CAPITULO 6:
LA CONSERVACIÓN-RESTAURACIÓN EN ARQUEOLOGÍA. TRABAJOS EN EL LABORATORIO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE BURRIANA.
Trinidad Pasíes Oviedo Museo de Prehistoria de Valencia María Amparo Peiró Ronda Museo Arqueológico de Burriana Daniel Tejerina Antón Atrium chs.
En estos últimos años, desde el Laboratorio de restauración del Museo Arqueológico Municipal de Burriana, hemos estado colaborando estrechamente con el equipo de arqueólogos en todos aquellos aspectos que afectaban a la conservación de los restos arqueológicos, no sólo dentro del Museo sino en el trabajo in situ, intentando en la medida de nuestras posibilidades hacer realidad el ideal de la conservación programada. La coordinación de las operaciones, la sensibilidad y el respeto recíproco entre ambas disciplinas han sido de suma importancia para el buen desarrollo del proyecto de intervención. Ofrecemos en este artículo una muestra del resultado de nuestros trabajos, la conservación y restauración del conjunto de materiales arqueológicos de época medieval hallados en esta localidad (Fig. 1). Pero antes nos detendremos brevemente para introducir algunos aspectos que consideramos fundamentales en cualquier actuación sobre patrimonio arqueológico: el concepto de conservación y los criterios actuales aplicables durante la intervención. Una excavación arqueológica supone la búsqueda por encontrar una serie de materiales que nos aporten pistas y elementos para el conocimiento humano, de su pasado y de su historia. Durante estos trabajos se sacan a la luz objetos y estructuras que contienen información básica para la comprensión de las actividades humanas y que necesitan ser cuidadosamente observados, documentados y conservados. Y precisamente esta disciplina, la conservación, ha experimentado grandes avances en las últimas décadas. Antiguamente conservar era sinónimo únicamente de reparar o reconstruir, es decir, intentar devolver al objeto su apariencia original. Tampoco existían estudios profesionales en estas materias, por lo que las labores de restauración se confiaban a personas con cierta habilidad manual, que desempeñaban estos trabajos con los conocimientos que les dictaba la experiencia práctica, con formación autodidacta y generalmente con escasos medios materiales y técnicos (Pasíes y Peiró, 2006: 171-176; Moreno y Sedano,
2006: 87-97). A pesar de que hemos podido constatar que muchas de las piezas así intervenidas sufren en la actualidad numerosas alteraciones y, ante la falta de documentación, no conocemos en la mayoría de los casos cuál fue el tratamiento aplicado, es sin embargo digna de alabar la meritoria labor de todos nuestros antecesores, que incansablemente trabajaron con los precarios medios a su disposición y con infinita paciencia para recuperar un gran número de objetos. Unas piezas que, quizás sin su intervención, no hubieran sobrevivido hasta nuestros días. Es por tanto en décadas recientes cuando tiene lugar un cambio fundamental en la manera de abordar las intervenciones de conservación y restauración de nuestros materiales arqueológicos, gracias no sólo a la aparición de unos estudios específicos y al desarrollo de una legislación en materia de protección de patrimonio, sino debido a un cambio de mentalidad en la sociedad, que ha aprendido a considerar el legado arqueológico como responsabilidad propia y a valorar la importancia de su conservación, para que se transmita a las generaciones futuras en las mejores condiciones posibles, sin cometer falsificaciones y respetando al máximo su significado y características originales. Sin duda, uno de los grandes logros para favorecer la salvaguarda de los bienes culturales en general y, entre ellos, el patrimonio arqueológico en particular, fue la aparición de la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español1 , que establece la responsabilidad de los poderes públicos para garantizar su conservación. A esta normativa nacional se le han ido sumando en los últimos años las diferentes Leyes de Patrimonio Histórico de las Comunidades Autónomas y, entre ellas, la Ley 4/1998 de Patrimonio Cultural Valenciano (última modificación realizada en 2007). La Ley valenciana supone un significativo avance legal para regular aquellas actividades que perjudicaban a los bienes patrimoniales de nuestro territorio, como el expolio, e incluye en uno de sus apartados aspectos referidos a las actuaciones arqueológicas y paleontológicas 2. Es también en el siglo XX cuando se realizan los primeros intentos para unificar criterios dentro del campo de la conservación-restauración y se empiezan a establecer normativas a nivel internacional, que repercutirán en el moderno concepto de conservación del siglo XXI. Sin duda un avance significativo fue la aparición en Italia de la “Carta del Restauro” de 1972, donde se plantean recomendaciones para el tratamiento de los bienes y, entre ellos, los materiales arqueológicos, incluyendo unas “Instrucciones para la salvaguardia y restauración de Antigüedades”, que citan unos sencillos criterios de actuación aplicables a objetos metálicos, cerámicas, vidrios, mosaicos o hallazgos subacuáticos. Documentos como éste sentaron las bases de los actuales criterios fundamentales aplicables en cualquier intervención sobre patrimonio, como son el respeto al original, el reconocimiento de los añadidos, la reversibilidad de los tratamientos, la compatibilidad de los materiales, el apoyo de las técnicas científicas de análisis, la mínima intervención o la importancia de la documentación (Pasíes, 2010: 391-402).
