La economía de Europa en un período de crisis, 1600-1750 Jan de Vries por Raquel del Coso
Sinopsis de la obra
La amplia expansión económica del siglo XVI con vías comerciales extensivas a cualquier parte del globo, se ultimó en las primeras décadas del siglo y medio. El objetivo, por tanto, del trabajo supone conseguir analizar este periodo de crisis que afectó a la Europa entre 1600-1750 y para ello debemos debem os identificar las causas de la misma y analizar primeramente las características de este siglo XVII. El volumen copioso de población europea durante el siglo XVI, se estancó y dejó de crecer gradualmente en el siglo XVII. Este vuelco demográfico afectó más enérgicamente a Europa central y a la zona Mediterránea. La tasa anual europea de crecimiento fue de 0,1%, muy por debajo de la del siglo anterior o del posterior si examinamos los índices de natalidad y morta ndad. El descenso de la tasa de natalidad natalidad tuvo a una doble coyuntura; por un lado, la edad nupcial femenina se demoró hasta cerca de los 30 años, lo que se reflejaba consecuentemente en un menor número de hijos en el matrimonio y, por otro; se observaba una tendencia al alza del celibato. Por otro lado, la índice de mortandad europea se izó a causa de las continuas crisis de subsistencia, con mayor relieve en pueblos de economía cerealista, y a causa de las epidemias de paste bubónica, viruela, tifus y gripe que se sucedieron durante este siglo XVII por toda Europa. De igual forma, y basándose en lo expuesto anteriormente el volumen económico europeo en esta primera mitad del siglo XVII comenzó a decaer debido a la concatenación de varios elementos o factores. Primero se produjo una crisis de la economía colonial que hizo que el comercio internacional se resintiera resintiera de ello y supuso el fin de la gran expansión europea del siglo XVI. El primer escollo comercial se produjo entre 1619 y 1622 como consecuencia del hacinamiento de productos que condujo a una especulación monetaria, es decir, a cambios en los valores del oro y la plata y a emisiones adicionales de cobre. Estas alteraciones de la ley de las monedas tuvieron el efecto de crear un caos monetario. Otro de los factores: las instituciones políticas y sociales de Europa ponían p onían enormes trabas a los comerciantes, los cuales iban acumulando beneficios al haber escasas alternativas para la inversión. En las pocas regiones donde las instituciones apoyaron las innovaciones, hicieron que los mercados internacionales cayeran en sus manos.
Así mismo, la larga depresión económica del siglo XVII no afectó del mismo modo a los países europeos, algunos no se resarcieron j amás en tanto que otros se retrasaron momentáneamente e incluso adquirieron ventajas competitivas.
LA AGRICULTURA
La sociedad europea del siglo XVII era una sociedad rural, esto es, que los estamentos privilegiados, los reyes, aristócratas y clérigos eran estamentos dependientes de la economía campesina. En este siglo, se trató en toda Europa de reorganizar la agricultura, aumentar el p oder estatal y renovar las relaciones entre los campesinos y las clases superiores. En torno a la segunda década del siglo XVII, en casi todas las comarcas europeas crecía el grano como producto básico, y en las áreas más apartadas de las vías de comunicación y de los mercados urbanos, se tendía a la especialización de la cría de ganado. En los 1[1]puntos centrales de estas zonas especializadas en grano o ganado, se hallaban los grandes mercados como Londres, París, con sus hinterlands, en los que se concentraba una agricultura intensiva orientada al mercado. No obstante, la producción designada al mercado en la mayor parte de Europa, estribaba en los excedentes de la cosecha que a una familia campesina le quedaba tras haber pagado a las clases sociales superiores diezmos, derechos feudales, y haber aplacado sus necesidades familiares. Por lo tanto, la labor a la que se enfrentaba la economía europea era tratar de incrementar la producción agrícola. El modo más directo de conseguirlo era a través de la extensión de la superficie de la tierra cultivable por medio de deforestaciones, pero no se disponía del capital requerido para ello. Así mismo, se podía aumentar la fertilidad del suelo, lo que implicaba una mayor cantidad de estiércol y un aumento en los rebaños que reducía a su vez la zona arable. El campesino