Alberto Silva: La invención de Japón
Nota de presentación a cargo del Dr. Torcuato Di Tella. Japon “desde “desde adentro”. adentro”. (Reflexiones en America latina) En este trabajo el autor, sociólogo argentino con larga experiencia en Japón, busca entender a este país “desde adentro”. Para eso combina enfoques históricos y culturales con los más usuales de la economía, llegando a la conclusión de que el aspecto político, político, la suma de voluntades voluntades de diversos grupos, es la variable a considerar considerar como más central. La en su momento llamada “crisis asiática”, asiática”, que tuvo como epicentro en alguna medida al Japón, resultó sólo un emergente emergente de muchas dimensiones de la sociedad de ese país, que han estando cambiando tan aceleradamente en las últimas décadas. En la primera parte del libro, Alberto Silva revisa herramientas intelectuales que han sido usadas a menudo, tanto en Occidente como en el mismo Japón, para entender lo que allá ocurre, no sólo ahora sino a lo largo de su muy larga trayectoria. trayectoria. La contradicción entre modernidad modernidad y tradición demuestra, demuestra, con esta perspectiva, perspectiva, no ser tal, y tampoco lo es la que enfrenta al Estado interventor -o “desarrollista”, como el profesor Silva le llama- con la empresa privada. La larga cohabitación entre estos dos elementos ha llevado a abusos ciertos, que en parte son el resultado no necesariamente esperad esperado o ni inevita inevitable ble de los mismos éxitos alcanzado alcanzados. s. Pero Pero necesit necesitan an correcc corrección ión y, como como el autor autor lo señala señala oportunamente en diversos momentos, la nación japonesa se orienta a analizar algunas de las alternativas posibles. Es que, como ya lo indica el símbolo chino, crisis es igual a peligro más esperanza. Por propia decisión, el texto del Dr. Silva entra en polémicas. Mi intervención en esta nota introductoria me conduce inevitablemente a dar francamente mi opinión. Quizá el doctor Silva vapulea un poco excesivamente a los occidentales en su afán por poner orden en el confuso panorama analítico de la japonología. Por otra parte, no escabulle cuando cree necesario necesario la terminología terminología más técnica pero, al mismo tiempo, tiempo, no se priva de utilizar modismos modismos y “obiter dicta” que otros dejarían para una charla. Me parece muy positivo, de todos modos, el tono coloquial, quizá porque yo también lo uso, pero sobre todo porque ayuda a conectarse con la realidad. Estos aspectos periféricos no se refieren al contenido del libro, que me parece una aportación, desusada desde el ámbito de la lengua española, para comprender al Japón contemporáneo. En parte lo puede hacer porque vive allí.
Aviso al lector. Herramientas Herramientas.. Este libro tiene por objeto una “relectura” de la sociedad japonesa, vista en el contexto del sudeste asiático (en adelante SEA). La argumentación se dirigirá en dos direcciones complementarias. - Temporalmente hablando, se trata de observar al trasluz algunos de los pilares básicos que sustentan a la sociedad nipona. La intención es explicar dos tipos de cosas. La primera: de qué forma los japoneses, tan diferentes de nosotros, han evoluci evoluciona onado do en el tiempo, tiempo, cosa que también también le ha sucedid sucedido, o, median mediante te procesos procesos históricos históricos globales, globales, a otras otras sociedades. La segunda: cómo ha podido mantener estables algunos rasgos propios, cosa que, por el contrario, pocas naciones han logrado en una medida comparable, si las observamos durante periodos largos. - Espacialmente hablando, el esfuerzo consistirá en mirar desde un lugar o, si se quiere, desde una mentalidad particular, que no es estrictamente la de Europa o la de Estados Unidos. La apuesta es mirar a Japón desde el mismo Japón, aunque sin perder de vista una perspectiva latinoamericana, en lo que respecta a ciertas preocupaciones e intereses. Hablar desde Japón y manifestar tonalidades latinoamericanas: esto podría ser un rasgo característico del libro que aquí empieza. Al decir de Charles Wright Mills, el trabajo intelectual es “pura artesanía” (1). Y no hay artesano digno de ese nombre que no disponga de una buena caja de herramientas para llevar a cabo su labor. Por su parte, Michel Foucault solía caracterizar la índole de su proyecto intelectual asignando a la teoría precisamente ese estatuto. Para el recordado maestro francés, “la teoría como caja de herramientas” significa al menos dos cosas: - No se trata de construir un sistema acabado sino tan sólo un instrumento, una lógica que explique convincentemente las relaciones que se establecen establecen dentro de una sociedad (o entre sociedades, sociedades, cabe agregar, ya que compararemos a Japón con los países del sudeste asiático o SEA). - Esta búsqueda únicamente puede llevarse a cabo poco a poco, a partir de reflexiones sobre fenómenos concretos. 1
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Así, este ensayo pretende elaborar algunas herramientas analíticas referidas al Japón, a los países del Pacífico y dotadas de dos características que se podría sintetizar así: . No buscar (por imposible) un cierre del sistema conceptual empleado. . No desligar (por suicida) el utillaje epistemológico disponible de la observación de situaciones precisas. Nada más clásico en las ciencias del hombre, se podría decir. La tradición materialista dialéctica aconseja reunir “teoría y praxis”. “Hipótesis y verificación”, prefieren los funcionalistas, siguiendo aquí (como en otras cosas) a Robert Merton. “Teoría y observación” sintetiza Pierre Bourdieu, con razonamientos que cualquier neocrítico europeo suscribiría. Nada más difícil de conseguir, sin embargo. Un asedio atento y persistente al “caso japonés” indica que, en este tema, hipótesis y observación rara vez se ponen de acuerdo. La literatura disponible sobre el país nipón alcanza un volumen abrumador. Pero si exceptuamos unos cuantos trabajos (3), la mayoría de los libros y artículos al alcance de un occidental oscila entre la crasa descripción (admirativa o temerosa, según el caso) sin mezcla de teoría alguna y la simple extensión a Japón de alguna teoría forjada para otras sociedades (historicista o estructuralista, según las opciones de unos y otros), sin necesidad de verificaciones empíricas en el caso japonés (4). Este libro pretende ocupar una posición intermedia. O tal vez sugerir el trazado de otros límites al territorio-Japón: un terreno terreno en el que hipótesis hipótesis y verifica verificación ción se vayan vayan alternan alternando. do. La primera primera ordenando ordenando los datos datos de una sociedad sociedad especialmente escurridiza. La segunda ajustando las iniciales presuposiciones al sano juicio de lo que “en realidad” acontece, aquello que se empeña en persistir a pesar de los embates de teorías que pretenden ignorarlo.
¿Que es Japón? ¿Constituye ¿Constituye Japón una nación única e irrepetible? irrepetible? ¿O más bien se trata de una sociedad similar al resto (por lo menos asimilable a las sociedades occidentales), sólo que en una etapa diferente de su evolución? En estas dos preguntas podemos sintetizar un debate que divide a la intelligentsia occidental (id est: europea y luego también norteamericana) desde el siglo XVIII. La Ilustración francesa inauguró un género que con palabras actuales podríamos denominar “estudios de área”, análisis comparativos entre diferentes sociedades (y para ser claro de entrada: entre “ellos” y “nosotros”). Desde un inicio se opusieron dos mentalidades diferentes que, por su poderío intelectual y por el carácter “central” de sus sociedades de origen, forjaron una tradición intelectual constante en el pensamiento de Occidente. Por un lado, la visión de aquellos que parten, con Rousseau, Rousseau, de la unidad del género humano. Por otro, la de aquellos que, siguiendo a Montesquieu, Montesquieu, enfatizan las diferencias observables entre ellos. Desde cada punto de partida se elaboraron teorías de orientación muy diferente. En un caso, teorías de la convergencia en las que, al final, acaba cobrando sus derechos una unidad postulada como principio. En el otro, teorías de la diversidad, según las cuales la heterogeneidad postulada al principio se transforma rma en pluricentrismo. También se distinguieron las metodologías de una y otra orientación teórica: la unicidad le convenía a los planteamientos “aprioristas” y floreció más en disciplinas como la filosofía perenne, la biología evolucionista, el marxismo ortodoxo, buena buena parte parte del funciona funcionalism lismo. o. El pluricen pluricentrism trismo o exigía exigía postura posturass más bien “aposte “aposteriori rioristas stas”, ”, adaptán adaptándos dosee mejor mejor a disciplinas disciplinas como el psicoanálisis, psicoanálisis, la filosofía analítica o la antropología culturalista, culturalista, entre otras que se pueden mencionar mencionar sin ánimo exhaustivo. No es intención del libro limitarse a este debate (5). De cualquier forma, la cuestión será estudiada en el capítulo 1. Lo que ahora interesa es no olvidar que constituye un verdadero “almacén” de teorías implícitas que unos y otros siguen util utiliz izan ando do (a menu menudo do sin sin exces xcesiv ivaa conci oncien enci ciaa de sus sus impl implic ican anci cias as)) para para “exp “expli lica car” r” qué qué es Japó Japón. n. Analizar una sociedad supone, entre otras cosas, “construir” ese objeto (o sea: decidir qué se va a observar) y luego elaborar una metodología consecuente (vale decir: especificar cómo se observará aquello que se escogió focalizar). La cuestió cuestión n es, entonces, entonces, saber cómo definim definimos os a Japón, Japón, puesto puesto que en buena buena medida medida el análisis análisis dependerá dependerá de ello. ello. ¿Lo definire definiremos mos al modo modo conver convergen gente te del evoluci evolucionis onismo? mo? En este caso caso dispon disponemos emos de numeros numerosas as explicac explicacion iones, es, homólogas en sus dispositivos aunque contrarias en sus conclusiones, como, por ejemplo, la de Peter Berger (6) y la de Eisuke Sakakibara (7). En pocas palabras: Japón constituye el eslabón número N de la larga cadena de sociedades capitalistas. Sólo que si, para el primero, se trata de un nuevo modelo, para el segundo estamos apenas ante variaciones sobre el mismo tema. ¿O lo definiremos, por contra, al modo relativista del culturalismo? Aquí también disponemos de un arsenal de teorías al mismo tiempo similares y contrarias, tales la de Chie Nakane (8) y la de Roland Barthes. Ambos consideran a Japón 2
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como único e irrepetible. Para aquélla, Japón es atemorizador en su verticalismo. Para éste, resulta atrayente en su misterio. A pesar de la excepcional riqueza conceptual y de indudables aportaciones, cada modo analítico resulta incompleto y deformante si se lo toma aisladamente. Las teorías de la convergencia permiten descubrir el carácter “capitalista” de la sociedad sociedad japonesa pero impiden entender cabalmente cabalmente su condición “asiática”. “asiática”. Mientras que las teorías culturalistas permiten comprender la especificidad del “carácter nacional” japonés, pero no la “relación carnal” que, desde al menos 1868 (comienzo de la era Meiji e inicio de la modernización del país), Japón estableció sin interrupción alguna con Occidente. Después Después de consta constatar tar la existenc existencia ia de teorías teorías disyun disyuntiva tivas, s, la tarea tarea siguien siguiente te consis consiste te en reutiliz reutilizar ar los aspecto aspectoss ventajo ventajosos sos de ambas ambas orienta orientacion ciones es (definir (definir a Japón Japón al mismo mismo tiempo tiempo como “específic “específico” o” y como como “capita “capitalis lista”), ta”), prescindiendo en lo posible de los lastres y parcialidades de las dos, básicamente la tendencia a quedarse unilateralmente con un Japón “moderno” o con un Japón “asiático”. Las perfecciones formales son imposibles en sociología: hoy en día sabemos sabemos que existen diversas diversas sociologías y que sus herramientas herramientas pueden aplicarse sin necesidad de exigir un sólo marco teórico. A pesar de lo cual, ¿es posible, y en qué condiciones, lograr un objetivo de integración analítica abierta y flexible? Es factible, al menos en teoría y tendencialmente. A condición de reunir factores como los que se enumeran a continuación (9). - Importa Importa considerar considerar a Japón Japón como como un sistema sistema complej complejo, o, o sea dotado dotado de dimensi dimensione oness explicat explicativa ivass de índole índole económica, política y cultural, que interactúan recíprocamente y sin que las “determinaciones” que se dan entre ellos acaben siéndolo “en última instancia”. Esta es una condición aplicable a cualquier sociedad, o al menos al conjunto de las sociedades capitalistas desarrolladas y por ende útil también en el caso de Japón. - Acto seguido, conviene analizar un pequeño pequeño conjunto de hechos especialmente especialmente trascendentes trascendentes desde “el triple nivel” mencionado, para hablar como los viejos dialécticos de la sociología. En cada caso, la tarea consiste en una delicada selección de elementos significativos. Estos hechos dependen estrictamente de la orientación del análisis y varían según los casos. A veces, los hechos determinantes constituyen acontecimientos históricos puntuales (como la “Constitución de los 17 artículos” de Shotoku, en el año 604, o la ocupación norteamericana del archipiélago a partir de agosto de 1945). Otras veces son, más bien, procesos que se extienden en el tiempo (como la adopción del modelo chino entre los siglos VI y VIII, o de modelos occidentales durante los siglos XIX y XX). - Constantemente es necesario hacer intervenir dos dimensiones analíticas diferentes y complementarias: mirar a Japón como una estructura; mirarlo igualmente como una historia. El análisis de la estructura social japonesa deja en claro cuáles son los elemento elementoss compara comparables bles y similar similares. es. El análisi análisiss de su historia historia delimita delimita los procesos procesos de reaprop reapropiaci iación, ón, de diferenciación, de convergencia y divergencia. El objetivo planteado es “elaborar un solo texto”, en el sentido que a dicha expresión le adjudica Roland Barthes (10). Se trata de elaborar un texto o explicación unificada que describa, simultáneamente, el parecido y la diferencia. Lograr un solo dibujo, si se quiere, en el que aparezca aparezca un solo retrato: hermoso y atractivo (¡ojalá!), pero antes que nada “parecido” “parecido” al original, o cuanto menos “semejante” al original. La meta es lograr dicho texto o dibujo. Un relato con la unidad de lo coherente. Y al mismo tiempo tiempo una composición abierta a lo (mucho) que de Japón no sabemos y, en consecuencia, pensada como sucesión y acoplamiento de ensayos, al modo de hilos en una trama o como un hilván de conocimiento.
Algunas coordenadas coordenadas La intención es dar al texto un carácter legible (a pesar de la complejidad de los temas abordados) y un tono concreto 3
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(la reflexión surgirá de observaciones demostrables y demostradas). De tal modo, conviene empezar aclarando brevemente algunas ideas sencillas que pueden ser consideradas como coordenadas de esta navegación. 1) Microsociologías/Macrosociología. Es conveniente plantear una nítida distinción entre microsociologías y macrosociología. Las primeras las practicamos cada vez que enfrentamos un ángulo o fenómeno concreto: la vida de familia, el “tamagotchi”, los usos del cuerpo, el “keigo” o lenguaje de respeto, los modos de organización en la empresa o en la escuela, etc. La macrosociología necesita de diversas y constantes microsociologías para lograr su intento, que no es otro que ordenar (dentro de lo posible) múltiples aspectos parciales en el contexto de una única estructura social, aquella que llamamos “Japón” (por cierto: a Japón, los japoneses no le llaman “Japón” sino “Nippon”, vocablo en el que se confunden territorio, raza, lengua, religión y Emper Emperad ador) or).. Cont Contra ra lo que que a vece vecess se piens piensa, a, micro microso socio ciolog logía ía y macro macroso soci ciolo ología gía son son igualm igualment entee fecun fecundas das analíticamente. Lo que varía entre ellas es el objeto de estudio: en un caso la esfera microsocial (pública o privada), en el otro la articulación de diferentes aspectos en una totalidad teórica. Un sociólogo es, a un tiempo, micro y macro practicante de sus técnicas. Así, buena parte de un trabajo referido a Japón consiste en desglosar, de ser posible con paciencia de tejedor de redes, las diferentes hebras de tan espesa trama social. Si, en el caso de este libro, se enfoca específicamente específicamente la dimensión macrosocial, macrosocial, es porque el estudio de una sociedad en tanto que estructura constituye, según muchas opiniones, la “vía real” para entender en toda su extensión el peso de los factores internos (sus sistemas político, económico, educativo, religioso, administrativo, sanitario, etc) y de los factores externos. Estos últimos tienen que ver con la interdependencia entre naciones y condicionan en fuerte medida la vida doméstica doméstica de cada una de ellas. De la interpenetración interpenetración entre los planos doméstico doméstico y exterior exterior surgen explicaciones explicaciones fiables sobre la forma en que una nación, en este caso Japón, se conecta con la sociedad internacional. Múltiples errores analíticos cometido cometidoss en 1998 para para definir definir la crisis crisis económi económica ca interna internacion cional, al, que muchos muchos conside consideraro raron n “asiátic “asiática”, a”, cuando cuando no “japonesa”, son consecuencia de la ignorancia de aquella interpenetración. 2) Estereotipos. En términos de relaciones internacionales, ningún país suele disponer de espacio (ni de tiempo) para permitirse ignorar a sus vecinos. Cuando surge un espacio “nuevo”, estamos ante territorios sin amo, codiciados por las naciones en ese momento poderosas. De forma inevitable, esta situación las conduce a intensas luchas: todas buscan reagrupar tales espacios en beneficio propio. Afín en esto a la historia universal, la de América Latina podría entenderse, valga el ejemplo cercano, como series de procesos tendientes a una ocupación estable de los territorios que en el siglo XVI estaban disponibles y que fueron posteriormente organizados en función de criterios estatales. Esto incluye tanto la frecuente anexión (caso de Brasil “adueñándose” “adueñándose” de parte de las Provincias Provincias Unidas del Río de la Plata; o de Estados Unidos absorbiendo absorbiendo la mitad norte de México), como de la menos usual renuncia (Argentina “se deshizo” de la Banda Oriental y luego de Bolivia, flanco norte del antiguo virreinato del Río de la Plata). Cuando, en cambio, no hay “tiempo” para conocer al “otro”, tamaño vacío se llena con un “conocimiento” cuyo objetivo no es tanto, ni tan sólo, desentrañar desentrañar claves que permitan conocerlo, conocerlo, sino primordialmente primordialmente redefinirlo redefinirlo en función de nuestros propios intereses. Es lo que las ciencias del hombre llaman un preconcepto y que, si tratamos de relaciones entre naciones, se manifiesta bajo la forma de estereotipos en el discurso. Un ejemplo: a los franceses siempre les convino considerar que Africa “comienza en los Pirineos”, así como ingleses y alemanes alemanes estaban interesados en determinar determinar que Europa acaba “al este del Danubio”. Danubio”. Bajo la hegemonía hegemonía epistemológica epistemológica de ingleses, alemanes y franceses, a Europa en su conjunto dicho mapa le vino bien, como argumento para redefinir el espacio europeo en función de un modelo homogéneo de capitalismo industrial, nacido en Inglaterra y difuminado más tarde en Alemania, Francia, etc. La creación de una periferia al sur y al este, sin pruebas definitivas de pertenencia al núcleo central europeo, ha constituido un instrumento decisivo en la consolidación de una hegemonía alternante entre aquellos tres países. Otro ejemplo: Estados Unidos se sirvió, desde Monroe, de la dicotomía conceptual entro lo tradicional y lo moderno con el objetivo de diseñar un espacio interhemisférico en que una serie de naciones “atrasadas” solamente podrían superar el subdesarrollo transformándose lo más posible según el molde de la nación más “adelantada”. Estados Unidos utilizó argume argumentos ntos cultural culturales es y hasta hasta raciales raciales para justific justificar ar formas formas de interven intervención ción movida movidass por interes intereses es básicam básicamente ente económicos. Tercer ejemplo: Japón. De este caso se ocupa el capítulo 1 del texto: ¿de qué forma Occidente “diseñó” una completa 4
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interpretación sobre Japón acorde con sus propias necesidades y proyectos? En conclusión al primer capítulo veremos, al pasar, cuán dócilmente América Latina siguió las pautas intelectuales y políticas de los países del Norte, cada vez que intentó “entender” algo sobre Japón.
3) Conflicto Conflicto estructural. estructural. En la sociedad sociedad internacional, las buenas o malas relaciones relaciones entre naciones naciones no son provocadas tanto o principalmente principalmente por las semejanzas u oposiciones ideológicas o culturales que mantienen sino, antes que nada, por sus parecidos o diferencias de estructura. Es cierto que muchas veces las causas inmediatas inmediatas que parecen desencadenar desencadenar conflictos conflictos internacionales parecen culturales, como por ejemplo: la división en dos del imperio romano, las cruzadas o, ya en la historia moderna, la incomprensión entre blancos e indios en las llanuras argentinas. Pero no parece en absoluto que el “choque” vaya a ser entre “civilizaciones”, “civilizaciones”, como tajantemente sostiene Huntington en una línea conservadora conservadora (aunque autodenominada autodenominada “liberal”) de comprensión de las relaciones internacionales. Los conflictos han estallado, y probablemente seguirán estallando, entre “intereses” opuestos íntimamente ligados a situaciones estructurales con escasa compatibilidad. Ya que es muy difícil “probar” hechos históricos, al menos podremos analizar ciertos “indicios”. Si, por tomar un ejemplo, pensamos en conflictos religiosos, comprobaremos que algunas veces tienen lugar entre defensores de religiones opuestas. Europa le hizo la guerra a los sarracenos. La sociedad blanca brasileña acorraló discreta pero implacablemente a las religiones de cuño africano. Los hinduístas marginan cada vez que pueden a las otras religiones de la India. Pero muchas otras veces se producen entre defensores de las mismas banderas religiosas. Eso ha sucedido entre cris ristia tianos euro europe peo os, ent entre orto rtodoxos euro-a ro-assiátic ticos, entr entree musulm ulmanes de Afri frica del Norte rte. Sin olvidar, en otros momentos de la historia, que también se produce la situación inversa: la coexistencia pacífica, como lo prueban prueban periodos periodos estables estables de convive convivencia ncia entre religiones religiones en el mar Mediterrá Mediterráneo neo,, los mares de la China, China, etc. Cuando las naciones se confrontan, significa que sus estructuras se han vuelto incompatibles, sea en razón de sus respectivas necesidades territoriales, energéticas, económicas o políticas. Los capítulos 2 y 3 del texto tratan de sugerir una clave de lectura relevante a fin de comprender los movimientos que se producen en el seno de la sociedad japonesa.
4) Flecha, espiral. Estamos tan acostumbrados a movernos en un marco epistemológico evolucionista que la afirmación planteada a continuación continuación quizá provoque el disgusto de algún lector. Se trata de lo siguiente: siguiente: las sociedades sociedades no se mueven siguiendo siguiendo un ritmo fácilmente identificable. Tampoco es cierto que cualquier movimiento societal implique un progreso. Ambos conceptos -ir hacia adelante, ir hacia arriba- se sintetizan en la genial (y confundente) imagen de la flecha que sería lanzada por un certero (y misterioso) arquero cósmico. Las sociedades ¿no son acaso comparables a flechas lanzadas por... (aquí completar, siguiendo la propia creeencia, con: ¿Dios?, ¿la élite dominante?, ¿el proletariado?, ¿otros?)?. No parece. Una imagen tal vez menos inexacta y seguramente más compleja puede ser la del tornado, que procede en forma de “espiral”. ¡Vaya si un tornado mueve lo que encuentra a su paso! Muchas veces hacia arriba, aunque con bruscos quiebres descendentes. Muchas veces hacia adelante, pero también retrocediendo. Sin ir más lejos, América Latina brinda gráficos ejemplos para ilustrar esta afirmación: no olvidemos las décadas de los 70 y 80. Si aplicamos esta visión compleja al caso de Japón, podremos entender una curiosa paradoja: Japón se ha caracterizado tenazmente tenazmente por un movimiento movimiento muy diferente al de la flecha. Más bien por una oscilación oscilación pendular donde muchas veces no se identifican identifican claros “progresos”. Aquí Aquí sucede igual que en el mar: si un nadador no se mueve a tiempo, fácilmente se hundirá. Así veremos que Japón está “en crisis”. Claro que la crisis, a poco que se mire, acaba siendo el estado constante de todas las sociedades: como en un reloj, si el péndulo oscila, significa que el tiempo avanza. La paradoja aludida reside en el hecho que esta nación apetecible como espejo (a veces, incluso, como modelo) de diversos países, principalmente del SEA (capítulos 4 y 5) parece haber entrado en crisis (capítulo 6), sin que los problemas que padece disminuyan, aparentemente, el interés que sigue despertando en otros países. 5) Tres capitalismos. ¿Cómo pensar las relaciones internacionales sin presuponer cierta homogeneidad cognoscitiva? Y ¿cómo pensar la diferencia en un contexto de tan estrecha interdependencia como el que se produce actualmente? La reflexión no logra 5
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cuadrar fácilmente tamaño círculo. Si prestamos atención a lo que sucede en el planeta, una cosa que sorprende es la diversidad que se manifiesta por doquier y que se mantiene estable a pesar de todos los esfuerzos homogenizadores de la “globalización” (no olvidemos que conceptos como “globalización” o “interdependencia” en parte no son más que eufemismos que esconden la dura real realid idad ad de la “dep “depen ende den ncia cia”). ”). Dife Difere renc ncia ias, s, entr entree socie ocieda dade dess, deca decan ntada tadass dura duran nte larg largos os peri period odos os.. En diversos momentos, este ensayo se apoyará sobre esta base: no existe una sola matriz societal que venga bien a todo el mundo. El hundimiento comunista ha dejado al capitalismo sin alternativa ideológica. Vacío ideológico que los países capitalistas “centrales” (UE y EEUU) aprovecharon para reverdecer una añosa teoría de la convergencia: eliminada la vía socialista, afirman Francis Fukuyama y otros, todas las naciones del planeta irán convergiendo en el capitalismo. De múltip tiples les manera eras y con divers ersos calendari dario os, es cierto rto, pero con caráct rácter er fata fatall, determ termin iniista. ta. La realidad se opone tenazmente a los deseos del ensayista nipón-norteamericano: la observación de las evoluciones dentro del capitalismo revela otros aspectos de la cuestión. Las matrices societales no evolucionan teleológicamente, como deseaban Spencer y Marx. El cambio macrosocial no se rige por etapas fijas, como pretendiera Rostow. Si algo muestra la evolución de la posguerra fría es la creciente divergencia entre tres modelos societales, los tres dentro del capitalismo, pero persigu persiguien iendo do horizon horizontes tes cada vez más lejanos lejanos:: un modelo modelo anglo-am anglo-americ ericano ano,, el segund segundo o con fuerte fuerte influen influencia cia alemana, el tercero centrado en Japón. El objeto de los capítulos 4 y 5 es identificar algunas de las características distintivas del sistema japonés, en el contexto histórico y geográfico de su aplicación, adaptada, a otros países. Dentro de este empeño, importa destacar que en el inmenso mar Pacífico empiezan a producirse sinergias análogas a las que hicieron posible, hace un milenio, el esplendor del pequeño mar Mediterráneo. A pesar de la crisis que se abate últimamente sobre el SEA, aunque no sea privativa de esta zona, ni ésta sea su causa originante. En el horizonte internacional, no se avizora convergencia alguna entre diferentes modelos capitalistas. Probablemente no tiene porqué haber convergencia final. Al menos no tiene porqué haberla como necesidad epistemológica o como condición para pensar un mundo globalizado. Sólo existen círculos concéntricos de influencia creciente desde cada uno de los grandes centros capitalistas. capitalistas. Es así como Japón se encuentra en el centro de círculos que se repiten y se amplían, amplían, que ya incluyen a los países del SEA y que, ¿quién sabe?, podrían acabar influyendo en ciertas zonas de América Latina. 6) Occidente. Como Como consec consecuen uencia cia de varios varios siglos siglos de conquis conquista, ta, coloniz colonizaci ación ón y luego luego capital capitalism ismo o dependi dependiente ente,, los países países de América Latina fueron literalmente “reformulados” “reformulados” en función de modelos occidentales. En oleadas sucesivas, sucesivas, los siglos XVI, XIX y XX fueron testigos de sucesivas aculturaciones de instituciones tales como el Estado, la Iglesia, el sistema de propiedad, la lengua, con decisivas infuencias de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, con variedades según temas y momentos. A tal punto que a menudo hemos llegado a pensar que nuestra historia latinoamericana constituía una mera prolongació prolongación n de la del “viejo “viejo mundo”. mundo”. Creímos Creímos ser, ser, irremisib irremisiblem lemente ente,, “parte “parte de Occiden Occidente”. te”. Un Occiden Occidente te sumame sumamente nte diversifi diversificad cado, o, como como vemos. vemos. Pero también también un Occiden Occidente te que en algo mantuvo mantuvo constan constante te la unidad unidad de inspiración y de ejecución: su objetivo nunca dejó de ser el establecimiento de relaciones de tipo colonial, en las que al intercambio desigual se unía una retórica civilizatoria etnocéntrica. Sin embargo, cabe cuestionar ese destino occidental, para nada “manifiesto”, que interesadamente suele atribuírsele a América Latina. El cuestionamiento podría nacer del hecho de que Occidente “está cansado”(11). Es incapaz de resolver sus propios problemas, entre los cuales la creciente dificultad para reunir condiciones sociales y económicas que hagan posible una auténtica democracia. Incapaz, correlativamente, de proyectarse como espejo en que poder mirarse y así divisar al resto de las naciones del planeta. Después de larguísimos años de “ayuda al desarrollo” o de “civilización”, los países en crecimiento no acaban de creerse la sinceridad del antiguo dominador. La incapacidad de Occidente se hace patente en América Latina, al punto de poder afirmarse que a ésta por momentos le resulta problemático encontrar una definición completa de sí misma en puros términos de hispanidad, o de europeísmo, o de occidentalidad (11). Y no solamente porque ello implicaría seguir negando el legado precolombino. También, y de forma muy importante, porque Europa o Estados Unidos ya no son tan capaces como antes de servirnos de modelo con el que resolver nuestros viejos intríngulis. Antes tampoco lo eran tanto como pensa pensaban ban Sarmi Sarmien ento to y otros otros próc prócer eres es latin latinoam oameri erican canos, os, pero pero noso nosotro tross nunca nunca nos nos dimo dimoss cuen cuenta ta del del error error.. ¿Porqué traer a colación América Latina en un libro sobre Japón y el Pacífico? Porque una de las razones cruciales para conocer mejor lo que sucede en el SEA quizá podría ser utilizar esos conocimientos como parte de un inmenso archivo de datos e ideas sobre posibles escenarios futuros para nuestro continente. Aprender a manejar un archivo universal podría ayudarnos a diseñar un modelo propio. Y no podemos emprender dicha tarea sin incluir a Japón y al SEA entre los datos a
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tener en cuenta. 7) Modelos. Sin perjuicio del interés nacional y de la independencia política, la historia moderna y contemporánea muestra que en determinados momentos unos países a veces deciden aprender de otros algunos comportamientos o métodos propicios para resolver tales o cuales problemas que no pueden enfrentar con sus propios medios: cómo organizar la concordia interna, la producción económica y la administración de personas y cosas. Los ejemplos abundan en todo el mundo. Tomemos varios. La América colonial se organizó basándose en el esquema imperia imperiall españo español. l. Africa, Africa, por su parte, parte, tomó tomó de las potencias potencias coloniza colonizadora dorass europe europeas as tanto tanto los argumento argumentoss de la dominación como los de la independencia. Y por supuesto está Japón, que “decidió”, desde el siglo VI de nuestra era, “copiar” en todo lo posible a China. España en nuestros días está haciendo lo mismo con la Europa comunitaria. Como vemos, los ejemplos abundan. Es tan corriente, para un país, “inspirarse” en otros que lograron resolver ciertos problemas, que la tercera parte del libro planteará la cuestión siguiente: ¿con qué fines, en qué condiciones condiciones y con qué características características pudieron los países del SEA aprovechar la experiencia histórica de Japón, mirándose a sí mismos en dicho espejo? - Los fines tenían que ver con la resolución de problemas que los países colonialistas habían dejado pendientes en el SEA: el desarrollo económico, la conducción política, la concordia social. - Las condiciones condiciones remitían a una doble serie de factores, internos y externos, entre los que sobresalieron sobresalieron la necesidad necesidad (y la posibilidad) de diversificar sus relaciones internacionales en el contexto de la guerra fría, practicando lo que desde entonces se ha dado en llamar un “regionalismo abierto”. - Las características aluden a las condiciones sociales y culturales de todo préstamo histórico, situación en la que no se planteó una imposible imitación (impensable que un país “shintoísta” sea copiado, en cuanto tal, por sociedades “taoístas” o musulmanas), aunque sí el traspaso de homologías de funcionamiento. Veremos que el traspaso de modelos no es mecánico sino analógico. Pero ¡atención!: modelo no es aquí ni una “maqueta” a reproducir ni un “ejemplo” a imitar. Tan sólo un “sistema de homologías” que hay que intentar adaptar a los nuevos fines de la sociedad receptora. La evolución de la cuenca del Pacífico confirma de manera contundente que mejorar las relaciones internacionales obligatoriamente supone incrementar no tanto las afinidades ideológicas sino, con más urgencia que nunca, las afinidades estructurales: formas lo menos incompatibles posibles, lo más complementarias posibles, de organización estatal, de aparato productivo, de soluciones para el desarrollo de la sociedad civil. Ese método (radical, aunque no condenado forz forzos osam amen ente te a una una imit imitac ació ión n serv servil il)) expl explic icaa el éxit éxito o que que tuvo tuvo Japó Japón n al impo import rtar ar patr patron ones es extr extran anje jero ros. s. Si el cambio social se plantea con un excesivo énfasis ideológico-cultural (erróneo, cabe insistir en ello), los injertos de elementos nuevos se decidirán atendiendo a afinidades inclinadas hacia el pasado común. En dicho caso, el mundo asiático se hubiera seguido enfrentando con un destino cerradamente europeo, marcado por el dilema asimilación o rechazo cultural. Si, en cambio, la transformación histórica busca el fortalecimiento interno y externo de una nación, los nuevos elementos buscarán la plasmación o consolidación de afinidades estructurales. A tientas, con numerosos problemas y dificultades, Asia Asia mira hacia un futuro abierto delante suyo. Pero subsiste una pregunta: ¿será capaz Asia Asia de superar superar la crisis actual de una forma creativa y atendiendo a sus propios intereses nacionales y regionales? La respuesta a esta interrogante podría tal vez constituir otra investigación.
á bulas. Primera parte: F á bulas. Introducción: Situación paradojal.
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Alberto Silva: La invención de Japón
Ignorancia. Ignorancia. Miremos las cosas del mundo desde América Latina. Si comparamos el conocimiento que tenemos, desde nuestro continente, sobre los Estados Unidos o Europa (especialmente su parte oeste), con seguridad se podrá conceder esta afirmación afirmación inicial: nuestra información sobre todo lo occidental supera con creces la que tenemos tenemos del mundo oriental. En lo referente a Japón y a los países del SEA, acaso lo ignoramos casi todo (1). Algunos ejemplos permitirán ir centrando el tema. El llamado periodo Tokugawa (1603-1868) suele aparecer en nuestros manuales de historia universal (si es que lo mencionan) como “la Edad Media japonesa”, implicando las características arcaicas y atrasadas de las instituciones y prácticas propias de la Europa occidental prerrenacentista. En cambio, el periodo Meiji (1868-1916) es presentado con frecuencia como arranque de una cierta “locura” de modernización, anuladora de todo lo anterior. La historia muestra que las cosas ocurrieron de otra forma (2): la era Meiji no hubiera sido posible sin la unificación política, administrativa, económica, institucional que sólo los “shogunes” materializaron, logrando resolver (o al menos encauzar definitivamente) su “cuestión nacional” más o menos por los mismos años en que la lograron otros países que suelen servir de referencia a loos pensadores y políticos latinoamericanos, como Estados Unidos, Francia, Italia y, en nuestro continente, Chile, Brasil y Argentina, entre otros. Esto explica que el tramo de modernización emprendido en Japón con motivo de la era Meiji haya podido ser tan fulminante. Otra precisión: la desaparición del “shogunato” coincidió con la restauración del orden imperial, elemento clave, este último, sin el que no se acaba de entender cómo funciona el Japón contemporáneo. Los ejemplos pueden extenderse a otros campos. Al tratar de temas políticos hablamos de izquierda y derecha japonesas, japonesas, e incluso de gobierno u oposición: oposición: de nuevo estamos estamos situándonos situándonos en una perspectiva perspectiva europea (3). Esto condiciona condiciona la correcta correcta comprensión de una sociedad sociedad que en estos años se orienta (muy lentamente) lentamente) en dirección hacia su reforma política, aunque no por cauces similares a la de muchos países occidentales. Tomemos ahora el ejemplo económico. Si consideramos que la organización industrial, comercial y financiera japonesa constituye meramente el caso nº N de un mismo y repetitivo capitalismo a escala universal, le estamos rebanando al caso nipó nipón n atrib tribut utos os naci nacion onal ales es y asiát siátic icos os que que resu result ltaan nece necesa sari rios os para para su corr correc ecta ta iden identi tifi fica caci ción ón (4). (4). Tanta desinformación por parte nuestra estalla como un petardo entre las manos cuando nos enfrentamos con la actualidad. Estoy en contacto con Japón desde hace casi 20 años: sigo la prensa local e internacional, hago investigación propia y consulto a algunos analistas. Quizá por ello no me conmueve tanto como a otros el anuncio de que el sol, “esta vez sí” se pone para Japón (5), señal de una crisis que, “esta vez sí”, será terminal y definitiva para los nipones. Ninguna teoría es por entero cierta o falsa y hay que reconocer que últimamente han ido surgiendo nuevos argumentos a favor de un eventual eventual hundimiento japonés. Pero seamos cuidadosos cuidadosos para que no nos suceda lo que ya ocurrió a otros hace diez años: más de un reconocido “líder de opinión” creyó entonces cadáver a un Japón que un tiempo después lograba recuperarse. Rotundidad. Rotundidad. Sucede que sabemos bien poco sobre el Pacífico asiático. De suyo, esto sería plenamente normal y comprensible si no fuera porque, al mismo tiempo, sobre el Japón y el SEA solemos prodigar afirmaciones muy seguras de sí mismas, a menudo rayando lo inapelable. Los latinoamericanos estamos acostumbrados a retóricas universalistas de origen europeo o norteamericano. A menudo aceptam aceptamos os irrazona irrazonadam damente ente juicios de valor valor que damos damos por hechos hechos,, transfo transformán rmándolo doloss en doctrina doctrina segura, segura, ajena ajena a verifica verificacion ciones es o cuestio cuestionam namien ientos. tos. Japón Japón se vuelve vuelve así un paisaje paisaje nítido, nítido, un territor territorio io sobre sobre el que caben caben fáciles fáciles comentarios. comentarios. El único problema es que a veces se trata de una pintura al revés, una composición composición fotográfica cuyo detalle nos llega a través de un negativo de laboratorio. Para decirlo con las palabras de James Bond: “¡Estos japoneses se las arreglan para hacer todo al revés!”. Claro está que Ian Fleming vuela bastante bajo, a nivel de lo que se suele considerar “conocimiento vulgar”. Pero también los más sesudos y sabios de Occidente suelen considerar a Japón “un país al revés”. La lista de quienes lo han afirmado de formas diversas podría llenar una página: Chateaubriand, Nerval, Lafcadio Hearn, Paul Claudel, Huxley, Arthur Koestler y señora, Pierre Loti, Kissinger y tantos otros. Sin olvidar a la totalidad de los presidentes norteamericanos y a muchos dirigentes europeos (6). Específicamente Específicamente,, este país al revés es visto, desde Occidente, Occidente, como una auténtica tierra de paradojas. paradojas. Veamos Veamos lo que dice Ruth Benedict, autora del tradicional best-seller, sin duda el más influyente, sobre el carácter de los japoneses: “...son a la vez, vez, y en sumo sumo grado grado,, agre agresiv sivos os y apac apacibl ibles es... ...ríg rígido idoss y adap adapta table bles.. s...le .leal ales es y traido traidore res.. s...di .disc scipl iplina inado doss e insubordinados”. “El japonés no es un nativo...pero tampoco es un sahib”, nos cuenta por su parte Rudyard Kipling. 8
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La paradoja no hace perder un ápice a la contundencia de la explicación; simplemente la sitúa en el terreno de lo que asombra a fuerza de irrazonablemente esquivo. Así, a Japón se lo acaba explicando por la amalgama, por lo insólito y hasta por lo absurdo. Y, ¿cómo tratar con alguien al que sentimos completamente ajeno a la realidad (la nuestra) sino definién definiéndolo dolo a partir partir de afirmac afirmacion iones es extrava extravagan gantes tes,, de dinámica dinámicass que según según nuestra nuestra raciona racionalida lidad d no cuadran cuadran,, de curiosidades que provocan una sonrisa entre irónica y condescendiente? Paradoja. Paradoja. Ya tenemos servida una repetitiva y hasta cruel paradoja: la de un tozudo desconocimiento que se asienta sobre una tupida (al menos sobre una persistente) trama de estereotipos, ofrecidos como fundamento supuestamente “teórico”. ¿Por qué es constante esta paradoja? Porque acompaña a la opinión pública y a muchos desarrollos teóricos y políticos de nuestro continente desde hace años, al menos desde fines de la segunda guerra mundial. Aunque cabe señalar, por si alguien no lo recordaba, que somos nosotros los latinoamericanos quienes, en este como en muchos otros terrenos, acompañamos o seguimos el camino trazado por las potencias del norte. ¿Y por qué esta paradoja parece cruel? Porque la visión que proyectamos hacia la realidad japonesa de forma tan sumamente “dependiente” nos clava más en una dificultad que nos acompaña desde el siglo XIX, la que nos impide repensar el mundo entero desde nuestros puntos de vista, desde nuestra propia circunstancia, desde nuestras necesidades e intereses. Buena parte del “saber” que circula en América Latina sobre Japón y el SEA es inexacto. No se atiene a la observación empírica, para decirlo en el marco de cierta tradición histórica y política. No tiene que ver con el análisis concreto de situaciones concretas, si se prefiere la tradición rival. A los países asiáticos los miramos por el ojo de una cerradura, cuando no desde la mirilla de un agresivo fusil argumental. Y lo que vemos es lo que suelen recoger los libros de texto de las escuela escuelass y hasta hasta de las univers universidad idades: es: un cúmulo cúmulo de excentr excentrici icidade dadess rayando rayando en lo irracion irracional. al. La forma forma como como entendemos el caso japonés da una prueba más de que aquello que llamamos ”historia universal” es, en realidad, historia de los países del norte occidental. Así como lo que llamamos “guerras mundiales” sólo han sido guerras entre potencias occidentales, luchando por redefinir las reglas de la dominación internacional, en algunos casos con la presencia colateral de naciones no-occidentales. Así vamos.
Capitulo 1: La cuestión japonesa. Con el paso del tiempo, Occidente se fue inventando un país (Japón) y un continente (Asia) de tarjeta postal, aptos para sus gustos, propicios para sus intereses. Cuando Cuando hablo de Occidente, me refiero, claro está, al conjunto de entidades entidades sociopolíticas situadas en Europa y en América del Norte que han regido los destinos del resto de las naciones desde el inicio de la era moderna.
Bemoles clasificatorios. La forma forma en que, que, por motivos motivos aparen aparentem temente ente académic académicos, os, se agrupa agrupa a los países del mundo mundo resulta resulta curiosa curiosa y significativa. Sólo en la Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) cada país constituye una entidad diferenciada que se identifica por su escudo patrio y se siente valiosa por la emisión de un voto. Debajo de esta aparent aparentee igualdad igualdad subyac subyace, e, como como todos todos sabemo sabemos, s, un cuidado cuidadoso so ordenam ordenamient iento o jerárqui jerárquico, co, montado montado para para lograr lograr concretísimos fines políticos y que comienza con un ordenamiento de tipo argumental. Tomemos un ejemplo. Ahora que ya no ilustran la oposición entre comunismo y capitalismo (nadie se opone ya al comunismo, porque el comunismo se ha vuelto incapaz de oponerse a nada), los términos “Este” y “Oeste” han sido reciclados en “Oriente” y “Occidente”. Pretenden expresar la supuesta oposición o contradicción entre dos cosmovisiones rivales y hasta incompatibles. Una con asiento tradicional en el Mediterráneo griego y romano, a un tiempo democrática e individu individualis alista, ta, y luego luego sucesi sucesivam vamente ente recentr recentrada ada en grandes grandes nacion naciones es europea europeass y en Norteam Norteaméric érica. a. La otra con localizaciones que divergen según las versiones, pero que se caracteriza por su escasa propensión a la democracia y al cultivo de los valores individuales, individuales, clasificación ésta última en la que se suele incluir a Rusia, a la China y al Japón. Los debates contemporáneos suscitados por las obras de Francis Fukuyama y Samuel Huntington (1), entre otros, nunca hubieran sido tan intensos y globalizadores si no existiera en Occidente esta insistente sospecha. Efectivamente, parecería que algo se opone radicalmente a nuestro Occidente. A ese algo hemos decidido llamarlo “Oriente”. Pero, antes que nada, ¿qué es “Occidente”? O, mejor dicho, ¿hasta dónde llega Occidente?(2). Visto el problema desde América Latina, la respuesta es fácil en el caso de países como Argentina o Uruguay, en la medida en que se los entienda 9
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como simples prolongaciones prolongaciones de Europa, criterio también aplicable aplicable un poco al valle central de Chile, a las zonas sureñas de Brasil o a núcleos urbanos de Caracas, Bogotá, etc. Pero, ¿en qué sentido los mestizos México o Perú, así como la mulata Cuba todavía son “Occidente”? Occidente Occidente deja de ser, ser, poquito a poco, un criterio racial-cultural racial-cultural para revelarse revelarse como lo que en realidad es: un criterio económico y político que tiende a abarcar (si puede) el mundo entero. Turquía y Marruecos pasarán a ser territorios del auténtico occidente europeo, por las conveniencias de la geo-estrategia occidental. Angola o Kuwait siguen siendo trozos de Occidente (algo sorprendentes, ¿no es verdad?), retazos a preservar por razones cada vez menos relacionadas con raza, cultura o formas institucionales, cada vez más dependientes de los intereses del capitalismo internacional (3). Desorientación Desorientación.. ¿Dónde poner a “Oriente”? Ubicar a tal o cual país en Oriente o en Occidente tiene que ver, lo acabamos de recordar, con analogías naturalistas a veces superficiales (la raza, el atavismo, la religión tradicional) que recubren analogías históricas con frecuencia profundas (la conveniencia del uso del poder por estados o intereses privados). Estas y aquéllas a menudo se confunden. Políticos y pensadores ya no saben qué hacer ni qué pensar. pensar. ¿Dónde poner, por ejemplo, a Japón, Japón, tan diferente a Europa o Estados Unidos en lo que toca a raza, lengua, religión, pasado, formas culturales, al par que tan cercano en términos de la economía política del capitalismo internacional, de la que constituye firmísimo baluarte? ¿Y cómo relacionar a Japón con la China ya que, según se prefieran los criterios deterministas o los voluntaristas, Japón y China resultarán, alternativamente, brotes de idéntico árbol o enemigos incompatibles e irreconciliables? (4). Hoy en día, Occidente duda sobre cómo le conviene conviene definir a Oriente, Oriente, en tanto que América América Latina da palos de ciego cuando se pone a hablar sobre Japón y el SEA.
Naciones Naciones con carácter carácter. A ninguna gran potencia le agrada divulgar las auténticas respuestas dadas a los problemas que se le plantean. Para ocultar sus verdaderas intenciones (que suelen tener que ver con una dominación lo más expansiva posible), acaba poniendo los problemas en manos de académicos, quienes elaborarán bellas teorías capaces de explicarlo todo. Una manera muy occidental de hacer orden argumental en el caos epistemológico que significa “Asia” (¡tantas razas, lenguas, religiones, historias!, ¡y tan diversas!), ha sido, por parte de la antropología occidental, la teoría del “carácter nacional”. Esta parte presuponiendo que la explicación final del comportamiento de una nación -homogeneizando, de paso, múltiples heterogeneidades locales, como salta a la vista cuando alguien dice Rusia, India, China, Filipinas, etc- se encuentra en una mentalidad que todos comparten (al menos es lo que aseguran ciertos expertos), en un sistema común de valores cuyo origen se declara extraviado en la noche de los tiempos (o al menos en la noche oscura de las teorías culturalistas). Cada gran civilización tiene su carácter propio, es cierto. Pero ese genio peculiar será el vaciadero en el que se depositarán, sin ton ni son, todas aquellas interrogantes cuya respuesta se aparta de la evidencia inmediata. La teoría del carácter nacional es elástica como la goma: sirve tanto para explicar lo enigmático como para justificar lo inaceptable. Permite Permite que conviva convivan n realida realidades des contrap contrapues uestas, tas, poniénd poniéndolas olas cuando cuando convien convienee en relación relación,, pero en los niveles niveles que interesen en cada momento. De tal forma, si se trata de acentuar el aconsejable predominio de la civilización occidental sobre el mundo no blanco, el individu individualis alismo mo protesta protestante nte será contrap contrapues uesto to al grupism grupismo o confuci confucianis anista, ta, como como explicac explicación ión del carácte carácterr casi casi vocacionalmente revolucionario de los pensadores, empresarios y gobernantes del oeste. Buscando la perfecta oposición, al este se le atribuirá el componente casi ineluctablemente despótico de las hordas asiáticas. Si se trata, en cambio, de enfatizar la diferencia entre las organizaciones capitalista y comunista, la ausencia de tripartición de poderes será la piedra filosofal que distinguirá a China de Japón, o a Cuba de México, por citar ejemplos a mano y con independencia de “orientalismos” (5). Dado que las necesidades explicativas de Europa y Estados Unidos a menudo han sido diferentes, se entenderá la existencia de teorías diferentes sobre el carácter nacional japonés. Del lado norteamericano, el criterio de selección se basa en el reconocimiento de una diferencia coyuntural, aunque aparentemente atrincherada tras la teoría nipona de la diferencia inasumible. De acuerdo con la visión norteamericana, los japoneses japoneses mienten, se confunden confunden o al menos ocultan sus verdaderas verdaderas intenciones. intenciones. Japón es un país del que conviene conviene desconfiar: fue sistemáticamente belicista entre 1895 y 1945, ahora es exageradamente pacifista. Los documentos del Departa Departamen mento to de Estado Estado lo enuncia enuncian n así: así: los japoneses japoneses son un pueblo pueblo dotado dotado de una pronunciad pronunciadaa vertien vertiente te de
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comportamiento “irracional y fanático”. Douglas MacArthur, jefe de las fuerzas de ocupación norteamericanas entre 1945 y 1951 y auténtico “virrey” del Japón en ese periodo (le llamaban “el ‘shogun’ de los ojos azules”), introdujo en la nueva constitución el célebre artículo 9 (por el que Japón renuncia por siempre a la guerra) aduciendo el motivo siguiente: “Durante siglos el pueblo japonés -a diferencia de sus vecinos chinos, malayos, indios y también de los blancos- ha estado compuesto por idólatras devotos del arte de la guerra y de la casta militar del Bushido” (6). En sus relaciones exteriores, exteriores, tanto se ha regido Japón por el artículo 9, que a veces ha llegado a ridículas incongruencias, incongruencias, como en el caso de la guerra del golfo pérsico, de triste memoria: sin su tecnología, los misiles norteamericanos Patriot no hubieran sido operacionales; sin su generosa contribución económica posterior, Kuwait no podría haber recuperado su “normalidad petrolera”. Sin embargo, portarse bien no le ha servido de mucho para aplacar los temores americanos. Si repasamos las declaraciones de secretarios de estado o de defensa, de Harold Brown a McNamara, de John Foster Dulles a Brzezynsky, podremos entender que las posiciones norteamericanas se siguen enunciando fundamentalmente así: la actual búsqueda obsesiva por parte de Japón de un mayor bienestar económico, en ausencia de cualquier consideración política o de defensa, es presentada como un convincente argumento para demostrar la continuidad de rasgos extremistas en el carácte carácterr naciona nacionall (6). Los gobernant gobernantes es america americanos nos toman de esta forma como como suyas suyas las palabra palabrass de diferen diferentes tes antropó antropólogo logos, s, seguido seguidores res de la ruta trazada trazada por la pionera pionera Ruth Benedic Benedict. t. Los japoneses japoneses:: otrora otrora maniaco maniacoss de la confrontación, ahora obsesos del comercio internacional, ¿y mañana qué? Si la historia japonesa es relatada como “una sucesión de líneas rectas quebradas periódicamente por ángulos agudos” (la frase es de George Ball, antiguo secretario de estado), hay algo en el carácter de esta gente que debería inducirnos a mantenernos vigilantes (7). La modalidad europea de la teoría del carácter nacional japonés reposa sobre bases diferentes. Desde el siglo XIX (despué (despuéss de 1868), 1868), Japón Japón se orientó orientó hacia Europa Europa buscan buscando do un nuevo nuevo modelo modelo organizat organizativo ivo y cultura cultural. l. No había había confron confrontaci tación ón sino sino interés, interés, emulac emulación. ión. Europa Europa (para (para el caso: caso: Alemania, Alemania, Inglate Inglaterra rra y Francia) Francia) corresp correspond ondió ió a dicha dicha preferencia con una fascinación embelesada. Ninguna desconfianza europea ante el Japón. Sólo asombro. Japón no era visto como fuente de confrontación. Estados Unidos, en cambio, había debutado en sus relaciones modernas con Japón enviando cañoneras en 1853, obligando a tratados comerciales de escasa reciprocidad y plagando el archipiélago nipón de misioneros, muevas modas y platos no muy nutritivos (8). A ojos europeos, Japón era percibido como alimento exquisito con con que que saci saciar ar el ham hambre bre de exot exotis ism mo de un cont contin inen ente te que que volv volvía ía a “des “descu cubr brir ir”” el mundo undo exte exteri rior or.. El llamado llamado “japonis “japonismo” mo” es una invenci invención ón especí específica ficamen mente te europea europea,, de la que sobre todo Alemani Alemaniaa y Francia Francia se disputarían disputarían el origen. Según el japonismo, el archipiélago nipón es único en su género, como lo son las grandes naciones europeas. Pero, contrariamente a la lectura que Europa suele hacer de sí misma, consiguiendo el fuego de la unidad con astillas de guerra y división, “leer” a Japón desde el viejo continente no significó enfatizar los parecidos sino las dife iferen rencias ias con resp especto de Europa ropa.. Japón se tra transform formó ó en el país distin tinto por por anton tonoma omasia. Si “nosotros” comemos pan, carne, alimentos cocidos, “ellos” se alimentan con arroz, pescado, comida cruda. Nosotros centramos nuestra espiritualidad en la relación social, ellos en el contacto con la naturaleza. Para nosotros la basílica de piedra, para ellos el jardín zen. La persona occidental es el individuo, la persona japonesa más bien un individuo-parte-deun-grupo. Y así hasta el infinito, en una sucesión de sorpresas, dando diversión a una antropología ya por entonces muy impregnada del relativismo enciclopedista francés y del multiculturalismo propio de la aventura colonial británica. La invención invención del Japón Si bien las dos teorías del carácter nacional arriba expuestas parecen disímiles, ambas mantienen cierto rasgo común que conviene no olvidar. En los dos casos se están refiriendo a un país “inventado”. Invención, ya se sabe, es un concepto polisémico. ¿Constituye Japón un descubrimiento, el hallazgo reciente de una realidad antes ocultada durante largo tiempo? tiempo? ¿O se trata, más radicalmente radicalmente todavía, de una creación creación “ex nihilo”, de una fantasía surgida casi por generación espontánea? En el caso de Japón, encontramos un poco de cada una, como veremos a continuación. Roland Barthes ya nos pone en guardia en el bello párrafo que abre un libro suyo sobre Japón (9): “Si quiero imaginar un pueblo ficticio, le pondré un nombre inventado, lo trataré como un objeto novelesco...de forma de no entrometer en mi fantasía ningún país real...No buscaré representar o analizar la menor realidad...Me limitaré a identificar cierto número de rasgos. rasgos...y ..y con ellos ellos organiz organizaré aré deliber deliberada adamen mente te un sistema sistema...A ...A ese sistema sistema le llamaré llamaré Japón” Japón” (traduz (traduzco co libre libre y selectivamente selectivamente el texto barthiano, barthiano, aunque también con total fidelidad, como podrá comprobar quien consulte el original). Japón nos brinda, viene a decir el sabio, un caso ejemplar de cuán ficcional es toda teoría. Una explicación sistemática no es otra cosa que una serie de islas discrecionalmente ordenadas, con mayor o menor talento, en medio de un inmenso mar. El mar es, por supuesto, nuestra ignorancia; las islas son esas minúsculas huellas dejadas por lo poco que de las cosas hemos aprendido: aprendido: la metáfora metáfora se la podía escuchar a Pierre Bourdieu, en su seminario seminario de la Ecole Pratique...y cualquiera cualquiera la puede ver plásticamente transcrita en los jardines secos de los templos zen de Kyoto...los cuales, a su vez, no hacen más que rememorar los antiquísimos sermones iniciáticos de Buda.
