Psicoanálisis del arte (Sigmund Freud) Freud) 1.-RESUMEN El libro “Psicoanálisis del arte” de Sigmund Freud (1836-1939) (1836 -1939) reúne cinco ensayos, y que estudian aspectos de la vida o de la obra de artistas, desde un enfoque psicoanalítico: -Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (publicado en 1910). -El "Moisés "de Miguel Ángel (1914). -El delirio y los sueños en la "Gradiva" de W. Jensen (1907). -Un recuerdo infantil de Goethe en "Poesía y Verdad" (1917). -Dostoievski y el parricidio (1928). Aunque a veces todo gira en torno torno a una obra (el Moisés y la Gradiva son los casos más claros) otras es la propia psique del artista, puesta de manifiesto en su obra (Leonardo, Goethe, Dostoievski) la que resulta analizada. De los cinco artistas aborda dos artistas plásticos:
Leonardo
y
M.
Ángel,
objeto
de
nuestro
estudio.
a.- LEONARDO DA VINCI: “UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI” (1910) El análisis que hace Freud de Leonardo comienza con los “recuerdos infantiles”, que el artista anota en sus cuadernos, que en varias ocasiones un águila le había golpeado en los labios con la “cola” (coda). Freud interpreta este supuesto recuerdo como una fantasía sobre la relación sexual pasiva, que desarrollaría de mayor (coda es en italiano un término vulgar para designar el pene, al igual que uccello, pájaro) y que se entrecruza con el recuerdo de la gratificación oral de ser amamantado. Plantea un recuerdo agradable parecido en su explicación de la enigmática sonrisa de la Mona Lisa. Mediante una serie de asociaciones y análisis de la mitología, Freud puede explorar las fantasías sexuales orales inconscientes, que, una vez sublimadas, permiten a Leonardo crear sus obras de
arte. Analiza la iconografía de La Virgen, el Niño y Santa Ana (Paris, Louvre) como una fusión de dos imágenes femeninas que reflejan el hecho de que Leonardo tuviera dos madres, pues lo criaron primero su madre biológica y luego su madrastra. Según Freud, los pliegues del manto de la Virgen reproducen la forma de la cola del águila de sus cuadernos. Se puede por lo tanto decir que el cuadro supone una síntesis de la niñez de Leonardo y plasma su empeño por superar las experiencias y fantasías sexuales de su niñez. b.- EL “MOISÉS” DE MIGUEL ANGEL (1914) A Freud le impresionaba en especial el Moisés de Miguel Ángel (en la iglesia de San Pietro in Vincoli de Roma) e intenta en este artículo dar el significado que dicha obra produce. Freud concibe la estatua como el resultado final de una sucesión de movimientos. Partiendo de la colocación de la mano, la barba, el pie y la dirección de la mirada, reconstruye, como un detective, la cadena de acontecimientos que le llevan a su hipótesis de partida. Moisés está sentado al pie del monte Sinaí, descansando. Sostiene con su brazo las tablas de la Ley. Al dirigir su mirada hacia el pueblo judío, ve cómo los israelitas están adorando el becerro de oro, y se dispone a erguirse enfurecido. Según la postura del profeta, la estatua representa a Moisés en el momento en que se abstiene de destruir las Tablas de la Ley. Representa la negativa a someterse a las pasiones del momento y la decisión de dedicar la energía intelectual a fines más elevados. El Moisés como una alegoría del proceso de “sublimación”. 2.- ANALISIS CRÍTICO El imperio Habsburgo era el más importante del continente europeo. Comprendía territorios de Europa central y oriental, y el norte de Italia. Involucraba una multiplicidad de nacionalidades –checa, húngara, eslovaca, croata y otras minorías-, las cuales no tardaron en alzar su voz para luchar por su independencia y constituirse en naciones independientes. Estas luchas fueron socavando los cimientos de la monarquía. Desde un punto de vista social, la novedad extraordinaria de la Europa de fin de siglo fue la llegada a más amplias capas de población, de toda una serie de bienes, entre ellos la cultura, que medio siglo antes sólo podían ser disfrutados por las clases altas. En lo que al arte y la cultura se refiere, ese fenómeno señala ya por sí solo el paso a una nueva época en las
