JULIUS EVOLA, ¿ANTIMODERNO? UNA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL AL TRADICIONALISMO POLÍTICO Boris Matías Grinchpun UBA/CONICET-Instituto "Ravignani"/GEHiGue - ¿Por qué ha sido acusado por sus oponentes de racista? -Como usted sabe, racista, fascista, etc., son etiquetas utilizadas cuando se quiere liquidar una cuestión sin descender a la profundidad de las verdaderas ideas. JULIUS EVOLA, 1971.1
Introducción. Una ambición taxonómica En las numerosas polémicas que rodean a Julius Evola, el uso de los más variados adjetivos es un factor recurrente. Términos tan disímiles como "erudito" y "extravagante", "elitista" y "misógino", son intercambiadas en una discusión que resurge ocasionalmente en la opinión pública y los medios italianos,2 aunque encuentra ecos fuera de la península gracias a la diáspora neofascista y a iniciativas editoriales de diverso calibre, por no mencionar el universo de las páginas web y los foros online.3 La controversia no sería meramente heurística, sino también política: además de buscar un concepto que subsuma cómodamente las ideas de este personaje, se estaría condenando, condonando o exaltando su complejo legado.4 A riesgo de simplificar, la polémica podría ser vista en los términos de Furio Jesi: ¿Evola debe ser "normalizado", en tanto exponente de la "alta cultura" del Novecento, o es, por decirlo crudamente, "un racista tan inmundo que repugna tocarlo con los dedos"?5 La disputa dista de ser binaria, y ha sobrevivido largamente a la "estrategia de la tensión", como lo demuestra el revuelo provocado por el intento de reivindicarlo como sabio y filósofo al cumplirse el cuadragésimo aniversario de su muerte.6 1
Entrevista televisiva, disponible en . Ver, por ejemplo, SASSIO, Michele. Lega e Forza Italia al raduno neofascista per scalare Palazzo Marino. L'Espresso [en línea]. 25 de junio de 2015 [fecha de consulta: 2 de julio de 2016]. Disponible en . 3 Sobre la difusión internacional de Evola, ver Goodrick-Clarke, Nicholas. Black Sun. Aryan cults, esoteric nazism and the politics of identity. Nueva York, NY, New York University Press. 2002. pp. 67-71. 4 Una sucinta reseña biográfica puede hallarse en Rees, Philip. Biographical Dictionary of the Extreme Right since 1890. Nueva York, NY, Simon & Schuster. 1990. pp. 119-120. 5 Jesi, Furio. Cultura di Destra. Milán, Aldo Garzanti Editore. 1979. p. 97. Las traducciones son nuestras. 6 Ejemplos de las posturas "pro" y "anti-Evola" en torno de este episodio pueden encontrarse en: Evola? Né eccentrico, né "guru": de Turris racconta gli incontri col filosofo. Secolo d'Italia [en línea]. 22 de enero de 2015 [fecha de consulta: 1 de julio de 2016]. Disponible en
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La violencia de las adjetivaciones se reduce en las aproximaciones más propiamente académicas, las cuales suprimen etiquetas imprecisas y moralizantes en favor de categorías de mayor densidad teórica, histórica y hasta política. No obstante, el refinamiento conceptual no ha aclarado el panorama, sino que ha fomentado el disenso. Esquemáticamente, podría señalarse que tres perspectivas coexisten con algunas tensiones entre los estudiosos: la de las derechas, la del fascismo y la del tradicionalismo.7 Casi desapercibida pasa la categoría de "antimoderno", tal vez por tratarse del autor de Rebelión contra el Mundo Moderno. Pero lejos de constatar lo obvio, el término sería de gran utilidad: siguiendo a Antoine Compagnon, "los antimodernos -no los tradicionalistas per se, sino los antimodernos auténticos- no serían más que los modernos, los auténticos modernos, que no se dejan engañar por lo moderno y están siempre alertas", lo que explicaría por qué "están cada vez más cerca de nosotros y parecen incluso proféticos".8 Enunciados que podrían aplicarse a Evola, cuyas obras gozan de un perdurable atractivo y cuya doctrina es celebrada como una de las visiones más originales, complejas y lograda de la cultura de derecha en el siglo XX: una reafirmación de la "Tradición" combinada con una exploración profunda de su negación moderna, sintetizada por Giorgio Almirante con la famosa fórmula "nuestro Marcuse, pero mejor".9 Este trabajo busca expandir el marco conceptual presentado por Compagnon, aplicado por él a la Francia del siglo XIX pero abierto a otros casos, para abordar a este intelectual desde una perspectiva que puede resultar novedosa y fructífera. Lejos de considerarlo un "excéntrico", un loco o "el barón negro" del fascismo, aquí se busca contribuir con su desmitificación al relacionarlo con una nutrida y longeva corriente de "enemigos de la Ilustración".10
racconta-gli-incontri-evola> y MING, Wu. #Evola: fermare il virus! Giap [blog en línea]. 2 de diciembre de 2014 fecha de consulta: 1 de julio de 2016. Disponible en . 7 Un planteo similar puede hallarse en Furlong, Paul. Social and Political Thought of Julius Evola. Nueva York, NY, Routledge. 2011. pp. 15-18. Desde luego, se deja aquí de lado la consideración de este autor en tanto orientalista, esoterista e historiador de la religión. 8 Compagnon, Antoine. Los Antimodernos. Barcelona, Acantilado. 2007. pp. 12-14. 9 Sobre esta famosa frase y las analogías entre el pensamiento evoliano y la Escuela de Fráncfort ver Coogan, Kevin. Dreamer of the Day. Francis Parker Yockey and the postwar fascist international. Nueva York, NY, Autonomedia. 1999. y Jesi, Furio, op. cit., pp. 100-104. La elegía no habría sido del agrado del barón, quien manifestaba en 1968 que Marcuse no decía "nada verdaderamente nuevo". Si bien coincidía en ciertos puntos con El Hombre Unidimensional, se mostraba escéptico frente a las soluciones que planteaba. Ver Evola, Julius, "Il mito Marcuse" en Gli Uomini e le Rovine. Roma, Giovanni Volpe Editore. 1972. pp. 263-268. 10 La expresión hace referencia a las conferencias de Isaiah Berlin de 1965, "Dos enemigos de la Ilustración: J. G. Hamann y Joseph de Maistre". Trabajos con perspectivas renovadoras sobre la contra-Ilustración son Garrard, Graeme. Counter-Enlightenments. From the eighteenth century to the present. Nueva York, NY,
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El artículo se divide en tres partes. La primera es un breve desvío metodológico que considerará la utilidad (o no) de categorías clásicas pero un tanto genéricas para la historia intelectual. La segunda contrasta al "tipo antimoderno" de Compagnon con Evola, a partir de una exploración de sus ensayos más visitados. No se pretende ver si el modelo "encaja", sino el potencial analítico del mismo. La conclusión retomará estos puntos, tras lo cual se reflexionará sobre la situación de un tradicionalista en el mundo posmoderno.
Digresión. En el laberinto de las categorías Los modos de construir, utilizar y percibir categorías como liberalismo, socialismo y fascismo,
que
tienden
a
funcionar
como
"conceptos
fundamentales",
fueron
problematizados por un debate fundacional de la historia intelectual. Retomando a Quentin Skinner, podría aventurarse que nociones tan generales y genéricas pueden desembocar en una "mitología de los doctrinas", la cual reduce el análisis a una cacería de citas aisladas, tomadas incluso de períodos y obras diversas, para justificar una definición a priori corroborada en la conclusión. Asimismo, esta "mitología" puede llevar a imponer forzosamente a un autor o texto un modelo genérico de la "doctrina", compuesto por una serie de ideas y rasgos fijos cuya ausencia suele ser explicada como "anomalías". La "mitología de la coherencia" es otro escollo posible, ya que la identificación de un intelectual con una ideología o corriente de pensamiento puede transformar su estudio en una simple comparación con un tipo ideal. Subyacente estaría el presupuesto, prescriptivo y normativo, de que ese sujeto está condicionado por su adscripción a pensar, expresarse y hasta comportarse de determinada manera. Aquel que no siga el patrón, quien no sea un "buen" nacionalista o comunista, será tildado de "extraño" e incluso recibirá reproches.11 Un síntoma de ambas "mitologías" sería la aproximación a las fuentes como simples colecciones de ideas, documentos cuyo "contenido" puede ser recuperado a través de concatenaciones de citas ilustrativas. De esta manera, los textos se descomponen y deforman hasta convertirse en extractos aislados y dispersos, como las "unidades idea" de
Routledge. 2006 y McMahon, Darrin. Enemies of the Enlightenment. French Counter-Enlightenment and the Making of Modernity. Nueva York, NY, Oxford University Press. 2001. 11 Skinner, Quentin. "Significado y sentido en la historia de las ideas" en Lenguaje, Política e Historia. Bernal, Universidad de Quilmes. 2007. pp. 114-130.
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Arthur Lovejoy.12 Según Elías Palti, estas "unidades" pueden aparecer en instancias muy diversas, por lo que establecer conexiones de larga duración y vasto alcance en base a ellas puede llevar a absurdos y anacronismos, como afirmar el carácter totalitario de Platón o Jean-Jacques Rousseau. Las categorías ocultarían así una dimensión central del análisis, como es el uso que un intelectual hace del lenguaje político de su época, introduciendo torsiones mal catalogadas por los estudiosos como errores o desviaciones de un significado "correcto".13 Es en estas "herejías" donde reside "el trabajo del texto": en la estela de Skinner, Palti sostiene que no se trata solamente de establecer qué dice un texto, o dónde y cuándo lo dijo, sino qué estaba haciendo al decirlo: cómo intervenía sobre un horizonte conceptual y de qué formas podía ser recibido por sus contemporáneos.14 Aún así, los "conceptos fundamentales" resultan ineludibles para la historia intelectual.15 Hasta podría plantearse que su uso no debería ser tan cauteloso y restrictivo como han planteado algunos partidarios del contextualismo. Según Peter Brown, también esta corriente tendría sus "mitologías": la "premisa de los orígenes", que postula la preeminencia de la primera articulación de una idea, siendo las posteriores sólo "deformaciones"; la "premisa del holismo", según la que una idea sólo es comprendida cabalmente en su contexto nativo; la "premisa del provincialismo", que lleva a la limitación espacial y temporal del contexto; y la "premisa del descriptivismo", para la que es posible reconstruir el contexto "concreto" al margen de cualquier interpretación. 16 Todas se resumen en la "premisa de la exhaustividad", la idea de que el factor explicativo contextual agota el significado, manifestación para Brown de un ideal de contención en la historia de las ideas: al clausurar la larga duración y construir compartimentos estancos, el "contextualismo radical" habría agotado el potencial creativo y disruptivo de viejas ideas y
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Las "unidades idea", así como los principales presupuestos metodológicos del autor, son presentados en Lovejoy, Arthur. The Great Chain of Being. Cambridge, MA, Harvard University Press. 1964. pp. 3-23. 13 "[...] no hay ninguna historia de la idea que deba escribirse, sino tan sólo una historia de sus distintos usos y de las distintas intenciones al usarla". Skinner, Quentin, op. cit. p. 158. Un planteo similar puede hallarse en Tarcus, Horacio. Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos. Buenos Aires, Siglo XXI. 2013. pp. 33-36. 14 Palti, Elías. El Momento Romántico. Nación, historia y lenguajes políticos en la Argentina del siglo XIX. Buenos Aires, Eudeba. 2009. pp. 15-18. Puede notarse la presencia de la teoría de los "actos de habla" de John Austin, expuesta en How to Do Things with Words. Londres, Oxford University Press. 1962. 15 El mismo Skinner admite que existe " un vocabulario bastante estable". Skinner, Quentin, op. cit. p. 111. 16 Una crítica similar puede hallarse en Palti, Elías, op. cit. p. 15.
