POEMAS Y CANCIONES CON AMIGOS
JACINTO FAUSTINO VELAZQUEZ
POEMAS Y CANCIONES CON CO N AMIGOS A MIGOS
ATILRA ATILR A EDITORIAL DUNKEN
Buenos Aires 2010
Velázquez, Jacinto Faustino Poemas y canciones con amigos. 1a ed. - Buenos Aires: Ai res: Dunken, Dun ken, 2010. 2010. 144 p. 16x23 16x23 cm. ISBN 978-987-02-4669-5 1. Literatura Literatur a Argentina. Argentina . 2. Poesía. 3. Narrativa. Narr ativa. I. Título CDD A860
Impreso por Editorial Dunken Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300 E-mail:
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Hecho el depósito que prevé la ley 11.723 11.723 Impreso en la Argentina © 2010 Jacinto Faustino Velázquez e-mail:
[email protected] ISBN 978-987-02-4669-5
BREVE RESEÑA BIOGRAFICA
JACINTO FAUSTINO VELAZQUEZ nació el 11 de septiembre de 1950 en la localidad de Selva, provincia de Santiago del Estero. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Fernando Bravo de su pueblo y, ya mayor, pudo completar completar los secundarios secundar ios en el Bachillerato para adultos. Ha publicado los libros “SIESTA ADENTRO” (1997) y “SELVA, TERRON, SUDOR Y ESPIGA” (2001), y es autor de varios temas que integran el cancionero folclórico local contemporáneo. Exponente Exponente en la Feria Internacional I nternacional del Libro que se realiza anualmente en la ciudad de Buenos Aires, participa permanentemente de encuentros de escritores en distintas provincias disertando sobre regionalismo folclórico. folclórico. La Municipalidad de Selva por un lado y la Cámara de Diputados de Santiago del Estero por el otro le han rendido sendos homenajes declarando su obra de interés i nterés local y provincial “por su desempeño como escritor, compositor y difusor de nuestra cultura a nivel provincial y nacional”.
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Dedico esta obra a la memoria del Agustín y la Pilar, mis padres, que no conocían las letras, pero sabían y aplicaban el ABC de las buenas costumbres y el respeto. A mis hermanos, Ángela, Zulema y Víctor Víctor,, que siempre esperan mi regreso. A Etín, mi amigo. amigo. A mis hijos, Omar Alejandro Alejandro y César Ariel, que me enseñaron a crecer. A Yolanda Yolanda Magda Magdalena lena Rodríguez, Rodríguez, novia eterna, compañera compañera amada y mujer para toda la vida. Y a la memoria de Edgar Jacinto Mena, que me espera en alguna estrella. JACINTO FAUSTINO VELAZQUEZ
Agradezco; Agradezco; A quienes contribuyeron a cristalizar esta obra integral, haciendo una especialísima mención tanto para los grandes de nuestra música nacional que la apuntalan con maestría y humildad, como para los que asoman en el cancionero popular. Gracias DANIEL ALTAMIRANO, NÉSTOR GARNICA, COCO DÍAZ, RAL RA LY BARRIONUEV BARR IONUEVO, O, CLAUD CL AUDIO IO TORO, TORO, LOS DE MINETTI, OMAR PERALTA, HERM HERMANOS ANOS HERRERA, HERR ERA, JU J UAN JOSÉ ROCABADO, DANIEL GRIFFO, DAR DARÍO ÍO ZANCO y ANTONIO FIGUER FIGUEROA. OA. A todos todos mis compañeros compañeros de la ASOCIACIÓ ASOCIACIÓN N DE TRABAJADORES TRABAJADORES DE LA INDUSTRIA INDUSTRIA LECHERA LECHERA DE LA REPÚBLICA REPÚBLICA ARGENTINA ARGENTINA – A.T A.T.I.L.R.A.– por su apoyo incondicion incondicional al a esta esta manifest manifestación ación cultural. cultural. A Ana María. A mis queridos sobrinos Etín, Tero Tero y Abel. A quienes tienen esta obra en sus manos. manos. Que Dios los bendiga. bendiga.
PROLOGO
En el ámbito familiar, mi abuelo abuelo AGUS AGUSTI TIN N VELAZQUEZ VELA ZQUEZ me hizo hi zo fama de “leído”. Intuyo que burlado por esas mentas el autor me conrió
la delicada labor de prologar prologar ésta, ésta , su tercer t ercer obra. Y si entre parientes adquirí la dudosa reputación de instruido, a la par creció –aquí con fundamento– funda mento– la de JA JACINTO como “decid “decidor” or”.. Un contador de historias, un narrador visceral. Alguien que, siguiendo la vieja estirpe estir pe gauchesca, gauchesca, nunca dejó reunión sin apuntar sucedidos, anécdotas, apariciones, rescatando paisajes y personajes de los que abundan en nuestros pueblos de provincia. Por alguna razón que desconozco, esos relatos, pasaron de la boca a la mano, y de ésta ést a al papel. Aparecieron libros que trascendieron lo local para instalarse, instalar se, primero, en Santiago Santiago del del Estero y luego luego en el el país todo. todo. Cada poema, cada relato trae del pasado y el olvido antiguas historias; poniendo luz sobre mujeres y hombres que nadie recuerda. Seres que, como nosotros mismos, escribieron su historia trajinando el pago con paso calmo; calmo; hasta que un buen día, con la misma naturalidad natu ralidad que llegaron, partieron llevando consigo vivencias que los escritos de JACINTO (“JASHI” para nuestra abuela quichuista) se empeñan en rescatar. Según AUSTER, las historias le suceden a quien tiene la capacidad de contarlas. JASHI tiene esa facilidad; siempre la tuvo. Y aún en la escritura, no resigna su envidiable condición de decidor. En sus letras se escucha el íntimo sonido con que el paisano se orea en un decir cansino
y a veces socarrón. Un hablar quedo, profundo, la íntima armonía del narrador narr ador que nos envuelve envuelve con su melodía contada. Será por eso que la obra de JACINTO no está sólo para ser leída sino, también, escuchada. No me engaño al creer que muchos de sus 13
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poemas nacieron nacieron cancion canciones; es; sólo sólo faltaba faltaba quien quien arrimara lumbre lumbre para que ardieran en zambas y chacareras. Y JUAN CARLOS el “TERO” PONSE las hace arder; porque JUAN; viva representación de la frase de H. MILLER: “A poco que tengas inteligencia y sensibilidad acabas en el arte”; lo sepa o no, lo acepte o no, nació para el arte. Y por mucho que dé vueltas y se canse terminará –seguirá siendo– un artista con guitarra, pincel, pluma o a mano limpia nomás; porque quien lleva la creación consigo, –y este es el caso– es independiente de los medios que lo expresan. Esa yunta yu nta de JASHI JASHI y TER T ERO O viene asomando en el horizonte de la cultura autóctona. Y como no es bueno estar solo, cuando se puede contar con la mejor compañía; se lo traen a CLAUDIO “COYA” PERALTA BENINCASA; de los pagos de Tostado. Ducho en eso de acordes y armonías; con un oído tan sensible como el alma de este Chango del norte profundo de Santa Fe, al que ningún ningú n instr i nstrumento umento le resulta extraño, al cuidado y direcció dire cciónn de la parte par te musical de la obra. Se dan –y nos dan– el gusto, entonces, de alumbrar una creación contada y cantada; para ser leída y escuchada. No quiero quiero exaltar exaltar ni al autor de la obra, obra, ni un texto en particular de la misma. Lo primero pr imero por considerarlo ocioso, ocioso, pues JACINTO JACINTO se basta a sí mismo. Lo segundo porque a mi gusto, toparse con la creación sin consejo, consejo, ni recomendación recomendación alguna; es un placer difícil de igualar. Todo prólogo precede a la obra; de modo que, en sentido literal constituye un “pre texto”; texto”; una verdadera excusa excusa para anunciarle al lector que lo que viene vale la pena. Como en aquellas viejas reuniones familiares lo invito a acomodarse. Pase. Un sonido de bombo viene de lejos y de antes; el rasgueo de una guitarra empuja un aire tibio y hay un rumor agradable de amigos que se encuentran. Le van a contar historias, le van a cantar canciones. Métase a la obra. Créame que vale la pena. DR . ABEL A NTONIO PONSE
Escritor
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Estructura de la obra Poemas y canciones canciones con amigos amigos constituye una obra integral integral com puesta por libro libro y CD.
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DON TORINO
La gorra con orejeras para cubrirse del frío, fr ío, un pantalón jardinero de color azul marino, y una pipa de madera siempre llevaba el viejito al que todos conocimos simplemente por Torino. Don Torino fue su apodo, fue su nombre y su apellido. Y había cruzado los mares siendo apenitas un niño en viejo barco de carga que lo alejó de aquel sitio donde la guerra pasaba dejando el suelo marchito. Y cuando se hizo muchacho la vida le dio un ocio.
Con un pedazo de riel, corta-latas y martillo le bastaba y le sobraba para tapar “aujeritos” “aujeritos”.. 19
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Su pantalón jardinero tenía en el pecho un bolsillo donde guardaba remaches pa’ pa’ los “auj “aujeros” eros” chiquitos chiquitos de las pavas y fuentones f uentones de sartenes y olleríos que llevaban las mujeres pa’ pa’ curarle el oricio. oricio.
Y tapando “aujeritos”. envejeció Don Torino. Sus manos llenas de tajos ya no alzaban el martillo, y aquellos ojos profundos fueron perdiendo su brillo. br illo. Un día, llegó la muerte pa’ pa’ llevarlo llevarlo a Don Torino Torino sin darle tiempo a sacar de su gastado gasta do bolsillo bolsillo un remache que tapara ese fatal orici ori cio o
por donde donde se fue la vida en apenas un ratito. Se fue la vida del hombre ojalatero de ocio
que bastaba con llamarlo simplemente, Don Torino.
