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McGinn, Colin (2003) Logical properties: identity, existence, predication, necessity, truth. Oxford University Press, NY, pp.114 [pp. 15-51] EXISTENCIA Considérense estas oraciones: ‘Bill Clinton Existe’, ‘Superman no existe’, ‘Vulcano existe’, ‘Hilary Clinton no existe’—las dos primeras son verdaderas, las dos segundas, falsas. Es extremadamente natural dejarse llevar por la sintaxis superficial, e interpretar a estas oraciones como simples predicaciones que tienen la misma forma que ‘Bill Clinton corre’, ‘Superman no bebe’, ‘Vulcano gira’, ‘Hilary Clinton no respira’. Poniéndolas en la manera material, es natural considerar que la existencia es una propiedad que las cosas pueden o no tener. Por supuesto, esta formulación será tan clara como lo sea la noción de propiedad, que no es del todo clara. Lo mejor que puede decirse para definir la noción relevante de propiedad, es que una propiedad es algo que los objetos tienen o ejemplifican. Pero si preguntáramos qué es un objeto, pronto regresaremos a la idea de que un objeto es lo que tiene o ejemplifica propiedades.1 Las dos nociones están entretejidas de manera inextricable. Ciertamente no debemos adoptar un criterio tendencioso, como por ejemplo, la idea de que una propiedad es aquello que cuando se ejemplifica, produce una diferencia causal en la manera en la que el mundo m undo opera, o que sea perceptible, o que no se ejemplifica en cualquier cosa que exista. Tampoco es de gran ayuda apoyarnos en la forma fo rma gramatical de las oraciones, como cuando decimos que una propie propiedad dad es lo que expresa expresa un predicad predicado. o. Ap Apart artee de ser dudoso dudoso en sí mismo, mismo, esto presupone la idea de predicado, que amenaza con definirse como un término que expresa una propiedad. Quizás lo único que necesitamos decir, para los propósitos actuales, es que una propiedad, en el sentido que pretendemos, es lo que es ejemplificado por un objeto, de manera análoga a la [p. 16] manera en la que (digamos) la rojez es ejemplificada por un objeto; es decir, elige una propie propieda dadd paradi paradigmá gmátic ticaa y declar declaraa que que una propie propiedad dad es cualqu cualquier ier cosa cosa que se parezc parezcaa a este este paradigma.2 Como sea, tradicionalmente la oposición contra la idea de que la existencia es una propiedad, no se apoya en la acusación de que toda noción de propiedad es tan poco clara, que nos impide formular bien la tesis, ni en que se la haya ensanchado demasiado para incluir la existencia. De hecho, se ha asumido típicamente que la tesis es lo suficientemente clara, como para saber que es demostrablemente falsa: sabemos qué significa llamar propiedad a la existencia, sólo que no hay tal 1
Igualmente, no podemos caracterizar de manera informativa, informativa, la noción de ejemplificación, ejemplificación, pues esta noción es parasitaria de la noción noción de propiedad. 2 Seguramente esta es la manera en la que se ha concebido tradicionalmente el debate acerca de si la existencia es una propiedad: la cuestión h a sido siempre si ‘existe’ pertenece a los términos paradigmáticos que expresan propiedades, como ‘rojo’ ‘rojo’ o ‘rápido’ o ‘primo’. ‘primo’.
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cosa. La existencia no es algo como la rojez, la maldad, la imparidad, de acuerdo con una tradición. Pero como dije, intuitivamente no es así como nos parece que son los enunciados de existencia. Asumiendo entonces que tenemos una captación adecuada de la noción de propiedad y nociones asociadas, encontramos natural natural hablar de la siguiente manera. No todo a lo que nos referimos existe: Venus sí, Vulcano no; los caballos sí, los unicornios no. Hay meramente entidades ficticias, al igual que entidades que existen. Existir es tener una propiedad que solo algunas de las cosas a las que nos referimos, tienen: aquéllas que existen, mas no las que no existen. Así pues la existencia es una propiedad universal de las entidades que existen, a diferencia (digamos), de la propiedad de ser azul (que es, sin embargo, universal de las entidades que son azules3). Esta universalidad es compartida por algunas otras propiedades—como la de ser idéntico a sí mismo, y propiedades lógicas como la de ser azul y no azul al mismo tiempo. Pero a pesar de la universalidad de la propiedad de existencia en las cosas existentes, la palabra ‘existe’ tiene todavía el trabajo importante de hacer distingos, pues no todo aquello de lo que hablamos existe. Dado que hay objetos de referencia que no existen, es útil tener una palabra que atribuya la propiedad de existencia al subconjunto de aquéllos a los que nos referimos. Esta palabra tiene el papel lógico de un [p. 17] predicado en enunciados de existencia, de manera que ‘Venus ‘ Venus existe’ y ‘Venus gira’ tienen la misma forma lógica: ambas son oraciones singulares que comportan un nombre y un predicado que atribuye una propiedad. Justo como decimos de Venus que gira, también decimos que existe. El estatuto ontológico de la existencia como propiedad de los objetos, tiene su contraparte semántica en la gramática de los enunciados de existencia: ‘existencia’ es un predicado. Es un predicado que separa entr entree las las cosa cosass a las las que que nos nos refer referimo imos, s, a aque aquella llass que que exist existen en de las las que que son son mera merame ment ntee “intenc “intencion ionale ales”— s”—fic fictic ticias ias,,
erróne erróneame amente nte cosific cosificada adas, s,
alucin alucinato atoria rias, s, soñada soñadas, s, y
postu postulad ladas as
erróneamente. Esto parece una simple articulación de la tesis del sentido común acerca de la existencia, la que desde luego, ha sido ampliamente rechazada y su coherencia misma se ha puesto en duda. En este capítulo defenderé la tesis intuitiva en contra de su rival más importante. La posición posición rival, argumentaré argumentaré,, tiene problemas problemas severos severos e irresoluble irresolubles, s, mientras mientras que la posición posición intuitiva permanece sin amenaza. Permítanme primero presentar la tesis rival de la manera más clara que me sea posible, antes de argumentar en su contra. Es extremadamente extremadamente importante importante establecer establecer con la mayor claridad posible, qué es lo que sostiene sostiene la tesis ortodoxa rival, para tener en mente qué es exactamente esta doctrina. Es extremadamente fácil peder de vista su importancia bajo el abrumante formalismo. La tesis es que cuando tú dices que Bill Clinton existe, no le atribuyes a cierto objeto la propiedad de la existencia, pues no hay tal propiedad; lo que haces es decir de alguna propiedad, propiedad, que está ejemplificada—pero esa propiedad, no 3
De hecho, no h ay un sentido muy claro en el que la existencia sea más universal que l o azul, pues así como cada cosa existente existe, algunas cosas existentes no son azules, algunas cosas azules no existen. Haymás Hay más cosas que existen, que cosas azules, quizás—pero eso es todo.
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es la propiedad de la existencia, sino que es alguna otra propiedad a la que aludes. En vez de atribuir una propiedad a un objeto, atribuyes una propiedad a una propiedad—la propiedad de segundo orden de tener una instancia. Cuando piensas que un objeto existe, lo que realmente piensas es que una propiedad se ejemplifica. Te puedes esforzar enfocándote en Clinton mismo para atribuirle la propiedad de existir, pero no tendrás éxito en tu empresa, pues el pensamiento en cuestión debe ser siempre acerca de una propiedad que tiene una instancia—como la propiedad de ser un presidente de los Estados Unidos, que en una ocasión fue el gobernador de Arkansas. No puede ser que dos ingredientes conceptuales compongan [p. 18] tu pensamiento existencial singular—el concepto de Clinton y el concepto de existencia; sino que debe haber un tercer ingrediente que corresponda a la propiedad a la que se le atribuyen las instancias. Cuando piensas que Clinton es hombre, puedes hacerlo con dos ingredientes, pero cuando le atribuyes existencia tienes que introducir alguna otra propiedad que tenga Clinton. Así, tu pensamiento realmente es acerca de esa propiedad, no acerca de Clinton, aunque te parezca que es de otra manera.4 Lo mismo sucede con los pensamientos existenciales generales. Cuando piensas que los tigres existen, no piensas de ciertos objetos felinos que cada uno tiene la propiedad de existencia; sino que piensas, de la propiedad de ser tigre, que tiene instancias—no se lleva a cabo ningún acto mental de predicación de la existencia de algún objeto. La doctrina ortodoxa proporciona el análisis del contenido de tu pensamiento—lo que el concepto de existencia intrínsecamente implica. El concepto de un objeto existente, es simplemente el concepto de una propiedad que tiene instancias. Pensar que Clinton existe, es pensar que la propiedad de ser un presidente de los Estados Unidos, que una vez fue gobernador de Arkansas, tiene una instancia. Russell es el principal arquitecto de la tesis ortodoxa, o al menos su proponente más tenaz. Captó por completo y de manera precisa lo que la doctrina dice acerca de lo que él llamaría la estructura de un hecho existencial. No estaba ofreciendo simplemente una reformulación notacional de las oraciones existenciales ordinarias. Su más clara formulación de la tesis va como sigue: Cuando tomas cualquier función proposicional y afirmas de ella que es posible, que a veces es verdadera, eso te da el significado fundamental de ‘existencia’… La existencia es esencialmente una propiedad de una función proposicional [p. 19]. Significa que la función proposicional es verdadera al menos en una instancia… Tenemos que tener una idea que no definamos, y uno toma la idea de ‘siempre verdadero’, o la de ‘algunas veces verdadero’, 4
Imagínate que estás marcando una lista de afirmaciones acerca de Bill Clinton: que es presidente, que sonríe mucho, que es inteligente, que es imprudente, que existe. Para los primero cuatro casos, tu pensamiento es un pensamiento de la forma sujeto-predicado, acerca de cierta entidad concreta, pero cuando consideras el quinto, repentinamente tu pensamiento se convierte en uno de segundo orden, pues mentalmente invocas alguna función proposicional apropiada para pescar al existente acerca del cual piensas. Pero, ¿no te parece que te ocupas en el mismo tipo de predicación singular en el quinto caso, como lo hiciste en los primeros cuatro? Uno quisiera preguntar ¿qué te detiene a pensar singularmente acerca de Clinton, cuando consideras un pensamiento existencial acerca de él?