costumbres europeas. El nuevo arte, la moda en el vestido, la música, el cine, las costumbres sociales etc. que se desarrollaron en torno a 1900 acabó llamándose poco después belle époque la época bella, que supone el paso al mundo contemporáneo porque en ella se produce una importante revolución en aspectos tan decisivos como el gusto artístico y la concepción misma del arte. Asimismo, se produjo una revolución en la ciencia y en la técnica, incluyendo en ella las Teorías de Freud en el ámbito del Psicoanálisis que cambian ampliamente las costumbres sociales. No hay duda de que la Viena de fines del s. XIX y de los primeros 35 años del siglo XX, en la que Freud vivió, fue una ciudad de una potencia creativa pocas veces conocida en la historia humana. Esa Viena se caracterizaba por hallarse movilizada por la fuerza de un torbellino intelectual que lo agitaba todo en ella, lo cual la hacía una ciudad casi inverosímil y fantástica. Y en efecto, si se miran casi todas las disciplinas importantes del siglo XX, bien sea en materia de ciencia, de arte o literatura, etc., en todas ellas hay vieneses que son figuras mayores para Occidente. En pintura, en esa Viena trabajaban Kokoschka, Klimt y Egon Schiele, como los más destacados. En música están en el período en el cual vivió Freud, el gran Malher (quien fue paciente de Freud), Arnold Schömberg, Anton Webern, Alban Berg, o también la misma Alma Malher y tantos más. En arquitectura se hallan los nombres de Otto Wagner, de Alfred Loss y de otros que revolucionaron la arquitectura del s. XX. Sin embargo, la contradicción marcó a Viena, puesto que, en cuanto capital del imperio Habsburgo, crecía y florecía culturalmente al tiempo que el imperio comenzaba su disolución. La decadencia de los Habsburgo y de su imperio –al que la cuidad debía su vida y, sobre todo, su razón de ser- tuvo lugar en el mismo momento en que Viena alcanzaba el punto culminante de su cultura. La Viena de los Habsburgo fue el último bastión de la majestuosidad del imperio; tanto sus valses como sus famosas fiestas y veladas recorren las páginas de la historia. Pero la adversidad no le era ajena. Era una ciudad de ensueño en la que era difícil el diario vivir. La escasez de vivienda y la deteriorada economía eran algunos de los inconvenientes. Los problemas de hacinamiento eran graves y, además, las viviendas de la clase trabajadora no tenían calefacción. Ernest Jones, biógrafo y discípulo de Freud, cuenta que a la hora de escribir, en su estudio, Freud se abrigaba generosamente e, incluso, utilizaba guantes. En 1873 se intentó realizar una exposición universal para atraer sobre Viena la admiración del resto del mundo; sin embargo, aunque la exposición produjo los efectos esperados –
atraer la atención del mundo- no se lograron los efectos financieros que se suponía traería aparejados. Esto condujo a fuertes especulaciones en la Bolsa y que, a los pocos días, estallara un crack financiero a escala mundial. La conjunción de pobreza y majestuosidad parecía ser el destino del ciudadano vienés. La heterogeneidad de ideas y de saberes que residieron en ella tuvieron el efecto de deconstruirla. La Viena de Freud fue una ciudad en permanente dialéctica: nazismo, sionismo, conservadurismo, liberalismo. En esos tiempos no sucedía sólo una revolución sino múltiples revoluciones en diferentes ámbitos de lo humano; revoluciones que forjaron la visión del mundo contemporánea. Un problema fundamental para los intelectuales vieneses de esa época fue encontrar una nueva forma de expresar las pasiones, los sentimientos, lo emotivo; un lenguaje que mostrara aquello que la razón había silenciado. Freud no fue ajeno a esta problemática, explica William McGrath. “Esa necesidad de Freud por encontrar un lenguaje capaz de expresar sus sentimientos explosivos traducía un problema legado por su tiempo a esa nueva generación de artistas y de pensadores expresionistas del siglo XX. La generación de Freud había heredado una visión de la realidad racional y ordenada. La Viena de fin de siglo y sus artistas encontraron ese lenguaje en la pintura, la música, la arquitectura, lenguaje en el que el mito tuvo un rol fundamental: “El mito y el símbolo” eran esenciales en el arte, porque vinculaban la realidad con un más allá, y, a través de ellos, el individuo estéticamente comprometido se volvía capaz de dominar su naturaleza estrechamente egoísta para renacer a una comunidad dionisíaca superior. De este modo logró esta Viena rejuvenecer y renacer a la vida pasional comunitaria. Es en esta ciudad de ensueño que nos encontramos con Klimt y con Mahler, pero también con los efervescentes nacionalismos, formas virulentas del rejuvenecimiento. En ese panorama intelectual así conformado, sobresalía Sigmund Freud. Tres rasgos importantes lo caracterizaron: su lúcido espíritu de investigación; su ética en cualquier circunstancia y capacidad de trabajo. A grandes rasgos la teoría de Freud descansa en las siguientes ideas: 1.-La conducta manifiesta (u observable) de los individuos depende de causas latentes, las cuales son inconscientes y, en su mayor parte, de naturaleza sexual.3
2.-Los hombres no pueden conocer el significado exacto de muchas de sus acciones porque tal significado depende de mecanismos inconscientes. 3.-La comprensión supuestamente científica del desarrollo psicológico de los seres humanos y de su conducta se halla vinculada a la aceptación de la sexualidad y la agresividad como sus principales factores explicativos. Con todo, el impacto revolucionario se produjo especialmente a partir de la convergencia y la peculiar torsión que adquirieron en la obra de Freud toda una serie de tradiciones científicas y filosóficas que circulaban en el contexto cultural decimonónico sin haber sido integradas por nadie en particular. La teoría de Freud puede valorarse como la primera en ofrecer una descripción del origen y el desarrollo de la personalidad así como de la donación subjetiva de significados a los contenidos mentales (incluso a aquellos que parecen más alejados de tal posibilidad: los sueños). La explicación psicoanalítica del origen de la obra de arte y de sus efectos ha sido expuesta mediante una escultura de Miguel Ángel, mientras que la psicología del artista ha sido tratada por los ejemplos de Leonardo. La idea de que puede existir una correspondencia entre un mundo interior inconsciente y un mundo consciente y de que la actividad creativa puede facilitar el acceso al primero está implícita en las numerosas variedades de terapia por el arte que se utilizan en la psiquiatría clínica. Freud cree que el origen del arte se encuentra en el psiquismo del artista, en su biografía psicoanalítica. Por lo general, recurre a las obras de arte más para explorar la psicología de la creación o a la psicobiografía de determinados artistas que para elaborar una estética al uso. En el ensayo del Moisés el espectador reconoce la grandeza humana de su actitud y queda impresionado por la escena, que refleja la lucha de las instancias psíquicas, la pugna entre los impulsos agresivos del Ello y el control voluntario del Yo. Mediante la “abducción”, que es un método conjetural, a partir de la observación de los detalle y se formula una hipótesis explicativa de “signos”. El proceso de Sublimación llevado a cabo por el artista tiene su eco en el espectador, que desanda el camino desde la obra hasta el contenido inconsciente que en ella plasmó el artista.
Este es el tiempo en el que Freud forjó sus ideas. Es el tiempo de las histerias que hablan un lenguaje diferente a través de sus síntomas; del obsesivo, cuyos pensamientos ideativos giran en torno del padre; del paranoico, que percibe externamente -voces, alucinaciones y otros fenómenos- “la novela familiar”. Dice Freud en una carta a Fliess: “Todos los neuróticos forman la denominada novela familiar (que en la paranoia es apercibida)”, novela que, como esperamos mostrar, constituirá un mito familiar singular de cada individuo. Estas teorías tuvieron mucho efecto en los artistas, por lo que las convierten en unas teorías
fundamentales
para
comprender
el
siglo
XX
y
su
arte.
Klimt se sumerge en el mundo de los instintos y sus cuadros son un reflejo de ello. Fiel a su época, el pintor hace degustar el recóndito universo pasional con sus diferentes matices y en sus variadas formas; en la búsqueda de lo dionisíaco encuentra un nuevo lenguaje, que le facilitará el acceso a las pasiones. La fuerza que Klimt necesitaba para encontrar este nuevo lenguaje lo llevará al mundo onírico y mítico. Así, en la primera exposición de la Secesión utilizó como símbolo a Teseo que da muerte al Minotauro. El amor, la muerte, la sexualidad, el erotismo, la tristeza, la resignación, el desenfreno y la inocencia
son
los
protagonistas
de
la
obra
de
Klimt.