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No es que la teoría teoría sea falsa. falsa. Sucede tan sólo que viene viene “despué “después” s” del conocim conocimien iento, to, en forma forma de una serie serie de conclusiones ya tomadas que buscan alguna premisa oportuna que las englobe y las justifique (10). Esta manera de enten entende derr la teoría teoría como como “ficc “ficción ión orien orientad tadora ora”” (11) (11) viene viene a cuen cuento to para para enten entende derr qué qué suce sucede de en nues nuestro tro caso. caso. Japón se nos presenta, básicamente, como el prototipo del país inventado. Nación cuyo carácter puede ser versátil, tan voluble como el interés de quien lo mira. Pero básicamente “diferente”, el “otro” por antonomasia respecto a lo que creemos y a lo que nos define. Tanto o más que la China, bastante más que la India, muchísimo más que cualquier país africano. Japón le ha servido a Occidente (a Europa durante un periodo mucho más prolongado; a EEUU con renovada intensidad durante este siglo) para marcar los límites reales de un tipo de conciencia colectiva y de un tipo de proyecto histórico. Sea como enemigo real o como cautivadora fantasía, Japón ha ayudado, como acaso ninguna otra idea extraña, a crear el indispensable contraste que nos empuja a la auto-identificación (12). Ya lo dijo Michel Foucault: las personas y las naciones suelen identificarse a sí mismas antes que nada por oposición con alguna otra. Japón ha servido como espejo en el que mirarse, como exorcismo salvador, como perfecto negativo apto para la formación de la idea europea. Japón constituye constituye una de las más geniales “invenciones” “invenciones” de Occidente. Occidente. Y aunque ha habido tantos “japones” como ha habido de “occidentes” (el Japón de Herodoto no era el mismo que el Japón de los enciclopedistas franceses ni que el Japón de los halcones norteamericanos ni que el Japón de los exportadores italianos, sea dicho al pasar), la ficción-Japón ha tenido un elemento perenne: su radical diferencia; o bien: su extrema propensión a constituir ese espacio inabarcable en el que depositar todo lo que para nosotros constituye el hecho mismo de la diferencia (13). Ente la utopia y la leyenda leyenda negra. negra. La forma occidental de reducir lo otro (Japón) a lo mismo (un objeto de conocimiento occidental) consistió en fabricar su perfecta inversión en forma de una utopía. No todos los países tienen vocación de engendrar utopías. Desde antes incluso de su “descubrimiento”, lo que acabaría llamándose América Latina sin duda constituyó, a ojos europeos, el lugar sin lugar del deseo de una realidad inédita: somos desde entonces el “nuevo mundo” de una fantasía que nunca llegó a materializarse completamente. En la otra extremidad del planeta (la occidental, si miramos un globo terráqueo centrado en América Latina...pero por aquellos tiempos el mundo se miraba a sí mismo desde los ojos de Europa), Japón fue solar fértil para el sin lugar opuesto (¿antagónico?; ¿complementario?) (14). En su forma positiva, Japón ocupó el lugar de un mundo primigenio espontáneamente civilizado, un poco a la manera de los “salvajes” según los ha visto Claude Lévi-Strauss. Se podría remontar al “Cipango” de Marco Polo, finalmente explorado con más detalle por el misionero jesuita Francisco Javier, para describir todas las virtudes que los países occiden occidentales tales han ido perdien perdiendo: do: la cultura cultura escrita escrita,, las tradicio tradiciones nes vivas, vivas, un profund profundo o carácte carácterr raciona racional, l, la cortesí cortesíaa caballeresca, el sentido estético, el cumplimiento estricto del deber o “giri”, una buena sinergia con la naturaleza. Miles de peregrinos peregrinos o de soñadores imaginaron imaginaron así al Japón durante los últimos 500 años (15): del humanista Guillaume Guillaume Postel al pintor Van Gogh, del político inglés Benjamin Disraeli al sociólogo norteamericano Ezra Vogel. Esta utopía de bienestar y fraternidad se ha transformado durante los últimos años en interés por conocer lo que algunos llaman un “modelo japonés”, japonés”, como forma de intentar intentar resolver resolver problemas problemas económicos económicos o al menos de plantear nuevas bases para un futuro industrialista y tecnológico. En su forma negativa, como ya hemos visto, Japón se convirtió en todo aquello que no hay que hacer, que no hay que ser, ser, si se trata de concebir concebir vidas individuales plenamente plenamente humanas en sociedades sociedades mínimamente fraternales. fraternales. Esta leyenda negra también tuvo y tiene sus “Las Casas”. En esta interpretación destaca la insistencia en el carácter imitativo de la cultura japonesa. Japón pasó varios siglos imitando el modelo chino. Durante el siglo XIX se pasó con armas y bagajes al modelo europeo, considerado nuevo “centro del mundo”. Para acabar idealizando, idolatrando, indiscriminadamente la cultura norteamericana (16). Aquellos Aquellos que, de una forma u otra, siguen argumentando argumentando la existencia de un “peligro amarillo”, no dejan por su parte de señalar el arraigo de cierta modalidad de sentimiento nacionalista, traducido no hace tantos años en nueva intentona imperialista panasiática: ella motivó, al menos en parte, la segunda guerra mundial. Y aunque es cierto que, para cumplir sus proyectos, Japón parece haber abandonado la vía violenta, en cambio no ha desechado una serie de formas de sumisión individual y social que hacen impracticable el llamado “modelo japonés” fuera de los límites del archipiélago nipón (17). De dos estrategias estrategias discursiva discursivas. s. Zarandeados entre Europa y Estados Unidos, a menudo los ciudadanos de Latinoamérica no sabemos bajo qué 12
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paraguas discursivo cobijarnos. Este apartado presentará algunos de los resortes argumentales de las dos estrategias académico-políticas aludidas, por ser las más influyentes cuando se trata de “explicar” a Japón: una con raigambre y características más bien europeas; la otra con “sabor genuinamente norteamericano”, parafraseando la famosa propaganda. A la primera la definiremos como “japonismo”, a la segunda como “japonología”. En primer lugar seran identificadas como diferentes y específicas, específicas, para luego vincularlas vincularlas al etnocentrismo etnocentrismo y al neoliberalismo, neoliberalismo, dos conceptos conceptos fundamentales fundamentales para entender la situación. Una solución típicamente europea: la diferencia absoluta. El “orientalismo” no es una idea nueva en Occidente. Occidente. “Oriente” ejerció una intensa fascinación fascinación sobre la imaginación imaginación europea desde desde la antigüedad antigüedad griega. Tras múltiples múltiples viajes de exploración y comercio a través de una “tierra rica en todo” (18), la excursión de Marco Polo permitió ensanchar hasta el mismo Cipango un mapa que, desde el “centro”, iba dibujan dibujando do todo el mundo mundo (19). (19). A partir partir de entonc entonces, es, Japón Japón represen representó tó para los europeo europeoss el territor territorio io quizá quizá más sorprendente dentro de un continente asiático que, de por sí, ya era considerado como muy “exótico” (20). Las sabrosas y detalladas crónicas de Francisco Javier contribuyeron a la difusión de una nación exactamente opuesta a todo lo conocido hasta entonces...sin por ello dejar de ser “civilizada” (21). Había nacido el “japonismo“. Con la llegada de la Ilustración, esta percepción de diferencias radicales entre Japón (desgajado de Oriente) y Europa (considerada como conjunto) adquirió un gran valor táctico para el “asalto filosófico” que la Enciclopedia libraba contra el oscurantismo del antiguo régimen (22). En efecto, darle a una nación extranjera el estatuto de “nación más diferente” equivalía a aceptar el principio mismo de una diferencia que podía, desde allí, esgrimirse como argumento para dirimir querellas domésticas (la querella básica era contra el poder despótico de la nobleza). Dos rasgos sobresalen al repasar unos cuantos de los 230 artículos que los enciclopedistas franceses dedicaron a Japón. - La falta de rigor informativo y argumental de la mayoría de ellos. Resulta difícil separar verdad y fábula en los escritos de un Jaucourt o de un Diderot, por no referirnos a los demás. - La honda huella que dichos escritos dejaron en la posteridad, no solamente francesa, también europea. Siempre resulta estimulante el ejercicio de comparar los comentarios de muchos viajeros contemporáneos con los acertos de aquellos venerables enciclopedistas (23). El japonismo vino a ser una especie de devoción laica hacia un mundo pintado como (y sólo como) irreductiblemente ajeno al nuestro. La profundidad entrevista de la diferencia aumentó la intensidad de la fascinación. De las crónicas de los jesuitas españoles españoles y portugueses portugueses a la imitación imitación de las escrituras escrituras ideográficas ideográficas ajenas ajenas al alfabeto romano. romano. De la moda de las “japonaiseries” a las visiones arquitectónicas de Piranesi o de Von Erlach. De los injertos de la arquitectura de la Bauhaus (Walter Gropius seguramente se inspiró en la Villa Imperial de Katsura) a la copia de las estampas japonesas por Klimt o Modigliani. Un milenio de fascinación ante una civilización que fue progresivamente entendida por los europeos como “arquetipo “arquetipo del otro”, un espejo que Europa enfrentaba enfrentaba a su propia identidad y con el que sigue manteniendo manteniendo una relación ambivalente: exótica atracción, desconfiada agresividad (24). Conviene no prescindir de otro aspecto de la cuestión. Desde mucho antes del descubrimiento de América, en Europa ya era costumbre arraigada explicar, “dar razón” del resto de naciones del planeta. Aparte de designios geo-estratégicos de dominación dominación internacional (que nunca escasearon escasearon entre las motivaciones motivaciones europeas, desde los Romanos Romanos en adelante), adelante), otros aspectos menos “culpables” también intervinieron en la fijación de una Europa concebida como centro cognoscitivo del universo: la filosofía griega, la cultura organizativa romana, el cristianismo, la escritura alfabética. Todo ayudó a que Europa se viera situada en uno de los centros del la tierra (el otro siempre fue la China...¡aunque China...¡aunque en Europa a China se la ignoraba completamente!). Desde el centro, Europa miró alrededor suyo explicando como “saber objetivo” lo que sobre todo era proyección de la mentalidad y de las necesidades europeas. Nació una visión etnocéntrica: una racionalización del mundo mundo en la que cierta cierta definic definición ión de “Europa “Europa”” (blanca (blanca,, cristian cristiana, a, central centralista ista,, belicis belicista, ta, relativa relativamen mente te próspera próspera)) se consideraba como criterio y medida aplicable a cualquier otra nación. Europa constituía LA civilización. El resto del mundo fue pensado y sentido a través de valores europeos. La superioridad tecnológica europea hizo el resto: gracias a los viajes intercontinentales, al comercio, a la dominación militar prolongada y a las extraordinarias potencialidades de la imprenta, el mundo entero pasó a explicarse a sí mismo por medio del modelo europeo (25). Sin embargo, esta Europa casi vocacionalmente etnocéntrica no era plenamente homogénea. Podemos distinguir entre dos orientalismos europeos que, para simplificar, denominaré inglés y francés. El orientalismo de estilo inglés forjó sus instrumentos técnicos durante la revolución industrial, sus mecanismos políticos en el curso de la colonización (precursora de la Commonwealth) y su fundamentación argumental por medio de la antropología culturalista. Estos tres fenómenos se implican mutuamente, como se sabe: la colonización proporcionó una 13
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salida expansionista lógica a la sostenida superioridad tecnológica de Inglaterra del resto de Europa (26); la ciencia del hombre permitió la elaboración de un discurso legitimador de algo que la pura superioridad bélica hubiera sido incapaz de justificar. justificar. Aunque Inglaterra no colonizó en ningún momento a Japón, su antropología proporcionó los recursos necesarios para la fijación de un “saber común” sobre Japón. Los trabajos de Edward Tylor, James Frazer, Louis Morgan y luego Bronislaw Malinowski, entre otros, acostumbraron a los especialistas y al público en general a entender el mundo como una “multitud de historias particulares” que salían del silencio gracias a la observación de los científicos y que se iban ordenando poco a poco gracias a la influencia organizativa y civilizatoria del gran león inglés (27). Dentro de este multiculturalismo, Japón ocupaba el rango de nación-en-extremo-diferente: por formar parte del conglomerado asiático y por ser particularmente poco estudiada por sus propios antropólogos, siendo mayor la maravilla cuanto menor era el conocimiento empírico que sobre ella se tenía. La mentalidad multiculturalista cuajó profundamente en la conciencia británica. - De puertas afuera, le daba al público una imagen concreta (amable y atrayente) a lo que, de otra forma, se hubiera limitado a ser pura transacción entre comerciantes (o bucaneros) ingleses y asiáticos que vendían su thé, su porcelana, sus marfiles, sus telas, sus especias, todo aquello que, reunido en las metrópolis, transformó a Inglaterra en el primer emporio mundial durante el siglo XIX. Japón, Asia, Oriente, eran para los ingleses poco más que una serie de productos, una serie de gestos, una serie de anécdotas o aventuras más o menos verosímiles (28). - De puertas hacia adentro, el multiculturalismo comenzó a aplicarse como una forma “territorialista” de entender la vida civil y la democracia: así como en Delhi o en Nairobi las “civil lines” delimitaban el territorio de los “sahibs” y de los nativos, lo mismo sucedió en Londres, Manchester o Liverpool. El multiculturalismo inglés aceptaba sin objeciones la diferencia radical entre los pueblos. Pero a condición de pensar que Inglaterra (como parte de Occidente) se situaba por encima de los otros: en los mejores barrios, en los mejores trabajos, en los mejores colegios y servicios. Porque en el multiculturalismo al estilo inglés a menudo asoma la autosuficiencia europea, cuando no cierto dejo de racismo blanco (29). El orientalismo de estilo francés rumbeó en otra dirección. Parte de la disputa anglo-francesa de los tiempos modernos tiene que ver con la manera de explicar el mundo exterior. Además de las rivalidades coloniales y la subsiguiente sectorialización del mundo en zonas inglesa y francesa, a dicha disputa concurrieron criterios epistemológicos distintos y hasta maneras diferentes diferentes de enfocar la vida política y civil en la propia casa. A finales finales del siglo XVIII, el escritor francés Chateaubriand cruzaba el océano Atlántico convencido de que en América podría conocer en carne y hueso al “buen salvaje” (30). Su ingenua expectativa era la expresión de una larga tradición nacida con Rousseau y plenamente vigente en nuestros días con la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss y una pléyade de discípulos y admiradores (31). El orientalismo francés está completamente penetrado por lo que se ha dado en llamar “relativismo”. El relativismo cultural reconoce las diferencias entre los hombres y sus culturas hasta el extremo de sostener el principio de la diferencia absoluta como forma de asegurar la igualdad (32). Una distinción con respecto a la posición inglesa la podemos encontrar en el hecho que el imperio colonial francés fue bastante menos extendido y floreciente que el inglés. Además, buena parte de la producción antropológica francesa vio la luz en países con los que Francia no había tenido relaciones directamente directamente coloniales, como América América Latina o China, por citar dos zonas significativas. Incluso en el caso de la antropología “africana” o “indochina”, una antigua tradición francesa de independencia respecto del discurso político dominante en su país permitió la elaboración de un pensamiento académico relativista que dejaba más libres y mejor parados a los pueblos estudiados. Oriente, y dentro de Oriente el Japón, fueron presentados a los franceses no sólo como civilizaciones completamente diferentes de la occidental sino, además (y aquí la tradición francesa diverge de la inglesa) como potencialmente iguales o superiores a las europeas. Por medio de la organización de los jesuitas y de la prédica humanista, las crónicas del padre Javier calaron mucho más hondo en Francia que en la propia España: Japón conservaba cualidades a las que Europa había renunciado, ¡doble pecado ya que los europeos contaban con el privilegio de la civilización de Cristo! Y ya que nos corresponde juzgar a Japón, dirá el abate Lejeune, es cierto que los japoneses a veces se equivocan, pero no cabe duda que nosotros nos equivocamos mucho más a menudo (33). Desde el siglo XVIII la puerta quedó abierta de par en par para una admirac admiración ión sin paliati paliativos vos,, que la pintura pintura modern modernaa (natural (naturalista ista,, impresi impresioni onista sta y expresi expresionis onista) ta) nos recuerda recuerda a cada cada momento (34). Claro que, de puertas adentro, adentro, la organización política francesa francesa no siguió los mismos pasos relativistas relativistas que marcaban marcaban sus ilustres antropólogos de terreno. La república francesa se rige por las ideas “universalistas” de la Enciclopedia y de la Revolución de 1789. Dentro de su territorio rigen leyes aplicables rígidamente a todos los ciudadanos, como única forma concebida de lograr que todos sean formalmente “iguales ante la ley”. Ningún extranjero será marginado de los derechos teóricos mínimos. Pero nadie podrá invocar el argumento de la propia diferencia cultural como forma de evadir el 14
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cumplim cumplimient iento o de la norma norma común, común, cosa que han sufrido sufrido en sus carnes carnes tanto tanto los negros martinique martiniqueses ses como los árabemusulmanes y demás africanos residentes en territorio metropolitano. En resume resumen, n, dos formas formas parcialm parcialmente ente distint distintas as de conside considerar rar a Japón Japón como como realida realidad d completa completamen mente te diferen diferente: te: el multiculturalismo multiculturalismo y el relativismo. relativismo. Sin embargo, embargo, las peculiaridades peculiaridades de cada una no logran eliminar completamente completamente cierto parentesco entre ellas. Para una y otra, el resorte argumental ha sido la existencia de un supuesto “determinismo cultural” (35). Según esta concepción, una nación se explica fundamentalmente por medio de su cultura. Básicamente porque la cultura es un sistema completo capaz de modelar las características individuales, sin dejar al mismo tiempo de determinar el paradigma colectivo de la sociedad. Según cada escuela escuela nacional, dicha totalidad se denominará “ambiente”, “sistema de creencias”, “personalidad” o “lenguaje”. Pero, en todos los casos, la cultura funcionará como un código todoabarcante dentro del cual “vivimos, nos movemos y existimos”, mucho más allá de la conciencia refleja que tengamos de ello y de la reivindicación de especificidades individuales propia de las tradiciones teóricas individualistas (procedan del molde republicano o del cristianismo). Como balance provisional de esta (breve) presentación de una doble tradición europea, podríamos decir dos cosas. - La aceptación de la diferencia radical estimuló a que los “otros” tomaran la palabra para explicarse a sí mismos, tras un largo periodo de predominio argumental por parte de los países europeos (36). - Por el contrario, el eurocentrismo sigue presente (aunque de forma “temperada”): la difusión del capitalismo como “única alternativa teórica mundial” implica el recrudecimiento de las presiones homogenizadoras ejercidas sobre culturas y civilizaciones ajenas al clásico y jerárquico molde europeo (por dicha razón, la inevitable retórica de la “globalización” merece toda sospecha desde América Latina). Cuando, en nuestros días, se habla de la “fortaleza europea”, ¿contra quién esos muros se han levantado si no es contra peligros exteriores encarnados por ciertos países como, paradigmáticamente, Japón? En la medida en que Europa percibe más y más a Japón como una amenaza, el japonismo europeo tiene que reciclarse a fin de poder brindar nuevas coartadas con que sus propias naciones naciones puedan defenderse en la guerra económica económica y tecnológica. tecnológica. Es cierto que Japón sigue siendo definido como plenamente aceptable en su diferencia. Japón sigue atrayendo y hasta fascinando. Sólo que el Japón del que más de uno habla en Europa es una nación y una cultura detenidas en la pre-modernidad de la era Tokugawa, en plena Edad Media nipona, llena de “geishas” y “samurai”, de costumbres asombrosas y de “performances” espectaculares, dotadas llegado el caso de una divertida irracionalidad. En Europa, el Japón contemporáneo (me refiero al observable) a muchos les resulta chocante por su mestizaje cultural y por el carácter “naïf” y hasta “kitch” de sus manifestaciones manifestaciones sociales sociales recientes. Interesa, preponderantem preponderantemente, ente, el Japón sin mancha ni arruga de la Kyoto imperial, previa a la modernidad, aislada en su existencia provinciana. Con ese Japón inofensivo, ya no hay ocasión de “malentendidos” como los que motivaron un famoso libro de Euthyme Wilkinson (37). Para defenderse mejor contra el agresivo Japón contemporáneo, desde una y otra orilla del Canal de la Mancha no faltan quienes intentan transformarlo en un gigantesco museo viviente. Suprimido el Japón-acontecimiento, el molesto Japón de la actualidad, Europa está procediendo a una especie de “naturalización” de dicho país, en el sentido con que Roland Barthes (hablando de otros temas) solía caracterizar a las mitologías (38). Mitificando a Japón se lo mantiene presente (con lo cual se lo puede vigilar sutilmente) y al mismo tiempo a prudente distancia (de forma que su urticante actualidad no provoque inesperados contagios). Por esta vía, el japonismo ha acabado sirviendo de inocente coartada para operaciones políticas que tachan con la mano del proteccionismo lo que acababan de escribir, con la otra mano, sobre la liberalización. Una solución genuinamente norteamericana: recuperar el retraso. Un dato de orden cognoscitivo nos ayudará a centrar el tema: el amplio dominio que las teorías funcionalistas han ejercido tradicionalmente sobre la escena intelectual norteamericana. La concepción funcionalista del cambio social coincide, en buena medida, con su teoría de la modernización. Por su propia naturaleza de organismos vivos, dicen, las naciones recorren un camino evolutivo que las lleva de estadios más tradicionales a estadios más modernos. De hecho, la traducción histórica del carácter evolutivo de una sociedad, de toda sociedad, es, según el funcionalismo, el tránsito entre tradición y modernidad. Sean los móviles del cambio de carácter endógeno (así prescriben Parsons, Smelser, Bellah, Eisenstadt, entre los principales, muchos de los cuales se ocuparon -y esto es significativo- del caso japonés) o exógeno (como lo prefieren Bendix Bendix y Lerner, entre otros), asombra la homogeneidad homogeneidad de la creencia norteamericana norteamericana en el carácter carácter superad superador or,, superior superior,, de lo “modern “moderno” o” respec respecto to de lo “tradici “tradiciona onal”. l”. Si éste representa representa el autorita autoritarism rismo o polític político, o, el subdesarrollo económico y el atraso cultural y mental, con aquél llegan la democracia, la industrialización y las mieles de la cultu cultura ra urban urbana. a. Un abism abismo o sepa separa ra enton entonce cess el “antes “antes”” y el “desp “despué ués”: s”: las las teoría teoríass de la mode moderni rniza zaci ción ón son son 15
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inevitablemente dualistas. El destino de toda sociedad, la responsabilidad de los gobernantes, la tarea de los ciudadanos (siempre según esta mentalidad) es única y una sola: modernizar la propia sociedad y contribuir a la modernización de las demás (39). El tránsito entre tradición y modernidad está pautado según etapas que varían de un autor a otro. Más allá de sus aspectos específicos, las diferentes teorías de la modernización apuntan, sin embargo, a una idéntica meta: explicarla como el proceso de industrialización acaecido en Estados Unidos, de forma similar (afirman los funcionalistas) a como ya había sucedido en Europa occidental desde fines del siglo XVIII o principios del XIX. Las analogías observadas entre todos estos estos paíse paísess a ambo amboss lados lados del del Atlá Atlánti ntico co les perm permiti itiero eron n conclu concluir ir que que el proc proces eso o de mode moderni rniza zació ción n conlle conlleva va tendencialmente las mismas características, idénticas etapas, condiciones comparables para todos los países del mundo. No quiero detenerme ahora en la carga etnocéntrica que transportan unas teorías para las cuales “modernización” coincide de hecho con “occidentalización”, siguiendo en ésto la pauta etnocéntrica europea. Prefiero enfocar la consecuencia específica que el discurso dominante norteamericano (teñido, dijimos, de dualismo funcionalista) extrajo del caso Japón. Si el conflicto bélico había colocado a Japón y a EEUU en extremos opuestos en cuanto a objetivos militares, las teorías académicas remacharon el clavo inventándose un Japón que constituyó, desde entonces, una antítesis perfecta del coloso norteamericano, especialmente en lo relativo al par de opuestos representado por los conceptos de tradición y modernidad. Si los Estados Unidos constituían el ápice de la modernidad, el término “ad quem” de los esfuerzos industrialistas y sociales, Japón fue visto como el colmo de la tradición, exhibida de forma ostentatoria y por así decirlo provocadora por los (casi) irremediables nipones. La “otredad” sin remisión del Japón ya había sido descrita por Ruth Benedict (40) con argumentos que desde entonces han subyugado a buena parte de los analistas norteamericanos. Un poco más tarde, Bellah, Eisenstadt, Bendix, Lebra y varios otros completaron la batería argumental, introduciendo a este Japón tradicional en la corriente de la historia evolutiva común: todo entero autoritario, económicamente dependiente y culturalmente anacrónico (41). Y si tal era la visión que Japón proyectaba ante los ojos de tan ilustres sabios, era lógico que, activando ese intervencionismo casi “natura “natural” l” tan propio propio de los norteam norteameric ericano anos, s, hubiera hubiera muchos muchos buenos buenos ciudada ciudadanos nos (mision (misioneros eros,, técnico técnicoss agrícola agrícolas, s, profesores de lengua, tecnólogos) así como prácticamente todos los gobernantes desde 1945 (sin variación perceptible entre entre demócra demócratas tas y republic republicano anos) s) interesa interesadísi dísimos mos en lograr lograr la “redenc “redención” ión” de Japón, Japón, ayudánd ayudándolo olo a supera superarr sus trasnochadas trasnochadas tradiciones tradiciones y a poner en su remplazo una larga lista de modos de hacer, de vivir y de pensar comprensibles comprensibles para los norteamericanos (en lo posible: los suyos propios). Entre 1945 y 1951, la ocupación norteamericana significó un periodo apto para “ayudar” a Japón a convertirse en una sociedad lo más americanizada posible. Pero que conste que las presiones ya habían comenzado un siglo antes, con el comodoro Matthew Perry y sus “barcos negros”, continuándose hasta el día de hoy, sin que Estados Unidos parezca dispuesto a renunciar a su benévola disposición civilizatoria hacia Japón (42). Cabe agregar que EEUU no ha logrado cumplir plenamente sus objetivos, como se trasluce del acendrado antiamericanismo de la inteligencia nipona. La “japon “japonolo ologí gía” a” podrí podríaa consi consider derar arse se como como una una aplica aplicaci ción ón,, al caso caso de Japón Japón,, de las las teoría teoríass duali dualist stas as de la modernización, esa exitosísima “caja de herramientas” puesta a disposicipón de la Casa Blanca y del Pentágono para crear un discurso universalista (se les llamó, dijimos, “estudios de área”) centrado en Washington. En su momento, el japonismo europeo había pintado un Japón irrecuperablemente diferente, definitivamente aceptado como “el otro” y admirado (o temido) en cuanto tal. En cambio, la japonología de cuño norteamericano, si bien aceptó la circunstancia histórica de la diferencia, de ninguna manera la consideró un hecho natural e irreversible. Al terminar la guerra, Japón ciertamente se mostraba como una sociedad muy diferente de la norteamericana. Pero se decidió que la diferencia estribaba en la posición evolutiva distinta de ambas. Japón fue considerado como una nación bastante desarrollada, aunque un paso atrás de la norteamericana, en lo que tocaba a organización política, económica, social y cultural. Y se señalaba a las tradiciones japonesas japonesas como como las grandes grandes culpables culpables de de tamaña tamaña anomalía. anomalía. De manera mucho más sistemática y presionante que durante el siglo XIX, lo central de la política japonesa del gobierno norteamericano pasó a ser, desde 1945, “ayudar a Japón a recuperar su retraso” (43). Desde entonces, una tarea unificó los esfuerzos públicos y privados estadounidenses: “modernizar a Japón”. La primera tarea modernizadora (comenzada desde el desembarco del general MacArthur, pero nunca detenida desde entonces) consistió en “alinear” a Japón desde el punto de vista económico. Adecuando sus niveles productivos en base a una cesión masiva de tecnología e incluso de maquinaria con las que completar el muy maltrecho parque industrial al acabar la guerra. Participando en la recapitalización nipona. Además, abriendo el mercado norteamericano a productos fabricados fabricados en el archipiélago. Y, Y, finalmente, finalmente, acomodando el sistema sistema productivo productivo japonés a lo que entonces entonces se estilaba en los Estados Unidos, en cuanto a organización productiva, productiva, estilo gerencial y relaciones relaciones laborales. Aunque, Aunque, a la vista de la evolución posterior del sistema económico japonés, parezca increíble poder afirmarlo, el Japón posbélico fue reorganizado
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económicament económicamentee para cumplir funciones funciones complementarias complementarias con respecto a la economía norteamerican norteamericana, a, al igual que sucedió en ese momento con los países europeos favorecidos por el “Plan Marshall” y otras formas de intervención norteamericana. De forma correspondiente correspondiente,, modernizar modernizar a Japón significaba, significaba, en segundo segundo lugar, “regularizarlo” desde el punto de vista político. Se trataba, antes que nada, de suprimir las huellas del pasado dictatorial: eliminar el carácter “divino” del “Tenno” (emperador), declarar fuera de la ley a los “zaibatsu” (monopolios familiares considerados como fundamento del armamentismo nipón desde comienzos de siglo) y suprimir el ejército (causante en lo interno de la política dictatorial y en lo externo del expansionismo asiático). Y luego se trataba de decretar una serie de reformas que permitieran asentar reglas duraderas de un régimen democrático lo más afín posible al practicado en Norteamérica: reformas en la organización sindical, en la educación, en la tenencia de la tierra y en los mecanismos de creación y articulación de los partidos políticos. De nuevo en este caso, tras más de 50 años de desembarco norteamericano y a las puertas de una reforma de las instituciones que se sospecha crucial, el panorama político del Japón de hoy en día no tiene nada que ver con lo diagramado diagramado en su momento por el comandante supremo norteamericano. norteamericano. Como tampoco acabaron siéndolo las naciones europeas liberadas por USA en 1945, con Alemania en cabeza (44). En tercer lugar, modernizar a Japón significaba para los americanos “homologar” a Japón con las principales naciones occidentales desarrolladas; para entendernos: aquellas con las que se reúne en el cenáculo del G-7 (ahora G-8). Durante el siglo XIX se trataba de homogenizar a Japón con respecto a las naciones occidentales a las que éste deseaba compararse. Con ocasión de la firma de los “tratados desiguales” (forzados desde 1854 por el ya citado Perry para abrir el cerrojo comercial japonés y disponer de puertos de defensa y abastecimiento y, luego, imitados con motivos comerciales por ingleses, holandeses y rusos) (45), fueron agregadas una serie de claúsulas que poco tenían que ver con el libre comercio y mucho con las “buenas maneras”: maneras”: formas occidentales para que americanos americanos y europeos europeos no tuvieran la impresión de estar tra tratan tando con “sal “salva vajjes” es” (nor (norma mass liga ligada dass a la indu indum menta entari ria, a, a la comi comida da y a la etiq etiqu ueta eta, entr entree otra otras) s).. EEUU nunca desestimó acciones tendientes al “acercamiento cultural” japonés con respecto a los moldes occidentales consuetudinarios consuetudinarios.. Desde finales del XIX y comienzos comienzos del XX hasta ahora, no han escaseado escaseado los misioneros, misioneros, educadores, artistas y profesores de lengua norteamericanos, transformados en permanente vitrina de una forma de ser, de hablar, de sentir y de vivir que los yankis nunca han dejado de suponer más adecuada para los japoneses que la propia tradición nipona. Desde los años 60, el resurgimiento resurgimiento económico y el auge de las comunicaciones comunicaciones permitieron dar pasos decisivos hacia una mayor americanización de Japón. Gracias a la televisión, a los viajes y a los “estudios extranjeros”, hemos pasado de lo cualitativo a lo cuantitativo: en nuestros días, la influencia cultural norteamericana sobre Japón es mayor que antes. En su organización externa, el diagrama exterior del sistema educativo (incluyendo la universidad) es copia del usual en EEUU. Los medios de comunicación de masas (incluyendo de manera decisiva a la televisión) difunden innúmeros ingredientes del estilo norteamericano, que pasan a formar parte de la vida corriente del japonés medio. Es imposible concebir la cultura urbana contemporánea del Japón fuera de una estrecha ligazón con el modo de vida de EEUU. Desde la comida (no sólo McDonald o Kentucky Fried Chicken; sobre todo el hecho mismo de remplazar la lógica de la cocina tradicional japonesa por un estilo que se basa en lo precocinado y hasta en la “comida basura”) al ocio (el tipo de rock, el tipo de filmes, el tipo de deportes, el tipo de viajes), pasando por las modas (la indumentaria, la pose, el lenguaje) y hasta por las creencias (religiosas o civiles según los casos) (46). Cada año, más de tres millones de japoneses visitan Estados Unidos.
Ganada en Japón la batalla de la americanización, a los Estados Unidos todavía les quedaba un cuarto espacio que ocupar en la batalla argumental orientada a “construir” un país a imagen y semejanza de Norteamérica. Me refiero al tema de la “internacionaliz “internacionalización” ación” de Japón. Políticos, Políticos, empresarios empresarios y académicos académicos norteamericanos norteamericanos están dedicando dedicando en la actualidad sus mejores esfuerzos a dicha empresa. Se trata de elaborar un discurso según el cual Japón es moderno no solamente porque está democrática, económica y culturalmente “normalizado” en términos domésticos (objetivo ya conseguido), conseguido), sino porque su homogeneidad homogeneidad internac i nternacional ional es tal que le permite incluso formar parte integrante del pelotón delantero de los países capitalistas. Sea en las Naciones Unidas (FAO, ACNUR, Consejo Permanente, etc), sea en las poderosas instituciones que formal o informalmente gobiernan la economía del mundo (OCDE, DAC, G-8, BM, FMI, etc). De esta forma, se muestra ante los ojos de todo el mundo a un Japón modelo de liberalismo, espejo de neoliberales. La retórica gubernamental japonesa es en apariencia plenamente cómplice de este designio: reivindica la libertad económica a través de la libre empresa y de la competencia, defiende con uñas y dientes el flujo internacional irrestricto de mercancías a través de la Organización Mundial de Comercio (sucesora del GATT), asegura desconfiar del Estado como solventador o regulador directo de la igualdad de oportunidades, practica a gran escala la “administración delgada”, dice en todo momento apoyarse en la presuposición de un equilibrio hecho posible por la “mano invisible” del mercado, se hace llamar a sí mismo “liberal” y “democrático”. Japón (o sea: el régimen que lo gobierna desde hace 40 años) puede sentarse en las 17
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cómodas butacas de la dominación internacional. Puede incluso tomar la palabra para dar su opinión propia. Todo esto sin temor a desentonar con respecto a la música que toca su valedor norteamericano. Mas adelante veremos hasta qué punto la práctica social real del Japón contradice bastante la retórica neoliberal del “nuevo orden internacional” promovido por los Estados Unidos. Pero, de momento, las apariencias quedan dignamente cubiertas y Estados Unidos puede, con orgullo, ofrendar al “mundo libre” el fruto exitoso de sus desvelos: rescatar a Japón de su atavismo ancestral, transformarlo en un interlocutor presentable ante las otras naciones modernas y adelantadas. Todo parece estar bajo control. Consolidación de las teorías de “Los dos Japones”. El lector interesado en los asuntos de Japón y del SEA probablemente ya lo advirtió: con un propósito deliberado o por simple azar de las circunstancias (cuando no por efecto de la inercia mental), muchas de las viejas o nuevas teorías explicativas explicativas sobre Japón difícilmente se apartan de los senderos senderos descritos. Hasta el punto de poder afirmarse, afirmarse, con alivio, que recién en el curso de los últimos años han comenzado a aparecer terceras posiciones serias y documentadas en las que apoyarse (47). Tan cierto es, históricamente hablando, que el saber siempre se va sedimentando en función y a partir de los intereses de las naciones y de los Estados predominantes. El saber lo produce el poder. Sin mengua, bien es cierto, de la buena voluntad subjetiva de académicos y exploradores, de comerciantes, peregrinos y hasta de militares ilustrados que en cada etapa etapa pretend pretendían ían escribi escribirr honrada honradamen mente te lo que sus ojos ojos creían creían percibi percibir. r. Sin quererlo quererlo en muchos muchos casos, casos, terminab terminaban an haciéndole haciéndole el juego a esas políticas etnocéntricas etnocéntricas (cuando no neocolonialistas) neocolonialistas) que buscan, a veces por la vía obligatoria de las cañoneras o por la más sutil de los razonamientos, rediseñar la sociedad internacional en función de arbitrios metropolitanos. Por una parte surgió, cognoscitivamente hablando, un “Japón de las tradiciones”. Se trataba de mirarlo absortos deleitán deleitándos dosee en las peculia peculiarida ridades des,, celebra celebrando ndo sus extrav extravagan agancias cias,, integrán integrándolo dolo todo, todo, hasta hasta lo incongru incongruente ente y lo contradictorio, en un sistema teórico “de vía única”, como diría Robert Merton. Es un hecho que este estilo analítico no se limitó a florecer en Europa. Se trasladó a Estados Unidos, dando frutos tan excepcionales como el justamente famoso texto de Ruth Benedict, “El crisantemo y la espada”, espada”, en el que la antropóloga antropóloga norteamericana norteamericana logra el “tour de force” de hacer que las cuentas cuadren y que Japón se convierta en un perfecto “sistema de signos” (al decir de Roland Barthes cuando habla, precisamente, de otro Japón, “el Japón de Roland Barthes”) en los que prácticamente ninguna esfera queda fuera de la onda expansiva de la explicación culturalista. Japón es diferente, es LO diferente, es lo perennemente diferente, al decir de autores de este tipo. Unicamente puede seguir respondiendo a dicha clave explicativa si no cambia. De resultas de estas necesidades epistemológicas, Japón se fue poco a poco transformando en un país signado por la más tozuda e indiferente de las continuidades, respecto de acontecimientos que fueron sacudiendo al mundo exterior (aunque al comienzo fuera un mundo exterior tan cercano como el de los países limítrofes). Japón fue aquel país que, contra las leyes del género y las previsiones razonables, se mantuvo idéntico a sí mismo, a través de los años y de los siglos, siglos, mostrán mostrándole dole al mundo mundo una perfecta perfecta homogeneida homogeneidad d interna interna legitima legitimada da por las teorías teorías occiden occidentale taless e incluso incluso reasumida, como veremos, por muchos pensadores japoneses modernos. Este Japón de las tradiciones se destaca por la armonía entre el hombre y la naturaleza, por el acusado sentido estético que se exhibe en templos y jardines, en las vitrinas de tantas tiendas artesanales de Kyoto y en los atuendos de “geishas” y matronas, en la serena “politesse” del lenguaje de respeto, en la comida y su minucioso ritual. Este Japón con imagen de marca “tradicional” (tan conveniente, como observamos, en el contexto de cierta estrategia cognoscitiva) goza de una esplendorosa actualidad (48). Visto de esta forma, con independencia de que el sistema social japonés se haya vuelto internacionalmente potente, sólo se percibe la homogeneidad pasatista, el carácter deliciosamente reaccionario de lo que este museo viviente explaya ante nuestros ojos. Japón, más que una potencia, es ya un estilo. Y un estilo que puede competir en el contexto de la era tecnológica. Los mejores diseñadores occidentales lo saben y hacen continuos ejercicios para que el rasgo, el color, el efecto final de una prenda de vestir, de un coche, de un juguete electrónico o de un perfume queden como si dijéramos “anegados” por la secuencia líquida de una fragancia tan invisible como invasora. Desde el punto de vista comercial es ciertamente una opción opción (acaso (acaso inspirada inspirada por la industr industria ia frances francesaa de exporta exportación ción,, florecie floreciente nte y reputada reputada). ). Desde Desde el punto punto de vista vista cognoscitivo, ya es todo un símbolo, un potente símbolo. Y tenemos, al lado, crecido sin que lo advirtiéramos, un “Japón de la tecnología”. En su contemplación también se percibe un deleite, aunque de diferente dimensión: es la satisfacción ante los deberes que el buen alumno “ha complido”, tan bien ejecutados que el “junior” logra igualar al “senior”, llegando incluso a superarlo (49). Bajo esta lente, Japón se nos muestra antes que nada como el reino de la electrónica, un país en el cual el “chip” ha logrado adaptarse a las más
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variadas situaciones públicas o domésticas. También Japón ha accedido plenamente a la lógica consumista. Para testificarlo no hace falta más que ver hasta qué punto la novedad de un producto (y no la necesidad de su adquisición por alguna razón específica) es uno de los argumentos favoritos de las políticas de marketing que empujan al consumo compulsivo (50). Por otra parte, se debate si Japón ha accedido o no a la “sociedad de la información”. Indicios a favor de esta tesis serían el carácter y el volumen de sus medios de comunicación de masas; y sobre todo la retórica social que preside a la relación entre el ámbito microsocial y esos macroespacios en los que se producen las noticias y los discu iscurs rso os (51). 1). Si esta hip hipótes tesis es ciert iertaa, buen alumn umno, Japón, bueno enos chicos cos los japones onesees. La eclosión de rasgos norteamericanos norteamericanos en una sociedad políticamente políticamente tan tradicional tradicional como la que encontró MacArthur MacArthur y luego dirigió durante seis largos años, constituye el triunfo de una política de modernización universal conducida con mano firme desde Estados Unidos. Más aún: constituye, de paso, el triunfo final de las teorías que aseguran el carácter necesario (e inevitable) de la convergencia entre todos los sistemas sociales reunidos en el regazo acogedor de cierta sociedad que marca el camino y define el sitio y la etapa de cada uno. Por esta vía, EEUU ha dotado al mundo de la democracia liberal, del capitalismo consumista y de las autopistas de la información. Japón constituye un gigantesco escaparate donde se exhiben los mejores frutos del neoliberalismo. Poco importa que Japón se revele al análisis como muy poco liberal. Su mera presencia entre los grandes del mundo es esgrimida como prueba manifiesta, contundente, de la ecuación entre capitalismo y modernización occidentalista. Sutilmente, Japón también constituye un poderoso argumento para recordar que no hay diferencia tan grande que no se pueda “homogeneizar”, que no hay retraso tan importante que no se pueda “recuperar”. A pesar de ser tan diferente, y probablemente porque se mantiene exteriormente tan diferente, Japón proporciona, como lo hace un negativo fotográfico, la prueba final del bien fundado (y positivo) predominio norteamericano. Naturalmente, esta lógica analítica ha cruzado a su vez el Atlántico, ahora hacia el este, nutriendo la mochila argumental de los países europeos, en tanto y en cuanto pertenecientes a la Unión Europea. Un Japón pacíficamente tecnológico también puede ser una opción para políticos y empresa empresarios rios empeñados empeñados en complet completar ar lo que Matthew Matthew Perry y otros otros america americanos nos comenza comenzaron ron en 1853: 1853: romper romper el aislamiento comercial y estratégico japonés. Las tornas se invierten: ¿los japoneses son tradicionales?; ¿les gusta lo tradicional? Pues entonces les exportaremos las más rancias tradiciones europeas: “savoir faire” francés (en forma de perfumes, perfumes, alcoholes, marcas marcas de diseño), diseño), “English style” (a través de la industria de la lengua en Londres y todo el sur de Inglaterra) y bonhomía y hasta bastedad españolas (por medio de un turismo japones de masas glotón en la mesa y pintoresquista a la hora de registrar -cámara en mano- cuanta tradición y cuento anacronismo les salga al paso: la única limitación que encuentra esta auténtica caza de trofeos devaluados es la frecuencia con que a los nipones les roban máquinas y equipos fotográficos de una forma muy española, “por la cara”). Esta lista no es exhaustiva, por supuesto. ¿Qué relaciones se establecen entre ambos “japones” argumentales? A ojos de muchos occidentales, se trata de “dos” países diferentes, a pesar de ciertos i ntercambios ntercambios internos como los descritos. Si observamos la información de prensa (y la “opinión pública” fabricada por ésta), podemos constatar una gran incomunicación entre ambos japones.
El que gusta de un Japón tradicional (conocido a través de las artes marciales, la comida cruda, las prácticas del “zen” o la literatura, por citar unos pocos ejemplos) renegará del estropicio que la vida moderna está produciendo en el archipiélago nipón y entre sus habitantes (tuvimos abundante ración de estos argumentos con motivo de la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente que la ONU celebró en Kyoto en diciembre de 1997 y luego durante los Juegos Olímpicos de Invierno, en Nagano, febrero de 1998). Al que prefiera un Japón tecnológico (al volante de su Toyota, jugando con su Game Boy, trabajando con su computadora extraplana o yendo a cantar al “karaoke”), no podrá percibir en el Japón de antaño más que un amacijo de costumb costumbres res atrabili atrabiliaria arias, s, siempre siempre más o menos menos relacion relacionada adass con un sistema sistema lingüíst lingüístico ico particu particularm larmente ente inútil inútil e improductivo. Cada uno de los dos japones compite por los mismos espacios en la crónica periodística de las espectacularidades (52). Todo esto tiene que ver con cierto marketing inconsciente que nuestras culturas parecieran haberse impuesto con respecto a Japón: todo irá bien mientras sigamos viéndolo como muy diferente; todo será fácil a condición de no ver en esa diferencia un peligro sino, más bien, una divertida entretención. Por eso, en el fondo de muchas explicaciones se revuelven revuelven contradicciones contradicciones no asumidas asumidas ni explicadas: explicadas: los japones tradicional tradicional y tecnológico tecnológico conviven sin que se explique cómo, dónde y porqué se articulan formando una sociedad real, algo mínimamente creíble. A lo sumo, se plantea la contradicción entre un creciente polo moderno y un tenaz (aunque reducido) polo tradicional: es la teoría de la amalgama entre dos matrices heterogéneas (53). O bien se invierte el sentido de la contradicción y se afirma (como lo hacen Van
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Wolferen y otros no tan famosos de la escuela crítica) que un discurso pretendida y engañosamente tradicional se usa para legitima legitimarr un poder poder capitalis capitalista ta conven convencion cional al y a las institu institucion ciones es que lo ejercen ejercen,, provoca provocando ndo que una moderni modernidad dad auténticamente democrática sea virtualmente desconocida en el Japón de hoy (54). ¿Incomunicaci ¿Incomunicación? ón? ¿Paralelismo? ¿Paralelismo? ¿Amalgama? ¿Amalgama? ¿Contradicción? ¿Contradicción? Sí y no. En cierto sentido se trata de dos “cuestiones “cuestiones japonesas”, japonesas”, de dos diferendos diferendos entre entre Japón y el mundo occidenta occidental. l. Como fue insinuado, insinuado, ambas ambas vías parecen parecen eficaces eficaces desde el punto de vista de su adecuación a intereses epistemológicos y políticos de dominación internacional: los poderes nacionales (estatales o no) acaban descubriendo -o generando- las teorías que mejor legitiman sus proyectos. Aunque, Aunque, por otra parte, ambas son limitadas si se trata de entender a fondo a Japón y de responder las cuestiones cuestiones que este país le plantea a la sociedad internacional. Cada cuestión japonesa es funcional para ciertos objetivos. - El carácter “único” de Japón le sirvió a Occidente (y en primer lugar a los “aliados” ocupantes del archipiélago y a la cohorte de pensadores atlantistas que sirvieron a sus propósitos) para “perdonar” a Japón...y así oponerlo mejor a la China, convertida convertida desde 1949 en el diablo, un antiguo adversario potencial transformado, transformado, ahora, en efectivo y concreto enemigo político de la OTAN. OTAN. Durante toda la guerra fría y aún hoy en día, estas visiones distinguen distinguen entre un “diferente bueno” y un “diferente malo”: las características características respectivas respectivas pueden no diferir demasiado demasiado (se entiende que a ojos de quienes quienes miran desde Occidente viéndolos a todos como “amarillos”), ya que entonces se practica una simple inversión de signo y lo que era positivo en un caso se torna negativo en el otro. - El carácter “inasimilable” del caso japonés le sirve a Occidente (primero a los europeos, pero ahora también a los norteamericanos) para presionar a Japón desde el mismo Japón y recordarle que todavía le queda mucho terreno por recorrer en el largo camino de la “internacionaliza “internacionalización”. ción”. Globalización, Globalización, interdependenci interdependencia, a, internacionaliza internacionalización ción son conceptos que en buena parte se entienden como progresiva homologación a Occidente. Con bastante unanimidad, lo que se persigue a uno y otro lado del Atlántico es integrar la diferencia que encarna Japón en el muy concreto sistema de dominación coordinado desde el G-8 y diversas agencias extra-gubernamentales (55). De esta forma, ambos discursos sobre Japón se entrelazan, se apuntalan mutuamente. Los gobiernos y sus voceros cambian de clave analítica según lo aconsejen las circunstancias. La tradición y la tecnología se alternan a la hora de seguir “explicando” “explicando” a Japón desde afuera. Lo que aquí se ha llamado teorías de “los dos japones” japones” constituyen (acaso sin haberlo programado maquiavélicamente) un estupendo recurso argumental con que mantener sujeto a Japón. Estas teorías de los dos japones (se apelliden japonismo o japonología), no son más que otra “caja de herramientas”, esta vez en las manos expertas de la Trilateral. No hay forzosamente en todo esto un “designio quintacolumnista” previo. Tan sólo hábil utilización del movimiento ya existente, a fin de darle la orientación y la intencionalidad deseadas. Finalmente es lo mismo que hacen un luchador de “karate” o uno de “sumo”: no necesitan de la inmovilidad para lograr su equilibrio, siendo capaces de atacar desde cualquier posición en la que se encuentren, incluyendo las que a nosotros nos parecen disparatadamente desequilibradas. El poder nunca es un estado inmóvil, más bien un movimiento permanente para imponer los mismos objetivos de acuerdo con cambiantes situaciones. A todo esto ¿que ¿que dicen dicen los japoneses japoneses? ? Hasta aquí fueron presentadas teorías sobre Japón que se fundan en (o que desarrollan) concepciones de origen explícitamente explícitamente occidental. occidental. Nos referimos a un “saber” creado, sobre todo, fuera de Japón. ¿Porqué tanta insistencia? insistencia? Me parece inevitable señalar un hecho clave: el Japón que a menudo nos venden, el que con frecuencia creeemos conocer, en buena medida es “un invento” de Occidente, como antes se planteó. Ahora bien, ¿qué piensan los mismos japoneses de esta situación? La manera usual en que las naciones perfilan una imagen de sí mismas es forjándose un pensamiento propio. Esto nos remite a otra serie de preguntas, necesarias y para nada impertinentes: - ¿Poseen ¿Poseen los japones japoneses es un “pensam “pensamient iento” o” que podamo podamoss conside considerar rar específ específico, ico, más allá de los modelos modelos chino, europeos o americano? - ¿Acaso existe una escuela nacional japonesa de teoría o de filosofía? Estas interrogantes han sido estudiadas por maestros eminentes: Hajime Nakamura, Kojin Karatani, Harumi Befu, entre los más importantes (56). Sólo se agregarán unas breves precisiones al respecto, sin intención de enmendarle la plana a ningún prestigioso autor.
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En el sentido inglés, francés o alemán, no puede decirse que la especulación filosófica sea un género por el que Japón se sienta particularmente inclinado. En esto, su caso recuerda en algo a España (57) y aún más a muchos países latinoamericanos. Japón carece de un sistema filosófico propiamente tal. Y aunque durante el siglo XX han aparecido algunos pensadores sistemáticos (Kitaro Nishida y Tetsuro Wasuji merecerían figurar en el lugar más prominente de una lista que no sería excesivamente larga), en términos generales Japón carece de una tradición consolidada de “pensamiento crítico”. Como es obvio, de ninguna manera se afirma que los japoneses sean incultos, o que sean incapaces de pensar seriamente. Lo que aquí se subraya (apoyándose por cierto en el consenso que, en torno al tema, parece establecido entre autores autores japoneses japoneses (58)) es que no cultivan cultivan el “pensam “pensamient iento o sistemá sistemático tico”” con la misma misma asidui asiduidad dad que los países países occidentales mencionados. La verdadera filosofía japonesa tal vez haya que buscarla en sus obras literarias imperecederas: - Los “monogatari” (cuentos o relatos, y para comenzar el “Genji Monogatari”). - Los “haiku” (desde el maestro Basho en adelante, constituyéndose en realidad en una forma expresiva moderna). - El teatro “Noh” (que Octavio Paz estudió sagazmente en paralelo con los autos sacramentales españoles). - Los “koan” del zen (sentencias paradojales, desconcertantes epigramas, fragmentos de una sabiduría profunda como la de Wittgenstein y amena como la de Oscar Wilde). Por otra parte, lo que se le planteó a Japón cada vez que decidió “zambullirse” en las culturas extranjeras, fue la necesidad de imitarlas también en términos de escuelas de pensamiento. Aunque suene fuerte, el término “zambullida” es el que parece más adecuado para describir lo que verdaderamente sucedió. Aquí encontramos el cabo de una seria contradicción. Los japoneses han tenido su escolástica en forma de filosofía confucianista y de adaptaciones de las escuelas predominantes en cada momento evolutivo del pensamiento occidental moderno: la fenomenología, el marxismo, el existencialismo, el posmodernismo y un largo etcétera. Los administradores japoneses de la ideología social ya tenían claro en el siglo VI que para “ser como China” había que “pensar en chino”. Cuando, Cuando, en el siglo XIX, Japón quiso acercarse lo más posible a las naciones naciones europeas, entonces mundialmente hegemónicas, además de otras cosas adoptó su pensamiento. En la actualidad sucede lo mismo. De suerte que que la impor importac tación ión de idea ideass y siste sistema mass occid occident ental ales es no es extra extraña ña a la tradi tradició ción n japon japonesa esa.. Japón Japón ha abrev abrevad ado o constantemente en aguas occidentales a fin de forjar ideas sobre el mundo en general y, concretamente, sobre sí mismo (59). Téngase en cuenta que, según la tradición occidental, el conocimiento teórico propende a lo universal y a lo normativo. Al contrario, según la tradición japonesa, el conocimiento profundo siempre estuvo más conectado con lo específico, lo idiográfico, idiográfico, lo particular. particular. Por esta razón, las formas artísticas y plásticas se constituyeron constituyeron en principalísimo principalísimo canal para la producción y transmisión de conocimiento. Y si se trataba de pensamiento crítico o sistemático, las formas “japonesas” de explicar el Japón fueron tomando rasgos similares a las teorías que estudiamos en el apartado apartado anterior. Nos detendremos detendremos brevemente en las dos orientaciones más significativas. A la primera orientación le llamaremos “nacionalista”. Comprendamos con qué facilidad tan fuerte tendencia a imitar servilmente al extranjero a menudo acaba produciendo una reacción en sentido inverso. Esta se traduce en una tenaz oposición, punto por punto, a las oscilantes explicaciones incorporadas por la intelectualidad más inquieta tras sus paseos por Occide Occidente. nte. La reacció reacción n de autoafir autoafirmac mación ión nunca nunca pensó pensó en constit constituirs uirsee como como escuela escuela específic específicaa (con la única única excepcion de la fallida y reaccionaria “escuela de Kyoto” de los albores de la segunda guerra mundial), aunque ha dejado sus huellas en diferentes momentos de la historia de Japón. Uno de dichos momentos cubrió todo el periodo Meiji, época durante la cual el “shintoísmo” fue entronizado como religión nacional, sacándolo del estatus secundario (por pobre, inculto y hasta rural) que había padecido desde que Shotoku, cual nuevo Constantino, convirtió el imperio regido por él al budismo. El establecimiento del “shinto” como religión del Estado japonés, con su propio sistema de santuarios y de sacerdocio, supervisado directamente por el gobierno y financiado por el erario público, se planteó básicamente como una explicación “espiritual” del Japón sumamente apta para ciudadanos ayunos de una ideología acorde con los tiempos: identificación del Emperador, del territorio, de la raza y de la lengua como partes inseparables de un sistema de creencias. Según esta ortodoxia, los japoneses son “hermanos”, por ser hijos de la misma estirpe imperial, y ciudadanos de la misma nación. Ambas dimensiones (estirpe imperial y nación) son presentadas como idénticas entre sí y eternas, según las acomodaticias cronologías de la época. Por otra parte, todos los japoneses son “iguales” por hablar la misma lengua y pertenecer a la misma raza. Raza y lengua son “únicas”, ya que diferentes de cualquiera otra, operación ésta que requirió algunos maquillajes y reinterpretaciones.
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Ya estaba estaban n plantead planteados os los rasgos rasgos distinti distintivos vos del “kokum “kokuminse insei” i” (el carácte carácterr nacion nacional), al), con una fundam fundamenta entall diferenciación entre “uchi” (dentro) y “soto” (fuera) (60). Ambos no se refieren solamente a lo que la psicología norteamericana en su momento tradujo, algo apresuradamente, como “in-group” y “out-group”. Designan, además, la radical distinción, distinción, la tajante cisura que separa a los japoneses japoneses (“nihon-jin”, gentes de la nación imperial) imperial) de todo el resto del mundo (“gaikoku-jin”, gentes del extranjero, o sea de todo el mundo exceptuado Japón) y que los hace mutuamente inasimilables, como resultado de la definición dada de ellos y del resto (61). La mesa estaba dispuesta para el banquete. Este consistió en la retraducción “política” de lo que el “shintoísmo” sólo había planteado en el plano de las ideas y de los sentimientos. La traducción histórica y política del nacionalismo japonés se llamó “nihon-jin-ron” (“japonesismo” o teorías DE japoneses, entendiendo el genitivo como “por” y “para”) (62). Se trataba de explicaciones autocomplacientes sobre la superioridad del carácter nacional japonés y la inferioridad de las demás naciones, es, especialmente de aquellas con las que Japón ya tenía trato y querellas. De allí a sentirse imbuidos del destino manifiesto de “influir” sobre las otras naciones no había más que un paso. Este paso fueron las guerras y las anexiones. Contra Rusia en 1895, contra China en 1915, contra Corea desde 1876 y luego desde 1910, contra el mundo entero a partir de 1940. La derrota bélica de 1945 calmó los ánimos de muchos y, sobre todo, condenó al ostracismo temporario a las teorías más ultranacionalistas. Con la bonanza social y los éxitos económicos, los arrestos nacionalistas han resurgido, durante estos últimos años, en forma de posiciones políticas formales (63), de hipernacionalismo empresarial (64) y de libros cuyo argumento central no es otro que “decir no” a la agobiante influencia extranjera (65). Durante todas las etapas mencionadas, algunas constantes llaman la atención entre tantas teorías nacionalistas. - Una, el uso y abuso del tradicionalismo (drásticamente redefinido y selectivamente reconsiderado, amputando aspecto aspectoss indesea indeseables bles)) de forma forma oportun oportunista ista,, como como discurs discurso o legitima legitimador dor de un nuevo nuevo régimen régimen cuya cuya continu continuida idad d es necesario asegurar. - Otra constante es la tácita alianza que el discurso nacionalista japonés ha mantenido en muchos momentos con el japonismo japonismo de estilo occidental, occidental, en sus retraducciones retraducciones alemana, alemana, francesa francesa e inglesa. Quien haya tenido oportunidad oportunidad de paladear la fascinación japonista que destilan las avanzadillas culturales de dichos países en Japón (“Goethe Institut”, “Alliance Française” y “British Council”, respectivamente), sabrá que no se está hablando sólo del pasado sino de una situación contemporánea. Hay, ha habido desde hace tiempo, una segunda orientación auto-explicativa de Japón, que llamaré más “cosmopolita”. De ninguna manera se intenta pintarla con los rasgos de la ingenua y acrítica imitación de todo lo extranjero. Desde el siglo XVIII en adelante adelante (nótese: en pleno periodo de aislacionismo aislacionismo Tokugaw Tokugawa), a), a los pensadores y letrados japoneses japoneses se les planteó idéntica cuestión que durante el lejano siglo VI: ¿cómo compensar las evidentes carencias del “shogunato” y el más que seguro retraso al que la autarquía condenaría a Japón, sobre todo en tiempos de tanta fermentación cultural internacional y de tan decisivos progresos tecnológicos en Occidente?
Para cierto sector de la intelectualidad y de la élite, la solución pasaba por un aprendizaje metódico del pensamiento occidental. Conviene recordar los trabajos de Motoori Norinaga (1730-1801), crítico literario y filosófico de la época Edo (1603 (1603-18 -1868 68): ): ningu ninguno no hizo hizo tanto tanto como como él para para desca descaba balga lgarr a la tradi tradició ción n (liter (literar aria) ia) japon japones esaa del mono monoco corde rde neoconfucianismo reinante. Norinaga fue quien empezó a mostrar las analogías que el patrimonio literario japonés mantenía con ciertos textos presocráticos y cristianos. Durante el siglo XIX, otras tradiciones occidentales comenzaron a adherirse al corpus intelectual japonés. Volvió el cristianismo, esta vez en forma de misioneros católicos y protestantes, de escuelas y publicaciones, de dimensiones inéditas en la vida civil japonesa, como las cooperativas y las asociaciones de ayuda mutua. Las más importantes y variadas escuelas de pensamiento occidental fueron penetrando a la intelligentsia japonesa: japonesa: el evolucionismo evolucionismo darwiniano y su traducción traducción spenceriana, spenceriana, el nihilismo y la crítica social de Nietzsche, Nietzsche, el ya mencionado marxismo, las corrientes polític ticas inglesas, el utilitar tarismo nortea teamericano. El móvil móvil de tan heterogén heterogénea ea “pesca” “pesca” no era solamente solamente oponerse, oponerse, punto por punto, a los excesos excesos de tradicio tradiciones nes consideradas nocivas y esterilizadoras. La intención era además incorporarse, integrarse, en la corriente principal de la historia universal. Urgía dejar de ser una nación alejada, esquiva, situada en la banquina de la evolución común. Se trataba, claro está, de algo más que de vociferar “asuntos de Occidente” (“Seiyo Jijo”: así se llamó un libro de Yukichi Fukuzawa de 1870 que alcanzó popularidad y prestigio entre los letrados). Había que inyectarle a Japón la savia de las ideas modernas, buenas para resolver los problemas domésticos planteados, sin distinción del país, raza, religión o cultura de la que procedieran. Tampoco los “cosmopolitas” pensaron en algún momento transformarse en un escuadrón doctrinario identificable.
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Pero fueron muchos e influyeron a través de la literatura. Hubo una famosa generación que cultivó el “shishosetsu” o “novela del yo” y que contó entre sus filas a escritores relevantes -y muy conocidos en Occidente- como Natsume Soseki. Otros hicieron sentir su peso en la crítica social: Mori Ogai aplicó el criterio individualista a los estudios históricos abriéndole la puerta a célebres novelistas como Akutagawa (66). Más allá de peculiaridades y divergencias, también en el caso del pensamiento “cosmopolita” me parece oportuno destacar algunas constantes. - La primera es la crítica del tradicionalismo como causa del retraso histórico japonés. - Otra es, de nuevo, la implícita aceptación, por parte de la postura cosmopolita, de las arremetidas que los Estados Unidos nunca dejaron de lanzar contra Japón, para forzar la abertura de tan cerrado país y su rápida evolución en la misma dirección en la se habían orientado las naciones occidentales desde el siglo XIX. Formado Formadoss a la europea europea,, dotados dotados de ideas ideas e ideolog ideologías ías de estilo estilo netamen netamente te europeo europeo (incluyend (incluyendo o el marxism marxismo), o), los cosmopolitas se vieron impelidos a transformarse en filósofos evolucionistas, en políticos liberales y hasta en economistas neoliberales. Paradoja similar a la que, ya en 1945, Douglas McArthur había encontrado delante suyo: los más fervientes defensores de las reformas impulsadas por el SCAF (Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas: ejército de ocupación fundamentalmente norteamericano) eran los más progresistas y, por eso mismo, los más antinorteamericanos (sindicatos, estudiantes, partidos de izquierda, movimiento cooperativo, pacifistas, etc) (67). Por lo explicado, Japón pareciera un país con el corazón dividido. Dos explicaciones básicas se han alternado desde hace siglos, como se acaba de ver. A veces, las dos teorías se han opuesto, con argumentos amables o de forma violenta. Pero lo más frecuente ha sido observar observar la indefinición indefinición que muchos japoneses han mantenido y mantienen con respecto a su propia caracterización identitaria. En una nación que ha sido míticamente definida como “patria del consenso” (68), lo que no aparece por ningún sitio es, precisamente, un vasto acuerdo nacional en torno a ciertas definiciones vitales comunes. Muchísimos japoneses parecen, actualmente, de a ratos nacionalistas y de a ratos cosmopolitas. El problema no es que sinteticen dos dimensiones que son sin duda estimables y hasta indispensables para individuos y colectividades, si se cumplen ciertas condiciones. El problema surge cuando en el interior de unas mismas personas, de unos mismos partidos, de unas mismas asociaciones, de unos mismos pensadores, coexisten dos visiones tan heterogéneas y divergentes, sin que medie el duro trabajo de la compatibilización. Entre ambas, una gran mayoría oscila de forma algo esquizofrénica y en todo caso bastante paralizante, haciendo difícil la tarea de pensar el mundo y de realizar la historia en términos propios. Japón es un país perplejo. Epítome de dicha perplejidad es la polémica (tan agria en el tono como limitada en su audiencia, acantonada en círculos japoneses especialmente occidentalizados) sobre la ambigüedad japonesa que se desató en 1994, con motivo de la concesión del premio Nobel de literatura al novelista Kenzaburo Oe (69). Desde el inicio de los años 70 hasta hoy mismo, un debate que debiera plantearse públicamente con urgencia no encuentra el más mínimo lugar en los medios de comunicación de masas del Japón: ¿se puede ser japonés renegando de las tradiciones ancestrales? Pero, si se las las nieg niegaa ¿qué ¿qué qued quedaa de la iden identi tida dad d japo japone nesa sa más más que que un puña puñado do de rasg rasgos os chin chinos os y euro europe peos os?? Así: ¿es Japón un país tan único, homogéneo e inmutable como muchos acostumbraron a señalar? Y si Japón se adentra de veras en la sociedad internacional, ¿qué quedará de específico en una era de tan fuerte interdependencia y tan generalizada globali globalizaci zación? ón? Convien Convienee no confund confundirse irse con los términos términos.. También ambién en el caso caso de Japón, Japón, habría habría que retraduc retraducir ir “interdependencia” como “relaciones de fuerte asimetría” entre naciones que no pueden alejarse las unas de las otras. Y habrí habríaa que que acota acotarr, repito repito,, el térmi término no “glob “global aliza izació ción” n”,, limitá limitándo ndolo lo al plano plano de los merc mercad ados os del del capi capital talism ismo. o. Todas esas preguntas siguen sin respuesta y sin apenas debate. Los japoneses no se atreven a decir quiénes o cómo son. Y, sobre todo, la reforma política, anunciada como inminente desde hace unos 10 años, duerme en los cajones de los empresarios y de los burócratas.
“Nación-Ventana”. Hubo una época en que varios países de América Latina (recordemos, (recordemos, por ejemplo, ejemplo, el caso uruguayo) hablaban hablaban de sí mismos en términos de ”país-ventana”. Al parecer, la nación latinoamericana contiene en su conjunto los ingredientes necesa necesarios rios como para ser en plenitud plenitud una enorme enorme ventana ventana.. Nación Nación-ven -ventana tana es aquella aquella que se especi especializ alizaa en vivir vivir fisgonea fisgoneando ndo hacia hacia afuera. afuera. Aquella Aquella que no encuen encuentra tra las coorden coordenada adass para comprende comprenderr el mundo mundo en sus propias propias características, posibilidades y proyectos, sino en los argumentos y explicaciones que, asomada a la ventana, consigue dis disting tingui uirr entr entree todo todoss los los ruid ruidos os call callej ejer eros os,, curi curios osaa y “voy “voyeu euri rist sta” a” com como sin sin duda duda ha resu result ltaado. do. Sutil manera de la colonización mental es la que practican algunas naciones-ventana como, sin ir más lejos, la Argentina:
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el retrato del colonizado repite los rasgos, los detalles, los tics del rostro del colonizador, como explicaron hace tantos años Albert Memmi y Franz Fanon. En lo que se refiere a Japón y al mundo asiático en general, tan módico es lo que ha sido dicho y pensado desde América Latina como escaso escaso lo que se puede referir en esta reflexión (70). Salvo una cosa, previsible pero que conviene recordar: América Latina fue plenamente “amaestrada” por aquella visión dualista expresada en las teorías de “los dos japones”. japones”. Al cabo de los años, uno va conociendo especímenes puros de ambas especies, agrupados en dos bandos que se ignoran mutuamente. Está el bando que podríamos llamar de los “estetas”. Aquellos que tienen del Japón una visión pasatista muy vinculada al hecho artístico. También para ellos Japón es un estilo, aunque dicho estilo no es considerado tanto un arma del pensamiento cuanto principalmente un puro (y delicioso) efecto visual. No existiendo en América Latina una tradición de estudios japoneses propiamente tal (salvo en núcleos restringidos del distrito federal mexicano, Sao Paulo y acaso Buenos Aires), la vitrina estética de jardines y muñecos, muñecos, de techumbres techumbres y escenografías escenografías teatrales no permite el acceso al espesor de tradición y pensamiento que se esconde detrás. El Japón de los estetas queda registrado en la cámara fotográfica del turista accidental, aunque raras veces en el código interno con que un observador manufactura la experiencia global. El esteta se limita a relatar su módico turismo al país del sol naciente. Tiene, Tiene, es cierto, una visión museística museística de un “perdurable Japón”, pero carece del “background” “background” (histórico y lingüístico) que como un mapa esquemático permitió a los europeos por lo menos guiarse entre las intrincadas galerías. Es cierto que el interés por la literatura japonesa es, en América Latina, tan intenso como en Europa (por lo que he visto, en países como México, Brasil o Argentina, Argentina, por citar algunos, resulta incluso superior al de países europeos como España o Italia, sumamente carentes a este respecto). Pero los textos llegan vertidos del inglés y del francés y traducidos a la rápida cuando alguna ocasión comercial da alas a los editores. Así, la concesión del premio Nobel de literatura a Kenzaburo Oe pilló despistada a casi toda la maquinaria editorial europea (¡pilló despistados a todos, incluyendo a los japoneses!), japoneses!), con el consiguiente consiguiente retraso latinoamericano. latinoamericano. Por todo esto, el Japón de los estetas no consigue consigue ser una categoría (que ayude ayude a pensarnos y a pensar pensar otros mundos). Es tan sólo un caso del que, hay que reconocerlo, reconocerlo, no se hace mucho caso. Y luego está el Japón de los “realistas”, quienes miran con irónico desdén a los que levitan a medio metro del suelo tras la simple mención de algún hecho ocurrido en “su” Japón. Según los prácticos realistas, aquellos otros estetas hacen figura de ingenuos, lastrados por una militante predisposición favorable e incapaces de distinguir el grano de la paja. Porque en Japón, dicen, hay mucha paja: el grano con el que conviene quedarse (ese que a muchos parece apetecible) apetecible) se refiere a las proezas económicas y tecnológicas del país nipón. Según ellos, Japón no es un país que esté un paso detrás nuestro (sea porque constituye una inagotable reserva de “orien “oriental talism ismo” o” clás clásico ico,, sea sea porqu porquee se mues muestre tre renue renuent ntee a tomar tomar un ritmo ritmo más más inten intenso so en su march marchaa hacia hacia la modernización). Japón está un paso por delante nuestro. Y en consecuencia, más tarde o más temprano acabaremos haciendo lo que ellos hacen ahora: en lógica productiva, en comercio exterior, en seguridad social, en educación funcional, etcétera (71). A muchos muchos de estos realistas realistas también les falta el “background” necesario: necesario: para ellos, el milagro japonés japonés ya ni siquiera es insular (separado de influencias influencias extrañas como de lejanas lejanas riberas). riberas). Es directamente directamente celestial, ajeno a las posibilidades posibilidades terrenas y, por tal razón, inimitable en el fondo porque, ¿cómo un simple mortal va a imitar a todo un superhombre? No es que los japoneses sean de otra cultura. Parece como si estuvieran dotados de una humanidad distinta de la nuestra. Su etiqueta es enigmática. Su manera de fijar objetivos estratégicos necesita de toda una hermeneútica como apoyo. Su manera de negociar es tan abstrusa que necesita de una legión de publicaciones (revise el lector el catálogo de ciertas editoriales) editoriales) para que los todavía escasos comerciantes comerciantes o industriales industriales latinoamericanos latinoamericanos que visitan Japón puedan manejar algunas claves que en ese dichoso país serían diferentes de las nuestras (parece que ajenas a la ambición, la codicia o la “libido facendi”). Por dos vías aparentemente muy diferentes, los latinoamericanos a menudo nos imaginamos a Japón igual que el reino de Cristo, un imperio que “no es de este mundo”. La puerta está ampliamente abierta abierta a la “zoncera” y a veces dan ganas de repetir, en el caso de Japón, el “manual” que Arturo Jauretche dedicó a los lugares comunes que se repiten en Argentina y sobre Argentina (aunque es de temer que muchas de las mismas zonceras que en su momento seleccionó el recordado autor podrían aplicarse a otros países latinoamericanos). Japón se convierte en un país de ficción poblado de apacibles jardineros rastrillando sus senderos de guijarros y, 24
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seguramente, también de elfos, diligentes productores durante la noche, de los milagros productivos que con sorpresa encontramos a la mañana siguiente. De esta forma se hace realidad la broma con la que más de una vez he iniciado mis clases o conferencias sobre Japón: si alinéaramos a los países del mundo como estaciones ferroviarias, Japón vendría a ser la estación inmediatamente anterior a la luna, ya directamente fuera del territorio de nuestro planeta. ¿O somos tal vez nosotros los que estamos en la luna?
Conclusión: Hacia un Japón real. El japonismo convirtió al espíritu nacional japonés en una cuasi-religión y a sus componentes concretos (la institucion imperial, sus espiritualidades, su sistema empresarial, su burocracia...) en objetos incomparables. Los miraba como partes de un todo que sólo se trata de aceptar o rechazar en su conjunto, sin minuciosos e impertinentes análisis. Europa le devolvió a Japón el negativo de su esquema etnocéntrico, en forma de aceptación indivisa del sistema japonés, intocable e intocado, considerado y explicado como una unidad indestructible. La forma en que se reflexiona en los restantes capítulos implica, en cambio, una crítica frontal, un cuestionamiento de esos dispositivos analíticos. Japón es una sociedad humana perteneciente al planeta Tierra. Aunque sea una “boutade” afirmar tamaña obviedad, enfatizar el carácter social y terrenal de Japón significa una posibilidad de aplicarle a fondo los utillajes teóricos y metodológicos propios de la ciencia del hombre. De la misma forma que pueden aplicárseles al resto de las sociedades humanas, históricas o prehistóricas, con todas las adaptaciones del caso. Sin quererlo, sin apenas pensarlo, esta reflexión pasa a formar parte de lo que, con iguales cuotas de temor y fascinación, los japoneses denominan desde hace unos diez años “la escuela crítica” (1). Empiezan a publicarse (en inglés) libros y artículos en los que se trabaja con el objetivo de “desconstruir” (analíticamente hablando) el bloque granítico del holismo holismo japonés japonés.. Signific Significativ ativam amente ente,, los autores autores de esos esos textos textos son holande holandeses ses,, italian italianos, os, austral australiano ianos, s, chinos chinos o coreanos...y hasta algún latinoamericano que se les ha colado. Todos ellos ajenos a la formidable onda expansiva producida por las reseñadas teorías de “los dos japones”. Estos nuevos observadores parecen saber de qué hablan: han vivido en Japón, lo conocen bien, sienten ante este país una compleja mezcla de atracción y rechazo, buenos materiales (irónicamente) con los que principiar la elaboración de la mirada antropológica habitual, que no deja de ser crítica. Porque se trata de aplicarle a Japón el método crítico. Sin ninguna suficiencia. Tan sólo como una espontánea manera de conocer mejor la sociedad en que se vive. Muchos japoneses, obviamente, están igualmente aplicados a la tarea de desconstruir el Japón mitológico de las tradiciones (2). A ellos se unen algunos indagadores extranjeros, con la ventaja adicional adicional para éstos, si es que viven en el archipiélago, archipiélago, de poder transformar transformar en práctica cotidiana cotidiana el método que Claude Lévi-Strauss enseñaba en clase como definitorio de todo buen antropólogo: penetrar el código de la sociedad estudiada sin perder un ápice del código propio. Claro que él lo expresaba con su inimitable estilo: “con un ojo mirar hacia afuera, con el otro mirarse al espejo”. El analista crítico extranjero goza de la misma independencia de juicio que sus colegas japoneses, japoneses, quienes lo nutren de nuevas nuevas informaciones informaciones de primera mano. Pero agrega su propia y meteca percepción percepción de la relación que Japón establece con el mundo occidental ya que, como fue dicho, acaso no exista ningún aspecto de la definición nacional japonesa que no acabe incluyendo elementos occidentales. Esto lleva a mencionar la segunda condición de la atrayente tarea de construir un Japón real. Una vez abierto el tabernáculo del cuestionamiento de lo incuestionable, una vez aceptado que el sociólogo o el antropólogo es un fisgón, un detective, un intruso, en buenas cuentas un molesto que se atreve a preguntar si es cierto que el rey (o el Emperador) anda desnudo por ahí, una vez abiertas las compuertas de la crítica, de lo que se trata es de intentar hacerlo decentemente. La crítica no se limita a señalar con el dedo los aspectos fallidos. Cuando el observador proyecta su segundo ojo hacia el espejo, ve deformidades similares a las que el primer ojo, el que espía, ya le había revelado. Con estilos diferentes, todos cojeamos por algún sitio. La crítica ha de centrarse en otro terreno y hacerse capaz de crear instrumentos de análisis adecuados al objeto de observación. “Crítica” pasa a significar conocimiento real, teóricamente fundado y empíricamente establecido. Este Este asun asunto, to, la japon japonolo ología gía en su conju conjunto nto no parec parecee capa capazz de recon reconoce ocerlo rlo,, tan centra centrada da como como sigu siguee en la contemplación contemplación de un Japón cada día más inverosímil aunque, poco a poco y con dificultades dificultades según ellos, el archipiélago archipiélago se estaría acercando a la madre de todos los modelos, los Estados Unidos de Norteamérica. Si un criterio puramente culturalista se mostraba fallido para descubrir un Japón real (por falta de actualidad), otro tanto le ocurre a los criterios puramente evolucionistas (esta vez por falta de especificidad nacional). Japón va lanzado como una flecha, pero no es nada seguro que sea cruzando el Pacífico oriental con destino a Oregón o California. Tampoco interesa la previsión futurológica de un Alain Minc o un Alvin Toffler (3) aplicadas al caso japonés. ¿Quién conoce el futuro?, preguntó aquel sabio... 25
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Lo que interesa, más bien, es entender los mecanismos actuales y previsibles de funcionamiento de una sociedad capitalista específica. - Un país cuya forma contiene contiene alternadamente elementos elementos orientales y occidentales. occidentales. Japón no será analizado como un país ”oriental”; tan sólo como un país “asiático”. - Una nación algunas de cuyas tradiciones están siendo sistemáticamente reutilizadas para elaborar el mito nacional moderno. Japón no será analizado solamente luchando entre lo tradicional y lo moderno. Será visto sobre todo como un país que se ha esforzado por desarrollar mecanismos de integración o “mestizaje” socio-cultural, aleando lo autóctono con lo extranjero. - Una organización capitalista capaz de encontrar sus propios argumentos de consolidación. Japón no será estudiado como un simple campo de batalla entre empresarios y trabajadores; más bien como una síntesis adaptada a las condiciones locales, entre estrategias de clase planteadas de forma no incompatible. - Un sistema político montado sobre consensos (o al menos continuidades) durables. No entenderemos a Japón en términos exclusivos de “comunidad” o “sociedad”. Lo miraremos en tanto que retraducción de corte “corporatistaestatista” de un genérico proyecto democrático que nunca acaba completamente de cuajar. La japo japono nolog logía ía no entra entra en tantos tantos bemole bemoles. s. En camb cambio io,, sí, peque pequeño ñoss secto sectores res origi origina nales les y crea creativ tivos os de la intelect intelectual ualidad idad japones japonesaa (todavía (todavía no represen representado tadoss política políticamen mente), te), que centran centran sus afanes afanes en la elaborac elaboración ión de instrumentos conceptuales propios, retraduciendo, aclimatando, modificando cuando precisa, “herramientas” diseñadas originalmente para manipular otros mecanismos cognoscitivos, pero potencialmente reutilizables si se aprende cómo (4). Fuera del japonismo y de la japonología (aunque apoyándose en ellos y reorientándolos cuando parece oportuno), este texto se incluye en la corriente que intenta dibujar otro mapa: con los mismos parajes, aunque localizados en un orden diferente. Intenta plantear una visión diferente: los objetos, con sus nombres, son en buena medida los mismos, aunque procurando (con la ayuda de expertos oculistas japoneses) corregir en lo posible algunas miopías y astigmatismos si está al alcance lograrlo. El desafío que plantea consiste en mirar a Japón fuera de las coordenadas del “occicentrismo”, europeo o america americano. no. Si aplicam aplicamos os el símil símil gastron gastronómic ómico, o, podría podría decirs decirsee que no promete promete ningún ningún banquet banquete: e: con los mismos mismos ingredientes ya conocidos, sólo procura poner a punto una buena receta casera, sustanciosa y que aleje de los empalagosos sabores de la “nouvelle cuisine” neoliberal. En la introducción se decía algo sobre la fundamentación del punto de vista utilizado. Lo que aquí se intenta es comprender la lógica del discurso japonés sin dejar de apoyarse en un código más cercano a nosotros. De todas maneras, no olvidemos que la eventualidad de un discurso latinoamericano plantea hondos enigmas de definición, por culpa de la dependencia cultural. Tampoco se dejarán de lado algunos consejos de los maestros sociólogos, en el sentido de aplicar teorías al mismo tiempo “comprensivas” (capaces de dar cuenta de situaciones complejas) e “integrativas” (capaces de aceptar que, sin que existan factores determinantes en última instancia, el conocimiento consiste en descubrir la siempre inédita repartición del naipe entre lo económico, lo político y lo cultural). Por encima de todo, interesa manejar el tema sin manosearlo, respetándolo y aceptándolo en su plenitud, dejándolo libre para ser y existir como mejor le parezca. En lo posible, se trata de hacer carne propia el difícil proverbio “zen”: “Si entiendes, las cosas son como son. Y si no entiendes, las cosas siguen siendo como son”.
Segunda parte: Realidades. Introducción: La sociedad Japonesa. Como las monedas, la “cuestión japonesa” tiene dos caras. En la primera aparece la figura de una modernización no occicéntrica, sujeta a controversia justamente por no repetir la regla prevista. En la segunda cara, lo que luce es un capitalismo ni americano ni germano y que bien podría estar presentándose en sociedad como un “tercer modelo”. 26
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En este capítulo se explicará brevemente sobre qué base estructural se apoya un país que, si es cierto que se modernizó, lo hizo de forma en parte occidental, en tanto y en cuanto también se presenta como una sociedad corporatista. En el capítulo siguiente, se tratará de identificar lo específico de la modalidad corporatista nipona, diferente de la usual en los países industriales europeos o norteamericanos.