conocía otras opciones como el llamado cultivo alterno , que mejoraba la fertilidad del suelo, y sabía también que podía aumentar la cantidad de estiércol extendiendo la tierra arable si encerraba el ganado en los establos y los cebaba allí. El campesino era conocedor de prácticas para aumen tar la producción, sin embargo, se encontraba con un lastre añadido, puesto que las instituciones eran muy reacias a los cambios. Este es el caso de los propietarios de las tierras que temían que sus arrendatarios agotasen el suelo con demasiadas cosechas, así mismo, el dilema más serio lo constituían los 2[2]campos comunales en los que la tierra se dividía en bandas, siendo una cantidad de ellas para cada cultivador. El uso de este suelo, además, estaba regulado por una asamblea de todos los labradores de la aldea. Esto suponía que para introducir una innovación agrícola, llegar a un acuerdo resultaba muy difícil y llevaba mucho tiempo. Incluso el propio campesino constituía la oposición ya que intensificar los cultivos significaba aumentar su jornada de trabajo. 1[1] La teoría del lugar central también tiene en cuenta la distancia que los individuos están dispuestos a recorrer para obtener un servicio (alcance). Esta distancia, a la que se denomina alcance del producto o alcance del servicio, determina la extensión del área de mercado de un asentamiento, es decir, la zona de influencia (hinterland), donde reside la mayoría de la gente que hace uso de los servicios de esa área. 2[2] Las distintas aldeas poseían tierras que pertenecían a todos los vecinos del pueblo, los cuales podían sacar provecho de sus frutos (prados, bosques) aunque no pudieran cultivarlas en particular
El campesino para cubrir las enormes presiones económicas a las que estaba sometido, acentuadas durante los siglos XVII y XVIII, provocaron que el campesino tuviera que fijar un nuevo horizonte, hacia el mercado. Así mismo, como el crecimiento de la población se hizo más pausado, la demanda de bienes de consumo de primera necesidad aminoró, por lo que los precios bajaron; mientras que la demanda de productos agrícolas de lujo tendía a aumentar. Los cambios políticos y las presiones del mercado, muy diferentes según las circunstancias, hicieron que los estados europeos tomaran caminos divergentes en l a agricultura, caminos buenos para unos y malos para otros. España
La agricultura española, había sido incapaz de cubrir las necesidades de la nación desde las tres últimas décadas del siglo XVI. El control real en los precios del grano ocasionó el desinterés del campesino en la producción de este producto, hasta el punto, de que en la década de 1590-1600 fue necesario importar grano. Estos controles se mantuvieron has ta 1756. Por otro lado, la producción de lanas, principal exportación española; se vio beneficiada por la Corona al prohibir ésta cerrar los campos para no perjudicar a los pastos. A cambio de estos privilegios, la Corona recibía una importante fuente de ingresos por parte de la aristocracia, que tenía en sus manos la cría de ovejas. No obstante, la lana fue perdiendo salidas en el comercio internacional y a finales del siglo XVII, los rebaños se redujeron a la mitad. La mendicidad entonces se hizo endémica y grandes áreas de la Castilla rural se despoblaron. En Valencia, donde la agricultura estaba más orientada hacia el mercado y estaba en manos de los moriscos , la expulsión de éstos provocó el hundimiento de estos productos especializados. En esta época ardua sólo la agricultura catalana prosperó. Las medidas de su asamblea representativa y la existencia de un mercado urbano, condujeron a una estructura agraria de fincas cerradas que permitió gran diversidad de cultivos. Italia
Sicilia era la región de Italia que producía un mayor volumen de cereales. El incremento de la población en el siglo XVI provocó a su vez el aumento de la demanda, lo que fomentó una deforestación masiva del suelo en beneficio de la tierra para cultivar. La nobleza, propietaria de la tierra, vivía lujosamente en P alermo y no se preocupaba de invertir capital para aumentar la producción sin agotar el suelo. Así mismo en Nápoles, se creó una clase de agricultores dedicados a los cereales y en el siglo XVII cuando cayeron los precios, se pusieron en una difícil situación y se endeudaron. La Iglesia y los grandes propietarios acumularon entonces grandes fincas dedicadas a la cría de ovejas. En el norte de Italia, Venecia, Lombardía y Piamonte disfrutaban a finales del siglo XVI de una agricultura intensiva basada en una fuerte demanda urbana y en grandes dosis de trabajo. Sin embargo, tras el colapso de las industrias urbanas italianas en el siglo XVII, se redujo la demanda de muchas de las especialidades agríc olas de esta región. En resumen, podemos decir que la agricultura italiana a partir de 1650 evolucionó hacia una posición menos orientada hacia el mercado y a una situación política y social más feudal. Europa Oriental
