JAMES J. MURPHY (ed.)
LA ELOCUENCIA EN EL RENACIMIENTO Estudios sobre la teoría y la práctica de la retórica renacentista
VISOR LIBR LIBROS OS
LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA PAUL OSKAR KRISTELLER Profesor emérito Columbia University
El término retórica, largamente despreciado, se ha revalorizado de nuevo en los últimos años, pero su significado preciso —ya se aplique a la Antigüedad o a la Edad Media, ya al Renacimiento o a la modernidad— parece lejos de estar claro. La retórica ha sido definida o entendida como el arte de la persuasión, de la argumentación probable, del estilo de la prosa y la composición, o de la crítica literaria; y cada una de estas diferentes —si bien relacionadas— definiciones se ha incorporado a las anteriores en un distinto período o contexto. El arte de la composición se ha centrado a veces en el discurso, producido oralmente y escuchado por un auditorio; otras, en la carta o el ensayo, escritos y leídos en silencio. Aparte de su propio significado intrínseco, la retórica ha mantenido cambiantes relaciones con otras materias y disciplinas, que significativamente han afectado al propio modo de entender la retórica: ésta se ha asociado a la gramática y a la lógica, a la poesía, a la ética y la política, por mencionar sólo algunas de sus conexiones más relevantes. El lugar ocupado por la retórica en las clasificaciones de las artes y las ciencias, y en el currículum de los estudiosos y de las universidades, también ha experimentado muchos cambios a través de los siglos. No puedo confiar en hacer justicia a todos estos aspectos en un breve ensayo, pero me centraré en la retórica del Renacimiento, sus antecedentes medievales y su situación en la cultura renacentista. Intentaré además indicar cuáles son algunos de los numerosos proble-
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mas que, en mi opinión, precisan de una investigación más detenida 1. En los últimos años se ha afirmado con frecuencia que la retórica proporciona la clave del humanismo renacentista, así como, en general, del pensamiento y la civilización durante este período 2. Por un artículo que publiqué hace cincuenta años se me suele incluir entre quienes sostienen este punto de vista 3. Permítaseme aprovechar esta ocasión para aclarar mi postura en tan crucial asunto. Creo que la retórica del Renacimiento es mucho más importante —en cuanto a que precisa un mayor estudio y atención— de lo que numerosos críticos de las últimas generaciones estuvieron dispuestos a admitir. Sin embargo, yo nunca pretendí afirmar que el humanismo renacentista, y no digamos el pensamiento y el sistema educativo en general del Renacimiento, se redujeran a la retórica. La retórica sólo fue uno de los cinco studia humanitatis cultivados por los humanistas, cuyo trabajo como gramáticos (y eruditos clásicos), historiadores, poetas poe tas y moralistas no depende de su retórica, aunque esta tarea pudiera ser a menudo inseparable de ella. Además, como he estado sosteniendo (aunque muchos críticos no me hayan escuchado), el humanismo constituye sólo un aspecto —aunque importante— del pensamiento y del sistema educativo renacentistas; asimismo, la historia de la teología, la jurisprudencia, las ciencias y la filosofía del Renacimiento no se limita al humanismo, y mucho menos a la retórica humanista, aunque ésta influye de muy diversos modos en dicha Información y bibliografía complementarias se hallarán en Paul Oskar Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources (Nueva York, 1979), especialmente en la sección «Philosophy and Rhetoric from Antiquity to the Renaissance» (pp. 211-59 y 312-27). Cfr. también George A. Kennedy, Clas1
sical Rhetoric and Its Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times (Chapel Hill, N. C., 1980) y Ernesto Grassi, Rhetoric as Philosophy: The Humanist Tradition (University Park, Pa., 1980).
Hannah H. Gray, «Renaissance Humanism: The Pursuit of Eloquence», Journal of the History of Ideas, 24 (1963), 497-514; Jerrold E. Seigel, Rhetoric and Philosophy in Renaissance Humanism (Princeton, N. J., 1968); Hannah H. Gray, «History and Rhetoric in Quattrocento Humanism», tesis doctoral (Harvard University, 1956); Nancy Struever, The Language of History in the Renaissance (Princeton, N. J., 1970). 3 Paul Oskar Kristeller, «Humanism and Scholasticism in the Renaissance», Byzantion, 17 (1944-45), 346-74, reimpreso en mis Studies in the Renaissance Thought and Letters (Roma, 1956), 553-83 y en mi Renaissance Thought (Nueva York, 1961), 92-119 y 153-66. 2
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historia 4. Me gustaría que el lector tuviera firmemente en cuenta estas puntualizaciones cuando plantee —sin pretensiones exageradas— algunos aspectos de la retórica renacentista y su impacto en otras áreas de la educación, humanista y no humanista, durante el Renacimiento. Como es habitual, centraré mi atención en Italia, dada mi familiaridad con la historia de ese país, y porque está más que admitida la función rectora de los italianos en la historia de la retórica medieval y renacentista. Para adquirir un conocimiento apropiado de la retórica renacentista, como de muchas otras facetas del Renacimiento, debemos empezar por las fuentes antiguas. Durante la Edad Media, las fuentes básicas para la teoría general de la retórica fueron el De inventione de Cicerón y la pseudociceroniana Rhetorica ad Herennium. Como libros de texto más conocidos, generaron numerosos comentarios, especialmente durante los siglos XII y XIV; en los últimos años, la crítica ha dispensado mucha atención a estos comentarios 5. El siglo XV añadió las obras retóricas más maduras de Cicerón, sobre todo el Orator y el De oratore. Estos textos ejercieron una gran influencia sobre el pensamiento y la literatura del Renacimiento, influencia de la que se han dado muchos ejemplos, pero que debería explorarse más profundamente. Quintiliano, cuya obra se conoció en la Edad Media a través de una versión incompleta, fue sólo redescubierto en su texto íntegro y ampliamente estudiado en el siglo XV. Aún no se ha indagado suficientemente su influjo, pero es significativo que Lorenzo Valla le atribuyera más autoridad que al mismo Cicerón 6. Los discursos ciceronianos, algunos muy conocidos y otros descubiertos en ese período, fueron muy admirados e imitados; de hecho, las entonces recuperadas introducciones de Ascanio a algunos discursos de Cicerón estimularon los intentos de Antonio Loschi y Sicco Polenton de hacer lo mismo con otras piezas oratorias de ciceronianos. En cuanto a la 4
Paul Oskar Kristeller, «The Impact of Early Italian Humanism on Thought and Learning», en Bernard S. Levy, ed., Developments in the Early Renaissance (Albany, N. Y., 1972), 120-57. 5 Cfr. John O. Ward, « Artificiosa « Artificiosa Eloquentia in the Middle Ages», tesis doctoral (University of Toronto, 1972) y «From Antiquity to the Renaissan ce: Glosses and Commentaries on Cicero’s Rhetorica », en James J. Murphy, Rhetorica», ed., Medieval Eloquence (Berkeley-Los Angeles, 1978), 25-67. 6 Lorenzo Valla, Dialecticae Valla, Dialecticae Disputationes, ( Opera omnia Disputationes, II, 20-3 y III, 15 (Opera [Basilea, 1540], Turín, 1962), 719-31 y 752-6.
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composición de cartas, las de Séneca y Plinio y, sobre todo, las entonces recientemente halladas de Cicerón, proporcionaron las fuentes y los modelos principales. La extensión de las fuentes antiguas durante el Renacimiento —en retórica y en otros campos— es mucho más superficial cuando examinamos las griegas. Muy pocas eran las fuentes conocidas de la retórica griega al final de la Edad Media: la Retórica de Aristóteles y la pseudo-aristotélica Rhetorica ad Alexandrum; el tratado De elocutione, atribuido a Demetrio de Faleron, y el discurso Ad Demonicum, adjudicado a Isócrates. Estos tres últimos textos tuvieron una circulación muy restringida 7; y como la Retórica de Aristóteles —aunque muy conocida— fue estudiada por los filósofos escolásticos como una parte de la filosofía moral 8, pero no por los retóricos profesionales, podemos asegurar con certeza que las teorías y los textos griegos no influyeron en la retórica medieval, excepto por la intermediación de los retóricos latinos. Durante el Renacimiento, Occidente accedió a todo el corpus de la literatura retórica griega a través de los textos originales o de las traducciones latinas y vernáculas. Los humanistas conocieron no sólo a Hermógenes y Aftonio, que habían dominado, durante la última Antigüedad y el período bizantino, la tradición retórica entre los griegos, sino también al Pseudo-Longino, Dionisio de Halicarnaso, Menandro y otros autores menores de retórica 9. Muy conocidos llegaron a ser la Rhetorica ad Alexandrum y el Pseudo-Demetrio 10; y lo que es más importante: la Retórica de Aristóteles fue apreciada y ampliamente estudiada más como obra de retórica que de filosofía moral. Cuando Aldo Manuzio publicó la primera edición griega de los textos de Aristóteles (1495-1498), significativamente excluyó la Retórica (y la recién encontrada Poética), para in7
50-3.
Paul Oskar Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources, 322, nn.
Entre los comentaristas medievales de la Retórica aristotélica figuran Giles de Roma, Guido Vernani, John Buridan y John of Jandun. 9 Para Hermógenes, cfr. Annabel M. Patterson, Hermogenes in the Renaissance (Princeton, N. J., 1970) y Jonh Monfasani, George of Trebizond (Leyden, 1976). 10 Para Demetrio, cfr. Bernard B. Weinberg, en Paul Oskar Kristeller y F. Edward Cranz, eds., Catalogus Translationum et Comentatorium (Washington, 1971), vol. 2, 27-41. Gran difusión tuvo la traducción latina de la Rhetorica ad Alexandrum, hecha por Francesco Filelfo. 8
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cluirla en el corpus de textos retóricos griegos que publicó pocos años después (1508) 11. En el siglo XVI, la Retórica de Aristóteles tuvo muchos comentaristas, todos más humanistas y retóricos que filósofos morales 12. Por sus contribuciones a la teoría retórica y literaria, el corpus completo de comentarios a la Retórica debería examinarse con la misma cuidadosa atención que los comentarios a la Poética —algunos de ellos preparados por los mismos autores— han merecido recientemente 13. A los tratados teóricos sobre retórica debemos añadir los productos de la antigua oratoria griega. Todos los oradores áticos —especialmente Lisias, Isócrates y Demóstenes— fueron traducidos, leídos e imitados; también algunos de los últimos oradores griegos, como Dio de Prusa, Arístides y Libanius. Podríamos incluir los discursos que se encuentran en las obras de Tucídides, Dio Cassius y otros historiadores, discursos a veces traducidos y estudiados como piezas independientes 14. El vasto corpus griego de cartas, la mayoría de ellas tardías y apócrifas —y por tanto desatendidas por los modernos filólogos clásicos—, fue enormemente popular entre los humanistas del Renacimiento. Las cartas atribuidas a Falaris, Diógenes el Cínico, Bruto y otros figuraron entre las obras más leídas de la literatura antigua, a juzgar por el número de traducciones, manuscritos y ediciones existentes; además, las cartas de Libanius fueron tempranamente duplicadas en el siglo XV por las falsificaciones latinas de Francesco Zambeccari 15. Buena parte de este material está a la espera aún de una cuidadosa tarea de escrutinio bibliográfico, estudio textual y exploración de su influencia. El esquema un tanto tosco y apresurado que acabo de esbozar tendrá que ser corregido y completado de acuerdo con esa futura investigación. 11
Lorenzo Minio-Paluello, «Attivitá filosofico-editoriale dell’ umanesimo», en sus Opuscula (Amsterdam, 1972), 483-500. 12 Entre los comentaristas de la Retórica durante el siglo XVI se hallan Daniel Barbarus, Petrus Victorius, M. A. Maioragius, Franciscus Portus y Antonius Riccobonus. Cfr. F. Edward Cranz, A Bibliography of Aristotle Editions 1501-1600 (Baden-Baden, 1971), 162-3. 13 Bernard B. Weinberg, A Weinberg, A History of Literary Criticism in the Italian Renaissance (Chicago, 1961), 2 vols. 14 Para los manuscritos que las contienen, cfr. Paul Oskar Kristeller, Iter Italicum (Leiden, 1963-67), 2 vols., y otros catálogos. 15 R. Foerster, Francesco Zambeccani und die Briefe des Libanios (Stuttgart, 1878).
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Muy raramente se compusieron tratados independientes de teoría retórica general durante la Baja Edad Media, y su número fue aún bastante limitado durante el siglo XV. Este hecho puede deberse a la autoridad de los antiguos libros de texto, que los profesores humanistas prefirieron glosar en vez de emular. Los tempranos ejemplos que conozco son varios tratados populares de Gasparino Barzizza y Agostino Dati, un tratado sistemático y muy influyente de George of Trebisond 16, una obra de Guillaume Fichet que intenta introducir una nueva e interesante terminología 17, tratados de Giorgio Valla 18 y Philippus Callimachus 19, y alguno que otro más. En el siglo XVI, la literatura de libros de texto retóricos fue bastante amplia, pero incluso su descripción bibliográfica está lejos de ser completa 20. Hasta donde sé, no hay estudios detallados de la retórica del Renacimiento que puedan compararse a los que se han realizado, para el mismo período, sobre los tratados de gramática, lógica o poética 21. Podría no estar bien informado, pero no sabría dónde buscar los datos precisos sobre las doctrinas individuales de autores específicos y sobre sus diferencias con respecto a las doctrinas de otros autores, antiguos y contemporáneos. Lo mismo sucede con la historia de conceptos, temas o teorías individuales, con la posible excepción de las figuras del discurso, que han interesado a los historiadores de la poesía y de la crítica literaria. La reforma de la lógica realizada por Peter Ramus incluyó también la retórica, pues este autor modificó la tradicional diviMonfasani, George of Trebizond . Paul Oskar Kristeller, «An Unknown Humanist Sermon on St. Stephen by Guillaume Fichet», en Mélanges Eugène Tisserant , Studi e Testi 236 (Ciudad del Vaticano, 1964), 459-97. 18 Gray, «History and Rhetoric». 19 Philippus Callimachus, Rhetorica, ed. K. F. Kumaniecki (Varsovia, 1950). 20 Donald L. Clark, Rhetoric and Poetry in the Renaissance (Nueva York, 1922; reimpr. 1963); Charles S. Baldwin, Renaissance Literary Theory and Practice (Nueva York, 1939; reimpr. 1959); O. B. Hardison, The Enduring Monument (Chapel Hill, N. C., 1962); W. S. Howell, Logic and Rhetoric in England, 1500-1700 (Princeton, 1956); F. Buisson, Répertoire des ouvrages pédagogiques du XVIe siècle (París, 1886; reimpr. Nieuwkoop, 1962), y Susan Gallick, «The Continuity of the Rhetorical Tradition: Manuscript to Incunabulum», Manuscripta, 23 (1979), 31-47. 21 G. Arthur Padley, Grammatical Theory in Western Europe 1500-1700 (Cambridge, 1976); W. Risse, Bibliographia Logica (Hildesheim, 1965); Weinberg, A History of Literary Criticism. 16 17
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sión entre las dos displinas, y de ahí que su retórica, o más bien la de su amigo Taleus, haya recibido la atención de los recientes historiadores del ramismo 22. Un problema concreto y relevante para los teóricos y los autores del Renacimiento —como lo había sido en las postrimerías de la Antigüedad— fue la imitación de los modelos antiguos. Todos los humanistas convinieron en que era necesario algún tipo de imitación, pero hubo una viva discusión entre los ciceronianos, que reconían a Cicerón como el único modelo en cuanto al estilo y el vocabulario de la prosa, y sus oponentes, que pedían una imitación más ecléctica, de manera que el estilo de la prosa fuese más original. El debate, que tuvo entre los ciceronianos a Barzizza, Paolo Cortesi y Bembo, y entre sus contrarios a Lorenzo Valla, Poliziano, Gianfrancesco Pico, Erasmo y Lipsio, ha sido analizado por algunos críticos 23, pero precisa una más completa y detallada investigación, como muchos otros conceptos y doctrinas específicos de teoría retórica. Podríamos añadir que la vasta literatura medieval y renacentista sobre la memoria, que ha recibido algún tratamiento crítico 24, puede considerarse hasta cierto punto una parte de la retórica. De acuerdo con la teoría antigua, la memoria era una de las cinco partes de la retórica, y ya la Rhetorica ad Herennium, en su sección dedicada a la memoria, comenta alguno de los primeros tratados sobre esta facultad 25. No es infrecuente que los nuevos campos de investigación se originen como tratamientos monográficos de lo que solía ser un capítulo incluido en una disciplina tradicional más amplia. Mucho más vasta que la literatura sobre retórica en general o sobre temas específicos como la imitación, parece ser la dedicada a los varios géneros de la prosa literaria, espe22
Walter J. Ong, Ramus: Method and the Decay of Dialogue (Cambridge, Mass., 1958), y Ramus and Talon Inventory (Cambridge, Mass., 1958); Neal W. Gilbert, Ranaissance Concepts of Method (Nueva York, 1960). Method (Nueva 23 R. Sabbadini, Storia Sabbadini, Storia del Ciceronianismo (Turín, 1885); Izora Scott, Controversies Over the Imitation of Cicero as a Model for Style (Nueva York, 1910); Le Epistole «De imitatione» di Giovanfrascesco Pico della Mirandola e di Petro Bembo, Bembo, ed. G. Santangelo (Florencia, 1954); Erasmo, Il Ciceroniano,, ed. A. Gambaro (Brescia, 1965); Erasmo, Dialogus Ciceronianus niano Ciceronianus,, ed. P. Mesnard, en Opera omnia, omnia, ordo 1, tomus 2 (Amsterdam, 1971), 581-710. 24 Helga Hajdu, Das Hajdu, Das Mnemotechnische Schrifttum des Mittelalters (Viena, 1936); Frances Yates, The Art of Memory (Londres-Chicago, 1966). 25 Ad Herennium Herennium,, III, 16, 24-8, 40.
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cialmente la carta, el discurso y el sermón; esto puede considerarse una herencia medieval. El tratado, el diálogo y el ensayo, si bien muy cultivados por los humanistas del Renacimiento y otros autores, no recibieron mucha atención teórica, aunque en el siglo XVI hubo unos cuantos tratados sobre el diálogo 26. La teoría sobre la carta como género principal de la literatura prosística aparece bastante tardía y raramente en la retórica clásica, mientras que llega a adquirir un lugar central en la Edad Media 27. La composición de documentos y cartas fue una necesidad legal y administrativa en los inicios de la Edad Media. En una época en que el analfabetismo era la regla, los Papas y otros funcionarios de la Iglesia, los príncipes, y después las ciudades, dependieron de los servicios de notarios, cancilleres y secretarios especialmente preparados para sus tareas. Esta preparación se basaba en formularios y colecciones de modelos, y quizá también en una educación transmitida oralmente. El más antiguo tratado conservado que desarrolla específicamente el arte de escribir cartas, o ars dictandi , fue compuesto por Alberic de Montecassino a finales del siglo XI. Parece —por esta obra y por las introducciones a otras más tardías— que el ars dictandi se originó como una parte de un amplio campo de retórica, y que ya recibía un tratamiento especial, por la enorme importancia práctica y profesional de su asunto. El siglo XII produjo un muy numeroso conjunto de obras o dictamen, que incluye tratados teóricos y colecciones de cartas-modelo, muchas de ellas anónimas. La mayoría de los autores que han sido identificados a principios Rudolf Hirzel, Der Dialog (Leipzig, 1895; reimpr. Hildesheim, 1963), 2 vols. 27 James J. Murphy, Rhetoric in the Middle Ages (Berkeley-Los Angeles, 1974) y Medieval Rhetoric: A Select Bibliography (Toronto, 1971); Giles Constable, Letters and Letter-Collections (Turnhout, 1976); Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources, 317-9; Kennedy, Classical Rhetoric , 17394; H. M. Schaller, «Dichtung lehren und Briefsteller», en P. Weimar, ed., Die Renaissance der Wissenschaften im 12 Jahrhundert (Zurich-Munich, 1981), 249-71, y «Ars dictaminis, ars dictandi», en Lexikon des Mittelalters (Zurich-Munich, 1980), cols. 1.034-9. Parece que los antiguos egipcios trataron la carta como un género literario; hay cartas-modelo del tercer milenio a. C., y manuales para escribir cartas y colecciones de cartas-modelo del segundo milenio: cfr. G. Posener, «Les malheurs d’un prêtre égyptien», Journal des Savants (1979), 199-205, especialmente 199-201. 26