La matriz matriz social social japonesa. japonesa. La fuente de muchos malentendidos con respecto a Japón es el afán de estudiarlo o bien “como si fuera” un país occidental o bien “como si fuera” el exacto reverso de una sociedad occidental (lo que de hecho equivale a seguir transformando a “lo otro” en “lo mismo”). Dos consecuencias posibles. En un caso, Japón “nunca” será igual a las naciones occidentales (seguirá como reverso): las ciencia cienciass sociale socialess no tienen tienen nada nada relevan relevante te que explica explicar, r, reducida reducidass como como quedan quedan a describ describir ir únicam únicamente ente la imperturbable imperturbable continuidad continuidad de una simétrica diferencia, diferencia, definida como negativo fotográfico. O bien Japón “por ahora” no es igual a Occidente, pero lo irá siendo...si se adapta a las maneras occidentales (el reverso se torna en anverso): en este caso la ciencia del hombre sólo tiene que chequear qué parte del camino común ha recorrido Japón y qué parte le queda todavía por recorrer. Hay otra manera de encarar encarar el tema. Se puede afirmar, afirmar, sintetizando el contenido del asunto, asunto, que la sociedad sociedad japonesa es diferente porque lo es su matriz constitutiva. “Desde el comienzo, la naturaleza depositó en el archipiélago nipón los fermentos del poderío y de la civilización”, afirma el historiador Edwin Reischauer (1). Se refiere a una serie de ventajas, algunas de las cuales también son de mención obligada cuando los extranjeros piensan en países latinoamericanos latinoamericanos como Chile, Costa Rica o Argentina: Argentina: clima relativamente templado, lluvias abundantes, acceso al mar, suelo razonablemente fértil, población suficiente y compacta. “Venta “Ventajas jas compara comparativa tivas”, s”, se las denomin denominaa actualm actualmente ente (2), bastan bastante te conside considerabl rables es con respecto respecto a países países menos menos afortunados. afortunados. En definitiva, definitiva, factores que suelen hacer posible (si además además se cumplen otras condiciones condiciones de carácter carácter menos “natural”) el acceso a roles de importancia en la escena mundial. Es cierto que la geografía le planteó a Japón una serie de limitaciones. - Escasez de tierra cultivable (y en consecuencia de alimentos, obligando a importaciones cada vez más masivas). - Ausencia Ausencia de mineral minerales es y de fuentes fuentes energé energética ticass conven convencion cionales ales (salvo en el caso caso del carbón carbón,, la depend dependenci enciaa energética de Japón siempre ha sido completa). - Localización del archipiélago en medio del explosivo “triángulo del Pacífico” (parecido en tifones y maremotos al de las Bermudas). - Lejanía con respecto de las civilizaciones “centrales” chinas que se fueron sucediendo (inconveniente similar, a lo que que se ve, ve, al de mucho chos país paísees lati latin noamer ameriican canos con res respecto a Euro Europ pa y a Estad tados Unido idos). Sin embargo, Japón se las ingenió para transformar esas limitaciones en nuevas cualidades. Con tanto mar rodeándolo, aunque muy bravío, desarrolló modernamente la navegación, que les fue, en cambio, prohibida a muchas naciones latinoamericanas, por razones colonialistas, tanto por España en el siglo XVIII como luego por Inglaterra. En el caso el acceso al mar, Japón prefirió mucho menos el comercio (fuente de contactos) que la pesca (medio de supervivencia). Con tantos ríos en su territorio, aunque difícilmente dominables, dominables, desarrolló en lo posible la agricultura desde la época Heian, basándola en el cultivo del arroz. A pesar de lo cual, su desarrollo agrícola estuvo sujeto modernamente a limitaciones estructurales, dado que cuenta con una superficie de apenas el doble que la de Uruguay, por comparar con América Latina, pero hoy en día una población 40 veces más numerosa que la república del Plata. Territorio compuesto por pequeñas islas, no le quedó más que compensarlo organizando con toda meticulosidad a una población que antiguamente ni podía emigrar ni recibir inmigrantes. A través de estos ejemplos contrastados (sin duda generales), notemos que la geografía nunca significa una bendición o una condena definitivas para una nación. Aclarado lo anterior, la mención a la geografía japonesa proporciona un argumento interesante para entender su organización nacional. Aunque sin lograr integrar territorios enteros como Okinawa, las islas Ryuku e incluso Hokkaido, el núcleo central de Japón constituyó una nación mucho antes de configurarse como estado. Fue una nación con territorio constante, sin mutilación alguna (salvo en el caso de los pequeñísimos “Territorios del Norte”, hoy en manos de Rusia), y jamás invadido hasta la ocupación ocupación norteamericana norteamericana de 1945. Dispuso Dispuso de una geografía geografía entendida entendida como referente referente de 27
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experiencias vitales compartidas (esto se refiere a Honshu, isla que desde el comienzo expresó y gobernó la evolución del archipiélago archipiélago nipón), expresada en unos modos de vida y de labranza, labranza, en una ética, en una estética. estética. Gracias al dominio de la isla de Honshu sobre el resto, el espacio geográfico de la nación japonesa se fue transformando poco a poco en un espacio religioso, religioso, genealógico y político: doblemente doblemente expresado por el “shintoísmo” (religión de los espíritus de la tierra -los “kami”- y de los antepasados) y por el Emperador, “padre común” de todos los japoneses y con un origen que se pierde en la noche de los tiempos y en el regazo de la diosa Amaterasu. La geografía japonesa da una segunda indicación interesante: permite entender cómo verbalizan los japoneses algunos de sus aspectos idiosincráticos. Este es un tema que se presta a fuerte polémica. Según algunos, decir que Japón tiene una geografía propia significaría que tiene un ethos peculiar, un hecho diferencial, una forma colectiva específica. Sin dejar de plantear una oposición global a cualquier teoría del determinismo geográfico, no deja de ser cierto que ciertos aspectos de la idiosincracia nipona en mayor o menor medida tienen que ver con algunas de sus características geográficas. - Antes que nada: la famosa “insularidad”, traducida en separación respecto del continente asiático. Recién a finales del siglo XIX se dispuso de tecnología naval capaz de vencer al “kamikaze”, viento de los dioses, que en el siglo XIII ya había impedido el triunfo de la expedición conquistadora moghul. La insularidad también quiso decir retraimiento de unas regiones de Japón frente a otras. Las estampas japonesas de Utamaro, Hokusai e Hiroshige lo dejan claro: el viaje de Kyoto Kyoto a Tokyo okyo -apena -apenass 300 kilómetros kilómetros-- era peligroso peligroso y solía solía durar durar meses; meses; las crónica crónicass nos cuentan cuentan las graves consecuencias políticas que los “shogunes” sacaron de una situación inconcebible en la Europa de esos tiempos. - Otra indicación de la peculiaridad: una “homogeneidad” de base mayor que la de nuestro mestizo continente latinoamericano, desde el punto de vista étnico (originarios de Corea y rápidamente desgajados del tronco original) y lingüístico lingüístico (la pirueta de asimilar los ideogramas chinos no impidió que Japón mantuviera una lengua distinta distinta a la de sus vecinos, incluída la propia China). A pesar de todo, la geografía nunca constituyó para Japón un destino fatal, un factor determinante en última instancia. Sobre el solar autóctono, Japón fue introduciendo gérmenes de pensamiento y de organización, de religión y de política de origen extranjero, a lo largo de una historia que en este libro no se podrá contar, pero que se caracteriza por una constante oscilación entre el aislacionismo más estricto (la autarquía Tokugawa se extendió entre 1603 y 1868) y la más sistemática adopción de modelos extranjeros. extranjeros. Durante la era Asuka -552 a 710- se introdujo el modelo chino en la corte de Yamato Yamato y en todo el territorio nacional. Durante la era Meiji -1868 a 1912- se produjo un extraordinario esfuerzo de abertura institucional a Occidente. A medio camino de la era Showa y en lo que llevamos de era Heisei -o sea desde 1912 a la fecha- la influencia norteamericana no ha dejado de sentirse intensamente. Estas alternancias serán comentadas más adelante, quedando no obstante en claro que siempre acabó predominando la cepa nacional. Estamos ante un país que, a diferencia de los europeos, no había tenido una abundante comunicación intersocietal (poco trato con los de fuera, poco trato entre los de dentro), como consecuencia de una geografía intrincada y que, por ello mismo, mismo, vio retardada retardada la constru construcció cción n de los dos pilares pilares fundamenta fundamentales les sobre los que se apoyan apoyan todos los países occidentales modernos: el Estado y el mercado. En contrapartida se trata de un país que, en esto a diferencia de Europa, fue capaz de dar una resolución rápida y simple a su cuestión nacional (para ello bastaron los primeros años de la era Meiji) y, desde entonces, mostrar una poco ordinaria flexibilidad flexibilidad ante la necesidad necesidad de adaptarse adaptarse a los requisitos que la historia le fue poniendo poniendo delante, incluídas las etapas de la galopante globalización contemporánea. En resumen: un país capaz de alternar en el concierto internacional con los demás (es cierto que aupado por los EEUU), pero asentado sobre bases diferentes que los otros: diferente en lo económico, económico, diferente en lo político, diferente en lo ideológico. En esta ocasión se trata de centrar la atención solamente en un aspecto de la estructura social japonesa. Sólo en uno: su carácter corporativo. Se pueden invocar dos motivos. Parece una forma cómoda de llegar al corazón de la sociedad japonesa japonesa actual, actual, explicando explicando desde allí su modo modo peculiar peculiar de funcionamie funcionamiento nto y la caracterís característica tica específica específica de su crisis crisis actual. Constituye un ángulo especialmente poco utilizado para dar explicaciones convincentes sobre la sociedad japonesa: escasea escasea la literatura en español sobre este tema y la que podemos podemos utilizar procedente de otras lenguas occidentales occidentales sigue siendo algo tímida y bastante parcial en el caso nipón.
Analizar Analizar políticamente políticamente la realidad realidad social. social. Las últimas frases del apartado anterior merecen más amplia explicación. De Japón pueden afirmarse muchas cosas. 28
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En términos macrosociológicos, macrosociológicos, hay maneras, maneras, “consagradas” por lo habituales, habituales, de caracterizar caracterizar estructuralmente estructuralmente a Japón. Se pueden mencionar dos especialmente corrientes. Una es la que podemos sintetizar en el mote “Japan Inc.”. Partiendo de la descripción del sistema económico japonés (sistema (sistema a un tiempo tiempo de produc producción ción,, de managem management, ent, de relacion relaciones es inter-in inter-indus dustria triales, les, de flujo flujo tecnológ tecnológico ico y de capitalización bancaria), se sugiere que el conjunto de la sociedad japonesa “se comporta” tendencialmente como una gran empresa y que, incluso, el Estado japonés trabaja a favor de la transformación de la dinámica social, dándole en lo posible las característidcas del funcionamiento empresarial (3). Esta explicación no parece fatalmente errada. Podemos servirnos de ella y aprovechar varios de sus argumentos (4). Pero, abandonada abandonada a sus propias fuerzas, suele ser incompleta y tendenciosa, tendenciosa, desde el momento momento en que supone o i magina que ese funcionamiento orgánico se logra un poco “como por encanto”: sea el discreto encanto de una “mano invisible” (las fuerzas ocultas y sabias que regularían automáticamente el mercado), sea el más explícito atractivo del “factor tecnológico” (los adelantos de la tercera revolución industrial generarían nuevos criterios objetivos para la conducción de los asuntos sociales). Veremos que no se constata “espontaneidad” alguna en el caso japonés. Básicamente porque no suele ni puede haberla, ni en Japón ni en el resto de los países. Los formas tomadas por la dinámica económica y tecnológica brotan de la punta de los dedos de quienes han decidido conducir la nación en una u otra dirección. No se afirma que tales decisiones sean siempre los representantes políticos quienes las toman, sino que siempre hay decisión y, en ese sentido, toda economía es economía política (5). Si queremos entender la economía, hemos de estar penetrados de conocimiento sobre la forma en que en una nación se estructura la dimensión organizativa y decisoria: su jerarquía, su forma de mandar y de obedecer. Otra manera consagrada de explicar a Japón es acentuando el carácter “nacionalista” de su fundamento social y de sus manifestaciones económicas, administrativas, institucionales. En este caso, el hilo argumental coincide, en parte, con lo que fue explicado en el capítulo anterior: se recurre a la condición insular, a la raza, a cierta tradiciones convertidas en “ancestrales” por decreto (decretos, preferentemente, de la reciente era Meiji). Entonces se termina concluyendo que Japón Japón const constitu ituye ye una una unida unidad d de desti destino no en lo parti particu cular lar (6). (6). La teorí teoríaa socia sociall occid occiden ental tal vino vino en ayuda ayuda de esta esta predisposición predisposición argumentativa argumentativa a base de la célebre distinción conceptual entre “comunidad” “comunidad” y “sociedad” “sociedad” (Gemeischaft y Gesellschaft), clasificación nacida de la mente de Max Weber (7) y transformada por Ferdinand Tönnies en el formidable útil conceptual que demostró ser (8). También esta explicación tiene un fundamento acertado que la hace utilizable (9). Pero, como la primera, se arriesga a ser incompleta y deformante: en tanto y en cuanto desplaza, explicativamente hablando, la discontinuidad, la diferencia y el conflicto hacia afuera del tinglado conceptual erigido para explicar la unidad de Japón en tanto que nación. Con lo cual, el cambio social se vuelve imposible (teoría de la continuidad de Japón) o incomprensible (teoría de la homogeneidad). Es obvio que la heterogeneidad, la variedad, la ruptura forman parte del sistema social japonés. Como toda sociedad humana, humana, “si hay sociedad” en Japón es, precisamente, precisamente, con el fin de reabsorber reabsorber diferencias fundamentales fundamentales cuya presencia podría acabar provocando conflictos graves y colapsando el normal funcionamiento de las instituciones. Una sociedad se crea cuando se instaura un régimen (“régimen discursivo”, se puede decir con Barthes; y “régimen disciplinario”, se agregará con Foucault) que garantice la durabilidad de los intercambios sociales. Aquí, de nuevo, nos topamos con la esfera de la decisión, vale decir con la política. La instancia política es aquella instancia en la cual, y por la cual, una nación da forma histórica, concreta y material, a sueños de unanimidad nacional que no se limiten a ser puro vapor o fervor etéreo. Por ambas vías erradas (la “técnico-económica” y la “nacionalista”), se pretendía “construir” un Japón apto para las explicaciones liberales y para las prácticas neoliberales: por la vía de la sociedad-mercado y por la vía de una sociedad grupuscular que acaba siendo una sociedad de segmentos de consumidores. Como hemos visto en el capítulo anterior, las dos formas de la teoría sobre Japón se completan y hasta se refuerzan mutuamente si hace falta. Pero ahora hace falta detenerse volver al hilo principal del argumento. Mostrando las limitaciones de ambas vías, en los dos próximos capítulos se planteará, como forma de explicar al Japón, una entronización de la dimensión política. Si el factor técnico lo explicase todo, poco quedaría por decidir, salvo irse adaptando a las exigencias (crecientes) de la tecnolo tecnología. gía. Ese “buzón” “buzón” intenta intentan n “vendérn “vendérnoslo oslo”” con la ideologí ideologíaa tecnici tecnicista sta de la tercera tercera revoluc revolución ión industri industrial al (10), (10), ideología en la que fácilmente suele incluirse el caso japonés. Si en cambio fuera el factor nacional el que lo explica todo, tampoco es mucho lo que quedaría por decidir, limitándose las naciones a perpetuar la costumbre consagrada, a repetir el atavismo tradicional, esforzándose los ciudadanos y el pueblo en su conjunto por “llegar a ser lo que ya se es”, reutilizando (en un contexto totalmente diferente) la frase que un célebre filósofo empleaba hablando de la madurez individual.
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La observación concreta es terca. Demuestra (también en el caso japonés) que las sociedades se mueven, caminan (hacia adelante o hacia atrás, ese es otro tema) basándose en las decisiones que toman. Esto les ocurre no por mera costumbre cultural (aunque la inercia ayude) ni por estar benditas o ser agraciadas desde el punto de vista tecnológico (aunque, a estas alturas, sin tecnología no se pueda llegar muy lejos). La posición que Japón ocupa en el mundo actual es fruto de decisiones que sucesivamente se fueron tomando, dentro y fuera de Japón. Y, complementariamente, su crisis presente es consecuencia de decisiones erróneas, incluyendo en la lista aquellas que, sobre Japón, se tomaron fuera de Japón. Demos otro paso: si el Japón de cierto periodo se convirtió en caso más o menos “ejemplar”, sucede que fueron otras naciones las que en determinados momentos tomaron (o no) la decisión de reutilizar una experiencia histórica ajena (la nipona) en beneficio propio. Todo el libro pende de este hilo argumental: la dimensión política. Por eso, la manera más oportuna de entender la estructura social japonesa consiste en un análisis de la forma en que se genera y se difunde, en que se materializa y se consolida el poder en Japón. El análisis de la esfera política (o mejor: de la sociedad en tanto que esfera política) nos permite saber cómo llegó Japón a tomar la forma actual. No es extraño que se haya escrito relativamente poco sobre este tema, ni en español, como era previsible, ni en lenguas occidentales o en japonés. El análisis de la estructura social se mantiene con demasiada frecuencia atrincherado en el corral protector de aquellas teorías de “los dos japones”, cuya detallada mención nos permite resituar el análisis de un Japón real y, por real, mucho más permeable a nuestra mirada. El lector advertirá ahora qué importante resulta clarificar los fundamentos teóricos sobre los que se asientan las explicaciones concretas y, consecuencia de éstas, las decisiones políticas. Estructura Estructura social social y estructura estructura de poder. La teoría política nos aclara en qué sentidos podemos entender el conjunto de una estructura social de una forma “política” (11). Los motivos no tienen que ver con una especialización académica o con preferencias profesionales. Tienen que ver con las conven convenienc iencias ias del caso caso japonés japonés.. Tampoco ampoco signific significaa forzosa forzosamen mente te centrars centrarsee en el estudio estudio de las instituc institucion iones es que temática temáticamen mente te se refieren refieren al “gobiern “gobierno” o” de una nación nación:: Estado Estado,, judicatu judicatura, ra, parlame parlamenta ntarism rismo, o, administración, administración, partidos políticos. Entender una sociedad sociedad como estructura estructura política supone, supone, más amplia y genéricamente, genéricamente, aceptar que la dimensión de la autoridad se sitúa en el centro mismo de las relaciones que sus miembros establecen entre ellos. Esta afirmación resulta generalizable: puede afirmarse que, desde tal punto de vista, una sociedad, toda sociedad, no es más que un sistema que organiza las relaciones desiguales y jerárquicas entre sus miembros, de forma de hacer mínimamente comprensible (y digerible) la vida en común. Contra lo que tozudamente afirman algunas teorías disponibles, esta afirmación resulta cierta también en el caso de Japón: las condiciones físicas físicas y las circunstancias circunstancias históricas se unieron para sobreexigir (si cabe) al Japón un temprano temprano y detallado desarrollo organizativo. Si el poder constituye una dimensión esencial para comprender la vida humana social es, justamente, porque es “social”, vale decir que se organiza según reglas, leyes y normas, y se expresa pautadamente (no siempre según pautas previsibles), pero siempre según una lógica (racional o no) que acaba siendo posible analizar. “Entender políticamente” el funcionamiento global de una sociedad equivale a centrar la observación en los modos de organización que aquélla practica. Aunque Aunque la dimensi dimensión ón organi organizati zativa va suele suele acabar acabar estando estando “finalm “finalmente ente”” ligada ligada a la regulac regulación ión de las relacion relaciones es interpersonales, ella puede analizarse “inicialmente” en función de factores de tipo técnico. Y, también, si a primera vista las formas que el poder toma en una sociedad parecen “inicialmente” culturales, ellas “acaban” siendo políticas en cuanto a su finalidad o intencionalidad. La dimensión política redimensiona a las otras participantes en la vida social (la técnicoeconómica, la ideológico-cultural). Así, el análisis “político” de una sociedad nos permite descubrir la verdadera finalidad del compor comportami tamiento ento humano humano social. social. A veces veces entendi entendiénd éndolo olo como como design designio io concien conciente te y volitivo volitivo de los miembros miembros predominantes de su cuerpo social. O considerándolo otras veces como mera traducción institucional de los intereses que mueven mueven a individu individuos os o grupos grupos a oponers oponersee entre entre ellos ellos para el control control de benefic beneficios ios sociales sociales escaso escasos. s. Habiend Habiendo o compendiado compendiado la estructura estructura social en su primordial primordial fundam f undamento ento político, se puede proceder a una segunda consideración, consideración, que tiene que ver con las variables formas políticas que adopta una sociedad al cabo de su historia. Un sistema político adquiere categoría, dimensión estructural cuando resulta “compendio” de la tupida red de relaciones existente en una sociedad. Según sean las características gubernativas, económicas y discursivas de un país en un momento dado, asi será su estructura, políticamente hablando. Por eso, tendencialmente, a lo largo de los siglos, las sociedades se han encontrado prefiriendo unas formas de dominación a otras. Y, así, con el advenimiento del capitalismo urbano, industrialista y centralizado, centralizado, muchas sociedades fueron evolucionando evolucionando hacia formas burocráticas de organización organización de la dominación dominación interna (12). Una manera oportuna de referirse a las sociedades capitalistas desarrolladas es entenderlas como vastos organismos
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burocráticos. Universalización del sistema capitalista y burocratización del mundo son, de esta forma, considerados dos fenómenos afines, acaso dos maneras distintas de referirse a idéntico fenómeno. En mayor o menor medida, las sociedades capitalistas son “aparatos”. En ciertos casos, estos aparatos tomarán la forma, la apariencia, de las democracias liberales (es la situación de la “tecno-estructura” norteamericana analizada por John Galbraith o del “Estado de bienestar” puesto en práctica en los países del norte y oeste de Europa desde el fin de la segunda guerra). En otros casos (entre los cuales descuella Japón), aunque manteniendo formas aparentemente liberales, el funcionamiento interno de dichos aparatos se regirá por otros mecanismos. En una serie de sentidos clásicos, Japón constituye un aparato similar a los demás (capítulo 2). Pero también es posible afirmar que configura un aparato diferente, típicamente japonés. El núcleo central del capítulo 3 es, resumiendo, definir a Japón como un aparato específico. Entender “políticamente” a Japón (capítulos 2 y 3), nos facilitará luego la comprensión de su acceso a la condición de modelo ( capítulos 4 y 5) y de su actual crisis sistémica (capítulo 6). Comencemos, entonces, afirmando que existe una especificidad política de Japón con respecto al resto de países industrializados. El contenido de la hipótesis defendida puede sintetizarse en la siguiente afirmación: más que de una democracia liberal, en el sentido que habitualmente damos a este término en Occidente desde las “tres revoluciones” (la inglesa, la americana y la francesa), el Estado y la sociedad japoneses constituyen partes de un mismo aparato sólo formalmente democrático. Hasta cierto punto, podría decirse de otras sociedades occidentales desarrolladas que también son aparatos. Pero de pocas en el sentido y con la intensidad que en Japón han adquirido los términos “sociedad corporativa” y “Estado corporativo”. Las socieda sociedades des moderna modernass avanza avanzadas das se están están restruc restructura turando ndo mediant mediantee fuerzas fuerzas y tendenc tendencias ias nuevas. nuevas. Una de las corrientes más poderosas de esa restructuración -algunos sostienen que la más relevante entre todas- es la que conduce a la “vertebr “vertebració ación n crecien creciente te del orden social social general general a través través de una red de corporac corporacion iones” es” (13). En esta medida, medida, las sociedades, cuando acceden a la “modernidad”, suelen igualmente considerarse, poco o mucho, como “corporativas”. Lo cual implica aceptar tres presuposiciones básicas.
- Presuposición de generalidad. Podemos partir de una caracterización convincente de todas ellas que constituya, ya que no un “modelo homogéneo”, al menos menos una “defini “definición ción operativa” operativa” tan hábil hábil o fecunda fecunda que permita permita compara compararr tanto tanto socied sociedade adess diferent diferentes es como como momentos diferentes de una misma sociedad. Esta definición operativa la expresaremos en la proposición siguiente: “el corporatismo define una presencia hegemónica de las corporaciones en el centro de las instituciones rectoras de una sociedad”. Generalizar esta caracterización permite que en la lista inicial se vayan incluyendo, como nuevos casos, algunas sociedades que al principio no eran consideradas miembros del club corporativo. Por ejemplo Japón. - Presuposición de especificidad. Si bien no constituye un modelo en el sentido de “ejemplo prospectivo” prospectivo” (unos valoran positivamente y otros detestan lo que en este país sucede; nadie puede considerarse “neutral” a la hora de analizar las idas y venidas de la sociedad japonesa), japonesa), Japón constituye constituye en cambio cambio un “molde” o “matriz” o “esquema” “esquema” de funcionamiento funcionamiento social, social, fruto de una lógica que le es propia, al menos en una proporción sustancial. Esto nos permite caracterizarlo como “una sociedad en la que se ‘reencarn ‘reencarnan’, an’, de forma forma corpora corporativa tiva estatis estatista, ta, los vínculos vínculos sociale socialess tradicio tradicional nales”. es”. De acuerd acuerdo o con esta esta especifi especifidad dad matricial, su funcionamiento corporativo también será visto como específico. No en el sentido que el caso burocrático general se tiña, se revista o se decore exteriormente con elementos japoneses. Sí, en cambio, poque en su estructura interna late un principio político diferente que en las sociedades occidentales, el cual afecta a la forma misma de concebir y de practicar lo que llamamos “democracia”. Lo específico del corporatismo japonés será, justamente, su ‘centralidad” (el mismo estado se rige por una lógica corporativa) y su “exhaustividad” (el conjunto de los vínculos sociales se reconstituye a partir de la lógica corporativa del estado). Lo veremos en el capítulo 3. - Presuposición de continuidad. 31
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Se puede aplicar a Japón un esquema analítico que no se reduzca a un mero diseño de dos realidades contrarias, contrarias, a fin de escoger inevitablemente entre una de ambas. Se puede aplicar un criterio que capte la relación existente entre lo que, por error, muchos creen contradictorio (14). Una estrategia de este tipo resulta aplicable al caso japonés, máxime cuando en una de las tradiciones culturales predominantes del Japón (en obvia referencia al budismo) anida idéntica exigencia epistemológica: “superar el par de opuestos”.
Capitulo 2: Corporatismo en Japón. Fuera de cualquier duda, Japón se ha transformado en una sociedad desarrollada. Como ya fue anticipado, para hablar sobre Japón no es necesario moverse en el terreno fangoso de la disyuntiva tradición-modernidad. Resulta más útil caracterizar a la sociedad japonesa invocando teorías pensadas para sociedades industriales. Una de esas teorías parece especialmente oportuna: la que sostiene que, cuando llegan a cierto nivel de crecimiento, las sociedades desarrolladas modifican su modo de funcionamiento, transformándose en “corporativas”. Así, el objetivo de este capítulo es doble: - Describir brevemente el modo como evolucionan ciertas sociedades para que podamos definirlas como corporativas. - Mostrar que Japón también constituye, en términos generales, una sociedad que se incluye en esta categoría. ¿Qué podemos entender por “sociedad corporativa”? Una sociedad es corporativa cuando los vínculos sociales más importantes (tanto de cooperación como de conflicto; de rol y de estatus; de índole económica, política y cultural) nacen y se ejercen tendencialmente a través de corporaciones. Se suele observar que dicha situación se produce solamente cuando una sociedad alcanza niveles elevados de desarrollo económico y social. Esta caracterización sugiere una hipótesis estructural, holista. Como rasgos comunes a cualquier sociedad corporativa, se puede pensar en todo tipo de vínculos sociales. Complementariamente cabe postular una interrelación estrecha entre diferentes tipos de actividades. Por otra parte, el sistema social se rige por pautas distintas respecto de sociedades que no han alcanzado el mismo estado, afirmación ésta que es corriente encontrar en la mayoría de los análisis. Lo anterio anteriorr signific significaa que el corpora corporatism tismo o no constit constituye uye una evolució evolución n que interese interese únicam únicamente ente al subsis subsistema tema económico, económico, a pesar de que así lo afirman autores como Cawson (1). Interesa globalmente a toda la sociedad, sociedad, al conjunto de sus instituciones, instituciones, como acertadamente acertadamente señala Schmitter Schmitter (2). Tampoco se puede considerar considerar al corporatismo corporatismo como algo ajeno o “más allá” del capitalismo y del socialismo, ya que constituye antes que nada una forma típica de superdesarrollo industrial que afecta a ambos modos de organización. Aunque contiene múltiples aspectos de “colaboración” entre el capital y el trabajo (3), no deja de ser un régimen social apoyado en una desigual repartición de bienes, poder y posiciones sociales, fruto de estrictas jerarquías prefijadas. Para que esta breve introducción no adquiera un tono excesivamente técnico, bastará recordar que, grosso modo, podemos distinguir dos tipos de sociedades industriales. Las “pluralistas” son directas: están basadas en la representación y en la negociación abierta entre grupos cuyo criterio de constitución es la similaridad de intereses concretos y de posiciones, así como la transitoriedad y relativa fragilidad de sus lazos internos. Francia o Estados Unidos constituyen dos buenos ejemplos de sociedades industriales pluralistas. Las “corporatistas” son indirectas: se apoyan en la intermediación, transforman los regateos en autorregulación y permiten un sólido y estable desarrollo de los grupos participantes. Las sociedades “pluralistas” se rigen por la lógica de la influencia, sea ésta de índole económica, política y hasta religiosa. Las “corpor “corporatis atistas tas”” exigen exigen,, además, además, la condici condición ón previa previa de la afiliaci afiliación: ón: en Japón Japón se trata trata de pertene pertenecer cer a clanes clanes o a consorcios, en la ex-Unión Soviética el gran objetivo era pertenecer “al Partido”. De una manera bastante repetitiva, las socieda sociedades des industri industriales ales estudia estudiadas das han evoluci evoluciona onado do de formas formas relativa relativamen mente te pluralis pluralistas tas a formas formas cada cada vez más corporatistas. Veremos que una característica distintiva de Japón es haberse internado en la senda del corporatismo desde etapas de desarrollo económico y político técnicamente más primitivas y cronológicamente anteriores al resto de los países occidentales de referencia (4). Por su parte, se denomina “corporación” a toda institución social montada (y/o utilizada) concientemente por personas individuales o colectivas, con el fin de servir intereses más o menos explícitos, aunque siempre vinculados a su propia preminencia dentro de la sociedad. El mérito de la obra de Schmitter es que el estudio de “intereses organizados” se centra en las instituciones, vale decir en la estructura asociativa u organizativa que los representa. Se niega a considerar el corporatismo como “tercera vía” (3) o como un simple “régimen socio-cultural” (5). Lo considera de entrada como un modo característico de organizar las
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relaciones entre el Estado y las instituciones, modo mediante el cual los grupos organizados no se limitan a negociar con la administración sino que coordinan o regulan el conjunto de los intereses de sus miembros en el marco de un sistema global de relaciones sociales, aceptado desde el inicio como desigual y jerárquico. Siempre Siempre se produc producee un juego juego de influen influencias cias y presion presiones es entre entre corpora corporacion ciones es económi económicas cas y política políticas. s. Cuando Cuando las corporaciones civiles predominan sobre el estado podemos hablar de “corporatismo societal”: de carácter más político durante el periodo argentino peronista; de carácter más industrial y financiero en el periodo tecnocrático español del tardofranquismo franquismo o en la posguerra posguerra liberal de Estados Unidos, Unidos, Francia o Inglaterra. Inglaterra. Cuando el estado predomina predomina sobre el resto de las corporaciones, se trata de un “corporatismo estatista”: de carácter más militar en el periodo soviético estalinista; de carácter más burocrático en la posguerra japonesa. Por los ejemplos mencionados, el corporatismo no se define únicamente en relación con un régimen político (hay corporatismos no democráticos) ni solamente mediante regímenes económicos (hay corporatismos no capitalistas). Hablar de corporatismo equivale a referirse a un modo de organización distintivo y global. La sociedad corporatista constituye un tipo de sistema (6). Finalmente, un concepto como el de “corporatismo” tiene que ver con la presencia hegemónica de las corporaciones en la orientación o la gobernación de una colectividad. Aquí nos serán útiles algunas referencias suplementarias. Pode Podemo moss cons conside idera rarr especi especialm almen ente te releva relevant ntee parti partirr del del concep concepto to grams gramscia ciano no de “hege “hegemo moní nía” a” (”ind (”indiri irizzo zzo corporativo”), con su doble cara de imposición y legitimación de unos grupos sobre otro tros. Por otra parte, tampoco conviene olvidar que es posible localizar niveles diferentes de hegemonía, de dominación y de determinación actuando en una misma sociedad. Visto el asunto desde perspectivas teóricas disímiles (aunque aquí plenamente compatibilizables), existen grados y momentos en una hegemonía: pueden existir regímenes corporativos más o menos “abiertos” (empleando la terminología popperi periaana), más o menos “com comunicati cativ vos” (aquí quí el conc oncepto pto nos lo brin rinda Jurgen Haberma rmas). De cualquier forma, la obra de Antonio Gramsci deja planteada una cuestión clave: no es totalmente seguro que el corporatismo siempre y en todos los casos represente un “modo de producción” específico (7). ¿Qué ámbitos cubre el desarrollo de una sociedad corporativa, tal y como acaba de ser sintéticamente bosquejada? Veremos que cubre los ámbitos económico, político y cultural. Y podremos entender que las sociedades avanzadas (Japón entre ellas) constituyen sociedades corporativas en todos esos niveles observados. Caracterizar a Japón en términos de sociedad corporativa no es lo más habitual. Pero veremos que esta explicación facilita, acaso más que otras, el descubrimiento de algunos de sus mecanismos, esos que suelen permanecer especialmente ocultos al análisis. Corporatismo económico. Una sociedad industrial es corporativa cuando, a nivel productivo, se producen en ella tendencias como las siguientes. - Gran crecimiento del tamaño de las empresas, con la consiguiente “cartelización” y empobrecimiento de la libre competencia. - Concen Concentrac tración ión de la producc producción ión industr industrial ial y, como como consec consecuen uencia, cia, progresivo progresivo control control de los mercad mercados os por las corporaciones. - Globalización de la lógica económica, económica, con un doble juego permanente: permanente: de puertas afuera, desarrollo oligopólico oligopólico del comercio internacional y creación de polos económicos ultramarinos dependientes; de puertas adentro, proteccionismo, arancelario o no arancelario (8). La institución japonesa del “keiretsu” ejemplifica esas tres tendencias. Procedentes de los ilegalizados “zaibatsu” (concentraciones monopólicas familiares de la preguerra) y de los posteriores “daibatsu” (“holdings” oligopólicos bajo relativo control estatal), los “keiretsu” designan grandes conglomerados con firme fundamento en un polo financiero (similar en eso al estilo alemán) y sumamente ramificados en el sentido horizontal y vertical (como sucede, en cambio, en el caso anglo-sajón). Se los puede considerar producto de la orientación tempranamente burocrática del estado japonés. Al mismo tiempo han sido enérgicos enérgicos propulsores de la acentuación acentuación de tendencias tendencias corporatistas en la sociedad sociedad nipona (9). Si ahora miramos el asunto a nivel directivo, también aparecen tendencias similares en diversos países desarrollados. - La gerencia se vuelve “científica”: considera el elemento tecnológico como nuevo “factor clave” determinante. 33
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- Se concentra el poder en pocas manos, aunque se difumina la capacidad de tomar decisiones económicas dentro de la élite dominante. - Poder económico y poder administrativo acaban integrándose, por medio del desarrollo de un estrato plutocrático ubicado en la cúspide de la sociedad. La organización interna y la coordinación de tareas imperante en los cuatro organismos superiores de su patronato proporciona una adecuada ilustración de la situación japonesa: - “Keidanren” (Keizai dantai rengokai: Federación de organizaciones económicas) constituye el órgano político de los empresarios. - “Keizai doyaikai” (Comité para el desarrollo económico) actúa como una oficina ideológica creadora del marco discursivo empresarial común. - “Nikkeiren” (Nihon keieisha dantai rengokai: Federación japonesa de asociaciones de emprendedores) desarrolla y ejecuta una política laboral uniforme. - “Nissho” (Nihon shoko kaigisho: Cámaras de comercio e industria) integra las PyMEs (pequeñas y medianas empresas) en la corriente principal del movimiento patronal (10). Si, en cambio, observamos el ámbito económico a nivel laboral, de nuevo nos llama la atención la presencia de acentuadas tendencias corporatistas en todas las sociedades industrializadas. - Proliferan las organizaciones establecidas para formular y lograr los objetivos de los individuos...ocupando, sea dicho al pasar, el lugar de esos individuos. La consecuencia, visible, es el declive de lo que tradicionalmente se llamó “libre ejercicio de la profesión”. - Las organizaciones colectivas se transforman en “interlocutores sociales” estables, designados para resolver los problemas de sus miembros individuales. El efecto (¿buscado?: en todo caso conseguido) es el declive de las ideologías libertarias o individualistas como parte del debate en torno a la esfera pública. - Se redefine al individuo como miembro polivalente y disponible de la mecánica de funcionamiento de los organismos económicos. Consecuencia más que previsible: imposibilidad -incluso teórica- de defender la existencia del trabajador individual libre. Vienen a la mente varios ejemplos de la presencia de tendencias similares en el caso japonés. - Junto con Dinamarca y Estados Unidos, Japón es uno de los países del mundo con mayor desarrollo del movimiento cooperativo. cooperativo. En muchos casos, las cooperativas cooperativas de producción producción constituyen eficientes pequeñas y medianas medianas empresas (en adelante: PyMEs), subcontratistas de los “keiretsu” y dotadas de los últimos avances tecnológicos. Por su parte, las cooperativas financieras han contribuido decisivamente a la democratización del crédito en la posguerra. Mientras que las cooperativas de consumo lograron mejorar las condiciones ambientales, la calidad de los productos, de los transportes, etc (11). - La transfo transformac rmación ión de la clase clase social social en clase clase ocupac ocupaciona ionall (con la consigu consiguien iente te neutral neutralizac ización ión de las fuerzas fuerzas revolucionarias) es uno de los “éxitos” del capitalismo corporativo japonés de posguerra. Control del desempleo, renta “per capita” comparativamente elevada, “mentalización” del trabajador industrial: tres mecanismos decisivos para la corporatización del proletariado japonés y su transformación en una inmensa “clase media” (12). - La cadena lógica de la integración se traslada a la cadena productiva del “toyotismo” o “kanban”, transformado en horizonte mental y social del individuo, territorio último de su identificación como persona (13). Podemos concluir que a nivel de organización de la planta industrial abundan los indicios de corporatización de la vida laboral nipona. Como colofón al apartado económico se puede afirmar que, desde el punto de vista económico, Japón se presenta, “prima facie”, como una sociedad corporativa con todos sus atributos. Corporatismo político. Pasemos revista al ámbito político, haciéndonos dos preguntas: - ¿Cuándo, políticamente hablando, una sociedad industrializada puede considerar que se alzó a una etapa corporativa? 34
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- ¿En qué medida se expresa en la sociedad japonesa lo propio del síndrome corporativo? Dentro del ámbito político distinguiremos tres niveles: las asociaciones, los partidos y los individuos. A nivel asociativo general, el corporatismo supone la concretización de tendencias como las que se resumen a continuación. - Se va hacia una redefinición colectiva y anónima de los actores políticos, mientras decae la participación cívica directa. En este tipo de sociedades, el asociacionismo normalmente es pujante, pero no adquiere su fuerza en virtud de ideologías compartidas: más bien en virtud de su carácter formalizado. - Es costumbre costumbre considerar los conflictos colectivos colectivos como “disfunciones” “disfunciones” transitorias ocurridas en las relaciones entre asociaciones políticas: declina la “lucha de clases” como manifestación de una oposición que ya no es contradictoria sino apenas funcional. - Vale la pena considerar una tercera tendencia: la que conduce a una vida social concebida como búsqueda paciente de líneas de concordancia entre los interlocutores colectivos. En este caso, pierden relieve los “movimientos sociales”, siendo poco a poco remplazados por organizaciones formales. Resumiento estas tres tendencias en una sola, Gramsci podía hablar de una “cauta pero masiva construcción de un braz brazo o form formal al jurí jurídi dico co que que guía guía desde esde fuer fueraa la nece necesa sari riaa evol evoluc ució ión n del del apara parato to prod produc ucti tivo vo”” (14) (14).. El terreno asociativo se ha prestado para útiles comentarios sobre el carácter corporatista del asociacionismo japonés. Ese empleado que nos ofrece su “meishi” (tarjeta de visita) no piensa que lo identificaremos como “Keizi Yamaguchi” (su nombre) sino como “Panasonic”, nombre de la empresa para la cual trabaja. Si fue promovido a jefe administrativo, su ascenso podría guardar relación con un acontecimiento algo sorprendente: quizá el año anterior se había distinguido como ardiente defensor de las reivindicaciones laborales, siendo líder obrero en las conocidas “ofensivas de primavera” (El año fiscal japonés comienza, como la primavera, a principios de abril, y con él los presupuestos de todas las instituciones. Por ello constituye una época propicia para aprobar nuevas partidas destinadas a satisfacer el pliego de peticiones). Crece la importancia de la burocracia administrativa, encargada de tomar las decisiones más importantes. Pero lo que aumenta no es tanto su volumen numérico -a diferencia de muchos países occidentales- sino su importancia política. En el terreno civil, el asociacionismo ha sido muy importante en el Japón de posguerra. En momentos diferentes sobresalieron sobresalieron los movimientos movimientos pacifista, medioambiental, medioambiental, cooperativo y feminista. feminista. Todos ellos aplican argumentos argumentos organizativos bastante similares. Estamos ante organizaciones muy formalizadas, en las cuales las relaciones entre la jerarquía y la masa masa de seguidores seguidores se entienden entienden como relaciones relaciones administradore administradores-admin s-administrados istrados.. Están sujetas a un estricto estricto reglamento y suelen traducirse en comportamientos ejecutados con la misma precisión que cualquier trámite (15). Pasemos a un segundo panel: el de los partidos políticos. El nivel estrictamente partidista es rico en ejemplos corporativos, dada la orientación tomada por la actividad política directa en las sociedades industriales del Este y del Oeste. Las tendencias son de tres tipos. - Se constituyen sistemas bipartidistas con cierta rotación de poder. Esto lleva a la reabsorción y en ocasiones al declive del multipartidismo. - Se erigen, complementariam complementariamente, ente, sistemas presidencialistas, presidencialistas, a veces con características características “carismáticas”, “carismáticas”, pero a menudo con un sentido “burocrático” (ambos términos en sentido weberiano). Como consecuencia, se redefine el sentido de la tripartición de poderes y se le agregan al poder ejecutivo prerrogativas parlamentarias y judiciales que trastornan los planteamientos republicanos tradicionales. - Como consecuencia de lo anterior, se prefieren sistemas de actuación capaces de lograr acuerdos técnicos entre enemigos ideológicos. Los defensores de posturas ideológicas opuestas se acaban aceptando unos a otros como factores de pode poderr y deja dejan n de cons consid ider erar arse se repr repres esen enta taci ción ón viva viva de proy proyec ecto toss hist histór óric icos os en teor teoría ía inco incomp mpat atib ible less (16) (16).. Japón reproduce la descripción general sintetizada. - A pesar de la gran continuidad del régimen político japonés de posguerra, bajo la conducción del Partido Liberal Democrático (PLD: coalición en 1955 de los dos históricos partidos conservadores japoneses), se produjo alguna brizna de alternancia (en el periodo 1994-1995 aconteció un efímero gobierno socialista, bajo conducción del Partido Socialista, PS) y, sobre todo, alianza entre los grandes contendores del espectro político japonés (PLD y PS), que fundamentan, desde el año 1995, el régimen político en curso. - En el archipiélago también se ha producido una progresiva absorción de la vida política por los liderazgos personales 35
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y elitistas. El Primer Ministro de Japón, el jefe de la fracción o “habatsu” predominante del partido mayoritario y el cabecilla de la clique más poderosa en la fracción: los tres coinciden (necesariamente, si pretendemos estabilidad) en la misma persona. El se encarga de lograr los acuerdos técnicos entre adversarios políticos y de repartir poderes, jerarquías e influencias, situándose en la cúspide de una siempre presente (aunque siempre móvil) jerarquía política. El tercer panel, en el que se mueven los individuos de las sociedades industriales, permite observar avances notorios en lo que Bruno Rizzi considera una concepción burocrática global del mundo. En las sociedades corporativas, “existir” equivale a “formar parte de un grupo”. Se tiende a “penalizar” a los individuos renuentes a integrarse en grupos ya constituidos. Estos grupos pueden ser a veces muy masivos: en su momento, movimientos políticos como el gaullista o el peronista proporcionaron una clara “identidad corporativa” a millones de franceses o argentinos. Otras veces son muy minoritarios: las “tribus urbanas” de muchas ciudades europeas se especifican recortando sistemáticamente el número de adherentes. Así, ciertos grupúsculos políticos residuales se van transformando en apéndices folklóricos de su escenario político nacional. Los criterios de pertenencia a un grupo son claros y estrictos. Aunque a veces no se note, los grupos mayoritarios y minoritarios mantienen continuas transacciones internas, a pesar de la cortina de humo proyectada por mensajes que a primera vista los enfrentan. Tanta cercanía provoca la progresiva integración de las minorías en el “mainstream” de la vida política. Se produce entonces una paradoja. La supervivencia supervivencia de una organización organización política depende antes que nada de su grado grado de formaliz formalizació ación. n. Los grupúsc grupúsculos ulos (necesa (necesariam riamente ente muy bien organi organizad zados) os) pierden pierden nivel nivel de organi organizac zación ión al integrarse en la corriente principal...lo cual los lleva a difuminarse y a perder adherentes.
Estén completamente aislados (caso patético y no el más frecuente) o formen parte de grupos, los individuos se saben, se sienten (y, a menudo, se desean) controlados. Se produce un severo control social de la diferencia, de la disidencia y de la errancia, “patologías sociales” que conviene extirpar (17). Todos estos rasgos se repiten en Japón, sociedad en la que se produce una dinámica doble. - En asuntos de características estratégicas se tiende al consenso. Esto provoca en el observador exterior una impresión de sumisa aceptación de lo que podríamos llamar el “discurso político de la japonidad”. Esta retórica incluye el pacifismo, el populismo, el liberalismo económico y loas a las instituciones tradicionales (18). - Sin contradicción aparente con lo anterior, se produce una intensa rivalidad entre grupos e incluso entre facciones de un mismo grupo. A veces esta rivalidad llega al paroxismo. Este doble modo de funcionamiento de las relaciones micro-sociales acentúa la tendencia, generalizada entre los japoneses, japoneses, a formar parte de un grupo. Si el grupo es un “habatsu” “habatsu” o fracción de los partidos mayoritarios (“Jiminto”, “Shakai” o “Komeito”), la identidad corporativa provendrá de las actividades indicadas por la dirección. Si, en cambio, el volumen numérico numérico de una asociación es limitado, sus miembros suplirán la escasez escasez de personal personal con la intensidad de una militancia voluntarista. Algunos grupos formados por pocos miembros adquieren una visibilidad significativa cuando la sociedad los considera estables y legalmente constituidos. Otras veces, se intenta marginar y hacer desaparecer a un grupo entero, condenándolo al ostracismo de la opinión (los japoneses son maestros en el arte de la indiferencia). indiferencia). Este fue el caso de la secta “Aum”, responsable en 1995 de envenenamientos colectivos con gas “sarin”. En términos generales, la opinión pública y las jefaturas políticas japonesas respetan a los grupos constituídos, constituídos, sean éstos extensos o minúsculos. minúsculos. Las reivindicacione reivindicacioness sociales ostentan ostentan fácilmente un alto grado de organicidad organicidad y se legitiman públicamente. públicamente. La tarea de los aparatos políticos consiste en reorientar, hacia la corriente principal del consenso, multitud de intereses sectoriales que se manifiestan por medio de organizaciones formales. La gama es tan amplia como la problemática social. - Puede tratarse de reivindicaciones surgidas de grupos de ciudadanos quejosos: contrarios a la construcción de una nueva base militar norteamericana en Okinawa, defensores de mayores niveles de calidad de la leche o el pescado, militantes que desean que se extiendan a ancianos e inválidos las recientes medidas tomadas para mejorar los transportes urbanos; ecologistas, pacifistas, feministas. - Otras veces se trata de problemas planteados planteados por grupos marginados marginados en razón de su diferencia diferencia racial (okinawenses, (okinawenses, “ainu”), del estigma social padecido (“burakumin”), de la nacionalidad (coreanos, latinoamericanos, filipinos) o de una evolución social adversa (campesinos). 36
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Corporatismo cultural. Quedaro Quedaron n para el final final los aspecto aspectoss cultura culturales les del corpora corporativis tivismo mo en las socieda sociedades des industri industriales ales.. Una arraigad arraigadaa costumbre argumental considera la cultura como “guinda” puesta encima de la tarta social. Pero la cultura es algo más que un adorno en el pastel. Forma parte del tejido conjuntivo o constituye el plasma del cuerpo social. La elección de una metáfora médico-biológica permite indicar dos cosas. - La cultura integra la estructura social. - No está “por encima” o “por debajo” de otros subsistemas sociales, sino entremezclada con ellos, formando entre todas esa tupida trama que llamamos “sociedad”. Cuando estudiamos la cultura de una sociedad, no hacemos más que aplicarle al tejido estudiado un catalizador diferente que pone de manifiesto tonalidades distintas o dibujos específicos. Pero no cambiamos de objeto de observación. En términos generales, una sociedad es corporativa cuando los contenidos y formas más influyentes de su cultura pautada (las pautas incluyen tanto ideas como comportamientos) constituyen producto directo, o al menos consecuencia indirecta, de la existencia y la actividad de las corporaciones. Una sociedad corporativa “produce” cultura corporativa. Podemos distinguir una forma estricta y otra amplia de entender el concepto de “cultura corporativa”. - De forma estricta, define cualquier sistema de signos y símbolos, de actitudes y actuaciones, que identifica o individualiza a una organización, normalmente de tipo económico y que ostenta atributos de empresa. Ser miembro de IBM o de Mitsubishi, por ejemplo, comporta una mentalidad específica y un “estilo” que nos permiten distinguir dónde trabajan ciertas personas, incluso antes de que nos obsequien su tarjeta. En el sentido amplio que, en cambio, parece preferible, (y que engloba al estricto), cultura corporativa es el sistema ideológico ideológico explícito de una sociedad industrial, industrial, vehiculado por instituciones instituciones como el sistema escolar escolar o el aparato del estado y ejercitado en ellas, a través de las relaciones familiares, laborales, religiosas, políticas, sexuales, etc (19). Esta forma extensiva de entender la cultura corporativa, ¿en qué se diferencia de la noción genérica de cultura que utiliza, por ejemplo, el culturalismo antropológico? Sucede que la cultura corporativa no es una cultura cualquiera. En toda sociedad desarro desarrollad llada, a, sus modos modos de producc producción ión,, de difusió difusión n y asimila asimilación ción se especif especifican ican inequív inequívoca ocamen mente, te, asumie asumiendo ndo características distintivas que ahora veremos en detalle. De forma creciente, la creación de productos culturales está dirigida por organizaciones.
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- Puede Puede tratars tratarsee de organi organizaci zacione oness de carácter carácter público. público. Se puede puede aludir aludir a los sistemas sistemas educati educativo, vo, sanitar sanitario, io, de transporte, transporte, de defensa, defensa, de policía, de control de las actividades actividades económicas, económicas, etc, que existen en todos los países. Por otra parte, en algunos países -no en todos- la administración pública también se encarga de la organización de otros aspectos de la vida social: así la religión (Alemania, Japón, etc) o la previsión social (países escandinavos, naciones de Europa oriental durante su etapa comunista, etc). - O puede tratarse de organizaciones privadas, de dos tipos: las empresariales y las civiles, distinguibles por perseguir o no un objetivo lucrativo. Ahora bien: se trate de organizaciones públicas o privadas, lucrativas o benéficas, lo importante, en muchas sociedades industriales contemporáneas, es que la generación misma de la cultura como fenómeno colectivo no depende tanto del esfuerzo individual cuanto de mecanismos institucionales complejos. No es el individuo quien decide los temas y contenidos que la sociedad reconocerá como “patrimonio” cultural suyo, sino ciertos colectivos cuyo predominio sobre la sociedad no quedaría suficientemente satisfecho si no logra aquiescencia o reconocimiento por parte de los ciudadanos. El creador individual no desaparece: sigue siendo instrumento de la invención cultural. Pero la posibilidad misma de su sobrevivencia depende, más allá de la originalidad o fuerza de su propuesta, de la mayor o menor integración que logre con las corporaciones. corporaciones. Mediante Mediante el patrocinio patrocinio directo o indirecto, indirecto, éstas harán posible la materialización materialización de sus proyectos proyectos personales, transformados en planes del departamento de marketing de las grandes corporaciones (20). En pocas sociedades corporativas el fenómeno de la “esponsorización” adquirió las dimensiones que hoy en día tiene en Japón. - Siguiendo diversos caminos, las corporaciones públicas “patrocinan” preferentemente la cultura “del pasado”. En parte, por medio de apoyos y subvenciones directas a instituciones que conservan y divulgan el discurso “tradicional”, como santuarios “shintoístas” y organizaciones de artes marciales, de “sumo” o de técnicas estéticas. En parte asumiendo la retórica tradicionalista como “oficial” de la nación japonesa, a través del sistema escolar y los medios de comunicación de masas.
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- Aunque apoyan y cofinancian el esfuerzo público, las corporaciones privadas se identifican más con la formalización de una cultura presentada como “del presente”. Auspician el desarrollo de un estilo, de una plástica, de una música, de un diseño (en suma: de un “lenguaje”) “lenguaje”) afín (o al menos no contradictorio) contradictorio) con la imagen general general de progreso progreso tecnológico en el que afirman que estamos inmersos o adentrándonos. La iniciati iniciativa va pública pública financia financia el patrimo patrimonio nio y transmi transmite te un mensaje mensaje de privatiz privatizaci ación ón de la cultura cultura tradicio tradicional nal,, fomentando el cultivo individual de la religión o de los “do”, caminos espirituales. La iniciativa particular privatiza desde el origen el financiamiento financiamiento de una parte creciente creciente de la cultura “contemporá “contemporánea”, nea”, haciendo de ella fiel compañera compañera y dócil aliada de un progreso tecnológico regido por las corporaciones (21). El consumo de bienes y servicios culturales también responde a políticas corporativas. Es lógico que la administración estatal o las empresas se esfuercen por distribuir con eficacia lo que tan decisivamente han contribuído a producir. Aplican con rigor la lógica capitalista: una buena distribución contribuye a amortizar la inversión exigida por toda creación cultural. Cuanto más voluminosa la inversión, inversión, más insistente insistente la propaganda propaganda tendiente a “colocar” “colocar” el producto. La cultura se convierte en objeto de marketing, o sea de difusión (y de relativa imposición) de acuerdo con los criterios de una planificación racional. La racionalidad del marketing exige una extrema formalización del producto cultural. Esta exigencia viene ligada con otra, inherente a la lógica del provecho capitalista: trabajar en economías “de escala” (a gran escala) o incluso “de sistema” (en escala real, sin renunciar a ningún segmento del mercado aunque, en este caso, el producto a colocar tenga que adaptarse a los gustos de clientes cada vez más individualizados y mejor conocidos). Las consecuencias son gravosas para el creador, ahora incapaz de perseguir el ideal romántico del “genio individual”. - Las exigencias “de escala” le llevan a uniformizar su producto. - Las exigencias “de sistema” le indican que debe producir lo que el mercado le está pidiendo. En ambos casos, ocurre una cada vez mayor prefiguración del hecho cultural a producir, reduciéndose las posibilidades de espontaneidad y descubrimiento. La racionalidad del marketing tiene otra cara: el mecanismo de la difusión cultural deja de ser “vender lo necesario porque es necesario”. Aparecen formas diferentes de marketing cultural según las etapas o modalidades del sistema social corporativo. La cultura ya no está centrada en el producto sino en el destinatario final. Pero éste no será visto como alguien que busca plasmar su identidad en signos y símbolos específicos o comunes. El marketing se centrará en un individuo definido por su condición de consumidor: “usuario” para las corporaciones públicas, “cliente” para las privadas. Mediante este mecanismo, el corporatismo hiere de muerte la llamada “cultura popular”, de forma similar a como la excesiva centralización de la vida social arrincona la iniciativa local. Japón Japón ejemplifi ejemplifica ca la tendenc tendencia ia descrit descrita. a. Desde Desde hace hace decenio decenioss se asiste asiste a la prolifer proliferació ación n y consoli consolidac dación ión de “fundaciones” y otras instituciones públicas o privadas encargadas de canalizar antiguos o nuevos productos culturales, apoy apoyán ándo dose se en su imag imagen en no lucr lucrat ativ ivaa y en los los bene benefi fici cios os cred credit itic icio ioss y fisc fiscal ales es que que conc conced eden en las las leye leyes. s. La jerarquía interna existente entre corporaciones (por encima el estado y los “keiretsu”; por debajo las PyMEs y el asociacionismo independiente) se traduce en nítida ventaja del sector corporativo predominante (la administración y los “holdings”). Este logra imponer sus productos en el mercado cultural. Un alto porcentaje se masifica (por medios de comunicación tan populares como la prensa escrita o la televisión) según la clave que estamos viendo (21). El objetivo último de una sociedad corporatista es la configuración de un sistema cultural afín a las preferencias de los sectores hegemónicos. Se persigue la eficiencia o, en otras palabras, una suficiente asimilación, por parte de la población, de los mensajes y símbolos emitidos desde las grandes corporaciones. A partir de aquí, se abre una disyuntiva entre dos estrategias culturales posibles. - Según algunas modalidades corporatistas, vigentes en los países europeos que mantienen abundantes características de la segunda revolución industrial, la consecuencia de un proceso (muy centralizado) de producción y de otro proceso (muy extensivo) de difusión sólo puede ser una extrema homogenización del inventario de productos culturales. En este caso, eficacia significa la misma comida, la misma música, la misma moda, el mismo arte, las mismas diversiones, los mismos “slogans” en boca del máximo de ciudadanos, y en muchos países mejor que en uno solo. De esta forma, y a modo de ilustración, la extrema heterogeneidad cultural de la sociedad norteamericana ”es importada” -por América Latina, Europa y el Japón- en el envase monótonamente uniforme (y harto engañoso) del “American way of life”. - Hay otra modalidad corporatista, cada vez más vigente en los EE.UU. y en pleno desarrollo en Japón. Consiste en pensar la eficacia de la cultura en términos “de sistema” y no “de escala” (22). Esta cultura “digitada” desde los despachos corporativos persigue la redefinición social de cada sujeto (según esta mentalidad, un “sujeto” acaba convirtiéndose en un 38
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individuo “sujetado”) dentro de un conjunto social tan heterogéneo como sea posible o necesario, pero fácilmente controlable desde pocos centros de decisión. Cada individuo sigue siendo un cliente o un usuario y cada grupo un segmento del mercado. En línea con la ideología de las “sociedades de la información”, la diferencia radica en el tratamiento específico de las situaciones. Puede convivir una gran heterogeneidad entre lo tradicional y lo contemporáneo y se logran dos efectos simultáneos: el público tiene la sensación de escoger libremente (la libertad radica en la amplia oferta cultural disponible); el poder corporativo modula esa enorme multiplicidad de mensajes (manteniendo el orden público y una respuesta dócil a los requerimientos de las autoridades). Por cualquiera de las dos vías (una más propia de la segunda revolución industrial industrial -la de la electricidad electricidad y la metalurgia-, otra más concorde con la tercera -la de las nuevas tecnologías y la automatización de procesos-), se busca una eficaz masificación de discursos jerárquicos que justifican la desigualdad, oculta bajo el manto confusivo de la heterogeneidad. ¿De qué forma se logra lo mismo por dos vías diferentes? Si el producto cultural es uniforme, la jerarquía expresará la asimilac asimilación ión desigua desiguall de una retórica retórica unifica unificada da (alguno (algunoss son más inteligen inteligentes tes que otros, o más trabajado trabajadores res,, o más perseverantes). Y si el producto cultural se diversifica, la jerarquía expresará la libre preferencia por valores de diverso calibre (unos más aptos para la satisfacción privada, otros más acordes con el “servicio” público). Eso sí, por un camino y por el otro se mantiene la relación social desigual y jerárquica, elementos que facilitan la comparación entre Japón y el resto de las sociedades corporativas. En Japón conviven actualmente las dos finalidades expuestas.
- La cultura producida y distribuída desde las corporaciones pretende inculcar los principales signos idiosincráticos de la nación japonesa japonesa y, al mismo tiempo, difundir signos expresivos identificatorios identificatorios de cada segmento social. La ideología ideología gubernativa gubernativa remacha el clavo de los signos “eternos” de la niponidad: niponidad: raza, lengua, religión, territorio, territorio, emperador, emperador, cinco flores unidas en el ramillete denominado denominado “nación japonesa” japonesa” (23). Eso transmite el Estado, eso se inculca en las escuelas, eso es lo que repiten los diarios. - Por su parte, se observa la presencia de otro código cultural, no opuesto directamente al oficial, sino ajeno y en apariencia apariencia “indiferente” al acartonamiento acartonamiento de los grandes ritos y celebraciones. celebraciones. Identifica y singulariza a una multitud de grupos particulares en los que se segmenta la sociedad nipona. Según las edades o los sexos, según la localización geográfica y el nivel socio-económico adquirido o heredado. Viviendo en Japón, no se tiene sensación especial especial de homogeneidad... homogeneidad... aunque, aunque, sí, evidencia de estrecha e imperativa coordin coordinaci ación ón entre entre múltiple múltipless diversida diversidades des,, con el fin de mantene mantenerr un patrón patrón común. común. Los que practic practican an el código código tradicional se sienten partícipes y continuadores de normas atávicas que expresan a la nación. Los que prefieren las ideas modernas piensan que redefinen las normas y las condiciones de la niponidad. Pero ni unos ni otros llegan a ser, aunque lo intenten con sinceridad, auténticos protagonistas de un esquema cultural que reciben confeccionado y hasta “precocinado” por los grandes conglomerados económicos y políticos (24). Japón forma parte, culturalmente hablando, del conjunto de sociedades corporatistas. El punto de partida de su cultura se ha trasladado a las grandes corporaciones. Son éstas el canal central de difusión de los códigos más penetrantes, punto intermedio intermedio del sistema. sistema. Y también en las corporaciones corporaciones encontramos la intencionalidad intencionalidad última, el punto de llegada, llegada, de la producción cultural. La cultura cultura de socieda sociedades des corporat corporatista istass como como Japón Japón se torna torna un sistema sistema máximamen máximamente te pautado pautado,, simplifi simplificado cado y unidireccional de ideologías tendientes a la creación de consensos sociales amplios y duraderos. Japón expresa (y en parte anticipa) lo que comienza a denominarse la “cultura corporativa de las sociedades de la información” (25). El tema del poder: poder: La corporac corporación ión como como aparato. aparato. Enten Entende derr a una una socie socieda dad d (y entre entre ellas ellas Japó Japón) n) como como corpo corpora rativ tivaa no se limita limita al análi análisis sis de sus sus princ principa ipale less organizaciones o instituciones (26), o de su reproducción a través del tiempo (27). El comportamiento social reviste intencionalidad política: la de las organizaciones dentro de las cuales y mediante las cuales los individuos establecen sus relaciones concretas. Es preciso observar la red institucional como un sistema mediante el cual se fabrica, se difunde y se conserva poder. En otros textos se encuentra analizado cómo las relaciones de poder se producen en Japón a partir de la aplicación de “disciplinas” y cómo el mantenimiento de esas disciplinas (las antiguas reencarnándose en otras más nuevas) genera un “saber”, un discurso explicativo, una racionalidad, una manera de interpretar el mundo (28). Conviene recordar que el
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poder no es algo que posee estáticamente un grupo fijo de personas (definibles llegado el caso como una “clase”). El poder es “algo que se ejerce”, ejerce”, una estrategia, estrategia, una red de relaciones, relaciones, algo que sin necesitar ser estático (inmóvil) logra ser estable (permanente) (29). Algo que no necesita ser mencionado (como “el supremo” del escritor Roa Bastos) para abarcarlo todo. Hay otro aspecto aplicable al caso japonés: no es una pura adición de respuestas individuales coincidentes lo que acaba provocando uniformidades colectivas. El efecto de conjunto, sistemático, integrador es posible cuando, en un mismo lugar y en un mismo momento, coinciden unas prácticas pertinentes y un discurso coherente. Es esta totalidad la que “produce” poder. Para referirnos a la sociedad japonesa, a esa totalidad le podemos llamar “aparato”, en el doble sentido de “máquina” (30) y de “organización burocrática” (31). Una sociedad sociedad burocrática es un aparato que actúa según las leyes de la mecánica; mecánica; incluso procura ser un montaje que se regula según la lógica de los automátas. automátas. En un sentido menos físico y material, aparato es una lógica que disecciona y divide (lo propio del análisis) las instituciones, para luego reconstruirlas (síntesis) de acuerdo con nuevos objetivos. Uniendo Uniendo ambos sentidos, aparato es un engranaje engranaje que opera con mecanismos mecanismos propios: en parte ajenos a los miembros de las instituciones, aunque separando jerárquicamente a los individuos entre sí (por funciones aparentes que envuelven rangos latentes) y luego aunándolos a todos en una misma racionalidad, como condición para formar parte de un mismo mundo. Según Michel Foucault, “todo poder produce saber”.
¿De qué maneras esa ”máquina” puede ser entendida como ”organización burocrática”? Existe complementaridad entre las metáforas fisicista (máquina) y biologista (organismo). Ambas ayudan a elaborar una nueva noción: el aparato es un engranaje vivo. Una segunda pregunta nos conduce al fondo de la cuestión: ¿qué aporta esta definición de aparato? Aclara tres aspectos básicos de su funcionamiento social: - Una oportuna división de tareas (ley de la función). - Una jerarquización interna (ley del sistema). - Una coordinación imperativa (ley del consenso). Aún otra cuestión: ¿qué tipo de funcionamiento puede ser explicado gracias a la utilización de la metáfora del aparato como engranaje vivo? Las “sociedades-aparato” de las que aquí se habla tienen varios rasgos notables. - Funcionan eficazmente sin dejar de ser humanas: se basan en que cada uno se ocupa tendencialmente de lo que mejor sabe hacer. - Sus procedi procedimien mientos tos son sistemá sistemático ticoss pero pero no aceptan aceptan ser excluye excluyentes ntes:: se apoyan apoyan en que todos partici participan pan indeferenciadamente. - En ellas se actúa consensuadamente. Sin embargo se desea que el consenso no sea percibido como autoritario. Lo propio propio y lo común son plantead planteados os como idénticos; idénticos; lo único único que vale vale es el promedio promedio.. Según Según parte de la tradición tradición sociológica, la evolución hacia “sociedades-aparato” no representa forzosamente algo “bueno” para la humanidad. Para Ferdinand Tönnies, por ejemplo, las organizaciones formales potencian la capacidad del hombre para explotar a sus congéneres. Según Max Weber, las “necesidades” de la masa burocrática determinan cada vez más nuestras vidas, casi siempre en detrimento de la libertad. Michel Foucault explica que las organizaciones “sujetan” a los individuos, los disciplinan en alma y cuerpo, los hacen materialmente parte de un sistema de dominación en el que se aúnan lo que se hace y lo que se dice de ese hacer. Para Bruno Rizzi, el marco mental de nuestra acción se modifica en consecuencia. Es preciso ir más allá. Las necesidades de la acción exigen que a un juicio más o menos peyorativo sobre la realidad inmediata del corporatismo se agregue la comprensión de sus mecanismos de funcionamiento. Acaso no existe otro modo de actuar sobre la realidad. Pero para entender mecanismos concretos tenemos que referirnos a sociedades concretas. El próximo capítulo está destinado a explorar los aspectos distintivos de un corporatismo específico, el japonés.
Capitulo 3: La larga sombra del Estado.