En Europa Oriental, la crisis se cebó con el campesinado, que pasó de ser colono libre a la condición de siervo en los grandes latifundios cerealistas. Esta transformación se debió al aumento de la demanda de trigo desde el oeste de Europa. A partir de 1620 este sistema se vio amenazado por el descenso de la demanda occidental que aumentó la producción propia. La reacción de los grandes propietarios nobles fue la de reforzar la servidumbre y los latifundios desarrollando una política de bauernlegen : opresión del campesinado, a la que ni la autoridad real ni la burguesía podía poner coto.
Dinamarca
La nobleza también hizo mucho por aprovecharse del boom de los cereales del siglo XVI, sin embargo, en 1660 una serie de circunstancias condujeron a la ruina del estado y el rey Federico III desmanteló el aparato de control de la aristocracia y lo cambió por un sistema de tipo absolutista. Abolió en su totalidad los latifundios nobles transformando a la nobleza en una clase de administradores reales. Así mismo, prohibió la destrucción de las posesiones campesinas, de forma que preservó al campesino en unas condicione s que le permitiesen pagar impuestos. En 1733 la corona ató a los campesinos entre 14 y 35 años a la tierra y se aseguró una fuerza de trabajo barata y, ya a partir de 1750 dejó paso al cultivo libre e individual. En resumen, Dinamarca conservó durante la crisis una agricultura estancada y dedicada al cultivo de cereales, anclándola a los destinos de un estado absolutista. En todos estos estados reseñados, observamos que los procesos ev olutivos agrarios representan una involución protagonizada por las clases privilegiadas que, ante la crisis del siglo XVII se cebaron en el campesino dificultando así el progreso agrícola Alemania Occidental
En Alemania Occidental, la diversidad social de los estados del oeste de Alemania, evitó la extensión de una agricultura en manos de la nobleza latifundista. Su agricultura, por tanto, se basaba en unidades de producción campesinas. Al término de la Guerra de los Treinta Años en 1648, Alemania cayó en un profundo caos monetario, los príncipes se esforzaron entonces en modelar regímenes absolutistas y desarrollaron una política de oposición al latifundio y de protección al campesinado. Estas medidas que beneficiaron a la población rural, las encontramos también en Francia, Países Bajos e Inglaterra, que crearon una clase sólida de grandes agricultores. Francia
En Francia, un grupo de agricultores compró tierras a los pequeños campesinos arruinados y se formó un grupo de grandes arrendatarios: los laboureurs , sin embargo, los campesinos siguieron explotados hasta finales del Antiguo Régimen. Países Bajos
Fue en los Países Bajos donde se produjo el proceso de especialización más intenso que reorganizó la estructura agraria y consiguió la agricultura más comercializada de Europa. Los campesinos con acceso al capital, se hicieron grandes propietarios o arrendatarios y los demás buscaron trabajo fuera de la agricultura trasladándose a las ciudades. Aparte de esto, Holanda se beneficiaba de unos bajos precios en el grano que importaba del Báltico. Vemos cómo el factor clave para el control de los mercados internacionales era el bajo costo. Así mismo, introdujo nuevas técnicas en la agricultura para aumentar la producción. Inglaterra
En Inglaterra, desde la Restauración, los grandes nobles se dedicaron a incrementar sus tierras que formaron grandes haciendas con una fuerza de trabajo libre. La estructura agraria inglesa tuvo su éxito en el aumento de la eficacia de la administración de las haciendas y la influencia de las familias adineradas de propietarios en momentos de precios agrícolas bajos. Pero, a pesar de todo, la revolución agrícola fue sobre todo el producto de los laboriosos agricultores.
Inglaterra se convirtió en el mayor exportador de cereales en el siglo XVIII. El gobierno también fue responsable de esta revolución agrícola. En 1670, puso fin a la antigua protección al consumidor en el comercio de los cereales. Las famosas Corn Laws fueron dictadas para animar las exportaciones de cereales.
LA INDUSTRIA
También, los siglos XII y XIII son testigos de cambios rítmicos en la industria europea, cambios producidos en la organización, localización y producción industrial. Las tendencias económicas generadas por la depresión agrícola jugaron un papel muy importante en la reestructuración de la industria europea. La caída de los precios del grano estimuló la demanda de productos de lujo como carne, bebidas, cultivos hortícolas y manufacturas. La situación llegó al extremo de que los productos de primera necesidad fueron los que más descendieron de precio. Por otro lado, los agricultores incapaces de reajustar sus sistemas de cultivos o de bajar sus costes de producción dieron lugar a una sustitución del trabajo agrícola por el industrial. Esta oferta barata de fuerza de trabajo provocó el desplazamiento de la industria al campo, ya que la industria urbana padecía de unos altos costes de producción. Las familias, entonces, dejaron de depender de forma primordial de la agricultura y pasaron a depender del trabajo asalariado y de la industria. Apareció entonces un modelo proletario de matrimonio precoz y altos índices de natalidad. Contribuyó también a estos cambios, la difusión de nuevos métodos (cambio tecnológico), las subvenciones y las medidas proteccionistas de los gobiernos y la expansión colonial.
La economía de Europa en un período de crisis, 1600-1750 Jan de Vries por Raquel del Coso
Esta fase de la industria, llamada proto-industrialización consiguió una reducción importante de los costos y un aumento de la oferta que puso los cimientos de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII. Así pues, la proliferación de la proto-industria vino a crear las condiciones necesarias como la concentración de capital y la creación de una fuerza de trabajo experimentada en el trabajo industrial, que prepararon el terreno para la transición a la producción fabril. Los gremios, dejaron gradualmente de ser importantes y se hicieron más numerosas las empresas de carácter capitalista, que empleaban a un numero considerable de trabajadores asalariados. Además, surgieron sorprendentes iniciativas estatales como la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC). La industria textil resultó ser la más afectada por la influencia de los comerciantes. En Italia la existencia de una enraizada inflexibilidad institucional provocó la ruina de sus industrias textiles y la desaparición del paño italiano de los mercados de exportación. En Inglaterra, la República Holandesa dominaba la producción de los new draperies (paños más ligeros de lana de pelo largo. Los años posteriores a 1630 fueron testigos de un enérgico esfuerzo por parte de Inglaterra por retomar los mercados extranjeros. Para los años 60 y 70, Inglaterra ya se había hecho con el mercado de los new draperies. Este éxito inglés hay que buscarlo en sus bajos costos de producción. La industria textil francesa se recuperó también protegiendo su mercado interior con aranceles aduaneros prohibitivos y subvenciones a las exportaciones de paños. Esto produjo el florecimiento de su producción de lana entre 1680-90. En conclusión podemos decir, que la producción comercial alcanzó en ciertas áreas niveles inéditos y que comenzó a gestarse una nueva clase social: el proletariado. EL COMERCIO
A comienzos del siglo XVII, los europeos habían extendido ya sus rutas comerciales a casi todo el mundo y cuya pieza clave de esas rutas Sevilla. Los comerciantes de esta ciudad organizados en la Casa de Contratación, poseían monopolios para la explotación del comercio con las posesiones ultramarinas españolas. Allí, afluían grandes cantidades de metales preciosos (oro y plata) de los que dependían los comerciantes europeos. No obstante, en la primera década del siglo XVII, las importaciones de estos metales de Sevilla descendieron, y se experimentó con emisiones de cobre, de tal manera, que Europa se vio sumida en una gran crisis económica en 1919-22. Esta crisis creó la oportunidad de establecer hegemonías basadas en el poder marítimo, una de ellas fue Holanda y otra Inglaterra. En Holanda su sistema comercial derivaba de la vieja especialización de los armadores holandeses, que se centraba en la reducción de costos gracias al desarrollo del fluitchip. El tamaño de su flota mercante era enorme y acaparaba gran parte del comercio europeo. Controlaba el triángulo que conectaba los puertos holandeses con el golfo de Vizcaya en el sur y los puertos dedicados a los cereales en el Báltico. Este último enlace con el Báltico y la disponibilidad de tener cereales baratos, puso las bases para su desarrollo como eje del comercio europeo. Las políticas comerciales francesa e inglesa intentaron entonces reducir el dominio holandés sobre el comercio exterior.
Luis XIV decidió invadir la República y quedarse con su eficiente centro comercial. Esta guerra fracasó, pero los altos costes en defensa de los holandeses privaron a su comercio del dinamismo habitual. Mientras el comercio holandés fluctuó, a partir del último tercio del siglo XVII Inglaterra avanzó hasta conseguir el liderazgo comercial. Sus productos coloniales como el azúcar y el tabaco se convirtieron pronto en el sector más importante del comercio inglés junto con el de la lana. Los comerciantes ingleses operaban en una red comercial que se extendía en Norteamérica, las Antillas, África y la India, de modo que Londres se convirtió en un verdadero emporio comercial. Como el despegue de la economía inglesa se produjo en las décadas de la segunda mitad del siglo XVIII, muchas veces los historiadores han supuesto que existe un lazo causal entre el comercio colonial ingles y su Revolución Industrial. Los ingleses y holandeses suplantaron en muy poco tiempo a los españoles y portugueses en las rutas con Oriente y con el Nuevo Mundo. Para el comercio con Oriente, se crearon nuevas compañías aparte de la VOC, como la compañía Francesa de las Indias Orientales, la de Suecia y la de Brandemburgo. Estas empresas eran independientes de las personas que las dirigían y tenían una magnitud superior a la de cualquier unidad económica privada hasta entonces conocida. Con el tiempo, se llegaron a convertir en compañías de acciones, aunque ninguna de ellas llevaba contabilidad. Como resultado, se produjo una saturación de los mercados con pimienta y especias, ésto, junto con los gastos de producción pusieron fin a la expansión inicial del comercio a comienzos del siglo XVII. Los ingleses y holandeses entonces diversificaron su tráfico comercial volviendo a Europa con nuevos productos como té, café, seda, algodón y cobre. Sin embargo, las compañías creadas para el Nuevo Mundo tenían otros objetivos como el de intervenir en el tráfico sevillano-atlántico de la plata. En un primer momento esa fue la principal actividad de la WIC (compañía Holandesa de las Indias Occidentales. En 1637 la WIC animada con un botín arrebatado a los españoles, se apoderó del noroeste del Brasil, zona productora de azúcar, y envío esclavos para su producción en grandes plantaciones. Estas plantaciones se extendieron rápidamente por otras zonas y las eco nomías coloniales crecieron con espectacularidad a costa de la esclavitud. Esta acumulación de riqueza, cuando llegó a Europa, actuó como el punto de partida de una verdadera producción capitalista COMERCIO REGIONAL Y URBANIZACIÓN
El comercio regional creció en alcance y organización a lo largo del siglo XVII. Las ciudades continuaron teniendo influencia con sus hinterlands, pero dentro de esta estructura se produjeron cambios importantes. Las ciudades crecieron espectacularmente, sobre todo las que poseían los centros de la administración, como Madrid; también las ciudades cercanas a puertos atlánticos, como Cádiz y por último surgieron apostaderos navales que alim entaban ciudades enteras, como Plymouth. Aunque el número de europeos habitantes de ciudades no creció relativamente, si es cierto que se concentraron en menos ciudades. Estas ciudades preindustriales, además, tenían altos índices de inmigración. Este impacto demográfico afectó principalmente al consumo y a la organización del comercio regional y local que abastecía a estas concentraciones humanas, por eso, el tráfico comercial más importante era el del abastecimiento alimenticio de las ciudades. Las estructuras medievales se alteraron para adaptarse a las nuevas necesidad es. Esto provocó la especialización de muchos mercados locales en un producto concreto. Entre estas zonas privilegiadas sobresalía Inglaterra.
EL CAPITALISMO SE CREA SU PROPIA DEMANDA
Es muy importante, a la hora de asegurar una situación económica, la buena utilización de los recursos, las planificaciones de la inversión y la demanda de productos. Precisamente lo que caracterizaba a estas economías preindustriales era la mala utilización de los recursos y el subempleo crónico que atestiguaban la insuficiencia de la demanda. ¿Cómo entonces se podía aumentar la demanda? Sol o así se podría producir una acumulación de capital y sólo entonces se podría acabar con el crónico subempleo. El crecimiento de la industria rural produjo la aparición inédita de una clase permanente y extensa de asalariados eventuales. Esta nueva clase era parte de una estratificación social que reducía el número de familias autárquicas. Así mismo, el impacto sobre la demanda de bienes de consumo que produjo el descenso de la población durante este siglo XVII, se reflejó en el descenso de los precios en los alimentos básicos (grano) con el consiguiente incremento de la renta. Esta renta provocó el aumento de la dem anda de otros productos como bebidas, lácteos y manufacturas. Sin embargo, en la Europa noroccidental los bajos precios del grano no eran causa de una demanda reducida, sino que reflejaban unos mercados saturados como resultado de una producción en aumento. Este cambio anunciaba nuevos niveles de vida tanto para la población urbana como para la rural. Los nuevos bienes de consumo de Asia y América y los nuevos lujos para las casas, estaban puestos al alcance del público en tiendas al por menor (otra innovación del período). Cuando estas familias cambiaron sus hábitos de producción y consumo, la economía se benefició de la creación de un tráfico comercial y de la especialización. Donde más se apreció este cambio fue en los nuevos niveles de bienestar y lujo en las grandes ciudades. También, como consecuencia del incremento del comercio durante estos siglos, se creó una demanda derivada de la construcción de barcos y sus muchas industrias relacionadas. La agricultura, sin embargo, fue generalmente la fuente más débil de la demanda de inversiones y estaba claramente restringida a varias regiones del noroeste de Europa. Donde iba ganando terreno una agricultura comercializada a gran escala, se elevó la demanda de servicios de carpinteros, carreteros, y el uso de nuevos materiales de construcción. Resumiendo, queda constancia de importantes incrementos de la demanda de bienes de consumo y de inversiones durante estos siglos, eso sí, con grandes variabilidades regionales. En contraste con ello, el crecimiento de los gastos estatales en el siglo XVII es obvio, masivo y omnipresente. Los estados europeos se las arreglaron para incrementar sus ingresos a través de cargos tributarios que recaían sobre la gente común (la nobleza y el clero estaban exentos). La corona francesa e inglesa, en ausencia de un sistema bancario, dependían mucho de los arrendatarios de impuestos que aportaban créditos a corto plazo. En cambio, la República Holandesa disfrutaba de una situación avanzada ya que el estado se basaba en la deuda pública. Estos ingresos estatales se centraban en los gastos militares y en los costes de la Corte y la burocracia. Los primeros eran consecuencia de los nuevos niveles de preparación que exigían el ejército y la armada. Esto produjo un aumento en el volumen de la producción industrial y recaía fundamentalmente en los sectores textiles, de metales pesados y de construcción de barcos. Ciudades enteras surgieron para la construcción, mantenimiento y abastecimiento de los nuevos buques de guerra.
Durante el siglo XVIII persistieron muchas características retrógradas que obstaculizaron el crecimiento de la demanda global. Demasiados señores y campesinos tendían a invertir su capital en ampliar sus propiedades pero sin hacer nada por aumentar la productividad agrícola. Los gobiernos consumían de tal manera sus ingresos que el crecimiento industrial no representaba mas que unos ingresos accesorios. Este crecimiento de la demanda mostró una distribución muy desigual en Europa. LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL Y LA BURGUESÍA
La burguesía, poco a poco, iba acumulando capital, pero existía una mala inversión. Especialmente en las ciudades de provincia, la burguesía era todo menos una clase que fomentaba la industria y el comercio, ya que su capital iba encauzado hacia un sector no capitalista e inerte, compuesto de tierras agrícolas y cargos administrativos. Lo más importante fue el constante esfuerzo por elevarse hacia las filas de la aristocracia; para ello, compraba un título o rango social con el cual esperaba vivir con el cobro pasivo de las rentas, en lugar de vivir de ingresos comerciales. Es en este período de 1650-1750 en el que se logra una expansión grande de las oportunidades de inversión. La deuda pública en forma de bonos negociables era la más extendida de las opciones de inversión. El Estado atraía capital procedente de mucha gente, cuyos intereses se pagaban a través del presupuesto estatal. Sin embargo, esta importante ayuda no se extendió a todas partes. También se originó un floreciente mercado hipotecario que creció enormemente, tanto en demanda de hipotecas como para el suministro de capital hipotecario a largo plazo. Además de esto, tras los años 70 del siglo XVIII las compañías de acciones se hicieron muy populares. Estas compañías también aumentaban su capital emitiendo bonos. Tales bonos con beneficios fijos y amortizables, hallaron mu y pronto compradores que los consideraban la inversión ideal para la protección de mujeres y niños. Sin embargo, muchas de estas compañías culminaron en un frenesí especulativo y los precios de las acciones multiplicaron sus valores nominales provocando la quiebra de muchas de ellas. Este fue el momento de la creación de un mercado de futuros. Para el crédito a corto plazo, existía la letra de cambio, un instrumento que databa de la Edad Media. Durante esta época estas letras no eran negociables, lo que tendía a inmovilizar el capital. Sin embargo, en el siglo XVII, se promulgaron leyes que confirmaban la negociabilidad de las letras. De esta forma, el acreedor que quisiese hacerse con su dinero antes de la fecha de vencimiento, podía recurrir ahora a un banquero-comercial que desease comprar letras. La culminación de las innovaciones vino con el establecimiento de los bancos públi cos. El banco más importante era el de Ámsterdam, en el que los comerciantes podían depositar sus existencias de metales preciosos, a cambio de unos pequeños intereses. Estas existencias estabilizaron los tipos de cambio en Ámsterdam, lo que potenció la circulación de letras de cambio como instrumentos negociables de crédito. También amortiguaba las fluctuaciones de precios causadas por cambios súbitos en el volumen de moneda circulante. Se crearon bancos en Inglaterra, Escocia, París y Estocolmo. Pero de todos ellos, fue el Banco de Inglaterra el que pudo cumplir sus compromisos cuando los propietarios de sus billetes exigían el cambio por monedas. En consecuencia se convirtió en el primer banco con éxito en Europa. El alcance de estos avances progresivos no alcanzó a todos los lugares de Europa, su impacto pleno se ciñe a Ámsterdam, Londres y las ciudades portuarias de H amburgo y Burdeos. En contraste, existían incontables ciudades en las que el comercio y la industria no contaban con ninguna innovación. Conforme estos lugares estancados se veían afectados por las instituciones financieras, surgían tendencias entre sus clases medias. Podríamos identificar entonces, a l a clase que controlaba el capital (nobleza feudal y burguesía capitalista) y a otro sector, entre los burgueses más humildes de los que surgirían los verdaderos industriales. EL ESTADO
Muchos historiadores atribuyen la evolución de la vida económica durante este período (siglo XVII y XVIII) al mercantilismo: legislaciones aduaneras, guerras comerciales, reglamentaciones industriales, leyes sobre impuestos y manipulaciones monetarias, etc. Todo ello se identifica con una tendencia a la unificación económica del estado nacional para el enriquecimiento de la nación en su conjunto. La economía mercantilista dirigía pues su atención al impulso de la producción y exportación. Sin embargo, algunas medidas mercantilistas iban encaminadas al enriquecimiento de unos pocos y se crearon importantes oportunidades para la corrupción. También se dedicaban a atesorar metales preciosos com o única finalidad. Únicamente la República Holandesa, sobresaliente en tantos aspectos, no ejercía ningún control sobre los metales. Surgió, además, otro problema: el desempleo. Los cambios en el valor relativo del oro y la plata, los aranceles aduaneros y devaluaciones extranjeras influían en las existencias de moneda nacional que al disminuir, menguaban también la capacidad y la voluntad de los comerciantes de financiar la industria a domicilio con el escaso capital circulante. Este descenso en la inversión reducía el nivel global de empleo, con la consiguiente pobreza y marginación social. Inglaterra fue capaz de crear medidas para resolver este problema: prohibiciones a las exportaciones de materias primas y medidas proteccionistas encaminadas a sustituir l as importaciones. Otro medio para acrecentar la riqueza de la nación era mediante el aumento de los impuestos, que como hemos visto, era el propósito de todo gobierno del siglo XVII. Esta presión fiscal hacía aumentar las oportunidades para la creación de distintos tráficos comerciales y de especialización. De esta forma el Estado, la fuerza militar y la economía privada podían cada uno de por sí estimular el crecimiento de los demás.
CONCLUSIÓN
Se puede decir que la economía europea del siglo XVIII entró en una nueva fase. Los precios volvieron a subir y las crisis de subsistencia dejaron de desempeñar un papel fundamental en el ritmo de la economía. Aunque muchos aspectos importantes habían cambiado poco, detrás de esta fachada inmóvil, se había desarrollado una estructura de vida económica nueva: la geografía económica de muchas regiones fue alterada con una mayor estratificación social (sobre todo en el campo), se produjeron cambios en la organización de la producción (división del trabajo) y se redujeron los costes, y los mercados internacionales y regionales pasaron a ser decisivos. El mayor progreso se consiguió en la creación de mercados de mano de obra. Las economías de España, Génova, Alemania del sur y Flandes fracasaron en la adaptación al nuevo sistema económico. Sin embargo, la República Holandesa consiguió elevarse a posiciones de caudillaje económico por la eficacia en las medidas de reducción de costos en algunos sectores de la agricultura, industria y comercio. Esto pudo haberla llevado hacia el camino de la industrialización, pero cerró las puertas a otros tipos de estructura social y de política económica requeridos para el crecimiento industrial. Sí lo consiguió Inglaterra, que tenía acceso a materias primas baratas, y tenía sus sectores industriales relacionados entre sí. Así mismo, los bajos costos de producción y el acceso a mercados extranjeros estimularon su industria nacional. En consecuencia, Inglaterra poseía la economía mej or preparada para dar comienzo a la Revolución Industrial.