Pérdida, Aflicción y Luto Una aproximación alopática
Dr. J. Montoya Carrasquilla, MD, MS Director Unidad de Duelo Funeraria San Vicente, S.A.
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“En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele”. J. Montoya Carrasquilla (1998)
Debido a que las reacciones a la pérdida de un ser querido varían notablemente entre las personas y en ellas mismas según la edad y las circunstancias (son inevitables las comparaciones), lo que se observa en ellas tras la muerte de un ser querido no es un buen elemento para juzgar la intensidad de su reacción pues hay muchas otras cosas detrás de esta manifestación, y no solo se debe al hecho de que todos somos diferentes. En este sentido, se han identificado varios elementos que explican la diferencia en la respuesta que tienen las personas, y que es bueno conocer y tener presente antes de emitir un juicio por sus reacciones aparentes: 1. Nivel de apego 2. Características de la muerte 3. La personalidad 4. Participación en el cuidado del familiar 5. Disponibilidad de Recursos Internos y Externos 6. Interferencias en la comunicación 7. Crisis concurrentes
La muerte es un hecho de profundo contenido social, cuya manifestación tiene diferentes significados, según la cultura donde se produzca. Muerte, duelo y luto reflejan la influencia de la sociedad en la que ocurren. Es evidente que las dificultades actuales para enfrentar la pérdida de una persona amada se deben, en parte, a la ausencia de rituales establecidos y patrones estructurados de duelo. La gente no sabe como manejar ese dolor, es más, no quiere saber nada de ello. Si la muerte no fuese más que dolor, no sería tan difícil la recuperación, pues los afectados sólo tendrían que acudir a médicos, brujos o chamanes para que les suministrasen “gotas, pastillas o inyecciones que les remedien la aflicción”, que les calmasen su dolor. Pero este trance es difícil, no porque duela, sino porque destruye, desmorona y desorganiza el mundo personal en mayor o menor medida, ese castillo de naipes que tanto tiempo costó construir, ese rompecabezas que tanto esfuerzo demandó armar, se ve, de un momento a otro, destruido.
Ese mundo, constituido por tres tres gran ejes o dimensiones, -la realidad, el sentido de vida y la personalidad-, se verá afectado, individual y colectivamente, según el grado de participación que tuvo en cada una de éstas la persona que murió: A mayor compromiso, mayor sensación de destrucción. 1. De forma súbita, la realidad (es decir, la rutina diaria, las reacciones frente a las cosas, las conversaciones, proyectos, anhelos e ilusiones conjuntas) se hace pedazos. pedazos. El caos se apodera de una vida que hasta ese momento se tenía por segura: Lo seguro y ordenado se vuelve caótico y potencialmente peligroso. No sólo se desbarata el entorno, sino que aquellas personas con las que antes se contaba para darle continuidad a la vida se vuelven extrañas, confusas en sus respuestas o están muy absorbidas por su dolor y desconcierto. De hecho, ese mundo previo dejó de ser confiable y seguro, y se convirtió en un lugar donde cualquier cosa puede suceder. 2. Si la persona fallecida era importante para la relación diaria con otros o con el mundo, es probable que el sentido de la vida se desbarate o se pierda. Nada tiene razón de ser porque la persona ya no existe. 3. Cuando se convive muchos años con otra persona, la intimidad llega a tal grado que puede ser muy difícil saber lo que es de uno y lo que era del otro. Así, cuando un ser querido fallece se puede tener la sensación de haber perdido una parte esencial de uno mismo, de experimentar vacíos o sentirse extraños o irreales.
La pérdida de sentido de la vida, de parte de la realidad y la fractura de la personalidad obligan a compensar nuestro nuestro propio mundo, magnificando, inflando o maximizando lo que queda de cada una de estas dimensiones del vivir. Muchas veces no es más que devolverles su valor real, pues la ausencia “hincha” temporalmente la parte ausente; esto explica, al menos en parte, el por qué el ser fallecido ocupa todos los pensamientos y el afectado es incapaz de concentrarse en otras ideas ideas o personas. Así, la intensidad intensidad de respuesta dependerá del papel que tuvo el difunto en una o más áreas de esa vida en común. Recuperar la realidad, el sentido de la vida, la personalidad íntegra y la confianza en el mundo puede llegar a ser una de las tareas más difíciles del proceso. Esto significa enfrentarse con la desorganización y la adaptación a un entorno sin el ser querido. Por ello, hay que establecer el grado de dependencia o absorción del mundo personal que poseía el ser querido muerto para utilizar “lo que queda” como elemento base para la reconstrucción, en especial, empezando por aquellos aspectos que se encuentren más afectados. Duelo y enfermedad “Debemos darle formas, palabras, color, sonido y olor al dolor, pues dolor que no se expresa termina rompiendo el corazón” (Modificado de Shakespeare) Shakespeare) Cuando la angustia no se traduce en lágrimas, hace llorar a otros órganos H. Maudsley
La pérdida de una persona amada genera un estrés desmesurado y un agotamiento físico y emocional intensos, cuyas ramificaciones orgánicas y psíquicas (en el cuerpo y en la mente) han sido y son objeto de numerosos estudios. Está demostrado que el estrés genera cambios en la presión arterial y en la frecuencia cardiaca; está asociado a enfermedades infecciosas, inflamatorias y auto-inmunes. En la conocida Escala de Estrés de Thomas Holmes y Richard Rahe, de 1967, la muerte de un ser querido figura como el evento que más estragos produce en los seres humanos. Así, desde hace muchos años sabemos que el duelo predispone a exacerbaciones de dolencias previas y coloca a los deudos en mayores riesgos de complicaciones o aparición de otros achaques.