Conservar y restaurar 1
“Los poderes públicos procurarán por todos los medios de la técnica la conservación, consolidación y mejora de los Bienes declarados de Interés Cultural, así como los bienes muebles incluidos en el inventario general” (Art. 39.1 de la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español). 2
“Forman parte del patrimonio arqueológico valenciano los bienes inmuebles, objetos, vestigios y cualesquiera otras señales de manifestaciones humanas que tengan los valores propios del patrimonio cultural y cuyo conocimiento requiera la aplicación de métodos arqueológicos, tanto si se encuentran en la superficie como en el subsuelo o bajo las aguas y hayan sido o no extraídos. También forman parte del patrimonio arqueológico los elementos geológicos relacionados con la historia del ser humano, sus orígenes y antecedentes” (Título III, artículo 58.1 de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano).
Hoy en día hay tres conceptos que debemos considerar en lo que respecta a la conservación de patrimonio: la prevención, la mínima intervención y la cooperación interdisciplinaria. Gracias a la evolución de los criterios que han ido marcando las normativas internacionales, actualmente nuestra profesión es una disciplina científica, alejada de la figura del artesano-reparador y capaz de distinguir entre dos actividades complementarias pero bien diferenciadas: conservar y restaurar (Fig. 2). Conservar, según el diccionario de la Real Academia Española, significa mantener una cosa o cuidar de su permanencia. Con este concepto se relacionan otros como prevención, salvaguarda, protección y mantenimiento. La conservación es siempre objetiva e intenta evitar o prevenir la degradación, por lo que a menudo no implica una intervención directa sobre las piezas (conservación preventiva), aunque sí en las ocasiones que se considere necesario detener procesos dañinos para las obras (conservación curativa)3 . Conservamos, por ejemplo, cuando realizamos labores de documentación, controlamos los parámetros ambientales peligrosos para las obras (luz, humedad, temperatura, contaminantes, etc.), tomamos medidas para el adecuado almacenamiento de los restos arqueológicos, desarrollamos planes de actuación ante emergencias o realizamos un proceso de estabilización en un metal o una desalinización en material pétreo. Conservar es también sinónimo de información y mentalización, cualquier intento de educación de la sociedad en materia de protección de patrimonio. Por otra parte, la restauración es la acción de reparar, actuando físicamente sobre la obra con el objetivo de facilitar su comprensión. Por tanto, implica una intervención directa sobre las piezas que suele ser subjetiva, dependiendo de muchos aspectos: estado de conservación de la obra y su funcionalidad, formación y experiencia profesional del restaurador, medios disponibles, etc. Una intervención de limpieza para eliminar concreciones sobre un material arqueológico o cualquier proceso de reintegración de faltantes son dos ejemplos de tratamientos de restauración que se pueden abordar con criterios, metodologías y materiales muy diversos dependiendo de los factores anteriormente citados. En la actualidad, siendo conscientes del daño que cualquier actuación directa puede ocasionar a las obras, el profesional de la conservación-restauración debe apostar por la objetividad que ofrece la conservación preventiva, despreciando cualquier intento de falsificación que desvirtúe las características de autenticidad del objeto arqueológico y actuando de acuerdo al criterio de mínima intervención, realizando operaciones directas de restauración sólo en los casos donde sea necesario para la adecuada conservación de la pieza o para facilitar su lectura. De cualquier forma, los productos empleados en los procesos de restauración deberán ser reversibles en la medida de lo posible, para permitir en un futuro su eliminación si fuera necesario4.
