El pasado cercano en clave historiográfica Marina Franco2 y Florencia Levín Resumen: Tiempo, historia e historiografía: Se trata de un pasado abierto, de algún modo inconcluso, cuyos efectos en los procesos individuales y colectivos se extienden hacia nosotros y se nos vuelven presentes. De un pasado que irrumpe imponiendo preguntas, grietas, duelos. Se trata de un pasado “actual” o, más bien, de un pasado en permanente proceso de “actualiaci!n” y que, por tanto, interviene en las proyecciones a futuro. "n el terreno estrictamente historiográfico, el acrecentado inter#s por este pasado cercano se ha manifestado en el renovado auge de un campo de investigaciones que, con diversas denominaciones $ historia muy contemporánea, historia del presente, historia de nuestros tiempos, historia inmediata, historia vivida,
propone hacer hacer de ese pasado cercano cercano un ob%eto de historia reciente, historia actual $ se propone estudio leg&timo para el historiador. ¿cuál es el pasado cercano? ¿Qué período de tiempo abarca? ¿Cmo se de!ine ese período? ¿Qué tipo de vinculacin di!erencial tiene este pasado con nuestro presente" en relacin con otros pasados #más #más le$anos%? 'n camino posible para responder estos interrogantes es tomar la cronolog&a como criterio para establecer la especificidad de la historia reciente. Si bien #sta es una opci!n posible y de hecho bastante utiliada, existen sin embargo algunos problemas( )
*o existe existen n acuerd acuerdos os entre entre los los histori historiador adores es a la hora hora de de establ establece ecerr una cronolog&a propia para la historia reciente +ni a nivel mundial ni a nivel de las historias nacionales.
)
demás, demás, aun si se resolvie resolviera ra el problema problema de estab establece lecerr las frontera fronteras s cronol!gicas precisas, nos enfrentar&amos al hecho de que al cabo de un cierto tiempo +cincuenta o cien a-os, por e%emplo, ese pasado hoy considerado “cercano” de%ar&a de ser tal.
/or eso, a la hora de establecer cuál es su especificidad, muchos historiadores concuerdan en que #sta se sustenta más bien en un régimen de historicidad particular basado en diversas formas de coetaneidad entre pasado y presente( )
la superv superviven ivencia cia de actores actores y prota protagoni gonistas stas del pasa pasado do en condicio condiciones nes de de brindar sus testimonios al historiador,
)
la existencia de una memoria social viva sobre ese pasado,
)
la contemporaneidad entre la experiencia vivida por el historiador y ese pasado del cual se ocupa.
Si consideramos el con%unto de investigaciones abocadas al estudio del pasado cercano encontramos que los criterios antes mencionados suelen estar atravesados por otro componente no menos relevante( el fuerte predominio de temas y problemas vinculados a procesos sociales considerados traumáticos( guerras, masacres, genocidios, dictaduras, crisis sociales y otras situaciones extremas que amenaan el mantenimiento del lao social y que son vividos por sus contemporáneos como momentos de profundas rupturas y discontinuidades, tanto en el plano de la experiencia individual como colectiva. 0a historia reciente, en tanto disciplina, tiene ya una trayectoria relativamente larga dentro de la historiograf&a occidental contemporánea cuyos or&genes se remontan a las experiencias in#ditas y cr&ticas de la /rimera 1uerra 2undial, la 1ran Depresi!n y poco despu#s la Segunda 1uerra 2undial. "l creciente inter#s que dichos eventos convocaron entre los historiadores fue sedimentando, con el tiempo, en un proceso de institucionaliaci!n y de legitimaci!n del pasado reciente como ob%eto historiográfico que se tradu%o, a partir de la segunda posguerra, en la creaci!n de una variedad de institutos y programas de investigaci!n espec&ficos en distintos pa&ses europeos y en los "stados 'nidos.Sin embargo, no fue sino hasta fines de los a-os 345 y durante los a-os 365 $ sobre todo a partir de acontecimientos