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Corporatismo Occidental, Corporatismo Japones. Vimos que, de entrada, el corporatismo japonés se asimila a cualquier otro. Puede ser utilizado como confirmación suplementaria de la tesis que defiende la generalización de este tipo de sociedades en el mundo desarrollado. El corolario (inevitable en los planteamientos evolucionistas) es que a las sociedades en desarrollo (incluir aquí a América Latina) algún día les acabará ocurriendo probablemente algo parecido. En todo caso, es cierto que Japón constituye una nación homologable en un punto crucial al resto de las sociedades industriales más desarrolladas: la presencia hegemónica de las organizaciones (públicas y privadas) como protagonistas de la vida social. Sin embargo, aquí también la moneda tiene otra cara. Tras una prolija observación del caso japonés, se puede afirmar la existencia de un “modo de ser” corporativo distinto. La índole de la sociedad japonesa redefine los términos del problema en un aspecto esencial: el corporatismo japonés tiene que ver, antes que nada, con la lógica del Estado y, a partir de la infl influe uen ncia cia de éste éste,, con con la reco recon nstit stituc ució ión n del del conj conjun unto to de la soci socied edad ad en un senti entido do corpo orpora rati tist sta. a. La aclaración resulta crucial. Delata una diferencia cualitativa entre este análisis y las investigaciones corrientes de la “sociología de las organizaciones”. A menudo, esta rama estudia las sociedades casi sin contexto, de alguna manera “naturalizándolas” (en el sentido barthiano ya recordado) y hasta “transubstanciándolas”. En cambio, este ensayo pretende introducir a una “sociogénesis” del corporatismo japonés que ayude a entender de forma más satisfactoria el corporatismo como criterio del modo de vínculo social existente hoy en día en Japón. Semejantes y diferencias...Entramos en el terreno de un análisis que disecciona, distingue, separa y vuelve a reunir en torno a ciertos criterios que se trata de especificar. Para empezar, ¿hasta qué punto se puede incluir a Japón en una definición genérica de corporatismo? Basándose en argumentos como los siguientes (1). - El fin de las corporaciones japonesas es la movilización de la población bajo su control, en aras a un esfuerzo racionalizador de las relaciones económicas, sociales y políticas. Esto implica la articulación de los sujetos sociales, la programación de sus relaciones y una coordinación de los espacios y tiempos de actuación de cada segmento. Se trata de un esfuerzo conciente y voluntario, nacido de la decisión de los dirigentes y apoyado en leyes y en el conocimiento de las cuestiones que toda sociedad corporativa debe resolver (2). El campo de aplicación de las decisiones es variable. Cada gran empresa organiza a su manera las características de pensamiento y acción de sus miembros. “Toyota” inventó no solamen solamente te una modalidad modalidad de produc producción ción adaptada adaptada a sus necesidad necesidades es sino, sino, también, también, un estilo estilo de vida vida que incluye incluye alojamiento, relaciones sociales, etc. La “forma Nissan” es sensiblemente diferente en las relaciones sociales fuera del trabajo, las jerarquías internas, etc. En la industria electrónica, “Sony” tiene un enfoque corporativo propio, buscando una mayor adaptabilidad “occidental” de las formas organizativas, como parte de la estrategia de “globalización” de esta empresa, pionera en su género. Otro ejemplo es el de la administración pública, la cual persigue fines acordes con sus características: producción y control de las ideologías de la sociedad japonesa (lengua, tradiciones, estilos jerárquicos, visión del propio país y hasta del mundo exterior (3). Tan vastas movilizaciones sociales son posibles como consecuencia del predominio de relaciones verticales en la sociedad. Ciertos estilos de racionalización de la vida social, por medio de los “keiretsu” o de la burocracia estatal, rayan en la disciplinización masiva y la “ingeniería social”, y están llegando a su fin en Japón. En el capítulo 6 veremos que la pérdida de poder movilizador corporatista es una de las razones que explican la crisis de la sociedad japonesa. - Consecuencia de tan gran esfuerzo global de racionalización es una búsqueda de soluciones eficaces para la creación de valores específicos. Valga un doble ejemplo. Tras varios ensayos estratégicos, la industria bancaria encontró hace décadas décadas una fórmula conveniente conveniente para el logro de elevados elevados márgenes de beneficio. Consistió en un pacto estratégico estratégico con la administración. administración. El Estado permitía a la banca captar con libertad la tasa de ahorro de los núcleos familiares (alrededor (alrededor del 20% del salario mensual, durante los primeros cuarenta años de la posguerra). En contrapartida, la banca mantuvo el crédito barato (esencial para la formación formación de nuevas nuevas empresas pequeñas y para la igualación de pautas de consumo entre diferentes sectores de población), empleó masivamente mano de obra (masculina y en menor grado femenina, creando la imagen social de una “carrera” que goza de prestigio en Japón) y se comportó en todo momento como fiel divulgadora de los mitos nacionales característicos de la ideología oficial japonesa. Las diferentes corporaciones acaban entendiéndose entre sí porque se dan condiciones específicas de “producción” de los grupos dirigentes de cada una de ellas, así como una buena coordinación entre dirigentes de diferentes entidades. Veremos, en el capítulo 6, que el debilitamiento de pactos de este tipo constituye otro de los factores que explican la crisis social japonesa. - Toda corporación corporación japonesa está basada en una división interna de tareas, en una jerarquización jerarquización explícita y detallada (con independencia de que su ideología sea o no igualitaria (4)), así como en formas específicas de coordinación imperativa. Existen variaciones en la forma en que estas características se presentan en cada corporación. Los partidos políticos y las empresas, disponen de medios para obligar a sus miembros a que su acción sea eficaz, válida y legítima, dentro y fuera de los límites geográficos de la corporación. La coordinación coordinación de una gran industria de servicios, por ejemplo “Hankyu” o “Nippon Travels”, Travels”, tiene que ver con las 41
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consignas de productividad interna y se traduce en disponibilidad a la hora de practicar el “voluntariado” de las horas extra o la “sociabilidad laboral” fuera de horas de oficina. Pero nadie le exige al “guerrero corporativo” especial fidelidad al código ideológico imperante en la administración japonesa. Podrá tener un corazón republicano, votar socialista, preferir los valores occidentales o considerar inadecuado inadecuado el uso de “kanjis” o ideogramas chinos: nadie tomará en cuenta cosas que en otros contextos constituirían desviaciones reprensibles. Las sanciones (toda coordinación imperativa supone -se define por- un sistema de sanciones) vendrán motivadas por la falta de identificación material con su empresa (5). En los partidos políticos, la coordinación imperativa adquiere suplementariamente un atributo pretendidamente moral. El político profesional ha de afirmar, en todo momento y lugar, que cree en el discurso oficial (poco importa que después lo practique o no). Debe transformarse en apariencia viva del “ethos” nacional (aquí se incluye a los miembros de la oposición, sin distinción significativa entre la “izquierda” del “Shakai” y la “derecha” del “Komeito”). El sistema de sanciones sanciones que se aplica a un político no sólo tiene que ver con la conservación o no de su puesto (en ésto, la situación es similar al ejemplo de una empresa) sino también con el progreso o no de su carrera (la cual peligra en caso de probarse que se saltó normas consideradas claves) (6). El sector económico y el sector político se coordinan entre sí, siguiendo modalidades propias a cada sistema de dominación. dominación. En sociedades sociedades occidentales como la francesa o la norteamericana norteamericana,, tal coordinación intercorporativa intercorporativa se produce como un efecto de conjunto de la dominación de la clase industrial-bancaria sobre el resto. En Japón, en cambio, el estamento burocrático predomina sobre la dirigencia específicamente económica y en muchos momentos hasta sobre la política política.. Al entrar entrar en crisis crisis la burocrac burocracia ia adminis administrat trativa, iva, el malesta malestarr se extiende extiende a todo el entrama entramado do organi organizati zativo vo corporatista. Una segunda cuestión: ¿en qué sentido Japón constituye una sociedad corporativa suficientemente distintiva como para considerarla una nueva especie? Se pueden identificar tres aspectos definitorios del corporatismo japonés que hacen de la democracia de este país algo diferente de las occidentales. - A pesar de su “verticalidad”, el corporatismo japonés no deja de ser “comunitarista”, permitiéndole al conjunto del sistema una mayor “difusividad horizontal” que en el caso de sociedades occidentales como Inglaterra o Estados Unidos. Lo propio del corporatismo nipón es que el país es explicado por la ideología oficial y definido por la población como una inmensa “sociedad de clase media”, con la homogenización laboral, social y mental que conlleva dicha caracterización. - En el caso japonés, la fuerte concentración del poder no se produce tanto en términos de confrontación de clase sino en términos de “élites” que alternan alianza y competencia como criterio para repartirse los beneficios económicos y sociales. El elitismo japonés tiene raigambre pre-capitalista y predica una ideología ”integracionista“ aunque una práctica finalmente excluyente (guiada por los criterios del estatus). - Tercera ercera carac caracter terís ístic tica: a: el papel papel mode modera rado dorr de la buroc burocrac racia ia esta estatal tal,, incl inclus uso o por encim encimaa de las dirig dirigenc encia iass empresariales y en dura competencia con el establishment político. En este caso discutiremos el carácter o no de “sociedad cerrada” que sigue teniendo Japón. Comunitarismo. Una de las tesis explicativas sobre el Japón de posguerra que más éxito ha cosechado plantea el carácter vertical de la estructura social nipona (7). Surgida del campo progresista, la teoría de la antropóloga Chie Nakane sostiene que, a diferencia de muchas sociedades occidentales e incluso de India y China, Japón se rige por el principio de ligar a miembros miembros disímiles de la sociedad (dotados de diferentes atributos en lo tocante a la respectiva valoración social) en una única cadena lineal, tornada eslabonamiento jerárquico o de mando. No insinúa que las otras sociedades carecen de jerarquía, jerarquía, ni que en ellas dicha jerarquía no sea lineal. Nakane establece establece que el estilo y la intensidad intensidad con que los lazos verticales se producen en Japón sobrepasan lo conocido en otras sociedades. Le parecen superiores en intensidad porque la verticalización de las relaciones cubre todos los aspectos de la vida social, tanto los micro-sociales (relativos a la familia, la pareja, la pandilla juvenil, el aula escolar, el equipo laboral, la comunidad religiosa, la banda mafiosa, etc,) como los macro-sociales (tocantes a las relaciones entre instituciones o grupos grupos de institu institucion ciones, es, dentro de los límites del territo territorio rio naciona nacional, l, o en el marco marco de la socieda sociedad d internac internaciona ional). l). Estas relaciones japonesas también las ve distintas por su estilo. La manera vertical es única y excluyente de cualquier otra: según Nakane, los vínculos sociales nacen en la “estructura interna del grupo”(8). A su vez cada grupo organiza por pasos sucesivos “el conjunto de la estructura de la sociedad” (9), Como colofón del compacto edificio construido sobre aquella base, Nakane deduce la existencia de una tabla permanente de “características y orientaciones axiológicas del hombre japonés” (10).
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Sin duda es admirable el detalle del análisis y el radicalismo radicalismo de la postura de Chie Nakane. Son tan convincentes convincentes sus argumentos que han sido asimilados de cuajo, tanto por el japonismo europeo (con signo positivo o al menos neutro) como por la japonología norteamericana (con signo negativo). De todas maneras, también es necesario dejar en claro que su explicación resulta algo limitada: constituye lo que Pierre Bourdieu solía designar como “teoría en una sola dirección”. Espléndida para describir el establecimiento del vínculo social vertical, la teoría de Nakane no parece capaz de integrar dimensiones horizontales que saltan a la vista al observar a Japón y que resultan indispensables para justificar la difusión del esquema corporativo en este país. Japón ES una sociedad vertical. Lo es de una manera drástica, contundente, porque la interiorización de un sistema de rango (“ranking”) (“ranking”) modela la estructura estructura mental de los ciudadanos. ciudadanos. En la conciencia de cada uno, ser japonés implica estar por encima de algunos, debajo de muchos otros y a la par de un pequeño número. Japón se podría representar representar como una larguísima larguísima escalera en la que cada uno encuentra encuentra acomodación en un peldaño, peldaño, sin que nunca quepan muchos en un mismo escalón. Nakane considera a Japón un sistema social que repite incansablemente el mismo esquema de relación: “oyabun-kobun”, padre-hijo, maestro-discípulo, patrón-cliente, amo-inquilino (11). Al mismo tiempo, no acaba de resultar convincente la utilización de dicho esquema como modo único y restrictivo de definir al Japón corporativo cuando dice, por ejemplo, que “la relación ‘oyabun-kobun’ y el sistema burocrático moderno dan forma a idéntica orientación estructural” (12).
Sucede que a Japón no se lo puede definir sin tomar en cuenta, al mismo tiempo, la difusividad horizontal de aspectos claves de la vida colectiva como: - El pleno empleo, que no retrocede sustancialmente a pesar de la crisis financiera asiática. - Un sistema educativo del que ningún niño en edad escolar queda ausente. - Un régimen de sanidad técnicamente eficiente, de uso sencillo y de coste relativamente reducido para todo aquel que tiene trabajo. - Unas redes de transportes y comercio acordes con las necesidades mínimas. - Un sistema administrativo administrativo que “cuida” a los ciudadanos de forma aunadamente aunadamente paternalista, paternalista, vigilante y absorbente. absorbente. En esta estricta medida resulta entonces cierto que Japón se convirtió en una “sociedad de clase media”: el término es correcto para señalar la vasta e irreversible “difusión” (13) de modos de vivir y pensar que facilitan nuevas formas de identificación individual y de integración colectiva. No se trata únicamente de comparar al Japón medieval con el moderno o al de la primera posguerra con el de finales de siglo XX. Japón es hoy el país con mayor renta “per capita” del mundo, las estadísticas estadísticas oficiales de 1998 sitúan el desempleo desempleo en el 4.5% de la población activa, activa, su sistema educativo educativo no persigue tanto la instrucción profesional cuanto la transmisión del “ethos” colectivo rediseñado el siglo pasado. La generalización de altos niveles de vida y en particular de tales pautas de conciencia persigue la formación de un “habitus” discurs discursivo ivo permanen permanente te (unas (unas explica explicacion ciones es compart compartida idas, s, referida referidass a comport comportami amiento entoss reitera reiterados dos y mutuam mutuamente ente significativos) que es el que, aún hoy, sigue permitiendo definir a la sociedad japonesa, a pesar de la fuerte crisis. Japón es una sociedad capitalista desarrollada dotada de dos rasgos aparentemente contradictorios. - Dispone de suficiente suficiente verticalidad para redefinir (racionalización (racionalización técnica mediante) su modo de organización organización en un sentido burocrático. - Ostenta bastante unidad atributiva (vale decir: bastante homogeneidad homogeneidad de pensamiento pensamiento y de comportamiento) comportamiento) como para que su acceso al estadio de “sociedad de masas” no sea simple efecto de la distribución de la abundancia sino un efecto propio de la estructura. Ciertas teorías neoliberales explican que cuando abunda el agua (la creación de la riqueza), ésta se acaba derramando del tiesto (la clase capitalista) en que la vertimos y acaba regando todo el jardín circundante (la sociedad). sociedad). Pero estas ideas, de Milton Friedman, Friedman, no valen para el caso japonés. japonés. En cambio, la forma de organización organización del sistema japonés conduce a un grado de redistribución considerable, más elevado que otras sociedades corporativas occidentales marcadas (¡bella teoría!) por mitos nacionales de carácter igualitarista. ¿Cómo puede una sociedad ser al mismo tiempo verticalista burocrática y horizontalmente distributiva? Este par de conceptos no es contradictorio más que en apariencia. Verticalismo y redistribución caracterizan la forma japonesa de corporatismo. Constituyen parte del mismo tejido social. Contra lo que se suele afirmar con algún descuido, ni el verticalismo japonés es preponderantemente individualista, ni su redistribución social resulta exactamente democrática. Sucede que en rigor Japón no es una “Gesellschaft” “Gesellschaft” (sociedad) (sociedad) fundada sobre la estricta individualidad de los intereses intereses y conducente a una progresiva democratización (14). En buena medida sigue siendo una “Gemeinschaft” (comunidad), establecida gracias a cierta “identidad sustancial de voluntades asimiladas” (15). No me refiero tanto al acendrado
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sentimiento (que muchos japoneses comparten) de pertenecer a una nación aunada en un origen común (sea éste histórico o totémico) y un idéntico destino (previsible o únicamente imaginario), como consecuencia de compartir raza, lengua, religión, territorio y Emperador. Me refiero, sobre todo, a un proceso específico de formación del vínculo social y a sus resultados. La “comunidad” constituye una relación social. No alude (tampoco en Japón) a una cualidad “natural”. Implica un proces proceso o de aprend aprendizaj izaje, e, un modo modo de socializ socializaci ación. ón. Las razones razones por las que una socieda sociedad d enfila enfila hacia hacia la forma forma comunitaria son complejos (16) pero comprensibles: tienen que ver con formas históricas y conveniencias presentes de los modos de integración. Japón sigue siendo “comunitario” en alguna medida porque sus modos de organización incluyen redes de relación grupal particularmente fuertes. Sus modos de institucionalización necesitan la generalización y la constante constante actualización de la interdependenci interdependenciaa solidaria. La verbalización verbalización de esta “comunalización” “comunalización” (17) es el rasgo más espectacular del “nacionalismo” de muchos japoneses. Hay muchísimos ciudadanos no nacionalistas que, sin embargo, reproducen el modo típico del comunitarismo: integración en comunidades pequeñas, segmentación entre comunidades grandes grandes (transfo (transformán rmándola dolass en unión unión de multitud multitud de pequeños pequeños núcleo núcleoss coordin coordinados ados), ), procura procurando ndo en ambos ambos casos casos la multiplicación de lazos personales y a poder ser directos. La modalidad comunitaria de la sociedad japonesa no le ha quitado su condición capitalista (contrariando el carácter “necesariamente” individualista de toda sociedad capitalista), ni ha obstaculizado su cualidad corporativa (contradiciendo, ahora, la afirmación afirmación del carácter carácter “necesariamen “necesariamente” te” anti-comunitario de toda racionalización racionalización burocrática). burocrática). Japón se nos presenta como un caso de sociedad burocrática comunitarista. El paso de lo tribal a lo asociativo (señal de modernización democrática de las sociedades occidentales (18)) no significó, en el caso de Japón, un paso completo de la “Gemeinschaft” a la “Gesellschaft”. Esta situación, atípica, se explica como consecuencia de los siguientes factores: - La división del trabajo social (en la lógica de Emile Durkheim) no dio paso al individualismo sino que mantuvo y sigue manteniendo las formas grupales (19). - El crecimiento de grupos especializados no condujo a relaciones funcionales (como profetizaba Isaac Deutsch), sino que mantiene su eje en las relaciones afectivas (en línea con la explicación de Takeo Doi). - El establecimiento de una criteriología racionalista no abrió paso a la objetivación reglamentista o al imperio de la meritocracia sino que mantiene los pilares de un sistema de relaciones elitista. Lo veremos en el próximo apartado. Elitismo. Elitismo. La hipótesis de una correlación positiva entre individualización y democratización ha sido ampliamente demostrada en el caso de ciertas sociedades europeas y de la norteamericana. Las sociedades capitalistas liberales dan la primacía al indivi individu duo o como como crite criterio rio expli explica cativ tivo o de la evolu evolució ción n socia social: l: único único suje sujeto to de dere derecho chos, s, desde desde John John Lock Locke; e; y, simult simultán áneam eament ente, e, cauti cautivo vo en la red red orga organi niza zativ tivaa y argu argume menta ntall de la aprop apropia iació ción n priva privada da,, desd desdee Karl Karl Marx. Marx. Individualización implica localización específica de ciertas acciones, como fruto de la decisión de ciertas conciencias. Forma rma parte rte del sínd índrom rome de rac racion ionaliza lizaci ció ón pres resente ente en muchos proce rocessos de moderniz rnizaación ión. En Japón también se fue dando el paso desde lo mágico a lo racional (del mito al logos, si se quiere), otra señal de modernización habitualmente citada (22). Pero, en el caso nipón, esto no significó un traslado de la segmentación al sistema, o de la solidaridad mecánica a la orgánica, por varios motivos. Las corporaciones simulan ser entes abstractos, independientes de la voluntad de las personas, cuando en realidad son manejadas por élites. La desigual distribución de la riqueza y el poder es constitutiva de toda sociedad. Pero lo que en Occidente se entiende como efecto de la división en clases (con la consecuente dominación de una superior sobre el resto), en Japón es mejor explicarlo explicarlo como apropiación, por parte de grupos interclasistas, interclasistas, de la dirección de los asuntos públicos y privados, con la consiguiente producción de ideologías legitimadoras basadas en el consenso en torno a una dirección “técnica” de los asuntos sociales. ¿Cómo se manifiesta el elitismo? Detrás de la jerarquización en ramas de actividad, se oculta la producción y difusión generalizada de un sistema común de valores, siguiendo explicaciones de Pierre Bourdieu plenamente aplicables a este caso. Japón es un país elitista porque está dirigido por un sistema de élites. “Elite” es algo más que “clase dominante” -en el sentido de Charles Wright Mills- o “clase dirigente” -en la acepción de Raymond Aron-. Implica -en un sentido más próximo de Vilfredo Pareto- una valorización de funciones, actividades y personas tan desigual que las hace prácticamente “inconmensurables”. En un régimen de clases, la distancia social se impone por la fuerza de la dominación “burguesa”. En una sociedad elitaria, elitaria, la distancia distancia social nace de la aceptación de un criterio de jerarquía jerarquía o rango, que reparte los puestos sociales según merecimientos que difícilmente son objeto de controversia. Las corporaciones son consideradas organismos
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colectivos que han de ser gobernados por la minoría que mejor sabe lo que conviene a todos. Las relaciones entre individuo y corporación son asimétricas (nadie lo pondrá en duda), pero son presentadas como espacios de cooperación, de colaboración y hasta de integración. Esta no es únicamente la ideología de la gran patronal (23) o de la alta jefatura administrativa (24). También es la del pueblo llano, acostumbrado a repetir el catecismo jerárquico aprendido en la escuela. En América Latina estamos acostumbrados a la sobredeterminación que se produce en el ápice de la clase dominante y que conlleva la apropiación de los asuntos públicos y privados por parte de una ínfima minoría que maneja la economía y la política de forma patrimonial. patrimonial. Le llamamos llamamos “oligarquía”. Cuando ésta no consigue sus fines por sí sola, y en términos exclusivamente sociales, busca las alianzas necesarias para mantener una relativa dominación. En el caso de Europa, el acceso de varias sociedades a una forma corporatista de organización no ha alterado, al parecer, el alto cociente de concentración del poder y los recursos en manos de una ínfima minoría. En cambio, Nakane explica lúcidamente que no es frecuente, en la historia de Japón, encontrarse con formaciones oligárquicas o con coaliciones (25). Al ser interclasista, la dominación elitaria autoriza (e incluso aconseja) una mayor repartición relativa de las riquezas y del poder. Las rentas y salarios han logrado en Japón un menor alejamiento (entre ejecutivos ejecutivos y obreros, obreros, o entre altos burócratas y simples empleados) empleados) que en cualquier cualquier país occidental y que en la totalidad totalidad de sociedades ex socialistas. La forma japonesa japonesa de toma de decisiones decisiones y de establecimiento establecimiento de consensos consensos en las grandes organizaciones conduce a acuerdos que involucran en la decisión a muchos de los que estarán encargados de ejecutarla. Y que conste que en esta caracterización no hay porqué distinguir entre una empresa y una cooperativa, entre el gobierno de la nación y el de un distrito, entre una gran secta y un pequeño monasterio, etc. Este reparticionismo juega en un doble tablero. - Manifiesta una mayor integración, al modo de círculos concéntricos alrededor del núcleo central de la élite. El centro se difumina porque al que manda le interesa disimularse, pasando desapercibido. También ocurre que son numerosos los que ostentan una capacidad decisoria bastante colectivizada. - Produce nuevos comportamientos integratorios: la organización controla la calidad de su funcionamiento. Y provoca nuevos argumentos en pro de la integración, ya que se acumulan grandes y pequeñas ventajas, resultantes de pertenecer a dicho mecanismo. Siendo Siendo corpora corporatista tista,, la socieda sociedad d japones japonesaa ve acentua acentuados dos los factore factoress de estabili estabilizac zación ión propios propios de toda toda gran organización o del conjunto del sistema institucional burocratizado. Pero a dicha estabilidad le añade motivaciones diferentes. En el caso de una sociedad europea, pongamos esta vez el caso de Francia, la estabilidad se verá constantemente amenazada por una desigualdad social que el crecimiento económico no logra disminuir (alta proporción de desempleo, dispari disparidad dades es excesiv excesivas as en salarios salarios y rentas rentas,, falta falta de cobertu cobertura ra escola escolarr o sanitari sanitariaa para parte de la poblaci población). ón). La representación sindical y política de la parte excluída del sistema es poderosa y se transforma en tenaz competidora, provocando una constante alternancia gubernamental. En la sociedad japonesa, en cambio, la propia desigualdad permite y alienta la estabilidad social. Esta aparente paradoja nos la explica bien Nakane: la existencia de poderes equilibrados no es frecuente ni buscada en Japón. Al contrario: “la estabilidad reside en el desequilibrio entre poderes, uno de los cuales domina a los otros” (26). Domina relativamente, continúa diciendo, porque forma parte de una tupida trama de prestaciones y devoluciones constantes, característica del sistema elitario. Hasta los aspectos más tecnificados y burocratizados del código corporatista pueden introducirse en el sistema elitista japonés, japonés, de forma similar a como el agua del mar entre y sale por los poros de una esponja. Los “flagelos” “flagelos” de la esponja funcionan como sistema defensivo y fiscalizan qué tipo y qué grado de burocratización son aconsejables. El corporatismo japonés es es sumamente sumamente adaptativo. adaptativo. Sin poner poner en peligro el esquema esquema “oyabun-ko “oyabun-kobun”, bun”, las necesidades necesidades de la racionalización racionalización económica empujan a una mayor tecnificación productiva. Japón está a la cabeza en la carrera de la automatización. Pero no se utilizan robots para remplazar mano de obra en la industria del automóvil (sólo para complementarla), ni los procesos de automatización de la industria textil provocan tantos despidos masivos como en los países europeos, ni dejan de estar estar archipo archipoblad bladas as de emplea empleados dos las agencia agenciass bancari bancarias as japonesa japonesass por culpa culpa de cajeros cajeros automát automáticos icos y otros otros procedimientos que, en Europa, han provocado el vaciamiento de las oficinas y el quiebre de multitud de carreras administrativas. ¿Qué hacer con tanta tecnología disponible? Transformarla en un bien productivo de gran valor y de creciente volumen. Incorporarlo como un renglón más de la bollante exportación japonesa. Y acabar utilizándolo, de puertas adentro, en los casos en que la protección de intereses civiles o del medio ambiente aconsejan modificaciones en el sistema productivo (sin embargo, el despido masivo empieza a ser un hecho en Japón, como efecto de una crisis que veremos en el capítulo 6). El factor tecnológico (automatización) es redefinido siempre que resulta posible en función del fac factor tor polí olítico tico (es (estab tabilida lidad d), proc rocedi edimiento ento esencial ial en el pla planteo teo de una una socied ciedaad elita litari riaa. 45
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¿Significa que el corporatismo elitista japonés permite mayor participación de los ciudadanos en el sistema? Conviene no confundirse a este respecto. Es cierto que, por sus propias necesidades, el corporatismo japonés reparte más: logra satisfacer las demandas colectivas y facilitar una constante delegación de autoridad hacia manos de aquellos que se ocupan profesionalmente de los asuntos públicos. Pero, también en virtud de sus necesidades intrínsecas, necesita menos participación ciudadana: el éxito de la repartición vertical de funciones legitima el usufructo desigual del poder. A nivel de política exterior, exterior, el gobierno gobierno japonés japonés utiliza, con constancia y tenacidad, lo que ha dado en llamarse llamarse “doctrina Yoshida”. Yoshida”. Se acepta de entrada la superioridad internacional norteamericana (como en el siglo VI se había aceptado de partida la superioridad superioridad china), con una consecuencia consecuencia condensada en este famoso slogan: “ellos se encargan encargan de la política, política, nosotros de los negocios” (27). Los resultados están a la vista. Dan satisfacción al “ciudadano”, devenido usuario de la corporación (y ahora creciente consumidor en un sistema que precisa desarrollar el mercado interno) y, en la misma medida, dificultan cualquier modificación en el sistema. El corporatismo japonés no se muestra como un poder de clase sino como una dominación de élites. Las élites burocráticas japonesas viven enfrascadas en la dialéctica alianza/competencia. Han estado y siguen encaramadas en los sitiales directivos de las instituciones. Cultivan un modo de proceder muy repartidor de influencias y prebendas. No se sienten exigidas de otorgar participación a ciudadanos que ya reciben algo del pastel (aunque solamente se trate de los trozos más pequeños o de las migas) a través del canal vertical de las relaciones de reciprocidad. En definitiva, presiden un sistema dotado de gran estabilidad.
Estatismo. Estatismo. Habíamos revisado la dupla complementaria verticalidad-difusividad. Luego precisamos otro par de características convergentes: elitismo-distribucionismo. Ahora toca entender la no contradicción entre una tercera pareja de conceptos: abertura-cerrazón. Japón es una sociedad de la que a primera vista no sabemos decir si es abierta o cerrada, si es o no liberal. Para organizar la discusión de este punto, podemos utilizar como punto de partida el análisis de Karl Popper (28), para luego cuestionarlo: lo propio de una sociedad “abierta” es ser “liberal”; lo propio de una sociedad “anti-liberal” es mostrarse “cerrada”. ¿Cómo, entonces, definir a Japón aprovechando la terminología popperiana? El análisis del caso nipón exige remodelar nuestro instrumental analítico. Mirando superficialmente, Japón parece un país abierto de par en par ante cualquier influencia extranjera, presto a empaparse del espíritu chino desde el siglo VI, o sumergiéndose luego en el europeísmo más sistemático en el siglo XIX, o americanizándose al extremo en pleno siglo XX. Pero la continuidad y la especificidad de las instituciones japonesas demuestran demuestran a quien mira más a fondo que, lejos de ser una sociedad abierta, abierta, Japón continúa estando cerrado a los demás países e incluso, internamente, entre diferentes segmentos sociales. Los gérmenes internacionales se aclimataron en Japón, “provincianizándose” (29). Quienes observan superficialmente agregan una segunda tesis: el carácter ultraliberal de la sociedad japonesa. Arguyen el discurs discurso o económ económico ico extrema extremadam damente ente librecam librecambist bistaa y globaliz globalizado ador. r. Y recuerd recuerdan an que las corrien corrientes tes política políticass autoden autodenomin ominadas adas “liberales “liberales”” son las que gobierna gobiernan n al país país desde desde hace 40 años, años, bajo las siglas siglas “Partido “Partido Liberal Demócrata”. Pero el liberalismo japonés es pura fachada, un lenguaje de cortesía internacional, una cortina de humo ante la exigida “homologación” de Japón con las sociedades desarrolladas. El verticalismo y el elitismo no dejan mucho espacio para el desarrollo de una lógica “liberal”, se entienda ésta en su modalidad norteamericana o de forma europea. Todo liberal norteamericano es un democratizador políticamente anti-elitista y socialmente “igualador” lo que, como vimos antes, no va en consonancia con la dinámica de la sociedad japonesa. Por su parte, un liberal europeo es un antiestatista nato, mientras que la matriz japonesa es pronunciadamente estatista (30). La distancia que va “de la dominación de las personas a la administración de las cosas” (para retomar en sus términos la utopía de Henri de Saint-Simon) o “de la política a la gestión” (si preferimos una definición más norteamericana a la Richard Richard Burke) es conside considerada rada por los liberale liberaless occiden occidentales tales como señal señal de la democra democratiza tización ción de las socieda sociedades des modernas, tecnológicas, burocratizadas y dirigidas por grandes corporaciones. Sin embargo, este esquema no permite explicar el paso, en Japón, de la sociedad tradicional a la sociedad moderna. No es que el crecimiento de la burocracia (en el sentido de gran maquinaria administrativa del sector público) genere directamente una burocratización del resto de la sociedad, como muchos piensan que ocurrió en Francia tras la aplicación extensiva e intensiva del “código Napoleón”. El número de funcionarios públicos japoneses es bastante inferior al de cualquier otro país desarrollado (31). Tampoco se trata de que el crecimiento de las corporaciones (en el sentido de grandes oligopolios económicos del sector privado) genere una corporatización de la sociedad. Algunos piensan que el verdadero poder que gobierna Norteamérica se expresa a través del “complejo industrial-militar”. Inversamente, la gran industria japonesa cubre una proporción menor del
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sistema económico,con una relación de 9 a 1 a favor de las pequeñas organizaciones de estilo familiar o comunitarista frente a los grandes “keiretsu” (32). Se trata de otra cosa: es el marco tradicional de las relaciones sociales japonesas el que genera un tipo peculiar de burocratización burocratización y de corporatismo, corporatismo, opuesto tanto a la “sociedad abierta” de Karl Popper como a la (ideal) sociedad de la “acción comunicativa” de Jurgen Habermas. Estamos ante otro tipo de sociedad corporativa: verticalista pero sin dejar de ser comunitaria, elitista pero sin dejar de lado la redistribución. En Japón se da un predominio de la conducción política sobre la conducción económica, lo que implica un predominio de las corporaciones políticas sobre las económicas (33). Predominio funcional, no hay que olvidarlo, ya que las élites dominantes, si bien actúan y se expresan verticalmente a través de sus corporaciones “temáticas”, tejen lazos de coordinación horizontal no segmentaria, a través de los vínculos de parentesco, de filiación académica o de origen geográfico. Esta afirmación se prueba por la historia moderna de Japón. A Japón le tocó vivir (o sufrir) un proceso de “modernización” especialmente atípico: - Muy tardío en el tiempo, en relación con la industrialización de Inglaterra y luego de otras naciones europeas y de los USA). - Coincidente con (y partiendo partiendo de) una restauración del imperio, contrariamente contrariamente a las muy republicanas republicanas revoluciones revoluciones norteamericana y francesa. - Con una orientación de la vida económica de tipo mercantil, en lugar de aferrarse a un planteamiento primariamente productivista. - Con una reorganización de la vida social “desde arriba”, sin un propósito democratizador en el sentido occidental ) (34). Resultó Resultó ser un proces proceso o tan radical radical como como distors distorsiona ionado. do. Su motor motor no fueron fueron las fuerzas fuerzas populares. populares. Las élites élites gestionaron un cambio desde la cima: los “samurais” se transformaron en burócratas o en “capitanes de empresa”. Su organización y su ética las extrajeron del “bushido” (código “samurai” de conducta) y no de los planteamientos de la sociedad industrial a la Herbert Spencer. Las élites japonesas no se planteaban una “revolución” (en el sentido en que Karl Marx Marx planteab planteabaa el carácte carácterr necesa necesariam riamente ente “revoluc “revoluciona ionador” dor” de la burgue burguesía sía inglesa inglesa)) ya que no fueron fueron capaces capaces de abandonar el libreto repetitivo de la tradición autóctona. Las ideas democráticas (por ejemplo soberanía popular o participación igualitaria) nunca lograron arraigarse completamente. Más cuajaron concepciones burocráticas tendientes a relegitimar, por la vía tecnológica y racionalista, los viejos esquemas verticalistas y elitarios. Muchos occidentales no advirtieron entonces entonces (y siguen sin advertir hoy en día) que el término “shakai”, con el que Japón se clasifica a sí mismo, no corresponde ni a la “Gesellschaft” de Ferdinand Tönnies ni a la “society” de los liberales ingleses. “Shakai” sigue definiendo el encadenamiento de una serie innumerable de grupos relacionados por los criterios de la relación vertical y de las solidaridades tradicionales. El proceso de modernización japonés se apoyó en la necesidad de una estricta conducción política de los procesos sociales. Eso significó un rápido desarrollo cualitativo de la burocracia estatal. No únicamente para mejorar la gestión administrativa de los intereses públicos, en línea con su origen confuciano, sino también para fiscalizar y reorientar los intereses privados. La administración pública japonesa se fue apoderando de competencias de tipo político. Lo consiguió por encima de regímenes (la derecha estuvo dividida hasta 1955) y más allá de “habatsu” o facciones de un partido (traducción inevitable del verticalismo y el elitismo en forma de segmentos opuestos que, sin embargo, conviven como partes de una misma organización). La gestión de los asuntos públicos pudo entonces cordinarse supraministerialmente, horizontamente, un poco como en un sindicato occidental por rama. Al día de hoy, la burocracia japonesa sigue sin quedar convenientemente subordinada a la supervisión del poder ejecutivo. ¿Qué significó, en el caso de Japón, esta conducción política de los procesos sociales? Se observan dos fenómenos simultáneos: - La politización del proceso de toma de decisiones por parte de la administracion y del gobierno. Los funcionarios gozaban y gozan de amplia influencia sobre la configuración y evolución de las comisiones parlamentarias, sobre la organización interna de los partidos políticos y, colofón de lo anterior, sobre la toma de decisiones por el gabinete (35). - La burocratización de los procesos productivo, socializador y organizativo, en fábricas, escuelas y asociaciones civiles, respectivamente. La influencia que la esfera pública ejerce sobre la sociedad civil es en ella misma burocrática, en tanto que funcionarizada, reglamentada y mediatizadora (36). El marcado predominio del aparato estatal sobre la dirigencia económica y la sociedad civil explica, sea dicho como conclus conclusión ión,, las dos caracte característ rísticas icas fundam fundamenta entales les (y no contrad contradicto ictorias rias)) del comport comportami amiento ento político político del sistema sistema
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corporatista japonés. La sociedad corporativa japonesa se mantiene relativamente “cerrada” en tanto y en cuanto su sistema habitual de formación de grupos (estatutario y segmentario) resulta incompatible con cualquier criterio basado en la igualdad de atributos entre los miembros de la sociedad. Si el comportamiento social de los japoneses a muchos observadores les parece “homogéneo”, lo que hace posible la estabilidad social reinante es, justamente a la inversa, la “heterogeneidad” irreductible entre miembros de la misma sociedad. Cada uno tiene su rango prefijado. Por ende, cada uno mantiene relaciones fijas (individuales o colectivas) con el resto. Como consecuencia, el sistema cierra sobre sí mismo (37). Esta cerrazón conduce a la segunda característica política del corporatismo japonés: su carácter “antiliberal”. Siempre hubo una retórica oficial de “internacionalización” inmutable a través de los siglos: desde la época de los “tratados desiguales” del siglo XIX a las “guerras comerciales” con la Unión Europea, pasando por la aceptación de la Constitución de 1946, impuesta por los norteamericanos. Por debajo, empero, la sociedad japonesa utiliza numerosas ideas foráneas de una manera acomodaticia. Permiten que se agiten las aguas superficiales -hábitos vestimentarios, culinarios, musicales, etc- y mantienen quietas las aguas profundas, aquellas en las que se lleva a cabo un vasto y permanente control público sobre las actividades actividades privadas. Estatista, reglamentista, controlador, controlador, proteccionista: proteccionista: todas estas características características explican la supremacía de un proyecto histórico de afirmación nacionalista, que otrora tomó forma belicista para luego preferir el camino (más pausado y seguro) de la expansión económica internacional (38).
Tercera parte: ¿Modelo? Introducción: ¿Mitad lleno o mitad vacio? Cuando Cuando los comenta comentaris ristas tas se refieren refieren a socieda sociedades des poco poco conocid conocidas, as, es frecuen frecuente te que recurra recurran n a explica explicacion ciones es polarizadas: no es raro que caigan en la esquematización. Tal vez les resulta más fácil pintar el color negro o el blanco, al no lograr una adecuada tonalidad de grises. No es posible ocuparse de los países del Pacífico sin introducir numerosos matic matices es.. Porqu Porque, e, inclus incluso o en plena plena crisi crisiss actua actuall del del SEA, SEA, es basta bastant ntee lo que que se puede puede afirma afirmarr indis indistin tintam tamen ente te (inseparablemente) de sombrío y de luminoso en el caso de Japón (situado en el epicentro analítico de este libro) y de los países de su entorno. Como sabemos, todo dispositivo de análisis condensa el objeto de estudio en una especie de envase. Así el objeto de estudio adquiere una forma visible. Vertido en forma de libro, el Japón del que aquí se habla se convierte en unos cuantos contenidos pasados por el filtro del autor y guardados en una botella. Ahora bien, esa “botella” en la que Japón se transforma necesariamente, ¿está medio llena o medio vacía? Tradición y modernidad. Durante las décadas prodigiosas (y al parecer pasadas) de crecimiento exponencial japonés y de consenso interno inquebrantable, Japón mantuvo un buen equilibrio entre el polo tradicional y el polo moderno. Es un hecho que la tradición sigue estando presente presente en Japón: emerge emerge en los grandes y pequeños pequeños acontecimientos acontecimientos de la vida social. La gente parece apegada a ella: en casa, en el templo, en el tren, en la oficina...Pero ahora que la crisis del sistema japonés comienza comienza a ser coreada por todos dentro y fuera del archipiélago, las relaciones entre la dupla tradición-modernida tradición-modernidad d son objeto objeto de áspera áspera discusión. discusión. Están los que anuncian anuncian la progresi progresiva va muerte muerte del Japón tradicional tradicional en manos manos de una descomedida actualización: se ha perdido la continuidad, dicen algunos, entre lo antiguo japonés y lo moderno occidental (1), en línea con una explicación específicamente japonesa de la crisis sistémica como resultado del aflojamiento de los mecanismos que, otrora, aseguraron equilibrio interno e influencia exterior. El “traspaso” entre el mundo de antes y el de ahora (juzgado inevitable) es largo y complejo, y da lugar a un extenso periodo de “amalgamas” inestables y sin futuro de elementos de ambas procedencias. Quienes hablan en estos términos suelen pensar que es la excesiva lentitud de la transición entre lo viejo y lo nuevo la que provoca crisis, acumulándose el peso muerto de antiguos usos y costumbres carentes hoy en día de todo objeto (2). El recipiente no está suficientemente lleno o no ha sido todavía convenientemente vaciado: aquí está el nudo de dos argumentaciones corrientes. Sin desmedro del tema de la crisis japonesa (que ocupará la cuarta parte de este estudio), el debate internacional sobre Japón antes que nada se dirige a buscarle a esta sociedad un lugar preciso y comprensible entre las demás naciones. Lo que le sucede a Japón se vuelve, así, tema de la agenda de las relaciones internacionales, tal y como puede constatarse día a día día leyen leyendo do la pren prensa sa inter interna nacio ciona nal. l. Esto Esto no ha de extra extraña ñarr a nadie nadie,, vivie viviend ndo o como como vivim vivimos os en un mund mundo o interdependiente interdependiente.. La historia de relaciones relaciones exteriores que han vivido los japoneses japoneses también se torna, entonces, entonces, objeto del mismo debate. Consideremos un ejemplo sencillo: ¿quién ganó la segunda guerra mundial? Iwo Jima, Midway, el general
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Douglas MacArthur, Hiroshima, Nagasaki: son historia, y de la más sagrada, para el pueblo norteamericano. Al mismo tiempo, según la nueva literatura popular de Japón la victoria aliada en el Pacífico no está tan clara. En diversas publicaciones niponas del género “hazañas bélicas”, la ficción distorsiona totalmente la historia de la II guerra y el ejército imperial triunfa en batallas que en realidad perdió (3). ¿Se está agotando, en las novelas populares japonesas y tal vez más allá, la habitual tendencia pacifista de este país? Esta no parece una buena explicación. Pero sí indica que a las nuevas generaciones no les cabe en la cabeza que si Japón fue prácticamente aniquilado haya podido izarse luego tan rápidamente a la posición que ocupa hoy. Tampoco podrían entender que si los “aliados” fueron los vencedores padezcan graves dificultades que Japón ha podido resolver, en parte, precisamente, gracias a la ayuda recibida de ellos (4). La propia sensación de bienestar económico (no incompatible con la cruda realidad de una crisis que estudiaremos) motiva la extensión imaginaria de la presente bonanza hacia el pasado. El caso de los “manga” (tiras ilustradas) va en la misma dirección. También se descubre ambigüedad en ciertos libros de historia que no acaban de explicar claramente quién atacó a quién, ni por qué, durante aquel conflicto bélico. La censura de textos históricos, antigua práctica escolar japonesa, se sigue practicando, como sin cesar denuncia la prensa. A veces se le agrega incluso la adulteración de mapas que muestran como actual el territorio japonés de 1939. Unos pocos, mayormente en el SEA, se inquietan pensando que Japón se prepara para nuevas aventuras expansionistas. No se escucha el deseado “pedido de perdón” de boca de los gobernantes nipones, ni se ven suficientes “reparaciones de guerra”, prometidas en forma de “compensaciones” económicas (5). Pero los más sostienen, mayormente en Japón aunque también el el SEA, que no estamos ante el advenimiento de un nuevo periodo belicista entre los japoneses. El síntoma más bien parece significativo de un criterio que se va imponiendo en Japón (y no sólo entre los más jóvenes): jóvenes): Japón ha llegado a ser suficiente fuerte internamente como para volver al ruedo internac internacion ional. al. Muchos Muchos desean desean que cumpla tareas de importa importancia ncia y que haga sentir sentir su influenc influencia ia sobre sobre el resto resto de naciones...a pesar de que la crisis actual, que analizaremos en su momento, precisamente consiste en la falta de liderazgo político interno (incapaz (incapaz de atajar la corrupción) e internacional internacional (incapaz de influir en el desarrollo de la crisis financiera financiera asiá asiátic tica). a). Sea Sea como como sea, sea, al gobie gobierno rno y al secto sectorr mode moderno rno de la econ econom omía ía les les convie conviene ne este este esta estado do de opinió opinión n internacionalista: acaba influyendo favorablemente en la productividad. Y a los propios ciudadanos les conviene atemperar las dificultades internas con la presuposición de algún tipo de influencia exterior japonesa. Por esta vía, han surgido algunas preguntas y cuestionamientos. ¿Japón es capaz de proporcionarle a otras naciones renovados instrumentos, inéditas vías para resolver los grandes problemas de siempre: trabajo, prestaciones sociales, educación, seguridad, autoconciencia? Esta pregunta sobre la “capacidad” no sólo tiene que ver con la “voluntad” de la nación japonesa, más prescindente de lo que convendría respecto a su entorno asiático. Se relaciona sobre todo con la “posibilidad” misma de convertirse en ejemplo de algo. ¿Es Japón algo así como un “incunable”, un texto raro del que sólo poseemos un ejemplar? Algunas de las explicaciones brindadas en los capítulos anteriores podrían sugerir tal cosa. ¿O más bien constituye un “modelo”, sea cual sea la forma en que entendamos este concepto, como simple sistema operativo o como ejemplo a seguir? El debate sobre el presente y el futuro de Japón pone en funcionamiento dos visiones contrastadas: o se lo considera un caso irrepetible, admirándolo desde lejos pero resignándose a no poder repetir sus performances; o se lo define como el primero en haber intentado (y en parte logrado, a pesar de los problemas que hoy padece) poner en pie un dispositivo sistémico de organización económica y social diferente, buscando resolver lo que en otros sitios no se logró. Pero empecemos por el principio, recordando las posiciones en litigio. Una posición posición es la que sostienen sostienen los que podríamos podríamos denomin denominar ar,, con alguna ironía, ironía, miembros miembros del “club “club del crisantemo”. Según ellos, el actual sistema japonés surgió enteramente de la posguerra. La ocupación norteamericana y la libre libre elecció elección n del pueblo pueblo japoné japonéss determin determinaron aron unas unas formas formas institu institucion cionales ales tendientes tendientes a democra democratiza tizarr la nación, nación, a modernizarla y a homologarla con el resto de países emergentes. Si nos centramos en sus objetivos, la educación japonesa repite los lineamientos norteamericanos (por cierto: cada vez más imitados también en Europa). Por su parte, la estructura administrativa nipona es comprensible a ojos occidentales, ya que imita el esquema napoleónico y no fue cuestionada por la Constitución Constitución de posguerra. En cuanto a la vida social, a los hábitos y costumbres, a las formas de cultura urbana, en el Japón de posguerra la modernización ha tomado la forma de una occidentalización acelerada. Si a continuación atendemos al sistema económico, los miembros de este nada imaginario “club” (políticamente nutren las filas tradicionalistas) sostienen que la economía japonesa repite en lo esencial el modelo neoclásico occidental, con algunos adornos específicos pero sin llegar a afectar al funcionamiento de conjunto. La economía japonesa les parece estructuralmente idéntica a la norte norteam ameri erican canaa en much muchos os sentid sentidos. os. Inclus Incluso o mater material ializa izaría ría,, mejor mejor que que los mism mismos os Estad Estados os Unid Unidos, os, clás clásica icass potencialidades del capitalismo a la occidental. Japón habría triunfado precisamente por haber aplicado, quizá mejor incluso que sus maestros, los criterios que aseguran el éxito de toda organización capitalista: fuerte inversión, elevada tasa de ahorro, mano de obra de alto nivel, gerencia competente y experimentada. En algunos casos, la afinidad entre Japón y el mundo occidental se extiende, dicen, a toda o casi toda la trama social. En otros casos, la similaridad afecta únicamente a los dispositivos económicos.
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Para los que podemos llamar “revisionistas”, el edificio de Japón, y en concreto su economía, están basados en principios objetivos, estructuras y prácticas operativas que difieren sustancialmente del sistema capitalista occidental. Conviene, entonces, recordar esquemáticamente algunos rasgos del modelo occidental. - Se centra en el consumo, subordinando la comercialización y gravando escalonadamentre los beneficios y la riqueza. - Practica el “laissez-faire” no imponiendo prioridades a los empresarios: por poner un ejemplo espectacular, la electrónica no tiene que ser considerada, de suyo, un sector más prioritario que las golosinas. - Dispon Disponee de un entorn entorno o financi financiero ero centrad centrado o en el capital capital:: los accionis accionistas tas deciden deciden realmente realmente las orienta orientacion ciones es productivas. - Establece reglas drásticas para asegurar la libertad de mercado (mediante leyes anti-trust).
Por el contrario, siempre según la mirada de los revisionistas, el modelo japonés funciona de manera bastante distinta. - Se centra en la producción: tasa el consumo, cada vez más crecientemente, como se observa estos últimos años. - Tiene un carácter eminentemente estratégico: desde el periodo Meiji, la administración define los sectores prioritarios y las mecánicas más conducentes. - Identifica la formación de capital con el establecimiento de grandes conglomerados socioeconómicos: los “keiretsu” constituyen extensas alianzas económico-sociales multisectoriales. - Como consecuencia consecuencia de las características características anteriores, anteriores, la modalidad modalidad de funcionamiento funcionamiento de la economía economía es claramente claramente oligopólica. Los “keiretsu” o “holdings” controlan el mercado, siendo a su vez controlados por la burocracia estatal. Tras esta base general de acuerdo para establecer el deseado contraste, surge una pregunta inevitable: ¿qué entendemos por modelo capitalista occidental? Aquí los autores divergen: Eisuke Sakakibara y otros oponen básicamente lo que llaman “capitalismo a la japonesa” del modelo capitalista norteamericano (7). Michel Albert distingue entre un bloque “anglo-norteamericano” de capitalismo clásico y un modelo capitalista “renano”, incluyendo en este mote tanto al sistema alemán (y adláteres) como al sistema japonés (y vecinos sujetos a su influencia) (8). Ronald Dore, por su parte, distingue tres modelos capitalistas perfectamente identificables: el norteamericano, el alemán y el japonés, cada uno de ellos con su respectiva zona de influencia (9). En línea con la expuesto en capítulos anteriores, la opinión de este libro se sitúa en un punto intermedio. Japón constituye constituye sin duda un sistema específico. Razón por la cual, si es digno de brindar algunas “lecciones”, “lecciones”, éstas solamente podrían podrían ser utiliza utilizadas das mediand mediando o ciertas ciertas “condici “condicione ones”. s”. De buenas buenas a primera primera aparece aparecen n tres fundame fundamental ntales: es: fuertes fuertes reinterpretacione reinterpretacioness del original, profundas profundas adaptaciones adaptaciones a las condiciones locales, sin descontar descontar las l as indispensables indispensables y vigorosa vigorosass reconve reconversio rsiones nes que diversa diversass socieda sociedades des nacional nacionales es están están obligad obligadas as a empren emprender der para reunir reunir condici condicione oness iniciales y “hacerse capaces” de asimilar algunos de los elementos que promueve el sistema nipón. Sin embargo, para que un supuesto modelo japonés se extienda geográficamente es prerrequisito que otros lo deseen. En las actuales condiciones de no guerra (la paz está relativamente consolidada en el SEA) y de (teórica) libertad económica global, nadie pensaría en imponer su camino a los demás. Por esta razón, en las páginas que siguen no se plantearán directamente teorías originales sobre algo llamado “modelo” japonés. Es preferible apoyarse en los argumentos y experiencias de naciones y gobiernos, de expertos y políticos que, desde diversos países, emiten juicios de valor sobre la experiencia histórica japonesa. Lo que (con precauciones) se podría considerar “un sistema japonés transformable en asiático” fue conocido y asimilado antes que nada en las sociedades del SEA. Las referencias a tomar en cuenta son las de los países que han venido utilizando “fórmulas japonesas” para resolver problemas domésticos. Tras cincuenta años de posguerra, no caben muchas dudas: las naciones asiáticas circundantes aprovecharon el éxito japonés. La difusión se produjo en tiempos sucesivos: se suelen distinguir diferentes “generaciones” de “tigres” o “dragones”. Además, los nuevos métodos se fueron extendiendo a espacios progresivamente más amplios: en “círculos concéntricos”, la influencia de ciertos sistemas japoneses japoneses se fue extendiendo extendiendo por el mar del Japón y los mares de China. De todo esto hablaremos en los próximos capítulos.
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Alberto Silva: La invención de Japón
Capitulo 4: Japón y la evolución del Sudeste Asiático. Asiático. El Sudeste Sudeste Asiatico Asiatico evalua evalua a Japón. Las sociedades sociedades del SEA están vinculadas vinculadas entre sí más estrechamente estrechamente de lo que a veces parece. A la interdependencia interdependencia económica hay que sumar la vecindad geográfica. La geoestrategia norteamericana de posguerra logró algo que ni el budismo ni el confucionanismo jamás se atrevieron a considerar posible: relativa paz y fortísimo desarrollo en la zona. Un cúmulo cúmulo de nacion naciones es tan disímil disímiles es (a menudo menudo dotada dotadass con organi organizac zacione ioness estruct estructural urales es y disposi dispositivo tivoss diplomá diplomático ticoss contradictorios) contradictorios) convive sin amenazas amenazas bélicas insalvables. Es más, intensifican los intercambios comerciales comerciales al punto de convertirse en la mayor y más potente zona económica del mundo. Los vínculos son intensos pero fueron variando. Al principio se trataba de lanzarse “todos contra el comunismo”. Ahora, países teóricamente comunistas como Vietnam, China, Mongolia, etc, se están sumando a las asociaciones regionales, para sorpresa de quienes se imaginaban que la sociedad global podría ser explicada con puros criterios ideológicos. Ahora Ahora bien: bien: la única única posibil posibilidad idad seria seria de intercom intercomunic unicaci ación ón de que disponí disponían an era adoptar adoptar una lengua lengua común. común. Descartado el chino, las naciones del Pacífico-este han optado por el inglés como lengua vehicular complementaria, acelerando acelerando el intercambio intercambio de noticias, noticias, la homogenización homogenización de reglamentaciones reglamentaciones y procedimientos procedimientos internacionales, internacionales, la explicitación de mecanismos institucionales internos, un mayor conocimiento de las luces y sombras de cada proceso político, una comprensión más cabal de las evoluciones nacionales y de la parte que en ellas corresponde, alternadamente, a atavismos culturales y a decisiones políticas modernas. La posguerra puso al SEA en manos de EE.UU. Pero, al mismo tiempo, permitió a las naciones de la zona disponer de una estabilidad y un equilibrio que no conocían desde la colonización occidental, y quizá desde el auge de la ya remotís remotísima ima hegemo hegemonía nía china. china. Durante Durante estas estas últimas últimas década décadass las nacion naciones es del Lejano Lejano Oriente Oriente se han aproxim aproximado ado considerablemen considerablemente te entre sí. Cada una es capaz de emitir juicios fundamentados fundamentados sobre las otras. Siendo Japón el país más estable e intensamente desarrollado de la región, sus vecinos producen análisis exhaustivos sobre la situación japonesa. Reconocen los méritos y señalan los aspectos críticos. De forma significativa, el juicio al que someten a Japón suele acabar acabar con un veredic veredicto to tenden tendencial cialmen mente te favorabl favorable: e: los argume argumentos ntos absolut absolutorio orioss superan superan a los conden condenato atorios. rios. En el SEA nadie niega que Japón está viviendo una crisis profunda, acaso su remezón más intenso desde el acceso a la modernización, en el último tercio del siglo pasado. El sistema japonés ostenta aspectos negativos. Podría decirse que, aunque no esté en grave peligro de descalabro, el funcionamiento estructural de la sociedad japonesa induce indudables riesgos.
- Riesgos desde el punto de vista económico. La continua sobrevaloración de la divisa nacional se considera producto de dos factores disímiles: la fortaleza de la posición productiva nipona y la debilidad de su sector financiero. Por ambas vías, las fluctuaciones del yen dificultan la competitividad de sus exportaciones, poniendo en peligro precisamente el ventajoso posicionamiento anterior. Surgen contradicciones entre una maquinaria económica orientada en primer lugar hacia la exportación (es uno de los aspectos en los que el “legado” japonés ha sido más aceptado por las naciones circundantes) y las condiciones objetivas (costes de producción, valor comparativo de las divisas exportadora e importadora) en que han de producirse dichas exportaciones, a fin de que el país país exporta exportador dor se convier convierta ta no sólo en coyuntu coyunturalm ralmente ente exitoso exitoso sino, sino, más profundam profundamente ente,, en líder líder comercia comercial. l. Por razón razón del protecc proteccioni ionismo smo propio del sistem sistema, a, los costes costes operati operativos vos de las empresa empresass japones japonesas as son comparativamente más altos que en Alemania o Estados Unidos y sólo las dificultades del sistema financiero internacional (en parte como resultado de la crisis asiática, en parte por méritos propios) permiten que las exportaciones japonesas sigan siendo suficientemente competitivas. Otra contradicción contradicción planteada por el sistema productivo japonés se refiere a las implantaciones implantaciones industriales. Igual que otras naciones de la zona, la capacidad de crear nuevas plantas se considera bastante saturada. Escasea el suelo industrial, el disponible es caro y provoca un aumento de los costes de producción. Sobra, en cambio, la contaminación ambiental (exceso de gases en la atmósfera, de vertidos en ríos y mares, de ruido y hasta de concentración poblacional). Solución: “desl “desloca ocaliz lizar” ar” las las indus industri trias as hacié haciénd ndola olass emig emigrar rar (con (con conta contami mina nació ción n y todo todo)) al extra extranj njero ero más más próxim próximo. o. Pero si por dicho medio mejora el medio ambiente japonés (no tanto, como lo puso de manifiesto la Conferencia sobre Medio Ambiente en Kyoto, diciembre de 1997, así como diversos informes complementarios publicados en 1998), disminuye en cambio la población nacional empleada y la unidad de acción que la burocracia estatal tradicionalmente ejercía sobre el sistema económico. En ciertas circunstancias, la deslocalización provoca el envejecimiento prematuro y hasta un “vaciamiento” innecesario de ciertos sectores: es lo que podría ocurrir en sectores japoneses como la electrónica de consumo, la bioindustria, los astilleros, etc. Japón “achica” su deuda interna apoyándose demasiado en los dividendos 51
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de capitales colocados en el exterior. Se trata de una bonanza insegura, sujeta a fluctuaciones según el estado de salud de los países en los que sus inversiones directas se concentran. Si se agrava la crisis económica actual de Japón, los capitales colocados en otros países (incluyendo el SEA) retornarían a Japón, para que éste pueda cubrir su propio déficit doméstico (para su fortuna, Japón no padece el flagelo de la deuda externa). En tal contexto, a nadie sorprende que, con motivo de la presente crisis financiera del SEA, EEUU y otros países occidentales occidentales presionen a Japón para que se haga más responsable responsable de los países del área, petición de la que se hizo eco el gobierno japonés, consciente como está de una interdependencia que en este momento no tendría que volverse en su contra: la creación de un área monetaria controlada por el yen significa la aceptación, por parte occidental, de la solidez de esta moneda y, y, por parte asiática, asiática, el reconocimiento reconocimiento de un liderato japonés todavía más explícito con vistas al futuro. De esta manera, el “reinado” económico de Japón sobre el resto de países del área es relativo: proviene de una economía cuyo activo económico principal es la tecnología y el conocimiento, pero que carece de recursos infraestructurales clásicos como un territorio extendido, fuentes energéticas propias y cuantiosa población (1).
- Riesgos desde el punto de vista social. A juicio de observadores este-asiáticos, comienzan a modificarse algunos parámetros básicos definitorios de la nación japonesa. japonesa. Así, por ejemplo, ejemplo, la mujer mujer empieza empieza a formar formar parte de la “población “población activa”, activa”, con el consiguiente consiguiente decrecimiento decrecimiento de de la tasa de población ya que, siguiendo la tendencia habitual, la natalidad decrece a medida que aumenta el empleo femenino. Esto último modifica sensiblemente no sólo los cálculos demográficos sino también los productivos, escolares y sobre todo previsionales. Pero, agregan, no puede decirse que el sector femenino de verdad entre “en la producción”: su presencia se concentra limitativamente en empleos a tiempo parcial, básicamente en el sector servicios. El dinero percibido por su trabajo sigue siendo proporcionalmente menor al pagado a los hombres (se mantiene una discriminación por razón del sexo). El trabajo femenino no alcanza a resolver la endémica escasez de mano de obra padecida. La mujer sigue estando socialmente postergada en el trabajo, en la política y en la educación. Su igualación estatutaria micro-social (en el seno de la familia) no hace sino acentuar los desequilibrios de la institución familiar, ya que el hombre es todavía el que aporta el grueso de los recursos, limitándose aquella a la administración doméstica, económica y educativa. Otro aspecto de la crisis social japonesa que sorprende en el SEA se refiere a la violencia pública. Japón sigue siendo considerado “un país seguro”. Pero se observan “nuevos” brotes delincuenciales urbanos, como asaltos a mano armada, falsificación de tarjetas magnéticas o consumo de drogas. Preocupa sobre todo la criminalidad infantil y juvenil, para empezar en el recinto escolar y poco a poco extendiéndose a los barrios y centros urbanos, como veremos al tratar del tema en el capítulo 6. Los analistas se preguntan preguntan si lo que se produce en Japón no es una crisis de inadecuación inadecuación de crecientes sectores de la población población respecto a los sistemas tradicionales tradicionales de control social. Uno de los mensajes mensajes que más fuertemente fuertemente había calado entre los países del SEA era la ejemplaridad de los modos y sistemas nipones para producir, difuminar y mantener un fuerte “consenso” civil. La crisis actual muestra la fractura de dicho consenso. Los países del SEA asisten, atónitos, a la pérdida de la unanimidad nacional en Japón (2).
- Riesgos, finalmente, desde el punto de vista político. El punto fuerte del sistema gubernativo japonés es, como hemos visto, el control ejercido sobre el conjunto de la dinámica social. En el SEA se sabe que dicha especialización “estatista” japonesa no viene únicamente del legado confucianista (bien conocido en la zona) sino, también, de decisiones que los diferentes regímenes japoneses han tomado duran durante te los los últim últimos os cien cien años años.. Las Las opcio opcione ness elegi elegida dass por por Japón Japón fuero fueron n perc percibi ibida dass como como lógica lógicass y plenam plenamen ente te comprensibles. Incluso en muchos casos fueron adoptadas, como ejes y motores del funcionamiento nacional: sobre todo el llamado “Estado desarrollista”. Se lo considera promotor del juego económico en sus diferentes fases. En los inicios intervino directamente en el juego económico. En posteriores etapas se dedicó a promover indirectamente las condiciones para el buen funcionam funcionamien iento to de la iniciat iniciativa iva privada. privada. En el plano exterior exterior,, al Estado Estado desarro desarrollis llista ta se lo ve como inst instru rume ment nto o deci decisi sivo vo de la econ econom omía ía de expo export rtac ació ión, n, cent centro ro neur neurál álgi gico co de la dipl diplom omac acia ia de posg posgue uerr rra. a. A ese prototipo de Estado organizador y gerente lo ven víctima de un profundo malestar: captan el riesgo de un colapso administrativo ante el destape de tanta corrupción, comentan las dificultades de neutralización de las élites enquistadas en el ejército burocrático. En suma, no dejan de señalar los escollos y contradicciones a los que está enfrentada una “reforma política” por cuyo éxito inmediato pocos se atreverían a apostar de buenas a primera (3).
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A estas opiniones críticas se agregan contrapartidas. Y así tenemos lo que los países del SEA ven positivo de Japón. También en este caso la lista es variada, en algunos casos incontrovertible. Para empezar, en los países del Pacífico asiático nadie piensa que Japón esté viviendo una crisis “terminal”, como vemos que en Japón y fuera de Japón algunos piensan que ocurre. Lo consideran, eso sí, afectado por una fuerte crisis de transición o de crecimiento. Precisamente en atención a los puntos favorables que Japón presenta a juicio de diversos comentaristas. El sistema japonés contiene a sus ojos ciertos elementos de autorregulación. Entre los que mencionan podemos citar los siguientes. - La capacidad de ahorro familiar (vigente, como respuesta a la argumentación catastrofista que ciertos comentaristas dirigen hacia Japón) sigue compensando la frecuencia de las quiebras empresariales. La crisis en los países vecinos incluso proporciona razones suplementarias para mantener a raya el consumo masivo nipón. - La violencia urbana se desarrolla. Pero el autocontrol se mantiene casi siempre y siguen siendo amplios los espacios de serena cordialidad, dentro de las reglas sociales propias de este país. - La peculiaridad diplomática nunca ha impedido una sistemática adaptación a las exigencias de la globalización. La diplomacia japonesa es lenta y timorata para tomar decisiones, pero en cambio muestra persistencia y eficacia en el logro de sus objetivos, a ojos de los comentaristas orientales, ya que mantiene una visión de largo plazo. En cambio, en el SEA se discute si Japón dispone de verdaderos antídotos que resulten eficaces para contrarrestar sus propios venenos. - Por ejemplo, algunos piensan que el sistema económico genera corrupción pero que la ética laboral facilita su denuncia: la prueba aducida son las constantes noticias aparecidas en los medios de comunicación de masa en el curso de estos últimos meses de 1998. En el otro bando, no faltan quienes recuerdan la discriminación de minorías nacionales y sobre todo extranjeras, en temas relativos a condiciones laborales y sociales. En el SEA, los críticos parecen minoritarios, sobre todo si provienen de países donde las condiciones sociales fueron igualmente duras y poco democráticas. Por lo que, en este punto, lo que pueda suceder en Japón no produce especial sorpresa. - La reinserción social y laboral sigue siendo preferida al encarcelamiento de criminales y delincuentes, opinan muchos. Al mismo tiempo, otros recuerdan que no faltan violaciones de los derechos humanos, aunque de ninguna manera a la altura de lo que ocurre en otros países del SEA que, en este apartado, consideran a Japón como una sociedad relativamente normalizada. - Mal que bien, el artículo 9 de la constitución sigue funcionando como disuasivo teórico ante la tentación de cambiar la actual estrategia limitativamente defensiva . Observadores del SEA señalan un acuerdo tácito entre progresistas y conservadores japoneses en este punto: para aquéllos, las razones de mantener la “Constitución de Paz” son antes que nada políticas; para éstos no son más que económicas (4). Lo que es más importante, Japón ha sido capaz de superar una larga lista de escollos, limitaciones, dificultades y crisis. Veamos el tema con un mínimo detalle. - Ambito económico. Incluso después después de la “ruptura de la burbuja” (crisis de hegemonía de la economía financiera sobre la productiva, que todavía no se ha superado), la recuperación de la economía japonesa les parece posible. Los comentaristas del SEA se refieren a la economía productiva, no a la financiera: les parece que el debate político interior japonés contempla la posibil posibilidad idad de dejar dejar hundirs hundirsee sin muchas muchas contem contemplac placion iones es a sectore sectoress financi financieros eros (bancos (bancos,, compañ compañías ías de seguro seguros) s) demasiado afectados por la corrupción y la falta de productividad y, así, mejor permitir sostener nuevas obras públicas, la estimulación del mercado interno y el mantenimiento de las altas cotas de exportación: el paquete de medidas de reactivación de la economía productiva y financiera, decretado por el Ministro de Finanzas Keiichi Miyazawa y el gobierno del Primer Ministro Keizi Obuchi, parece orientarse en esa dirección. Al mismo tiempo, dichos analistas se muestran muy críticos porque ven a la burocracia demasiado comprometida con el sector en crisis. Sea como sea, Japón no está desbarrancándos desbarrancándose, e, aunque, según todas las estimaciones, estimaciones, su crecimiento crecimiento será nulo durante los próximos años. La tasa de desocupación no supera el 4,5% de la población activa. La tasa de creación de nuevas industrias no desmerece los promedio promedioss occiden occidentale tales. s. El crédito crédito sigue sigue siendo siendo barato. barato. La socieda sociedad d japones japonesaa consum consumee al ritmo ritmo posible posible dada la contracción contracción en curso y prevista para el futuro inmediato. Y todo eso tiene que ver con el mantenimiento mantenimiento de las funciones tradicio tradicionale naless de un Estado Estado desarro desarrollis llista ta que sus vecinos vecinos consideran consideran como digno digno de muy seria seria conside consideraci ración ón (5). 53
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Analizando algunas reformas dirigidas desde la administración, como en el caso de las telecomunicaciones o del sector financiero, los observadores no dejan de insistir en el peso determinante que la burocracia nipona ha ejercido en su materialización: materialización: promoviendo selectivamente selectivamente la competencia, competencia, manteniendo una autoridad autoridad regulatoria regulatoria centralizada, centralizada, operando operando casi en secreto y dándole al conjunto de l as operaciones operaciones una homogeneidad homogeneidad y una estabilidad estabilidad que jamás serían posibles si, de veras, la dinámica económica fuera dejada en las manos invisibles y espontáneamente reguladoras del mercado. Es cierto que los críticos objetan, con razón, una considerable falta de transparencia. Pero los que se muestran favorables acentúan la eficiencia: lo que de positivo ven los asiáticos en el caso japonés es, precisamente, el tutelaje político de la dinámica económica...a pesar del fuego de artificio que, cada vez que es necesario, lanzan las autoridades niponas niponas,, haciend haciendo o insinc insinceros eros votos de liberali liberalismo smo y de “laisse “laissez-fa z-faire” ire” que a nadie nadie impresi impresionan onan en el SEA (6). - Ambito social. Vistas con la perspectiva perspectiva de varias décadas, décadas, ciertas características características sociales de Japón concitan un juicio relativamente relativamente favorable por parte de los países de la zona. Si bien es cierto que Japón encaró la educación popular varios siglos antes que sus vecinos y que la modernización escolar escolar decimonónica decimonónica se produjo sobre bases previamente previamente establecidas, después fue capaz de mantener su legado e incluso acrecentarlo. No es poca cosa que la educación primaria y secundaria se universalicen. Ni es poco que sectores masivos de la juventud ingresen en la universidad. A pesar de la distorsión funcional funcional que ésto provoca (como vimos, pocos diplomados trabajan en el campo de su especialidad), especialidad), la población pudo elevar vertiginosamente vertiginosamente su nivel conjunto conjunto de instrucción. instrucción. Esto facilita la racionalización racionalización de pautas de conducta masivas: masivas: en pocas sociedades se leen tantos periódicos, revistas o libros como en Japón; la tecnología se incorpora con rapidez a la vida cotidiana, laboral, escolar y familiar (7). La distinción entre la “educación” (socialización del discurso-marco común) que da la escuela y la “instrucción profesional” (formación de la mano de obra) que dan las empresas es considerada en el SEA una feliz innovación que desatasca al Estado y rentabiliza a las empresas, disponiendo el ciudadano de una variedad e intensidad intensidad envidiable envidiable de recursos educativos. educativos. Buenos servicios hospitalarios y sanitarios, sanitarios, una extensa red de transportes, cuidadas infraestructuras urbanas y suburbanas, servicios privados o públicos de calidad: los comentaristas asiáticos observan observan todo ello con atención, preguntándose preguntándose de qué forma sus países podrían obtener resultados resultados comparables. comparables. Hacen notar, en la base de todos estos logros, la eficaz concertación entre esfuerzos públicos y privados, la hábil coordinación entre el Estado y las empresas, así como una inteligente distribución funcional de esfuerzos y recursos (8). - Ambito político. En este ámbito, los asiáticos asiáticos consideran a Japón de forma ambivalente. ambivalente. En ciertos aspectos aspectos lo estiman diferente diferente a las naciones occidentales previamente conocidas. Lo ven como un país asiático capaz de competir con naciones cuyo dominio sufrieron en condiciones de colonialismo directo o al menos de dependencia periférica. Pero no pueden ocultarse que Japón Japón también también fue un coloniz colonizado ador, r, tan implac implacable able como Europa Europa,, y continú continúan an atentos atentos ante cualquier cualquier declara declaración ción o movimiento que pueda levantar sospechas de rearmamentismo en Japón. Gracias a su preminente burocracia, el Estado japonés logra crear puestos de trabajo sin tener que administrar administrar las empresas, empresas, puede asegurar asegurar salarios dignos sin subvencionarlos, favorece la extensión de una red sanitaria de calidad sin ostentar la propiedad o la administración de los hospitales, educa sin enseñar, asegura buenos transportes y comunicaciones sin necesidad de nacionalizar tan vitales servicios comunes. Ahora bien, no perdamos de vista un sólo instante que quienes están emitiendo tales juicios sobre Japón son los gobernantes de los países del SEA: la pauta japonesa plantea la posibilidad de una enérgica acción gubernamental acompañada de escasos controles parlamentarios y de ineficiente oposición popular ante la corrupción u otros abusos (9). Siempre según estas fuentes, desde el punto de vista estrictamente funcional, Japón ha logrado crear un Estado al mismo tiempo “delgado” (en número de funcionarios, en volumen de propiedades, en presencia pública ostensible) y “dinámico” (dinamismo traducido en orientaciones y regulaciones tendientes a materializar un proyecto de desarrollo económico y social apto para el conjunto de la población). A los asiáticos, el Estado japonés les parece suficiente y capaz de liderar de manera estable y consistente el desarrollo nacional. Les parece capaz de ofrecer, intensiva y extensivamente, la movilidad horizontal necesaria para la sociedad. Lo ven eficiente y “comprensivo” para responder a las exigencias (elegida (elegidass o impuesta impuestas) s) de la llamada llamada globalizaci globalización ón económic económica. a. Ajeno a la lógica lógica neolibe neoliberal, ral, el Estado Estado japonés japonés ha demostrado según ellos fuerza y eficiencia para conducir a su sociedad, tanto en lo doméstico como en lo exterior. Razón por la cual ha marcado a todos sus vecinos del SEA una ruta clara y transitable. Incluso Incluso la modalid modalidad ad polític políticaa japones japonesaa constit constituye uye premisa premisa de una manera manera “asiátic “asiática” a” de entende entenderr la democra democracia. cia. Actualmente, más de uno deja de hablar de modelo japonés, prefiriendo el término de “sistema asiático”. - Una manera antes que nada continua y estable, lo que permite el afianzamiento de políticas productivas y prácticas de redistribución de la riqueza en forma de salarios, educación, infraestructura, salud, ocio, consumo, etc.
