Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
Jorge Manzano, 2004
94
MIGAJAS FILOSÓFICAS 1844, por Juan Clímaco. Editor Søren Kierkegaard
¿Puede haber un punto de arranque para una conciencia eterna? ¿Ese punto de partida puede interesar más que históricamente? ¿Se puede fundar una felicidad eterna en un saber histórico? [Lessing] No tengo sino mi existencia, y la arriesgo siempre, en cuanto se presenta una dificultad. [Juan Clímaco] ¿Se puede aprender la verdad? [Platón] I
PROYECTO SOCRATICO
Y
MI PROYECTO
Órgano
Reminiscencia
Fe
Presu Presupos posic ició iónn
La verda verdad, d, dent dentro ro de ti El hombre = verdad
La verda verdad, d, fuera fuera de ti. ti. Está Estáss en polém polémic icaa contra la verdad, y por causa tuya. Hombre = no verdad = culpable = pecado.
Maes Maestr troo
No ense enseña ña,, no da la verd verdad ad.. Es mera ocasión para la rem reminisce scencia (par partera era)
Es ocas ocasiión para para qu quee el disc discíp ípul uloo tome tome conciencia de no ser la verdad. Este ste maestro da la verdad dad, es más, ás, da la condición para comprenderla. Salvad vador, liliberta rtador, or, Re Reconciliador, Juez uez. El maestro es LO importante. El objeto de la fe no es la doctrina, sino el Maestro.
Es co contingente qui quiéén se sea. No importa quien sea. Disc Discíípulo pulo
Toma Toma conc conciienci enciaa él mismo, smo, no po por el el ma maestro stro;; de de mo modo que que no no deb debee nad nadaa al al mae maest stro ro..
Toma oma conc conciienci enciaa él mism mismo, o, pero pero debe debe tod odoo al ma maestro stro.. Ha Hay arr arreepen pentimiento nto, conv conver ersi sión ón,, rren enac acim imie ient nto, o, ho homb mbre re nu nuev evo. o.
Como el maestro es ocasión para el discípulo, éste lo es para el maestro. El discípulo no debe nada al maestro; puede desecharlo, olvidarlo.
El dios no tiene necesidad del discípulo, pero lo ama (amor infeliz).
Tiempo
El tiempo no tiene importancia. El instante se absorbe en lo eterno.
El tiempo, importancia máxima. El instante es decisivo: Plenitud de los tiempos.
Decisión
Atemporal
Decisión en el instante.
Pathos
Sobre la reminiscencia
Sobre el instante. El paso de la no verdad a la verdad es un renacimiento.
El discípulo debe todo al Maestro. No olvida jamás al Maestro.
Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
II
Jorge Manzano, 2004
95
DIOS COMO MAESTRO Y SALVADOR (ensayo poético)
Supongamos un rey que ama a una joven del pueblo. Si él se muestra en majestad y colma de dones a la joven: joyas, palacios, finos trajes, y pide su mano, y entre grandes fiestas celebra sus bodas, y la corona reina, la joven quedará como anonadada y se sentirá feliz de haber sido elevada tan alto. Y cuando el rey espera que ella manifieste sus sentimientos ella dirá: “¡Gracias!” El rey se sentirá triste, porque él no se conforma con la gratitud; el quería el amor de la joven. Entonces sigue más bien otra táctica. Desea ser igual a la amada, no por juego, sino en serio. Se disfraza como humilde trabajador y conquista el amor de la joven. Una vez logrado este amor real la exaltará. En mi proyecto, de modo semejante. Si el dios de una vez por todas da todo al discípulo, se ganaría la gratitud, pero no el amor de éste. ¡Qué duro ha de ser no dar al discípulo lo que se desea con toda el alma, y no dárselo precisamente porque es amado! Para ganarse el amor del discípulo, el dios se hace un humilde trabajador. Es dios y, sin embargo no tiene dónde reclinar la cabeza. Su figura de siervo no es disimulo. Realmente pasa hambre, sed, pasión, muerte. ¡Qué terrible debió haber sido sentarse a la mesa junto con él, como con un igual! ¡Más terrible que precipitarse rostro en tierra cuando a la voz divina se estremecen y desploman las montañas! Me dirás que hice un vil plagio. Sólo que aquí no hay lugar para las diferencias mío o tuyo. Lo que pasa es que estamos ante un prodigio [Vidunder ]. III