Al menos cuatro factores intervienen para producir un mayor riesgo de enfermar como consecuencia de la muerte de una persona: 1. Cambios en los hábitos de salud del superviviente que abandona las rutinas previas; 2. Negligencia para prestar atención a los signos precoces de enfermedad; 3. Manejo inapropiado o descuido de las dolencias anteriores (por ejemplo, diabetes e hipertensión arterial entre otras). 4. Ausencia del cuidado que solía ser provisto por el fallecido. En general, hay incremento en la frecuencia de complicaciones por enfermedades del corazón y mayor frecuencia de eventos infecciosos, accidentes, cirrosis, suicidios y trastornos psiquiátricos como ansiedad y depresión; además de un aumento en la automedicación, en general aumentarán el consumo de tabaco, alcohol y drogas, con todas las consecuencias que ello pueda traer. A la hora de prevenir este tipo de inconvenientes, es importante la vigilancia médica de los supervivientes, especialmente de los mayores de 60 años y de las personas con enfermedades previas a la pérdida. Es pues esencial para una buena calidad de vida acudir al médico con más frecuencia de lo habitual los primeros 2 años tras el fallecimiento. Cronología del duelo “Te curas de un sufrimiento sólo a condición de que lo experimentes plenamente” Marcel Proust
Mucha gente cree que el duelo deberá estar resuelto al año de la muerte. Para unos pocos esto puede ser así, pero para otros la recuperación de la pérdida tarda más tiempo, tanto como 3 ó 4 años, y a veces más si existen muchos factores de riesgo de duelo complicado. La cantidad de tiempo invertido depende de muchas variables que interfieren y crean distintos patrones, entre ellas: aflicción anticipada, crisis concurrentes, múltiples obligaciones, disponibilidad de apoyo social, características del deceso, situación socioeconómica, estrategias de afrontamiento y grado de religiosidad. Los momentos más difíciles del proceso se registran durante el primer y segundo año. El Mito “El tiempo lo cura todo” o “todo es cuestión de tiempo”, es un mito que afecta el desarrollo del duelo porque da a entender que el dolor obligatoria y espontáneamente mejorará con el paso de los días, cuando, en verdad, suele ser al contrario: los días transcurren y el sufrimiento empeora. Esto se debe a que no todos los tiempos en que viven los seres humanos tienen la misma importancia o presencia durante el proceso de recuperación. El tiempo cronológico, aquel que medimos con el reloj y los calendarios, y el cual nos ayuda a entender que el ser querido murió hace tres semanas, tres ó cinco meses, no tiene mucha importancia durante los primeros 12 o 24 meses, pues el dolor que se siente parece ser el mismo o, más frecuentemente, peor. El tiempo biológico, que es el del organismo (la edad biológica), es intrascendente en este asunto y no tiene mucha importancia durante el proceso, a menos que la persona pertenezca a la tercera edad o sea un niño por las peculiares características de su madurez y expectativas de vida. Por su parte, el tiempo subjetivo es la vivencia que cada uno tiene del paso del tiempo cronológico y se entiende cuando los acontecimientos amargos y dolorosos lo alargan y los felices lo acortan. Este es el tiempo que domina la experiencia del duelo, es personal y diferente en cada persona. De esta forma, no es el paso del tiempo el que cura, sino lo que uno hace con y en ese
tiempo.
El dolor de la pérdida de un ser querido no envejece ni desaparece, se adormece, se hincha por tiempos o momentos y cambia de color. Es más, siempre conserva un color. Es un dolor
que en lugar de mejorar empeora y que, además, no tiene perspectiva de mejoría a corto plazo. Antes de emitir un juicio sobre el tiempo que lleva una persona invertido en su recuperación (“aunque mi madre murió hace 2 años, el dolor que siento es como de 8 meses”), es preciso conocer todos los detalles referentes a la evolución del proceso hasta ese momento; seguramente allí podrá objetivarse la razón o las razones que llevan a esta frecuente asincronía. No es si no pensar, por ejemplo, en lo que diferentes crisis concurrentes pueden hacerle al trabajo del duelo y a los diferentes tiempos involucrados. Las fases del duelo Las fases o etapas por las cuales transcurre el proceso de recuperación son muy parecidas a aquellas por las cuales una herida pasa hasta que queda la cicatriz. Estas reacciones son normales, predecibles y comunes a todos aquellos que se encuentran en estado de duelo. Puede presentarse una o sólo algunas de ellas por vez, el predominio de una sobre otras o escalonadamente, pudiendo persistir algunas por un tiempo más prolongado o continuar en la siguiente fase, mezclándose con elementos de la inmediata. Aunque ha sido un modelo muy criticado desde el punto de vista teórico, esta presentación en fases nos ayuda a entender el duelo como un proceso (y no como un hecho) y permite conocer por anticipado aquello que puede o no pasar a lo largo de ese camino o viaje en que se constituye la aflicción; de esta forma, la persona estaría más preparada para los malos momentos que pudieran o no presentarse. No tienen una estructura de escalones verticales, sino más bien horizontales, y la persona puede estar en la primera fase, y con un pie entre la primera y la segunda, y retroceder, es decir, dar un paso adelante y luego otro atrás (sensación que suele ser bastante frecuente), reflejando con ello la dinámica del proceso. Estas fases o etapas son: 1. Aflicción aguda Se inicia en el momento del fallecimiento y tiene prácticamente todos los elementos de un estado de shock emocional. Sin ser rígidos en la duración de este período, pues cada persona lo hará según su propio tiempo y estilo, su duración aproximada es de uno a tres meses. Sus características más sobresalientes son: Incredulidad, anulación psíquica, confusión e inquietud, oleadas de angustia aguda, despersonalizacióndesrealización, pensamientos obsesivos, síntomas físicos. 2. Conciencia de pérdida A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden su intensidad (particularmente la angustia), y la persona acepta intelectualmente la nueva situación, comienza esta segunda fase del duelo. Cuando el funeral termina, y los amigos y conocidos reanudan sus vidas normales, el verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza al superviviente. Es pues un período caracterizado por una notable desorganización emocional, con la constante sensación de estar al borde de una crisis nerviosa y enloquecer. Aunque disminuye el nivel de angustia inicial, el dolor comienza a sentirse con mayor intensidad; en una palabra, la persona se siente peor. Sus características más importantes son: Ansiedad de separación, estrés prolongado, culpa, rabia, agresividad e intolerancia, comportamiento de búsqueda o de espera, sintiendo la presencia del muerto, ensoñación 3. Conservación-aislamiento Esta fase es experimentada por muchos como "el peor período de todo el proceso del duelo", pues es durante ésta que la aflicción se asemeja más a una depresión (ya como trastorno psiquiátrico) o a una enfermedad general. De forma muy característica, y relacionado en parte con el desconocimiento general del proceso del
duelo, la relación entre la muerte acaecida y la tristeza que se siente al final del año se pierde, y la mayoría de las personas no relacionan una cosa con la otra. Por ello, esa “nueva” sensación de tristeza es vivida por muchos como un cuadro depresivo aislado. Sin olvidar que cada persona elabora su pena según su propio tiempo y estilo, este momento se presenta, en promedio, al cabo de 8-10 meses. Sus características más importantes son: Aislamiento, impaciencia, repaso obsesivo, apoyo social disminuido, necesidad de sueño, otras reacciones (desesperación -muy relacionada con la impaciencia y la aceptación emocional de la pérdida-, desamparo -en consonancia con el apoyo social diminuido-, impotencia -por la confirmación definitiva de la incapacidad para modificar lo sucedido- e irritabilidad -cualquier cosa que implique un gasto de energía – energía que no es utilizada en sí mismo- exaspera al doliente. 4. Cicatrización Este período de cicatrización significa aceptación intelectual y emocional de la pérdida, y un cambio en la visión del mundo de forma que sea compatible con la nueva realidad y permita a la persona desarrollar nuevas actividades y madurar. Es decir, es durante este tiempo tardío cuando el muerto definitivamente se entierra. Esto no implica que el deudo no vuelva a sentir dolor; por el contrario, va a vivirlo pero de forma diferente, sin tanta angustia como al principio, si bien, con períodos de agudización que le recordarán épocas anteriores. Sus características más sobresalientes son: reconstruir la forma de ser, retomar el control de la propia vida, abandono de roles anteriores, búsqueda de un significado, cerrando el círculo, perdonando y olvidando, otras reacciones (disminución gradual de los efectos del estrés prolongado y un aumento de la energía física y emocional; se restaura el patrón de sueño normal). 5. Renovación Una vez que el deudo ha realizado los cambios necesarios en su realidad, sentido y estilo de vida, que ha recuperado su forma de verse a sí misma y a su mundo con un sentido positivo, y que ha logrado encontrar sustitutos y reemplazos para la persona u objeto perdido (éstos pueden ser cualquier cosa que interese al individuo o le dé un sentido y propósito, no necesariamente un rol sustituto), se mueven hacia la fase final del duelo. Sus características más importantes son: viviendo para sí mismo, aprendiendo aprendiendo a vivir sin, reacciones de aniversario.
