Orden de lectura
CASTERMAN
Norma Editorial
La Juventud (19041905)
Publicada por primera vez en la revista francesa Le atin de Mayo de 1981a Enero 1982. Editado por New Comic, S.A.(Edición Color) Título italiano: LA GIOVINEZZA.
La Juventud
La jeunesse de Corto Pages : 80
Mayo 2004 Colección Hugo Pratt nº15
La Balada del Mar Salado La Balada del Mar Salado (1913-1915)
Publicada por primera vez en la revista italiana Sgt. Kirk entre julio entre julio de 1967 y febrero de 1969. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n y color) Título original: UNA
01/1992 - color La ballade de la mer salée (couleur)
Pages : 208
Publicada por primera vez en la revista francesa Pif Gadget en Abril de 1970. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n). Dentro de la colección Corto Maltés. Título italiano: SOTTO IL SEGNO DEL CAPRICORNO.
Comprende las siguientes historias.
La Balada del Mar Salado
B
yN
Nº10 - Colección Corto Maltés
BALLATA DEL MARE SALATO.
Bajo el signo de Capricornio (19161917)
Colección Hugo Pratt nº1
Suite caraïbéenne (couleur)
Mayo - 2000 Colección Corto Maltés, formato unitarios, b y n:
1. El Secreto Tristán Bantam (8Dimensions : 23.5 x 30.5 cm 1999).
Pages : 860 Contiene 3 historias: 1. El Secreto Tristán Bantam (1970). 2. Cita en Bahía (1970). 3. Samba con TiroFijo (1970).
1. El Secreto Tristán Bantam (1970). Sous le drapeau des 2. Cita en Bahía pirates (couleur) (1970). 3. Samba con Tiro- Pages : 104 Fijo (1970). 4. Un Águila en la Contiene 3 historias: Jungla (1970). 5. Volveremos a 4. Un Águila en la Hablar de Aquellos
2. Cita en Bahía (9-1999). 3. Samba con Tiro-Fijo (101999). 4. Un Águila en la Jungla (11-1999). 5. Volveremos a Hablar de Aquellos Aventureros (12-1999). 6. Por Culpa de una Gaviota (01-2000).
El Mar de Oro Colección Hugo Pratt nº16 89 páginas 11/2004 contiene :
Orden de lectura
CASTERMAN
Norma Editorial
La Juventud (19041905)
Publicada por primera vez en la revista francesa Le atin de Mayo de 1981a Enero 1982. Editado por New Comic, S.A.(Edición Color) Título italiano: LA GIOVINEZZA.
La Juventud
La jeunesse de Corto Pages : 80
Mayo 2004 Colección Hugo Pratt nº15
La Balada del Mar Salado La Balada del Mar Salado (1913-1915)
Publicada por primera vez en la revista italiana Sgt. Kirk entre julio entre julio de 1967 y febrero de 1969. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n y color) Título original: UNA
01/1992 - color La ballade de la mer salée (couleur)
Pages : 208
Publicada por primera vez en la revista francesa Pif Gadget en Abril de 1970. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n). Dentro de la colección Corto Maltés. Título italiano: SOTTO IL SEGNO DEL CAPRICORNO.
Comprende las siguientes historias.
La Balada del Mar Salado
B
yN
Nº10 - Colección Corto Maltés
BALLATA DEL MARE SALATO.
Bajo el signo de Capricornio (19161917)
Colección Hugo Pratt nº1
Suite caraïbéenne (couleur)
Mayo - 2000 Colección Corto Maltés, formato unitarios, b y n:
1. El Secreto Tristán Bantam (8Dimensions : 23.5 x 30.5 cm 1999).
Pages : 860 Contiene 3 historias: 1. El Secreto Tristán Bantam (1970). 2. Cita en Bahía (1970). 3. Samba con TiroFijo (1970).
1. El Secreto Tristán Bantam (1970). Sous le drapeau des 2. Cita en Bahía pirates (couleur) (1970). 3. Samba con Tiro- Pages : 104 Fijo (1970). 4. Un Águila en la Contiene 3 historias: Jungla (1970). 5. Volveremos a 4. Un Águila en la Hablar de Aquellos
2. Cita en Bahía (9-1999). 3. Samba con Tiro-Fijo (101999). 4. Un Águila en la Jungla (11-1999). 5. Volveremos a Hablar de Aquellos Aventureros (12-1999). 6. Por Culpa de una Gaviota (01-2000).
El Mar de Oro Colección Hugo Pratt nº16 89 páginas 11/2004 contiene :
Aventureros (1970). 6. Por Culpa de una Gaviota (1970).
Jungla (1970). 5. Volveremos a Hablar de Aquellos Aventureros (1970). 6. Por Culpa de una Gaviota (1970).
4. Un Águila en la Jungla (111999). 5. Volveremos a Hablar de Aquellos Aventureros (12-1999). 6. Por Culpa de una Gaviota (012000).
Lointaines îles du vent Date de parution : 16/11/2001 Dimensions : 23,1 x 30,5 cm Pages : 88 Siempre un poco más lejos (1917)
Publicada por primera vez en la revista francesa Pif Gadget en Noviembre de 1970 a Julio de 1971. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n). Dentro de la colección Corto Maltés. Titulo original: CORTO TOUJOURS UN PEU PLUS LOIN
Comprende las siguientes historias: I. Cabezas y hongos. II. La conga conga de las bananas. III. Vudú por el presidente. IV. La laguna de los hermosos sueños. V. Abuelos y leyendas.
Contiene: I. Cabezas y hongos. II. La conga de las bananas. bananas. III. Vudú por el presidente.
La lagune des mystères
Colección Corto Maltés, formato unitarios, b y n:
Date de parution : 24/05/2002 Dimensions : 23,1 x 30,5 cm 7. Cabezas y hongos. (2-2000) Pages : 80 8. La conga de las bananas.(3bananas.(3Contiene: IV. La laguna de los hermosos sueños. V. Abuelos y leyendas. leyendas.
2000) 9. Vudú por el presidente.(4-2000) 11. La laguna de los hermosos sueños.(6-2000) 12. Abuelos y leyendas.(7-2000) leyendas.(7-2000)
y las 2 primeras historias de Las Célticas: I. El Angel de la la Ventana Ventana de Oriente (1971). II. Bajo la Bandera del Oro (1971).
Las Célticas - Color Les Celtiques Las Célticas (1917- Date de parution : Colección Hugo Pratt nº11 1918) 28/04/2003 Publicada por primera vez Dimensions : 23,1 x 30,5 cm (2003) en la revista francesa Pif Pages : 104 Gadget entre septiembre de Contiene 4 historias:
1971 y julio de 1972. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n). Dentro
Contiene 4 historias cortas: III. Concierto en Do Menor para Arpa y Nitroglicerina (1972).
de la colección Corto Maltés. Título Italiano: LE CELTICHE .
Comprende las siguientes historias: I. El Angel de la Ventana de Oriente (1971). II. Bajo la la Bandera del Oro (1971). . III. Concierto en Do Menor para Arpa y Nitroglicerina Nitroglicerina (1972). IV. Sueño de una mañana de invierno (1972). V. En el tinglado de la antigua farsa (1972). VI. Vino de Borgoña y rosas de picardía (1972).
Concert en O mineur pour harpe et nitroglycérine, Songe d'un matin d'hiver, Burlesque entre Zuydcoote et Bray-Dunes, Côtes de nuits et roses de Picardie.
IV. Sueño de una mañana de invierno (1972). V. En el tinglado tinglado de la antigua farsa (1972). VI. Vino de Borgoña y rosas de picardía (1972).
Colección Corto Maltés, formato unitarios, b y n: 13. El ángel de la ventana de Oriente (8-2000) 14. Bajo la bandera del Oro (9-2000) 15. Concierto en do menor para arpa y nitroglicerina (10-2000) 16. El sueño de una mañana de invierno (11-2000) 17. Vinos de Borgoña y rosas de Picardía (12-2000) 18. En el tinglado de la antigua farsa (01-2001)
Las Etiópicas (1918)
Publicada por primera vez en la revista francesa Pif Gadget entre agosto de 1972 y abril de 1973. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición b/n). Dentro de la colección Corto Maltés. Título Italiano: LE ETIOPICHE .
Comprende las siguientes historias: I. En el nombre de Alá compasivo y misericordioso misericordioso (1972). II. Un tiro tiro desde las chumberas/El último disparo (1972). III. De otros Romeos y de otras Julietas (1973). IV. Leopardos (1973).
Colección Corto Maltés, formato unitarios, b y n: Sin edición actual en casterman.
19. En el nombre de Alá compasivo y misericordioso (02-2001) 20. El último disparo (032001) 21. De otros Romeos y de otras Julietas (04-2001) 22. Leopardos (05-2001)
Corto Maltés en Siberia (1918/1920)
Publicada por primera vez en la revista italiana Linus entre1974 y 1975. Editado por New Comic, S.A.(Edición b/n). Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición color) Título italiano: CORTE SCONTA DETTA ARCANA.
Corto Maltese en Sibérie (couleur) Date de parution : 23/03/2001 Dimensions : 23,1 x 30,3 cm Corto Maltés en Siberia Color Pages : 128
Corto Maltese en Sibérie
Colección Hugo Pratt nº9
Date de parution : 23/03/2001 Dimensions : 22 x 29,5 cm Pages : 128
Fable de Venise (réédition couleur) Publicada por primera vez Date de parution : en la revista 14/01/1998 Fábula de Venecia - Color italiana Europeo junio a Dimensions : 23,1 x 30,5 cm diciembre 1977. Pages : 128 Colección Hugo Pratt nº6 Disponible en Norma Ed. Fable de Venise (BN) S.A. (Edición color) Dimensions : 22 x 29.5 cm Título italiano: FAVOLA DI VENEZIA Pages : 78 Fábula de Venecia (1920)
La Casa Dorada de Samarkanda (19211922)
Publicada por primera vez en la revista francesa A Suivre y la italiana Linus en 1980. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición color) Título italiano: LA CASA
La maison dorée de Samarkand (couleur)
La Casa Dorada de Samarkanda
Dimensions : 23 x 30.5 cm Pages : 192
Colección Hugo Pratt nº2 (01-1992)
DORATA DI SAMARCANDA.
Tango (réédition couleur) Tango Date de parution : Publicada por primera vez 04/11/1998 Colección Hugo Pratt nº7 en la revista italiana Corto Dimensions : 23,1 x 30,5 cm (03-1999) altese en el año 1985. Pages : 136 Tango ...Y todo a media luz (1923)
Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición color) Título italiano: TANGO.
Les Helvétiques (couleur) Sin edición en Norma
Dimensions : 23.4 x 30.5 cm Editorial actualmente. Pages : 94 Las Helvéticas (1924)
Publicada por primera vez en la revista italiana Corto altese entre Marzo y Agosto de 1987. Editado por New Comic, S.A.(Edición color) Título italiano: ELVETICHE ROSA ALCHEMICA
Mu (1925)
Publicada por primera vez Mû (couleur) en la revista italiana Corto Dimensions : 23 x 30.5 cm altese desde Diciembre Pages : 280 de 1988 a Septiembre de 1991. Disponible en Norma Ed. S.A. (Edición color) Título italiano: MU .
Mu
Colección Hugo Pratt nº3 (011996)
F UE RA D E L A COL ECCI ÓN (N o se tr ata de tebeos sin o de mater ial adicional)
Corto Maltés: La balada del mar salado Novela sobre Corto editada por Muchnik Editores S.A. (1996).
Memorias
Editado por New Comic, S.A.(Edición color)
Las Mujeres de Corto Maltés
Editado por Norma Editorial - Col. Hugo Pratt, 13
La Guía de Venecia de Corto Maltés Pendiente de publicaión en 2005
DVDs sobre Corto Maltés - Divisa Eds
La Balada del Mar salado - Película de animación.
Una abuela veneciana Tenía yo cuatro o cinco años, tal vez seis, en la época en que mi abuela me pedía que la acompañase al Viejo Ghetto de Venecia. Ibamos a visitar a una de sus amigas, la señora Bora Levi, que vivía en una casa antañona. Se llegaba al cuarto de esta señora por una escalera exterior de madera, llamada la "escalera loca", "la escalera de las ratas de alcantarilla", o también la "escalera turca". La buena mujer me daba una peladilla, una taza de chocolate espeso y ardiente y dos bizcochos sin sal que no me gustaban nada. Luego, mi abuela y ella solían sentarse a jugar a las cartas, sonrientes, murmurando frases para mí incomprensibles. Para entretenerme, sólo me quedaba el recurso de pasar minuciosa revista a cada uno de los cien medallones, colgados de la pared forrada de terciopelo rojo oscuro, que me observaban detrás de su óvalo de cristal. Digo que me observaban, porque aquellos medallones contenían viejos retratos de severos caballeros con uniforme de los Habsburgo, o retratos de rabinos con finas trenzas negras y sombreros de ancha ala. Todos parecían mirarme con una insistencia cercana a la indiscreción. Ya un poco violento, iba a la ventana de la cocina y contemplaba desde allí una plazoleta salpicada de hierba y un pozo con brocal cubierto de hiedra. Su nombre: Patio Secreto, llamado Arcano. Para llegar a aquel lugar había que abrir siete puertas, cada una de las cuales tenía grabado el nombre de un shed, demonio de la casta de los Shedim engendrada por Adán cuando éste fue separado de Eva después de su acto de "desobediencia". Cada una de las puertas mostraba al abrirse una palabra mágica: nada menos que el nombre del demonio. Aún recuerdo esos nombres: Sam Ha, Mawet, Ashmodai, Shibbetta, Ruah, Kardeyakos, Na'Amah. Un día, la señora Bora Levi me tomó de la mano y me llevó al Patio Secreto, alumbrando nuestro camino con un menorah, el candelabro de siete brazos. Cada vez que ella abría una puerta, apagaba una vela. El patio estaba lleno de esculturas y de graffiti: un rey armado de arco y flechas ensartando a un dios, un recién nacido, una cazadora también con arco y flechas, una vaca con un solo ojo, una estrella de seis puntas, un círculo trazado en el suelo para hacer bailar en él a una muchacha desnuda, los nombres de los ángeles caídos: Samuel, Satael, Amabiel. La dama judía me hablaba de todas estas cosas y contestaba a mis preguntas. Luego abría una puerta al fondo del patio y me conducía por una callejuela en la que crecía alta la hierba, y que llevaba a otro patio maravilloso. Creí volverlo a ver mucho más tarde, lleno de flores, en una casa de la Judería de Córdoba.