de gran repercusi!n mundial tales como el %uicio a "ichmann en 7erusal#n +8948 y la 1uerra de los Seis D&as +8946$ que la historia reciente y los debates espec&ficos de los historiadores cobraron mayor relevancia, incluso fuera del ámbito acad#mico, convirtiendo al Holocausto en un tema central de los debates públicos. hora bien, si la historia reciente constituye un campo que tiene más de medio siglo de vida la pregunta que surge es por qu# ahora, en los últimos tiempos, ha cobrado aún más vigor. "n primer lugar, es preciso mencionar las profundas transformaciones que han afectado por entero al mundo y a nuestras representaciones sociales sobre #l. "n una dimensi!n amplia y secular, la sucesi!n de masacres modernas y organiadas $entre ellas, las guerras mundiales, el :olocausto y los sucesivos genocidios$ a lo largo de este último siglo ha puesto en cuesti!n el presupuesto del progreso humano acu-ado en los siglos precedentes. s&, la toma de conciencia de esta nueva realidad ha enfrentado crudamente a la humanidad con la necesidad de comprender su pasado cercano. 7unto a ello, la crisis y descomposici!n del bloque de los pa&ses del "ste, la crisis sostenida
del capitalismo a nivel internacional y, más recientemente, la reinvenci!n de un nuevo enemigo para ;ccidente y la reconstituci!n de un escenario b#lico mundial, han terminado de derrumbar las vie%as certeas y han de%ado lugar a nuevas incertidumbres que impactan fuertemente, entre otras cosas, en las modalidades a partir de las cuales las sociedades occidentales se relacionan con su pasado. "sa p#rdida de confiana en el progreso y, por tanto, el abandono de las expectativas puestas en el futuro han redundado en un notable giro hacia el pasado , vale decir que, en buena medida, las preocupaciones, preguntas y fuentes para la creaci!n de identidades individuales y colectivas ya no se construyen con miras al futuro sino en relaci!n con un pasado que debe ser recuperado, retenido y, de algún modo, preservado. ;tro aspecto vinculado al actual florecimiento de la historia reciente +que sin duda se relaciona comple%amente con el anterior tiene que ver con las transformaciones que el campo intelectual viene experimentando en las últimas d#cadas. "n efecto, desde mediados de los a-os 365 y especialmente desde los a-os 3<5, el cuestionamiento del modelo estructural=funcionalista, la crisis de los “grandes relatos” y lo que en general se ha denominado “giro ling>&stico”, han puesto en cuesti!n la posibilidad de construir un conocimiento “verdadero” sobre el mundo “real” y sobre el pasado. ?odo ello ha permitido repensar la importancia de los propios su%etos en tanto “actores sociales”, prestando especial atenci!n a la observaci!n de sus prácticas y experiencias y al análisis de sus representaciones del mundo, para descubrir todo aquel espacio de libertad que los constituye, que escapa al encorsetamiento de estructuras e ideolog&as. "sto implic!, a su ve, el establecimiento de nuevas áreas de inter#s, como la historia cultural, el redescubrimiento y redefinici!n de otras tales como la historia pol&tica y el traba%o sobre nuevas escalas de análisis, particularmente con la microhistoria. 7unto al llamado “giro ling>&stico” , la redescubierta legitimidad del espacio de lo sub%etivo ha tenido una importancia sustancial para la construcci!n del campo espec&fico de la historia reciente, en cuanto concede un lugar privilegiado a los actores y a la verdad de sus sub%etividades. De la misma manera, tanto la microhistoria como la historia pol&tica han tenido una fuerte incidencia en la emergencia de la historia reciente, al igual que la historia oral $la cual ha experimentado un gran auge y desarrollo que en las últimas d#cadas. 7unto con las transformaciones sociopol&ticas e intelectuales apuntadas, existen otros aspectos, de naturalea diversa, en los que se aprecia esta “crisis de futuro” por la que atraviesa el mundo contemporáneo y que han incidido en el actual giro hacia el