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debates.17 En otras palabras, las categorías amplias no sólo serían inevitables, sino que tampoco tendrían que restringirse necesariamente a islas de sentido desconectadas, particulares y contingentes: por el contrario, podrían ser utilizadas para reconstruir y analizar procesos transnacionales y de la longue durée... con las prevenciones de cada caso. Una última mención merece la aproximación que este artículo realiza al corpus evoliano. Lejos de una mirada atenta a los numerosos giros producidos a lo largo del tiempo en el pensamiento del autor, como la del profundo estudio de Francesco Cassata,18 aquí se abordarán fundamentalmente las obras generalmente consideradas como principales: Rivolta contro il Mondo Moderno, Gli Uomini e le Rovine y Cavalcare la Tigre. Siguiendo a Martin Jay, se realizará una lectura "sinóptica", en tanto se sostendrá la validez de la paráfrasis para como herramienta de análisis textual sin caer en una búsqueda ingenua de sentido o "metafísica de la presencia".19 Falaz sería pensar que se está desentrañando el "significado auténtico" de los textos de Evola, y no que éste emerge a partir de una determinada e intencionada mirada.
Tres versiones de Julius No es arriesgado afirmar que nadie cuestiona la pertenencia de Julius Evola al campo de las derechas.20 Esta adscripción era enarbolada por el propio aristócrata, quien asimilaba la "Tradición" a la "verdadera Derecha".21 Giorgio Galli coincidía, al colocarlo entre los más calificados representantes de esta cultura política en el siglo XX.22 Si se retoman los apuntes de Norberto Bobbio, la etiqueta se ajusta: el barón reafirmaba las desigualdades entre los individuos, execraba la democracia y proponía un orden basado en la "jerarquía 17
Brown, Peter. "Contextualism and criticism in the History of Ideas" en McMAHON, Darrin y MOYN, Samuel (eds.). Rethinking Modern European Intellectual History. Oxford, Oxford University Press. 2014. pp. 37-47. 18 Cassata, Franco. A Destra del Fascismo. Profilo politico di Julius Evola. Turín, Bollati Boringhieri. 2003. 19 Jay, Martin. "Dos vivas para la paráfrasis: confesiones de un historiador sinóptico" en Socialismo fin-desiècle. Buenos Aires, Nueva Visión. 1990. pp. 72-79. 20 A Coogan, Goodrick-Clarke, Furlong y Jesi, podrían agregarse las perspectivas "evolianas" en De Turris, Gianfranco. Elogio e Difesa di Julius Evola. Il barone e i terroristi. Roma, Edizioni Mediterranee. 1997 y Romualdi, Adriano. Su Evola. Roma, Fondazione Julius Evola. 1998. Una visión polémica aparece en Concutelli, Pierluigi. Io, l'Uomo Nero. Una vita tra politica, violenza e galera. Pavía, Marsilio. 2008. 21 Un notorio ejemplo es El Fascismo visto desde la Derecha (1963), ensayo que distinguía a la genuina "Derecha" (la del autor) de lo que en la Italia del momento se tomaba por tal: una falsa "derecha económica" y liberal. No obstante, al necesitar del par opuesto "izquierda", la noción de "derecha" ya sería un efecto de la "degeneración". Ver Evola, Julius. Más Allá del Fascismo. Buenos Aires, Heracles. 2006. pp. 27-31. 22 Galli, Giorgio. La Crisi Italiana e la Destra Internazionale. Milán, A. Mondadori. 1974.
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espiritual", mantenido por una autoridad trascendente, sagrada e inapelable.23 De hecho, la embestida contra el liberalismo y el socialismo, así como la oposición de un ideal ascético y guerrero a la complacencia burguesa y el rechazo de todo compromiso, permitirían colocarlo en las filas de la "extrema derecha".24 Algo similar podría decirse de etiquetas como "contrarrevolucionario" o "reaccionario",25 en tanto Evola declaraba que los suyos eran los principios que "antes de la Revolución Francesa toda persona bien nacida consideraba saludables y normales"26 y recuperaba a sus detractores más acérrimos. Sin embargo, "derechas" y "reaccionario" son nociones vastas, tanto que su utilidad analítica termina por ser acotada. Ambas refieren a constelaciones heterogéneas de organizaciones, movimientos, corrientes e intelectuales aparecidos en circunstancias muy diversas, por lo cual necesitan apoyarse en precisiones, matizaciones y diferenciaciones. Para Bobbio, se trata de conceptos topológicos, no ontológicos: antes que remitir a una "esencia", que en el mejor de los casos se reduce a una serie de rasgos generales, se definen (análogamente a Quentin Skinner) a partir del contexto cultural, político e histórico. En esta línea, un grupo considerable de estudiosos asevera que, dentro de la familia de las derechas, Evola estaría emparentado con la rama fascista. Este juicio se basa en paralelos establecidos entre la ideología fascista y sus doctrinas, así como en las actividades que realizó durante el régimen de Benito Mussolini, las cuales incluyeron vínculos con jerarcas, la participación en numerosas revistas y el desempeño de tareas de investigación e intercambio cultural.27 Fue así que Bobbio lo incluyó entre los "intelectuales integralmente fascistas", tildándolo de mediocre y "delirante".28 Para Thomas Sheehan, el "idealismo mágico" y la creencia en la superioridad del mito frente a la historia hicieron del aristócrata 23
"El mundo tradicional conoció la Realeza Divina. Conoció el acto del tránsito: la Iniciación -las dos grandes vías de la aproximación: la Acción heroica y la Contemplación - la Mediación: el Rito y la Fidelidad el gran sostén: la Ley tradicional, la Casta - el símbolo terrenal: el Imperio". Evola, Julius. Rivolta contro il Mondo Moderno. Roma, Mediterranee. 1994. p. 22. Las traducciones son nuestras. 24 Bobbio, Norberto. Derecha e Izquierda. Buenos Aires, Taurus. 2014. pp. 55-67 y pp. 107-131. 25 Sobre la historia del término "reacción", ver Starobinski, Jean. Action et Réaction. Vie et adventure d'un couple. París, Seuil. 1999. Evola reflexiona sobre ambas nociones en Los Hombres y las Ruinas, pero las descarta por motivos históricos y semánticos en favor de una "revolución conservadora" según el modelo de Joseph de Maistre y Armin Mohler. Ver Evola, Julius, Gli Uomini..., pp. 15-18. 26 Citado en Furlong, Paul, op. cit., p. 1. 27 El aristócrata dedica un tramo considerable de sus memorias a este período. Ver Evola, Julius. The Path of Cinnabar. An intellectual autobiography of Julius Evola. Londres, Integral Tradition Publishing. 2009. pp. 80-87, 105-116 y 163-185. 28 Bobbio, Norberto. "Cultura y fascismo", en Ensayos sobre el Fascismo. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes. 2008. pp. 138-139.
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un arquitecto de la "filosofía del fascismo".29 Umberto Eco incorporó varios elementos del pensamiento evoliano en su caracterización del "Ur-Fascismo", como la adscripción a una "Tradición primordial" y a valores estrictamente jerárquicos.30 Para Francesco Germinario, la "deriva teórico-política evoliana" fue el "despliegue de la ideología del fascismo maduro, o sea del fascismo en la fase de construcción del régimen totalitaria".31 La tesis ha tenido notorios detractores. En un estudio clásico, el eminente historiador Renzo de Felice destacó al autor de Cabalgar el Tigre por no sucumbir a las "mentiras" y comportarse "con dignidad y hasta con seriedad", lo cual despertó controversia.32 Más elocuente fue el argumento de A. J. Gregor, para quien "prácticamente no hay ningún fundamento para identificarlo como un portavoz de la doctrina fascista". 33 Su juicio se basó en que Evola nunca fue miembro del PNF, criticó frecuentemente los aspectos chauvinistas, autoritarios y "plebeyos" del régimen y recibió un trato despectivo por parte de intelectuales "oficiales". Sus vínculos se habrían restringido a ciertas afinidades electivas y a necesidades económicas, manteniendo tal vez el proyecto de transformar al partido-milicia desde adentro en un sentido "tradicionalista".34 Un acuerdo más amplio existe sobre las conexiones con las organizaciones neofascistas de la posguerra.35 Richard Drake ha planteado que la mística del "barón mágico" en su apartamento romano emergió recién durante la posguerra, cuando jóvenes adeptos lo visitaban para ser llamados a eliminar la amenaza comunista con "hierro y fuego".36 Algo más ecuánimes fueron Franco Ferraresi y Roger Griffin, quienes reconocieron la relevancia de Evola para la "juventud desencantada" pero remarcaron la ambigua recepción de sus ideas, como el pasar por alto la apoliteia del "maestro" en favor 29
Sheehan, Thomas. "Myth and violence: the fascism of Julius Evola and Alain de Benoist", Social Research, Vol. 48, Nº 1, 1981. 30 ECO, Umberto. Ur-Fascism. The New York Review of Books [en línea]. 22 de junio de 1995 [fecha de consulta: 3 de julio de 2016]. Disponible en . 31 Germinario, Francesco. Razza del Sangue, Razza dello Spirito. Turín, Bollati Boringhierie. 2001. p. 22. 32 De Felice, Renzo. Storia degli Ebrei Italiani sotto il Fascismo. Turín, Einaudi. 1962. p. 447. Sobre las discusiones que motivó, ver Jesi, Furio, op. cit., pp. 97-99. 33 Gregor, Anthony James. Mussolini’s Intellectuals. Fascist Social and Political Thought. Princeton, NJ, Princeton University Press. 2005. p. 16. 34 Gregor, Anthony James, op. cit., pp. 195-199. 35 A Coogan, Eco Goodrick-Clarke y Rees podría agregarse Sedgwick, Mark. Against the Modern World. Traditionalism and the secret intellectual history of the twentieth century. Oxford, Oxford University Press. 2004. pp. 179-187. 36 Drake, Richard. "Julius Evola and the ideological origins of the radical right in contemporary Italy", en HERKL, Peter (ed.). Political Violence and Terror: Motifs and motivation. Berkeley, CA, University of Carolina Press. 1986. pp. 71-78 y Jesi, Furio, op. cit., pp. 108-109.
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de la acción directa.37 El renombre del "gurú" durante la posguerra también ha sido abordado por Gregor, quien insistió sobre el carácter no fascista de Evola y presentó su popularidad de posguerra como indicio de las diferencias entre el "partido-milicia" y aquel vasto campo que, a falta de un mejor término, ha sido denominado como "neofascista".38 Frente a estos y otros problemas, algunos especialistas se han inclinado por categorías alternativas, como la de tradicionalista. Ciertamente, la noción no alude a la acepción común del término,39 sino a una corriente filosófica surgida a principios del siglo XX y fuertemente asociada a la figura del orientalista francés René Guénon, así como a Ananda Coomaraswamy y Fritjof Schuon. Según Antoine Faivre, tres son los postulados salientes de este perennialismo: existe una "Tradición" primordial de origen suprahumano, recibida por las primeras civilizaciones y paulatinamente perdida en un doble proceso de olvido y declive; la sociedad moderna, con su materialismo, cientificismo e igualitarismo, está en total contraposición con esa "Tradición"; esta sabiduría eterna puede ser recuperada, no a través de la historiografía convencional, sino de un estudio, ni neutral ni imparcial, de los denominadores comunes en las distintas religiones y ramas de la metafísica. 40 Vale remarcar que, a pesar de su conocimiento del tradicionalismo, Eco y Coogan optaron por clasificar al autor, como "fascista". Furlong, en cambio, lo considera ante todo "un creyente en la tradición",41 mientras que Mark Sedgwick lo ve como "discutiblemente el colaborador más importante de Guénon, en última instancia más importante que Coomaraswamy".42 Lejos de ser el "remasticador" denostado por Jesi, Julius Evola habría innovado al desarrollar la doctrina delineada por el estudioso francés en un sentido político.
