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EL IMPERIO ROMANO BAJO LA ANARQUIA MILITAR
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Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores profesores de va rias universidades españolas preten pre tende de ofrecer el último últ imo estado de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di versos niveles culturales. culturales. Una cuidada selecci selección ón de textos de au tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con un doble valor de modo que puede funcionar func ionar como como un capítu capítulo lo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una monografía. monog rafía. Cada texto tex to ha sido redactado por por.. el especial especialista ista del tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.
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ROMA
Director de la obra Julio Mangas Mangas Manjarrés
(Catedrático (Catedrático de Historia Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid)
Diseño Diseño y maqueta:
Pedro Arjona
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© Edicion es Akal, S.A., 1990
Los Berrocales del Jarama Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz Ardo z Madrid - España Tels. 656 56 11 11 -6 5 6 49 4 9 11 11 Fax: 656 49 95 Depós Depósit ito o Legal:M. 28 00 8-1 99 0 ISBN; 84-7600 274-2 (Obra completa) ISBN: 84-7600 653-5 (Tomq Lll) Impreso en GREFOL, S.A. Pol. II - La Fuensanta Móstoles (Madrid) Printed in Spain
EL IMPERIO ROMANO BAJO LA ANARQUIA MILITAR. José Fernández CJbiña
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A mis mi s padr pa dres es,, que en otro ot ross tiemp tie mpos os de miseria nos enseñaron a leer.
Indice
Págs.
Introducción ......................................................................................................................7 I. Las fuentes literarias ..................................................................................................9 II. Los Emperadores-Soldados y la Anarquía Militar (235-260) .................... 14
1. Maximino el Tracio: la política antisenatorial y la persecución del c r i s t i a n i s m o ........... ................. ............ ............ ............ ........... ........... ............ ............ ............ ............ ............ ........... ........... ............ ............ ............ ......114 2. La reacción senatorial del 238 y su valoración histórica ................................... 16 3. Digres Digr esió iónn sobre sobr e el colona col onato to y la crisis cri sis urba ur bana na del siglo sigl o IT ITÍ ........... ................. ............ ............ ........1 ..188 4. La revuelta de los pretorianos y el gobierno de Gordiano III (238-244) ........ 20 5. Filipo el Arabe (244-249). Las necesidades religiosas y el sentimiento de “ deca de cade denc ncii a” ......................................................................................................... 21 6. La gran crisis del 249-260 ........................................................................................23 III. La crisis del Imperio en tiempos de Galieno (260-268). La ruptura de la unidad y las reformas del Estado ........................................... 26 1. Aproxi Apr oximac mació ión n histó his tóri rica ca a la figura fi gura de Galie Gal ieno no ............ .................. ........... ........... ............ ............ ............ .......... .... 26 2. El talante intelectual de Galieno. El cristianismo y los ideales filosóficos ...29 3. La amenaz amen azaa per sa sasáni sas ánida da y el Reino Rei no de Pa Palmi lmira ra ............ .................. ............ ............ ........... ........... .......... .... 30 4. La amenaza germánica y el Imperio Galo de Postumo ....................................... 31
5. Los presupuestos augústeos del Principado y las reformas militares de Gali Ga lien enoo .................................................................................................................. 34 5.1. Cambios estratégicos y desarrollo de la caballería ..................................... 35 5.2. Los cambios constitucionales: la supresión de los legali legionis .......... 37 6. La crisis monetaria y sus consecuencias ................................................................ 38
IV. Los emperadores ilíricos (268-285). La defensa y restauración del Estado romano ...................................................................................................... 42 1. La renovación de los ideales monárquicos y la historiografía pagana ........... 42
2. Claudio II el Gótico (268-270) ...............................................................................44 3. Aureliano (270-275). La provincialización de Italia y las iniciativas sociales ....................................44 3.1. La polít pol ítii ca fisca fi scall y los probl pr oblema emass monetar monet arios ios ........... ................. ............ ............ ............ ............ ........... ..... 46 3.2. El ideal religioso y la reunificación del Imperio ..........................................47
4. Probo (276-282) (276 -282).. La L a utopía utopí a social y el proble pro blema ma bárbaro bár baro ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ......49 ...49 5. Los últimos emperadores ¡líricos ............................................................................ 51 V. Mentalidades y vida espiritual en una época de angustia ........................... 52
1. Irracionalidad y vida intelectual ............................................................................. 52 2. La crisis cri sis del paga pa gani nism smoo ............ .................. ............ ............ ........... ........... ............ ............ ............ ............ ............ ........... ........... ............ ...........5 .....533 3. Las persecuciones persecu ciones del cristia cris tianismo nismo y la organización organizaci ón ecl es iást iá st ic a...... a............................5 ..544 4. Escatologí Es catologíaa religiosa reli giosa y utopía utopí a política políti ca para una época de angus tia .... .............................5 .588 Cron Cr onol olog ogía ía ...................................................................................................................... 59 Bibl Bi blio iogr graf afíí a .................................................................................................................... 62
El Imperio Romano bajo la Anarquía Militar
Introducción
El periodo denominado “Anarquía Mi litar” (235-284) es tal vez el más trági co y caótico de la historia de Roma: la ruina económica, las guerras civiles y las invasiones bárbaras situaron enton ces al Imperio en condiciones tan difí ciles que se llegó a temer, y hasta de sear, su propio fenecimiento. Fueron, ciertamente, años de profunda postra ción material, sentida y descrita con pe p e s i m i s m o p or l os c o e tá n e o s , y que qu e vendrá a constituirse de inmediato en el paradigma histórico de toda época de “decadencia”. Si en la centuria si guiente Roma es todavía el indiscuti ble amo del mundo mun do,, ello el lo sólo sól o fue fu e posi po si ble al prec pr ecii o de una prof pr ofun unda da t rans ra nsff or or mación de sus estructuras socioeconó micas, de los aparatos de Estado y has ta de las mentalidades; transformación que de ningún modo puede asimilarse a una evolución histórica armoniosa y orgánica, sino que expresa su naturale za revolucionaria en la brusquedad y magnitud de los cambios sufridos, que incluyeron, como se sabe, la separa ción de facto e irreversible de las dos pa p a r te s im p er ii, ii , cunas respectivas del Estado Bizantino en Oriente y de los Reinos Germánicos en Occidente. En esta perspectiva, la Anarquía Militar representa el punto de inflexión de la cultura grecorromana y, en consecuen cia, el primer gran naufragio de nues tra civilización, es decir, de los valores
éticos, de los ideales políticos, de los gustos estéticos y de tantas otras ex pres pr esio ione ness i ntel nt elec ectt uales ual es que toda to daví víaa hoy reconocemos como propias en el pasa do clásico. Los historiadores se pre guntaron muy pronto sobre las razones de aquel ocaso e incluso debatieron so bre br e su real re alii dad, da d, p lant la nteá eánd ndos osee tem te m pra pr a namente si acaso no sería preferible hablar de renovación y no de ruptura, de metamorfosis y no de pérdidas defi nitivas. En el fondo, lo que estaba y está en debate es el problema, tan ex quisitamente histórico, de la continui dad social y de la perdurabilidad de las creaciones humanas, cuestión que para el hombre de hoy tiene como principal temática la posibilidad de que nuestra civilización actual, heredera de la clá sica y envuelta en no menos convul siones que ella, esté también en peli gro de extinción. Un fenómeno histórico y teórico de tal envergadura tiene lógicamente una rica maduración y variedad de matices, que en su totalidad no han podido ser tratados con minuciosidad en estas brev br eves es pági pá ginas nas.. Pero Pe ro el l ector ect or i ntere nt eresa sa do podrá consultar con provecho las fuentes y la bibliografía indicadas, sin olvidar que aspectos concretos (y fun damentales) referidos a la economía, las finanzas o la religiosidad han mere cido un estudio aparte en otros cuader nos de esta misma colección, y en con
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secuencia nosotros les hemos prestado aquí relativamente poca atención. Mi objetivo principal ha sido ordenar his tóricamente y dar una trabazón lógica al marasmo de acontecimientos que, de manera aparentemente irracional, se suceden en estas fechas. Con esta pre tensión, he considerado ineludible te ner siempre como referencia las condi ciones sociales y productivas, inmersas ellas también en un acelerado proceso de transformación, en que se desenvol vieron los protagonistas más auténticos de la historia real: las masas campesi nas y ciudadanas que sufrieron cotidia na y severamente la explotación en el trabajo y todas las calamidades de una época que, al parecer, no fue buena si no para una muy exigua minoría social.
Los intereses encontrados o concor dantes de unos y otros, sus luchas y sus concesiones, marcaron el ritmo trepi dante de aquel periodo de “crisis y de cadencia”, cuya vorágine coincide con el reinado de Galieno. De ahí que a és te le prestemos atención particular, en la idea de que los reinados anteriores contemplan la gestación de los proble mas, y los posteriores el inicio de su solución y de la consiguiente restaura ción política y social. No obstante, confío en que las informaciones dadas en todos los capítulos permitan a cada lector formarse un juicio propio, seria mente documentado, sin perder por ello la certeza de que en la investiga ción histórica nunca se recorren cami nos totalmente desbrozados.
Triunfo de Neptuno y Anfitrite,
Constantinople (siglo III) Museo del Louvre, París
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El Imperio Romano bajo la Anarquía Militar
I. Las fuentes literarias
La documentación literaria sobre la Anarquía Militar es sumamente escasa y mediocre. Fueron muchas las obras que naufragaron a lo largo de los si glos y de las que apenas conocemos hoy referencias indirectas o breves fragmentos, y otras que nos han llega do más o menos íntegras carecen del suficiente rigor o fiabilidad histórica. En estas deficiencias reside la princi pal d ifi if i c ul t ad para pa ra el es tu di o de esc perio per iodo. do. Como es sabido, el historiador grie go Dión Casio finaliza su Hist Hi stor oria ia R o mana en el año 229, por lo que sólo pued pu edee serv se rvir irnos nos par pa r a cono co noce cerr la sit si t ua ua ción general del Imperio a comienzos del siglo 111 y algunos antecedentes de conflictos que madurarán a lo largo de esa centuria. En cambio la His H is to r ia del Imperio Romano después de Mar co Aurelio, escrita por Herodiano y
que llega hasta el 238, es sin duda nuestra principal fuente de informa ción sobre los años iniciales de la Anarquía Militar y también sobre los males y dificultades con que se irá en frentando Roma tras la muerte de M. Aurelio en el año 180 d.C. De Herodiano ni siquiera sabemos con seguri dad la fecha en que compuso su obra ni su nacionalidad y condición social. Posiblemente fuera un sirio vinculado a la administración pública y a la clase ecuestre, lo que podría explicar su simpatía por emperadores que prove nían de este sector social. En cual
quier caso, se propuso escribir con ri gor y sistematización sobre unos he chos que todavía podían ser recorda dos por muchos de sus coetáneos y que él estima de valor histórico excep cional por el sinnúmero de transfor maciones radicales y a veces sorpren dentes que tuvieron lugar en apenas medio siglo, analizando con especial detenimiento los años cruciales, como los comprendidos en el intervalo 235238. Su análisis parte de un presu puest pue stoo que se har ha r á tópi tó pico co desde des de ent en t on ces hasta hoy: el emperador M. Aure lio simboliza las virtudes del buen go bern be rnan ante te y, en cons co nsec ecue uenc ncia ia,, a él se re re miten las vidas y los hechos de los de más con el fin de barcmar su bondad o maldad. Lógicamente, ello le llevó a escribir una Hist Hi stor oria ia henchida de pesi mismo y tristeza ante la constatación de una ininterrumpida decadencia a parti par tirr de la muer mu ertt e del empe em pera rado dorr-fi filó ló sofo, pues han desaparecido los gober nantes honestos y no hay indicios de que el próximo futuro sea más hala güeño. Por el contrario, el poder recae incesantemente en manos de empera dores incapaces, débiles e indignos, te mática que se convertirá en un tópico banal ban al a part pa rtii r de ent en t onces onc es y que reflej ref lejaa bien bi en los i nter nt eres eses es daña da ñado doss y los ideale ide aless humillados de las clases dominantes durante los mejores años del s. II, es decir, de la aristocracia que sirvió y apoyó a los más ilustres emperadores Antoninos, de Trajano a M. Aurelio.
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La His H isto to ria ri a de Herodiano, a pesar de su carácter moralizante y retórico, es sin metáfora un pequeño oasis en el desierto historiográfico de mediados del s. III, debido en gran medida a que se convirtió en modelo narrativo para los autores bizantinos y, a través de és tos, llegó muy prestigiada a los huma nistas europeos. Unos y otros leyeron sus relatos (no siempre veraces) con pro pr o fu n da adm ad m i r a ci ón y c o n f i a n za , lo que a la postre redundó en perjuicio de otros historiadores más rigurosos, que fueron injustamente relegados al olvi do: tal sería el caso del sofista e histo riador ateniense Dexipo, que narró en sus Hist Hi stor oria iass Esci Es cita tass acontecimientos pro p ro d u c id o s h ast as t a el 270 27 0 y s egú eg ú n las maneras de Tucídides, pero que por desgracia sólo nos ha llegado muy fragmentariamente, si bien en él se inspirarán algunas biografías de la His H isto tori ria a A u g u sta st a . En conclusión, ca bría brí a pens pe nsar ar que la pobr po bree za hist hi stor orio iogr grááfica de la época no tiene paliativos, pues los t ext ex t os l egi eg i slat sl ativ ivos os (en (e n pa rti rt i cular el Código de Justiniano), la nu mismática y la arqueología pueden ocasionalmente ayudarnos, al igual que otras fuentes “menores”, como la papi pa piro roll ogía og ía,, pero per o nunc nu ncaa dan da n un cuad cu adro ro completo de la situación social ni de su evolución, por lo que su utilización difícilmente resulta suficiente. Sin em bar b ar g o, a f o r t u n a d a m e n t e d i s p o n e m o s de otras fuentes literarias coetáneas, que a partir de ahora incluso serán ca da vez más voluminosas y esclarecedoras que las puramente historiográficas. Se trata de la literatura de carácter religioso, cristiana en particular, que ya desde el s. II constituye una fuente histórica de primer orden. Para la épo ca que aquí nos ocupa, sabido es la importancia de los escritores cristianos alejandrinos, como Orígenes, que en su Contra Celso plantea la cuestión, entonces vital, de las relaciones de los cristianos con el poder civil, y en últi ma instancia, ofrece una panorámica prec pr ecio iosa sa del conf co nflilict ctoo ent en t re paga pa gani nism smoo y cristianismo. El tema lo volvería a
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tocar en otros de sus múltiples escri tos, en los que además aparecen refe rencias inestimables sobre la doctrina cristológi ca y eclesiástica eclesiást ica primitiva, diferencias internas, apostasias o acti tudes cristianas ante persecuciones co mo la del emperador Decio (su famoso tratado Sobre el martirio o Proteptico es fundamental para todas estas cues tiones). A la misma escuela de Alejan dría pertenecen figuras tan importan tes como Dionisio y otras que lo son menos tan sólo porque el azar no quiso que sus escritos llegasen hasta nuestro tiempo. En muchas obras cristianas de estos años se aprecia una visión escatológica de la Historia, que anuncia un final más o menos inminente del mun do, la segunda venida de Cristo y la restauración universal. Entre los auto res occidentales que participan de es tas ideas merecen mención especial el po p o e t a C o m o d i a n o (a q u i e n a l g u n o s atribuyen un origen sirio) y el obispo y mártir cartaginés Cipriano, muerto decapitado durante la persecución de Valeriano en el año 258. Comodiano escribió en latín durante el s. Ill (aunque otros prefieran fechar lo en el s. IV e incluso en el s. V), en tre otras obras, su Carmen apologeti c u m , donde considera la persecución de Decio como el indicio del fin del mundo, y las invasiones godas como un factor de liberación para los cristia nos, pues los godos, aunque sean gen tiles, fraternizarán con ellos. Se alegra abiertamente de las derrotas romanas y expresa su antirromanidad al idealizar a los bárbaros como aliados del cris tianismo frente a los senadores paga nos y cantar sus victorias cual gigan tesca revolución religiosa y social (Mazzarino, 1980). Era, en otros tér minos, el triunfo de Dios sobre el “Anticristo”, sobre el Nerón redivivus que él posiblemente identificó en Valeriano, cuya apoteosis final era la marcha del ejército invencible de los puro pu ross diri di rigi gidd os por po r el ángel áng el de Dios. Dio s. La visión de Comodiano se inspiraba directamente en los desastres de Roma
El Imperio Romano bajo la Anarquía Militar
cuyo Imperio, sometido al juicio de Dios, se identifica con un mundo que el poeta desea expresamente ver morir, pero per o no sabe sa bemos mos con co n c erte er teza za si el ejér ej ér cito triunfador podría ser el de los go dos o tal vez el de Odenato, que ya ha bía bí a sido si do exal ex alta tado do en los l ibros ibr os XIII XII I y XIV de los Oráculos Sibilinos. Frente a Comodiano, que no conoce pieda pi edadd par pa r a el Impe Im peri rio, o, la obra ob ra de C i pria pr iano no pare pa rece ce,, al meno me noss a pri pr i mera me ra vis vi s ta, más mesurada. Aunque sus escritos teológicos se estiman inferiores a los de su maestro Tertuliano, el obispo cartaginés nos ha dejado en sus Cartas y Tratados un retrato fiel y minucioso de los principales problemas sociales y eclesiásticos de mediados del s. III. Para constatarlo, basta leer su escrito A D emet em etri rian ano, o, donde hace una acalo rada refutación de las acusaciones que entonces se vertían contra los cristia nos, responsabilizándolos de las pes tes, el hambre, la sequía, las guerras y todo tipo de calamidades que asolaban el Imperio. Refutación que ya antes se vieron obligados a hacer otros apologetas, y harán después (nunca sin de masiado éxito) otros cristianos emi nentes como Arnobio, Lactancio y Agustín. Pero en Cipriano la réplica contiene una preciosa concepción de la Historia y una muy justa aprecia ción de los desajustes sociales y políti cos de su tiempo. En efecto, si su idea catastrofista, apocalíptica y escatológica de la Historia le lleva a interpreta ciones un tanto forzadas de los textos bíbl bí blic icos os y a la cree cr eenc ncia ia de un i nmin nm inen en te fin de los tiempos, ello no le impide entender la crisis del Imperio y sus as pect pe ctos os “d e c a d e n t e s ” des de s de pe r s p ec t i vas puramente profanas, pues es cons ciente de que las adversidades presen tes son el resultado de una pésima or ganización socioeconómica y del tor cido proceder de los humanos, subra yando expresamente que frente a las amenazas de los bárbaros es mucho más desoladora la rivalidad social pro vocada por las injusticias de los pode rosos, que las rapiñas ocasionan más
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hambre que las sequías, y que la esca sez alimenticia se debe sobre todo al saqueo y a la desmesurada subida de los precios; incluso la falta de lluvias prod pr oduc ucee a su j u i c io meno me noss mal ma l es que el cierre de los graneros y, en resumen, señala Cipriano con no poca agudeza que la raíz de las calamidades no está en la producción, sino en la desigual distribución de los bienes, y que hasta la peste parece menos perjudicial que la desatención de los enfermos y el despojo impune de los muertos. Pensa miento, pues, sesgado por la ideología religiosa de aquella “época de angus tia” (Dodds), pero pensamiento tam bién bi én e x t ra o r d in ar ia m e n t e l úci úc i do, do , que qu e convierte a Cipriano en fiel testigo de su tiempo, incluso posible y paradóji camente menos condicionado que al gunos de sus coetáneos, como Dión Casio, Herodiano o Comodiano. Aunque no podemos detenernos en análisis de detalle, debemos tener pre sente esta creciente importancia de los testimonios cristianos conforme nos adentramos en la Antigüedad tardía. Recordemos, a título de ejemplo, las obras de Lactancio o aún más las de su coetáneo Eusebio de Cesarea, espe cialmente su H i s t o r ia E c l e s i á s t i c a , que no sólo inaugura un nuevo género historiográfico de venturoso porvenir y del que siempre será obligada refe rencia, sino que también nos preservó en sus páginas muchos documentos po p o lí t i c o- re li gi o s o s que qu e de otro ot ro modo mo do hubieran posiblemente desaparecido. Como Lactancio, también Eusebio (Heródoto del cristianismo) encontrará en las persecuciones su temática predi lecta, si bien la preocupación histórica global nunca dejará de interesarle, co mo puede verse en su Vita Constanti ni, en su Crónica y también en los nu merosos asuntos profanos tratados en su Hist Hi stor oria ia E cles cl esiá iást stic ica a. Casi un siglo después, a inicios de la quinta centuria, el hispano Orosio escribe, a instancias de Agustín, Los L os siete libros de Historias contra paga nos, en el último de los cuales analiza
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modo que la Historia comienza a con rá el período de la Anarquía Militar, siempre bajo el criterio, dominante vertirse en “esclava de la Teología”, o desde entonces, de que todo el proceso si se quiere, en pura crónica. Por eso histórico no es sino la plasmación de no es casual que muchos relatos se ha una historia sagrada guiada y querida gan por encargo y con la autorización por Dios, Dios , una histo his tori riaa de Salv Sa lvaci ación ón a la del emperador o autoridad de turno, y postr pos tre, e, donde don de todo to doss los a c ont on t eci ec i mien mi en que abunden en estas fechas los “abretos expresan la voluntad, el juicio, el viadores” o “epitomadores” que escri prem pr emio io o el cast ca stii go con co n que qu e la divi di vini ni ben be n h i s t o r i a s u n i v e r s a l e s en ap e n as dad sanciona el comportamiento de los unas decenas de páginas, que se co hombres. pian pi an unos uno s a otros ot ros y que care ca rece cenn s iem ie m En comparación con esta rica y de pre del espí es píri ritu tu analí ana lítitico co y crít cr ític icoo pro pr o sigual producción cristiana, la histo pio pi o de la hist hi stor orio iogr graf afía ía clás cl ásic icaa gre gr e co co riografía pagana se empobrece brusca rromana. Sólo en la parte Oriental del mente desde mediados del s.III, por lo Imperio permanecerá un tenue rescol que esta época queda para nosotros en do de la misma, gracias a la actividad penumb pen umbra ra,, al menos men os en aspect asp ectos os y m o de algunos autores griegos (y con fre mentos concretos. Estas carencias do cuencia paganos) que se convierten así cumentales se han visto agravadas por en los únicos continuadores y maes la pérdida de los escritos correspon tros en el arte de historiar, producién dientes del último gran historiador de dose una fructífera y muy original la Antigüedad, Amiano Marcelino, un compenetración de la historia bizanti griego de Antioquía que escribió en na y de la historia griega, cuyo nivel latín, con el propósito de continuar la será muy superior al de la historiogra obra de Tácito, una His H isto tori ria a Roma Ro mana na fía medieval y cristiana de Occidente, desde Nerva al año 378 , pero en su pues pue s ésta és ta apen ap enas as sobr so brep epas asar aráá los l í mi mi mayor parte (lo anterior al 353) ha tes de la crónica o de la simple crono naufragado con el paso de los siglos y logía. Algunos de estos Breviarios o sólo nos han llegado breves referen Epítomes nos han llegado envueltos en cias sobre el periodo que aquí estudia el anonimato, y de otros apenas si te mos. Pérdida especialmente grave da nemos escuelas referencias, como es el da la imparcialidad de este pagano to caso de Festo (que escribió su Bre B re via vi a lerante y su profundo conocimiento de rium, dedicado a Valente, sobre el la vida política y de la situación social 370), Eutropio (que también escribió tanto en la parte Oriental como Occi un Brev Br evia iari rium um por encargo del mismo dental del Imperio. Pero la escasez de emperador) y Aurelio Víctor, goberna fuentes se debe también a la transfor dor bajo Juliano y sin duda el más im mación de fondo que sufre el Imperio po p o r t a n t e de los lo s a b r ev ia do r es po r su a partir de la tercera centuria: los sec obra Caesares escrita en los años 358tores sociales que llegan ahora al po 60. En la misma línea escribió Eunader y que son dominantes cultural y pio pi o de Sard Sa rdes es,, cont co ntii nuan nu ando do la crón cr ónic icaa po p o l í t i c a m e n t e t i en en unas un as p r e o c u p a de Dexipo, acerca de los años 270ciones históricas muy alejadas de los 404, y ya en pleno siglo VI compone clásicos. La nueva situación sólo exige la His H isto to ria ri a N u ev a el pagano Zósimo, de la Historia un conocimiento conci cuyo libro I trata del emperador Caro so y globalizador del pasado, ajeno a y de sus hijos. Zósimo, autor griego, todo tipo de valoración filosófica, heredó de Eunapio su anticristianismo atento solamente al dato concreto y a y no tuvo grandes reparos en piratear la secuencia cronológicü. La interpre los escritos de éste, de Olimpiodoro de tación del presente e incluso del pasa Tebas y hasta de Dexipo. Que esta for do pasa a ser responsabilidad del De ma de escribir y concebir la Historia recho y en especial de la Religión, de responde a demandas sociales estruc
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turales puede constatarse en su vigen cia secular, pues todavía en los siglos XI y XII, en el Estado Bizantino, auto res como Xifilino, Cedreno o Zonaras constituyen ejemplos insignes de estas tendencias. Pero la Historia biográfica tuvo sin duda su mejor expresión en la llamada His H isto tori ria a A u g u sta st a , conjunto de 39 bio grafías de emperadores, incluyendo co rregentes y usurpadores, escritas por seis scriptores, que firman su obra a fi nes del s.III o inicios del s.IV. Las “Vi das” conservadas se continúan de Adriano a Gordiano III, y tras una la guna que cubre los años 244-260 (ig noramos si es una pérdida o si nunca se escribió) la obra se reinicia con la cap tura de Valeriano por los persas y ter mina con las biografías de Caro y de sus hijos Carino y Numeriano. La críti ca moderna ha probado (aunque los debates siguen abiertos) que la His H isto to ria Augusta pertenece en realidad a un solo autor y que su redacción no fue anterior a los años finales del s.IV. El responsable fue personaje instruido y
familiarizado con los círculos senato riales paganos, buen conocedor del ju daismo y del cristianismo, y muy al tanto de las His H isto tori ria a s y Ep ítom ít om es que abundaban por entonces (entre las que destacaría , aparte de las citadas, la co nocida como His H isto tori ria a Imp Im p eria er iall de Enmann, escrita después del 337 y hoy perdi per dida da,, per pe r o que qu e serí se ríaa la fuen fu ente te de i n formación más importante de A. Víc tor, Eutropio y la His H isto tori ria a Augu Au gust sta) a).. A pesar de sus marcadas inclinacio nes prosenatoriales y anticristianas y de que con frecuencia tergiversa los datos e incluso los inventa, a pesar de su obvia despreocupación por la au tenticidad histórica, la His H isto tori ria a Augus ta puede sernos de gran utilidad si la utilizamos con las debidas precaucio nes, procurando contrastar si es posi ble bl e sus datos dat os con otro ot ross t esti es timon monii os l i terarios o monumentales, pues, como acabamos de ver, el medio siglo que aquí nos ocupa nos ha legado una do cumentación, amén de escasa, verda deramente poco fiable y de difícil uti lización.
Elias resucita al hijo de la viuda,
sinagoga de Dura Europos (siglolll)
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II. Los Emperadores-Soldados y la Anarquía Militar (235-260)
El régimen imperial consolidado por Augusto sobrevivió, superando múlti ples ple s difi di ficu cull tade ta des, s, hast ha staa los i nici ni cios os del s.III. Ciertamente, a lo largo de estos siglos sufrió adaptaciones y transfor maciones de muy diversa naturaleza, como el progresivo reforzamiento de la autoridad imperial y de los poderes militares, la generalización de la ciu dadanía romana, la aceptación de cul tos orientales y el retroceso de la eco nomía esclavista clásica. Demos, pues, por p or buen bu enoo que la dina di nast stía ía de los Seve Se ve ros (193-235) había hecho frente con acierto a muchas de las más importan tes urgencias de esos difíciles dece nios, pero sin olvidar que el principa do civil se había transformado, al me nos desde M. Aurelio, en un régimen militar cuya estabilidad descansaba más en el consenso de los ejércitos que en el apoyo del Senado y de las restantes instituciones del Estado. Por eso mismo, la política de expansión militar acaparará en adelante, hasta su consunción, las más saneadas fuerzas del Imperio. No o b s t a n t e , l a s i t u a c i ó n p a r e c e cambiar brutalmente a partir del 235, año en que fue asesinado Alejandro Severo y el ejército proclamó empera dor a Maximino el Tracip (235-238). Aurelio Víctor {Caes. 24, 7-11) fecha aquí los comienzos de un periodo crí tico en el que, contrastando con la es
tabilidad anterior, se suceden en el po der una serie innumerable de gobernan tes efímeros, frecuentemente depues tos y asesinados por jefes militares que a su vez son proclamados empera dores por las tropas, periodo de gue rras civiles y calamidades de todo gé nero que debilitaron gravísimamente la defensa del Imperio frente a los bár baro ba ross y pus pu s i eron er on al Esta Es tado do en mano ma noss de hombres mezquinos e incluso aje nos a los exquisitos modos de la cultu ra romana.
1. Maximino el Tracio: la política antisenatorial y la persecución del cristianismo Maximino fue posiblemente en su ju j u v e n t u d past pa stor or en las mont mo ntañ añas as tratr acias y más tarde instructor de reclutas con los Severos, oficial militar y final mente caballero: él simboliza como ningún otro el cursus honorum meteórico seguido por los nuevos dueños del Estado y la clase de gobernante des prec pr ecii abl ab l e a los ojos oj os y los gust gu stos os de la vieja nobleza romana. Su valía militar le permitió acabar con éxito la guerra contra los germanos en el Rin, iniciada por el ante an terr ior io r empe em perr ador ad or,, pero pe ro su con co n dición social y su conquista violenta
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del poder le granjeó de inmediato la oposición del Senado y de la aristocra cia, oposición que no haría solo agra varse por la política imperial basada en la confiscación de bienes a sectores ricos y terratenientes, que ni siquiera reparó en el saqueo de ciudades y tem plos. plo s. El miedo mi edo gene ge nera rall i zado za do hace ha ce creí cr eí ble las notic not icia iass de nues nu estt ras ra s fuen fu ente tess re re ferentes a la ocultación masiva de ri quezas y a la ostentación de pobreza por po r part pa rtee de todas tod as las clas cl ases es socia soc iale les. s. A tenor de las informaciones que nos transmiten Herodiano y Orígenes, toda la actividad imperial se orientó hacia la guerra germánica, pues en la menta lidad de Maximino el Imperio sólo po día ya defenderse recuperando la ini ciativa militar. Así se explicaría su exigencia de que todos jurasen por la Fortuna de este emperador-soldado, así como el aumento de la presión fis cal y las confiscaciones con el fin de cubrir todas las necesidades militares. Mazzarino (1980), encuentra aquí las claves de todas las medidas de Maxi mino, y en particular la persecución desencadenada contra los cristianos, per pe r secu se cuci ción ón que no sol so l amen am entt e rompí ro mpíaa con la actitud tolerante e incluso de simpatía practicada por los emperado res anteriores, sino que además adqui ría un carácter sistemático y estatal cuyas consecuencias serían la ruptura del cristianismo con el mundo de sus perse per segui guidor dores es y el inicio ini cio de una hosti hos tilili dad estatal (no ya privada e individual) hacia los cristianos que será imitada por po r t odos od os los e m p e r a d o re s enem en emii g os del cristianismo en los decenios si guientes, en particular por Decio, Vale riano y Diocleciano. En contra de esta interpretación, hoy se tiende a consi derar (por ejemplo, M. Sordi, 1984) que la persecución de Maximino sólo tuvo dimensiones locales (Capadocia) y que incluso pudo limitarse a la re pres pr esió iónn de los amig am igos os y part pa rtid idar ario ioss de Severo Alejandro, como indica el pro pio Eu Euse sebi bioo de C esar es area ea (HE, (HE , VI, 28), Cipriano ( E p . 75, 10), Herodiano (VII, I, 3-4) e incluso la Historia Aug-
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gusta (Vita Maximini, 9,7/8), sin olvi dar, naturalmente, los beneficios eco nómicos que ello pudiese reportarle, de acuerdo con los objetivos políticos que antes hemos señalado. En todo ca so, es patente que su política prefigura la de los posteriores emperadores ¡líri cos: desesperada defensa del Imperio, fomento de la moneda divisionaria de plat pl ataa (en det de t rime ri ment ntoo del aureus y de la economía aristocrática) para pagar a los soldados y, en fin, patrióticos idea les de lucha contra los Germanos. El emperador Maximino
“Cuando se hizo cargo del Imperio, Ma ximino provocó un profundo cambio al ejercer su poder de forma cruel y ate rradora. Se esforzó por trastocarlo todo pasando desde un gobierno tolerante y muy humano a la crueldad de una tira nía, consciente de la malquerencia ha cia su persona, porque había sido el primero en llegar a una situación tan afortunada desde la condición más hu milde. Era un bárbaro tanto por su ca rácter como por su cuna. Con el tempe ramento sanguinario heredado de sus antepasados y propio de su país, se propuso conservar el poder mediante la crueldad por temor a sufrir el despre cio del Senado y de sus súbditos, que no se fijarían en su presente fortuna si no en los humildes pañales de su naci miento. Corría de boca en boca para su descrédito la historia de que en otro tiempo había sido pastor en las monta ñas de Tracia y de cómo, tras presen tarse al modesto ejército de su país por mor de su estatura y fuerza, había lle gado de la mano de la fortuna hasta el Imperio romano. (....). El descubrimien to de una conjuración que se tramaba contra él, en la que participaban mu chos centuriones y senadores, lo incitó todavía más a la crueldad y al enojo con todo todo s” Herodiano: Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, VII (Traducción de J.J. Torres Esbarranch).
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2. La reacción senatorial del 238 y su valoración histórica El año 238 estalló una revuelta en Africa Proconsular, que se extendió a Roma y triunfó en Cartago bajo la di rección del procónsul provincial Gor diano, quien de inmediato fue procla mado emperador, junto a su hijo, por el Senado. En contra de lo que cabía esperar, Maximino reaccionó con mo deración, humanitatis via , limitándose en un primer momento a sofocar la su bleva bl evaci ción ón en Afri Af rica, ca, dond do ndee fuer fu eron on eli el i minados los dos Gordianos por las tro pas fiel fi eles es al empe em pera rado dorr Traci Tr acio. o. Pero Per o el corazón de la revuelta ya no latía aquí, sino en Roma y, por extensión, en toda Italia: el Senado nombra otros dos em perad per ador ores es ( Pupi Pu pieno eno y Bal Ba l bino) bi no),, orga or gani ni za la resistencia a Maximino y devuel ve a Italia el papel protagonista de na ción-guía del Imperio, rememorando así sus ya lejanos tiempos de gloria. El ideal constitucional del Senado, de marcado tinte republicano {libertas) y expresado en el poder imperial cole giado, debió pronto completarse dando satisfacción a las aspiraciones de legi timidad dinástica, y de corte tradicionalista, de la plebe romana, de modo que el niño Gordiano III, nieto de Gor diano I, fue nombrado César. Entretan to, Maximino se dirige con un podero so ejército hacia Italia, donde escasea ban los efec ef ectitivo voss mili mi lita tarr es pero per o se v i vían días de euforia popular y tradicio nal nal ista. sta. Sorprenden Sorpr endentem temente, ente, Maximino Maxi mino fracasó militar y socialmcnte en su in tento por mantener en exclusiva el po der, siendo incapaz de superar la resis tencia que le ofreció la rica y bullicio sa ciudad de Aquileia, en cuyo frustra do asedio (por la imposibilidad de re forzar sus efectivos y garantizar los abastecimientos) sería asesinado por sus propias tropas. El triunfo de la insurrección en Africa Proconsular e Italia, regiones donde predominaba el latifundio sena
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torial trabajado por colonos, prueba el trasfondo socioeconómico del conflic to. Ya en la década de los 20, M. Rostovtzeff, un sabio profesor de Peters burg bu rgoo s umam um amen entt e afec af ectt ado ad o por po r la i m pl p l a nt ac i ó n del c o m u n i s m o en R usia us ia,, escribió en su exilio europeo un enjundiosos estudio sobre el Imperio Roma no, cuya caída describe como resulta do de la oposición y lucha mortal entre masas y élites, entre campo y ciudad, entre barbarie y civilización, entre...el prol pr olet etar arii ado ad o y la burg bu rgue uesí sía. a. Prue Pr ueba ba de ello sería precisamente la insurrección senatorial del 238, que él analiza con criterios modernistas, como si fuese una revolución de las clases ciudada nas, aburguesadas y cultas, contra el ejército de campesino, brutales y lle nos de odio, dirigido por emperadores incultos y hostiles a la cultura clásica. De esta manera, Rostovtzeff lograba bolc bo lche hevv i z ar un l ejan ej anoo acon ac onte teci cimi mien ento to histórico (lejanía que le permitía tratar el tema con aparente y vociferada ecuanimidad), para apelar seguida mente a la concordia de la burguesía europea y conjurar temores para él ob sesivos: que una Europa desgarrada po p o r la p r i m e r a g r a n c o n f l a g r a c i ó n mundial se entregase, vencida ahora tras gigantesco duelo de clases socia les, en las manos incultas de las masas obreras. De ahí que su obra termine con una interrogante que todavía hoy se plantean quienes consideran a los trabajadores y explotados de todos los tiempos como la auténtica bestia negra de la Historia: “¿Es posible extender a las clases inferiores una civilización superior sin degradar el contenido de la misma y diluir su calidad hasta des vanecerla por completo? ¿No está con denada toda civilización a decaer ape nas comienza a penetrar entre las ma sas?”. Pero la realidad es que, muy lejos de probar tal tipo de conflictos y de gradaciones, la revuelta del 238 puso de manifiesto una amplia comunidad de intereses entre los campesinos y las capas ciudadanas, pues fue protagoni
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Infancia de Moisés, sin agog ag oga a de Dura Du ra Euro E uropos pos (sig ( siglo lo 111)
zada por colonos de latifundistas pr p r i v a d o s h o s t i l e s al e m p e r a d o r ; en otras palabras, se documenta aquí una interesada solidaridad entre los cam pe p e s i n o s - c o l o n o s y los lo s t e r r a t e n i e n t e s senatoriales contra la opresión fiscal, polí po lítitica ca y mili mi lita tarr del Esta Es tado do,, abor ab ortá tán n dose de este modo la posible formación de lo que, en términos mo dernos, Mazzarino (1980) ha denomi nado “conciencia de clase campesina y
antipatronal”. En este sentido, los lati fundios privados (o senatoriales) de Africa Proconsular lograron aglutinar el descontento rural y urbano que esta lló, tras una larga maduración, en tiempos del emperador Maximino, quien, por eso mismo propiciaría a continuación que sus partidarios, en represalia, “saquearan e incendiaran campos y aldeas”, según testimonio de Herodiano (VTT,9,10). Es significativo
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que la revuelta fracasara principal mente en las provincias con sólida im pl ant an t ac i ón del l a t i f u n d i s m o i m pe ria ri a l (las de Hispania entre otras), cuyos colonos consideraban por lo general al emperador como un defensor de sus intereses frente a los abusos de terce ros (procuradores, arrendatarios, etc.), y posiblemente sin el apoyo de Italia (y de Roma) hubiera sido abortada en sus orígenes. Por cierto que este apoyo decisivo sólo se explica por la presen cia senatorial en la capital del Imperio y en Italia, donde los senadores esta ban o bli bl i gado ga doss a i nver nv er t i r un alt al t o p o r centaje de sus patrimonios.
3. Digresión sobre el colonato y la crisis urbana del siglo III En otro orden de cosas, los aconteci mientos del 238 vienen a ratificar lo que ya sabíamos por otras fuentes: el declive de las formas de explotación esclavistas, en provecho del trabajo dependiente y en especial del colonato adscrito a las tierras privadas o del emperador. La difusión de éste se vio favorecida por el hecho de que su ad quisición no requería la inversión de capital monetario, como ocurría lógi camente con la compra de esclavos, si no tan sólo disponer de tierras donde asentarlos en calidad de arrendatarios y con diversas obligaciones con res pecto pec to a los prop pr opie iett ario ar ios. s. La a b und un d a n cia de agri deserti y la acaparación, en detrimento o incluso a expensas del pequ pe queñ eñoo camp ca mpes esin inad ado, o, de ampli amp lias as e x tensiones de tierras por poderosas mi norías sociales constituye, consecuen temente, una premisa fundamental en la creciente y sólida implantación del colonato a partir de los decenios fina les del s.II. No obstante, el fenómeno, verificado a lo largo de*varios siglos, trasluce la necesidad de disponer de una fuerza de trabajo sometida a los intereses de las nuevas élites y vincu
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lada indefinidamente a la tierra, pues era este nexo del trabajador a los me dios de producción la mejor compen sación a la escasez de mano de obra o pe nu ria ri a homi ho minu num m a que tan frecuente mente aluden nuestras fuentes. La ex plot pl otaci ación ón de los coloni por parte de la tifundistas asentados en ricas villae rústicas, se fue haciendo cada vez más oprobiosa a lo largo del s.III, y en la siguiente centuria abundan las noticias sobre huidas de trabajadores de los campos, a pesar de su expresa prohibi ción y duro castigo legal. Lactancio {De morí. pers. 7,3) afirma que en tiempos de Diocleciano “se llegó al extremo de que era mayor el número de los que vivían de los impuestos que el de los contribuyentes, hasta el punto de que, al ser consumidos por la enor midad de las contribuciones los recur sos de los colonos, las tierras queda ban aban ab ando dona nada dass y los camp ca mpos os cul cu l tiva ti va dos se transformaban en selvas”. Así pues, pue s, si en un prim pr imer er mome mo ment ntoo se pro pr o duce una cierta solidaridad entre colo nos y latifundistas, ello sólo puede ex pli pl i cars ca rsee por po r la com co m ún host ho stililii dad da d a la polí po lítitica ca fisc fi scal al y socia soc iall del pode po derr ce n tral, pues a partir del s.lV, el triunfo definitivo del latifundio sobre el Esta do acarrearía la coerción brutal y legal de los colonos a las tierras y su dura represión, incluso corporal, en caso de deserción. Pero esta será una temática pro pr o pi a de la c u a rt a ce n t u ri a, cua cu a ndo nd o de forma manifiesta confluyen los in tereses de los latifundistas, de la jerar quía eclesiástica y del fisco estatal, confluencia que se traduciría en una serie de leyes que sancionaban la inamovilidad de los colonos. En todo ca so, se trata de un fenómeno complejo, como se deduce de la propia heteroge neidad de la legislación bajo imperial, lo que prueba que este modo de explo tación adoptó formas diferentes y ca tegorías diferentes según lugares y circunstancias, si bien en su esencia el colonato fue evolucionando hacia un régimen generalizado de servidumbre, en la que también cayeron los peque
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ños campesinos, la plebe urbana y los esclavos, de manera que, a la postre, se produjo lo que algunos historiado res, como Petit o Mazza, han denomi nado “nivelamiento de las clases infe riores”. Los latifundios arrendados a colo nos constituirán muy pronto organis mos rurales autónomos en sus formas de producción y distribución de las ri quezas, desvinculándose cada vez más del control político-fiscal ciudadano e imperial. De hecho, las villae rústicas abarcaban a veces aldeas enteras, con una organización muy compleja que incluía sus propios órganos adminis trativos, mercados y divinidades. Aun que algunos autores marxistas, en es pe p e c i a l S t a e r m a n ( 1 9 6 4 ) , v e n e s t o s cambios como un producto de la lucha de clases y otorgan al colonato un ras go de progreso respecto al sistema es clavista, para otros, según acabamos de ver, lo que se estaba produciendo era sencillamente una nivelación por abajo propiciada por los propietarios interesados en disponer de una fuerza de trabajo dependiente (colonos y otros) y que igualase o superase en eficacia a la de los esclavos. Para ello, estos propietarios optan por cointere sar a los trabajadores en la produc ción, dándoles mayor libertad (se les per pe r mi t e, por po r eje ej e m p l o , el m at rim ri m o ni o legal y la vida familiar) e incluso otor gándoles un peculio o lote de tierra en prop pr opie ieda dad. d. Una Un a lógi ló gica ca cons co nsec ecue uenc ncia ia de todo ello fue el alejamiento del campo y el mercado, pues, como ha escrito De Martino, “la finca constituyó una unidad cerrada sometida al poder del señor, donde vivían oprimidos escla vos y colonos, hermanados por una condición igual”. El resultado final fue el deterioro e incluso abierta decaden cia de la vida urbana, tan ampliamente documentada por la arqueología y la epigrafía: pobreza de construcciones, restricciones de los recintos urbanos, amurallamientos, escasez de inscrip ciones honoríficas, etc. Se puede afir mar que el proceso de urbanización,
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La revuelta de los pretorianos: entrenamiento de Gordiano III “A partir de entonces los emperadores gobernaron la ciudad con moderación y autoridad (...). El pueblo estaba contento con ellos porque le enorgullecía contar con emperadores patricios que fueran dig nos del Imperio. Los soldados, sin embar go, estaban enfurecidos; no les agrada ban las aclamaciones del pueblo y les molestaba la nobleza de los emperado res. (...). Durante la celebración de los jue ju e go s capi ca pitol tolino ino s, mien mi entra tras s todo to do el mun mu n do estaba ocupado en la fiesta y los es pectáculos, los soldados descubrieron sú bitamente los sentimientos que guarda ban en su interior (...), se apoderaron de los ancianos (emperadores); les arranca ron las sencillas ropas de andar por casa que llevaban puestas y los sacaron del palacio imperial desnudos con todo tipo de ultrajes y violencias. Entre golpe y gol pe hicieron befa de ellos llamándoles em peradores del Senado; los martirizaron con tirones de barbas y cejas y con ver gonzosas violencias por todo el cuerpo, y les pasearon por el centro de la ciudad (...). Tan pronto como los germanos se en teraron de estos hechos, tomaron las ar mas y corrieron en su auxilio. Pero al sa ber los pretorianos que los germanos se acercaban, inmediatamente dieron muerte a los emperadores, cuyos cuerpos ya es taban completamente mutilados. Dejaron los cadáveres en medio de la calle y, acto seguido, levantaron a Gordiano (III), que entonces era César, y lo proclamaron em perador, puesto que no encontraban otro en aquellas circunstancias. Luego prego naron ante el pueblo que se habían de sembarazado de aquellos a quienes el pueblo había rechazado para estar al frente del Imperio. (...). Los germanos (tropas auxiliares romanas), no tenien do ningún interés por emprender una guerra inútil por dos hombres muertos, regresaron a sus cuarteles.” Herodiano, H del I. romano después de M. Aurelio, VIII. (Traducción de J.J. Torres Esbarranch).
