Descripción: Biografía y obra intelectual de Tomás Moro.
HISTORIA DE LA FILOSOFIA FILOSOFIA OCCIDENTALDescripción completa
Un texto fundamental para conocer la vida y obra de uno de los más grandes pensadores del Siglo XX.Descrição completa
Riassunto sulla metafisica di Aristotele
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Matgioi, Occhio del Sole, è il nome iniziatico di Albert de Pouvourville, un francese che nei primi del novecento ricevette nel Tonchino l'iniziazione taoista. Opera principale del Matgioi, …Full description
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Claves, oraciones, bendiciones y consejos para todos los díasDescripción completa
Prologo a la Fundamentación de la Metafisica de las costumbres de Immanuel Kant. Prefacio fundamental para entender la postura etica del gran pensador aleman y que adelanta las tesis elabora…Descripción completa
ocultismoDescripción completa
Últlmos tl1ulos publicado>: 82. A. Moles El kitsch
83. F. Jameson El p:>Smodern•smo o 1a lógica cullura! del capi1alismo ava<'.iado 84. A. dal lago y P. A. Rovatti Elogio del pudor 85. G. Vattimo Élica de la inlcrprel
Pai<1ós Studio
Anthony Kenny La metafísica de la mente Filosofía, psicología, lingüística
.... Titulo original: The Metaphys1cs of M1nd Esta traducción , originalmente publicada en inglés en 1989, se publica con per· miso de Oxford University Prcss. Th1s translation of Tl•e Methaphysics of Mind published in english 1n 1989 1s pubhshed b)· arrangement w1lh Oxford Unrversily Press
9 Prólogo a nuestra edición 23 Prólogo
Traducción de Francisco Rodríguez Consuegra
29 1. El mito de Descartes 47 2. Cuerpo, alma, mente y espíritu 65 3. La voluntad 87 4. La emoción
Cubierta de Mario Eskenaz1
105 5. Habilidades, facultades, capacidades y disposiciones 127 6. El yo y el autoconocimiento 141 7. La sensación y la observación 159 8. La imaginación
Quedan rigurosamente prohibidas. sin la autonzac1ón esenia de los titulares del copyright. bajo las ~.anc1ones establecidas en las leyes. la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento. comprendidos la reprografia y el tratamiento informático. y la distribución de ejemplares de ella med1a11\e alqui'.er o préstamo públicos
171 9. El intelecto 191
iO. La psicología
213 Bibliografía 217 indice analítico
e 1989, Anthony Kermy
e
2()()0 de la traéuooón.
Franosco Rodrí-
guez Consuegra
e
2000 de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidós Ibérica. S.A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós. SAICF, Defensa, 599 - Buenos Arres http://www.paidos.com
ISBN: 84-493-08'20·8 Depósito legal: B- t .951 / 2()()0 Impreso en Novagralik, s. l. el Vivaldi. 5 - 081 1O Monteada 1Reixac (Barcelona) Impreso en España - Pi .nted
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Bitshotd Central Univ. Vcracruzana
130575
Prólogo a nuestra edición
Como la biografía de Sir Anthony Kenny es bien conocida en los ambientes británicos e ilumina algunos aspectos de su obra prestándole en ocasiones un valor especial, compensa resumirla encastellano. Los dos títulos de sus volúmenes autobiográficos, A Path from
Rome y A 'Life in Oxford ' enuncian concisamente su trayecto vital, que conduce -siempre en un ambiente académico- desde el Seminario Menor de Liverpool, la Universidad Gregoriana y el sacerdocio a Oxford, la secularización, el agnosticismo y su nombramiento para altos cargos en la política académica, que van desde sus puestos de Master de Balliol College y Warden of Rhodes House a la Presidencia de la Academia Británica. Rotulado así, su periplo existencial resulta arquetípico -si no en Gran Bretaña sí en los países mediterráneos- de muchos hombres de su generación. 2 Pero contrasta con otros muchos perfiles biográficos en varios puntos. 1. A. Kenny..A Path from Rome, Lond1es, S1dgw1ck and Jackson Ltd., 1985 y A Lile m Oxford, Londres, John Murray, 199'7. 2. A. Kenny nació en el seno de una familia católica de 01igenes irlandeses en Liverpool el 16 de marzo de 1931. Educado por su madre y orientado al sacerdocio, se traslada a los doce años al Seminano Menor de esa ciudad, donde recibiría una excelente educación y alcanzaría una notable fainil•aridad con los clásicos griegos y latinos. Seis arios más tarde emprende los
En primer lugar, destaca por la seriedad de su trabajo intelectual.
Kenny no ha centrado su atención sólo en los temas suscitados
Kenny es, sin duda, uno de los autores más cualificados dentro de la
por la reflexión de Wittgenstein (a quien no conoció directamente) y
filosofía analítica de lo mental a la que, entre otras muchas cosas, ha
G. Ryle (a quien trató mucho): ha sabido mostrar la relevancia -justo
sabido aportar algo tan infrecuente en los ámbitos analíticos como
para esos problemas- de las aportaciones clásicas o medievales.
una perspectiva histórica. Sus obras sobre Wittgenstein y Frege son bien conocidas y de uso habitual entre los hablantes del castellano desde hace años, 3 pero resultan más desconocidas sus investigacio-
Con lo que sus estudios de corte histórico se alejan de la erudición suLa metahsica de la mente
,1.,,1•• . I
.... t•
nes sobre Aristóteles, Tomás de Aquino, Wycliff, Descartes o Moro. 4
•·"•1· ion
perflua, del uso de j ergas trasnochadas o del intento de establecer genealogías de pensamientos para hacer ver con una claridad y brevedad sorprendentes qué pueden aportar hoy los clásicos a la hora de resolver nuestros problemas. Quizás eso lo sitúa fuera de un cier-
estudios de Filosofía y leologia en la Universidad Gregoriana, formándose en la filosofía escolástica. Allí comienza a trabajar sobre las relaciones entre la filosofia analitica y el ienguaje religioso, deíendiendo su tesina en Teología sobre el estattJto lógico rle las proposiciones que versan sobre Dios. en la que trata de aclarar el alcance del principio de ve• ificación a la hora de establecer el significado de las proposiciones del lenguaje religioso. Inicia después su Tesis Doctoral en Teología, dirigida por Bernard Lonergan y enfocada desde un punto de Vista histórico. lambién sobre las aportaciones de la filosofía británica contemporánea al análisis del lenguaje religioso, en la que revisa los estudios de Braithwaite, Findlay. Prior, Flew. Williams y Mclntyre. Su juicio sobre sus estudios filosóficos en Roma alcanza, más allá de la peculiaridad de la Gregoriana, a todo el sistema •napoleónico• de docencia de la filosofía. •La tilosotia -afirma- no es algo que pueda enseñarse a través de una serie monolítica de clases. Si tiene que aprender a pensar filosóficamenle, y no sólo a dominar una jerga, lo que un alumno necesita es discutir, y un buen montón de redacción y de critica.• (A Path from Rome, pág. 50). Mientras continua su Tesis en la Gregoriana, reahza una estancia de investigación en Oxford, donde empieza otra Tesis Doctoral, esta vez en Filosofía, sobre la inlencionalidad de los verbos psicológicos, que publicará en 1g53 con el titulo Action, Emotion and Will y que le abrirá las puertas del mundo académico angiosajón . Él mismo ha resumido las razones de su lránsito: sólo filósofos de segunda habían escrito dircclamente sobre filosofía de la religión y, cuando algunos de primera , Russell o Wítigenstein, fo habian hecho, no habían escrito sus mejores páginas.
to modo tradicional de plantear la historia de la filosofía, pero hace resaltar los puntos centrales (al menos para nosotros) del pensamiento de nuestros predecesores. Si, como hace Kenny siguiendo el camino de Geach y Anscombe, se lee a Aristóteles, Tomás de Aqui no o Descartes equipado con el mej or conocimiento de Frege y Wittgenstein, los antiguos salen de su museo e interesan. Por eso, sus trabajos de historia de la filosofía no son sólo brevísimos: son profundos. Clava el problema. Su agudeza se corresponde con su falta
de extensión.
Kenny sabe decir algo nuevo, interesante
y profundo
sobre la psicología filosófica de Tomás de Aquino o el tratamiento aristotélico de la voluntad en poco más de 150 páginas. En segundo lugar. Frente a otras trayectorias más o menos paralelas, la suya sorprende tanto por su honestidad intelectual como por el rigor lógico que es capaz de aplicar a los problemas existenciales más candentes. Su honestidad intelectual no tiene nada de grito tes timonial, de salida de tono en busca de la autenticidad, de pretensión de originalidad o de desplante con buscado tono profético. No es un aspaviento. Es la honestidad intelectual de un académico que -como bien sugiere el título del segundo volumen de su autobiografía- se ha pasado la vida en Oxford, entre libros. Una existen10
1¡
cia que podría parecer mortecina, pero que contiene en sí sus propias emociones fuertes. A fin de cuentas, Kenny se decidió a cambiar
sity Press. 1983; Wyclíf, Oxford, Oxford University Press, 1985; Arislotle on lhe Perfec/ Ufe, Oxford. Clarendon Press, 1992 y Aquinas on Mirrd. Londres. Routledge and Kegan Paul, ¡gg3_ Véase también The Hentage of Wísdom, Oxford. Blackwell, 1g37 y A B1íef Hisfory of Western P/¡i/osophy, Oxford, Blackwell, 1998.
mejores tomistas actuales sea un agnóstico, como si la razón para
l:i 11111•11lacion de su vida por una interpretación de la sustancia de /\11 .. 1011~lv~: esa que para él hacía imposible la doctrina tomista de la
ser tomista fuera la fe cristiana. A menudo se han solido plantear las
lr;111:a1~;lanciación.
cosas así y, al final, semejante bomba ha explotado en contra de
Lo que, para Kenny, tanto según la lógica como
·;nniírr el mismo contenido de la doctrina católica - la integridad de la
todos. Sus comentarios sobre la «ultramontana» Gregoriana en la
le-· lo lanzaba fuera del sacerdocio y de la Iglesia Católica. Con todo,
que le tocó estudiar son pertinentes. No deja de tener su gracia que
lo más sorprend ente es su rigor intelectual a la hora de plantear tanto la existencia de Dios como la virtud de la fe.