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Ferraresi, Franco. Threats to Democracy. The radical right in Italy after the war. Princeton, NJ, Princeton University Press. 1996. pp. 52-58; Furlong, Paul, op. cit., pp. 88-107 y Griffin, Roger. "Revolts against the modern world. The blend of literacy and historical fantasy in the Italian New Right", Literature and History, Vol. 11, 1985. pp. 175-176. Furlong concuerda en señalar los cambios introducidos por los neofascistas, aunque sostiene que pasividad y acción políticas no habrían sido estrategias contrapuestas, sino alternativas y complementarias. De hecho, las obras que propugnaron estas sendas, Los Hombres y las Ruinas y Cabalgar el Tigre, aparecieron con años de diferencia pero fueron elaboradas en paralelo, lo que habría provocado equívocos interpretativos. Ver Furlong, Paul, op. cit., pp. 96-107. 38 Gregor, Anthony James. The Search for Neofascism. The use and abuse of social science. Cambridge, Cambridge University Press. 2006. 39 Siguiendo a G.K. Chesterton, Evola se refiere peyorativamente a este "tradicionalismo" como "democracia de los muertos". Ver Evola, Julius, op. cit., p. 411. 40 Citado en Hanegraaff, Wouter."Tradition" en HANEGRAFF, Wouter (ed.). Dictionary of Gnosis & Western Esotericism. Leiden, Brill. 2006. p. 1132. 41 Furlong, Paul, op. cit., p. 134. 42 Sedgwick, Mark, op. cit., p. 98.
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La categoría ha sido moneda corriente por décadas en los medios tradicionalistas, "metapolíticos" y, si se quiere, evolianos. Las eruditas monografías de Hans Thomas Hakl,43 las remembranzas de sus amigos italianos44 y los estudios introductorios de sus seguidores argentinos45 son algunos ejemplos de la vasta colección de ensayos realizados por admiradores y detractores de la derecha. Un tanto cínicamente, podría aventurarse que el término permite alejarse del problemático halo del fascismo, aunque no deberían obviarse sus notables ventajas heurísticas, como dar cuenta de algunas premisas centrales del pensamiento de Evola, así como de sus ambivalencias frente al régimen de Mussolini. Sin embargo, "tradicionalismo" obtura las inflexiones y peculiaridades que diferenciaron al barón siciliano de sus compañeros de ruta perennialistas. De ahí la necesidad, una vez más, de cualificar el término: el aristócrata habría sido, alternativamente, el padre del "tradicionalismo radical", "integral" o, como ya se mencionó, "político". Las "tres versiones" resultan útiles en tanto echan luz sobre distintas facetas de la trayectoria y el pensamiento de Julius Evola, aunque presentan deficiencias. Algunas son comunes, como el tratarse de categorías que remiten a constelaciones vastas y heteróclitas, y otras son particulares, como el magnificar ciertas ideas y episodios mientras otras quedan en las sombras. La noción de "antimoderno" puede proveer, en este sentido, un nuevo foco.
"Un moderno en libertad" Antoine Compagnon registra seis tópicos o "constantes" en la literatura antimoderna: la contrarrevolución, como figura histórico-política; la anti-Ilustración, en tanto núcleo filosófica; como figura moral, el pesimismo; una figura teológico-religiosa, el pecado original; lo sublime en estética; y, estilísticamente, la vituperación.46 El elemento reaccionario es, como se ha visto, vertebrador en la obra de Evola, para quien las raíces del "mal" estarían en "la subversión determinada por las revoluciones del '89 y del '48". Como la hidra mitológica, el "mal" sería policéfalo, abarcando el espectro 43
Hakl, Hans Thomas (H.T. Hansen), "Julius Evola's political endeavors" en Evola, Julius. Men Among the Ruins. Postwar reflections of a radical traditionalist Rochester, VE, Inner Traditions. 2002. pp. 1-104 y "Julius Evola" en HANEGRAFF, Wouter (ed.), op. cit., pp. 345-350. 44 Guglielmi, Nino. "Il solitario antesignano della destra tradizionale ed il suo pensiero sulla rinascitá della cultura" en DE TURRIS, Gianfranceso (dir.). Testimonianze su Evola. Roma, Edizioni Mediterranee. 1985. pp. 139-146. 45 Ghio, Marcos. "Introducción a Julius Evola" en EVOLA, Julius. Rebelión contra el Mundo Moderno. Buenos Aires, Heracles. 1994. pp. 7-17. 46 Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 23-24.