3.-VALORACIÓN Freud eleva a la característica de concepto científico el subconsciente que hasta entonces solo había sido estados del alma. A partir de este momento, los contenidos simbólicos de las artes representativas fueron concebidos como expresión de vivencias y sentimientos, como simulación de conflictos instintivos reprimidos. Aunque el propio Freud no mostró interés por el arte de su tiempo, el psicoanálisis ha tenido gran influencia en las artes visuales, desde los surrealistas y su utilización de la escritura y el dibujo autómatos con el fin de liberar y explorar los deseos y significados del inconsciente. Sin embargo, en su ensayo sobre el Moisés admite que no es un experto en temas de arte; y sus gustos coinciden con los de cualquier persona de su época y de su clase social. El artista procede como los niños en el juego. La obra de arte le sirve para organizar y dar sentido a sus experiencias sobre la base de un material simbólico reelaborado. El artista se descarga de un afecto y lo domestica en el proceso artístico. La psicología del arte
puede ayudar a comprender la naturaleza del impulso creador y el carácter autobiográfico de la obra de arte en los niveles que pueden ser exclusivamente inconscientes. Freud se ocupó de la pervivencia a través del tiempo de signos que habían dejado de ser significantes para la conciencia racional de los pacientes. Freud intenta demostrar que el artista pretendía conscientemente ese efecto y que dotó a propósito, a la estatua de una postura que, en su conjunto, produjera la impresión de la sucesión de movimientos descrita. Sin embargo, sorprende que frente tanta importancia a los elementos inconscientes, luego pretendiera Freud demostrar la intencionalidad del artista. Aunque no se puede afirmar que la iconología sea una mera aplicación de las ideas de Freud, ha acusado la influencia difusa del psicoanálisis más que ninguna otra metodología histórico-artística. Aunque en los escritos de Freud abundan las referencias y alusiones literarias (en particular a la literatura clásica alemana e inglesa), las referencias a las artes visuales son sumamente escasas. El psicoanálisis es una “terapia conversacional”; el único medio utilizado son las palabras del paciente y la interpretación del analista, por lo que se da más importancia a lo verbal que a lo visual. Los términos que Freud utiliza en sus análisis del arte son tan convencionales como sus gustos personales: se evocan las ideas tradicionales del “genio”, y los conceptos de forma, contenido y expresión son relativamente tradicionales y simples. Así por ejemplo, sus frecuentes referencias al “misterio” de la creatividad artística se hacen eco de un tema común en el pensamiento romántico y post-romántico. Se le puede criticar a Freud que deja sin tratar muchos otros niveles y problemas del complejo mundo de la obra de arte y el artista. Asimismo la irreductividad de cualquier producto individual o colectivo
a
términos
puramente
psíquicos.
Consideramos que es un libro útil para aproximarse al alma humana, al psicoanálisis y al arte, así para aumentar nuestro acervo cultural y contribuir en el conocimiento de las bases del mundo moderno. Freud no ha hallado la verdad acerca del hombre, sino que ha expresado un conjunto de metáforas acerca del mismo que ha tenido el arraigo suficiente como para ser considerado un “apriori cultural”. En este esfuerzo creativo reside el valor de su obra; un valor relativo. Se puede decir en síntesis que se ha utilizado el psicoanálisis de Freud, con
diferentes grados de éxito, básicamente de tres maneras: para analizar la personalidad de algunos artistas concretos (y, es de suponer, sus obras); para explicar el proceso creativo, y menos frecuentemente para explorar la reacción y la interpretación del espectador ante una obra de arte (teoría de la recepción). El libro resulta ameno y curioso; con detalles muy llamativos, sobre todo ahora que con el éxito del Código Da Vinci, se ha puesto de moda la iconografía (la oculta silueta del buitre en una de las pinturas de Leonardo que comenta la obra es sorprendente).