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característica peculiar de la romani dad, cesa a partir de los Severos, si bien bi en (c o m o s i e m p r e o c u r r e ) ello el lo no impide que muchas ciudades sigan cumpliendo su papel administrativo y polít pol ític icoo-mi mill itar, it ar, y mant ma nten enga gann cier ci erto to ni ni vel de prosperidad, como es el caso de Alejandría, Antioquía, Cartago, Milán o Sirmium. La crisis urbana se vio agravada por la extraordinaria subida de las cargas fiscales del Estado, de cuya recaudación se responsabilizará a las autoridades locales (decuriones) prec pr ecis isam amen entt e en una un a époc ép oc a en que la actividad económica de las ciudades languidecía de forma irreversible por su desconexión y aislamiento de las grandes fincas, donde una clase po derosa eludía impunemente sus obli gaciones fiscales y políticas a nivel municipal y también estatal. Esta ruralización de la economía y de la sociedad fue más acentuada en Occidente que en Oriente, y contrasta tan vivamente con el esplendor de la vida urbana en los si glos pasados, que en cierto modo parece representar la gran revancha histórica del campo sobre la ciudad.
4. La revuelta de los pretorianos y el gobierno de Gordiano III (238-244) La elección de Gordiano III como Cé sar había sellado un compromiso polí tico entre las diversas concepciones constitucionales del pueblo y del Se nado, pero no había satisfecho a los pr e t o ria ri a no s, que qu e co n s t i t u ía n un pila pi larr básic bás icoo de la est es t ruct ru ctur uraa polí po lítitico co-m -mililititar ar del Estado. Por el contrario, a éstos se les había impuesto como prefecto un per pe r s on aj e de rang ra ngoo s e na t or ial ia l e m p a rentado con el emperador Pupieno, rompiendo así la tradición secular que confiaba este importantísimo cargo a un miembro del ordo ecuestre, a un ca ball ba ller ero. o. El h ec ho pr u eb a un i l usor us orii o envalentonamiento del Senado ante los pri p ri m er o s ava av a n ce s de la i n s u r r e c c i ó n
contra Maximino y su intransigente actitud, poco conciliadora al menos, respecto al segundo estamento social romano. Será precisamente este des mesurado deseo senatorial de controlar toda la burocracia de la corte imperial lo que provocará un pronta revuelta de los pretorianos, de carácter expresa mente hostil al Senado, y que conclui rá con el consiguiente reforzamiento, a nivel jurídico, político y militar, de la pref pr efec ectu tura ra del pret pr etor orio io.. En efec ef ecto to,, tras el asesinato de Maximino en Aquilea, su ejército y el pueblo italiano festejan la reconciliación por la que formal mente el poder político y militar que daba nuevamente depositado en el senatuspopulusque, y el ejército aparen ta asumir su papel de servidor, y no ya de señor, del Imperio. Pero se trataba de un espejismo: al poco estalla el descontento de los pretorianos, que asesinan a los emperadores Pupieno y Balbino e imponen como Augusto a Gordiano III, quien a los trece años de edad inicia así un reinado que sólo lle gará al 244. Si la obra de Herodiano ofrece da tos prolijos y valiosos sobre el calami toso año 238, que conoció cinco empe radores “legítimos”, a partir de ahora deberemos guiarnos por testimonios aún menos fiables y de más difícil in terpretación, como los Breviarios y Epítomes bajo imperiales, y en parti cular por la His H is to ria ri a A u gu sta. st a. Según estas fuentes, el joven emperador, sim ple pl e mari ma rion onet etaa de los i nter nt eres eses es en co n trados, favorece un acercamiento del Senado, del ejército y del pueblo, aun que lo más sobresaliente será, como era de esperar, el protagonismo protag onismo autori autori tario de los dos prefectos del pretorio que se suceden al frente de las elitistas cohortes pretorianas y que en la prácti ca fueron los auténticos gestores del Imperio: Timesiteo y Filipo. Por otra parte, part e, pros pr osig igue ue en esto es toss años año s la barbabar barización de la milicia, con una masiva incorporación de godos en unidades de caballería equipadas a la manera irania (catafractarios, donde el jinete lleva
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armadura). De este modo, aunque el ejército romano todavía se nutre prin cipalmente de legionarios ciudadanos, acentúa su carácter móvil e incrementa sus contingentes de mercenarios fede rados del exterior, gratificados con es tipendios que llegan a confundirse con meros tributos pagados a los bárbaros a cambio de la paz y de su colabora ción. Con este ejército reformado, Gor diano inicia en el 242 su expedición contra los persas, quienes sentían gran temor de los efectivos germánicos; pe ro en esta campaña (que contó con la pr p r e s e n c i a del de l f i l ó s o f o n e o p l a t ó n i c o Plotino) fue asesinado el emperador, cerca de Dura Europos, por las tropas romanas, posiblemente descontentas por po r la c r e c i e n t e b a r b a r i z a c i ó n de la milicia, y tal vez instigadas por el pre fecto Filipo, quien fue proclamado allí mismo emperador y de inmediato acordó una paz precaria y vergonzante con el rey persa Sapor, a quien debió paga pa garr medi me dioo mill mi llón ón de dena de nari rios os.. Para Par a
calmar el descontento de los soldados romanos, licenció a las tropas federa das bárbaras (lo que sería fatídico para Roma), tomando para sí, a fuer de sus menguados éxitos, los pomposos títu los de Persicus, Parthicus Maximus, Germanicus ....viviendo lo suficiente para pa ra cele ce lebr brar ar el mile mi lena nari rioo de Roma Ro ma un 20 de Abril del año 247.
5. Filipo el Arabe (244249). Las necesidades religiosas y el sentimien to de “decadencia” Filipo, de origen árabe, será consi derado por la tradición cristiana como el primer emperador converso a la nueva fe, que incluso cumplirá peni tencia en Antioquía por sus responsa bi b i l i d a de s en la m u e r t e de Go rdi rd i ano. an o. Aunque la tradición se podría confir mar por la correspondencia de Oríge nes con Filipo y su esposa, la verdad
Caza del león. Sarcófago Museo del Capitolio. Roma
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es que el Imperio Romano todavía está lejos de ser un Imperio Cristiano. Lo que ocurre es que sigue avanzando ha cia formas de unidad y sincretismo re ligioso, y ciertamente el cristianismo se prefigura ya como una gran fuerza espiritual capaz de aglutinar mentali dades y voluntades que hasta el mo mento han permanecido enfrentadas o distantes. Prueba de ello es su difusión más allá de los límites del Imperio, en tre persas, medos o partos, alcanzando el viejo Estado helenístico de Bactria na, hasta tal punto que Mani predicó entre los persas su doctrina con el pre supuesto de que la religión de Oriente era la de Buda y Zaratustra mientras la de Occidente era la de Jesús. A pesar de que el Occidente a que se refiere el per p er s a Mani Ma ni es “ n u e s t r o ” O rie ri e n t e (es (e s decir, la zona donde antes y más inten samente se difunde el cristianismo), es muy significativo que ésta sea consi derada ya como la religión típica de Roma, y que el propio Orígenes (C. Celso , VIII, 70) se plantee plan tee por prime pri me ra vez la hipótesis de una cristianiza ción plena del Imperio, si bien parece no desearla por los riesgos que se su ponía pon íann en la secu se cula lari riza zacc ión ió n del men me n sa sa je j e evan ev angé géll ico. ic o. En cons co nsec ecue uenc ncii a, debe de be mos pensar que Filipo, sin ser cristia no, sintió vivamente la necesidad de unificación religiosa y los beneficios que ello reportaría al debilitado Estado romano. En este mismo sentido debe mos valorar la fastuosidad con que el emperador, como p o n t i f e x m a x im u s, celebró los actos conmemorativos del milenario de Roma. Al margen de las pretensiones per sonales o políticas del emperador, el mero hecho de que este espectacular aniversario se celebre bajo la égida de un “árabe”, del que se podían sospe char veleidades filocristianas adversas al paganismo tradicional, es todo un símbolo de la situación, material y es piri pi ritu tual al,, en la que qu e habí ha bíaa c aído aí do el I mpe mp e rio. Mazzarino (1980) ha señalado agudamente cómo se unlversalizan ahora los sentimientos de “decaden
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cia” que hasta entonces sólo habían si do temática propia de reducidos círcu los intelectuales: que la cultura y la ci vilización clásica están en declive se trasluce en diversos textos papirológicos, en los Oráculos Sibilinos y espe cialmente en el escrito a un tal Donato redactado en estos años por Cipriano de Cartago, un insigne retor pagano recién convertido al cristianismo: “Observa los caminos infestados de la drones, los mares acechados por pira tas, por todas partes divididos los pue blos bl os por po r l os h o r r o r e s de s a n gr ie nt a s guerras. Todo el mundo está bañado en sangre de sus habitantes. Cuando alguFilipo y la expansión del cristianismo “Al terminar Gordiano su reinado de seis años completos sobre los romanos, le su cede en el Principado Filipo, junto con su hijo Filipo. De él cuenta una tradición que, como era cristiano, quiso tomar parte con la muchedumbre en las oraciones que se hacían en la Iglesia el día de la última vigi lia de la Pascua, pero el que presidía en aquella ocasión no le permitió entrar sin haber hecho antes la confesión y haberse inscrito con los que se clasificaban como pecadores y ocupaban el lugar de la peni tencia, porque, si no hacía esto, nunca lo recibiría de otra manera, a causa de los muchos cargos que se le hacían. Y se di ce que al menos obedeció con buen áni mo y demostró con obras la sinceridad y piedad de sus disposiciones respecto del temor de Dios. (...) Fue entonces, como era natural también, mientras la fe se multiplicaba y nuestra doctrina se expresaba con liber tad por todas partes, cuando Orígenes (...) compuso los ocho libros contra la obra del epicúreo Celso contra nosotros, titulada Doctrina verdadera, así como .... Se conserva de éi, además, una carta al mismo emperador Filipo y otra a su mu je r S e ve ra ...” .. .” Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VI, 34-36.(Traducción de A. Velasco Delgado).
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Decio y Valeriano: persecuciones anticristianas y descalabros militares militares “Tras muchos años, surgió para vejar a la Iglesia el execrable animal Decio. Pues ¿quién sino un malo puede ser per seguidor de la justicia?. Como si hubiese sido elevado a la cumbre del poder con esta finalidad, comenzó rápidamente a volcar su cólera contra Dios para que rá pida fuese su caída. Habiendo marchado en expedición contra los carpos, que ha bían ocupado Dacia y Mesia, rodeado de improviso por los bárbaros, fue destruido con gran parte del ejército. Ni siquiera pudo ser honrado con la sepultura, sino que, despojado y desnudo, como corres pondía a un enemigo de Dios, fue pasto de las aves de presa en el suelo. No mucho después, también Valeria Valeria no, arrebatado por una cólera semejante, levantó contra Dios sus manos impías y, aunque en breve espacio de tiempo, de rramó mucha sangre de los justos. Pero Dios le infligió un tipo de castigo nuevo y singular, a fin de que sirviese a los veni deros como ejemplo de que los enemi gos de Dios reciben siempre un pago digno de su crimen. Capturado por los persas, perdió no sólo el poder del que se había servido con insolencia, sino también la libertad de que había privado
a los demás y vivió el resto de su vida en una humillante servidumb re. En En efecto, efecto, el rey de los persas, Sapor, que era quien le había cogido prisionero, cuando deseaba subir al carro o montar a caba llo, mandaba al romano que se postrase y le ofreciese su espalda y, poniéndole el pie sobre ella, le decía entre risas, en plan de burla, que esta era la realidad verdadera y no la que los romanos pinta ban en tablas y murales. (...). Otro hecho contribuyó a agravar su castigo: aunque tenía un hijo emperador, no tuvo un ven gador de su cautividad y de su abyecta servidumbre, ni nadie lo reclamó en ab soluto. Una vez que acabó su humillante vida en medio de una ignominia como ésta, fue despellejado, y tras separarle las visceras de la piel, tiñeron ésta con un líquido rojo y la colgaron en el templo de los dioses bárbaros, a fin de que sir viese de conmemoración de tan brillante victoria y, a nuestros embajadores, la contemplación de los despojos de este emperador cautivo en el templo de sus dioses bárbaros les sirviese de adverten cia perenne para que los romanos no confiasen demasiado en sus fuerzas.”
no comete un homicidio, se considera como crimen; es virtud cuando se eje cuta oficialmente. Hace impune a la maldad no el título de inocencia, sino la magnitud de la crueldad.” ( A d Don D on . 6). La reacción contra estos senti mientos religiosos y filosóficos, y también contra el poderío de la clase ecuestre representada por Filipo, no se hizo esperar: Decio, legado de Mesia y Panonia, perteneciente al orden sena torial e imbu i mbuido ido de los ideales ideal es trad i cionalistas romanos, fue proclamado emperador por sus tropas, venciendo seguidamente a Filipo en la batalla de Verona (249). De este modo se consu maba la victoria de las tendencias se natoriales y paganas sobre las concep ciones ecuestres, sincréticas y filocristianas de ios últimos años. Por eso
ahora sí asistimos a un cambio profun do en la administración y en la política de Roma: como era de esperar, los cristianos habrían de llevar la peor parte par te..
Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 4-5. (Traducción de R. Teja).
6. La gran crisis del 249-260 El reinado de Decio (249-260) abre uno de los periodos más dramáticos de la historia de Roma. El Imperio sufrió una epidemia de peste durante quince años y los godos (que en tiempos de Gordiano III sirvieron como foed fo ed er a ti, ti , pero pe ro tras tra s su l icén ic énci ciam amie ient ntoo por Fil Filip ipoo se habían convertido en el más temible de sus enemigos) forzaron las fronte
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ras e invaden las provincias balcáni ros: francos y alamanes rompen el li cas. A pesar de algunos éxitos inicia m es gálico sobre el 258 asolando las les, el emperador, vencido y acorrala regiones limítrofes y también Hispania y el Norte de Africa. Aquí, en Mauri do cerca de Abritus, perdió la vida en tania, la situación se complica por la el campo de batalla. Decio fue uno de reactivación de la guerrilla y de las es los mejores emperadores romanos, consagrado por entero a la defensa del caramuzas de las tribus bereberes, Estado y a la reconstrucción de la uni mientras que en la parte oriental del Imperio los godos llegan en sus incur dad social. Para ello convocó a todos siones hasta Tesalónica, Nicomedia y los ciudadanos a las prácticas de la Prusa. pied pi edad ad trad tr adii ciona ci onal,l, en la espe es pera ranz nzaa de recuperar la benevolencia de los dio Este vendaval de invasiones, acom ses. Muchos cristianos lo entendieron pañad pañ adoo como co mo siemp si empre re de la deso de sola laci ción, ón, así, pero otros -y con ellos la propa la enfermedad, el hambre y la muerte, ganda oficial eclesiástica- interpreta fue sentido por algunos sectores como ron este empeño imperial como una una venganza divina por el abandono de las prácticas paganas y la expansión expresa persecución anticristiana, por lo que su nombre engrosaría la nómina del cristianismo. Ello le permitió al de personajes hostiles a la nueva reli emperador desencadenar una de las gión y su memoria quedaría empañada más duras persecuciones religiosas, es para par a siempr si empre. e. peci pe ciaa lme lm e nte nt e dir di r i gi da c ontr on traa las élit él ites es La muerte inesperada del empera sociales de la Iglesia (su finalidad eco dor agudizó las luchas por el poder du nómica es obvia, con abundantes con rante los dos años siguientes. Esto, fiscaciones de propiedades) y en la unido a otros males internos como el que, aparte de perder la vida muchos recrudecimiento de la peste, envalen cristianos ilustres, encontrarían inspi tonó a los enemigos de Roma, de ma ración los sentimientos milenaristas y nera que los persas de Sapor llegaron a apocalípticos del pueblo cristiano, co a la misma Antioquía y los godos mo puede verse en los últimos escritos (¡una vez más!), insatisfechos con la de Cipriano, mártir de de esta persecu pers ecu ventajosa paz obtenida a la muerte de ción, o en el poeta Comodiano, que ve Decio, reanudan sus ataques, llegando en el perseguidor al Anticristo y Ne incluso a ocupar la ciudad de Efeso. rón redivivus, presagio escatológico En tan difícil situación fue finalmente del fin de los tiempos. Para colmo de proc pr ocla lama mado do empe em pera rado dorr Valer Val eria iano, no, j efe ef e males, sobre los años 259-60 los per sas de Sapor (entre los que se encon del ejército del Rin y perteneciente a una noble familia senatorial, lo que le traba Mani) toman Antioquía sin que granjeó de inmediato el beneplácito sus atónitos habitantes, absortos en del Senado. El nuevo Augusto (253una función de circo, tuvieran tiempo 260), que ya contaba setenta años de par pa r a s o b r e p o n e r s e a la s o r p re nd en t e edad, nombró corregente a su hijo Gaaparición de estos intrusos. Pero lo lieno, tal vez por seguir la tradición más grave estaba aún por producirse: republicana y aristocrática del mando en su intento de rechazar a los persas, colegiado, o más probablemente por el propio emperador Valeriano cayó que se percataba de que las tareas eran pris pr isio ione nero ro cerc ce rcaa de Ed Edes esaa ( Meso Me sopo pott a desbordantes y de que se iba impo mia) y fue llevado en cautiverio a la niendo una cierta separación del Impe corte de Sapor. Acontecimiento inau rio en dos partes. En estos años parece dito y sin precedentes que ponía bru situarse el ojo del huracáh de la crisis talmente de relieve el error cometido del s. III, acumulándose ahora las re al prescindir de las tropas federadas de vueltas internas, las usurpaciones polí los godos e impulsarlas así al campo ticas y los reforzados ataques bárba enemigo, abriendo un segundo frente
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Busto de Filipo el Arabe Museo del Capitolio. Roma
en las fronteras orientales. Sencilla mente, en esta situación el ejército ro mano sólo podía batirse en retirada. La prue pr ueba ba más pat pa t étic ét icaa de ello el lo era er a la im im pot po t enci en ciaa de R oma om a para par a cont co ntra raat atac acar ar y rescatar a su emperador cautivo. Ga lieno ni siquiera se lo planteó: no po día. Este insólito acontecimiento mar ca el punto culminante de la crisis, y a la par que subraya la debilidad del le gendario poderío romano, encendió los ánimos de sus enemigos externos: el recrudecimiento (¡aún más!) de las in cursiones bárbaras en todas las fronte ras parecía ser el asalto final contra la vieja Roma cuyos ejércitos, sumidos
en el más anárquico descontrol, prota gonizan sucesivos pronunciamientos en los que resultaron proclamados em per pe r ador ad ores es div di v ers er s os j e f e s mil mi l itar it ares es de Oriente (Macrino y Quieto) y Occi dente (Regaliano, Ingenuo y Postu mo). El emperador legítimo, Galieno, se encontraba, pues, ante un panorama sombrío que hoy puede asombrar no tanto por la magnitud de los peligros que acechaban al Estado, cuanto por la realidad histórica de que éste pudiese encontrar, tal vez sin pretenderlo, el camino (también peligroso y anárqui co, pero quizás único) de su desespe rada supervivencia.
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III. La crisis del Imperio en tiempos de Galieno (260-268). La ruptura de la unidad y las reformas del Estado
Según acabamos de ver, el Estado Ro mano y todos sus recursos materiales e ideológicos, ideol ógicos, las bases sociales social es y la tradición religiosa en que se fundó y expandió, llegan inequívoca y dramá ticamente a una situación límite en los años centrales del s.III. Pero no es menos cierto que esas mismas fuerzas debilitadas, cuando no aniquiladas, van a recuperar su vigor en una reac ción política y social impresionante, prot pr otag agon oniz izad adaa por po r todo to doss y cada ca da uno de los ciudadanos fieles al poder consti tuido (legítimo o disidente) y decidi dos a recomponer su unidad en reno vados ideales religiosos y sentimien tos comunitarios. La voluntad de su per pe r vive vi venc ncia ia exi ex i gió gi ó camb ca mbii os prof pr ofun undo doss e históricamente necesarios, cuyo re sultado fue la reconstrucción de un re mozado Estado y de una nueva socie dad civil, quedando así superadas las contradicciones y desesperanzas sur gidas en los largos años de lucha con tra los enemigos externos, de calami dades y guerras civiles.