Debido por tanto a la complejidad que entraña la toma de decisiones en la intervención sobre patrimonio, cualquier proyecto de conservación que pretenda desarrollarse con seriedad científica debe, por tanto, contar con la participación de un equipo interdisciplinario formado por profesionales de diferentes especialidades,
3
International Council of Museums-Committee for Conservation (2008). “Terminología para definir la conservación del patrimonio cultural tangible”. [En línea], disponible en: http://www.icom-cc.org/54/document/icom-cc-resolucion-terminologia-espanol/?id=748 [Consultado el 12 de noviembre de 2011]. 4
Todos estos criterios se incluyen en el reciente “Decálogo de la Restauración”, editado por el Ministerio de Cultura desde el Instituto del Patrimonio Cultural de España, Madrid, disponible en: http://www.mcu.es/patrimonio/docs/MC/IPHE/M0901-02-3-PDF1.pdf [Consultado el 12 de noviembre de 2011].
que aportarán sus conocimientos y experiencia en la resolución de los diversos problemas que plantee la intervención. Arqueólogos, conservadores-restauradores, historiadores del arte, biólogos, químicos, fotógrafos, paleopatólogos o arquitectos son sólo algunas de las profesiones implicadas. En el caso concreto de los materiales arqueológicos esta colaboración debe comenzar desde el mismo instante de la decisión de excavar (Morales, 2005: 32-36) (Fig. 3). Ha de existir una especial complicidad entre el equipo de arqueología y el de conservación, que deberían trabajar de forma conjunta no sólo en los casos de urgencias o imprevistos, sino desde el proyecto inicial, durante todo el periodo de la excavación e incluso después de la misma, planteando juntos estrategias para minimizar el deterioro de los materiales durante el traumático proceso de su descubrimiento, buscando alternativas de protección futura de los restos o preocupándose por establecer unas correctas medidas de embalaje y transporte de las piezas que garanticen su perdurabilidad (Alonso, 1997: 116-123; Fernández, 1998: 427-442).
Los trabajos de conservación-restauración en el Laboratorio de restauración del Museo Arqueológico Municipal de Burriana Ya sabemos que hoy en día cualquier intervención de conservación que realicemos sobre un bien arqueológico ha de seguir un protocolo que servirá para evitar el deterioro de los materiales y garantizar la pervivencia de las piezas a nuestras futuras generaciones. Los criterios de actuación a la hora de intervenir sobre un bien de procedencia arqueológica son muy diversos con respecto a los que se adoptan en otras disciplinas, como la pintura o la escultura, consideradas como materias artísticas, donde prima de forma sustancial el aspecto estético. Obviamente en una excavación pueden aparecer todo tipo de materiales; desde auténticas piezas artísticas como fragmentos pictóricos o escultóricos a simples recipientes cerámicos de uso común, utensilios metálicos o restos óseos. Y la importancia de todos ellos no es ya sólo su estética, sino en mayor medida su función de uso, el hecho de que se convierten en nuestra cultura material, los únicos testigos de los que disponemos para poder conocer el modo de vida y las costumbres de nuestros antecesores. Por lo tanto, en el protocolo de actuación sobre materiales de procedencia arqueológica hemos de primar el criterio de mínima intervención en defensa de la autenticidad del propio objeto y de su instancia histórica. El proyecto de conservación realizado en los últimos años sobre el conjunto de materiales medievales hallados en Burriana ha seguido fielmente dicho criterio, actuando desde el absoluto respeto al original conservado y considerando alternativas de reconstrucción poco invasivas. Describiremos a continuación cuáles han sido las diferentes fases del protocolo de conservación, mostrando los principales resultados obtenidos a lo largo de los distintos procesos.
