Las hikam de Ibn Ata Allah
Introducción Las hikam son una serie de aforismos y sentencias que contienen una enseñanza de forma sintética. Han sido, en muchas tradiciones, una forma de transmisión de sabiduría, de conocimiento, en muy distintos medios, no solo el espiritual o religioso. En lo que se refiere a la religión y la espiritualidad islámica, han sido un medio de transmisión importante, pero también han sido un instrumento para despertar la meditación del discípulo sobre determinadas enseñanzas, principios o cuestiones del camino. Ibn Ata Allah, comúnmente conocido por su patronímico al-Iskandari, el de Alejandría (m. El Cario, 1309) fue el autor de las que aquí se presentan, y quizás sean de las más famosas y las más comentadas, si bien no han sido las únicas. Como señala Paul Nwiya en la introducción de su edición árabe y traducción de estas sentencias, el género de las hikam tenía ya una interesante historia, si bien éstas fueron las que llegaron a alcanzar más fama. Esto puede ser debido a varias razones. Como todos parecen destacar, la forma concisa y sintética de transmitir las enseñanzas es una de ellas. También lo es que para ello hiciese uso de un lenguaje sencillo, pero a la vez técnico, fuera de la máximas extáticas anteriores (shatahat) que evitó las críticas que otros autores anteriores habían recibido. Por otro lado, su lenguaje y su retórica son uno de los ejemplos más elaborados del genio de la lengua árabe. Tanto es así, que alguien llegó a decir que, si se permitiese recitar algo en la oración diferente del Corán, esto serían las hikam de Ibn Ata Allah. Pero en lo que nos interesa, puesto que en nuestra traducción no vamos a poder transportar el elemento estético, ni muchas de las sutilezas y giros que usa en su lenguaje, es la importancia de la enseñanza que contienen. Tanto es así que podemos decir que sin duda estas han sido las hikam más comentadas del sufismo. Desde muy temprano se escribieron libros de comentario y el propio autor, en algunas de sus obras ya hace un comentario de ellas. Uno de los comentarios tempranos más conocidos, sin embargo, es el de Ibn Abbad de Ronda (m. Fez 1390), comúnmente conocido como Sharj al-Hikam o Tanbih al-mawahib. Este es el comentario que hemos usado de consulta y apoyo para realizar este trabajo. Es un comentario muy rico en detalles, no solo sobre la enseñanza en concreto, sino que aporta muchas fuentes tradicionales con ejemplos, anécdotas, tanto de los manuales sufíes antiguos como historias de sus contemporáneas. También hace numerosas referencias a otra obras de Ibn Ata Allah, como el Lataif al-Minan o el Tanwir. Es un comentario tan completo que señala Nwiya en su estudio, que de igual manera que Ibn Ata Allah es el que sistematizó y le dio su propia entidad a las las enseñanzas de la shadhiliyya, Ibn
Abbad, con su comentario, es el que promovió la shadhiliyya en el Magreb y le dió un corpus y una identidad completa, aunque no figure en ninguna de las lineas iniciáticas. Es verdad que después hubo comentarios muy extensos e importantes, como el de Ahmad Zarruq, o el de Ibn Ayiba, pero siempre, de alguna manera u otra, se basaron en el de Ibn Abbad. En nuestro caso, el inicio del estudio de estas hikam comenzó como ha ocurrido durante siglos. El shayj Mahmud Abu-l-Huda nos introdujo en su estudio, y nos aportó algunas claves. Tras ello sidi Yahya nos animó a continuar con su estudio y hacer una traducción personal para que sirviese como soporte a la meditación. Y un tiempo después tuve la oportunidad de acudir a la lectura con sidi Muhammad al-Kasbi de una parte del comentario de Ibn Abbad a las hikam, lo que me animó a seguir leyéndolas. Así comenzó esta traducción. Como base he usado la edición árabe ya citada de Nwiya. También, en las ocasiones en las que el significado no estaba claro o tenía dudas, he recurrido a su traducción y a sus comentarios basados en Ibn Abbad. En otras ocasiones he recurrido a la traducción de Ali Laraki. Y cuando me he familiarizado más con el texto y el árabe, he recurrido directamente al comentario de Ibn Abbad. En algunas ocasiones lo hemos citado, pero la idea no es traducir su comentario, ni tan siquiera es el de componer un comentario de las hikam, lo cuál está por encima de mis posibilidades. El objetivo es, sobre todo, explorar las hikam a través del esfuerzo de la traducción, que siempre tiene algo de interpretación, y desarrollar algunos puntos que se presentaban o se prestaban a ellos, para profundizar en sus significados, sus enseñanzas y claves, sobre todo con la idea en mente de que sea algo práctico. ¿Y cuál es ese objetivo práctico? Pues el que ha tenido siempre: meditar para aprender, para reflexionar en los signos que Dios ha dispuesto en los cielos y la Tierra y en nosotros mismos. Estas hikam se plantean como ventanas por las cuales contemplar, ofrecen una perspectiva, una visión, que nos permite ver lo que hay al otro lado. Y por lo tanto me planteo este trabajo como una manera de hacerlo accesible para otros que, como un servidor, se esfuerzan en pos del Bienamado. ¡Qué las bendiciones y la paz sean sobre nuestro señor Muhammad, el amado y siervo de Dios, sobre su familia, sus compañeros, sus seguidores bien guiados y todos sus íntimos, especialmente con el autor de estas hikam, shayj Ibn Ata Allah al-Iskandari, con sus seguidores, sus comentaristas, y los que han transmitido sus palabras y su camino hasta hoy día, y nos han hecho don de su favor! wa-salam Nuruddin Margarit
En el nombre de Dios, el Todo misericordioso, el Muy misericordioso. -1Dijo Ibn Ata Allah, que Dios esté complacido con él:
صاَجن ِاللزرلجاَلء ِلعلنلد ِجوججلولد ِاللززلللل علللملة ِالللعلتلماَلد ِ ل لملن ِ ل علللى ِاللعللملل ِنجلق ل 1. Signo de que te sustentas en las obras es que decaiga tu esperanza cuando te alcanza la contrariedad.
Esta primera hikma es el anuncio de lo que el Shayj nos quiere enseñar: la esperanza se debe tener en Dios, no en nuestra propia capacidad. O lo que es lo mismo, la intención de quien busca a Dios debe ser solo Él, por encima de todo lo demás, pues es lo único que depende de él mismo, el resto es de Dios. “Las obras son según sus intenciones, y cada cual obtiene lo que pretendió”. Quien pone su esperanza y su intención en otro que Dios, las pone en algo efímero, que desaparece, que no perdura. Y cuando sus esperanzas o intenciones no se vean cumplidas, cuando lo alcance la adversidad, caerá en la desesperación. Quien pone su esperanza en Dios, aunque le aprieten las pruebas, nunca se ve defraudado, porque siempre alcanzará su objetivo. Si no es aquí, será cuando regrese a Él. El hecho de no poner la esperanza en Dios, sino en lo limitado de nuestras obras, causará que, ante el error o la dificultad, perdamos esa esperanza que precisamente tendríamos que tener en Dios. Aunque en este camino existan obras, todo depende de la gracia y el beneficio divinos en último término. En última instancia, la contrariedad también forma parte del Decreto divino.
ل ِلإزياَلك ِلفلي ِاللت زلجلرليلد ب ِ– ِلملن ِالل ز ِ ِلولإلرادلت جلك ِالل ل ل،شلهلولة ِالللخلفيزلة ل ِلإزياَلك ِلفلي ِالل ل ل سلباَ ل سلباَ ل ب ِ– ِلملع ِلإلقاَلملة ِا ل ز ج لإلرادلت جلك ِاللت زلجلرليد ِ– ِلملع ِلإلقاَلملة ِا ل ز ج – ِالنلحلطاَ ط علن ِالللهزملة ِاللعللليزلة ط ِ ل 2.Que quieras el desprendimiento cuando Dios te ha impuesto acudir a los medios, es un capricho sutil. Que busques los medios cuando Dios te ha impuesto el desprendimiento, es muestra de que careces de una aspiración espiritual elevada.
El desprendimiento (taŷrīd) no es sólo dejar a un lado las cosas, es también no acudir a ellas ante la necesidad y remitirse solo a Dios. Si tu estado no es ese, sino que Dios te ha puesto en un estado tal que debes acudir a la causalidad y los medios, debes tener cuidado, no vaya que el deseo de renunciar no sea simplemente fruto del deseo oculto de tu alma de quitarse de en medio o para conseguir otra cosa de este mundo. Por eso el šayj Abu Madyan dijo: “Abandonar este mundo por este mundo es peor que
dedicarse a él”. Esta es una trampa sutil que indica la falta de madurez espiritual y el sometimiento a los caprichos del alma. De igual forma, cuando Dios abre la puerta del desprendimiento, es decir, te impone el abandono de los medios y la causalidad, seguir apegado a ellos es una prueba de que se carece de una aspiración auténtica: ante el verdadero abismo de la confianza en Dios, de la realización de que Él es el Actor en toda cosa, no demuestra el arrojo suficiente para dejar que Él sea el que muestre Su actuación sin los velos ni las reticencias del alma.
سلوالر ِالل للقلدالر ق ِالللهلملم ِلل ِت للخلر ج سلوالب ج ق ِأ ل ل ل 3. Las proyecciones de tus aspiraciones no pueden derribar los secretos del Decreto.
Las proyecciones de tus aspiraciones (himam), las ilusiones que te haces sobre las cosas, aquello que tú planificas, imaginas, deseas, crees que puede ser, choca inevitablemente con lo que la realidad divina quiere y decreta. Las flechas de tus aspiraciones no pueden hacer nada contra los muros del decreto divino, pues “no pueden desear sino lo que Dios ha querido”. Por eso dice a continuación:
ِ ِفللماَ ِلقاَلم ِلبله ِ ل،سلك ِلملن ِاللت زلدلبيلر سلك غليجرلك ِ ل علنلك ِ– ِللت لقجلم ِلبله ِللنللف ل أ للرلح ِنللف ل 4. Abandona tu propia decisión (tadbīr), puesto que de lo que Él se ocupa, muy a pesar tuyo, no es necesario que te ocupes tu.
El tadbīr, tal como lo define y expone el autor en su Tanwīr fī isqāt al-tadbīr (Sobre el abandono de sí mismo), es tu propia elección e iniciativa, tu propio criterio. Aquí el Šayj nos aconseja dejar atrás nuestra propia elección, nuestro criterio y preocupación, por el de Dios. Es Él el que sostiene, mantiene e impone Su mejor criterio, por mucho que te empeñes en llevar la contraria. El tratar de imponer el propio criterio por encima del Suyo sólo indica tu ignorancia de la Realidad y sólo conlleva sufrimiento para el alma. Cuando eres consciente de que Dios “es el que sostiene a cada ser según lo que le corresponde”, eres capaz de abandonarte a Su hacer y comprender Su obrar. Puede parecer algo contradictorio a la hikma anterior, pero no se está refiriendo a algo pasivo. Tu deber es actuar como se te ha ordenado, confiado en que es Dios quien hace que ese actuar sea efectivo. Lo que quiere es que no tengas un plan, unas perspectivas, creas que el asunto debe ser de tal o cual manera: el objetivo es que tu intención sea pura y tu actuar solo sea por Él y hacia Él, sin interferencia alguna por tu parte: que sometas tu tadbīr al Suyo. Dice a continuación:
الجلتلهاَدجلك ِلفليلماَ ِ ل علللى ِالنلطلماَلس ِاللبللصليلرلة ِلملنلك دلللليطل ِ ل-ب ِلملنلك ِ ِلوت للقلصليجرلك ِلفليلماَ ِلطلل ل،ضلملن ِلللك 5. Tu esfuerzo por aquello que ya te ha garantizado y tu negligencia ante aquello que se te exige, son prueba de la cortedad de tu visión interior para mirar en ti mismo.
El Maestro no está llamado a la pasividad, sino a una sumisión activa hacia Dios (istislām). En nuestra existencia nos pasamos el día afanados por aquello que Él ya nos ha garantizado, que es el sustento y el decreto en este mundo. Pero en cambio consumimos la mayoría de nuestra existencia en vanos esfuerzos en pos de ella. Por mucho que queramos no podemos llegar a más que lo que nos ha otorgado en Su presciencia. En cambio, en aquello que Él nos pide, nuestra servidumbre ('ubudiyya), nuestra consagración (es decir, hacer sagrados con los actos de servidumbre los diferentes aspectos de nuestra existencia), nuestra obediencia, nuestro anhelo por Él y nuestro caminar hacia Él, fallamos y abandonamos. Pero lejos de culpar a nadie más de tal cosa, llama la atención a que esto es debido a nuestra ceguera: no vemos las consecuencias que tal actitud tiene para nosotros mismos, ni cómo nos perjudicamos ni los beneficios que desperdiciamos. Por otro lado, llama a la reflexión sobre que, si se está dotado de verdadera visión interior, no puede más que explorar aquello que su Señor requiere, descubriendo todo lo que Dios ha puesto en nuestros interiores, y que le resulta suficiente para alimentar su fe y seguir el camino.
لل ِيلجكلن ِت لأ لدخجر ِأ للملد ِاللعل ل سلك؛َ ِفلجهلو ِ ل سلك ح ِلفلي ِاللدد ل ضلملن ِلللك ِا ل لللجاَبللة ِلفليلماَ ِيللخلتاَجرجه ِلللك ِلل ِلفليلماَ ِت للخلتاَجر ِللنللف ل لملولجبلااَ ِلليلأ ل ل-عاَلء طاَلء ِلملع ِا ل لللللحاَ ل ت ِالزلذلي ِت جلرليدج ِ ِلل ِلفلي ِالللولق ل،ت ِالزلذلي ِيجلرليجد لولفلي ِالللولق ل 6. Que no te sea motivo de desesperanza el que se retrase la respuesta a tus actos de obediencia, a pesar de la insistencia de tus oraciones, puesto que Él te ha garantizado la respuesta. Él ha elegido por ti, pero no lo que tú has elegido para ti mismo, y en el momento que Él considere oportuno, no en el que tú lo consideres.
Esta hikma es toda una enseñanza de cortesía con Dios en cuanto a Su decreto. Él decide el cómo y el cuándo responde a las peticiones que acompañan a tales actos de obediencia. Esa es su parte y el murīd debe saber que no tiene manera de interferir en ello. Aunque sus obras fuesen las más perfectas, debe saber que está a merced de Su decisión. Pero esto no es algo arbitrario: lo que la sabiduría divina pretende es que conozcamos nuestra precariedad y necesidad ante Él. Ésta es la senda por la cual se reconoce la Unidad divina, a través de la visión de lo limitado de lo creado. Solo Dios es quien tiene Voluntad (al-Murid), es el Autosuficiente (al-Gani). Y es sólo Dios quien es la Verdad (al-Haqq). El resto le necesitamos, necesitamos de su provisión, que nos ha garantizado, pero en el momento en que sea adecuado según Su criterio. En el aspecto práctico, esto le supone al murīd que debe estar atento al
mandato divino y debe respetar la decisión divina. Como señala Ibn Ata Allah en una hikma anterior, debe abandonar su tadbīr, su propia decisión y planificación por la de Dios.
سلرليلرتللك شلنكلكننلك ِلفلي ِالللولعلد ِ ل ل ِيج ل ع ِاللملو ج ِ ِلولإلخلماَدلاا ِللنجلولر ِ ل، للئ لزليلجكلولن ِذللللك ِقللدلحااَ ِلفلي ِبللصليلرلتلك- لولإلن ِت لعليزلن ِلزلمنجهج-علولد عدللم ِجوقجلو ل 7. Que no te haga dudar el que lo prometido no acontezca. Su acontecer ya fue determinado para que no fuese motivo de disminución de tu visión interior y no disminuyese la luz de tu secreto.
Dice el comentario de Ibn 'Abbad, que Dios esté complacido con él, que el que la promesa de Dios — de la que Él ha dicho que es verdadera, y que aquello que promete se cumple— no acontezca, no debe ser motivo para que dudes de ella, ni pierdas la confianza. Tu Señor ha fijado un momento para ella, y depende de una serie de exigencias y causas que ha establecido para que ocurra, que Él ya dispuso ante de crear a sus siervos. Y esto es lo que debe tener en cuenta el siervo, el poder de Su designio. Ante esto lo que le queda es tranquilizarse y someterse y no hacer sufrir su confianza en Él. Si somete su visión interior y la luz de su secreto a la Disposición divina, que Él ya ha fijado, no tiene porque encontrar nada que le haga dudar. Entenderá que lo que le llega de Dios es por su mejor criterio y no disminuirá su conocimiento de Él, sino que lo reconocerá en aquello que llega continuamente de Su decreto.
ِ ِأ لللللم ِت للعللللم ِأ لزن،ف ِلإللليللك فللل ِت جلباَلل ِلمعللهاَ ِلإزن ِقلزل ِ ل-ف لإلذا ِفلت للح ِلللك ِلولجلهاة ِلملن ِاللت زعلدر ل ِ ِفللإنزجه ِماَلفت للحلهاَ ِللللك ِلإلل ِلوجه لو ِيجلرليلجد ِأ للن ِيلت لعل زر ل،علملجلك َعللليلك؟ لنمزماَ ِجهلوجملولردججه ِ ل-ت ِجملهلدليلهاَ ِلإللليله! لوأ لليلن ِلماَ ِت جلهلدليله ِلإللليله ف ِجهلو ِجملولردججه ِ ل ِ ِلوالل للعلماَلل ِأ للن ل،عللليلك اللت زعلدر ل 8. Si te da un medio para conocerle, no importa que tus obras sean nimias, puesto que Él ya te había otorgado aquello con lo que quería hacerte conocer. ¿Es que no sabes que ese conocimiento es algo que Él te concede, mientras que tus obras son una ofrenda por tu parte? ¿Acaso tiene comparación lo que le ofreces con lo que Él te concede?
Si te permite que tengas conocimiento por Él gracias a un medio o apertura espirutal (fath) de los que ha dispuesto, no debes obsesionarte con las obras que Le ofreces, pues tus obras no son el motivo, ni dejan de serlo, para que Él te provea con tal don. Este conocimiento es Suyo, es algo que te llega, que te ofrece, porque ese ha sido Su querer, que ya había sido decidido sin ti, incluso antes de tu existencia. El conocimiento que se adquiere no es el conocimiento directo, es el conocimiento negativo, a través de lo que no es Él. Así que debes valorar en su justa medida tus obras, tanto los actos de adoración como los que no lo son, y comprender que lo que tú crees que se deriva de ello no es sino una gracia de tu Señor. Así que sigue reconociéndole y ofreciéndole tus obras, pero no creas que ellas
son la causa de lo que Él te hace llegar. En cambio debes prestarle atención a aquello que te ha concedido y que te llega de Él; si no lo aprovechas pasará, y no volverá jamás.
ت ِالل للحلوالل ت لنلزو ل ع ِلوالرلدا ج علت ِأ للجلناَ ج ِ ِللت لنلدو ل،س ِالل للعلماَلل 9. Los diferentes tipos de obras son en la medida de la diversidad de las inspiraciones otorgadas por los estados.
O se podría traducir también como “las obras son según las inspiraciones de cada circunstancia”. El término wârid al-hal, traducido la inspiración otorgada por cada estado, se refiere a la inspiración, a la enseñanza o conocimiento divino que Dios envía con cada estado, en cada momento. Los diferentes tipos de obras se ajustan a diferentes estados. como los actos de adoración prescriptivos se realizan en momentos o circunstancias diferentes: las oraciones tienen su momento, el ayuno de Ramadán su tiempo, el azaque cuando se tiene riqueza, la peregrinación,... En las obras de quien desea a Dios, además de lo prescriptivo, aparecen cuando se acompañan de un estado espiritual, de una circunstancia interior: unas en la contracción, otras en la expansión; unos de espanto y otros de intimidad,... y cada uno de esos estados, si es auténtico, como la obra que lo acompaña, tiene un conocimiento para quien le sobreviene. Esta relación entre actos y estados es muy importante y compleja. Por eso dice a continuación:
َص ِلفليلها جوججلوجد ِ ل:َِ ِلوأ للرلواجحلها،صلوطر ِلقاَلئلمطة ج:الل للعلماَجل سلنر ِا ل لللخل ل 10. Las obras son formas definidas (o imágenes fijas), y su espíritu la presencia de pureza de intención (ijlāṣ) en ella.
Los actos de adoración son la forma, una imagen fija. Lo que les da vida, hace que no sean inertes, es la presencia de la pureza de intención en ellas. De igual forma, si el islam, el sometimiento a Dios, carece de una realidad interior, que es la pureza de intención, se transforma en un acto sin espíritu. Pero no significa que la forma no tenga importancia. Al fin y al cabo es lo que podemos ver desde fuera, lo que podemos observar, juzgar,... La presencia del ijlas, la pureza de intención, que el acto sea realizado buscando la Faz de Dios, es lo que le da vida. Y también hace, como señala el Maestro en la hikma anterior, que se corresponda con un estado, que tenga un movimiento. La pureza no es solo la ausencia de pretensión, de hipocresía, de segundas intenciones. Es también que se un acto producto del amor puro, o por sí mismo, por lo que él mismo significa y no por lo que a nosotros nos aporte. Por eso el šayj al-'Alawi ha dicho en sus sentencias: «La pureza de intención en el ʽārif es un defecto, tanto como la falta de ella lo es en el aspirante.» El aspirante debe de preocuparse día tras día que en sus actos no penetre hipocresía alguna, que sean verdaderos actos de devoción, o sea, que sean buscando la faz de Dios y nada más. Hasta el punto de que, cuando Dios le conceda la gracia de conocer por Él, esa pureza de intención, que supone que un “otro” actúa frente a Él, desaparezca. En ese momento el ijlāṣ pierde
su sentido: es Dios quien decide y mueve el ʽārif en el sentido que Él quiere y todos sus actos son sólo motivados por Él.
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ِ ت ِلمزماَ ِلللم ِيجلدفللن ِلل ِيللتدم ِلنلتاَجججه ِ ِفللماَ ِنلبل ل،ض ِاللجخجمولل الدلفلن ِجوججلودللك ِلفلي ِأ للر ل 11. Entierra tu existencia en la tierra del anonimato, pues la semilla que no es enterrada, no da fruto.
Esta hikma encierra una gran cantidad de significados y aplicaciones. En el final de “El fruto de las palabras inspiradas” el šayj al-'Alawi le dedica un capítulo al jumūl, el anonimato, donde lo relaciona con el malamatí, o sea, el estado de quien ha alcanzado la realización pero pasa desapercibido al mundo. Aquí puede también extraerse otra enseñanza quizás más práctica para los que estamos en el inicio del camino, y es que, después de la sinceridad a la que ha hecho referencia antes, también es necesario eliminar de uno mismo toda pretensión. Y para ello es necesario enterrar el alma en la tierra del olvido, o el anonimato, para que germine y aparezca su verdadera naturaleza. Es en esa circunstancia —que no tiene porque suponer el retiro espiritual, sino que hay muchas otras formas de que se produzca— en la que lo accesorio de la naturaleza humana se disuelve y aparece lo que Dios ha puesto en nosotros de Su espíritu. La concentración en el ḏikr , en la plegaria, en el ayuno, o cualquier otro acto de adoración, en el que uno entierre sus propias pretensiones, motivos, aspiraciones, dejando lugar sólo a Dios, es ese enterramiento en la tierra del olvido. Un enterramiento que en el última instancia debe llevar a la muerte de la propia existencia y la resurrección por Dios. Pero para que aparezca esta nueva vida hay que estar primero “bien muerto”. “Y la otra vida es mejor que la primera”.
ِ ِيللدجخجل ِلبلهاَ ِلمليلدالن ِلفلكلرةة،علزللطة ب ِ ل شليطء ِلمثللل ِ ج لماَ ِنلفللع ِاللقللل ل 12. Nada beneficia tanto al corazón como el aislamiento por el que se entra en el dominio de la meditación.
La 'uzla, el aislamiento, no solo es un estado de reclusión, también es el estado de aislamiento con respecto a lo que no es Dios. Lo que que comenta aquí el Shayj es que el corazón, cuando entra en este aislamiento con un objeto de meditación, de reflexión, se beneficia, pues le proporciona compresión y conocimiento de la realidad de las cosas. Es evidente que no puede ser una reflexión de cualquier cosa, ni es quedarse en el guindo. Dios no hace más que llamarnos a tal reflexión en el Corán: los cielos, los astros, la tierra, los fenómenos meteorológicos, los animales, los actos humanos, las civilizaciones pasadas, nuestros actos de obediencia y desobediencia,... suelen ir acompañados de
apelaciones diversas a la capacidad para meditar del ser humano. La meditación profunda en ello, en el origen, en la unidad de su Creador, desde la unidad del aislamiento, después de dejar a un lado nuestra intención, nuestra manipulación sobre lo que nos rodea, nos muestra cómo se nos escapan las realidades de lo que son, pues las vemos “como somos”. Es por este camino como podemos ver cómo son y cómo estamos velados por nuestras propias limitaciones. Por eso dice en la hikma siguiente:
ف ِيج ل َصلوجر ِالل للكلوالن ِجملنلطلبعلطة ِلفلي ِلملرآْلتله؟ شلر ج ب ِ ج لكلي ل ق ِقللل ط َشلهلوالتله؟ ِ ِلوجهلو ِجملكبزطل ِلب ل،ل ف ِيللرلحجل ِلإلللى ِا ل ز ل أ للم ِلكلي ل ِ ِلوجهلو ِلللم ِيلت للطزهجر ِلملن ِلجلناَبللة ِ ل،ل ف ِيللطلمجع ِأ للن ِيجلدلخجل ِلح ل َغلفللتله؟ ضلرلةا ل ز ل أ للم ِلكلي ل ِ َِ ِلوجهلولللم ِيلت جلب ِلملن ِلهلفوالتله؟،سلرالر ف ِيللرججلو ِأ للن ِيللفلهلم ِدللقاَلئ ل ق ِالل ل ل أ للم ِلكلي ل 13. ¿Cómo puede brillar un corazón (qalb) que tiene la imagen de los seres creados impresa en su espejo? ¿Y cómo podrá viajar hacia Dios si está preso de sus caprichos? ¿Y cómo pretenderá entrar en la presencia divina si no se ha purificado de las impurezas de su olvido (gafla)? ¿Y cómo espera entender los instantes de los secretos (daqa’iq al-asrar) si no se ha arrepentido de sus transgresiones?
Quien medita descubre que su corazón es el órgano del conocimiento intuitivo y que está sujeto a numerosos velos. Un corazón, para que la meditación refleje la realidad (para que reflexione, refleje la luz sin alterarla) debe estar limpio. Para contemplar a Dios debe estar a salvo de toda impureza que distorsione la luz que llega de Dios. Si está empañado por la imagen de los seres creados, en él no se puede ver nada. Si está preso de los caprichos del alma, tampoco puede dirigirse y viajar hacia Dios: está atrapado por los lazos de este mundo, los deseos que nos causa, de forma que vamos detrás de él y no de Dios. De igual forma, si persiste el olvido, que es alejamiento, no puede pretender estar en la presencia. Es necesario una purificación por el recuerdo, por el amor a Dios en todo momento, para que esa barrera que es el olvido desaparezca. Y tampoco puede pretender entender los instantes de los secretos, el conocimiento que porta cada uno de los instantes de nuestra vida: cada momento porta un significado, a veces opaco, por eso es llamado secreto. Pero si no estamos donde tenemos que estar, o sea, en lo que el derecho divino ha puesto en ese momento, lo cual es una forma sutil de transgresión, perdemos la oportunidad de observar ese acontecimiento.
En ese sentido dice en la hikma siguiente:
ِ ِلولإنزلماَ ِأ للناَلرجه ِ ج،ظلللمطة الللكلوجن ِجكلزجه ِ ج ِ ِلولللم ِيل ل،ى ِالللكلولن ِ ِأ للو ِبللعدلجه ِ– ِفلقللد ِأ للعلولز،ِ ِأ للو ِقللبللجه،ِ ِأ للو ِلعلندلجه،شلهلدجه ِلفليله ِ ِفللملن ِلرأ ل ل،ق ِلفليله ظجهلوجر ِالللح ن ل ب ِاللللثاَلر ت ِ ل علنجه ِ ج ِ ِلوجحلجبل ل،جوججلولد ِالل للنلوالر س ِاللملعاَلر ل ف ِبل ج سجح ل شجملو ج 14. El cosmos son sombras iluminadas por la manifestación del Verdadero en ellas. Así pues, quien ve el cosmos y no Lo contempla en él, o con él, o tras él o después de él, ha apartado de su vista la presencia de la luz, y los rastros de las criaturas le han velado de los soles del conocimiento.
El cosmos, los seres, son por naturaleza opacos, pues no tienen luz propia, es Dios, “Luz sobre Luz” quien las ilumina. Son como el azogue de un espejo, que necesita ser opaco para que en él se refleje la luz. Quien les da identidad, quien les presta su luz y los saca de las tinieblas a la luz, es la manifestación del Verdadero, del Real (al-Ḥaqq) en ellos. Él es el que las hace ser con su imperativo “sé”. Quien se fija en ellas y cree que lo que percibe es lo único real, que lo son por sí mismas, se engaña, pues ha perdido la perspectiva de saber quien hace que sea, no solo en el principio de sus existencias particulares o generales, como Creador y Existenciador, sino también quien las hace ser continuamente, quien las somete a cambio, las expande y las contrae, las sustenta y las condiciona. En resumen, les hace ser y parecer lo que son. Por eso, quien está dotado de visión interior, o sea, es capaz de percibir la realidad de las cosas, ve siempre a Dios en ellas; no dice que ellas son Dios, ¡Dios nos libre de decir que Él es tal o cual cosa, o que algo pueda unirse a Él, o que sean su equivalente! Lo que dice es que el Autor les es tan evidente que les abstrae de lo creado, bien sea por su contemplación de Dios al mismo tiempo que las ve, tras verlas, antes de verlas, o en ellas mismas, dependiendo del grado de realización espiritual. Por eso dice a continuación:
س ِلبلملوججلوةد ِلمعلهج سلبلحاَنلجه ِ– ِأ للن ِلحلجبللك ِ ل لمزماَ ِيلدجلدلك ِ ل علللى ِجوججلولد ِقللهلرله ِ– ِ ج علنجه ِلبلماَ ِلللي ل شليةء؟َ شليطءِ ِ،لوجهلو ِالزلذلي ِأ للظلهلر ِجكزل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل شليةء؟َ شليطءِ ِ،لوجهلو ِالزلذلي ِلظلهلر ِلبجك للن ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل شليةء؟َ شليطءِ ِ،لوجهلو ِالزلذلي ِلظلهلر ِلفلي ِجكلنل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل شليةء؟َ شليطءِ ِ،لوجهلوالزلذي ِلظلهلر ِللجكلنل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل شليطءِ ِ،لوجهلو ِالل ز شليةء؟َ ظاَلهجر ِقللبلل ِجوججلولد ِجكلنل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل س ِلمعل هج ص زوجر ِأ للن ِيللحججبل جه ِ ل شليطءِ ِ،لوجهلو ِأ للظله جر ِلم لن ِجك لنل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل ف ِيجت ل ل ش ليةء؟َ ِلكلي ل لكلي ل ش ليطءِ ِ،لوجه لو ِالللوالح جد ِالز لذلي ِلللي ل شليطء؟َ ل شليةء؟َ ب ِلإللليلك ِلملن ِجكلنل ِ ل ص ن لوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل شليطءِ ِ،لوجهلو ِأ للقلر ج شليةء؟َ شليطءِ ِ،لولللوللجه ِلماَ ِلكاَلن ِجوججلوجد ِجكلنل ِ ل صزوجر ِأ للن ِيللحججبلجه ِ ل ف ِيجت ل ل لكلي ل ف ِيللظلهجر ِاللجوججلوجد ِلفلي ِاللعلدللم!؟َ لياَ ِ ل علجباَ ِ! لكلي ل ت ِالللحاَلد ج ف ِالللقدللم!؟َ ف ِيلثلبج ج ث ِلملع ِلملن ِللجه ِلو ل أ للم ِلكلي ل ص ج 15. Lo que te demuestra la existencia de Su fuerza incontenible (qahr), exaltado sea, es que te ha velado con aquello que carece de existencia frente a Él: ?¿Cómo podría velarle algo, si es Él quien ha manifestado toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si es Él quien se ha manifestado por medio de toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si es É quien se ha mostrado en toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si es Él quien se ha mostrado a toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si Él era el manifiesto antes de la existencia de toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si Él es más evidente que toda cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si Él es el Único, y nadie hay con Él ?¿Cómo podría velarle algo, si está más cerca de ti que cualquier cosa ?¿Cómo podría velarle algo, si Su proximidad está en la existencia de cada cosa ¡Qué extraordinario es cómo se manifiesta la existencia en la nada, o cómo subsiste lo accidental !junto a quien tiene por atributo el Inmutable
Hay quien puede pensar que esta hikma se debe abordar desde una explicación lógica o teológica de la Unidad divina. Pero no es así. Si el Maestro lo expone así es para que se medite en la la paradoja que nos expone: Dios es el Manifiesto o Exterior, y el Oculto o Interior, el Primero y el Último. Cuando a las inteligencias, que apoyan en lo que perciben a través de los órganos de los sentidos, que no contemplan más que lo diferente, lo que parece ser otro que Dios, se les dice que Dios es el Manifiesto, que es el que se manifiesta en las cosas creadas, no le queda sino caer en cierta perplejidad: ¿cómo puede ser esto así? ¿lo que vemos es Dios? La generalidad de los creyentes, responderemos tajantemente que no es Dios, pues las cosas no comparten Sus Nombres y Atributos perfectos: lo Infinito no cabe en lo finito. Si él se llama el Manifiesto, es como el artesano que se manifiesta en su obra, la cual nos da a conocer sus atributos, su pericia, su capacidad,... Pero los que han visto algo más, Dios les ha dado la capacidad de ver detrás de las cosas, y contemplan los Atributos que se mueven detrás de los signos de las criaturas. Y para ellos, si avanzan en la comprensión de la Unidad divina, llega el momento en el que Su unidad y su existencia absoluta se enfrenta a la existencia parcial y relativa de los seres. En ese momento, lo que resulta imposible es comprender cómo ante Él cabe lo demás, y cómo puede a Él velarle algo, si no hay junto a Él nada que Le vele... Y con perplejidad aceptan lo demás, por más que les resulte difícil comprender cómo puede ser algo tan prodigioso.
-3-
ت ِ ل شليئ لااَ ِلملن ِأ للرالد ِأ للن ِيجلح لدن ل ِ ل ِلفليله لماَت للرلك ِلملن ِالللجلهلل ِ ل ث ِلفلي ِالللولق ل غليلر ِلماَ ِأ للظلهلرجه ِا ل ز ج 16. Sigue en la ignorancia quien desea que un determinado momento ocurra algo distinto de lo que Dios ha manifestado en él.
El sufí es el hijo del momento, y acepta todo aquello que Dios pone en un instante, no sólo porque se haya confiado a Dios, sino porque entiende que ese es el designio divino, no hay escape y en ello hay una sabiduría. El instante o momento (waqt) es la manifestación misma de Dios, pues “Dios está en cada instante en un asunto”. Ese asunto es el que debe realizar el buscador, tratando de descubrir lo que ese instante guarda, almacena. Si pretende que ocurra algo diferente, pierde lo que en ese momento había, y desperdicia otro momento en algo diferente,... así hasta que no se arrepienta y se aparte su rostro de lo demás y se ocupe del momento presente. Por eso dice a continuación:
ِ ت ِاللنزلفلس لإلحاَللت جلك ِالل للعلماَلل ِ ل غ ِ– ِلملن ِجر ج علولناَ ل علللى ِجوججلولد ِاللفللرا ل 17. Que postergues tus obras para cuando estés libre, solo demuestra el robín de tu alma. El deber del buscador sincero es cumplir con los derechos del momento, no esperar a estar libre. Es inexcusable para él cumplir con lo debido. Si lo pierde, allí se fue, y no podrás jamás recuperarlo, como han advertido hasta la saciedad todos los maestros. En este sentido dice a continuación Ibn Ata Allah:
ست للعلملللك ِلملن ِ ل ِ ِفللللو ِأ للرادللك ِ– ِلل ل،َسلوالها ست للعلملللك ِلفليلماَ ِ ل ا ِت للطلجلب ِلملنجه ِأ للن ِيجلخلرلجلك ِلملن ِلحاَللةة؛َ ِلليل ل غليلر ِلإلخلراجة 18. No le pidas que te saque de un estado para que te ocupe con lo que hay en otro; si quisiera, te ocuparía con lo que deseas sin necesidad de ningún cambio.
El pedirle que altere el estado (ḥāl) en el que te encuentras por otro, para así poder hacer algo diferente, no es más que un deseo infantil del alma. Es simplemente el deseo de escapar porque no se soporta el Decreto divino, ni se ha sabido amoldarse a él. Si eso en lo que se desea estar, estuviese relacionado con el decreto divino, a Dios no le haría falta ni tan siquiera cambiar dichas circunstancias: simplemente te lo pondría en tu mismo estado, por muy contradictorio que pudiera parecer. Pero con el empeño de ocuparnos de lo que no nos incumbe, seguimos distraídos, entretenidos con los susurros de nuestras almas, sus caprichos y pasiones...
ت ِلل جه ِلظ لوالهجر ف ِلعلنلد ِلماَ ِلك ل ِ ِلولت لبللرلج ل،ب ِأ للماَلم لك لماَ ِأ للرادللت ِلهزمجة ِ ل ش ل ساَللةك ِأ للن ِت للق ل الز لذلي ِت للطلج ج:ف ِالللحلقيقل لة ف ِلللهاَ ِ– ِلإلل ِلولناَدلتلجه ِلهلوالت ج
{(١٠٢ -ِ ت ِ– ِلإلل ِلولناَدلتلجه ِلحلقاَلئقجلهاَ ِ}إنزلماَ ِنللحجن ِلفتلنلطة ِفللل ِت للكفجلر ِ)اللبلقللرلة اللجملكزولناَ ل 19.ِ Siempreِ queِ laِ aspiraciónِ delِ buscadorِ seِ detieneِ anteِ loِ queِ seِ leِ desvela, laِ vozِ interiorِ deِ lasِ realidadesِ leِ gritan:ِ "loِ queِ deseasِ estáِ másِ adelante".ِ Y no ِ se ِ embelesa ِ con ِ las ِ apariencias ِ de ِ los ِ seres ِ creados, ِ sin ِ que ِ sus realidades ِ le ِ griten: ِ "Ciertamente ِ somos ِ motivo ِ de ِ discordia, ِ así ِ que ِ no reniegues"ِ (2:102).
Quien se inicia en el camino con aspiración suficiente, su Señor le abre las puertas al descubrimiento de las realidades de las cosas. Ese descubrimiento de las realidades, de aquello que Dios ha puesto tras ellas, que las hace ser, se les muestra. Así ocurre en la historia que narra Ibn al-Arif en el Majasin al-
mayalis, en la que a un murid, en un momento de develamiento, todas las plantas y seres que se encontraba por el camino le hablaban, le contaban sus propiedades medicinales,... Al llegar y contárselo a su maestro, éste le dijo: “o dejas eso, o nos dejas a nosotros”. Tal instante es un momento delicado, y no siempre tiene que ser una muestra tan sorprendente como la de esta historia: puede ser que se le devele cómo son las almas de sus compañeros, cómo de bella es su propia alma, cómo puede manejar esas realidades para lograr sus propios objetivos,... y así caer en los peligros del deseo de mando o notoriedad. Por eso debe hacer caso a lo que esas mismas realidades le están diciendo: lo que buscas está más allá de este primer develameinto, sea de la belleza de las criaturas o de los atributos que se manifiestan tras ellas. No te entretengas con ellas, y en todo caso contempla a quien está tras ellas, para no quedar atrapado y velado.
ِ ِلولطللبجلك ِلملن ِ ل،ِ ِلللقلزلة ِلحلياَئل نلك ِلملنجه،علنجه ِ– ِلولطللبجلك ِللغلليلرله ل-ِ ِلولطللبجلك ِللهج،لطللبجلك ِلملنجه ِ– ِاتل نلهاَطم ِللجه علنهج غليلرله ِ–للجوججلولد ِبجلعلدلك ِ ل غليبلةه ِلملنلك ِ ل 20. Que Le ruegues, te hace sospechoso; que Le trates de alcanzar, muestra tu ausencia de Él; tu pretensión de otro que Él, tu falta de vergüenza; y tu búsqueda de otro que Él, tu lejanía de Él.
Que le ruegues, que le implores, levanta sospechas, pues indica que te falta la confianza en Él. No está diciendo que no le pidas, pues es tu condición estar necesitado de Él, pero tu acto de pedir, lo que indica, es que careces de confianza y certeza en que Él conoce tu estado y tus necesidades. En ese sentido, el mismo Maestro, en su Tanwir (Sobre el abandono de sí mismo) comenta que el estado de confianza completo es el de Abrahán, la paz sea con él, que al ser arrojado al fuego, Gabriel le ofreció ayuda y le aconsejó que Le solicitase ayuda, a lo que respondió que el conocimiento de su Señor sobre su situación le bastaba. De igual manera, que trates de alcanzarle, como si estuviese lejos de ti, lo único que muestra es que eres ajeno a Él, que ignoras su realidad, pues “Él está más cerca de vosotros que vuestra yugular”, “Dios está con vosotros”, “No hay dos sin que Él sea el tercero”, “y Él lo abarca todo con Su conocimiento”... Pero pretender o esperar algo de otro que Él es el peor pecado para la gente de la unidad pura, para aquellos que han prescindido de las causas intermedias. Solo contemplan el origen, nada puede interferir, y que se acuda a otro, si es que lo hay, para ellos es una falta de respeto. De igual manera, que lo busques por otro que Él, lo que indica es que estás muy lejos, y no has comprendido que, como dijo Abu Madyan, “al Uno solo se le puede buscar por el Uno”, “quien lo busca por algo diferente de Él, a eso es a lo que llega”.
لماَلملن ِنلفلةس ِت جلبلدليله ِ– ِلإزل ِلوللجه ِقلدلطر ِلفليلك ِيجلملضيله 21. No hay una sola de tus respiraciones que no contenga para ti un decreto escondido.
En cada una de tus respiraciones (anfas) hay algo, puesto que “Dios no ha creado los cielos y las Tierra sino por la Verdad”. En cada uno de esos movimientos de tu existencia, en los que el aire entra en ti y luego lo exhalas, hay un estado y un momento con tu Señor. Quien es consciente de lo que hay en cada uno de estos instantes, realiza la presencia divina, la manifestación teofánica de creación y recreación que se da continuamente. Aunque éste es un proceso natural, que simplemente ocurre, el ser humano tiene la obligación de reconocerlo, de encontrar un significado en ello. Eso es lo que lo distingue del resto de la creación: es capaz de contemplarlo y encontrar una sabiduría, una razón, un camino de regreso al Origen, que se le ofrece para que regrese a Él tras haberse separado.
للت لت للرقزلب ِفللرا ل ِ ِلفليلماَ ِجهلو ِجملقليجملك ِلفليله،علن ِجوججلولد ِاللجملراقلبللة ِللجه ِ ِفللإزن ِذللللك ِيللقلطعجلك ِ ل،غ ِالل للغلياَلر 22. No hay ocasión en la que te acerques (tataqarrab) al vacío de los otros, sin que esto te separe de la vigilancia interior (muraqaba) con Él, que es aquello que Él te ha encomendado.
El Maestro llama a los "otros" vacío porque no son nada por ellos mismos. Si te entretienes con ellos, te entretienes con sus apariencias, que se aparecen como sólidas, físicas. Esa opacidad que tienen, te ocultan de Dios y te hacen perder la vigilancia interior (muraqaba) con Él. La muraqaba es mantener la vigilancia con uno mismo bajo la perspectiva de que Él nos ve, que nos observa de cerca, pues es el Guardian (al-raqib), y te ha aconsejado que “adores a Dios como si lo vieses, pues si no Le ves, Él si te ve”. Concentrado en ello, convencido de esta vigilancia, contempla la presencia de Dios, como si Le viese. Pero si en ello se inmiscuye la presencia de otro, ya no Le ve, aunque Él sí le sigue viendo. Quien no pierde esta estación en la que Dios lo establece, la contemplación se hace continua...
َب ِنللعلتلها ع ِالل للكلدالر ِ– ِلماَ ِدجلم ل ست للغلرلب ِجوقجلو ل ق ِلو ل ست للح د ت ِلفلي ِلهلذا ِاللزدالر ِ– ِفللإنزلهاَ ِلماَ ِأ للبلرلزلت ِلإلل ِلماَ ِجهلو ِجم ل للت ل ل ِ ِلولوالج ج،َصلفلها 23. No te extrañes de que te acontezcan penalidades mientras habitas esta morada, pues no muestra más que el atributo que le es propio.
Las penalidades (akdar) son una de las características de este mundo, no porque este mundo sea moralmente malo, cosa que no podría ser, pues es la creación de Dios. Es una penalidad porque al ser humano le resulta adverso, no se pliega a sus deseos, ni físicos ni espirituales. Y en ello no hace sino
manifestarse la naturaleza de este mundo. Su naturaleza es la que relata Dios en un hadiz qudsi: "Oh este mundo (dunya), sirve a quien Me sirva, y subyuga a quien te sirva". Quien busca regresar al Origen, recuerda algo del mundo del que vino, cuando las almas reconocieron la Señoría. Y cuando lo descubren, la importancia relativa de este mundo decrece a sus ojos, y contemplan estas adversidades como el tributo que tienen que pagar por el paso por este mundo, de regreso a Él. Así, estas adversidades no les inquietan, ni sufren, porque entienden que es parte del destino: viven con ellas, las ven ir y venir, buscan los medios para librarse de ellas si está en su mano, y si no es así, las aceptan. Aunque también guardan un secreto en ellas, como señala el Maestro algunas hikam más adelante.
ت ِ ل ت ِ ل سلك ب ِأ للن ل ب ِأ للن ل طاَللبججه ِلبنللف ل ِ ِلولل ِت ليل ز،طاَللبججه ِلبلر لبنلك لماَت للوقز ل سلر ِلملطلل ط ف ِلملطلل ط 24. Aquello que pidas a tu Señor, nada puede detener su obtención; aquello que pidas por ti mismo, no hay forma de facilitar su obtención.
Lo le que pides a Dios, o sea, aquello que pides de Él, siempre llega, mientras que lo que pides por ti mismo, por deseo de tu alma, nunca se obtiene con facilidad. “Si los genios y los hombres se uniesen para desearte un mal, no ocurriría si Dios no lo decide para ti, y aunque genios y hombres se uniesen, para procurarte un bien, no ocurriría si Dios ha destinado un mal para ti...” Así que descansa de tu propia elección, y trata que siempre lo que deseas sea por Dios, pues “no desean algo sin que Dios lo haya deseado antes...”
شلرقللت ِلنلهاَيلت جهج شلرقللت ِلبلدايلت ججه ِ– ِأ ل ل لملن ِأ ل ل.ت لملن ِ ل ل ِلفلي ِالللبلدالياَ ل ت ِ– ِالللرججلو ج ح ِلفلي ِالنلنلهاَلياَ ل علللماَ ل ع ِلإلللى ِا ل ز ل ت ِالننلجاَ ل 25. Señal de éxito al final es el regreso a Dios en sus comienzos. Quien ilumina su comienzo, ilumina su final.
El verdadero camino es el camino en Dios. Lo anterior es sólo una preparación, la antesala del verdadero viaje. Quien regresa a Dios en el comienzo, hace su viaje en Él, sus estados son por Él, sus estaciones son en Él, y todo en él se ve iluminado por Su luz. Así, si iluminas tu comienzo con Su luz, sumergiéndote totalmente en Su recuerdo, hasta que tu invocación se ilumine con Su luz, entonces has comenzado tu verdadero viaje, y son buenas nuevas de que el objetivo se cumplirá al final. Haz brillar tu invocación de Su nombre con las luces provenientes de Él, hasta que eclipse Su luz toda la existencia...
شلهاَدللة ِالل ز ع ِلفلي ِ ل ظلوالهلر سلرالئلر ِ– ِلظلهلر ِلفلي ِ ل ست جلولد ل لماَ ِا ل ب ِالل ز غلي ل 26. Lo que se esconde en lo oculto de los secretos es lo mismo que se muestra en la parte visible de lo manifestado.
Lo que se esconde en lo más oculto de los secretos es lo mismo que se manifiesta a nuestra contemplación. No creas que es algo diferente, que lo que se oculta es diferente de lo que se muestra, es simplemente que eres incapaz de verlo, porque tu vista solo cubre aquello que se manifiesta de manera adecuada a su capacidad. Pero incluso en el mundo de lo manifestado, existen cosas que te están ocultas a la visión normal, pero las puedes contemplar a través de algún instrumento, o a través del entendimiento o a través de la imaginación. En ese sentido, lo oculto (gayb), puede tener diferentes grados. Desde lo formalmente manifiesto hasta lo más oculto y recóndito. En este caso, lo que quiere destacar es que aquello que se oculta y se manifiesta, es lo mismo: es el que le da Existencia a todo el que se manifiesta en lo visible y lo oculto, pues es el Manifiesto y el Oculto. Ignorar uno en lugar de otro, es tomar una parte y dejar el resto. Quien quiere conocer al Verdadero, no le queda más remedio que tomarlo todo, hasta la última gota, y aceptar lo oculto, lo manifestado, por encima de todas las categorías y de su propia capacidad...
-427. Hay una diferencia entre quien alude desde Él y quien alude a Él: quien lo hace desde Él es porque conoce a Dios de manera correcta y sabe del asunto desde su origen. Quien lo hace hacia Él es porque no ha llegado. ¿Cuándo se ha ocultado como para necesitar indicaciones, o se ha alejado como para que las criaturas necesiten llegar a Él?
Esta es la diferencia entre las alusiones que proporciona quien ha llegado a Dios y las que proporciona quien todavía no ha arribado. Quien ha llegado hace alusiones que parten desde Él, como quien llama desde el final del camino. Quien camina hacia Él, señala hacia dónde va: si es bien guiado la dirección será la correcta, sino, no. Es la diferencia entre el arif consolidado, perfecto, y el que no ha completado el camino, al que puede que se le muestren ciertos conocimientos, pero no tiene la seguridad. Pero las alusiones, en ambos casos, incumben a los demás, puesto que el que ha llegado lo ha encontrado, y ha descubierto la realidad del asunto, y está como el que perdido por el desierto, se dirige hacia el espejismo, y descubre que no había nada,... solo Dios estaba.
28. “Que el que tenga dé de lo que tiene” (65:7) es el grado de los que han llegado a Él; “y quien tiene medios limitados” (65:7) son los que se dirigen hacia Él. Los que caminan hacia Él son
guiados por las luces de la concentración y los que han llegado por las luces de la presencia. Los unos van hacia las luces y los otros tienen las luces, porque son de Dios y de nada más. “Dí: Dios, y déjalos entretenidos en sus discusiones ”. (6:91)
“La luz es la irradiación divina que ilumina los mundos”, dice en orta hikma. Es la existencia que da vida a todo y hace que se manifieste la Creación. El que ha llegado a la Presencia divina ha llegado al foco de esta luz, al origen. Y en ese momento es él mismo también luz, como si fuese una polilla que se prende de tanto acercarse a la llama, y al consumirse ella misma da luz. El que ha llegado refleja esa luz que recibe, está obligado a compartirla, para beneficio del resto, que atraídos por la luz, se dirigen hacia ella. Se concentran en ella, no miran a nada más, hasta el punto en el que escandilados en tal luz brillan ellas también, porque ya no hay en ellos nada que no sea esa luz misma. Están con Dios, no pueden fijarse en nada más, y si se dirigen a ellos, recuerdan a Allah de tal manera que borra el recuerdo de los demás, a los dejan entretenidos en sus juegos. -529. Es mejor que investigues qué esconde tu alma de defectos, que el que te dediques a investigar qué se te ha velado del no visto.
No hay mejor comentario posible para quien quiere emprender la vía del sufismo, más en nuestros tiempos, donde a veces nos vemos velados por el tratar de obtener poderes fuera de lo normal o tener acceso a conocimientos ocultos: el camino comienza por examinar lo que tu alma esconde de defectos. Así comprobarás tu precariedad, tu necesidad de Él. Solo a través de esta comprobación, conocerás tu alma. Si observas sus defectos, sus vicios, su manera de actuar, también podrás comprobar las virtudes y los atributos loables que le ha concedido su Señor. Y contemplar la obra de Dios es una manera de contemplarle. Como dice más adelante, no es la cuestión que acabes con todos tus vicios, sino que sepas cuáles son, cuáles son tus atributos, para que sepas reconocer los Suyos. Es tan importante que algunos sufíes han hecho de esta vía su camino. Examinaban continuamente su alma, sin dejarle respiro, como si fuesen ellos mismos los ángeles que acompañan a cada ser para apuntar sus obras. Así estaban pendientes, hasta el punto de que algunos apuntaban en cuadernos sus obras, para luego meditar en ello y pedir perdón volviéndose hacia Dios por la precariedad de sus almas. Así, atentos, no perdían detalle, vigilantes, sin distraerse; dejaban atrás todo lo demás y estaban solo pendientes de su alma, y por ende, de su Señor. Se han concentrado en sí mismos, hasta el punto en el que conocen realmente su naturaleza, comprenden su finitud y pequeñez, y la grandeza de quien le da vida...
30. El Verdadero no está velado, sino que eres tú el que está velado de Su visión. Si Lo velase algo existiría algo que Lo cubriese. Y algo Lo cubriese indicaría la existencia de algo que Lo abarcase. Y lo que abarca algo lo constriñe (qāhir), “y Él es el Constrictor de todos sus siervos” (6:18)
El velo es algo exclusivo del siervo; eres tú el que está velado. Si el Maestro comenta esto es para que comprendas que el velo es algo que tu imaginas, porque no hay nada que pueda velar a Dios, algo tan grande como Él mismo; nada puede contenerle, nada puede ponerle límite, nada puede constreñirle; todo lo contrario, Él es el que constriñe a toda la creación, sierva suya. Así que observa de verdad y parte...
31. Deshazte de tus atributos humanos que se oponen a la servidumbre para que estés preparado para responder a la llamada del Verdadero y cerca de Su presencia.
El camino para llegar a Dios es la aceptación de la servidumbre ('ubudiyya), la aceptación de su Señoría. Cuando el ser humano se desprende de los atributos que se oponen a Su Señoría, está preparado para escuchar la llamada de Dios. Es el trabajo previo, el de ser un buen siervo que con agrado complace al rey en su corte, esperando que le permita estar en el circulo de los íntimos; cuando lo llame, estará cerca y lo oirá claramente, dispuesto para hacer y ser lo que su señor disponga. Quien espera no desespera; quien es siervo de verdad, su Señor al final tiene consideración con él, levanta el velo, y le muestra Su rostro.
32. La raíz de toda falta, olvido y pasión es la complacencia con el alma. La raíz de todo acto de obediencia, virtud y pureza es la ausencia de la complacencia con el alma (o uno mismo). Del mismo modo es mejor que acompañes a un ignorante que no sea autocompaciente a que acompañes a un sabio que lo sea. Pues, ¿qué sabiduría hay en un sabio que se complace con su alma (consigo mismo), y qué ignorancia en quien no se complace con ella?