pasado. "ntre ellos, por e%emplo, el impacto de las nuevas tecnolog&as de la comunicaci!n en las percepciones del tiempo, la “moda memorial&stica” –fuertemente impulsada por el marketing y las reglas del consumo, que se aprecia en el auge de los documentales hist!ricos, la novela hist!rica y la autobiograf&a –, el frenes& de la musealiaci!n y de la automusealiaci!n a trav#s de filmaciones dom#sticas . unque es imposible determinar los alcances de este proceso de irrupci!n de la memoria en el espacio público, lo cierto es que no podemos desconocer que este es el contexto en el cual los estudios sobre historia reciente están cobrando auge y vigor. @ dentro de este contexto, no cabe sino otorgar un lugar importante, pero relativamente humilde, al discurso de los historiadores sobre el pasado. "n suma, la actual relevancia de la historia reciente no puede explicarse a partir de una sola variable sino que es preciso considerar un amplio con%unto de procesos diversos e interrelacionados que confluyen en este auge. Algunos desafíos para la historiografía de la historia reciente Dadas las peculiaridades de la historia reciente, fundamentalmente las que se derivan de su particular r#gimen de historicidad, el traba%o del investigador dedicado al estudio del pasado cercano se ve atravesado por una serie de vinculaciones comple%as con un con%unto de prácticas, discursos e interacciones sociales y de su propio tiempo que lo obligan a confrontar con perspectivas diversas y a revisar y reelaborar permanentemente su propia posici!n y su propia práctica . En particular, nos interesa trabajar la relación de la historia con la memoria, con el testimonio y con la gran epectativa social acerca del pasado cercano que se traduce en una demanda de respuestas e incluso de intervenciones públicas por parte de los especialistas. Aomencemos por se-alar que por memoria se puede denominar una amplia y variada gama de discursos y experiencias. /or un lado, memoria puede aludir tanto a la capacidad de conservar o retener ideas previamente adquiridas como, contrariamente, a un proceso activo de construcci!n simb!lica y elaboraci!n de sentidos sobre el pasado. /or otro lado, la memoria es una dimensi!n que ata-e tanto a lo privado, es decir, a procesos y modalidades estrictamente individuales y sub%etivas de vinculaci!n con el pasado +y por ende con el presente y el futuro como a la dimensi!n pública, colectiva e intersub%etiva. 2ás aún, la noci!n de memoria nos permite traar un puente, una articulaci!n entre lo &ntimo y lo colectivo, ya que invariablemente los relatos y sentidos construidos colectivamente influyen en las memorias individuales. "l espacio privilegiado que el acto de “hacer memoria” $en cualquiera de sus formas( pública o privada, individual o colectiva$ ha adquirido en las últimas d#cadas en
las sociedades occidentales ha planteado una suerte de querella de prioridades con la historia, lo cual ha dado lugar a largos y fruct&feros y debates. Sint#ticamente, podemos reconocer dos modalidades antit#ticas y ciertamente maniqueas de comprender la relaci!n entre la historia y la memoria +considerada, esta última, en su dimensi!n epist#mica( de una parte, están quienes plantean que existe entre ambas una oposici!n binariaB de otra, quienes suponen que, en definitiva, historia y memoria son la misma cosa. "n el primer caso, se opone un saber historiográfico capturado por los preceptos positivistas de verdad y ob%etividad a una memoria fetichiada y acr&tica. "n el segundo, se entiende que la memoria es la esencia de la historia y, por lo tanto, se da por supuesta una historia ficcionaliada y mitificada. Sin embargo, es posible +y deseable superar estas posturas simplistas a partir del reconocimiento de que historia y memoria son dos formas de representaci!n del pasado gobernadas por reg&menes diferentes que, sin embargo, guardan una estrecha relaci!n de interpelaci!n mutua( mientras