1. Aproximación histórica a la figura de Galieno La cautividad de su padre dejaba a Galieno, con todo el poder constitu
cional en sus manos, ante unas condi ciones terribles que impresionaron a los propios coetáneos y ante las cuales sólo cabía adoptar medidas drásticas y de emergencia, así como combatir el generalizado pesimismo social, plas mado en las lamentaciones de “deca dencia” y “fin de los tiempos” com part pa rtii das da s al unís un íson onoo por po r los i ntel nt elec ectt ua ua les paganos y cristianos. En esta pers pect pe ctiv ivaa hist hi stór órii ca, ca , el rein re inad adoo de Ga lie li e no supone el punto de inflexión de la crisis y a su política se debe el pronto restablecimiento de las fuerzas del Es tado. Y ello fue así muy a pesar de que las fuentes literarias lo tratan mal, tal vez porque sólo vieron los proble mas que afrontó y no tanto las solu ciones que aportó, o quizás sencilla mente por la irreconciliable hostilidad de las capas aristocráticas y del Sena do hacia la persona y la política de es te “traidor de clase”. Lo cierto es que los historiadores se regodean en con sideraciones sobre su círculo de amis tades (integrado por filósofos y artis tas, pero también por favoritos y pros titutas), donde hallaría morbosa satis facción el espíritu perezoso, lascivo, afeminado y cruel de este aborrecible emperador, tirano en la corte y cobar de en los campos de batalla. Para esta historiografía (Historia Augusta, E u tropio, A. Victor....) sus éxitos se de ben al azar az ar o a la valía val ía de sus general gene rales es
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La cris is del Imperio en tiempo s de Galieno “Pero no mucho después, mientras Vale riano sufría la esclavitud entre los bárba ros, empezó a reinar solo su hijo y go bernó con mayor sensatez. Inmediata mente puso fin, mediante edictos, a la persecución contra nosotros, y ordenó por un rescripto a los que presidían la palabra que libremente ejercieran sus funciones acostumbradas. El rescripto rezaba así: así: El emperador César Publio Licinio Ga lieno Pío Félix Augusto, a Dionisio, Pina, Demetrio y a los demás obispos: he mandado que el beneficio de mi don se extienda por todo el mundo, con el fin de que se evacúe los lugares sagrados y por ello también podáis disfrutar de la re gla contenida en mi rescripto, de manera que nadie pueda molestaros. Y aquello que podáis recuperar, en la medida de lo posible, hace ya tiempo que lo he conce dido. Por lo cual, Aurelio Cirinio, que está al frente de los asuntos supremos, man tendrá cuidadosamente la regla dada por mí. Quede inserto aquí, para mayor clari dad, este rescripto, traducido del latín. Se conserva también del mismo empera dor, otra ordenanza que dirigió a otros obispos y en que permite la recuperación de los lugares llamados cementerios”.
Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VII, 13. (Traducción de A. Velas co Delgado).
“Galieno, como si todo estuviese se guro, y su padre ya hubiese sido recupe rado, se entregó a los placeres y volup tuosidades. Celebró juegos circenses, escénicos y gimnásticos. Hubo cacerías y luchas de gladiadores. Y como si fue ran días de triunfo, Galieno invitaba al pueblo a fiestas y exhibiciones. Mu chos se entristecían con la cautividad
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de su padre, pero él, él, haciéndole una es pecie de honor, ya que su padre parecía haber sido engañado precisamente por su gran amor a la virtud, se alegraba so bremanera. Sin embargo, se sabía que no había podido soportar el control pater no y que había deseado fuertemente li brarse de aquel yugo que le parecía tan pesado. (...). Como Galieno persistiese en su rela jaci ja ció ó n y co stu st u m b res re s diso di so luta lu tas, s, los galos, ga los, de quienes es característico no poder so portar a los príncipes ligeros y degenera dos que se han apartado de la fortaleza romana, llamaron a Postumo para que ocupase la suprema dignidad del impero. Nuevos males vinieron a añadirse a los anteriores. Los escitas habían invadi do Bitinia y destrozado sus ciudades. Fi nalmente, habiéndola incendiado, devas taron gravemente la ciudad de Astaco, que luego se llamó Nicomedia. Por últi mo, como si todo el orbe de la tierra se hubiese dedicado a conspirar, también en Sicilia surgió una guerra de esclavos, más propia de otros tiempos, a cargo de bandas errantes de ladrones. A duras penas se la pudo dominar. (...). Galieno se burlaba de todas las par tes del mundo conforme las iba perdien do, como si sólo se tratase de asuntos sin importancia. Y para que en sus tiem pos no faltase ninguna desgracia, la ciu dad de Bizancio, importantísima en la es trategia naval y llave del Ponto, fue de tal manera devastada por los soldados del mismo Galieno, que nadie quedó vivo en ella. (...) Siendo cónsules Galieno y Saturnino, Odenato, rey de los palmirenses, consi guió el imperio de todo el Oriente princi palmente porque con sus eficaces accio nes guerreras se declaró digno de los distintivos de tan gran majestad, mien tras que Galieno no hacía nada o lo que llevaba a cabo eran sólo hechos volup tuosos, ineficaces o ridículos."
Historia Augusta: Vida de Galieno, (Traducción de Balbino García.)
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muchos de los cuales fueron usurpado res célebres y mejor considerados que él, en particular Postumo. Ni siquiera los cristianos supieron agradecer su pol po l ític ít icaa t olera ole rant nte, e, de pag pa g ano an o conv co nven enci ci do, de modo que sólo algunos autores griegos fragmentarios (Dexipo) o tardí os (Zósimo), dan una imagen favorable de este príncipe ilustrado y humanista. Como señala Petit, ya no es el momen to de rehabilitar a Galieno, pero sí de devolverle un lugar justo entre los em pera pe rado dore ress de su siglo. si glo. Apresurémonos a señalar que a él corresponde el acierto político, a despe cho de sus orígenes aristocráticos, de acabar con la fuerte orientación tradicionalista y filosenatorial que Valeriano había marcado a su gobierno, sobre to do por los privilegios fiscales otorga dos a los latifundistas (quienes sólo es taban obligados a contribuir con bienes f u n d i ) en perjuicio prod pr od ucid uc idos os en sus fu de los restantes sectores sociales, que
debieron soportar, para compensar aquellos privilegios, el agravamiento de las cargas tributarias: por aquí tam bién bi én se llega ll ega a una un a expli exp lica caci ción ón “eco “e conó nó mica” de las persecuciones de Valeria no contra los cristianos, según esboza mos en el capítulo anterior. Ya durante los años de corregencia, Galieno dio pru p rueb eb as de qu erer er er g o be r n ar en O c c i dente con un estilo y una orientación muy distinta a la sostenida por su padre Or ien tis del Imperio. Incluso en la pa rs Orien se ha querido ver la mejor confirma ción de esta discrepancia a propósito de la captura de Valeriano, ante la que Ga lieno nunca mostró signo de tristeza ni desde luego preocupaciones por su res cate, cosa que se le reprochará reitera damente desde entonces. Lo cierto es que fue precisamente en estos años (260-262), cuando llevó a la práctica una serie de reformas cuyo denomina dor común, según veremos, será su ca rácter antisenatorial. antisenatorial.
El paso del Mar Rojo, sinagoga de Dura Europos (siglo III)
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2. El talante intelectual de Galieno. El cristianismo y los ideales filosóficos En este contexto se entendió su deci sión de poner fin a la persecución con tra los cristianos y de llevar la lucha contra éstos a un terreno puramente ideológico, enarbolando las conviccio nes espirituales propias de los círculos filosóficos y estéticos en que se movía el emperador. En realidad, Galieno es muy consciente de la fuerza adquirida por p or el cr ist is t i an i s m o , s obre ob re todo to do en la part pa rtee orie or ient ntal al,, donde don de,, por po r añad añ adid idur ura, a, la derrota de Valeriano podía interpretar se como una venganza del dios de los cristianos perseguidos. Este sentimien to amenazaba tener consecuencias hefastas, pues uno de los puntos de má xima fricción entre el Estado y el cris tianismo radicaba precisamente en el ejército. En suma, resultaba ya en ex ceso paradójico e insostenible que una sociedad civil cada vez más cristiani zada se hallase sometida a los dictá menes de un Estado y de un empera dor visceralmente anticristianos. El fracaso de las persecuciones, con se cuelas sociales y militares muy negativas, imponía a todas luces una rectificación. Galieno no tardó en per catarse de ello. Su tolerancia con los cristianos es tan sólo una manifestación de las ten dencias revolucionarias del emperador, que desea apasionadamente vincularse y reconstruir el Imperio humanista, ra cional y filosófico de los inolvidables emperadores Antoninos. Enamorado de Grecia y Atenas, como lo estuvo Adriano (fue arconte epónimo y se hi zo iniciar en los misterios de Eleusis, recuperando así una tradición perdida con los Severos), no cejó en su empe ño por mantener un justo equilibrio entre Oriente y Occidente, las dos par tes con personalidad cada vez más ní tida -y por tanto más distantes- del in menso Imperio Romano. Pero Galieno
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no sólo actúa como un helenista moti vado por los recuerdos del Imperio filo sófico de M. Aurelio, sino también pol las ideas neoplatónicas de su tiempo y en particular por las de Plotino, el más ilustre representante de esta corriente filosófica y amigo íntimo de Galieno y de los más importantes personajes de la corte. Son años en que decisivos órga nos de poder están en manos de filóso fos, sofistas, hierofantes e historiadores como Dexipo, Nicágoras, Longino... Mazarino (1980) ha matizado, sin em bargo, barg o, que la obra obr a de Galie Gal ieno no no se ex ex plic pl ica, a, excl ex clus usiv ivaa y mecá me cáni nica came ment nte, e, por los ideales neoplatónicos que la infor maban, ideales que, por lo demás, co nocieron también discrepancias inter nas. En concreto, Galieno se apartó ob viamente de las aversiones anticristia nas latentes en los esquemas de Plotino (2a Enéada) así como de sus plantea mientos aristocráticos y tradicionalistas, a los que repugnaba que los “gnós ticos” (valdría decir también “cristia nos”) llamasen “hermanos” incluso a los hombres de más baja extracción so cial o que los considerasen hijos de Dios y destinados a una vida celestial. Por contra, Galieno ofrece la paz al cristianismo, y de alguna manera intuye que la cultura humanista y democrática de los seguidores de Jesús, cultura de vocación práctica (Plotino, recordé moslo, era opuesto a la prax pr ax is), is ), no dista tanto del camino por el que él mismo ha encauzado su política: también para el emperador sería las élites tradicionalistas y aristocráticas, así como los es píri pí ritu tuss pas pa s ivam iv amen ente te espe es pecu cull ativ at ivos os,, los princ pri ncip ipal ales es enem en emig igos os a batir. Efec Ef ectt iva iv a mente, pronto se alzaron contra estos idearios la mentalidad arcaizante y los intereses senatoriales, que de inmediato encontraron un eficaz brazo armado en los generales panonios. Hostilidades y odios que ya brotaron contra Adriano, contra Marco Aurelio; odios que brota rán cien años más tarde contra otro em pera pe rador dor ilustr il ustrado: ado: Julian Jul iano. o. Ciert Cie rtamen amente te,, en un tiempo tan brutal y apasionada mente enfrentado, convulsionado por
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calamidades y urgencias tan vitales, la figura de un emperador humanista no deja de sernos todavía hoy sorprenden te. En realidad, la fascinación recae so bre todos tod os estos est os años de “ana “a narq rquí uíaa mili mi li tar” y a la par de refinamientos filosófi cos y de sentidos ideales religiosos. Pa radojas de una época que se puso por modelo el Imperio humanístico y aris tocrático de Marco Aurelio, y creó co mo contrapunto la férrea monarquía “democrática” del emperador-filósofo Galieno. Es, en todo caso, histórica mente injusta la damnatio memoriae que sufrió apenas muerto, y que sólo se explica por la animadversión en la que, también paradójicamente, coincidieron plen pl ename ament ntee sus más variop var iopin into toss e nemi ne mi gos políticos, ideológicos y sociales: senadores despechados, rudos y semi bárb bá rbar aros os ofi of i cial ci ales es i líri lí rico coss y pano pa noni nios os,, cristianos en fin, desagradecidos de la tolerancia recibida de parte de este pa gano impar, en el que ellos solamente vieron un enemigo más dentro de la éli te neoplatónica de los últimos siglos del Imperio.
3. La amenaza persa sasánida y el Reino de Palmira En los años 224-226, el vasallo persa de los partos Artajerjes (Ardashir) se hace nombrar “Rey de reyes” y funda la dinastía sasánida, que sería un peli gro permanente para Roma hasta fina les del s.IV y que gobernaría el Imperio Persa hasta las invasiones árabes del s. VII. La nueva dinastía, que se conside ra heredera de los Aqueménidas (y de ahí sus pretensiones expansionistas ha cia Egipto, Siria y Asia Menor), organi za un poderoso Estado centralizado e ideológicamente cohesionado por la re ligión oficial mazdea, es decir, por el Zoroastrismo, cuyo libro sagrado era el Avesta. Su hijo y sucesor Sapor (241272) llevaría este reino a sus mejores momentos de gloria, a lo que contribu
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yó en buena medida su política toleran te con judíos y cristianos, muy numero sos en Mesopotamia y por lo general hostiles a Roma, sentimiento de antirromanidad que era también comparti do por amplios sectores populares y no bilia bil iari rios os de la pa p a r s Orie Or ient ntis is del Impe rio. Sapor protegió el movimiento maniqueo (fundado por Mani) y a imita ción de Darío nos dejó el recuerdo de sus hazañas en un célebre texto epigrá fico escrito en parto, pahlevi y griego (Res Gestae divi Saporis ). Tras unos pri p ri m e ro s e n f r e n t a m i e n t o s sin si n m ay o r trascendencia, el joven rey concluyó una paz victoriosa con Filipo, pues el emperador debió pagarla con 500.000 denarios y tal vez (ello sólo lo afirman fuentes muy tardías) con algunas con cesiones territoriales. En la década si guiente, activó sus incursiones contra el limes, saqueando repetidamente diver sas ciudades sirias, incluyendo la capi tal Antioquía, que en el 256 caería defi nitivamente en su poder, junto a Dura Europos y otros núcleos de similar im porta por tanci ncia. a. La captura y cautividad de Valeria no, en el año 259 ó 260, marca la cima del poderío persa, pues prácticamente todo el Oriente asiático quedó postrado, como el emperador romano, a los pies de Sapor, quien lejos de llevar la tran quilidad a la zona, se mostró infatiga ble en el saqueo saq ueo de campos ca mpos y ciudades ciu dades.. Esta política prepotente y destructiva fue aprovechada por Odenato, príncipe de Palmira, que, junto a su ambiciosa esposa Zenobia, supo aglutinar a todos los descontentos y encabezar con éxito la resistencia armada contra los sasánidas. En muy poco tiempo, el Reino de Palmira consolidó sus estructuras mili tares, y sus victorias sobre los persas le garantizaron el control de las rutas co merciales a través del Golfo Pérsico y con Oriente. Odenato logró, además, imponerse a los usurpadores Macriano y Quieto, dos hermanos proclamados emperadores por las tropas romanas de Oriente y partidarios de la política aris tocrática (y anticristiana) de Valeriano.
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Su derrota debió indudablemente ser recibida con alivio por los cristianos (allí muy numerosos) y por los sectores más dinámicos de la sociedad oriental, que mostraron su apoyo total al victo rioso príncipe. De este modo, el bienes tar económico y la seguridad trajeron a Palmira una “edad dorada”, con amplí sima autonomía política, y a su rey Odenato un enorme prestigio, que de bió influi inf luirr en las ideas ide as de “ deca de cade denc ncia ia”” (para Roma) tan sentidamente expues tas por Comodiano en su Carmen apo logeticum. El emperador Galieno (“ofi cialmente” considerado el vencedor de los persas y que incluso recibió las ala banzas ban zas del obispo obi spo Dioni Di onisi sioo de Alej Al ejan an dría), fue, sin embargo, consciente de las limitaciones de su autoridad, y supo conformarse con la fidelidad de Egipto, indispensable para el avituallamiento de Roma, si bien se optó, a nivel ofi cial, por guardar las apariencias legales y fingir que la unidad se mantenía, siendo por ello nombrado Odenato dux du x Roma Ro mano noru rum m y corrector totius Orientis. Pero en la práctica, el príncipe de Palmira, que tomó por su cuenta el título de “Rey de reyes” y per p ersi sicu cuss m axim ax imus us , ejercía un poder soberano sobre las pro p rovv i n cia ci a s roma ro ma na s de Cili Ci lici cia, a, Siri Si ria, a, Mesopotamia y Arabia. Tal vez fuese el prop pr opio io Gali Ga lien enoo quien qui en intri int rigó gó para pa ra que Odenato y su hijo mayor fuesen asesi nados en el año 267, mas no por ello Palmira cayó de nuevo bajo dominio romano. Por el contrario, asesinado po co después este emperador, el Imperio Romano vuelve a replegarse en luchas internas, facilitando así el fortaleci miento y expansión de Palmira, gober nada ahora por la mítica Zenobia.
