Políticas Políticas de la estética (Jan Ritsema) Preámbulo
La política enmarca a la sociedad. Y también lo hace el el arte. Cuando las artes enmarcan, hacen política. Hacen lo mismo que la política hace. Sin embargo, se espera que las artes sean diferentes de las demás acciones y actividades de la sociedad. Esto podría suponer que se resisten a la tendencia de enmarcar. ¿Cómo? Haciendo lo opuesto, desenmarcando. Cualquier actividad enmarca y es enmarcada a la vez; esta dualidad es propia del proceso de enmarcar. Así como cualquier cerco limita los bordes, desde adentro y desde afuera. Las artes son enmarcadas (o debería decir, domesticadas), por ejemplo, por el estatus que la sociedad les otorga. Esto complica la posibilidad de que el arte sea diferente. Enmarcar
A. Política Digamos que la política es el campo ( the arena) que distribuye nuestro tiempo y espacio común. La política es la batalla para el material perceptible/sensible perceptible/sensible que está disponible. En este sentido, la batalla puede ser considerada como una batalla estética. Se relaciona con lo que vemos, sentimos y escuchamos. La política asigna qué espacio o qué tiempo puede ser utilizado, o debería ser utilizado para cada actividad. Éste es un parque, aquí hay un hospital, allá una calle, aquí un parque de diversión, allá un teatro, determinada cantidad de bares en el centro, discotecas en las zonas suburbanas, un estadio de fútbol cerca del zoológico, el metro aquí, etc. La política organiza nuestro sensorium común distribuyéndolo. Es decir, divide el área común en distintas partes. La pregunta principal es: quién puede involucrarse, quién tiene un papel, quién es tomado en cuenta, quién no es tomado en cuenta. Quién está incluido y quién excluido. En otras palabras, quién tiene una parte más grande y quien tiene una parte más limitada en todas las partes. B. Artes
El arte enmarca a través del consenso sobre su régimen estético. Enmarca según lo que algunos artistas o algunas instituciones consideran como feo o bonito, emocional o cerebral, excitante o aburrido, dinámico o lento, divertido o triste, nuevo o viejo, reconocible o no reconocible, de buen o mal gusto, etc. Enmarca a través de estos sistemas de reglas. El gusto es el resultado de un complejo conjunto de leyes, de principios. Lo que nos gusta y lo que no nos gusta es el resultado de una cadena muy precisa de reacciones, que finalmente termina en un Weltbild [La compañía más grande de compras por internet en Alemania. La palabra se podría traducir como “visión mundial”] una visión mundial que se reduce a un estado ontológico de una posición indudable. Las cosas son así, uno piensa, y las cosas tienen que ser así. Casi como una especie de creencia. Uno confirma su Weltbild por lo que a uno le gusta. A uno le gusta algo porque encaja en la propia cadena de reacciones particulares y complejas, al fin estereotipadas. El gusto por la armonía y por lo armonioso encaja con una necesidad de balance, una necesidad por lo complementario, no sólo en la música sino también en muchos aspectos sociales. Las formas artísticas (música, pintura, literatura, etc.) enmarcan también por la propia distinción entre el arte y las demás actividades, y enmarcan dentro del arte a través de sus categorías distintivas (la redefinición entre arte representativo, decorativo y conceptual). Las artes también enmarcan a través de su naturaleza alegórica y artificial. El arte está sujeto a la traducción, transposición, transformación, transmutación. El placer del juego del arte, tanto para el creador como para el público que lo recibe, es justamente este juego de transferencia. Es una especie de malabarismo: mira, no es lo que parece ser y mira, parece ser lo que no es. Como todos los demás juegos, como el fútbol o el ajedrez, uno tiene que ser capaz de conocer y disfrutar las reglas de este juego complejo. El arte enmarca también en el nivel de representación de principios estructurales y de construcción. Tomemos de ejemplo al ballet clásico; la representación de un cuerpo de ballet en perfectos unísonos era la representación y celebración ideal de una necesidad de la sociedad fordista, la cual necesitaba una fuerza de trabajo operando al unísono y una administración que creyera en esto. La política no se refleja solo en la representación, sino también en la manera en que el arte es producido, en la manera en que el poder es distribuido en el proceso de hacer. La fuerte relación de trabajo jerárquica, casi feudal, que se presenta en la producción del ballet clásico, en especial, y en muchas grandes producciones del arte escénico, el cine y la música (o sea, las artes no-individuales, las artes que demandan c ooperación), reflejan esta maquina de poder altamente respetada, convirtiendo al arte y a los artistas en objetos de admiración. Hoy en día, las múltiples producciones a pequeña escala, generalmente flexibles, que producen una diversidad de estilos y aplicaciones de representaciones sumamente diferenciadas y