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Don Torino era el apodo y era nombre y apellido de este viejito italiano de corazón encendido que nunca pudo aceptar la chapa con oricios.
Dicen los hombres de ciencia que en el alto rmamento
hay estrellas que se apagan en un profundo silencio. Yo digo que es Don Torino pensando en un agujero y que, sacando remaches, rema ches, del pantalón jardinero, con innito cuidado,
cura “aujeritos” del cielo.
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EL DOCTOR DE LOS MOLINOS
Homenaje a Cali Jiménez Jiménez
Allá en el fondo del pozo o en la punta del molino, igual que una tacuarita que anda forjando su nido, sube y baja, baja y sube, un hombre con duro ocio.
Ese es el Carlos Jiménez –el Cali, pa’ pa’ sus amigos–; el de cabellos nevados, el de los ojos mansitos, el de la eterna sonrisa con su ternura de niño. En Colonia Los Encantos cerquita del saladillo, vive en rancho levantao’ con amor y sacrici sacri cio o
donde tiene su taller y trabaja con sus hijos. Desde allí sale a los campos cuando llega algún pedido ped ido,, rumbeando el Cali Jiménez con tenazas y martillos, para arreglar ar reglar los achaques achaques de un viejo y roto molino.
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Entonces se lo ve al hombre limpiar y curar los erros con innita paciencia
mientras espera del viento que empuje suave la rueda pa’ pa’ ponerla en movimiento. movimiento. Y cuando ya brota el agua –ese vital elemento–, él junta sus herramientas para emprender el el regreso; regreso; el molino fue curado y queda en manos del viento. Cali está siempre de guardia aunque sea día domingo domi ngo con su cajón cajón de herramientas herr amientas y su sonrisa de niño, lo encotrará quien lo busque si precisa de su ocio.
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En Colonia Los Encantos cerquita del saladillo, vive don Carlos Jiménez, el Cali pa’ los amigos, y pa’ los hombres de campo: El doctor de los molinos.
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CUANDO CUANDO LAS TIZAS TI ZAS SE MANCHAN (Reggae) A la memoria de Carlos Fuentealba
Cuando las tizas se manchan con la sangre de un maestro se callan los pizarrones y lucen su moño negro; las aulas pierden bullicio todo se vuelve silencio, los patios de las escuelas parecen un cementerio y en lugar de algarabía sólo escuchamos el viento, corriendo como un fantasma con un quejido siniestro. Cuando las tizas se manchan con la sangre de un maestro, ya no sirven sir ven los pupitres pupitres se marchitan los cuadernos, y junto a Carlos Fuentealba 1 hay miles de niños muertos.
Este poema integra la parte musical de la presente obra. En el marco de una huelga de maestros, el compañero docente Carlos Fuentealba fue cobardemente baleado el 4 de abril del 2005 por la policía de la provincia del Neuquén, falleciendo al día siguiente. * 1
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EL CUADERNO DE ANA
De pronto sentí que el cielo de la plaza de los sueños se derrumbaba derr umbaba de golpe golpe quedando todo en silencio cuando esa tarde t arde dijiste es imposible lo nuestro. Pasado el tiempo que dura la adolescencia y sus juegos navegante de la vida fui en busca de nuevos nuevos puertos con la esperanza por vela, vela, y por ancla, tu t u recuerdo. Cuando ya creí apagadas las llamas del viejo fuego por caprichos caprichos del destino destino nos encontramos de nuevo, y pareció que de un soplo se borrara tanto tiempo. Con un hijo de la mano y con el otro en el pecho dijiste que no lograste borrarme borrar me de tus recuerdos y que grabaste y guardaste a mi nombre en tu cuaderno.
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Volví entonces por las tardes a la plaza de los sueños y una indecible indecible nostalgia me susurraba susur raba en el viento: viento: en el cuaderno de Ana vive tu nombre en secreto. Y vivirá para siempre cuando haya pasado el tiempo cuando te llenes de arrugas cuando te duelan los huesos cuando ya nadie se acuerde de quién fuiste allá a lo lejos. Calló el viento, habló la vida en los años que vinieron y al pasar pasa r pensé, ya viej v iejo, o, todo pasó como un sueño, y al morir, mori r, pensé, ya muerto, muerto, todo cambia y vence el tiempo. Todo menos el detalle sencillo, sencillo, –amor –a mor de mi pueb pueblo–, lo–, que en alguna parte vive denitivo y eterno:
mi nombre; que Ana guardara, para siempre en su cuaderno.
*
Este poema integra la parte par te musical de la presente obra.
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LA FLOR DEL PAGO
Tomá esta or de mi pago
es montaraz, santiagueña, la arrullaro arr ullaronn urpili ur pilitas tas1 en tierras salavineras por eso guarda el secreto de misterios mister ios y leyendas. En ella vive el perfume que aroma toda mi tierra. Flor sufrida del salitre. Flor que brota entre las piedras. Flor del monte silencioso y del bañado que sueña. Lo acompañó a Juan Serrano 2 en los montes mailineros cuando venciendo temores hacha en mano, ma no, monte adentro, descubrió que aquella luz era El Señor Forastero.
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Cuando la tierra pidió a sus hijos liberarla siguió a Lorenzo Lugones Lugones3 a los frentes de batalla y al volver de Coronel ella fue su generala. Anduvo de compañera de la Sor Mercedes Guerra 4 aquella novia de Cristo que por sendas polvorientas con sus mensajes de luz llevó la fe por bandera. Después se fue a Tolojona 5 cuando nació aquella niña que Telésfora Telésfora llamaron llama ron y llevó toda su vida la danza en la misma sangre como una fuerza divina. Lloró Lloró de tristeza tr isteza el día que al Cabo Paz 6 fusilaron y el heroico regimiento vistió de luto y de llanto por el bravo bravo santiagueño santiagueño que jamás fuera humillado.
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Luego acampó en los fogones más gloriosos de mi tierra y fue el más dulce cauterio pa’ pa’ las heridas abiertas cuando Juan Felipe Felipe Ibarra Ibar ra7 andaba de montoneras. montoneras. Tomá esta or de mi pago
es montaraz, santiagueña, es salitre, sol y canto, es jume8, silencio y piedra. Prendela en tu corazón, se llama LA CHACARERA.
* Este poema integra la parte musical de la presente obra. 1 Palomita montaraza de color gris. 2 Fue la persona que encontró en el hueco de un algarrobo al Señor Forastero, primera denominación con la cual se conoció al Santo Señor de Mailín. 3 Coronel santiagueño que luchó por la patria bajo las órdenes del General Manuel Belgrano. 4 Sor Mercedes del Niño Jesús Guerra: monja franciscana nacida en Salavina, Santiago del Estero, en septiembre de 1817, que dedicó su vida al cuidado de los enfermos. Falleció el 31 de julio de 1901. 5 Localidad santiagueña donde, de acuerdo a la tradición, habría nacido Telésfora Castillo, a quien llamaban Telesita. 6 Cabo Luis Leónides Paz: soldado santiagueño que fuera fusilado el 9 de enero de 1935 en el Regimiento 18 de Infantería de Santiago del Estero por dar muerte a balazos al mayor Carlos Elvidio Sabella a raíz de un castigo que se presume injusto. 7 Juan Felipe Ibarra: Iba rra: caudillo federal santiagueño santiag ueño (1787 (1787-1 -185 8511). 8 Arbusto característico de la zona de Santiago del Estero. Estero.
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CHACARERA DEL TACKO (Chacarera)
Con aura de sol ardiente sobre el rigor de la siesta mecidas por viento norte las vainas se balancean coyuyo1 canta en el pago pone el el verano de esta. esta.
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Algarrobo de mi tierra catedral de las dulzuras de changuitos te trepamos buscando vainas vainas maduras madur as endulzador de relatos testigo de travesuras. Territorio de juglares que despiertan con el alba para llenarte llenart e de trinos tri nos de sueños y de esperanzas tu sombra llama del patio con la primera mateada.
Padre algarrobo del pago guardián de toda memoria si hasta el Señor Forastero2 según relata la historia hizo nido en tus entrañas para cubrirte cubrirte de gloria. Al cantar de los coyuyos coyuyos orece la trinidad
de fruta, madera y sombra que nos da el algarrobal algar robal y de manos laboriosas sale rodando un patay3. Ya la fragua del verano madura todo t odo en silencio y van llegando las vainas 38
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a la boca del mortero cual puñados de alegrías que bajaran desde el cielo. Carnaval me está llamando con aloja4 madurada entre cuete y chacareras voyy acortando vo acort ando distancias para volv volver er a cantarte cantar te compañero de mi infancia.
Padre algarrobo del pago guardián de toda memoria si hasta el Señor Forastero2 según relata la historia hizo nido en tus entrañas para cubrir cubrirte te de gloria.
Este poema integra la parte musical de la presente obra. chicharra macho. macho. 2 Primera denominación del Santo Señor de Mailín. 3 Pasta comestible seca y dulce de forma redonda y chata hecha del fruto del algarrobo. 4 Bebida a base de semilla de algarroba machacada y fermentada. * 1
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EL CHIMANGO CHIMA NGO DE FIERRO
Lo trajeron de mañana a remolque de un camión y al nal de la jornada
sobre la entrada del sol entre todos lo empujamos hacia adentro del galpón. –A esto le llaman “Chimango” “Chimango”, nos dijo Don Melitón, –¡Hua, –¡Hua, bicho bicho!! –dijo Don Braulio– Braulio– ¿será guapo como yo? Festejamos la ocurrencia ocur rencia todos, menos Melitón que se quedó pensativo y en voz grave, sentenció: –Este chimango de erro erro
nos va a dejar sin trabajo, ya todo será a granel y nada vendrá embolsado, embolsado, nunca más estibaremos; es pa’ que vayan pensando. Lo escucharon en silencio El “Titi”, el “Choio” y el “Chango”. y el resto de la cuadrilla el “Beto”, el “Cacho” y Don Braulio se sumaron al silencio; yo también quedé callado. 41
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Al poco tiempo t iempo empezó a cumplirse la sentencia y un vagón detrás del otro que llegaban en cadena se fueron f ueron llevando llevando estibas y sudores de cosechas. A las últimas estibas para el último vagón vagón las cargaron tan despacio que hasta a mí me pareció que no querían ver cumplid cu mplidoo lo dicho por Melitón. Cuando ya no quedó nada volvió a hablar Don Melitón: –T –Tenemos que dejar limpio para entregar el galpón, galpón, pero esto será mañana, digamos basta por hoy. Al otro día temprano que los portones abrimos cada uno con su escoba a barrer nos dispusimos, la balanza puesta en cero hacia un costado corrimos. Escaleras y planchadas pusimos en un rincón; media docena de agujas ag ujas que en hilo las enhebró en hebró como un signo de derrota se las colgó Melitón. 42
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Cuando todo estuvo est uvo limpio ¡era tan grande g rande el galpón! parecía un barco de guerra que en la arena se encalló con silenciosa silenciosa y muy triste t riste vencida vencida tripulaci tr ipulación. ón. Y hoy tenía que entregarlo su capitán, Melitón. A un saco negro que siempre siempre colgado estuvo de un clavo lo bajó, lo sacudió, y lo dobló sobre el brazo, después, recorrió el galpón dando el último vistazo. vista zo. Cerramos las cinco puertas de aquella media docena y al ir a cerrar la última era tan grande su pena que parecía, en el mundo, no había mayor mayor tristeza. tr isteza. Con su mano temblorosa llevó la llave al candado lo miraron mira ron en silencio el “Titi”, el “Choio” y el “Chango”. y el resto de la cuadrilla el “Beto”, el “Cacho” y Don Braulio y al nal del semicírculo
estaba yo con el tarro con el que acarreaba agua para aliviar sus cansancios cuando el galpón tenía vida y era una u na esta el trabajo.
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En silencio caminamos con rumbo r umbo pa’ pa’ la Estación Est ación y al llegar hasta el andén miramos mira mos hacia el galpón galpón que parecía en tinieb tin ieblas las a pesar del pleno sol. Ya dentro de la Estación Melitón Melitón fue a la ventana como a sacar un boleto boleto para un viaje hacia la nada para él y su cuadrilla que en silencio lo miraba y al ir a entregar las llaves sintió que dejaba el alma. Fue una corta ceremonia de muy poquitas palabras y ya después nos marchamos buscando la Calle Calle Ancha como en triste tr iste procesión procesión silenciosa y cabizbaja. Don Melitón Melitón marcha al frente como un Capitán cansado, cansa do, por gorra, un viejo sombrero, sombrero, por pipa, pipa, un marrón mar rón toscano, toscano, y atrás la tripulación el “Titi”, el “Choio” y el “Chango”. y el resto de la cuadrilla el “Beto”, el “Cacho” y Don Braulio y cerrando aquella la
marchaba yo con el tarro. tar ro.
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Por costumbre, nos llegamos al boliche boliche de la esquina para ellos, pidieron pidieron vino para mí, una naranj nara njina, ina, que bebimos en silencio como en triste despedida. Demoraban la partida el “Titi”, el “Choio” y el “Chango”. y el resto de la cuadrilla el “Beto”, el “Cacho” y Don Braulio y sentado sobre el tarro yo los miraba de abajo. Dijo entonces Melitón con un gesto resignado: –¡Po –¡Porr un chimango de erro1
nos quedamos sin trabajo!
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Máquina elevadora de granos que reemplazó la mano de obra.
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DESAMOR
En tus ojos ojos lo profundo del olvido y del silencio. Y tu manito estirada como buscando en el viento, el calor de una caricia que nunca jamás te dieron. O ese sol de una moneda que ilumine el universo u niverso pequeño donde donde transitas deshilachando tus sueños. Porque los sueños se gastan y al gastarse van muriendo, por donde donde nace un vacío que se llena de silencios. Impotencia donde sólo crecen malos pensamientos, cultivados por el odio que vuelve al hombre violento. Hombre Hombre que ayer fuera un niño lleno de mágicos sueños. Ojalá que uno pudiera borrar todas tod as las tristezas tr istezas de los ojos de los niños que vagan por las veredas.
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CORDOBA
Fue en el cauce de tus ríos r íos donde las piedras y el agua, golpe a golpe te forjaron como en bulliciosa fragua presintiendo tu destino desti no de canción enamorada. Una mañana en que el viento bajaba bajaba de las montañas montañas encendiendo encendiendo un campanario campanar io de grillos en la distancia se despertaron las ores
para llenar de fragancia el nacimiento de Córdoba y perfumar su tonada. Y los pájaros treparon por los andamios secretos del aire, llevan l levando do alegres una estrellita est rellita hasta el cielo, cielo, para alumbrar desde lo alto, alto, de la niña, niña , su sendero. Así comenzó la historia de Córdoba y su tonada. Con ríos forjando estrellas y montañas perfumadas junto al trabajo fecundo fecundo madurado en serenatas. 49
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La niña creció al impulso de su gente, y la esperanza que también venía de lejos de otras provincias hermanas sumó estudiantes y sueños de cantores y distancias. Tu voz se pobló de acentos a centos con cada vo vozz provinciana, y en el correr de los años con el fuego de tu fragua el tiempo moldeó moldeó en tus t us calles un arco iris de tonadas. Hoy son más de cuatrocientas Hoy las estrellas alcanzadas brillando en el rmamento
que alumbra tu senda clara donde transitan los hijo h ijos, s, que nuestro amor te conara.
Por eso, Córdoba, madre protectora de esperanzas sostenedora de sueños forjadora de tonadas yo que vine desde lejos le pido a la Virgen Santa: ¡Dios ¡Dios bendiga tu destino de ser, para siempre, amada!
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DESNUDO DESNUDO Y VIEJO (chacarera)1
Desnudo llegué a este mundo y con poco partiré pa’ pa’ qué cargar equipaje equipaje si me iré pa’ no volver. Pa’ vivir es importante tan solo lo que tienes poquito aprietan las manos la copla te hará nacer. Llorando abres los ojos al cerrarlos cerr arlos te pierdes qué poquito vale el hombre si el alma ya no se ve.
Diosito me dio la vida y me ha regao’ con su suerte velay, velay, también también yo le debo el misterio de mi muerte. muerte. Desde el vientre de su madre el hombre hombre comienza a andar anda r hasta el vientre de la tierra que es la madre universal. Toda siembra da su fruto si le preparas el suelo ¡qué cosechas tendrá el hombre si abona su pensamiento! 51
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El hombre es igual que el árbol se nutre de sol y agua se pudre cuando le sobra se seca cuando le falta.
Diosito me dio la vida y me ha regao’ con su suerte velay, velay, también también yo le debo el misterio de mi muerte. muerte.
Esta chacarera musicalizada por Pilly Herrera ha sido grabada en varias versiones, tales como la del propio Pilly, Duende Garnica en su obra “La vuelta del Santiagueño” y Néstor Garnica en “Violinero del tiempo”, entre otros. 1
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II
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ANGELITO Y LA YAPA
–Don Angelito es un ángel; ángel; siempre decían las mujeres. Y mucho había de cierto porque don don Ángel Uberti si veía llorar llorar un u n niño le regalaba un juguete como un mago de Belén para la esta de Reyes. Reyes.
Él siempre hablaba bajito y era pausado en su andar con esos ojos de niño jamás se lo oyó oyó gritar y con su mano tendida tenía el don de la amistad. En sus Ramos Generales hacían alto los obreros, –Angelito, –Angelito, sirva caña. –Para mí, tabaco negro. –Hágame una picadita de mortadela y de queso. Y entre pedido y pedido ped ido Don Ángel siempre sonriendo. Lo esperábamos a solas para hacer nuestro pedido changuitos de los mandados 55
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muestrario del pobrerío después que nos atendía –La yapa, Don Angelito, Angelito, pedíamos, y Don Ángel Ángel sonreía divertido y un puñado de masitas llenaba nuestros bolsillos. Por Por la puerta puert a principal pri ncipal se entraba justo a la tienda que era un retumbo de pasos sobre el piso de madera, y un remanso de frescura con olor a ropa nueva. Después, siguiendo hacia el norte había una ambrera
al frente de las bebidas bebidas y de una u na vieja heladera que por tanto manoseo brillaba en sus cuatro puertas. El sótano se encontraba justo al pié pié de la escalera escalera que llevaba llevaba hacia un altillo hecho de fuerte madera donde había mercadería guardada para la venta. Al nal, ferretería
donde los hombres de campo se juntaban para hablar de pasturas y ganado demorando las mañanas al calor de algunos tragos. 56
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Por Por entre ent re la mercancía con un lápiz en la oreja con que tildaba los precios y anotaba las libretas Angelito siempre andaba como un ángel que supiera que este lugar en el mundo era su cielo en la tierra. La yapa Don Angelito; – La
y aquel ángel ángel de la guarda g uarda que entendía de pobrezas, si no comprábamos nada, para alegrar nuestras almas igual nos daba una yapa y, contentos, a jugar a la Calle Ancha A ncha o la plaza. Pero un día, se nos fue y se acabaron las yapas nuestros bolsillos vacíos como vacías las almas extrañaron la dulzura del ángel que nos dejaba. Se fue don Ángel Uberti. Hombre Hombre de alma generosa de la cabeza a los pies que hizo que nuestra niñez fuera menos dolorosa. dolorosa. Entonces, deje que agregue esta yapa a su memoria.
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HISTORIA DE UN ROMANCE
Voy a contar una historia de una niña ni ña de mi pueb pueblo lo que vino a la luz lu z del mundo en humilde hogar obrero. Su padre que era albañil edicaba los cuentos
con ladrillos de ternura y argamasa de luceros para sembrarle de luz luz el camino de los sueños. Su madre de sol a sol llenaba de aroma el viento cuando soltaba palomas con forma de pan casero que de sus manos volaban en la gracia del silencio. Fue creciendo creciendo así la niña en el patio solariego donde encontró los tesoros que se guardan piel adentro y en la memoria del grillo los grabó para par a el recuerdo. Pero un día que se hallaba atareada por sus juegos escuchó en su corazón 59
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una voz que desde el cielo le señalaba el camino que lleva al amor eterno. eter no. Entonces sintió en sus venas el estampido de un trueno y en la aurora de su sangre una rosa hecha de fuego ardió alumbrando rincones que habita la fe en secreto. Y desde entonces la voz día a día fue f ue creciendo como un mágico zarcillo que en un bíblico silencio iba llamando a la niña sacándola de sus juegos. Misterios tiene el amor que nadie puede explicar que así nos hace reír y también hace llorar pero sólo sólo el que ama vive y alcanza felicidad. Y por amar de verdad la niña le dijo –¡quiero! a aquella voz que bajó como pájaro del cielo para mostrarle en la vida ese secreto sendero que tan solo lo transita quien, con amor verdadero, verdadero, hace de su corazón un albergue para el pueblo. 60
POEMAS Y CANCIONES CON AMIGOS
Aquí termina una parte, y empieza un romance eterno. eter no. Les he contado una historia que va de la tierra tierr a al cielo envuelta en prenda de amor pa’ pa’ servir servi r al Padre Eterno la de Zobeida Mendoza una niña n iña de mi pueblo. pueblo.
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CUENTOS DE PUERTO DESEADO (Canción)
Niña que miras el mar soñando con mi regreso piensa que que tengo un destino que es igualito al del viento andar y andar los caminos sin detenerme en los puertos. Niña que miras el mar no sueñes con mi regreso. Cuentan viejos pescadores: pescadores: cuando la tarde declina y el puerto queda vacío llega en silencio silencio una niña ni ña que con los ojos muy tristes contempla la lejanía como buscando en el mar una secreta alegría de besos y de promesas que el mar se llevara un día. Niña de Puerto Deseado no sueñes con mi regreso. Yo era amigo del camino y por él llegué a tu puerto para encender una hoguera en el altar de tu pecho 63
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alimentando pasiones pasiones de caricias y de besos que hoy vuelan como cenizas desparramadas al viento. Niña que miras el mar no sueñes con mi regreso. Niña que miras el mar dulce canción del recuerdo te llevo en mi corazón aunque esté lejos del puerto donde juré y me juraste cosas que ya se murieron. Por eso niña te pido no sueñes con mi regreso.
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ENTRE LO DULCE Y LO AMARGO AMA RGO
No sé si si es dulce o amargo el sabor de tu t u recuerdo, recuerdo de aquél amor que en mi vida fue el primero y me lo diste una u na noche en el baile de mi pueblo. Entonces, la luna andaba por los andamios de enero como un esmerado orfebre que en lo cóncavo del cielo iluminara encendiendo estrellas como de acero que enjoyaban con su brillo el paisaje de lo eterno. Arriba, brillante plata. Abajo, verdes incendios que brotaron de tus ojos ojos aquella noche de enero. Y yo sentí aquellas llamas recorrer todo mi cuerpo. Suave cascada caía de tus castaños cabellos para dormirse dormi rse en tus hombros poniendo un marco perfecto a nuestros labios, labios, cual leños, crepitando en cada beso. 65
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Quise ser el capitán de altiva barca de sueños con el amor por bandera ameando a los cuatro vientos
buscando poder poder un día concretar nuestros proyectos. proyectos. Ese día no llegó. No se bien bien en qué momento momento se fue perdiendo lo dulce por entre labios labios resecos. Ni cómo cómo es que, lentamente, lentamente, creció lo amargo por dentro. Y entre lo dulce y lo amargo ama rgo la vida se nos fue f ue yendo yendo alejándonos de a poco hasta perderte en el tiempo. Se que vos ya sos abuela y yo voy camino a serlo. Muchas veces cuando pienso en la gloria de tus besos no sé bien, sinceramente, mi querido amor primero si sabe dulce o amargo el sabor de tu recuerdo.
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LA SEMILLA Y LA BALA
Brillante y altiva luciendo sus galas cual reina siniestra mostrando sus garras sobre una vitrina posaba la bala. bala. A un costado de ella opaca y callada de color humilde cual ropa gastada en total silencio silencio la semilla estaba. –Mírame –Míra me semilla –le dijo dijo la bala– yo soy reluciente de acero forjada no hay vista que pueda mi senda abarcarla silbo y bramo en cruel cr ueles es campos de batalla soy gloria en la guerra junto a mis hermanas diosa y reina madre cuando el hombre mata.
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–En cambio cambio tú siempre te ves tan callada los hombres hombres te arroj ar rojan an la tierra te tapa ¿dónde está la gloria de morir ahogada? ahogada? Habló Habló la semilla sem illa con su voz pausada –Por piensos piensos del del Sabio Sabio yo he sido creada. No me ahoga ahoga la tierra, tan solo me abraza dándome cobijo, cobijo, me nutre en su savia; después con la lluvia –milagro del agua– y el sol que penetra todas las distancias vuelvo vuelvo hacia la vida ya multiplicada. Calló la semilla y así habló la bala: –Consuelo de tontos tontos es la vida opaca que pasa sin brillos y sin luz se apaga. Soy de los imperios la niña mimada. De los poderosos cuido sus murallas. No hay hay quien no me me tema cuando me disparan con odio asesino, 70
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con furia malvada. Donde habla la muerte, la vida se calla. Pero la semilla siempre con voz calma dijo: dijo: –A mí me inspiras un poco de lástima porque no no conoces las puertas del alba por donde donde la vida vuelca en las mañanas la luz victoriosa que todo lo alcanza; ni ves por las noches de estrellas sembradas descansar los hombres con sus manos mansas y en surco de sueños labrar esperanzas. Por Por esta respuesta se irritó la bala y ggritó: ritó: –¡Semilla, –¡Semilla, mis brillos te opacan por eso te entregas mansa y resignada! –Brillar por afuera afuer a oscurece el alma –dijo la semilla– seguiremos bala, tú en la muerte oscura yo en la vida clara.
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Caminante de la tierra que por estas sendas pasas los estantes de la vida guardan semillas y balas cargarás en tu mochila lo que habrás de usar mañana las balas llenas de brillos o las semillas opacas.
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SACHA HUAA1 (Chacarera)2
Yo soy un hijo del monte y conozco sus secretos. Esos que están guardados con la llave del misterio y que traen la memoria de los arcanos ancestros. Cuando el “oculto” 3 golpea el corazón de la tierra, la siesta suelta sus duendes jugando en las las polvaredas polvaredas y lo pierden al que busca adueñarse de leyendas. leyendas. Conozco cuando el ñanar-caj 4 sale a atajarlo al hombre. Seguro que anda buscando algún secreto del monte y en silencio se le cruza pa’ pa’ que su idea idea abandone. abandone.
Todos los lo s hijos del monte conocen de estas leyendas y deben custodiarlas, son riquezas de la tierra. Guardarlas Guardarlas en sus guitarras y que forezcan en chacareras.
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Soy el el misterio mister io que encierr encierraa el llanto de la urpilita con sus ojitos cerrados mientras ocurre la vida de una huahuita 5 que viene con un puñau de alegrías. Por no dejar de bailar, al Crespín no lo lloraron, y hoy lo busca su mujer siempre siempre muy triste tr iste y silbando escondido en el ramaje de los montes de mi pago. Frutitos dulces y amargos, ama rgos, yuyitos que son remedios. Alas, pezuñas y garras, trinos, rugido y gorjeos. Riquezas que tiene el monte en espinudos secretos.
Sus misterios y silencios, sus leyendas y secretos están guardados en el puko 6 del corazón santiagueño, lo mismo que el coyuyo, canto prendido del pecho.
Hijo del monte. Esta chacarera ha sido musicalizada por Pucho Ruiz e integra el álbum denominado “Sacha Huaa” con Pucho Ruiz y los Hijos del Monte. 3 Animalito de la familia de los roedores. 4 Pájaro que habita la zona de Santiago. 5 Bebé. 6 Vasija. 1 2
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LA VUELTA DEL SANTIAGUEÑO (Vidala)1 La vuelta del santiagueño es un regreso dolido dolido porque rodando distancias lejos del pago ha sufrido. Andando en tierras lejanas la noche llama al silencio y orillando los fogones hay un cielo santiagueño. Entonces sale una copla cual mensajera urpilita y vuela con rumbo al pago donde empezó la partida. Al rasguear una guitarra aquellas manos sufridas en el panal del recuerdo curarán viejas heridas. Y ya de vuelta en el pago con aromas de poleo el santiagueño destierra olvidos olvidos y sufrim suf rimientos ientos..
Con música de Jorge Collante, esta vidala integra la Cantata de Memoria Colectiva “La Vuelta del Santiagueño” de Duende Garnica. 1
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SECRETOS DE LA LLUVIA
Diciembre volcaba a pleno su calor sobre la calle y el sol que trepaba lento parecía querer quedarse quedarse suspendido allá en lo alto sin importarle de nadie. Pero espesos nubarrones fueron llegando a la tarde. Se oscureció de repente y todo por un instante pareció quedarse quieto quieto venteando venteando lluvia en el aire. De pronto, como un quejido de algún monstruo monstr uo soñoliento soñoliento que en un andar perezoso caminara caminar a por el cielo llegó rodando de lejos la ronca voz de los truenos. Entonces, brillante espada, rasgó un relámpago el cielo desatando la tormenta torrencial, y el aguacero me obligó a buscar refugio al amparo de tu t u alero.