4. La amenaza germáni ca y el Imperio Galo de Postumo Los godos o germanos orientales, afin cados originariamente en la región de
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Gotlandia (Países Nórdicos), comen zaron a desplazarse hacia el SE euro peo pe o a inic in icio ioss de nues nu estr traa era, era , i mpul mp ulsa sa dos seguramente por la superpobla ción y el hambre, y sobre el año 230 ya los encontramos asentados en torno al Mar Negro, entrando en contacto con el Imperio en la provincia de Da cia. La política desigual seguida con estas gentes externae por Gordiano III y Filipo, ya la comentamos en el capí tulo anterior. Recordemos aquí que Decio, en lucha contra ellos, fue pro clamado emperador sólo unos años antes de morir en combate contra este pu p u eb lo de v o c a c i ó n s e m i n ó m a d a , al que Aureliano optó, en 271, por ceder toda la Dacia. Los decenios centrales del s.III son, pues, un período de ex pans pa nsió iónn mili mi lita tarr de los godo go dos, s, que de de sarrollan una terrorífica actividad pi rática por todo el Mar Egeo y las pro vincias romanas orientales, de Mesia a Cilicia. Fue también entonces cuando se produjo su división en dos grandes grupos, ostrogodos y visigodos, debi do a diferencias étnicas ancestrales y a conflictos internos. Pero se mantuvo la unidad lingüística y el sentimiento de pertenecer a una familia común, lo que propició el trasiego humano de un grupo a otro. La decisión tomada por Aureliano de cederles Dacia fue acer tada, pues durante un siglo estos aguerridos vecinos del Imperio no ocasionaron problemas de relieve a Roma, proporcionándole en cambio abundantes reclutas para su ejército. Por cierto que la actual lengua rumana tiene sus raíces en el latín de los colo nos romanos que permanecieron en aquellas regiones. Por otra parte, las numerosas ciudades que antaño fueron asoladas, tanto en Europa como en Asia Menor (en Atenas destacó la de fensa organizada por el historiador Dexipo), comenzaron a recuperarse, y el Estado romano pudo a su vez con centrar sus fuerzas en otros frentes. Visto desde el lado bárbaro, no po demos por menos que apreciar la im port po rtan anci ciaa exce ex ce pci pc i ona on a l de l os pueb pu ebll os
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godos en la historia de estos siglos turbulentos: ellos fueron los únicos que atravesaron el Imperio de parte a par pa r te, te , y los prim pr imer eros os en f un d a r e s t a dos duraderos donde se fraguan las prim pr imer eras as sínte sí ntesi siss de elem el emen ento toss g er m á nicos y latinos en una cultura real mente autónoma. Todo ello Jes permi tirá asumir de algún modo la dirección del mundo bárbaro y gozar de un pres tigio legendario que ha dejado su hue lla en una milenaria tradición épica. La temprana simbiosis del germanis mo y la romanidad parece anunciar la arraigada tendencia de la vieja Europa a incorporar, adaptándolo a sus pro pias pi as d i m en s i o n es , lo que, qu e, p a c í f i c a o violentamente, le llega del exterior. Quizás sea precisamente esto lo que diferencia la civilización de las cultu ras primitivas, en que han quedado confinados tantos “bárbaros” de los siglos pasados y presentes. Las luchas contra los germanos, en par pa r t icu ic u lar la r las prot pr otag agoo niz ni z adas ad as por po r G a lieno, habían mostrado la imposibili dad, a pesar de algunos éxitos aisla dos, de rechazarlos militarmente, cir cunstancia que sirvió -en cambio- de pret pr etex extt o a dive di vers rsos os gene ge nera rall es roma ro mano noss par pa r a usur us urpa parr el poder po der,, lo cual cu al,, ló gica gi ca mente, debilitaba aún más la defensa del limes. Por razones de carácter es tratégico y social, estas amenazas se cumplieron plenamente en Occidente, donde las invasiones bárbaras habían causado más estragos que en Oriente, alcanzando su mayor incidencia desde mediados del s. III hasta el año 280. Entre los más activos germanos occi dentales, dentales , cabe c abe destacar dest acar a los al amanes en el Danubio y los francos en el Rin, quienes supieron aprovechar la debili dad del Estado romano y el desánimo pro pr o duci du cido do tras tr as la ca ptu pt u r a de Vale Va leri ria a no, para desbordar las fronteras por varios puntos, llegando en sus incur siones hasta Hispania y el Norte de Italia. Las escasas y rrialtrechas fuer zas del Estado hubieron de emplearse entonces en una desesperada defensa del Imperio, cuya decadencia, ahora
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más que nunca, parecía confundirse con el principio del fin. En situación tan dramática se pro duce (y se explica) la proclamación de Postumo, general de Galieno, por los ejércitos del Rin, y la consiguiente fundación del imperium Galliarum, cuya principal misión sería la expul sión de los invasores francos, que en estos años habían multiplicado sus in cursiones devastadoras por tierra y mar, llegando a pasar el Estrecho de Gibraltar, hasta la actual Alicante. Ro ma, que sufre en estas fechas la mayor catástrofe de su historia, no podía sino reconocer formalmente a Postumo (260-268/9) como emperador de esta par pa r te occ oc c i dent de ntaa l del Impe Im peri rio, o, per pe r o la oportunidad y acierto de esta insólita decisión se hizo patente en los inme diatos éxitos frente a los germanos, en la eficaz reorganización de la defensa de las Galias y en el saneamiento de las emisiones monetarias y de las res tantes actividades económicas. Así pues, pue s, la paz pa z vol vo l vió vi ó a la Gali Ga liaa y t am am bi b i é n a B r e t a ñ a y a H i s p a n i a , cu y a s prov pr ovii ncia nc iass habí ha bían an rec re c onoc on ocii do su aut au t o ridad, con la excepción de nuestra Bética, que se mantuvo fiel al poder cen tral. En los años 264-267, ante la im pote po tenc ncii a de Gal Ga l ieno ie no,, Post Po stum umoo crea cr ea su prop pr opii o Sena Se nado do y coho co hort rtes es pret pr etor oria iana nas, s, haciéndose nombrar cónsul del na ciente Estado, cuya capitalidad quedó fijada en Tréveris. Sus éxitos eran alas para pa ra sus amb am b icio ic ione nes, s, basa ba sada dass siemp si empre re -no lo olvidemos- en una sólida es tructura socioeconómica y en la evi dencia de que la defensa de la Galia, como la de tantas otras regiones, de bía bí a ser se r asum as umid idaa por po r sus prop pr opio ioss habi ha bi tantes, si es que se quería sobrevivir a los terroríficos asaltos de los bárbaros y de los no menos peligrosos latrones del interior. Consecuentemente, no dudó mucho en considerarse práctica mente como el único emperador legí timo, proclamándose, según rezan las leyendas de sus excelentes acuñacio nes de oro, restitutor orbis, Hércules romanus, protector de Ro m a aete ae tern rna a e
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incluso Oriens Augusti. Paradójica mente, también él fue víctima del caos romano, pues en la cúspide de su glo ria, no pudo evitar el descontento de sus tropas cuando incorporó al ejérci to elementos bárbaros con vistas a un enfrentamiento definitivo contra Ga lieno. Tras asesinarlo, aquellas se en
tregaron a un pillaje incontrolado que se cebó, significativamente, en el sur de la Galia, zona civil y muy romani zada que había permanecido fiel a los emperadores legítimos de Roma y que desde hacía años se enfrentaba a la Galia del NE, región ésta poco roma nizada y cantera de las legiones ger
Escena de la loba que amamanta a los dos gemelos
(siglo III)
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mánicas que proclamaron y apoyaron 5. Los presupuestos a Postumo y a sus efímeros sucesores. augústeos del Principado Así pues, tras un proceso caótico y y las reformas militares complejo, el Imperio se configura en tres grandes regiones (Oriente, Galia , de Galieno Italia-Iliria), de las que Galieno sólo controlaba directa y realmente la ter La defensa del Imperio se inspiraba, cera. Aunque en todas partes se man constitucional y estratégicamente, en criterios augústeos, de eficacia proba tiene nominalmente el sentimiento polí po lítitico co de la Ro m a a e te r n a , la ruptu da en los dos primeros siglos de nues ra de la unidad era ya un hecho con tra era, en los que apenas se hicieron sumado, que incitaba además las am necesarias algunas reformas puntuales y de detalle. Desde el punto de vista bici bi ci one on e s de n u ev o s u s u r p a d o re s . De estratégico, todo consistía (con la ex ahí que sea abrumador el número de cepción de las guarniciones de seguri “tiranos” (según el calificativo de la literatura tradicional) que en estas fe dad asentadas en Roma y una legión en el Lacio) en una precaria cobertura chas protagonizan conspiraciones y golpes de fuerza con un grado desi de las fronteras (limes), prácticamente gual de fortuna, pero siempre motiva reducida a un largo cordón defensivo sin retaguardias internas, por lo que, dos, sincera o cínica mente , por los los ideales y la veneración de la “romani una vez roto, dejaba campos y ciudades del Imperio, en particular de dad”. Por lo demás, las invasiones de las provincias limítrofes, a merced de los bárbaros (que ya habían costado a Roma importantes pérdidas territoria las ordas invasoras. El sistema mostró su validez en tanto que los ataques ex les) y la evidencia de que el Estado no podía garantizar una defensa efi teriores fueron aislados o se concen caz, ha generalizado el temor y la in traron en un solo lugar, permitiendo el reagrupamiento de las legiones des seguridad entre los ciudadanos, pero pleg pl egad adas as a lo l argo ar go de la front fr onter era. a. Pe Pe también las tendencias a la autoprotección y hacia formas de vida cerra ro la situación cambia en el s.TII, épo das o rígidamente autárquicas, a nive ca en que los asaltos bárbaros se re les cada vez más restringidos. Sin du crudecen y exigen la defensa simultá da, esta era también una muy funda nea de frentes variados y lejanos: Rin, Danubio, Mar Negro, Asia Menor, mental “condición objetiva” para los pr p r o nu nc i a m i e nt o s y vel ve l e i d ad es a u t o Mesopotamia, Norte de Africa... Cada nomistas de los más ambiciosos ofi vez más frecuentemente, como acae ció en los años 253, 254, 259 ó 260, ciales del ejército romano. En pocas pala pa labr braa s, la rupt ru ptur uraa de la uni un i dad da d im im se abrieron brechas por doquier y los peri pe rial al y la i n s e g u r i d a d g e n e r a l i z a d a enemigos (germanos y persas en parti se habían convertido en males endé cular) penetraron sin encontrar resis micos que amenazaban derrumbar pa tencia hasta las provincias interiores ra siempre las estructuras políticas y del Imperio, ocuparon las más populo sas ciudades, saquearon todos los te sociales del Estado. El emperador Galieno debió sope rritorios a su paso y pusieron incluso en peligro Italia y la propia Roma. En sar fríamente estos peligros y decidió cierto modo, podemos afirmar que lo afrontarlos en su raíz, propiciando militar marcó el pulso de la crisis y en una revolucionaria transformación y renovamiento del decrépito organis los años cruciales reveló el carácter dramático de la misma, poniendo de mo imperial, que afectaría no sólo a relieve la naturaleza caduca de un Im sus aparatos burocrático-administrati pe rioo al que prof pr ofet etas as y dios di oses es habí ha bían an vos, sino también a los económicos y peri militares. anunciado la inmortalidad.
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Desde el punto de vista constitucio nal, los ejércitos se conciben como or ganismos cívicos, integrados por ciu dadanos romanos y organizados en legiones de infantería bajo el mando de un legado senatorial de rango pre torio. Se trata, por tanto, de una con cepción oligárquica, arraigada en el remoto pasado republicano, donde los máximos poderes, el imperium, apare cen dotados de indisolubles atribucio nes militares y civiles, vigentes clomi militiaeque , tanto en la guerra como en la paz. Estos privilegios senatoria les sólo están limitados por las com pete pe tenc ncii as buro bu rocr crát átii cas ca s y mili mi lita tare ress co n fiadas al orden ecuestre, en especial el gobierno de Egipto (clave para el con trol de Oriente y el abastecimiento alimenticio de Roma) y la prefectura del pretorio (clave de la seguridad im peri pe rial al). ). El corr co rrec ecto to func fu ncio iona nami mien ento to de este compromiso entre lo cívico y lo militar, entre la burocracia y las ma gistraturas, era la esencia del optimus status elaborado por Augusto, y la condición sine que non para la conti nuidad histórica de la Roma Ro ma aete ae tern rna. a. Y fue precisamente ese compromiso lo que se rompió reiteradamente du rante la “anarquía militar”, cuando in numerables rebeliones militares de se nadores y caballeros echaron por tie rra la ya ilusoria coexistencia de un Estado de burócratas ecuestres y de magistrados senatoriales. Sin embargo, conviene no caer en la “retórica del cambio” (Brown, 1984) con que habitualmente se con templa la crisis del s.III. Recordemos que a partir del s.ll se producen modi ficaciones que ilustran una clara ten dencia evolutiva, en línea con las transformaciones de la tercera centu ria. Sirvan como ejemplos las unida des militares ( n u m e r i ) creadas por Adriano, integradas y equipadas por bárb bá rbar aros os,, y que qu e baj ba j o la dire di recc ción ci ón de un romano cumplían misiones de apo yo a las guarniciones clásicas; o la aparición a fines del s.II o inicios del s.Ill, de los primero contingentes de
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caballería con jinete y caballo protegi dos con cota de mallas; y sobre todo, la frecuencia, en estas mismas fe chas, de carreras senatoriales con cargos exclusivamente civiles, es de cir, que de algún modo habían renun ciado a ejercer funciones militares, mientras que, por el contrario, algu nos miembros del orden ecuestre apa recen al frente de determinadas legio nes. A pesar de todo, fue Galieno quien se decidió a transformar en pro fundidad estos esquemas militares, en vista de los peligros ya señalados en que por entonces naufraga el Imperio Romano. Y tal vez sin la candidez idealista expuesta por Mazzarino (1980), que ve en estas reformas la obra de un emperador motivado por su profundo amor al Estado, de un fi lósofo que sacrifica sus preferencias y tradiciones aristocráticas en el cum pl i m ie n t o pa t ri ó ti c o de su deber deb er.. En esencia, la reforma militar se explica en relación con la crítica situación económica, y afectó a los aspectos es tratégicos y constitucionales que defi nían el Principado desde los tiempos de Augusto.
5.1. Cambios estratégicos y desarrollo de la caballería Para mejorar la defensa de las fronte ras, se asentaron destacamentos legio narios ( vexillationes) en ciudades for for tificadas del interior (Milán, Aquilea, Sirmium, Verona .....), constituyéndose así una serie de unidades que hoy lla maríamos “de intervención inmediata” y cuya misión era actuar allí donde el limes (acortado en la región renanodanubiana, tras el abandono de los Campos Decumanos) fuese atacado. Este planteamiento estratégico estaría en pleno vigor durante el siglo si guiente y, al margen de sus efectos mi litares, tendría consecuencias nefastas para pa ra las prov pr ovii ncia nc iass front fr onter erii zas, zas , a cuya cu ya decadencia contribuyó, pues a las de vastaciones de los pueblos invasores
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se añaden ahora las provocadas por los contraataques de los destacamentos imperiales. En cambio atrajo la insta lación en aquellas ciudades-fortalezas de los más activos e importantes talle res monetarios, para facilitar la paga de los soldados que tenían en ellas sus acuartelamientos. El desplazamiento de los centros defensivos y de la con siguiente actividad política y económi ca no tardaría en eclipsar a la vieja Roma, que replegada tras los muros aurelianos aguardará al próximo triun fo de la Cristiandad para revivir mo mentos de gloria como ciudad-guía es piri pi ritua tuall de la nuev nu evaa huma hu mani nida dad. d. Una medida de más relieve sería la
organización y desarrollo de la caba llería, cuyas unidades especializadas (lanceros, arqueros y sobre todo los famosos “catafractarios”) obtendrían tempranos éxitos frente a los persas. Milán fue el centro principal, en Occi dente, de este nuevo y privilegiado cuerpo militar, cuyos comandantes su pre pr e mos mo s (los (lo s magistri equitum del s.IV) gozaron de un prestigio y poder simi lar al de los prefectos del pretorio, y en ocasiones se sirvieron de él para usurpar violentamente el trono impe rial, cual fue el caso de Claudio, Aure liano y Probo. La importancia crecien te del elemento militar se traduce tam bién bié n en la conf co nfig igur urac acii ón defi de fini nititiva, va, b a
Triunfo de Mardoqueo, sinagoga de Dura Europos
(siglo III)
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jo j o Gal Ga l ieno ie no,, de una un a espe es peci ciee de Est Es t ado ad o Mayor integrado por personajes rele vantes de la vida pública {protectores divini lateris) , que constituirán unida des de élite responsabilizadas de la se guridad del emperador en el campo de batall bat alla. a. Su prop pr opii a deno de nomi mina naci ción ón a nun nu n cia un principio de divinización impe rial, a la manera helenística, que se ha rá realidad en los siglos siguientes.
5.2. Los cambios constitucionales: la supresión de los legati legionis Todavía en estos años el reclutamiento de las tropas sigue realizándose según la peligrosa tradición iniciada en el si glo anterior: junto al campesinado semilibre de procedencia mayoritariamente ilírica, se acrecientan los con tingentes bárbaros, incluso en zonas tan vitales como el limes renano o da nubiano, dándose el caso de líneas fronterizas defendidas exclusivamente por po r trib tr ibus us ger ge r mana ma nass enro en rola lada dass en blo bl o que con sus respectivos jefes a la ca beza. beza . Se c ompr om pren ende de así as í que los t érmi ér mi nos latinos miles y barbarus acaben por po r ser se r s i nóni nó nimo mos, s, y que qu e la t emát em átii ca de la barbarización y degradación so cial del ejército (palmariamente ilus trada por el meteórico encumbramien to de Maximino) se convierta pronto en lugar recurrente de la literatura de la época. En todo caso, conviene re cordar que la eficacia defensiva de es tas tribus era por lo general superior a la del mercenariado tradicional, y su fidelidad al Imperio tampoco desmere cía en mucho a la de los coloni roma nos que eran enrolados en el ejército, a veces envejecidos y enfermos, como pago pag o en espe es peci ciee de las carg ca rgas as t ribu ri butt a rias de sus amos. Yo no sé hasta qué punto la insolidaridad y dudoso patriotismo de las clases superiores, unido a las conside raciones constitucionales antes apunta das, explican la más trascendental y célebre reforma de Galieno, consisten
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te, según palabras de A. Víctor {Caes. 33,34), en prohibir a los senadores la carrera militar y el acceso al ejército: senatum militia vetuit et adire exerci tum. En consecuencia, el orden ecues
tre asume todas las responsabilidades militares, desde el grado de centurión hasta las máximas jefaturas de infante ría y caballería, mientras que el orden senatorial quedará relegado -y resenti do- en funciones exclusivamente civi les. La medida, sin duda cierta aunque no nos ha llegado el edicto imperial al respecto, debió conmover a la socie dad romana en grado mayor de lo que quizás hoy podamos imaginar, pues suponía romper bruscamente con la se cular tradición constitucional que unía en las magistraturas los poderes civi les y militares: a partir de ahora, en el cursus honorum de los hombres bien nacidos no podrían ya conjugarse los honores civiles del magistrado con los pode po dere ress mili mi lita tare ress del legatus legionis. Se ha pretendido ver en esta ley, una pr p r e v e n c i ó n c o n t r a las la s u s u r p a c i o n e s (más fáciles si la conspiración militar tiene la “legitimidad” senatorial), pero es más probable que se tratase senci llamente de una medida realista, con pre pr e tens te nsio ione ness más má s ampl am plii as y sin si n duda du da más patrióticas. Prueba de ello es que los gobernadores senatoriales de pro vincias importantes mantuvieron el mando sobre las legiones allí acanto nadas. Si Galieno hubiese deseado asestar un duro golpe al orden senato rial, no habría tenido más remedio que separar completamente la carrera civil de la militar, cosa que no hizo tal vez por po r est es t i marl ma rlaa prem pr emat atur uraa e i nnece nne cesa sari riaa o por temor a una fuerte reacción aris tocrática, como las habidas en tiempos de Maximino y Filipo. Lo cierto es que muchos senadores siguieron te niendo en las provincias un mando mi litar directo, y la epigrafía confirma expresamente la existencia de legados senatoriales {legati Augusti pro prae tore) hasta tiempos de Diocleciano: prov pr ovin inci cias as i mper mp eria iale less tan ta n i mpor mp orta tant ntes es como Bretaña, Mesia Inferior, Celesi-
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gracias a los abundantes tesoros y pie ría o nuestra Tarraconensis estuvieron regidas por estos legados ininterrum zas numismáticas que han llegado hasta nosotros, así como por las ilus pidamente. pidamente. Y otro tanto tant o cabe cab e decir dec ir de trativas referencias sobre precios y importantes provincias senatoriales, como Africa, Asia o Bética. Sin em condiciones de intercambio que apare cen en los documentos literarios y pa bargo, bargo , tamb ta mbii én la epi ep i gra gr a fía fí a cons co ns t at a p i r o l ó g i c o s . C o m o p u n t o de pa r t i d a que a partir de Galieno se incrementa pi pa ra comp co mpre rend ndee r el mara ma rasm smoo mon mo n eta et a el número de gobernadores provincia para rio de la época podemos fijar la crea les del orden ecuestre. Hasta ahora, los praesides praes ides ecuestres ecuestres sólo sólo dirigían pro ción, bajo Caracalla, de una nueva moneda, el antoninianus, que pesaba vincias menores y sin fuerzas militares (las llamadas nrovincias procurato unos 5 g, contenía un 46% de plata y cuyo valor nominal pudo ser el doble rias), si bien ocasionalmente algunos emperadores los habían nombrado go del ya demasiado desacreditado dena rio, al que en la práctica vino a susti bern be rnad ador ores es de mane ma nera ra int in t erin er inaa (vice tuir. La estabilidad y los controles es praesi pra esidis dis ), pero nunca con el rango de tatales hacen pensar que el nivel de legatus, exclusivo de los senadores: el carácter interino y el propio título sal inflación no era todavía preocupante. vaguardaban, pues, la legalidad consti Y sin embargo, estaba a punto de pro ducirse, en palabras de De Martino, tucional. Pero Galieno se servirá con “una verdadera catástrofe, que en tal profusión de estas “vicarías”, que cuentra expresión en la fuerte deva el título de prae pr aese sess acabará siendo el normal para designar a todo goberna luación de Galieno y en la escalada de los precios, que aumentan en un dor provincial. 800%”. En efecto, los índices infla Podemos afirmar, en síntesis, que se ción istas, istas, rigurosament rigur osamentee atestiguados, aprecia una transformación social y hablan por sí solos de la profundidad política políti ca de los ejérci ejé rcitos tos,, que adelan ade lanta, ta, del descalabro económico. Con Galie como en tantos otros aspectos, las no el peso del denario queda reducido grandes reformas de Diocleciano, y a 2 g, con una ley del 84%, mientras gracias a la cual el orden ecuestre se aproxima y asimila al senatorial, so que el antoninianus experimenta una pé r dida di da de pes pe s o y l ey aún aú n más má s a l a r brepasán bre pasándolo dolo incluso incl uso en la esfera esf era mili mi li pér mante: reducido de 5,02 g a 2,52 g, su tar como ya lo había sobrepasado en el terreno financiero. Es sólo una peque ley desciende al 100% en el año 260 y ña paradoja histórica que las contra al 24% en el 268, es decir, con sólo dicciones entre los dos ordines supe 0,06 g de metal noble (algunas piezas, todavía más envilecidas, contienen riores romanos, recrudecidas por las cantidades ridiculísimas, de hasta 0,19 alternativas políticas de los diversos y 0,08 g). A tenor de estas cifras no soberanos, se resolviesen a la postre pa rece ce desa de sace cerr tado ta do c ons on s ider id erar ar el anto con la derrota del Senado, debido pre pare ninianus como una moneda fiduciaria cisamente a la voluntad reformadora a la que difícilmente se le puede lla del más noble de los emperadores del mar “de plata”, cuando en realidad era siglo. Aunque nosotros veamos en ello un trozo de cobre levísimamente pla un proceder realista y patriótico, los teado. Para mayor desidia monetaria, cronistas filosenatoriales de la época incluso el cobre fue frecuentemente nunca se lo perdonarían. sustituido por cinc o plomo, cuya ina prec pr ecii able abl e pel pe l í cula cu la de plat pl ataa des de s apar ap arec ecee 6. La crisis moaetaria y en los primeros contactos de su puesta sus consecuencias en circulación. Esta espectacular in flación y el incremento de los presu El aspecto monetario de la crisis del s. pu esto toss mili mi lita tarr es expl ex plii can ca n la multi mul tipl pliiIll es uno de los mejor conocidos, pues
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cación de talleres monetarios, ubica más de 580 pertenecen a los años 253dos generalmente en las ciudades-for 268, y que por razones diversas ya no talezas situadas cerca de las fronteras volverían a la circulación. Los empe y cuyas voluminosas emisiones se radores no cejaron en su empeño de destinaban a la paga de los soldados. bus bu s car ca r s oluci ol ucion ones es,, c omo om o vemo ve moss en los Pero en su aspecto exterior, apenas se desesperados intentos de Galieno por podí po díaa ya dis di s ting ti ngui uirr entr en tree las la s mone mo neda dass revalorizar sus piezas o en las más imperiales de “plata” (¿) y las de drásticas medidas tomadas posterior bron br once ce,, y dado da do que qu e el cont co nten enid idoo m etá et á mente por Aureliano. Pero una vez lico de éstas sí se mantuvo constante, más, antes del s.IV apenas se lograrán de hecho el valor intrínseco de unas y resultados satisfactorios. La deprecia ción y la inflación provocaron una su otras se igualó o incluso basculó....¡en favor de las de bronce!, cuyas acuña bid b id a v e r t i g i n o s a de l os p r e c i o s . En ciones cesan prácticamente a fines del Egipto, donde la documentación papirológica informa de aspectos muy par reinado de Galieno y son sustituidas por po r los antoniniani , si bien el sesterticulares, se sabe que una misma can cio se mantuvo como unidad de cuen tidad de trigo valía cuatro denarios en ta: aunque se ha visto aquí una nueva el año 250 y cincuenta denarios en el 276. En esta situación se tiende a la medida antisenatorial de Galieno, arrebatándole al Senado la prerrogati especulación, procurando almacenar los productos en lugar de venderlos, y va de acuñar monedas de bronce, es prob pr obab abll e que ya des de s de Augu Au gust stoo el e m la posesión de tierras se convierte en per pe r ador ad or hubi hu bier eraa asum as umii do t ambi am bién én esa el mejor exponente de riqueza, en de trimento del numerario que, cuando competencia, en cuyo caso las siglas era bueno, solía solía tesaurizarse. La eco S.C. (Senatus Consulto) grabadas en nomía monetaria fue desplazada por la esas piezas carecerían prácticamente economía natural, el comercio por la de significado. Las causas de la brutal deprecia autarquía, y a mediados del s.III el prop pr opii o E stad st adoo gene ge ne ral ra l i za los imp im p ues ue s ción monetaria acaecida en estos años son de muy diverso tipo, desde la es tos en especie y el pago en especie a casez de metal disponible hasta los sus funcionarios civiles y militares. Todas las transformaciones apare quebrantos sufridos en los principales cen íntimamente conexionadas, como sectores de la economía. Recordemos p o d e m o s ver ve r en la e v o l u c i ó n de las que las disponibilidades de metal se po vieron mermadas no sólo por el dese formas retributivas del ejército y en sus implicaciones socio-políticas y quilibrado intercambio con el exterior, sino también por el descenso produc produ c fiscales. Los legionarios recibían un stipendium anual de aproximadamente tivo de algunas minas, la inseguridad de los transportes y la pérdida de re 600 denarios, de los que se desconta al i ment me ntos os en t iempo ie mposs o zonas zon as giones ricas en minerales, como Da ban los ali de paz. En caso de guerra, el Estado cia, amén de las incursiones bárbaras sobre otras o la práctica independ indep enden en costeaba también la alimentación {an nona), mediante requisas realizadas cia durante largos años de los reinos de Postumo en la Galia y el de Palmi en las zonas por donde pasaban o lu chaban los ejércitos, indemnizándose ra en Oriente. También la tesaurizaa los legítimos propietarios. Dado que ción contribuyó a disminuir la masa durante estos años el estado de guerra monetaria en circulación, sobre todo se hizo permanente, otro tanto vino a de las buenas monedas, que como siempre, eran desplazadas por las ma ocurrir con la annona, por lo cual las requisas dejan de ser indemnizadas las según la conocida ley Gresham. pa ra conv co nver ertt i rse rs e en un impu im pues estt o gene ge ne Callu llega a contabilizar unos 2000 para ral desde los tiempos de Aureliano. tesoros de estas fechas, de los que
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Vemos, pues, cómo la crisis monetaria (y todo lo que la explica), al provocar la reticencia de los agricultores a ven der sus productos al Estado, ha condu cido a una reforma del sistema fiscal, que se acompañó de una considerable ampliación del pago en especie de otros impuestos provinciales, como el tributum soli (sobre la tierra) y el tri butum capitis (sobre las personas). Pe ro además, estos dos últimos tributos, originariamente destinados al aprovi sionamiento de Roma (especie de a n
nona civil),
servirán también ahora pa ra el avituallamiento de los ejércitos. De este modo, la annona se convirtió en el más importante y generalizado de los impuestos, que gravaba tanto las tierras como las personas, y que se satisfacía anualmente en las más di versas especies, sobre todo en trigo y carne. Todo ello exigió, a su vez, pro fundas transformaciones en el aparato administrativo central, provincial y lo cal. Se hizo necesaria la disposición de una tupida red de silos y almacenes
Retrato del emperador Galieno. Gliptoteca de Carlsberg, Copenhague
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tó por hacer estos cargos obligatorios pri p ri m e r o y h e r e d i t a r i o s d es p u é s . Las La s clases dominantes municipales, que constituían uno de los más firmes pila res del régimen y del Imperio, fueron así degradadas y convertidas en un en granaje más del monstruoso aparato fiscal romano. Las dificultades con que se encontrarían en esta nueva fun ción, dada la pobreza de los humilio res y la prepotencia e insolidaridad de los poderosos, hacen explicable la de saparición histórica de estas oligarquí as locales, que acabarían engrosando la masa de desposeídos de las ciudades o de los que buscaban protección en las grandes haciendas rurales, donde se producía y se vivía al abrigo de las requisas y de los agentes imperiales.
para pa ra cons co nser erva varr los prod pr oduc uctt os re caud ca uda a dos, y para el transporte y distribución se recurrió a los servicios de navicula rios y transportistas, cuyas corporacio nes ( collegia ) fueron prácticamente nacionalizadas o puestas bajo estrecha dependencia de las necesidades y de las autoridades imperiales. El Estado, que no disponía de una maquinaria bu rocrática capaz de controlar tan am pli pl i a s y v a r i a d a s o p e r a c i o n e s , y que qu e tampoco podía prescindir de la anno na ni permitir fraudes generalizados, debió recurrir a las autoridades loca les, a las Curias, para el control y re caudación de los impuestos: la pesada responsabilidad que recayó sobre éstas explica el rechazo o la huida masiva de curiales, de modo que el Estado op
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IV. Los emp em p e rad ra d o res re s ilí ilíric ricos os (26 (2 6 8 - 2 8 5 ) . La defensa y restauración del Estado romano
A Galieno le sucederán una serie de emperadores de muy modesto origen social, procedentes de la región de Iliria, y que lograrán acceder al poder supremo tras recorrer una brillante ca rrera militar. En palabras de L. Homo, “son, ante todo, soldados fanáticos de Roma y de su grandeza, ajenos a los refinamientos y delicadezas de la civi lización romana. Todos tendrán por prog pr ogra rama ma el rest re stab able leci cimie mient ntoo del I m perio per io y la consoli cons olidaci dación ón del poder pod er im im per pe r i al”. al ”. En reali rea lidad, dad, la obra obr a de estos est os emperadores, que prosiguen las refor mas de Galieno, culminará bajo Diocleciano, quien, proclamado empera dor a finales del 284, llevará a cabo una reorganización profunda de los aparatos del Estado y del ordenamien to financiero (siempre en línea con la pol po l í tic ti c a traz tr azad adaa en los últ úl t imos im os dec de c e nios), que vino a suponer, histórica mente hablando, el inicio de una nue va época o, si se prefiere, el final del viejo mundo que denominamos Princi pado pa do,, con su econ ec onom omía ía bas ba s ada ad a en el denario, en las oligarquías urbanas y en los ideales filosóficos y religiosos _____ ________ ____ _ del paganismo.
1. La renovación de los ideales monárquicos y la historiografía pagana El ideal político de estos gobernan tes fue, en esencia, la restauración de un Imperio unitario y la recuperación de la concordia interna, y a ello se prop pr opus usie iero ronn arri ar riba barr s igui ig uien endo do dos vías paral par alel elas: as: reli re ligi gios osaa una, el Sol invictus por po r el que qu e s ent en t irán ir án pro pr o f u nda nd a v e n e ra ción y cuyo culto se vio propiciado por po r la a mpl mp l ia dif di f usi us i ón del mit mi t rais ra ismo mo en los ejércitos así como de diversos cultos solares en varias zonas del Im peri pe rioo (en p a r t i c u l a r O r ie nt e y Pano Pa no-nia); político-militar la otra, el ejerci cio del poder con un difuso sentimien to democrático democrát ico y popular, concedi conc edien en do gran iniciativa a los soldados y pro curando siempre atender las necesida des sociales de los más débiles, los humiliores. A este respecto, Mazzarino (1980) habla incluso de una crisis del concepto jurídico tradicional por el que se aplicaban las penas en función de la categoría social (pro qualitate per p er so n a ru m ), lo cual preludia desarro-
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líos típicos del Bajo Imperio. Los re sultados obtenidos no pudieron ser más satisfactorios. Con una utilización acertada de sus escasos medios, conse guirán por fin la reunificación del Im perio per io,, inco in corp rpor oran ando do polít pol ítii ca y mili mi litt ar ar mente las provincias dependientes del Reino de Palmira en Oriente así como el imperium Galliarum de Occidente. El ímpetu unificador alcanzó las esfe ras religiosas (incluyendo las cristia nas) y al desarrollo del sincretismo so lar se unió la difundida creencia, no sólo propagandística del Estado, de que la autoridad imperial procede de dios y goza, por tanto, de la protección divina. La literatura laudatoria insisti rá en estos y otros tópicos similares, pr e fig fi g u ránd rá nd ose os e de est es t e m odo od o un tipo ti po modélico de emperador, adornado de virtudes y poderes hereditarios, que se par pa r ece ec e much mu choo a las la s mona mo narr quí qu í as hel he l e nísticas en donde claramente se en cuentran la inspiración y los modelos originarios: sirva de ejemplo la idea de monarca salvador, a cuya vista o ante cuyas estatuas se recibe protección y asilo, o su labor justiciera y filantrópi ca que protege a los débiles de la so ber be r bia bi a y desm de smee sura su ra de los pode po derr osos os os.. Como señaló Alfóldi (1938), es una asombrosa paradoja que esta extrema da exaltación del emperador se pro duzca precisamente ahora, cuando la inestabilidad política y militar habían hecho peligrar la propia supervivencia del Estado. Las influencias orientalizantes (diademas, protocolos, títulos y símbolos, etc.) y el carácter fuerte mente militar y monárquico del poder se exteriorizan, con espectacularidad y grandilocuencia, en ceremoniales y triunfos que contrastan ciertamente con la debilidad material de tantos em pera pe rado dore ress efím ef ímer eros os:: botó bo tónn de mues mu estr traa pudi pu dier eraa ser la fast fa stuo uosi sida dadd del m i l ena en a rio de Roma celebrado en el 248, o la decennalia de Galieno en el 262, o los triunfos extraordinarios de Aureliano y Probo en los años 274 y 281 respec tivamente. Las monedas realzan tam bién bi én est es t os pode po derr es semi se midi divi vino noss , i nvo nv o
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cando en sus leyendas a la Providentia deorum, mientras que la corona radia da de los antoniniani evoca al dios so lar y su protección sobre el Imperio. En la práctica estos ideales y pre tensiones debieron confrontarse con una durísima política fiscal (que gol peó f ata at a lmen lm ente te a las curia cur iass m u nici ni cipa pa les y a las capas medias y bajas de la sociedad) y con un reforzamiento del pr p r o ta go ni s m o de l os e jér jé r cit ci t os en las la s aclamaciones imperiales : aunque todo emperador pretenda consagrarse reli giosamente como deus et dominus na tus, ninguno escapará a la brutal reali dad de aquel protagonismo, de la militaris potentia que los llevó a todos al pode po derr y a vari va rios os a la muert mue rte, e, como co mo fue el caso de Aureliano y Probo, asesina dos por sus tropas Claudio II “Combatióse en territorio de Mesia y se libraron también muchas batallas cerca de Marcianópolis. Muchos enemigos pe recieron al hundirse sus embarcaciones, muchos reyes fueron capturados. Tam bién fueron hechas prisioneras las muje res de las mejores familias de aquellos diversos pueblos. Las provincias roma nas quedaron abastecidas con abundan cia de esclavos bárbaros y de agriculto res escitas. El hombre godo pasó a ser colono de las fronteras extranjeras y no existió ninguna provincia romana que no poseyese siervos godos como ornamen tos propios de su triunfo. ¿Vieron acaso nuestros antepasados bueyes de mayor tamaño que los empleados por los bár baros? ¿Y qué diremos de las ovejas o de las yeguas celtas tan famosas?. Todo esto se debe a las gloriosas hazañas de Claudio. Claudio devolvió la seguridad a la nación y le proporcionó inmensas ri quezas. También se luchó cerca de Bizancio y aquellos bizantinos que habían sobrevivido demostraron un gran valor en esta ocasión.” Historia Augusta, Vida de Claudio, IX. _____ __ (Traducción de Balbino García). ____
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La tradición literaria e historiográfica filosenatorial fue, en este tiempo de para pa rado dojj as, as , muy favorab fav orable le a los empe em pe radores ilíricos, a pesar de sus oríge nes frecuentemente oscuros y de su pode po derr funda fu ndado do en la militaris potentia. Esta literatura no tuvo empacho en ocultar aspectos obviamente negativos de sus reinados y ni siquiera se puso a reparar que lo más sustantivo de su polí po lítt i ca sólo sól o era er a una cont co ntin inua uaci ción ón de las reformas de Galieno, el emperador más odiado por el ordo senatorial. Este sorprendente hecho podría explicarse por tres razone ra zones. s. En primer pri mer lugar, luga r, po r que todos los reproches aristocráticos recayeron sobre Galieno, al que se consideró que había traicionado los ideales y los intereses de su propio o r do. En cambio los "restauradores" ilí ricos aparecían como meros continua dores de su obra y defensores eficaces y convencidos de los valores y de la unidad imperial. En segundo lugar, lugar, porq po rque ue ello el loss eran er an (tras (tr as la cri cr i s tian ti anii za za ción oficial del imperio a partir de Constantino) la última referencia his tórica del Estado pagano, y en esta ideologizante perspectiva carismática se hubo de correr un tupido velo sobre los múltiples aspectos antisenatoriales de su política. En fin , porque sus me didas monetarias y fiscales, basadas en la defensa del denario y en consecuen cia de los sectores más dinámicos de la vida económica romana, también se recuerdan como un rasgo de los “bue nos tiempos” del Imperio, perdidos de finitivamente tras el triunfo de la mo neda de oro y de la religión cristiana.
2. Claudio II el Gótico (268-270) i Un buen ejemplo de cuanto acabamos de expone exp onerr es el tratamient trata mientoo que la HA da al reinado del primero de los emperadores ilíricos, Claudio, consi derándolo vir sanctus y restitutor im pe p e ri i. Pero la verdad es que sabemos
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poco po co s obre ob re su bre br e ve r eina ei nado do.. Co ntó nt ó con las simpatías del pueblo y recibió el sobrenombre de Góthious Maximus por su aplas apl asta tant ntee vict vi ctori oriaa sobre sob re los go go dos que se habían sublevado en los Balcanes y ocuparon otra vez Atenas en el 269. Muchos sobrevivientes bár bar ba r os fuer fu eron on a list li stad ados os en el ejér ej ér cit ci t o romano. Sin embargo, nada pudo hacer ante el reforzamiento de la influencia de Zenobia, regente enérgica y altiva de Palmira, sobre Oriente; ni tampoco logró someter al imperium Galliarum : aunque le arrebató la Península Ibérica y la Galia Narbonense, la mayor parte siguió bajo el dominio del usurpador Victorino(sucesor de Postumo), y con creciente dependencia de los ciudada nos celto-romanos que animados tam bién bi én de reiv re ivin indi dica caci cion onee s soci so cial ales es d a rán origen al movimient o de los Ba B a caudae (^luchadores) y llegarán a te ner una gran actividad guerrillera y pol p ol í t i ca en l os dec de c eni en i os y sigl si glos os s i guientes.
3. Aureliano (270-275). La provincialización de Italia y las iniciativas sociales A inicios del 270 murió de la peste Claudio y fue proclamado emperador por po r los sol so l dado da doss Aure Au rell iano ia no.. Como Co mo el recién fallecido, también éste era de origen ilírico y comandante de la po derosa caballería, lo cual viene a co rroborar la vocación y las urgencias militares que definen al Imperio en es tos años (el papel estratégico-defensivo que juega por entonces Iliria es fundamental). Aureliano es tal vez el más importante y representativo de los emperadores ilíricos, pues con él se logró al fin la ansiada reunificación del Estado romano. Sin embargo, no todo cuanto se le atribuye está sufi cientemente atestiguado. Muy en par ticular, tal es el caso de la supuesta provi pro vinci ncial aliz izaci ación ón de Itali It aliaa bajo su r ei ei
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Muro de Aureliano
nado, pues parece lo más probable que esta medida (que clausura el secular pr p r o t a go ni s m o R o m a - I t a l i a ) no se t o mara antes de Diocleciano, cuando ter mina el proceso histórico, tímidamente iniciado en el s.II y sobre todo por Ca racalla, que desplazó el centro del Im peri pe rioo haci ha ciaa diver di versa sass prov pr ovii ncia nc iass y capi ca pi tales de Oriente y Occidente. A tenor de nuestra documentación, la política general de Aureliano se caracterizó pre p re c i s a m e n t e por po r la ce n t r al i za c i ó n y reforzamiento del papel de Italia y en consecuencia no cabe pensar que adoptase una decisión tan claramente
perju per judi dici cial al para pa ra la viej vi ejaa Pení Pe níns nsul ulaa que, que , por po r el cont co ntra rari rio, o, más bien bie n par pa r ece goza go zarr de una atención privilegiada por parte del emperador. Recordemos en este sentido su generosidad con la plebe de Roma, materializada en numerosas distribuciones gratuitas (o “a precio de Estado”) de pan, aceite, carne de cerdo y vino, para lo cual se sirvió de las corporaciones ( collegia ) de transpor tistas, panaderos y carniceros, conver tidas ya en auténticos “servicios públi cos”, de titularidad estatal, cuyos com pone po nent ntes es esta es taba bann vinc vi ncul ulad ados os de por po r v i da a su oficio. Algo similar acaecerá
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3.1. La política fiscal y los pr p r o b l e m a s m o n e t a r i o s
con las corporaciones relacionadas con la construcción, a las que se les enco mendará ahora las tareas de levantar y reforzar los recintos amurallados de las ciudades, Roma entre otras. Pode mos, pues, concluir que los ideales unitarios son muy vigorosos bajo este emperador , tanto en la concepción “monárquica” de su poder como en su ideario religioso o en su cumplido de seo de reunificar el Imperio. Y es en esta perspectiva donde pueden preci sarse históricamente todas las refor mas de Aureliano, así como el “inter vencionismo estatal” en sectores con siderados vitales de la vida económica (el avituallamiento de Roma lo era) o su manifiesta política “democrática” en lo social (en favor de los humilio res y de la plebe romana) y en lo mili tar, según veremos seguidamente.
En el plano financiero Aureliano in crementó notablemente la presión fis cal sobre los ricos, mientras que, por el contrario, abolió las deudas de los pobre pob ress al Est Es t ado, ado , haci ha cien endo do quem qu emar ar en el foro los registros del fisco. Todavía un siglo después Amiano Marcelino (XXV,6,7; XXX,8,8) lo recordará co mo el emperador que se abalanzó co mo un torrente sobre los poderosos de su tiempo. No obstante, la HA, HA , crisol de las corrientes historiográficas tradicionalistas y filosenatoriales, idealiza la política de este ilírico preocupado por po r la salu sa ludd fina fi nanc ncii era er a del Estado Est ado.. La hostilidad que le profesaron los esta mentos senatoriales era lógica y tuvo una primera manifestación ya en los
A u r el i an o “Una vez Zenobia en poder de Aurelia no, toda la muchedumbre de soldados pedía con grandes gritos que se le die se muerte. Pero, considerando Aurelia no que sería indigno dar muerte a una mujer, condenó a pena capital a la ma yor parte de los que habían provocado, comentado o dirigido esta guerra y a la reina la conservó con vida para llevarla en triunfo y para que sirviera así de es pectáculo al pueblo romano. Es desa gradable tener que contar entre los que fueron ejecutados en esta ocasión al fi lósofo Longino, según narra la tradi ción. Longino fue el que enseñó la len gua griega a Zenobia. Se dice que Au reliano lo mandó matar porque él fue quien dictó a Zenobia aquella carta tan soberbia por la que rechazaba la rendi ción. Sin embargo, no olvidemos que aquella carta había sido redactada en lengua siria.(...). Una vez en territorio europeo, siguió infligiendo derrotas con su acostumbra do valor a todos los enemigos que en contraba a su paso. Pero mientras Au reliano llevaba a cabo estas grandes proezas en la Tracia y en toda Europa, surgió en Egipto un tal Firmo, preten-
diendo apoderarse de aquel territorio como si no estuviese sometido al poder de Roma. Sin embargo, este Firmo no quiso recibir el título de emperador, si no sólo apoderarse de aquel país. Au reliano marchó en seguida contra él y tampoco en esta ocasión careció de su acostumbrada fortuna, recuperando Egipto en breve tiempo. Después, mo vido por la dureza que era propia de su naturaleza, se dirigió de nuevo hacia Occidente, lleno de ira, y haciendo pla nes contra Tétrico que aún era dueño de las Galias. Pero Tétrico, no pudiendo soportar por más tiempo la indiscipli na de su propio ejército, lo puso en ma nos de Aureliano. De esta manera to das aquellas legiones pasaron a estar bajo su mando. Cuando Aureliano se vio dueño de todo el mundo, sabiendo además que el Oriente había quedado en paz, y que él mismo había triunfado tanto en la Galia como en todas las de más regiones, se dispuso a regresar a Roma. Su intención era conducir en triunfo ante los ojos de los romanos a Zenobia y a Tétrico. Tanto Zenobia co mo Tétrico representaban a los enemi gos que había derrotado en Oriente y en Occidente. (...).
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años 270-271, cuando estos elementos sociales, (tal vez para recuperar sus privi pri vile legi gios os en la acuñ ac uñac acii ón del cobre) cob re),, en connivencia con los obreros de los talleres monetarios de Roma, propicia ron la emisión de piezas fraudulentas en las que se habían cizallado los bor des para apropiarse del metal. Aurelia no respondió con suma energía, ejecu tando a numerosos implicados en un ambiente de larvada guerra civil, que vino a cerrarse precisamente en el año 274. Fue entonces cuando se propuso sanear las monedas de bronce y de oro, emitiendo piezas más pesadas y de ma yor valor nominal cuyos resultados fueron sin embargo muy limitados. Más importancia tuvo la aparición ma siva de nuevos antoniniani con un va lor probable de 5 denarios y que dieron cierta estabilidad monetaria al Imperio
hasta las reformas de Diocleciano. Pues si bien estas medidas venían a ra tificar oficialmente una inflación que, de momento, quedó así controlada por el Estado, la moneda divisionaria y de plata pla ta bene be nefi fici ciaba aba,, como co mo bien bi en es sabido, sabi do, a las capas sociales más emprendedo ras (artesanos, comerciantes, medianos prop pr opii etar et arii os, os , etc. et c.), ), que qu e ni tení te nían an ni se servían del oro, y cuyas actividades e intereses fomentaba y protegía.
