La filosofía occidental y la muerte
“Dunraven, versado versado en obras policiales, pensó que l a solución del misterio siempre es inferior al misterio.”
J.L.Borges, El Aleph Entre todas las experiencias de límite y de fracaso, ocupa un lugar central la situación límite de la muerte. Todas las filosofías en su intento por aclarar la complejidad de la existencia humana, se vieron confrontadas con la realidad de la muerte muerte de manera más más o menos explícita. Existen antropologías que se esfuerzan por convencernos de que la muerte no es un problema tan importante para el hombre o que su acometida no es tan decisiva para la realización de la existencia humana, pero ninguna deja de percibir que los hombres no están espontáneamente convencidos de ello. La inevitabilidad de la muerte es un hecho representado de muchas maneras en las diferentes culturas. Farin al-Din Attar, poeta persa del s. XII, relata una leyenda en la que un siervo aterrado le pide a su señor un caballo veloz para huir a Samarcanda. El señor, lleno de curiosidad, le pregunta la razón y el servidor responde lleno de miedo que se ha encontrado con la Muerte en el mercado y ésta le ha hecho un gesto de amenaza. El señor accede al pedido del siervo. Más tarde, visita el mercado y se encuentra a su vez con la Muerte. Le
pregunta: “¿por qué has asustado a mi servidor?” La Muerte responde: “no lo asusté; simplemente me sorprendí de encontrarlo aquí porque teníamos una cita esta noche en
Samarcanda.”. Cuando la filosofía se pregunta por la muerte no está buscando una fórmula que resuelva el problema.
Reflexionar sobre la naturaleza de la muerte significa preguntarse por su significado para un ser que tiene que realizarse con los demás en el mundo. Significa reflexionar acerca de su repercusión en la existencia humana.
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Vinculada con esta reflexión, pero con su propia formulación, se presenta el tema de la supervivencia después de la muerte, cuestión también presente en múltiples culturas.
1. La muerte como interrogante A diferencia del animal, el hombre se da cuenta de que va a morir y sabe que se dirige hacia ese final. De algún modo, la certeza de la muerte está presente en el horizonte de la conciencia. Pero no se trata de un saber neutro e impersonal. La conciencia de la inevitabilidad de la muerte implica una mezcla de amenaza inexorable y la conciencia de un plazo temporal del que no podemos huir. La muerte se presenta como algo que no debería ser y que en algunas etapas de la vida percibimos todavía alejada. Sin embargo, la huida frente al pensamiento de la muerte es una reacción frecuente ante la percepción de la misma como algo real. M. Heidegger afirma que la huida del pensamiento de la muerte es, de alguna manera, una confirmación de la amenaza y peligro que significa para el hombre. Esta huida puede expresarse
en la la
búsqueda constante de estímulos y
actividades que impidan la presencia conciente de estas cuestiones vividas como amenazantes. La muerte se presenta como uno de los grandes tabúes de nuestro tiempo. La amenaza concreta de la muerte suele revelarse en la experiencia de la muerte ajena, más precisamente en la muerte de la persona amada. La estructura intersubjetiva de la existencia humana es determinante para la percepción de la realidad de la muerte. Muchos filósofos, entre ellos Gabriel Marcel en un diálogo con L. Brunschvicg, lo ponen de relieve:
“Lo que importa no es mi muerte ni la suya, sino la muerte de las personas que
amamos. En otras palabras, el problema, el único problema esencial, es el que plantea el conflicto en tre el amor y la muerte.”
Comentario [JAGC1]: EROS Vs THANATOS
No tenemos experiencia directa de nuestra muerte pero la muerte de los que queremos nos hiere porque estamos profundamente vinculados a ellos. Aquí la muerte se presenta como amenaza del amor y por lo tanto del sentido de la existencia al que está estrechamente vinculado.
El problema filosófico de la muerte se refiere no solamente al morir como el momento concreto en que cesa la vida sino al carácter mortal de la existencia humana. ¿Qué significa para un ser humano que tendrá que morir algún día?
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2. Diversas respuestas al interrogante acerca de la muerte
Platón afirmó que la filosofía es una meditación sobre la muerte. Toda vida filosófica, escribió después Cicerón, es una commentatio mortis.
¿Cómo comprender esto? ¿Es la
filosofía exclusivamente «meditación de la muerte»? ¿Toda filosofía se define por su mirada sobre la muerte? Justamente Schopenhauer afirma que “la muerte es el genio inspirador de la
filosofía” y que “todas las religiones y todas las filosofías son un antídoto frente a la certe za de la muerte”. Otros filósofos, en cambio, protestan contra la postulación de otra vida y proponen erradicar de la filosofía el tema de la finitud, es decir de la posibilidad de que todo tenga un término.
En estas líneas aludiremos a algunos filósofos que pueden enriquecer nuestra reflexión, sabiendo que dejamos a muchos otros sin mencionar.
Ya la filosofía griega ofreció varias respuestas al problema de la muerte que permanecen como fundamentales en la historia del pensamiento. La interpretación platónica (s. IV a.C.) es la primera elaboración importante y vincula el problema del alma, su unión con el cuerpo, su separación después de la muerte y la inmortalidad. Nos muestra el ejemplo de Sócrates, el sabio que afirma que la vida no merece la pena si no se la examina y, como consecuencia, se elaboran las opciones éticas posibles para vivirla. El orden que rige la vida debe ser antes ético que utilitario y el ideal del hombre es el hombre justo, ideal que Sócrates concretó en su vida. “Sócrates había vivido consagrado única y exclusivamente a su pasión de educador, sin
preocuparse nada por el poder que otros se disputaban, pues el estado ( la “ polis” “ polis” misma) era ). un orden puramente ético” ( Jaeger ).
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Jacques-Louis David, La muerte de Sócrates, 1787
Al ser acusado injustamente, la condena al suicidio y su posterior acatamiento por parte de Sócrates, aún pudiendo huir, muestra que el valor de la vida debe situarse en la alternativa de otras opciones. Sería una injusticia huir antes que terminar con su vida. La injusticia de terminar con su vida era menor que la injusticia de la huída. Platón, en la
“ Apología de Sócrates” pone en boca de Sócrates su primera reflexión acerca de la muerte dirigiéndose a los jueces que quieren condenarlo:
“La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que está muerto no es nada ni tiene
sensación de nada, o bien, según se dice, la muerte es precisamente una transformación, un cambio de morada para el alma de este lugar de aquí a otro lugar. Si es una ausencia de sensación y un sueño, como cuando se duerme sin soñar, la muerte sería una ganancia maravillosa. Pues, si alguien, tomando la noche en la que ha dormido de tal manera que no ha visto nada en sueños y comparando con esta noche las demás noches y días de su vida, tuviera que reflexionar y decir cuántos días y noches ha vivido en su vida mejor y más agradablemente que esta noche, creo que no ya un hombre cualquiera, sino que incluso el Gran Rey encontraría fácilmente contables estas noches comparándolas con los otros días y noches. Si, en efecto, la muerte es algo así, digo que es una ganancia, pues la totalidad del tiempo no resulta ser más que una sola noche. Si, por otra parte, la muerte es como emigrar de aquí a otro lugar y es verdad, como se dice, que allí están todos los que han muerto, ¿qué 4
