espíritu sabía siempre encontrar sus criptas y catacumbas, sus formas y métodos nuevos. Tyrannum licet decipere [es lícito engañar al tirano]. Con esta frase comienza la teoría del tirano de la Edad Media, que, al mismo tiem po, era una teoría de la potestas spiritualis; sin este supuesto concreto, no sería más que una doctrina monstruosa de la guerra Haycivil. que tener en cuenta que las ciencias naturales mo dernas ponen a disposición de los poderosos recursos inmen sos, y las posibilidades legales, paralegales e ilegales de un sis tema moderno no se pueden comparar con las posibilidades de una potencia medieval. Esto va a acentuarse en el futuro. En Alemania, el espíritu logró ganar otra vez la partida al Leviatán. Deduzco de este hecho que las ciencias del espíritu van a ganar la partida a las ciencias naturales, obligándolas a convertirse también en ciencias del espíritu. De la coacción y del control aumentados técnicamente resultan nuevas for mas de pensar y hablar que escapan a esta coacción y a este control. Esto es aplicable en general frente a cualquier terror o discriminación, no sólo para Alemania y no solamente para estos doce años. Hace mucho tiempo que Alemania es un espacio relati vamente pequeño en el centro de Europa10, intelectualmente abierto ee imposible de cerrar; de las fuerzas ideas de Norte y Sur,camino de Estey yencrucijada Oeste. Alemania nunca se decidió unívoca y unánimemente, y tampoco tenía la posibilidad de hacerlo, porque no podía someterse a nin gún planteamiento de problemas que la han invadido desde fuera. Aquí está el secreto de su debilidad y de su superiori dad. Como consecuencia de la lucha, que quedó empatada, entre catolicismo y protestantismo, el espíritu alemán quedó
abierto y, en esta situación de suspenso, desarrolló una gran tradición de investigación sólida y criticismo atrevido. En el siglo xix, se añadió el hegelianismo. Éste adquirió en el mar xismo trascendencia histórica. Así se aumentó considerable mente la apertura. Verdad es que la capa culta, desde 1848, disminuyó de generación en generación, hasta que se agotó casi por completo. Pero, a pesar de esto, no perdió ni alma ni vida en los doce años comprendidos entre 1933 y 1945. Tenía mucho miedo a la guerra civil y muy poco talento para conspiraciones y atentados. Así se convirtió fácilmente en presa de una comunidad conjurada; presa fácil, pero a la larga, presa superficial. Solamente puede conquistar quien conozca mejor a su presa que ésta a sí misma. También ante esta conquista superficial se mantuvo el inextinguible individualismo alemán. Su facilidad asombro sa de organizarse es solamente la fachada de un autoacorazamiento prodigioso. Les quedó la antigua tradición, bien probada, de retirarse tranquilamente a una intimidad pri vada, con buena disposición para colaborar correctamente con todo lo que ordene el correspondiente gobierno legal. Y fue fácil que positivistas y pietistas llegasen al mismo re sultado práctico de que un gobierno era legal si no había ni sombra de un contra-gobierno. En ninguna parte se llevó tan lejos la separación de interior y exterior, que llegó hasta la ausencia completa de relación entre interior y exterior. La completa coordinación [Gleicbschaltung]n interior de seme jante capa culta es tan difícil como fácil es que se realice lisa y llanamente su coordinación exterior. Por contraposición, la base intelectual de coordinación, la llamada Weltanschauung, era en sí misma demasiado con fusa, manera que no podía representar unauna doctrina lógica y, pordeconsiguiente, tampoco la norma para captación total. El programa de partido permitió según su texto mu chas interpretaciones opuestas, que realmente se activaron en ocasiones diversas de manera diversa y en momentos di versos. Desde 1900, desde que empezó la protesta interior contra la Alemania oficial de entonces, surgieron múltiples tendencias, corrientes y movimientos, grupos, círculos y li
gas. Todos han contribuido de alguna manera al éxito del gran movimiento de masas que cayó en manos de Hitler. También fueron captados todos de alguna manera. Pero todos eran o demasiado profundos e inconscientes o demasiado variados ycoherente. estrafalarios para constituir el edificio de uncasi pensamiento El montaje de tópicos del partido no podía afectar a la esencia de las iglesias cristianas existentes y de la doctrina marxista. La explicación sociológica e histórico-espiritual de semejante partido es un problema en sí. De todos modos es poco probable que tal Bovigus ideológico hubiera podido tragarse, en el curso de doce años, toda la cultura e inteligencia del pueblo alemán, y que toda la producción in telectual hubiera quedado absorbida en esta combinación de vaguedad sin compromiso y la más subalterna vulgaridad. De este modo, el terror exterior se hace más convul sivo, pero las posibilidades de un totalitarismo intelectual se debilitan. Cada amplificador de sonido trae consigo una falsificación del sentido, incluso para el que se considera due ño del amplificador. El peligro despierta fuerzas nuevas en los que no se le rinden. Espíritu e inteligencia se oponen al ruido del aparato público por medio de múltiples formas de cortesía, e ironía y, al fin, mediante el silen cio. Por estoformalidad no se pueden juzgar simplemente desde una posición exterior las obras que se realizaron bajo estas cir cunstancias. El que lo juzgue debe tener presentes algunas verdades sociológicas básicas, sobre todo la relación eterna de protección y obediencia12. Tampoco un investigador o científico puede escoger a ca pricho los regímenes políticos. En general, los acepta al prin cipio como cualquier ciudadano, como súbdito leal. Cuando la situación se hace completamente anormal y cuando nadie desde fuera le protege contra el terror interior, él mismo tie ne que determinar los límites de su lealtad, sobre todo cuan do las circunstancias se tornan tan anormales que ni siquiera se conoce la verdadera posición del amigo más próximo. El deber de desencadenar una guerra civil, de sabotear y de hacerse mártir tiene sus límit es. Es problema de las víctimas de tales situaciones, y no sólo se debe juzgar desde fuera.
Platón fue colaborador del tirano de Siracusa, y enseñó que no se debe negar un consejo bueno ni siquiera al enemigo. Tomás Moro, el patrono de la libertad espiritual, pasó por muchos estadios e hizo concesiones asombrosas al tirano antes de llegar al punto de convertirse en santo y mártir. Además, en todas las épocas de concentración del poder vale para cada publicista la frase antigua de las Saturnales de Ma crobio: non possum scribere in eum qui potest proscribere[no puedo escribir contra quien puede proscribir]13. En el verano de 1938 se publicó en Alemania un libro14 en el que se lee: «Si un país llega a tal punto que solamente se admite la publicidad organizada por el poder estatal, el alma puebloentonces emprende el camino ce al del interior; crece la fuerzamisterioso contraria que del condu callar y del silencio». Benito Cereño, el héroe del cuento de Hermán Melville, se elevó en Alemania a símbolo de la situación de la inteligencia en un sistema de masas15. En septiembre de 1939 se publicó Marmorklippen [Sobre los acantilados de már mol}16, un libro que describe con gran audacia los abismos que se esconden tras las máscaras de orden del nihilismo. Muchas auténticas obras de arte, incluso de laa tendencia pic tórica entonces discriminada, se produjeron pesar del con trol fanático, y encontraron protección y fomento eficaces. En todos los sectores de las ciencias naturales y del espíritu se descubrirán trabajos importantes, si no falla aquí de repente la curiosidad intelectual17. El espíritu, según su esencia, es libre, y lleva consigo su propia libertad. Tiene que probarla incluso en las situaciones peligrosas de una moderna organi zación de masas. Pero el criterio de la carga de la prueba no debe apuntar demasiado lejos. A esta libertad intelectual corresponde el derecho ina lienable de atención científica. Ante el foro del espíritu, nues tra labor científica no tiene que temer ni esconder nada ni arrepentirse de nada. La discusión de sus errores será muy instructiva. Celebramos la curiosidad fundamental, de la que hemos hablado más arriba, y una publicidad libre. Pero no podemos prescindir del resultado positivo de un duro tiempo
de prueba, y no olvidaremos lo que experimentamos en el pe
ligro de aquellos doce años: la diferencia entre publicidad fal sa y auténtica, y la fuerza contraria del callar y del silencio. Intentaré hacer llegar estas notas de respuesta a manos de Karl Mannheim*. Entre sociólogos se habló tanto y tantas veces del «comprender» [ Verstehen]que sería indicado pro bar de una vez este comprender en una situación desespe rada y no solamente en la atmósfera de los bien organizados congresos de sociólogos. Me acuerdo de muchas conversa ciones interesantes con Karl Mannheim. Quizá comprenda que la curiosidad científica me atormenta, en todas las épo cas y hoy no menos, igual que a él, y que los altavoces de hoy, para mí, tienen tan poca autoridad como los de ayer. Sobre todo, no interpretará mal mi punto de partida —su fórmu la de la curiosidad científica—, y no la entenderá como pro clama al vencedor. Para esto, su fórmula tiene demas iado de la dialéctica del espíritu objetivo. Habla de comprender al otro en su manera de ser distinta. Quien utiliza tales giros sabe que el camino del espíritu pasa también por errores en los cuales el espíritu, aun en su error, permanece espíritu. Así está escrito en un pasaje clásico con una frase célebre. Esta frase es un unasalvoconducto, patente de corso, y mucho menos paradellamaestro infamia,no sino cuya letra sa ben leer los hijos de la libertad. Invierno de 1945/1946
* N o se consiguió entonces; más tarde ya no fue posibl e. [Nota — única — de C ari Schmit t; M annheim murió en 1947.]
HISTORIOGRAPHIA IN NUCE : ALEXIS DE TO CQU EVIL LE18
1
Aún suena en mis oídos una máxima que oí a menudo en mi juventud: La historia la escribe el vencedor.Suena con la cla ridad de una orden, y procede con seguridad de un soldado. El primer libro de historia que leí, cuando era un mucha cho, fue laHistoria universal de Annegarn, buen libro casero, que expone la historia alemana desde el punto de vista católi co. Los católicos de entonces, hacia 1900, no eran, desde lue go, los vencedores de una Alemania regida por Prusia, y sus historiadores se encontraban en una actitud defensiva difícil. Mientras fui joven no me di cuenta de esto. Un muchacho que lee con entusiasmo libros de historia no se para a pen sar quién ha escrito esas interesantes narraciones. Estaba entusiasmado con el buen Annegarn, y no pensaba en pro blemas de historiografía. Poco a poco fui conociendo a los vencedores de mi tiem po y a sus historiadores. Así comprendí el sentido socioló gico de aquella máxima sobre el historiador vencedor. La máxima significaba entonces que los historiadores liberales nacionales del Imperio de Bismarck, Sybel, Treitschke y sus sucesores, son los grandes historiadores. A su lado, los ven cidos austriacos y franceses nada cuentan, ni mucho menos los daneses, polacos y ultramontanos. Pero al aproximarse la primera guerra mundial se podía oír a veces la advertencia de que debíamos tener cuidado de mantenernos unidos para no caer en el papel de vencidos. Si no, a la desgracia de una
guerra perdida habría que sumar el hecho de que los histo riadores del vencedor triunfaran sobre los nuestros. Todas estas máximas sobre la guerra se referían a la gue rra terrestre europea del siglo xix, a una guerra militar esta talmente organizada. No se pensaba guerra Hay muchos aforismos interesantes sobreenlauna guerra en civil. general. Poetas y filósofos, historiadores y soldados han hablado de la guerra. Desgraciadamente, lo que se dice de la guerra só lo adquiere su último y más amargo sentido en la guerra civil. Muchos citan la frase de Heráclito: La guerra es madre de todas las cosas. Pocos, sin embargo, se atreven a pensar en la guerra civil cuando la utilizan. 2 Desde hace mucho tiempo Alexis de Tocqueville19es para mí el más grande historiador del siglo xix. Tiene una distinción un poco pasada de moda, pero, en cambio, es uno de los pocos historiadores que no ha incurrido en el histrionismo de su siglo. Es sorprendente cómo su mirada penetra la superficie de las revoluciones y de las restauraciones para alcanzar la médula decisiva de la evolución que se gesta tras los frentes y consignas contradictorias, evolución que utiliza a todos los p artidos de derecha e izquierda para empujar las cosas hacia una centralización y democratización crecientes. Si afirmo que la mirada de este historiador es penetrante no quiero decir que la tenga tensa y forzada. No tiene el celo de un desenmascarador sociológico o psicológico, ni la vani dad del escéptico, pero tampoco ambiciones metafísicas. No pretende laslos leyes delniproceso histórico uni versal, ni encontrar las leyes de treseternas estadios los ciclos culturales. No habla de cosas en las que no participa existencialmente, como de hindúes o egipcios, etruscos o hititas. No se sienta junto al buen Dios en el palco real del teatro universal, como el gran Hegel o el sabio Ranke. Es un moralista en el senti do de la tradición francesa, como Montesquieu, y, al mismo tiempo, un pintor en el sentido de la concepción francesa de
la peinture. Su mirada es suave, clara y siempre un poco triste. Tiene coraje intelectual, pero su cortesía y lealtad le mueve a dar a todos una oportunidad, y no muestra una ruidosa des esperación. Así, en 1849, fue durante unos meses ministro de Asuntos del presidente Luis Napoleón, quededi ha bía caladoExteriores perfectamente como histrión. El capítuloal que ca en sus memorias a esta experiencia tiene plena actualidad. Donde mejor se le reconoce es en susSouvenirs. Ningún his toriador puede hacer gala de algo semejante a este admira ble libro de Tocqueville. Pero lo que le eleva sobre todos los historiadores del siglo xix es el gran pronóstico que figura al final del primer tomo de suDémocratie en Amérique. El pronóstico de Tocqueville augura que la humanidad ha de seguir, en forma inevitable e irresistible, el camino hacia la centralización y democratización que emprendió hace mucho tiempo. Pero el previdente historiador no se contenta con se ñalar una tendencia general de la evolución. Designa sencilla y claramente las fuerzas históricas concretas que han de so portar e imponer esta evolución: América y Rusia. Por muy distintas y opuestas que sean, por caminos diferentes —la una con formas liberales de organización, la otra con formas dictatoriales— llegan al mismo resultado de una humanidad centralizada y democratizada. 3 Es realmente extraordinario que un joven jurista europeo fue se capaz de concebir semejante pronóstico hace más de cien años, hacia cuando la visióneuropeocéntrica. del mundo dominante de su época era1835, aún completamente Hegel ha bía muerto pocos años antes, en 1831, sin haber advertido en esas dos nuevas potencias mundiales los conductores de una nueva evolución. Lo más asombroso es que el historiador francés mencionase juntamente y en forma tan concreta a las dos potencias, América y Rusia, que, entonces, no estaban in dustrializadas. Dos gigantes en ascensión creciente, acuñados ambos por el espíritu europeo y, sin embargo, no europeos,
llegarán a encontrarse por encima de las fronteras y de las cabezas de la pequeña Europa. Lo que Tocqueville predijo de esta manera no era un vago oráculo ni una visión profética ni tampoco una construcción general Era uny diagnósticos pronóstico real, obtenido mediantefilosófico-histórica. observaciones objetivas superiores, concebido con la valentía de una inteligencia europea y for mulado con toda la precisión de un espíritu francés. Con este pronóstico cambia la autoconciencia europea y comenzó un período nuevo en la autoincardinación histórica de nuestro espíritu. Muchos sectores sociales no se han dado cuenta de esto hasta más tarde, a través del reflector de la miseria mani fiesta y del altavoz del claro títuloDecadencia de Occidente10. El problema no es de hoy ni de ayer. La primera contribución moderna a este tema es de Tocqueville. Hasta hoy sigue sien do la contribución más importante, porque es la más concre ta. Las profundas verdades históricas encuentran su más clara formulación en el momento en que surgen. 4 Tocqueville era un vencido. Se concentraron en él toda clase de derrotas, y no solamente por azar y por desgracia, sino por destino y existencia. Como aristócrata, era un vencido de la guerra civil, es decir, de la peor clase de guerra, que acarrea también la peor clase de derrotas. Pertenecía a la capa social que había sido vencida por la revolución de 1789. Como libe ral, había previsto la revolución, ya no liberal, de 1848, y fue mortalmente afectado por la explosión de su terror. Como francés, pertenecía a la nación que tras una guerra de coa lición de veinte años había sido vencida por Inglaterra, Ru sia, Austria y Prusia. Así, en cuanto a la política exterior, era el vencido de una guerra mundial. Como europeo, también tuvo que hacer el papel de los derrotados, porque previo la evolución por la cual dos nuevas potencias, América y Rusia, llegarían a ser, por encima de la cabeza de Europa, porta doras y herederas de una centralización y democratización
irresistibles. Como cristiano, en fin, que siguió siendo, con la fe de sus antepasados, por bautismo y tradición, sucumbió al agnosticismo científico de su época. Por eso no llegó a ser aquello para lo que parecía pre destinado más que ninguno: un Epimeteo cristiano. Le faltó la base histórico-salvífica que preservara de la desesperación a su idea histórica de Europa. Europa estaba perdida sin la idea de un Kat-echon21.Tocqueville no sabía de ningún Katechon. En su lugar, buscó hábiles componendas. El mismo sentía la flaqueza de estas componendas, como sus adversa rios, que se rieron de él por esta razón. Así llegó a ser un vencido que acepta su derrota. C’est un vaincu qui accepte sa défaite. Esto ha dicho de él Guizot, ycon Sainte-Beuve lo haElchismorreado celosamente. Se decía mala intención. crítico literario lo utilizó como flecha envenenada para herir mortalmente al famoso historiador. Pero Dios cambia el sentido de est as maldades y las convier te en testimonio involuntario e inesperado de otro sentido más profundo. De esta manera la maliciosa frase puede ser vir para entrever el arcano de grandeza que eleva al vencido francés sobre todos los demás historiadores de su siglo. 5 En el otoño de 1940, cuando Francia yacía derrotada, tuve una conversación con un yugoslavo, el poeta serbio Ivo Andric, al que tengo mucho afecto. Teníamos el punto de con tacto del conocimiento y de la admiración común a Léon Bloy. El serbio me contó la siguiente historia procedente de la mitología su pueblo: héroe de la leyen da serbia, de luchó duranteMarko todo Kraljevié, el día conelun poderoso turco y, tras duro combate, lo derribó en tierra. Después de haber dado muerte al enemigo vencido, se despertó una serpiente que dormía sobre el corazón del muerto, y dijo a Marko: Has tenido suerte de que yo haya dormido durante vuestra lucha. Entonces exclamó el héroe: ¡Ay de mí; he matado a un hom bre que era más fuerte que yo!