variadas del arte y los artistas, reflejan la perfecta representación de una sociedad que necesita una fuerza laboral independiente y flexible. La relación entre el arte y la economía es tan fuerte que parece casi imposible no pensar en el arte como un ente sometido a la política. Política
El arte tiene una dimensión política en el momento en que su forma propone materialmente los paradigmas de la comunidad. Libros, teatros, orquestas, coros, danza, pintura o murales son modelos de enmarcar o desenmarcar los aspectos de una comunidad. Estas disciplinas enmarcan en la medida en que pretenden saber lo que un libro, el teatro, la orquesta, etc., son o tienen que representar. Estas disciplinas desenmarcan cuando cuestionan estas mismas funciones. Desenmarcan cuando ellas repiensan los parámetros de la forma artística en sí o cuando repiensan los paradigmas de una comunidad. A lo mejor uno podría decir que todo arte que llegó a ser famoso, se replanteó y cambió los parámetros de lo que se suponía que era y/o de lo que se suponía que representaba, ya fuera una película, una pieza de museo o una partitura. Lo que se termina valorando no es la hechura o el nivel técnico, sino el salto, el salto fuera del marco. Este salto abre un nuevo territorio. Y no pocas veces, incluso en el sentido literal, proporciona una nueva perspectiva. Casi siempre después de haber sido rechazado y haber encontrado oposición al principio. Lo que en un principio se consideraba subversivo es apropiado por una comunidad a través de la validación, que usualmente viene acompañada de fuertes apoyos financieros. El salto revolucionario original se incorpora a la economía de una sociedad que valora la singularidad del primero que se atrevió a saltar. Entonces, se vuelve a enmarcar aquello a lo que se le había quitado el marco. Pero ¿en qué momento el arte deviene político? Se considera que el arte es político cuando su tema ( subjet ) es político. Es decir, cuando su tema representa la posición de ciertas partes de la sociedad. Generalmente son partes privados de una porción sustancial del sensorio c omún, que no pueden participar en. Las mujeres, los homosexuales, los pobres, los sin techo, los no blancos, las minorías excluidas, la clase obrera, etcétera. Se considera que el arte es político cuando intenta politizar, dar poder a los excluidos para que exijan su parte del pastel común, cuando intenta estimular a estas minorías para luc har por sus derechos. En este sentido, se podría decir que el arte hace política. De la misma manera que el arte puede enseñar o predicar. En ambos casos no se está haciendo arte, sino que se hace política o educación.
El arte hace política pero no es político. Hace política porque su finalidad es claramente la redistribución del pastel común. Pero su finalidad no es repensar las maneras en que se organiza la vida y/o las maneras en que vivimos en comunidad. Sólo reorganiza y redistribuye la repartición que está aceptada de antemano. No nos hace sentir o hablar del espacio y tiempo común de manera diferente. No replantea ni cambia la manera en que está concebido y es usado el espacio común y, por lo tanto, no abre nuevas partes en él. No redefine ni abre el espacio común de manera que más personas puedan tomar parte o más personas puedan compartir las partes. El arte puede ser político al repensar las maneras y condiciones en las que produce, distribuye y presenta sus productos. El arte es político cuando abre la participación a más y más partes del sensorium común. El arte es político cuando hace que las personas miren, escuchen o lean de manera diferente una parte del sensorium común. El arte es político cuando hace que las personas participen de manera distinta en las partes del sensorium común. El arte es político en la medida en que desenmarca o desencuadra las maneras en las que percibimos el sensorium común y las maneras en qué tomamamos parte en él. Muchas gracias a Jaques Rancire y sus libros Le partage du sensible y Aesthetics of Politics and Politics of Aesthetics. _____________________________ Tonmado de The Swedish Dance History, Impex, Estocolmo, 2009. Traducido al español por Esthel Vogrig. Versión en inglés en: http://inquietando.wordpress.com/textos-2/politics-ofaesthetics-by-jan-ritsema/