La enfermedad del alma está en su complacencia, en la indolencia consigo misma, en el permitirse a uno mismo traspasar los límites impuestos por Dios, creyendo que está por encima de todo... Pero también es creer que la capacidad del alma para la obediencia y demás actos de virtud es algo suyo. Quien la conoce no está contento con ella: sabe de su precariedad, de sus ideas, de sus defectos, de su egoísmo, de su pereza, de su avaricia, amor propio, de su facilidad para que las insinuaciones de los demonios y sus instintos la muevan y la despisten. Quien la conoce aún mejor, también sabe que aquello que hay en el ella de maravilloso es un don divino que ha entrado en ella con el espíritu. No se conforma con su naturaleza grosera, y trata de
buscar algo más en ella. Es es el conocimiento útil, el conocimiento de la propia condición y de que Dios es el que conoce...
33. Los resplandores (šu'ā') de la visión interior (baṣīra) te mostrarán Su cercanía; la fuente ('ayn) de la visión interior te mostrarán tu inexistencia frente a Su existencia; la realidad (ḥaqq) de tu visión interior te mostrará Su existencia sin tu existencia ni tu ausencia de ella.
El Maestro, en vez de referirse a los tres grados de la certeza (yaqin), usa los grados de la visión interior: no es cuestión de tener certeza, sino cuestión de contemplar con la visión del corazón. Los destellos al comienzo te mostrarán Su cercanía. Cuando la visión sea completa, por el ojo, verás como no eres nada ante Él. Cuando verdaderamente veas, verás con la visión del hadiz “Yo soy el ojo con el que ve...” y ahí no habrá lugar para ti frente a Él, ni como algo ni como nada.
34. “Era Dios y no había nada con Él”, y Él es tal como era. No hay mejor meditación para quien practique el recuerdo de Dios que meditar en esta hikma, cuya primera parte es una hadiz del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él. Dios es como siempre ha sido, es el Infinito, anterior sin límite a todo, posterior sin fin. Quien medita en ello, no tratando de comprenderlo, sino meditando desde su propia limitación, finitud, se aísla en el recuerdo de Dios de lo contigente, dejando lugar al Uno para que se manifieste. Abandona la multiplicidad para dejar solo al Singular. En ese recuerdo se sumerge,para encontrar lo que siempre ha sido y siempre será, sin lo cual lo demás no tiene sentido ni tiene existencia real.
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35. Que la intención de tu anhelo espiritual no se dirija a otro que Dios, pues las esperanzas no podrán jamás superar la generosidad del Generoso.
El anhelo del murid no se puede poner en otro que no sea Él, pues en el momento en el que se dirige a otro pierde de vista a Dios. Dios, como Generoso (Karim) está siempre desborda las esperanzas del siervo. Pero eso no quita que le de la posibilidad al buscador de pedirle y rogarle, pues como ha dicho un hadiz: “Que piense bien de Mi el siervo, pues Yo soy como el siervo piensa de Mí.” Pero si no te facilita lo que pides, ten paciencia, pues puede que lo que te guarde sea mejor que aquello que tu pides.
36. No pidas que retire (tarfa'anna) tu necesidad (ḥāŷa) a otro que Él, puesto que ha sido Él quien te la impuesto. ¿Cómo podría otro que no puede ni tan siquiera retirar su propia necesidad, retirar (yarfa') lo que Él ha puesto? Y, ¿cómo podría elevar la de otro?
La petición de socorro ante la necesidad es a Dios, aunque nos veamos obligados a contar con la mediación de las causas secundarias. Es Dios quien el última instancia responde a quien le pide, es Él quien hace que las causas secundarias produzcan los efectos habituales o no. Lo que en esta hikma enseña es el la cortesía que debe mantener el buscador con las criaturas y las causas secundarias: no se debe pedirles lo que sólo Dios puede hacer por Él mismo, ni depender de ellas por encima de aquello que Él mismo nos ha permitido. ¡Ésta es la enseñanza del tawhid de los actos!
37. Si no puedes pensar bien de Él ante sus Atributos, piensa bien de Él por la existencia de un trato contigo, pues, ¿no te devuelve sino bien y no hace sino colmarte con gracias?
Aunque la manifestación de sus Atributos y Actos en este mundo te contrarien y eviten que puedas pensar bien de Él, porque contradicen lo que crees que Él debería hacer o ser, debes esforzarte por pensar bien de Él, pues la buena opinión de Dios (ḥusn al-ẓann) es uno de los principios de este camino. Si ese tipo de contemplación te es imposible, céntrate en contemplar la bondad con la que te ha tratado, pues te ha concedido la existencia sin que se la pidas y no hace sino colmarte de gracias en su relación contigo.
38. Lo más asombroso de lo asombroso es quien huye de lo que siempre ha estado con Él y persigue aquello que no permanece con Él. Ciertamente no son los ojos los que están ciegos, sino los corazones que están en los pechos (22:46).
El ser humano se deja engañar por las apariencias de este mundo. Las persigue, pero nunca las puede alcanzar, puesto que no permanecen con el que Permanece, “y el Más Allá es mejor y duradero”, y persigue aquello que desaparece cuando lo abandona “no os dejéis engañar por este mundo”. Lo asombroso es que, a pesar de las llamadas de Dios a través de Sus enviados, que los llaman a aquello que permanece, siguen aferrados a lo que desaparece. Esta llamada de atención al buscador es para que medite en qué pone su deseo y ambición, como el resto de hikam de esta serie.
39. No viajes de ser en ser, como un burro que da vueltas (a la noria), que parte para llegar al mismo sitio. Mas bien parte de los seres hacia el Existenciador. Y en tu Señor está el límite (53:42). Observa lo que dijo el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él: “Quien emigró hacia
Dios y el Enviado, hacia ello ha sido su emigración. Y quien emigró buscando la riqueza o esposa con la que casarse, hacia ello marchó” ¡Medita bien en sus palabras, la paz sea con él, “su emigración es hacia lo que emigró”!, y ten confianza en ello si tienes entendimiento.
Quien se entretiene en ir de criatura en criatura, siempre regresa al mismo lugar. Quien se compromete con el camino espiritual, parte de la existencia hacia quien le da existencia a todo. Va desde la periferia hacia el centro, y desde el centro se eleva, tratando de alcanzar lo que es más elevado. Pero ese camino de elevación no consiste en algo diferente, consiste en tener la intención correcta, actuar con sinceridad y ponerlo como objetivo. “Las obras son por sus intenciones”. Ponlas de manera sincera en el Elevado, y te elevarás con las mismas obras que antes realizabas para alcanzar a las criaturas.
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40. Evita la compañía de quien con su estado no eleva el tuyo y sus palabras no te dirigen a Dios.
Esta hikma -y la sección que la continúa- aborda una de las principales características del camino espiritual: la compañía espiritual (suhba). Esta compañía debe ser con quien te produce un beneficio espiritual, sea el Maestro o sea la compañía de los fuqará. Y el beneficio puede ser de dos modos: que con su estado eleve el tuyo o que con sus palabras te dirija hacia Dios. El primer caso es el de quien es capaz de elevar tu estado con el simple contacto con él. Como decía Abu-l-Abbas al-Mursi: “Son hombres que con una mirada alimentan al discípulo.” Su presencia y su estado producen un cambio en quien se les acerca sin necesidad de que abran la boca. Quien sabe adaptarse a su estado, solo con acompañarlos se beneficia. Y también está el caso de quien sus palabras te dirigen y te llevan a Dios. Todo lo que sale de su boca son perlas que te hablan de Dios, o de los que están cerca de Dios como llegar a Dios. Escucharlos es puro beneficio, y lo que requieren es que se les preste atención. 41. Si te acompañas de alguien que es peor que tú, puede que haciendo mal creas que actúas bien.
No hay duda. Si te acompañas de aquellos que están peor que tu, te imaginarás que actúas con bondad, cuando en realidad cometas la peor de las faltas. Por eso es imprescindible que evites las compañías perjudiciales. Mejor aún, acompáñate de aquellos con una bondad indudable, mejor que la propia, para
que así puedas apreciar la deficiencia de tus acciones y estados, y puedas aspirar a cumplir mejor con Dios, como ellos lo hacen.
42. Nunca son pocos los actos de un corazón desprendido, y muchos los de un corazón lleno de deseos.
Las obras de un corazón desprendido, que como dice el autor más adelante, no tiene en cuenta las obras como propias, nunca son pocas. El valor que tiene la obra de ese corazón, que las realiza con pureza de intención sin desear otra cosa que el rostro de Dios, es algo que escapa a todos los seres. Como ha dicho Abu Madyan, que Dios esté complacido con él, “los actos hechos con ijlas escapan a los ángeles escribas y al dominio de lo creado”. Son exclusivamente para Dios y el las valora en su justa medida. Son actos donde su calidad desborda su cantidad. Por eso “es mejor un minuto de contemplación que cuarenta años de devoción.” Quien actúa con contemplación y con un corazón puro le sobran los actos fútiles sin presencia. Aunque al fin, cuando se establece en tal estación, no hay acto que no lo realice con presencia.
43. Los actos de excelencia son resultado de estados excelentes, y los estados excelentes provienen a su vez de la realización de las estaciones que se habitan.
Los actos excelentes, que son los actos realizados con excelencia espiritual (iḥsān), provienen de estados interiores que también lo son. Ninguna obra, por mucho que exteriormente pueda parecer piadosa, podrá disfrutar de la condición de excelente, de bella, si no proviene de un estado que no lo sea. Y el estado es excelente si se corresponde con la estación. En ese momento es la realización (tahqiq), o sea, la contemplación de la realidad (haqq) de tal estación espiritual y el actuar de acuerdo a los derechos (huquq) que impone la contemplación y conocimiento la estación (maqām). De esta forma, con la estación y el estado en armonía, consigue que se manifieste exteriormente en un acto adecuado. Si no es así, el acto que realizará no le acercará a Dios, sino todo lo contrario, pues no goza de la cualidad requerida.
44. No abandones el recuerdo (ḏikr) ante la falta de presencia con Dios al realizarlo, puesto que tu descuido de Su ḏikr es peor que tu descuido en Su ḏikr. Puede que así te eleve del ḏikr con olvido al ḏikr acompañado de despertar, y del ḏikr acompañado de despertar al ḏikr acompañado de presencia, y del ḏikr con presencia al ḏikr que hace desaparecer todo lo que no es el Recordado. “Y esto no no es difícil para Dios” (14:20).
Invocar a Dios es una obligación, tanto que hasta los seres inanimados, los animales y las plantas lo realizan -”Le exaltan todo los que hay en los cielos y la tierra”-. Sólo los seres humanos y los genios tienen la posibilidad del olvido, y por lo tanto la obligación de recordarlo. El ḏikr es a la vez recuerdo, rememoración e invocación. Pero también tiene dos direcciones: nuestro recuerdo de Él y Su mención de nosotros. Mientras que el nuestro está sujeto a olvido, el Suyo es constante. Sin Su mención a nuestro respecto, nuestra existencia no es posible. Es por ello que, a pesar de que el corazón no sea capaz de conseguir un estado de presencia, y contemplar la realidad de Su mención, es preciso perseverar en el intento. Como el autor señala, el verdadero recuerdo es tener conciencia de Su mención (“recordadMe, pues os recuerdo”). Por ello haces el esfuerzo de recordarLe, a pesar de que te asalte el olvido y las distracciones. Porque si perseveras y la intención es pura, este acto puede llevar desde un recuerdo con olvido, a un recuerdo iluminado, y esto originar el despertar del verdadero recuerdo, al Recuerdo de los recuerdos, que se hace constante, que es el recuerdo de quien está en Su presencia y no precisa de más esfuerzo para recordarle. Tan sublime es este estado, que han llegado a decir que, en tal caso, para el sabio de esta estación, el hacer el esfuerzo de recordar, es olvido; porque si el recuerdo estuviese presente, lo propio para él sería el silencio. Mucho se ha dicho de esto en otros lugares, puesto que es uno de los pilares del camino, por no decir que es el núcleo mismo de la religión y de toda la existencia. Quien se concentra en ello, pone toda su intención de recordar a Dios, invoca Su nombre, dejando de lado todo lo demás, verá maravillas y conseguirá su objetivo...
-845. Es signo de la muerte del corazón que no te entristezcan la omisión de tus obligaciones y que no sientas reparo ante las faltas que cometes.
Si uno está vivo, y en su corazón habita algo del temor de Dios, se apenará cuando incumpla con alguna de las obligaciones que nos impone nuestra servidumbre. Y si se comete una falta, se sentirá un reparo que conducirá automáticamente al arrepentimiento. De hecho, tal y como señala Dios en el Corán, “los creyentes son aquellos que, cuando comenten una falta, por ignorancia, se arrepienten, y héles aquí clarividentes”. Como señala Abu Madyan, esta voz interior, que le advierte al murid de sus omisiones y sus faltas, es algo imprescindible, sin la cual no hay posibilidad de seguir el camino. El corazón que está vivo, cuando pierde alguno de los instantes de la presencia divina, se contrae y alerta a su dueño de que se le están escapando momentos preciosos, momentos para la presencia y cercanía divina. Quien no tiene un amonestador así, todos sus instantes se le escapan y no es capaz de llegar a ningún sitio.
46. Que ninguna falta, por muy grande que sea, te aparte de la buena opinión de Dios (ḥusn alẓann), pues quien conoce a su Señor pide perdón sabedor de la pequeñez de su falta comparada Su generosidad.
Como cita el šayj al-Alawi en su Munāŷā, como una noticia sagrada (jabar), “No Me encolerizo con nadie como lo hago con quien, habiendo cometido una falta, le da tanta importancia, que cree que está por encima de Mi misericordia”. Es parte del verdadero conocimiento de la Misericordia divina, el ser capaz de darle la magnitud justa a sus faltas o pecados. El murid no debe hacer como quienes en el Corán le reprochan a Dios su infidelidad diciendo: “Si hubiese querido, nos habría hecho creyentes...” sino que le corresponde es confiar en el buen hacer de Dios y confiar en que tal falta es una prueba necesaria. Debe conocer la precariedad de su alma, su tendencia a faltar y pedir perdón y arrepentirse, poniendo su esfuerzo e intención en no faltar de nuevo, pero siempre apelando a la Misericordia divina, porque...
47. No hay falta menor si te remites a Su justicia, pero no hay falta si te remites a Su gracia.
Cuando hagas repaso de tus obras y adelantes tu juicio a Su juicio (muhasaba), debes tener en cuenta este principio. Si las juzgas con el ojo de Su justicia, no encontrarás perdón para ellas; si lo haces con el de la misericordia y Su don, no hay falta que sea tan grande como para que no se vea superada por Su misericordia. Aunque lo propio es que te trates con severidad a ti mismo, no debes hacerlo más allá de un limite, pues en ese momento no es exigencia consigo mismo, sino que es una manera de altivez. “Quien le hecha un pulso a la religión, lo pierde”, dice el hadiz. Así que sé exigente contigo mismo, pero vuélvete a tu Señor consciente de Su gracia contigo.
48. No hay obra más beneficiosa para los corazones que la que para ti pasa desapercibida y que consideras carente de valor.
Porque es una obra sobre la que no hay posibilidad de hipocresía, pues no es contemplada, ni tan siquiera por la propia alma, y no la consideras digna de recompensa, por lo que no hay algo que te vele del verdadero objetivo, que es realizarla buscando el rostro de Dios (es decir, por Dios).
49. Te hace llegar las inspiraciones (wārid) para que te dirijas hacia Él (wāridan); te hace llegar las inspiraciones para mantenerte a salvo del control de los otros (agyār) y para librarte de la esclavitud de las criaturas (ātār); te hace llegar las inspiraciones para llevarte desde la prisión de la existencia al campo abierto de tu contemplación.
Dios te hace llegar sus inspiraciones, sus enseñanzas, para mantenerte deseoso de Él, para que te dirijas hacia Él, como respuesta a esa llamada que te hace. Y también para que sepas que lo que no es Dios no puede suplir lo que recibes de Él, pues lo que Él te da, ningún otro te lo puede dar ni quitar. Si te dan algo, es porque ya lo había decidido para ti, si lo retienen también, si te da algo para que lo guardes guárdalo, y si te lo da para que lo entregues, entrégalo... Esas mismas inspiraciones son las que al llegar a tu corazón te abren las puertas de las contemplación, rompen los muros que te retienen, y te conceden la verdadera libertad interior de la prisión de este mundo. “Este mundo es una prisión para el creyente”. Cuando escapa a ella, se abre ante él toda la explanada de la contemplación, para que busque y explore por donde quiera...
50. Las luces son las monturas de los corazones y los secretos íntimos.
Aquí, cuando menciona las luces (anwār) su significado se aproxima al de inspiraciones (wārid). Son los significados e intuiciones que aparecen en el corazón y los secretos, los iluminan y les permiten ver las realidades ocultas tras los velos. Por eso son las monturas, pues son las luces que permiten avanzar en pos de Dios, aumentando el conocimiento y la certeza. Son las luces que se manifiestan con la perseverancia en el recuerdo de Dios y con la concentración en Él, que llenan el corazón, y abren la visión interior, de tal manera que el Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones sean con él, ha dicho: “cuidado con la mirada del creyente, pues con ella ve de verdad”.
51. Las luces son los ejércitos del corazón, como las sombras son el ejército del alma. Si Dios desea ayudar a Su siervo lo asiste con los ejércitos de las luces y lo aparta de la influencia de las sombras y los otros.
El alma, si no la asiste su Señor, vive en las sombras, en el estado de separación e ignorancia. Sólo si la luz divina disipa tal sombra, el corazón se puede levantar y dirigirse hacia el origen de tal luz. Cuando Dios ama a alguien le muestra tales luces y lo separa de lo demás, para que camine hacia Él. ¡Que tu alma reciba la luz es una bendición divina! ¡No lo desperdicies! Si el corazón está despierto, ¡avívalo
con el deseo del recuerdo! Como dijo sidi Abdurrahman: “el dhikr (de verdad), es como hacer un fuego. Al principio cuesta mucho esfuerzo, y cualquier soplo lo apaga. Pero cuando ha tomado cuerpo, se alimenta solo, y los soplos no hacen sino avivivarlo”. Si Dios te ha concedido la gracia de la luz, y de que venzan a la oscuridad de tu alma, aprovecha para avivarlo.
52. La luz se acompaña del desvelamiento; la visión interior de la sabiduría; y el corazón de la sístole y la diástole.
Esta hikma contiene en sí misma la descripción de toda la vía: los grados de realización, sus estaciones y sus ciencias. La luz es el conocimiento intuitivo, que muestra la esencia de las cosas tal y como son, que cuando se muestra hace desaparecer todo lo demás. Es la manifestación (tayalli) divina que devela los secretos, porque hace desaparecer los velos. Quien conoce por esta luz conoce por Dios. La visión interior nos permite ver la realidad interior (haqaiq) de las cosas, es decir, lo que Dios ha puesto en ellas, nos hace contemplar la sabiduría divina que hay puesta en su existencia. Quien conoce por ella es sabio, pues conoce las cosas por el atributo divino que se manifiesta en ellas. El corazón tiene una expansión y una retracción. Su movimiento continuo indica cual es función. Se adapta a la continua variación de las manifestaciones divinas que se presentan, y por eso conoce a través de los estados, de las variaciones. El que busca a Dios debe poseer estas tres características: luz, para que la presencia divina se haga manifiesta; visión interior para ver las cosas como son en realidad y de estados, con su movimiento constante, como continuo es el hacer continuo de Dios. “Y Dios está, en cada momento, en un asunto”.
53. No te jactes de tu obediencia creyendo que es obra tuya; es Dios quien te la ha otorgado. Dí: por la gracia de Dios y por Su misericordia, se regocijan [de lo que tienen], pero lo postrero es mejor que lo que reúnen (10:58).
Para el murīd sincero, el encontrarse en un estado de obediencia, y no de falta, o de olvido, no es producto de su propia actividad: es una gracia divina, un don, que se le ha hecho. Y siempre, lo que recibe de su Señor será mejor que aquello que consigue por sí mismo, porque la gracia de su Señor es siempre más completa y perfecta. Pero, ¿acaso no hay nada que no provenga de Él? “No lo habéis querido, sin que Dios lo haya querido primero...”
54. Tanto a los que viajan hacia Él como a los que han llegado a Él, se les ha impedido la visión de sus obras y la contemplación de sus estados. Los que viajan porque todavía no han verificado su sinceridad con Dios, mientras que los que han llegado se les han ocultado por Su contemplación.
Para quienes todavía están en el camino, la contemplación de sus obras y estados puede ser un velo que les impida el progreso espiritual. Por eso es necesario que haya una ocultación, para que no sean un impedimento en la progresión en el camino. En cambio, para quien ha llegado a Dios, ¡quiera Dios hacernos de ellos!, ambos desaparecen en la Unidad divina. Ya no hay un alguien que pueda atribuirse tales cosas; simplemente ve el actuar divino, que discurre sin que pueda hacer mayor cosa. -955. No hecha raíz la bajeza en los lugares recónditos del corazón sino por la semilla del deseo.
En esta serie de hikam comenta los diferentes atributos de las almas, por las cuales están sometidas a las características inferiores, nublando al corazón y los secretos de la contemplación divina. Así, comenta el Maestro, que para que la bajeza, lo innoble, aparezca en una persona, primero hace falta que el deseo por este mundo, la concupiscencia, habite en él. Sin ella, no hay nada que pueda crecer. Todos nuestros defectos se basan en ese deseo de poseer lo que no tenemos. Y puesto que somos criaturas débiles, necesitadas de Dios, que en el fondo no somos nada, cualquier pretensión o deseo de tener es una forma de idolatría oculta, de pretender arrogarnos un derecho divino. “Y Dios perdona cualquier cosa excepto que se asocie algo a Él...” Quien evita los deseos y se opone a ellos, con la ayuda de Dios, evita las malas características, y deja que aparezca la virtud.
56. No hay nada que arrebate tanto como la ilusión.
La ilusión, el wahm, lo que imaginamos sobre algo, o sea, lo que añadimos a la realidad desvirtuándola, es una de las características más comunes del alma. Toda nuestra existencia se basa en adjudicar a las cosas lo que no son. Y al hacerlo estas adquieren un poder sobre nosotros: nos inclinan hacia ellas, a su búsqueda o a su rechazo. Sólo cuando se huye de ésto, se busca la realidad de las cosas y se las considera por lo que realmente son (su haqiqa). Cuando no se imagina nada sobre ellas, muestran lo que realmente son, y entonces:
57. Eres libre de aquello de lo que te desprendes, y esclavo de aquello que ansías.
La libertad consiste en estar libre de lazos, en no verse compelido por nada. Mientras que la gente cree que la libertad consiste en dar rienda suelta a sus pasiones, eso sólo genera mayor dependencia de aquello que desea. Cada uno de esos lazos, le suponen una pleitesía que rendir, un vínculo que exige algo a cambio. Por eso el Shayj aquí nos da la clave: no ansíes nada, despréndete de todo. Pero el desprendimiento no consiste simplemente en retirarse de todo, en desentenderse. Es sobre todo apartar el deseo por ello del corazón, pues hay muchos que, a pesar de desprenderse de lo que tienen en sus manos, siguen deseándolo. El objetivo del sufí es desprenderse de todo para ascender libre hacia Dios; no desear más que a Dios para así convertirse en Su esclavo. El šayj al-'Alawi ha dicho en sus hikam: “los que se desprenden son de dos tipos, los que se desprenden de lo que retienen con sus manos y los que se desprenden de aquello que Dios tiene. Y ciertamente, el que se desprende de lo que Dios tiene es más completo en su desprendimiento de quien se desprende de lo que tiene en su mano”.
58. Quien no se dirige hacia Dios mediante los beneficios de la excelencia, es conducido a Él amarrado por las cadenas de las pruebas.
Quien no se dirige hacia Dios por el camino de la excelencia, de las obras bellas, el iḥsān, es conducido a Dios obligado y maniatado por las pruebas. Quien no le contempla por medio de Sus atributos de belleza y cumple con ellos, Dios lo llevará al mismo fin a través de Sus atributos de majestad. “Y a Él es el regreso”, sin ninguna duda ni excepción, bien sea por medio de la mano que da o la que quita...
59. Quien no agradece los dones, simplemente se arriesga a perderlos; quien es agradecido los retiene con cadenas.
El agradecimiento es el reconocimiento a quien da. Por eso es una forma de recuerdo y contemplación de Dios, pues quien es consciente del Dador, no deja de verlo en todo aquello que recibe y le ocurre. Al mismo tiempo, este reconocimiento atrae la disposición de Quien da a tener consideración con quien es agradecido. Por ello el agradecimiento retiene tales dones. Pero, como relata en la hikma siguiente, se debe ser consciente de que la idea contraria, que la presencia de los dones, no supone el reconocimiento, pues:
60. Ten cuidado si muestra Su excelencia contigo cuando Le faltes, pues esto puede ser un signo de extravío: Les extraviamos sin que se diesen cuenta (7:182).
No todos los beneficios divinos son consecuencia de la obediencia ni del reconocimiento. Dios otorga Su bien a quien Él quiere, sin que nada medie. Incluso, el hecho de que otorgue el beneficio a alguien a pesar de su desobediencia, puede que sea simplemente una muestra del proceder engañoso de Dios (makr), y que tal beneficio sea motivo de extravío como señala el Maestro. Por eso algún sufí ha llegado a decir que para él era preferible el estado de contracción o apretura, pues ello salva con más facilidad de los excesos que conlleva el estado de expansión. Así que presta atención a la advertencia, y sopesa tu estado ante esta balanza...
61. Es signo de ignorancia por parte del murīd que, ante un acto de descortesía espiritual en la que el castigo se ve postergado, diga: “Si esta falta de cortesía fuese tal habría supuesto la desaparición de la ayuda divina y me habría impuesto la lejanía”. Ya se le ha retirado la ayuda sin que se de cuenta y esta privado del incremento de la gracia, se ha establecido en una estación de lejanía sin que sepa cómo, quedando sujeto a sus caprichos sin pretenderlo.
Como ha comentado en las hikam anteriores, llama la atención ante la gravedad del asunto del murid: el que desea a Dios tiene ante si una gran tarea, donde la responsabilidad lo debería abrumar. No cabe excusa, ni aunque su falta se vea aparentemente compensada. Ni hay lugar para creerse por encima de las limitaciones o deberes del resto de criaturas. Si Dios le otorga un bien, que lo guarde, pero que tenga en cuenta que no es un mérito del que se pueda apropiar. Es un regalo divino que ha recibido, como todos los demás, porque precisamente es un ser necesitado en todos sus aspectos. Mantén el estado de necesidad, y no caigas en el orgullo que corrompe todas las virtudes, no seas que lo pierdas todo sin darte cuenta. Ten siempre a Dios como Señor, y pide a Su puerta, aunque creas que se te ha dado el cargo del más noble de Sus ministros.
62. Si encuentras a un siervo a quien Dios ha establecido en una práctica, concediéndole la perseverancia constante en ella, no desprecies aquello que su Señor le ha concedido, aunque no aprecies en él los signos de la sabiduría ni la alegría de los amantes, pues es precisamente esa práctica lo que se le ha concedido.
No se debe juzgar al siervo por las apariencias. Si Dios ha establecido a alguien en una práctica exclusiva hacia Él, y le ha concedido la permanencia en ella, aunque no sean lo que uno esperaría de sabio o un amante, no significa que sea inválida. No seas orgulloso o te creas por encima. A lo mejor tiene más que tu, porque su Señor algo le ha dado. En lo que tu Señor le ha concedido, no debes tu meterte. Como dice en la hikma siguiente:
63. A unos los ha puesto a Su servicio y a otros los ha elegido para ser Sus amantes. “Les hemos concedido, a unos y a otros, del don de tu Señor, y el don de tu Señor no tiene límites” (17:20)
Dios ha concedido a todos sus siervos una función, pero ha establecido una jerarquía en ello. Unos le sirven, a otros los ha elegido para que sean sus amantes, sus íntimos, y le sirvan más allá de toda recompensa. Son sus amantes, le buscan sin descanso, sin esperar recompensa y sin permitir que esta les vele de su objetivo. Incluso los dones que reciben, como antes ha comentado el Maestro, no les separa de aquello que esperan, y es que su objetivo es Dios mismo, y no quieren nada más...
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64. En pocas ocasiones la inspiración divina (warid al-ilahiyya) va más allá de un instante, para así proteger a los siervos de toda pretensión por su predisposición. La inspiración divina o don divino, el warid, dura solo un instante. Es una certeza que surge del interior, sin lenguaje, sin desarrollo, y que después el intelecto desarrolla según el nivel de comprensión. Pero eso no quiere decir que dependa de la capacidad de quien la recibe; es un don divino, y si hace que dure poco es para que no te enorgullezcas con ello. Comprende de quien procede la inspiración, y que tu valor es como simple receptor, como la pantalla donde se muestras las sombras de la obra de teatro. Si se puede mostrar mejor es porque es más blanco y puro, y deja entrever la luz casi como si no existiese. Si quieres pretender algo, se pretendiente a ser un verdadero siervo, y pon tu mejilla en el suelo ante el verdadero Señor, quizá así te haga el favor de su don.
65. Si alguien responde a todo lo que se le pregunta, expresa todo lo que contempla, y menciona todo lo que sabe, ten por segura su ignorancia. Quien actúa de esta forma no es alguien capaz de guardar los secretos de la señoría divina. Si así fuese, respondería solo lo justo y necesario, cuando no hay más remedio que destapar algún misterio para evitar la confusión, expresa y hace público solamente lo imprescindible y si se ve compelido a ello ("y habla de las gracias de tu Señor"). Y si menciona algo de lo que sabe es porque en ello hay un beneficio para los demás. Si, por el contrario no es así, puedes estar seguro de su ignorancia, por mucho que su
aspecto te haga creer que es alguien digno de escuchar y seguir. Como dijo el shayj al-Alawi: “El conocimiento (ma’rifa), es como la dispensa legal (ruhsa): sólo debe usarse cuando hace falta”. 66. Ha hecho de la Otra vida el lugar de la recompensa para sus siervos creyentes, puesto que ésta no puede abarcar lo que les quiere conceder; y ha retrasado la recompensa más valiosa a una morada que no sea finita. "El Otro mundo es mejor que el primero", pues es la morada ilimitada en las que Sus manifestaciones no presentan el velo de las limitaciones de este mundo. "A Él no le alcanzan las miradas, pero Él si alcanza las miradas, y Él es el Sutil, el Bien informado". Es la otra vida, en la que perdemos nuestra limitación, cuando podremos contemplar en la medida de Su infinidad. Porque, de la Otra vida, Él es la mayor recompensa: "hemos comprado su almas a los creyentes, y a cambio les hemos dado la mejor recompensa; jardines..."
67. Quien encuentra la recompensa a sus obras de manera inmediata, debe saber que eso es una señal de su aceptación postrera.
Quien disfruta de los frutos de sus obras en este mundo -y por obras y frutos se entienden las de las obras de adoración, y sus frutos las cualidades y virtudes que de ellas se desprenden, sobre todo la cercanía a Dios- debe ser consciente de que esto es un anticipo de la aceptación de tales obras. Pero como ha señalado antes, esto no debe ser motivo para que se confíe o crea que le son propias, sino simplemente para que sea consciente de la misericordia y gracia de su Señor con él. 68. Si quieres saber cual es tu posición ante Él, observa donde te ha puesto. Como dice el hadiz, “Dios sitúa al siervo según dónde él Le sitúa, y soy lo que el siervo piensa de Mi”. Esta hikma es su corolario: si quieres saber si gozas de Su consideración, examina en que estado te ha puesto. Haz examen de tu interior, mira en que estado te ha situado, y sabrás que quiere de ti en ese momento. Piensa bien de Él, y descubrirás los conocimientos divinos de tal estado, por muy calamitoso que al exterior pueda parecer. 69. Si te provee con los actos de obediencia y al mismo tiempo te hace independente de ellos por Él, debes saber que te ha colmado con las gracias manifiestas y las ocultas.
Si te permite que Le obedezcas, cumpliendo con Su adoración gracias a Él, porque es Él quien te la procura, y al mismo tienes suficiente con Él por encima de esos actos, pues no te ves ni sujeto ni obligado, ni hay en ti hipocresía ni ningún motivo extraño a Él mismo, debes saber que te ha concedido la plenitud de Su favor: cumples con Él como siervo en tu exterior y no dependes de otro que Él en tu interior, porque Él te basta. No aspiras a premio ni recompensa, ni obras tratando de conseguir nada: sólo está Él como objetivo. -11-
70. Lo mejor que Le puedes pedir es aquello que Él exige de ti.
Lo mejor de lo que le puedes solicitar es aquello que Él exige de ti, y eso no es otra cosa que tu cumplimiento con lo que ordena, tu evitación de lo que prohibe, tu servidumbre con respecto a Su señoría, tu indigencia con respecto a Su autosuficiencia, tu deseo por Él tal y como Él quiere que Le desees. Si Él es tu Señor, pide por ser su verdadero siervo...
71. Que lamentes tu falta de obediencia, sin que intentes evitarlo, es signo de tu autoengaño.
El sentimiento de tristeza y de perdida ante el incumplimiento es una cualidad muy valiosa para el murid, siempre que este arrepentimiento se acompañe de un propósito de enmienda. Si no es así, se queda en un mero sentimiento que no le aporta ningún beneficio, incluso le puede hacer creer que con ello basta para saldar su falta. Y esto no es mas que autoengaño, basado en una especulación del alma. En cambio, el sentimiento de abatimiento, si se acompaña de un serio propósito de enmienda, es un beneficio para el murid, como refiere más adelante.
72. No es un ʽārif quien, cuando hace una alusión, encuentra al Verdadero más cerca de si mismo que su alusión, sino quien no puede hacer alusión a Él a causa de su extinción en su Existencia y su repliegue en Su contemplación.
El ʽārif consolidado vive en un estado de unión con Dios que no le permite expresar ('ibara) de forma concreta, ni tampoco alusiva (iŝāra) su estado. Por lo tanto, si al aludir al Verdadero, encuentra que hay
algo diferente al Verdadero, es decir, a un alguien que contempla, sabe que su unión y extinción no es perfecta, o que le ha sobrevenido un estado de separación -quiera Dios hacernos entrever algo de esto, a lo cual ni tan si quiera llegamos-. Con esto, el Shayj indica que el estado por excelencia del ʽārif es del fana, de extinción, de intoxicación, de plegamiento, aunque a veces, por mor de comunicar algo al resto de criaturas tenga que verse sometido a la separación y el trato con los demás. Aunque siempre habrá quienes, siguiendo la herencia del más noble de los enviados, la paz y las bendiciones sean con él, disfruten de una unión en la que la alusión y la expresión le son posibles sin que incurran en separación, puesto que siempre están con su Señor. Pero aquí el Maestro, y Dios sabe más, lo que pretende es hacer hincapié en que el murid debe tratar de tener en cuenta que, a pesar de sus palabras, su objetivo final debe ser extinguirse en Él y no dejarse engañarse ni por sus palabras ni sus alusiones, por excelentes que sean.
73. La esperanza, si no se acompaña de las obras, es una veleidad.
La esperanza sin obras, sin responsabilidad, creyéndose a salvo por ella misma, solo lleva a la perdición. Tan malo es confiar en una esperanza optimista de ser salvado, como creer que las obras, por sí solas, son garantía alguna. Por eso dice a continuación:
74. Lo que solicitan los arifin a Dios es la sinceridad en la servidumbre y cumplir con los derechos de la señoría.
Que su servidumbre sea verdadera, que no se vea afectada ni por orgullo, ni por ningún tipo reconocimiento, que no les es propio. Y también que, pese a los estados que les aborden, no les hagan perder de vista los derechos de la señoría, por mucho que su extinción en Él les produzca una identificación con el Verdadero. La petición de quien conoce por Dios es ser solo para Él, esa es la sinceridad en la servidumbre. Ni piden el liderazgo, ni el poder, ni la notoriedad; solo ser para Él, aunque Dios les imponga a veces tales tareas. Viven para Él, por él y en Él. En ese sentido dice a continuación:
75. Te expande de tal manera que te parece que ningún estado de contracción te pudiera constreñir, y te contrae de tal manera que te parece que no te podría liberar ningún estado de expansión. Y si te extrae de ambos es para que seas sólo para Él.
Si te somete a ambos estados, de tal forma que tu corazón crea que en ellos no hay salida posible, es porque lo que quiere es sustraerte a ambos para que sólo seas para Él. Mueve tu corazón, con Sus dos dedos, el de Majestad y el de la Belleza, el de contracción y expansión, de tal forma que al final no te queda otra salida que Él.
76. Los ‘arifin temen más el estado de expansión que el de contracción, pues solo unos poco son capaces de mantener la cortesía espiritual en el estado de expansión. En la expansión, feliz, el alma controla su suerte, mientras que en la contracción no se le queda suerte alguna.
En el estado de expansión el alma tiende a sobrepasar sus límites llevada por la euforia, asumiendo lo que no le es propio. Esto conduce, excepto en pocos casos, a perder la cortesía espiritual con Dios y no respetar los derechos de la señoría. En cambio el estado de contracción, en el que el alma se ve constreñida, sin posibilidad alguna, no tiene otra que ajustarse a lo que toca y no pedir nada más.
77. Puede que te conceda algo, y de esa manera te prive; puede que te prive, y con eso te favorezca. Si abre para ti la puerta de la comprensión ante la privación, convertirás la privación en el origen de todo don.
“Puede que os disguste lo que os conviene, y améis algo que no os conviene”. Como seres dependientes es algo inseparable de nuestra naturaleza el pedir, puesto que estamos necesitados. Pero nuestra alma nos empuja a estar continuamente preocupados por pedir aquello que nosotros creemos que nos hace falta. Así pasamos una existencia entera preocupados de lo que creemos que nos falta, hasta tal punto de que hasta se lo pedimos a Dios, ignorantes de la naturaleza de Su decreto. Aquí el Maestro da dos posibilidades: para quien se esfuerza en el camino, le advierte que, ante su estado de necesidad, debe tratar de comprender que el que Dios prive es un don por su parte, pues Él sabe mejor lo que nos conviene. En ese sentido en el murid debe confiar en Dios, abandonarse en su decreto y ser paciente ante las adversidades. A quienes están cerca de su objetivo -quiera Dios hacernos de ellos-, además les indica que en esta privación está el origen de todo bien. Quien ha dejado sus aspiraciones y pretensiones, quien ha apartado su propio actuar para dejar solo a Dios, la privación es una muestra de que ya no queda nada de él, que cada vez va a menos y que se acerca a la verdadera servidumbre.
78. Los seres son en su apariencia un engaño, y su interior una advertencia. El alma observa su exterior embaucador; mientras que el corazón su interior, que le advierte.
En unas de las primeras hikam ya había abordado este tema. Pero en esta ocasión lo hace desde la perspectiva del alma. El alma es toda percepción. El alma es por su capacidad de percibir el mundo intermedio entre el significado (ma’ana) y lo físico (hiss), donde ocurren las interacciones entre la naturaleza física y espiritual del hombre. Pero la huella de lo físico es tan patente y deja tanta huella en ella que se deja embaucar por las apariencias. Toma lo que parecen, dejando a un lado lo que son. En cambio el corazón es el órgano de la visión interior, el depósito de la visión interior, de lo que son las cosas, de sus significados. Y cuando compara lo que viene del alma, con lo que ve, queda advertida de no dejarse engañar por las apariencias.
79. Si deseas tener la gloria que no tenga fin, no te enorgullezcas con aquella que desaparece.
La verdadera gloria y orgullo, que dura para siempre, no es algo que te pertenecezca. “La gloria es de Dios, de Su profeta, y aquellos que están con él”, declama el Corán. Si quieres la verdadera gloria, que no desaparece, como no desaparece la de Dios, sabes bien cual es el camino... ser siervo de quienes fueron siervos de quien fue el siervo que “trasladamos a nuestro siervo desde la mezquita cercana...”
80. El verdadero milagro no es el plegamiento del espacio, sino que pliegues ante ti la totalidad de este mundo hasta que veas la Otra vida más cerca de ti que ésta.
La capacidad de plegar el espacio es un milagro adjudicado a muchos santos. El Maestro comenta aquí que, el verdadero milagro es que pliegues la existencia ante ti (incluida la tuya propia), hasta que no quede nada de ella. Eso es lo verdaderamente difícil, hacer desaparecer lo que te separa de Él. El resto solo son habilidades que no tienen porque indicar nada de santidad. Lo magos también lo hacen, aunque sea con ilusiones.
81. Recibir de la creación es privación. Que Dios te prive, puro beneficio.
Lo que Dios te concede en este mundo, puede suponer una merma en el Otro. Así que la obtención en este mundo, solo puede ser privación. En cambio, que Dios impida algo en este mundo, puede ser al final puro don para el Otro. “¡Oh Señor, concédenos los bueno de este mundo y lo bueno del otro mundo, y líbranos del fuego del infierno!” -12-
82. Nuestro Señor es muy elevado como para pagar a Su siervo a término cuando éste se esfuerza.
Dios está por encima del comportamiento que muestran las criaturas unas con otras. No es como un empleador que paga a su asalariado por el trabajo hecho. Él es el Señor, y el hombre es el siervo que se esfuerza, se somete y trabaja. Si le difiere el pago de tales obras al Otro mundo, es porque en ellas se puede manifestar la recompensa en un grado más elevado, más allá de las limitaciones de este mundo. Aunque en ocasiones tal recompensa se manifieste en este mundo, como adelanto. En las siguientes hikam da claves sobre las diferentes recompensas que se manifiestan como adelanto en este mundo, no siempre evidentes.
83. Confórmate con la recompensa de que acepte como adecuado tu acto de obediencia.
Que acepte tu obediencia, tus actos, como adecuados, debería ser suficiente recompensa, pues siendo imposible adorarle en la medida de Su perfección, que sean aceptados es pura misericordia y favor divinos. A pesar de nuestra limitación e incapacidad, acepta nuestra adoración con que cumplamos ciertos requisitos, o simplemente con que la intención sea la correcta. Incluso ha tenido la misericordia, como comenta el autor en su Lataif al-minan, de que cuando define a los hipócritas, haya dicho “los que a su plegaria prestan poca atención”, en vez de “los que en su plegaria prestan poca atención”.
84. A los que obran les vale como recompensa los que Él les revela a sus corazones en su acto de obediencia y aquello que les concede no es más que el fruto de la intimidad.
Queda claro que no se refiere a los que simplemente cumplen. Son quienes cuando cumplen con Dios, algo aparece en su interior. Eso les vale como recompensa, actual y futura, pues su intención era de la estar con Dios, acercarse a Él con tal acto. Y obtienen como respuesta a sus actos la recompensa del diálogo con su Señor (munaya). Si has puesto de verdad tu interés solo en Dios, en tu obediencia Él te mostrará el resultado de la intimidad en tal acto. Aunque en apariencia sea el mismo acto de quien no recibe tal aceptación, su diferencia es radical, pues quien adora a Dios con sinceridad, lo hace solo por Dios, como indica en la hikma siguiente.
85. Quien lo adora por algo que espera de Él o tratando de alejar con su adoración el castigo, es que no lo considera según los derechos y verdad de Sus atributos.
Ya no es sólo, como decía Rabia al-Adawiyya, que lo adore por amor a Dios, sino que incluso, quien adora a Dios por obtener otra cosa, es que no ha entendido el derecho de Dios sobre Él. “Quien adora a Dios por otro que Él, es a eso a lo que llega”, dijo Abu Madyan. Quien lo adora por Su señoría, por el derecho que Él tiene como Señor, no puede sino adorarlo como siervo. Y ello no es más que el cumplir con la realidad: Él es el Señor, el Rey, Creador, Existenciador, Designador, el Todopoderoso que todo ha decido, que ha impuesto a sus criaturas el reconocimiento de Su obra. Adorarle, por lo tanto, no es más que un acto de reconocimiento de esa realidad. Quien lo hace así, Lo adora como siervo, necesitado, limitado, incapaz. Es como una rama que se mece y se agacha por la fuerza del viento de la obligación. Adora como consecuencia, no como causa. Por eso: 86. Cuando te da, te muestra su munificencia. Cuando te priva, te muestra su fuerza. Y con todo ello no hace más que darse a conocer y adelantar su bondad contigo.
Con ello no solo da una idea “moral” del dar y el quitar, sino que se refiere a todos los estados posibles que se sitúan entre la expansión y la contracción. Cada uno de esos movimientos son posibilidades para conocerle y contemplarle y un adelanto de Su favor contigo. En caso contrario:
87. Si sufres en la privación, es porque ignoras a Dios en ello.
Quien reconoce a quien está detrás de todo, ya no sufre privación: solo está Dios, y no necesita nada más. Si sufres, es porque ignoras la realidad del asunto. Este grado está por encima del que ha comentado antes: “Si quieres disminuir los motivos para tu sufrimiento, disminuye los motivos para tu goce”. Aquí ya no hay sufrimiento posible. En cuanto a tus obras de obediencia, este punto lo lleva más allá, al decir:
88. Puede que te abra la puerta de la obediencia, pero no te abra la de la aceptación. Puede que te decrete la falta, y esto sea motivo para la unión.
Puede que te haya facilitado la obediencia, y te esfuerces en ella, pero que tus obras no sean aceptadas por algún motivo: un defecto de tu alma, falta de sinceridad, asociación en ella de Dios a algo,
búsqueda de alguna compensación oculta, y tal cosa te impida llegar a Dios. En cambio, puede que un estado de falta genuino, en el que te veas impotente y produzca un verdadero estado de arrepentimiento, sea motivo para que dejes atrás tus defectos, sobre todo tu egoísmo, tu amor propio, tu orgullo, y dejes sitio solo a Dios. Por eso dice a continuación, como complemento:
89. Una falta que produce rebajamiento y necesidad, es mejor que la obediencia que produce amor propio y orgullo.
Por que el amor propio ('izza) y el orgullo son incompatibles con la unión con Dios. “Si tu eres, Él no es, y si Él es, tu no eres”. Solo el rebajamiento (ḏull) y la pobreza (faqr) permiten acercarse a Dios, porque son tus atributos propios. De esa manera dejas sitio a los de Dios, “pues el orgullo (‘izz) son de Dios, de Su profeta y los creyentes que están con él...” Para que entendamos que ésto no es solo una pose, dice a continuación:
90. Hay dos dones cuya existencia no depende de los seres y que todos reciben: el don de la existencia y el don de la subsistencia. Te dio primero la existencia y luego te la ha mantenido con una amplia subsistencia.
Para que no te quede duda de que no hay nada en ti que pueda clamar su independencia. Te ha concedido tanto la existencia como la subsistencia sin que tengas nada que ver en ello... Naciste y te hizo ser humano sin que eligieses ni dónde ni cuándo ni como. Además te ha concedido unos medios para subsistir, te permite alimentarte, respirar, andar,... Por eso en las siguientes insiste en la naturaleza defectiva del hombre, no como un problema, si no como una realidad con amplias posibilidades para acercarse a Dios.
91. Tu necesidad (faqa) es algo esencial y el que dependas de las causalidad es un recordatorio de lo que se te esconde tras ella: el defecto esencial no lo puede eliminar aquello que es accidental.
Te ves obligado a vivir dependiente de las causas secundarias que acontencen. Pero tal cosa no es un castigo, sino una posibilidad para comprender quien está tras ello. Tu estado de necesidad, que es esencial en ti, no lo puedes resolver tu mismo a través de actos, cosas o personas. Sólo quien es Permanente puede hacer desaparecer esa condición de necesidad del ser contingente. “Y llegó la Verdad, y la arrojamos contra la mentira, y mira como ésta se desvanace”.
92. El mejor de tus momentos es en el que contemplas tu necesidad y esto te conduce al estado de rebajamiento.
Como ha dicho antes, el estado de necesidad, en el que contemplas tu propia imperfección, es un estado necesario para llegar a Dios. Quien se cree perfecto cree que no necesita nada más. Por lo tanto, el momento en el que tal estado se hace contigo, es cuando tienes verdadera necesidad de Él. Aprovéchalo y sácale partido, no sea que te pase como a quienes: “Cuando su Señor le provee, es generoso, le agracia, dice: Mi Señor me ha agraciado. Pero cuando no le satisface y restringe su provisión, dice: Mi Señor me ha abandonado”. Búscale tanto en la abundancia como en la necesidad, pero sobre todo en la necesidad, porque “Dios atiende la suplica del necesitado”.
93. Cuando te espante de Su creación, que sepas que es porque desea abrirte la puerta de la intimidad con Él.
Es decir, si te aleja de Su creación con un estado de espanto, lo que te está indicando es que te quiere atraer a la intimidad con Él. ¡Así que no te deprimas por ello! Estarás lejos de los demás, y con eso no hace sino atraerte hacia Él. Responde a la llamada que así te hace, y concéntrate en Él, invocándole, teniéndolo presente, hasta que Su presencia te sea constante, tal y como es la de Él.
94. Cuando sea Él quien ponga en tu lengua una petición, que sepas que lo que quiere es concedértela.
Si en tal estado te hace pedirle, es porque está deseando concedértelo. Mientras que antes ha indicado que la petición puede ser un estado de olvido, cuando parte de una iniciativa propia, aquí, en un estado de verdadera necesidad, lo importante es pedirle, pues no parte de ti, sino del don que Él te tiene reservado. Es la voz de tu estado la que habla, revelando tu verdadera condición.
95. El ʽārif no abandona nunca su precariedad ni encuentra seguridad en otro que Dios.
Por eso el ʽārif, que está consolidado en tal estado, nunca deja el estado de necesidad, pues su estación es la de la servidumbre. Sirve a Dios, sin que Él le necesite, y sabe que todo lo que tiene lo tiene por su Señor, por lo que no necesita nada más.
De hecho, no ve ni sabe de nada más que Dios como para buscar a otro. Aunque pueda que en sus palabras y actos haya lugar para lo demás, el no ha dejado lugar en su corazón para otro que Dios, y aunque coma y beba, es Dios quien le alimenta, tal y como narra el conocido hadiz.
96. Ha iluminado el mundo visible con las luces de Su creación y los secretos con la luz de Sus atributos. Así, las luces de la manifestación se ponen, pero la luz de los corazones y los secretos no se pone nunca. Han dicho: “El Sol de la mañana se pone por la noche, pero el sol del corazón nunca se oculta”.
Con esta hikma cierra el capítulo y abre el siguiente. Mientras que el mundo de la manifestación está sometido al cambio, a veces está iluminado y otras a oscuras; a veces puedes percibir lo que se oculta detrás de las criaturas y otras veces no; el mundo de los secretos está continuamente iluminado por Dios. Quien ve con esta luz continuamente percibe las manifestaciones divinas. Por eso, cuando un corazón aprende a recibir la luz de Dios, ya nunca deja de ver. Para ello ha tenido que cerrar sus ojos a todo lo que no es Dios, volviéndose hacia Él totalmente. Este corazón, una vez que se prosterna, ya no se levanta nunca. -13-
97. Si quieres disminuir el sufrimiento ante la prueba, sabe que Él, exaltado sea, es el que te impone la prueba. Quien te enfrenta a las penalidades, es el mismo que te asiste cuando elige lo mejor para ti.
Si cuando sufres un revés te apenas, es porque no reconoces a quien te ha puesto en tal circunstancia. Si Le reconocieses tanto en la prueba como en la facilidad, el sufrimiento que te causa la prueba y la penalidad, se vería disminuido, sabedor de su origen. Pero esto necesita, claro esta, una capacidad para ver a Dios más allá de todo juicio moral finito: Él ha designado lo que es en Su sabiduría previa, sin tener en cuenta ni tu juicio ni interés. Pero a pesar de ello, no deja de pedir al ser humano que juzgue y piense; por eso es una prueba: se examina a la persona contra ella misma. “Señor, no nos cargues con aquello que no podamos soportar”, “Ha dispuesto a cada alma según pueden soportar”. Tal decisión por su parte, no es algo arbitrario, sino que está guiada por la misericordia. Por eso dice a continuación:
98. Creer que su Benevolencia (luṭf) está separada de Su decreto muestra una falta de reflexión.
Su decreto está sometido a Su bondad, a sus atributos de misericordia, pues “Su misericordia antecede a Su cólera” y “hemos envuelto todo en misericordia”. El resultado no puede ser sino misericordia, aunque alguno de sus momentos nos parezcan lo contrario desde nuestra cortedad de miras. Solo nos parece penoso a nosotros, pero esconde un bien (maslaha) en su interior, aunque no aparezca a primera vista.
99. No se te previene de que confundas el camino, sino de que la pasión te venza.
En los tiempos del Maestro el camino era claro, no necesitaba aclaración, era por todos conocido y era difícil que alguien lo convirtiera en lo que no era. Las personas lo conocían y no era tan fácil de engañar en cuestiones de religión y del espíritu. El problema es que si la pasión te vence, harás del camino otra cosa, llegando a un destino diferente, y no solo te perderás tu, sino que extraviarás a quien te siga o te tome como ejemplo.
100. Alabado sea quien ha ocultado el secreto de su elección tras la apariencia humana, y ha manifestado la grandeza de la Señoría en la manifestación de la servidumbre.
Para evitar lo anterior, ha guardado cada cosa en su contrario: el secreto de la elección divina lo ha condicionado a una manifestación humana limitada y que se somete completamente a Dios. Por eso Dios responde en el Corán a los hipócritas, que piden ángeles que traigan el Libro, con una tajante orden de seguir a quien es de su misma condición. Si fuesen ángeles quienes les guiasen no les serviría de nada. Solo pueden encontrar la guía hacia la servidumbre siguiendo a un siervo. Su Señoría se demuestra con la servidumbre demostrada por Su elegido, la paz y las bendiciones sean con él, que se sometió a Dios en todo aspecto, y su grandeza vino determinada por la grandeza de su Señor —y también la de quienes son sus herederos—. En ello está la grandeza máxima, que no tiene límite posible, que Dios sea tu Señor, te haga desaparecer, y no deje sitio para otro que Él. Así será Él el oído con el que oyes, el ojo con el ves, la mano con la que agarras,... tal y como relata el hadiz.
101. No pidas cuentas a Dios por el retraso en lo que le solicitas, sino más bien pídete cuentas a ti mismo por tu pereza en mostrarle cortesía debida.
Así que mejor no andes pidiendo impaciente, si no has sido capaz de mostrar la cortesía debida a tu servidumbre. E incluso si crees que tienes un comportamiento impecable, ten cuidado, no sea que a pesar de obedecerle, te estés mostrando descortés orgulloso de aquello que no te pertenece. Eso sí:
102. Cuando haga que te conformes exteriormente de forma ejemplar a Su orden y te provea interiormente con el sometimiento bajo Su constricción, es que te ha colmado de bien.
Si permite que sigas Su orden exteriormente sin dificultad y eso se acompaña de un sometimiento completo a Su decreto en todos los estados, incluso cuando Su empuje y presión sean máximas y las adversidades se multipliquen, es que ya te ha colmado por completo.