Conté la historia a algunos conocidos y amigos, y tam bién a Ernst Jünger que, a la sazón, estaba en París como oficial del ejército de ocupación. A todos nos impresionó profundamente. Pero todos estábamos de acuerdo en que los vencedores de hoy no se dejan impresionar por semejantes leyendas medievales. ¡También esto forma parte de tu gran pronóstico, pobre y vencido Tocqueville! Verano de 1946
DOS TUMBAS22
Durante cuarenta años, una fuerte corriente me ha lanzado una y otra vez del oeste de Alemania a Berlín, deteniéndome allí hasta hoy, en contra de todos mis instintos y simpatías, de todos mis planes y proyectos. Desde hace dieciocho años tengo mi domicilio en Berlín, sin quererlo demasiado y sin lograr remediarlo. A muchos alemanes de mi época y de mi estrato social les ha pasado lo mismo. Una turbina gigantesca nos atrajo. Una tromba nos ha dejado aquí. Berlín fue nuestro sino, y nosotros, las víctimas, fuimos el sino de Berlín. Para nosotros, esta capital problemática y dinámica era más bien un tránsito que una verdadera ciudad o un domicilio. En rea lidad, para muchos de sus habitantes no significaba más que un lugar de agitado trabajo, con buenos teatros y mucha vida nocturna, soportable gracias a los frecuentes viajes al mar o a la montaña; un hormiguero ávido de novedades, un horno prometeico y, finalmente, un crematorio. Desde el punto de vida histórico, ¿era en definitiva algo más que un crematorio o, al final, ni siquiera esto, sino un cajón de basuras y una escombrera? Era mucho más, y algo muy distinto. En esta ciudad no hay solamente escombros y ruinas, sino también tumbas. Una ciudad adquiere categoría histórica por sus tumbas. Puede ser que iglesias y palacios determinen el aspecto, pero el efecto más profundo emana de las tumbas. Imperceptible e inconce biblemente irradian sus cantos fúnebres. Roma es una ciudad santa por sus tumbas y, en segundo lugar, por sus iglesias y
palacios. Berlín no tiene nada de ciudad santa. No hablemos aquí de sus iglesias. Pero hay tumbas auténticas en Berlín. No solamente tumbas sencillas, decentes, sinceras, sin la defor mación debida a experimentos de artes y oficios; no solamen te tumbas de pobres, extranjeros y desconocidos, que enter necen más que los mausoleos falsos, sino también tumbas que cimentan una dignidad histórica. No pienso en los famosos filósofos Fichte y Hegel. Sus tumbas no se hicieron famosas. Estos pensadores del idea lismo tienen una relación demasiado ambigua con la resu rrección de la carne para que sus tumbas puedan encerrar gérmenes de esperanzas históricas. El Yo inmortal de Fichte ya encontrará el modo de domar a algún otro No-Yo, y el espíritu de Hegel domiciliará, compromiso, en algunaabsoluto residencia nueva.seHay en Berlín sin tumbas hermosas y dignas de artistas y sabios. La tumba de Humboldt en Tegel es el ejemplo perfecto de un clasicismo bien logrado. Por otra parte, hay tumbas desamparadas, última expresión de una existencia desamparadamente aislada, como la tumba de Bruno Bauer en el cementerio de Rixdorf; una piedra con el título equivocado Dr. Bruno Bauer, del cual el viejo licen ciado en teología se hubiera sonreído con comprensión. ¿Pero qué se constituye por tales tumbas, que desapare ce cuando se destruyen o se desplazan? En el cementerio de Inválidos hay auténticas tumbas de soldados, sobre todo de conde corados con el Pour le mérite. A mi entender, Ernst Jünger se había hecho acreedor al derecho de un lugar entre ellos. No sé si sigue dispuesto a conservar este derecho. Es di fícil hablar de estas cosas, porque nosotros, los que vivimos en esta tierra, no sabemos más de nuestra tumba auténtica que de la vida después de la muerte. Pero la tumba pertenece al aspecto general de nuestra existencia terrestre. Aprendemos de jóvenes y experimentamos de ancianos la exclamación de Solón: Nemo ante mortem beatus [Nadie es feliz ante la muerte]. Añadamos: ante sepulcrum ; y digamos: beatus vel miser [feliz o desdichado]. De esto se puede hablar. Incluso estamos obligados a darnos cuenta de un nuevo problema actual. Los procedimientos modernos, adaptados a la época
del progreso, han perfeccionado también los métodos para eliminar los cadáveres de enemigos políticos, y el antiguo tema de Antígona adquiere otra vez actualidad. Conozco dos tumbas en Berlín que testimonian algo esen cial, y hacen que esta ciudad destruida no sea solamente la ceniza de un horno prometeico. Dos poetas alemanes encon traron aquí su tumba, y de tal manera que estas dos tumbas significan más para nuestra historia auténtica —que es la his toria trágica— que la sepultura de los príncipes de Weimar23. Son las tumbas de Kleist, cerca del Wannsee, y de Theodor Dáubler en el cementerio de la HeerstraSe. Ya por esto, Berlín no es un mero crematorio ni una escombrera.
Heinrich von Kleist24llevaba dentro de su ser la escisión de Este y Oeste. Siendo joven pensó en hacerse soldado bajo Napoleón; más tarde, la enemistad contra el conquistador extranjero invadió su alma. Napoleón significaba el Oeste, Kleist hubiera podido esperar, si hubiese tenido paciencia. Hasta ahora, el Este ha tenido más paciencia que el Oeste. La paciencia eslava se hace dueña de nuestro sentimiento de cul pabilidad. Mas en Berlín ya había demasiado espíritu como para que pudiese existir mucha paciencia. Pero tampoco par tiendo del espíritu Napoleón hubiera conquistado Prusia, a la larga. Solamente puede conquistar quien conozca mejor a su presa que ésta a sí misma; y no cabe duda de que los filósofos prusianos de entonces sabían más de las ideas del Oeste que lo que aquel Oeste sospechó de las fuerzas del Este. La francofobia de Kleist no significaba forzosamente una opción por en el Este, que todavía no existía el sentido ac tual. Pero, la concreta situación de la en política mundial, el odio a los franceses era una opción por Rusia, potencia continental que derribó a Napoleón con todas las conse cuencias que se pusieron de relieve en el curso del siglo xix, tanto para Prusia y Alemania, gobernada por Prusia, como para E uropa entera bajo la sombra de una Alemania poten te. De todos modos, era una actualización de los fuertes
elementos orientales dentro del propio carácter prusiano. Un año antes de su muerte, Kleist escribió un ensayo inago table y siempre de nuevo sorprendente, líber das Marionettentheater [Sobre el teatro de marionetas]. Al final aparece un oso que, con instinto imperturbable, se muestra superior a la técnica más inteligente. Cansa a los mejores floretis tas, simplemente porque no cae en fintas. Este portador de fuerzas inconscientes es un símbolo mítico, y está ya situa do en la línea del profundo contraste entre Este y Oeste. El contraste pasa por Alemania, por el corazón de Alema nia. Para los clásicos de la literatura alemana es completamen te inconcebible en esta forma. Pero desde el Este ya emerge en el siglo xviii. Un documento curioso de esta época es la pro clama en el año 1776, dirigió desde Kónigsberg Johanna Georg que, Hamann25, el filósofo más auténtico del Este alemán, Federico el Grande. Contra el filósofo de Sanssouci, el filóso fo más grande, Hamann, apela al rey de Prusia. El filósofo de Sanssouci era el Oeste, el rey de Prusia, el Este. ¿Pero quién, en la época de Voltaire, podía leer semejante carta y entender semejante proclama? Por otra parte, en el siglo siguiente, un hegeliano de izquierda como Bruno Bauer podía optar con plena consciencia histórica por el Este. En el otoño de 1935 visité la tumba de Kleist, cerca del Wannsee, con el poeta Konrad Weiís y dos amigos westfalianos. Konrad Weifí publicó después un ensayo magnífico. En la visión histórica de Weifí, completamente mariana, las mujeres de los dramas de Kleist adquieren un maravilloso aire cristiano, mientras que las mujeres de Goethe aparecen con palidez idealista o con un romanticismo del tipo del de Mignon. No hablamos allí de la muerte de Kleist. En oc tubre de 1944 visité la tumba con mi hija Anima. Habían apartado la vieja y modesta losa sepulcral, que ya tenía cierta tradición, y la habían sustituido por una piedra sencilla y moderna. La vieja inscripción sentenciosa había tenido que ceder el puesto a un verso del Príncipe de Homburg: Nun, o Unsterblichkeit, bist du ganz mein! [Ahora, inmortalidad, eres toda mía!],
lo que suena un poco afectado en este lugar. Los pájaros de la muerte zumbaron por el aire anunciando la inminente epide mia de suicidios. Fue una hora terrible. Pero no quise hablar de estas cosas con una niña de doce años. Mientras tanto, mis propias experiencias me empujaron a pensar y expresar lo que reconocí. La tumba de Kleist es la tumba de un suicida. Se suicidó metódica y conscientemente con su propia mano. Ninguna retórica idealista puede disfrazar o pulverizar este hecho. La losa sepulcral antigua llevaba este verso: E r suchte hier den Tod un d fan d Unst erblichkei t.
buscólalainmortalidad.] muerte y[Aquí encontró ¿Fue de verdad la muerte lo que buscó? El apetito volup tuoso de muerte no es la muerte. ¿Y quién puede saber qué encontró en realidad? Me atemoriza la idea de que, quizá, este suicidio, perpetrado en noviembre de 1811, hubiera po dido ser un anuncio de los suicidios que se realizaron en la primavera de estrato 1945, precisamente en esta parte de Berlín y en determinado social. Un poeta moderno, incluso el más moderno de todos, Theodor Dáubler, escribió este verso: Die Pflanzen lehren uns der Heiden sanftes Sterben.
[Las plantas nos enseñan el suave morir de los paganos.] No creo en este morir suave de los paganos; tampoco creo en su manera de ser semejante a vegetales. En lo que nos aventajan, y en lo que los europeos del siglo xx en vano los quieren imitar, es en algo distinto: en la fuerza de conver tir el suicidio en sacramento. Unicamente el filósofo estoico sabía realizarlo de una manera comprensible para nosotros; dio solemnemente el paso al imperio de la libertad, viendo en esto la última y quizá la única posibilidad de demostrar su
dignidad humana y de probar su libertad moral. Durante mi vida conocí a dos hombres que se suicidaron, probablemente, bajo la influencia de tales motivos: Otto Baensch, un filósofo neokantiano, que murió en 1936 sumido en la desesperación, y Wilhelm Ahlmann, que por su muerte se sustrajo a sí mis mo y a sus amigos a interrogatorios de policía. Solamente en épocas de guerra civil surge la significación ejemplar de esta manera de morir. Un célebre caso histórico es el fin del filósofo Condorcet, que durante el Terror de 1793 tomó veneno, escapando y sucumbiendo al Terror a un mismo tiempo. Pero esto ya es un caso moderno. En realidad Séneca es el único sacerdote de este sacramento sumamente filosó fico. Era contemporáneo del emperador pagano Nerón así como del apóstol cristiano Pablo. Su lengua ya de tiene algo del crecimiento del Verbo hecho carne. Un rayo consagración ilumina su acto, que solamente la crucifixión de Dios Hombre podía otorgar. No se debe olvidar aquí a Lucano, sobrino de Séneca, porque era el poeta de la guerra civil. Los dos eran contemporáneos de los acontecimientos únicos, irrepetibles y constantemente presentes que iniciaron y mantienen nues tro eón. De allí, del srcen de nuestro eón, procede la luz tenue del suicidio estoico. No es más que una luz lunar, como la de todos los intentos de una religión humanista, y no es capaz de constituir formas sacramentales. Kleist no era estoico. Su suicidio tampoco fue un acto combativo en una guerra civil. El deseo voluptuoso de la muerte le había apresado. Conoció la angustia, y buscó la vo luptuosidad de la tumba. Buscó el lecho de la emperadora. Pero no ha sido un Euforión del placer de la muerte. No era pagano; ni era un firme pagano precristiano, ni un pa gano intencionado en el moderno sentido del ansia vital y el apego desesperado a este mundo. Tendió a más allá de los elementos de muerte y tumba. Quiso abrirse las puertas del otro mundo, abrirlas a la fuerza, pero no quería estar solo. Llevó a una compañera, a una víctima que se le ofreció. Cuando pasó a la muerte, afirmando solemnemente su sere nidad, con una mujer y compañera, víctima y testigo, buscó el camino hacia otro reino, e intentó un rito de iniciación
de este camino. Su acto era superación de lo elemental e intento de sacramento. Pero no encontró ningún sacramento preparado para él. Ni siquiera encontró el signo de la cruz, en nombre de la Santísima Trinidad, signo cuya fuerza salvadora experimentó Annette von Droste-Hülshoff y del que dio testimonio en uno de sus poemas más intensos. El paso al reino de la libertad que intentó Kleist se convirtió en un desafuero, y la compa ñera, en vez de testigo, no fue más que el eco desamparado de la desesperación masculina. Fue el desafuero de un poeta alemán a quien el humanismo de los clásicos alemanes y el idealismo de la filosofía alemana habían dejado sin salvación, porque ni uno ni otro podían darle signo o sacramento. Am bos, humanismo idealismo, son,Mas según dice Konrad WeiS, plenos de luz peroe vacíos de aire. un esplendor de María Inmaculada tocó a las mujeres de Kleist, a sus amazonas y a sus niñas sonámbulas, y María, la madre del amparo, no habrá dejado desamparado al poeta de tales imágenes de mu jeres. Un soplo de su clemencia celeste disuelve el lamento rígido de esta tumba.
La otra tumba se encuentra en un típico cementerio de gran ciudad, individualistamente cuidado, cerca de Reichssportfeld. Es la tumba del poeta cuyo verso del «morir suave de los paganos» acabo de citar. Theodor Dáubler26 vino del Sur, de Trieste, vía Roma, Florencia y París a Berlín. Cuando llegó, en 1912, la inminente guerra mundial ya proyectaba su sombra sobre la Alemania guillermina y su capital. El intelectualismo curiosoen deeleste Berlín seguirEn bastante bien a Richard Strauss ámbito desabía la música. cuanto a la pintura, reaccionó vivamente a la problemática de nue vos conceptos espaciales. En cuanto a la lengua y literatura, era demasiado arrogante para tener un oído sutil. Jóvenes pájaros de muerte, como Georg Heym y Georg Trakl, no quedaron inadvertidos. Nada quedó inadvertido; tampoco Dáubler. ¿Pero qué hacer con este pobre bohemio descuida
do? Era un coloso de hombre y trajo consigo un coloso de obra, la epopeya Das Nordlicht, «La aurora boreal», en tres gruesos tomos. Johannes Schlaf, con sus rastreos cósmicos, la señaló en seguida como la epopeya de Europa. ¿Pero quién más podía sospechar, en el Berlín de 1912, que éste era el gran poeta europeo, que había absorbido la perfec ción intelectual y artística del arte francés e italiano, y que era infinitamente más moderno que todos los estetas y lite ratos, cuya máxima aspiración era ser modernos? El coloso mal cuidado era, en realidad, un genio de sensi bilidad europea y un genio de las lenguas como solamente un ilirio puede serlo. En este sentido, era una moderna contrafi gura artística de su compatriota teológico del siglo rv Jeróni el padredesde de la Charles Vulgata Péguy. latina, cuya belleza fonética oímos ymo, sentimos Lo que el impresionismo europeo del siglo xix, el futurismo, cubismo y expresionis mo habían suscitado con muchos intentos caóticos, encontró su realización inesperada en la lengua alemana. El poema alemán se hizo nuevamente un prodigio de sonido, colorido y pensamiento. Se convirtió en una partitura cuya riqueza de tonos y colores se entona, interpreta y dirige continuamen te por el lector u oyente. Muchos poetas tenían parte en la gran transformación lingüística, entre ellos nombres célebres como Stefan George y Rainer Maria Rilke. Pero fue gracias a Dáubler como la lengua alemana resultó un puro instrumen to prodigioso de una tonalidad nueva. Daubler estaba con frecuencia en Berlín, aunque allí no tenía ni domicilio ni patria. Amaba este tránsito a lo indefini do, a pesar de su afán enfermizo de novedad y a pesar de expe riencias ingratas con sus habitantes. No compuso ningún him no a Berlín, pero hizo una oda a Roma, un cántico a Milán, himnos a varias ciudades italianas y fragmentos magníficos de un himno a la catedral de Colonia y a otros lugares alemanes. Pero quería estar enterrado en Berlín después de haber he cho el largo camino del Mediterráneo por el oeste de Europa. Es will sich der Wandrer zu Wartenden legen. [Busca el caminante compañía de los que esperan.]
Rilke y Stefan George se trasladaron a Suiza, donde en contraron su tumba. Dáubler, el poeta de versos de un es plendor gnóstico sobre la resurrección de la car ne, se puso al lado de los que esperan en las arenas de la Marca de Brandeburgo, en Berlín. Su losa sepulcral lleva este verso: Die Welt versóhnt und übertónt der Geist. [El espíritu reconcilia y acalla el mundo.]
Tenemos que preguntar: ¿qué espíritu? ¿El espíritu absolu to de Hegel, que tanto tiempo residió en Berlín, o el espíritu de cristiana a cuyo signoensecuya agarró Annette,de o unoladeTrinidad los demás espíritus múltiples distinción bemos acrisolarnos? El panteísmo poético de Daubler los abarca a tod os con el mismo entusiasmo, y los arrastra en l a corriente de sus ritmos. Puede permitirse aprobarlo todo. Es capaz de dejar lucir y resonar cada palabra y cada idea en simultaneidad infinita: Alies wird zu eines Bailes Urversuchtem Rundungstraum [Todo se hace sueño de redondez, intento srcinario de un globo]. Este poeta convive con to das las entidades religiosas y filosóficas, como el gran Pan con todas sus plantas y animales. Se tiende a su lado, como el padre Nil o al lado de sus hijos, en la famosa escultura an tigua. Pero un verso que se halla en una losa sepulcral sale de la esfera sin compromiso de la poesía. Inevitablemente implica algo de confesión religiosa, metafísica o filosófica, y algo de decisión. Aquel verso del espíritu que reconcilia al mundo es el último verso de la gran de Daubler,Das Nordlicht, su fin, su conclusión. La epopeya obra misma está tan llena de vida y alma, que no hace falta detenerse aquí con antítesis polémicas de espíritu y vida o de espíritu y alma. De esto estuve conven cido desde el principio. Pero mucho tiempo se me ocultó el auténtico sentido histórico-filosófico del símbolo de la aurora boreal. En un trabajo muy juvenil, del año 1916, le di una interpretación cristiana y Daubler, en su generosidad inmen
sa, lo aceptó sin protesta. Hoy día sé que la aurora boreal luce en el brillo pálido de la gnosis de la humanidad. Es la señal de una humanidad que quiere salvarse a sí misma, una radiación autóctona que los Prometeos de la tierra emiten al cosmos. Llegué a comprender el verdadero contexto histórico-espiritual dentro del cual hay que concebir la idea de la aurora boreal de Dáubler cuando conocí un ensayo deProud hon con una nota amplia sobre el sino de la tierra y sus habi tantes. El ingenioso revolucionario francés, muy aficionado a semejantes especulaciones, dice que el sino de la tierra será el enfriarse poco a poco y morir como la luna. La humanidad tendrá que morir con su planeta, si no consigue sublimarse en espíritu, Spiritualité, Conscience, Liberté. Para Dáubler, la aurora boreal es elpor testigo telúrico y garante de esta salvación de la humanidad el espíritu y en el espíritu. Encontré la fantasía cósmico-filosófica de Proudhon so bre el sino de la tierra y sus habitantes en sus ensayos de filo sofía del arte, que aparecieron en forma de libro en 1865, en París. No cayeron en mis manos hasta el año 1938, cuatro años después de la muerte de Dáubler y veintiocho años des pués de haber empezado mis estudios del símbolo de la auro ra boreal, con ocasión de los cuales encontré algunas notas de Charles Fourier y Gustave Flaubert. La mano misteriosa que nos guía hacia los libros me puso, muy tarde, ante esta página de Proudhon. Supongo que la idea prometeica de la aurora boreal tiene su srcen en los círculos de Saint-Simon. De todos modos, habrá recibido allí su virulencia históricoespiritual. No sé en qué medida Dáubler estuvo iniciado en su esotérica. Su conocimiento intuitivo de los misterios an tiguos era asombroso, pero los misterios antiguos se refieren al sol, luna, tierra y estrellas. Según el tratado de Plutarco, interpretado por Bachofen, el alma está ordenada a la luna, el espíritu al sol y el cuerpo a la tierra. La aurora boreal no es un símbolo de los misterios antiguos. Dáubler conocía y sabía una infinidad de cosas por discusiones o encuentros fonéticos, aparentemente casuales, que no dejaban de ali mentar sus rastreos. También a él le afectaron el genius loci de Florencia, la influencia trascendental de Bachofen y otros
focos de ideas del siglo xix. A veces hizo alusión a un co nocimiento esotérico, pero nunca habló sobre causalidades histórico-espirituales, cuyo conocimiento para mí significa el acceso al saber. Aquel encuentro con la nota de Proudhon me reveló el sentido del símbolo de la aurora boreal. Entonces comprendí el srcen del concepto del espíritu de Dáubler, que se nutre de fuentes metafísicas alemanas, de cisternas esotéricas me diterráneas y de prometeicas corrientes atlánticas del golfo. Posteriormente, me di cuenta de un alejamiento interior res pecto de Dáubler, que había ido creciendo lentamente en el curso de los años. Desde 1910 me ocupé con mucho celo de su obra. Fritz Eisler me animó con su gran inteligencia y sensibilidad. Dediqué a su memoria el trabajo sobre la aurora boreal de 1916; él había caído en Francia en septiembre de 1914. De todo esto resultó una amistad íntima con Dáubler. Después de la primera guerra mundial, disminuyó. El nombre de Dáubler se había impuesto. Comenzó a atraerme más bien Konrad WeiS27, un suabo católico, poeta deDie Cumaische Sibylle (1921), Tantalus (1929) y Der christliche Epimetheus (1933). Todo esto ocurrió sin separaciones o explicaciones, sin opciones decisiones, sin facundias y discusiones; como crece laoveta en la madera de un árbol. Pertenece así a las líneas de nuestra vida; podemos seguir sus perfiles, pero no podem os preverlas o determinarlas durante su cre cimiento. Konrad WeiS murió en enero de 1940 en Múnich, don de lo enterraron. Yo, por mi parte, perdí la esperanza de recibir sepultura en las montañas del Mosela, tierra de mis antepasados. Mas espero encontrar una tumba en el Sauerland westfaliano, en el cementerio católico de Eiringhausen, donde yacen mis padres, sobre el Lenne, río del Sauerland, que aún en mi infancia llevó las orgullosas aguas puras de la montaña y que durante mi vida se convirtió en un pobre canal para residuos industriales. Tampoco consideraría una degradación si mi cuerpo se uniera a la tierra en las arenas de la Marca de Brandeburgo, en espera del juicio final y de la resurrección de los muertos. No pienso un epitafio. Que ni siquiera diga Hic et nunc. Pero si mi hija quiere saber algo
del arcano en el fatum de su padre y me pide unas palabras que afecten a la esencia íntima de mi vida, no puedo citarle un verso de Daubler. No puedo contestar prometeicamente, sino sólo como un Epitemeo cristiano, con una estrofa de Konrad WeiE: So wird der Sinn, je mehr er sich selber sucht, Aus dunkler Haft die Seele gefübrt zur Welt. Vollbringe, ivas du mufit, es ist schon Immer vollbracht und du tust nur Antwort. [Cuanto más se busca el sentido a sí mismo tanto más conduce el alma de la oscura prisión al mundo. Cumple lo que debes cumplir, ya está desde siempre cumplido y tú no puedes más que responder.] Para mi hija Anima Louise, el 25 de agosto de 1946
EX CAPTMTATE SALUS 28
1
Nuestra obra, nuestra productividad en el trabajo y la profe sión, produce surcos y líneas en nuestra vida. Yo como pro fesor e investigador tengo mi campo en dos ámbitos de la ciencia jurídica: en el derecho internacional y en el derecho constitucional. Ambas disciplinas pertenecen al derecho pú blico. El trabajo en estos ámbitos es el de publicista, en el sentido más verdadero de la palabra. Concierne a problemas de alcance de la y exterior. Pordeconsiguiente, está expuesto depolítica manerainterior inmediata al peligro lo político. El jurista de tales especialidades no puede sustraerse al riesgo de estas disciplinas, ni siquiera diluyéndose en el nirvana del positivismo puro. Quizá pueda mitigar el peligro o bien do miciliándose en zonas limítrofes distantes con camuflaje his tórico o filosófico, o bien desarrollando hasta el último grado el arte de la reserva y del disimulo. En tiempos tranquilos se forman zonas neutrales y par ques apacibles para la protección de la naturaleza, del espíri tu y de los monumentos. Esto termina en tiempos agitados. Entonces se agudiza el peligro inmanente a todo pensamien to libre. Entonces el investigador y profesor de derecho pú blico se encuentra repentinamente circunscrito y empadro nado con cualquier palabra o pensamiento libres, y eso por personas que nunca han tenido en su vida un pensamiento libre y a las que es esencialmente ajena toda libertad de es
píritu. Pero no solamente esto. La labor científica de un es tudioso del derecho público, su obra misma le incardina en un determinado país, en determinados grupos y potencias y en una determinada época. La materia de la cual forma sus ideas y de la que depende en su trabajo científico, le vincula a situaciones políticas, cuyo favor o disfavor, cuya suerte o desgracia, victoria o derrota capta también al investigador y profesor, y determina su destino personal. En tiempos de guerra civil latente o declarada, esta rea lidad se siente más intensamente. La guerra civil tiene algo especialmente cruel. Es guerra entre hermanos porque se de sarrolla dentro de una misma unidad política que comprende también al adversario y dentro del mismo ordenamiento jurí dico, y porque ambos bandos combatientes, mismo tiempo, afirman y niegan absolutamente esta unidadal común. Ambos ponen al adversario absoluta e incondicionalmente en la ilegi timidad. Suprimen el derecho del adversario, pero en nombre del Derecho. La naturaleza de la guerra civil implica la sumi sión bajo la jurisdicción del enemigo. Por eso, la guerra civil tiene una relación estrecha, específicamente dialéctica con el Derecho. No puede ser justa en otro sentido que no sea autojustificado, y así, se convierte en el arquetipo de la guerra justa y autojustificada. De una manera más peligrosa que en cualquier otro tipo de guerra, cada bando se ve forzado a suponer implacable mente su propia razón [Recbt] y asimismo, de modo implaca ble, la falta de razón [Unrecht]del adversario. Un bando hace valer un derecho legal y el otro, un derecho natural. Aquél proporciona un derecho a la obediencia, y éste un derecho a la resistencia. La inserción de argumentaciones e institucio nes de índole jurídica envenena la lucha. La intensifica hasta la última crudeza, haciendo de los medios y métodos de la justicia medios y métodos del exterminio. Se toma asiento en el tribunal para juzgar sin dejar de ser enemigo. La ins tauración de tribunales revolucionarios y populares no tien de a mitigar el terror sino a agudizarlo. Las difamaciones y discriminaciones legales públicas, las listas de proscripción públicas o secretas, las declaraciones de enemigo del Estado,
del pueblo o de la humanidad no tienen el sentido de otorgar al adversario la condición jurídica de enemigo en el sentido de un partido beligerante. Por el contrario, pretenden pri varle también de este último derecho. Tienen el sentido de una interdicción total en que nombre del Derecho. enemis tad se hace tan absoluta incluso la arcaica La distinción sacral de enemigo y criminal se desvanece en el paroxismo de la autojustificación. La duda del propio derecho se con sidera traición; el interés por la argumentación del adver sario es perfidia; y el intento de una discusión se convierte en inteligencia con el enemigo. Todo esto son expresiones y aspectos de la relación dia léctica de la guerra civil con el Derecho. Hay distintos tipos de guerra. Hay guerras santas, guerras justas y guerras-due lo. La guerra santa y la guerra-duelo conservan algo del ca rácter srcinario de una ordalía. La guerra justa, por el con trario, pone el juicio en manos de los hombres. Esto, en los tiempos del positivismo moderno, tiene un matiz peculiar. El positivismo moderno convierte el Derecho en una ley he cha por hombres para los hombres. Hace del Derecho una superposición de imposiciones [Setzung von Setzungen]. En el mismo despojaLaa la guerra de los últimos res tos de unagrado idea sacral. diosa de lajusta justicia abre su caja de Pandora, y aparecen no solamente las trampas de procesos complicados, sino también los terrores jurídico-formalistas de guerras civiles sangrientas. 2
¿Quéverdaderamente será de la ciencia jurídica en esta Dere cho trágica? ¿Qué será dialéctica del juristadel cuando cada uno que tiene poder insiste brutalmente en tener ra zón29? Bajo el aspecto de la grande y heroica historia universal esta pregunta difícil se contesta con facilidad. En los siglos xii y xiii renació el espíritu del derecho romano en el seno de las crueles luchas de partidos en las ciudades del centro
y del norte de Italia. En las guerras civiles confesionales del siglo xvi, entre los perseguidos y expatriados, resplandecen nombres como el de John Story en el bando católico y el de Donello en el bando protestante. La Iglesia nos ha dado ahora un patrono Tomás público, Moro. Hablaré adelante de los fundadores delen derecho del jusmás publicum Europaeum. Después de su época heroica, en cambio, y desde el siglo xviii , los juristas se han burocratizado y aburguesado intensamente. En el siglo xix, parecía que su riesgo pro fesional disminuiría más que en cualquier otra actividad. Desde este punto de vista la respuesta de la gran historia universal es bastante sencilla. Dice brevemente: los tiempos cambian; en los tiempos malos perecen muchos; algunos se convierten reciben en mártires e incluso santos;esfuerzos y las nuevas generaciones el impulso paraennuevos de los sufrimientos y la necesidad. Esta respuesta es cruel y reconfortante al mismo tiem po. Ostenta la cara bifronte que tienen todas las respuestas y oráculos del espíritu universal hegeliano. Lo sabemos. La historia universal no es la cimentación de la fortuna. No vamos a rechazar su consuelo, pero es sumario y global. Los sufrimientos que los hombres se causan son terribles. No debemos apartar simplemente los ojos de ellos. Pero, ¿cómo vamos a soportar su visión? Sobre todo, ¿cómo un hombre, par a el cual el conocimiento del Derecho ha llega do a formar parte de su existencia, puede soportar el mero hecho o hasta la mera posibilidad de una proscripción to tal, sin importar de quién se trata en el caso concreto? Y si él mismo se encuentra afectado, en este caso la situación del jurista proscrito, del lawyer declarado outlaw , del legista puesto se tiñe de un matiz amargo, que añade a todos bors-la-loi, los demás tormentos físicos y psíquicos, un se aguijón del saber que inflama continuamente la herida ardiente. Grofl, ihr Gótter, sind eure Gaben, dock der Schmerz, der sie begleitet, lastet allzu sc hwer aufm ir.
[Grandes, oh dioses, son vuestros dones, mas el dolor que les acompaña gravita demasiado sobre mí.] 3
El último asilo para un hombre atormentado por los hombres es siempre una plegaria, una jaculatoria al Dios crucificado. En el esquileo del dolor lo reconocemos y él nos reconoce. Nuestro Dios no fue lapidado como judío por los judíos, ni decapitado como romano por los romanos. El no pudo ser de capitado. El ya no tuvo cabeza en el sentido jurídico, porque ya no tuvo derecho alguno. Sufrió la muerte de esclavo de la crucifixión, que le infligió un invasor extranjero. A veces se abren de repente las puertas de nuestro cautive rio y se ofrece un camino misterioso. Conduce hacia dentro, a muchas formas de callar y del silencio, pero también hacia nuevos encuentros y a una nueva presencia. En tanto nuestra conciencia permanece todavía en relación con el trabajo de nuestra existencia terrena, surge una nueva vinculación con el pasado,corresponde una coexistencia personal consituación. los pensadores situación a nuestra propia Nacen cuya con tactos y diálogos cuya fuerza traslada las montañas de biblio tecas enteras y cuyo fuego consume la falsa autenticidad de enormes masas de material. Almas y espíritus nos hablan per sonalmente, de nosotros y de sí mismos. No me refiero aquí a los genios y espíritus del Renacimiento y del Humanismo, ni a ningún Parnaso u Olimpo. Tampoco al cáliz espumante del imperio de los espíritus, del cual la filosofía del idealismo ale mán pensóafligidos, beber el infinito. nada esto me refiero. Pienso en pobres hombresAque se de encuentran solitarios en una situación peligrosa, afín a la mía, y cuyo pensamiento está determinado por esta situación, por lo cual los com prendo bien y puedo estar seguro de que me comprenden. Mi labor está consagrada a la elucidación científica del derecho público. Es un campo que rebasa el marco de una nación, y mucho más la legalidad positiva de una genera
ción. Sin embargo, no es una generalidad sin determinación y un asunto indiferenciado de todo mundo y de todo tiempo. Es una creación del espíritu europeo, un jus publicum Europaeum, y permanece vinculado a una determinada época. Nació, en los y xvn, las horribles guerras civiles europeas. Talsiglos es su xvi srcen y sudeprincipio. En esta situación inicial está su parentesco con nuestra situación actual, un parentesco espiritual, que es más que un paralelo histórico y también más que una analogía, y algo distinto de lo que Oswald Spengler denominó una homología. Hay identidades de la existencia espiritual que penetran en el destino perso nalismo, e incluso en el alma de todos aquellos hombres que, con su pensamiento y sus conceptos, tratan de domi nar espiritualmente una semejante situación, y han de sopor tar todo el peso de este intento. 4 Algunos tratadistas de derecho internacional de los siglos xvi y xvii, época inicial del jus publicum Europaeum, han lle gado a ser tan famosos, que su fama ya tiene su propia his toria, y ofrece un tema interesante para una consideración histórico-espiritual. Francisco de Vitoria, Alberico Gentili y Hugo Grocio pertenecen a este grupo. Los conozco, co nozco su obra, su vida y sus destinos, y también la historia de su fama hasta el día de hoy. Les tengo cariño. Pertenecen a nuestro campo; pero no a mi celda. En mi vecindad más próxima, cotidiana, se hallan otros dos, que han fundado el derecho internacional partiendo del derecho político: Jean Bodin y Thomas Hobbes.de la época de las guerras civiles Estos dos nombres confesionales han llegado a ser para mí nombres de perso nas vivas y presentes, nombres de hermanos, con los cuales he emparentado por encima de los siglos. La mano invi sible que nos guía hacia los libros me ha llevado, desde hace treinta años, una y otra vez, a sus libros y, una y otra vez, me los ha hecho abrir en el lugar significativo, cuando
todavía no me había sido incautada mi biblioteca. En este momento no tengo más que mi memoria. Pero los pensa mientos y las formulaciones de ambos me son tan familiares como el modo de pensar y de hablar de un hermano. Han impulsado y mantenido despiertomemioprimió pensamiento cuando el positivismo de mi generación y un ansia cie ga de seguridad quiso paralizarme. En ellos he hallado res puestas más actuales a cuestiones jurídico-internacionales y jurídico-constitucionales de mi tiempo, que en los comen tarios a la Constitución de Bismarck, o a la Constitución de Weimar, o en las publicaciones de la Liga de Ginebra. Están más próximos a mí que a todos los positivistas del actual status quo de la vigente fachada de legalidad. Por eso quisiera ocuparme de ellos momento. Ambos llevan aquí el sello de launguerra civil. Pero son tan diferentes entre sí cuanto pueden serlo dos individuos hu manos. Bodin30 es un legista celoso, demasiado a veces, y con muy poco sentido del humor. Es muy erudito, tanto como jurista de la escuela de Bártolo cuanto como huma nista de la escuela de Cujas, pero no sale de su profesión práctica. Desde allí llega a cuestiones económicas, filosóficas y teológicas. Se destaca a menudo a la línea de fuego de la política interna de su país y de su época, se embarca en situa ciones difíciles, cae a veces en peligro de muerte, y cambia de bando errónea e inoportunamente incluso poco antes de su muerte. Así arruinó el resultado práctico de la labor de su vida. En la desesperada lucha cuerpo a cuerpo de la contien da teológica, se hace neutral. Situado entre los partidos de la guerra civil confesional, ve lo específicamente político en una neutralidad y tolerancia mediadoras. De su fuerte deseo de los tranquilidad seguridad y ordenclaros nacendel en derecho su cabe za primeros pública, conceptos jurídicamente político europeo. Es el primer crítico moderno de la reli gión y de la Biblia. Pero personalmente permanece creyente y piadoso hasta la superstición, aunque la intransigencia de los teólogos disputantes le hace bastante difícil la creencia. Cree en brujas y demonios y hasta tiene un misterioso genio tutelar, un spiritus familiaris, que le advierte de los asesinos
y le protege. Ha expuesto con incomparable acierto el con cepto decisivo del jus publicum Europaeum, el Estado sobe rano en la política interior y exterior. Es uno de los parteros del Estado moderno. Pero no comprendía aún el moderno Leviatán, de queDios, aparece en cuatro formas, la cuádruple com binación animal, hombre y máquina. Para esto, su desesperación aún no era bastante. Hobbes31, por el contrario, lo comprendió muy bien. Después de otro siglo de disputas teológicas y guerras civiles europeas, su desesperación es inmensamente más profunda que la de Bodin. Hobbes pertenece a los grandes solitarios del siglo xvn, que se conocían todos mutuamente. No sólo comprendió la cuádruple del moderno Leviatán, sino también el trato con él y esencia la conducta que se recomienda a un individuo que piensa con independencia, si se mete en un tema tan peligroso. Para Hobbes lo político ya no es neu tralidad, sino la clara delimitación de la línea de amistad. Vive ya en la era de la amity Une, en la época de los piratas y bucaneros afortunados. Reflexionó, habló y escribió sobre estas cosas peligrosas, siempre con inalienable libertad de espíritu y con perfecta cobertura personal, ya en la huida, ya en un discreto retiro. No era un práctico ni un hombre de la vida pública, y no se expuso personalmente ni una sola vez. También en su vida privada permanece consciente de la base de todo Derecho, que era para él la relación mu tua de protección y obediencia. En este punto, el hombre desilusionado se deja engañar aún menos que en otros. Fue ahí donde pu do contar con la terminación de la guerra civil y donde halló protección efectiva. No pensó en dejarse en sartar por el cuchillo de los poderosos e intransigentes de su época. De esta manera se aseguró su puesto de observa ción y llevó a cabo una construcción sistemática de la más clara unidad intelectual. Con miedo y cautela sobrepasó los noventa años y llevó la vida de un espíritu independien te. De él, como de Bodin, salieron fuertes impulsos para la moderna crítica religiosa y bíblica, pero mientras que Bodin permaneció teológicamente piadoso e incluso supersticio
so, Hobbes es ya racionalista [Aufkldrer] y agnóstico.
No se debe hablar demasiado de los amigos. Los dos son mis amigos, tan distintos como pueden serlo, el uno tan pia doso y supersticioso, tan desilusionado y racionalista el otro. No permitiré que me impidan orar por su alma. Jean Bodin, que oró tanto y con tanto fervor, lo encontrará natural. Se extrañaría si no lo hiciese. Pero tampoco Thomas Hobbes me lo tomará a mal. No le gustó hablar de semejantes cosas, pero aceptó la plegaria si conduce realmente a la paz. La guerra civil avivada por teólogos y sectarios le empujó a la desesperación. A pesar de esto no fue un racionalista en el sentido del siglo xvm y, menos aún, del siglo xix. Su raciona lismo [Aufklarertum] aún no es arrogante. Es un fruto amar go, cosechado entre temores y cuitas, el fruto de una época de guerras civiles confesionales y mortíferas intransigencias. 5
A veces nos sobrecoge en la humillación más profunda el orgullo de nuestro srcen divino. Es un momento feliz. No es ensueño, ni recuerdo de la infancia, ni paraíso, sino una imagen de la más intensa simultaneidad de siglos de esfuer zos históricos, los cuales mismos estamos con la pobre labor de en nuestra vida. nosotros Escuchamos el contenido de las discusiones de toda una época en sencillas y claras palabras, y vemos nuestra propia realidad en un momento de incardinación y angulación concretas. Un solo segundo nos enseña en dónde estamos, de dónde venimos y a dónde va nues tro calvario. Intentaré hablar de un tal momento, aunque sé que no puedo reproducir la imagen de la simultaneidad de un segundo. Debo descomponerla discursivamente en líneas histórico-espirituales sociológico-científicas, traducir palabras a un lenguajey completamente distintoydel de unasussi multaneidad inmediata. Concebimos la ciencia jurídica como un fenómeno espe cíficamente europeo. No es solamente inteligencia práctica y oficio. Está profundamente enzarzada en la aventura del racionalismo occidental. Procede como espíritu de nobles an
tepasados. Su padre es el derecho romano renacido, su madre la Iglesia romana. La separación de la madre fue consumada, finalmente, después de varios siglos de difíciles polémicas, en la época de la guerra civil confesional. La hija se atuvo al padre, el derecho romano, y dejó el en domicilio de El la nuevo madre. Buscó una nueva casa y la encontró el Estado. domicilio era fastuoso, un palacio del Renacimiento o del Ba rroco. Los juristas se sintieron orgullosos y muy superiores a los teólogos. Así nació de las guerras civiles confesionales de los si glos xvi y xvn el jus publicum Europaeum. En su comienzo hay una consigna contra los teólogos, una llamada al silen cio que un fundador del moderno derecho internacional diri gió a los teólogos: Silete, theologi, in muñere alieno![¡Callad, teólogos, en terreno ajeno!]. Así les gritó Alberico Gentili, con ocasión de la controversia sobre la guerra justa32. Aún hoy le oigo gritar. La salida de los juristas de la Iglesia no era ninguna se cesión a un monte sacro, más bien al revés, un éxodo de un monte sacro al dominio de lo profano. En la salida, los juristas llevaron consigo, abierta o secretamente, algunas cosas sagradas. El Estado se adornó con algún simulacro de srcen eclesiástico. El poder de los príncipes temporales fue realzado con atributos y argumentaciones de srcen espiri tual. Los juristas del jus publicum Europaeum entraron en posiciones que hasta entonces estaban ocupadas por teólo gos. Heredaron mucho de la potestas spiritualis de la Iglesia cristiana de la Edad Media. En largo conflicto con el poder temporal, los clérigos medievales desarrollaron teorías bien meditadas de la guerra justa y de la resistencia justa frente al tirano. Hallaron frases de tan actualidad como los magníficos epígrafes del indestructible Policraticus, que es prefe rible reproducir en latín: tyrannum licet adulari; tyrannum licet decipere; tyrannum licet occidere [es lícito adular al tirano; es lícito engañar al tirano; es lícito matar al tirano]. La secuencia es bastante elocuente. Estos teólogos de la Edad Media cristiana han legado a tiempos posteriores, de índole completamente distinta, las
antiguas fórmulas de enemigo del género humano, de hostis publicas y hostis generis humani. Pero ellos estaban situados con tales teorías y conceptos en el terreno y en las institu ciones del ordenamiento bien organizado de una auctoritas, e incluso de una potestas spiritualis. Ellos mismos eran,decon toda su existencia, portadores de la potestas spiritualis la Iglesia romana. Sus doctrinas del derecho de resistencia, de la guerra justa y del tiranicidio no eran medios de la gue rra civil, sino de un poder ordenador existente, reconocido, dominante, que tampoco se sustrajo, en modo alguno, a su deber ordenador. Eso se perdió con la separación de la Iglesia romana. Sin embargo, los juristas del derecho público desarrollaron estas teorías y conceptos desde la posición del Estado so berano. Así lograron purificar la doctrina de la guerra justa de los elementos de la guerra civil, al separar la cuestión de la justa causa belli del problema del justus hostis, y traje ron nuevamente a la consciencia la antigua distinción de enemigo y criminal. Esta fue su gran obra, y llegó a ser el núcleo de un nuevo derecho internacional, del jus publi cum Europaeum. Estos propia. juristas Formaron se manifestaron como guardianes una tradición una clase propia con unade auto ridad, si no espiritual, sí, no obstante, intelectual. No sólo fueron especialistas técnicos al servicio de los monopolizadores del poder y del Derecho de su época. De este modo llegaron a una peligrosa situación intermedia. Alejaron el influjo de los teólogos y se desligaron de las instituciones eclesiásticas. Así fueron a parar al lado del racionalismo y del progreso. Pero continuaron siendo guardianes de una propia tradición y aut oridad, y, en este sentido, eran conser vadores. Su autoridad había sido secularizada, pero aún no, con mucho, profanada. Cuando llevaron las cosas sagradas de la Iglesia al Estado, no tenían la intención de profanar y destruir las cosas sagradas; querían salvar del furor de la guerra civil confesional lo que se pudiera salvar. No quisie ron cometer robo sacrilego alguno. Pensaron tan sólo en el salvamento del bien precioso. Pero ya sabemos lo que ocu
rre en los salvamentos. Su intención era buena y honrada aunque las consecuencias históricas fueron distintas. Eran racionalistas, pero no en el sentido de los siglos siguientes ni en el sentido del positivismo y de la pura tecnicidad. Los dosson grandes derecho de público, Bodin y Hobbes, figurasfundadores destacadasdel y soportes este cambio de una potestas spiritualis y de una situación intermedia. Ambos están en lucha encarnizada con los teólogos. Por esta lucha, ambos llegaron a ser los más eficaces fundadores de la crítica religiosa y bíblica. Sin embargo, ambos permanecen fieles a la creencia de sus mayores y no sólo exteriormente. No han ido al Estado por capricho, sino por desesperación, al ver que la intransigencia de los teólogos y sectarios atiza ba siempre de nue vo la guerra civ il. N o les pasó por la ima ginación fundar una nueva religión y menos aún una reli gión de laicismo o positivismo. De esto resulta su situación intermedia. Estuvieron entre lo completamente antiguo y lo completamente nuevo, y fueron, por eso, injuriados y difamados por ambos lados. Para los teólogos eran ateos, y para los racionalistas radicales eran tan sólo hipócritas oportunistas. Victor Hugo, el gran santón del laicismo, lla mó Leviatán, al pobre Bodin Hobbes pasó por por el profeta del y era yacocodrilo. desacreditado y proscrito eso, por que la mayoría es demasiado primitiva para distinguir un diagnosticador de un profeta. La situación intermedia no permanece limitada a los con trastes entre las confesiones cristianas, entre Roma y Gine bra. Se extiende y profundiza hasta el contraste de tradición y revolución, y tampoco se detiene allí. Su última etapa era la alternativa de una profanación total. Ciertamente esto tardó en llegar a la consciencia porque surgió, en el siglofabulosa xix, una época intermedia liberal, un período de prosperidad que se pudo permitir el lujo de sentimientos y actividades conservadoras. En ella les iba muy bien a los juristas. No todos habitaban ahora en casa del Estado. Los mejor situados estaban alojados en la sociedad, pero no ya en un palacio, sino en un hotel muy confortable. Las cosas sagradas adquirieron la palidez de adornos filosóficos o históricos. No obstante,