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- Una manera, en segundo lugar, que “a termino” aporta cierta equidad en las relaciones sociales, equidad que mantiene los rangos y verticalismos, que en absoluto persigue la igualdad, pero que colma de nuevas posibilidades a los sectores no dirigentes. - Una manera en tercer lugar no contradictoria con la inevitable interdependencia interdependencia que todo país tiene con su entorno, tanto más cuanto más crece (10). En conclusión, a muchos países capitalistas del SEA, y ahora también a sociedades “comunistas” (China, Mongolia y Vietnam), a través de Japón no sólo les ha llegado parte de la industrialización y mucha tecnología, sino también imágenes precisas y una forma práctica de articular las exigencias del desarrollo económico (políticas de eficiencia y calidad) con las necesidades necesidades del desarrollo desarrollo social (políticas de pleno empleo, de redistribución de la renta, de creación de todo tipo de redes privadas para la satisfacción de las necesidades públicas). Los rasgos constituyentes de un modelo son precisamente aquellos que permiten compatibilizar el ámbito productivo y el ámbito social. Y si las sociedades asiáticas en algo ven “modelo” en Japón es en tanto y en cuanto aquellos dos ámbitos han logrado correlacionarse correlacionarse mínimamente por medio de un común designio político. Los tiempos con que cada sociedad asiática acepta estos retos, la intensidad con las que se han puesto en marcha y las capacidades o posibilidades estratégicas de unos y otros marcan el mayor o menor éxito en el esfuerzo por seguir la ruta abierta por Japón, como veremos en próximos párrafos. ¿Exportacion de un sistema japones? A pesar de la crisis financiera asiática, el mundo sigue observando con interés la experiencia histórica japonesa. El modelo fordista de producción está en crisis, a ambos lados del Atlántico, así como los paradigmas industriales y sociopolíticos que lo acompañan. Es manifiesta la búsqueda, por parte de Europa y de los EE.UU., de formas alternativas que aseguren la continuidad de la expansión económica. Según opiniones de mucho peso, la era del estado de bienestar keynesia keynesiano no parece parece estar estar llegand llegando o a su fin, sin que las reorien reorientaci tacione oness neolibe neoliberales rales (en versione versioness “thatche “thatcherian riana” a” o “reaganiana”) logren resolver los problemas que tiene que enfrentar la crisis económica y social del capitalismo. Por estas razones, se ha vuelto corriente analizar de qué forma aquella inicial experiencia nipona fue trasladándose a la geografía del SEA, tomando más o menos cuerpo en casi dos docenas de países asiáticos. Lo cual lleva a tres consideraciones pertinentes. La primera se refiere a las condiciones sociales y culturales en que normalmente se produce la transmisión de mecanismos institucionales. Por razones que tienen que ver con el predominio intelectual de las teorías de “los dos japones” japones” y con los marcos teóricos que las sustenta sustentan, n, con excesiva excesiva frecuenci frecuenciaa se tiende tiende a considerar considerar que que el parecido parecido previo previo entre una sociedad modélica y su imitadora constituye un requisito indispensable para la eficacia del injerto. Se suelen aducir analogías culturales, cuando no raciales, para decidir de antemano la viabilidad o imposibilidad de asimilar “préstamos” llegados de otras naciones. En ciertos países latinoamericanos (Argentina aporta un caso paradigmático y por momentos grotesco), sólo interesará lo que proceda de “Europa” (entendiendo a Europa básicamente como Alemania, Italia, Inglaterra y Francia), acaso por sentirse (o imaginarse) algunos ciudadanos parte de ese viejo mundo. Además, la presencia de Estados Unidos se impone inevitablemente por la fuerza y la difusividad que adquiere en América Latina todo lo norteamericano. En consecuencia, lo que sucede en Asia podrá parecer “interesante”, “evocador”, “apasionante”. Pero nunca adquirirá la categoría de lo “relevante”, ya que muchos no lo consideran consideran relacionado relacionado con nuestra propia situación latinoamericana latinoamericana.. Esta comprensión (estrecha) del difusionismo se ve constantemente desmentida por la observacion histórica. El análisis de lo ocurrido, por ejemplo, en la cuenca del Caribe o alrededor del mar Mediterráneo invalida de por sí una concepción “culturalista” de las relaciones internacionales. Pero Pero lo opor oportun tuno o será será centra centrarse rse ahora ahora en el océa océano no Pací Pacífic fico o asiá asiátic tico, o, cuyo cuyoss pasa pasado do y prese present ntee resul resultar taría ían n incomprensibles incomprensibles si nos limitáramos limitáramos a entenderlos entenderlos con los argumentos evolucionistas evolucionistas de las teorías de la modernización modernización o con la fundamentación culturalista de cierta antropología europea. Porque lo cierto es que en la historia del SEA se entretejen numerosas religiones enfrentadas, gran variedad de razas, innúmeras lenguas incomprensibles entre sí, así como muy diversos códigos organizativos de la familia, la autoridad y las relaciones sociales, por mencionar sólo algunos puntos clave. A nadie le extrañará (aunque en este momento no entremos en detalles) escuchar que la historia de los países asiáticos ribereños del Pacífico se podría definir como una alternancia constante entre el más estricto aislacionismo y el más feroz enfrentamiento. La lista de conflictos y guerras entre estos países supera, incluso, la ya larga mención de los que sufrieron las sociedades caribeñas y mediterráneas, evocadas aquí para ilustrar otras situaciones de extrema diversidad inicial.
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No podría haber sido de otra manera (tan profundas e intensas son las diferencias entre todos esos países), al punto de parecer más que dudosas las explicaciones de los éxitos asiáticos en función de una supuesta filiación “confucianista” común. Ni hubo confucianismo por todos lados, ni éste impregnó a las sociedades tanto como se dice, ni parece haber constituido el elemento motor de muchos de los procesos de desarrollo del SEA. Es necesario buscar otro tipo de explicación. Los factores esenciales de la experiencia histórica japonesa y de su difuminación en el SEA son de índole política. Por descontado, cada experiencia histórica es única y su carácter específico le viene viene dado dado precisa precisamen mente te por los elemento elementoss cultural culturales es autócton autóctonos os que contiene. contiene. Sería Sería útil que moderár moderáramo amoss las reiterativas explicaciones “de todo” por la cultura o por la naturaleza evolutiva. Con ellas no podríamos entender lo que está sucediendo sucediendo en el SEA ni hacia dónde se orienta el futuro de esa región. La explicación explicación política se interesa antes que nada por los factores ligados a la situación estratégica de los países del SEA. Queda inmediatamente claro que sin la masiva masiva ayuda ayuda norteam norteameric ericana ana (en capitales capitales,, en acceso acceso a mercado mercados, s, en control control político político interno y en coordin coordinaci ación ón internacional político-económica) probablemente parte de lo que aquí se relata no habría tenido lugar. La fuerte presencia norteamericana fue una contrapartida al hecho de transformar a las naciones del SEA en primera línea defensiva contra el avance del comunismo, apenas terminada la segunda guerra mundial. La segunda faceta de una explicación política de lo sucedido en el SEA tiene que ver con la necesidad, por parte de los países del área, de superar la pobreza secular y el subdesarrollo económico relativo respecto al mundo occidental (de esto hablaremos más adelante). Por eso (tercera cara de este tipo de explicación), conviene centrar la atención en las formas y procedimientos adoptados por dichas sociedades (se entiende que en seguimiento, o al menos bajo cierta inspiración, de Japón) para dotarse de una organización acorde con los dos objetivos centrales anteriores: sobrevivir en el convulsionado contexto del Pacífico asiático y desarrollarse económica y socialmente de manera sostenida. En síntesis, los factores esenciales para entender la situación residen en decisiones tomadas por los diferentes factores de poder en las circunstancias que enfrentaban aquellos países: más allá, mucho más allá, de obvias pecualiaridades nacionales y de la presencia de elementos ideológicos englobantes como el confucianismo. El enigma histórico del SEA se revela a poco que consideremos sus fundamentos políticos (11). De esta forma podremos calibrar mejor cómo algunos elementos del sistema japonés desembarcaron en Corea, Taiwan, Singapur, Hongkong, y ahora Tailandia, Vietnam, Mongolia, la misma China, a pesar de las diferencias que los separan. Una tercera consideración parece útil al iniciar el recuento de la expansión japonesa en el SEA: se refiere a la cuestión misma del ”modelo”. resulta sumamente raro escuchar a algún japonés hablando de un “modelo japonés”. Su mención por fuentes extranjeras los llena de inquietud, porque no se consideran modélicos hacia afuera ni entienden que en Japón se haya haya aplic aplicad ado o intern internam amen ente te un sistem sistemaa comp comple leto to de inter interve venc nción ión socia sociall capa capazz de tan impon imponent entee nomb nombre. re. Cuando se habla de modelo estamos estamos ante un concepto polisémico, polisémico, como ya se recordaba recordaba en la introducción. Por modelo podemos entender la matriz o maqueta cuya repetición exacta consigue una copia fiel del original. En la industria se utiliza en este primer sentido. También se dice que un modelo es algo, o alguien, digno de imitarse, en seguimiento de alguna característica ejemplar. Ninguno de estos dos sentidos convienen al análisis que aquí se está proponiendo. La imitación repetitiva ya vimos que no es posible posible,, en virtud virtud precisa precisamen mente te del hecho hecho diferenc diferencial ial repres representa entado do por las tradicio tradiciones nes locales locales.. Tampoco ampoco podemos pensar que de pronto una sociedad le parezca ejemplar a los demás. En todo caso, si Japón en algo les parece atractivo a sus vecinos no es, como vimos anteriormente, al precio de ocultar las limitaciones que perciben en las soluciones que Japón ha dado a sus problemas y en las dificultades actuales que vive este país. Japón interesa de verdad al SEA, pero los países de la zona ni quieren hacerse “como Japón” (no les interesa incurrir en idénticas situaciones críticas) ni podrían lograrlo (su idiosincrasia lo haría inviable). Entre ambas traducciones del concepto de modelo queda un estrecho margen disponible, un corredor o sendero por el que puede caminar el lector. Por modelo aquí entenderemos un sistema de relaciones entre el Estado, la economía y la sociedad enmarcados en un mismo y estable territorio nacional. Se habla entonces de un sistema siempre complejo, que cambia perennemente, aunque sin mengua de cierta estabilidad de fondo. Se utiliza el concepto de modelo en su acepción de mecanismo sistémico, todo entero institucional, y cuyos efectos visibles solamente se vuelven transparentes cuando el análisis los ordena, buscando elaborar una explicación razonable de los hechos. En el caso de una sociedad, se habla de modelo en el sentido de “estructura”, o sea de sistema de relaciones entre las instancias política, económica y social que, como tres grandes lados, le dan a toda sociedad la forma imaginaria de un triángulo. Afirmar que un modelo nacional puede “verterse” en otro territorio significa entender que dicho sistema de relaciones puede en alguna medida homologarse, funcionando análogamente al original. Lejos de las lógicas de la copia mecánica o de la originalidad absoluta, entramos en el terreno de los parentescos, de los parecidos, de las homologías internas de funcionamiento. Comprender a un “modelo” de esta suerte implica aceptar que, por debajo de las enormes diferencias (de 56
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raza, de religión, de tradiciones históricas), dos sociedades pueden acercarse en su modo de funcionamiento. Volvemos a situarnos plenamente en un terreno político, o sea en el terreno de las decisiones. Porque si un gobernante gobernante (incluso autocrático) autocrático) nada puede modificar sobre raza o religión y bastante poco en términos de atavismos históricos (salvo privilegiando algunos y amortiguando otros), en cambio es mucho lo que puede decidir sobre el funcionamiento institucional de su propia sociedad (y también respecto de otras sociedades, si ocupa una posición influyente en el plano internacional). La opción en favor de uno u otro sistema constituye una decisión enteramente política. Quizá sea la más grande y relevante de todas las opciones políticas, si estamos pensando en el interés general. Vistas las cosas de esta manera, lo propio de todo régimen político es orientarse hacia determinado modelo de sociedad. Ninguno de los gobernantes asiáticos que antes se inspiró en Japón y que hoy alaba lo acertado de aquellas decisiones, ninguno de ellos está pensando que “imita” a Japón. Está suponiendo que escoge un modelo de Estado, de economía y de sociedad que, a su juicio, puede reportarle beneficios y ventajas a su país, porque dicho sistema de relaciones ya ha funcionado eficazmente en otros casos. Referirse a un modelo en esta acepción exige dejar de hablar en términos de sustan sustancias cias o abstrac abstraccion ciones. es. Implica Implica situars situarsee en circuns circunstan tancias cias históric históricas as concret concretas. as. Y lo concre concreto to es que, que, en plena plena posguerra, algunas sociedades asiáticas fueron tomando prestados elementos de otra que las precedió, adaptándolos a sus propias condiciones nacionales, al par que manteniendo una serie de rasgos similares, aquellos que nos permiten sostener la existencia de un esquema relativamente parecido expandiéndose territorialmente en el Pacífico desde los años sesenta y que al final de los noventa pareciera llamado a iniciar una nueva dinámica de influencia internacional (a pesar de la crisis). Un modelo es, antes que nada, el resultado de una historia. En consecuencia, el nacimiento y la difusión de ciertas constantes institucionales a partir de Japón serán vistos como etapas de un proceso encadenado de respuestas a un conjunto de problemas a resolver. En este punto de la argumentación es importante plantear tres tipos de cuestiones. - Relativas a la configuración de las relaciones políticas en torno a un Estado. - Conectadas con la organización del desarrollo. - Tocantes a la creación de condiciones de concordia y estabilidad, tanto dentro de cada sociedad como en las relaciones entre cada una y sus vecinas.
Experiencias Experiencias comune comuness en el sudeste sudeste asiatico. asiatico. Si queremos entender correctamente las relaciones que se establecieron entre las naciones del SEA (y que hoy en día siguen creciendo, incluso con motivo de la crisis), situémonos en un terreno comparativo. Procederemos a un breve recordat recordatorio orio de las semejanza semejanzass y diferen diferencias cias entre ellos. La doble doble hipótesi hipótesiss básica básica de este este apartad apartado o se explica explica a continuación. Las diferencias existentes entre los países del área eran (y en buena medida siguen siendo) de veras considerables: principalmente Japón y los cuatro “tigres” (o “dragones” o NICs -Newly Industrialized Countries- países de reciente industrialización): Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hongkong y, complementariamente, algunos países de la “segunda generac generación” ión” de NICs, NICs, como como Malasia Malasia,, Indones Indonesia ia o la zona costera costera de China China contine continenta ntal. l. Sin embarg embargo, o, acabaro acabaron n prevaleciendo ciertas similitudes entre ellos, producto de decisiones estratégicas. En dichas opciones podemos descubrir un orden lógico: - Congregar a sociedades dispersas alrededor de un Estado fuerte unificador y centralizador; - Lograr niveles de desarrollo económico compatibles con las condiciones de sobrevivencia de dichos Estados; - Convertir en lo posible a esos Estados en naciones, mediante el desarrollo de una sociedad civil lo más integrada o al menos lo más consensuada posible. Por otra parte, dicho orden lógico se dobló en un segundo orden, cronológico: primero Japón, luego los cuatro “tigres” y más tarde una segunda generación de “tigres”. Ambos órdenes, lógico y cronológico, constituyen el principal argumento para plantear la “centralidad” de Japón en el SEA. No solamente porque sus propias actuaciones económicas catalizaron la formación de la tupida red de intercambios que caracteriza a aquella zona. También porque las otras naciones del área se inspiraron en el caso japonés, a fin de orientar su propio accionar.
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Comencemos por los factores que distinguen y separan entre sí a todas estas naciones. - Industria. La disimilaridad tal vez más importante es la estructura industrial de cada país (12). Aquí Aquí merec merecee la pena pena relati relativiz vizar ar ciert ciertaa tesis tesis de la “nuev “nuevaa divis división ión intern internac acion ional al del trabaj trabajo” o” según según la cual cual la industri industrializ alizació ación n de la periferia periferia es principa principalme lmente nte consec consecuen uencia cia de la descentr descentraliz alizació ación n producti productiva va de las grandes grandes corporaciones norteamericanas y europeas. Sin duda fueron fundamentales en el caso de Singapur, pero jugaron un papel secundario en la industrialización de Taiwán, y fueron claramente menores aún en Corea del Sur y Hongkong (aunque en Hongkong, y en Australia, las grandes corporaciones financieras occidentales se hicieron más importantes desde la década de los 80, en buena medida canalizando, a través de Inglaterra, las nuevas corrientes ideológicas y los nuevos flujos de capital de las eras Thatcher y Reagan). El caso de Japón es conocido: el ahorro interno constituyó una fuente decisiva en la formación de capital; las grandes corporaciones extranjeras sólo recientemente comenzaron a intervenir al disputarle cuotas de mercado a las empresas nativas. La estructura industrial de Singapur se caracteriza por una conexión muy directa entre las corporaciones multinacionales y el Estado. La economía surcoreana (repitiendo desde el comienzo la orientación japonesa de las “shogo shosha” o grandes “tradings” organizadoras del comercio exterior) se centró en los llamados llamados “chaebol”, “chaebol”, nutrido nutridoss y guiados guiados por el propio propio Estado. Estado. Taiwán aiwán combinó combinó,, en una estruc estructura tura flexible flexible,, grandes grandes empresa empresass naciona nacionales les,, multitu multitud d de PyMEs, PyMEs, pero también también una minorita minoritaria ria aunque aunque signifi significati cativa va presenc presencia ia de firmas firmas extranjeras americanas (ajenas por cierto en la arena económica japonesa hasta mediados de los 80) y también niponas. Hasta bien entrados los 80, el crecimiento económico de Hongkong se apoyó en firmas manufactureras locales, apoyadas por un Estado colonial benevolente encargado de dotar a las empresas con la necesaria infraestructura productiva y de subsidiar el bienestar colectivo, en la línea del laborismo tradicional inglés. El más reciente desarrollo del sur de la China continental significa la combinación de factores propios: capitalización nacional, importación de tecnología (antes que nada japones japonesa) a) y numeros numerosos os encade encadenam namient ientos os de pequeña pequeñass empresa empresass en parques parques industri industriales ales,, funciona funcionando ndo en las condiciones de un gigantesco enclave. Malasia tuvo que lidiar con condiciones bastante diferentes a las del resto de los casos citados: su estructura industrial se basa en una división funcional de las tareas y beneficios estrechamente ligada a la heterogeneidad racial de base y al hecho de que el principal activo malayo son sus abundantes recursos naturales. De esta forma, no puede establecerse una correlación unilateralmente positiva entre el fuerte crecimiento económico de todos estos países y su estructura industrial previa. Todas ellas (y otras naciones que es imposible mencionar dado el carácter sintético de este libro) constituyen exitosas historias industriales. Pero, si llegaron a poseer tasas similares de crecimiento, fue a partir de situaciones industriales sumamente disímiles, como se ha visto. - Especialización. La especialización sectorial de las economías del SEA tampoco constituyó un rasgo en común, al menos en la mayoría de los casos.No fue la concentración del esfuerzo industrial en la industria pesada y luego en la electrónica (como había suce sucedi dido do ante antess en Japó Japón) n) lo que que expl explic icaa en dive divers rsos os caso casoss la comp compet etit itiv ivid idad ad de sus sus econ econom omía íass (13) (13).. Corea del Sur, y en menor medida Taiwan, diversificaron desde el comienzo sus producciones en una gran variedad de sectores. Singapur escogió desde el comienzo concentrarse en unos pocos sectores: el petróleo y el “nicho” sumamente específico de los semiconductores. Su vecina Malasia hizo otro tanto con el petróleo, aunque en lo restante alternó la agroindustria (aceite de palma) y algunas especializaciones metalúrgicas (autos). Hongkong dependió básicamente de la profund profundiza ización ción y mejoram mejoramient iento o de su origina originall especia especializa lización ción en la industri industriaa ligera ligera (textiles (textiles,, acceso accesorios rios,, plástico plásticos, s, zapatos), camino seguido también por la zona costera de China, aunque en este último caso alternándola con una industria metalúrgica de cuño e inspiración específicamente japoneses. La industria de Tailandia y de Vietnam se orientan hacia un desarrollo basado en la explotación de nichos propios basados en el potencial ya existente: agro-industria, turismo, electrónica de consumo. Si algo común se desprende de tanta variedad (y aquí, de nuevo, tras la diversidad se divisa el magisterio japonés) es la adaptabilidad adaptabilidad y la flexibilidad para responder responder a las demandas del mercado externo. Esas cualidades cualidades a veces se ejercieron mediante la presencia simultánea de varios sectores, otras por la sucesión de sectores prioritarios, sin olvidar a quienes lo lograron mediante la modernización de sectores tradicionales. La competitividad económica no parece el resultado de “imitar al ganador” sino de aprender de él “cómo ganar” en sus condiciones específicas. - Estado. Al comenzar sus procesos de rápido crecimiento, la heterogeneidad administrativa y estatal (14) no podía ser mayor entre todos los países del SEA. Hongkong fue hasta 1997 una colonia británica, estatuto algo emparentado con la
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condición australiana de miembro de la “Commonwealth”: en los dos casos, varios rasgos ingleses del “Estado de bienestar” pasaron a formar parte de su mecánica normal en materias como educación, salud, protección laboral, etc. El paternalismo de origen público también existió, “per se”, en sociedades comunistas o filocomunistas como Vietnam, Mongolia, República Popular de China y ahora Myanmar (ex Birmania), en proceso de incorporación a la ASEAN. En todos los casos citados estamos en presencia de un aparato del tipo de los conocidos y analizados habitualmente en los países occidentales: piramidal, coercitivo, burocrático. La situación de otros países de la zona es bastante diferente, cuando no la inversa. Poca o muy poca intervención pública previsional, en países como Japón, Corea del Sur, Malasia o Taiwán. En Corea del Sur, por ejemplo, ejemplo, el estado jamás consideró, consideró, como parte de sus funciones, la dedicación directa al bienestar de los trabajadores: la iniciativa privada de los “chaebol” fue introduciendo algunos elementos de paternalismo social, como empleos de larga duración y beneficios indirectos en materia de alojamiento, educación y seguro médico. Otro ejemplo interesante es el de Taiwán, donde el Estado sí que se preocupa por mejorar las condiciones de vida de la población y por reducir las desigualdades sociales, aunque dejándole al mercado la provisión de esos bienes y servicios a la población: el Estado se concentra únicamente en el campo educativo y en una supervisión general de la economía, asegurando un ritmo vigoroso de creación de puestos de trabajo y una mejoría generalizada de las condiciones de vida. Japón ha adoptado un perfil intermedio, manejando el Estado directamente ciertos campos (educación, sanidad, seguridad ciudadana) y dejando otros a la iniciativa privada (crédito, seguros, transportes) aunque bajo estricta guía administrativa. - Sociedad civil. En pocas regiones del mundo se podría percibir más heterogeneidad que en el SEA en la manera de concebir y materializar lo que en lenguaje occidental solemos denominar sociedad civil, instancia decisiva entre el Estado y el mercado. En Asia, este término es de uso reciente y de importación occidental. La noción misma de relación entre individuo y sociedad varía fundamentalmente, así como la visión que se tiene del asociacionismo privado y de las instituciones intermedias (15). En algunas sociedades impera una jerarquía racial. Sea como consecuencia de anteriores migraciones occidentales (Aus (Austra tralia lia,, Nueva Nueva Zelan Zelanda da,, Hong Hongkon kong), g), o del del predo predomi minio nio de unas unas raza razass sobr sobree otras otras (Mal (Malas asia, ia, Filipi Filipina nas). s). Algunas sociedades están regidas por estrictas convenciones verticalistas y estatutarias: hemos visto el caso de Japón; podríamos agregar el de Corea del Sur y también el de Vietnam. En otras, las relaciones sociales se desarrollan siguiendo patrones más funcionales, basados en el individuo y en su incorporación a “clanes”, como es el caso de China. En consecuencia, el desarrollo de la sociedad civil ha variado según los casos: el asociacionismo civil es más fuerte en Japón que en China, las instituciones intermedias intermedias casi no existen en Corea del Sur (como consecuencia de una larga trayectoria trayectoria colonial primero -bajo la férula japonesa- y luego dictatorial) o existen con un criterio predominantemente racial en países como Malasia o Indonesia. Si algo en común sobresale sobresale entre tanta dispersión, quizá sea precisamente precisamente la debilidad debilidad o la falta de sociedad sociedad civil, en los términos en que surgió en los países europeos y a través de los cuales llegó a América Latina. La noción que cada país del SEA tiene de una buena relación entre la sociedad civil y los otros dos lados del triángulo (lo que podemos llamar conco concordi rdiaa o cons consen enso) so) permi permite te cuan cuanto to menos menos pulve pulveriz rizar ar cual cualqui quier er mito mito de “paz “paz socia social” l” como como un comp compon onent entee indispensable del proceso de desarrollo de la zona. Singapur logró su estabilidad después de masivas represiones al comien comienzo zo de los años años 60. A esas esas alturas alturas,, Japón Japón ya había había neutrali neutralizad zado o un vigoroso vigoroso movimiento movimiento popular popular surgid surgido, o, paradójicamente paradójicamente,, de las necesidades reformistas reformistas de la ocupación ocupación americana. americana. Taiwán Taiwán se “pacificó” “pacificó” relativamente relativamente después de la masacre de 1947 y el proceso de disciplinización social prosiguió hasta finales de los 70, sin que los tumultos internos provocaran debilitamientos en su tasa de desarrollo. De China continental puede decirse otro tanto: conviven, sin aparente aparente lógica, fortísimas fortísimas tasas t asas de crecimiento económico económico y muy intensas represiones represiones en la vida pública (Tiananmen (Tiananmen es tan sólo un ejemplo) y en la privada (pensemos en la cruenta política de control de la natalidad). Vietnam ha vivido internamente militarizado desde hace 70 años y no tiene visos de desprenderse rápidamente de este modo de organización de la sociedad civil. La moneda tiene, sin embargo, una segunda cara: han abundado los aspectos similares (ya se recordaron diversos “préstamos” tomados de Japón). A ellos convendrá referirse a continuación. - Factor exógeno de tipo estratégico. En la mayoría de sociedades del Pacífico asiático se produjo una situación de emergencia con motivo de las fortísimas tensiones y conflictos que se sucedían en las relaciones internacionales (16). Los países del SEA constituyeron uno de los frentes más “calientes” “calientes” de la guerra fría. Es muy conocido el caso de Japón: Japón: durante la guerra de Corea se transformó en retaguardia estratégica y en gran factoría de fabricación de los insumos necesarios para sostener el esfuerzo bélico
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norteamericano, iniciando de esta forma una vigorosa recuperación económica, que luego continuaría por méritos propios. Otro tanto le ocurrió a Taiwán: la caída del Kuo-Ming-Tang en el continente y su repliegue a Formosa hicieron posible el acceso a la ayuda norteamericana, masiva, incluso indiscriminada y que desde entonces no dejó de regar la isla. La experiencia experiencia de Corea del Sur es similar: surgida surgida como nación al final de la guerra y de la consiguiente consiguiente “partición” en dos zonas, Corea del Sur pasó a funcionar como tapón de la expansión de China (vía Corea del Norte) y como escaparate de los diferentes resultados producidos por tan antagónicos regímenes. El caso de Hongkong quizá es menos conocido pero resulta igualmente significativo. Como consecuencia de la revolución de Mao, perdió su función tradicional de “mostrador” y ”depósito” del comercio chino, viéndose obligada a iniciar la producción industrial, como medio para sobrevivir sin sobrecargar demasiado al erario británico. Ni Inglaterra podía aceptar su independencia, equivalente a una virtual anexión que logró retrasar hasta 1997. Ni China podía aceptar la secesión de un territorio que históricamente consideraba parte de la “gran China”. Resultado: un “modus vivendi” que aseguró aseguró la conven convenienc iencia ia de ambas ambas metrópo metrópolis, lis, apoyad apoyado o en dos pilares pilares económ económicos icos:: las nuevas nuevas tecnolo tecnologías gías y el contrabando. En algo se parece todo esto al caso de Singapur, inicialmente inicialmente custodiada por tropas británicas (para evitar su anexión por Indonesia), más tarde formando parte de la federación malaya, luego dejada a su suerte por los británicos y finalmente rescatada a último momento por Estados Unidos, como parte de sus movimientos estratégicos en la guerra de Vietnam. Mala Malasi siaa reco recorr rrió ió idén idénti tico co cami camino no,, sien siendo do aban abando dona nada da o prot proteg egid idaa en virt virtud ud de simi simila lare ress moti motiva vaci cion ones es.. Y otro tanto sucedió con Tailandia Tailandia (muro protector oeste de la guerra de Indochina) Indochina) y con Filipinas (tradicional territorio de acantonamiento de tropas y pertrechos militares estadounidenses). El punto crítico común de esta serie de ejemplos es la percepción, percepción, por parte de Estados Unidos, de un claro e inmediato inmediato peligro de expansión del comunismo en la zona. Las consideraciones consideraciones estratégicas estratégicas norteamericanas norteamericanas opacaron opacaron otros cálculos, de tipo económico (la rentabilidad rentabilidad inicial de cuantiosos préstamos, inversiones, cesiones de tecnología y abertura de mercados controlados por los norteamericanos) o de carácter político (la verificación de unas condiciones mínimamente democráticas por parte de los regímenes surasiáticos asiáticos de posguerra). posguerra). En un contexto dominado por la guerra fría, la ayuda británica y norteamericana norteamericana resultó decisiva para el inicio o el fortalecimiento del proceso de desarrollo de los países de la zona. Esto marca una diferencia sustancial con los países latinoamericanos latinoamericanos de esa misma época, en los cuales el “comunismo” “comunismo” era percibid percibido o solamen solamente te como como “enemigo “enemigo interior” interior” dentro dentro de cada cada nación nación y combati combatido do por ejércit ejércitos os nacional nacionales es reorganizados en Panamá para luchar contra la “subversión”. La comunista Cuba era muy pequeña e incapaz, como se vio, de cumplir con América Latina el papel que China jugó con el SEA, a pesar de que lo intentó una y otra vez por medio del “foquism “foquismo” o” insurg insurgente ente.. La política política de muchos muchos países países asiáticos asiáticos (y aquí vemos vemos una de las vías de difumin difuminaci ación ón de la experiencia histórica japonesa) consistió en aceptar de entrada una fuerte dependencia político-militar con respecto a Estados Unidos, como precio a pagar por la ayuda (inmensa) que les permitió alcanzar mayores cotas de desarrollo y ejercer la dominación política interna con bastante autonomía. En algunos casos la condición fue un completo desarme, como como en Japón Japón o Singapu Singapur, r, en otros otros los países países tuvieron tuvieron que organiz organizar ar fuertes fuertes ejércit ejércitos os nacion nacionalis alistas tas previam previamente ente inexistentes -Corea del Sur- o fortalecer los ya existentes -Taiwán, Tailandia-. El caso japonés es paradigmático de esta dicotomía dicotomía entre lo político y lo económico. económico. Aquí conviene aludir a la “doctrina Yoshida”, Yoshida”, recordando recordando al decisivo decisivo Primer Ministro japonés Shigeru Yoshida, Yoshida, en la primera posguerra japonesa. japonesa. Puede ser descrita como una suerte de división del trabajo que establece un divorcio completo entre desarrollo económico e independencia nacional: el destino de otros países de la zona también fue dejarles a los americanos las decisiones político-militares, mientras ellos se limitaban a restablecer las maltrechas economías internas. Al aplacarse la guerra fría, los dados estaban echados: se había configurado un bloque de Estados “vasallos” de Estados Unidos. No meramente dependientes: más bien siervos en lo exterior y autónomos en propia casa, un poco como los señores feudales europeos del siglo XIII en relación a su monarca. Al producirse el hundimiento de Rusia, hasta Indochina empezó a cambiar de campo y hoy en día asistimos a hechos inimaginables hace tan sólo 10 años: Myanmar entra en la ASEAN, Japón ayuda a Camboya, mientras que Vietnam mira con interés indisimulado los métodos aplicados en el país del sol naciente. Sorpresa aún mayor: al debilitarse ideológicamente la propia China, no solamente deja de hostilizar a los vecinos sino que le “permite” a Mongolia iniciar una acelerada “japonización” estructural. Ella misma comienza su carrera capitalista por la doble vía del establecimiento de “zonas especiales” de desarrollo y de mantenimiento del “statu quo” de Hongkong, vuelto al redil chino para ayudarle a China a acelerar una compleja transición hacia el capitalismo.
- Factor exógeno de tipo económico. Muchos de los países del SEA (Japón y luego la primera y segunda generaciones de “tigres”) basaron sus procesos de desarrollo en una intensa orientación de la economía hacia el exterior, y más concretamente a la exportación de productos 60
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manufacturados (17). Algunos de ellos (Corea del Sur, Taiwán y luego Malasia) comenzaron practicando políticas de “sustitución de importaciones”. Para ello crearon desde cero una serie de industrias básicas, igual que había hecho Japón en dos periodos claves de su industrialización: a comienzo de la era Meiji y en el periodo 1945-1950). Como resultado, la zona en su conju conjunto nto (inclu (incluye yend ndo o los caso casoss disco discorda rdant ntes es alud aludido idos) s) come comenz nzó ó a prosp prospera erar, r, cuand cuando o las las naci nacione oness del del SEA se comprometieron a reorganizar sus economías con miras a privilegiar la producción de bienes destinados a la exportación. Japón fue el pionero: tras la guerra, retomó antiguas prácticas de producción directa para la exportación. No olvidemos varios factores coadyuvantes: Japón fue una temprana potencia naviera capaz de acarrear gran cantidad de productos hasta puertos extranjeros, dedicándose al desarrollo de macrocultivos dedicados en buena parte a mercados extranjeros, como la seda y el thé, entre otros. Por otra parte, reformuló su organización administrativa, poniendo al frente del aparato del Estado al famoso MITI (Ministry of International Trade and Industry: ministerio de industria y comercio exterior) cuyo nombre ya indica la vía estratégica elegida: producir para el mercado internacional. Esto significaba varias condiciones complementarias. La primera era acrecentar la competitividad de los productos. Esto se logró al principio en razón de precios reducidos, ligados a la contención de los salarios. Más tarde consiguieron abaratar los procesos productivos por medio de la automatización. Luego, progresivamente, la ventaja comparativa provino de la calidad de los productos, en razón de su propio desarrollo y de su adecuación a demandas cada vez más específicas de los consumidores. La segunda condición fue mantener un fuerte nivel de capitalización. Primer objetivo: conseguir elevados retornos en divisas por exportaciones. A continuación se empezó a aprovechar la elevada tasa de ahorro doméstico, incentivado por una estabilidad laboral capaz de resolver problemas familiares de gran calado como la adquisición de una vivienda o el pago de las matrículas escolares escolares de los hijos. Paralelamente, se desplazaba o demoraba el consumo consumo interno, exaltando exaltando el mantenimiento de cierta movilización paramilitar en las empresas, de una fidelidad corporativa a prueba de despidos y hasta de la tradicional austeridad del pueblo japonés. La tercera condición tiene que ver con la estabilidad social. Esta se logró con la plena ocupación y con una resolución eficiente de las necesidades sociales. Todo el esfuerzo se concentró sin distracciones en la reverenciada tarea del desarrollo nacional. El esquema japonés de reorientación económica fue inmediatamente conocido por los países de la zona. Estos captaron sin tardanza todas sus potencialidades. En Corea del Sur y Taiwán, en Hongkong, Malasia, Indonesia, Tailandia, etc, se produjer produjeron on reorga reorganiza nizacion ciones es relativa relativamen mente te similar similares es del aparato aparato estatal, estatal, enfatiz enfatizand ando o la producc producción ión destina destinada da a la exportación. A partir de los años años 60, se produjo produjo una conver convergen gencia cia de factore factoress favorabl favorables: es: ausenci ausenciaa de guerras guerras mundiales mundiales,, prosperidad prosperidad europea y norteamericana norteamericana,, avance avance de la tecnología, tecnología, diversificación de fuentes energéticas y cambio de patrones de consumo. La eclosión de tantas condiciones positivas permitió una auténtica explosión del comercio mundial. Los países del SEA estaban estaban bien preparados preparados para empezar empezar a penetrar penetrar en mercados mercados extranjeros, primero de Asia, luego de Estados Unidos, Unidos, a continuación europeos y finalmente finalmente latinoamericanos. latinoamericanos. Supieron reaccionar con rapidez y gran sentido de la oportunidad ante esta segunda coyuntura exterior favorable.
- Factor endógeno de tipo social. En América Latina suele darse en más de un caso una presencia influyente y hasta un neto predominio de la burguesía rural sobre parte o la totalidad del sistema económico nacional (con el contraste de los casos poco convencionales y poco influyentes de Cuba y Paraguay los cuales, por razones muy disímiles y en periodos históricos alejados, llevaron adelante reformas agrarias extensivas). Contrariamente, los países del SEA de posguerra no contaban con una clase terrateniente significativa. Japón ya había superado el problema en el siglo XIX, como consecuencia consecuencia de la escasez escasez de terreno disponible disponible y de la cesión casi obligatoria de grandes extensiones rurales improductivas de los antiguos señores feudales al patrimonio público. En muchos casos, la propiedad se había trocado en acciones, empréstitos o créditos con los que los nobles de origen “samurai” pudieron iniciar actividades industriales. A tal punto Japón careció de latifundio que, por exigencias de la productividad en las condiciones de la agricultura capitalista tecnificada moderna, se hizo necesaria una reforma agraria en el sentido inverso del corriente. Durante la ocupación norteamericana se favorecieron los reagrupamientos de predios a fin de hacer posibles cultivos más eficientes de arroz y cereales. Se hizo valer a tales fines, entre otras medidas, el viejo 61
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derecho de primogenitura, a fin de no dividir el patrimonio agrícola en el momento de repartir las herencias (18). En este sector, no puede decirse que haya habido directo magisterio nipón. Sólo, más bien, repetición de la experiencia vivida vivida en Japón, Japón, materializa materializada da en reforma reformass agrarias agrarias en Corea Corea del Sur y en Taiwán Taiwán,, igualmen igualmente te tutelad tuteladas as por los norteamericanos norteamericanos.. Como es obvio, ni Hongkong Hongkong ni Singapur Singapur disponían disponían de condiciones condiciones para que tal problema se planteara. planteara. Pero, en cambio, donde la imagen japonesa ha jugado un papel importante ha sido mostrando, mostrando, por la vía negativa, negativa, que la existenc existencia ia de una poderosa poderosa clase terrate terratenien niente te constit constituye uye un obstácu obstáculo lo mayor mayor para el desarroll desarrollo o de un capital capitalismo ismo dinámico, tanto en Asia como en el Tercer Mundo no asiático. Malasia no deja de percibirlo así: las autoridades hacen intensos esfuerzos para que la tierra deje de constituir el “negocio” particular de sus propietarios y pase a ser considerada como un activo, ciertamente de titularidad privada, pero también de indudable interés social (19). Por contraste, el caso de Indonesia y de Tailandia son flagrantes. La ausencia de reforma agraria provoca en ellos una constante confusión entre la tarea (privada) de “hacer dinero” y el proceso (estructural) de “acumulación de capital”. La producción de bienes agro-industriales se mantiene concentrada en sectores excesivamente tradicionales, el grado de tecnificación es escaso (no se necesita una mejoría técnica sustantiva ya que el margen de beneficio es cuantioso en condiciones tecnológicas atrasadas), los salarios bajos, el nivel de gerencia obsoleto, la adaptación a las demandas del mercado mundial nula, así como acaba siendo dudosa la aportación final de tan importante activo al conjunto de la economía economía naciona nacionall (20). (20). La gravísi gravísima ma crisis crisis de Indones Indonesia ia parece parece estrech estrechame amente nte vincula vinculada da con los factores factores antes antes mencionados. En este punto, el contraste es considerable entre la mayoría de países del SEA (con la sola excepción de China; Vietnam ya había comunalizado sus tierras, bajo férrea tutoría estatal) y muchos de los países de América Latina. Valga un sólo ejemplo: algunas características de Tailandia o Indonesia en alguna medida podrían referirse por extensión al caso de Argentina, en uno de los múltiples aspectos en los que la experiencia suroriental es evocadora para este país.
- Factor endógeno de tipo cultural. El cuarto elemento común a la mayoría de los países del SEA y que puede conectarse con su éxito económico y social es el elemento humano. El factor humano resulta crítico para estos países. Se refiere a la disponibilidad de mano de obra educada, apta para “aggionarse” tecnológicamente a medida que los mecanismos y procesos de producción se hacen más complejos. Cuanto mayor es el nivel de calificación de la población trabajadora, más elevado es su nivel de productividad. Y esto, la mayoría de países del SEA lo consiguieron como consecuencia de sus afanes (21). Salvo Japón, los demás sufrían, al comenzar la posguerra, altos porcentajes de analfabetismo y deserción escolar. Japón marcó la ruta a seguir. Es cierto que la educación popular es uno de los factores de cohesión social más antiguos de Japón, ampliando funciones de socialización general y de formación del carácter que, de paso, contribuyeron a la elevación del nivel educativo de la población y al aprendizaje extensivo de la lectura y de la escritura (¡en las difíciles condiciones a que obligan los “kanjis” o ideogramas de origen chino!). Es mérito japonés haber desarrollado nuevas “autopistas de la formación”, destinadas a fortificar y a tecnificar la mano de obra industrial. Los países del SEA tuvieron ante sí una doble y simultánea tarea: alfabetizar a la población y enseñarle a trabajar, educándola posteriormente para que pudiera asimilar con mayor facilidad las crecientes exigencias tecnológicas de los nuevos procesos productivos. El desafío era difícil. Pero lo intentaron y lo lograron. En todas estas sociedades, el acceso al trabajo era considerado un bien suficientemente precioso para conformarse con salarios comparativamente menores que en países occidentales con un grado similar de desarrollo. Un empleo estable permite la sobrevivencia del núcleo familiar, de la misma forma que un crecimiento estable garantiza la sobrevivencia de la nación: tal es el núcleo central de la ideología transmitida por los aparatos docentes de los países de SEA. En los años 60, Corea y Taiwán en más de un sentido podían compararse con Argentina, Chile o el sur de Brasil, por lo que el caso asiático también aquí merece estudio en América Latina. Este “factor humano”, bien educado y barato, pudo ser controlado por las dirigencias patronales y las autoridades administrativas de cada país del SEA. Con diversas modalidades nacionales, entre el capital y el trabajo se produjo el mismo acuerdo tácito que, en el plano exterior, fue posible entre el Estado y la metrópolis política: el sindicalismo poco a poco dejó de ser “sistémico” (luchando por un completo cambio de la estructura económico-social), para pasar a ser meramente “reivindicativo” (luchando más bien por una mejor repartición de la tarta económica, en forma de mejores salarios y beneficios beneficios anexos) y acabar siendo únicamente únicamente “integracionista” “integracionista” (constituyendo (constituyendo un factor más de la estrategia estrategia de sobrevivencia de cada empresa y, llegado el caso, del mismo accionariado). 62
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Japón abrió las puertas: Douglas MacArthur recreó, casi desde cero, un sindicalismo que de “revolucionario” pasó a ser “de protesta” (vía fuerte represión sindical), tornándose finalmente “amarillo”: actualmente constituye un sostén precioso del capital en la siempre delicada tarea de ajustarse el cinturón en tiempos de crisis. La empresa (particularmente la gran empresa) concedió a sus empleados un triple “tesoro”: trabajo permanente, salarios salarios que aumenta aumentan n por pura longevidad longevidad y una serie serie de benefic beneficios ios indirect indirectos os (transp (transporte orte,, sanida sanidad, d, facilida facilidades des educacionales, créditos blandos, retiros y, en ciertos casos, hasta domiciliación) adosados a la contratación. En pago, el obrero se entregó con alma y cuerpo a la empresa, aceptando que los antiguos sindicatos de clase se transformaran en simples asociaciones sindicales por empresa y hasta por planta productiva. El “colaboracionismo “colaboracionismo de clase” es hoy día la tendencia tendencia sindical más frecuente en Japón y en el resto de los países del SEA, aunque en todos los casos constituyó constituyó una segunda etapa, tras inicios marcados por violentas violentas confrontaciones entre obreros organizados y fuerzas del orden público. El pacto social básico no se produjo (ni en Japón ni luego en el resto de los países del SEA) entre un Estado paternal y una sociedad civil celosa de sus derechos individuales (como sucedió con el Estado keynesiano europeo de posguerra), ni entre un Estado dadivoso y una clase obrera cautiva del corporatismo estatal (como en la etapa peronista de la historia argentina). Se estableció directamente entre las grandes corporaciones con sus pequeños pequeños satélites productivos (bajo la forma de relación de subcontratación subcontratación)) y el conjunto de sus empleados empleados (unidos en una unidad corporativa más influyente que cualquier unidad de clase). Esta Esta explica explicación ción cuestiona cuestiona por la base base dos tipos de explica explicación ción corrientes corrientes sobre la concor concordia dia laboral laboral del SEA, SEA, considerada por muchos como “proverbial”. Algunos suelen plantear una supuesta “naturaleza sumisa” de los asalariados del SEA, rápidamente convertida en rasgo “oriental” y fácilmente fácilmente contrastable con una contraparte contraparte “occidental” igualmente igualmente capciosa: la de un supuesto supuesto irredentismo revolucionario “connatural” al trabajador de Europa, Norteamérica y, ya que estamos, de América Latina. La verdad es que los trabajadores asiáticos han sido (y son) tan díscolos (o tan sumisos) como los “occidentales”. Sucede, simplemente, que al tener a su alcance un pastel tan apetitoso como el ofrecido por sus florecientes economías, no han dudado en comérselo, igual que hicieron llegado el caso sus colegas europeos o norteamericanos, defraudando en cada caso las esperanzas revolucionarias de cúpulas excesivamente ideológicas y principistas (22). La segunda explicación, igualmente incompleta, es el pretendido y ya comentado carácter “confucianista” de todos estos países, igualmente transformado en rasgo homogenizador de clases sociales opuestas en un mismo país y de países rivales en el seno de la misma región. Incluso si el confucianismo fuera moneda común en todos aquellos países (ya se dijo que no es el caso), dicha doctrina sólo podría explicar una mentalidad mentalidad inicial de alta valorización valorización de la educación, educación, al identificar mejores cualificaciones profesionales con un más elevado nivel educativo (de forma similar a como ciertas formas de cristianismo favorecen la difusión de una mentalidad meritocrática). Pero de ninguna manera podrían dar cuenta de la progresiva racionalización de las conductas organizativas y las “performances” tecnológicas por parte de asalariados hasta hace poco iletrados y probablemente ajenos a la existencia misma de la filosofía de Confucio. Tan cierta es esta afirmación que una de las razones que se dan para explicar los caminos divergentes tomados durante el siglo XIX por Japón (entrada muy rápida en la modernización e introducción a gran escala de los estudios técnicos) y por China China (fuertes (fuertes resistenci resistencias as a un modo modo de organi organizac zación ión que hubiera amenazad amenazado o con desmembrar desmembrar las formas formas tradicionales de dominación) es, paradójicamente, el predominio que sobre la dirigencia china todavía conservaba el confucianismo (23). El mayor o menor arraigo en el confucianismo explica, además, que China se caracterice por ser una sociedad burocrática de tipo clásico, siendo la japonesa definible a partir de un corporatismo más evolucionado, según fue ya comentado. En resumen: las razones más plausibles para explicar la integración del factor trabajo en la dinámica de desarrollo impulsada desde el Estado no fueron ni caracterológicas (docilidad) ni ideológicas (filosofía concordista), sino notorias mejoras producidas en la condición de vida de los asalariados. Lo que desde un punto de vista europeo o norteamericano se entendería como salarios bajos o condiciones laborales serviles o denigrantes, en el Japón de los años 50, y luego en el SEA entre los 60 y los 80, era considerado como un auténtico éxito social: constituía (para los trabajadores) trabajadores) la diferencia entre tener o no tener trabajo y (para los gobernantes) entre gozar o no de paz social. El trabajo disciplinado, eficiente y barato constituyó un factor fundamental en el proceso de desarrollo de los NICs asiáticos (como en su momento también lo fue de la economía chilena, aunque otros factores sean diferentes). En los casos de Hongkong, Singapur y Malasia, era la iniciati iniciativa va pública pública la que comenz comenzó ó creando creando nuevas fuentes fuentes de trabajo trabajo (obras (obras pública públicas, s, recolec recolección ción,, empresa empresass de titularidad titularidad estatal). En Taiwán o Corea del Sur, la reintegración reintegración del campo al polo urbano predominante predominante coincidió con el desarrollo de extensas redes de protección social, preferentemente de carácter privado y sujetas a control público. La integración social se operó, en el conjunto de los casos citados incluyendo Japón, mediante una combinación de:
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- protección y represión por parte del Estado, - unos regímenes de repartición más ágiles que los del capitalismo occidental (por ejemplo, el norteamericano), - desarrollo acelerado de nuevos tejidos sociales en los que han coexistido el control social y una sustancial ampliación del consumo “per capita” y - adopción de unos regímenes de educación profesional ligados a la misma empresa, alertas a sus intereses, rápidos para responder a las exigencias tecnológicas y adaptarse a las necesidades del mercado exterior. El juicio sobre las masas trabajadoras del SEA deja de situarse en el plano mitológico del confucianismo o en el plano racial de las debilidades caracterológicas, para colocarse en el contexto real de acceso de muchas naciones del SEA al desarrollo económico y social.
Capitulo 5: ¿Un “modelo” japones para Asia?
El tema del “modelo” “modelo” japones. japones. En el capítulo anterior, la atención se centró en cuatro factores que explican el rápido desarrollo de los países del SEA: dos ligados a la situación internacional, otros dos a la actuación interna. Quedó claro, de manera general y alusiva, de qué forma Japón precedió a las demás naciones del área, sabiendo aprovechar coyunturas favorables y aplicar medidas oportunas. El punto del que tuvo que partir cada una de esas naciones asiáticas era disímil. En los años 50 o 60 nadie hubiera dicho que con leña tan escasa podría provocarse tamaño incendio. Pero el avance se produjo, a pesar de los pesares, de forma relativamente acompasada gracias a aquellos cuatro factores prioritarios. Sin embargo, aunque Japón fue el primero en emprender lo que muchos han considerado considerado una exitosa ruta, queda por aclarar aclarar en qué sentido la reiteración del mismo camino por otros países de la zona constituye la aplicación de un esquema inicial parecido, devenido modelo y con un reconocible origen japonés. Convendrá centrar la explicación en torno a dos afirmaciones complementarias. - De forma al mismo tiempo flexible y concreta, abierta y eficiente, ciertos instrumentos institucionales, que en su momento explicaron la profunda transformación de Japón, cuarenta años más tarde resultan útiles para entender lo que sucede con los “tigres” asiáticos, sean estos de primera o segunda generación. - Tan insistente insistente repetición de experiencias experiencias se produjo de forma conciente conciente y voluntaria. voluntaria. En buena medida fue fruto de decisiones tomadas por los principales dirigentes políticos de la zona, con mayor autonomía de la que a veces se les atribuye. Para concretar las afirmaciones anteriores se pueden introducir otras dos, a modo de ampliación. - La existencia existencia de elementos elementos claves comunes a todos ellos permite identificar la presencia presencia (tendencial) de un sistema aplicable a toda la zona. En el SEA podemos hablar de modelo “japonés” de forma igualmente aproximativa a como ciertos autores se refieren al modelo “anglosajón“ “anglosajón“ o al “germano”. Así se orientan por ejemplo ejemplo investig i nvestigacione acioness de amplia repercusión sobre el tema de los “modelos nacionales”, como las de Michel Albert, Masahiko Aoki o Ronald Dore (1). - Las naciones del SEA aprovecharon extensivamente el archivo de experiencias y postulados, recetas y teorías acumulado por Japón. Fueron tomando elementos de manera circunstancial y adaptativa. Los casos conocidos así lo demuestran, por lo que no es conveniente identificar esta “modelización” con meras imitaciones mecánicas. A efectos de más fácil comprensión, una definición operativa del sistema socio-económico-político japonés surge de la confluencia de tres coordenadas: un “Estado desarrollista”, una organización productiva “en cadena circular” y una sociedad “conservadoramente creativa”. Veamos sintéticamente en qué consiste cada característica y cuando convenga entendamos la forma en que tales opciones institucionales fueron asumidas por los países del SEA.
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El “Estado “Estado desarrol desarrollista”: lista”: Una hipotesis hipotesis explicativa. explicativa. ¿Qué vinculaciones se establecen entre la presencia proactiva del aparato de Estado de un país y las dinámicas de desarrollo socio-económico bajo su jurisdicción? Esta es una cuestión especialmente compleja. Para responderla con acierto, resulta sortear algunos escollos habituales. Se suele analizar a las naciones del SEA presuponiendo que en ellas el Estado ya es o procura ser (de acuerdo con la teoría política clásica occidental) actor soberano en lo interno, así como entusiasta participante de una comunidad de naciones interrelacionadas por el mutuo reconocimiento de sus libertades. La historia de la posguerra este-asiática muestra que esta explicación no es viable: en ella escasamente podemos hablar de soberanía. Esta no aparece bien parada si nos referimos a las constituciones internas, ampliamente inspiradas, cuando no impuestas, por las potencias occidentales. Tampoco sobreabunda la soberanía en sus diplomacias, sobremanera determinadas por la división internacional del trabajo y las tareas defensivas zonales. Si en el SEA buscamos “Estados” en el sentido completo y diferenciado del término, no los hallaremos. Es justo agregar que hoy en día tampoco los encontraremos tan intervencionistas como antaño en los países capitalistas desarrollados occidentales, fuera de muy pocos centros metropolitanos. Al menos de esta idea es Susan Strange, entre otros, cuando explica que el Estado nacional “se va reduciendo” a medida que se extiende la realidad masiva de la globalización de los mercados, las comunicaciones, las finanzas y los procedimientos gubernativos (2). A partir de análisis así orientados (consecuencia lógica de las teorías de la interdependencia de Nye, Keohane y otros), algunos se pasan al extremo opuesto (3). Partiendo de la escasa configuración autónoma de los aparatos de Estado nacionales de la actualidad, concluyen la inexistencia de auténticos regímenes de gobernación en dichos países. Se produciría una dominación burocrática directa por parte de élites autoritarias que mantienen explícitas y organizadas relaciones patriarcales con ciudadanos reducidos a la condición de siervos. Según esta visión, tampoco parece necesaria la existencia de articulaciones nacionales de la dominación, ya que se está visualizando una escena internacional dominada únicamente desde las multinacionales, sin patria ni ley. Los países individuales serían gobernados a través de relaciones casi personales escalonadas escalonadas verticalmente, verticalmente, un poco a la manera como en América Latina se han organizado y gobernado las grandes haciendas (fincas, fundos, estancias, plantaciones, o como se las llame localmente), sin que parezca necesaria cualquier tipo de mediación burocrática. En cambio, para entender a Japón y a los países de SEA parece aconsejable un camino intermedio que a continuación se explicará (4). En Japón y en el resto de países del área, el Estado surgió en la posguerra como pura necesidad de supervivencia. Japón, por ejemplo, había tenido un desarrollo temprano del Estado (de Yamato a Tokugawa), aunque alejado del sentido occidental habitual del término, como ya fue explicado. Singapur no tenía entidad estatal alguna hasta lograr su independencia en 1965. Su gobierno tomó entonces la simplísima forma de un sistema de coordinación y contención de las tres ramas étnicas (china, musulmana e hindú), buscando su viabilidad por el rústico método de mantener el orden interno. Corea del Sur apenas sobrevivió al asalto comunista de Corea del Norte, quedando desde entonces prisionera de la confrontación entre Estados Unidos y la República Popular China: el régimen inicial de Synghman Rhee tomó forma como mera superestructura administrativa, todo bajo estricto control norteamericano. En aquellos tiempos, Taiwán no era más que “Formosa”, una provincia china empobrecida y aterrorizada ante el avance de las tropas e ideas del maoísmo: labraba fantasías de reconquista pero en realidad se limitaba a servir de muro de contención. Hongkong Hongkong constituyó directamente un anacronismo, anacronismo, una situación impuesta a China por razones económicas y políticas. políticas. El objetivo era doble: crear un canal de contacto con el exterior, a pesar del embargo decretado por las NN.UU. y trazar un camino de huída -o de expulsión- de refugiados políticos y tránsfugas económicos. Su forma administrativa constituyó una aplicación ortodoxa de la “British rule” en tan alejado enclave. Malasia planteaba una situación en parte similar a su vecina Singapur: en aquel momento, el Estado fue pensado como una serie de mecanismos tendientes a lograr la mejor concordia posible en una sociedad étnica y socialmente fragmentada. Pero visto desde otro ángulo su Estado también se asemejaba al de Taiwán: se trataba de reorganizar el funcionamiento social en forma de dualización entre el campo y la ciudad, ambos sujetos a proyectos y ritmos subordinados. Estas razones territoriales recuerdan suplementariamente el caso de Tailandia. Finalmente, Vietnam se está integrando de forma muy tardía a la dinámica de la zona. Lo logra de una manera propia: no es presencia estatal precisamente lo que le falta a esta república popular. En cambio, escasea la reconversión de los parámetros militares en industriales, igual que en el caso de Mongolia. De acuerdo con los ejemplos mencionados, los países del SEA disponían de élites surgidas de los procesos de liberación, descolonización o desgajamiento de unidades mayores. Se trataba de grupos compactos unificados en forma de partidos o coaliciones políticas: políticas: consiguieron consiguieron encaramarse encaramarse en el poder en momentos diferentes. diferentes. Su tarea más urgente era asegurar la viabilidad de las sociedades a su cargo. La consolidación de su poder permitió que se organizaran aparatos
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específicos, cuyo principio legitimador en ningún caso venía dado por la invocación al pasado. Cabe insistir en esto último: la restauración imperial japonesa fue sobre todo un recurso retórico; en Indochina y Corea se trataba precisamente de regímenes basados en la deslegitimación de situaciones precedentes; en Malasia y Singapur se intenta intentaba ba negar negar el estatuto estatuto colonial. colonial. La solución solución adecuada adecuada sólo sólo podía podía provenir provenir de una esperanza esperanzada da y algo algo utópica utópica invocación al futuro: durante la posguerra, el principio de legitimidad de los regímenes del SEA fue, principalmente, un proyecto consistente en trasformar a fondo las sociedades administradas por esas élites. Esa legitimidad necesaria, los nuevos Estados la encontraron en sus proyectos nacionales de desarrollo socioeconómico. El Estado cumplió desde entonces (y sigue cumpliendo en la actualidad) la función de promotor y director de cada proyecto histórico de desarrollo nacional, propósito devenido hilo conductor del discurso ideológico, criterio vertebrador de la organización administrativa y motor de la actividad económica (5). Las formas mediante mediante las que cada cada socieda sociedad d concret concretó ó dicho dicho empeño empeño fueron fueron variand variando. o. Japón Japón lo impuls impulsó ó en las condiciones de la ocupación norteamericana. Corea del Sur montó su Estado con motivo de la guerra contra la mitad norteña. Malasia y Singapur lo lograron en el contexto del conflicto indochino. Hongkong lo hizo de acuerdo con las exigencias metropolitanas. Indonesia se vio envuelta en un doble proceso de descolonización exterior y de reacomodación de etnias y élites locales. Por su parte, Vietnam veía colapsado su desarrollo por la guerra, Filipinas por la guerrilla y Tailandia por las exigencias estratégicas que le tocó asumir por ser retaguardia occidental de una guerra ajena pero vecina, la de Indochina. A pesar del cúmulo de circunstancias diferentes, el método habitual y bastante común de procedimiento fue que ciertas élites accedieron a poderes cada vez más estables y duraderos, pasablemente autocráticos y antidemocráticos, enarbolando la doble bandera de la supervivencia exterior (defensa) y del desarrollo interno (expansión económica). Se los puede considerar “Estados desarrollistas” (6) porque su principio de legitimación comenzó (y siguió) siendo la capacidad de dichas élites para promover y consolidar el desarrollo. Por entonces no importaba demasiado que lo lograran a través de democracias sancionadas electoralmente o por simple imposición armada. ¿Qué entendían por “desarrollo” las élites locales? Un sistema de actuación dotado de tres elementos. - Altas tasas de crecimiento económico, conseguidas en breves años. En esta línea, la reciente creación de “zonas especiales de desarrollo” capitalista en la China comunista no hace más que reiterar la experiencia de Japón y de los “tigres” de primera o segunda generación. - Cambios estructurales profundos en el sistema productivo, tanto de puertas hacia adentro como en su relación con la economía internacional. - Reacomodación del comportamiento colectivo sobre la doble base de conquistas sociales mínimas y dirigismo estatal. De esta forma, beneficios sociales tan fundamentales como educación, salud, vivienda, trabajo, crédito y transporte se repartieron en un contexto de poca o nula participación política, incluso en lo referente a influenciar las pautas y ritmos de consumo popular. El “Estado “Estado desarrollis desarrollista” ta” no se planteó planteó los problem problemas as del “Estado “Estado democrátic democrático”. o”. Pudo ser o no formalm formalmente ente democrático, siguiendo criterios de tripartición de poderes y elecciones regulares. La evolución de todos ellos fue similar, empezando por Japón e incluyendo progresivamente a la antes muy autoritaria Corea del Sur. Pero su eje de sustentación y su estilo de funcionamiento no buscaban ni buscan la “igualdad social”. Persiguen la “equidad comunitaria”. No plantean la igualdad de todos ante la ley. Este principio está inscrito en los códigos legales, pero sigue ausente de la vida social, si atendemos a la relación entre adultos y jóvenes, hombres y mujeres, letrados y rústicos, urbanos y campesinos, jefes y subordinados. En todos estos casos, quien tiene la supremacía es el primer miembro de cada par. Las sociedades del SEA plantean, en cambio, la equidad de todos como miembros de idéntica comunidad: la nación se concibe como un proyecto histórico en el que todos están embarcados y del que se benefician de acuerdo a su estatus y condici condición, ón, cada cada uno mantenie manteniendo ndo su lugar lugar en la escala escala jerárqui jerárquica ca (7). Los “Estado “Estadoss desarro desarrollis llistas” tas” consti constituye tuyen n la expresión de sociedades estructuralmente desiguales aunque funcionalmente tal vez más equitativas que la mayoría de las extraasiáticas. En todo caso parecen más equitativas que muchas naciones latinoamericanas, incluyendo en la lista tanto a la socialista Cuba como al Chile ultraliberal. La hegemonía que los “Estados desarrollistas” del SEA lograron sobre sus sociedades implicaba una condición previa: el establecimiento establecimiento de sólidos consensos consensos en torno a la primacía de la sobrevivencia sobrevivencia territorial y el desarrollo desarrollo económico y social, más allá de cualquier otra consideración. Como toda hegemonía que se precie, la establecida dentro de los países del SEA no sólo constaba de imposición. También la hemos de vincular a la legitimación que extensas y crecientes capas de población fueron otorgando a sus dirigencias estatales, estatales, a pesar de las condiciones condiciones políticas escasamente escasamente democráticas democráticas 66
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de dicha imposición. La fuerza de los “Estados desarrollistas” del SEA no radica en su grado de representatividad de la sociedad civil (como sucede en un planteamiento formalmente pluralista como el europeo o el latinoamericano). Nace de acaudillar y vanguardizar proyectos históricos de creación de nuevas naciones, en territorios viables y mediante niveles y condiciones de vida que los propios ciudadanos consideran cada vez más dignos (8). Un rasgo crucial a considerar: con frecuencia, los “Estados desarrollistas” mantuvieron el marco social previo, fuera éste autoritario o formalmente democrático, ideológicamente liberal o comunista. Y así tenemos que el Estado militarizado vietnamita orienta hoy en día su mirada hacia el desmilitarizado Japón, mientras que la comunista China busca seguir la ruta abierta por el país nipón, campeón del capitalismo de la región. Más allá de distinciones que en los límites de este texto sólo es posible insinuar, el marco social previo de muchas de estas naciones era el de un elitismo predemocrático. Otro Otro rasg rasgo, o, comp complem lemen entar tario io del anter anterio ior: r: el objeti objetivo vo prime primero ro y últim último o de todo todo “Esta “Estado do desa desarro rrolli llista sta”” es la transformación de los intereses y deseos, de los ritmos y dinamismos de una sociedad civil que, al menos en las primeras etapas de este esquema de desarrollo, no fue considerada por las élites gubernativas como un verdadero actor social. Cuando la élite arrastra a su sociedad hacia una completa subversión económica que, sin embargo, no implica cambios sensibles en la estructura de poder, entonces estamos ante un “Estado desarrollista”. El conjunto de los del SEA cumplen esta doble condición (9). Si queremos entender porqué un proyecto tan netamente elitista concitó tanto apoyo popular, tendremos que entender que, por la doble vía del desarrollo doméstico y del reposicionamiento internacional, lo que el “Estado desarrollista” persigue es la refundación (caso de Japón) o directamente la fundación (caso de todos los “tigres” o “dragones”) de la identidad nacional (10), afirmando la presencia de cada una de ellas y luego de la región como conjunto en el concierto internacional. Para un “Estado desarrollista”, desarrollista”, en consecuencia, consecuencia, el desarrollo económico no es el fin último. Es tan sólo un medio de lograr la fundación o refundación nacional, en las condiciones de una estable y sostenida dominación interior de la élite sobre la sociedad. La lógica interna y hasta la ideología oficial de un “Estado desarrollista” son fundamentalmente políticas, ya que expresan proyectos de autoafirmación colectiva legitimados por una correcta y suficiente inserción de la población en la dinámica social. Llega el momento de plantear una cuestión mayor. ¿Cómo se fueron constituyendo en términos generales “Estados desarrollistas” que repetían en líneas fundamentales la experiencia histórica japonesa? El Estado Estado arquetíp arquetípico ico del SEA no compart compartee muchas muchas de las caracte caracterís rística ticass de aquello aquelloss Estados Estados occiden occidentale taless relativamente autónomos (respecto al contexto internacional) y cuyas actuaciones se mantienen independientes de las instanc instancias ias exterior exteriores es a su propia propia adminis administrac tración ión burocrát burocrática. ica. Se trate trate de dictadu dictaduras ras militare militares, s, de adminis administrac tracione ioness autoritarias o de regímenes plebiscitarios unipartidistas (podemos incluir a casi todos los estados del SEA en alguna de estas tres categorías), en el SEA la gobernación sigue careciendo de Estados altamente diferenciados (11) como los de Europa, por considerar este caso alternativo. Cuando un Estado del SEA interviene en su sociedad, lo que se observa es simplemente una serie de mediaciones institucionales del ejercicio del poder social. La actuación estatal refleja complejos equilibrios de poderes entre sectores de las élites dominantes. Diversas ramas de la burocracia estatal transmiten las posiciones en juego mediante el doble y simultáneo sistema de la alianza estratégica y de la competencia táctica. La situación que hemos visto en Japón puede extenderse al resto de naciones del SEA. Dado el carácter básicamente básicamente elitario de la dominación social, y aunque en último término es la burocracia quien “gobierna” a la sociedad, la distinción entre ámbito público y ámbito privado no está muy desarrollada en estos países, al punto de considerar que muchos de ellos están dotados de “gobiernos privados”. privados”. El proceso de decisión se basa en la cooptación y la intermediación, intermediación, típicos procedimientos elitistas, traducidos en mecanismos consultativos, en inteligencia organizativa y en aprendizajes técnicos. El resultado es que todos “participan” y muy pocos ”deciden”. Lo que vimos anteriormente en el caso de Japón puede ahora ahora extra extrapo pola larse rse al caso caso de los NICs NICs asiá asiátic ticos os:: el Estad Estado o logra logra una una autén auténtic ticaa “gub “gubern ernam ament ental aliza izació ción” n” del del comportamiento societal por la vía de reunir y consolidar las diferentes posturas de la élite predominante. La burocracia dirige la economía. Lo hace directamente, a través del sector público de la economía o (cuando éste decrece o se elimina) por medio de la planificación central, la reglamentación administrativa y el manejo de incentivos y disuasiones propios de los mecanismos crediticios y fiscales. Pero también dirige a la sociedad civil. El Estado fomenta políticas de pleno empleo, de educación obligatoria y gratuita, de salud pública, de acceso al crédito, de buenos servicios comunes. En intercambio de todo ello, el asalariado individual y su representación sindical cooperan a la continuidad de un proyecto global que necesita años y constancia para lograr pleno éxito.