Facilitan do el duelo normal en el adulto “Una alegría compartida es una alegría duplicada; una aflicción compartida es media aflicción”. Jacques Dueval.
Aunque la mayoría de las personas afligidas se recuperan de sus pérdidas sin ninguna asistencia profesional, el conocimiento de las fases del duelo, con sus síntomas particulares, le posibilita prestarse ayuda, facilitar su congoja, identificar sus reacciones y poner en marcha de forma precoz distintas estrategias para disminuir la probabilidad de complicaciones futuras o patrones disfuncionales.
A lo largo del texto se han venido reconociendo las tres condiciones más favorables para el desarrollo de un duelo sano, sin las cuales la tarea de recuperación puede llegar a ser más difícil: 1. Información Es decir, educación en duelo: Qué es el duelo, cómo se presenta, qué puede pasar, qué se puede hacer, qué pueden hacer los demás, etc. Una situación será tanto más angustiante cuanto más se desconozca. 2. Compañía El entorno familiar y social inmediato como interlocutores del dolor, que conozcan tanto del duelo como el doliente principal, llenos de paciencia y que le sepan acompañar y escuchar. 3. Conversación Una de las tareas más importantes es hablar del ser querido, del dolor, de lo que le acompaña, de la angustia, del colapso del futuro, de la rabia y la desesperación, de lo vivido, de lo soñado. Cuatro interesantes estrategias para afrontar un duelo que empiezan por la letra "a" (las 4 "a") son: amor, amistad, abrazos y azúcar (reconocido efecto analgésico de los carbohidratos).
En la medida en que se rompe la construcción de la realidad, el sentido de la vida y la identidad propia después del fallecimiento, la capacidad del individuo de reasignar responsabilidades en dichas áreas y la disponibilidad de recursos alternativos son fundamentales para su proceso de adaptación a una vida sin el difunto. Sea cual fuese la relación con él, hay un consenso general de que todo ajuste positivo después de una pérdida sólo se puede lograr si las personas llevan a cabo lo que se ha dado en llamar "trabajo de congoja" (de la aflicción o del duelo). La idea de trabajo viene al caso porque la adaptación normal a una pérdida implica considerable dolor y esfuerzo antes de poder reconocer la realidad de la misma, aceptar que la persona muerta ya no está más y buscar otras vías de interacción social productiva. Esta acción ubica de manera clara en el pasado las relaciones y experiencias con el difunto; si el deudo no se mueve de la forma idealizada, puede llegar a ser incapaz de afligirse por el ser real. Los muertos no se olvidan sino que se ubican en el pasado, en tanto que su recuerdo se incorpora a la realidad del presente. Por medio de este ejercicio de congoja es posible poner a los difuntos en una perspectiva histórica y emocional. Algunas personas encontrarán consuelo acudiendo a su consejero espiritual de confianza, a sus amigos, al ejercicio físico o aumentando sus horas de trabajo diario; para otros podrá ser útil estar en un grupo de ayuda mutua o acudir a los especialistas en duelo. El alcohol o las drogas no son la forma más sana o apropiada de encontrar consuelo; esto solo añade más problemas y prolonga el proceso. En el modelo de adaptación a la pérdida o trabajo de congoja, se pueden identificar varias tareas que deben emprenderse en ese esfuerzo por aprender a vivir en un mundo donde el difunto ya no existe. Éstas son tanto emocionales como instrumentales: el superviviente debe adquirir herramientas para enfrentarse con los sentimientos de angustia, soledad y desesperación, así como para poner la instalación eléctrica de una bombilla, arreglar un fogón o pagar los impuestos. Son relativamente simples y de carácter progresivo, y constituyen los elementos en los cuales se apoya el asistente para su labor de facilitación del duelo normal. La aflicción no es un fenómeno pasivo, sino, por el contrario, muy activo, en donde el deudo participa intensamente en cada una de las tareas. Estas TAREAS, son Educación en Duelo
Uno de los aspectos más importantes para facilitar la recuperación es buscar información acerca de lo que es y lo que se siente durante el duelo, cuánto dura, qué factores modifican o alteran el proceso de recuperación, cómo la persona puede ayudarse, de qué forma otros pueden ayudarle, etc., en definitiva, educación en duelo . Esto evita muchos tipos de interpretaciones erróneas y angustias innecesarias. La información debe extenderse a toda la familia, conocidos, amigos y al entorno laboral y escolar; de esta forma su ayuda será más efectiva.
