UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN ESCUELA DE PERIODISMO
LOS PERIODISTAS DE LA GENERACIÓN X EN CHILE
TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN COMUNICACIÓN SOCIAL
PROFESOR GUÍA: GABRIEL SANHUEZA G. ALUMNA: PALOMA BAYTELMAN P.
SANTIAGO – CHILE 2001
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Resumen El presente documento es una mirada exploratoria al quehacer de un grupo de jóvenes profesionales, conocidos como “la Generación X del periodismo en Chile”, que a principios de los ‘90 abrió una serie de espacios apuntados al segmento juvenil en diversos medios de comunicación nacionales. Con el objetivo de comprender a que nos referiremos al decir que son una generación joven, se abordan los conceptos “Generación” y “Juventud”, para luego determinar las características propias de este grupo y sus protagonistas. El entorno mundial en que este colectivo aparece, es otro aspecto que será presentado por la importancia que revierten los cambios tecnológicos, sociales y culturales que marcaron el rumbo del planeta desde mediados del siglo XX y que se vieron acentuados gracias a la globalización. En este sentido, se ahonda en el fenómeno conocido como Generación X en el mundo occidental, puesto que toca a gran parte de un grupo etario, incluso en América Latina, prestando su nombre a este conjunto de jóvenes profesionales. En el plano nacional, se realiza un acercamiento a los antecedentes directos de la labor de estos profesionales, tales como la realidad de los jóvenes en Chile a principios de los ‘90 y la situación del periodismo durante los últimos años del gobierno militar. A continuación se presenta a los protagonistas de esta generación de profesionales – Felipe Bianchi, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela- y a partir de sus relatos y de las percepciones de otros importantes personajes, se cuenta la historia de los espacios que fueron abriendo: el programa de Televisión Nacional “Ene TV”; el suplemento del diario “El Mercurio”, “Zona de Contacto”; la radio, revista y canal “Rock and Pop”. En último término se desarrolla una discusión a partir de las opiniones de diversos entrevistados sobre la retirada generacional, la absorción del sistema y el aporte que estos jóvenes profesionales dejaron al periodismo nacional y a los medios de comunicación chilenos.
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Índice Resumen ........................................................................................................................... 2
1.- Introducción ................................................................................................................ 5
2.- Del concepto de generación a generación joven ....................................................... 9
3.- Contexto mundial en que aparece esta generación de periodistas en Chile .............................................................................................. 13 3.1.- Segunda mitad del Siglo XX: La vorágine del cambio tecnológico, social y cultural .................................................. 14 3.2.- El derrumbe ................................................................................................ 18 3.3.- Desarrollo del fenómeno denominado Generación X en el mundo occidental ....................................................... 21
4.- Los antecedentes directos del fenómeno ................................................................... 34 4.1.- Acercamiento a la realidad que vivían los jóvenes a principios de los ’90 en Chile .............................................. 35 4.2.- Situación del periodismo chileno en los últimos años del gobierno militar .................................................... 44
5.- Abriendo espacios: La generación y sus protagonistas ............................................. 53
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6.- Haciendo ruido: La irrupción de un grupo de jóvenes que abre nuevos espacios en los medios de comunicación ...................................... 69 6.1.- El programa de Televisión Nacional de Chile “Ene TV”: Por primera vez trabajando juntos ................................. 69 6.2.- Suplemento “Zona de Contacto”: El catalizador .............................. 71 6.3.- Radio “Rock & Pop”: La revolución del dial FM ............................. 85 6.4.- Revista “Rock &Pop”: El silencio de la música ................................ 90 6.5.- Canal “Rock & Pop”: El precio de la inexperiencia .......................... 93
7.- La retirada generacional o la absorción por el sistema ........................................... 107
8.- Conclusiones ........................................................................................................... 116
9.- Bibliografía ............................................................................................................. 120 9.1.- Libros .............................................................................................. 120 9.2.- Diarios ............................................................................................. 122 9.3.- Revistas ........................................................................................... 123 9.4.- Documentos de Internet .................................................................. 124 9.5.- Entrevistas ....................................................................................... 125
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1.- Introducción Paralelamente al restablecimiento de la democracia en Chile, un grupo de periodistas que recién se iniciaban en el ejercicio de la labor, generó un fenómeno de especial interés: estos profesionales decidieron hacer de los medios su ventana de expresión. De manera paulatina, comenzaron a adquirir protagonismo al incursionar, de forma novedosa, en prensa, radio y televisión; abordaron temas que poco tenían que ver con política, pero que sí denunciaban la existencia de una juventud distinta en cuanto a sus intereses y a su entorno. Ellos habían tomado conciencia del mundo durante el gobierno militar, pero cansados de los contenidos políticos que los habían bombardeado durante su crecimiento, querían mostrar el otro lado de la moneda y aprovechando al máximo esta nueva libertad, su libertad, se dedicaron a hablar de temas que les motivaban, como la música, el cine y, por sobre todo, de su cotidianeidad. Este grupo de profesionales y amigos, empezó a abrir diversos espacios con orientación juvenil en los medios de comunicación. Primero fue el programa de Televisión Nacional “Ene TV”, luego el suplemento “Zona de Contacto” del diario “El Mercurio” y, posteriormente, la radio, la revista y el canal “Rock and Pop”. Su irrupción en la escena mediática nacional no pasó desapercibida, pues comenzaron a romper los esquemas un tanto acartonados que hasta entonces marcaban a los medios, llevando el lenguaje juvenil de la calle a los diferentes formatos donde trabajaron. Además, como hemos dicho, introdujeron su cotidianeidad como un elemento clave a la hora de entregar contenidos, dejando en un segundo plano el acontecer noticioso, cosa que los diferenció de la generación de profesionales inmediatamente anterior, muchos de los cuales se habían abocado a un periodismo netamente político y, en algunos casos, bastante combativo. Otro aspecto que los unía era el hambre de información extranjera, pero no cualquier información, sino aquella referente a la cultura popular urbana. El ingreso de este grupo de profesionales al escenario de la prensa nacional, lo marca una serie de cambios que se estaban produciendo en el mundo. La caída del Muro de Berlín; el fin de la Unión Soviética y, por ende, de la Guerra Fría; la irrupción de nuevas tecnologías como Internet y el avance, cada vez más fuerte, de un planeta absolutamente globalizado e 5
interconectado, constituyeron una serie de claras influencias para este colectivo periodístico. La particularidad de su quehacer los llevó a ser conocidos como “La Generación X del periodismo chileno”, echando mano al concepto acuñado en 1991 por el escritor canadiense Douglas Coupland. Y es que el ingreso de este grupo de profesionales al escenario de los medios, se produce cuando en el mundo occidental -y, sobre todo, en Estados Unidos- se comenzaba a hablar de la existencia de esta nueva generación: la Generación X. Si fueron realmente una generación o no y si forman parte del fenómeno denominado Generación X, son interrogantes polémicas, que si bien no se pretenden dilucidar del todo, sí se desarrollarán algunos lineamientos que permitan observar hasta qué punto estos periodistas pueden ser catalogados mediante estas controversiales formas de clasificación. Aunque la naturaleza de los miembros de la Generación X estadounidense era muy heterogénea, generaron una serie de conductas que se reflejaron en una forma de vida y de ver el mundo, con tal influencia que poco tardaron en importarse a América Latina a través de la música, el cine, la literatura y la moda. A pesar de que en el resto América se vivía una condición de desarrollo muy distinta a la que presentaba Estados Unidos a principios de los ‘90, como consecuencia de la globalización muchos jóvenes latinoamericanos –sobre todo aquellos de clase media alta y alta- presentaban una sensibilidad similar a la que se le había atribuido a los X estadounidenses. En este sentido, todo indica que nuestro país no quedó libre de esta nueva “raza”, que incluso empapó a muchos jóvenes periodistas que recién se iniciaban en las lides en los primeros años de esa década. Independientemente del nombre que han recibido, hay en este grupo de profesionales ciertos rasgos que nos permiten partir del supuesto que se trata de una generación, ya que tienen características y formas de expresión similares, una sensibilidad y significación de su entorno comunes, producto de gustos, costumbres y vivencias personales e históricas que coinciden en muchos aspectos y, además, comparten una serie de ideales en torno a las situaciones que les ha tocado vivir. Sin embargo, tienen muchas diferencias con generaciones pasadas como, por ejemplo, la de los ‘60, que estaba conformada por personas con intereses colectivos y sociales. La Generación X del periodismo chileno, en cambio, parece ser un grupo de individualidades, sin preocupaciones de carácter masificante.
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Tomando en cuenta lo interesante que resulta este tema, se desarrollará una investigación exploratoria de tipo cualitativo, cuyo principal objetivo será describir a un grupo de profesionales chilenos -nacidos entre 1964 y 1976- que comenzaron a ejercer sus labores en los primeros años de la década de los ‘90 y los diversos espacios que sus integrantes abrieron, con el propósito de relatar uno de los últimos capítulos del quehacer profesional en los medios nacionales. No hablaremos de todos los jóvenes que nacieron durante esos años en Chile, sino de un grupo específico y delimitado de periodistas. Sin embargo, el conjunto humano que participó tanto en la creación como en el consecuente desarrollo de los espacios mediales que hemos mencionado es también muy amplio, motivo por el cual su labor se abordará tomando como eje a sus protagonistas: Felipe Bianchi, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela, los cuales han sido determinados como tales a partir de su importancia en uno o varios de estos productos mediales, su comprobado profesionalismo y el reconocimiento que ha recibido cada uno de ellos a través de sus posteriores desempeños periodísticos. Como se ha expuesto, esta es una investigación de carácter exploratorio, porque no se presenta una hipótesis de trabajo ni se persigue obtener conclusiones definitivas sobre el tema, sino indicar caminos que podrán ser profundizados más adelante; cualitativa, porque no se cuantifican elementos, y descriptiva, porque no se busca explicar sino describir una situación que está dada y que tiene rasgos muy complejos. Tampoco se trata de un estudio de corte sociológico, con el rigor científico que ello implicaría, sino que nos acercaremos más a un extenso reportaje en profundidad. En las próximas páginas se irán abriendo múltiples tópicos susceptibles de ser abordados en futuros estudios, en los cuales se podrá profundizar e interpretar el tema que aquí se presenta. Como no existen trabajos anteriores que aborden a cabalidad la temática de esta investigación, se ha recurrido a dos elementos claves para el desarrollo del presente estudio: en primer lugar, se ha utilizado una extensa bibliografía, con el fin de esbozar un panorama amplio de los diversos subtemas que nos permitirán describir a estos jóvenes profesionales, su contexto histórico y los espacios que abrieron en los medios de comunicación. En este punto, de vital importancia han resultado varios artículos periodísticos de diarios y revistas, pues estos se constituyen en verdaderos testimonios, que son muy útiles a la hora de reconstruir pasajes de este documento. También muy importantes son los textos históricos que se han utilizados y las 7
novelas, que si bien son obra de la imaginación, sirven para retratar situaciones y sentimientos, recordemos que el propio concepto de “Generación X” proviene de un libro. Otra fuente de información fundamental ha sido los documentos de Internet, lo que viene a reforzar la idea de que el tema de estudio surge en un mundo cada vez más globalizado, tanto así que la interconexión mundial ha permitido enriquecer este trabajo, cosa que en otros tiempos hubiera sido muy difícil y costoso. En segundo lugar, se han realizado entrevistas semiestructuradas a diversos personajes relacionados directa o indirectamente con la investigación, con el objeto de rescatar las vivencias y percepciones de quienes de una u otra forma se vieron involucrados en el quehacer de estos jóvenes profesionales. De esta manera se enriquece el relato de uno de los episodios más recientes del periodismo nacional a través del rescate de la memoria. En este punto, hemos preferido citar las opiniones de los protagonistas o de quienes opinan o analizan su labor, más que sintetizarlas por nuestra cuenta. Para observar a los personajes de esta investigación como parte de una cohorte generacional joven, partiremos analizando los conceptos de “Generación” y “Juventud”, luego nos abocaremos a describir el escenario que presentaba el mundo occidental cuando estos periodistas comenzaron a ejercer la profesión. En este punto, se mostrará la génesis del concepto “Generación X” en Estados Unidos y su consecuente importación a América Latina, lo que permitirá entender porque estos jóvenes profesionales fueron conocidos popularmente bajo esa clasificación. Los aspectos directos que condicionaron su quehacer también serán parte fundamental de este estudio y aportarán los antecedentes necesarios para comprender la conformación e historia de los espacios mediales que abrieron. Posteriormente, se expondrán los diversos puntos de vistas de los entrevistados, con el fin de generar una discusión sobre la retirada generacional, la absorción del sistema y el aporte que estos jóvenes profesionales dejaron al periodismo nacional y a los medios de comunicación chilenos.
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2.- Del concepto de generación a generación joven Al hablar de esta generación de periodistas que a principios de los ‘90 abrió nuevos espacios en los medios de comunicación, resulta necesario desarrollar algunos conceptos que nos permitirán entender nuestro objeto de estudio. Por este motivo nos acercaremos al tópico “generación”, del mismo modo que resulta fundamental saber qué son los jóvenes. Para definir que entenderemos por generación, es indispensable aclarar que existe un sentido amplio del término y otro específico. En sentido amplio, la palabra generación se refiere a las personas que viven en una misma época, que nacen en un lugar y tiempo determinado, mientras que la acepción restringida o específica, no sólo habla de un grupo de personas cuya edad es homogénea, sino que además hace alusión a un conjunto de individuos que tienen características comunes, rasgos de expresión similares, una sensibilidad parecida y que comparten una serie de ideales en torno a las situaciones que les toca vivir, por lo que los une un espíritu común: el espíritu generacional. Según Ortega y Gasset, en esta visión acotada del término –que es la que interesa a esta investigación- es posible distinguir líderes o protagonistas generacionales, que son los miembros más destacados o representativos del grupo, ya sea por sus características personales o por su desempeño en una determinada labor. Para efectos de este estudio, entonces, es aplicable el segundo sentido de la palabra, pues se trata de un grupo particular y restringido de personas, que desarrollaron su profesión en torno a actividades comunes y que comparten una sensibilidad y una manera de ver el mundo muy parecida, producto de que sus historias de vida son homologables, en mayor o menor grado. Sin embargo, comenzaremos analizando el concepto desde el sentido amplio, para tener un marco global y se acotará sólo cuando sea pertinente el respectivo desarrollo específico. Con este fin acudiremos a algunos estudios recientes y a los escritos del filósofo y pensador español José Ortega y Gasset. El autor postula que la piedra angular para entender este tema son los cambios históricos, pues estos suponen el nacimiento de un tipo de ser humano distinto, en mayor o menor grado, del ya existente, es decir, requiere un cambio de generaciones.
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Una generación, por tanto, es un grupo de personas con una sensibilidad vital distinta de la antigua y relativamente homogénea entre sí. Se trata de una variedad humana cuyos miembros están dotados de ciertos caracteres típicos, disposiciones y preferencias que les dan un semblante común, diferenciándolos de la generación anterior. Por este motivo, no sólo deben ser contemporáneos, sino además coetáneos. En el sentido específico, una generación es además, una moda integral de existencia que se fija de modo indeleble sobre el individuo. Según Ortega y Gasset, en todo presente coexisten –en el sentido amplio- tres generaciones: los jóvenes, los maduros y los viejos, por lo que toda actualidad histórica, todo “hoy”, envuelve en rigor tres tiempos distintos, los cuales al ser diferentes conviven en una permanente hostilidad, ya sea ésta manifiesta o tácita. Es por ello, que en cada momento hay tres significados distintos de la realidad. El filósofo postula que la vida se divide en períodos de 15 años. De 0 a 15, el individuo vive su niñez y no participa mayormente en la sociedad; de 15 a 30 conoce el sistema en que vive; de los 30 a los 45 trata de imponer cambios y entre los 45 y 60 los administra. Es entre los 15 y los 60 años cuando se manifiestan las generaciones, las cuales –en el sentido específicoaparecen asociadas con hechos culturales, hábitos, procesos políticos y económicos. Después de ello, viene lo que se denomina “el lento retiro de escena”. En el siglo XX, el principal parámetro para clasificar por generaciones –en sentido amplio- a determinados grupos que surgieron en diversas épocas del mundo occidental, fue la Segunda Guerra Mundial y el posterior auge económico, frenado abruptamente por la crisis del petróleo en los ‘70. A partir de estos hechos se distinguen la generación madura (los nacidos antes de 1946), los “baby boomers” (hijos de la explosión demográfica del planeta entre 1946 y 1964) y, más recientemente, la Generación X (de 1964 a 1976). Bajo una mirada un poco más restringida, pero aún amplia, es posible identificar en los ‘80 a los “yuppies”; en los ‘70, los “punks” de Londres y Los Ángeles, y la anarquía socialista; en los ‘60, los “situacionalistas” de Francia y la generación “Flower Power” quienes cambiaron los cánones de la moral en sus prácticas sociales, pero posteriormente la mayoría de ellos se convirtió en una copia de todo aquello que odiaban, al ser absorbidos por el sistema. En el sentido específico de la palabra generación, es posible nombrar desde los escritores españoles de 1898 liderados ideológicamente por Ortega y Gassett, hasta el “cool jazz” y los 10
“beats” de Nueva York en la década del ‘50. Si se va más atrás en el tiempo, los grupos aparecen más asociados a las vanguardias artísticas como los dadaístas en los años ‘20 con el arte del ruido y Voltaire, Rimbaud y Verlaine (los poetas malditos), entre otros. En Chile, también es posible nombrar algunas generaciones en el sentido específico y, curiosamente, también aparecen relacionadas con el arte, como fueron la “Generación del 13” -llamada también “Generación maldita”, pues todos los pintores que la integraron murieron bastante jóvenes y trágicamente- y el grupo “Montparnasse”. Al observar el escenario que plantea la sucesiva aparición de estas corrientes que se dieron cita el siglo pasado, es posible aplicar la idea que postula Ortega y Gasset, referente a que existen generaciones que recogen y otras que rechazan su pasado. En este sentido, esta generación de periodistas jóvenes sería una mezcla de ambas, pues no comulgan con su pasado inmediato, pero hacen suyos múltiples pedazos de los meta-relatos –quebrados según los postulados posmodernos- que condujeron al mundo en la pasada centuria. Para entender aún más profundamente esta investigación, también es importante analizar cómo la juventud y el estudio de ésta han adquirido una mayor relevancia con el tiempo. El análisis del fenómeno juvenil representó tradicionalmente un vasto sector de la investigación sociológica, sobre todo en Estados Unidos, con el fin de intentar definir a la juventud a partir de la ubicación social –rol y estatus- de los jóvenes y la existencia de una cultura o subcultura juvenil autónoma. En estas investigaciones se buscaba definir a los jóvenes tomando como referencia la condición social y el estatus generacional de los adultos, es decir, considerando a estos últimos como clase de edad estable y a la juventud como una etapa transitoria hacia el estatus final de adultos. A partir de estos estudios, los jóvenes reciben la condición de tales cuando sus estatus y roles no se ciñen sólo al ámbito familiar y cuando, por otra parte, todavía no son lo suficientemente maduros como para ser considerados como adultos, es decir, como sujetos caracterizados por la responsabilidad y susceptibles de ser sancionados en forma absoluta por el aparato social. Esto pone a los jóvenes en una disyuntiva, puesto que no se sienten del todo ni dentro ni fuera de la sociedad, en vista de que se encuentran en un punto intermedio entre la familia y el aparato social. 11
Según estos análisis, la juventud estaría caracterizada por la búsqueda de una identidad individual, que se forma y se satisface con contenidos ampliamente compartidos por los coetáneos –identidad grupal y generacional, en el sentido amplio- y el intento de reelaborar, a partir de las propias experiencias de lo real, los modelos culturales que se transmiten. La importancia de estas investigaciones se vio reforzada cuando, a mediados de los ‘60, los jóvenes comenzaron a tener un mayor peso, tanto porque aumenta su número demográfico, como porque su relación con los demás grupos de edad se inclina a su favor, aspecto que se evidenció con la aparición de fenómenos sociales protagonizados por este grupo etario. En este escenario, se descubre en los jóvenes a una clase consumista de gran influencia en las conductas de compra tanto de sus pares, como de los mayores. Se trataba de un terreno virgen y muy rico del mercado, en cuanto eran capaces de gastar importantes sumas de dinero en ropa, cigarrillos, cine y otras diversiones. Es así, como la publicidad se benefició con esta corriente juvenilista y descubrió el poder casi mágico que posee el adjetivo juvenil asociado a cualquier producto, como símbolo de exuberancia y eficiencia en todos los campos. Por esta razón, cuando a principios de los ‘90 comienza a revelarse en el mundo occidental un extraño fenómeno que empapaba a la juventud haciéndola difícil de clasificar y entender, algunos investigadores sociales estadounidenses se interesaron por develar cuáles eran las características comunes de esta generación de personas nacidas entre 1964 y 1976, para poder llegar así a este nicho en el mercado. En Chile también se comenzó a notar un creciente interés por entender a esta nueva generación de jóvenes, tema que se abordará más adelante en profundidad, ya que por el momento resulta necesario acercarnos al contexto internacional que determinó la aparición del grupo específico cuyo desempeño interesa a este estudio. Sin embargo, diremos que al hablar de la generación de periodistas jóvenes, nos estaremos refiriendo a la sensibilidad y a la propia construcción de mundo (significación de su entorno) que forjaron el grupo de profesionales nacidos entre 1964 y 1976 en Chile, que comenzaron a ejercer sus labores en los primeros años de los ‘90 y que supieron aprovechar al máximo las nuevas oportunidades que les ofrecía la democracia.
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3.- Contexto mundial en que aparece esta generación de periodistas en Chile Tras la Segunda Guerra Mundial, el vértigo con que se fueron sucediendo los avances tecnológicos, el desarrollo cultural, económico y social fue marcando profundamente a las nuevas generaciones y, del mismo modo, determinó a los personajes que motivan esta investigación. El fenómeno de la globalización, con todo lo que ella implica, y la caída de las grandes ideologías, dejó un surco profundo en la segunda mitad del siglo XX. El caudal de información que empezó a manejar cada habitante del planeta inició un sorprendente despegue en la década de los ‘80 y ha tenido en los ‘90 y principios del nuevo milenio su máxima expresión. Los hechos mundiales marcan sin duda a la generación de periodistas jóvenes que a principios de los ‘90 en nuestro país abrieron nuevos espacios en los medios de comunicación y tal como cayeron las barreras políticas y económicas con el fin de la guerra fría, este grupo comenzó a derribar las barreras tradicionales en cuanto al lenguaje y las formas de decir las cosas a través los espacios mediales juveniles que crearon. Por lo tanto, es indispensable contextualizar brevemente qué acontecía en el planeta con los jóvenes desde una perspectiva histórica y cómo a través de los años de la posguerra se fueron transformando en una fuerza que llevó, según el historiador inglés Eric Hobsbawm, las banderas de la revolución cultural de la centuria pasada. En este grupo etario encontramos a los periodistas de la Generación X en Chile y a los jóvenes a quienes se dirigirían los medios que estos profesionales encabezaron. Es por ello que partiremos retratando la importancia de los principales avances de la segunda mitad del siglo XX, para determinar cuáles son los ejes en torno a los cuales giraron los jóvenes, pero además haremos una breve presentación del derrumbe de las ideologías con la caída del comunismo, cuyos actos determinaron la visión que a principios de los ‘90 tenía este grupo de periodistas respecto del mundo. Al final de este capítulo ahondaremos en el concepto de Generación X calificativo con el cual se ha conocido a este conjunto de jóvenes profesionales- lo que entregará ciertas características y directrices sobre la actitud y visión social de esta cohorte generacional en el mundo occidental postmoderno. 13
3.1.- Segunda mitad del siglo XX: La vorágine del cambio tecnológico, social y cultural En su libro “Historia del Siglo XX”, el historiador Eric Hobsbawm explica que la pasada centuria puede ser vista como un “siglo largo”, si se la mira desde el punto de vista cronológico y se la toma desde el 1900 al 2000. Sin embargo, él prefiere hablar de un “siglo corto”, teniendo en cuenta los dos grandes hechos que marcan el inicio y el fin de este período histórico: la Primera Guerra Mundial en 1914 y la caída del Muro de Berlín en 1989. Junto con el suceso que según Hobsbawm marca el fin de este “siglo corto”, con el derrumbamiento de grandes ideologías hacia el fin de la centuria pasada, comienza a vislumbrarse un fenómeno relacionado con los jóvenes de los países desarrollados del mundo occidental que fue denominado Generación X, debido a que una de sus principales características era el hecho de carecer de una clara identidad generacional, puesto que eran tan distintos entre sí que resultaba prácticamente imposible encontrar un patrón para definirlos. El contexto histórico internacional en el cual se desenvuelven estos jóvenes está fuertemente marcado por avances en todos los campos del conocimiento. En este sentido, Hobsbawm determina tres ejes o revoluciones en torno a los cuales gira el mundo en la segunda mitad del siglo pasado: una revolución tecnológica, otra social y otra cultural. Es común escuchar que durante el siglo XX la humanidad avanzó más que en toda su historia, debido a una verdadera vorágine tecnológica y social que vivió el planeta. “Durante los años cincuenta mucha gente, sobre todo en los cada vez más prósperos países desarrollados, se dio cuenta de que los tiempos habían mejorado en forma notable, sobre todo si sus recuerdos se remontaban a los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero no fue hasta que se hubo acabado el gran ‘boom’, durante los turbulentos años ‘70, a la espera de los traumáticos ‘80 cuando los observadores –principalmente los economistas- se dieron cuenta de que el mundo, y en especial el mundo capitalista desarrollado había atravesado una etapa histórica realmente excepcional, acaso única”.
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Tras la Segunda Guerra, la economía mundial creció a un ritmo explosivo. Al llegar los años ‘70 era evidente que nunca había existido algo semejante. La producción mundial de manufacturas se cuadruplicó entre principios de los ‘50 y principios de los ‘70 y el comercio mundial se multiplicó por diez. Así también el acceso a los medios tecnológicos y de comunicación, como la televisión, la radio y los medios escritos se generalizaron y ya no constituyeron un lujo, sino más bien una necesidad para quienes no deseaban ser absorbidos por el pujante crecimiento de la información y de lo necesaria que esta se hacía. “La revolución tecnológica no sólo contribuyó a la multiplicación de los productos de antes, mejorados, como el auto, la radio, el avión, etc., sino a la de productos conocidos, muchos de los cuales nadie, antes de la guerra era capaz de imaginárselos. El conflicto con su demanda de alta tecnología preparó una serie de procesos revolucionarios adaptados al uso civil como el radar, el motor a reacción y varias ideas y técnicas que prepararon el camino de la información digital y la electrónica”.
A partir de los ‘70 comienza a parecer la transnacionalización de la economía y con ello un mayor intercambio cultural y de costumbres entre un continente y otro. Nace una economía mundial que en realidad no tiene una base o un límite territorial concreto y que por tanto inicia el traspaso no sólo de dinero y productos, sino también de una transculturización. Desde el punto de vista social, según Hobsbawm, la revolución que se generó tras la Segunda Guerra Mundial llevó a puntos altos que hoy parecen casi asumidos: la integración de la mujer al trabajo, la decadencia y caída del campesinado y la clase obrera y la búsqueda en la educación de mejores perspectivas tanto laborales como educacionales. En el campo cultural, Hobsbawm señala una revolución que tuvo su nacimiento en la familia y en el hogar a partir de las relaciones entre hombre y mujer y entre las distintas generaciones. “Debido a la integración de la mujer al trabajo, la generalización de la educación, la derivación a una sociedad de consumo netamente basada en el 15
hedonismo es claro que en algún momento la estructura patriarcal, casi machista de la llamada estructura básica del cuerpo social tendría que variar, y varió en tanto las altas tasas de divorcio fueron la señal más clara y perfecta, pero además surgió el reconocimiento de los hijos ilegítimos y la tendencia de aquellas madres a vivir solas con ellos sin un padre que nunca los querría, por lo que muchas mujeres (y muchos hombres, por cierto) asumirían la doble función de padre y madre a la vez. La presencia de familias monoparentales indicaba por sí sola la crisis de relación entre ambos sexos”.
Pero según Hobsbawm, el principal motor de toda la revolución cultural que tuvo el planeta en la post guerra fue juventud. “El auge de una cultura específicamente juvenil, muy potente, indica un profundo cambio en la relación entre las diversas generaciones que confluyen en este siglo. Los jóvenes se convirtieron en un grupo social independiente. La nueva ‘autonomía’ de la juventud como estrato social independiente quedó simbolizada por un fenómeno que, guardando las proporciones, no tenía parangón desde la época del romanticismo: el héroe cuya vida y juventud acaban al mismo tiempo. Esta figura cuyo precedente en los años ‘50 fue la estrella del cine James Dean era corriente, tal vez el ideal típico dentro de lo que se convirtió en la manifestación cultural característica de la juventud: la música rock. Budy Holly, Janis Joplin, Bob Marley, Jim Morrison, Jimmy Hendrix y otra serie de divinidades populares cayeron víctimas de un estilo de vida ideado para morir pronto”.
El surgimiento del adolescente como agente social recibió un reconocimiento cada vez más amplio y abierto por parte de los fabricantes de bienes de consumo y menos caluroso por parte de sus mayores, que veían como el espacio existente entre los que estaban dispuestos a aceptar la etiqueta de “niño” y los que insistían en la de “adulto” se iba expandiendo.
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La nueva cultura juvenil tiene una triple vertiente para Hobsbawm:
a)
La juventud pasó a verse no como una fase preparatoria para la vida adulta, sino, en cierto
sentido, como la fase culminante del pleno desarrollo humano: el hecho de que la juventud lo era todo y que ahora definía las aspiraciones de más seres humanos que ninguna otra, establece claramente que la vida va cuesta abajo a partir de los 30 años. Después de esa edad ya es poco lo que tiene interés.
b)
La juventud se convirtió en dominante en las “economías desarrolladas de mercado”, en
parte, porque ahora representa una imagen concentrada de poder adquisitivo y en parte porque se socializaron formando parte de una cultura juvenil con conciencia propia marcada por la prodigiosa velocidad del cambio tecnológico, lo que les da una ventaja más tangible respecto de otros grupos etarios no tan adaptables. Al respecto, el autor británico realiza el siguiente ejemplo: “Sea cual sea la estructura de edad de los ejecutivos de IBM o Hitachi, lo cierto es que sus nuevos computadores y sus nuevos programas son diseñados por gente de veintitantos años”.
c)
La tercera peculiaridad de la nueva cultura juvenil fue su asombrosa internacionalización.
Los jeans y el rock se convirtieron en las marcas de la juventud moderna, de las minorías destinadas a convertirse en mayoría en todo los países en donde se les toleraba e, incluso, en algunos donde no, como en la URSS, a partir de los años sesenta. “Los jeans, la prenda de vestir deliberadamente humilde que popularizaron en los campus universitarios norteamericanos los estudiantes que no querían tener el mismo aspecto que sus mayores, acabaron por asomar en días festivos y en vacaciones, o incluso en el lugar de trabajo de profesionales creativos o de otras ocupaciones de moda, por debajo de más de una cabeza gris”.
El inglés de las letras de rock a menudo ni se traducía, lo que demostraba la apabullante hegemonía de los Estados Unidos en la cultura y en los estilos de vida populares. La moda juvenil que imponían los estadounidenses se difundió directamente y amplificada por Gran Bretaña a través de medios inmensos como la moda, la televisión, la radio, la música, la industria 17
cinematográfica. “Todas las tendencias se difundieron en gran parte gracias a la fuerza de la moda en la sociedad de consumo que ahora alcanzaba a las masas, potenciada por la presión de los propios congéneres. Había nacido una cultura juvenil global”.
A modo de reflexión el historiador inglés se pregunta: “¿Habría podido surgir una “juventud tan fuerte en otra época?” Su negativa es evidente, pues a su juicio su público habría sido mucho más reducido, ya que la prolongación de la duración de los estudios y la aparición de grandes conjuntos de jóvenes que convivían en grupos de edad en las universidades provocó una rápida expansión del mismo. Además los adolescentes que entraban al mercado laboral al término de la escuela gozaban de un poder adquisitivo mucho mayor que el de sus padres. “Fue así como se descubrió este mercado juvenil que revolucionó el negocio de la música pop y la industria de la moda dedicada al consumo de masas. Su poder adquisitivo facilitó a los jóvenes el descubrimiento de señales materiales o culturales de identidad. Sin embargo, lo que definió el contorno de esa identidad generacional fue el enorme abismo que los separaba de generaciones anteriores, de sus padres, de sus abuelos”.
La cultura juvenil se convirtió en la matriz de la revolución cultural, en el sentido más amplio de una revolución, en el comportamiento y las costumbres, en el modo de disponer del ocio y en las artes comerciales, que pasaron a conformarse en parte del aire que respiran los hombres y mujeres urbanos.