El “Estado desarrollista” no recuerda por su forma la pirámide de poder de la teoría política occidental clásica. Más 67
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bien remite a una tupida red, estable y extremadamente móvil, propia del “rizoma” que proponen como mera hipótesis teórica los pensadores Deleuze y Guattari. En el caso del SEA, son los grupos dominantes los que, en los momentos y territorios en los que su acción es decisiva, ejercen influencia a través de los múltiples, diferenciales y a menudo contrad contradicto ictorios rios canales canales de una adminis administrac tración ión burocrát burocrática ica que no podríam podríamos os imagina imaginarr como como algo homogén homogéneo eo o monolítico. Las élites gobernantes disponen de instrumentos dispares, entroncados con la única representación formal del organigrama administrativo de manera heterogénea y a veces cambiante. El rizoma del “Estado desarrollista” se comporta como un tejido con dos tramas diferentes. Por fuera está dotado de rigor lógico. Pero debajo suyo se desarrollan las auténticas disputas sociales (aquellas que resultan características de naciones hegemonizadas por élites) con mayor o menor participación colectiva. Cuando Cuando decide decide acometer acometer un problem problema, a, el “Estado “Estado desarrollis desarrollista” ta” dispon disponee de una capacida capacidad d de acción acción amplia amplia y convincente. En el plano doméstico y en el internacional. Por ejemplo, el Estado es capaz de garantizar el pleno empleo de la siguiente forma: “concede” a cada sector industrial, comercial o financiero altos márgenes de beneficio y recibe de éstos, en “compensación”, la obligación de captar el máximo posible de mano de obra disponible. De forma complementaria, el Estado puede asegurar salarios crecientes sin que crezcan comparativamente los impuestos o manteniendo el nivel y el ritmo de consumo doméstico más convenientes en cada momento, a efectos del “desarrollo nacional”. El Estado también puede asociar las tareas de formación profesional al desarrollo tecnológico de las industrias. Puede vincular el beneficio de la salud con el derecho (satisfecho) a trabajar. Puede desarrollar todas las obras públicas necesarias (incluyendo la reconstrucción urbana tras terremotos y otros cataclismos), aprovechando la iniciativa municipal y reutilizando el ahorro privado. Los “Estados desarrollistas” del SEA han podido superar en pocos años largos periodos de estancamiento y subdesarrollo, lanzando a toda la población hacia metas comunes. En lo que toca a su orientación internacional, les ha sido posible galvanizar las energías colectivas en pos de la producción producción de insumos insumos destinados a la exportación. exportación. Gracias a la considerable capacidad capacidad de “planificación incitativa” incitativa” que los caracteriza, los “Estados desarrollistas” se transformaron (primero Japón y luego los demás) en “Estados exportistas”. El concep concepto to de “exporti “exportismo smo”” pretende pretende enfatizar enfatizar el papel papel clave clave de la interna internacion cionali alizac zación ión técnica técnica de la producc producción ión (característica (característica de la actual etapa del capitalismo) capitalismo) coincidente con la globalización globalización comercial (hecha posible gracias a las condiciones de ausencia de confrontaciones bélicas y de intensificada interdependencia sociopolítica). El “exportismo” (12) consiste en una reestructuración del funcionamiento productivo nacional con el objetivo (flexible y adaptable) de ocupar posiciones posiciones crecientes crecientes en el mercado internacional. Cuando un “Estado desarrollista” desarrollista” opta por una estrategia estrategia “exportista” (en todos los casos asiáticos mencionados sucedió así) no lo hace para vender o “colocar” los productos de que dispone. Con inversa lógica, pretende producir aquellos bienes que sean más fácilmente colocables o vendibles, de acuerdo con las cambiantes cambiantes necesidades necesidades del mercado. mercado. La coordinación coordinación burocrática imperativa imperativa hace posible el cambio de prioridades. Así, Malasia no abandona el aceite de palma pero se centra en la metalurgia; Japón no abandona la metalurgia pero recentra su capacidad de capitalización y su I+D en la electrónica. El avance de la tecnología permite por su parte atender selectivamente y adaptarse a un mercado cada vez más segmentado. La masiva producción textil de las “zonas especia especiales les de desarroll desarrollo” o” del sur de la China China resulta resulta cada vez más especia especializa lizada, da, atendi atendiendo endo a las caracte característi rísticas cas específicas de cada nación y, dentro de ellas, de cada edad, sexo, mentalidad, condición social y nivel adquisitivo, al punto que que el conce concepto pto mism mismo o de “cami “camisa sa”” o cualqu cualquier ier otra otra prend prendaa de vesti vestirr se difum difumina ina en incon incontab table le cantid cantidad ad de especificaciones. Comparado con el esquema occidental de política desarrollista, el “exportismo” es mucho más extravertido que autocéntrico, ya que depende del acceso a fuentes externas para su capitalización y su equipamiento tecnológico. También es mucho más globalizador que autosuficiente: no parte de la base de sus recursos estratégicos (la mayoría de los países del SEA carece de territorios, población, fuentes energéticas o materias primas de valor estratégico). El “exportismo” se orienta a la reinversión más que al consumo. En ellos, las divisas se traducen en reinversión, el excedente global se transforma en ahorro, se detiene una excesiva expansión del mercado interno, crece la capacidad de autocapitalización autónoma. Los países regidos por la opción exportista ponen énfasis en las nuevas tecnologías: los procedimientos productivos automatizados permiten una mayor flexibilidad productiva, transformando la economía de escala en multitud de economías de sistema y hasta de nicho, igualmente masivas aunque mucho más especializadas. ¿Qué etapas o momentos podemos distinguir en el surgimiento de los “Estados desarrollistas” del SEA? (13). Bajo una férrea reglamentación, el exportismo como proyecto nacional ha traspuesto sucesivos momentos evolutivos en el conjunto de países de la región, primero en Japón y luego en los NICs de primera y segunda generación. En sus estadios iniciales, el “Estado desarrollista” se concentró en el objetivo de asegurar una presencia estable de alguno de sus productos (tradicionales y a veces no tradicionales) en el mercado internacional.
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Dicho Dicho objetivo objetivo incluía incluía múltipl múltiples es exigenc exigencias ias interna internas: s: organi organizac zación ión de producc produccion iones es masivas masivas estanda estandariza rizadas das,, mantenimiento de la competitividad por medio de la contención salarial, intensa acumulación de capital por la vía de la reutilización del ahorro familiar y, cuando éste escaseaba, de las subvenciones estatales, facilidades fiscales y crediticias, contención del consumo interno. Durante esta etapa, la presencia del Estado fue decisiva por varios conceptos. - Permitió asegurar mínimas condiciones sociales para tamaño esfuerzo económico (a través de mejoras en los salarios y condiciones de vida). - Aseguró requisitos para el éxito exterior del esfuerzo nacional (por medio de la determinacion de prioridades productivas y de la coordinación del esfuerzo exportador). Segmentos diferentes de la élite competían a través de sectores estatales diversos, aunque sin poner en peligro la continuidad de la estrategia común. Esto puede ser afirmado de Japón y, luego, de Corea, Taiwán, Malasia, etc. A medida medida que las econom economías ías desarro desarrollis llistas tas exportad exportadoras oras se fueron fueron consoli consolidand dando, o, surgie surgieron ron nuevos nuevos sistema sistemass productivos y modalidades inéditas en la competencia. Ya no se trataba únicamente de “perseguir” las exigencias del mercado mercado sino de “anticiparlas”, “anticiparlas”, transformando transformando en liderazgo liderazgo una presencia presencia comercial creciente. Los ejemplos ejemplos abundan abundan en el ámbito ámbito de la electró electrónica nica de consum consumo, o, por poner una imagen que salta salta a la vista: vista: walkma walkman, n, diskman diskman,, karaoke, karaoke, tamagotchi, game-boys, generaciones de Nintendo, son algunos de los ejemplos japoneses de esta nueva tendencia que, en otros sectores, prolongan Corea (automoción), Singapur y Taiwán (micro-procesadores), etc. Esto significa una continua y sostenida elevación del nivel tecnológico del proceso productivo. La competitividad de cada nación o de cada producto ya no dependen del mayor o menor control de factores claves. En efecto, la velocidad de difusión de las innovaciones tecnológicas conspira contra el secreto industrial y relativiza la influencia nacida de patentes y copy-rights. La competitividad proviene de la mayor o menor capacidad de innovación de los bienes y servicios ofrecidos. Así, los productos más poderosos e influyentes son los que demuestran mayor capacidad de desarrollo, de crecimiento, de difusión en variedades y gamas de nuevas aplicaciones y posibilidades, siendo en éste caso un ejemplo contundente el del software y la computación en general. Por razón de la propia dinámica social, la competitividad deja de estar basada esencialmente en una producción con bajos salarios: se le prefiere la versatilidad y multifuncionalidad de una mano de obra mejor educada, aunque cueste más cara. El papel del Estado sigue siendo clave en esta etapa, a pesar de la propaganda en contra de quienes anuncian la “retirada del Estado” a medida que mejora la tecnología. El Estado incluso amplía su presencia en esta etapa, aunque por supuesto transformando de cuajo el estilo de su presencia. Tras observar los casos de Japón, Taiwán y Corea del Sur, tres funciones específicas se le pueden atribuir al “Estado desarrollista” en este nueva etapa de su crecimiento. - Asume la capacidad de promover mayor capacidad de aprendizaje para el conjunto de la población. No sólo redefine en un sentido funcional ciertos objetivos de la educación escolar (avanza la idea que un mayor dominio de la lengua inglesa es indispensable para enfrentar la vida del siglo XXI y que una mayor diversificación es necesaria, teniendo en cuenta cuenta las preferen preferencias cias individu individuales ales y una desigual desigual repartici repartición ón de cualida cualidades des y destrez destrezas) as),, sino sino que intervien intervienee indirectamente regulando una más eficiente y adecuada educación “on-the-job”, siempre a cargo de las empresas, pero más ayudada ahora en recursos y mejor fiscalizada por una burocracia pendiente de los resultados económicos. - Intervie Interviene ne apoyando apoyando a que las empres empresas as logren logren un mejor y más facil cumplimien cumplimiento to de las exigenci exigencias as de la competencia internacional. Esto supone flexibilización y desregulación en el contexto de subordinación de las políticas sociale socialess a los requerim requerimien ientos tos de la exporta exportación ción.. Aquí, Aquí, de nuevo, nuevo, intervie interviene ne la adminis administraci tración: ón: ya sea regulan regulando do constantemente el mercado laboral (y, en estrecha relación, el de la educación), ya sea abriéndolo o cerrándolo según las conveniencias de sectores de población no tradicionales (población femenina y migración económica extranjera). - Proporci Proporciona ona apoyo apoyo institu institucion cional, al, financie financiero ro y logístic logístico o a la innovac innovación ión tecnológ tecnológica ica,, product productiva iva y comerci comercial, al, sosteniendo nuevos procesos, auspiciando nuevos productos, haciéndose eco de inéditos estilos gerenciales, asimilando tendencias de marketing. Por medio de investigación propia o cada vez más estimulando la ajena, desde el Estado se espolea la innovación. En lugar de ostentar la titularidad de empresas, el Estado se limita a un indirecto (pero clave) papel de incitador de la tarea de la mejora constante de la calidad. De esta sumaria descripción de algunos aspectos del tipo de Estado característico del “modelo japonés” se siguen algunas conclusiones bastante claras:
- Se trata de un Estado con muy poca autonomía exterior (propio de sociedades dependientes) aunque con mucha mayor autonomía de la que se piensa a la hora de intervenir en los procesos internos (elaboración de consensos basados en 69
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el intercambio de fidelidades corporativas contra mejoras socio-económicas). - El Estado muestra una alta capacidad de movilización política en torno a objetivos económicos, lo cual le asegura: rapidez de intervención en los mercados, flexibilidad para adaptarse a las modificaciones comerciales, así como una especial capacidad para incorporar nuevos conceptos, dimensiones o modalidades de los procesos productivos. - Se ha demostrado que el Estado brinda considerable considerable estabilidad institucional. institucional. Esto significa: significa: fidelidad fidelidad sostenida por parte de poblaciones que otorgan su voto a las formaciones o coaliciones que mejor les aseguren las mismas condiciones sociales; sociales; continuidad de políticas de equidad social por parte de una administración administración interesada interesada en elevar desde la base las condiciones de vida, de renta, de consumo, de educación, de salud, etc., de la población. - Se trata, finalmente, de un tipo de Estado que no piensa modificar su concepción desarrollista. Por ejemplo: Japón sigue siendo definido como una “sociedad industrial en desarrollo”. Esto último implica el mantenimiento de un proyecto (o intento) de movilización masiva de la población en torno al objetivo (político) de labrarse un destino histórico a la altura de sus sueños: opulento en lo interior (¿quién determina el punto final del crecimiento?), influyente en lo exterior (ya no por la vía de las armas, sino por la de la economía: comercio, inversiones, finanzas, tecnología). En consecuencia, entra dentro de lo pensable que podamos asistir en el futuro a nuevas etapas en el desarrollo de organizaciones políticas pensadas para el desarrollo.
Un modelo productivo apoyado en la experiencia japonesa. La demolición del muro de Berlín, símbolo del hundimiento de los regímenes comunistas de Europa del este, abrió paso a un hecho sin precedentes: terminó la pugna entre los dos paradigmas socio-económico-políticos hegemónicos en el mundo del siglo XX, capitalista y comunista. El combate se canceló por abandono de uno de los contendientes. Desde 1989 1989,, la econ econom omía ía mundi undial al en toer toería ía se unif unific icó ó alre alrede dedo dorr de un solo solo sist sistem ema, a, el capi capita tali lism smo, o, con con el que que complem complementa entariam riamente ente se suelen suelen relacion relacionar ar esquema esquemass político políticoss formalm formalmente ente democrá democráticos ticos y cultura culturass urbanas urbanas que evolucionan hacia la individualización. Es cierto que hablar de un capitalismo “mundial” resulta desmedido, a poco que tomemos en cuenta las enormes diversidades surgidas en todo el globo. Hoy día, la situación evolutiva de la sociedad internacional es sumamente heterogénea. Se mantienen las viejas naciones capitalistas desarrolladas, básicamente Estados Unidos, Canadá y el núcleo inicial de la “comunidad europea”: Inglaterra, Alemania, Alemania, Francia y “Benelux” “Benelux” -Bélgica, -Bélgica, Holanda y Luxemburgo-. Luxemburgo-. A este primer núcleo se pueden incorporar Suiza y los países nórdicos. Otras naciones que desde antiguo también habían optado por la senda capitalista no se han movido de su condición sub-desarrollada: se hallan en el Tercer Mundo latinoamericano, africano o asiático. En seguida, a esta lista hemos de agregar nuevos países que al mismo tiempo son capitalistas y “se han subdesarrollado” subdesarrollado”:: los que antaño constituyeron constituyeron el llamado “bloque del este”. El catálogo se completa con la mención mención de países desarrollados no occidentales, como precisamente los del SEA que ahora estudiamos. A todos solemos ponerles la misma etiqueta de “países capitalistas”. En torno a ellos puede establecerse un amplio consenso sobre hechos como el siguiente: aunque no se sabe a ciencia cierta si el capitalismo “reina” como único monarca del mundo, parece claro que no tiene alternativa visible ni desde el punto de vista teórico ni desde el punto de vista político. ¿Qué entender por capitalismo? Siguiendo la ruta trazada conjuntamente por Marx y Weber, es útil considerarlo como un sistema complejo que ensambla o combina tres tipos de sistemas organizativos: económico, social y cultural. Es momento de explicitar de qué estamos hablando (14). - El primer elemento característico del capitalismo es un centro de producción (de bienes, servicios o transacciones) fundado en la propiedad privada de los medios técnicos de fabricación, en la unidad sistemática entre manufactura y dirección y en la desigualdad estructural entre actores productivos (trabajadores, cuadros técnicos, gerentes, accionistas y propietarios). - De esta característica matricial, económica, se deduce una segunda, social: el régimen de producción capitalista tiende a conllevar (no es necesario afirmar que provoque inmediatamente o que determine por necesidad automática) una sociedad análoga a aquella organización productiva y fácilmente identificable: . dotada, en lo político, de regímenes estratificados y corporatizados con mando vertical (formalmente democráticos o incluso autoritarios y hasta dictatoriales); . girando alrededor de un mercado en principio “libre”, comandado por la invocación de la ley de oferta y demanda 70
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(sosteniendo (sosteniendo algunos principios de la libre competencia, competencia, pero cuando conviene también negándolos, anulándolos anulándolos o pervirtiéndolos); . compuesta, desde el punto de vista organizativo, por un régimen de integración/exclusión ligado a la existencia de sistemas estables de estratificación social (a veces mediante la formación de clases sociales, otras en forma de élites y hasta de castas con contenidos étnicos o religiosos propios). - Como “cemento” tendencialmente aglutinador de una sociedad capitalista podemos identificar un tercer elemento, de tipo cultural: se observan sistemas de ideas extensamente difundidos y aceptados por vastos sectores de la población y que persiguen una triple racionalización justificadora: . del productivismo, en tanto que igualdad de todos ante el consumo (objetivo perseguido por individuos y grupos como expresión del crecimiento de la nación); . de la democracia representativa, en tanto que igualdad formal de todos ante la ley y posibilidad ideal de que cada uno disponga de las mismas oportunidades (de trabajo, educación, enriquecimiento y manejo del poder); . de la existencia de jerarquías en cada subsistema de la vida social, en tanto que necesidad necesidad técnica, a fin de asegurar una buena organización de los cometidos de cada institución.
Hablar de ”capitalismo” significa definir la vida social como una serie de círculos concéntricos en torno al hecho productivo. Como consecuencia de lo cual, la empresa pasa a ser el centro neurálgico del fenómeno capitalista. Surge una pregunta: ¿qué significa el capitalismo a nivel de empresa? El principal objetivo de toda empresa capitalista es el rendimiento del emprendedor, se llame gerente, propietario individual o cuerpo de accionistas. La búsqueda sistemática de provecho constituye un método apto para obtener dos resultados: maximizar las utilidades (existe capitalismo sólo si existe coincidentemente un mercado, como lo prueba el desarrollo histórico de los países de Europa occidental) y optimizar los márgenes de beneficio (existe capitalismo sólo si la organización fabril funciona en un contexto de propiedad privada, como lo demostró, por la vía negativa, la experiencia reciente de los países de Europa oriental). Para lograr propósito tan primordial como el de la capitalización y los beneficios, el camino siempre es el mismo: “aumentar la productividad”. Se han seguido estrategias interconectadas tendientes a aumentar la productividad de la empresa capitalista. Las estrategias pueden referirse a los “factores físicos” de producción: en tal caso el mecanismo de producti productivida vidad d no es otro que la moderni modernizaci zación ón tecnoló tecnológica gica.. O pueden pueden idears idearsee programa programass relativo relativoss a los “factore “factoress personales” de la producción, opción según la cual la búsqueda de productividad se identifica con el perfeccionamiento de los recursos humanos. Salvo en algunas situaciones propias del “capitalismo salvaje” (en Inglaterra en los albores del siglo XIX, en el SEA en las postrimerías de la guerra...y en algunos momentos de aplicación de las políticas ultraliberales en América Latina), ambas vías estratégicas se entrelazan, completándose. Por otra parte, tanto la modernización técnica como el desarrollo de los recursos humanos atravesaron varias etapas. En cuanto al primer elemento, pueden distinguirse periodos de desarrollo técnico incremental, según el factor clave y hasta según el género de insumo energético en juego. Se pudo reconocer una revolución del carbón y otra del petróleo, la de la energía nuclear y, finalmente, la actual que consiste en una combinación energética entre las antiguas mencionadas y otras alternativas. Si en sus formas más primitivas la revolución industrial significó pura mecanización del trabajo humano, humano, pasó luego luego a formas formas más perfeccion perfeccionada adas, s, tomando tomando en cuenta cuenta el factor factor humano. humano. Procuró Procuró extraé extraérsel rselee más rendimiento al trabajador a través de la organización burocrática, de la gerencia científica y, en fases más recientes, reconociendo la necesaria “satisfacción” que el asalariado ha de encontrar y retirar de su trabajo. La “satisfacción” pasó a entenderse en sus vertientes económica y social. En la fase presente del capitalismo, predominan las estrategias sistémicas: se entrelazan los aspectos tecnológicos y los humanos, en el contexto más amplio de la globalización, logrando la combinación de factores endógenos y exógenos. Parece, Parece, por lo que se va diciendo, diciendo, que tendría que existir una tendencia tendencia convergente, convergente, por parte de diferentes sistemas económicos, a acabar transformándose en un modelo único. Francis Fukuyama y otros analistas lo anuncian como proceso inevitable para el año 2050. Sin embargo, la observación de la evolución del sistema capitalista muestra, justamente en la dirección inversa, la consolidación y el recrudecimiento de las diferencias. Al punto de poder afirmarse que existen varios capitalismos capitalismos o, si se prefiere, caminos crecientemente crecientemente distintos para concebir y aplicar la misma estrategia estrategia sistémica global (15). El objetivo inicial del capitalismo abarca demasiado y no asegura la unidad del conjunto: sólo sirve para proponer un marco teórico general.
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Varían, para empezar, las circunstancias históricas en que Estados Unidos, Alemania y Japón realizaron su revolución capitalista. Estas tres naciones siempre son citadas como referente principal del capitalismo mundial, a la hora de comenzar, desarrollar y consolidar sus procesos de industrialización. También varía el modelo empresarial utilizado en las tres naciones, al triple nivel de la organización de la producción, la gerencia y las relaciones laborales. No es misión de este libro analizar comparativamente los modelos productivos norteamericano, alemán y japonés. Para su propósito basta con identificar algunos puntos básicos que permitieron a los países del SEA reconocer la existencia de un “modelo productivo japonés”, para iniciar posteriormente la asimilación de varios de sus rasgos definitorios. Desde el punto de vista económico, económico, Japón constituye constituye un tercer modelo dentro del capitalismo, capitalismo, con características características que lo distinguen de los otros. Desde un ángulo social, Japón constituyó la primera sociedad que lograba industrializarse sin tornarse más individualista, contrariando uno de los postulados básicos de las teorías evolucionistas sociales. Y ofreció el primer ejemplo de país capaz de adquirir comportamientos habitualmente considerados “modernos” (entendiendo de tal suert suerte, e, por por ejemp ejemplo lo,, la racio raciona naliz lizac ación ión gene general raliza izada da de comp compor ortam tamien ientos tos indiv individu idual ales es y usos usos socia sociales les)) sin sin “occidentalizarse” (no adoptando principios igualitarios que son habituales en las sociedades europeas y americanas), contrariando en este caso la unánime previsión de las teorías ilustradas de tipo liberal o marxista. El desconcierto surge cuando, cuando, en contra contra de expecta expectativa tivass general generalizad izadas, as, un país con caract caracterís erística ticass tan inusuale inusualess como como Japón Japón se sitúa, sitúa, económi económicam camente ente hablan hablando, do, en el pelotón pelotón de cabeza cabeza del capital capitalismo ismo mundial, mundial, en aspecto aspectoss tan signific significativ ativos os como como producción industrial, comercio exterior, inversiones directas e indirectas, finanzas, tecnología y cooperación para el desarrollo (16). Resulta complejo explicar porqué se produjo tan espectacular performance. Algo fue dicho al hablar de las experiencias comunes que la posguerra permitió vivir a los países del SEA: una coincidencia fortuita entre afán de sobrevivencia sobrevivencia y ayuda norteamericana, norteamericana, una combinación combinación exitosa de disciplina disciplina social interna y aprovechamien aprovechamiento to de coyuntur coyunturas as interna internacion cionales ales favorabl favorables. es. Todo ello en el marco marco del acrecen acrecentami tamiento ento de las condici condicione oness domésti domésticas cas y exteriores de intercambio económico, gracias a avances decisivos en la tecnología. Para resumir el carácter propio del modelo económico japonés, se pueden escoger rasgos fáciles de identificar y comprender comprender.. Echemos mano del arsenal arsenal de los capítulos 2 y 3: allí se propuso una explicación explicación estructural de la sociedad sociedad japonesa. japonesa. Tres Tres conceptos conceptos nos ayudarán ayudarán a captar captar ahora la peculiarida peculiaridad d económica económica del Japón: Japón: grupismo, grupismo, cooperac cooperación ión y tutela tutela estatal. Observemos, para comenzar, la presencia de un elemento de carácter social. Es adecuado definir a Japón como una sociedad “grupista”. La explicación de este rasgo no tiene que ver con genes o atavismos sino con definiciones históricas. Pero sea por las razones que sea, el resultado final es una nítida configuración del hecho económico como proceso grupal (17). Lo que tiene entidad en Japón no es tanto o tan sólo el individuo visto por separado, se lo considere como trabajador, cuadro técnico o accionista. La actividad económica arranca y se ejecuta por entero en el seno de grupos. La persona no es individuo a secas sino el individuo-en-su-entorno, un individuo agregado al contexto social en el que se integra. En términos económicos, grupismo significa dos cosas. La primera es que ningún individuo es indispensable. Un operario puede ser remplazado por otro, aquel gerente decide mudarse, la lista de accionistas se modifica al cambiar de manos los paquetes paquetes accionariales. accionariales. Todo Todo puede cambiar... cambiar...pero pero no cambia. Porque (segundo rasgo del grupismo), las persona personass no desemp desempeñan eñan únicam únicament entee funcion funciones es individu individuale ales. s. Los individu individuos os se diluyen diluyen en un colectiv colectivo o mayor mayor y desarrollan comportamientos celulares. Forman parte de redes o tramas muy diversas. Tomemos el ejemplo de una planta industrial. En la cadena productiva se agrupan equipos de 12 a 15 personas. En esa fábrica también vemos otros grupos: los técnicos, los suministradores subcontratistas, los administrativos, los gerentes, los accionistas. Todos estos grupos son permanentes permanentes y sus miembros se entrelazan de múltiples múltiples formas: constituyen el macrogrupo macrogrupo que corporaliza corporaliza e identifica a una planta productiva, cuando no a toda la corporación. El sistema celular permite crear unidades más complejas, duraderas y eficientes. En Japón el funcionamiento económico es tan compacto que a veces parece rígido. De hecho, muchos se empeñan en considerarlo sólo como un rasgo pintoresco, favorable o desfavorable según la opinión que tengan del país. Pero, por razones ajenas a todo folklore, los empresarios consideran consideran que este sistema defiende defiende mejor sus intereses: en él se apoyan para estipular contratos de larga duración en condiciones más fácilmente digeribles para los asalariados. Estos, por su parte, tropiezan con menos impedimentos para ligar su trabajo (y, más allá, buena parte de su sociabilidad, su educación y su ideología social) a la suerte de empresas cuya estabilidad los favorece. El grupo ya constituía constituía la unidad productiva productiva básica tradicional, tanto en el arrozal campesino campesino como en el taller urbano. Esto explica en parte la distractiva “desviación culturalista” de tantas identificaciones rápidas entre el rápido desarrollo nipón y el “grupismo japonés”, dándole a este último término categoría de atavismo explicable por las peculiaridades
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irrepetibles del alma nipona. Las condiciones específicas del capitalismo industrial sin duda aprovecharon el arraigado uso histórico. Pero le dieron una nueva significación. - Lo que había sido traducción de la jerarquía vertical del “ie” (familia extensa) a las tareas productivas precapitalistas (agrícol (agrícolas as o artesan artesanales ales), ), se volvió volvió división división social social del trabajo trabajo acorde acorde con la planifica planificación ción burocrática burocrática (flexibl (flexiblee y centralizada) del Estado capitalista. - Y lo que parecía un traslado de la organización militar a la productiva (al igual que en el medioevo europeo, los mismos contingentes de población alternaban la milicia y la labranza) permitió la trasmutación de la organización técnica (calcada al comienzo de la “gerencia científica” taylorista) en organización humana (la empresa como unidad de destino). La dimensión grupal sigue dictando el estilo de la totalidad del proceso productivo japonés. - En su punto de arranque, la producción está centrada en el esfuerzo colectivo. Si nos limitamos al caso de los trabajadores trabajadores manuales, los miembros de una cuadrilla desempeñan desempeñan gran variedad variedad de funciones, funciones, entre las que van rotando para evitar la monotonía y poder ajustarse más flexiblemente a las características y ritmos de la manufactura. - En su punto punto de llegada llegada,, la comerci comerciali alizaci zación ón está está destina destinada da a un mercad mercado o compues compuesto to por grupos igualmente igualmente compactos, en función de los cuales se va “desarrollando” cada producto. Las condiciones técnicas (relaciones hombre-máquina como eje de la cadena productiva) se alían con las empresariales (preferencia por los contratos prolongados en condiciones de salarios comparativamente altos). Ambas, en conjunto, le dan un impulso renovado a la tradición grupista del productivismo japonés. Hay otro aspecto que permite identificar un capitalismo “a la japonesa”. Es consecuencia del grupismo y se refiere esta vez a un rasgo organizativo: la cooperación interindustrial (18). Las empresas son muy autónomas unas de otras. El comportamiento segmentario se traslada al funcionamiento empresarial, transformándose en feroz competencia entre corporaciones y hasta entre plantas diferentes de la misma firma. Bastarán dos ejemplos, entre centenares posibles. La compañía automotriz Nissan-España compite con Nissan-Japón por el mismo segmento de mercado. Introduce un modelo de coche, el Mistral, enteramente fabricado en Barcelona y que encuentra aceptación entre el público japonés. La publicidad y el marketing bien pueden enfrentarlo con otro modelo de la misma marca fabricado en Japón, considerado un rival comercial igual que los otros. En el terreno de las grandes superficies superficies comerciales, comerciales, la sucursal sucursal Kitaoji de la cadena cadena comercial Vivre, Vivre, en Kyoto, controla la importación de una gama especialmente especialmente apetecible de vinos chilenos. chilenos. De hecho, los clientes clientes no pueden adquirir vinos con similares características características en el resto de supermercados de la cadena. Lo que muchos han denominado la “excesiva competencia” del capitalismo japonés (es uno de los temas estrella entre especialistas, especialistas, ¡desde hace 30 años! (19) se aplica con más razón entre corporaciones rivales y entre subcontratistas de una misma gran corporación. Se observa, en paralelo, un segundo fenómeno. Al mismo tiempo que una encarnizada competencia, se producen intensas comunicaciones y constantes interacciones entre plantas de una misma firma y entre empresas de la misma rama productiva. - Se consigue ese efecto mediante el traspaso de información. No se refiere a datos sobre novedades tecnológicas: una de las razones aducidas para explicar la larga duración de los contratos laborales es proteger los secretos de cada firma, y para empezar el secreto de investigaciones que conducen a la obtención de una patente industrial. Se alude, más bien, a información sobre las características del mercado. Esta circula con sorprendente libertad a través de los boletines de las organizaciones empresariales, como reflejo obligatorio de la que brindan los medios de comunicación de masa, auténticos especialistas en perforar el blindaje de las políticas de marketing de cada empresa, creando una interpretación propia sobre las tendencias mercantiles. - La cooperación cooperación empresarial también se logra por la práctica de una continua negociación, negociación, buscando acuerdos acuerdos que a todos aseguren un normal desempeño de sus actividades. Estas negociaciones se refieren tanto a los procesos productivos como a los salarios, a los niveles tecnológicos y a las políticas de comercialización. - Existe un tercer elemento clave de cooperación empresarial, producto del sistema de subcontratación que liga a multitud de pequeñas empresas con una gran corporación coordinadora. De formas flexibles e incluyendo cantidad de elementos de sociabilidad informal, una marca que controla su cuota de mercado “encarga” a una pequeña factoría local la especialización en tal o cual aspecto. Tomemos, de nuevo, el ejemplo de la industria automotriz. Honda pone la marca, el diseño, la ingeniería, el armado y el marketing. Pero encarga la mayoría de los elementos a pequeñas empresas de autopartes autopartes que fabrican para la firma matriz. Cada vez que es necesario, las dota del capital y la tecnología tecnología necesaria. En contrapartida, las plantas subsidiarias se atienen al ritmo marcado desde la central. Una proporción creciente de piezas de 73
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un coche se fabrican fuera de las usinas de la marca: frenos, cristales, neumáticos, piezas del motor, partes de la carrocería y del chasis, etc. El holding garantiza la vida económica de las pequeñas unidades. Pero éstas no son simples filiales, manteniendo con aquellas una relación flexible, nunca definitiva, renovable anualmente y munida de un aspecto de incertidumbre que las espolea a servir “justo a tiempo” lo que la marca necesita. ¿Cómo conciliar los aspectos diferentes y hasta contradictorios de una cooperación interindustrial que reúne tanta interacción y tanta competencia? Llegamos al tercer elemento de una economía “a la japonesa”: la tutela estatal. El Estado ha sido y continúa siendo un factor decisivo del juego económico (20). Cada vez menos como productor, según fue explicado. Cada vez más cumpliendo funciones de arbitraje, regulación y coordinación. Repasemos estos tres papeles. Veamos que en ningún momento el Estado anuncia que dejará de cumplirlos. - La primera tarea tutelar de la administración es asegurar la libre competencia. Esto supone crear renovados espacios y condiciones para la conciliación, transformando el dinamismo positivo de la disputa (considerado ocasión para el incremen incremento to de la iniciati iniciativa va empresa empresarial) rial) en impulso impulso dirigido dirigido a la macroc macrocoord oordina inación ción (vista como como exigenc exigencia ia de la productividad y la competitividad). El Estado no les pide a las empresas que sean razonables y que eviten el oligopolio. Procede indirectamente, mediante un régimen de incitaciones. Estas incluyen regulaciones relativas a las condiciones técnicas de producción, a los niveles salariales, al uso de patentes, a la protección del medio ambiente, a los mecanismos de distribución y comercialización, etc. En segundo lugar, explicita y regula los modos de actuación exterior de las empresas locales, auspiciando, coordinando y sosteniendo el esfuerzo (que pasa a ser común) de acceso al mercado internacional en buenas condiciones, a fin de consolidar significativas cuotas de exportación. El rol del Estado es, ¡nada menos!, asegurar en la medida de lo posible el predominio de los productos fabricados por firmas japonesas. - Esta acción tutelar implica una estricta repartición de funciones entre la empresa y la administración. . A la empresa le incumben “funciones económicas”, concepto muy amplio que no sólo incluye capitalización, producción y comercialización (en un proceso mucho mejor encadenado que en los modelos económicos occidentales) sino que se extiende a la organización de los asalariados (mediante el tutelaje de la actividad sindical) y a su protección individu individual al y familiar familiar,, provey proveyendo endo condici condicione oness necesa necesarias rias complem complementa entarias rias al salario salario como como transpo transporte, rte, educac educación ión,, alojamiento, seguro sanitario, acceso al crédito y ciertos aspectos de la responsabilidad legal. . A la administración administración le toca la macroplanificac macroplanificación ión interna y la estrategia exportadora. exportadora. Se encarga encarga de crear un terreno común obligatorio en el que las actividades económicas se desarrollen pacíficamente. - Esta drástica repartición de funciones entre los ámbitos público y privado exige que aquél establezca procedimientos de coordinación. Tiene que impedir que la autonomía de cada esfera degenere en desconexión. En concreto, tiene que mantene mantenerr un control control público público sobre la activida actividad d privada privada.. Para tal fin, la burocra burocracia cia utiliza el instrum instrumento ento de las “comisiones”. . Algunas comisiones “arbitran” intereses privados contradictorios que llegan a las altas esferas sin orden alguno a través través de las repartic reparticione ioness ministe ministerial riales es y departa departamen mentale tales. s. Se trata trata de arbitraj arbitrajes es político políticos, s, traducid traducidos os en acuerdo acuerdoss consensuados que se toman en las instancias de conducción del Estado (el consejo de ministros y complementariamente el parlamento). . Otras Otras comisi comision ones es son técni técnica cas. s. “Regu “Regulan lan”” tanto tanto las las intera interacc ccion iones es entre entre empre empresa sass en un mism mismo o merca mercado do (inseparablemente doméstico y exterior) como las relaciones entre las empresas (agrupadas en confederaciones) y el conjunto de la administración pública. De estas comisiones técnicas surgen reglamentos de todo tipo que, según su carácter, serán transformados en leyes, decretos, normas o recomendaciones, de acuerdo a temas y circunstancias. - La “coordinación” entre variables se logra mediante un constante esfuerzo, por parte de la administración estatal, de armonización de los tres componentes del ”triángulo” que constituye el núcleo duro de la organización económica japonesa: japonesa: el factor productivo (mediante contingentes contingentes laborales y empresariales empresariales que practican practican el “colaboracionism “colaboracionismo” o” de clase), el factor político (mediante partidos y asociaciones que actúan como “intermediarios” de intereses sectoriales no canalizados por el hecho productivo) y el propio factor burocrático (mediante la armonización de intereses tan diversos) (21).
Ya que tenemos definida la especificidad macroeconómica del modelo japonés, pasemos revista a su especifidad micro-económica, concretada en un modelo peculiar de empresa. Se puede hablar de un “modelo empresarial japonés” porque se perciben acentos propios en los tres niveles constitutivos de toda institución empresarial: la organización productiva, la gerencia y las relaciones laborales (22).
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Se suele indentificar la organización productiva japonesa como “kaizen”, término cuya etimología nos remite a concep conceptos tos como como mejora mejora,, calidad calidad y adapta adaptación ción.. En tales tales ámbitos ámbitos encontrar encontraremo emoss una forma sencilla sencilla de explica explicarr las preocupaciones productivas del kaizen. - La primera tiene que ver con la máxima adaptación posible al mercado. Ya vimos que lo propio de la maquinaria económica japonesa no es colocar sus productos sino servir a sus consumidores. Esto implica un seguimiento detallado de las fluctua fluctuacion ciones es del mercad mercado, o, respons responsabil abilida idad d de política políticass de marketi marketing ng dinami dinamizada zadass por el esfuerzo esfuerzo privado y la coordinación estatal. También supone una decisión técnica: fabricar sólo la cantidad necesaria de productos específicos, según requerimientos detallados del mercado a conquistar o abastecer y en el momento preciso para su inmediata comercialización comercialización.. “Just in time”: t ime”: justo a tiempo. Así Así se denomina denomina el primer resorte productivo del “kaizen”. Ahora bien, producir con oportunidad exige diversas condiciones internas y externas. . A nivel interno se precisa una extrema flexibilización de la producción, tanto en cantidades de mercancía como en variedad de productos, en forma de “gamas” extensibles casi indefinidamente. Consecuencia de dicha flexibilización productiva es que la fuerza de trabajo se adapta constantemente a los flujos de producción, que aumentan o disminuyen, se disparan, se estancan o se anulan de acuerdo con un mercado que hay que controlar diariamente. . A nivel externo, se modifica la relación entre la empresa central y los proveedores. Estos se acoplan al ritmo cambiante de la empresa madre, con la consecuente y radical reestructuración de sus faenas en estricta y dependiente relación con ella. Cada unidad productiva se compone de un “núcleo central” de procesamiento, abastecido por un “parque de proveedores” (pequeñas o medianas empresas localizadas a corta distancia de la planta principal), con el complemento de una “zona de consolidación” (consistente en unidades productivas de apoyo o reemplazo). - En su segunda acepción, “kaizen” se refiere a “políticas de calidad”. La dimensión de la calidad se integra en el proceso mismo de fabricación. Este tema es uno de los más difundidos en la literatura internacional sobre economía japonesa. japonesa. Sólo cabe recordar recordar que la tarea esencial esencial del equipo productivo productivo es una comprensión comprensión socializada socializada del proceso productivo en su conjunto, a fin de ejercer estricto “control” de la calidad en las diferentes etapas de fabricación. . Antes de su comienzo, mediante una adecuada homogenización homogenización de criterios. Esto incluye la formación formación de destrezas individuales y de cualidades polivalentes, así como una buena repartición de funciones y reemplazos. . Durante la marcha, mediante la determinación del ritmo productivo más adecuado. Se trata de compaginar exigencias incialm incialmente ente divergent divergentes: es: las que oponen oponen los planes planes del empresario empresario con las posibilidad posibilidades es físicas físicas y mentale mentaless de los productores; las que distinguen los ritmos de la usina central de los proveedores exteriores subcontratados. . Posteriormente a la fabricación, los trabajadores se agrupan en “círculos de calidad”. Su tarea es evaluar los resultados resultados obtenidos y emitir sugerencias sugerencias que permitan vencer dificultades dificultades o eliminar eliminar “cuellos de botella” originados por desfases en el ritmo productivo. - Hay un tercer nivel de comprensión del “kaizen”. Tiene que ver con la disposición material de los factores de producción. El modelo japonés de organización productiva constituye una completa readaptación del fordismo, a fin de lograr lo que se ha denominado una “cadena curva y grupal”. . Del individuo individuo aislado se pasa al grupo semiautónomo semiautónomo:: cada equipo es responsable responsable de una etapa de la fabricación fabricación de un producto. La imagen automotriz automotriz viene otra vez en nuestra ayuda. Cada grupo tiene bajo su responsabilidad responsabilidad un elenco complej complejo o de operaci operacione oness intercam intercambiab biables. les. Piénsese, Piénsese, por ejemplo, ejemplo, en el carroza carrozado do de un coche, coche, en su posterio posteriorr equipamiento y en el revestimiento final. Lo interesante es que el grupo fabricante también se encarga de reparaciones cuya complejidad complejidad o nivel de dificultad no reclamen la presencia del ingeniero. La cuadrilla vela por el mantenimiento mantenimiento de máquinas cuyo nivel tecnológico es relativamente sencillo. El grupo se encarga de las reparaciones normales, caso frecuente. . De la monoocupación se pasa al perfil complejo. Intentan superar la caricatural (pero certera) imagen de Charles Chaplin apretando durante toda su existencia aquellas dos únicas tuercas, como se veía en la célebre película “Tiempos Modernos”. . De la cadencia uniforme se pasa a la cadencia situacional. Esta depende de las exigencias propias de la cinta mecánica y de las máquinas que le están adosadas. El retiro de una pieza defectuosa o la reparación de un desperfecto, un accidente o el abandono incidental de un trabajador, pueden provocar la ralentización o la detención momentánea de la mecánic mecánicaa producti productiva. va. El ritmo ritmo también también viene marcad marcado o por la llegada llegada de insumo insumoss proceden procedentes tes de las empresa empresass subcontratistas: un corte en la ruta que comunica a la pequeña unidad con la central ocasionará retrasos en la alimentación de la cinta mecánica.
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. De la política de almacenaje se pasa a una ausencia casi total de stock. Sólo se fabrica lo que traen las empresas filiales. Previamente, Previamente, un miembro de la red de comercialización comercialización tuvo que solicitar los productos que se van a ensamblar: los ha vendido antes de tenerlos disponibles. Le serán entregados poco después, apenas terminada su fabricación. Tienden así a desaparecer aquellos inmensos hangares adosados a las fábricas, típicos de otros sistemas productivos. Como parte de la configuración de un modelo japonés, se suelen distinguir modos específicos de organización gerencial. Se basan en la colaboración entre actores económicos, se trate de directivos o trabajadores. Estos temas han sido sumamente publicitados. Aquí sólo queda enfatizar los aspectos relevantes al desarrollo de la hipótesis explicativa de este libro. - A nivel directivo, directivo, la colaboración colaboración se traduce en el sistema denominado denominado “ringi-sei”. Alude Alude al pedido, por parte de un inferior, inferior, de que el superior emita opinión sobre un tema debatido. En la práctica, consiste en obtener acuerdos en torno a cualquier asunto propuesto, haciendo circular en sentido horizontal y vertical un documento que detalla los términos del problema o propuesta a considerar. El objetivo de establecer acuerdos previos a la ejecución de cualquier asunto nació de las nuevas prácticas administrativas impuestas a la burocracia por el régimen Meiji. Luego se extendió a otras esferas de la vida social, con especial énfasis en la empresa. Se trata de “amasar” los materiales de un problema hasta que el pastel resultante (producido con la ayuda material o formal de los interesados) sea del gusto de todos los comensales. Este estilo de toma de decisiones es proverbial y ha sido objeto de detalladas y amenas descripciones. Lento a la hora de optar aunque veloz a la hora de ejecutar, ya que se han eliminado los impedimentos para que comience la puesta en práctica de la decisión. Todos los ejecutantes están en el asunto. Los eventuales jefes del futuro ya dieron su acuerdo: a la celeridad ejecutiva se agrega continuidad en el complimiento del plan trazado. La mención del sistema japonés de toma de decisiones resulta útil por varios motivos. . Ilustra la primacía que la noción de medio y largo plazo ocupa en la concepción japonesa de “management”. La productividad y la competitividad dependen, es cierto, de la prontitud de la respuesta productiva, pero en tanto y en cuanto la decisi decisión ón sea tomada tomada contand contando o con un adecuad adecuado o posicio posicionam namiento iento.. Obligad Obligados os a optar optar,, al apresu apresurami ramiento ento siempr siempree preferirán una lenta mejoría estratégica; cualquiera que haya tenido tratos administrativos, comerciales, financieros, etc, con japoneses podrá ratificar esta explicación. La gerencia japonesa sólo se entiende como un liderazgo empresarial de medio y largo plazo, rasgo que explica la extrema durabilidad durabilidad de las cúpulas directivas y de las políticas impulsadas impulsadas por ellas. . El ”ringisei” también ilustra la búsqueda de máxima integración entre actores económicos en decisiones que, de todas maneras, maneras, dependen de la inciativa vertical. Valga Valga un ejemplo: ejemplo: el “paseíto” que cada posible decisión (por minúscula minúscula que pueda parecer) da por las mesas de múltiples mandos intermedios funciona como recordatorio de la unidad sustancial que los miembros de una corporación mantienen entre sí. La concordia ha de presidir toda decisión, única forma de hacerla eficiente en términos económicos, por su rapidez, su contundencia, la solidez de sus motivaciones y la oportunidad de los instrumentos puestos en práctica. . Tan significativo resulta este mecanismo (a un tiempo operativo y simbólico) que se lo acaba extendiendo a todos los niveles niveles produc productivo tivos, s, hasta hasta lograr lograr (ese (ese es al menos menos el objetivo objetivo buscado) buscado) que los miembro miembross de la organi organizaci zación ón se transformen en parte activa de un organismo viviente (estamos en plena mentalidad organicista). Cada estrato tiene mecanismos de concertación horizontal que le son propios: los círculos de calidad actúan vigorosamente en dicha dirección. Por su parte, la corporación desarrolla dispositivos de concertación vertical. En virtud de una misma lógica, los estratos superiores se comprometen a considerar con detenimiento las sugerencias de los subalternos (volvemos a la etimología de “ringisei”). Se desencadenan mecanismos y procedimientos que favorecen una buena relación vertical: se reduce el número de signos exteriores diferenciadores del rango, como uniformes, servicios o despachos por categorías. Estos recordarían demasiado un desnivel estatutario que la ideología de la colaboración se esfuerza al contrario en atenuar. - El comportamiento comportamiento directivo “paternalista” “paternalista” tiene una contraparte: el funcionamiento funcionamiento “colaboracionis “colaboracionista” ta” de los trabajadores. Esta característica de una gerencia basada en la cooperación estimula la fácil y extensiva aceptación, por parte de los asalariados, de uno de los mayores grados de “polivalencia” que se conocen en todo el capitalismo mundial (24). . Los trabajadores son extremadamente móviles dentro de su grupo, reduciendo a polvo las prolijas (y rígidas) especificaciones del sindicalismo occidental, el cual divide a los trabajadores en “categorías” según destrezas o niveles de calificación. En Japón, en cambio, los trabajadores serán juzgados por la destreza que muestren en el desempeño de tareas encomendadas a toda su cuadrilla. Será ésta la que reciba el premio o la amonestación, una vez evaluada la calidad del trabajo. Las tareas productivas no se organizan en torno a criterios fijos o rígidos, como en la cadena fordista. Se van reagrupa reagrupando ndo,, modulan modulando, do, a medida medida que el grupo grupo conoce conoce mejor mejor las caracte característi rísticas cas de su product producto o (especi (especifica ficacio ciones nes técnicas, de ritmo, etc) y las exigencias de su “desarrollo”. Un mismo producto va desplegando nuevas potencialidades.
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En parte por las mejoras logradas gracias a sugerencias emanadas de los círculos de calidad. Así, un mayor peso de la puerta de los refrigeradores permite evitar más fácilmente el descongelamiento. Las mejoras también son exigidas por los reclamos del mercado. Las mujeres japonesas cocinan menos que antes. En consecuencia, “sus” refrigeradores necesitan menos espacio para productos frescos como frutas y verduras. En cambio, las amas de casa esperan que la “congeladora” sea más amplia, ya que tendrá que guardar durante varios días lo que se cocinó el fin de semana. . La mano de obra también manifiesta su polivalencia dedicándose al mantenimiento de los factores de producción. El operario es su propio mecánico, su propio limpiador, su propio arsenalero, etc. Mediante este procedimiento, adquiere conciencia de su responsabilidad en el buen funcionamiento de las máquinas. . Polivalencia significa, finalmente, absorción del ausentismo. El grupo no padece la ausencia de uno o dos de sus miembros inasistentes por la razón que sea. El mismo grupo fiscaliza que las ausencias respondan a causas plenamente justificadas. justificadas. El control social que unos miembros miembros del equipo ejercen sobre otros es fuerte: el jefe de sección sólo se apersona en circunstancias críticas. En consecuencia, los trabajadores van a trabajar incluso estando enfermos. En los hospitales y consultas médicas, los médicos están acostumbrados a recetar dosis contundentes a sus pacientes, a fin de mantener mantener a raya molestas gripes o inoportunos inoportunos reumatismos: reumatismos: un ausentismo poco justificado haría peligrar la estabilidad estabilidad laboral del paciente. - Desde el punto de vista de la organización organización gerencial, el sistema económico japonés japonés se caracteriza caracteriza así por una doble dependencia productiva, con respecto a los proveedores y con respecto al propio personal de la empresa. . La dirección empresarial no sólo ha de cuidar de los asalariados que se desempeñan en la planta. Los cuidados deben extenderse a los proveedores: en efecto, ¿cómo lograr un buen ritmo productivo interno sin una perfecta coordinación entre las empresas subsidiarias y la planta central de procesamiento? El manto previsor de la empresa acaba incluyendo también a los vendedores: solamente una buena integración de esfuerzos entre el marketing y la fabricación puede asegurar un ritmo productivo adecuado. . El “management estratégico” concibe la actividad económica como un circuito complejo y totalizador: el proceso comienza con las compras, pasando luego al suministro, la fabricación, la distribución, el marketing, la venta y el servicio postventa. La economía constituye un proceso que arranca en el aprovisionamiento y concluye en el cliente, dándole a éste la función función de pivote pivote de todo el mecanis mecanismo.. mo...y .y dándole dándole al directiv directivo o la respons responsabil abilidad idad de orienta orientarr todo el proces proceso o productivo en dicha dirección. En páginas anteriores fueron apareciendo aspectos referidos a las relaciones laborales, tal como se las entiende en Japón. Algunos de ellos merecen ser tenidos especialmente en cuenta, como elementos definitorios del modelo japonés de empresa. - La empresa japonesa se centra en el factor humano. No es preciso afirmar que, a diferencia de los casos alemán o norteamericano, el capitalismo japonés de repente se haya vuelto humanista. Basta con plantear que la opción productiva en favor del “kaizen” y la preferencia gerencial por el “ringi” resultarían inviables de no mediar un recentramiento de todo el proceso económico en el factor humano. El capitalismo norteamericano y el europeo ya habían llegado a la superación de la antigua explotación “científica” del trabajo, prefiriéndole poco a poco una preocupación más efectiva por la “satisfacción” de los actores involucrados en el proceso económico. En el caso japonés, el recentramiento del proceso productivo productivo en el trabajador aparece desde el inicio de la modernización modernización y se expresa de modo mucho más radical que en Occidente. Sin embargo, a diferencia de autores como Eisuke Sakakibara o Ronald Dore, en este libro no se lo considera un rasgo “antropológico” “antropológico” del capitalismo capitalismo japonés que lo oriente hacia el “populismo”. Lo importante es sostener que una integración productiva tan intensa, abarcante y exigente como la del “just-in-time” vuelve inútil cualquier opción en favor de un desarrollo tecnológico indefinido. Al visitar plantas productivas de las que salen productos tan sofisticados como autos, computadoras o juegos electrónicos, llama la atención, por contraste, la sencillez de las máquinas diseñadas para dicha dichass fabric fabricac acion iones es.. En Japó Japón, n, la tecn tecnifi ifica cació ción n solam solamen ente te es acon aconsej sejab able le cuan cuando do pued puedee acop acopla larse rse rápid rápidaa y convenientemente al esfuerzo humano. Este resulta cada vez más mental y es evidente que la técnica contribuye a alivianar o eliminar esfuerzos humanos innecesarios. Pero no existe en la economía japonesa una particular obsesión mecanicista. mecanicista. Si es cierto que Japón fue pionero y aún es usuario mayoritario mayoritario de la robótica, robótica, el reemplazo reemplazo de hombres por máquinas sólo ocurre en el caso de procesos productivos en los que se puede renunciar al esfuerzo humano con ventajas. La robotización se refiere a tareas pautables de antemano. Sólo funciona bien bajo estricta dirección por parte de personal especializado. Lo mismo puede decirse de los procesos de automatización. Japón dispone de tecnología suficiente para automatizar sectores enteros de su economía: textil, servicios bancarios, electrónica de consumo, autodiagnóstico médico, etc. Pero sigue prefiriendo el recurso al capital humano, más dócil y al cabo más barato. - Por otra parte, al exigírsele a los trabajadores japoneses un elevado grado de polivalencia, ciertas contrapartidas
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resultan indispensables. . Algunas son de tipo técnico. Así, la cualificación, la adaptabilidad, la permeabilidad a la innovación tecnológica y un alto nivel general de instrucción. . Otras son de tipo político. Un proyecto nacional de desarrollo basado en la expansión económica exige buena integración estratégica entre los protagonistas de dicha expansión. La integración se logra por medio de un régimen de relaciones paternalistas: la jerarquía se oculta tras el rostro dulzón del consenso. . Finalmente, son necesarias contraprestaciones directamente laborales. Se ha dado en llamar “tesoros” a un tipo de modelo de relaciones relaciones interindustriales interindustriales que otorga al trabajador trabajador garantías suficientes para estimularlo estimularlo a un esfuerzo productivo prolongado en el tiempo y difícil por la disponibilidad personal que le exige. - Los “tres tesoros” del sistema japonés de relaciones laborales son el empleo vitalicio, la promoción por antigüedad y el sindicalismo de empresa (25). Se trata de tres soluciones consensuadas entre el capital y el trabajo. Buscan responder a una pregunta crucial: ¿qué medidas adoptar para asegurar el buen funcionamiento de un sistema que no sólo se apoya más que otros en el factor humano, sino que precisa una cómplice integración de esfuerzos entre quienes llevan adelante la empresa? . Se ha hablado mucho del empleo vitalicio. Ahora sólo recordaremos que le garantiza al trabajador una actualización y una consolidación definitivas del derecho constitucional al trabajo. Es cierto que sus formas más radicales sólo se aplican en algunos sectores de la actividad laboral (la gran empresa, la administración, el ejército, las universidades). Pero es correcto afirmar que la contratación se apoya tanto en relaciones personales que acaba llevando al establecimiento de lazos durables: todos procuran mantener los mismos interlocutores profesionales. El empleo vitalicio constituye al mismo tiempo una realidad y un objetivo a alcanzar, meta que la actual crisis económica ha vuelto, si cabe, más apetecible. Con cada puesto de trabajo que el empleador ofrece, se asegura coincidentemente la fidelidad de un nuevo empleado que le dedica a la empresa el grueso de sus energías, al punto de poder ser tildado como “guerrero corporativo”. . El segundo “tesoro” es la promoción por antigüedad. Esta medida se entenderá con facilidad si se toman en cuenta los factores específicos de la estructura industrial japonesa, desde la posguerra hasta nuestros días. Sigue siendo escasa la mano de obra cualificada, capaz de entender y leer instrucciones en japonés, tendencia en aumento en virtud del rápido envejec envejecimie imiento nto de la població población n del archipié archipiélag lago o y el aumento aumento de la inmigra inmigración ción laboral extranjera. extranjera. La empresa empresa proporciona proporciona formación técnica con el objetivo de instruir en procesos procesos productivos específicos específicos y moldear mentalidades mentalidades de fidelidad corporativa a prueba de deserciones: esto hace lenta, difícil y especialmente onerosa la tarea de la instrucción profesional. Hoy en día es más fuerte que nunca la competencia comercial. La competencia interna nace del desigual desarrollo tecnológico de empresas de la misma rama industrial. La competencia internacional está cada vez más ligada a la calidad y adaptabilidad de los productos en el mercado mundial. Por todas todas estas estas razones razones,, al empresa empresario rio le convien convienee mantene mantenerr un conting contingent entee fijo e incambia incambiado do de asalari asalariados ados,, estimulando la fidelidad al proyecto corporativo. El sueldo no premia antes que nada la eficiencia (la eficacia se logra mediante el funcionamiento grupal), sino que expresa el objetivo último de la ancianidad y de la experiencia: “hacer carrera” dentro de la empresa, ascendiendo metabólicamente de pinche a jefe, de soldado raso a capitán. El empleado tiende a hacer toda su carrera profesional dentro de la misma firma, mudándose con su familia las veces que convenga. Todos saben qué etapas atraviesa un circuito profesional que comienza en provincia y acaba en Osaka y sobre todo en Tokyo. okyo. Por su parte, parte, la empresa empresa premia la asiduid asiduidad ad del empleado empleado dándole dándole una carrera carrera y retribuy retribuyénd éndose osela la por la antigüedad. . Tercer “tesoro” laboral japonés, el más discutido de todos: el sindicalismo de empresa. El verticalismo paternalista de la empresa japonesa podía fallar si se fortalecían las organizaciones laborales de clase, por definición antiestatutarias. El general Douglas MacArthur potenció en 1946 un sindicalismo igualitarista del que poco después después se arrepintió. arrepintió. Las nuevas organizacion organizaciones es ponían en peligro un edificio social que ignora los criterios jerárquicos funcionales y se apoya en los de rango. MacArthur optó por dejarle a la recién restituida administración japonesa la difícil tarea de reprimir una organización sindical cada vez más levantisca. Recién pudieron ponerlos en vereda a comienzos de los 60. Pero Pero la impla implanta ntació ción n de sindic sindicat atos os por por firma firma (o incl incluso uso por por planta planta produ producti ctiva) va) no sólo sólo tuvo tuvo que que ver ver con con el descabezamiento del sindicalismo reivindicativo de clase. Los enseñantes nunca habían dejado de tener un sindicato nacional que los agrupa a todos. A partir de los 80 se restituyeron los grandes sindicatos por rama: “Rengo” agrupa a millones de trabajadores de los servicios. Por si fuera poco, existen asociaciones profesionales y hasta secciones sindicales de funcionarios públicos. A pesar de todo lo anterior, nunca menguó el auge de los sindicatos por empresa. 78
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En términos occidentales, se los suele considerar “amarillos”. El adjetivo resulta inoportuno en este caso, ya que también se achaca a los “amarillos” ser mensajeros o portadores de graves peligros para el mundo blanco (¡el que no crea que relea a Samuel Huntington!). Independientemente del juicio cromático que merezca el sindicalismo empresarial, lo realmente importante es entender las circunstancias y condiciones en que se desarrollaron las organizaciones laborales del Japón. El desmembramiento del sindica sindicalism lismo o clasista clasista coincidió coincidió con un periodo periodo de rápido rápido desarro desarrollo llo naciona nacionall regido regido por designi designios os de repartic repartición ión y equilibrio social, a pesar de su inalterable conducción elitista. Las consignas relacionadas con el mejoramiento de las condiciones de vida encontraron fuerte eco en empresas deseosas de prolongar las condiciones del éxito económico. Para ellas la apuesta tuvo un coste que no dudaron en asumir: hacer más caro el trabajo (al aumentar salarios y prestaciones complementarias) y con ello tener que buscar nuevas condiciones a la hora de exportar (la tecnología acabó brindando múltiples ventajas comparativas). Como es lógico, la administración administración estaba empeñada en mantener la estabilidad política y, mediante ella, su liderazgo burocrático sobre los asuntos sociales. Al igual que ocurrió en Estados Unidos y más tarde en la Europa más desarrollada, el sindicalismo dejó de ser clasista y reivindicativo. Se transformó en empresarial y colaboracionista, abriendo amplias rutas por las que en mayor o menor medida luego transitarían, por este orden, alemanes, norteamericanos, ingleses, españoles y, ahora último, franceses. El sindicato japonés de empresa constituye desde hace más de 30 años un instrumento de concordia económica en dos puntos claves. Los trabajadores tienen que convencer a la patronal de la necesidad de introducir mejoras concretas y cuantificables en las condiciones de trabajo y de vida de los asalariados. No olvidemos que Japón carece de cualquier sombra de “Estado de bienestar” y que la empresa asumió ciertas responsabilidades propias del Estado providencialista. El esfuerzo sindical tiene lugar en la llamada “ofensiva de primavera”, momento en que se logran nuevos acuerdos anuales. Las empresas han de persuadir a los trabajadores de la necesidad de lograr mayores cotas de productividad y competitividad que permitan mantener la viabilidad misma de la empresa en que trabajan. Cabe situarse en un contexto en el que los trabajadores trabajadores se sienten parte del proyecto proyecto empresarial. empresarial. A menudo incluso establecen intercambios económicos económicos con la empresa, por vía de préstamos, alojamiento, pensiones y becas educativas para los hijos. De forma mancomunada, patronal y trabajadores desarrollan una estrategia de mutua conveniencia que ha dado en llamarse “management by stress”, cuya aceptación por los trabajadores acaso resulta sorprendente en Occidente pero tiene que ver con el riesgo de ser superados por la competencia, devorados por ella y privados del propio trabajo. Se pueden mencionar dos ilustraciones muy significativas de este estilo de relaciones interindustriales. Después de cada negociación anual, muchos aguerridos representantes sindicales pasan a formar parte del staff empresarial, y pueden ser enviados el año siguiente a defender las posiciones de la firma en el curso de la siguiente “ofensiva de primavera”. En caso de zozobra, los directivos directivos limitan o recortan sus propios salarios manteniendo manteniendo las pagas de los asalariados, asalariados, mientras que en una época de bonanza se abre la puerta para que estos se transformen en pequeños accionistas. Los sindicatos se han tornado un mecanismo regulador dentro del esquema concordista de la economía y de la sociedad japonesa.
¿Un modelo social de tipo japones? ¿En qué aspectos Japón funcionó como punto de partida, catalizador u ocasión propicia para reformas internas similares en los países del SEA? Responderemos con brevedad a esta pregunta, aplicando al conjunto de los países del SEA los argumentos que en la sección anterior se habían dedicado en exclusiva a Japón. Esta sección constituirá, entonces, una especie de reflexión de síntesis referida a todo el capítulo. Los lectores probablemente han entendido la prolija descripción anterior como hipótesis plausible para entender económicamente a Japón. Pero alguno fruncirá el ceño cuando se plantee la posibilidad de que otros países adopten, como propia, algunas notas del teclado japonés. Los “occidentales” “occidentales” se refugian en diferencias diferencias culturales insalvables. Los “orientales”, en principio más próximos a la cultura japonesa, le objetan al país del sol naciente su pasado imperialista. A pesar de objeciones y resistencias, sobresalen dos hechos.
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- Con más atención que en el pasado, europeos y norteamericanos dirigen su mirada hacia Japón: no solamente en términos de mecanismos empresariales o estatales, sino también analizando soluciones específicamente japonesas a problemas sociales. - Los asiáticos, por su parte, han llegado más lejos: a la pura observación van agregando la adopción de pautas colectivas de origen japonés, en los terrenos político, económico y social. Podemos centrar esta breve sección en un concepto que algunos autores como Tsunekawa y Pempel ya habían utilizado, aunque dándole un sentido acaso más amplio: la sociedad japonesa se caracteriza por su “conservadorismo creativo” (27). Por tal podemos entender, en primer lugar, la decisión de redefinir el patrimonio tradicional, considerándolo un elemento motor en las tareas de modernización. Hemos visto que esta opción contraría la lógica habitual de las teorías evolucionistas y de la modernización de origen occidental. También señalamos que hablar de “tradiciones” no implica referirse referirse a “atavism “atavismos” os”,, como como lo demues demuestra tra la historia historia misma de Japón. Japón. Su moderni modernizac zación ión capital capitalista ista se apoyó, apoyó, fundamentalmente, en una relectura de la historia pasada. Relectura esquinada, hay que reconocerlo, selectiva y apta para servir como ideología legitimadora del acceso de las élites al control estatal y económico. Se priorizaron aspectos funcionales funcionales a los requerimientos requerimientos de la producción capitalista, capitalista, ligados a la transmutación de la institucion institucion familiar-grupal familiar-grupal “verticalista” “verticalista” en instituciones instituciones afines en el campo político (burocracia dirigista), dirigista), económico económico (la empresa paternalista) y cultural (un aparato escolar altamente ideologizado). Se dejaron de lado otros aspectos, tanto o más antiguos e igualmente autóctonos, referidos a un concepto más federalista de las relaciones entre poder central y poderes locales. Cayeron igualmente en el olvido modalidades de perfil más democrático en la organización de la vida aldeana del pasado. En consecuencia, la ideología oficial japonesa, aquella que fue decidida, elaborada y difundida desde 1868 y que desde entonces fundamenta la vida social nipona, está basada en una reinterpretación parcializada de las relaciones entre tradición y modernidad. Las agencias clásicas de socialización (familia, escuela, templo, prensa) hicieron creíble y lograron inculcar una raciona racionaliza lización ción complet completaa de las ideas ideas y de las costumb costumbres res (calend (calendario ario,, vestime vestimenta nta,, comida, comida, cálculo cálculo económ económico, ico, organización en múltiples aspectos) no contradictoria con el cultivo de las mencionadas tradiciones. La tecnología más puntera aprendió a convivir con la moral tradicional, azaroso equilibrio que funda el proyecto nacionalista de muchos países del SEA. “Técnica occidental, valores orientales”: no sólo fue el eslogan de la administración japonesa Meiji, sino que pasó a ser consigna generalizada en todos los países de la zona. Cada uno elaboró sus propias versiones de mito nacional, modelando una definición de “patria” basada en tradiciones más o menos fehacientes y al mismo tiempo en una acelerada transferencia de tecnología extranjera. Los casos de Corea del Sur, Taiwán y Malasia son especialmente llamativos, al constituirse como Estados autónomos hace sólo pocos años. El extendido consenso sobre el carácter bifronte de las sociedades del SEA, y para empezar de Japón, permitió combinar otro par de conceptos habitualmente contradictorios: desigualdad y equidad. El carácter elitista de dichas sociedades, en algunos casos en función de la raza (como Malasia, Hongkong o Singapur) y en otros por razón de la organización más o menos directa en castas (como Taiwán, Corea del Sur, etc), les dio a estas sociedades una coloración intensamente intensamente estatutaria (que aún se mantiene), pero sin impedir (por la vía de las decisiones históricas) históricas) una persecución persecución diligente de mayores cotas de distribución social de los beneficios económicos, como ya se mencionó. El “conservadorismo creativo” permitió a las naciones del SEA mantener íntegramente cada molde social tradicional, aunque favoreciendo favoreciendo paralelamente paralelamente una pronunciada pronunciada igualación en las condiciones condiciones de vida y de trabajo. Este último elemento acabó facilitando de rebote la aceptación pública de nuevas versiones de conducción social paternalista por medio de un elitismo burocratizado. Lo anterior lleva al tercer rasgo de lo que se ha denominado denominado “conservadorismo “conservadorismo creativo”. creativo”. Se trata de la forma en que los países del SEA han sabido aliar dos factores que suelen presentarse como opuestos: una persistente preferencia por los plazos largos (factor que ha sido detallado al mencionar tanto la estrategia del Estado desarrollista como la estructura propia de la empresa japonesa) y una gran capacidad de adaptación a las cambiantes condiciones domésticas y exteriores (mencionada al referirse al exportismo y a la ética empresarial de disponibilidad a la firma). En el caso de la convivencia convivencia entre fidelidad y elasticidad, el consenso establecido establecido tiene que ver con una comprensión comprensión generalizada de la distinción entre estrategia y táctica. Las opciones de una nación (la estrategia) son permanentes y tienen que ver con el interés nacional: los países del SEA lo han interpretado en clave nacionalista, planteándose en cada caso la creación y el fortalecimiento de la identidad propia, mediante el desarrollo interno y la influencia internacional. En cambio, cambio, los caminos para realizar el sueño de transformarse transformarse en una nación rica y poderosa, poderosa, pueden ser y son cambiantes. cambiantes. Con pasmosa rapidez, una nación puede dejar de transitar por un camino bélico imperialista y ponerse a recorrer sendas de 80
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comercio y cooperación internacional. Me estoy refiriendo, obviamente, al caso de Japón y, más recientemente, al de China, pero a la lista habría que agregar a Taiwán y Corea del Sur. Dentro de la táctica pacífica (que los países del SEA concentran en el plano económico), las desviaciones pueden ser múltiples. Por ejemplo, ciertas circunstancias pueden aconsejar bruscos virajes internos en un sentido más o menos consumista, ordenancista, populista, etc. O pueden exigir, ahora en el contexto internacional, la abolición de alianzas para iniciar otras nuevas. Pero donde el sentido adaptativo ha sido mayor y más definido, es no cabe duda, en los aspectos ligados a las relaciones internacionales. Japón y los países del SEA han dado pruebas de flexibilidad rayana en el oportunismo (en asuntos diplomáticos) o en la incoherencia (en asuntos comerciales). Por lo dicho, se constata que el “conservadorismo creativo” se traduce en el logro de consensos de larga duración. Podemo Podemoss disting distinguir uir tres zonas zonas de estable establecim cimient iento o de vastos vastos acuerdo acuerdoss social sociales es en los países países del SEA que resultan resultan especialmente llamativos: las relaciones laborales, la cooperación cívica y la ingeniería social. Dadas las peculiares condiciones del SEA, referirse por ejemplo a los “tres tesoros” implica mucho más que la simple estabilidad en el puesto de trabajo. El hecho laboral abarca toda la vida del asalariado, influye poderosamente en la vida familiar y acaba reorientando el conjunto de su actividad social. El contrato a perpetuidad (al que tienden otros países además de Japón) implica que el reclutamiento de nuevo personal se produce ya desde la graduación secundaria (para los operarios) o universitaria (para técnicos y administrativos). Esto provoca una extrema valorización de la educación por parte de familias que pagan costosas academias a fin de asegurar que los jóvenes sean aprobados en el examen de admisión (aproximadamente sólo uno de cada diez logra finalmente matricularse) y altas matrículas universitarias (la mayoría de las universidades son privadas, salvo en los países de tradición socialista; un creciente número de estudiantes viven solos, gravando doblemente con tales expensas el presupu presupuesto esto familiar). familiar). Aclaremo Aclaremos, s, al pasar pasar,, que tan alto aprecio aprecio por la educac educación ión,, percibid percibidaa como como palanca palanca de un mejoramiento estatutario, constituye un rasgo que los países del SEA comparten con Japón. Es la primera (y a veces la única) herencia que los padres se esfuerzan por dejar a sus hijos. Según el nivel de la institución en la que se estudia (no siempre acorde con el nivel de calidad de la educación recibida), así serán la reputación y el nivel de las empresas a las que el joven puede eventualmente acceder. En muchos casos existen acuerdos ya establecidos entre firmas y centros educativos: o porque aquéllas son accionistas de éstos, o porque éstos admiten y fomentan la vinculación de sus grados con el acceso a tales o cuales puestos de trabajo. Las familias compiten con ardor para colocar bien a sus hijos, desde el comienzo de cada etapa escolar. Si la contratación laboral se produce antes del término de los estudios, se da el caso de que la empresa pague la matrícula estudiantil y comience desde entonces a intervenir en los estudios de empleados cuya formación proseguirá luego, como parte de sus obligaciones en la compañía. Mediante estas ilustraciones podemos entender de qué forma los mecanismos de estabilidad laboral influyen considerablemente en los específicamente educativos. También dicha influencia se hace patente en el modo de constitución de la propia familia. No sólo en Japón. Igualmente en el resto de los países del área. Ligado a la empresa por todo tipo de vínculos absorbentes, el empleado vive más en la oficina que en su domicilio: suele cenar fuera de casa, en compañía de los miembros de su cuadrilla o equipo, llega a casa cuando sus hijos y mujer duermen. A la mañana siguiente sale muy temprano para un largo viaje en tren hasta su puesto de trabajo y tampoco ve a la prole. A estos estos monjes corporativo corporativoss se les llama “padres de fin de semana”, ya que solamente están presentes en el hogar los sábados por la tarde y los domingos. La esposa cría a los hijos, supervigila sus estudios, acompaña su crecimiento físico y emocional y administra el presupuesto doméstico. Pero más vale que se quite de la cabeza la idea de trabajar. . El marido le pedirá que no lo haga, a fin de tener resueltos un sinnúmero de problemas que él mismo no tiene tiempo ni energía para abordar. . El jefe de personal le pondrá dificultades, ya que la presupondrá repartida entre dos frentes: el marido no asume ninguna responsabilidad doméstica. . La administración pública desarrolla regulaciones discriminatorias (sutiles o no), con el fin de disuadirla a buscar trabajo y ayudarla a que se concentre más fácilmente en su doble tarea tradicional de madre y esposa. Si trabaja procreará menos, tal como aconteció en numerosos países occidentales, y Japón es un país falto de mano de obra autóctona, al contrario de los restantes países del SEA. Dedicada a tareas profesionales, dejará sin resolver muchos asuntos de la casa, con la consiguiente “distracción” del marido. En materia de discriminación femenina, de nuevo, los países del SEA siguen la línea de Japón. Las motivaciones
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cambian: en los países excedidos de población femenina, se prefiere el contingente masculino, se le paga y se le favorece más; en los países con mano de obra local escasa, se considera socialmente más importante favorecer una natalidad autóctona lo más alta posible, dejando los puestos vacantes al flujo regulado de las migraciones internas o externas. Volvamos al guerrero corporativo. Cuanto más antiguo es un trabajador en su empresa, más responsabilidades acumula con el sueldo, sueldo, más absorbido absorbido se encuentra encuentra por ella. Esta absorción acaba involucrando involucrando al resto de la familia de múltiples maneras: la esposa acompaña a su marido a las grandes celebraciones de la compañía, el jefe bien puede haber sido el padrino de boda, la firma suele avalar los créditos solicitados por el núcleo familiar, no es raro que padres e hijos pasen sus vacaciones juntos en un hotel o en un balneario propiedad de la compañía. En los casos en que la empresa provee alojamiento, las cónyuges ociosas se harán amigas entre sí y concurrirán al mismo club recreativo o centro cultural para reuniones o clases complementarias. En tales tales condici condicione oness sociale socialess y de género, género, el sistema sistema sólo puede puede funcion funcionar ar cuando cuando las partes logran avenirs avenirsee mutuamente mediante un reparto mínimamente equitativo de derechos y obligaciones. Los miembros de una familia, empresa o universidad, de una repartición ministerial o una congregación religiosa, todos funcionan aplicando la ley de las compensacione compensaciones. s. Y como dichos deberes y reclamos tienen lugar entre miembros de una jerarquía vertical, vertical, siempre se le está haciendo un favor a otro y siempre se le debe algo a alguien. Por medio de un intercambio de lealtades otorgadas o recibidas, el diagrama social estatutario acaba quedando bien aceitado. aceitado. El consenso, consenso, claro está, no sólo no exige igualdad entre pares que se ponen de acuerdo acuerdo sino que presupone, presupone, a la inversa, una mínima desigualdad entre actores sociales situados en peldaños diferentes de la escala y que negocian las condiciones de su mutuo contentamiento. El consenso propio de este esquema social no persigue la igualdad (se apoya más bien en el reconocimiento de la diferencia inicial y sustancial entre unos y otros) sino la equidad (vale decir: una forma de diluir la distancia de rango en el légamo de beneficios económicos y sociales bien distribuidos). Mientras en una sociedad la equidad alcance los niveles esperados, el consenso se hará efectivo sin poner en tela de juicio los fundamentos del orden elitista. Para que pueda entenderse el alcance de la ideología del consenso consenso fuera de los límites del territorio japonés, conviene tomar en consideración dos cosas (28). La primera es que el esquema básico del consenso (como juego de reciprocidades distribucionistas sobre un fondo de diferenc diferencias ias estatuta estatutarias rias)) puede puede ser aplicad aplicado o en diferent diferentes es socieda sociedades des con indepen independen dencia cia de cultura culturass e ideologí ideologías as específicas. El punto crucial es la opción que cada una de ellas toma de anudar, como dos cabos sueltos, el patrimonio cultural nativo con el perfeccionamiento tecnológico. Como resultado de este auténtico oxímoron, cada país dispondrá de su propia definición de “progreso”. “progreso”. Sin perjuicio de matices diferenciales, diferenciales, en todos los casos entienden al progreso como alianza estratégica entre el activo institucional y mental (el paradigma nativo) y las exigencias de la economía moderna (una globalización que no tiene patria). Ese ideal de progreso coincide con el desarrollo económico y social y se transforma en proyecto galvanizador de todos los miembros de la comunidad nacional. El consenso sobre las formas en que debe desarrollarse la vida social se refiere antes que nada a la identidad colectiva. Se trata de un concepto de reciente importación occidental que expresa un acuerdo discursivo en torno al mito nacional, tome éste la forma de relación armónica armónica entre el hombre y la naturaleza, naturaleza, de patria comunista o de solar común donde se acrisolan diferentes diferentes razas, para ilustrar las tres modalidades que tales mitos nacionales modernos han adquirido en los países del SEA. A partir del acuerdo inicial, los segmentos sociales negocian ardorosamente qué formas concretas tomará el hecho basal de ser miembro de la nación. Aquí cabe una segunda consideración. Es cierto que toda nación dispone de un panteón de deidades y de santos, religiosos religiosos y laicos: las culturas se desarrollan a partir de un totem compartido al que todos se identifican. identifican. Se trata de una decisión a la que no se le exige comprobación empírica alguna. Sin embargo, lo que en último término hace posible el mantenimiento de cualquier tabla de valores comunes es el fiel cumplimiento de otra lista, la que detalla las expectativas y ventajas comunes. Hasta ahora, las naciones del SEA han considerado que la potencialidad del consenso logrado en Japón (y que ellas intentan aplicar para ellas mismas) se apoya fundamentalmente en condiciones fundamentales como las siguientes. - Unos buenos resultados educativos. El logro del proyecto histórico de inventar y desarrollar la identidad colectiva de una nación pasa por el sistema escolar. Allí se explicita y se transmite el mito nacional, generándose la indispensable uniformidad ideológica. Además, allí se enseñan las destrezas necesarias para llevar adelante el proyecto de desarrollo. - Una concepción proyectista del hecho laboral. El trabajador individual siente que forma parte del colectivo productor. Y se sabe solidario de un proyecto macrosocial al que adhiere no sólo por los beneficios materiales que le reporta sino también como contribución a la tarea común del desarrollo nacional. Esto último disminuye la distancia social que existe
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dentro de la empresa. - Una alta movilidad ocupacional, como consecuencia de la educación. Al criterio de la edad (y, sin mengua de su vigencia), se le agrega el criterio de la titulación, forma cada vez más usual de identificar las posiciones estatutarias de partida de los empleados en sus compañías y, en algunos casos, también el ritmo y la extensión de los ascensos. - Una sistemática traslación de la estructura familiar tradicional (familia social amplia) a la empresa. El empresario asume la figura de padre benevolente y previsor al que los empleados deben respeto y disponibilidad. En las condiciones concretas del capitalismo desarrollado del SEA, la comunidad de origen desaparece del horizonte del trabajador y su familia biológica (nuclear) sólo funciona como retaguardia en la que el guerrero corporativo descansa de las asperezas de una larga jornada productiva. Obsérvese cómo, desde el ángulo de visión de los países del SEA, hablar de un modelo social japonés equivale a referirse al conjunto de mecanismos que hacen posible una buena integración del individuo (básicamente un trabajador) en el proyecto histórico colectivo (básicamente el desarrollo económico) mediante su completa asimilación al marco laboral (que le otorgará todo lo que necesite a cambio de un esfuerzo dócil y bien entrenado). En el próximo apartado (que bien puede considerarse simple continuación de éste) veremos que los tres modelos presentados (de estado, de empresa y de sociedad), por el hecho de estar presentes al mismo tiempo y en el mismo espacio territorial, provocan dos efectos conjugados en el sudeste de Asia: - Reiteradas sinergias internas: se establecen redes extensas y tupidas que configuran lo que podemos llamar una “gubernamentalización “ del poder económico y de la influencia social en cada país de la zona. - Comprensibles convergencias internacionales: nace un fenómeno estructural sumamente interesante denominado “regionalismo abierto”.
Conclusión: La “Bandada de ocas” . Durant Durantee el siglo siglo XIX, XIX, el historia historiador dor británi británico co Arnold Toynbe Toynbeee forjó forjó la siguien siguiente te presunc presunción ión:: el epicen epicentro tro de la civilización mundial se desplaza continuamente hacia el oeste. El eminente académico constataba una rotación desde Grecia a Roma, de Venecia y Génova hacia España y Holanda, luego hasta Inglaterra y de allí a la costa este de los Estados Unidos. Dependiendo de un futuro que en definitiva nadie puede predecir, la anticipación toynbeeana no incluyó otras etapas en cuyo curso un nuevo corrimiento recentraría la dinámica mundial de crecimiento en el Pacífico, desde la costa oeste de California hasta Singapur y quizá más lejos. A principios del siglo XX, John Hay, Secretario de Estado del Presidente Theodore Roosevelt, enunciaba, en idéntico sentido: “El Mediterráneo es el mar del pasado, el Atlántico es el océano del presente, y el Pacífico el océano del futuro”. En los últimos 30 años diversos autores han afirmado, tras las huellas de Bruce Cumings y más recientemente de Frank Gibney, que “el siglo XXI será el siglo del Pacífico”. La historia económico-política mundial de los últimos siglos parece seguir la línea marcada por la inicial profecía, a pesar de que la crisis financiera del SEA (un crack de proporciones proporciones semejantes semejantes e incluso superiores superiores a nuestra latinoamericana latinoamericana “crisis del tequila”) hace pensar a algunos que estamos estamos al final de una “onda larga” favorable al SEA. Es probable que esta zona asiática se reponga del fuerte remezón, como lo hizo América Latina en su momento: los factores que explican la profundidad de esta tendencia a constituir el “corazón económi económico co mundial mundial”” (la frase es de Jacques Jacques Attali) Attali) no parece parece que se modifiquen modifiquen,, a pesar pesar de los (serios) (serios) escollo escolloss encontrados en este momento (1). Se estaría iniciando entonces, tal es la hipótesis, un “siglo del Pacífico”. Esto plantea varias cuestiones. La primera es ubicar el epicentro del fenómeno. A lo largo de este estudio nos centramos especialmente en el país que muchos presuponen núcleo central de dicho proceso, Japón. Así se lo suele reconocer en Estados Unidos. A fines del siglo XX, el eje de la argumentación norteamericana consiste en plantear que la presente crisis del SEA sólo se resolverá cuando Japón, situado en el ojo del huracán, se decida a impulsar vías de salida (lo mismo le reclaman, por cierto, los países del SEA). Esta opinión incluye otra percepción que no contribuye contribuye a temperar temperar el acaloramiento acaloramiento de la discusión: Japón no parece definitivamente definitivamente tocado por una crisis que afecta sobre todo a algunos de sus vecinos más próximos (2).
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Del otro lado del mapa, China ve las cosas de manera similar. Su dirigencia parece dividida entre dos definiciones de Japón: un peligroso rival regional y una benéfica potencia mundial. Pero, por ambas vías, en China creen que será la activa participación japonesa la que mejor estimulará a las vapuleadas economías de la zona (3). Por su parte, la Unión Europea reconoce desde hace décadas, como un principio estratégico mayor, que en el archipiélago nipón se estableció el centro de una nueva concepción y una nueva práctica de organización económica y vida socio-política. El mismo Japón actúa en la zona como un auténtico líder económico regional, agregan, rasgo notorio a poco que se observe la actuación de la diplomacia nipona y de sus principales corporaciones económicas (4). A juzgar por esta serie de teorías y vaticinios, de opiniones y testimonios, alrededor de dicho epicentro se dibujan una serie de círculos concéntricos, coincidentes con olas sucesivas de desarrollo económico (5). - La primera ocurrió en los años 60, cuando Japón fue capaz de duplicar (y más) su PNB gracias a su rápido crecimiento: este círculo se centraba en la inmensa conurbación que une a Tokyo con Osaka y Kobe, territorio de unos 300 kilómetros de largo transformado en gigantesca usina productiva. - Durante los años 70 el nuevo círculo fue bastante más amplio que el primero. Incluía lo que se denominó primera generación de “tigres” o “dragones”: Hongkong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán. - El tercer círculo surgió en los años 80, motorizado por los países agrupados en la ASEAN (Association of South East Asian Nations), creada en 1967 y que incluyó en su primera etapa a Borneo, Indonesia, Tailandia, Malasia, Filipinas y Singapur. Sin embargo, su expansión recién empezó a producirse unos años más tarde. Por entonces se crearon: el foro APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) en 1989, la EAEC (East Asian Economic Caucus) en 1991 y la AFTA (Asian Free-Trade Area) en 1992. - Los años 90 muestran la aparición de un cuarto círculo en el que se incorporan Vietnam y Birmania (integrados en la ASEAN), la República Popular de China, Mongolia, además de territorios “blancos” de una zona cada vez más extendida: Australia, Nueva Zelanda... - Muchos comentaristas sostienen que la primera década del siglo XXI será testigo de la inclusión de algunas zonas de América Latina, como quinto círculo de la misma onda expansiva. Cuando se habla de la “cuenca del Pacífico” se suelen combinar (y a veces confundir) dos aspectos de un mismo problema: el crecimiento económico y la modelización económica. Veamos el primero (6). La cuenca del Pacífico constituye la zona del mundo con mayor crecimiento económico de conjunto. El progresivo acercamiento de varios países de América Latina a los centros más dinámicos (Chile, México y crecientemente Brasil y Argentina) no hace sino intensificar la tendencia. De los 15 países que entre 1965 y 1995 aumentaron su producto nacional bruto per cápita a una tasa anual media igual o superior al 4 por ciento, nueve eran países del SEA. Entre 1967 y 1995, se redujo la proporción del producto mundial correspondiente correspondiente a Estados Unidos y a Europa occidental, mientras que el peso relativo relativo de los países englobado englobadoss en los cuatro cuatro primeros primeros círculos círculos mencion mencionados ados pasó de 16,6% 16,6% a 27%. 27%. Alguna Algunass estimaciones sugieren que, dentro de dos años, el PIB conjunto de los países de Asia Oriental superará al de la Unión Europea y será equivalente al de Estados Unidos más Canadá. Idéntic Idénticaa evoluci evolución ón en los intercam intercambios bios comerc comerciale iales. s. Desde Desde 1983, 1983, el comerci comercio o transpa transpacífi cífico co (desde (desde Norte Norte y Sur América a los países del SEA) es mayor que los intercambios transatlánticos (entre el continente americano y el europeo, ambos en su conjunto). Esto significa un creciente déficit comercial de las naciones otrora “atlánticas” con respecto a las del Pacífico. La deuda bilateral norteamericana con Japón superó en 1998 los 55.000 millones de dólares, mientras que la balanza chilena, cuantivamente pequeña pero cualitativamente significativa, es perennemente excedentaria, en línea con lo que ocurre con los países del SEA y del Pacífico (ahora incluyendo a Australia y Nueva Zelanda). Para Japón, el este y sudeste de Asia son, en conjunto, un socio comercial más importante que Estados Unidos. Complementariamente, Japón y el SEA constituyen para Chile un socio comercial más voluminoso que los propios y tradicionales Estados Unidos. Si pasamos ahora a la producción industrial, veremos evoluciones en la misma dirección. Según diversas estimaciones, si tomamos el periodo 1988-2000, el peso relativo de la producción manufacturera mundial se divide según las siguientes proporci proporcione ones: s: Estados Estados Unidos y Canadá Canadá (sin incluir incluir a México México)) descien descienden den del 23,4% a 18%, 18%, la Unión Unión Europea Europea (limitándose a las 12 naciones de la entonces Comunidad Europea) también baja, del 27,3% al 24,6%, mientras que Japón y los cuatro “dragones” “dragones” (el cálculo se efectúa incluyendo solamente solamente a los dos primeros “círculos del Pacífico”) progresa progresa del 22,1% al 26,9% (proporción ésta última a todas luces mayor si se incluye al resto de los círculos ya descritos). Completando esta descripción, el SEA domina ya las principales ramas industriales. Una cuarta parte de la fabricación mundial de automóviles corre a cargo de Japón. Si se añaden las fábricas japonesas instaladas en Norte y Sur América y en 84
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Europa, el predominio japonés es abrumador, llegando acaso al 40%. Corea del Sur y Malasia están iniciando notables incursiones incursiones en esa industria. En el sector electrónico, electrónico, la producción producción de Japón, tomado aisladamente, aisladamente, superó desde 1991 a la de toda la Comunidad Europea, mientras que, si unimos ahora las producciones de Japón con las de los cuatro primeros “tigres”, vemos que es amplia y crecientemente superior a la de NAFTA. El dominio del SEA es patente en electrónica de consumo, componentes y micro-procesadores. En cuanto a la informática, NEC y Toshiba ya han alcanzado a IBM y otros gigantes americanos. Taiwán, por sí sola, produce un cuarto de los ordenadores personales de todo el mundo. En robótica, Japón concentraba en 1995 el 60% de todos los robots instalados en el mundo. La lista podría extenderse al material eléctrico. En materia de siderurgia, el SEA ya era líder apoyado en Japón y Corea del Sur; la entrada con fuerza de la siderurgia china aumenta el desequilibrio. Y están además la construcción naval, los productos químicos, el textil, etc. En la base de este avance productivo encontramos una intensa y extensa difusión de las nuevas tecnologías. La cuenca del Pacífico (aquí centrada en Japón, al igual que en los anteriores rubros mencionados) se ha convertido en un importante vivero tecnológico a escala mundial. Varias de las mayores empresas del mundo, en lo que a esfuerzo tecnológico se refiere, son japonesas (Toshiba, Hitachi, Canon, Mitsubishi Electric, etc). El complejo industrial-tecnológico japonés lleva la delanter delanteraa a los norteam norteameric ericano anoss y europeo europeoss en alta definici definición, ón, compon componente entess electrón electrónicos icos sofistic sofisticado ados, s, nuevos nuevos materiales, robótica e incluso superordenadores. Los “tigres” han pasado en pocos años de imitadores a innovadores, como ponen de manifiesto manifiesto los adelantos adelantos de la empresa taiwanesa ACER (circuitos (circuitos integrados y ordenadores ordenadores personales), personales), de la coreana coreana SAMSUNG SAMSUNG (semiconductores (semiconductores DRAM), del malayo Consejo de Promoción de la Agro-Industria Agro-Industria (aceite de palma), etc. La región, finalmente, se ha transformado en una nueva potencia financiera, más allá y a pesar del actual “crack”. Japón constituye un núcleo central a este respecto. Algunos de los primeros bancos comerciales del mundo son japoneses, aunque sobre varios se ciernen peligros de paralización. De cualquier forma, la proporción de yenes en las reservas mundiales sobrepasa al día de hoy las del “euro” de la UE. Las reservas de divisas taiwanesas superan a las de Francia. Desde hace década y media (recordemos que este texto se cierra a fines de 1998), Japón es el primer acreedor mundial. Según estimaciones estimaciones razonables, razonables, sus activos netos en el extranjero extranjero superan a los que reunía Inglaterra en sus tiempos más gloriosos. Las inversiones directas niponas en el extranjero, que suponían un escaso 0,7% del stock mundial en 1960, ahora superan el 20%, o sea bastante más que el Reino Unido y el doble de la Alemania reunificada. Además, pronto se complen 10 años de la fecha en que Japón pasó a ser, por encima de los Estados Unidos y del conjunto de Europa (incluso si juntamos las aportaciones individuales de todos los miembros de la UE) el primer donante mundial de ayuda oficial para el desarrollo. desarrollo. Como en el caso del resto de países “donantes”, a menudo la cooperación no es más que disfraz para interesantes negocios en mercados emergentes, cuando no ocasión de créditos “blandos” pero “atados” a adquisición de productos japoneses. Por otra parte, durante estos últimos años los suministros se han recortado, es cierto. Pero en proporciones menores a las de los anteriores países citados, afectados todos ellos por crisis ecónomicas relativas y por un generalizado egoísmo nacional. La tasa de ahorro de Japón y de los países circundantes es ahora menor que en el pasado. Se reducirá todavía un poco, si los ciudadanos japoneses aceptan que la crisis financiera del SEA en buena medida se resuelve a base de expansión de los mercados internos, como complemento a las exportaciones a América y Europa, que se mantienen boyantes a pesar de la gran fortaleza del yen y de otras divisas del SEA, lo que encarece encarece los productos productos (la otra posibilidad, posibilidad, que se está dando hasta ahora, es que se restrinja el consumo, lo que no resuelve el problema nacional aunque sí el familiar). Pero, a pesar de las dificultades, el Pacífico asiático sigue acumulando en conjunto un 300% más de ahorro doméstico que los países del la UE y de NAFTA. Este chaparrón de cifras y ejemplos no pretende, como es obvio, ser exhaustivo. exhaustivo. El objetivo de este libro se centra en Japón y sólo incluye al SEA en tanto que ilustración del efecto expansivo de la fuerza japonesa. Los datos consignados pretenden pretenden únicamente recordar recordar que el primer factor que explica el acceso de la “cuenca del Pacífico” al puesto de centro econ económ ómico ico del del mund mundo o es la intens intensaa siner sinergi giaa entre entre proc proces esos os econ económ ómico icoss nacio naciona nale les, s, basa basado doss en conti continu nuas as complementaridades tomadas en cuenta con todo cuidado por los países de la zona. - Sinergias entre territorios. Los sectores de cada círculo se vinculan con el centro y entre ellos, por estrictas razones geográficas: complementaridad entre producciones e intercambios. - Sinergias también entre factores específicamente productivos. Se produce una intensa complementación entre la abundante abundante disponibilidad de capital y un casi inagotable ejército de reserva industrial, industrial, entre materias primas y productos manufacturados, entre disponibilidad de suelo industrial y de medios de transporte. - Sinergias, finalmente, entre factores políticos. Detengámonos especialmente en este tema de los factores políticos (7). En efecto, la formación de un “área del 85
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Pacífico” no se explica solamente como estallido de interdependencias comerciales o, más allá de lo estrictamente comercial, como creación de un sistema de intercambios basados en la vecindad territorial (según las teorías espacialistas de Paul Kruger y otros) o en la afinidad ideológica (esta vez según las teorías confucianistas de Paul Akamatsu y seguidores). Se explica también (y eso justifica la durabilidad del fenómeno, más allá de la crisis) por la progresiva difusión de algunos elementos claves del modelo japonés entre los países del área. La primera característica especificamen especificamente te “japonesa” de la estrategia de los países asiáticos, “tigres” o “dragones” “dragones” de diferentes generaciones, es el carácter directamente político de la estrategia diseñada y de las condiciones de su aplicación. En todos ellos, la estrategia de desarrollo fue fruto de un proyecto histórico de refundación nacional. Todos ellos identifican la propia identidad con el desarrollo económico y con una considerable reubicación diplomática, en la línea de la autoaf autoafirma irmación ción.. Las estrate estrategias gias naciona nacionales les se pusiero pusieron n en marcha marcha como como cumplimi cumplimiento ento de decisio decisiones nes concien concientes, tes, concretas, específicas, planificadas, tomadas por las élites nacionales y “encargadas”, a efecto de su materialización, a los aparatos administrativos estatales. El rol del gobierno ha sido, en consecuencia, decisivo. La cultura política de todos estos países se fue pareciendo a la japonesa, existiera previamente una tradición común (religiosa o filosófica) o fuera ésta inexistente. El factor atávico siempre nos podrá parecer real, aunque nunca tan importante como la intención de crear nuevas historias nacionales. La cultura política a la que aquí nos referimos está basada en una dirección y una gestión centralizadas del conjunto de los procesos locales. En el SEA también se produjo una “gubernamentalización” de la economía, de la cultura y de las relaciones sociales. El mando de las operaciones corrió a cargo de grupos legitimados por el propio éxito de su gestión (un alto ritmo de crecimiento, traducido en considerable redistribución popular de los beneficios económicos) y capaces por ésto de ejercer jefaturas prolongadas, estables y bastante coherentes. Así, los Estados fueron dotando a cada nación con una ideología estable y convincente. A este procedimiento muchos le llaman llaman “modelo “modelo político político japonés japonés”. ”. Es lo que suelen suelen afirmar afirmar líderes líderes político políticoss de Malasi Malasia, a, Singapu Singapur, r, Tailand Tailandia ia o Mongoli Mongolia. a. Otros Otros lo conocen conocen más genéric genéricame amente nte como como “Estado “Estado desarro desarrollis llista”, ta”, siguien siguiendo do la feliz feliz denomin denominació ación n de Chalmers Johnson, acuñada para el caso japonés (de cualquier forma, los dirigentes de Corea del Sur, Taiwán, Vietnam o Indonesia han extendido y adaptado el término inicial, definiendo ahora con él a sus propias sociedades). A través de una o de otra conceptualización, la predominancia del Estado como líder del proyecto histórico nacional se transformó en opción constante de los países del SEA. Las funciones que cumple el Estado sin duda varían de un círculo a otro de los países ribereños del Pacífico. Una buena agenda de investigación sobre los países del área tendría que incluir el seguimiento de las relaciones que se establec establecen en entre entre el aparato aparato estatal estatal y los objetiv objetivos os de cada cada etapa etapa de desarro desarrollo. llo. Los países países del SEA han analizado analizado cuidadosamente estas etapas en el caso de Japón y, por ende, el reconocimiento de la matriz gubernamental del proyecto desarrollista desarrollista adquiere matices bien diferentes en Corea del Sur y en Tailandia, Tailandia, en Vietnam Vietnam y en Taiwán, Taiwán, en Malasia Malasia y en Mongolia. Pero en todos estos casos se produce, de manera similar, una estricta coordinación y regulación estatal. El Estado es el planificador económico, el organizador de los tiempos y ritmos de la vida social y el generador de una retórica global en torno a la que se congregan todos los ciudadanos. Es él quien idea la dinámica institucional, asegurando la fluidez de todo el sistema social y la convergencia de diferentes tareas y dinamismos en un común propósito. No se limita limita a remplaz remplazar ar funciona funcionalmen lmente te ni a suplir suplir transito transitoriam riamente ente a una sociedad sociedad civil civil raquíti raquítica ca o a una economía economía escasamente emprendedora. Más bien constituye, positivamente, una fuerza decisiva para explicar el desarrollo de la sociedad civil (todavía muy incipiente) y el carácter del empresariado (más y más dinámico). Esto no tiene visos de amainarse. Si consideramos a toda sociedad como resultante del triángulo formado por un aparato estatal, una economía y una sociedad civil, los países del SEA han optado por relacionar los tres lados de forma que el Estado se sitúe en la base. El triángulo social resultante es isósceles, la economía y la sociedad son los lados con mayor longitud, pudiendo todavía extenderse mucho hacia arriba. Ambos lados reposan sobre un Estado que no por “delgado” deja de ser omnipresente, dando solidez a todo el edificio. ¡Qué lejos estamos de la exigencia de “desaparición” o “subordinación” del Estado al libre flujo económico, como condición “sine qua non” para el desarrollo sostenido! ¡Qué lejos del discurso neoliberal! Esto conviene mirarlo con detenimiento detenimiento desde América Latina, ideológicamente ideológicamente carcomidos carcomidos por la (discutible) (discutible) presuposición de un desarrollo apoyado en la pura iniciativa privada. La iniciativa privada resulta fundamental, pero los países del SEA la someten a la coordinación sistemática del Estado, garante último de la continuidad y corrección del proceso histórico. Las prédicas ultraliberales de los países del SEA a menudo no persiguen más que despistar al contrincante, norteamericano o europeo, y poder proseguir la marcha prefijada con mayor autonomía. En el SEA, el Estado “traduce” los designios de élites que
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actúan como déspotas “ilustrados”. “ilustrados”. En América Latina ¿porqué ¿porqué no pensar un nuevo estatismo estatismo desarrollista desarrollista apoyado, más bien, en la legitimidad de las urnas y en la representatividad directamente democrática? La segunda segunda característi característica ca “japone “japonesa” sa” de la reorgan reorganizac ización ión de los países países asiático asiáticoss es el carácte carácterr marcad marcadame amente nte “exportista” de sus estrategias económicas. El modelo de desarrollo económico de todas estas naciones se basa en la colocación del máximo de bienes y servicios en el mercado internacional. El éxito de esta opción ha sido tan espectacular que que conduj condujo o a su comp comple leta ta univer universa saliz lizac ación ión:: no se cono conocen cen paíse paísess (más (más o meno menoss desa desarro rrolla llados dos,, más más o menos menos industrializados) que conciban hoy día su crecimiento fuera de la opción exportista. En este sentido, la estrategia japonesa ya no es “exclusiva “exclusiva”” del sudeste sudeste de Asia. Asia. Pero en otro sentido sentido Japón, Japón, y detrás detrás suyo los países países del SEA, SEA, siguen siguen manteniendo una gran “especificidad”: por la exhaustividad de su programa económico y por la radicalidad de su cumplimiento. Mucho Mucho más que en Europa y Estados Unidos, muchísimo más que en América América Latina, el “exportismo” “exportismo” constituye no solamente una estrategia de marketing (por más agresiva que se la conciba) sino el criterio de refundación del aparato económico en su totalidad, rediseñado en función de las necesidades estratégicas del mercado mundial. La estrategia “exportista” plantea, en el caso de los países del SEA, condiciones que permiten obtener grandes éxitos en el mercado internacional. Más que aceptar la “internacionalización”, se dedican a inventar un nuevo sentido de la “globalización”, inaugurando inéditos regímenes de interdependencia económica para los cuales las naciones del SEA acaso se encuentran mejor preparadas que otras: ya no solamente para competir, también para establecer reglas de competitividad que las favorezcan. Como en el caso anterior, esto no es primordialmente fruto del destino, de la suerte o de la ética oriental. En cierto sentido, todos estos factores ayudan y han sido considerados como útiles complementos. Pero lo que realmente explica el éxito de las estrategias exportistas del SEA tiene que ver con el calibre de las opciones tomadas: - Ligar la producción industrial a la exportación. La estructura básica del MITI japonés la encontramos repetida de Singapur a Mongolia, de Corea a Indonesia. - Adecuar el consumo interno. Esto se logra como consecuencia de la cadencia de los salarios y la extensión de los márgenes de beneficio empresarial, a las exigencias de competitividad exterior. - Reinvert Reinvertir ir el máximo máximo de utilida utilidades des,, favorec favoreciend iendo o el ahorro ahorro familia familiar, r, abarata abaratando ndo el crédito, crédito, sostenie sosteniendo ndo la capitalización, impulsando la formación de pequeñas y medianas unidades productivas. - Crear estructuras de seguimiento del mercado internacional, mediante una buena complementación de iniciativas públicas y privadas, y también potenciando potenciando el dinamismo dinamismo propio de las “sogo shosha” o grandes “tradings” “tradings” comerciales, que actúan de forma polivalente como vehículos todo-terreno. - Apoyando Apoyando cada vez más el éxito éxito económi económico co en el aumento aumento de la producti productivida vidad d y en el perfecc perfecciona ionamie miento nto tecnológico. No es sorprendente que, en seguimiento de Japón, muchos países del SEA ya superen a Europa y a los USA en porcentaje del PIB dedicado a I+D. El modo de acumulación de capital, de organización de la producción y de planificación macroeconómica ya no se limitan al foro interno sino a un espacio sin fronteras dentro del cual se ubica el territorio nacional. Como partes indivisas de ese único territorio, la acción económica nacional no solamente se refiere a las relaciones que se establecen entre el mercado doméstico y el internacional (aquél concebido como simple capítulo de éste). Tratan de múltiples y variadas intervenciones en la dinámica económica de cualquier punto del globo en el que se puede influir para beneficio propio. De esta forma, forma, barcos barcos japones japoneses es transpo transportan rtan productos productos entre entre Sur y Norte Norte América América o entre entre los contine continentes ntes american americano o y europeo. Las inversiones coreanas, taiwanesas y malayas sostienen actividades económicas que a veces coinciden con intereses nacionales inmediatos pero que otras veces compiten con ellos (si claramente se oponen, entonces intervendrá el Estado regulador, como hace Japón en el caso del arroz). Japón apoya a la ONU haciendo inversiones estratégicas en zonas conflictivas del globo como los ex países del Este de Europa, o favoreciendo la libre circulación naval en diferentes mares del Pacífico. El imperio nipón tiende a complementar a EEUU y a la UE en cuanto a recursos destinados a cooperación y desarrollo. Los bancos japoneses refinancian la deuda externa latinoamericana mejor que el Plan Brady y la recuperación de Europa del Este tanto como el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. En la medida de sus capacidades, capacidades, Chile orienta su estrategia estrategia económica en un sentido similar al japonés: exportista, diversificado, diversificado, planteando igual “regionalismo abierto”, interviniendo en el movimiento de capitales con un sentido global. Pero en el resto de países latinoamericanos sigue faltando mucha toma de conciencia sobre posibles soluciones provenientes del modelo japonés...y sobre las estrictas condiciones de aplicación que aseguran su éxito. La terce tercera ra cara caracte cterís rístic ticaa que que podem podemos os cons conside iderar rar “japon “japones esa” a” de la estra estrateg tegia ia de los país países es asiá asiátic ticos os es el 87
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establecimiento de un nuevo tipo de “contrato social” entre los actores colectivos (9). La contribución que Japón asegura a la elaboración de un nuevo orden económico internacional, empezando por el SEA, necesita que se cumplan estrictas condiciones internas. Para analizar este aspecto de la cuestión (hoy en día en pleno debate) podemos identificar al menos dos concepciones, no forzosamente contradictorias entre sí, respecto de la evolución social de muchos países de la cuenca del Pacífico. Está, en primer lugar, la apuesta por la dinámica democratizadora liberal capitalista. Como consecuencia de la caída del bloque comunista y la anulación de una alternativa seria al capitalismo, se estaría asentando un escenario de nueva hegemonía norteamericana, a pesar de la reconocida crisis del imperio. La traducción al SEA de esta especie de “Pax Americana II” sería la reestructuración social basada en dos pilares complementarios: una reforma política orientada hacia la democracia liberal representativa y una reforma económica tendiente a la desregulación. La evolución de sociedades tan disímiles como la capitalista Corea del Sur y el hasta hace poco comunista Vietnam parecen abonar dicha tesis, contándose como ejemplos complementarios el del propio Japón y hasta el de China. Pero una observación más pausada revela otras claves que explican mejor las apariencias. En el caso del SEA, no parece que el vector de la evolución sea una ecuación del tipo “a mayor desarrollo económico mayor democratización social”, entendida como un proyecto histórico tendiente a igualar por la base a todos los ciudadanos y considerando “políticamente incorrecto” aquello que dificulta tal designio. En las naciones desarrollistas asiáticas está naciendo un nuevo pacto social. Tiene que ver con una ecuación diferente: “a mayor desarrollo económico, mayor repartición social interna”. Dejan implanteado y en la sombra aquel viejo principio de la igualdad, rector de las revoluciones occidentales (la francesa y la americana), fuente de las libertades civiles y recurso para lograr una democratización del acceso a los mismo puestos mediante una mejor participación colectiva. En el caso de los países asiáticos, la participación es mucho más escasa, indirecta y esquinada. El poder depende menos de la representación política temporal que consiga traducir un gobierno concreto. Depende sobre todo del manejo político más permanente de dirigencias enquistadas en diferentes sectores del estamento administrativo. El pacto social se produce, indirectamente, por medio de acuerdos entre intereses diferentes representados por sectores distintos del aparato estatal. Recordemos el doble mecanismo mecanismo de cooperación cooperación y competencia. competencia. Y tengamos tengamos en cuenta que los diferentes proyectos de reforma política se estrellan contra un funcionamiento social que busca la satisfacción de interese interesess sectoria sectoriales, les, no median mediante te debate debate abierto abierto y represe representa ntación ción política política sino sino por medio medio de acuerdo acuerdoss de mutua mutua compensación entre burócratas que armonizan la elaboración de los presupuestos generales del Estado. El pacto social se da entre bambalinas, ajeno al debate público. Pero no deja de ser “eficiente”, en la medida en que produce un efectivo reconocimiento de los intereses de cada grupo (10). Difícilmente podremos entenderlo desde América Latina si sólo analizamos a las sociedades del SEA con la imagen de pirámides compuestas por una amplia y obediente base y una cúspide de escasos y autocráticos dirigentes. El pacto social de los países del SEA se sustenta en el establecimiento de una tupida red o tejido de interrelaciones, donde las lealtades se funden en la mutua satisfacción relativa de intereses. Como sabiamente explicara hace bastantes años Michel Foucault para el caso occidental (siendo todavía escasamente atendido), el poder no funciona solamente desde el Estado y de forma impositiva y vertical. Actúa de forma reticular y produce amalgama social no solamente porque coerciona a súbditos resistentes sino porque produce efectos positivos (considerados como tales por sujetos sociales que legitiman de tal forma la dominación ejercida sobre ellos): notoria mejoría económica, seguridad laboral, buenos servicios colectivos y coherente identidad corporativa y nacional. El contrato social al que aquí se alude provoca suficiente satisfacción entre poblaciones que no saben entender de otra forma el proyecto histórico de la democracia y que, aquí también, se sitúan a una distancia sideral de las propuestas liberales. ¿Qué forma de nuevo contrato social interesa a América Latina, a fin de que no siga aumentando la marginación, la dualización social, en regímenes en los que los “derechos universales” son tan sonoros como huecos? La matriz creada, en el SEA, por estas cuatro oleadas sucesivas de crecimiento económico y de relativa transformación social bajo conducción estatal ha sido considerada, figurativamente hablando, como consecuencia provocada por esas piedra que alguien tiró en un estanque y que provoca sucesivos círculos concéntricos. Estos círculos se dibujan siempre en referencia con el mismo estímulo inicial, claro está, pero tomando formas en partes previsibles y en parte caprichosas, de acue acuerdo rdo con el suelo suelo sobre sobre el que que se proye proyecta ctan n (más (más o meno menoss profu profund ndo, o, más más o meno menoss cenag cenagos oso, o, más más o meno menoss transparente). Hay comentaristas que definen este mismo fenómeno utilizando otra imagen: la de una bandada de ocas, gansos o ánsares. Se pueden ver ocas surcando el cielo de Japón: todas tienen la misma forma de volar pero, cuando van en bandada, su formación es la de una escuadrilla. Con vuelo pausado, atraviesan el cielo en forma de V invertida, con el
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vértice hacia adelante y los lados del ángulo descendiendo ligeramente ligeramente hacia atrás. Kaname Akamatsu Akamatsu ya había aplicado aplicado esta elegante metáfora a la relación que Japón estableció con el resto de los países del SEA hacia los años 30. La métafora cayó en el olvido durante la posguerra. Pero ahora que se amortiguan (un poco) los recelos producidos por el afán expansionista japonés de aquel periodo (dedicado a organizar un “área panasiática de coprosperidad”, nombre apenas velado de una política imperialista que no dudó en empuñar las armas para asegurar su ilegítima dominación), vuelve a aparecer esta gráfica manera de sintetizar la relación que los países del SEA mantienen con Japón. Las naciones de esta región promovieron sucesivos procesos de industrialización siguiendo la orientación trazada por la sociedad pionera (11). La forma de acomodarse de los ánsares denota un orden fi jo con la siguiente siguiente característica: característica: la integración integración de las aves en vuelo no es ni horizontal ni vertical sino combinación de ambas. Existe entre ellas una comunidad de destino y plena autonomía interna, lo que las hace iguales y soberanas. Sólo pueden integrarse en una bandada por decisión propia. Al mismo tiempo, todas ellas siguen la línea trazada por quien las precede, lo que denota sumisión a quien dirige el vuelo. Sólo pueden conocer el camino si siguen las huellas de quien precede. El vuelo inclinado de las ocas ilustra la doble presencia de relativa autonomía interna y relativa dependencia exterior, característica del vuelo de estos pájaros. La imagen de la bandada nos sirve para entender el fundamento de una situación ambigua que en este texto sólo podemos dejar esbozada en forma de interrogante: estos pájaros ¿son ánsares (prototipo de serenidad y elegancia, de silencio y de vuelo controlado) controlado) o gansos (prototipo (prototipo del comportamiento comportamiento tonto y atropellado del que no tiene comprensión comprensión de la situación ni dominio sobre ella)? Durante todas estas páginas hemos aludido a la constante ambivalencia entre cotas de autonomía interior (a las que cada nación aspira para poder sentirse soberana y saberse capaz de un proyecto histórico) y zonas zonas de depende dependencia ncia regional regional y mundial mundial (que cada cada país acepta como legado legado inevitab inevitable le de la interdep interdepende endencia ncia capitalista y en función de las cuales diseña las reglas específicas de su actuación diplomática). Japón y el SEA oscilan entre la autonomía y la dependencia, son ánsares y gansos indivisamente. Después de todo, de eso algo sabemos también en América Latina, sujetos como estamos al doble juego de las condiciones condiciones internas democráticas y los requisitos escasamente escasamente igualitarios igualitarios del escenario escenario internacional. internacional. Cada país podría hacer suyo el comentario que cierto dirigente mexicano hizo hace tiempo de su propia nación: “¡Pobre país, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”.
Introducción: Mas paradojas. En esta esta cua cuarta par parte nos vamos a centra trar en una parado radojja típ típica del Japón conte ontem mporán ráneo. Pareciera, en efecto, que se está produciendo una espectacular incongruencia. Como hemos visto en la tercera parte, en estas últimas décadas a Japón poco a poco le han ido saliendo numerosos admiradores y hasta algunos seguidores. De variadas formas, la mayoría de los países de la zona lo han mirado buscando orientaciones útiles para resolver diversos enigmas que ellos mismos tenían planteados. Los que lo han estado mirando con tanto interés son individuos y hasta naciones: en particular, aunque no únicamente, pertenecientes al llamado en la posguerra “Tercer Mundo” asiático. Sin embargo ese país, otrora considerado como inspiración útil para sus vecinos, se declara a sí mismo en decadencia respecto a su glorioso pasado. Es más, numerosos comentaristas, japoneses y extranjeros, se quejan: argumentan que Japón padece una profunda crisis de la que sus ciudadanos parecen escasamente deseosos de encontrar vías de salida. Japón: Japón: un país modélico, modélico, un país en crisis. Ambas Ambas situaciones se pueden verificar con facilidad. Precisamente es esta simultaneidad la que produce una falta de correspondencia. Convengamos que parece inoportuno que un país (tan) ejemplar se vea sometido a (tan) severos problemas internos como los que se detallarán a continuación. Si se tratara de 89
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una simple contradicción, los dos términos del problema lucharían entre ellos hasta la desaparición de uno de ellos o hasta la superación de ambos. Pero, como veremos, en el caso de Japón no se perciben especiales luchas: modelo y crisis conviven, sin que los países del SEA se planteen, al menos por ahora, una “crisis del modelo” japonés. Tal será, en res resumidas das palab labras ras, la argumenta entaci ció ón cen centra tral que desarroll rollaará la cuarta rta parte de este este libro. bro. Por dicha vía, la intención es sentar las bases de una hipótesis la cual, como toda conjetura, puede estar y de hecho está, sujeta a intensa controversia. Porque si aquella afirmación es cierta, podríamos decir que un país (Japón) al que en un momento se le atribuyeron rasgos modélicos (por parte de otras naciones del SEA) ha caído en crisis. Pero, invirtiendo el orden del razonamiento, también podríamos afirmar que un país desde hace tiempo en crisis (hablo del mismo Japón) sigue siendo mirado desde fuera como posible fuente de soluciones (no sólo los países del SEA no desmienten esta afirmación a pesar de la crisis, sino que se siguen agregando nuevas naciones interesadas en pulsar unas u otras “fórmulas niponas”, ahora vistas como “sistemas asiáticos”). La controversia nace justamente de la forma de encadenar esos dos conceptos: conceptos: ¿”modelo en crisis” o “crisis y modelo”? Sea cual sea la forma en que establezcamos establezcamos la relación entre ambos términos, ésta no es una situación inédita en la historia universal. Que a una gran nación o imperio le broten los imitadores justo en su madurez (los frutos sazonan en otoño, antes de empezar a estropearse) estropearse) es algo que ya sucedió bastantes bastantes otras veces. Le ocurrió al gran imperio chino. Se constituyó tempranamente como unidad territorial, gracias a lo cual pudo proyectar de puertas para adentro ciertos principios unificadores. Las naciones circundantes tampoco lograron liberarse de la fascinación (y del yugo) del poder centralizador de los mandarines. Y ya fue mencionado que Japón, considerando a China China nada nada menos menos que “centro “centro del mundo”, mundo”, tomó en el siglo siglo VI la decisió decisión n de imitarlo, imitarlo, de copiarl copiarlo, o, intenta intentando ndo transformarse lo más posible en una sociedad idéntica al codiciado modelo. Sin embargo, la China que proyectaba tan potente luz estaba herida por un mal que nunca, ni siquiera actualmente, ha sido capaz de extirpar plenamente de su seno: una configu configuraci ración ón estruc estructura turall inefica ineficazz para apacigu apaciguar ar y coordin coordinar ar las heterog heterogenei eneidad dades es internas internas,, una unifica unificación ción burocrática que nunca consiguió llegar mucho más lejos de Pekín. Así, el imperio chino vivió en constante peligro de escisiones internas, de disolución en el marasmo de peleas entre clanes diferentes, dotado de lenguas, religiones y culturas sumamente distintas, procedentes de horizontes distantes. La historia de la China es larga pero presenta una constante: su crisis interna nunca impidió que las naciones naciones vecinas le siguieran siguieran imitando su sistema sistema de escritura, escritura, su filosofía, filosofía, su orden administrativo, su organización laboral, su diplomacia. La Roma imperial nos proporciona otro ejemplo adecuado a los fines de la propuesta de este libro. El máximo de su extensi extensión ón coincidi coincidió ó con continu continuos os estreme estremecim cimient ientos, os, con crítico críticoss cuestio cuestionam namient ientos, os, con la divisió división n entre entre Roma Roma y Bizancio...sin dejar por eso de ejercer una profunda influencia entre las naciones mediterráneas y europeas occidentales en el momento de definir formas permanentes (y en muchos casos definitivas) que sirvieran de fundamento a sus grandes inst instit ituc ucio ione ness soci social ales es:: la leng lengua ua,, la admi admini nist stra raci ción ón,, la arqu arquit itec ectu tura ra,, la osam osamen enta ta lega legal, l, los los sist sistem emas as de comunicaciones...¡Varios siglos transcurrieron entre el comienzo y el final de la crisis del imperio romano! Dos milenios han pasado desde que muchas naciones decidieron dejarse penetrar por la irradiación de tan potente foco. Al principio, como como consec consecuen uencia cia de la ocupaci ocupación ón militar militar de sus ejércitos. ejércitos. Después, Después, por la simple simple convenienc conveniencia ia de modos modos y procedimientos más eficaces para solucionar los problemas de cada territorio. España en América constituye otro ejemplo, esta vez sumamente próximo. Todos lo conocemos. La conquista y colonización de América se produjeron estando la metrópolis en declarada crisis interna, tras la expulsión de moros y judíos. La corona de Castilla unificaba a buena parte de la península península ibérica, ibérica, pero el particularismo particularismo regional regional y local siempre puso en crisis la existencia misma de un sistema unificado. La corona española acumulaba territorio tras territorio en América Latina, al par que su honda crisis de inadecuación a los tiempos modernos la iba haciendo cada vez más inapta para poder ser denominada “europea” (esta espina sólo se la ha empezado a sacar España tras la transición democrática de 1975). Y, sin embargo, su influencia fue abrumadora durante tres siglos en América Latina y la inercia de dicha presencia invisible ha continuado durante los dos siguientes, casi como un estigma, cosa que queda patente cuando se consideran diversos aspectos del sistema institucional latinoamericano: la configuración burocrática del estado, una organización laboral paternalista, paternalista, modos y regímenes regímenes semifeudales semifeudales de propiedad, propiedad, las resultantes resultantes relaciones relaciones sociales notoriamente desiguales, una religión cristiana en muchos casos incapaz de aceptar la convivencia con otras tradiciones religiosas igualmente verdaderas o falsas, etc. (1). Estos ejemplos podrían multiplicarse. Sin ánimo de concluir, también se puede mencionar al temible león inglés con su Commonwealth, a una Francia en plena crisis proyectando la larga sombra de su sistema administrativo sobre media Africa y, quizá, en el momento actual, también a Estados Unidos, cuya grave crisis se anuncia desde hace tantos años, sin que deje de crecer una influencia que sólo los necios limitarían a la Coca-cola, el MacDonald’ MacDonald’ss y la iconografía iconografía de Walt Disney Disney (2). (2). Esto significa significa que no tiene tiene por qué existir existir,, en principi principio, o, incompa incompatibi tibilida lidad d históric históricaa entre entre declive declive y ejemplaridad. ejemplaridad. A condición, condición, claro está, de entender entender bien qué significa la crisis y en qué sentido se efectúa, efectúa, históricamente hablando, la traslación de modos de hacer o de pensar, desde unas sociedades a otras.
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1) Una sociedad en crisis. Japón se queja amargamente de sí mismo. Con la tozudez con que ciertas personas mayores nos presentan el apremiante catálogo de sus dolencias, a poco que les cedamos la palabra. Si nos detenemos a escuchar a los líderes de opinión opinión japones japoneses, es, una de las pocas pocas unanimi unanimidade dadess detectab detectables les entre entre posicio posiciones nes opuesta opuestass en esta hora de complej complejaa transición es, justamente, la evocación misma de la crisis. “El sistema está fallando” se titula, descarnadamente, un artículo de Shoichi Kobayashi, editorialista del muy liberal “The Japan Times” (3). Takeshi Inoguchi, valiosa personalidad de las ciencias humanas japonesas, nos recuerda hasta qué punto Japón ha hecho de la ambigüedad un auténtico método a la hora de resolver problemas exteriores o internos (4). Kenzaburo Kenzaburo Oe ha dedicado numerosos escritos y declaraciones declaraciones a estigmatizar esta ambigüedad, que considera un vicio cardinal de la nación japonesa. Lo expresó, entre otras ocasiones, con ocasión del discurso de aceptación del premio Nobel de literatura, en 1994: “Como novelista, vivo marcado por las profundas heridas de la ambigüedad de Japón” (5). Según explica por su parte el influyente politólogo Masaru Tamamoto en varios de sus escritos (6), “esta ambigüedad comenzó hace 130 años cuando, clausurando más de dos siglos de aislamiento y embarcándose en una frenética modernización, Japón se abrió al mundo internacional. Hoy por hoy, incluso después de haber conseguido hacerse ‘moderno’, esta ambigüedad sigue ejerciendo un tremendo poder y destrozando a este país y a su gente”. Otros eminentes pensadores y escritores han detallado la lista de los factores de la crisis de una nación estancada entre el “quiero” y el “no quiero”. Según ellos, Japón es una nación conflictuada con su propia identidad: un régimen político sin auténticas alternativas, con una burocracia omnipresente y bastante ineficiente y una corrupción muy extendida, una sociedad dotada de una estructura familiar con huellas de autoritarismo del pasado, una pronunciada pronunciada desigua desigualdad ldad entre los sexos, sexos, un sistema sistema escolar escolar inadecu inadecuado ado para el presente presente (7). Se trata de reclamo reclamoss tranquil tranquilos, os, expresados expresados con amabilidad y hasta con recato, recato, diría que muy “a la japonesa”. Pero se trata de voces muy extendidas, que quien esté atento puede escuchar en talleres y oficinas, en despachos administrativos y aulas universitarias, en las columnas de cierta prensa y en algunos programas de televisión. Para ponerle nombre y epítetos a la crisis japonesa no hay ninguna necesidad de citar a autores extranjeros de la llamada “escuela crítica” o a múltiples políticos occidentales que siguen recomendando “vapulear a Japón” para ver si se despierta. En el capítulo 6 nos detendremos a estudiar las caracte característi rísticas cas específ específica icass de la crisis crisis social social en Japón. Japón. Y veremo veremoss que son las caracter característi ísticas cas mismas mismas del modelo modelo corporativo las que revelan problemas de funcionamiento. 2) Un sistema exitoso. Sin embargo...a pesar de lo anteriormente dicho, a Japón le cuesta emprender la profunda reforma política que todos corean, como lógica consecuencia de tan unánime reconocimiento del mal. Y si a Japón le cuesta cambiar quizá es, como sagazmente nos explica Tamamoto en otro de sus textos, porque el sistema japonés gratifica en algo fundamental a sus miembros: “Se pide a los japoneses que cambien un sistema que ha resultado muy exitoso. Los líderes políticos japoneses enfrentan la difícil tarea de inclinar hacia el cambio a una miríada de intereses locales que se consideran a sí mismos muy bien atendidos por el sistema” (8). Desde los sindicatos progresistas hasta los tan conservadores agricultores: un vasto espectro social social sigue mostrando mostrando relativa satisfacción en temas tan cruciales cruciales como baja tasa de desocupación desocupación laboral, cobertu cobertura ra sanitar sanitaria ia y red educati educativa va práctic prácticame amente nte univers universales ales,, estabi estabilida lidad d institu institucion cional, al, medios medios de comunic comunicaci ación ón relativamente acordes con la sensibilidad ambiental...como se desprende de sondeos oficiales y privados. Refiriéndose luego a las presiones exteriores exteriores que se ejercen sobre Japón, sigue diciendo diciendo Tamamoto: Tamamoto: “No es una resistencia resistencia cultural al cambio cambio lo que impide impide que los japones japoneses es responda respondan n favorabl favorableme emente nte a los requerim requerimien ientos tos america americanos nos:: no es difícil difícil comprender que los japoneses duden en derribar lo que a sus ojos constituye un sistema exitoso”. Que hay problemas en Japón lo dejan claro numerosos diagnósticos en términos de crisis. Que la reforma interna es difícil lo prueba el apego que muchos ciudadanos demuestran por las condiciones que hicieron posible el sostenido crecimiento del Japón de posguerra. Esta paradoja, esta dualidad entre crisis y estabilidad, la ve cualquiera que observe la actualidad económica y social de Japón. Desde fuera, no dejan asimismo de percibirla numerosos jefes de Estado y de Gobierno, políticos, economistas, periodis periodistas tas,, académ académicos icos,, etc, etc, que están están enfrenta enfrentados dos con sus propias propias realida realidades des nacional nacionales es y muestran muestran una acusad acusadaa sensibilidad para valorar las luces y las sombras que proyecta Japón (9).
Capitulo 6: Japón en crisis. Desde hace unos cuantos años se escucha decir que “Japón está en crisis”. Los dos grandes shocks petroleros
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internacionales (1973 y 1981) lo golpearon con dureza: este país carece de fuentes energéticas propias y su carbón no puede considerarse considerarse suficientemente suficientemente apto como “factor clave” en ningún proceso de industrialización industrialización (1). Vivió a merced de la especulación internacional durante las crisis energéticas. Pero se repuso con mayor rapidez que el resto de países desarrollados. Su casi “exagerada” velocidad de crecimiento durante los años 60 y 70 parecía acelerar el final de un “ciclo largo” de expansión expansión ininterrumplida, ininterrumplida, el estancamiento productivo y una progresiva “desindustrialización “desindustrialización”. ”. Los más agoreros afirmaron que “el sol también se pone”, como se tituló el mayor best-seller alarmista de aquellos años (2). Japón no parecía darse por aludido. Aunque frenó su meteórico crecimiento de 10% anual de su PNB, siguió avanzando, al menos tanto como las consideradas “prósperas” economías europeas e incluso resolviendo problemas que hoy en día lastran a éstas peligrosamente (3). Por aquel entonces se empezó a hablar de “crisis estructural” japonesa, incorporando nuevos nuevos elemento elementoss a la explica explicación ción de la sempite sempiterna rna agonía agonía nipona: nipona: la burocrac burocracia, ia, el sistem sistemaa educat educativo, ivo, y hasta hasta la “apisonadora” del consenso social (4). Japón siguió creciendo. La crisis de la deuda externa latinoamericana le brindó una extraordinaria ocasión para desdoblar su poderío económico. Ya disfrutaba de sostenida expansión industrial, con intensa ocupación industrial del archipiélago y formando sucursales o nuevas industrias con capital japonés en el SEA, USA y Europa (5). Ahora le sumó el acceso a la primacía financiera, ocupando primeros puestos mundiales desde mediados de los años 80 (6). Entretanto la burbuja financiera reventó sonoramente. Esto dio motivo para que los atentos enterradores de Japón comenzaran a hablar de “crisis terminal”, motivada externamente por graves desórdenes financieros, primero en México, en 1998 en el SEA y en estos momentos en el resto del mundo, en países como Rusia, Brasil, etc (7). Es obvio que Japón acusa fuerte recibo de todas estas dificultades. Pero, contra pronóstico, se mantiene, a la par que los países de la Unión Europea (lo que no es poco, porque está “ más arriba”) y a pesar de acumular un considerable déficit (se calcula un 25% de deuda pública) tiene (teóricamente) suficientes reservas como para “financiar” parte de la recuperación de algunas economías vecinas que, al parecer, realmente se hundirían de no mediar el robusto padrinazgo nipón. Es lo que se está viendo con Indonesia y ya se observó antes con Tailandia. Como en el famoso chiste, “questo é un morto chi parla”. Occidente (sobre todo Europa) insiste en darlo por muerto económicamente, pero la situación japonesa no parece ser, al menos a tal extremo, la que con machacona insistencia nos explican que es. ¿Se trata de “defender” numantinamente a Japón? No es la intención de este libro. Simplemente es menester denunciar la (intencionada y fortísima) tendencia occidental (europea y norteamericana) a desembarazarse de tan molesto y peligroso rival económico por la dudosa vía de los argumentos capciosos superficiales. Aunque las opiniones están divididas sobre el carácter de la crisis “asiática” en general, muchos observadores serios estiman que Japón se recupera (a su manera) de sus indudables achaques económicos actuales, o digamos que puede convivir suficientemente con ellos, demostrando ser un país con “una mala salud de hierro”, en todo caso en igual o no peor estado que el resto de los países industriales. La crisis (grave) que afecta a Japón no es sólo económica, sino antes que eso social y política. Que esa crisis sistémica pueda acabar acarreando la ruina económica del país, nada más cierto, como ha sido señalado con insistencia en estos últimos tiempos. Que esa crisis pueda seguir arrastrándose durante tiempo (ya existe desde hace años), resulta imaginable, dada la forma lenta, a veces lentísima, en que suele degradarse una sociedad. No tenemos más que observar atentamente lo que sucede con Estados Unidos, Unidos, un tigre herido (muchos (muchos así lo afirman), afirman), pero de ninguna manera ese “tigre de papel” que en momentos momentos delirantes algunos pensaron tener enfrente. Japón está seriamente tocado por su crisis social. Pero ningún país se hunde súbitamente porque esté afectado por graves y endémicas fracturas internas (8). Para entender el presente y el futuro de Japón, tenemos que adentrarnos en las raíces y características de su crisis social. En este capítulo se propondrá una manera concreta de enfocar esta crisis, desde el triple punto de vista de los individuos, de la comunidad nacional y del país proyectado internacionalmente. Crisis de identidad. En el capí capítul tulo o 3 insis insistía tíamo moss en el éxito éxito de la difus difusivi ivida dad d horiz horizon ontal tal,, uno uno de los los factor factores es deter determi minan nantes tes del del funcionamento de la sociedad japonesa. Como pocas sociedades, Japón en parte se ha transformado en “una comunidad de clase media” (aunque sin eliminar totalmente bolsones de pobreza y marginalidad, en cualquier caso menores que en Europa y sobre todo EEUU). Para quien vive en Japón no deja de parecer visible la difusión del mismo “discurso marco” (o sea de una ideología motivadora de comportamientos cotidianos constantes y homogéneos) en extensas capas de la población. La escolarización es prácticamente universal. Una cosa es el juicio que podamos emitir sobre la eficacia técnica del sistema educativo japonés, usando criterios tales como el nivel adquirido adquirido en ciencias, lenguas y pensamiento pensamiento crítico. Sin embargo, la opinión más repetida por observadores locales y extranjeros es que la retórica escolar reconfirma y prolonga las mismas ideas que se inculcan en muchas familias japonesas. Afirmar que Japón es “una sociedad educativa” (9) signific significaa sugerir sugerir que el proceso proceso de sociali socializac zación ión primaria primaria goza goza de una continu continuidad idad hogar hogar-esc -escuel uelaa directam directamente ente impensa impensable ble en las otras otras socieda sociedades des desarro desarrollad lladas as (incluso (incluso en Alemania Alemania)) y con mucho mucho mayor mayor razón razón en nuestras nuestras desestructuradas sociedades latinaomericanas. Esta continuidad tiene que ver con dos factores que serán mencionados con brevedad.
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- El proceso de alfabetización es lento y complicado. Los chicos no suelen estar capacitados para comprender los “kanjis” que se utilizan en los periódicos antes de los 12 o 13 años, y a veces más tarde todavía. - Se sigue escuchando un persistente mensaje de unificación de todos los japoneses en torno a tradiciones comunes. Ya se dijo: dijo: raza raza,, lengu lengua, a, territ territori orio, o, relig religión ión,, empe emperad rador or cons constit tituy uyen en el ramil ramille lete te de clásic clásicos os dogma dogmass nipon nipones. es. La fuerza homogenizadora de esta auténtica “ideología dominante” va más allá de lo que un occidental puede imaginar. Desde los 15 ó 16 años, todo buen japonés recita automáticamente cuando conviene el manual de buena conducta y de correcta expresión que ha tenido que escribir, recitar, memorizar, interiorizar, al cabo de 9 años de escolarización con una deserción escolar menor que en cualquier país occidental. Se asimila un esquema al mismo tiempo vertical en lo jerárquico jerárquico y difusionista difusionista en lo discursivo discursivo,, ese que vimos vimos con detalle en capítulos capítulos previos. Comparti Compartirr la niponidad niponidad aplaca el el sentimiento de estar encadenado a la inexorable línea de mando. La conciencia de ser todos de la misma nacionalidad atenúa la distancia social social creada por el rango. Cada uno se mantiene en su sitio sin chistar ya que todos pueden decirse y decir decir que ocupan el mismo mismo espaci espacio o territor territorial, ial, el mismo mismo terreno terreno religioso, religioso, el mismo mismo tronco tronco racial racial y las mismas coordenadas lingüísticas (¡es fácil sentirse diferente de las demás naciones y cómplice de los propios connacionales cuando se ha vivido la experiencia de aprender una lengua como la japonesa!). Sin embargo, el discurso familiar y laboral destinado a “formar el carácter” (el omnipresente “kokoro”: corazón, mente, espíritu, mentalidad, humanidad), muestra cada día más sus limitaciones. Sucede que el discurso de la japonidad ha entrado en crisis. O, lo que es lo mismo, ha dejado de ser unánime. Lo siguen predicando desde el “Japón oficial”, a través de las agencias agencias socializadoras socializadoras habituales (hogar, (hogar, escuela, escuela, despacho, despacho, taller, templo, cuartel). cuartel). Pero porciones crecientes de miembros del “Japón real” se lo creen menos. En Japón asistimos desde hace años a la pérdida de legitimidad de la relación patriarcal (10). Mucha gente deja de participar en el consenso discursivo tradicional. Menos y menos devotos concurren a los templos, salvo para situaciones formales y rituales. La institución imperial sigue sin tener muchos opositores por principio, pero abundan los indiferentes que no acaban de creerse la paternidad universal del “Tenno”. El auge de las lenguas extranjeras resulta un exponente del sentimiento (que decenas de veces manifiestan estudiantes, profesores, profesores, vecinos y conocidos) de estar “sitiados” “sitiados” dentro del cerco de una lengua que logra definir bien al ser nacional (es cierto)...pero que resulta inadaptada para la comunicación y el intercambio internacional. De suyo, los hablantes de las lenguas lenguas chinas no entiend entienden en el japonés japonés,, a pesar pesar de escribi escribirr parcial parcialmen mente te con los mismos mismos caract caracteres eres,, “kanjis” “kanjis”.. La exclusi exclusivida vidad d racial, racial, no tan complet completaa como como acostu acostumbra mbran n a sostene sostenerr alguno algunoss antropó antropólogo logoss tradicio tradicional nalista istas, s, ya no es considerada por muchos como un privilegio sino, apenas, por parte de vecinos orientales y ciudadanos occidentales, como instrumento de identificacion de una nación no siempre estimada. Resulta significativo: esta crisis de autodefinición estalla precisamente en el hogar y en el sistema escolar, los dos principales y firmes baluartes de socialización del discurso del “kokoro”. En el seno de las familias, familias, la crisis de relaciones jerárquicas jerárquicas recrudece sin remisión. remisión. Decrece la conciencia conciencia de estatus. El padre de familia, definido antaño con tintes heroicos como “guerrero corporativo”, sigue trayendo el dinero a casa (lo cual le da derecho a ser machista y mandón) pero no goza del respeto y de la sumisión que hace pocos años exigía a sus hijos. A menudo estos prescinden del mando paterno, encerrados en un artificioso mundo juvenil que hace la fortuna de comerciantes y fabricantes, como consecuencia del alto poder adquisitivo de estos chicos, reflejo de la opulencia familiar. La madre observa la situación con una silenciosa mirada cómplice. Porque, claro está, también se debilita la creencia en la superioridad “innata” masculina sobre la mujer. Veremos en apartados siguientes que esta lucha por conquistar nuevos espacios se libra también fuera de casa. Pero la mujer ya ostenta un firme mando sobre el ámbito doméstico, administrando el presupuesto familiar, guiando la educación de los hijos y redistribuyendo a voluntad los roles internos. Esta evolución incluye, siempre que hace falta, el arrinconamiento del marido al prestigioso pero impotente papel de firmador de cheques (en realidad: depositario del “hanko” o sello familiar) y de usufructuario de la habitación del “tatami”, donde a veces toma las comidas sin compañía (11). También se hunde en Japón la creencia en un supuesto privilegio por razón de la edad. Esto se constata y se vive antes que nada a nivel familiar. “Papá y mamá crecen en años, pero al parecer no en experiencia o en humanidad” (12). Casi nadie vive ya con los abuelitos. Cuando se encuentra a los mayores por la calle, la situación usual es doble. - Los ancianos, firmes creyentes en su preminencia por razón de edad, tratan descortésmente a los más jóvenes, se cuelan en las filas y cruzan por la mitad de la calle, contando con que los demás se adapten. - Los más jóvenes les pagan con la misma moneda. La adjudicación de asientos especiales para ancianos, inválidos, embarazadas, etc, se respeta cada vez menos. Debajo del estricto código de etiqueta, que sigue siendo observado por todos (a veces después de exigirlo), los miembros de la familia a menudo intercambian gestos inamistosos y libran auténticas guerrillas, enfrentándose “todos contra papá” (12).