Tarea
Información
Proceso
Normalización: Normalización: Confrontar lo que se siente con los síntomas normales del duelo Anticipación: Anticipación: Evaluar por anticipado lo que ha de presentarse, y diseñar estrategias para ello; ofrecer esperanza
Herramienta Leer, escuchar, ver, sentir (sobre el duelo) tanto para el deudo principal como para los acompañantes de éste Aceptación: Aceptación: Exclusivamente de lo intelectual, del razonamiento abstracto, de los hechos que condujeron a la muerte, del cuerpo ya muerto, de lo social. No forzar la aceptación afectiva. La respuesta al ¿POR QUÉ?, pregunta muy común en el duelo, si que existe en cada uno de nosotros, más no es ahora, en este preciso momento, si no MÁS ADELANTE, cuando ya hayamos avanzado en nuestro proceso de recuperación; es decir, la "respuesta" está "más adelante": sólo puede encontrarse cuando se mira retrospectivamente lo sucedido. Ejercicio: Ejercicio: Realizar algún tipo de actividad física, por ejemplo, caminar
Ventilación
Como hemos visto, durante los primeros días o semanas después del fallecimiento el superviviente permanece en un estado de shock adaptativo y defensivo, con gran aturdimiento y sin un reconocimiento pleno de la magnitud del dolor. Aunque está confuso, generalmente cuenta con el apoyo de familiares y amigos quienes habitualmente se dedican a los arreglos prácticos relacionados con la muerte (certificado de defunción, registro, arreglos del funeral, cobertura de gastos, etc.). Al ser organizados y protegidos por otros, la oportunidad de enfrentarse o experimentar la pérdida se ve así reducida; la realidad y el sentido de las cosas se suspenden temporalmente, en tanto que todo sucede a su alrededor. Si bien las actividades de la vida diaria pueden continuar su curso normal, pierden su sentido derivado del intercambio con otros. Aun cuando la atención de familiares y amigos, el funeral y las actividades y arreglos relacionados impliquen que alguien ha muerto, suelen ser percibidos como irreales y alejados de la experiencia personal: es casi como si todo ocurriera a otras personas, parece una pesadilla, un mal sueño. Gradualmente, y por la naturaleza de las reacciones de los demás - sus visitas, condolencias y consuelos -, una creciente conciencia de que el muerto ya no está presente confirma y fortalece la realidad de la tragedia; se accede a su reconocimiento intelectual aun cuando emocionalmente no se acepte. Dos tipos de estrategias facilitan el reconocimiento y aceptación de la pérdida: 1. Recordar todos los eventos eventos relacionados con la muerte, muerte, es decir, las circunstancias alrededor de la misma. Al repetir una revisión o notificación de ésta, la realidad se hace más clara y más detalles acuden a la conciencia, al mismo tiempo que el deudo vivencia imágenes relacionadas con el difunto. Cada repetición, aunque difícil, permite una mayor descarga de angustia y dolor (duelo que no se habla, es duelo que no se cura). El hablar sobre la persona que murió, de los hechos ocurridos, lo que se siente, los proyectos que se tenían, los recuerdos, de cómo se siente ahora, de las decisiones que se deben tomar en adelante, de la cotidianidad o el diario vivir, y de cualquier otro tema que en ese momento le apetezca a la persona, también puede dar pie a una apertura hacia la resolución de asuntos pendientes con el ser querido fallecido (si es que quedó alguno). El hablar, como terapia, permite también establecer los primeros pasos para un cambio en la relación (hablar en pasado y no en presente, cambiar de una relación física a una simbólica) y extender la red social de apoyo. 2. Evitar la negación: el objetivo objetivo es referirse al difunto difunto como ya muerto, hablar directamente de lo
sucedido, utilizar los verbos en su tiempo apropiado y responder a las dudas o inquietudes de tal manera que confirmen la realidad; este proceso no debe ser brutal o desatento, sino suavemente correctivo mientras el acompañante responde con seguridad en una forma que confirma y no elude la realidad de la pérdida total o irreversible. Tarea
Proceso
Ventilación
Evocación: Evocación: Recordar todo lo sucedido, lo más detalladamente posibles Confrontación: Confrontación: Evitar la negación, hablar en los tiempos correctos
Herramienta Aceptación: Aceptación: Continuar con el proceso de aceptación intelectual; vislumbrar algunos aspectos de la aceptación emocional (recordar aspectos de la vida juntos, visitas al cementerio/osario) Hablar: Hablar: El hablar, como terapia de duelo, me permite: reconocer la realidad de lo sucedido, descargar dolor, establecer los primeros pasos para un cambio en la relación (hablar en pasado y no en presente, cambiar de relación física a simbólica) y extender mi red social de apoyo. Biografía del querido: querido: Vislumbrar al ser querido tal como fue
Curación
Significa abordar cada uno de los componentes del dolor y realizar las actividades necesarias para favorecer su cicatrización: a. Respecto al dolor biológico (del cuerpo), será oportuno acudir a un médico de confianza para que estudie y/o trate las molestias presentadas y ofrezca su consejo. Si se permite que esta dolencia continúe sin ninguna atención médica, puede llegar a absorber mucha de la atención y retrasar el proceso de recuperación, sin olvidar que puede relacionarse con una enfermedad de mayor o menor gravedad. b. En cuanto al dolor psicológico (de la personalidad, de la mente), es importante recordar lo más detalladamente posible la vida en conjunto. Este ejercicio (que puede utilizar todo tipo de artificios como fotografías y objetos familiares) tiene como propósito ayudar a separar y establecer los límites apropiados que diferencien al superviviente del difunto, confirmando así la identidad personal y recuperando la confianza. Esta estrategia ayuda al proceso de emancipación emocional de las uniones de apego con el difunto. Aquellos que acompañan al deudo deben estar dispuestos y preparados para escuchar y participar con estímulos que le ayuden a relatar la historia más completa del ser querido y de su vida juntos. Este ejercicio posee además dos ventajas adicionales: (1) Visualización del difunto como lo que realmente fue: cuando el deudo puede hablar acerca de cómo se conocieron y de algunos hechos de su vida juntos, muchas emociones son experimentadas y empezará a ver al fallecido como una persona más real y no como la idealización de las fases iniciales ("un santo que murió); sin embargo, esto en ocasiones le puede crear conflictos si su interlocutor no comprende el propósito de este ejercicio. Muchas personas consideran saludable que el deudo hable en forma positiva del muerto, pero tienen menos humor y paciencia para escuchar sus expresiones de enojo y culpabilidad por una relación largamente ambivalente y conflictiva; esto es especialmente verdad para aquellos que le conocieron y desean conservar su propia imagen de éste, prefiriendo olvidarse de contrariedades y conflictos que en su opinión ya no tienen remedio. Con frecuencia, y por temor a ser desleales o alejar a sus amigos y familiares, el individuo puede sentirse inhibido para exteriorizar su enojo con aquel. (2) Favorece la autoestima: El recuerdo de aspectos buenos y productivos, y la confirmación de haber logrado algo provechoso y madurativo, favorece la autoestima, atenúa la hostilidad y enojo y nivela la culpabilidad que se atribuye al fallecido con la propia, llegando a un término medio en el cual se reconoce lo bueno y lo malo de su relación.
Tarea
Proceso
Curación
Segmentación: Segmentación: Evaluar y abordar por separado cada uno de los componentes del dolor
Herramienta Consulta médica: médica: Evitar que las molestias físicas absorban energía requerida en otros procesos Evocación: Evocación: Recordar lo más detalladamente posible la vida en conjunto. Aceptación: Aceptación: Continuar con el proceso de aceptación emocional; ver al fallecido como una persona más real y no como la idealización de las fases iniciales; evaluación de los diferentes roles que éste cumplía y su nivel individual de finalización Descarga: Descarga: Deshacerse de toda la rabia y el resentimiento residual con la vida, el mundo y el muerto Revitalización: Revitalización: El abrazo como la mejor estrategia para la revitalización personal y familiar Fortalecimiento: Fortalecimiento: El recuerdo de aspectos buenos y productivos, y la confirmación de haber logrado algo provechoso y madurativo, favorecen la autoestima y fortalece a la persona. Si bien los objetos transicionales sirven para disminuir la ansiedad de separación, deben evolucionar a objetos simbólicos, como elementos de recuerdo y homenaje Planificación: Planificación: La reconciliación con el pasado vivido y la seguridad y confianza alcanzada en la familia del presente, permiten establecer las bases necesarias para calmar la dolorosa perspectiva de un futuro sin el difunto
c. Para tratar con el dolor social (por la sociedad y su indiferencia y/o violencia), es preciso deshacerse de toda rabia, de una forma que sea sana para todos y no produzca daño a nadie o sea un obstáculo para el proceso de recuperación. Se pueden utilizar también todo tipo de artilugios, tal como una almohada o cojín, un saco de boxeador, una pelota contra una pared, jugar al tenis u otros deportes parecidos que impliquen una intensa actividad física de tirar o golpear contra una pared. Una vez descargado este pesado y doloroso fardo, ya se puede mirar con otros ojos y pensar cuál puede ser la contribución para que la sociedad en que vivimos sea un poco mejor. d. Para el dolor familiar (el de los demás seres queridos), se debe tratar de recuperar una de las funciones más importantes de la familia, la de apoyo y soporte mutuo, mediante una buena comunicación y utilizando la terapia del hombro-oído-abrazo (ver más adelante). e. Respecto al dolor espiritual (del alma), la fe y el consejo espiritual son la alternativa más apropiada. f. En relación con el dolor que el pasado produce, es importante recordar lo más detalladamente posible la vida con ese ser querido, actividad que será tanto más productiva en cuanto mayor sea el número de familiares presentes, intentado realizar la biografía más completa de él (volumen de historias condensadas en un libro o cuaderno que podrá ser consultado cuando así se desee). Este ejercicio tiene como propósito establecer un sentimiento de reconciliación, paz y gratitud con ese rico pasado vivido juntos, confirmando así la identidad familiar y estableciendo las bases para un futuro diferente y nuevo. g. El analgésico necesario para calmar el dolor que el presente produce se encuentra en la intimidad de la familia, en sus fuerzas de apoyo y soporte y en la técnica del hombro-oído-abrazo. Es ella quien infunde la seguridad y la confianza necesaria para estos difíciles momentos, proporcionando un modelo de estabilidad y continuidad al no desistir en el contacto mutuo ni dejarse abrumar por la ausencia aparente de soluciones a los distintos problemas. h. La reconciliación con el pasado vivido y la seguridad y confianza alcanzada en la familia del presente, permiten establecer las bases necesarias para calmar la dolorosa perspectiva de un futuro sin el difunto.
Aunque hay poco consuelo que ofrecer cuando una persona enfrenta su futuro sin el ser amado perdido, aquellos que le rodean si que pueden ofrecerle un sentido de estabilidad, continuidad y confiabilidad en un mundo que para ellos es caótico y carente de significado y propósito. Sólo en esta forma es posible que la ayuda pueda comunicarse y aceptarse.
Reconstrucción
Recuperar la realidad, sentido de la vida, personalidad íntegra y confianza en el mundo puede llegar a ser una de las tareas más difíciles de este proceso. Esto significa, entre otras cosas, enfrentarse con la desorganización y la adaptación a un entorno sin el ser querido.
Debido a que cada ser humano participa en mayor o menor proporción del mundo de los demás, un primer paso es establecer qué tanto de cada uno de los elementos que le componen estaba absorbido por o dependía del ser querido fallecido. Una vez realizado este inventario, se debe entonces utilizar lo que queda de cada uno de ellos como elemento o base para su reconstrucción, poniendo mayor énfasis en aquellos aspectos más seriamente afectados. 1. La realidad que sirve como base a todas las acciones, interacciones y expectativas (es decir, la rutina diaria, conversaciones con otros, forma de reaccionar a las cosas, proyectos, ilusiones, etc.) puede verse deshecha en mayor o menor medida según lo que esa persona participara en ella. Si se logra clarificar lo que queda de cada uno de sus componentes, se deben utilizar éstos como elementos para su reconstrucción. Esta tarea puede hacerse de forma solitaria, con la ayuda de un terapeuta o, más apropiadamente, con el apoyo de familiares. El enfrentar la desorganización y la adaptación a un entorno sin el difunto es una de las tareas más difíciles para los deudos y para aquellos que le acompañan. El mundo se ha convertido en un lugar poco seguro y confiable, la confirmación de la identidad personal a través de esa persona se ha interrumpido, la realidad supuesta se ha hecho añicos y las relaciones con otros tienen ahora que re-establecerse sobre una base completamente diferente. Distintos y complejos problemas debe ahora afrontar el superviviente: a. Recuperar la confianza en la vida, a pesar de que puede suceder cualquier cosa; b. Continuar, separar y establecer los límites apropiados que le diferencien del difunto, confirmando así su identidad personal y la confianza en sí mismo; c. Darle un nuevo sentido a su existencia; d. Manejar la interacción social ahora que ha perdido al ser tal vez más importante; e. Abordar en solitario distintos problemas prácticos (económicos, vivienda, hijos, etc.). Para facilitar este difícil proceso, aquellos que acompañan a una persona en duelo pueden: a. Infundir seguridad, confianza y proporcionar un modelo de estabilidad; esto es especialmente importante cuando el mundo se percibe como inseguro e inestable y cuando los amigos y familiares lejanos retiran su apoyo o no saben cómo ayudar de forma adecuada y efectiva; al abordar y aceptar con un sentido de seguridad sus diversos problemas, aquel que acompaña transmite un sentido de control y dominio. b. Establecer un marco de continuidad al no desistir en el contacto ni dejarse abrumar por la ausencia aparente de soluciones a los distintos problemas. c. Actuar temporalmente como sustitutos interinos (compañía pasajera mientras pasa la fase aguda y la persona se siente capaz de reanudar otras actividades) con el fin de contribuir a la confirmación de la identidad personal y auto-estima, participar de la interacción social durante el tiempo que precise el seguimiento del duelo y contribuir al manejo de los diferentes problemas prácticos (económicos, vivienda, hijos, etc.). Para lograrlo es preciso que se acepte a los deudos como individuos y no como una categoría de personas difíciles de abordar. d. Facilitar la re-socialización al anticipar a los deudos lo que puede ocurrir en su entorno y los cambios previstos, y ayudarles a entender estos problemas como naturales y propios de sus circunstancias individuales. Después de cada paso tentativo, la persona adquiere más confianza, aprende nuevas formas de manejar la interacción y establece relaciones sobre una base nueva y realista. A pesar de ello, son inevitables los fracasos temporales, decepciones y retrocesos. Al evaluar individualmente la naturaleza de las aparentes dificultades, y al discutir los métodos para acometerlas, se minimiza la confusión y se establecen metas realistas. Aprender nuevos roles y recuperar el sentido de la propia identidad es un proceso lento, gradual y a veces desalentador; cada logro alcanzado da la
oportunidad al acompañante para fortalecer la autoestima y confianza en sí mismo, animándoles a dar el paso siguiente. El objetivo no es aconsejar a los deudos sobre cómo manejar sus problemas, sino en darles la oportunidad de anticipar y comprobar varias estrategias para afrontarlos, guiando la discusión en lugar de explicar qué es lo que está bien y qué lo que está mal. 2. El sentido de vida que sirve como base a la relación diaria con otros y con el mundo, y a los propósitos del presente y planes para el futuro, puede también quedar hecho pedazos en mayor o menor medida según lo que el fallecido participase de él. Y, como en el caso anterior, si se logra clarificar lo que queda de cada uno de sus componentes, se deben utilizar tales desechos como elementos para su reconstrucción, tarea que, como vimos, puede hacerse de forma solitaria o con ayuda. Parte de este trabajo implica formar nuevas amistades, evaluar las cualidades del entorno y los intereses y habilidades sociales actuales del deudo. La familia puede requerir ayuda para entender la importancia de establecer relaciones con otros como una tarea apropiada del d el proceso de aflicción normal del adulto; adul to; sentimientos de deslealtad con el difunto pueden aparecer cuando la perspectiva de un compañero/a o una simple cita se vislumbra. Esta labor de reinvertir en otra persona involucra socialización con nuevos compañeros y patrones de vida, y movimiento hacia una identidad renovada. 3. Aunque la personalidad depende de muchas variables, cuando se vive durante muchos años con una persona se llega a tal grado de intimidad que uno puede no saber que es realmente propio y que pertenecía al otro, creándose cierta confusión entre las personalidades. Si se logra clarificar lo que pertenece a cada ser, en cada uno de los elementos que le componen, se podrá utilizar como base para la reconstrucción. Tarea
Proceso
Reconstrucción
Análisis: Análisis: Analizar cada una de las dimensiones que componen el mundo personal Afrontamiento: Afrontamiento: Afrontar cada una de las dificultades encontradas en el análisis realizado y emprender los correctivos específicos Diferenciación: Diferenciación: Diferenciar el mundo personal, del presente, del mundo del pasado, del vivido con el ser querido fallecido
Herramienta Inventario: Inventario: Establecer qué tanto de cada uno de los elementos que componen el mundo personal estaba absorbido por o dependía del ser querido fallecido; este ejercicio puede ser repetido en varias ocasiones a lo largo del duelo Confianza: Confianza: Encontrar la persona o personas que le infundan seguridad y confianza, y le proporcionen un modelo de estabilidad y un marco de continuidad. Encontrar un "sustituto a lo perdido" (otro ser humano, estudiar, trabajar, realizar una actividad física o artística, unirse a un grupo o a un voluntariado) no depende del sustituto en sí mismo sino del hecho de que le otorgue o devuelva al deudo la ilusión por volver a vivir Emprendimiento: Emprendimiento: Recuperar el control de las actividades de la vida diaria, aprender nuevos roles y resolver asuntos pendientes (en la resolución del duelo y los asuntos pendientes se presentan dos bloques diferentes: el “sin asuntos pendientes” está entero y es de bordes lisos, mientras que el de “los asuntos pendientes” está roído, le faltan pequeñas partes que son, precisamente, los asuntos pendientes) Aceptación: Aceptación: Aceptar que la confirmación de la identidad personal a través de esa persona fallecida se ha interrumpido, que el mundo es ahora diferente y que las relaciones con otros y con el mundo tienen ahora que re-establecerse sobre una base completamente diferente Re-socialización: Re-socialización: Encontrar el o los sustitutos interinos que contribuyan a la confirmación de la identidad personal y colaboren en la interacción social durante el tiempo que se precise hasta que el deudo adquiera la confianza de hacerlo solo Re-inversión: Re-inversión: Aprender nuevos roles, recuperar el sentido de la propia identidad, fortalecer la autoestima y la confianza necesaria en sí mismo para animarse a reinvertir en una relación o relaciones tan significativas como la perdida
Durante este proceso de recuperación se deben considerar intervenciones precoces antes de
que se establezcan patrones disfuncionales, es decir, formas no adaptativas para enfrentar el duelo o que pueden generar más dificultades que beneficios; confrontar con la realidad la culpabilidad hacia uno mismo y hacia los otros (diferenciar entre culpa racional e irracional); ayudar a corregir las negaciones y distorsiones; trabajar el enfado y la rabia (orientación constructiva) y explorar las funciones de rol. El objetivo final no es aconsejar a los deudos sobre cómo manejar sus problemas, sino en darles la oportunidad de anticipar y comprobar varias estrategias para enfrentarlos, guiando la discusión en lugar de explicar qué es lo que está bien y qué lo que está mal. Para dar una mayor factibilidad a éste, el deudo debe tener presente: 1. La institución más importante importante para recuperarse recuperarse de la pérdida de un ser querido es la propia familia (”el duelo es un asunto de ella”); su función de soporte y apoyo es única, y nunca mejor aplicada que en el caso de la muerte de un ser amado. a mado. Dos formaciones alternativas para aquellos que no dispongan de la primera, o cuyo aporte se vive como insuficiente, son los grupos comunitarios (de amigos, de oración, tertulia, juego de cartas, gastronómico, etc.) y los grupos de ayuda mutua en duelo locales o itinerantes. 