HISTORIA D E LA QUIM Q UIMICA ICA PO R F. J. M O O RE, Ph . D . Profesor Profesor qu e fu fu e de Qu ímica ímica Orgán ica ica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts REVISADA POR WILLIAM WILLIAM T. H ALL Profesor Profesor ad ju nto d e Qu ímica ímica Analí An alític ticaa en el Instituto Tecnológico de Massachusetts PRIMERA PRIMERA EDICIÓN EDICIÓN ESPAÑ ESPAÑ OLA TRADU TRADUCIDA CIDA DE LA TERCER TERCERA A EDICIÓN EDICIÓN INGLE IN GLES SA SALVAT EDITORES, S. A.
B A R C E L O N A - MADRID BUENOS AIRES - MEXICO - CARACAS - RÍO DE JANEIRO
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1953 19 53.T .Trad rad u cid cid o de d e “ A Hi st o ry of Chem blicad o p or M cGraw - Hil Hilll Ch em is t ry “ p u blicad
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1953 19 53.T .Trad rad u cid cid o de d e “ A Hi st o ry of Chem blicad o p or M cGraw - Hil Hilll Ch em is t ry “ p u blicad Book Com p any Inc., Inc., Nu eva York. York.
--------------------------------------------PRIMERA PRIMERA EDICIÓN 1953 SALVAT EDITORES, S. A. ---------------------------------------------
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1953 19 53.T .Trad rad u cid cid o de d e “ A Hi st o ry of Chem blicad o p or M cGraw - Hil Hilll Ch em is t ry “ p u blicad Book Com p any Inc., Inc., Nu eva York. York.
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PREFACIO PREFACIO A LA TERCE TERCERA RA ED ED ICIO N N ORTEAMERICANA Al preparar la tercera edición de nuestra HISTORIA DE LA QUÍMICA hem os introdu cido en ella ella nu merosas m odificac odificaciones iones.. En las ediciones ediciones an teriores se inten inten tó referirla referirla ú nicamente h asta los albores d e la época época p resente, pr estando escasa escasa atención atención a la labor d e los los hom bres d e cie cienci nciaa d e nu estros estros d ías, ías, porqu e se daba por cierto ierto qu e los los estud iantes apr end erían erían estas estas cosas cosas en los texto textoss m odern os d e los diversos diversos camp camp os d e la Q u ímica. ímica. Sin Sin em bargo, ésta se ha d esarrollad esarrollad o tan to, que es en en extremo extremo difícil que nadie pueda mantenerse en contacto con todos los progresos qu e hoy se realizan. realizan. Por esta esta razón, nu estra obra expone la tarea llevada llevada a cabo por los quím icos icos eminentes hasta la actualid actualid ad , en en la esperan za d e hacer patente cómo hoy se añaden a nuestros conocimientos nuevas ap ortaciones ortaciones en una p rop orción orción jam jam ás igu igu alada ha sta ahora. Probablemente no existen dos químicos que estén de perfecto acuerdo respecto respecto a los hechos hechos o a los hom bres más n otables de u na sola década , y cuan d o se intenta intenta p resentar resentar en un texto texto resum ido la historia historia total d e los los conocim onocim ientos ientos qu ímicos ímicos y su s teorías, la dif d ific icuu ltad es m u cho mayor. m ayor. En sus Famous Chemists, Tilden Tilden nos ofrece las las biografías de u nos veinte veinte hom bres Essays in Histo Hist orica rical Chem istry, d e cienci cienciaa en u n total tot al de 300 p áginas. ágina s. Los Essays istry, d e Thorp e, compren d en d iecioc ieciocho ho temas en 570 pá ginas ; pero A Short History of Chemistry , de Partington, comp comp rend e nad a m enos qu e 41 416 biografí biografías as en 3744 páginas. Este 37 Este exce excelente lente libro libro de Partington ha ayu d ad o a d ecidir ecidir qu é nom bres ha bía qu e agregar a la p resente revisión. Respec Respecto to a la la Qu ím ica ica d e los los tiemp tiemp os antiguos, pu ede obtenerse obten erse copiosa copiosa inform inform ación ación en el Prelude Reed, pu bli bliccad o en form form a mu y atractiva atractiva e interesante interesante d el to Chemist Chemistry, ry, d e Reed, p rincipio al fin. fin. También son fuentes fuen tes valiosas valiosas d e inform inform ación ación los libros libros : Geschicht Geschichte e der Chemie, de Kopp ; Das Buch Bu ch der grossen grossen ; Chemiker, d e Bu Bu gge, y siend o adm irable irable el esfuerzo esfuerzo realizado p or sus Grösse Männer, d e Ostwald , siend au tores. Parece, Parece, no obstante, obsta nte, que qu e estos libros libros pasan a veces por alto a los qu ímicos ímicos no alem alem anes. Ell Elloo es n atur al. La m ayoría de nosotros estamos estamos m ás fam fam iliari iliarizad zad os con con las obras pu bli blicadas cadas en nu estro prop io id id ioma, y p ocos sabemos leer el itali italiano, ano, ru so, espa español, ñol, portu gu és, chino o jap jap onés. La historia de la Química demuestra con claridad cómo hace siglos el conocim conocim iento iento d e esta ciencia ciencia era comú n a varias va rias civili civilizaciones. zaciones. Hoy, con el intercam intercam bio mu cho más acele acelerad rad o d e ideas y m ateriales, ateriales, se desarrollan las m ás nu evas ideas casi simu ltáneamen te en varios p aíses, aíses, y la literatura literatura está plena de descubrimientos ¡y qué descubrimientos!, descubrimientos!, de hechos que se 3
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conocen en otros países o que se les da publicidad por todas partes. Por
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conocen en otros países o que se les da publicidad por todas partes. Por regla general h ay sabios brillantes brillantes en Italia, Italia, Ru Ru sia o el Jap Jap ón qu e llevan llevan a cabo un a labor semejante semejante a la realizada realizada en Aleman ia, Inglaterra o Francia, Francia, pero el mu nd o de d e habla inglesa es d ifíc ifícil il qu e los conozca. En los libros alemanes de historia de la Química, que son, directa o indirectamen indirectamen te, fuen tes de información información d e todos los libros libros que tratan d e esta materia, se ha descuidado reseñar la labor de los químicos norteamericanos. El hecho de que los químicos norteamericanos hayan obtenido repetida r epetidass veces veces prem ios tales com omoo el p remio rem io Nobel mu estra bien bien a las claras claras que la Qu ímica ímica d e los los Estad Estad os Unidos m archa al mismo ritm o qu e la Químic Qu ímicaa d e otros paíse p aíses. s. Y esto no n o se debe p recisam recisamente ente al hecho hecho d e qu e los los norteam ericanos ericanos ha yan estu d iado en el extranj extranjero, ero, sino sino m ás bien al interés que, desde la época colonial, se ha sentido en los Estados Unidos p or la Qu ímica. Por consiguient e, en este libro libro se ded d edic icaa m ayor aten ción ción a la historia historia d e la Quím ica ica en N orteamérica orteamérica d e la que su ele ele concedérsel concedérselee en historias más breves. Cu and an d o, a fines fines d el siglo XI XIX, com comenzó enzó a d esarrollarse vigorosa la Químic Quím icaa físic ísica, a, mu chos d e nosotros nos dimos cuenta d e que h abía pasado el auge d e la Qu ímica ímica orgánica y algu algu nos tod avía creemos creemos qu e se ha d edicad edicad o a ésta de-d de-d ad a atención atención en la historia historia de la Qu ímica. ímica. No obstante, desd e que los quím icos icos especial especialis istas tas han ap rend ido a ap rovecharse de las leyes leyes de la Qu ímica ímica fís físic ica, a, su obra ha p rogresado con con m ayor rap idez qu e nu nca. La Química física se halla hoy tan inseparablemente unida a todas las d emás ram as d e la cienci cienciaa qu ímica, ímica, que es d ific ificil ilísi ísim m o h ablar d e ella ella con con particularidad. Al preparar esta revisión, caímos en la cuenta de que también cabía hablar de muchos químicos físicos en los capítulos dedicados a la Química inorgánica, sobre todo a partir de 1860, a la Radiactividad Radiactividad y al au ge d e la Quím ica ica físi física. ca. Al tratar d e llevar llevar a cabo un a separ ación, ación, encontram encontr am os tantas tan tas d ific ificuu ltades qu e, finalm finalmente, ente, condensa condensamos mos los tres cap capítulos ítulos en uno u no solo. Esto hace que resulte mu y largo ; d e aqu í que, para econom econom izar espacio espacio,, se haya comp uesto, en algunas p artes, con tipo d e letra letra más p equeño. El «Journal of Chemical Education» Education » nos ha cedido amablemente los originales de las nuevas ilustraciones. En la corrección de pruebas nos p restó su valiosa ayu d a el profes pr ofesor or Tenney Tenn ey L. Dav is, cuy uyos os conoci conocimientos mientos sobre la historia de la Química son muy vastos y que tan excelentes sugerencias supo hacernos. WILLI WILLIAM AM T. H ALL. 4
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PREFACIO PREFACIO A LA PRIM ERA ED ED ICIO N N ORTEAMERICANA Este volum volum en es el resultado resultado d e un a serie serie d e charlas charlas qu e el au tor sostuvo, p or espacio de varios años, con con su s estud iantes del Institut Institutoo de Tecnología. Tecnología. Los Los oyentes eran alum nos d e u na clase sup sup erior especial especializada izada en Química, Química, y por p or tanto tan to conocedores conocedores d e sus princi p rincipp ios y hechos más má s salientes. salientes. Las conferencias trataron, de manera llana y familiar, de las ideas fund fun d am entales de d e la Ciencia; Ciencia; d e su or igen, su base filosóf filosófic ica, a, los los períodos per íodos críticos de su desarrollo y las personalidades de los grandes hombres cuyos esfu esfu erzos contribu contribuyeron yeron a su p rogreso. Al poner el material en forma de libro ha tenido inevitablemente que alargarse, alargarse, y tam bién bién d e man era inevitabl inevitablee su p resentaci resentación ón h a ad qu irid irid o u n tono m ás serio, serio, sin sin perd er así lo esperamos - su espontan eid eid ad . La persona a quien se dirige ahora - como entonces - la explicación es el estudiante maduro ; mas, aun así, creemos que pocas partes del libro ofrecerán ofrecerán serias d ific ificuu ltades p ara el lector lector p rofano. La finalidad no es sino recalcar aquellos hechos e influencias que contribuyeron a hacer de la Cienci Cienciaa lo que es hoy d ía ; d e aqu í que algun os temas, tem as, como los d escu escu brimientos brim ientos quím icos icos de los antiguos ant iguos y la historia historia de de la Alqu Alqu imia, se hayan cond ensad o m ás d e lo lo qu e el gu sto e incli inclinac nación ión d el au tor le hu bieran dictado. Asimismo, Asimismo, al tratar d e la la labor más m od erna, se ha considerad o, no su imp ortancia ortancia p ráctic ráctica, sino sino su imp ortancia ortancia h istóric istórica. a. El au tor se ha p regu ntad o, no si tal o cu cu al obra era de algún valor, sino sino si contribuía ontribuía a crear crear alguna idea nu eva y fund amental. Por esta razón, para citar un solo ejemplo, se ha comentado con alguna estensión la labor de Werner sobre los complejos compuestos metálicos amoniacales, mientras se alude tan sólo de refilón al trabajo sobre los azúcares de Emil Fischer. También algunos temas modernos, como los trabajos de Werner que acabamos de citar o los de Bragg sobre los espectros de los rayos X, se han tratado con toda clase de detalles, por hallarse al margen d el cam cam po d e estud ios fam fam il iliar iar a los alu alu m nos de Pri Primer mer Grado. Por otra p arte, se ha p restado escasa escasa atención atención a la cuestión cuestión d e prioridad . Todo gran descubrimiento suele ir precedido de multitud de observaciones científicas, cuya suma total puede incluso compendiar los hechos elementales. De aquí surgen las preocupaciones que asaltan al estudiante concienzudo cuando se trata de aprender quién inventó la máqu ina d e vapor o qu ién ién d escubrió escubrió realm realm ente a Am éric érica. Sin Sin embargo, nos ahorraremos la mayor parte de esas dificultades considerando que, d esde el pu nto d e vista vista históric histórico, o, el el descubridor descubridor d e un a gran verdad es, 5
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por regla general, aquel mediante cuyos esfuerzos ésta pasa al acervo
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por regla general, aquel mediante cuyos esfuerzos ésta pasa al acervo comú n d e las las gentes. gentes. No estará fuera de lugar decir aquí unas palabras acerca de las ilu ilu straciones. straciones. Se Se h an rep rod u cid cid o d e diversas fuen fuen tes, y al selec selecccionarlas se ha atendido exclusivamente a su interés histórico, sin consideración a su m érito érito artístic artístico. Por Por lo tanto, no d ebe extrañar extrañar qu e d ifie ifieran ran tanto u nas d e otras. Damos en especial las gracias al profesor Derr, del Instituto, por haber p uesto a d isposic isposició iónn d el autor su tino y conocimiento onocimiento nad a comun es de los archivos fotográficos, así como a los diversos editores que tan amablemente nos han perm it itido ido u ti tili lizar zar m aterial ateriales es de su p ropiedad . El valor valor d el método método históri históricco d e estud estud iar cad cad a ram a d el saber hu man o se reconoce reconoce hoy tan u niversalmente, niversalmen te, qu e no es prec pr eciso iso destacarlo destacarlo ; con todo, no será superfluo recordar al joven estudiante de Química cómo, al ad vertir vertir los errores errores e incomp incomp rensiones rensiones d el pasado, aprend emos a evitar evitar los err ores ores d e nu estro estro p ropio razonam iento iento ; cómo, cómo, m ediante el conoci conocim m iento iento de la forma en que solucionaron sus problemas los grandes hombres, aprenderemos a solucionar los nuestros ; cómo, en fin, observando los d iferentes iferentes aspectos ofreci ofrecidd os por los mismos h echos echos a la luz d e sucesivas teorías, teorías, ap rend ere.m ere.m os a d iscernir iscernir la natu raleza, li lim m itaciones itaciones y ad ecu ecu ad a fun ción de tod as las teorí teorías, as, m ad urez crític críticaa qu e no p ued e obtenerse obtenerse d e ningún otro modo. Finalmente, estudiando cómo se ha ensanchado y profundizado en el transcurso de los años el conocimiento de la N atu raleza que posee el hom bre, ll llegaremos egaremos a un a m ejor ejor comp comp rensión del cur so seguid seguid o p or el pensamiento en n uestros tiemp tiemp os y el valor valor exacto exacto d e cada descubrimiento nuevo comparado con los antiguos, pero siempre nuevos, problemas d e la Cienci Ciencia. a. En En n ingu na ép oca oca ha sido el desarrollo desarrollo d e la la Qu ímica ímica m ás rápid o ni más interesante que en la actu actu al, y el au tor abriga la espera esperanza nza d e que, incluso incluso este breve esbozo de su H istoria, istoria, p u eda ed a ayudar al lector a seguir ese desarrollo con mayor comprensión de su significado, ya que, después de todo, estudiamos el pasado para mejor comp rend er el presente y juz juz gar con m ás acie acierto rto el porvenir. F. J. MOORE
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HISTORIA DE LA QUIMICA
HISTORIA DE LA QUIMICA
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Prefacio a la tercera edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio a la primera edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . J. F. Moore . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
CAPÍTULO PRIMERO La Química en la Antigüedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Antiguas artes. La Química en Egipto. Origen del nombre de la Química. La Química en China. Los filósofos griegos.
Págs. 03 05 12
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CAPÍTULO II La Química en la Edad Media. Alquimia . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Decadencia intelectual de la Edad Media. Origen de la Alquimia. Tradiciones alquimistas. Ideas fundamentales. Logros prácticos. La Alquimia en Arabia. Alquimistas eminentes. Decadencia de la Alquimia. CAPÍTULO III
La Química en el Renacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El renacimiento de la cultura. Paracelso : sus ideas fundamentales. Agrícola. Valerius Cordus. John Dee y Edward Kelley. Libavius y Eglih. Maier y Norton. Basilus Valentinus. Val Helmont. Tacchcnius. Johann R. Glauber. De le Boë Sylvius. CAPÍTULO IV
Boyle y sus comtemporáneos. La teoría del flogisto . . . . . . . . . . . .
Boyle. Hooke. Mayow y Hales. Kunkel, Becker y Lémery. Sthal. La teoría del flogisto. Reacciones explicadas por el flogisto. Defectos de la teoría. Hoffmann, Boerhaave, Marggraf. Geoffroy y sus tablas de afinidad. Rouelle. Lomonosov. Hellot, hlacquer y Baumé.
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INDICE Pags. CAPÍTULO V Los últimos flogistófilos. flogis tófilos. Descubrimiento Descubri miento del oxígeno . . . . . . . . .
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Black y la magnesia alba. Cavendish. Bergman. Scheele Priestley. Descubrimiento del oxígeno. Primeros químicos americanos. Winthrop. Brewster. Rush. Woodhouse. Cooper Maclean. Conde Rumford. Los Sillimau. Hare CAPÍTULO VI Lavoisier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Vida y carácter. Método de investigación. Estudios sobre la combustión. Teoría de la combustión. La revolución química. Nueva nomenclatura. Conocimiento químico anterior a la revolución. La tabla de elementos de Lavoisier. La teoría del oxígeno de los ácidos. CAPÍTULO VII La ley de las proporciones definidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Berthollet. La estática química. Controversia con Proust: Fenómenos de neutralización. Richter. G. E. Fischer. Equivalencia.
CAPÍTULO V I I I Dalton y la teoría teor ía atómica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La concep c oncepción ción atómica. Dalton. Sus estudios en Meteorología. La teor’a atómica. Ley de las proporciones proporciones múltiples. Pesos atómicos de Dalton. Gay-Lussac. Combinación química por volumen. La hipótesis de Avogadro. Los equivalentes de Wollaston. La hipótesis de Prout. Henry y Thomson. Humboldt. Gmelin. Klaproth.
CAPÍTULO IX Los albores de la electricidad electri cidad galvánica galvánic a . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El descubrimiento de Galvani. La interpretación de Volta: La teoría del contacto. La teoría química. La pila de Volta. La primera electrólisis. Teoría de la electrólisis de Grotthuss. Las teorías química y del contacto en oposición.
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CAPÍTULO X Humphry Davy Davy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Vida y Carácter. La aRoyal lnstitution. Estudios sobre
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INDICE Pags. electricidad. Aislamiento de los metales alcalinos ; idea errónea sobre el amoníaco. La teoría de los ácidos de Lavoisier. La teoría del muriático. Naturaleza elemental del cloro. Teoría de la afinidad química. Davy y Faraday. CAPÍTULO XI Berzelius, Berzelius , organizador de la Ciencia Ci encia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Vida y carácter. Trabajo sobre los pesos que se combinan. Actividad literaria. Problemas químicos en los comienzos del XIX. Pesos atómicos. Ley de Dulong y Petit. Isomorfismo. El sistema dualístico. Berzelius y la teoría del cloro. Supuesto contenido de oxígeno en el amoníaco. Explicación eléctrica de la acción química y del dualismo. Explicación de la electrólisis de Berzelius. Las memorias de Wöhler.
CAPÍTULO XII El comienzo de la Química orgánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Chevreul. Wõhler. Liebig. El laboratorio de Giessen. Análisis orgánico. Amistad de Liebig y Wôhler. Dumas. La Química orgánica en 1825. La teoría del etileno. El benzoilo. Berzelius y la teoría del etilo. La teoría del acetilo de Liebig. Guthrie. Eaton. Schõnbein.
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CAPÍTULO XIII Reacción contra Berzelius . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La substitución en la Química orgánica,. La teoría nuclear: La primera teoría del tipo. Actitud de Berzelius. Graham. Acidos polibásicos. La densidad del vapor como medida del peso molecular. Polimorfismo. La ley de Faraday. Las investigaciones eléctricas de Faraday. Concierto de influencias contra Berzelius. Los pesos atómicos de Gaudin.
CAPÍTULO XIV Gevhardt y la reforma química. Williamson . . . . . . . . . . . . . . .
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Laurent. Gerhardt. La notación química en 1840. Los pesos atómicos de Gerhardt. Atomos y equivalentes. Teoría de los residuos La basicidad de los ácidos. Sistema de clasificación. Las aminas. El trabajo de Williamson sobre los éteres. El tipo agua. La teoría del tipo. Williamson. Wurtz. Hofmann. Schutzenberger.
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INDICE Pags. CAPÍTULO XV
Transición de la teoría del tipo a la de la valencia . . . . . . . . . . .
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Kolbe. Frankland. Compuestos conjugados. La síntesis de Kolbe. Los metales alquilos. Frankland y la valencia. La notación química de Kólbe. Kekulé. Tipos múltiples mixtos. Primeras fórmulas gráficas. Rehabilitación de la hipótesis de Avogadro. El servicio de Cannizzaro. CAPÍTULO XVI El sistema periódico per iódico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Revisión de los pesos atómicos por Stas. Las tríadas de Döbereiner. Pettenkofer y Dumas. Gladstone, Cooke y Odling. La espira de De Chancourtois. Chancourtois. El sistema del octavo de Newlands. Lothar Mever. Mendeleieff : las medicciones de Mendelejeff. La curva de los volúmenes atómicos de Meyer. Ulteriores aportaciones. CAPÍTULO XVII Bunsen, Berthelot, Pasteur y sus contemporáneo s . . . . . . . . . . . .
271
Vida de Bunsen. El cacodilo. El elemento de Bunsen ; análisis del gas. Estudios geológicos en Islandia. Las investigaciones fotoquímicas. El espectroscopio. Bunsen como profesor. Berthelot. Síntesis orgánica. Estudios sobre la formación de ésteres. Acetileno. Estudios sobre termoquímica. Trabajos sobre los explosivos. Estudios históricos. Pasteur. Su labor sobre el ácido tártrico. Estudios sobre la fermentación. Generación espontánea. Actitud con respecto a la religión. Trabajos sobre las enfermedades contagiosas. J. C. Booth. J. L. Smith. O. W. Gibbs. J. P. Cooke. Le Blanc. Muspratt. Carnot. Regnault. Sainte-Claire Deville. Debray
CAPÍTULO XVIII La Química orgánica desde 1860 1860 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
297
La teoría del benceno de Kekulé. Van’t Hoff. Estéreoisomería. Carbono divalente. Carbono trivalente. Tautomería. Investigaciones especiales. La industria industria del alquitrán alquitrán de hulla. hulla. Erlenmeyer. Griess, Schorlemmer. Fittig. Perkin. Wislicenus. Baeyer. Ladenburg. Crafts. Volhard. Beilstein. Graebe. Liebermann. Remsen. Víctor Meyer. Emil Fischer. Ehrlich. Wallach. Beckmann. Claisen. Sabatier. Bamberger. Curtius. Hantzsch. Knorr. W. H. Perkin. Buchner. Nef. Harden. Thiele. Grignard. Pregl. Willstátter. Windaus. Wieland. Von Euler. Haworth. Hans Fischer. Karrer.
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INDICE Pags. CAPÍTULO XIX La Química inorgánica desde 1860 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
331
Heinrich Rose. K. R. Fresenius. Lunge. Classen. Winkler. Gooch. Hillebrand. E. F. Smith. Treadwell. N. H. Menschutkin. B. N. Menschutkin. V. N. Ipatiev. De Marignac. T. W. Richards. Aston. La Química en Francia. Aislamiento del flúor. El horno eléctrico. Raoult y el punto de congelación de las soluciones. Raoult. Moissan. Le Chatelier. Becquerel. Los Curie. La de Química en Suecia. Arrhenius. Ostwald y las constantes e afinidad. La teoría de la disociación electrolítica. Svedberg. La Química en Holanda. La presión osmótica. La aportación de Van’t Hoff. Roozeboom. J. W. Gibbs, Debye. Brauner. La Química en Suiza. Werner. Alemania y Austria. Wilhelmy. La ley de las fases. Trabajos de Hittorf sobre la electrólisis. Ideas de Clausius. Aportación de Kohlrausch. Wilhem Ostwald. Ostwald. Bodlander. Bodlander. Tammann. Nernst. Bredig. Abegg. Raschig. Zsigmondy. Bosch. Haber. Bergius. Abderhalden. Aportaciones a la Fisicoquímica. Gases raros de la atmósfera. Crookes. Roscoe. Lord Rayleigh. Ramsay. Dewar. Radiactividad ; su influencia sobre la teoría atómica. El trabajo de Rutherford sobre el torio. Teoría de la desintegración atómica. Masa y dimensiones del átomo. Estructura del átomo. Radiactividad y cosmogonía. Mecanismo de la transformación radiactiva. Los isótopos. Espectros radiográficos. Estructura atómica de los cristales. La labor de Mosely sobre los números atómicos. Thorpe. Rutherford. Soddy. Walker. Mosely. Algunos químicos americanos. Chandler. Morley. J. W. Gibbs. A. A. Noyes. G. N. Lewis. Washburn. Langmuir. Urey. INDICE ALFABÉTICO DE MATERIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
F. J. MOORE
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F. J. MOORE
F. J. MOORE
Forris Jewett Moore nació en Pittsfield, Massachuset Massac husetts, ts, el 9 de junio de 1867 y falleció en Cambridge, Massachusetts, el 20 de noviembre de 1926. Pasó los primeros años de su infancia en Claremont, Nueva Hamsphire, donde descansan sus restos junto con los de otros miembros de su familia. En 1889 se graduó de bachiller en el Amherst College, donde Elijah Paddock Harris despertó su interés por la Química. Cuando estudiante del Amherst, Moore se interesaba sobre todo por la Filosofía y estaba dispuesto a laborar en ese campo, mas la fuerte personalidad de Harris le movió a elegir por ultimo el campo de la Química. Después de graduarse, Moore ensenó Química en el Amherst por espacio de un año. Al año siguiente pasó a Alemania y estudió en Heidelberg bajo la dirección de Gattermann y Víctor Meyer y se doctoró en Filosofía. Fué allí donde conoció a la señorita Emma Tod, natural de Edimburgo, que estudiaba música y alemán. En 1892 se casaron en Escocia. Terminados sus estudios en Alemania, Moore sirvió un año como instructor en la universidad Cornell. Durante la Exposición Universal de Chicago (1893) hizo muchos análisis químicos. En el otoño de 1894 ingresó en el Instituto de Tecnología de Massachusetts como profesor auxiliar auxiliar de Química analítica. analítica. Más adelante se le nombró profesor titular y permaneció allí hasta 1925, época en que se retiró por motivos de salud. En su Grösse Männer y en los esbozos biográficos que escribió para el libro de Bugge Das Buch der grossen Chemiker, sostiene Ostwald repetidas veces que los hombres hombres eminentes eminentes pertenecen pertenecen generalmen generalmente te a una u na de estas dos clases de tipos t ipos el tipo romántico o el clásico. El primero está representado por aquellos que en edad temprana dan muestras de un talento brillante y que realizan sus mejores trabajos antes de los treinta años : los químicos de este tipo prometen mucho cuando son simplemente estudiantes, tras su graduación en la Universidad publican el resultado de alguna investigación brillante, mas rara vez hacen nada notable después de los cuarenta años. El tipo clásico es el del hombre que madura poco a poco, aprende constantemente por la experiencia y con frecuencia produce sus mejores trabajos hacia el fin de sus días. Moore pertenece a este ultimo tipo. Toda su vida fue hombre de estudio, y sus dotes de maestro, químico, filósofo e historiador maduraron en el transcurso del tiempo.
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F. J. MOORE He aquí una lista de las publicaciones de Moore por orden cronológico :
F. J. MOORE He aquí una lista de las publicaciones de Moore por orden cronológico : 1. A Method of Isolating Aromatic Sulfo Acids, Dissertation, Heidelberg, 1893. Ber., Vol. 33, pp. 2014-2015 (1900). 2. Cleavage of a Sulfo Group by a Reducing Reducing Agent, Agent, Ber., 3. Some Derivative Der ivativess of pp- Sulfocinnamic Sulfocinnamic Acid (con L. A. Salinger), Salinger), J. Am. Chem. Soc., Vol. 25, pp. 622629 (1903). 4. Piperonal and Hydrogen Chloride : A Twocomponent, Threephase Threephase System, J . Am. Chem. Soc., Vol. 28, pp. 1188-1190 (1906). 5. Benzoyl-pBenzoyl-p-bromophenylurea bromophenylurea : A Byproduct in the Preparation of Benzbromamide (con J. Am. Chem. Soc., Vol. 28, pp. 1190-1198 (1906). Miss A. M. Cedarholm), J. Am. 6. The Colored Salts of Schiff’s Bases : A Contribution to Our Knowledge of Color as Related to Chemical Constitution ; I. The Hydrochlorides of Bases Formed by Condensing p-Aminodiphenylamine with Aromatic Aldehydes (con R. D. Gale), J. Am. Chem. Soc., Vol. 30, pp. 394404 (1908). 7. The Colored Salts of Schiff’s Bases ; II, The Hydrochlorides of Bases Formed by Condensing p-Aminodiphenylamine with Aromatic Aldehydes (con R. G. Woodbridge, Jr.), J. Am. Chem. Soc., Vol. 30, pp. 1001-1004 (1908). 8. The Colored Salts of Schiff’s Bases Bas es ; III, The Salts of Bases Formed by Condensing Condensi ng mAminodiethylaniline with Aromatic Aldehydes, J. Am. Chem. Soc., Vol. 32, pp. 382-388 (1910). 9. Note on the Preparation of Benzophenonimide Benzophenonimide Derivatives, Ber .,., Vol. 43, p p . 563565 (1910). 10. Outlines of Organic Chemistry, John Wiley and Sons, 1910,1914, 1924. 11. Experiments in Organic Chemistry, John Wiley and Sons, 1911. 12. Recent Synthetic Studies in the Tannin Group, J. Ind. Eng. Chem ., Vol. 6, pp. 450-452 (1914). 13. The Periodides of Acid Amides and Their Addition Products with Metallic Salts : Substances of Exceptionally High Molecular Weights (con Ruth M. Thomas), J. Am. Chem. Soc., Vol. 36, pp. 1928-1937 (1914) 14. Constitution of Xanthogallol (con Ruth M. Thomas). J. Am. Chem. Soc ., Vol. 39, pp. 974-1011 (1917). 15. Hydrogen Peroxide as a Reagent in the Purine Group ; I. Cyanuric Acid as an Oxidation Product of Uric Acid ; Its Probable Identity with Tetracarbonimide (con C.S.Venable), J. Am. Chem. Soc., Vol. 39, pp. 1750-1755 (1917). 16. Hydro en Peroxide as a Reagent in the Purine Group ; II, Action of Hydrogen Peroxide upon Uric Acid (con C. S. Venable; J. Am. Chem. Soc., Vol. 40, pp. 1120-1132 (1918). 17. Hydrogen Peroxide as a Reagent in the Purine Group ; III, III, Allantoxanic Acid as an Oxidation Product of Uric Acid (con Ruth M. Thomas), J. Am. Chem. Soc., Vol. 40, pp. 1120-1132 (1918). 18. History of Chemistry, McGraw Hill Book Company, Inc., 1918. 19. Constitution of the Secondary Products in the Sulfonation of Cinnamic Acid (con Ruth M. Thomas), J. Am. Chem. Soc., Vol. 44, pp. 367-369 (1922) 20. Hydrogen Peroxide as a Reagent in the Purine Group ; IV, Action of Hydrogen Peroxide upon Certain Phenyl Substituted Uric Acids (con Elizabeth Gatewood), J. Am. Chem. Soc., Vol. 45, pp. 135-145 (1923) 21. Renewed Studv of the Sulfonation of Cinnamic Acid : A Proof That the Secondary Secondar y Product Is m-Sulfocinnamic Acid and the Action of Sodium Bisulfite on Cinnamic Acid Derivatives (con G. R. Tucker), J. Am. Chem. Soc., Vol. 49, pp. 258-266 (1927). 22. Unsymmetrical Phenanthridones; Phenanthridones; I. The Synthesis of 2-Nitro 2- Nitro and 7-Nitrophenanthridone 7- Nitrophenanthridone (con E. H. Huntress), J. Am. Chem. Soc., Vol. 49, pp. 2618-2624 (1927). 13
F. J. MOORE
F. J. MOORE Estudiar el valor científico de su obra nos internaría demasiado en el reino de la Química orgánica, pero aquellas personas que están mejor capacitadas para juzgarla juzgarla han quedado quedado impresiona impresionada dass por su perfección perfección y por la atenció atenciónn minuciosa minuciosa que dedicó a los más mínimos detalles. Moore no sentó nunca una afirmación sin haberla sometido antes a detenida comprobación desde todos los puntos de vista. La fecha de sus obras demuestra cómo en los diez años que sucedieron a su labor de investigación en Heidelberg. Moore publicó poco. Durante este período enseñaba Química analítica a los principiantes. El, con otro instructor y un solo ayudante, dirigía clases de más de ciento veinticinco discípulos. El laboratorio se mantenía abierto desde las ocho y media de la mañana hasta las cinco de la tarde, y Moore era accesible a los estudiantes durante más de seis horas diarias. Ningún alumno le halló nunca tan ocupado que no pudiese dar respuesta a sus consultas y rara vez pudo disfrutar, durante la semana, de una hora libre de interrupciones. Casi todas las tardes dedicaba tres horas a recorrer con calma los bancos del laboratorio lab oratorio,, dirigiendo dirigiend o a cada alumno una frase amable de advertencia o de estímulo. En el análisis cualitativo solía sugerir a los estudiantes alguna prueba supletoria de confirmación y les enseñaba a realizarla. Con frecuencia recomendaba las pruebas de laboratorio al objeto de enseñar enseñar al alumno alumno a razonar razonar correctamente basándose en los datos obtenidos. El doctor Richard C. Tolman ha dicho que Moore fue el primer maestro que le enseñó a pensar y hacer uso de la imaginación. Además de esta constante labor docente hubo otras razones para que Moore realizase poco trabajo de investigación durante los diez años mencionados. Se le llamó a enseñar análisis cualitativo y cuantitativo, a pesar de que sus aficiones iban por otros derroteros. Era buen analista y excelente profesor de métodos analíticos, pero no gustaba del trabajo analítico de rutina. El mismo practicaba en el laboratorio los procedimientos que enseñaba y analizaba personalmente las muestras que daba a sus alumnos. No fue nunca lo bastante robusto físicamente para ocuparse en la investigación y dedicarse activamente al propio tiempo a las tareas docentes. Además, su profundo interés por la Química orgánica le hacía dedicar mucho tiempo a la lectura de las publicaciones científicas. La labor de Fischer acerca de los azúcares y sobre las proteínas le pareció, como decía a veces, tan atractiva y apasionadora como una novela. Especialmente le interesaron la obra de Becquerel, los escritos filosóficos de Ostwald y las especulaciones teóricas de G. N. Lewis. En 1912 fue nombrado nombra do profesor profes or de Química orgánica orgánica del Instituto Instituto de Tecnología de Massachusetts y director del departamento; allí se sintió más a sus anchas. Sus conferencias eran tan fascinadoras, que en ocasiones los estudiantes oían por segunda vez el curso entero por voluntad propia y sin ninguna obligatoriedad académica. En el curso de los años 1910-1911 y nuevamente en los de 1917-1918 y 1918-1919 ocupó la cátedra de Química orgánica en Harvard. 14
F. J. MOORE Fue miembro de la Deutsche Chemische
Gesellschaft,
así como de la American
F. J. MOORE Fue miembro de la Deutsche Chemische Gesellschaft, así como de la American Chemical Society, de la American American Academy of Arts and Sciences Sciences y del National Research Council. Casi todos los que trabajamos con Moore le considerábamos como el maestro ideal y le teníamos por amigo. Podrían citarse muchos ejemplos de sus acciones bondadosas. Tomaba un interés paternal por la carrera de sus ayudantes, y durante los últimos años de su ejercicio en I. T. M. tuvo siempre por lo menos trabajando a su lado a un ayudante cuyo sueldo no se pagaba de los fondos del Instituto. Característico de Moore era no buscar nunca alabanzas ni pedir compensaciones económicas. Su interés no se limitó únicamente a la Química y la enseñanza. Le atraían otras muchas cosas y leía libros de Astronomía, Náutica, Navegación deportiva a Vela, Matemáticas, Ajedrez, Química teórica y Química orgánica. Poseía un vasto conocimiento de los clásicos y de las literaturas francesa y alemana. Sus extensos conocimientos generales, junto con su relevante talento químico, su sentido humorista de la más fina ironía y su amistoso interés hicieron de él un profesor notable de todos amado y de todos respetado.
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CAPITULO PRIMERO LA Q UIMICA EN LA AN TIG ÜED AD
Un conocimiento práctico d e mu chas e imp ortantes operaciones químicas d ebió preced er a los albores d e la Historia. La p repa ración d el vino y el vinagr e, las artes de la cerám ica, de la m etalurg ia elemen tal, d el vid rio y de los tintes, se mencionan como procedimientos corrientes en los p rimeros anales hu ma nos. Sin embar go, los qu e pr acticaron estas artes en tiem pos an tiguos no vieron ningú n lazo d e un ión entre tan diversas tareas, y se hubieran asom brad o si alguien las hu biera clasificad o en un gru p o comú n. El tintor ero, el alfarero y el cincelador d e metales hered aron su ar te o ad qu irieron p ráctica d e él tras varios años de ap rend izaje al lado d e un maestro reputado. En uno y otro caso las reglas prácticas de tales procedimientos fueron pasand o d e man o en man o p or trad ición oral, ya qu e la clase artesana era p rácticam ente iletrada . Por el nú m ero y varied ad de las industrias ejercidas con éxito se deduce que debió de ser considerable la suma total de conocimientos acerca de los fenómenos qu ímicos im p licados en ellas ; m as, com o no se escribió la historia d e los d etalles, todo lo que d e esos primeros estadios se sabe lo debem os a las alusiones fortuitas de los escritores contemporáneos o a los objetos d escu biertos y d esenterrados en las inv estigaciones ar qu eológicas. La humanidad existe, probablemente, sobre la capa de la Tierra d esde hace lo m enos 250.000 años, pero n uestro conocimiento concreto de la H istoria no comienza sino h acia el año 3500 antes d e J. C. La hum anidad p rimitiva se h a clasificad o en va rios períodos d e d esarrollo, como la Ed ad de piedra, la Edad dc bronce y la Edad de hierro, según el uso pr edom inante d e la piedra, el bronce o el hierro en los u tensilios ; pero no puede darse ninguna fecha concreta para distinguir tales edades, y bajo muchos aspectos, el indio americano puede ser considerado como si al d escu brirse Am érica viviera en la Edad d e piedra.
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD El oro fué, probablemente, el primer metal conocido, ya que se le
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD El oro fué, probablemente, el primer metal conocido, ya que se le encuen tra p uro en las arenas de algun os ríos. En las excavaciones hechas en Mesopotam ia y Egipto se han descubierto ornam entos de oro, así como ú tiles de p ied ra, de la ultim a pa rte de la Ed ad d e piedra (época neolítica). Lo mismo los ornamentos de oro que los de plata datan, según se ha d escu bierto, d e un a época anterior a la de la Ed ad d e piedra en Egipto. Al p arecer, en u n p rincipio la plata fu é más rara qu e el oro y se valoró m ás hasta el año 3000 antes de J. C. y hasta m ás tard e quizá. Se han d escu bierto figu ras d e cobre, así como el cuello de u na vasija que contenía antimonio casi pu ro, que d atan d el año 3000 antes de J. C. El bron ce se emp leaba en el año 2500 antes d e J. C., en qu e el plomo y el hierro eran tam bién conocid os. Los ind ios americanos p rep araban objetos de cobre de este metal en estado nativo, pero es probable que el primer cobre egipcio se obtuviera red u ciend o el m ineral malaquita (Cu 2CO 3(OH)2) en h ogueras de carbón d e leña. Los egipcios conocían ya el mercurio en 1500 antes de J. C. y la antigu a literatu ra china e hind ú hace referencias a este elemen to, m as no parece que fuera reconocido como metal. En efecto, la palabra metal significaba simp lemente aqu ello qu e salía d e las minas. La cerámica vidriada y el vidrio datan del período predinástico egipcio (3400 años antes de J. C.), pero la fabricación de vidrio en gran escala no comenzó en Egipto hasta 1370 antes de J. C. El álcali empleado en su fabricación era el «natrón» (N a 2CO 3. 10H 2O), trad ucido incorrectamente por n itro en la Biblia. El índ igo o tinta azu l fu é empleado por los egipcios en el año 2000 antes d e J. C. El relato bíblico de ciertas exp eriencias d e N oé d emu estra claramen te qu e la elaboración d e bebid as tóxicas fué a nterior, p or lo m enos, a la escritura d el Génesis. Se h a considerad o la ciencia química como su rgida d e tentativas del hom bre p or elaborar or o y p ara exp licar su existencia. En China y Egipto se consideró el oro como med icina mágica desde tiemp os mu y remotos. En el añ o 3000 antes de J. C. había en Egipto expertos or ífices, y en el valle del Eufrates los cinceladores sumerios practicaron, por lo menos 500 años antes, este arte. Los primitivos egipcios fueron muy entendidos en la metalurgia, el esmaltado, el colorido del vidrio, la extracción de aceites vegetales y el tinte d e los tejidos. Por ello Egipto o Chem , el país del suelo negro, se denominó tierra madre de la Química. Esta región de «suelo negro» se convirtió en al Ch em p ara los árabes, y d e este vocablo se deriva pr obablemente el d e Alquimia. La teoría del origen eg ipcio de la Quím ica es alentad a p or las muchas alusiones qu e en los escritos de los primeros alquim istas se hacen a Hermes 17
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Trismegisto.
Hermes, el tres veces grande, fué un personaje legendario,
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Trismegisto.
Hermes, el tres veces grande, fué un personaje legendario, señor d e Egipto, filósofo y poeta. Es el equivalente d el Thot d e ibis, y en el 3400 antes de J. C. se le veces con Athotis. Segú n u na leyen d a con egipcio, d e cabeza id entifica algu nas frecu encia rep etid a, los p receptos d e H ermes se grabaron en un a p ied ra d e esmeralda. La tableta d e esmeralda no es en realidad la Qu ímica, sino q ue representa una d octrina cosmológica que se p arece mu cho a d eterminad as teorías chinas y qu e se relacionaba con la acción d el Sol (azu fre) y la de la Lu na (m ercurio). Más ad elante se qu iso ver en ella ideas d e Alquim ia, y en la literatu ra alqu ímica se han atribuído a H erm es u nos 36.000 escritos. El fin principal de la Alquimia era descubrir y la piedra filosofal, pu es se sup onía que ambos facultad d e prop orcionar la juv entud eterna y d e en oro los metales m ás bajos. Es muy posible que la China sea, ciertamente, el elixir tenían la pr opiedad d e convertir la verd ad era cun a d e la Alquimia. En la literatura china d el siglo III antes d e J. C. ap arecen id eas características de los escritos alquímicos. La Alqu imia chin a se r elaciona estrecham ente con el taoísmo, sistema d e religión y filosofía. Ko H u ng (281-361 de n u estra Era) ha bla en sus escritos d e las tres m etas d e la Alqu imia : 1a , la prep aración d e oro verdad ero extraíd o d e un vil metal ; 2a, la preparación de oro, natural o artificial, pero siempre oro verdadero, en forma comestible, al objeto de alcanza r la inm ortalid ad , y 3a, la p repar ación qu ímica d e otros elixires d e inmor talid ad m enos eficaces. Algunos sostienen qu e la Alqu imia se infiltró en China p rocedente d e Egipto, Mesopotam ia o la Ind ia, y otros pr etenden qu e llegó a China a consecuencia d e su comercio con los árabes. Pero es m uy p robable qu e la Alquim ia se originase d e la filosofía d el taoísmo y qu e desd e la China se difundiera hacia Occidente. En un período primitivo trató China de p repar ar u n elixir d e vida, y semejante idea p revaleció en la Ind ia en el año 1000 de nuestra Era. Los hindúes, como los chinos, asociaban el oro m ed icinal con la longevidad e incluso con la inmor talid ad . No hay p ruebas d e que existiera la Alquimia en Europa antes del siglo VIII, pero la prim era obra conocida q u e se d edica por entero a ella es u n tratad o chino d el año 142. El razonam iento alquím ico era d edu ctivo y se basaba en el sup u esto d e que tod a la materia es resultado d e la combinación o interacción d e los dos primeros principios y en la existencia de un agente transmutador conocido bajo muchos nombres : piedra filosofal, elixir vitae, grand magisterium, magisterio o elixir, tintura roja. Toda la materia era igual y constaba de u n comp onente activo y otro inerte. 18
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Se considera qu e estos com pon entes eran m ercurio y azufre.
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Se considera qu e estos com pon entes eran m ercurio y azufre. Los filósofos griegos. Aun cuando el origen de la Alquimia no puede asignarse a u na época y luga r p recisos, está claro qu e la Qu ímica p ráctica prevaleció en Alejand ría (Egipto) a p rincipios de la Era cristiana, y du rante la Era alejan d rina (306 an tes d e J. C.-642 de nu estra Era) la d escripción d e las transformaciones qu ímicas se imp regnó d e la filosofía griega y d e la creencia egipcia en la magia. En a qu ella ép oca, el conocimiento egipcio de la metalurgia y otras artes se fundió con las filosofías misteriosas de los neop latónicos y los gnósticos. Los p rimeros consid eraban la materia com o el principio d e lo irreal o del mal, y los últimos se interesaban p oco por los fenómenos del mundo sensible. El equivalente de la palabra química (chemia) ap arece por v ez prim era en el edicto d el emp erad or Diocleciano (296 de nuestra Era) en que se ordena que sean quemados los libros egipcios que tratan de tal materia. En el año 100, aproximadamente, Plutarco explica su analogía con el antiguo n om bre d e Egipto, y su «suelo negro». Los eruditos griegos no tenían conocimiento directo de las tran sformaciones qu ímicas. Su p osición social les vedaba tod o contacto con aqu ellos qu e hu bieran p od ido br ind arles informa ción práctica, y el general ambiente de la época menospreciaba los experimentos como m enospreciaba tod o trabajo m anu al. Sólo el pensam iento p ur o era d igno, en su opinión, del filósofo, y por medio de él los griegos realizaron m aravillosos pr ogresos en m etafísica y m atemáticas. N ad a tiene, pu es, d e sorprendente que sin ninguna otra guía abordaran los problemas de la Ciencia n atu ral. con un a confianza m al cimentad a. Sin em bargo, en esto la costosa experiencia d e los siglos hubo de d emostrar qu e la teoría que no se comprueba de continuo con el experimento sólo conduce a resultados inseguros. No obstante, los grandes filósofos griegos ejercieron grande influencia en su s contemp oráneos, y sus ideas siguieron p redom inand o a tra vés d e tod a la Ed ad Med ia. En verd ad , no es difícil advertir la influencia qu e sobre el pen samiento científico ejercen los griegos aun en p leno siglo xx. Por esta razón d ebemos p or lo menos esbozar aqu í sus op iniones. Tales. - El primer filósofo griego de que se tiene noticia fué Tales de Mileto, que se supone vivió en tre el añ o 640 y el 546 antes d e J. C. (I). N o dejó escritos que hayan llegado hasta nosotros, y a Aristóteles debemos cuanto sabemos de él, así como de otros eximios pensadores. Es bien conocido entre los químicos por su afirmación de que el agua es el principio de tod as las cosas, si bien no se pu ede tomar esta afirmación en 19
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD sentido literal. No olvidemos que a los filósofos les gustaba señalar el
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD sentido literal. No olvidemos que a los filósofos les gustaba señalar el carácter efímero d e todas las cosas temp orales y esta cond ición general de flujo y camb io está bien sim bolizad a p or el agu a. Si agregam os qu e Tales, como h abitante de u na isla p equeña , conocía bien el m ar y se daba cu enta d e su vida fecun d a, comp rend eremos por qu é concibió la idea d e que tod a vida d ebía haber tenido su nacim iento en él. (1) El lector comp rend erá qu e mu chas d e estas fechas antigu as p ued en envolverán error de diez o m ás años.