hallaron aún un interés anticuario o decorativo, y en el gran hotel se encontró aún un espacio para ciertas tradiciones, to gas y pelucas. Sólo la época consecuentemente técnica acabó con ellas, y consumó la profanación total. Ella evidenció con lógica inexorable donde está la ciencia jurídica como ciencia, es decir, entre teología y técnica, y situó a los juristas ante una dura elección, al envolverlos en la nueva objetividad de la pura tecnicidad. Las cosas sagradas tradicionales carecen ahora de objetividad y son anticuadas. En lugar de un hotel confortable se abren los búnkers y barracas de la era técnica. Ahora son los juristas quienes reciben una llamada al silencio. Los técnicos de los monopolizadores del poder y del Dere cho —si se supiera aún tanto latín— podrían gritarles ahora: SileteEstos jurisconsulti! son dos extraños mandatos de silencio al comien zo y al final de una época. Al comienzo hay una llamada al silencio que los juristas dirigen a los teólogos de la guerra justa. Al final hay una advertencia a los juristas para que se dediquen a la tecnicidad pura, es decir, totalmente profana. No queremos discutir aquí la conexión de ambas llamadas al silencio. Unicamente es bueno y saludable recordar que la si tuación al comienzo de la época no era menos horrorosa que al final. Toda situación tiene su secreto, y toda ciencia lleva en sí su arcanum. Yo soy el último representante consciente del jus publicum Europaeum, su último profesor e investi gador en un sentido existencial, y experimento su fin como Benito Cereño experimentó el periplo del buque pirata. Es el tiempo y el lugar del silencio. No necesitamos asustarnos de ello. Mientras callamos, meditamos sobre nosotros mismos y sobre nuestro srcen divino.
6 He hablado aquí de mí mismo, realmente, por primera vez en mi vida. Un hombre que piensa científicamente prefiere hablar de problemas objetivos. Un investigador que observa históricamente se ve a sí mismo en el marco y en las olas de
fuerzas y poderes históricos, en Iglesia, Estado, partido, cla se, profesión y generación. Un jurista que se ha educado a sí mismo y a otros muchos para la objetividad evita narcisismos psicológicos. Los odiosos ejemplos de Jean-Jacques Rousseau y del pobre August Strindberg me han quitado la inclinación a declaraciones y confesiones literarias. Pero como experto del Derecho constitucional tengo un compañero de destino in constitutionalibus muy interesante, que ha hecho maravillas de declaraciones y confesiones personales, el protagonista de la doctrina del constitucionalismo liberal,Benjamín Constant. Este no fue tan sólo un brillante constructor de constitucio nes, sino también el autor de la primera novela psicológica, Adolpbe, además de un sorprendente journal intime e innu merables cartas del mismo estilo. encuentro más que los dos autoatormentados ya Le mencionados. Perosimpático tampo co su ejemplo podría incitarme a confesiones literarias. Quien quiera confesarse, vaya y muéstrese al sacerdote. Por lo demás, hoy tenemos que responder a bastantes preguntas referentes a nosotros mismos, formuladas desde los más heterogéneos lugares. El motivo del interrogatorio es, la mayoría de las veces, plantear el problema de nuestra propia existencia. Pero no me refiero a autoridades y entida des que nos muchas cosas que no llegan nuestra esencia, sinopreguntan que tan sólo conciernen a puntos de aimputa ción para garantías y arrestos. Tampoco hablo de preguntas que se nos hacen del mismo modo que se tienden trampas y lazos. Esto todavía pertenece en parte al dominio del viejo Leviatán, al cual conozco bien, y en parte al distrito de caza del guarda mayor de bosques al cual conocemos por Ernst Jünger. Cómo se ha de conducir un hombre en la situación de caza acorralada es un problema triste en sí. No quiero hablar más sobre esto. Lo que digo aquí no tiene intención publicística ni apo logética. Su lugar no es la calle ni la escena, ni tampoco el foro o la cátedra. Hablo porque quiero dedicar una palabra a unos amigos muertos, mientras yo estoy todavía en las ga rras de la vida terrestre; p orqu e quiero dar un saludo a unos cuantos amigos vivos alejado s de mí y a los discípulos fieles
en todos los países; y, por fin, porque pienso en mi hija Anima y en mi ahijado Cari Alexander. Hablar con ellos no profana ningún arcano. Nos une a todos el silencio del callar y el secreto inalienable del srcen divino del hombre. Verano de 1946
SABIDURÍA DE LA CELDA
¿Quieres conocerte a ti mismo, y —quizá aún más— tu si tuación real? Hay una buena piedra de toque. Observa cuál de las mil definiciones del hombre te parece a primera vista evidente. Observo mi celda, y me convence inmediatamente que el hombre está desnudo. El más desnudo de los hombres es el que está despojado de ropa delante de un hombre vesti do, desarmado delante de uno armado, impotente delante de un poderoso. Todo esto ya lo experimentaron Adán y Eva en la expulsión del paraíso. En seguida surge la cuestión: ¿dónde debe empezar la definición del hombre, con el hombre desnudo o el vestido? ¿Con el desarmado o con el armado?¿Con el impotente o con el poderoso? ¿Y cuál de éstos está más cerca del paraíso? En los paraísos del aquende actual, los hombres andan vesti dos. Inmediatamente me doy cuenta de que estoy desnudo. Nun stehst du nackt, geburthaft nackt, in wüsten Weiten. [Estás desnudo, desnudo como naciste,vastedades]33. en desiertas En las vastedades desiertas de una celda estrecha. Las prendas de vestir que me dejaron no hacen más que confir mar la desnudez objetiva. Incluso la subrayan de una manera desagradable, molesta y sumamente irónica. Te ves reducido
a ti mismo y a tus últimas reservas. ¿Qué son mis últimas reservas? Un resto de fuerza física. Verdad es que fácilmente se apaga. Pero, por lo menos, aún existe. Inmediatamente me parece claro: Einzig erbt ich den eigenen Leib, lebend zehr ich ihn auf. [Unicamente heredé el propio cuerpo, viviendo lo consumo.] Es el Sigfrido de Richard Wagner quien canta esta frase, acompañado por un intervalo de magnífica subida y caída. Parece que recoge un efervescente sentimiento de felicidad física. La fuerza de esta expresión artística navega eviden temente aún sobre las ondas sobre las que navegó la revo lución del año 1848 en Alemania. El intervalo musical es de Richard Wagner. La frase, empero, se remonta a Max Stirner. No s acercamos a un paraíso donde luce algo de des nudez paradisíaca. *
Conozco a Max Stirner desde la clase preparatoria media34. Gracias a este conocimiento estaba preparado para muchas cosas que me ocurrieron hasta hoy y que, quizá, me hubie ran cogido desprevenido. Quien conozca las profundidades del pensamiento europeo de 1830 a 1848 está preparado para casi todo lo que hoy en día se divulga en el mundo en tero. Desde 1848, el campo ruinoso de autodestrucción de la teología alemana y de la filosofía idealista se convirtió en un campo de impulsos teogónicos y cosmogónicos. Lo que de hoyfuerzas hace explosión, se preparó antes de 1848. La ho guera que hoy arde se apiló entonces. Hay ciertas minas de uranio en la historia del espíritu. Tales son los presocráticos, algunos Padres de la Iglesia y también algunos trabajos de la época anterior a 1848. El pobre Max pertenece a ellos. En definitiva, es antipático, gamberro, presumido, fan farrón, maleducado; un estudiante depravado, un grosero,
un solipsista; evidentemente, un caso grave de psicópata. Ca carea en voz alta y desagradable: Yo soy yo; para mí no hay nada mejor que yo. Sus sofismas son insoportables. Elzazou de su tertulia bohemia fumando puros es asqueroso. Pero Max una cosa muy Así importante. quehermoso el yo noo,espor un objetosabe de pensamiento. encontró Sabe el más lo menos, el más alemán título de libro de toda la literatura alemana: Der Einzige und sein Eigentum [El único y su pro piedad]35.Por el momento, Max es el único que me visita en mi celda. Me enternece por tratarse de un egoísta furioso. Expresó su impulso esencial en una carta en la que dice: Entonces volveremos a ser como los animales del bosque y las flores del campo. Esta es la verdadera nostalgia de este egoís ta. Esto es el paraíso nuevo. Esto es la naturaleza y el derecho natural, la disolución de autoenajenación y autoabandono en una corporeidad sin problema. La felicidad adánica del Jardín de las delicias que el Bosco trazó sobre una tabla en su desnudez blanca. Pero además, los animales del bosque y las flores del campo. El vuelo del mosquito en el rayo del sol. La naturaleza totalmente natural y el derecho natural de las esferas ínfimas de la existencia telúrica. Los trinos libres de toda preocupación de la urraca ladrona Rossini. La identi dad pura consigo mismo, el placer de la de circulación sanguínea alegremente acelerada. DespiertaPan y aparece en el círculo telúrico. Max es uno de los primeros paniscos, que después han repoblado el campo de la literatura alemana y los paraí sos de sus desproblematizaciones. Pero este pobre Pan no era capaz de hacer frente a las modernas ciencias naturales. Su felicidad hoy ni siquiera es ilusión. Es la sensación de felicidad del pobre habitante de una gran ciudad de vacaciones en el campo, el despertar fu gitivo de sentimientos alegres en el niño con motivo de las vacaciones y, sea, también el contento de un lírico premiado. Su placer ya no quiere eternidad. Existe dentro del marco del derecho a vacaciones. Naturalmente siempre sabe a poco, pero se somete con resignación al hecho de que las vaca ciones no pueden durar siempre. A este pobre Yo, ya no le queda más que desposarse con su propio eco, y en este matri
monio estéril y autosuficiente ya no está aislado sino captado por organizaciones. La planificación le ha captado. Aparece el plan y Pan deja de sonreír. Pan se sumerge y el plan emerge en la planificación. Magnífico ejemplo de la esencia oracular inmanente del lenguaje. Pero ahora nuevos paraísos nos atraen. Esta vez son los pa raísos de un mundo perfectamente organizado, con todas las maravillas de una fuerza productora desenfrenada y de una fuerza consumidora sin límite, y, además, con tiempo de descanso generosa mente pro rroga do y la correspondien te organización del tiempo libre. El paraíso de un mundo tecnificado y de la humanidad perfectamente organizada. Cae la barrera de la naturaleza; pero nos apresa la barrera so cial. No solamente nos apresa, sino que también nos cambia. Porque ahora no se trata de conocer el mundo y el hombre, sino de cambiarlos. Durante los últimos diez años hemos experimentado va rias veces que los paraísos artificiales de la técnica se pue den convertir fácilmente en verdaderos infiernos. Una lec ción particularmente definitiva nos la dio el frío invierno de 1946-1947 en Berlín, cuando las roturas de las tuberías destruyeron el sistema de canalización y se hizo patente el reverso del paraíso. Pero esto son averías que se pueden evi tar. Y solamente afectan al vencido. Hay que identificar y eliminar al perturbador y ya se solucionará el problema. Ya encontraremos al perturbador. El perturbador es el culpable, y el culpable es el perturbador. Las autoridades pertinentes nos de quién se en el concreto. Y, a pesarinformarán de todo, lograremos el trata objetivo de caso la técnica. éNosotros? Hace cincuenta años nuestros progresistas abuelos decían: dentro de cincuenta años volaremos. Evi dentemente, hoy se vuela. Pero ni nuestros abuelos, ahora ya difuntos, ni nosotros, los nietos, podemos volar. Son otros los que vuelan. Estenosotros de nuestros progresistas abuelos era algo enternecedor. Se basó en una identificación ingenua
con los dueños del mundo que dentro de cincuenta años se servirían de la técnica, y cuyos deseos se cumplirían gracias a las fuerzas productoras desenfrenadas. Todos los mitos de progreso se basan en identificaciones semejantes, es decir, en el infantil de formarla parte de los del paraí so supuesto futuro. Pero, en realidad, selección es dioses muy estricta, y las elites nuevas suelen tener más cuidado que las anteriores. Esperemos con calma antes de entusiasmarnos por el paraíso nuevo. Razonablemente, no se puede hoy decir más. Dentro de cincuenta o cien años los hombres, quizá, estarán libres de necesidades. Los que viven hoy lo estarán, de todos modos. Los demás no se interesarán por nuestra miseria actual. Por eso no queremos ir tras ellos, ni tampoco adelantarnos. Por el momento me interesa exclusivamente si el hombre, en el paraíso nuevo de la técnica, estará desnudo o vestido. Probablemente la industria textil experimentará tal incremento, desencadenando tantas fuerzas productivas, que nos podremos permitir el lujo de nuevos vestidos fantásticos cada día. ¡Que Charles Fourier se lo imagine con todo deta lle! Entonces, la profecía de la cuarta égloga de Virgilio —que la lana de las ovejas crecería sin más en la más hermosa púr pura— nos parecerá pasada de moda, e incluso reaccionaria. Pero quizá también nuestro sueño de una cantidad infinita de vestidos nuevos es algo pasado de moda y reaccionario. Quizá no habrá vestidos y trajes. La técnica se perfeccionará tanto que podremos envolvernos en capas de luz y calor. Magnífi co. Pero hay más. Convertiremos la materia de nuestro mis mo cuerpo en radiación. Esto será el cuerpo técnicamente transfigurado, igual que nuestros aviadores son los ángeles técnicamente esto decir, na turalmente, losperfeccionados.Nosotros, electos del paraíso nuevo, la quiere nueva elite. No estarán ni desnudos ni vestidos. En un escalón nuevo de existencia, esta distinción pierde su sentido. Dejan de ser hombres. Serán lo totalmente otro. Algunos teólogos actuales dicen que Dios es lo totalmente otro. Pero lo totalmente otro es completamente incalculable. ¿Por qué no es posible que el hombre nuevo sea lo totalmente distinto? Como se sabe, el hombre es algo que se debe superar. ¿Por qué no supe
rarlo de esta manera? Entonces no será procreado ni conce bido ni alumbrado. Incluso elBrave New World36de Aldous Huxley con su logiquísima y cientifiquísima organización de las nuevas generaciones se pasará de moda. También nuestra pregunta por la definición del hombre. Todo será exclusiva mente radiación. ¿Estoy en esta tierra para colaborar en la tarea de que la técnica nos convierta en radiación? Y, si es así, ¿a qué órde nes tengo que ponerme para comenzar mi trabajo? Porque ya no estoy solo y aislado, sino captado hace mucho por la organización. Pero ya ni siquiera hay derecho a plantearse estas cues tiones. No debes preguntar, sino contestar a las cuestiones que se te planteen. Son otros los que hacen los cuestionarios y te ponen en trance con todas tus cuestiones. Comprende de una vez lo que significa esto. Es falta de buen gusto utilizar el lujo de la prisión celular para dejarse caer en la ilusión de que estás solamente incomunicado y no captado hace mucho. ¿Quieres dejarte engañar otra vez?