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Al verme, abriste la puerta –nos conocemos conocemos del puebl puebloo con un toallón en la mano me hiciste pasar sonriendo diciendo –“¡Está –“¡Estáss empapado!”, empapado!”, y al querer secar mi m i pelo nuestras manos se rozaron en el mágico momento. Y fue como si una chispa brotara de nuestros dedos, dedos, dos jóvenes corazones ardieron dentro del pecho, ¡y aunque parezca mentira la lluvia encendió aquel fuego! Te fui quitando la ropa ¡inolvidable momento! mis manos te recorrieron palmo a palmo todo el el cuerpo y vi tu espalda desnuda biselada biselada en el espejo. espejo. Sobre los techos de zinc repicaba el aguacero. Rumor de sábanas blancas en ese lecho revuelto donde apenas razonaba que estaba violando un templo. Después vinieron las citas de los nocturnos encuentros. Fuimos sombras en las sombras y un murmullo en el silencio; que la noche era un instante entre caricias y besos. 78
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El día que no te veía faltaba el aire en mi pecho porque era un amor de amantes ese que no tiene freno el de la entrega total condenado por el pueblo. Y quizás por tantas piedras que arrojaro ar rojaronn al sendero una tarde t arde me dijiste –“Acá –“Acá termina lo nuestro, quiero salvar lo que queda y de esto no reniego”. –“No te vayas vayas aún –pediste– –pediste – llevate de mí un recuerdo”, y un pequeño cofre rojo como encerrando un misterio cual sangrante corazón apreté contra mi pecho. pecho. Ya solo en mi dormitorio como en un rito secreto abrí el cofrecito rojo y un mechón de tus tu s cabellos era el recuerdo postrero de lo que fue aquel incendio. Lo puse sobre mis manos pensando en otros momentos momentos recordando aquellas noches cuando la luna en el cielo los bañaba con su plata y yo jugaba con ellos.
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Olvidarte me costó vino, tabaco y silencio porque nuestra nuestra sangre ardía al roce de nuestros cuerpos vos eras una señora y yo era un u n aventurero. Tal vez por eso, quizás cuando cae un aguacero el agua me va empujando a través t ravés del del pensamiento pensam iento a la tarde en que hice mío el templo que fue tu lecho. Busco entonces tu gura
espejada en el recuerdo y me la muestra borrosa por los vapores vapores del del tiempo donde siento que no queda ni el aroma de tu cuerpo. Fueron tres años hermosos los que duró aquel incendio i ncendio de los que ya las cenizas se las fue f ue llevando el viento ¡y aunque parezca mentira la lluvia encendió aquel fuego!
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CANTO PARA EL JUAN Y LA JUANA
Yo siempre le canto al Juan. Le canto al Juan y a la Juana. Porque Porque en yunta y unta le pelean a la vida su malaria. El Juan que pita y espera la Juana que mira y calla. Son golondrinas de ocio
con la distancia por alas siempre a pie por los caminos recorriendo todo el mapa poniendo el el cuerpo y el alma cuantito sale una changa. Son los que siembran el trigo. Los que cosechan la zafra. Y andan siempre siempre remendando lo que rompe la cizaña. Troperos de noches tristes t ristes y navidades amargas nunca pudieron dejar un juguete en la ventana. Esperan que salga el sol con la tibieza de un mate y van a volcar sudor en la sal de los eriales er iales para volverse volverse miseria rondando los hospitales. 83
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Desde siempre arrinconados son acusados de rabia. Les explican y no entienden lo que es propiedad privada. Cavaron miles de pozos mas no son dueños del agua. Allá en los blancos salones salones no saben de quién se trata. No los nombran cuando nombran nombran lo que se entiende por patria. Pero han sido, sido, son, serán, serán , siempre el el Juan junto a la Juana los que irán a los andamios, al riel, las rutas, las aulas. Los que avanzan por las calles levantando levantando las mañanas. ma ñanas. Los que empujan empujan a la vida v ida detrás de cada esperanza. Los que me llenan de coplas la garganta y la guitarra. Yo siempre le canto al Juan. Le canto al Juan y a la Juana.
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CAMINITOS (Aire de chacarera)
Caminitos de mis pagos plenos plenos de sol sol y silencio silencio por donde donde anduve anduve de niño descifrando sus secretos entre cantos de coyuyo coyuyoss y ladridos de mis perros. Caminitos de mis montes llenos de verdes frescuras bifurcados entre sombras que guardan frutas maduras con que calmaba mi sed bebiendo bebiendo de sus dulzuras.
Caminitos, caminitos que hoy recorren otros niños llévenlos al encantado territorio de los grillos en donde están los tesoros llenos de miel y de trinos. Caminitos solitarios que el viento norte barría reverberando distancias de siesta y monotonía mientras se abrían las ores
que perfuman noche y día.
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Caminitos polvorientos polvorientos senderitos de las vacas huellitas por donde anduve esquivando esquivando espinas bravas cuando mis dedos salían de mis rotas alpargatas.
Caminitos, caminitos que hoy recorren otros niños llévenlos al encantado territorio de los grillos en donde están los tesoros llenos de miel y de trinos.
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III III
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EL ANGEL DE LA GUARDA A la memoria de Aldana Carolina Rodríguez
En lo profundo del cielo la vida guarda un secreto, me dijo el viento viento una tarde t arde señalando al rmamento
donde una estrella brillaba justo arriba arr iba de mi pueblo pueblo.. Por Por cada niño n iño que nace, dijo, se enciende una estrella y si esa vida se apaga también se apaga con ella; puede una historia ser triste pero, a la vez, vez, ser muy bella. bella. ¿Recuerdas aquella niña que jugó con sus muñecas, que corría por el patio con su carita risueña detrás de las mariposas allá por la primavera? ¡La recuerdo! la que un día su cuerpo sintió cansado y sus ojos pequeñitos fueron cerrando cer rando despacio. despacio. Pues, antes que se cerraran, un ángel llegó volando. 89
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El ángel dijo a la niña no temas, yo soy Gabriel hoy he venido a buscarte y al cielo vas a ascender para cumplir tu destino desti no que estaba escrito al nacer. La niña ni ña le dijo entonces vamos, te acompañaré. Pero no lo he dicho todo siguió diciendo Gabriel dejarás tu corazón que latirá en otro ser porque es voluntad voluntad divina que nadie puede torcer.
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Y por secretos senderos siguiendo al ángel Gabriel para morar en el cielo cielo ALDANA RODRIGUEZ fue. Mas, su estrella sigue viva. Y su corazón, también t ambién.. ALDANA RODRIGUEZ1, niña, desde el más alto sitial sos la estrella protectora que por siempre siempre ha de brillar br illar como el Angel Angel de la Guarda Gua rda de nuestro pueblo natal.
ALDANA CAROLINA RODRIGUEZ, nació na ció en Selva el 11 de febrero de 1997 1997,, un día de mucho sol, y regaló su corazón, sus corneas, y sus riñones, un 12 de noviembre del año 2000, un día de mucha lluvia. 1
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CHACARERA DE LA ALCANCÍA (Chacarera)1
Cada cual lleva escondida escondida en su pecho una u na alcancía donde guarda las monedas que ha de ganar en la vida. En la alcancía del alma van cayendo esas monedas que el hombre habrá de juntar según en cada cosecha. Algunas tienen valor otras tienen t ienen alto precio precio porque vienen vienen del amor pero también del del desprecio. desprecio.
Pero moneda brillante acuñada acuñada en alegría alegrí a te la regala un amigo y es para toda la vida. Hay monedas de alegrías y monedas de tristezas hay monedas que te alivian y monedas que te pesan. Siempre Siempre alguno pagará por sus acciones acciones al hombre hombre y él también ha de pagar cuando el momento le toque. 93
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Que no se manchen tus manos con monedas de traició t raiciónn porque el el alma se marchita y entristece el corazón.
Pero moneda brillante acuñada acuñada en alegría te la regala un amigo y es para toda la vida.
Musicalizada por Claudio “Coya” Peralta Benincasa, esta chacarera integra el CD “Sueños de Salamanca” del Dúo Los de Minetti. 1
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APRENDIZAJE
Cuando Pilar se sentaba a descansar un momento, buscando el el tierno regazo se le trepaba su nieto n ieto.. Y ella, como una urpila de los montes santiagueños entrecerraba entrecer raba los ojos y le brotaba del pecho aquel “arruntucun tucun”. como un “arrorró” “arror ró” sachero sachero que en aires de chacarera le iba enseñando a su nieto; y en un cuadro de ternura quedaban los dos envueltos.
*
Este poema integra la parte musical de la presente obra.
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PEDIDO PEDIDO Y JURA J URAMENTO MENTO
Tirado encima de un catre está lagrimeando lagr imeando un viejo; viejo; mientras contempla una foto que va colmando de besos. La mira una y mil veces, la aprieta contra su pecho, pecho, después, ya cierra los ojos pa’ pa’ darle lugar al sueño. sueño. Así lo sorprende el sol con sus rayos mañaneros. Se levanta, se persigna y le reza un Padre Pad re Nuestro; Nuestro; con el amargo en la mano tranquea tra nquea bajo bajo el alero que ya se está derrumbando cribado por los inviernos. Nada hay de nuev nuevoo en el rancho rancho donde agoniza aquel viejo que contempla el callejón con los ojos aguachentos porque tiene tiene la esperanza de escuchar ladrar los perros anunciando algún galope que rompa ese cruel silencio; pero sabe que es en vano, tan solo se escucha el viento. 97
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Por eso saca la foto y la contempla de nuevo, que ya está “resquebrajiada”. por el mucho mucho manoseo, manoseo, pero es toda la riqueza que le queda al pobre viejo porque desde desde el papelito papelito le está sonriendo sonr iendo su nieto. nieto. Lo crió desde changuito cuando sus padres murieron le miró crecer los dientes calmó aquel llanto en su pecho guió sus primeros pasos sus primeros pri meros balbuceos balbuceos y lloró abrazándolo cuando escuchó aquel “agüelo”. Pero el chango era soldado y tenía un juramento de defender la bandera hasta perder el aliento partió part ió al sur para cumplirlo un 2 de abril mañanero con un fusil en la mano y de coraje iba envuelto. Así llegó a las Malvinas pa’ pa’ estar en el entrevero y en el último combate jugándose jugándose por entero se acordó de su ranchito y el pedido del “agüelo”: ¡jamás arriés la bandera, antes que eso, caé muerto! 98
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Y por no arriar la bandera a balazos lo cosieron. Prendido de su fusil cayó contemplando el cielo cumpliendo con las dos cosas: el pedido y juramento jura mento.. Es por eso que en el rancho ra ncho mientras el sol se va yendo el viejo saca la foto, la acaricia, le da un beso, se tira sobre el catre, la aprieta contra su pecho, pecho, y así lo sorprende el sol con sus rayos mañaneros durmiendo dur miendo ya para siempre el “agüelo” con su nieto.