Anaximenes (560-500 a. J. C.). - Sostuvo este filósofo que el aire es la substancia fundamental, mientras que la tierra era designada como elemento por varios filósofos. Según se interpreten ciertos párrafos, pod emos conceder la p rioridad en ello a Jenófanes, Ferécid es, Emp édocles o Anaximandro. De todos modos, probablemente se trata de símbolos esencialmente poéticos. Heráclito. - Acaso d ebamos p restar m ayor consideración a Heráclito d e Efeso (536-470 antes d e J. C.), qu ien sostu vo que el fuego es la su bstan cia de lo transitorio, y este filósofo fué, al parecer, el primer pensador occidental que enseñó d e man era sistemática qu e no p ued e da rse crédito a los sentidos y que todas las cosas, incluso aquellas que parecen más perm anentes, son, en realidad , imágenes comp uestas por nu estra m ente de un a serie d e estad os que se suceden d e continuo. La luz d el fuego es capaz d e originar reflexión, y el qu e observe atentam ente la llam a d el gas o de una bujía puede sacar de su observación conclusiones importantes, aun cu and o sepa m uy p oco d el m ecanismo d e la combu stión. La llama p osee muchos de los atributos de un cuerpo rígido, como son forma, posición, temperatura e inercia ; sin embargo, tiene que estar compuesta de u nid ad es constantem ente cam biantes, cu ya entrad a y salida d e ella no es capaz de advertir el ojo humano. ¿Por qué no puede, pues, ser nuestro mundo como la llama, sin consistencia ni substancia duradera ? Tales concepciones son bastante comunes más adelante en el pensamiento griego ; pero no sirven p ara h acer p rogresar el conocimiento d e la Qu ímica entre los antiguos. Herá clito enseñó que la Naturaleza busca los contrarios y de ellos saca su armonía, no de los iguales, lo mismo que el artista m ezcla los colores distintos p ara d ar el p arecid o d el original. Pitágoras, el fam oso m atem ático griego, vivió en el siglo VI antes d e J. C. Aunque no dejó escritos, fundó en las ciudades griegas de la Italia m erid ional un a escuela mu y parecida a u na comun idad o socied ad secreta, 20
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD y, a cau sa de sus tend encias políticas, suscitó finalmen te la hostilidad qu e
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD y, a cau sa de sus tend encias políticas, suscitó finalmen te la hostilidad qu e acarreó su ru ina. Los pitagóricos sostenían qu e el cosmos tenía su origen e interpretación en el número ; la Alquimia sacó sus derivaciones misteriosas en parte de Pitágoras y en parte de la Cábala, sistema de teosofía desarrollad o extensamente d ur ante la Ed ad Media p or los rabinos y eruditos judíos, quienes presumían que cada letra, número o incluso acento d e las Escritur as poseían u n significado m isterioso. La Escuela eleática, fund ad a p or Jenófanes d e Colofón (570-480 antes d e J. C.), enseñó q ue la materia es continu a y qu e, puesto que el universo está lleno de materia, no existe el movimiento, siendo nosotros quienes creemos qu e las cosas se m ueven. Zenón d e Elea (n. en 489 antes d e J. C.) fue m aestro eminente d e esta Escuela. Leucipo fué u n filósofo griego qu e vivió por esta misma época, pero todos sus escritos se han perdido, dudándose incluso de su existencia, a pesar de que Aristóteles (384-322 antes de J. C.) cuen ta qu e Leucipo estuvo contr a la Escuela eleática, siend o el verdadero fundador de la teoría atómica. Esta teoría fué adoptada y d ifun d ida por Demócrito. Empédocles. - Em péd ocles (490-430 antes d e J. C.) reunió las teorías de sus antecesores y al parecer fué el primero qu e habló de los cu atro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Suponía que estos elementos actuaban unos sobre otros bajo la influ encia del am or o d el odio (atracción y rep ulsión). Según parece, d ió a estas expresiones un genu ino sentido qu ímico, pues se dice que afirmó que la sangre y la carne se componen de cantidades iguales de los cuatro elementos, en tan to qu e los hu esos están comp uestos de u na m itad d e fuego, un a cuarta p arte de tierra y un a cuarta p arte de agua. Esta afirmación demuestra el atrevimiento irresponsable y la confianza en sí m ismos con qu e los filósofos d e aqu ellas ép ocas explicaban cosas de las qu e nad a sabían. Precisam ente por ir ligad as a la au toridad d e gran d es nom bres h icieron d año incalculable en los siglos sigu ientes. Demócrito (alred ed or d e 460-370 antes d e J. C.j tuvo m ucha p articipación en el d esarrollo d e las ideas qu e llevaron, veinte siglos d espu és, a la actual teoría atómica de la Quimica. Se asegura que fué experimentador y trabajad or infatigable. Fué un o d e los pensad ores más famosos y agud os de la antigüedad, pero sólo nos quedan fragmentos de sus escritos. Enseñó, según Aristóteles, qu e los átomos son d uros y tienen forma, peso y tam año. Son invisibles por ser tan p equeños y no tener color, gu sto ni olor. Se hallan en incesante m ovimiento, y el Universo puede considerarse como
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LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD un vacío inm enso en el que un vasto concurso de átom os gira a imp ulsos
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD un vacío inm enso en el que un vasto concurso de átom os gira a imp ulsos d e un d estino ciego. Desde el siglo de Dem ócrito acá se creyó siemp re en u na u otra teoría atóm ica. Fué ad optad a como teoría atea p or la Escuela d e Epicuro (340-270 antes de J. C.), cuyos escritos fueron codificados, a p rincipios d el siglo I antes d e J. C., por el romano Lucrecio, el cual, en su largo poema De Rerum N atura da excelente idea de la antigua teoría atom ista griega. A ella añad e Lucrecio que los átomos av anzan en línea recta a través d el espacio y qu e, d e vez en cuand o, se desvían de su camino por una causa desconocida y chocan entre sí, idea que se encuentra tam bién en la teoría mod erna d e la com p osición d e la m ateria. Los d ialécticos fueron siemp re aficionad os a d iscu tir si la materia es o no infinitamente divisible. Para unos los fenómenos naturales parecen ser más comprensibles cuando se supone que la materia fluye y es continu a, de ma nera qu e, por más qu e se la d ivid a, cad a fragmento es, a su vez, divisible. Otros hallan en cambio más n atu ral sup oner qu e, cuand o la subd ivisión alcanza u n límite determinad o, se llega a u na p artícu la que ya no podrá dividirse sin perder, por lo menos, las propiedades de la substan cia. Estos últimos se inclinan a a tribuir las prop iedad es de la ma sa a las cualidad es de las partículas que la com ponen y a explicar los cam bios d e la masa p or el movim iento o interacción d e las partículas. Hoy hacemos una distinción precisa entre las llamadas escuelas termodinámica y cinética de pensamiento y hallamos que se auxilian y completan mutuamente. Parece ser que Demócrito fué el primero de la escuela cinética que formuló un punto de vista concreto, por lo que sus concepciones fundamentales tienen considerable interés para nosotros. Como Leucipo, creyó que todas las cosas se componen de átomos, a los que dió este nombre porque no pueden ser indefinidamente divididos. Asimismo manifestó que son infinitamente pequeños, llenos, incompresibles, sin poros y homogéneos. Les atribuyó propiedades parecidas a las del pu nto matemático. Sin embargo, les perm itió d iferir en forma, posición y magnitud. Sus propiedades explicarían, hasta cierto pu nto, las de m asas m ás gran d es : líqu ido porqu e sus átomos, así, según Demócrito, el agua son lisos y red ond os, resbalan sin esfuerzo un os sobre otros. En cambio, un sólido como el hierro debe estar compuesto de átomos duros y groseros. Demócrito se entregó a muchas meditaciones especulativas al objeto de poder explicar la primera formación de los cuerpos que se originan de los átomos, y algunas otras de sus ideas son sumamente interesantes. Así, por ejemplo, dice que la función de la resp iración sirve pa ra introducir átomos nu evos en el cuerp o y eliminar los viejos. Como muchos de sus contemporáneos, alabó Demócrito los 22
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD experimentos como guía valiosa del conocimiento, mas como no tenem os
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD experimentos como guía valiosa del conocimiento, mas como no tenem os noticia d e que llevase jam ás ningu no a efecto, hemos d e consid erar lo que d ijo simplemente como au n buen prop ósito, que corrió la suerte ord inaria d e tales resoluciones. El espíritu d e la época se op onía resu eltam ente a ello. Al amor y al odio de Emp édocles opu so Demócrito sus leyes fijas y creyó que todos los fenómenos pueden explicarse por un sistema puramente mecánico y no por medio de una providencia o causa inteligente qu e trabaje con la m ira pu esta en u n fin d eterminad o. Creyó en la existencia del alma, pero tuvo de ella una concepción mecánica, imaginand o que se comp onía de átomos m uy m ovibles, lisos y redon d os. Los átomos d el alma ejercían efectos d iferentes sobre los d istintos órganos d el cuerp o hu m ano. La cabeza era el asiento d e la razón ; el corazón, el de la ira, y el hígado, el del deseo. Creía que la vida se mantenía por la inhalación de nu evos átomos qu e venían a reemp lazar a los perd idos por exhalación. Enseñó la doctrina de los tres contrarios -- conocimiento, Voluntad y poder -- y el principio equilibrad or d e la su jeción.Mu cho de lo qu e sabemos d e él nos ha llegad o por trad ición. Viajó mu chísimo, y en un a visita que hizo a Babilonia y Egipto fué, según se dice, iniciado en una orden secreta de sacerdocio en que una de las máximas del sacerdote iniciado era : «Es p reciso conocer para atreverse, atreverse par a querer y gu ard ar silencio par a imp erar.» Platón (sobre el 428-348 antes de J. C.) fué el más importante de los filósofos griegos d e su tiemp o. En el 387 antes d e J. C. fund ó la A cademia, instituto erigido p ara el estud io e inv estigación sistemática de la Filosofía. La presidió durante el resto de su vida, y en materia de leyes y matemáticas la convirtió en au toridad reconocida. Platón escribió en form a de diálogo su Filosofía, pero mucho de lo que sabemos respecto a sus opiniones sobre la Ciencia y la Metafísica se lo debemos a Aristóteles. Platón creyó que la Naturaleza se desenvuelve conforme a un plan matemático y que las últimas realidades deben buscarse en las Matemáticas. Sus ideas fueron, a este respecto, muy semejantes a las de Pitágoras. La teoría pl atónica d el núm ero fué inspirad a p or u na id ea que, a p artir d e entonces, ha d ad o a la Ciencia ubérrim os fru tos, p ero en el siglo de Platón era prematura en grad o sumo. Aristóteles. - Muy poco se sabe de lo que Sócrates y Platón pensaron respecto de los fenómenos naturales. Aristóteles (384-322 antes de J. C.), empero, prestó no poca atención a tales materias, y sus ideas estaban destinadas a ejercer gran influencia por espacio de muchos siglos. 23
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Distingu ió entre la materia de una substancia y lo que él denominaba su
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD Distingu ió entre la materia de una substancia y lo que él denominaba su esencia. Esta diferencia puede ser la misma que ulteriores pensadores d ecu brieron entre la substancia y la su ma d e sus atribu tos. Sin entrar en un a estéril discusión m etafísica d e este pu nto n i levantar lo que H uxley denomina fanfasma geométrico, d e un a su bstancia sin atr ibutos, pod emos d ecir qu e Aristóteles d ivid ió lo qu e él denom inaba su bstancia en esencia y materia. Ilustraremos el significado de estos términos con un ejemplo. El sostenía que los individuos de una misma especie poseen la misma esencia, pero diferente materia, y de esta forma acertaba a explicar la p ersistencia de las especies a p esar de la mortand ad d e los ind ivid u os. Adoptó la teoría de los cuatro elementos de Empédocles, y así la esencia llegó, natur almente, a considerarse com o un quinto elemento : d e aquí el término quinta esencia. Sin em bargo, Aristóteles no aceptó estos elementos de Empédocles en un sentido demasiado literal ; antes bien, los consideraba como ciertas sumas de atributos que, en combinaciones múltiples, producían las propiedades naturales. Los atributos fundamentales seleccionados por él no nos impresionan hoy como universal escogido. Eran : frío ni siquiera como particularmente bien y calor, hu m edad y sequedad . El fuego tiemp o era caliente y seco ; el agua lo era lo que al pr opio hú med o y frío. Del mismo m od o, la tierra era fría y seca ; el aire, htimedo y tibio. Por encerrar antítesis tan notorias fué, sin d ud a, por lo qu e esta clasificación llegó a ser tan conocid a, y en las obras p osteriores d e Alquim ia abu nd an los diagramas qu e la representan. Estaba asimismo en el espíritu de la época. Allí donde nosotros diríamos, por ejemp lo, qu e cierta arcilla roja lo es p orqu e contiene Oxido d e hierro, los antiguos griegos se hubieran qu edad o tan satisfechos con la explicación de que contiene rojez. Claro está que nosotros también empleamos con frecuencia tales expresiones en u na conversación corriente ; d e un hom bre valeroso decimos qu e tiene m ucho valor, pero al hacerlo así reconocemos claramente que la palabra es sólo una abstracción derivada de la contemp lación d e m uchos hom bres valientes. Sin embargo, los griegos, al parecer, no se dieron «perfecta cuenta del origen de sus abstracciones, y por eso solían atribuirles existencia ind epen d iente ; personificánd olas a veces, d eidificánd olas otras, como nos lo dem u estra la Mitología.» De aquí que por espacio de mu chos siglos se hallen cua lid ad es abstractas confu nd idas con los elementos. Arquímedes y Eratóstenes. - Leemos en las obras de Aristóteles que, cuando va no se trabaja en una mina, el mineral vuelve a recobrar sus d imensiones primitivas y que u n recipiente lleno d e ceniza adm ite tanta 24
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD cantidad de agua como otro que esté vacío. El hecho de que Aristóteles,
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD cantidad de agua como otro que esté vacío. El hecho de que Aristóteles, indiscutiblemente uno de los más grandes pensadores de todos los tiemp os, hiciera, sin comp robarlas, afirmaciones de este género, constituye el comen tario más ad ecu ad o al espíritu científico d el tiemp o en qu e vivió. Sin embargo, no sería justo que con tales generalizaciones cond enáram os a toda una época en Arquímedes (287-212 antes de J. C.) y en Eratóstenes (276-194) antes de J. C.) descubrimos hombres que debieron de trabajar conforme al espíritu moderno. El relato de lo que hicieron es aquí innecesario, pues su labor no fue química en ningún sentido ; mas Eratóstenes hizo con sorp rend ente exactitud el cálculo de la circun ferencia d e la Tierra y A rqu ímed es llevó a cabo descubrimientos fu nd am entales en mecánica e hidrostática. Debemos a este ultimo el descubrimiento de los p rincipios que han servid o d e base p ara d eterm inar el peso específico, así como el de la palanca. Ideó un «tornillo» para elevar agu a e hizo otros inventos mecánicos, apar te su labor fund am ental en Geometría. Plinio . - Ninguna historia de la Ciencia entre los antiguos quedaría comp leta sin d ecir algo siquiera sobre Plinio el Viejo (23 a 70 de n u estra Era), con quien tenemos contraída una deuda de gratitud por lo mucho qu e sabemos acerca d e los inventos científicos prácticos realizados p or su s contemporáneos. Plinio gozó de la amistad de los emperadores Tito y Vespasiano. Fué incansable y asid uo hom bre de estud io y fecun d o escritor. Entre sus obras, la más conocida es la Historia N atu ral, que originalmente comprendía 160 libros, a pesar de que sólo 31 hayan llegado hasta nosotros. En su prefacio el au tor d ice que va a ofrecer al lector veinte mil hechos comp ilad os d e d os m il libros, Transcribe, claro está, m uchas ideas trad icionales fantásticas e inexactas, pero gracias a él recogem os d etalles valiosos concernientes a los conocimientos de su tiempo y algunas referencias a las industrias qu ímicas d e aqu ella época, Plinio fué p refecto d e la flota romana en la época de la erup ción d el Vesubio que sepu ltó a Pomp eya y H erculano, y perd ió la vida al dirigirse al volcán p ara p oderlo observar m ás d e cerca y asistir a los refu giados. Un relato sucinto d e este episodio se encuentra en u na d e las cartas más interesantes de su sobrino, Plinio el Joven, al paso qu e otra carta rind e merecid o tributo al carácter y laboriosas costum bres de su tío. Galeno (129-199 de nuestra Era), de Pérgamo, fué un célebre médico griego, considerad o como el p ad re d e la Med icina experimen tal. Escribió u nos 500 tratad os y ap licó Ias ideas de Aristóteles a la Med icina. Enseñ ó que en los cuerpos sanos existían cuatro humores (sangre, flema, bilis y 25
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD bilis negra), qu e debían manten erse en equilibrio. Decía qu e la enfermedad
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD bilis negra), qu e debían manten erse en equilibrio. Decía qu e la enfermedad es producida por la preponderancia de un elemento y curada por el op uesto. Anaxágoras (450 antes d e Jesucristo) tuvo id eas similares. Los griegos del período clásico reconocieron substancias que nosotros conocemos hoy como óxidos de cobre, de hierro y de cinc, sulfatos de hierro y de cobre, sulfuros de arsénico y mercurio, amalgama de oro, cerusa (carbon ato básico de cal), colorantes y v arios pr od u ctos animales y vegetales. Los tratados griegos encierran considerables datos prácticos respecto a la fusión, calcinación, solución, filtración, cristalización, sublimación, d estilación y d iversos métod os d e calentar al fuego d esnud o, lámp aras, baños d e arena y baños de María. A la Química se asociaba la Astrología. El Sol, la Lun a, Satu rno, Jú piter, Marte, Venu s y Mercurio se asociaron , resp ectivam ente, al oro, la plata, el plomo, estaño, hierro, cobre y mercurio, y los símbolos astronómicos de estos cuerpos celestes se empleaban p ara rep resentar esos elemen tos 0 sus aleaciones. Sin embargo, su uso no fué siemp re un iform e. BIBLIOGRAFIA Los títulos que se encuentran bajo este epígrafe al final d e cada capítulo, se han reun ido p ara ayu da d el lector qu e desee familiariarse más con algún período eterminado de la Historia. Desde luego, las listas no son completas. Se han limitado intencionadamente a las obras “más accesibles”. El lector qu e qu iera entrar en contacto firme con el d esarrollo d e la Ciencia, d ebe, como es natu ral, estud iar los trabajos originales en las pág inas d e las revistas en qu e aparecieron ; y es un a suerte qu e se hayan reimp reso ahora muchos de los menos accesibles. En cambio, el lector eventual preferirá casi siemp re un r esum en abreviado hecho p or mano competente. Se supone, por ejemplo, que solo los especializados se interesan por conocer las opiniones de los antiguos sobre las materias científicas m edian te el estud io de su s obras originales. Sin emb argo, los d os libros qu e a continuación citamos tratan m uy extensamente d el desarr ollo d e la qu ímica, tanto en lo que se refiere a la antigüed ad com o a la Ed ad Med ia : HOEFER : Histoire de la Chimie, París 1842. KOPP : Geschichte der Chemie, Brunswick, 1843. El pu nto d e vista de u n escritor d e 1843 era, natu ralmen te, mu y diferente del nuestro, pero esta dificultad apenas se advierte en el estudio del d esarrollo de la Ciencia hasta llegar a Lavoisier. 26
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD La Historia N atu ral de Plinio se hallará fácilmente en traducciones de
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD La Historia N atu ral de Plinio se hallará fácilmente en traducciones de lengu as vivas, com o u na inglesa d e Bostock y Riley, 6 volúm enes, Bohn s’s Classical Librar y, Lond res, 1893. The Story of Eearly Chemistry, of J. M. Stillman, Nu eva York, año 1922, en u n volu m en d e 594 p áginas, trata d el d esarrollo de la Ciencia d esde los tiemp os más rem otos y abarca la obra d e Lavoisier. La recomendamos calurosamente al aficionado, por ser la introducción m ás comp leta qu e se conoce al estud io de la Química antigua m edieval. Está escrita de m od o encantad or y es perfectam ente inteigible inclu so para aquellos que solo poseen un conocimiento superficial de la Química, dando al período medieval un sentido de unidad y continuidad apenas igualado p or ningún otro tratado. Die Entwicklun g der chemischen Technik bis zu den A nfängen der Grossindustric, por Gustav Fester, Berlín, 1923, traza el desarrollo de la
industria química desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XIX. Es en extremo op ortu na p orqu e la investigación m od erna tiend e a d emostrar m ás y más claramente qu e, or lo menos hasta el siglo de Boyle, los avances m ás imp ortantes d e la Química fueron m ás bien realizad os por los artesanos que p or los filósofos. A History of M agic and Experiment al Science during the First Thirteen Ccnturies of Ou r Era, p or Lynn Thord ike, Nu eva York, 1923, 2 volúm enes,
p ued e recom end arse sin reservas al lector que desee hacer un v erd ad ero estud io de la historia d e la Ciencia. Com ienza p or u n an álisis a fondo d e la Historia N atural d e Plinio y luego na rra con tod o d etalle, y nu m erosas citas extensas e interesantes, la labor de todos los escritores eminentes sobre ambos temas d entro del períod o que abarca. El lector científico se sorprenderá al comprobar lo estrechamente unidos que estuvieron antaño estos dos campos y la lentitud con que fueron separándose. El autor es un historiador y no un investigador de laboratorio, y su interés personal por la historia de la magia excede evidentem ente a su interés por la ciencia experimental ; m as ello hace qu e su obra sea más interesante, pues ilumina desde un nuevo ángulo la actitud mental de muchos hombres cuyos nombres se han colocado siem p re m uy altos en la h istoria d e la Ciencia. Los libros y estu d ios más recientes sobre la historia d e la Qu ímica an tigua son : (1) DAVIS : «Ambix», I, 109 (1937) ; «Isis», 18, 213 (1932) ; 25, 327 (1936) ; 28 , 73 (1937) ; «J. Chem. Ed.», 11 517 (1934) ; 12, 5 (1935) ; 13, 103, 215 (1936) ; «Proc. Am , Atad . Arts. Sci.», 70 , 221 (1935) ; «Sci. Monthly», 43, 561 (1936). (2) HOPKINS : A lchemy, Child of Greek Philosophy, Nueva York , 1934. (3) PARTINCTON : A Short Hist ory of Chemistry, Nueva York, 1937. 27
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD (4) PARTINGTON : Origins and Development of Applied Chemistry , Lond res, 1935.
LA QUIMICA EN LA AN TIGÜEDAD (4) PARTINGTON : Origins and Development of Applied Chemistry , Lond res, 1935. (5) READ : Prelude to Chemistry, Nueva York, 1937.
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CAPÍTULO I I LA Q UIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIM IA Si el qu ímico d esea hoy consu ltar algo en la literatu ra qu ímica corriente, su tarea será relativamente fácil. Las Sociedades Químicas de Inglaterra, Alemania y los Estados U nidos pu blican extractos de casi tod as las obras d e Química qu e aparecen en todos los países del mu nd o. Estos resúm enes salen a luz lo antes posible, sobre todo en los tres grandes períodos conocidos, respectivamente, con el título de Chemical A bstracts, British Chemical and Physiological Abstracts y Chemisches Zentralblatt . Sus índices anu ales v d ecenales son sum amen te interesantes para el químico ocup ad o. Si, con todo, desea seguir hasta la fuente los conocimientos de la Qu ímica, pronto comenzar án a su rgir d ificultad es. N o transcurrirá mu cho tiempo sin llegar a ese período en que no se publicaban revistas con extractos, y si tratase de bu scar algu na d e las referencias, pod ría da rse por afortun ad o si encontraba el libro o revista en su biblioteca. Al llegar a la época d e la Revolución Am ericana v ería que algun os d e los tratad os están escritos en latín, y asimismo que ni los alemanes ni los franceses, ni siquiera los ingleses resultan fáciles de entender. Los conocimientos qu ímicos del siglo XVIII no se exponían, ciertam ente, en el lenguaje d e hoy. Adem ás, el estud io d e la Alquimia está velad o por u n d oble telón d e secreto y misterio. Los primeros alquimistas escribieron vagamente; con intención fingieron p oseer conocimientos antigu os y tan m isteriosos, qu e la persona no iniciada no podía comprenderlos; simulaban que lo que escribían les había sido comunicado de manera misteriosa por alguna persona qu e existió siglos atrás. Nosotros no p od emos creer n i la m itad de las cosas que se leen en los primeros tratad os de Química, y en ocasiones el hecho descrito se atribuye a una p ersona qu e probablemen te no ha existido nu nca. H asta comienzos d e la Era cristiana no d escubr imos ningú n ind icio d e la existencia d e la Quím ica como tal en Eur opa. Decadencia intelectual d e la Edad Med ia. - La civilización d e Grecia en tiempos de Pericles o la de Roma en tiempos de Augusto se hallaban situadas, desde el punto de vista intelectual, en un plano extraordinariamente elevado y las inteligencias de los hombres cultos estaban , por lo men os, tan libres d e supersticiones y prejuicio como las d e hoy.
LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA
LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA Sin em bargo, al perd er el Im perio rom ano su influencia m ilitar y p olítica y volverse los gobiernos d e sus p rovincias y Estad os vasallos cad a vez m ás gastados y corrompidos, descendió al propio tiempo el nivel moral y m ental de la comu nida d y con la decadencia d e costum bres se filtraron en los espíritus el aband ono y la indolencia m entales. Finalmente, cua nd o la debilidad del Imperio suscitó la codicia de las hordas bárbaras, sus conquistas ahogaron la vida intelectual y no se tiene noticia de que entonces se llevase a cabo la m ás insignificante labor constructiva científica ni se volviera a pen sar científicamen te hasta el renacimiento de la cultur a en el siglo XV. Du rante este períod o las ciencias arrastraron un a existencia m ás lángu ida aún que la de las letras o las artes, pues, con la posible excepción de las Matemáticas y la Astronomía, habían tenido un principio mucho más pobr e. Sin embarg o, tratarem os de expon er las nuevas cond iciones y un nu evo pu nto de vista. Alqu imia. -- El lento progreso de la Ciencia entre los antiguos se debe al d ivorcio entre la teoría y la práctica. Las personas qu e realizaban el trabajo y las que p ensaban estaban totalmente separad as un as de otras. En cambio, d u rante la Edad Media las teorías eran em itidas p or los mismos hom bres que llevaban a cabo los experimentos, frecuentemente personas de mentalidad inferior, cuya labor, por regla general, era pobre y cuyo pen samiento tend ía a ser d esaliñado, cuan d o no equ ívoco y falaz. Desde el pu nto d e vista científico, el signo intelectual más imp ortan te d e la época es el resur gimiento y d esarrollo de la Alqu imia. Por esta se entiende comúnmente el pretendido arte de transmutar los metales inferiores en oro. Definición sem ejante sugiere char lataner ía y sup erchería, y no cabe la menor duda que muchos alquimistas no fueron sino embaucadores vulgares, sobre todo en los últimos tiempos. Sin embargo, cometeríamos un error lamentable si censurásemos a todos indistintamente o imaginásem os qu e la vulgar cod icia era el único imp ulso que m ovía a los hom bres a bu scar la piedra filosofal. La literatu ra d e la Alqu imia está llena de ampulosa retórica y de misterioso simbolismo, pero a través de toda ella imp era la idea d e qu e la transm uta ción d e lo bajo en n oble no posee solamen te un significad o científico, sino tam bién moral, y qu e la persona que descubriera la piedra de los antiguos sabios obtendría asimismo otra recompensa con el enriquecimiento de la inteligencia y la elevación del carácter. Adem ás, tod os record amos cómo nuestro primer contacto con las tran sform aciones qu ímicas satisfizo nu estra afición a lo maravilloso, que, 30
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA d espu és de tod o, no se halla m uy lejos del verd ad ero interés científico. En suma, puesto que la Alquimia fue la única ciencia química de aquellos tiemp os, pod emos ver fácilmente qu e enton ces como ahora los hom bres la estud iaron p or m ú ltiples motivos. Schiller la estud iaron p or m últiples m Schiller ha dicho bien : «Para éste, la ciencia es d iosa sagrad a a cuyo la ciencia es d iosa sagrad a a cuyo servicio consagra tod a la vida; para a qu él, la «vaca que le pr ovee de man teca.» Y así sucedió con la Alqu imia. Relación de la Alquimia con la Ciencia - También debemos esclarecer otro punto mal comprendido algunas veces. Debemos recordar que no existía nada intrínsecamente absur do en el problema qu e los alquimistas se pr opon ían. Es natu raleza esencial de la transformación q uím ica el qu e u na sustancia de p ropiedad es determinadas d esaparezca, al paso qu e otra de pr opiedad es diferentes viene a ocup ar su lugar; no existía nad a en los conocimientos de la época que diera derecho a concluir que fuera menos p osible extraer or o d el plom o, qu e obtener el m ism o plom o d el litargirio o mercurio del cinabrio. En efecto, la reciente preparación del helio a base del rádium pone a la lógica enteramente de parte de los alquimistas. La Qu ímica es u na ciencia experimental y el ú nico m odo d e d escubr ir si es posible extraer oro del plomo es probarlo. Debemos reconocer que los alquimistas lo hicieron con medios toscos, es cierto, pero con infinita paciencia y muchas e innecesarias repeticiones. La lástima fue que el misterio echase a perder todos sus esfuerzos y que en diez siglos no p ud ieran m ostrar sino escasos resultad os de valor. Origen de la Alquim ia. - Aun qu e por lo general se considera a Egipto como lugar del nacimiento de la Alquimia; recientemente se ha demostrado que en la China antigua florecieron ideas semejantes. Los filósofos chinos estud iaron m inerales, como el cinabrio, con la esp eran za de descubrir la piedra filosofal. Y como se creía que el comer oro prolongaba la vida, trataron de sacar oro de otros materiales. Las tentativas de aquellos primeros filósofos chinos fueron similares a las de los posteriores alquimistas griegos, árabes y d e los tiem p os m edievales. Sus ideales estaban íntimamente asociados a la fantasía y magia de la religión taoísta, y en sus primeros escritos existe la misma confusión de ideas d e espíritu y ma teria que caracteriza a la Alquim ia. Los chin os anteriores al 600 an tes d e J.C. creían que la materia se componía de agua, fuego, madera, oro (metal) y tierra. También atribuían significados alegóricos a estos cinco elementos, relacionándolos con las 31
LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA
LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA cinco virtudes, los cinco colores, los cinco ton os, los cinco gu stos y las cinco estaciones d el año. Así, la m ad era simb olizaba la p rima vera, el Este o u n gu sto ácid o; el oro, el otoño, el Norte o u n gusto salado; el fuego, el veran o, el Oeste o un gusto amargo; el agua, el invierno, el Sur o un gusto astringente; la tierra, la estación en tre v er ano y otoño, el centro o un gusto dulce. La primera literatu ra alqu imista autén tica fuera d e China se relaciona con los árabes. Mu chos de los escritos aparecieron con nom bres sup uestos. La Alquimia, como la Química mod erna, tuv o sus teorías, aun qu e a menu d o eran vagas y sujetas a interpretaciones según los caprichos del interpretador. La principal teoría física sustentada fue la de los cuatro elementos o cuerpos simp les, atribu ida d e ord inario a Aristóteles, a quien llegó, por Platón, desd e Em pédocles. La m isma idea se tuvo en Egipto, Ind ia y China allá por los años 1500 antes de J. C. Segú n H opkins, la Alquim ia hered ó de Grecia la creencia en el hilozoísm o, el macrocosmos y el microcosmos, la astrología y el anim ismo. Segú n el h ilozoísmo, tod a la N atu raleza es, como el hom bre, viva y sen sible. El ma crocosmos (el Sol y las estrellas) se rige p or las mism as leyes que el microcosm os (la Tierra). Conform e a la teoría d el anim ismo, todos los hechos son originados p or algún espíritu. Zósimo, de Panóp olis, en el Alto Egipto, fu e, al par ecer, el prim ero d e un número de escritores egipcios autores de copiosos trabajos de Alquimia. Probablemen te vivió en 350-420 de n u estra Era. De su pr opia obra resta poco, pero conocemos sus características esenciales por tod os los ulter iores trabajos de Alquimia. Todos ellos se caracterizan por un ocultismo am puloso, escritos segu ram ente con cierto fervor religioso, y au n cuan d o contienen numerosas fórmulas químicas, éstas están redactadas en lengu aje ininteligible y entrem ezclad as con evocaciones altisonantes. Au n así, tod a esta jerga hu era de sentido es refrescad a d e cuan d o en cuand o p or frases que r evelan verd ad era p enetración y d estellos hu m orísticos. La opinión tradicional de los historiadores es que estos primeros libros representan m ateriales qu e fu eron transm itid os oralmente du rante algún tiemp o por los sacerd otes egipcios y qu e sin d ud a tuvieron alguna relación con su ritual religioso. El eminente químico francés Berthelot fue de d istinta op inión. Dedicó largos estud ios al llam ad o papiro de Leiden, hallado originalm ente en u na tu m ba d e Tebas. Al tradu cir este pap iro resu ltó ser un recetario de obrador en el que, entre otras cosas, se dan instrucciones pa ra m ezclar y d ar color a los metales, en forma tal que se imite el oro p ara 32
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA la fabricación de bisutería barata. No se sustenta en él la idea de la transformación; pero Berthelot creía que un orífice que llegara a ser experto en tales artes podía, en ausencia de conocimientos químicos, engañarse a sí mismo y creer que efectivamente había efectuado una transmutación. Tal descubrimiento sería sumamente provechoso y el d escubrid or p odr ía no hacer circular su secreto sino en términos que n o se comprendieran con demasiada facilidad. De este modo, como otros conjeturaron, experimentaron, copiaron y escribieron a su vez instrucciones, cada uno por su cuenta, pudo nacer una literatura tan embrollad ora y obscura como la d e la Alqu imia. Zósimo distinguió entre cuerpos (metales, generalmente) y espíritus (vapores de arsénico, azufre y mercurio). Se presumía que el espíritu iba asociado a los cuerpos por afinidad, pero que podía separarse mediante pr ocedimientos adecuad os. La palabra atutía, antiguo nombre del óxido de cinc, se deriva de una p alabra p ersa qu e significa humo y d esigna el hecho d e que se prod uzca óxid o d e cinc en forma d e hu m o blanco cu and o se tuesta el mineral con carbón vegetal. Los químicos de Alejandría casi descubrieron los gases. Zósimo describe la cocción de la piedra caliza para hacer cal como resultado d e la incorp oración d e un espíritu d el fuego. Describe también muchas operaciones químicas, como la disolución, filtración, fusión, sublimación y destilación. En su calidad d e gnóstico, Zósimo creía que no es la fe, sino el conocimiento, la clave d e la salvación. En el transcurso de los cinco primeros siglos de la Era cristiana encontram os pru ebas constantes del d eseo qu e sintieron los hom bres de llegar al conocimiento d e un m und o invisible. En estos primeros escritos, el conocim iento d e la metalu rgia y otras artes d e los egipcios se intercala con las filosofías misteriosas de los neoplatónicos. Indudablemente, Zósimo consideraba su imitación del oro y la plata como realmente sup eriores, en color y p ur eza, a la plata y oro pu ros. Se sentía capaz de comunicar la simiente amarilla del fermento a otros m etales, y esta misma d octrina p arece ocu ltarse tras la idea alquim ista d e la mu ltiplicación p or m ed io de la piedra filosofal o de tintu ras. El Sol y la Lu na d e H ermes equivalen al azufre positivo y al mercurio negativo d e los principios sustentad os por Zósimo y Geber. Zósimo ideó la célebre «fórmula del cangrejo», que, tras sus símbolos ininteligibles, se sup uso encerraba el secreto d e la transm utación y fue, con tod a pr obabilidad , la receta cifrad a qu e usaban los egipcios para im itar el oro. Estos escritos primitivos contienen una mezcla curiosa de datos 33
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA qu ímicos asociados con v isiones extáticas, descrip ciones d e ap aratos y la recomend ación d e qu e se guard e el secreto. Así, al escribir acerca de la piedra filosofal, Zósimo dice : «Recibe esta piedra, qu e no es piedr a, esta cosa preciosa qu e no tiene valor, esta cosa de muchas formas que no posee ninguna, esta cosa desconocida que todos conocen»; y « la qu inta esencia » es cara y gloriosa para qu ien la conoce, vil para el que ignora su existencia, finita y específica para unos, indeterminad a e infinita para otros. Tradiciones alqu imistas. - Si aceptamos, prescind iendo d e los hechos, las trad iciones de los mismos alqu imistas referentes a su arte, llegarem os a conclusiones mu y d iferentes. Pues gran par te de su s narraciones las remontan a los d ías d e la com un ión entre ángeles y hombres, al período anterior al Diluvio universal, y enu m eran a la mayor ía de los p atriarcas, al mismo Ad án inclusive, en las filas d e los alqu imistas. La r azón d e esto fue, naturalm ente, el d eseo de explotar la humana tendencia, más fuerte entonces que hoy, a valorarlo todo en p roporción d e su antigüedad . La m isma razón imp ulsó a varios alquimistas a olvidarse de la propia fama y atribuir sus obras a los filósofos antigu os. Dem ócrito fue su favorito. La tradición alquimista también tiene mu cho qu e ver con cierto Herm es Trismegisto (probablemente relacionado con Thoth, el dios egipcio de la sabidu ría, que se representaba asimismo llevand o u na varilla en la qu e había e nroscadas d os serpientes). Respecto a la fecha de nacimiento y lugar de residencia de Hermes, no existe acuerdo, pero dice la tradición que escribió sobre u na esmeralda los secretos esenciales d e la Alquim ia y qu e regaló esta piedra a Sara, mujer de Abraham. Luego de muchas vicisitudes, la esmeralda se perdió, pero la redacción tradicional de la inscripción h a llegado h asta nosotros y vale la pena d e que ocup e aqui u n lugar, pu es en general los alqu imistas tomar on a H ermes como m od elo de estilo y claridad . Nosotros rend imos también tributo a su nom bre cuan d o hablamos d e tapar herméticamente u na vasija. LA TABLETA D E ESM ERALDA «Es cierto, y no falso, cierto y m u y verd ad ero, que lo qu e está arriba es como lo qu e está abajo. Y qu e tod o lo qu e está abajo es como lo que está arriba, par a op erar los milagros d e un a cosa.
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA » Y como todas las cosas fueron d e un a p or la med itación d e un o, así todas las cosas nacieron p or ad opción d e esta sola cosa. » Su Pad re es el Sol, su Mad re es la Lu na. El viento le llevó en su vientr e. Su nod riza es la Tierra. Este el p ad re d e todo el conocimiento qu e existe en el m u nd o. Su v irtud qu eda incólum e si se la vu elve hacia la Tierra. » Su avem ente, con gr an m aña, separad el fu ego d e la tierra, lo sutil de lo comp acto. Ascend erá d e la Tierra a l Cielo, luego v olverá a d escend er a la Tierra y recibirá la fuerza d e las cosas qu e se hallan arriba, de las cosas qu e se hallan abajo. »Así poseeréis la gloria d el mu nd o entero y la oscurid ad hu irá de vosotros. »Esta es la fuerte fuerza d e tod a fuerza, que se sobrepond rá a todo lo su til y p enetrará tod o lo sólid o. »Así fue creado el Mund o. »H abrá m aravillosas ad ap taciones, de las cu ales ésta es la form a. »Por esto me llamo Hermes Trismegisto, porque poseo tres partes de la filosofía de tod o el mund o. «Y se acabó; lo qu e he d icho se refiere a la op eración d el Sol.» Ideas fund amentales de los alqu imistas. - Un lengu aje de esta esp ecie es incapaz d e expresar ningu na id ea racional; pero, a juzgar p or otros escritos m ás claros, par ece qu e los alquim istas sostuvieron qu e existía cierta materia prima presente en todas las cosas, aunque contaminada siempre de impurezas. Confiaban quitarlas mediante procesos de purificación, especialmente por acción del fuego (calcinación, sublimación o d estilación), y de esta m isma forma confiaron obten er la esencia o tintu ra, que, por lo visto, era idéntica a la piedra filosofal. Una vez obtenida ésta, esperab an op erar m arav illas de varias clases. Transformar la, los m etales inferiores en oro por simple contacto; curaría todas las enfermedades e incluso regeneraría el carácter de su afortunad o descubrid or. Ad emás de la materia prima, que originalmente pu d o derivarse d e la «qu inta esencia» d e Aristóteles, íos alquimistas reconocieron en gen eral los cu atro elemen tos que él había aceptado, aunque frecuentemente les agregaban o los substituían por otros propios, en p articular m ercurio, azu fre y sal. Aqu í, no obstante, cuid aron siemp re d e señalar que n o se referían a las su bstancias comúnmente conocidas por estos nombres, sino más bien al mercurio, azufre y sal «de los sabios». Al parecer, el mercurio simbolizaba las propiedades metálicas y volátiles en general, y el mecanismo de la transmutación se designaba frecuentemente «fijación del mercurio». El azu fre representaba las p rop ied ad es de la com bu stión, mientras qu e la sal 35
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA equ ivalía a las prop ied ad es salinas o térreas, en especial la resistencia al fuego. Téngase en cuenta, no obstante, que todos estos términos se emp leaban siempr e desord enad a e inconscientemen te, como lo d emu estra la siguiente cita de un libro escrito por cierto alquimista que se hacía llam ar Basilius Valentinu s : «Que no puede existir una generación o resurrección perfecta sin la cooperación d e los cuatro elemen tos está demostrad o por el hecho d e que Ad án fue formad o de tierra por el Creador, que no existió vida en él hasta qu e Dios le infund ió, con su soplo, el espíritu d ivino. Enton ces comenzó a m overse la Tierra. En ella estaba y a la sal, esto es, el cu erp o d e Ad án; el aire qu e se le infund ió era mercurio o el espíritu, y este aire le comun icó un calor suave y templado, que era azufre o fuego. Enton ces se movió Adán, y con esta facultad de movimiento demostró que se le había infundido un espíritu d onad or d e vida. Porque n o existe fu ego sin aire, ni aire sin fuego (1). El agua se incorporó a la tierra. Así, el ser viviente es una mezcla arm oniosa de los cuatro elem entos; y Ad án fue generad o de tierra, agu a, aire y fuego; d e alma, espíritu y cuerp o; d e m ercu rio, azu fre y sal.» Las fórmulas e instrucciones que se hallan en los antiguos libros de Alquim ia dan m u cha im p ortancia a las fases de la Lun a, a la posición d e los planetas y a los conjuros. Esta necesidad no nos sorprenderá si recordamos que en aquellos tiempos no se disponía de medios con que estimar ciertas cond iciones esenciales, como la presión y la temperatu ra. Ad emás, los materiales emp lead os rara vez fu eron p ur os y ni siqu iera (1) El autor había hecho, evidentemente, la importante observación de que no existe fuego sin aire, pero el final de la frase demuestra que prefirió emplear una antítesis am pu losa y no limitarse a exponer simp lemente los hechos observados.
uniformes. Si agregamos que no existían procedimientos analíticos para ensayar los materiales, veremos que los resultados de los experimentos d ebieron d e ser con frecuen cia arbitrarios y caprichosos, y es natu ral qu e se atribuyera imp ortan cia a circu nstan cias nimias y sin relieve. Los planetas ocasionaban u na p erturbación especial. Desde u n p rincipio se asociaron a los siete metales, a los «siete plan etas», y en la escritura solían emplearse para ambos los mismos signos astronómicos. El Sol representaba el oro; la Luna, la plata; Júpiter, el estaño; Marte, el hierro; Venu s, el cobre, y Mercurio, el metal de este nom bre. Como es natural, esto hacía que cuan d o se iba a operar qu ímicam ente, en cierto mod o, sobre un m etal, su planeta protector, d ebía hallarse en posición favorable. 36
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA Logros prácticos de los alquimistas. - A p esar d e todos los obstáculos, el mund o iba, poco a poco, acum uland o experiencia científica. La tend encia a calentar, destilar y combinar todas las substancias posibles con objeto de obtener la p ied ra filosofal dio el resultado p ráctico de qu e se observaran muchas reacciones importantes y se preparasen numerosos y notables compuestos. Por desgracia los alquimistas emplearon tan pocas veces un lenguaje inteligible en la descripción de sus descubrimientos, que la m ayoría de éstos qued aron estériles. Liebig cree qu e la id ea d e un «elixir d e vida » nació en el siglo XIII de la Era cristiana, p ero T. L. Davis ha d em ostrad o qu e ya en el siglo II o III era conocid o en Ch ina. En el siglo II, Wei Poyang escribió u n tr atad o sobre la prep aración de la «píldora de la inmortalidad », y existe una interesante leyenda d e la época qu e nos cuenta como tenía tres discípulos y un perro y que hizo tomar a éste una «medicina» que h abían p reparad o. El perro murió muy pronto y Wei Poyang quedó tan desanimado, que le dio vergiienza volverse atrás y explicar su fracaso. Así, él y uno de sus discípulos tomaron la medicina y murieron también. Los otros dos discípulos fueron en busca del enterrador, pero en su ausencia Wei se recobró, tomó más medicina y fue a unirse a los inmortales junto con su am igo y el perro. Las tentativas hechas par a seguir las hu ellas de la Alquimia hasta d ond e fuera posible llevaron a alguno d e estos autores antiguos a p resum ir que incluso Adán tuvo conocimiento del elixir, gracias al cual logró llegar a un a edad avanzad a. Los franceses dan el nombre de bain-Marie (baño d e María) a u n baño d e agu a caliente, y la tradición dice qu e María (o Miriam , en hebreo), la herm ana d e Moisés, conocía la Alquimia e inv entó ese baño. La Alquimia en Arabia. - En el año 640 de nuestra Era, Egipto fue d ominad o p or los árabes. Eran éstos valerosos, pero ignorantes. En Egipto hallaron libros que trataban de la manera de hacer oro y curar las enfermed ad es, los trad ujeron al árabe, y por esp acio de u n siglo penetró en el mundo mahometano, a través de Grecia, una corriente continua de libros de esta clase. Así llegó a Europa la cultura egipcia, en forma de traducciones latinas de los textos árabes, y de aquí que algunos historiadores hayan creído que los inventores de la Química fueron los árabes. Entre los autores p rimitivos son los más imp ortantes Jabir, Razí, tam bién llama d o Rhasés o Rhazés, y Avicena, llam ad o asimismo ibn-Sina. El nom bre comp leto de Jabir, que r ara v ez se emp lea, es el de Jabir ibnHaijan, y en los postreros escritos latinos se le denomina generalmente 37
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA Geber o Giaber. Según la trad ición, Geber es el fund ad or y representante m ayor d e la Alquim ia; vivió probablem ente entre los años 720-300 d e nuestra Era. No se sabe a punto fijo dónde residió, pero sus obras, nu merosas, le dieron m ucha fama en la Edad Media. Algunas d e ellas se conservan tod avía en árabe, mientras que en las bibliotecas europ eas se conservan ciertos tratados latinos que se suponía eran traducciones de Geher. Estos libros datan del siglo XIII, y Berthelot, después de comp arar los con los escritos árabes d e Geber, llegó a la conclusión d e que fu eron obra d e otra man o y que se atribuyeron a Geber con el prop ósito de acrecentar su prestigio. Es interesante notar que Berthelot halló las obras latinas su periores desde el pu nto d e vista qu ímico. Llama al au tor el seu d o Geber. Probablemente fue un clérigo bien versad o en la Ciencia. Geber vivió en Bagdad durante el reinado del califa Harun-el Raschid, cuya gloria ficticia se relata en Las Mil y Uno Noches. Geber efectuó experimentos, pero todas sus obras están impregnadas de un ocultismo ininteligible. Su objeto principal fue preparar la mágica tintura, elixir o polvo d e pr oyección. Sostuvo la formación d e m ercur io y azu fre m ediante exhalaciones en el interior de la tierra, y con la combinación de estos elementos en diferentes proporciones y grados diversos de pureza, sup onía d ebían obtenerse m etales y minerales. Al Razí o Rhasés (886-925 de J. C.) fue u n h ábil y enten d ido m édico d e Persia a qu ien se ha llamad o el Boyle persa. En la literatu ra alqu imista se le cita con frecuencia. Describió a «la Piedra» como triangu lar en esencia, cuadrada en calidad. Lo mismo que Geber y Avicena, describió las realizaciones p rácticas de la A lquim ia. Avicena (980-1036 d e J. C.) fue u n m édico famoso a qu ien se ha llam ad o el Aristóteles de los árabes. Quiso descubrir al mundo el secreto del M agisteriunz. Probablemente no hizo experimentos, y en algunas de sus obras más interesantes parece du d ar d e la p osibilidad d e la transmu tación. Más tard e, Paracelso quem ó las obras de Galeno, el célebre méd ico griego, y de Avicena en un brasero de bronce, con ayuda de azufre y nitrato potásico, en su p rimera lección, y al prop io tiemp o expresó la confianza d e qu e sus au tores ardieran con ellas. Estos hombr es enseñaron la teoría, cu yo germen había enseñad o tam bién Aristóteles, de que los metales se componen de mercurio y azufre. Esta creencia pu d o llegar d e Mesopotamia, Siria o la China. La asociación d e los
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA m etales con los planetas fue u na n oción probablemente introd ucida en la Alqu imia árabe p or la Astrología babilónica. Alquim istas eminen tes. - Otros hombres consid erados como alquimistas son Vincent d e Beau vais, Alberto Magn o, Rogerio Bacon y Ram ón Llull. Extensos tratad os de Alqu imia son comú nm ente atribu idos a estos autores, si bien la crítica mod erna sostiene qu e tales libros son apócrifos. Vincent d e Beauvais (1190-1264) fue un monje dom inico que escribió un a encicloped ia, el Speculum N atu rale, con u na sección d e Alqu imia derivad a, en su m ayor p arte, d e trad ucciones latinas o de obras árabes. Alberto M agno (1193-1280), llam ad o m uchas veces Doctor Universalis, fue u no d e los más em inentes y mejores representantes d e la Alqu imia. fu e el hombre más sabio y el erudito alemán más grande de su época, distinguiéndose como sacerdote, monje, hombre de ciencia, filosofo, místico y astrólogo, ad emás d e alqu imista. Se le ha llam ad o el Aristóteles d e la Edad Media, a causa de su sabid uría y d e sus trabajos para ord enar y sistematizar los escritos d e los griegos famosos. Fue obispo d e Ratisbona en 1260, amigo de Santo Tomás de Aquino y mencionado por Dante. Escribió muchísimo, pero algunas de sus obras famosas son, sin duda, falsificaciones. Como monje anduvo errante de aquí para allá y practicó alguna alquimia. Creía que los metales son todos, poco más o menos, m ercu rio pu ro y azu fre. Para él el m ercu rio líquido y tam bién el metálico representaban agu a y tierra, en tanto q ue el azufre representaba la materia volátil y combu stible (grasa). Su stentaba la id ea d e qu e tod a la m ateria se halla com pu esta de u na m ateria prim a. Al d escribir las relaciones entre el azufre y los metales, habló de la atracción que el azufre ejerce sobre los m etales, expon iend o ideas relativas a la afinid ad qu ímica. Definió la llama diciendo que era humo encendido. En sus escritos aparece la lógica de Platón de que lo semejante busca a lo semejante. Poseyó algún conocimiento d e la m etalu rgia. Para él, la Natu raleza es la ún ica alquimista verd ad era, y confesaba qu e jam ás había conocido alqu imista cap az d e llevar a cabo u na tran smu tación p erfecta. Calificaba a la Alqu imia de «p retend ida ciencia», d e «m iserable unión d el genio y el fu ego», y afirm aba qu e el oro ar tificial se convertía en polvo tras repetid as pru ebas por el fuego. Rogelio Bacon (1214-1294), llamado Doctor Mirabilis por sus contemporáneos, fue monje franciscano y el p rim ero d e los alquimistas ingleses. 39
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA fue un genio inventivo m uy ad elantad o a su ép oca, que enriqueció mu cho los conocimientos humanos con sus estudios matemáticos y sus experimentos. Suelen atribuírsele gran nú m ero d e inventos p rácticos, aunqu e, en mu chos casos, se carece de pruebas de que fueran suyos. Entre sus escritos se encuentra una receta para hacer pólvora, instrucciones para la construcción d e un telescopio y u n estu d io del arco iris que, segú n se d ice, es sum amente bueno. Reconoció el valor d e la experimentación y d e la d edu cción m atemática. Comprendió que cuanto mejor se aprende a cimentar la vida y el conocim iento sobre bases matem áticas, mejor se ap rend e a evitar el error, la incertidu m bre, la d u d a y el trabajo inn ecesario. Creía en la inspiración divina y sostuvo que todas las cosas son posibles. Practicó lo que predicaba y escribió muchos libros, aun cuando existen muchas falsificaciones. Bacon creyó sin reservas en la Alquimia, pero escribió sobria y claram ente. Resum ió las teorías d e los alqu imistas, m as se apoyó mucho en las obras de un seudo Avicena. Estudió en Oxford, si bien es probable que no obtuviese el grado de doctor. Los doctos y eruditos fruncían el ceño, por r egla general, cua nd o oían hablar d e Alquimia, y en su época era practicada principalmente por «adeptos» , cuyos escritos, entre los años 1250 a 1500, están plagados de una jerga obscura e inin teligible. El «alquimista» ap arece en las obras d e Chau cer (1400) y es severamente criticado en la obra teatral de Ben Johnson El A lquimista (1610). Bacon se interesó p or la Ciencia como resu ltad o de su contacto, en París, con Peter d e Maricourt, au tor d e u n libro sobre El Imán Bacon tuvo ideas m uy ad elantad as a su tiemp o, como, por ejemp lo, las referentes a las máquinas voladoras y al transporte automóvil. Describió métodos qu ímicos y científicos qu e hoy se u san tod avía. Mucho antes qu e Paracelso, comp rend ió que la Medicina d ebía usar los remedios prop orcionados p or la Química. Conocía los idiomas tan perfectamente que escribió trabajos científicos en hebreo, griego, sirio y árabe, lo mismo que en latín. Sus censuras d espiadad as contra m onjes tan famosos como Alberto Magno y Tom ás d e Aqu ino le hicieron caer en d esgracia, y se cree en general qu e pasó en la cárcel los últim os quince años de su vid a. En cierta ocasión declaró haber gastado más de 2.000 libras esterlinas en libros, ap aratos, ayud antes y «formación d e relaciones» en un período d e diez años. Ramón Llull (1235-1315), llam ad o a veces Doctor Illu m inatu s, fue un noble rom ántico español. Poeta, filósofo, místico, alquimista, artista, trovad or y 40
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA m isionero, amó la pintu ra m ítica m ás qu e la realidad . Alabó la alquimia como representante d e esa parte d e la Filosofía natur al que tan to tiene qu e ver con la p erfección y enn oblecimiento d e las cosas. Para él el arte d e la Alquimia era un don o gracia, no cosa para ser aprendida y enseñada. Consideró el mercurio y el azufre como elementos constitutivos fu nd am entales d e todas las m aterias. Preparó potasa (carbonato p otásico) d e la «piedra d e vino» (crém or tár taro). Conoció la acción d el ácido nítrico sobre los metales y describió el agua regia. Perd ió la vida en u na exped ición misionera en tierras africanas, d ond e fu e lapidado por los indígenas. Arnaldo de Vilanova (1240-1313) fue u n m édico español au tor d e varios tratad os d e Med icina y libros sobre Alquim ia. Describió la d estilación d el vino y la emp leó en Med icina. Se d ice qu e hizo oro artificial para el p ap a Bonifacio VIII. Enseñó qu e existe en la N atu raleza cierta m ateria p u ra que cuando es descubierta y traída a perfección por el arte, convierte en sí misma proporcionalmente todos los cuerpos imperfectos que tocan. Esta fue la principal fuente d e inspiración p ara tod os los alquimistas. Asimismo escribió que «nu estra med icina p osee la virtud d e curar». Bernard Palissy (1) (sobre el 1510-1589) ocupó, al frente del pensamiento qu ímico y científico de Fran cia, lu gar p arecid o al de Bacon en Ing laterra. Conced ió mayor valor a los resultados experimen tales qu e a la creencia en las sensaciones de los filósofos. Inventó el esmalte de los objetos de p orcelana, estableció un a m anu factura y fabricó bellas p iezas en qu e las form as d e los anim ales ap arecen con su color natu ral. Poseyó la p rimera colección d e m ineralogía y geología d e París y en señó Qu ímica, Geología, Mineralogía y Ag ricu ltura; sus nu merosas obras están tan b ien escritas, que han sido estudiadas como modelos por los colegiales de Francia. Ard iente calvinista, fue encarcelado varias veces y finalmen te mu rió en un calabozo d e la Bastilla. Denis Zachaire (Dionysius Zacharius) fue otro fam oso alquimista fran cés. Escribió un libro d e Alquim ia pu blicado en Am beres en 1567. (1) V éase Bernardo Palissy.
Bernard o Trevisano (1406-1490) fue un caballero italiano que empleó su vida y su fortun a en la pesqu isa inútil del secreto de la transm u tación. El oro era, según él, el más p erfecto de los metales, y puesto que el hom bre es la criatura más perfecta, comprendíase que del hombre debía salir el 41
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA secreto del oro. Por esto hizo sus experimen tos con la san gre y la orina d el hombre. Uno de los libros más notables de Alquimia fue el Carro triunfal d el antimonio, que se supone escrito por un monje benedictino llamado Basilius Valentinu s a fines d el siglo xv. Han sido va nas las tentativas p ara sab er algo más de este personaje; la creencia general qu e hoy p revalece es la de que nunca existió. Sus contemporáneos no le mencionan; no existe documento probatorio de que estuviera en ningún monasterio, y sus famosos escritos contienen referencias que indican más bien como sus obras fueron escritas probablemente p or d istintos personajes en la segun da mitad del siglo XVI. Estos escritos son más claros que los que los precedieron, por lo que muchos de los experimentos de que hablan pu eden ser repetid os y comp robados. Un verd ad ero servicio pr estado por estos escritos fue el caracterizar el antimonio metal y muchos de sus comp uestos más importantes. Durante este período vivió en Italia el famoso Leonard o d e Vinci (14521519). N o sólo fue pintor fam oso, sino qu e tam bién dom inó la Ciencia en grado extraordinario. Se mostró brillante en Matemáticas, Astronomía, Mecánica, Hidráulica, Geología, Geografía y Cosmografía. Descubrió la capilaridad , y cien añ os antes qu e Francis Bacon d emostró m uchos d e los principios en qu e se basa la ciencia experimen tal. Sus ideas se ad elantaron m u chísimo a su tiem po y qu edaron cond ensada s en u n m anu scrito del que n ad ie era entonces capaz d e extraer su sabid uría. Decadencia de la Alquimia. - Después del siglo xv, a medida que la Qu ímica se iba volviend o grad ualmen te más científica, la Alqu imia tend ió a d eclinar y ad qu irió ma la repu tación por el carácter d e sus ad eptos. Los más brillantes consegu ían pu estos en las cortes de los pequeños príncipes, d ond e arrastraban un a vida p recaria, sorteand o la avaricia d e sus señores, mientras los menos afortun ad os practicaban su percherías similares en más humilde esfera. Por último, las condiciones debieron de ser extremadamente malas, pues nos cuenta la historia que Federico de Wurzburgo mantenía a un verdugo especial que empleaba únicamente p ara ah orcar alquimistas. Las carreras d e estos hombres fueron a veces en extremo rom ánticas, pero, natu ralmente, la H istoria d e la Química nad a tiene qu e ver con esto. N o d ebe creerse por ello qu e hu biera d esaparecido p or comp leto la idea de la transmutación. Simplemente dejó de ser la idea dominante en el d esarrollo d e la teoría qu ímica. 42
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LA QUIMICA EN LA EDAD MEDIA: ALQUIMIA En Fran cia existe toda vía un a sociedad alquim ista, y en Aleman ia un ta l Franz Thu send estafó en fecha r eciente a mu chas p ersonas (algunas m uy preeminentes) cosa de cien mil dólares, pretendiendo sacar oro de los m etales inferiores. En u na p rueba p ública p arece que consiguió, en efecto, pr odu cir un grano d e oro d e los metales d e poco coste que se le dieron para ello. Sin embargo, finalmen te se demostró qu e había lograd o introdu cir subr epticiamente el oro entre las cenizas de un cigarrillo. Incluso hoy día muchos químicos creen en la posibilidad d e la transm u tación, au nqu e quizá ningu no p iense qu e ello p ued a ser base d e un a emp resa comercialmente lucrativa. Para el alquimista, todos los metales y, de hecho, toda la materia en general son u na m isma cosa en su origen, y se pr odu cen p or un proceso evolutivo. El alma que encierran es una y da misma; sólo el alma es permanente; el cuerpo o form a exterior es transitorio. Evid entem ente esta creencia tiene u n fond o filosófico. Los alquim istas instituyeron una verd ad fundamental, pero la retorcieron y la hicieron parecer grotesca en la m ayoría de sus escritos. BIBLIOGRAFIA Ad emás d e los de H oefer y Kopp , son d e interés los sigu ientes libros de Berth elot : Les origines de l’alchimie. 1883. Collections des an ciens alchimistes grecs, 1887-1888. La Chimie au M oyen A ge, 1893.
A. E. White ha prestado también un señalado servicio traduciendo al inglés varias obras antiguas d e Alqu imia y dán d olas a la pu blicidad . Mencionaremos entre ellas The Ttiumphal Chariot of Antimony, p or Basilius Valentinus; The new Pearl of Great Price, por Bonus de Ferrara, y la colección tan interesante denom inada The Hermetic M useum, pu blicadas tod as por Elliot, d e Lond res.
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CAPITULO III LA QUIMICA EN EL RENACIMIENTO Hemos llamado ya la atención del lector sobre el eclipse de la vida intelectual libre que siguió a la caída d el Imp erio roman o. Du ran te la Edad Media hubo poca actividad mental, si se exceptúa la que estaba bajo la d irecta p rotección d e la Iglesia, y aquí tod o se cifraba , naturalm ente, en la exposición d e las Escrituras y los textos d e los Santos Pad res. Ciertamente ninguna literatura profana se miraba con favor, salvo las obras de Aristóteles, que, cosa rara, disfrutaban de una autoridad no inferior a la d e los mártires y los santos. El renacimiento de la cultura. - En el siglo XIV comenzó un nuevo movimiento intelectual que halló su expresión en todas partes como reacción contra la au toridad y afirm ación d e los d erechos del ind ivid u o a pensar y proceder por sí mismo. Primero se produjo, por parte de los erud itos italianos, un a renova ción d el interés por la literatu ra secular d e la Grecia y la Roma antiguas, lo que trajo consigo la noción de la mayor libertad intelectual de aquellos lejanos tiempos y un ardiente deseo de imitarlos en las letras y las artes. El mom ento oportu no p ara tal movimiento fué la caída d e Constantinop la en 1453, que d iseminó p or Occiden te a los eruditos d el Imperio de Oriente, al paso que la invención de la imprenta, que tuvo efecto en la misma época, hizo posible la hasta entonces no soñad a m ultiplicación d e los libros y d io mayor imp u lso al mov imiento literario. Este fu e tam bién el siglo d e los gran d es descu brimientos. Los viajes d e Colón y d e Vasco d a Gam a abrieron nuevos campos la exploración y muchos miles de hombres, animad os p or el mismo espíritu d e Cortés, Pizarro y Magallanes, buscaron fortun a y aventu ras en el Nu evo Mun do. Al pr opio tiemp o se produ cía en A1ema nia u na rebelión contra la au toridad religiosa. Lutero fijó su s tesis en la p u erta d e la iglesia d e Wittenberg en 1517, y casi al mismo tiemp o las ciencias dieron tam bién señal de u n d espertar. La Astronom ía era la que mejor lo había pasado en la antigüedad, porque su estudio se asociaba íntimamente con el de la Geometría ; por consiguiente, era natural que fuera la primera en sentir el impulso de la nueva vida. En los primeros añ os d el siglo XVI, Copérn ico llegó a la conclusión d e qu e el Sol, y n o la
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Tierra , es el centr o d el sistema solar, y en 1530 d ió brev emente cuen ta al
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Tierra , es el centr o d el sistema solar, y en 1530 d ió brev emente cuen ta al m un d o de este d escu brimiento que había d e formar ép oca. La Química no fué tan afortunada. Sólo con dificultad consiguió emanciparse d e los misterios y sup ersticiones de la Alquimia. Pero inclu so aqu í se inició el pr ogreso, qu e pr imero se man ifiesta por u na reforma en el ejercicio d e la Med icina, qu e inten tó Paracelso. Paracelso . - Philipp us Au reolus Paracelsus, cuyo v erdad ero nom bre era Theophrastus Bombastus von Hohenheim, ermitaño de Hohenheim (el nombre es hasta cierto punto característico del hombre), nació en Einsiedeln (Suiza) hacia el 1493. A los dieciséis años era estudiante en Basilea y se dice que, a partir de esta época, viajó mucho. En 1527 fue nom brad o lector en la facultad d e Med icina d e Basilea, nombramiento que d ebió a u na recomend ación d e Erasm o. Paracelso, que era ya famoso p or sus m aravillosas cu ras, se valió d e su p osición acad émica para sentar sus teorías revolucionarias y d enu nciar a otros méd icos más conservad ores. Sus éxitos le acarrearon la ma lévola envid ia d e algun os colegas, en tanto qu e sus pr ocedim ientos y m od ales escand alizaban y ofend ían a otros. Al cabo d e d os años, un pleito ru idoso con u n canónigo eminente a p ropósito de unos honorarios profesionales hizo que Paracelso saliera de Basilea a toda prisa. A partir de esta época llevó una vida errante con éxitos y fracasos ; finalmente murió en Salzburgo, en 1541, en circunstancias económ icas m uy p recarias. Paracelso fue escritor fecund o ; se le atribuyen nad a m enos qu e d oscientas treinta y cuatr o obras. Estas obras tratan, no sólo de Alquimia y Medicina, sino también de Astrología, Magia y Teología. Los siguientes extractos mostrarán su claro y vigoroso estilo y p royectarán a lguna lu z sobre su carácter e id eas. « Mas, para explicar el método d e enseñanza en p ocas palabras. debo prim ero habla; de mi m ismo. Yo, invitad o a ello -por esplénd ido salar io de los regid ores d e Basilea hablo públicamente. por espacio de dos horas diarias, de libros de Medicina práctica y teórica, de Física y Cirugía (de los que soy autor), con la mayor diligencia y gran pr ovecho de mis oyentes. No he echado a estos libros remiendos d e Hipócrates, Galeno u otro cualquiera, al estilo de otros m uchos. sino qu e los he compu esto con m i trabajo y experiencia, la gran maestra. Por consiguiente, cuando deseo demostrar algo, la experimentación y el razonam iento hecho por m í reemplazarñ a a las autoridad es. Así, muy excelentes lectores, si alguno siente interés por los misterios de este arte de Apolonio, si algun o lo siente y lo desea, si algun o d esea conocer en br eve espacio de tiemp o la ram a entera d el saber, dejad qu e se llegue a Basilea y a mi y d escubr irá cosas más grandes de lo que en algunas palabras soy capaz de describir. Los antiguos pusieron nombres equivocados a casi toda s las enferm eda des ; de aqu í que los doctores o si acaso mu y pocos - no sean hoy día bastante afortun ados para conocer exactamente las enfermedades, sus causas y sus días críticos. Hagamos que estas pruebas sean
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LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO suficientes, no obstante su oscuridad. Yo no he de permitiros que las juzguéis
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO suficientes, no obstante su oscuridad. Yo no he de permitiros que las juzguéis temerariamente hasta que hayáis oído a Theofrasto. Pasadlo bien. Y considerad favorablemente este intento de restau ración d e la Medicina.»
Y en otra p arte : « Mientras tanto, ensalzo y adorno con los elogios que se les deben a los médicos esp agíricos. Estos no se entrega n al ocio, a la per eza ; no se conton ean, con aire altanero. vestidos de seda : no ostentan anillos en los dedos, ni fijan a sus costados puñales de plata, ni gastan guantes suaves en las manos. Se dedican diligentes a sus trabajos, sudando noches y días enteros junto a los hornos-encendidos. No matan el tiempo con vana palabrería, sino que su deleite es el laboratorio. Van vestidos con trajes de cuero y llevan u n cinto en qu e se enjugan las man os. Colocan los ded os entre los carbon es, el lodo y el estiér col, no en sortijas de oro. Como los herr eros y los caboneros, andan sucios y llenos de hollín y no miran orgullosamente con semblante rígido. En p resencia d el enfermo no charlan y alaban su s m edicamentos. Se dan cuenta de que el trabajo, glorifica al tr abajad or, no el trabajador a l trabajo y de que con bellas palabras no se adelanta gran cosa en la cur ación d e los enfermos. Pasand o, pues, por alto todas estas vanid ad es, se regocijan d e verse ocupad os ante el fuego y d e seguir las etapas de los conocimientos alquímicos. Entre ellas figuran la destilación! resolución, pu trefacción, extracción, calcinación, rev erbera ción, su blimación, fijación, sepa ración, redu cción, coagulación, tintura y otras por el estilo.»
Al parecer la idea fundamental de Paracelso fue la de que la vida es en esencia un proceso químico. Si, pu es, es el hom bre u n comp uesto químico (como parecían exigirlo las teorías presentes) de mercurio, azufre y sal, entonces la buena salud será señal de que estos elementos se hallan mezclados en prop orción correcta, mientras la enfermed ad d emostrará qu e uno o más de estos elementos son deficientes. Por consiguiente, el tratamiento lógico será dosificar al paciente con lo que le falta en forma conveniente para la asimilación. Tales consideraciones indujeron a Paracelso a aband onar las hierbas y extractos princip almente u sados p or los méd icos de su tiemp o y a p rescribir las sales inorgán icas. El mercurio y sus compuestos deben originalmente a él su presente importancia en la farmacopea. En las obras misteriosas de Paracelso, el corazón es la Luna, y el hígado Júp iter. Creía qu e origina la d igestión gástrica u n esp íritu llam ad o A rqueo; que las enfermedades son, en muchos casos, resultado de depósitos m orbosos en el cuerp o, que comp aró al dep ósito d e tártaro (tartrato ácido d e potasio imp u ro) d el vino al posarse. Sus elemen tos (mercurio, azu fre y sal) rep resen tan : 1, inflamación ; 2, fusión y volatilización, y 3, fijación e incom bu stibilid ad . En el cuerp o los comp aró con espíritu, alma y cuerp o. Parece que fue el primero en denominar al espíritu de vino alcohol y el pr imero qu e m encionó el cinc en Eur opa. 46
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Al leer sus teorías nos pregun tam os con cierta consternación cuál debió ser
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Al leer sus teorías nos pregun tam os con cierta consternación cuál debió ser el estado d e la ter ap éutica en el siglo xv si esto significaba un p rogreso. A d ecir verdad , la profesión méd ica estuvo largo tiem p o dividid a entre las viejas y las nu evas d octrinas ; los discípu los de Paracelso le id olatraban y referían con org ullo sus cu ras m aravillosas, mientras que sus enem igos le denunciaban como charlatán. Con estas controversias y las demás interesantes ideas fisiológicas de Paracelso no tenemos n ad a qu e ver. Sus servicios a la Qu ímica consistieron sobre tod o en esto : en q ue convenció a los alquim istas d e que d ebían ren u nciar a la bu sca del oro y ded icar sus habilid ad es químicas a la pr epar ación d e remed ios, en tanto qu e obligaba al propio tiempo a los médicos a aprender Química. Esto hizo bien en am bos sentidos. La ventaja para la Química fué que la profesión médica comprendía entonces, como siempre, hombres cultos cuya potencia mental sobrepasaba en m ucho a la d e los qu ímicos de la época. N o d ebemos d ejar a Paracelso sin record ar su m agnífica d ivisa : « Qu e no sea esclavo el que pu eda ser ind ependiente ». Agrícola. - Nadie puede ofrecer mayor contraste con Paracelso que su contemporáneo George Bauer (1404-1555), alemán que escribió con el seud ónimo latinizad o d e su nom bre : Agrícola. Vivió en Joachim sthal y Chemuitz y fué versado en Medicina, Química y Metalurgia. Poco interesad o por las controversias de la época, se ded icó a efectuar valiosas observaciones en el campo por él escogido y las anotó con claridad y acierto. Sus servicios reales son; pu es, mayores qu e los de Par acelso, si bien entonces era indispensable un dialéctico vehemente como aquél que hiciera pensar a los hom bres. Esp lénd ido tribu to rend ido a Agrícola será decir que su obra De Re M etallica ha venido sirviendo, hasta una época relativamente reciente, de manual imprescindible a la metalurgia. Sin embarg o, la actitud m ental del autor tu vo p ocos im itadores en sus d ías, y la controversia entablada entre las escuelas médicas paracelsistas y antipara celsistas siguió imp erand o. H ombres como Torquet d e Mayerne y Adrian de Mynsicht apoyaron las teorías de Paracelso, mientras que Andreas Libavius se contaba entre los hombres más eminentes que se oponían a la nueva doctrina. En esta polémica la argumentación y controversia excedieron tanto al experim ento, que la ciencia no ganó lo que debía. Los partidarios de Paracelso no se atrevieron a someter sus opiniones a la prueba de la experimentación, porque la doctrina fundamental de su maestro - de que el hombre es un ser compuesto de
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LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO m ercurio, azufre y sal - no p odía comp robarse descomp oniénd olo en estas
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO m ercurio, azufre y sal - no p odía comp robarse descomp oniénd olo en estas substancias. Valerius Cord us (1515-1544) escribió la p rim era far m acopea y describió la preparación del éter formado por el alcohol y el ácido sulfúrico. Sin em bar go, el nom bre éter no parece haber sido aplicado a este medicamento hasta 1730, en que Frobenius lo denominó spiritus aethereus o vini vi triolatus. El éter fué ya probablemen te conocido d u rante el siglo XIII. John Dee (1527-1608) fué un matem ático y astrólogo inglés. Tras la mu erte de la reina María, en 1558, se le acusó de servirse de hechizos y haber cau sado su mu erte, por lo qu e pasó algún tiemp o encarcelado. Más tard e fué puesto en libertad y gozó del favor de la reina Isabel, que le pidió señalase una fecha favorable para su coronación, y en 1578 le envió al extranjero p ara qu e tu viera consulta con los méd icos aleman es y astrólogos respecto a la cau sa de su enfermed ad . En 1581 colaboró con Ed w ard Kelley, qu e se jactaba de haber descubierto la piedra filosofal y de ser cap az d e levantar los espíritus d e los mu ertos. El speculum o espejo de Dee es un pedazo de cristal teñido de rosa, del tam año d e un a naranja, qu e se conserva en el Mu seo Británico. And reas Libavius (1540-1616) fué un alemán, maestro de escuela, que escribió una A lchym ia en 1597. Esta obra puede ser considerada quizá como el primer libro de Química. En ella se hace el examen de los verd ad eros conocim ientos d e Qu ímica d e la época. Libavius d escribe un laboratorio qu e tenía anexo un almacén p ara p rod uctos químicos, u na sala d e pr eparación, un a sala para los ayu dan tes del laboratorio, un a sala de cristalización y congelación y u na bod ega para el vino. Escribió otros libros y d escribió va rias p ru ebas d e an álisis, particularmen te resecciones secas. Al cloruro estánnico anhidro se le ha llamado, en recuerdo suyo, licor humeante d e Libavius. Uno de sus contemporáneos fué Raphael Eglin (1559-1622), el primero en emplear la palabra flogisto, que m ás adelante, bajo Stahl y sus ad eptos, tuvo imp ortante pap el en la teoría d e la oxid ación y reducción. Michael Maier (1568-1622) fue u n notable m édico alemán , lutera no, qu e tuvo fama de alquimista, filosofo, místico, humanista y músico. En Alquim ia fué escritor más bien que investigador d e laboratorio. Dícese que se graduó de doctor en Medicina en Rostock en el año 1597, y probablemente había adquirido ya considerable fama cuando dejó su 48
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO hogar d e Holstein en 1608 a la edad d e cuaren ta años. Poco desp ués fué
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO hogar d e Holstein en 1608 a la edad d e cuaren ta años. Poco desp ués fué nombrado en Praga médico del emperador Rodolfo II, que lo empleó además como secretario particular y le hizo conde. El emperador era protector entu siasta d el «d ivino arte» y p oseía u na biblioteca sin rival, de la que Maier disfrutó como omnívoro lector. Fallecido el emperador en 1621. Maier pasó algún tiem po en Inglaterra, acaso para ap rend er el inglés a fin de poder traducir el Ordinall de Norton al latín. Thomas Norton (1532-1584) fué un abogado inglés que escribió poesía y se ocupó en p olítica. De 1619 a 1622, Maier fué m édico d el land grav e Moritz d e Hesse, ejerciend o la Med icina en Mag d eburgo d esde el año 1619 hasta su m uerte, acaecida en 1622. Los voluminosos escritos de Maier comenz aron en 1614 y se continuaron por espacio d e seis o siete años. En aq uella época la gente d ebía d e interesarse mu cho por la Alqu imia, según r evela la pop u lar obra teatral de Ben Johnson, El A lquimista (1610). El texto de esta obra da muestras de un dominio sin par del vocabulario e imágenes de la Alqu imia. En u na p arte d e ella escribe Johnson : « I’ll show you a book where M oses and his sister A nd Solomon have written of the art A ye, and a treatise penned by A dam 0 ' he philosophers’ stone, and in high Du tch » (1).
Los escritos de Maier son d e estilo mu y oscur o y revelan u na p asión p or los títulos largos. No poseyó el sentido crítico y su credulidad era ilimitada. Su pr imera obra, A rcana arcanissima (El secreto mayor de todos los secretos), consta d e seis pa rtes ded icad as a la interp retación alqu imista de las mitologías griega y egipcia. En 1616 publicó De Circulo Physico (Cuadratura del circulo de los físicos), y en 1617 ap arecieron los textos latinos, (1) Un
libro os mostraré don de M oisés, s u herm ana y el pr opio Salomón escribieron d el Arte, así como un tratado escrito por Adán en alto holandés acerca de la piedra filosofal.
cuya traducción es como sigue: Contribuciones de las Doce N aciones a la Tabla de Oro; Una burla de buena fe; Un enjambre de zánganos seudoquímicos ; La paz tras el ruido; Themis áurea. En 1618, sus obr as p rincipales fueron El Trípode de Oro, A talanta veloz y El compañero del Viajero. Existen otros escritos d e índ ole semejante. La más interesante de estas obras es Atalanta Fugiens, que contiene cincuenta planchas al cobre, emblemáticas, destinadas a demostrar la 49
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO relación q ue existe entre la d octrina alqu imista y la m itología clásica. Cada
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO relación q ue existe entre la d octrina alqu imista y la m itología clásica. Cada uno de estos grabados ostenta un título críptico, una disertación y un epigrama latino ; además, va acompañado de música, probablemente comp u esta por el mismo Maier, d e conformidad con la creencia d e que la m úsica entrab a en los misterios del arte h ermético. Consta de unas cincuenta fugas para tres voces, y Maier atribuía sus d isonan cias a error es com etid os al copiar la mú sica. Las obras d e Maier están llenas de lo que hoy denominaríamos absurdos eruditos, pero ejercieron una influencia considerable en el pensamiento químico, y el eminente sabio Isaac New ton (1642-1727) las leyó con g ran atención. Maier tomó p arte activa en la pu blicación de algu nas obras d el afamad o Basil Valentine y se refiere a ellas repetidamente. Es muy general la creencia d e qu e Basil Valentine n o existió nu nca y qu e sus obr as famosas fueron escritas con toda p robabilid ad por el editor Thöld e en 1604, au nqu e se atribu yeron tam bién a u n m onje benedictino qu e vivió allá p or los años d e 1470. En ningu na d e las obras d e Maier se hace alusión a la verd ad era iden tidad d e Basil Valentine. Maier trata mu cho de los «Herm anos d e la Rosa Cruz», que combinaban el código alquimista con un sistema peculiar de filosofía mística, pero pr obablemen te no perteneció a esta herm and ad . Su Trípode d e Oro forma parte d el Musaeum Hermeticum , pu blicado por pr imera vez por Lucas Jennis en Alemania en 1625. Una versión inglesa, titulada The Hermetic M useum, Restored and Enlarged, fué p u blicad a en 1893, lo que d emu estra qu e todavía subsistía el interés d espertad o por las obras de Alquim ia. Existió toda una hueste de adeptos de la Alquimia que fueron contemporáneos de Maier, pero hicieron poco por acrecentar el conocimiento de la Química. El francés Denis Zachaire, o Dionysius Zacharias, fué uno de ellos. Dicen algunos que vivió entre 1510 y 1550 ; otros aseguran que entre 1519 y 1556. Pretendía haber descubierto la piedra filosofal, y se hallaba d e viaje con la inten ción d e mostrar la p iedra a otros adeptos, cuando fué asesinado por un compañero de viaje, que se fugó con su mujer. Cornelius Dreb bel (1572-1633) descubrió accidentalmente en 1630 un procedimiento para teñir la lana de escarlata brillante con cochinilla d espu és de p reparar la fibra con cloruro estánnico. Este descubrimiento tuvo considerable importan cia técnica. Van H elmont. - Considerable interés posee la obra del físico belga Jan Baptista Van Helmont (1577-1644). Debió de poseer una rara personalidad, pues su gusto innato por lo misterioso y oculto corría parejas con su correcta 50
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO facultad d e observación y clarid ad d e p ensamiento. En consecuen cia, sus
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO facultad d e observación y clarid ad d e p ensamiento. En consecuen cia, sus obras contienen extrañas contradicciones. No sólo creía en la transm uta ción d e los metales, sino qu e presu m ía de saber realizarla, y su actitud ante otras d iversas trad iciones d e la Alquimia es no menos crédu la. En contraste con ello, ofrece interés seguir uno de los experimentos que llevó a rechazar los elementos de Paracelso y adoptar el agua como sustancia primordial. Encontró un pequeño sauce que pesaba sólo 2 kilogram os, lo plantó en un tiesto con 80 kilogramos d e tierra y lo regó regularmente por espacio de cinco años. Al cabo de este tiempo quitó la tierra de las raíces del árbol y vio que su peso no h abía variado, mientras que el sauce pesaba entonces 67 kilogramos. De ello dedujo que por lo m enos 65 kilogram os debían d e representar agu a, pu esto que la tierra no había variado d e peso y el sauce no habla recibid o otro alim ento. Debemos considerar este experimento científico excepcionalmen te acertado para la época en que se llevó a cabo. La conclusión de Van Helmont nos hace sonreír, pero la verdad es que no poseía medios para observar la asimilación del anh ídrido carbónico por la p lanta. En la atm ósfera hay casi veinte veces más argo que anh ídrid o carbónico y d ad o que el pr imero de estos gases no se descubrió hasta fines del siglo XIX, d ebem os p erd onar a Van H elmon t que le pasara inadvertida la imp ortancia del segund o. Es interesante, sin embargo, qu e p asase esto por alto el mismo h ombre que d escubr ió el anhídrid o carbónico, pu es verdad eramen te fué el primero en reconocer qu e cuan d o se quem a leña se form a un gas que no interviene en la combu stión y qu e el m ism o gas se prod u ce también p or la acción de los ácid os sobre la piedr a caliza y d u rante el p roceso d e ferm entación. Fu é el primer autor que emp leó la palabra gas, distinguiend o estas substancias d e los vapores p or ser menos fácilmente convertidas en líqu idos. Es de interés comprobar que, lo mismo que Sir Isaac Newton (1642-1727), negó Van Helmont la existencia material del fuego, considerándolo simplemente como signo exterior de u n gas calentad o con intensidad . En Medicina, Van Helmont consideraba como fermentaciones la mayoría de los procesos fisiológicos y se detuvo menos que sus predecesores en considerar los hipotéticos elemen tos, sino que más bien consideró las substan cias qu e se encu entran en el cu erp o. Esto le llevó a clasificar las enfermed ad es en ácid as y alcalinas y a tratarlas p or la n eutra lización. Como sucesores de Van H elmont, mencionarem os a Fran ciscus d e le Boë Sylvius (1614-1672) y Otto Tacchenius, que m urió en 1675. Sus contribuciones a la Química y a la Medicina corrieron parejas.
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LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Glauber. - El estud io d e este período no qu edaría completo sin mencionar
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Glauber. - El estud io d e este período no qu edaría completo sin mencionar a Johan n Rud olph Glauber (1) (1604-1670), qu e qu izá estu vo más cerca qu e ningu no d e sus p redecesores de ser u n ingeniero qu ímico. Glaub er se ganó el sustento sobre todo con la venta de preparados médicos secretos, y sus obras, deliciosamen te atractivas, abun d an en su p ersticiones alquim istas. Fué, no obstante, perspicaz observador y muy original en su manera de p ensa r. Escribió va rios libros, de los cuales uno, sobre todo, es notable por ser esencialmen te un tr atad o d e Econom ía política. Se titula Deutschlands Wohlfahrt y en él man ifiesta cómo Aleman ia pu ede desarrollar sus p rop ios recursos, en especial en p rod uctos químicos, y hacerse así ind epen d iente de otras naciones. El nom bre del autor se ha perp etuad o entre nosotros en la sal d e Glau ber, d esignación con que tod avía se conoce el su lfato d e sosa cristalizad o. Esta sal aparece descrita en su Miraculum M undi, donde la denomina sal mirabile, no sólo a cau sa de su valor com o remedio, sino, entre otras cosas, por su pr opiedad d e disolver el carbono. Ahora sabemos, desde luego, qu e cuando el carbono se fusiona con el sulfato de sosa no se verifica una verdadera solución. El sulfato se reduce a sulfuro y se desprende anhídrido carbónico. Para Glauber, sin embargo, la desaparición del carbono era pr u eba d e qu e se había disuelto. Demostró que el «espíritu de sal», puede prepararse calentando la sal común con vitriolo verde y alumbre o arcilla (1646-1649), y en 1658 describió la acción del aceite de vitriolo sobre la sal comú n. Reconoció que las sales constan d e ácid o y base y m enciona el « jard ín químico» formad o al agregar sales de m etales a un a solución de silicato sódico. Se dió cuenta de que en los compuestos, formados existía la sílice. Interpretó correctamente muchos casos de m etátesis, una clase d e reacción qu e no h abía sid o bien comp rend ida. Así explicó la formación de tricloruro de antimonio (manteca de antim onio) a par tir d el sulfu ro d e antimonio y bicloru ro de m ercur io. El efecto producido al calentar la sal amoníaco con óxido de cinc fué explicad o por él diciend o qu e el óxid o d e cinc se combina con el ácido d el cloru ro am ónico a causa d e ala ma yor afinid ad * d el óxido d e cinc ; no se reconoció generalmente hasta fines del siglo XIX que la volatilidad del ácid o clorhíd rico era la cau sa m ás imp ortante d e la reacción operad a. -----(1)
Glauber nació en Baviera y mu rió en Amsterdam . Kopp y la mayoría de autores d an el año 1668 como fecha d e la mu erte d e Glau ber; per o Jorissen (Chem. W eekbl., t. X I pág. 1076, 1914; t. XV, pág. 268, 1918, y Chcm. Ztg.. tomo LI, pág. 17, 1927) ha indagado la fecha d e su entierro y d eclara p ositivam ente que Glauber fue enterr ad o el 10 de mar zo de 1670.
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LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Glauber describió también la preparación del ácido acético por la
LA QUIMICA EN EL REN ACIMIENTO Glauber describió también la preparación del ácido acético por la destilación de la madera y otros procesos que desde entonces han progresado en gran escala. En tiempos de Glauber se realizaban ya gran d es avances en m u chas d e las indu strias relacionad as con la Qu ímica. Palissy había llevad o a cabo nu m erosos progresos, no sólo en la cerámica sino tam bién en la agricultura racional ; los cristaleros ven ecianos llevaban a cabo algun as de su s obras más h ábiles. Agrícola echaba los cimientos de la m etalur gia y realizaba v aliosos intentos d e ensayos químicos. El arte de los colorantes mejoraba también y era más metódico ; el primer manual d ed icad o a esta m ateria ap areció allá por el año 1540. Sylvius. - Franciscus de le Boë Sylvius (1614-1672) fue profesor de Med icina en Leiden y, según p arece, fué también el primero en p oseer u n laboratorium en la Universidad. No obstante, fué en esencia un teórico y representa el fin d el períod o yatroqu ímico, aunqu e algunos le consideran su fun dad or. Creyó que la actividad d el organismo vivo es determinad a por p rocesos químicos y pen só que los ácid os y álcalis que se encuentran en los líquidos d el cuerp o son d e sum a imp ortancia. Partington le llama u n «superviviente de la antigua patología humoral y el precursor del culto mod erno del PH». BIBLIOGRAFÍA Hay una vida de Paracelso escrita en inglés por Hartman (Londres, 1887). Véase también Waite : Hermetic and A lchemical W ritings of Paracelsus (2 vols., Londres, 1894). Aunque ya son raras, todavía quedan ediciones originales de las obras de Glauber en alemán y en latín. Herbert Hoover ha publicado una admirable traducción inglesa de De Re M etallica, de Agrícola. En esta obra aparecen fielmente reproducidas las curiosas e interesantes ilustraciones del original, que son en gran nú mero.
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CAPITULO IV BOYLE Y SUS CO NTEMPO RAN EOS. LA TEORIA DEL FLOGISTO La Qu ímica n o efectuó sino p rogresos m uy lentos h asta el siglo XVII, pero a p artir de esta época encontraremos no p ocos hom bres que se mostraron inclinados a seguir su estudio, animados por el mismo espíritu con que Galileo, Hu ygens y Kepler se d edicaron a la Física y la Astronom ía. Boyle. - El primero de todos ellos es Robert Boyle (años 1627-1691), el hom bre m ás culto, tolerante y d e ideas más v astas que se ha interesado p or la Qu ímica. Boyle era el séptimo varón y el decim ocuarto h ijo d el cond e de Cork, -qu e a la ed ad d e ocho an os le man d ó a estud iar a Eton. Tres años después pasó al Continente para completar en él sus estudios, y allí perm aneció hasta el 1644, en q ue regresó a Inglaterra y fijó su residencia en Stalbrid ge Man or (Dorset). Allí Boyle se hizo socio de u n club comp uesto d e p ersonas aman tes d el pr ogreso que se interesaban p or la Ciencia y que, por no tener pu nto fijo d e reun ión, se d enominaban a si m ismas el colegio Invisible. En 1644 Boyle se traslad ó a Oxford , y en 1680 pasó a Londres. La m encionad a org anización gozó al p rincipio d e poca pop ularidad , como les sucede a todas las asociaciones cuyo objeto es buscar acosas nu evas , pero inesperadamente le vino la buena fortuna al querer Carlos II aprender Ciencias. La experim entación se pu so de mod a en la Corte, y bajo el favor real, el «Colegio Invisible» se convirtió en « Royal Society » en 1662, institución d estinad a a rep resentar d esde entonces un p apel imp ortante en el progreso d e la Ciencia. Boyle tuvo u na actu ación d estacad a en las reun iones de la Sociedad hasta su fallecimiento. Boyle no se casó ; dedicó su vida al estudio de la religión y de la Ciencia. Sobre todo a causa de su labor sobre los gases, se le ha d enom inad o el pad re de la Química mod erna. También contribuyó a echar los cimientos de la Química analítica. Hasta su época se había prestado demasiada atención a las obras de la antigüedad, pero Boyle enseñó el valor d e la experimen tación y mostró u n espíritu escéptico y un a actitud realmente científica ante los mitos que se habían transmitido como fenóm enos qu ímicos.