Durante su reinado cada ciudadano recibió diariamente un pan y legó a sus descendientes la facultad de seguirlos recibiendo. También el mismo Aureliano mandó que se distribuyera carne de cerdo al pueblo, y esta costumbre ha quedado hasta nuestros días. Promulgó muchas y muy buenas leyes, y reorga nizó la dignidad sacerdotal. Además, elevó un templo al Sol, aumentó los pri vilegios de sus pontífices e instituyó fondos para atender a las reparaciones y para pagar a sus ministros. (...). Cuánta dificultad encierra dar un buen sucesor a un príncipe excelente, queda bien demostrado por la grave ac titud de aquel venerable Senado y por la gran circunspección del ejército. Después de la muerte de aquel empe rador tan amante de la severidad, y co mo el ejército no quería hacer dueño del poder a ninguno que hubiese inter venido en el asesinato de tan buen príncipe, confió al Senado la misión de encontrarle un sucesor. Pero el Senado remitió a su vez esta responsabilidad al ejército. Los senadores sabían bien que el ejército no reconoce con gusto sino a aquellos emperadores que ellos mis-
mos han elegido. Por tres veces llega ron a remitirse mutuamente el Senado y el ejército la responsabilidad de esta elección. El mundo romano, mientras tanto, permaneció durante seis meses sin emperador y continuaron en sus puestos todos los magistrados que Au reliano o el Senado habían elegido (...). Hay en la parte de Etruria conocida con el nombre de Aurelia, y hasta en los Alpes Marítimos, grandes extensio nes de terreno, fértiles y cubiertas de bosques. Aureliano proyectó comprar a sus dueños aquellos terrenos que no cultivaban y establecer en ellos familias de cautivos, plantar vides en los mon tes y, mediante esto, conceder al pue blo romano todo e! vino recolectado sin que el fisco recibiese nada (...). Una prueba de que Aureliano pensó en se rio este plan y de que trató de llevarlo a efecto, y en parte lo consiguió, es que el fisco llegó a distribuir vino en los pór ticos del templo del Sol, aunque no gra tis, sino por dinero”.
3.2. El ideal religioso y la reunificación del Imperio. Ya hemos aludido a la justificación religiosa que Aureliano pretendió dar a un poder cuyos orígenes militares no podía pod íann ser se r en modo mo do algu al guno no dis di s i mul mu l a dos. Los aspectos teocráticos y mono-
Historia Augusta, Vida de Aureliano, XXX, XLVIII. (Traducción de Balbino García).
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teístas (o sincretistas) que se esbozan ahora, adelantan la fórmula feliz con que Eusebio de Cesarea cobijaría la omnipotencia de Constantino: un solo dios para un solo emperador. Con es tos objetivos organizó Aureliano el culto solar - Sol invictus- bajo cuya prot pr otec ecci ción ón esta es tará rá todo to do el Esta Es tado do.. R e cordemos nuevamente que los adeptos de las concepciones religiosas solares eran ya por entonces muy numerosos en Oriente, en Panonia y en el ejército romano, y de ahí que el nuevo sincre tismo solar tuviese una pronta y am plia pl ia acep ac epta taci ción ón en esos eso s ámbi ámb i tos. to s. Aun Au n que no fue así en Roma ni en Occiden te, en todas partes se ofrecía como una atractiva base ideológica y religiosa co mún a todo el Imperio, cuyas tenden cias monoteístas quedaban así reforza das, máximo cuando filósofos neoplatónicos, gnósticos e incluso sectores del judaismo helenizante llegaron a considerar este Sol invictus como una representación visible del dios supre mo invisible y protector de todos los puebl pue blos. os. Ampa Am parr ado ad o p or esta es ta divi di vini nida dad, d, Aureliano se proclamó dominus et deus, fórmula contundente que tal vez no tuviese el contenido real que su li teralidad pudiera hacernos pensar, pe ro que expresa inequívocamente los ideales unitarios y absolutistas de su concepción monárquica. Y a este pro pósit pós ito, o, ¿cuál ¿cuá l fue la acti ac titu tudd de los cris cr is tianos? ¿Por qué la literatura cristiana, Lactancio en particular, es tan impla cable con Aureliano?. En principio, el hecho fundamental es que el cristianis mo ha conocido una espectacular ex pan p ansi sión ón ent en t re los más dive di vers rsos os s ec to to res sociales, incluyendo las tierras oc cidentales, de manera que ya es la fuerza espiritual más activa, más com bat ba t iva iv a y mej me j or orga or gani niza zada da del Imper Imp erio io.. Como quería Tertuliano y ahora Comodiano, los cristianos son la militia Christi, y están en consecuencia dis pues pu estt os para par a la l ucha. uch a. El .pro .p ropi pioo paga pa ga no Porfirio, que gustaba subrayar las inadecuaciones entre el cristianismo y la monarquía romana, reconocía la pu
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jan j anza za de la nuev nu evaa r eli el i gión gi ón fren fr entt e al de de solador abandono de los templos paga nos. Seguramente Aureliano ni siquie ra pensó en la posibilidad de otra per secución, pero ni a él ni a nadie le pa saría ya inadvertida la imposibilidad de unificar espiritualmente el Imperio en contra o al margen de los seguido res de Jesús. Con todo, también en es to Aureliano es un “emperador del s.III”, que ni pudo ni quiso pensar lle gado el momento de la cristianización del Estado.. Pero si la unificación religiosa no llegó a verificarse plenamente, sí se alcanza ahora la plena reunificación polí po lítt icoic o-mi mililitt ar del Impe Im perr io, io , con el so so metimiento del imperium Galliarum y del Reino de Palmira: para un empera dor tan sentidamente comprometido con los ideales unitarios y “monárqui cos”, ello suponía el mayor de sus éxi tos personales y también el cumpli miento de uno de los más ineludibles compromisos de Estado contraidos por Roma a lo largo de su historia. La in corporación de la Galia apenas exigió esfuerzos por parte romana: desde el 270, tras tras el asesinato asesina to de Victorino, era gobernada por Tétrico, viejo senador que veía con preocupación la prepo tencia político-militar del Norte y de la población menos romanizada sobre las regiones “civiles” del Sur. Y se de cidió, ante la llegada de Aureliano, a rendirse al emperador legítimo, para restituir así la paz y la unidad de Occi dente. En fechas cercanas se producía también la derrota de Palmira y la completa unificación del Imperio. Ze nobia, con el título de regente, se ha bía prop pr opue uest stoo ant an t e t odo que Roma Ro ma r e conociese a su hijo Vabalato los mis mos poderes de Odenato, y de facto así se entendió durante varios años. Pero a fines del 271 aquel se proclamó Im p era er a tor to r C aesa ae sarr Vhab Vh abal alat athu huss A u g u s tus (lo que obviamente suponía la in
dependencia y la ruptura total con el Imperio), a la par que Zenobia invadía Egipto, donde contaba con aliados y simpatizantes antirromanos. En aque-
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líos años debió parecer inevitable gran medida estos planes, pues su su que el Reino independiente de Palmi cesor, Probo, optó por mantener la ra se convirtiese en la gran potencia paz pa z con los here he rede derr os de Sapor Sap or.. Los hegemónica de Oriente. Sin embargo, proy pr oyec ectt os exp ex p ans an s i onis on ista tass ser se r ían ía n ret re t o una decidida y enérgica reacción del mados por el siguiente emperador, Caro, que obtuvo importantes éxitos emperador Aureliano conjuró estos militares frente a los persas, llegando pe p e l i g r o s : al f r e n t e de su e j é r c i t o y afrontando todo tipo de dificultades, incluso a ocupar Mesopotamia y la capital Seleucia, pero también él en tomó Antioquía y tras dura marcha a través del desierto, se apoderó tam contró entonces la muerte y los ejér bién bi én de Pal Pa l mira mi ra.. La c iuda iu dadd y sus d i r i citos fueron replegados de inmediato po r el nuev nu evoo empe em perr ador ad or,, N umer um erii ano. an o. gentes fueron tratados con clemencia, por seguramente porque Aureliano sabía El conflicto lo heredó así Diocleciano y a él correspondería darle una so la solidaridad que despertaban en aquellas regiones, su imbricación so lución más duradera. cial y lo peligroso que sería en aque llos momentos una intervención per sa en apoyo de los palmirenses. Pero 4. Probo (276-282) . La si bien esto no se produjo, como esta utopía social y el proble ba a n unc un c i ad o, ta m po c o la cle cl e m e nc i a imperial fue suficiente, y apenas ma bárbaro marchado el emperador, una nueva Tras los breves reinados de Tácito, sublevación estalló en Palmira, Egip rico italiano elegido por el Senado to y diversa ciudades sirias. En esta (275-276) y de Floriano (verano del ocasión Aureliano fue despiadado en 276), ambos asesinados por los solda sus medidas represivas, permitiendo el saqueo por las tropas de las ciuda dos, los jefes militares designaron em per pe r ador ado r a Prob Pr obo, o, cuya cu ya prim pr imer eraa misi mi sión ón des sublevadas e imponiendo pesados debía consistir en reafirmar la unidad tributos a toda la zona. Como señala tan prontamente amenazada desde el Petit, “la victoriosa expedición había suprimido todo peligro de separatis interior: valiéndose de un recurso tea tral y simbólico, que se adelanta a mu mo y procuró al Estado un rico botín que facilitó la reforma de las finan chas historias del Medievo, invitó a su mesa y luego mandó matar a los asesi zas”, según vimos anteriormente, si bien bi en la r uina ui na de P alm al m ira ir a tamb ta mbié iénn s u nos de Aureliano y de Tácito. Tuvo una especial preocupación por mejorar la pu so en c o n t ra p a r t i d a el l an g ui d ec i economía y las condiciones de vida de miento de las relaciones comerciales con Oriente en las que aquella cum su pueblo, que a pesar del saneamiento plí pl í a un act ac t i vís ví s im o pape pa pell como co mo i nt er monetario y de las reformas anterior mente introducidas, se hallaba todavía mediaria. en un lamentable estado de postración. Un factor de azar había facilitado En este sentido cabe recordar sus de la victoria de Aureliano: la muerte cretos fomentando la viticultura en las del gran rey Sapor, que seguramente prov pr ovin inci cias as (cul (c ultt ivo iv o proh pr ohii bido bi do por po r Doimpidió el apoyo persa a Palmira y que, en todo caso, suponía la desapa miciano para beneficiar la agricultura italiana), lo que a su vez prueba la cre rición de un peligrosísimo adversario ciente importancia de las provincias y del Imperio. La debilidad persa fue aprovechada por Roma para recupe la irreversible decadencia económica y po l í t i ca de Ital It alia ia.. A ell el l o se añad añ adee su rar el terreno perdido en reinados an pol pr eten ensi sión ón de p oner on er en cult cu ltiv ivoo nuevas nue vas teriores y reactivar las rutas comer pret ciales cial es y su pres pr esenc encia ia en toda la zona. | tierras, obligando a trabajar en ellas a El asesinato asesina to de Aurelian Aure lian o frustró en en ¡ los soldados panonios y a los habitantes
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de ciudades y aldeas. La obligatoriedad de estos trabajos agrarios (canalizacio nes, drenajes, etc.) para toda la pobla ción se confirma en diversas referen cias de papiros egipcios, y aunque pre tendiesen mejorar los rendimientos de la annona militar, le costaría la vida al emperador, pues sus tropas no acepta ron estas imposiciones extramilitares y lo asesinaron, nombrando sucesor al
prefe pre fect ctoo del pret pr etor orio io Caro. En sus sueños patrióticos de ganar la paz y llevar el bienestar a los pue bl b l o s , r e t o r n a n d o n u e v a m e n t e a una un a “edad de oro” sin ejércitos y sin gue rras, Probo prosigue con la política de asentamientos de contingentes bárba ros en tierras abandonadas con el fin de paliar la alarmante despoblación de algunas zonas del Imperio y atenuar la
Probo “ Probo, pacificadas las Galias, m andó al Senado la siguiente carta: “Doy gracias a los dioses inmortales, oh padres cons criptos, de que hayáis visto realizadas en mí vuestras esperanzas. Toda la gran extensión de tierra que forma el país ger mano ha quedado sometida, nueve re yes de las más diversas tribus han caído suplicantes a mis pies, o mejor dicho, a los vuestros. Todos estos bárbaros aran ya los campos para vosotros, siembran para vosotros y combaten contra los pueblos del interior. Decretad, pues, se gún vuestras costumbres, acciones de gracias. Hemos dado muerte a cuarenta mil enemigos. Dieciseis mil hombres ar mados se nos han entregado y se han rescatado del poder enemigo setenta ciudades de las más importantes. Final mente, casi toda la Galia ha quedado li bre. He entregado a vuestra clemencia las coronas de oro que todas las ciuda des de la Galia me regalaron. Ofrecedlas con vuestras propias manos a Júpiter Optimo Máximo y a los demás dioses y diosas inmortales. Todo el botín ha sido rescatado y hasta nos hemos apoderado de mayor cantidad de la que antes nos habían quitado. Los campos de la Galia se aran con bueyes bárbaros y las yun tas de los germanos, ahora cautivos, so meten sus cuellos a nuestros agriculto res. Los rebaños de estos diversos pue blos pastan ahora para servir de alimen to a nuestras tropas, sus manadas de caballos se fecundan ahora para nuestra caballería y nuestros liórreos están re pletos de trigo de los bárbaros. Solamen te les hemos dejado el suelo. (...).” No ocurrió lo mismo con los gepedos,
greothungos y vándalos, a quienes esta bleció de igual modo en territorio roma no, pero que no conservaron su fidelidad durante mucho tiempo, sino que, mien tras Probo hacía la guerra a los tiranos, hicieron mucho daño a la República e in vadieron por mar y tierra casi todas las provincias del imperio. (...). Probo, midiendo exactamente su pro pia potencia, no tuvo miedo ni a los bár baros ni a los tiranos. ¿Qué felicidad no habría resplandecido para la nación si bajo aquel emperador no hubiese nece sitado más de los ejércitos? Los habitan tes de las provincias no se verían en adelante obligados al tributo para los aprovisionamientos militares. Tampoco sería necesario pagar a las tropas sa cando este dinero de los donativos públi cos, la nación romana poseería tesoros inagotables. Y el emperador se vería li bre de todo gasto. Los propietarios esta rían libres de impuestos. En realidad, Probo prometía la edad de oro. Ya no habría en adelante campamentos milita res, no se oiría en ningún sitio la trompe ta militar ni se volverían a fabricar armas. Esta muchedumbre de hombres de ar mas que ahora hacen sufrir a la nación con guerras intestinas, trabajaría los campos, se dedicaría al estudio, apren dería las artes, surcaría en paz los ma res. Añade a estas ventajas que nadie moriría en los campos de batalla. ¡Dio ses de bondad! ¿Tanto os hemos ofendi do para que nos arrebatéis a tan gran emperador?”. Historia Augusta, Vida de Probo, XVXXIII. (Traducción de Balbino García).
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pres pr esió iónn de las gentes externae, que en en particular el fracaso con los francos grandes oleadas llegaban al limes, y establecidos en el Ponto, que se rebela cuya pasividad ya no era posible, ni ron, asolaron el Norte de Africa, Asia tampoco ética, comprar a precio de oro. Menor y Grecia, y finalmente impusie También se optó, como era tradicional, ron su dominio pirático, efímero pero por incor in corpor porar arlo loss a los ejérc ejé rcititos os enc en c ar ar significativo, en todo el Mediterráneo, gados precisamente de la defensa de las llegando incluso a apoderarse de Sira fronteras, misión que por lo general cusa. Para algunos historiadores, se tra cumplirían eficazmente. Aunque los ta del acontecimiento más importante pan p an eg i ri sta st a s alab al aban an los r es ult ul t ado ad o s de de la historia marítima del Principado y esta política, y en particular los asenta el preanuncio del crepúsculo del Impe mientos de bárbaros en tierras vírgenes rio. o abandonadas, es dudoso que siempre fuese positiva, pues no podemos olvi 5. Los últimos empera dar que se trata de pueblos seminómadas y alejados de las formas de vida ro dores ilíricos manas, y proclives a la solidaridad con sus congéneres que presionaban sobre Caro(282-283) ni siquiera se molestó el limes y asolaban las regiones fronte en solicitar la protocolaria aprobación rizas. Sin embargo, no parece desacer del Senado, lo cual, aun siendo la pri tado valorar esta política de Probo, mera vez que ocurriese en la historia de que tenía remotos antecedentes y ten Roma, simplemente ratificaba una vieja drá dilatada continuación, como la me realidad. Nombró Césares a sus hijos jor j or,, si no la únic ún icaa posi po sibl ble. e. El Esta Es tado do Carino y Numeriano, dejando al prime no tenía otro modo de afrontar proble ro el mando de Occidente para marchar mas tan graves como la pen p enur ur ia hom ho m i él a Oriente donde moriría, tal vez ase num, el abandono de tierras, el dete sinado, al poco de iniciar la lucha con rioro de la economía monetaria en tra los persas. Allí mismo le sucedió benef ben efic icio io de la autar aut arquí quíaa y de las pres pr es Numer Num eria iano no (283(2 83-284 284), ), ahor ah oraa con el tí tí taciones en especie (incluyendo la an tulo de Augusto, y lo propio acaecía nona) y algo todavía más peligroso: la con Carino (283-285) en Occidente. solidaridad creciente, en diversos pun Precisamente a la muerte, también por tos del Imperio, entre súbditos romanos asesinato, del enfermizo y débil Nume e invasores bárbaros, en los que mu riano, sería aclamado emperador, el 20chos de aquellos encontraron aliados XI-284, Diocleciano. Entretanto, Cari naturales frente a la opresión fiscal y no se consagra en Occidente a la repre social del Estado o incluso sus libera sión de los movimientos bagáudicos y a dores políticos. El Carmen apologeti ganarse el apoyo de la plebe romana. cum de Comodiano, que ve en los go Al poco se produjo el enfrentamiento dos el brazo redentor de Dios, y en el militar entre los dos emperadores, que emperador (¿Valeriano?) el Anticristo, se saldó con el triunfo de Carino, que desea sin velamientos la muerte del quien, sorprendentemente, fue de inme Imperio y el triunfo de sus enemigos, diato asesinado por sus propios solda no era ciertamente fruto aislado de las dos mientras que el derrotado Diocle elucubraciones de un fanático. Tenía, ciano era reconocido como único Au por el contrar cont rario, io, anchas anc has zonas zon as de inspi ins pi gusto: una vez más en estos años con ración social, en las que germinaban vulsos, el destino de Roma parecía de abierta y peligrosamente sentimientos pend pe nder er de los capr ca pric ichos hos del azar. Y en de antirromanidad. Seguramente fue la esta ocasión sería ese azar quien lleva conciencia de esta problemática lo que ría al poder a uno de los emperadores explique el silencio de la HA sobre al más brillantes y decisivos de la historia gunos puntos negros de su reinado, y de Roma.
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V. Mentalidades y vida espiritual en una época de angustia
Los sentimientos espirituales y religio sos, los gustos estéticos y literarios, todo lo que podemos denominar gené ricamente como “mentalidades”, resul tó profundamente afectado en estos años turbulentos. A pesar de que el atractivo de la cultura clásica no pare ce resentirse, se constata sin embargo un claro declive del espíritu raciona lista y, sobre todo, lo que Mazzarino denominó “democratización de la cul tura”, esto es, una simplificación y di fusión de conceptos e ideas mágico-re ligiosas accesibles a las masas, así co mo un renacimiento de expresiones culturales locales o regionales hasta ahora marginadas o sometidas. El triunfo del arte plebeyo-cristiano y el despertar de las lenguas vernáculas (frente al griego y latín de las élites tradicionales y de los vencedores) tal vez sean la mejor ilustración de este “movimiento descolonizador” ajeno a los ideales de la pa p a id ei a clásica.
1. Irracionalidad y vida intelectual Las grandes corrientes de la filoso fía tradicional sufren un notorio retro ceso en beneficio del escepticismo, del sincretismo y de un cierto patetismo moralizante. Tampoc'o la última de ellas, el neoplatonismo de Plotino (204-270), pudo sustraerse a las in quietudes y especulaciones de su épo
ca. Las Ené E né ad as están empapadas de tendencias monoteístas, complejas gradaciones jerárquicas, coexistencia y hasta confusión de elementos inte lectuales y místicos... lo que derivaría, con herederos inmediatos como Porfi rio, en concepciones irracionales y teúrgicas, irreconciliablemente enfrenta das a las no menos irracionales que durante los siglos III y IV emanaban del cristianismo. No puede extrañar el florecimiento de “textos herméticos”, como La rev re v ela el a ción ci ón de H erm er m es T ris ri s megisto (mezcla de astrologia caldea, simbología antitética irania y concep ciones neopitagóricas y platónicas), los Oráculos Caldeos o incluso la Gnosis cristiana o conocimiento místi co y alegórico de todo lo existente, a part pa rtii r de una opos op osic icii ón mani ma niqu quea ea entre ent re el mundo sensible (satánico) y el mun do divino con elementos judeo-apocalípticos y otros de origen oriental. Vi da intelectual, pues, vivida intensa mente y en los márgenes de lo racio nal, llena de ansiedad (Dodds) y con un marcado componente elitista, pues encuentra su mejor caldo de cultivo en los espíritus letrados y sofistas, en las ciudades y en la corte imperial. De ahí que junto a la pobreza literaria en sen tido estricto, incapaz de satisfacer las nuevas exigencias y de tranquilizar las nuevas inquietudes, se constate una inusitada preocupación pedagógica que convierte ciertamente este tiempo en “el siglo de los profesores” (Petit). Preocupación educativa que afecta en
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pri p rime merr luga lu garr a los prop pr opii os e mper mp er ado ad o res (como antaño la tuvo M. Aurelio), quienes o bien se enorgullecen de su prop pr opio io sabe sa berr (Gor (G ordi diano ano I, Balbi Bal bino, no, Ga lieno, Tácito) o bien se desvelan por la instrucción de sus hijos, cual fue el ca so de los poco refinados Maximino y Postumo. Se explica así el renacer del mecenazgo imperial: Filipo con Plotino, Galieno y su esposa Salonina con Nicá Ni cágo gora ras, s, Zeno Ze nobi biaa con Lo Long ngin inoo o Calínico, y Caro con Nemesiano.