FASE PRIMERA: LOS ESTUDIOS PRELIMINARES Antes de cualquier intervención de conservación es recomendable realizar una serie de estudios previos para conocer las piezas en profundidad. Datos como la materia, la técnica de fabricación, el diagnóstico de daños o la determinación de las causas de alteración son factores imprescindibles para decidir un futuro tratamiento. Con estos resultados podremos desarrollar la propuesta de intervención que, de acuerdo a una ordenada
metodología, nos sirva posteriormente de apoyo durante el proceso de restauración. Los principales aspectos que incluyen los estudios preliminares son: Identificación y estudio de los materiales constitutivos: Para poder realizar un correcto diagnóstico es imprescindible conocer el tipo de material o materiales que componen la obra. En este caso, trabajamos sobre un nutrido grupo de piezas de época medieval, situado cronológicamente entre la época musulmana y los primeros siglos de la conquista cristiana, que fueron halladas en el término de Burriana en diferentes excavaciones, entre ellas El Palau, calle Mayor 26 esquina calle Forn de la Vila 2, y la intervención en el entorno de la iglesia de El Salvador y su nueva Casa Abadía. La mayoría de las obras son de naturaleza inorgánica, aunque los materiales y las tipologías son muy diversas: nos encontramos jarras, lucernas, platos, vasijas, hornillos, en general objetos de uso común realizados en cerámica con diferentes tipos de revestimientos (engobes, esgrafiados, vidriados, cuerda seca, etc.) (Fig. 4), piezas metálicas de bronce y plata (anillos, pendientes, agujas, remaches, hebillas, etc.), un fragmento de revestimiento de mortero con una cruz digitada extraído de una casa musulmana del siglo XIII e incluso restos de cáscaras de huevo aparecidos dentro de una cazuela vidriada depositada en un vertedero medieval (Fig. 5). A este conjunto podemos añadir materiales orgánicos como el hueso, en concreto restos de esqueletos humanos procedentes de las necrópolis de El Palau y del Portal de Valencia (actual calle Mayor, 26). (Fig. 6) Diagnosis. Análisis del estado de conservación y de las causas de alteración: Una vez caracterizados los materiales deberemos reconocer cuáles son sus principales alteraciones y averiguar las causas que han podido provocarlas, ya sean intrínsecas (por la propia composición de los materiales) o extrínsecas (alteraciones provocadas por el uso, factores ambientales físicos, químicos y biológicos, factores humanos, etc.). Materiales inorgánicos como las cerámicas, piedra o morteros se caracterizan porque son porosos y absorben el agua por capilaridad, siendo especialmente propensos al desarrollo de procesos de cristalización de sales solubles que debilitan la resistencia mecánica de su estructura. Los metales presentan sin embargo una problemática particular, ya que sufren cambios químicos (proceso de corrosión) que los transforma en sales minerales, algunas de las cuales pueden llegar a ser altamente solubles y son siempre sensibles a la humedad ambiental. Centrándonos en el conjunto intervenido pudimos determinar que, en general, las piezas cerámicas presentaban los típicos problemas asociados a los restos de procedencia arqueológica que han permanecido durante siglos bajo tierra: fragmentación, presencia de concreciones terrosas y de tipo calcáreo más o menos adheridas, disgregación de la matriz arcillosa en casos puntuales, falta de adherencia de algunos revestimientos y pérdida de parte de la pieza original, que en algunos casos no superaba el 50%. Los restos óseos presentaban algunas fisuras y suciedad superficial, principalmente de tipo terroso, al igual que otros elementos más particulares como el fragmento de mortero o las cáscaras de huevo, muy fragmentadas y que aparecían unas dentro de otras. En cuanto a los metales su estado de conservación era óptimo, con capas de corrosión estables y bastante uniformes, lo que facilitó el tratamiento de restauración. (Fig. 7) Propuesta de intervención: Tras el estudio de las piezas y la realización del diagnóstico previo, se redacta de forma individualizada la propuesta de intervención, que será convenientemente ajustada a las condiciones y características de cada obra y a sus necesidades de conservación, con el fin de frenar su deterioro y posibilitar su adecuada lectura.