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del siglo XII trabajaron en Bolonia, mientras que, a finales del mismo siglo, Orléans y otros lugares de Francia alcanzaron gran relevancia y desarrollaron su propio estilo. Durante el siglo XIII, la escuela de Bolonia mantuvo su importancia y dio algunos de sus más famosos maestros, como Bomcompagno, Guido Faba, Giovanni di Bonandrea y Lawrence of Aquileia. Su influencia, como atestigua la difusión de sus manuscritos, alcanzó a toda Europa; durante el siglo XIV, si no antes, hallamos un número de dictatores activos fuera de Italia, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra, España, Alemania y Bohemia. En Italia también se encuentran tratados o dictamen del siglo XIV e incluso del XV, pero se suele conocer a sus autores como prehumanistas y humanistas 28. Este hecho parecería confirmar mi teoría, iniciada en 1945, de que hay una conexión directa entre el ars dictaminis medieval y la epistolografía humanista (yo nunca quise sugerir que todo el humanismo derivara del ars dictaminis). dictaminis). En sus aspectos formales, no en su estilo ni en su contenido específico, o incluso en sus títulos, los tratados humanistas sobre el arte de escribir cartas, y sus colecciones de cartas-tipo, son la directa continuación del ars dictandi medieval; además, en su actividad como cancilleres y secretarios, con funciones administrativas y políticas subalternas, los humanistas fueron los sucesores directos de los dictatores medievales, entre los que se encuentran figuras como Petrus de Vineis y Rolandino Passeggeri. Muchos humanistas, incluyendo a Salutati, tuvieron una formación notarial e incluso una rudimentaria formación legal. El ars epistolandi humanista, que ocupó el lugar del ars dictandi medieval, heredó ciertos rasgos de él, como el enfatizar la dirección ( salutatio ), salutatio), el tratamiento separado de ésta y de la introducción ( exor), y la teoría sobre la puntuación y sobre las partes de dium), dium la carta. Los humanistas rechazaron la doctrina medieval del cursus y volvieron a la teoría y la práctica de la antigua clausula métrica, conocida desde Cicerón. Y, sobre todo, cultivaron un estilo diferente y siguieron distintos modelos, espe28
Paul Oskar Kristeller, «Un “ars dictaminis” di Giovanni del Virgilio», Italia Medioevale e Umanistica Umanistica,, 4 (1961), 181-200. Los tratados de dictamen de Francesco da Buti y Domenicus Bandinus aparecen en varios manuscritos. Cfr. también Paul F. Gehl, «Vat. Ottobonianus Lat. 1854: Apropos of Catalogue Notices and the History of Grammatical Pedagogy», Revue d’Historie des Textes, Textes, 8 (1978), 303-7 (sobre Alberic de Montecassino).
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cialmente los de Cicerón y sus propios predecesores humanistas. Los tratados de Erasmo y Vives sobre el arte de escribir cartas han atraído recientemente la atención de los críticos, pero la amplia colección de Mario Filelfo de cartas-tipo ha sido largamente ignorada. Para los otros tratados y colecciones de modelos de los siglos XV y XVI, ni siquiera se han echado los cimientos bibliográficos 29. Mucho más numerosas que los tratados y las colecciones de cartas-modelo son las colecciones de cartas auténticas (públicas o privadas, originales o editadas). La misma amplitud de este corpus conservado dificulta enormemente cualquier intento de control bibliográfico o de estudio completo e interpretación basada en las fuentes reales. Algunas de las cartas políticas de Salutati se publicaron en el siglo XVIII 30, pero las de Bruni y otros prominentes cancilleres humanistas esperan la atención de los críticos, en los archivos no sólo de Florencia, sino también de otros lugares de Italia y del Norte 31. A menudo, los historiadores, sobre todo interesados en asuntos políticos, se han dado por satisfechos con simples listas y resúmenes. La influencia humanista ejercida sobre las cancillerías afectó al estilo caligráfico —en algo estudiado recientemente—, recientemente—, pero sobre todo determinó el estilo de composición y la terminología utilizada para dirigirGiles Constable, Letters and Letter-Collections; Cecil H. Clough, «The Cult of Antiquity: Letters and Letter Collections», en Cecil H. Clough, ed., Cultural Aspects of the Italian Renaissance (Manchester-New York, 1976), 33-67; Alois Gerlo, «The Opus de conscribendis epistolis of Erasmus and the Tradition of Ars Epistolica», en R. R. Bolgar, ed., Classical Influences on European Culture A.D. 500-1500 (Cambridge, 1971), 103-14; Erasmus, De conscribendis epistolis, ed. J. C. Margolin, Opera omnia, ordo 1, tomus 2 (Amsterdam, 1971), 159-579. Para los numerosos incunables que transmiten el Novum Epistolarum de Johannes Marius Philelphus, cfr. Hain, 1296880, y Copinger, 4744-45. La primera edición (Hain, 12968) fue impresa en París, 1481, según Reichling. 30 Coluccio Salutati, Epistolae, ed. Josephus Rigaccius (Florencia, 17411742), 2 vols. Cfr. Ronald G. Witt, Coluccio Salutati and His Public Letters (Génova, 1976); Paul M. Kendall y V. Ilardi, Dispatches with Selected Documents of Milanese Ambassadors in France and Burgundy (Athens, Ohio, 1970), vol. 1 (1450-1460); Lorenzo de’ Medici, Lettere, ed. N. Rubinstein y R. Fubini, vols. 1-3 (Florencia, 1977). 31 Peter Herde, «Die Schrift der Florentiner Behoerden in der Fruehrenaissance», Archiv für Diplomatik, 17 (1971), 301-35; Thomas Frenz, «Das Eindringen humanistischer Schriftformen in die Urkunden und Akten der paepstlichen Kurie im 15. Jahrhundert», Archiv für Diplomatik, 19 (1973), 287-418, y 20 (1974), 384-506. 29
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se a Papas y príncipes, y para traducir sus títulos y prerrogativas en un latín humanístico que a veces transgredía la tradicional práctica legal o cortesana. En cierta ocasión di con un curioso episodio relativo a Bartolomeo Scala, cuya fraseología de las credenciales para algunos embajadores florentinos fue recusada nada menos que por el Papa Pablo II 32. Hallado ya el texto de las credenciales, puede comprenderse la controversia e interpretarse con detalle 33. Necesitamos una relación de las cartas públicas de humanistas que se encuentran en archivos y bibliotecas, y un estudio de su estilo y terminología, especialmente cuando se apartan de la práctica previa. Una edición completa de esas cartas es casi imposible y quizá ni siquiera merezca la pena, pero podría preparse una antología que constituyera un punto de arranque para un detenido estudio. Ilustraré la conexión medieval también existente en este terreno mencionando el pequeño grupo de manuscritos que conjuntan las cartas públicas de Petrus de Vineis y Coluccio Salutati, precedidas por una epístola del siglo XV dirigida por un padre a su hijo estudiante, a quien suponemos estudiando e imitando estas cartas medievales y humanistas contenidas en dicho volumen 34. Las cartas privadas de los humanistas del Renacimiento constituyen otro vasto corpus de material inexplorado. Son mucho más numerosas que las cartas equivalentes de la Edad Media, pero bastante menos que el corpus conservado de cartas públicas de los siglos XV y XVI. Estas cartas privadas, sin embargo, han merecido una atención crítica mayor, y una buena parte de ellas está impresa, en ediciones tempranas y modernas. En los casos de Petrarca, Ficino y otros autores, se ha observado debidamente que esas epístolas solían ser coleccionadas y editadas por sus autores. Este hecho puede comprobarse y confirmarse cuando se han preservado las cartas originales, o copias suyas, que derivan más del receptor que 32
Paul Oskar Kristeller, «An Unknown Correspondence of Alessandro Braccesi...», en Charles Henderson, ed., Classical Mediaeval and Renaissance Studies in Honor of Berthold Louis Ullman (Roma, 1964), vol. 2, 311-64 (especialmente 334-41); Alison Brown, Bartolomeo Scala (Princeton, N. J., 1979), 135-92. 33 Encontré recientemente dicho texto en la Biblioteca Nazionale de Florencia, ms. Pal. 1133, fols. 19v-20v. 34 Kristeller, Kristeller, Studies Studies in Renaissance Thought and Letters Letters,, 565, n. 28. Para uno de los manuscritos, Nápoles V F 37, cfr. Kristeller, Iter Italicum, Italicum, I, 420.