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO Su obra sobre neumática - Se le recuerda preferentemente por su obra sobre la neu mática. Para comp rend er esto bastará record ar qu e antes d e su tiempo se había realizado escaso progreso por lo que respecta al esclarecimiento d e la acción d e un m ecanism o tan sencillo como la bomba aspirante. Decíase por lo comú n q ue la Natu raleza detesta el vacío, y, por consiguiente, cuando el aire es expulsado por el pistón el agua debe ocup ar su lugar. Aquellos que p or este proced imiento intentaban elevar el agu a a m ás d e 10 metros ad vertían p ronto qu e en tales circun stancias el horror al vacío no era su ficiente p ara p rod ucir resu ltados p rácticos. Por fin se le ocurrió a Torricelli que la presión ejercida por el aire sobre la sup erficie d el agua era la qu e obligaba a ésta a entr ar en el tubo. Si ello era así, había de su ponerse que la atmósfera debía equilibrar una columna m ás corta d e mer curio qu e d e agu a. Torricelli lo probó en el año 1643, y así inventó el barómetro. Poco después Pascal observó que cuando un baróm etro era llevad o a u na altura, el mercurio bajaba ; otra confirmación d e las teorías d e Torricelli. Boyle planteó el problema desde un punto de vista algo distinto. Otto von Guericke, el inventor de la bomba de aire, había publicado el relato de su descubrimiento en el año 1654. Al leerlo, Boyle decidió constru ir un a bom ba nu eva y su perior, que term inó en 1659. Con ella hizo muchos experimentos. Entre otros, colocó el baróm etro bajo el recipiente o camp ana, y cuand o el aire fu e expu lsad o por la bomba tu vo el p lacer d e observar que el mercurio bajaba poco a poco, entrando de manera conclu yente qu e la presión d el aire en lo que ap oyaba a la colum na. En 1660 se publicó u n r elato d e estos experimentos en u na obra titulada On the Spring of the Air . El libro fu e atacad o p or Fran ciscu s Linu s, explicó el barómetro a su manera, afirmando que la columna mercurial estaba sosten ida p or u na cuer d a interior in visible. Tal explicación, comentó Boyle, era más difícil de comprender que los mismos hechos, lo cual en sí no es forja p ru eba p ara u na h ipótesis. En su resp uesta a Linu s, Boyrle estableció su famosa ley d e que el volum en d e un gas a temp eratura constante varía en razón inver sa d e la presión, y describió el experimento p or el cual sentó esto, a saber, qu e el volum en d e aire confinad o en la ram a cerrad a d e U, va riab a al someterlo a d iversas pr esiones, vertiend o mercurio en el otro brazo. Ad emás d e este imp ortante d escu brimiento, Boyle llevó a cabo trabajos muy valiosos en el terreno estrictamente químico. Fue el primero en emplear el término «análisis químico» en su significado moderno. En verd ad hizo más p ara sistematizar las d iversas pru ebas cua litativas en u so 55
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO entonces que ninguno de sus predecesores. Sus obras completas
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO entonces que ninguno de sus predecesores. Sus obras completas constituyen una formidable producción, pues fue copioso y fecundo escritor, que se d eleitaba en los d iálogos de Platón. Una de sus obras, que prestó gran servicio, fue The Scptical Chemist, publicada en 1661. En ella atacaba los «elementos», de los alquimistas y d efinía como elemento algo que no ha sido descompu esto. Esta definición perduró hasta hace poco. Ahora creemos que los átomos de todos los elementos están compuestos de partículas cargadas eléctricamente, y que las p ropieda d es del elem ento d epend en d el nú mero y d istribución de tales partículas ; u n elemento se define ahora u na su stancia en la cual todos los átomos tienen el mism o nú m ero atómico. Robert Hooke (1635-1703) trabajó con Boyle como ayudante en sus experimentos con la bomb a d e aire. H ooke fue qu izá el pr imero en su gerir u na teoría racional d e la combu stión. Reconoció que en el aire existe algo que produce la combustión, y que el calor y lo que llamamos fuego, resultan d e la com bustión. Describió cóm o ard e un a bu jía, y d emostró qu e la combustión se prod uce cuand o el vap or d e la bu jía entra en contacto con el aire. Hooke fue un hombre de ciencia brillante, pero se interesó por tantas cosas, que creó mucho y p erfeccionó m uy p oco. En 1660 d escub rió su ley sobre la elasticid ad d e los cu erp os sólid os, y en 1676 la pu blicó en forma de anagrama latino. Hooke fue tacaño cínico, irritable y huraño. Empleó mucho tiempo en criticar a sus contemporáneos, como por ejemp lo a Isaac New ton, cuyas ideas, de t od os ellos, pretend ía qu e habían nacido an tes en su p rop ia mente. Sin embargo, sus concepciones acerca de la naturaleza ond u latoria de la luz y sobre la gravedad eran acertadas y sólo necesitaban perfeccionar se. Descubrió, con ayu d a d el microscopio, la estructur a celular d e los organismos vivos. Mayow y Hales. - Entre los escritos de Boyle figura u n trabajo qu e trata d e la función del aire en la combustión ; pero sus conclusiones sobre esta materia no fueron tan afortunadas como las de su joven contemporáneo John Mayow (años 1645-1679), licenciado en Oxford y médico, quien reconoció que el aire contiene una sustancia que se une a los metales calcinad os, qu e transforma la sangr e venosa en arterial y que se p resenta en el salitre. Por este motivo la denominó spiritus nitro-aerius. Es posible qu e si Mayow hu biese vivid o más h u biera d escu bierto el oxígeno, dand o así al mun d o un a idea más real de la natu raleza de la combu stión qu e la qu e estaba d estinad a a p revalecer d ur ante los años futu ros. Poco despu és que Boyle y May ow vivió Steph en H ales (1677-1761), un clérigo que se 56
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO interesó p or el estud io de los gases e id eó mu chos m edios ingeniosos para
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO interesó p or el estud io de los gases e id eó mu chos m edios ingeniosos para su manipulación. Mayow y H ales p ued en consid erarse los antecesores directos d e Priestley. La labor d e H ales es cua ntiosa ; su s mezqu inos resu ltados se deben a la falta de materiales puros de partida. Su obra fue indudablemente la inspiradora de las de Black y Cavendish. Midió el «aire» obtenido calentand o varias substan cias en u n tubo metálico y r ecogiénd olo sobre agua. Entre los materiales ensayados había carbón, minio, salitre y limaduras de hierro con ácidos diluidos. Para él todos los gases eran «aire». En sus experimentos sobre la respiración descubrió que podía respirar más tiemp o u na cantidad d eterm inada d e aire si se le hacía pasar, entre exhalación e inhalación, por un trapo mojado ligeramente en una solución d e potasa cáustica. Man ifestó que las plantas extraen p arte d e su alimento del aire por medio de las hojas. Consideró el aire como un elemento. Ku n k el, Becher y Lémery . - El criterio sustentad o p or Boyle y sus colegas en Inglaterra repr esentaba, p or lo qu e respecta a la Qu ímica, un a p osición m ás avanza d a qu e la alcanzad a hasta enton ces en el Continente. En éste, los contemp oráneos más em inentes de Boyle fueron Johan n Kunkel (años 1630-1703) y Johann Joachim Becher (1639-1682). El primero fue químico de varias cortes y ducho en la fabricación el vidrio. Su A rs vitraria es un extenso trata d o sobre la m ateria. Tras m u chas v icisitud es, Kunkel ha lló finalm ente p rotección y u n título en la corte d e Carlos XI de Suecia. Kunkel introdujo el arte del análisis por el soplete, demostró la similitud de la putrefacción y la ferm entación y descubrió el fósforo, ind epen dientemen te por completo de Boyle y de Brand, que también lo descubrieron casi al mismo tiemp o. Becher fue u n espíritu inqu ieto qu e d ividió su tiemp o entre la enseñanza, la teoría química y el desenvolvimiento de varios planes sociales y financieros que frecuentemente suponían aplicaciones industriales de la Química; fue el primero en sacar una patente para d estilar Carbón d e piedra, m anifestand o qu e el alquitrán d e hu lla podría servir p ara la conservación d e cabos y jarcias, en tan to qu e los gases serían ú tiles para fun d ir, ya qu e prod u cían un a llam a d e 3 m etros de altura ,. Sin embargo, el mu nd o no estaba preparad o aún p ara crear la ind ustria del alquitrán d e hu lla, y así este proyecto se redu jo a la nad a, 10 m ismo qu e tantos otros. Becher perd ió la am istad d e aqu ellos que le habían facilitad o dinero para sus inventos, y más de una vez tuvo que huir al campo, aun qu e nad ie pu d o hacer cargos a su honorabilidad . Las obras de Química d e Becher estuv ieron bastan te en boga. Eran visionarias en su ma yor p arte 57
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO y se hallaban inspiradas por el espíritu alquimista, pero en un punto
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO y se hallaban inspiradas por el espíritu alquimista, pero en un punto estaban d estinad as a ejercer gran influencia sobre el pensam iento d el siglo XVIII. Becher adoptó como elementos tres tierras : la mercurial, la vitrificable y la combustible. Esta última, la terra pinguis, fue la que, en man os d e Stahl, estaba d estina d a a ser fun d amento d e la gran teoría del flogisto. En 1673 Becher trató d e p ersuad ir al p ríncipe H erm an d e Bad en de que le proporcionase plata en abundancia para emplearla, junto con buena arena holandesa, con la finalidad de producir oro como experimen to científico. N icolás Lémery (1645-1715) fue su contem porán eo francés mejor conocido. Su Cours de Chynz ie, trad ucido al latín, inglés, holand és, alemán y españ ol, influyó considerablemente sobre el pensamiento químico de la época. Lémery fue el primero que distinguió entre la Química vegetal y la m ineral, o Qu ímica orgán ica e inorgán ica. Stahl. -- G eorg Ernst Stah l (1660-1734) estud ió Med icina en Jena, d ond e también estuvo de lector de Química. Se licenció en 1683, y en 1687 le nom braron m édico del d u qu e d e Sajonia-Weimar. En 1694 fue nom brad o p rofesor d e Med icina d e la u niversidad d e H alle, y en 1716 médico del rey de Prusia. En Halle enseñó Medicina, Fisiología, Patología, Dietética, Farmacología y Botánica. Se volvió de carácter pendenciero, áspero y melancólico. Sus escritos ap arecen d eliberad am ente obscur os y d ifíciles d e comp rend er en m uchos casos. Algun os están imp resos en u na m ezcla de latín y alemán , salpicad os de símbolos alqu imistas con d esinencias latinas. En su ju ventu d , Stahl creyó en la Alqu imia, p ero m ás ad elante ad vertía a las gentes que no se fiaran de sus engaños. Como prueba de que los metales no se tran sform an en oro, alegaba qu e el estaño inglés era entonces el mismo qu e cu and o lo explotaban los fenicios en la antigü edad . Sin el conocimiento d e Stahl y sus id eas sería difícil comp rend er el siglo XVIII en materia de Química. Fue hombre de gran habilidad y estuvo d otado d e un a p ercepción m ás agud a p ara la Química qu e la d e Paracelso. Sus estudios sobre la oxid ación y la red ucción son d e especial importancia, y aunque su idea básica fuera fundamentalmente errónea, poseyó un conocimiento positivo nada despreciable y sus ideas fueron verdadero incentivo para otros trabajos. Reconoció la unidad de los procesos de oxid ación y reducción, ya estu vieran relacionad os con la pu trefacción, la fermentación, la respiración o la producción de metales a partir de los óxid os. Vio que el pod er red uctor era transferible. Esclareció el concepto d e ácid o, base y sal. 58
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BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO La teoría del flogisto . - Stahl es más conocido como fundador de un sistema d e filosofía quím ica : la p rimera d e esas vastas teorías que d esde su época dom inaron su cesivam ente el pensamiento qu ímico. El tema es, pues, interesante, no sólo en sí mismo, sino p orqu e nos habla d e las teorías d ominantes en general. La idea fundamental de la teoría del flogisto es la de que todas las substancias combustibles poseen un componente común que escapa en el acto de la combu stión. En esto, Stahl creía estar en d eud a con Becher, pero tal idea es en realidad mucho más antigua, ya que los alquimistas empleaban el vocablo «azufre» en sentido similar. Los alquimistas, emp ero, se limitaban a reconocer la idea como dogm a y prescind ían de ella a su talante, mientras que Stahl consideraba su flogisto como un comp onente químico pr eciso y lo em pleó como gu ía en el trabajo d iario de laboratorio. Reaccion es exp licad as por el flogisto . - La teoría se basaba claram ente en la observación, llena d e sentido comú n, d e u na clase d e com bustión con la que todos estamos familiarizados. Cuando arde un trozo de leña nos p arece ver salir las llam as d e él p or tod os los poros y elevarse en el aire. La leña se enn egrece, estalla, y cuan d o las llam as se ap agan, los fragm entos brillan por espacio de un momento y luego se deshacen convertidos en cenizas. ¿Qué conclu sión más natu ral cabe inferir sino qu e se ha escapad o una sustancia del fuego, el flogisto, en tanto que qued an las cenizas ? De esto podr ía ded ucirse que la mad era es un comp u esto de flogisto y ceniza. Esta idea es susceptible de amplio desarrollo. Si en lugar de leña se qu emase fósforo, la cenizas sería blanca y gru esa, atraería el agua y luego prod uciría una reacción ácida ; de aquí qu e el fósforo sea un compuesto de flogisto y ácido fosfórico. El azufre arde completamente, y podría d educirse qu e el azu fre es pu ro flogisto d e no ser por los hum os asfixiantes que d e él se desprend en. Cuand o estos hum os son absorbidos se forman sulfácidos, los cuales, con el flogisto, d ebieron comp oner el pr imitivo azu fre. Cuand o el plomo y el estaño se calcinan en el aire, se form a u na ceniza volum inosa. Los metales, por tan to, se componen d e esos residu os y d el flogisto. Al enmohecerse, el hierro pasa por una combustión lenta ; el metal es un compuesto de herrumbre y flogisto. Si los residuos de los metales se calientan con carbono (que es rico en flogisto), el carbon o cederá su flogisto al residu o y se obtendrá el metal, lo que es una explicación sencilla del proceso de fun d ición. Pero no hem os de d etenernos aqu í. 59
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO La teoría puede ser aplicada asimismo a las reacciones líquidas. Si se
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO La teoría puede ser aplicada asimismo a las reacciones líquidas. Si se introd uce hierro en u na solución d e sulfato d e cobre, el hierro se convertirá en solución, mientras que el cobre será precipitado. Evidentemente el hierro cede su flogisto para p rod ucir cobre, e incluso pod emos sacar varias conclusiones referentes a las relaciones cuantitativas que ello implica, puesto que el hierro, que desaparece, y el cobre que se precipita, deben representar aquellas cantidades que contienen la misma cantidad de flogisto. Dieron este paso los postreros partidarios de la teoría. También reconocieron el parecido de los procesos vitales de combustión y d eclararon qu e, m ientras n uestros cuerp os son consum idos, los pu lmones exhalan constantemen te flogisto. D efectos d e la teoría. - Estos ejemp los servirán a lo m enos p ara d emostrar qu e una teoría no es necesariamen te verdad era por el hecho de que pu eda exp licar gr an nú m ero d e hechos. En este caso se trataba d e u na teoría falsa rayan a en lo risible, la cu al, no obstan te, coord inó la generalidad d e los hechos conocidos d e los qu ímicos de la época y perm itió a éstos emp lear sus conocimientos eficazmente en la solución de nuevos problemas. La teoría d el flogisto estaba, p or consigu iente, bien encajad a para su posición d e vasta h ipótesis p ráctica, y esto la hizo gozar d e un créd ito universal a pesar de sus defectos, tan claros, qu e hoy cuesta trabajo comprend er cómo pu d ieron p asar inadvertidos a ningú n observador reflexivo. Su s mismos defectos instru yen. En p rimer lugar , nad ie había visto flogisto ni p odía m encionar u na sola de sus prop ied ad es, si se exceptú a la de que se desprend ía con la com bustión. Era, por tanto, una sustancia hipotética ideada para un solo objeto. Sin embargo, esto no p reocu paba a nad ie. Tanto se le ocu rría al químico d e enton ces salir en bu sca d e u n flogisto como hoy a cualquiera de nosotros aislar el «éter luminífero». Otro inconveniente era el de que se requiere aire para la combustión. Geber lo comprendió así, y así consta ya en el libro atribuido a Basilius Valentinu s; y en general debió d e ser comprend id o del mismo mod o por todas aq uellas personas capaces de encend er fuego. -------Se habla en ocasiones de Rey como si hubiera estado a punto de descubrir los fenómenos de la combustión. Su obra The increase in W eight of Tin and Lead Cacination (1630), divertida y escrita d e mod o encantad or, ha sido reimp resa por el A lembic Club, y recomendam os su lectura a todo aquel que d esee pasar u na agrad able media hora. Sin embargo, nadie que tal haga creerá capaz al autor de llevar a cabo ningún d escubrimiento serio. (1)
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BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO Se salía al p aso d e este inconveniente con la explicación d e qu e el flogisto no desaparecía sencillamente durante la combustión, sino que se combinaba con el aire o con una parte de él. Si no había aire, el fuego se ap agaba p orqu e el flogisto no tenía nad a con qu e combinarse. Un inconv eniente m ás serio era el hecho, observad o a lo menos p or Boyle, Mayow y Rey (1), de qu e al qu emar los metales, sus residu os pesan m ás que el metal, siendo así que si el arder supone una pérdida de flogisto, d eberían p esar men os. A nosotros nos p arece insup erable esta dificu ltad, pero en aqu ella época mereció poca atención. Poquísimas p ersonas hacían análisis cuantitativos y las que los hacían parece confundieron lamentablemente el peso absoluto con el peso específico, suponiendo tácitamente que una libra de plomo debía pesar más que una libra de plumas. Otros, más lógicos, para quienes los hechos fundamentales posee m ayor afinid ad por la base. Geoffroy trató de contestar a esta pregu nta con la plausible sup osición de qu e cuan d o un ácido se ha combinad o con u na base y su producto entra en contacto con un segundo ácido, si éste posee mayor afinid ad por la base que el prim ero, lo expulsará. Para cad a base, p or tanto, sería posible trazar una lista de ácidos en tal ord en que cad a uno de ellos expulsara de la combinación a todos los que lo siguen. Esto constituiría una tabla de afinidad para la base dada. Una tabla similar podría, naturalmente, establecerse para un ácido o ciertamente para cualquiera otra sustan cia, y tomar ía una form a como la qu e sigue : A lca li fi jo
A cid o su lf úri co
Acido sulfúrico. Acido n ítrico. Acido marino (clorhídrico) Acido d e vinagre. Azufre.
Alcali fijo. Alcali volátil. Tierra absorbente. Cobre. Hierro. Plata.
La presu nción de Geoffroy era m uy atractiva, por qu e parece fácil creer qu e si en el caso de un compuesto dado conocemos todas las substancias que tienen afinid ad con él y el grad o relativo d e esa afinidad , se determ inaría con ello totalm ente la quím ica de la sustancia. Sin embargo, hoy sabem os qu e la temp eratura, la presión, la solubilidad y la natu raleza d el medio tienen tanta influencia en el curso de las reacciones químicas, que tales tablas jamás contendrían sino una parte de la verdad. No obstante, 61
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO sirvieron en su tiemp o como forma ad ecu ad a y exped ita para cotejar los
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO sirvieron en su tiemp o como forma ad ecu ad a y exped ita para cotejar los fenóm enos qu ímicos. Rouelle . - Otro em inente p rofesor francés de Química, Guillau me Francois Rouelle (1703-1770), debe ser m encionad o aqu í, siqu iera sea tan sólo por el hecho de haber contado a Lavoisier en el número de sus alumnos. Fue científico de no escaso talento y fijó más claramente de lo que se había fijad o antes la id ea de u na sal como p rod ucto de la sum a d e ácid o y base no d e ácid o y m etal -, y d istinguió entre las sales ácid as, neutra s y básicas, conceptos qu e con frecuen cia confun den tod avía los principiantes aun en nuestros tiempos. Mikhail Vasilevic Lomonosov (1711-1765). - Uno de los químicos más notables de este período fue Lomon osov. Nació en u n p ueblecito de Rusia, y su padre era un pobre pescador. Como no le permitían ir a la escuela, ap rend ió a leer estu d iand o en los libros de oraciones, que eran los ún icos de que podía disponer. Después del fallecimiento de su madre, su madrastra sintió violenta antipatía por el muchacho, pues decía que m algastaba el tiemp o en leer libros, y en d iciembre d e 1730 consiguió un pa saporte qu e le perm itió aband onar su casa por espacio de u n año. Tras varias semanas de marcha pesada llegó a Moscú, y en enero consiguió ingresar en la Academ ia de la Divinida d fingiénd ose hijo d e un noble, en la qu e, con su s veinte años, su voz son ora y su vigorosa constitución física hubo de compartir las tareas escolares con otros muchachos ocho o diez años m ás jóvenes que él. Obtuv o un a pen sión d e 3 kopeks diarios (un os d ieciocho centavos) para alimentos y otros gastos ; pasó ráp idam ente d e clase a clase, sobresaliend o en latín, pero sufrió un a d esilu sión al no pod er estud iar Ciencias N atu rales, p or n o enseñ arse allí. En 1734 se vio obligado a confesar qu e era ald eano, pero a p esar de ello se le p ermitió pr oseguir sus estudios, ya que era el mejor alumno del colegio. No pudo, sin embar go, hacerse sacerd ote a cau sa de su hu milde origen. Pedro el Grande había fundado la Academia rusa de ciencias de San Petersbu rgo en 1720, y de ella formaba p arte: Un Colegio u niversitario. En 1735 había allí tan pocos estud iantes, qu e el Senad o ord enó qu e la Escuela d e la Divinidad , de Moscú , enviase a la Universid ad veinte de su s mejores alum nos. Sin embar go, sólo había doce mu chachos aptos p ara ello en las dos clases superiores, y Lomonosov fue uno de ellos. En 1736, una expedición exploraba la Siberia y necesitaba un entendido en química, minas y metalurgia. No había la ninguno, y por esta razón se envió a Lomonosov y a otros dos condiscípulos suyos a estudiar en Alemania. 62
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO Trabajaron en Marbu rgo, bajo la d irección d el filósofo Cristian von Wolff,
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO Trabajaron en Marbu rgo, bajo la d irección d el filósofo Cristian von Wolff, qu e también era m iembro d e la Acad emia ru sa. Se habían asignado a los estudiantes 300 rublos anuales (unos 1.250 dólares), pero la súbita transición de la pobreza y restricción a la abundancia y libertad fue perjudicial para ellos, pues al cabo de tres años sus deudas ascendían a u nos 50.000 dólares de m oned a m odern a, que el profesor von Wolff tuvo qu e ayud arles a p agar. De Marburgo, los tres rusos pasaron a Fribur go p ara tra bajar a las órd enes d e J. F. H enckel, que asimismo ad m inistraba el dinero que se les enviaba de Rusia, a causa de lo cual Henckel y Lomop osov tuvieron m ás de u n violento alter cado. En may o d e 1740, Lom onosov p asó a Leipzig p ara ver al em bajad or ru so, p ero no consigu ió hallarle. Volvió a Marbu rgo y allí casó con la hija d e un curial eclesiástico. Disponíase a volver a la patria, cuando se le dijo que d ebía agu ard ar órd enes d e Rusia. En su viaje de regreso a Marburgo fue detenido por un oficial de recluta prusiano y enviado a la fortaleza de Wesel. Se fugó, y no fue ésta la única vez qu e hu bo d e hacerlo, hasta q ue en mayo de 1741 fue llamado a Rusia y se le nombró miembro de la Acad em ia con u n su eld o d e 360 rublos. Lomonosov comen zó entonces a comp oner odas p ara d iversos festivales, y resultaron m ás brillantes y sonoras qu e todas las hasta enton ces escritas en idioma ruso ; su obra filológica sobre gramática rusa se tiene por muy valiosa. Tras de la muerte de Pedro el Grande, la Academia fue regentada por alem anes, y Lomon osov se tornó levantisco y p end enciero, de tal man era qu e hu bo d e ser encarcelado; en, la cárcel estud ió mu cho y escribió varios trab ajos. En 1745 fue nom brad o profesor d e Quím ica d e la Academ ia, y allí poseyó su p rimer laboratorio qu ímico, d ond e enseñaba a los estud iantes a hacer experimentos científicos. Aprendió a hacer mosaicos de vidrios de colores y como recompensa d e semejante labor se le asignó un p atrim onio d e 40.000 acres con tres p ueblos y 211 siervos v aron es bajo su d irección. Durante su vida, Lomonosov trató de mejorar la condición de los camp esinos. Fue el verd ad ero cread or d el lengu aje científico ru so, y a sus esfu erzos se debe la fu nd ación d e la un iversid ad d e Moscú . Desde 1755 hasta su m u erte fue d irector de esta Universid ad y d el Gimnasio. Puede llamarse a Lomouosov el primer químico físico verdadero, porque consideró la Química desde el punto de vista de la Física y las Matem áticas ; sus ideas llevaban con respecto a su época un ad elanto d e a lo menos cien añ os. Esto reza d e man era p articu lar por lo que ha ce a su teoría de los átomos y las moléculas. Creía que la materia está com puesta de partículas extremadamente pequeñas, de dimensiones limitadas, que 63
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO son imp erceptibles, pero son la cau sa de tod as las prop ied ad es. Cuan d o la
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO son imp erceptibles, pero son la cau sa de tod as las prop ied ad es. Cuan d o la m ateria se calienta, se acelera el m ovim iento giratorio y oscilatorio d e esas partículas. Cuando el movimiento rotatorio es suficientemente grande, la sustancia se funde o volatiliza. Estas opiniones son notables, porque entonces se creía generalmente que el calor (calórico) tenía sustancia, y hasta la segunda mitad del siglo XIX no se demostró la naturaleza m ecánica del mismo, gracias a los exp erimentos d e Mayer y otros. La teoría d el estad o gaseoso de Lomonosov reconocía la existencia d e diminutos átomos que se mueven con gran rapidez y chocan constantemente unos con otros. Sus ideas fueron casi idénticas a las de Waterstone (1845), Clausius J Kronig (1856-1857), y sus ideas sobre la comp resibilid ad d e los gases se anticiparon a las d e Du p ré (1846) y Van der Waals (1873). También tuvo una noción bastante clara del cero absoluto. Lomon osov consideró qu e un a d iferencia en las pr opiedad es se d ebe a veces a una diferencia en la disposición de los áomos, que es lo que Berzelius tomó en consideración en 1829. A propósito de las soluciones trató de d eterminar cuánto se disuelve en un volum en d ado, la d ensid ad de la solución, el cambio de volumen total, el descenso de temperatura como resultado de la disolución, la expansión de la solución desde el punto de congelación hasta el de ebullición, los puntos de congelación y ebullición de las soluciones, la solubilidad de una sal en una solución saturada de otra, índice de refracción de las soluciones, su ascenso en el capilar, su asp ecto bajo el microscopio y los cambios provocad os en ellas por el paso d e la corriente eléctrica. Lomonosov estu d ió la combu stión y la calcinación en 1742, y atribu yó el au m ento en p eso a algo tom ad o d el aire. Repitió el experimento de Boyle de la calcinación en un vaso cerrado, y halló que no h abía aum ento de p eso hasta que se adm itía la entrad a d e nu evo aire. Lavoisier también d emostró, unos treinta y u n añ os despu és, que Boyle estaba equivocado. Lomonosov creía en la conservación de la m ateria, y que cuand o un cuerp o ganaba en peso, algún otro lo perd ía. N o creyó en el flogisto, pero lo men cionó en sus conferencias. Hellot, Macqu er y Baum é. - Entr e el 1745 y el 1756 se hizo en Vincenn es herm osa porcelana con la ayu d a d e los quím icos Hellot y Macquer. En Vincenn es H ellot ten ía a su cargo la p rod u cción técnica. En 1756 la fábrica se trasladó a Sèvres. Pierre Joseph Macquer (1718-1784) fue lector y p rofesor de Química de la Escuela de Medicina d e París. En los años 17761777 observó qu e en la su p erficie de u na p ieza fría d e p orcelana sostenida sobre una llama d e hidrógeno ard iend o se depositaba agu a. Creyó que el 64
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO flogisto era la materia de la luz. En 1746-1748 Macquer descubrió los
BOYLE Y SUS CON TEMPORÁN EOS - LA TEORIA DEL FLOGISTO flogisto era la materia de la luz. En 1746-1748 Macquer descubrió los arseniatos d e sodio y potasio. H izo im por tantes estud ios sobre el teñido y escribió un libro de texto y un d iccionario de Qu ímica. Antoine Baum é (1728-1784) fue otro químico francés, que tras de servir como aprendiz a C. J. Geoffroy fue nombrado profesor de la Escuela de Farmacia. Su negocio en productos químicos le permitió retirarse de la enseñan za en 1780 al objeto d e d edicar su tiemp o al estud io de la qu ímica aplicada, pero fue arruinado por la Revolución y tuvo que volver a d edicarse d e lleno a los negocios. Ideó m ejoras en el blanqu eo de la sed a, tintes, dorados y purificación del salitre.; pero es más conocido por su invento d el hidróm etro qu e lleva su n ombr e. Escribió nu m erosos trabajos y libros, preparó algunos ésteres y declaró qu e si los químicos debían tener Tablas de afinidad, sería necesario poseer una para las soluciones a temp eratur as ord inarias y otra para las reacciones de fusión. BIBLIOGRAFIA Thomas Birch publicó las obras completas de Boyle en seis importantes volúmenes. La segunda edición apareció en 1772. Existe una narración muy atractiva de su vida y obra en los Essays in Historical Chemistry, d e Thorp e (2a ed .. Lon d res, 1902). La «Everym an ’s Lbrar y» ha reimpreso The sceptical Chemzst.
Los estu d ios d e Mayow sobre el Spiritus-nitroaerius se han p u blicad o por Ostwald en su «Klassiker d er Exakten Wissenschaften», num. 126, y en «Alembic Club Reprints», núm . 17. Véase tam bién el inter esante tr abajo de Jean Rey en «Alembic Club Reprints», núm. II. La novelesca historia de Lomonosov ha sido relatada por B. N. Menschutkin, «Chemica N ews», 115, 73-75, 85-87 (1912) ; «J. Chem. Ed.», 4 , 1079-1087 (1927). *
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CAPITULO V LOS ÚLTIMOS FLOGISTÓFILOS. DESCUBRIMIENTO DEL OXÍGENO Black y la magnesia alba. - Con Joseph Black (1728-1799) llegamos al eminente gru po d e químicos distingu idos cuy a obra tanto contribuyó a la d esaparición d e la teoría d el flogisto, y es por d emás interesante ver cómo ellos m ismos, casi sin excepción, no se d ieron cuenta d e ello, no obstan te su importancia y significado. Black había nacido en Francia, de padres escoceses. Aprend ió el inglés de labios d e su m ad re, y a la edad d e doce años fu e enviad o a Belfast. Más tard e estud ió Medicina en Glasgow y allí se d ejó sen tir en él la influen cia d e William Cu llen (1712-1790), excelente pr ofesor de Qu ímica. A su vez fue nom brad o p rofesor en Glasgow e h izo algunos importantes descubrimientos de Física, desarrollando ind epen d ientemen te la id ea d el calor específico y el calor latente, pero su obra no tu vo realmente d ifusión. Los qu ímicos le recuerd an sobre todo p or sus trabajos sobre la magnesia alba, que presentó en 1754 como tesis doctoral. En esta investigación emprendió el estudio de lo que hoy llamamos carbonato de magnesio, como nueva sustancia que deseaba analizar, e hizo con ella varios experim entos, de los qu e sacó im por tantes conclusiones. En gracia a la brevedad, resumiremos los resultados obtenid os por Black en u na serie de prop osiciones : I. II. III.
IV. V.
Cuan d o se la calienta en grad o sum o, la magnesiu alba pierde la mitad d e su peso y se convierte en un a nu eva sustancia : magnesia usta (óxid o de m agnesio). Con ácido vitriólico (sulfúrico) la magnesia alba d a sal de Epsom (sulfato de magnesia) con efervescencia. Tratad a d e igual ma nera, la ma gnesia usta da sal d e Epsom sin efervescencia. En una solución de sal de Epsom el álcali flojo (carbonato d e p otasa) pr ecipita magn esia alba y p or evaporación el tárta ro vitriolad o (sulfato de potasa). El álcali flojo prod uce efervescencia con los ácidos, mientras qu e el cáustico no la p rod uce. El álcali flojo se torn a cáu stico ad icionán d ole magnesia usta.
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En esta forma es fácil comprender qué dificultad supondría para los
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En esta forma es fácil comprender qué dificultad supondría para los qu ímicos de la época el uso d e un a nom enclatur a necesariam ente incapaz d e expresar los paren tescos quím icos, y cuán im posible era entonces saber si todas las sustancias que intervienen en una reacción se tenían o no en cuenta. N o obstan te, Black interp r etó sus resultados con acierto perfecto. De las proposiciones II y III dedujo que la diferencia existente entre la magnesia alba y la magn esia usta era el gas («aire fijo») liberad o p or los ácidos de la primera, y que la expulsión de este mismo gas era la que explicaba la pérdida de peso de la magnesia alba al ser calcinada (prop osición 1). Las p rop osiciones II y IV dem ostraban qu e la magnesia alba podía ser regenerada de la magnesia usta con ayuda de álcali flojo, de m an era qu e la últim a d ebía contener aire fijo que cedía du rante la reacción. Confirma esta teoría la proposición V, que demuestra que el álcali flojo difiere del cáustico por su contenido de aire fijo. Finalmente, la proposición VI completa la caustificación del álcali por acción de la m agn esia. Black vió en seguid a qu e estas reacciones eran an álogas a las pr od ucidas p or el antiguo p roced imiento d e hacer álcali cáu stico d e la cal viva, y en consecuencia repitió su experimento empleando cal viva en lugar de magnesia alba, y así llegó a la conclusión correcta de que la combu stión d e la cal consiste esencialmen te en la expu lsión d el aire fijo. Semejante resultado era en extremo opuesto a las explicaciones hasta entonces corrientes, pues, según ellas, cuando la cal se calentaba en la calera, el flogisto entraba en ella para hacerla viva o cáustica. Más tard e, cuan d o la cal viva era tratad a con álcali flojo, se efectuaba otr a transm isión d e flogisto y aqu él se volvía cáustico a su vez. Como p odía esperarse d e su p reclara inteligencia, cuan d o, años despu és, Lavoisier m ostró el verdad ero camino, Black fue u no d e los prim eros en ad optar las nu evas teorías. Cavendish . - Inglaterra es fam osa por el num ero de h ombr es de d inero y posición qu e han d edicad o su vida a l estud io de la Ciencia. Boyle fue u n ejemplo preeminente, y hallamos otro en Henry Cavendish (1731-1810), sobrino d el tercer d uq ue d e Devonshire. Cavend ish fue u n excéntrico, y se refieren inn um erables anécd otas de sus h ábitos singu lares, de su timidez y su aversión a las mujeres. Vivió como un recluso, dedicó prácticamente todo su tiemp o a la investigación y au nqu e a la mitad d e su vida h ered ó una fortun a que le convirtió en uno de los hom bres más ricos de Inglaterra, esto no ejerció ninguna influencia en sus hábitos regulares y frugales. Como pod ía esp erarse de semejante carácter, realizó su obra sin d edicar u n solo pensamiento a la fama, y lo mejor de ella permaneció por completo 67
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d esconocido hasta mu cho d espués d e su m uerte. Cavendish fue el primero
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d esconocido hasta mu cho d espués d e su m uerte. Cavendish fue el primero en hacer un estudio minucioso del hidrógeno, al que dió el nombre de «aire inflamable» en u n tra bajo p u blicad o en 1766. El desp rend imiento d e un gas combustible cuando se disuelve un metal en ácidos se había observado ya mucho antes. Estamos razonablemente seguros de que el hecho fue conocido por Paracelso y por van Helmont, y sabemos que el gas combu stible fue aislad o por Boyle. Cavend ish identificó el hidrógeno con el flogisto, y esto estaba muy de acuerdo con las opiniones corrientes, porqu e si un metal era un comp uesto de u na base y un flogisto, cuan d o la base se uniera a u n ácido p ara formar un a sal; el flogisto debía escap ar. Sobre el 1783, tras el descubr imiento d el oxígeno, Cavend ish combinó este gas con hidrógeno por medio de la chispa eléctrica, y así determinó la comp osición d el agu a. En el año 1785, m ientras verificaba experim entos d e esta especie, reparó en que cuando el oxígeno y el nitrógeno eran así combinados con el agua mediante la chispa eléctrica, producían ácido nítrico, y ap licó la idea a la comp leta absorción d el nitrógeno atm osférico. Sin embargo, qued aba siemp re un pequ eño residu o inerte, que no p odía ya red ucirse y que estim aba en 1/ 120 del total. Es interesante notar qu e, a p esar d e esta valiosa p ista tan fielmente registrad a, el argo y otr os gases raros d e la atmósfera sigu ieron sin ser descubiertos por espacio de más d e cien añ os. H oy cuesta trabajo comp rend er cómo p u d o atribuir Cavend ish los resultados obten idos p or sus experim entos a la teoría d el flogisto, pero lo hizo así, basándose en la opinión d e Priestley d e qu e el oxígeno era u n «aire d eflogisticad o», es decir, la porción d e él que se une con el flogisto d u rante la comb u stión. No perm aneció al m argen d e la obra de Lavoisier, sino qu e reconoció fran camente que las teorías d e este químico explicaban «casi tan bien» como las d e Priestley el resultad o d e sus experimentos; p ero tras d e sopesar am bas opiniones se adhirió a las antigu as, imp u lsad o por lo que hoy n os parecería u na razón mu y curiosa. Escribe : « Existe también u na circunstancia, que au n cuan d o pu ede p arecer desprov ista d e m ucha fuerza, p esa en m i ánimo, lo confieso.; es la de qu e com o las plantas par ecen sacar casi totalmente su alim ento d el agua y d el aire fijo y flogisticado, y vuelven a formar esas sustancias al arder, paréceme razonable concluir que a pesar de su variedad ilimitada consisten casi por comp leto en d iversas combinaciones d e agu a y aire fijo y flogisticado, unido, según una de esas opiniones, al flogisto, y privado, conforme a la otra, de aire d eflogisticad o ; de m od o qu e, según esta última opinión, la sustan cia de u na p lanta es menos comp leja qu e un a m ezcla de aqu ellos cuerp os en qu e se resu elve al ard er ; y es más raz onable buscar m ayor var ied ad en las sustancias más comp lejas qu e en las m ás sim p les.» 68
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El moderno químico orgánico encuentra sus compuestos suficientemente
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El moderno químico orgánico encuentra sus compuestos suficientemente comp lejos sin n ecesidad d el flogisto. Parte d e la m ejor obra d e Cavend ish pertenece a los d om inios d e la Física. En su s últimos añ os trabajó mucho en la teoría de los calores específico y latente y, por un procedimiento ingenioso, midió la densidad de la Tierra con exactitud notable para aquella época. Asimismo se interesó por la Astronomía y por la Meteorología. Torbern Olof Bergman (1735-1784) fue un sueco eminente, contemporáneo de Black y Cavendish. En 1767 trabajó con ahínco por la obtención d e la cátedra vacante de Qu ímica en la Universid ad d e Upsala y logró obtenerla, au n cuan d o su obra anterior había versado casi toda sobre Botánica, Entomología, Matemáticas y Física. Perfeccionó los métodos de la Qu ímica analítica, y d ed icó interés esp ecial al análisis por el soplete. A pesar d e qu e algunos d e sus an álisis qu ímicos de los minerales no fueron m uy acertados, su obra se hizo mu y pop ular, y las sepa raciones que hoy hacemos en Q u ímica an alítica, com o la p recipitación d el oxalato d e calcio en presencia de magnesio, le fueron conocidas, por lo que mereció ser llam ad o Pad re d e la Quím ica ana lítica. Sus Opuscula Physica et Chemica, en seis volúmenes, son un tratado erudito. Preparó tablas de afinidad similares a las d e Geoffroy, pu blicad as sesenta años antes ; fue considerado un a verd adera autoridad y m anifestó verd ad ero espíritu científico, aunqu e no pu ede ser clasificad o como br illante d escubr idor. Scheele . - Pocos investigadores de época alguna se hallarán tan bien d otados d e facultad es natur ales de observación y tino experimental como Karl Wilhem Scheele, que nació en Stralsund (Suecia entonces), el 19 de d iciembre d e 1742, siend o el séptimo d e los once hijos que tuvo su p ad re, d e ascend encia aleman a. Scheele entró d e ap rend iz en casa de un boticario d e Göteborg, a la ed ad d e catorce años, y p erman eció con él p or espacio d e ocho años, dedicando constantemente sus horas libres al estudio de los libros de Química que podía procurarse y haciendo por su cuenta numerosos experimentos. En 1765 fue a Malmö, de donde se trasladó luego a Estocolmo en 1768. Entre los años 1770 y 1775 estu vo en U p sala ; en este último año adquirió una pequeña botica en Köping, donde continu ó su obra ha sta su tem pr ana m uerte, acaecida en 1786. La vida fu e siempre pa ra él una lucha du ra contra su m ala salud y la pobreza, y en sus primeros años sus grandes descubrimientos científicos fueron poco ap reciad os, de tal man era qu e sus comu nicad os a las Sociedad es científicas
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con harta frecuencia permanecían archivados por largos períodos de
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con harta frecuencia permanecían archivados por largos períodos de tiem po, sin qu e nu nca llegaran a p ublicarse ni se d evolvieran a su au tor. Las cosas cam biaron en m ejor cuand o, por m ediación d e su am igo Gahn , Scheele entabló relaciones con Torbem Bergman, a la sazón profesor en Up sala y uno d e los más em inentes quím icos suecos. Se dice que d esde el primer m om ento Scheele fue cap az d e explicar algo qu e hacía tiemp o traía p reocu pad o a Bergm an ; éste había observad o qu e, au n cuan d o el salitre ord inariam ente n o d espid e hu m os rojos al ser tratad o con ácid o acético, los d espide d espu és de ser intensam ente calentad o. Scheele le d ió la siguiente explicación: al calentar el nitro, el flogisto penetra en él, procedente del fuego, y el resid u o (que ah ora llamam os nitrito potásico) cede este flogisto en forma d e hu mos rojos al agregársele u n ácido d ébil. La mayoría d e las explicaciones de Scheele tomar on u na form a similar, pero n o p erdam os d e vista el pu nto esencial : el prod ucto del calentamiento rep resenta un estad o m ás bajo d c oxid ación (mayor flogisticación en el vocabulario d e Scheele) que la sustancia original. En esto Scheele se manifestaba perfectamente claro y acertad o. Magnesia n egra. - Lo mismo cabe decir de su s célebres estud ios sobre la m agn esia n egra (1), en qu e, por vez p rimera, definió los elem entos bario y m ang aneso y d escubrió el cloro y el oxígeno. Principia con el d ióxido d e man ganeso y con él prepara mu chos d e los comp uestos de este elemento que hoy nos son tan familiares. Al leer sus trabajos, sorprende constantem ente la segurid ad d el tacto d e Scheele, lo instintivam ente que ve el nu evo experim ento qu e hay qu e hacer y cóm o a pesar d e laborar bajo la rémora d e la teoría d el flogisto y d e hacer ap enas an álisis cuantitativos, sigue a ese elemento tan proteico a través de todas sus variaciones de valencia sin g ran confusión m ental, y d emu estra conocer tan claramente los puntos esenciales de cada reacción, que si substituyéramos la flogisticación y desflogisticación por reducción y oxidación, el conjunto seria no solamente inteligible, sino también prácticamente correcto hoy día. Descub rimientos d e Scheele. - Acabamos d e mencionar el descubrimiento qu e hizo Scheele d el cloro y el oxígeno. -----Magnesia negra fue el nombre dado al mineral pirolusita (MnO2). Ila mado también óxido negro de manganeso. La magnesia alba designaba un carbonato básico de magnesio: Mg(OH)2 x 3MgCO 3 x 3H 2 O. (1)
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H oy sabemos por sus libros de notas, que se pu blicaron m u cho: d espués
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H oy sabemos por sus libros de notas, que se pu blicaron m u cho: d espués de su muerte, que preparó el último elemento de tres o cuatro maneras distintas antes de los famosos experimentos de Pristley en 1774. A este ú ltim o incum be el m érito de su labor, aparte la prioridad d e pu blicación y consigu iente influencia sobre sus contemp oráneos. -Otros elementos cuyos compuestos fueron estudiados por vez primera por Scheele son el tungsteno y el molibdeno. El mineral en que descubrió este último, mulybdaena nitens (1), habíase confundido durante largo tiempo con el grafito. Scheele distingu ió los dos y dem ostró qu e el grafito es una form a d e carbón. Asimismo fue el primero que hizo un detenido estudio del sulfuro de hid rógeno, y en sus trabajos sobre los compu estos de arsénico d escubrió el pigmento conocido hoy como «verd e d e Scheele» (arsénico de cobre), así como el mortífero gas arsina, desde entonces tan valioso para el d escu brimiento de pequ eñas cantidad es d el elemento. Sus investigaciones orgán icas fueron no m enos notables. Descubrió la glicerina y el ácido Grico y usó de un procedimiento original para purificar y aislar los ácidos orgánicos, que está todavía en uso constante. Con este objeto preparó primero sus sales de calcio y luego las d escompuso con ácid o sulfúrico. Aplicó este procedimiento am pliam ente, preparando ácidos oxálico, tártrico, málico, cítrico y gállico. Asimismo obtu vo ácido láctico d e la leche agria y, por la oxid ación d el azúcar d e la leche, descubrió el ácid o mú cico. Una d e sus investigaciones más fam osas es la del azu l de Pru sia, qu e cond ujo, entre otras cosas, a la prep aración del ácid o cianhíd rico. La d escribe con tod o d etalle : nos h abla d e su olor, de su sabor p ecu liar y d e la sensación d e calor que d a a la boca, pero nad a en su comu nicad o indu ce a creer qu e sup iera qu e era venenoso. ¡ Seguram ente qu e este boticario, qu e sin las facilidad es del laboratorio mod erno p u d o sobrev ivir al d escubrimiento d e la a rsina y el ácido prú sico, debió de llevar un a vida encantadora ! (1) Conocid o hoy con el nom bre d e molibd eno, MoS2. Aire y fuego. - El único libro d e Scheele se titulaba Del aire y el fuego, y fue pu blicado en 1777. En él ofrece un relato completo de SUS ideas sobre la combustión, y vale la pena de hacer un breve resumen de su razonam iento, porqu e nos m uestra la teoría del flogisto poco antes d e caer en d esuso, tal y como la entend ían sus m ás consp icuos p artidarios. Scheele comienza p or u na serie d e exper imentos que dem uestran qu e el aire está compuesto de d os gases, uno d e los cuales favorece la combu stión 71
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y él lo llama «fuego-aire» ; al otro lo denomina «aire despojado».
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y él lo llama «fuego-aire» ; al otro lo denomina «aire despojado». Quemando sustancias en un volumen dado de aire y anotando la disminución de volumen de éste, determina con bastante exactitud las pr oporciones relativas de los dos gases, y encuentra q ue p ued e absorber el «fuego-aire» no sólo quemando azufre o fósforo, sino varios reactivos, especialmente «hígado d e azufre» e hidróxid o ferroso recién precipitado. Luego trata de explicar el mecanismo de la combustión y llama nuestra atención h acia la com bustión d e azufre en u n volum en d e aire confinad o sobre agua. ¿Qu é se hace del «fuego-aire» ? No está en el agua, porqu e su examen d emu estra qu e ésta sólo contiene ácido su lfúrico (conocid o como comp onente d el azufre). Ni tamp oco pu ede estar en el aire, ya qu e éste ha d isminu ido d e volum en. Sin embargo, du rante la combu stión h an d ejado en el vaso luz y calor (Scheele es el prim ero en d istingu ir el calor rad iante del transmitido por difusión), y llega a la atrevida conclusión de que el fuego-aire se ha u nid o al flogisto para form ar la luz y el calor, y que en esta forma las dos sustancias han abandonado el frasco. Que el calor contenía flogisto debió considerarse como cosa obvia en aquella época, ya que la prueba estaba en los experimentos hechos con el salitre descritos en la pá gina 91, d e m anera q u e sólo le restaba a Scheele dem ostrar la pr esencia d el fuego-aire y del flogisto en la luz. No tr ata d e d emostrar lo pr imero, pero lo segund o sí que lo dem uestra a su satisfacción, de u n m odo original y elegante. Posee u na p ru eba segu ra d el flogisto en el d esprend imiento de hu mos rojos d el ácido n ítrico; así el residu o d el cobre (óxido d e cobre) no d esprend e hu mos cua nd o se le trata con ácid o, pero el cobre metálico (que contiene flogisto) humea copiosamente. En conformidad con esto, Scheele expone el cloruro d e plata a la lu z, y d e esta manera obtiene vestigios de p lata metálica (fue el primero en observar esta reacción), probando su presencia por la adición de ácido nítrico que ahora d espid e hu mos, mientras que la sal de plata no ilum inada n o los despide. Deduce que el metal obtiene su flogisto de la luz ( !), puesto que ésta fue la qu e ocasionó el cam bio. ¡ Tal era la teoría d el flogisto ! Priestley. - Joseph Priestley, cuyo descubrimiento del oxígeno es una imp ortante p iedra m iliar en la historia de la Qu ímica, nació el 13 de m arzo d e 1733 en Field head , Yorkshire. La salud d e Priestley fue d elicad a en sus primeros años; su educación hubo de ser confiada a la enseñanza particular y sufrió muchas interrupciones. Así y todo, demostró gran afición p or los libros y, grad u almente, fu e ad qu iriend o u n conocimiento considerable de las lenguas antiguas y modernas e incluso orientales. 72
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Asimismo se le presentó ocasión de estudiar la Filosofía natural de la
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Asimismo se le presentó ocasión de estudiar la Filosofía natural de la época. Finalmente resolvió ingresar en la Iglesia, y en 1755 comenzó a predicar ante una pequeña congregación disidente en el mercado de Needham. Este fue el primero de una serie de tales apostolados; pero Priestley nunca llegó a ser buen predicador a causa de un defecto de d icción, y, cu and o se le presentaba op ortun idad , daba alguna s lecciones, a la vez qu e se interesaba m ás y m ás por los experimentos qu ímicos, sobre todo p or los gases, estud io para el que era especialmente idón eo gracias a su d estreza m anu al poco comú n. Su s actividad es atrajeron la atención, y Priestley fue nom brado miembro d e la «Royal Society » en 1766, y m iembro extranjero de la Academia Francesa de Ciencias en 1772. En este ultimo año consiguió el pu esto de bibliotecario y consejero d e literatu ra d e Lord Shelburne, con qu ien v iajó p or el Continente, y así tuvo op ortun idad d e ponerse en relación con los hom bres de ciencia má s eminentes de Francia, entre ellos Lavoisier. En 1780, Priestley fue pen sionad o por Lord Shelbur ne y d e nu evo volvió a pr edicar, esta vez en Birmingh am . Cua nd o estalló la Revolución francesa se adhirió calurosamente a sus principios y su asistencia en 1791 a una comida dada para celebrar el aniversario de la caíd a d e la Bastilla en fureció tanto a algu nos d e sus conciud ad anos, que le saqu earon la casa y qu emaron la capilla dond e pred icaba. Priestley tomó el hecho como una intimación a que presentara la dimisión de su curato y au nqu e m ás tard e se le confirió otro cargo, se halló tan im pop ular qu e, en 1794, decidió abandonar a Inglaterra y marchar a Norteamérica. Se estableció en N orthu m berland , Penn sylvania, y m u rió allí el 6 de febrero d e 1804. Priestley escribió mu cho sobre Teología y otras m aterias, pero su mejor título para la fama es la obra explicada en sus Experiments and Observations on the differen t Kind s of Air, p ublicad a entre el 1774 y el 1786. Constantemente atribuye sus descubrimiento a la casualidad, y algunos críticos han tomad o sus p alabras al p ie d e la letra y conden ad o su obra como falta de plan y hecha a la ventura. Sin embargo, los chapuceros imp ulsivos no hacen tales descubrimientos, y n os acercaremos m ás a la verdad si atribuímos a Priestley una inocente afectación literaria de modestia parecida a la que se encuentra en Montaigne, que, así, pudo escribir lo que sigue : «No creo degradar a la Filosofía experimental comparándola, como suelo hacer a menu do, a la diversión d e la caza en que a veces ocurre, que aquellos que han batido más el monte, y los que más lo conocen, se cansan sin levantar ninguna pieza; y en cambio ésta pued e levanta rse al paso de cualquier extraño ; de m odo qu e no hay razón alguna p ara jactarse ni aun d e la más afortunad a partid a de caza.»
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La m ejora m ás imp ortante d e los métodos d e man ipu lación del gas en la
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La m ejora m ás imp ortante d e los métodos d e man ipu lación del gas en la época d e Priestley fue la que éste introdujo con el emp leo del mercurio en vez d el agu a en la cu beta neum ática. Esto hizo que p u d iera aislar nu m erosos gases que hasta entonces habían pasado por alto a causa de su solubilidad en el agua. Entre ellos se contaban el bióxid o d e azu fre, el ácido clorhídrico y el amon íaco. Designó a los d os últimos con los nom bres de «aire ácido m arino» y «aire alcalino», respectivamente. Los mezcló, con la esperanza de obtener un «aire neutro» y así sintetizó el cloruro amónico. Esta sal se conocía, naturalmente, desde muchos siglos atrás. Priestley hizo saltar chispas eléctricas a través d el gas amon íaco y n otó qu e se form aba h idrógeno. La exacta comp osición del amoníaco, sin embargo, no fue d escubierta por Berthollet hasta algún tiempo después. Priestley calentó también espato flúor con ácido sulfúrico y obtuvo fluoruro de silicio. Es interesante que también Scheele hu biera intentad o este mismo experimento, pero, porqu e pasó los gases por el agua, obtu vo ácido hidrofluorosilícico. Priestley reconoció claram ente la analogía que existe entre la combu stión y la respiración, y en 1772, antes d e descubrir el oxígeno, pu d o d emostrar experimentalmente la más importante de las relaciones recíprocas que existen entre la vid a an imal y la vida vegetal, pu es descubrió que el aire en que había ardido una bujía hasta apagarse espontáneamente volvía a ser respirable y capaz de mantener la combustión después que las plantas habían crecido en él durante algún tiempo. Un trabajo de esta especie sup onía experimentos con los animales, ratones por regla general, y así escribe respecto d e sus m étodos d e man ipulación : «Para hacer estos experimentos es muy conveniente atrapar los ratones en pe qu eñas raton eras d e alambre d e las que es fácil sacarlos y cogiéndolos por la piel del cuello, pasarlos a trav és del agu a ha sta el recipiente qu e contiene el aire. Si quiero qu e el ratón viva un tiemp o considerable, me cuid aré de p oner en el recipiente algo en que pueda instalarse fuera del alcance del agua. Si el aire es bueno, el ratón se sentirá perfectamente a sus anchas, sin haber sufrido nada a su paso por el agua. Si el aire fuera nocivo, será conveniente (si el operad or d esea conservar el ratón par a otros usos) cogerle por la cola al objeto de poderlo retirar en cuanto dé muestras de inquietud ; pero si el aire fuera en extremo nocivo y el ratón hiciera un a inspiración profund a, será imposible hacer esto antes de que ya no haya remedio. Dos o tres ratones vivirán pacíficamente juntos en la misma caja ; aunque puedo citar el caso de un ratón que a mord iscos hizo pedazos a otro a p esar de haber p rovisiones en abund ancia par a los dos.»
Descubrimiento del oxígeno. - En 1774, Priestley calentaba todas las sustancias que p od ía hallar p or m edio d e un a gran lente convexa y recogía
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todos los gases que se desprendían en mercurio con la esperanza de
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todos los gases que se desprendían en mercurio con la esperanza de obtener nu evos gases y observar sus p ropiedad es. De esta forma llegó p or fin a p reparar oxígeno. He aqu í cómo se expresa : « Con este aparato, después de otros varios experimentos cuya explicación se hallará en lugar oport un o, el 1 º de agosto d e 1774 traté d e extraer aire del mer curius calcinatu s perse (óxido d e mercur io) y a poco descubrí que por m edio de la lente se desp rend ía aire de él con facilida d. H abiendo obtenid o tres o cuatro veces el volum en de mis materiales, le añad í agua y descubrí que no era embebido p or ella, pero lo que me sorp rend ió más de lo que p odr ía expr esar, fue qu e una bujía ard ía en este aire con un a llam a notablemente vigorosa muy p arecida a la gran llama con que un a bujía arde en aire n itroso, expuesto a hierro o hígad o d e azu fre ; pero como jamá s había visto nada compar able a esta clase d e aire, aparte la singu lar m odificación del aire nitroso y sabía que no había empleado ácido nítrico en la preparación del mercurius culcinatus, me desconcertó no pod er explicarm e lo ocur rido.»