Para ello realizamos también en ocasiones algunas pruebas para determinar en cada caso la idoneidad de los diferentes productos o metodologías propuestas, siempre teniendo en cuenta el criterio de reversibilidad y máximo respeto hacia el original conservado.
FASE SEGUNDA: LA INTERVENCIÓN DE CONSERVACIÓN-RESTAURACIÓN Realizados los estudios preliminares llega el momento de abordar la intervención directa sobre las obras. Esta decisión ha de ser bien meditada y estar plenamente justificada, por lo que es importante definir unos objetivos y determinar los criterios de actuación de forma previa. Los procesos de consolidación: La consolidación es una operación básica de conservación necesaria en aquellos materiales que con el tiempo han perdido su cohesión y sufren una falta de resistencia mecánica. Entre las piezas tratadas en el laboratorio encontramos diversas situaciones en las que era imprescindible realizar un proceso de consolidación (pastas cerámicas disgregadas, revestimientos pictóricos y vítreos con poca adherencia al cuerpo cerámico, pequeñas fisuras en huesos y metal, falta de cohesión de algunas capas de mortero, etc.). Entre los productos empleados en los tratamientos de consolidación destacan las resinas sintéticas (Paraloid B72, Acril AC33 y silicato de etilo), aplicadas por impregnación según diversas metodologías (inyección, a pincel o inmersión en campana de vacío), con el fin de restablecer la cohesión al conjunto. Dependiendo del estado de conservación de cada pieza, en ocasiones es necesario anticipar la consolidación a la propia limpieza, mientras que en otros casos ambos procesos se ejecutan de forma paralela o incluso a la inversa. Los tratamientos de limpieza: Son diversas las sustancias que podemos encontrar recubriendo un objeto de procedencia arqueológica. Generalmente en un contexto terrestre las piezas suelen presentar concreciones más o menos resistentes. Estos depósitos que se forman sobre la superficie original pueden tener una composición variada, dependiendo tanto de las características del terreno donde se han conservado como del material que compone el objeto. En las piezas intervenidas descubrimos en general restos de tierra débilmente adherida y, especialmente en los objetos cerámicos, incrustaciones identificadas como de tipo calcáreo de considerable dureza, e incluso algún depósito metálico. Afrontamos los procesos de limpieza de forma gradual y selectiva, desde los tratamientos más controlables de tipo mecánico (bisturí, escalpelo, micromotor, equipo de ultrasonidos, etc.) a los procesos físico-químicos, intentando actuar con precaución en los tiempos de actuación, en los porcentajes de los productos seleccionados y en la posterior eliminación de residuos. (Fig. 8) Una operación importante dentro de la limpieza es el tratamiento de eliminación de sales altamente solubles tanto en material cerámico como en metálico, imprescindible dentro del protocolo de conservación, ya que suelen ser el desencadenante de alteraciones muy agresivas en estos materiales. Estabilización y protección de piezas metálicas:
Los objetos metálicos procedentes de una excavación sufren inevitablemente un proceso de corrosión o mineralización que, a largo plazo, puede desencadenar la destrucción del propio metal. En mayor o menor medida todos los metales, a excepción del oro, sufren este proceso que los transforma en diferentes sales minerales: óxidos, carbonatos, sulfatos, cloruros, etc. Estos últimos son especialmente dañinos y a menudo se convierten en el mayor problema de conservación, por ejemplo, en objetos de cobre o hierro. Afortunadamente las piezas de