Instrucciones Lo fundamental
1.- Apréndete la lista de la liturgia de las horas. El invitatorio es lo primero que se reza; el oficio de las lecturas viene a continuación. Las oraciones que corresponden a la mañana, al mediodía, a la tarde y a la noche, ca da una se reza durante la parte del día que corresponda. 2 Echa un vistazo al al breviario para que te sea más familiar. familiar. 3 Presta especial atención al salterio de la semana cuatro, que sería el centro centro del breviario y que incluye incluye el texto de las oraciones que se necesitan para la liturgia de las horas. Un ejemplo: la oración de la mañana
1 Comienza con la oración de apertura, que en general, viene antes del himno. 2 Recita o canta la antífona, el salmo y luego una vez mas la antífona. Sigue este ritmo tres veces. A vece s, uno de los salmos se reemplaza por otro parecido de otro libro de la Biblia. 3 Lee el pasaje de la Biblia que corresponda a ese día y hora. 4 Reza el responsorio, que es ese rezo de tres versos que se basa en llamar y responder. 5 Continúa con el cántico. Por ejemplo, para la oración de la mañana siempre se usa el cántico de Zacarías. Recuerda que nunca debes olvidar rezar una antífona antes y después. 6 Intercede por la Iglesia. Las oraciones de la mañana y de la tarde tienen este tipo de mediaciones después del cántico. 7 Termina el rezo con la oración de clausura. En otras horas
1 Empieza tu día de rezo con el invitatorio, que es sencillamente un grupo de antífonas y un salmo. 2 Reza el oficio de las lecturas tal y como lo hiciste en la oración de la mañana, con excepción de unos pocos ajustes nada más. Hay dos lecturas, una de la Biblia y otra de un escrito de la iglesia. En lugar del cántico, se reza el tedeum, mientras que los salmos vienen de otro salterio, que es específico del oficio de las lecturas. 3 Utiliza lo que ya aprendiste para la oración de la mañana para hacer la de la tarde. La única diferencia reside en el cántico. 4 Reza la oración del mediodía de la misma manera que la de la mañana y la de la tarde. Hay que tener en cuenta que es más corta porque son sólo tres salmos con antífonas. La de la noche es incluso más pequeña, ya que solo tiene uno o dos salmos y no cuenta con ninguna intervención. Sin embargo, para este rezo se agrega un examen de conciencia antes de comenzar. 5 Deberás modificar las oraciones durante algunas fiestas y ciertos períodos que celebra la iglesia cristiana. En el frente del breviario, hay antífonas que reemplazan a las que se leen siempre, y que funcionan durante la época del adviento, la cuaresma y la pascua. A estas nuevas oraciones, específicas para estas épocas, se las conoce como las apropiadas. Cada domingo también tiene la suya particular. En la parte de atrás del breviario encontrarás los cambios que se necesitan para las fechas festivas de algunos santos. Explicación breve:
Los rezos principales son los de laudes y vísperas. Entre medias estarían las horas intermedias (tercia, sexta y nona) que algunos rezan en conjunto. Recuerda, Jesús dejo este mundo hacia la hora nona, como a las 3 de la tarde, luego sexta sería como a las 12 y tercia hacia las 9 de la mañana. En esta guía guía práctica vamos a rezarlas en conjunto después después del Ángelus, pasadas las 12 de la mañana, hacia la hora sexta. Respecto al oficio de lecturas, puede ubicarse como la primera oración del día, entonces rezaríamos el invitatorio aquí, o en otro momento en que podamos asimilar mejor sus lecturas. Si se puede, rezar al menos laudes y vísperas. ¡Que grato es para el Señor el rezo en familia, f amilia, en el colegio, en el trabajo, en la comunidad…! Rezo de laudes
Nos levantamos y tras nuestros rezos particulares, rezamos laudes, que pueden ser rezadas antes o tras el desayuno, o antes de trabajar, de las clases, de iniciar las tareas diarias….etc. Rezo en particular, en familia, en comunidad, en la clase. El Salterio comprende 4 semanas (I, II, III y IV), que se vuelven a repetir cuando se terminan, salvo que comience Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua.., que comienzan desde el Salterio I. Finalizados los tiempos propios, (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua) se continúa con el ordinario, salvo que finalice el año litúrgico con el último domingo de noviembre, en el que comenzamos el Adviento, un nuevo año litúrgico.
Por ejemplo, la semana V correspondería nuevamente a la I Semana del Salterio, la VI a la 2ª, y así sucesivamente. Si estuviésemos en una semana más avanzada, la dividimos por 4. Si no da resto, corresponde a semana IV del Salterio, si el resto es 1, 2 o 3, correspondería a las la s semanas respectivas del salterio. Por ejemplo ejemplo en la semana 15, dividimos por 4, nos da 3 de resto, luego III semana del salterio. Miramos el salterio de la semana en la que estamos, y el día de la semana. Por ejemplo, si fuera 15 de abril de 2010, le corresponde a la semana II de Pascua y del salterio, luego iré al jueves de la II Semana del Salterio, a la oración de la mañana o laudes. Utilizaré las antífonas del tiempo pascual. Si tengo documento con lo propio para Pascua, también lo utilizaré y sustituiré la “parte variable” con lo propio de la Pascua para ese día. Desarrollo del rezo
De pie, se realiza la invocación o saludo inicial . Si es el primer rezo de la mañana, tras la invocación, pasamos al invitatorio, que comienza con Ant.. que significa antífona del invitatorio, que se recita. Se continúa con el Salmo del invitatorio. Generalmente se reza el 94 pero puede ser alguno de los otros indicados. Salmo del invitatorio (23, 66, 94 o 99). Si son varios los que rezan, puede uno recitar el salmo y los demás, tras cada estrofa, recitan la antífona. Por ejemplo, con el salmo 94: Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. ……. Si se está en un tiempo fuera del ordinario (Adviento, navidad, cuaresma, pascua….), entonces recitar la antífona que corresponda a ese tiempo El invitatorio algunos lo eliminan , (o pudiera haber sido rezado en el oficio de lecturas) y tras el saludo inicial, van directamente al himno, que es rezado o cantado por todos. Tras el himno nos sentamos Del himno pasamos a la Salmodia, compuesta por tres salmos y las antífonas que les acompañan. Si son varios los que rezan, se suelen dividir en dos grupos, los de la derecha y los de la izquierda, con un director, alternándose en el rezo de cada estrofa. (Una estrofa la reza un grupo, y la siguiente el otro grupo, y así sucesivamente). Pues bien, se reza primero la 1ª antífona, que la recita el director. Por lo general rezamos la que corresponde a Fuera del tiempo pascual, salvo que estemos en Pascua o en la semana de Navidad. Na vidad. Si fuera domingo iríamos generalmente generalmente a Domingo _? del Ordinario, sino, sino, según correspondiese. correspondiese. Rezamos el salmo, como ya he indicado si son varios, un grupo una estrofa, el otro la siguiente, y así sucesivamente. Al final se repite la 1ª antífona, ahora todos juntos, y se continúa con la 2ª que enuncia el director, para seguir con el salmo, la 2ª antífona otra vez pero ahora todos, la 3ª (el director), el salmo siguiente y finalizando con la repetición de la 3ª antífona (pero ahora todos juntos). Las letras en pequeño tras el título del salmo son explicaciones que no hay que recitar. Si se quieren se meditan interiormente o el director puede leer como introducción del salmo que se va a rezar. Se hace la lectura breve (el director o alguien encargado), que se puede meditar con un breve silencio, o que el director explique. Seguidamente, el cántico evangélico con su antífona correspondiente (recita el director). Es común para todos los días, es el llamado Benedictus, que todos recitan de pie, Benedictus
Lc 1, 68-79*
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Se repite la antífona del cántico por todos. Los domingos tienen la particularidad de que esta antífona varía. De aquí hasta el final de pie. Se hacen las preces, para el rezo de estas, el director lee la primera estrofa. La parte que continúa continúa en negrita la recitamos todos y se puede repetir para después de cada estrofa. También la parte de la estrofa con un guión puede ser recitada por todos. Se reza el padrenuestro por todos y la oración final recitada por el director. Finalmente la conclusión. Como ya he indicado, no se incluyen festividades en estos documentos. Generalmente, para rezar laudes de una festividad, se utilizan los salmos del Domingo I del Salterio, sea cual sea el día de la semana. Tiene sus antífonas, y oraciones propias. Lo importante es que se intente rezar lo mejor que se pueda, sin prisas y concentrados, y de pie o sentado según las condiciones físicas de los concurrentes. Horas intermedias
Como he indicado, las horas tercia (hacia las 9), sexta (hacia las 12) y nona (hacia las 3), se pueden agrupar en las horas intermedias, y vamos a explicar esta forma de rezar como de todas agrupadas. Las rezamos tras el Ángelus, hacia la hora sexta, por ejemplo.
Por ejemplo, la semana V correspondería nuevamente a la I Semana del Salterio, la VI a la 2ª, y así sucesivamente. Si estuviésemos en una semana más avanzada, la dividimos por 4. Si no da resto, corresponde a semana IV del Salterio, si el resto es 1, 2 o 3, correspondería a las la s semanas respectivas del salterio. Por ejemplo ejemplo en la semana 15, dividimos por 4, nos da 3 de resto, luego III semana del salterio. Miramos el salterio de la semana en la que estamos, y el día de la semana. Por ejemplo, si fuera 15 de abril de 2010, le corresponde a la semana II de Pascua y del salterio, luego iré al jueves de la II Semana del Salterio, a la oración de la mañana o laudes. Utilizaré las antífonas del tiempo pascual. Si tengo documento con lo propio para Pascua, también lo utilizaré y sustituiré la “parte variable” con lo propio de la Pascua para ese día. Desarrollo del rezo
De pie, se realiza la invocación o saludo inicial . Si es el primer rezo de la mañana, tras la invocación, pasamos al invitatorio, que comienza con Ant.. que significa antífona del invitatorio, que se recita. Se continúa con el Salmo del invitatorio. Generalmente se reza el 94 pero puede ser alguno de los otros indicados. Salmo del invitatorio (23, 66, 94 o 99). Si son varios los que rezan, puede uno recitar el salmo y los demás, tras cada estrofa, recitan la antífona. Por ejemplo, con el salmo 94: Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite. ……. Si se está en un tiempo fuera del ordinario (Adviento, navidad, cuaresma, pascua….), entonces recitar la antífona que corresponda a ese tiempo El invitatorio algunos lo eliminan , (o pudiera haber sido rezado en el oficio de lecturas) y tras el saludo inicial, van directamente al himno, que es rezado o cantado por todos. Tras el himno nos sentamos Del himno pasamos a la Salmodia, compuesta por tres salmos y las antífonas que les acompañan. Si son varios los que rezan, se suelen dividir en dos grupos, los de la derecha y los de la izquierda, con un director, alternándose en el rezo de cada estrofa. (Una estrofa la reza un grupo, y la siguiente el otro grupo, y así sucesivamente). Pues bien, se reza primero la 1ª antífona, que la recita el director. Por lo general rezamos la que corresponde a Fuera del tiempo pascual, salvo que estemos en Pascua o en la semana de Navidad. Na vidad. Si fuera domingo iríamos generalmente generalmente a Domingo _? del Ordinario, sino, sino, según correspondiese. correspondiese. Rezamos el salmo, como ya he indicado si son varios, un grupo una estrofa, el otro la siguiente, y así sucesivamente. Al final se repite la 1ª antífona, ahora todos juntos, y se continúa con la 2ª que enuncia el director, para seguir con el salmo, la 2ª antífona otra vez pero ahora todos, la 3ª (el director), el salmo siguiente y finalizando con la repetición de la 3ª antífona (pero ahora todos juntos). Las letras en pequeño tras el título del salmo son explicaciones que no hay que recitar. Si se quieren se meditan interiormente o el director puede leer como introducción del salmo que se va a rezar. Se hace la lectura breve (el director o alguien encargado), que se puede meditar con un breve silencio, o que el director explique. Seguidamente, el cántico evangélico con su antífona correspondiente (recita el director). Es común para todos los días, es el llamado Benedictus, que todos recitan de pie, Benedictus
Lc 1, 68-79*
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Se repite la antífona del cántico por todos. Los domingos tienen la particularidad de que esta antífona varía. De aquí hasta el final de pie. Se hacen las preces, para el rezo de estas, el director lee la primera estrofa. La parte que continúa continúa en negrita la recitamos todos y se puede repetir para después de cada estrofa. También la parte de la estrofa con un guión puede ser recitada por todos. Se reza el padrenuestro por todos y la oración final recitada por el director. Finalmente la conclusión. Como ya he indicado, no se incluyen festividades en estos documentos. Generalmente, para rezar laudes de una festividad, se utilizan los salmos del Domingo I del Salterio, sea cual sea el día de la semana. Tiene sus antífonas, y oraciones propias. Lo importante es que se intente rezar lo mejor que se pueda, sin prisas y concentrados, y de pie o sentado según las condiciones físicas de los concurrentes. Horas intermedias
Como he indicado, las horas tercia (hacia las 9), sexta (hacia las 12) y nona (hacia las 3), se pueden agrupar en las horas intermedias, y vamos a explicar esta forma de rezar como de todas agrupadas. Las rezamos tras el Ángelus, hacia la hora sexta, por ejemplo.
Cogemos el documento correspondiente a horas intermedias. Realizamos el saludo inicial, de pie. V/. Dios mío, ven en mi auxilio. R/. Señor, date prisa prisa en socorrerme. socorrerme. Gloria al Padre……, Le sigue el himno. Escogemos unos de los correspondientes a la hora sexta, páginas 2 a 4, o también alguno de los correspondientes a las páginas: 5, 6, y 7. (Se pueden coger también himnos himnos de otras horas). Nos sentamos. De ahí saltamos al salterio y día de la semana que nos corresponda. En el ejemplo que nos ocupa iríamos al jueves de la II Semana. Tras cada salmo se reza el Gloria, antes de la antífona. Rezarías como ya sabes por laudes, y harías la lectura que correspondería a la hora sexta, c on su responsorio. (Al ser tiempo pascual, utilizar documento propio del tiempo pascual) De pie se concluye con la oración final final (= que la de laudes) y la conclusión. Si se rezan otras horas o para solemnidades ver explicación en la página 11 de hora intermedia. Vísperas, oración de la tarde
Por la tarde, tras el trabajo, tras las clases, tras las tareas, cuando se junte la familia, o la comunidad, se rezan las vísperas. (19:00 HORAS) La forma de rezarla es como ya sabes por la explicación de laudes, aquí no hay invitatorio, y en vez del Benedictus, se reza el Magnificat de pie también. De todas formas, vamos a repetir la explicación. Si son varios los que rezan, uno dirige, y se forman dos grupos. V. Es el director R. El resto. De pie se realiza el saludo inicial El himno, todos juntos. Nos sentamos para la Salmodia Antífona 1 que recita el director. El salmo, una estrofa un grupo, la siguiente el otro, y así sucesivamente Se repite la antífona 1 por el grupo. El director recita la antífona 2 Rezo del Salmo siguiente (la letra pequeña tras el enunciado del salmo es de explicación y/o meditación, no se declama, salvo si se quiere como c omo introducción o para descanso). Todos rezan la antífona 2. El director reza la antífona 3. Rezo del Salmo siguiente Todos rezan la antífona 3. La lectura breve que puede recitarla el que dirige el rezo. Breve silencio para asimilarla, o meditarla en grupo, o explicación, o breve homilía. Responsorio V. El director, R. El resto. El Cántico evangélico, con su antífona del Magnificat que recita el director, el Magnificat (Cántico de María, ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR, Lucas 1, 46-55), que de pie recitamos todos, y nuevamente la antífona que ahora recitamos todos. Seguimos de pie hasta el final. Preces. Como se ha indicado Padrenuestro, todos. Oración, el director Conclusión. V. El director, R. El resto r esto
Por fin, antes de acostarse, a costarse, antes o después de nuestras oraciones particulares, hacemos Completas. También si se quiere en conjunto. AUDIENCIA GENERAL GENERAL DE JUAN PABLO PABLO II Miércoles 15 de octubre de 2! La estructura de las Vísperas 1. Gracias a numerosos testimonios sabemos que, a partir del siglo IV, las L"udes y las #$s%er"s ya son una institución i nstitución estable en todas las grandes Iglesias orientales y occidentales. Así Así lo testimonia, por ejemplo, ejemplo, san Ambrosio: !omo cada día, yendo a la iglesia o dedic"ndonos a la oración en casa, comen#amos desde desde $ios y en %l concluimos, así tambi%n el día entero de nuestra &ida en la tierra y el curso de cada jornada 'a de
tener siempre principio en %l y terminar en %l (De (De Abr"&"'( II, ), **+. Así como las L"udes se colocan al amanecer, las #$s%er"s se sitan 'acia el ocaso, a la 'ora en que, en el templo de -erusal%n, se orecía el 'olocausto con el incienso. A aquella 'ora -ess, despu%s de su muerte en la cru#, reposaba en el sepulcro, 'abi%ndose entregado a sí mismo al /adre por la sal&ación del mundo. Las di&ersas Iglesias, siguiendo sus tradiciones respecti&as, 'an organi#ado segn sus propios ritos el 0icio di&ino. Aquí tomamos en consideración consideración el rito romano. *. Abre la plegaria la in&ocación Deus i) "diutoriu'( segundo &ersículo del salmo 2, que san 3enito prescribe para cada *or"+ 4l &ersículo recuerda que sólo de $ios puede &enirnos la gracia de alabarlo dignamente. 5igue el Gloria al /adre, porque la gloriicación de la 6rinidad e7presa la orientación esencial de la o ración cristiana. /or ltimo, e7cepto en !uaresma, se a8ade el Alelu,"( el Alelu,"( e7presión judía que signiica Alabad al 5e8or, y que se 'a con&ertido, para los cristianos, en una go#osa g o#osa maniestación maniestación de conian#a en la protección que $ios reser&a a su pueblo. 4l canto del &i')o 'ace resonar los moti&os de la alaban#a de la Iglesia en oración, e&ocando con inspiración po%tica los lo s misterios reali#ados para la sal&ación del 'ombre en la 'ora &espertina, en particular, el sacriicio consumado consumado por !risto en e n la cru#. 9. La s"l'odi" La s"l'odi" de las Vísperas consta de dos salmos adecuados para esta 'ora y de un c"ntico tomado del ue&o 6estamento. La tipología de los salmos destinados a las Vísperas presenta &arios matices. matices. ;ay salmos lucernarios, en los que es e7plícita la mención de la noc'e, de la l"mpara o de la lu#< salmos que maniiestan conian#a en $ios, reugio seguro en la precariedad de la &ida 'umana< salmos de acción de gracias y de alaban#a< salmos en los que se transparenta el sentido escatológico e&ocado por el inal del día, y otros o tros de car"cter sapiencial o de tono penitencial. 4ncontramos, adem"s, adem"s, los salmos del *"llel( con reerencia a la ltima !ena de -ess con los discípulos. 4n la Iglesia latina se 'an transmitido elementos que a&orecen la comprensión de los salmos y su interpretación cristiana, como los títulos, las oraciones s"lmicas y, sobre todo, las antíonas (c. Orde)"ci-) .e)er"l de l" litur.i" de l"s *or"s( 11=>1*=+. ?n lugar de relie&e tiene la lectur" bre/e( que en las Vísperas se toma del ue&o 6estamento. 6iene la inalidad de proponer con uer#a y eicacia alguna sentencia bíblica y grabarla en el cora#ón, para que se tradu#ca en &ida (c. ib+( (c. ib+( @), 1) y 1*+. /ara acilitar la interiori#ación de cuanto se 'a escuc'ado, e scuc'ado, a la lectura sigue un oportuno silencio y un res%o)sorio( que tiene la unción de responder, con el canto de algunos &ersículos, al mensaje de la lectura, a&oreciendo su acogida cordial por parte de los participantes en la oración. o ración. @. !on gran 'onor, introducido por el signo de la cru#, se entona el c0)tico e/").élico de la biena&enturada Virgen Baría (c. Lc (c. Lc 1, 1, @>))+. Ca atestiguado por la Degla de san 3enito (cap. 1* y 1+, el uso de cantar en las Laudes el Be)edictus y en las Vísperas el M".)$ic"t( que M".)$ic"t( que la Iglesia romana 'a empleado y 'a populari#ado a lo largo de los siglos (Orde)"ci-) (Orde)"ci-) .e)er"l de l" litur.i" de l"s *or"s( )=+. 4n eecto, estos c"nticos son ejemplares para e7presar el sentido de alaban#a y de acción de gracias a $ios por el e l don de la redención. 4n la celebración comunitaria del 0icio di&ino, el gesto ge sto de incensar el altar, al sacerdote y al pueblo, mientras se entonan los c"nticos e&ang%licos, puede sugerir >a la lu# de la tradición judía de orecer el incienso día y noc'e sobre el altar de los perumes> el car"cter oblati&o del sacriicio de alaban#a, e7presado en la litur.i" de l"s *or"s+ ?ni%ndonos a !risto en la oración, podemos &i&ir personalmente lo que se airma en la
carta a los ;ebreos: 0re#camos sin cesar, por medio de %l, a $ios un sacriicio de alaban#a, es decir, el ruto de los labios que celebran su nombre (*b 19, 1)< c. "l @2, 1@. *9< Os 1@, 9+. ). $espu%s del c"ntico, las %reces dirigidas al /adre o, a &eces, a !risto, e7presan la &o# suplicante de la Iglesia, que recuerda la solicitud di&ina por la 'umanidad, obra de sus manos. 4n eecto, la característica de las intercesiones &espertinas consiste en pedir la ayuda di&ina para toda clase de personas, para la comunidad cristiana y para la sociedad ci&il. /or ltimo, se recuerda a los ieles diuntos. La liturgia de las Vísperas tiene su coronamiento en la oración de -ess, el %"dre)uestro( síntesis de toda alaban#a y de toda splica de los 'ijos de $ios regenerados por el agua y el 4spíritu. Al inal de la jornada, la tradición cristiana 'a relacionado el perdón implorado a $ios en el padrenuestro con la reconciliación raterna de los 'ombres entre sí: el sol no debe ponerse mientras alguien est% airado (c. E @, *+. La plegaria &espertina concluye con una or"ci-) que, en sintonía con !risto cruciicado, e7presa la entrega de nuestra e7istencia en las manos del /adre, conscientes de que jam"s nos altar" su bendición.