que la historia se sostiene sobre una pretensi!n de veracidad, la memoria lo hace sobre una pretensi!n de fidelidad, pretensi!n #sta que se inscribe en esa dimensi!n #tica de la memoria mencionada más arriba. "n esta l!gica de mutua interrelaci!n, la memoria tiene una funci!n crucial con respecto a la historia, en tanto y en cuanto permite negociar en el terreno de la #tica y de la pol&tica aquello que debiera ser preservado y transmitido por la historia. Desde el punto de vista de la historia, la relaci!n con la memoria puede ser establecida de diversas maneras( la historia puede cumplir un importante papel en la construcci!n de las memorias en la medida en que su saber erudito y controlado permite “corregir” aquellos datos del pasado que la investigaci!n encuentra alterados y sobre los que se construyen las memorias . 0as fuentes orales, basadas en las memorias individuales, permiten no tanto, o no s!lo la reconstrucci!n de hechos del pasado, sino tambi#n, mucho más significativamente, el acceso a sub%etividades y experiencias que, de otro modo, ser&an inaccesibles para el investigador. s&, esta puerta que abren la memoria y el testimonio oral constituye la base de una vertiente muy rica y en pleno auge de una historiograf&a que toma la sub%etividad como un ob%eto de estudio tan leg&timo como cualquier otro. hora bien, si la singularidad y trascendencia de la memoria para cada persona que ha vivido una experiencia es inob%etable, el fin de la historiograf&a no es dar cuenta de esa trascendencia sino pensar, enmarcar, “normaliar” en una cierta l!gica lo que para cada individuo es excepcional e intransferible. "n ese sentido, la historiograf&a debe “servirse” de la memoria sin necesariamente rendirse ante ella, debe guardar el
respeto por esa singularidad intransferible de la experiencia vivida, pero no puede, sin embargo, entregarse a ella completamente. &estimonio ;tro aspecto caracter&stico que hace a la historia reciente, y que guarda estrecha vinculaci!n con la problemática de la memoria y la historia oral, es la gran centralidad que ha cobrado testimonio en nuestros d&as, inaugurando lo que nnette Cieviora denomina la era del testigo. "n efecto, la segunda mitad del siglo EE ha conocido una fenomenal explosi!n testimonial $manifiesta en la producci!n de libros documentales, pel&culas, programas period&sticos, etc. = que fue configurándose a partir del citado %uicio a "ichmann +8948 y de la aparici!n en los medios masivos de "uropa y "stados 'nidos de testimonios de sobrevivientes de la Shoá . 0o espec&fico de esta #poca, se-ala Cieviora, no es s!lo la &ntima necesidad de contar una experiencia, sino el imperativo social del “deber de memoria” al que esa explosi!n responde +899<(8F, 845 y ss. "ste fen!meno ha dado lugar a una sobrelegitimaci!n de la posici!n de enunciaci!n del testigo, quien emerge como el portador de “la” verdad sobre el pasado por el hecho de haber “visto” o “vivido” tal o cual evento o experiencia +/eris Glanes, H55I(8FF. 0o particular es que ese lugar de autoridad se ha tornado universal al no discriminar entre aquellos testimonios de v&ctimas que guardan una relaci!n directa con el horror e%ercido por reg&menes de exterminio y otros testimonios de testigos que no han sido v&ctimas directas o que s& lo fueron pero testimonian sobre otros eventos anteriores a la situaci!n traumática . demás es preciso considerar que el testimonio expresa no s!lo la percepci!n de un testigo sobre una experiencia vivida, sino la propia mirada, discursos y expectativas de su sociedad en el momento en que es formulado +Cieviora, 899<(8F. "n este sentido, el historiador debe poder historiar y situar el discurso de sus testimoniantes detectando los “reg&menes de la experiencia que en ese momento hist!rico son enunciables” +/eris Glanes, H55I(8FH, pues s!lo ello dará su sentido más completo a un testimonio que está tan hist!ricamente situado como cualquier otro discurso. /or eso mismo, el historiador necesita reconstruir las formas en que los discursos de la memoria colectiva intervienen en las maneras en las cuales los individuos narran y reconstruyen sus experiencias pasadas. hora bien, la relaci!n que establece el historiador con el testigo y con su testimonio es mucho más comple%a que la de un simple espectador que puede “de%arse llevar” por sus sentimientos de compasi!n, empat&a, odio o dolor. /or e%emplo, en