Recuerdo que en el Patio Secreto había una señora muy hermosa, siempre rodeada de niños y de adolescentes que jugaban alrededor de una gigantesca mariposa hecha de trozos de cristal de colores. Era Aurelia, la mariposa gnóstica. La gnosis presentándose a sí misma como fuente inagotable de sabiduría y ofreciendo, en mil reflejos coloreados, lo que desea cada cual. Estas dos plazuelas, unidas por esa callejuela escondida, de nombre "Pasaje Estrecho de la Nostalgia", constituían el centro fabuloso en el que se fundían dos mundos secretos: uno, el de las disciplinas talmúdicas; el otro, el de las disciplinas filosóficas esotéricas judeo-grecoorientales. Todo aquel laberinto de escaleras, callejas, patios y plazuelas se llamaba "Serrallo de las Bellas Ideas", o bien "Serrallo de los Hebreos". En tan espléndido lugar, yo jugaba con niños judíos que lo mismo sabían cantar las cosas de los tiempos antiguos que escalar las tapias prohibidas. Las niñas tenían, además, inquietantes sonrisas que yo leía en sus ojos, a la sombra dorada de los desvanes. Todos ellos fueron los primeros en hacerme descubrir los Abraxas de Basílides y los símbolos pitagóricos, las serpientes en creciente de luna y los dibujos de Menandro y de Saturnino. Fue allí donde, por vez primera, oí los nombres de Simón el Mago, Manes, Orígenes, Arrio, Valentín,Justino, Carpócrates, Epifanio, Tertuliano, Agustín, Hipatia y tantos otros. Fue en ese mundo fascinante donde se me habló también de la Clavícula de Salomón y de la esmeralda de Satán, la cual, según la tradición hermética, se habría desprendido de la frente del ángel del mal para convertirse en el símbolo de la "ciencia maldita" entre los hombres. Al cabo de algún tiempo, mi abuela decidía que ya era hora de volver a casa(nosotros vivíamos al otro lado de la ciudad, en la Bragora) y con verdadero dolor físico me separaba de aquellos misteriosos amigos. Yo era todavía demasiado joven para que mis padres me dejaran salir solo y tenía que esperar toda una semana, a veces más, para volver al ghetto. En el camino de vuelta, pasábamos por el Río della Sensa, en la Madonna dell'Orto, donde se encuentran empotradas, en los muros del antiguo "Fontego degli Arabi", las estatuas de tres hermanos sarracenos: El Rioba, Sandi y Afani. Cuando yo preguntaba quiénes podían ser esos personajes vestidos "a la griega" , mi abuela respondía que eran moros, mamelucos turcos, dándome a entender que aquello era algo de lo que no había que hablar. Después de lo cual, ella iba a jugar un número al "loto", según la cábala veneciana de las loterías. Aquellas preguntas sin respuesta acerca de turcos, sarracenos y árabes excitaban mi curiosidad hasta el punto de llevarme a pedir explicaciones a los muchos miembros de mi familia. Así me enteré de que los Genero, por parte de mi madre, procedían de la ciudad española de Toledo, y eran de origen judeo-sefardita, convertidos al cristianismo a raíz de las cruentas persecuciones de 1390, en España. Los Genero tenían lazos de parentesco con los Toledano, los Greggyos y los Azim; estos últimos eran sopladores de vidrio bizantinos en Murano. En la familia se hablaba a menudo de mercaderes o de espías árabes llegados a Venecia en busca de lo que los piratas venecianos les habían quitado. Se puede decir que esto era incluso un tema cotidiano entre nosotros. Me acuerdo de que, un día, uno de mis tíos me llevó a una plazoleta escondida muy cerca de San Marsilian y me enseñó un murciélago de mármol verde en un nicho de alabastro. Me explicó que era el símbolo de una secta de
aventureros sarracenos relacionada con los Templarios y los Caballeros Teutónicos. Fue pasando el tiempo. Empecé a ir solo al ghetto, y frecuentaba cada vez con más asiduidad a los amigos que vivían en las dos plazuelas y también sus casas. Después, los acontecimientos me llevaron a Africa. En Etiopía, en Addis Abeba, encontré el mismo ambiente veneciano en la comunidad greco-armeno-judeo-egipcia. En las bibliotecas de Debra Marcos, Debra Ghiorghis, Debra Mariam, en los libros y en las representaciones coptas de la reina de Saba y del rey Salomón, descubrí que siempre están las siete puertas secretas en la vida de los hombres que quieren saber. Vi que las fórmulas mágicas son siempre siete, que los diablos son siempre los mismos, los libros ocultos se parecen mucho y que los ángeles caídos son algo más numerosos. En la literatura copta se hallan historias antiguas con aditivos apócrifos. Mis nuevos amigos de Africa oriental, un poco más viejos, me contaban historias maravillosas sobre los viajes de Enoch y los Jardines del Edén. Las muchachas tenían la misma sonrisa inquietante que las niñas del ghetto, pero los ojos de mayólica de las unas eran muy diferentes de los ojos venecianos de las otras. Llegó la guerra y pasé algún tiempo en Dancalia y en el Ogadén, entre camellos y contrabandistas. Un camellero dáncalo me enseñó que para entrar en el Al-Jannah al-Adn, el jardin del Edén, hay que abrir siete puertas en el desierto, y que para eso hay que conocer los nombres de los siete ángeles terribles de la tribu de los Shaitans, o bien ir acompañado de un poeta que tenga una llave de oro debajo de la lengua. Luego, un árabe eritreo me informó de que el Adriático se llamaba Giun Al-Banadiqin, el "Golfo de los Venecianos" y de que los egipcios denominaban a Venecia Al-Bunduqiyyah. Cuando regrese a Italia, aún no había terminado la guerra: las casas del ghetto de Venecia estaban cerradas, y. los judios que habían huido de ellas se escondían en casas de venecianos. Por la noche, en voz baja, se contaban otra vez antiguas historias hispanoárabes, se hablaba de la ciudad cabalística de Safed en Palestina, donde se encontraba la tumba de Simón Ben Yohai, a quien se le atribuye la autoría del Zohar, el "Libro de los Esplendores. De nuevo, los días de fiesta, yo comía los bizcochos sin sal que no me gustaban. Acabó la guerra. Desde entonces voy y vengo por el mundo, casi sin rumbo. Pero siempre acabo volviendo a Venecia. Me paseo por sus callejuelas, cruzo los canales, me detengo en los puentes y me doy cuenta de que, en las orillas, ya no se ven esos cangrejos que, por la tarde, holgazaneaban al sol. Hace mucho que desaparecieron. Busco los lugares que conocí de niño, pero muchas veces no los reconozco. Ya no existe la "escalera loca", ni tampoco esta la señora Bora Levi. Las ventanas de su casa aparecen tapiadas: es otro sitio. Mis preguntas quedan sin respuesta, bien porque los jóvenes no saben, bien porque los viejos no se quieren acordar. Un día, encontré el nombre de la vieja señora judía que me daba la peladilla y la taza de chocolate ardiente, grabado en una placa de mármol junto al portal de la antigua Schola Española, con los de otros judíos deportados que no volvieron al final de la guerra. Estos nombres no son muy numerosos, pues Venecia escondió sus judíos. Los escondió en sus " Patios secretos", en sus "Arcanos". Patios ocultos aún hoy detrás de celosos muros, cuyos
números cambian ante la mirada demasiado insistente de un profano. Quedan los nombres vetustos que se van borrando en sus grandes rectángulos blancos orlados de negro, como esquelas mortuorias, y los gatos atigrados que parecen plantear una adivinanza y sugerir que todo está allí, como antaño. Se trata de querer buscar. Desde el otro lado del Ponte Ebreo, se puede llegar a las tabernas donde todavía se juega, con las antiguas cartas árabes, a la sarracena, a la mahometana, a la bella judía. Juegos de oriente y de España. Los judíos sefarditas habían conservado sus cartas, y las viejas llaves de las casas españolas en los marcos de las puertas venecianas. Como una promesa para la diáspora debida a la Inquisición española. También en mi casa había una llave española de Toledo; me la dejó en herencia mi abuela, a la vez que su fatalismo irónico y que un juego de cartas árabes, que seguramente son mágicas. En la Fondamenta que va hacia la Madonna dell'Orto y San Marsilian, hay un palacio con una cruz teutónica, una rosa y un camello de piedra. A mucha gente, esto no le dirá nada; pero, cuando se es veneciano de corazón, se comprende enseguida que detrás de un símbolo teutónico se esconde seguramente un enigma; un rosal que se enrosca en torno a una cruz vendrá a añadir misterio. La presencia de un camello acabara de seducir del todo el alma de un veneciano, infinitamente inclinada hacia cuanto suponga intriga.
HUGO PRATT
La balada de Corto Maltés Ivan Pintor El presente artículo da cuenta de algunas reflexiones surgidas en torno a Corto Maltés, el personaje de historieta creado por Hugo Pratt, m erced al curso El Arquetipo Masculino en la Historia de los Géneros Cinematográficos, impartido por la Dra. Núria Bou, dentro del programa del Doctorado en Comunicación Audiovisual dirigido por el Dr.Josep M.Baget i Herms.