ORDENACIÓN GENERAL DE LA LITURGIA DE LAS HORAS Sagrada Congregación para el Culto Divino 2 de febrero de 1971 CAPITULO I IMPORTANCIA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS U OFICIO DIVINO EN LA VIDA DE LA IGLESIA 1. La oración pública y comunitaria del pueblo de Dios figura con razón entre los principales cometidos de la Iglesia. Ya en sus comienzos, los bautizados "perserveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración" (Act. 2,42). Por lo demás, la oración unánime de la comunidad cristiana es atestiguada muchas veces en los Hechos de los Apóstoles ... Testimonios de la primitiva Iglesia ponen de manifiesto que cada uno de los fieles solía dedicarse individualmente a la oración a determinadas horas. En diversas regiones se estableció luego la costumbre de destinar algunos tiempos especiales a la oración común, como la última hora del día, cuando se hace noche y se enciende la lámpara, o la primera, cuando la noche se disipa con la luz del sol. Andando el tiempo se llegó a santificar con la oración común también las restantes Horas, que los Padres veían claramente aludidas en los Hechos de los Apóstoles. Allí aparecen los discípulos congregados a la "hora tercia". El Príncipe de los Apóstoles "subió a la terraza para orar hacia la hora sexta" (10, 9); 'Pedro... y Juan subían al templo a la hora de oración, que era la noria" (3, l); "hacia media noche, Pablo y Sil, puestos en oración, alababan a Dios" (16,25). 2. Tales oraciones realizadas en común poco a poco se iban configurando como un conjunto definido de Horas. Esta Liturgia de las Horas u Oficio Divino, enriquecida también con lecturas, es principalmente oración de alabanza y de súplica, y ciertamente oración que la Iglesia realiza con Cristo y que dirige a él. I. LA ORACIÓN DE CRISTO CRISTO INTERCESOR ANTE EL PADRE 3. Cuando vino para comunicar a los hombres la vida de Dios el Verbo que procede del Padre como esplendor de su gloria, "el Sumo sacerdote de la nueva y eterna Alianza Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales". 3 Desde entonces resuena en el corazón de Cristo la alabanza a Dios con palabras humanas de adoración, propiciación e intercesión: todo ello lo presentó al Padre, en nombre de los hombres y para bien de todos ellos, el que es príncipe de la nueva humanidad y Mediador ante Dios. 4. El Hijo de Dios, "que es una sola cosa con el Padre" (Jn 10, 30), y que al entrar en el mundo dijo: "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Hbr 10, 9; c£ Jii 6, 38), se ha dignado ofrecernos ejemplos de su propia oración. En efecto, los Evangelios nos lo presentan muchísimas veces en oración: cuando el Padre
revela su misión , antes del llamamiento de los Apóstoles, cuando bendice a Dios en la multiplicación de los panes , en la transfiguración . cuando sana al sordo y mudo y cuando resucita a Lázaro antes de requerir de Pedro su confesión cuando enseña a orar a los discípulos , cuando los discípulos regresan de la misión cuando bendice a los niños, cuando ora por Pedro. Su actividad diaria estaba tan unida con la oración que incluso aparece fluyendo de la misma, como cuando se retiraba al desierto o al monte para orar levantándose muy de mañana, o al anochecer, permaneciendo en oración 17 hasta la cuarta vigilia de la noche . Tornó parte también, como fundamentalmente se sostiene, en las oraciones públicas, tanto en las sinagogas, donde entró en sábado, "como tenía por costumbre"' , corno en el templo, al que llamó casa de oración , y en las oraciones privadas que los israelitas piadosos acostumbraban recitar diariamente. También al comer dirigía a Dios las tradicionales bendiciones, como expresamente se narra cuando la multiplicación del pan , en la Ultima Cenas, en la comida de Emaús, de igual modo recitó el himno con los discípulos . Hasta el final de su vida, acercándose ya el momento de la Pasión en la última Cena, en la agonía y en la cruz, el Divino Maestro mostró que era la oración lo que le animaba en el ministerio mesiánico y en el tránsito pascual. "Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarlo de la muerte, fue escuchado por su reverencial temor" (Heb 5, 7) y con la oblación perfecta del ara de 12 cruz "perfeccionó para siempre a los santificados" (Heb 10, 14); y después de resucitar de entre los muertos vive para siempre y ruega por nosotros. II. LA ORACIÓN DE LA IGLESIA EL MANDATO DE ORAR 5. Lo que Jesús Puso por obra nos lo mandó también hacer a nosotros. Muchas veces dijo "orad", "pedid", "en mi nombre", incluso nos proporcionó una fórmula de plegaria en la llamada oración dominical y advirtió que la oración es necesaria y que debe ser humilde, atenta, perseverante y confiada en la bondad del Padre, pura de intención y concorde con lo que Dios es. Los apóstoles, que frecuentemente nos aportan en las Epístolas oraciones sobre todo de alabanza y de acción de gracias, también insisten en la oración asidua a Dios, por medio de Jesús, en el Espíritu Santo, en su eficacia para la santificación, en la oración de alabanza de acción de gracias, de peticiones y de intercesión por todos. LA IGLESIA CONTINÚA LA ORACIÓN DE CRISTO 6. Ya que el hombre proviene todo él de Dios, debe reconocer y confesar este dominio de su Creador, como en todos los tiempos hicieron al orar los hombres piadosos. La oración, que se dirige a Dios, ha de establecer conexión con Cristo, Señor de todos los hombres y único Mediador, por quien tenemos el único acceso a Dios. Pues de tal manera él une así a toda la comunidad humana, que se establece una íntima unión entre la oración de Cristo y la de todo el género humano. Pues en Cristo y solo en Cristo la religión del hombre alcanza su valor salvífico y su fin. 7. Una especial y estrechísima unión se da entre Cristo y aquellos hombres a los que él ha hecho miembros de su Cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del Bautismo. Todas las riquezas del Hijo se difunden así de la cabeza a todo el cuerpo: la comunicación del Espíritu, la verdad, la vida y la participación de su filiación divina que se hacía patente en toda su oración mientras estaba en el mundo. También el sacerdocio de Cristo es participado por todo el cuerpo celestial, de tal forma que los bautizados, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como templo espiritual y sacerdocio sanioso y son depurados para el culto del Nuevo Testamento que brota no de nuestras energías, sino de los méritos y donación de Cristo. "No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza a su Verbo, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a 61 como miembros suyos, de forma que el es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros. Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros" En Cristo radica, por tanto, la dignidad de la oración cristiana, al participar ésta de la misma piedad para con el Padre y de la misma oración que el Unigénito expresó con palabras en su vida terrena y es continuada ahora incesantemente por la Iglesia y por sus miembros en representación de todo el género humano y para su salvación. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO 8. La unidad de la Iglesia orante es realizada por el Espíritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y en cada uno de los bautizados. El mismo "Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza" y
"aboga por nosotros con gemidos inefables" (Rom. 8 26); siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde "el espíritu de adopción, por el que clamamos: Abba, Padre" (Rom 8, 15; Cf Gal 4, 6, 1 Cor 12, 3; Ef 5, 18; Jd 20). No puede darse, pues oración cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual, realizando la unidad de la Iglesia nos , lleva al Padre por medio del Hijo. CARÁCTER COMUNITARIO DE LA ORACIÓN 9. Por tanto, el ejemplo y el mandato de Cristo y de los Apóstoles de orar siempre e insistentemente, no han de tomarse como simple norma legal, ya que pertenecen a la esencia íntima de la Iglesia, la cual, al ser una comunidad, debe manifestar su propia naturaleza comunitaria incluso cuando ora. Por eso, en los Hechos de los Apóstoles, donde por vez primera se habla de la comunidad de fieles, aparece ésta congregada en oración "con las mujeres y con María la madre de Jesús y sus hermanos" (Act 1, 14), "La muchedumbre de los que habían creído tenían un corazón y un, alma sola" (Act 4, 37), y esta unanimidad se fundaba en la Palabra de Dios, la comunión fraterna, la oración y la Eucaristía. Sí bien la oración hecha en oculto y cerrada la puerta que es necesaria y debe recomendarse siempre, la realizan los miembros de la Iglesia por medio de Cristo y en el Espíritu Santo, la oración comunitaria encierra una especial dignidad conforme a lo que el mismo Cristo manifestó: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20). III. LA LITURGIA DE LAS HORAS CONSAGRACIÓN DEL TIEMPO 10. Fiel y obediente al mandato de Cristo: "Es necesario orar siempre y no desfallecer" (Lc 18, l), la Iglesia no cesa un momento en su oración y nos exhorta a nosotros con estas palabras: "Ofrezcamos siempre a Dios el sacrificio de alabanza por medio de el (Jesús) (Heb 3, 15). Responde al mandato de Cristo no sólo con la celebración eucarística, sino también con otras formas de oración, principalmente con la Liturgia de las Horas, que, conforme a la antigua tradición cristiana, tienen como característica propia la de servir para santificar el curso entero del día y de la noche . 11. Consiguientemente, siendo fin propio de la Liturgia de las Horas la santificación del día y de todo el esfuerzo humano, se ha llevado a cabo su reforma procurando que en lo posible las Horas respondan de verdad al momento del día, y teniendo en cuenta al mismo tiempo las condiciones de la vida actual. Porque "ayuda mucho tanto para santificar realmente el día como para recitar con fruto espiritual las Horas, que la recitación se tenga en el tiempo más aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica. RELACIÓN ENTRE LA LITURGIA DE LAS HORAS Y LA EUCARISTÍA 12. La Liturgia de las Horas extiendes a los distintos momentos del día la alabanza y la acción de gracias, así como el recuerdo de los misterios de la salvación, las súplicas y el gusto anticipado de la gloria celeste, que se nos ofrecen en el misterio eucarístico, "centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana" La celebración eucarística halla una preparación magnífica en la Liturgia de las Horas, ya que esta suscita y acrecienta muy bien las disposiciones que son necesarias para celebrar la Eucaristía, como la fe, la esperanza, la caridad, la devoción y el espíritu de sacrificio. LA FUNCIÓN SACERDOTAL DE CRISTO EN LA LITURGIA DE LAS HORAS 13. La "obra de la redención de los hombres y de la perfecta glorificación Y de Dios. es realizada por Cristo en él Espíritu Santo por medio de su Iglesia, no sólo en la celebración de la Eucaristía y en la administración de los sacramentos, sino también con preferencia a los modos restantes, cuando se desarrolla la Liturgia de las Horas. En ella Cristo está presente en la Asamblea congregada, en la Palabra de Dios que se proclama y "cuando la Iglesia suplica y canta salmos" LA SANTIFICACIÓN HUMANA 14. La santificación humana y el culto a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquí aquella especie de correspondencia o diálogo entre Dios y los hombres, en que "Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración". Los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantísima de santificación en la Palabra de Dios que tiene aquí principal importancia. En efecto, tanto las lecturas, como los salmos que se cantan en su presencia están tomados de la Sagrada Escritura y las demás preces, oraciones e himnos están penetradas de su espíritu. Por tanto, no sólo cuando se lee lo que "fue escrito para nuestra enseñanza" (R.M. 15, 4), sino también cuando la Iglesia ora y canta, se alimenta la fe de cuantos participan y las mentes se dirigen a Dios presentándole la ofrenda espiritual y recibiendo de él su gracia con mayor abundancia. ALABANZA A DIOS EN UNIÓN CON LA IGLESIA DEL CIELO 15. En la Liturgia de las Horas la Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo su cabeza, ofrece a Dios, "sin interrupción" el sacrificio de alabanza, es decir, la primicia de los labios que cantan su nombre. Esta oración es "la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más
aún: es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre" "Por tanto, todos aquellos que ejercen esta función, por una parte cumplen la obligación de la Iglesia y por otra participan del altísimo honor de la Esposa de Cristo, ya que, mientras alaban a Dios, están ante su trono en nombre de la madre Iglesia." 16. Con la alabanza que a Dios se ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales; y sienta ya el sabor de aquella alabanza celestial que resuena de continuo ante el trono de Dios y el Cordero, como Juan la describe en el Apocalipsis. Porque la estrecha unión que se da entre nosotros y la iglesia, se lleva a cabo cuando "celebramos juntos, con fraterna alegría, la alabanza de la Divina Majestad y todos los redimidos por la sangre de Cristo de toda tribu, lengua, pueblo y nación (c£ Ap 5, 9), congregados en una misma Iglesia, ensalzamos con un mismo cántico de alabanza al Dios Uno y Trino" . Esta liturgia del ciclo casi aparece intuida por los profetas en la victoria del día sin ocaso, de la luz sin tinieblas. "Ya no será el sol tu luz en el día ni te alumbrará la claridad de la luna; será el Señor tu luz perpetua" (Is 60, 19-, CE Ap 21, 23, 25). "Será un día único, conocido del Señor, sin día ni noche, pues por la noche habrá luz" (Zac 14, 7). Pero "hasta nosotros ha llegado ya la plenitud de los tiempos (c£ 1 Cor 10, 11) y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente." De este modo la fe nos enseña también el sentido de nuestra vida temporal, a fin de que unidos con todas las criaturas anhelemos la manifestación de los hijos de Dios". En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y nutrimos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua alabanza y del día que no conoce ocaso. SÚPLICA A INTERCESIÓN 17. Además de la alabanza a Dios, la Iglesia expresa en la Liturgia los ofrecimientos y deseos de todos los fieles, más aún: se dirige a Cristo, y por medió de él al Padre, intercediendo por la salvación del mundo. No es sólo de la Iglesia esta voz, sino también de Cristo, ya que las súplicas se profieren en nombre de Cristo, es decir, "por medio de Nuestro Señor Jesucristo" y la Iglesia continúa las plegarias y súplicas que brotaron de Cristo durante su vida mortal y que por lo mismo poseen singular eficacia. Por tanto, la comunidad eclesial ejerce su verdadera función de conducir las almas a Cristo no sólo con la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la oración. Esta incumbencia atañe principalmente a todos aquellos que han recibido especial mandato para celebrar la Liturgia de las Horas: los obispos y presbíteros, que cumplen el deber de orar por su grey y por todo el pueblo de Dios , y los demás ministros sagrados y los religiosos. CUMBRE Y FUENTE DE LA ACCIÓN PASTORAL 18. Por consiguiente, los que tornan parte en la Liturgia de las Horas contribuyen de modo misterioso y profundo al crecimiento del pueblo de Dios ; ya que las tareas apostólicas se ordenan "a que todos, una vez hechos hijos de Dios por la fe y por el bautismo, se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor de este modo los fieles expresan en su vida y manifiestan a los otros "el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia, que tiene como propiedad el ser... visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina. A su vez, las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana. esta se nutre de la mesa de la Sagrada Escritura y de las palabras de los Santos, y se robustece con las plegarías. Pues sólo el Señor, sin el cual nada podemos hace?4, y a quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y el incremento , para que diariamente seamos edificados como morada de Dios en el Espíritu , y redoblemos las energías para llevar la buena nueva de Cristo a los que están fuera. QUE LA MENTE CONCUERDE CON LA VOZ 19. Para que se adueñe de esta oración cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de piedad y de múltiples gracias divinas y nutra al mismo tiempo la oración personal y la acción apostólica, conviene que la celebración sea digna, atenta y devota, de forma que la mente concuerde con la voz. Muéstrense todos diligentes en cooperar con la gracia divina, para que ésta no caiga en el vacío. Buscando a Cristo y penetrando cada vez más por la oración en su misterios alaben a Dios y eleven súplicas con los mismos sentimientos con que oraba el Divino Redentor. IV. LOS QUE CELEBRAN LA LITURGIA DE LAS HORAS A) LA CELEBRACIÓN EN COMÚN 20. La Liturgia de las Horas, como las demás acciones litúrgicas, no es una acción privada, sino que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él. Su celebración eclesial alcanza el mayor esplendor, y por lo mismo es recomendable con grado sumo, cuando con su obispo, rodeado de los presbíteros y ministros, la realiza una Iglesia particular, en que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica". Esta celebración, incluso, cuando ausente el obispo, la realiza el cabildo de
canónigos u otros presbíteros, téngase siempre de forma que, responda de veras a la hora del día, y en lo posible con participación del pueblo. Lo cual vale también para los cabildos colegiales. 21. Allí donde sea posible celebrarán comunitariamente y en la iglesia las Horas principales también las otras asambleas de fieles, que "en cierto modo representarán la Iglesia y visible constituida por todo el orbe de la tierra". Entre ellas ocupan lugar eminente las parroquias, que son como células de la diócesis constituidas localmente bajo un pastor que hace las veces del obispo. 22. Por tanto cuando los fieles son convocados y se. reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia que celebra el misterio de Cristo. 23. A los que han recibido el orden sagrado o están provistos de un peculiar mandato canónico", les incumbe convocar a la comunidad y dirigir su oración: "procuren que todos los que están bajo su cuidado vivan unánimes en la oración". Cuiden, por tanto, de invitar a los fieles y de proporcionarles la debida catequesis para la celebración común de las partes principales de la Liturgia de las Horas, sobre todo en los domingos y fiestas. Enséñenles a participar sacando motivos de auténtica oración, de forma que logren orar de verdad en la celebración y encáucenlos mediante una instrucción apropiada hacia la inteligencia cristiana de los salmos, a fin de que gradualmente lleguen a gustar mejor y a hacer más amplio uso de la oración de la Iglesia . 24. Las comunidades de canónigos, monjes, monjas y demás religiosos que por Regla o Constituciones celebran la Liturgia de las Horas en su totalidad o en parte, bien sea con el rito común o con un rito particular, representan de modo especial a la Iglesia orante: reproducen más de lleno el modelo de la Iglesia, que ataba incesantemente al Señor con armoniosa voz, y cumplen con el deber "de cooperar", principalmente con la oración, "en la edificación e incremento de todo el cuerpo místico de Cristo y en bien de las Iglesias particulares"' Lo cual ha de decirse principalmente de los que viven consagrados a la vida contemplativa. 25. Los ministros sagrados y todos aquellos clérigos que no están obligados de algún modo a la celebración común, cuando conviven o celebran reuniones, procuren tener comunitariamente siquiera alguna parte de la Liturgia de las Horas, sobre todo Laudes a la mañana y Vísperas por la tarde. 26. A los religiosos, varones y mujeres, que no están obligados a la celebración en común, así corno a los miembros de cualquier Instituto de perfección, se les ruega encarecidamente que se reúnan bien sea entre sí o con el pueblo, para celebrar esta Liturgia o una parte de la misma. 27. Se recomienda asimismo a los laicos, dondequiera que se reúnan en asambleas de oración, de apostolado, o por cualquier otro motivo, que reciten el Oficio de la Iglesia , celebrando alguna parte de la Liturgia de las Horas. Es conveniente que aprendan, en primer lugar, a adorar al Padre en espíritu de verdad. y que se den cuenta de que el culto público y la oración que celebran atañe a todos los hombres y puede contribuir en considerable medida a la salvación del mundo entero. Conviene finalmente que la familia, que es corno un santuario doméstico dentro de la Iglesia, no sólo oro en común, sino que además lo haga recitando algunas partes de la Liturgia de las Horas, cuando resulte oportuno, con lo que se sentirá más insertada en la Iglesia. B) EL MANDATO DE CELEBRAR LA LITURGIA DE LAS HORAS 28. A los ministros sagrados se les confía de tal modo la Liturgia de las Horas que cada uno de ellos habrá de celebrarla incluso cuando no participa el pueblo, con las adaptaciones necesarias al caso; pues la Iglesia los depura para la Liturgia de las Horas de forma que al menos ellos aseguren de modo constante el desempeño de lo que es función de toda la comunidad, y se mantenga en la Iglesia sin interrupción la oración de Cristo . El obispo, puesto que de modo eminente y visible representa a la persona de Cristo y es el gran sacerdote de su grey, de quien en cierto modo se deriva y depende la vida en Cristo de los fieles, deberá sobresalir por su oración entre todos los miembros de su Iglesia; su oración en la celebración de las Horas es siempre en nombre de la Iglesia, y a favor de la Iglesia y a él encomendada . Los presbíteros, unidos al obispo y a todo el presbiterio, que también actúan de modo especial en lugar de la persona de Cristo sacerdote, participan en la misma función, al rogar a Dios por todo el pueblo a ellos encomendado y por el mundo entero. Todos ellos realizan el ministerio del buen Pastor, que ora por los suyos para que tengan vida y para que sean consumados en la unidad. En la Liturgia de las Horas que la Iglesia pone en sus manos tratarán de hallar un manantial de piedad y un alimento para su oración persona, pero también deberán nutrir y alentar ahí la acción pastoral y misional con la abundancia de la contemplación para gozo de la Iglesia de Dios . 29. Por consiguiente, los obispos, presbíteros y demás ministros sagrados que han recibido de la Iglesia (c£ n. 17) el mandato de celebrar la Liturgia de las Horas, deberán recitarlas diariamente en su integridad y, en cuanto sea posible, en los momentos del día que de veras correspondan. Ante todo darán la importancia que le es debida a las Horas que vienen a constituir el núcleo de esta Liturgia, es decir los Laudes de la mañana y las Vísperas; y guardarán de no omitirlas si no es por causa grave.
Hagan con fidelidad el oficio de lecturas, que es principalmente una celebración litúrgica de la Palabra de Dios; cumplirán así cada día con el deber, que a ellos les atañe con particular razón, de acoger en sus propios corazones la Palabra de Dios, con lo que crecerán en la perfección de discípulos M Señor y saborearán más a fondo las riquezas de Cristo . Para santificar mejor el día íntegro, tomarán con sumo interés el recitar la Hora intermedia y las completas con que coronarán en su totalidad el "Opus Dei" y se encomendarán a Dios antes de acostarse. 30. Conviene muchísimo que los diáconos permanentes reciten diariamente alguna parte al menos de la Liturgia de las Horas, en la medida que determine la Conferencia Episcopal. 31. a) Los cabildos catedrales y colegiales deben tener en el coro las partes de la Liturgia de las Horas que les están preceptuadas por derecho común o particular. Pero cada uno de los miembros de estos cabildos deberán recitar en particular las Horas que recita el cabildo respectivo, además de aquellas a que estén obligados todos los ministros sagrados b) Las comunidades religiosas obligadas a la Liturgia de las Horas, y cada uno de sus miembros, celebrarán las Horas conforme a sus particulares estatutos, salvo lo que se prescribe en el n. 29 para cuantos han recibido el Orden sagrado. 32. A las demás comunidades religiosas, y a cada uno de sus miembros, se les exhorta a que, según las diversas circunstancias en que se encuentren, celebren algunas partes de la Liturgia de las Horas, que es la oración de la Iglesia y hace de todos los que andan dispersos por el mundo un solo corazón y una sola alma. La misma exhortación se hace también a los seglares. . C) ESTRUCTURA DE LA CELEBRACIÓN. 33. La Liturgia de las Horas se rige por sus propias leyes, estructurando de un modo peculiar los diversos elementos que se dan en las demás celebraciones cristianas; así está dispuesto que siempre se tenga la salmodia, precedida de un himno; seguidamente la lectura, breve o más extensa, de la Sagrada Escritura, y finalmente, las preces. Tanto en la celebración comunitaria, como en la recitación a solas, se mantiene la estructura esencial de esta Liturgia, que es un coloquio entre Dios y el hombre. Sin embargo, la celebración comunitaria pone más de manifiesto la índole eclesial de la Liturgia de las Horas, facilita la participación activa de todos, conforme a la condición de cada uno, con el diálogo, la salmodia alternada y otros medios semejantes, y tiene más en cuenta los diversos géneros de expresión. De aquí el que siempre que pueda tenerse una celebración comunitaria con concurrencia y participación activa de los fieles, haya de preferirse a una celebración a solas y en cierto modo privada. Cuando proceda, será ventajoso, además, cantar el Oficio en coro y en comunidad, teniendo en cuenta la naturaleza y la función propia de cada parte. De este modo daremos cumplimiento a la advertencia M Apóstol:"La Palabra de Dios habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos inspirados" (Col 3. 16; c£ Eph 5,19-20). CAPITULO II LA SANTIFICACIÓN DEL DÍA MEDIANTE LAS DISTINTAS HORAS LITÚRGICAS 1. LA INTRODUCCIÓN A TODO EL OFICIO 34. Se acostumbra iniciar todo el Oficio con el Invitatorio. Consta éste del verso "Señor, ábrenos los labios: Y mi boca proclamará tu alabanza", y el del salmo 94, que diariamente invita a los fieles a cantar las alabanzas de Dios y a escuchar su voz, y los estimula a esperar anhelantes el "descanso del Señor" Sin embargo, puede sustituirse este salmo, cuando se juzgue oportuno, por uno de los salmos 99, 66 ó 23. Es conveniente recitar el salmo invitatorio en forma responsorial, como se indica en su propio lugar, es decir, con su antífona propia, que se dice al principio del salmo y luego la repite la asamblea y la intercala después de cada una de las estrofas. 35. El lugar del invitatorio es el principio de todo el curso de la oración cotidiana, es decir, que antecede a los Laudes de la mañana o al oficio de Lecturas, según que se comience el día por una u otra acción litúrgica. No obstante, cuando el salmo invitatorio hubiere de preceder a los Laudes, podría omitirse si se juzga oportuno. 36. En el lugar correspondiente, se indica el modo de variar la antífona del invitatorio, según los distintos días litúrgicos. II. LOS LAUDES DE LA MAÑANA Y LAS VÍSPERAS 37. "Los Laudes, como oración matutina, y las Vísperas, como oración vespertina, que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales. 38. Los Laudes matutinos están dirigidos y ordenados a santificar la mañana, como salta a la vista en muchos de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las siguientes palabras: "Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos
preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: "Me acordé del Señor y me llené de gozo" (Sal 76, 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: "por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, me acerco y te miro" (Sal. 5, 4-5)". Esta Hora, que se tiene con la primera luz del día, trae, además, a la memoria el recuerdo de la resurrección del Señor Jesús que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (c£ Jn 1, 9) y "el sol de justicia" (Mat 4, 2), "que nace de lo alto" (Lc 1, 78). Así se comprende bien la advertencia de San Cipriano: "Se hará oración a la mañana para celebrar la Resurrección del Señor con la oración matutina. 39. Se celebran las Vísperas a la tarde, cuando ya declina el día, "en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto". También hacernos memoria de la Redención por medio de la oración que elevamos "como el incienso en presencia del Señor", y en la cual "el alzar de las manos" es "oblación vespertina" . Lo cual "puede aplicarse también con mayor sentido sagrado a aquel verdadero sacrificio vespertino que el Divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en -que cenaba con los Apóstoles, inaugurando así los sacrosantos misterios, y que ofreció al Padre en la tarde del día supremo, que representa la cumbre de los siglos, alzando sus manos por la salvación del mundo" . Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, "oramos y suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, pedimos -que venga Cristo a otorgarnos el don de la luz eterna"8 * Precisamente en esta Hora concuerdan nuestras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar "a la luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito, llegados a la puerta del sol, viendo la luz encendida en la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo..." 40. La oración de la comunidad cristiana deberá consistir, ante todo, en los Laudes de la mañana y las Vísperas: foméntese su celebración pública o comunitaria, sobre todo entre aquellos que hacen vida común. "Encomiéndese incluso su recitación individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la celebración común". 41. Los Laudes de la mañana y las Vísperas se inician con la invocación inicial: "Dios mío, ven en mi auxilio: Señor, date prisa a socorrerme", al que sigue el "Gloria al Padre" con el "Como era" y el Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma). Todo ello se suprime en los Laudes, cuando precede inmediatamente el Invitatorio. 42. Seguidamente se dice un himno apropiado. El himno está situado de forma que dé a cada Hora una especie de colorido propio y también, sobre todo en la celebración con el pueblo, para que el comienzo de la oración resulte más fácil y se cree un clima más festivo. 43. A continuación del himno viene la salmodia, conforme los n. 121-125. Conforme a la tradición de la Iglesia, la salmodia de los Laudes consta de un primer salmo matutino, el cántico tomado del Antiguo Testamento y un segundo salmo de alabanza. La salmodia de Vísperas consta de dos salmos, o de dos partes de un salmo más extenso, apropiado a esta Hora y a la celebración con el pueblo, y de un cántico tomado de las Epístolas o del Apocalipsis. 44. Terminada la salmodia, se tiene la lectura, bien sea breve o más extensa. 45. La lectura está señalada de acuerdo con las características del día, del tiempo o de la fiesta; deberá leerse y escucharse como una proclamación de la Palabra de Dios, que inculca con intensidad algún pensamiento dado y que ayude a poner de relieve determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la Sagrada Escritura. Las lecturas breves son distintas en cada uno de los días en que se divide el salterio. 46. Hay libertad para hacer una lectura bíblica más extensa, principalmente en la celebración con el pueblo, tomándola o del Oficio de lecturas, o de las lecturas de la misa, eligiendo principalmente aquellos textos que por diversas razones no se hubieran podido emplear. Nada impide que se elija algunas veces otra lectura más adecuada al caso, conforme a los nn. 248, 249, 25 1. 47. En la celebración con el pueblo puede tenerse una homilía ilustrativa de la lectura precedente, si se juzga oportuno. 48. Igualmente, si se juzga oportuno, puede tenerse también un espacio de silencio a continuación de la lectura o de la homilía. 49. Como respuesta a la palabra de Dios, se ofrece un canto responsorial o responsorio breve, que puede omitirse si conviene. En su lugar pueden tenerse otros cantos del mismo género y función, con tal que hayan sido debidamente aprobados por las Conferencias Episcopales. 50. Seguidamente se dice, con su correspondiente antífona, el cántico evangélico, que en los Laudes será el cántico de Zacarías "Benedictus", y en las Vísperas el cántico de la B. V. María "Magnífica". Tales cánticos que la Iglesia Romana ha empleado y ha popularizado a lo largo de los siglos, expresan la alabanza y acción de
gracias por la obra de la Redención. Las antífonas correspondientes al Benedictus y al Magníficat están señaladas de acuerdo con las características del día, del tiempo o de las fiestas. 51. Terminado el cántico, en los Laudes se tienen preces, consagrando a Dios el día y el trabajo; a las Vísperas, las preces son de intercesión (e£ nn. 179-193). 52. A continuación de dichas preces o intercesiones, recitan todos el Padrenuestro. 53. Una vez recitado el Padre nuestro, se dice inmediatamente la oración conclusiva que figura en el salterio, para las ferias extraordinarias, y en el Propio, para los demás días. 54. Si es un sacerdote o un diácono el que preside despide luego al pueblo con el saludo "El Señor esté con vosotros" y con la bendición, lo mismo que en la misa, diciendo a continuación: "Podéis ir en paz" R/ "Demos gracias a Dios". No siendo así la celebración finaliza con "El Señor nos bendiga , etc. III. EL OFICIO DE LECTURA 55. El Oficio de Lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios y principalmente a quienes se han entregado al Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la palabra de Dios y las mejores páginas de los autores espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa de cada día es más rica la serie de lecturas bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación y de la tradición contenido en el Oficio de lectura es de grande provecho espiritual. Traten de buscar estas riquezas, ante todo, los sacerdotes, para que puedan transmitir a otros la palabra de Dios que ellos han recibido y convertir su doctrina en "alimento para el pueblo de Dios" 56. La oración debe acompañar "a la lectura de la Sagrada Escritura, a fin de que se establezca un coloquio entre Dios y el hombre, puesto que con él hablamos cuando oramos y lo escuchamos a él cuando leemos los divinos oráculos" y, por lo mismo, el Oficio de lectura consta también de salmos, de un himno, de una oración y de otras fórmulas, y tiene de suyo carácter de oración. 57. El Oficio de lectura, conforme a la Constitución Sacrosanctum Concilium, "aunque en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, compóngase de manera que pueda rezarse a cualquier hora del día menos salmos y lecturas más largas". 58. Por tanto, los que están obligados por sus particulares leyes a mantener el carácter de alabanza nocturna en este Oficio y los que cosa laudable quieran hacerlo así, y reciten de noche, ya al anochecer y antes de los Laudes, en el tiempo "per annum" elegirán el himno dentro de la seric destinada a este fin. En los domingos, solemnidades y en ciertas fiestas habrá de tenerse en cuenta, además, lo que se dice en los nn. 70-73 acerca de las vigilias. 59. Permaneciendo vigente la disposición que precede, el Oficio de lectura puede recatarse a cualquier hora del día, e incluso en la noche del día precedente, después de haberse celebrado las Vísperas. 60. Si el Oficio de lectura se recita antes de los Laudes, habrá de proceder el invitatorio, como arriba se ha dicho (rin. 34-36). De lo contrario, se comienza por el verso "Dios mío, ven en mi auxilio% con el "Gloria, Como era" y fuera del tiempo de Cuaresma, el Aleluya. 61. A continuación se dice un himno que, en el tiempo ordinario se tornará, de acuerdo con lo que exija la realidad del momento, o de la serie nocturna, como arriba se indica en el n. 58, o de la serie diurna. 62. Se prosigue con la salmodia, que consta de tres salmos (o fragmentos, cuando los salmos que corresponden son más largos). En el triduo pascual, en los días comprendidos en las octavas de Pascua y Navidad, así como en las solemnidades y fiestas, figuran salmos propios, con sus antífonas propias. En los domingos y en las ferias los salmos con sus antífonas se toman del Salterio en curso. De aquí se toman también las memorias de los Santos, a no ser que se tengan salmos y antífonas propios (c£ número 218 ss.). 63. Entre la salmodia y las lecturas se dice, como es costumbre, el verso, que sirve para enlazar ambas partes. 64. Se hace una doble lectura: la primera es bíblica: la otra puede estar tomada de las obras de los Padres o de escritores eclesiásticos o ser hagiográfica. 65. Después de cada lectura se dice un responsorio (c£ n. 169-172). 66. Ordinariamente se ha de tomar la lectura bíblica que corresponda en el Propio del tiempo, conforme a las normas que más abajo se darán, en los nn. 140-155. En cambio, en las solemnidades y fiestas, la lectura bíblica se ha de tomar del Propio o del Común. 67. La segunda lectura con el correspondiente responsorio se toma, o bien del libro Liturgia de las Horas o del Leccionario libre, de que se hablará en el n. 161. Ordinariamente será la que corresponda en el Propio del Tiempo. En las solemnidades y fiestas de los Santos, se empleará la lectura hagiográfica correspondiente; si no la hubiera se tomará la lectura patrística del lugar respectivo del Común de los Santos. En las memorias de los Santos, no impedidas de celebración, también se tiene la lectura hagiográfica en vez de la segunda lectura que hubiera correspondido (c£ nn. 166, 235).
68. En los domingos fuera de la Cuaresma, en los días comprendidos en las octavas de Pascua y de Navidad, en las solemnidades y fiestas, después de la segunda lectura seguida de su responsorio, se recita el Te Deum, el cual se omite en las memorias y en las ferias. La última parte de este himno, desde el versículo "Salvum fac populum tuum" hasta el fin, puede omitirse libremente. 69. El Oficio de lectura concluye con la oración propia del día y, al menos cuando se celebra en común, con la aclamación "Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios". IV. LAS VIGILIAS 70. La Vigilia Pascual es celebrada en toda la Iglesia, como se indica en los correspondientes libros litúrgicos. "Es tan grande la Vigilia de esta noche, dice San Agustín, que ella sola reclamaría para sí como propio el nombre que es común a las demás"; "pasamos en vela la noche en que el Señor resucitó y en la que inauguró para nosotros en su carne aquella vida... del todo ajena a la muerte y al sueño .... y así querrá que con él vivamos y reinemos eternamente aquel a quien nosotros, vigilantes, cantamos resucitado al amanecer". 71. A semejanza de la Vigilia pascual hubo la costumbre de iniciar la celebración de algunas solemnidades con una vigilia en el templo: sobresalen, entre ellas, el Nacimiento del Señor y el día de Pentecostés. Tal costumbre debe conservase de acuerdo con el uso de cada una de las Iglesias. Si en algún lugar determinado se ve la conveniencia de dar realce a otras solemnidades o peregrinaciones mediante una vigilia, obsérvense las normas generales para las celebraciones de la Palabra divina. 72. Los Padres y autores espirituales con muchísima frecuencia exhortan a los fieles, sobre todo a los que se dedican a la vida contemplativa, a la oración en la noche, con la que se expresa y se aviva la espera del Señor que ha de volver "En medio de la noche se oyó un clamor que viene el esposo, salid a su encuentro" (Mt 25, 6). "Vigilad pues, porque no sabéis cuándo va a venir el señor de la casa: si a la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer, no sea que viniendo de súbito os encuentre durmiendo" (Me. 13, 35-36). Son, por tanto dignos de alabanza los que mantienen el carácter nocturno del Oficio de lectura. 73. Además, como quiera que en el Rito Romano, y en atención principalmente a los que se dedican a una tarea apostólica, el Oficio de lectura mantiene siempre la misma brevedad, los que deseen una celebración más extensa de la vigilia del domingo, de las solemnidades y de las fiestas, procederán del modo siguiente:Celébrese en primer lugar el Oficio de lectura Según figura en el libro Liturgia de las Horas hasta las lecturas inclusive. Terminadas ambas lecturas, y antes del Te Deum, añádanse los cánticos que se han puesto en el Apéndice con este fin; léase a continuación el Evangelio, sobre el que podrá tenerse la homilía, si conviene; luego se canta el Te Deum y se dice la oración. En las solemnidades y fiestas el Evangelio se tomará del Leccionario de la Misa, y los domingos de la serie del misterio pascual que aparece detallada en el apéndice del libro Liturgia de las Horas. V. TERCIA, SEXTA, NONA: LA HORA INTERMEDIA 74. Conforme a una tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la Iglesia apostólica; esta tradición, andando el tiempo, cristalizó de diversas maneras en celebraciones litúrgicas. 75. Tanto en Oriente como en Occidente, se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexta y Nona, principalmente porque se unía a estas horas el recuerdo de los acontecimientos de la Pasión del Señor y de la primera propagación del Evangelio. 76. El Concilio Vaticano II ha establecido que las Horas menores de Tercia, Sexta y Nona se mantengan en el Oficio coral. Deberá mantenerse este uso litúrgico, salvo derecho particular, por todos aquellos que se consagran a la contemplación; lo cual se aconseja a todos, principalmente los que se encuentran en retiro espiritual o en alguna reunión de pastoral. 77. Sin embargo, fuera del Oficio coral, y salvo derecho particular, cabe elegir una de estas Horas, aquella que más se acomode al momento del día. Los que no dicen las tres Horas, habrán de celebrar una al menos, a fin de que se mantenga la tradición de orar durante el día en medio del trabajo. 78. La disposición de las Horas Tercia, Sexta y Nona se han hecho teniendo en cuenta tanto a los que sólo recitan una Hora u "Hora intermedia", como a los que por obligación o libre voluntad celebran las tres. 79. Tercia, Sexta y Nona o la "Hora intermedia" se comienzan con la invocación "Dios mío, ven en mi auxilio" con el Gloria, "Como era" y Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma). Luego se dice el himno correspondiente a la Hora. A continuación se tiene la salmodia, seguida de la lectura breve y del verso. Concluye la Hora con la oración conclusiva y, al menos cuando se recita en común, con la aclamación "Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios". 80. A cada una de las Horas se le asignan diversos himnos y oraciones, de forma que, conforme a la tradición, concuerden de verdad con el momento del día y se facilite mejor la santificación de cada Hora; por lo mismo, el que sólo recite una Hora, procurará elegir los elementos que mejor correspondan a la misma.
Además, las lecturas breves y las oraciones varían de acuerdo con el día, el tiempo o la fiesta. 81. La salmodia que se ofrece es doble: una habitual y otra complementaria. Cuando se reza solamente una Hora se tomará la salmodia habitual. El que reza varias Horas dirá en una la salmodia habitual y la complementaria en las restantes. 82. La salmodia habitual consta de los tres salmos (o fragmentos, si se trata de salmos más extensos) que se encuentran en el curso del Salterio, y tienen sus propias antífonas si en su lugar no se dice lo contrario. Las solemnidades, el triduo pascual y los días de la octava de Pascua tienen antífonas propias, con tres salmos que se tomarán de la salmodia complementaria si no hubieren de emplearse salmos especiales, o la celebración de la solemnidad coincidiere en domingo, en cuyo caso se toman los salmos del domingo de la primera semana. 83. La salmodia complementaria consta de temas de salmos escogidos entre los que se llaman "graduales". VI. LAS COMPLETAS 84. Las Completas son la última oración del día que se ha de hacer antes del descanso nocturno, aunque haya pasado ya la media noche. 85. Las Completas comienzan, como las demás Horas, con la invocación inicial "Dios mío, ven en mi auxilio% con el Gloria "Como era" y el Aleluya (que se omite en tiempo de Cuaresma). 86. A continuación es de alabar que se haga examen de conciencia, que en la celebración común se hace en silencio o bien según alguna de las fórmulas que propone el Misal Romano para el acto penitencial. 87. Después se dice el himno correspondiente. 88. En cuanto a la salmodia, el domingo, después de las I Vísperas, se dicen los salmos 4 y 133; después de las II Vísperas, el salmo 90. Los demás días se han elegido aquellos salmos que estimulen sobre todo la confianza en el Señor, se concede, sin embargo, que éstos puedan ser sustituidos por los salmos del domingo, principalmente para comodidad de aquellos que quizá prefieran recitar las Completas de memoria. 89. Después de la salmodia se hace la lectura breve, a la cual sigue el responsorio "A tus manos, Señor"; después se dice el cántico evangélico "Ahora, Señor" con su antífona. Con ¿I podemos decir que culmina esta Hora. 90. La oración conclusiva es la correspondiente al día de la semana. 91. Después de la oración, incluso en la recitación privada, se dice la bendición El Señor todopoderoso nos conceda. 92. Después se dice una de las antífonas de la B. Virgen María. Pero en tiempo pascual será siempre "Reina del ciclo alégrate". Además de las antífonas que se contienen en el libro Liturgia de las Horas, pueden ser aprobadas otras por la Conferencia Episcopal. VIII. MODO DE UNIR, SEGÚN LA OPORTUNIDAD, LAS HORAS DEL OFICIO CON LA MISA 0 BIEN ENTRE SI 93. En casos particulares, cuando lo aconsejan las circunstancias, se puede llegar, en la celebración pública o común, a una unión más estrecha entre la Misa y una Hora del Oficio, según las normas que siguen con tal de que tanto la Misa como la Hora sean del mismo Oficio. Pero téngase cuidado de que esto no vaya en detrimento de la utilidad pastoral, sobre todo el domingo. 94. Cuando los Laudes matutinos que se celebran en el coro o en común preceden inmediatamente a la Misa, la acción litúrgica puede comenzar por la invocación inicial y el himno del Oficio, especialmente los días de feria, o por el canto de entrada de la Misa con la procesión y saludo del celebrante, especialmente los días festivos. Según el caso se omite, pues, uno de los ritos iniciales. A continuación se prosigue con la salmodia de los Laudes, como de costumbre, hasta la lectura breve exclusive. Después de la salmodia, omitido el rito penitencial, y según la oportunidad el Kyrie, se dice u omite según las rúbricas el Gloria y el celebrante recita la colecta de la Misa. Después se continúa con la liturgia de la Palabra, como de costumbre. La Oración de los fieles se hace en su lugar y según la forma acostumbrada en la Misa. Pero los días de feria, en la Misa de la mañana, en lugar del formulario corriente de la Oración de los fieles, se pueden decir las preces matutinas de los Laudes. Después de la comunión con su canto propio, se canta el Benedictus con su antífona de Laudes. Después se dice la oración para después de la comunión y lo demás como de costumbre. 95. Si la Hora intermedia, Tercia, Sexta y Nona, según pido el momento del día, se celebra pública e inmediatamente antes de la Misa, la acción litúrgica puede empezar igualmente o por la invocación inicial e himno de la Hora, especialmente los días de feria, o por el canto de entrada de la Misa con la procesión y saludo del celebrante, especialmente los días festivos Según el caso se omite, pues, uno de los ritos iniciales.
Después se prosigue la salmodia de la Hora como de costumbre hasta la lectura breve exclusive. Después de la salmodia, omitido el acto penitencial y, según la oportunidad el Kyrie, se dice u omite según las rúbricas el Gloria, y el celebrante dice la colecta de la Misa. 96. Las Vísperas se unen a la Misa cuando preceden inmediatamente a la misma, del mismo modo que los Laudes. Pero las primeras Vísperas los días de solemnidad, domingos y fiestas del Señor, no podrán celebrarse hasta que se haya celebrado la Misa del día precedente o del sábado. 97. Cuando siguen a la Misa, la Hora intermedia, es decir, Tercia, Sexta y Nona, o bien las Vísperas, la Misa se celebra como de costumbre hasta la oración para después de la comunión, inclusive. Dicha la oración para después de la comunión, comienza inmediatamente la salmodia de la Hora. En la Hora intermedia, terminada la salmodia y omitida la lectura breve, se dice la oración y se despide como en la Misa. Para las Vísperas, terminada la salmodia y omitida la lectura, se continúa con el Magníficat y su antífona y, omitidas las preces y Padrenuestro se dice la oración conclusiva y se bendice al pueblo. 98. Excepto en el caso de la Navidad del Señor, se excluye normalmente la unión de la Misa con el Oficio de lectura, puesto que la Misa contiene ya su ciclo de lecturas, que se ha de distinguir de aquel otro del Oficio. Pero si en algún caso especial conviene hacerlo, después de la segunda lectura del Oficio y su responsorio, omitido todo lo demás del mismo, comienza la Misa por el himno Gloria, en el caso de que lo prescriba la rúbrica, si no por la colecta. 99. Si se celebra el Oficio de lectura inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, se puede adelantar al comienzo de toda la celebración el himno correspondiente de esta Hora; después, al fin del oficio de lecturas, se omite la oración y la conclusión, y en la Hora siguiente se omite la invocación inicial y el Gloria al Padre. CAPITULO III LOS DISTINTOS ELEMENTOS DE LA LITURGIA, DE LAS HORAS I. LOS SALMOS Y SU CONEXIÓN CON LA ORACIÓN CRISTIANA 100. En la Liturgia de las Horas, la Iglesia ora sirviéndose en buena medida de aquellos cánticos insignes que bajo la inspiración del Espíritu Santo compusieron los autores sagrados del antiguo Testamento. Pues por su origen tienen la virtud de elevar hacia Dios la mente de los hombres, excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, les ayudan de un modo admirable a dar gracias en los momentos de alegría y les proporcionan consuelo y firmeza de espíritu en la adversidad. 101. Sin embargo, los salmos no son más que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se reveló en Cristo Señor y de la que recibe toda su fuerza la oración de la Iglesia; por lo cual no es de extrañar que, a pesar de la suma estima de los salmos, en la que se muestran concordes todos los fieles, surja a veces alguna dificultad cuando alguien al orar intenta hacer suyos tan venerables poemas. 102. Sin embargo, el Espíritu Santo, bajo cuya inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a los que "creyendo con buena voluntad" cantan estas composiciones poéticas. Pero es necesario, ante todo, que "adquieran una instrucción bíblica más rica, principalmente acerca delos salmos" , y cada cual, conforme a su capacidad, considere de qué modo y con qué método puede orar rectamente cuando los recita. 103. Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa sino composiciones poéticas de alabanza. Por lo tanto, aunque posiblemente hayan sido proferidos alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les llama en hebreo: "Tehillim", es decir "cánticos de alabanza", y en griego: "psalmoi" es decir, "cánticos que han de ser entonados al son del salterio". En verdad, todos los salmos están dotados de cierto carácter musical que determina el modo adecuado de recitarlos. Por lo tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su índole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente, pero tienden sobre todo a remover los corazones de los que los recitan y de los que los escuchan, e incluso de los que tocan "el salterio y la cítara". 104. Quien, por tanto, gusta de la salmodia, medite verso tras verso, dispuesto siempre en su corazón a responder conforme a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue asistiendo también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su gracia. Por lo cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la majestad divina, debe realizarse con alegría de espíritu y dulzura amorosa, tal como conviene a la poesía y al canto sagrado y sobre todo a la libertad de los hijos de Dios. 105. A menudo valiéndose de las palabras de los salmos podemos orar con mayor facilidad y fervor, ya que se trate de dar gracias y alabar a Dios en el júbilo, ya de invocarlo desde lo profundo de la angustia. No obstante -sobre todo si el salmo se dirige inmediatamente a Dios- surgen a veces ciertas dificultades. Pues el salmista como poeta que es, habla al pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel, a veces interpela a otros sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales. Es más: nos presenta a Dios y a los hombres hablando entre sí, e incluso a los enemigos de Dios, como sucede en el salmo segundo. Con lo cual se manifiesta que el salmo no tiene el mismo argumento de oración que las preces o colectas compuestas por la Iglesia. Además, la índole poética y musical de los salmos no exige necesariamente que se dirijan a Dios, sino que se canten ante Dios
como advierte San Benito: "Consideremos de qué modo conviene estar en la presencia de la Divinidad y de sus ángeles, y recitemos los salmos de modo que nuestra mente concuerde con nuestra voz. 106. Quien recita los salmos abre su corazón a los sentimientos que éstos inspiran según el género literario de cada uno, ya sea de lamentación, confianza, acción de gracias u otros que acertadamente señalan los exegetas. 107. Adhiriéndose al sentido literal, el que recita los salmos fija su atención en la importancia del texto para la vida del creyente. En efecto, consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias peculiares, como nos lo indican los títulos que los preceden en el salterio hebreo. Pero sea lo que fuere de su origen histórico, cada salmo tiene un sentido literal que incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues aunque tales cánticos traigan su origen de los pueblos orientales de hace bastantes siglos, expresan, sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la esperanza, la miseria y la confianza de los hombres de todas las edades y regiones, cantando sobre todo la fe Dios, la revelación y la redención. 108. Quien recita los salmos en la Liturgia de las Horas no lo hace tanto en nombre Propio como en nombre de todo el Cuerpo de Cristo, e incluso en nombre de la persona de] mismo Cristo. Teniendo esto presente se desvanecen las dificultades que surgen cuando alguien, al recitar el salmo advierte tal vez que los sentimientos de su corazón difieren de los expresados en el mismo, así, por ejemplo, si el que está triste y afligido se encuentra con un salmo de júbilo o, por el contrario, sí sintiéndose alegre se encuentra con un salmo de lamentación. Esto se evita fácilmente cuando se trata simplemente de la oración privada en la que se da la posibilidad de elegir el salmo más adaptado al propio estado de ánimo. Pero en el Oficio divino se recorre toda la cadena de los salmos, no a título privado, sino en nombre de la Iglesia, incluso cuando alguien hubiere de recitar las Horas individualmente. Pero quien recitare los salmos en nombre de la Iglesia, siempre puede encontrar un motivo de alegría y tristeza, porque también aquí tiene su aplicación aquel dicho del Apóstol: "Alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran" (Rom 12, 1) y así la fragilidad humana, indispuesta por el amor propio, se sana por la caridad, que hace que concuerden el corazón y la voz del que recita el salmo . 109. Quien recita los salmos en nombre de la Iglesia debe dirigir su atención al sentido pleno de los salmos, en especial al sentido mesiánico que movió a la Iglesia a servirse del Salterio. El sentido mesiánico se manifestó plenamente en el Nuevo Testamento, y el mismo Cristo Señor lo puso de manifiesto al hablar a los Apóstoles: "es necesario que se cumplan todas las cosas que fueron escritas de Mí en la ley de Moisés, los profetas y los salmos" (Luc 24, 44). Es un ejemplo conocidísimo el diálogo que nos refiere San Mateo acerca del Mesías, Hijo de David y Señor suyo, en el que el salmo 109 es aplicado al Mesías. Siguiendo esta senda, los Santos Padres aceptaron y comentaron todo el salterio a modo de profecía acerca de Cristo y su Iglesia; por el mismo motivo fueron elegidos los salmos para su uso en la sagrada Liturgia. Aunque a veces eran aceptadas algunas interpretaciones artificiosas, sin embargo, por lo general, tanto los Padres como la Liturgia procedieron rectamente al oír en los salmos a Cristo que clama al Padre o el Padre que habla a su hijo, reconociendo incluso la voz de la Iglesia, de los Apóstoles o de los mártires. Este método interpretativo siguió floreciendo en la Edad Media: en muchos códices del salterio, escritos durante este período, se les proponía a los que recitaban los salmos el sentido cristológico de los mismos, expresando en los títulos que precedían a cada uno de los salmos. La interpretación cristológica no se limita en modo alguno a aquellos salmos que son considerados como mesiánicos, sino que se extiende a muchos otros, en los que sin duda se dan meras apropiaciones, pero refrendadas por la tradición de la Iglesia. Sobre todo en la salmodia de los días festivos, los salmos fueron elegidos con cierto criterio cristológico, para cuya ilustración se proponen generalmente antífonas sacadas de los mismos salmos. II. ANTÍFONAS Y OTROS ELEMENTOS QUE FACILITAN LA ORACIÓN DE LOS SALMOS 110. Tres cosas hay en la tradición latina que contribuyeron grandemente a la inteligencia de los salmos o a su adaptación para la oración cristiana, a saber, los títulos, las oraciones sálmicas y, sobre todo, las antífonas. 111. En el Salterio de la Liturgia de las Horas, cada salmo va precedido de un título que denota su sentido e importancia para la vida del creyente. Estos títulos se proponen en el libro de la Liturgia de las Horas tan sólo para utilidad de los que recitan los salmos. Para fomentar la oración a la luz de la revelación cristiana, se añade una sentencia del Nuevo Testamento o de los Padres invitando a orar en sentido cristológico. 112. Las oraciones sálmicas que sirven de ayuda para su interpretación específicamente cristiana, se proponen en el apéndice del libro de la Liturgia de las Horas para cada uno de los salmos y pueden ser utilizadas libremente según la norma de la antigua tradición: concluido el salmo y observando un momento de Silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes. 113. Aunque la Liturgia de las Horas se celebre sin canto, todo salmo tiene su antífona, que deberá recitarse incluso en privado. Las antífonas, en efecto, ayudan a poner de manifiesto el género literario del salmo; lo transforman en oración personal; iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar en determinadas circunstancias; más
aún, siempre que se excluyan arbitrarias acomodaciones, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación topológica o festiva y pueden hacer agradable y variada la recitación de los salmos. 114. Las antífonas en el salterio están redactadas de tal forma que puedan ser traducidas a las lenguas vernáculas, e incluso ser repetidas después de cada estrofa según lo que se especifica en el núm. 125. Pero en el Oficio sin canto del tiempo ordinario, en lugar de estas antífonas se pucden utilizar según la oportunidad, las sentencias añadidas a los salmos (Cf, n.11l). 115. Cuando a consecuencia de su extensión se puede dividir un salmo en varias partes dentro de una misma Hora, a cada una de las partes se le añade su propia antífona para lograr una mayor variedad, sobre todo en la celebración con canto, y para captar mejor la riqueza de¡ salmo: es lícito, sin embargo, rccitar el salmo íntegro sin interrupción, utilizando sólo la primera antífona. 116. Poseen antífonas propias todos los salmos de Laudes y Vísperas del triduo pascual, los de los días que caen dentro de las octavas de Pascua y Navidad; los de las domínicas de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, asimismo los de los días feriales de Semana Santa, del tiempo pascua] y los de los días comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre. 117. En las solemnidades hay antífonas propias para el Oficio de lectura de Laudes matutinos, Tercia, Sexta, Nona y Vísperas; en caso de que no las hubiera se tomarán del Común. En las fiestas se observará otro tanto en el Oficio de lectura en los Laudes y en las Vísperas. 118. Las memorias de los Santos, que tienen sus antífonas propias, las conservan (CE n. 235). 119. Las antífonas del "Benedictus" y del "Magnificat" en el Oficio del Tiempo se tomarán del Propio del Tiempo, si las hay, si se tomarán del salterio habitual; en las solemnidades y en las fiestas se toman del Propio, si las posee, y en caso contrario, del Común; pero en las memorias que no tienen antífonas propias se puede escoger libremente la antífona del Común o de la feria que corresponda. 120. Durante el tiempo pascual, a todas las antífonas se les añade el Aleluya, a no ser que discrepe del sentido de la antífona. III. MODO DE RECITAR LOS SALMOS 121. Según las exigencias del género literario, de la extensión de cada salmo; según sea recitado en latín o en lengua vernácula, y principalmente según se reciten por uno solo o por muchos o se celebren con el pueblo, pueden proponerse distintos modos de recitación que ayuden a percibir mejor la fragancia espiritual y literaria de los mismos. Porque el empleo de los salmos no se establece por una especie de criterio cuantitativo de oración, sino que se ha atendido a la variedad del salterio y a la índole propia de cada salmo. 122. Los salmos se cantan o recitan bien sea en forma seguida (o "en directo"), bien sea alternando los versos o estrofas entre dos coros o dos partes de la asamblea, bien sea en forma responsorial, según las diversas modalidades que nos brinda la tradición o la experiencia. 123. Al comienzo de cada salmo recítese siempre su antífona tal corno queda dicho en los nn. 113-120; pero al final de cada salmo se mantiene en vigor el concluir con el Gloria al Padre y Como era. Pues el Gloria es la conclusión adecuada que recomienda la tradición que da a la oración del Antiguo Testamento un sentido laudatorio, cristológico y trinitario. Recitado el salmo, se repite la antífona, según convenga. 124. Cuando se emplean salmos de mayor extensión, las divisiones de los mismos vienen señaladas en el salterio, dividiendo los miembros de la salmodia de forma que hagan patente la estructura temaria de la Hora, y teniendo en cuenta, sin embargo, el sentido objetivo del salmo en cuestión. Conviene observar dicha división, sobre todo en la celebración coral en latín, añadiendo el Gloria al Padre al final de cada una de las partes. Es lícito, sin embargo, mantener este modo tradicional o interponer una pausa entre las diversas partes del mismo salmo, o recitar todo el salmo sin interrupción acompañado de su antífona. 125. Además, cuando así lo aconsejare el género literario del salmo, se indicarán las divisiones estróficas de modo que, sobre todo si los salmos se han de cantar en lengua vernácula, puedan ser recitados interponiendo la antífona después de cada estrofa, en cuyo caso bastará con decir el Gloria al Padre cuando haya finalizado todo el salmo. IV. DISTRIBUCIÓN DE LOS SALMOS EN EL OFICIO 126. Los salmos están distribuidos a lo largo de un ciclo de cuatro semanas, de tal forma que quedan omitidos muy pocos salmos, mientras que otros, insignes por su tradición, se repiten con mayor frecuencia y se reservan a los Laudes de la mañana, a las Vísperas y Completas salmos adecuados a las respectivas Horas. 127. Para Laudes y Vísperas, por ser Horas más destinadas a la celebración con el pueblo, se han elegido los salmos más adecuados a este fin. 128. Por lo que se refiere a las Completas, se observa la norma descrita en el número 88. 129. Para el domingo, incluso para el Oficio de lectura y para la Hora intermedia se han seleccionado aquellos salmos que conforme a la tradición expresan de un modo más adecuado el misterio pascual. A los viernes se les han asignado algunos salmos penitenciales o de Pasión.
130. Se reservan para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua tres salmos, a sabor 77, 104 y 105, que manifiestan con especial claridad la historia de la salvación de] Antiguo Testamento, como anticipo de lo que se realiza en el Nuevo. 131. En el curso del salterio se omiten los salmos 57, 82 y 108, en los que predomina el carácter imprecatorio. Asimismo se han pasado por alto algunos versos de ciertos salmos, como se indica al comienzo de cada uno de ellos. La omisión de estos textos se debe a cierta dificultad psicológica, a pesar de que los mismos salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad noetestamentaria, Por ejemplo: Apoc. 6, 10, sin que en modo alguno induzcan a maldecir. 132. Los salmos demasiado largos para ser recitados en una Hora del Oficio, se distribuyen a lo largo de varios días dentro de la misma Hora, de modo que los puedan recitar quienes no acostumbran a rezar otras Horas. Así el salmo 118, según su propia división, se distribuye a lo largo de veintidós días en la Hora intermedia puesto que tradicionalmente es asignado a las horas del día. 133. El ciclo de las cuatro semanas del Salterio se relaciona de tal modo con el año litúrgico que en la Primera semana, prescindiendo acaso de otras, comienza el primer domingo de Adviento, la primera semana per annum, el primer domingo de Cuaresma y el primer domingo de Pascua. Después de Pentecostés, como en el tiempo per annum el ciclo del Salterio sigue una serie de semanas, se comienza por aquella semana del Salterio que es indicada en el Propio del Tiempo al comienzo de su respectiva semana per annum. 134. En las solemnidades y en las fiestas, en el triduo pascual en los días que caen dentro de las octavas de Pascua y Navidad, los sal nos propios para el Oficio de lectura son elegidos entro aquellos que están respaldados por la tradición Y cuya oportunidad se aclara, la mayor parte de las veces, mediante una antífona. Otro tanto se hace con la Hora intermedia en ciertas solemnidades del Señor y en la octava de Pascua. Los salmos y el cántico para los Laudes de la mañana se toman del primer domingo del Salterio. Los salmos de las primeras Vísperas de las solemnidades pertenecen a la serie Laudáte, según una antigua costumbre. Las II Vísperas de las solemnidades y las Vísperas de las fiestas tienen salmos y cánticos propios. Para la Hora intermedia de las solemnidades, exceptuando aquellas de las que se habló arriba y a no ser que caigan en domingo, se tomarán de los salmos graduales; en la Hora intermedia de las fiestas se dicen los salmos del día correspondiente. 135. En los demás casos se dicen los salmos del Salterio en curso si no hubiere antífonas o salmos propios. V. LOS CÁNTICOS DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO 136. En los Laudes, entre el primero y segundo salmo, se intercala, según costumbre, un cántico del Antiguo Testamento. Además de la serie aceptada por la antigua tradición romana y de la nueva ordenación introducida por S. Pío X en el Breviario, se han añadido en el Salterio muchos cánticos sacados de los libros del Antiguo Testamento, de forma que cada día ferial de las cuatro semanas tenga su cántico propio y en los domingos alternen las dos partes del cántico de los tres jóvenes. 137. En las Vísperas, después de los dos salmos, se intercala un cántico del Nuevo Testamento, sacado de las Epístolas o del Apocalipsis. Se indican siete cánticos para cada uno de los días de la semana. Pero en los domingos de Cuaresma, en lugar del cántico aleluyático sacado del Apocalipsis, se dice el cántico tomado de la primera Epístola de S. Pedro. Además, en la solemnidad de la Epifanía y en la fiesta de la Transfiguración del Señor, se recitará el cántico indicado en su lugar, de la primera Epístola a Timoteo. 138. A los cánticos evangélicos Benedictus, Magníficat y Nunc dimittis se les ha de conceder la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a oír la proclamación del Evangelio. 139. La salmodia y las lecturas están ordenadas conforme a una ley firme de la tradición que sitúa, en primer lugar, el Antiguo Testamento, luego el Apóstol y por último el Evangelio. VI. LA LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA A) LA LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA EN GENERAL 140. La lectura de la Sagrada Escritura, que conforme a una antigua tradición se hace públicamente en la Liturgia, no sólo en la celebración eucarística, sino también en el Oficio divino, ha de ser tenida en máxima estima por todos los cristianos porque es propuesta por la misma Iglesia, no por elección individual o mayor propensión del espíritu hacia ella, sino en orden al misterio que la Esposa de Cristo "desarrolla en el círculo del año, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectación de la dichosa esperanza y venida del Señor"6 ' Además, en la celebración litúrgica, la lectura de la Sagrada Escritura siempre va acompañada de la oración, de modo que la lectura produce frutos más plenos y a su vez la oración, sobre todo la de los salmos, es entendida, por medio de las lecturas, de un modo más profundo y la piedad se vuelve más intensa. 141. En la Liturgia de las Horas se propone una lectura larga y una lectura corta de la Sagrada Escritura.
142. La lectura que se ha de hacer en los Laudes matutinos y en las Vísperas libremente, queda descrita en el n. 46. B) DISTRIBUCIÓN DE LAS LECTURAS DE LA SAGRADA ESCRITURA EN EL OFICIO DE LA LECTURA 143. En la distribución de las lecturas de la Sagrada Escritura, en el Oficio de lectura se tienen en cuenta tanto aquellos tiempos sagrados en los que siguiendo una tradición venerable se han de leer ciertos libros, como la distribución de las lecturas en la Misa. De esta forma, pues, la Liturgia de las Horas se coordina con la Misa de modo que la lectura de la Sagrada Escritura en el Oficio complete las lecturas hechas en la Misa, ofreciendo así un panorama de toda la historia de la Salvación. 144. Siguiendo en pie la excepción de que se habla en el n. 72, no se leerá el Evangelio en la Liturgia de las Horas puesto que se lee íntegramente todos los años en la Misa. 145. Hay un doble curso de lectura bíblica: el primero, que va inserto en el libro de la Liturgia de las Horas, comprende tan sólo un año; el segundo, que se puede utilizar libremente, va incluido en el apéndice y es bienal, lo mismo que el curso de la lectura per annum en la Misa ferial. 146. El curso bienal de las lecturas está dispuesto de forma que casi todos los libros de la Escritura son leídos cada año siguiendo a la Liturgia de las Horas aquellos textos más largos y más difíciles que apenas pueden tener cabida en la Misa. Pero mientras el Nuevo Testamento se lee íntegramente todos los años, ya sea en la Misa ya en la Liturgia de las Horas, se han seleccionado de los libros del Antiguo Testamento tan sólo aquéllas partes que son de mayor importancia para la inteligencia de la historia de la Salvación y para tal fomento de la piedad. Sin embargo, la coordinación entre las lecturas de la Liturgia de las Horas y las lecturas de la Misa, para que no se propongan los mismos textos en los mismos días o se distribuyan con relativa frecuencia los mismos libros para las mismas épocas del año (lo que dejaría a la Liturgia de las Horas perícopas de menos importancia y perturbaría la lectura seguida de los textos), exige necesariamente que el mismo libro figure en años alternos en la Misa y en la Liturgia de las Horas o, al menos, dejar cierto intervalo de tiempo si se ha de leer en el mismo año. 147. En tiempo de Adviento se leerán, siguiendo una antigua tradición, las perícopas del libro de Isaías, en lectura semicontinua, alterna en años alternos. Se leerán además el libro de Ruth y algunas profecías del libro de Miqueas. Pero como desde el 17 hasta el 24 de diciembre se hacen lecturas especialmente asignadas a estos días, se omitirán aquellas lecturas de la tercera semana de Adviento que no tengan cabida. 148. Desde el día 29 de diciembre hasta el 5 de enero se leerá el primer año la Epístola a los Colosenses, en la que se considera la Encarnación del Señor en el marco de toda la historia de la Salvación, y en el segundo año, el Cantar de los Cantares, en el que se prefigura la unión de Dios y el hombre en Cristo: "Dios Padre se desposó con Dios su Hijo en el instante en que lo uni6 a la naturaleza humana en el seno de la Virgen, en el t momento en que Dios, antes de todos los siglos, determinó que se hiciese hombre al final de los tiempos". 149. Desde el 7 de enero hasta el sábado después de Epifanía se leen textos escatológicos tomados de Baruch y de Isaías 60-66; la lecturas que no hayan tenido cabida se omitirán ese año. 150. Durante la Cuaresma se leerán el primer año fragmentos del libro de] Deuteronomio y de la Epístola a los Hebreos. En el segundo año se ofrece una visión panorámica de la historia de la Salvación tomada de los libros del Éxodo, del Levítico y de los Números. La Epístola a los Hebreos interpreta la antigua alianza a la luz del misterio pascual de Cristo. De esta misma Epístola se leerán el día de Viernes Santo el fragmento acerca del sacrificio de Cristo (9, 11-28), y el Sábado Santo, el que trata del descanso del Señor (4, 1-16). En los otros días de Semana Santa se leen en el primer año los cantos tercero y cuarto del Siervo del Señor, tomados del libro de Isaías, y perícopas del libro de las Lamentaciones; en el segundo año se leerá a jeremías como figura de Cristo paciente. 151. En el tiempo pascual, exceptuando la dominica primera y segunda de Pascua y las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, se leerán, según es tradicional, el primer año la primera Epístola de S. Pedro, el Apocalipsis y las Epístolas de S. Juan, y el segundo año, los Hechos de los Apóstoles. 152. Desde el lunes después de la domínica de] Bautismo del Señor hasta la Cuaresma y desde el lunes después de Pentecostés hasta el Adviento, discurre una serie continua de treinta y cuatro semanas per annum. Dicha serie queda interrumpida desde el miércoles de Ceniza hasta el día de Pentecostés; en el lunes después de la domínica de Pentecostés se toma de nuevo la lectura per annum a partir de la semana que sigue a la que fue interrumpida por la llegada de la Cuaresma, pero omitiendo la lectura que le corresponde a la dominica. En los años que tienen sólo treinta y tres semanas per annum, se omite la semana que cae inmediatamente después de Pentecostés, de modo que siempre sean leídas las lecturas de las últimas semanas, que son de índole escatológica.
Los libros del Antiguo Testamento se distribuyen según la historia de la Salvación: Dios se revela a sí mismo en el decurso de la vida del pueblo, que es guiado e iluminado paulatinamente. Por ello los profetas son leídos entre los libros históricos teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron y enciñaron. Así, el primer año la serie de lecturas del Antiguo Testamento presenta juntamente los libros históricos y los oráculos de los profetas desde el libro de Josué hasta el tiempo del exilio inclusive. El segundo año, después de las lecturas del Génesis que se han de realizar antes de Cuaresma, se continúa la narración de la historia de la Salvación desde el exilio hasta los tiempos de los Macabeos. En ese mismo año se incluyen, además, los profetas más recientes, los libros sapienciales y las narraciones de los libros de Esther, Tobías y Judit. Las Epístolas de los Apóstoles que no se lean en períodos especiales, van distribuidas teniendo en cuenta ya las lecturas de la Misa, ya el orden cronológico en que fueron escritas. 153. El curso de un año queda abreviado de modo que todos los años se ¡can las partes seleccionadas de la Sagrada Escritura, habida cuenta de los dos ciclos de lecturas de la Misa a la que sirven de complemento. 154. A las solemnidades y a las fiestas se les asigna lectura propia; en caso contrario se tomará del Común de los Santos. 155. Cada una de las perícopas guarda, en la medida de lo posible, cierta unidad por ello para no sobrepasar los limites adecuados que, por lo demás, son distintos según los diversos géneros literarios, se omiten a veces algunos versos, lo cual es señalado en cada caso: Pueden, no obstante, ser leídas con provecho íntegramente en un texto aprobado. C) LAS LECTURAS BREVES 156. Las lecturas breves, o "capítulos", cuya importancia en la Liturgia de las Horas se señaló en el n. 45, fueron seleccionadas en forma que expresen sucinta y distintamente una sentencia o exhortación. Se ha prestado atención asimismo a la variedad. 157. Se han constituido cuatro series semanales de lecturas breves per annum, que van incluidas en el Salterio, de modo que cada día a lo largo de cuatro semanas se cambie lectura. Hay además series semanales para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua. Y por último, lecturas breves propias para las solemnidades y las fiestas y algunas conmemoraciones, y también, una serie semanal para Completas. 158. En la selección de lecturas breves se han seguido los siguientes criterios: a) conforme a la tradición, se han excluido los Evangelios, b) se ha observado, en medida de los posible, el carácter propio del domingo, y también el de la feria VI y el de las mismas Horas: c) las lecturas de las Vísperas fueron seleccionadas tan sólo del Nuevo Testamento, puesto que van después de un cántico del Nuevo Testamento. VII. LA LECTURA DE LOS PADRES DE LOS ESCRITORES ECLESIÁSTICOS 159. Según la tradición de la Iglesia Romana, en el Oficio de lectura, a continuación de la lectura bíblica tiene lugar la lectura de los Padres o de 108 escritos eclesiásticos con su responsorio correspondiente, ha no ser que haga una lectura hagiográfica (e£ nn 228-239). 160. En esta lectura se proponen diversos textos tomados de los escritos de los Santos Padres, de los doctores y de otros escritores eclesiásticos pertenecientes, ya la Iglesia Orienta], ya a la Occidental, cuidando no obstante, de conceder el primer lugar a los santos Padres, que gozan en la Iglesia de una autoridad especial. 161. Además de las lecturas asignadas para cada día en el libro de la Liturgia de las Horas, hay un Leccionario libre que contiene un mayor abundancia de lecturas para que sean más accesibles a los que rezan el Oficio divino el tesoro de la tradición de la Iglesia. Se concede a todos la facultad de tomar la segunda lectura o del libro de la Liturgia de las Horas o del Leccionario libre. 162. Además de las Conferencias Episcopales pueden proponer otros textos acordes con las tradiciones y la mentalidad de su demarcación, los cuales han de incluirse a modo de suplemento en el Leccionario libre. Dichos textos estarán tomados de 8 las obras de escritores católicos insignes por su doctrina y santidad de vida 163. La finalidad de esta lectura en ante todo, la meditación de la Palabra de Dios tal como es entendida por la Iglesia en su tradición. Porque la Iglesia siempre estimó necesario declarar auténticamente a los fieles la Palabra de Dios de modo que "la línea de la interpretación profética y apostólica se guíe conforme a la norma del sentido eclesiástico y católico 164. Mediante el trato asiduo con los documentos que presenta la tradición universal de la Iglesia, los lectores son llevados a una meditación más plena de la Sagrada Escritura y a un amor suave y vivo. Porque los escritos de los Santos Padres son testigos preciaros de aquella meditación de la palabra de Dios, producida a lo largo de los siglos, mediante la cual la Esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, "que tiene consigo el consejo y el Espíritu de su Dios y Esposo"10 ' se afana por conseguir una inteligencia cada vez más profunda de las Sagradas Escrituras.
165. La lectura de los Padres conduce asimismo a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las festividades litúrgicas. Además, les hace accesibles las inestimables riquezas espirituales que constituyen el egregio patrimonio de la Iglesia y que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y el alimento ubérrimo de la piedad. Y por lo que se refiere a los pregoneros de la Palabra de Dios, tendrán así todos los días a su alcance ejemplos insignes de la sagrada predicación. VIII. LA LECTURA HAGIOGRÁFICA 166. Con el nombre de lectura hagiográfica se designa, ya el texto de algún Padre o escritor eclesiástico que o bien hable directamente del Santo cuya festividad se celebra o que pueda aplicarsele rectamente, ya un fragmento de los escritos del Santo en cuestión, ya la narración de su vida. 167. En la elaboración de los Principios particulares de los Santos se ha de atender a la verdad histórica y al verdadero aprovechamiento espiritual de aquellos que han de leer o escuchar la lectura hagiográfica; se ha de evitar cuidadosamente todo lo que suscite tan sólo la admiración; más bien se ha de poner a la luz la peculiar índole espiritual de los Santos, de un modo adecuado a las condiciones actuales, así como su importancia para la vida y la espiritualidad de la Iglesia. 168. Antes de la lectura misma y para instrucción tan sólo, no para ser proferida en la celebración, se pone una breve noticia hagiográfica que contiene datos meramente históricos y describe brevemente la historia del Santo. IX. LOS RESPONSORIOS 169. A la lectura bíblica en el Oficio de la lectura le sigue su propio responsorio, cuyo texto ha sido seleccionado del tesoro tradicional o compuesto de nuevo de forma que arroje nueva luz para la inteligencia de la lectura que se acaba de hacer, ya sea insertando dicha lectura en la historia de la salvación, ya conduciéndonos desde el Antiguo Testamento al Nuevo, ya convirtiendo la lectura en oración o contemplación, ya, finalmente, ofreciendo la fruición variada de sus bellezas poéticas. 170. Asimismo la segunda lectura lleva que no va tan estrechamente ligado con el texto de la lectura favoreciendo así más la libertad de la meditación. 171. Los responsorios, junto con sus partes que han de ser repetidas, conservan, por tanto, su valor, incluso cuando la recitación ha de ser hecha por uno sólo. No obstante, la parte que se suele repetir en el responsorio puede omitirse en la recitación sin canto a no s exigida por el sentido mismo. 172. De modo semejante, aunque más sencillo, el responsorio breve de los Laudes matutinos, Vísperas Y Completas, del cual se habló en los nn. 49 y 89 y los versos que acompañan a Tercia, Sexta y Nona, responden a la lectura breve a modo de cierta aclamación mediante la cual la Palabra de Dios penetra más profundamente el espíritu del que escucha o del que lee. X LOS HIMNOS Y OTROS CANTICOS NO BÍBLICOS 173. Los himnos, que según una antiquísima tradición formaban parte del Oficio, conservan ahora también su importancia ' En realidad no sólo han sido destinados expresamente, por su naturaleza lírica, para la alabanza de Dios, sino que constituyen una parte popular, y aún más, casi siempre ponen más de manifiesto el carácter diferencialmente de las Horas o de cada una de las fiestas, que las otras partes de] Oficio, a la vez que mueven e incitan los ánimos a una celebración piadosa. Dicha eficacia se ve alimentada a menudo por la belleza literaria. Por lo demás, los himnos se encuentran en el Oficio como el principal elemento poético introducido por la Iglesia. 174. Siguiendo la norma de la tradición, el himno termina con una doxología que, de acuerdo con la costumbre, se dirige a la misma persona divina a la que se dirige el mismo himno. 175. Para fermentar la variedad, se establece en el Oficio del tiempo ordinario un doble curso de himnos para todas las Horas, a utilizar en semanas alternas. 176. Se introduce, además, en el Oficio de lectura un doble curso de los himnos del tiempo ordinario, según que los himnos sean recitados de día o de noche. 177. Los himnos introducidos por primera vez pueden ejecutarse con melodías del mismo número y metro que las tradicionales. 178. En lo referente a la celebración en lengua vernácula se les concede a las Conferencias Episcopales la facultad de adaptar a la naturaleza de la propia lengua los himnos latinos, y asimismo la de introducir corno himnos nuevas composiciones poéticas 13 siempre que estén acordes plenamente con el espíritu de la Hora, del tiempo o de la festividad; se ha de evitar cuidadosamente el que sean admitidas canciones populares carentes de todo valor artístico y no consentáneas verdaderamente con la dignidad de la liturgia. XI. LAS PRECES, EL PADRENUESTRO, LA ORACIÓN CONCLUSIVA A) LAS PRECES O INTERCESIONES EN LOS LAUDES Y VÍSPERAS 179. La Liturgia de las Horas celebra ciertamente las alabanzas de Dios. Ahora bien, tanto la tradición judaica como la cristiana no separan la oración de petición de la alabanza divina; a menudo la súplica es en alguna manera una deducción de la alabanza divina. El apóstol San Pablo exhorta a que se hagan "peticiones,
oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en dignidad, a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad. Esto es bueno y grato ante Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 1-4). Dicha amonestación fue interpretada a menudo por los Padres en el sentido de que se debían hacer intercesiones por la mañana y por la tarde 180. Las intercesiones que se hacen en la Misa de rito Romano se repiten también a la Hora de Vísperas, aunque de modo distinto, tal como se describe más adelante. 181. Corno es tradicional en la oración el que, sobre todo por la mañana, se encomienda a Dios todo el día, en los Laudes matutinos se hacen invocaciones para encomendar o consagrar el día a Dios. 182. Con el nombre de preces se designan canto las intercesiones que se hacen en las Vísperas, como las invocaciones hechas para consagrar el día a Dios en los Laudes matutinos. 183. Para fomentar la variedad 1 d y, sobre todo, para expresar mejor las distintas necesidades de la Iglesia y de los hombres según los diversos estados, grupos, personas, condiciones y tiempos, se proponen diversas formulas de preces para cada uno de los dias del curso del Salterio y para los tiempos sagrados del año litúrgico lo mismo que para la celebración de ciertas festividades. 184. Además, las Conferencias Episcopales poseen la facultad tanto de adaptar las fórmulas propuestas en el libro de la Liturgia de las Horas, como de aprobar otras nuevas 185. Como se hace en el Padrenuestro conviene enlazar las peticiones con la alabanza de Dios o la confesión de su gloria, o la conmemoración de la historia de la salvación. 186. En las preces que tienen lugar en las Vísperas, la última intención es siempre por los difuntos. 187. Como la Liturgia de las Horas es, ante todo, la oración de toda la Iglesia e incluso por la salvación de todo el mundo conviene que en las Preces las intenciones universales obtengan absolutamente le primer lugar, ya se ore por la Iglesia Y los Ordenados, por las autoridades civiles, por los que sufren pobreza, enfermedad o aflicciones, por los necesidades de todo el mundo, a saber, por la paz y otras causas semejantes. 188. Es lícito, sin embargo, tanto en los Laudes matutinos como en las Vísperas añadir ciertas intenciones particulares. 189. Las preces que han de ser utilizadas en el Oficio están dotadas de tal estructura que pueden adaptarse a la celebración con el pueblo, a una pequeña comunidad y a la recitación hecha por uno solo. 190. Por ello, las Preces en la recitación con el pueblo o en común van precedidas de una breve invitación hecha por el sacerdote o el ministro, en la que se propone el tipo de respuesta que ha de ser repetida de un modo invariable por la asamblea. 191. Las intenciones se enuncian, además, en lenguaje dirigido a Dios, de forma que puedan convenir tanto a la celebración común como a la recitación por uno solo. 192. Cada fórmula de las intenciones consta de dos partes, la segunda de las cuales puede utilizarse como respuesta variable. 193. Por ello, se pueden seguir diversos modos de forma que el sacerdote o el ministro digan ambas partes y la asamblea interponga una respuesta uniforme o una pausa de silencio, o que el sacerdote o el ministro digan tan solo la primera parte y la asamblea la segunda. B) EL PADRENUESTRO 194. En los Laudes matutinos y en las Vísperas, como Horas más populares, a continuación de las preces ocupa el Padrenuestro el lugar correspondiente a su dignidad, de acuerdo con una tradición venerable. 195. Así, la oración dominical, de ahora en adelante, se dirá solemnemente tres veces al día, a saber en la Misa, en los Laudes matutinos y en las Vísperas. 196. El Padrenuestro será dicho por todos, antecediéndole, según fuere oportuno, una breve monición. C) LA ORACIÓN CONCLUSIVA 197. Al final de toda la Hora se dice la oración conclusiva, que en la celebración pública popular, según la norma de la tradición, correrá a cargo del sacerdote o del diácono 198. Esta oración, en el Oficio de la lectura suele ser la misma que en la Misa. Para las Completas, siempre se encuentra en el Salterio. 199. Para los Laudes matutinos y las Vísperas, la oración se tomará del Propio, los siguientes días: domingos, ferias del tiempo de Adviento, de Navidad, Cuaresma y Pascua, y asimismo en las solemnidades, las festividades y las memorias. Pero en las ferias del tiempo ordinario se dirá la oración indicada en el curso del Salterio para manifestar la índole propia de estas Horas. 200. Por lo que se refiere a Tercia, Sexta y Nona, u Hora intermedia, la oración se tornará del Propio, los domingos y ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, lo Mismo que las solemnidades y las fiestas. Los de más días se dirán aquellas oraciones que expresan la índole de cada Hora y que figuran en el Salterio.
XII. EL SILENCIO SAGRADO 201. Como se ha de procurar de un modo general que en las acciones litúrgicas se guarde asimismo, a su debido tiempo- un silencio sagrado"" también se ha de dar cabida al silencio en la Liturgia de las Horas. 202. Por lo tanto, según la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, es lícito dejar un espacio de silencio o después de cada salmo, una vez repetida su antífona, según la costumbre tradicional, sobre todo si después del silencio se añade la oración sálmica (c£ n. 112); o después de las lectura tanto breves, como más largas, indiferentemente antes o después del responsorio. Se ha de evitar, sin embargo, que el silencio introducido sea tal que deforme la estructura del Oficio o resulte molesto o fatigoso para los participantes. 203. Cuando la recitación haya de ser hecha por uno solo, se concede una mayor libertad para hacer una pausa en la meditación de alguna fórmula que suscite sentimientos espirituales, sin que por eso el Oficio pierda su carácter público. CAPITULO IV LAS DIVERSAS CELEBRACIONES A LO LARGO DEL AÑO 1. LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS DEL SEÑOR EL DOMINGO 204. El Oficio del domingo comienza con las 1 Vísperas, en las que todos los elementos son tomados del Salterio, a excepción de aquellos que se originan como propios. 205. Cuando una festividad del Señor se celebra el domingo, tiene 1 Vísperas propias. 206. De modo de celebrar las vigilias dominicales, cuando se juzgue oportuno, se habló arriba, en el n. 73. 207. Es sumamente conveniente que donde fuere posible, se celebren con asistencia 1 del pueblo, al menos, las Vísperas, conforme a la antiquísima costumbre . B) EL TRIDUO PASCUAL 208. En el triduo pascual, el Oficio se celebra como se describe en el Propio del tiempo. 209. Los participantes en la Misa vespertina del Jueves Santo o de la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo, no dicen las Vísperas del día respectivo. 210. El Viernes y el Sábado Santo se organizará, antes de las Laudes matutinas, según fuese posible, una celebración pública del Oficio de la lectura con asistencia del pueblo. 211. Las Completas del Sábado Santo se dirán tan sólo por aquellas que no asisten a la Vigilia Pascual. 212. La Vigilia pascua] ocupa el lugar del Oficio de lecturas: quienes, por tanto no asisten a la solemne Vigilia pascual, lean de ella al menos cuatro lecturas, junto con los cánticos y oraciones. Conviene elegir las lecturas del Éxodo, Ezequiel, del Apóstol y del Evangelio. Siguen el himno Te Deum y la oración del día. 213. Los Laudes del domingo de Resurrección deben ser dichos por todos conviene celebrar las Vísperas de un modo más solemne para santificar el ocaso de un dia tan sagrado y para conmemorar las apariciones del Señor que se manifiesta a sus discípulos. Póngase sumo cuidado en conservar, donde estuviese vigente, la tradición particular de celebrar el día de Pascua aquellas Vísperas bautismales en las que, mientras son cantados los salmos, se hace una procesión al baptisterio. C) EL TIEMPO PASCUAL 214. La Liturgia de las Horas toma carácter pascual con la aclamación ¡Aleluya!, con la que concluyen la mayoría de las antífonas (c£ n. 120); y también con los himnos, las antífonas y las preces especiales, finalmente de las lecturas propias asignadas a cada Hora. D) LA NATIVIDAD DEL SEÑOR 215. En la noche de la Natividad del Señor conviene celebrar antes de la Misa una vigilia solemne con el Oficio de lectura. No dicen Completas q ur asisten a esta vigilia. 216. Los Laudes del día de Natividad se dicen de la Misa de la aurora. e) Otras solemnidades y fiestas del Señor 217. En la distribución del Oficio en las solemnidades y fiestas del Señor, obsérvese lo que se dice más adelante, en los nn. 225 y 233, haciendo, sin embargo, los cambios oportunos. III. CELEBRACIÓN DE LOS SANTOS 218. Las celebraciones de los Santos se disponen de forma que no prevalezcan sobre las festividades o los tiempos sagrados que conmemoran los mismos misterios de la salvación , ni interrumpan a cada paso el curso de la salmodia y de la lectura divina o den origen a repeticiones indebidas y, por otro lado, se fomente oportunamente la legítima devoción de cada uno. En estos principios se fundan tanto la reforma del calendario llevada a cabo por mandato del Concilio Vaticano II, como el modo de celebrar a los Santos en la Liturgia de las Horas, que se describe en los números siguientes. 219. Las celebraciones de los Santos son o solemnidades, o fiestas memorias.
220. Las memorias son u obligatorias o, si no se indica nada, libres. Para averiguar si conviene o no celebrar tal memoria libre en un Oficio con el pueblo o en la celebración común, téngase presente el bien común, o sea la verdadera devoción de dicha asamblea y no tan sólo la del que la preside. 221. Si coinciden en el mismo día muchas memorias libres, puede celebrarse una tan sólo, omitiendo las otras. 222. Tan sólo son trasladables las solemnidades, según las normas de las rúbricas. 223. Las normas que siguen son válidas tanto para los Santos que figuran en el Calendario general Romano, como para aquellas que registran los calendarios particulares. 224. En caso de que falten las partes propias, las suplirán los respectivos Comunes de los Santos. 1. CÓMO SE HA DE ORDENAR EL OFICIO EN LAS SOLEMNIDADES 225. Las solemnidades tienen I Vísperas el día anterior. 226. Tanto las primeras Vísperas como las segundas tienen himno, antífonas, lectura breve con su responsorio, y oración conclusiva propias; en caso de que no los tuvieren, se tomarán del Común. En las primeras Vísperas ambos salmos se tomarán, según costumbre, de la serie Laudáte (a saber, de los salmos 112, 116, 134, 145, 146, 147), de acuerdo con la antigua tradición; el cántico del Nuevo Testamento se indica en su lugar. En las II Vísperas tanto los salmos como el cántico son propios. Las preces son propias o se tornan de] Común. 227. El himno, las antífonas, la lectura breve con su responsorio y la oración conclusiva de los Laudes de la mañana, son propios; en caso de que no les hubiere, tómense del Común. Los salmos han de ser tomados de la primera domínica de] Salterio. Las preces son propias de] Común. 228. En el Oficio de lectura todas las partes son propias; el himno, las lecturas y los responsorios. La primera lectura es bíblica, la segunda hagiográfica. Si se tratare de un Santo al que no se le han señalado partes especiales ni siquiera en el Propio local, se han de tomar todas ellas del Común. Al final del Oficio de Lectura, se dice el himno Te Deum y la oración propia. 229. En la Hora intermedia, es decir en Tercia, Sexta y Nona, se dice el himno cotidiano, a no ser que se indique otra cosa; los salmos se toman de los graduales con la antífona propia; en domingo, los salmos se toman del 1 domingo del Salterio, la lectura breve y la oración conclusiva son propias. Sin embargo, en algunas solemnidades del Señor se proponen salmos especiales.. 230. Para, las Completas, todo se tornará del domingo después de las I y las II Vísperas, , respectivamente 2. ESTRUCTURACIÓN DEL OFICIO EN LAS FIESTAS 231. Las fiestas no tienen 1 Vísperas a no ser las fiestas del Señor que caigan en domingo. Por lo que se refiere al Oficio de la lectura, los Laudes matutinos y las Vísperas se harán lo mismo que en las solemnidades. 232. En la Hora intermedia, es decir en Tercia, Sexta y Nona se dice el himno de todos los días; los salmos con sus antífonas se tomarán de la feria correspondiente, a no ser que alguna razón peculiar o la tradición requieran que se diga una antífona propia, lo que se indicará en su lugar. La lectura breve y la oración conclusiva son propias. 233. Las Completas se dicen en los días ordinarios. 3. ESTRUCTURACIÓN DEL OFICIO EN LAS MEMORIAS DE LOS SANTOS 234. Entre la memoria obligatoria y la memoria libre, en caso de que ésta se celebre, no existe diferencia alguna en lo que se refiere a la composición del Oficio, a no ser que se trate de memorias libres que caigan casualmente en tiempos privilegiados. A) LAS MEMORIAS QUE TIENEN LUGAR EN DÍAS ORDINARIOS 235. En el Oficio de lectura los Laudes matutinos y las Vísperas: a) Los salmos, con sus antífonas, se tomarán de la feria correspondiente, a no ser que haya antífonas o salmos propios, lo que se indicará en cada lugar. b) Si son propios la antífona del invitatorio, himno, lectura breve, antífonas del Benedictus y del Magníficat y las preces, se han de decir del Santo; en caso contrario se tomarán o del Común o de la feria correspondiente. c) La oración conclusiva se ha de decir del Santo. d) En el Oficio de lectura, la lectura bíblica con su responsorio se ha de tomar de las partes de la escritura que correspondan al día. La segunda lectura es hagiográfica, con el responsorio propio del Común; si no la hubiere propia, se tomará de los textos de los Padres del día correspondiente. No se dice el Te Deum. 236. Por lo que se refiere a las Horas intermedia, o Tercia, Sexta y Nona y a Completas, todo se tomará de la feria correspondiente. B) LAS MEMORIAS QUE TIENEN LUGAR EN UN TIEMPO PRIVILEGIADO 237. No se celebrará ninguna memoria que coincida con domingos, solemnidades y fiestas, lo mismo que con el miércoles de Ceniza, Semana Santa y la octava de Pascua
238. No se celebrará ninguna memoria obligatoria ni siquiera en los calendarios particulares en los días comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre, en la octava de Navidad y en Cuaresma. Las que accidentalmente cayeren en tiempo de Cuaresma se consideran aquel año como memorias libres. 239. Durante esos mismos tiempos, si alguien quisiera celebrar la memoria de algún santo que correspondiera a dichas fechas: a) En el Oficio de lectura, a continuación de la lectura de los Padres en el Propio del Tiempo, junto con su responsorio, se ha de añadir la lectura hagiográfica propia con su responsorio, concluyendo con la oración del Santo. b) A los Laudes de 1a mañana Y Vísperas se puede añadir además, después de la Oración conclusiva una antífona ( ro i oración del santo. c) Conmemoración de Santa María en sábado. 240. En los sábados, a través del año en que se permita memorias libres, podrá celebrarse, con el mismo rito la conmemoración libre de Santa María con su lectura propia. III. EL CALENDARIO QUE SE HA DE SEGUIR Y LA FACULTAD DE ELEGIR ALGÚN OFICIO O ALGUNA DE SUS PARTES A) EL CALENDARIO QUE SE HA DE SEGUIR 241. El Oficio se ha de recitar en el coro o en común siguiendo un calendario propio, a saber el de la diócesis, el de la familia religiosa o el de la Iglesia particular. Los miembros de familias religiosas se unirán con la comunidad de la Iglesia local para celebrar la dedicación de la Iglesia, catedral y los Patronos principales del lugar y zonas más amplias . 242. Cualquier clérigo o religioso, obligado por algún título al Oficio divino, que tome parte en la recitación del Oficio en común, según otro calendario u otro rito distinto del suyo, cumple con su obligación por lo que se refiere a esta parte del Oficio. 243. En la recitación hecha individualmente puede observarse tanto calendario del lugar como el calendario propio des y las fiestas propias. B) LA FACULTAD DE ELEGIR ALGÚN OFICIO 244. En los días feriales que admiten la celebración de una memoria libre, podrá celebrarse, habiendo una justa causa en el mismo rito (Cf. nn. 234-239) el Oficio de algún santo señalado para aquel día en el Martirologio Romano o en su Apéndice debidamente aprobado. 245. Fuera de las solemnidades, los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, miércoles de Ceniza, Semana Santa, octava de Pascua y el 2 de noviembre, se podría celebrar, por una causa pública o por devoción, ya totalmente ya en parte, algún Oficio votivo; v.g.: con motivo de una peregrinación, de una fiesta local, o la solemnidad externa de algún santo. C) FACULTAD DE DECIR ALGUNOS FORMULARIOS 246. En algunos casos particulares pueden elegirse para el Oficio formularios distintos de los que correspondan, siempre que se respete la ordenación general de cada Hora y se observen las reglas que siguen. 247. En el Oficio de los domingos, solemnidades, fiestas del Señor que están señaladas en el Calendario general, lo mismo que en el Oficio de los días feriales de Cuaresma y Semana Santa y en los días comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre inclusive, nunca sea lícito cambiar aquellos formularios que son propios o apropiados a esta celebración, como son las antífonas, los himnos, las lecturas, los responsorios, las oraciones y, muy a menudo, también los salmos. Sin embargo, los salmos dominicales de la semana en curso podrán ser sustituidos, si fuere oportuno, por los salmos dominicales de otra semana, e incluso, si se tratase de un Oficio con el pueblo, se podrán elegir otros salmos de forma que el pueblo sea llevado gradualmente a una mejor inteligencia de los mismos. 248. En el Oficio de lectura siempre se ha de preferir la lectura en curso de la Sagrada Escritura. Se refiere también al Oficio el deseo de la Iglesia "de que en un período determinado de años, se lean al pueblo las parta más significativas de la Sagrada Escritura. Teniendo esto presente, respétese el curso de las lecturas de la Escritura propuesto en el Oficio de lectura para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua; durante el tiempo ordinario podrán elegirse, por una justa causa, en algún día o unos pocos días continuos, otras lecturas entre las propuestas para otros días o incluso otras lecturas bíblicas; v.g.;.cuando se celebran ejercicios espirituales o asambleas pastorales u oraciones por la unidad de la Iglesia y otras cosas semejantes. 249. Si alguna vez se interrumpe la lectura continua a consecuencia de alguna solemnidad, fiesta o celebración peculiar, será lícito en esa misma semana, teniendo presente toda su distribución, o bien unir las partes que se omiten con las otras o bien determinar qué textos han de ser preferidos a los demás. 250. En el mismo Oficio de la lectura, en lugar de la segunda lectura asignada a aquel día, podrá elegirse por un motivo justo otra lectura del Mismo tiempo, tornada del libro de la Liturgia de las Horas o del Leccionario libre (n. 161). Sobre todo en los días feriados a lo largo del año y si se considerase oportuno, incluso en el tiempo
de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, se puede hacer una lectura casi continua de algún fragmento patrístico en consonancia con los textos bíblicos y litúrgicos. 251. Las lecturas de Laudes, Vísperas y otras Horas y las oraciones, cantos y preces propuestas para los días feriales de un tiempo peculiar, pueden ser dichas en otros días del mismo tiempo, a excepción de ¡os casos señalados en el n. 274. 252. Aunque todos deben tener en la mayor estima la observación de todo el curso del Salterio distribuido a lo largo de las semanas sin embargo, si fuese oportuno desde el punto de vista espiritual o pastoral, se pueden decir en lugar de los salmos asignados a un día determinado, los salmos de la misma Hora, correspondientes a otro día. Se dan también de un modo ocasional ciertas circunstancias en las que es licito elegir salmos adecuados y otras partes de modo a Oficio votivo. CAPITULO V LOS RITOS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA CELEBRACIÓN COMÚN 1. LOS DIVERSOS OFICIOS QUE SE HAN DE DESEMPEÑAR 253. En la celebración de la Liturgia de las Horas, lo mismo que en las demás acciones litúrgicas, "cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas" 254. Si preside el obispo, sobre todo en la Iglesia catedral, estará acompañado de su presbiterio y de los ministros, con la participación plena y activa del pueblo. No obstante, toda celebración con asistencia del pueblo la presidirá ordinariamente, el sacerdote o el diácono, debiendo estar presentes asimismo los ministros. 255. El presbítero o el diácono que preside la celebración puede llevar la estola sobre el alba o el sobrepelliz e incluso el pluvial en el caso del presbítero. No hay inconveniente en que en las mayores solemnidades varios presbíteros vayan revestidos de pluvial y los diáconos de dalmática. 256. Pertenece al sacerdote o diácono que presida el dar comienzo al Oficio, desde su sede, con el Padrenuestro, empezar la invocación inicial, recitar la oración conclusiva, saludar al pueblo, bendecirlo y despedirlo. 257. Puede recitar las preces el sacerdote o el ministro. 258. Si no estuvieran presentes el presbítero o el diácono, el que preside el Oficio es solamente uno entre iguales; no sube al presbiterio y no saluda ni bendice al pueblo. 259. Quienes desempeñan el oficio de lector recitarán de pie en un lugar adecuado, las lecturas, tanto las largas como las breves. 260. El comienzo de las antífonas, de los salmos y de los otros cantos ha de hacerse por uno o varios cantores. En lo que atañe a la salmodia, obsérvese lo dicho más arriba en los nn. 121-125. 261. Mientras se profiere el cántico evangélico, en los Laudes matutinos y Vísperas se puede incensar el altar y, a continuación, también al sacerdote y al pueblo. 262. La obligación coral afecta a la comunidad; pero no al lugar de la celebración, que no es necesariamente el templo, sobre todo tratándose de aquellas horas que no son recitadas de un modo solemne. 263. Todos los participantes estarán de pie: a) durante la introducción del Oficio y la invocación inicial de cada Hora; b) mientras se dice el himno; c) durante el cántico evangélico; d) mientras se dicen las preces, el Padrenuestro y la oración conclusiva. 264. Todos escucharán sentados las lecturas, a no ser la del Evangelio. 265. Mientras se recitan los salmos y los otros cánticos con sus antífonas, la asamblea estará sentada o de pie, según fuere costumbre. 266. Todos harán la señal de la cruz, desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo al derecho: a) al comienzo de las Horas, cuando se dice Dios mío, ven en mi auxilio; b) al comienzo de los cánticos evangélicos: Benedictus, Magníficat y el Nunc dimittis. Harán la señal de la cruz sobre la boca al comienzo del Invitatorio al proferir las palabras "Señor, ábreme los labios". II. EL CANTO EN EL OFICIO 267. En las rúbricas y normas de esta Ordenación las palabras "decir" o "proferir" se refieren al canto o la recitación, según los principios que se establecen más adelante. 268. "Se recomienda vivamente a los que rezan el Oficio en el coro o en común el uso del canto corno algo que responde mejor a la naturaleza de esta oración y que es además indicio de una mayor solemnidad y de 2 una unión más profunda de los corazones al proferir las alabanzas divinas" .
269. Pues si es aplicable a toda acción litúrgica lo especificado por el Concilio Vaticano II cerca del canto litúrgico, lo es de un modo especial tratándose de la Liturgia de las Horas . Pues aunque todas y cada una de las partes han sido ordenadas de forma que pueden recitarse, con provecho incluso individualmente, muchas de ellas pertenecen al género lírico y, por tanto, sólo mediante el canto alcanzan un sentido más pleno, sobre todo tratándose de salmos, cánticos, himnos y responsorios. 270. Por ello, el canto no ha de ser considerado en la Liturgia de las Horas como cierto ornato que se añada a la oración, como algo extrínseco, sino más bien corno algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios, y pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano. Son de alabar, por tanto, los grupos cristianos de cualquier género que se esfuerzan por adoptar esta modalidad de plegaria el mayor número de veces posible; para ello se los ha de proporcionar tanto a los clérigos y religiosos corno a los fieles la debida instrucción catequética y práctica, de modo que, especialmente en los días festivos, estén en disposición de cantar con gozo las Horas. Pero, dado que resulta difícil cantar todo el Oficio y, por otro lado, no se ha de considerar a la alabanza de la Iglesia como algo que por su origen o por su naturaleza sea exclusivo de los clérigos o de los monjes, sino corno algo que atañe a toda la comunidad cristiana, se han de tener presentes a la vez varios principios para que la celebración de la Liturgia de las Horas con canto pueda a la vez ser realizada adecuadamente y resplandecer por su autenticidad y belleza. 271. Conviene, ante todo, utilizar el canto al menos los domingos y días festivos, poniendo de manifiesto mediante su uso los diversos grados de solemnidad. 272. Asimismo, Puesto que no todas las Horas poseen la misma importancia, conviene destacar mediante el uso del canto aquellas que son en verdad los quicios sobre los que gira el Oficio, a saber, los Laudes matutinos y las Vísperas. 273. Además, aunque se recomiende la celebración íntegra con canto, siempre que se señale por su. arte y unción, puede, sin embargo, adoptarse a veces con provecho el principio de la solemnidad "progresiva" tanto por razones prácticas como en atención al hecho de que los distintos elementos de la celebración litúrgica no se equiparan entre sí de un modo indiscriminado, sino que cada uno vuelve a alcanzar su sentido originario y su verdadera función. De ese modo la Liturgia de las Horas no es contemplada como un monumento insigne de una época pretérita que casi exija ser conservado de un modo intangible para provocar la admiración hacia sí, sino que, por el contrario, puede revivir e incrementarse con un sentido nuevo, y ser otra vez verdadero signo manifestativo de la vida pujante de algunas comunidades. El principio, pues, de la solemnidad "progresiva" es el que admite varios grados intermedios entre el Oficio cantado íntegramente y la simple recitación de todas las partes. Este modo de proceder produce una variedad grande y agradable, cuya medida ha de ser calculada atendiendo a la tonalidad del día o de la Hora que se celebra, la naturaleza de cada uno de los elementos que constituyen el Oficio, y, por último, el número o índole de la comunidad y asimismo al número de cantores de que se dispone en tales circunstancias. Mediante esta mayor posibilidad de variación, la alabanza pública de la Iglesia podrá realizarse con canto con más frecuencia que antes y adaptarse de muchos modos a las diferentes circunstancias, existiendo un sólo fundamento para esperar que se habrán de encontrar nuevas vías y nuevas formas para nuestro tiempo tal como ha ocurrido siempre en la vida de la Iglesia. 274. En las acciones litúrgicas que se han de celebrar con canto en latí en igualdad de circunstancias ocupará el puesto principal el canto gregoriano, como propio de la Liturgia Romana. En el Oficio cantado, si no hubiere melodía para la antífona propuesta, tómese otra antífona de las que se hallan en el repertorio, siempre que sea esta de acuerdo con lo señalado en los nn. 113, 121-125. No obstante, "la Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún género de música sacra con tal que responda al espíritu de la acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes y no suponga un obstáculo para la debida participación activa del pueblo". 275. Como la Liturgia de las Horas puede celebrarse en lengua vernácula, "póngase el debido cuidado en preparar melodías para su empleo en el canto del Oficio divino en lengua vernácula". 276. Nada impide, sin embargo, que dentro de una misma Hora las partes sean cantadas en lenguas distintas . 277. Qué elementos hayan de ser elegidos en primer lugar para ser cantados, habrá que deducirlo de la ordenación genuina de la celebración litúrgica, que exige observar fielmente el sentido y naturaleza de cada parte y del canto; pues hay partes que por su naturaleza exigen ser cantadas , tales son, en primer lugar, las aclamaciones, las respuestas al saludo del sacerdote y los ministros, y en las preces litánicas, y, además, las antífonas y los salmos, como también los estribillos o respuestas repetidas, los himnos y cánticos. 278. Consta que los salmos están estrechamente ligados con la música (cf. nn. 103-120), tal como confirman la tradición judaica y cristiana. En verdad, para la plena inteligencia de muchos salmos es de no escaso provecho el que los mismos sean cantados o al menos el que se les considere siempre bajo esta luz
poética y musical. Por lo tanto. si es factible, se ha de preferir esta forma, al menos en los dias y Horas principales, según el carácter originario de los salmos. 279. Se señalan arriba en los nn. 121-123 los diversos modos de ejecutar la salmodia, con los que se logrará la variedad atendiendo no tanto a las circunstancias externas, como al diverso género de los salmos que figuran en una celebración: así será mejor, quizá, escuchar los salmos penitenciales o históricos, mientras que, por el contrario, los himnos o las acciones de gracias exijan de por sí ser cantados. Importa, sobre todo, no obstante, el que la celebración no resulte rígida ni artificiosa ni preocupada tan sólo de cumplir con las normas meramente formales, sino que responda a la verdad de la cosa. Hay que esforzarse en primer lugar por que los espíritus estén movidos por el deseo de la genuina oración de la Iglesia y resulte agradable celebrar las alabanzas divinas (c£ salmo 146). 280. Los himnos pueden fomentar también la oración de quien recita las Horas, si se distinguen por la excelencia de su arte y doctrina; de por sí, sin embargo, están destinados a ser cantados, y, por eso, se aconseja que en la medida de lo posible, sean proferidos de esta forma en la celebración comunitaria. 281. El responsorio breve después de la lectura en Laudes y Vísperas, del que se habló en el n. 49, se destina de por sí al canto, y, por cierto, al canto del pueblo. 282. También los responsorios que sigan a las lecturas en el Oficio de lectura piden por su índole Y función el ser cantados. En el curso del Oficio están dispuestos, no obstante, de forma que mantengan su valor incluso en la recitación privada. Aquellos que han sido provistos de melodías especialmente sencillas y fáciles, se podrán cantar con mayor frecuencia que los provenientes de los fuentes litúrgicas. 283. Las lecturas ya largas ya breves de por sí no están destinadas a ser cantadas; al proferirlas se ha de atender cuidadosamente a que sean leídas digna, clara y distintamente y que sean percibidas y entendidas fielmente por todos. Por tanto, sólo resulta aceptable para la lectura aquella melodía que hace posible obtener una mejor audición de las palabras e inteligibilidad del texto. 284. Los textos que son leídos individualmente por el que preside la asamblea, como las oraciones, son apto por ser cantados decorosamente, sobre todo en latín. No obstante, esto resultará más difícil en algunas lenguas vernáculas, a no ser que, mediante el canto, las palabras del texto puedan ser percibidas más claramente por todos.
9 Elementos del Oficio: los Salmos «Consideremos de qué modo conviene estar en la presencia de Dios y de sus ángeles, y recitemos los salmos de tal modo que nuestra mente concuerde con nuestra voz» (San Benito, Regla 19).
Para conocer y apreciar mejor la Liturgia de las Horas es indispensable analizar todos los elementos que la integran: himnos y salmos, antífonas y responsorios, lecturas, preces y oraciones. Y en este análisis que haremos ahora nos interesa considerar sobre todo, no tanto la justificación histórica del uso de tales elementos o las variaciones que han experimentado al paso del tiempo, sino más bien los criterios actuales de su ordenamiento y distribución. Convendrá, en primer lugar, que conozcamos la disposición general del libro de la Liturgia de las Horas en su edición oficial española, que sigue exactamente la estructura de la edición típica latina. La edición comprende cuatro tomos, y en ella la división se ha hecho atendiendo juntamente al Propio del Tiempo y al Santoral : Iº Tiempo de Adviento y Navidad- Santoral del 30 de noviembre a mediados de enero. IIº Tiempo de Cuaresma, Triduo Pascual y Tiempo Pascual-Santoral de febrero a mediados de junio. IIIº Tiempo Ordinario, semanas I-XVII-Santoral de mediados de enero a mediados de marzo, y de mayo a primeros de agosto. IVº Tiempo Ordinario, semanas XVIII-XXXIV-Santoral de agosto a finales de noviembre. Los cuatro tomos tienen la misma división: Propio del Tiempo, Ordinario de la Liturgia de las Horas, Salterio distribuido en cuatro semanas, Propio de los Santos, Oficios Comunes, Oficio de Difuntos, varios Apéndices e Indices. El tomo primero, al comienzo, contiene además varios Decretos de edición, la Constitución Apostólica Laudis Canticum, de Pablo VI, por la que promulga la Liturgia de las Horas reformada (1-XI-1970), la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (2-II-1971), que en este libro estamos comentando, la Tabla de los días litúrgicos y, finalmente, el Calendario Romano general y el propio de España. La Tabla y el Calendario se encuentran en todos los tomos. Como se ha dicho en el tema anterior, es posible que se edite pronto el volumen V, con el Leccionario bianual y el leccionario patrístico complementario, más algunas series de colectas sálmicas. Dada su amplitud, serán varios tomos, aunque no obligatorios, sino ad libitum.
1. Los salmos, oración de Cristo y de la Iglesia
De todos los elementos que integran el Oficio Divino el más importante es el Salterio, y el que más ha contribuido a dar una fisonomía propia a la Oración litúrgica de las Horas (OGLH 100-139). Estas «composiciones poéticas de alabanza» (103), elaboradas «bajo la inspiración del Espíritu Santo» (100), han sido oración continua de Israel y de la Iglesia. Por otra parte los salmos, ya desde los comentarios patrísticos hasta los modernos estudios exegéticos, han sido siempre objeto de muy atentos u valiosos estudios, que ahora no podremos recoger ni siquiera en síntesis. Aquí nos limitaremos a considerar su uso litúrgico, como elemento primordial del Oficio Divino. Las divisiones y los títulos de los salmos indican ya su utilización litúrgica en el Antiguo Testamento . Pero en la plenitud de los tiempos, es en el corazón y en los labios de Cristo donde los salmos van a adquirir la plenitud de su sentido: El es el supremo orante de los salmos, el que hace suyos totalmente sus sentimientos, alabanzas y súplicas; y él es el protagonista de las promesas que ellos contienen. En efecto, los evangelios muestran a Jesús orando con los salmos en 21 pasajes, contando unas seis citas explícitas, diez implícitas, y varias reminiscencias. Sabemos también que Jesús oraba los salmos cuando participaba en la oración de la sinagoga y en la del Templo, o en la bendición de las comidas. Y especialmente nos interesa comprobar que Jesucristo celebró su Misterio Pascual orando salmos: en la última Cena, el «gran Hallel», 112-117 (Mt 26,30 par .); en Getsemaní, «Triste está mi alma hasta la muerte», 6,4 o 41,6-7 , (Mt 26,38; Mc 14,34; Jn 12,27)); y en la Cruz, «Tengo sed», 69,22 (Jn 19,28); «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», 21,2 (Mc 15,34 par .); «A tus manos encomiendo mi espíritu», 30,46 (Lc 23,46). Pues bien, si Jesús continuó orando con los salmos judíos, la Iglesia primitiva continúa orando los salmos que Jesús hizo suyos. Los apóstoles usaron y cantaron los salmos (2,1-2 = Hch 4,23-30, y probablemente Hch 16,25), y recomendaron con frecuencia orar con salmos y cánticos inspirados (Rm 15,9-11; 1Cor 14,15.26; Ef 5,19; Col 3,16) no sólo en las reuniones litúrgicas, sino en toda circunstancia (Sant 5,13). Por otra parte, los escritores del Nuevo Testamento vieron los salmos como inspirados por el Espíritu Santo (Hch 1,16; 4,25; Heb 4,7), y los entendieron siempre como profecías referidas a Cristo (Lc 20,42-43; 24,44). Por eso en el Nuevo Testamento hallamos tan numerosas citas de salmos aplicados a Cristo y a su Iglesia (p. ej., Hch 1,20 = 68,26 y 108,8 ; 2,25-28 = 15,8-11; 2,34-35 = 109,1; etc.). De hecho, en fin, la Iglesia de todos los siglos , en Oriente y en Occidente, ha empleado los salmos de modo continuo en su oración litúrgica. 2. Sentido cristológico de los salmos
Todos los que cantan o recitan los salmos deben conocer los diversos sentidos que ellos tienen en la Sagrada Escritura (OGLH 102). En efecto, hay en los salmos un primer sentido, que es el que tiene para quienes los compusieron y para los contemporáneos que los usaron. Al paso de los siglos, los hechos salvíficos realizados por Dios en favor de Israel van ampliando ese primer sentido con nuevas luces. Más aún, «los salmos no son más que una sombra [+Heb 8,5; 10,1] de aquella plenitud de los tiempos que se reveló en Cristo Señor y de la que recibe toda su fuerza la oración de la Iglesia» (101). Es, pues, en Cristo y en su Iglesia donde los salmos hallan su sentido pleno. Sentido histórico . «Consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias peculiares [una victoria, una enfermedad, la entronización de un rey, etc.], como nos lo indican los títulos que los preceden en el salterio hebreo». Sentido literal. « Pero sea lo que fuere de su origen histórico, cada salmo tiene un sentido literal que incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues aunque tales cánticos traigan su origen de los pueblos orientales de hace bastantes siglos, expresan, sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la esperanza, la miseria y la confianza de los hombres de todas las edades y regiones, cantando sobre todo la fe en Dios, la revelación y la redención» (OGLH 107). Este sentido es importante sobre todo en el rezo privado de los salmos. Sentido pleno. Ahora bien, «quien recita los salmos en nombre de la Iglesia, debe dirigir su atención al sentido pleno de los salmos, en especial al sentido mesiánico que movió a la Iglesia a servirse del Salterio. El sentido mesiánico se manifestó plenamente en el Nuevo Testamento, y el mismo Cristo Señor lo puso de relieve al hablar a los Apóstoles: "es necesario que se cumplan todas las cosas que fueron escritas de mí en la Ley de Moisés, los profetas y los salmos" (Lc 24,44). Es un ejemplo conocidísimo el diálogo que nos refiere san Mateo acerca del Mesías, Hijo de David y Señor suyo (Mt 22,44s), en el que el salmo 109 es aplicado al Mesías» (109; +sobre la unidad de toda la Biblia, DV 12). Según esto, «tanto los Padres como la liturgia procedieron rectamente al oír en los salmos a Cristo que clama al Padre o el Padre que habla con su hijo, reconociendo incluso en ellos la voz de la Iglesia, de los Apóstoles o de los mártires» (OGLH 109). De este modo, el uso de los salmos en la Liturgia de las Horas es el medio principal para hacer nuestra la oración de Cristo y de la Iglesia. Más aún, el uso litúrgico de los salmos, hace presente y audible la voz del Cristo glorioso, Sacerdote eterno. Por eso mismo, «quien recita los salmos en la Liturgia de las Horas» ha de hacerse cada vez más consciente de que «no lo hace tanto en nombre propio, como en nombre de todo el Cuerpo de Cristo, e incluso en nombre de la persona del mismo Cristo» (OGLH 108). 3. Géneros literarios de los Salmos:
(La numeración corresponde a la usada por la liturgia) A) Himnos: - Himnos propios: 8, 18, 28, 32, 99, 102, 103, 110, 113, 116, 134, 135, 144, 145, 146, 147, 148, 149 y 150.
- Salmos de Yahvé Rey: 46, 92, 95, 96, 97 y 98. - Salmos de Sión: 45, 47, 75, 83, 86 y 121. B) Súplicas : - Salmos de súplica individual : 5, 6, 7, 12, 16, 21, 24, 25, 27, 30, 34, 35, 37, 38, 41, 42, 50, 53, 54, 55, 56, 58, 60, 62, 63, 68, 69, 70, 85, 87, 101, 108, 119, 129, 139, 140, 141 y 142. - Salmos de confianza individual : 3, 4, 10, 15, 22, 26, 61, 120 y 130. - Salmos de súplica comunitaria : 11, 43, 57, 59, 73, 76, 78, 79, 81, 82, 84, 89, 93, 105, 107, 122, 125 y 136. - Salmos de confianza comunitaria : 114, 124 y 128. C) Acción de gracias: - Salmos de acción de gracias individual : 9, 29, 31, 33, 39, 91, 106, 115 y 137. - Salmos de acción de gracias comunitaria : 64, 65, 66, 67, 117 y 122. D) Salmos reales : - 2, 17, 19, 20, 44, 71, 88, 100, 109, 131 y 144. E) Salmos didácticos : - Salmos sapienciales : 1, 36, 48, 72, 90, 111, 118, 126, 127, 132 y 138. - Salmos históricos : 77 y 105. - Salmos de exhortación profética : 13, 49, 51, 52, 74, 80 y 94. - Salmos de "liturgia" : 14, 23 y 134. 4. Aprender a orar con los salmos
Actualmente los cristianos hallan a veces no pocas dificultades para orar con los salmos . Será, pues, conveniente que describamos esas dificultades, y que tracemos también la pedagogía adecuada para superarlas. 1. Menosprecio por la oración vocal. Desde el Renacimiento, y aún desde antes, se fue difundiendo la convicción de que la oración espontánea es la más genuina, en tanto que la que sigue fórmulas establecidas vale poco. Consiguientemente, la oración de los salmos, y en general la oración litúrgica, al ser vocal, es decir, al asumir fórmulas oracionales preestablecidas, es una oración de valor inferior, al menos si se compara con la oración de libre creatividad espontánea. En esta visión, afectada de subjetivismo y completamente extraña a la tradición espiritual católica, lo que da valor a la oración no es tanto su animación por el Espíritu Santo, sino su procedencia del yo subjetivo. Pero no es admisible esta postura. El cristiano que, humildemente, ora los salmos u otras oraciones vocales, procurando que la mente concuerde con la voz, ora en el nombre de Cristo y de la Iglesia, se hace discípulo del Espíritu Santo, que ora en él con palabras inefables (Rm 8,26), y se hace como niño, para entrar en el Reino de los cielos (Lc 18,17). 2. Ignorancia de la Biblia . A veces existe hoy en los cristianos una ignorancia tan grande de los hechos históricos y del espíritu fundamental que constituye el fondo de la Sagrada Escritura, que la idea de elección, la Alianza, la promesa, el Sinaí, el monte Sión, la condición de pueblo sacerdotal, la destinación a la alabanza del Señor, la expectación mesiánica, el amor a la Palabra de Dios y a sus mandatos, etc., todo esto constituye para ellos una esfera mental espiritualmente extraña y en buena parte ignorada. Será difícil que estos cristianos puedan hacer suyos unos salmos que constantemente expresan unas actitudes espirituales de los que ellos carecen, y que aluden a una serie de datos que ellos ignoran. Más aún, a esta falta de familiaridad con el fondo de la Escritura ha de añadirse una ignorancia semejante acerca del lenguaje poético en general, y concretamente acerca de la formas poéticas de expresión que los salmos usan en sus variados géneros literarios. En efecto, «el salmista, como poeta que es, habla al pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel; a veces interpela a otros, sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales. Es más, nos presenta a Dios y a los hombres hablando entre sí, e incluso a los enemigos de Dios», etc. (OGLH 105). Todo esto nos lleva a pensar que la dificultad de orar los salmos lleva consigo también una dificultad grande para participar en la liturgia, pues la liturgia cristiana es eminentemente bíblica. Pues bien, la Iglesia no disminuirá en su liturgia la presencia de la Palabra inspirada, ni dejará los salmos a un lado. Por eso, «es necesario, ante todo, que [los fieles] "adquieran una instrucción bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos" (SC 90), y que cada cual, conforme a su capacidad, considere de qué modo y con qué método puede orar rectamente cuando los recita» (OGLH 102). 2. Contraste posible entre el salmo y el estado de ánimo subjetivo . Esta dificultad enlaza con la primera. En efecto, si el valor primario de una oración reside en la espontaneidad con que fluye del yo privado, no pocas veces el salmo concreto que la liturgia nos presenta no coincidirá con el estado anímico del orante. Esta dificultad, por el contrario, apenas tiene sentido cuando lo que el orante pretende ante todo es que realmente sea el Espíritu de Jesús el que ora en su oración. «Teniendo esto presente, se desvanecen las dificultades que surgen cuando alguien, al recitar el salmo, advierte tal vez que los sentimientos de su corazón difieren de los expresados en el mismo; así, por ejemplo, si el que está triste y afligido se encuentra con un salmo de júbilo o, por el contrario, si sintiéndose alegre se encuentra con un salmo de lamentación. Esto se evita fácilmente cuando se trata simplemente de la oración privada , en la que la posibilidad de elegir el salmo más adaptado al propio estado de ánimo se puede dar. Pero en el Oficio Divino se recorre toda la cadena de los salmosno a título privado, sino en nombre de la Iglesia , incluso cuando alguien hubiere de recitar las Horas individualmente. Ahora bien, quien recite los salmos en nombre de la Iglesia, siempre puede encontrar un motivo de alegría y tristeza, porque también aquí tiene aplicación lo que dice el Apóstol: "alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran" (Rm 12,15)» (OGLH 108).
Según lo expuesto, aprender a orar con los salmos implica una muy alta y preciosa pedagogía espiritual. Es preciso que el orante aprenda a salir de sí mismo (extasis), y que en la Liturgia de las Horas aprenda a «gustar la salmodia, meditar verso tras verso, dispuesto siempre el corazón a responder a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue asistiendo también a todo el que con piedad está dispuesto a recibir su gracia» (OGLH 104). Sin abandonar, por supuesto, las formas espontáneas en la oración privada, el orante debe entrar también por el camino litúrgico de la oración de los salmos, bien seguro de que el Espíritu Santo «asiste con su gracia a los que creyendo con buena voluntad, cantan estas composiciones poéticas» por él inspiradas (102). 5. Ordenación de la salmodia en la Liturgia de las H oras
La distribución y ordenación del salterio en el Oficio Divino ha conocido variaciones considerables a lo largo de la historia. El Concilio Vaticano II apreció la conveniencia de suprimir algunas Horas, de abreviar otras (SC 89) y de distribuir los salmos «no en una semana sino en un período de tiempo más largo» (91). La OGLH presenta los criterios que en este tema se adoptaron al elaborar la nueva Liturgia de las Horas. a) Reparto de los salmos y cánticos en cuatro semanas Para distribuir los 150 salmos en cuatro semanas se adoptaron varias decisiones: omitir ciertos salmos imprecatorios (57, 82, 108 ), difíciles de asumir por el orante cristiano actual (OGLH 130); emplear algunos salmos históricos (concretamente 77, 104 y 105) en Adviento, Cuaresma y Pascua (130); reducir el número de salmos de cada Hora (88); dividir en dos o más secciones los salmos especialmente largos, como el 118 , lo cual se hizo con 47 salmos (124, 132); y finalmente repetir ciertos salmos en algunos casos, 35 concretamente, aconsejados por la tradición (126). b) Atención a las exigencias de los tiempos litúrgicos. En la distribución de los salmos se ha tenido en cuenta la significación específica de cada Hora y de cada celebración señalada por el Calendario. En Laudes se toma como primer salmo aquellos que hacen alusión a la mañana, a la luz, al día que comienza. El viernes se reza siempre el salmo 50. Después del cántico, el salmo tercero es de alabanza, como los clásicos laudate (OGLH 43). En Vísperas se emplean salmos que la tradición ha considerado vespertinos. Suelen ser salmos de acción de gracias. En Completas se han elegido salmos de confianza (OGLH 88). Los días litúrgicos con especial referencia al Misterio Pascual también han sido tenidos muy en cuenta. Se señalan para el domingo los salmos 23, 113, 117, 144, etc. Para el viernes, además del salmo 50, se incluyen salmos penitenciales: el 21, rezado por Jesús en la cruz, 34, 37, 58, 64, etc. (OGLH 129). Cuando se inicia un ciclo litúrgico nuevo, se comienza por la semana Iª del Salterio (OGLH 133). En solemnidades y fiestas se toman, según las Horas, o los salmos del domingo de la Iª semana para Laudes o algunos salmos consagrados por la tradición (OGLH 134). c) Atención a las características literarias y teológicas de los salmos . La edición típica latina permite rezar los salmos alternando los coros o por versículos o por estrofas (OGLH 122). En la edición española los salmos están distribuidos sólo por estrofas. Se han restaurado los títulos de los salmos , que resumen su sentido literal y teológico (OGLH 111). Y el salmo va precedido de una breve frase del Nuevo Testamento o de los Santos Padres para mejor precisar su sentido espiritual. Las oraciones sálmicas, todavía no publicadas, están inspiradas en el sentido cristológico y eclesial del salmo, y se pueden rezar al final del mismo (OGLH 112). Las antífonas son uno de los elementos tradicionales de mayor importancia. Por ellas se precisa el sentido de los salmos, enmarcándolos en un sentido particular según el día litúrgico o la conmemoración celebrada (OGLH 113-120). Los diversos modos de salmodiar , en la recitación o en el canto, tienen también notable importancia para ayudar a expresar la índole propia de cada salmo (OGLH 121-122). 6. Otros elementos del Oficio Divino
La Liturgia de las Horas comprende, junto con los salmos y los cánticos, las antífonas. Pero no trataremos de ellas, ya que son un tema difícil de abordar, dada su enorme cantidad y variedad (+OGLH 110, 113, 117-118, 123, etc.) y a ellas ya hemos aludido al hablar de los salmos. De los restantes elementos del Oficio, las lecturas bíblicas, largas y cortas, las lecturas patrísticas y hagiográficas, los responsorios, las preces y las oraciones, hemos hablado también en los temas precedentes. Ficha de trabajo Estudio de un Salmo
1. Se elige un salmo . Cuando sean varias personas, cada una elige un salmo distinto dentro de los diferentes géneros literarios. 2. A continuación, en privado, se lee el salmo, y después se trata de fijar (con ayuda de un comentario bíblico a los salmos o con ayuda de las notas de una buena edición de la Biblia): -la estructura y las partes que tiene; -el contenido o mensaje (literal y espiritual), tal como está en la estructura; -las palabras más significativas o importantes.
3. Investiga cuándo se usa ese salmo en la liturgia de la Misa, o de los sacramentos o sacramentales, o del Oficio Divino (para esto se consultan los índices de los Leccionarios y de los volúmenes de la Liturgia de las Horas). 4. Finalmente tratará de encontrar el sentido mesiánico o cristológico del salmo estudiado, que normalmente es el motivo por el que la liturgia lo elige. 5. El salmo se lleva también a la oración personal y se medita sobre él. 6. Se puede poner por escrito todo el estudio, o lo más significativo, para llevarlo a la reunión del grupo. 7. Se puede redactar también una breve introducción al salmo para usarla, a modo de monición, en la celebración del Oficio.
LIBROS LITÚRGICOS I. INTRODUCCIÓN Por libro litúrgico, en sentido estricto, entendemos un libro que sirve para una celebración litúrgica y está escrito con vistas a ella. En sentido más amplio, es tal también el libro que, aun no habiendo sido escrito con vistas a la celebración, contiene, sin embargo, textos y ritos de una celebración, tanto si han sido usados como si no. En el primer sentido, el libro es un elemento de la celebración, y a él también se le respeta e incluso se le venera; en el segundo sentido, el libro se convierte en fuente para la historia de la liturgia, y en particular del rito o de los elementos que contiene. Además de estas fuentes directas, existen también aquellos escritos que nos informan sobre el hecho litúrgico sin ser por ello libros litúrgicos, como textos de historia, escritos de los padres, documentos del magisterio, etc. Por tanto, los libros litúrgicos contienen los ritos y los textos escritos para la celebración. Son un vehículo de la tradición, en cuanto que expresan la fe de la iglesia, y generalmente son fruto del pensamiento no de un solo autor, sino de una iglesia particular en comunión con las demás iglesias. Pero son también fruto de una cultura, determinada en cuanto al tiempo y al espacio geográfico. En efecto, si bien la liturgia cristiana es sobre todo acción divina que se realiza en el signo sacramental, los libros litúrgicos contienen, sin embargo, las palabras y los gestos con que una cultura ve y expresa esta acción divina. Pero esto se verá más claramente haciendo la historia de los libros litúrgicos. Podemos dividirla en cinco períodos. II. EL TIEMPO DE LA IMPROVISACIÓN Se trata de los tres primeros siglos cristianos. En este tiempo no hay libros litúrgicos propiamente tales, excepto, si así podemos llamarlo, el texto de la biblia. Para el resto, todo se deja a la libre creatividad, salvo en los elementos esenciales. Hallamos rastro de estos esquemas y de esta libertad en textos no propiamente litúrgicos, como la Didajé, que nos da indicaciones sobre el bautismo, sobre la eucaristía, sobre la oración diaria y sobre el ayuno; como los escritos de Clemente de Roma y la Apología de Justino. Hacia el 215 encontramos la Tradición apostólica del presbítero romano Hipólito. En sentido amplio, éste es el primer libro litúrgico, porque contiene sólo descripciones de ritos litúrgicos con algunas fórmulas más importantes: consagración de los obispos, de los presbíteros, de los diáconos y de los demás ministros; esquema de plegaria eucarística, catecumenado y bautismo; oraciones y normas para las vírgenes, las viudas; la oración de las horas, los ayunos, bendición del óleo. La importancia de este documento es m últiple: nos da por primera vez fórmulas de plegaria eucarística, de ordenaciones, del bautismo...; testimonia claramente que no es necesario que el obispo "pronuncie literalmente las palabras citadas, como esforzándose por recordarlas de memoria, sino que cada uno ore según su capacidad. Si alguno es capaz de orar largamente y con solemnidad, está bien. Pero si pronuncia una oración con mesura, no se le impida, con tal que diga una oración de una sana ortodoxia" (c. 9). El texto de Hipólito ha tenido una influencia muy considerable en varios ambientes, como testimonian la traducción copta, árabe, etiópica y latina. III. EL TIEMPO DE LA CREATIVIDAD Desde el siglo IV se precisan los contornos de los diversos ritos litúrgicos, tanto orientales como occidentales. Y esto se debe a la creación de textos que cada iglesia compone y comienza a fijar por escrito, aunque no en forma oficial. Deteniéndonos en la iglesia de Roma, se había producido un fenómeno importante: el paso del griego al latín como lengua litúrgica.
Se forma en este siglo el canon romano (la actual primera plegaria eucarística), y se empiezan a componer textos eucológicos en latín. Se continúa así hasta el siglo VI, componiendo cada vez los textos que sirven para las diferentes celebraciones. Es tos se conservan, pero no para ser utilizados de nuevo. Cierta cantidad de tales libelli se encontró en Letrán, y se reunieron en un códice que actualmente se encuentra en la biblioteca capitular de Verona, cod. 85. Descubierto en 1713 por Escipión Maffei y publicado en 1735 por J. Bianchini, recibió de éste el título de Sacramentarium Leonianum, por considerarlo una composición de León Magno (440461). A continuación se descubrió que era obra de diversas manos; entre ellas, además de la del papa León, la intervención de los papas Gelasio 1 (492-496) y Vigilio (537-555). La edición más reciente y mejor es la de L. C. Mohlberg (RED 1, Roma 1956), con el nombre de Sacramentarium Veronense.
El texto presenta unos 300 formularios, más o menos completos, divididos en 43 secciones. El redactor los ordenó por meses. Pero faltan los primeros folios, y comienza con el mes de abril. Normalmente cada formulario comprende colecta, secreta, prefacio, poscomunión y super-populum. Falta todo el texto del canon y toda la cuaresma y la pascua. De las demás fiestas a veces tenemos muchos formularios, mientras que algunas celebraciones están ausentes. Por todos estos motivos, no es exacto ni siquiera el término sacramentario.
De todos modos, el códice reviste una importancia fundamental para la eucología romana, porque se trata de las primeras composiciones seguramente romanas. En efecto, se encuentra varias veces romana civitas, devotio, nomen, principes, urbs, securitas. Muchas oraciones tienen en cuenta situaciones contingentes de la ciudad de Roma, hasta el punto de que se puede reconstruir su tiempo, a veces también el año, de su composición. Signo éste de una liturgia viva. IV. LOS LIBROS LITÚRGICOS PUROS A partir del siglo VII aumenta la documentación litúrgica. Tenemos libros litúrgicos propiamente tales en uso. Se trata de libros puros, en el sentido de que contienen cada uno un elemento de la celebración, y que por tanto sirven para cada ministro. Así distinguimos: 1. EL SACRAMENTARIO: Es el libro del celebrante, obispo o presbítero, y contiene las fórmulas eucológicas para la eucaristía y los sacramentos. El primero es el así llamado Sacramentario gelasiano antiguo. Se conserva únicamente en el cod. Vat. reg. lat. 316. Transcrito hacia el 750 en Chelles, cerca de París, fue publicado en 1680 por G. Tomas. La última edición de Mohlberg tiene como título Liber sacramentorum romanae ecclesiae ordinis anni circuli (RE D 4, Roma 1960). El título gelasiano es impropio. Se debe al hecho de que se ha querido identificar este libro con las "Sacramentorum praefationes et orationes" que, según el Liber Pontificales (ed. Duchesne, París 1925, 1, 225), Gelasio compuso "cauto sermone". El sacramentario está dividido en tres libros: I. Propio del tiempo (de la vigilia de navidad a pentecostés), más los textos para algunos ritos, como las ordenaciones, el catecumenado y el bautismo, la penitencia, la dedicación de la iglesia, la consagración de vírgenes; II. Propio de los santos y el tiempo de adviento; III. Domingos ordinarios, con el canon, y celebraciones varias. Característica del gelasiano es la presencia de dos o incluso tres oraciones antes de la oración sobre las ofrendas. Se discute si la segunda hay que asimilarla a la super sindonem del rito ambrosiano. Pero la discusión más amplia versa sobre el origen del gelasiano. Es claro que hay en el códice influjos galicanos. Pero si el núcleo es romano, ¿cómo explicar la presencia al mismo tiempo en Roma de dos sacramentarios: gelasiano y gregoriano? . La tesis más defendida, salvo detalles, es la de A. Chavasse, según el cual el gregoriano era de uso exclusivo del papa, mientras que el gelasiano era de uso de los títulos (iglesias) presbiterales. El reg. 316 es de importancia fundamental para los ritos del, catecumenado y del bautismo, distribuidos en el ámbito de la cuaresma, con los tres escrutinios y las entregas de los evangelios, del símbolo y del padrenuestro, como también para la celebración del triduo sacro. Encontramos además en él los ritos de la reconciliación de los penitentes y de la misa crismal, etc. Aludíamos al sacramentario gregoriano. Deberíamos hablar más bien de familia gregoriana, porque hay muchos manuscritos. En general, derivarían de una fuente atribuida al papa Gregorio Magno (590604), pero redactada bajo Honorio (625 - 638). En general, la estructura gregoriana difiere de la gelasiana por tres aspectos: el gregoriano no está dividido en libros, sino que el santoral está mezclado con el del tiempo, e incluso a veces los domingos toman la denominación de un santo celebrado precedentemente (los apóstoles Pedro y Pablo, Lorenzo...); tiene sólo una oración antes de la oración sobre las ofrendas; indica la estación, o sea; el lugar en que el papa celebraba en un determinado día. Es, en general, un libro más sencillo y menos
rico que el gelasiano (muy reducido el número de prefacios, no existen ya las bendiciones sobre el pueblo más que en cuaresma). Los dos tipos principales del gregoriano son el Adriano y el Paduense. El primero se llama así porque deriva de una copia del auténtico gregoriano, que el papa Adriano I (772795) mando a Carlomagno, que se la había pedido, y que éste conservó en Aquisgrán. De estas copias más o menos directas quedan muchos manuscritos. El mejor es el cod. 164 de Cambrai. Pero al ser incompleto el gregoriano recibido de Roma (faltaban, entre otras cosas, los formularios de los domingos después de pentecostés), fue necesario proveer a un suplemento. Éste, que antes se atribuía a Alcuino, parece ser, por el contrario, obra de Ben ito de Aniane. Un manuscrito adrianeo sin suplemento es el de Trento. Otro tipo de gregoriano es el de Padua (bibl. capitular D 47), redactado en Lieja hacia la mitad del siglo IX y luego llevado a Verona, con adiciones de los siglos X y XI. No es del todo clara, entre los estudiosos, la sucesión y la dependencia dedos dos tipos: si viene antes la línea de Padua, como pensaba Mohlberg, o al contrario, como piensa Chavasse. Una tercera serie de sacramentarios está constituida por los que se llamaban Missalia regis Pipini, y que hoy llamamos "gelasianos del siglo VIII". Parece tratarse de una fusión de estructura gregoriana con textos gelasianos. Dichos sacramentarios son muchos. Por probable orden de importancia: Gellone, Angulema, san Galo, el llamado Triplex, Rheinau, Monza. 2. EL LECCIONARIO Al principio se leían directamente de la Biblia las lecturas para la celebración litúrgica, de modo más o menos continuo. Cuando se comenzó a escoger fragmentos para determinados días, éstos fueron marcados en el margen del texto sagrado. En un segundo momento se hizo, primero como apéndice del libro y luego como códice aparte, un elenco de perícopas distribuidas para varios días. De ahí el término capitularia, porque hacían la lista de los capitula con la indicación del comienzo y del fin de cada fragmento (faltaba la actual división en capítulos y versículos). Encontramos así leccionarios que contienen sólo los evangelios (llamados capitularía evangeliorum), o sólo las lecturas no evangélicas (llamados Comes, o Liber Comitis, o Liber commicus) o también ambos. De los primeros se ha ocupado Th. Klauser, que ha cotejado un millar de manuscritos, clasificándolos en cuatro tipos, designados con las letras griegas, ІІ , Λ, Σ (romanos) y ∆ (franco-romano). En cuanto al tiempo, van del 645 al 750. Hay que emparentar el primero con el sacramentario gregoriano, los demás con los gelasianos del siglo VIII. Los Comes más antiguos son el de Würzburgo, que corresponde al gelasiano antiguo, y el de Alcuino, que hay que relacionar con el gregoriano. Siguen, para los gelasianos del siglo VIII, los de Murbach (que luego pasó al Misal) y de Corbie, como principales. 3. EL ANTIFONARIO Es el libro que contiene los cantos de la misa, y está destinado al cantor, o al coro. Los más antiguos antifonarios, que hay que emparentar con los gelasianos del siglo VIII, no tienen todavía notación musical. Se trata de seis códices, publicados en sinopsis por Hesbert, el primero de los cuales es sólo un cantatorium o graduale, porque contiene sólo los cantos interleccionales. Es el Cantatorio de Monza. Los demás no son italianos: Rheinau, Mont-Blandin, Compiégne, Corbie, Senlis. Son todos del siglo IX. 4. LOS ORDINES. Para una celebración litúrgica no bastan los diferentes libros que contienen los textos, sino que se necesita conocer el modo de estructurar el desarrollo de la celebración misma. Los libros mencionados sólo rara vez llevan rúbricas (así llamadas por estar escritas en rojo = ruber). De éstas se encargan libros especiales, que se llamarán Ordo (plural, Ordines) u Ordinarium. El origen de tales libros se debe sobre todo a la necesidad del clero fra nco, que quiere saber cómo se desarrollan en Roma las diversas celebraciones. Después de las ediciones parciales de G. Cassander (1558-1561) y M. Hittorp (1568), J. Mabillon-M. Germain (1687-1689), E. Marténe (1700-1702), L. Duchesne (1889), finalmente M. Andrieu publica la edición crítica de todos los Ordines romani hasta ahora conocidos Contra los quince ordices de Mabillon, él distingue cincuenta, divididos en diez secciones, y reducibles a dos familias: A (romana pura) y B (romanofranca). Entre ellos los más importantes son el I, que trata de la misa papal en el siglo VIII; el XI, que describe los ritos del catecumenado (aquí los escrutinios se convierten sin más en siete y se trasladan a los días laborables), y el L, llamado también Ordo romanus antiquus, que será el núcleo del Pontifical romano-germánico del siglo X.
Para la historia de la liturgia medieval no se subrayará nunca bastante la importancia de tales ordines, junto con las Consuetudines monasticae y los Capitularia (aquí en el sentido de decisiones administrativo jurídicas, disciplinares de sínodos, concilios particulares, etc.). V. LOS LIBROS MIXTOS O PLENARIOS En los umbrales del año 1000 asistimos a un fenómeno de fusión de los diferentes libros por motivos funcionales. Se comienzan a recoger en un solo libro todos los elementos que sirven para una celebración. Un primer paso se dará insertando por extenso en los Ordines los textos eucológicos que antes sólo se mencionaban. Nacen así los libros mixtos o plenarios. 1. EL PONTIFICAL. Con este nombre se designa el libro que contiene fórmulas y ritos de las celebraciones reservadas al obispo (pontífice), como la confirmación, las ordenaciones, las consagraciones de iglesias, de vírgenes, la bendición de abades, pero también la coronación de reyes y de emperadores... El primer libro de este género es el Pontifical Romano-Germánico del siglo X (= PRG). Compuesto hacia el 950 en Maguncia, es un interesante ejemplo de la obra de adaptación de l a l iturgia rom ana a l os países franco-germánicos. Se presenta como una mina de ritos y de fórmulas, pero también de partes didácticas, como sermones, moniciones, exposiciones de misa, con doscientos cincuenta y ocho títulos de celebraciones diferentes lo. El PRG, llevado a Roma por los Otones, luego fue simplificado y reducido, especialmente a partir de Gregorio VII (10731085). Encontramos así algunos pontificales reducibles a un tipo, llamado por el editor Andrieu "el pontifical romano del siglo XII”. En el siglo siguiente, bajo Inocencio III (1198-1216), se creó un pontifical adaptado a las exigencias de la curia papal de Letrán. A finales del siglo, durante el tiempo de cautividad en Avignon, el obispo de Mende, Guillermo Durando, preparó para su diócesis un pontifical basándose en los precedentes, pero con mayor claridad. Se divide en tres libros: ritos sobre las personas; sobre las cosas; celebraciones varias (acciones). Con éste tenemos el primer pontifical, que será sustancialmente el que luego se apropiará toda la iglesia. 2. EL MISAL Por la misma exigencia de orden práctico y en el mismo período (finales del siglo X) comienzan a aparecer libros que contienen todos los elementos para la celebración de la eucaristía (oraciones, lecturas, cantos, ordo missae). Se llama a ese libro Missale, o Liber missalis, o Missale plenarium. La rapidez de difusión del Misal (con la consiguiente extinción gradual de los sacramentarios) se debe al hecho de la multiplicación de las misas privadas, en que el celebrante decía todo, incluso lo que correspondía a los otros ministros. Esto continuará siendo normal incluso en las celebraciones comunitarias, en las que tales ministros estaban presentes. El Misal es así el libro en que confluyen el Sacramentario, el Leccionario (de Murbach), el antifonario y los primeros Ordines. El más importante es el llamado Missale secundum consuetudinem curiae, que tuvo una gran difusión por haberlo aceptado la orden de los Frailes menores, que prácticamente lo llevaron en todas sus peregrinaciones misioneras. Será el primer Misal impreso, como editio princeps, en Milán el año 1474. 3. EL RITUAL Como los obispos tenían en el Pontifical su libro, así también era necesario un l ibro que contuviese los ritos realizados por los presbíteros (además, claro está, del Misal para la eucaristía). Desde el siglo XII, y especialmente en el XIV, surgen muchos libros del género, con nombres diversos: Agenda, Ordinarium, Manuale. Se trata comúnmente de libros privados, redactados por los mismos sacerdotes con cura de almas. El que tuvo mayor importancia fue el Sacerdotale, de Alberto Castellani de 1555, que, sin embargo, no suprimirá la libertad de que cada cual continuara creándose su propio ritual. 4. EL BREVIARIO El mismo proceso que hemos visto para el Misal se produjo con el libro de las horas. Antes había libros distintos: 1) El Salterio, que en el uso litúrgico ha tenido dos redacciones: la romana (por haberse usado en Roma hasta el siglo VIII), que corresponde a la primera revisión de san Jerónimo sobre el texto griego de los LXX, y la galicana (llamada así porque, usada primero en Galia, luego se difundió en todo el Occidente, excepto en la basílica vaticana), que reproduce el texto de la segunda revisión jeronimiana sobre la Hexapla de Orígenes, y que luego entró en la Vulgata. A menudo en los salterios se insertan para uso litúrgico los cánticos bíblicos, para los nocturnos y los laudes. 2) El Homiliario, o sea, el libro
que recoge las lecturas patrísticas. El más importante, que luego pasó al Breviario, es el que Pablo el Diácono, monje de Montecasino, preparó para Carlomagno. 3) El Himnario, que recoge los himnos de composición eclesiástica para las diversas horas canónicas. Parece que el rito romano acogió los himnos sólo en el siglo XII; pero ya san Ambrosio los había compuesto para la liturgia de Milán, y san Benito los había acogido en la liturgia monástica. Así el más antiguo manuscrito de himnario es el cod. Vat. regin. lat. 11, del siglo VIII, publicado por Tomas en 1683. La publicación de los himnos que se fueron componiendo a lo largo del medievo fue reanudada en 1892 por U. Chevalier y por Dreves-Blume, que iniciaron la serie de Analecta Hymnica. 4) El Antifonal del oficio, que R.J. Hesbert ha publicado recientemente. 5) El Oracional, del que encontramos huellas en el sacramentario de Verona y en el Gelasiano, que comprende las oraciones para las diversas horas canónicas. Todos estos libros, después del año 1000, confluyen en uno solo, llamado Breviarium, porque era de hecho una reducción de los diferentes elementos, especialmente de las lecturas. El más conocido es el Breviarium secundum consuetudinem romanae curiae, difundido también por obra de los Frailes menores, que lo adoptaron oficialmente en 1223. De este Breviario se hizo en 1525 una reforma desde el punto de vista de la latinidad. Más importante es la reforma del cardenal Quiñones (llamado de la Santa Cruz, por su título cardenalicio), por encargo de Clemente VII. Pero esta reforma, bien hecha bajo el aspecto racional, no tenía en cuenta que el oficio divino de suyo está destinado al coro, y no al rezo privado (como de hecho sucedía). Publicado en 1535 y reimpreso varias veces, fue acogido universalmente con entusiasmo, pero en 1556 Pablo IV lo suprimió por el motivo mencionado arriba, volviendo al Breviario de la curia romana. VI. LOS LIBROS TRIDENTINOS El concilio de Trento tenía en proyecto una reforma de la liturgia, pero no se consiguió llevarla a cabo durante su desarrollo, y en la sesión 25ª (Corpus Tridentinum IX, 1106) se pidió al papa la tarea de realizarla. Los criterios a que se atendrán los papas son éstos: reformar, según la tradición de la iglesia romana (es decir, en continuidad con el período medieval); imponer los nuevos libros a toda la iglesia occidental, excepto aquellas iglesias que pudieran honrarse de tener ritos con más de doscient os años de antigüedad. Esto, debido a que la única autoridad en campo litúrgico de ahora en adelante habría de ser la sede apostólica. En concreto, la reforma fue más bien superficial, ya que se promulgaron en edición típica libros ya conocidos y usados antes del concilio, con ligeros retoques y simplificaciones, especialmente en las partes menos sustanciales. Sin embargo, todos estos libros se llamarán romanos en un sentido diverso del que tenían precedentemente, es decir, válidos no sólo para la ciudad de Roma, sino para todo el Occidente latino. De hecho, además del rito romano así ensanchado, permanecieron en Occidente sólo el rito ambrosiano y alguna diferencia en el rito dominicano. Inmediatamente después del concilio se promulgan el Breviario (en 1568), el Misal (en 1570), el Martirologio (en 1584), el Pontifical (en 1595), el Caeremoniale episcoporum (en 1600) y el Ritual (en 1614). Respecto al Breviario, Liturgia de las horas, III, 5, c-d. El Misal, después de la bula Quo primum tempore, de Pío V, contiene dos instrucciones: un Ritus servandus in celebratione missae y un D e defectibus in celebratione missae occurrentibus. Se trata de normas rubricales para uso de los ministros. No se hace ninguna alusión a la parte de los fieles. El Martirologio es un libro que encontramos ahora por primera vez. Pero tiene una larga historia. Encuentra su antecesor en el calendario, es decir, en la lista de las fiestas y de los santos que tienen una celebración en un determinado lugar. El más antiguo calendario litúrgico romano está constituido por la Depositio martyrum y Depositio episcoporum, insertas en Cronógrafo del 354. Posteriormente los calendarios se insertan en los libros litúrgicos a modo de índice. Redactados aparte, con la indicación del día y del lugar, tomarán el nombre de martirologios. El más antiguo es el llamado Martyrologium hieronymianum, de la segunda mitad del siglo V. Siguen los martirologios históricos, que a las indicaciones precedentes añaden noticias esenciales de la figura y de la obra de los santos, especialmente respecto a su muerte. Entre éstos, el de Beda, de Floro, de Usuardo . Estos últimos, sin embargo, daban cabida a muchas noticias legendarias, por lo que era necesaria una revisión. El papa Gregorio XIII se interesará por ella, ya que a partir del siglo IX el martirologio se leía cada día en el officium capituli de los monasterios y después de las catedrales. Se le encarga al célebre historiador cardenal César Baronio; el libro fue publicado en 1584 como Martyrologium romanum. La reforma del Vaticano II no lo considera ya libro litúrgico, aunque no es improbable una nueva revisión. El Ritual tridentino nace tarde por un motivo muy preciso. Gregorio XIII se lo había encargado al cardenal Julio Santori. Éste se puso a la obra, insertando en su Ritual también indicaciones de textos bíblicos adaptados al catecumenado y a la mistagogia. Sin embargo, antes de que se hubiera acabado de imprimir
morían el papa y Santori (1602), y el pontífice. siguiente, Pablo V, mandó destruir los ejempl ares. El Ritual de Santori fue impreso de nuevo por los herederos con la fecha que habría debido llevar (1583). Pablo V publicó luego su Rituale romanum (1614), mucho más reducido que el de Santori. Hay que señalar que este libro no fue impreso en edición típica sino en 1952, y nunca ha sido propiamente obligatorio, dejando sobrevivir los Rituales de las iglesias locales que lo quisieren. El Caeremoniale episcoporum es también un libro nuevo. Había nacido ya en 1455 de la necesidad de describir más detalladamente las ceremonias del papa, de los obispos y de los presbíteros en la celebración litúrgica. Textos semejantes se habían visto en 1516 y 1564, pero el Caeremoniale pasó a ser libro oficial con la bula de Clemente VIII en 1600. Revisado y corregido varias veces en los siglos siguientes, ha llegado hasta los umbrales del Vaticano II. Hoy no se ve la oportunidad de un libro semejante, dada la elasticidad de las nuevas normas litúrgicas. Desde el tiempo de su promulgación, los libros tridentinos habían permanecido casi inalterados, salvo pequeños retoques en las sucesivas ediciones. Nunca se les ha sometido a una verdadera reforma. Tentativas de este género, hechas por iniciativa de algún obispo, serán condenadas por Roma. Sólo en nuestro siglo, más aún, de 1950 en adelante, tenemos cambios de relieve, como el restablecimiento de la vigilia pascual en 1951, la restauración de la semana santa en 1955, el nuevo código de rúbricas en 1960, cuando ya estaba anunciado el concilio Vaticano II. VII. LOS LIBROS DEL VATICANO II El concilio Vaticano II quiso una reforma general de los libros litúrgicos, con la posibilidad de la traducción en las lenguas vernáculas. Por eso el papa Pablo VI, ya el 21-1-1964, creaba un Consilium para la recta ejecución de la constitución litúrgica. El Consilium elaboró diversos documentos, entre los que figuran: Inter oecumenici, de 1964; Musicam sacram, de 1967; Tres abhinc annos, de 1967 (segunda instrucción); Eucharisticum mysterium, de 1967, y Liturgicae instaurationes, de 1970 (tercera instrucción). Con tales instrucciones se daba la posibilidad de introducir la lengua vulgar en las diferentes partes de la celebración, por lo que cada una de las conferencias episcopales toma disposiciones para traducir el viejo Misal, prepara leccionarios ad experimentum, se traduce parte del Ritual, etc. Entretanto, el Consilium trabajaba, con grupos especiales de expertos, en la composición de los nuevos libros. Así, de 1968 hasta hoy se han publicado en la edición típica latina: • CALENDARIUM ROMANUM (1969) (= CR). • MISSAI.E ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes Missale Romanum (1970; 19752) (= MR); Ordo Lectionum Missae (1970; 19812) (= OLM); Lectionarium (3 vols., 1970-1972); Ordo Cantus Missae (1973). • OFFICIUM DIvINUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes: Liturgia Horarum (por ahora en 4 vols., 1971-1972; 198011) (= LH). • PONTIFICALE ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en fascículos: De Ordinatione Diaconi, Presbyteri et Episcopi (1968) (= ODPE); Ordo Cons ecr ati oni s Virginum (1970) (= OCV); Ordo Benedicendi Oleum catechumenorum el infirmorum el conficiendi chrisma (1971) (= OBO); Ordo Benedictionis Abbatis el Abbatissae (1971) (= OBAA); Ordo Conf irmationi s (1972) (= OC); De Institutione Lectorum el Acolytorum... (1973) (=1LA); Ordo Dedicationis Ecclesiae el Altaris (1978) (= ODEA); Caeremoniale Episcoporum (1984). • RITUALE ROMANUM. Bajo este título tenemos, en fascículos: Ordo Baptismi Parvulorum (1969) (= OBP); Ordo Celebrandi Matrimonium (1969) (= OCM); Ordo Exsequiarum (1969) (= OE) Ordo Professionis Religiosae (1970; 1975, pero ya no bajo el encabezamiento Rituale Romanum) (= OPR ), Ordo Unctionis Infirmorum eorumque pastoralis curae (1972) (=0UI); Ordo Initiationis Christianae Adul torum (1972) (= OICA); De Sacra Communione el dé Cultu Mysterii Eucharistici extra Missam (1973); Ordo Paenitentiae (1974) (= 0O); De Benedictionibus (1984) (= B). • A éstos hay que añadir: Graduale simplex (19752); Ordo Coronandi Imaginem Beatae Mariae Virginis (1981).
Presentamos brevemente los correspondientes textos oficiales en versión española (el año entre paréntesis indica la primera edición). 1. EL MISAL ROMANO (1971)
Comprende también la Ord enación General del Misal Romano (= OGM R) . Esta última es un texto muy denso, en el que se presenta la teología de la misa, la articulación del rito, los cometidos de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades de una sana adaptación. Después de las Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas del Calendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oraciones ad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está
colocado ent re el propio del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para l a celebración con el pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. El MR ya no es un misal plenario, porque ya no comprende las lecturas; pero no se le puede llamar simplemente un sacramentario, porque incluye también las antífonas de entrada y de comunión; en efecto, éstas debe decirlas el mismo celebrante, en el caso en que no se haga un canto o no las recite ningún otro. Respecto al Misal de Pío V, la parte eucológica está muy incrementada, comprendiendo alrededor de ochenta prefacios (contra los quince del precedente), cuatro plegarias eucarísticas (otras se autorizarán a continuación). Ha sido repensado ex novo en su totalidad. 2. EL LECCIONARIO (véase “El Leccionario de la Misa”) 3. LA LITURGIA DE LAS HORAS (1979) (= LH). Se llama así la oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas (canónicas) de la jornada aquella glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística. Este nuevo nombre especifica el de oficio divino (dado a la oración) y sustituye al de breviario (dado antes al libro). La edición está dividida en cuatro volúmenes: I. Tiempo de adviento y de navidad; II. Tiempo de cuaresma y de pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18 34). En el primer volumen se encuentra la Ordenación General de la Liturgia de las Horas ( OGLH) que, a semejanza de la OGMR, ilustra la teología, la espiritualidad, las diversas partes, los diversos elementos y cometidos de los ministros de la Liturgia de las Horas. Son dos las perspectivas nuevas (o renovadas) de este libro: 1) está destinado no sólo a sacerdotes, diáconos y religiosos con votos solemnes (que siguen teniendo la obligación de recitarlo), sino a toda la comunidad cristiana (religiosas y laicos); 2) se recomienda la celebración comunitaria, especialmente de las dos horas más importantes (laudes y vísperas). Se espera todavía un quinto volumen (himnos; cánticos de libre elección; oraciones sálmicas; textos para las celebraciones de vigilia, etc.). Podemos ordenarlo así:
4. EL PONTIFICAL
Se celebra normalmente durante la misa, o al menos después de una liturgia de la palabra. La renovación de las promesas bautismales pone de manifiesto su relación con el bautismo. El ministro es el obispo (o el sacerdote que tiene licencia especial para ello), pero pueden ayudarle otros sacerdotes en la crismación. • Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (1977) (= RO). Estos son los ministerios ordenados. El conjunto de los ritos, aunque conserva los textos esenciales de la tradición, resulta más ordenado, dando mayor relieve a la imposición de manos y a la oración consagratoria, y menos a los ritos suplementarios. La restauración de la concelebración hace más sencillos los ritos de la ordenación del obispo y de los presbíteros. • Ritual de la Confirmación (1976) (= RC).
• Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (= RLA). Ritual de l a con sag rac ió n d e vír gen es (= RCV). Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (= RBnA). Se trata de tres ritos diversos. Los ministerios i nstituidos son los del lector
y del acólito (se han abolido los del ostiario y del exorcista, como también el subdiaconado). Son dos las novedades a este respecto: a) el ministro no es ya el obispo, sino el ordinario (esto significa que en las órdenes y congregaciones religiosas puede serlo el superior mayor); b) los candidatos son laicos (que permanecen tales), los cuales pueden aspirar o no a las órdenes. La consagración de vírgenes es un rito antiquísimo y venerable, por el que una virgen (religiosa o no) consagra públicamente su virginidad como signo deja iglesia virgen que sólo tiene a Cristo por esposo. La bendición de un abad o de una abadesa se ha creado ex novo, porque en el viejo Pontifical tenía más el aspecto de una ordenación episcopal. Los nuevos textos expresan mejor la función del padre y maestro de una comunidad monástica. • Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (= RBO). Ritual de la dedicación de iglesias y de altar es (= DCA) (1980). El primer rito, que se ha de celebrar
durante la misa crismal de jueves santo (mañana) en las catedrales, donde el obispo concelebra con su presbiterio, trae los textos tradicionales (con ligeras adaptaciones) de la bendición de los óleos santos. Los otros dos ritos se han renovado y simplificado sustancialmente, de suerte que forman con la celebración de la eucaristía, que es cumbre del rito, una sola acción ritual. • Ceremonial de los Obispos ( = CO). Éste es uno de los últimos libros promulgados por la reforma general que decretó el Vaticano II (1984). Se trata de un volumen en parte muy tradicional y en parte también bastante novedoso. Hay que reconocer que el CO tiene unas características que lo distancian bastante de los otros libros litúrgicos emanados de la reforma litúrgica del siglo XX. Su principal característica frente a los
demás libros litúrgicos actuales es que no ofrece textos eucológicos; aparentemente, por lo menos, se presenta sólo como un volumen de simple normativa litúrgica, como su mismo título - C e r e m o n i a l - parece ya sugerir. No obstante, leído a la luz de la historia y de la teología litúrgica, el CO debe situarse en el ámbito sacramental con tanta razón como puedan colocarse en este ámbito los demás libros litúrgicos, pues si los demás libros ofrecen los textos bíblicos y eucológicos de la liturgia, es decir, las palabras sacramentales, éste presenta los gestos simbólicos de los misterios cristianos. El CO es, pues, un libro que, en la misma línea que la Institutio que encabeza el Misal de Pablo VI, aleja el peligro de ver la celebración sólo como un conjunto de textos que se van proclamando unos después de otros, acompañados únicamente de gestos simplemente espontáneos del ministro. Uno de los principales valores del CO es el hecho de que sitúa los gestos litúrgicos en su realidad más teológica: la de acciones sacramental-comunitarias de la iglesia, no simplemente del ministro ni de la comunidad concreta que celebra la liturgia común de la iglesia. El CO es un volumen tradicional en un doble sentido: a) porque con la descripción de los gestos celebrativos mayores conserva y transmite la tradición litúrgica de la iglesia, y b) porque se sitúa en línea de continuidad con los Ordines romani de la edad media. Pero a la vez que tradicional es también un libro nuevo, porque en su mismo estilo lleva innegablemente la impronta de los libros del Vaticano II: las referencias doctrinales que justifican las normas son continuas y explícitas; con este estilo el CO -a pesar del título de ceremonial que lo encabeza se aleja de lo que podría ser una simple descripción de ceremonias, enlazando así, por lo menos en cierta manera, con la visión que de la liturgia tenían los padres (cf, por ejemplo, las explicaciones de la Tradición apostólica de Hipólito sobre el significado de las diversas imposiciones de manos en las ordenaciones, o las Catequesis mistagógicas de Ambrosio, de Cirilo de Jerusalén, de Juan Crisóstomo o Teodoro de Mopsuestia. Al ser uno de los últimos libros publicados por la reforma litúrgica, al CO le ha sido fácil apoyar su normativa en los libros litúrgicos publicados anteriormente. No obstante, hay que decir también que en algunas pocas ocasiones presenta interesantes variantes, introducidas o bien para unificar algunas rúbricas que variaban de un Ordo o Ritual a otro o bien con vistas a mejorar algunos ritos o incluso algunos usos introducidos y que no siempre resultaban correctos. El CO está dividido en ocho partes, precedidas de un proemio y seguidas de un apéndice. El proemio presenta una breve síntesis histórica de lo que han sido las diversas descripciones de los ritos litúrgicos que se elaboraron a través de los siglos hasta llegar al actual CO. Después de una breve alusión a los Ordines romani -verdadera raíz primiti va del CO-, el texto se refiere a los distintos Ceremoniales papales, que fueron como el puente que ha enlazado los antiguos Ordines con el nuevo CO. En el cuerpo del volumen la primera parte describe algunos principios teológicos de la liturgia episcopal, presentada no a la manera de ceremonias fastuosas, sino a la luz de la constitución conciliar Lumen gentium. Un aspecto particularmente importante y delicado de esta primera parte ha sido el de aunar aquella "noble sencillez" de los ritos decretada por el Vaticano II (SC 34) con los necesarios signos de respeto inspirados por la fe que ve en el obispo la imagen o sacramento de Jesús, el Señor. La segunda parte trata de la participación y presidencia del obispo y de sus ministros en la misa. En esta parte es importante el cambio de perspectiva con que se presenta la celebración de la misa presidida por el obispo, acción culminante de la liturgia cristiana (SC41); de acuerdo con los otros libros litúrgicos renovados que ya no dan nunca a los obispos el título de pontífices, tampoco el CO habla nunca de misa pontifical, sino de missa stationalis (término de versión ciertamente difícil, pues si en latín cristiano statio significaba reunión plena de la iglesia local, en las lenguas modernas es difícil encontrar un término que exprese esta misma realidad). La tercera parte describe la celebración solemne del oficio divino y de la palabra cuando preside el obispo; la cuarta parte describe las diversas celebraciones del año litúrgico: en esta parte merecen destacarse tanto las breves catequesis que introducen el sentido de cada una de las fiestas principales como la insistencia con que se subraya la importancia del domingo, para el que se pide que su celebración no quede recubierta con la celebración de diversos días consagrados a distintas necesidades de la comunidad cristiana (cf n. 223). La quinta parte habla de la celebración de los sacramentos, presidida por el obispo; en esta parte se separan claramente los sacramentos de la celebración de los sacramentales, a los que se consagra la sexta parte (así, la institución de acólitos y lectores, por ejemplo, viene debidamente separada de las ordenaciones de ministros). La séptima parte contempla las celebraciones extraordinarias del obispo desde su nombramiento y ordenación hasta su muerte, exequias y tiempo de sede vacante. También se trata de los ritos del concilio plenario y provincial y del sínodo diocesano. Finalmente, en el apéndice se sintetizan las varias disposiciones posconciliares ya vigentes antes del CO sobre las vestiduras de los prelados y se ofrece una tabla, esquematizando las normas propias de las misas rituales, votivas y de difuntos. El libro concluye con un extenso y pormenorizado índice de un centenar de páginas que facilita encontrar cualquiera de los ritos contenidos en el volumen.
5. EL RITUAL
Publicado también en fascículos, comprende: • Ritual del bautismo de niños (1970) (= RB). Es un rito sustancialmente nuevo, porque nunca habíamos tenido un rito propio para el bautismo de niños que tuviese en cuenta su situación real. Antes era un rito de bautismo para adultos adaptado a los niños. Ahora se tiene en cuenta que se los bautiza en la fe de la iglesia, y principalmente de los padres y de los padrinos. La celebración, prevista para el domingo, se hace de forma comunitaria, inserta en una celebración de la palabra (o también, aunque sólo excepcionalmente, durante la misa). • Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1976) (= RICA). Es un rito que, descuidado en los siglos más recientes, recobra toda la praxis catecumenal de la iglesia de los siete/ocho primeros siglos. Después de la introducción general sobre la iniciación cristiana, y la particular para la iniciación de adultos, siguen cinco capítulos dispuestos así: 1. Rito del catecumenado, dispuesto por grados, que son: a) el tiempo del catecumenado y su comienzo; b) tiempo de la elección y su comienzo; c) celebración de los sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación y primera eucaristía) y tiempo de la mistagogia; 2. Rito más sencillo para la im itación de un adulto; 3. Rito más breve para un adulto en peligró próximo de muerte; 4. Indicaciones para l a preparación de adultos ya bautizados cuando niños a la c onfirm ación y a la primera comunión; 5. Indicaciones para la iniciación de los niños en edad catequística. Tras un sexto capítulo en que se prevén textos alternativos, se tiene un apéndice para la admisión en la iglesia católica de cristianos válidamente bautizados en otras confesiones. Este rito de iniciación de adultos, previsto principalmente para las tierras de misión, tiene indicaciones utilísimas también para nuestras regiones, con vistas a una revalorización y una mejor práctica de los sacramentos de la iniciación. • Ritual de la penitencia (1975) (= RP). El rito parte de una nueva concepción de este sacramento. Ya no se le llama confesión, que era la parte por el todo, sino penitencia o reconciliación. Por tanto, no se pone ya el acento en el momento de la acusación, sino en la conversión. Se prevén tres formas de celebración: a) individual: es el modo que ha sido tradicional en los últimos siglos, pero se ha modificado en el planteamiento (prevé también una lectura bíblica, aunque breve) y en la fórmula; b) comunitaria, con confesión y absolución individual (es la forma preferible); c) comunitaria, con confesión y absolución general (para usarse en casos determinados, y con el consentimiento del obispo). • Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974). El rito tiene en cuenta diversas situaciones cambiadas: a) la comunión fuera de la misa debe hacer siempre referencia a la celebración de la misma; b) debe insertarse en una celebración de la palabra; c) la eucaristía puede ser distribuida también por ministros extraordinarios; d) se regulan las exposiciones y la adoración de la eucaristía, las procesiones y los congresos eucarísticos. • Ritual del matrimonio (1970) (= RM). El rito, si bien conserva la estructura precedente, presenta algunas perspectivas renovadas: se celebra normalmente durante la misa (o, al menos, durante una celebración de la palabra), da mayor relieve a la bendic ión solemne de los esposos, prevé diversos formularios de textos eucológicos, una riqueza de textos bíblicos y destaca más la teología y la espiritualidad del sacramento. Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (1974) (= R UE). Se ve el sacramento de la unción en el contexto de la solicitud que la iglesia tiene por el estado de debilidad de los enfermos. Ya no se llama extrema unción, y se puede conferir en todas las enfermedades de cierta gravedad, también a los ancianos. Ha cambiado la fórmula (más ceñida al texto de la carta de Santiago); la materia es el aceite (ya no necesariamente de oliva, sino de cualquier tipo vegetal), el cual, a falta del bendecido por el obispo, puede bendecirse cada vez. Se prevé la concelebración por varios sacerdotes, y la celebración comunitaria para varios enfermos, también en la iglesia. • Ritual de la profesión religiosa (1979) (= RPR). Es un texto que sirve de base y de modelo para los rituales de cada una de las familias religiosas. Prevé un rito para el comienzo del noviciado, visto como tiempo de preparación y de opción, el rito de la profesión temporal y el de la profesión perpetua, como también un rito para la promesa que sustituye a los votos religiosos. Los ritos de profesión o de promesa se hacen durante la misa. • Ritual de exequias (1971) (= RE). El rito se presenta como una mina de indicaciones, textos eucológicos, bíblicos y cantos para utilizar, según los diferentes usos de las iglesias locales, en la casa del difunto, en la procesión a la iglesia, en la misa exequial y en el acompañamiento al cementerio. La perspectiva es claramente pascual: el cristiano que muere realiza. su éxodo de este mundo con la esperanza de la resurrección. • Bendicional (= B). El B constituye de hecho una de las partes del Ritual romano reformado según los decretos del Vaticano II (SC 79); su edición típica latina fue promulgada en 1984 y la castellana, común a todos los países de habla hispana, aparece en 1986. En el conjunto de las partes del actual Ritual, el B es el
capítulo más extenso, como lo era ya también en la última edición del Ritual de Paulo V, aumentada y reordenada por mandato de Pío XII. Hay que decir que, sin duda alguna, en su extensión influye sobremanera el hecho de que el B es el libro litúrgico en el que la piedad popular más se avecina a la celebración litúrgica. Conforme a los votos del Vaticano II, frente a la anterior edición del Ritual romano, el nuevo B ha sido profundamente reformado "teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles y atendiendo a las necesidades de nuestro tiempo" (SC 79). El B consta de cuarenta y un Ordines o ritos de bendición; muchos de estos ritos de bendición aparecen además desdoblados en rito habitual y rito breve o bien presentan diversas posibilidades para ocasiones parcialmente distintas (por ejemplo, la bendición de niños ofrece un formulario para los niños bautizados y otro para los niños que se preparan al bautismo). La edición castellana del B añade aún a estas cuarenta y un bendiciones algunas otras o bien nuevas o en otros casos tradicionales en algún país de América o en España; con ellas el número de bendiciones en esta edición alcanza a cuarenta y ocho formularios. El conjunto de estas bendiciones está precedido de una extensa introducción y va seguida de tres índices alfabéticos -de bendiciones, de lecturas bíblicas y de salmos responsoriales-, de los cuales, en vistas al uso del volumen, es particularmente útil el primero (un índice de este tipo aparecía ya en las ediciones del antiguo Ritual romano). La Introducción, de carácter teológico, pastoral y jurídico, expone sucesivamente la naturaleza y significado de la bendición tanto en la historia de la salvación como en la vida de la iglesia, los ministros de las mismas, su ordenamiento -desde lo que es la estructura fundamental de toda bendición hasta los signos que se emplean en las mismas y las maneras de unir las bendiciones con las restantes celebraciones litúrgicas o entre sí- y, finalmente, las posibilidades que tienen las conferencias episcopales en el campo de las adaptaciones o de las incorporaciones de nuevas bendiciones. En el cuerpo mismo del libro, su primera parte presenta las diversas bendiciones que se refieren a las personas (bendiciones relativas a la vida familiar, bendiciones de los enfermos, de los misioneros enviados a anunciar el evangelio, de las personas destinadas a impartir la catequesis, de los peregrinos, de los que van a emprender un viaje, etc.). En esta parte la edición castellana añade las bendiciones de acólitos y lectores no instituidos. La segunda parte trata de las bendiciones que atañen a los edificios no sagrados y alas diversas actividades de los cristianos (bendiciones de un nuevo edificio -que no sea una iglesia- de una escuela, de una universidad, de un hospital); bendiciones de los medios de transporte (automóviles, ferrocarriles, naves, aviones, etc.); bendiciones de instrumentos técnicos (central eléctrica, acueducto, etc.); bendiciones de los animales, de los campos, de los nuevos frutos, de la mesa. En esta parte la edición castellana añade la tradicional bendición de los términos de una población. La tercera parte agrupa las bendiciones de las cosas que se destinan, en la iglesia, al uso litúrgico o a las prácticas de devoción (fuente bautismal, sede, ambón, sagrario, cruz, imágenes del Señor, de la Virgen María o de los santos, etc.). En esta parte la edición castellana añade las bendiciones de la corona de adviento, del belén y del árbol de navidad. En la cuarta parte se presentan las bendiciones que o bien sirven para fomenta r la piedad (bebidas y comestibles) o bien son objetos de devoción privada (objetos de devoción, rosarios, escapularios, etc.). La edición española añade en esta parte la bendición de los hábitos, tradicional sobre todo en Perú. Finalmente, en la quinta parte se contienen dos bendiciones de carácter más bien genérico: la bendición de acción de gracias, que viene a suplir los antiguos y poco apropiados Te Deum (poco apropiados porque el antiguo texto de este precioso canto no tiene demasiado que ver con el uso al que a veces se destinaba), y la bendición para diversas circunstancias, que ofrece unos formularios en vistas a las bendiciones no previstas explícitamente en el B (en cierta manera es la réplica de la antigua bendición. VIII. CRITERIOS PARA EL USO DE LOS LIBROS LITÚRGICOS Contrariamente al modo de concebirse los libros litúrgicos desde el concilio de Trento hasta el Vaticano II, es decir, como textos intocables cuyo dictado había de ejecutarse escrupulosamente, ahora los nuevos libros se entienden como proyectos que se han de realizar luego en la celebración, teniendo en cuenta la particular situación de la asamblea concreta. De aquí deriva la necesidad de estudiar bien las introducciones, las posibilidades de adaptación que se dejan a las conferencias episcopales y también al presidente individual de la asamblea. Estas posibilidades se han de explotar luego en el momento celebrativo. Los mismos textos y las rúbricas han de observarse prestando mayor atención a lo que quieren decir, a la nueva mentalidad con que se han redactado y con el diverso valor que revisten los diferentes elementos de la celebración. Así, la palabra de Dios hay que proclamarla y respetarla como tal: no se permite modificar el texto de las lecturas, sino que se dan amplias posibilidades de opción en las misas rituales, en celebraciones