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del emisor 35. Estas epístolas privadas son de gran interés, tanto por su estilo como por su contenido. Constituyen un recuerdo impagable de la vida, el pensamiento y la formación de sus autores, y de la historia literaria y política de su tiempo. Hoy disponemos de buenas ediciones críticas de algunas de las cartas de Petrarca y Bruni, de la correspondencia de Salutati y Guarino, Ermolao Barbaro, Erasmo. Ediciones similares de Poggio, Filelfo, Ficino, Pico, Poliziano y otros autores están siendo preparadas o lo serán próximamente 36. Cuando una edición crítica no es esencial o factible, al menos debería disponerse de relaciones críticas con resúmenes y textos seleccionados. Especial atención habría que prestar también a ciertos géneros de cartas tratados por los teóricos medievales y humanistas, géneros que se corresponden con las necesidades permanentes de la vida y la sociedad humanas, aún en el siglo XX: cartas de felicitación, de recomendación, de amor, invectivas y varias más. El segundo género importante de la literatura prosística del Renacimiento que hemos de exponer es el discurso. En la Antigüedad clásica, el discurso fue el centro básico de la teoría y la práctica retóricas, aunque entre sus tres tipos, deliberativo, judicial y epideíctico, este último se convirtió en el más importante durante los últimos siglos de la Antigüedad. En la Edad Media, el discurso público secular, así como las instituciones políticas y sociales que lo apoyaban, desapareFrancesco Petrarca, Le familiari , ed. V. Rossi y U. Bosco, 4 vols. (Florencia, 1933-42). Para este problema, cfr. los estudios de Constable y Clought, citados en la n. 29, y mi artículo sobre Braccesi (n. 32). Para Marsilio Ficino, cfr. Kristeller, Supplementum Ficinianum (Florencia, 1937; reimpr. 1973), 2 vols. 36 Petrarca, Le familiari ; Leonardo Bruni Aretino, Humanistisch-Philosophische Schriften, ed. H. Baron (Leipzig-Berlin, 1928); el estudio de F. P. Luiso sobre las cartas de Bruni, impreso hace muchas décadas pero nunca publicado, ha sido editado por Lucia Gualdo Rosa ( Studi su l’epistolario di Leonardo Bruni [Roma, 1980]); Coluccio Salutati, Epistolario, ed. F. Novati (Roma, 1891-1911), 4 vols. de 5; Guarino, Epistolario, ed. R. Sabbadini (Venecia, 1915-19), 3 vols.; Ermolao Barbaro, Epistolae, Orationes et Carmina, ed. V. Branca (Florencia, 1943), 2 vols.; Erasmo, Opus Epistolarum, ed. P. S. Allen (Oxford, 1906-58), 12 vols.; Erasmo, Correspondence, trad. R. A. B. Mynors y D. F. S. Thompson (Toronto, 1974-79), vols. 1-5; Tomás Moro, The Correspondance, ed. Elizabeth F. Rogers (Princeton, N. J., 1947; reimpr. Freeport, N. Y., 1970). Se están preparando ediciones de Poggio (por Helene Hart), Francesco Filelfo (por Vito Giustiniani) y Ficino (por Alessandro Perosa y Sebastiano Gentile). 35
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cieron más o menos completamente. Sólo hasta cierto punto es correcta la afirmación, frecuentemente repetida por los historiadores, de que la retórica medieval se centró exclusivamente en la carta y en el sermón, dado que la oratoria pública fue desconocida durante aquellos siglos. En Italia, el auge de las ciudades-estado y sus nuevas instituciones produjo una recuperación de la oratoria pública secular; y la práctica fue seguida por la educación, por la teoría y por la composición de tratados y discursos-tipo 37. Los más antiguos testimonios de la práctica de la oratoria secular datan del siglo XII. Desde el XIII —dentro, pues, de lo reconocido como período medieval—, tenemos no sólo testimonios, sino también discursos realmente pronunciados, discursos-tipo y tratados teóricos. El ars arengandi , como se la llamó, se convirtió en una parte aceptada del ars dictandi , y fue enseñada y tratada por los mismos autores. En tiempos tan tempranos como el siglo XIII, el discurso secular fue frecuentemente compuesto, pronunciado y transcrito en lengua vernácula; y lo mismo sucedió con las cartas públicas y privadas, aunque más tardíamente. Los historiadores del siglo XIII mencionan los discursos seculares, unos pocos de los cuales se han conservado. Los manuales escritos por el podestà (el funcionario de la ciudad al que se recurría desde el exterior) contienen discursos-modelo para funerales y otros acontecimientos 38. Frente a una muy extendida opinión, la Rhetori la Rhetorica ca novissim novissimaa de Boncompagno no es un manual de dictamen dictamen,, sino uno para abogados que incluye modelos de discursos judiciarios 39. Del mismo siglo XIII se conservan colecciones de discursos en lenguas vernáculas de todas las clases 40. Tiende a imponerse el género epideíctico, y se encuentran algunos de los mismos tipos de discursos que dominaron la oratoria del período humanista: discursos funerales y de bodas; de embajador; de bienvenida a los funcionarios recién designados o a visitantes dis37
Alfredo Galleti, L’eloquenza dalle origini al XVI secolo (Milán, 190438); Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources Sources,, 320-1. 38 Fritz Hertter, Die Podestaliteratur Italiens im 12. und 13. Jahrhundert (Leipzig-Berlín, 1910). 39 Bomcompagnus, Bomcompagnus, Rhetorica Rhetorica novissima novissima,, ed. A. Gaudenzi, en Bibliotheca Juridica Medii Aevi Aevi (Bolonia, (Bolonia, 1892), vol. II, 249-97. 40 Guido Faba, Parlamenti ed epistole, epistole, en A. Gaudezi, I suoni, le forme e le parole dell’odierno dialetto della cità di Bologna (Turín, 1889); Matteo dei Libri, Arringhe Arringhe,, ed. Eleonora Vincenti (Milán-Nápoles, 1974).
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tinguidos; discursos universitarios pronunciados en el inicio del año académico o para las ceremonias de graduación, y varios más. Como en el caso del ars dictaminis, otra vez hallamos un modelo medieval completamente desarrollado, y de nuevo estoy tentado a repetir lo que afirmé hace muchos años, esto es, que hay una expresa conexión entre el ars arengandi italiano de finales de la Edad Media y la oratoria de los humanistas (otra vez: no pretendo decir que todo el humanismo derive del ars arengandi ). ). Esta conexión se halla en el modelo formal e institucional de los discursos, no en su específico estilo literario o en sus contenidos. Vasto es el corpus conservado de los discursos humanistas, aunque quizá menos nutrido que el de las cartas del mismo período. Está formado no sólo por discursos individuales, sino también por colecciones de discursos —de uno o más autores— y de modelos de discursos, muchos de ellos anónimos. Menos estudiados y editados que sus cartas y tratados, los discursos de los humanistas 41 necesitan una mayor investigación. Deberíamos tener una bibliografía de tales discursos: manuscritos e impresos; de autores conocidos y anónimos; en latín y en las lenguas vernáculas. Esa bibliografía, ordenada por géneros, autores y fechas, debería incluir una serie de incipit que permitieran la identificación de los textos. Para su preparación debería tenerse en cuenta el uso de ordenadores y se necesitaría conseguir los fondos y el personal necesarios. Además de los géneros ya mencionados, que también se hallan en ejemplos medievales, hay discursos para felicitar, en el momento de su toma de posesión, a los nuevos Papas, obispos, príncipes u otras dignidades; discursos pronunciados en la apertura de concilios y sínodos eclesiásticos, de capillas de una orden religiosa, de disputas públicas (un género al que se dedica la famosa oración de Pico); discursos de un profesor pronunciados al iniciar su curso, generalmente en alabanza de su materia; discursos en elogio de san Jerónimo, san Agustín, santo Tomás de Aquino u otros, al parecer pronunciados en ocasiones específicas; discursos dirigidos a funcionarios públicos recientemente elegidos o a jueces, por lo general en elogio de la justicia (una práctica que bien merecería revivir41
K. Muellner, Reden und Briefe italienischer Humanisten (Viena, 1899).
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se) 42. Estos discursos siguen ciertos modelos que deberían examinarse. No son tan vacíos como generalmente se afirma, porque a menudo están escritos en un buen latín (que puede ser apreciado por aquellos que saben latín), y contienen interesantes detalles biográficos, históricos, literarios, eruditos e incluso filosóficos y teológicos. Los discursos de los humanistas merecen un estudio más profundo, no sólo como un género literario propio, sino también en conjunción con los otros escritos y actividades de sus autores. El tercer género de la prosa retórica que debemos considerar brevemente es el sermón. Como la carta, y mucho más que el discurso, el sermón del Renacimiento dependió fuertemente de una sólida y prolífica tradición medieval. La vasta literatura de los sermones medievales es el asunto de una reciente bibliografía crítica 43. Parece que durante la época carolingia, y después, estuvo de moda recitar en las iglesias las homilías de los Santos Padres. En el siglo XII, con los cistercienses, y en el XIII, con las órdenes mendicantes, se impulsó la composición de sermones, construidos con arreglo a un nuevo modelo, que tomaba como tema un versículo de las Escrituras, dividía este versículo en varias partes, y desarrollaba dichas partes mediante argumentos lógicos e historias ilustrativas (exempla). La práctica del sermoneo fue acompañada en los siglos XII y XIII por voluminosos tratados sobre el ars praedicandi . Estas obras han sido cuidadosamente catalogadas y estudiadas por los historiadores modernos 44. El sermón en los siglos XIV y XV, en Italia y otras partes, parece haber seguido en muchos modos la práctica y la 42
Charles Trinkaus, «A Humanist’s Image of Humanism: The Inaugural Orations of Bartolommeo della Fonte», Studies in the Renaissance Renaissance,, 7 (1960), 90-147; para los discursos sobre san Jerónimo, cfr. el libro en prensa de Eugene F. Rice, St. Jerome in the Renaissance Renaissance;; para los dedicados a Tomás de Aquino, Kristeller, Medieval Aspects of Renaissance Learning, Learning, ed. y trad. de Edward P. Mahoney (Durham, N. C., 1974), 60-2, y John W. O’Malley, «Some Renaissance Panegyrics of Aquinas», Renaissance Quarterly Quarterly,, 27 (1974), 174-93; sobre los discursos públicos en la Florencia del siglo XV, E. Santini, Firenze e i suoi «Oratori» nel Quattrocento (Milán, 1922) y «La Protestatio de iusticia nella Firenze medicea del sec. XV», Rinascimento Rinascimento,, 10 (1959), 33-106. 43 J. P. Schneyer, Repertorium der lateinischen Sermones des Mittelalters für die Zeit von 1150-1350 1150-1350,, Beiträge zur Geschichte der Philosophie des Mittelalters 43 (Münster, 1969-76), 7 vols. 44 Harry Caplan, Mediaeval Caplan, Mediaeval Artes Praedicandi (Ithaca, N. Y., 1934-36), 2 Praedicandi (Ithaca, vols.; Thomas M. Charland, Artes Praedicandi (Otawa, 1936). Praedicandi (Otawa,
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teoría de los siglos precedentes; algunos curiosos ejemplos muestran que incluso el arte nuevamente desarrollado de la elocuencia secular siguió durante un tiempo ciertos modelos del sermón 45. Pero después, la influencia inversa, de la elocuencia secular sobre la sagrada, se hace más y más evidente. Oradores como Remigio de’Girolami empezaron a pronunciar sermones no sólo sobre las festividades y los días de santos —según la costumbre dominante—, sino también sobre algunas ocasiones favorecidas por los oradores profanos, como funerales, bodas o acontecimientos públicos 46. Los famosos oradores del siglo XV italiano, desde san Bernardino de Siena hasta Roberto da Lecce y Girolamo Savonarola, siguieron con cierta amplitud el modelo medieval, pero la considerable apelación emocional de sus sermones debe haberse debido a otros factores que no tengo aún suficientemente aclarados. Alberto da Sarteano, a menudo asociado como predicador a san Bernardino, intercambió al mismo tiempo elegantes cartas con humanistas contemporáneos 47, y podemos preguntarnos cómo se reflejaron en sus sermones estos otros intereses. La práctica del discurso legal, que puede ser rastreada hasta los inicios del siglo XIII (Albertano da Brescia es el más temprano ejemplo que viene a la mente), y la creciente influencia de la retórica y la enseñanza humanistas —también entre los miembros del clero y de las órdenes religiosas— pueden explicar el hecho de que después de mediados del siglo XV, especialmente en Italia, la elocuencia sagrada fuera influida de modo creciente por la profana, esto es, por la oratoria humanista. El tema de las Escrituras fue ampliado o incluso reemplazado por una introducción regular, y el argumento lógico hizo sitio a un caudal más libre de consideraciones religiosas y admoniciones, en un estilo que se acomoda al gusto retórico del período, y que Lutero y Erasmo reprobaron. Los historiadores modernos se han hecho eco de 45
Petrus de Vineis pronunció un sermón en Padua, tomando como tema un verso de Ovidio (Rolandinus Patavinus, Cronica, libro 4, cap. 10, ed. A. Bernardi, Città di Castello, 1905-08, 64). En 1341, Petrarca tomó, para el discurso pronunciado en su coronación como poeta, un tema de Virgilio (Attilio Hortis, Scritii inediti di Francesco Petrarca, Trieste, 1874, 311). 46 Para Remigio Girolami como orador público, cfr. Galleti, op. cit., 1668 y 503-6. 47 S. Albertus a Sarthiano, Vita et opera, ed. F. Haroldus (Roma, 1688).
