JESUCRISTO, LIBERADOR DE LA CONDICIÓN HUMANA En la religión judaica del tiempo de Jesús todo estaba prescrito y determinado: primero las relaciones del hombre con Dios y, después, de spués, las relaciones de los hombres entre sí. La conciencia se sentía oprimida por una insoportable carga de preceptos legales. Entonces Jesús ala su !o para hacer oír su impresionante protesta contra esta "orma de escla!iar al hombre en nombre de la ley. En el presente capítulo tratamos de mostrar cu#l es la actitud "undamental de Jesús: libertad ante la ley, sí$ pero únicamente para el bien, no para el libertinaje. La ley no posee sino una "unción humana de orden, de creación de las posibilidades de armonía y comprensión entre los hombres. %or eso, las normas del &ermón de la 'onta(a presuponen el amor, el hombre nue!o y liberado para cosas mayores. El tema de la predicación predicación de )risto no "ue ni él mismo ni la *glesia, *glesia, sino el +eino de Dios. El +eino de Dios signi"ica la realiación de una utopía del coraón humano en el sentido de liberación total de la realidad humana y cósmica. Es la nue!a situación del !iejo mundo, totalmente colmado por Dios y reconciliado consigo mismo. %odría decirse, en pocas palabras, ue el +eino de Dios signi"ica una re!olución absoluta, global y estructural, del !iejo orden, lle!ada a e"ecto única y e-clusi!amente por Dios. %or eso el +eino es +eino de Dios en sentido objeti!o y subjeti!o. )risto se concibe a sí mismo no sólo como predicador y pro"eta de esta no!edad e!angelio/, sino como un elemento ya de la nue!a situación trans"ormada. El es el hombre nue!o, el +eino ya presente, si bien bajo un !elo de debilidad. 0dherirse a )risto es condición indispensable para poder participar del nue!o orden ue ha de ser introducido por Dios Lc 12,345/. 6 para ue se lle!e a cabo semejante trans"ormación liberadora del pecado, de sus consecuencias personales y cósmicas, de todos los dem#s elementos alienantes ue se sienten y padecen en la creación, )risto plantea dos e-igencias "undamentales: "und amentales: La con!ersión de la persona y la reestructuración del mundo de la persona.
1. El Reino de Dios supone una e!olu"i#n en el $odo de pensa % de a"&ua El +eino de Dios a"ecta, en primer lugar, a las personas, a las cuales se les e-ige con!ersión. )on!ersión signi"ica cambiar el modo de pensar y de actuar al modo de Dios, es decir, re!olucionarse interiormente. %or eso Jesús comiena predicando: 7)on!ertios, porue el +eino de los )ielos est# cerca8 't 9,2$ ,1;/. ,1 ;/. )on!ertirse no consiste en hacer ejercicios piadosos, sino en un nue!o modo de e-istir ante Dios y ante la no!edad anunciada por Jesús. La con!ersión supone siempre una ruptura: 7<%ens#is ue he !enido para dar pa a la tierra= >o, os lo aseguro, as eguro, sino di!isión. %orue desde ahora habr# cinco en una casa y estar#n di!ididos: tres contra dos y dos contra tres...8 Lc 124?14?2/. &in embargo, esta trans"ormación del modo de pensar y actuar pretende ser sana: pretende lle!ar al hombre a una crisis, a decidirse por el nue!o orden ue ya est# en medio de nosotros, es decir, Jesucristo Lc 1;,21/. 0 Jesús no le interesa tanto si el hombre ha obser!ado obser!ado todas las leyes por encima de todo, si ha pagado el diemo diemo de todas las cosas, o si ha obser!ado todas las prescripciones legales de la religión y la sociedad. 0 Jesús le interesa en primer lugar si el hombre est# dispuesto a !ender sus bienes para aduirir el campo donde se encuentra el tesoro escondido, si est# dispuesto a enajenarlo todo para
comprar la piedra preciosa 't 19,4@/, si, para ingresar en el nue!o orden, tiene el !alor de abandonar "amilia y "ortuna 't 1A,9;/, poner en peligro su propia !ida Lc 1;,99/, e-tirparse un ojo o cortarse la mano 'c 5,9 y 'at ?,25/. Ese no al orden !igente no signi"ica ascesis, sino actitud de disponibilidad a las e-igencias de Jesús. Lo ue urge ahora, por consiguiente, es abrirse a Dios. 6 esa e-igencia llega tan lejos ue Jesús amenaa con las durísimas palabras siguientes: 7&i no os con!ertís, todos pereceréis del mismo modo8 Lc 19,9,?/. El dilu!io es inminente y es esta la última hora 't 2,9;495$ ;,242;/. El hacha est# puesta a la raí del #rbol y, si éste no da "ruto, habr# ue cortarlo Lc 19,5/. El due(o de la casa no tardar# en cerrar la puerta y los ue se demoren tendr#n ue oír estas tristes palabras: 7>o se de dónde sois8 Lc 19,2?b/, ya es demasiado tarde 't 2?,11/. %or eso se llama prudente a la persona ue comprende esta situación de crisis radical 't ;,2$ 2,?$ 2?,2,,3,5$ Lc 12,2/ y ha tomado una decisión en "a!or del +eino capa de soportar y superar todas las tentaciones c" 't ;,242?/. La in!itación se hace a todos. &in embargo, la mayoría se encuentra tan atareada con sus uehaceres, ue rechaa la in!itación a la "iesta de las bodas Lc 1,1@42/. %rincipalmente los ricos est#n instalados de un modo especial 'c 1A,2?$ c" 't 15,2/. La puerta es estrecha, y no todos se hacen la !iolencia necesaria o se es"ueran para pasar por ella c" Lc 19,2/. La necesidad de con!ersión e-ige a !eces romper los laos m#s elementales del amor a los "amiliares muertos y a punto de ser enterrados Lc 5,?54@A$ 't 3,21422/. Buien se ha decidido por la no!edad de Jesús, únicamente mira al "rente. El pasado ha uedado atr#s c" Lc 5,@2/. Cay en la in!itación de Jesús un cierto car#cter de intimidación. n 7#gra"on8 transmitido por el e!angelio apócri"o de &anto om#s y considerado por algunos e-celentes e-egetas como auténtico de Jesús, dice de modo perentorio: «Quien está junto a mí, está junto al fuego; quien se encuentra lejos de mí, se encuentra lejos del Reino».
La opción por Jesús no puede uedarse a medio camino, como el constructor de la torre ue comenó a edi"icar y tu!o ue detenerse a la mitad, o como el rey ue parte con aires triun"ales hacia el combate y, ante la "uera del enemigo, tiene ue retroceder y pactar con él Lc 1,23492/. Es preciso re"le-ionar antes de aceptar la in!itación. Es "#cil decir: 7F&e(or, &e(orG8. %ero es necesario uerer hacer lo ue él dice Lc @,@/. De lo contrario, el "inal !iene a ser peor ue el principio 't 12,94?b$ Lc 11,242@/. La con!ersión es como el traje de bodas, como la cabea per"umada y el rostro mauillado c" 't @,1;/, como la música y la dana Lc 1?,2?/, como la alegría del hijo ue regresa a casa de su padre Lc 1?,92$ 1?,;/,semejante a la satis"acción ue se e-perimenta al encontrar el dinero perdido Lc 1?,341A/. 6 todo esto comiena a surgir en el hombre desde el momento en ue se hace como un ni(o 't 13,9/. La e-presión: 7&i no cambi#is y os hacéis como los ni(os, no entraréis en el +eino de los )ielos8 't 13,9$ c" 'c 1A,1?$ Lc 13,1;/ no pretende e-altar la natural inocencia de los ni(os. )risto no es ningún rom#ntico sentimental. El tercio de comparación est# en otro lugar: del mismo modo ue el ni(o depende totalmente de sus padres y no puede nada por sí solo, lo mismo le ocurre al hombre ante las e-igencias del +eino. &an Juan hace decir abiertamente a Jesús: 7El ue no naca de nue!o no puede !er el +eino de Dios8 Jn 9,9/. &e e-ige, pues, un nue!o modo de pensar y de actuar. 6 esto se e!idencia aún mejor si consideramos la actitud de Jesús ante la ley.
a' Jesu"is&o, el li(eado de la "on"ien"ia opi$ida En l# religión judaica de la época del >ue!o estamento todo estaba prescrito y determinado: primero las relaciones del hombre con Dios y, después, las relaciones de los
hombres entre sí. odo estaba sancionado como la !oluntad de Dios e-presada en los libros santos de la Ley. &e llegó a absolutiar de tal "orma la Ley ue, en determinados círculos teológicos, se ense(aba ue el mismo Dios de los cielos dedicaba !arias horas al día a estudiarla. La conciencia se sentía oprimida por una insoportable carga de prescripciones legales c" 't 29,/. Entonces Jesús ala su !o para hacer oír su impresionante protesta contra esta "orma de escla!iar al hombre en nombre de la ley. 7El s#bado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el s#bado8 'c 2,2;/. 0un cuando en el 0ntiguo estamento se diga claramente: 7>o a(adiréis nada a lo ue yo os mando, ni uitaréis nada, al guardar los mandamientos de 6ah!é !uestro Dios ue yo os ordeno8 Dt ,2/, sin embargo Jesús se toma la libertad de modi"icar di!ersas prescripciones de la ley mosaica: la pena de muerte para los adúlteros sorprendidos en "lagrante delito Jn 3,?/, la poligamia 'c 1A,5/, la ley de la obser!ancia del s#bado 'c 2,2;/, considerada como el símbolo del pueblo elegido E 2A,12/, las prescripciones acerca de la purea legal 'c ;,1?/ y otras. Jesús se comporta con absoluta soberanía "rente a las leyes. &i ayudan al hombre, si aumentan o hacen posible el amor, las acepta. &i, por el contrario, legitiman la escla!itud, las rechaa y e-ige su transgresión. >o es la ley la ue sal!a, sino el amor: he auí el resumen de la predicación ética de Jesús. Jesús desteologia la concepción de la ley: la !oluntad de Dios no se encuentra únicamente en las prescripciones legales y en los libros sagrados, sino ue se mani"iesta principalmente en los signos de los tiempos c" Lc 12,?4?;/. El amor ue él predica y e-ige ha de ser un amor incondicional a amigos y enemigos 't ?,/. >o obstante, aunue )risto libera al hombre de las leyes, no le entrega al libertinaje o a la irresponsabilidad, sino ue, por el contrario, crea una serie de laos y !inculaciones aún m#s "uertes ue los de la ley. El amor debe !incular a todos los hombres entre sí. En una anotación crítica del e!angelio de &an Lucas @,? del )ódice D/ se cuenta la siguiente anécdota ue re!ela per"ectamente la actitud de Jesús ante la ley: Jesús encuentra a un hombre trabajando en el campo en s#bado y le dice: 7Combre, si sabes lo ue haces, eres "eli. &i, por el contrario, no lo sabes, eres un maldito y un transgresor de la ley8.
ley de 'oisés decía: 7)uando un hombre toma una mujer y se casa con ella, si resulta ue esta mujer no halla gracia a sus ojos, porue descubre en ella algo ue le desagrada, le redactar# un libelo de repudio, se lo pondr# en su mano y la despedir# de su casa8 Dt ,1/. Los moti!os para ue una mujer no agradara a un hombre podían ser, según la jurisprudencia de la época, el hecho de ue no "uera hermosa, de ue no supiera cocinar, de ue no pudiera tener hijos, etc. )ontra esto se ala )risto, ue dice ta-ati!amente: 7Lo ue Dios unió, no lo separe el hombre8 'c 1A,5/. Estas palabras re!elan el espíritu de noblea de Jesús "rente a la anaruía generaliada. En el +eino de Dios han de reinar la libertad y la igualdad "raterna ue Jesús poseyó. %ablo, ue comprendió muy temprana y pro"undamente esta no!edad de Jesús, escribe a los #latas: 7%ara ser libres nos libertó )risto... no os dejéis oprimir nue!amente bajo el yugo de la escla!itud... &ólo ue no toméis de esa libertad prete-to para la carne$ antes al contrario, ser!ios por amor los unos a los otros. %ues toda la ley alcana su plenitud en este solo precepto: 0mar#s a tu prójimo como a ti mismo8 al ?,1,1941/.
(' El "o$po&a$ien&o del )o$(e nue!o La con!ersión ue Jesús pide y la liberación ue alcanó para nosotros son para el amor sin discriminación alguna. Cacer del amor la norma de !ida y de conducta moral signi"ica imponer al hombre algo sumamente di"ícil. Es m#s "#cil !i!ir dentro de unas leyes y unas prescripciones ue lo pre!een y determinan todo. Es di"ícil crear, para cada momento, una norma inspirada en el amor. El amor no conoce límites. E-ige una "antasía creadora. E-iste únicamente en el dar y en el ponerse al ser!icio de los dem#s. 6 únicamente dando es como se tiene. Esta es la 7ley8 de )risto: ue nos amemos los unos a los otros como Dios nos ha amado. Este es el único comportamiento posible del hombre nue!o, libre y liberado por )risto, in!itado a participar del nue!o orden. Este amor se e-presa en "órmulas radicales como las del &ermón de la 'onta(a: no sólo el ue 3 Jesucristo, mata, sino también el ue se encoleria contra su hermano es reo de juicio 't ?,22/$ el adulterio ya lo comete el ue desea a una mujer en su coraón 't ?,23/$ no se debe jurar en absoluto$ 7sea !uestro lenguaje: K&í, síK$ Kno, noK8 't ?,9,9;/$ no resist#is al mal$ al ue te abo"etee en la mejilla derecha, preséntale también la iuierda$ al ue uiere pleitear contigo para uitarte la túnica, déjale también el manto 't ?,954A/, etc.
ad!enimiento de la cat#stro"e "inal, cuando por "in aparecan el nue!o cielo y la nue!a tierra. odas estas tres soluciones tienen algo de cierto. %ero no atinan con lo esencial, porue parten del presupuesto de ue el &ermón de la 'onta(a es una ley. )risto, sin embargo, no !ino a traer una ley m#s radical y rigurosa, ni predicó un "ariseísmo m#s per"eccionado, sino ue predicó el e!angelio ue signi"ica una goosa noticia: lo ue sal!a no es la ley, sino el amor. La ley no posee sino una "unción humana de orden, de creación de unas posibilidades de armonía y mutua comprensión entre los hombres. El amor ue sal!a, supera todas las leyes y reduce al absurdo todas las normas. El amor e-igido por )risto supera con mucho a la justicia. La justicia, según la de"inición cl#sica, Liberador de la condición humana 3? consiste en dar a cada uno lo suyo. %ero lo suyo de cada uno supone, e!identemente, un sistema social pre!iamente dado. En la sociedad escla!ista, dar a cada uno lo suyo consiste en dar al escla!o lo ue es suyo, y al &e(or lo ue es suyo$ en la sociedad burguesa, dar lo ue es suyo tanto al patrón como al obrero$ en el sistema neo4 capitalista, se trata de d#rselo al magnate y al proletario. %ero )risto, con su predicación del &ermón de la 'onta(a, rompe con este círculo. El no predica ese tipo de justicia ue signi"ica la consagración y legitimación de un status uo social basado en una discriminación entre los seres humanos, sino ue anuncia una igualdad "undamental: todos son dignos de amor. K
*. El Reino de Dios supone una e!olu"i#n del $undo de la pesona La predicación de Jesús sobre el +eino de Dios no a"ecta sólo a las personas en su e-igencia de con!ersión. 0"ecta también al mundo de las personas como liberación del legalismo, de los con!encionalismos absurdos, del autoritarismo y de las "ueras y potestades ue sojugan al hombre. Ieamos cómo se comportó )risto "rente a los mentores del orden establecido en su tiempo. Los mentores del orden religioso y social, para el pueblo sencillo, no lo eran tanto los romanos de )es#rea, junto al mar, o de Jerusalen$ ni el sumo sacerdote del templo$ ni tampoco, directamente, los gobernantes puestos por las "ueras de ocupación romanas, como Cerodes, Milipo, 0ruelao o %oncio %ilato. Los ue distribuían la justicia, solucionaban los casos y cuidaban del orden público eran,
concretamente, los escribas y "ariseos. Los escribas eran rabinos, teólogos ue estudiaban detenidamente las Escrituras y la ley mosaica, principalmente las tradiciones religiosas del pueblo. Los "ariseos constituían una congregación de laicos particularmente "er!orosos y pietistasN. bser!aban todo al pie de la letra y se preocupaban de ue también el pueblo lo obser!ara estrictamente. &e encontraban dispersos por todo *srael, regían las sinagogas, poseían un enorme in"lujo sobre el pueblo y tenían, para cada caso, una solución ue ellos sacaban por los pelos de las tradiciones religiosas del pasado y de los comentarios de la ley mosaica halacha/. odo lo hacían en "unción del orden establecido, 7para ser !istos por los hombres8 't 29,?/. >o eran malos. 0l contrario: pagan todos los impuestos 't 29,29/$ gustan de los primeros lugares en la sinagoga 't 29,@/$ sienten tanto "er!or por su sistema ue recorren el mundo para hacer un prosélito 't 29,1?/$ no son como los dem#s hombres ue pueden 7ser rapaces, injustos, adúlteros8 y de"raudadores de impuestos Lc 13,11/$ obser!an los ayunos y pagan el diemo de cuanto poseen Lc 13,12/$ sienten tal aprecio por la religión ue construyen monumentos sagrados 't 29,25/. %ero, con toda su per"ección, poseen un de"ecto capital ue Jesús no se recata en denunciar: descuidan 7la justicia, la misericordia y la "e8 't 29,29/. 7Esto es lo ue había ue practicar8, comenta Jesús, 7aunue sin descuidar auello8 't 29,29/. Cablan y no hacen nada. 0tan pesados "ardos de preceptos y leyes y los cargan sobre los hombros de los dem#s, mientras ellos mismos ni con el dedo uieren mo!erlos 't 29,94/. %ara entrar en el +eino no basta con hacer lo ue la ley ordena. El actual orden de las cosas no puede sal!ar al hombre de su alienación "undamental. &e trata del orden dentro del desorden. rge realiar una trans"ormación !ital y un cambio total de los "undamentos de la antigua situación. %or eso los marginados del orden establecido se encuentran m#s cerca del +eino de Dios ue los otros. 6 a ellos se siente Jesús especialmente llamado 't 5,19/, por lo cual rompe con los con!encionalismos sociales de la época. &abemos cómo se obser!aban estrictamente las di"erencias de clase social entre ricos y pobres, "amiliares y e-tra(os, sacerdotes del templo y le!itas de las peue(as aldeas, "ariseos, saduceos y publícanos. Los ue practicaban las pro"esiones despreciables eran e!itados en lo posible y maldecidos$ era el caso de los pastores, los médicos, los sastres, los barberos, los carniceros y, sobre todo, los publícanos recaudadores de impuestos/, considerados como colaboradores de los romanos. 