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"que va del liberalismo y de la democracia hasta el marxismo y el comunismo". 47 Tanto las "falacias" del colectivismo como las del igualitarismo irían en contra de las innegables diferencias entre los sujetos, de base "espiritual" antes que biológico, las cuales habrían funcionado como principios organizadores en las "civilizaciones tradicionales". 48 Como Ernst Renan, el barón veía la soberanía popular como un obstáculo para el surgimiento de auténticas elites.49 Pero también sería una regresión respecto de una concepción "genuina" del gobierno, ya que lejos de ser un reflejo de la sociedad, "el fundamento de todo Estado verdadero es la trascendencia de su principio, esto es el principio de la soberanía, de la autoridad y de la legitimidad".50 Por lo tanto, los procesos de secularización y las ideologías materialistas serían subversivas, al relegar o directamente eliminar la dimensión supraterrena. De manera similar a Joseph de Maistre, Evola se remite a una dimensión metapolítica, es decir a los fundamentos sobrenaturales sobre los que se asentaría toda soberanía: la auténtica unidad política es "la irrupción y la manifestación de un orden superior, que se concreta en un poder", por lo que se distingue de "cualquier unidad de hecho, de cualquier forma de asociación naturalística o de 'derecho natural'". 51 Es por eso que el autor manifiesta, según las "doctrinas tradicionales", el gobierno debería recaer sobre una realeza sagrada obedecida por las cualidades "superiores" que encarna, no respetada por su inteligencia, aceptada por sus dotes administrativas o temida por su fuerza.52 Según Compagnon, los "antimodernos" no son contrarrevolucionarios: la reacción es una respuesta al nuevo statu quo instaurado por la revolución, mientras que la restauración ya implica su aceptación y asimilación. Lo que habría que hacer, como sentenciara De Maistre, no es una "revolución contraria, sino lo contrario de la Revolución".53 Frase citada aprobatoriamente por Evola, quien llamaba en los '50 a crear "una nueva formación radical, con fronteras rigurosas entre amigo y enemigo" dispuesta a conquistar "un futuro [que] no será de los indulgentes con las ideas híbridas y tibias hoy
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Evola, Julius, Gli Uomini..., p. 15. Subrayado en el original. Evola, Julius. Rivolta..., p. 44. 49 Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 54-60. 50 Evola, Julius, Gli Uomini..., p. 15. Subrayado en el original. 51 De Maistre, Joseph, "Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas" en Consideraciones sobre Francia y otros Escritos. Buenos Aires, Dictio. 1980. pp. 209-212. Ver también Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 81-84. 52 Evola, Julius. Rivolta..., pp. 23-25. 53 De Maistre, Joseph, op. cit., p. 147. Ver también Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 40-42. 48
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predominantes en los mismos ambientes que no se dicen propiamente de izquierda".54 El autor se mostraba hasta extremista, al sostener que "hoy hay muy poco que merezca ser 'conservado', en lo que se refiere al plano de lo fáctico, como estructuras sociales e instituciones".55 Coqueteaba incluso con el término "revolución", en tanto "ataque contra algo negativo" o "negación de la negación" hegeliana, aunque se cuidaba de no caer en la "quimera progresista": enemigo de las teleologías optimistas, advertía contra "el peligro [...] de hacer propias, más o menos implícitamente, premisas en el fondo no distintas a aquellas del adversario, con la idea de que 'la historia procede'", siendo las revoluciones "puntos de ruptura" en ese avance.56 Los espejismos evolucionistas iban contra "la verdad conocida por el hombre tradicional", esto es, "la idea de un regreso, de una caída: de estados superiores originarios los seres habrían descendido a estados siempre más condicionados por el elemento humano, racional y contingente".57 En efecto, tanto Hesíodo como el Vedanta y otras tradiciones expresarían una "doctrina de las cuatro edades", una sucesión de estados cada vez más caóticos que hace de la decadencia una clave metahistórica. En este sentido, Evola participaría de la segunda figura de los "antimodernos", la anti-Ilustración. Él carga contra los philosophes, señalando que "a partir del Renacimiento el racionalismo se diferencia, asume, en una de sus corrientes más importantes, un carácter nuevo, de especulativo se hace agresivo hasta dar lugar al iluminismo, al enciclopedismo, a la crítica antirreligiosa y revolucionaria".58 Estas concepciones disolventes se habrían adueñado de "organizaciones de tipo iniciático" como la masonería, para convertirlas en "instrumentos activos de la difusión de la difusión del pensamiento antitradicional" y en promotoras de las revoluciones americanas y europeas.59 Recuperando el clásico tópico del abate Augustin Barruel, el barón asevera que todo habría sido una acción concertada por parte del "frente secreto de la subversión mundial".60 Su pernicioso legado superaría al Ochocientos para volverse el sentido común del "mundo moderno": la desconexión con toda "dimensión superior", el antropocentrismo, el 54
Evola, Julius, Gli Uomini..., p. 16. Ibídem, p. 17. 56 Ibídem, p. 24. 57 Evola, Julius, Rivolta..., p. 221. 58 Ibídem, p. 386. 59 Ibídem, pp. 386-387. 60 Ibídem, p. 387. Sobre el abate Barruel y sus Mémoires pour Servir a l'Histoire du Jacobinisme, Darrin McMahon, op. cit., pp. 100-102 y 112-114. 55
