El nacimiento de la Filosofía en Occidente se produce en el siglo VI a.C. en la antigua Grecia, en concreto, en la ciudad de Mileto, situada en al costa jonia (la actual Turquía). El surgimiento surgimiento de este nuevo tipo de de saber y su dedicación a los temas que constituyeron el objeto de sus primeras investigaciones no puede entenderse al margen de las condiciones sociales y políticas existentes. La civilizac civilización ión griega griega comenzó comenzó a desarrolla desarrollarse rse en una sociedad sociedad muy jerarquizada, en la que todo el poder económico y político estaba en manos de una aristocracia rural y guerrera. Esta situación se prolongó hasta que sucesivas crisis económicas, en conjunción con factores tales como el aumento de la población y las luchas entre aristócratas, ocasionaron algunos movimientos migratorios que tenían como objetivo el establecimiento o la fundación de ciudades coloniales más abiertas y tolerantes. La aparición de la moneda incrementó los intercambios comerciales y, con ellos, los contactos con otros usos culturales. Se hizo posible entonces la crítica a los contenidos de la tradición. A esta época de la civilización helénica se le ha llamado V I a. de C. periodo arcaico y discurrió, aproximadamente, entre los siglos IX y VI Antes de que surgiera la filosofía, como un intento de explicación racional del mundo, los poetas (fundamentalmente, Homero y Hesíodo) habían construido una imagen del mundo, imagen que le daba a éste una cierta coherencia aún a riesgo de tener que dejar volar la imaginación i maginación para que las piezas de este rompecabezas encajaran. Pero algunos de ellos, como el propio Hesíodo, ya se dieron cuenta de la necesidad de exigir explicaciones más objetivas, de buscar una voluntad de verdad en las explicaciones, en las narraciones, en los cuentos ( mythoi). Así pues, es, sobre todo, durante el siglo VI a. de C., y en las colonias griegas de Asia Menor, cuando los primeros fil ilóóso soffos escriben sus obras movidos, no sólo por la voluntad de verdad, sino también por el deseo de información objetiva para la vida práctica. Si Hesíodo aún podía seguir pensando, por ejemplo, que el sol era como un carro conducido por Apolo, los primeros filósofos dirán que es como una rueda que gira. La analogía dejar de ser personal o personificada para ser más objetiva (aunque (aunque pueda seguir siendo, como en este caso,
falsa). De esta manera, se va consolidando una nueva actitud vital e intelectual, que es el principal soporte del origen la filosofía como un intento de hacer comprensible el mundo circundante, que, en una primera mirada, resultaba asombroso al ser humano. Los primeros filósofos critican el discurso mítico como forma de explicación de la realidad y lo sustituyen por el discurso racional: es lo que tradicionalmente se denomina en Historia de la Filosofía como “paso del mito al logos”. En realidad se trataba de trasladar el impulso racionalizador surgido del intento de ordenar el nuevo espacio político y social creado en torno a la polis (ciudad-estado) a la investigación sobre la Naturaleza (physis). La polis democrática de Mileto había sustituido la fuerza y el linaje como únicas herramientas válidas en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos por la argumentación y la palabra (logos). Estos filósofos, denominados “ presocráticos ” más por los temas tratados que por el hecho de ser, cronológicamente hablando, anteriores a Sócrates, hubieron de enfrentarse al reto de buscar las primeras explicaciones sobre el origen del universo (cosmogonía), su actual estructura y funcionamiento (cosmología) con la sola arma de la razón y la observación de los hechos que sucedían a su alrededor. Así pues, como un mismo saber indistinto, surgieron en nuestra cultura la filosofía y la ciencia. Esta nueva mirada sobre la naturaleza propició una verdadera revolución intelectual. Desde entonces, la cultura occidental cambiaría espectacularmente de rumbo, haciéndose para siempre deudora de esta época de la civilización griega.
A partir de los restos de cultura que han llegado hasta nuestros días (utensilios, cerámica, sepulturas, pinturas rupestres, etc.), podemos ver que, desde los tiempos más remotos, los grupos humanos ya intentaban dar explicaciones a los interrogantes que les planteaban la naturaleza y la sociedad: ¿por qué, de pronto, el cielo se nubla, se producen rayos y truenos y se pone a llover? ¿Por qué se pasa del calor al frío? ¿Por qué vuelven las estaciones? ¿Cuál es la causa de las plagas, las epidemias, etc.? ¿Por qué unos dominan sobre otros?... Aunque muy diversas, las primeras respuestas a estas preguntas tienen algunas características comunes: todas son de carácter religioso; es decir, todas entienden los fenómenos naturales como resultado de la acción de seres sobrenaturales, de divinidades. Esta forma de interpretar o de explicar la realidad se ha denominado pensamiento mítico. El mito es una narración que explica el origen o la naturaleza y funcionamiento de una realidad, natural o social, en la que intervienen personajes sobrenaturales que encarnan las fuerzas de la naturaleza o las estructuras de poder de la sociedad. Sin duda, estas narraciones nos parecerán fantásticas; pero si las examinamos a fondo, observaremos que poseen una lógica (del griego “logos”, “razón”). En primer lugar, sólo por el hecho de tratarse de una explicación, debe considerarse un producto de la capacidad
humana de ir más allá de los datos de los sentidos y de buscar las causas de los fenómenos. En este sentido, el pensamiento mítico representa un gran progreso del instrumento adaptador que hemos llamado conocimiento. Ahora bien, como los protagonistas de este tipo de narraciones son personajes sobrenaturales, los mitos adquieren a menudo un carácter dogmático, porque se convierten en sagrados: así, serán objeto de veneración y, por tanto, indiscutibles. Ésta es la cara negativa del mito: en este aspecto se convierte en un lastre para el progreso del conocimiento. Por eso, el paso siguiente en el progreso cognoscitivo humano será la aparición del llamado pensamiento racional, un paso adelante en relación con el mítico, no tanto por sus productos, las teorías científicas y filosóficas, como porque se trata de una nueva forma de explicar la realidad. Lo cierto es que las explicaciones que ofrece el pensamiento racional, sobre todo al principio, no difieren demasiado de las míticas, pero se presentan de una forma radicalmente diferente: como hipótesis que pueden ser sometidas a la crítica, ya que se trata de un producto humano donde no intervienen seres sobrenaturales. En muchas historias de la filosofía, se fija el inicio del pensamiento racional en un momento determinado (siglo VI a. de C.), en un lugar determinado (Mileto) y por obra de un personaje determinado (Tales de Mileto). Pero esto sólo es verdad en parte. Es cierto que con Tales de Mileto se inicia en Occidente un tipo de pensamiento que contrasta con el mítico. Sin embargo, si al llamarlo “racional” se quiere indicar que el otro era irracional, ya hemos visto que esta calificación no resulta del todo adecuada. Cabe decir que este tipo de pensamiento no surge de golpe, como resultado de una ruptura total con el anterior – aunque ciertos estudiosos lo hayan creído así y algunos, incluso, hayan calificado su aparición de «milagrosa»-, y derivado de un supuesto «genio griego». El que esta forma de pensamiento se iniciara en aquella ciudad y en aquel momento se debió a que existían unas condiciones determinadas que lo hicieron posible. Tampoco es cierto que la aparición del pensamiento racional sea un fenómeno exclusivamente occidental; en la India y en China también surgen, más o menos en la misma época, formas de pensamiento que se pueden calificar igualmente de racionales, aunque sean muy diferentes. Las circunstancias que prepararon e hicieron posible que, dentro del mundo griego y en una época determinada, se diera el paso del mito a una nueva forma de pensar son, pues, muy diversas.
Desde el punto de vista sociohistórico, la fragmentación de la sociedad griega en póleis favoreció muchísimo el debilitamiento del dogmatismo del mito y un refuerzo de la discusión y la crítica, es decir, del razonamiento. En contraste con las civilizaciones vecinas -la persa, la egipcia, etc.-, que tenían una organización política fuertemente centralizada en forma de grandes imperios, el mundo griego estaba formado por un conjunto de pequeñas comarcas autónomas, llamadas “póleis”, que tenían diferentes organizaciones políticas y sociales, diferentes leyes y diferentes sistemas económicos. Podríamos decir que sólo tenían en común el hecho de que hablaban una misma lengua y la conciencia de pertenecer a una misma cultura (creencias, religión, expresiones artísticas, etc.). Los juegos olímpicos, que cada cuatro años reunían durante unos cuantos días a representantes de todas las póleis, son una buena muestra de esta conciencia.
Siglos antes de la aparición de estas póleis eran las ciudades micénicas las que ocupaban esos espacios, aunque organizadas según una estructura radicalmente diferente, muy similar a las estructuras políticas de los grandes imperios como Babilonia y Egipto: en medio se encontraba el palacio central, grande y sólido, donde vivían el soberano y los otros gobernantes; y en torno a él se extendía toda la red de viviendas de los agricultores y de los artesanos (el demos, “pueblo”). Las invasiones de los dorios, unos pueblos pastores del norte no tan cultos, desencadenaron una crisis de soberanía de la civilización micénica que, a la larga, daría origen a la polis. El cambio social se aprecia incluso en la configuración física de las ciudades: justo en el centro, en lugar del palacio, dejaron un gran espacio vacío - el ágora- donde confluían las calles del conjunto de viviendas construidas en torno a él. Los ciudadanos se dirigían al ágora para discutir de «política», es decir, de cómo debían organizarse los asuntos relacionados con la polis. Justamente en las discusiones que allí se suscitaban, encontramos el inicio del discurso racional, el que fundamenta las afirmaciones en razones y no en la autoridad divina. Hay que tener presente también que, a causa de las invasiones dorias, muchos de los habitantes de las ciudades micénicas tuvieron que emigrar; navegando, llegaron a las islas del mar Egeo y, sobre todo, a las costas de Asia Menor, a Jonia, donde fundaron ciudades que, al cabo de un tiempo, se convirtieron en centros comerciales. Para potenciar el comercio, muchos de estos ciudadanos fueron estableciendo colonias a lo largo de las costas del Mediterráneo y del mar Negro. Así conocieron nuevas culturas y pudieron contrastar costumbres y formas de pensar. Además, antes de poder instalarse definitivamente en un punto determinado, se habían visto obligados a vagar por el mar, a sobrevivir con grandes dificultades e, incluso, a recurrir a la piratería. Esta vida errante había favorecido una visión libre e irreverente del mundo, que debilitó sus lazos con la tradición.
Algo llama la atención sobre la religión griega que no está presente en las demás religiones como la egipcia y la babilónica: entre los griegos no existía una casta sacerdotal que se erigiera en depositaria y conservadora de la pureza del mito. Los mitos griegos se difundían y se aprendían de boca de los aedos, los poetas que de ciudad a ciudad iban cantando las excelencias y las hazañas de héroes y dioses. Como había muchos y muy distintos poetas, y no sometidos a un poder central que velase por la interpretación correcta sus relatos, los mitos, los relatos de los dioses y héroes, se fueron modificando, interpretando según los gustos de las distintas ciudades y de esta forma fueron perdiendo progresivamente el aspecto sagrado. Por eso, hacia los siglos VIII y VII, los mitos griegos ya tenían características propias que los diferenciaban de los de las otras civilizaciones y los acercaban al pensamiento racional. Los dioses griegos se habían hecho muy parecidos a los hombres y, en consecuencia, no constituían modelos muy respetables: eran envidiosos,
mentirosos, tramaban engaños, etc. En estos relatos míticos encontramos, incluso, a humanos que se atrevían a desafiar a los dioses. Según esto, no resulta extraño que sea en Grecia donde, pensadores audaces, se atreviesen a desafiar las explicaciones religiosas y optasen por un modelo diferente, uno que prescindiese de dioses que, por otra parte, no eran muy recomendables.
En líneas generales, podríamos afirmar que la filosofía presocrática surge en estrecha conexión con los siguientes interrogantes: a) ¿Cómo es la realidad observable y por qué es así y no de otro modo? b) ¿Cómo podemos conocer esa realidad si se muestra cambiante? Para responder a estas preguntas, los primeros filósofos comenzaron a desarrollar toda una nueva serie de ideas o conceptos, que, en sus rasgos más generales, compartirán la mayoría de ellos. Las respuestas, además, dieron lugar posteriormente a la aparición de dos disciplinas filosóficas concretas: a) la metafísica (la forma racional de estructurar y explicar la realidad). b) la teoría del conocimiento (la forma de abordar y explicar nuestro conocimiento de ella).
¿Qué es la realidad? Su manera de entender la realidad está guiada por dos ideas principales: 1.- La búsqueda de lo permanente o común: a) En primer lugar hay que distinguir entre lo que hay de PERMANENTE en las cosas frente a lo que hay en ellas de CAMBIANTE , sus distintos estados o apariencias. b) Lo permanente, constituye a su vez la ESENCIA (lo que las cosas realmente son a pesar de sus cambios posibles de apariencia y estado), frente a las APARIENCIAS (lo que las cosas parecen ser). c) Esta manera de ser constante es lo que hay de idéntico o común entre seres que muestran apariencias diversas. La esencia es pues el fundamento de la UNIDAD de las cosas frente a la MULTIPLICIDAD de sus estados o apariencias, así como frente a la multiplicidad de individuos que la comparten. 2.- La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción fundamental: todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta convicción constituye otro de los pilares sobre los que se asienta la investigación racional acerca del universo. A este principio último los griegos lo denominarán “arjé”. ¿Cómo podemos conocerla? a) Conocer las cosas será, por tanto, conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y permanente (conocer su esencia).
b) Por muy útil que sea el conocimiento sensible, los sentidos no bastan para proporcionarnos el conocimiento. Antes al contrario, los sentidos nos muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y estados cambiantes y accidentales. c) Es necesario hacer un esfuerzo racional, intelectual para alcanzar el ser de las cosas. Por lo que los griegos establecerán una dualidad en el conocimiento: razón frente a los sentidos. Por un lado los sentidos nos ponen en contacto con las cosas y, por otro, la razón nos hace llegar a la verdad de las mismas. ESQUEMA CONCEPTUAL DE EXPLICACIÓN DE LA REALIDAD
Siendo la Naturaleza el objeto principal de investigación de los primeros filósofos, veamos qué significado tiene para ellos este concepto. Se utiliza el término “naturaleza” en dos sentidos: a) Como el conjunto de seres que pueblan el universo, exceptuando las cosas producidas por el hombre. En este sentido la naturaleza viene a coincidir con la totalidad del universo. La naturaleza es un todo ordenado, un cosmos no un caos. El concepto de naturaleza está vinculado al de necesidad, cada elemento está en su sitio y se comporta del modo que le corresponde. b) Cuando lo utilizamos para referirnos a conjuntos o clases de cosas (por ejemplo, la "naturaleza" humana). En este sentido viene a significar lo que las cosas son, aquello que denominábamos “esencia”, su modo permanente y constante de ser. Por ello, es la naturaleza de cada elemento la que determina su lugar en el cosmos y su manera de comportarse Para los filósofos griegos, además, la naturaleza se concibe como un organismo viviente, a diferencia de lo que ocurrirá en la Modernidad, donde se la concebirá siguiendo el modelo de una máquina. La naturaleza no es algo estático, inerte. El universo, como totalidad, muestra un orden dinámico en que los movimientos de los astros, las estaciones,
las generaciones de los vivientes, etc. se suceden ordenadamente. La naturaleza es pues dinámica. La naturaleza implica movimiento y actividad, siendo éstos intrínsecos y propios al ser natural. Esta característica es lo que diferencia a los seres naturales de los artificiales. En conclusión, queda claro que el gran problema a explicar en los inicios de la filosofía fue el de la naturaleza y a él aplicaron los primeros filósofos esas nuevas ideas o conceptos de los que hablábamos antes. Por ello, podemos comprobar su aplicación efectiva para comprender el orden y funcionamiento de la naturaleza en las siguientes ideas matrices: 1.- La diferencia entre esencia y la naturaleza de las cosas estriba en que el segundo concepto tiende a explicar, además de lo que las cosas son realmente, su comportamiento, sus actividades u operaciones propias, es decir, las consecuencias de su dinamismo. Actúa como puente entre las dualidades, explicando cómo, a partir de la unidad, surge la pluralidad, cómo de lo permanente surge lo aparente: preguntar, pues, por la naturaleza es preguntar por lo que las cosas son para, a partir de ello, explicar sus movimientos y procesos. 2.- Si, en último extremo, la filosofía pretendía encontrar un principio último que diera una explicación satisfactoria de cómo y por qué es así la realidad, resulta que el principio (“arjé”) o principios últimos son la naturaleza de las cosas. Y esto es así pues: a) Es aquello a partir de lo que se generan los seres del universo. El principio así concebido es el origen. b) Es aquello en que consisten los seres del universo (aquello de lo que están formados). El principio así concebido es lo permanente, el substrato último. c) Es aquello que es capaz de explicar las distintas transformaciones del universo. El principio así concebido es causa.
Acabamos de ver cómo al hombre griego se le presenta la naturaleza en continuo proceso de cambio. Así lo atestiguan los sentidos, que muestran los fenómenos y los estados cambiantes de las cosas; pero también se le aparece como manifestación de una realidad permanente, que se mantendría estable a pesar de todos los cambios. Así pues, la pregunta por la naturaleza implica buscar la fuente y el origen de todas las cosas, su principio, su arjé. De ahí que la pregunta por la Physis se transforme en la pregunta por el arjé de la misma. El arjé es el principio activo que gobierna todas las cosas, unificando la diversidad aparente de los diferentes seres.
Por otro lado, para comprender adecuadamente las respuestas y planteamientos de estos primeros filósofos, debemos tener en cuenta que en su horizonte mental, bien distinto del nuestro, había una serie de presupuestos comunes: a) para el pensamiento griego la materia es eterna, está ahí desde siempre, aunque pueda experimentar distintos procesos de transformación, (es decir, los griegos no manejaron en absoluto del concepto de “creación desde la nada”).
b)
esa materia eterna no es estática o inerte, sino que experimenta una serie de cambios cíclicos, ya sean debidos al propio carácter dinámico de esa misma materia, ya a la intervención de principios o fuerzas motrices, que la ponen en movimiento. c) para los griegos, el tiempo era cíclico; es decir, los procesos de transformación de la materia se producen en un marco temporal que se va repitiendo de modo regular. d) el movimiento de la materia es condición indispensable para que surja cualquier tipo de cambio o transformación. Ahora bien, ¿quiénes fueron los presocráticos? En primer lugar, al hablar de “presocráticos ”, debemos tener en cuenta que no constituyeron un bloque compacto de pensamiento, sino que, más bien, tal denominación hace referencia a varias tradiciones o escuelas de pensamiento que se fueron esparciendo a lo largo de las costas griegas durante los siglos VI y V a. d. C., aproximadamente. Además, la denominación genérica de “presocráticos”, usualmente utilizada en la historia de la filosofía, es inexacta, ya que algunos autores así llamados son coetáneos del propio Sócrates; es decir, no hay que entender esta denominación en su estricto sentido cronológico, sino en un sentido más amplio, ya que se les llama así por el tema o problema común del que se ocuparon (las características de la naturaleza o Physis). Se han utilizado diferentes criterios para agrupar a estos filósofos. Así, por ejemplo, se han clasificado atendiendo al número de principios que proponen como arjé. De este modo se habla de monistas cuando se recurre a un solo principio para explicar el origen de las cosas; o de pluralistas, cuando basan su explicación de la naturaleza en más de un principio o arjé. Por nuestra parte, intentaremos exponer a estos autores siguiendo un cierto orden cronológico, lo cual no impide el recurso a los anteriores criterios, fundamentalmente a la distinción entre filósofos monistas y pluralistas.
. La práctica del comercio marítimo y la fundación de colonias en lugares tan alejados como Sicilia o España permiten a las ciudades griegas de Asia Menor, como Mileto o Éfeso, convertirse en verdaderos emporios de riqueza y prosperidad. La clase de los mercaderes, dominante en estas ciudades, impone un carácter práctico y "racional" a las decisiones políticas, aspecto que se traduce en la primacía de un pensamiento más libre y flexible, con intereses muy diferentes del pensamiento religioso rígidamente codificado en los mitos.
En el siglo VI a. de C,, en las póleis mas pujantes, situadas en las costas de Jonia, surgieron, en un intervalo de tiempo relativamente corto, las dos primeras formas del pensamiento racional: la filosofía y la ciencia. En el siglo VI, Mileto era una de las ciudades más ricas y activas del mundo mediterráneo. Estaba en contacto con las grandes civilizaciones del Próximo Oriente, como la persa y la egipcia. Al contrario que las sociedades rurales, conservadoras de las tradiciones y tendentes al dogmatismo, las artesanales y comerciales, como Mileto son más bien flexibles, expansivas, abiertas a las innovaciones. La necesidad de aumentar la producción y de abrir nuevas rutas comerciales genera una serie de problemas técnicos que requieren nuevas soluciones y, por tanto, estudios más minuciosos de los elementos y fenómenos naturales para poder aprovechar las posibilidades que ofrecen y vencer las dificultades que plantean. Las narraciones míticas tradicionales no sirven para proporcionar este tipo de respuestas por lo que empieza a surgir un conjunto de experimentadores e ingenieros que se dedican al estudio y a la resolución de problemas prácticos. Los primeros filósofos fueron, precisamente, estos científicos y técnicos al servicio del desarrollo económico: Tales, por ejemplo, inventó un sistema para calcular distancias en alta mar por medio de la triangulación, y Anaximandro construyó una especie de reloj de sol y diseñó mapas del cielo y de las tierras conocidas en su época. Esta dedicación al estudio de la naturaleza les llevó a formular teorías generales sobre el origen y la composición del universo que, a su vez, les servían para interpretar los fenómenos particulares. De todos ellos sólo nos llegan o fragmentos de sus obras o las opiniones recogidas sobre ellos de otros filósofos e historiadores posteriores (Es lo que se denominan “doxografías”).
Viajero inquieto y curioso, fue matemático, astrónomo y político, con fama de “sabio distraído”. Ari stóteles lo consideró el primero de los físicos. De su pensamiento filosófico, apenas sabemos nada. Creía que la tierra descansaba sobre agua, que el agua es el principio único de todas las cosas y que todas las cosas están «llenas de dioses». Desconocemos si quería decir que todas las cosas son - o se componen de- agua o, simplemente, que la tierra procede de ella , puesto que sobre ella flota. Muy probablemente Tales recogió estas ideas de la cosmología egipcia y babilónica, además de sus observaciones personales (vivía en Mileto, importante puerto de mar, y el agua es imprescindible para la vida). Cuando afirma que «todas las cosas están llenas de dioses», probablemente se refería a que toda la
naturaleza, compuesta básicamente de agua, tiene vida y movimiento propios; en ella, todo está vivo y animado ( hilozoísmo). “Aunque la propuesta de Tales pueda parecer “rudimentaria”, dio un paso fundamental. Comenzó a creer en algo
natural, el agua, como clave de todo. En tanto que matemático y astrónomo, rechazaba las explicaciones míticas y alegóricas. La formulación de hipótesis físicas para explicar el universo le convirtió en la excepción entre los griegos de su tiempo.” [F. NIETZSCHE, La filosofía en la época trágica de los griegos . Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1932: 329-330]
Discípulo de Tales, viajó mucho y participó en la vida pública de la ciudad. Construyó una esfera celeste, descubrió la inclinación de la eclíptica y fijó los solsticios y los equinoccios. Es el primer autor de escritos filosóficos de Grecia. Supuso que la tierra tenía una forma esférica y ocupaba una posición central; también pensó que la Luna no tenía luz propia, sino que es iluminada por el Sol, y que éste era de fuego y de tamaño mayor que la Tierra, Suponía que la sustancia original (el arjé) no podía ser ninguno de los elementos concretos, como el agua, porque los unos son contrarios a los otros y, por tanto, ninguno de ellos se puede convenir en su contrario. Consideró que todos debían provenir de una sustancia primigenia que fuera indeterminada y, por consiguiente, pudiera adoptar cualquier determinación. Por eso la llamó “ápeiron”, es decir, 'ilimitado', 'infinito' (de las palabras griegas “a” no, y “peras” limitado).
A partir de esta sustancia original indiferenciada, se originaría todo el resto del mundo visible. A causa del movimiento, en el interior del ápeiron se fueron separando los contrarios -lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo- y .se fueron diferenciando zonas en que unos prevalecían sobre otros, De esta manera, se originaron los diversos elementos -la tierra, el agua, el aire, el fuego-, que se fueron depositando en grandes capas esféricas. Este mundo evoluciona sin cesar porque los contrarios se invaden continuamente: vemos, por ejemplo, que yendo de la primavera hacia el verano, el calor domina cada vez más sobre el frío, hasta que prácticamente lo destierra; que la oscuridad, a medida que se acerca la noche, se va imponiendo sobre la luz. etc. Pero el dominio nunca será definitivo, puesto que el contrario volverá a tomar la iniciativa hasta que sea él quien domine sobre el otro, “ ya que se pagan pena y retribución mutuamente por, su injusticia, según la disposición del tiempo". En estas palabras de Anaximandro
podemos ver que entendía las invasiones que hemos mencionado como actos de injusticia que debían ser reparados según una ley invariable ("la disposición del tiempo"). Esta dinámica de invasiones hace que todo esté en evolución constante; el mundo no ha sido siempre igual. Las tierras emergidas no han tenido siempre la misma disposición y tampoco han existido siempre los mismos animales, como demuestran los fósiles marinos que se encuentran en las montañas. Los mismos hombres provienen de otros animales: concretamente, de los peces. Además, este mundo nuestro no es el único: en diversas regiones del espacio, constantemente van surgiendo y desapareciendo otros mundos. El gran mérito filosófico de Anaximandro es que su planteamiento del problema de la Physis supone un cierto avance abstracto frente al de Tales: afirmar que el arjé es algo indeterminado viene a significar que no es un elemento concreto y observable por
los sentidos y, así, Anaximandro plantea una pura hipótesis mental, de la cual va derivando una serie de consecuencias lógicas.
Discípulo de Anaximandro, pensaba que todo tenían un principio único e infinito, pero no indeterminado, sino concreto: era el aire, del que todos los seres derivan por rarefacción (convierte el aire en fuego) o condensación (transforma el aire primero en viento, después en nube y, finalmente, en agua, que sobre la tierra puede convertirse en piedra). Concibe el mundo como algo vivo: “Lo mismo que nuestra alma, que es aire, nos sostiene, igualmente el aire envuelve al mundo entero”.
Lo destacable es que explica las transformaciones partiendo de un mecanismo uniforme y observable cotidianamente: los cambios de densidad. De tal manera que las diferencias cualitativas entre las cosas se deben a diferencias cuantitativas: tener más o menos aire y estar éste más o menos comprimido. Al exponer como principio de la naturaleza el aire podría pensarse que hay un retroceso con respecto a la concepción de Anaximandro, pues se pasa nuevamente de un principio abstracto a un principio material. Sin embargo, tal retroceso es sólo aparente, pues la introducción, por parte de Anaxímenes, de un criterio cuantitativo para explicar las diferencias cualitativas que se observan en la materia será muy positiva para el pensamiento posterior, ya que la ciencia se basa en el supuesto de que todas las diferencias cualitativas pueden ser explicadas en términos cuantitativos, medibles y cuantificables.
La otra línea de pensamiento filosófico se inició unos cuantos años más tarde (hacia el último tercio del siglo VI a. De C., en tiempos de Anaxímenes) en la Magna Grecia, conjunto de ciudades griegas del sur de Italia, y por eso se la denomina filosofía itálica. Se trata de un conjunto de doctrinas conocidas bajo la denominación general de pitagorismo porque no se puede saber quién fue el autor de cada una de ellas, pero sí que eran doctrinas compartidas por miembros de diversas comunidades fundadas por Pitágoras, que las mantenían en secreto. En el pitagorismo encontramos, junto con el componente racional, un componente místico y religioso, si bien diferente de la religión oficial de los griegos basada en el culto a los famosos dioses olímpicos (Zeus, Hera, Hefesto, etc.). Ésta era una religiosidad muy externa, superficial, que se limitaba a «cumplir con los dioses» siguiendo los ritos que prescribía el culto de cada uno de ellos. Frente a esta forma de religión, se habían introducido en el mundo griego, procedentes de Oriente, otros movimientos religiosos más intimistas y mucho más comprometidos con la vida de las personas: las religiones mistéricas. Una de las más importantes fue el orfísmo.