bien habría mayor que éste, jueces? Pues si, llegado uno al Hades, libre ya de éstos que dicen que son jueces, va a encontrar a los verdaderos jueces, los que se dice que hacen justicia allí: Minos , Radamanto, Éaco y Triptólemo, y a cuantos semidioses fueron justos en sus vidas, ¿sería acaso malo el viaje? Además, ¿cuánto daría alguno de vosotros por estar junto a Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero? Yo estoy dispuesto a morir muchas veces, si esto es verdad, y sería un entretenimiento maravilloso, sobre todo para mí, cuando me encuentre allí con Palamedes, con Ayante, el hijo de Telamón, y con algún otro de los antiguos que haya muerto a causa de un juicio injusto, comparar mis sufrimientos con los de ellos; esto no sería desagradable, según creo. Y lo más importante, pasar el tiempo examinando e investigando a los de allí, como ahora a los de aquí, para ver quién de ellos es sabio, y quién cree serlo y no lo es. ¿Cuánto se daría, jueces, por examinar al que llevó a Troya aquel gran ejército, o bien a Odiseo o a Sísifo o á otros infinitos hombres y mujeres que se podrían citar? Dialogar allí con ellos, estar en su compañía y examinarlos sería el colmo de la felicidad. En todo caso, los de allí no condenan a muerte por esto. Por otras razones son los de allí más felices que los de aquí, especialmente porque ya el resto del tiempo son inmortales, si es verdad lo que se dice. Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la muerte y tengáis en el ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de sus dificultades. Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que tengo la evidencia de que ya era mejor para mí morir y librarme de trabajos. Por esta razón, en ningún momento la señal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito mucho con los que me han condenado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacían daño. Es justo que se les haga este reproche. Sin embargo, les pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir. Quién de nosotros se dirige a una situación mejor es algo oculto para todos, excepto para el dios.”
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Platón postula la idea de la muerte como una liberación del alma espiritual y eterna, que es el verdadero hombre, frente al cuerpo que la encierra como una cárcel y la somete a la caducidad y a la injusticia. La concepción de Aristóteles muestra la profunda unidad del hombre, cuerpo y alma, constituyendo una sola sustancia. Para Aristóteles el alma no puede existir fuera del cuerpo, siendo su principio de vida. Por otro lado, ya en Grecia se presentan otras interpretaciones tales como el materialismo democríteo o epicúreo para quien la sabiduría consiste en la aceptación impasible y serena de las leyes de la naturaleza. El sabio no teme a la muerte “porque cuando nosotros somos, la muerte todavía no es y cuando la muerte es, nosotros ya no somos.
“Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada para nosotros , puesto que todo bien y
todo mal están en la sensación y la muerte es pérdida de sensación. Por ello, el recto conocimiento de que la muerte no es nada para nosotros hace amable la mortalidad de la vida, no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque suprime el anhelo de inmortalidad”. (Epicuro) O la sabiduría del estoicismo romano en su aceptación impasible de la muerte (Séneca, Marco Aurelio). Epicteto afirma, poniendo el ejemplo de Sócrates, que la muerte no es amarga, como tampoco los males, sino las opiniones que tenemos de ellos. Los males pueden verse como pruebas para el virtuoso. Frente a ellos, el suicidio sólo es legítimo si es un acto de libertad y no una huída.
Los filósofos medievales, judíos y cristianos, ofrecen profundas reflexiones sobre la cuestión que nos ocupa. Agustín de Hipona frente a la muerte de in amigo muy querido, habla
de la muerte como “enemiga muy cruel”. Tomás de Aquino, a partir de su convicción acerca de la unidad del hombre, concibe a la muerte muerte como una imperfección que daña esa totalidad y que requiere una reparación superadora que, desde su mirada cristiana, es la resurrección del cuerpo, ya que la muerte no es el final de la existencia personal. El suicidio no debe realizarse porque es un homicidio contra sí mismo violando la ley de autoconservación y la moral social.
El humanismo, enraizado en el platonismo, propone modelos sociales perfectos. Uno de ellos, la Utopía de Tomás Moro (1516), se preocupa por los enfermos y sus cuidados en hospitales públicos. Cuando describe como se vive en la isla de Utopía, la sociedad ideal, Tomás Moro dice: “Los enfermos, por abundantes que sean, jamás sufr en estrecheces ni
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incomodidades por tal causa. Esto permite también aislar a aquellos que por razón de su mal podrían provocar contagios. Dichos hospitales están perfectamente organizados y provistos de todo lo necesario para los enfermos; las curas se hacen con dulzura y rapidez; los médicos más expertos se hallan constantemente en ellos. Y como nadie entra contra su voluntad, no hay en toda la ciudad quien, al caer enfermo, prefiera ser cuidado en su propia casa en vez de serlo en el hospital.” Los habitantes de Utopía se preocupan por los enfermos incurables y los límites del tratamiento: “Como ya dije, tienen los mayores cuidados con los enfermos y no
se omite nada de lo que puede contribuir a curarlos, alimentos o medicinas. A los que padecen algún mal incurable, les hacen compañía y se esfuerzan en aliviar en lo posible su mal. Si éste es absolutamente incurable, y el enfermos experimenta en consecuencia terribles sufrimientos, los sacerdotes y magistrados exhortan al paciente diciéndole que, puesto que ya no se puede realizar ninguna cosa de provecho en la vida y es una molestia para los otros y un tormento para sí mismo, ya que no hace más que sobrevivir a su propia muerte, no debe alimentar por más tiempo la peste y la infección, ni soportar el tormento de una vida semejante, y que, por lo tanto, no debe dudar en morir, lleno de esperanza de librarse de una vida acerba cual una cárcel y de un suplicio, o en permitir que otros le libren de ella. Con la muerte sólo pondrá fin no a su felicidad, sino a su propio tormento. Y como éste es el consejo de los sacerdotes, intérpretes de la voluntad de Dios, proceder así será una obra piadosa y santa. Los que son persuadidos se dejan morir voluntariamente volu ntariamente de inanición ina nición o se les libra de la vida durante el sueño sin que se den cuenta de ello. Este fin no se impone a nadie, y no dejan de prestarse los mayores cuidados a los que rehúsan hacerlo. Mas honran así a los que abandonan la vida.” Y haciendo de esta decisión un acuerdo social, dice: “Si alguien se diera la muerte sin
causa reputada válida por los sacerdotes y el senado, no es considerado digno de la tierra ni del fuego. Su cuerpo, privado ignominiosamente de sepultura, es arrojado a los pantanos.” Un poco más tarde, Francis Bacon en el Novum Organum dice que el médico debe devolver la salud y mitigar dolores, incluso en cuanto produce eutanasia, entendida ésta como muerte tranquila y fácil. Esta eutanasia externa debe acompañarse por la interna que es el acompañamiento espiritual.
En la modernidad, el interés se pone en gran parte en el desarrollo del método científico y las producciones técnicas a partir de las cuales crece el dominio del hombre sobre
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la naturaleza y sobre los demás hombres. El siglo XVII está marcado por el dualismo de Descartes: el hombre es, por un lado, sustancia pensante (res cogitans) y, por otro, sustancia extensa (res extensa) o cuerpo. Lo específicamente humano es el pensar conciente y libre; el cuerpo, en cambio, forma parte del hombre mientras vivimos, pero su papel es adjetivo y secundario. La psicología estudiará lo humano, la física el mundo por medio de la formalización matemática, puesto que es cantidad, extensión. La perspectiva de estudio es, entonces, mecánica. En este contexto, el sufrimiento y la muerte no son cuestiones a las que se les dedique demasiado tiempo. En el siglo XVIII, siglo de la Ilustración, Kant retoma los avances científicos y profundiza en la problemática del conocimiento y de la moral. La acción moral de define por actuar por deber; este imperativo categórico se rige por el principio de autonomía (haz lo que te dicte tu conciencia y no lo que te dictan las leyes exteriores), el principio de universalidad (obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda servir siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal) y el principio de respeto a la persona humana (obra de tal modo que trates a los demás como un fin y no como un medio para alcanzar otros objetivos). En la 2ª parte de la “Metafísica de las costumbres” trata el tema del suicidio. Coherente con el principio de universalización, afirma que la posibilidad de destruir al sujeto de la moral en la propia persona, equivale a eliminar el mundo. Y en los Fundamentos de la
Metafísica de las la s Costumbres sostiene que el suicidio es incompatible con el tratamiento de la persona como fin en sí y no como medio. Hegel, creador del mayor sistema filosófico del siglo XIX, afirma que la historicidad y la libertad sólo son posibles a condición de la mortalidad, es decir la finitud temporal y la
La idea de la muerte en Hegel) muestra que Hegel no sólo conciencia de esa finitud. Kojève ( La reformula el problema del espíritu como sustancia en devenir sino que además expresa su sentido, que es su existencia, Por eso la muerte es lo más terrible Y se requiere mucha fuerza para aceptarla y progresar a su destino final reconociendo el valor absoluto de la finitud en su historicidad. Los sujetos humanos tienen sentido en la inclusión en el proyecto mayor que es el desarrollo de la Idea.