bronce y plata tratados en este trabajo presentaban un buen estado y conservaban de forma uniforme pátinas de corrosión estables, por lo que los tratamientos aplicados tras la limpieza puntual fueron preventivos, mediante la aplicación de inhibidores de corrosión y una doble protección con resina sintética y cera microcristalina. Reconstrucción: Uno de los procesos habituales en el trabajo de restauración arqueológica es la reconstrucción o montaje de las piezas que, generalmente, se descubren muy fragmentadas a consecuencia de las fuertes presiones que los objetos han sufrido durante su periodo de enterramiento. Para poder recobrar su apariencia, mejorar su comprensión y facilitar así su estudio, es necesario proceder con la reconstrucción del volumen, empleando productos que garanticen la resistencia pero que sean reversibles. (Fig. 9) Reintegración de lagunas: El proceso de reintegración ha sido tradicionalmente uno de los que más polémica ha planteado a la hora de evaluar las intervenciones de restauración. Más aun cuando tratamos objetos de procedencia arqueológica, en donde no podemos desvirtuar la imagen original con añadidos modernos de dudosa interpretación, pero tampoco podemos dejar que su lectura sea confusa o que no se asegure su estabilidad. El actual “Decálogo de la Restauración”, editado por el Ministerio de Cultura desde el Instituto del Patrimonio Cultural de España, nos advierte en el punto número 7 que “son innecesarias las reintegraciones cuando las lagunas, una vez realizado el proceso de limpieza, quedan perfectamente integradas en el efecto cromático y estético del conjunto y no afectan a la estabilidad del objeto”. En piezas de procedencia arqueológica se debería respetar la norma de no reintegrar aquellos objetos que no conserven un alto porcentaje de original y, en cualquier caso, deberíamos limitar esta actuación al mínimo, buscando incluso otras alternativas menos invasivas. En el conjunto intervenido en nuestro laboratorio el proceso de reintegración se ha acotado exclusivamente a las cerámicas, realizando el tratamiento de lagunas a bajo nivel para facilitar su identificación y proponiendo reintegraciones parciales en aquellas piezas donde no se superaba aproximadamente el 75% de original (Fig. 10). En algunos de estos casos se ha planteado también la realización de soportes de refuerzo estructural en metacrilato e incluso se ha optado por la no reintegración en las piezas que presentaban una buena estabilidad y su lectura era correcta. (Fig. 11) Uno de los proyectos que hemos iniciado con grandes expectativas es la reintegración de piezas arqueológicas a través de técnicas digitales (escaneado 3D para la adquisición de datos y aplicaciones infográficas para la reintegración digital). Esta opción ha sido aplicada en algunas de las cerámicas donde faltaba gran parte de material, y gracias a estas técnicas se han podido realizar reconstrucciones virtuales en tres dimensiones que, sin duda, son un complemento perfecto para la mejor comprensión del objeto, sin necesidad de intervenir sobre el original (Tejerina et al., 2011). En el ejemplo utilizado en este artículo (Fig. 12) observamos a la izquierda la fotografía de la pieza original tras la restauración. A continuación se plantean dos propuestas de reintegración virtual. La imagen del centro muestra una reintegración volumétrica completa con una reintegración cromática realizada en un tono neutro. La figura de la derecha es una
reconstrucción volumétrica y cromática completa a partir de los datos procedentes del escáner 3D y del estudio de los restos conservados de la decoración pictórica original.