LA PARADOJA ABSOLUTA (un capricho metafísico)
La paradoja es la pasión del pensamiento; y el pensador sin paradoja es como el hombre sin pasión. La más alta potencia de la pasión es querer la propia pérdida; y la más alta pasión de la razón es el choque, aunque este pudiera ocasionar la propia pérdida. La suprema paradoja del pensamiento es querer descubrir algo que ni siquiera pueda pensar. Así como el amante es transformado por el amor, así la paradoja de la razón actúa sobre el hombre de tal manera que él, que creía conocerse a sí mismo, ya no sabe si es un complejo animal, o si es algo divino. La razón, en su pasión paradójica choca con lo desconocido, que podemos llamar Dios, como en absoluto diferente del hombre [De salida Juan Clímaco toma Dios sólo como nombre; y diserta sobre la dificultad teórica de si se puede demostrar la existencia de Dios; incluso de si es válido intentarlo]. La diferencia absoluta consiste en el pecado, en ser culpable. Habíamos dicho que el hombre era la no verdad y que lo era por culpa propia. Esto sólo Dios se lo podía enseñar; y Dios quiso hacerlo; y se hizo un individuo semejante a él. Aquí tenemos la doble paradoja: la diferencia absoluta del pecado, y el buscar suprimir esta diferencia en la igualdad absoluta. Apéndice. EL ESCÁNDALO DE LA PARADOJA (una ilusión acústica) Si la paradoja y la inteligencia chocan en mutua comprensión, la colisión será feliz, como la del amor. Si no, será infeliz, y tenemos el escándalo [etimológicamente significa colisión, choque]. El escándalo puede ser pasivo o activo. Pero el pasivo es suficientemente activo para no dejarse destruír por completo (porque el escándalo es siempre acción, no mero acontecimiento). Y el escándalo activo es siempre suficientemente pasivo para no poder arrancarse de la cruz.
Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
Jorge Manzano, 2004
96
El escándalo no es una invención de la inteligencia (en ese caso también la paradoja hubiera sido invención de la inteligencia). No. La paradoja deviene escándalo: deviene (!), esto es, el escándalo comienza a existir; y estamos ante el instante. Se puede decir que la paradoja es el instante. Si no suponemos el instante, nos regresamos a Sócrates. Para el escándalo, el instante es algo insensato; la paradoja, también algo insensato. La exigencia de la paradoja, es que la razón es algo insensato, aunque ahora suena como eco del escándalo (ilusión acústica). El escándalo queda fuera de la paradoja quia absurdum, y conserva lo verosímil. La paradoja, lo inverosímil. IV
EL DISCÍPULO CONTEMPORÁNEO
El dios aparece como maestro, en el mundo. [Sigue bella descripción de la vida de Jesús sobre la tierra. Por táctica, en su proyecto Juan Clímaco no escribe el nombre de Jesús. La noticia del día es, para el discípulo, el comienzo de la eternidad. Esto podrá ser una contradicción; pero es una contradicción más grande el que el dios se deje envolver en pañales y recostar en un pesebre. ¡El instante es una decisión de eternidad! Que el dios mismo dé la condición es una consecuencia del instante, pues el instante es la paradoja, y sin él no vamos más lejos. También para el discípulo contemporáneo se da un punto de partida histórico. Es contemporáneo de un evento histórico, pero le interesa no sólo como histórico, pues se trata de algo que condiciona su felicidad eterna. El discípulo no entiende la paradoja; pero entiende que es paradoja. La paradoja y la razón coliden felizmente en el instante. La razón se aparta; la paradoja se entrega; y esto sucede en un tercero (no en la razón, apartada; ni en la paradoja, entregada), y eso tercero es una pasión que llamaremos fe. Es aquella condición de que hablábamos, y que la paradoja da. Si la paradoja no da esa condición, esto querría decir que el discípulo la posee; que él es la verdad, y que el instante es sólo la ocasión; esto es, regresaríamos a Sócrates. Para el discípulo contemporáneo es fácil recoger toda clase de información histórica. Lo malo es que aun llegando a conocer todos los pormenores históricos con la certeza del testigo ocular, no por eso se es discípulo. En cambio, aun destruído todo lo histórico trozo por trozo, con tal de que el instante subsistiera como punto de partida, la paradoja estaría a salvo. Si un contemporáneo redujera el sueño el mínimo para seguir al Maestro paso a paso, y contara con cien espías a su servicio, de modo que conociera la vida entera del maestro minuto por minuto, no bastaría para que fuera discípulo. Si otro se ocupara de la doctrina enseñada por el Maestro, de modo que todas y cada una de las palabras de su boca le importaran más que el pan cotidiano, y contara con cien colaboradores que interceptaran cada sílaba, tampoco bastaría eso para que fuera discípulo. No se trata de considerar la vida del Maestro simplemente como hecho histórico. La paradoja concilia la oposición: eternización de la historia, e historización de la eternidad. Recordemos que el objeto de la fe no es la doctrina sino el Maestro mismo. El Dios da al hombre la condición, no de toda eternidad (socratismo), sino en el Instante. ¿Cómo se hace uno discípulo? Cuando la razón se aparta, y uno recibe la condición. La contradicción está en que recibe la condición en el instante, la cual, por ser condición para entender la verdad eterna, es, por eso mismo, una condición eterna. El discípulo contemporáneo tiene una ventaja, que la posteridad envidiará: verlo personalmente. En realidad no tiene esa ventaja, pues Dios no se deja conocer de manera inmediata. Claro, para el discípulo no es indiferente la forma externa del Maestro. Lo que el discípulo vio con sus ojos y tocó con sus manos. Pero es Dios quien le ha dado la condición al discípulo para que vea, y le ha abierto los ojos de la fe. Debió haber sido terrible ver esa forma exterior: convivir con él, y en cada eclipse de la fe, no ver sino un servidor [un joven trabajador pobre]. Entonces, la fe es tan
Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
Jorge Manzano, 2004
97
paradójica como la paradoja. Si no, no tendría su objeto en la paradoja ni podría ser feliz en su relación con ella. El verdadero contemporáneo lo es entonces no en virtud de la contemporaneidad inmediata sino de otra cosa. Esto es, el contemporáneo, a pesar de su contemporaneidad, puede ser el no-contemporáneo, mientras que el hombre de la posteridad puede ser el verdadero contemporáneo. El creyente es el contemporáneo en la autopsia de la fe. Podemos recordar a quienes dirán "Nosotros comimos y bebimos con él; él enseñó en nuestras calles..." que se oirán decir "No los conozco". También habrá hombres posteriores que pretendan ser contemporáneos (en el sentido inmediato), y quieran ponerse en camino. Puede verse que aunque pongan un nombre sagrado a su peregrinación y exhorten a otros a reunirse con ellos, no van propiamente hacia la paradoja, aunque descubran Tierra Santa (en el sentido inmediato). No son los verdaderos contemporáneos, los verdaderos discípulos. [Para Kierkegaard la verdadera tierra santa está en tu interior].