2. Rehabilitar los canales de comunicación entre familiares, amigos y conocidos es la estrategia más importante y esencial del proceso de recuperación. Llorar o expresar las emociones frente a otra persona tiene sus ventajas: es darle permiso para que ella también lo haga, para ser ella misma con su dolor sin tener que mostrar una máscara de aparente normalidad, permite aplicar las palabras de Jacques Dueval: “una alegría compartida es una alegría duplicada; una aflicción compartida es media ”. aflicción ”. 3. La terapia del Hombro-Oído-Abrazo es la aproximación terapéutica más acertada para recuperarnos de la pérdida de un ser querido. El órgano del cuerpo que más necesita un deudo de otra persona en estos momentos no es precisamente su boca (no se precisa de un discurso), su cerebro (no se exige que sea muy inteligente) o su corazón (no tiene que ser un buen sujeto), solo se le pide que sea un buen oyente y preste temporalmente sus oídos para escuchar de verdad, sin interrumpir, una y mil veces el mismo discurso y que no utilice frases tan frustrantes, que bloquean la comunicación y el alivio, como son: “otra vez con el mismo cuento”, “otra vez llorando”. Apoyar la afligida existencia sobre un hombro amigo, favorece la descarga emocional. Si esta actitud se acompaña del mejor de los remedios para recuperarse de la pérdida de un ser querido, como es un gran abrazo (no uno cualquiera: debe ser de al menos 30 o 40 segundos, y, si es posible, cada 4 horas o menos), volver a vivir sin el ser amado no será tan solitario. 4. Realizar entre todos aquellos que que conocieron al fallecido la biografía biografía más completa de su vida, pues era sin duda todo un personaje, un protagonista, y quien amerita, como homenaje y recuerdo, un tomo en la biblioteca del recuerdo para dejar de ser un simple muerto y pasar a ser un ancestro, no sólo para nosotros sino para las futuras generaciones de la familia. 5. Puesto que el duelo no se resuelve mayoritariamente con la razón razón o la inteligencia, sino más bien con el corazón, no se trata tanto de pensar o razonar qué hacer para recuperarse, lo más propio es SENTIR Y EXPRESAR lo que del corazón proviene. No se deben reprimir los sentimientos, sino más bien articularlos en palabras (hablar), en papel (escribir), en sonidos (gritar o cantar) o con el ejercicio físico. 6. A pesar de que las visitas al cementerio son parte esencial del ritual y una opción absolutamente personal, el acudir allí aporta dos elementos claramente diferenciados y beneficiosos para el duelo: 1. Libertad de expresión: Se trata de un lugar donde la persona puede hacer cualquier cosa sin que nadie le diga nada o le mire feo, pues ese es un lugar propicio para hacer este tipo de cosas (llorar, gritar, patalear, escribir, oír música, hablar con una pared, etc.). 2. Aplicar la técnica de la silla vacía modificada: El dirigirse a los restos del ser querido situados detrás de un pequeño muro, imaginándose que está allí, escuchando -y aún sin hacerlo así-, es una forma muy adecuada de descargar tensión, dolor y angustia. 7. Las cosas que pertenecían al ser querido fallecido "no estorban", por ello no es necesario deshacerse de ellas "cuanto antes" si ese es el deseo personal. No debemos olvidar dos cosas en este sentido: 1. Nadie le dará el valor que nosotros le damos y 2. No es recomendable "precipitarse" a entregar o regalar las cosas. Cada cosa tiene su tiempo y cada persona lleva el duelo según su propio tiempo.
Con frecuencia, a algunas personas no les gusta hablar de lo sucedido, del ser querido muerto, de lo que sienten y lo que piensan, por no despertar su dolor o por sentirse incomprendidos. Para ellos, el escribir una bitácora o diario de duelo es una alternativa excelente. Entre las virtudes de hacerlo están el que permite guardar y evaluar los progresos, expresar y descargar emociones y pensamientos, facilita el llorar, sentir presente al que murió, acompañarse, resolver asuntos pendientes, clasificar y registrar, escucharse, objetivar, honrar al difunto, mejorar la comunicación y el conocimiento de sí mismo, ubicarse en la realidad, ayuda a la aceptación, es el mejor de los oficios y el más íntimo. Farmacología básica para dolientes Aunque el duelo no es un trastorno mental como tal, el DSM-IV lo clasifica en la categoría diagnóstica de trastornos adicionales que pueden requerir atención clínica, y la CIE 10 dentro de los trastornos adaptativos (sólo si sus reacciones se consideren anormales por sus manifestaciones o contenidos). La polémica sobre si medicar o no durante el mismo sigue vigente, así como sobre quién debe recaer la responsabilidad de su atención. Las personas en duelo habitualmente solicitan atención en las siguientes circunstancias: 1. Cuando las reacciones iniciales son son vividas por la persona, así como por su entorno, como muy intensas o desmedidas (o, por el contrario, nulas), aunque no se correspondan ambas opiniones: lo que para el deudo inmediato puede parecer exagerado, puede no parecerlo a su entorno; así, mucha gente considera que “es normal” y que no se debe buscar ayuda, sea porque se considere un signo de debilidad (“los psicólogos son para los locos”) o por el temor a “psiquiatrizar” o “medicalizar” la situación; y lo que para el deudo puede ser normal, puede no serlo para el entorno: frecuentemente se da la situación en la que el deudo todavía siente deseos de llorar y extraña notablemente a su ser querido muerto al cabo de 12-15 meses (se olvida considerar los factores que pueden complicar el duelo y producir un desfase en su evolución), y el entono considera que “eso ya no es normal”, “que la persona está deprimida” y deberá buscar ayuda. En esta situación inicial también entrarán en juego las condiciones caracterológicas (pre-mórbidas o no) del deudo, lo cual creará aún más confusión a la hora de medicar. 2. Reacción inicial inusitadamente intensa y/o crisis conversiva. 3. Al cabo de 8-10 meses, cuando las reacciones del duelo se asemejan más a un trastorno trastorno depresivo mayor. 4. Cuando la persona se siente siente incapaz de soportar la angustia creada, no sólo por la pérdida sufrida sufrida sino por las reacciones no adaptativas de un entorno no propicio para el trabajo del duelo. 5. En adolescentes, cuando no se observa una respuesta respuesta aparente a la pérdida pérdida (en general por un desconocimiento del duelo en este grupo de edad) o por reacciones agresivas o uso de sustancias (alcohol, drogas). 6. En caso de múltiples quejas somáticas somáticas o insomnio persistente (en general mayor de 15 días). días). 7. Cuando el deudo principal es mayor (tercera (tercera edad) y presenta muchas complicaciones orgánicas (una situación de salud delicada). 8. Cuando existen problemas familiares en el manejo del duelo (entre sus miembros o con las cosas materiales pertenecientes al fallecido). 9. Cuando hay niños en la casa y se busca que el impacto de la pérdida pérdida sobre éstos no sea psicopatológico. 10. Deudos De udos con antecedentes psiquiátricos previos a la pérdida. 11. Producto de una mayor conciencia de la promoción y prevención en el duelo (cada vez más común en nuestro entorno).