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Todavía se guardan las formas externas en la familia. Pero los adultos tienen que pagar un precio alto. La paz doméstica “se compra” dando “libertad” a los chicos. La “libertad” comienza autorizando a que los chicos viajen solos en autobuses y trenes desde los 6 años y luego desentendiéndose progresivamente de su vida escolar, o sea del núcleo decisivo de su vida personal y relacional. A medida que crecen, se van ”complaciendo” exigencias crecientes ligadas a horarios, comidas, modalidades de consumo. Carentes de apoyo y compañía familiar, ayunos del calor hogareño, estos chicos estallan cuando pisan la escuela. Lo que está sucediendo en las escuelas japonesas, nadie era capaz de imaginarlo hace años. La indisciplina escolar contradice todos los tópicos habituales sobre la sumisión de los japoneses. También recrudece la violencia escolar, en forma de “ijime” (hostigamiento, amedrentamiento, en forma de maltrato colectivo -psicológico y hasta físico- de una víctima propiciatoria seleccionada entre todos los alumnos de la clase) o de vejaciones fuera del recinto escolar a jóvenes y adultos, llegando a producirse producirse en 1997 y 1998 una serie de muertes sobrecogedora sobrecogedorass (13). Cabe señalar un rasgo común entre estos problemas familiares y escolares tan rápidamente evocados: muchos adultos defienden defienden el mantenimiento formal del código de conducta tradicional. tradicional. Lo cual los lleva o bien a mirar hacia el otro lado (sin darse por enterados de lo que sucede) o a tirar “pelotas fuera del área” inculpando a los demás: los padres responsabilizan a los maestros, estos se quejan de la falta de condiciones materiales por parte de una administración demasiado demasiado “ahorrativa”, “ahorrativa”, mientras que la administración administración cierra el círculo incriminando incriminando erradas prácticas familiares. Sorprende la paralización que está produciendo esta reacción juvenil contra el patrimonio heredado. Ante los ojos de todos se suceden los casos de una crónica bastante dramática. Algunos llegan un poco más lejos y afirman que el sistema educativo es demasiado exigente, que “tensiona” a los estudiantes y que, por vía de consecuencia, provoca todo tipo de irregularidades. Pero pocos actúan. Salvo, claro está, los propios estudiantes, que organizan su autodefensa y concurren a los liceos munidos de cuchillos y otros objetos punzantes o contundentes, a vista y paciencia de profesores que no se atreven a intervenir, en parte por temor a nuevas agresiones físicas y en parte por no interferir en la “privacidad” ajena (14). Este es uno de los capítulos más significativos y dramáticos de la pérdida del consenso en torno a un código de conducta inculcado (por parte de administradores y gobernantes) como “antiquísimo”, pero descubierto (por jóvenes y no tan jóvenes) como ”inventado” ”inventado” hace recién un siglo y poco, durante el periodo Meiji. En el momento de la “restauración imperial”, urgía dotarse de un instrumento capaz de proporcionar a Japón una ideología legitimadora de la sumisión social. Ahora se intenta lograrlo en las condiciones objetivas del “capitalismo desarrollado”, de la “tercera revolución industrial” industrial” y de la “globalización”. “globalización”. Pero, para tales fi nes, el Japón oficial sigue empleando empleando el mismo discurso discurso de antaño, ése que a muchos parece pasado de moda. La retórica basada en la relación “oyabun-kobun” (interdependencia en línea vertical entre un padre y su hijo...y luego entre un maestro y su alumno, entre un jefe y su subordinado, todo ello evocando el símbolo inicial del emperador y los ciudadanos japoneses) ha perdido legitimidad. Las mujeres ya no se sienten inferiores a los hombres, los jóvenes no confían confían tanto como como antes antes en aprende aprenderr algo del mundo mundo de los adultos, adultos, las parejas parejas manifies manifiestan tan fisuras fisuras internas internas que (contrariamente a muchos países occidentales) no se traducen, por ahora, en un aumento exponencial de divorcios. ¿Cómo puede divorciarse un ama de casa que no trabaja y cuyo poder se apoya, precisamente, en aquel desequilibrio funcional de la familia ya descrito?. Y ¿cómo podría divorciarse el marido cuando tiene a su cargo económico a cónyuge y varios hijos, algunos de los cuales irán a universidades cuyas altas matrículas pagará él? Las fisuras se traducen en relaciones informales extramatrimoniales y, sobre todo, en divorcio de hecho sin separación efectiva, lo que aumenta el silencio y el frío que a veces veces se percibe percibe en los hogares hogares japones japoneses. es. Signific Significativ ativame amente nte aumenta aumentan n los divorcio divorcioss de matrim matrimonio onioss compuestos por ancianos, cuando ya ni siquiera existe una obligación económica que los mantenga juntos (15). La crisis a la que se alude casi nunca toma la forma de una “revolución”. Ni tan sólo de una “rebelión”. Por el momento no hay alternativa. El discurso socializador oficial sigue siendo bastante influyente y muchos se sienten incapaces de reformularlo. Una solución fácil (y por eso la más frecuente) consiste en crear estrafalarios micromundos ajenos a la corriente principal de la compostura oficial. Si alguien pensaba que los espectáculos callejeros de Londres o Nueva York constituían el máximo dislate -con sus variadísimas tribus urbanas-, que vaya a Harajuku en Tokyo o a Umeda en Osaka. Podrá comprobar que, en materia de extravagancia, muchos jovencitos japoneses resultan al día de hoy insuperables (16). La otra solución (parcialmente incluída en el ejemplo anterior) es la copia sistemática de modelos extranjeros, tales como se entienden y se practican en Japón, a veces por importación directa pero en general mediante ágiles adaptaciones locales de lo foráneo. Como era de esperar, las modas norteamericanas hacen furor, año tras año, a pesar de que ya pasó más de medio siglo desde la ocupación norteamericana. Los segmentos sociales menos defensores de la retórica oficial rivalizan en repetir códigos de etiqueta o de comportamiento extranjeros, siendo en muchos casos “más papistas que el papa”. Durante los años locos de la economía “de burbuja”, el primer “Beaujolais nouveau” no se descorchaba como 94
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pudiera creerse en Perpignan, sino ¡en Tokyo! El vino era transportado el mismo día de su destilación, en un gran avión cisterna, para saciar la novelería de miles de consumidores japoneses. Ya he sugerido que los punkies nipones hacen palidecer a los londinenses (¡que ya es decir!). Más de trescientas academias de baile flamenco por todo el archipiélago nipón dejan muy por detrás a las quizá cien que ostenta con orgullo la propia España. La variedad y abundancia de puntos de venta de todo tipo de “fancy food” (vulgo: “comida basura” de origen norteamericano) es algo que provoca la admiración de los yankis expatriados. Si tales fenómenos no se reproducen en igual medida en el caso de “productos” latinoamericanos es, únicamente, reflejo de la abusiva canalización informativa en favor de las relaciones norte-norte por parte de las agencias de noticias. Aunque, preguntado acerca del tango, del fútbol, de Evita Perón o del “Che” Guevara, cualquier argentino que viva en Japón no dejará de reconocer el aluvión de “merchandising” en esas cuatro materias...En una lista latinoam latinoameric ericana ana más amplia amplia y cuidado cuidadosa sa habría habría que agregar agregar el carnava carnavall de Río, Río, la comida comida mexicana, mexicana, el romanticismo guerrillero y las proezas del presidente Fujimori, entre otros. Por carecer de alternativa (salvo los comportamientos excipientes mencionados), la crisis de las relaciones individuales (y de los individuos con sus grupos de referencia, dentro del marco microsocial) que azota al Japón, es lenta en su verbalización (los disturbios estudiantiles sólo constituyen un preanuncio, pero lo gordo pareciera estar todavía por venir) y será sumamente pausada en su resolución. Puede hablarse de una auténtica “crisis de identidad” japonesa (17). Si nos centramos en la vigencia del corporatismo verticalista-difusi verticalista-difusionista onista del Japón (a pesar de la tormenta financiera), financiera), lo primero a señalar es que la mantención de dicho molde social retrasa la definición de una moderna identidad propia, al mismo tiempo creíble y generalizada. Lo que ocurre en las familias y las escuelas revela crecientes distancias entre el discurso teórico y la práctica social. Porque, si se reconoce la variedad de situaciones existente, ¿cómo unificarse en torno a un discurso que no la acepta o no la valora?. Y si la innegable variedad no se canaliza y estalla como una tubería que deja salir el agua a chorros, difícilmente podrá convertirse en lenguaje común. Los segmentos seguirán luchando contra los segmentos. El único terreno no conflictivo serán las conveniencias ias tácticas de los contendores, movidos por intereses inmediatos tos. De mientras, la definición tradicional del “ser japonés” es algo sobre lo que se escriben miles de artículos y libros. Algunos de los más exitosos son fruto de la pluma de escritores no japoneses, continuando una tradición bastante antigua en la materia. Muchos saben, o dicen saber, lo que NO es la identidad japonesa. Y se abalanzan contra los pilares del discurso tradicional: - Japón no es tan homogéneo como lo pintan. - Los japoneses no son tan renuentes a la transformación social como se asegura al hablar de supuestos “atavismos” anteriores a toda memoria histórica. - Quizá Japón tiene algo “único” e “irrepetible”...pero se discute si un hecho diferencial tan exclusivo ha de constituir motivo de orgullo o de preocupación, de alabanza o de crítica, de autocomplacencia o de autoescarnio (18). Las preguntas sobre qué son o quiénes son positivamente los japoneses no sólo no tienen respuesta sino que recién comienzan a ser formuladas. ¿Es Japón un país único e irrepetible? ¿O solamente un país oriental? ¿Y porqué no considerarlo como un país geográficamente asiático, aunque cultural e institucionalmente entroncado con China, con Europa y con Estados Unidos, configurando un mestizaje institucional y cultural tan completo que sólo lo creíamos imaginable en América Latina? Muchos japoneses se sienten muy interesados por estas preguntas. En ellas captan que les va la vida, o sea la propia identidad. Manotean para buscar referencias en las que apoyarse...Una parte de lo que encuentran encuentran es de fabricación japonesa. Pero otra, considerable, considerable, sigue siendo extranjera, europea o norteamericana norteamericana.. Aquellas teorías de “los dos japones” (con sus respectivos epígonos locales) han funcionado como tapón argumental que impide el drenaje de debates autóctonos. Sólo sobre la sólida base de lo propio, se piensa, sería posible escribir un nuevo texto en reemplazo del actual, cuya autoría excesivamente foránea constituye un escándalo que muchos no cuestionan. Algunos reaccionan para refugiarse en un pasado que no sólo no volverá sino que siguen explicando mitológicamente (19). Otros reaccionan en la dirección exactamente opuesta: identifican el incierto Japón del futuro con un presente hecho de micromundos en el que pequeños pequeños grupos sobreviven: sobreviven: tolerante, de costumbres costumbres democráticas, democráticas, ajeno a todo machismo, cosmop cosmopolita olita.. Podemo Podemoss encontr encontrar ar un microJa microJapón pón pacifis pacifista, ta, otro feminis feminista, ta, otro republic republicano ano,, otro ecologi ecologista, sta, otro posmoderno, y otro y otro y otro (20)...Pero lo que no logramos hallar son instituciones o mecanismos que canalicen el descontento en una dirección concreta, o que permitan que nuevas prácticas sociales a pequeña escala dejen de ser segmentarias y se transformen en opciones viables para grandes colectivos. ¿Ahora resultará que no sólo no se defiende a Japón sino que se lo pinta con tonos tan negros como los de la paleta de Francisco de Goya? Sólo se trata de describir un Japón desconcertado, dividido entre la explicación teórica de lo general (donde sigue primando el lenguaje de la “armonía” y de los “eternos” valores del Japón) y la verbalización práctica de las experiencias
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individuales individuales o microgrupales, microgrupales, con ocasión de las cuales los japoneses japoneses -especialmente -especialmente los jóvenesjóvenes- se despachan con toda sinceridad y hasta sin dejar títere con cabeza. Se intenta describir al Japón real, observable por cualquiera que mire: carente de sociedad civil que canalice el desconcierto desconcierto individual o microgrupal microgrupal hacia nuevos consensos consensos concretos. Japón es actualmente una sociedad en la que cada cual reconoce sin ambajes la profunda crisis de desigualdad familiar, sexual, funcional, pero sin identificar acuerdos en torno a soluciones específicas. Por eso se puede afirmar que, a pesar de sus éxitos, el verticalismo japonés está en crisis. A pesar de sus innegables resultados resultados integrativos integrativos ideológicos, crecientes segmentos de población población (a ( a veces caracterizados caracterizados según generaciones, generaciones, otras veces según profesiones, y en ocasiones por argumentos ideológicos o religiosos) no quieren ser integrados en/por ESE discurso. Como si fuera poco, la disensión no provoca una especie de “control territorial” por parte de alguna guerrilla ideológica que “libera” territorio mental de manos del dominio oficial. La protesta es sorda, carente de debate, ambigua (21). Crisis nacional. No sólo en términos de retórica socialmente socialmente estabilizadora: el sistema corporativo japonés también ha logrado éxitos en el terreno de la redistribución social. ¿Qué sociedad capitalista, o socialista (aunque ¿dónde encontrar hoy en día una sociedad socialista en el campo occidental, incluso si allí incluímos a la pequeña Cuba?), qué sociedad occidental en general, general, puede ostentar un coeficiente tan alto de ocupación ocupación laboral? Los años pasan y la tasa de desocupación desocupación se mueve en Japón con una cadencia menos dramática que en Norteamérica y sobre todo Europa: en el país nipón, el índice de desocupación aumentó en un punto y medio, como resultado de la crisis financiera, pero sigue siendo considerablemente más bajo que en el resto del mundo desarrollado. desarrollado. Las “crisis” se suceden en la pluma de los comentaristas. comentaristas. Pero la mano de obra disponible más de un vez es insuficiente, especialmente en los sectores económicos de mayor productividad, aquellos que producen bienes y servicios de mayor valor añadido, los más apetecibles para simplificar (tecnológicamente hablando) la vida de millones de japoneses, y también los más oportunos para asegurarle a Japón una balanza comercial permanentemente excendentaria, con una capacidad exportadora que sólo se puede comparar con la de sus “jóvenes” vecinos y competidores. Esto hace posible plena “ocupación” sin la subocupación endémica de nuestras dualistas y tan “liberales” sociedades latinoamericanas. En Japón el trabajo se tarifa de tal forma que el sueldo conseguido es, al menos, suficiente suficiente para satisfacer las necesidades mínimas. mínimas. Es más: Japón ocupa el primer lugar del mundo en cuanto a renta per capita (22). En razón de necesidades “distribucionistas” que le permiten mantener su modo peculiar de organización y de dominación, al derecho a trabajar van unidos, como perlas en un collar, otros derechos socialmente codiciados. Salud, educación, transporte, pensiones...son derechos que Japón aplica con una literalidad que nuestras pomposas constituciones latinoamericanas dedican a pura declamación abstracta. Por el hecho de trabajar, todo productor (nativo o extranjero) tiene derecho a su “hoken” o seguro nacional de salud. A él también se acogen quienes mantienen con él relaciones de dependencia económica (esposa, hijos). Abre a una extensa red de prestaciones médicas (externas y de internación) cuya calidad goza de fama en el oeste y cuyo precio (a pesar de recientes aumentos) sigue siendo más reducido que en cualquier país latinoamericano. Los servicios médicos cubiertos por el “hoken” son vastos e incluyen áreas de atención no comunes en el oeste capitalista, como parte de la cura dental o una atenta medicina preventiva. La mejor atención externa es la hospitalaria (años ha, esto se podía entender con más facilidad en países como Argentina, Cuba o Uruguay, entre otros), con la diferencia nada desdeñable que la tecnología utilizada está probablemente entre las mejores del mundo, la organización de los consultorios y la abundancia de médicos evita excesivas colas, pudiendo cada paciente ser atendido en bastantes casos sin pedir cita con antelación. Las tarifas son cubiertas en un 70% por subsidios estatales. El propio hospital distribuye a cada paciente los medicamentos recetados por el facultativo, en la ventanilla anexa de aquella en la que paga la consumición médica. Esta centralización de todo el circuito médico en el hospital asegura beneficios de los cuales disfruta toda la población: investigación de punta, exactitud y puntualidad del servicio, considerables reducciones de costes por eliminación de intermediarios, buen trato proverbial (23). Del derecho a la educación ya hemos dicho algo. Y aunque sobre la educación en Japón queda mucho por comentar y aún más por hacer, el hecho incontrovertible es que Japón practica aquellas ideas que solemos escuchar de boca de nuestros ministros de educación latinoamericanos (y que normalmente se quedan en simples palabras): la educación es la principal inversión social de un país, con indudables repercusiones económicas cuando se logra pensarla a mediano y largo plazo. La estabilidad institucional de Japón constituye un factor importante para comprender la exhaustividad del distribucionismo practicado en este país. Si vamos a la organización y la planificación de las actividades económicas, éstas no sólo forman parte del “ethos” nacional, sino que están pautadas por la reglamentación administrativa, que exige continuidad al emprendimiento privado. Esta visión de largo plazo, el empresario ha solido aplicarla, cuando le ha tocado, a sus obreros y empleados. En la gran empresa, por ejemplo, la costumbre ha sido, durante muchos años, aplicar ciertos principios muy estudiados por autores japoneses y occidentales y que consisten, en primer lugar, en premiar la antigüedad del trabaja trabajador dor,, como como se vio en capítul capítulos os anterio anteriores. res. La aplicaci aplicación ón de esta técnica técnica presupo presupone ne un doble doble juego juego de reciprocidades.
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- La empresa prefiere que el trabajador se mantenga en la firma durante toda su vida activa, apenas terminados sus estudios secundarios (esto vale para los obreros) o universitarios (en el caso de empleados, técnicos y cuadros) (24). - Al asalariado tampoco le gusta “emigrar” hacia otros trabajos. . Un arreglo así le conviene a la empresa: el trabajador aprende multitud de ocupaciones diferentes (no se practican demasiado demasiado los criterios de “especialización”, “especialización”, prefiriéndose prefiriéndose argumentos de “polivalencia “polivalencia funcional”), es más flexible ante las exigencias productivas coyunturales (las horas extras en ciertos casos no se pagan o, aunque se paguen, se presupone la comprensiva disponibilidad de obreros y empleados) y protege mejor los secretos productivos o comerciales. . Al trabajador también le parece ventajoso este intercambio: su estabilidad laboral no tiene sombras, el grueso de su salario le viene por antigüedad, disfruta de beneficios directos e indirectos significativos (además de salud y educación) ligados a transporte, formación industrial permanente, créditos blandos para gastos domésticos y, a veces, a vacaciones corporativas y otros aditamentos previsionales. Este sistema, nacido de las necesidades de las grandes empresas, se ha venido aplicando parcialmente a otros sectores como la administración pública, las universidades, los seguros y la banca. Puede considerarse considerarse relativamente extendido extendido (no tanto como en el caso de la educación, por ejemplo) y sirve para ilustrar cómo han ocurrido las cosas en el Japón de posguerra. Ahora bien, hay un “pero”. Este auténtico “contrato social paternalista” ha entrado en crisis en Japón. Entendamos las razones profundas de esta crisis de relaciones sociales. El malestar comenzó en las pequeñas y medianas empresas ( PyMEs o “chuso kigyo”), mayoritarias en número aunque no tanto en capacidad para absorber mano de obra (25). En ellas ellas la lealta lealtad d y el compro compromi miso so son menor menores es:: las relac relacio ione ness labo laboral rales es se desp desplie liega gan n en el cont contex exto to de una una microsociabilidad “afectiva” que salta a pedazos cuando el lazo que liga a los actores productivos se reduce a lo puramente “funcional”. Dada la organización interna de la estructura productiva (recordemos que a menudo las PyMEs son subcontratistas, subcontratistas, proveedoras, proveedoras, de los grandes monstruos monstruos industriales), las pequeñas pequeñas unidades unidades productivas productivas acusan más las fluctuaciones comerciales y son más proclives a la bancarrota, dejando sin trabajo (y por ende sin cobertura sanitaria o beneficios beneficios anexos) a sus trabajadores. trabajadores. En otros casos, la i nestabilidad nestabilidad estructural estructural se traduce en contratación de mujeres a tiempo parcial (“paato”), con dos ventajas para el empleador: - En Japón, a las mujeres se les paga menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo. La discriminación sexual microsocial hogareña se repite a nivel macrosocial laboral. No sólo en el caso de las PyMEs: también en muchos otros sectores económicos, se trate de manufactura o de servicios. - Se las puede despedir con mayor facilidad en caso de que disminuyan los pedidos por parte de la gran compañía “madre”. Si en la gran empresa el índice de paro se mantiene como hemos visto bastante bajo, éste tiende a crecer a medida que disminuye el tamaño de las empresas. La escasez de igualdad laboral entre los sexos y el exceso de trabajo parcial están modificando modificando el rostro de Japón. El acceso de la mujer al mercado laboral es intenso pero incierto. Quienes cubren los puestos parciales (y precarios) son mujeres expulsadas de sus casas por la crisis familiar y el tiempo libre ganado gracias a la tecnificación de las tareas domésticas y a la popularización de la comida precocinada. Son mujeres dotadas en su totalidad de estudios secundarios y en número considerable de algún grado superior, algo más concientes de sus derechos y con mayor independencia para exigirlo exigirlos. s. El contrat contrato o social social no sólo se quiebra quiebra aquí por razón de la condici condición ón social. Tambi También én se rompe como como consecuencia consecuencia de la dominación dominación de género, que muchos hombres trasladan desde el hogar a talleres, tiendas y despachos. Aunque tímidamente, las mujeres se empiezan a liberar mentalmente en los domicilios y extienden su autonomía de juicio al campo de las relaciones profesionales. Empieza a haber protestas ante la postergación: menos diplomadas universitarias aceptan el rol de “chica que sirve el té” que se les exige en más de un despacho. Incluso se acaban de producir algunos casos de mujeres organizadas ganando juicios en casos de acoso sexual o de discriminación estatutaria y salarial (26). Así como en el domicilio conyugal comienza a resquebrajarse la preponderancia masculina individual (estatutaria, autoritaria), en el terreno social (expresivamente (expresivamente sintetizado sintetizado por las relaciones laborales) laborales) lo que entra en fase crítica es el prodominio de grupos reducidos (“esclarecidos” y casi exclusivamente masculinos) sobre una masa de población excesivamente preocupa preocupada da por “pan y circo”, circo”, por subsis subsistir tir y consum consumir ir.. El aumento aumento de las cualificac cualificacion iones es persona personales les no conduce conduce inevitablemente inevitablemente a ocupar ocupar puestos relativos relativos a los estudios hechos: la gran mayoría de los estudiantes universitarios universitarios saben que no ejercerán su profesión (27). El efecto diferencial obtenido con grados y diplomas se dirige, más bien, a preparar una capitanía económica, social y política acorde a las necesidades del país verbalizadas por las élites. Cuando se habla de “crisis nacional japonesa” conviene entenderla no tanto como “crisis laboral” sino, más profundamente, como “crisis estatutaria” estatutaria” (28). Estamos ante una crisis de legimitidad de la élite dominante como Japón nunca padeció anteriormente. anteriormente. No se veía nada parecido desde el periodo Tokugawa, en el siglo XVII, cuando se dio el paso definitivo de unificación
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territorial en torno a los “shogunes”, desplazando al régimen feudal. La crisis de autoridad elitista ya no se resuelve mediante un régimen repartidor relativamente eficaz, aunque de hecho éste siga existiendo vigorosamente. La gente quiere más. Lo que desean los ciudadanos tiene que ver con la participación, hasta ahora dejada de lado por el planteamiento oficial. La desafección por el “padre” (en términos domésticos) se desdobla (si ahora miramos a nivel macrosocial) en caída en desgracia del “paternalismo”, que expresaba con exactitud el carácte carácterr profund profundo o de las relacion relaciones es sociale socialess propio propio del régimen régimen elitista elitista japonés japonés.. Los razonam razonamient ientos os cambian cambian.. El empresario empresario no me concede una retribución retribución por mi trabajo: soy yo quien me la gano, haciendo haciendo con mi esfuerzo posible posible su veloz enriquecimiento. El profesor no me regala unas gotas de su sabiduría: soy yo más bien el que aprende con la ayuda del profesor (o por mi cuenta, o yéndome al extranjero, si me han tocado docentes adocenados y aburridores). El funcionario no me autoriza generosamente lo que solicito en mi formulario a la administración: solamente organiza y fiscaliza el cumplimiento cumplimiento correcto del trámite, dentro de los marcos reglamentarios reglamentarios fijados por la ley y que, por cierto, lo obligan a él antes que a nadie. Si podemos decir que la nación japonesa “está en crisis” es porque se vive una extensa “crisis de ejemplaridad” en los diferentes campos de la vida social. Los miembros de la élite no cumplen ni por asomo lo que ellos todavía se atreven a exigir al vulgo. Y al vulgo le empieza a quedar claro que la perentoriedad de las exigencias que los grupos dominantes plantean al ciudadano corriente nada tiene que ver con la continuidad histórica, con el fiel cumplimiento de tradiciones comunes o con la estabilidad nacional. A sus ojos, tiene que ver con el mantenimiento de una situación desigual que menos japoneses que antes parecen dispuestos a digerir (29). Los monjes de algunos templos se enriquecen con cultos tradicionales motorizados desde la institución escolar...pero son escasas escasas las interven intervencion ciones es religios religiosas as para opinar opinar constru constructiv ctivamen amente te sobre sobre los problem problemas as que preocupa preocupan n a los ciudadanos. Sorprende la discordancia entre los textos canónicos libertarios del budismo “zen” y el comportamiento rutinario y burocratizado de los grandes monasterios (Kyoto constituye un auténtico palco para observar la escena), enriquecidos más de la cuenta por el cobro de servicios rituales y el billetaje de entrada a los espléndidos “jardines secos”. La paradoja disolvente y liberadora del budismo “zen” cuesta descubrirla en Japón. Más bien, se produce otra paradoja, bastante diferente y un poco irrisoria: son a veces extranjeros los que en voz alta reivindican la agudeza de una visión espiritual sumamente productiva en términos sociales, pero prácticamente ignorada por la población y practicada por grupos políticamente irrelevantes. De la tradición religiosa sólo quedan como sutiles perfumes la perfección estética (transformada, ¡ay!, en una camisa almidonada y sin innovaciones) y la regulación estricta de la vida personal (convertida a menudo en puro corsé ritual sin relación con las realidades cotidianas). cotidianas). Como parte de la crisis de legimitimidad legimitimidad de las creencias tradicionales, habían surgido en su momento “nuevas religiones”, pero fueron absorbidas con demasiada rapidez por el “main-stream” de los intereses corporativos y de los cálculos directa e inmediatamente políticos (30). La crisis de legitimidad de la élite dominante ha tomado en Japón una forma vigorosa y generalizada en la toma de conciencia acerca de la decadencia de la administración pública. El quiebre del esquema elitista tradicional adquiere su expresión expresión colectiva más virulenta en el caso de la burocracia. burocracia. No en vano la función pública ha epitomizado epitomizado en Japón el acceso de las élites a la condición de rectoras paternalistas de la sociedad moderna (31). No en vano la burocracia ha constituído constituído la avanzadilla avanzadilla letrada, la vanguardia vanguardia docta, la minoría cualificada cualificada de un país presto a acatarlo todo si con ello conseguía resolver sus problemas materiales (especialmente en la inmediata posguerra) sin perder la unanimidad del código moral. Gracias a la ideología “producida” desde el propio aparato estatal y convenientemente “distribuida” a través de aulas, aulas, templos templos,, tallere talleres, s, despac despachos hos,, comerci comercios os y cuartel cuarteles, es, los funciona funcionarios rios públicos públicos han sido sido consid considerad erados, os, históricamente hablando, como la “reserva moral” de la nación. Los funcionarios han gozado de poder discrecional. Esto sólo puede explicarse por la presuposición de un potente mecanismo de autorregulación de tipo moral en la actuación administrativa. Los ciudadanos japoneses han creído a pie juntillas en la limpieza de sus funcionarios. En parte por convicción propia. En parte gracias a la inercia generada por la repetición de un discurso legitimador del poder estatal, tan antiguo como la influencia china sobre Japón. Aunque la capacidad corruptora del poder nunca adquirió las formas generalizadas y desvergonzadas que a veces se perciben en algunos países latinoamericanos que todos tenemos en mente, es costumbre informativa occidental centrar la atención en los escándalos administrativos japoneses. Nadie en su sano juicio negaría la proliferación de sobornos, negociados, peculados y otras desviaciones que se descubren en Japón, como parte acompañante del crecimiento de posguerra posguerra (32). Lo que constituye, constituye, en cambio, una novedad es la conciencia conciencia aguda y bastante bastante generalizada que la propia población nipona ha adquirido de semejante situación, gracias al poder difusor de los medios de comunicación masivos (33). Se le achaca a la burocracia una contradicción entre lo que la nación esperaría que hagan y lo que realmente hacen. Se ha despl esplom omaado la confia fianza en los funci uncio onario rios púb público icos. ¿Qué se argumen umenta ta,, en conc oncreto reto?? La primera crítica apunta a la “permeabilidad” que la administración demuestra hacia velados intereses privados, siempre de orden corporativo. Menudea la publicación de situaciones de “emparejamiento” ilícito de intereses económicos o políticos con sectores de la burocracia estatal. La gran industria de la construcción va de la mano con el ministerio de obras públicas, las compañías de seguros y los bancos aparecen excesivamente “hermanados” con el ministerio de
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finanzas. Nadie duda del constante cruce de influencias, de favores, de acuerdos por debajo de la mesa, entre el poderoso MITI (ministerio de industria y comercio internacional) y las grandes y no tan grandes organizaciones empresariales. El poder discrecional de los departamentos administrativos (con la consiguiente independencia y libertad de acción para determin determinar ar normas normas regulado reguladoras ras)) constit constituye uye un poderos poderoso o incenti incentivo vo para que granje granjeros ros y comercia comerciantes ntes detallis detallistas tas,, constructores y bancarios, laboratorios o grandes empresas de distribución, etc., busquen influir directamente en las decisiones que se toman. La burocracia está en crisis porque la población tomó conciencia de los manejos delictivos de unos cuantos de sus administradores. Su segunda debilidad es la ignorancia. ignorancia. La gobernación gobernación del país parece basada en la presuposición presuposición (juzgada excesiva) excesiva) de que un burócrata sabe mejor qué medida tomar ante una necesidad o problema de la población. Hechos recientes demuestran que cuanto más complejas las situaciones y más amplias las poblaciones involucradas en una decisión administrativa, menor la capacidad burocrática para emitir un juicio acertado. De la crítica ética pasemos inevitablemente a la crítica técnica: a la administración pública le achacan cierta incompetencia para lidiar con los temas y problemas surgidos del acceso de Japón tanto a la “tercera revolución industrial” como a la “sociedad de la globalización”. La crítica interna se refuerza con cuestionamientos procedentes de funcionarios extranjeros: esos negociadores japoneses que les toca enfrentar, ¿están en todo momento cualificados para entender debates sobre temas tan diversos como contaminación ambiental, tecnología de defensa o regulación de las finanzas o de la vida social? La burocracia japonesa está en crisis también por su inadecuación funcional a lo que exige el cumplimiento eficaz de sus obligaciones. La nación japonesa achaca a sus élites burocráticas una tercera tara: la arrogancia. Cuando se quiebra la legitimidad de la dominación (34), las sociedades elitistas carecen de mecanismos colectivos intermedios para dirimir conflictos. En Japón Japón escase escasean an los canales canales capace capacess de transfor transformar mar diferend diferendos os en temas temas de negocia negociación ción.. Faltan Faltan mecanis mecanismos mos de concertación aceptables para todos. La resistencia a la autoridad sigue provocando escándalo ofendido por parte del poderoso, poderoso, incluso cuando el inferior tiene razón. Se observan observan respuestas similares en un monje que se queda sin grey, un director de colegio al que no obedecen, un funcionario al que le “acatan” formalmente el estatus pero sin realmente “cumplir” las ordenanzas, o un empresario delante de asalariados menos leales y cómplices. No es fácil predecir si el autoritarismo autoritarismo elitista está más o menos lejos de su extinción en Japón. Pero se puede observar observar que, ante la pérdida de un acatamiento que daban por sentado, la respuesta de muchos superiores no es más que la exasperación. Muchos burócratas suponen que la población tendría que servirlos a ellos y no, como la norma y la lógica prescriben, ellos a la comunidad. La nación se siente ofendida ante la arrogancia de una administración deslegitimada también por su forma de imponer un poder menos deseado que antes. Tercer aspecto de la crisis de la burocracia japonesa: el desprestigio de la misma función de mando, en la persona de aquellos que mandan. Corruptible, ignorante, arrogante. El juicio crítico que la sociedad japonesa dirige a su burocracia incluye, por extensión, a otros sectores de la élite dirigente. Si podemos hablar de “crisis nacional”, en el sentido de colectiva, es porque incluye a las otras relaciones macrosociales o institutionales: la empresa, la organización religiosa, la educativa. Los japoneses japoneses se sienten sienten víctima víctimass de la aplicac aplicación ión de un poder poder inmodera inmoderado, do, no modulad modulado o por un interés interés público público aquiescente y legitimador. Y sin embargo, la crisis nacional japonesa apenas se traduce en protestas. Así como a nivel familiar o escolar no existen instrumentos instrumentos de canalización intermedia intermedia que favorezcan favorezcan el diálogo y que protejan de los excesos excesos de los demás, a nivel institucional Japón carece de señales que den orientación a un malestar tan sordo como generalizado. No pasa un día sin que la prensa documente algún escándalo administrativo, alguna corrupción empresarial, algún abuso escolar, alguna irregularidad religiosa. Todos están al corriente. Incluso la gente comenta sobre ello en sus corros. Pero la crisis social muestra su cara más dolorosa y preocupante porque, igual que en el ámbito microsocial, no hay formas de establecer auténticos debates en torno a las inadecuaciones mencionadas. Incluso entre quienes han despertado de la hipnosis argumental sutilmente inoculada tras siglos de dominación elitista, persiste la ausencia de “instituciones intermedias”, sistemáticamente saboteadas con astucia desde las instancias de poder. Entre las muchas historias no oficiales de Japón que quedan por escribirse, una de ellas podría ser la de las estratagemas estratagemas aristocráticas aristocráticas para desmembrar, desmembrar, desnaturalizar desnaturalizar o reprimir las manifestaciones populares, cada vez que éstas han intentado vertebrar alternativamente a la nación con una lógica no autoritaria. Eso le sucedió al movimiento pacifista, al estudiantil, al cooperativo, al medioambiental, por no hablar hablar del específ específicam icament entee sindical sindical (35). (35). La carenc carencia ia de mecani mecanismo smoss interme intermedios dios (crucial (cruciales es en toda definici definición ón de democra democracia cia en términos términos occidental occidentales) es) perpetúa perpetúa la tendenc tendencia, ia, muy japones japonesaa por cierto, cierto, a resigna resignarse rse ante lo que aparentemente no tiene arreglo. “¡Qué le vamos a hacer!”: es un término que expresa en este caso la incapacidad (o al menos la impotencia actual) para resolver problemas de los cuales, sin embargo, se tiene una nítida y amarga conciencia. La crisis social no “mueve” a Japón hacia adelante: los ciudadanos japoneses asisten, a menudo paralizados, a una frustrante y estancada situación, haciendo imposible el pronóstico de una rápida resolución. De mientras, la tan cacareada reforma política se apolilla en el cajón de los proyectos abstractos.
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Crisis de presencia internacional. Japón es uno de los países en que la ingeniería ingeniería social resultó más exitosa, logrando “anclar” en la conciencia popular que todos forman parte de una comunidad unánime, proyectada hacia el mundo exterior en seguimiento de su destino. Si la vida práctica, práctica, incluso invocando principios universales, universales, nunca dejó de ser localista, localista, ”provinciana”, no puede decirse lo mismo de la imagen que Japón mantuvo del mundo circundante. Al organizar sus relaciones internacionales, Japón se movió “desde siempre” (desde el siglo VI al menos) y con una constancia inalterable (cada vez que ha tomado conciencia de su interrelación con naciones extranjeras), aplicando dos consignas sólo en apariencia contradictorias: la copia y la responsabilidad. Ambas consignas parecen paradójicas. Pero, ¿no estamos hablando de un país todo entero paradojal? La consigna de la copia se apoya en la admiración pasiva. Para Japón, el objetivo era aproximarse lo más posible a los centros de dominación, adoptando formas de organización institucional y social, usos y costumbres que lo hicieran lo más parecido al modelo escogido en ese momento (“centro del mundo”). Así le sucedió con las civilizaciones china, europeas y norteamericana. Los mecanismos de actuación durante esos tres largos procesos contienen muchísimos elementos similares (36). Sin embargo, la copia de modelos extranjeros nunca tuvo como único propósito resolver problemas internos (fortificar el poder central mediante la adopción de escritura, religión y costumbres de la China; adaptar la sociedad a las condiciones de la revolución industrial capitalista mediante la reformulación del Estado, la institución imperial, la educación y los hábitos sociales; sociales; permitir la eclosión eclosión de un poderío internacional internacional japonés en las condiciones condiciones de la “pax americana” americana” de la la posguerra, a base de una nueva definición de mecanismos domésticos y diplomáticos). De forma conciente y proactiva, la imitación estuvo destinada igualmente igualmente a provocar provocar nuevas síntesis institucionales, institucionales, haciendo de Japón un país “ejemplar”. Porque, digámoslo claramente, Japón tiende a considerarse a sí mismo responsable de la buena marcha del mundo exterior, como mínimo del que tiene más a mano. En parte porque, sin un entorno mínimamente compatible, una nación carente de recursos estratégicos propios (territorio, fuentes energéticas, alimentos...) jamás podría prosperar. Y en parte porque los japoneses han tendido a considerar que esa centralidad (siempre adquirida, nunca innata) les autorizaba a exportar su experiencia a las naciones circundantes (37). El Estado se encargó de activar el doble mecanismo de asimilación y difusión. En el capítulo 3 ya entendimos porqué la administración acabó prevaleciendo sobre los otros sectores de la sociedad. Probablemente dicho predominio burocrático fue posible, incluso necesario, por las características estratégicas de Japón. Solamente una nación férreamente coordinada en lo interio interiorr podía podía subsis subsistir tir en tan difícile difíciless condici condiciones ones estraté estratégica gicas. s. Inversam Inversamente ente,, sólo una nación nación estrict estrictame amente nte unificada en sus relaciones internacionales era capaz de mantenerse incólume en las complejas circunstancias de la sociedad global. Tenemos entonces ante nosotros a un país pobre pero ambicioso, de escasos recursos iniciales aunque dotado con la firme determinación determinación de hacerse valer en el mundo y ante el mundo. En suma, estamos estamos ante un país “nacionalista”, “nacionalista”, en un sentido fácilmente extensible a cualquier país de América Latina (38). El nacionalismo le resultó a Japón doblemente necesa necesario: rio: para lograr lograr la cohesió cohesión n interna interna y para asegurar asegurar la sobrevi sobreviven vencia cia exterior exterior.. Como Como sucede sucede en todo país nacionalista, el Estado se transformó en epítome de la nación, en representante “natural” de los intereses ciudadanos, debiendo comportarse de acuerdo con las expectativas (y a veces con los sueños más o menos demenciales) de su base social. Lo confiese o no, todo país nacionalista se considera portador de un “destino” histórico más o menos “manifiesto”, en un sentido similar al que estos términos toman en Estados Unidos (39). En tales casos el Estado, coordinador imperativo de la vida domestica, se desdobla en estandarte de la presencia exterior de la nación. Mientras el Estado se supo supo legitima legitimado do por los ciudada ciudadanos nos,, el “orgull “orgullo o naciona nacional” l” japonés japonés se sintió sintió conveni convenient entemen emente te resgua resguardad rdado. o. La administración gozaba de gran libertad de acción e iniciativa. Podía moverse discrecionalmente y mantener secretas sus actuaciones y motivaciones diplomáticas. Los miembros de la comunidad nacional (un pueblo hecho de subordinados, clientes, consumidores y hasta de ciudadanos sujetos y dependientes) le autorizaron todo lo que hizo falta, mostrando tendencia a identificar sus objetivos individuales o grupales con los objetivos estatales. Por esta vía, el Estado japonés llevó a sus ciudadanos a confrontaciones difícilmente aceptables. El amor filial y la defensa de la nación en peligro justificaron justificaron el ofrecimiento ofrecimiento de la propia vida, martirio devenido devenido símbolo símbolo de la íntima unión colectiva colectiva de la comunidad. comunidad. El sacrificio en aras de la nación expresa la esencia esencia de la propia colectividad, actualiza actualiza la identidad identidad personal, y justifica los sacrific sacrificios ios de individu individuos os y de grupos. grupos. La suprem supremacía acía estatista estatista burocrá burocrática tica adquiri adquirió, ó, en países países como como Japón, Japón, plena plena actualización y completa legitimidad, cuando el Estado pasó a compendiar a la nación por medio del establecimiento de las relaciones exteriores (40). Hasta 1945, Japón fue adalid de la expansión imperialista, motivando guerras desde el lejano 1895, guerras que sólo se acabaron con el comienzo de la ocupación aliada (más bien norteamericana) del archipiélago. Desde entonces, Japón se transformó en campeón de la expansión pacífica, primero por medio del comercio, luego también de la industria, más tarde suplementando con las finanzas y desde hace años con todo lo anterior sumado a la 100
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cooperación para el desarrollo, ampliando sin cesar una presencia internacional cada vez más intensa. A pesar de la flagrante oposición entre una vía armada y otra pacífica, pacífica, en ambas estrategias estrategias se traslucen aquellos dos principios mencionados. Sólo un país internamente próspero y unido puede subsistir internacionalmente. Y sólo un país bien posicionado y fuerte en el plano internacional es capaz de mantenerse nacionalmente cohesionado (41). Para lograrlo, Japón siempre necesitó un Estado fuerte. Ahora bien, ¿qué sucede cuando ese Estado entra en crisis de credibilidad, como prolongación de la crisis individual y colectiva que estamos describiendo? El Estado japonés padece una creciente crisis de credibilidad en su actuación exterior. EEUU se esfuerza por aparentar que tratan de forma igualitaria a este socio transformado en gran figura de la política internacional. Pero muchos japoneses creen que su país constituye un simple peón (crucial, pero vasallo) vasallo) movido por la hábil digitación de los Estados Unidos. Nadie ignora esto en Japón. Muchos ciudadanos toman tamaña dependencia como “algo que se da por hecho”. En algunos casos, la evidencia apunta a un hecho necesario: Japón precisó, y sigue precisando guía y protección norteamericana. Así lo afirman afirman prominen prominentes tes miembros miembros del gabinete gabinete gobernan gobernante, te, así como buena buena parte parte de la oposic oposición, ión, unidos en un “atlantismo” que antes dividía ácidamente al PLD y al PS. En ocasiones, la conclusión se apoya en el cínico cálculo ya mencionado: “para ellos las armas y la política, para nosotros la producción industrial y los negocios”. Aunque también se fundamenta fundamenta en la convicción convicción de que quizá no hay otra vía posible o aconsejable aconsejable (41). El hecho es que la élite gobernante gobernante japonesa japonesa sigue siendo extremos extremosamente amente pronorteamerican pronorteamericana. a. Norteamérica sigue manipulando las decisiones diplomáticas japonesas a fin de lograr sus objetivos. A comienzos de la posguerra, Estados Unidos intervino para reorganizar la máquina económica japonesa en la línea de la “contención” del comunismo (en China primero, luego durante la guerra de Corea) y de la transformación de la sociedad nipona en escaparate “oriental” de las maravillas del capitalismo, alternativa asiática a las hordas comunistas venidas de Yunan al mando de Mao-Tse-Tung. Luego influenció retardando la firma de los tratados de paz y “eternizando” su presencia militar a través de las bases y de acuerdos acuerdos tan “desiguales” como los del siglo XIX. Luego, transformó transformó a Japón en proveedor de importaciones baratas para el continente norteamericano, de inversiones productivas en todo el universo, en fuente de inversiones “estratégicas” (Japón tuvo que descargar financieramente al amigo americano: los casos de Turquía, Kuwait y los ex países “del Este” son especialmente espectaculares), en soporte del FMI, del BM y del resto de la red financiera bajo mando yanki, en refinanciador de la deuda externa latinoamericana y, estos últimos años, en gran campeón de la “ayuda al desarrollo” (42). Muchos japoneses están convencidos de que dichos pasos diplomáticos no fueron decididos y tomados en razón de convicciones convicciones o de necesidades necesidades nacionales, sino en función de las conveniencias conveniencias de una potencia potencia extranjera. Esto implica una sostenida falta de credibilidad de la nación japonesa cuando tiene que valorar su propia (y deseada) relación con el mundo exterior. exterior. En pocos países del mundo esta situación ha generado generado tanta humillación humillación como en el archipiélago nipón. Si, como han dicho los antropólogos, la “vergüenza” es un criterio crucial para entender a la sociedad nipona (43), este “haji” ha tenido abundantes ocasiones para explayarse por culpa del “enanismo” diplomático japonés de posguerra. Sin embarg embargo, o, en el caso caso de Japón, Japón, no estamos estamos delante delante de una situació situación n neocolo neocolonial nial típica como la que acontece acontece a Latinoamérica en relación con la “doctrina Monroe” norteamericana (44). Estamos, más bien, ante el sentimiento de la propia corrupción nacional por causa del influjo militar e intelectual de otra nación (45). Los comentaristas extranjeros fueron unánimes en 1945: un pueblo rabiosamente nacionalista se convirtió en manso cordero entre las manos de EEUU, incluso en entusiasta cooperador y sostén de la ocupación del antiguo enemigo. Luego de la reacción nacionalista de los años 50, tras la firma de los tratados de paz y cooperación con Estados Unidos al comienzo de los 60, poco quedó de la llama nipona. Vastos sectores tienen la sensación de haberse prostituido, vendiéndose por dinero a la potencia dominante: dinero de los empréstitos de la reconstrucción nacional nacional (hubo una especie especie de “plan Marshall” también también para el caso japonés); japonés); pleno empleo en las industrias niponas a fin de hacer posibles las fabricaciones necesarias a la guerra de Corea; abundantes divisas provenientes de las exportaciones a Estados Unidos; dividendos sacados de las inversiones; pingües negocios brotados de las manos de administradores o brokers del casi inagotable capital japonés; posicionamiento financiero a través de la banca; influencia influencia (indirecta pero sumamente concreta) como resultado resultado de una cooperación para el desarrollo pensada en estrecha relación con la estrategia comercial de las grandes corporaciones. Sabios comentaristas e intelectuales sostienen que el Japón de posguerra se prostituyó, vendiendo su alma por dinero (45). Cuanto más rica se vuelve la sociedad sociedad japonesa, más amargo es el regusto que tiene al usufructuar una opulencia pagada a tan alto precio moral. Si la falta falta de credibi credibilida lidad d del Estado en materia materia diplomátic diplomáticaa no deja de aumenta aumentarr es, precisamen precisamente, te, porque porque la retórica retórica gubernativa no parece moverse ni un milímetro respecto de los días dorados de la “doctrina Yoshida”. Sucesivos gabinetes mantienen un lenguaje lleno de formalidades y ambigüedades que no logra convencer a los ciudadanos. Así, la crisis de credibilidad de Japón en su propia diplomacia degeneró en crisis de identidad nacional, como lo recuerdan muchos incisivos e influyentes comentaristas. Masaru Tamamoto, por ejemplo, lo explica de mil maneras en sus escritos. El pueblo 101
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japonés identificó identificó la derrota del 45 con la falta de acierto de su conducción conducción política. Esto le hizo perder fe en el Estado nacional. Poco a poco fue viendo que, japonés en sus mecánicas, el Estado no lo era tanto en sus objetivos (46). La constante necesidad de aprobación por parte norteamericana se transformó en una constante de la diplomacia japonesa, haciendo haciendo recordar recordar aquella relación de dependencia dependencia filial (“oyabun-kobun”) (“oyabun-kobun”) característica característica de las relaciones relaciones microsociales. No sabien sabiendo do dónde dónde está, está, Japón Japón acabó acabó perdien perdiendo do de vista vista quién quién es, a fuerza fuerza de una “pretendida “pretendida”” pero inexistent inexistentee diplomacia autóctona, cosa que reconocía hace años el mismo Primer Ministro Miyazawa (47) y que otro ex Primer Ministro, Nakasone, sigue hoy en día estigmatizando (48). Segunda piedra de tropiezo de la diplomacia estatal japonesa: su falta de legitimidad. Japón recibió con resignación lo que luego acabó considerando un don preciado: la doble imposición del desarme interno y del estado de paz “por siempre jamás”, contenidos contenidos en la constitución constitución de 1947 1947 y, especialm especialmente, ente, en su artículo artículo 9, llamado llamado el “artículo “artículo de la renuncia” renuncia” (49). Los japoneses se vieron doblemente despojados: de sus armas (por obligación) y de sus sueños belicistas (por propia convicción). Japón acabó bendiciendo unas imposiciones que le permitían volver a la racionalidad diplomática. Desde entonce entonces, s, en la socieda sociedad d japone japonesa sa cuajó cuajó (con una profund profundida idad d que ha maravill maravillado ado a numeros numerosos os observa observadore dores) s) un sentimiento de paz, conciente, activo y militante. El movimiento pacifista japonés fue precursor en su género y sin duda el más nutrido e influyente. ¿Porqué -se preguntará algún lectorlector- tenía que organizarse un movimiento pacifista pacifista precisamente precisamente en un país donde la paz fue consagrada en la constitución constitución y celebrada celebrada por cuanta autoridad autoridad habla del tema? La razón prolonga y completa el apartado anterior dedicado a la falta de credibilidad. Una vez comprobado y consolidado el desarme de Japón (cuando Japón dejó de ser un peligro militar), los Estados Unidos lo involucraron en su geoestrategia. A Norteamérica nunca le interesó que Japón fuera exageradamente pacifista. Desde la expulsión de Chiang-Kai-Shek de la China continental y la partición de Corea, a EEUU le convenía más que su escaparate asiático supiera mostrar los dientes a los vecinos cada vez que fuera necesario. Para descargar a los americanos del peso económico del presupuesto militar, Japón tuvo que dotarse de un ejército camuflado (sus “Fuerzas de Autodefensa” son, actualmente, el tercer ejército del mundo en volumen, aunque aunque con un sentido sentido básicamen básicamente te defensi defensivo) vo) y lanzars lanzarsee a una investi investigac gación ión de punta punta vincula vinculada da a las sucesivas sucesivas estrate estrategia giass defensiv defensivas as norteam norteameric ericana anas. s. La “polític “políticaa de contenc contención” ión” de Keenan Keenan obligó obligó a ciertas ciertas especia especializa lizacion ciones es tecnológicas japonesas. La “diplomacia musculosa” -y atómica- de Kissinger y MacNamara llevó a nuevas adaptaciones. La “guerra de las galaxias” de Reagan puso a prueba una vez más l a adaptabilidad adaptabilidad de la industria electrónica nipona. nipona. La “guerra del Golfo Pérsico” jamás hubiera tenido lugar de esa forma ni con tan fulgurante resultado sin mediar la activa participación tecnológica de numerosas empresas japonesas (50). La contradicción fue siempre flagrante entre las posiciones japonesas (basadas en sentimientos pacifistas y también en cálculos económicos) y las norteamericanas (con la misma eficaz coordinación entre factores nacionales e internacionales que explica el dominio de la escena internacional por parte del coloso nortino). Nunca se ha mitigado en los últimos cuarenta años. Pero la resistencia estatal japonesa jamás fue suficientemente enérgica, ni bastante sincera, para mover a EEUU de sus posiciones. Ya no se plant plantea ea un simple simple proble problema ma de credib credibili ilidad dad.. Algun Algunos os deba debaten ten sobre sobre la legiti legitimid midad ad de una acció acción n gubernamental que, a sus ojos, pisotea el espíritu y la letra de la constitución de 1947. El movimiento pacifista tuvo que organizarse para defender una aplicación coherente de la constitución de paz. Y también para fiscalizar la traducción formal de tan bellos principios en el presupuesto anual de la nación: no dedicar más del 1% del PNB a gastos militares. El movimiento pacifista japonés constituyó, durante décadas, el más celoso fiscal de la aplicación del principio del 1%. Pero sus meritorios esfuerzos nunca lograron impedir crecientes crecientes gastos con intencionalidad intencionalidad militar, al servicio de la estrategia estrategia norteamericana: Japón está a la cabeza en investigación nuclear, electrónica de misiles, sistemas de detección, aplicación de sistemas expertos a casos de confrontación bélica, etc (50). Se quiebra, de esta forma, la legitimidad de la acción gubernamental en materia militar. Y se quiebra de una doble manera. - El tope del 1% se ve continuamente rebasado mediante la dotación de partidas que engrosan oscuros gastos de “investigación y desarrollo”. - La orientación de dicho gasto no es la defensa del interés nacional japonés salvo que éste se entienda (y así lo pretenden los gobiernos, incurriendo en desligitimación en segunda instancia) como simple defensa del interés global norteamericano. Por otras vías, la deslegitimación de la acción gubernativa afecta también a la autodefinición nacional, conscientes como son los japoneses de disponer de un Estado “anormal”, “de moratoria”, “provisorio” y en útima instancia “inestable” en términos diplomáticos, a pesar de la continuidad económica que hemos visto (51).
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La falta de credibilidad y la falta de legitimidad se retroalimentan mutuamente. La primera transforma cualquier declaración, declaración, decisión o iniciativa iniciativa en ocasiones ocasiones propicias para sospechar sospechar de las verdaderas intenciones intenciones oficiales. La segunda provoca pensamientos derrotistas respecto a las posibilidades que puede llegar a tener Japón para dotarse de una diplomacia verdaderamente autónoma. Nadie cree que algún día t endrá lugar una “guerra comercial” entre EEUU y el archipiélago, archipiélago, dada la intensidad intensidad de las relacion relaciones es que los nipones nipones han estable establecido cido con los yankis. yankis. Fuentes Fuentes oficiale oficialess insiste insisten n en la inminen inminencia cia de alguna alguna batalla...pero seguramente significa otra cosa que están ocultando. Pocos creen en la eficiencia de las PKO (“Peace Keeping Operations”, acciones para mantener la paz) bajo mando de la ONU: sucesivos gobiernos japoneses se han comprometido a llevarlas adelante (en parte como derivativo a la creciente presión norteamericana para que Japón “comparta la carga militar”), pero no logran demostrar que, en los puntos medulares, Japón esté en condiciones de desarrollar una estrategia propia y específica de relaciones exteriores. Divididos Divididos entre la desconfianza y el desánimo, desánimo, los japoneses japoneses descreen de la clase política que conduce conduce la diplomacia diplomacia nipona. Y no aciertan a plantear un auténtico debate sobre las mejores condiciones en que Japón debiera avanzar por la vía de la interdependencia.
¿Reforma? Pudimos observar diversos aspectos de la crisis que afecta a la sociedad japonesa, en la triple vertiente de las relaciones microsociales, la articulación institucional doméstica y la interdependencia global. En realidad, estos tres aspecto aspectoss configu configuran ran un único único síndrome síndrome.. De forma forma sintétic sintética, a, podemos podemos enuncia enunciarr que el corpora corporatism tismo o japonés japonés tiene tiene problemas. Se trata de una crisis de todo el sistema, de una deficiencia que afecta a la estructura misma de la nación. Según algunos autores, la crisis plantea un problema de opciones: se estaría produciendo una contradicción entre libertad libertad y democra democracia, cia, ambas amputad amputadas, as, ambas debilita debilitadas das por el culpable culpable abandono abandono del ideal de Japón Japón como como “comunidad” (52). Según otros, el fondo de la crisis reside, contrariamente, contrariamente, en la profunda inadecuación inadecuación entre una teoría social japonesa excesivamente organicista (transformada en doctrina nacional, en mito unificador, en ideología oficial desde la era Meiji, con todas las reestructuraciones de la posguerra, que renovaron la fachada dejando el fondo bastante intacto) y las formas prácticas, observables, en que se desarrolla la vida social (productiva, educativa, gubernativa, etc) en un Japón sediento de modernización (53). Según la primera interpretación, escasean las verdaderas tradiciones. De acuerdo con el segundo diagnóstico, lo que hace falta es que Japón se convierta más lealmente en esa “shakai” (sociedad) que anuncian tramposamente los discursos oficiales. De cualquier forma, ambos planteamientos concluyen en una progresiva pérdida del consenso necesario para definir, encauzar y superar una crisis que, a estas alturas, pocos se atreven a negar. Como toda crisis estructural, la japonesa es antes que nada una crisis política. A nadie ha de extrañar entonces (contrariando el enfoque economicista de muchos occidentales) que por parte de las autoridades japonesas se intente (cuando se intenta) un abordaje político. Esto significa reconocer que la crisis ha generado (lo hemos visto) distintas zonas de indeterminación en los principios y de paralización de las prácticas. Abordar políticamente la crisis estructural japonesa implica varias tareas claves. Se trata, ante todo, de elaborar un discurso marco capaz de provocar amplio consenso, cosa a estas alturas imposible sin un debate nacional. Debate que necesita acondicionamientos pedagógicos (la gente ha de atreverse a dar su opinión, ha de acostumbrarse a discutir, ha de aprender a disentir) y la abertura de canales que materialicen dicha enseñanza (por medio de instituciones intermedias y redefiniendo las funciones de una prensa que muchos consideran “cautiva” de la retórica elitista). A un año del acceso al poder del gabinete Obuchi, no se han dado pasos significativos en dicha dirección. La segunda tarea tiene que ver con la toma de decisiones por parte de los cuerpos gobernantes. Se trata de orientarse hacia la redefinición del sistema sistema decisorio y hacia una drástica modificación de criterios para lograr o clausurar acuerdos internos. El único consenso que permitiría resolver la crisis japonesa ya no puede limitarse al coto cerrado de la élite. Tiene que abarcar a toda la nación. Si falta una mínima articulación de la sociedad civil, entonces habrá que arremangarse, retrotra retrotraerse erse a los tiempos tiempos de Dougla Douglass MacAr MacArthur thur y reorgan reorganiza izarr el funcion funcionamie amiento nto ciudad ciudadano ano a base base de nuevas nuevas asociaciones asociaciones u organizaciones organizaciones que expresen expresen intereses al mismo tiempo públicos (no sólo los privados, privados, que se dirimen en los pasillos ministeriales) y globales (no sólo interesantes para tal o cual segmento). Los debates, arduos como nunca, continúan confinados al ámbito de la Dieta nacional japonesa. 103
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Como Como ya se ha dicho, dicho, este libro libro no tiene tiene por por objeto objeto la reform reformaa polít política ica de Japón Japón.. Sin embarg embargo, o, al defin definirl irlo o estructuralmente resulta inevitable centrarse en su crisis y, caracterizada ésta, sugerir, aunque sea en términos muy breves, por dónde algunos piensan que se la podría quizá desanudar desanudar.. De esta forma podremos introducir algunas algunas reflexiones que parecen indispensables para caracterizar acertadamente el problema y los eventuales caminos de salida. Lo primero a decir es que esta crisis será larga y compleja. Pasará tiempo hasta que sea superada. El proceso para cumplimentar cumplimentar las dos condiciones enunciadas enunciadas necesita bastante tiempo. Esto se podría decir de cualquier cualquier sociedad. sociedad. Pero tiene especial vigencia en el caso japonés, dado el ritmo lento y cauto que aquí toman las transformaciones sociales. Lo segundo y en aparente oposición con lo anterior: anterior: la resolución resolución de la crisis exige respuestas rápidas. La resolución de la crisis japonesa parece impostergable. - Impostergable por razones exteriores: la presión internacional “necesita” descerrajar el candado del mercado japonés y para eso cambiar el sistema de relaciones sociales que “cierran” la sociedad japonesas a los inmigrantes extranjeros, a los productos extranjeros, a las ideas extranjeras. La sociedad internacional precisa que Japón se “normalice” y que, para ello, adquiera comportamientos similares al resto de sociedades industriales. - Impostergable, también, por razones internas: la presión doméstica “necesita” colmar la distancia que separa una vacía retórica oficial formalmente democrática de la vida concreta de los ciudadanos. La sociedad japonesa precisa que el Estado se “democratice” y que, para ello, adquiera comportamientos, que, por vía de consecuencia, la emparejarán con las sociedades occidentales. Tal vez esto permita que surja de nuevo en Japón un liderazgo político que actualmente parece haber desaparecido de la escena. Lo tercero es hijo de lo anterior. La política japonesa tendrá que encontrar un lenguaje propio, acorde con las exigencias de un nuevo consenso, así como unas prácticas sociales actualizadas. Aquí aparecerán los viejos fantasmas. ¿Libertad o democracia?, se pregunta Yazuhiro Nakasone, defensor como el que más de la reforma política. O, más bien: ¿asianización o europeización?, como sugiere Masaru Tamamoto, según su manera de compendiar el debate en curso. El nuevo lenguaje tendrá que ver con una redefinición de Japón: ¿único o interdependiente?; ¿homogéneo o mestizo?; ¿inmuta ¿inmutable ble o cambian cambiante? te? Probabl Probablemen emente te de todo al mismo mismo tiempo, tiempo, aunque aunque en proporci proporcione oness que quedan por ser definidas...y debatidas. Un cuarto elemento es la constatación de que se proyectan sombras sobre la reforma japonesa. Basta leer la prensa de los últimos diez años para convencerse de que en Japón se vive anunciando el inminente comienzo de un proceso que nunca acaba de asentarse. Según las tendencias, unos dirán que la reforma política no ha comenzado. Otros pensarán que se va haciendo, pero con múltiples obstáculos y cortapisas, más lentamente de lo previsto y de lo necesario. Sin que falten quienes sostengan que desde la ocupación norteamericana Japón comenzó un frenesí de reformas que no tiene ningún pronóstico de menguar (54). Las tres posiciones exigirían análisis específicos. Una forma de concluir este capítulo es recordar que (si es cierto que la crisis japonesa es estructural y si al mismo tiempo es correcto que la estructura nipona está signada por el verticalismo, el elitismo y el burocratismo) la reforma política tendrá que producirse en el contexto de un cambio sustancial de relaciones sociales ¿En qué plazo podrán éstas modificarse en Japón?
Breve ep í ílogo l ogo en primera persona. Paisaje después de la batalla. Como se sabe, Japón vivió una fuerte crisis financiera de la que, según indicios razonables, se recupera, al menos parcialmente. En todo caso, en septiembre de 1998 ya no se consideraba en medios internacionales que el epicentro de la crisis estuviera en Japón: las turbulencias se habían desplazado a Rusia, amenazando por momentos a Venezuela o Brasil. En noviembre se dejó de mencionar que Japón hubiera sido “responsable” de las todavía presentes dificultades financieras internacionales. En mayo de 1999 se llega a aplaudir que Japón corra en ayuda de sus vecinos e inaugure un “área del yen”, moneda que, por lo visto, tan débil no debe estar. Crisis ya las había vivido Japón en ocasiones anteriores. Pero la propia fuerza productiva e institucional de esta nación
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constituye el mecanismo más idóneo para su recuperación. Deberíamos recordar una lección constante de la historia: ningún país fuerte se hunde con la celeridad con que muchos (en el mes de julio de 1998: muchísimos) auguraban el “mutis” de Japón. Quizá éste sea un momento oportuno para que los economistas repasen la breve historia de Estados Unidos (por tomar como ejemplo al país actualmente más potente) y redacten la larga lista de momentos críticos que le tocó vivir...sin vivir...sin que por ello cambiaran sus orientaciones orientaciones o su poderío. Durante todo el año 1998, el mayor esfuerzo de un estudioso de Japón independiente consistía en no dejarse impresionar por una crisis que, sin ser simple epifenómeno, tampoco conmovió los cimientos del país, al contrario de lo que vaticinaban los más agoreros. A esos analistas les costaba trabajo oponerse a la explicación de casi todos los voceros norteamericanos y varios de los japoneses (las posiciones europeas acostumbran a ser más matizadas -o, al menos, más variadas-, mientras que la mayoría de las cancillerías y medios de prensa de América Latina se limitaron a cantar a coro con el Departamento de Estado y/o el Wall Street Journal, respectivamente). Ahora podemos podemos decir que esta crisis, en fase de superación superación en lo económico económico (para lo sociopolítico, sociopolítico, ver el capítulo 6), puso a prueba varios principios principios que, tal vez por añosos añosos y tradicionales, tradicionales, una buena porción de analistas analistas pareció olvidar en los momentos álgidos. Uno de ellos es que el estado de salud de una sociedad se deduce del funcionamiento de sus instituciones más que del estado de opinión de sus dirigentes (o de los corresponsables extranjeros). Otro es que el estado de salud de una economía se detecta mirando su fuerza productiva mejor que sus avatares bancarios. Y el tercero es que la hegemonía de un Estado sobre los demás nunca es absoluta: el país dominante ha de contar con las otras naciones, incluso si éstas lo reconocen como el más poderoso. Al parecer, la crisis económica de Japón se va desanudando por el único camino razonable: el Estado desarrollista es el que conduce la limpieza de su propia casa. Este giro de la situación brinda considerable apoyo argumental a quienes piensan que, si se quiere conocer el movimiento de un país, antes que nada hay que observar las características permanentes de su estructura social. Tal método permite tener por cierto que los problemas de la sociedad japonesa no son en primer lugar económicos. Son políticos. En este aspecto, la nación no se ha movido sensiblemente durante los últimos doce meses. El gabinete Hashimoto cedió lugar al gobierno Obuchi (con el ex Premier Miyazawa como director de orquesta en la sombra), pero el discurso gubernativo se mantiene incólume, como podrá constatarlo quien siga en detalle el debate político japonés. Al parecer, los políticos nipones conocen los fundamentos de su propia sociedad. Piensan, en consecuencia, que la resolución de los aspectos financieros de la crisis ha de resguardar al máximo las conquistas sociales sociales tradicionales (empleo, cobertura cobertura social, educación...). Una vez más, por la vía de los “sí” ambiguos que menciona el Dr. Brenner en su generoso prefacio, Japón puede “nadar y guardar la ropa”, como se dice coloquialmente, puede seguir su propio rumbo sin oponerse ostensiblemente al aliado principal. No se trata de insinuar que las cosas no se han movido. Sucede, al contrario, que la crisis pasada deja varias lecciones importantes. La primera se deduce del párrafo anterior. anterior. Occidente, y en primer lugar Estados Unidos, conoce poco y mal a Japón. Tal vez es cierto que, como amistosamente comenta en su presentación el Dr. Di Tella, este libro “vapulea” excesivamente a los occidentales. Después de lo visto durante este último tiempo (recordemos las declaraciones de líderes políticos como Bill Clinton y de “popes” económicos económicos como Paul Krugman, Krugman, para tomar sólo dos ejemplos entre docenas posibles), posibles), quizá siga siendo oportuno sembrar alguna discordia argumental entre las filas occidentales, si tal proceder conduce a un mejoramiento de la visión que tenemos de este país. Durante la última crisis, lo que se decía sobre Japón a menudo era parcial y tendencioso, agitando viejos demonios de todo tipo. Una vez más, muchos japoneses se sintieron condenados antes del juicio sumarísimo al que se vieron sometidos por los “expertos” (o no tan expertos) occidentales. Si es cierto que Japón seguirá siendo una potencia mundial y si, al mismo tiempo, es verdad que a los países latinoamericanos les interesa estrechar lazos con Japón, entonces tenemos que profundizar sistemáticamente nuestro conocimiento sobre este país, volviénd volviéndolo olo lo más indepen independien diente te posible posible de la propaga propaganda nda que corre corre por despach despachos os burocrát burocrático icoss y redacc redaccione ioness periodísticas periodísticas más a menudo menudo de lo que se piensa. piensa. La pretensión pretensión de este libro es aportar un ladrillo a la construcción construcción de un saber más fehaciente sobre el país nipón. Se trata de elaborar conocimiento desde un punto de vista latinoamericano, sabiendo que, de rebote, las propuestas desembocarán en el debate internacional. Los acontecimientos recientes nos ponen ante un segundo aspecto de la realidad: aunque parezca duro o descortés enunciarlo tan directamente, hay que reconocer que Japón sigue siendo un país argumentalmente dependiente. Por ello cada vez que se publican afirmaciones extranjeras sobre el carácter o la nación japoneses se siente cierta inquietud. Parte de la dependencia dependencia aquí comentada también también radica en la tendencia, ¡tan japonesa!, japonesa!, a preferir la opinión ajena antes que la experiencia propia. Un aspecto inesperado de la propaganda internacional sobre “la responsabilidad” japonesa en el desagu desaguisad isado o financi financiero ero de estos estos últimos últimos años fue (espec (especialm ialmente ente entre abril abril y julio de 1998) 1998) la permeab permeabilid ilidad ad de empresarios, políticos y burócratas nipones ante los interesados argumentos foráneos. Allí estaba el presidente mundial de una afamada afamada compañ compañía ía afirmand afirmando o que probableme probablemente nte a finales finales de ese junio ya se habría habría produci producido do el inevita inevitable ble hundimiento de Japón; o parte de la prensa local analizando los datos domésticos (inflación, desempleo, desorden social) desde las tendenciosas miradas de los extranjeros. Obviamente a nadie se le puede achacar una voluntaria falsedad. Pero,
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Alberto Silva: La invención de Japón
sí, desinformación y cierta pereza mental. Y a los responsables japoneses, por momentos alguna escasez de convicción para apoyarse en el conocimiento propio y sentirse seguros de sus propios análisis. No faltan comentaristas autóctonos (ya citados) que aseguran que falta pensamiento en Japón. Cuando no se sabe qué hacer, lo más cómodo es imitar a alguna gran nación extranj extranjera era:: antaño antaño China, China, el siglo siglo pasado pasado Europa, Europa, ahora ahora Estados Estados Unidos Unidos...U ...Una na lectura lectura de los efectos efectos ideológicos ideológicos que la crisis internacional internacional está teniendo sobre Japón podría ser que Occidente, Occidente, siempre siempre dispuesto dispuesto a “explicar “explicar Japón” ante los propios japoneses, lo que en realidad consigue es aumentar la inseguridad que el pensamiento japonés tiene en sí mismo (el único pensamiento japonés que parece completamente seguro de sí mismo es el ultranacionalista, pero afortunadamente pocos apuestan hoy en día por tan excesivas posturas). Es urgente que Japón pueda explicarle al mundo sus características (y hasta sus crisis), sin depender de mediaciones norteamericanas. Así desembocamos en una tercera reflexión conclusiva. En su estudio introductorio, el Dr. Brenner plantea con brillantez brillantez y detalle los términos de una contradicción. contradicción. Por una parte, es propio de toda hegemonía hegemonía explayarse en ámbitos múltiples, aunque siempre manteniendo como telón de fondo el convincente argumento de la fuerza militar: el ejemplo norteamericano es palmario a este respecto. Por otra parte, sin embargo, existen naciones cuyas presuposiciones en materia doméstica doméstica y diplomática no son de tipo “musculoso”, “musculoso”, sino de tipo igualitario y cooperativo. cooperativo. En la l a medida en que éstas últimas están dispersas y mal organizadas, sólo pueden ponerse de acuerdo, y a veces tan sólo en contacto, “a través” de la mediación de la nación hegemónica. Pero, ¿qué pasaría si las naciones no hegemónicas se lanzan a buscar la complicidad permanente de una alianza? Brenner plantea una pregunta seria y de urticante actualidad. La pregunta se plantea pensando, pensando, y él así lo dice, en América Latina y en Japón. En su lectura infiere que el hilo conductor conductor de este libro está tejido con los materiales de esa esperanza. Sin duda esto es cierto. También es cierto que ninguna reforma del aparato producti productivo, vo, ninguna ninguna política política de concert concertaci ación ón social, social, ningún ningún desarme desarme militar militar domésti doméstico co podrían podrían tener tener efecto efecto como como resultado de la simple voluntad de Estados particulares, por más entusiasmados que estuvieran en superar el modelo productivo fordista, la desigualdad estructural o la diplomacia de las cañoneras. Japón ya demostró que existen maneras alternat alternativa ivass de organi organizar zar la producc producción ión,, las institu institucion ciones es sociale socialess y la cooperac cooperación ión internac internaciona ional. l. Pero su mensaje mensaje enmudecerá si no es explícitamente retomado en el plano de los acuerdos interregionales, precedidos éstos a su vez por amplios debates en círculos cada vez más extendidos. Resulta sorprendente, aunque nada novedosa, la idea misma de redefiniciones de una “tercera vía” en el sentido de la igualdad interna y de la cooperación exterior. El tiempo pasado entre que Tony Blair lanzó la idea y esta primavera (japonesa) muestran las dificulatades y limitaciones de dicho concepto. Pero no nos confundamos: se trata de una idea ingeniosa y corajuda. Es, sobre todo, una idea necesaria.
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