relaci!n con el :olocausto, aún cuando el significado de un testimonio sea formalmente id#ntico, la transferencia se expresará de modo diferente dependiendo de que el historiador sea un sobreviviente, un pariente de sobrevivientes, un ex nai, un ex colaborador, un pariente de nais o de colaboradores, un miembro de generaciones %!venes de %ud&os o de alemanes, un espectador, un simpatiante, etc. 'emanda social Jinalmente, otra dimensi!n ineludible y siempre presente en el traba%o del historiador abocado al pasado cercano tiene que ver con la importante demanda social que existe en el espacio público sobre ciertos temas. 0a sociedad e%erce una importante demanda de conocimiento, de respuestas e incluso de certeas sobre el pasado, demanda que en muy escasas ocasiones es satisfecha por la producci!n de los historiadores y otros cientistas sociales. Sin duda, son las obras enmarcadas en lo que se denomina “historia de circulaci!n masiva”, o “historia de divulgaci!n” las que ingresan al mercado a satisfacer la avide de amplios sectores de la poblaci!n por acercase al pasado. diferencia de la producci!n acad#mica, reglada por una serie de prerrogativas que le otorgan una legitimidad que siempre es interna al propio campo y está más preocupada por generar preguntas, problematiar certeas y construir hip!tesis siempre provisorias, la historia de circulaci!n masiva ofrece relatos accesibles, narrativamente atractivos y basados en modelos explicativos simples, n&tidos, generalmente monocausales y teleol!gicos, que brindan ciertas seguridades y permiten traar ese “mapa” moral y pol&tico que gran parte de la poblaci!n reclama.
Se trata de relatos cuyos principios simples “reduplican
modos de percepci!n de lo social y no plantean contradicciones con el sentido común de sus lectores, sino que lo sostienen y se sostienen en #l” +Sarlo, H55I( 84, que permiten demarcar la frontera entre el “bien” y el “mal” y establecer qui#nes son los h#roes y qui#nes los villanos. l menos en la rgentina, el vac&o que existe en la creaci!n de respuestas por parte de los investigadores acad#micos no se explica, solamente, porque el tipo de respuestas que la sociedad demanda no siempre pueda ser satisfecho por una producci!n tan reglada y controlada como la historiográfica. ?ambi#n se explica por las fuertes resistencias, cuando no rechaos, que la comunidad acad#mica tradicionalmente ha mostrado hacia la producci!n de discursos y saberes más accesibles, atractivos y ciertamente necesarios para un público más amplio que el de los pares y los estudiantes. "n cualquier caso, para investigadores y profesionales de las ciencias sociales queda como tarea pendiente generar respuestas que respondan a
esa demanda, pero desde los principios de análisis y comprensi!n del pasado y del presente que la comunidad profesional considera válidos. !a historia reciente cuestionada "n general, la primera gran objeción se-ala la falta de una distancia temporal “necesaria” para enfrentarse a ciertos hechos del pasado. "ste argumento se fundamenta en la idea de que debe mediar una distancia temporal entre el investigador y su ob%eto, como garant&a de ob%etividad en el tratamiento del tema. unque a veces se utilia la cifra de treinta a-os, ese per&odo de tiempo nunca fue claramente definido. "n cualquier caso, suele suponerse que ese lapso permitir&a el “enfriamiento” del ob%eto liberando al historiador de las pasiones del presente en su traba%o profesional. En segundo lugar, otra de las grandes objeciones