La 11".etafisica de lamente
1
. . . ., • • •
...
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Kenny estudiara a Aristóteles y Tomás de Aquino en Oxford, y no en Roma. Al final, lo que sus páginas autobiográficas muestran es el
Se comparta o no su posición, es claro que pocos han sabido como
daño que ha causado una mala apologética, la chapuza intelectual
él mantener _una cabeza tan fría en los temas en los que el riesgo es
de ligar una fe a una filosofía como a su preámbulo intelectual para, de
máximo. Justo por eso sus numerosos escritos sobre Dios y filosofía
la misma, fundar ese preámbulo en la autoridad de la fe. No hace fal-
de la religión, sobre la convergencia entre filosofía y teología, resul-
ta tener fe alguna para advertir el entuerto. Es difícil decirlo mejor que
tan esclarecedores para
todos. 5
Su misma lectura de su posición ag-
él: «la implausibilidad de la filosofía que aprendíamos ponía en ten-
nóstica - representada por el poeta Clough al que ha dedicado mu-
sión la fe de los estudiantes en los dogmas mismos: si necesitaban
6
chos trabajos- resulta tan sugerente como inquietante: «algunos
apoyarse en una filosofía tan destartalada, ¿qué solidez podían tener
filósofos creen -escribe- que es imposible que alguien sepa si hay
en sí mismos?». 8
Dios o no lo hay: sostienen que el agnosticismo respecto de la exis-
Pero quizás el campo en que los trabajos de Kenny han resultado
tencia de Dios está incrustado en la condición humana rectamente
más fecundos no viene dado por la historia de la fi losofía o la filoso-
entendida. Sus argumentos no me parecen convincentes, no más
fía de la religión sino por la filosofía de lo mental. Una importantísima
convincentes que los argumentos en favor del teísmo o del ateísmo.
parte de su obra se sitúa en una de las vetas más ricas del pensa-
El agnosticismo que profeso es, en términos f ilosóficos, un agnosti-
miento de Wittgenstein: su filosofía de la psicología. Incluso si su in-
cismo contingente, y no necesario: el agnosticismo de un hombre
fluencia era palpable mucho antes de su publicación, las Investiga-
que dice "no sé si Dios existe, pero quizá pueda saberse; no tengo
ciones filosóficas vieron la luz en 1953; por su parte, Ryle había
pruebas de que sea imposible saberlo". Un agnosticismo contingen-
publicado El concepto de lo mental en 1949. El mismo año en que
te es el típico que está condenado a ser un agnosticismo sin des-
Kenny llega a Oxford (1957), Anscombe publica lntention en el
canso•. 7
que desarrolla algunos de las observaciones y análisis wittgenstenia-
Quizá sea esa peculiar postura de Kenny la que convierte en origi-
nos sobre la intencionalidad9 y P. Geach su Mental Acfs en el que
nales muchas de sus aportaciones filosóficas, la que contribuye a
plantea un análisis del contenido y el objeto de los actos mentales
desideologizar muchos planteamientos, también en los estudios de
explotando también ideas wittgenstenianas, fregeanas y tomistas en
historia de I~ filosofía. Porque sigue resultando raro que uno de los
polémica con autores como Ockham, Russell y Ryle. 10 En este con12
5. Véase, por ejemplo, además de The F'rve Ways, The God of lhe P/ulosophers. 1979; Failh and Reason, Columbta, Columbia University Prcss, 1983 (reedijado después con el titulo Whal is Faith? Essays m lhe Ph1/osophy of Ret1gion, OKford, Oxford University Prcss, 1992} y God and Two Pocts. Londres, Sidgwick and Jackson, 1988. 6 . En God and Two Pocts compara sistemáticamente las posiciones de Clough con las de Hopk1ns. Además. ha editado un extracto de los diarios del pnmcro en Oxford. 7. A. Kenny, A Path from Rome. pág. 208.
13
texto, se entiende bien que Kenny eligiera como tema de su tesis la intencionalidad de los verbos psicológicos, tratando de aclarar «la estructura lógica del lenguaje en que expresamos un deseo, una inten8 . A Kcnny. A P§lth from Rome, pág. 7'2. 9. Véase E. Anscombe, tntenc1ón, Barcelona. ICE-UAB/ Padós. 1991. 1O. Véase P. Geach, Mental Acls. Londres. Routledge and Kegan Paut. 1957.
r 1
ción, una decisión y una emoción». 11 A fin de cuentas, ya en el último
No son pocos los wittgenstenianos que, desde P. Winch , han ido
capítulo de su Tesis en Teología había tratado de relacionar el argu-
abordando los problemas de la filosofía de la sociología; y autores
mento de Wittgenstein contra el lenguaje privado con la doctrina
como Geertz muestran bien el alcance de su influencia. Pero ahora
tradicional católica en torno al alma separada. Porque, si Wittgen-
conviene limitarse a resaltar la relevancia de la filosofía de lo mental para la antropología filosófica, la importancia, en contra del psicolo-
stein tiene razón y el significado de las palabras como «dolor» y «placer>• no derivan su significado de experiencias mentales privadas, la creencia tradicional cristiana en purgatorios, cielos e infiernos pare-
La meta' saca dela111en:e
I '• .l.:iqo a
gismo, de una filosofía de la psicología como la que Kenny aporta,
· .... Jra edctón
pues es esa filosofía de la psicología no psicologista la que abre la
ce quedar cuestionada. Kenny no quería apuntarse a un behavioris-
posibilidad de renovar la filosofía de la cultura. La preocupación wítt-
mo lógico como el sostenido por Ryle, pero tampoco veía viable un dualismo como el de J. R. Lucas. 17
guaje psicológico, el modo en que en contextos no filosóficos habla-
Así planteada, la cuestión puede parecer puntual. Pero, si se mira más
mos de nosotros mismos y de los demás, nos describimos a nosotros
despacio, la atención a algunos problemas lógicos termina por suponer
mismos y a los demás, e intentamos narrar y, por tanto, comprender
gensteniana desde las Investigaciones Filosóficas por aclarar el len-
una reformulación de la antropología filosófica, de la que La metafísica
nuestra conducta y la ajena, abre toda una nueva filosofía de lomen-
de la mente es un magnífico exponente. A primera vista, nada hay más
tal que ocupa el viejo lugar de la teoría del espíritu subjetivo o de la
distante al análisis lógico del lenguaje inaugurado por Frege que la tra-
psicología racional, con la diferencia de que la aproximación a los
dición continental de la antropología filosófica, tal como se viene desarrollando, con todos los puntos de inflexión que se quiera, desde Sche-
problemas es ahora lingüística. El método usado para dilucidar qué es la voluntad , la sensación o la memoria es aclarar el significado de
ler. Y, sin duda, esa distancia existe. Pero también interesa advertir, por
los términos correspondientes analizando su uso y haciendo patente
una parte, que el análisis del lenguaje ha ido ocupándose progresiva-
de qué estamos hablando cuando los empleamos.
mente de los temas tradicionalmente atribuidos a la antropología filosó-
Al principio, las cuestiones se podían encarar de un modo exclusiva-
fica y, por otra, que investigaciones como la de Dummett han sacado a
mente puntual huyendo de la formulación de todo tipo de doctrinas y
la luz la fuente común de las tradiciones anglosajona y continental: el re-
teorías generales -una de las causas fundamentales para Wittgen-
chazo del psicologismo. I) Y quizá pueda defenderse que es justamente
stein de la enfermedad filosófica-y limitándose a socavar los aparen-
la crítica al psicologismo la que permite establecer una nueva filosofía de
temente firmes fundamentos de unas cuantas doctrinas tradicionales.
la psicología (que viene a cubrir el ámbito de una teoría del espíritu sub-
Como si, por llevar la contraria a Bacon, los wittgenstenianos no se
jetivo, por usar la terminología consagrada en antropología filosófica por
entendieran a sí mismos ni como arañas ni como abejas sino como
Landmann)" y una nueva filosofía de Ja cultura (que corresponde bien con la teoría del espíritu objetivo). 15
paces de reducir a polvo toda bambalina de teatro, todo decorado
termitas: esos genios de la destrucción, esos bichos formidables capretencioso, toda madera pintada de mármol. Pero la tarea de lle-
11. A. Kenny, A Lrfe m Oxford. pág. 15.
12. Sob1e el rr1smo tema. y peleando con las mismas cit1cultades. puede verse P. Gcach. God and the Soul, Bnstol. Thoemmes Press, 1994. 13. Véase M. DummeU. Ongms of llnatytical Pt11/osophy. Londres, Ouckworth, 1993. 14. Véase M. Landmann, Antropología fitosófrca, México. Utena. 196 1.
15. He tratado de expone• más detenidamente la relevancia del análisis hngüislico pa1a la antr~pologia filosófica en J. V. Arregu1, •la conlnb\Jción del análisis del lenguaje a la antropolo91a 1 losof1ca• en AA. VV.. Pen~1Jr to h11mano. Actas del 11 Congreso Nac:onaf de Antropología Fllos-Ofi<:a. Madnd lbe,oamencana. 1997. pags. 21-31.
14
1' 1,)
varse por delante techos falsos y columnillas de escayola termina por permitir una mejor comprensión global de nosotros mismos llegándose a dibu1ar -con una metáfora del mismo Kenny- la anatomía del alma, 16 el mapa de la mente individual. 16. Veao;eA. Kenny, TheAnalomyofthc Sout. Oxford. B 'ackweli. 1974.
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Conforme se desenmarañaban los modos en que realmente nos
gico alguno sino por instituciones culturales como los parlamentos.
describimos, la tradición de lo mental en que Kenny se inserta no se
Tampoco una acción es voluntaria porque vaya acompañada de un
ha limitado a denunciar los errores categoriales más característicos
«acto de voluntad» o de un hecho fisiológico, ni el problema existen-
de la psicología como ciencia -los que se cometen cuando se cree
cial de llegar a ser un yo se resuelve postulando la existencia de una
estar hablando de una cosa, o de un tipo de cosa, cuando en realidad se está hablando de otra de otro tipo- sino que a la vez ha minado tanto una concepción dualista del hombre y de la vida humana
misteriosa entidad psicológica llamada «el yo» -que puede tener o no La me1afis1ca do la mente
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base orgánica- como no cabe entender los sentimientos en términos de sensaciones internas a las que se adjunta una alteración orgánica.
-ésa según la cual lo específicamente humano es una vida mental,
En este sentido, la filosofía de lo mental establecida por Kenny es
una corriente de conciencia o un conjunto de experiencias psicológi-
decididamente antipsicologisla. Porque, si se suele entender habitual-
cas que dan sentido a nuestra conducta convirtiendo en humanos
mente por «psicologismo» la tesis según la cual pensamos como pen-
unos movimientos físicos- como las concepciones conductistas y
samos porque estamos hechos como estamos hechos o porque nues-
materialistas. El análisis del modo en que hablamos realmente unos
tra dotación psicológica es la que es, se podría calificar con la misma etiqueta la tendencia a considerar realidades «psicológicas» todas aque-
de otros y -dentro de ese contexto intersubjetivo-- de nosotros mismos acaba por ofrecer toda una nueva cartografía de lo específica-
llas dimensiones de la conducta humana que escapan de su descrip-
mente humano, que no se puede entender ya en términos ni psico-
ción material, a tematizar lo específicamente humano bajo las catego-
lógicos ni fisiológicos. Porque lo específico de la conduela humana
rías psicológicas, a declarar «mentales» todas aquellas realidades o
es su sentido, que no se puede determinar ni desde hechos menta-
dimensiones de la realidad no reducibles a fenómenos, dimensiones
les ni desde rasgos del mundo sino desde sistemas simbólicos, algo
o eventos físicos. Quizá la posición del primer Dilthey resulte paradig-
que no es ni físico ni psicológico, ni material ni mental.
mática de la tendencia psicologista que subyace a los dualismos y que
Al aclarar el modo en que hablamos de nosotros mismos, al esclarecer
Ryle exorcizara como error categorial: lo que no es físico es mental.
de qué estamos hablando cuando usamos términos típicamente psico-
Ya la comparación de la denominación •Geisteswissenchaften», tí-
lógicos, cuando empleamos palabras como «Voluntario», «inteligente»,
pica de la filosofía alemana de finales del x1x, con la anterior inglesa
de «moral sciences» muestra una toma de postura claramente psi-
como Kenny han hecho patente que su significado no se fij a ni por pre-
cologista, pues el rótulo tiende a hacernos creer que lo específi ca-
suntos hechos o realidades psicológicas, ni por un misterioso elenco de
mente humano es el «espíritu», o sea, la vida mental. En la tradición
experiencias mentales a las que tenemos acceso mediante un infalible
inglesa o en la clásica castellana, «ciencias morales» no significaba
y privado ejercicio de introspección, ni tampoco por escondidos hechos
sólo •ética», o •doctrina de qué es bueno y malo», sino ~timol ógica
o eventos neurofisiológicos. No es lo mismo, por acudir al ejemplo de
mente- ciencias que estudian las costumbres. De manera que,
Ryle (recogido por Geertz), tener un tic en el ojo que guiñarle pícara-
mientras lo específicamente humano es en el planteamiento clásico
mente, por indiscemibles que ambos fenómenos puedan resultar neu-
16
¡·¡
-como en el actual de Geertz- la existencia de mores, de pautas de
rofisiológicamente y aunque tampoco quepa establecer la diferencia en
comportamiento heredadas de la tradición, es decir, de regulaciones
términos de «intenciones» entendidas como actos mentales.
simbólicas de la conducta transmitidas culturalmente, 17 sin que se
De manera similar, la diferencia entre firmar y enseñar la propia firma, quitarse el sombrero y saludar, o desperezarse estirando el brazo y votar a mano alzada no viene dada por hecho psicológico o neurofisioló-
17. Véase, por ejemplo, C. Geerl7, La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1989, págs. 55-59.
'1riq. 1 1,.¡..,, .,11:1<.1 alguna a la presunta vida mental del agente, en la
h
entre necesidad y libertad, entre la omnisciencia divina y la libe1 lad
1
, , ....,
l "'l "I" ·1 llva µs1cologista representada por Dilthey en Alemania o Jalos países anglosajones es precisamente la vida mental -las
Kenny desde la Gregoriana, pero ese enredo teológico se puedo
i!xpc1iencias psicológicas o el «espíritu»- la que funciona como dife-
cuadrar en la cuestión más general sobre si la libertad humana pue
humana, constituye un antiquísimo lugar teológico bien conocido poi
rencia específica. Lo que en este enfoque distingue a los hombres de los animales o de los robots, por semejantes físicamente que pue-
de compatibilizarse con el determinismo. La metahstea do lame<1te
dan resultarles, no es su comportamiento público, el modo en que
1
., ,,
........
le.,
.
Si la teoría de las acciones voluntarias esbozada en Action, Enwlm11
t ~ f1c;011
and Wil/ no aborda el problema del determinismo, sí lo hace poste
organizan su existencia, la regulación simbólica de la conducta o la
riormente. Al principio, Kenny creía, como Hume siguiendo a lo!; escolásticos, en la distinción entre una libertad de indiferencia - de
existencia de un derecho civil, sino su vida mental. Mientras que para los clásicos, como después para los wittgenste-
existencia dudosa que no se puede compatibilizar con el determinis·
nianos, nuestra diferencia con animales y ordenadores radica en
mo- y una libertad de espontaneidad que resulta compatible con él y
nuestra capacidad de actuar siguiendo reglas -que es una conducta irreducible a la causalidad mecánica- para las posturas psicologistas,
que basta para que la noción de responsabilidad tenga sentido. l!• Pe·
la diferencia se establece desde nuestras experiencias psicológi-
de Freewi/I and Responsability después, en el que aplica sus tesis
cas, desde una «corriente de conciencia•, por usar la expresión de
sobre la acción voluntaria al ámbito del derecho, incluido el derecho
James. y como bajo esta perspectiva lo específico del ser humano
penal,ro considera que la capacidad de actuar como uno quiere su-
es su vida mental, sus experiencias psicológicas, explicar o compren-
pone la capacidad de actuar de otra manera, y viceversa, de manera
der los fenómenos o los productos propiamente humanos es en últi-
que la libertad de espontaneidad y la de indiferencia resultan insepa-
mo término conectarlos -como pretende Dilthey- con la vida psico18
rables. Por otra parte, ahora para Kenny, ambas resultan compatibles con alguna de las versiones del determinismo.
Frente al psicologismo, las fuentes wittgenstenianas de las que se
Consecuente con la disolución wittgensteniana del dualismo y del
nutre Kenny desde su llegada a Oxford cruzan entre Escila y Ca-
behaviorismo, o, con terminología de Geach, del materialismo y del in-
ribdis, entre d dualismo mentalista y materialismo. Lo específi-
materialismo,2' Kenny ha triturado como pocos la interpretación de
lógica, verlos como derivados, como productos o expresiones de ella.
ro, posteriormente, a partir primero de Wi//, Freedom and Powe1 y
camente humano, que no es describible en términos físicos, ni re-
las acciones específicamente humanas en términos de una dualidad
soluble en disposiciones conductuales, tampoco lo es en términos
de elementos, de unos actos mentales que acompañan -o causan
de corriente de conciencia. El libro publicado que recoge la Tesis de
nomológicamente, da igual- unos movimientos físicos. No habla, co-
Kenny en Oxford, Act1on, Emotion and Will, resulta programático
mo ha hecho después Ricoeur, de las acciones como textos; ni se re-
de sus investigaciones futuras, pues parte del estudio de las emo-
fiere explícitamente a un significado público que toque a la antropo-
ciones para terminar en un bosquejo de una teoría de la voluntad. Varias veces ha explicado Kenny las razones de su preocupación continua por el problema de la articulación entre libertad y necesidad, por la doctrina del compatibilisrno. La cuestión de la compatibilidad o no 18. Veasc. por eiemplo. W. Oillhey. lnlroducC1ón a las ciencias del esp•fJtu, MélllCO, FCE; 1978, pág~. 38-43. especialmente, pág. 4 1 e Ideas para una ps1col.ogia descnptsva y anal1· /lea en Psico!og•ii y ft"x ¡ria riel conoC1mtenlo, México. FCE. 1978. pag. 201.
18
l'l
19. Tomo el resumen de A Life in Oxford, págs. 36-44. 20. A . Kenny. Wilf. Freedom and Power, Blackwell, O•ford, 1975: Freewil/ and Responsabdtly. Roul/edge and Kegan Paul. Londres, 1978 y T/1e lvory Tower. Essays 111 Ph//osophy and Pub/te Polq, Blackwe!I, Oxfoid. 1985. So 1ntete1> por la l1!osoha del derecho le neva a est~iar Derecho entre 1979 y 198 1, graduándose en la C.ty Un1vers1ty. Entre sus publicaciones en filosofia del derecho y füosofia política destaca. dentro de su larga opos.ción a las armas nudeares, The Logic o f Detem;ince. 1985. 21. Tomo las expresiones de P. Geach, Whal Co We Th:11k W11h? en el lib•o 1'a o tado G0<1 ami the Soul, págs. 30-4 1.
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logía interpretar, como Geertz; pero todo su análisis va en esa línea. Ryle destrozó la idea de que existen unos «actos de voluntad» que
en que decimos que los relojes dan la hora mejor que los seres humanos. Es decir, si quieres saber la hora, es mejor mirar el reloj que
causan nuestras acciones voluntarias y Wittgenstein dejó claro que los
intentar adivinarla: Pero son los seres humanos quienes usan los re-
significados de nuestras acciones no pueden quedar determinados
lojes para saber qué hora es: un reloj no sabe qué hora es, y no sabría qué hacer si lo supiera».25
por unos misteriosos actos mentales que les confieren su sentido. Si Anscombe acertó al definir •las acciones intencionales como aquellas en las que se aplica cierto sentido de la pregunta "¿Por qué?"»,22
Lame1afísica de lamente
Kenny da también en la diana al sostener que «la voluntad humana es esencialmente la habilidad de actuar según razones. Por consiguiente, si se trata de comprender la voluntad, los dos temas a estudiar con más cuidado son el de la capacidad y el de la naturaleza de la razón práctica». :i:i Desde los años setenta, Kenny se ha venido interesando por la inteligencia artificial y, a la vez que no duda en aplicar técnicas estadísticas informáticas al estudio de los textos filosóficos, en el ámbito de la estilometría, que le permitirían cambiar la cronología habitual entre la Etica a Nicómaco y la Etica a Eudemo sosteniendo la posterioridad de la segunda, 24 se convierte en uno de los críticos del funcionalismo, al que considera la versión actual del behaviorismo. Para Kenny, como para otros muchos, la intencionalidad de los ordenadores depende de su uso por parte de los seres. Es nuestro uso de ellos el que les presta una aparente intencionalidad. Sus palabras son claras: •merece la pena sostener firmemente que los ordenadores no pueden probar nada. Los ordenadores no pueden, en sentido literal, llevar a cabo ni siquiera las más simples tareas aritméticas. Se dice a menudo que pueden llevar a cabo muchos cálculos mucho mejor que los seres humanos. Pero eso sólo es verdad en el sentido 22. Véase G. E. M. Anscombe, Intención, págs. 51-4. No creo. contra lo sostenido por Ricoeur en El discurso de la acción (Madrid, Cátedra, 1980) y en Si mismo como otro (México D. F.. Siglo XXI, 1997) que la posición de Anscombe implique el oscurecimiento de la pregunta por el quién de la acción. Al menos. si se tienen en cuenta otros trabajos de Anscornbe que R1coeur no parece advertir. En la misma hnca, a la hora de aquilatar estas sugerencias de Ricoeur sobre el olvido del quién, convendría tener en cuenta también la posición de Kenny. 23. A. Kenny, A Life m Oxford, pág. 38. 24. Sobro la cronologia de Aflstóleles, véase st1 The Arislotelian Ethics. Kenny ha aplicado también técnicas eslilométncas a textos bíblicos e incluso ha escrito algún tratado sobre la misma est;lometria. Vóase Tl1e Computal1on of Style, 1982 y A Stylometric of the New Testament, 1986.
21
20
25. A. Kenny, A Life in Oxford, pág. 81 .
L
Prólogo
Hace cuarenta años, en 1949, Gilbert Ryle, profesor Waynflete de filosofía metafísica en la universidad de Oxford, publicó un libro titulado El concepto de lo mental.' Durante muchos años fue un libro altamente influyente, no sólo entre filósofos profesionales, sino también entre psicólogos, lingüistas
y personas pertenecientes a mu-
chas otras áreas cuyos intereses se solapan con los de la profesión filosófica. Su influencia
y su reputación derivaban no sólo de su inte-
rés filosófico intrínseco, sino también del poco frecuente don de su autor para presentar argumentos filosóficos técnicos con un estilo lúcido y belicoso que atrajo la atención del público en general. Me cuento entre quienes tienen una gran deuda con El concepto de
lo mental. Cuando se publicó yo era estudiante de la licenciatura en filosofía en la universidad gregoriana de Roma. El doctor Alan Clark (ahora obispo), entonces R1petitore en filosofía en el venerable English College de Roma, llamó mi atención sobre el libro. Hallé su vigorizante estilo diferente del de los libros de texto escolásticos que se prescribían en los cursos de mi universidad pontificia; sin em1. Ryte, Gilbert ( 1949), El concepto de lo mental, Buenos Aires. Paidós, 1989.
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bargo, llegué gradualmente a percatarme de que el contenido filosófico del libro guardaba un sorprendente parecido con las doc-
pletar una tril ogía de obras en filosofía de la acción . De hecho nunca realicé tal proyecto. En lugar de ello, he escrito diversas confe -
trinas de Aristóteles y Tomás de Aquino, que en teoría eran los
rencias y artículos relacionando t esis filosóficas de filosofía de la ac-
defensores de la filosofía en la que mis mentores jesuitas se esfor-
ción con sus aplicaciones prácticas en ética, derecho y política
zaban por educarme.
(Freewill and responsability, Londres, Routledge, 1978; The ivory ·
Cuando, en 1957, me convertí en estudiante ya graduado en Oxford tuve la fortuna tanto de contemplar El concepto de lo mental en
L1melaf1'5lea dto lamente
Prologo
tower, Oxford, Blackwell, 1985). He escrito también varios estudios históricos (Descartes, Nueva York, Random House, 1968; Witt-
su contexto histórico y local, como, junto con muchos otros filóso-
genstein, Madrid, Alianza, original inglés 1973; Aquinas, Oxford,
fos principiantes, de experimentar la generosidad de su autor como
maestro y más tarde como colega. Llegué a darme cuenta de que
en los que no sólo he tratado de exponer las ideas de esos filósofos,
las ideas que Ryle había expresado con crudeza y vivacidad habían
sino también de extraer de la discusión crítica de su obra intuiciones
sido desarrolladas más esforzada y sutilmente por el superior genio
permanentemente valiosas para la filosofía de la mente.
de Wittgenstein . Pero comparando lo que supe de primera mano de
Este libro me ofrece la oportunidad, no sólo de rendir tributo a los fi -
Ryle con lo que escuché de otros sobre Wittgenstein, llegué tam -
lósofos cuya obra en filosofía de la mente admiro más, sino también
bién a creer que.el talento inferior había estado acompañado de una
de reunir en un todo comparativamente sistemático mi propia obra en
mayor humildad. .
este ámbito, que ha estado dispersa en varios contextos a lo largo de
En décadas recientes, la influencia de Ryle y Wittgenstein parece
veinticinco años.
haber disminuido entre los filósofos profesionales. En parte de su
La estructura de la obra está modelada sobre la de El concepto de lo
obra, Ryle expuso un conductismo exagerado que merecía el olvido.
mental, y los diez capítulos en que consiste dividen el campo a ana-
Pero otras intuiciones que compartieron los dos filósofos ya no están
lizar de casi exactamente la misma forma que los diez capítulos que
en primera línea de la discusión filosófica, no porque se hayan mos-
Ryle publicó en 1949.
t rado defectuosas o inadecuadas, sino simplemente debido al im-
Mi primer capítulo, como el de Ryle, se titula «El mito de Descartes•.
pacto en la moda filosófica de los cambios en el prestigio de ciertas
Como Ryle, considero la herencia de Descartes como el obstáculo
disciplinas no filosóficas. En el año del cuarenta aniversario de El
individual más sustancial para una correcta comprensión filosófica
concepto de lo mental, he tratado en este libro de restablecer algu-
de la naturaleza de la mente humana. Se podría haber pensado que
nas de esas intuiciones por gratitud a mi amistad con Ryle y en tribu-
la polémica de Ryle, y aún más la paciente terapia conceptual de
to al genio de Wittgenstein.
Wittgenstein, habrían exorcizado para siempre de los escritos de los
Hace ahora veinticinco años que terminé mi primera contribución a
filósofos el fantasma de la máquina cartesiano. Pero ha habido, en
la filosofía de la mente, Action, emotion and will {Londres, Routledge,
décadas recientes, una asombrosa florescencia de neocartesianis-
1963), que fue una revisión de mi tesis doctoral en Oxford, t
24
25
mo y existe una necesidad tan grande como siempre de que la luz de
tencionalidad de los verbos psicológicos». Volví a algunas de las
la reflexión filosófica gire hacia los rincones donde acecha la sombra
tesis de ese libro, intentando aplicarlas al tratamiento del t ema tra-
obsesiva.
dicional de la libertad de la voluntad, en Will, freedom and power
El segundo capítulo de Ryle se tituló «Saber qué y saber cómo». La
{Oxford, Blackwell, 1975). Durante muchos años he tenido en
distinción entre esos dos tipos de conocimiento, a diferencia de al-
mente escribir un tercer libro, Power, control and actio(I, para com -
gunas otras distinciones de Ryle, se ha convertido en un lugar común
~
"' filosófico; y el capítulo correspondiente de El concepto de lo mental
capítulo 1O más de lo que se adaptaba al contenido del correspon-
tuvo, en todo caso, una extensión más amplia de lo que su título su-
diente de Ryle. En ningún caso puede hallarse en él intento alguno
gería. De acuerdo con ello, he retitulado mi segundo capítulo «Cuerpo, alma, mente y espíritu».
vestigaciones empí!icas recientes sobre la naturaleza de la mente.
de ofrecer un tratamiento sistemático, o una evaluación, de las in-
Mis tercer y cuarto capítulos llevan los mismo títulos y cubren los
Más bien, en cada caso hay un intento de mostrar en qué sentido la
mismos temas que los correspondientes de Ryle; se titulan •La vo-
filosofía puede aportar los fundamentos, o establecer los límites, del estudio científico de la mente.
luntad• y •La emoción». Los capítulos de Ryle fueron generalmente
'1
La meta! sa de l.l menle
Este libro, como el de Ryle, está escrito dentro de la tradición de la fi-
reconocidos como dos de los más logrados de El concepto de lo mental, y aunque mi propia aproximación a esos temas difiere de la
losofía analítica. El método filosófico de los dos puede describirse, en
de Ryle y contiene criticas a la suya, en los dos trato de edificar sobre la base de sus intuiciones.
cierto sentido, como lingüístico. Durante el último medio siglo muchas personas se han proclamado como adherentes a la filosofía lingüística
El capítulo quinto de Ryle se tituló «Disposiciones y acaecimientos». Este capítulo, deliberada o inconscientemente, atrajo la atención de
y muchas como opuestas a ella. Ni la adhesión ni la opo?ición son posiciones de mucha utilidad , a menos que uno deje claro lo que quiere
los filósofos de la mente hacia la importancia de algunas distinciones
decir al llamar «lingüístico» a un estilo particular de hacer filosofía.
que Aristóteles acentuó, pero que fueron ignoradas o despreciadas
•La filosofía es lingüística» puede significar al menos seis cosas di-
por los filósofos modernos. En mi opinión es el capítulo más impor-
ferentes. 1) El estudio del lenguaje es una herramiento filosófica
tante del libro, pero subestimó la riqueza de la batería aristotélica de
útil. 2) Es la única herramienta filosófica. 3) El lenguaje es el único
distinciones. De acuerdo con ello, mi capítulo correspondiente lleva
objeto de la filosofía. 4) Las verdades necesarias se establecen me-
el más completo titulo «Habilidades, facultades, capacidades y disposiciones».
un animal que utiliza el lenguaje. 6) Todo lenguaje posee un estatus
diante convención lingüística. 5) El hombre es fundamentalmente
En su sexto capítulo Ryle examinó críticamente algunas concepcio-
de privilegio sobre los sistemas técnicos y formales. Estas seis pro-
nes erróneas sobre la naturelaza del autoconocimientQ. Mientras lo
posiciones son independientes entre sí. ( 1) ha sido aceptada en la
hacía, sus implicaciones exponían también algunas de las ilusiones
práctica por todos los filósofos desde Platón. Respecto a las otras
filosóficas involucradas en la noción misma del yo. El título de mi ca-
cinco, los filósofos han estado y están divididos, incluyendo los filó-
pítulo sexto, «El yo y el autoconocimiento», hace más explícita la naturaleza de la crítica de Ryle y también de la mía.
sofos de la tradición analítica. En mi opinión, (1) y (5) son verdade-
Los capítulos séptimo, octavo y noveno de este libro llevan los mis-
ras y las otras cuatro son falsas. Pero no argumentaré esta tajante generalización en la presente obra.
mos títulos que los de Ryle y tratan aproximadamente los mismos
Ryle, aunque fue un filósofo lingüístico en al menos un sentido, no tituló su libro El lenguaje de la mente. En mi opinión, el libro no trata-
temas; la explicación filosófica contenida en ellos -la sensación, la imaginación y el intelecto- se diferencia en mayor grado de la de
27
26
ba sólo del lenguaje de la mente, ni del concepto de lo mental, sino
Ryle que la de los capítulos anteriores, pero creo que hace más da-
de la naturaleza de la mente; aunque desde luego era un estudio fi -
ño a su exposición de la imaginación y del intelecto que a su tratamiento de las emociones y de la voluntad.
losófico y no empírico de esa naturaleza: un estudio, quizá, de la
El capítulo final, como el correspondiente de Ryle, lleva por título «La
Pensé en titular mi propio libro La esencia de la mente, pero al final decidí titularlo, con deliberada ambigüedad, La metafísica de lamen-.
esencia de la mente.
psicología». El título no se adapta exactamente al contenido de mi
ti
)4ff ' ..
te. El libro, como el de Ryle, ensaya un ataque sostenido contra una
concepción falsa de la mente, la concepción cartesiana, que es metafísica en el sentido del término que los positivistas hicieron injuriante, es decir, como refiriéndose a un conjunto de enunciados sobre la vida mental aislados de cualquier posibilidad de verificación o falsación en el mundo público. Pero el libro se dedica -como gran parte del de Ryle- a mostrar la importancia de ciertas distinciones entre di-
La metatis1ca de lamente
Capítulo 1
El mito de Descartes
ferentes tipos de actualidad y potencialidad, distinciones que constituyeron una de las mayores preocupaciones de la obra de Aristóteles que por vez primera llevó el nombre de Me tafísica. El propósito de este libro es mostrar, dentro del reino de la filosofía de la mente, la confusión que puede generar la mala metafísica, y la claridad que es imposible sin la buena. Al hacer esto, he tratado de mostrar que el empleo de las técnicas del análisis lingüístico puede ir a la par con el respeto por los conceptos y las tesis tradicionales, por demás antiguas, en filosofía. Aunque escribo como un filósofo analítico, he tratado de mostrar que
El dualismo es la idea de que hay dos mundos. Existe el mundo físi-
el sistema filosófico que intento presentar es una continuación del
co que contiene la materia, la energía y todos los contenidos tangi-
aristotelismo medieval en el que recibí mi formación filosófica más temprana.
do psíquico: los acaecimientos y estados mentales pertenecen a un
Sería una insolencia tratar de imitar el talento incomparable de Ryle
mundo privado que es inaccesible a la observación pública. Según el
para presentar la filosofía en un estilo que combinaba el rigor con-
dualismo, los dos reinos separados de la realidad mental y la física in-
ceptual con una contundente familiaridad. Pero he tratado de seguir
teractúan, si acaso, sólo de una forma misteriosa que trasciende las
bles del universo, incluyendo los seres humanos. Pero hay otro mun-
su ejemplo escribiendo de una manera accesible para el lector de
reglas usuales de la causalidad y la evidencia.
formación no filosófi ca. He intentado evitar la jerga inexplicada, el
La presentación moderna más impresionante del dualismo fue la fi-
simbolismo innecesario y la controversia alusiva a autores contem-
losofía de Descartes en el siglo xvu. Descartes fue un genio de una
poráneos. Como Ryle, he renunciado al uso de notas al pie. Mis deu-
capacidad extraordinaria. Sus ideas principales pueden expresarse
das con otros filósofos están, espero, adecuadamente reconocidas
tan concisamente que cabrían en el dorso de una postal; sin embargo fueron tan profundamente revolucionarias que alteraron el curso
en un apéndice bibliográfico y en mis otras obras allí citadas. 28 Anthony Kenny
de la filosofía durante siglos. Si quisiéramos formular las ideas principales de Descartes en el dor-
Balliol
so de una postal necesitaríamos sólo dos enunciados: el hombre es
Marzo de 1989
una mente pensante; la materia es extensión en movimiento. En el sistema cartesiano todo se ha de explicar en términos de este dualismo de mente y materia. Desde luego, debemos a Descartes el
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concebir mente y materia como las dos grandes divisiones, mutua-
La visión cartesiana de la naturaleza de la mente duró mucho más
mente exclusivas y exhaustivas, del universo que habitamos.
que su visión de la materia. Por supuesto es todavía la concepción
Para Descartes lo esencial sobre los seres humanos es que son sus-
más extendida de la mente entre los occidentales cultos que no son
tancias pensantes. La esencia total del hombre es la mente: en la vi-
filósofos profesionales. La mayoría de los filósofos contemporáneos
da actual nuestras mentes están íntimamente unidas con nuestros cuerpos, pero no es nuestro cuerpo lo que nos hace ser lo que realmente somos. Desde luego, es posible una vida en la que siguiéra-
rechazarían el dualismo cartesiano, pero incluso aquellos que explíLa metafísica de la mente
( I mito
de Descartes
citamente renuncian a él están profundamente influenciados por esa concepción.
mos siendo esencialmente nosotros mismos sin poseer cuerpo algu-
Muchas personas, por ejemplo, se unen a Descartes al identificar el
no. La esencia de la mente es la conciencia: la conciencia de uno
reino de lo mental con el reino de la conciencia. Piensan en la con -
mismo y la de los propios pensamientos y sus objetos. El hombre es
ciencia como en un objeto de introspección; como algo que pode-
el único habitante consciente del mundo físico: todos los demás ani-
mos ver internamente cuando miramos dentro de nosotros mismos.
males, según Descartes, son meramente máquinas, complicadas
En cuanto a la conexión de la conciencia con la expresión lingüística
pero inconscientes.
y la conducta, creen que se trata de un hecho inesencial y cont in-
Para Descartes la materia es extensión en movimiento. Por «exten-
gente. La conciencia, tal y como la conciben, es algo a lo que todos
sión» se quiere decir eso que tiene las propiedades geométricas de
nosotros tenemos un acceso directo en nuestro propio caso. Los de-
la figura, el tamaño, la divisibilidad, y así sucesivamente. Éstas son
más, en cambio, pueden sólo inferir nuestros estados conscientes a
las únicas propiedades que han de atribuirse, a un nivel fundamen-
base de aceptar nuestro testimonio, o realizando inferencias causa-
tal, a la materia. Descartes ofreció explicar todos los fenómenos del
les a partir de nuestro comportamiento físico.
calor, la luz, el color y el sonido en términos del movimiento de pe-
En el siglo actual se ha desarrollado una escuela de conductistas
queñas partículas de diferentes tamaños y figuras. Fue uno de los
que, en reacción extrema a las ideas cartesianas, niegan la existen-
primeros exponentes sistemáticos de la idea occidental moderna de
cia del reino mental en su conjunto. Los conductistas mantienen que
la ciencia como combinación de procedimientos matemáticos y mé-
cuando atribuimos estados o acaecimientos mentales a las perso-
todos experimentales.
nas, lo que realmente producimos son enunciados indirectos sobre
Los dos grandes principios de la fi losofía cartesiana fueron -ahora
su comportamiento corporal actual o hipotético. Una tosca versión
lo sabemos- falsos. Durante su vida se descubrieron fenómenos
del conductismo fue durante largo tiempo muy influyente entre los
que no podían explicarse sencillamente en términos de materia en
psicólogos. Versiones más sutiles del conductismo han sido mante-
movimiento. La circulación de la sangre y la acción del calor, descu-
nidas también por filósofos.
biertos por el médico inglés William Harvey, exigían la acción de
El conductismo trata de reducir elementos mentales como la creen-
fuerzas para las que no había lugar en el sistema de Descartes. No obstante, su explicación científica del origen y la naturaleza del
cia y el deseo a disposiciones físicas para el movimiento corporal. Se 30
31
han hecho intentos elaborados, por ejemplo, para presentar la creen-
mundo estuvo de moda durante más o menos un siglo tras su muer-
cia como una disposición corporal: como una tendencia, podríamos
te; y su concepción de los animales como máquinas fue más tarde
decir, a producir ciertos sonidos o marcas sobre el papel bajo de-
ampliada por algunos de sus discípulos que afirmaron, para escán-
terminadas circunstancias. Una dificultad que se erige en el camino
dalo de sus contemporáneos, que también los seres humanos eran
de t ales intentos es que los movimientos corporales de la mandí-
sólo máquinas complicadas.
bula y la lengua que, por ejemplo, expresan la creencia de que el
Jlf' ''!' mundo es redondo de un alemán son completamente diferentes de
Afortunadamente, el dualismo y el conductismo no agotan las alter-
aquellos mediante los cuales un francés expresa la misma creencia.
