La Kiva tradicional Una imagen de la morada celeste Oscar Freire
“
El pensamiento de muchos pueblos presuntamente primitivos está mucho más espiritualizado que el de muchos pueblos presuntamente civilizados”
J Strzygowski .
Aunque existen múltiples diseños y tamaños de kivas junto con un compendio característico como ser claraboyas, bóvedas, pilastras y postes, además de un conjunto “mobiliar” como ser bancos incrustados, esquineros, deflectores, murales, hornacinas o nichos que pudieron ser repetidos o substituidos en el tiempo, sin embargo es notable verificar la persistencia básica de su composición arquitectónica arquitectónica que en todo caso (siempre que sea de procedencia tradicional) se ha mantenido fiel a sus orígenes estructurales procedentes de un modelo que siempre ha sido considerado como mítico o celeste. Quede claro que cuando hablamos de “composición arquitectónica” dentro de nuestro contexto no nos estamos refiriendo al mero hecho factual, sino al método simbólico establecido detrás de los diseños en concordancia con aquello fundamental encerrado dentro de la tríada universal que expresa las ideas de Origen, Centro y Fin, y además en estrecha relación con cada detalle del entorno, de los rituales y del modo de vida. En este caso, el mejor ejemplo se refiere al principal elemento sagrado, el “hopi”) , un pu o sipá‟ puni (see-pah-puu-nee en pronunciación “hopi”), infaltable sipá‟ pequeño orificio situado en el centro del piso de la kiva que expresa, entre múltiples analogías y representaciones tal como precisaremos más adelante, aquello más vulgarmente conocido como salida de emergencia a un nuevo mundo. A este, se asocia un rito (secreto) aún vigente entre “hopis” y otras parcialidades denominado Wúwuchim y que tiene lugar cada cuatro años en una kiva con forma de cúpula.
Si bien adoptaremos la palabra “ kiva” (KEE-Vuh) para usar el término hopituh y referirnos al objeto que en su sentido mas corriente prefigura un tipo de habitación subterránea aborigen (considerada (considerada típica de la zona llamada convencionalmente convencionalmente como “Oasis América”) [1], principalmente atribuida al ancestral cuño anasazi [2] (aunque la realidad es que siguen apareciendo vestigios cada vez más remotos) , conviene no adjudicarle una fijación gramatical definitiva [3], puesto que, como suele suceder actualmente con la mayoría de las voces tradicionales indígenas, esta puede referirse tanto a una expresión desviada como a un legítimo sentido subalterno que encubre su
verdadera significación, y que es usualmente utilizada para hablar entre los que no están iniciados en el simbolismo de las tradiciones propias [4]. Como para dar un par de ejemplos, entre tantos, mencionemos el caso de los grupos pertenecientes a ciertas parcialidades de los Zuñi que tenían, por lo general, seis diferentes denominaciones [5] para las kivas correspondientes a los respectivos “clanes” [6], cada uno con sus propios ritos de iniciación, y que conforman un esquema general de aptitudes o cualificaciones, significando ello, que el conocimiento sobre los ritos “iniciáticos” (cuyos grados son análogos a las fases de la existencia universal en cuanto una integración de la naturaleza, el cosmos y el estadio celeste) se hallaba originalmente originalmente repartido de acuerdo a las posibilidades y condiciones de cada componente tribal. Por lo general, estos, solamente conocían aquellos rituales de su propia asociación. Mencionemos que la asociación principal, aquella a la que pertenecía el sacerdote de mayor respeto era la única cualificada para conocer el complejo ritual en su conjunto [7] y administrar especialmente aquel rito más importante concerniente a lo que ha sido denominado simbólicamente simbólicamente como la “salida de la caverna”. caverna” . Señalemos de paso, con relación a noticias recientes que dan cuenta de cierta “restauración” de este antiguo orden ord en tribal en su aspecto formal que es algo improbable para nosotros debido a las circunstancias que corren al presente, sin embargo, ya no en su aspecto formal, esas mismas condiciones desventajosas de la actualidad no invalidan las posibilidades de supervivencia de verdaderas iniciaciones, y aunque hoy estén aisladas o encubiertas no son de imposible acceso para quienes conlleven las afinidades correspondientes y sepan orientar su camino dentro de un legado que no ha desaparecido del todo. Lo mismo, sobre la permanencia y operatividad de los respectivos símbolos tradicionales, tal como ello aún puede constatarse según los datos detentados por algunos informantes serios y cualificados. Observemos, sobre las posibilidades, vigencia y conservación de estas tradiciones, en su aspecto esencial, que también fueron perfectamente vislumbradas por René Guénon y Ananda K. Coomaraswamy, Coomaraswamy, y si bien sobre este último carecemos de los datos que confirmen los rumores de haber efectuado anotaciones anotaciones precisas aunque no no corregidas del tema, tema, al menos algo de ello nos consta en un fragmento de carta de parte del primero en respuesta al segundo, donde consideraba, además, la importancia de un tratamiento actualizado e idóneo sobre el punto: