LA TRÁGICA MUERTE DEL GUITARRISTA LEOPOLDO DE URCULLU. Fernando Abaunza

LA TRÁGICA MUERTE DEL GUITARRISTA LEOPOLDO DE URCULLU (1797-1839) por Fernando Abaunza Martínez

Leopoldo de Urcullu, guitarrista y compositor nació en Cádiz el 17 de mayo de 1797. En la Enciclopedia de la guitarra (2004) podemos leer: “Las obras encontradas hasta ahora de este músico, reflejan un notable saber en calidad de guitarrista, arreglista y compositor; numerosos escritos lo han considerado como el guitarrista más relevante de su época.”… “El poeta y guitarrista español Florencio Gómez Parreño, apreciado amigo de Aguado y admirado admirado por sus facultades artísticas, artísticas, calificaba calificaba a Urcullu de gran guitarrista, equiparándolo a Fernando Sor y Dionisio Aguado, en uno de sus poemas dedicado a una de sus alumnas:

A Zelmira Por sus adelantos y felíz disposición en la Guitarra Del espresivo y malogrado malogra do Urcullu , Del tierno Sor paréceme te escucho Lindas composiciones Llenas de novedad y de armonía a rmonía Ora del admirable Y difícil Aguado otros estudios Ejecutar te siento con finura... fin ura... De Urcullu, Sor y Aguado la armonía Mi espíritu extasía…”

OBRAS: Para guitarra: en el Catálogo de la Música impresa y publicada en Madrid por el editor Lodre, se anunciaban en 1834 las siguientes obras de Urcullu:

Variaciones sobre un tema del Pirata N°1 de Bellini. Capricho sobre un motivo de L'esule di Roma de Donizetti. Final sobre un tema de "I Capuleti e i Montecchi" de Bellini. N°3. Tanda de Rigodones Elixir N°1. Tanda de Rigodones Elixir N°2. Polaca de Los Puritanos de Bellini. Introducción, Variaciones y Coda del dúo del 1° acto de la ópera Guillermo Tell de Rossini. Sinfonía de la ópera Montescos y Capuletos de Bellini. “La Queja" Introducción variaciones y coda para Guitarra, sobre un tema de una canción italiana (Almacén de música CARRAFA, calle del Príncipe N° 15) "La Amistad" Introducción y Polaca. Las obras que han llegado hasta nosotros fueron publicadas en 2014 por el guitarrista bilbaíno Eugenio Tobalina en la Editorial Tritó en dos volúmenes. Volúmen I. Variaciones sobre un tema de Pleyel (Op. 10) Introducción y variaciones sobre un aire de Il Pirata

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Capricho sobre aires de La Straniera y L’esule di Roma Introducción, variaciones y coda sobre un tema de Guillaume Tell Volúmen II. La Amistad: Introducción y polaca La Queja: Introducción, variaciones y coda Popurri español Además de estas obras, exclusivas para guitarra, Urcullu compuso una Colección de Canciones Españolas y Americanas con acompañamiento de piano forte y guitarra, de las que han llegado a nosotros: La Ocasión (nº 12) La Confianza (nº 16) La Exageración (?)

Urcullu sufrió una muerte violenta de cuya crónica se hizo eco EL CORREO NACIONAL de Madrid, en la segunda página del martes 22 de octubre de 1839, y es como sigue: El 22 de agosto último salió de Cuenca para esta corte D. Leopoldo de Urcullu, contador de amortización de aquella provincia, en compañía de un escribano y otros pasajeros en la galera de Julián García, conocido por Gaire, y guiada por su mayoral Víctor González; aprovechando la feliz casualidad de salir en aquel día y con la misma dirección el señor comandante general de aquella provincia con 200 soldados hasta Tarancón, siguió la galera a la tropa, y los pasajeros confiaban en que el resto del viaje sería lo mismo; pero sus esperanzas fueron frustradas, pues a pesar de haber sido avisado el mayoral de que había peligro en el camino y que no abandonase la tropa, sea indolencia o malicia, no salió de la población sino mucho tiempo después, y aun eso aguijoneado por los mismos pasajeros para que enganchase. La confianza que hasta entones habían tenido los pasajeros desapareció, y su inquietud i nquietud fue en aumento viendo agregarse a la galera en las inmediaciones de Fuentedueña a un joven, que sin saber cómo se apareció allí, y que desde luego se tuvo por signo de mal agüero, lo que ha sido confirmado después. Un cuarto de legua antes de llegar a Villarejo de Salvanés, a cosa de las diez de la mañana del día 24, fueron sorprendidos los viajeros por siete latrofacciosos al mando de un tal Rodríguez, quienes mandaron mandaron les siguiese Urcullu y los tres pasajeros que venían con él, pues con las señoras no se han metido para nada; se han llevado tres mulas de la galera y otra que venía a ella reunida sin tocar los equipajes y nada de la galera, aunque se decía traía dinero bajo su responsabilidad. Hicieron montar a Urcullu en una mala mula en pelo, de la que cayó tres veces, sufriendo a cada paso los malos tratamientos y la ferocidad de los facinerosos. Creyendo estos que las caídas eran voluntarias, encargaron al joven aparecido y que hemos insinuado sostuviese en la caballería al desgraciado Urcullu ayudado con la fuerza, lo que cumplió a pedir de boca. En vano pidió y suplicó el sin ventura Urcullu media hora antes de llegar al monte de las Gualerzas que se le permitiese apear, porque se sentía gravemente enfermo: en vano invocaba do-







trumentos el mayoral González y el joven entre cuyos brazos expiró, a la justicia tocará averiguarlo, y el tribunal de Chinchón que instruye el sumario sabrá llenar su misión, porque no quede impune un atentado tan horroroso producido por un sentimiento traidor y aleve rodeado de circunstancias feroces que ofenden la moral pública. Los facciosos después de muerto Urcullu le despojaron de todas sus ropas, y condujeron su cadáver a un cerro próximo, dejándole sin cubrir para que sirviese de pasto a las fieras. Todavía más; el titulado comandante Rodríguez escribió a la esposa de Urcullu después de muerto enviando a pedir por su rescate 50,000 r.s. en el término de cinco días, designando al ventero de Urda como persona con quien debía zanjarse este negocio; ¡insulto a la desgracia que parecería increíble si no fuera un hecho cierto en nuestros días! Los facciosos estuvieron tan considerados con la galera de Gaire, que le devolvieron inmediatamente las caballerías, y el encargado de devolverlas fue el joven de mal agüero, quien las entregó en Fuentidueña, cumpliendo religiosamente la comisión de que las cuidase, y que no les sucediese ningún azar. El mismo joven fue el conductor, no solo para la carta para la esposa de Urcullu sino también de otras tres de los demás apresados, facultándole para que él mismo mi smo se entendiese en el negocio con las familias de estos. El escribano, hombre de sesenta años, pudo escapar escapar a las veinte y cuatro ho гаs, según dicen, burlando las pesquisas que hicieron los facciosos, para hallarle, escondiéndose detrás de un matorral. Bajó por los campos buscando dirección segura por espacio de dos días sin recibir alimento hasta que consiguió entrar en Yévenes, debida su salvación a un milagro de la Virgen Santísima según ha manifestado, a quien se encomendó en aquel apuro: dos via jeros se hallan todavía en poder de los l os facciosos. D. Leopoldo de Urcullu descansa para siempre, dejando en el desconsuelo a una esposa que amaba, un padre septuagenario que yace postrado en una cama 14 meses ha, y que abrumado de negocios ocurridos por la injusticia de otros, cifraba en él su única esperanza, y era el único apoyo que le quedaba en medio de sus desgracias; a dos niños, cuya educación dependía de las esperanzas que prometían las virtudes de un un empleado, cuya próvida actividad y celo han sido reconocidos por todos sus jefes, los que le han manifestado siempre muestras sinceras de consideración consideración y respeto. D. Leopoldo de Urcullu, después después de haber haber recibido una educación esmerada en diferentes colegios del extranjero y de haber viajado por toda Europa y de poseer poseer diferentes idiomas, ha sobresalido por sus talentos talentos entre los amantes de las bellas artes; su gloria queda gravada para siempre en el corazón de sus amigos, y el último testimonio es procurar, sino la venganza de su prematura muerte, cuando menos procurar cuanto sea posible a que se castigue el crimen y aparezca la justicia humana vindicada del agravio que ha recibido. El juez de Chinchón, de cuyo celo e instrucción se espera todo, no dejará de desempeñar su misión como exige la justicia, acreditando la alta idea que se tiene formada formada de su justificación. José María Sánchez Puig EL CORREO NACIONAL; Madrid, Martes 22 de octubre oct ubre de 1839) ( EL



















































































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