Nacidos en Sangre
tradiciones de los templarios proporcionaron respuestas a todos estos misterios. Luego hice un análisis más profundo de las antiguas reglas de la antigua masonería, las cuales definen a una sociedad secreta de protección mutua. Lo que la “logia” hacía era ayudar a que los hermanos se ocultaran de la ira de la Iglesia y del Estado, proveyéndoles con dinero, respondiendo por ellos antes las autoridades e, incluso, proporcionándoles el “alojamiento” (logia), mismo que dio a la masonería el término singular con que nombra a sus organizaciones locales y sus salas de reunión. No me quedó ninguna duda de que el concepto original de la sociedad secreta que llegó a llamarse francmasonería había surgido como una sociedad de protección mutua entre templarios fugitivos y sus asociados en Gran Bretaña, hombres que habían vivido en la clandestinidad para escapar del encarcelamiento y la tortura que el Papa Clemente V había ordenado en su contra. Su antagonismo con la Iglesia se volvió más poderoso debido al secreto total. La supresión de la Orden de los Templarios parecía ser uno de los mayores errores cometidos por la Santa Sede. En retribución, la francmasonería más que cualquier otra organización secular en la historia de la cristiandad, ha sido objeto del mayor número de bulas y encíclicas papales airadas. Esas condenas empezaron a aparecer apenas unos cuantos años después de que la Masonería se reveló ante el público en 1717 y fue creciendo en intensidad hasta culminar en la bula Humanum Genus promulgada en 1884 por el Papa León XIII. En esa bula, se acusa a los masones de defender la libertad religiosa, la separación entre Iglesia y Estado, la educación laica de los niños y del crimen extraordinario de creer que la gente tiene el derecho de dictar sus propias leyes y elegir a sus propios gobernantes, “de acuerdo con los nuevos principios libertarios”. Se identifica a esos conceptos, junto con los masones, como parte del reino de Satanás. El documento no sólo define las preocupaciones de la Iglesia Católica respecto de la francmasonería en esa época, sino que, negativamente, define con tal claridad lo que los masones creen, que he incluido el texto completo de la bula papal como apéndice de este libro. Por último, debo añadir que los acontecimientos aquí descritos fueron parte de una gran vertiente de la historia occidental. La época feudal estaba llegando a su fin. La propiedad de la tierra y la mano de obra campesina habían dejado de ser la única fuente de la riqueza. Las familias de mercaderes se agremiaron y se apoderaron de pueblos completos constituidas como corporaciones municipales. El comercio dio origen a los bancos y las inversiones y los pueblos se convirtieron en centros de poder que rivalizaban con la nobleza en riqueza e influencia. La Iglesia Universal, que había luchado por una posición de supremacía en el contexto feudal, fue lenta para aceptar los cambios que podían afectar dicha supremacía. Cualquier desacuerdo con la Iglesia se tachaba de herejía, el crimen más nefasto bajo el cielo. El hereje no sólo merecía la muerte, sino la más dolorosa imaginable. Algunos disidentes se ocultaron en los bosques, en tanto que otros se organizaron. En el caso de los caballeros templarios fugitivos, la organización ya existía. Poseían una rica tradición de operaciones secretas que habían alcanzado el nivel más alto por su asociación con las intrincadas políticas de Bizancio, el ritual secreto de los Hassassin y las intrigas de las cortes musulmanas con las cuales alternativamente se encontraban en el campo de
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