A la memoria del valor de nuestros soldados caídos caí dos en e n Malvinas, ya para siempre a salvo de la ignominia de algunos de sus superiores.
*
Este poema integra la parte musical de la presente obra.
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ESTRELLA VIOLETA VIOLETA
En el cielo trasandino vive una or por estrella
que anda alumbrando la hue huella lla de los cantos peregrinos. Refulge en la noche quieta su belleza inmaculada. ¡Flor ¡Flor de Chile enamorada, es el alma de Violeta! Violeta Violeta Parra estrellita jamás se apague tu brillo Violeta Violeta Parra estrellita en el cielo trasandino. Se oye otra vez tu canción alimentando al obrero ese rudo jornalero que ganó tu corazón. Con el sueño trashumante de ver el brillo del pan alumbrando por igual como el sol sobre los Andes.
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EL NEGRO HERNANDEZ En memoria de Roberto Hernández
Voz pausada en los relatos, serena para un consejo, rmeza para opinar,
sabiduría de pueblo, siempre empezaba diciendo ¡Escúchenme compañeros! Y al hablar el Negro Hernández Her nández1 nacía un hondo silencio, porque todos todos lo escuchaban escuchaban con un profundo respeto, a este viejo militante por los derechos derechos obreros. obreros. Pero los años de lucha nevaron sobre su pelo, y la suma de cansancios fueron minando sus huesos, para ir callando de a poco su corazón tamborero. Y se fue como se van los que luchan por el pueblo, quedándose en la memoria colectiva del obrero, con su limpia trayectoria, su silencio y su respeto. 103
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Sólo llevó una bandera apretada junto al pecho una bandera de ATILRA que siempre fue su desvelo, a la que brindó su vida y hoy, ya amea en el cielo.
Por eso es que en esta noche que me viene tu t u recuerdo, dejame brindar por vos con vino y tabaco t abaco negro, y decir como decías ¡Escuchenme… compañeros!
El Negro Roberto Hernández (1937-2008) fue Secretario de Asuntos Gremiales de ATILRA hasta el día de partir. El recuerdo de sus actos permanecen en la memoria de los 1
trabajadores aliados a dicho sindicato.
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MI SANTIAGO DEL ESTERO
El viento mecía en silencio todo el ramaje del monte como acunando un misterio madurado por los soles donde bravas lechiguanas1 andaban llevando el polen para la miel del del “colgao “colgao”” 2 tan buscada por los hombres. En las ramas, juglaría de los pájaros cantores musiquiando musiquiando cada día las dulzuras que los montes guardaban en sus frutitas con mil distintos sabores. En noches de clara luna plata al lomo lomo de dos ríos serpenteando hacia los bajos bajos por el líquido líquido camino llevando llevando esperanzas espera nzas nuev nuevas as hacia remotos destinos. Más allá los salitrales como sábanas tendidas que en noches de luna llena l lena parecieran cobrar vida cual fantasmas de bandadas empujadas empujadas por la brisa. br isa. 105
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Coronando la distancia reverberante en silencios levantaban sus guras
un puñadito de cerros que guardaban gua rdaban desde siempre en sus entrañas, misterios. Así es que estaba mi tierra con montes, ríos y cerros, salitrales, lejanías, guardando guard ando todo el silencio que fue roto por los hombres viniendo desde muy lejos. Así es que estaba mi tierra en aquel día de invierno todo frío por afuera calor de hoguera por dentro como el que trajo aquel santo a ésta, mi tierra de esteros. Y un veinticinco veinticinco de julio santo y paisaje se unieron un ieron a orillas del viejo viejo río que miró todo en silencio cuando el nombre de mi tierra echó a rodar por el viento. Se estremecieron los talas y cantaron los jilgueros en los bravos fachinales bramaron pumas matreros desde viejos algarrobos zorzales dieron su acento.
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Piquillines y chañares brindaron sus frutos f rutos frescos f rescos los itines y quebrachos se volvieron “trasfogueros” 3 amanecidas calandrias brindaron un canto nuevo nuevo mientras garzas ribereñas alzaban su manso vuel v uelo. o. Bajo tierra los “ocultos”4 golpeaban su parches viejos presagiando los los veranos junto a coyuyos coyuyos siesteros siesteros madurando rubias vainas para dulzor de este suelo. suelo. Y desde entonces pasaron ya cuatro siglos y medio. Y tanto ayer como hoy en las ramas, ra mas, monte adentro, son las mansas urpilitas las que arrullan el misterio cuando Santiago el Mayor con el paisaje se unieron para formar ese nombre que es dulzura dulz ura en el silencio silencio que es fragua que va quemando los caminos del viajero que es crespín llamando triste de las distancias dista ncias del tiempo y es “piyinga”5 saltarín en un “puko “pu ko””6 de recuerdos.
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Y que basta con nombrarte para saberse contento contento cuando se dice tu nombre ¡MI SANTIAGO DEL ESTERO!
Lechiguana: avispa. Colgao’: panal de la lechiguana. 3 Transfoguero: leña que dura encendida en el fogón tapada por la ceniza. 4 Oculto: Variedad de roedor. 5 Piyinga: Bolita más pequeña que la común, también llamada puntera. 6 Puko: vasija. 1 2
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HERMANO HERMA NO GOLONDRINA GOLONDRINA (Polka)1 Temprano la golondrina sale a gastar la mañana echándose tierra encima con sus viejas alpargatas para volver volver a su casa buscando ocultar ocultar la cara porque hay hay silencios silencios que gritan grit an de adentro de una mirada. Se juntaron unas cuantas y se formó la bandada caminando calle abajo abajo con la luz de la alborada. Manos y bolsas vacías como vacías sus panzas y en donde no llena el pan se va llenando la rabia. Vuelve, vuelve golondrina comprende la pichonada el dolor que a vos te lleva por las calles desoladas desoladas buscando pan pa’ pa’ tu mesa por las miserias gastadas y en donde no llena el pan se va juntando la rabia.
Musicalizada Musicalizada por Duende Garnica, esta polka fue grabada por Mario Mar io Álvarez Quiroga integrando la Cantata de Memoria Colectiva “La Vuelta del Santiagueño”. 1
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MACETA
Cuando dejaste el arado porque merma mermaron ron tus fuerzas, fuerza s, plagado plagado de mataduras, peludo peludo hasta las orejas, tus vasos abandonados, abandonados, llena de abrojos abrojos tu cerda, te dejaron a un costado bautizándote “Maceta” “Maceta”.. Y después de ese bautismo te dieron una tarea; quizás, la más simple y noble de tu callada existencia. No fuiste a la cremería tirando tira ndo la chata vieja ni al palenque del boliche curtido en largas esperas, porque cambiaste cambiaste trayecto y rumbiaste pa’ la escuela. Y vos que nunca ganaste ni siquiera una carrera desde ahí fuiste el primero siempre en llegar a la meta del saber, llevando al lomo un niño, para que aprenda.
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Venías de riendas sueltas por aquel viejo viejo camino, como llevando un cansancio al tranco, o al trotecito, y al lomo, el capullo blanco del guardapolvos guardapolvos de un u n niño. ni ño. Al llegar frente a las aulas te ataban bajo de un árbol, y allí te t e quedabas vos en silencio, silencio, dormitando, dormita ndo, ajeno a todo el bullicio que brotaba de aquel patio. Matemática aprendiste multiplicando cansancios, sumando miles de esfuerzos y apilando largos años sobre tus acas costillas
que el tiempo las fue pelando. Y en el regreso hacia el campo junto con otros macetas fuiste el cómplice cómplice callado de travesuras risueñas de ese puñado de niños que volvían de la escuela. Tal vez revivías momentos de tu joven existencia, cuando en algún desafío ya cerca de la tranquera emparejaban galope para una corta cort a carrera, carrera , y volvían los recuerdos de alguna pista pueblera. pueblera. 114
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Al colegio cuando el sol asomaba en la distancia llegabas, y al medio día te ibas hasta mañana como temiendo encontrar en tu libreta una falta. Cuando llegaba n de año y en la escuela había una esta
vos quedabas en el campo porque usaban usaban jardinera, y era la única falta en tu misión de maseta. Ojalá que igual que vos pudiera yo yo con mis letras señalar algún camino que lleve para la escuela aunque al nal, como a vos, no me inviten a la esta;
pero lleno de alegría alegría contarle a una blanca estrella est rella que no hay tarea más linda y que no hay misión más bella que ver a blancos capullos orecer sobre sobre la tierra tier ra
y haber cumplido en la vida noble misión de Maceta.
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COMO UN LADRO LA DRON N A Yolanda Yolanda Magdalena Rodríguez
Hace mucho te lo dije como un ladrón en secreto. Al calor de aquella esta
medio en broma, medio en serio, busqué la sombra sombra profu profunda nda de la noche de tu pelo y rozando tus mejillas susurré el primer –“¡Te quiero!”. Vos me miraste a los ojos y te quedaste en silencio sin creer en mis palabras pues yo yo era un aventu aventurero rero que juraba y olvidaba después de cosechar besos. Aferrado de tu mano entrelazando los dedos supe que había encontrado lo que buscaba entre sueños; mas, las distancias llamaban y yo me iba como el viento. Pero cansado de andar y rodar por mil senderos de aturdirme con el ruido sumando noche y desvelos cuando te tuve a mi lado me cautivó tu silencio. 117
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Te me prendiste en la sangre como abrojo del deseo y en cuanto te descuidaste ya te robé el primer beso sin saber que allí amarraba mi bohemia a tu silencio. Fue en una tarde ta rde de julio recuerdo, recuerdo, de frío f río intenso, que frente al juez y al altar los dos dijimos –“¡Sí, quiero!”. y dejé de ser ladrón pa’ pa’ ser dueño de de tus besos. Después llegaron los hijos trayéndonos trayéndonos alegrías y en tu pecho y tu regazo fueron sembrando sonrisas que cosechamos nosotros cantando nanas de vida. Para vos creció el trabajo y aumentaron las tareas pero jamás escuché escuché de tus labios labios una queja, tan solo apuraste el paso multiplicando tus fuerzas. Y cuando algunos temblores agrietaron nuestro techo con amor lo apuntalaste para salvar nuestro nuestro lecho ahogando ahogando a veces un u n llanto apretado contra el pecho. pecho.
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Tus manos fueron perdiendo la tersura de la novia pero el tallo tiene espinas espinas para custodiar la rosa y vos las volviste volviste garras garr as defendiendo defendiendo nuestra historia. h istoria. Nunca te cansó remar tapando cada rendija rendija por donde donde el viento viento al soplar soplar amenazaba la rosa de nuestro amor deshojar. Siempre Siempre amasando esperanzas esperan zas a la luz de nuevos sueños fueron pasando los años y a la noche de tu pelo la fue blanqueando la nieve silenciosa del invierno. Es por eso que al mirar el camino recorrido quiero pedirte perdón por todo lo que que has sufrido y decirte, lo que resta, lo haremos por siempre siempre unidos. un idos. Porque Porque me diste tu t u amor sin dobleces dobleces ni mentiras menti ras por la gracia de dos hijos hijos que prolongan prolongan nuestras vidas porque todo me brindaste sin condición condición ni medida. Por eso y por mucho más ya en el umbral de lo viejo, 119
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como ladrón perdonado, perdonado, como dueño de tus besos, aquello que dije en broma una vez, hoy digo en serio aferrado de tus manos, que para siempre, ¡te quiero!
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IV
POEMAS Y CANCIONES CON AMIGOS
LA SIXTO VIDALA (Vidala) En memoria del Maestro SIXTO SIXTO PALAVECINO PALAVECINO
Hay un silencio profundo en los montes santiagueños tan solo el viejo kakuy con un lastimero rezo acompaña en su dolor a un viejo violín sachero. Su dueño nació nació en Barrancas Bar rancas y soles salavineros le dieron toda la magia de la siesta y su silencio en donde los huayra muyoj sueltan lejanos misterios. Y a orillas del Misky Mayu en un rancho ribereño una antigua rezadora desgranará un Padre Nuestro a la querida memoria del violinisto sachero.
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MERCEDES SOSA
Madre del canto argentino a rgentino,, vozz latinoamericana, vo lati noamericana, ¡que ¡que Dios te guarde Mercedes en el zonko de una caja para que tu corazón retorne en una vidala orecida orecida en la garganta
de tu pueb pueblo, lo, tucumana!
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EL NOMBRADOR
Por donde el airampo tiene lo rústico de su imperio triscan majadas envueltas en la quietud del silencio. El pastor sobre las piedras parece que está durmiendo y el cóndor tiende en la altura la majestad de su vuelo. ¡Salmo de nieve en las cumbres amortajando los cerros cer ros!! y cardones solitarios rompiendo el blanco misterio. Desde allá surgió su rgió su voz como un eco bagualero de los hondos socavones. Luz y arcilla al mismo tiempo. La música de su tierra lo atraviesa por entero. Su copla es siempre una or
que el cardón regala al viento. Canta y cumpl cu mplee su destino como un símbolo salteño Daniel Toro, El Nombrador, en la memoria del pueblo.
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POEMAS Y CANCIONES CON AMIGOS
HORACIO
Marinero, estibador, estibador, trashumante de mil sueños, incansable caminante, corazón festivalero, por toda la geograf geografía ía tu canto es un Padre Nuestro. Grito que viene de abajo, potro que no tiene tiene freno, memoria de los obrajes, destino de cancionero, poesía que arde en el vino de fogones bagualeros. De Alto Verde a Plumas Verdes tu vida fue como un sueño. Que no se calle el cantor que canta junto a su pueblo Don Horacio Guarany ¡maestro de los maestros! maest ros!
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V
LOS DOMINGOS DE PAN
Aquel domingo había amanecido pleno de sol. El verano derramaba su luz por doquier. doquier. Y los pájaros llenaban el aire de alegría. Le dije a mi madre que me iba de Doña Manuela Acosta, donde me esperaban esperaba n sus hijos h ijos Oscar y “Manucho”. “Manucho”. Porque todos los domingos, Doña Manuela hacía pan casero. Y nosotros, changuitos de ocho o cho años, le ayudábamos limpiando el horno y buscando la leña para el fuego. Mientras Mientras recogíamos recogíamos las leñitas más nas nas para las primeras llamas,
Doña Manuela amasaba en la batea de madera, bajo la sombra de un aguaribay aguar ibay orecido orecido,, rodeado de un u n incesante zumbido z umbido de abejas. abejas.
Mi madre me dio el permiso con la recomendación de siempre: “pórtense como la gente”. Entonces tomé mi caballo de palo, y a plena carrera por el medio de la calle ancha, fui venciendo las tres cuadras que nos separaban. Cuando termina de amasar, Doña Manuela tapa la batea con un mantel y deja leudar la masa, mientras enciende el fuego. Nosotros esperamos el momento en que empiece a cortarla, porque siempre nos deja hacer algún pan al que le damos da mos distintas formas. Y al sacarlos del del horno, los comparamos para ver a quién le salió mejor. Juntamos leña por todo el terreno que, al costado sur, linda con el patio de la Herrería de Don Hipóli Hipólito to Jiménez. Jiménez. De pronto pronto,, algo algo nos nos llama la atención. Casi junto al hilo del alambre que marca la división de los terrenos, Don Hipólito está por enllantar una rueda de sulky. Sobre un pedazo de ho hormigó rmigónn armado, armado, ha hayy un círculo círculo de planc planchu huel elaa que que el herrero herrero va cubriendo lentamente lentamente con leñitas que entrecruza entrecru za sobre la que será la llanta, y se pondrá al rojo vivo cuando encienda el fuego. 133
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Como tenemos tiempo –porque Doña Manuela amasó temprano y recién a las once pondrá el pan al horno–, le ayudamos a Don Hipólito buscando leña leña para él. Luego permanecemos agachados alrededor de la llanta, observando como Don Hipólito realiza la tarea. De vez en cuando saca del bolsillo de su chaqueta descolorida (que alguna vez fue azul), un pañuelito para limpiar sus anteojos mojados de sudor. Mientras tanto Doña Amparo, su mujer, le ceba mate. Como nos conoce, porque todo el día andamos jugando y sabe que somos traviesos, nos dice: –A no joder porque estoy por enllantar y tengo que hacerlo rápido. Permanecemos atentos a todos los movimientos mientras esperamos a Doña Manuela, porque tampoco queremos perdernos el momento de cortar la masa. Cuando Don Hipólito está por rociar la leña con querosén, un llanto que llega desde la calle, calle, nos hace girar gir ar las cabezas. Es una mujer en un sulky. Lleva un pañuelo negro en la cabeza, y otro que aprieta entre sus manos cubriéndose los ojos, mientras llora desconsoladamente. consoladamente. El hombre de saco gris gr is sujeta las riendas r iendas con la mano derecha. En la izquierda lleva también un pañuelo para secar el llanto. Y a la altura del antebrazo, una cinta negra. Sofrena la marcha del caballo y arrima el sulky hacia el alambrado que da a la calle del lado del este. Don Hipólito sale a su encuentro encuentro y nosotros seguimos sus pasos. El hombre le entregó las riendas del caballo a la mujer y se bajó del sulky. Se saca el sombrero y lo saluda a Don Hipólito. No podemos escuchar el diálogo, diálogo, pero tiene los ojos llenos de lágrimas lágr imas que ahora seca con el dorso de su mano. Saca del bolsillo un pedazo de hilo grueso y se lo da a Don Hipólito. Vuelve al sulky. Una vez arriba, toma las riendas y pregunta: –¿A qué hora puedo venir a buscarlo? Don Hipólito consulta el reloj de bolsillo: –Y; son las diez y media. Así que, para las tres de la tarde, ya va a estar listo. Recrudece el llanto de la mujer mujer mientras gira el caballo. caballo. El hombre la consuela poniéndole una mano en el hombro, mientras se alejan por 134
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donde vinieron. Al llegar a la esquina, tuercen a la derecha, y ya no los vemos más. Don Hipólito se agachó y cruzó el alambrado en dirección de la Herrería. Doña Amparo, que había permanecido perma necido en silencio, silencio, le alcanza otro mate que él toma rápidamente mientras le dice: –Che, Amparo, no voy a enllantar, así que no hay asado. Tengo trabajo de apuro. No te preocupes por la comida. Fue detrás de la Herrería y desde una pila de maderas de troncos previam previamente ente trozados, trozados, eligió eligió cinco cinco piez piezas as y las separó separó del del resto resto.. Noso Nosotros tros estábamos más intrigados que nunca porque no sabíamos para qué saca ba esas maderas. Pero Pero debía debía ser ser de much muchoo apuro, apuro, para dejar dejar de de enllantar y no comer; pues siempre que trabaja con ruedas hace un asado con el fuego que queda. Don Hipólito entra a la Herrería y nosotros por detrás para no perdernos detalle. Se para frente a un motor Deutz de color verde. Limpia los anteojos nuevamente. Se acomoda la gorra. Ajusta un agujero más del cinto. Termina de arremangarse, gira y nos dice: –Nada de joder, eh. Después encajó la manija en el eje de la polea y la hizo girar hasta que el motor arrancó. Ajusta unas pequeñas manijitas. Mira el combustible cerciorándose cerciorándose que todo está bien. Estira la correa que va a la sierra “sin n”, y la inserta sobre la polea con la que dio arranque el motor. Cuando
se puso en marcha la sierra, aceleró el motor y fue trayendo los trozos de maderas que fue cortando y apilando al costado. Herrero y Herrería se cubren de polvo de aserrín. Cuando termina de cortar, retira la correa y detiene la sierra. Entonces escuchamos que Doña Manuela nos llama. Y al mirar hacia el horno, vemos que ya ha sacado el pan. Pero nos quedamos sentados siguiendo a Don Hipólito en su tarea, porque todavía no sabemos para qué está cortando las maderas. Don Hipólito se sacude la ropa y limpia los anteojos otra vez. Cam bia la correa, pone en marcha la garlopa garlopa y empieza empieza a cepillar los los trozos de maderas, hasta que quedan totalmente alisados. Después de cada pasada observa observa atentamen atentamente te y, y, si les falta, falta, las vuelve vuelve a pasar. pasar. Terminado Terminado esto, para el motor y la Herrería queda en silencio. Vuelve a sacudir su ropa, saca el reloj, mira la hora y nos dice: –Son las doce y media ¿no 135
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van a comer ustedes? Nos miramos sin responder. Oscar, que es mayor, le dice al oído a “Manucho” que vaya a buscar un pan. “Manucho” sale corriendo y vuelve vuelve de la misma manera. Cor Cortamos tamos el pan caliente en tres pedazos y volv volvemos emos a sentarnos para verlo verlo trabajar a Don Hipólito. Hipólito. Todos sus pasos son seguros. Este hombre bajo, de mediana media na contexcontextura, se maneja con la economía de movimientos de aquél que domina su ocio.
Se para frente f rente a su mesa de trabaj t rabajo. o. Saca el el hilo que le entregara el hombre hombre del sulky sulk y y lo mide. m ide. Después Después elige una madera y la pone sobre la mesa. Sobre la madera extiende el hilo y en cada punta hace una pequeña marca con su lápiz. Recoge el hilo y lo guarda g uarda en el bolsillo. bolsillo. A la marca, le suma tres dedos y hace una más grande. Luego busca el serrucho serr ucho y la corta. Trae la escuadra escuad ra y, y, usándola de regla, va marcando y cortando cort ando.. Cuando estuvo cortada la primera madera, nos dimos cuenta. Es para el el ataúd ataúd de algún niño, niño, porque porque las medidas medidas son son chicas chicas.. Una Una vez vez que que tiene todas las maderas cortadas empieza a formar el cajón, ensamblando y clavando. clavando. Lo último en armar a rmar es la tapa, t apa, que va midiendo. midiendo. Y lo que sobra lo va sacando con un formón, alisando lo rústico con un pedazo de papel de lija. De pronto nos mira y dice: –Che, changuitos, vayan a buscarme un pedazo de chapa de zinc o de barrera allá en el montón de “eros”.
Salimos corriendo y elegimos cinco o seis pedazos y se los llevamos. llevamos. Cuando Don Hipólito está eligiendo la chapa, se acerca Doña Amparo, con el mate y le pregunta: –¿No tenés hambre Hipólito? Él responde negando con la cabeza. Luego, con un corta latas, corta un pedazo de chapa de barrera, lo observa y con una lima le saca las asperezas. Des pués, de otro bolsillo bolsillo,, saca un papelito papelito que tenía escrito un nombre. nombre. Eso Eso no lo habíamos visto nosotros. Camina hasta una estantería, retira una pequeña caja y la pone sobre la mesa. La abre y empieza a elegir elegir unas piezas piezas de hierro. Entonces vemos que son letras. Don Hipólito marca unas líneas en el corazón de chapa. Sobre esas líneas va armando cada
una de las letras y con martillo mar tillo les da uno u no o dos golpes golpes hasta que queda impresa en la chapa. Y así va formando el nombre y el apellido. 136
POEMAS Y CANCIONES CON AMIGOS
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Cuando termina con las letras, saca otros hierritos que tienen números, y con ellos marca el día, el mes y el año. Por Por último, en la parte pa rte más ancha del corazón de chapa, hace un pequeño agujero en cada lado y lo clava sobre la tapa del cajón. Finalmente agrega unos clavos para usar en el momento del entierro. Pone la tapa sobre el pequeño ataúd, se persigna, y lo vemos mover mover los labios labios en una silenciosa silenciosa oración. Doña Amparo, que llega con otro mate, permanece en silencio hasta que él termina aquel rezo y se lo agarra. Don Hipólito se está secando el sudor, cuando llega nuevamente el sulky de donde se baja el hombre, que echa la mano al bolsillo. Pero Don Hipólito Hipólito le dice que se quede tranquilo, tra nquilo, que después después van a arreglar ar reglar.. El hombre agarra el cajón como acariciándolo con una inmensa ternura, lo pone en un costado del asiento, agita las riendas, y se aleja al tranco del caballo, al que le laten los ijares por el cansancio. Don Hipólito guarda todas las herramientas. Se sacude la ropa, y se va despacio caminando hasta un pedazo de durmiente que hace de asiento. Allí queda sentado con la mirada perdida. Doña Amparo le pregunta si se encuentra bien. Mueve lentamente la cabeza en tono armativo ar mativo.. –Sabés Amparo A mparo?? –le dice– hay días como éstos que la vida
golpea muy fuerte, y te deja la boca con gusto a mierda. golpea m ierda. Pone Pone sus manos en las rodillas mirando lejos. Y allí queda, en un silencio total. Nosotros Nosotros nos miramos mir amos y Oscar, con con un movimiento de cabeza, nos invita a volver volver a su casa. Cuando Cua ndo llegamos Doña Manuela Manuela nos reta y nos pregunta si no tenemos tenemos hambre. Sin darnos cuenta se nos fue la mañana y parte de la tarde del domingo. Intentamos jugar, pero no teníamos ánimo. Entonces agarré mi caballo de palo y decidí volver volver a mi casa. Oscar y “Manucho” “Manucho” me acom pañaron hasta la vereda y allí nos despedimos hasta el otro día. Como todos los domingos, aquél había sido un domingo de pan… pero de pan muy muy amargo. amargo.
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INDICE
Breve reseña biográca ..................................................................... ......................................................................... ....77
Prólogo Prólogo .......................................................... ....................................................................................... ...................................... ......... 13
I Don Torino ................................................................................ .......................................................................................... .......... 19 El doctor de los molinos........................................................ ...................................................................... ..............23 23 Cuando las tizas ti zas se manchan .......................................... .............................................................. ....................27 27 El cuaderno de Ana ......................................................... ............................................................................. ....................29 29 La or del pago ..................................................... .................................................................................. ............................... 33 Chacarera del tacko ........................................................ ............................................................................. ..................... 37 El chimango de erro .......................................................................... ......................................................................... 41 Desamor ....................................................... .................................................................................... ....................................... .......... 47 Córdoba Córdoba ........................................................ ..................................................................................... ....................................... .......... 49 Desnudo y viejo............................. viejo........................................................... ...................................................... ........................ 51
II Angelito y la yapa .......................................................... ............................................................................... ..................... 55 Historia de un u n romance ........................................................ ....................................................................... ............... 59 Cuentos de Puerto Deseado ...............................................................63 Entre lo dulce y lo amargo a margo ........................................................... .................................................................. ....... 65 La semilla semil la y la bala ................................. .............................................................. ............................................ ...............69 69 Sacha Huaa........................................................ ..................................................................................... .................................. ..... 73 La vuelta del santiagueño.......................................................... .................................................................... .......... 75 Secretos de la lluvia ........................................................ ............................................................................ ....................77 77 Canto para el Juan y la Juana ........................................................ .............................................................. ...... 83 Caminitos .......................................................... ....................................................................................... .................................. ..... 85 139
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III El ánge á ngell de la guarda guard a ......................................................... ........................................................................... ..................89 89 Chacarera de la alcancía....................................................... ...................................................................... ...............93 93 Aprendizaje .......................................................... ....................................................................................... ................................. 95 Pedido Pedido y juramento ....................................................... ............................................................................. ......................97 97 Estrella violeta violeta........................................................... ................................................................................... ........................ 101 El negro Hernández....................................................... ........................................................................... .................... 103 Mi Santiago del Estero ...................................................... ...................................................................... ................ 105 Hermano go golondrina londrina .......................................................... ..........................................................................1 ................1111 Maceta ........................................................ ..................................................................................... ....................................... .......... 113 Como un ladrón ........................................................ .................................................................................1 .........................1117
IV La Sixto vidala ......................................................... .................................................................................. ......................... 12 1233 Mercedes Sosa...................................................... ................................................................................... ............................. 12 1255 El nombrador nombrador......................................................... ..................................................................................... ............................ 12 1277 Horacio Horacio ......................................................... ...................................................................................... ..................................... ........ 12 1299
V Los domingos domi ngos de pan ................................................. ........................................................................ ....................... 133
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[email protected] [email protected] www.dunken.com.ar Julio de 2010