Transcur rió algú n tiemp o antes d e que Priestley se diera cu enta d e que el gas así aislad o es el verd ad ero com pon ente d e la atm ósfera que su stenta la vida y la combu stión ; pero Mayow había observad o mu cho an tes que esta última despedía humos rojos con el «aire nitroso» (óxido nítrico), y Priestley se valió de la circunstancia de que esos humos (peróxido de nitrógeno) fueran solubles al agu a p ara p racticar un somero a nálisis d el aire. Naturalmente, el nuevo gas produjo vigorosa reacción. Respecto de su acción fisiológica, Priestley escribe : «Del gran vigor y vivacidad de la llama de una bujía en este aire pu ro, puede conjetur arse que sería particularmen te saludable a los pu lmones en determ inad os casos morbosos en los que el aire ord inario no sería suficiente para ar rastrar bastan te de p risa los pútridos efluvios del flogisto. Pero quizá podamos deducir asimismo de estos experimentos que aun cuando el aire puro y deflogisticado sea muy útil en Medicina, no sea tan conveniente para nosotros en el normal estado d e salud d el cuerp o ; porqu e como una bujía arde mucho más de prisa en el aire deflogisticado que en el aire ordinario, nosotros nos consumiríamos también más de prisa en este aire tan puro y el vigor animal se agotar’a demasiado pronto. Claro que el moralista puede decir que el aire con qu e nos provee la natu raleza es tan buen o como lo merecemos. »El lector no extrañar á qu e tras de h aberm e asegurad o de la sup erior excelencia del aire d eflogisticado ha ciend o vivir a los ratones en él, así como med iante los dem ás experimentos antes mencionados, haya sentido la curiosidad de probarlo yo. He satisfecho esta curiosidad respirándolo y sacándolo luego por medio de un sifón de cristal, y por este m edio he red ucido u n recipiente lleno d e él al tipo d e aire común. N o hizo sentir a mis pulmones nada notablemente diferente del aire común; pero me pareció que la respiración se efectuaba ligera y fácilmente hasta mucho tiempo desp ués. ¿ Quién Podr ía decir si con el tiemp o se convertirá o no este aire pur o en un artículo de lujo elegante? H asta aqu í sólo dos ratones y yo hemos tenid o el pr ivilegio de respirarlo.»
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Hem os visto que Pr iestley llamaba al gas qu e había d escu bierto aire
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Hem os visto que Pr iestley llamaba al gas qu e había d escu bierto aire deflogisticado, pu es creía qu e éste era el comp onen te de la atm ósfera al que se unía el flogisto cuando se escapaba de una sustancia en ignición. Llamaba al nitrógeno «aire flogisticado», y esta nomenclatura parece indicar qu e lo consideraba pr od ucto d e tal un ión. Si así fuera, el nitrógeno ap arecería a veces como prod ucto d e la combustión, pero se pasó p or alto esta contradicción como todo hecho que pretendiera ir en contra de la teoría flogística. Como Scheele, Priestley no comprendió el verdadero significad o d e su d escu brimiento. Los dos estaban tan seguros d e que du rante la combu stión se desprend ía algo, que habían perdido la facultad de creer que un cuerpo que arde se un e con u no d e los gases de la atmósfera, aun cuan d o vieran d esaparecer este último delante de sus ojos. Tal ceguera era realmente menos perdonable en Priestley que en ningún otro químico, porque no sólo no supo sacar la conclusión oportuna de sus propios experimentos, sino que ni los brillantes trabajos de Lavoisier, poco después, consiguieron convencerle y defendió obstinadamente hasta el fin la teoría del flogisto. En 1800 escribía a un am igo : » He considerad o bien todo lo que m is adversarios han asegurado, y rara vez m e siento m ás firme en el terreno que piso... Aun cuand o estoy casi solo, no tengo ni el más remoto temor de la derrota.«
La teoría del flogisto fue u na teoría científica, no obstante parecernos ahora llena d e evidentes d efectos, y contribuyó en gr an m anera a coord inar los conocimientos predominantes de la Química. Señala una etapa en el desarrollo de la oxidación y la reducción. La pérdida de flogisto correspond e a una oxid ación, o, como decimos en ocasiones, a un a pérd ida de electrones por parte de los átomos de la sustancia oxidada. La adquisición de flogisto corresponde similarmente a una adquisición de electrones por los átomos de la sustancia oxidante o reducida. De todos modos, no se puede sustituir siempre por la palabra electrón el término flogisto. Así, por ejemplo, el «aire flogisticado» no indica en m anera alguna «aire electron izad o». La época que siguió a aquella en que floreció la teoría del flogisto es rigurosam ente cuan titativa, haciend o d e la Qu ímica más bien un a ciencia que un arte. De aquí que Wurtz, en su Diccionario de Química, la denomine «un a ciencia francesa fun d ad a p or Lavoisier». Mas ya verem os qu e las id eas relacionad as con el flogisto no fueron aban d onad as de pronto por todos los químicos eminentes. 76
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Los prim eros qu ímicos n orte-americanos. - Cuand o Priestley aband onó a
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Los prim eros qu ímicos n orte-americanos. - Cuand o Priestley aband onó a Inglaterra, en 1794, y se estableció en Pennsylvania, la Química había recibido ya u n fuerte imp u lso en los Estad os Unid os. En 1789 ap areció allí en el primer volumen de «Transactions of the American Philosophical Society» un comunicado firmado por el doctor John de Normandie, titulado: An analysis of the Chalybeate Waters of Bristol in Pennsylvania. El comunicado revela espíritu científico de investigación, y es interesante observar qu e el análisis fu e hecho con ayu d a d e la balanza qu ímica y que las fases d el procedimiento analítico están claramen te ind icad as. Parece ser qu e el primer qu ímico am ericano fue John Winthrop , jr. (16061676), primer gobernador de Connecticut e hijo del famoso gobernador puritano de la colonia de Massachusetts. Ejerció la Medicina, preparó muchos de sus propios remedios, para lo que hizo venir de Inglaterra imp ortante m aterial d e laboratorio y p rod u ctos qu ímicos, y estableció en Nueva Inglaterra fundiciones y fábricas de cristal, además de algunas ind u str ias qu ímicas. Stirk o Stark ey (1622-1665), am igo d e Winth rop , se grad u ó en H arva rd en 1646 y ejerció la Medicina en Cam brid ge y Boston hasta 1650, en que pasó a Inglaterra. Escribió sobre Alquimia con el nombre de Eirenaeus Philalethes y p retend ió haber d escu bierto el secreto de la tran smu tación en 1645. En 1647, Jonathan Brewster, hijo de Elder Brewster, de Plymouth, bu scaba el gran elixir, así com o William Aver y, en Boston , en 1684. Aarón Dexter (1750-1829) com enzó a enseñar Química en la *Med ica Schoola, d e Harvard, en 1782, y Lyman Spalding (1775-1881) enseñó Química en la «Med ica School» d el «College» d e Dartmou th, que fue fund ad a en 1769. En H arv ard , John Gorh am (1783-1829) enseñó Qu ímica p or espacio d e casi veinte años, y escribió u n tratad o llam ad o The elements of Chemical Science. La llegada de Priestley a América y su presencia frecuente entre hombres interesados por la Ciencia, actuó como poderoso estímulo sobre el pensamiento químico de aquel continente. Se trató de conseguir que Priestley se estableciera en Filad elfia, y p or m ed iación d el doctor Rush , se le ofreció la cátedra de Química de la Universidad de Pennsylvania en 1794. La oferta fue rechazada. El puesto fue aceptado por James Woodhouse. Priestley trabajó en América sobre el bióxido de carbono, p ero este gas había sid o p repa rad o ya en Francia por Lassone en 1776. Benjamin Rush (1745-1813). - fue notable como químico, físico, maestro, autor y estadista. Probablemente fue el primer p rofesor d e Qu ímica d e un a famosa institución de los Estados Unidos de Norteamérica, la «Philad elphla Medical School». En 1770 pu blicó el primer libro de Qu ímica 77
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escrito por un pr ofesor norteamericano. fue firmante d e la d eclaración d e
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escrito por un pr ofesor norteamericano. fue firmante d e la d eclaración d e Indep end encia, miem bro d el Congreso, tesorero de la Casa d e la Moned a d e los Estados Unidos y científico culto, así como estad ista. Edgar F. Smith le llamó el fun d ad or d e la edu cación qu ímica d e N orteamérica. Su hijo, Richard Rush (1780-1859), fue estad ista eminente y d iplom ático. Woodhouse. - James Woodhouse (1770-1809) Fue graduado en la Universidad de Pennsylvania y luego enseñó allí. Publicó el Young Chemist’s Pocket Companion, que fue probablemente la primera guía exp erimental escrita p ara estud iantes de Qu ímica. fue llamad o a ocup ar la cátedra de Química de la Universidad de Pennsylvania después que Priestley declinó tal honor, en 1794. Silliman, el mayor, asistió a las conferencias de Wood house en 1802-1804. Woodhouse escribió mucho, se interesó profundamente por la demolición de la teoría del flogisto y rebatió enérgicamente algunas opiniones de Priestley, hacia quien, sin embargo, no demostró nunca hostilidad personal. En 1792, Jam es Woodh ouse fun dó la «Chemical Society» d e Filadelfia, qu e fue tal vez la p rimera d el m u nd o y d u ró d iecisiete años. Parece ser que se ha n p erd ido las actas de las reun iones, pero qu edan tod avía comu nicad os hechos a la Sociedad . Thom as P. Smith hizo en 1798 un discurso sobre A Sketch oj Revolutions in Chemistry, en el que siguió el curso de la Química d ésde los primeros tiemp os hasta Lavoisier. Cooper. - Th om as Cooper (1759-1841) nació en Lond res y se gr ad u ó en el *University College* d e Oxford, d ond e estud ió leyes. fu e m aterialista en Filosofía y librepensador en religión. A causa de sus ideas antim onár qu icas fue elegido m iembro d e la Asam blea N acional de Francia d u rante el imp erio d el Terror, pero no sirvió en ella m u cho tiemp o. En un a d e sus reu niones se resintió d e las observaciones hechas p or Robespierre y le desafió. Robespierre se negó a batirse, pero id eó un plan para que le asesinaran o gu illotinaran. Al saber esto Cooper huyó a Inglaterra, pero, como su amigo Priestley, viose precisado a em igrar a los Estad os Unid os. Se interesó por la política y fue nombrado juez de la Audiencia de Pennsylvania ; poco después fue d enu nciad o y d epu esto. Sin embargo, siguió siend o bien visto en socied ad y se le nombró profesor de Química del «Dickinson College», d e Pennsylvania. Tras de pasar allí tres años, marchó a Filadelfia y fue profesor de Química y Mineralogía de la Universidad de Pennsylvania, donde Robert Hare enseñaba a la sazón Química en la «Med ica School». 78
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Más tarde fue llam ad o al «Colum bia College», en la Carolina d el Su r, y
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Más tarde fue llam ad o al «Colum bia College», en la Carolina d el Su r, y pr onto fue elevad o a la p resid encia d e aqu el centro d ocente. Cooper fue el director del System of Chemistry d e Thom as Thom son, y en 1816 dio un a conferencia sobre la Importancia de la Qu ímica pa ra el m édico, d emostrand o qu e tod as las secreciones del cuerp o están relacionadas con reacciones químicas. Fue notable por la am plitud d e sus conocimientos y u n fecun d o escritor sobre Leyes, Ciencia, Medicina y Economía política. La am istad qu e un ió a Cooper y Pr iestley fue m uy estrecha, caso notable si se tiene en cuenta que, aunque los dos tenían gran talento, eran de temperamento m uy distinto. La inteligencia de Cooper era más penetrante, más aguda, más investigadora, pero Priestley era más liberal. Priestley poseía mayores conocimientos, pero Cooper hizo más uso de lo que poseía y fue más filósofo y más original. Priestley era reposado, plácido y cándido en el debate ; Cooper era vehemente, fogoso y amigo de tender lazos para confund ir, d ejar p erplejo y hacer caer a su contrincante. John Maclean nació en Escocia y fue nom brad o profesor de Qu ímica d e Princeton en 1795, cargo que mantuvo hasta 1812, siendo el primer profesor d e Qu ímica de aquel centro d ocente. Sillim an d ice de él que fue hombre de talento brillante y que poseyó todo el ingenio de su patria. Maclean in flu yó sobre Silliman y le hizo qu ímico. Su s trabajos pu blicad os tratan d el fenóm eno d e la combu stión y la creencia errónea d e la d octrina del flogisto. Murió en 1814. Priestley, Cooper y Maclean fueron tres de los primeros químicos norteam ericanos qu e nacieron y se edu caron en el extranjero, pero pasaron la ma yor p arte d e su v ida en los Estad os Unidos. A fines d el siglo XVII, el doctor Maclean, de Princeton, era considerado como uno de los mejores qu ímicos de N orteamérica. Conde Rumford. - fue otro qu ímico interesante d e la misma era, que nació en Massachusetts y pasó muchos años de su vida en el extranjero. Al fun darse una cáted ra d e Química en el «H arvard College» hizo allí mu cho por esta ciencia. Benjamin Thompson nació en Woburn, Massachusetts, y murió en Au teuil, Fran cia, en 1814. Asistió a conferencias en H arvar d . A la eda d d e d iecinueve años casó con u na v iud a d e rico pa trimonio, que fue la base d e sus éxitos. Au nque era com and ante de m ilicias, sus vecinos desconfiaban 79
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de él, de modo que en la evacuación de Boston en 1776, por las tropas
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de él, de modo que en la evacuación de Boston en 1776, por las tropas inglesas, aceptó del gobernador Worsworth la comisión de llevar d espachos a Inglaterra. Allí fu e nom brad o subsecretario de Estado, pero sus deberes políticos no le impidieron continuar sus estudios científicos. Despu és d e la gu erra se incorporó al ejército austríaco para luchar contr a los turcos, y en Estrasbu rgo conoció al pr íncipe Maximiliano, que le invitó a entrar al servicio militar y civil de Baviera. Thompson aceptó la invitación e hizo allí muchos trabajos, siendo nombrado caballero por Jorge III. En 1791 fue nombrado conde del Sacro Imperio Romano y escogió p or titulo el nombre d e Rum ford, ciud ad d e América d ond e vivían los colonos d e su esposa, hoy Concord , en el Nu evo Ham pshire. Regresó a Inglaterra, y allí llevó d u rante varios años u na vida p rivada. Su s estud ios sobre la transform ación d e la energía m ecánica en calor sentaron l os cimientos d e la ley de conservación d e la energía. Combatió la opinión de que el calor fuera un cuerpo material, pero lo consideró resultado d el mov imiento. En 1799 fundó con sir Joseph Banks la «Royal Institution», más tarde residencia de sir Hu mp hrey Davy y d e Faraday. En H arvard fun d ó la cátedra Ru mford d e Qu ímica, hecha famosa p or Eben H orsford y Wolcott Gibbs. Despu és d el fallecimiento d e su p rimera esp osa casó con la viud a d e Lavoisier. Ella ad orabà la socied ad , él se inter esaba m ás p or la N atu raleza y por las flores, de modo que su vida matrimonial fue poco feliz, y acabaron por separarse. Silliman. - Dos hom bres llevaron el nombre d e Benjam ín Sillim an, pad re e hijo, y los d os contribu yeron al d esarrollo d el estud io de la Qu ímica en la Un iversid ad d e Yale. El pad re, o Silliman el Mayor, como se le llam a, nació en Connecticut, en 1779, y m urió en N ew H aven, Connecticut, en 1864. En 1796 se grad uó en Yale y fue nom brad o profesor d e Qu ímica y Mineralogía en 1802, retirán d ose en 1853. Fue el pr imer profesor d e Qu ímica de Yale, pero se le conoce más como fund ad or, en 1818, del «Am erican Jou rna l of Science and Art», la primera publicación periódica verdaderamente científica de los Estados Unidos. Escribió varios libros además de dirigir dicha publicación. fue el primero que obtuvo en América el ácido fluorhídrico, y descubrió el bromo en salinas americanas. fue un gran profesor y muy solicitad o como conferenciante o lector p úblico, porqu e era capaz de sostener la atención de cualquier auditorio con una plática científica ; los experimentos que hacía durante esas conferencias eran verd ad eramente m aravillosos. 80
LOS ULTIMOS FLOGISTOFILOS -- DESCUBRIMIENTO DEL OXIGENO
Su hijo nació en 1816, en N ew H aven , y mu rió en 1885.
LOS ULTIMOS FLOGISTOFILOS -- DESCUBRIMIENTO DEL OXIGENO
Su hijo nació en 1816, en N ew H aven , y mu rió en 1885. Se grad u ó en Yale en 1837 y, d espu és de servir a su p ad re d e ayu d ante, en 1848 fue nombrado profesor de la Escuela de Química aplicada que form aba el nú cleo de la «Shelfield Scientific School» d e Yale. Desd e 1849 hasta 1854, en que sucedió a su padre en Yale, fue profesor de Química m édica y d e toxicología en Louisville, Kentu cky. Ayud ó a su p ad re en la d irección d e la revista. Sus conferencias sobre Qu ímica agrícola en N ueva Orleáns, en 1845-1846, fueron probablemente las primeras de su clase dadas en los Estados Unidos. Escribió varios libros, publicó bastantes trabajos científicos y realizó u na labor considerable como p erito quím ico. Robert Hare (1781-1858) fue p ad re d e la electroquímica en A m érica. Hizo funcionar el primer horno eléctrico para la preparación del carburo de calcio, grafito y fósforo, y preparó el calcio metal por electrólisis de su cloruro. Descubrió el soplete oxhidrílico y empleó el amianto platinado como agente catalítico en la síntesis del amoníaco. Pasó toda su vida en Filadelfia, fue educador eminente y enseñó en la Universidad de Pennsylvania, fu e el inven tor d el primer horn o eléctrico, d el cátodo d e m ercurio y del m étod o eléctrico d e ignición de cargas explosivas. BIBLIOGRAFIA Experiment s upon M agnesia, Qu icklime, and some other A lkaline Su bstances, d e
Black, ha sido reimpreso por el «Alembic Club». Sus conferencias se publicaron, con un prefacio biográfico, por John Robinson en 1803. Sir William Ramsay d edica un capítulo a Black en su s Essays Biographical and Chemical, Lond res, 1908 La Cavendish Society, de Londres, publicó en 1851 una Life of Cavendish, por Jorge Wilson. Véanse también los Essays de Thorpe. Sus experimentos sobre el aire se encuen tran en «Club A lem bic Reprint», núm . 3. Thomas Beddoes publicó, en 1786, una edición inglesa de los ChemicaI Essay de Scheele, y J. R. Foster publicó su A ir and Fire en el año 1785. Esta ú ltima está asimism o reim presa en la colección Massiker*, de Oswald, núm. 58. La narración hecha por el propio Scheele de los experimen tos que llevaron al d escubr imiento d el oxígeno se encuen tra en «Alembic Club Reprints», núm. 8. Sus notas de laboratorio y otras m emorias fu eron recopilad as por N ord enskiöld en 1892 y p ublicad as con el título d e N achgelasscne Briefe und Aufzeichnungen von Karl W ilhem Scheele.
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Los Experíments and Observations on Different Kinds of A ir, de Priestley,
LOS ULTIMOS FLOGISTOFILOS -- DESCUBRIMIENTO DEL OXIGENO
Los Experíments and Observations on Different Kinds of A ir, de Priestley, pueden hallarse aún en algunas Bibliotecas, y su lectura es muy interesante. La Darte que se refiere al descubrimiento del oxígeno se hallará en «Alembic Club Reprints», núm . 7. Existe un a atractiva vida d e Priestley, por Thorpe, Londres, 1906 quien también le dedica un capítulo en sus Essays. Priestley en América, 1794-1804, p or Ed gar F. Sm ith, Filadelfia, año 1920, 174 páginas. Este librito es u na d eliciosa d escripción d e los últimos d iez años d e la vida d e Priestely, y constituye u na h ermosa ap reciación d e su carácter y p ersonalidad . La historia d e la Qu ímica en las colonias americanas y en los primeros d ías de los Estad os Unidos se hallará en N otable N ew -England Chemists, por Lyman C. New ell y Tenney L. Davis ; en Chemistry in A merica. por Edgar F. Smith. v en Eminent American Chemists. por D. H . Killifer.
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CAPITULO VI LAVOISIER
Antoine Laurent Lavoisier nació en París, el 26 de agosto de 1743, y comenzó sus estudios en el «Collège Maz arin», d ond e entró en contacto con algun os profesores distingu idos, sobre todo con Rouelle en la clase de Qu ímica. En 1766 la Acad emia de Ciencias le concedió un a m edalla de oro en reconocimiento de un comunicado que trataba del problema del alum brad o de u na gran ciud ad . En 1768 fue nom brad o químico adjunto d e la Academia, y comenzó a presentar con frecuencia comunicados sobre un a gran variedad de temas. En 1769 fue n ombrad o asentista general ad ju nto, y p oco d espu és miembro del Consejo. En 1775 fue nombrado inten dente general de pólvoras e hizo valiosas sugeren cias para la m ejora d el prod ucto. Sin embargo, lo expu esto representó sólo una parte de sus actividades públicas. Le hallamos participand o con energ ía inagotable en toda clase d e juntas y comisiones, nacionales y municipales, solucionando con igual habilidad enojosos p roblemas d e adm inistración como el d e tributaciones e impu estos, Banca, braceaje, beneficencia pública y agricultu ra científica. Con el estallid o d e la Revolución aumentaron al principio estas actividades, pero la junta d asentistas se hizo cad a vez más sospechosa y circularon resp ecto de ella ru m ores d e m alversación. En 1791 fue su pr imida y la adm inistración d e la Intendencia de la Pólvora de Lavoisier duramente atacada por Marat, a quien el desgraciado Lavoisier había inferido una ofensa personal. En noviem bre d e 1793 los asentistas generales fueron d etenid os, y en mayo d el sigu iente añ o fueron llam ad os a juicio por el Tribun al revolucionario. Uno d e los cargos p rincipales que se le hacían a Lavoisier era q ue h abía echado agua en el tabaco de los soldados. El resultado del juicio fue el previsto, y Lavoisier fue condenado a ser guillotinado en un plazo de veinticuatro horas ; el juez se permitió observar cínicamente : «La Répu bliqu e n’a p as besoin d es savants.» La sentencia se cumplió el 8 de m ayo d e 1794, y el sentimiento d e la posteridad respecto del d año h echo con ella al m und o halló su exp resión más exacta, en aquella época, en las amargas p alabras d e Lagrange : «No les costó más que u n m omento cortar aqu ella cabeza, pero qu izá se necesiten m ás d e cien años p ara encontrar otra igual.»
LAVOISIER Temperamento y método de investigación. Lavoisier introdujo en el
LAVOISIER Temperamento y método de investigación. Lavoisier introdujo en el estudio de la Química lo que más se necesitaba en aquella época : los hábitos y actitud mental del físico entrenado. Con frecuencia hallaremos ocasión d e ver qu e la Química ha ganad o enorm emente con la influen cia de aquellos cuyos puntos de vista fueron físicos sobre todo, hombres a quienes no interesa preparar nuevos compuestos o descubrir nuevas reacciones, sino que prefieren medir y pesar y de esta forma adquieren experiencia del mecanismo de los cambios químicos con que ya están familiarizados bajo el aspecto cualitativo. Lavoisier es uno de los más eminen tes ejemp los d e este tipo m ental, mientras que Scheele representa el extremo op uesto ; y es sum amente interesante ver cómo los dos hom bres solucionaron a la vez el m ismo p roblema a su m anera característica cada uno. Los alqu imistas habían observad o que, cu and o el agu a hierve por esp acio d e algú n tiemp o en u na va sija d e tierra o cristal, ya no p u ede ser d estilada sin d ejar u n resid u o sólid o y si la ebu llición se continúa p or largo tiemp o, apar ece u n sed imento. Interp retaron esto como la transformación d el agua en tierra bajo la influencia del fuego. El hecho fundamental había sido confirmado por Boyle, Boerhaave y muchos otros, pero la explicación le parecía esencialmente im p robable a Lavoisier, quien en 1770 d emostró su falsed ad con el siguiente experimento: Despu és de pesar u na cantidad d e agu a, la hirvió en u n alam bique, también pesad o, por espacio d e cien d ías. El recipiente era u na v asija cerrad a, provista d e largo cuello doblad o hacia atrás sobre sí m ismo, qu e tenía el mismo objeto que el mod erno alambiqu e cond ensad or d e reflu jo. Al final del largo p eríod o d e ebullición no había variado el p eso total d el frasco y su contenido, dem ostrando con esto qu e no se había perd ido nad a ni se había tomad o nad a del fu ego. Sin embargo, el peso del recipiente había d isminu ido, en tan to que la sum a d e los pesos d el agua y el sedimento era m ayor que el peso del agua original en un a cantidad prácticamente equivalente, de forma que la materia sólida procedía del recipiente y no d el agu a. Scheele procedió d e man era distinta. También hizo hervir largo tiemp o el agu a en u na v asija d e cristal, pero no p esó nad a. En lu gar d e esto sometió el sedimen to a an álisis cu alitativo, y descub riend o qu e contenía p otasa, sílice y cal – constituyentes d el cristal, como ya sabía -, llegó a las mism as conclu siones qu e Lavoisier. ¿Qu ién se atreverá a decir qu e un procedimiento es sup erior al otro? H oy emp leamos un procedimiento como comp lemento d el otro, si el caso lo exige, pero por lo que hace al trabajo original, sigue siendo cierto que los grandes ad elantos qu e se efectúan en u n sentido, rara vez se deben a los m ismos
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LAVOISIER hombres que hacen grandes adelantos en otro. Los dos tipos de
LAVOISIER hombres que hacen grandes adelantos en otro. Los dos tipos de investigad ores siguen siend o d istintos. Estud ios sobre la comb ustión. - La labor d e Lavoisier sobre la n atu raleza d e la combu stión d eriva d e mod o natu ral de la que acabamos d e referir. Aquí también quem a cantidad es de material pesadas d e antemano ; pesa cuidadosamente los productos, y de sus resultados llega a sacar conclusiones mu y trascend entales. El 1º d e nov iembre d e 1772 entregó al secretario de la Academ ia un a nota sellada, qu e d ecía como sigu e : «Ha ce ocho d ías descubrí qu e el azufre, al arder, lejos de p erd er p eso, más bien lo gana ; es decir, que de una libra de azufre puede obtenerse más de una libra de ácido vitriólico, lo que se consigue gr acias a la hu med ad del aire. Es lo mismo qu e en el caso del fósforo. El aum ento d e peso p roviene d e la prod igiosa cantidad de aire que se fija du rante la combu stión y se mezcla a los vapores. »Este descubrim iento a que he llegad o med iante exper imentos qu e considero d ecisivos, me ind uce a creer que lo que se observa en la combu stión del azufre y el fósforo pu ede del m ismo mod o suceder en el caso de todos aquellos cuerp os que aum entan d e peso en la combu stión o calcinación. Estoy persu ad ido d e que a las mism as causas se debe el aumento de eso de los residuos fijos metálicos. Los experimentos han confirmado plenam ente mis conjetu ras. He red ucido litargirio en vasijas cerradas emp leando el aparato d e Hales, y he observado que se desprend e una cantidad considerable de aire en el preciso mom ento en qu e el litargirio se convierte en metal, y que este aire ocupa un volum en m il veces mayor que la cantidad de litargirio empleado. «Como este descubrimiento parece ser uno de los más interesantes que se han hecho desde la época de Stahl, comprendo que es mi deber poner esta nota en manos del secretario d e la Academia, de la qu e guard ará secreto hasta que yo pu eda p ublicar m is experimentos.»
Teoría d e la comb ustión. - Por lo expu esto se ve claram ente qu e Lavoisier se daba perfecta cuenta de las consecuencias importantes que podrían sobrevenir si la combustión resultaba ser, realmente, la unión de la sustancia que ardía con el aire o algún elemento que el aire encerrase. Desde entonces un experimento sucede ráp idam ente a otro, y en otoño d e 1774, Lavoisier publica su trabajo sobre la calcinación del estaño. Toma un a p arte del metal pesada d e antemano, la mete en u n frasco también pesad o y suficientemen te grand e para contener un a cantidad considerable d e aire, cierra el frasco a la lám p ara y calienta el todo h asta qu e el metal qu eda visiblem ente bien calcinad o. Despu és de enfriamiento com pr ueba que el sistema no ha perdido ni ha ganado peso, y entonces rompe la punta del frasco. Al precipitarse el aire en su interior, revela un vacío 85
LAVOISIER parcial, y Lavoisier advierte que el peso del frasco ha aumentado
LAVOISIER parcial, y Lavoisier advierte que el peso del frasco ha aumentado exactamente en la m ism a cantidad qu e el estaño, d emostránd ose con ello que la calcinación consiste en una cesión de gas del aire al estaño. Descubre también más tarde que, cuando se emplea una cantidad suficiente d e estaño, qu eda u n aire qu e no calcinará ya m ás estaño, y d e esto ded uce que sólo una p orción d e aire reacciona d ur ante la combu stión. Más adelante todavía en el mismo año, después de los primeros exp erim entos d e Priestley, calienta m ercu rio en un volum en lim itado d e aire hasta que se ha formado una considerable cantidad de óxido rojo y repara en la disminución de volumen del aire hasta que, finalmente, alcanza su grad o máximo. Después, como Priestley, calienta sólo el óxido de mercurio y determina con precisión las propiedades del gas desprendido y el vigor con que alim enta la com bustión. En 1777 resume su teoría de la combustión en las cuatro proposiciones siguientes : En tod a combu stión se d esarrollan luz y calor. 2. Los cuerp os arden ú nicamen te en u n aire eminentemente pu ro (éste fue el nom bre qu e Lavoisier dio primero al oxígeno). 3. Este último se consu me con la combustión, y el aumento de peso de la sustancia qu emad a es igual a la pérd ida d e peso que experimenta el aire. 4. Med iante el proceso d e la com bu stión, la su stancia com bu stible se transmuta generalmente en ácido ; sin embargo, los metales se calcinan. 1.
La revolución química. - A pesar de la claridad de la exposición de Lavoisier y de los meticulosos experimentos con que apoyaba sus conclusiones, sus ideas prod ujeron d e m omento p oca imp resión, hasta qu e otra serie d e experimentos, llevad os a cabo en 1782 y 1783, cond u jeron a una conclusión p or el estilo. Lavoisier d edicó su atención a la composición d el agua, y aunqu e sus experimen tos siguieron a los de Cavend ish, él sup o interpretarlos y Cavend ish n o. Idea peregrina fue su análisis cuantitativo del vapor haciéndolo pasar sobre hierro caliente. Asim ism o qu emó oxígeno e h idrógeno, form and o agua sintética y m idiend o todas las cantidad es empleadas y obtenidas. Más tarde, todavía hizo experimentos con el ácido carbónico ; descubrió qu e se form aba por la u nión d el carbono y el oxígeno, y determinó su composición por el peso. Asimismo confirmó lo que Black había hecho 86
LAVOISIER sobre la caustificación de la cal. El efecto acumulativo de estas
LAVOISIER sobre la caustificación de la cal. El efecto acumulativo de estas investigaciones produjo la súbita conversión de muchos químicos franceses en 1783, y las nu evas ideas qu eda ron firmem ente establecidas con la pu blicación d e la gran obra d e texto d e Lavoisier, Traité élémentaire & la Chimie, en 1789. A este cambio se le calificó con acierto de revolución qu ímica, porqu e trastornaba por com pleto el pu nto d e vista de esta ciencia. La misteriosa e hipotética su stancia « el flogisto », que n o obed ecía a la ley d e la grav eda d y variaba arbitrariamente de p ropiedad es según el dictado d e consideraciones teóricas, se borró d e la Ciencia, y se vind icó, de una vez p ara siemp re, la ley d e la conservación d e la ma sa. Esto hizo p osible el análisis cuantitativo y la ecuación química. Esta última representa una comod idad en la form a d e expr esión qu e le debem os a Lavoisier, y d e la que él hizo uso inmediato para el planteamiento y resolución de p roblema s. Escribe (1) : «Si destilo un a sal d esconocid a con ácido v itriólico y luego encuentro ácid o nítrico en el recipiente y tartaro vitriolad o en el resid uo, infiero que la sal original era nitrato, y llego a esta conclusión escribiend o m entalmente la siguiente ecuación basad a en el supuesto de qu e el peso total es el m ismo antes que d espués d e la operación. » Si x es el ácido d e la sal d esconocid a, e y la base d esconocid a, escribo : x + y + ácido vitriólico = ácid o nítrico = tárta ro vitriolad o = ácid o nítrico + ácid o vitriólico + álcali fijo. » De donde deduzco : x=ácido nítrico, y = álcali fijo, y la sal original es nitrato.» N ad a igual había apa recido ha sta entonces en la literatu ra qu ímica, y ¡qué neblina d e sup erstición y d e misterio disipaba ! Lavoisier fue un precursor en el análisis de las sustancias orgánicas, que qu emaba aire u oxígeno y d eterminaba el peso del ácido carbónico qu e se form aba. Pasó algunos m alos ratos con su apar ato d e absorción, que er a bastante rudimentario, pero muchos de sus análisis fueron sorprendentemente buenos. ------(1)
Esta es un a par áfrasis mu y abreviada de las declaraciones originales en francés.
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LAVOISIER Com o Priestley, él también se dio cuenta d e la analogía que existe entre la
LAVOISIER Com o Priestley, él también se dio cuenta d e la analogía que existe entre la respiración y la combustión, e hizo experimentos cuantitativos para d eterminar la velocidad d e oxidación en el cuerp o anima l. Sup onía que la oxidación se produce en los pulmones. Podemos considerar esta labor pom o el principio de la Qu ímica fisiológica. La nueva nomenclatura. - En 1782, Guyton de Morveau (1737-1816) pu blicó en el Joum al de Physique un comu nicad o sugiriendo r eform as en la nomen clatura qu ímica. La obra de Lavoisier había sazonado ya y el movimiento era oportuno. Para el estudio del asunto se nombró una Comisión de la que formaban parte Guy de Morveau, Lavoisier, Antoine Francois de Fourcroy (17551809) y Barth ollet. El resultad o d e su s d eliberaciones se p ublicó en 1787, bajo el título d e M éthode d’une N omenclature Chimique. Esta labor acabó con muchos nombres arbitrarios y fantásticos que se habían utilizado anteriorm ente, y los substituyó p or otros qu e se basaban en la composición química. Hablando en general no será demasiado decir que puso los cimientos en qu e hoy se basa la nom enclatu ra internacional. Conocimien tos qu ímicos an teriores a la revolución. –Los libros escritos desde un punto de vista flogístico son hoy tan difíciles de entender, que nos sentimos inclinados a pasar por alto los conocimientos químicos de aquel p eríodo, d e m anera qu e un a ojeada a las tablas del Traité élémentaire, de Lavoisier, que comparan los nombres nuevos con los antiguos, acaso sea d e gran u tilidad . La verd ad es que h asta esa época la comp osición qu ímica h abía sid o objeto de la m ayor confusión, porqu e si se consid eraba qu e el metal era u n comp uesto de sus cenizas y flogisto, y el compuesto pesaba menos qu e la suma de sus partes constitutivas, las palabras compuesto y element o no tenían significado y, realmente, no parece que hubieran sido muy contrastad os. Así y todo, ciertas cosas estaban claras. Las d iferencias qu e distinguen los ácidos, las bases y las sales, por ejemplo, no podían pasar inad vertidas. Las sales se consideraban com o combinaciones d e ácid o y base, y se denominaban ya en esta forma algunas de las más nuevas y menos conocidas. Las sales ácidas y básicas se distinguían ya de las neutras por el exceso de uno de los componentes, y se había insistido ya sobre el hecho d e qu e era la base, no el m etal, la qu e form aba la sal por combinación directa. Cuand o un metal se disuelve en ácido para formar un a sal, primero debe dar flogisto (desarrolla hidrógeno), como hace el cinc en el ácido 88
LAVOISIER clorh ídrico, o si no el mism o ácid o deberá ser flogisticado (red ucid o), como
LAVOISIER clorh ídrico, o si no el mism o ácid o deberá ser flogisticado (red ucid o), como cuan d o reacciona el cobre con el ácido sulfúrico o el ácido n ítrico. Las qu e ahora d enominaríam os diferencias en el estad o d e oxidación eran también reconocid as, y los nitratos diferenciad os de los nitritos, los mangan atos de las sales m angan osas, y así su cesivam ente. No existía entonces sistema racional posible entre los compuestos orgán icos. Sustancias bien conocid as, como el azú car y el alcohol, tenían, natu ralmente, sus nom bres actuales, pero entonces estaban d esprovistos de significado químico general ; la mayoría de tales compuestos tenían nombres sugestivos según la fuente de que se habían derivado, como «esencia de trementina» o «espíritus dulces de nitro». Ejemplo de hasta dónde llegaba esta nomenclatura es la antigua tradición (que el autor nu nca ha pod ido comp robar) d e que en un libro de esa época se d enom ina a la manteca de vaca « manteca de antimonio », Cl 3Sb. No obstante, muchas sustancias habían sido objeto de extenso estudio cualitativo y el camp o se había enriquecido recientemente con la labor de Scheele sobre los ácid os vegetales. La tabla de elemen tos de Lavoisier. - El Truité élémen taire d e Lavoisier tuv o la originalidad d e ord enar y prom ulgar la nu eva nomenclatura, y una d e las cosas más interesantes d el libro es la tabla d e los elem entos, porqu e revela ad m irablem ente la p osición d el au tor. Siguiend o a Boyle, d efine los elementos como sustancias que ya no p ued en d escomp onerse y los divide en cuatro grupos. El primero comprende los gases elementales : oxígeno, hid rógeno y n itrógeno, así como la luz y el calor. El segun d o com pr end e aq u ellos elem entos qu e, como el azufre y el fósforo, con la oxidación d an ácid os, o sea los elementos qu e ahor a clasificam os como m etaloid es. En el tercer gru po figuran los metales, mientras que el cuarto se halla comp uesto por las «tierras» : cal, magnesia, barita, alúmina y sílice. Estas, natu ralmente, no p odían clasificarse de otro mod o, porq ue au n n o habían sido d escom puestas. Lo m ismo puede decirse d e los álcalis, sosa y potasa, pero Lavoisier está tan seguro de que son óxidos de «radicale» que se descub rirán pr onto, qu e explícitam ente se n iega a incluirlos en la lista. El lector m od erno se sorp rend erá qu izá de h allar en ella la luz y el calor. Record emos, sin embargo, qu e nu estra, m odern a concepción d e la energía y sus transformaciones era entonces desconocida, y que hombres como Scheele explicaban los fenómenos considerando la luz y el calor como susatancias corp óreas. Lavoisier n o hizo esto.
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LAVOISIER Des Substan ces Symples.
LAVOISIER Des Substan ces Symples. TABLAU D ES SUBSTAN CES SIM PLES. Noms nouveosix
N ons anciens correspoidans
Substances Lum idre . . . . . . . siples qui Calorique apparciennent aux trois rèques . Qqu’on peu t regarder Oxygène comme les elémensdes dorps. Azote
Subftancer simpes non métaliques oxitables o acidifiables. Subftances simples métalliques oxidables o acidifiables
Subftances simples salifiables terrenfes
Lumiére Chaleur. Principe de la chaleur. Fluid e igné Feu. Matière du feu & de la chaleur. Air dép hlogiftiqué. Air em piréal. Air vital. Bafe d e l’air v ital Gaz d e l’air vital Mofète Bafe d e la m ofète. Hyd rogène Gaz inflammable. Bafe du gaz ì nflamm ableSoufre Soufre Phofphore Phofphore Carbone Charbon pu r. Radical Inconnu. muriatique Inconnu. Radical fluorique Inconnu, Radical boraciqu e Antimoine Antimoine Argent Argent Arfenic Arfenic Bifmuth Bifmuth Cobalt Cobalt Cuivre Cuivre Etain Etain Fe r Fe r Mangabèfe Mangabèfe Mercure Mercure Moybdène Moybdène Nickel Nickel Or Or Platine Platine Plomb Plomb Tungftène Tungftène Zinc Zinc Chaux Terre calcaire, chau x. Magnéfie Magn éfie, bafe d u fel d ’epfotn Baryte Barote, terre pefante Alumine Argile, terr de l’alun , bafe d el’ahm . Silice Terre filiceufe, ter re vitrifiable.
TABLA DE LOS ELEMENTOS DE LAVOISIER
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LAVOISIER
LAVOISIER Reconocía que no poseían peso, pero también se daba perfecta cuenta de cuán constantemente su aparición se hallaba asociada a un cambio qu ímico, y consid eró el calor como u na esp ecie d e atmósfera qu e rodea las ultimas partículas de todos los cuerpos ocasionando la repulsión y, por tanto, la expansión. Asimismo conocía perfectam ente la pérd ida d e calor al pa sar u na sustan cia de sólida a líqu ida o d e líquida al estado gaseoso y se inclinaba a interp retar esto qu ímicam ente como la com binación d el calor con la sustan cia. Igu almente, con r especto a la luz encontr am os la creencia de que las sales de plata probablemente la absorben, y que la luz se combina tam bién en las plantas en d esarrollo, pu esto qu e éstas mu eren o mod ifican su s pr opied ades cuand o se ven p rivadas d e ella. Ya h emos visto corno el antiguo sistema h abía exagerad o la imp ortancia del flogisto y lo había convertido en centro de todas las explicaciones qu ímicas. Cuand o Lavoisier substituyó la flogisticación p or la red ucción y la deflogisticación por la oxidación, era natural que el elemento recién descubierto, el oxígeno, usurpase la posición de exagerada importancia qu e el flogisto acababa d e perd er. Esto es exactamen te lo que su ced ió. En el sistema de Lavoisier cada elemento ocupa una posición conforme a su relación con el oxígeno. Hasta entonces los metales habían sido compuestos de bases con flogisto. Ahora se convertían en elementos que se u nían al oxígeno p ara form ar bases. En cam bio, los metaloid es se habían convertido en elementos que se unían al oxígeno para formar ácidos, e incluso el mismo nombre de oxígeno (oxogenium, generador de ácido) p retend ía exp resar este hecho. La teoría del oxígeno de los ácidos - De todo esto parecía deducirse natu ralmen te que tod os los ácidos d ebían conten er oxígeno, y Lavoisier no vaciló en llegar a esta conclusión. El ácido bórico fue, pues, para él, el óxid o de un «radical», d esconocido tod avía, y para este rad ical halla lugar en la Tabla de los elementos. Los acontecimientos posteriores vinieron a justificar tal con d ucta, pero el hech o d e que aplicase igual criterio en el caso de los ácidos clorhídrico y fluorh ídrico estaba destinad o a cond u cirle m ás tard e al fracaso. Al princip io su rgió también u na p equeñ a d ificultad . Si no existe el flogisto, y el oxígeno es el com ponen te esencial de los ácidos, ¿por qu é éstos despr end en hidrógeno con los metales? Sin embargo, pr onto se halló a esto un a explicación: simu ltáneamente el agua se d escompone; el hidr ógeno se despr end e como tal, mientras que el oxígeno se un e, al metal para formar una base, que ahora puede apoderarse de un ácido para formar una sal. ¡ Qué deuda tienen contraída con el agua todos los qu ímicos teóricos! 91
LAVOISIER Naturalmente, Lavoisier no podía reducir la Química orgánica a un
LAVOISIER Naturalmente, Lavoisier no podía reducir la Química orgánica a un sistema, pero aplicó el mismo principio de clasificación a los ácidos orgánicos. Sabía con cuánta frecuencia pueden ser preparados por un proceso de oxidación, como, por ejemp lo, se prepara el ácid o acético del alcohol o el oxálico del azúcar de caña. Por consiguiente, consideró asimismo estos ácidos como compuestos de oxígeno de «radicales compuestos» , que más adelante consideró estaban, integrados generalm ente por carbón e hidrógeno, pero qu e a veces pod ían también contener fósforo, nitrógeno o azu fre. Incluso sospechó la presencia de nitrógeno en algunos ácidos, como el acético y el tártrico. Hoy sabemos q ue no lo contienen. No estará de más notar aquí atentamente el sentido en que emplea Lavoisier la palabra «radical». Para él significa el elemento o grupo de elementos qu e entran en combinación con el oxígeno. Es u na palabra qu e, a partir d e entonces, ha cambiado con frecuencia d e significado. Uno de los primeros en adoptar la teoría de Lavoisier respecto de la combustión fu e Joseph Black, que la enseñ ó en Escocia antes d el 1784. C. L. Berthollet aceptó la teoría en 1785, como asimismo la aceptaron Gu yton d e Morveau, en el año 1786, y Fourcroy en 1786-1787. Los químicos extranjeros les imitaron pronto, y sólo unos cuantos, como Priestley y Cavend ish en Inglaterra, Macqu er en Francia y Wiegleb en Alemania, se negaron a h acerla. BIBLIOGRAFIA Lavoisier 1743-1794 d’aprhs sa correspondance, ses manuscrits, etc., por
Grim au x, París, 1888, es la p rincipal biografía, pero contiene relativam ente pocos datos desde el punto de vista químico. Las obras completas de Lavoisier se publicaron bajo los auspicios del ministerio de Instrucción Pú blica, en seis volúm enes, entre los añ os 1864 y 1893. H ay n um erosas apreciaciones. Véase sobre todo La Revolution Chimique, de Berthelot, 1890 y el Essay, por Thorpe, que representa una apreciación m enos lisonjera.
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CAPITULO VII LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS La labor d e Lavoisier había prop orcionad o un a base teórica para el análisis cuantitativo, y él mismo llevó a cabo cierta tarea explorador a en esta ram a de la Ciencia. Pronto aparecieron mejoras en la técnica del análisis cuan titativo d ebida s a hom bres com o Vau qu elin (1763-1829), en Francia, y Klaproth (1743-1817), en Alem ania. Louis Nicholas Vauqu elin, profesor en París, descubrió el cromo (1798)) el óxido d e berilio y otros comp u estos del berilio (1798), ad emás d e aislar los ácid os asp arag ínico, canfórico, qu ínico y ciánico a partir de los prod uctos natu rales. En aquella época era creencia común qu e la comp osición procentual de un comp lejo químico era siemp re la misma, ind epend ientem ente d e su origen. H oy llamam os a este hecho general ley de las proporciones definidas y la consideramos p ied ra angu lar de la Ciencia. No obstante, a fines del siglo XVIII no fue debidamente ap oyad a p or la exp erimentación y se benefició d el ataqu e de qu e la hizo objeto Berthollet. Berthollet. - Clau d e Louis Berthollet nació en Talloire, Saboya, en 1748. A la edad de veinticuatro años se instaló en París y comenzó a ejercer con m ucho éxito la Med icina. En 1780 fue nom brad o miembro d e la Academ ia, y en la misma ép oca renu nció a su clientela al objeto de d edicarse a trabajar p ara el Gobierno, Ya hemos visto cóm o cooperó con Lavoisier en la reform a d e la nomen clatu ra qu ímica. Más adelante fue pr ofesor de la «Ecole Normale». Berthollet se asoció a Napoleón en la época en que se tra slad aron d e Italia a Francia las obras de arte, le dio algun as enseñan zas d e Qu ímica y má s tarde le acomp añó a Egipto. Duran te el Consulad o y el Imperio obtuvo muchos honores y después de la Restauración fue nom brad o par p or los Borbones. Mu rió en Arceuil, en 1822. El servicio princip al que p restó a la ind u stria fu e la introdu cción d el cloro como agen te blanquead or, descubr imiento qu e se negó a patentar . Estática química. - Mientras estaba en Egipto, en 1799, presentó en el Instituto d e El Cairo u n trabajo sobre las Leyes de Za afinidad q&rica. Este trabajo establecía las ideas fundamentales que expuso más tarde en su famoso libro Essai de statique ckinzique. Berthollet comenzaba con un ataque a las Tablas de afinidad (pág. 56). Ya hemos visto cómo fueron concebidas por Geoffroy y hemos analizado someramente sus defectos
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS fu nd am entales. A pesar d e estos defectos, las tablas fu eron u tilizándose
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS fu nd am entales. A pesar d e estos defectos, las tablas fu eron u tilizándose com o forma cóm od a p ara r egistrar las observaciones qu ímicas. Lavoisier las empleó francamente en su Traité élémentaire, y en Su ecia, Bergm an las había ampliad o de forma qu e pu d ieran ap licarse a un ord en más vasto de estados experimentales. Berthollet las cond enó como erróneas en principio. Si hu biera ha bido algo de v erdad en ellas, la afinid ad habría sido absoluta, y u n ácido d espojaría totalmen te a otro d e sus sales. Berthollet logró d emostrar qu e raram ente se d aba este caso. En vez d e ello, las cantidades que intervienen sí que desempeñan un papel en extremo imp ortante, pu es agregand o cantid ad suficiente d e un reactivo pod ía, con frecuencia, invertirse el curso aparente de una reacción. La conocida d escomp osición d el vap or d e agua p or el hierro y la redu cción del óxido de hierro por el hidrógeno constituyen ejemplos de ello, pero Berthollet pu do adu cir otros mu chos ejemp los. Indicó que cuando se mezclan dos sales, los componentes ácido y básico perm anecen en equ ilibrio en la solución, 1 qu e la reacción qu e se prod uce d epend e en pa rte de las afinid ad es, en parte de las masas en presencia y en par te d e otras consideraciones secund arias que, no obstante, son d ecisivas en ciertos casos, como la solubilidad o volatilización de una de las combinaciones reactivas. Así, si el ácido sulfúrico expu lsa el carbón ico d e sus sales, no es a causa d e una m ayor afinid ad por la base, sino p orqu e el ácid o carbón ico es volátil y no p uede perm anecer en ellas en comp etencia con el segund o. Si el ácid o sulfúrico d escompone el cloruro d e bario no se debe a un fenómeno de afinidad, sino más bien a la insolubilidad del sulfato de bar io. Vemos cu án cerca están estas ideas d e nu estras nociones mod ernas d e equ ilibrio y reacción reversible. Ciertamente qu e si Berthollet hubiese sido un poco más claro en cuanto a la importancia de la concentración y n o d e la m era cantid ad , hu biera llegado m u y cerca de la ley de la acción d e las masas. Por desgracia para el éxito d e sus p rop ias contiendas, pero sin d ud a afortun ad am ente para el progreso de la Ciencia, debió darse cuenta de que sus observaciones le llevaban a otras conclusiones no tan bien justificadas por los hechos. Parecióle natural d edu cir que, dentro d e ciertos límites, los elem entos deben un irse en tod as las proporciones, y pu blicó análisis qu e tiend en a dem ostrar qu e realmente lo hacen así. Desde este pu nto d e vista p arecía natur al esperar qu e el cobre y el azufre, por ejemplo, se mezclasen en proporciones varias según cuál de los elementos se hallase en exceso. Reconoció, es cierto, que algunos cuerpos bien definidos parecen mostrar composición constante, pero atribu yó esto a la insolu bilidad d e ciertas combinaciones o a su aptitud p ecu liar p ara la cristalización. 94
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS Finalmente, man ifestó que no p ued e trazarse ningun a clara d ivisoria entre
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS Finalmente, man ifestó que no p ued e trazarse ningun a clara d ivisoria entre lo que llam amos u nión qu ímica y solución, sobre tod o estando esta últim a representada por las aleaciones y íos cristales. Si Berthollet hubiese mantenido fija su atención sobre estas últimas formas de combinación, seguramente hu biera persistid o mu cho m ás tiemp o en su p un to de vista. A d ecir verd ad , prefirió buscar la solución sencillam ente en la comp osición d e las sales y los óxid os, terreno d ond e estaba más expu esto al ataqu e. Controversia con Proust. - El ataqu e p artió d e Joseph Louis Prou st (17541826), francés de talento, profesor a la sazón en M ad rid . Resu ltad o de ello fue u na controversia en los periód icos, qu e du ró casi ocho años y que fue sostenida por ambas partes con la mayor brillantez y la más impecable cortesía. Al cabo quedó Proust dueño del campo, porque cada vez que BertholIet sup onía haber p reparad o un a serie que rep resentaba tod os los grad os de comp osición, Prou st le dem ostraba que en realid ad siemp re se trataba d e mezclas d e dos su bstancias, cad a u na d e las cuales, en estado d e pu reza, tenía diferentes propiedad es y m ostraba un a composición química constante. De aquí que se considere a Prou st d escubrid or d e la ley d e las pr oporciones d efinidas (1). Se afirm a qu e el Duqu e d e Wellington d ecía :«no existe nada p eor que un a gran victoria, como no sea una gran derrota», y ésta es con frecuencia la verd ad en las controv ersias científicas. La d errota d e Berthollet significaba que la parte buena d e sus debates iba a qued ar tan d esacreditada como la mala, y por ello se prestó ya poca atención al equilibrio químico y a la acción d e la masa. Este estad o d e cosas du ró m ás d e cincu enta añ os, hasta qu e Carl Friedr ich Wenz el (1740-1793) estud ió la velocidad d e solución d e los metales en los ácidos y en 1777 halló que es proporcional a la concentración del ácido, lo cual es el primer reconocimiento de la ley de acción de las masas. A fines del siglo XVIII, sin embargo, la ley de las pr oporciones definidas era algo que el mu nd o necesitaba d e mom ento, y si se hu biera d esacred itado en 1799, el pr ogreso de la Ciencia se hubiese retrasado seriamente. -----(1) Que se halló muy próximo a descubrir la ley de las proporciones múltiples, lo dem uestra cl hecho de qu e llegó a calcular las diferentes cantid ad es de oxígeno que se unen a roo partes de cobre en los dos óxidos. Las cifras correctas son 12,6 y 25,2 que hu bieran rev elado la ley; pero. debido a análisis defectuosos :Proust obtu vo 18 y 15.
Fenóm enos d e neu tralización. - Antes d e qu e se iniciase la controversia entre Proust y Berthollet, se llevó a cabo en Alemania un estudio interesante, porqu e se abordaba el tema d e la comp osición quím ica d esde 95
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS otro pu nto d e vista. Ya hem os visto cu án d escorazonad ora había sido la
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS otro pu nto d e vista. Ya hem os visto cu án d escorazonad ora había sido la teoría del flogisto para tod o el concepto cuantitativo. Sin embargo, au n los primeros químicos habían hecho observaciones cuantitativas. Desde tiemp os de Ceber se había reconocido, por ejemp lo, qu e era ind ispensable cierta cantidad de ácido p ara neutralizar un a cantidad dad a d e una base, y en 1699 Hom berg había tratado d e d eterminar las cantidad es de d iferentes ácidos que neutralizarían una onza de potasa. Se atribuye a Glauber la imp ortante afirm ación d e qu e, al mezclarse d os sales neutra s, la solu ción continúa neutra, ya se produzca reacción química o no. Hacia 1775, Bergman y Kirw an trataron d e determinar las cantidad es de d iferentes ácidos que neu tralizan u na cantid ad d ad a d e la misma base y viceversa ; pero, debido a lo rudimentario de los métodos de experimentación no lograron d edu cir regla general algun a. Bergm an, sin em bargo, reparó qu e cuando se sumerge cobre en una solución neutra de nitrato de plata, la p lata p recipita y el cobre se disu elve, m ientras qu e la solución sigue siendo neutra. De ello dedujo que los pesosdel cobre disuelto y la plata precipitada son cantidades de estos metales que contienen una misma cantidad de flogisto (véase pág. 76). Lavoisier invirtió los términos, y estableció que los pesos d e d os metales que se disuelven en u na cantidad dada del mismo ácido son los pesos que se combinan con la misma cantidad d e oxígeno. Richter. - El honor d e sistematizar estas observaciones estaba reservad o a Jeremías Benjamín Richter (17621807), que en la época en que concluyó este trabajo era arkanist en la Real Fábrica d e porcelana d e Berlín. Publicó d os libros qu e trataban d e este tema ; un o, A nfangsgründe der Stöchiometrie, apareció por entregas entre 1792 y 1794 ; el otro, Ueber die neueren Gegenstände in der Ckilnie, entre 1792 y 1802. Impresionó particularm ente a Richter el hecho d e que d os sales neutras p ud ieran reaccionar sin p érd ida de su neutralidad. Vio que si el sulfato de potasa, por ejemplo, reacciona con el nitrato de cal formando nitrato de potasa y sulfato de cal, la conservación de la reacción neu tra exige qu e la cantidad de cal que p asa del ácido nítrico al ácido sulfúrico debe ser químicamente equivalente a la cantidad d e potasa qu e pasa d el ácido su lfúrico al ácido n ítrico. Si entonces determinásemos las cantidades de cal y de potasa que se unen, respectivamente, al peso d ad o d e ácido su lfú rico, veríamos qu e algún otro peso definido de ácido nítrico (u otro ácido cualquiera) neutralizaría exactamente estas mismas cantidades de ambas bases, de manera que determinando principalmente esta cantidad de ácido para una base, el resultad o valdr ía tam bién pa ra la otra. Richter p repa ró, p u es, gran 96
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS nú mero d e tablas indicadoras d e las cantidad es de bases d iferentes qu e
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS nú mero d e tablas indicadoras d e las cantidad es de bases d iferentes qu e neu tralizarían 1.000 partes de u n ácid o dad o, y d e las cantidad es de ácidos diferentes que neutralizarían 1.000 partes de una base dada, logrando d emostrar q u e en las tablas par a d iferentes ácidos tod as las bases segu ían en el mismo orden y que los números correspondientes eran proporciona les. Lo mismo cabría decir respecto d e los ácidos en las tablas pa ra las bases. G . E. Fischer. - En su s libros, Richter m ezcló estas ideas valiosas con otras fantásticas y de escasa imp ortan cia ; su lengu aje era arcaico y su estilo el qu e p odía esperarse del hom bre que inventó la palabra estequiometria. Por estas razones su obra p rod ujo poca imp resión en aqu ella época, y hu biera sido relegad a al olvid o d e no h aber sido p or G. E. Fischer, qu e trad u jo al alemán las obras d e Berthollet y aña d ió a la Estática quimica una nota que resum ía las conclusiones de Richter. Fischer n o fue solamente afortu nad o en su manera de expresarse, sino que perfeccionó mucho la utilidad p ráctica de las tablas de Richter cond ensánd olas todas en un a sola. Si a la tabla que contiene las cantid ad es d e las bases qu e neu tralizan 1.000 partes d e ácido su lfúr ico agregam os las cantidad es de ácid os que p osee la m ism a neu tralizante qu e 1.000 partes d e ácid o su lfú rico, la tabla r esultante será una lista completa de los pesos de todos los ácidos y sales que son químicamente equivalentes. La tabla de Fischer comprendía veintiún ácid os y bases. Aqu í d am os algun as d e las cifras originales seleccionad as, comparadas con las que se consideran hoy acertadas. Al calcular estas últimas, tenga el lector presente que las bases se han computado como óxid os y los ácid os como anh ídridos, según la teoría en boga entonces qu e consideraba las sales com o p rod uctos de a d ición. Bases Alúmina Magnesia Cal Potasa Sosa
525 615 793 1605 859
Valor Verdadero 425 503 700 1180 775
Acidos Sulfúrico Carbónico Oxálico Fosfórico Nítrico
1000 577 755 979 1405
Valor Verdadero 1000 550 900 888 1350
Equivalencia - Ni Richter ni Fischer emplearon esta palabra, pero claramente nos d amos cuenta de qu e la tabla ad jun ta es una verd ad era tabla de equivalentes químicos o proporciones de peso en que se combinan las substan cias. Fue la pr imera d e su especie. Se verá fácilmente q ue la idea podría haberse llevado mucho más lejos sin necesidad de introducir ningún principio nuevo. Richter reconoció claramente que cuando un m etal precipita a otro, las cantidad es que intervienen en la reacción son 97
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS químicamente equivalentes, de manera que, mediante una sola relación
LA LEY D E LAS PRO PO RCIO N ES D EFIN ID AS químicamente equivalentes, de manera que, mediante una sola relación cuantitativa entre uno de los ácidos y uno de los metales todos estos ú ltim os pod ían haberse incluid o en la tabla. Desde luego pu d o amp liarse d e este mod o hasta abarcar tod os los elementos. Entonces hubiéramos poseíd o u na tabla comp leta d e los pesos que en tran en combinación, cuyas cifras en n ad a se hu bieran p arecido, es cierto, con nuestros modernos pesos atómicos ; pero la multiplicación por un solo factor hubiera transformado esta tabla en otra en que cada uno de los nú meros estaría en relación simp le con los de aqu ellos pesos. Una tabla así bastaría p ara tod os los cálculos estequ iométricos. La mayoría de nosotros hemos llegado a nuestra concepción de la com binación d e pesos a trav és de la teoría atómica y d e las leyes de los gases. Es por lo tanto interesante observar que estas relaciones no sólo pu dieron d erivarse, sino que en pu ridad histórica realmente se d erivaron d el estud io de los fenóm enos d e la neu tralización, sin que los quím icos se valieran d e la teoría atóm ica ni se basaran en n ingu na h ipótesis sobre la constitución fund am ental de la materia. BIBLIOGRAFÍA El Essai de stntique chimique, de Berthollet, se publicó en 1803. El pr imer comu nicad o pr esentad o por el autor en El Cairo se encuen tra en «Klassiker », núm . 74, de Ostw ald. Un extenso estudio del desarrollo de la Ciencia desde la época de Lavoisier hasta la fecha de su publicación es el que se encuentra en Die Entwickelung der Chemie in der. neveren Z eit , de Kopp . Mu nich, año 1873. En el V orträge über die Ent eoickelungsgeschichte der Chemie nos ofrece Ladenburg una excelente presentación del mismo período. El «Alembic Club» ha publicado una traducción inglesa de una de las primeras ediciones d e Dobbin. *
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CAPITULO VIII D ALTO N Y LA TEO RIA ATOM ICA La concepción atómica. - La tendencia a achacar todos los fenómenos físicos a los movimientos mecánicos de los corpúsculos, átomos o partículas finales es muy antigua y nos ayudará a comprender procesos cuyos detalles son d ifíciles de reten er sin ella en la mem oria. La teoría atóm ica se enseñó en la Ind ia en fecha r emota , pero no se sabe de cierto si la id ea nació allí ind epend ientem ente o fue tom ad a d e los griegos. Estrabón, en su Geografía, afirma qu e Mochos, el fenicio, fue el au tor d e la «antigua opinión acerca d e los átom os», pero nad a m ás se sabe de él y en general se cree que las especulaciones sobre los átomos comenzaron con los primeros griegos. Anaxágoras (498-428 a. de J. C.) enseñó que los cuerpos son divisibles de manera ilimitada. «El oro está compuesto de semillitas de oro, la carne d e p artículas d e carn e.» Estas semillitas no era n los átomos, tal y conforme los comprendemos nosotros. Aristóteles dice que Leucipo (unos 500 años a. de J. C.) fue el verdadero inventor de la teoría atóm ica. La teoría fue ad optad a y d ifund ida p or Dem ócrito (460-370 a. de J. C.), quien enseñó que los átom os son d uros, tienen form a, tamañ o y, posiblemente, peso. Son tan pequeños que no se ven y están constantemente en movimiento. Todas las Ciencias físicas han usado libremente d e esta concepción en u no u otro tiemp o y ad optó u na forma d efinid a en el pensam iento d e N ewton, qu e se expresó sobre el asun to en estos térm inos : «Me parece probable que Dios formase, en un principio, la materia compuesta de partículas sólidas, macizas, duras, impenetrables, movibles, de tales dimensiones y formas y con tales otras propied ad es y en tal proporción, que en su ma yoría cond ujeran al fin p ara El las había creado, y que esas pa rtículas p rimitivas, por ser sólida s, son incomparablemente más duras que ninguno de los cuerpos porosos con ellas compuestos : tan duras son que nunca se desgastan ni rompen en pedazos; ningún pod er de la Tierra es capa z de d ividir lo que Dios hizo uno d esde la pr imitiva Creación. Mientras las partículas sigan enteras, compondrán cuerpos de una y la misma naturaleza y contextura en todos los siglos ; pero si se desgastasen o rompiesen en ped azos, cambiaría la natu raleza e las cosas que dep end en de ellas.»
Esto es una confirmación admirable de las ideas de Demócrito aplicadas a la Física, y de modo vago y filosófico a la Química ; pero ningún hombre de Ciencia se dio cuenta, antes de 1800, de que estas mismas ideas pu d ieran ser d esarrolladas h asta el pu nto d e pod er explicar cuantitativamente la composición de todas las substancias y de sus
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA reacciones mutuas. Esto es lo que el químico entiende por teoría atómica
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA reacciones mutuas. Esto es lo que el químico entiende por teoría atómica, cuyo inventor fue John Dalton. Dalton. - A Dalton se le ofreció una vez ocasión de hacer una breve descripción de su vida, y como es corta y característica, vamos a tran scribirla íntegra : «El au tor d e esta nar ración nació en el pu eblo de Englefield, sito a d os millas al oeste de Cockermouth, Cumberland. Fue a la escuela del pueblo y de los pueblos vecinos hasta la edad de once años, época en que, acabado el curso de Náutica, Medición, Agrimensura , etc., comen zó a enseñar , a la ed ad de d oce años. en la prop ia escuela del pu eblo y así continuó p or espacio de d os años; luego se ocup ó en trabajos, agrícolas por espacio de un año o algo más; trasladado a Kendal, a la edad de quince años, como ayudante de un internado, permaneció allí por espacio de tres o cuatro años; luego continuó como director de la misma escuela, y así estuvo por espacio de ocho años ; en Kendal ded icaba su s ratos d e ocio al estud io del latín, griego, francés. Matemáticas y Filosofía natural; de aquí como profesor de Matematica y Filosofía natural; de aquí pasó a Mánchester, en 1793, como profesor de Matemática y Filosofía natural del «New College». Estuvo allí contratado seis años, y después se dedicó a instructor privado y a veces publicó en diversas ramas de las Matemáticas, Filosofía natural y Química, sobre todo en Mánchester, pero también eventualmente, por invitación, en otras ciudades, como Londres, Edimburgo, Glasgow, Birmingham y Leeds.»
Sólo falta agregar que Dalton nació el 6 de septiembre de 1766, y que m u rió en Manchester el 27 d e julio d e 1844. Era hijo de un pobre cuáqu ero, tejedor, y conform e lo dem uestra su pequ eña biografía, d esde la niñez fue abandonado a sus propios recursos. Sin embargo, con infatigable perseveran cia dedicó siemp re sus horas libres a ocup aciones intelectuales. Fue hom bre reservad o, taciturno, tan p arco d e palabras como d e dineros (aunque amable y generoso en el fondo), y tan ordenado en sus hábitos que los vecinos hubieran podido poner en hora sus relojes por sus m ovimientos; hom bre d esconfiad o d el resultado d el trabajo ajeno, tenía que comprobarlo todo por sus p ropios métodos. Estuvo m uy bien dotad o como experimentador, y por razones económicas le fue preciso trabajar largo tiemp o con ap aratos mu y ru d imentarios, qu e se constru ía él mismo muchas veces ; sin embargo, estas dificultades no fueron óbice para que d escu briera varias d e las leyes que d escansan sobre los mismos cimientos d e la Ciencia. Ceguera del color. - Es interesante saber que realizó todo este trabajo emp ezand o por los elementos qu e tenía m ás al alcance de la mano, pu es comen zó p or estud iar su p ropia anom alía en la visión d e los colores y el tiempo atm osférico. Dalton fue el primero qu e hizo un estud io sistem ático 100
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA d e la ceguera d el color, y aun cu and o su investigación no d io im portan tes
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA d e la ceguera d el color, y aun cu and o su investigación no d io im portan tes resultados, puso d e manifiesto su d iligencia característica. Su prop io caso d ebió d e ser extremo, por qu e al d escr ibir u na d e sus conferencias en la «Royal Institution», escribió a un amigo : «Al dar la conferencia sobre Op tica saqu é seis cintas d e color, azul, rosa, lila, rojo, verd e y pard o, que emparejaban mu y bien, y así se lo hice ver a la cu riosa concu rren cia.» Sus estud ios en M eteorologia. - Ninguna m ateria parece haber interesado tanto a Dalton como la Meteorología. Fielmente fue anotando a diario el estado del tiempo y los fenómenos atmosféricos, desde 1787 hasta la misma víspera de su muerte, y sus apuntes contienen nada menos que unas 200.000 observaciones sueltas. Pasaba las breves vacaciones que se toma ba en la región d e los Lagos, dond e su ocup ación favorita era escalar montañ as con tod os los instru mentos qu e pod ía llevar consigo, al objeto de comparar las condiciones atmosféricas de las diferentes altitudes. Todo esto le llevó, naturalmente, a sentir especial interés por los gases y emp rend er en el laboratorio el estud io d e su s prop ied ad es. En el pr imer año d el siglo XIX le hallamos leyend o un comu nicad o ante la «Manchester Literary and Philosophical Society », en el que anuncia el descubrimiento de algunas leyes importantes de los gases. Entre éstas, citaremos la ley d e que los gases se dilatan p or igual por u n au men to dad o de la temperatura ; que las tensiones de vapor de los líquidos son las m isma s a intervalos igu ales de temp eratur a por encima y por d ebajo de su punto de ebullición ; que en un volumen constante, cada gas en una m ezcla ejerce la misma ten sión que si los d emás gases se hallaran au sentes y, p or consigu iente, que la solubilid ad d e los gases m ixtos es pr oporcional a sus tensiones p arciales. Dalton había observad o que la com posición d e la atmósfera era ind epend iente d e la altitud y había dem ostrado qu e dicha comp osición no se debía simp lemen te a u na agitación m ecánica, m ediante experimentos en qu e los gases pesad os se d ispersaban hacia arriba entre los ligeros, mientras que estos últimos se dispersaban hacia abajo, aun d entro de tubos mu y estrechos. La teoría atóm ica. - La. teoría atóm ica se d esarrolló más d e lo qu e se creía hasta hace relativamente poco, gracias a los estudios de esta especie. Dalton no habló de ella hasta que apareció su New System of Chemical Philosophy, en 1808, pero algunos añ os antes había comun icad o sin carácter oficial las ideas fundamentales, siendo la primera ocasión una tabla de pesos atómicos qu e ad ju ntó, en calidad d e ap énd ice y sin comentarios, a
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DALTON Y LA TEORIA ATOMICA un comunicado presentado en 1803 sobre la solubilidad de las mezclas
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA un comunicado presentado en 1803 sobre la solubilidad de las mezclas gaseosas. Sir H enry Roscoe p restó u n señalado servicio a la Ciencia d esenterrand o d e los archivos d e la «Man chester Literary and Philosoph ical Society» las notas d e laboratorio de Dalton y otros m anu scritos que hoy aclaran cómo se desarrolló la id ea en su men te. De estos docum entos, el más imp ortante es el resumen de una conferencia que dio en 1810, que en parte es como sigu e : « Como ha ce mucho tiemp o tengo la costumbre d e hacer observaciones meteorológicas y m editar sobre la natu raleza y constitución d e la atm ósfera, me extraña con frecuencia que una atmósfera compuesta, o sea la mezcla de dos o más fluidos elásticos, pueda constituir apa rentemen te una m asa homogénea, o una masa qu e en todas las relaciones mecánicas coincide con u na atmósfera simp le.
« N ewton había d emostrad o claram ente, en la p rop . 23 del Libro II de sus Principia, que un fluido elástico se halla constituido por pequeñas par tículas o átomos d e materia que se repelen u nos a otros con u na fuerza que au menta d e prop orción a m edida qu e disminuye la distancia que los separa. Mas como los modernos descubrimientos nos aseguran que la atm ósfera contiene tres o mas fluidos elásticos d e diferente p eso específico, no se me alcanza cómo la proposición de Newton pueda aplicarse a un caso de qu e, naturalmente, no p ud o tener ninguna idea. Con la m isma d ificultad tropezó el doctor Priestley cuan d o d escubr ió esta natu raleza comp leja d e la atmósfera. N o p odía concebir qu e el gas oxigeno, siendo específicamente el más pesado, no formara un stratum d istinto d e aire en la parte inferior d e la atm ósfera, y el gas azótico (nitrógeno) otro en la parte superior. Algunos químicos del Continente (creo que eran franceses) hallaron la solución de esta dificultad (o se lo figuraron). La denominaron afinidad química. Según ellos, un gas se halla man tenido en solución por el otro y, a su vez, este com puesto disuelve el agu a: d e aquí la evap oración, la lluvia, etc. Esta opinión d el aire qu e disuelve el agu a fue la que p revaleció du rante largo tiemp o y, naturalmente, allanó el terreno para la adm isión d e la que luego siguió. la de qu e un a especie d ad a d e gas d isu elve a otra. Se objetó a esto qu e cuan d o se un e con otra un a clase de gas determ inada, no qued an huellas d ecisivas de u nión qu ímica. A esto se replicó que la afinid ad es de tipo m uy ligero y n o d e ese carácter enérgico qu e se observa en la m ayoría de los casos. A este propósito añadiré de pasada que esta teoría es actualmente, o ha sido hasta hace poco, según creo, la doctrina prevaleciente en todas las escuelas químicas de Europa. Y al objeto de conciliar, o mejor, de adaptar, esta teoría química de la atmósfera a la 102
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA doctrina newtoniana ci e los átomos o partículas repelentes, me puse a
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA doctrina newtoniana ci e los átomos o partículas repelentes, me puse a trabajar para combinar mis átomos sobre el los mezcló y rodeé de una atm ósfera d e calor como m u estra el diagram a (1). Repetí la op eración, pero pr onto ad vertí que se habían agotad o las par tículas de agu a (porque solo constituyen un a p equeña par te d e la atm ósfera). A continuación combiné, un o por u no, mis átomos d e oxígeno y d e ázoe ; pero a su tiemp o descubrí tam bién qu e me faltaba el oxigeno. Enton ces arrojé en la mezcla tod as las pa rtículas rema nentes d e azoe y comencé a considerar cómo iba a obtener el equilibrio general. Mis compuestos triples de agua, oxígeno y ázoe se m ostraban ad mirablemente inclinados, por su sup erior p eso específico, a d escend er y ocup ar la par te mas baja. Los comp uestos d obles de oxígeno y azoe pretendían estacionarse al medio, y el azoe tendía a nadar en la superficie. (1) Los d iagramas o esqu emas citad os en esta transcripción n o son hoy d ía arequibles. Rem edié este d efecto alargan d o las alas d e m is partículas pesa d as, o sea proyectando más calor a su alrededor, mediante lo cual conseguí que flotasen en cua lquier par te d el vaso. Pero p or d esgracia este cam bio dio a la mezcla toda el mismo peso específico que tema el gas ázoe. Esta circunstancia no podía ser tolerada ni por un momento. En suma, me vi obligad o a renu nciar p or comp leto a la hipótesis de la constitución qu ímica d e la atm ósfera como irreconciliable con los fenóm enos observ ad os. Sólo m e restaba un a alternativa, a saber : rod ear a cad a un a de las partícu las d e agu a, oxígeno y ázoe con calor, y convertirlas, respectivam ente, en centros d e repu lsión, lo mismo en estad o d e combinación qu e en estado libre. Esta hipótesis estaba igualmente erizada de dificultades, porque mi oxigeno seguía ocup and o la parte m ás baja d el recipiente, m i ázoe la siguiente y mi vap or n ad aba en la cima. En 1801 d i con un a hipótesis qu e allanaba por completo estas dificultades. Según ella, teníamos que exponer que los átom os d e una especie no rechazan los átomos d e otra especie, únicamente los de la suya p rop ia. Esta hip ótesis explicaba perfectam ente la difusión d e tod o gas en otro, cualesqu iera qu e fuesen sus p esos específicos, y adem ás conciliaba a m arav illa toda m ezcla gaseosa con el teorema d e New ton. Cada uno de los átomos de ambos o de todos los gases de la mezcla era centro de repulsión de las partículas inmediatas de su misma especie, d escartand o las d e otra especie. Tod os los gases sum aban su s esfu erzos p ara contrar restar la presión atmosférica, o cu alquier otra presión a qu e pu dieran estar sometidos.
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DALTON Y LA TEORIA ATOMICA » Sin embargo, por bella que pueda parecer la aplicación de esta
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA » Sin embargo, por bella que pueda parecer la aplicación de esta hipótesis, no d ejaba d e tener algu nos asp ectos imp robables. Teníamos qu e suponer tantas clases de fuerzas repelentes cuantos eran los gases; y, ad emás, supon er qu e el calor n o era, en ningú n caso, este pod er repelente, posición ciertamente no muy probable. Además, en una serie de experimen tos pu blicad os en las M anchester Memoirs vi que la difu sión d e unos gases en otros era un proceso lento y, según parece, obra de considerable esfu erzo. »Tras de reflexionar en ello, se me ocurrió que nunca había considerado el efecto de las diferencias de tamaño en las partículas de los flu idos elásticos. Por tam año en tiend o yo la partícu la du ra d el centro y la atmósfera de calor tomados conjuntamente. Si, por ejemplo, no hubiera exactamente el mismo número de átomos de oxígeno que de azoe en un volumen dado de aire, los tamaños de las partículas de oxígeno serían entonces diferentes de los de las p artículas d e ázoe. Y si los tamaños fueran d iferentes, enton ces -- en el sup uesto d e que el poder repelente fuese el calor- no podría establecerse el equilibrio entre partículas de desigual tam año qu e se comp rimieran un as contra otras. »Esta idea se m e ocurrió en 1805 (1). Pronto ad vertí que los tamaños d e las partfculas de los fluidos elásticos tienen qu e ser diferentes. Porqu e un a m edida d e gas ázoe y otra de oxígeno, un idas químicamente, darían unas dos medidas de gas nitroso, y estas dos medidas tendrían más 3 átomos de gas nitroso que átomos tiene una medida de gas azoe o de oxígeno (véase el esqu ema). De aqu í la sugerencia de que todos los gases d e especie distinta m uestran un a d iferencia en el tama ño d e sus átomos ; y así llegam os a la razón d e la difusión d e todos los gases unos en otros, sin necesid ad d e ningu na otra fuerza rep elente qu e la bien conocid a d el calor. Esta es, pu es, m i opinión p resente acerca d e la constitución d e las mezclas d e flúidos elásticos. »Qu edan d o así establecidos los diferentes tamañ os d e las partículas de los fluidos elásticos bajo circunstancias de temperatura y presión idénticas, traté de determinar los pesos y tamaños relativos, junto con el nú m ero relativo, d e los átomos de u n volum en d ad o. Esto me cond ujo a la com binación d e gases y a averiguar el nú m ero d e átomos que entran en tales combinaciones, pormenores que expondré más extensamente a continuación. -----------dice que Dalton d ebió de quivocar la fecha, porqu e en 1803 había p resentad o ya un a tabla de pesos atónicos. (I) Roscoe
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DALTON Y LA TEORIA ATOMICA Otros cuerp os adem ás de los fluidos elásticos a saber, los líqu idos y los
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA Otros cuerp os adem ás de los fluidos elásticos a saber, los líqu idos y los sólid os fueron som etidos a investigación resp ecto d e su combinación con los fluidos elásticos. Así se emprend ieron u na serie d e investigaciones p ara d eterminar el nú mero y peso d e todos los principios qu ímicos elementales qu e entran en algún genero de combinación u nos con otros.» El razonamien to de D alton. - N ada pod ría dem ostrar con más clarid ad que lo antes expuesto las concepciones mecánicas del pensamiento de Dalton y los métod os gráficos con qu e llegaba a sus conclusiones. N o fue el análisis químico el que le llevó, como a Richter, a la concepción de los átomos a trav és de la ley d e las prop orciones mú ltip les. Mu y al contrario, la h ipótesis atóm ica constituy ó siemp re un a parte d el mecanismo que su cerebro ponía en acción. Solucionaba sus problemas figur and o sobre un p ap el las d istintas partículas y luego combinán d olas diversamente. Los esquemas de su N eur Sistem lo ponen claramente de manifiesto. Dalton dibujaba su partícula dura en el centro de un cuadrado y llenaba el espacio intermedio de rayos que emanaban del átomo. Estos constituían su atm ósfera d e calor, y el conjunto se asemejaba m uy m ucho a u na tela d e araña. Finalm ente colocaba su s átom os de un gas sobre los d e otro, y viendo que los cuad rad os de igual tam año encajaban p erfectamente unos sobre otros, tropezando cada radio atómico con el rayo correspondiente de otro átomo, tomó esto como prueba cierta de que los gases cuyos átomos son d e un m ism o tamañ o, no pu eden d ifun d irse entre sí. Si, por el contr ario, fu eran ,de tam año d istinto, los rayos se trop ezarían en forma d esigual, se establecería el m ovimiento y los gases se pen etrarían mutuamente. Conociend o la d ensidad d e los d istintos gases, Dalton vio entonces qu e podía calcular los diámetros relativos de sus átomos siempre que conociese sus p esos relativos, y así pr oced ió a estud iar los mejores análisis conocid os y emp rend ió otros por cuenta p ropia al objeto de d eterminar las proporciones en p eso en que se combinan los elementos. La ley de las proporciones m últiples. - Como p reveía, esto le descubr ió la ley d e las prop orciones m ú ltiples, a saber : l Si dos elementos se combinan para formar más de un compuesto, permaneciendo constante el peso de uno de los elementos, los pesos variables d el otro son m ú ltiplos d el menor., Tomó esto como un a confirmación d e su hipótesis original, y adop tand o el hidrógeno como punto de referencia procedió a calcular sus pesos 105
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA atómicos. Aqu í, no obstante, tropezó con d ificu ltades de cuya graved ad n o
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA atómicos. Aqu í, no obstante, tropezó con d ificu ltades de cuya graved ad n o pareció d arse mu cha cuenta en u n p rincipio. Los pesos atóm icos de D alton. - En la época de Dalton el agua era el ún ico comp uesto de oxígeno e hid rógeno q ue se conocía. El análisis nos dice qu e en esta sustancia el peso del oxígeno es ocho veces mayor que el del hidrógeno. Sin embargo, el peso atómico que elijamos para el oxígeno variará según el núm ero de átomos qu e aceptem os entran en combinación en esta su stancia. Si la fórmula es HO 8, los átomos d e oxígeno tend rán un peso igual a los átomos d e hidr ógeno; si fu era H O16, pesarían solamente la mitad, y así sucesivamente. Dalton no poseía datos que le ayudasen a solucionar semejante problema ; sin embargo, dándose cuenta de la u tilidad pr áctica d e semejante d escu brimiento, creyó ju stificad a algun a explicación, y op tó p or la m ás sencilla. Cuand o los elementos no se unían más qu e en un a sola p roporción sup uso qu e tan sólo intervenía un átomo d e cad a clase. Cuan d o se unían en m ás de una proporción, el compuesto más conocido recibía la fórmula más simp le, siend o ésta n aturalm ente m odificad a p or aqu ellas consideraciones que daban consistencia al peso atómico cuando derivaba de dos o más compuestos del mismo elemento. Conforme a esto, Dalton adoptó la fórmu la H O p ara el agu a, lo cual dio al oxígeno u n p eso atómico de 8. Del mismo modo, puesto que el amoníaco era entonces el único compuesto conocido de hidrógeno y nitrógeno, le dio la fórmula NH, de la que actualmente calcularíamos para el nitrógeno un peso atómico de 4,5. Del m ismo m od o, el d el carbon o sería 6 si el etileno fuera CH y el m etano CH 2. Las cantida d es de Da lton d ifieren m u cho d e éstas, pero la discrepan cia se debe a las imperfecciones del análisis cuantitativo de aquella época. Sus símbolos eran originales y no los abandonó nunca ; es más, calificó los símbolos alfabéticos d e «anticientíficos» . Ob jeciones a la teoría. - La obra d e Richter no se h abía leíd o mu cho, y las ideas de Dalton simplificaban tanto el pensamiento químico y el cálculo, qu e se acogieron con gran entu siasm o. Sin embargo, las p ersonas d otad as de una visión más clara se dieron pronto cuenta de que la hipótesis que asignaba la fórmu la más simp le al comp uesto m ás conocid o no tenía un fundamento racional. Indicaron que no existía ningún criterio conocido por el cual pu diera determinarse el nú mero d e átomos que toman parte en una combinación dada, y si bien reconocían el valor de la ley de las proporciones múltiples, comprendían que despojado de sus vestiduras teóricas, el descubrimiento d e Dalton se red ucía sencillamente a esto : qu e los elementos se combinan siempre en proporciones al peso, que son 106
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA múltiplos de una unidad determinada. Aquellos hombres reconocieron,
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA múltiplos de una unidad determinada. Aquellos hombres reconocieron, natu ralmente, que esta ley no p od ía explicarse sino m ediante la hipótesis d e qu e la com binación se efectuaba por átomos y que los pesos relativos de tales átomos d ebían ser simp les, mú ltiplos o submú ltiplos de los pesos de combinación obtenidos por Dalton o Richter. Lo que negaban es que existiera ningún medio para determinar qué mú ltiplos deb ían elegirse. Comp rend ieron qu e, d e ser cierta, la teoría atómica ayu d aba a ahond ar en la constitución d e la materia má s de lo qu e se hub iera lograd o sin ella, y aun cuando veían que muchos de los valores numéricos de Dalton eran falsos, confiaba que en el futuro se descubrirían los hechos que debían justifica r la id ea fu nd am en tal. Gay Lussac. - En 1808, o sea el mismo año en que Dalton publicaba la primera p arte de su N ew System, ap ortaba Joseph Louis Gay-Lussac d atos importantes relacionados directamente con la cuestión de los pesos atómicos. Este eminente hombre de Ciencia nació en Saint-Leonard en 1778. Recibió un a excelente edu cación en Par ís y había sido ayu d ante de Berthollet, que le admitió en su célebre «Société d’Arcueil». Se hallaba d estinad o a ser objeto de gran d es distinciones; fue n ombrad o pr ofesor de la Sorbona y más tarde del Jardín de Plantas, y en 1839 se le concedió el título de p ar. En la época d e que tratam os se hallaba en los comienzos d e su carrera científica, que había inaugurado en 1802 con un comunicado referente a los efectos de la temp eratu ra sobre el volum en d e los gases. En d icho trabajo anu nciaba la famosa ley qu e hoy conocemos p or su nom bre. Segú n ella, «el coeficiente d e dilatación d e todos los gases es sensiblemente constante y su v alor es aproximad amen te igual a 1/ 273 d el volum en d el gas a 0 º C. No obstan te, él mismo a tribuyó la pr iorid ad a Char les (1). Los p rocedim ientos qu e utilizó Gay-Lussac para valorar los ácidos y titular p or m edio d el análisis volum étrico las soluciones d e plata, se consideran m uy exactos y se utilizan au n h oy d ía. Louis Jacques Thénard (1775-1857) llevó a cabo algún trabajo en colaboración con Gay-Lussac. Sus experimentos con el peróxido de hid rógen o y su s sales, sobre el ozono y sobre la investigación del alum inio, así como sus estud ios sobre la fermentación, la diabetes y la fabricación d el albayald e holand és, son d ignos de m ención. Publicó un Tratado de Quimica que fue trad ucido al alemán. En 1702 G. Amonton s tuv o un a idea referente a esta ley, y Volta la describió en 1793. La relación d e Daiton respecto a la expansión d e los gases por el calentamiento no er a muy acertada, y los experimentos realizados por Charla en 1787 fueron muy rudimentarios. (1)
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Combinación q uím ica p or volum en. - En 1805, Gay-Lussac y Alejand ro von Humboldt colaboraron en una investigación emprendida para examinar las proporciones volumétricas exactas en que se combinan el hidrógeno y el oxígeno bajo la influencia de la chispa eléctrica. Descubrieron qu e no imp orta cuál sea el gas en exceso ; 100 volúm enes de oxígeno reaccionaban siempre con 200 volúmenes de hidrógeno exactam ente, d entro d e los límites d el error experimen tal. Sorp rend ido p or la simp licida d d e esta relación, Gay-Lussac continuó la investigación par a ver si obtenía relaciones similares en el caso de otr os gases. Descubrió qu e realmente así era y en 1808 pu d o dem ostrar, entre otras cosas, que 100 medidas o volúmenes de gas amoníaco se unen exactamente con 100 de ácido clorhídrico ; que 100 medidas de nitrógeno se unen con 50 de oxígeno para form ar óxido nitroso, con 100 para formar óxido nítrico y con 200 para form ar p eróxid o d e nitrógeno; qu e el amoníaco se form a p or la unión de un volumen de nitrógeno con tres de hidrógeno, y que los volúmenes d e oxígeno en los dos óxid os d e azu fre se hallan en r azón d e 2 : 3. Gay-Lu ssac expr esó sus d edu cciones en la forma m odesta d e qu e las reacciones químicas entre los gases se efectúan en relación de simple volum en, y qu e cuand o en tales reacciones hay contracción, la d isminución de volumen está en razón simple con los volúmenes de los gases originales. Relación d e lo anterior con los p esos atómicos. Pu esto qu e las reacciones químicas se efectúan entre múltiplos simples de los pesos combinados, y pu esto qu e los volúm enes de los gases que se com binan tam bién se hallan en razón simp le, se comp rend e que los pesos de volúm enes iguales deben hallarse en razón sim ple d e los pesos que se comb inan. En los gases, el espacio que resta entre los átomos debe ser grande en proporción al ocupado por los mismos átomos; así pareció razonable suponer que el volumen (esfera de influencia) ocupado por un átomo p odr ía ser el mismo pa ra tod os los gases, y esto llevaría a la conclusión d e qu e los pesos de volúmenes iguales son estrictam ente prop orcionales a los pesos atómicos. Gay-Lussac no intenta revisar los pesos atómicos de Dalton sobre esta base, pero dice que considera su propio trabajo confirmación valiosa d e la idea fund am ental d e Dalton y que ofrece una base para la elección de múltiplos menos arbitraria que las originales sup osiciones de Dalton. Esta opinión se atrajo muchos adeptos y fue expuesta a Dalton por su am igo el profesor Thomson , de Glasgow, y p or Berzelius. 108
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA La actitud de Dalton. - Sin em bargo, Dalton n o qu iso adm itir la idea, en
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA La actitud de Dalton. - Sin em bargo, Dalton n o qu iso adm itir la idea, en parte sin duda porque, según hemos visto, la teoría atómica habíase forjado originalmente a su pensamiento bajo la convicción de que las par tícu las de los gases no son tod as d e u n m ismo tam año. En 1812, escribe a Berzeliu s: «Lo que n o adm ito, en u n sentido m atemático, se comp rend e, es la doctrina francesa de los volúmen es iguales en la com binación d e los gases, etc. Al prop io tiempo, reconozco qu e existe algo mar avilloso en la frecuencia de la aproximación.»
Y en su s notas m anu scritas para un a conferencia d ad a en 1807 se lee : «Pregunta : ¿Existe el mismo número de partículas de cualquier fluido elástico en un volumen dado sometido a una presión determinada? No ; los gases ázoe y oxígeno, mezclados en p artes iguales, prod ucen la mitad d el número d e partículas que el gas nitrógeno, apr oximad am ente en el mismo volum en.»