2. La crisis del pa p a g a n i s m o La religiosidad de signo pagano y cris tiano, inextricablemente unidas y confun didas con toda clase de supersticiones y hechicerías, no es sólo uno de los as pect pe ctos os más sent se ntii dame da ment ntee vivi vi vidos dos en el s.III, sino principalmente el factor de irracionalidad que impregna todas las manifestaciones de la vida social. Por eso es en la religión donde mejor se aprecian los sentimientos de inquietud de la época, las transformaciones, la crisis de valores y los nuevos caminos que empiezan a tantear, sumidos en la
miseria o aupados en la cresta del po der, los más dispares sectores sociales. Las derrotas militares, las calamidades y el expolio de los santuarios hicieron perd pe rder er la c onf on f ianz ia nzaa en los diose di osess y en la piedad tradicional. La literatura pa gana describe con preocupación la de solación y pobreza de los ceremonia les, el descreimiento y la soledad de los templos. El generalizado desapego de las prácticas religiosas oficiales (dioses capitolinos o culto imperial), convertidas ya en fríos rituales de cor te casi político, llevó a las masas po pula pu lare ress a bus bu s car ca r sus sat sa t isfa is facc ccio ione ness es es piri pi ritu tual ales, es, tan urge ur gent ntee s en t iemp ie mpos os de miserias materiales, en las divinidades orientales y en prácticas mágicas que incitaban al misticismo y al éxtasis, en un contacto directo con el Dios salva dor, con frecuencia muerto y resucita do, modelo a seguir por los fieles en la vida terrena efímera y dolorosa. Aquí se fragua una moralidad y unas reglas de comportamiento que privilegian la pobr po brez ezaa y el desp de sprr eci ec i o a las la s riqu ri quez ezas as de este mundo, la fraternidad universal y la caridad, tan necesarias en estos años de dolor y miseria. Se expanden así sentimientos de igualdad humana.
Co njunto del B aptisterio, aptisterio, casa casa cristiana de Dura Europos (siglo III)
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igualdad en la autodepreciación frente a una divinidad poderosa y omnipre sente que tiende a convertirse, lógica mente, en el Dios único, muchas ve ve ces representado por el sol radiante. Entre estos dioses orientales cabe des tacar a Mitra, que a pesar de sus oríge nes persas encuentra amplísimo eco en los ejércitos romanos, la frigia Cibeles o la egipcia Isis; sin olvidar, natural mente, la doctrina universalista que Mani (217-276) predicó en tiempos de Sapor, basada en la lucha del Bien contra el Mal, de la Luz contra las Ti nieblas, y que se extendió tanto por Occidente (hasta Africa) como por Oriente (hasta China), siendo a la pos tre perseguida por sasánidas y roma-
nos,. lo que no impidió que todavía mostrase su vigencia en tiempos de Agustín y que Mani pasara a la poste ridad como uno de los últimos grandes pr p r o f e t a s , j u n t o a Z o r o a s t r o , J es ús y Mahoma.
El sentimiento de desgracia y decadencia de los tiempos
cución contra nosotros: he aquí que ya toca a la puerta y se ciñe la espada: (por castigo divino) ella hará pasar el río a los godos que irrumpen (en el Imperio). Con ellos estará el rey Apolión, de nombre te rrible, el cual, en medio de las armas, acabará la persecución contra los cristia nos. Se mueve hacia Roma con muchos millares de hombres y por decreto de Dios los subyuga y los hace prisioneros. Muchos de los senadores, prisioneros, llorarán entonces; blasfeman contra el Dios del cielo, vencidos por el bárbaro. Sin embargo, estos paganos (godos) dan alimento a los cristianos, que ellos buscan alegremente como a hermanos, prefiriéndolos a los lujuriosos adoradores de ídolos falsos. Efectivamente, los go dos persiguen a los paganos y ponen bajo el yugo al Senado. Estos males se abaten sobre aquellos que han persegui do a los cristianos; en el término de cin co meses, los perseguidores son muer tos por el el enem igo”.
“Cooperamos también en las cosas co munes nosotros que, a nuestras oracio nes, hechas con justicia, añadimos ejer cicios y meditaciones que nos enseñan a despreciar los placeres y no dejarnos arrastrar por ellos. Y hasta puede decir se que nosotros combatimos más que nadie por el emperador; porque, si no salimos con él a campaña, aun cuando se nos urja a ello, luchamos en favor su yo juntando nuestro propio ejército por medio de nuestras súplicas a Dios. (...). Por lo demás, si los cristianos rehúsan los cargos públicos, no es porque traten de eludir los servicios generales que pi de la vida, sino porque quieren guardar se a sí mismos, por la salud eterna de los hombres, para el servicio más divino y necesario de la Iglesia de Dios. Así piensan necesaria y justamente, y así se preocupan por todos: por los de dentro, para que cada día vivan más santamen te; por los aparentemente de fuera, para que lleguen a las sagradas palabras y obras de nuestra religión.” Orígenes, Contra Celso, VIII, 73-75. (Traducción de D. Ruíz Bueno). “Principio del fin será la séptima perse-
3. Las persecuciones del cristianismo y la organización eclesiástica A lo largo del s.III el cristianismo deja de ser, sociológicamente hablan do, una religión de pobres y margina dos, para penetrar (sin abandonar estos sectores deprimidos) en los ámbitos
C o m o d i a n o,Carmen apologeticum. (Traducción de S. Mazzarino) “Esto es lo que Dios celestial me incita a anunciar, mal de mi grado, a los reyes so bre su poder real. (...) Y el belicoso Ares la lanza; por él todos mueren, y el que ha nacido inocente da preceptos en las
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superiores de la sociedad, en la corte imperial, en los ordines ecuestre y se natorial, en las curias municipales, en tre los funcionarios y el ejército. En tan acelerada expansión, se produjeron claudicaciones acomodaticias al poder establecido, pero también violentas inadaptaciones que constituyen un ca pítu pí tulo lo i mpor mp ortt ant an t e de este est e proc pr oces eso. o. La pat pa t ríst rí stic icaa y los cáno cá none ness de los Conc Co ncii lios, como el celebrado en ¡liberris a pri p rinn cip ci p i o s del s.IV, s.I V, c o nt ie n e n m ú l t i ples pl es indi in dica caci cion ones es sobr so bree las rel re l aci ac i ones on es de los cristianos con los medios oficia les, con los judíos, con los poderosos, así como sobre la organización de los rituales eclesiásticos y litúrgicos, don de las consideraciones mágicas y su-
pers pe rstitici ciosa osass ocup oc upan an un l ugar uga r muy i m port po rtan ante te.. Pero Pe ro prev pr evia ia men me n t e la e x pa n sión y fortaleza del cristianismo habí an realzado sus diferencias con el pa ganismo y, sobre todo, con la organi zación político-religiosa del Imperio. La investigación moderna tiende, sin embargo, a considerar las persecucio nes de Decio y Valeriano como breves episodios de hostilidad oficial que no deben ocultar la realidad de una tole1 rancia largamente practicada, y que, según hemos ya analizado, fueron también ellas expresión de la crisis de mediados de siglo. A este respecto de bemo be moss i nsist nsi stir ir en que qu e no fueron fue ron pocos poco s los cristianos que vieron en el edicto de Decio (ordenando sacrificar a los
asambleas; pues habrá muchas guerras, combates y matanzas, hambre, peste, seísmos y violentos rayos, muchas incur siones de los asirios por el mundo entero, expolio y profanación de templos. (...) (...) Hombres, ¿por qué en vano, como si fuerais inmortales, a pesar de la breve dad de vuestro poderío, tenéis sentimien tos en exceso altivos y todos queréis rei nar sobre los mortales, sin comprender que Dios mismo aborrece el afán de do minio y sobre todo a los reyes insacia bles, terribles, impíos, y levanta sobre ellos la oscuridad, porque en vez de las buenas obras y los justos pensamientos prefirieron todos los mantos de purpúreo tejido y no ansian más que guerras, la mentos y matanzas? Breve destino les dará Dios inmortal que en el éter habita: los aniquilará y en distintos lugares a ca da uno matará.”
Rávena; los alamanos, en su expedición a las Galias, pasan también a Italia; Gre cia, Macedonia, el Ponto y Asia son des truidas por una invasión de godos; y en lo que respecta a la Dacia de más allá del Danubio, se pierde para siempre; los cuados y sármatas asolan los territorios de Panonia; los germanos de los territo rios más lejanos barren y se apoderan de Hispania; los partos toman Mesopota mia y arrasan Siria; quedan todavía por las distintas provincias, entre las ruinas de las grandes ciudades, pequeños y mí seros lugares que conservan señales de sus desgracias y el recuerdo de su nom bre; entre ellas, incluso en Hispania re cuerdo yo ahora, para consuelo de mi re ciente desgracia, a nuestra Tarragona. Tarragona. Y para que no escapase de este des pedazamiento ninguna parte del cuerpo romano, en el interior conspiran los usur padores, resurgen las guerras civiles, se derrama por todas partes gran cantidad de sangre romana en la cruel lucha entre romanos y bárbaros; pero en seguida la ira de Dios se convierte en misericordia y en lo que se refiere a la venganza por él iniciada debe ser considerada total sólo en apariencia, no como auténtico casti go."
Oráculos sibilinos, XIII-XIV. (Traduc
ción de E. Suárez de la Torre). “De repente, con el consentimiento de Dios, se sueltan por todas partes los pueblos que habían sido conveniente mente colocados y puestos alrededor de las fronteras del Imperio y, rotos los fre nos, se lanzan contra todos los territorios romanos. Los germanos, tras atravesar los Alpes, Retia y toda Italia, llegan hasta
Orosio, Historias, VII, 22. (Traducción de E. Sánchez Salor)
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dioses) un llamamiento a la unidad y al patriotismo ante la incontenible es calada de los peligros externos.... y sa crificaron y quemaron incienso en los altares paganos, convencidos de que tal actitud era obligada para todo buen ciudadano, y aunque heterodoxa para la nueva religión cristiana, manifiesta mente fiel a la piedad secular de los antepasados. No deja de ser significa tiva la frecuencia de compromisos por una y otra parte: muchos libelli (certi ficados de haber sacrificado) se obtu vieron fraudulentamente por parte de los cristianos, a la par que las autori dades romanas no pocas veces se con forman con gestos simbólicos. Ello pone po ne una i mpor mp ortt ant an t e dosi do siss de hum hu m ani an i dad y tolerancia social, que debemos subrayar en horas tan dramáticas y en una comunidad tan profundamente convulsionada. Aunque hubo numero sas víctimas, entre ellas las de muchos cristianos que se autodenunciaron, el prob pr oble lema ma que más p reoc re ocup upaa ría rí a en los años siguientes sería el de la reintegra ción en la Iglesia de los lapsi, los que habían caído, entre los que se hicieron sutiles distinciones (los sacrificati, que habían sacrificado; los thurificati, que sólo habían quemado incienso; y los libellatici, que simplemente se las habían ingeniado para conseguir un certificado), que traducen las tenden cias del cristianismo a introducir en su moralidad la compleja jerarquización de los valores socio-políticos de su tiempo. Sobre la persecución de Vale riano se debe recordar en particular su pret pr eten ensi sión ón de sane sa near ar el teso te soro ro públi púb lico co mediante la confiscación de las pro pi p i e d a d e s de l os c r i s t i a n o s r ic os. os . En efecto, a un primer edicto que prohibía el culto y las reuniones de cristianos e instaba al clero a sacrificar bajo pena de exilio, siguió otro en el 258 agra vando los castigos y estipulando en concreto que los fieles de alt0 rango fuesen condenados a muerte, a la es clavitud o al exilio y, en todos los ca sos, sus bienes confiscados. En conse cuencia, el cristianismo sufrió un duro
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golpe en sus élites dirigentes, en sus recursos y en su implantación socio polít pol ítica ica:: ahor ah oraa las la s víct ví ctim imaa s fuer fu eron on más numerosas y de más relieve, contándo se entre los mártires al papa Sixto II y a Cipriano de Cartago. Pero tras la captura de Valeriano por los persas, su hijo Galieno promulgó un edicto de tole rancia cuya generosidad abría un periodo nuevo en las relaciones Iglesia / Imperio y una paz religiosa que se mantendría cuarenta años. Este edicto no se limitaba a poner fin a la persecución, sino que por primera pri mera vez en la Histori Hist oriaa autori auto rizaba zaba ofi ofi cialmente el culto cristiano y estipulaba la restitución a sus comunidades de los bien bi enes es c o n f i s c a d o s , en p a r t i c u l a r de los cementerios. Aunque se discute si el reconocimiento fue de hecho o de derecho, es probable que Galieno diri giese su edicto directamente a los obispos, lo que probaría que reconocía su autoridad en todos los aspectos. A partir de ahora, la Iglesia consa grará todos sus esfuerzos a tareas orga nizativas y de disciplina interna, pues se trataba no sólo de encauzar la actividad de las masas cristianizadas, sino tam bién bi én - y qui qu i zás zá s era er a lo más má s d i f í c i l - de institucionalizar la moral y las prácticas religiosas. A estas alturas no cabía espe rar un fin inminente de los tiempos y en consecuencia no era tan vital permane cer alerta. Por el contrario, había que ritualizar las creencias y hacerlas asequi bles al pueblo, puebl o, de modo mod o que las vive vi ven n cias religiosas y las promesas de salva ción fueran poco a poco transformadas en rituales minuciosamente organiza dos, cuyo cumplimiento más o menos prot pr otoc ocol olar ario io e ra i mpue mp uest stoo a t odos od os los fieles. La ferviente espera de la Parusía quedó así reducida a unas ceremonias litúrgicas uniformadas que no solamen te constituyen el más grandioso fraude del mensaje originario de Jesús, sino que históricamente consagraban el naci miento de un nuevo cristianismo, ética mente formalizado y socialmente jerar quizado, llamado a convertirse en el pi lar fundamental de las estructuras políti cas bajoimperiales. Con ello se larva
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también el conflicto entre la “verdade ra” vida cristiana y el “siglo”, entre los que esperaban alerta y apasionadamente el Reino de Dios y los que, más realistas, organizan a las masas y administran sus bienes. El conflicto confli cto lleva al monaquis monaq uismo mo e incluso a las herejías y a los problemas
doctrinales y, lógicamente, al nacimiento de la teología. Son indicios que parecen revelar una ruptura temprana de la soli daridad comunitaria y el esbozo de la se cular connivencia histórica entre las je rarquías eclesiásticas y los poderes pú blicos en vías de crist cr istianizaci ianización. ón.
...
Retrato de Zoroastro (?), Mitraeum de Dura Europos (sigloll)
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4. Escatología religiosa y utopía po p o líti lí tica ca p a r a u n a é p o c a de angustia En su tratado Ad A d D e m etri et rian an um , e s crito sobre el 252, Cipriano de Cartago diagnostica con asombroso rigor las causas de tantos males como aquejaban a su tiempo: “te quejas co mo si, aun contenida la amenaza ex terna de los ejércitos bárbaros, no fuese más feroz y dura la guerra do méstica por las calumnias e injusti cias de los ciudadanos poderosos; te quejas de la eslirilidad y hambre, co mo si la sequía causara más hambres que las rapiñas, el saqueo de las im po p o r t a c i o n e s de v í v e r e s y el alz al z a de prec pr ecio ioss ... .. . . Te quej qu ejas as de que qu e hay ha y poca po ca prod pr oduc ucci ción ón de frut fr utos os,, cuan cu ando do los que qu e se producen no se reparten entre los menesterosos; te irritas por la peste, cuando ..... ni a los enfermos se les pres pr estt a soco so corr rro, o, y la r a piñ pi ñ a y la a v a r i cia se ejerce sobre los muertos” (10). Pero él no propone soluciones. No cree que las haya. Por el contrario, está convencido de que todas las ca lamidades anuncian la decrepitud, el fin de los tiempos y el castigo divino por po r la impi im piee dad da d paga pa gana na,, y p or t ant an t o la Parusía o segunda venida triunfal de Jesús: “debes saber que el mundo ha entrado ya en su senectud....no dan tanta plata y oro las minas ex haustas ..... En los campos disminuyen los labradores, en los mares ios mari nos, en los campamentos los solda dos; no hay inocentes en los tribuna les ni just icia ic ia en las causas, ni unión entre los amigos, ni habilidad en las artes, ni orden en las costumbres....En cuanto al hecho de que hay continuas guerras, que aumentan la angustia, la escasez y el hambre; que la salud se quebranta al arreciar las enfermeda des, que la peste causa estragos en la humanidad, sábete que está vaticina do que aumentarán estos males en los
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últimos tiempos, que se multiplicarán las adversidades y, al acercarse el Día del Juicio, se encenderá más y más la ira de Dios enojado para en viar castigos al género humano” (35). Si resulta sorprendente que el diagnóstico histórico, racional y acertado, sólo sirva a Cipriano para dar validez a su visión escatológica, no es menos paradójico el contrapun to que ofrece la pagana H is to r ia A u gusta cuando analiza los ideales polí ticos del emperador Probo: “acos tumbraba decir que el soldado no de be com co m er grat gr atii s su pan. pan . A esto es to añad añ adii ó otra observación, perjudicial para ellos si llegaba a realizarse, pero be neficiosa para la nación, a saber, que pr p r o n t o no s e r í a n y a n e c e s a r i o s l os soldados....La nación romana, plena de seguridad, reinará en todos lados y todo lo poseerá. Ya no se fabricarán armas en ninguna parte del mundo. No será se ránn nece ne cesa sarr ios io s los lo s a p ro vi s i o na mientos militares; los bueyes arras trarán el arado y los caballos vivirán únicamente para labores pacíficas. No h a b r á gu er ra s ni e x i s t i r á n c a u t i vos. En todos los lugares reinará la paz, pa z, los lo s ju ec e s y las l eyes ey es de R om a ” (XX). La enfermedad también ha si do aquí fríamente diagnosticada: el ejército es la sanguijuela del Imperio. Pero a falta de fe en una interpreta ción escatológica pagana, el cronista debe recurrir a la escatología política que entiende el proceso histórico se gún una jerarquía de metales: los tiempos actuales de hierro darán pron pr ontt o pas pa s o a la e dad da d de oro, oro , pací pa cífi fica ca y feliz, a la que aspiran todos los pueb pu ebll os; os ; y R oma, om a, por po r su pues pu estt o, a la cabeza. Al historiador y al hombre de hoy quizás puedan bastar estos dos testimonios para presentir sin fanta sía las duras condiciones de vida en que se debió debatir una sociedad a la que, desesperanzada y exangüe, ya sólo se le podía ofrecer la venganza divina y el Reino de los Cielos o la vieja utopía política del eternamente próx pr óxii mo aurum seculum.
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Cronología
235-284
Periodo Peri odo de Anarquía Anarquí a Militar. Innume rables usurpaciones, destituciones y sublevaciones. Consolidación del po der sasánida. Agitaciones de los bár baro ba ross en las front fr onter eras as.. Crisi Cri siss del E sta st a do y de sus fundamentos socioeconó micos. Ruptura de la unidad Imperial y restauración autoritaria por los em pera pe rador dores es ilír il íric icos. os.
235
Asesinato Asesinat o de Severo Alejandro Alej andro y Julia Mamea por el ejército, que proclama a su vez ai campesino tracio y oficial Maximino: primer emperador-solda do. Lucha contra alamanes, sármatas y dacios.
238
Año crucial de la crisis del del siglo III en el que reinaron hasta cinco emperado res. Asesinato de Maximino y de los emperadores senatoriales Gordiano I y II, Pupieno y Balbino. Proclamación del joven Gordiano III. Invasiones de carpos y godos.
241-3
Los persas sasánidas invaden Mesopo Meso po tamia, mientras Roma debe hacer frente, además, a carpos, godos y sár matas. El Imperio es regido de hecho por po r el s uegro ueg ro de Gord Go rdii ano an o y prefe pre fect ctoo del pretorio, Timesiteo.
243
Muerte de Timesiteo. Filipo, de origen árabe, le sustituye como prefecto del preto pre tori rio. o.
244 244
Asesi nato de Gordia no y proc lam a ción de Filipo. Paz con los persas.
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247 (21 de Abril)
Se inician las fiestas del milenario de Roma.
249
Guerra civil. Asesinato de Filipo. El ejército proclama a Decio.
250
Epidemia de peste. Persecuciónde cristianos. Ataques de los godos.
251 251
Muerte de Decio y de Orígenes. Divi siones en la Iglesia sobre la actitud a seguir con los cristianos que desfalle cieron ante la persecución ( lapsi). Novaciano propugna la condena, Cipria no el perdón.
252-3
Guerras civiles y recrudecimiento de los ataques bárbaros. Proclamación de Valeriano, que asocia a su hijo Galie no como Augusto.
254-8
Persecuciones anticristianas: martirio de Cipriano (258). Derrotas frente a godos y persas con importantes pérdi das territoriales. Ruptura de la unidad: Imperio Galo de Postumo en Occiden te y Reino de Palmira en Oriente.
2 60
Valeri ano es c ap t u r a d o po r los per sas. Invasiones de francos y alamanes. Ga lieno revoca los edictos de persecu ción e inicia una serie de reformas prof pr ofun unda dass de c arác ar ácte terr militar mili tar,, polít pol ític icoo y económico.
262-68
Consolidación del poder y autonomía del Imperio Galo y del Reino de Palmira. Tras el asesinato de Galieno (268), la lucha por el poder concluye con la entronización de Claudio, que morirá de la peste dos años después.
27 0- 7 5
Baj o el re i na do de Au r e l i a no se r e s t a blec bl ecee la uni un i dad imperi imp erial al..
2 7 5- 8 5
U l ti m os e m p e r a d o r e s ¡líricos , entre los que sobresale Probo. Victorias so bre los bár bá r baro ba ross y paz pa z con los persas per sas.. Movimientos bagáudicos en Galia. El 20-XI-284 es proclamado emperador Diocleciano, cuyo reinado marca el fin del Principado.
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Emperadores y Papas
Maximino, 235-38 Gordiano I y II, 238 Pupieno y Balbino, 238 Gordiano III, 238-244 Filipo el Arabe, 244-249 Decio, 249-251 T r e b o n i a n o Ga l o, 2 5 1 - 2 53 Volusiano, 251-253 Emiliano, 253 Valeriano, 253-260 Galieno, 253-268 253-268 Claudio II, 268-270 Quintilo, 270 Aureliano, 270-275 270-275 Tácito, 275-276 Floriano, 276 Probo, 276-282 Caro, 282-283 Carino, 283-285 Numer Nu meria iano no,, 28328 3-28 2844 Di o c l e c i a n o , 2 8 4 - 3 0 5
S. Amero, 235-236 S. Fabián, 236-250
S. Cornelio, 250-253 S. Luci o, 25 3- 2 54 S. S. S. S. S.
Esteban, 254-257 Sixto II, 257-258 Dionisio, 259-268 Félix, 269-274 Eutiquiano, 275-283
S. Cayo, 2 83- 296
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