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estos sentimientos y a menudo han rechazado con disgusto todo el campo del discurso humanista. No parecen advertir que, de hecho, están condenando en literatura el mismo fenómeno que admiran en el arte del mismo período, esto es, una combinación de contenido religioso y forma clásica. Más recientemente, al menos algunos aspectos de esta literatura, como los sermones pronunciados ante los Papas en ciertas celebraciones, los sermones fúnebres por algunos Papas y los sermones en alabanza de santo Tomás de Aquino, han recibido un tratamiento favorable y competente 48. Es de esperar que la misma clase de estudio sea aplicada a otros tipos de sermones humanistas pronunciados en varias ciudades y en diversas ocasiones. Un grupo especialmente interesante, la mayor parte escrito en lengua vernácula, es el formado por los sermones que pronunciaron jóvenes abogados —muchos de ellos más tarde humanistas— ante las cofradías religiosas de la Florencia del siglo XV 49. Después de esta tan breve revisión de la retórica renacentista, sus géneros principales y sus antecedentes medievales, me gustaría mencionar incluso más de pasada el impacto de la retórica del Renacimiento sobre otras áreas de aquella civilización. Los demás studia humanitatis fueron asunto que concernía directamente a los humanistas, que los cultivaron junto con la retórica. La gramática, el primero de aquellos studia, fue considerada más elementalmente que la retórica, pero la frontera entre gramática y retórica no siempre se demarcó con claridad. La gramática incluía no sólo la ortografía y la métrica, sino también la fraseología, que podemos considerar una parte de la composición, o la estilística, y por tanto también la re-
48 John
W. O’Malley, «Preaching for the Popes», en Charles Trinkaus y Heiko A. Oberman, eds., The Pursuit of Holiness in Late Medieval and Renaissance Religion (Leiden, 1974), 408-40; John M. McManamon, «The Ideal Renaissance Pope: Funerary Oratory from the Papal Court», Archivum Historiae Pontificiae, Pontificiae, 14 (1976), 9-70, y «Renaissance Preaching: Theory and Practice, A Holy Thursday Sermon of Aurelio Brandolini», Viator , 10 (1979), 355-73. Cfr. también O’Malley, Praise and Blame in Renaissance Rome (Durham, N. C., 1979). 49 Colecciones de tales sermones se hallan en la Biblioteca Nazionale de Florencia, ms. Magl. XXXV 211, y en la Biblioteca Riccardiana, ms. 2204: Kristeller, Studies Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters Letters,, 105, n. 17, e Iter Italicum,, I, 141-2 y 216-7. Un tercer manuscrito, que fue propiedad del prínlicum cipe Gironi Conti ( Iter , I, 228) se encuentra ahora en la Biblioteca de la Standford University.
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tórica. Las Elegantiae de Valla fueron para su tiempo una obra de gramática superior, pero igualmente sirvieron durante muchos siglos como manual de estilo y del escribir correctamente. Los humanistas tuvieron a la retórica y a la poética por hermanas, pues se las concibió para proporcionar las reglas del escribir con corrección en prosa y en verso, respectivamente. Esta visión omitió varias dimensiones relevantes de la retórica y de la poética que la Grecia clásica había entendido bien, pero concordaba con las ideas extendidas durante la Antigüedad tardía y la Edad Media. Mucho antes de que el término humanista se acuñara, los humanistas se llamaron a sí mismos poetas poe tas y oradores, como hicieron sus contemporáneos. Quizá hubo en el Renacimiento, como en tiempos anteriores, un estrecho paralelismo entre la teoría retórica y la poética, y un buen grado de influencia mutua entre ambas disciplinas. Los historiadores de la retórica harán bien en estudiar y subrayar tales influencias, especialmente porque los historiadores de la poética —bajo el hechizo de los prejuicios románticos— las han ignorado o lamentado, y no han intentado comprenderlas. La relación entre la retórica y la historia es de un tipo diferente. Como un género principal de la literatura en prosa, la historiografía, ya incluso desde la Antigüedad clásica, fue concebida para atenerse a las reglas de la teoría retórica. Los historiadores griegos y romanos figuraron entre los autores de prosa más leídos y comentados en los cursos humanistas. La introducción a un curso sobre historia antigua incluía a menudo una exposición de los logros y méritos de la historiografía 50. Cuando, a finales del XVI, la teoría del arte de escribir la historia se convirtió en materia de tratados independientes, fue considerada homóloga de la retórica y la poética, y las más viejas tradiciones de la literatura retórica (y poética) la influyeron de muchas maneras 51. Más específicamente, el impacto de la retórica sobre la historiografía es patente en los discursos —ficticios al fin— que formaron parte de la literatura historiográfica del Renacimiento, así como de la Antigüedad y la Edad Media. Estos discursos fueron compuestos de acuerdo con el gusto retórico de la época. Una práctica, la de seguir el gusto de la época, que no es necesaria 50
Beatrice Reynolds, «Shifting Currents in Historical Criticism», Journal of the History of Ideas, 14 (1953), 471-92, reimpreso en Paul Oskar Kristeller y P. P. Wiener, eds., Renaissance Essays (Nueva York, 1968), 115-36. 51 G. Cotroneo, I trattadi dell’«Ars historica» (Nápoles, 1971).
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mente mala mala por el hecho de que se haya abandonado en este siglo, sigl o, y no hay una buena buena razón razón para achacár achacársela sela a los humanistas más que a sus predecesores antiguos y medievales. A la inversa, la deficiencia que a menudo se señala de que lo retórico, esto es, el estilo literario de los humanistas, disminuye su autoridad como historiadores críticos, no resiste ningún examen. Pudiera desagradarnos el estilo de los humanistas, pero sus ambiciones literarias no afectan más a sus juicios críticos o a su utilización de las evidencias históricas de lo que afectan a los historiadores antiguos y modernos. Entre los historiadores humanistas hay grandes diferencias, tanto en la calidad de su estilo como en su fiabilidad, y cada uno de ellos tiene que ser examinado y juzgado según sus propios méritos o deméritos. Seguramente nadie desea dar a entender que un historiador debe escribir mal para asegurarse nuestro crédito. La última área del aprendizaje y la literatura humanistas que hemos de considerar es la filosofía moral, que, de acuerdo con la perspectiva humanista, incluía la ética y la política, así como otras varias materias. La literatura moral de los humanistas fue influida por su retórica y su gramática en más de un punto. Reviviendo los géneros clásicos del tratado y el diálogo de acuerdo con modelos preferidos como Platón, Cicerón y Plutarco, los humanistas gustan de restaurar las doctrinas encontradas en las obras de los autores antiguos y de citarlos como autoridades en apoyo de sus propias opiniones. La auctoritas es, de hecho, una categoría retórica antigua, y de ninguna manera es sólo propia de la teología o la jurisjuris prudencia medieval, como muchos historiadores parecen creer. Los humanistas cultivaron en sus tratados y diálogos un estilo elegante, clasicizante y a menudo ciceroniano, evitando los ceñidos argumentos de los filósofos escolásticos y su precisa terminología. Quizá pierden a menudo en claridad conceptual lo que ganan en elegancia literaria. Como retóricos profesionales, atribuyen el máximo valor a la elocuencia y reivindican la combinación de elocuencia y sabiduría que consiguen en sus tratados morales, y que había escapado a sus predecesores escolásticos. Incluso un humanista de primer nivel como Lorenzo Valla sitúa a la retórica por encima de la filosofía 52. 52
Hanna-Barbara Gerl, Rhetorik Gerl, Rhetorik als Philosophie: Lorenzo Valla (Munich, 1974). Cfr. también J. Lindhardt, Rhetor, Poeta, Historicus: Studien über rhetorische Erkenntniss und Lebensanschauung im italienischen Renaissancehumanismus (Leiden, 1979), en relación con Salutati.
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La combinación de sabiduría y elocuencia parece un programa muy atractivo, pero no podemos dejar de sentir que a menudo la sabiduría queda sacrificada ante la elocuencia, o entendida en un sentido bastante trivial. Confirma nuestro sentimiento un pensador renacentista como Pico, no ajeno ciertamente a la retórica humanista, quien defiende a los filósofos escolásticos contra Ermolao Barbaro, porque aquellos subordinan la forma al contenido, como corresponde a un filósofo comprometido con el descubrimiento de la verdad 53. Si pasamos de los studia humanitatis a otras disciplinas enseñadas en las universidades del Renacimiento y enrai zadas en la tradición medieval tardía, debemos notar que la retórica renacentista tuvo una especial y fuerte —aun que quizá sólo temporalmente— influencia sobre la lógica. Varios humanistas, desde Lorenzo Valla hasta Ramus y Nizolius, intentaron reformar la lógica mediante su subor dinación a la retórica, y esto, que afectó no sólo a Italia y a Francia, sino también a muchos otros países, incluyendo a la incipiente América, ha sido bien estudiado por la crí tica actual 54. La influencia humanista sobre otras disciplinas, como la teología y la jurisprudencia, la filosofía natural y la metafísica, la matemática y la medicina, es omnipresente, pero menos específica. Aparece en géneros como el diálogo o el tratado monográfico, tanto como en el comentacomenta rio y la cuestión; en el empleo y la imitación de fuentes clásicas y autoridades, y sobre todo en el elegante estilo literario que esquiva el estrecho estrecho argumento argumento y a menudo también también la precisa terminología desarrollada por los escolásticos, por lo general a partir de fuentes griegas, pero extraña a los antiguos autores romanos 55. Estudios recientes han intentado también conectar la teoría y la práctica de las artes visuales y de la música con la retórica clásica y humanista, pero caQuirinus Breen, «Giovanni Pico della Mirandola on the Conflict of Philosophy and Rhetoric», Journal of the History of Ideas, 13 (1952), 384426, reimpreso en su Christianity and Humanism, ed. Nelson Peter Ross (Grand Rapids, Mich., 1968), 1-68. 54 Cfr. supra, n. 22; Juan Luis Vives, Against the Pseudodialecticians, ed. y trad. Rita Guerlac (Dordrecht-Boston, 1979). 55 Para la relación de humanismo y jurisprudencia, cfr. D. Maffei, Gli inizi dell’umanesimo giuridico (Milán, 1956); G. Kisch, Humanismus und Jurisprudenz (Basilea, 1955), y Donald R. Kelley, Foundations of Modern Historical Scholarship (Nueva York, 1970). 53
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rezco de competencia para tratar este asunto con profundidad 56. Aunque he abordado un vasto y complejo problema de una manera muy sumaria y superficial, espero haber dejado patente que la retórica renacentista, si bien deudora de muy diversos antecedentes antiguos y medievales, tuvo una fisionomía propia. Ocupó un lugar importante en la civilización de su época, gracias a su función en la teoría y la práctica, en la educación y la literatura; pero también por su impacto sobre otros campos de la educación humanista y otros sectores de la educación y la cultura ajenos al dominio de los humanistas. La retórica del Renacimiento es una vasta área que aún está insuficientemente explorada por los críticos modernos y requiere una investigación más profunda. Precisamos de una correcta y completa lista de las fuentes manuscritas e impresas, que llegue hasta donde sea posible; de un análisis de sus contenidos, y de ediciones críticas de los textos principales. Necesitamos monografías sobre los autores de relieve, estudios que también nos ayudarían a entender las relaciones entre sus contribuciones a la retórica y sus otras obras y actividades. Deberíamos intentar entender —en este terreno como en otros— las diferencias que separan las varias fases del Renacimiento, y a los distintos países, regiones y ciudades que desempeñaron una función en el desarrollo general. Especial atención habría que prestar a las diferencias entre la retórica latina y la escrita en las lenguas vernáculas, tanto en la teoría como en la práctica, y a sus mutuas influencias. Finalmente, lo que necesitamos, pero no podemos esperar por ahora, es una historia integral de la retórica renacentista: una historia que estará basada en un detallado estudio de las fuentes y que describirá no sólo la evolución interna de la teoría y la práctica retóricas, sino también su impacto sobre las demás áreas de la cultura del Renacimiento.
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Warren Kirkendale, «Ciceronians versus Aristotelians on the Ricercar as Exordium, from Bembo to Bach», Journal of the American Musicological Society,, 32 (1979), 1-44. Society