3.2.- El derrumbe Cuando la generación de periodistas jóvenes que son motivo de esta investigación comienza a entrar en escena y se formaba profesionalmente en la universidad, el mundo vivía las convulsiones del fin de la Guerra Fría que había separado al planeta en dos tensionantes y 18
conflictivos polos desde la Segunda Guerra Mundial: oriente, encabezado por la Unión Soviética y occidente, por Estados Unidos; o bien entre comunismo y capitalismo. Los cambios que produce la caída del comunismo, que tiene en el derrumbamiento del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la Unión Soviética en 1991 a sus principales símbolos, marcan sin duda el rumbo que tomaría el planeta en los ‘90 y que entrega un mundo nuevo sin temores a una eventual guerra nuclear, pero que por sobre todo ha borrado las grandes ideologías unificando el pensamiento político y económico a nivel mundial. Es en el contexto de la caída del gran bloque antagónico en que la generación de periodistas de esta investigación comienza a desenvolverse. Es por ello que vale la pena rememorar brevemente cual fue la consecución de los hechos, a partir de 1985, que fueron marcando dicho derrumbe y el curso de la historia. En 1985, Mijail Gorbachov asumió como Secretario General del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Apenas llegado al poder, el gobernante denunció los graves males que estaban afectando al país como consecuencia de la rigidez ideológica, de la opresión totalitaria y de la falta de apertura externa y anunció como nuevo programa económico y político la “perestroika” y las “glasnost”, que era la transparencia en la ejecución de dicho plan. De esa forma, la URSS debía liberalizar y democratizar sus instituciones, mientras que el Partido Comunista comenzaba a renunciar al dominio absoluto que había ejercido desde los días de Lenin a comienzos del siglo XX. Así comienza una apertura a posiciones ideológicas distintas. La descentralización de la economía y la aceptación de inversiones extranjeras, como también una considerable reducción en el presupuesto de defensa. Además, los cambios fueron acompañados por un gran vuelco de la política exterior de los soviéticos, para lo cual Gorbachov manifestó que había que enterrar los últimos vestigios de la Guerra Fría y que había que pasar a la coexistencia pacífica y una auténtica cooperación. En 1987, el Presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan recibió a Gorbachov en Washington y firmaron un tratado sobre el control de armas nucleares. Sin embargo, el programa de reformas del líder soviético hizo que la situación económica empeorara produciéndose carestía e inflación. Con dicha crisis se manifestó la tensión y el descontento acumulado a través de las décadas e incluso algunas naciones pertenecientes a la Unión Soviética se mostraron decididas a separarse y alcanzar su autonomía. En Ucrania, 19
Armenia y Georgia se produjeron graves disturbios, mientras que Lituania, Letonia y Estonia declararon soberanía propia y se constituyeron en repúblicas independientes. Al mismo tiempo, renacieron los movimientos nacionales y libertarios en los estados satélites –pertenecientes en su mayoría a Europa del Este- que habían sido sometidos al dominio comunista a raíz de la Segunda Guerra Mundial. La hora de la libertad llegó definitivamente en 1989. El proceso fue encabezado por Polonia, donde el movimiento sindical dirigido por Lech Walesa libró una ardua lucha contra el dominio comunista. Ese mismo año cayó el régimen polaco y se realizaron elecciones libres tras 45 años. Ello fue el detonante para que el 4 de noviembre del ‘89 se determinara la caída del Muro de Berlín, quizás el símbolo más categórico de la guerra fría y de la división mundial. El fenómeno se expandió por los países del orbe socialista con rapidez. Uno tras otro cayeron los regímenes comunistas. La República Democrática Alemana desaparecería para dar paso el 3 de octubre de 1990 a la reunificación germana. Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria se transformaron con rapidez en países con gobiernos elegidos democráticamente. Los espectaculares y vertiginosos cambios marcaron el fin del imperio soviético, hasta que llegó el derrumbe de la misma URSS. Rusia, la más grande de las repúblicas se separó y declaró su independencia. Su ejemplo fue seguido luego por Ucrania y Bielorrusia y, finalmente, por todas las demás naciones. El 31 de diciembre de 1991, Mijail Gorbachov renunció a su cargo de Presidente de la Unión Soviética y el Soviet Supremo decretó su disolución. Las distintas repúblicas crearon un Estado nuevo, la Comunidad de Estado Independientes, en que sólo la política externa y el comando militar supremo quedaron a cargo de las autoridades centrales. En todo lo demás cada República declaró su completa soberanía y autonomía. El gran imperio ruso creado por los zares blancos y rojos dejó de existir. Se produjo así una nueva situación en el mundo. La última década del siglo XX marca el fin de las ideologías y de los grandes conflictos ideológicos. Se impuso un frío pragmatismo que busca para todos los problemas soluciones técnicas. De esta forma llegó a su fin la larga discusión en torno del mejor sistema político y del mejor sistema económico y social por los cuales se debe regir la sociedad contemporánea. El único modelo que ha aprobado su examen ante la historia es la democracia liberal. El mundo actual sólo acepta un régimen de gobierno que esté al servicio del hombre, que garantice la plena vigencia de los derechos humanos y en el que 20
cada ciudadano tenga una participación en la toma de decisiones. Al mismo tiempo, fracasaron los sistemas económicos socialistas que esperaban la solución de todos los problemas sociales y económicos de la acción del Estado.
3.3.- Desarrollo del fenómeno denominado Generación X en el mundo occidental “... La noche pasó enseguida y llegó la mañana del eclipse... Allí me adentré caminando por una polvorienta carretera secundaria y llegué a un sembrado, donde crecía un cereal del color del maíz que me llegaba a la altura del pecho y que crujía cuando yo avanzaba, mientras sus hojas me producían pequeñas escoceduras en la piel. Y en ese sembrado, a la hora, el minuto y el segundo previstos, se hizo la oscuridad. Me tumbé en el suelo, rodeado por los altos tallos y el suave sonido de los insectos y contuve la respiración, experimentando una sensación de la que nunca he sido capaz de liberarme por completo, una sensación de oscuridad, inevitabilidad y fascinación, una sensación que seguramente habrá tenido la mayoría de los jóvenes desde el comienzo de los tiempos, cuando al estirar el cuello y mirar al cielo, vieron que su cielo se desvanecía”.
El tema juvenil fue algo que desde los años ‘60 interesó a los investigadores sociales sobre todo en Estados Unidos, debido a la creciente capacidad de consumo que significaba este segmento del mercado. Diversas investigaciones estadounidenses a principios de los ‘90, revelaron que la idiosincrasia de los jóvenes era para entonces tan compleja que se hacía muy difícil denominarlos de una manera clara y por eso se les identificó con la letra X, la misma que sirve para definir las incógnitas matemáticas y que el periodista y escritor canadiense Douglas Coupland había utilizado para titular el libro emblema de esta generación. “Plasmar a la generación en la literatura puede resultar un tanto erróneo, pues los jóvenes no leen, y los escritores de la generación son un espécimen raro que no podemos catalogar como X en el sentido estricto. Sin embargo, ya lo decía Alejo 21
Carpentier: ‘el escritor es el cronista de su tiempo”.
En 1991 Coupland publicó su primera obra llamada “Generación X”, acuñando así el concepto que dio nombre a esta cohorte generacional. Dag, Andy y Claire, son tres jóvenes que han abandonado sus vidas en grandes ciudades que les ofrecían un mundo absolutamente mediatizado, anónimo y multivalente, para marginarse voluntariamente en un pequeño pueblo en medio del desierto californiano: un escenario casi portátil en un confín del sistema, creando una nueva existencia bajo el signo de la aventura, en su búsqueda paralela de una verdad personal. Ese terreno estéril es para ellos el equivalente de un espacio en blanco al final de un capítulo. “Son unos ‘outsiders’ de nuevo cuño que ya han superado la indigestión pop, la fiebre posmoderna, la obsesión por la moda y el diseño, e inventado un lenguaje nuevo que reivindica el derecho a no pedir, a no comprar y a tener expectativas mínimas”.
Al igual que lo fue la novela “Cazador Oculto” de J. D. Salinger en su momento, este libro muestra a través de reflexiones sobre las personas, las cosas y el mundo, el sentir de una generación, de un sector de la juventud americana que creció prósperamente entre divorcios, shopping malls y rock independiente. Y como toda reflexión generacional, nace como respuesta o contestación frente al descontento que produce el escenario y la construcción de realidad dejadas o impuestas por las generaciones anteriores. En la obra de Salinger, también conocida como “El guardián en el centeno”, Holden, el adolescente irónico e irreverente que protagoniza la novela, visita los bordes de la locura y la desesperanza en un intento por desengancharse del sueño americano. Es, al igual que el libro de Coupland, el punto de arranque de una temática que siempre perturba y se acoge en generaciones en crisis. Viaje citadino nocturno o bien por el inconsciente, exploración de estados patológicos, cuestionamiento teológico, negación del destino, rebeldía, suicidio o locura como vías de subvertir la realidad alienante, son las formas que toman los conflictos generacionales en estos testimonios literarios de una época. “... no es sano vivir la vida como si se tratara de una sucesión de breves y aislados 22
momentos de lucidez. O nuestras vidas se convierten en historias, o no hay modo que podamos vivirlas... Sabemos que por eso dejamos nuestras vidas y nos vinimos al desierto; a contar historias y a hacer que nuestras propias vidas sean historias dignas de contarse”.
La idea de liberarse del mundo y de las cosas materiales es el factor común de los relatos que los protagonistas de “Generación X” van contando a lo largo del libro, como una forma de mostrar su disconformidad con un sistema social extremadamente superficial, consumista y mediatizado, cuya máxima expresión fue la generación de los yuppies, inmediatamente anterior a los X. “Mientras los X son ejemplares abúlicos, los yuppies constituían un producto energético. Electrónica, masajes, velocidad, vitamina A, aerobic, dinero. Neuróticos consumidores de marcas y locales exclusivos, vivían en un oleaje de abundancia. Los nuevos jóvenes, por el contrario, se mueven en un territorio de escasez”.
En el libro, Coupland habla de “envidia demográfica” como un sentimiento que caracteriza a esta generación. Es el sufrimiento extendido entre la juventud norteamericana de los ‘90, producto de la envidia de la riqueza y el bienestar material de los miembros de la generación de los años cincuenta, en razón de su afortunada fecha de nacimiento. “A veces me apetece darles un mazazo. Quiero decirles que envidio que se hayan crecido en un mundo tan limpio, tan libre del problema del futuro sin futuro. Y me apetece estrangularlos por la despreocupación con la que nos han dejado el mundo, como si fuera ropa interior sucia”.
En el prólogo de “Generación X”, el escritor y periodista español Vicente Verdú explica que esta envidia se debe a que los jóvenes pertenecientes a esta cohorte generacional tienen que arreglarse con mucho menos que sus padres o sus abuelos. “... menos esperanzas, exiguos ingresos, ocupaciones temporales (‘Mcjobs’), poco futuro. Pero, insólitamente, no se revelan enfurecidos como los agitadores juveniles de 23
otros tiempos. Sus espíritus han girado hacia la acomodación.. No protestan, no explotan. El fin de las oportunidades laborales, el declive de las opciones consumistas se ha recibido como una fatalidad natural. No produce un estallido sino una implosión. Sin sublevaciones, esta juventud ha dejado de pugnar por el éxito, la fama y el dinero”.
Según Verdú, los X no se identifican por la adscripción a un uniforme como los “punk”, ni a una comunidad como los “hippies”; tampoco forman parte de un grupo consumidor, ni se mueven por himnos o al impulso de líderes. Recuerdan, por su aire pacifista, a los “hippies” de los ‘60 pero las afinidades terminan enseguida. Son más complejos, sutiles y mejor provistos de aparato crítico para juzgar la contemporaneidad. Así, Coupland mostró a una generación que a principios de los ‘90 era una incógnita y los llamó con la letra X, el símbolo de la indefinición por excelencia, como una forma de nombrar el vacío: vacío de ilusiones y proyectos, vacío de historia, pasión y deseo. “Son los hombres y mujeres que rondan ahora los treinta años y de repente descubren que los brazos de mamá y los días de colegio han quedado lejos y habrá que engañar el tiempo a la espera de una improbable jubilación”.
Aunque el escritor retrata a sus personajes como individuos que rechazan gran parte de las construcciones sociales y materiales del mundo postmoderno, tanto su libro como los verdaderos X son en sí mismos productos de la postmodernidad. “Frente a la experiencia de la modernidad -que significó el intento nostálgico por recuperar la unicidad del individuo, reconstruir por medio de la razón y la tecnología un paraíso perdido-, lo postmoderno es la fragmentación de la experiencia de los individuos en discursos plurales e igualmente legítimos que convergen con la saturación de información e imágenes fugaces y que convierten cada vez más la experiencia real en simulacros. “El texto postmoderno es un artefacto preexistente porque no pretende construir un estilo unívoco, reconocible, sino hacer hincapié en su naturaleza pluritextual. Lo que hace la postmodernidad es rescribir todos los estilos modernos bajo la óptica de la 24
parodia y la ironía. Esa pluralidad textual se traduce en escrituras que se repliegan en una noción de otredad y marginalidad”.
Los X son entonces, aquellos jóvenes postmodernos que crecieron con Ronald Reagan, las reformas de Gorbachov, Michael Jackson y el lado light de los supermercados, y que se distinguen con esta letra que describe una cualidad desconocida, todavía en prueba, lo que no tiene resolución. Pero ningún nombre o calificativo es gratuito: la X no se refiere a creatividad artística, la X es una imagen cultural. X suena a multiplicaciones, a películas pornográficas, a censura, a “Los archivos secretos X” y, también, al libro de Coupland. La X representa duda, inexactitud, una interrogante, nulidad e incógnita; tiene en sí un oscuro significado peyorativo hacia la pornografía, lo prohibido, el error y la equivocación. Por referencias a la segunda mitad de este siglo, los “beats” eran golpeados, el “rock‘n‘roll” eran piedras que rodaban, el “hip-hop” es la onomatopeya de un ritmo, los “hippies” eran “hip”, buena onda; los “punk”s eran vagos, los X son, entonces, un error inexacto, una ecuación sin resolver. La compañía consultora de marketing Yankelovich Partners International, realizó en 1996 uno de los estudios más serios y acabados que se ha hecho hasta hoy sobre la Generación X estadounidense. Esta investigación se reflejó en el libro “Rocking the Ages”, escrito por J.Walter Smith y Ann Clurman y fue dado a conocer a la opinión pública latinoamericana a través de un artículo que apareció un año más tarde en la “Revista Semana” de Colombia. Este reportaje especial contiene los principales resultados del análisis de la empresa, algunos de los cuales muestran que la obra de Douglas Coupland no estaba tan lejos en su intento por retratar el sentir de esta generación. Para mostrar esta cercanía iré citando algunos pasajes de la novela a medida que vayamos descubriendo los rasgos de esta cohorte generacional, para lo cual me basaré en los hallazgos de esta prestigiada consultora de mercado y en otros trabajos latinoamericanos concernientes a la Generación X. Los estudios para comprender a los miembros de este colectivo revelaron un problema que nunca se había presentado en las investigaciones sociológicas anteriores referentes a generaciones jóvenes, ya que los X carecían de la identidad generacional que sí tenían sus padres y sus abuelos. Eran tan distintos entre ellos, que resultaba prácticamente imposible encontrar un patrón para definirlos. Más aún, sus mismos protagonistas se negaban a ser llamados de alguna 25
forma, pues si algo los unía era el hecho de no querer ser agrupados bajo ninguna categoría masificante. A diferencia de sus predecesores, sus percepciones sobre la vida, el amor y el trabajo surgen más de la comprensión individual que de las definiciones sociales y una de las únicas cosas que tienen en común es sentirse parte de una cultura terminal. Durante años han sido tildados de flojos y carentes de ideales, y es que no cuentan entre sus experiencias históricas con grandes movilizaciones de carácter mundial como la revolución de mayo del ‘68 en París o con movimientos de corte humanístico y pacifista como el “hipismo”, por lo que el lugar que ocupaban las ideologías en las generaciones anteriores ha sido reemplazado entre los miembros de la Generación X por la tecnología y el deseo de superación individual pero no colectivo. A estos jóvenes les tocó enfrentarse a una sociedad cada vez más diversificada, ecléctica, vertiginosa en sí misma, pero decepcionada de todo. Los X crecieron en la resaca de los movimientos activistas de 1968, la alienación de sus padres al sistema, la renuncia de los idealistas, la última etapa de la guerra fría y el desdibujamiento del mundo, así como el crecimiento tecnológico más vertiginoso en la historia de la humanidad, por lo que los medios masivos de comunicación fueron como sus padres suplentes. Esto se ve reflejado cuando Andy, el protagonista de “Generación X”, reflexiona sobre la época de la guerra de Vietnam: “Sí, fueron malos tiempos, pienso para mí. Pero fueron también tiempos con una auténtica H mayúscula de historia, antes de que la historia se convirtiera en un comunicado de prensa, una estrategia de marketing y un instrumento cínico de una campaña electoral. Bueno, no es que tampoco haya visto mucha historia de verdad: llegué a ver un gran concierto en la arena de la historia, sólo cuando estaba a punto de terminar la última canción. Pero he visto lo suficiente, y hoy, en esta extraña falta de todas las señales de la época, necesito una relación con un pasado de cierta importancia, por débil que sea esa relación”.
El individualismo es la principal característica de esta generación. Son ambiciosos, astutos y comprenden sus universos inmediatos mucho más rápido que las generaciones anteriores. 26
Por sus alcances y preparación, esta puede ser la generación más innovadora en el campo tecnológico de toda la historia. Tienen mayores destrezas para comprender un mundo mediatizado, compuesto más por mensajes que por objetos físicos, y se identifican en la búsqueda de la tecnología más avanzada para resolver cada problema. Los X son producto de sociedades globalizadas y sus preocupaciones pasan de los grandes conflictos universales a los estrictamente personales sin hacer escala en los de término medio. “En estos tiempos resulta irrelevante de donde sea uno porque todos los centros comerciales tienen las mismas tiendas”.
En cuanto a sus relaciones afectivas, el tema es aún más complejo. Debido a la amplia inserción laboral de las mujeres desde la segunda mitad del siglo XX, la soledad doméstica que caracterizó los primeros años de muchos X, les significó recibir una dosis menor de cariño que la que recibieron sus padres a la misma edad, pero también los capacitó para disfrutar de su individualidad. Este es uno de los motivos por los que tienden a establecer relaciones pasajeras, que muchas veces incluyen sexo sin ningún tipo de compromiso posterior. Expresiones como “andar” o “pareja abierta”, que eran impensables para los mayores, son cada día más corrientes entre los jóvenes. A esto ha contribuido el derrumbe de los tabúes que limitaban a las generaciones anteriores, así como el fácil acceso a los métodos anticonceptivos y, hasta cierto punto, la tolerancia social a las relaciones sexuales entre adolescentes. “Anhelaba el afecto, me aterraba el abandono, y me puse a preguntarme si en realidad el sexo no sería sólo una excusa para mirar con más profundidad el interior de los ojos de otro ser humano”.
Son escépticos producto de la desesperanza que heredaron de sus padres, ya que sienten que todas las grandes ideologías que ellos tuvieron en su época juvenil han fracasado. A esto contribuye el hecho de haber adquirido a través de los medios una conciencia, si no crítica, por lo menos bastante universal sobre los problemas del planeta, en el cual se sienten más insertos que en su propio entorno. Son tan escépticos y desesperanzados, que muy pocas causas políticas encuentran respaldo entre los X. No pueden confiar en ningún gobierno, pero tampoco 27
encuentran elementos que los unan para protestar. “... me pregunto por qué todas las cosas parecen infernales en estos tiempos: gente con la que sales, trabajos, fiestas, el tiempo. Tal vez se deba a que ya no creemos en el infierno, o que a todos nos prometieron el paraíso en la Tierra, y lo que finalmente hemos conseguido no merece ser comparado con él”.
Buscan una forma de vida barata -en oposición al yuppie-, se prefiere la libertad por encima del poder; pasarla bien antes que hacerse rico. Es preferible ganar poco pero tener tiempo para los proyectos personales. Como escribe Coupland, “-¿Qué prefieres hijo, una casa o una vida? -Prefiero una vida”. Cuando ellos nacieron la televisión ya existía y fueron bombardeados por la publicidad desde la primera infancia. El hecho de haber nacido en una sociedad mediatizada no los ha vuelto pasivos ante los medios, por el contrario, se han tornado algo desconfiados acerca de las noticias masivas, los finales felices y las líneas tradicionales del entretenimiento. En definitiva, la generación X es una suma de actitudes banales y reflexiones filosóficas extraídas de la televisión; son todos aquellos que viven en un estado contemplativo bajo la influencia de un nihilismo sistematizado por la dura época de represión que les tocó vivir y que los hace vegetar hacia un futuro incierto. Sus miembros son la negación de un movimiento unificador. El mismo Coupland explica en la novela que existen muchos grupos y subgrupos difíciles de reconocer al interior de la generación, con modas y actitudes dispersas entre sí, pero la mayoría se identifica con todo lo alternativo, a diferencia de los yuppies, quienes buscan el poder mediante la preparación especializada, el control de los medios de producción y de los círculos políticos. “...son los que utilizaban todo lo que tenían de bueno sólo para hacer dinero; que usaban sus votos para obtener ganancias a corto plazo. Los que terminaban encantados con trabajos que proporcionaban únicamente dinero –márketing, venta de terrenos o agentes de Bolsa-. Se consideraban águilas que construían sus nidos formidables con ramas de roble y cañas de mimbre, cuando en vez de eso eran más bien como las águilas de aquí de California, que construyen sus nidos con trozos de 28
coches abandonados y desperdicios que recogen de la carretera”.
La “tribu” de los X no está compuesta de pobres. Tienen que ser hijos, por lo menos, de la clase media. Crecieron con algo de comodidad y los padres les dijeron que eran especiales. Por lo tanto, muchos de ellos se conforman con trabajos de poco salario y bajo prestigio –empleos a los cuales Coupland denomina “McJobs”- los que les permiten sobrevivir con el mínimo esfuerzo, esto se bebe a que el trabajo en sí no es para ellos un proyecto de vida, es tan sólo un requisito para estar.
Quienes pertenecen a una época encuentran formas de expresión y se identifican con artistas, músicos, escritores, cineastas, actores, que representan sus características generacionales y con los X ocurre igual. Como se ha dicho, los gustos de estos jóvenes son bastante eclécticos y la diversidad es una característica en ellos. Algunos X a la hora de divertirse no requieren siquiera de compañía; el surgimiento de la música trance o tecno -a veces sin ningún tipo de letra- y la progresiva extinción de los bailes de pareja, retratan hasta qué punto la diversión ha pasado a ser una actividad de placer individual y no un medio de socialización. Sin embargo, uno de los aspectos que internacionalizó a la Generación X no fue la música electrónica, sino un estilo musical, de vida y una moda que se denominó “Grunge”, el cual consiste, por una parte, en vestirse con ropa usada y andrajosa como viejos pantalones de mezclilla, camisetas de camioneros, calcetines gruesos y botas militares, que son el producto de la postmodernidad industrial y, por otro lado, identificarse con música perteneciente a este movimiento. “La coyuntura económica gobierna la tendencia, pero en su interior se ha gestado una cultura. Una suave cultura del desastre. El ‘dirty look’, el ‘Grunge’, las ropas raídas, los aspectos astrosos, el menosprecio del porvenir y la competitividad son parte de sus notas”.
El “Grunge” fue para muchos la cara visible de la Generación X que se expandió por el planeta. El movimiento se originó en Seattle, ciudad que fue a los ‘90 lo que San Francisco a los ‘60; es más, hablar del “Grunge” es hablar de Seattle. Esta ciudad, donde nació Jimmy Hendrix, 29
nunca había sido conocida musicalmente en los Estados Unidos salvo por la biografía de la estrella negra del rock. Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, Filadelfia y Detroit, entre otras, se convirtieron en capitales con sonido propio en los ‘60 y ‘70. En los ‘80, fueron apareciendo otras urbes como Athens, Minneapolis y Austin. Seattle, ubicada en el estado de Washington, fue desarrollando lentamente una multitud de bandas que integraban la herencia de Hendrix y el legado del despertar irrelevante de la escena punk. El movimiento también recibió influencias de bandas principalmente de los ‘70, como Led Zeppelin, Kiss y Black Sabbath. Su sonido se caracterizó por guitarras livianas con el amplificador al máximo, voces rasposas llenas de rabia y letras nihilistas que hablaban de una generación desencantada. Como movimiento musical, el “Grunge” se dio a conocer a finales de los ‘80 y tuvo su apogeo en la primera mitad de los ‘90 gracias a la popularidad que alcanzó el grupo Nirvana. La importancia de esta banda fue tan grande, que muchos cronistas de rock dicen que el movimiento terminó tras la muerte en abril del ‘94 de Kurt Cobain, el vocalista del conjunto; un prototipo X que dio muestras del pensamiento generacional cuando se suicidó víctima del desencanto. “Cobain fue un héroe, no necesariamente por lo heroico sino porque protagonizó ante todos su propia odisea. No es que haya inventado el ‘Grunge’ o haya puesto a Seattle en el mapa o se haya transformado en el único vocero de su azotada generación. Lo que Cobain hizo fue tratar de interpretarse. Pero de paso, y sin querer interpretó a muchos, a demasiados. Y le tocó hacerlo en público. “Los artistas más desgarrados siempre mueren antes de tiempo. Esto no tiene nada de nuevo ni de sorprendente. Cada generación tiene sus mártires: tipos que los representan, que los simbolizan, que los entienden. Cuando caen, cae algo de todos, algo se estropea. Pero, más que nada, se enciende una luz de alerta. Primero River Phoenix; ahora, Kurt Cobain. Y no es un problema de carrete, de drogas, de sobreexposición. Son de esos problemas tan personales e íntimos que llegan a tocarnos a todos. Ambos estaban perdidos, interferidos, desconectados. Hijos de familias destrozadas, huérfanos de modelos, eran algo así como los desechos tóxicos de la generación anterior. Esa que pensaba que iba a cambiar el mundo y que ni siquiera fue capaz de cambiarse a sí misma”. 30
A pesar de la desaparición de Cobain y las teorías sobre la consecuente muerte del “Grunge”, otras bandas continuaron sonando en la escena de Seattle como Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden, Soul Asylum, Stone Temple Pilots y Lemonheads, entre otras. A quienes se identificaban con el “Grunge” o formaban parte de sus bandas, se los conoció como la generación “Looser”. Allí se encasilló a los jóvenes norteamericanos que culminan su educación y no logran una aceptación social, con relaciones afectivas amenazadas por el fantasma del sida, una discriminación con el estereotipo del músico drogadicto y mediocre, una existencia que peligra con la destrucción ambiental; con una forma de vida caracterizada por “el aquí y el ahora”, donde el “no importa” es un concepto inserto muy fuertemente en su filosofía. No resulta extraño entonces, que varias canciones de Nirvana, pero sobre todas “Smells like teen spirit” -la canción que los llevó al estrellato -, se convirtieran en banderas generacionales. “... ‘Smells like teen spirit’ es una canción política que nunca menciona la política;
una canción convertida en himno cuya letra no se puede entender; un éxito enormemente popular que denunció el comercialismo; un grito colectivo a la alienación; fue el (‘I can`t get no) ‘satisfaction’ de un nuevo tiempo y para una nueva tribu urbana a la que ya nada le impresionaba. Fue una satisfactoria y enorme declaración sobre la imposibilidad de estar satisfecho”.
Esto fue posible gracias al reconocimiento internacional de la banda. En marzo de 1989, cuando Nirvana estaba en proceso de mezcla de su primer álbum, en Europa el semanario inglés “Melody Maker” comenzó a publicar una serie de reportajes sobre la música de Seattle, con lo que el “Grunge” adquirió una carta de nacionalidad independiente. Pero un par de años más tarde, cuando el grupo lanzó el disco “Nevermind” (placa que incluye “Smells like teen spirit”) el fenómeno se expandió en todas las direcciones. En enero del ‘92 el álbum logró arrancarle el primer lugar en los rankings a “Dangerous” de Michael Jackson, quien había sido la estrella indiscutible de la música pop en los ‘80. Lo alternativo había demostrado ser más que una propuesta abstracta, se había concretado en la fuerza del “Grunge”.
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Cuando Douglas Coupland escribió el libro “Generación X” tal vez ni siquiera imaginó lo que sucedería. Después de su publicación, el fenómeno X se hizo tal que no sólo se popularizó la música que expresaba el sentir generacional, sino que además desencadenó una serie de películas dirigidas para algo nuevo que surgía: el mercado X. En este ámbito cinematográfico, películas como: “Vida de solteros” y “La dura realidad” son ejemplos de las cintas que dibujan la generación y que levantaron como íconos generacionales a actores tales como River Phoenix, Johnny Depp, Ethan Hawke, Wynona Ryder y Juliette Lewis.. También existen programas de televisión en los cuales se plasma el fenómeno como los dibujos animados “Los Simpson” y “Beavis y Butt-Head” –estos últimos de la cadena MTV- y la serie televisiva “Friends”, entre otros. Si bien se ha dicho que la naturaleza de este grupo era muy heterogénea, la forma de vida y de ver el mundo de los X no tardó en regarse por el mundo occidental y con especial rapidez fue importada a América Latina a través de la música, el cine, la literatura y la moda. Esto se aceleró gracias a los medios de comunicación y las agencias de publicidad a quienes urgía la necesidad de poder clasificar a los jóvenes –aunque fuera bajo un rótulo concebido como una incógnita- para vender sus productos materiales y mediáticos. Sólo quedaba una tarea por lograr: convencer a los jóvenes latinoamericanos de que ellos eran parte del mundo y, por lo tanto, miembros de la Generación X. A pesar de que en el resto de América se vivía una condición de desarrollo muy distinta a la de Estados Unidos, a principios de los ‘90, gracias a la profunda labor desarrollada por los expertos en marketing y el terreno fértil que les ofrecía la globalización, muchos jóvenes latinoamericanos –sobre todo aquellos de clase media alta y alta- luego de pasar horas viendo “MTV” y muchos comerciales en la televisión, escuchar muchos discos y hojear las revistas de moda, se dieron cuenta de que su sensibilidad era muy similar a la que se les había atribuido a los X estadounidenses. Pero no todo es parte de un maquiavélico plan medial. La semilla estaba allí: la juventud. Claro que en cada país el fenómeno de la Generación X se mezcló con los ingredientes propios de las respectivas idiosincrasias nacionales. Chile no fue la excepción. La cultura chilena desde siempre se ha compuesto de elementos importados, mezclados y adaptados. Al igual que muchos otros estilos, modas o comportamientos traídos a Chile en 32
diversas épocas desde el primer mundo –desde España durante la Colonia, Francia en el siglo XIX y principios del XX y Estados Unidos en los últimos cincuenta años- la Generación X se “chilenizó”. Del mismo modo en que sucedió con otros parámetros culturales que han llegado a Chile, la Generación X fue conocida en primera instancia por personas de sectores económicos medio alto y alto, más bien dicho, por sectores burgueses de la sociedad, aunque en su forma original el movimiento hubiese nacido como un estilo de vida y de forma de pensar de jóvenes principalmente provenientes de la clase media y media baja estadounidense. Esto se debe a que, la mayoría de las veces, sólo aquellos procedentes de familias acomodadas tienen acceso a la información cultural necesaria como para convertirse en pioneros, mientras que los jóvenes de clases sociales inferiores, generalmente, reciben las corrientes de segunda mano. Ya sea por imitación o factibilidad, nuestro país no quedó libre de esta nueva “raza”, que incluso empapó a muchos jóvenes periodistas, transculturizados y ciudadanos del mundo, que recién se iniciaban en las lides a principios de los ‘90. Aunque los jóvenes chilenos –urbanos y de clase media o media alta- que forman parte de este fenómeno cultural, tengan marcadas diferencias con los X estadounidenses, pertenecen a una generación que nació en los ‘60 terminales o principios de los ‘70 y que fue educada por la televisión: hijos de familias disfuncionalmente modernas con videos y computadoras, que consideran alternativos y son, en definitiva, muy funcionales para el sistema.
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4.- Los antecedentes directos del fenómeno Hemos visto que el contexto internacional, con todos los avances que éste presentó desde los años ‘50 y el fenómeno conocido como Generación X en el mundo occidental, son el marco global en que aparece este grupo de periodistas que a principios de los ‘90 abrió nuevos espacios en los medios de comunicación. Sin embargo, no se pueden desconocer dos antecedentes locales que también los marcaron: la realidad que vivían los jóvenes chilenos a principios de los ‘90 y la situación que atravesó el periodismo durante el régimen militar. Cada uno de estos aspectos es clave a la hora de entender el entorno nacional en el cual se desenvuelven los protagonistas de esta generación, pues durante la década anterior a su irrupción en los medios, varios de ellos se encontraban en su proceso de formación profesional en las escuelas de periodismo de la Universidad de Chile y la Universidad Católica. El acercamiento a la realidad que vivían los jóvenes, en tanto, otorgará ciertas directrices sobre sus percepciones y postura política, pero además profundizará en su desencanto con las ideologías, mientras que la situación del periodismo en Chile bajo el régimen militar permitirá conocer en que ejes se movía la generación inmediatamente anterior a ellos con la cual se encontraron cuando ingresaron al mundo laboral.
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4.1.- Acercamiento a la realidad que vivían los jóvenes a principios de los ‘90 en Chile Junto con el fin del gobierno encabezado por el general Augusto Pinochet, comienza a hablarse de la apatía y el escepticismo que reinaba en la juventud frente a variadas temáticas, pero sin duda, la más relevante y notoria era la relacionada con el quehacer político, discusión que se mantiene hasta hoy. De ahí la necesidad de ahondar en este asunto, pues cuando los protagonistas de esta generación irrumpen en la escena mediática, tienden a evitar la relación directa con la política y sus temáticas, para dar paso a un lenguaje y tópicos mucho más cotidianos que llegaban más directamente a aquellos jóvenes que tenían intereses similares a los de estos profesionales. Resulta necesario, entonces, esbozar una radiografía de la juventud chilena de principios de los ‘90, la que se basará sobre la actitud frente al mundo que les tocó vivir, lo que nos remite al escepticismo juvenil y el consecuente alejamiento del ámbito político.
Como hemos dicho, el carácter histórico de la palabra juventud se produce en relación con los procesos sociales que les toca vivir a quienes están dentro de este grupo etario, pero además dentro de las estructuras económicas y los conflictos culturales. Para fines demográficos, en Chile se considera como “jóvenes” al segmento entre 15 y 29 años, que -según el último censo de 1992- corresponde al 27,3 % de la población. Un dato que no se debe ignorar, es que casi el 90 % vive en zonas urbanas y más aún, el 70% vive en Santiago, Concepción o Valparaíso, lo cual significa que la mayoría tiene acceso a medios de comunicación y fuentes de información modernas. Esto es de suma importancia, pues muchos de los aspectos que caracterizan a los jóvenes no son sino productos de la modernidad urbana que toma fuerza en nuestro país con las transformaciones económicas de los últimos años, las que a su vez son reflejo de una transición cultural que vive la humanidad, o a lo menos, gran parte de occidente. Si bien las estadísticas pueden aportar valiosos datos y ayudar a cuestionar ciertos prejuicios y mitos, es conveniente ser muy cuidadoso en este tema, pues la realidad de los jóvenes chilenos es sumamente heterogénea, motivo por el cual se debe evitar la búsqueda de 35
estereotipos que desconozcan su intrínseca diversidad. Por esta razón, sólo se revisarán algunos rasgos generales que permitan esbozar el escenario juvenil en que hacen su aparición Felipe Bianchi, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela, protagonistas de la Generación X del periodismo chileno. Con respecto a las características generales de los jóvenes de los ‘90, diversos estudios dan cuenta de un fuerte acento en el proyecto de vida individual, una orientación vital más bien individualista y pragmática, con una alta valoración del esfuerzo personal y el logro, dejando más atrás lo que pudieran ser intereses sociales. Cuando los jóvenes son encuestados sobre sus aspiraciones, suele aparecer como primera prioridad el éxito profesional-laboral, seguido de la realización afectiva y personal, por lo que una buena profesión, un buen trabajo, crecer como persona y formar una familia, parecen ser los mayores anhelos de estos jóvenes. En igual sentido, entre las cualidades más valoradas destacan la responsabilidad, el esfuerzo personal y la confianza en sí mismo. En el plano cultural, hay dos aspectos que resultan contradictorios: los jóvenes chilenos creen que hay que ser exitoso y para eso es necesario luchar; pero, al mismo tiempo, tratan de tener una satisfacción lo más inmediata posible, resistir todo límite, toda frustración; tal vez esto justifique su creciente tendencia a rehuir los compromisos cuando estos se formalizan. Para la juventud nacional la televisión y la música son muy importantes, lo que parece indicar una preferencia por el consumo de bienes culturales masivos, y en lo que respecta al tiempo libre, sobre todo durante el fin de semana, es considerado como un espacio de desahogo, de liberación y oxigenación, quedando en evidencia la brecha cada vez mayor entre “lo formal” y “lo informal”. En los ‘90, a diferencia de lo que ocurría en décadas anteriores, las grandes ideologías no constituyen elementos de identificación para la mayoría de los jóvenes, en cambio, muchos configuran su identidad con referentes de connotación más afectiva y menos exigente, como clubes deportivos, conjuntos musicales, o bien, con elementos portadores de rechazo o denuncia a la sociedad. En su interior, estos grupos adhieren a normas y valores, pero no se inscriben en una ideología o filosofía más amplia que los trascienda. Son visiones de mundo más locales, parciales, con fragmentos de marcos valóricos y sistemas de creencias de diferentes orígenes, todo lo cual reafirma su carácter de gran influencia posmoderna, aunque, generalmente, los 36
jóvenes no conocen de dónde provienen sus orientaciones o a qué marco filosófico o ideológico pertenecen. En el plano social, manifiestan sensibilidad y preocupación por algunos problemas como la pobreza, la falta de oportunidades o las deficientes condiciones de trabajo. Sin embargo, la participación activa para resolver estos inconvenientes es baja. Este grupo etario valora altamente la libertad que representa una sociedad plural y la posibilidad de optar según sus propios criterios, aspecto en el cual predominan las posturas pluralistas y espontaneístas. Se entiende por pluralismo el privilegiar el discernimiento y la opción personal, el pragmatismo y relativismo valórico, siempre que no determine la vida de los demás; y por espontaneísmo, al hecho de vivir y decidir según cada momento, más que regirse por valores. Estos últimos tienden a aumentar en los niveles socioeconómicos más bajos, mientras los pluralistas crecen proporcionalmente en los sectores altos. El convencimiento personal como sustento ético es algo muy claro entre los jóvenes chilenos, puesto que en el contexto de una cultura crecientemente plural, el sentido de la vida y la identidad pasan a ser, cada vez más, asuntos personales. En este sentido, es necesario recordar que la edad juvenil se caracteriza dentro del desarrollo por la tarea de configurar la propia identidad, punto en el cual los jóvenes de hoy están más solos; las verdades que provenían de la tradición pierden peso, más aún, la tradición comienza a ser percibida como un estorbo, pues frente a la creciente incertidumbre producida por la velocidad que adquieren los cambios, las verdades hay que producirlas, por lo menos comprobarlas personalmente o, mejor dicho, experimentarlas, “sentirlas”. Por ello, tampoco es raro que la intuición cobre más fuerza que la racionalidad en la valoración de las cosas y en la producción de verdades. Un aspecto que llama profundamente la atención y que ha sido motivo de múltiples estudios y reportajes, es la disminución sistemática de la participación juvenil, sobre todo en aquellos aspectos relacionados con la política. Esto se grafica al observar que menos de la mitad de los jóvenes participa en grupos con algún tipo de organización y sólo un 10 % pertenece a algún movimiento estudiantil. Pero más allá de la participación directa, existe una baja identificación con los partidos políticos en general, pues no los consideran útiles; más aún, desconfían parcial o totalmente de las instituciones y actores sociales tradicionales. Por esta razón, los jóvenes muchas veces han 37
sido tildados de escépticos frente a políticos, sindicatos, empresarios, fuerzas armadas y medios de comunicación. Se hace indispensable recordar que, a grandes rasgos, el concepto de generación en el sentido amplio da cuenta de la identidad de un grupo de edad socializado en un mismo período histórico. De este modo, es posible definir a principios de los ‘90 la existencia de jóvenes que compartían la vivencia de ciertas marcas históricas, que tenían relación con el cambio en los espacios de integración de nuestra sociedad, producto del proceso de modernización autoritaria implementado por el gobierno de facto. Estas marcas plasman una identidad, un sentido, una forma de hacer las cosas que los diferenciaba e identificaba como grupo. Para que una generación se diferencie de las otras, son necesarios obstáculos muy fuertes que coarten las fuerzas que actúan en el sentido de la continuidad. Es así como sólo la existencia de circunstancias históricas extraordinarias, hacen posible prever efectos generacionales que introduzcan discontinuidades significativas con respecto al resto de la población; esto fue lo que sucedió con las personas que fueron socializadas durante el régimen militar. Lo que condicionaba la existencia de estos jóvenes post dictadura, era la vivencia de un contexto radicalmente opuesto al vivido por las generaciones anteriores. No se trataba de un grupo que centrara su identidad en la construcción de proyectos colectivos, sino en la vivencia de un presente marcado por la preeminencia de la globalización y el consumo, cambio sociocultural que abarca a toda nuestra sociedad, pero que se hace más patente en el comportamiento de los y las jóvenes. Si bien las circunstancias históricas que rigen la socialización de los grupos juveniles pueden ser concebidas siempre como únicas, bajo condiciones democráticas estables todo grupo comparte con el que le antecede el hecho de hacer un aprendizaje político que está plenamente articulado con un repertorio vigente de acción política, que se basa principalmente en la votación y en las campañas políticas. Tomando en cuenta que el golpe militar de 1973 produjo un fuerte y prolongado cambio en la estructura política de Chile, los jóvenes socializados durante ese período, a diferencia de otras generaciones, tienden a presentar frente a la política actitudes de apatía. Este retraimiento se debe a que disponen de un registro de modalidades de acción política bastante limitado, pues estas manifestaciones por lo general estuvieron ausentes del repertorio característico de la 38
interrupción autoritaria, lo que condujo a un empobrecimiento de la vida social en términos de estímulos políticos convencionales. Además, las condiciones represivas configuraron la idea misma de la actividad política como algo eminentemente peligroso, lo que podría explicar el distanciamiento de muchas personas de esta actividad, evitando cualquier instancia que los involucrara políticamente. Otro aspecto que contribuyó a esta visión de la política, fue el hecho de que los medios de comunicación hayan sido monopolizados por el gobierno de facto, por lo que el contenido de sus mensajes estaba teñido de un tono autoritario y desvalorizador de la política y los políticos. Sólo una pequeña porción de jóvenes se vio influenciada por el único medio de aprendizaje político directo, igualmente peligroso por sus características antidemocráticas; como son las acciones contestatarias o de protesta. En la ausencia de modalidades convencionales de acción política que fijen y estabilicen procesos de socialización política, las formas no convencionales de protesta y contestación pueden convertirse en un equivalente funcional. Otra manera no directa de aprendizaje político es a través de la inercia histórica, expresadas en procesos de transmisión intergeneracional. El segmento juvenil que se vio más fuertemente afectado por esta desideologización, fue el proveniente de clases medias o bajas, pues su acceso a información pluralista era escaso respecto de los agentes democráticos del proceso político normal. Este no es el caso de los jóvenes provenientes de la clase media alta y alta, ya que, generalmente, ellos tenían una educación más profunda y un alto grado de transmisión intergeneracional sobre el tema político, lo que les permitió mantener un vínculo con la memoria democrática. Con respecto a este tema, el historiador chileno Alfredo Jocelyn-Holt, propone que el fenómeno subyacente al sentimiento de apatía frente a la política, es el escepticismo que caracteriza a gran parte de los jóvenes que crecieron durante el régimen militar. Esto se debe a que las generaciones pasadas, la de sus padres y sus abuelos, les trasmitieron diversas contradicciones: utopías abortadas, expectativas desmesuradas, mucha violencia, fracasos personales y, ante todo, una desconfianza extrema que se traduce en un rechazo e ignorancia hacia el pasado. “La década de los ‘60 en Chile fue intrínsecamente ambigua. Por un lado, los jóvenes de la época eran escépticos frente a su pasado inmediato pero, por otra parte, 39
ese fue un momento histórico marcado por las ilusiones. Querían romper con el ayer de un modo tajante, borrar de raíz todo lo anterior a ellos, superar la historia repudiándola, para conseguir así una situación de tabla rasa que les permitiera construir su propio mundo. En cierta forma lo lograron poniendo en jaque a todas las estructuras de poder establecido –aunque nunca se logró afectar el orden institucionalpero el vacío fue tal, que se vieron en la necesidad de llenarlo a como diera lugar con certezas absolutas, que la mayoría de las veces no eran auténticas convicciones, sino que surgieron de la necesidad de ocupar el espacio que el propósito demoledor trajo consigo. De esta manera hicieron suyas formas de poder aún más autoritarias que las que se pretendían rechazar, como el marxismo soviético y el castrismo cubano.
Tanto la “Revolución en libertad”, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, como la “Vía Chilena al socialismo” en el régimen de la Unidad Popular de Salvador Allende, le dieron la espalda a la historia al intentar llenar el vacío que dejó el total rechazo al pasado con ideologías que se convirtieran es certezas absolutas, pero en la medida que pretendieron hacer cambios dentro de los parámetros de un orden liberal, su escepticismo aceptaba de forma tácita límites históricos. Es decir, que este escepticismo no era radical, pues si bien repudiaba el sistema anterior, continuaba funcionando bajo sus parámetros. Luego del 11 de septiembre de 1973 los jóvenes se sintieron desilusionados, motivo por el cual con la misma actitud con que habían dado la espalda a la historia pretérita, ahora trataban de borrar el contexto inmediato que les había tocado protagonizar. Sin embargo, en ese momento el escepticismo se mostraba distinto; ya no era optimista como en los ‘60, sino que ahora se trataba de un sentimiento radical desencadenado por la llegada de los militares al poder. “Antes se pensaba que Chile era un país de tradición democrática inquebrantable y con el golpe no sólo se rompió esa ilusión, sino que además, por sus propósitos refundacionales, se terminó de desgarrar las utopías.”
Otra faceta que condicionó el fenómeno, fue que durante los ‘60 y los tres primeros años de los ‘70, se creyó firmemente en el poder de las ideas y de las palabras; se pensaba que este mundo sobre el cual se predicaba iba a ser moldeado por el espiral discursivo. El gobierno de facto puso fin a esta costumbre de creer en la palabra y la reemplazó por un sistema de acciones 40
y órdenes militares, mucho más coherente con su forma de realizar las cosas, pues las Fuerzas Armadas no se caracterizaban por su elocuencia discursiva, sino por su efectividad en la acción. Los militares comenzaron a dictar una serie de normas y decretos que, a diferencia de lo que se acostumbraba en los años anteriores no eran dialogables, pues su propósito era mandar, prohibir o informar acerca de los límites de lo que se podía hacer o decir. Este orden de carácter eminentemente fáctico, negó muchas veces a los individuos la posibilidad de reflexión, más aún, aprovechando el descrédito que afectaba a la palabra por el abuso que se había hecho de ella en los últimos años del régimen civil, se inició un incesante proceso de desprestigio en su contra; el gobierno militar le restó espacios, la descalificó y hasta la censuró. Se implementó entonces un modelo que priorizaba los resultados -sobre todo en lo concerniente al asentamiento del orden económico neoliberal- por encima de las buenas intenciones. Esta lógica fáctica se impuso y provocó que del quiebre del diálogo se pasara a la ausencia de éste. “Así fue como se perdió la fe en las ideas, se dejaron de lado las concepciones uniformes y se comenzó a valorar una dimensión alternativa a las estructuras racionales, que permitía una vinculación con el mundo desde una perspectiva plural e individual, no restringida en un padrón unitario como el que suponían el socialismo y el marxismo”.
Las condiciones impuestas por el régimen del general Pinochet, condujeron a que muchas personas, que en esa época eran jóvenes, cambiaran su visión de la realidad, lo que los llevó a dudar de sí mismos y de muchas cosas, volviéndolos escépticos frente a las estructuras tradicionales de poder, por el miedo que despertaba en ellos un mundo subjetivo. Este escepticismo, como se ha dicho, era más radical que el de los ‘60 y primeros años de los ‘70, pues no admitía alternativas ni cuestionamientos. En los ‘90, las nuevas células de poder mantuvieron la costumbre de desconfiar de la discusión y rehuir las críticas; las personas comunes, pasaron de ser actores a meros consumidores pasivos y serviciales. Esta actitud muestra una fuerte dosis de escepticismo subyacente, de incredulidad respecto a si los individuos son o no son dueños de sus propios destinos. 41
Según Jocelyn-Holt, los jóvenes de los ‘90 eran escépticos porque este sentimiento es característico de la modernidad chilena tardía, la que se ilusiona y luego se decepciona constantemente. Sin embargo, el escepticismo juvenil no es homogéneo por la misma diversidad de este grupo etario. “Si algo los unía, era el hecho de desconfiar de muchos de los discursos con que los habían bombardeado en sus años de crecimiento, pues son hijos de un régimen fáctico, en el que la palabra y la discursividad no eran cosas bien vistas. Muchas veces no dudaban del contenido mismo, sino de las personas y las formas a través de las cuales los discursos llegaban a ellos, ya que los grandes líderes habían perdido credibilidad. Su crítica se dirigía también a la prédica de valores que no eran practicados, con lo que una vez más se pone de manifiesto la importancia que había cobrado la acción por sobre la palabra”.
Pero el factor que más potenciaba el escepticismo de los jóvenes chilenos, era la herencia -transmitida por sus generaciones pasadas- de una desconfianza extrema que los llevó a rechazar e ignorar el pasado. “Agotados de tanto activismo y polarización durante el régimen militar, el segmento juvenil decidió reemplazar los contenidos discursivos por el individualismo, el consumo desmedido y la competitividad, por lo que ganaron en cantidad de cosas, pero perdieron en calidad de ideas”.
El inicio de los ‘90 en Chile, coincide con el regreso a la democracia tras 17 años de dictadura militar. Los aires de cambio y optimismo que abarcaban a amplios sectores de la población nacional tendían a generar grandes expectativas en torno a lo que venía. “Tome usted mejor un aliento de los aires que corren. Compare los del ‘74, con los del ‘80, con los del ‘86, hasta con los del ‘88... No hay duda, vienen los ‘90. Y la década se anuncia explosiva. Quizás valdría la pena no definirla por el fin de las utopías, ideologías, ni por el postmodernismo y mirarla mejor como una posibilidad abierta. Cuando las vueltas de tuerca del mundo y del país se pueden sentir en el 42
cuerpo y en la piel, es que algo importante está pasando. Ahora es cosa de atreverse.”
Pese a ese optimismo casi desbordante, gran parte de la juventud continuaba en su permanente cuestionamiento y su apatía hacia los grandes temas políticos -tras haber sido protagonistas de un período altamente politizado- pero con unas incontenibles ganas de ser escuchados y de participar, ya no desde lo político sino desde su cotidianeidad. Fue así como los protagonistas de este grupo de profesionales, un poco por casualidad y un poco por intuición, fueron los primeros en llevar a escena este sentimiento generacional.
Aunque el grupo de periodistas de la Generación X en Chile fue viviendo una progresiva desvinculación política, no sufría de la indiferencia que embargaba a buena parte de la juventud chilena. Según María Olga Delpiano, impulsora del proyecto “Zona de Contacto” del diario “El Mercurio”, los jóvenes son apáticos por las circunstancias que le ha tocado vivir, cuando no tienen vehículos que les permitan expresarse, no tienen epopeyas que realizar. “Soy una convencida de que si a los jóvenes se les pone un desafío por delante, muy pocos pueden seguir siendo apáticos”. La periodista argumenta que este grupo de jóvenes no fue apático porque tuvieron un proyecto y una voz. “No sé si a alguno le interesaría la política, me imagino que a varios sí, pero mucho más les interesa la vida, a cualquier persona le interesa más la vida que la política, a no ser que sea un político de alma”. Según el sociólogo Carlos Catalán, la influencia de la generación del ‘60 en todo el mundo y, particularmente, en Chile fue muy dominante, sobre todo en los espacios culturales e intelectuales. “Este fenómeno, sumado a la dictadura, coarta o aborta la emergencia de nuevas generaciones. No hay ninguna generación hasta la de estos jóvenes periodistas que tenga peso propio; ni en política, ni en el plano cultural. Esto se produjo porque no fueron reproductores de un estilo cultural que se venía prolongando desde los ‘60, sino que se despegaron de las viejas estructuras con una forma diferente de hacer las cosas. Esta es la primera generación post ‘60 con fuerza, expresiones propias y legitimidad. Antes todos los grupos que aparecían, sólo eran variantes de nuestra generación”.
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4.2.- Situación del periodismo chileno en los últimos años del gobierno militar Tras el 11 de septiembre de 1973 la vida social, política y cultural de nuestro país sufrió diversos cambios, los que en su mayoría se vieron formalizados a través de los bandos militares, en un principio, y luego, mediante la legislación de facto. “Sucesivos decretos leyes arrasaron con la institucionalidad vigente hasta el 11 de septiembre y articularon los mecanismos para reprimir hasta con pena de muerte la posible disidencia. El 12 de septiembre se declaró interinos a todos los empleados de la administración estatal; el 17 se canceló la personalidad jurídica de la Central Única de Trabajadores; el 24 se disolvió el Congreso; el 1 de octubre se designaron rectores delegados en todas las universidades; el 8 se declararon ilícitos y disueltos los siete partidos de la Unidad Popular; el 11 se decretó el receso de todos los otros partidos (...) y así sucesivamente”.
Los medios de comunicación vieron rápidamente como su libertad de expresión e información comenzó a ser coartada. “En febrero de 1974 el 50% de los periodistas de Santiago estaba cesante. De los once diarios existentes antes del 11, quedaban sólo cuatro; cinco radioemisoras fueron bombardeadas y expropiadas; las revistas de izquierda desaparecieron y los canales de televisión sufrían la cirugía ideológica de las nuevas autoridades”.
En ese contexto, la prensa quedó a disposición del gobierno y se censuró toda denuncia o reporte sobre las violaciones a los derechos humanos practicadas por el nuevo sistema. Fue así como la circulación de la información se hizo bastante más restringida: sólo la proporcionada por las fuentes oficiales, pero además el control de los medios impedía la expresión de los sectores de oposición a través de ellos. Además, la televisión pasó a constituirse en el principal vehículo difusor del régimen militar y su política comunicacional, al quedar completamente controlada por el Estado. Durante el gobierno de Pinochet, las leyes y reglamentos destinados a cohibir el ejercicio 44
del periodismo llegaron a sumar una treintena, incluyendo la Ley de Seguridad del Estado y la Ley de Abusos de Publicidad, los códigos Penal y de Justicia Militar. La Constitución de 1980 vino a agregar el delito de difamación que, aunque no penalizado totalmente, obligaba al legislador a configurarlo, para “asegurar el respeto y protección a la vida pública y la honra de la persona y de su familia”. De acuerdo con el texto constitucional, la difamación se debía entender como “la imputación de un hecho o acto falso, que cause injustificadamente daño o descrédito a una persona o su familia”, pero si el periodista prueba que ha dicho la verdad quedaría exento de culpa; aunque, de todos modos, podría ser enjuiciado por el delito de injuria que, con el de calumnia (imputación de un delito no cometido por alguna persona) es punible con cárcel o multa. El gobierno no se limitó a aplicar esas leyes con el mayor rigor, sino que por largos períodos estableció la censura previa de manera directa, y numerosos periodistas fueron procesados en los tribunales militares que, además de la legislación común a todas las personas, recurrían a normas especiales para juzgar los delitos de opinión. Algo muy mencionado en ese entonces era el hecho de que cualquier alusión a los miembros de las Fuerzas Armadas (incluyendo los conscriptos) que fuera considerada ofensiva, podía llegar a ser castigada hasta con diez años de cárcel. El sociólogo Carlos Catalán explica que –si bien en un número muy inferior al de los profesionales detractores- había algunos periodistas partidarios del régimen militar. “La mayoría eran grandes oportunistas que aprovechaban su afinidad con el gobierno de facto para escalar posiciones. No podías ser disidente al régimen si querías tener responsabilidades editoriales o ser rostro de un canal. En ese sentido lo político era muy importante. Era el filtro básico”. Quizás los años más duros para el periodismo en Chile durante los ‘80 fueron entre 1983 y 1988, el tiempo que medió entre la autorización de medios opositores al régimen y el inicio de las protestas nacionales y el plebiscito que determinaría el fin del gobierno de facto. En este sentido, el revuelo que provocó la irrupción en 1983 de ciertos medios de comunicación opositores al régimen de Augusto Pinochet, dio pie a un periodismo bastante más combativo y menos complaciente con el gobierno y los atropellos a la libertad de expresión que el que imperaba en ese tiempo. El diario “Fortín Mapocho” (“La Época” se agregaría sólo en 1987) y las revistas “Hoy”, “Cauce, “Análisis”, “La Bicicleta” y “Apsi”, denunciaban la 45
situación política, económica y social que escapaba a los medios tradicionales, dominados ampliamente por el gobierno, lo que incluso fue reprendido con ataques físicos y costo de vidas de los propios periodistas como ocurrió con el ex director de la revista “Apsi” José Carrasco, quien fue asesinado por agentes de la Central Nacional Informaciones. En lo referente a los espacios audiovisuales, estos eran aún más limitados. Un claro ejemplo es “Teleanálisis”, un programa que intentaba cubrir las noticias que no se daban en los informativos de televisión, pues estos estaban dominados por la dictadura. El proyecto surgió por una iniciativa de un grupo de políticos y comunicadores, que tenían la revista “Análisis”, Juan Pablo Cardenas, Fernando Paulsen y Augusto Góngora. El noticiario, que era hecho de forma clandestina con notas a grupos independientes, presentaba temas de derechos humanos, cultura alternativa y luego fue derivando a documentales y reportajes en profundidad, con lo cual se fue perfeccionando. Este casi proscrito medio de comunicación editaba una vez al mes un noticiario en video en formato VHS que duraba aproximadamente 50 minutos y se distribuía a distintas organizaciones como sindicatos, grupos profesionales, particulares y también era enviado
al
extranjero. Según el periodista Jaime Sepúlveda, quien trabajó en “Teleanálisis” durante los últimos años del gobierno militar, los contenidos audiovisuales estaban mucho más censurados que los escritos o radiales. “Los asesores de Pinochet le dijeron ‘usted puede tener espacios de apertura en prensa escrita y en radio donde deje que aleguen, pero no en la televisión’, por eso permitía que existieran las revistas ‘APSI’, ‘Análisis’, ‘Cauce’ y la radio ‘Cooperativa’, pero Televisión Nacional estaba intervenida totalmente, Canal 13 era controlado indirectamente a través de la Iglesia -un sector de la cual trataba de oponerse pero no podía entrar en conflicto con el gobierno-, Canal 9, que ahora es Chilevisión, estaba manejado a través de la Universidad de Chile por un rector militar. Entonces tenían todo intervenido”. El periodista relata que hacer el noticiario era sumamente sacrificado y peligroso. “Las personas que trabajábamos en ‘Teleanálisis’ conformamos un colectivo muy particular, porque tenía mucho corazón. Te ibas a sacar la ‘cresta’ a la calle, te tiraban agua, te pegaban los ‘pacos’, incluso uno sabía que lo podían matar y no éramos héroes tampoco. Nuestras frases cotidianas eran ‘la verdad’, ‘la justicia’, ‘la pobla’, ‘vamos a la pobla’, ‘¡Los pacos!’, ‘¡Ahí están los CNI!’, 46
‘¡Ojo, nos están cachando!”. El profesional agrega que si bien todos quienes participaban del grupo que realizaba este noticiario tenían una tendencia política de izquierda, también se abrieron a un asunto más creativo. “Se empieza a producir una cosa muy abierta en el plano audiovisual, muy juguetón, muy lúdico. Queríamos romper con los esquemas tradicionales y no nos quedábamos con la estética de los políticos antiguos, la estética de los ‘70, por lo que empezamos a variar poco a poco e hicimos cosas con los grupos de ‘breakdance’, que empezaron a salir en las poblaciones estamos hablando del ‘86, de los primeros que bailaban este ritmo- y con grupos ‘punk”. Así como la sociedad se encontraba fuertemente reprimida, lo estaba también la actividad periodística y es por ello que los medios de comunicación nacientes en esta época fueron percibidos, además de opositores y combativos, como el reflejo de una suerte de avanzada intelectual que en los ‘90 sería igualada por el grupo de medios “Rock & Pop” y el suplemento “Zona de Contacto”, pero esta vez sin un punto de vista ideologizado. Lo concreto es que el periodismo chileno durante los ‘80 se encontraba sujeto a una fuerte censura y, por lo tanto, a una libertad de expresión aún más restringida. Ello trajo consigo a las nuevas generaciones de periodistas, y en especial a la que es objeto de esta investigación, una cierta decepción para con los medios y contenidos tradicionales. “Al final queda la sensación de que lo mejor que nos pudo pasar fue la llegada de la televisión por cable. Desgraciadamente, eso ocurrió sobre el final del período, cuando los ‘80 ya empezaban a madurar y nosotros también".
Con la llegada de los ‘90 y de la democracia, nace un deseo de identificación con algo, un “ser parte de”, pero sin olvidar el espíritu combativo y el decir la verdad a cualquier costo, que muchos de los periodistas opositores habían utilizado en la década anterior para revelar la otra cara del gobierno militar. Sin embargo, esta vez se reemplazarían las temáticas políticas por la cotidianeidad. “La transición y todo el proceso político de los últimos años del gobierno militar, habían subordinado todo en este país a la dimensión política, como expresividad del sistema social. Estaba todo ordenado a partir de ese gran hecho que era la dictadura y el salir de ella. Esta es la primera generación que rompe con eso, que no acepta que ese sea el único eje del mundo. Para 47
ellos la importancia central de las cosas está en lo cultural, en sentido amplio”, explica el sociólogo Carlos Catalán. En una encuesta sobre medios y la percepción de estos realizada en 1994, el periodista Iván Valenzuela señalaba: “Ahora hay una búsqueda de claves permanentes y esas claves tienen que ver con la honestidad, con una claridad de principios y con un afán genuinamente contestatario y renovador”.
Según Catalán, estos jóvenes periodistas se adelantaron a la crisis y al desperfilamiento de lo político. Los protagonistas de esta generación de profesionales –Ivan Valenzuela, Consuelo Saavedra, Felipe Bianchi y Alberto Fuguet- ingresaron a estudiar periodismo a la universidad durante el régimen militar, por lo que les tocó vivir la situación al interior de los campus, donde fueron testigos de las protestas y la censura de los medios de comunicación. Incluso cuando los varones de este núcleo se titularon, Pinochet aún gobernaba el país. “Nosotros estuvimos en el centro del traspaso de Pinochet a Aylwin, de las tomas en la Universidad Católica y en la Universidad de Chile, de los paros y las protestas”, cuenta Felipe Bianchi. “Eso evidentemente hacía que uno se preocupara más por la situación política que de estudiar. También sacábamos los ramos y hacíamos un montón de cosas. En general, era como el país, que vivía un ambiente más o menos normal, dentro de una situación que era básicamente muy escabrosa. Aunque el ambiente político era muy denso, había un sentimiento especial que nos embargaba como estudiantes, que nos hacía estar seguros de que íbamos a botar a Pinochet”, recuerda Iván Valenzuela. Abraham Santibáñez, quien era profesor de las escuelas de Periodismo en la Universidad de Chile y en la Universidad Católica a mediados de los ‘80, explica que este grupo de jóvenes pasó por la combatividad como estudiantes, pero no en el campo periodístico propiamente tal. “En el fondo, lo que recibieron de la escuela, sobre todo en la Universidad de Chile, fue más el ambiente político en que ellos terminaron de estudiar, que el aprendizaje del periodismo. Los alumnos iban poco a clases porque había muchas interrupciones y además había muy poco 48
diálogo con los profesores.” De los cuatro protagonistas de esta generación, Alberto Fuguet fue el único que estudió en la Universidad de Chile donde, según él, le tocó vivir una doble dictadura: la de Pinochet y la del Partido Comunista. “Cuando entré a la escuela, por el hecho de haber vivido en Estados Unidos tenía en contra mía a gran parte de mis compañeros que eran una suma de gente muy politizada, muy resentida y muy enojada, donde todo era lucha y nada más. No era el periodismo, no era la cultura. En todo caso, había una combatividad muy respetable entre mis compañeros, pero también mucha intolerancia. También existía un asunto social y por el hecho de provenir del barrio alto uno no podía hacer nada que pudiera sonar levemente ‘cuico’. Entonces, además de la lucha y la carrera misma, tenía que estar muy preocupado de lo que hacía y decía. En cambio, existían ciertos personajes que eran ‘fachos’ y que lo pasaban ‘bomba’, porque no estaban preocupados de ser tomados en cuenta por la ‘elite’ comunista de la universidad y la ultraizquierda”. Por esos años la mayoría de los estudiantes de Periodismo en la Universidad de Chile pasaban gran parte de su tiempo en las protestas o manifestaciones contra el régimen militar, lo que según el periodista se debe a que la ideología imperante entre ellos era el odio, el miedo y la lucha. Fuguet, en algún momento, también se sintió comprometido con la causa que llevaban los detractores del gobierno de facto, tanto así que incluso intentó meterse en las Juventudes Comunistas, pero no lo dejaron entrar “por gringo”. “Me ‘jodían’ por comunista, por gringo, por todos lados. Cuando en 1984 fue la invasión de Reagan a la isla de Granada, yo andaba con una chaqueta del Ejército de Estados Unidos que era bien ‘cool’ (simpática), era como una camisa larga de mezclilla verde, que me la había regalado un amigo de mi papá que había estado en Vietnam y me la quemaron mis compañeros de universidad”. Esa no fue la primera ni la última vez que lo discriminaron por haber vivido tantos años en Estados Unidos. “Una vez invité a mis compañeros de la universidad a una fiesta que hice en casa y la música que puse era la que estaba sonando en las radios que escuchábamos los jóvenes -Bruce Springsteen, Phill Collins, The Smiths- pero la gente se fue de mi fiesta porque decían que esa música era imperialista, lo que a la larga siempre he pensado que era sólo una pose”. Así Fuguet se dio cuenta que en la batalla de sus compañeros había una fuerte cuota de lucha, pero también en ella existía algo de estar en la “moda” universitaria de esos años. 49
“Cuando entré pensaba que después iba a encontrarme con los futuros grandes dirigentes, revolucionarios de América y ahora ves que toda esa gente trabaja en la revista ‘Ya’ o en cualquier parte y que ninguno fue guerrillero ni político importante, ni periodista connotado, ni escritor famoso, ni nada de eso”. Según Felipe Bianchi, el hecho de que pudieran preocuparse por esos otros temas que no estaban tan vinculados con la política, tenía mucho que ver con que ellos provenían de una clase social que les permitía tener una cierta tranquilidad económica. “La lucha por cosas como el deporte y la cultura ‘pop’, que era lo que a nosotros nos interesaba, no la estaba dando nadie y no hacía
tan raro que diéramos esa pelea, porque para que esos temas sean relativamente
importantes, tienes que tener satisfechas otros aspectos, porque no te vas a preocupar de cosas como la música o el cine si no tienes que comer o si no tienes alguna participación política clara. Sin embargo, a nosotros nos tocó estar en la ‘papa’ del acontecer político, pues lo que pasaba con el Centro de Alumnos de Periodismo en la Universidad Católica o en la Universidad Chile en esa época, era lo que nosotros hacíamos hasta las 5 de la tarde. Salíamos a protestar y todo, pero después de eso, sentíamos que no era el tema y que había una lucha súper grande que dar en lo otro”. Si bien ninguno de ellos se involucró directamente en algún partido político, todos estaban conscientes de que no podía hacerse caso omiso a lo que estaba pasando en Chile. “Es que era imposible no meterse en lo que estaba sucediendo, aunque trataras, aunque dijeras ‘a mí la política no me interesa’. No existía la expresión ‘sabes que no estoy ni ahí con la política’. Además era una inmoralidad no preocuparse. No estaba metido en ningún partido ni tiraba piedras, pero uno tenía opinión política, gestos políticos y sabía cuál era su conducta política”, dice Valenzuela. Alberto Fuguet cuenta que fue a muchas protestas y su mayor horror contra Pinochet, más que los detenidos desparecidos o los atentados contra los derechos humanos, fue el apagón que, a su juicio, había en la cultura. “Sentía que este país era una ‘mierda’, que lo único bueno eran mis amigos en la universidad y por eso es que fumaba tanta marihuana y hablaba tantas tonteras, porque era el único método de escaparse, hablar de otros temas y pensar en cosas más creativas. Nunca lo pasé mejor que tirando piedras a los ‘pacos’. Además, a la larga, para mí no había nada más erótico que ir corriendo por Plaza Italia con limones para quitarle efecto a las lacrimógenas 50
y esconderte en un almacén con una ‘mina’. Era una situación sumamente cinematográfica. En esa época la cantidad de sexo que hubo por política es un tema digno de análisis. Además había mucha gente joven mezclada con la política y creo que eso nunca más va a ocurrir”. Consuelo Saavedra entró a estudiar Periodismo a la Universidad Católica en 1988, pero igualmente la impresionó la situación política. “El año en que ingresé a la carrera fue muy entretenido, estaba el plebiscito y el Campus Oriente era un centro muy potente desde el punto de vista político. El ambiente universitario era muy motivante y atractivo en sí, pero además las cosas que nos mandaban a reportear en los primeros trabajos eran muy interesantes”. “Al contrario de lo que se pueda pensar, nosotros no éramos despolitizados. De partida, en términos políticos generales, todos éramos anti Pinochet. Pero a ninguno se nos hubiera ocurrido militar en nada. Obviamente el ‘88 estuve metida en la campaña del ‘No’ y todos íbamos a las concentraciones, pero ya en los ‘90 estábamos viviendo un proceso de desvinculación de la política, igual que todo el resto de los jóvenes de Chile, porque nosotros encontramos a través de otros cauces la forma de expresarnos. “Nunca voy a militar, está fuera de mi estructura, no se me ocurriría. Ni en el colegio, nunca pertenecí a nada, ni iglesia ni nada”. A pesar de que este grupo de jóvenes periodistas no era políticamente apático, sí los marcó en su quehacer esta desvinculación con la actividad política directa. “Miro hacia atrás y pienso que todos hoy nos sentimos un poco culpables de eso, porque somos una generación ‘light’ desde ese punto de vista. Por ejemplo ahora estoy leyendo el libro de la Patricia Verdugo ‘Bucarest 187’ y pensé ‘esta mujer se jugó el pellejo, su trabajo periodístico estaba ligado a la historia del país. Y uno no... Uno no”, confiesa la profesional. Ella fue una de las primeras periodistas jóvenes que durante la transición entrevistó en profundidad a importantes personajes de la política chilena. “Son cosas que existían hace mucho. Los que hacían ‘A esta hora se improvisa’, por ejemplo, eran personas muy jóvenes también, pero lo que pasa es que la dictadura castró un período. Entonces cuando vuelve a aparecer la gente joven, se produce un fenómeno como de ‘¡Ay!... ¿Había jóvenes en Chile?’. Sí claro, hubo siempre, lo que pasa es que no tenían el espacio en los medios. Ahora la situación está completamente normalizada y todos los reporteros son jóvenes y de todos los medios, los tradicionales y los no tradicionales. Pero claro, en la mitad de los ‘90 eso todavía llamaba mucho 51
la atención y nos tocó justo a nosotros hacerlo”. La transición democrática generó altas expectativas en una buena parte de la población y lo mismo le pasó a estos jóvenes profesionales. “Yo estaba muy esperanzada, lo ‘compré’ todo. Éramos una generación muy pragmática, entonces la decepción no fue muy fuerte. Después uno va creciendo y se da cuenta de que era lo que tenía que pasar. Haber esperado que cambiara todo, era como esperar que cambiaran los propios chilenos y eso es imposible, por eso mi desilusión con respecto a lo que fue al final la transición no resultó traumática”, recuerda Consuelo Saavedra. Según Abraham Santibáñez, una de las cosas que unió a los protagonistas de la Generación X del periodismo chileno, es el hecho de que se asimilaron muy rápidamente los cambios que por esos años se estaban viviendo en gran parte del mundo occidental y en los medios de comunicación. “Mientras nosotros en los ‘80 combatíamos la censura que nos imponía la dictadura, en el mundo se había comenzado a producir la transformación tecnológica. Después, a principios de los ’90, empieza a asomarse Internet y la computación ya domina casi todo, pero nosotros seguíamos trabajando con las revistas hechas a máquina de escribir y empezamos a descubrir que había un mundo nuevo en el periodismo y en la enseñanza de éste. No es que cambiara la esencia, porque sigue siendo lo mismo: recopilar información, procesarla y publicarla, pero las herramientas para hacer eso habían cambiado totalmente. Es por eso que veo que hay un grupo de vanguardia que se manifiesta a través de la ‘Zona de Contacto’, que domina el nuevo lenguaje y las nuevas tecnologías muy tempranamente”.
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5.- Abriendo espacios: La generación y sus protagonistas Al comienzo de esta investigación se definió el concepto generación en dos sentidos: primero, hemos visto aquel amplio que se refiere a las personas que viven en una misma época y que nacen en un lugar determinado. Un segundo significado más específico, alude a un grupo que mantiene características y rasgos de expresión similares, que tiene una sensibilidad y significación de su entorno comunes, producto de sus gustos, costumbres y vivencias personales e históricas que coinciden en muchos aspectos, como por ejemplo, haber pertenecido a un determinado status socioeconómico, haber tenido niveles educacionales similares y un acceso a la información circundante homologable entre ellos. Dentro de esta segunda acepción más delimitada del término, es que se encuadra el grupo de profesionales que concierne a esta investigación, es decir, aquel conjunto de jóvenes periodistas nacidos en Chile, entre 1964 y 1976, que comenzaron a ejercer sus labores en los primeros años de la década de los ‘90 y que supieron aprovechar al máximo las nuevas oportunidades que les ofrecía la democracia, abriendo los espacios mediales “Zona de Contacto”, radio “Rock and Pop”, revista “Rock and Pop” y canal de televisión “Rock and Pop”. No se está haciendo alusión a todos los jóvenes que nacieron durante esos años en Chile, sino a un grupo específico y delimitado que por muy pequeño o restringido que sea, posee especial importancia. Sin embargo, el conjunto humano que participó tanto en la creación como en el consecuente desarrollo de estos medios es también muy amplio, motivo por el cual su labor se abordará tomando como eje a sus protagonistas -Felipe Bianchi, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela- los cuales han sido determinados como tales a partir de su importancia en uno o varios de estos espacios, su comprobado profesionalismo y el reconocimiento que ha recibido cada uno de ellos a través de sus posteriores desempeños periodísticos. No obstante, el desarrollo de estos medios va mucho más allá de estos cuatro personajes, por lo que es necesario reconocer a otros profesionales, que con una menor relevancia también formaron parte de esta generación, algunos de los cuales conoceremos más adelante. Por ahora es necesario entregar un breve perfil personal y biográfico de cada uno de los protagonistas.
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Alberto Fuguet nació en Santiago en 1964 y hasta los 13 años vivió en California, Estados Unidos. Cuando regresó a Chile, cursó la enseñanza media en el colegio San Gabriel y en 1982 entró a estudiar Sociología en la Universidad de Chile, pues no obtuvo el puntaje necesario para ingresar a la carrera que verdaderamente quería: Periodismo. De cualquier manera, Fuguet logró cambiarse internamente en 1983. “Me gustaba mucho el cine y básicamente entré a estudiar periodismo porque en ese momento era lo único que quería en la vida. Era lo más cinematográfico que había en Chile para estudiar y porque pensé que podía ser crítico de cine, que podía aprender cosas en el plano audiovisual. En ese instante vivíamos bajo una dictadura y a nivel cultural había un apagón, por lo que no se podía estudiar nada relacionado con cine y comunicaciones que no fuera periodismo”. Sin embargo, la carrera no cumplió sus expectativas, porque en esa época había, a su juicio, una visión bastante cerrada en el aspecto audiovisual en las escuelas de periodismo, que consideraba el cumplimiento del esquema de la pirámide invertida como el pilar fundamental de la profesión. “Honestamente, quería ser periodista y a pesar de desear ser crítico de cine, también me interesaba ser un muy buen reportero y siempre me incliné por el periodismo escrito. Muchos de mis compañeros entraron a la carrera queriendo ser escritores, cineastas o intelectuales. En mi caso, quería ser realmente periodista, pero en el camino no pude y no me dejaron, porque no me permitieron escribir como quería. Para mí eso era tan fuerte que la única manera de sobrevivir fue empezar a escribir ficción y de ahí vienen mis libros”. A diferencia de muchos de sus compañeros, mientras estuvo en la universidad, Alberto Fuguet nunca trabajó y jamás quiso hacerlo. “Tal vez fue porque no tenía las necesidades económicas, pero mientras estuve en la escuela me dediqué a ser alumno de periodismo, fumaba marihuana, jugaba ping pong y veía películas. Veía a muchos de mis compañeros de primer año que vestían de terno y trabajaban en ‘El Mercurio’, pero me dije ‘voy a hacer mi práctica cuando corresponda, después voy a entrar a trabajar, por ahora quiero ser estudiante’. Nunca fui muy ambicioso en ese sentido, mi aspiración era ser lo más universitario posible”. El esfuerzo que hizo para ingresar a la carrera lo comprometió rápidamente a titularse e hizo su tesis de grado relacionando dos temas que lo apasionaban: periodismo y cine. “El tema era algo así como la imagen que el cine hace del periodista. Cómo presenta al 54
periodista modelo, porque uno ve generalmente al reportero en el cine como un héroe que vive en peligro por la noticia. Sin ir más lejos, Superman es periodista, es decir, que el hombre más perfecto del mundo es el máximo representante del gremio”. Luego, realizó su práctica en la sección policial del diario “Las Últimas Noticias” y, posteriormente, trabajó en la sección de espectáculos de “El Mercurio”, en las revistas “APSI”, “Paula” y “Mundo Diners”. Participó en el programa “Ene TV” de Televisión Nacional; junto a Iván Valenzuela creó el espacio radial “Interferencia por Concierto (IPC)” en radio “Concierto” y formó parte de los equipos de “Zona de Contacto”, radio “Rock and Pop”, revista “Rock and pop” y canal “Rock and Pop”. Participó en los talleres literarios de José Donoso y Antonio Skármeta. Fue autor de la columna “Capitalinos”, que se publicó en el suplemento “Wikén” del diario “El Mercurio” entre junio de 1989 y mayo de 1990, donde saltó a la fama su personaje y seudónimo “Enrique Alekán”. Entre 1992 y 1995 tuvo a su cargo los talleres literarios de la “Zona de Contacto”. Se ha destacado como escritor con sus libros “Sobredosis” (cuentos, 1989), “La azarosa y sobreexpuesta vida de Enrique Alekán” (recopilación de la columna “Capitalinos”, 1990), “Mala Onda” (novela, 1991), “Por Favor, Rebobinar” (novela, 1994), “Tinta Roja” (novela, 1996), “Dos hermanos” (guión de la película “En un lugar de la noche”, 2000) y “Primera Parte” (recopilación de crónicas, columnas y literatura instantánea, 2000). También fue coeditor, junto a Sergio Gómez, de las antologías “Cuentos con Walkman” (1993) y “Mc Ondo” (1996). Según la periodista María Olga Delpiano, de los cuatro protagonistas de esta generación, Alberto Fuguet era el más difícil de tratar. “Manejarlo es un arte que tuve la suerte de aprender. Como editora, prefiero mil veces a periodistas a los que hay que tenerles las riendas cortas y estar todo el día preocupada de que no se pasen del límite, que a profesionales que no se mueven y no hacen nada. Siempre ha sido mi tendencia trabajar con gente más conflictiva, como él que andaba siempre buscando algo, por eso nos llevamos muy bien, es una maravilla de hombre”. Paula Recart, actual directora de revista “Paula” y ex editora en canal “Rock and Pop”, explica que Alberto Fuguet tiene una personalidad tan compleja que es casi indescriptible. “Es muy disperso, pero tiene muchísima sensibilidad para un sin fin de cosas, como por ejemplo, para detectar situaciones que están pasando en el ambiente, para saber qué cosas al otro le pueden llegar y para captar lo que necesita la audiencia. Sin embargo, es muy poco estructurado. 55
Fuguet no sirve para una sola cosa, sino que es como una metralleta que dispara, dispara y dispara y esas balas te sirven y las puedes usar”.
Felipe Bianchi nació en Santiago de Chile en 1965, estudió en el colegio San Juan Evangelista e ingresó a la Universidad Católica. “Siempre quise estudiar periodismo, pero entré a Historia y Geografía primero porque me fue mal la primera vez en la Prueba de Aptitud Académica. Después, en 1982, me cambié internamente de carrera, porque siempre me gustó escribir y conocer cosas. En esa época éramos sólo 60 estudiantes de periodismo: treinta en la Católica y treinta en la Chile, por lo tanto, todo era muy generacional porque todos se conocían”. En la universidad conoció a Iván Valenzuela, pues eran compañeros de curso y además, vivieron juntos un tiempo. Bianchi supo lo que verdaderamente era el periodismo cuando comenzó a trabajar. “Realmente en la universidad se aprende muy poco. Sirve mucho
para conocer distintas
visiones, estar en contacto con otra gente, para tener un rigor de análisis, para organizar las cosas que son importantes de estudiar, para tener un concepto de lo que se puede hacer y lo que no”. Realizó su práctica en la sección de deportes del diario “La Nación” y, posteriormente, trabajó en “El Mercurio” en el mismo campo. “Como éramos pocos los que salíamos de las universidades y había un menor número de medios, muchos llegamos de inmediato a ‘El Mercurio’ que, más allá de cosas ideológicas, tiene algo muy bueno que es que a su gente le interesa lo que puedas rendir profesionalmente. Además, hay un asunto de sistema social, pues en el fondo la gente de la Universidad Católica siempre tenía más relación con este diario, así es que varios de ahí llegamos por ese lado”. También participó en la revista “Mundo Diners” y en los programas “Noticias” y “Zoom Deportivo” de Televisión Nacional. “Trabajé en el primer equipo de noticias que formó Bernardo de la Maza cuando se fue de Canal 13 a Televisión Nacional; el primer noticiario post Pinochet. Después vino lo de ‘Zoom Deportivo”. Estuvo seis años en deportes. “Hasta que me aburrí porque hice de todo, incluso era comentarista de radio ‘Cooperativa’ y de ‘Zoom Deportivo’; hasta que me fui al área de espectáculos, donde se dio esta conjunción de gente; apareció María Olga Delpiano, quien fue muy importante para juntarnos”. 56
Así llegó al primer equipo de la “Zona de Contacto”, compuesto además por Iván Valenzuela y Alberto Fuguet. En 1992 estuvo a cargo del taller periodístico y al año siguiente asumió como editor del suplemento y participó en la radio “Rock and Pop”, haciendo comentarios deportivos. En 1995 fue nombrado subeditor de suplementos del diario “El Mercurio” y un año más tarde fue ascendido a editor. Nunca participó mayormente en los otros proyectos juveniles. “Me gustaba mucho más lo escrito. De hecho, en el diario me dijeron ‘ándate un par de meses y si te gusta te quedas’, lo hice y al final volví porque lo otro no me gustó nada. A veces he ido a la televisión y a la radio y he participado en algunos programas, pero tengo claro lo que me gusta y lo que no”. Según la periodista María Olga Delpiano, Felipe Bianchi es una persona muy equilibrada. “Él ha crecido tanto que ya es otra persona, pero en la época en que trabajaba en la ‘Zona’ era bien ‘tirado para la punta’, aunque como llevaba tanto tiempo trabajando en ‘El Mercurio’ tenía más conciencia que Alberto Fuguet de las cosas que se podían o no se podían hacer y en eso me ayudaba mucho porque tenía un buen criterio”. Paula Recart opina que Bianchi tuvo la suerte de estar en el momento y lugar precisos. “Era muy joven y tenía mucho poder en ‘El Mercurio’, por lo que pudo seguir con el proyecto de la ‘Zona de Contacto’ y después hacer carrera al interior del diario, gracias al apoyo de María Olga Delpiano, quien descubrió que él era algo así como la sangre nueva que necesitaba el matutino”. Alberto Fuguet valora positivamente la labor de Bianchi al interior del diario: “Felipe, bajo su disfraz de ‘yuppie’, ha logrado concretar perfectamente una serie de proyectos muy alternativos dentro de ‘El Mercurio’, como la revista ‘El Sábado’ que está captando algo que está en el aire o la revista ‘Ya’, que pasó de una revista de modas a algo más misceláneo. Como todos nosotros (Fuguet, Valenzuela y Saavedra) él ha tenido la habilidad de ser un puente entre ambos mundos, entre nuestra generación y el sistema”.
Consuelo Saavedra es la menor de siete hermanos y nació en Santiago en 1970. Cursó la carrera en la Universidad Católica. “Comencé a estudiar periodismo por descarte, porque lo decidí en septiembre de cuarto medio. Tenía claro que quería una carrera que fuera humanista, pero me di cuenta muy tarde que me ‘tincaba’ esto y me empezó a entusiasmar más aún cuando 57
lo empecé a estudiar. Antes quería idiomas o literatura. No tenía mayor contacto con el mundo del periodismo, porque en mi familia no había periodistas. En unas vacaciones de invierno por esas cosas de la vida, conversando con la mamá de una amiga que ejercía en un medio, ella me dijo que yo debía ingresar a la carrera y la idea me quedó dando vueltas porque me di cuenta que era una buena alternativa porque, en el fondo, te puedes dedicar a cualquier cosa”. La periodista agrega que le gustó bastante la época de su paso por la universidad. “Más que por los ramos o por los profesores, fue por la etapa que me tocó. La universidad tuvo mucho más que ver con conocer gente, con conocer a esta generación, mi generación, que con los ramos que tuve”. Consuelo Saavedra aclara que jamás imaginó que su desempeño estaría vinculado al acontecer noticioso. “A mí no me interesaban tanto las noticias, pero después mirando hacia atrás me di cuenta que siempre había leído el diario, que siempre había visto televisión, pero no me interesaba particularmente ser reportera, de hecho nunca fui reportera”. Su primer trabajo fue detrás de las cámaras, haciendo producción para el programa “Martes 13”, cuando estaba en tercer año de periodismo en la Universidad Católica. Luego, trabajó en el programa “Ene TV” de Televisión Nacional. “Ahí conocí a Jaime Sepúlveda, que era el editor, quien se había salido de la productora ‘Nueva Imagen’ para trabajar en televisión. Hicimos muy buena amistad, por lo que cuando me fui del programa me llevó a trabajar con él. Fui su asistente de dirección en el programa ‘Cine Video’, hacíamos videos institucionales, trabajábamos en campañas, realización audiovisual. Ese era mi cuento, a mí no me interesaban las noticias, pero obviamente seguí vinculada a Iván y a todos ellos”, recuerda. En el suplemento “Zona de Contacto” de “El Mercurio” colaboró de manera esporádica. Fue productora del concurso de modas “Dale dale con el Look” y varios otros eventos que generó el suplemento. “Me daba cuenta de que era muy talentosa, por eso le pregunté por qué no dejaba de producir y se metía en la primera línea, ‘no, me encanta producir’, me dijo. Así llegó hasta donde está hoy”, dice la periodista María Olga Delpiano, quien le abrió las puertas de la “Zona de Contacto” para que desarrollara parte de su trabajo. En 1993 se tituló y sólo en 1995 descubrió su faceta pública al asumir la conducción del noticiario “El Pulso”, del canal “Rock and Pop”. Un año después ya tenía su propio programa, 58
“Mira Quién Habla”, que en un principio compartió con su amigo Iván Valenzuela. Cuando Consuelo Saavedra se quedó sola en el espacio, los directivos del canal decidieron que había que redefinirlo, para lo que contrataron a la editora periodística Claudia Iglesias. “El programa iba a perder su lado magazinezco en función de potenciar la actualidad de noticia pura y dura, porque Luis Ajenjo e Iván Valenzuela se dieron cuenta del enorme potencial de Consuelo Saavedra como periodista de actualidad. Era una cosa rara en Chile una periodista joven haciendo entrevistas de actualidad dura. No se había dado el espacio, ni siquiera se trataba de personas que lo pudieran hacer o no, sino que a ningún canal se le había ocurrido hacerlo. No habían encontrado el nicho. Y no hay que desconocer que ella tiene un carisma que no es menor”. En este espacio de entrevistas principalmente políticas, Consuelo Saavedra comenzó a mostrar sus dotes como entrevistadora, las cuales la llevaron a principios de 1998 a dejar las pantallas del canal juvenil para asumir la conducción, junto a Alejandro Guillier, del programa “MediaNoche” de Televisión Nacional. En agosto de 1999 dejó este espacio y se quedó con la conducción del noticiario vespertino de la misma estación. Durante sus años universitarios comenzó su relación con Felipe Bianchi, con quien se casó en 1996, enlace que terminó cuatro años después. Actualmente se encuentra estudiando en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, gracias a una beca de la Fundación Nieman. Según Paula Recart, quien fue editora del canal “Rock and Pop”, Consuelo Saavedra es de esas personas que cuando se propone algo lo hace y tiene el rigor. “Ese es su talento. A ella le falta la ironía, el punto de vista distinto, pero tiene el rigor y el trabajo en cantidades que nunca he visto en otra persona. No tiene límites. Me acuerdo en la universidad de ella; teníamos que hacer notas en televisión y la hoja le tiritaba entera cuando tenía que salir en la cámara. Entonces yo decía ‘pobre Consuelo nunca va a poder hacer televisión’, porque era demasiado nerviosa, sin embargo, logró vencer todos sus miedos y se lanzó a las cámaras. En ese sentido era lejos la mejor conductora que teníamos en el canal, la persona más seria y más creíble”. A la periodista Maritxu Sangroniz, actual conductora de noticias de Megavisión, le correspondió reemplazar a Consuelo Saavedra cuando ésta dejó le conducción de “El Pulso” y luego de “Mira Quién Habla”, sin embargo, alcanzaron a trabajar juntas algún tiempo. “Aprendí mucho de ella y trabajar juntas me sirvió muchísimo por su rigurosidad, porque también soy muy 59
rigurosa, profesional y ‘matea’, pero ella lo era mucho más. A veces me preguntaba “¿No será mucho?”. Ella tenía que saberlo todo, aunque hiciera una entrevista de cinco minutos a un pintor emergente que no lo conocía nadie. Siempre tenía que estar muy bien preparada y esa exigencia nos rebotaba al resto del equipo”. Para Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra es la combinación perfecta de todos ellos. “Es capaz de mezclar todo, tiene un lado generacional en que sigue representando al grupo sin traicionar y a la vez es capaz de mediar con otras generaciones, con otros mundos. Es alguien que puede entrevistar tan bien a un fotógrafo como a un político de derecha y siento que es un orgullo nacional. Estoy seguro de que en unos años más se va a ver la influencia que ha tenido ella en el periodismo de televisión en las mujeres de Chile, creo que ha ayudado mucho a abrir espacios para las personas de su género. Si yo fuera una niña de 17 años admiraría mucho a Consuelo”. El conductor de noticias Juan Manuel Astorga define a Consuelo como una mujer muy profesional. “Ella es ambiciosa en términos periodísticos, en el buen sentido de la palabra, muy talentosa y muy histriónica”.
Iván Valenzuela nació en Santiago en 1966, estudió en el Colegio La Salle y en 1983 entró a la carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile, sin embargo, un año más tarde se cambió a Periodismo en la Universidad Católica. “Era compañero de Jaime Sepúlveda y Felipe Bianchi. Nos hicimos amigos al mes de entrar a la carrera. En tercer año tuve un ramo con María Olga Delpiano, que era súper entretenido, porque había que escribir cosas en el mismo día y, a veces, teníamos que ir a entregarle el trabajo a ‘El Mercurio”, cuenta el periodista. Realizó su práctica profesional en la sección espectáculos del diario “El Mercurio” en 1988, estando en cuarto año de la carrera. Sus preferencias y conocimientos iban por el lado de la música. Cuando estaba culminando su práctica, se produjo un cupo en el suplemento “Wikén” el cual no tardó en ocupar. Fue en este matutino donde conoció a Alberto Fuguet y donde se sellaba, de paso, el círculo con Bianchi y Consuelo Saavedra. “Cuando Iván partió aquí era un niño, muy nervioso y súper tímido e introvertido. Nadie se hubiera imaginado al Iván Valenzuela de hoy, porque incluso se enronchaba si tenía que 60
hablar frente a dos personas”, recuerda María Olga Delpiano. Según la periodista, a pesar de ser una persona retraída, era muy maduro. “Lo contraté para que trabajara en ‘El Mercurio’ y siempre lo hizo bien. Un día me dijo ‘María Olga, me voy a ir porque quiero llegar a ser alguien y cuando fuiste mi profesora, una vez que te entregué una crítica de un espectáculo me dijiste ‘¿Quién eres tú para decir esto?’ y bueno, yo quiero ser alguien para poder decir esas cosas, así que me voy a ir, voy a seguir colaborando contigo pero voy a prepararme’ y efectivamente lo hizo maravillosamente bien”. Luego, Valenzuela condujo junto a Alberto Fuguet el programa “Interferencia por Concierto (IPC)” de la radio “Concierto” y durante 1991 y 1992 fue editor de la “Zona de Contacto”, puesto que dejó para abocarse al proyecto de la radio “Rock and Pop” -que salió al aire el mismo año- donde condujo el programa “Haciendo Ruido”. En 1994 asumió como director de la revista “Rock and Pop” y en 1995 como subdirector del canal “Rock and Pop”. Allí condujo el programa “El Diván”, “Mira Quién Habla” –sólo en sus inicios- y, finalmente “Focus Group”. Actualmente es director de programación de Radio Cooperativa. Para Fuguet, el estilo de las radios FM cambió bastante cuando Valenzuela ingresó a ese medio. “Iván supo mezclar su lado serio con su faceta ‘pop’ y cuando hizo el ‘Haciendo ruido’ en la emisora ‘Rock and Pop’, puso un antes y un después en las FM para los jóvenes, con humor, pero con temas de peso también. Él le atinó ‘medio a medio’, porque además ahora se llevó un poco de ese estilo a la radio ‘Cooperativa’ a las noticias de la tarde”. Juan Manuel Astorga, quien trabajó directamente con Valenzuela en el canal “Rock and Pop”, lo define como un “intelectual moderno”. “Él es un tipo muy bien informado, que escribe muy bien, que sabe muy bien hacia dónde quiere ir, que le gusta mucho trabajar en medios de comunicación y que maneja muy bien el poder”.
En 1990 los cuatro protagonistas de este grupo ya se conocían. Alberto Fuguet escribía la columna “Capitalinos” bajo su seudónimo “Alekán” en el suplemento “Wikén” del diario “El Mercurio”; Iván Valenzuela estaba haciendo su práctica profesional en espectáculos del mismo medio y Felipe Bianchi, que en esa época pololeaba con Consuelo Saavedra, trabajaba en la sección de deportes del matutino. Allí se conocieron y comenzaron una amistad que resultaría muy prolífica en el plano mediático. 61
El sociólogo Carlos Catalán explica que lo que distingue a este grupo de profesionales, es que no tiene ningún problema en reconocer que son hijos de una cultura de masas, a la vez que tienen una gran capacidad de crítica frente a este modelo. “Son innovadores porque ellos se relacionaron con la cultura y con la industria cultural de una manera radicalmente distinta, pues no aceptan los límites preestablecidos entre alta cultura o cultura de vanguardia y cultura de masas”. Según Alberto Fuguet, el hecho de que se conocieran, se hicieran amigos, participaran en la creación de una serie de espacios mediales e hicieran un aporte a través de los temas y el lenguaje que comenzaron a utilizar, se debió principalmente a una serie de casualidades y al don de saberlas usar a su favor. “Nos conocimos y nos hicimos amigos en ‘El Mercurio’, porque todos teníamos las ganas de tirar para el mismo lado, pero fue algo espontáneo, jamás premeditado”. Lo que motivaba a estos jóvenes era una cultura popular urbana, que recogían a través de información de medios extranjeros que conseguían de diversas formas y que, hasta entonces, no era muy tomada en cuenta por los medios de comunicación nacionales. Les interesaba un estilo de cine más novedoso, como lo que estaba haciendo el director estadounidense Quentin Tarantino, con historias más fuertes y reales, sin tantos lugares comunes. “Ese era un cambio muy brusco de lo que se estaba haciendo en cine. Ya no nos gustaba para nada todo lo que era el realismo mágico, García Márquez, Isabel Allende, porque estaban pasando cosas ahí, en la calle, los ‘tipos’ no eran como mariposas, sino se agarraban a balazos. Entonces el ritmo de vida y lo que pasaba era mucho menos ficticio de lo que se podía contar”, dice Bianchi. En cuanto a la música sus gustos eran bastante eclécticos, pero hubo un hecho que fue clave y que los incentivó a atreverse a hacer las cosas a su manera. “Había una banda que a Alberto, Iván y a mí nos encantaba, que era ‘Faith no More’. En 1991 vino al Festival de Viña y la prensa de espectáculo chilena la trató pésimo. Toda la generación de nosotros se dio cuenta que eran muy buenos y que algo raro pasaba. Entonces, ahí hubo algo que nos hizo sentir ganas de contar la historia desde nuestro punto de vista. Ese hecho fue una gran presión para dedicarnos a esto y buscar otros caminos”, recuerda el periodista. Según el profesional, el hecho de que se juntaran en ese momento se fue dando por casualidad. “Porque como éramos de una misma generación, empezamos a trabajar en los 62
mismos lugares. Tampoco nos gustaba como hablaban en la radio, era sólo música y con canciones viejas. Nosotros sentíamos que había que contar más cosas. Hacer, en cierto modo, un periodismo más conectado con lo que pasaba en la calle y menos empaquetado”. Iván Valenzuela recalca que en esa época estaban disconformes con los medios chilenos. “Buscábamos ansiosamente la información de las revistas extranjeras, porque a principios de los ‘90 no había Internet, ni televisión por cable o estaba en pañales. Entonces tener información era una odisea y lo que nos interesaba era obtenerla, saber de cosas, porque cuando eres chico suplantas la sabiduría por el conocimiento de tonteras, como saber de memoria cuáles son las canciones del álbum “Wolves and Bridges”, de John Lennon, que en ese tiempo las podía recitar en orden y eso era muy importante para mí”. En esa impaciente lucha por conseguir información cada hallazgo era considerado un triunfo. Alberto Fuguet recuerda que la primera vez que una revista “Rolling Stone” llegó a sus manos estaba feliz. “Una amiga de mi hermana que fue a Estados Unidos llegó con un ejemplar y quedé ‘pagando’ (impresionado). En esa época las páginas de la revista eran de papel de diario, lo que era muy alternativo y, además, los temas y la forma en que escribía esa gente era espectacular. Entonces les envié una carta diciéndoles que era chileno, que vivía bajo la dictadura de Pinochet, pero que estaba aburrido de tanta cosa política, que había visto su revista y me había parecido increíble, pero que no tenía plata para suscribirme. Al mes me empezó a llegar una suscripción gratis por un año en calidad de donación”. En definitiva, se trataba de una cultura popular urbana, que según Felipe Bianchi se dio a través de una cercanía de intereses y de historias muy clara. “Hay una identidad social que une a toda nuestra generación, porque estuvimos marcados por las mismas circunstancias, entre otras cosas porque este era un país donde los signos con los que estábamos creciendo eran los mismos, pues había muy pocas series de televisión, llegaban pocas películas, entonces todos veían lo mismo y se acuerdan de las mismas cosas; existían pocos lugares para ir a comer y todos fueron a los mismos lugares. Además, nos tocó una época en que la información pasó a ser importantísima. El caudal de información que venía de todos lados, que antes no existía en Chile, sobre todo con las revistas extranjeras, fue muy grande, más aún cuando llegó Internet y el cable. En el fondo, la moneda de cambio en esa época, periodísticamente hablando, para las áreas que nos interesaban a nosotros era la información, la cantidad y la calidad de ella”. 63
Jaime Sepúlveda, ex editor de “Ene TV”, señala que este grupo conformaba en gran medida su identidad a partir de patrones extranjeros. “Ellos se fijaban en cosas distintas, mirando muy fuerte hacia Estados Unidos como modelo y observando la cotidianeidad de la clase media. Daba la sensación de que no les gustaba Chile o como se trataban los temas acá”. Tanto fue así, que incluso les decían “Los Exiliados de Manhattan”. Para Iván Valenzuela, si hay un germen que los llevó a convertirse en amigos y a ahondar sus lazos de amistad está en “El Mercurio” y no en la universidad, “porque en el diario, María Olga Delpiano fue la verdadera autora de todo esta cosa. Ella fue las que nos juntó y, paso a paso, fue tomando decisiones donde nos daba confianza y eso fue lo relevante”. Según Alberto Fuguet, a partir de la amistad que nació con los otros tres protagonistas del grupo, nació lo que él denomina la “Cultura Zona”. “Ellos eran todos de la Católica, lo que para mí significaba que eran todos medio ‘cuicos’, medio ‘momios’. En un principio estaba prejuiciado con ellos, pero después me di cuenta de la cantidad de cosas que teníamos en común y eso para mí era impagable. Teníamos el cine, la música, las mismas inquietudes, los mismos gustos literarios, casi todo, pero al comienzo sentí que ellos también me tenían un poco de miedo, porque el venir de la Universidad de Chile era ser desde hediondo hasta guerrillero. Con el primero que armé una onda especial fue con Iván por el lado de la música y del cine. Después conocí a Felipe y, por ende, a Consuelo”. El conductor de noticias de Megavisión, Juan Manuel Astorga, los conoció cuando tuvo la oportunidad de trabajar con algunos de ellos en el canal “Rock and Pop”. “Eran un grupo cohesionado y hasta cerrado, porque se conocían de antes, compartieron momentos de la vida política nacional similares y eran de un mismo nivel socioeconómico. Era un grupo al que costaba mucho entrar y fuimos muy pocos los que logramos ingresar, en cierto modo, a su círculo y trabajar con ellos, pese a no pertenecer absolutamente a esa generación”. En 1990 Televisión Nacional contrató a la animadora Katherine Salosny, para realizar un programa juvenil. Desde 1985 la comunicadora llevaba las riendas del programa “Extra Jóvenes” en Canal 11, actual Chilevisión. Así nació “Ene TV”, con Jaime Sepúlveda como editor, quien demás trabajaba en la productora “Nueva Imagen” y había participado en los noticiarios “Teleanálisis”. El programa de TVN reunió para trabajar juntos, por primera vez en un proyecto, a Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela. 64
En 1990 y de forma paralela a “Ene TV”, Valenzuela y Fuguet realizaron durante seis meses un programa en radio “Concierto” llamado “IPC” (“Interferencia por Concierto”). Alberto Fuguet cuenta que el programa surgió inspirado en una película. “Era pirateado de un filme que vimos que se llamaba ‘Suban el volumen’, con Christian Slater y que trata de un tipo que influye en toda una comunidad, en un pueblo chico de Estados Unidos con un programa de radio clandestino en que habla de la vida real y de los temas callejeros y cotidianos que a los jóvenes como él les interesaban”. “Nuestro programa era como iba a ser la radio ‘Rock and Pop’ después. Decíamos cosas, poníamos canciones, entrevistábamos gente, hablábamos de música, de cine, de tonteras. De política no hablábamos, porque no interesaba mucho al público al que apuntábamos”, recuerda Valenzuela. “Además leíamos revistas, llevábamos gente. Una vez entrevistamos al mismísimo Mike Patton (vocalista del grupo ‘Faith No More’). Terminábamos cada programa felices y nunca nos pagaron, solamente nos invitaban a almorzar los viernes a la ‘Pizza Nostra”, cuenta Fuguet. Aunque el programa se hacía cada siete días, tuvieron una muy buena acogida del público. “Dejábamos la ‘embarrada’. Nos llegaban muchísimas cartas y era sólo una vez a la semana, los programas de radio no son una vez a la semana, es malo hacerlos tan a lo lejos, pero cuando nosotros lo hacíamos en radio ‘Concierto’ resultaba muy bien. Sin embargo, los de la emisora no se atrevieron a seguir porque no lo podían controlar. Hablábamos un lenguaje distinto del que hablaban ellos. La radio ‘Rock and Pop’ nació ahí dos años antes y ellos no se dieron cuenta. Así es la vida”, sentencia Valenzuela.
María Olga Delpiano pasó en 1992 a ser editora de suplementos y fue ella quien un año antes reclutó a Felipe Bianchi, Alberto Fuguet e Iván Valenzuela para construir el espacio juvenil “Zona de Contacto”. Su gestión fue clave no sólo en el comienzo este proyecto, sino además en la iniciativa que, tras arduas negociaciones, permitió que se convirtiera en un suplemento independiente, sueño que se hizo realidad en 1993. Según la periodista, Felipe Bianchi, Iván Valenzuela y Alberto Fuguet tienen una buena dosis de talento. “Siempre he dicho que la mayoría de la gente con talento es súper floja porque 65
se duerme en los laureles y piensa ‘¿Para qué voy a reportear si yo me siento en una máquina, escribo y me sale precioso?’. Estos tres ‘cabros’ eran al revés. Era gente con talento y de verdad esforzada a morir, trabajaban mucho y tenían una gran capacidad de esfuerzo y sacrificio. No les importaba levantarse temprano o acostarse tarde. Eso los destacó por sobre mucha gente talentosa que hay en este país y otros jóvenes con muchas aptitudes que había en ese momento”. Desde un principio Fuguet, Valenzuela y Bianchi formaron parte del equipo y Consuelo Saavedra participó de forma esporádica en la producción de eventos. “Todos nos hicimos amigos trabajando en la “Zona” y ninguno de nosotros llegó por ‘pituto’, cada uno se lo ganó en el momento. A los medios, además, les encantan las propuestas informativas coherentes”, explica Bianchi. Este suplemento fue un semillero del cual salieron –o se quedaron- jóvenes con un incipiente talento literario y periodístico tales como: Ernesto Ayala, Sergio Gómez, Rafael Gumucio, Alfredo Lewin, Andrea Maturana, Felipe Merino, Julio Osses, Felipe Ossandón, Gabriel Polgatti, Hernán Rodríguez Matte, Alfredo Sepúlveda y María José Viera-Gallo. María Olga Delpiano guarda un gran recuerdo de la “Zona de Contacto”. “No fue fácil, pero es la experiencia más fascinante que he tenido en mi vida”. No sólo “El Mercurio” se percató del nicho mediático que significaban los jóvenes, la Compañía Chilena de Comunicaciones –propietaria de radio “Cooperativa”- también se dio cuenta de este potencial público objetivo, por lo que creó el proyecto radial “Rock and Pop”. Seis meses antes del lanzamiento de la estación radial, Iván Valenzuela y Alberto Fuguet presentaron un proyecto a radio “Tiempo”, que no fue aceptado. “Les dijimos ‘queremos hacer un programa matinal, para ayudar a la gente a levantarse, a despertarse y se llamaría ‘Jugo de Naranja’. Nosotros hablaríamos, tocaríamos canciones y sería divertido’. Nos miraron con cara de ‘¿Y estos extraterrestres de dónde salieron?”, cuenta Valenzuela. La emisora salió al aire en 1992 y al cuarto mes se consagró como la más escuchada del dial FM en el segmento juvenil. En este éxito, jugó vital importancia la participación de Iván Valenzuela, quien no sólo tuvo un espacio llamado “Haciendo Ruido”, sino que además, al poco tiempo, asumió como editor de la radio. Alberto Fuguet también participó de este proyecto pero detrás del micrófono, como asesor creativo. Otras personas importantes en este medio fueron: 66
Marcelo Aldunate –que hasta hoy es el director artístico de la radio-, Gabriel Polgatti, Roberto Artiagoitía (el “Rumpy”) con sus programas “La Jaula del Mono” y “El Chacotero Sentimental”, Karin Yanine responsable de los programas “El Teléfono de los Atorados” y “Sin Restricción”; Rolando Ramos con su “Alcantarilla Gaseosa” y los periodistas Marcelo Soto y Pablo Aranzaes.
Los directivos de la emisora se dieron cuenta de que tanto la idea como la marca funcionaban muy bien entre el público joven y estaban tan felices con el éxito alcanzado que en 1994, dos años después del lanzamiento de la radio, decidieron crear una revista con el mismo nombre; una publicación mensual, que en un comienzo fue dirigida por Iván Valenzuela, cuyos tópicos giraban principalmente en torno a la música, la cultura popular urbana y, en un menor grado, al cine. Alberto Fuguet participó como columnista, al igual que Rolando Ramos y Marcelo Aldunate. En un comienzo, el comentario de música estuvo a cargo de Felipe Merino, Marcelo Comparini y Leslie Ames. Fue en la revista que el nombre de Marcos Silva –uno de los conductores estrella del canal “Rock and Pop” en sus últimos meses de existencia- comenzó a sonar, pues no sólo se desempeñó como director creativo de la publicación, sino que además era quien traducía para el público los numerosos términos anglosajones que formaban parte esencial del vocabulario de muchos de los integrantes de esta Generación X del periodismo chileno, tales como “freak” (raro, extravagante) y “cool” (excelente, bien, simpático).
La radio continuaba funcionando muy bien y la revista ya tenía un público estable. No contentos con ello, y para no perder la concesión del último canal abierto de la televisión local, la Compañía Chilena de Comunicaciones decidió aprovechar nuevamente la fórmula y la marca para hacer un canal destinado a un público segmentado: aquellas personas entre 15 y 29 años. Luis Ajenjo, quien estaba al frente de la sociedad, se contactó con el director de la productora audiovisual “Visión”, Juan Forch, para que le diera cuerpo al proyecto. Inmediatamente Iván Valenzuela fue llamado como subdirector y Alberto Fuguet como asesor de la emisora televisiva. En marzo de 1995 se reclutó a los periodistas, administrativos y técnicos que trabajarían en la estación ubicada en Chucre Manzur 15, por donde comenzaron a circular Consuelo 67
Saavedra, Paula Recart, Monserrat Álvarez, Ángel Carcavilla, entre otros. Así nacieron los programas y sus respectivos grupos de trabajo, de los cuales el más polémico fue el equipo de “Gato por Liebre” y “Plan Z” conformado por Carolina Delpiano, Rafael Gumucio, Ángel Carcavilla, Pedro Pirano y Álvaro Díaz. Estos dos últimos, más tarde, reflejarían todo su talento en el programa periodístico “El Factor Humano” del mismo canal unas de las últimas producciones de la estación antes de su muerte en 1999. Las cosas se conjugaron muy bien para este grupo de jóvenes periodistas. “Ellos estaban ahí porque todo coincidió. Si tienes un amigo que lo hace bien, que está en la radio y que está yendo para arriba y otro amigo que lo hace bien, que está en un diario y que está yendo para arriba y un tercer amigo que lo hace bien y está en un canal, entonces tienes un grupo de amigos multimedia. No es que logres entrar a un lugar o no por alguna razón. Desde allí empiezas a irradiar y a hacer cosas, y lo fueron mezclando muy bien”, explica la periodista y ex editora periodística de programas del canal “Rock and Pop” Claudia Iglesias. “Cuando a un grupo que tiene ideas, le proporcionas las herramientas, la plata y el espacio para hacerlas, puede ser interesante integrarte a ese grupo que está haciendo ese proyecto, pero no tenía una visión de que fueran lo único, porque sé que paralelamente en muchos otros lugares se estaban haciendo cosas que no tuvieron la trascendencia o que no sobrevivieron, pero que fueron igualmente interesantes”, enfatiza la profesional.
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6.- Haciendo ruido: La irrupción de un grupo de jóvenes que abre nuevos espacios en los medios de comunicación A principios de los ‘90, los empresarios y las planas mayores de los medios de comunicación comenzaron a darse cuenta de que su público objetivo estaba envejeciendo y que los contenidos que entregaban estaban apuntando sólo a las generaciones adultas. Entonces, para captar nuevos consumidores comenzaron a revalorizar al segmento joven. Si bien, en esa época existían algunos espacios juveniles, como por ejemplo el programa “Extra Jóvenes” y las revistas “Miss 17” y “Tú”, estos ya eran esquemas gastados y muy distantes de la nueva realidad que vivían los jóvenes en democracia, por lo que nuevas puertas y espacios se abrieron para este grupo etario, pero también para los nuevos periodistas que comenzaban a entrar en la prensa nacional.
6.1.- El programa de Televisión Nacional de Chile “Ene TV”: Por primera vez trabajando juntos Eduardo Tironi fue gerente de programación de Televisión Nacional de Chile durante el primer año del gobierno de Patricio Aylwin, pero a pesar de las ilusiones que trajo consigo el regreso de la democracia el canal estaba sumido en el desencanto. El gobierno sólo exigía una cosa: que TVN no le pidiera dinero al Estado. Que saldara sus millonarias deudas con la venta de las frecuencias 4 y 9, más el único aporte de 2.100 millones de pesos para cancelar los compromisos adquiridos antes del 11 de marzo del ‘90. Fue Tironi quien para abaratar costos, comenzó a apoyarse en la producción externa de programas y así nacieron espacios como “Ene TV”, bajo críticas que señalaban que allí se hablaba mucho y se mostraba poco, con lo que no satisfacían las expectativas sembradas por la nueva gestión de la red estatal. Lo que sucedía era que con el fin del régimen militar, en TVN comenzó a surgir una tendencia a crear programas abiertos a distintos públicos y temas, bajo la tutela de Jaime de 69
Aguirre, que en esa época ya era el director de programación de la estación. “El canal quiso crear un espacio alternativo y democrático para los jóvenes”, señala Jaime Sepúlveda. A pesar de los ataques, Televisión Nacional decidió apostar por este programa juvenil, donde reunieron, por primera vez para trabajar juntos a Iván Valenzuela, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra, Katherine Salosny y Diana Masis. La génesis del espacio comenzó cuando Televisión Nacional contrató a Katherine Salosny, quien desde 1985 conducía el programa “Extra Jóvenes” en canal 11, actual Chilevisión. “Era como levantarse a Cecilia Bolocco, pero juvenil. Era ‘la’ estrella joven del país”, explica Iván Valenzuela. En ese momento la estación se vio obligada a hacer un programa con ella. “Por esas cosas de la vida me llamaron a mí, y por esas cosas de la vida yo llamé a Jaime Sepúlveda y estaba Diana Masis dando vueltas por ahí, a mí me encantaba ella, así que la metimos al buque y a los dos meses llegó Consuelo Saavedra, que pololeaba con Felipe Bianchi en esa época, y me dijo ‘quiero trabajar’, así que la metimos para adentro también y así armamos el equipo”, cuenta Valenzuela. Para Consuelo Saavedra, lo fundamental de ese programa fue trabajar por primera vez con Iván Valenzuela y a Alberto Fuguet. “Ahí se armó un grupo muy potente, con mucho vínculo”. Jaime Sepúlveda es actualmente uno de los dueños de la productora audiovisual “Nueva Imagen” y en ese momento era el editor de “Ene TV”. “Trabajé con ellos y teníamos una sensibilidad básica, aunque creo que en mi caso estaba mucho más involucrado con un asunto ideológico que periodístico. Digamos que soy un poco más denso, con más contenido, dándole menos importancia a las ganas de reflejar lo cotidiano que tiene esa generación. Soy de una estética más dramática, menos ‘light’. Busco una cosa más cruda, más fuerte”. Al programa no le fue bien, resultado que para Saavedra guarda relación con el hecho de haber sido demasiado elitistas. “Éramos chicos, pero había una cierta conciencia de ser alternativos, sabíamos que se estaban abriendo los medios y que estábamos empezando a ocupar ciertos espacios”. Iván Valenzuela es más drástico a la hora de las evaluaciones. “Nos fue pésimo, porque el programa no tenía nervio. Kathy (Salosny) era muy inculta -ha cambiado mucho en todo caso-, 70
nosotros éramos muy adolescentes y no estaba bien dirigido. Hubo un choque cultural, porque nosotros veníamos de un cierto mundo y la Kathy estaba en otra completamente. Además, la televisión era frívola y en esa época era un mundo muy vacío, porque venían de Pinochet y no entendían nada. Entonces chocamos muy fuerte y no fuimos lo suficientemente inteligentes como para sentir cuáles eran las necesidades del público masivo, porque éramos muy adolescentes e inmaduros. Por ejemplo, encontrábamos que tocar Luis Miguel era una trasgresión. Hicimos un programa para cuatro gatos y, bueno, lo vieron cuatro gatos”. Según Alberto Fuguet este choque de personalidades fue lo que gatilló el fracaso del programa. “No dio resultado porque el grupo quería ir para varios lados distintos. Estaba Katherine Salosny por una parte, que quería ser estrella, y nosotros por otro que teníamos todo el asunto de la vanguardia y la presión del canal por hacer un producto exitoso, pero el programa no tenía ninguna línea, era una mezcla ‘pop’ con una cosa infantil. Ahí me di cuenta rápidamente que no tenía solución y que yo no servía para estar en la TV porque nunca me sentí cómodo. Si entonces trabajé ahí y después me volví a meter como asesor del canal “Rock and Pop” fue más por plata y por amistad que por un desarrollo profesional, porque desde un tiempo a esta parte me di cuenta que lo principal para mí era la literatura y ahora trato de dedicarme sólo a eso”. A pesar que el espacio permitió que el equipo “Valenzuela, Fuguet, Saavedra” –Bianchi se dedicaba tiempo completo a “El Mercurio”- se consolidara, sus integrantes se frustraron con el resultado. “Ellos se sintieron muy desilusionados con ese programa, porque debido al horario le fue muy mal (lo daban a media tarde). Ese era un espacio para hacerlo a las 9 de la noche. Pero aunque no quedó guardado en la historia de la televisión como un buen proyecto, de todas formas abrió espacios audiovisuales, temáticos y ayudó a cambiar, en cierta medida, la formalidad que tenía la TV en esos años”.
6.2.- Suplemento “Zona de Contacto”: El catalizador Desde su fundación en Valparaíso el 12 de septiembre de 1827, el diario “El Mercurio” ha sido uno de los principales medios de prensa escrita en nuestro país y de América Latina. Tras ser una simple gaceta de tipo comercial, en las postrimerías del siglo XIX ese 71
proyecto original fue reformulado dando paso a una seguidilla de pequeños cambios que lo convertirían en un medio con un fuerte acento político y social, sin embargo, el paso más importante en la transformación de este matutino, fue la aparición del primer número de “El Mercurio” de Santiago, el 1 de junio de 1900. Con el paso de los años, el matutino fue creando diversos suplementos que se han especializado para cubrir los intereses de sus lectores. En la actualidad, “El Mercurio” es una empresa periodística que tiene una extensa cadena de diarios en todo Chile y cuenta con ocho suplementos: “Revista del Campo”, “Revista Ya”, “Timón” “Wikén”, “Zona de Contacto”, “Vivienda y Decoración”, “El Sábado”, “Revista del Domingo en Viaje” y “Revista de Libros”, además de publicaciones especiales esporádicas. Pensando en la segmentación de su público, por muchos años el suplemento “Wikén” del diario “El Mercurio” estuvo destinado a cubrir los intereses de información y entretenimiento de los jóvenes y los adultos jóvenes, con énfasis en el mundo del espectáculo y con un tratamiento más bien superficial de las noticias. En 1990, este espacio logró llegar a la cúspide de su éxito gracias a las páginas de música y cine, pero sobre todo debido a la columna de “Alekán”. María Olga Delpiano, entonces jefa de la sección de espectáculos de “El Mercurio”, le pidió a Alberto Fuguet que escribiera media página con la que los jóvenes se sintieran identificados, algo así como lo que hacía Enrique Lafourcade en el “cuerpo D” los domingos. Una columna entre literaria y periodística que hablara de los lugares y las cosas de moda. A Fuguet no le atrajo mucho la idea, pues ni siquiera frecuentaba aquellos sitios y mucho menos le interesaba la moda, pero aceptó el desafío escondiéndose tras el seudónimo de Henry Alekán, un veterano director de fotografía del cine francés. “Pensaba que los jóvenes necesitaban tener un espacio en el diario, porque ‘El Mercurio’ es definido como un diario familiar, pues supuestamente llega a toda la familia y es ‘diariamente necesario’, slogan que a mi juicio no estaba cumpliendo al no llegar a los jóvenes”, explica María Olga Delpiano. Según Iván Valenzuela, Delpiano siempre tuvo la obsesión de crear un público para “El Mercurio” del futuro y así fue como desde agosto de 1989, cada viernes, un exitoso ejecutivo llamado Alekán, separado y acostumbrado a los panoramas más extravagantes y extremos, narraba sus peripecias en la columna “Capitalinos” del suplemento “Wikén”. Tanta fue la 72
identificación de muchos lectores con este “yuppie”, que llegaron a creer que era una persona real, que utilizaba un nombre falso para proteger a los inocentes. Para desilusión de sus seguidores, la columna de “Alekan” no alcanzó a cumplir un año cuando sus relatos fueron recopilados en un libro que delataba al verdadero autor: Alberto Fuguet. Según el sociólogo Carlos Catalán, lo que hizo Fuguet fue muy sintomático de lo que vendría en el quehacer de este grupo de profesionales. “Alekán generó una gran identificación entre los miembros de un grupo generacional, que habían estado sometidos a modelos antiguos, porque la columna mostraba a un joven totalmente diferente, sin miedo a ser y parase de una forma distinta frente a la sociedad”. “Nunca he vuelto a ver un fenómeno editorial de la magnitud de la columna de ‘Alekán’. Todo el mundo la leía, era como ‘Viva el Lunes’, todo el mundo hablaba de la columna ‘Capitalinos’. Eso era súper fuerte y acompañaba al “Wikén” que era una revista muy potente, porque estaba bien metida en los temas del día y captaba muy bien la sensibilidad de un público masivo que está en todos los estratos”, recuerda Iván Valenzuela. Al ver la efervescente respuesta del público joven frente a la columna, la plana superior del diario encargó a una empresa de estudios sociales, una investigación que les mostrara algunas directrices sobre la percepción que tenían los jóvenes sobre el diario, el suplemento “Wikén” y acerca de sus necesidades como lectores. Los resultados mostraron que gran parte de la juventud sentía interés por algunos de los temas que ahí se trataban, pero que había una amplia gama de inquietudes que no eran satisfechas por ninguna de las secciones ni suplementos del matutino y, al parecer, por ningún otro medio de comunicación. De este modo, quedó al descubierto un nicho del mercado mediático el cual era necesario atacar con productos que estuvieran hechos especialmente para los jóvenes. Además, para “El Mercurio” era necesario captar nuevos lectores con urgencia, pues según lo que demostraban las encuestas, su público estaba envejeciendo y disminuyendo de un modo preocupante. Esta última razón fue uno de los principales pretextos que María Olga Delpiano utilizó para convencer a la plana mayor del periódico. “En una reunión de ejecutivos del diario me encontré con que se estaba implementando un sistema de avisos económicos gratis para los jóvenes y estaba funcionando muy bien. Al darme cuenta de eso les dije ‘si están creando esos avisos ¿Por qué no hacemos un suplemento exclusivamente para los jóvenes?’ No logré 73
convencer con la idea de que fuera un suplemento, pero sí conseguí que le dedicáramos algunas páginas del ‘Wikén’ a temáticas juveniles”. Así nació la sección “Zona de Contacto”. Según Iván Valenzuela, el proyecto fue aceptado porque se conjugó el carisma de la periodista con una coyuntura política compleja. “Ella lo consiguió por ‘patuda’ no más y porque finalmente le dijeron ‘¿Sabes? Haz lo que quieras’, como eran la mayoría de las cosas en ‘El Mercurio’. Creo que tenían cosas más importantes de que preocuparse, como por ejemplo que estaba empezando el gobierno de Aylwin y la industria mediática estaba cambiando”. Pero si algo tenía claro María Olga Delpiano, era que para llegar a los jóvenes había que ser novedosos y vanguardistas, pues muchos intentos periodísticos paralelos que intentaban llegar a ellos y plantearles lo que se creían eran sus problemas, estaban fracasando, como por ejemplo “La Ventana” del diario “Las Últimas Noticias”, “La Escalera” de “La Tercera” y “La Iguana” en “La Nación”. Había que hacer algo distinto, que realmente llamara la atención y qué mejor que darle espacios a los propios jóvenes para que hablaran de lo que a ellos realmente les interesaba. “Estaba convencida de que aquí tenían que ser los jóvenes los que escribieran, no sacábamos nada con tener un suplemento de jóvenes escrito por viejos”. La idea inicial era publicar noticias hechas por jóvenes, para lo cual necesitaban tener reporteros y corresponsales en los colegios y en las universidades. Para convocar a los jóvenes, la periodista recorrió junto a Iván Valenzuela numerosos centros de alumnos de colegios y universidades. “Conseguíamos discoteques en el día y juntábamos a los ‘cabros’ ahí; les contábamos del proyecto, les pedíamos que por favor se inscribieran y escuchábamos ideas. Eso era algo muy masivo, los chiquillos estaban vueltos locos”. Así formaron un grupo de 60 jóvenes. “Partimos organizando reuniones de pauta aquí en un sector del diario, que con tantos chiquillos eran algo caótico. Pero ahí nos poníamos de acuerdo en algunos temas y cuando me los traían ya escritos, eran opinantes de la primera a la última línea. Pasaron dos o tres meses en que luché por mantener el proyecto original y al final me di cuenta de que si quería darle voz a los jóvenes, tenía que darle la voz que ellos quisieran y no forzarlos, así que partimos con una cuestión bien opinante, con temas completamente jóvenes (cine, literatura, moda, deportes, teatro, la vida misma, la realidad, relaciones con sus padres, amigos, el amor, el colegio, la universidad, fiestas), como finalmente sería la ‘Zona”, dice la 74
periodista. Iván Valenzuela destaca que había dos cosas inevitables: “una, que estábamos trabajando con ‘cabros’ chicos, que no tenían idea ni de cómo se escribía, ni de lo que era noticioso, del tipo de cosas que a nosotros nos parecía interesante publicar. Segundo, es que a una cuestión de escritura llegaban todos los ‘freaks’ (raros, extraños) que quieren ser escritores, lo que es muy respetable, pero que no sirven para el periodismo. De todas formas al poco tiempo, nos dimos cuenta de que había un material creativo periodístico y literario muy importante”. De esta forma, en 1991, en un contexto de diversos cambios políticos y sociales en Chile, a un año del ascenso de Patricio Aylwin como Presidente de la República y en los inicios de la transición democrática comenzó a aparecer en las últimas páginas del “Wikén”, bajo la edición de Iván Valenzuela, el espacio “Zona de Contacto”; mucha literatura, un poco de poesía, unas cucharaditas de actualidad, una pizca de música y uno que otro reportaje, eran los ingredientes de este experimento que a poco andar se convirtió en un fenómeno juvenil, pues estos temas, a pesar de que eran comunes para los jóvenes de la época, no eran tratados en los medios de comunicación, no por lo menos con un lenguaje tan cotidiano. Así, de las dos páginas iniciales, pasaron a ser tres y luego cuatro. El espacio se componía de cuentos y artículos, escritos por jóvenes alumnos de Enseñanza Media y universitarios en sus primeros años de carrera. Luego de un tiempo quienes estaban al frente del suplemento decidieron realizar talleres, pues se percataron de que esta masa de jóvenes no podía estar en las reuniones de pauta. Así nacieron dos áreas bastante separadas: los cuentos y relatos, fruto del taller literario que hacía Alberto Fuguet y el taller periodístico, que realizaba Felipe Bianchi. Ambos productos finales eran editados por Iván Valenzuela. “María Olga (Delpiano) consiguió un poco de presupuesto, entonces reclutamos a Alberto y a Felipe Bianchi y les pagamos por hacer los talleres. Ahí se armó un grupo de verdad. Yo editaba el material que me pasaban, que ya venía filtrado por ellos, por lo que era bastante bueno, y además teníamos gente que dibujaba y hacía comics”, recuerda Valenzuela. Alberto Fuguet aceptó realizar el taller literario de la “Zona de Contacto”, pero en un comienzo estaba completamente desvinculado del espacio porque veía en él cosas que no le interesaban, como un carácter muy marcado en lo estrictamente periodístico y un tono bastante escolar. “Al comienzo Iván me invitó a la ‘Zona’ y lo rechacé. Hacerle tallercitos a colegiales de 75
Las Condes era una ‘lata’, pero después le vi las posibilidades. Una vez fuimos a almorzar con María Olga y le dije ‘a mí no me interesa saber lo que opinan los ‘chicos’ de colegio, yo siento que la gente debería hacer mucho más contacto con lo cotidiano, con hablar de lo que a uno le pasa, con hablar en primera persona’. Mi idea era expresarse, mostrar sentimientos, porque fui viendo que lo único bueno que encontraba en la ‘Zona’ eran algunas columnas personales, entonces ella me escuchó y surgió la idea de los talleres literarios. Ahí me mostré encantado y me involucré más en el proyecto”. Valenzuela cuenta que tenían algunos columnistas, entre los que estaban Rafael Gumucio, Andrea Maturana, Ernesto Ayala y Felipe Merino. “Fomentábamos que nos llegaran cartas, teníamos un personaje que se llamaba ‘Pilo el cartero’ y empezamos a crear una cosa donde tuviera sentido la creación, no sólo el periodismo”. Felipe Bianchi explica que la idea de “Zona de Contacto” era cambiar el lenguaje con que se estaba escribiendo en los diarios y arriesgarse a contar historias que tenían que ver más con emociones que con noticias. “Al principio fue muy complicado, porque nadie entendía que hubiera una revista así en ‘El Mercurio’ y había problemas a cada rato por el lenguaje y por los temas. Pero nos fue muy bien porque ‘enganchó’ toda una generación que en ese momento se sentía insatisfecha con lo que había en los medios”. María Olga Delpiano opina que fueron muy transgresores. “Si hay algo que yo le agradezco a los directivos de ‘El Mercurio’ es la confianza que tuvieron en mí, porque lo más probable era que hubieran cerrado una cosa tan loca como en lo que se convirtió la ‘Zona de Contacto’. Tuvimos muchos problemas, me llamaron para retarme mil veces porque los chiquillos se pasaban para la punta, iban mucho más allá de lo que yo pensaba en los temas y en el lenguaje. En cada reunión de pauta gastaba harto rato diciendo ‘por favor digan las cosas que quieren decir, no les quiero coartar la libertad de expresar lo que quieran, pero díganlas de una manera decente, sin garabatos, sin groserías y sin agresiones inútiles, porque si tenemos un vehículo donde podemos decir lo que ustedes quieren, cuidémoslo y no lo echemos a perder’. Al final llegó un momento en que entendieron lo que les decía, pero hubo veces en que realmente se les pasaba la mano”. Alberto Fuguet no opina igual que la periodista. Según él no fueron trasgresores en el sentido literal. “Creo que no fue tan revolucionario estrictamente hablando, pero sí fue trasgresor 76
en el sentido de lo cotidiano, de no tenerle miedo a contar lo que pasaba en la calle. La ‘Zona’ ayudó mucho porque dejamos que los ‘cabros’ describieran sus propias cosas y resultó. Además fuimos demócratas porque hablamos de todo, de la gente, de los chiquillos, le metimos un poco de frivolidad, pero todo desde lo cotidiano. ‘El Mercurio’ sigue siendo conservador, pero la ‘Zona’ se le escapó un poco de las manos, sin embargo, tenían que tolerarla porque les convenía”. El periodista piensa que una de las cosas que más ayudó a la “Zona de Contacto” en un primer momento, fue que por motivos de espacio, el grupo humano que trabajaba en la sección hacía sus reuniones de pauta en un lugar muy alejado de las salas de redacción general y de suplementos. “No estábamos mezclados con la parte periodística. Como no cabíamos ahí, teníamos nuestro propio mundo en un cuarto cerca de los vendedores de avisos clasificados, entonces garabateábamos de lo lindo, nos hacíamos más amigos sin otra gente del ambiente y teníamos esa mística de grupo ajeno y lejano a ‘El Mercurio’. Creo que la ‘Zona’ nunca va a recuperar eso, porque ahora la mezclaron con gente de espectáculos, la ‘Revista del domingo’ y eso lo encuentro un asco. Ya no voy al suplemento porque tienes que saludar a todos los periodistas y quienes están ahí ahora ya no tienen la privacidad ni las ganas del principio, es un producto más del diario”.
De todos quienes trabajaban en el suplemento, nadie dimensionaba realmente el fenómeno que estaban provocando a nivel juvenil, hasta que organizaron en 1992 el encuentro “Contacto en la Estación”. La idea era juntar a los que escribían en la “Zona de Contacto” con sus lectores para hablar sobre literatura, periodismo, cine, música, plástica, moda y todos aquellos diversos y cotidianos temas que eran tratados en sus páginas. Esperaban que asistieran muchas personas, pero querían lograr un ambiente “íntimo”, de acercamiento real, en un lugar apropiado, por lo que escogieron la “Estación Mapocho”. El encuentro fue organizado a cabalidad por la gente de la “Zona de Contacto”. “Lo hicimos todo, incluso cuando ya no cabía más gente, ahí estábamos afirmando las puertas de la ‘Estación Mapocho’ para que no las echaran abajo, porque entró la cuarta parte de la gente que fue y el resto quedó afuera. Cuando lo planificamos partió como una cosa muy doméstica, de un grupo de amigos que estaba haciendo una ‘leserita’ no más. Recuerdo cómo nosotros mismos 77
estuvimos todas las noches anteriores pegando cosas en los paneles, armándolos, pintando, todo fue muy familiar”, dice María Olga Delpiano. La respuesta de los jóvenes superó todas sus expectativas; llegaron más de 25 mil personas, lo que sobrepasa con creces la capacidad del lugar, por lo que muchos no pudieron entrar y se quedaron afuera agolpados en las puertas del recinto. De esta forma, se dieron cuenta de que lo que estaban provocando era algo muy potente, para algunos de los protagonistas, casi inimaginable. Según la entonces editora de suplementos, nunca creyeron que se iba a gestar una expectativa tan grande. “Lo hicimos con mucho entusiasmo, pero nunca pensamos que estábamos generando un fenómeno, porque -sin falta de modestia- pienso que la ‘Zona de Contacto’ fue generadora de un fenómeno. Dejó el terreno fértil para que apareciera la radio ‘Rock and Pop’ y después la revista y el canal”. Este acontecimiento disipó las dudas que tenía la dirección del diario sobre el impacto y recepción del espacio, y fue un fuerte aliciente cuando María Olga Delpiano trató de convencerlos de que convirtieran esas hojas finales del “Wikén” en un suplemento independiente. “Fue difícil, pero siempre he tenido muy buena capacidad de negociación con la parte comercial del diario. Les propuse que lo convirtiéramos en un suplemento de ocho páginas si encontrábamos dos avisadores por un año, para así tener la seguridad del financiamiento por ese período y los conseguí. Fue una gestión más comercial que periodística.”. Su propuesta fue aceptada y el 16 de abril de 1993 la “Zona de Contacto” vio la luz con Felipe Bianchi como su nuevo editor. Así, de un apéndice se convirtió en una publicación de ocho páginas, que un año más tarde pasó a tener doce. Sin embargo, no fue una decisión fácil porque, según un “focus group” que encargó la gerencia del periódico, a los lectores de la “Zona” les encantaba que la sección fuera un par de paginitas perdidas al final de una revista, algo así como unas hojas clandestinas, por lo que el hecho de lanzar un suplemento, parecía como si les quisieran vender algo a los jóvenes. Cuando el suplemento se independizó, Iván Valenzuela abandonó el proyecto. “Ya estaba en la radio ‘Rock and Pop’ y en Televisión Nacional, cuando decidimos editarlo como suplemento, además me fui porque ya había crecido lo suficiente. Entonces me salí de la ‘Zona’ porque dije ‘para tener un suplemento hay que tener una persona dedicada’ y yo tenía el 120 por 78
ciento de mi tiempo ocupado, entonces no podía seguir trabajando ahí”. . En junio de 1994 se realizó “Contacto en la Estación 2”, encuentro al que asistieron más de 20.000 jóvenes. “Fue increíble. Como yo estaba en la radio ‘Rock and Pop’, pusimos un estudio en la Estación Mapocho para transmitir desde ahí. Pero, el encuentro realmente impactante fue el primero, porque pensamos que iban a llegar dos mil o tres mil personas y fueron más de veinte mil. Fue muy impresionante, porque esas cosas no se hacían en Santiago”, recuerda Iván Valenzuela. Luego de los exitosos encuentros, quienes estaban, o habían estado a la cabeza de la “Zona de Contacto”, constataron por sí mismos que la recepción de los jóvenes era un elemento muy poderoso. “Nos dimos cuenta que era importante lo que hacíamos y que podíamos tener la capacidad de movilizar a muchas personas. Hasta antes de eso, tú tienes la noción de que lo que haces puede interesarle a la gente, pero hacer un evento así, de esa magnitud, es fuerte porque te compromete con esa realidad”, comenta el periodista. Consuelo Saavedra participó en la “Zona” ayudando sólo en la producción de eventos como el concurso de moda “Dale dale con el look”, pero siempre estuvo muy vinculada porque muchos de los que allí trabajaban eran sus amigos. “El ‘94 venía llegando de Alemania, no tenía ‘pega’ y María Olga me dio el ‘pituto’ de organizar el concurso de moda. Hicimos un desfile que se dio por la televisión, que eran cosas chicas pero tú decías: ‘a ver, los diseñadores jóvenes de ropa ¿Dónde muestran sus cosas? ¿Dónde trabajan? Hagamos un concurso de moda’. Entonces llegaron miles de bocetos, se seleccionaron y se hicieron los trajes”. Según la periodista, la labor de María Olga Delpiano en el nacimiento y posterior independencia del suplemento fue fundamental, “ella fue como la gallina con los pollos, los potenció y se la jugó porque la ‘Zona de Contacto’ fuera un suplemento independiente”. Luego, se organizó un concierto de “Los Tres” “Unplugged” (desenchufados, sin equipos electrónicos), que fue la primera vez en Chile que se hizo un recital de este tipo, cuando recién se estaba hablando de los conciertos “unplugged” que hacía “MTV”, la cadena estadounidense de música juvenil las 24 horas y que fue pionera en este tipo de eventos musicales. En 1993 la “Zona de Contacto” inició la publicación de libros recopilatorios con los mejores artículos de cada viernes. Así, y de la mano de Editorial Planeta, salieron a la venta "Cuentos con Walkman" y, posteriormente, "Disco Duro". La idea era poner en el tapete a 79
noveles autores en los cuales no sólo se tenía confianza, sino que se hacía una apuesta como los futuros escritores del siglo XXI. Todos los creadores que aparecían en esos libros pasaron por los talleres literarios de la “Zona de Contacto”, “suerte de usina narrativa que, bajo el audaz alero de ‘El Mercurio’ dio un montón de voces absolutamente frescas”. “A los autores de estos cuentos y relatos los unen muchas cosas. Partiendo por la edad: son lo que se llama jóvenes -entre 17 y 25 años-. Pero hay más, mucho más. Pertenecen, por ejemplo, a la llamada era de la realidad virtual y casi todos escriben directo al computador. Están enchufados y están haciendo contacto.”
La “Zona de Contacto”, aunque estaba orientada a un público juvenil, marcó una apertura en la forma en que se decían las cosas en la prensa escrita hasta ese momento. Felipe Bianchi dice que los temas que les interesaba contar, eran los que tenían que ver con personas, situaciones y cultura popular. “Nos largamos a escribir crítica de espectáculos, música y cine porque sentíamos que la gente que estaba escribiendo de esos temas no sabía de lo que estaba hablando. Uno sentía que el público de afuera sabía más que los que estaban escribiendo. Por eso, todos teníamos la sensación de que había que hacer un cambio, ya que estábamos en desacuerdo con las cosas que en cine gustaban o que en televisión gustaban”. En la introducción del libro "Disco Duro", el entonces jefe de redacción de la “Zona”, Ernesto Ayala, y el editor, Alfredo Sepúlveda, como una forma de defender al suplemento frente a las constantes críticas que había recibido durante toda su existencia, hicieron una “declaración de principios”, la que es de especial relevancia a la hora de entender qué tipo de contenidos se trataban en la publicación -más bien cuales no se abordaban- y porqué dicho grupo era atípico para el periodismo que se hacía hasta ese momento: “Los que aquí trabajamos, pensamos que el periodismo no tiene porqué tener una misión profunda, salvo la vieja búsqueda por descubrir una buena historia. No estamos acá para dictar cátedra, ni para que el rock chileno prospere, ni para elevar el nivel cultural de la juventud, ni para conseguir que Chile clasifique para el Mundial de Francia ‘98, ni para que seamos más o menos religiosos, ni para detener los ensayos 80
nucleares franceses en el atolón de Mururoa. Tal vez por eso la ‘Zona’, a la par de las buenas vibras que ha recibido en todo este tiempo, ha generado críticas despiadadas. Para muchos, no hay en su periodismo valor alguno. Básicamente, por que no se ha preocupado de abarcar a toda la juventud (¿existe?) y porque no pesca temas trascendentes... ¿Y? ¿Acaso son esos los temas que los jóvenes comentan en fiestas, recitales, universidades, colegios, institutos o en la calle? Puede ser, pero ya hay decenas de medios que los cubren. ¿Que no pescamos a toda la juventud, que casi nunca contamos lo que sucede en regiones? Es cierto. No conocemos esas realidades, y creemos que la verdadera falta de respeto no sería ignorarlas, sino informar mal sobre ellas”.
Bianchi reconoce que fue un riesgo hacer, en ese momento, un proyecto periodístico como la “Zona de Contacto” en un diario como “El Mercurio”, pues era complicado que “se criticara a los padres o al sistema en general, pero no en el sentido de la información, sino que en el transmitir emociones. En todo caso nunca nos metimos ni en política, ni en sexo”. Para Consuelo Saavedra, una de las cosas más importantes de la “Zona de Contacto” fue que le permitió darse cuenta de que había un grupo humano cuyas características estaban marcando los espacios juveniles en los medios. “Fue una generación que tuvo que ver con edad, con intereses, con un modo de mirar la vida, que eso también está determinado por el propio país, por el desarrollo que estaba teniendo Chile. Se estaban abriendo espacios culturales, estaban estos nichos con contenidos juveniles que no existían antes. Además hay que decir que había gente talentosa, porque ‘La Tercera’ tenía un suplemento que se llamaba ‘La Escalera’ y no pasó nada con eso, murió ahí, porque no tenía la ‘onda’ que sí tenía la ‘Zona de Contacto”, dice la periodista. Otro de los suplementos que pretendió competir con la “Zona de Contacto” fue la publicación “La Iguana” del diario “La Nación” que comenzó a circular en 1993. Abraham Santibáñez, que era director del matutino en esa época, cuenta que la propuesta nació allí también como una forma de captar al público joven. “Alberto Luengo, que era el subdirector, propuso la idea, se discutió en el directorio y fue aprobada, pero tuvimos muchos obstáculos para sacarlo adelante, porque el primer choque fue en cuanto al nombre, pues propusieron algunos 81
muy burdos como ‘La Zorra’, pero al final terminamos en ‘La Iguana’, que nos pareció inofensivo y con un cierto tono irreverente. Luego vinieron otros problemas referentes al lenguaje. Por ejemplo, en cierta ocasión venía la palabra ‘condón’ en la portada del suplemento y ahí ya tuvimos uno de los primeros reclamos de la Iglesia y de gente del gobierno, porque nosotros teníamos que responder a múltiples tendencias que existían dentro de la Concertación. Finalmente, el suplemento no sobrevivió más de un año por un asunto de presupuesto”. Según Iván Valenzuela existen poderosas razones por las cuales la “Zona de Contacto” sobrevivió y no así los suplementos competidores. “Se suponía que estas otras revistas tenían ‘esos temas que a los jóvenes realmente les importan’, como la prostitución, el aborto... Y no pasó nada. ¿Qué vas a hacer? ¿Otro artículo más sobre el aborto? Algo así como ‘Carolina, 15 años, tuvo un aborto, fue súper difícil’ ¿Qué más vas a hacer? ¡Si ya lo han hecho 400 veces!”. Aunque Valenzuela los ridiculice, el periodista Sergio Molleda, quien trabajó en el suplemento “La Escalera” del diario “La Tercera”, recuerda que efectivamente ellos perseguían abordar en profundidad temas que importaban a la juventud, como el divorcio, la homosexualidad y el aborto. “Con la ‘Zona de Contacto’ había una cierta rivalidad, ellos eran más literarios y más libres en el tratamiento de los temas, tenían otro lenguaje. Era un periodismo más alternativo, pero no tocaban temas tomados de la contingencia. No tenían mucha profundidad y rigor. Se notaba que era un taller más literario que periodístico. Además no era una competencia directa, porque ellos salían el viernes y nosotros el domingo”. Tomando como ejemplo a “La Iguana”, Alberto Fuguet dice que si se le pudo llamar competencia murió porque finalmente no eran espacios tan abiertos como la “Zona”. “Había toda una ideología concertacionista y liberal muy forzada detrás, que terminó por ‘joderlo’, sin ser un mal producto. Había un discurso trasgresor que se notaba que era una pose y el tratamiento de los temas era ridículo, con cosas como ‘mi hermano es gay y tengo lata de que salga con un travesti amigo’. Era para reírse y, de hecho, nos reíamos a gritos, porque era como si el nuevo gobierno estuviera tratando de hacer un ‘destape’ chileno. La ‘Zona’ nunca hubiera hecho algo así, nosotros éramos mucho más auténticos”. Para Valenzuela, la clave no estaba en los temas que se abordaban, si no en saber a quién se le está hablando y cuál es la voz que tendrá un determinado espacio. “El éxito de la ‘Zona de Contacto’ reside en haber conseguido una voz. Eso es lo que los medios en general no 82
encuentran, precisamente porque están más orientados al ‘deber ser’ que al ‘ser’ propiamente tal, para lo cual es necesario no tener complejos y saber elegir. No existen los medios ni el comunicador que abarque todos los temas. No es razonable, porque a la gente le interesan distintas cosas en distintos momentos, entonces hay que tener claro el menú, yo voy a la ‘Zona de Contacto’ ahí hay esto, no me voy a encontrar con otra cosa, y cuando me encuentro con otra cosa los demando”. Para buscar esta voz, María Olga Delpiano opina que lo más importante fue apostar por la vanguardia. “Cuando empezamos a pensar qué les íbamos a decir a los jóvenes, nos dimos cuenta que había que decidir a qué chiquillo se lo estábamos diciendo, porque cada joven es distinto y hay miles, entonces optamos por buscar a los jóvenes más de vanguardia, los que tuvieran más ideas en la cabeza, porque después se iban a pegar los demás. Por eso nos buscábamos todos estos ‘cabros’ que eran de vanguardia y les dimos una voz”. Felipe Bianchi explica que había algunas reglas sobre las cuales trabajaban. “Hubo cosas importantes que nunca rompimos: trabajar siempre con gente en la que confías o a la que admiras; nadie escribía sobre lo que no quería escribir y había que saber mucho acerca de lo que se iba a decir. No se daba esa cosa de ‘a ti te toca hoy día esto o aquello”. Pero la regla fundamental para los profesionales de la Generación X en Chile, era no creer en las misiones del periodismo, tales como llevar al país la democracia o que haya menos violencia. “Para nosotros, periodismo y misión eran cosas totalmente distintas y en ese sentido para la apertura de espacios, para abrir temas de discusión, funciona mucho mejor nuestro sistema, antes que otro muy militante”. Muchas veces se los acusó de ser elitistas y de hacer un periodismo “light”. María Olga Delpiano recuerda que los criticaron bastante. “Nos decían las tres ‘V’: Vodka, ‘Vitara’, Vitacura. Incluso unos ‘cabros’ de la Universidad de Chile hicieron un periódico que atacaba a la ‘Zona’, que se llamaba ‘Tócame la Zona’ que era genial. Motivamos mucha simpatía en alguna gente y odio de verdad en otras personas”. “Hay que ser elítico, porque siempre hay que apostar por lo que tú crees y sentir que lo que estás haciendo es importante”, sentencia Alberto Fuguet. Según Bianchi, “escribir que estoy triste y que me siento solo, puede ser lo más 83
importante de la historia si lo sabes contar y transmitir como el radar de lo que le está pasando a una generación”. Iván Valenzuela expresa que las acusaciones eran obvias. “Siempre nos criticaron por todo, a la radio ‘Rock and Pop’ también la criticaban, decían que éramos livianos, que éramos petulantes. Pero aquí estamos ¿Qué voy a decir? Gozamos de estupenda salud”. Para Fuguet las críticas tienen su parte de verdad. “Siento que por un lado es cierto, era una situación tan simple como que la gente que nos hacía esas críticas no tuvo ‘onda’ con nosotros y eso es absolutamente legítimo. Que nos hayan tildado de ‘light’ está bien, será justo porque de verdad no tratábamos temas muy densos. Además si uno llama la atención, lo mínimo es que te ‘pelen’. Sin embargo, de eso que algunos llamaban ‘light’, salió gente como Consuelo Saavedra que a mi juicio que no es nada de ‘light”. Según el sociólogo Carlos Catalán, ellos se sentían más elitistas de lo que realmente eran. “Creo que son mucho más comunes y corrientes de lo que piensan, eso demuestra que tienen un problema con lo común y corriente y allí reside su contradicción, porque son representantes de una cultura bastante masiva juvenil contemporánea”.
Al igual que muchos de sus compañeros, Alberto Fuguet abandonó el suplemento porque ya no era lo suficientemente joven como para interpretar el sentir juvenil. “Una de las cosas que se habló en la ‘Zona’ cuando se fundó era que estaba inspirada en algo así como el grupo musical ‘Menudo’ o ‘Los Niños Cantores de Viena’, por lo que el propio desarrollo profesional de cada uno fue determinando el momento de irse. En mi caso llegó un momento en que me fui de viaje a Iowa, Estados Unidos, para hacer clases en la universidad y estudiar literatura y cuando volví, en 1995, me di cuenta de que ya estaba en edad de retirarme. Aún así, seguí colaborando y hasta ahora lo sigo haciendo”. Para Valenzuela, la evolución posterior que tuvo la “Zona de Contacto fue muy apropiada. “Han hecho un trabajo de periodismo muy ‘choro’, porque han sido creativos y han evolucionado con la generación. La opción que eligieron de mantenerse adolescentes y jóvenes me parece razonable, porque el grave error que hubieran podido cometer es haber envejecido, haber seguido con nosotros. Eso era lo que tenían que hacer y lo han hecho bien. Hasta hoy el suplemento tiene energía y eso es lo único que hace vivos a los medios”. 84
6.3.- Radio “Rock & Pop”: La revolución del dial FM Hasta el nacimiento de esta emisora, las radios del dial FM se caracterizaban por cautivar al público a través de la música que transmitían. La locución abarcaba un porcentaje mínimo de la programación, cuya principal característica eran voces muy bien moduladas, con un lenguaje formal, pero a la vez desconocidas y anónimas.
Frente al auge de la televisión, las radios comenzaron a preocuparse de mantener una audiencia que ahora tenía la posibilidad de informarse y entretenerse a través de la TV, la cual entrega imagen y sonido a la vez, haciéndola más atractiva, pero a la vez menos inmediata que la radio en cuanto a su entrega informativa. De esta forma, las emisoras fueron segmentando a su audiencia, para lo cual escogieron determinados estilos de locución, programas informativos, musicales y publicidad con el objeto de satisfacer las necesidades de un público específico. Producto de esta segmentación nace la radio “Rock & Pop” en 1992, ocupando el 94.1 del dial FM en Santiago, con un proyecto que la prensa calificó como “innovador”. Aprovechando el éxito de los rostros de programas juveniles de televisión de fines de los ‘80 y principios de los ‘90, la dirección de la emisora integró a sus transmisiones a algunos de estos conductores, convirtiendo así a la voz clásica del locutor radial, desconocido para el auditor, en un rostro y una voz conocida tras el micrófono. Una locución amena, coloquial, casi como si se estuviera en el living de la casa, fue el fuerte de la radio en sus inicios. “Un día estaba en mi oficina en Televisión Nacional y me llamó Marcelo Zúñiga, (director de programación de radio ‘Cooperativa’) y me dijo ‘¿sabes que estamos haciendo un proyecto de una radio juvenil?’ y lo único que yo quería en mi vida era hacer un programa de radio”, cuenta Iván Valenzuela. El profesional recuerda que al principio lo llamaron para que escribiera los libretos, pero ante eso su negativa no se hizo esperar. “Les dije ‘no tengo tiempo, no me interesa y si quieren hablo en la radio, pero no me interesa trabajar ahí para escribir’ ¿Dónde se ha visto? Si en la 85
radio no se escribe. Me hicieron un piloto y por alguna razón ellos confiaron en mí. “Había muchas personas distintas dando vueltas, pero coincidíamos en que a todos nos gustaba la música. Rolando Ramos y yo éramos los más creativos dentro de las voces y Marcelo Aldunate, que era el director, era el más capaz desde el punto de vista radial”, dice el periodista. Hasta entonces, lo alejado de los locutores serios de voz en off grave y sublime, anunciando en un perfecto inglés la canción siguiente, no calzaba dentro del estilo de la realidad juvenil local. El asunto era claro, más que radios eran semejantes a un eterno tocacintas que no paraba durante todo el día. Este panorama cambió con la llegada de la nueva emisora. La génesis del proyecto radio “Rock and Pop” está en 1985, cuando radio “Cooperativa” se posicionó como la emisora número uno del dial AM. El primer paso fue obtener una concesión y sólo cuando esta se consiguió la Compañía Chilena de Comunicaciones comenzó a hacer investigaciones sobre las radios juveniles en Chile y el extranjero. “Con estudios cuantitativos y cualitativos descubrimos que el primer objetivo de los jóvenes al escuchar radio es satisfacer sus necesidades de oír música, lo que ya estaban haciendo las tres emisoras orientadas al segmento juvenil: ‘Carolina’, ‘Tiempo’ y ‘Concierto’. Pero en sesiones de ‘focus group’ nos percatamos de que asumían la radio como un tocacinta más que como un medio de comunicación. Escuchaban música, pero cuando les hablaban cambiaban la emisora porque no les interesaba el contenido. Concluimos que no existía identidad con el medio y que había fallas en la entrega de los contenidos. Así, algunos años después, nació un esquema de radio y un proyecto artístico con un equipo de gente joven, con experiencia en medios de comunicación sintonizando con sus auditores.” Hasta ese momento, las radios juveniles eran creadas por gente con mucha experiencia, pero que estaban fuera del esquema y las tendencias de los jóvenes, porque eran hechas con mentalidad de adultos y la percepción que ellos tenían era de emisoras que no tocaban necesariamente sus intereses ni tampoco interpretaban su perspectiva de vida, sino más bien la de un adulto que tendía a ser paternalista. “Hacer justamente lo contrario es la clave del éxito de “Rock and Pop”. Se inició entonces una intensa búsqueda de talentos para conformar el equipo que daría vida al proyecto “Rock and Pop”. “La idea era hacer un medio que abandonara las formas 86
acartonadas. Siempre pensamos en una radio con jeans y zapatillas”. “Ya viene... ¡Haciendo ruido con Iván Valenzuela!’ Este es el grito de guerra en la 94.1, coordenadas acústicas de la ‘Rock and Pop’. Después vamos directo al pensamiento hablado, a la ‘conversa’ entre amigos, igual como si estuviéramos en el living o, más aún, en el dormitorio, tristes o eufóricos, escuchando la música que suena fuerte. “... ‘Afírmense los pantalones que hoy harán 32 grados en Santiago. La Serena amaneció nublada ¿Amanecerá de otra manera alguna vez en La Serena? Pero ánimo, abrirá al mediodía’... Dice Iván Valenzuela, unos minutos más tarde”.
Fue así como desde su irrupción en 1992, radio “Rock and Pop” ostentó un liderazgo basado en la renovación del esquema radial juvenil en todo sus aspectos. Sería una emisora hecha por y para los jóvenes, con un lenguaje ad-hoc y una constante retroalimentación entre los conductores de los distintos espacios y los auditores, explotando el concepto de interactividad. De este modo quedaba atrás el concepto de “radio tocacinta”, comenzando a adquirir los conductores una gran importancia al expresarse en términos irónicos, divertidos, sin tomarse en serio lo que decían. La emisora golpeó con su estilo informal y relajado, incluyendo la participación de los jóvenes auditores a través del teléfono y el fax y con locutores desinhibidos. La participación y la ventana que se abría al público para sacar su voz y no sólo para pedir una canción, sino que incluso para conversar largamente con el conductor del espacio radial, revolucionaron el ambiente FM. La integración del auditor al espacio radial es un esquema tomado de las radios AM, sin embargo, durante la época del gobierno militar casi todas las emisoras de la frecuencia modulada optaron por silenciar los llamados de los oyentes, pues así se ahorraban problemas ante gritos en vivo y en directo como “¡Abajo la dictadura!” o el tradicional “¡Y va a caer!”.
Según Iván Valenzuela las claves más importantes eran la forma en que se hacían y decían las cosas y la selección de la música. “Tocábamos otra música -que es ahora una cuestión que no se puede hacer-, canciones que nadie más tocaba. Empezamos a poner canciones viejas de ‘Led Zepellin’, mientras la mayoría de las radios las había dejado de tocar hace mucho rato, 87
tocamos ‘Soda Stereo’ de nuevo y las emisoras llevaban cinco años sin tocarlos, pero estaban ahí, era cosa de poner lo que te gusta. Es no hacerle caso al ‘deber ser’. No puede ser que uno trabaje pensando ‘yo creo que a los jóvenes les va a gustar esta cuestión de Tears for Fears’. ¡No! Hay que decir ‘¿Sabes qué? Me gusta esta canción ¿cómo a los demás no les va a gustar?’ y de esa forma vas a afinando el olfato”. En el posicionamiento de “Rock and Pop” en el mundo radial se advirtió que, al cabo de cuatro meses en el aire, esta emisora alcanzó el primer lugar del ranking con un 34,2% del total de la sintonía F.M. Entre octubre y diciembre de 1993, la radio subió al 40,9%. Las cifras revelaban que uno de cada dos jóvenes santiaguinos la sintonizaba. Iván Valenzuela cuenta que la sensación de estar en el número uno del dial en el segmento juvenil fue abismante. “Lo sientes como cuando surfeas, vas arriba de la ola no más, pero no dices ‘¡Oh! ¡Qué grande la ola!’, porque el día en que le tomas conciencia, moriste. Hacíamos lo más honestamente posible, lo mejor que podíamos hacer y estábamos muy comprometidos con el público. Creo que esos eran los grandes elementos y sabíamos que estábamos haciendo una cuestión muy distinta y creativa”. Para Alberto Fuguet la buena recepción del proyecto fue una emoción muy grande. “Era bien impactante y ‘choro’ ver cómo la influencia que tenía Iván se transmitía. Después los ‘cabros’ andaban en la calle hablando como él. Usando las palabras como ‘freak’ (raro), ‘cool’ (excelente). Creo que ni ellos sabían lo que significaban, pero lo decían igual”. Valenzuela explica que, a pesar de que el trabajo se volvió más complejo, lo mejor de la “Rock and Pop” ese primer año era que habían llegado al primer lugar. “La cosa se empezó a enredar, porque había que mantenerse en el número uno y esa presión da miedo. Pero el primer año fue de una ingenuidad maravillosa”. El profesional recuerda que todos los días inventaban algo nuevo. “Muchas cosas no las planeábamos antes sino que las hacíamos al aire, aunque hablar de eso suene tonto, pues ahora todo el mundo lo hace, pero en ese momento nadie lo hacía. Jugábamos con el radiocontrolador, decíamos ‘hoy vamos a hacer un homenaje a Plaza Sésamo’ y comenzábamos con el juego. Teníamos mucha libertad para eso, nos reíamos de nosotros mismos, pero también muchas veces hablábamos en serio. Conversábamos con los auditores, hablábamos de música y tocábamos canciones. De eso se trataba”. 88
Programas como “Haciendo Ruido” -conducido por Iván Valenzuela-, “La alcantarilla gaseosa” y “La jaula del mono” fueron los pilares en los cuales se montó gran parte de su programación diaria y que, a sólo cuatro meses de comenzar ya ocupaba el primer lugar dentro del público al que orientaba. Ello obligó a la mayoría de las radios de la competencia “Tiempo”, “Carolina”, “Concierto”, “Galaxia” y “Finísima”, entre otras- a modificar sus esquemas agregando conductores estables a sus programaciones diarias. En la actualidad la mayoría de las emisoras juveniles y otras que no apuntan tanto a este segmento han explotado el esquema hablado y musical. Alberto Fuguet participó en este proyecto, pero detrás del micrófono como asesor creativo. “Daba ideas que traía de afuera. Por ejemplo, ‘El Chacotero Sentimental’ surgió a raíz de un programa que se llama ‘Love Line’ que daban por las noches en Los Ángeles (Estados Unidos). Lo escuché, lo grabé, lo traje y funcionó”. Iván Valenzuela opina que en un comienzo fue un proyecto radial muy osado. “Era arriesgado, pero también estaba ‘de cajón’. Nosotros lo habíamos probado con ‘IPC’ el año ‘90 en la radio ‘Concierto’ durante seis meses una vez a la semana y dejábamos la ‘embarrada”. En 1998, la emisora, aun siendo la número uno del medio y del segmento al que apuntaba, fue vendida al conglomerado de empresas de comunicaciones norteamericana “Iberoamerican Media Partners”, el cual adquirió gran parte de las radios más atractivas del medio nacional y creo algunas otras. Actualmente y tras ocho años de mantenerse al tope del ranking, radio “Rock and Pop” perdió su trono a manos de radio “Carolina” que, ocupando el mismo esquema ideado por la emisora, se alza actualmente en la primera posición. Esto ocurrió porque el estilo de “Rock and Pop” fue imitado por otras bandas del dial FM, que comenzaron a competir con las mismas herramientas de igual a igual. Sin embargo, a través de nuevas voces y conductores, igualmente conocidos por los jóvenes, la emisora intenta retornar a la cúspide. Al igual que la “Zona de Contacto”, el carácter juvenil de la radio “Rock and Pop” significó una constante renovación. Este es el principal motivo por el cual muchos de quienes trabajaban en la emisora fueron abandonando el proyecto. “Vas cambiando, vas creciendo, además ya estaba en el límite de la edad, por eso yo me salí el ‘96, cuando tenía 30 años y ya estaba lateando. Era libre para hablar de lo que quisiera y cuando empiezas a hablar de cosas que 89
tú sabes positivamente que no le interesan a tu público y que en realidad deberías hablar de cosas que sí interesan a ellos, está todo mal. En rigor debería haberme salido el ‘95, porque ya estaba aburrido, no tenía ningún interés, porque llega un momento en que, primero, la música que estay tocando no te interesa tanto y, segundo, porque cuando Madonna llegó al primer lugar por décima octava vez, al menos para mí, ya no es noticia”, cuenta Iván Valenzuela. El periodista recuerda que un día clave fue cuando oyó hablando a unos escolares. “Ellos decían que un profesor les había hecho no sé qué cosa y dije ‘esta es la historia del mundo, siempre los alumnos reclaman porque los profesores son unos tontos y los profesores, en general, tienen razón, así que váyanse a la punta del cerro cabros imbéciles’. Ahí me di cuenta que ya no era lo mío”.
6.4.- Revista “Rock &Pop”: El silencio de la música A un año de su lanzamiento en el 94.1 del dial F.M. de Santiago, la emisora “Rock and Pop” se había convertido en un verdadero fenómeno, pues había revolucionado el quehacer radial orientado a los jóvenes. Frente a este suceso, sus creadores decidieron que el arrastre del estilo juvenil e informal que había impuesto, podía extenderse a otros medios de comunicación. En este sentido, el primer gran paso que tomó la Compañía Chilena de Comunicaciones a través de su filial radio “Cooperativa” –madre de la “Rock and Pop”- fue lanzar una revista juvenil, orientada al mundo del espectáculo, pero sobre todo a la música y decidieron apelar tanto al nombre como a la fórmula que tan buenos resultados les había dado en el dial. Iván Valenzuela, el primer director de la revista “Rock and Pop”, cuenta que al ver el éxito que había tenido la radio se dieron cuenta de que tanto el concepto como la marca eran muy fuertes y hacer una publicación escrita les permitía convertirse en un negocio multimedial. “Incluso en algún momento se pensó en hacer una cadena de tiendas con artículos ‘Rock and Pop’, cuadernos, llaveros, ‘merchandising’, porque daba para eso”. Según Alberto Fuguet, quien participó en la publicación como columnista y con algunos artículos, el objetivo principal que se tuvo para hacer la revista fue ganar dinero. “Como no 90
habían revistas de rock que apuntaran a la juventud la lanzaron, porque la ‘Zona’ no tocaba esos temas tan específicamente. Entonces decidieron aprovechar la marca y hacer una revista por pocos pesos que además fue realizada por gente muy capaz”. En el ámbito de los productos de venta independiente, las únicas publicaciones orientadas a los jóvenes en ese momento, eran la revista “Tú” y “Miss 17”, a las cuales se agregaban otras de carácter universitario que no pasaban de ser meros pasquines. Estas dos revistas estaban lejos de satisfacer el nicho de mercado mediático que habían detectado los estudios encargados por radio “Cooperativa” y diario “El Mercurio”, pues sólo trataban temas orientados a niñas y adolescentes, lo que las hacía más cercanas a las publicaciones “del corazón” que a revistas realmente juveniles. Además, tanto sus contenidos como sus fotos eran en su mayoría de archivos extranjeros, por lo que los temas y el aspecto gráfico tampoco tenían mucho que ver con el hábitat real de los jóvenes chilenos. El 15 de mayo de 1994 salió a la venta el primer número de la revista “Rock and Pop”, una publicación de 38 páginas en tamaño tabloide, que abarcaba temas referentes a la música, a la cultura popular y al cine. En la portada de esta edición inaugural aparece uno de los íconos de la Generación X: Kurt Cobain, el líder del desaparecido grupo de Seattle, Estados Unidos, “Nirvana”. No es casualidad que esta haya sido su portada, pues “Nirvana” fue una marca indeleble para la cultura juvenil de los ‘90, desde que en 1992 su canción “Nevermind” llegó al primer lugar de la revista “Billboard” –uno de los rankings musicales más importantes del mundodesplazando a “Dangerous”, de Michael Jackson, hecho que significo la despedida oficial de los ‘80 en Estados Unidos. Esto muestra, con hemos dicho, que en cierta medida para este grupo de periodistas jóvenes había una identidad generacional que estaba muy marcada por lo que ocurría en el país del Norte, sobre todo en lo referente al plano cultural. La idea principal de la revista, del mismo modo que en la radio, fue dar la cobertura adecuada y el tratamiento profesional serio –que no estaba dando ningún otro medio- que se merece la música popular y el rock and roll, como una gran fuerza que era la banda sonora de la vida de los jóvenes, un agente de cambio cultural, una bandera de unión y un catalizador de las más diversas reacciones. 91
“Teníamos cosas muy buenas, creo que era una gran revista. Hace poco Héctor Soto (editor de la revista ‘Capital’) me dijo que él consideraba que era la mejor revista en su momento y una de las mejores que se habían hecho en Chile. Me sentí muy orgulloso, porque tuve una participación mucho más global en la revista que en la radio”, cuenta Iván Valenzuela. Para los creadores de la revista “Rock and Pop”, esta era más que una marca o un medio de comunicación formal. Era otra manera, otro soporte para expresar un concepto comunicacional que reflejaba el sentir de una generación con una moral, sensibilidad y cultura marcada por la información. De esta forma, pretendían posicionarse en un lugar creado por el vacío, por la ausencia de contenidos que satisficieran la real necesidad de contenidos que los jóvenes tenían, a través de un medio de comunicación basado en una ciudad –Santiago- y en un país vivo. En definitiva, pensaban que iban a tener el mismo éxito avasallador de la emisora, pero estuvieron lejos de homologar el fenómeno radial. Lo mismo sucedió luego con el canal, producto de que la extensión en línea –cuando una empresa madre saca productos en otras áreas con la misma marca- es un negocio complejo en el mercado comunicacional, sobre todo en una país como Chile donde existe una fuerte concentración de los medios. Según Iván Valenzuela, el primer obstáculo con que se enfrentaron fue el soporte. “Teníamos 15.000 suscripciones, pero era imposible que la revista fuera tan divertida como la radio, no podía ser”. El primer director abandonó la revista a un año de su lanzamiento para asumir como subdirector del canal “Rock and Pop” en 1995. En ese momento la publicación comenzó una larga enfermedad que terminaría con su muerte definitiva en 1998. Según Valenzuela, “la revista comenzó a morir el día en que dijeron ‘aquí hay que tener otros temas’ y empezaron con la típica cosa ‘los temas que le importan a los jóvenes’ y ahí quedó la ‘embarrada’ porque pierdes la voz. Particularmente las revistas, son los temas que le interesan a editor. Si él está conectado con lo que pasa afuera entonces la revista tiene éxito. No se hace una revista pensando en las encuestas. Sirve un poco, pero a la larga lo más importante es que el editor no se traicione a sí mismo”. Para Alberto Fuguet, el medio se terminó cuando a Valenzuela se lo llevaron al canal. “Apostaron mucho por la estación televisiva y en la revista y la radio perdían sin él. Se fue la 92
‘onda’ que la revista tenía con Iván y cuando él se fue me fui yo también. Además empezó a llegar gente muy mediocre, porque todas las personas realmente buenas se fueron a la radio o al canal”
6.5.- Canal “Rock & Pop”: El precio de la inexperiencia Del mismo modo como había sucedido con la revista, los directivos de la emisora “Rock and Pop” comenzaron a coquetear con la idea de hacer un canal de televisión orientado a los jóvenes, basándose en la fórmula radial que tan buenos resultados les había dado, para así completar el conglomerado multimedia juvenil que a esa fecha constituía la radio -muy exitosay la revista -no tanto- del mismo nombre. De esta forma, la estación televisiva prometía ser el brazo audiovisual del exitoso proyecto mediático. El canal “Rock and Pop” en sus inicios juntó a algunos de los mejores talentos de una generación que pretendía cambiar la televisión chilena. Allí estaban, entre otros, Iván Valenzuela, Alberto Fuguet, Rafael Gumucio, Ángel Carcavilla y Consuelo Saavedra, todos ellos figuras destacadas del periodismo y las comunicaciones. Su slogan era “el primer canal juvenil chileno”. Los creadores del proyecto fueron Luis Ajenjo, presidente de la Compañía Chilena de Comunicaciones -que incluía las radios “Cooperativa” y “Rock and Pop”- y Juan Forch, entonces director de la productora audiovisual “Visión”. Hasta ese momento, Ajenjo sólo había cosechado triunfos en radiodifusión y en medios escritos, en menor medida, con la revista “Rock and Pop”. Por ejemplo, tras pocos meses en el aire, radio “Rock and Pop” alcanzó la primera sintonía FM en Santiago y, al año y medio, la empresa ya había recuperado los US$ 600 mil invertidos. Sin embargo, la Compañía Chilena de Comunicaciones carecía de experiencia audiovisual. Por ello, para la realización de los programas del naciente proyecto se asociaron con Juan Forch, quien era el responsable de programas de televisión creativos y de impecable factura, como “El show de los libros” y “El otro yo”. “Luis Ajenjo se contactó conmigo para sacar al aire un canal de clips. Sin embargo, 93
consideré que si ellos tenían la señal 2, lo lógico era elaborar un canal más complejo y televisivo. De esta conversación surgió la idea de crear el canal ‘Rock and Pop”, recuerda el ex director de “Visión”. Según Paula Recart, editora periodística del segmento “prime time” del canal, el principal error de los productores de la estación, fue pensar que como la radio “Rock and Pop” había resultado ser un proyecto exitoso, no sería tan complicado hacer un canal. Consuelo Saavedra fue una de las periodistas que alcanzó mayor notoriedad en la estación por su desempeño en los programas “El Pulso” y “Mira Quién Habla”. La conductora pensó desde un comienzo que todo era una locura. “No entendía por qué radio ‘Cooperativa’ le estaba dando a Juan Forch una responsabilidad tan grande. De hecho cuando llegó el proyecto a mis manos dije ‘esto no puede ser un canal”. Para Iván Valenzuela lo peor de Juan Enrique Forch era que su incapacidad para poner en práctica lo que planificaba era infinitamente superior a su creatividad. “Él es súper creativo, muy inteligente, pero no es capaz de producir y él era el productor, por lo que estuvo mal, muy mal”. Alberto Fuguet coincide con su amigo y colega. “Al principio Juan es encantador. Pero era un poco desordenado, demasiado utópico y como él pensaba que era posible hacer televisión pobre cayó a la primera y no se la perdonaron. Es cosa de ver hacia atrás, es un tipo extremadamente simpático y divertido pero nunca ha hecho nada importante, nunca le dio ‘el palo al gato’. Es un tipo que tiene muy buenas ideas, pero no es capaz de llevarlas a cabo”. La idea y concepto original de la estación televisiva venía explicada en un texto escrito por Forch llamado “La Brújula”, en el cual aparecían las directrices generales de lo que sería el canal e incluía “Un día en la vida del Pomelo”, la historia de un joven que estaba en un preuniversitario y cuya vida giraba en torno a ver los programas que transmitía la estación en las diversas horas del día. Según Consuelo Saavedra todos los que leyeron la historia del “Pomelo” no encontraban más palabras para expresar su anonadamiento, que decir “¡Dios mío!” “Era una ridiculez, porque la historia era absurda, pero daba lo mismo porque era parte del espíritu, de una mística increíble que hacía que todo se perdonara”, cuenta Paula Recart. “Después nos empezaron a convocar a todos, nos empezamos a subir de a poco al proyecto y todos fuimos llamando a nuestras amistades. Además, se hicieron llamados generales, pero obviamente el periodismo también se mueve mucho, no por ‘pituto’, sino porque tienes 94
sensibilidades similares como periodista y empiezas a conocer a la gente, entonces al final llegó un minuto en que éramos puros amigos los que estábamos ahí. Había mucha gente más, pero el núcleo eran todos de la misma ‘onda’, gente que nos conocíamos de antes”, recuerda Saavedra. El rumor de la inminente formación del canal se fue esparciendo rápidamente y el entusiasmo de los jóvenes por participar fue tan grande que recibieron miles de postulaciones. Paula Recart explica cómo para seleccionar a la gente que trabajaría en los programas utilizaron un sistema mixto entre ver currículos e intentar conocer las cualidades de cada persona. “Además de los antecedentes, se les pedía a los interesados llenar una hoja de postulación que tenía buenas preguntas, que no eran del tipo ‘¿Dónde has viajado?’ ‘¿Qué notas sacaste en la universidad?’, sino que eran como ‘¿Qué libros te gusta leer?’ ‘¿Qué programas de televisión te agradan?’ Separé unos seis y le achuntamos medio a medio, porque así encontramos a Juan Cristóbal Guarello, que fue el conductor del programa de deportes y que ahora está en Chilevisión; Ángel Carcavilla y Álvaro Díaz que hizo ‘El Factor Humano’”. Según la periodista, la gran ventaja que tuvo esa forma alternativa de selección, es que, en general, los conductores aportaban mucho en términos de los contenidos. “A ninguno había que pasarle libretos o tarjetas y en el fondo las reuniones de pauta eran algo así como ‘juntémonos a ver qué programa queremos hacer y como lo ves tú’. Así por ejemplo, inventamos el espacio de deportes ‘Las Pelotas de Chile’, que lo conducía Guarello”. Además, había algunas personas impuestas por la radio “Rock and Pop” -como el “Rumpi” y Rolando Ramos- pues ellos también querían tener a sus figuras en la televisión para captar auditores. Paula Recart, plantea que buena parte de la mística que se generó mientras formaban los equipos para los programas, fue dada por el gran desafío que tenían por delante. “Era algo nuevo, que no existía. Nos estaban dando una página en blanco, para que la rellenáramos con lo que quisiéramos. No había limitaciones. Este era el canal para los jóvenes y hecho por jóvenes. Fue como si nos dijeran ‘hagan la televisión que siempre han querido hacer, la que les gusta’. Ese espíritu creativo, abierto y vanguardista, era el que había en los contenidos que planeábamos”. La periodista explica que en la primera mitad de los ‘90 había demasiados programas de entretención con muy pocos contenidos y la televisión se continuaba guiando por formulas heredadas de los ‘80, con muy poca renovación: las mismas figuras de siempre y espacios malos, 95
lo cual no le daba alternativas a la gente joven. “Televisión Nacional, por ejemplo, dio ciertas señales de cambio, pero con muy poco riesgo”. El sociólogo Carlos Catalán enfatiza que tras el regreso a la democracia hubo un fuerte continuismo en todos lo medios de comunicación, pero especialmente, en aquellos relacionados con el quehacer televisivo. “Gran parte de la cultura perversa de esta transición tiene que ver con que la televisión chilena nunca se ha hecho una real autocrítica, que le permita reconocer el importante apoyo que significó la complacencia televisiva para el régimen militar. Jamás los canales han reconocido sus culpas y esa es una de las reglas implícitas de la transición. Por eso los medios necesitan a este grupo de jóvenes periodistas, porque ellos son lo nuevo y generaron un cambio en un contexto de mucha continuidad. Pero no es una funcionalidad pensada ni maquiavélica, son cosas fácticas”.
Todo parecía listo y dispuesto para rejuvenecer la pantalla nacional. Al capital humano disponible, se sumaba una cuestión coyuntural: el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) otorgó la concesión del canal 2 a la Compañía Chilena de Comunicaciones, a través de su filial radio “Cooperativa”, en octubre de 1991 y le dio un año de plazo para salir al aire. Desde entonces, la empresa pidió dos veces al CNTV que se ampliara el plazo, ante la imposibilidad de instalar una antena transmisora en el cerro San Cristóbal, pero finalmente el límite de tiempo fue inamovible e indicaba que la estación televisiva debía iniciar sus transmisiones el 16 de agosto de 1995. De no activarse la señal, radio “Cooperativa” perdería la concesión de la última frecuencia disponible de la banda VHF de la televisión abierta, la misma en que emiten los canales “La Red”, “UCV Televisión”, “TVN”, “Megavisión” y “Canal 13”. Con una inversión inicial de US$ 6 millones,el proyecto se armó en menos de ocho meses, por lo que todo se hizo apresuradamente, incluso cuando se acercaba el día del lanzamiento prácticamente todos los profesionales que formaban parte del canal, sentían que éste no estaba listo. Sin embargo, detrás de la determinación de salir ese 16 de agosto existían poderosas razones, de índole económico -un día de retraso encarecía los costos- y legal, pues la concesión expiraría a la brevedad. Así, cobijado en el éxito obtenido por la radio “Rock & Pop” y con el mismo nombre, la 96
nueva estación televisiva apareció en 1995 como uno de los grandes proyectos comunicacionales del país. Con una programación alternativa y un contingente atractivo de rostros juveniles compuesto por más de cien profesionales que promediaban los 25 años de edad y que trabajaron en la puesta en marcha. Según Consuelo Saavedra sacar el canal al aire fue una decisión muy irresponsable, “porque fue un período de menos de ocho meses entre que se decidió y el lanzamiento, con gente muy novata que no había hecho nunca televisión en serio, es decir, con esos niveles de responsabilidad, estando a cargo de las cosas y con muy pocos recursos”. Cuando faltaba una semana para salir al aire, ni siquiera estaban armados los estudios. Los periodistas trabajaban agolpados frente a unas estufas en un galpón, tan oscuro y frío, que fue llamado “Bosnia”. “En junio empezamos a entrevistar a la gente y en julio ya teníamos los equipos humanos armados, pero a un mes de la salida al aire todavía no teníamos ni una cámara, ni un video, nada. Todo era muy precario, pero estábamos felices y entusiasmados”, cuenta Paula Recart. Para Consuelo Saavedra la idea de que todos fueran menores de treinta años fue más para pagarles poco que por otro motivo, “porque ganábamos nada, pero daba lo mismo porque nadie tenía nada que perder, sólo podíamos ganar. Entonces dijimos ‘¡Ya! Lancémonos a la piscina, da lo mismo, sacaremos cosas malas pero ya iremos aprendiendo y saldrán cosas buenas’, como de hecho fue. Hubo de todo, unos bodrios históricos y otras cosas buenas, se hicieron muchos aportes y salió gente muy buena de ahí.” Los jóvenes que trabajaban desde los inicios del canal tenían jornadas de trabajo extenuantes, motivo por el cual los equipos no duraban mucho, pues todo el mundo estaba agotado. Alberto Fuguet, quien participó principalmente como asesor creativo del canal, cuenta que desde un comienzo criticó la idea. El profesional argumenta que la televisión no se puede hacer con tan pocos recursos técnicos, monetarios y humanos, como se pretendió hacer en el canal “Rock and Pop”. “Mientras más gente y más plata es mejor. No bastaba con tener tipos talentosos y con buenas ideas, porque la teoría de televisión pobre no sirve. Televisión y pobre son dos palabras que no pueden estar juntas. La televisión tiene que ser rica, televisión pobre no existe. Puede existir en el cable, pero así como lo habían concebido, no. Al canal le sobró talento, 97
pero eso no sirve de nada cuando falta dinero, gestión y visión”. En el canal la programación diaria estaba dividida en franjas horarias, cada una de las cuales tenía un editor periodístico y otro audiovisual. Paula Recart, periodista y amiga de Consuelo Saavedra -fueron compañeras en la universidad- era la editora periodística de la franja correspondiente al horario “prime”. Recuerda que tuvieron muchos problemas porque no estaban definidos los jefes de los segmentos. “No había una cabeza y no se definió el criterio. Como la responsabilidad era compartida entre el editor periodístico y el audiovisual, nadie sabía quién era el director y ese fue un problema que atravesó a todas las franjas y programas del canal, pues no estaban bien delimitados los cargos. Quedó una zona nebulosa en quién ‘cortaba el queque”. Lo que sí estuvo definido en un comienzo era la orientación programática que tendría cada franja a lo largo de la semana: “La idea era que el lunes hubiera deporte; el martes, algo que tuviera que ver con la actualidad; el miércoles, un espacio relacionado con las emociones; el jueves espectáculos y el viernes cine. Los sábados y domingos eran una franja aparte que principalmente mostraba programación envasada. El único día que teníamos más o menos claro era el de actualidad para los martes, donde nuestra referencia era el programa argentino ‘Caiga quien caiga’ o algo así, pero el resto eran páginas en blanco”, explica Recart.
Tras la presentación de rigor, el 16 de agosto de 1995, pasadas las 16 horas apareció en pantalla José Miguel Villouta invitando al público a pedir videoclips en “Tú la Llevai”. El primer programa de concursos del canal “Rock and Pop”, “El Comprahuevos”, tuvo como conductor a “El Rumpi”, cuando todavía no alcanzaba la popularidad dando consejos amorosos radiales, personificado como “El Chacotero Sentimental”. Su espacio fue reemplazado al tiempo por “Arriba las Manos”, con Matilda Svenson y Alexander Scheck, quien también condujo “Mr. Chips”, espacio que prometió entregar conocimientos sobre computación e Internet, pero su aporte fue más bien virtual. El mismo Scheck junto al periodista José “Cote” Correa tuvieron un segmento veraniego llamado “Cero Treinta”. A las 21:00 del día inicial, Consuelo Saavedra leyó por primera vez las noticias en “El Pulso”, mientras que Monserrat Álvarez debutó en horario estelar con “Caleta de Pecadores”, programa que sobrevivió casi hasta los últimos días del canal, gracias al esfuerzo y carisma de su conductora y por llevar a la pantalla temáticas vedadas, como los transexuales o la impotencia, 98
aunque con una inevitable dosis de sensacionalismo. Otros espacios importantes fueron “Mira Quién Habla”, uno de los programas que logró una audiencia aceptable, sostenido en la eficacia informativa de Consuelo Saavedra –que en un comienzo hacía dupla con Iván Valenzuela-, quien entrevistaba a tres personajes de la contingencia; “Gente de Mente”, se fundaba en la idea de que Alberto Fuguet invitara al estudio a personas “con cuento”, como artistas, intelectuales y gente creativa, pero la conversación no siempre alzó el vuelo y tuvo muy pocos televidentes. Además Fuguet nunca se sintió cómodo frente a las cámaras. “Fue muy corto y, aunque no me entusiasmaba mucho la idea, lo hice porque me lo rogó Luis Ajenjo. Me lo pidió como rogando por la patria. Le dije que lo hacía siempre y cuando fijáramos como máximo tres meses”. Cuando el programa concluyó, el periodista y escritor pasó a ser asesor creativo de la estación. “Plaza Italia” fue uno de los pocos programas que logró conformar un estilo y ganarse un público fiel, se basaba en la simpatía natural de Marcelo Comparini y el humor negro de Marcos Silva. “El Diván” fue un interesante, aunque irregular, experimento de “talk show”, con entrevistas que iban un poco más allá de la caricatura y un invitado musical con algo que mostrar, era animado por Iván Valenzuela y tuvo una corta vida debido a un presupuesto elevado para un rating inexistente. “La idea era entrevistar a gente famosa, que nos cayera bien y con la que pudiéramos tener un diálogo ‘choro”, cuenta Valenzuela. Según Consuelo Saavedra “El Diván” era un buen espacio porque tenía encanto. “Hubo un buen desarrollo de ese tipo de programas, lo que terminó cuajando en ‘Plaza Italia’. “Primero estuvo ‘El Diván’, después hicimos algo parecido con Iván (Valenzuela) en ‘Mira Quién Habla’. Luego, Iván dejó el programa porque como era subdirector del canal no le alcanzaba el tiempo. En ese sentido me parece interesante el desarrollo de programas de conversación que no eran ‘chunga’ como ‘Cóctel’, ni espacios densos, que era lo que había existido antes”. Para Iván Valenzuela, en cambio, fue una tortura realizar el programa “El Diván”. “Era atroz, porque nos iba muy mal y además yo estaba muy mal en mi vida privada”. Pero sin duda uno de los éxitos más importantes de la estación televisiva desde sus inicios fue el programa “Gato por Liebre”. Ángel Carcavilla, Rafael Gumucio y Carolina Delpiano inyectaron humor a la política chilena en este espacio desordenado, irreverente y divertido. Al 99
poco tiempo y con los mismos protagonistas, más Pedro Peirano, Álvaro Díaz y Marcos Silva, nació “Plan Zeta”, un espacio de humor en el que se presentaban pequeñas historias o “sketchs” fundamentados en la ironía, el sarcasmo y la incoherencia. Tales ingredientes les significaron enfrentarse a los cargos que el Consejo Nacional de Televisión formuló en su contra por “atentar contra la dignidad de las personas, ofender a la mujer y a la etnia mapuche y atentar contra los valores culturales y morales de la Nación”. Estas acusaciones fueron hechas cuando en el programa se mostró a una muñeca mapuche que servía como asesora del hogar, un comentarista literario que hablaba de La Biblia como un “típico libro de baño” y una recreación del golpe de Estado de 1973. Por último, y más recientemente, “Factor Humano”; este programa periodístico fue producto de Álvaro Díaz y Pedro Peirano, talentos ocultos detrás de “Plan Zeta” y “Gato por Liebre”, que mostraban notas a personajes ajenos a la agenda noticiosa. Paula Recart, editora periodística de “Gato por Liebre”, cuanta que la idea del espacio surgió a raíz de una iniciativa de Juan Forch. “Él había viajado a Argentina y trajo un video en que traía grabado un capítulo de ‘Caiga Quien Caiga’. Nos dijo a Claudio Marchant (editor audiovisual de la franja) y a mí, ‘miren vi este programa y me tinca. Vean que pueden hacer’. Entonces empezamos a elegir los temas y a buscar a quienes conducirían el espacio”. “Pensamos en una estructura más o menos similar, con tres conductores que fueran irreverentes y divertidos, entonces llamamos a Ángel Carcavilla, que había mandado un currículum, yo conocía a Rafael Gumucio y lo cité a una entrevista para ver si le ‘tincaba’ el proyecto. Después le hicimos una prueba de cámara y aunque hablaba pésimo, a nosotros nos gustó como lo hacía y a él le interesó la idea. A ellos les sumamos a Carolina Delpiano, porque queríamos tener a una mujer en ese grupo de actualidad de los martes y así surgió ‘Gato por Liebre”, cuenta la periodista. El espacio tuvo numerosos elogios, pero también fue muy criticado. “Acusaron al programa de ser una copia y yo siempre decía que nosotros sí habíamos copiamos una idea, pero trasladar esa idea a la realidad chilena y que resultará bien era un mérito, porque no era fácil encontrar conductores que fueran irreverentes, inteligentes y periodistas que hicieran notas diferentes y atractivas y hacerlo con un tono local. Además, finalmente todas las ideas se copian, nacen de alguna cosa que uno ha visto o escuchado”, explica Paula Recart. 100
Jaime Sepúlveda opina que los miembros de este espacio tenían una sensibilidad un poco diferente a la de los protagonistas de la Generación X del periodismo chileno. “Los de ‘Gato por Liebre’ vienen de un lado muchísimo más político, fueron los que catalizaron ese sentimiento de reacción a los ‘80 y a la dictadura”. Según Consuelo Saavedra este grupo era el más combativo dentro de la estación televisiva “Rock and Pop”. “Había muchas peleas con Iván (Valenzuela) que era el jefe, quien debía tratar que no cerraran el canal, por lo que tenía que supervisar que ellos no ‘dejaran la escoba’. Eran un grupo muy particular, Álvaro (Díaz) y Pedro (Peirano) odiaban la ‘Zona de Contacto’, encontraban que era lo peor. Cuando estaban estudiando tenían un suplemento que se llamaba ‘Tócame la Zona’, pero finalmente terminaron trabajando con los mismos. Rafael Gumucio es más volátil, no estaba ni acá ni allá pero estaba en todas. Carolina Delpiano había sido diseñadora de la ‘Zona’. Al final todos van confluyendo”. Saavedra cuenta que para los directivos del canal este equipo era un dolor de cabeza. “Ellos sabían que se estaba haciendo un producto muy bueno, pero era lo más arriesgado que hay y a la vez les daba mucho prestigio tenerlos”. “Eran programas que siempre serán un problema para cualquier plana ejecutiva, porque ellos se salían un poco de las líneas de lo aceptable. La gente reclamaba, llamaban pidiendo que lo sacaran del aire. Sin embargo, aunque para Iván Valenzuela haya sido un dolor de cabeza, él fue siempre el apoyo que tuvimos y que tuvieron los muchachos de ese equipo de trabajo. Cada vez que Luis Ajenjo decía ‘no, esto no puede ir’, era Iván la voz mediadora”, cuenta Paula Recart. Valenzuela explica que desde el punto de vista de la ruptura, nunca se plantearon la idea de ser un canal trasgresor. “Lo que queríamos era hacer cosas distintas, pero no necesariamente andar ofendiendo a la gente y, efectivamente, ‘Gato por Liebre’ era un programa que muchas veces nos dejaba disconformes, porque ellos tenían poco control de sí mismos en vivo, entonces hacían muchas tonteras. Además era un equipo difícil para trabajar, porque ellos son difíciles, Ángel particularmente, por lo que me dejaron un poquito agotado”. Por esto los integrantes de “Gato por Liebre” se convirtieron en el equipo más conflictivo dentro de la estación. “Cuando haces un canal de televisión tienes que ponerle tanto esfuerzo y la responsabilidad es tan grande, que uno dice ‘yo no trabajo en una cosa de este nivel para que 101
algunas personas se den un gusto’ y ellos eran buenos para darse gustos”, explica Valenzuela. Sin embargo, el periodista reconoce que “Plan Z” y “El Factor Humano” eran buenos espacios. “Esos programas a nosotros nos representaban ciento por ciento. Estoy muy orgulloso de haber estado en un canal que trasmitía ‘Plan Z’ y ‘Factor Humano’, también hay cosas rescatables de ‘Gato por Liebre’, pues no se puede desconocer que era un buen programa”. Para Carlos Catalán, los miembros de “Gato por Liebre” eran mucho menos que los protagonistas de la Generación X de periodismo chileno. “Profesionalmente no tienen ese peso, porque hay un desfase muy grande entre sus aspiraciones y la concreción de sus ideas. Tienen un recurso bastante simple como es la trasgresión y la trasgresión fácil, que comienza a ser un gran negocio en una sociedad sedienta y excedida de no trasgresión. Claro que el discurso de ellos parece fresco en un primer momento, pero esas cosas pueden empobrecer mucho a una sociedad, porque te hacen vivir el espejismo de un debate maduro, serio y denso, que es lo que realmente necesitamos”. Catalán enfatiza que en lo cultural estas lógicas tan polares y fundacionales, son las más perversas que han afectado a Chile. “En una sociedad que está muy pobre culturalmente y que requiere esfuerzos serios y de complejidad y no recursos fáciles, este tipo de espacios no son una aporte cultural en el sentido profundo del término. Chile ha tenido un desarrollo económico espectacular, pero tiene un retraso cultural y educacional muy grande. Ese gran desfase se debería revertir y aprovechar para comprar la oportunidad que necesitamos y eso no se hace con ‘Gatos por Liebres’, ni el facilismo de un ‘The Clinic”.
El día que comenzaron las transmisiones, entre los trabajadores del canal se generó el mismo sentimiento de decepción que en los televidentes. “En el inicio, el proyecto salió, la verdad, mal. Era una mala copia de MTV, con problemas técnicos y otros”, recuerda Ángel Carcavilla, quien, no obstante, reconoce en la experimentación uno de los mayores aportes de la corta vida de “Rock & Pop”. Paula Recart, que en esa época vivía con Consuelo Saavedra, recuerda que pocos días antes de que saliera al aire la estación juvenil estaban viendo televisión juntas y comenzaron a comentar lo mala que era la señal de UCV televisión, comparándola con la supuesta excelencia global que tendría el canal “Rock and Pop”. “La señal de UCV Televisión se veía malísimo, la 102
escenografía era ‘rasca’, entonces le dije a Consuelo ‘¿Te imaginas la estación Rock and Pop fuera así?’ ‘Sería terrible’, me dijo ella. Porque parte de lo que vendía el canal a los avisadores era la vanguardia técnica, que la señal era impecable, además de un canal joven de calidad. Y cuando empezó tuvimos una sensación horrible porque algunas cosas salieron tan mal o peor que en los programas de UCV”. La mala acogida pública deterioró irremediablemente las relaciones entre Ajenjo y Forch. Ninguna de las partes fue lo suficientemente flexible como para tratar de enmendar lo hecho, por el contrario, esto provocó una crisis en noviembre de 1995, que desencadenó el rompimiento definitivo seis meses más tarde. Forch decidió vender su parte y la Compañía Chilena de Comunicaciones le compró, en febrero de 1996, la totalidad de las acciones del estudio “Visión” -la productora que realizaba los programas- y con ello dejó fuera a uno de los ideólogos del canal juvenil. Hasta hoy, las posiciones de ambos son irreconciliables. Luis Ajenjo tomó entonces la dirección del canal y se quedó con Iván Valenzuela como su mano derecha. Pocas semanas después, cinco de los programas de la parrilla original eran sacados del aire, entre ellos “Comprahuevos” -el espacio de “El Rumpi” con que partieron las transmisiones ese 16 de agosto de 1995-, y fusionó otros tres en un solo espacio. Con esas medidas, y con la aparición de espacios como “Gato por Liebre”, “Mira Quien Habla” y “Plaza Italia”, el canal comenzó a consolidarse en los hábitos televisivos de los chilenos, pero no así en las costumbres de los avisadores. Según Forch, el origen de las diferencias fue que para “Visión” la idea era hacer una estación joven que fuera financiable, mientras que para la dirección de “Rock and Pop” la meta era hacer un buen negocio de televisión con un toque joven. “La diferencia es grande, porque nosotros estábamos haciendo un medio que debía afiatarse en el tiempo, mientras que Ajenjo hizo un producto que estuvo en venta desde el primer día. Además, Luis olvida el mal manejo comercial que se hizo desde un principio, porque partió cobrando cinco o seis veces más de lo que debía, tanto o más que “Canal 13” por la transmisión de los ‘spots’ y eso ninguna estación puede resistirlo”. Para el director ejecutivo, Luis Ajenjo, una de las razones fundamentales del poco éxito, al principio, fue que la productora encargada de los programas hizo un trabajo deficiente, que no 103
prendió entre los jóvenes, por lo que fue difícil de remontar a continuación. El programa “Maldita Sea” fue uno de los productos de mayor rating del canal, ya que ganó un considerable público entre los fanáticos del cine de terror, las películas baratas y el cómic. Juan Andrés Salfate, animador del espacio, cree que el error principal de los ejecutivos fue no haber sabido escuchar a los propios realizadores de la estación y una notoria falta de visión empresarial. “Una vez pasamos un capítulo de ‘Dragon Ball Z’, adelantándonos a todo el fenómeno que es hoy. Iván Valenzuela nos llamó y nos preguntó qué clase de monos eran esos. Le contamos del éxito que tenía afuera y le sugerimos que comprara la serie. Pero él nos respondió con una de sus frases favoritas: ‘¿Cuántos estadios nacionales llena Dragón Ball Z?’. Me hubiese gustado contestarle ‘cuántos estadios nacionales llena El Diván’, programa que entonces él conducía, pero me mordí la lengua", dice el publicista. En los últimos meses de 1997 los ejecutivos del canal redujeron más aún la programación, insertando muchos programas envasados traídos del extranjero y de paso despidieron a varias personas, entre ellas a Alberto Fuguet. “Como ya estaba medio descolgado no me afectó mucho, porque soy muy malo para enfrentar los quiebres, entonces cuando veo que el asunto está malo me descuelgo”. En octubre de 1998, los ejecutivos de “Rock and Pop” anunciaron un vuelco radical en su programación y cancelaron la mitad de su producción televisiva. Un año más tarde el canal concluyó la historia del primer y único canal juvenil chileno. Esto sucedió luego de que se hiciera público el fracaso de la venta del canal -en un acuerdo estimado en US$ 17 millones- a través de una alianza entre la Compañía Chilena de Comunicaciones, el grupo venezolano Cisneros y el consorcio norteamericano Hicks, Muse, Tate & First. A raíz de la fallida transacción se procedió a despedir a 60 personas, en un ambiente de frialdad que para muchos afectados se contradecía con el espíritu original de un canal hecho por jóvenes, donde se suponía que todo iba a ser más relajado y transparente. Mucho se ha especulado acerca de las razones de este traspié. Desde que sus gestores pecaron de soberbia, hasta que el país no estaba preparado para un canal dirigido a un público específico, lo que hizo que tambaleara desde un principio. Sin embargo, un examen acucioso de su historia podrá constatar que detrás de este proyecto fallido hay una historia de defectos y virtudes humanas. 104
Para el subdirector del desaparecido canal, la experiencia fue atroz. “Nos equivocamos mucho, elegimos mal a los responsables, en fin, un desastre. Sinceramente lo pase muy mal todos esos años. Desde el punto de vista emocional, no tengo ningún recuerdo agradable, pero sí desde lo racional, sé que hicimos cosas muy buenas y salió gente súper buena de ahí”. Valenzuela explica que el error más imperdonable fue repetir las mismas equivocaciones del programa “Ene TV”. “En el canal había una cosa muy adolescente, parecida a lo que nos pasó en ‘Ene TV’, de despreciar la televisión que se hacía. Nosotros decíamos ‘la televisión es súper mala y nosotros vamos a hacer una cosa distinta porque vamos a poner gente hablando de las cosas que sabe’. Había algunas premisas que eran razonables, pero el desprecio por el público masivo es el principal error de todos”. Para Fuguet la equivocación fue haber puesto a demasiada gente parecida trabajando en un proyecto que debió haber sido más diverso y pluralista. “En la ‘Zona’ estaba bien ser homogéneo pero en la televisión es una exageración”. Jaime Sepúlveda opina que el canal fracasó porque le faltó profesionalismo. “Pensaron que con puras ganas iban a poder hacerlo y no habían profesionales que realmente supieran hacer televisión, porque una cosa es hacer un canal para jóvenes, hecho sólo por jóvenes, pero no sabían cómo se hacía, cómo se comercializaba, ni cómo debían estructurar los programas. Había mucho talento y muy buena ‘onda’, pero eso no bastó. Luego se generó un asunto muy autorreferencial, con poca autocrítica, lo cual les impidió readaptarse frente a los malos resultados”. “Era un grupo muy cerrado que se equivocó en muchas cosas. Todos eran del discurso de hacer las cosas con poca plata y despreciar el rating, que era una actitud inmadura, de creerse mucho el cuento ellos, porque cuando se acabó el canal definitivamente y nos invitaron a ‘Viva el Lunes’, ahí estaban todos fascinados preocupados de cuando los enfocaban y quien hablaba más y quien hablaba mejor y quien lo hacía de la forma más distinta y quien estaba en el rol protagónico de lo que fue ‘Rock and Pop”, enfatiza Maritxu Sangroniz, periodista y ex conductora del noticiario “El Pulso”. Según la profesional, el canal se acabó porque se lo comió el mercado. “La gente que estaba arriba -sobre Iván- no sabía de televisión, no supieron llevarlo bien y se asustaron muy pronto. Sólo les duró un par de meses la idea un canal para público joven. Creo que no 105
arriesgaron lo suficiente”.
Según la ex presidenta del Consejo Nacional de Televisión, Pilar Armanet, digan lo que digan el canal 2 construyó un factor de renovación de la pantalla chilena, por lo que la televisión es antes de “Rock and Pop” y después, pues esta emisora televisiva innovó con los jóvenes, en el humor y en la información.
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7.- La retirada generacional o la absorción por el sistema Podría tomarse el fin del canal “Rock and Pop” como el principio de la decadencia del fenómeno de la Generación X del periodismo chileno o más bien, a juicio de algunos, como la “entrega” de los protagonistas de este grupo al sistema tradicional de los medios en nuestro país. Pero, como hemos visto y profundizaremos, el hecho se vino gestando mucho antes por razones de intereses personales, por el avance en la edad y la vida de cada uno de los personajes y por la búsqueda de nuevos campos de desarrollo profesional. Todos coinciden en que, si bien su labor tuvo un tono muy generacional, siempre estuvieron dentro del sistema periodístico tradicional y que sus aportes, a modo de legado, si queremos así llamarlo, van más bien por el lado de la apertura de los medios a nuevas tendencias y formas de lenguaje, como también hacia la facilitación de nuevos espacios para otros periodistas jóvenes en los medios tradicionales. Según Alberto Fuguet, ellos fueron sin duda protagonistas y parte constituyente de una Generación X del periodismo chileno y, al igual que los X estadounidenses, no les gustaba ser clasificados. “Fuimos una generación postmoderna, sin concepto de generación, no como la gente del pedagógico de los ‘60 que sí ‘tenían la camiseta puesta’. Pero creo que sembramos muchas cosas para otra gente”. La periodista Consuelo Saavedra apunta que “hablar de revolución es muy ‘patudo’, menos para una generación ‘posmo’ como esta. Es haber sido ‘cara de palo’ no más. ‘Me están dando un espacio, me lo tomo y hago las cosas que hay que hacer bien’. Éramos gente muy trabajadora y eso fue fundamental. Siento que lo que se hizo fue un aporte al desarrollo de nuevos lenguajes más cercanos a los jóvenes, menos maqueteados, más cotidianos y menos formales. Nuestra generación hizo un aporte importante en eso. La revolución que en su minuto hizo la radio “Rock and Pop”, de volver a incorporar en el dial FM gente hablando, después de muchos años en que esta frecuencia tocó sólo música, fue una innovación increíble que ahora está en todas las emisoras”. Iván Valenzuela, responde afirmativamente al ser consultado respecto de si el grupo fue o no una generación. “En su momento lo fuimos. Con Alberto (Fuguet) hemos estado prácticamente en todas las cosas, en la ‘Zona de Contacto’, en la radio él estuvo sólo como 107
asesor, pero también escribió en la revista ‘Rock and Pop’ y estuvo en el canal. Con Felipe formamos parte de la ‘Zona de Contacto’. Consuelo estuvo en el canal y apoyó la producción de algunas cosas para la ‘Zona’. Hay una ligación entre la ‘Zona de Contacto’ y la radio, la revista y el canal ‘Rock and Pop’, hay un momento en que se crean esos medios, que son unos años particulares y que, a su vez, explican la necesidad de que esos espacios hubieran existido”. Felipe Bianchi también atribuye la irrupción y el aporte a un fenómeno netamente generacional, en el cual se aprovechó el descontento con lo que se hacía en el periodismo, al momento de la aparición del grupo en los medios de comunicación que apuntaban al segmento juvenil. “Sin duda hubo un recambio generacional, por edad, por todo, pero lo de nosotros fue más fuerte, porque los cambios son más fuertes cuando los que vienen están muy descontentos profesionalmente con lo que había y a nosotros nos tocó un poco eso”. Iván Valenzuela toma dos de los medios en que participó –radio y canal “Rock and Pop”para graficar el aporte del grupo. “Hicimos cosas muy buenas y salió gente muy buena de ahí. Marcelo Comparini maduró en el canal y se consolidó fuertemente; Consuelo Saavedra fue un súper hallazgo y Monserrat Álvarez también lo hizo muy bien. La radio ‘Rock and Pop’ ya tiene 8 años y tiene a José Miguel Villouta y a Sergio Lagos, gente que nosotros descubrimos y que pusimos en pantalla, les dimos confianza y ellos respondieron. Hubo muchos programas ‘choros’ y que aportaron. Y, de alguna forma, hoy la televisión es un poquito distinta a como era antes del canal y las radios FM nunca más van a ser como eran antes de la ‘Rock and Pop”. Bianchi expresa que como generación los unía la visión particular que poseían sobre el periodismo, además de los gustos cotidianos. Eso permitió que cada uno de los medios en los cuales participaron, tanto en su gestación, como en su permanencia, estuvieran ligados entre sí más allá de las personas. “Creíamos que el buen periodismo era una conexión hacia el exterior más fuerte, pero más sólido aún fue el gusto que compartíamos por la cultura ‘pop’, o sea, en cine, música y literatura. Por eso nos etiquetaron de ‘light’. Lo nuestro soltó eslabones que estaban súper conectados. Es imposible pensar en la radio ‘Rock and Pop’ sin un ambiente donde se podía leer la ‘Zona de Contacto’, a tal punto que creo que son distintas etapas dentro de un mismo proceso, porque la gente que hizo todas esas cosas es la misma. Teníamos, además, muy buena información, porque cinco años después, MTV, ‘Los Simpson’ y todas esas cosas de las que 108
nadie sabía, pero nosotros creíamos importantes, salían en todos los diarios y no sólo en la ‘Zona”. Juan Carlos Maya, quien trabajaba en la sección de Espectáculos del diario “La Tercera” en la época de mayor apogeo de la “Zona de Contacto”, opina que lo que hizo este grupo de jóvenes periodistas, si bien responde a algo cíclico, supieron hacerlo bastante bien cuando les correspondió. “A veces los medios se orientan hacia un sector definido o un público definido y hay generaciones que tienen que tomar la bandera y ellos lo hicieron. Marcaron pautas y tomaron la avanzada de las cosas y se destacaron. Abrieron las puertas a otros que venían detrás y supieron aprovechar muy bien su momento. Además, crearon un lenguaje y formas de hablar”. Para el periodista Sergio Molleda, pese a que la “Zona de Contacto” no era leída por un grupo amplio de jóvenes, quienes la hicieron marcaron una pauta y plantearon una alternativa de periodismo. “Por eso llamaron la atención. Salieron del esquema típico, pero eso al final se agotó. El mejor ejemplo fue lo que sucedió con Iván Valenzuela en la radio ‘Rock and Pop’. Cuando apareció hizo algo distinto a lo que se hacía en las emisoras FM hasta ese minuto, todos los jóvenes lo escuchábamos y su estilo marcó mucho, pero cuando todos empezaron a hacer lo mismo en las otras radios, el estilo ya no llamó la atención”.
Consuelo Saavedra tiene claro su aporte al medio, sobre todo en el campo televisivo. “Plantarse a hacer una entrevista y hacerla no más y hacerla bien, y sacarme la mugre estudiando un tema, era fuerte para alguien con mi edad. Nadie tenía 25 años y entrevistaba a Frei y yo lo hice. Hoy está lleno de reporteros que tienen 25 años y que también entrevistan a Frei. En cierta forma me siento responsable de haber plantado una semilla para cosas que son posibles hoy y que quizás no lo hubieran sido si ‘Rock and Pop’ no me hubiese dado la posibilidad de ser una mujer joven haciendo entrevistas políticas y buenas entrevistas, porque aunque no las viera nadie, todos iban al programa. Eso permitió que después Silvia Carrasco pudiera ser una conductora del estilo que es o que pongan a Margarita Hantke en ‘Medianoche’, que ocupó mi lugar cuando me fui. Son cosas chicas, que se van transformando en cosas normales”. La periodista expresa que la posibilidad de poder plantarse frente al mundo de los adultos desde una perspectiva juvenil, pero sin dejar atrás el sentido periodístico, le permitió en su minuto tomar ciertas ventajas y regalías que fueron quedando en el estilo que se traspasó a los 109
medios. “En el canal ‘Rock and Pop’ yo tuteaba a los entrevistados que no eran ministros o personas con cargos, porque encontraba que era mucho más natural tutear que decir ‘usted’. Sé que son detalles, pero mucha gente se fijaba en eso. En ese sentido, esta es una generación que dice: ‘Okey, ahora somos todos más o menos iguales, podemos intercambiar puntos de vista, podemos conversar sin que yo te tenga que mirar hacia arriba”. Para la periodista Maritxu Sangroniz actual conductora del noticiario central del canal Megavisión, Consuelo Saavedra marcó con su estilo. “Con ‘Mira quien habla’ ella impuso una pauta que fue la antesala de ‘Medianoche’ y, sin duda, fue un aporte, porque al verla las periodistas más jóvenes dijimos: ‘¡Oh! podemos llegar a hacer cosas a corto plazo, no necesitamos tener más de 55 años para consagrarnos como profesionales”.
En torno a la decadencia o desvanecimiento del fenómeno, Saavedra afirma que el hecho de trabajar junto a un grupo humano tan diverso, pero con intereses similares, como también el crecimiento personal, fueron conspirando contra la mantención del grupo con el paso de los años. “Hay períodos muy intensos en la vida y el mismo hecho de ser un grupo humano hace que pasen muchas cosas. En mi caso, por ejemplo, me casé con Felipe (Bianchi) y ahora estamos separados, no estamos peleados ni nada, pero no me metería a trabajar mañana con él en algo. Además, uno va creciendo y se va metiendo en otros proyectos, en otras cosas, va asumiendo otras responsabilidades, deja en cierta forma de ser obrero. No se puede pedir a un fenómeno que dure más de seis años. Además, pasó por todas sus etapas, por todos sus medios y después empieza a decantar y va dejando semillas de las que salen otras cosas similares”. Para la ex editora del canal “Rock and Pop” Claudia Iglesias, el decaimiento de la fuerza que tuvieron los proyectos en que se involucraron estos jóvenes profesionales, responde, simplemente a la Ley de la fuerza de gravedad. “Todo lo que sube tiene que bajar. Y luego todo lo que baja tiene que subir. En un momento están de capa caída, luego habrá otro programa en que tiren para arriba. Probablemente, Iván Valenzuela se va a meter en otro proyecto, que al cabo de un par de años va a ser exitoso y van a coincidir en que están todos de nuevo en el plano del éxito. Es una cuestión cíclica, no creo que sea un proceso tan determinado y determinista”.
El filósofo José Ortega y Gasset explica que después del auge viene una lenta retirada 110
generacional y el caso de este grupo no fue la excepción, consecuencia que, según Alberto Fuguet, se debe a que empezaron a buscar otros horizontes y otros desarrollos. “Es natural que ocurra pero no es un problema de edad. Es un asunto de buscar otras cosas y es algo que siempre ha ocurrido en la historia del mundo, pero en todos hay un espíritu de seguir haciendo y creando nuevas cosas. Personalmente, siento que mi tiempo no se ha acabado”. Como bien relata el ex conductor de noticias del canal “Rock and Pop”, Juan Manuel Astorga, todos siguieron caminos muy distintos. “Mientras Iván era una cara muy conocida, dejó de serlo, para transformarse en una persona conocida a nivel de los medios de comunicación, como alguien que maneja muy bien el poder y que es capaz de dirigir equipos; Alberto Fuguet, como alguien que nunca se fue por el lado del periodismo tradicional, sino que por el lado del periodismo literario; Felipe Bianchi, como el par de Iván, pero desconocido para la masa porque nunca fue un tipo mediático. Por último, Consuelo Saavedra, que hoy no tiene responsabilidades editoriales, las dejó cuando renunció a ser editora de ‘El Pulso’ y ahora es sólo conductora, pero una gran conductora”. La “entrega” al sistema Consuelo Saavedra la descarta, pues a su juicio su generación siempre estuvo dentro de él, primero al amparo de “El Mercurio” y luego con radio “Cooperativa” y la Compañía Chilena de Comunicaciones. “Hubo una adecuación al sistema, porque trabajar en televisión por muy ‘seudo-alternativo’ que haya sido el canal, es estar dentro del sistema, la radio es el sistema, cualquier medio de comunicación es el sistema. La ‘Zona de Contacto’ estaba dentro de ‘El Mercurio”. Según Astorga, la gente que critica el sistema, termina haciendo justamente lo que rechaza. “Felipe Bianchi siempre criticó la vida social e ironizaba al respecto en la ‘Zona’ y hoy siempre aparece en páginas así. Iván lo criticaba de una forma más lúdica, y Consuelo renegaba del periodismo formal hasta que se fue a ‘Medianoche’ y allí se dio cuenta de que esa era su gran virtud y en el caso de Fuguet, él siempre ha estado en la vereda del frente”. La editora periodística Claudia Iglesias reafirma la idea de que ellos nunca fueron alternativos. “Cuando das el paso siguiente, todo al principio aparece como si fuera alternativo porque no estás acostumbrado, pero no lo es. Acá se habla mucho de lo alternativo en la prensa y en el cine, pero se trata simplemente de saber hacer algo bien que no se hacía acá en Chile. Era lo que venía, era una secuencia lógica. El sistema necesitaba aire fresco y ellos fueron el aire 111
fresco, el paso que venía, lo que tenías que hacer”. Maritxu Sangroniz tampoco piensa que hayan sido realmente trasgresores. “Se trataba más bien de uno discurso trasgresor y además, el periodismo iba para allá. Coincidió porque eso iba a pasar independientemente de ellos. Lo encabezaron porque justo se abrió ‘Rock and Pop’ y ellos llegaron ahí por ‘pituto’, por amistad, porque se conocían de la universidad, porque ‘yo vengo de acá’ o porque ‘yo pololeo con éste’. Eso es cierto y no les quita mérito, pero tampoco los eleva a una categoría de pioneros, porque coincidió con que iba a haber un recambio y ese recambio lo encabezan ciertos grupos. En este caso fue este grupo”. Felipe Bianchi atribuye el desvanecimiento del fenómeno a las condiciones sociales y al crecimiento de cada uno de los componentes del grupo. “Nuestra generación creció y lógicamente cada uno se fue a otras cosas, el problema es que se disolvió esa y no vino detrás otro grupo de periodistas como nosotros. Se diluyó a tal punto que los que quisieron hacer cosas están en cargos importantes en medios grandes. En el fondo, nuestra generación se tomó los medios: la radio más importante de Chile la maneja Iván Valenzuela; a Alberto (Fuguet) le ha ido increíble con la literatura, hace clases en Estados Unidos, es palabra respetada en toda Latinoamérica y está metido editorialmente en proyectos muy fuertes; a Consuelo le fue increíble en la televisión y yo tengo cosas importantísimas en el diario”. La ex editora de suplementos de “El Mercurio” y gestora de la “Zona de Contacto”, María Olga Delpiano, describe casi como un tobogán la aparición del fenómeno y su posterior decaimiento desde la perspectiva del suplemento juvenil. “El gran éxito de la ‘Zona’ en un principio fue porque tocó temas que nunca se habían tocados. Todo lo que hiciéramos era novedoso, por lo que además de tener calidad había novedad y eso era impagable. Con el tiempo ya deja de ser una novedad, porque después sale una revista que habla de los jóvenes y todas las radios se ponen a imitar lo que hacía la emisora ‘Rock and Pop’, porque uno de los grandes aportes que hizo la ‘Zona’ fue el lenguaje. Empezar a escribir cómo hablamos, rescatar el lenguaje de la calle, que fue una cosa completamente distinta que nunca un diario lo había hecho. Pero después las radios empezaron a hablar en el lenguaje de la calle también, además en las FM no se hablaba y menos de temas jóvenes. Ahora es mucho más difícil hacer una ‘Zona de Contacto’ tan atractiva como lo fue a sus comienzos, donde era ‘pan comido’ y cualquier cosa que hiciéramos era espectacular porque nunca se había hecho”. 112
En el plano televisivo y periodístico Consuelo Saavedra destaca dos aportes: el asunto estético y la forma de abordar los temas desde el punto de vista del lenguaje y la cotidianeidad. “Había acartonamiento en el lenguaje y temas que no estaban presentes, sobre todo en la televisión, o que estaban presentes de manera muy ceremoniosa. Si se hablaba de los ‘punks’, tenía que hacerlo ‘Informe Especial’. No estaba la cotidianeidad presente. Había un lenguaje televisivo muy tradicional, con un trabajo de edición poco refinado, esas eran las cosas que intentábamos mejorar ya desde el programa ‘Ene TV’. Trabajar bien el montaje, el guión, mucha reunión de pauta. En cuanto a los contenidos, no era que faltaran pero en el ámbito juvenil estos eran tratados de modo muy rimbombante y en un lenguaje muy formal en lo audiovisual. Eso es lo que fue cambiando este grupo, primero en la prensa escrita, con la ‘Zona’, después con la radio y después en la televisión”. Jaime Sepúlveda, ex editor del programa “Ene TV” señala, desde su posición imparcial y fuera del grupo que motiva el estudio, que esta generación fue todo un aporte y hace especial mención al programa de Televisión Nacional. “Sin duda que Iván (Valenzuela) con el proyecto ‘Rock and Pop’ fue el que dejó más huella. Ese fue un fenómeno como radio y como televisión. Fue, sin duda, algo estudiable, que vale la pena revisar siempre y tomarlo como referencia. Dentro de las individualidades, Alberto Fuguet por ejemplo, viene a cambiar la literatura chilena y su aporte en el periodismo escrito fue importante y de ahí salieron muchísimos ‘fuguetitos’ chicos para los cuales él era su ídolo. Bianchi en su nivel, en el deporte y donde se desempeñó y, por supuesto, como precursor de la ‘Zona de Contacto’. Ellos han sido líderes y han abierto espacios. Tuvieron talento, profesionalismo y mucho ingenio y creatividad. Se relacionaron muy bien con el poder. Ellos entraron y el poder les creyó. Y sin desmerecer al programa ‘Ene TV’ que también abrió espacios. Aunque desapareció en la historia de la televisión, igual aportó en lo audiovisual, en la temática juvenil y cambió la formalidad”. Para Consuelo Saavedra el grupo dejó un gran aporte “por haber sacudido un poco las estructuras formales. Pero hablar de legado es muy ambicioso. No dimos paso a un nuevo periodismo, sino que fue una renovación lógica”. La periodista Claudia Iglesias apoya la idea de la renovación, pero es enfática al señalar que el grupo no dejó nada. “Creo que los procesos son lo que son. Nadie hizo nada nuevo, simplemente supieron hacer muy bien un cambio que venía y les tocó estar en la ‘cresta de la 113
ola’. Pongámoslo de otra manera: en estos momentos en Chile no se hace periodismo del corazón, se intenta hacer una nota que sale por aquí o el ‘Tevegrama’ que sale por allá, pero no hay un área del periodismo del corazón como se hace en España, México o Argentina. En el momento en que un canal decida hacer un programa que sea de periodismo del corazón neto y que pongan a una conductora o un conductor que lo sepa hacer bien, va a ser un bombazo y van a pensar que esa persona fue el súper astro innovador”. Astorga coincide con la periodista en que a estos profesionales les correspondió trabajar en el medio preciso y en el lugar adecuado, pero él cree que la labor del grupo, en especial de los que trabajaron en la estación televisiva, sí dejó una contribución al escenario de los medios en Chile. “El canal ‘Rock and Pop’, pese a durar nada más que tres años, dejó un gran aporte a la televisión nacional y eso no lo puede decir ningún medio en nuestro país que yo al menos recuerde. Influyó en que hoy todos sus rostros están bien ubicados en los medios de comunicación y eso es sólo mérito de un trabajo bien hecho, aunque no lo reconocieron ni las agencias de publicidad, ni los auspiciadores en su momento”. El periodista y docente Abraham Santibáñez destaca el cambio en el lenguaje que impulsaron los miembros y en especial los protagonistas de la Generación X del periodismo chileno. “No es mi tipo de radio escuchar la ‘Rock and Pop’, ni en particular ver el canal de televisión que tuvieron, pero sí veo todo resumido en una persona muy concreta que es Consuelo Saavedra y veo, además, que el grupo que había en el ‘Wikén’ se va, forma la ‘Zona de Contacto’ y, sin embargo, deja una herencia que hasta hoy existe y que es una manera distinta de enfrentar el periodismo. Me llama la atención y me preocupa mucho el asunto del lenguaje pero veo que este grupo tiene una manera de comunicarse mucho más universal. Entonces, su gran mérito fue el asunto del lenguaje tanto hablado como escrito: una forma libre, escribir como se habla pero sin excesos, pero además, reflejar y hablar como se le habla a una persona de la misma edad”. Para Claudia Iglesias lo que pasó con este grupo fue muy simple: “Son personas que hicieron muy bien lo que les toco hacer en los respectivos medios en que estaban y que, afortunadamente, tuvieron las luces del escenario sobre ellos en esos momentos. Si alguien hiciera algo parecido ahora no sé si captaría tanto la atención”. La periodista recalca la importancia del marketing que ellos mismos generaban a su 114
alrededor. “Estaban en todos los medios y tenían a los medios sobre ellos. Era un círculo que se retroalimentaba. En la radio ‘Rock and Pop’ comentaban el programa que se hacía en el canal y en la ‘Zona de Contacto’ escribían que ‘¡Tenías! que ver el canal o escuchar el programa de la radio’. Tenían una visibilidad bastante más vanguardista que otros grupos de amigos periodistas que están en otros medios y que son igualmente amigos e igualmente influyentes, pero que no tienen esa notoriedad porque no van a la inauguración o al lanzamiento de la radio ‘Rock and Pop’ y no salen en la revista ‘Paula’ en el lanzamiento de la radio. No lo encuentro criticable, pero ellos trabajaban mucho en eso. Entonces van adquiriendo una visibilidad que te hace pensar que son las únicas personas que están haciendo esto y no necesariamente es así. Sin embargo, conjugaban muy bien las cosas. La prensa colaboró muchísimo a esto.” “Ellos se encargaron de publicitar muy bien lo que ellos mismos hacían, pero en términos publicitarios funcionó más como una promoción personal que como una propaganda de los medios en que trabajaban, porque si hubiese sido un marketing multimedial la revista ‘Rock and Pop’ no hubiera desaparecido y el canal habría funcionado como funcionó la radio. Eso no funcionó nunca como un holding multimedia, pero ellos sí se manejaron muy bien”, opina Astorga. Felipe Bianchi cree que se dio una renovación lógica en el periodismo nacional. “Hicimos lo que hicimos en el momento justo. Al final siempre he pensado que a quienes les hubiera tocado habrían hecho lo mismo. Hay algunas otras generaciones a las cuales les resulta y otras a las cuales no.” Sin embargo, Alberto Fuguet destaca que su aporte sirvió para remecer ciertas estructuras. “Hicimos que la gente fuera menos complaciente, que los medios no se guiaran sólo por lo que ellos pensaban, se abrieron ideas y un mundo inexplorado por los contenidos tradicionales. Miro con nostalgia a la ‘Zona de Contacto’ porque que fue a todas luces un aporte en contenidos, en lenguaje y en muchas otras cosas. Por ejemplo, el ‘Artes y Letras’ ha cambiado. Se habla de nuevas tendencias y no sólo de ópera. Se entrevista a escritores tan trasgresores como Jaime Bayly y a artistas que hacen cosas distintas. Es un cuerpo de ‘El Mercurio’ que está sacando su antena y viendo de otro modo las cosas. En cierta forma, nosotros fuimos el enemigo y el enemigo triunfó, porque logró dejar una huella, logró penetrar en las estructuras”. 115
8.- Conclusiones A lo largo de esta investigación se ha podido apreciar como un grupo de jóvenes periodistas a principios de los ‘90 abrió nuevos espacios en los medios de comunicación orientados hacia el público juvenil. Si bien esta historia tuvo tantos aciertos como errores y su aparición corresponde a un recambio generacional lógico, no se puede desconocer su particular aporte al periodismo chileno de los últimos años. A diferencia de otros colectivos humanos como la generación del ‘60, que estaba conformada por personas con intereses colectivos y sociales, estos profesionales se constituyeron como un grupo de individualidades, sin preocupaciones de carácter masificante. Sin embargo, nos hemos atrevido a decir que conformaron una generación en el sentido específico del término, debido a varias características que los unían, tales como: una sensibilidad y una forma de ver el mundo en común, producto de vivencias coincidentes. Esta sensibilidad generacional fue develándose a lo largo del estudio a través de los relatos de cuatro miembros del grupo: Felipe Bianchi, Alberto Fuguet, Consuelo Saavedra e Iván Valenzuela, que han sido considerados como protagonistas, pues según el filósofo José Ortega y Gasset cuando se presenta una generación en el sentido específico del término existen ciertos individuos que por diversos motivos, tales como un desempeño sobresaliente o una labor de importancia, se destacan por sobre los otros miembros de un grupo humano específico o acotado. Este es el caso de estos personajes. El escenario que presentaba el mundo occidental cuando estos periodistas comenzaron a ejercer la profesión los marcó profundamente, porque son hijos de un mundo altamente globalizado, hecho que potenciaron al hacer de la información extranjera, referente a la cultura popular urbana, un bien fundamental.
Para comprender su labor, ha sido relevante entender la importancia social que fueron adquiriendo los jóvenes en el mundo desde la segunda mitad del siglo XX. Como hemos visto, según el historiador inglés Eric Hobsbawm, tras la Segunda Guerra Mundial y en medio del vértigo con que se sucedieron los avances tecnológicos y el desarrollo económico y social, los jóvenes se fueron transformando en una fuerza que llevó las banderas de la revolución cultural de la centuria pasada, fenómeno que fue muy bien aprovechado por los 116
fabricantes de bienes de consumo. Otro aspecto importante del contexto internacional, al momento que estos profesionales comenzaban a incursionar en los medios de comunicación, es el fenómeno denominado “Generación X” en el mundo occidental. Al profundizar en la génesis de este concepto se ha observado que, a pesar de las diferencias, estos periodistas tienen algunos denominadores comunes con los X estadounidenses, por lo que el apelativo “Generación X del periodismo chileno” no es del todo un antojo popular. Algunos aspectos generales que permiten sostener esta afirmación son: que estos profesionales formaron parte de una juventud tan heterogénea que resulta difícil definir; sus intereses son más individuales que colectivos; comparten gustos referentes a la cultura popular urbana y su mundo está marcado por la globalización. Esta idea se ve fortalecida si se toma en cuenta que las tendencias originadas en el país del Norte fueron importadas -a través del cine, la música y la moda- y nacionalizadas, según las diversas idiosincrasias nacionales latinoamericanas, gracias a la publicidad y a los medios de comunicación.
Esta generación de periodistas forjó un espíritu crítico que sus integrantes fueron incubando en los años del régimen militar, mientras se formaban profesionalmente en las universidades, lo cual les permitió ver que la información iba más allá de la política, la economía y los deportes. Sin ser apolíticos vivieron un proceso de desvinculación de la actividad política contingente, sin dejar esos contenidos, pero pasándolos a un plano más bien secundario, aprovechando al máximo la apertura de los medios postrégimen militar. Los diferentes espacios mediales en que los periodistas de esta generación participaron – el programa “Ene TV”, el suplemento “Zona de Contacto”, la radio, revista y canal “Rock and Pop”- estaban ligados y contaron con uno o varios de los protagonistas de este grupo profesional en cargos de importancia. Fueron, en definitiva, distintas etapas de un mismo proceso. Uno de los aspectos más controvertidos de este estudio ha sido si estos profesionales fueron transgresores, punto en el cual cabe decir que si hubo algún tipo de transgresión esta fue más de forma que de fondo, pues aunque quebraron algunos esquemas en el modo de decir las 117
cosas, no fueron rupturistas ni revolucionarios en torno a los temas, sino solamente propusieron un cambio en el eje de la entrega informativa, al poner su cotidianeidad y la cultura popular urbana como aspectos centrales de sus contenidos. Además, siempre estuvieron dentro del sistema periodístico nacional, por lo que se pudo innovar en algunos aspectos, pero en ningún caso romper todas las estructuras. Ya sea en la forma o en el fondo, no se puede desconocer que esta generación de periodistas dejó algunas marcas en los distintos formatos en los cuales incursionaron, pero principalmente en las radios de la frecuencia modulada. Esos aportes sobrevivieron y continúan “haciendo ruido” en la prensa escrita, el dial FM y en la televisión. Especial importancia tiene la innovación que hicieron en el campo del lenguaje; tomaron el léxico de la calle –no el vulgar ni el “coa” (vocabulario del lúmpen)- para dirigirse a los jóvenes como sus pares, intercambio que propone una apertura y una condición de igualdad frente al público. Se habla como se escucha, con los resguardos pertinentes y a la altura de los medios, pero también se escribe como se habla. El cambio que vivieron las radios del dial FM que apuntaban al segmento juvenil persiste hasta hoy. La emisora “Rock and Pop” fue precursora de un nuevo estilo de habla, que obligó a las empresas de la competencia a reformular su programación y a volver a incorporar a gente hablando, después de muchos años en que esa frecuencia tocó sólo música.
Volviendo al ámbito de los contenidos, hemos visto que estos profesionales integraron su cotidianeidad como un aspecto central, convirtiendo el diario vivir y la experiencia individual en temas dignos de ser abordados por los medios. Además, se preocuparon por desarrollar en forma seria aspectos de la cultura popular-medial como la música, el cine, la televisión, la literatura, el comic y los dibujos animados que, según ellos, no estaban siendo tratados con profundidad y que eran muy interesantes para su público objetivo.
Como los protagonistas de este grupo argumentan, su irrupción y lo novedoso que resultó su quehacer, respondió a un recambio generacional lógico que se dio en medio de una coyuntura nacional, como fue el paso del régimen militar –época en la cual se practicaba un periodismo más político y hasta combativo en ciertos casos- a la democracia, donde esta generación supo 118
aprovechar el retorno de la libertad de expresión a nuestro país. También tuvieron la capacidad de incorporar a su quehacer el fenómeno de la globalización y las nuevas tecnologías, redescubriendo y revalorizando la información de los medios extranjeros de su interés como un elemento muy importante. De esta forma, se transformaron en un puente entre las tendencias mundiales en el cine, la moda, la literatura, la música y otras expresiones, y los jóvenes a los cuales se dirigían utilizando el lenguaje propio de este grupo objetivo.
Otro aspecto que vale la pena destacar, es que estos profesionales abrieron caminos para otros periodistas jóvenes en los medios de comunicación, lo que viene a reafirmar la idea de la renovación generacional.
Los periodistas de la Generación X en Chile fueron impulsores de un estilo, que permitió abordar los hechos noticiosos con un mayor desenfado, sin tanta rigidez, y renovar ciertos espacios abriéndolos a nuevas tendencias, como por ejemplo el cuerpo de “Artes y Letras” del diario “El Mercurio”, que hoy no sólo abarca aspectos de la “alta cultura”, sino que le da cabida a temas provenientes de la cultura popular. Sin embargo, el factor novedoso del quehacer de estos periodistas se agotó, en primer lugar, porque en muchos medios se comenzó a imitar lo que ellos hacían y, en segundo término, porque uno de los ingredientes básicos de su identidad generacional estaba ligado a la cultura juvenil y a realizar productos mediales dirigidos a los jóvenes y llegó un momento en que estos profesionales se transformaron en adultos y sintieron la necesidad de abocarse a otros públicos. Esto es lo que Ortega y Gasset llama la lenta retirada generacional.
Finalmente, es posible decir que esta investigación realiza un aporte al describir uno de los últimos capítulos del acontecer de los medios de comunicación nacionales, pero además, deja el camino abierto para futuros estudios sobre la actividad periodística actual, al exponer tangencialmente temas que podrían ser profundizados tales como el contexto mediático, la importancia de la cultura medial en la sociedad, los cambios en la segmentación de los públicos de los medios de comunicación, la importancia de los énfasis culturales y, por último, la importancia de la juventud en la sociedad chilena actual. 119
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- Maya, Juan Carlos: Periodista y ex redactor de la sección de Espectáculos del diario “La Tercera”. Lugar: Red Televisiva Megavisión. Santiago, Chile. Fecha: 10 de febrero de 2001. - Molleda Sergio: Periodista y ex redactor del suplemento “La Escalera” del diario “La Tercera”. Lugar: Red Televisiva Megavisión. Santiago, Chile. Fecha: 5 de febrero de 2001.
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- Recart, Paula: Periodista y directora de revista “Paula”. Ex editora de programas del canal “Rock and Pop”. Lugar: Revista “Paula”. Santiago, Chile. Fecha: 17 de diciembre de 2000.
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