¿Quién deberá entonces atender a las personas en estas circunstancias? ¿El psicólogo? ¿El médico de familia? ¿El psiquiatra? ¿Cuáles de ellas ameritan medicación, de qué clase farmacológica y por cuánto tiempo?
En vista de que la muerte y la pérdida de seres queridos son fenómenos obligados, y de la alta frecuencia con que los Equipos Básicos de Salud (EBS) atienden a las personas en duelo, deberá ser el médico de familia y su equipo de salud (enfermería, trabajo social y psicología) quienes se responsabilicen del cuidado de las personas afligidas. Los grupos de apoyo para el duelo dentro de los EBS deberían tener tanto peso como actualmente lo tienen los grupos de hipertensos. La remisión al psiquiatra dependerá de la valoración que el propio EBS haga del deudo, siempre desde un conocimiento pleno de la dinámica del duelo, de su consejería y de los factores de riesgo y reacciones distorsionadas del mismo; es decir, deberán estar preparados para ayudar a las personas en duelo que soliciten su ayuda y sobre todo para reconocer cuándo la evolución de un duelo no es la normal y éste requiera una intervención más cuidadosa. ¿Qué circunstancias ameritan entonces medicación, de que clase farmacológica y por cuánto tiempo? Teniendo en cuenta las razones por las cuales las personas habitualmente solicitan atención, vamos a considerar lo siguiente: Circunstancia Discrepancia entre lo que siente el deudo y lo que piensa su entorno o viceversa Reacción inicial inusitadamente intensa y/o crisis conversiva
Conducta Evaluación por el EBS; grupo de apoyo
No
Duración A demanda de los deudos
Intervención en crisis, EMDR
Lorazepam 0,5-1,0 mg SL
1 a 3 dosis
Fase 3 del duelo (8-10 meses después)
Seguimiento por el EBS; educación en duelo; grupo de apoyo
No
A demanda de los deudos
Angustia insoportable (generalmente en los primeros 6 meses y durante las reacciones de aniversario o las fechas conmemorativas)
Seguimiento por el EBS; grupo de apoyo; técnicas de control de la angustia
1. 2. 3.
Adolescentes
No
Quejas somáticas múltiples
Evaluación por el EBS; grupo de apoyo Evaluación por EBS; grupo de apoyo
Insomnio
Técnicas de relajación; remedios caseros
Tercera edad (mayores de 60 años)
Evaluación y seguimiento por el EBS; grupo de apoyo Evaluación por EBS; educación en duelo Evaluación y seguimiento por el EBS; grupo de apoyo Evaluación por el EBS; grupo de apoyo
No
1 a 2 años
No
6 meses
No
No
No
A demanda de los deudos
Evaluación y seguimiento por el EBS; remisión a psiquiatría
Depende de la patología de base
6 a 18 meses
Problemas familiares Niños Promoción y prevención Personas con antecedentes psiquiátricos previos a la pérdida o síntomas sugestivos de depresión mayor (*) u otro trastorno psiquiátrico
Medicación
Rescate Valeriana Clonazepam
A demanda; limitar BZD a <2 meses A demanda del adolescente
1.
Rescate
A demanda
1. 2. 3. 4.
Valeriana Trazodona Zolpidem o Zopiclona BZD de acción corta
1 a 2 meses; limitar BZD a <2 meses
BZD: Benzodiacepinas; SL: Sublingual; EMDR: Eye Movement Desensitization and Reprocessing o DRMO (Desensibilización y Reproceso por el Movimiento de los Ojos) Valeriana: Hierba nativa de Europa y Asia, aunque ahora se cultiva en todo el mundo. Se cree que el nombre proviene de la palabra en latín “valere” que significa estar saludable o fuerte. Se ha reportado el uso de la valeriana como sedante y tratamiento contra la ansiedad por más de 2.000 años; por ejemplo, en el siglo II A.C., Galeno recomendaba la valeriana como tratamiento para el insomnio. Aunque o se conocen los ingredientes activos de la valeriana, las preparaciones se estandarizan a menudo al contenido del ácido valerénico. Dosificación: 400-900 mg de un extracto acuoso o acuoso-etanólico (correspondientes a 1,5-3,0 gr de hierba), tomadas 30 y 60 minutos antes de acostarse; 300-1.800 mg vía oral en forme de cápsula; 10-20 gotas sublinguales de solución estándar (o disueltas en agua) cada 6-8 horas. Rescate: (Rescue Remedy):: Se trata de una mezcla de cinco flores de Bach diferentes { Cherry Plum – Cerasifera ( para la pérdida de control e histeria), Clematis- Clemátide (para el desvanecimiento), Impatiens - Impaciencia (para la inquietud desmedida), Rock Rose - Heliantemo (para el terror y el pánico) y Star of Bethlehem - Estrella de Belén (para los estados de shock)}, que usados conjuntamente actúan de manera
inmediata en situaciones de urgencia y sucesos estresantes. Dosificación: 4 gotas por toma y tan frecuentemente como se requiera. También puede añadir 4 gotas en un vaso de agua y tomar sorbos a intervalos frecuentes hasta que la persona se haya calmado. Para más información sobre la Terapia floral como acompañamiento del proceso del duelo, consultar “Rojas Posada, S.: El manejo del duelo. Una propuesta para un nuevo comienzo. Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2005”. Zolpidem o Zopiclona: ½ a 1 comprimido al acostarse Clonazepam: 2-5 gotas sublinguales cada 6-8 horas Trazodona: 50-100 mg/noche (*) El uso de antidepresivos y otros medicamentos psiquiátricos en el duelo es exclusivo del médico psiquiatra o del médico especializado en consejería de duelo e intervención en crisis.
UNIDAD DE DUELO FUNERARIA SAN VICENTE Grupos de Ayuda Mutua Día Lunes Martes Miércoles
Grupo
Muerte perinatal Padres que han perdido hijos Taller para Niños Viudas y Viudos Taller para Niños
Jueves
Personas que han perdido seres queridos por suicidio
Viernes
Duelo Mixto
Sábados
Taller para Niños
Todos los grupos se llevan a cabo en la Sede de la Unidad de Duelo, a las 5 de la tarde, excepto los sábados que es a las 10 de la mañana
Páginas web http://www.montedeoya.homestead.com/duelos.html http://groups.msn.com/tododuelo/homepage http://groups.msn.com/Suicidio3/_whatsnew.msnw
CENTRO DE ATENCIÓN Y AYUDA 513.90.88 575.50.50