La historia comienza cuando un marinero de Cornualles desembarca en Gibraltar y conoce a una hermosa gitana de Sevilla. Y prosigue en la ensenada de La Valeta. Una casa de patio porticado y enrejados de hierro, entre St.John Street y Kingsway, asiste al nacimiento del hijo de ambos la mañana del 10 de julio de 1887. Del padre, se dice que desapareció frente a la costa chilena de Iquique, que dio con sus huesos en Adelaida tras una turbia reyerta, o aún que fue asesinado en el río de las Perlas. La madre, sin embargo, tomó casa en la Judería de Córdoba para criar al pequeño. Sus primeros juegos frente al Guadalquivir menudearon con la instrucción del rabino Ezra Toledano. Un día, junto a la Mezquita, una amiga de su madre se encaminó hacia el muchacho, a la sazón casi un adolescente, para echarle la suerte. Cuál no sería su sorpresa al comprobar que carecía de línea de la fortuna. Sin dudar, el chico corrió a su casa en busca de la navaja de afeitar que fuera de su padre. Y con ella trazó una línea sobre la palma de su diestra. Poco después, Toledano se lo llevó a la
escuela judía de La Valeta. Corto Maltés -así se le conocía- apareció cinco años más tarde, en 1904, en pleno enfrentamiento ruso-japonés en Manchuria, acompañado por el entonces joven periodista Jack London; a los 26 años fue rescatado en el Pacífico tras haber sido atado a unas maderas y arrojado al mar por una tripulación amotinada. Y desde entonces y durante el primer cuarto de este siglo, erró por más puertos que cualquier otro aventurero. La muerte de Hugo Pratt en agosto de 1996 privó a su personaje, Corto Maltés, de un final que le hubiera acechado en las tierras aragonesas asoladas por la Guerra Civil, junto a las Brigadas Internacionales. Ese último viaje del veneciano dejó también una biblioteca de más de 35.000 volúmenes en Lausana. A todas esas páginas, a sus incansables viajes y a las tertulias con amigos entre los que se contaron Dizzy Gillespie, Arlt, Octavio Paz o, circunstancialmente, Borges y Lugones, cabe agradecerles las correrías del maltés. Pratt dijo ser "un novelista, un tipo que hace literatura, un fabulador que escribe con dibujos" . Su más despojado manejo de las imágenes se apoyó primero en los guiones de Héctor Oesterheld, pero sobre todo en sus propios relatos, nutridos de la lectura insaciable de Stevenson, Conrad, Hawthorne, Zane Grey, Fenimore Cooper, Jack London, Ridder Haggar, Dumas, François Villon, Henry de Vere Stacpoole o Somerset Maugham. Corto Maltés cristaliza la exploración en el diseño de caracteres que Hugo Pratt realizó desde Ernie Pike a Cato Zulú pasando por Tipperary O'Hara, Simon Girty, Jesuita Joe o el mismo Saint-Exupéry. Éste, protagonista del último álbum que dibujó, exhibe a las claras una de las primeras reflexiones a las que induce el género de aventuras. Su raigambre literaria requiere atender a fronteras permeables acotadas a partir del criterio testimonial o documental. Esto es, el gérmen de la crónica de viajes de Marco Polo o González de Clavijo dista de la voluntad que anima el Erec y Enide de la materia de Bretaña o los relatos de London o Stevenson. Las correrías del marino maltés se abrevan en una plétora de fuentes, entre las cuales no reviste la menor enjundia la paridad entre aventura y geografía tan cara a la expansión imperialista del siglo XIX, cuyos ecos restallan sobre la infancia de Pratt en Etiopía y sobre sus forzados alistamientos primero en la policía colonial mussoliniana y, durante la IIª Guerra Mundial, en las filas del Ejército Alemán, de las que desertó para unirse a los aliados. Ni la polémica elucidación de la crónica de viaje o del género de aventuras ni los procelosos cauces biográficos de Hugo Pratt pretenden ocupar estas líneas. No obstante, ponderar la fecundidad de una aproximación arquetipológica a su obra precisa sopesar ambos aspectos. La profusión de culturas, lenguas y geografías con las que convivió el narrador veneciano así como su instrucción en la Cábala, el Tarot y otras tantas disciplinas esotéricas ligadas al uso de imágenes arquetípicas confieren un particular interés a la lectura de su obra desde la gramática de las estructuras figurativas que subyacen al Imaginario Simbólico propuesta por Gilbert Durand. Un acercamiento groseramente simplificador revela en las historietas de Corto Maltés la prominente actualización de la tensión entre la impermanencia de lo representado y la permanencia de un sentido latente vinculado al uso de esos arquetipos y resuelto en un caudal de recursos narrativos y gráficos. En los orígenes de Corto se concitan circunstancias como la ausencia del padre, el exiguo legado de un ejemplar de La Isla del Tesoro de Stevenson, o la genealogía materna que emparenta al maltés con La Belle Zélie retratada por Ingres. Pero es la resuelta incisión de la línea de la fortuna la que suscita una iniciación que, según Jung, se hace imprescindible
para cualquier héroe. Corto subsana su inusitada carencia con un filo que hace brotar su sangre al hendirse sobre la palma de la mano. Con ello, no sólo toma las riendas de su fortuna, sino que también accede a la aceptación de Cronos. Lo hace asimilando los ciclos temporales, ligados a lo que Durand denomina régimen nocturno y, a la par, una constelación de representaciones antes nocturna y femenina que diairética. Esto es, las aventuras del maltés revisan infinidad de relatos construidos en torno a la arraigada representación de lo masculino, afín a esquemas ascensionales, verticalizantes, uranianos y purificadores surgidos de una matriz antitética con respecto al régimen nocturno del Imaginario Simbólico y a los rostros del tiempo durandianos. Sin embargo, la reformulación de todos ellos observa la dominante del régimen nocturno y eufemizador de dichos rostros. La búsqueda se troca en delectación por el camino; las concretas ubicaciones espaciales en subrayada temporalización. Los depurados trazos de Pratt y la suspensión del relato en favor de silencios y juegos de miradas recuerdan la conciliación de sensualidad y abstracción en el tratamiento del tiempo de maestros de la escritura visual como el cineasta Yasuhiro Ozu. Sin embargo, esa demora sensual no lastra el relato. Al contrario, lo sumerge en una dialéctica de modelos de representación que lo enriquece y provoca nuevas vías en una estética que afloró de la tinta de Milton Caniff. Pero el itinerario de Corto Maltés observa dos iniciaciones. La primera se abre a la fortuna al labrar un tajo que, siguiendo a Durand, se entronca con las imágenes del surco vaginal; la sangre aflorada añade un acervo de significados que exigiría más prolijo análisis. Y esa cisura la ocasiona una navaja, antítesis de la herida feminizada e isomorfa de la espada, uno de los tres arquetipos básicos en virtud de los que Durand establece su dialéctica de regímenes: el cetro-bastón, la espada, la copa y la rueda-denario, conforme a la clasificación de las cartas en los juegos de naipes y, en especial, en el Tarot. La segunda iniciación se corresponde con la aparición real del personaje en las viñetas de La Balada del Mar Salado, prohijado más por la sensibilidad de Conrad y Stevenson que por la de Defoe. La línea trazada le alumbra en una mar por fortuna sorda, quemado por el sol y amarrado a unos maderos en forma de cruz. Y no cabe olvidar cómo enceta Pratt su Balada: "Soy el Océano Pacífico y soy el más grande....". Ya no es Ismael, sino que son las aguas las que tienen el verbo. Así, si a la primera de las iniciaciones le subyacía la síntesis de lo diurno, masculino y separador -navaja- con la estructura femenina de la herida; la segunda concilia el arquetipo efracto de la cruz con el supremo tragador ictiomorfo, antífrasis de la feminidad fatal. Nunca la dominante es diairética en la relación de las aguas con la luna -epifanía dramática del tiempo para Durand- en los relatos de Corto Maltés. Así la curiosa confusión del astro femenino al principio de La Casa Dorada de Samarkanda, las dos lunas parlantes de Tango...Y Todo a Media Luz , o su sorprendente ausencia en el relato más decididamente onírico del marino, Las Helvéticas, reverso catamorfo y carrolliano de una búsqueda griálica iniciada en la morada de Herman Hesse y en compañía de un extraño avatar del caballero Klingsor. La aceptación de los ciclos y la sensualidad de la demora acompañan a un aventurero cuyo comportamiento se acomoda a una muy particular asimilación del código de honor militar en que Pratt se formó. Meditativo, con su incisivo perfil fumando un purito Tre Stelle y su aparente pasividad femenina, Corto Maltés llega a Siberia para robar un cargamento de oro, a Irlanda para vengar a su difunto amigo y miembro del IRA Pat Finnucan y volar un cuartel del ejército inglés, al Kafiristán para usurpar el Gran Oro, sol mítico oculto en una montaña y protegido por la divinidad persa Ariman, o a Buenos Aires para vengar a toda
costa el asesinato de Louise Brookszowyc -Tango...-. El maltés, en virtud de los isomorfismos señalados así por Mircea Eliade como por Gilbert Durand, asume el rol de héroe atador , pero capaz asimismo de recurrir a las armas propias del imaginario diurno para enfrentarse abiertamente a los peligros que le acechen. Justifica, por ende, su afán errático en la persecución y pillaje de tesoros que jamás consigue o en la venganza y se acompaña únicamente de Rasputín, un asesino compulsivo sin el menor escrúpulo y con un turbio sentido del humor. Esa búsqueda que Corto sabe infructuosa concilia la sublimación del objeto motivador con el cinismo eufemístico de una conciencia horizontal y no ascensional del viaje. Si, por otra parte, Denis de Rougemont asegura que el amor feliz carece de historia, la del marino se revela nutrida. A la interpelación de su amiga Esmeralda, una prostituta, acerca de si ha estado enamorado, responde con forzado tono crepuscular que hace demasiado tiempo de eso. Una miríada de personajes femeninos -Pandora Groovesnore, Lady Rowena Welch o Banshee- cuyo estudio resultaría tan fructífero como el de Corto Maltés median en su andadura, pero Pratt huye del happy end que hubiese asegurado tanto el cine clásico como las historietas de la Época Dorada de Caniff, Noel Sickles, Coulton Waugh o Frank Robbins. Un erotismo difuso dimana de esa pasividad de Corto, que siempre desaparece tras haber cambiado el curso de los acontecimientos. Pratt utiliza taciturnos patrones masculinos del género negro y redibuja el carácter del Pat de Terry and the Pirates o de Jonhy Hazard para construir un personaje desengañado, anarquizante y romántico en el sentido menos devaluado del término, pero no tan ácido como el teniente Koïnsky de Los Escorpiones del Desierto, una serie que Pratt desarrolló a la par que los álbumes de Corto Maltés. La extensión no recomienda abundar en la prodigalidad de isomorfismos y la aplicación de la gramática de Durand a las historietas de Hugo Pratt, tanto más fértil cuanto debiera sustentarse en las pertinentes referencias gráficas. Sin embargo, sí que cabe insistir en la necesidad de estudiar la constitución del personaje en relación a los códigos genéricos que interfieren, e insistir también en la conveniencia del propósito que Durand plantea de adoptar una perspectiva antropológica a la que "nada de lo humano debe ser ajeno" desde un pluralismo de racionalidades bachelardiano. El propio Durand resume magistralmente su propuesta al señalar que "En definitiva, el Imaginario no es más que este trayecto en el que la representación del objeto se deja asimilar y moldear por los imperativos pulsionales del sujeto, y en el que, recíprocamente, como lo demostró magistralmente Piaget, las representaciones subjetivas se explican por medio de las acomodaciones anteriores del sujeto al medio objetivo". Las representaciones afines a este marino de malversados
romances y ajeno a los espejos demandan una búsqueda, en cuyo extremo se halla Hugo Pratt. Y con él sus conocimientos de ávido lector, su trazo conciso y sobre todo, su vida y su rostro, el que regaló al marino maltés, iniciado en Córdoba y alumbrado de nuevo en el Pacífico. BIBLIOGRAFÍA -Pratt, Hugo, (la totalidad de los álbumes de Corto Maltés están publicados en español por las editoriales Editorial new Comic, S.A. y Norma Editorial S.A). -Caamaño, Mª Ángeles y Fátima Gutiérrez, Entrevista a Gilbert Durand. El Bosque. Enero-Abril de 1993. Diputación de Huesca-Diputación de Zaragoza (Cultura, Turismo y Deporte).
-Durand, Gilbert, Las Estructuras Antropológicas de lo Imaginario. Introducción a la Arquetipología General. Trad. de Mauro Armiño. Taurus Ediciones S.A., Madrid, 1981. -Apuntes del curso El Arquetipo Masculino en la Historia de los Géneros Cinematográficos. Dra. Núria Bou. Curso 1997-1998. Programa de Doctorado en Comunicación Audiovisual (Dir: Dr. Josep M. Baget i Herms).
-Historia de los Comics. Dirección: Javier Coma / Producción: Josep Toutain. Toutain Editor, Barcelona, 1982.
Hugo Pratt ha fallecido pero nos queda Corto El homenaje de Umberto Eco Artículo publicado en l'Espresso, el 4 de septiembre de 1995, y reimpreso en la revista mensual A Suivre, número especial de septiembre de 1995.
El pasado Domingo por la noche encendí la televisión y me enteré que Hugo Pratt había muerto. Era amigo mio aunque raramente nos vieramos y mis diversos artículos a su persona lo avalan. De hecho tengo la sensación de que todo lo que pudiera escribir ahora ya lo he dicho antes, pero no es necesario ser original a cualquier precio cuando se recuerda a un amigo fallecido. Mi contribución se parecerá a un "cocodrilo", y pienso que él apreciaría éste término técnico mediante el cuál los periodistas italianos designan a la necrológica preparada sobre la vida de una celebridad en cuestión, ya que él mismo era un animal exótico, evocador de ríos de sueños o de sabanas, bajo el sol de los trópicos... Pratt no tardó en convertirse en un personaje de culto. Hará una veintena de años el serio investigador, riguroso, rebosante de fórmulas matemáticas y de referencias kantianas, Jean Petitot dió una conferencia en Bolonia. Conversando con él mencioné por casualidad que Pratt se encontraba en un hotel del centro. Su cara se iluminó repentinamente: ¿Podría llegar a conocer al gran Pratt? Un poco como si se tratara de Corto Maltés en persona. Fuimos a ver a Pratt y pasamos una agradable velada en el bar del hotel . Petitot estaba encantado. Pratt ya era entonces un mito en toda Francia. Un periodista habló conmigo unos minutos después de la difusión de la noticia y con la emoción del momento no pude decirle que Pratt había sido "el Salgari de nuestro siglo", acerca de esto: Hay una curiosa diferencia entre los grandes escritores (aquellos de los que comúnmente se dice que escriben bien) y los creadores de mitos cuyo nivel de escritura puede ser más mediocre. Dumas está entre ambos tipos: Los Tres
Mosqueteros están
escritos con un estilo seco y preciso pero demasiado abigarrado. Claro está que no es En busca del tiempo perdido, pero es que de haber estado escrito en el mismo estilo se habría hecho poco menos que insoportable (y vice versa). (...) Todos parten de unos mismos arquetipos, el del Eterno Justiciero, cuyo prototipo es el Conde de Montecristo. Se pueden crear arquetipos escribiendo a vuelapluma (hasta cabe preguntarse si un relato ha de ser necesariamente una cuestión de literatura... - mientras que el concepto de la literatura es bastante moderno, el del mito es eterno).
(...) Al contrario que Salgari, Hugo Pratt escribía bien. La Balada del mar salado quizás brilla, reluce y destaca porque Pratt "escribía" en viñetas. El placer de las palabras y las imágenes se renuevan cada momento. Los errores son raros o inexistentes pero yo distinguiría a un primer Pratt de estilo un poco cargado, de un segundo Pratt (para mí el mejor) más profundo y estilizado, y un tercer y último Pratt donde predominan la estilización y la simplicidad del dibujo (el estilo dominado por sí mismo). De todas maneras al menos dos generaciones de este siglo recordarán los grandes mitos creados por Pratt. Un formidable narrador además de dibujante (pero ¿hubiera sido tan gran narrador sin ser dibujante?) que era comprensible para todos a pesar de su gran cultura donde afloraban las referencias literarias, mitológicas, etnográficas... era un artista completo. Yo voy a terminar con una anécdota (que me parece que ya he contado). En una exposición de Pratt en Milán, lo encontré en la terraza Martini y le presenté a mi hija, por entonces una niña, pero ya lectora atenta de sus historietas. Ella me susurró en la oreja que Pratt era Corto Maltés. Sólo un niño es capaz de decir que el rey va desnudo. Corto Maltés es longuilíneo, delgado, atlético, de un tipo del "art Nouveau", virilmente afeminado. Pratt era más bien pequeño, rechoncho, con tendencia a engordar, de semblante grave.
Retrato de un marino adolescente La primera alusión a Corto Maltés figura dentro del libro Port-Arthur del almirante Nagumo, en la documentación anexa publicada en las ediciones Fayard, en Paris 1913. El texto es el siguiente: "Al almirante Nagumo: debe tener las más severas medidas de seguridad y vigilancia con respecto al escritor norteamericano prisionero Jack London, que durante sus actividades como corresponsal de guerra en primera linea en Port-Arthur su comportamiento ha ocasionado diversos problemas, asi por ejemplo cuando expresa, sin la menor moderación, sus opiniones sobre el círculo de nuestros oficiales, entre los cuales cuenta con varios amigos. La actitud de London es incalificable: no contento con
estar fijado en sus ideas socialistas, por otro lado muy patentes en su obra literaria, él defiende además la presencia norteamericana en el Pacífico. En la medida en que esto constituye un obstáculo a nuestra legítima expansión. Él sostiene que tarde o temprano, Japón y los Estados unidos se enfrentarán inevitablemente en guerra para asegurarse el control del inmenso mercado chino. La ambigüedad de su comportamiento nos lleva a no ver en él más que un escritor aventurero, y no un agente secreto como pretenden ciertas declaraciones de otros corresponsales extranjeros. Un último y grave incidente, que causó la muerte a uno de nuestros oficiales, ha inducido al comandante del frente a decretar la expulsión de London fuera de la zona de combate. Entre sus amigos había un joven marino, seguramente italiano, que viajaba con un pasaporte británico. Su nombre es Corto Maltés y, a pesar de su edad, poseía numerosas relaciones dentro de las milicias china y manchú. Nosotros creemos que es un agente inglés, dado que sus datos corresponde a los de un grumete que tomó parte activa en la batalla de Pekín, en 1900, cuando la revuelta de los Boxers.Visto que nosotros le consideramos potencialmente peligroso para nuestros intereses, recomendamos que se pasen sus comunicados a través de los militares de nuestras embajadas". Mayor Ukeda. Responsable de la Información militar del frente Port-Arthur, 1905."(Archivos generales de Kempeïtaï. Servicio de información militar de Japón) (1). Hay otra referencia perfectamente documentada que evoca, aunque con posterioridad, un periodo anterior al referido en el artículo de Port-Arthur. En concreto, se puede establecer que Corto figura dentro de uno de los dos libros de recuerdos escritos por Joseph Conrad. El Capitán de la marina mercante británica, y ex polaco Téodor Konrad Korzeniowski escribió en A Personal Record , por entonces ya era un autor de renombre internacional: "Durante mi último año de navegación, yo comandaba el Osborn, un navío que realizaba la ruta Australia-Inglaterra. Me costó mucho decidirme a dejar mi vida de hombre de mar. Como todos los ancianos hice lo imposible por comunicar a otro todo cuanto sabía. Un joven marino de origen maltés se convirtió en mi atento discípulo - éste joven poseía la astucia para no intentar más que comprender el mundo en lugar de cambiarlo-, sus consejos y opiniones me convencieron para que redactara mis memorias en forma de relatos. Los años pasaron, este muchacho habría de llegar a ser uno de los mejores marinos que jamás haya conocido, además de un excelente amigo." (2) Su relación con James Joyce es más tardia. En 1909, el escritor irlandés vivió en Trieste. Corto, avisado por la carta de un amigo común, el sindicalista Connaly, va a acompañar todas las tardes a este hombre delicado, miope y tímido, incapaz
de un propósito vulgar ante una dama, y le incita a recorrer los burdeles en su compañía. El cuarto documento que tengo sobre la juventud de Corto relata un hecho poco conocido de la biografía de su amigo John Reed. "En 1910, Corto era oficial de segunda en el S.S Bostonian, una embarcación reservada al transporte de ganado entre Boston y Liverpool. En el curso de uno de sus viajes, dos estudiantes norteamericanos, Reed y Pierce, se enrolaron como grumetes. Debido a la dureza del trabajo el segundo desertó, prefiriendo realizar la travesía en un barco de línea. Pero su desaparición, de la que no se dan cuenta hasta llegar a alta mar, le vale a John Reed la acusación de homicidio, dado que, en la cabina que compartían se encuentra la documentación y el dinero de Pierce. Corto no paró hasta que Reed le explicara cómo habían sucedido de verdad los hechos. Al momento moviliza por medio de los navios más rápidos a sus amigos en Inglaterra, aunque John Reed habrá de comparecer frente a la corte de Manchester para responder del asesinato. Corto pudo traer a la sala del tribunal al señor Pierce en persona aunque era contrario a dar la cara. Para el severo capitán del Bostonian, la confusión se transforma en ridículo, y Reed queda en libertad. En cuanto a Corto, la aventura le cuesta a la vez su empleo y el entrar a formar parte de la lista negra, de la "mafia", de los capitanes. Pero él gana un amigo. Deja de navegar en barcos yankees para lanzarse al tráfico de contrabando entre las Antillas y Brasil. (3) Hugo Pratt dejó, dentro de sus trabajos de investigación sobre la biografía de Corto Maltés publicado en la revista (A SUIVRE) (nos 51,52 y 53) y en L'Eternauta, (nos 1-9), un capítulo en el que reconstruye una parte de la juventud del marino maltés basándose en los recuerdos de Jack London. Éste capítulo es de gran importancia para los entusiastas de la saga, porque cuenta en ella el nacimiento de la gran amistad entre Corto y Rasputín iniciada en Manchuria en 1905 y que tendrá su apogeo 17 años más tarde cuando Corto arriesgue su pellejo por salvar al excéntrico siberiano de una prisión en Samarkanda. El año 1905 fue un año decisivo para la civilización europea (si se puede llamar civilización a la venida del fascismo, el stalinismo y de los campos de concentración). Durante todo el siglo precedente el Hombre Blanco, exaltado por Kipling, había avanzado a su mayor grado de expansión comercial a escala mundial denominada colonialismo. Pero en 1905, dos hechos importantes van a significar el final del Viejo mundo: la derrota de los Rusos Blancos por los japoneses y la insurrección de Odessa. A partir de estos dos acontecimientos el mundo va a cambiar, y nosotros tenemos en Corto Maltés un testigo de excepción. Hugo Pratt nos da un relato donde la figura central es Jack London. En medio de esta peligrosa aventura nos cuenta el encuentro entre Rasputín y
Corto. Ésta Historia se construye como una pequeña anécdota en la que Pratt cuenta de manera privilegiada el retrato de los personajes junto a la descripción del entorno mientras transcurre la acción. El marino adolescente se nos presenta al final de esta primera parte del relato con unas dosis de imperturbabilidad y de sentido común poco comunes en un joven de su edad. Finalmente todo el lio entre London y Sakai no será más que un globo que se irá desinflando a causa de un estado mayor japonés poco preocupado en crear un conflicto ante la prensa internacional. Pero generalmente cuando surge un problema en el que se está personalmente implicado se tienden a ignorar aquellas circunstancias susceptibles de resolver la situación aunque sea para el bien de uno mismo.Sakai en su orgullo violento y London en su desapego olvidan que no son libres de moverse a sus anchas y se resisten a aceptar las reglas de juego establecidas por sus superiores. Para completar el retrato de Corto adolescente el autor presenta en primera plana a otros personajes a través de los cuales y de lo que cuentan nos provee de información sobre la personalidad del marino de Malta. El asesino Rasputín , con su particular sentido de la amistad, se cruza en la vida de Corto Maltés para pasar a formar parte de ésta para siempre (4) como se verá cuando Corto arriesgue su vida para liberarle de La casa Dorada de Samarkanda. Además refleja en el retrato de estos tres jóvenes las principales características de la personalidad de Corto: una aparente indiferencia que le transforma en estoico, con sentido común, un tipo muy convincente y hábil en las relaciones, para Corto la amistad es una de las pocas cosas que cuentan y el hará amigos hasta en el infierno. Gráficamente, Pratt continúa componiendo sus viñetas dentro de su tradicional estilo, simplificando las líneas y usando las sombras para dotar de volumen. Pratt es Pratt y, para mí, el mejor narrador de cómic que hay. Su sentido del equilibrio, el empleo de planos "mudos" junto a secuencias activas o explicativas, son una auténtica maravilla descriptiva, así es la primera página que comienza el libro. Su talento narrativo se asemeja a una película de John Ford. Las historias que cuenta cautivan desde el comienzo y él muestra especial cuidado a la hora de definir los personajes secundarios, que dan consistencia y credibilidad al relato. Además cabe subrayar un hecho importante: antes de narrar una historia, Pratt estudia la Historia a fondo y, a continuación, se esfuerza por hacer pasar toda la información de la manera más breve y directa posible a fin de que, en la lectura, todas las piezas encajen. La presente aventura de Corto entra en escena, entre rusos y japoneses, en un momento en que el conflicto toca a su fin, un enfrentamiento que no sería comprensible si un periodista no hiciera alusión al hecho de que el general Kouropatine persiga a la resistencia con sus tropas a la vez que el resto de las
fuerzas rusas ya ha aceptado el alto el fuego. No importa que un autor de cómic omita esta explicación como superflua para centrar la relación únicamente en sus personajes principales. Pratt no, el sabe que la "realidad" del relato no es posible más que cuando se dan todas las claves, y ésta es la verosimilitud que volverá creíble toda la saga de Corto. Juan Antonio de Blas (1) Hizumi Nagumo, Port-Arthur, Paris, 1913, pp 464 ss (2) Joseph Conrad, A Personal Record, Flight Books, Londres, 1924, p262. (3) Hugo Pratt y Juan Antonio de Blas, La saga di Corto Maltese. (4) Rasputín, octogenario vivía en Diciembre de 1960 en Barbados: finalmente lo consiguió, llegó a ser millonario y propietario de una isla. Sus recuerdos, en los que Corto aparece constantemente, fueron recogidos por Cain Groovesnore y, por suerte, recopilados por Hugo Pratt. El total de estas memorias permanecen inéditas.
Documentos referentes a Corto Maltés Documento número uno AI Almirante Nagumo: Respecto al escritor norteamericano Jack London se han mantenido las más estrechas medidas de vigilancia, durante su actuación como corresponsal de guerra en la primera línea de fuego en Port Arthur. Su actitud ha causado varios problemas, dado que expone sus opiniones sin el más mínimo reparo en los círculos de nuestros oficiales, entre los que cuenta con algunos amigos. London resulta un personaje inclasificable, no se recata en pregonar sus ideas socialistas, cosa fácilmente detectable en su obra literaria, sino que además defiende la presencia de Estados Unidos en el Pacífico precisamente como dique a nuestra expansión. Afirma que entre Japón y U.S.A. surgirá, antes o después, una guerra a propósito de la hegemonía sobre el inmenso mercado chino. Su ambigua actitud nos inclina a creerle simplemente un escritor aventurero y no un agente secreto como indicaban algunas denuncias de otros periodistas extranjeros.
Entre las amistades de London se cuenta un joven dinero, seguramente italiano, que viaja con pasaporte británico. Su nombre es Corto Maltés y cuenta con numerosas relaciones entre la población china y manchuriana a pesar de su juventud. Creemos que se trataría de un agente inglés, pues sus señas coinciden con las de un grumete adolescente que tuvo activa participación en los combates de Pekín durante la rebelión de los «Boxers» hace cinco años. Solicito que los datos sobre Corto Maltés sean enviados a los agregados militares de nuestras embajadas ya que le consideramos potencialmente peligroso para nuestros intereses. Mayor Okeda, oficial responsable de información militar en el frente de Port Arthur. 1905. (Del archivo del Kempetai, servicio secreto militar del Japón)
Documento número dos Excelentísimo Señor Embajador Oblomov: Referente al ex-súbdito del Zar que ahora firma como Joseph Conrad, se trata de un noble polaco que ha estado en relación con los círculos antirrusos del exilio. Se ha retirado como capitán de la Marina Mercante Británica y establecido como escritor independiente en la campiña de Dorset. Creemos que está en relación con los exilados socialistas a través de un marino de origen inglés llamado Corto Maltés. Este joven ha navegado con el capitán Conrad y les une una gran amistad. Sería conveniente que se abriese un dossier a este Corto Maltés. Los indicios le señalan como agente de los terroristas socialistas. Ivan Krilenko, delegado de la Okrana en la embajada de Londres. 1909. (De los archivos de la Okrana, policía política zarista, abiertos a la prensa en 1919 por orden de Lenin)
Documento número tres Señor Secretario de Estado. Lamento informar que toda nuestra operación en la costa caribeña de Mosquito ha fracasado. La insurrección nacionalista ha triunfado y en los combates hemos perdido a un oficial de «Marines», diez soldados y un encargado de operaciones
especiales de la embajada. Los informes señalan como responsable de nuestro fracaso a un tal Corto Maltés, al que creemos agente de la internacional anarquista. Necesitamos permiso para la liquidación física de este revolucionario dado que viaja con pasaporte español y su desaparición podría dar motivo a un incidente internacional, dada la poca simpatía que nos tienen los diplomáticos españoles. A. W Dulles. Responsable del servicio de información U.S.A. en el área del Caribe. 1915. (Documento de los archivos de Pandora Groovesnor, la mundialmente famosa antropóloga, autora de «La vieja huella de los dioses>>.)