FASE TERCERA: LA CONSERVACIÓN PREVENTIVA Aunque pueda parecer que el trabajo del conservador-restaurador finaliza con el último tratamiento de restauración, hemos de recordar que la auténtica finalidad de nuestra intervención ha sido recuperar las piezas para que éstas puedan ejercer con dignidad su función como testimonio de la cultura material que ha formado parte de nuestro pasado histórico. Por eso, nuestra es también la responsabilidad de establecer los protocolos que se consideren necesarios para asegurar la conservación de las obras, recomendando aquellas medidas de prevención que garanticen su estabilidad y logren minimizar las causas de alteración. Entre los numerosos aspectos que la labor de conservación preventiva incluye podemos destacar los siguientes: Control climático: Es importante considerar las condiciones de humedad y temperatura en las cuales se va a conservar el objeto e intentar evitar, en la medida de lo posible, los cambios bruscos. Para cada pieza será recomendable un rango de humedad relativa y temperatura óptimo dependiendo de sus características, composición, estado de conservación, etc. De ahí la importancia de crear microclimas adaptados a cada tipo de obra. Los objetos metálicos, por ejemplo, deberían mantenerse en rangos de humedad relativa por debajo del 40%, los restos óseos alrededor de un 55%, mientras que una cerámica puede alcanzar el 60%, todos ellos en rangos de temperatura en torno a 21ºC. Para controlar estos aspectos nuestra recomendación ha sido plantear la colocación de sustancias absorbentes (Art Sorb), especialmente en aquellas vitrinas que exhiban objetos metálicos, y colocar termohigrómetros en su interior para poder controlar en todo momento las condiciones ambientales. En cualquier caso somos conscientes que las medidas de prevención, necesarias para garantizar la pervivencia de las obras, son una de las asignaturas pendientes en muchos museos, sobre todo si nos referimos a colecciones locales que no suelen disponer de personal ni medios económicos suficientes para asegurar un control de calidad dentro de sus instalaciones. Embalaje, almacenamiento y manipulación: Tanto el embalaje como la sala de almacenaje deberían garantizar las condiciones ambientales idóneas para la conservación de los objetos, así como asegurar el máximo nivel de seguridad, su mínima manipulación y permitir un fácil acceso y una rápida localización de los objetos. Las piezas que han sido tratadas y que por el momento no van a ser expuestas, han sido adecuadamente identificadas, protegidas con papel neutro de embalaje y colocadas dentro de contenedores específicos. En el caso de los metales, se han construido a medida cajas nido fabricadas con materiales totalmente inertes, aisladas de los excesos de humedad con un material absorbente. (Fig. 13) Inspecciones periódicas y mantenimiento: Una de las medidas de prevención más efectivas consiste en realizar de forma periódica inspecciones sobre el estado de nuestras colecciones para poder determinar si se encuentran en un correcto estado o si, por el contrario, precisan de alguna intervención. Las tareas de mantenimiento periódico forman parte de las
labores del conservador-restaurador y son igualmente básicas para asegurar la efectividad de las medidas de prevención y garantizar así la pervivencia de las obras.
FASE CUARTA: EL PROCESO DE DOCUMENTACIÓN Entre los requisitos que hoy en día se exigen dentro de las labores del conservador-restaurador está el de documentar exhaustivamente la pieza desde el inicio al final del proceso de intervención, e incluso más allá de la propia actuación directa, a través de las inspecciones periódicas, para controlar a largo plazo el estado de la obra. Los resultados de la intervención de conservación deberán quedar reflejados en las fichas o informes técnicos que acompañan a cada obra, junto al dossier fotográfico que sirve como ilustración gráfica. Cada una de las piezas medievales tratadas disponen de una ficha informatizada e ilustrada en donde hemos ido reseñando todos los aspectos que intervienen en su proceso de conservación, desde los estudios preliminares a los procesos de restauración, incluyendo igualmente en un apartado específico las recomendaciones de conservación preventiva (Láms. 1-2). Sólo si miramos al objeto arqueológico desde la perspectiva de la conservación programada a largo plazo estaremos garantizando su estabilidad y su perdurabilidad para que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando del conocimiento que éste nos aporta.
FICHA TÉCNICA
Nº intervención: 14 Nº inventario: 124
DESCRIPCIÓN Clasif. genérica: jarrita
Técnica: torno
Materia: cerámica
Decoraciones: cuerda seca parcial. Cordón de la eternidad
Color: ocre anaranjada con decoración en verde y manganeso
Marcas:
ORIGEN Yacimiento: El Palau UE/Capa: 2004 Calle/Área:
Municipio: Burriana Provincia: Castellón Cronología: hispano musulmana.