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materialismo, el individualismo, la reducción del Estado a un aglutinamiento de "ciudadanos libres", la ciencia como degeneración y democratización del saber y el desencadenamiento de la plebe. Como Edmund Burke, Evola ve el origen de estas desviaciones en una confianza excesiva en la razón, que habría llevado a posiciones abstractas e ilusorias: al apartarse de las enseñanzas y doctrinas, no se habría formado algo concreto y empírico, sino "un radical irrealismo, una radical inorganicidad en todo aquello que es moderno. En lo interno como en lo externo, nada más será vida, todo será construcción: al ser extinguido, el "querer" y el "Yo" lo sustituyen en todo dominio, un siniestro apuntalamiento racionalista y mecanicista de un cuerpo muerto".61 El argumento sirve, previsiblemente, como base de una postura anti-intelectual y anti-teórica, pero también sustenta al tercer tópico "antimoderno": el pesimismo. Resulta necesario remarcar que Evola no tendría una visión negativa de lo humano per se, como Tomas Hobbes o el conde De Maistre, sino de su forma moderna. Ésta habría sido moldeada por "aquel ideal de bienestar biológico, de confort, de euforia optimista con relieve otorgado a todo lo que es simple salud, juventud, vigor físico, seguridad y éxito material [...] cuya contrapartida es la atrofia de cualquier forma superior de sensibilidad e interés".62 Evola denuncia, como el joven Karl Marl, el carácter animalesco que ha asumido lo "humano": la "persona", aquel sujeto que explora su "ecuación" y se conecta con "lo alto", es paulatinamente desplazada por el "individuo", partícula que por agregación se convierte, en el "mundo de la cantidad", en masa.63 A partir de 1789, el anonimato se habría adueñado crecientemente de la política, a excepción de hiatos marcados por tiranos que, sin principios firmes, terminan por sucumbir a la plebe. De hecho, la fase individualista daría paso a un estado inferior, "la emergencia de fuerzas irracionales y elementales" que instalarían la subversión como norma en el Estado, la sociedad y la cultura.64 Se vislumbra aquí el escepticismo histórico, otro rasgo de la figura pesimista: los "antimodernos" están convencidos de que, según la metáfora de Evola, están combatiendo en posiciones perdidas.65 Apelando a las "cuatro edades" y a la "regresión de las castas", el 61
Ibídem, p. 380. Sobre Burke y el "realismo antimoderno", ver Antoine Compagon, op. cit., pp. 74-79. Evola. Julius. Cabalgar el Tigre. Orientaciones existenciales para una época de disolución. Buenos Aires, El Hilo de Ariadna. 2014. p. 175. Subrayado en el original. 63 Evola, Julius, Cabalgar..., pp. 155-159. 64 Evola, Julius, Rivolta..., pp. 390-391. 65 Compagnon, Antoine, op. cit., p. 116. La frase aparece en Evola, Julius, Cabalgar..., p. 28. 62
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autor afirmaba que su época era la etapa final del ciclo, la "edad oscura" o Kali Yuga, caracterizada por "el pasaje al estado libre y caótico de fuerzas individuales y colectivas, materiales, psíquicas y espirituales" que, separadas de "lo alto", caen bajo la influencia de elementos "ínferos".66 En la posguerra, el aristócrata consideraba que la degradación había llegado a una fase terminal, al punto de hacer "extremadamente improbable que se pueda provocar alguna modificación de relieve en el estado actual general de las cosas".67 Lo que quedaba para los "hombres diferenciados" era emprender, sin perspectivas de triunfo, la cruzada tradicionalista planteada en Los Hombres y las Ruinas,68 o bien adaptarse a los tiempos para "cabalgar el tigre" de la modernidad, usufructuando los residuos tradicionales o las aperturas hacia "lo superior" que en ella puedan encontrarse.69 Podría sugerirse que el panorama ya se presentaba sombrío antes de la conflagración, cuando el escritor aseveraba que lo único que permitía la era de hierro a aquellos que "a pesar de todo se tienen en pie" era "conseguir frutos no accesibles fácilmente para los hombres de otras edades".70 El fatalismo no deriva, sin embargo, en la cuarta trama de los "antimodernos", el Pecado Original.71 Para el aristócrata, este dogma no era más que "la transformación en pecado de aquello que en la forma aria del mito aparece como una audacia heroica a menudo coronada por el éxito". Adán no es enaltecido por su osadía, como los personajes olímpicos que Evola exalta, sino castigado a causa de su atrevimiento por "un dios terrible, celoso y omnipotente".72 Aún así, es difícil obviar que el autor se apoya en otra figura de innegable raigambre judeo-cristinaa, como es la Caída.73 Más que teológico, su rol parece ser metahistórico: si la degeneración es un fenómeno consustancial con el "mundo del devenir", entonces toda historia es historia del declive. El barón llega a colapsar las categorías, sosteniendo que "todo lo que es 'histórico' se remite ya a lo 'moderno'".74 Como los autores analizados por Compagnon, Evola divorcia el progreso material de la civilización del progreso moral de los individuos, al tiempo que advierte que la crisis 66
Evola, Julius, Cabalgar..., p. 36. Ibídem, p. 28. 68 Evola, Julius, Gli Uomini..., pp. 25-26. 69 Evola, Julius, Cabalgar..., pp. 29-34. 70 Evola, Julius, Rivolta..., p. 444. 71 Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 137-141. 72 Evola, Julius, Rivolta..., p. 295. 73 "En todos los antiguos testimonios de la humanidad tradicional se puede siempre recuperar, en una o en otra forma, la idea de un regreso, de una caída". Ibídem, p. 221. 74 Ibídem, p. 9. 67
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no es un episodio lejano sino un proceso continuo de declive. De los tres grandes argumentos hallados por Albert Hirschmann en la retórica reaccionaria, el predominante en Evola sería el "agravamiento": las castas superiores de guerreros y sacerdotes eran reemplazadas por los estratos inferiores de mercaderes y obreros hasta arribar a una sociedad "en la que toda actividad y toda reacción está determinada por las necesidad y las tendencias de la pura vida física" en un proceso cada vez más rápido, resolutivo y universal.75 De hecho, como el uróboros, la modernidad devoraría hasta sus propias bases: el individualismo burgués, originalmente un ariete contra las "estructuras orgánicas y tradicionales", se habría vuelto luego víctima de la misma degeneración, al punto de que se llegarían a niveles aún más problemáticos de la subjetividad, como su disolución en la horda y animalismo.76 Ahora bien, ¿no sería la decadencia un paso previo para la redención, como en la dialéctica de De Maistre? ¿No era la noche cada vez más oscura del Kali Yuga señal de la inminencia de un nuevo mañana, el Satya Yuga? La apoliteia del aristócrata ("inanición", en términos de Hirschmann) parece indicar lo contrario. De hecho, Evola duda de la dialéctica al considerar que, si la crisis del mundo moderno es una "negación de la negación", esta puede no desembocar en una solución superadora de las contradicciones, sino en "la nada", que profundiza el caos, la dispersión y la rebelión.77 Lo sublime, figura estética de los "antimodernos", también aparece en las reflexiones del autor. Desde ya, lo hace en el sentido convencional de experiencias o elementos que permiten romper con lo cotidiano y abrirse a "dimensiones superiores", como al explorar "paisajes más lejanos, más afuera de los límites, más sosegados, más fríos, más duros, más primordiales".78 Poco podría encontrarse en el arte moderno, privado de energía creativa y ajeno a lo que Nietzsche llamaba "gran estilo".79 Pero estos sólo serían reflejos del genuino elemento sublime: la "Tradición", aquellas verdades e instituciones "no humanas" reivindicadas en tanto "símbolos más transparentes, aproximaciones más cercanas, bosquejos más felices de aquello que es anterior y superior al tiempo y a la