Frente a este proyecto universal, quienes reaccionan contra Hegel, desde el existencialismo de Kierkegaard hasta el vitalismo de Nietzsche pretenden recuperar el valor y el sentido de la vida individual. Kierkegaard, nos recuerda que “Los muertos están todavía
vivos, tal fue el gran descubrimiento de los primitivos. Los vivos están muertos; tal fue el descubrimiento de la moderna filosofía existencialista.» Cada uno padece la angustia como 8
experiencia decisiva de su existencia cuando nos descubrimos como seres libres. La angustia abre la posibilidad de que el hombre se salve o se condene a sí mismo. La relación vidamuerte está presente en su reflexión: «Mi agonía a la que, víctima también yo del error
común, frecuentemente denominé vida, está por concluir. Pero, si en la vida no hallamos otra cosa que muerte, lícito es suponer que el estado denominado por nosotros muerte, por retorsión o devolución dialéctica será la vida, aquella vida verdadera, que anhelamos inútilmente en la prolongada agonía de la tierra.» Kierkegaard abre la puerta a la reflexión contemporánea y existencial acerca de la muerte. Los análisis hechos por Martin Heidegger han contribuido, en gran parte, a instalar el tema de la muerte en la filosofía contemporánea. Para Heidegger, la muerte no es un hecho exterior que se agregue a una vida ya configurada sino que se inscribe en la estructura ontológica de la existencia. La existencia humana desde sus primeras etapas, como niños, puede definirse como un ser-para-la-muerte. En este sentido, Heidegger interpreta a la angustia, a diferencia de otros autores, como preocupación en una existencia arraigada en la estructura de muerte. La angustia es angustia de la muerte y se refiere a la posible pérdida total de mi existencia; la angustia es el horror de la nada (Ser y Tiempo). Sin embargo, muchos hombres no parecen presentar ninguna manifestación de esta angustia. Huyen buscando toda clase de distracciones; esta es la mentalidad que intenta reducir la muerte a un hecho cotidiano y neutro. La muerte queda banalizada para no pensar en ella. La muerte, para nuestro autor, es término de la vida; no es madurez o cumplimiento puesto que es la imposibilidad de toda posibilidad humana. La manera libre y auténtica de relacionarnos con ella es enfrentarla y esperarla y este enfrentamiento se realiza en soledad. Esto no implica que la existencia sea absurda, pero todos los proyectos humanos y los compromisos históricos quedan revestidos de vanidad. El mundo es inhóspito para el hombre que es ser-para-lamuerte. Desde su autenticidad, el hombre puede encontrarse grande y solitario frente a la muerte. Nietzsche había sido el gran anunciador de esta actitud humana. Jean Paul Sartre, en cambio, niega que la muerte pueda conferir alguna autenticidad a la existencia humana. Al contrario, la muerte revela el carácter absurdo que marca a la existencia humana, ya que rompe y desgarra todo proyecto, toda libertad personal, todo significado de la existencia. El muerto se convierte en presa de los demás. Mientras un hombre vive, tiene la posibilidad de defenderse y de afirmar su propia subjetividad, frente a
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los demás que intentan suprimirla. Esta alienación de la muerte es la alienación fundamental. No existe posibilidad de salvar los proyectos que la libertad ha intentado (El ser y la nada). Albert Camus busca un camino que no signifique la ausencia total de esperanza. Al tener que morir, todos los hombres son extranjeros en el mundo. Frente a la muerte, la libertad es ilimitada, el hombre es responsable de todas sus acciones. Pero ¿qué vale la libertad frente a la muerte total? Camus concluye que es preciso aprovechar el momento presente. Para Camus hay algo con sentido: la solidaridad con el que sufre no puede ser algo totalmente vano. Para estos autores contemporáneos, la muerte es una realidad profundamente trágica y, en ocasiones, absurda. Peor por otro lado, incluso en donde la razón filosófica