Año excavación: 2000
Nº Fragmentos: 23
FOTOGRAFÍAS inicial y final
DIAGNÓSTICO La pieza se encontraba muy fragmentada, la pasta cerámica ligeramente disgregada y la decoración se conservaba con abundantes pérdidas de pigmento y de vidriado. Se aprecia tierra y concreciones adheridas en la superficie, especialmente en el interior. El porcentaje de original conservado es inferior al 60% y no se conserva ningún elemento de la parte de la boca. Restauraciones anteriores: No presenta Observaciones: Tras la intervención de restauración se tiene prevista la exposición de la pieza en las salas del Museo Arqueológico Municipal de Burriana
PROCESOS DE CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
Limpieza: Se realizó una primera limpieza mecánica para eliminar la tierra adherida. Seguidamente se pasó a la limpieza física con un tensoactivo (New-Des al 10% en agua) en inmersión durante 1 hora aproximadamente. Después de la neutralización se realizó la eliminación de sales solubles mediante baños termodinámicos sucesivos de agua desmineralizada, cambiados cada 24 h., y cuyas mediciones fueron controladas con conductímetro. Por último se secaron los fragmentos en la estufa de desecación.
Consolidación:
Reconstrucción:
Se realizó una consolidación previa a la Pre-montaje con cinta adhesiva de papel. El montaje limpieza con Paraloid B72 al 2’5% en acetona, definitivo de la pieza se realizó con adhesivo K60 al 20 % aplicado a pincel sobre la decoración, para en alcohol etílico, de fácil reversibilidad. garantizar su permanencia durante la posterior intervención. La consolidación definitiva se efectuó sumergiendo todos los fragmentos, una vez secos, en baño con silicato de etilo, en campana de vacío.
Reintegración volumétrica:
Reintegración cromática:
Se decidió realizar la reintegración parcial de la Se emplearon colores acrílicos aplicados mediante la pieza reconstruyendo sólo algunas de las técnica del aerógrafo, entonando con el color de la pasta y lagunas internas, para darle mayor estabilidad. sin reproducir la decoración. Como estrato intermedio se aplicó en los bordes de las lagunas resina Acril 33 al 10% en agua. El material empleado para la reintegración ha sido escayola Alamo 70, trabajada a bajo nivel.
Otros tratamientos:
Observaciones:
Como la pieza no conserva ningún fragmento del perfil del borde, se plantea una reconstrucción digital de la pieza para poder complementar su lectura formal. (Fig. 12)
Se recomienda mantener a la pieza en las mejores condiciones de estabilidad y extremar los cuidados en su manipulación.
Equipo de restauración: Mª Amparo Peiró Trinidad Pasíes Daniel Tejerina
Fecha inicio intervención:
21/02/2010
Fecha final intervención:
24/06/2010
Láminas 1- 2. Fichas técnicas con la información detallada acerca de la intervención realizada en una de las piezas.
Figura 1. Vista general del Laboratorio de restauración del Museo Arqueológico de Burriana.
Figura 2. La conservación-restauración en la actualidad: una disciplina científica.
Figura 3. Trabajos de extracción de un fragmento de revestimiento de mortero con una cruz digitada en la excavación de calle Mayor 26 esquina Forn de la Vila.
Figura 4. Fotografía de conjunto de algunas de las cerámicas medievales intervenidas.
Figura 5. Restos de cáscaras de huevo dentro de una cazuela hallada en un vertedero medieval.
Figura 6. Restos óseos procedentes de la necrópolis del Palau.
Figura 7. Algunas de las piezas en bronce, antes de realizar la intervención.
Figura 8. Tratamiento de limpieza mecánica y física en Figura 9. Proceso de montaje previo de fragmentos de una pieza de procedencia arqueológica. una cerámica con cinta de papel.
Figura 10. Jarrita con decoración esgrafiada durante una de las fases del proceso de reconstrucción volumétrica de algunos faltantes.
Figura 11. Realización de soporte en metacrilato en una de las piezas.
Figura 12. Jarra hispano musulmana de El Palau. Reconstrucción digital realizada por Daniel Tejerina.
Figura 13. Embalaje en caja-nido para metales, con sistema de Art-Sorb e indicador de humedad.