6 o se atiene a los con!encionalismos religiosos, como la!arse las manos antes de comer o de entrar en una casa, y tantas otras cosas. >o respeta la di!isión de clases. Cabla con todos. Ousca el contacto con los marginados, los pobres y los despreciados. 6 a uienes se escandalian, les dice: 7>o he !enido a llamar a justos sino a pecadores. >o necesitan médico los sanos, sino los ue est#n mal8 't 5,12419/. )on!ersa con una prostituta$ acoge a las multitudes 'c ;,24 9A/$ come con un gran ladrón como es Paueo$ acepta en su compa(ía a Judas *scariote, un a!aro ue acabar# traicion#ndole$ permite ue tres antiguos guerrilleros se hagan discípulos suyos, y acepta ue le acompa(en las mujeres en sus !iajes, cosa inaudita para un rabino de su época. La 7gente de bien8 comenta: 70hí tenéis a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores8 't 11,15/. &ecularia el principio de autoridad. Las autoridades constituidas no son sin m#s ni m#s representantes de Dios: 7Lo del )ésar, de!ol!édselo al )ésar, y lo de Dios a Dios8 't 22,21/. 0l rey Cerodes, ue le e-pulsa de alilea, manda ue le digan: 7*d a decir a ese orro: 6o e-pulso demonios y lle!o a cabo curaciones hoy y ma(ana, y el tercer día soy consumado8 Lc 19,92/. La autoridad es una pura "unción de ser!icio: 7&abéis ue los je"es de las naciones las gobiernan como se(ores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. %ero no ha
de ser así entre nosotros, sino ue el ue uiera llegar a ser grande entre !osotros, ser# !uestro ser!idor, y el ue uiera ser el primero entre !osotros, ser# escla!o !uestro8 't 2A,2?42;/. >o se siente obligado por los con!encionalismos sociales: 7'uchos primeros ser#n los últimos y los últimos, primeros8 'c 1A,91/ y 7los publicanos y las rameras llegan antes ue !osotros al +eino de Dios8, les dice a los "ariseos 't 21,91/. <%or ué es así= %orue esos seres, por su condición de marginados del sistema socio4 religioso judaico, est#n m#s dispuestos a escuchar y seguir el mensaje de Jesús. >o tienen nada ue perder, puesto ue nada poseen o nada son socialmente. &ólo tienen ue esperar. El "ariseo, no. El "ariseo !i!e estructurado dentro del sistema ue él mismo ha creado para sí: es rico, tiene "ama, tiene religión y est# con!encido de ue Dios est# de su parte. riste ilusión. La par#bola del "ariseo, "iel cumplidor de la ley y orgulloso de ello, y del publicano arrepentido y humilde, nos ense(a algo bien distinto Lc 13,541/. El "ariseo no uiere escuchar a Jesús porue su mensaje le resulta incómodo, le obliga a desinstalarse, le e-ige una con!ersión ue le obliga a abandonar el terreno seguro y "irme de la ley y regirse por el amor uni!ersal ue supera todas las leyes 't ?,943/. %or algo los "ariseos murmuran Lc 1?,2/ y se burlan de Jesús Lc 1@,1/, le acusan, de endemoniado 't 12,2$ Jn 3,3,?2/, intentan embarcarle en di#logos capciosos 't 22,1?422$ Jn ;,?43,11/, tratan de apresarlo 't 21,? s$ Jn ;,9A,92,/ y hasta de matarlo 'c 9,@$ Jn ?,13$ 3,?5$ 1A,91/, recojen datos ue puedan ser!ir para acusarle 't 12,1A$ 21,2942;/ y, al "inal, se encuentran entre los ue le condenan a muerte. %ero Jesús no se deja intimidar, sino ue predica abiertamente la con!ersión indi!idual y social porue el "inal est# cerca, el tiempo se ha cumplido y el nue!o orden ue ha de ser introducido por Dios est# a punto de llegar 'c 1,1?$ 't ,1;/.