nativas abiertas al estudioso de la filosofía de la mente. El filósofo de
Es, por tanto, dudoso que la creencia de que el mundo es redondo
la mente más significativo del siglo xx ha sido Ludwig Wittgenstein,
pueda analizarse como una tendencia a producir movimientos corpo-
quien creía que tanto dualistas como conductistas eran víctimas de'
rales. Si la clase relevante de movimientos corporales se construye de manera que se identifique con aquellos que tienen significados equivalentes, se hallará que la noción de significado no presenta me-
la confusión. La posición propia de Wittgenstein estaba a medio ca- El m io
L.ameta'isoca dela mente
de Descartes
mino entre el dualismo y el conductismo. Creyó que los acaecimientos y estados mentales no eran reducibles a sus expresiones corporales (como los conductistas habían argumentado) , ni totalmente
nor dificultad para el análisis conductista que la noción de creencia. Ambos, dualismo y conductismo, tratan de poner en duda cosas que
separables de ellos (como los dualistas habían concluido). A rgu-
todos sabemos que son ciertas. El conductismo pone en duda cosas
mentó que incluso cuando pensamos de forma más íntima y espiri-
que sabemos muy bien de nuestras propias mentes; el dualismo po-
tual, lo hacemos a travé s de la mediación de un lenguaje que está
ne en d~da cosas que sabemos muy bien de las otras mentes.
esencialmente ligado a su expresión pública y corporal. A diferencia
En su forma más extrema, el conductismo trata de decirme que no
de los conductistas, Wittgenstein no negaba la posibilidad de pen-
tengo ningún pensamiento o sentimiento que guarde para mí, sin ex-
samientos secretos y espirituales; pero por otro lado mostró la inco-
hibirlo públicamente de algún modo; y sé que eso es falso. Como mí-
herencia de la dicotomía cartesiana entre mente y cuerpo.
nimo, el conductismo trata de decirme que la conciencia de todos
Según Wittgenstein, la relación entre los procesos mentales y sus
mis pensamientos y sentimientos es una inferencia indirecta a partir
manifestaciones en la conducta no es una relación causal a determi-
de hipótesis sobre mi conducta pública probable en circunstancias
nar, como otras relaciones causales, a partir de la concomitancia re-
diversas; y eso es obviamente absurdo.
gular entre esos dos tipos de acaecimientos. Por usar el término téc-
El dualismo, por otro lado, conduce al escepticismo sobre las otras
nico de Wittgenstein, Ja expresión física de un proceso mental es un
mentes, y pone en cuestión la conciencia de las otras personas.
criterio para ese proceso; es decir, el que un proceso mental de un
Cuando miro dentro de mí, según la concepción cartesiana, veo la
tipo particular deba tener una manifestación característica es parte
conciencia. Pero ¿no es una irresponsabilidad el generalizar desde
del concepto de ese proceso. Para entender el significado mismo de
mi propio caso el de los demás? No puedo mirar dentro de los de-
palabras como «dolofll o «pesafll uno debe saber que el dolor y el pe-
más: constituye la esencia de la introspección el ser algo que todo el
sar se hallan característicamente ligados a expresiones corporales
mundo debe hacer por sí mismo. ¿Puedo realizar una deducción
particulares. Para entender la noción de cierto estado mental par-
causal a partir de la conducta de otras personas? No puedo empe-
ticular uno ha de entender qué tipos de conducta cuentan como evi-
zar a establecer una correlación entre la conciencia de otras perso-
dencia de que ese estado ha tenido lugar. En tales casos, la relación entre la evidencia conductual y el estado mental no es de carácter in-
nas y sus conductas cuando el primer término de esa correlación es, en principio, inobservable. Desde luego, puedo creer que observo la
33
32
ductivo. Es decir, no es el tipo de conexión establecida mediante la
correlación en mi propio caso; pero es precisamente esa correlación
observación de que dos conjuntos de acaecimientos identificables in-
lo que parece temerario generalizar. Según esta concepción, en mí
dependientemente tienen lugar al mismo tiempo.
mismo observo la conducta y la conciencia, pero en los demás sólo
·I
Debemos distinguir, arguyó Wittgenstein, entre dos tipos de eviden-
observo la conducta. La muestra que observo es ridículamente pe-
1
cia que podemos tener de que ciertos estados de cosas se han da-
queña para permitir extrapolación alguna.
j
do: debemos distinguir entre criterios y síntomas. Donde la relación
130575
entre cierto tipo de evidencia y la conclusión extraída de ella es ma··
proponiendo ninguna teoría explicativa para dar cuenta de la acción.
teria de determinación empírica, mediante la teoría y la inducción, la
Aunque atribuyamos estados y procesos mentales a las personas
evidencia puede llamarse síntoma del estado de cosas. Donde la re-·
sobre la base de su conducta pública, constituiría un error sugerir
lación entre la evidencia y esa conclusión no es algo descubierto me..
que comenzamos por el conocimiento directo de los movimientos fí-
diante la investigación empírica, sino que debe ser captado por cual·· quiera que posea el concepto del tipo relevante de cosa, entonces la evidencia no es un mero síntoma, sino un criterio del estado de CO··
La neta1ÍSIC8 dela mente
Elm~o
de Oe$cartes
sicos de sus cuerpos y elaboramos entonces hipótesis sobre las causas mentales ocultas subyacentes a esos movimientos. Es verdad que los deseos y las creencias explican la acción; pero la explicación no es, en modo alguno, de tipo hipotético causal. No es
sas en cuestión. Un cielo estrellado por la noche puede ser síntoma de buen tiempo a la mañana siguiente; pero la ausencia de nubes,
como si las acciones de los seres humanos constituyeran un con-
los rayos del sol, etc. , por la mañana no son sólo síntomas, sino cri-
junto de datos brutos - los movimientos físicos identificables en sus
terios de buen tiempo.
rostros como los tipos de acciones que son- para los que busca-
Utilizando la distinción, podemos decir que ciertos estados o acaeci·-
mos, entonces, una hipótesis explicativa. Muy a menudo nos es mu-
mientos en el cerebro pueden ser síntomas de ciertos estados men·-
cho más fácil dar descripciones mentalísticas de la conducta de los
tales, pero no pueden ser criterios de ellos como lo sería la conduc·-
demás («estaba tratando de abrir la puerta"; «la estaba amenazan-
ta apropiada. Así, por ejemplo, ciertos patrones cerebrales eléctricoi;
do») que dar cuenta de sus movimientos físicos con precisión. Los
pueden ser, o pueden llegar a ser algún día, síntomas de que la per·-
bebés aprenden a responder a los estados de ánimo de sus padres,
sona cuyo cerebro está en cuestión sabe inglés. Pero el que una
y a adivinar sus intenciones, mucho antes de que hayan adquirido el
persona use el inglés con facilid ad no es sólo un síntoma de su co·· nocimiento del inglés, es un criterio de ese conocimiento.
lenguaje necesario para ofrecer descripciones físicas objetivas de sus movimientos corporales.
Los filósofos de la mente se ocupan del análisis de la relación entm
Muchas cosas que los seres humanos hacen no son identificables
la mente y la conducta. Cuando entendemos las acciones de los de-
como acciones de un tipo particular, a menos que se vean e inter-
más, respondemos a ellas y las evaluamos, hacemos un uso cons-
preten como algo procedente de un conjunto particular de deseos y
tante de conceptos mentalísticos. Sobre la base de lo que las perso-
creencias. Una breve reflexión basta para mostrar esto en el caso
nas hacen, y con objeto de hallarle un sentido, les atribuimos ciertos deseos y creencias. Adscribimos sus acciones a ciertas elecciones e
de acciones humanas como comprar y vender, prometerse y casarse, mentir y contar cuentos. Pero esto también puede ser cierto en
invocamos, para explicar su conducta, diversas intenciones, motivos
acciones más básicas, como matar y dejar morir, que aparentemen-
y razones. Los conceptos mentalísticos, como deseo, creencia, in-
te son sólo físicas. Si un hechicero desarrolla un ritual cuyo propó-
tención, motivo y razón, son el objeto de la filosofía de la mente. En
sito es causar la muerte de un testigo si relata falsedades, y si entonces el testigo muere repentina y misteriosamente, es mucho
la acción humana buscamos un elemento mental; en la filosofía de la acción humana estudiamos la relación entre ese elemento mental y la conducta pública. Los conceptos mentalísticos no pueden entenderse aparte de su:s
34
35
más difícil determinar si el hechicero mató realmente al testigo que saber cuál fue su intención. Muy a menudo, cuando asignamos una intención a una acción hu-
funciones a la hora de explicar y hacer inteligible la conducta de los
mana estamos atribuyéndole al agente ciertas razones para la ac-
agentes humanos. Pero esto no debe entenderse mal. Cuando ex-
ción. Cuando decimos que Jane actuó por cierta razón, estamos atri-
plicamos la acción en términos de deseos y creencias no estamos
buyéndole el deseo de producir un cierto estado de cosas, y también
~ ·· · r
la creencia de que cierta forma de actuar contribuirá a producir ese
res humanos de otros animales. Los animales y los seres humanos
estado de cosas. Estamos, pues, atribuyéndole tanto un estado
compartían ciertas habilidades y actividades: los perros, las vacas,
mental cognitivo como uno afectivo.
los cerdos y los hombres podían ver, oír y sentir; todos tenían en co-
Los estados mentales cognitivos son aquellos que entrañan la po-
mún la facultad o facul tades de la sensación. Pero sólo los seres humanos podían tener pensamientos abstractos y tomar decisiones
sesión, por parte de una persona, de un fragmento de información (verdadera o quizá falsa): se trata de cosas como la creencia, lla
La metaf1sica
l l m1lo
de la monte
·•·Descartes
conciencia, la espera, la certeza y el conocimiento. Los estados
racionales: se distinguían de los otros animales por la posesión de intelecto
y voluntad, y eran estas dos facu ltades las que esencial-
afectivos de la mente no son ni verdaderos ni falsos; consisten en
mente cons tituían la mente . Los aristotélicos cristianos creyeron
la actitud de búsqueda o evitación: se trata de cosas como el pro-
que la actividad intelectual era, en un sentido particular, inmaterial,
pósito, la intención, el deseo y la volición. Alg unos estados menta-
mientras que la sensación era imposible sin un cuerpo material.
les, por supuesto, son afectivos y cognitivos a un tiempo; la espe-
Para Descartes, y para las generaciones de filósofos y psicólogos
ranza y el temor, por ejemplo, abarcan tanto la espera de un estado
que han sufrido su influencia, la frontera entre la mente y la materia
de cosas anticipado como el juicio de que ese estado de cosas es
estaba situada en otro lugar. Era la conciencia, no la inteligencia o
bueno o malo.
la racionalidad, lo que constituía el criterio definitorio de lo mental.
y actividades
mentales a
- La mente, desde el punto de vista cartesiano, es el reino de todo lo
partir de la conducta y el testimonio, no estamos realizando una va-
accesible a la introspección. El reino de la mente, por tanto, incluía
Cuando de esa forma inferimos estados
cilante inferencia inductiva sobre acaecimientos pertenecientes a un
no sólo el entendimiento humano y la voluntad, sino también el ver,
reino inaccesible. Los conceptos mismos de los estados mentale s
el oír, el sentir, el dolor y el placer humanos. Pues cada forma de
tienen por función capacitarnos para interpretar y comprender la con-
sensación humana, según Descartes, incluía un elemento que era
ducta y las preferencias de los seres humanos. La mente misma
más bien espiritual que material, un componente fenoménico que
puede definirse como la capacidad para desarrollar las conductas
no estaba más que contingentemente relacionado con causas, ex-
complejas y simbólicas que constituyen la actividad lingüística, so-
presiones y mecanismos corporales.
cial, moral, económica, científica, cultural, y otras que caracterizan a
Descartes habría estado de acuerdo con sus predecesores aristo-
los seres humanos en sociedad.
télicos en que la mente es lo que distingue a los seres humanos de
La recién sugerida definición de mente es muy distinta de la defii-
otros animales. Pero el sentido en el que esta tesis era verdadera
nición cartesiana con la que comenzamos. Para Descartes, el ras-
para él difería completamente de aquel en el que lo era para ellos.
go definitorio de la mente es más la conciencia que la capacidad
Lo que la hacía verdadera para los aristotélicos era que la mente es-
para la actividad simbólica. Con objeto de poner de manifiesto.la
taba restringida al intelecto y la voluntad,
ían intelecto y voluntad. Lo que la hacía verdadera para Descartes
magnitud de la revolu ción cartesiana en filosofía, merece la pena explicar cómo trazó Descartes las fron teras de la mente en un Ju-
y sólo los humanos pose-
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!'/
era que aunque la mente incluía la sensación, sólo los humanos po-
gar completamente diferente del que señalaron sus predecesores
seían auténtica sensación. Como se ha dicho, Descartes negaba
en la antigüedad.y la Edad Media, en la tradición que se remonta .a
que los animales tuviesen en modo alguno verdadera conciencia. La
Ari stóteles.
maquinaria corporal que acompaña la sensación en los seres hu-
Para los aristotélicos anteriores a Descartes, la mente era esencial-
manos podía darse también en los cuerpos de los animales; pero en
mente la facultad, o conjunto de facultades, que distinguen a los se -
un animal un fenómeno como el dolor era un acaecimiento pura-
::f411 mente mecánico, no acompañado por la sensación que los huma-
ausencia. Puedo creer que entiendo una operación aritmética parti-
nos tienen cuando algo les duele.
cular, pero mi maestro puede hacerme ver, mediante un ejercicio,
La diferencia más obvia entre los seres humanos y otros animales
que no es así. De forma similar, un amigo perceptivo puede conven-
parece ser que los humanos son usuarios de un lenguaje y otros
cenme de que dirijo una campaña política particular, no por amor a la
animales no. Por eso cuando queremos referirnos brevemente a animales no humanos los llamamos brutos y ésta es también una razón de la definición tradicional del ser humano como animal racional.
justicia, sino con objeto de que mi nombre aparezca en los periódiLa me1ahsat de la men!e
m:o ·• Descartes t
cos. En materias tales como la comprensión de la aritmética y la búsqueda de la fama, mi propia aseveración sincera no es la última pa-
La distinción entre usuarios y no usuarios de un lenguaje juega un
labra posible.
papel tanto en la demarcación aristotélica de las fronteras de la
Por otro lado, si deseo saber qué impresiones sensoriales está te-
mente como en la cartesiana. Según la tradición precartesiana el in-
niendo alguien, tengo que conceder a sus preferencias un estatus
telecto en los seres humanos es equivalente a la habilidad de usar
especial. La forma natural de averiguar lo que alguien parece ver u
de forma inteligente las palabras y las oraciones. También Dese.ar-
oír, o lo que está imaginando o diciéndose a sí mismo, es pedirle que
tes señala el carácter único de la posesión humana del lenguaje co-
me lo diga. Lo que ofrezca como respuesta no tiene por qué ser ver-
mo una prueba de que sólo los humanos poseen mente; pero a di-
dadero -puede no ser sincero, o entender mal las palabras que
ferencia de sus predecesores cree que no puede haber concienda
usa- pero no puede estar equivocado. La experiencias de esta
sin lenguaje. Para él la conciencia es la característica definitoria de
clase parecen estar exentas de duda para la persona que las tiene.
la mente, que se ve acompañada por la capacidad lingüística. Para
Descartes tomó este tipo de indudabilidad como la propiedad ca-
sus predecesores la frontera entre usuarios y no usuarios de un le~n
racterística del pensamiento. Tales experiencias son privadas para
guaje puede trazarse dentro del reino de los seres consci entE~s.
sus poseedores en el sentido de que no pueden dudar de ellas,
La razón por la que Descartes pudo utilizar el don del lenguaje, pro-
aunque otros sí puedan. La privacidad se convierte así en la marca
pio de la especie humana, para eliminar la conciencia animal fue que
de lo mental en el sistema cartesiano.
identificaba conciencia y autoconciencia. Es cierto que la autocon-
Está claro que este tipo de privacidad es completamente diferente
ciencia no es posible sin lenguaje: sin éste no hay diferencia entre te-
de la racionalidad. Sabemos que el descubrimiento del teorema de
ner un dolor y pensar eTengo un dolono. Pero los predecesores de
Pitágoras fue un ejercicio de racionalidad, sin saber si Pitágoras
Descartes estaban en lo cierto al creer que puede haber conciencia
desarrolló primero el teorema en su cabeza o haciendo rayas en la
sin autoconciencia, así que puede haber dolor sin lenguaje.
arena. Por otra parte, la imitación del canto de los pájaros no es en
A l introducir más bien la conciencia que la racionalidad como la ca-
sí misma algo que demuestre racionalidad, tanto si se hace en voz
racterística definitoria de la mente, Descartes hizo que concebir la
alta como murmurando en la privacidad de la imaginación.
mente como un dominio oculto y privado fuera algo natural. La racionalidad no es algo particularmente privado. Según los pre-
Intelección y sensación no son las únicas capacidades y actividades
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:l9
humanas de las que podamos creer que pertenecen a la mente y que
decesores de Descartes, lo que distinguía a los humanos de los ani-
hayan sido identificadas por algunos filósofos como fenómenos
males era la capacidad humana de hacer cosas como entender la
mentales. Además de la capacidad de percibir y comprender, los se-
aritmética y desear la fama. Ni la comprensión de la aritmética ni el
res humanos poseen, por ejemplo, memoria, imaginación y pasiones
deseo de fama son estados especialmente privados; el sujeto no po-
o emociooes. Descartes y sus predecesores coincidieron al clasificar
see una autoridad especial para pronunciarse sobre su presencia o
la memoria y la imaginación como sentidos internos. Consideraron
estas facultades como sentidos porque vieron funciones como la de
palabra se refiere a una impresión o a una idea debe descartarse
producir imágenes, y creyeron que las imágenes internas son una ré-
como carente de significado.
plica de los objetos externos de los sentidos. Consideraron estas fa-
La explicación empirista de la relación entre lenguaje y pensamiento
cultades como internas porque su actividad, a diferencia de la de los
es perversa. La cuestión de si puede existir pensamiento sin imáge-
sentidos, no estaba controlada por estímulos externos.
nes no es sencilla, y más adelante en este libro trataré de desvelar
Argumentaré en un capítulo posterior que la concepción de los sentidos internos es un error, y que la relación entre la sensación y las
Lameiafisoca de la mente
El mi".o de Desearles
algo de su complejidad. Pero incluso si concedemos, por mor del argumento, que el pensamiento y la imaginación a menudo van de la
imágenes mentales fue incorrectamente explicada tanto por D
mano, es importante tener claro cuál de esas operaciones otorga
cartes como por sus predecesores. Donde Descartes difería de :sus
significado a cuál. Cuando hablamos en silencio con nosotros mis-
predecesores, a este respecto, era en considerar la imaginación ,co-
mos, las palabras que proferimos en la imaginación no tendrían el
mo parte de la mente. La imaginación, como la sensación, era para
significado que tienen si no fuera por nuestro dominio intelectual del
él una operación mental acompañada de actividad mecánica dentro
lenguaje al que pertenecen. Y cuando pensamos con imágenes vi-
del cuerpo. La actividad mecánica de la imaginación -y Descartes
suales o con palabras no proferidas, las imágenes aportan mera-
estaba listo para asignarle una localización precisa en el cerebro-
mente la ilustración a un texto cuyo significado está dado por las pa-
era algo que podía tener lugar en el interior de un animal al igual que
labras que expresan los pensamientos.
en el de un ser humano. Pero la actividad mental pura de la ima.gi-
Un filósofo empirista podría estar dispuesto a aceptar la pretensión
nacion era peculiar a los humanos y podía tener lugar sólo en un al-
de que las imágenes tienen el significado que tienen sólo cuando
ma incorpórea.
se hallan en la mente del usuario del lenguaje. Pero podría mante-
• Para los predecesores de Descartes la imaginación no era parte de
ner que el dominio del lenguaje es algo que en sí mismo ha de ex-
la mente, sino algo completamente corporal; las almas y los espíriltus
plicarse en términos de leyes de asociación entre imágenes en
que carecían de cuerpo carecerían también de imaginación . Por otro
sucesión. Pero esto parece ser un error. La adquisición del len-
lado, para algunos de los sucesores de Descartes los sentidos int•er-
guaje puede explicarse sólo si postulamos una habilidad especial
nos llegaron a constituir la mente por excelencia. Los filósofos empi-
propia del género humano. Los animales domésticos viven en el
ristas británicos concebían desde luego la relación entre la mente y
mismo ambiente sensorial que los bebés humanos; sin embargo
el cuerpo totalmente en términos de la relación entre el funciona-
parecen incapaces de lograr el dominio de los términos abstractos
miento de los sentidos internos y el de los sentidos externos.
y universales que los niños adquieren a medida que crecen. Si
En la psicología de David Hume, las aportaciones de los sentidos
estamos dispuestos a hablar de alguna forma de sentidos internos,
externos son impresiones y las de los sentidos internos ideas; el
debemos sin duda atribuirlos a los animales igual que a los hu-
contenido completo de nuestras mentes, la base fenoménica a
manos; pero para la adquisición del lenguaje tanto la tradición aris-
partir de la que se construye la totalidad del mundo, no consiste sino en impresiones e ideas. Más aún, el significado de las palabras
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totélica como la cartesiana insistirían en que el sentido interno no es suficiente, es necesario el intelecto. En la explicación empirista
de nuestro lenguaje consiste en su relación con impresiones e
de la mente, los f ilósofos anteriores no pudieron reconocer nada
ideas. Es el flujo de impresiones e ideas en nuestras mentes lo
que pudieran llamar intelecto. El programa empirista podría, desde
que hace que nuestras proferencias no sean sonidos vacíos, sino
luego, describirse como el esfue rzo por eliminar el intelecto en fa-
la expresión del pensamiento; y si no puede mostrarse que una
vor del sentido interno.
ª 1'''1' En las últimas dos décadas ha habido un renacimiento sorprendente del cartesianismo. Ello se ha debido principalmente a dos factores:
gía que no había tenido durante muchos siglos. Distinguió, por
primero, a una comprensión insuficiente por los filósofos del car.ác-
fendió que los fenómenos de la adquisición del lenguaje humano
ter concluyente del mortífero tratamiento de la noción cartesiana de
mostraban que debe existir una facultad lingüística propia de la es-
ejemplo, entre la facultad lingüística y la facultad numérica, y de-
conciencia a manos de la crítica filosófica de Wittgenstein; y segundo, al resurgimiento de ciertos aspectos de la filosofía cartesiana ¡por
pecie, completamente distinta de la capacidad para el cálculo mateLa metaffsica de la mente
parte del lingüista Noam Chomsky. Una de las teorías cartesianas era que algunas de las ideas que ju-
1lrrnto ,1,. Descartes
mático que podría ser común, no sólo a los seres humanos, sino a especies de otros planetas, que podrían sentirse perplejas en contacto con algo parecido al lenguaje humano. Descartes, por otra par-
gaban un papel crucial en el entendimiento humano no se adquirían
te, consideraba la noción de facultad como un anacronismo aristoté-
por medio de la experiencia, sino que eran parte innata de la estructura de la mente. Esta tesis fue duramente combatida por los filóso -
lico que obstaculizaba el verdadero progreso científico. Chomsky creía que al usar el lenguaje exhibimos un conocimiento tá-
fos empiristas que siguieron a Descartes, y gran parte de la psicolo-
cito, al poner en funcionamiento reglas y principios que no pueden
gía de los siglos x1x y xx aceptó como verdadero que sobre este
formularse conscientemente del modo habitual. Descartes, que de-
punto Descartes estaba equivocado y los empiristas no.
finía los contenidos mentales en términos de conciencia, se habría
Chomsky, por el contrario, defendió la tradición cartesiana como el
visto forzado a rechazar cualquier recurso a un conocimiento tácito,
mejor marco para la comprensión del uso humano del lenguaje. Los
no formulado. No obstante, el patrocinio de Chomsky de la lingüística cartesiana
datos presentes para un niño, arguyó Chomsky, son demasiado fragmentarios para proporcionar una base para la adquisición del len-
dio nueva vida a muchas ideas filosóficas de Descartes. En particu-
guaje por cualquiera de los métodos normales de aprendizaje; el ve-
lar, la noción cartesiana de conciencia, que muchos filósofos creye-
loz dominio del lenguaje por parte de los niños puede explicarse sólo
ron destruida por la obra de Wittgenstein, se levantó de entre los
sobre la base de una capacidad innata propia de la especie humana.
muertos del modo más notable. Este resurgimiento resultó dignifica-
La teoría de Chomsky, al menos en su forma inicial, era una hipóte-
do por algunos comentaristas como «la revolución mentalista» de la
sis empírica. Mantenía que la mente posee innatamente ciertos principios organizativos de gramática universal como un sistema
década de los setenta. No hay nada filosóficamente objetable en la postulación de Chomsky
abstracto subyacente a la conducta. La existencia o inexistencia de
de estructuras mentales innatas. Obviamente, los seres humanos na-
tal modelo se defendió en términos de su necesidad o adecuación para la explicación de ciertas actividades y habilidades lingüísticas
cen con cie1ias habilidades, que incluyen tanto habilidades para madurar como para aprender. El determinar si la habilidad para adquirir
humanas (en particular la construcción de oraciones bien formadas
gramáticas de cierta clase es una habilidad para aprender, o una para
de distinto grado de complejidad). No todos los lectores de Chomsky se han convencido de que las es-
madurar bajo ciertas condiciones, constituye un problema filosófico 42
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abierto, susceptible de resolverse mediante la investigación empírica.
tructuras mentales innatas postuladas por su teoría lingüística tienen
La noción de facultad no mereció nunca la deshonra en que cayó du-
en común con las ideas innatas de Descartes algo más que el nom-
rante varios siglos. Desde luego, si una facultad se considera como
bre. Desde luego, gran parte del aparato teórico de Chomsky hubie-
un órgano inmaterial, o como un impulso paramecánico, la noción se
ra sido seriamente rechazado por Descartes. Por ejemplo, Chomslky
presta a la parodia filosófica destructiva. Pero si por facultad queremos decir simplemente un tipo particular de capacidad mental, en-
reintrodujo la noción de facultad y le dio una importancia en psicol'°-
1.1
,,,
.,~
tonces es indudable que los seres humanos tienen diversas faculta-
estado mental podría definirse en términos de su expresión ·conduc-
des. La noción filosófica de facultad se analizará con simpatía en el
tual, o de su expresión conductual junto con su estimulación am-
capítulo 5 de este libro.
biental, el funcionalismo acepta que los estados mentales no pueden
Pero es algo notable que la noción cartesiana de conciencia haya
definirse excepto en relación con otros estados mentales. Según el
recuperado el favor entre algunos admiradores de Chomsky, al am-
funcionalismo, lo definido en términos de expresión externa y esti-
paro de la noción cartesiana de idea innata y la no cartesiana noción
mulación observable, incluso desde la concepción más optimista, no
de facultad. Para nosotros es corriente oír hoy día que los estados
La metafísica óe la mente
tl mrto
.¡., Descartes
serán estados mentales individuales, sino sólo la red de estados y procesos mentales interrelacionados que constituye la historia natu-
mentales, además de cualesquiera relaciones que puedan tener con los inputs y outputs corporales, poseen una naturaleza cualitativa o
ral de la mente.
interna que es fundamentalmente inexpresable. En el caso de llas
Aunque muchos funcionalistas aceptan, con diversos grados de re-
sensaciones se llaman «cualidades sensoriales». Los dolores, por
luctancia, la existencia de cualidades inexpresables en los seres hu-
ejemplo, poseen una cualidad intrínseca, revelada por introspec-
manos, la referencia a la «función» en el título de su adscripción filo-
ción, que es totalmente distinta de cualquiera de los criterios para el
sófica pretende enfatizar que lo importante en los estados mentales
dolor que podrían ser determinables por un observador externo.
no es su percepción interna, sino la relación entre la expresión y la
Cualquier filosofía adecuada de la mente, se nos dice, debe ser ca-
estimulación externas. El elemento crucial de lo mental, mantiene el
paz de hacer sitio a esas cualidades inefables.
funcionalismo, no es ni la cualidad sentida de los estados mentales
La pretendida existencia de cualidades se utiliza a menudo para po-
ni los elementos físicos en los que los estados mentales están incor-
ner una objeción a la filosofía de la mente llamada «funcionalismo»,
porados, sino la estructura de las actividades mentales que tales ele-
ahora más de moda. El funcionalismo es popular no sólo entre filó-
mentos físicos soportan.
sofos y psicólogos sino también entre investigadores en el campo de
En esto, el funcionalismo incorpora una verdad importante. Los
la inteligencia artificial y las ciencias cognitivas. Los especialistas en
seres humanos son criaturas de carne y hueso con ciertas ha-
inteligencia artificial tratan de fabricar ordenadores que no sólo re-
bilidades que constituyen sus mentes. No hay nada en la natu-
suelvan problemas, sino que los resuelvan del modo en que lo hacen
raleza de la mente humana que entrañe que ésta no pudiera en-
los seres humanos. En relación a los diseñadores y programadores
carnarse, o más bien materializarse, en criaturas de constitucion
normales de ordenadores pueden compararse con los ingenieros
física completamente distinta. Más aún, incluso en el caso de huma-
aeronáuticos, que tratan, no de idear el aeroplano más eficaz, sino
nos de carne y hueso, no hay nada en la naturaleza de nuestras
de construir un pájaro artificial. Los partidarios de las «ciencias co~¡
mentes que nos demuestre que no somos artefactos ext rema-
nitivas» pueden trabajar en diversas disciplinas -filosofía, psicologiia
damente hábiles.
empírica, inteligencia artificial-. El nombre no es tanto la demarcación de un área de estudio como un manifiesto de la creencia de que
De vez en cuando tengo la fantasía de que un día alguien llamará a 44
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la puerta y un técnico se presentará a sí mismo diciendo: «Vengo
los rasgos característicos de la mente humana serán eventualmente
de la IBM, señor, para hacerle la revisión de la mitad de su vida». Por
explicables de manera desmitificadora mediante ciertos procedii-
supuesto sé que se trata de una fantasía absurda. Pero sé que no
mientos científicos de moda.
soy un ordenador hecho por el hombre sólo de la misma manera en
El funcionalismo se presenta a menudo como una modificación so-
que sé que los gatos no nacen de los árboles. No lo sé por ningún ar-
fisticada del conductismo. Mientras el conductismo creía que cad.a
gumento como «Por lo tanto, creo que no soy un artefacto».
,..." Si soy escéptico respecto al tipo de afirmaciones que hacen en nuestros días los científicos cognitivos y Jos expertos en inteligencia artificial, no es porque crea que existe un argumento a priori que muestre que ningún ordenador podrá nunca ser consciente o teiner mente. Ciertamente, no es porque crea, como Descartes, que e>
Capítulo2