Hora santa por la paz Reunida la asamblea se hace una monición inicial. Monición inicial: “La fraternidad es el fundamento de la paz”, afirmaba el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial por la paz de este año; sólo hay paz cuando nos reconocemos hermanos, hijos de un mismo Padre, pero cuando miramos a los otros como inferiores, es decir, como esclavos, rebajamos su dignidad y con nuestras actitudes conducimos a la violencia. No podemos ser indiferentes ante la realidad que viven tantos hermanos asediados por la guerra, y tampoco podemos perder la esperanza de que como nación construyamos la paz cimentada en la reconciliación, la verdad y la justicia. Por eso como hermanos, hijos de un mismo Padre, adoremos a Cristo y elevemos nuestro clamor para que disponga nuestros corazones a recibir la paz como un don que viene de Él. Se hace la exposición del Santísimo Canción: Ha venido el Señor a traernos la paz Presidente: V/ Bendito alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. R/ Sea para siempre bendito y alabado. V/ Mi Jesús sacramentado mi dulce amor y mi consuelo. R/ Quien te amara tanto que de amor muriera. Se hace la oración de S. Juan Pablo II por la paz (es la que hizo en visita a Tierra Santa. La realizamos uniéndonos especialmente a la paz en oriente, en Irak y en Mexico): Señor: Que tu voz resuene en el corazón de todos los hombres y mujeres, cuando los llames a seguir el camino de reconciliación y paz, y a ser misericordiosos como tú. Señor, tú diriges palabras de paz a tu pueblo y a todos los que se convierten a ti de corazón. Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo. Ayúdales a derribar las barreras de la hostilidad y de la división y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad. Señor, tú creas cielos nuevos y una tierra nueva. Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras. En su corazón aspiran a un futuro más luminoso; fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos. Padre, tú haces germinar la justicia en la tierra.
Te pedimos por las autoridades civiles de esta región, para que se esfuercen por satisfacer las justas aspiraciones de sus pueblos y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz. Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común y a respetar la dignidad inalienable de toda persona y los derechos fundamentales que derivan de la imagen y semejanza del Creador impresa en todo ser humano. Te pedimos de modo especial por la autoridades. Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia; no permitas que se desanimen en su ardua tarea de construir la paz duradera, que anhelan todos los pueblos. Padre celestial, te pedimos por todos los que creen en el evangelio de Jesucristo. Guía sus pasos en la verdad y en el amor. Haz que sean uno, como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo. Que testimonien la paz que supera todo conocimiento y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad, del pecado y de la muerte. Señor del cielo y de la tierra, Creador de la única familia humana, te pedimos por los seguidores de todas las religiones. Que busquen tu voluntad en la oración y en la pureza del corazón, y te adoren y glorifiquen tu santo nombre. Ayúdales a encontrar en ti la fuerza para superar el miedo y la desconfianza, para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía. Padre misericordioso, que todos los creyentes encuentren la valentía de perdonarse unos a otros, a fin de que se curen las heridas del pasado y no sean un pretexto para nuevos sufrimientos en el presente. Concédenos que esto se realice sobre todo en Tierra Santa, esta tierra que bendijiste con tantos signos de tu Providencia y donde te revelaste como Dios de amor. A la Madre de Jesús, la bienaventurada siempre Virgen María, le encomendamos a los hombres y a las mujeres que viven en la tierra donde vivió Jesús. Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios y tengan respeto y compasión por lo demás, especialmente por los que son diversos de ellos. Que, con un solo corazón y una sola mente, trabajen para que todo el mundo sea una verdadera casa para todos sus pueblos. ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz! Amén. Después se puede cantar: Hazme un instrumento de tu paz A continuación se propone una lectura: De la Carta del Apóstol Santiago 3, 13‐18 Hermanos míos, ¿hay alguno entre ustedes con sabiduría y experiencia? Si es así, que lo demuestre con su buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero si ustedes tienen el corazón amargado por envidias y rivalidades, dejen de presumir y engañar a costa de la verdad. Esa no es la sabiduría que viene de lo alto; ésa es terrenal, irracional, diabólica; pues donde hay envidias y
rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia. Palabra de Dios. O bien Del Santo Evangelio según San Juan 14, 23‐29 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”. Palabra del Señor. Se hace un momento de silencio, y luego se lee la carta del papa Francisco. Un amor artesanal. Papa Francisco Dios prepara el camino para cada hombre. Lo hace con amor: un «amor artesanal», porque lo prepara personalmente para cada uno. Está dispuesto a intervenir cada vez que se deba corregir el camino, propiamente como hacen una mamá y un papá. El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca, convertíos. Lo mismo que decía Juan, lo dice Jesús. Juan había preparado el camino a Jesús. Y Jesús lo sigue». «Preparar el camino, preparar también nuestra vida, es propio de Dios, del amor de Dios por cada uno de nosotros», no nos hace cristianos por generación espontánea. Él prepara nuestro camino, prepara nuestra vida, desde hace tiempo». «Parece que Simón, Andrés, Santiago y Juan fueron aquí elegidos definitivamente»; pero esto no significa que desde este momento hayan sido también «definitivamente fieles». En realidad, precisamente ellos cometen errores: hacen propuestas «no cristianas al Señor», de hecho, lo niegan. Y Pedro más que los demás. Se asustaron, «se marcharon, abandonaron al Señor». Se trata de una obra de preparación, que Jesús lleva adelante en muchas generaciones. Ana, la segunda mujer de Elcaná, citada en la primera lectura de la liturgia (cf. 1 Samuel 1, 1-8). La mujer, «estéril, lloraba» cuando la otra mujer, Feniná, que tenía hijos, se burlaba. Pero en el llanto de Ana estaba la preparación al nacimiento del gran Samuel. «Así, el Señor nos prepara desde hace muchas generaciones. Y cuando las cosas no funcionan bien, Él se mezcla en la historia» y las acomoda. En la misma genealogía de Jesús, hay «pecadores y pecadoras. ¿Cómo obró el Señor? Se mezcló; corrigió el camino; puso orden en las cosas. Pensemos en el gran David, gran pecador y luego gran santo. El Señor sabe. Cuando el Señor nos dice: con amor eterno te he amado, se refiere a esto. Desde hace muchas generaciones el Señor ha pensado “en nosotros”». Y así nos
acompaña experimentando nuestros mismos sentimientos cuando nos acercamos al matrimonio, cuando se espera un hijo: en cada momento de nuestra historia «nos espera y nos acompaña». «Esto es el amor eterno del Señor. Eterno pero concreto. Un amor incluso artesanal, porque Él va construyendo la historia y va preparando el camino para cada uno de nosotros. Esto es el amor de Dios». Así, ¡Cuántas cosas han pasado! ¡Cuántas cosas! El Señor estaba allí preparando el camino también para otros que no conocemos, pero que Él conoce». Él es «el Señor de la preparación, que nos ama desde siempre y nunca nos abandona». Tal vez «es un acto de fe no fácil de creerlo, es verdad. Porque nuestro racionalismo nos hace decir: ¿por qué el Señor, con las numerosas personas con las que cuenta, va a pensar en mí?». Sin embargo, Él «me ha preparado el camino, con nuestras mamás, nuestras abuelas, nuestros padres, nuestros abuelos y bisabuelos, con todos: el Señor hace así. Y esto es su amor: concreto, eterno y también artesanal». «Recemos pidiendo esta gracia de comprender el amor de Dios. Pero no se comprende nunca, ¡eh! Se percibe, se llora, pero comprenderlo no se comprende. También esto nos dice cuán grande es este amor».
Se canta: si conocieras. Después se hace una oración de fieles y por cada petición se puede ir poniendo una vela encendida en frente del Santísimo. Presidente: Hermanos elevemos a Cristo nuestra plegaria, rogando que su paz venga sobre nosotros, y digamos: R/ Señor concédenos tu paz! Para que la Iglesia sea incansable trabajadora de la paz y sea testigo de la misericordia y la fraternidad en medio del mundo. Oremos Para que los gobernantes practiquen la justicia, busquen la igualdad y defiendan la vida en todas sus etapas. Oremos Por quienes sufren el conflicto en Franja de Gaza, para que se ablande el corazón de quienes están poniendo en peligro la vida de la sociedad civil y a todos les conceda la fuerza para resurgir en medio de esta cruenta violencia. Oremos Por los cristianos perseguidos especialmente en Irak, para que en medio de la persecución se acreciente su fe, y que su testimonio transforme el corazón de sus opresores. Oremos. Por nuestra nación para que en medio del proceso de paz vivamos la reconciliación como hermanos, se reparen los daños causados y alcancemos a ser una sociedad justa y equitativa.
Oremos. Ahora unidos como hermanos hagamos nuestra la oración de Jesús: Padre nuestro… Luego se canta Cantemos al amor de los amores Se hacen las alabanzas de desagravio. Bendito sea Dios Bendito su santo Nombre. Bendito Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Bendito el Nombre de Jesús. Bendito su Sacratísimo Corazón. Bendita su Preciosísima Sangre. Bendito Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito el Espíritu Santo Paráclito. Bendita la excelsa Madre de Dios, María Santísima. Bendita su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita su gloriosa Asunción. Bendito el nombre de María Virgen y Madre. Bendito San José, su castísimo esposo. Bendito Dios en sus Ángeles y en sus Santos. V/ Les diste Señor el pan del cielo. R/ Que contiene en sí todo deleite.
Luego se pone en pie y dice: Oremos: Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/ Amén. Procede a la bendición con el Santísimo, y luego se lo reserva.