103. No todo el que se ha establecido en la elección, ha perfeccionado su liberación (tajlīṣ).
No todo el que muestra los signos de la elección divina tiene por qué haberla perfeccionado en todas sus posibilidades. Hay un tipo de santidad que supone un acercamiento a lo divino, una manifestación de esa elección que Dios presenta a cada ser, pero no todas ellas llegan a la plenitud. Incluso la más abyecta de sus criaturas muestra algún tipo de elección, pues sin su permiso no existiría. Todas tienen algún conocimiento de su Creador, aunque sea tras el velo de la infidelidad. Pero entre quienes han sido elegidos para la proximidad hay grados, pues “aunque no diferenciamos entre enviados” “a unos les hemos dado preferencia sobre otros”. Y esto es lo que explica en su siguiente capítulo...
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104. Quien no guarda su práctica (wird) es negligente. La inspiración (wārid) es del Otro mundo, mientras que la práctica dura lo que este mundo. Cumple primero con lo que te incumbe y que no cambia. La práctica es lo que Él te exige, mientras que la inspiración es lo que tú le pides. ¿Y qué es lo que te pide frente a lo que tú le pides?
Quien no aprecia y pone en valor su práctica, o sea, el recuerdo específico que se le ha transmitido, o bien alguna práctica en concreto que se le ha impuesto, además de la práctica de las obligaciones comunes de todos los musulmanes, ignora la grandeza del asunto. La práctica le es obligatoria durante toda su existencia, pues esta vida es el lugar de la acción, y le corresponde actuar de acuerdo a ello. En cambio, la inspiración es algo característico de la Otra vida, del mundo sutil. La práctica es lo que se espera de ti según tu condición, mientras que la inspiración es lo que esperas de Dios. Lo que tu ofreces es muy poca cosa comparado con lo que Dios te concede, que es la visión de Su conocimiento y la Cercanía. Lo que te pide es un derecho que tiene sobre Ti, mientras que lo que te
da, es algo que te provee según su querer. Con lo primero no haces sino cumplir tu obligación; lo segundo no es sino una gracia de Dios. Lo primero es tu obligación incondicional quieras o no; lo segundo una suerte que tienes si la recibes. Lo primero es importante para tu vida y tu ser, pues son requisitos y derechos de Dios sobre tu existencia. Lo segundo es la gracia pura, el camino para llegar a Él, que solo ocurre si Él te lo hace llegar.
105. El sustento (imdād) llega de acuerdo a la predisposición (isti'dād), mientras que las luces brillan según las cualidades de los secretos.
El sustento espiritual, que son las inspiraciones, llegan según la capacidad para recibirlas. Es el alimento de los corazones, pero a cada corazón le sirve aquel que le es adecuado a su gusto y capacidad para contemplar. ¡Qué suerte tiene quien su predisposición es recibir todo lo que su Señor le da, y no pone pegas! Ha anulado sus propios límites desapareciendo en su Señor, y aunque le sirvan ríos no sacia su sed y pide mares. Las luces de la fe brillan según la pureza de los secretos, pues cuando están purificados de todo lo que no es Él, no queda nada que los vele. Son puro reflejo, y toda luz que se proyecta en ellos se refleja nítidamente.
106. El ignorante, cuando se levanta, piensa en lo que hará. El inteligente, en qué hará Dios con él.
El ignorante cree que su acción es algo propio, que su decisión es la que marca su destino. El sabio, consciente de Su omnipotencia, sabe que es Dios quien ha marcado la acción por él, se extingue en Su acto, consciente de esto, confía en Dios y actúa según este le marca con sus inspiraciones.
107. Los devotos y los ascetas se alejan de todo ante la ausencia de Dios en ella. Si Le contemplasen en todo, no pedirían el alejamiento de nada.
Los devotos y los ascetas, en el sentido de aquellos que rehuyen al mundo, piden el alejamiento, el aislamiento, de toda cosa, pues consideran que lo otro que Dios está ausente de Dios. En su búsqueda desesperada de alejarse de lo que no es Dios, han olvidado a Dios mismo. Si contemplasen a Dios en Su obra, no podrían alejarse ya de nada, pues no verían nada vacío de Él.
108. Te ha ordenado en esta morada que medites sobre los seres creados, de igual modo que te develará en la morada postrera la perfección de Su esencia.
Aunque es parte del camino dejar atrás lo que no es Dios y concentrarse en Dios, no supone ignorar la creación de Dios. Si uno medita en los seres creados y trata de ver lo que hay tras ellos, Dios se lo descubre en otro ámbito. Por eso usa el término develar (kašf): los seres tienen un origen que permanece oculto tras ellos. Quien razona en ellos, contempla la esencia que hay tras ellos, y no puede sino maravillarse. “¿Ves alguna contradicción en la creación del Compasivo? Vuelve a mirar. ¿Ves alguan brecha? Por más que mires, tu vista volvera a ti cansada, agotada”
109. Omnisciente de tu incapacidad de ser paciente, te hace contemplar lo que viene de Él.
Tu falta de paciencia y de perseverancia hacen que muestre su misericordia haciéndote evidentes los dones que vienen de Él. Si fuésemos de los pacientes, nos bastaría con saber que Él conoce nuestra situación, pero nuestra incapacidad hace que, en Su misericordia, nos de muestras de Su plenitud. Así: 110. Sabedor Dios de tu tedio, te ha hecho variados los actos de obediencia; sabedor de tu precipitación, los ha dispuesto en diferentes momentos, para que pongas tu concentración en el cumplimiento de la oración y no en la realización de la oración, pues no todo el que reza cumple.
En esta serie usa la plegaria u oración como ejemplo de obediencia: da claves para la comprensión profunda de los actos de adoración, sobre todo para evitar la falta de sinceridad. En este caso, ante la posible actitud de exceso de escrúpulo que pudiese surgir, resalta que el objetivo es que se cumpla y se complete el acto como se debe, no que se haga por simple ritual. Ha facilitado unos tiempos para cumplir, para que se haga en el momento más propicio y sea un acto de adoración genuino.
111. La plegaria es una purificación para los corazones y la puerta que se abre a lo oculto.
La plegaria purifica los corazones, como Dios relata en el Corán. Pero para quien ahonda en ella, llegando a comprender su esencia íntima, es la puerta de entrada a Su dominio oculto. ¡Cuántas veces, el mismo acto, significa dos cosas bien diferentes dependiendo de la intención con la que se haga! Quien sabe de la dimensión de la plegaria, se consume en ella, desaparece a este mundo en ella, y su corazón no se vuelve a levantar jamás de la postrernarción. Por eso dice:
112. La plegaria es el lugar del dialogo íntimo (munāŷa) y la cantera de la fidelidad. Se expanden por ella los campos de secretos y brillan en ella los fulgores de las luces. Consciente de tu incapacidad, disminuyó su número; consciente de la necesidad de Su gracia, hizo abundantes sus frutos.
La plegaria es el lugar de las bendiciones y el diálogo íntimo con Dios. Consciente de nuestra incapacidad ha limitado sus tiempos, para que no se imponga de manera continua para nosotros, pero ha extendido sus beneficios para que duren el tiempo suficiente entre una y otra. Quien obtiene verdaderos frutos de la plegaria, recibe la luz que su Señor le proporciona, y no le abandona nunca. El creyente verdadero, cuando su corazón se postra en la plegaria, ya no se vuelve a levantar nunca, aunque su cuerpo siga las prescripciones que le corresponden.
113. Ante tu exigencia de pago por tus obras, se te exige la sinceridad en ellas. Si no estás seguro, confórmate con estar a salvo.
La sinceridad es un requisito en la fe y en las obras: lo que se te pide es que no asocies nada a Dios, y que tu plegaria sea solo por Él. Si no es así, y no eres de los que se pueden orientar a Dios con sinceridad pura, al menos cumple y no pidas nada a cambio si no estás seguro de tu sinceridad. Así te pondrás a salvo. Por ese camino, si tienes una intención pura, aunque temas que tu alma o el demonio interfieran, podrás llegar a cierta sinceridad, que crezca y ocupe finalmente todo.
114. No pidas pago por unas obras de las que no eres autor, más bien confórmate con la recompensa de que sean aceptadas.
Pedir un pago por algo que realmente no has hecho, no es cortés. Mejor es que te baste como recompensa que te sean aceptadas gracias a la misericordia divina y te sean tenidas en cuenta a pesar de sus defectos. Solo si eres capaz de contemplar en ellas al verdadero autor, tu sinceridad quedará clara, y la aceptación garantizada.
115. Si quiere mostrar una gracia contigo, Él la crea y la asocia a ti.
¡Ten cuidado! No creas que tienes méritos propios. Si algo aparece en ti, es porque Él lo ha creado y ha hecho que aparezca asociado a ti, pero el verdadero autor no eres tu. Por eso:
116. No habrá límite para la crítica si te abandona a tu suerte, ni habrá momento vacío de elogio hacia ti si hace que se muestre Su liberalidad en ti.
La alabanza y la plenitud pertenecen a Dios. En realidad tu propia naturaleza no deja de ser algo imperfecto, por lo que todos tus aspectos son censurables. En cambio, si Él te llena con Su gracia, los elogios te lloverán, pero no olvides que son fruto de Su don, no del tuyo.
117. Aférrate a los atributos de la Señoría y ten por seguras las características de tu servidumbre.
Por lo tanto, si no quieres que la generosidad de Tu señor te extravíe, como ha hecho con otros, aunque busques con intensidad la virtud, ten siempre en vista tu propia realidad, que es la de la servidumbre: si Tu señor es el Rico, tu eres el pobre; si Él es el Poderoso, tu eres débil; si Él es el que ve, tu no eres más que un ciego. Así constatarás la realidad del hadiz: "Yo soy el ojo con el que ve, el oído con el que oye,..." Por eso dice a continuación:
118. Si te ha prohibido que pretendas lo que no es tuyo y que es de otras criaturas, ¿crees que te anunciaría que te apropies de Sus atributos, cuando Él es "el Señor del Universo"?
Dios te ha prohibido que te apropies de lo que no es tuyo, incluso el que lo pretendas. En cambio tienes la pretensión de tener Sus atributos. Pero hagas lo que hagas, y aunque en algunas cosas lo imites por lo que te ha concedido, siempre será Dios el Creador, el Sustentador,... Pero la alma siempre esconde sus deseos ocultos. Por eso dice a continuación:
119. ¿Cómo pretendes romper con la habitualidad, si no eres capaz de romper con lo hábitos de tu alma?
Pretendes romper con las leyes impuestas por Dios en este mundo con milagros, tratando de que algunos de Sus atributos se manifiesten fuera de lo habitual, cuando no eres capaz de romper con tus propios hábitos. Eso es algo realmente más productivo para el buscador que andar buscando milagros:
rompe con tu propia causalidad, tus vicios, tus miedos, con lo que te separa de Dios, el Origen de todo. Ese es el camino y la verdadera liberación. Los milagros solo son habilidades, a lo mucho dones, que no te sirven para nada si no conducen a la meditación sobre ti mismo a ver tu propia debilidad. Muchos buscan hoy en día estas habilidades, estas experiencias, hasta el punto de confundirlos con el camino mismo. Pero no se dan cuenta de que incluso eso, puede ser motivo para el extravío si no se cumple como es debido con ellos. El milagro más portentoso y elevado, puede convertirse en la trampa más mortal. Así, cuando sidi al-Buzidi conoció al shayj al-Alawi, éste último realizaba una serie de prodigios habituales en la tariqa ‘isawiyya, Era capaz de encantar serpientes. Sabedor de esto, sidi alBuzidi le dijo que había escuchado de su habilidad, y le pidió que se la demostrase. Rápidamente el shayj al-Alawi se fue a buscar una y le hizo una demostración. Sidi al-Buzidi, impresionado le dijo: “¿Serías capaz de hacer eso con una serpiente más grande y peligrosa?” “Si, con cualquiera”, le contestó. “Pues hay una mucho más grande, peligrosa y difícil de controlar, y esa es tu alma...” Ese es el verdadero milagro...
120. La cuestión no es la búsqueda de conocimiento, sino que te provea con la mejor de las cortesías.
La cuestión no es la búsqueda de conocimiento y su acumulación, sino que obtengas de ello la cortesía. Por eso han dicho: “Estamos más necesitados de un poco de cortesía que de mucho conocimiento religioso”. El conocimiento, por sí solo, no cambiará nada en ti. En cambio, el propósito del camino es que te transforme y te lleve a aplicarlo, de manera que tu forma de actuar sea conforme a la verdad: esa es la verdadera cortesía espiritual, y no una serie de normas de comportamiento...
121. No ha solicitado de ti nada excepto la indigencia, y no hay nada que apresure sus dones como el rebajamiento y la necesidad.
Lo que te corresponde, por lo tanto, es que seas consciente de tu necesidad de Él. A Él ni le aumentan ni le disminuyen nada en Su grandeza y Su señoría que le ofrezcas tus plegarias, tus sacrificios y demás. Si te lo ha ordenado es para que te pruebes a ti mismo y acudas con humildad. Cuanto más profundices en tal rebajamiento, más vacío estarás para que Sus dones te lleguen, pues lo que está lleno ya no admite más. Solo si se está dispuesto a recibir se obtiene; y en este caso, para recibir a quien posee todas las cualidades, es necesario no tener ninguna. Así era el Profeta, la paz y las bendiciones
sean con él, un lienzo en blanco en el que su Señor puso Sus atributos sin interferencia de ningún tipo. "¿Acaso no hemos expandido tu pecho?"
122. Si para llegar a Él te tuvieses que deshacer de todos tus defectos y tus pretensiones, no llegarías a Él nunca. Si te quiere hacer llegar a Él, cubre tus cualidades con Sus cualidades y tus atributos con Sus atributos. La unión con Él es por lo que llega de Él a ti, no de ti a Él.
La vía espiritual no pretende cosas imposibles: deshacerse de todos los defectos y pretensiones de uno mismo es en sí mismo una pretensión y un defecto; es una tarea titánica e imposible si uno trata de conseguirlo por sí mismo. Sólo a través del reconocimiento de la impotencia y la falta, de apelar a la misericordia divina para vencerlas, se puede llegar a Él. Así el murīd aprende a desear a Dios y se dirige a Él, desde su impotencia y necesidad, deseoso de la perfección y la belleza de su amado, esforzándose en que los caprichos de su alma no lo controlen —no tratando de eliminarlas, sino simplemente tratando de dejarlas atrás, vuelto hacia su Señor—, es cuando su Señor tiene misericordia de Él y hace descender Sus atributos para rescatarle de su incapacidad y de sus defectos, purificando su alma.
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123. Si no fuese por la bondad de Su velo, no habría obra digna de ser aceptada.
Dios, elevado sea, ha cubierto los defectos de nuestras obras con Su bondad, para que, a pesar de no ser adecuadas a la grandeza de Su rango, sean aceptadas por Él con tal de que cumplan algunos requisitos —que incluso en caso de necesidad, puede quedar reducida a la mera intención de hacerlo—. Consciente de ello, el siervo debe concentrarse en apelar a Su bondad en las obras, esperando la aceptación, evitando la pretensión de que por él mismo se salva. Como dice a continuación:
124. Cuando obedeces, estás más necesitado de Su magnanimidad que cuando faltas.
Cuando desobedeces, cometes un acto contra la Señoría, que conlleva un castigo implícito. En tal caso, necesitas de Su magnanimidad para que sea condescendiente contigo y quizás veas en ello tu impotencia o limitación. En cambio, en la obediencia, puede que te dejes llevar por el orgullo, la pretensión o creas en tu propia capacidad para obrar, con lo cual atentarás contra la Unicidad divina,
asociándote una potestad de Dios. Enturbiarás así tu capacidad para comprender la Unidad de los Actos. Si tal es el caso, no te queda más que apelar a la magnanimidad divina, para que tal falta no te sea tenida en cuenta.
125. La salvaguarda (sitr) puede ser de dos tipos: la salvaguarda contra las faltas y la salvaguarda en ellas. La mayoría, lo que quiere, es que Dios les salvaguarde en ellas, temiendo la perdida de consideración ante las criaturas. La élite lo que quiere es la salvaguarda contra ellas, temiendo la perdida de la consideración ante el verdadero Dueño.
La mayoría, incluidos inclusos aquellos que han abandonado todo tipo de moral religiosa, temen que la falta, el pecado, la desobediencia, les haga perder la consideración de las criaturas. Eso, siempre que no se sea un descarado, como muchos de los que hay hoy en día. Pero incluso los más irrespetuosos siempre tendrán un cierto aprecio por algo de lo que los demás ven en ellos mismos, como para evitar que los encuentren en un estado que las criaturas puedan censurar. Y ante ello, aunque ni tan siquiera crean en Dios, pedirán a la providencia que no sean vistos por las criaturas en tal posición, por miedo a lo que puede suponer para su vida, bienes, posición o social o lo que sea que aprecie. Tal persona, de manera consciente o inconsciente, con la lengua de su estado, solicita a Dios que lo preserve en tal estado para no ser visto. En cambio, la élite, aquellos que son sinceros con su Señor, no solicitan que los escondan en la falta, sino que sea Dios el que los preserve de la falta, los aparte de ella, para que ni tan siquiera puedan incurrir en ella. Temen a Dios, Él es su objetivo, no pueden soportar verse separados de Él. Para ellos, la desobediencia es separarse de Dios en ambas direcciones: para el que camina hacia Dios la desobediencia es incurrir en Su cólera y verse castigado con la separación. Para el que llega a Él, la separación es la falta. Temen tanto la separación, que su estar con Él es un continuo estado de reverencia (hayba), pendientes de que no haya nada que interfiera. Pero ¿para ellos habrá algo que no sea Dios?
126. Quien te alaba, lo que alaba de ti es Su bello velo. Por lo tanto, las alabanzas son para quien te ha velado, no para quien te alaba y te presta reconocimiento.
No creas que la alabanza de quien ve algo bueno en ti lo hace por algo en ti que lo merezca. Lo que ha visto en ti es el velo con el que recubre a las criaturas, el mismo que Él ha hecho hermoso a sus vistas. Si debes responder alabando a alguien, que sea a quien ha creado el velo, pues:
127. Solo es tu verdadero compañero quien te acompaña a pesar de conocer tus faltas. Y ese no es sino tu Señor, el Generoso. La mejor compañía es la de quien te pretende por ti mismo sin esperar nada a cambio.
Tu verdadero compañero es el que te acompaña a pesar de saber tus defectos. Conoce tus debilidades, tus imperfecciones, tus limitaciones, pero a pesar de ello está contigo. Y en el grado máximo, ese no es otro que Dios, exaltado sea. Pero en la compañía de las criaturas, estate con quien te busca por ti mismo, sin pretender nada a cambio, y correspóndele tu con la misma pureza de intención. El verdadero compañero en el camino es quien te acompaña de ese modo, y no quiere de ti nada, en todo caso te da lo que él mismo ha descubeirto de los secretos de la señoría. Es quien te educa, pule tus defectos, sus palabras te acercan a Dios y sus estados te contagian la proximidad divina. Si lo encuéntras, síguelo, pues es el camino a la compañía del Señor Magnánimo.
128. Si brillasen en ti las luces de la certeza, verías el Más Allá tan cercano que no necesitarías partir hacia él; y verías los adornos este mundo al producirse el eclipse de la extinción sobre ellas.
Si viésemos con las luces de la certeza veríamos la realidad de las cosas, haciéndose evidente el estado de este mundo; en ese momento el tiempo se colapsa y el Día del Juicio se actualiza, de forma que no se ve el Más Allá lejos como para que haya que ir hacia él. De igual manera, al producirse la aparición de estas luces, eclipsan la belleza de este mundo, mostrando su origen, pues...
129. No te vela de la existencia de Dios nada que exista con Él, puesto que no hay nada con Él. Lo que te vela de Él es tu suposición de que haya algo con Él.
Si realmente vieses con certeza, verías esta realidad, que no hay nada fuera de Él que le vele. El único velo es tu propia suposición de lo que Él es y de lo que tu eres. ¡Medita en ello! ¡Recuerdale! Si lo haces con estas palabras en mente, no quedará nada de separación entre los dos... Continúa diciendo:
130. Si no fuese por Sus manifestaciones en los seres no podría posarse la mirada sobre ellos. Si Sus atributos se manifiestan, Sus criaturas desaparecen.
Si no fuese por su deseo de crear y llevar a las existencias a las criaturas, no habría nada que ver. Sus manifestaciones, aquello que Él lleva desde Su conocimiento previo hacia la existencia, desde lo Oculto a la existencia, en cualquiera de sus niveles, no tienen una entidad y capacidad propia para ser. Y aunque estos argumentos tienen una base teológica, el Maestro aquí usa estas palabras con una idea práctica: la de la meditación sobre los seres como manifestaciones de Su decreto existenciador. Por eso dice a continuación que si Sus atributos se manifiestan, sin las limitaciones de las criaturas, estas desaparecen absorbidas en la perfección e infinitud de los atributos del Existenciador. El murīd mira a los seres tratando de encontrar la manifestación divina que hace visible a los seres tratando de encontrarlo. El que ha llegado ve las manifestaciones de Sus atributos, que extinguen todo lo demás. El ‘arif no ve ni criaturas ni atributos, pues han desaparecido en la Esencia, y no ve sino manifestaciones de ese Origen. ¡Qué Dios nos permita llegar a ello!
131. Ha manifestado todo como el Oculto (o el Interior), y ha replegado la existencia de toda cosa como el Manifiesto.
Ha manifestado la existencia, y con ello se ha ocultado a las miradas, por la fuerza de Su manifestación. Si lo ves como el Manifiesto, todo lo demás desaparece.
132. Te ha permitido que reflexiones sobre lo que hay en los seres, mientras que te ha prohibido que lo hagas sobre la existencias de los seres. Por ello ha dicho "Dí: Observa lo que hay en los cielos" (10:101). Al decir esto te ha abierto la puerta a la meditación. Pero no te ha dicho: "reflexiona en los cielos" para que lo hagas sobre la existencia de los astros.
O sea, para que medites sobre lo que hay en los cielos y las tierras y le da su razón de ser, pero no en la existencia misma de ellos, de manera que te pierdas en sus fenómenos y particularidades. Debes ver lo que hay tras ellos, y no quedarte embelesado con ellos.
133. Los seres son fijados por Su afirmación, mientras que son aniquilados por la Unidad de Su esencia.
Los seres son fijados en la existencia, los percibimos, existen, tienen sus atributos por Su afirmación, por su "sé" que les da existencia, que da lugar a la multiplicidad, a la alteridad. Cuando Dios se manifiesta en Su unidad, todo lo demás desaparece, pues no deja lugar a otro...
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134. La gente te elogia según su opinión de ti. En cuanto a ti, mejor que te reproches a tu alma según lo que conoces de ella.
La gente te elogia según la opinión que se forman de ti en base a tus actos, tus palabras, lo que los demás dicen,... En cambio, si eres de los que recorren el camino hacia Dios, y haces examen de ti mismo y mantienes una vigilancia de tu interior, debes ser consciente de lo que se esconde en tu alma. Si sabes lo que hay en ella, de su naturaleza defectiva, de su incapacidad, sabrás que si hay algún elogio que hacerle, no será por lo que ella es, sino por aquello que le han concedido. Por ello:
135. El creyente, cuando se le elogia, se avergüenza ante Dios de que se le alabe por un atributo que no ve en sí mismo.
Como ha señalado más arriba, el creyente es consciente de que si ha aparecido algo digno de elogio, concede tal alabanza a Dios, no lo ve algo propio. Con la alabanza no hace sino devolverlo a su Origen y reconocer a quien le concedió tal gracia.
136. El más ignorante es quien abandona sus propias certezas por las opiniones de los demás.
Tan rotunda afirmación no precisa comentario. En un mundo lleno de opiniones es fácil dejarse llevar y sustituir las propias certezas por las opiniones de los demás. En cambio, el camino de la certeza no sólo exige un esfuerzo digamos, intelectual. Exige sobre todo un esfuerzo de introspección, de trabajo interior en busca de la sinceridad, de desapego de las propias opiniones, de dejar los propios derechos e ideas para dejar lugar a la orden divina, que se manifiesta a veces de una manera tan rotunda, que puede hacernos dudar o dejarnos perplejos. Entre las gentes de la religión, donde antes hubo grandes hombres que llevaban su conocimiento a la práctica, hasta llegar ellos mismos a vislumbrar las fuentes de su sabiduría, el origen mismo de la Revelación, ahora sólo quedan "opinólogos", personas que dan veredictos en base a conocimientos adquiridos pero que se desconocen totalmente a ellos mismos. "Olvidaron a Dios, y Él les ha hecho olvidarse de sí mismos". Carecen de cualquier certeza, y no son capaces de callar en las ocasiones en las que decir "no lo sé" es la respuesta adecuada...
137. Si se te adscribe algo meritorio, y no te crees digno de ello, alaba a Quien sí que lo merece.
Cuando seas capaz de darte cuenta en todo momento que aquello provechoso que ves en ti es algo que se te ha adscrito sin que sea algo tuyo, de manera que lo veas como un préstamo o un don concedido, entonces es que has llegado a la suficiente madurez para reconocer a Quien es el digno de alabaanza por ese don concedido.
138. Los ascetas, cuando se les elogia, caen en la desolación al contemplar este elogio por parte de las criaturas. El ʽārif, si es elogiado, se expande al contemplar tal elogio del Dueño verdadero.
El asceta, preocupado de que lo que no es Dios le perturbe, al sentirse elogiado por las criaturas, se ve desolado porque estas todavía le persiguen. El sabio, que ha realizado la Unicidad divina, que comprende la razón y sabiduría divinas que hay en las criaturas, al ver el elogio, se regocija por la gracia divina, porque entiende que en última instancia, es Dios el que ha permitido tal elogio. Para él, el elogio es sólo un elogio que Dios se da a sí mismo.
139. Si al recibir el favor te regocijas, y al sufrir la privación quedas desolado, es señal de que sigues quieto en tu inmadurez y que careces de sinceridad en tu servidumbre.
Que te veas sujeto a ambos estados dependiendo de circunstancias internas, indica que todavía no has partido en camino. Sigues estando donde estabas, asentado sobre los apegos de tu alma, pendiente de las ganancias y las pérdidas que te imponen las criaturas. Si realmente estuvieses en algún grado, como los que ha indicado en las hikam precedentes, tus estados dependerían de la posición donde te coloca tu Señor, no de lo que has conseguido o esperas conseguir de Él. Y aunque tal cosa esté permitida desde el punto de vista de la religión, si pretendes ser un siervo sincero, que actúes de tal manera es sólo una muestra de falta de sinceridad.
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140. Si incurres en una falta, que ello no sea motivo para dejar de actuar rectamente con tu Señor. Así será la última falta que cometas.
Si, a pesar de haber faltado, consigues que el pecado no te aleje de actuar rectamente con tu Señor en lo demás, conseguirás que ésta sea la última falta que cometas. Esto es así porque permanecerás ante tu Señor como antes no lo habías hecho, de tal forma que en tu presencia ante Él te guardará de faltar más.
141. Si quieres que se abra la puerta de la esperanza, observa lo que viene de Él hacia ti. Si quieres que se abra la del temor, observa lo que envías hacia Él.
Si fuésemos capaces de meditar y contemplar continuamente en aquello que ocurre entre nosotros y nuestro Señor, viviríamos continuamente entre ambos estados, con el corazón encogido entre ambos dedos de Dios, el de la esperanza y el del temor ante Su beneficio y Su castigo. Para quien observa, y es ecuánime consigo mismo, no puede sino sorprenderse, por poco que tenga, cuanto es lo que Dios le da a Él, desde la existencia y la posibilidad de seguir existiendo, hasta cada momento que vive en su existencia y en la próxima.
142. Puede que en la oscuridad de la desolación te conceda aquello con lo que no te ha beneficiado en la luminosidad de la expansión. "Desconocéis qué de lo que tenéis cerca os beneficiará más (4:11)".
Puede que en el estado de desolación, de contracción intensa, en medio de la oscuridad, te conceda aquello que en la luz de la expansión y la facilidad no habías obtenido. Puede que en la oscuridad y la apretura que produce tal estado pidas con verdadera necesidad y aprecies mejor la luz. Es esta oscuridad la noche en la que los amantes buscan la intimidad, alejados de las miradas furtivas de los demás. Son buscados por sus amados y se les facilita el encuentro. Y es también esta noche, en la ausencia de cualidades, cuando la luz divina brilla con toda su intensidad, sin distracciones de los reflejos que llegan a quien vive en la luminosidad de la expansión.
143. El levante de las luces son los corazones y los secretos.
El lugar donde se levantan las luces, donde aparecen resplandecientes cuando salen, son los corazones y los secretos. Es el lugar donde se reflejan las luces celestiales. Es el lugar que debe estar despejado de las nubes de las pasiones, de las propias ideas, de segundas intenciones, de la hipocresía, todas ellas
enfermedades que afectan a ambos órganos. Si se libran de tales cargas, en el amanecer, estarán despejados, y las luces brillarán sin interferencia alguna.
144. Hay una luz depositada en los corazones que es alimentada por la luz proveniente de las alacenas de lo oculto.
La luz que hay en los corazones, la que permite vislumbrar y acceder a las realidades superiores, es una luz alimentada y procedente de los almacenes de lo oculto. Por ello el corazón es el órgano de percepción de las ideas puras, de las realidades que no necesitan una forma ni una manifestación para conocerlas. Es el que percibe la luz pura, la cual nunca vemos con nuestros ojos, solo sabemos que está por el reflejo que produce en los seres.
145. Hay una luz por la cual se te descubren Sus huellas, y una luz por la que se se te descubren Sus atributos.
Hay una luz que te permite ver a Sus criaturas, distinguirlas, conocer su origen, cómo son,... Es como la luz visible, que nos permite contemplar sus formas, su aspecto, y nos hace diferenciarlas en la oscuridad de la noche. Hay otra luz que, al contemplarla, lo que te muestra son Sus atributos que hay tras ellas, con que las ha dotado Dios. Cada una muestra un atributo que no les es propio: es algo que las supera y se les escapa por momentos. Si las ves con esa luz, verás los atributos del Creador...
146. Puede que el corazón se detenga ante las luces tal y como el alma es velado por la opacidad de los seres (agyār).
El corazón, a veces, al contemplar las luces celestiales, queda extasiado por estas, olvidando su origen: de ahí las advertencias previas del Maestro sobre la naturaleza de estas. El objetivo final es Dios, y aunque las luces y la percepción del corazón es parte necesaria en el camino, no es el fin en sí mimo:
147. Ha cubierto las luces de los secretos con la opacidad de las manifestaciones, pues son demasiado elevadas como para ser divulgadas con su exteriorización o ser hechas publicas a través de la lengua de la fama.
Dios ha cubierto las luces de los secretos, guardándolas bajo la opacidad de la manifestación. Su elevada naturaleza y su excelso origen hacen que, si son divulgadas, o se vulgarizan, pierdan su naturaleza. No es que no se puedan hacer públicas porque sean algún tipo de secreto, es que ellas mismas, por su naturaleza, no se pueden divulgar. Nadie puede hacerle a un ciego ver con sus explicaciones. Le podrá dar una idea de lo que ve, pero nunca será como lo que él mismo ve. En este caso, la realidad misma que muestra tal luz, es solo algo a lo que se puede aludir, pero que solo quien lo ha visto con su ojo interior y lo percibe, puede saber qué es... los demás solo se quedan en tinieblas, ajenos a ello. Y cuantas más explicaciones reciben, a no ser que lo acepten de buena fe, no hace sino confundirlos.
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148. Glorificado quien no ha dispuesto otros signos para señalar a Sus íntimos que los que señalan hacia Él mismo, y no llega a ellos sino el que quiere llegar a Él.
El protege a sus íntimos a través del velo de las criaturas. Son los amigos íntimos de Dios, dependen de Él. No son "santos" que lo hayan obtenido por méritos propios: toda su santidad depende de Dios. No hay waly, encargado, representante, si no hay un Soberano que lo haya nombrado. Quien quiere llegar a ellos sin pretender a Dios los ignora, pues a sus ojos no tienen importancia, ya que ignora por medio de Quien son. Puede que llegue a ellos, los conozca, los trate, los sirva, sea lisonjero, pero si los trata buscando otra cosa que no sea Dios, no alcanza a obtener nada de ellos, o si lo obtiene puede que sea solo una trampa de Dios. De este modo sólo quien pretende llegar a Dios reconoce a Sus íntimos en su servidumbre. Sabe dónde buscar, y no se deja engañar por las apariencias, los fenómenos, las palabras ni por cualquier otra cosa. Cuando está atento a Dios y comprende la naturaleza de Sus atributos, sabe identificar a quienes se han despojado de sus propios atributos y viven por Él.
149. Puede que se te haga saber lo oculto de Su dominio celestial, pero se te vele de las noblezas presentes en los secretos de los siervos.
Si accedes a ciertos conocimientos del mundo sutil, como los diversos fenómenos psíquicos, o tener la capacidad para intuir el funcionamiento de este mundo o del mundo intermedio, puede que tales intuiciones y conocimientos te velen de aquello que es superior. Y entre esas cosas está lo que Dios le otorga a Sus siervos directamente, que está más allá de la influencia del mundo intermedio, y que ni tan siquiera los ángeles registran. El secreto de la elección divina, de la revelación, son más elevadas que
tales inspiraciones sutiles, por lo que no debes perder de vista el objetivo y no entretenerte con algo que es inferior. Puede que también se de el caso contrario: quien atraído por Dios, alcance a conocer por Él, y eso le vele de los secretos de los siervos. Así puede ser en el maydub, el raptado. Pero también puede ser el caso de quien, siendo de un tipo espiritual singular (afrad) no pueda asociarse a otros siervos por la incompatibilidad de su estado de unión con la de la compañía con otros seres.
150. A quien se le permite descubrir los secretos de los siervos y no se comporta de acuerdo con la misericordia divina, su descubrimiento no es sino motivo de discordia para él y motivo para que los males le acechen.
Quien descubre los secretos de los siervos y no actúa con la cortesía correspondiente a la misericordia divina, su conocimiento de los secretos de los siervos, es decir, su conocimiento de sus defectos, de sus dificultades, de sus pecados, de sus debilidades, no puede ser sino un motivo para la ruptura y para el mal. En cambio, si la misericordia divina es su manera de actuar y su constitución, aunque tenga noticia de tal condición, es consciente de que la misericordia divina lo engloba todo, que Dios mismo ha permitido la existencia de ello. De esa manera lo contempla, lo usa como espejo y trata de ver tal impotencia, debilidad, en sí mismo. Consciente de su precariedad se remite a su Señor, porque...
151. La suerte de la alma por la falta es algo claro y evidente, y su suerte por la obediencia es algo oculto y recóndito. ¡Qué difícil es conseguir un remedio para curar aquello que está oculto!
Lo que consigue la alma por la falta es el castigo; pero lo que consigue con la obediencia es más difícil de saber. La falta de pureza de intención, la asociación sutil de algo que con Dios Su adoración, en Su consideración, es algo difícil de contemplar y de tratar. Solo con el examen profundo de las acciones y las intenciones, se puede llegar a vislumbrar algo de lo que se mueve en el interior del hombre. Por eso dice a continuación:
152. Puede que se de en ti la hipocresía aunque las criaturas no te vean.
El término técnico para hipocresía, al-riyā', es hacer algo para ser visto. Lo que nos trata aquí de advertir el Maestro es que, aunque no estemos a la vista de los demás, siempre puede este sentimiento aparecer en nosotros, sea por autosatisfacción, autocomplacencia o cualquier otra sutileza del alma. Incluso, mientras te sigas adjudicando la capacidad y creas que tu acción o virtud son debidas a tu
propia iniciativa, seguirá existiendo en ti algo de esa hipocresía. Por eso Dios ha dispuesto para el creyente el remedio: recuerda con atención el lema "no hay poder ni fuerza sino la de Dios". Si alguien te mantiene alejado de la falta, ese es Dios, y si te establece en la virtud, ese es Dios...
153. El que desees ennoblecerte haciendo saber a los demás de tu elección, solo indica la ausencia de sinceridad en tu servidumbre. Anula la consideración de las criaturas por ti con lo que tu eres ante Dios, y apacigua el deseo de tu encuentro con ellas por medio de la contemplación de tu encuentro con Él.
Quien aprovecha la elección divina para conseguir un rango entre las criaturas, lo único que demuestra con ello es que su servidumbre no era sincera, había algo más que deseaba conseguir además de Dios mismo. Esta posibilidad, inherente al alma humana, puede ser contrarrestada contemplando y meditando en la verdadera naturaleza de tal elección: toda alabanza o consideración que las criaturas tengan contigo no es nada comparado con lo ínfimo que resultas ante la Inmensidad del rango divino. No eres mas que un minúsculo ser en Su creación, algo que en Su saber era “algo que ni tan siquiera era mentado...” Esta consideración de la inmensidad divina anulará tus ensoñaciones de grandeza. Y aunque te encuentres con las criaturas, y su encuentro produzca en ti estados, sus palabras te afecten, debes tener en cuenta que también algún día te encontrarás con Dios, y que ese encuentro anulará todo lo que has puesto en las criaturas y lo que ellas han puesto en ti. Si realmente meditas en ellos, lo contemplarás, y si lo contemplas, habrás adelantado tal contemplación a esta morada, como lo es en realidad, pues "no hay reunión de dos, sin que Dios sea el tercero", y "Él está más cerca de vosotros que la vena yugular". 154. Quien conoce a Dios, lo contempla en todo, y quien se extingue en Él, se ausenta de todo. A quien ama, nada le afecta.
Más claro imposible: estos son los grados de los realizados. Que cada cual vea donde está con respecto a ello...
155. Lo que te vela de Dios es la intensidad de Su cercanía. Se vela por la intensidad de Su manifestación y se oculta a las vistas por lo deslumbrante de Su luz.
Como mencionaba el Maestro al comienzo, apelando a una consideración lógica, Dios no es velado por nada, pues no puede haber nada con Su mismo grado de existencia que lo vele. Aquí aborda la cuestión para despertar la certeza directamente: lo que nos vela de Él es Su cercanía: de igual manera que no podemos ver algo que acercamos mucho, no podemos contemplar la realidad de Su manifestación... Es
tal la fuerza de su manifestación, su intensidad, que vivimos embotados por la abundancia, anestesiados. Tanto es así que, quien lo descubre, queda deslumbrado y perplejo ante la realidad del asunto. Solo quien se acostumbra a tal intensidad, o quema su retina con la contemplación, hasta ausentarse de sí mismo para contemplarLe como se contempla a Sí mismo, contempla de verdad.
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156. No le pidas tu provisión, pues lo único que conseguirás es demostrar cuán poco Le conoces. Más bien pide te fortalezca tu servidumbre y tu cumplimiento con los derechos de la Señoría.
Insiste aquí el Maestro en la idea expuesta en otras hikam sobre lo que se pide de Dios. En este caso, aconseja que si se ha de pedir algo no es que te te provea con el sustento que ya te ha garantizado. Pedir por aquello que ya ha decretado que te ha de llegar solo demuestra que desconoces Sus atributos de proveedor, designador y demás; lo que debe pedir el siervo es que efectivamente le permita ser un siervo sincero y la salvaguarda y apoyos divinos para cumplir con los derechos de la Señoría divina.
157. ¿Cómo puede tu petición accidental condicionar una provisión que es previa? El decreto preeterno es demasiado trascendente para depender de lo accidental.
El decreto de la provisión y designación es algo previo a nuestra existencia. Nuestra petición en cambio es algo accidental, como nuestra naturaleza y circunstancias, posterior a ese designio. Por lo tanto, por mucho que insistas no cambiará nada de lo que ya fue decidido. De hay el hadiz que dice: "la tinta del cálamo ya se ha secado..." La enormidad del decreto y la preeternidad deben hacer desaparecer tus ilusiones, debe borrar toda idea que te hagas por tu parte. Por eso dice a continuación:
158. Que te provea no es algo que hayas causado: ¿qué eras cuando asigno tu providencia y mostró contigo su solicitud? En Su preeternidad no hay actos sinceros ni estados, solo pura gracia y un magnifico don.
"Qué era el hombre cuando no era nada digno de mención", dice Dios en el Corán. Ante Sus atributos y Su inmensidad, ante Su unidad, no hay nada. "Dios era, y nada era con Él". Él se dirigió a tu ser
dándole la existencia y proveyéndole, sin que fuese nada ante Él. Previamente a que los seres mostrasen su servidumbre con Él, ya les concedió el don de la existencia y la ayuda para subsistir.
159. Conocedor del deseo de los siervos de revelar el secreto de la providencia divina, ha dicho: "Elige con Su misericordia a quien quiere (3:74)". Conocedor de que si son elevados abandonan las obras, confiados en el decreto preeterno, ha dicho: "La misericordia de Dios está con de los virtuosos (7:56)".
Es Dios quien guía y quien extravía, quien premia y castiga, quien ha asignado a cada cual su lugar en la derecha o la izquierda. Ha colgado a cada cual su destino, pero a pesar de ello, para que el ser humano obre y se esfuerce en las obras de virtud, le ha prescrito al ser humano el obrar para atraer Su misericordia. Así su vida se mueve entre el decreto eterno, que lo empuja, y su obrar diario, que lo conduce a su destino.
160. Todo precisa de la Voluntad divina, mientras que ésta no precisa de nada.
Todo necesita de la voluntad y decisión divina para ser, mientras que ésta, incondicionada, eterna, no precisa de motivos, causas,... es voluntad pura. Quien sabe ver, entiende Su voluntad y la contempla detrás de todo.
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161. Puede que la cortesía te indique que lo adecuado es el abandono de la petición, confiado en Su promesa y ocupado con Su recuerdo por encima de su ruego. Pero no recuerda sino quien es capaz de olvidar; y no se le advierte sino a quien atiende.
En otras de sus palabras, el Maestro llama la atención sobre el estado en el que se deja de pedirle, confiado en Su conocimiento de nuestro estado, en Su decreto de la provisión. Pero incluso en tal caso, en las que recordarle vence a la necesidad de pedirle, el ser humano no deja de estar necesitado y ser negligente, con lo que pedirle será algo inherente a su condición, aunque sea a través de la lengua de su estado, y no sus palabras. Por otro lado, quien recuerda es porque ha olvidado. En cambio, quien está en Su presencia no precisa más del esfuerzo de recordar, porque él es el recordado -”Recordadme y os recordaré”-. En ese estado
no recuerda, solo establece una dialogo continuo con su Señor, que está presente. Y aunque para los demás parezca una petición, él solo manifiesta aquello que su Señor le exige...
162. La llegada de las tribulaciones es una fiesta para los buscadores.
Los que desean a Dios, los murīd-s, cuando las tribulaciones les acontecen, las celebran como los días festivos, porque
163. Puede que encuentres en las tribulaciones el incremento que no encuentras con el ayuno o la plegaria; la tribulación es el multiplicador de los dones.
En la tribulación, en la prueba, puede que encuentres lo que no encuentras con ciertas obras. La contracción del corazón con respecto a lo exterior, es lo que expande los interiores: los aprisiona, y no les queda más remedio que crecer hacia dentro. Por ello dice a continuación:
164. Si quieres que los dones te lleguen, convéncete de la necesidad y la indigencia que te son propios: "Ciertamente la limosna es para los pobres (9:60)".
Si quieres que Dios te conceda algo de Él mismo, debes de verificar tu pobreza, tu indigencia, lo necesitado que estás. Así recibirás de Sus dones, porque si estás lleno de ti mismo no recibirás nada. La realización de ello, es lo que dice a continuación:
165. Realiza cuales son tus atributos, te sostendrá con los Suyos; realiza tu humildad, te sostendrá con Su grandeza; realiza tu incapacidad, te sostendrá con Su capacidad; realiza tu debilidad, te sostendrá con Su fuerza y Su poder.
Si en tus tribulaciones, en tus desgracias, en tu pobreza, en tu necesidad, en tu debilidad, en tu incapacidad, en tu falta, realizas cuál es tu naturaleza, qué atributos te corresponden, comprenderás cuales son los Atributos que le corresponden a Dios. Por mucho que lo intentes, no los hallarás tratando de realizar los Atributos divinos en ti mismo, pues siempre se te escaparán, sino que es necesario que conozcas lo tuyos, y que los Suyos los devuelvas a su origen. Por eso, "quien se conoce a sí mimo, conoce a su Señor".
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166. Puede que se le conceda el carisma a quien no se le ha dado la perfección en la rectitud.
El que aparezcan los carismas, los fenómenos milagrosos, no garantiza que tal persona haya alcanzado la perfección y el asentamiento en la estación correspondiente. Por ello, Dios ha dicho en el Corán: “Aquellos que creyeron, y luego se mantuvieron...” Porque aunque la creencia es una parte fundamental, el mantenimiento en ello no es algo que compartan todos los creen: es un grado, pues el istiqama, el asentamiento, el mantenerse, indica la permanencia en el tiempo, el enraizamiento de la fe en todos los ámbitos y la progresión hacia la perfección. La perfección tiene sus propios signos:
167. Signo de que Dios te ha fortalecido en algo es que prolongue tu estancia en él y sigas recogiendo sus frutos.
Si Dios establece a alguien en un estado, sin que haya habido interferencia de sus propios deseos, se mantiene el tiempo y da frutos. Por eso ha dicho: "Aquellos que creyeron, y luego se mantuvieron", y el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, ha dicho: "No hay mejor obra, por pequeña que sea, que la que se mantiene en el tiempo". Si Dios te mantiene y prolonga el éxito de tal estado, permitiendo que siga dando frutos y no se seque, es que realmente has consolidado tal estación. Y es así porque no era algo que proviniese de ti mismo, sino que fue tu Señor quien lo dispuso...
168. Quien da cuenta de sus numerosas virtudes, lo silencian sus faltas. Quien da cuenta de las abundantes beneficios que Dios le ha concedido, no es silenciado si comete una falta.
Esta es otra de las características de la perfección a las que antes se ha referido el Maestro: la de ver el beneficio procedente de Dios y no de uno mismo. En el fondo, y de acuerdo con la realización de lo que significa la Unicidad, el tawhid, no puede haber otra perfección que el reconocimiento de todo bien viene de Dios, y nuestras faltas de nosotros mismos. Ese ha sido el ejemplo profético y de los santos desde el inicio. Ese es el tawhid de las acciones y los atributos, el de remitir toda acción y toda cualidad loable a Dios. Quien reconoce al Hacedor, al Actor, al Agente en todo, sus propias faltas son cubiertas: si les toca algún bien lo adjudican a Dios, y si les toca el mal, a sí mismos.
169. Las luces de los sabios preceden a sus palabras: las luces continúan donde se detienen las expresiones.
Otra de sus características es que sus luces, las inspiraciones divinas que reciben en sus corazones, van más allá de sus palabras. Lo expresado es sólo la orilla, donde comienza el océano circundante del conocimiento. El 'arif se ha sumergido en un mar, y si no fuese por la providencia divina, que lo mantiene, se habría ahogado en él, habría desaparecido. Su realidad interior es mucho más profunda, más inmensa, que lo que puedan mostrar sus palabras, sus expresiones, sus alusiones. Y siempre reciben más. De tal forma que uno de ellos, ante la intensidad de la manifestación, pidió que parase, a lo que su Señor le respondió: “Más bien pide que te de fortaleza para soportarlo...” Si te fijas en su aspecto exterior, el continente humano te velará. Solo si prestas atención a su realidad interior, podrás observar la grandeza divina que ha sido depositada.
170. Toda palabra aparece por algo y lo hace con la marca del corazón del que partió.
Las palabras que salen de un corazón oscurecido por las pasiones llevan la marca de la oscuridad de tal corazón, mientras que las que surgen de un corazón sometido a Dios, iluminado por Su presencia y Su luz, es esto lo que las acompaña. De igual manera éste es el efecto que producen: unas ensombrecen, otras iluminan...
171. Quien recibe permiso para expresarse, sus expresiones son comprendidas por las criaturas que le escuchan y sus alusiones les resultan claras.
Esta es otra de las características de quien ha alcanzado la plenitud: ha recibido un permiso para expresar lo que conoce de las realidades espirituales. No es un acto que surja de sí mismo, de forma que las criaturas les prestan oídos y entienden, y las alusiones que hacen les resultan evidentes. Lo opuesto también se da, como expresa la siguiente hikma:
172. Puede que las verdades broten con su luz oscurecida si no se ha recibido el permiso para hacerlas públicas.
Si no se ha recibido permiso para transmitir a las criaturas el conocimiento divino, por muy elevadas que sean tales palabras, pueden generarles un perjuicio. Así el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, al ser preguntado por qué era lo que había que transmitir de sus palabras, dijo que se transmitiese solo aquello que se pudiese comprender. “¿Acaso queréis que desmientan a Dios y a Su mensajero?” Aquello que se recibe debe ser guardado por el murid, y solo compartido con su guía, para que afirme o desmienta las inspiraciones que recibe. Hacerlas públicas sin permiso en el mejor de los casos será intrascendente, puesto que lo recibido era solo para él, y en el peor de los casos puede confundir a aquellos que están cerca. Así que le conviene mucho más concentrarse en si mismo y sacar provecho para sí mismo antes de procurárselo a los demás. Así al menos hasta que se le diga: “y los dondes de tu Señor, anúncialos...”
173. Sus expresiones pueden ser por un desbordamiento de la presencia (waŷd) o con el fin de guiar al discípulo. Las primeras corresponden a los que caminan, mientras que la segunda es la de los señores establecidos y los realizados.
Las expresiones, las palabras que describen realidades divinas, pueden ser producto de un éxtasis o presencia, de algo que han encontrado en un estado, o bien tienen el propósito de guiar al discípulo. Las primeras les ocurren a quienes todavía no han llegado a realizar las realidades, solo las vislumbran y las describen. Las segundas son las de quienes asentados en sus estaciones, usan tales conocimientos para guíar al murīd hacia su destino. Las primeras deben ser guardadas y saboreadas, como parte del estado o como parada ante la siguiente estación, o compartidas con quien sondee tu estado. Las segundas son las de quien ha caminado por las estaciones, las ha realizado, y ya no posee estación ni estado: vive en la contemplación de la manifestación divina continua, y si ha recibido la responsabilidad de la guía, recibe también para aquellos que le siguen, como si de una estación de transmisión se tratase.
174. Las expresiones son el alimento de los necesitados. Así que no te corresponde sino aquello de lo que has de comer.
Lo que te corresponde de las expresiones es lo que necesitas; si examinas la expresión que te alimenta, sabrás qué es lo que necesitas. Del mismo modo, aquello que entiendas, es lo que corresponde a tu estado, aunque puede que para otros sus significados, por tener un diferente buqué, les provean de forma distinta.
175. Puede que hable de una estación quien aspira a ella, o que sea quien la ha alcanzado, quedando oculto salvo para quien tiene la visión interior.
Puede que si oyes hablar a alguien sobre determinada estación sus palabras te convenzan de que conoce tal estación. Pero no es menos cierto que hay quienes, a pesar de no conocerla, pueden hacer referencia a ello, sin haberla alcanzado. Solo quien tiene visión interior es capaz de distinguir si tales palabras provienen de una verdadera experiencia. En cuanto a ti mismo, lo que te corresponde, al oír hablar de ella, no es imaginarla, ni hacer suposiciones: respeta lo que oyes, pero ten claro que lo que te corresponde es cumplir con ella y realizarla. De lo contrario, no tendrá ninguna utilidad para ti.
176. Al buscador no le conviene hablar de las inspiraciones que le llegan, pues esto no hace sino disminuir sus efectos en el corazón e impiden la sinceridad con su Señor.
El buscador sincero no debe hablar de las inspiraciones que llegan a su corazón, pues el hacerlas públicas disminuye los efectos de estas en su corazón. Solo si las guarda para sí, y en todo caso, si necesita alguna aclaración, pregunta a su guía por ellas, podrán hacer su trabajo en su interior. Sus confidencias con su Señor debe guardarlas en secreto, pues forman parte de su relación íntima con Él, y si las divulga, solo puede ser por deseo de notoriedad o por deseo de imponerlas a los demás. Y tal deseo y pretensión no puede surgir sino de una falta de sinceridad...
177. No extiendas tu mano para tomar de las criaturas hasta que no veas que el que da a través de ellas es tu Señor. Cuando tal cosa te pase, toma todo lo que quieras que esté de acuerdo con el conocimiento religioso.
Para quien busca a Dios, no es lícito tomar nada de las criaturas hasta que no ve al verdadero Dador tras ellas. Entretenerse con ellas, creyéndolas poseedoras de algo por encima de Dios, es vivir en el velo de la separación, alejados de la Unicidad divina en cuanto a Sus atributos de acción. Sólo cuando tal persona ha llegado al grado de ver al Dador tras las criaturas, puede aceptar de ellas lo que ofrecen, tomando todo aquello que la Ley religiosa permite. En ese momento las criaturas no le supondrán un velo, y aquello que se le ofrezca será para él un acto divino puro, tanto para beneficiarle como para probarle; sabrá que lo que viene, que lo que recibe, proviene de Dios, y deberá actuar en consecuencia, actuando según dicta su contemplación de Dios.
178. Puede que el ʽārif se avergüence de presentar sus necesidades a su Señor, contento con Su decisión. ¡Cuánto más lo estará de presentárselas a las criaturas!
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179. Si debes elegir entre dos asuntos, observa cual de los dos resulta más penoso a tu alma y síguelo, pues nada le resulta tan poenoso como la verdad.
Comienza este capítulo hablando de la disciplina espiritual (la riyada o tarbiyya), que es el manejo y la disciplina de uno mismo. La alma, por definición, solo busca su propio beneficio, su propio interés. En cambio, quien camina hacia Dios y le busca, pone el interés y el derecho divino por encima del propio. Si elige lo que más penoso le resulta a su alma lo hace siguiendo aquello que le conducirá hacia Dios, no buscando esa carga.
180. Signo de que se sigue a la pasión es la insistencia en las obras voluntarias y la negligencia en el cumplimiento de lo obligatorio.
La pasión por lo que no es Dios, la pasión de la alma por sí misma, se puede ocultar de forma sutil bajo las más diferentes formas. Una de ellas es la hipocresía en los actos de devoción. Más allá de la burda hipocresía de quien adora para que lo vean, está la hipocresía de quien realiza actos piadosos creyendo que con ellos adquiere un derecho ante Dios. Dios acepta las obras de quien quiere y ha prometido la recompensa a quien obra el bien. Pero también ha dicho que mira lo que hay en los corazones de los creyentes y ha advertido contra aquellos que toman a su pasión por su dios. El descuido de los elementos obligatorios y básicos, como la purificación, la plegaria, el azaque, la educación, en ser una persona fiable, guardar los pactos y los juramentos, respetar a los padres,... no se puede compensar con los actos voluntarios. Su descuido solo indica que el alma sigue atrapada en sus pasiones, en sus debilidades, en sus caprichos, por mucho que trate de compensarlo con obras voluntarias.
181. Ha dispuesto los actos de adoración en determinados momentos para evitar que el deseo de postergarlos no te lleve a su abandono. Y también ha ampliado sus tiempos para dejar lugar a tu elección.
Ha establecido unos tiempos y unas condiciones para la adoración, como se hace más evidente en la plegaria, en la azalá (ṣalā), que tiene unos tiempos establecidos. Así evita que el abandono y pereza a la que tiende el alma lo deje para otro momento, no sea que así abandone sus actos. Pero por otro lado ha permitido que esos tiempos tengan un margen, donde el siervo muestre su propia elección, demostrando cuál es su grado de compromiso con la orden divina.
182. Conocedor de la falta de inclinación de sus siervos hacia las obras, les ha hecho obligatorios los actos de obediencia. De esta forma los lleva con las cadenas de la obligación: "Se sorprende tu Señor de una gente que son conducidas al Jardín con cadenas (hadiz)"
Debido a la tendencia del alma hacia la autocomplacencia, hacia la pereza, hacia el olvido de Dios, ha impuesto a sus siervos la obligatoriedad de los actos de obediencia. No lo ha hecho porque tales actos Le beneficien en algo, o su ausencia Le perjudique en lo más mínimo. Con lo que le ha impuesto al hombre solo pretende salvarlo, hacerle merecedor de la recompensa. Y puesto que el hombre se empeña una y otra vez, a pesar de ser advertido del castigo, y de prometerle una recompensa, en no realizar las obras virtuosas, a pesar de que no hacen sino beneficiarle a él mismo, Dios se las ha prescrito para que se salven a sí mismos. De ahí la referencia al hadiz del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él. Como vuelve a insistir en la siguiente hikma...
183. Te ha prescrito su servidumbre, y con ello no ha hecho sino prescribirte la entrada en el Jardín.
¡Qué inmenso favor! Al final, la obligación no es sino una obligación para tu propia salvación. A pesar de ello el hombre se vuelve y reniega, ignorando que, incluso aunque fuese de los que en sus obras no encuentran sino hambre y cansancio, lo que te ha procurado con ello es la entrada en Su Paraíso.
184. Quien se extraña de que Dios le salve de sus caprichos y le haga salir de su olvido, lo único que hace es negar la omnipotencia divina: "Y Dios es capaz de toda cosa (18:45)".
Quien toma el camino creyendo que sus caprichos, su olvido, sus faltas, sus malas acciones, le superan tanto como para impedir cualquier posibilidad sobre su alma, o desconfía de que tal cosa pueda ocurrirle a otros, está presuponiendo que hay limitaciones a la omnipotencia divina: de igual manera que guía a quien quiere, extravía a quien quiere, y si decide convertir las malas obras de alguien en buenas obras, nadie puede interponerse a Él.
185. Puede que haga que te sobrevengan las tinieblas para que así reconozcas la importancia de aquello con lo que te ha beneficiado. Quien no reconoce la importancia de sus dones cuando están presentes, le toca reconocerlos con su ausencia.
Por eso los que creen son también los que agradecen, pues reconocen el beneficio del Proveedor. Quien recibe una gracia, solo la puede retener con el agradecimiento. ¡Qué excelente el caso de quien reconoce un benficio cuando está presente, y no tiene que esperar a lamentarse por su ausencia! Por eso dice a continuación:
186. Que la sobreabundancia de dones no te anonade y abandones los deberes del agradecimiento, pues esto hará que desciendas en tu rango.
Como ya ha señalado antes, el estado de gracia, de expansión, de sobreabundancia, puede nublar tus sentidos. Solo a través del agradecimiento y el reconocimiento de quien es el Benefactor mantienes tales dones. Si no es así, la trampa divina está dispuesta, conduciendo al siervo que no ha sido sincero al lugar que le corresponde...
187. El que se consolide en el corazón la dulzura de la pasión, es una enfermedad intratable. Y solo puede expulsar los caprichos del corazón o un miedo aterrador o un deseo irrefrenable.
La alma que, controlada por su pasión, solo encuentra la dulzura en sus propios caprichos y cuyo corazón solo se puede alimentar de ello, es un alma sin remedio alguno. Vive tan constreñido por los velos de sus propios caprichos y deseos, que cualquier otra cosa le resultará intolerable. Solo puede soportar la amarga medicina que lo sanará cuando le vea las orejas al lobo y sepa de su muerte inminente, o bien porque sea tomado por un amor apasionado que lo haga vencer sus propias pasiones.
188. De las misma forma que no ama la obra en la que se asocia algo, tampoco ama el corazón que Le asocia algo. El corazón que Le asocia algo no es aceptado...
“Dios perdona todos los pecados excepto que se Le Él asocie algo”. Más allá del mismo acto de adorar a algo que no sea Dios, que es el politeísmo manifiesto, tampoco ha permitido que en los actos de virtud y en otros muchos actos, se asocie algo con la intención de hacerlo buscando a otro. Así, ha prohibido la carne del animal sacrificado en nombre de otro. Pero más allá de ello, también está el corazón, órgano de la intención, de la percepción de lo trascendente. Si está ocupado por algo que no sea Dios, tiene puestas sus intenciones en otra cosa, desea otra cosa, o se ocupa de otra cosa, lo está ocupando en algo que no es Dios... "Las obras son por sus intenciones". Así pues, examinemos nuestros corazones, observando si están ocupados por otro, o si buscan de manera oculta algo que no sea Él en nuestras acciones.. . -23-
189. Hay luces que se les permite llegar y otras luces a las que se les permite entrar. Puede que se te envíen luces y encuentren tu corazón repleto con las imágenes de las criaturas, y se marchen tal y como vinieron. Así que vacía tu corazón de la alteridad, para que lo llene con los conocimientos y los secretos.
Como ya ha dicho en otro lugar, las luces son los ejércitos de los secretos que llegan al corazón. Unas llegan pero se quedan fuera; otras penetran hasta el corazón. Y que tal cosa se produzca depende de que el corazón esté preparado para recibirlas. De hecho, las luces divinas no cesan de llegar, aunque no lo percibamos. Si el corazón está mirando en otra dirección, hacia los seres, no encontrará la manera de recibir tales luces, tal y como el ojo no percibe nada si mira hacia la obscuridad y no hacia la luz. Solo el corazón que se vacía de lo que no es Dios, puede recibir lo que viene de Dios.
190. No consideres que tarda en Su recompensa, sino más bien apremiate en tener Su aprobación.
Si tu alma te insinúa que la recompensa no llega, sugiriéndote cualquier tipo de duda, o que Le apremies pidiendo lo que crees que te corresponde, quizás lo que debes hacer es apremiarte a ti mimo
ante tu pereza y tu desidia, pues el problema es que no has hecho lo suficiente para ganar su aprobación.
191. Las obligaciones de un momento dado pueden ser postergadas, pero las obligaciones del momento no pueden ser postergadas. No hay un solo instante en el que no tengas una nueva obligación ante Dios y una orden clara. ¿Cómo podrás, entonces, realizar cualquier obligación en un momento que no sea el suyo, si no lo pudiste hacer cuando era su momento?
Hay ciertas derechos divinos (ḥaqq) que pueden ser demorados si las condiciones no se dan para cumplirlos; estos deberes tienen una serie de circunstancias o condiciones. Si no se dan pueden retrasarse para otro momento, puesto que la disposición y la misericordia divina han dado margen para ello. Es parte de la obligación y decreto que Dios nos ha impuesto. Pero hay otros derechos señoriales, otras obligaciones, que tienen que ver con Su decreto, con lo que efectivamente se manifiesta en ese instante, que son validos solo en ese preciso momento, y que no admiten demora alguna. Estas son las obligaciones que solo los sabios perciben, los que son hijos del instante: es lo que requiere el instante en cuanto a estados, actitud interior, sabiduría. Esto solo lo alcanzan a reconocer los hábiles, pues saben cogerlo al vuelo, le otorgan su momento, escuchan reaccionan y aprenden de él, de lo que les llega, y así de instante en instante sin parar. Si uno se detiene o demora alguno, el siguiente ya se le escapa, porque no está en lo que tenía que estar. A quien se le escapa el momento, no puede sino arrepentirse por lo que ha perdido, y volverse hacia Dios, atento a lo que le manda.
192. Los años que has dejado pasar, son irrecuperables. Más lo que has ganado con ellos, es inestimable.
Lo que no aprovechaste en el momento que debías, ya no regresará. Así que aprovecha el tiempo, pues todo lo que aproveches de tu tiempo, tiene un valor extraordinario. El tiempo es lo único que es tuyo, sea mucho o poco: inviértelo bien, pues no tienes otra cosa.
193. No amas algo sin ser su esclavo. Y Él no desea que seas esclavo de otro que Él.
Dios nos ha creado para adorarle, para serle sus siervos: “No he creado a los genios y a los hombres sino para que me sirvan...” Amar a otro que Dios supone someterse a otro, por lo que el ser humano entra a sí en conflicto con su Señor. Su pasión lo arrastra a amar lo perecedero, a someterse y servir a lo
efímero, a lo limitado, a veces con gran pasión, incluso aunque no sea correspondido. En cambio se empecina por olvidarse del que es el Dador de Amor (al-wadūd), del Solícito (al-wāŷib), del Misericordioso, cuyos atributos y cuyo amor no cesa nunca, a pesar de que la única condición que impone es que le amemos: “Dí: Si amáis a Dios seguidme. Dios os amará y perdonará vuestros pecados...”
194. Ni le beneficia tu obediencia ni le perjudica tu desobediencia. Tan solo te ha ordenado lo primero y te ha prohibido lo segundo por aquello que obtienes de ellos.
Así completa la hikma anterior: no creas que Él está necesitado de ti como para requerir un siervo que le cubra sus necesidades. Tu servidumbre es algo natural, no algo funcional. Él es un Señor independiente, Único, que no precisa alimento, que no tiene necesidades, con existencia completa, independiente de nuestra existencia, pero nosotros si somos dependientes de Él. Nuestra existencia es puro don de amor: nos ha permitido existir, actuar, vivir en nuestra relativa separación, tener responsabilidad y creer que actuamos con libertad; actuar obedeciendo o desobedeciendo sólo marca lo que al final obtenemos, solo justifica aquello que Él preconcebía, lo que Él ha decidido fuera del tiempo y de la acción a la que nos vemos limitados.
195. La acercamiento de quien busca aproximarse a Él no aumenta Su gloria, como tampoco la hacer decrecer el alejamiento de quien se aleja.
Su majestad, Su trascendencia, hacen que no le sume ni reste nada en Su perfección, en Su gloria, ni el que atrae hacia Él ni el que aleja. Es igual que la luminosidad que reflejan los cuerpos que están cerca del Sol. Él brilla igualmente, independientemente de lo que reflejen por alejarse o acercarse.
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196. Tu unión (uṣūlika) con Dios es que alcances el conocimiento de Él (bi-hi), puesto que nuestro Señor es demasiado majestuoso como para que se una a Él cualquier cosa o como para que Él se una a cualquier cosa.
Dios es Uno, siempre, sin asociado, sin parecido, sin similar, sin nada que lo condicione, nada había antes que Él, nada hay después de Él, nada Le alcanza. En Su unidad nada Lo conoce, nada se
manifiesta, nada se aparece, nada se puede decir de Él, nada se sabe de Él. En Su majestad (ŷalala), nada sobrevive, aplastado por Su grandeza, Su impenetrabilidad. El que los sufíes hables de la unión, el uṣūl, no significa que haya encarnación, mezcla, absorción,... De hecho, el término también significa llegada al destino, conexión,... Que llegues a la unión con Él, no es que Lo hayas alcanzado, simplemente es el descubrimiento de la Realidad, de Su presencia, y que tengas un conocimiento directo de ella, con lo cual Lo conocerás por lo que Él mismo te instruya. En ese sentido, la enseñanza del Maestro quiere resaltar que el objetivo es conocerLe por Él. No podrás llegar a conocerle por ti mismo, puesto que sólo Él se conoce a sí mismo tal y como es, porque lo limitado no puede alcanzar a lo infinito. Por eso se ha prohibido meditar en la esencia: porque es imposible llegar a comprenderla. Cualquier meditación o discusión siempre será en el ámbito de los actos y los atributos. Solo podrás conocer por Dios, cuando extinto en la esencia, contemples los nombres y atributos desde ella. Por eso señala a continuación:
197. Tu cercanía a Él es que seas testigo de Su cercanía pues, ¿dónde estás tu respecto a Su proximidad?
Tu cercanía a Él es que seas testigo de ella, pues nunca ha dejado de estar cerca. ¿Cómo podría ser si no, si es Su cercanía la que te permite existir? Su hálito existenciador te ha hecho ser, te mantiene, te sostiene, sostiene la Creación entera. Pero en uno mismo tal proximidad es difícil: nuestra propia consciencia, separada, nos vela de ello. Dentro de ti mismo está esa proximidad, pero no alcanzas a verla. El esfuerzo de examinar tu alma, a ti mismo, es lo que puede conducir a contemplar esa realidad. No es la examinada de quien se auto-analiza, ni va a cursillos para mejorar su capacidad emocional. Quien quiere mejorar esos aspectos tiene un camino claro: las enseñanzas del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, ser piadoso y realizar un examen de conciencia, enfrentando sus obras a la regla de oro de la Ley revelada. Si se esfuerza, y cumple con ello, hallará el remedio a sus males. Pero eso es solo el comienzo, la purificación previa, como la ablución precede al la plegaria. La verdadera examinada, la atención interior, la murāqaba, es la contemplación del alma a la luz de su Creador. Si la contemplas, verás lo que ha dispuesto en ella, y cómo Su cercanía se muestra en ella, pues es un hálito, un soplo, que procede de tu Señor. Examínala hasta que la encuentres, y entonces, “hete ahí con tu Señor”.
198. Las realidades espirituales (ḥaqā' iq) fluyen en el estado teofánico de manera sintética, y tras el retorno a la normalidad viene la explicación. "Y si te es recitado, sigue la recitación, pues a Nos corresponde su explicación (75:18-9)".
Cuando se es testigo de la presencia divina, cuando al siervo le alcanza el estado de manifestación y contempla esta presencia, la cercanía a la que llama continuamente Dios en Su libro, ve la realidad sin diferenciación, en conjunto, de manera sintética. Luego, si de ellos tiene que derivar algún conocimiento que deba ser expresado, viene la explicación, la diferenciación, la interpretación. De igual manera el Corán descendió sobre el Profeta, la paz y las bendiciones, en una vez, a su corazón, de forma sintética, completa. Luego Gabriel, la paz sea con él, le recitaba lo que era necesario y oportuno a cada momento, clarificando lo que en cada momento correspondía. Quien alcanza alguno de estos frutos en el camino, ve la manifestación (tayalli) de forma sintética, sin separación, sin explicación, sin un resorte donde pueda anclar su razocinio. Si de esa comtemplación de la manifestación es necesario que se derive algo para los demás, ya llegará en su momento una explicación o una expresión adecuada.
199. Cuando te llegan las inspiraciones (wāridāt) divinas devastan el discurrir habitual de las cosas ('awā`id) que hay en ti. "Cuando los reyes toman una ciudad la devastan (27:34)". Las inspiraciones llegan desde la presencia del Opresor (qahhār), pues cuando se encuentran con cualquier cosa la pulverizan. "Golpeamos con la verdad la mentira, la pulveriza, y así desaparece (21:18)".
Las inspiraciones divinas que son las wāridāt (plural de wārid) son las inspiraciones súbitas que aparecen el corazón sin mediación de ningún tipo, o sea, no son reflexiones, ni elaboraciones personales de uno. Son las manifestaciones en las que ha hablado en la hikma anterior, pero que se muestran como compresiones de significados, como el desarrollo del conocimiento sintético que muestran las realidades. Cuando estas llegan, rompen la cotidianidad de nuestro pensamiento, que se basa en el discurrir normal del tiempo, de la sucesión de causas y efectos. Se percibe la realidad detrás de la causalidad, rompiendo su discurrir habitual, destruyéndolo, porque en ese momento se revela que entre lo uno y lo otro hay algo en medio, que no les corresponde, que está por encima de ellos, y que es lo que hace que nos parezca que las cosas son por sí mismas. Cuando este descubrimiento aparece, mostrándose de esta manera la realidad, es como si un ejercito entrase en tropel y destruyese todo lo que antes se tenía por seguro. Por eso cita la noble aleya. Su efecto destructor, lo que nos indica es su origen, en el Atributo divino del Opresor, pues si imponen por si mismas, y no dejan falsedad que pueda permanecer.
200. ¿Cómo va a velar a Dios algo, si aquello por lo que se oculta es en lo que es evidente (zāhir), y está presente?
Esta hikma debería sumergir en la más completa de las perplejidades a todo murīd; como ya ha dicho al comienzo, ¿qué podría haber, más grande que Él, que lo velase? Su velo es su Evidencia, el fulgor de Su presencia. Solo la inmensidad de Su manifestación, la Ubicuidad de Su presencia, nos impiden contemplarlo. "Las miradas no pueden alcanzarle, pero Él si alcanza las miradas". Como dijo el Shayj al-'Alawi: ¿Es que acaso el ojo puede contemplarse a sí mismo? Él se ha ocultado con Su manifestación, "ha dispuesto lo oculto sobre lo manifiesto, lo manifiesto se ha ocultado, y lo ocultado se ha manifestado (Munāŷa del Shayj al-Alawi, p. 28).
201. No temas por la aceptación de las obras en las que no halles la presencia, pues puede que te haya sido aceptada, pero no que contemples su fruto de forma inmediata.
Cuando uno es aspirante cree que su camino consiste en hacer, repetir, esperando que en alguna de esas repeticiones de los actos de adoración se consiga, por mor de un empeño, que algo de ello sea aceptado. Y todo porque todavía vivimos ilusionados con nuestra propia actividad, creyendo que con nuestro hacer conseguimos algo. Es evidente que esas obras tienen consecuencias, tal y como Dios ha prometido, pues les ha concedido una recompensa siempre que se cumplan con sus requisitos, de los cuales, más allá de los formales, están la intención y la sinceridad de tales obras, como ya ha señalado el Maestro antes. Pero incluso con esas condiciones, y para quien no busque sino la salvaguarda de su alma, puede que tales acciones sean aceptadas, pero vela el resultado hasta que no llegue el momento de contemplarlas en la Otra vida. En el caso de quien desea a Dios por encima de cualquier otra recompensa, y busca solo el Rostro de Dios, el Elevado, el que no contemple consecuencias a sus actos no le debe preocupar lo más mínimo: las realiza por amor a Dios, las entiende como su deber ineludible como siervo, no espera nada de ellas, y aunque sabe que tienen un efecto y unas consecuencias, las deja a Dios, porque entiende que el acto en sí mismo es de Dios, pues "no quieren sin que Dios haya querido antes". Aunque la adscripción nominal de la acción les corresponda a ellos, se esfuercen, cumplan, sean sinceros, entienden que el resultado es de Dios. El murīd seguirá viendo la acción como suya, y es necesario que nos disciplinemos en un esfuerzo, en una mejora, en un pulimento de nuestras obras, de su sinceridad, en mantener una atención interior, en la concentración. Pero la perfección está más allá de esta tensión. Como me decía mi amigo y kabirī, lo otro está más allá, cuando de tanta tensión se rompe el hilo.
202. No te entretengas con aquella inspiración (wārid) cuyo fruto no conoces, puesto que lo que se desea de las nubes no es la lluvia, sino que haya frutos.
El que te sobrevengan las inspiraciones no es el objetivo. Puede incluso ser todo lo contrario, un completo engaño, pues también el demonio engaña con sus susurros a quienes se dejan embaucar. La inspiración debe tener un fruto que muestre su utilidad y confirme su origen. Muchos de los que discurren por el camino nos hemos quedado fascinados con estas inspiraciones súbitas propias y ajenas, maravillados por su rareza, con su resplandor, por su aparente brillo. Pero la mayoría de ellas no dejan de ser sino inspiraciones de nuestras almas. Por eso otros las han llamado jawāṭir, inspiraciones súbitas o avisos. Unas pueden ser efectivamente señoriales, otras celestiales, pero también las hay del propio alma y otras infernales. Lo que llama la atención aquí el Maestro es que, cuando lleguen, las que deben ser tenidas en cuenta, por aquello que contienen, son las que dan frutos, y las demás descartadas sin más, como quien arroja la cascará sin fruto.
203. No desees con ahínco que las inspiraciones se prolonguen después de que hayan repartido sus luces y dado a conocer sus secretos. Hay para ti en Dios una riqueza que te hace prescindir de toda cosa, pero no hay nada que te pueda hacer prescindir de Él.
Las inspiraciones (waridāt) que sobrevienen con las acciones, con el recuerdo, con la meditación, producen sus efectos. Pero el murīd no debe quedarse atado a tales inspiraciones ni a sus efectos más allá de lo que ellas duran. Como cita Ibn 'Abbād sobre este asunto, hay quienes buscan el estado por el estado, y hay quienes buscan el estado por quien crea los estados. Quien depende de los estados, su presencia o su ausencia le condicionan. Quien tiene estados por Quien los crea, su presencia o ausencia no lo alteran, porque sabe con quien está en ambos estados. Quien solo busca estados, como quien busca solo fenómenos, milagros, habilidades, poderes, o cualquier otra prebenda, no está con Dios, sino con una de sus propias pasiones, por muy sutiles o trascendentes que parezcan. Al final, lo que merece la pena está con Dios. De hecho, no hay nada de valor que no sea Dios, puesto que si no se le tiene a Él, no se tiene nada. Contemplar cualquier otra cosa, y no contemplar a Dios, por muy etéreo o esotérico que sea, es seguir perdido con el velo, y no con lo que cubre el velo. Por eso dice a continuación:
204. Tu deseo de que permanezca lo que no es Él, es muestra de tu falta de presencia con Él. El que te espante que desaparezca lo que no es Él, es muestra de tu falta de unión con Él.
Al final el deseo de que las inspiraciones se queden es el deseo de que permanezca lo que no es Él, aunque las primeras procedan de Él. El problema no es que estés con lo demás, cuando ha sido Él quien las ha creado, y te ha creado a ti, sometido a las necesidades y a la aparente arbitrariedad de los demás, sino que te apartes por ellas de Él, que dejes de tenerLo como tu último objetivo. De igual forma, que desees su presencia y te asuste su ausencia, lo que indica es que no estás presente con Él, y que tu unión, si la ha habido, era solo momentánea, o desde algún punto de vista. En definitiva, el problema no es el velo, que Él ha establecido, sino que te inquiete la presencia o ausencia de lo que ves en el velo, como quien, ante un teatro de sombres, por la presencia o no de las formas, se entristece, sin saber que el actor detrás del velo sigue presente, y que las presencias y ausencias forman parte de la actuación. Quien sabe leer la obra, entiende el juego, se emociona con la historia, pero sabe leer la obra y comprende lo que hay detrás de ella.
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205. La gracia, aunque se manifieste de diversas formas, es para que le contemples y te acerques a Él. El castigo, aunque sus formas sean diversas, es porque hay un velo con Él. La causa del castigo es la existencia del velo, y la plenitud de la gracia la visión del rostro de Dios, el Noble.
La gracia (na'īm), el don divino, aunque tome diferentes formas, su último propósito es que seas consciente de quien lo da, y hagas uso de ello para contemplar al Generoso, al que otorga las gracias y te acerques a él —“Postrérnate y acércate”—. Ante esas gracias se le exige al hombre el reconocimiento, el agradecimiento, pues de ellas también será preguntado —“Entonces, ¿cómo se te hará entender que es la certeza en sí misma? En tal día, será preguntado sobre la gracia”—. De esa manera ha aclarado el camino hacia Él: quien se pregunta por las gracias antes del día en que no quede otro remedio que reconocerlo, y exprese su agradecimiento, y se empeñe en descorrer los velos que le traen la insatisfacción y el castigo, alcanzará la certeza interior, y sabrá seguirlas para regresar a Él El castigo puede tener también diversas formas, pero todas se caracterizan porque suponen un velo, porque separan de Él. Tanto es así que el castigo en sí mismo es estar separado, tanto en esta vida como en la Otra. En cambio, la gracia más completa, el motivo de satisfacción del siervo, es la ausencia del velo, y por eso se afana en obrar “sin otra cosa que desear que el Rostro de su Señor, el Elevado”, para contemplar el Rostro de Dios, sin nada que lo vele.
206. No encuentran los corazones mayor preocupación y pena que la que les causa la privación de la visión directa ('iyān).
Los corazones, el órgano de la sensibilidad espiritual, del conocimiento intuitivo, no se abaten y entristecen con nada como con la imposibilidad de ver el objeto de su deseo. Y así pasa con todos los objetos en los que se fija. El corazón herrumbroso, en el que se han pegado los óxidos de los deseos que le susurra el alma, si se fija en una bella forma, en un deseo del alma, en el poder, en la fama,... todo aquello que se interpone entre él y el objetivo le causa pesar y malestar. Nuestra vida diaria nos muestra continuamente esta idea, sin que a veces seamos capaces de controlarla. Y vivimos llenos de pesares por ello. Pero la naturaleza del corazón, por muy oxidada que esté su superficie, sigue anhelando la visión de su objetivo esencial y preeterno: pese a todos los olvidos y todas las imperfecciones, aunque se llegue a algunos de los objetivos, rápidamente se cansa de lo logrado, porque no encuentra en ello lo que busca, y rápidamente el alma le provee con un nuevo motivo de preocupación donde tratar de encontrar lo que busca... Quienes purifican sus corazones conscientes de su herrumbre, saben que el objetivo debe estar más allá, buscan la manera de permitirle encontrar el objetivo más elevado. Viven en la pena y el pesar de no haber alcanzado su objetivo, pero saben que quien contempla ese objetivo “no tendrá tristeza ni pesar alguno”. Sabedores de lo que hay detrás, buscan sin cesar la visión, y no se dejan atrapar por lo secundario. Por eso a continuación el Maestro, aclara estos puntos, diciendo:
207. Una de las perfecciones de la gracia es que se te provea con lo indispensable y se te prive de lo que ansías.
Si Dios te provee con suficiente para que tus preocupaciones con este mundo estén cubiertas, de tal modo que puedas centrarte en Él, y te priva de aquello que deseas, pero que puede ser un motivo para tu perdición y tu preocupación excesiva con este mundo, entonces es que ha completado la gracia sobre ti. Te ha liberado de buscar nada más con tal provisión, y te ha librado de desbocarte en pos de lo que atrapa tus sentidos y tus miembros, no concediéndote los deseos de tu alma.
208. Cuan menores sean tus causas de regocijo, menores serán las que te causen pesar.
Primeramente se entiende como los motivos de regocijo en este mundo. Si tus deseos son menores, menores son tus causas de pesar. Pero también tiene la lectura de que un exceso de estados de expansión pueden llevar al auto-engaño, al olvido. Si se evitan, también se evitarán causas de pesar aun mayores.
209. Si no quieres ser relegado, no asumas una responsabilidad (wilāya) en la que no debas permanecer.
La wilāya no solo tiene el significado traducido habitualmente como santidad, de cercanía, de intimidad, sino que también es una figura que indica la responsabilidad, la regencia, la representación. Es por lo tanto una responsabilidad también hacia las demás criaturas. Aquí llama la atención el Maestro, a dos cosas: una mundana, que es que no asumas una responsabilidad en este mundo, que siempre será efímera, sino quieres en algún momento ser depuesto. El tomar partido con este mundo, más tarde o más temprano, te mostrará su verdadera cara, y te rechazará. Por otro lado, advierte contra el engreimiento espiritual. El que te creas en una posición espiritual, o en una función, que no es para ti. Si no es porque Dios te la haya decretado, solo puede llevar al destierro de la Presencia divina y al alejamiento. 210. Si en los comienzos te desearon, al final te rechazarán. Si sus apariencias te llaman a ellas, sus interiores se te vedan.
Si al comienzo te buscaban, cuando se hacen contigo, te desprecian. Sus apariencias, atraen a tus sentidos, mientras que sus interiores te advierten sobre sus naturalezas, como ya ha señalado en una hikma anterior. Quien es inteligente, sabe darles sus derechos, hace caso a sus interiores, y no se deja engañar por las apariencias; al final sabe que lo que ahí aparece no es sino lo que su propia alma pone en ellas, su deseo de ellas. Sabe que no le pueden dar ni quitar nada, solo Dios provee, y que en ellas hay una prueba, porque...