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Ibídem, p. 400. Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 71-74. Evola, Julius, Cabalgar..., p. 155. 77 Ibídem, p. 34. 78 Ibídem, p. 180. 79 Ibídem, p. 214. 76
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historia, por ende tanto al ayer como al mañana, y que sólo puede producir una renovación real, una 'vida nueva' y perennes en quienes sean todavía capaces de recibirla".80 Podría pensarse, algo heréticamente, que la nocividad del "mundo moderno" repugnaba a Evola, pero al mismo tiempo lo fascinaba. Como De Maistre frente a la "pura impureza" de la Revolución Francesa, el barón no podía menos que quedar impresionado frente al carácter radical y sobrehumano de la disolución.81 El asombro podría verse en el cuadro pintado de la Unión Soviética de Stalin, que había unido "sistema político, ideológico y económico-industrial" realizando "el ideal del Superestado, como inversión siniestra del ideal tradicional orgánico",82 así como en la imagen de los EE.UU., "teocracia del rendimiento" en cuyas metrópolis de "grandeza desfalleciente" los sujetos alienados debían hacer frente "al reino inmenso de la cantidad, a los grupos económicos, a los trusts y a los estándares omnipotentes, a las selvas tentaculares de rascacielos y de fábricas, mientras los dominadores son encadenados a las mismas cosas que ellos dominan".83 La modernidad no sería sublime en los términos de Immanuel Kant, quien aludía al carácter ilimitado, pero sí en los de Burke: lo sublime es la emoción más cercana al terror.84 El elemento final, el estilo vituperativo, es algo en lo que Julius Evola descolla. Basta recorrer su diagnóstico de los paroxismos del Kali Yuga, Cabalgar el Tigre, para observar sus ataques, elocuentes hasta bordear la extravagancia y la exageración, contra los diversos aspectos de la civilización en la que vive. El existencialismo sería el decepcionante fruto de especulaciones de "simples intelectuales de café cuya vida [...] es la de un tipo totalmente pequeño-burgués".85 La ciencia moderna sería una sucesión de paradigmas contingentes y crecientemente arcanos que no explicaría el "significado último" de los fenómenos.86 Y la contracultura del jazz, el beat y las drogas es tratada como "procesos de evocación de lo elemental en el mundo de hoy en día (que) se encuentran totalmente bloqueados, por lo que se refiere a posibles valencias positivas de los mismos, mientras que son puramente regresivas y disolutivas las que prevalecen en los estratos siempre más
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Evola, Julius, Rivolta..., p. 11. De Maistre, Joseph, op. cit., p. 54. 82 Evola, Julius, Rivolta..., p. 422. 83 Ibídem, p. 427. 84 Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 175-177. 85 Evola, Julius, Cabalgar..., p. 151. 86 Ibídem, 193. 81
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vastos de las clases inferiores".87 La vituperación podría ser vista como el síntoma de un desencanto: como los "antimodernos", hijos renegados de la Ilustración y entusiastas de la Revolución en la primera hora, Evola llevaba a cuestas su pasado como pintor y poeta dadaísta.88 Es este pathos el que en sustenta la violencia de la diatriba. A modo de cierre, podría aventurarse que Julius Evola es un "antimoderno" bastante completo, en tanto las seis figuras pueden rastrearse en sus obras. Sin embargo, deben introducirse dos salvedades: la primera es que una exploración más profunda es necesaria para agotar los limites y posibilides de esta categoría analítica. La segunda es que este término no pretende ser una definición taxativa sino, al decir de Compagnon, un "marco de referencia" a partir del cual resituar y repensar a este singular pensador italiano.
Conclusión. ¿Un profeta para los tiempos últimos? Este trabajo apuntó a revisar las principales categorías utilizadas para conceptuar el pensamiento social, político y filósofico de Julius Evola. "Derechas", "fascismo" y "tradicionalismo" dan cuenta de aspectos relevantes del ideario y la trayectoria de este intelectual, aunque presentan tensiones internas y debilidades intrínsecas. La noción de "antimoderno" permite depurar estas líneas interpretativas, al tiempo que las complementa: permite diferenciar a Evola dentro del campo de las derechas, tanto de reaccionarios como Louis de Bonald como de liberales a la von Hayek o conservadores a la Leo Strauss. La relación entablada con la modernidad ofrece un indicador para analizar la compleja relación ideológica con fascistas y neofascistas, mientras que la idea misma de "antimodernidad" dentro del tradicionalismo puede ser cuestionada: si bien Guénon y Schuon también se oponen al mundo moderno, la contrarrevolución no será en ellos una nota dominante. Un último comentario debe hacer sobre la situación de este pensador en el contexto contemporáneo. ¿Ha quedado su prédica antimoderna desactualizada frente al mundo posmoderno? Ciertamente, algunos de sus pronósticos ya son material de archivo, mientras que sus notas sobre el "Quinto Estado" son breves y aisladas. Pero su tono y su perspectiva lejos están de ser demodé: analistas de izquierda de la posmodernidad, como Fredric Jameson, Slavoj Zizek y Mark Fisher han adoptado, paradójicamente, algunas de las figuras
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Ibídem, p. 237. Compagnon, Antoine, op. cit., pp. 33-34. Sobre la etapa dadaísta, ver Evola, Julius, The Path..., pp. 19-25.
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retóricas reaccionarias en sus perspectivas. El capitalismo tardío exhibiría "efectos adversos", ya que su búsqueda de más organización y racionalidad desembocaría en caos y neurosis, y también "agravamiento", ya que la situación se degradaría hasta una apoliteia forzada y generalizada, la creencia de que no hay alternativa. De esta forma, la fama de Evola perdura, ya que puede parecer cercano, acertado e, incluso, profético.
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