+. Con"lusi#n La ele!an"ia &eol#-i"a de las a"&i&udes del Jess )isi"o La "igura de Jesús ue se desprende de estos punantes Logia y bre!es relatos, es la "igura de un hombre libre de prejuicios, con los ojos abiertos hacia lo esencial, !olcado hacia los dem#s, principalmente hacia los m#s abandonados "ísica y moralmente. )on ello nos demuestra ue el orden establecido no puede redimir al hombre de su alienación "undamental. Este mundo, tal como es, no puede ser el lugar del +eino de Dios c" 1 )or 1?,?A/. +euiere una reestructuracióa desde sus mismos cimientos. Lo ue sal!a es el amor, la aceptación desinteresada del otro y la total apertura a Dios. 6a no hay amigos ni enemigos, prójimos y no4prójimos. Qnicamente hay hermanos. )risto intentó con todas sus "ueras crear las condiciones necesarias para ue irrumpiera el +eino de Dios como trans"iguración absoluta de la e-istencia humana y del cosmos. *ndependientemente del é-ito o del "racaso el é-ito no constituye criterio alguno para el cristianismo/, el comportamiento de Jesús de >aaret posee una enorme signi"icación para nuestra e-istencia cristiana. Es cierto ue el Jesús histórico ya no !i!e entre nosotros, sino únicamente el )risto resucitado ue est# m#s all# de la historia. &in embargo, tenemos derecho a hacer semejante re"le-ión porue el )risto resucitado es el mismo ue el Jesús histórico de >aaret, sólo ue totalmente trans"igurado y ele!ado a la derecha de Dios, en el "inal de la historia pero también presente ahora entre nosotros como Espíritu c" 2 )or 9,1;/. Ese Jesús trajo al mundo una situación nue!a. Caciendo uso de las palabras de )arlos 'esters: 7>o nos compete a nosotros jugar a los dem#s, de"iniéndolos como buenos o malos, "ieles o in"ieles, porue la distinción entre buenos y malos desaparecería si uno "uera bueno para los dem#s. &i e-isten malos, entonces ue cada cual e-amine su conciencia y trate de !er si ha cerrado su coraón y no ha ayudado al otro a crecer. La miseria del mundo
nunca puede ser disculpa o moti!o para la "uga, sino ue es una acusación para uno mismo. >o es uno mismo el ue debe jugar la miseria, sino ue es la miseria la ue le juga a uno y a su sistema y le hace !er sus propios de"ectos c" 't ;,14?/8. .../ 7La distinción entre prójimo y no4prójimo ya no e-iste. 0hora todo depende de uno. &i uno se apro-ima, el otro ser# su prójimo. De lo contrario, no lo ser#. 6 depender# de su generosidad y apertura. La regla de oro consiste en hacer al otro lo ue se uisiera ue el otro hiciera con uno 't ;,12/. La distinción entre lo puro y lo impuro ya no est# "uera del hombre, sino ue depende de uno mismo, de las intenciones de su coraón, ue es donde se encuentra la raí de las propias acciones. En este particular ya no e-iste el apoyo de las andaderas de la ley. El hombre tendr# ue puri"icar su interior y, de ese modo, todo lo ue est# "uera de él ser# igualmente puro c" Lc 11,1/... ampoco e-iste ya la distinción entre obras piadosas y obras pro"anas, porue el modo de practicar las obras piadosas no debe distinguirse del modo de practicar las dem#s obras 't @,1;413/. La !erdadera distinción es la ue el hombre establece en su conciencia, con"rontada con Dios 't @,,@,13/. 6 no e-iste tampoco la !isión clara y jurídica de la ley. La ley o"rece un objeti!o e!idente, e-presado en el &ermón de la 'onta(a: objeti!o de donación total ue e-ige camino a recorrer, generosidad, responsabilidad, creati!idad e iniciati!a por parte del hombre. Jesús permite ue se obser!en auellas tradiciones, con tal de ue no perjudiuen sino "a!orecan el objeti!o principal 't ?,1542A$ 29,29/. La participación en el culto ya no o"rece al hombre ninguna garantía de estar a bien con Dios. La garantía radica en la actitud interior de uien procura adorar a Dios Ken espíritu y en !erdadK. Esta actitud