Luego de leer el libro “Pa’ que se acabe la Vaina” de William Ospina me he puesto a analizar sobre la situación de mi país “Colombia”, y puedo observar que en el
libro se realiza un tipo de diálogo entre Colombia y el mundo; un país que lo ha consumido el subdesarrollo, y ha tenido todo para ser una nación poderosa, sin embargo su mentalidad de pobreza, el mal manejo de los dirigentes y el silencio de sus ciudadanos no se lo ha permitido.
Nos hemos dedicado por muchísimos años a quejarnos, pero no hacemos nada por cambiar la situación. Pareciera estar en la época de la colonia, los políticos abusando del poder como hacían aquellos gobernantes, porque sabían que esta tierra no les pertenecía, y el pueblo se dejaba, pensaban no ser dueños de ella. Debemos cambiar colectivamente la manera de pensar, creer y sentir que esta tierra nos pertenece, reclamar colectivamente nuestros derechos y no marchar o protestar porque algún grupo minoritario minoritar io nos lo pide, a causa de los intereses muy particulares que nos ocultan.
Cuando se refiere al actual proceso de paz, lo entiende como algo que se viene dando desde hace mucho tiempo, y no por voluntad de algún sector, o de algunos intereses particulares. Sino, por la necesidad del cambio de una sociedad cansada de la manipulación dada por los tradicionales poderes públicos. La participación de la academia ha sido esencial en estos procesos. Hace alusión a la unión de los distintos campos del conocimiento, antes enfrentados por la manipulación de sectores políticos; con el tradicional discurso de que solo los partidos políticos pueden hacer política.
Ospina demuestra con suficiencia que, frente al empeño por invisibilizar y excluir la realidad de Colombia, fue el arte, la literatura, la poesía, la música y, los movimientos populares, los que se encargaron, desde abajo y a contracorriente, de ir descubriendo lo que las élites se esforzaban en ocultar, reconocer y dignificar.
Llama la atención, al decir que el pueblo se siente más cómodo culpando a los políticos y a los ricos de sus propios desastres en vez de tomarse el trabajo de evaluar sus propias responsabilidades, ¿acaso el pueblo estaría dispuesto a asumir la culpa por el estado actual de las cosas y se atrevería a reflexionar si la ética es también un problema personal?
En conclusión, el autor en pocos rasgos, hace un viaje por la historia de Colombia, desde sus inicios hasta llegar casi a su destrucción. Muestra el autor cada fase de evolución de la sociedad colombiana, haciendo alusión a su degradación, con la participación de intereses egoístas de unos pocos influenciados por corrientes imperialistas, llenas de mezquindad y odio por el propio territorio y la propia raza.
Entonces me atrevería a decir que para darle sentido al grito musical de Emiliano Zuleta y que le dio nombre al libro, se debe lograr el diálogo en el país, permitir que toda verdad sea dicha, salir de la mentira, del silencio, polemizar sin matarnos y salir del encierro en una verdad ajena, solo as í podremos asegurar que “algo está cambiando en Colombia”.