llega a la
conclusión de que todo es absurdo, se rebela la misma existencia. La certeza de que de hecho hay algo con sentido es invencible e inextirpable. Amar al pobre, al niño que tiene hambre, al que sufre: todo esto tiene sentido en contra de todos los absurdos. Gabriel Marcel puntualiza muy bien la incompatibilidad entre los valores vividos y la perspectiva de una muerte radical:
“Si la muerte e s una realidad última, el valor se anula en el escándalo puro, la realidad se siente herida en su mismo corazón” corazón” (Homo viator) En los últimos decenios, algunos pensadores marxistas han recogido la temática de la muerte que está poco presente en Marx. Lejos de toda perspectiva de inmortalidad personal, la muerte está en perfecta conformidad con la naturaleza biológica del hombre. La muerte heroica por los ideales del marxismo tiene sentido. El marxismo insiste en que no hay que defenderse de la muerte sino de todas las condiciones sociales que hacen problemática la muerte. La misma muerte se hace problemática cuando la existencia es problemática, esto es,
M. Verret). alienada ( M. 3. Algunas reflexiones finales sobre la muerte humana
No es solamente el cuerpo el que muere; es el hombre el que muere. La muerte hiere al hombre en el corazón mismo de su existencia personal e interpersonal.
- El cuerpo no es sólo biología sino expresión del ser humano. No hay pensamiento que se forme sin la participación del cuerpo, no hay emoción que pueda prescindir de él, no hay arte sin cuerpo. - El cuerpo es presencia En las las relaciones con los demás, el cuerpo humano es presencia encontrando una expresión específica como varón o como mujer. Las cosas no están ausentes
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o presentes. La ausencia fundamental es la muerte en la que el individuo deja de estar en el mundo y se encuentra radicalmente separado de la comunicación con los otros. Las formas de ausencia son muchas; en la vida se mezclan la presencia y la ausencia, la unión y la separación, la alegría y el dolor presentes en la convivencia humana. La amenaza de la gran separación y la gran ausencia está en la muerte. - El cuerpo es lenguaje. El hombre es, constitutivamente, un ser de palabra y lenguaje en cuanto orientado hacia los demás. Nos expresamos necesariamente en algún lenguaje, incluso en el silencio. En todos los pueblos, el rostro humano ocupa un lugar privilegiado. Todas las formas del lenguaje corpóreo son formas expresivas de los afectos. El lenguaje táctil, el abrazo, la caricia, la ternura son un lenguaje cuya importancia importancia resulta muchas veces decisiva en el acompañamiento del sufrimiento y del morir. - El cuerpo es principio de instrumentalidad y de dominio. La mano humana es la expresión más concreta de esta condición activa de la corporeidad. El dominio del mundo con vistas a su transformación a través de numerosas actividades y de la generación de tecnologías no es un hecho puramente neutro, sino puesto al servicio del poder de dominación o de la justicia. - El cuerpo es, además, límite. La comunicación está expuesta al equívoco o no es suficiente o nunca llegamos a conocer al otro. El sufrimiento y la enfermedad son posibilidades permanentes. Tenemos hambre, sed, necesitamos ejercicio. Y sobre todo estamos expuestos inevitablemente a la muerte.
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