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como la idea que uno no define en estas cuestiones… Será a partir de la noción de a veces, que es la misma que la noción de posible, que uno obtenga la noción de existencia. Decir que los unicornios existen es simplemente decir que ‘(x es un unicornio) es posible’.5 Luego, Russell compara ‘existe’ con ‘numeroso’, diciendo que ninguno puede predicarse significativamente de los individuos. Sólo podemos poner ‘numeroso’ junto a un término que exprese una función proposicional, como en ‘Los perros son numerosos’. Dice: “Exactamente lo mismo se aplica a la existencia, es decir, las cosas actuales que hay en el mundo no existen o, quizás decirlo así es demasiado fuerte, porque es emitir un sin sentido.” La manera correcta de decirlo “es de las funciones proposicionales, de las que puedes afirmar o negar la existencia”. 6 Es un error categorial atribuir existencia a los objetos. Podemos dividir la posición de Russell aquí en tres subtesis: una tesis ontológica, una tesis semántica o lógica y una tesis definicional. La tesis ontológica tiene una parte negativa y una positiva. La negativa es la tesis de que la existencia no es una propiedad que ejemplifiquen los individuos. La positiva es la tesis de que, el que algo exista, es que alguna propiedad (función proposicional) tenga instancias. En los términos metalingüísticos que Russell prefiere, la existencia consiste en un predicado que produce verdad bajo ciertas substituciones en su lugar de argumento: hay oraciones que son verdaderas, conteniendo ese predicado y un nombre sustituido. Por ejemplo, ‘los tigres existen’ significa que ‘hay oraciones verdaderas, de la forma: “a es un tigre”’, donde ‘a’ es un nombre para algún tigre. Decir que un individuo existe, siempre implica la referencia a una propiedad o a un predicado del que se dice algo lo tiene. Entonces, tenemos la tesis semántica [p. 20] de que los enunciados de existencia realmente son enunciados de orden superior, que implican la referencia a una propiedad o concepto, o predicado, o función proposicional. El sujeto del enunciado nunca es un término para un individuo, sino siempre un término para una propiedad, conllevando la noción de existencia mediante el predicado adjunto a ese otro término predicativo. Los enunciados de existencia son siempre necesariamente enunciados de segundo orden, análogos a ‘el azul es delicioso a la vista’. Y ahora, la tesis definicional es que ‘existe’ puede definirse en estos términos: cuando ‘existe’ ocurre en un enunciado, siempre puede parafrasearse en términos de la noción de función proposicional y la noción de ser ‘a veces verdadero’ o ‘posible’. Presumiblemente, Russell quiere que su definición no sea circular, así que no tenemos que explicar al definiens recurriendo al definiendum; como él dice, “obtenemos la noción de existencia” a partir de estas otras nociones. La noción de existencia queda subsumida bajo esas otras nociones, no está ya enmascarada
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“La filosofía del Atomismo Lógico”, 232-33. Ibid . 233. En realidad esta es una desafortunada formulación hecha por Russell: no es que puedas predicar la existencia de funciones proposicionales; sino más bien que t odos los enunciados de existencia son equivalentes a decir que las funciones proposicionales tienen instancias. Las funciones proposicionales tienen la propiedad d e tener instancias, no la propiedad de l a existencia (no hay tal propiedad para Russell). 6
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como un predicado para individuos. En un lenguaje perfecto, la palabra nunca necesita ocurrir, su trabajo siempre lo hacen ‘algunas veces verdadero’ y sus asociados. En estos días, esta posición russelliana se pone rutinariamente diciendo que la existencia es lo que se expresa mediante el cuantificador existencial, y sólo mediante él. Todas las oraciones del lenguaje natural que hablan de la existencia, pueden traducirse en oraciones que solamente emplean el cuantificador existencial, no se usa ‘existe’ de manera predicativa. Se concibe al cuantificador existencial, siguiendo a Frege, como una función que va de conceptos de primer orden a valores de verdad, de manera que no hay nada en su semántica que corresponda a un predicado de primer orden.7 Así, la asunción es que la concepción russelliana de la existencia siempre significa ‘hay una x tal que’. La tesis es que siempre podemos traducir a los enunciados existenciales en este formato de palabras. Esta es la manera en que el lenguaje perfecto expresa la idea de que la existencia consiste en la propiedad de tener instancias. [p. 21] Asumo que todo esto es bastante familiar, incluso al extremo del tedio. Pero creo que casi nada es correcto. La tesis russelliana y su acostumbrada formulación fregeana están preñadas de problemas. Consideraré cuatro tipos de objeciones a la tesis ortodoxa. Primero preguntémonos acerca de la frase, aparentemente inocente, “tiene instancias”. ¿Qué significa? Puede entendérsela en un sentido objetual o en uno substitucional. En el sentido objetual, la doctrina es que el que algo exista, es que haya objetos que sean instancias de algún predicado apropiado. Hay objetos, y ellos son instancias de F . Pero eso sólo puede significar que esos objetos existen. Entonces, estamos diciendo que existen instancias de F , para algún F . Si no existieran entonces, el enunciado existencial no sería verdadero, después de todo. Pero ¿cómo hay que analizar ese uso de ‘existe’? Obviamente no ayudaría decir que son instancias de ‘instancias de F ’, pues nuevamente, éstas necesitarían ser instancias que existen. La noción de existencia se presupone en el análisis, entonces, el análisis no establece qué clase de noción es. Podría incluso ser un predicado, tal como ocurre en ese uso, pues el que haya instancias de F , es que existan objetos, predicativamente dicho, y hay instancias de F . Las instancias tienen que ser objetos existentes. Así que estamos presuponiendo la noción de objeto existente en nuestra explicación de qué es una instancia de un predicado. Podemos poner la objeción de esta manera. Considera ‘los planetas existen’ y pregúntate si Vulcano es una instancia de ‘planeta’. Si lo fuera, entonces no habríamos analizado correctamente la existencia, pues Vulcano no existe y por lo tanto, el ejemplificar planeta, no muestra que los planetas existen. Pero si Vulcano no fuera un planeta, entonces eso solo puede ocurrir porque no existe—demostrándose así que la noción relevante de instancia, contiene al concepto de existencia. Si decimos que ‘los planetas existen’ es verdadero, porque ‘Marte es un planeta’ es verdadero y ‘Vulcano es un planeta’ no lo es, esto sólo 7
Para la tesis fregeana de la cuantificación como una función de segundo orden, véase Michael Dummett, Frege: Philosophy of Language, capítulo 3.
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puede deberse a que ‘Marte’ se refiere a un objeto existente, mientras que ‘Vulcano’ no. La razón de que obtengamos verdad en un caso y no en el otro, es precisamente que la existencia se atribuye al referente de un término y no al del otro. ¿De qué otra forma sería uno verdadero y el otro no? Tampoco ayudaría introducir una distinción entre verdades [p. 22] de ficción o instancias de ficción, verdad literal o instancia literal, para desechar casos de este tipo, puesto que esto también presupone la noción de existencia. El punto es que parafrasear enunciados de existencia en términos de ejemplificación de una propiedad, no establece que la existencia no sea un predicado, puesto que la noción de ejemplificación debe tomarse como conteniendo en sí misma a la existencia—deben ser cosas existentes las que ejemplifiquen la propiedad. Esta es la circularidad que impide a la ortodoxia sostener que ha establecido que la existencia no es un predicado. Creo que Russell, al menos subliminalmente, se daba cuenta de este problema, por lo que intentó formular la doctrina en términos substitucionales. Prefirió decir que hay proposiciones singulares verdaderas u oraciones que son instancias de la función proposicional en cuestión, a decir que hay objetos ejemplificadores que satisfacen esa función. Y lo que más le gustaba era la formulación en términos de posibilidad—‘(x es un perro) es posible’—porque esto lo colocaba tan lejos como se pudiera (creyó) del concepto de existencia. Esto nos da la apariencia de que estamos analizando—de forma no circular—a la noción de existencia, en términos de nociones modales y funciones proposicionales. Pero esto realmente no ayuda para el problema subyacente. En primer lugar, en el análisis es necesario afirmar la existencia de ciertas proposiciones u oraciones, y la cuestión que debe surgir es, qué es lo que se supone que esto significa. Más vale que no signifique que ciertas proposiciones u oraciones tienen la propiedad de la existencia.8 Pero, lo que es más obvio, es que hay el problema de cómo analizar a las proposiciones singulares mismas: ¿cuáles son sus condiciones de verdad? Es claro que no podemos permitir que ‘Vulcano es un planeta’ sea una instancia substitucional que corresponda a ‘los planetas existen’; pero eso sólo puede ocurrir, porque el referente de ‘Vulcano’ no existe. Para que un enunciado singular sea verdadero en el sentido que necesitamos, debe: haber un objeto referido por el término singular y ese objeto, satisfacer el predicado que se adjuntó a ese término. Así, nuevamente, la [p. 23] noción de existencia pasa sin analizarse, de contrabando. Es perfectamente consistente con la paráfrasis de orden superior, que la existencia sea realmente una propiedad de los objetos. Podemos parafrasear los enunciados de identidad de la manera que queramos, pero estamos asumiendo tácitamente que la existencia es una propiedad de los objetos. Eso es todo lo que la paráfrasis nos dice. Lo que realmente se dice, de acuerdo con la paráfrasis, es que entre los objetos que tienen la propiedad de existencia al menos uno es F —por eso F tiene instancias. Por supuesto, con esto no se 8
Regresaré más tarde a esto, cuando discuta lo que signi fica atribuir existencia a las propiedades o a l as funciones proposicionales.
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prueba todavía que ‘existe’ sea un predicado—aunque podría orillarnos a pensarlo—pero sí muestra que la tesis ortodoxa no ha refutado a esa doctrina, o la ha hecho redundante, simplemente porque haya proporcionado una paráfrasis que suena bien, en términos de propiedades y sus instancias. Pues la cuestión precisamente es qué es que una propiedad tenga instancias—si no es que haya objetos que ejemplifiquen la propiedad. Debemos resguardarnos aquí de adoptar un formalismo para aproximarnos a esta cuestión. Russell no cometió este error, pero aquellos en la tradición que él inició (junto con otros), tienden a pensar que la cuestión puede establecerse mirando simplemente si los enunciados de identidad pueden traducirse a enunciados que empleen el así llamado cuantificador existencial. Pero eso no puede estar bien, porque es posible interpretar al cuantificador utilizando un predicado de existencia, a la manera de ‘para cualquier x, x existe y x es F ’ (regresaré a esto). La cuestión es si la noción fundamental de existencia puede explicarse de tal manera que se evite predicarla de objetos; y el dar meramente una paráfrasis cuantificacional no lo muestra, puesto que depende de cómo se interpreten los términos en la paráfrasis. La cuestión sólo se puede establecer directamente mediante argumentación filosófica, más no ofreciendo una traducción puramente formal de los enunciados de existencia. Necesitamos saber si el concepto de existencia, contenido en el símbolo del cuantificador existencial, es o no el concepto de primer orden de la existencia predicativa.9 El segundo problema, que tiene más el carácter de prueba, es que la tesis ortodoxa no puede ser un análisis general de la noción de existencia, y éste no es solo un reto a la adecuación de la explicación. Considérese la existencia de propiedades, de funciones proposicionales, o la de los predicados mismos. Estos existen en el mismo sentido en que existen otras cosas, a pesar de que sean (presumiblemente) abstractos y no individuales. Así es que podemos decir: ‘La propiedad de ser un planeta existe’—como podríamos hacerlo si insistiéramos (correcta o incorrectamente) en la verdad del realismo versus la del nominalismo acerca de los universales. Pero ¿cómo puede analizarse este enunciado? Desde la perspectiva ortodoxa, debemos referirnos a alguna propiedad de la cual es una instancia la entidad que decimos existe. Obviamente no puede ser la propiedad de ser un planeta, pues la propiedad de ser un planeta no es, en sí misma, un planeta. Pero ¿qué otra cosa podría ser? Podríamos tratar de encontrar una verdadera descripción de la propiedad e insertarla en el análisis— digamos, la propiedad de estar siendo actualmente discutida. Entonces, que exista la propiedad de ser un planeta, es que esa propiedad tenga instancias. Pero ahora las dificultades son obvias. Primera, hay el problema de asegurar unicidad. Pero segunda, y peor, nos lanzamos a un regreso al infinito, pues debemos preguntar en qué consiste la existencia de la propiedad de orden superior, requiriendo
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Es perfectamente consistente sostener que ‘x’ es una expresión de segundo n ivel, de manera que forma oraciones a partir de expresiones del primer nivel, y que ‘x’ abrevia una condición que contiene al concepto de existencia de primer nivel—como es evidente en la paráfrasis conjuntiva de ‘x’ que sugiero en el texto y a la que regresaré.
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así, de una propiedad más, que sea la propiedad de esa propiedad.10 El problema, evidentemente, es que para analizar la existencia de una propiedad, necesitamos otra propiedad que la primera propiedad ejemplifique, y así ad infinitum. No solo es dudoso que siempre haya estas propiedades sino que además, no tendremos éxito en mostrar que existen sin la existencia adicional de otras propiedades, acerca de las cuales surge la misma cuestión. Intuitivamente, [p. 25] la existencia de una propiedad es intrínseca a ella; no se trata de una relación que la propiedad sostenga con respecto a otra propiedad, de la cual sea una instancia. Y si la entendemos como una relación tal, generaremos un regreso vicioso, pues para cada nueva propiedad surge la cuestión de su propia existencia.11 Las cuestiones parecen menos problemáticas cuando consideramos la existencia de individuos, pues siempre tienen propiedades que ejemplificar, y su existencia no requiere de la existencia de otros individuos; pero con las propiedades mismas, encontramos que tenemos que postular propiedades extra, bajo las que caigan, y luego nos enfrentamos a la cuestión de su existencia. Ninguna propiedad podría existir a menos que una serie completa infinita exista. Pero no hay tales series, y de cualquier manera, nunca se llevaría esto a cabo debido al regreso. En efecto, la posición ortodoxa hace imposible atribuir existencia a las propiedades; esto tiene que declararse como mal formado o sin sentido (no meramente falso). Y vale la pena notar que Russell nunca intentó extender el análisis a esta área de la existencia. Uno sospecha que él (y otros) simplemente tomaron por garantizada la existencia de las propiedades, como si no necesitara análisis. Pero esto no es mejor que defender la tesis de que la existencia ha de analizarse simplemente como ocupar espacio, declinando considerar la existencia de entidades abstractas como los números. Cualquier buena teoría de la existencia, debe ser capaz de manejar el rango completo de usos de ‘existe’. De hecho, esta dificultad acerca de la existencia de propiedades, se retrotrae al análisis de la existencia de individuos, pues la propiedad que ejemplifica el individuo debe, ella misma, existir, pero esto no puede explicarse en los términos de la perspectiva ortodoxa. No puede decirse que existan individuos, si de las propiedades (o predicados) que ellos ejemplifican 10
No evitamos este regreso invocando la propiedad de ser idéntica con cierta propiedad y luego usando esto como la función proposicional que n ecesitamos. Es decir, supóngase que queremos saber qué es que exista una propiedad P , y sugerimos que se trata d e que la función proposicional ‘=P’ tenga una instancia. Esto todavía se refiere a P , por supuesto, pero brinca un n ivel arriba cuando construye la función de nivel superior ‘=P’ , de manera que cuando nos preguntamos qué es que exista el referente de ‘=P’ , necesitaremos una función que exprese la identidad con esa pr opiedad de orden superior—es decir, la propiedad de ser idéntica a la propiedad de ser idéntica con P . Y así sucesivamente. No sirve invocar de esta manera a la identidad para confinar, a las propiedades generadas, meramente a la propiedad P con la que iniciamos. 11 El problema aquí no es que la existencia de alguna propiedad dada requiera de la existencia de muchas otras e infinitas propiedades. No hay nada objetable en esto—en verdad, algo similar a esto parece ser manifiestamente verdadero de la existencia de los números. El punto que estoy señalando es más bien acerca del análisis o explicación de qué es existir: l o vicioso entra cuando tratamos de analizar o explicar qué es que X exista, y nos damos cuenta de que tenemos que presuponer que ya sabíamos qué es que Y exista (en donde X y Y , las dos son propiedades aquí). En general, los regresos sólo son viciosos en el contexto de dar una explicación, no lo son en sí mismos.
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[p. 26] no podemos decir que existen, pues lo primero requiere de lo segundo; que x exista es que exista alguna propiedad (o predicado) F , tal que x ejemplifica F . La tercera objeción tiene su origen en una familia de oraciones que se resiste a la paráfrasis ortodoxa. Algunas de éstas son bien conocidas, aunque su carácter polémico se ha subestimado. En vista de la existencia de estas oraciones, hay la tendencia a declarar que hay dos tipos de interpretación para ‘existe’: la predicativa y la de segundo orden. Pero esta perspectiva bifurcada es intratable, y nos vemos obligados a tratar todas las ocurrencias de ‘existe’ de manera predicativa. Por eso es que a menudo se ha señalado que es difícil que las atribuciones de existencia singular entren en el lugar que les proporciona el esquema ortodoxo, so pena de distorsionar la semántica de términos singulares como los demostrativos y los nombres propios. Así, nos empujan hacia una teoría descriptiva de la referencia, pues estos términos tienen problemas internos. 12 El punto que quiero hacer es que aceptar este problema en los términos singulares, no puede menos que afectar la manera en la que consideremos a ‘existe’ en los enunciados generales. Considérese ‘Venus existe y es un planeta’ y ‘Al menos un planeta existe’; el primero implica al segundo. ¿Pero cómo puede ser, si ‘existe’ en la oración singular es predicativo, mientras que en la oración general no lo es? Simplemente no tenemos un término en común que vaya de la premisa a la conclusión. Si bifurcamos ‘existe’ en la manera sugerida debemos, o bien sostener que la oración singular se analiza al estilo ortodoxo, o bien revisar nuestra posición acerca de la oración general. Como explicaré más abajo, favorezco el tratamiento de ‘F existe’ en términos de ‘para alguna x, x existe y x es F ’ que me permite encontrar el término común en el predicado ‘existe’ de ‘a existe’. Pero mi punto ahora es que la posición ortodoxa tiene que hacer algo para preservar la implicación—no puede declarar simplemente que ‘existe’ a veces es predicativo y a veces no. Y por supuesto, es profundamente insatisfactorio suponer que ‘existe’ tiene el tipo de ambigüedad que propone la tesis de la bifurcación. [p. 27] Los problemas del análisis se hacen más vívidos para la posición ortodoxa con la oración ‘Algo existe’. Esta es una oración perfectamente significativa y verdadera, que se sigue de oraciones como ‘Venus existe’. Pero de acuerdo con la posición ortodoxa, ella misma no debería existir, pues no puede parafrasearse en términos de esa posición, sin que haya un predicado al que se aferren las ejemplificaciones: ¿Cuál es la propiedad que decimos se está ejemplificando aquí? El problema aquí es mucho peor que el de los demostrativos y los nombres propios, porque al menos en esos casos podríamos tratar de apelar a la teoría descriptiva de la referencia singular; pero ni siquiera hay una referencia involucrada en la palabra ‘algo’. Si tratamos de traducir la oración en la manera estándar, obtendríamos basura, ‘x( x)’, sin ningún predicado escrito. Podrías pensar que nos iría mejor con ‘x(Cosa x)’, pero es pleonástico, dado el significado usual de ‘x’, cuando se escribe sin predicado. 12
Véase Kripke, Naming and Necessity. Kripke discutió ampliamente el tópico de la existencia y los nombres, en sus conferencias John Locke, en 1973, en Oxford, a las que yo a sistí, pero aún no han sido publicadas.
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También es oscuro qué es lo que se supone que significa ‘cosa’, si no fuera ‘existe’. 13 La traducción natural que creo es la correcta, es: ‘ x (Existe x)’—‘para algún [p. 28] x, x existe’ (véase abajo para más acerca de la tesis ‘ x’). En fin, es difícil ver cómo ‘Algo existe’ puede resultar significativo desde la perspectiva ortodoxa, pues carece del tipo de referencia a una propiedad, la que se requiere para que la tesis tenga un asidero (lo mismo sucede con ‘nada existe’). Consideraré que estas oraciones inespecíficas son los casos prueba para cualquier teoría de la existencia (éstas también bloquean los análisis metalingüísticos que se formulan diciendo: “‘Venus’ denota algo”, pues ‘algo’ no es un término denotativo). De nuevo, la posición ortodoxa no tiene la generalidad que habríamos de esperar de una teoría de la existencia. La cuarta objeción se enfoca en el requisito de que cualquier cosa que existe caerá bajo una u otra propiedad. Esto implica que nada podría existir que no cayera bajo alguna propiedad—diferente de la de existencia, obviamente. Existir es ser una instancia de una propiedad. Esto elimina del significado de ‘existe’ la posibilidad de lo que podríamos llamar “existencia desnuda”—una cosa que exista sin tener ninguna (otra) propiedad. ¿Qué habríamos de pensar acerca de esta posibilidad? La pregunta parece ser una pregunta metafísica sustantiva, abierta al debate racional. Quizás la existencia desnuda realmente es una imposibilidad metafísica, aunque no es claro cómo deba uno argumentar eso.14 Pero en cualquier caso, no parece que sea analítico o tautológico, afirmar que la existencia desnuda es imposible—como habría de serlo, de acuerdo con la tesis ortodoxa. Habría de ser equivalente a decir: ‘No podría haber una instancia de una propiedad, que no fuera una instancia 13
Una sugerencia alternativa y tentadora, es que ‘algo existe’ signi fica lo mismo que ‘algo es idéntico consigo mismo’ o ‘la propiedad de ser idéntico consigo mismo, tiene al menos una instancia’. Entonces, la fórmula que capturaría a la oración recalcitrante es: ‘( x)( x=x)’, donde ‘=’ desempeña el papel del predicado qu e falta. Pero ¿es realmente esto lo que ‘algo existe’ dice? ¿En dónde está el signo de identidad en la oración original? No hay ningún nombre del que podamos extraerlo, como en l as teorías descriptivas clásicas y es difícil ver cómo podría entenderse, de manera plausible, que esto es l o que se expresa con ‘algo’. Más aún, ‘algo existe’ se sigue de ‘Venus existe’ entonces, presumiblemente, habría que sostener que esta última oración significa: ‘( x) ( x=Venus)’, interpretando a los enunciados singulares de existencia, como si afirmaran la identidad de algo con la entidad nombrada. El problema aquí, además de la objeción previa, es que dicha paráfrasis parece irremediablemente circular, pues presupone que ya entendimos qué es (digamos) que Venus exista. El predicado que invocamos: ‘=Venus’, tiene inmerso al nombre ‘Venus’, y la condición sólo servirá para asegurar la existencia, si se asume que el término se refiere a una entidad existente. Considérese ‘=Vulcano’: la satisfacción de este predicado no asegura la existencia (¡Vulcano obviamente lo satisface!); y la razón, simplemente, es que Vulcano no existe. La satisfacción de ‘=Venus’ asegura la existencia sólo por la existencia de Venus, la cual estábamos analizando. Creo que Russell se daba cuenta de esto, y por eso n unca escogió cosas como ‘=Venus’, para que fueran las funciones proposicionales que pescaran la existencia. En el caso de otros predicados, como ‘planeta junto a Marte’, la existencia de la propiedad no depende de la existencia de Venus mismo, y por lo tanto no es directamente circular de la manera en la que lo es ‘=Venus’. También está la cuestión de que si se t oma a la identidad de esta manera, se socava una motivación central de la tesis russelliana, puesto que la i dentidad consigo mismo, tiene precisamente el tipo de uni versalidad que Russell encontró cuestionable en el predicado de existencia. 14 Una vez más nos preguntamos qué decir acerca de la identidad consigo mismo: ¿es contradictorio suponer que un objeto existe y carece incluso de la propiedad de ser id éntico consigo mismo? Esto me parece del todo imposible, aunque no estoy convencido de que realmente sea formalmente contradictorio. En fin, esa propiedad no sería de gran ayuda para quien defendiera la tesis russelliana, pues por las ra zones mencionadas en la nota anterior, parece que es precisamente el tipo de pr opiedad que sería erróneo invocar para analizar lo que significa decir que algo existe.
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de una propiedad’. Es decir, debería ser contradictorio afirmar la posibilidad de la existencia desnuda, como lo es afirmar que: ‘Una instancia de una propiedad podría ser una instancia de una no propiedad’. Esto se debe simplemente a que la existencia se analiza [p. 29] como la ejemplificación de la propiedad y entonces, no podemos luego decir que la cosa existente no tiene propiedad alguna. Aunque me parece que realmente no hay contradicción en la idea de la existencia desnuda, aún cuando bien pueda ser una imposibilidad metafísica: ‘x existe y x no tiene propiedades’, ciertamente no parece ser una oración que directamente se refute a sí misma. Creo que la idea de que un objeto tenga solo la propiedad de existencia, no se refuta en sí misma de manera intrínseca, pero tendría que ser así, si la existencia consistiera simplemente en la propiedad de ejemplificación. En realidad, aquí el problema se disemina porque la perspectiva ortodoxa requiere, no sólo que cada objeto tenga alguna propiedad, sino que tenga una propiedad única de él. Pues se dice que la existencia de un objeto individual consiste en la ejemplificación de una propiedad que sea suficiente para que exista ese objeto y ninguno otro. Entonces, la teoría sostiene característicamente que se ejemplifica alguna descripción definida o concepto individual, que permite diferenciar al objeto en cuestión. Pero esto implica que en cualquier mundo posible en el que el individuo exista, ese individuo tiene alguna propiedad que ningún otro individuo tiene. Esta seguramente es una tesis muy fuerte, y no estamos obligados a aceptarla simplemente por el análisis del concepto de existencia.15 El análisis de la existencia debe ser neutral en este punto. Frente a esto, parece que no hay impedimento lógico de que exista una serie de individuos en un mundo, sin que haya propiedad alguna que los diferencie unívocamente a uno de otro—como podría serlo una colección de esferas rojas metálicas indiscernibles. Seguramente que no queremos que nuestra teoría sobre la existencia solucione la irritante cuestión de [p. 30] la identidad necesaria de los indiscernibles. Y ¿por qué la existencia habría necesariamente de pegarse a la propiedad, si la hubiera, que resulta ser aquélla que solamente el objeto ejemplifica, en vez de a todas las otras propiedades que tenga el objeto? Ciertamente no parece contradictorio insistir en que podría existir un objeto que no se diferencia en ningún respecto de otro, mas que numéricamente. Sin embargo tendría que ser contradictorio, de acuerdo con la posición ortodoxa de los enunciados singulares de existencia.
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Por supuesto, la identidad de un objeto es siempre única de él, como en ‘=Venus’; pero como hemos visto, ésta no es el tipo de propiedad que sea correcto usar para caracterizar a la existen cia: la propiedad que individua debe ser tal, que no presuponga ella misma la existencia de la enti dad en cuestión. También está el punto de que si insistimos en usar a la iden tidad consigo mismo, como la propiedad que se ejemplifica unívocamente entonces, para el caso de las afirmaciones de existencia singular, desconectamos esas afirmaciones de las afirmaciones de existencia general, como sucede con ‘los tigres existen’. No quer emos acabar diciendo que la existencia de cada tigre individual consiste en que e jemplifique la propiedad de ser idéntico consigo mismo, sino que la existencia de los tigres en general consiste en ejemplificar la propiedad de ser tigre. La cuestión de la identidad consigo mismo parece ad hoc, diseñada simplemente para a segurar unicidad.
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Tomadas todas ellas juntas, estas cuatro objeciones implican que la posición ortodoxa simplemente no tiene asidero alguno en el concepto de existencia. Parece que lo tiene en algunos casos limitados, porque presupone la noción de existencia, como cuando emplea la locución “tiene instancias”. Pero la teoría no puede manejar la propiedad de existencia, no puede tratar el rango completo de los enunciados de existencia, y vincula la posibilidad de existencia muy íntimamente a la idea de una propiedad (unívoca) ejemplificadora. Dicho brevemente, el concepto de existencia no es idéntico al concepto de ejemplificación de propiedad (aunque este concepto, por sí mismo, invoque al concepto de existencia). Permítaseme ahora trabajar con más detalle la tesis de la propiedad de primer orden, respondiendo a algunas preguntas que pueden haber surgido. La postura acerca de las propiedades establece que cada ocurrencia de la palabra ‘existe’ es lógicamente predicativa, a la manera en que lo son ‘hombre’ y ‘azul’. También dice que todos los enunciados existenciales pueden analizarse mediante este predicado. Y esta es justamente la contraparte semántica de la tesis ontológica de que la existencia siempre, y en todas partes, es una propiedad de los objetos. Es una propiedad universal a todos los objetos que existen, más o menos como la identidad consigo mismo; pero es menos universal que la identidad, porque (como hice notar en el capítulo anterior) esa relación se establece en todo objeto concebible, no solamente en los que resulta que existen. ¿Qué problemas pueden surgir por esta tesis simple? ¿Por qué se la ha rechazado de forma tan consistente? Es increíblemente difícil encontrar alguna objeción que haya sido trabajada, a pesar de las sospechas que se tiene de ella. El único punto que hace Russell, y que es un tema recurrente, es que la existencia es, por así decirlo, demasiado universal para que sea una propiedad: “No hay [p. 31] nada característico en un predicado que concebiblemente no pueda ser falso. Quiero decir, es perfectamente claro que si hubiera tal cosa como la existencia de la que hablamos acerca de los individuos, sería absolutamente imposible no aplicárselas, y esta es la característica que tienen los errores.”16 Hay dos problemas con este argumento. Primero, prueba demasiado, puesto que la identidad consigo mismo y las propiedades lógicas (como la propiedad de no ser tanto rojo como no rojo al mismo tiempo) son contraejemplos a esto: se aplican a todos los objetos concebibles, pero difícilmente querríamos por eso analizarlas como propiedades de orden superior. Y ¿por qué no debe haber predicados absolutamente universales? ¿No pueden haber rasgos que todos los objetos compartan (como el de ser un objeto)? 17 Puede que no haya nada característico cuado hablamos de tales propiedades, dado que no tienen clase complemento, pero esto no quiere decir que no sean 16
“The Philosophy of Logical Atomism”, p. 241. O ‘tener propiedades’, o ‘estar en relación con algo’, o ‘ser nombrable’. De hecho, Russell mismo tiene que invocar esas propiedades universales para que su teoría funcione, por ejemplo: ‘ser una instancia de una u otra propiedad’, pues como la existencia consiste en ejemplificar alguna propiedad, tiene que presuponer que todo objeto existente tiene que poseer alg una propiedad a la que se adhiera la propiedad de la existencia. En verdad que es difícil ver cómo podría evitarse la universalidad si hemos de encontrar un análisis de la existencia que se aplique a cualquier caso. 17
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verdaderas de todo: hay muchas verdades de las que no tiene objeto hablar en los contextos ordinarios. Segundo, Russell está equivocado en decir que ‘existe’ se aplica a todos los objetos concebibles y que por lo tanto, no tiene ninguna utilidad. Precisamente no se aplica a todos los objetos concebibles, pues algunos de los objetos que concebimos no existen. Por supuesto, se aplica a todos los objetos que existen, pero tenemos buenas razones para usar la palabra, simplemente porque cometemos errores acerca de la existencia. La palabra ‘existe’ en verdad se aplica a todos los objetos existentes y a nada más, pero algunas veces suponemos que se aplica cuando no es el caso. 18 Puede resultar extremadamente útil que te diga que algo existe, [p. 32] cuando habías supuesto que no (y viceversa). Así pues, esta objeción contra la generalidad abarca demasiado. Hay dos áreas principales en las que hay que manejar cuidadosamente la tesis predicativa, pues se piensa que puede llevarnos a problemas: la interpretación de los cuantificadores y la naturaleza de la no existencia. Me ocuparé en cada una de ellas, por turnos. Estamos acostumbrados a hablar del ‘cuantificador existencial’ y a suponer que conlleva existencia de una forma no predicativa. Así, suponemos que la existencia no siempre se expresa mediante un predicado. Como ya señalé, la posición bifurcada es insostenible, especialmente frente al hecho de que debemos capturar las implicaciones. Y, lo que es más fundamental, la tesis está mal concebida desde su raíz, pues puede ser que ‘ x’ sea definible correctamente, usando el predicado de existencia, de forma tal que ésta no es una alternativa a la tesis predicativa. Y creo que es fácil mostrar que puede definirse de esta manera; igualmente, que es intuitivamente correcto pensar así. Considera la fórmula ‘para alguna x, x es F y x existe’, y asume que ella traduce a ‘Fs existen’. El punto aquí es que el prefijo ‘para alguna x’ no contiene en sí mismo compromiso existencial. Simplemente informa de cuántas cosas se dice que sean tal y tal. Ahora bien, sostengo que esta fórmula proporciona el sentido de los enunciados existenciales, y que expresa la existencia predicativamente. Lo que el prefijo hace es indicar la cantidad de Fs en cuestión—dice que algunas lo son; y es al predicado de ‘existencia’, al que se le deja expresar existencia. Desde esta perspectiva, la palabra
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Por esta razón es que es un error pensar que los enunciados singulares de existencia, cuando son verdaderos son triviales y cuando son falsos, contradictorios, basándonos en que la referencia misma presupone existencia. La razón por la que esto es erróneo es simplemente que si una audiencia escucha un enunciado singular existencial, puede no saber si su término singular se refiere a algo que existe, de manera que puede resultarles informativo unir tal término a la predicación de existencia. Si estamos discutiendo acerca de planetas y dig o: “Venus existe, pero Vulcano no”, puede que te sea informativo, porque no sepas cuál, ‘Venus’ o ‘Vulcano’, es el término vacío. Por supuesto, yo lo se, porque estoy enterado de l os hechos, y el enunciado no es informativo paramí —pero ningún enunciado es informativo para mí en ese sentido, porque ya conozco el hecho que enuncio. Mi audiencia puede carecer de pista alguna acerca de las cuestiones de existencia, y no apreciar el estatuto semántico de los términos que uso; lo que en tienden de mis aserciones existenciales, es que esos términos se refieren a algo, que existe o no, cualquiera que sea el caso. Véase en David Pears, “Is Existente a Predicate”, el argumento que estoy aquí rechazando.
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‘algo’ por sí misma es existencialmente neutra, como usualmente se asume que ocurre con ‘todo’19—y [p. 33] diría lo mismo para ‘la mayoría’, ‘muchos’, ‘unos cuantos’, cuando ocurren en enunciados de existencia como: ‘La mayoría de los super héroes existen’. Para defender esta tesis necesito sugerir una semántica plausible para la fórmula conjuntiva y motivar la manera de pensar acerca de las palabras que cuantifican. Puedo pensar en tres posibles interpretaciones para la fórmula, que no son del todo desconocidas. Primera, podemos introducir una ontología meignoniana, dejando que las variables corran sobre entidades tanto subsistentes como existentes. Entonces la conjunción dice de estas entidades que algunas tanto existen (opuesto a subsistir) como que son F . Bajo esta interpretación ‘para algún x’ tiene compromiso ontológico, pero no existencial, pues no todo lo que hay en la ontología meignoniana existe. Entonces, ‘existe’ estrecha el dominio ontológico de entre todos los Fs que haya. Segunda, podríamos volvernos substitucionalistas y quitarle a ‘para algunas x’ toda función objetual. La fórmula dice entonces que ‘x’ sólo puede reemplazarse por un término ‘t’, tal que ‘t existe y t es F ’ resulte verdadera. Es decir, interpretamos a ‘alguna’ de la manera estándar, puramente substitucional, y luego introducimos la existencia mediante un predicado explícito. Bajo esta interpretación, ‘x’ abrevia simplemente al cuantificador substitucional junto con su predicado de existencia adherido. Así, separamos al predicado existencial de los aspectos cuantitativos del símbolo complejo ‘x’. Tercera, podemos introducir una expresión cuantificacional especial, que sea equivalente a ‘algunas de las cosas acerca de las que pensamos/hablamos’ (que podríamos llamar “el cuantificador intencional”), y luego añadirle la existencia de la manera acostumbrada. Entonces, ‘Fs existen’ significa: ‘algunas de las cosas acerca de las que pensamos/hablamos existen y son Fs’. Simbólicamente: ‘Ix, x es F y x existe’, en donde ‘Ix’ es el cuantificador intencional.20 La función ‘algo’, de nuevo, simplemente comporta [p. 34] la cantidad de cosas de las que hablamos y decimos que son, tanto existentes como Fs. Podemos entonces decir significativamente, ‘para algunas x, de las que hemos hablado, x no existe’. 19
Lo que quiero decir es que s e asume que ‘todo’ es neutral respecto a la existencia, debido al condicional material inserto en la fórmula. Es verdad que en la lógica estándar ‘( x) ( Fx)’ implica ‘( x) ( Fx)’, pero se ha juzgado correcto considerar que los típicos enunciados universales carecen de compromiso ontológico, en virtud de las posibles verdes vacuas de l os condicionales que contienen. Lo que estoy sugiriendo entonces, es que un indulto similar debería aplicarse a nuestro uso de ‘al go’. Con mucho gusto aceptaría que ‘todo’ implica ‘algo’, pero eliminaría en ‘algo’ el compromiso existencial: si todos los dioses son tiranos, en verdad que algunos lo son —aunque por supuesto, no existan dioses. 20 El cuantificador intencional que he definido, recorre solo objetos de referencia. Si queremos incluir objetos que existen, pero a los que no nos hemos referido, entonces simplemente hacemos disyuntivo al cuantificador, e incluimos en su dominio tanto objetos intencionales, como objetos en el sentido ordinario, que existen, aunque no nos hayamos referido a ellos. De esta man era, el cuantificador intencional universal, puede recorrer objetos reales y de ficción en ‘todos los hombres son mortales’—en cuyo caso, ese enunciado resulta falso en virtud de que hay personajes ficticios inmortales. Luego, podemos apoyarnos en el contexto de la conversación, para proveer las implicaturas adecuadas, cuando deseemos hablar de gente real.
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Bajo esta interpretación, ser (existir) no es, lo digo enfáticamente, el valor de una variable. La idea aquí es interpretar a la variable de tal forma que sus valores sean, tanto entidades existentes, como entidades meramente intencionales; y un objeto meramente intencional ni siquiera subsiste (pronto diré mucho más acerca de objetos intencionales no existentes). Así pues, parece que podemos aplicar a nuestra fórmula una interpretación coherente y plausible, y mostrar que el “cuantificador existencial” se analiza en términos del predicado de existencia. Pienso que todo esto es intuitivamente correcto, y que resuelve el problema de la univocidad de los enunciados de existencia. También vimos que al adoptar la perspectiva predicativa, podemos preservar los cuantificadores de nuestra lógica usual, interpretados adecuadamente. No necesitamos regresar a la lógica vieja en la que ‘Fs existen’ es el término sujeto, en la forma sujeto-predicado. En ‘algunos hombres existen’ no es que ‘algunos hombres’ sea el sujeto y ‘existen’ el predicado, que nos lleva a absurdos en ‘ningún hombre existe’. Podemos mantenernos con la paráfrasis estándar que trata a ‘algo’ como un predicado de segundo orden, no como un término singular. 21 La existencia siempre se predica de individuos, no de misteriosas pluralidades. Pero ¿es ésta una buena manera de pensar acerca de ‘algo’? ¿En verdad, ‘algo’, tomada por sí misma, carece de compromiso existencial en los lenguajes ordinarios? Esta es una pregunta muy gorda, pero creo que hay consideraciones claras a su favor—no se trata solamente de que así lo requiera una teoría de la existencia que resulte correcta. Para empezar, las palabras cuantificacionales son precisamente eso: te dicen cuántos, qué proporción. Pero esa no es una [p. 35] preocupación inherentemente existencial. Será mejor denominar cuantificador parcial a la expresión ‘algo’, por analogía al cuantificador universal—ninguno implica lógicamente existencia. Lo mismo habría de decirse de los cuantificadores estándar no lógicos: ‘la mayoría’ ‘muchos’, etc. En la noción ortodoxa expresada por ‘x’ hemos mezclado dos funciones lingüísticas distintas, que interpretamos en el símbolo ‘x’—la función de decir cuántos y la función de implicar existencia (y el nombre de cuantificador existencial solo captura este último aspecto). Pero así como hemos separado estas funciones en ‘todo’, deberíamos hacerlo para ‘algo’.22 Y esto se acomoda bien a los datos lingüísticos, pues usamos ‘algo’ en contextos en los que no se implica la existencia, ni siquiera conversacionalmente. Podemos entonces decir: “Algunas de las cosas de las que hablas, no existen”, “Algunos super héroes son completamente ficticios”, “Algunas ciudades son meramente imaginarias”. En estas oraciones ‘algo’ expresa una proporción, pero no implica que la proporción 21
Nótese que ‘algo’ se trata como de segundo orden, mientras que ‘existe’, como de primer orden; es erróneo razonar que dado que ‘algo’ es un concepto de segundo orden, también debe serlo ‘existe’. La cuestión del nivel semántico de las palabras cuantificacionales es ortogonal a la cuestión de si la existencia es predicativa. 22 Estoy yendo más lejos de lo que van las lógicas libres, al quitar los supuestos existenciales a la lógica cuantificacional. Mientras que las lógicas libres se deshacen de la generalización existencial, yo me deshago del compromiso ontológico del signo de la cuantificación parcial misma, es decir, ‘algo’. Por lo tanto, podemos inferir ‘alguien es un detective’, a partir de ‘Sherlock Holmes es u n detective’, aún cuando Sherlock Holmes no exista. Por estricta cuestión lógica, entonces, nunca es posible inferir existencia a partir de nada (excepto de l a existencia misma, por supuesto), ni siquiera a partir de una oración de cuantificación parcial.
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exista—todo lo contrario, dado que los predicados niegan la existencia. Si tratas de traducir estos usos de ‘algo’ al así llamado cuantificador existencial, obtendrás francas contradicciones. Mejor entendamos de manera neutral ‘algo’, y permitamos luego que ‘existe’ haga lo que mejor sabe hacer: afirmar existencia. Desde esta perspectiva, ‘algo’ solo requiere fuerza existencial por cuestión de implicatura conversacional. Pero esta implicatura puede cancelarse sin contradicción, como cuando alguien tratando de molestarnos nos dice: “Algunas de las cosas a las que me he referido, no existen” (o tal vez sin querer molestarnos) dice: “Algunos dioses son temperamentales, pero por supuesto, los dioses no existen”. Un punto similar puede establecerse acerca de la palabra ‘objeto’: parece que esta palabra tiene una implicación existencial, de manera que hablar de objetos que no existen, suena contradictorio, especialmente cuando se pone énfasis en la palabra ‘objeto’. Pero creo que es claro que esta es una mera implicatura, pues usamos la palabra de manera totalmente correcta para hablar de [p. 36] “objetos del pensamiento”. Cuando usamos la palabra en este tipo de contexto, se cancela toda sugerencia de existencia. Si hablo de la fuente de la juventud, como el objeto de tu deseo, no hay implicación de existencia en ello. Lo mismo ocurre con ‘algunos’. La mayoría de las veces, la implicatura está en la fuerza, pues generalmente queremos hablar de cosas que existen, y esto es conocimiento común entre nosotros. Pero la implicatura general puede cancelarse en principio y entonces, ‘algunos’ exhibe sus verdaderos colores semánticos, al ser un instrumento de pura cuantificación, sin implicaciones existenciales.23 Por eso es que gustosamente podemos decir: “Algunos objetos (de pensamiento) no existen”. Desde esta perspectiva no se trata de que cuando ‘algo’ ocurre sin fuerza existencial, es porque de alguna manera está inmerso en un contexto intencional que borra su habitual apariencia existencial. Más bien, no contiene tal apariencia, por razones semánticas (opuestas a las pragmáticas), sino que solamente sirve para expresar cantidad o proporción—justo como ‘todo’. Si quieres tener semánticamente a la existencia dentro de tu perspectiva, debes decirlo. Por eso no es pleonástico decir “Algunos tigres domesticados existen”, y no es contradictorio decir “Algunos super héroes no existen”. En otras palabras, las apariencias lingüísticas son una guía verdadera para la realidad semántica: ‘algo’ no contiene de hecho ‘existe’, implícita o explícitamente, y así precisamente, como parece, así es. En consecuencia, necesitamos ‘existe’ en el lenguaje, además de ‘algo’—que es exactamente lo que en él encontramos. Lo que hacen las palabras cuantificacionales es abandonar la singularidad. Lo que hace ‘existe’ es atribuir la 23
Imagínate impartiendo un curso de literatura, en el que se discutan varios personajes ficticios (yo lo hago muy a menudo). Dices: “algunos de los p ersonajes de Lolita son despreciables”, y procedes a discutir sus carencias personales. Este es perfecto español, y claramente el contexto excluye las implicaciones existenciales. Ahora imagina que te mueves hacia un contexto de investigación criminal; aquí se asumirá que estás hablando de gente real cuando dices: “algunos de estos la drones de autos son muy inteligentes”. Pero seguramente la palabra ‘algunos’ no cambia su significado literal de un o a otro contexto; se trata simplemente de las implicaturas que conlleva el contexto de emisión.
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propiedad de existencia a los objetos que o bien se cuantifican, o se denotan. Invita a la confusión, tratar de mezclar estas dos nociones juntas en un único símbolo primitivo ‘x’. La frase ‘cuantificador existencial’ oscurece este punto: piensa cuán extraño suena llamar a ‘todo’ el cuantificador universal, sólo porque [p. 37] crees, como muchos lo han hecho, que también implica existencia. Etiquetar a ‘algo’ como cuantificador existencial no es simplemente describir su función, sino imponerle una teoría tendenciosa, una teoría que hemos visto, es falsa de los datos lingüísticos. Las cuestiones serían mucho más claras, si habláramos de cuantificador universal y cuantificador parcial. Podemos, por supuesto, simplemente definir una expresión ‘x’ que contenga ambas nociones, como de facto lo hemos hecho tradicionalmente; pero deberíamos estar conscientes de en qué consiste el análisis semántico correcto de tal expresión así estipulada—y habríamos de tener cautela en tomar este símbolo para traducir el ‘algo’ del lenguaje natural. El tópico de la no existencia nos involucra en preocupaciones que son mucho más metafísicas puramente, y es verdad que el tópico puede rápidamente generar desconcierto y confusión; lo obvio se torna absurdo con un simple parpadeo. El problema, puesto de manera cruda, es asegurarnos que las cosas que no existen, no resulten después de todo, existentes. El predicado ‘existe’ no se aplica a algunas cosas—lo que debemos asegurar es que esas cosas no resulten existentes atenuados, o de segunda clase: simplemente no existen. Creo que es esencial, para evitar este peligro, reconocer una asimetría crucial entre la existencia y la no existencia, a saber, que la no existencia depende de representación, mientras que la existencia no. Es decir, la clase complemento de ‘existe’ es puramente intencional—su esse es concipi. La ontología meignoniana de la no existencia simplemente niega esto al sostener que entidades meramente subsistentes pueden tener Ser, aún cuando nunca hayan sido concebidas. Pero yo quiero decir que no hay entidades no existentes que sean independientes de la mente—aunque haya muchas entidades existentes dependientes de la mente. Piénsese en un predicado como ‘azul’: puede haber cosas azules con las que no nos hayamos cognitivamente topado, pero también pueden haber cosas no azules con las que no nos hayamos topado—e igualmente sucede con cualquier otro predicado común. Si la clase complemento de ‘existe’ la pensamos de esta manera, entonces sostendríamos que podría haber objetos que no existen y que no han sido pensados, pues su naturaleza no consiste en ser concebidos. Pero esto me parece una confusión total: no hay cosas no existentes que trasciendan nuestros actos cognitivos;
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[p. 38] todos los objetos no existentes son objetos del pensamiento, pues es necesario que así sea.24 Y esto marca un contraste profundo entre los predicados típicos. No es que después de todo esto muestre que ‘existe’ no es un predicado, sino más bien nos dice algo importante acerca de las palabras conceptuales. Cuando decimos que no existe un objeto, atribuimos la no existencia a un objeto puramente intencional; de hecho, precisamente en esto consiste su no existencia. Si fuera otro tipo de objeto, después de todo, tendría existencia. Esto nos lleva a la pregunta acerca de la relación entre la existencia y la posibilidad—en particular, si existen objetos meramente posibles. Parece erróneo insistir en que todo objeto posible debe ser concebido, porque esto hace que la posibilidad dependa de la mente; y, en algún sentido, los objetos meramente posibles están carentes ontológicamente. Entonces, ¿hay objetos posibles no existentes y que sin embargo, sean independientes de la mente? En este asunto me acojo a la tesis de Kripke sobre la no existencia de entidades como los unicornios y Sherlock Holmes: estos no son objetos metafísica y genuinamente posibles.25 El problema central con la interpretación de la posibilidad cuando se habla de unicornios y Sherlock Holmes es, simplemente, que hay demasiados objetos que son posibles, todos los cuales responden a las descripciones que se proporcionan en las historias—y ¿cuáles de estos es realmente Holmes o [p. 39] el unicornio? Esto nos indica, solamente, que las entidades de ficción no son entidades que resulten metafísicamente posibles; no nos dice si es que hay otras entidades que no existen y también son independientes de la mente, contrario al principio que he presentado antes. A esto respondo que las entidades meramente posibles, como por ejemplo, la hermana más joven que pude haber tenido, realmente existen, y existieron antes de que me hubiera formado el concepto de ellas —aunque actualmente no existan. Tales entidades existen en el reino de meramente posible; su carencia ontológica consiste en el hecho de que su existencia no es actual. Cuando pensamos en que no existen, estamos confundiendo la existencia con la existencia actual, y es la necesidad que tienen de adquirir esta última, lo que explica su diferencia respecto de objetos ordinarios, como lo son las gentes que me rodean. Pero creo que las entidades ficticias como Sherlock Holmes, no se las entiende correctamente como objetos posibles análogos a la gente posible que hubiera podido existir 24
La razón fundamental para esto es que los objetos no existentes se individúan mediante las ideas que les asociamos. Si nos dicen que un p articular no existe, necesitamos saber de qué cosa se dice que no existe— necesitamos un concepto individual que sea a propiado. La noción de una entidad n o existente que no tenga un concepto individual asociado a ella, es una noción mal definida: ¿qué es precisamente lo que no existe? Los caracteres ficticios son aquí l os paradigmas: Sherlock Colmes no existe porque es un personaje creado por Conan Doyle—y no es que hubiese un hecho bien definido previo a que Conan Doyle creara el personaje. Es como si el pensamiento y el lenguaje incorporaran dentro de lo que es, a los objetos no existentes. Incluso en el caso de los enunciados generales de no existencia, como por ejemplo ‘los tigres con diez patas no existen’, no podemos decir cuál tigre particular carece de existencia, sin que invoquemos alguna indi viduación conceptual. En el caso de l os objetos existentes no concebidos, el objeto mismo sirve para individuarse, pero en el caso de l os discutidos objetos particulares no existentes no concebidos, simplemente no hay na da que nos proporcione condiciones de individuación—no hay nada específico que carezca de existencia en este tipo de casos. Esta es la r azón por la que los objetos no existentes particularizados, son siempre objetos inten cionales. 25 Naming and Necessity, 156-8.
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actualmente si los hechos reproductivos hubiesen sido distintos. Por supuesto, tales objetos no existentes son epistemológicamente posibles, pero no lo son metafísicamente. Así pues, la no existencia es una propiedad esencial de Holmes y de los unicornios, pero no es una propiedad esencial de mi hermana posible. Por otra parte, la existencia no es una propiedad esencial de Venus ni de Clinton. Esta asimetría muestra que la existencia, aunque es una propiedad genuina, es diferente de las propiedades en general: generalmente, si la F dad es una propiedad contingente de los objetos, igualmente lo es la no-F dad—pero no en el caso de la existencia. En suma, entonces, los objetos genuinamente posibles existen, aunque no actualmente, mientras que los objetos genuinamente no existentes, tienen ese estatuto de manera necesaria.26 [p. 40] Podría ayudar si reformulo mi posición, considerando tres teorías diferentes acerca de las condiciones de verdad para ‘Vulcano no existe’. Primera, puede sostenerse que ‘Vulcano’ etiqueta a un objeto posible y que los objetos posibles no existen. Segunda, puede sostenerse que ‘Vulcano’ etiqueta a un objeto posible, y que los objetos posibles existen, y que lo que este enunciado dice es que este objeto existente no existe actualmente—es decir ‘el objeto posible existente Vulcano no es actual’. Tercera, se puede sostener que ‘Vulcano’ no etiqueta objeto posible alguno, y que la parte predicativa simplemente atribuye no existencia a este objeto no existente. Mi propuesta, entonces, es tomar la tercera vía, adhiriéndome así a la tesis de que toda no existencia depende de representaciones. Los objetos posibles no son contraejemplos a esta tesis puesto que comportan existencia. Pero ¿es la imposibilidad un contraejemplo a esta tesis? Puede pensarse tanto que los objetos imposibles no existen como que no dependen de representación. Los cuadrados redondos no existen, puede decirse, pero no son necesariamente objetos de pensamiento. ¿No será que los cuadrados redondos carecen de existencia en el universo, mucho antes de que los seres pensantes llegaran a concebirlos? ¿No será que hay muchos objetos imposibles en los que nunca hemos pensado? Esta es una cuestión sutil y enigmática, pero estoy tentado a tomar la siguiente línea: los objetos imposibles, como los posibles, sí existen, pero carecen de la posibilidad de actualización—son entidades existentes que no podrían ser actuales. Su esencia es existir en el limbo modal, necesariamente privadas de actualización. Esto explicaría nuestra intuición de que su carencia ontológicamente fundamental, que no se debe a que no existan, sino a que su existencia necesariamente no es actual. Ni cosa alguna similar a ellos podría existir, mientras que en el caso de 26
Aquí no estoy intentando convencer al lector de que es correcto pensar en l os objetos posibles como si existieran; simplemente estoy formulando la que me parece es una posición conocida. Mi propósito es indicar cómo puede ser consistente la tesis d e la dependencia representacional de lo no existente, con la independencia que los posibilia tienen respecto de la mente—a saber, reconociendo que los posibilia existen. Es posible que haya un elemento estipulativo en esta manera de hablar, pero nos sirve para protegernos de lo que de otra forma sería una tesis obligada, a saber, la identificación de lo n o existente con objetos meramente intencionales. Adviértase que nada de esto es directamente relevante para la cuestión de si la existencia es una propiedad; la dependencia representacional de la no existencia es una tesis lógicamente separable.
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Holmes y los unicornios, aunque carecen por completo de existencia, al menos cosas similares a ellos podrían existir. La distancia respecto de la actualidad, medida por el estatuto modal o la disimilaridad con las cosas actuales, no es lo mismo que la no existencia. Los objetos imposibles no son, entonces, contra [p. 41] ejemplos a la tesis de que la no existencia depende siempre de representación.27 Puede que ahora se pregunte cómo podemos atribuir propiedad alguna a los objetos puramente intencionales, incluyendo la propiedad de la no existencia. Aquí tenemos que poner mucho cuidado y atención en el camino que andamos, para no imponer modelos engañosos a nuestros conceptos, pues, simplemente, atribuimos propiedades a los objetos no existentes—hacemos observaciones sobre ellos. Por ejemplo, decimos que Pegaso es un caballo, no un puerco, que Zeus es un dios, que Sherlock Holmes es un detective brillante. Estos enunciados son todos verdaderos y contienen expresiones predicativas; entonces, sí, podemos predicar propiedades de objetos no existentes. No toda predicación comporta referencia a una entidad existente a la que se le atribuya la propiedad; algunas veces, tomamos una entidad no existente y le atribuimos una propiedad.28 Esto es, como diría Wittgenstein, lo que hacemos. Nuestras teorías [p. 42] necesitan respetar este hecho, no negarlo. Y por lo tanto, no hay impedimento alguno para atribuir la propiedad de no existencia a algunas de las cosas de las que hablamos. Así como Zeus carece de la mortalidad, también carece de la existencia; así como Vulcano carece de ser cactus, carece de existir. Imagina a alguien que escucha una conversación que sostienes acerca de Vulcano y se 27
De nuevo, no espero persuadir al l ector sobre esta concepción de los objetos imposibles, y l a cuestión es altamente polémica. A manera de amarrar intuiciones, piensa en una conversación acerca de si h ay tanto objetos imposibles, como posibles: nadie en la conversación ha pen sado alguna vez acerca de cuadrados redondos, y entonces, alguien dice: “sí, ha y objetos imposibles, ¡piensa en objetos que sean tanto r edondos como cuadrados!”; luego, se llega a un acuerdo entre quienes discuten, de que, después de t odo, en verdad hay tales cosas. ¿No han llegado entonces al acuerdo de que los objetos imposibles sí existen, aunque por un rato haya sido difícil encontrar ejemplos? Estos objetos ciertamente no son meras ficciones, pues la imposibilidad de los cuadrados redondos se obtuvo independientemente de que alguien los c oncibiera o contara una historia acerca de ellos. Esto hace que surja la pregunta de si Sherlock Holmes pudiera ser un objeto imposible, como estos. He dicho que Holmes es un objeto imposible, ahora digo que tales objetos existen, entonces ¿No podría Holmes ser uno de ellos? Mi respuesta es que los objetos imposibles lo son en d os variedades: los existentes y los no existentes. Ya sabemos que Holmes no existe, y su i mposibilidad no perturba este conocimiento; pero en el caso de los cuadrados redondos, la cuestión está abierta a discusión, y parece que hay razones para permitir que estas entidades existan. Al menos sabemos como qué sería que un cuadrado redondo existiera—son entidades bien definidas. Pero en el caso de las entidades ficticias, tenemos el problema que Kripke notó, de que hay demasiados candidatos para Sherlock Holmes en el espacio de l os mundos posibles (¡e imposibles!)—su individuación está demasiado subdeterminada en el contenido de las hi storias. Por lo tanto: algunos posibilia existen, otros n o. (Por supuesto, me doy cuenta de que estas son cuestiones muy delicadas, y que no es del todo claroqué decir acerca de ellas; estoy presentando la q ue parece ser la mejor y más abarcadora concepción de la on tología de estas cuestiones.) 28 Piensa en atribuir propiedades a objetos meramente posibles: mi hermana posible, Edith, (la que h ubiera resultado de la combinación de un esperma y un óvulo particular) tiene la propiedad del ser del sexo femenino. Entonces, no sólo los objetos actuales tienen propiedades. En el caso de objetos de ficción el origen y fundamento de sus propiedades está en la historia que los refiere; por ello, podemos decir, de manera completamente correcta, que Holmes es un detective, predicándole así una propiedad a Holmes. Y, claramente, el predicado ‘detective’ no es ambiguo en los contextos fácticos y ficticios.
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pregunta de qué estás hablando. “¿Qué es eso de Vulcano?” pregunta, y tú respondes “¡Ah! Vulcano. Es un planeta que algunos astrónomos erróneamente supusieron que existía”. “¿Entonces no te estás refiriendo a un cactus con el nombre ‘Vulcano’?” “Definitivamente no, Vulcano es un planeta, no un cactus—y más aún, no existe”. Aquí vemos propiedades afirmadas y negadas, acerca de una entidad no existente, entre las cuales está la existencia misma. Como regla general, los objetos intencionales tienen precisamente las propiedades que les confieren nuestros actos mentales; por eso es que suena tan raro sugerir que Pegaso sea en realidad un poodle esponjado y no un caballo alado. Pero hay otra explicación de las afirmaciones de no existencia, que puede provenir de la inquietud que provoca la idea de que los objetos no existentes, pueden ser sujetos genuinos de predicación, al menos en su forma primitiva. Queremos preguntar qué es que un objeto carezca de existencia, queremos un análisis de esto. Existir es tener la simple propiedad de la existencia, pero no existir parece ser cuestión de intencionalidad fallida, si es que puedo ponerlo de esta manera. Dado que la no existencia depende de representación, habríamos de ser capaces de explicarla en esos términos. Entonces, deberíamos suponer que hay alguna complejidad en tales enunciados, y que de alguna manera, hacen referencia a actos cognitivos. Hay dos casos principalmente que debemos considerar: la ficción y la postulación empírica. La idea, entonces, es que cuando digo ‘Holmes no existe’ estoy diciendo algo como esto: ‘es simplemente una pretensión de la ficción, el que Holmes exista’; y cuando digo ‘Vulcano no existe’, estoy diciendo algo como esto: ‘fue una postulación errónea [p. 43] que Vulcano existe’. En estas paráfrasis, ‘existe’ ocurre solamente en su forma positiva, y la negación de la existencia se encuentra en la implicación de que han ocurrido actos de hacer creer algo o postular algo erróneamente. Poniendo ambas cosas juntas, la condición de verdad básica para los enunciados existenciales negativos es que sólo se consideró la existencia. Y no lo podemos explicar más, si decimos que el objeto que considerábamos no existe; el final del asunto está al establecer que fue un caso de mera consideración. La no existencia carece de intencionalidad, de manera esencial y constitutiva; y la existencia no se define como intencionalidad exitosa. La existencia es tener una propiedad independiente de la mente, pero la no existencia resulta de que ocurra un acto mental de cierto tipo—una pretensión o postulación errónea de existencia. Las afirmaciones de no existencia en realidad son enunciados acerca de actos mentales, tal como lo
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sugiere la tesis de la dependencia representacional. 29 Esto hace que la no existencia sea muy diferente de lo no cuadrado, digamos: afirmar [p. 44] que un objeto no es cuadrado, no es afirmar que erróneamente se le consideró cuadrado, puesto que puede no ser así, y, en fin, no es lo que el enunciado significa. No hay alusión alguna a estados mentales erróneos. Pero decir que un objeto no existe, es aludir a suposiciones equivocadas o a actos de hacer creer algo. Creo que esta asimetría es completamente intuitiva: la no existencia realmente tiene mucho más que ver con desatinos de la mente, que otros tipos de carencias de propiedades. Sospecho que es la naturaleza de la no existencia—cómo difiere de las carencias de otras propiedades—que está en la raíz de la sensación de que la existencia no puede ser una propiedad como las demás. La negación de la existencia funciona de manera diferente a como funciona la negación en cualquier otra propiedad, debido a la dependencia representacional que subyace a la no existencia; pero no debemos inferir a partir de esto que la existencia en sí misma no es una simple propiedad de primer orden, para los objetos. Entonces, podemos explicar la intuición de que la existencia es un tipo peculiar de propiedad, sin retirar la tesis de que sin embargo, ésta es lo que es. Ser un tipo peculiar o único de propiedad, no es d ejar de ser una propiedad. Puede haber una razón adicional por la que alguien pudiera dudar de la tesis predicativa, y es de carácter epistemológico; a saber, que la existencia no es una propiedad perceptible en los objetos. Si nos atenemos al principio empirista de que solo las propiedades de los objetos son perceptibles, entonces obtenemos el resultado de que la existencia no es una propiedad, al menos bajo algunas asunciones plausibles. (Russell por supuesto, era un empirista duro en su posición general, así que puede que haya sido influenciado por este tipo de consideración: ¿dónde en mis datos sensorialesde-mesa, pudo haberse preguntado, está la cualidad de la existencia?) ¿Por qué la existencia no es u n 29
Cuando digo esto, no qui ero decir que esos enunciados de no existencia, significan lo mismo que los enunciados de intencionalidad fallida; más bien estoy hablando del hacedor de verdad básico, para los existenciales negativos. Las analogías son siempre potencialmente engañosas, pero podemos comparar esto con la concepción de la cualidad secundaria del color: lo que hace verdadero que un objeto sea rojo es que tiene la disposición de verse rojo a q uienes lo perciben, pero no es que ‘rojo’ signifique ‘tiene la disposición de verse rojo’; más bien es la disposición es en lo que la rojez ontológicamente consiste—o la rojez superviene de tal disposición (sobre esto véase mi “Another Look at Col our”). De manera similar, la no existencia de Holmes depende de que ocurran ciertos actos mentales creativos que n o tienen un objetivo en el mundo real; o si te gusta, tal no existencia, superviene de actos mentales que no tienen referencia real en el mundo. Esta manera de ver las cosas es totalmente compatible con reconocer que el concepto d e intencionalidad fallida debe analizarse invocando el concepto de n o existencia—la intencionalidad fallida es precisamente un caso en el que el objeto intencional no existe. En el caso del color ‘verse rojo’ contiene la palabra ‘rojo’, pero esto n o muestra que la rojez no supervenga de la disposición de verse rojo. Mi tesis acerca de l a no existencia no es que la intencionalidad fallida sea conceptualmente anterior a la n o existencia; sino la tesis de que los hechos de no existencia se obtienen en virtud de la intencionalidad fallida, en el sentido de que no hay no existencia sin int encionalidad fallida. Esto marca la diferencia entre la existencia y l a no existencia, puesto que l a existencia no superviene de la intencionalidad exitosa. La existencia es como una cualidad primaria; la no existencia es como una cualidad secundaria. Entonces, no tenemos que considerar a la no existencia de un objeto, como un h echo último que no tiene mayor articulación; podemos decir lo que comporta (por así decirlo) que un objeto no exista. De manera alternativa, podemos quedarnos con la simple idea de que la no existencia es justamente un a de las propiedades que primitivamente tiene Sherlock Holmes, junto con la de ser un detective.
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rasgo perceptible en los objetos? Porque sin importar que el objeto exista o no, presenta la misma apariencia sensorial: las ratas rosas que alucino son tan extrañas como las ratas rosas existentes. Un objeto no existente puede parecer igual que un objeto existente. El azul siendo azul, digamos, hace una diferencia en cómo se ven las cosas, así que las ratas azules se ven muy distintas de las ratas rosas, pero la existencia no imprime ninguna diferencia cualitativa—no hay ninguna impresión de la existencia (como en efecto dijo Hume). Es por esto que realmente [p. 45] es posible el escepticismo acerca del mundo exterior: nunca puedes obtener la existencia en las apariencias, así que siempre tiene que inferirse o asumirse. Si la existencia fuera como el color, podrías saber que el mundo exterior existe simplemente inspeccionando tus datos sensoriales: pero eso es exactamente lo que no nos permite la existencia. Se que mi objeto intencional presente es azul y circular, pero no tengo nada sensible que me garantice que también existe. La respuesta correcta a este punto acerca de la imperceptibilidad es conceder la premisa pero negar que la conclusión se siga: en verdad, la existencia no es una propiedad perceptible, pero no se sigue que no sea una propiedad—simplemente es una propiedad muy especial. ¿Es la identidad consigo mismo una propiedad perceptible en los objetos, o las propiedades lógicas o modales? Aparentemente no, pero entonces ¿por qué debe serlo la existencia? El empirismo de este tipo simplemente está equivocado, es una asimilación errónea de todo lo que es real a todo lo que es perceptible. Negar que la existencia es una propiedad con base en su imperceptibilidad es simplemente una reacción hiperbólica contra su carácter específico. Es una propiedad que es universal de lo que existe, cuya clase complemento depende de representación, y que no es perceptible: ésa es su naturaleza. Así pues, no hay en esto una objeción convincente contra la tesis de que la existencia funciona como una propiedad de primer orden para los objetos. Quiero ahora considerar tres contextos específicos en los que esencialmente se in voca el concepto de existencia; mi propósito es mostrar la superioridad de la tesis predicativa sobre la tesis ortodoxa al manejar estos contextos. (i) El Cogito. Considera el enunciado ‘Yo existo’ ¿cómo debemos analizarlo? Tal como se presenta, tiene la forma de un enunciado sujeto-predicado, consistente en un término singular indéxico y un término que atribuye una propiedad al referente de ese indéxico (en un contexto). Y mantengo que esto es precisamente lo que es, hablando en términos lógicos. Esta es la posición de entrada, a pesar de los argumentos en contra. ¿Pero cómo lo maneja la tesis ortodoxa? Necesita encontrar un predicado para adjuntárselo a ‘existe’; pero aparentemente aquí no figura tal predicado; [p. 46] así que uno se las tiene que ingeniar. Entonces, nos empujan hacia una teoría descripcionista de ‘yo’, que nos permita decir que la proposición de que yo existo es equivalente a la proposición de que D tiene una única instancia. Pero hay problemas bien conocidos en esto, puesto que cualquier
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descripción natural carecerá de la fuerza del indéxico. 30 Puedo saber, por ejemplo, que el autor de The Mysterious Flame, es satisfecho por solo una cosa, sin darme cuenta de que yo soy el autor, entonces, los idéxicos y las descripciones, no significan lo mismo.31 La única descripción remotamente útil sería metalingüística, como ‘el referente de este (ejemplar de) “yo”’ se ejemplifica unívocamente. Pero ahora, esto no se parece mucho a lo que el enunciado original dice: el cogito es menos intrincado que eso; no es metalingüístico; tiene una certeza transparente de la que carece la paráfrasis. Pero también hay un claro problema lógico, porque nos estamos refiriendo ahora a dos cosas—el uno mismo y un ejemplar de ‘yo’—y ¿cómo ha de analizarse eso? Necesitaremos otra descripción definida para explicar la existencia de su referente; si no, entonces fracasamos, no tenemos algo que posea la fuerza semántica del original, pues la indexicalidad no puede capturarse de manera no indéxica. Lo mismo se aplica si reemplazamos ‘yo’ por ‘el portador de estos estados mentales’, [p. 47] refiriéndome a mis propios estados mentales: esto presupone la verdad de ‘estos estados mentales existen’, y no puede analizarse de manera no indéxica. La cuestión aquí es la irreductibilidad de los indéxicos, especialmente el ‘yo’ del cogito, es inconsistente con el análisis ortodoxo de los existenciales singulares en términos de descripciones. Si la única manera de preservar las propiedades semánticas especiales de ‘yo’ es introduciendo algún nuevo indéxico, entonces tenemos que explicar el correspondiente enunciado de existencia, que presenta el mismo dilema irresoluble. Así que el caso es incluso peor que el de los enunciados de existencia que contienen nombres propios. La lección es que el cogito no puede formularse usando el análisis ortodoxo de existencia; necesita el tratamiento predicativo. (ii) Esencialismo. Una manera natural de expresar tesis esencialistas emplea la noción de existencia: para que Clinton sea necesariamente un hombre, debe ser el caso que Clinton no pudiera existir sin ser hombre. De manera general: ‘x es esencialmente F ’ significa ‘necesariamente, si x existe, x es F ’. Veamos ahora cómo la teoría ortodoxa analiza esta segunda oración. Hay dos posibilidades: o bien usamos ‘F ’ mismo como el predicado al que se adjunta la existencia, o introducimos un nuevo predicado. Supóngase que usamos a ‘F ’ mismo: entonces obtenemos ‘necesariamente, si x es una instancia de F dad, x es F ’. Esta sería una manera de formular la tesis de que (digamos) cada hombre es tal que, necesariamente, si existe, es un hombre; y dice que cada hombre es tal que, 30
¿Qué tal si invocamos la identidad consigo mismo nuevamente, bajo la forma del predicado ‘= yo’? Entonces podríamos decir que ‘yo existo’ significa ‘( x) ( x=yo)’ donde lo segundo h ereda las propiedades semánticas del indéxico original. Pero de nuevo, esto presupone mi existencia, dado que el término ‘yo’ debe en tenderse que se refiere a una entidad existente—a mí—en el contexto de ‘= yo’. No explicamos qué es que yo exista estableciendo que algo es idéntico a mí. Tampoco, intuitivamente, es esto lo que significo cuando digo que yo existo—¿en dónde habremos de encontrar el signo de i dentidad en esa oración? Y también está la cu estión que señalé al principio, de que la idea de una ejemplificación de ‘= yo’ contiene ya la noción de existencia, pues a Sherlock Holmes no se le permite ser una ejemplificación de la identidad consigo mismo, como si esto fuese suficiente para existir. 31 Véase John Perry “The Problem of Essential Indexical”.
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necesariamente, si es una instancia de la hombredad, entonces es un hombre. Pero esto por supuesto es pura tautología, lo que no es el enunciado original—entonces, no pueden significar lo mismo. Tenemos por lo tanto que buscar otro predicado distinto de aquel que hemos declarado esencial a los objetos en cuestión. En general, eso no sería imposible de hacer: Clinton, digamos, satisface el predicado ‘presidente de los EU en 1999’. Esto hace que surjan los problemas kripkeanos acerca de si podemos preservar el estatuto modal bajo tal análisis, pero el punto que quiero hacer es diferente, y es paralelo al que hice antes acerca de la existencia desnuda. Y es que la doctrina ortodoxa implica ahora que nada puede tener una propiedad esencial F a menos que instancia otras propiedades (sin incluir la de existencia). Pero ¿es esto realmente una necesidad metafísica? [p. 48] ¿No podría un objeto tener solo una propiedad y tenerla de manera esencial? Puesto de manera más puntual, ¿es la negación de esto lo que implica la tesis esencialista? ¿Es contradictorio decir ‘x es esencialmente F y x no tiene ninguna otra propiedad más que F ? No veo que lo sea, pero el análisis ortodoxo implica que debe serlo, cuando se desecha la traducción tautológica. Si tomamos a ‘existe’ como predicado, por otra parte, entonces simplemente podemos decir que para qu e Clinton tenga la propiedad de existir, debe tener también la propiedad de ser un hombre, y esto no es ni tautológico ni está comprometido con la idea de que Clinton deba tener alguna otra propiedad adicional. Pero si asumimos que la existencia se adjunta a alguna propiedad, a la manera ortodoxa, entonces estamos comprometidos a que Clinton tenga otras propiedades además de la de ser un hombre. Por supuesto que las tiene, pero mi punto aquí es que esto no es algo que la tesis esencialista deba implicar lógicamente, pues no es contradictorio decir que un objeto es esencialmente F y sin embargo no tiene ninguna otra propiedad. Concluyo por lo tanto, que el análisis ortodoxo no puede manejar adecuadamente el uso de la existencia para expresar las tesis esencialistas, mientras que la posición predicativa no tiene ningún problema con ellas. (iii) El argumento ontológico. La objeción estándar al argumento ontológico (AO) es que éste asume que la existencia es una propiedad. Obviamente, yo estoy comprometido a decir que esta es una mala objeción, entonces la pregunta para mí es qué voy a decir acerca de la tesis de que la definición de Dios implica su existencia. Ahora me doy cuenta que siempre fue sospechoso pescar la falacia del argumento tratando a la existencia como una propiedad en vez de tratarla como un concepto de segundo orden, como si acabáramos de darnos cuenta de que ‘existe’ está lógicamente a la par con ‘numeroso’. Es como si dijéramos que el argumento depende del alcance que tenga la confusión de afirmar el consecuente o alguna otra de estas cuestiones lógicas. Pero ciertamente el argumento es mucho más interesante y sustantivo de lo que ese análisis le concede; no es simplemente una falacia lógica—aunque no resultara placentero creerlo. Segundo, me parece muy poco claro que el argumento no puede reformularse usando ‘existe’ como predicado de segundo orden. Entonces podemos preguntar si es parte de la definición de Dios que sus atributos deban tener al menos una instancia. ¿Tiene que tener al menos una instancia ‘ser todo poderoso y omnisapiente’?
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[p. 49] ¿Pero si no la tuviera, entonces no expresaría el concepto del ser más perfecto? El concepto de ‘ser un ser perfecto’ tiene que tener una instancia o no sería el concepto que intenta ser. Tercero, debemos notar que el argumento puede correr en la dirección opuesta, para probar la no existencia del ser más imperfecto. Llamemos a ese ser ‘Satanás’: entonces, Satanás no puede existir porque él es el ser más imperfecto que pueda concebirse, y la existencia es una de las perfecciones. Existir y ser imperfecto, es ser menos imperfecto que el ser máximamente imperfecto que no existe. Sea lo que fuere que esté mal en estos argumentos, eso es independiente de si la existencia es una propiedad; el estatuto lógico de ‘existe’ es irrelevante. ¿Cómo se pueden evitar el AO y su contraparte satánica? No necesito contestar esto para defender la tesis de que la existencia es una propiedad, pero de todas maneras haré algunas observaciones. Uno puede pensar que la debilidad descansa en el supuesto de que la existencia es una perfección y la inexistencia una imperfección. Esto ciertamente es cuestionable bajo cualquier interpretación natural de la noción de perfección. En realidad podemos formular el argumento sin utilizar esas premisas, apelando a otros aspectos de la definición de Dios. Pero seguramente, se argumentará, no puedes ser el ser más impresionante y poderoso si no existes; otro ser, que fuera como tu pero que sí existiera hubiera sido más impresionante y poderoso. Entonces, la existencia es parte de la definición de Dios en virtud de estos atributos y no meramente en virtud de la noción de la perfección. Igualmente, podemos probar que el ser menos impresionante y poderoso que pueda concebirse no podría existir (no sería el diablo, como se lo ha concebido tradicionalmente), pues si un ser se define como el ser concebible más mínimamente impresionante y poderoso, no podría existir dado que la existencia aumenta la impresión y el poder. Es cierto que este argumento suena extraño y sofístico, pero es difícil señala con el dedo exactamente en dónde está el error. Mi sospecha, que está fuera del tópico de la existencia, por lo que no trataré de perseguirla aquí, es que la falla reside en [p.50] suponer que nociones como las de ‘el ser más perfecto, impresionante, poderoso que pueda concebirse’ están bien definidas. Podemos entender qué es el ser más perfecto que exista, y sabemos qué es que algo pueda concebirse , entonces, pensamos que sabemos lo que se significa cuando hacemos la combinación. Pero aquí estamos deslizándonos hacia un sinsentido, análogo a la idea de (digamos) el triángulo, o la pieza de música o el alimento, más perfecto que pueda concebirse—y también sabemos lo que es concebir que alguna de estas cosas sea superior a otra. Pero no se sigue— y esto es lo que resulta peculiar—que entonces hay un concepto bien definido de la cosa más perfecta que pueda concebirse, en cualquiera de estos casos. Supóngase que llamo ‘Bill’ al alimento más perfecto que podamos concebir, ¿puedo inferir que Bill existe porque si no existiera entonces tendría que haber un alimento que fuera concebiblemente mejor que Bill? Simplemente no sabemos qué sería ser el alimento o la pieza de música más perfecta que pudiera concebirse. De manera similar, digamos, la noción del ratón más poderoso que pudiera concebirse tiene poco sentido; o la
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margarita más impresionante que pudiera concebirse. Me parece que este es el lugar en el que debemos buscar el error en el AO, mas no en algún supuesto error acerca del carácter lógico de la existencia. Podemos permitir que Dios tenga esa propiedad, en tanto su definición realmente la garantice—pero eso es lo que no es del todo claro. El problema con el AO entonces, es que se ocupa en nociones que tienen las formas máximas de atributos, particularmente la perfección, que están inherentemente mal definidos. Concluyo que ‘existe’ es un predicado y que expresa una propiedad como cualquier otro predicado lo hace (sea lo que fueren las propiedades y que los predicados las expresen). No hay ninguna buena objeción a esta postura, y la alternativa está llena de dificultades. Es una palabra que podemos correctamente aplicar a los individuos que está, como lo sugieren las oraciones existenciales, en la forma superficial. Tiene sus peculiaridades, por supuesto, pero éstas solo nos dicen qué tipo de propiedad es. Como a menudo sucede, la manera en que una palabra sea semánticamente, resulta ser la manera en la que aparece sintácticamente (compárese esto con los nombres propios). [p. 51] Esto es del todo compatible con sostener que ‘los tigres existen’ dice que ‘tigre’ tiene instancias, pues la noción relevante de instancia es simplemente la de un objeto que tiene la propiedad (de primer orden) de la existencia. La postura ortodoxa ha inflado un punto correcto acerca de los enunciados generales de existencia, con la incorrecta negación de que la existencia sea una propiedad. Entonces, podemos quedarnos con todo lo bueno de la tradición lógica, sin rechazar lo obvio. Por supuesto, analicemos los enunciados generales de existencia en términos del ‘cuantificador existencial’, pero no cometamos el error de pensar que la existencia no es un predicado porque este análisis no funciona. La existencia de los tigres consiste en el hecho de que los tigres tienen ciertamente la propiedad de la existencia; esto es lo que fundamenta el hecho de que el concepto de tigre tiene instancias y por lo tanto hace verdadero ‘(x) (x es un tigre).32
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Estos hechos existenciales singulares son básicos para los hechos existenciales generales, pues generalmente suponemos que para los hechos singulares y g enerales: ‘a es F ’ es lo que hace que sea verdadero ‘algo es F ’. La doctrina Russelliana en cambio, no permite este paralelismo obvio entre los hechos singulares y los hechos generales.