La objeción matemática de Dalton se originaba del hecho de que suponía equivocadamente los resultados experimentales de Gay-Lussac menos dignos de confianza que algunos de los suyos propios y de su amigo H enry, los cu ales dab an relaciones menos simp les. El segun d o argu m ento revela una verdadera dificultad, que fue insuperable para muchas “inteligencias” de aqu ella ép oca. El óxido n ítrico ocupa el m ism o volum en que las cantidades de nitrógeno y oxígeno que lo componen, y sin embar go está bien claro qu e el nú m ero de á tomos d e óxid o nítrico debe ser la mitad qu e los d e oxígeno y n itrógeno reu nidos ; o, como d iríamos h oy, solo hay la mitad d e moléculas d e óxid o nítrico qu e átomos d e nitrógeno y oxígeno se combinan para formarlas. Ya sabemos que muchas otras reacciones de gases ofrecen la misma d ificultad . La hipótesis de Avogadro. - A esto halló solución Amadeo Avogadro (1776-1856), durante muchos años profesor de Física en Turín. En 1811 publicó en el «Jour nal de Ph ysiqu e», un artículo enunciando la hipótesis qu e hoy relacionamos d e man era tan p reeminente con su nom bre. En ella demuestra que las discrepancias que acabamos de exponer pueden armonizarse si admitimos que las partículas más pequeñas de los gases elementales imaginadas por Dalton son asimismo cuerpos compuestos, com o los llamad os gases compuestos. Por consiguiente, hace una d istinción entre moléculas integrantes (las u nidad es físicas d e los gases que d eterminan su volum en, etc., y para las qu e segu imos usand o el nom bre de molécula), y las moléculas elementales (las unidades químicas a que hoy damos el 109
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA nombre de átomos). Unicam ente de las primeras p ued e decirse en verd ad
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA nombre de átomos). Unicam ente de las primeras p ued e decirse en verd ad qu e volúm enes igu ales contienen un n úm ero igu al. Avogad ro indica que en la m olécula d e un gas elemental pued e adm itirse cualquier núm ero de átomos qu e convenga, aun cuan d o para las comu nes dos es el m áximo qu e hasta hoy se ha visto sea necesario y demuestra que las reacciones p rimitivam ente interpretad as como casos d e sim ple adición d eben ahora ser considerad as como qu e imp lican d escomp osición seguida d e ad ición o metátesis; así, en el caso especial antes mencionado, podríamos escribir como hoy : N 2 +O 2 = 2NO En 1814, el eminente físico Ampère expuso ideas similares, aunque no indicó el caso con tanta claridad como Abogador porque suponía que había cu atro átom os, y no d os, en las moléculas de los gases elementales y embrolló el resultado en su estéril tentativa de relacionar la constitución atóm ica d e los sólid os con su form a cristalina. Acogida d e la teoría. - Estas id eas de Avogad ro y Am père representan tan imp ortante pap el en la mod erna teoría de la Qu ímica, qu e es d ifícil hacerse cargo de que al exponerse por vez primera no produjeran impresión algun a. H asta 1860, en qu e Canizzaro leyó su brillante com un icad o sobre un Curso de Filosofía química en u n congreso d e químicos d e Karlsruh e, no principiaron los químicos a comprender la importancia de las doctrinas enseñad as a Canizzaro por su an tiguo m aestro Avogadro. En lo sucesivo advertiremos a menudo que se hubiera podido evitar mucho confusionismo lamentable si Dalton y Gay-Lussac hubieran aceptado la teoría de Avogadro y hecho causa común con él para presentarla al mundo. Es muy probable que, en tal caso, las hipótesis atóm ica y m olecular hu bieran ocup ad o m ucho antes d e cuan do lo hicieron el importante lugar que hoy día ocupan en Química. Lo que pudo haber sido es, emp ero, un tópico tan inú til en H istoria como en lo más vu lgar de la vida cotidiana, y nos limitaremos a preguntar por qué las ideas de Avogad ro m erecieron tan poca atención por p arte de su s contemp oráneos. Se ha sugerido que fue por ser visionario y porque no acompañó sus lucubraciones teóricas d e trabajo experimen tal algun o. Tam bién sabemos que algunos químicos eminentes rechazaron con intolerancia sus opiniones, basánd ose en qu e imp licaban fracciones de átomos, siend o así qu e la p alabra átom o significa lo que no p u ede ser d ivid ido (en griego : α ,
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DALTON Y LA TEORIA ATOMICA p rivativa, y τγξµυω , cortar). Sin embargo, no podemos creer seriamente
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA p rivativa, y τγξµυω , cortar). Sin embargo, no podemos creer seriamente qu e au n en a qu ellos p rimeros añ os d el siglo XIX se entretuvieran los sabios en rechazar u na h ipótesis realmen te útil p or pu ras razones de etimología. La verdadera razón es más profunda. El mundo científico juzga las hipótesis mediante ciertas normas rígidas, que en general son justas y sólidas. Estas normas exigen que la hipótesis no solamente explique la serie dada de hechos para los cuales fue en principio creada, sino que asimismo debe explicar otros más remotos y ha de conducir al d escubrimiento d e nuevos hechos y relaciones; en sum a, qu e nos cap acite para hacer pronósticos. En aquella época, la hipótesis de Abogador no estaba en situación de satisfacer tales postulados, y de aquí que fuera justa men te d esech ad a, por m ás lam en table que parezca. Com o consecuencia, la teoría atómica no se desarrolló plenamente hasta cincuenta años después. Los equ ivalentes d e Wollaston. - Pronto sur gió, sobre tod o en Inglaterra, una p otente escuela escéptica, cuyo rep resentante má s fam oso fu e William H yd e Wollaston (1766-1828). Wollaston llevó a cabo varios análisis de sales ácidas y neutr as que confirm aron brillantem ente la ley d e las prop orciones múltiples, pero así y todo se negó a aceptar la teoría atómica, esencialmente por las razones de que hemos hablado en la página 107. Aun así, reconoció sin reservas el valor práctico de los pesos que se com binan, y en 1814 le hallamos ocup ad o en d emostrar lo qu e llama su sequivalentes. Wollaston fue el primero que empleó la palabra en su sentid o qu ímico, y esto merece algo más qu e un a simple men ción a vu ela pluma, porque su significado ha sufrido variaciones importantes en el cu rso d e las mu chas controversias en qu e figu ró hasta el d ía. H oy tiene, natu ralmen te, u n significad o bastante restringido e ind ica aqu ellos pesos d e reactivos que se equilibran o neu tralizan u nos a otros, como en el caso d e los ácidos y las bases, o de los metales que se precipitan mu tuam ente. Los pesos relativos determinad os por Richter eran, p or tanto, verd ad eros equivalentes en su sentido moderno. Sin embargo, los equivalentes de Wollaston eran sólo múltiplos o submúltiplos de los pesos que se combinan, que eligió únicamente por razones de máxima simplicidad y constancia. En principio n o eran , pu es, sino los pesos atómicos de Dalton sin su significado teórico. La hipótesis de Prout. - Si la teoría atómica tuvo adversarios, halló también algunos partidarios cuyos entusiasmos no siempre eran templados por la discreción. Entre estos últimos se cuenta William Prout 111
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA (1789-1850), méd ico inglés m u y inter esad o p or la Q u ímica fisiológica, qu e
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA (1789-1850), méd ico inglés m u y inter esad o p or la Q u ímica fisiológica, qu e en 1815 pu blicó un comu nicad o anón imo en qu e llama ba la atención sobre la exactitud con que los pesos atómicos de los elementos, determinados hasta enton ces, se aproximaban a nú meros enteros. N o se detuv o aqu í, sino qu e man ifestó la opinión d e que el hidrógeno era, por tanto, la sustancia universal, y los átomos de los demás elementos eran, en realidad , agregados d e átomos de h idrógeno. Prout h izo pronto adeptos eminentes, entre ellos Thompson, el amigo de Dalton, y ello fue así sin duda porque traducía y representaba la repugnancia que todos sentimos a creer en setenta o más especies de materia. En su forma original, la hipótesis era fácil de refutar tan pronto como se fijó, por ejemplo, el peso atómico del cloro en 35,5 aproximadamente ; pero sus adeptos más fervientes procedieron inmediatamente a reducir la unidad hipotética p rimero a la m itad y luego a la d écima p arte de u n átom o de hidrógeno; manteniénd ose siemp re un poco dentro d el d ecreciente error experimental. Naturalmente que las discusiones de esta especie no nos incum ben. Lo qu e nos interesa desd e el punto d e vista histórico es el hecho d e que la id ea fu nd am ental en qu e descansa la hipótesis de Prou t, d esde la materia prima dé los alquimistas a los electrones de la época presente, es algo que no desaparecerá y que ha ejercido gran influencia sobre el p ensam iento y la labor d e mu chas “inteligencias sup eriores”. Henry y Thomp son . - Otros d os químicos ingleses merecen mención aqu í. William Henry (1775-1836) quiso ser médico en principio, pero tras de term inar su s estud ios y obtener el título, su m ala salud le impidió ejercer la Med icina. Se ded icó a la investigación, principalmente en los gases, y en 1803 publicó la ley que lleva ahora su nombre y que dice que «la solubilid ad d e los gases en el agua es pr opor cional a la p resión cuan d o no se prod uce ningu na reacción química». Thomas Thomp son (1773-1852) estu d io también Med icina, v d espu és de obtener el grado de doctor en 1779, enseñó Quimica por espacio de doce años. Fue su bd irector d e la Encyclopaedia Britannica y d e un a p u blicación titulada «Annals of Philosophy», que se incorporó al «Philosophical Magazine» en 1827. Estuvo en relación con la universidad de Glasgow desde 1817 hasta su muerte y fundó en la Gran Bretaña los primeros laboratorios químicos para estudiantes. En 1825, Liebig, en Giessen, y Amós Eaton, en Troy, Nueva York, fundaron también laboratorios para estud iantes, p ero el p rimer laboratorio de esta esp ecie había sid o fu nd ad o en Rusia, en 1748, por Lomonosov. Thom pson fue uno d e los principales 112
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA exponentes d e la d octrina d e Dalton y se inclinaba a aceptar la hipótesis de
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA exponentes d e la d octrina d e Dalton y se inclinaba a aceptar la hipótesis de Prout; pu blicó gran nú mero d e testos, entre los qu e cabe men cionar u na historia de la Qu ímica. Humb oldt - Friedrich Heinrich Alexander, barón von Humboldt (17691859), fue ed u cado en Alemania p ara la carrera p olítica. En 1789 escribió u n tr atad o d e Geología del valle del Rin. Como asesor d e m inas en Berlín tuvo ocasión d e viajar m ucho p or Eu rop a y Su d am érica, desd e 1792 hasta 1804, y se instaló en Pa rís desd e 1808 hasta 1827. Durante este tiemp o fue muy ensalzado como explorad or científico. Puede considerársele fund ad or d e la Geografía física y la Meteorología en su sentido m ás lato. Gmelin. - Leopoldo Gmelin (1788-1853) comenzó a enseñar en 1813 en Heidelberg, donde permaneció hasta su muerte en 1827. Descubrió el ferricianuro potásico. La primera edición de su Handbuch modélico ap areció en 1817-1819. Revisad o y reed itad o varias v eces, se conserva hoy como uno de los libros de referencia más autorizados sobre Química inorgánica. Klaproth. - Martín H einrich Klap roth (1743-1817) contaba setenta y siete años cuando le nombraron profesor de Química de la universidad de Berlín, a raíz de su fundación en 1810. Lo mismo que Liebig y Scheele, había iniciado su carrera en calid ad d e man cebo de botica. Adep to en u n principio a la teoría del flogisto, de Stahl, fue uno de los primeros aleman es que la desechar on. Perfeccionó los métod os de Química analítica y se le debe gran parte de la técnica actual de laboratorio. Practicó infinid ad d e análisis d e minerales, d escu brió el u ran io en la pecblend a y llevó a cabo una labor importante sobre la química del circonio, cerio, titanio, estroncio, itrio y telurio. Descubrió que el cloruro férrico se d isuelve fácilmen te en éter, hecho qu e luego ha ven ido a constituir la base de la bien conocida separación de Rothe. Escribió una obra en seis volúm enes sobre la Qu ímica d e los m inerales. Fue mod esto, sencillo y se cond ujo con toda su avidad siemp re que tuvo qu e corregir errores de otros qu ímicos. BIBLIOGRAFÍA El N ew System of Chemical Philosophy, d e Dalton, se pu blicó en el año 1808. Existe un a excelente biografia d e Dalton escrita por su am igo Hen ry y pu blicada p or la «Cavend isb Society», en 1854. Hay otra más reciente, de 113
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA sir Hen ry Roscoe, titulad a : John Dalfon and the Rise of Modem Chemistry , y
DALTON Y LA TEORIA ATOMICA sir Hen ry Roscoe, titulad a : John Dalfon and the Rise of Modem Chemistry , y ap arecida en 1895. Un libro qu e merece especial atención es A N ew V iew of the origin of Dalton’s A tomic Theory, de Roscoe y Hard en, p ublicad o en 1896. Las aportaciones d e Dalton, Gay-Lussac, Avogad ro y Wollaston a las teorías atómica y m olecu lar se hallarán en los «Alem bic Clu b Prep rints», nú ms. 2 y 4. Vease tam bién «Klassiker », núm . 3, de Ostwald , para la obra d e Dalton y Wollaston y el Nú m. 8 para la de Abogad or y Am père. *
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CAPITULO IX LOS ALBO RES D E LA ELECTRICID AD G ALVAN ICA Mientras hombres como Richter y Dalton aportaban sus grandes contribuciones a la Química pura, los científicos italianos estudiaban las m anifestaciones de u na nu eva forma d e energía. Era ésta la electricidad galvánica, algo en que nadie había reparado hasta entonces, pero d estinad a d e allí en ad elante a ejercer la m ayor influ encia no solam ente sobre la Qu ímica, sino en casi tod os los asp ectos de la vida. El descub rimiento de G alvani. - Un artículo publicado en 1791 por Luigi Galvani, distingu ido m édico de Bolonia, d escribe el incid ente qu e p or vez primera atrajo su atención sobre el asunto. Refiere cóm o estand o cierto d ía en su laboratorio, d ond e tenía un as ranas semidisecad as sobre un a mesa, cerca de una máquina de electricidad estática, sucedió que uno de sus ayu d antes tocó con el escalpelo el nerv io cru ral descubierto d e una de las rana s en el crítico instante en qu e saltaba u na chispa d e la máqu ina, y le sorp rend ió notar u na viva contracción d e la pierna del animal. El incidente llamó la atención de Galvani, e inmediatamente inició una serie de experimen tos metód icos, los cuales le demostraron qu e el efecto podría ser reproducido a voluntad siempre que se tocase el nervio con un metal cualquiera y que la contracción era más violenta si al propio tiempo se conectaba con el suelo la pata de la rana. Puesto que la contracción era provocad a por la chispa eléctrica y no se presentaba al tocar el nerv io con un metal mal conductor, dedujo Galvani que el fenómeno era de natu raleza eléctrica e hizo n um erosos experimentos p ara ver si pod ía ser pr od ucido p or la electricidad atmosférica en las tormentas. En el cu rso d e estos experimentos otro incidente, originad o por la suspensión de las ranas sobre ganchos, d emostróle que n i la chispa d e la máq uina eléctrica n i el relampagueo en las inmediaciones eran necesarios para reproducir el fenóm eno ; bastaba con p oner el nervio cru ral y el extremo d e la pierna en contacto m etálico, y el efecto era mucho m ás m arcado si el circuito que los conectaba estaba formado por dos metales diferentes. Además, la natu raleza de los dos m etales era cau sa d e un a d iferencia ap reciable en la violencia de la contracción muscular. Parece ser que al interpretar el fenómeno Galvani no le concedió la importancia que tenía. La relación
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entre el nervio y el músculo le sugirió una analogía con la botella de
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entre el nervio y el músculo le sugirió una analogía con la botella de Leyden, y vió plenamente confirmada su opinión al cubrir nervio y músculo con papel de estaño y observar cómo de esta manera se au men taba el efecto. Esto llevó a Galvan i a llam ar electricidad anim al a la nueva fuerza y a creer que ésta tenía su origen en los órganos de los animales, donde quizá desempeñara importante papel en los procesos fisiológicos. La explicación de Volta - El comunicado de Galván produjo gran imp resión, y nu merosos científicos repitieron sus experimentos. Entre ellos se contaba Alessand ro Volta (1745-1827), profesor de Medicina en Pavía, cuyas conclusiones difirieron rad icalmente d e las de Galvani. En p rimer lugar , dio m ás im portan cia a la cond ición esencial de qu e los extremos d el circuito metálico debían ser d iferentes para prod ucir la contracción. Podían ciertam ente ser de u n m ism o m etal, pero en este caso debían m ostrar, por lo men os, algu na d iferencia en cuan to a sup erficie ; de no ser así, el efecto no se prod uciría. Ad emás, obtuvo el mismo efecto conectand o dos p untos d el nervio con u n circuito metálico en qu e el m úscu lo no estaba incluido, y de esta manera demostró que este ultimo no era esencial para la producción d el fenóm eno ; por consiguiente, no constituía ningu na botella d e Leyd en, y su contracción se debía simplemente a u n efecto secund ario d ebido a la irritación d el nerv io. Considerand o entonces el nervio y los d os metales, parecía razonable suponer que pudiera substituirse aquél por cualqu ier otro cond uctor hú m edo, y pron to se vio qu e realmen te así era. Ya en 1760, J. G. Su lzer ha bía llamad o la atención sobre el hecho d e qu e cuando se introduce la lengua húmeda entre dos placas de metales d iferentes cuyos bord es estén en contacto, se nota u n sabor esp ecial en la boca, y claro está que esta sensación, lo mismo que la contracción de la pierna de la rana, constituye un electroscopio sumamente sensible, que perm ite cap tar corrientes mu cho m ás d ébiles qu e las que h asta entonces se habían estud iado con los apar atos corrientes, tod os ellos prop ios para los altos potenciales d e la electricidad estática. Volta llevó a cabo muchas series de experimentos en que iba variando todos los metales y conductores húmedos, e hizo todo lo posible para demostrar que el nuevo fenómeno era verdaderamente eléctrico. Al fin, m ediante u n cond ensador d e su p ropia invención, consiguió mu ltiplicar la carga hasta producir el conocido efecto en un electroscopio, y dedujo acertad am ente qu e la d iferencia esencial de esta electricidad nu eva con la electricidad estática era mayor cantidad a más bajo potencial. Como resultad o d e estos estud ios, Volta rechazó enérgicamente el origen anim al que Galvani había atribuido al fenómeno por él observado, y buscó la 116
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causa más bien en el simple contacto de los dos metales. Luego trató de
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causa más bien en el simple contacto de los dos metales. Luego trató de d eterm inar qu é relación eléctrica tenían entr e sí los metales secos. Los puso en contacto, luego los separó, y mediante pruebas con un electrómetro pudo observar que siempre que se aproximan dos metales, uno de ellos muestra carga negativa y el otro carga positiva. Ya en 1792, Volta había p ub licad o un a lista de substan cias en tal ord en qu e cad a un a de ellas era positiva para todas las que la seguían y negativa para todas las que la precedían. Esta fue la primera serie potencial. Mediante ella se puede averiguar siem pr e la dirección d e un a corriente eléctrica cuan d o cada p ar de metales en contacto están separados también por un conductor húmedo. La teoría d el contacto. - La concepción teór ica del asun to que tenía Volta era simple en extremo. Cada sólido contiene el «fluido eléctrico» bajo un estado d e tensión característico p ara sí. Si, pues, se pon en d os sólid os en contacto, el fluido pasará de la región de tensión más elevada a la de tensión más baja. Si, además, hay un conductor húmedo en -el circuito, éste actúa - «de m anera no m uy comp rensible todavía» - a mod o de p ared semipermeable a través de la cual el fluido puede volver hacia su fuente original. Esta es la célebre teoría d el contacto eléctrico de Volta. Su autor se daba plena cuenta de que supone un movimiento perpetuo, pero nuestra concepción m od erna d e la conservación d e la energía tenía poca cabida en el pensamiento científico de la ép oca y Volta se sentía m ás bien org ulloso que otra cosa de este aspecto de su caso. Le asistía el derecho a ello, porque, no obstante su error fundamental, la teoría era tan simple y consistente por sí m isma , que p or espacio d e varias décad as se mantu vo com o u na d e las hipótesis más viables. La teoría q uím ica. - Apenas se hubo enunciado formalmente esta teoría del contacto de Volta, cuando J. G. Kitter (1776-1810) formuló otra esencialmente química y opuesta a ella. Ritter llamó la atención de los hombres de ciencia sobre el hecho de que, cuando se ponen en contacto d os metales en estad o hú med o, la corrosión d e un o d e ellos es mu cho m ás rápida que cuando están aislados. Ritter interpretaba acertadamente el hecho como u n fenóm eno eléctrico, y atribuía la corriente a la oxidación d e un o de los metales. ----------En 1792, Valli trató ingeniosamcnte de obtener igual resultado conectando en serie los nervios y patas d e catorce rana s. Los resultad os fueron am biguos. (1)
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Alegaba que sin oxidación no hay corriente, y halló un argumento
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Alegaba que sin oxidación no hay corriente, y halló un argumento convincente en el hecho de que la serie potencial de Volta podía servir igualm ente com o lista representativa d el ord en d e las afinidad es relativas d e las substancias en ella comp rend idas p ara con el oxígeno. La pila de Volta. - Volta se ocup aba, entre tan to, en obtener corrientes más fuertes (1), y consigu ió su objeto m ediante la lógica ap licación d e su teoría d el contacto, lo qu e explicaba esencialmente como sigu e : el fluid o eléctrico pa sa de la plata al cinc, y si existe un cond uctor hú med o pu ede volver a través d e el otra vez a la p lata. De aqu í que si les agregam os en el mismo orden u n segund o par de p lacas, la segund a p laca d e plata transmite su flu ido a la segund a placa d e cinc con su p ropia intensid ad a um entad a con la que ha recibido d el conductor húm edo. En consecuencia, Volta tomó u n d isco d e plata y colocó sobre él otro d e cinc, y sobre este último u na capa d e tela o d e cartón m ojad os en agu a o en solución salina, y luego rep itió las series indefinidamente, obteniendo corrientes más y más intensas a m ed ida que el nú m ero de discos aum entaba. Al final obtuvo no solamente efectos directos sobre el electroscopio, sino también los fenómenos estáticos de descarga y chispa. Esta fue la famosa pila de Volta, que él d escribe en u na carta qu e d irigió a sir Joseph Banks con fecha 20 de m arzo d e 1800. La primera electrólisis. - El comunicado despertó el mayor interés y en casi todos los laboratorios se emprendieron experimentos con el nuevo aparato. Todo el mundo se sorprendía de los notables efectos químicos obtenidos. En mayo del mismo año, Nicholson y Carlisle realizaron la d escomposición del agu a por la corriente, y poco d espu és se sometieron a electrólisis soluciones de numerosas sales, ácidos y bases. Es interesante consignar que muchos de los fenómenos que hoy día nos parecen naturales, provocaban entonces algo así como una estupefacción. En man era algun a p areció imp osible que pu d iera d escomp onerse el agua p or la corriente, tod a vez qu e Van Troostw ijk y Deiman n h abían lograd o ya este resultado con ayud a d e u na potente máqu ina electrostática. Lo que originó sorpresa fue el hecho d e que el oxígeno y el hidrógeno ap arecieran por separad o. ¿Dónd e se d escomponía el agu a? Si en el polo positivo, por ejemp lo, ¿cóm o p asaba el hidrógeno a l polo negativo sin ser observad o ? Dificultad es similares surgieron en el caso d e las soluciones salinas. Si se electroliza el sulfato potásico, aparece el ácido en u n polo y el álcali en el otro. Aun cuando la solución sea fuertemente alcalina, el líquido de la proximidad del polo positivo se toma pronto ácido. Se hicieron 118
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experimentos como los siguientes : se rodeo el polo negativo de una
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experimentos como los siguientes : se rodeo el polo negativo de una batería de una solución de sulfato potásico y el polo positivo de agua. Entre ambos, y en comunicación con los dos, había un recipiente que contenía solución alcalina muy concentrada. Pronto apareció ácido sulfúrico junto al polo negativo. ¿Cóm o había pod ido atrav esar todo el álcali sin ser neu tralizado p or él? Teoría de la electrólisis de Grotth uss (1). – Tales enigma s resultaban m u y enojosos hasta qu e, en 1805, Ch. J. D. von Grotthu ss explicó los fenómenos por la sucesiva descomposición y recombinación de las moléculas del electrólito. En el caso d el agu a, por ejemp lo, el polo negativo atrae u n átomo d e hidrógeno de u na m olécula de agu a ad yacente.
Teoría de la Electrólisis según Grotthu ss
Esta se desprend e en form a d e gas, y el oxígeno sobrante le roba a otra molécula su hidrógeno, que pasa a ocupar el sitio del primero. Así va ocurriendo en todo el camino hasta llegar junto al otro electrodo, donde el ultimo oxígeno es atraído por el polo positivo y desprendido a su vez. Esta explicación pareció satisfacer a todo el mundo durante largo tiemp o.
Las teorías qu ímica y d el contacto en oposición. –Estos d escubrimientos fortalecieron la fe de aquellos que creían en el origen químico de la corriente, pero el propio Volta continuó completamente ciego ante este aspecto de la cuestión. En su prim er comu nicad o no m encionó n inguno d e los efectos qu ímicos d e su batería, a pesar d e las frecuentes ocasiones en que pudo observarlos. Refirió, por ejemplo, que había puesto los dos terminales en el mismo vaso de agua, pero no dijo una palabra del d esprend imiento gaseoso. Más tarde, cua nd o se le llam ó la atención sobre tales efectos, expresó inm ensa sorp resa e interés, d iciendo qu e su batería era cosa tan m aravillosa q ue pod ían esperarse d e ella efectos notables, así físicos como químicos, pero consideró estos últimos como secundarios y accidentales. ------------El nombre aparece en esta forma en las revistas don de se pu blicaron la mayoría de sus tra bajos. En los libros mod ernos se en cuentran p or lo menos otras tres ortografías. (1)
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Y he aquí cómo las dos escuelas se mantuvieron opuestas y así continuaron durante años y años. Los químicos, así comenzaba a denominárseles, pudieron siempre sostener que el contacto no explica el trabajo hecho, que la corriente no atraviesa nunca una solución sin provocar oxidación y reducción química, y que cuando la acción química cesa, cesa tam bién el paso d e la corriente. Por su parte, los físicos fundaban su argumentación principal en el potencial que existe entre metales secos, pero asimismo podían oponer a sus contrarios que la intensidad de la corriente no se halla en relación definida alguna con la reacción química que se produce en la célula electrolítica; qu e con frecuencia se prod ucen vigorosas reacciones qu ímicas sin que se observe fenómeno eléctrico de ninguna especie, y finalmente, que cuando se produce tal acción química con frecuencia puede demostrarse que no principia sino cuando el circuito está cerrado y no puede, por consiguiente, ser causa de la corriente. Los detalles de esta larga controv ersia son extraordinariamen te interesantes, pero p ertenecen a la historia especial de la electroquímica. Aquí trataremos del asunto únicamente cuando ejerza marcada influencia sobre el desarrollo de la Ciencia en general. Sin embargo, la precedente exposición de cómo comenzó esta controversia nos parece apropiada y aun necesaria como introdu cción al estud io de la labor de H um ph ry Davy. BIBLIOGRAFIA Jamás se recomendará bastante al estudiante de Electroquímica la Elektrochemie, ihre Geschichte und Lehre, d e Ostwald. Con adm irable clarid ad el autor describe el desenvolvimiento de toda la cuestión desde las primeras observaciones de Galvani hasta el año 1895. El texto con tiene gr an copia d e citas extensas d e la obra d e los investigad ores, originales, u nificad as y aclaradas p or com entarios mu y justos atinad os A pesar d e su tamañ o extraord inario, el libro pu ede consid erarse mod elo d e lo qu e debe ser un estud io histórico pr ofun d o. El opúsculo original de Galvani está reimpreso en «Klassiker », nú mero 52 , de Ostwald y lo mismo que los primeros comunicados de Volta, nú m s. 114 y 118 y d e Grotthu ss, N úm . 152. *
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CAPITULO X HUM PHRY DAVY H u mp hry Davy n ació en o cerca d e Penzance, en Corn ualles (Inglaterra), el 17 de d iciembre d e 1778. Su pad re, Roberto Davy, era u n n otable tallista, pero después de su matrimonio, contraído en 1776, se ocupó principalmente en trabajos agrícolas. Humphry, el mayor de sus ocho hijos, era u n m uchacho p recoz, pero poco aplicad o en la escuela a cau sa de su tem peram ento alborotad or y su afición al d eporte. Años más tarde, decía en una carta dirigida a su madre : «Después de tod o, la forma en qu e se nos enseña el griego y el latín n o influye mucho en la formación de nuestras inteligencias. Lo que soy, a mí mismo me lo debo». Dos de su s prim itivas aficiones perd u raron en él toda la vida : su p asión por la pesca y por la poesía. Con el tiempo, sus versos fueron objeto de gran d es elogios. A la m u erte d e su p ad re, acaecida en 1794, Davy entró en el despacho de un médico local, a quien ayudaba en la preparación de remedios; pero pronto se desarrolló en él una afición tal por los experimentos y explosiones aparatosas, qu e su p rincipal devio d espedirse sin el m enor sentimiento. Uno d e sus am igos, que conocía su gran interés por la Química, dio a Davy una carta de presentación para el doctor Thomas Beddoes, el cual estaba llamado a ser elemento decisivo en su vida. El descubrimiento de nuevas sustancias de propiedades sorpren d entes incita siem pr e a los médicos a ensayarlas en sus enfermos y las investigaciones recientes d e Priestley y otros habían m ovid o al doctor Bedd oes a fu nd ar en Brístol lo que d enom inaba « Institu to de N eum átican ». Allí pretendía p reparar nu evos gases y experimentar su acción fisiológica. Davy fue puesto al frente de este nuevo laboratorio en 1798, e inmed iatamente comenzó a p repar ar e inh alar gases d e toda especie. Uno d e estos experimen tos estuvo a p un to d e costarle la vid a, pero pr onto vio recompensad a su p erseverancia con el d escubrimiento d e la notable acción fisiológica del óxido nitroso, al que hoy llamamos familiarmente gas hilarante. Este descubrimiento constituyó una atracción popular, y la inhalación del gas óxido nitroso fue una novedad por la que Davy adqu irió pronto un a gran pop ularid ad, que indu dablemente fue la que le valió el profesorad o en la «Royal Institution» en 1801.
HUMPHRY DAVY
La «Roya1 Institution ». - No mucho antes de esta fecha, el conde
HUMPHRY DAVY
La «Roya1 Institution ». - No mucho antes de esta fecha, el conde Rumford, que a la sazón ejercía gran influencia en los círculos científicos d e Lond res, había lograd o persu ad ir a algu nos am igos d e gustos afines d e que debían unirse con él para fundar aquella institución. Debe su existencia al p ropósito de pr oporcionar a las personas a qu ienes interesan tales asuntos, cursos de conferencias que versen sobre los últimos d escu brim ientos realizados en las Ciencias y en las Artes. Los pr ofesores tenían allí a su d isposición u n laboratorio bien p ertrecha do, ante todo p ara las necesid ad es de sus conferencias, pero tam bién pa ra la p rosecu ción d e sus p rop ias investigaciones. El tipo d e salarios ha sido siemp re m uy alto, de suerte que desde entonces hasta nuestros días los profesores fueron científicos eminentes y la Institución un centro importante en la vida científica inglesa. Davy contaba solam ente veintiún años cuand o recibió su n ombr am iento, pero en seguida sus conferencias d espertaron en tusiasmo p or la brillantez d e expresión y la m aestría d e la exp erimentación. Al prop io tiemp o, su atractivo personal le hizo inm ensamen te pop ular, hasta el pu nto d e que la sociedad elegante, que se había reído d e él en Brístol, le festejó y le hizo figu ra p reeminen te en Lond res. En 1812, Davy fue nom brad o caballero, y ba ron et en 1818. Abru m ad o por su activa vid a científica y social, su salu d fu e seriamen te m inad a y cayó gravem ente enferm o en 1826. Despu és de repetidos viajes al Continente en busca de curación, acabó por morir en Ginebra el 29 de m ayo d e 1829. Labor científica. - La im p ortancia histórica de la labor científica d e Davy consiste, sobre todo, en lo qu e hizo p ara d eterminar qu é sustancias d ebían considerarse elementos. Lavoisier había dado el paso más importante hacia la resp u esta a esta p regun ta, pero la h abía dejado en un estado poco satisfactorio. Su lista de elementos (véase pág. 110) se hallaba en parte incompleta, y en parte basada en ciertas suposiciones que hoy reconocemos como inspiraciones geniales, pero a las que, sin embargo, faltaba el fu nd am ento experimen tal. Por ejemplo, incluía la cal y la alúmina entre sus elementos porque, aun cuan d o p robablemente eran óxidos, todavía no se les había d escomp uesto, y estaba tan seguro d e qu e los álcalis eran óxid os, qu e los había excluido de su lista. Clasificaba la sílice como si fuera una tierra, y asimismo consideraba óxidos las sales de ciertos ácidos, como el bórax y el espato flúor, y puso en la lista los radicales de esos mismos ácidos. Fue un gran servicio de Davy, en p arte por su p ropia labor y en pa rte por la d e otros inspirad os en su s investigaciones, el d ejar zan jad as d efinitivam ente tod as estas cuestiones. 122
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Estu d ios sobre electricid ad. - En 1801, la electricidad voltaica llenaba d e
HUMPHRY DAVY
Estu d ios sobre electricid ad. - En 1801, la electricidad voltaica llenaba d e interés al mu nd o científico, y ahora q ue estaba al frente de u n laborator io bien m ontad o, Davy se ded icó con emp eño al estud io de sus fenóm enos. Los primeros experimentos que hizo fueron sobre la electrólisis, dedicándose especialmente al estudio de las diversas combinaciones de sustancias que producían corrientes. Uno de los resultados más importan tes que obtuvo fue el descubrimiento de qu e pu eden construirse células activas con un solo metal y dos líquidos. Esta labor fue, sin embar go, pr onto eclip sada p or aquella otra de qu e comen zó a dar cuenta en las Conferencias Bakerianas de 1806. Esta labor de investigación comenzó con el estudio de un problema relativamente poco importante, que, sin embargo, adquirió categoría y relieve gracias al escrupuloso cuidado y tino experimental de que Davy hizo gala para llegar a su solución. Aislamiento de los metales alcalinos - Nicholson y Carlisle, así como otros científicos que habían estudiado la electrólisis del agua, habían repa rad o en la form ación d e ácido y álcali en los polos, y d edu cid o d e ello que la descomposición no era en modo alguno un fenómeno tan simple como a pr imera vista parecía. Davy, sin em bargo, dem ostró que el agua pura es una sustancia mucho menos común de lo que comúnmente se supone, y que las muestras que había sometido a electrólisis contenían imp ur ezas p rocedentes y a d el recipiente o depósito, ya d e la atm ósfera. Luego dem ostró también qu e el agu a pu ra, electrolizad a en vasos de oro, solamente da oxígeno e hidrógeno en cantidades químicamente equivalentes. Davy había obtenido ya ácidos y bases mediante la electrólisis de sales, y ah ora en sayaba la n u eva energía en sustan cias no d escomp uestas todav ía hasta entonces. Hizo que se construyera la batería más potente que se conocía y con ella trató de descomponer los álcalis. Primeramente utilizó soluciones fuertes d e potasa y luego fusiones del álcali seco, sin resu ltado ; pero el sigu iente extracto d e las Conferencias Bakerian as d e 1807 refiere su éxito final : « Sobre un disco de platino aislado se colocó un trocito de potasa pura que se había expuesto al aire p or un os segund os a fin de comun icar a su superficie pod er cond uctor, se le conectó con el lado n egativo de un a batería d e u na fuerza d e 250 de 6 por 4 (1), en estado de intensa actividad, y un alambre de platino, que comunicaba con el lado positivo, se puso en contacto con la superficie superior del álcali. Se dejó todo el conjun to al aire libre. » En estas circunstancias se observó qu e p ronto se d esarrollaba viva acción. La p otasa comenzó a fundirse en sus dos puntos de electrización. En su superficie se produjo violenta efervescencia ; en la cara inferior, negativa, no hubo liberación de fluido elástico, pero ap arecieron unos p equeñ os glóbulos d otad os de fuerte brillo metá lico e
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HUMPHRY DAVY idénticos al azogu e en sus caracteres visibles ; algun os de ellos ardieron con explosión y
HUMPHRY DAVY idénticos al azogu e en sus caracteres visibles ; algun os de ellos ardieron con explosión y vivo destello en cuanto se formaban, y otros no se consumían, sino que se tostaban simplemente y qued aban cubiertos de u na tenu e película blanca que se formaba en su superficie. »
El aislamiento del potasio que acabamos de describir fue pronto seguido por el del sodio, y Davy llevó a cabo un extenso estudio de las prop iedad es y r elaciones qu ímicas de (I) Esto significa u na batería voltaica d e 250 pares de elementos dc ó por 4 pu lgadas cada u no cada uno de ellos. La imp ortan cia d el descu brimiento y las propiedad es sorprend entes de los nuevos metales despertaron gran interés, y Davy se hizo u niversalmen te fam oso casi en u n d ía. Lo qu e había hecho animó a otros a trabajar en el mismo sentido. Gay-Lussac y Thénard advirtieron pronto qu e pod ían obtener sod io y potasio en mejores cond iciones por redu cción con h ierro m etálico, y de aqu í nació una fecun d a rivalid ad entre Davy y los quím icos franceses, que en el fond o beneficiaba a tod os. Com o Lavoisier, Davy considera ba los álcalis cáu sticos como óxid os, y el parecido de aquellas sustancias con el amoníaco le llevó a tratar de d escomp oner este u ltimo. Aqu í un a lamen table equivocación le hizo d ecir que el gas seco contenía un 7 u 8 por 100 de oxígeno. Esta afirmación se m ezcló con otras m uy acertad as, y el resultad o hu bo de ser desastroso por algun as de sus consecuencias teóricas, ya que m uchos qu ímicos cayeron en el error y los resultados obtenidos por Davy suplantaron a los de Barthollet, que algunos años antes había determinado correctamente la verdadera composición del gas. Davy procedio también al estudio de la amalgama de amonio, y viendo que se descomponía fácilmente en hidrógeno y amoníaco, se preguntó si el sodio y el potasio libres no contend rían asimism o hid rógeno, conclu sión q ue par ecía corroborad a p or su combu stibilidad . No solamente Davy, sino también Thénard y Gay-Lussac consideraron seriamente esta cuestión, pero los últimos químicos ap ortaron finalmen te la p ru eba más concluyente d e que n o había tal cosa. Quemaron potasio en atmósfera de oxígeno seco, y vieron que no se form aba agu a d ur ante el pr oceso. Si el potasio hu biese contenido algún hidr ógeno, debería encontrarse, por consiguiente, todav ía en el p eróxido. Sin embargo, este ultimo se descompone fácilmente por el bióxido de carbono en oxígeno y carbonato potásico, en ningu no d e los cuales se encuentra h idrógeno. Davy llevó lu ego a cabo la d escom p osición d e las tierras alcalinas, pero la tarea resu ltó ya más d ifícil. Procediend o según u na su gerencia d e Berzelius, mezcló las tierra s con óxido d e m ercurio y sometió la mezcla a la 124
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acción de la batería. La operación dio amalgamas de las que podían
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acción de la batería. La operación dio amalgamas de las que podían obtenerse los m etales con alguna d ificu ltad. El bario, el estroncio, el calcio y el mag nesio se agregaron así a la lista d e elemen tos conocid os en estad o libre. Davy ensayó después los efectos de la corrientes sobre el ácido bórico y la sílice, pero sin éxito. Con todo, el primero fue pronto d escomp uesto p or Gay-Lussac y Thénard , que lo fun d ieron en comp añía de potasio metálico, y el silicio fue aislado por Berzelius, que calentó la sílice con hierro y carbono. La alúmina no fue descompuesta hasta 1827, p ero ya nad ie d u d aba d e que fuera u n óxid o. Con esto, la lista de radicales d e Lavoisier qu edab a red u cida solamen te a los d e los ácid os clorhídrico y fluorhídrico. Mas no los confundamos con los elementos cloro y flúor. Eran entes hipotéticos que se habían introdu cido en la teoría química d e Lavoisier por una concepción errónea de la naturaleza de los ácidos. Y como esta idea imperó durante largo tiempo y estaba destinada a tener tristes consecuencias por espacio de muchos años en el futuro, nos d espojaremos d e algu nas ideas mod ernas qu e parecen hoy axiomáticas y pr obaremos a p ensar en consonancia con d icha teoría. La teoría d e los ácidos d e Lavoisier. - Rouelle había sentad o la id ea de que un a sal es el producto de adición d e un ácido y u na base (pág . 80) ; Lavoisier incorporó esta idea a su sistema. El término ácido se aplicaba universalmente en aquella época a la sustancia que hoy llamamos anhídrido, mientras que la que hoy llamamos ácido era considerada enton ces como el ácid o más una cierta cantidad - más o menos accid ental d e agu a, semejante al agua de cristalización. Si Lavoisier hubiese emp lead o nu estros símbolos hu biera, pu es, escrito el ácid o su lfúrico como SO, y el reactivo que d enominam os hoy con este nombre, SO3,HO (pesos atómicos de Dalton). Cuando este ácido entra en reacción con la cal, se producen sulfato cálcico y agua, la última procedente del ácido, conforme a la ecuación siguiente : CaO + SO 3,HO =
CaO,SO 3 + H O
Aquí ácido y base son óxidos, e indudablemente Lavoisier creía que siem p re se daba el m ism o caso, y au nqu e varias de las bases no se habían descompuesto, no cabía duda que los ácidos carbónico, sulfúrico y fosfórico eran óxidos. De aquí que tu viera al oxígeno por el constituyente esencial de todos los ácidos y le pusiera el nombre que lleva, que no significa sino «engendrador de ácidos». Ahora, sólo nos resta av eriguar 125
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cómo p ud o introd ucir el ácido clorhídrico (mu riático), por ejemp lo, en tal
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cómo p ud o introd ucir el ácido clorhídrico (mu riático), por ejemp lo, en tal sistema. El hecho fue m uy ingenioso, como vam os a ver. La teoría d el «muriático ». - Puesto que todos los ácidos contienen oxígeno, el muriático no podía constituir una excepción, y puesto que el gas seco actúa sobre los óxidos secos (lo mism o qu e sobre la cal, formand o agu a), d ebía contener también aqu el elem ento, del mismo m odo qu e lo contiene el ácido su lfúr ico. El verda d ero ácid o anh idro d ebía, pu es, ser el óxido d e un radical desconocido aún pero comúnmente llamado murium o m u riaticum . Si le designam os por X, el ácido m u riático anh idro será XO, y el gas bien conocido, H O,XO. ¿ Qué será entonces el cloro ? Scheele había descubierto esta sustan cia al tratar el ácid o muriático con el óxid o negro d e m angan eso, y, natur almente, había d ado al producto el nom bre de ácido marino (muriático) deflogisticado. Después del descubrimiento del oxígeno, Berthollet cambió este nombre por el de ácido muriático oxidado o ácido oximuriático, que había conservado desde enton ces. Tod os creían qu e conten ía oxígeno, y basaban esta creencia en la acción oxidante del polvo de blanquear, el d esprend imiento d e oxígeno gaseoso por el agu a d e cloro y u n sinfín de reacciones qu e aun no se habían estud iado m inuciosamente. Quizá nos ayude a comprender el concepto de aquella época la formulación de algunas reacciones corrientes del cloro y el ácido clorhídrico según la teoría del muriático y también según nu estras fórmu las mod ernas : (1) N aO+H O,XO=H O+N aO,XO ; (2) H O,XO+O=H O+XO2; (3) H +XO =H O,XO ; (4) N a+XO2=N aO,XO ;
N a 2O+2HCl=2NaCl+H 2O. 2HCl+ O = H 2O + Cl 2. H 2 + Cl 2 =2HCl. 2Na + Cl 2 = 2N aCl.
Vemos, pues, que la teoría explicaba estas reacciones satisfactoriamente, lo mismo desde el punto de vista cuantitativo que d esde el cu alitativo, y en las Conferencias Baker iana s d e 1808 ha llamos a Davy comp letamente d e acuerdo con esta concepción, aun qu e ciertamente desilusionado de que sus tentativas para preparar el ácido anhidro hu bieran tenido tan poco éxito. Cuan d o se trataba el ácido ord inario con u na base seca p erd ía bastante fácilmente el agua : N aO
+ H O,XO
=
H O,Na O,XO
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pero n o p odía extraerse agua d el gas m ediante agentes d eshid ratantes, de
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pero n o p odía extraerse agua d el gas m ediante agentes d eshid ratantes, de modo que a continuación trató de obtener el ácido anhidro por descomposición de un cloruro con otro ácido (YO), en el sentido de la ecuación siguiente : NaO,XO
+
YO
=
NaO,YO,XO
Bajo ninguna circunstancia, no obstante, pudo hacerse tomar a esta reacción el curso ind icad o. Davy calentó n umerosos clorhidr atos con ácid o bórico anh idr o y con sílice, pero no pu do obtener descomp osición algun a hasta que admitió humedad en el recipiente. Entonces se desprendio ciertamente ácido muriático, pero fue el conocido gas que él creía que contenía agu a. Naturaleza elemental del cloro . - Si el ácid o m u riático conten ía oxígeno, enton ces el ácido oximu riático (cloro) debería contener m ás tod avía ; pero todas las tentativas de Davy pa ra obtener oxígeno d e este ú ltimo fu eron inútiles. Cabía muy bien suponer que si el ácido oximuriático contenía oxígeno, el fósforo lo eliminaría. Davy escribe sobre este punto com o sigue: « Ya he d escrito en anter ior ocasión la natu raleza d e la acción del fósforo sobre el ácido oximuriático, y he manifestado que durante el proceso de la combustión se forman dos compuestos, uno líquido, sólido el otro, de los cuales el primero puede consider arse, basánd ose en la teoría generalmente aceptada d e la naturaleza d el ácido oximu riático, como u n comp uesto d e ácido m ur iático y ácido fosforoso, y el segund o de ácido muriático y ácido fosfórico (1) . Se me ocurrió pensar que si realmente se encontrasen los ácidos de fósforo en estas combinaciones, no sería difícil obtenerlos, logránd ose así la pru eba d e la existencia del oxígeno en el ácido oximu riático. »Prepar é, pues, p or combu stión, considera ble cantidad d el cuerp o sólido com pu esto de ácido oximuriático y fósforo y lo saturé de amoníaco calentándolo en un recipiente adecuado lleno de gas amoníaco, con el que reaccionó con gran energía produciendo mucho calor : entre ambos se formó un polvo blanco opaco. Suponiendo que esta sustancia se hallaba compuesta de muriatos- y fosfatos secos de amoníaco, como el mu riato de am oníaco es mu y volátil y el amoníaco se d espren de d el ácido fosfórico a un punto de calor inferior al rojo, me pareció que quemando el producto obtenido pod ría lograr ácido fosfórico por tan to, introdu je par te del polvo en u n tu bo de cristal verd e y lo calenté al rojo, fuera del contacto del aire, con u na lám par a d e alcohol ; pero con gran sorpresa mía noté que no era nad a volátil ni se descomp onía a aquel grado d e calor, y que no p rodu cía m ateria gaseosa alguna... Me contente con asegurarme de que con este procedimiento no se puede obtener del ácido oximu riático ningu na su stancia qu e contenga oxígeno.»
----------(1)
P2+ 3 XO2 =P2O3, 3XO P2 + 3 XO2, = P2O5, 5XO
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El experimento mencionado representa tan sólo uno de los muchos y convincentes que demostraron que nunca se puede obtener oxígeno del cloro o el ácido m uriático seco y qu e, cuand o ap arece en reacciones en que interviene u no d e estos cuerp os, su p resencia pu ede explicarse siemp re de algún otro modo. En consecuencia, Davy sostuvo que lo más sencillo era d edu cir que el ácido oximu riático era u n elemento, al que d io el nom bre d e cloro por su color amarillo verdoso. Vale la p ena recalcar que Davy n o probó qu e el cloro (ácido oximu riático) no fuera un compuesto, ni tal prueba era posible. El cloro podía contener todavía oxígeno (o titanio para el caso), pero mientras no pudiera obtenerse de él otro elemen to, su natu raleza compuesta era una suposición gratuita. N um erosos qu ímicos que ad miraban a Lavoisier y tenían en may or estim a un sistema lógico que un a d emostración experimental, prefirieron p ersistir en aquella suposición y Gay-Lussac y Thénard fueron de los más recalcitrantes y difíciles de convencer. En efecto, apoyaban la teoría del muriático con algunos e ingeniosos experimentos. Sin embargo, como no se puede luchar contra el destino, ellos mismos acabaron por aportar pronto la prueba más decisiva contra la teoría. En 1813, Gay-Lussac pu blicó u n comu nicad o famoso sobre el yodo, d escubierto a la sazón p or Courtois, y al año siguiente otro sobre el cianógeno, igualmente muy notable. Estas investigaciones implicaban un estu dio de los ácidos yod hídrico y cianhídrico ; y las importantes analogías que los relacionaban con el clorhídrico, junto con la certeza de que no había oxígeno en el ácido cianhídrico, satisfizo pronto a todos, convenciéndoles de que ninguno de ellos contenía oxígeno. La teoría hid rogénica de los ácidos. - Dav y sacó la consecuencia lógica d e estos resultados y se inclinó a proclamar que era el hidrógeno, no el oxígeno, el componente esencial de los ácidos. Desgraciadamente, la influencia del nombre de Lavoisier y la fuerza de la tradición entor pecieron la general adopción d e esta id ea. En su lugar, los científicos aceptaron la explicación sugerida por Gay-Lussac, que implicaba la creación d e un a nu eva clase de comp uestos llamad os hidrácidos, en la que se comprendían aquellos ácidos que no contienen oxígeno. Los ácidos clorhídrico, yodhídrico y cianhídrico recibieron sus nombres actuales en aqu ella época. 128
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Lo expuesto constituye una de las más importantes investigaciones de
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Lo expuesto constituye una de las más importantes investigaciones de Davy desde el punto de vista histórico. En el lado práctico, inventó la lámpara de seguridad para los mineros en 1817, y en 1825 hizo que se protegiera de la corrosión el fondo de cobre con que corrientemente se recubr ían los navíos mediante la ad ición d e p equeñas p lanchas d e cinc. El d esgaste disminu yó, pero la acum ulación d e la vegetación m arina sobre las p lanchas se aceleró en tal manera, que la id ea no pu d o pr osperar. Teoría de la afinid ad q uím ica. - Davy m antu vo ante la teoría atóm ica d e Dalton u na actitud escéptica, parecid a a la de Wollaston. Sus experimentos en electricidad le llevaron, no obstante, a desarrollar la teoría de la afinidad química, de interés como muestra de lo que eran aquellos tiempos. Davy había apoyado en un principio el punto de vista químico, pero la rep etición d e algun os experimen tos de Volta con el electrómetro n o sólo le convirtió a la teoría d el contacto, sino q ue le movió a d esarrollarla en teoría general de combinación química. Observó, por ejemplo, que el cobre es siemp re p ositivo resp ecto d el azufre, y qu e esta diferencia de p olaridad se acentú a con la elevación d e la temp eratu ra. Finalm ente, los elementos se un en p ara formar su lfu ro d e cobre, con d esprend imiento d e calor qu e Davy atribuyó a la neu tralización d e las cargas eléctricas. H asta aqu ellas fechas, los quím icos habían comp arad o la afinid ad química con la graved ad , y algunos ha bían llegado hasta su gerir la id entidad d e ambas fuerzas. Ahora, sin em bargo, era natu ral que Davy y sus contemporáneos identificasen también la afinidad química con la electricidad . Davy sostenía qu e cuand o los átomos d e d os sustancias se aproximan, toman cargas eléctricas opuestas y finalmente acaban por unirse cuando se han neutralizado recíprocamente las cargas. Esto ofrece una firme explicación de las descomposiciones electrolíticas provocadas por la corriente. Los elementos constitutivos reciben de los polos de la batería las cargas eléctricas qu e poseían an tes de la combinación, y de aqu í en ad elante pu eden existir otra vez en estad o libre e indep end iente. Esta idea no fue nu nca desarrollada p or Davy h asta hacer d e ella un sistema com pleto, p ero la m isma id ea general se encontraba en el fun d am ento d e las teorías em itid as m ás ad elante por Berzelius. D avy y Faraday . - Se ha d icho con frecuencia que el mayor descubrimiento de Davy fue el de Faraday. Miguel Faraday, que había nacido en Newington, Surrey, en 1791, era de humilde cuna, e inició su vida de apr end iz de encuad ernad or en 1804. «No sólo se hizo maestro consum ad o 129
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en el oficio, sino qu e, leyend o los libros tan bien como los encuad erna ba (1),
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en el oficio, sino qu e, leyend o los libros tan bien como los encuad erna ba (1), fue adquiriendo gradualmente vastos conocimientos de las muchas m aterias que le interesaban, particularmente de todo lo relacionad o con las Ciencias naturales. En la ep ístola sigu iente relata la historia d e su am istad con Davy : »A. J. A. París. M. D. Royal Institution , 23 de d iciembre d e 1829 »Quer ido señor : Me pid e usted que le refiera m i presentación a sir H. Davy, lo que me complace, pu es creo que las circun stancias da rán testimonio de su bond ad d e corazón. » Cuando era aprendiz de librero sentí gran atición a hacer experimentos y no poca aversión al comercio. Sucedio qu e u n caballero, miem bro d e la «Royal Institution», me llevó a oír algunas de las conferencias dadas últimamente por sir H. Davy en Albermarle Street. Tomé nota y d espu és las pu se en limp io en un volum en en cuarto. » Mi deseo d e salir d e comercio, que juzga ba egoísta y corromp ido, y entrar al servicio de la Ciencia, que im aginaba tom aba a su s ad eptos am ables y liberales, me ind ujo al fin a d ar el sencillo y atrevid o acaso de escribir a sir H . Davy, expresánd ole mis deseos y confiando en qu e si se ofrecía ocasión op ortun a m e favorecería ; al envié las notas que de su s conferencias había pr opio tiempo le toma. » La respu esta original, base d e esta carta, es la qu e le incluyo, rogánd ole tenga mu cho cuidad o d e ella y me la devu elva. pu es ya comp renderá el gran valor que para mí tiene. » Rrepare en que esto sucedió a fines del año 1812 ; a principios del 1813 manifestó deseos de verme vacante, de ayud ante d e laboratorio de la «Royal Institution». »Al prop io tiempo q ue satisfacía así mis ansias d e emp leo científico me a consejaba qu e no aban don ase las perspectivas que se me ofrecían; diciénd ome qu e la Ciencia era u na am ante tirana y d esde el punt o de vista económico recomp ensa míseram ente a aquellos que se consagran a su servicio. Se sonrió cua nd o le expu se mi idea d e los sentimientos morales superiores de los hombres de ciencia, y dijo que me abandonaba a la experiencia de algun os años para qu e pu diese confirmarm e en tal opinión » Finalrnente, gracias a su s oportu nos esfuerz os, entré d e ayud ante d e laboratorio de la *Royal Institution* a primeros de marzo de 1813 ; y en octubre del mismo año le acompañ é al extranjero en calidad de ayu da nte en su s experimentos. En abril de 1815 regresé con él a Inglaterra, volviend o a ocupa r m i pu esto en la «Royal Institution», y, como usted sabe, desde entonces he p ermanecido aquí. » Soy, querido señor , sinceramente suyo, M. FARADAY.»