NOTA. Viene ahora un interludio, como en el teatro para distinguir un acto de otro. Aquí, para distinguir a los contemporáneos del Maestro de los no contemporáneos. Las MIGAJAS comenzaron con un texto que indica el problema de Lessing. Juan Clímaco habla de él en el POSTCRIPTUM. Hago aquí una breve explicación, para entender mejor el Interludio. Lo histórico sucede en el tiempo, y pertenece al orden de la libertad, de lo contingente. Lo eterno,
en cambio, es del orden de la necesidad, y es atemporal. El problema se plantea con la venida de Cristo: lo eterno se hace histórico a través de la encarnación y cae bajo la categoría de la libertad. Sólo que todo conocimiento histórico es aproximado. Una pregunta crucial: ¿Cómo es posible que mi felicidad eterna dependa de un hecho histórico, libre, contingente, siendo así que yo no puedo tener de este hecho sino un conocimiento aproximado? Juan Clímaco responde que la certeza no la da la historia, sino la fe. El argumento de los 18 siglos de cristianismo no le parece válido, pues los cristianos de los primeros siglos estarían en enorme desventaja en relación a los cristianos de los últimos siglos. En realidad, el órgano común a todas las generaciones es la aceptación personal del hecho histórico mediante la fe. Por otra parte, puede llamar la atención que se contrapongan Sócrates y Cristo. La razón es que en este tiempo habían aparecido algunos escritos de inspiración hegeliana que igualaban mucho a Cristo y a Sócrates. Ya en su tesis sobre la Ironía había dicho Kierkegaard que la comparación entre Sócrates y Cristo consistía esencialmente en que eran incomparables. En las MIGAJAS, Juan Clímaco establece las diferencias que vimos, y que en resumen son: Sócrates
Cristo
Órgano: reminiscencia Presupone: hombre = verdad Decisión: atemporal Maestro: no importa quién sea
Fe, don de Dios: un salto. Hombre = no verdad = pecado. En el instante. Importa quam maxime: Dios en el tiempo.
Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
Jorge Manzano, 2004
98
INTERLUDIO 1.- El devenir . ¿Cómo cambia lo que deviene? En general hay algo que permanece en lo que cambia; pero no es eso que deviene. El cambio del devenir 1 va de la no existencia a la existencia; de la posibilidad a la realidad. ¿Lo necesario puede devenir? No, porque el devenir es un cambio; y lo necesario no puede cambiar, sino que permanece siempre igual. Lo que deviene muestra por ello mismo que no es necesario. Ningún devenir es necesario. La posibilidad es aniquilada por la realidad. Pero lo real no es más necesario que lo posible. Y lo necesario es absolutamente diferente de los dos. Notemos que posibilidad y realidad son diversas no en cuanto a la esencia, sino en cuanto a la existencia. La unión de las dos no da lo necesario, porque éste se refiere más bien a la esencia: aquello cuya esencia es existir. Todo devenir proviene de la libertad, no de la necesidad. Nada deviene por una razón, sino por una causa. Y toda causa se refiere, en último término, a una causa actuante libremente. Aun la consecuencia de una ley natural no explica la necesidad del devenir, si se reflexiona definitivamente sobre el devenir. 2.- Lo histórico. Todo lo que devino es, por eso mismo, histórico. La naturaleza misma, en este sentido, tiene historia. La eternidad es lo único que existe y que sin embargo no tiene historia. Notar que el devenir puede incluir una reduplicación, esto es, la posibilidad de devenir al interior de su propio devenir. En esto consiste propiamente lo histórico. 3.- El pasado. “Lo que pasó, pasó, y no puede ser rehecho”. ¿Esta inmutabilidad es la de la necesidad? No. Esta inmutabilidad no excluye, evidentemente, todo cambio, pues no lo excluyó antes. En cambio la inmutabilidad de lo necesario es propia; excluye todo cambio; y no se contenta con la inmutabilidad del pasado. O sea, el pasado no es, en sentido estricto necesario. Al devenir, al acontecer, mostró que no era necesario. El futuro tampoco es necesario; llegará un momento en que devenga. El futuro no es menos necesario que el pasado, por que ni el pasado es necesario. Si el pasado se hubiese hecho necesario, ya no pertenecería a la libertad, por medio de la cual llegó a devenir. 