es m#s importante ue la "orma e-terna, y es ella la ue juga y atestigua la !alide, de las "ormas e-ternas del culto8. Las actitudes de Jesús han de ser seguidas por su discípulos, porue inauguran en el mundo un nue!o tipo de hombre y de humanismo ue, para nosotros, es el m#s per"ecto de cuantos han e-istido con capacidad para asimilar nue!os y e-tra(os !alores sin traicionar su esencia. &egún ello, el cristiano no pertenece a ninguna "amilia particular, sino a la "amilia de todo el mundo. odos son sus hermanos. )omo decía el autor de la carta a Diogneto %anteno H=R hacia el a(o 15A/: 7bedecen a las leyes establecidas, pero su !ida sobrepasa la per"ección de la ley... oda la tierra e-tranjera es para ellos una patria, y toda la patria una tierra e-tranjera8. Est#n en este mundo, trabajan en él, ayudan a construirlo y a dirigirlo. %ero no ponen en él sus últimas esperanas. Buien, como Jesús, so(ó con el +eino de los )ielos, ya no se contenta con este mundo tal como se encuentra, sino ue se siente lleno de ambigSedades "rente a este mundo, como un 7parrouiano8 en el sentido "uerte y primiti!o ue esta palabra tenía para &. )lemente +omano T 5;/ o para &. *reneo T 2A2/, es decir, se siente e-tranjero en camino hacia una patria m#s humana y m#s "eli. Durante algún tiempo debe morar auí, pero sabe ue, desde ue apareció Jesús, el hombre puede so(ar con un nue!o cielo y una nue!a tierra. Jesús de!ol!ió al hombre a sí mismo, superando de ese modo una serie de pro"undas alienaciones ue se habían incrustado en él y en su historia: en los asuntos importantes de la !ida no hay nada ue pueda sustituir al hombre: ni la ley, ni las tradiciones, ni la religión. El hombre debe decidirse de dentro a"uera, "rente a Dios y "rente al otro. %ara ello precisa creati!idad y libertad. La seguridad no pro!iene de la obser!ancia minuciosa de las leyes ni de la adhesión incondicional a las estructuras sociales y religiosas, sino del !igor de su decisión interior y de la autonomía responsable de uien sabe lo ue uiere y para ué !i!e.
>o le "altaba raón a )elso, el eminente "ilóso"o pagano del siglo ***, cuando !eía en los cristianos a hombres sin patria y sin raíces ue se ponían "rente a las instituciones di!inas del imperio. %or su modo de !i!ir, decía este "ilóso"o, los cristianos habían lanado un grito de rebelión "oné st#seos/. >o porue estu!ieran contra los paganos y los idólatras, sino porue estaban a "a!or del amor indiscriminado a paganos y cristianos, a b#rbaros y romanos, y desenmascaraban la ideología imperial ue hacía del Emperador un dios y, de las estructuras del !asto *mperio, algo di!ino. )omo decía el Uerygma %etri, los cristianos "ormaban el tertium genus, un tercer género de hombres, distinto del de los romanos primer género/ y del de los b#rbaros segundo género/, "ormado por unos y otros indiscriminadamente. Lo ue ahora cuenta no son las categorías e-teriores y las etiuetas ue los hombres pueden adosar y despegar, sino lo ue se re!ela en el coraón ue se abre a Dios y al otro. 0uí es donde se decide uién es bueno y uién es malo, uién es di!ino y uién es diabólico, uién es religioso y uién es a4religioso. El nue!o comportamiento de los cristianos pro!ocó, sin !iolencias, un tipo de re!olución social y cultural en el *mperio +omano ue est# en la base de nuestra ci!iliación occidental, hoy día amplísimamente seculariada y ol!idada de su principio genético. odo esto entró en el mundo a causa del comportamiento de Jesús, ue llegó a las raíces del hombre y accionó el principio4 esperana, haciéndole so(ar con el +eino, ue no es un mundo totalmente distinto de éste, sino este mundo mismo, si bien totalmente nue!o y reno!ado.
0rtículo tomado del libro de Bo//, L. Jesucristo el liberador . Ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo