Política de la teoría del futuro Estado nacional dominicano
Si hasta ahora el Estado dominicano ha sido una caricatur caricatura a de los Estados verdaderos y la existencia de la nación un imposible -Según el pensamiento de Américo Lugo y otros estudiosos-, lo cierto es que dicho Estado santanista, fundado en 1844 con la exclusión del pueblo, ha sido la génesis de todos gobiernos autoritarios y de todas las dictaduras que ha padecido el país durante más de 150 años de historia republicana, razón por la cual, en virtud de la práctica del clientelismo y el patrimonialismo ejercida por los sujetos de las clases gobernantes, estos han sido incapaces de resolver a los pobres los graves problemas de redistribución equitativa de las riquezas producidas por el país y de entablar una política de reconocimiento de los derechos inherentes a la población, ni siquiera a través de regímenes comprometidos con reformas no reformistas. La solución de los problemas humanos en cualquier sociedad no está en el establecimiento de regímenes de partido único, sean de derechas o de i zquierdas.
Nuestra cultura política y la reforma constitucional Manuel Arturo Peña Batlle, genio tutelar de nuestro-pensamiento conservador, creyó en la tesis de Américo Lugo de que el pueblo dominicano no formaba una nación y menos un Estado a causa de la falta de conciencia política y de conciencia nacional, pero solamente hasta 1916, porque los ocho años de intervención norteamericana impidieron crear el portento de un Estado nacional. Es decir, que de 1916 a 1930, lapso de apenas 15 años, era imposible que el proyecto de un Estado nacional cuajara, debido a las deficiencias señaladas no solamente por Lugo en su tesis doctoral “El Estado dominicano ante el Derecho Público”, sino por hombres como Francisco]. Peynado y Francisco Henríquez y Carvajal, quienes habían tratado el problema. Mucho menos hubo posibilidad de crear ese Estado nacional bajo el gobierno del Partido Azul, pues este basó sus ejecutorias, a juicio del pensador conservador, en una ideología materialista, materialista, racionalista y atea divorciada de la “idiosincrasia del pueblo dominicano”, fundada está en las raíces hispánicas y el catolicismo ortodoxo. Los planteamientos de Peña Batlle están contenidos en su conocido ensayo “Semblanza de Américo Lugo”, prólogo p rólogo a la publicación póstuma del libro Historia de Santo Domingo. Edad Media de la ¿¡la Española 6. En esta obra, manipulación e instrumentalización del pensamiento de Lugo por parte de Peña Batlle luego de su paso a las huestes trujillistas.
153 años de independencia y 36 reformas constitucionales. La cultura política autoritaria y conservadora y los manuales de historia, incluso los de los historiadores profesionales, nos han hecho creer la falacia, reproducida en los decretos presidenciales, de que somos un pueblo libre desde 1844 hasta hoy. Según ese discurso histórico malicioso, o inconsciente, vivimos hoy el 168º aniversario de nuestra independencia. No descuentan los cuatro años de dominio español de 1861 a 1865 y los ocho años de ocupación. Militar norteamericana (1916-1924). Este inconsciente tiende a negar, en ese racionalismo lineal de nuestra historia, la existencia de tales acontecimientos y a no examinar, críticamente, las razones que originaron el eclipse de nuestra independencia: la ausencia de un Estado nacional debido a la falta de cultura política, conciencia nacional y_ unidad personal del pueblo dominicano. Lo sorprendente es que tales intelectuales e historiadores no se detienen a reflexionar cómo y por qué hemos realizado en tan breve tiempo 36 reformas constitucionales. Algunas de esas razones se encuentran en las “reseñas históricas” que Peña Batlle introdujo a cada una de las reformas constitucionales que figuran en los tres tomos de Constitución política) Reformar constítudonales.1844-7942, publicados en 1944 por el Gobierno dominicano, así como las que contiene la segunda edición publicada en 1981 por la ONAP para explicar el porqué de las reformas emprendidas desde 1947 hasta 1966.
Los viejos ricos dominicanos y su cultura pre-moderna La Dirección del Impuesto sobre la Renta generó en 1961 un documento donde figuran las riquezas en dinero líquido disponible de los llamados viejos ricos dominicanos cuyos abuelos y padres comenzaron a acumular a finales del siglo XIX. Sus hijos y nietos también hicieron otro tanto en el siglo XX al amparo del Es tado clientelista y patrimonialista hasta Trujillo. Mi copia del documento está provisionalmente extraviada, pero Esteban Rosario trae dicho documento en su obra ´´los dueños de la republica dominicana´´. Busqué las obras y efectivamente, ahí estaba, en ambos libros, la lista de los viejos ricos dominicanos, muchos de los cuales, luego de desaparecida la dictadura trujillista a la cual sirvieron tibia, de mala gana o fervorosamente, se reciclaron y vinieron a fundirse después delas elecciones que ganó juan Bosch el 20 de diciembre de 1962, con los grupos empresariales, periodísticos y eclesiásticos que, con el apoyo militante de los Estados Unidos, derribaron aquel gobierno el 25 de septiembre de 1963.
Hábitos culturales de la oligarquía dominicana ¿Cómo imaginar la existencia de una burguesía dominicana con cuatro ciudadanos cuya fortuna personal en dinero líquido no llegaba individualmente a dos millones de pesos en 1961? El nicho de mi reflexión no está en demostrar la inexistencia económica, política y social de una burguesía dominicana, inexistencia que fue demostrada por juan Bosch durante el desarrollo del debate que sostuvo con los intelectuales de izquierda en los primeros años del decenio del 70. Los norteamericanos estimaron en 800 millones de pesos la fortuna de Trujillo al morir. Pero un hombre que conoció los entretelones y administró propiedades del dictador, luego del inventario del contador Tirso Rivera y del paso de las propiedades inmobiliarias de Trujillo a la fundación que creó Ramfis antes de salir huyendo, dijo en una conferencia privada que el monto de la fortuna del jefe, incluido lo de la esposa e hijos, fue de 250 millones de dólares. Pero este hombre poderosamente rico, el político más rico del país y del Caribe, y quizá de América Latina, es catalogado por Bosch como el primer capitalista dominicano, pero no como burgués, pues cuatro ricos como ESteva, Vitienes, corripio, un Bonetti, un Bermúdez, un Cabral o un Brugal, ni juntos ni-por separado, constituían burguesía en 1961, pues esta necesita en el ámbito político las características señaladas anteriormente, aparte de que los rasgos culturales que acompañan el proceso de formación y consolidación de una burguesía están totalmente ausentes en nuestro país.
La burguesía y el capitalismo forman un sistema ¿Es una contradicción terminológica seguir llamando a juan Isidro Jiménez Pereyra el primer burgués dominicano y a Trujillo el creador de la burguesía dominicana, tal como lo apunta juan Bosch en su composición dominicana Obras completas, t. VI, “1991, 239 y 278?: “La burguesía, pues, se hallaba en el gobierno del país, cosa que no había sucedido en toda la historia dominicana.” Si el capitalismo como modo de producción abstracto e impersonal y la burguesía como su creadora forman un sistema, no puede, a mi juicio, al tratarse de una clase, hablar del primer burgués dominicano. Aunque el burgués se vuelve concreto en la sociedad donde actúa, del mismo modo que el idioma se vuelve concreto en el discurso y el sujeto. Para Bosch, Trujillo no sustituye, personal y unifamiliarmente, a la clase burguesa inexistente en el país hasta que no monopoliza la mayor cantidad de empresas de consumo diario obligado, como la sal, los zapatos, la carne y parte del azúcar, sacos, cordelería, arroz.