> obligación que ha de estar a su alcance gracias a un acceso problemático a la metáfora paternacondiciona la sexuación propiamente dicha, en la diagonal z.s2. Esta diagonal es la del goce fálico introducido por el significante del deseo de la madre. El joven sujeto se articula con la ley del padre en este significante, y a través de él se efectúa el paso del objeto, o más bien de la falta de objeto, al significante. Como sabemos, en caso de ausencia de este significante el sujeto, cualquiera que sea su sexo, no puede sino consagrarse a ser objeto a al servicio sexual de la madre y su objeto de goce fuera del significante. , cuyo soporte es el hombre que ha conocido, como significante y como órgano-objeto. Pero ya había tenido antes la experiencia de este objeto, porque se encarna en el S 1, <
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Volvamos ahora a las dos diagonales. Las podemos calificar así: la primera (S 1.a) es la del goce previo; la segunda (S.S2) es la del significante y el goce fálico. . La segunda, con sus vicisitudes, distingue la sexualidad masculina de la sexualidad femenina a través del <
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CONCLUSIÓN
co!11o objeto perdido, a la vez lo más íntimo y lo más exterior al S~Jeto, resto de su división, y lo calificó exquisitamente de <<éxtimo>>.
una metáfora con la escoba? ¿Por qué no toma Maryse mi lápiz, como ha hecho tan a menudo? El lápiz fálico hubiera duplicado la escoba, sin la suficiente separación como para permitir la sustitución metafórica. La duplicación produce un real, mientras que la metáfora produce sentido, a condición de que la diferencia entre los dos significantes en cuestión, S y S', sea suficiente como para que uno de los dos términos, el sustituido, quede debajo y permanezca en el estado de una huella. Lo demuestra Maryse cuando deja la escoba un poco más lejos, en el suelo, y la mira con la tristeza y el pesar que inspiran algo que ha caído. Si seguimos paso a paso el desarrollo de la sesión, la irrupción de Robert constituye el polo negativo de esta metáfora: para él la escoba permanece como objeto implicado en su dimensión de real, mientras que Maryse la inscribe ya en su dimensión simbólica, se niega a tomar la escoba como verdad de acuerdo con la modalidad inducida por Robert. La nada no es el vacío, sino que designa el lugar de algo mediante el espacio que rodea a la taza. Esta nada es, en cierto modo, el lugar del objeto o de algún semblante tan indiferente como el terrón de azúcar. Como sabemos, hacia el final de esta sesión la propia Maryse precisa de qué se trata cuando toma mi mano y finge dejar algo en ella, para mostrarme, a continuación, que no ha dejado nada, mientras parlotea con aire travieso. También en este caso sustituye el objeto por S1• Pero, ¿qué clase de objeto, sino el mismo que Robert encarna y, sobre todo, encarnó en su tentativa de mutilación, presenciada por Maryse? Lo que Robert quería llevar a cabo en lo real, Maryse se encarga de hacerlo por medio de la apertura de la puerta que le impone insistentemente: si para Robert ese agujero es el horror de lo real, para Maryse es una falta que ella le inflige (histéricamente, podríamos decir). Es imposible no reconocer en esta escena el goce que obtiene Maryse, goce sádico conectado con el horror de la pérdida impuesta al otro, haciéndolo pedazos, como un precio que debe pagar porque ella ha renunciado al objeto. Le devuelve al otro la parte que le corresponde a ella de la pérdida simbolizada. Para Robert todo es real, en particular su semejante, lo cual convierte a Maryse en un doble, doble del que en consecuencia quiere desprenderse, mutilarse. Esto pone a Maryse en peligro
~a hemos visto que el estrabismo variable de Maryse estaba relac1~nado _c?n esta extimidad. En efecto, se trata de la vertiente real, smtomat1ca, que Maryse experimentó brutalmente a la edad de cuatro meses. Su estrabismo está relacionado con un <
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de muerte, en .~os ocasion~, cuando Robert trata de estrangularla. La conclus1on que obtiene Maryse de estos incidentes es unq grave acusación contra mí, pero modulada en sus expresiones: su rechazo en sesión, cuando me da la espalda durante veinte minu· tos, o bien su llanto cuando ve que me voy y no puede comunicarme su deseo obsesivo de mi presencia. Su ambivalencia se vuel. ve ~aso~uistamente contra ella cuando se niega a comer, incluS{l vomita, tiene diarrea o, tirada por debajo de las camas, se convier· te en un desecho. Me muestra la ausencia en su vientre desnudo. Su dem~da desesperada se trasforma en un vivo reproche por haber dejado que Robert la pusiera en peligro, o porque no le he dado lo que supone que le he dado a él. Su violencia concluye, el 7 de febrero, con la localización del pene en un tercero, cuando exclama 'papa-pipí' ante una tarjeta postal del Manneken-Pis. Es una fórmula chocante, porque, por una parte, se refiere a la imagen de un niño, o sea una realidad que ella conoce en la vida cotidiana a través de Robert; pero, por otra parte, con su significante Maryse localiza el objeto en un tercer término que sólo tiene exist~cia a través de e~te mismo significante. Lo simbólico surge ante la imagen para designar al portador real del órgano, no del falo. De esta forma Maryse plantea lo que en los maternas de la sexuación se designa corno el materna correspondiente al padre existe un x para el que no-fi de x (3x.
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La segunda consecuencia es una reorientación, una repolarización significante. Primero, Maryse vuelve a su S1 bajo una forma tan rítmica como su 'cho-cho-cho', pero en esta ocasión lo que dice es '~a-~a-~a' , refiriéndose a la tetina del biberón, y después dice 'lolo' [ñam-ñam] , o sea el primer 52 que la había dejado estupefacta y que se convierte así en un significante despojado d~l goce del Otro mediante su S1, '~a-~a-~a', que da lugar a su propio goce.~8 Por fuerza hemos de comparar este '~a-~a' con el significante 'caca'. Entonces, valiéndose de esta seguridad que le proporciona su propio goce, Maryse puede .decir 'pipí: mientras l? hace, incluso decir 'caca' poniendo un ob1eto cualquiera en el orinal (hasta ese momento no lo soportaba). A continuación, asocia · ~a-~a' con la demanda de un pañal, o sea de un v~lo. Este '~a-~~', que le sirve para dominar la arena con su S1, adqwere la categona de representante de una representación, mientras 9ue ha~ta ~ora la arena estaba relacionada únicamente con la violencia. Flilalmente, este '~a-~a' se convierte en '~a y est' [ya está], expresió~ muy conocida de los niños pequeños cuando hacen algo en el onnal: Maryse la emplea en sus trasvases de leche o de crema. También inventa otro significante ritmado, 'la-la-la', que dice después de abrirme la bata, tocándome el pecho, o bien cuando reclama la bombilla. Este 'la-la-la', igual que el ' ~a-~a-~a', desemboca en un '~a y est' que pronuncia cuando esparce por el suelo la tierra de un jarrón de flores. El mismo significante le sirve, por último, para puntuar el hecho de sentarse en el orinal y levantarse sin haber hecho nada, que es lo que suele ocurrir. Al mismo tiempo que introduce sus S1, Maryse me plantea una pre~ta: 'Qu'est-ce que c'est ~a? ' [¿Qué es eso?], pregunta sobre nu propio $ 1, a propósito de un objeto exterior (un extintor mural y luego un árbol). Lo notable, no es tanto su curiosidad como la instalación del significante en la relación con el Otro: hay algún significante, el '~a' o el 'la', que surge sin formar parte del Otro, aunque provenga de él; este significante es el significante amo del sujeto, que no produce sentido, pero ahora Maryse no espera ninguna respuesta. El lugar de este insignificante está más allá del Otro-más allá de 58. Fait sa propre jouissance. (N. del L)
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la ~entana, co~o el árbol que asocia con una jerga voluntariamente incomprensible. . Aunque todo se des~rolla en torno a su manipulación de los objetos, en 1:111 pl.ano.radicalmente significante, ello no le impide, en el plano lffiagmar10, plant:arse la cuestión del velo, por ejemplo el 18 de n:iarzo, con ~l panal de] bebé. Lo imaginario conserva sus pre~r?~at1vas en el e1e a-a' del esquema L. Maryse accede pues al .trans1tiv1smo, tanto más cuanto que la situación no sólo nos implica a ella Ya m~, sino también a ~lla y a Robert: éste es representado por el bebe, que le proporciona el pañal, o sea el velo del falo. A 1? largo del p~riodo febrero-marzo, Maryse se encuentra co? su Imagen .una primera vez en el espejo, y una segunda vez reflejada en el cristal de la ventana abierta. . La prime~a vez, e~ encuentro es muy breve. Maryse destaca ese tiempo esencial c?ns1ste~te en pasar de mi imagen a mi realidad (~: vuelve enseguida hacia mí, planteando de esta forma mi division, q~e me d~completa y produce una falta). Por el contrario, el refle10 e~ el cristal le concierne más en particular a ella, porque, aunque primero contempla nuestras imágenes, 1L1ego pone una mano al .º~ro lado del cristal para superponerla con el reflejo de mi bo~a, tnlran?ome agresivamente. En este caso encuentra en el espejo un aguJe.ro que va más allá de la simple imagen, pues ella lo pone, en relación con un orificio del cuerpo, o sea con un real. Recordemoslo: e.ste :eal n~ es el mismo con el que tropieza Robert y que le hace gntar loup [lobo], agujero real que le afecta a todo él por entero Y que queda puntuado por el significante de su delirio. En estas dos experiencias, Maryse resume todo lo concerniente, desde un punto d~ vista estructural, al estadio del espejo. Ln qu~ le llama la atención no es tanto la imagen, la suya o la mía -lffiage~ que podría producirle júbilo por el hecho de cubrir la falta-, stn_? la propia experiencia del espejo agujereado, que me afecta a m1 tanto como a ella. Esta experiencia confirma que el Otro está tachad.o{.A), por mucho que a ella le pese. Est~ !e permite p~sar a la siguiente etapa, en la que desarrolla su relac1on con el objeto en los distintos niveles pulsionales típica1!1ente entre~ados. Por ejemplo, se pone el alambre dd AirWick en la nanz a modo de unas gafas, luego se lo pone en el pe-
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cho como si fueran senos. Entonces me pide el orinal, se sienta, no hace nada y dice: '<;a y est !, [¡Ya está!]. Es la reducción de los objetos a puros semblantes puntuados con su significante amo. A la mañana siguiente, repite la misma escena, pero en esta ocasión se pone las gafas encima del pañal, luego abre la bata y la blusa, pronuncia su significante 'la' y luego vuelve a taparme con expresión de abatimiento. En este momento plantea lo imposible del objeto de la mirada, que conduce a la relación lógica del fantasma ('/l>a). Sólo abandona sus expresiones pulsionales entrelazadas cuando se pone por tercera vez las gafas atravesadas en el pecho, me mira y dice 'lunettes Rosine' [gafas Rosine] -breve incursión del S2 que produce sentido' 9 tras la búsqueda fallida del goce escandida sucesivamente por sus S1- . Pero lo que no ha perdido Maryse es la libertad en su relación con los objetos y su soltura en lo que a su cuerpo se refiere. En efecto, acaba de resolver parcialmente el problema del objeto pulsional, tanto desde el punto de vista de la mirada como desde el punto de vista del seno. En este primer tiempo, lo ha hecho siiviéndose de mis gafas como semblante de objeto a. Las vincula con n1i mirada -privándome de ellas y sustituyéndolas por un alambre- y al mismo tiempo las convierte en un objeto de su cuerpo, en el lugar de los senos. Si primero permanece en la diagonal entre S1 y a, después concluye en el S2 despojado del goce que trataba de alcanzar. Luego sigue el mismo procedimiento a otro nivel pulsional: el anal. Efectúa el mis1no paso de S 1 a S2, o sea del 'cho-cho-cho' al 'chaud' [caliente] que hace surgir la reminiscencia de los dolores ocasionados por los cuidados médicos. Este paso se acompaña en la transferencia de grandes progresos en el lenguaje. Pero Maryse no olvida su punto de partida del 19 de
59. Fait sens. (N. dd t.)
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el orinal para salmodiar el significante 'caca', pero sin hacer nada. Así, lo que podría parecer una negativa, un rechazo, no es sino la afirmación de la primacía del significante sobre el objeto a excremencial; y se ve que el borramiento del objeto o su falta es la vía estructural del objeto fálico. Esto es válido para todos los niños. La intrincación de las pulsiones entre mirada y seno reaparece aquí entre mirada y excremento. En efecto, su síntoma de estrabismo desaparece cuando Maryse pronuncia 'caca' por primera vez, como si, por así decirlo, el significante viniera a enmascarar el lugar del objeto perdido que se expresaba a través del síntoma. Por otra parte, incluso en el Niño del lobo habíamos advertido una breve normalización de su mirada con ocasión de una defecación, porque había conseguido disociar objeto y significante. Pero a diferencia de Maryse, Robert, centrado en lo real del objeto, se había guardado muy bien de pronunciar el significante 'caca'. Y es que para él este significante no era sino un imperativo del Otro que le privaba de su objeto corporal, dada la identidad de lo real y el significante propia de la estructura psicótica. Para Robert, en ~fecto, la significantización no es específica: el significante y el objeto no separados hacen que la defecación se convierta en mutilación del cuerpo, similar a su tentativa de cortarse el pene. También Schreber nos describe esta identidad en lo real. En el marco de este proceso significante, Maryse, durante tres meses, se dedica a jugar a un juego de <>, procedimiento simbólico de denegación de los significantes: 'pot-caca, pas pot, pas caca' [orinal-caca, orinal no, caca no]. Para escenificarlo, se siive del velo del pañal sobre el objeto: por ejemplo, cuando en una sesión se hace caca en el suelo y no dice nada, pero reclama un pañal. Otras veces dice 'caca' en el tono de súplica de una demanda, o sea que no se trata del regalo anal como se ve cuando mira por debajo de mi falda. Aunque durante las vacaciones sufrió por mi ausencia, Maryse mantuvo la continuidad simbólica de su análisis, como lo demuestra una clara transferencia lateral con una enfermera. A mi vuelta, sin embargo, se acentúa la expresión de la presencia-ausencia del Otro con los significantes que me va lanzando sucesivamente: 'Rosine est Ja' [Rosine está aquí], radiante, y Juego, dándome la espalda: 'Non, Resine pas la' [No, Resine no aquí].
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Sobre el fondo de esta presencia-ausencia, que domina mediante el significante, Maryse vuelve al objeto, o má~ bien a la falta de objeto, a través de una imagen tomada de un libro, la del pavo! pero sobre todo con el sign~cante _'dindon' [pavo], .que usara ampliamente a lo largo de varias sesiones. Aunqu~ la unagen de este animal, con la cabeza y el cuello de color roJo, muy repre~ sentativa de la castración, suscita su interés imaginario, Maryse va más allá de esta dimensión con sus significantes, como cuando exclama: 'C'est c;a, le dindon!' [¡Eso es, el pavo!] , que también podría leerse: 'Le din don, c' est c;a ! ' [¡El pavo, es esto!]. Entonces resume su castración, que es lo que está en juego, en una secuencia rápida en la que asocia escópicamente, primero, el marinero con el atributo fálico --clice ' regarde chapeau' [mira sombrero]-, y luego, apretando el marinero contra la imagen de castración del pavo, dice ' regarde dindon' [mira pavo]. Luego c_o mpleta esta operación tocando la pierna del marinero Ydiciendo 'bobo a jambe, bébé' [pupa en pierna, bebé], frase que traspone como 'Maryse a bobo' [Maryse tiene pupa] mientras golpea al marinero contra el pavo. De esta forma, Maryse se identifica con el marinero-niño, provisto de gorra, y lo compara con la imagen de castración del pavo, aunque luego se queja de estar, también ella, afectada por esa castración. Intenta librarse del pavo arrancando la página correspondiente del libro, pero no lo consigue, y repite 'c'est c;a, le dindon' [eso es, el pavo]. A continuación me señala, en una imagen, el sombrero de un señor, imagen exterior con respecto a nosotras. Ello constituye una reedición de su 'papa-pipí', pero en este caso en el plano de la representación. Finalmente, hace que le ponga mi reloj, ~orno signo de la castración que nos afecta tanto a ella como a m1.. Entonces volviendo a la mirada, simboliza la falta de objeto en tres tiemp os. Primero, sucesivamente, me pone las gafas a ~, se las pone ella y se las pone al marinero. Luego muestra un ob1eto cualquiera y dice 'veux c;a' [quiero eso], pero cuando _acerco la mano, dice 'veux pas' [no quiero~. Fin~ent~, pron~nc~a una_ serie de palabras, no todas reconocibles, sm designar rungun objeto en concreto, o sea que vuelve al significante del comienzo, en ~u dimensión de S 1• Al mismo tiempo, rechaza lo engañoso del obJeto común, con su 'veux pas ~a' [no quiero eso], porque no es 1
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menos, el lugar del S 1• Según Lacan, el S1 sigue presente: <<~,ste S1 de cada significante, si hago la pregunta "¿hablo de ello~~ (estce d' eux que je parle?), la escribiré primero por su relac1on con S2>>.6-I b Si bien Maryse, como todo sujeto en los albores de la pala ra, parte de un S 1 que está acoplado al objeto y es sig~icante de! goce previo, cuando tropieza con el S2 del Otro se defiende de e~ ?1~; diante un retorno al S 1, al goce que queda fuera de la castrac10~. En efecto, algo se pierde cuando aparece el S2 del Otro; lo dice
Maryse cuando borra su S1 con el ~ 2 , P.ero lo qu~ trat~ .de ~~cer es inyectar el goce del S 1 en su S2 ,_ ~~diendole la 1de~tifíca~1on Yel amor del Otro a quien puede dir1g1rle su demanda rneludib!e, demanda de objeto - inversión de la demanda <
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~n tomo~ ~~ta arnbigü~dad se desarrolla la cura de Maryse, y la tnlsma amb1guedad constituye la interpretación de su Penisneid Yde ~u castración. Al leer I.:insu que sait de l'une-bevue... nos en-
nes: la primera, teniendo en cuenta lo real, cuando hace caca dentro del pañal como para asegurarse la posesión real del objeto; la segunda, cuando hace caca en el orinal por primera vez en sesión, o sea cuando accede al don anal, un regalo que me muestra a la vez que dice, a modo de conclusión y con expresión alegre: 'Maf)'se, petite filie' [Maryse, niña]. Ya no se trata de la falta real, sino de la falta simbólica del falo , del que ella participa a título de ausencia. En este sentido, en cierto modo, lo tiene. Se trata de u~a conclusión, de modo que ya no volverá al tema de la caca. Entonces, en el libro, puede decir quién es la niña y quién el dorniño. Su pregunta, la reserva ahora para el velo, la camisa mir: 'Qu'est-ce que c'est?' [¿Qué es eso?]. En esta interrogación, que apunta al significante -y Maryse ya la había planteado ante un objeto desconocido como el éxtintor, pero también con respecto al árbol que veía por la ventanano espera respuesta, ni nominativa ni explicativa, porque ya tiene una respuesta que le concierne a ella, y mucho: contemplanda la imagen de un niño que sale de la bañera, con la mitad del rostro tapado por una toalla, comenta que está llorando. Y ailade, en un tono extremadamente patético: 'Un reil, maman partie' [Un ojo, mamá ido]. Ésta es la clave de su estrabismo, pérdida que afecta a su mirada -no a su visión- y que ha recuperado en sesión bastantes veces, como ya hemos visto. El debate en tomo a su pérdida se desplazaba a otro objeto cuyo significante paliaba esta pérdida en el Otro. Pero, ¿qué fue de este Otro en la última parte del análisis? Dejó de estar en aquel lugar de la presencia real, ineludible, del amor, lugar que, como hemos visto, puede suponer un impedimento para el sustituto materno. Es la propia Maryse quien hace de esta presencia un objeto, sin duda irreductible al orden significante, pero que puede escribirse en lo simbólico mediante su acoplamiento con la ausencia. Ahí puede entrar todo: los objetos, pero sobre todo los sujetos. Maryse dice claramente que el Otro está castrado: 'Pour Rosine, dindon' [Para Resine, pavo]. No sólo el Otro, con mayúscula, que soy yo para ella, sino también los otros con minúscula: el bebé, el marinero, incluso el señor del sombrero o el caballo al que supuestamente le he hecho daño como si el Otro, con su signifi-
ca:'1to saber que los poetas chinos canturrean sus poemas de la m1sma for:na en que Maryse se introdujo en el significante, con una tona~a -de ahí la importancia de los estribillos:* !alengua es lo ~u~ tlenen en común-. <
~emos llama~o fin, ~el a_nális~s al_ momento en que Maryse es~enif1c~, no el ob1eto fálico Imagmar10, sino el objeto a como ob-
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jeto caido, en su consi~t.enc~~ lógica, en el lugar del sujeto, y por lo tanto alcanza una lo~cac1on d~ la castración. Para ello Maryse ha de pasar por el objeto cualquiera, del que sucesivamente dice 'veux ~a' [q~~ro eso] y 'veux pas' [no quiero]. Lo dice, por ejemplo, a P.ropostto del coche, o a propósito deJ Libro de Robert -y esto últuno es más significativo . Se trata de una fase de <> que tain:bién encontr~os <;~ el Niño del lobo como una especie de matriz vacua de lo stmbolico, porque para él todo permanecía en lo ~eal de su holofrase. Mientras que Maryse alcanza el punto de unión entre lo simbólico y lo real, y lo pone en acto. Lo hace a propósito de lo que estaba en el centro de su debate, la -ca.~a, en la medida en que simbolizaba su falta real de falo en la relac1on con el Otro del significante. Así, efectúa dos operacio* Comptines: Canciones infanciles para señalar aquel a quien le toca hacer algo. (N. del t.) 68. Ibid.
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cante, no careciera de poder castrador- y también la enfermera de las vacaciones. El Otro se va, como yo, o cae, como la enfermera que se cae por ~a ~calera. Ahora, a este portador del objeto que soy, Maryse le reg¡stra la bata, procurando que el velo esté bien cerrado. En cuanto a ella, lo dice bien claro cuando me hace entrar sola en el despacho: 'Maryse partie... Rosine la, infirmiere la' [Maryse id~, R?~ine aquí, enfermera aqw1 con su partida, me redu~e a un s1~1cante cualquiera-. Ello me permitirá, poco despues,. an~ctarle el final de su análisis y hablarle de una familia. Significante cualquiera, pero también un lugar que deja de ser el lugar del saber; un lugar donde se desvanece el sujeto en el objeto ~ue cae. Maryse lo ~scande con un: 'Au revoir, Resine' [Adiós, ~osrne], y m~ ~ace salir del despacho para, a continuación, invertulo todo ~c1endo 'Maryse partie' [Maryse ido]. Lo confirma ant.e el espeJ? del rellano: quiere mirarse en él, pero no le interesa ~u unagen, smo la nada, única capaz de constituir un objeto -la Imagen no puede. . , Para concluir, hemos de suscitar otra cuestión: la de la sexuac1on de Maryse como niña. . Si .bien,, c~;no dice ~acan a propósito de su esquema del semrn~r10 Aun, se requiere mucha prudencia para evitar malentendidos, lo que h~mos descub!erto -y nos parece algo esencial, opuesto a toda deriva pedagógica en el psicoanálisis con niñoses la relativización del S2 como soporte del lazo social <
ellas, Maryse se percibe claramente como privada de falo cuando renuncia a su representante, que es la escoba; y en adelante agrederá a Robert como portador de aquello de lo que ella carece. Pero el 7 de febrero, con su 'papa-pipí', postula la existencia de un x para el cual se niega la función x: 3x. X,o sea la función del padre. A Maryse se le abre una vía hacia un Otro que no está completo porque le falta el objeto fálico o sea que el Otro materno primordial está castrado . Entonces Maryse alcanza en el campo del significante la hiancia del ser como falta, en la vertiente del -
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trata del S1 en reserva, por así decirlo, del sujeto, o sea su goce • propio. Aunque Lacan dice: <<[ ... ] con ese S (~) no designo otra cosa que el goce de la mujer>>7; -y podemos suscribirlo, dado que nos ocupamos de una niña-, aun así podemos preguntarnos si esos términos definen perfectamente una sexuación. La respuesta es sí, si se toma como referencia la dimensión fálica. En ella, Maryse, tras la falicización de su Penisneid, revela ser <
73. !bid., pág. 101 .
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