El autoengaño pertenece a la soledad. El solitario piensa y habla consigo mismo, y en el soliloquio, sobradamente co nocido, hablamos con un halagador peligroso. Tenían razón los moralistas cuando consideraron la autobiografía como un síntoma de vanidad. Por otra parte, la vanidad sería el más ingenuo y simpático de los motivos posibles. Los santos no escriben autobiografías. En el fondo de la celda están al ace cho el soliloquio y el autoengaño. Es terrible la angustia de Descartes, que en su habitación solitaria, al lado de la estufa, está filosofando, y no piensa en otra cosa que en escapar del espíritu malo, engañoso, del spiritus malignus , de cuya perfidia nunca estamos seguros, y mucho menos, cuando nos sentimos seguros. Con el te mor al engaño, Descartes se convierte en el hombre máscara, l’homme au masque. Ya no está desnudo, pero tampoco está vestido. Está enmascarado. Larvatus prodeo. La angustia es
tanto más terrible cuanto más se convierte en fuente de nue vos engaños. Quien no piensa en otra cosa que en escapar del engaño, cae derecho en él. Engaño del sentimiento y de la razón, engaño de la carne y del espíritu, engaño del vicio y deSiempre la virtud,heengaño hombre de la mujer. vuelto del a caer en el yengaño. Siempre volvía a escapar de él. Lograré también el último salto. Ven, muerte querida.
También la muerte puede engañarnos. La muerte como sal to al reino de la libertad, tanto como el morir suave de los paganos. Todo engaño es y será autoengaño. El autoacorazamiento de Max Stirner es el máximo autoengaño. Por eso resulta tan fea su mezcla de ingenuidad y astucia, de provo cación amistosa y charlatanería insidiosa. Como todo solipsista, ve en el No-yo el enemigo. Así, el mundo entero se convierte en enemigo suyo, y él se figura que el mundo debe caer en su trampa si le ofrece, sin compromiso, el beso fra ternal. Se esconde de la fuerza de escisión dialéctica del Yo e intenta escaparobjetiva. del enemigo engañándolo. Pero elauténtico enemigo es una fuerza No le escapará. El enemigo no se deja engañar. ¿Quién es mi enemigo? ¿El que me alimenta en la celda? Incluso me viste y me hospeda. La celda es el vestido que me dona. Me pregunto: ¿quién puede ser mi enemigo y quién puede serlo de una manera tal que le reconozca como enemi go, e incluso tenga que reconocer que él me reconoce como enemigo? En el reconocimiento recíproco del reconocimien to está la grandeza del concepto. Es poco apto para una épo ca de masas con sus seudoteológicos mitos de enemigo. Los teólogos tienden a definir al enemigo como algo que hay que aniquilar. Pero yo soy jurista y no teólogo. ¿A quién puedo reconocer como mi enemigo? Solamen te a aquel que pueda ponerme en trance conmigo mismo. Al reconocerle como enemigo admito que puede ponerme en trance. ¿Y quién puede realmente ponerme en trance? Sola
mente yo mismo. O mi hermano. Efectivamente. El otro es mi hermano. El otro se muestra como mi hermano, y mi her mano se muestra como mi enemigo. Adán y Eva tenían dos hijos, Caín y Abel. Así comienza la historia de la humanidad. Este es el dialéctica aspecto que madre de todaslacosas. Estauni es la tensión quetiene tienelaen movimiento historia versal, y la historia universal aún no ha terminado. Cuidado, pues. No hables a la ligera del enemigo. Uno se clasifica por sus enemigos. Te pones en cierta categoría por lo que reconoces como enemistad. Es fatal el caso de los destructores que se justifican con el argumento de que hay que aniquilar a los destructores. Pero toda destrucción es autodestrucción. El enemigo, en cambio, es el otro. Recuerda las grandes frases del filósofo: La relación a sí mismo en el otro, esto es lo verdaderamente infinito. La negación de la negación, dice el filósofo, no es neutralización, sino que de esto depende lo verdaderamente infinito. Lo verdaderamente infinito es el concepto fundamental de su filosofía. Der Feind ist unsre eigne Frage ais Gestalt. [El enemigo es la figura de nuestra propia cuestión]37. Ay de quien no tenga amigo, porque su enemigo le hará justicia. Ay de quien no tengaenemigo, porque yo seré su enemi go en el juicio final.
Esto es laMe sabiduría de lalacelda. Pierdo que mi tiempo mi espacio. sobreviene tranquilidad guarda yelgano sentido de las palabras. Raum [espacio] y Rom [Roma] es la misma palabra. Es magnífica la fuerza espacial y germinativa de la lengua alemana. Consiguió que rimen Wort [palabra] y Ort [sitio]. Hasta la palabra Reim [rima] albergó algún sentido de Raum, y los poetas pueden permitirse el juego oscuro de Reim y Heimat [tierra natal].
En la rima, la pa labra busca el sonido fraternal de su sen tido. La rima alemana no es el fuego artificial de las rimas de Victor Hugo. Es más bien eco, vestido y adorno y, al mismo tiempo, una vara mágica de las incardinaciones del sentido. Me asalta la palabra de poetas sibilinos, de El misjuego heterogéneos amigos Theodor Daubler y Konrad Weifi. oscuro de sus rimas se hace sentido y ruego. Escucho su palabra; escucho, sufro y comprendo que no estoy desnudo, sino vestido y caminando hacia una casa. Veo el fruto inermemente rico de los años, el fruto inermemente rico del cual surge el sentido del Derecho. Echo wdchst vor jedem Worte; wie ein Sturm vom offnen Orte hammert es durch unsre Pforte. [El eco crece ante cada palabra; como una tormenta del sitio abierto va atravesando nuestra puerta con sus golpes.] Abril de 1947
CÁNTICO DEL SE SEN TÓN38
Tasqué el freno a montura del destino, Victorias y derrota s, revoluciones y restauraciones, Inflaciones, deflaciones, bombardeos, Denuncias, crisis, ruinas y milagros económicos, Hambres y fríos, campos de concentración y automación: Todo lo atravesé. Todo me ha atravesado. Conozco los muchos estilos del terror, El de arriba, el de abajo, El terrestre y el aéreo39. El legal y el sin ley, El pardo, el rojo, el terror variopinto, Y, el peor, en que nadie se atrevería a hablar. Sí. Todos los conozco y, de sus garras, sé. Conozco los coros aullantes, Los altavoces falsarios, Las listas negras, con nombres y más nombres, Y los ficheros de los perseguidores. ¿Qué debo, pues, cantar? ¿El himno de Placebo ? ¿Me dormiré en la paz de plantas y animales? ¿Me elevaré pánicamente en el círculo de los paniscos40?
¿Beato, como giróvago mosquito?
Tres veces, me he encontrado en el vientre del pez. Tres veces, vi la muerte en ojos del verdugo. Dos poetas sibilinos prestáronme custodia. Y un Santo abrió la puerta, un Santo del Levante. Hombre, ungido por esta iniciación, no temas, Está atento y padece. 11 de julio de 1948*
C. S.
* Ge sang des Sechzigjáhrigen /// Ich habe die Escave ssaden des Schicksals erfahren, / Siege und Niederlagen, Revolutionen und Restaurationen, / Inflationen und Deflationen, Ausbombungen, / Diffamierungen, Regimewechsel und Rohrbrüche, / Hunger und Kalte, Lager und Einzelhaft. / Durch alies das bín ich hindu rchgega ngen, / Und alies ist durch mich hindurchgegangen. // Ich kenne die vielen Arten des Terrors, / Den Terror von oben und Terror von unten, / Terror auf dem Land und Terror aus der Luft, / Terror legal und auEerlegal, / Braunen, roten und gescheckten Terror, / Und den schlimmsten, den keiner zu nennen wagt. // Ich kenne sie alie und weil? ihren Handgriff. / Ich kenne die Sprechchóre der Macht und des R echts, / Die Lautverstarker u nd Sinnverfalscher der Regime, / Die schwarze n Listen mit vi elen Ñam en, / Und die K artotheken der Ver folger. / Was solí ich nun singen? Den Hym nus Placebo ? / Solí ich problemlos werden und Pflanzen und Tiere beneiden? / Panisch erbeben im Kreis der Panisken? / Im Gliick der Mücke, die nach innen hüpft? // Dreimal sal? ich im Bauche des Fisches. / Dem Freitod durch Henkershand sah ich ins Auge. / Doch schützend umfing mich das Wort sibyllinischer Dichter, / Und rettend offnet die Tore ein Heiliger mir aus dem Osten. / Sohn dieser Weihe, du sollst nich t erbebe n — / Horch e un d leide! // / 11. Ju li 1948 .
NOTAS
ediciones alemanas Traducido mán1.porOmitido Maschkeen enlasSchmittiana II. De ahíyalM.francés en D.al ale 2. Transcurrida una década (1958), el texto se pone en mo vimiento con una indicación cronológica que hace pendantcon las algo más dilatadas que luego vienen respecto a la peripecia personal de Cari Schmitt. Identificación, entonces, de la condición destinal de Alemania, y la suya propia, que todavía reverbera desde una atalaya más lejana, en 1982: Ex captivitate salus(en adelante: ECS) constituye «la clave para comprender el desarrollo [históri co] de Europa y Alemania durante el el último siglo»de (así1982, en la entrevista concedida a F. Lanchester 9 de medio noviembre publicada en 1983: F. Lanchester, «Un Giurista davanti a se stesso. Intervista a Cari Schmitt»: Quaderni Costituzionali III/l [abril de 1983], pp. 5 ss.). Arrancando de la capitulación alemana en Reims el 7 de mayo de 1945, en vigor el 8 de mayo, y pasando por las decisiones de las cuatro potencias vencedoras, que el 5 de junio se hacían cargo del vacío político y jurídico alemán, y los acuerdos de Potsdam del 17 de julio, hasta llegar al bloqueo de Berlín el 24 de junio de 1948 y la proclamación el 23 de mayo de 1949 de la Ley Fundamental en Bonn —a la que Schmitt no dejaría de prestar co mentario inmediato y anónimo—, pudiera resultar operativo, entre tantas reconstrucciones posibles, recurrir a la efectuada precisamen te por Karl Loewenstein y en sede española: «Alemania desde 1945 a 1960 (una relación de hechos)»: Revista de Estudios Políticos 110 (1960), pp. 115-140. 3. Una expresión precisa de esta vocación jurídica se encuen tra en el tercero de los dictámenes (28 de abril de 1947) entrega do a Kempner en Núremberg, «[...] derecho público (derecho del
Estado y derecho constitucional, derecho internacional, derecho administrativo y teoría general del Estado)», acotada también cro nológicamente al comienzo del prólogo a El Nomos de la Tierra (verano de 1950): «ciencia jurídica, una ciencia, a la que he servido durante más de cuarenta años». Cabe indicar que en el punto de partida,und el año 1910 de suEine tesis terminologische doctoral, la materia era p enal: estu Über Schuld Schuldarten. Untersuchung, dio sobre la modalización de la culpabilidad. Este interés de Cari Schmitt se confirma en trabajos de 1914-1917 que se imbrican con su prevista inicial intención de ingreso en la carrera judicial (Gesetz und Urteil, de 1912, tiene su lugar aquí), todo antes de su prime ra monografía importante de derecho internacional, de 1926, Die Kernfrage des Volkerbundes. Y en vísperas (agosto de 1945) de las «experiencias» que resultan en ECS, las dos hebras del penalista y el intemacionalista se entrelazan en el fundamental dictamen Das internationalrechtliche Verbrechen des Angriffskrieges und der Grundsatz «Nullum crimen, nulla poena sine lege», redactado para la defensa del industrial F. Flick. No está de más tampoco indicar una anterior intención —1907; quizás no del todo incumplida: cf. Raum und Rom. Zur Phonetik des Wortes Raum, de 1951— de dedicarse a la filología. En un Diálogo sobre los nuevos espacios, cercano a la redacción de este prólogo (1958), la máscara de Cari Schmitt es la de «Altmann (viejo historiador)». 4. Alusión al De Consolatione Philosophiae de Anicio Manlio Severino Boecio (475/480-524), filósofo y senador romano, de familia cristianizada, que alcanzó la dignidad de magister officiorum, una especie de «primer ministro», del rey ostrogodo Teodorico el Grande. Víctima de una conspiración capitaneada por el referendarius Cipriano y otros jefes del partido filo-godo, acusado de sacrilegium y de traición en pro del emperador de Oriente, Boe cio fue encarcelado, torturado y —perdido el favor de Teodorico— decapitado en el Ager Calventianus, en los alrededores de Pavía. En el De Consolatione, escrito en prisión, imbuido de la más alta cultura grecolatina y de un sentido providencialismo cristiano, Boe cio medita sobre su ytrágico destino, de raíz alantigua decliveen delas la civilización romana a la crisis finalligado de la tradición postrimerías de la pars occidentalis del Imperio. 5. A: «Diálogo con un famoso pedago go». 6. Lo que líneas abajo aparece como «mi viejo cariño hacia él», y «mi respeto y adhesión», puede encontrar una comprobación en El concepto de lo político (1927, 1932), donde Eduard Spranger (1882-1963) y el capítulo «El hombre de poder» de su obra central,
Formas de Vida (1914, 1921), es objeto de atención y estimación positivas a la hora de abordar las condiciones antropológicas de lo político (epígrafe 7), tras una cita desestimativa sobre el Maquiavelo de Dilthey, y una valoración entusiasta hacia Helmuth Plessner, «el primer filósofo moderno que se ha atrevido a montar una antro pología política de altura». El capítulo de Spranger, «tan extraordi nariamente fecundo en ideas y observaciones» según Cari Schmitt en 1927-1932, por servir para reconocer «la existencialidad toda de lo político», no le parecería al Schmitt de ECS tan congruente con el «cuestionario» impuesto por las autoridades de ocupación americanas a los ciudadanos alemanes de su zona ocupada. 7. A: «Cont estación a un exiliado». 8. En 1929, el capítulo central, tercero, de Ideología y uto pía de K. Mannheim (1 893 -194 7) — con quien Schmitt compartí a lejanas filiaciones weberianas— se abría con el interrogante «¿Por qué no existe una ciencia de la política?»: la respuesta pasaba por secundar contundentemente las posiciones schmittianas de Los fun damentos histórico-espirituales del parlamentarismo actual (1923, 1926), cuya denuncia de una Óffentlicbkeit o «publicidad» fal seada en sede parlamentaria le parecía al sociólogo del conoci miento —y diagnosticador del Pensamiento conservador alemán en su tesis de habili tación de 1 927— una «dem ostración clara» de «dónde yace el engaño en ese modo de pensar». Correspondió a un conocido, —traducido entre porMannheim F. Ayala— menos llevar la encuestaErnst al corazón del siglo xvmnosotros con Die Trager der óffentlichen Meinung, en 1933. En el background de todo esto la Kritik der óffentlichen Meinung, de Ferdinand Tónnies (1922), ya señalaba las anom alías de la conexión liberal en tre prensa y opinión. Posiciones que quizá mueven la valoración po sitiva de Schmitt hacia Tonnies, no extendida hacia otros juristas (Gustav Radbruch, por ejemplo, cuyo Espíritu del derecho inglés era lectura obligada para los prisioneros de guerra alemanes en el momento de composición de ECS, 1945-1946;quien de todas formas, desde la tesis doctoral de 1910, era Radbruch estaba cru cialmente, como penalista, en el punto de mira) de, sin embargo, idéntica adscripción política (SPD). 9. Hay una aproximación autorizada al concepto de «gue rra civil confesional» que precisamente tiene en cuenta, traducción mediante, esa «repetición hoy, secularizada y globalizada»: la trae el mismo Schmitt en el segundo dictamen (28 de abril de 1947) entregado a Kempner en Núremberg, ya arriba citado: «en tiempo de guerra civil abierta o latente, siempre existe el peligro de que