4.- Conocimiento del pasado. Decíamos que el pasado no se hace necesario por el hecho de haber sucedido. Mucho menos se hace necesario por que alguien lo piense o lo conozca, o lo sepa. Conocer el presente no hace necesario al presente; pre-conocer el futuro tampoco hace necesario al futuro. Conocer el pasado tampoco hace necesario al pasado. Porque el conocer no tiene nada que dar. La fe cree en lo que no ve. La fe no cree que una estrella existe, porque la ve; pero cree que la estrella devino. Lo mismo con un evento cualquiera. El escepticismo griego no dudaba en fuerza del conocimiento, sino en fuerza de la voluntad. La duda no puede ser abolida sino por la libertad, por un acto de voluntad. El escéptico griego no dice que los sentidos engañan; el error viene de la conclusión que uno saca. Por eso el escéptico se mantiene en suspenso, y ese estado de suspensión es lo que él quiere. Quiere dudar. La fe no es un conocimiento, sino una expresión de la voluntad. La conclusión de la fe no es una conclusión, sino una decisión, y por eso se excluye la duda. Fe y duda son pasiones opuestas. El escéptico no duda de su existencia, pero no 1
Suelen usarse como sinónimos: movimiento, cambio, transformación, devenir y otros. Pero en sentido estricto devenir implica el paso de la no existencia a la existencia (o del no ser al ser). En cambio los otros términos suponen ya algo existente que se mueve, cambia, o se transforma.
Apuntes para los talleres de Kierkegaard,
Jorge Manzano, 2004
99
concluye nada de ella, para evitar el error. Podrá usar la dialéctica para mostrar que lo contrario es verosímil, pero no apoya su escepticismo en la dialéctica, sino por fuerza de voluntad se abstiene de toda conclusión. Aplicación:
Volviendo a nuestro proyecto ideal. El dios devino. Este hecho histórico tiene una propiedad particular, la de ser no un simple hecho histórico sino un hecho fundado en una contradicción, lo cual hace ver que el hombre posterior y el contemporáneo inmediato se encuentran al mismo nivel. Es un hecho histórico en primera potencia (para la fe en el sentido general de relación a lo histórico). Ese hecho histórico está basado en una contradicción ( fe en el sentido eminente). Sócrates no creía que el dios existiera. Lo que sabía lo sabía por la reminiscencia; y la presencia divina no era para él un hecho histórico. V
EL DISCÍPULO DE SEGUNDA MANO
El discípulo posterior parece tener la ventaja de contar con las consecuencias [toda una historia de fuertes pruebas y de éxitos, multitud de libros y explicaciones, de modo que el hecho parece naturalizado], pero son consecuencias de una paradoja, a no ser que se pretenda que las consecuencias tienen el poder retroactivo de transformar la paradoja. Pero las consecuencias no son ventaja para el discípulo posterior, como para el contemporáneo inmediato no lo era el tener los datos inmediatos. Para éste, lo histórico era la ocasión para hacerse discípulo (recibiendo la condición del Dios mismo). Para aquél, la información de los contemporáneos inmediatos es la ocasión de hacerse discípulo (recibiendo la condición del Dios mismo). Lo que se tiene del Dios podemos decir que se tiene de primera mano; y el que no lo recibe del Dios mismo, no es discípulo. De modo que estrictamente no hay discípulos de segunda mano. El creyente tiene la autopsia de la fe; no ve con ojos de otro, sino con los ojos de la fe. ¿Qué puede hacer entonces el contemporáneo para las generaciones siguientes? Puede decirles que él creyó en ese hecho -lo cual propiamente no es dar una comunicación, sino sólo la ocasión. Puede también narrar el hecho, un hecho que sólo es para la fe. En rigor bastaría que dijera: “Nosotros creímos que Dios apareció en tal fecha bajo la humilde apariencia de un servidor; vivió y enseñó entre nosotros; después murió”. Así, nuestro proyecto va más lejos que el socratismo.