Documento número cuatro AI Lord del Almirantazgo Winston Churchill: En cuanto al aventurero Corto Maltés hago constar que su actuación ha sido muy favorable en nuestra operación de captura de Durbán. Su valor sería acreedor de la máxima recompensa militar, pero dado el carácter individualista del marino propongo se le entregue una fuerte cantidad en metálico. Acompaño los informes de su actuación para los archivos del servicio. Han sido visados por el teniente coronel Lawrence y el responsable de operaciones en Arabia Saint-John Philby. Tengo la desagradable obligación de comunicarle que nuestro agente local, designado en código como «El Oxford», cayó en acción durante la rebelión antiturca de Durban. Lamento ser yo quien le informe por la gran amistad que le unía con el fallecido. Capitán Harold Alexander, oficial ejecutivo del I.M.5. en Oriente Medio. 1918: (Del archivo privado de Sir Winston Churchill.)
Documento número cinco Informe interno. G-2. Para el Director General: Creo poder afirmar con total seguridad que Corto Maltés es un agente de la Internacional Comunista. El primer informe que le señala dentro de las actividades antiamericanas nos fue facilitado por el señor Lane Wilson, embajador U.S.A. en México durante el régimen del presidente Madero. El señor embajador localizó, a través de sus
informantes, a Corto Maltés en el cuartel general de los insurgentes en las montañas de Morelos. El general subversivo Zapata le tenía gran amistad y parece que el marino fue el encargado de facilitar contactos y armas. Le acompañaba en estas misiones un anarquista español al que no se pudo identificar. Corto Maltés es amigo del dramaturgo Eugene O'Neill con el que navegó en diversas singladuras. Estamos seguros de que a través de él entró en contacto con el bolchevique John Reed, que es uno de los jefes de la Komintern y amigo personal de Lenin y Trotski. También se le señalan a dicho marino diversas actuaciones junto al escritor socialista Jack London que se suicidó hace cinco años. Puede que incluso se trate de un agente doble, pues cuenta con la protección del servicio secreto inglés que le ha facilitado coberturas en varias ocasiones. Elemento muy peligroso. Conviene decidir su eliminación. E. Hoover. Wasingthon 1921. ( del archivo de la presidencia U.S.A.)
Documento número seis Caro Leo: Tu carta me ha producido gran alegría pero lo que me pides está fuera de mis ganas. Ya sabes que como oficial de «carabinieri» fui durante muchos años monárquico y sobre todo antimafioso. Acompañé a Mori a Sicilia le ayudé en su lucha contra la «Honorable Sociedad». Como era amigo de un prefecto de Mussolini no tardaron en achacarme incondicionalidad al fascismo. Durante la Resistencia mandé en el norte una brigada de partisanos y eso me valió la etiqueta de marxista. Con el tiempo los rumores han seguido y así para los comunistas soy un fascista y para los fascistas un comunista. He tenido suerte de que me jubilasen por la edad reglamentaria, porque estoy seguro de que si no también me achacarían estar mezclado con las «Brigadas Rojas» . No me interesa hablar de los años cincuenta, por lo tanto no lo seré de ayuda para la novela que ahora preparas. A medida que envejezco me olvido más y más del pasado reciente para recordar a los amigos de juventud... Supongo que esta madalena proustiana es una forma de sentirme joven. Ahora que ya no creo en los héroes y me siento inclinado a no creer ni en los hombres recuerdo con cariño a un amigo que ha dejado en mi memoria una estela
azul y alargada. Era un marino de Malta al que conocí en Venecia al final de la Primera Guerra Mundial. Quizá lo interese la aventura que vivimos juntos. Fue un caso de espionaje austríaco en el que estuvo mezclada una espía espectacular (¡Qué tiempos aqueIlos en que las agentes recurrían a sus encantos y no a la cibernética y a la sociología política!) Ilamada Venexiana Stevenson. El caso se saldó con la muerte de un noble de una antigua familia véneta que creyó que la Mata-Hari necesitaba que se la protegiera. ¡Siempre habrá un idiota enamorado dispuesto a sacrificarse por la mujer que lo usa! Corto fue el principal protagonista de la aventura y a11í empezó una buena amistad que continuaría después en las islas del Dodecaneso. Te adjunto todos mis papeles a informes de aquella lejana aventura veneciana que me sirvió para conocer a uno de los pocos hombres libres que encontré en mi ya dilatada vida. Me gustó mucho el retrato que hiciste del joven carabinero en «El día de la lechuza» y me alegra que la historia que lo conté haya servido para que escribieses un libro tan estupendo. Un abrazo y escribe a este viejo. Antonio Sorrentino, general retirado de Carabinieri. 1970. (Del archivo de documentos del escritor siciliano Leonardo Sciascia.)
Documento número siete. Querido Willy: Me decías que no sabía a qué iba a Kiel. Ahora ya lo sé, a encontrarme con un tipo extraño que me ha contado unas historias que algún día llevaré al cine y estoy seguro que serán obras maestras. Pero empezaré por el principio. Cansado de broncas callejeras, de canciones nazis y de población obtusa me refugié en el barrio portuario. En la taberna «Los siete mares» encontré un grupo de marineros entre los que estaba el viejo Boelke. Como era de esperar todos eran más rojos que la Rosa Luxemburgo, pero estaba con ellos un tipo mediterráneo que les daba la coña a propósito de la sacrosanta Revolución. Afirmaba que en Alemania sólo habría una revolución popular cuando las masas consiguieran un permiso del parlamento para hacerla. Automáticamente lo califiqué de anarquista y me pregunté qué diablos hacía un «negro» en aquel nido de bolcheviques.
Por comentarios del grupo me enteré de que estuvo en las barricadas de Hamburgo y que gracias a sus contactos Hans Khale y otros jefes comunistas lograron escapar de Alemania enrolados como tripulantes en barcos extranjeros. Nos hicimos amigos y cuando supo que me dedico a cosas del cine me dijo que las películas acabarían siendo el opio del pueblo, menos en Hong Kong donde el opio del pueblo seguiría siendo el opio. De madrugada y en honor de mi apellido (parece que un amigo suyo ruso también se llama Von Stemberg) me contó una historia sobre una Lady inglesa, de familia alemana, que trabajó para nosotros durante la guerra mundial. A medida que la botella de ron se iba vaciando sus comentarios se hicieron más exactos, más vivos. A través de sus palabras me enamoré de Lady Rowena, de su fría belleza, de su encanto y de su serenidad ante el piquete de ejecución. Después me habló de una fantástica aventurera llamada Shangay Lily y de un extraño viaje en un ferrocarril asiático. Estuve tomando notas como un poseso para poder desarrollar esos relatos algún día. De madrugada fuimos hasta su hotel. Una ducha, un buen desayuno y de pronto la inquietante presencia de dos oficiales de la marina de guerra que se dirigen a nuestra mesa. Pensé que empezaba el desastre y me vi en una prisión militar, pero los oficiales se cuadraron, además de con corrección con respeto, delante de Corto Maltés que los calificó de comisión de bienvenida. Después fuimos en un coche oficial de la armada hasta el puerto. El dique final estaba cerrado por una compañía de fusileros navales que con uniforme de gala presentaban armas. Había unos cien oficiales, todos ellos con la Cruz de Hierro, y estaba también el almirante Doenitz que saludó a Corto con un efusivo apretón de mano y le daba las gracias por su testimonio. Se hizo el silencio. Un corneta hizo vibrar al viento al cortarlo con el toque de saludo a los muertos. El almirante, seguido solamente por Corto, se acercó al extremo del muelle. Sacó de una pequeña caja una Cruz de Hierro de oro y citó a un oficial llamado Slutter, haciendo votos para que la condecoración fuera llevada por las aguas hasta el sitio donde reposa. Todos los presentes parecimos convertirnos en estatuas mientras la Cruz de Hierro volaba por el aire antes de sumergirse en el mar. Después Doenitz, ¡te juro que los almirantes pueden ser seres humanos!, con la mirada húmeda y brillante abrazó a Corto y volvió a darle las gracias. Al mediodía comimos en la sede de la jefatura naval. Yo estaba más que confundido: un «negro» querido por los rojos y respetado por los militares... inexplicable. Al final de la comida Corto se levantó con una copa en la mano y habló:
«Hace años que desde este mismo puerto salió nuestro amigo Slutter. Como buen marino era un caballero romántico que había nacido fuera de su tiempo. Sin saberlo y al mando de su submarino navegaba hacia el amor, la muerte y la gloria. Su amor fue una norteamericana a la que no confesó sus sentimientos y que sin embargo no le olvidaría nunca. Su muerte ante un pelotón de fusilamiento, la venganza de sus enemigos por su heroísmo. Y su gloria, la de haberse convertido en la más hermosa leyenda de los corsarios alemanes. Señores: todos estamos enamorados del mar. Es nuestra vida y será nuestra muerte. Alzo mi copa para brindar por el teniente Slutter y espero que cuando llegue la hora de nuestro último viaje sepamos enfrentarlo con la misma dignidad». Todos en pie bebimos de un trago y a la moda rusa lanzamos nuestras copas vacías contra las llamas de la chimenea. Con eso acabó la comida. Quise preguntar a mi amigo datos de esa historia pero su silencio no invitaba a hacerlo. Nos despedimos en la estación con la promesa de volver a vernos ¡aunque quién sabe dónde! Ahora he empezado a investigar entre los viejos marinos que hicieron la guerra en submarinos. Los datos son escasos, Slutter mandaba un sumergible corsario en el Pacífico y fue fusilado por los ingleses. Es increíble, pero me han hablado de una isla de piratas en la que reinaba un extraño tipo llamado «El Monje» que hacía la guerra por su cuenta. Creo que estoy ante una historia que si puedo reconstruirla será mi mejor película, lo malo es que sólo tengo trozos de la historia y el título, pienso llamarla «La balada del mar». Deséame suerte y hasta pronto. (Del archivo de la actriz Marlene Dietrich.) Joseph Von Stemberg
Documento número ocho. Transcripción: Fiscal: Usted fue en Mongolia amigo de Jakov Blumkin. Acusado: Sí. Había coincidido algunas veces con él durante la guerra civil. Blumkin era por entonces secretario militar de Trotski y más de una vez luchamos juntos en el tren blindado contra las unidades cosacas. Fiscal: Y esa camaradería de combate se convirtió en afinidad política en Siberia. Allí se convirtió en trotskista.
El acusado se ríe a carcajadas antes de contestar. Acusado: Lo menos que podían hacer es cotejar y confirmar los hechos antes de venir aquí a soltarlos de memoria. Blumkin y yo no estuvimos juntos en Siberia. Por aquellas fechas él estaba en las costas persas luchando contra ingleses y blancos. Le recomiendo señor fiscal aprender un poco más de géografía. Fiscal: Parece que no se da cuenta, ex-comisario Kersten, que está sometido a un juicio y de poco le valen sus ironías. Acusado: ¡Hombre¡ una vez le oí decir a Corto Maltés, en una conversación con Blumkin, que la ironía era lo único que siempre les faltaba a los revolucionarios y les sobraba a los rebeldes. Fiscal: La referencia a ese marinero anarquista demuestra que usted no es un verdadero comunista. Acusado: Puede que tenga razón. Los verdaderos comunistas murieron en la guerra civil o fueron fusilados. Ahora es el tiempo de los burócratas... (Fragmento del juicio del Comisario de División Kersten. Procesos de Moscú. 1938. Este trozo fue después suprimido de las actas del juicio.)
Documento número nueve Informe interno. Brigada Político-Social. Barcelona. En el tiroteo de ayer en la taberna «Els cuatre gats» resultaron muertos dos de nuestros inspectores y tres pistoleros de la organización patronal. Parece ser que el grupo anarquista de Durruti y Ascaso esperaba a nuestros hombres prevenidos por un tal Corto Maltés que manda un barco italiano de cabotaje. El barco es el «Kios» que se hizo de madrugada a la mar. Creemos que los anarquistas del grupo «Los Solidarios. embarcaron en él. Se abre dossier al citado Corlo Maltés. Comisario Gil Ramblas. 1923. (Del archivo sobre la Guerra Civil del gobierno de la Generalitat de Catalunya.)
Documento número diez No sé si será cierto lo de que la vida imita al arte. De lo que sí estoy seguro es de que la vida imita al sueño. En mi obra hay coincidencias, casualidades y casualidades que me hacen pensar que no soy más que el transmisor y no el
hacedor. Puede que mi mente sólo sea un medio para comunicar algo que no es del todo mío. ¿ Insinúa Maestro que su obras tienen un fondo real? Sí, de un realismo onírico. Uno de mis cuentos preferidos se desarrolla en Irlanda y en tres páginas cuenta la historia de la humanidad a través del tema del traidor y el héroe. Lo que nunca he contado es que ese relato me lo transmitió un marino de Malta en el cabaret de la «Parda Flora», con un fondo de tango que hacía aún más exótico el escenario de la verde Erin. ¡Fíjese joven!, un marinero mediterráneo que cuenta una historia irlandesa a un escritor argentino. En fin, la unidad en la diversidad ...Por cierto que ese marino maltés era amigo de Arolas y Cadícamo y fue él quien me presentó a esos dos grandes compositores. («Fragmento del libro «Al fondo el No-ver. Estudio sobre Borges de Juan Cueto Alas.)
Documento número once Confirmada presencia aventureros internacionales cuartel general Sandino Stop Corto Maltés responsable contrabando armas complicidad mexicana Stop. Localizar suministradores ametralladoras Stop. Eliminados cuatro, repito cuatro de nuestros agentes operativos Stop. Necesario duplicar los efectivos «Marines» Stop. (Telegrama transmitido desde la flota U.S.A. en aguas de Nicaragua. 7 932).
Documento número doce Querido Das: Como te decía en mi anterior carta tu amigo ha desaparecido en el frente de Lopera. La última vez que le vieron fue en un nido de ametralladoras junto al puesto de mando de la XV Brigada Internacional. Me contaron que un oficial belga llegó asustado gritando una y otra vez que habían disparado contra él, a lo que Corto contestó que eso era frecuente en la guerra. La carcajada general cortó la histeria del oficial, pero al momento comenzó el ataque en serio. Me ha. contado Natham que la ofensiva fascista fue impresionante. Aviación y artillería alemanas, tanques italianos y después la infantería legionaria y mora. Corto manejaba una ametralladora junto a Robert Merriman. En un momento hizo un alto y se volvió exclamando «me parece que aquí nos liquidan» a lo que
un coro de brigadistas replicó «eso es frecuente en la guerra». La carcajada colectiva se convirtió en un grito de desafío. Los hombres seguían manejando las ametralladoras doblándose de risa sobre los gatillos de sus máquinas y aprovechando las pausas del cambio de cintas para quitarse a manotazos las lágrimas que la hilaridad les causaba. Supongo que a los cercanos fascistas les parecería que aquellos hombres se habían vuelto locos, pues la alegría estaba de más en aquel infierno. Más tarde los tanques rompieron la línea de defensa y se llegó al cuerpo a cuerpo. Las explosiones oscurecieron el puesto de mando creando una cortina gris que impedía ver nada. Entre la falsa niebla seguía sonando, incansable, una de nuestras ametralladoras... Cuando los hombres de la XV pudieron hacer recuento, después de la retirada, Corto no estaba entre ellos. No puedo creer que haya muerto, aunque casi todos las pruebas lo indican. Él era demasiado fuerte y no puedo terminar de aceptarlo. Lo recuerdo en el Hotel Gaylord de Madrid. Hablando en ruso con Koltsov sobre la campaña de Siberia y con Hemingway de toros en español. Creo que había llegado a España justo a tiempo para asistir en Barcelona al entierro de su amigo Durruti. Más tarde me contó Orwell que anduvo por los frentes de Aragón y que casi se muere de risa al ver un blindado que los anarquistas habían bautizado «King Kong». Conmigo no tuvo más que atenciones desde que le entregué tu carta y las novelas. Me dijo: «no se lo digas pero las leí en inglés en cuanto se publicaron, siempre queda bien con tus amigos intelectuales que te crean un poco ignorante». Me hizo un regalo inesperado, un gran cajón con un jamón serrano, un disco con las canciones de las Brigadas Internacionales y «Los siete pilares de la sabiduría» con una dedicatoria del autor a Corto en recuerdo de «los viejos tiempos»... Me siento triste y no quiero llorar aunque no estoy segura de poder lograrlo. Trataré de tomar un trago y levantaré mi copa como hacen los judíos: La KatiVa. (Por la esperanza). Te quiero, Lilian. (Del epistolario Lilian Hellman-Dashiel Hammett)
Documento número trece
Los contactos del señor Pratt con viejos revolucionarios anarquistas, socialistas y comunistas no tienen ninguna relación con objetivos políticos actuales. Este investigador italiano realiza una recopilación de material sobre un aventurero llamado Corto Maltés que desapareció durante la guerra civil española. Puede ponerse fin a las medidas de vigilancia sobre dicho señor Pratt, ya que su trabajo es específicamente histórico y fuera de nuestros actuales intereses. (Informe de la Dirección de la C.I.A. en Europa a los responsables de servicio en Italia, Francia y España. 1981.)
HUGO PRATT en Madrid Carlos Gonzalez Sí, conocí al maestro por un instante, pero suficiente. El primer libro de cómics que me compré fue HP y Giusseppe Bergman. Un homenaje declarado de Manara a la figura de Hugo Pratt. El segundo fue "La Balada". Los Especiales como yo les llamaba porque con mi escaso poder adquisitivo sólo me alcanzaba para comprarme uno al mes. Hugo Pratt me fascinaba con sus historias, el mar, los piratas en busca de tesoros, la Aventura. Corría el año 83 cuando en Madrid se realizó la primera semana del cómic, cómo no, imitando al gran Salón de Barcelona. Por esa época ya había quemado mis cuartos y en mis bolsillos no había más que unas pocas pesetas. Sin duda os imagináis lo mal que lo puede pasar uno rodeado de cómics y sin poder disfrutarlos. Tras darme una vuelta por la feria con mi novia, sin poder adquirir nada, decidí comprar un rotulador y un par de hojas de papel por si tenía la fortuna de que algún autor me dibujase algo. Con las hojas y el rotulador en la mano me dirigí a una zona donde otros jóvenes como yo estaban haciendo cola, vaya! al parecer la suerte me sonreía. Tras estar un buen rato andando al fin había encontrado un dibujante. Desde la parte atrás de la fila ni siquiera alcanzaba a ver quién era. ¿Ibáñez, Escobar o incluso algún americano? Bueno la fila avanzaba poco a poco, a medida que la gente iba retirándose pude verle. ¡Ostras! ¡El de los Especiales!. Le conocía por la foto en blanco y negro de la contraportada de los tebeos que en mi cuarto ocupaban la priviligiada balda de los "Especiales", de la biblioteca Tótem. Ahí estaba él, Hugo Pratt. Me quedé en blanco. ¡¿Qué le podía pedir!?. Ya sé, ¡una viñeta!, no! mejor una página entera!, ¿qué pensaría si le pido que me dibuje un libro completo?. Estaba yo en estas disquisiciones cuando alguien me tocó. Pratt estaba sentado frente a mí con un portafolios en la mano, hoy recordándolo veo que en sus ojos había cansancio por aguantar a tanta chavalería, yo apenas acerté a tenderle el papel y el rotulador. Él me hizo un gesto con la cabeza, un a ver...
qué. Con los nervios jugando al fútbol en mi cabeza le dije en francés que no sabía qué me podía dibujar. Pratt replicó en castellano con voz cansada que le dijera algo. No lo pude evitar. Un Corto Maltés, por favor. En menos de treinta segundos un Corto sonriente me estaba contemplando desde el papel. Me dió la mano, una mano grande y firme a la par que cálida, todavía no acababa de creerlo, era Hugo Pratt en persona, el maestro. Poco a poco me fui alejando del sofá donde él estaba, no sin mirar atrás unas cuantas veces. En un estanco pedí un sobre para meter el dibujo. Hoy en día hubiera vuelto a hacer cola para que me dibujase otra cosa pero en aquel momento no supe qué hacer. Ahora el dibujo está en un cuadro, enfrente mío. Me ha acompañado a todos los lugares en los que he vivido estando más en el corazón que la pared.
La última entrevista a Hugo Pratt por Graziano Origa y Bepi Vigna
La vida de Hugo Pratt bien podía haber sido el argumento de uno de sus cómics. Se pasó la vida viajando: la infancia en Venecia, la juventud en Etiopia, comienza su carrera como dibujante en Argentina donde permanece casi cinco años. Volverá a Italia en los años 60 a colaborar en el "Corriere dei Piccoli" y conocerá al editor Fiorenzo Ivaldi con quién creó la revista Sgt. Kirk en cuyas páginas iba a aparecer su personaje más internacional : Corto Maltés. Pratt ha pasado a ser uno de los artistas italianos más famosos del mundo, apreciado por el presidente francés Francois Mitterand, y admirado por grandes autores del cómic americano (como Frank Miller, que no ha tenido reparos en tributarle varios homenajes). Como haría notar Dominique Petitfaux en su ensayo-entrevista, "All'ombra di Corto" (Rizzoli/Milano Libri, 1993), sobre Hugo Pratt, estuvo cerca de interesarse más en la propia vida de Pratt que en su obra. Realmente su obra ha pasado a ser un hecho importante para la cultura contemporánea, no solamente por haber contribuido a revitalizar la aventura como género, a través sobretodo de un excelente trabajo con la Historia, los personajes y el ambiente, sino porque con Pratt el cómic alcanza la madurez, llega a conquistar una dignidad que no tiene nada que envidiar a las otras formas de expresión artísticas. Esto ocurre sin necesidad de utilizar textos intelectuales, sin recurrir a nuevas expresiones lingüisticas,sencillamente respetando y profundizando en el material narrativo clásico, en el fondo siguiendo las directrices de otros maestros del cómic de aventuras: Alex Raymond, Milton Caniff, Lee Falk.
A mitad de los 70, cuando los autores franceses de la revista "Metal Hurlant" comenzaron a remover los esquemas tradicionales del cómic, con historias donde el texto era subordinado a la imagenes, la obra de Pratt representaba un camino intermedio donde convivían la experimentación con la tradición. "Una ballata del mare salato", la primera aventura en la que aparece Corto Maltés, pasa a ser el prototipo de "tebeo romántico" de lo que la revista belga "A Suivre" pasará a ser modelo. Era un tipo de cómic adulto que no limitaba la elaboración expresiva, sin límite de tamaño, formado a través de un sólido entramado que aportaría a la narración toda su carga romántica. El estilo de Pratt, al comienzo es abigarrado y nervioso, con la madurez pasará a buscar la esencia: la línea y la mancha negra para las sombras sustituyen las maneras y los efectos espaciales usados en los primeros dibujos. Esto acaba provocando una mayor reflexión en la historia, narrada a través de una fila de viñetas del mismo tamaño, en una sucesión de escenas estáticas ricas en diálogos. Hugo Pratt pasó el último año de su vida en Grandvaux, cerca de Lausana, en una casa muy amplia con tres grandes salones repletos de libros. Y Graziano Origa, poco tiempo antes de que el gran dibujante falleciera fue en su busca para charlar sobre tebeos. Aquí está una de las última entrevistas realizadas al creador de Corto Maltés. En el estéreo suena música de guitarra, alegre y exótica, al otro lado el cielo se refleja en las aguas del Lago Leman. P: ¿Sería correcto decir que en el fondo Hugo Pratt ha hecho siempre el mismo tebeo, un poco como Fellini hacia siempre el mismo film? R: No es del todo así. Ésta impresión nace del hecho de utilizar los mismos personajes aunque en historias diferentes. El Teniente Tenton de "Los escorpiones del desierto" nos los podemos encontrar también en "Ana de la Jungla" y en "Corto Maltés". Es como si estuviera jugando una gran partida de ajedrez. Es la lección que aprendí de Milton Caniff. Él movía también sus peones... Dragon Lady y Burma se encontraban y esto les hacía importantes. P: Siempre habla de Caniff. ¿Lo considera su gran maestro? R: Yo hablo siempre de Caniff porque tiene una elegancia extraordinaria. Él ha revolucionado el tebeo del dibujo lineal, pasando a ser un gran representante de
la llamada "Escuela de la línea clara" ("scuola della linea chiara"). Todo vale. El dibujante de líneas puras no existe. O el dibujante es bueno o no lo es. P: Siguiendo con Caniff ¿qué el lo que más le ha influenciado del autor? R: La primera vez que leí "Terry y los piratas" me enamoré del dibujo de Caniff, también soñaba con Lyman Young, el de Cino y Franco. Young es un gran narrador de historias africanas y ha hecho soñar a más de una generación. En su día tuvo la inteligencia de coger como ayudante a Alex Raymond; en la obra Tim Tyler´s Luck bajo su tinta encontramos cierto toque de Raymond. Young ha dibujado una de las más bellas páginas de la historia del tebeo. Con gran personalidad, un estilo elegante y sexy. Derrochando una sensualidad única. De joven, en el 35, antes de partir hacia Etiopía, leía "L'Avventuroso", que publicaba un gran dibujante que pocos recuerdan. Era Will Gould, el autor de Red Barry y Bob Star. Fue este autor el que hizo que me atrajera el dibujar. El estilo de Gould era de una dinamicidad y modernidad sin igual. El expresaba la personalidad de sus personajes a través de magnificar ciertas características y, a partir de un trazo esencialmente realista, se salía siempre un poco de los esquemas deviniendo hacia la caricatura. Una vez Gould escribió una introducción a una de mis obras. Tras haber visto mis dibujos me mandó una carta donde decía que me parecía a un boxeador en busca del KO. Decía: "... usted, Mister Pratt... es capaz de introducir el plumin o el pincel en un frasco de tinta china para conseguir unas manchas perfectas, de la misma manera precisa y segura con que el boxeador parte al ataque". ¡Me hizo un buen cumplido! Este simil del boxeador fue acertado. Aún conservo esa carta. Gould moriría borracho mientras fumaba un cigarrillo. Le tuve cerca, le iba a pagar el viaje para venir desde América hasta Lucca, pero por teléfono me dijo: "¿Qué tal si me pagas el viaje desde california hasta Nueva York?" A lo que yo pensé... ¡esto es algo propio de un famoso! Pero a pesar de todo él ha sido uno de los grandes maestros, uno de esos que han dado clase al cómic. Como Alex Raymond, que con Flash Gordon convulsionó el mundo de los niños haciéndolos soñar con ciudades aéreas. P: ¿Y al principio? R: Al principio iba hacia el art noveau, a la libertad, a intentar ser un dibujante como Windsor McCay. Su Little Nemo cuando soñaba viajaba a mundos increíbles, con flores gigantescas. Se perdía en un tiesto de margaritas y estás margaritas acababan siendo una jungla. P: Siempre cita a autores americanos..
R: Sì, admiro a los americanos pero tengo que decir que los americanos han tomado prestadas cosas de Europa, de nuestra arquitectura, de nuestra poesía y de nuestra pintura. Se puede ver que Alex Raymond ha bebido de la arquitectura europea, observaremos que imita la estética de Gaudy, el arquitecto que ha realizado tantas obras estupendas en la ciudad de Barcelona y que nunca me cansaría de mirar. Por no hablar del impresionismo tan imitado sobre todo por los japoneses. P: Diga a cuál de sus colegas italianos ha admirado o con quien haya tenido mayor relación. R: Son todos muy buenos. Mario Faustinelli me dio la oportunidad de hacerme dibujante. Cabe recordar a Dino Battaglia, todo un poeta del dibujo. Excelente también es Grazia Nidasio, que se anticipó a todos con su "Valentina Mela Verde". Gozaba de un estilo muy elegante y sus personajes eran ... muy dandy. Su lectura deja buen recuerdo. Siempre he disfrutado de buenos compañeros de trabajo. P: ¿Y Sergio Toppi? R: Toppi es una persona exquisita, un grandísimo artista del pincel, un escultor de la imagen. Se le puede considerar un descendiente de la escuela que inauguraran Frank Godwin, Dana Gibson, y antes todavía Remington y Doré. P: Sergio Toppi, Dino Battaglia, Grazia Nidasio. Éstos nombres trabajaron en los años sesenta en el "Corriere dei Piccoli". R: Sì, fue justo al volver de Argentina. Recuerdo ir al "Corriere" y me presentaron a Carlo Triberti. Me llevó Faustinelli. Triberti era austero como director, no se atrevía ha hacer innovaciones, recordaba el "Corriere dei Piccoli" de cuando era pequeño y pretendía conservarlo de la misma manera. Revisó mis trabajos mientras fumaba en pipa y dijo... "Sì, veremos qué se puede hacer". Yo comprendí al instante que no iba bien la cosa. Entonces fui donde Gian Carlo Francesconi, que era el redactor jefe. Francesconi me parecía un tipo moderno: era joven, con aspecto transgresivo, con una gran barba. "Lo siento", le dije, "he venido para pedir trabajo, pero aquel, el jefazo me ha estado dando largas. ¿Puedes echarme una mano?". Él se puso a leer y dijo... "de acuerdo, a mi me parece que están bien, eso creo". Y me puso a trabajar. Es de esas personas que te ayudan en la vida. El haber sido ayudado es lo que me hace sentir el deber de ayudar a los más jóvenes. P: En el "Corriere dei Piccoli" estuvo en pugna continua.
R: Sì, yo soy alguien que pelea, soy un "fighter"... pero esto me ha supuesto estar muchas veces con el agua al cuello. Un ejemplo fue la de hacer una especie de insurreción al "Corriere della Sera", porque hacían firmar un contrato. Yo no acepté mientras que el resto firmaron todos. La única que me apoyó y se quedó a mi lado fue Iris De Paolis. Gran compañera de lucha, Iris De Paolis! Era argentina y espléndida dibujando escenarios: hacía una pequeña comedia del arte en viñetas. P: ¿Y Leone Cimpellin? R: También Cimpellin es bueno. Estaba condicionado por sus problemas, pero era una bella persona. Por supuesto a menudo se veía obligado a aumentar la agresividad por el negocio. P: En aquellos años realizó un bonito cómic histórico: "Le avventure di Fanfulla". R: Fanfulla es importante porque significa un cambio en mi estilo. Había adoptado un dibujo muy poco libre, respetando al pasado. Recuerdo que algunos colegas del "Corriere dei Piccoli" fueron a quejarse donde Triberti, diciendo que yo trabajaba demasiado rápido. Tenía que hacer algo sobre Florencia, y Florencia, en su opinión, no se veía en el dibujo. Yo había dibujado tres cipreses y un camino hacia una capilla. ¡A mi parecer eso era la Toscana! P: En 1966 el encuentro con Florenzo Ivaldi. R: Vino a ofrecerme trabajo cuando yo no tenía nada que hacer. Me compró unos originales y en poco tiempo me propuso hacer una revista titulada "Sergente Kirk". Y aquí es donde nace Corto Maltese. No podía haber previsto que fuera a convertirse en un personaje tan importante, al principio no era más que uno de los protagonistas de "Una balata del mare salato". Él título es este, con el artículo indeterminado, a pesar de que Mondadori lo titulara "La ballata", haciéndolo más vulgar. En Italia se pierde siempre el sentido más poético y oculto de las cosas. P: También ha trabajado con algunos grandes guionistas. Cuénteme algo de esto. R: Héctor Oesterheld ha sido el más grande que yo he encontrado. Era capaz de transformar un gag en una pequeña novela gráfica, con dibujos de otro evidentemente. Era el maestro del relato, capaz de contar una historia en tres páginas. Otro muy bueno es Mino Milani. Con quien era fácil trabajar. Creo que no hubo nadie que contara mejor que él mediante el cómic el resurgimiento italiano.
P: ¿Qué opina del editor Sergio Bonelli? R: Es ¡El Editor! Un gran editor. Merecería la pena estudiar a fondo a Bonelli, porque es alguien que se arriesga a hacer ediciones populares, sobre cualquier cosa , a pesar de las revueltas políticas, un tipo inteligente. Y muy bueno escribiendo guiones. Más que Tex a mi me divierte Mister No, este tipo que viaja por la Amazonía. És el personaje que más se parece al propio Bonelli. Aunque realice este viaje es un tipo más bien poco aventurero.Me alegro de no trabajar con Bonelli, porque si yo fuera uno de sus empleados habríamos litigado ya muchas veces. P: Hablemos de pintura. R: No, en Italia no conocemos demasiado nuestro arte. Pensamos en la pintura barroca, el siglo diecisiete napolitano camino del diociocho. Existen cuadros bellísimos en el mercado napolitano que nadie conoce. No soy capaz de entender una cosa: si se habla tanto de Van Gogh, Gauguin, Cézanne, grandes figuras, como es posible que no se diga nada sobre el Macchiaioli italiano ¡Pensemos en Fattori! El hecho es que el arte italiano está unido a la moda. Klimt y Egon Schiele son conocidos porque alguien decidió que lo fueran. Ahí está Sgarbi, siempre en televisión, que dio a conocer a Norman Rockwell al organizar en Italia una muestra con todas las portadas del "Saturday Evening Post". Fue Sgarbi el que comenzó a decir que Rockwell es un gran pintor, mientras que el resto del mundo no le consideraba más que un mal ilustrador. Pero Rockwell no tiene nada que envidiar a los pintores Flamencos. Aplaudo que Sgarbi hablara de Rockwell, tenemos que estarle agradecidos por sus méritos. Hizo un buen trabajo. Sé que discute con Federico Zeri, que es un snob. También Zeri es bueno, no hay que desmerecerle, pero me gusta más Sgarbi. P: Con el número de Julio, la revista "Corto Maltese" ha terminado de publicarse. R: Sì, han sido casi diez años de publicación ahora en Octubre. Los Rizzoli decidieron cerrar la publicación, pensaron que no era rentable, perdían un montón de dinero. Mas entre tanta revista sofisticada "Corto Maltese" era la mejor. Vendía entre 16 o 17 mil copias, cuando el resto no alcanzan los 12 y ochomil ejemplares . Cerrar una revista como aquella, donde presentar a grandes dibujantes y grandes escritores, es como acabar con un pedazo de cultura. No es casual que todo el mundo hable de ello, que todo el mundo lo lamente. Todavía los Rizzoli pueden tratar de mantener "Corto Maltese" ya que dijeron que era su mejor publicación, pero probablemente la cosa ha cambiado desde entonces. Parece que se cierra un ciclo.
Y yo ahora tengo que finalizar una historieta. P: La última viñeta es significativa. R:
Sì,
es
un
personaje
que
dice:
"Divirtámonos
un
poco".
Gracias a los autores y a el Centro del Fumetto por permitirme traducir este artículo e incluirlo en la página. La versión original del mismo la puedes encontrar en la siguiente dirección: http://web.tiscali.it/centrodelfumetto/index.htm Gracias también a Jacopo Maino por su ayuda en la traducción. Traducción: Gorka M. La clavícula de Salomón Juan Francisco Pérez Ruiz
Según me indicó Hugo Pratt, o quizás Corto Maltés, en el hombro derecho del león de piedra que guarda la entrada del Arsenal de Venecia, descubriría grabadas unas iniciales que me permitirían hallar la Clavícula de Salomón. Salomón, hijo de David, Rey de Israel, fue famoso en la antigüedad por su sabiduría y por la construcción del Templo de Jerusalén en cuyas ruinas levantarían siglos más tarde los Caballeros de la Orden del Temple su cuartel general. Un guerrero varego, mercenario, al servicio del Basileus de Constantinopla, conoció de boca de un marinero árabe la leyenda y localización exacta de la esmeralda de Salomón. El musulmán explicó a Oleg que estaba oculta en Venecia, y éste, para evitar que el secreto se divulgase, asesinó esa misma noche a su confidente. Más adelante, en una incursión que hizo al Pireo en Grecia (1040) contra los enemigos del Emperador de Bizancio, grabó, sobre el hombro derecho de un león de piedra que había junto a una fuente, el lugar exacto donde hallar la esmeralda de Salomón.
Oleg murió en una conspiración de palacio, pero, casualmente, siglos más tarde (1687) los venecianos robaron el león de piedra y lo ubicaron en su actual emplazamiento. A mediados del siglo XX muchos fueron los que intentaron descifrar la inscripción rúnica: masones, poetas, aventureros, buscafortunas, fascistas, pseudotemplarios, iluminados, etc., etc., no faltando a la cita crímenes inconfesables, pero lo cierto es que nadie supo interpretar correctamente las indicaciones del vikingo sobre el mármol. La clavícula de Salomón, como Troya, aún espera su Schliemann. Permanecí un largo rato frente a la puerta del Arsenal, contemplando al león que guarda el secreto. La inscripción, desafortunadamente, es hoy día sólo un recuerdo que el tiempo y la contaminación se han encargado de borrar. Pese a ello, por unos momentos creí estar a punto de descifrar el enigma, pero la Clavícula de Salomón, hecha del mismo material que los sueños, se desvaneció lentamente y yo me confundí como uno más entre la masa de turistas que inunda Venecia. Venecia: Lo que sí está escrito
Javier Reverte
se ha contado tanto – y tan bien- sobre esta ciudad, que supone un desafío
pretender decir algo nuevo. Tal vez la mejor manera de recorrerla sea, simplemente, seguir el eco de Thomas Mann, Nietzsche, Goethe. iQue cuenten ellos! Tanto se ha dicho sobre Venecia -escribía Johann Wolfgang Goethe- que no me extenderé mucho en mi descripción; sólo contaré cómo me impresionó». George Sand añadía: «Amigo, no tiene usted ni idea de lo que Venecia es». Herman Hesse contaba: «Todos los poetas y escritores han descrito, en innumerables libros, este extraordinario mundo acuático». Y Henry James concluía: «Nada puede decirse sobre ella, incluido esto que ahora anoto, que no se haya dicho antes». De modo que uno no sabe muy bien qué hacer al enfrentarse con el más grande reto con que puede acometer un escritor, que no es otro que escribir de Venecia. En el fondo, estoy convencido de que habría que poner un cartel en las puertas de la ciudad que dijese «Prohibida la entrada a escritores», o por lo menos uno que
señalase: «Prohibido escribir sobre Venecia». Pero las puertas se abren en el recuerdo, inevitablemente, de unos días de noviembre pasados allí, días de comienzos del invierno y niebla parda y gris sobre los hombros de la ciudad, de humedad mohosa y un extraño olor a ceniza vieja, de calles solitarias y vacías de turistas, de mar levemente rizado y teñido de verde sucio, de canales recorridos por un viento de aromas pútridos y góndolas oscuras, siempre negras como ataúdes, gobernadas por barqueros sombríos que parecían los hijos de Caronte. El poeta ruso Joseph Brodsky juraba que no iría jamás en verano a la ciudad «ni con la amenaza de una pistola». Y añadía: «Me ponen los pelos de punta las manadas en pantalón corto, especialmente las de aquellos que relinchan en alemán». Que Brodsky me perdone, pero los dos hombres que mejor han escrito de Venecia, en mi opinión, son dos alemanes. Uno, un filósofo-poeta, Friedrich Nietzsche, tan sólo con una hermosa frase llena de poder evocador. Otro, un novelista, Thomas Mann, con esa turbadora y honda novela que es Muerte en Venecia, llevada al cine años más tarde por la mano magistral de Luchino Visconti, con Dirk Bogarde travestido de escritor en la figura de Gustavo von Aschenbach, el protagonista del libro de Mann.
¿Una ciudad agonizante? Le hice caso, no obstante, al poeta ruso y viajé en noviembre. Y arribé a la ciudad en barco, viniendo desde Trieste, como hiciera Aschenbach. «Comprendió que llegar por tierra a Venecia, bajando en la estación -escribía Mann- era como entrar a un palacio por la escalera de servicio. Había que llegar, pues, en barco a la más inverosímil de las ciudades.» La ciudad palpitaba bajo la bruma, como un anciano enfermo de asma que caminase con lentitud y resignación hacia la muerte. ¿Por qué Venecia nos produce siempre la impresión de que va a morir de un momento a otro, tragada por el mar y el aire? En el pretil del puente de los Suspiros no había en esos días parejas de enamorados, quizá porque el amor se duerme en el otoño mientras aguarda la resurrección febril de las primaveras. En la plaza de San Marcos caía ocasionalmente una lluvia fina y las empapadas losas de la ancha explanada refulgían como un manto de plata marrana y vieja. Apenas había unas pocas personas cerca de mí, refugiados todos en el café, mirando hacia San Marcos desde el otro lado de la cristalera. Las palomas habían huido en busca de refugio en las cornisas de los palacios y los vendedores de cuadros se protegían al abrigo de los soportales, sus figuras humilladas y envueltas en impermeables mojados.
Leones de piedra. Un paseante de cuerpo encorvado, con aire perdido, cruzaba bajo la protección de su paraguas la plaza desierta. Era el fantasma del judío Shylock? Vi a un cuervo trazar su vuelo, un espadazo azabache en el cielo abrumado, volando hacia San Giorgio en la hora próxima del atardecer, como un heraldo sórdido de la muerte. Los leones de la fachada de San Marcos rendían su
ferocidad a la tristeza del ocaso cercano. ¿Cuántos leones de piedra hay en Venecia? ¿Cien, doscientos? ¿Alguien los ha contado? Las campanas dieron las seis, con eco de ronquidos, como si el metal se quejara en su esfuerzo por abrirse un camino dignamente sonoro entre la neblina. Y el espectro de Nietzsche me sonrió desde la bruma del canal: «He vuelto a oír las campanas de San Marcos», recitaba evocador en mi oído. Otras campanas repetían la hora en todos los rincones de la ciudad. «En invierno -decía Brodsky- se levanta uno entre el ruido festivo de las innumerables campanas, como si detrás de las cortinas de tul de la habitación vibrara toda la porcelana de un gigantesco servicio de té sobre una bandeja de plata en el cielo gris perla.»
Una canción desafinada. En la ancha sala del café, repleta de mesas que esperaban la llegada en manada de pantalones cortos de la primavera siguiente, apenas estábamos media docena de clientes, arrimados todos a la cristalera que daba a la plaza. Entró un hombre cubierto con un impermeable mojado y un sombrero oscuro. Alzó los faldones de la prenda y en sus manos asomó una mandolina. Dirigió a todos una fea sonrisa, que dejaba al aire una boca casi desnuda de dientes, y comenzó a cantar un tema napolitano acompañándose de su instrumento. Cantar es mucho decir. Maullido desafinado de gato en celo parecía su canto y la mandolina sonaba como arañazos de pantera sobre una superficie de acero. El camarero le miraba moviendo la cabeza hacia los lados y con los labios fruncidos. Al fin, el cantor concluyó su tema, se quitó el sombrero, dejando al aire un cráneo apenas cubierto por una pequeña pelambrera de color rojizo desvaído, y fue pasándolo de mesa en mesa, con su sonrisa agria clavada en tres dientes amarillos. ¿Dónde estaban los días luminosos que asombraban a Dickens? «El esplendor del día que se abrió ante mí: su frescura, su movimiento, su brío, el resplandor del sol en el agua, el cielo terso y azul, el murmullo del aire». Al novelista inglés le pareció una suerte de alucinación su estancia en la ciudad: «Muchas veces he pensado, desde que me fui, en este extraño sueño marítimo, con la curiosidad de saber si se encontrará todavía allí y si su nombre es Venecia». En ese instante, en el café de San Marcos, ante la gorra que me tendía el sórdido tipo de la mandolina, sentí que Venecia podía ser también una pequeña e incómoda pesadilla. No obstante, incluso decrépita, esta ciudad, la más literaria de todas las ciudades, no ha cesado de despertar la admiración de cuantos artistas han pasado por ella. «La he amado desde niño -decía lord Byron, que residió en Venecia con su amigo Shelley en uno de sus periodos de decadencia-. Así la encontré y nunca me separaré de ella, siéndome tal vez más querida en sus días de infortunio que cuando era puro esplendor, una maravilla, una visión.»
Salí a la plaza mientras el cielo iba entrando ya en las estancias de la noche. Las luces de farolas parecían volar entre una niebla amarilla junto al canal, frente a la isla de San Giorgio. Y me acordé de Aschenbach de nuevo, de su persecución en pos del bello Tadzio. «Pues sólo la belleza, Fedón -escribió Mann en su novela, inventándose un diálogo platónico-, sólo ella es amable y adorable al mismo tiempo. Ella es la única forma de lo espiritual que recibimos con nuestro cuerpo y que nuestros sentidos pueden soportar. ¿Pues qué sería de nosotros si se nos apareciese lo divino en otra de sus manifestaciones, si la razón la virtud y la verdad se nos presentaran en forma sensible? ¿No arderíamos y nos disolveríamos en amor?»
Hogar de Hemingway. No era Platón quien hablaba en boca de Mann. Era un poeta praguense: Rainer Maria Rilke, el imponente autor de las Elegías del Duino. «¿Quién, si yo clamara, entre las cohortes de los ángeles me oiría? Y si alguno de ellos me apretase contra su corazón, ¿no me desvanecería ante su existencia demasiado fuerte? Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Y si lo amamos tanto es porque, indiferente, desdeña destruirnos. Todo ángel es terrible.» ¿Estuvo Rilke en Venecia? Y ese ángel terrible no era otro que Tadzio. Y la guarida del ángel destructor no podía ser otra que la hermosa Venecia. Y la víctima era el artista , la sombra patética del escritor Aschenbach recorriendo las calles, enfermo, tras la bella silueta del jovencito Tadzio, marchando fatalmente hacia el ángel que, indiferente, habría de destruirle y disolverle en la muerte. Como Mann, vinieron muchos atraídos por la belleza destructiva de Venecia. Hemingway, por ejemplo, que escribió en la ciudad Al otro lado del río y entre los árboles, la historia de un hombre en el declive de su vida con la nostalgia del amor juvenil. De alguna forma, Hemingway trataba el mismo tema que Mann, aunque sin la hondura del escritor germano. El novelista americano dejó listo el borrador de su libro en 1948, trabajando en un pequeño hotel llamado Locanda Cipriani, durante las horas que le dejaban libres sus borracheras en Harry's Bar. Una vez, años más tarde, escribió: «Soy un hombre que tiene cinco hogares: Oak Park (donde nací), París, Key West, La Habana... y Venecia». La «luz pulverizada de la tarde», como describió Proust los atardeceres venecianos, seguía diluyéndose en la proximidad de los muelles y las últimas góndolas se arrimaban a los muelles. Un vaporetto cruzaba hacia Rialto, dejando a su paso, sobre el mar oscuro, un reguero de luz. El estertor último de aquel brumoso día de noviembre me había dejado ver, instantes antes, ese «gris de agua y cielos aneblados» que dibujaba Alejo Carpentier en su Carnaval Barroco. Tomé un vapor hacia el Lido, la residencia veneciana del infeliz
Aschenbach. Y viajé hacia la isla rodeado por el aire que Mann describiera en un viaje de su protagonista, pero en sentido contrario: del Lido a Venecia: «El cielo estaba gris; el viento, húmedo. Puerto e isla se habían quedado atrás; todo signo de tierra se desvaneció rápidamente del horizonte brumoso. Copos de carbonilla empapados de humedad caían sobre la cubierta lavada. Al cabo de una hora, se desplegó una lona, porque comenzaba a llover». Y llovía mansamente ahora sobre la ciudad que se esfumaba a mis espaldas. Recordé aquello que dijo Hazlitt: «La única cosa que podría superar a Venecia sería una ciudad construida en el aire». MIS DIRECCIONES FAVORITAS
Cualquier café que esté en la plaza de San Marcos durante el atardecer, preferentemente en un día húmedo, con niebla y fina lluvia, tras una cristalera que mire al campanario de la catedral. El Harry's Bar, para rememorar las feroces borracheras de aquel gran escritor que fue Ernest Hemingway. El restaurante Madonna, en Rialto: aire de trattoria, simpatía y cordialidad del servicio, pescados y mariscos buenos, aunque nunca tan sabrosos como en España. Un viaje en vaporetto hacia el Lido y el hotel donde se rodó Muerte en Venecia. Leer las Elegías del Duino, de Rilke, sentado en un banco junto al canal y frente a la isla de San Giorgio. Y buscar luego con la mirada un Tadzio. O en mi caso, mejor una Tadzia
Una de tebeos Arturo Pérez-Reverte Acabo de enterarme de que José Sanchís Grau, el gran Sanchís de mi inf ancia, ha recuperado los derechos sobre su gato Pumby, el personaje cuya propiedad intelectual le fue arrebatada por un editor desaprensivo y listillo. Y no saben lo que me alegro. He sabido así, además, que Pumby nació en 1952, sólo unos meses más tarde que el arriba firmante y que el vecino de las almas tan blancas y la negra espalda. Los tres tenemos, por tanto, los mismos tacos de almanaque en la ejecutoria; e ignoro si el perro inglés leía Pumby o se dedicaba a Shakespeare desde su más tierna infancia, aunque me consta que ambos
coincidíamos, en torno a los ocho o nueve años, en profesar la regla de los Proscritos junto a GuiIlermo, Pelirrojo, Douglas y Enrique. En lo que a mí se refiere, reconozco públicamente que antes de eso y de los Mosqueteros, y de los tripulantes del Pequod y Scaramouche y el capitán Blood, antes incluso de Tintín y el capitán Haddock, el primer personaje de ficción y aventura que adopté como amigo, guardándole lealtad inquebrantable, fue el gato Pumby. Y lo recuerdo como si fuera ayer. Yo acababa de salir de mi primer desengaño amoroso con Beba la Enfermera, a la que imaginaba novia del urbano Ramón, con su pito para la circulación. Era un lector ávido de cuatro o cinco años, en busca de amigos con los que viajar lejos y multiplicar mi vida por cientos de vidas ajenas y maravillosas, apropiándomelas. Y entonces descubrí los tebeos, y en ellos conocí a Pumby, ese gato negro de sangre fría y valor acreditado, con su cascabel y su pantalón rojo corto. Con él amé castamente a la gata Blanquita -fue Sigrid reina de Thule, quien después barrió esa castidad de mi joven corazón- y seguí los sabios consejos del profesor Chivete; que por aquella época, junto al profesor Franz de Copenhague, simbolizaba para mí el colmo de la sapiencia. Y cada vez, al llegar a la última página, me daba una vuelta por Varsoniova -creo que se escribía así- en compañía del entrañable Soldadito Pepe. Ahí empezó todo. En ese tiem po, igual que en la edad adulta pasa con los libros, los tebeos eran como las cerezas: tirabas de uno, y éste arrastraba otros. Comprando Pumby cada semana descubrí en el quiosco al pato Donald, al primo Narciso Bello y al tio Gilito, a Goofy y al buen Pluto. Y Junto a ellos, a Mendoza Colt, El capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, El Jabato, y El Cachorro. Todos ellos se apilaban en el armario de mi dormitorio, y los leí tanto que mi madre los hacía encuadernar para que durasen un poco. Una de las más claras imágenes que conservo de entonces es la de mis amigos -Antoñito Rafael, Paco Cordobés, Jorge Cortina, los Ruscalleda- tirados en el suelo o en el jardín, leyendo -les dejaba los tebeos a cambio de sus bicis-, pues acudían a mi casa como a una biblioteca. Hasta los ocho o nueve años, que es cuando los libros de la colección Historias, y los de Cadete, y Guillermo Brown ylos viejos volúmenes de la biblioteca de mis abuelos empezaron a arrinconar tebeos, el genero alcanzó su máximo esplendor entre mis lecturas con el descubrimiento de un nuevo filón: las traducciones americanas de Superman, Batman, Roy Rogers, Gene Autry, Red Rider, el Llanero Solitario, y mi favorito gringo, el enlutado sheriff Hopalong Cassidy. Y la guinda, el canto del cisne del tebeo antes de abandonarlo para siempre -Tintín era otra cosa, como más tarde Corto Maltés-, fue la colección Hazañas Bélicas, donde conocí a alguien que sería decisivo en mi vida: Donald, el reportero de guerra. Y más tarde, casi al final, Johnny Comando y el cabo Gorila. Todos esos tebeos, leídos y releídos hasta que se deshiceron entre mis manos -tuve la suerte, hoy inconcebible, de no conocer la tele hasta los doce años-, desbrozaron caminos, prepararon el terreno para que los Iibros que Ilegaron después se instalaran sólida y definitivamente. Aguzaron mis sentidos como lector, dotándome de ese instinto de cazador que caracteriza al devorador de relatos: el que sabe reconocerlos, disfrutarlos y apropiárselos sin vacílación y sin complejos, haciendo que formen parte de su vida para siempre. Por eso escribo hoy sobre Pumby, y por eso sonrío mientras tecleo estas líneas. Hace cuarenta y cinco años contraje una deuda con él y con el hombre que lo creó. Y al enterarme de que José Sanchís ha recuperado sus legítimos derechos sobre el personaje, y también, con ese motivo, de que su felino cumple los mismos años que yo, he querido dedicarles esta página a los dos. Siempre desprecié a quien olvida sus deudas; por eso procuro recordar y saldar, si puedo, las mías. Celebro que el camino que en cieno modo empecé con Pumby me conceda ahora el privilegio de rendir este homenaje a tan viejo amigo, compañero de los primeros pasos por la lectura, por la aventura y por la vida. Así que gracias por ese gato, maestro.
Publicado en El Semanal - 20 enero 2002