211. Ha hecho de este mundo el lugar para la alteridad y hogar de la penalidad, para que te desprendas de ella.
Ha creado este mundo, donde se manifiesta y aparece lo que no es Él, donde nos vemos sujetos a las penalidades y pérdidas, para que sepamos que al final nos tendremos que desprender de ellas, pues son transitorias. Así nos ha facilitado que al final nos quedemos con el que siempre está.
212. Sabedor de tu incapacidad para aceptar el consejo más sencillo, te ha hecho que pruebes su hiel, para hacerte fácil tu separación de ella.
Sabedor de nuestra incapacidad para aceptar el consejo de la sencillez (al-nuṣha al-muŷarrada), te ha sometido a las pruebas, a las vicisitudes, a los inconvenientes de este mundo, a sus pruebas, para que te sea más fácil separarte de ella, bien sea en la pequeña separación que es la muerte, o la gran separación que es la muerte a tu propia alma. Quien sabe de lo efímero y limitado de este mundo, sabe que al final lo abandonará. Quien sabe de lo limitado y efímero de su propia alma, de sus tendencias, de los pesares que le causa, de sus apegos, de sus deseos, se le hace más fácil desprenderse de ella. Consciente de ello, es capaz de superarla, volverse, de buscar a su Hacedor y Señor, para que se haga cargo de ella.
213. El conocimiento útil es el que expande sus rayos en el pecho y destapa la máscara del corazón.
El conocimiento útil es el conocimiento que brilla por sí mismo. Puede ser un conocimiento intuitivo, o puede ser un conocimiento aprendido, pero es el conocimiento que brilla con su propia luz. Es el conocimiento que descubre e ilumina el interior de las cosas. Disipa las tinieblas de la ignorancia, enmienda las falsas percepciones, corrige las equivocaciones, guía en los momentos de dificultad y hace descubrir las realidades de las cosas. Por eso es el conocimiento que levanta el velo del corazón, pues es el conocimiento que permite que este se disipen los velos y vea sin ninguna opacidad la realidad de las cosas. Es un conocimiento concedido que desde fuera penetra en el pecho, lo ilumina, le da a conocer lo que hay dentro y lo purifica al llegar al corazón, que no puede hacer sino reconocer la gracia concedida; y ante ello da gracias y se prosterna...
214. El mejor conocimiento es en el conlleva temor (jaŝi'a). Si el conocimiento se acompaña de temor, va a tu favor. Si no es así, en tu contra.
El mejor conocimiento, que es el conocimiento útil que ha mencionado antes, es el conocimiento que se acompaña del temor, tal y como lo definió el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él. El conocimiento que se acompaña de temor, del temor de no traspasar los límites, es el conocimiento que permite avanzar, conocerse a uno mismo, que no vela.
El conocimiento que traspasa los límites, que se cree autosuficiente, es el conocimiento que no se acompaña de temor; cree que puede prescindir de todo lo demás, y no se da cuenta que es algo prestado, algo basado en lo aprendido, en lo concedido, en lo obtenido. Este conocimiento lleva al orgullo y al envanecimiento del alma. Si no hay un temor, algo que lo haga dudar de sí mismo y le obligue a ser humilde, a reconocer que “por encima de todo conocedor, hay otro que sabes más”, este conocimiento le conduce al extravío.
215. Cuando te cause dolor el que de las gentes no te acepten o se enfrenten a ti con calumnias, regresa al conocimiento que Dios tiene de ti. Si no te conformas con lo que Él sabe, la falta de que no te baste con Su conocimiento de ti es mucho peor que tu falta ante el daño que te pueda llegar ellos.
Las criaturas de Dios pueden, y deben causar, a quien busca a Dios, una sensación de apretura insoportable, pues no solo pueden tratar con desden y calumniar, sino que quien desea a Dios y pone su objetivo en Él, debe sufrir con ellas cierta angustia, pues son lo que no es Dios. En este sentido el mundo se comporta como una mujer que lo atrae y lo engatusa, y cuando ya no le sirve, lo desprecia. Quien persigue la verdad, ante este rechazo del mundo, se vuelve hacia Dios. Consciente del conocimiento que Él tiene sobre su condición, se conforma con ello. Así lo describe el Maestro cuando, en su Tanwir (Sobre el abandono de sí mismo), narra la historia de Abraham y el ángel Gabriel, la paz sea sobre ambos, cuando éste último, al ser arrojado Abrahám a la pira dispuesta por Nemrod, le preguntó: ¿Necesitas que te ayude? A lo cual Abrahám respondió: El conocimiento de Dios de mi condición me basta. Y así Dios lo salvo del fuego. Si el buscador no es capaz de recurrir a este conocimiento previo de Dios de su condición, y poner ahí sus esperanzas, no podrá romper el velo que le imponen las criaturas, y el mal que le aqueja es mucho peor que el que le puedan causar las criaturas. De hecho, éste es el único mal que le causan, puesto que, como dice el hadiz, ni aunque todos los hombres y los genios se unan, pueden causar un mal para quien Dios haya decretado un bien. Por eso ha dicho a continuación:
216. Te ha agraciado con el mal de su parte, para que no encuentres reposo entre ellos. Así te ha hecho que aborrezcas todo, para que no te distraiga en nada de Él.
Te ha hecho sufrir las penalidades de este mundo para proporcionarte un bien, no un mal. Si todo fuese en tu provecho, vivirías como en el Paraíso, y no desearías partir de él. Pero te lo ha hecho incomodo y pesado, para que no te entretengas en él.
Pero pese a todo, el alma encuentra facetas o recompensas, que le hacen distraerse y encontrar placer en él. Tal es el caso de quienes permanecen velados, ignorantes del día en que todo ello se acabe. Si te ha concedido la gracia de que se te haga incómodo, de manera que lo rechaces, debes saber que esto es para que te dirijas a Él en exclusiva.
217. Si sabes que el demonio no se olvida de ti, no te olvides tu de Quien te tiene agarrado por la coronilla.
Si los movimientos de tu alma y las insinuaciones del demonio te son patentes, y muestran que no deja escapar la oportunidad para incitarte al mal, es para que también sepas Quién te tiene cogido por la coronilla, el mechón por el que Dios tiene cogidos a los hombres y los genios, y por el que los lleva donde quiere. No dejes de ser consciente de ello, y así harás desaparecer el olvido por el que penetra el demonio. Así llegarás a contemplar Su modo de obrar en las criaturas, puesto que:
218. Te ha puesto un enemigo para que Le temas en él, y ha excitado contra ti al alma para que siempre te dirijas hacia Él.
Ha puesto, además de fuera, en el mundo, en tu interior aquello que te empuja hacia Él. Un enemigo que también “corre por las venas, como la sangre”, y un alma que te incita al mal, para que como José, la paz sea con él, busques en Él su refugio de sus deseos y caprichos.
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219. Quien se considera humilde, es el verdadero engreído, puesto que con ello se pone por encima. Así que, cuando te adjudiques la humildad, que sepas eres un engreído.
La humildad es una cualidad imprescindible para quien pretende a Dios y quiere ser un faquir, un pobre ante Dios. Pero como muchas características loables, es susceptible de ser pervertida por el alma, sobre todo si la intención no es la correcta. Como recuerda Abu Madyan, que Dios esté complacido con él, no hay peor cosa que quien pretende obtener los favores de este mundo desprendiéndose de él. Con la humildad sucede lo mismo. Puede que quien se muestra humilde no pretenda sino conseguir algo con esa humildad. Ésta no es la verdadera humildad de quien, poniéndose en frente de su Señor, sabe que no tiene nada, que hasta su propia existencia es algo prestado, y que está necesitado de su Señor.
220. No es humilde quien, cuando se humilla, se ve por encima de lo que ha hecho. El humilde es quien, cuando se humilla considera que no ha sido él quien lo ha hecho.
La humildad de quien pretende a Dios es la de que se ve en necesidad continua de Dios. Llega al punto de verse tan dependiente que no ve sus acciones como propias, sabedor de que “no hay poder ni fuerza sino la de Dios”. Ha llegado a realizar el significado de las palabras de Dios “no arrojas cuando arrojas”, “Dios os ha creado a vosotros y a vuestras obras”, “no deseáis algo sin que Dios lo haya deseado previamente”. Sabe de la realidad de la acción divina, y se ve como un instrumento en manos del Creador, aunque la acción se le asocie de manera metafórica a él. Este estado proviene de lo que indica en la siguiente hikma:
221. La verdadera humildad es la que nace de la contemplación de Su grandeza y de la manifestación de Sus atributos. No te sacará del atributo sino la contemplación del atributo.
La contemplación de la Grandeza de Dios, su 'aẓama, y la manifestación continua de Sus nombres y atributos en la creación solo es posible cuando se le deja sitio para que ocurra. No es algo meramente intelectual. Es necesario que primero se contemplen los atributos propios, la incapacidad, la imperfección, la limitación; esta es la primera forma de humildad. Cuando se ha realizado la compresión de nuestra necesidad ontológica de Dios y se pone frente a la grandeza y omnipresencia de Sus atributos y acciones, entonces surge la verdadera humildad, la de quien consciente de sus propias limitaciones, queda perplejo ante la grandeza y diversidad de Sus manifestaciones. Y las observa tanto en los horizontes como en él mismo. Aunque la actividad divina sea omnipresente y accesible continuamente a la variedad de los que observan, solo tiene significado para algunos. Quien contempla en el velo tal actividad, no puede sino maravillarse ante tanta grandeza, y se pierde en ella como el amante queda absorto en la contemplación de la amada, y cantar como aquel que dijo: Ante la contemplación de su belleza No sé donde término yo y comienza ella... El camino hacia esta contemplación es el recuerdo de Dios, de tal forma que todo que extinguido en Su nombre, y todo sea en nombre de Dios. Quien se sumerge en tal mar, en el que recuerda a Dios, y Él le recuerda, en el que está concentrado y hace de Él su alquibla en todos los aspectos, queda absorto en Su grandeza y los sucesos se muestran como Sus manifestaciones.
Invocándole, recordándole, observando los Atributos que le son propios en tal invocación, es como si desaparecerás a tu propio atributo y contemplarás el Suyo, que es el que llena todo. ¡Qué Dios nos conceda tal posibilidad, nos permita invocarle con pleno conocimiento, con verdadera certeza, con contemplación de los significados de Sus nombres, y en la invocación de Su nombre Allah, nos permita extinguirnos y comprender Su grandeza!
222. Al creyente, la alabanza de Dios le distrae de concederle ningún reconocimiento a su propia alma. Y los derechos divinos lo distraen de acordarse de su propia suerte.
El creyente que alaba a Dios, que realiza el ḥamd, reconoce con ello las acciones y atributos de Dios que se manifiestan en el Cosmos, haciendo desaparecer con ello sus propios méritos y atributos. De igual forma, su servidumbre, el contemplar los derechos de su señoría, le hacen olvidarse de su propia suerte, porque entiende todo como un derecho de su Señor a establecer el Decreto como Él quiere.
223. El amante no es quien desea de su amado un pago, o le solicita algo a cambio. El amante es quien muestra su liberalidad contigo, no con quien tienes que mostrar liberalidad.
El amor de quien desea a Dios es un amor entregado; el amor de quien se pone a la puerta esperando que salga su amado. No quiere nada, ni tan si quiera espera verse correspondido. Para él, la visión y la compañía del amado son suficientes si las consigue. Pero lo que quiere recalcar aquí el Maestro es que en esta relación, el amante se somete al criterio del amado. Sabe de su poca cosa con respecto a Él, y sabe que en su insignificancia ni le suma ni le resta nada con su amor. Sabe que tiene un Señor noble, generoso, pero también Rico, Autosuficente. Por lo tanto espera de Él la gracia, pues sabe que de Él provienen todas las gracias. Es el Sustentador en todos los aspectos. Muéstrate necesitado de Él, para que te provea, demostrando así tu amor y necesidad de Él; ese es el camino hacia Él.
224. Si no fuese por el espacio que hay en las almas, los caminantes no podrían hacer su camino, puesto que no hay distancia alguna entre tu y Él, de tal manera que se de lugar a tu viaje. Y no hay separación entre tu y Él que anule tu unión con Él.
Todo el viaje no nada más que la realización de que “Él está más cerca de ti que tu vena yugular”. Lo único que te separa de Él eres tu mismo, tu propia ilusión, pues no hay nada por Su lado que pueda
cubrirlo. Solo está el espacio que hay dentro de ti, de tu propia alma, en el que realizas el viaje, desde tu estado de ignorancia, de prepotencia, de olvido, hasta el conocimiento por Él, hasta tu pobreza, hasta tu recuerdo,... desde tu separación a tu unión, tal y como la ha sido siempre. Cuando pases por los estados y te des cuenta de la realidad del asunto, dejarás de viajar hacia Él en ti mismo, y viajarás en Él por Sí mismo. ¡Dios quiera concedernos tal gracia y liberar nuestros corazones de la ignorancia de Su Unidad!
225. Te ha puesto en este mundo intermedio entre Su Reino y Su Dominio, para que así conozcas la majestad de tu posición en en Su creación. Tu eres la perla guardada en el interior de la concha de la creación. La existencia te abarca en cuanto a tu corporalidad, pero no lo ha podido hacer en cuanto a tu espiritualidad.
Ha hecho del ser humano una criatura intermedia, que comparte características del mundo físico y del mundo espiritual, y que posee en sí mismo un ámbito que intermedia entre ambos. Es la mezcla entre el barro de este mundo y el espíritu divino insuflado en Adán, la paz sea con él. Es el secreto de la luz divina el que lo habita, y lo que lo hace especial, no su simple naturaleza, que al final no puede abarcar la totalidad de su existencia.
226. El que existe solo puede estar en la existencia. No se le pueden abrir los espacios de lo oculto a quién está atrapado por lo que lo rodea y limitado por la figura de sí mismo.
La verdadera renuncia es la renuncia de uno mismo y del derecho a la propia existencia. El resto de renuncias se hacen de las cosas, que están en manos de Dios. Por eso el šayj al-'Alawi ha dicho: “Hay dos tipos de ascetas: aquellos que renuncian a lo que posee Dios y los que renuncian a sí mismos. Y ciertamente, el que renuncia a sí mismo, renuncia a más que el que renuncia a lo que posee Dios”. Quien no rompe con esta figura de sí mismo, no puede saber lo que es la embriaguez de la presencia divina, pues no se ha extinguido en Él.
227. Permanecerás con las criaturas mientras no contemples al Existenciador. Si lo contemplases, serían las criaturas las que estarían contigo.
Tu estar con las criaturas se mantiene mientras las contemplas como algo separado de quien les da existencia. Si las contemplases en su realidad, como los actos y nombres de su Creador, ya no las verías como algo separado. En ese momento, tu visión sería de la visión de la unión, por la cual se contemplan las cosas tal y como son. Quien realiza esto, es decir, contempla la realidad tal y como es, ya no
pertenece a este mundo, y por lo tanto son las criaturas las que al mirarle, no lo ven como algo separado.
228. No es necesario que desaparezcan los atributos humanos para quedar establecido en la elección divina. La elección es como la salida del sol por la mañana que brilla sobre el horizonte: es independiente del horizonte. De igual forma, unas veces brillan los soles de Sus atributos sobre la noche de tu existencia, y en otras ocasiones se retiran, y regresas a tus límites. La mañana no es algo que provenga de ti o se dirija a ti, sino que es algo que te es enviado. Si tuviesen que desaparecer los atributos humanos para que la elección divina se manifestase, nunca llegarías a ella, como ya ha dicho en otra hikma el Maestro. Son Sus atributos los que te cubren y tapan tu imperfección humana. Así, si efectivamente llegas a disfrutar de tal elección, no debes perder de vista que no es algo que te pertenezca; es la manifestación de la gracia y la elección divina en ti la que se muestra. Solo eres un lugar de manifestación, un lienzo sobre el que se proyecta la luz divina. Si Su luz desaparece, ni tan si quiera se te ve. Si quieres caminar hacia Él hazlo de manera que te centres en Sus atributos, no en los tuyos ni en el de las criaturas, salvo que los veas desde Su origen. Si las miras de otra manera, verás los defectos inherentes a su finitud, y no comprenderás la grandeza de quien las origina, preocupado y cegado por las imperfecciones que ves en los demás, y que no son sino el reflejo de tus propias imperfecciones.
229. La existencia de sus efectos es prueba de la existencia de Sus nombres, y la de Sus nombres afirma Sus atributos, y Sus atributos Su esencia, pues no hay manera de que el atributo se mantenga solo. A los señores del rapto (ŷabď) se les revela la perfección de Su esencia, y tras ello son remitidos a la contemplación del Atributo. Luego se les hace regresar a la dependencia de Sus nombres, y de ahí se les remite a la contemplación de Sus efectos. En los que siguen el camino (sālikīn), es justo al revés. De esta forma, el final de los que caminan es el inicio de los raptados, y el inicio de los caminantes es el final de los raptados, aunque no es necesario que sea de una sola manera. Uno subiendo, y otro descendiendo, llega un momento que se encuentran en el camino.
En esta hikma el Maestro aborda la cuestión de la vía espiritual, y de las formas de realización. Lo primero es una sucinta descripción de la cosmovisión basada en la Unidad de Dios: la Esencia es una, los Atributos dependen de esa esencia, los Atributos producen Actos, y estos efectos, que es la manifestación que observamos en la Creación. Todo depende jerárquicamente de la Esencia, y no pueden ser sin ella. Este es también el camino de la realización espiritual, o sea, el cercionarse y asegurarse de que efectivamante es así. Y en ese sentido hay dos modelos: el de quien comenzando desde los efectos de esta esencia descubre las acciones que los han producido, tras ello la capacidad de quien los ha
producido, tras ello quien es quien lo ha producido a través de sus obras, acciones y atributos, como el de quien estudia la obra de un artesano, y contemplándola, trata de averiguar las características del artesano, hasta que lo llega a conocer. El segundo es el de quien se le revela, de manera sintética, la maravilla del conjunto de Su manifestación, haciéndose eco de la perfección de Su esencia. Desde ella tiene que ir descendiendo y contemplando las formas por las cuales se le manifiesta. Es como quien, conociendo al artesano, se enamora de él, y tras este encuentro, quiere conocer como es y qué ha hecho, amando cada una de sus cualidades y obras. En el camino ascendente y descendente, ambos se cruzan, uno en una dirección y el otro en la otra, teniendo lugares en común. En verdad, todo modelo espiritual tiene algo de ambas cosas, y quien desea la perfección espiritual debe completar con algo del otro modo lo que le faltaba a su propia naturaleza. Por eso ambos modelos se encuentran, en toda persona, en algún lugar del camino. Todo caminante debe tener algo de rapto, y todo raptado algo de caminante, para que exista un equilibrio en el camino.
230. No se llega a conocer la medida de las luces de los corazones y los secretos, sino a través de la oscuridad del reino, tal y como no se manifiesta la luz del cielo cuando no está visible su Rey.
La luz que reside en el interior de los corazones y el fondo de las almas no se puede observar sino en el mundo de lo velado. Si no existiese el velo que disminuye la intensidad de Su resplandor, no podríamos ver, cegados por Su luz, confundidos por lo aplastante de Su manifestación. Si no existiese ese algo, ese otro, que asumimos como propio, no podríamos diferenciar lo que es el otro. El descenso del Paraíso, el descenso de las almas a este reino de la diferenciación, aunque nos vele, permite que tal luz se proyecte; contemplamos sombras y luz. La luz que habita en esos corazones y secretos, reconoce esa misma luz en la oscuridad cuando ésta aparece. Es el velado, que se muestra y oculta al mismo tiempo. Esa oscuridad, la del polo de la no existencia, permite, con el contraste, distinguir el algo de la nada; lo más real de lo que lo es menos. Permite la gradación, permite caminar desde lo menos a lo que es más, desde la lejanía a la cercanía, desde lo ilusorio a lo Real. Nos permite conocer la verdad por sus contrarios, y al Verdadero como “el Primero y el Último, el Visible y el Oculto, el que tiene conocimiento de todo”.
231. La presencia (wiŷdān) es el fruto inmediato de la obedicencia que anuncia a los que las realizan la presencia de la recompensa Postrera.
La presencia, wiŷdān, también traducido como éxtasis, es realmente encontrarse, estar en un sitio. El que este estado se produzca cuando realizas un acto de adoración, es un signos de aprobación divina, que te adelanta lo que será la presencia ante Dios en la otra vida, la vida más allá de tu muerte.
232. ¿Como esperas un pago por una obra que ha sido Él quien te la ha encomendado? O, ¿cómo puedes solicitar una recompensa por la sinceridad, si Él ha sido quien te ha conducido a ella?
Esperar el pago por aquello que es tu obligación es una muestra de falta de sinceridad. Esperarla por la sinceridad, es ser tan falso como en la posibilidad anterior; si Dios te ha concedido la sinceridad, es para que actúes de manera independiente, fuera de toda pretensión, incluso la de la propia sinceridad.
233. Hay quienes las luces preceden a sus ritos de recuerdo, y quienes sus ritos preceden a sus luces. Hay quienes recuerdan para iluminar sus corazones, y otros que, iluminados sus corazones, recuerdan.
Hay quienes actúan desde la luz que ilumina sus corazones, otros que actúan para iluminar sus corazones. Unas veces los actos surgen desde el interior, otras veces es necesario actuar para que esa luz brille. Unas veces la oscuridad se apoderará de ti, fruto de la inmadurez, de la ceguera, de la cortedad, y precisarás de los actos para encontrar la luz. Otras veces, el don divino y su providencia te iluminarán y tus actos surgirán desde esa luz. El primero es el trabajo de quien desea a Dios y camina hacia él, el segundo de quien es deseado y trabaja por Él. El primero proviene de la separación, de la diferenciaición; el segundo de la unión y la unidad. Aunque entre ambos actos no hay diferencia, solo la visión o la ceguera con respecto a quien ha originado esos actos.
234. No aparece el recuerdo sin que haya en su interior contemplación y reflexión.
El verdadero recuerdo, el que se manifiesta a través de sus efectos, solo puede provenir de la contemplación y la reflexión. Si no hay nada en el interior de tal recuerdo, si no se produce en su interior algo que cambie la opacidad de nuestra alma, no podrá producir un cambio, no transformará el interior. El recuerdo solo puede provenir de algo sabido y comprendido, que había sido olvidado, algo que es traído a la mente. Traelo con la contemplación interior de la realidad y la reflexión en los signos sobre los que te ha obligado a reflexionar.
Quizás así recuerdes el pacto de reconocimiento de Su señoría, y efectivamente lo recuerdes y contemples, tal y como lo viste y oíste tal día.
235. Te ha hecho testigo antes de que pidieses serlo. Las apariencias pronuncian su divinidad, mientras que los corazones y los secretos realizan su unicidad.
En el momento de la creación de las almas, ya tomó testimonio de Su señoría a todos los seres. “El día en el que tomando de las espalda de Adán a su descendencia les preguntó: ¿Acaso no soy vuestro Señor? Sí, contestaron...” Las apariencias pronuncian su divinidad, pues muestran su servidumbre y su dependencia de Él. Todos demuestran que no son la divinidad, que es algo que las supera y se les escapa, mientras que el que contempla el interior, su realidad, descubre al creador en ellas. “El tawhid separa lo eterno de lo accidental”, dice al-Qushayri en su Risala. Los corazones y los secretos son los que separan lo accesorio y lo devuelven a su Origen, que siempre ha sido como era.
236. Te ha ennoblecido con tres carísmas: Ha hecho que lo recuerdes, si no fuese por su gracia, no serías digno de que depositase Su recuerdo en ti. Te ha recordado por Él, asegurando Su relación (nisba) contigo. Te ha hecho que seas recordado con Él, completando Su gracia contigo.
Te ha permitido que Lo recuerdes y Lo menciones, concediéndote Su recuerdo como gracia previa. Si no fuese así, no tendrías posibilidad, así que debes contemplar la gracia que te ha concedido con ello. Contemplando tal gracia en tu recuerdo, puedes retornar a su origen y acrecentar su significado. Eres recordado por Él, pues ha hecho de ti un siervo, sujeto a su Señoría, estableciendo un vínculo contigo, pues te ha llamado siervo de Dios (abda-l-Lah). Y Él te recuerda, pues ha dicho: “Recordarme y os recordaré”, y “cuando Mi siervo en sí mismo, Yo le recuerdo en Mi mismo, y si me recuerda en grupo, Yo le recuerdo en un grupo mejor”. Así establece, con el recuerdo, una relación más allá del vínculo, pues “Dios está con los que Le recuerdan”.
237. Puede que se prolongue la vida y sus momentos sean pocos; y puede que sea corta pero sus momentos numerosos. Quien está bendito en esta vida, obtiene en poco tiempo, por el favor divino, lo que queda más allá de la expresión y que la alusión no puede abarcar.
El tiempo es algo cualitativo. Hay a quienes su extensión no les beneficia, e incluso les perjudica, pues va en su contra, pues no es más que una sucesión de instantes desperdiciados. A quienes, en cambio, su
momento es pequeño, pero cada uno de los instantes que lo componen están colmados y llenos de la gracia más completa. En todos halla un beneficio y una gracia divina, sin que medie un momento de descuido en el que pierda de vista los favores que continuamente le llueven y le riegan. Tanto es así, que por incontables es imposible enumerarlos y se vuelven preciosos en sí mismos, porque descubre que cada uno de esos instantes está lleno con uno de los soplos del Misericordioso, preñado de un significado y de un signo que le aporta un medio para conocer a Su creador. Y como cada cual tiene una enseñanza específica, se hace imposible describirlos, o hacer una alusión a ellos, pues no dejan de fluir tales manifestaciones divinas, siendo superada cada una por la siguiente.
238. La verdadera apostasía es que, liberado de todas las ocupaciones, no te dirijas a Él, y reducidos los obstáculos, no partas hacia Él.
Que no te preocupes de dirigirte a Él, cuando se ha encargado de que no tengas impedimentos, es el verdadero delito de la apostasía, puesto que ya no es solo rechazar la invitación que se te hace, sino que es simple y llana holgazanería no iniciar el viaje cuando se ha facilitado el camino. Si te confías verdaderamente en él, te libera de toda carga, te pone todo fácil. No tienes que hacer nada, y a pesar de ello, te alejas.
239. La meditación es el discurrir del corazón por el espacio de las criaturas. La meditación es la luminaria del corazón, que si se marcha, lo deja a oscuras.
La meditación, la reflexión, es el discurrir, el movimiento del corazón, por el espacio de las criaturas. La meditación es ese ir y venir entre las criaturas, su apariencia, su disposición, el decreto que las guía, la sabiduría que hay en sus características y su origen y Creador. Así se descubre lo que corresponde a sus realidades y lo que es accesorio de ellas, y se descubre la Verdad según la cual fueron creadas: “Y no hemos creado los cielos y la Tierra sino con la Verdad”. La meditación es la luz que le permite al corazón verlas en ese sentido, en lo que son. Si se marcha, lo deja a oscuras, y solo ve las sobras de las apariencias, sin poder distinguir su realidad.
240. La meditación es de dos tipos: la de la confirmación y la de fe; y la de la contemplación y la visión. El primero es el de los maestros de la expresión, el segundo de los maestros de la contemplación y la visión interior.
La meditación tiene grados. Una es la meditación que se basa en la expresión, la meditación argumentativa y discursiva, que se basa en la aceptación de los principios y en la creencia para interiorizar los signos y el conocimiento divino que da de Si mismo a través de la Revelación. El segundo es el de la realización directa de que efectivamente esta revelación y manifestación divina se produce: es la contemplación de Sus actos y de Sus atributos, que se muestran tal cual. Ambos ven lo mismo, pero contemplan cosas bien diferentes.