toda palabra libre y pública termine inmediatamente recayendo en el terreno de los eslogans propagandísticos, rápidamente cam biantes, y en el caos de conceptos nihilísticamente destructivos. Tengo una gran experiencia en este sentido, y he pagado el precio. Es la misma experiencia que también los fundadores de mi disci plina, Jean Bodin y Thomas Hobbes, tuvieron durante el siglo xvi [.sic] durante las guerras europeas y guerras civiles de su tiempo. Traducido en el lenguaje de la técnica moderna, esta experiencia se puede formular en los términos siguientes: toda amplificación del sonido es una modificación del sentido, y en la mayor parte de los casos una falsificación del sentido. Es éste el auténtico es tado de cosas que, en mi caso, debe someterse a juicio... Se refiere, a fin de cuentas, a la cuestión del destino de los nombres y de los libros». En 1936, Schmitt trazó el mapa de las guerras civiles de religión en que encuadrar el caso de Alemania: lo tenemos en el testimonio recogido en el libro de Louis Gillet Rayons et ombres d'Allemagne, publicado en 1937 como colectánea de artículos en viados a Le Fígaro el año anterior. El mapa es éste: «Inglaterra ha ganado su guerra de religión desde tiempos de la reina Isabel, me decía un día el célebre profesor Cari Schmitt; España ha ganado la suya con Felipe II... Ustedes [los franceses] han ganado la suya con Luis XIV Alemania ha perdido la suya. Carece todavía de re ligión nacional». Si se cruzan los dos testimonios recién citados, se tiene una operativa definición de coordenadas en que situar la recurrencia del problema confesional» el resto de ECS. Y no debe dejar de «guerra notarse civil la perspicacia conenque Schmitt —no en vano autor de El Nomos de la Tierra — da por sentada la dimensión colonial del conflicto confesional —algo de lo que la historiografía al uso no parece darse por enterada. El capítulo 15 de Land und Meer (1942) se titula: «Tierra y mar en las guerras de religiones». 10. in der Mitte Europas. La localización geopolítica alemana, así cualificada, hacía tiempo que era una adquisición historiográfica productiva en la historiografía prusiana inmediatamente an terior a la primera guerra mundial —no hacía falta esperar a que resonancias heideggerianas, convirtiendo Alemania en el «pueblo metafísico», la situaran en el centro de la tormenta filosófico-histórica—. Otto Hintze, en cruciales ensayos sobre la correlación entre Staatsbildung y Verfassungsentwicklung, venía desarrollán dola como motor de innovación de la historiografía, y aireándola hacia 1916, precisamente, como parte del esfuerzo de guerra ale mán: O. Hintze, «Alemania y el sistema político universal», en O.
Hintze, E. Troeltsch, G. von Schmoller et al., Alemania y la guerra europea, vol. I: Alemania, su política y sus instituciones (1915), Gustavo Gili, Barcelona, 1916. Puede resultar también significa tiva, desde el título mismo, más allá de la segunda postguerra, la obra colectiva de H. Bookmann, H. Schulzeet al., Mitten in Europa. Deutsche Geschichte,Siedler, Berlin, 1984. 11. En el capítulo XXIII, precisamente titulado «Cuando dos hacen lo mismo», de su LTI [Lingua Tertii Imperii], Notizbuch eines Philologen, de 1947, Victor Klemperer se ocupa del caso, central para su argumentación, «de la intrusión de términos técnicos en ámbitos no técnicos, donde actúan de una manera mecanizante». De esa mecanización, «su creación más característica en este ám bito, y quizás la más temprana, se llama gleichschalten [sincroni zar, coordinar, uniformizar, homogeneizar]. Se percibe el pulsador que hace impersonales— que las personasadopten —no lasuna instituciones, las adminis traciones postura y unnomovimiento automáticos; maestros de diferentes centros, grupos de diversos funcionarios de la administración de justicia o tributaria, miem bros de los Cascos de Acero, o de las SA, etc., son ‘coordinados’ [gleichschaltet] casi ad infinitum. Esta palabra resulta tan terrible mente representativa de la convicción básica del nazismo que for ma parte de las escasas expresiones a las que el arzobispo cardenal Faulfaber concedió el honor de satirizarlas en sus sermones de Adviento... Al mismo tiempo que el príncipe de la Iglesia, algunos cabaretistas de poca monta también se atrevieron a proyectar una luz cómica sobre el verbo. Recuerdo a un presentador que, con ocasión de una ‘excursión sorpresa’ en la Asociación excursionis ta, declaró, cosechando grandes aplausos, que la naturaleza aca baba de ser ‘coordinada’. No existe en la LTI ninguna otra intrusión de términos técnicos que manifieste la tendencia a la mecanización y automatización de manera tan descarnada como este ‘coordi nar’. La expresión se utilizó durante los doce años, al principio con mayor frecuencia...». En el principio de los «doce años», en efecto, el 30 delegislativas enero de 1933 y el 30 de junio de 1934, multitudentre de medidas se atuvieron al principio de la «coordinación». Dos de esas medidas llevan incluso la expresión a la denominación de la ley: Erstes Gleichscbaltungsgesetz, de 31 de marzo, de habilitación legislativa de los gobiernos de los Lander, y Zweites Gleichscbaltungsgesetz, de 7 de abril de 1933, creando la figura del Rechtsstatthalter en cada Land excepto Prusia. En com binación, una completa «nivelación» de la autonomía político-te rritorial alemana, tejido de siglos, reducida ahora a engranaje ad
ministrativo. Schmitt intervino en la redacción de la segunda. Y en junio de 1934, estrenándose como director de la Deutsche JuristenZeitung, dio una interpretación propia de la Gleichschaltung que la convertía en estadio intermedio «en el camino de la renovación interior y la formación cultural»: algo no del todo coincidente con las posiciones oficiales. En este contexto cobran sentido las distin ciones del texto. 12. Véase infra, nota 14. 13. La frase de Macrobio, que se encuentra en Saturnalia II, iv, 21, reza literalmente así: Non est enim facile in eum scribere qui potest proscribere [No es pues fácil escribir contra el que pue de proscribir], Schmitt emplea la misma fórmula de ECS, califi cándola de «antigua máxima», en la primera respuesta por escrito transmitida (21 de abril de 1947) a Kempner durante los interro gatorios de onad Núremberg. pregunta «¿En hitle qué medida ha proporci o usted La la base teóricaeradeésta: la política riana del ‘gran espacio’ ( Grofíraum)}». 14. Se trata de Der Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes. Sinn und Fehlschlag eines politischen Symbols, Koln, 1938, que recoge intervenciones en Leipzig y Kiel, en enero y abril de 1938 —que a su vez desarrollan formulaciones deDer Staat ais Mechanism bei Hobbes und Descartes, de 1936/1937—, citado quizás de memoria o sintéticamente. El fragmento en cuestión —en ver sión de F. J. Conde— dice: «Ahora bien, cuando el poder público no quiere ser sólo público; cuando el Estado y la confesión religiosa arrumban la creencia interna en la esfera privada, el alma de un pueblo se lanza por el ‘misterioso camino’ que conduce a lo alto. Re fuérzase entonces el contrapeso del silencio y de la quietud». Con el fundamental trabajo de 1938 Schmitt recapitulaba sus preocupacio nes fundamentales desde una primera hora —así, la comparecencia hobbesiana en el arranque deTeología política, y las referencias a la tabula rasa en Catolicismo romano, de 1922 y 1923, respectivamen te—, y arrojando su mensaje «desde el vientre de la ballena», consu maba una autoidentificación su obra como cultor del ius publicum Europaeum, y suentre cultivador másepigonal «desesperado». Del re lanzamiento de estos temas —las metamorfosis de lapotestas indirec ta y sus sombras alargadas hacia el Setecientos, literatos y masonería mediante—, se ocuparía un historiador en ciernes en busca de una tesis doctoral, R. Koselleck, que trae de aquí el impulso constructivo fundamental para su Kritik und Krise de 1954/1959, indagación de las aporías y patologías que acompañan el nuevo avatar del dualismo «interior»/«exterior», «saber»/«poder», «secreto»/«público».
15. Hermán Melville (1819-1991) publicó el relato corto Be nito Cereño en 1855, recogido luego —como también Bartleby, the Scrivener, de 1853— en la colecciónThe Piazza Tales, de 1856. En la estela, pues, del gran relato sobre la ballena blanca,Moby Dick, de 1851 —bicentenario de otro monstruo marino, Leviatán—. En 1938/1939, la casa editorial Herbig Biicherei lanzó una edición ale mana, a cuyo impacto se refiere Schmitt, y cuyos ecos registra Jünger en su «Primer diario de París», entrada del 18 de octubre de 1941: «Al mediodía [...] en el hotel Ritz con Cari Schmitt, quien ante ayer pronunció una conferencia sobre el significado que tiene en el derecho internacional la diferencia entre la tierra firme y el mar... Conversación sobre las controversias científicas y literarias de esta época. Cari Schmitt comparó su propia situación con la del capi tán blanco dominado por esclavos negros que aparece en elBenito Cereño de Melville. A supra este propósito citódelaECS siguiente frase:en[lanota cita de Macrobio recogida en el texto y referida 13]. [...] hemos estado pasando revista a la situación. Cari Schmitt ve su significado en el hecho de que ciertos estratos comienzan a desprenderse de la sustancia humana y quedan congelados por debajo de la zona del libre albedrío —a la manera como los ani males son máscaras caídas de la imagen del hombre—. El ser hu mano está expeliendo de sí un nuevo orden zoológico...». Don Benito Cereño es el capitán de un galeón español que transporta esclavos negros de Valparaíso a Callao. Tras una semana de na vegación, un motín pone el barco en manos de Babo, jefe de los esclavos. En ruta hacia Senegal, el Santo Domingo —en cuya proa se ha inscrito, apenas legible, la leyenda: seguid a vuestro jefe— se cruza con una nave americana, comandada por el capitán Amasa Delano, que sube a bordo del buque español. Babo ordena a Don Benito, bajo amenaza de muerte, fingir la inversión de sus papeles, de manera que el americano tome al negro por siervo y al español por capitán. Don Benito accede, pero recurre a enigmáticas frases y a extraños comportamientos, elocuentes para todos salvo para el capitán simulación termina con resuelve la fuga imprevista de Don americano. Benito, en elLainstante decisivo en que arrojarse del barco para liberarse del pérfido Babo y sus secuaces. Para Melville, el relato se centraba en la ceguera perceptiva del capitán americano. Schmitt centra el texto en Don Benito. En 1937 había publicadoDer Begriff der Piraterie: se pone así proa hacia El Nomos de la Tierra. 16. Emst Jünger (1895-1998) compuso Auf den Marmorklippen en los primeros meses de 1939, publicándolo a finales de año —y en el París ocupado, en el sello Gallimard, en 1942—. Es la his
toria de la destrucción de la Marina, la «tierra» que los acantilados de mármol separan de la Campiña, ambas amenazadas desde la zona boscosa donde reina el Guardabosque Mayor (E. Jünger, Sobre los acantilados de mármol, Tusquets, Barcelona, 2008). Puede cederse la palabra al mismo Jünger —entrada de 2 de abril de 1946 de sus Diarios— a la hora de redondear el apunte schmittiano: «Mi libro Sobre los acantilados de mármol tiene en común con El Trabajador lo siguiente: los acontecimientos que estaban produciéndose en Ale mania encajaban ciertamente en su marco, pero la obra no estaba cortada especialmente a su medida. De ahí que aún hoy me desagra da que se entienda Sobre los acantilados de mármol como un escrito tendencioso [...] En plena catástrofe me parecía a veces que aquel sueño mío, aquel presentimiento mío había captado las cosas futu ras, incluso en sus detalles, con más precisión que la que tenían esas mismas en cosas cuando se hicieron realidad la vivencia directa». Y Jünger, plena «catástrofe», a vueltas conen la puesta a punto del ma nuscrito y la edición de Sobre los acantilados de mármol, en 1939, podía trazar uno de los más certeros retratos de Schmitt, apunte tan rápido como incisivo en la entrada de 17 de julio: «[...] ha llegado, el 15 de julio, Cari Schmitt [...] Lo que en Cari Schmitt me ha lla mado siempre la atención es la buena factura y el orden de sus pen samientos [...] lo adorable de Cari Schmitt, lo que incita a quererlo, es que aún es capaz de asombrarse, pese a haber sobrepasado los cincuenta. La mayoría de las personas, y ello ocurre muy pronto en la vida, acoge un hecho nuevo tan sólo en la medida en que guarda relación con su sistema o con sus intereses. Falta el gusto por los fenómenos en sí mismos, o por su diversidad —falta el eros con que el espíritu acoge una impresión nueva como se acoge un grano de semilla» (E. Jünger, Radiaciones, I y II, Tusquets, Barcelona, 2005, de donde proceden las citas por fecha, también en lo sucesivo). 17. En el prólogo a la edición de 1963 de El concepto de lo po lítico, apuntando que sus observaciones lo eran «sobre un material histórico» y dirigidas por ello «también a los historiadores», Schmitt destacaba una obra perteneciente casualmente a ese horizonte epocal, «1938/1939», señalado connada las dos entradas aludidas líneas arriba: Land und Herrscbaft, del austríaco Otto Brunner, obra «de rotura» en el tracto de la historia constitucional, que habría pro porcionado «una importante verificación histórica de mi concep to de lo político». Las primeras entradas del Glossarium (desde el 28 de agosto de 1947) muestran un intenso trabajo schmittiano con el texto de Brunner. El historiador austriaco, en efecto, había some tido su trabajo, desde 1929, a una intensa exposición schmittiana
—desde Teoría de la Constitución al concepto de «orden concreto», de 1928 a 1934— que muestra resultados hacia 1937, y acomodo final en la obra de 1939, síntoma también de situaciones en que «no fallaba la curiosidad intelectual». Corre a cargo de un discípulo, y no de los menores, de Cari Schmitt la reconstrucción de la trayec toria más Ernst que secular para la queDie la deutsche obra de Brunner supone una «rotura»: W Bóckenforde, verfassungsgesckichtliche Forschung im 19. Jahrhundert. Zeitgebundene Fragestellungen und Leitbilder, Duncker & Humblot, Berlin, 1961, cuya premisa y última nota reconocen la deuda con el maestro. 18. Sobre otra trad. española, de 1949, por F. J. Conde, véase supra, «Esta edición». 19. Alexis de Tocqueville (1805-1859), el autor de La demo cracia en América y de El Antiguo Régimen y la Revolución, que fascina al Schmitt de ECS por sus Souvenirs, tiene una presencia, si no fugaz, desde luego nada estructural en la primera producción del de Plettenberg —quizás (y es argumento que puede invertirse para ECS) porque su lugar lo ocupa Donoso Cortés; y en cualquier caso, es el autor de El Antiguo Régimen y la Revolución a quien se retiene, por ejemplo, en El concepto de lo político (1927)—. Con el tramo final de la segunda guerra, sin embargo, hay rastros de una creciente implicación de Cari Schmitt con el autor de La democracia en América, rastros visibles en la coimplicación al res pecto de Jünger y Cari Schmitt. Así, en los Diarios del primero, las entradas del 11 de septiembre de veía 1943Tocqueville (registro decon unaclaridad carta de Schmitt, literalmente: «Ya en 1835 la situación. El final del primer tomo de la Democracia en América continúa siendo el más grandioso monumento de la ‘decadencia de Occidente’)», y del 29 de febrero de 1944 («Leimos juntos el final del volumen primero de La democracia en América. Se en cuentran allí intuiciones asombrosas. Ante una mirada como ésa, el teatro histórico se vuelve pequeño y preciso [...] Estos son los autores que mantienen viva nuestra fe en el sentido que se esconde tras el movimiento aparente sin orillas»), 20. Publicada en 1918, La decadencia de Occidente de Oswald Spengler (1880-1936) se había empezado a componer en 1911 y cerrado en 1917, sufriendo una transformación decisiva con el estallido de la guerra. Pero es el subtítulo de la obra («Bosquejo de una morfología de la historia universal») lo que indica qué podía atraer hacia el texto a un Cari Schmitt especialmente atento, des de 1917-1923, a los problemas de forma y ausencia de forma que consideraba cruciales para la época, elevando a paradigma la ca-
pacidad para la forma de la Iglesia romana (1923). En cualquier caso, subyace a la valoración positiva, no exenta de aproximación crítica, de La Decadencia el cansancio o malestar respecto a los modos y maneras de la historiografía establecida —reténgase cómo ha despachado a von Sybel y a von Treitschke, líneas arriba—, y que le llevaron a enfrentarse duramente con sucon máseleximio repre sentante de entonces, F. Meinecke, a vueltas historicismo y la razón de Estado. Mientras Schmitt escribe ECS, Meinecke se hacía cargo, cual Néstor alemán, de las condiciones y resultantes de la Deutsche Katastrophe (1946). 21. Kat-echon es un término central en la concepción teológico-histórica de Cari Schmitt, y comparece en el contexto de la com posición, hacia 1940-1941, de Land und Meer (1942). Esta ex presión griega, tomada de la Segunda epístol a a los Tesalonicenses (2,7) de san Pablo, significa «el que retiene», qui tenet (Aufhalter en versión schmittiana). Se trata de una idea histórico-providencial según la cual corresponde al Imperium cristiano la misión de «retener» el advenimiento del Anticristo y evitar el fin del eón o la era actual. En El Nomos de la Tierra (I, 3) Cari Schmitt ofrece una síntesis de su interpretación del concepto de kat-echon en relación con el ius gentium medieval y la continuidad de la potencia his tórica del Imperio romano en el cristiano. Para una exégesis deta llada de la significación y las fuentes de este concepto en Schmitt puede consultarse el Anexo III de la edición de ECS de Doremus (pp.22.341-356). A: «Dos tumbas en Berlín». 23. A: N. del T.: Lugar donde está enterrado Goethe. 24. Heinrich von Kleist (1777-1811), natural de Fráncfort del Oder, por entonces perteneciente a Prusia, fue uno de los máximos exponentes de la literatura romántica alemana. Autor de relatos y novelas como La marquesa de O..., E l terremoto de Chile o Michael Kohlhaas, de dramas como Pentesilea y El príncipe de Homburg y de ensayos imaginativos comoSobre el teatro de marionetas, Kleist se cuenta entre los principales héroes del «martirologio» romántico por el suicidio á deux que tuvo lugar el 21 de noviembre de 1811 a orillas del Wannsee, cerca de Potsdam, cuando el poeta dio muerte a su amiga y musa Adolphine Sophie Henriette Vogel, gravemente enferma, y acto seguido se quitó la vida. Schmitt invoca la figura de Kleist por la pasión antinapoleónica y la condición fronteriza entre el Este y el Oeste del escritor, pero más aún por la significación «ale mana», entre histórica y simbólica, de su suicidio, como atestiguan numerosos pasajes de las anotaciones delGlossarium.
25. El episod io de esta singular «apelación» de una instancia a otra de decisión juega una posición de planteamiento en la mo nografía schmittiana de 1934, Staatsgefüge u nd Zusammenbruch des zweiten Reiches. Der Sieg des Bürgers über den Soldaten, repa so del dualismo fundamental del desenvolvimiento constitucional del alemán, srcen de laentre «indecisión» que siglo ECS xix lleva a la raíz delúltimo contraste Oriente weimariana, y Occidente. 26. Theo dor Dáubler (187 6-1 934), nacido en Trieste cuando la ciudad era un importante enclave portuario del Imperio AustroHúngaro, fue uno de los principales poetas del expresionismo ale mán. Entre sus obras líricas, narrativas y ensayísticas, destaca sobre todo La aurora boreal (Nordlicbt, 1906), un ambicioso poema de carácter cosmológico al que Schmitt dedicó una de sus primeras mo nografías de juventud: Theodor Daublers «Nordlicbt»: Drei Studien über die Elemente, den Geist und die Aktualitdt des Werkes(München, 1916). 27. Konrad Weifi (1880-1940), escritor católico alemán de ori gen suabo, influido por el legado romántico y próximo a la litera tura expresionista, publicó en el período de entreguerras poemarios como Die Cumaische Sibylle (1921) o Das Herz des fo rte s (1929), y el tratado teológico-histórico Der christliche Epimetheus (1933), visionaria interpretación cristiano-mariana de la historia universal —una de cuyas ideas centrales se cifra en la salvación como «senti do decisivo de la historia»— de la que Schmitt tomó su autocaracterización como «Epimeteo cristiano». En una nota del tratado (p. 81 de la primera edición en Edwin Runge), WeiS elogia a Schmitt por ver el derecho como unintegrum místico y práctico en el que el am biguo carácter de la situación lógico-humana, en definitiva irreducti blemente cristiana, ha de ser superado mediante la decisión jurídica con vistas a la más fecunda relación entre política e historia. 28. Sobre otra trad. española, por J. Caamaño, de 1951/1952 y 1954, véase supra, «Esta edición». 29. Desde este punto, cuando menos, debe tenerse a la vista su conferencia de 1943/1944previa «Die Lage der europaischen Rechtswissenschaft», consideración para esas preguntas, y para todo el capítulo, y con ello, el libro entero. 30. La presencia de Jean Bodin (¿1529P-1596), figura central en la experiencia francesa de guerra civil confesional del siglo xvi, y en la irradiación de esa experiencia por toda Europa, politización srcinaria generadora de notables resistencias antipolíticas como las españolas, cristaliza con perfil nítido, en lo que a la trayectoria schmittiana se refiere, desde una fecha muy temprana —sus primeras
lecciones en la Handelshochschule de Munich, a finales de 1919, son monográficas sobre Bodin y «La idea del Estado centralizado»— y tras cumplir una presencia obligada en laTeología política de 1922 (cuyos cuatro capítulos lo eran «de soberanía») en su importante trabajo Die Formung des franzósischen Geistes durch den Legisten, de 1942, en que la inmediatez del ejercicio de «localización» histórica ais ein konkreter, an eine geschicbtde lo estatal constituyeStaat liche Epoche gebundener Begriff,de 1941. Es éste el momento en que a su vez cuajan contraposiciones entre «soberanía continental» y «libertad marítima» que pasarán aTierra y Mar y de allí aNomos. En junio de 1950 —aledaños de la publicación deECS— Schmitt participaba ese preciso trabajo sobre la labor desteologizadora de los juristas en tiempo de guerra civil confesional a Eric Voegelin, explícita y precisamente como ampliación y soporte de las posicio nes de ECS. La respuesta de Voegelin, en 1951, articulando las po siciones del juriste politique en direcciones místicas y deístas, y la atención en contrarréplica de un Schmitt que reconocía que «todo lo que concierne a Bodin me apasiona grandemente», constituye un filón potencial de indicaciones no casualmente atendidas por la historiografía del pensamiento político. La proyectada historia «de las ideas políticas» de Voegelin nunca llegó a plasmarse en un tex to. Tenemos, a cambio, su Order and History (véase «E. VoegelinC. Schmitt, Un Carteggio inédito (Lettere, 1931-1955), S. Chingóla [ed.]»: Filosofía Política V/l [1991], pp. 142 ss.). El despliegue de impulsos schmittianos en luego materia de soberanía, Bodin-Forscbung ylosjuristas politiques correría a cargo de integrantes cualifica dos del entorno de Plettenberg: Román Schnur y Helmut Quaritsch. 31. Véase supra, nota 14. 32. Alberico Gentili, jurista protestante i taliano educado en la tradición bartolista en Perugia, y afincado en Inglaterra desde 1580, juega un papel relevante en la economía organizativa de El Nomos de la Tierra schmittiano: ingresa allí exactamente con el mismo gesto con que le vemos comparecer en ECS —Silete, theologi...! — y a vueltas con Vitoria, corre a su carg o a final de los años ochenta del siglo xvi una primera formalización de un derecho de gentes moderno. Era el rendimiento de un talante eminentemente práctico, que le había llevado a polemizar con la jurisprudencia de traza «humanista», atravesada según él por un insufrible utopismo. En 1587 sería nombrado por Isabel I regius professor de derecho civil en Oxford. Su De iure belli lib. III se publicaría en 1598. 33. Del poema de Th. Daubler «Perseus», en Das Sternenkind, 1916.
34. En Plettenberg, un letrero sobre la puerta de entrada fran quea el paso al visitante: Bienvenidos, amigos y enemigos. Con idéntico criterio se da acceso a Max Stirner en la pieza de cierre material de ECS, «Sabiduría de la celda». Max Stirner, alias de Johan Kaspar Schmidt (1806-1856), y autor de Der Einzige und sein Eigenthum (1845, pero 1844), relato de la omnivoracidad autopoiética, jugó un papel relevante a caballo de la bohemia literaria y el círculo de «jóvenes hegelianos» que, a principios de los años cuarenta del siglo xix, fundarían la Gaceta Renana. Su compañía, datada con cierta precisión por Schmitt —desde los años inmedia tamente previos a la entrada en la Universidad, ca. 1904-1907—, le permite a nuestro autor, además de alguna que otra broma sobre la homofonía del nombre, poner en cuarentena la línea de abstrac ción metafísica del Yo que corre de Descartes —el de la estufa— a Hegel y poco «que no es (J. el Dotti, artefacto matizado comodespués. cogito yUnsusYosucedáneos» «Elfilosófico visitante tede la noche. En torno a la presencia de Max Stirner en el pensamiento de Cari Schmitt», en J. Dotti y J. Pinto [eds.], Cari Schmitt, su época y su pensamiento, Eudeba, Buenos Aires, 2002, pp. 13 ss.). Y le permite también mantener la radiación significada por «1848» —sin el recurso a Donoso— hasta el último momento del texto. 35. Remisión de A: trad. de P. González Blanco, Valencia. 36. A: En la versión castellana Un mundo feliz. 37. Del poema de Th. Dáubler «Sang an Palermo», en Hymne an Italien, 1919. 38. A: «Canto de un viejo alemán». Y anota: «Reprodu cimos la magnífica traducción de Eugenio d’Ors». Sobre otra trad. españo la, de 1950, por E. Tierno, véase supra, «Esta edición». 39. A: omite este verso. 40. A: omite este verso.
ÍNDICE DE NOMBRES*
Adán y Eva: 71, 78 Ahlmann, Wilhelm: 20, 48 Andric, Ivo: 41 Anima Louise: 46, 54, 69 Annegarn, Joseph: 37 Antígona: 45
Federico el Grande: 46 Fichte, Johann Gottlieb: 44 Flaubert, Gustave: 52 Fourier, Charles: 52, 75
Bachofen, Johann Jakob : 52 Baensch, Otto: 48 Bauer, Bruno: 44, 46 Benito Cereño: 34, 67 Bismarck, Otto von: 37, 61 Bloy, Léon: 41
Gentili, Alberico: 60, 64 George, Stefan: 50 s. Goethe, Johann Wolfgang von: 46 Grocio, Hugo: 60 Guizot, Franjois: 41
Bodin, Jean: 60-63, 66 Caín y Abel: 78 Cari Alexander: 69 Condorcet, Nicolás de: 48 Constant, Benjamín: 68
Hamann, Johann Georg: 46 Hegel, G .W F .: 38 s., 44, 51 Heráclito: 38 Heym, Georg: 49 Hieronymus Bosch (El Bosco): 73 Hitler, Adolf: 33 Hobbes, Thomas: 60, 62 s., 66 Hugo, Victor: 66, 79
Dáubler, Theodor: 45, 47, 49-54, 79 Descartes, René: 76 Donello, Ugo: 58 Annette von: Droste-Hülshoff, 49 Eisler, Fritz: 53 *
Epimeteo: 27, 41
Humboldt, Wilhelm Huxley, Aldous: 76 von: 44 Jerónimo (santo): 50 Jünger, Ernst: 42, 44, 68
Es el índice del ori ginal. Lo mantienen A y D, no así M.
Kat-echon: 41 von: 45-49 Kleist, Heinrich Kraljevié, Marko: 41 Leviatán: 23, 31, 62, 66, 68 Lucano: 48 Macrobio: 34 Mannheim, Karl: 29, 35 Melville, Hermán: 34 Mignon: 46 Montesquieu, Charles de Secondat, barón de: 38 Moro, Tomás: 34, 58 Napoleón I: 45 Napoleón III: 39 Nerón: 48
Pablo (apóstol): 48 Pan: 51, 73 s. Péguy, Charles: 50 Platón: 34 Prometeo: Proudhon, 52 Pierre-Joseph: 52 s Ranke, Leopold von: 38 Rilke, Rainer Maria: 50 s. Rossini, Gioachino: 73
Saint-Simon, Claude H. de Rouvroy, conde de: 52 Sainte-Beuve, Charles Augustin: 41 Schlaf, Johannes: 50 Séneca: 48 Solón: 44 Spengler, Oswald: 60 Spranger, Eduard: 25 Stirner, Max: 72, 77 Story, John: 58 Strauss, Richard: 49 Strindberg, August: 68 Sybel, Heinrich von: 37 Tocqueville, Alexis de: 37-42 Trakl, Georg: 49 Treitschke, Heinrich von: 37 Virgilio: 75 Vitoria, Francisco de: 60 Voltaire (Franjois Marie Arouet): 46 Wagner, Richard: 72 Weifi, Konrad: 46, 49, 53 s., 79, 82 Wilde, Oscar: 22 Wright, Quincy: 26