que se formulan a la historia reciente tiene que ver con aspectos metodol!gicos relacionados con las fuentes, a las que se supone escasas, o excesivamente abundantes, o no confiables. /or un lado, es cierto que para per&odos recientes las fuentes escritas no suelen ser accesibles al historiador, o por el contrario, a veces son tan abundantes que su tratamiento resulta dificultoso. /ero en realidad, en la mayor&a de los casos, todos los argumentos sobre la precariedad de las fuentes están ob%etando, impl&cita o expl&citamente, un instrumento esencial de la historia reciente( la utiliaci!n de fuentes orales y las t#cnicas de la historia oral. *uevamente de la mano de la herencia positivista, estas ob%eciones ponderan la importancia y confiabilidad de las fuentes escritas, remarcando la sub%etividad, la dudosa calidad y representatividad de las fuentes orales, sobre todo porque son co=producidas por el investigador mismo en la instancia de entrevista. unque esta ob%eci!n debe ser respondida desde la historia oral en particular, se-alemos solamente que cualquiera de estos problemas son igualmente aplicables a las fuentes escritas, las cuales tambi#n han sido seleccionadas e interpretadas por el historiador. demás, estas últimas permiten ver una escasa cantidad de cuestiones en relaci!n con aquellas que pueden relevarse a partir de las fuentes orales +por e%emplo, ciertos aspectos de la vida cotidiana, de la sub%etividad de los actores, ciertos grupos sociales, ciertas formas de conflictividad social o pol&tica, etc. "or #ltimo, la crítica más compleja que se le ha planteado a la historia reciente es el carácter inacabado del ob%eto +proceso que se estudia y por tanto del conocimiento que se construye sobre ello +G#darida, 8996(F8. "sta cr&tica proviene, nuevamente, de las tradiciones historiográficas herederas del positivismo que suponen que la tarea del historiador es reconstruir ob%etivamente la l!gica de procesos del pasado que, de alguna manera, se han “cerrado”. 'na respuesta posible y ciertamente
parcial a este cuestionamiento, construida a partir de su propia l!gica, consiste en afirmar que, de la misma manera, tambi#n puede ob%etarse que para la historia de otros per&odos el investigador, sabe c!mo concluye el proceso y eso tambi#n condiciona su mirada sobre el ob%eto. Sin embargo, desde otras perspectivas podemos afirmar que las cualidades de los procesos que estudian los historiadores +entre ellas su posibilidad de estar “acabados”, “cerrados” o “concluidos” no son inherentes a “lo real” de esos procesos, sino a las construcciones discursivas que elaboran los historiadores generalmente en estrecha relaci!n con sentidos decantados socialmente +de hecho, la noci!n misma de proceso es una construcci!n y no un ob%eto real observable como tal. !a historia reciente en la Argentina: un campo en construcción 0a historia de la historiograf&a reciente en la rgentina está, sin dudas, atravesada por los avatares y derroteros que la disciplina ha vivido en el contexto acad#mico occidental, as& como tambi#n por las especificidades y particularidades de la historia de nuestro pa&s. Aiertamente, la actual irrupci!n del pasado reciente como tema y problema de la historiograf&a argentina tiene su correlato en la pasi!n memorialista propia de las últimas d#cadas y, asimismo, está especialmente vinculada al carácter violento y traumático de ese pasado que, como se-alamos más arriba, pareciera ser un factor casi constitutivo de las preocupaciones por el pasado cercano. "n efecto, si la sociedad argentina no hubiera atravesado la violencia pol&tica y la represi!n de los a-os 65, Kasistir&amos hoy a esta explosi!n de los discursos sobre el pasado recienteL ;, si a partir de la transici!n democrática se hubiera iniciado una etapa de sostenido crecimiento y bienestar socio= econ!mico en el pa&s, Kasistir&amos a seme%ante inter#s por ese pasadoL /arece evidente, una ve más, que es esta intersecci!n entre la explosi!n de la memoria como problemática de #poca, %unto con la profunda y sostenida crisis de los horiontes de expectativas locales construidos en torno a la democracia en el per&odo post=autoritario, lo que ha conducido al inter#s memorialista y acad#mico por el tema. "n la rgentina la historia reciente como tal , tard! en constituirse en un ob%eto de estudio sistemático de la investigaci!n profesional. @ en ello, la participaci!n de los historiadores fue aún mucho más tard&a que la preocupaci!n pionera que manifestaron las ciencias sociales +en particular la sociolog&a y las ciencias pol&ticas en los tempranos a-os 3<5 en torno a problemas como los rasgos caracter&sticos de la cultura pol&tica argentina, los reg&menes autoritarios, la transici!n democrática, o las transformaciones estructurales en la econom&a. "s probable que esa demora de la historiograf&a en la investigaci!n y construcci!n de narrativas sobre el pasado reciente
est# de alguna manera relacionada con la voluntad de establecer una escisi!n entre historia y pol&tica a partir de la cual se produ%o el proceso de institucionaliaci!n y profesionaliaci!n de la historia durante los a-os 3<5 . s&, a los tradicionales resguardos de origen positivista en relaci!n con la historia reciente, se sum! esa voluntad de “asepsia” como condici!n de profesionaliaci!n. @ en esa necesidad de “asepsia” un pasado politiado y “caliente”, sin dudas planteaba demasiadas dificultades al investigador. :oy, sin embargo, posiblemente debido a los efectos sumados del impacto de los discursos de la memoria, la superaci!n del período de latencia $evidente en el creciente inter#s por parte de la sociedad$ y la incorporaci!n profesional de historiadores de generaciones que no vivieron su adulte durante los 345 y 365, ha modificado la situaci!n. s&, en los últimos a-os, este campo se encuentra en franco proceso de expansi!n e institucionaliaci!n( la realiaci!n de eventos espec&ficos sobre estos temas +seminarios, congresos, %ornadas, la incorporaci!n de esas temáticas a las áreas de investigaci!n institucional, el otorgamiento de becas y subsidios a quienes traba%an sobre ello, la creaci!n de formaciones de grado y posgrado referidas a la problemática amplia del pasado reciente y la memoria, son e%emplos de este nuevo clima. hora bien, en el ámbito local, el concepto de historia reciente no escapa a las dificultades de conceptualiaci!n y de delimitaci!n que mencionábamos al comieno, as& como tampoco a las ob%eciones generales ya enunciadas. En t$rminos de cronología, parece no haber dudas de %ue el elemento %ue inaugura la nueva etapa se relaciona estrechamente con el ciclo de radicali&ación de las prácticas políticas propio de la segunda mitad del siglo ''. (in embargo, establecer si la frontera está delimitada por el )ordoba&o *%ue en la práctica se ha transformado en el +hecho iniciático de la historia reciente-, por el golpe de Estado %ue derrocó a "erón en /00 o por cualquier otro hito de la cronolog&a nacional tiene que ver con criterios que no son $ni tendr&an por qu# serlo$ historiográficamente “as#pticos”. 0a misma dificultad se presenta a la hora de determinar hasta cuándo llega esa historia. /ara muchos historiadores es “evidente” que la misma se cierra con la llamada “transici!n democrática”, el Nunca Más y el 7uicio a las 7untas 2ilitares +o, a lo sumo, las leyes de indulto. /ero si esto parece “evidente” es porque en muchos casos el ciclo se delinea y se construye a partir de una problemática espec&fica que tiene que ver con la violencia, el terrorismo de "stado y su “resoluci!n”. "n relaci!n con la serie de ob%eciones a la historia reciente analiadas más arriba, #stas tienen una fuerte presencia e incidencia en el caso argentino. /or empear, el problema de las fuentes para la investigaci!n es especialmente esgrimido en el ámbito
local, ya que es muy dif&cil acceder a las fuentes estatales o militares sobre el per&odo dictatorial $porque son negadas, están ocultas, han sido sacadas del pa&s, destruidas o incluso porque no existen$. De ah& que la figura del testimoniante haya adquirido un lugar central en la construcci!n de las narrativas profesionales. s&, por e%emplo, la posibilidad de acceso a los testigos y protagonistas directos de ese pasado ha permitido y facilitado el fuerte #nfasis actual en la militancia pol&tica de los a-os 365 +aunque, sin dudas, esta no sea la única ra!n del actual inter#s en el tema. /or esto mismo, la defensa habitual de la importancia del uso de testimonios para este tipo de historiograf&a no deber&a ocultar los recortes y condicionamientos que eso implica en el traba%o profesional. /or su parte, el problema de la falta de distancia temporal “suficiente”, tan invocado hasta hace poco tiempo como un obstáculo mayor por historiadores que hoy abraan con fervor la historia reciente, es una de las dificultades más observables en el traba%o de investigaci!n. Sin embargo, como se-alamos más arriba, rebatir estas ob%eciones no supone desconocer que hay en ellas algo que debe ser atendido. /or e%emplo, las frecuentes “simpat&as progresistas” de los investigadores que se dedican a los a-os 365 pueden conducir a omitir $involuntariamente$ ciertos aspectos de la militancia de los 365 que interpelan sus propias convicciones personales. /or e%emplo, Kpor qu# la muerte de ramburu es un a%usticiamiento o simplemente una muerte y la de Modolfo Calsh un asesinatoL KA!mo abordar anal&ticamente la responsabilidad de la militancia pol&tica armada en el desencadenamiento de la represi!n militarL KA!mo discutir el concepto de genocidioL "stas mismas preguntas pueden ser omitidas, incluso voluntariamente, suponiendo que su discusi!n puede dar argumentos a los victimarios o puede poner en cuesti!n el dolor de las v&ctimas, de sus familiares, o la misma condici!n de v&ctimas de todos ellos. Si bien este no es el caso de todos los historiadores que guardan algún tipo de relaci!n intelectual yNo pol&tica con las tradiciones de iquierda$algunos de los cuales han construido miradas muy cr&ticas y agudas sobre el pasado reciente=, el problema s& está presente en muchos otros.
Onseparable del problema de la cercan&a temporal, a
las dificultades expuestas se suma el hecho de la contemporaneidad del investigador con los actores del pasado +por no mencionar los frecuentes casos en los que coinciden en la misma persona el investigador y el actor. "s evidente que un investigador sometido a las reglas del campo profesional producirá interpretaciones y análisis que pueden no concordar con la memoria de los actores ni serán necesariamente complacientes con sus representaciones del pasado y de la propia experiencia. Si esta diferencia con los actores parece obvia a la hora de entender la experiencia de un migrante vasco del siglo EOE en una colonia santafesina, Kpor qu# ser&a diferente para
la historia más cercanaL Sin embargo, la cuesti!n puede volverse delicada( Kc!mo enfrentar esa disyuntiva cuando el ob%eto de estudio son su%etos v&ctimas de situaciones extremas, a quienes se les debe solidaridad y comprensi!nL Sin duda, la legitimidad que la figura de la v&ctima y del discurso testimonial ha adquirido en la escena pública argentina $y esto es inseparable del lugar simb!lico adquirido por los derechos humanos y sus portadores$ hace dif&cil el traba%o de un investigador que debe de%ar a un costado su empat&a con ese dolor y construir una mirada distanciada.
Auando
#ste aspira a una interpretaci!n cr&tica del pasado, a deconstruir categor&as dadas, cuestionar sentidos comunes y enfrentarse a representaciones “sagradas”, no tiene más alternativa que aceptar los costos emocionales de seme%ante empresa. @ aún adoptando esta posici!n, esa distancia construida y esa mirada cr&tica serán siempre un imperativo s!lo parcialmente realiable cuando se trata de la historia de su%etos y experiencias pasadas aún presentes.