Cuando Faraday aceptó este empleó percibía un salario de 25 chelines seman ales y ocup aba d os p equeñas h a bitaciones en el piso alto del edificio. -----(1) La frase es de O stw ald. 130
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No puede decirse que mereciera mayor retribución, porque no había recibi recibidd o m ás instrucción instrucción qu e la elemental elemental y no poseía ningu na form ación ación científica. La gran prueba de su genio es que al cabo de dos o tres años hacía hacía ya d escub escub rimientos en Físi Físicca y Qu ímica ímica que riva li lizar zar on en calida calida d con los de su maestro. Como todos sabemos, sus últimos estudios acerca de las relaciones de la electricidad y el magnetismo constituyen el fun d amento d e la la m od erna ingen iería iería eléctri eléctrica. ca. Mu chos de los términos h oy usad u sad os en electroquímica electroquímica de las solu solu ciones ciones se deben a él (1). En lugar de la palabra polo, empleó el término neutro electrodo. Aplicó el término electrólito a toda sustancia capaz de descomponerse bajo la acción de la corriente, y al proceso de d escomp escomp osici osición ón lo d enom inó electrólisis. Al elec electrod trod o positivo lo lo denom d enom inó com p onen tes de las sales, los ánodo. y al negativo, cátodo. Llamó iones a los com clasificó en aniones y cationes según emigrasen h acia acia el ánod o o hacia el el cátodo durante la electrólisis. El faradio, unidad electromagnética, y la cantidad d e elec electric tricidad idad correspond iente iente a la u nidad d e carga carga en el sis sistema tema farada dayy , llevan su nombre. Hizo labor precursora en la átom o-gram o, el fara licuef licuefacc acción ión de d e los gases, y entr e otros d escu escu brimientos brim ientos qu e interesan a los qu ímicos ímicos se cu cu entan el de la rotación rotación óptico-m óptico-m agn ética, ética, el aislamiento aislam iento d el benceno y de los dos ácidos sulfónicos del naftaleno. No estará de más añad ir que p ara los amigos de Faraday el encanto encanto p eculi eculiar ar de su p ersonal ersonal atractivo sobrepasaba a sus éxitos científicos. Más adelante tendremos ocasión de estudiar sus ulteriores aportaciones a la Química. En 1825 sucedió a Davy en la *Royal Institution* y allí pasó el resto de su vida activa. Mu rió en 18 1867 67.. Farad ay se interesa in teresaba ba p or la religi r eligión ón.. Dur an te el siglo XVI XVIII II,, con con Roberto Roberto Sandeman, hijo político de un ministro presbiteriano, John Glas, fundó varias congregaci congregaciones ones en d iferentes iferentes par tes de Inglaterra. Inglaterra. A sus a d eptos se les llam llam aba sand em anian os o glasitas. glasitas. Cad a iglesia iglesia estaba estaba regid a p or jef jefes es eclesiásticos por el estilo de los de la primitiva Iglesia cristiana. Faraday cayó bajo la influencia de esta secta y casó con la hija de uno de sus jefes. En 1840 fue elegido a su vez jefe y por espacio de tres años y medio p red icó icó a los fieles fieles en d om omingos ingos alternos. -------(1) Es cierto que al inventar estos nuevos términos, que publicó en 1834, había recibido recibido ayu da consider consider able del eminente eru dito Rev. Willi William am Whew ell ell,, D. D. (1794-1866), cuyo concurso solicitó en 1833. La idea de la nueva nomenclatura se debió, según parece, a Faraday, pero los términos fueron sugeridos por Whewell.
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BIBLIOGRAFIA Las La s Works of Humphry Davy (en n ueve volúm enes) fueron pu blic blicad ad as por su hermano, John Davy, en 1834. El primer volumen es puramente biográfico. T. E. Thorpe ha publicado también una historia de su vida, titulada : Humphry Davy, poet and philosopher. Londres, año 1896. Selecciones de la labor de Davy sobre el cloro fueron reimpresas por el «Alembic Clu Clu b », nú m . 10. 10. Su último comu nicad nicad o p ued e leerse leerse también también en el núm. 13 de la misma serie ; da idea de las primeras nociones que se tuvieron de la naturaleza del cloro conforme las exponían Scheele, Berthollet, erthollet, Gayton d e Morveau , Gay-L Gay-Lu ssac y Thénard . La labor d e Dav y q u e cond cond u ce al d escu escu brimiento de los metales metales alcal alcalinos inos se hall ha llaa en «Alembic Club Reprint» Reprint », núm . 6. 6. Entre los mejores mejores libros libros que tratan d e Farad Farad ay p ued en m encionarse encionarse Life and Le Lett ters of Farada radayy , por Bence Jones, Londres, 1870. y Farada radayy a s a Discovere Discoverer, r, por John John Tynd all, Lon Lon d res, 1870 1870.. Ostwald dedica u n capítulo a Davy y otro a Faraday en su Grosse Essays d e Thorp Män ner . Leipz Leipz ig, 190 1909, 9, y los Essays Thorp e contienen contienen u n capítulo sobre Faraday. Asimismo se hallará excelente información en Da D as Buch Bu ch der grossen Chemiker, de Bug Bug ge.
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CAPITULO CAPI TULO XI XI BERZELIUS, RZELIUS, O RGAN RG ANIZAD IZAD O R DE D E LA CIEN CIEN CIA Jön önss Jako Jakobb Berz Berzelius elius n ació en Väfersu nd a, Su Su ecia, ecia, el 20 d e agosto ago sto d e 177 1779. 9. Su padre, que era profesor en Linköping, murió en 1783, y el segundo matrimonio de la madre, seguido bien pronto de su muerte prematura, d ejó ejó al joven joven Berzeliu erzeliu s en el hogar hoga r d e unos u nos p arientes p obres, cu cu yos escasos escasos m edios no permitían permitían fuera del todo bienqu bienqu isto isto el nu evo huésped . Estos Estos aconteci acontecim m ientos amargaron amarg aron su s prim eros años, y su situación no fu fu e mucho mejor en el gymnasium , donde se distinguía ciertamente por su am or a la H istoria istoria Natu ral, pero se tom aba p oco oco interés por los clás clásic icos os y no su po granjearse granjearse el favor favor d e aqu ellos ellos cu cu yas especiali especialidd ad es le hastiaban. hastiaban. A su partida, las autoridades le entregaron un certificado en que man ifes ifestaban taban qu e «inspiraba» inspiraba » d u d osas esperanzas, lucido lucido comentar comentar io d e la persp icaci icaciaa d e los profesores. Berzelius estudió después Medicina en Upsala, pero halló pobremente rep resentad as allí allí llas as Ciencias, Ciencias, y la misma fatalidad fatalidad qu e le p ersiguiera en el gymn asiu asiu m le hizo víc víctima d e lam lam entable incomp incomp rensión por p arte de sus prof pr ofesores esores.. Estas Estas incomp incomp rensiones se referían referían tan sólo a form form u li lismos, smos, pero em pañar pa ñaron on la cordialidad de relaciones entre el alumno y sus profesores. Quizá alentaría alentaría a los que se m uestran poco satis satisffechos echos d e las norm as académ icas icas saber que cuando le tocó a Berzelius examinarse de Química, el profesor manifestó que se merecía un suspenso, pero expresó el deseo de hacer la vista vista gord a ante el examinan examinan do si lograba lograba qu edar mejor mejor en el examen examen de Físic Física, a, lo lo qu e afortu afortu nad am ente así suced suced ió. Mientras, Berzelius Berzelius prosegu p rosegu ía sus investigaciones investigaciones qu ímicas, ímicas, en parte pa rte en el laboratorio, laborat orio, en p arte en su s pr opias habitaciones. Al acabar , en 1802 1802,, to todos sus exámenes, pasó a Estocolmo y entró de médico en el hospital, d edicand edicand o sus h oras libres libres a la Química. La labor realizad realizad a hu bo d e llam llam ar bien pronto la atención de los profesores de la Escuela de Medicina, y Berzelius fue entrando gradualmente en contacto más intimo con la institución, institución, prim ero com comoo adj ad ju nto y finalmen finalmen te com com o profesor. A med ida que iba cobrando fama se le prodigaban honores, títulos, medallas, emolumentos, con una profusión que parecía querer compensar las p enalid enalid ad es de su s pr imeros años. Murió el 7 d e agosto de 1848 1848..
BERZE ERZELIUS LIUS,, ORGAN IZADO IZADOR R DE LA CIENCIA CIEN CIA
BERZE ERZELIUS LIUS,, ORGAN IZADO IZADOR R DE LA CIENCIA CIEN CIA
Trabajo sobre los pesos que se combinan. combinan . - Entre las primeras investigaciones emprendidas por Berzelius, existen algunas sobre la electricidad cuya enumeración haremos más adelante, pero en 1810 comenzó a ap arecer, arecer, d ebid ebid a a su p lum a, una serie de artícu artícu los titulada : An A n A t tempt to Determine the Definite and Simple Proportions in which the Constituents of the Inorganic World are Combined with Each Other. Estos Estos artícu artícu los continu continu aron ap areciend areciend o hasta ha sta el año 1818 1818,, y repr esentaban trabajos iniciados ya en 1807. En cierto sentido fue éste un tema al que Berzelius se dedicó activamente hasta el fin de sus días. Estaba muy imbu ido d e las ideas d e Dalton y Ric Richter, pero h abía visto visto má s claramen claramen te quizá que n ingún otro que jamás jamás p odrían llegar llegar a ser ser p un tal de un siste sistema ma m ientras no se vieran ap oyad as por u na base experimental, experimental, qu e no pod ían sentar h ombr es tan p oco oco d u chos en m ateria de a nálisis nálisis.. Por ello, ello, Berzelius erzelius se dedicó dedicó nad a menos qu e a la la ardu a tarea de d eterminar eterminar p or sí mismo, con la mayor ma yor p recisión recisión posibl p osible, e, los pesos en qu e se com com binan los elem elementos; entos; y poco más de diez años después había llevado a cabo esta investigación para cuarenta y tres de ellos, ellos, prep arand o, purific purificand and o y analizand analizand o p ara ello ello con con su s pr opias man os más d e d os mil de su s comp comp uestos. Ell lloo se hizo en u na ép oca en que qu e el anális an álisis is cuantitativo, tal y com comoo hoy lo enten entendd emos, ap enas si existía, existía, y en la m ayoría ayor ía de d e los casos Berzelius Berzelius se vio obligad o a planear laboriosamente laboriosamente sus p rocedimientos rocedimientos a med ida qu e adelantaba en el trabajo. Tenem Tenem os qu e record record ar tam bién bién qu e en su época la mayoría de los los reacti reactivos vos tenían que ser preparados o por lo menos purificados por el propio analista, y que el laboratorio de Berzelius podía vanagloriarse de poco más, en cuanto a material, que una cocina ordinaria. Los resultados obtenidos h ablan p or sí m ism ism os. A continu continu ación ación dam os un a lista lista escogida escogida de algunos de los pesos atómicos publicados por Berzelius en 1826 (I), comp arad os con con los de la Comisión Intern Intern acional acional d e 1931 1931 : Berzelius Plomo Cloro Clo ro Pota Po tasio sio Azu Az u fre Pla ta N itrógen itróg enoo
1826 207,12 35,41 35,41 39,19 39,19 32,18 32,18 108,12 108,12 14.05 14.05
Comisión Internacional 1931 207,22 35,457 35,457 39,1 39,1 32,06 32,06 107,88 107,88 14,008 14,008
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Aun cuando reconozcamos que en el caso de muchos de los elementos
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Aun cuando reconozcamos que en el caso de muchos de los elementos menos comunes la diferencia es mucho mayor, y que el sorprendente acuerd acuerd o se debe en ocasio ocasiones nes a u na afortuna d a comp comp ensación ensación de errores no apreciada por Berzelius, su obra se levanta como monumento a su genio notable. De allí allí en ad elante elante el an áli álisis sis cua cua ntitativo d ebía ebía m archar ya esencialmente por sus cauces modernos, sin que ninguna teoría en d esacuerd esacuerd o con sus n ormas p ud iera iera en lo sucesi sucesivo vo m erecer erecer consideraci consideración. ón. Actividad Actividad literaria. literaria . - N o fue ésta la la única ú nica ocu ocu p ación ación d e Berzeli Berzeliuu s du ran te aqu ell ellos os años. Ap arte su labor d e profesor, p u bli blicó có nad na d a m enos que trei treinta nta trabajos, trabajos, qu e trataban d e otros tantos problemas d e Qu ímica, ímica, y desarrolló desarrolló un sistema completo de Filosofía química que, en unidad lógica y en extensión extensión d e plan, sup eraba a tod o lo hasta enton ces conocido. conocido. Lo Lo pu bli blicó có Jahresbe hresberich richt t », que fund ó en 1810, en p arte en las página s de su famoso famoso « Ja 1810, y continuó dirigiendo hasta su muerte, y en parte en el gran Tratado que comenzó comenz ó en 1808, 1808, d el que se h icieron icieron cinco cinco ed iciones, iciones, siend siend o trad u cid cid o a varios var ios idiom as. El El min u cioso cioso conocimiento original y d irecto irecto d e los los hec hechos qu e vibra en tod as y cad a u na d e las líneas líneas de estos esc escritos ritos,, la la exactitud exactitud hasta entonces jamás igualada de sus resultados y su integridad ind isc iscu tibl tible, e, aqu istaron istaron a Berzel Berzelius ius u na p osici osición ón ú nica, nica, de m anera qu e en 1820 18 20 asu m ía el p ap el d e legis leg islador, lador, cuy cuyas as simple simp less opiniones con frecuenci frecuenciaa pesaban más, en la mente pública, que los números y hechos cuidadosamente comp robad os por otros. Tal posición posición d e reconoci reconocidd a su periorid periorid ad contribuyó, es cierto, a hacerle autoritario e intolerante en sus últimos años, mas p ara nosotros nosotr os lo lo que imp orta es que su s opiniones ejerci ejercieron eron la mayor influencia en todas las ramas de la Ciencia. Por tanto, vamos a consid consid erarlas en d etalle. etalle. Problem as qu ímicos en los comien comien zos del siglo XIX XIX.. - Sabem os ya cuáles cuá les eran los pu ntos d iscu iscu tibles d e la teoría quím ica ica a comienzos d el siglo siglo XI XIX. Pueden resumirse en preguntas como las que siguen : ¿Cómo han de formularse los compuestos químicos ? ¿ Pueden determinarse los pesos atómicos, distinguiéndolos de los pesos que se combinan? ¿Cuál es el constituyente esencial de los ácidos? ¿ Cuál es el origen de la corriente galván ica ica y cuá l el m ecanismo d e su a cción cción en la electróli electrólisis sis ? ¿ Qu é es la afinid afinid ad q u ímica ímica ? -----El tipo tipo d e referencia referencia ad optad o p or Berzelius Berzelius era O = 100. 100. Los Los resultados en esta tabla x han calculad calculad o par a O = 16 y se ha estableci establecido do la comp aración con con los nuestros a ba se de mod ernas tablas pond erales erales que a veces veces difieren difieren d e las de Berzel Berzelius ius por razones que cl lector lector pod rá ap reciar reciar m ás ad elante con con m ayor claridad claridad . (1)
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¿ Cabe ded ucir de ella ella algu algu na m edid a cua cua ntitativa? ntitativa? De todos estos pu ntos tenía tenía Berzel Berzelius ius formad formad a u na op ini inión, ón, basada basada en abu nd ante cantidad cantidad d e d atos experim experim entales. entales. H izo mu cho por facil facilitar itar todo estud io y cálc cálcuu lo químicos inventand inventa nd o nu estros m od odernos ernos sím sím bolos qu ímicos alfabétic alfabéticos, os, enteram entera m ente originales suyos, y creando un sistema de nomenclatura química que en esencia constituía constituía u na ad ap tación tación d e la la d e Lavoisi Lavoisier er a las lengu lengu as germ anas. En En efec efecto, to, com compp rend eremos erem os mej m ejor or el espíritu q u e anim ó la obra d e Berzel Berzeliius si si le consideramos en su calidad de admirador y discípulo de Lavoisier ; conscie onscientemen ntemen te convirtió convirtió en en m eta d e toda su v ida d e trabajo trabajo el extend extend er y completar el sistema químico que el gran francés había dejado sin terminar. Los pesos atómicos. atómicos. - Así se veía en todo, incluso en la cuestión de los pesos atómicos. Aquí Berzelius vio en seguida la inexactitud de la suposición de Dalton de que el compuesto más conocido debe poseer la fórm fórm u la más simp le y decid decid ió lanzar lanzar se en bu sca sca d e otros criterios criterios.. A este objeto le satisfizo la ley de Gay-Lussac de las combinaciones de los volúm enes gaseosos gaseosos,, y adop tó como como norm a p rincipal rincipal la la sup osic osición d e que los pesos atóm icos icos d e los gases elementales son p rop orcionales orcionales a los p esos de volúmenes iguales. Sin embargo, esto no podía llevarle muy lejos en aquellos tiempos. Dalton había manifestado ya que volúmenes iguales de gases compuestos no pueden contener igual número de átomos y si bien la discrepancia que ello implicaba hubiera podido obviarse con una inteligente aplicación de la hipótesis de Avogadro, Berzelius fue por temperamento opuesto a tal idea y no quiso considerar una explicación que envolvía una contradicción tan notoria como la de las fracciones de átomos. Por tan to hu bo d e limitarse limitarse a los gases elemen elemen tales, tales, y éstos eran eran tan pocos, pocos, que más parecían representar la excepción que la regla. Era, pues, necesario necesario buscar otra nor m a au xili xiliar ar p ara la ma yoría de los elemen elemen tos, y Berzelius erzelius la halló en las cantid cantid ad es variables variables d e oxígeno oxígeno con qu e p u eden combinarse los distintos elementos. Esta idea se le ocurrió, en parte, porque el oxígeno se combina tan libremente con casi todos los demás elementos, elementos, pero tam bién bién a causa d e la exagerada exagerada opinión, opinión, heredad a d e Lavoisier (véase pág. 115) que se había formado de su importancia.
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Berzelius escribió un a vez : «El oxígeno es el centro en torno d el cual gira
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Berzelius escribió un a vez : «El oxígeno es el centro en torno d el cual gira tod a la Química.» Expresiones por el estilo son comunes en sus escritos. Su trabajo sobre los p esos que se com binan y el análisis d e las sales le movieron a form u lar la regla d e que siem pr e que se une u n ácid o a un a base, la razón del oxígeno d el ácido con el de la base es un sim ple nú mero entero. Tal vez sea interesante saber d e qué pr oced imiento se valió Berzelius para llegar a esta d edu cción en u n caso específico. Preparó sulfato de p lomo m ediante oxidación d el sulfuro con ácido nítrico, y demostró cualitativamente que en el líquido sobrenadante no quedaba exceso de plomo ni de ácido sulfúrico. De ello dedujo que la razón del plomo al azufre debe ser la misma en el sulfato que en el sulfuro. Sin embargo, el sulfato d e plomo se consideraba como comp uesto binario d e óxid o de p lom o y ácido sulfúr ico (lo que hoy d enominam os anhídrid o). Conociendo la cantidad de oxígeno combinada con una cantidad d ad a d e plomo en el óxido, su equ ivalente, o sea tres veces esta cantid ad , d ebe hallarse en el sulfato combinad a con el azufre, y el nú mero de átomos d e oxígeno en el ácid o sulfúrico debe ser tres o un múltiplo de tres. A falta de pruebas que exigieran un número mayor, Berzelius supuso que era exactamente tres, y hoy podemos emplear esos datos para determinar el peso atómico del azu fre, ya qu e, com o el peso atóm ico d el oxígeno se ha fijad o p or el métod o d e las densidad es en 16, la fórmu la SO3, para el ácido sulfúrico fija el peso atómico del azufre en 32. Volviendo ahora al comp onente básico d el sulfato d e plomo, continuarem os arguyend o qu e si el peso atómico del plomo es aqu ella cantidad qu e se un e a 16 un idad es de oxígeno, pod rem os decir exactam ente lo mismo respecto de otros m etales como el bario y el calcio. La validez de la suposición fundamental, así como la de la analogía sugerida , tend ría, sin embar go, qu e verse apoya d a en este caso por otra d emostración de n atu raleza semejante. Es fácil d e ver qu e el razonam iento d e Berzelius es sup erior al d e Dalton, pero asimismo está claro que a su vez hace también uso del principio de la máxima simp licidad d e este ultimo y qu e no se han excluido d e él, en m odo algun o, las sup osiciones arbitrarias. Cuand o en casos semejantes la su m a total d e supu estos cond uce a un sistema libre de contrad icciones, pod emos adm itir en los resultados un grado elevado de probabilidad. El sistema de Berzelius n o alcanzó nu nca aqu ella cond ición, y él m ismo se d aba tan ta cuenta de sus imperfecciones que le vemos modificar sus números repetidam ente m ientras vive.
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Ley de Dulong y Petit - En 1819 aparecieron dos comunicados que
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Ley de Dulong y Petit - En 1819 aparecieron dos comunicados que arrojaron n u eva luz sobre el tema p orqu e entrañaba n criterios nu evos. El p rimer o estaba escrito por Du long y Petit (1), y llamaba la atención acerca de la notable relación que existe entre los pesos atómicos y el calor específico. Los au tores habían d eterminad o esta última constan te para u n gran número de substancias, y les chocaba el hecho curioso de que, en el caso de la mayoría de los elementos sólidos, al multiplicar los calores específicos por los pesos atóm icos enton ces corrientes, el resu ltado era una constante. Ind icaban también estos resultados d iciend o qu e «los átomos de tod os los elem entos p oseen la misma capacidad calorífica», que es como si hubieran dicho que si cierta cantidad de calor aumenta en un grado la temp eratura d e 63 gramos de cobre, d eterminará el mismo aum ento de temperatura en 56 gramos de hierro. Cuando no se obtenía el producto constante antes mencionado podía obtenerse, en muchos casos, multiplicando o dividiendo el peso atómico empleado por un factor simple. Dulong y Petit se atrevieron a d ar este paso, comp rend iend o qu e tenían en sus manos una nueva norma que descansaba sobre una constante física m ensu rable y libre d e las sup osiciones qu e imp licaba el razonam iento d e Dalton y Berzelius. Ahora sabemos que la ley no es lo suficientemente infalible para justificar semejante d esd én d e tod a otra con sid eración. Algun as d e las d eterminaciones d e Du long y Petit eran inexactas ; en otros casos el calor específico varía m ucho con la temp eratu ra, implicand o un a seria dificultad para la elección d e cond iciones com parables, y finalmente, por razones qu e aun hoy se conocen d e man era incomp leta, la ley parece poco digna de confianza en el caso de los elementos de más bajo peso atómico. La propia actitud de Berzelius en este asunto fue cauta y precavida. Abrigó ciertas dudas acerca de la exactitud de las determinaciones, pero más tarde se resolvió a dividir por dos el peso atóm ico d e la p lata qu e antes ad optara. Sin embargo, no qu iso m odificar el peso atómico del carbono, como la teoría de Dulong y de Petit parecía exigir, porqu e esto hu biera hecho los óxidos CO 2 y CO 4 , respectivam ente, ---------(1) Pierre Louis Dulong (1785-1838) comenzó a actuar en calidad de médico en los barrios pobres de París. Fue ayudante de Berthollet, enseñó Química en las Escuelas Norm ales de Alfont, fue n ombra do p rofesor d e Física d e la «Ecole Polytechnique» en 1820 y d irector en 1830. En 1815 descubrió el cloruro d e nitr ógeno y p erd ió un ojo en la investigación. Alexis Thèrêse Petit (1791-1820) fue también profesor de Física en la *Ecole Polytechnique».
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que razones químicas no le permitían aceptar. El tiempo ha justificado
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que razones químicas no le permitían aceptar. El tiempo ha justificado plenam ente su d ecisión. Isomorfismo. - El otro comu nicado era obra d e Eilhard Mitscherlich (17941863), poco después alumno de Berzelius y más adelante profesor en Berlín, don d e sucedió a Klaproth. ( Lám ina “Isom órfica” ) UN GRUPO TÍPICO DE SUSTANCIAS ISOM ÓRFICAS (Reprod ucido d el libro The Study of Chemical Composition, de Freund ,
con p erm iso d el au tor y d e la Cam bridge Un iversity Press.) Realizó algunos estudios valiosos sobre las densidades del vapor y compuestos más simples del benceno, entonces una sustancia rara. Sin embargo, su obra principal versó sobre aquellos conocimientos de la Química más relacionados con la Mineralogía y la Cristalografía, cuyos cim ientos tienen su m ás firm e asiento en los valiosos trabajos d e aqu ellos tiemp os sobre el isomorfismo. Investigadores preceden tes había n reparado algunas veces en la notable semejanza de la forma cristalina entre diferentes substancias, así como también en la formación de ciertos cristales mixtos. Sin embargo, Mitscherlich ignoraba entonces estas observaciones y de hecho comenzaba justamente sus estudios sobre la cristalografía. También llevó sus observaciones m ucho m ás allá qu e los dem ás qu ímicos, y atribuyó los fenómenos, ahora más conocidos, de isomorfismo a semejanza de composición qu ímica. Trabajand o p rimero en los fosfatos y arsen iatos, halló que fuese cual fuese el metal tomad o como base, siem pr e resultaba la más perfecta similitud en las propiedades de todas las sales, no solamente en su forma cristalina, sino asimismo en la solubilidad y otras propiedades, extendiéndose incluso esta similitud a la cantidad del agua de cristalización que se hallaba en cada u na d e ellas. El exam en d e otras series, com o los alu m bres y sulfatos, demostró muy pronto que no era éste un caso aislado, y Mitscherlich llegó a la conclu sión d e qu e : El mismo núm ero de átomos combinados de igual man era produ ce la m isma forma cristalina. Esta forma es independiente de la naturaleza de los átomos y se determina ún icamen te por su nú mero y forma de combinación.
Se verá que, por lo que se refiere a la elección de pesos atómicos, el isomorfismo no representa u n criterio por comp leto ind epend iente como el 139
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de los calores específicos, sino que más bien es una ayuda del
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de los calores específicos, sino que más bien es una ayuda del razonamiento por analogía que puede utilizarse como sigue: si formulamos el alumbre común como KAl(SO 4)2 x12H 2O y consideramos como cantidades conocidas los pesos de potasio y aluminio, los pesos atóm icos del sodio y el hierro serán enton ces las partes, en p eso, d e estos elementos qu e se unen a sesenta y cuatro p artes de azu fre en el alu mbr e ferrisód ico, FeNa(SO 4)2 x 12H 2O. Berzelius dió mayor importancia a estas consideraciones que a las sugeridas por Dulong y Petit, y se decidió a modificar sus opiniones, relativas al p eso atóm ico d el crom o y algunos otros elementos. Sus razones quedarán mejor expuestas si las expresamos con sus propias palabras, porqu e arrojan luz sobre su m étodo d e razonam iento respecto d e los pesos atómicos (1). «Se sabe que el óxido d e cromo contiene tres átom os de oxígeno. Para el mismo n úm ero de á tomos d e cromo el ácido crómico contiene doble cantidad de oxígeno, lo cual d aría seis átomos ; pero en sus sales neutras, el ácido crómico neutraliza una cantidad de base que contiene u n tercio más d e oxigeno d el que contiene él mismo, relación que se encuentra tam bién en tod os los ácidos con tres átomos d e oxígeno (por ejemp lo, en el ácido sulfúrico y los sulfatos). Al objeto d e arm onizar esta relación m últiples lo más probable que el ácido contenga tres átomos de oxigeno por que entre la cantidad de oxígeno d el óxido y d el ácido, cad a átom o de crom o, y el óxido tres átom os de oxígeno por cada d os de cromo. Isomorfos con el óxido d e cromo son los de m angan eso, hierro y aluminio ; sabemos que éstos contienen también tres átomos de oxígeno, y por consiguiente debem os repr esentarlos como si contuvieran d os átomos d el radical. Pero si el óxido férrico consta d e 2Fe+3O, el óxido ferroso será Fe + O y toda la serie de óxidos isomorfos con él contendrá un átomo del radical y un átomo de oxígeno. Por desgracia, en estas m aterias la certeza d e nu estros conocimientos es aú n tan escasa, que no pod emos hacer más que seguir la línea de mayor p robabiIidad .»
El sistema dualista . - En su opinión sobre la composición qu ímica de los ácidos es donde revela Berzelius con mayor claridad la influencia de Lavoisier. Se calcula que en su Traité Elémentaire Lavoisier estudió ap roxim ad am ente novecientas substancias, y en este núm ero había sólo treinta, aparte los elementos, que no pudieran clasificarse como ácidos, bases o sales. Por tanto, es mu y natu ral que Lavoisier considerase toda u nión qu ímica como relacionada con la formación de sal. Su opinión sobre este último pu nto la conocemos ya. Las sales eran p rod uctos de ad ición binarios de ácid o y base, y éstos a su vez eran p rod u ctos de ad ición binarios d e metal y oxígeno y m etaloid e y oxígeno, respectivam ente.
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La u nión se efectua ba p or p ares y el sistema era netam ente d ua lista.
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La u nión se efectua ba p or p ares y el sistema era netam ente d ua lista. Lavoisier consid eró el oxígeno como elemento formad or de ácidos, y no obstante lo hizo también comp onente n ecesario d e las bases. Aquí no h ay sino u na contrad icción ap arente, porqu e la tend encia general d el oxígeno se tenía por ácida, aun cuando el otro elemento podía someter esta tend encia ; así, el crom o con u na d eterminad a cantidad d e oxígeno forma una base, pero con más oxígeno, un ácido. A Lavoisier tampoco le fue p osible llevar su s generalizaciones a u na conclu sión lógica p or la sencilla razón de que en su época no se había probado aún que muchas de las bases eran óxidos. El descubrimiento de los metales alcalinos, hecho por Davy, vino a salvar esta dificultad y dejó el sistema de la composición qu ímica d e Lavoisier esencialmen te comp leto, excepto por lo qu e hace al caso enojoso d el ácido clorhíd rico, entre los ácid os, y del amon íaco, entre las bases. Ya h emos visto en el cap ítulo p reced ente lo difícil qu e fue qu e Davy convenciera a sus contemporáneos de que el cloro no contenía oxígeno. -----(1)
La cita se ciñe a la trad ucción que del pár rafo hizo Ida Freun d en su libro admirable, The study of Chemical Composition.
Berzelius y la teoría del cloro. - Berzelius se contaba en el número de aqu ellos qu e con m ás tesón luchaban p or d efend er la op inión an tigua. En 1815 escribió un artículo de 100 páginas de extensión, en el que emplea todos los argum entos para d emostrar que la teoría antigua era capaz d e explicar los hechos, y rogan d o a tod os los qu ímicos qu e la conservasen en interés de la un idad d e la Ciencia. Term inaba con las palabras sigu ientes : «Yo exijo d e todo pr incipio qu ímico que se ma nifieste conforme con la su ma total de la teoría y sea cap az d e incorporarse a ella. De lo contrario, debo desecharlo mientras no llegue la hora en q ue u na p rueba in contestable a su favor haga necesaria la refund ición de todo el sistema».
En ciencia, como en política, es necesaria la existencia de un partido conservad or, y siem pr e estará bien qu e algu ien hable en los térm inos que acabamos de transcribir ; pero la inmensa autoridad de Berzelius y la obstinación creciente que le caracterizó en los últimos años de su vida contribu yeron a r etrasar la aceptación d e nu evas y fecu nd as id eas. Esta intolerancia de Berzelius se ha asociado tanto a lo qu e se cuenta acerca d e él, qu e existe el peligro real d e que aqu ellos que le conocen ú nicamente a través d e la tradición o d e sus p olém icas no apr ecien el aspecto abierto, 141
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genial y tolerante de su carácter. En 1836, cuando volvía a someterse a
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genial y tolerante de su carácter. En 1836, cuando volvía a someterse a d iscu sión, desd e otro pu nto d e vista, la teoría d el hidrógeno d e los ácid os, le hallamos escribiend o a H einrich Rose : «Los experimentos del ácido sulfúrico anhidro y cloruro me interesan enormemente. Parecen llevarm e a la por tanto tiemp o esperad a conclu sión de qu e el ácido su lfúr ico fuerte no es SO 2 ni siquiera SO 3+H 2O sino SO 4 + H y que la misma teoría pu ede ap licarse. a las sales ha deas como a las d e los oxácidos.»
Y d os años d espu és escribía a Liebig, sobre el mismo tem a : «Me satisfará colocar la nueva teoría junto a la vieja, como otra explicación, ya que, despu és de tod o, ¿que son nu estras opiniones sino m odos d e explicación ? »
Será ju sto consignar, sin em bargo, qu e esta ap arente conv ersión a la teoría d el hidr ógeno fue sólo temp oral, y qu e no p ublicó nad a en favor de ella. Por lo qu e ha ce a la pr imitiva controversia, la labor d e Gay-Lussac sobre los cianuros y yoduros demostró a Berzelius que la antigua opinión era insostenible, y en 1820 aband onó la liza y aceptó el comp rom iso su gerido p or Gay-Lu ssac y p or Du long, según el cual p odían existir dos clases de ácidos : los oxácidos, que forman sales directamente mediante la adición de Cxidos metálicos, y los ácidos halógenos (o hidrácidos), que forman sales por la substitución de ese hidrógeno por un metal. A Berzelius le repugnaba hacer esta diferencia entre su bstancias tan similares en tod as las d emás prop iedad es, pero d e esta man era pu do salvar su sistema du alista, siend o las oxisales toda vía com pu estos binarios d e ácid o y ba se, mientras qu e las sales haloid eas eran comp uestos binarios de m etal y h alógeno. Sup uesto conten ido d e oxígeno en el amoníaco. – El caso d el amoníaco merece unas palabras de comentario. Aunque marcadamente básico, se d iferenciaba de tod as las d emás bases en qu e no contenía oxígeno. Por eso cuand o en 1808 creyó Davy h aber d escu bierto la pru eba d e que contenía este elemento, Berzelius se aferró a la idea y la sostuvo por espacio de mu chos años. Ni siquiera el descu brimiento hecho p or H enry y Berthollet (hijo) de que el amoníaco podía descomponerse cualitativamente en nitrógeno e h idrógeno fu e suficiente p ara h acerle desistir d e aqu ella id ea. Más adelante supuso que el nitrógeno era también un óxido, y el peso atómico del nitricum, su hipotético radical, figuró largo tiempo en sus tablas de p esos atómicos. Los argu men tos d e Berzelius eran ingeniosos, pero no es preciso mencionarlos aquí porque no tienen importancia 142
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histórica. En 1822 había renunciado totalmente a su teoría, e
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histórica. En 1822 había renunciado totalmente a su teoría, e indudablemente contribuyó a hacerle modificar su posición una sugerencia d e Am père, al respecto d e qu e cuand o el amon íaco forma sales es porqu e pr imero fija agu a p ara tran sform arse en óxid o am ónico, el cu al puede formar ya productos de adición con los ácidos de manera enteramente ad misible. A pesar de estas concesiones menores, el sistema dualista seguía siendo todavía un concepto consistente. Las substancias inorgánicas podían clasificarse aú n como elemen tos, compu estos binarios de elementos (como los clorur os, sulfuros y óxid os), y, finalmen te, como sales, qu e eran , o bien compuestos binarios de los elementos, o bien de los óxidos (ácidos y bases). Las sales pod ían combinarse nu evamen te con ácidos p ara formar otros compuestos binarios que llamamos sales ácidas, con bases para formar sales básicas o con otras sales p ara form ar sales d obles. Du rante la vida d e Lavoisier, este du alismo, que p arecía correr a trav és de tod a la natu raleza inorg ánica, careció de explicación teórica adecuad a. No parecía existir razón algun a p ara qu e no p ud ieran ocurrir otras formas d e combinación y hubieron de ser reconocidos y clasificados como tales varios compuestos temarios. Con el advenimiento del siglo XIX, sin embargo, había aparecido en escena una fuerza nueva, y casi todos los qu ímicos considera ban ahora la electricidad com o idén tica a la afinidad qu ímica, o p or lo m enos íntimam ente relacionada con ella. Explicación eléctrica de la acción química . - A poco de salir de la Universid ad , y en colaboración con su am igo Hisinger, Berzeliu s había llevad o a cabo un a larga serie de experim entos sobre la electrólisis de las soluciones salinas con una batería que construyó, tan grande como sus m edios se lo perm itieron ; y había observad o la separación d e las sales en ácid o y base, fenóm eno hoy tan conocido d e todos. Estos experim entos causaron a Berzelius un a gran imp resión y le llevaron a poner la electricidad, así como el oxígeno, como base de su sistema qu ímico. Esto se levantaba sobre ideas bastante p arecid as a las de Davy , pero con su energía característica y su p asión por el detalle él las d esarrolló mucho más y les aquistó más amplio reconocimiento. Dhabi había deducido que cuando se aproximan unos a otros átomos de elementos diferentes, adquieren cargas eléctricas contrarias, de mayor o menor intensid ad según la natu raleza de las substancias d e qu e se trate. Berzelius se mostró incluso más mecánico en sus concepciones, y asignó a cada átomo dos polos, como los del imán, sobre uno de los cuales se concentraba la electricid ad p ositiva y en el otro la electricidad negativa. 143
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Para el mismo átomo, no obstante, la cantidad o intensidad de la carga
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Para el mismo átomo, no obstante, la cantidad o intensidad de la carga (Berzelius no aclaró bien este pu nto) no era igu al en m od o algun o. El cloro, por ejemplo, poseía un exceso de electricidad positiva ; los álcalis, de electricidad negativa. Para Berzelius el oxígeno era el elemento «absolutamente negativo», y lo colocaba en un o de los extremos de un a serie, cuyo otro extremo ocupaba el potasio. Entre ambos habían otros elementos, negativos y positivos, según su posición relativa, hallánd ose el hidrógeno en o cerca d el pu nto n eutro. Esta no era, natu ralmente, sino otra forma de la serie potencial, derivada en este caso de consideraciones químicas. Explicación eléctrica del dualismo. -- Lo expuesto estaba en perfecta armonía con el sistema dualista antes esbozado y ofrecía una explicación completa para él. El azufre era positivo para el oxígeno, y por lo tanto pod ía unirse a él pa ra form ar ácid o sulfú rico, qu e a su vez no era en m odo algu no neu tro, sino m ás bien, por razón d e su gran contenido d e oxígeno, decididamente negativo. De igual manera, el calcio positivo se unía al oxígeno negativo para formar cal, en la que predominaba el carácter eléctrico del metal, de suerte que era claramente electropositiva. Finalmen te, el ácido su lfú rico y la cal pod ían u nirse entre sí para form ar una sal, el sulfato de calcio, CaO,SO 3, mucho más neutro, pero no necesariamente neutro en absoluto, por cuanto tenía que suponerse una d iferencia d e carga p ara las sales al objeto de pod er explicar la formación d e sales dobles como el alum bre. La teoría envolvía una limitación. Los compuestos ternarios ya no eran posibles. Las substancias se unían u nas a otras p or cuanto eran positivas o negativas, y de aquí que esta unión se efectuase sólo por pares, y las substan cias visiblemente tern arias como el cianuro d e p otasio, debían ser considerad as como comp uestos de u n elemento con un comp uesto binario. Berzelius resu m e la cuestión en el p árra fo sigu iente, que se ve citado con frecuencia : «Si se aciertan estas ideas electroquímicas, resulta que todo compuesto químico dep enderá pu ra y exclusivamente d e las dos fuerzas opu estas de electricidad negativa y positiva ; y por consiguiente toda su stancia compu esta constará d e dos pa rtes un idas por la acción de su carácter electroquímico, ya qu e no existe un a tercera fuerza. De aquí se ded uce que tod a sustancia compu esta, sea cual fuere el núm ero de sus componentes, puede dividirse en dos partes, de las cuales una es electropositiva y la otra electronegativa ; el sulfato d e sosa, por ejemp lo, no está comp uesto d e azufre, sodio y oxígeno, sino de ácido sulfúrico y sosa, y éstos, a su vez, pueden ser separados en compuestos positivos y negativos. De igual manera, el alumbre no puede ser considerado como un compuesto directo de sus elementos, sino que ha de mirarse
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BERZELIUS, ORGAN IZADOR DE LA CIENCIA como prod ucto de la reacción entre el sulfato de alúm ina, como elemento n egativo, y el sulfato de potasa como elemento p ositivo.»
La fórmu la ind icada aquí p ara el alum bre, K 2O,SO 3+Al2O 3,3SO 3 + 24H 2O, posee interés para el lector moderno como caso extremo de formulación dualística. Se observará que en todos estos casos la teoría supone tácitam ente la existencia ind epend iente continu ad a d el óxid o d entro d e la sal. En el sulfato de plomo, por ejemplo, se creía todavía que una cuarta parte d el oxígeno se combinaba con el plomo y el resto con el azu fre. Exp licación d e la electrólisis de Berzeliu s. – Vam os a ver como la teoría de la composición química que acabamos de bosquejar se adapta admirablemente a la explicación de todos los hechos entonces conocidos relativos a la electrólisis. Segú n esta teoría, la corriente separa sim plemen te la sal en los componentes positivo y negativo de que consta, y éstos aparecen principalmente en los polos. Naturalmente, el efecto puede quedar obscurecido en distintos casos por reacciones secundarias. Según Berzelius, un ácido no puede ser descompuesto por la corriente. Esta aumenta sencillamente la conductancia del agua, única que es descomp uesta en oxígeno e hidrógeno. Una sal, como el sulfato de p otasio, se descompone, en cambio, en óxido de potasio y ácido sulfúrico, ambos hid ratad os por el agu a. El desprend imiento de oxígeno e hidrógeno en los polos se debe sin embargo, exclusivamente a la descomposición simultánea del agua. Cuando se electroliza una sal metálica, como el sulfato de cinc, ni el ácido ni el agua se descomponen ; la única que se d escom pon e es la base, y en un polo aparece cinc metálico y oxígeno en el otro. Algun os contemporáneos d e Berzelius creían qu e el sulfato de cinc se condu cía principalmente como el sulfato d e potasio : reduciend o entonces el hid rógeno formad o p or la descomp osición d el agu a o el óxido d e cinc forma d o original en el polo negativo. El mismo rechaz ó, sin em bargo, esta idea, porqu e en cond iciones ordinarias el cinc descomp one lentamente el agua con desprendimiento de hidrógeno. Con respecto al origen de la corriente, Berzelius, com o Davy al p rincipio, sostu vo la teoría «química» y, como él también, se pasó m ás tard e al otro cam po. Daremos u na explicación d e las razones en qu e se basaba cuand o pasem os a consid erar su actitud frente a la ley d e Farad ay. Lo expu esto pu ede considerarse como u n bosqu ejo imp erfecto del sistema electroquímico dualista de Berzelius tal y conforme era prácticamente completo en los años subsiguientes al 1820. Fue aceptado casi universalmente! pues, no obstante sus diversos puntos obscuros, 145
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proporcionaba una explicación conforme y bastante satisfactoria de casi
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proporcionaba una explicación conforme y bastante satisfactoria de casi tod as las reacciones conocidas en el camp o d e la Qu ímica inor gán ica. Aun cuan d o no tard ó mu cho en ser objeto de los vigorosos ataques a qu e finalmen te hu bo de su cumbir, constituyó, sin embargo, el más imp ortante factor simple d e la teoría qu ímica p or espacio d e m uchos años, y aun hoy día encontramos vestigios de él en nuestra fraseología. Algunos de los qu ímicos m ás viejos continúan ad ictos a la teoría al establecer ecuaciones qu ímicas de oxidación y r edu cción y m uchos d e nosotros anotamos a la manera de la teoría dualista los resultados obtenidos por el análisis siempre que analizamos minerales o sales orgánicas. Si no se debe a Berzelius el origen de todas sus ideas fundamentales, fue él exclusivamente quien les dio prácticamente unidad y vitalidad, y como hem os visto, gozó d el prestigio consiguiente. Las memorias de Wöhler. - Poseemos un grato recuerdo personal de Berzelius y su am biente, en la época en qu e se hallaba en el p inácu lo de su fama, salido d e la plum a d e Friedrich Wöh ler. Por espacio de varios años, Berz elius tu vo la costum bre d e inv itar a su casa, solos o por p arejas, a todos los jóvenes químicos de gran cultura y talento prometedor, perm itiénd oles que pasaran u n año o más en su laboratorio. Esta era naturalmente u na m aravillosa oportun idad de instrucción, y d e aquellos que gozaron de tal privilegio pocos dejaron de distinguirse notoriam ente con el tiempo. Wöhler se encontraba en Estocolmo d urante el invierno de 1823-24 y refiere sus impresiones en un artículo titulado Jugenderinn erungen eines Chemikers (1). Debería transcribirse entero, pero sólo d ispon emos d e espacio p ara los siguientes fragm entos: «Con el corazón palpitante me detuve ante la puerta de Berzelius y toqué la camp anilla. Me abrió un hom bre, pulcramente vestid o, ma jestuoso, de aspecto lozano. Era el pr opio Berzelius. Me acogió en térm inos en extrem o am istosos ; dijo qu e llevaba largo tiempo esperándom e y m e habló de m i viaje, todo en alemán , por sup uesto, que dom inaba tan bien como el francés y el inglés. Cuand o me introd ujo en su laboratorio creí estar soñando ; dudaba de la realidad de verme en aquellas salas clásicas, en la meta d e mis ensueños. »A la mañana siguiente comencé a trabajar. Obtuve para mi uso especial un crisol de platino, una balanz a con pesas, un frasco lavad or y sobre todo, un soplete, a cuyo uso Berzelius concedía mucha importancia. Yo tenía que traer además a mis expensas alcohol para las lamparas y petróleo para la lámpara de secado ; los reactivos y utensilios ordmarios eran tenidos en común ; pero el ferrocianuro de potasio, por ejemplo, no se encontraba en Estocolmo, de m anera que ten ía que p edirlo a Lübec. Por entonces yo estaba solo en el laboratorio ; antes qu e yo h abían estad o allí Mitscherlich y H. y G. Rose, y tras de mí llegó Magnus. El laboratorio consistía en dos habitaciones ordinarias y era de lo más simple : allí no había hornos ni campanas, ni gas, ni
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BERZELIUS, ORGAN IZADOR DE LA CIENCIA instalación para el agua corriente. En una de estas habitaciones había dos grandes
BERZELIUS, ORGAN IZADOR DE LA CIENCIA instalación para el agua corriente. En una de estas habitaciones había dos grandes mesas ord inarias de m ad era d e pino. Ante un a de ellas se instalaba Berzelius ; yo me sentaba en la otra. Adosad os a las pared es hallábanse los arm arios para los reactivos, en el centro d e la pieza la cubeta de m ercurio y la mesa con la lámpa ra d e secad o, sita esta última debajo del cañón que conducía a la chimenea de la estufa. Junto a ésta se hallaba el vertedero, consistente en la pila de piedra para el agua con su espita, y debajo el cacharro d ond e Ana, la seria cocinera, tenía que fregar los platos todos los días. En la otra habitación estaban las balanzas y algunas prensas con utensilios e instrumentos ; muy cerca había todavía otro obrador pequeño, con un torno. En la cocina anexa, dond e Ana h acia la comida, había un hornillo pequeño, que rar a vez se utilizaba, y el baño d e arena constantem ente calentad o. . . . . . . . . . . . . . . » Berzelius se interesaba mucho por la investigación del ácido ciánico, que yo quise reanudar. Con visible satisfacción me enseñó lo que había dicho en su Fahresbericht sobre m is primer os experimentos con el ácido, y expr esó la opinión d e qu e la existencia del mismo había contribuido mucho a la mayor probabilidad de la teoría del cloro. Mucho me sorpr end ió oírle hablar de cloro en vez de ácido mu riático oxidad o ya que hasta a quel entonces había sido firme d efensor d e la vieja teoría. (I) Berichte der Deutschen Chemischen Gesellschaft, vol. 8, pág. 838 (1875).
Una vez en qu e Ana limpiaba u n p lato, observó que olía fuertemen te a ácido m uriático oxidado. Berzelius repuso : «Oye, Ana, no debes decir ácido m ur iático oxida do n un ca más. Di cloro, está m ejor.» . . . . . . . . . . . . . . »Mediante repetidas operaciones habíamos acumulado tales cantidades de potasio como no se habían producido hasta entonces. Para los análisis preparábamos potasa cáustica p ura haciendo reaccionar el potasio con el agua. Berzelius era d e genio alegre por lo regular, y d ur ante el trabajo solía referir tod a clase de chascarrillos, riéndose d e buen a gana cuánd o se le contaba a lgo gracioso. Si estaba de m al hu mor y tenía rojos los ojos, comp rend íamos en seguida que p adecía uno d e aquellos ataques periódicos de dolor d e cabeza nervioso ; entonces perman ecía encerrado u nos días sin comer na da n i querer ver a nadie. Un nuevo descubrimiento le producía siempre gran placer, y entonces me llamaba con mirada resplandeciente. «Albricias. doctor ; he descubierto algo interesante.» »A veces me retenía en su compañía por la noche, y me hablaba de sus viajes por Francia e Inglaterra, de Gay-Lussac, Thénard, Dulong, Wollaston, H. Davy y otros d istingu idos hom bres de ciencia de aquella época sobre cuyos hom bros nos apoyamos nosotros, los de la última gen eración, a tod os los cuales había conocido persona lmente y cuya p ersonalidad hu biera pod ido d efinir a fondo. Sobre todo Gay-Lussac y H. Davy contaban con su estimación y r espeto ; siemp re ha blaba de este ú ltimo con adm iración por su gen io. Mantenía verd ader a correspond encia con ellos y conservaba todas sus cartas. Aproveché con placer el permiso que me otorgó para leerlas, y más tarde me dio también a leer los interesantes diarios de sus viajes, que contenían p or m enor el relato de su s visitas a París y Londr es.»
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El artícu lo concluye con un a ojead a interesante a la person a de Davy, que justam en te se hallaba d isfru ta nd o a la sazón d e u n viaje d e vacaciones a trav és de Su ecia. BIBLIOGRAFÍA Una traducción alemana de Selbstbiomaphische A ufz eichungen de Berzelius, apar ece en el número 7 de la atractiva colección de Kahlbaum titulada : « M onographien aus der Geschichte der Chemie», Leipzig, año 1903. Un r elato d e la vida d e Berzeliu s hasta el año 1821, por Sodr ebau m, constitu ye el núm ero 3 de la mism a colección. Los recuerdos de Wöhler se encuentran en « Berichte der Deut schen Chemischen Geselschaft », vol. 8, pág. 838 (1875). El primer trabajo de Berzelius sobre los pesos atóm icos hasta el añ o 1812 figura en el nú mero 35 de «Klassiker ». Desde este punto en adelante, el amante de la historia química debe confiar cada vez má s en las pu blicaciones periódicas, de las que las má s imp ortantes d ur ante la primera mitad del siglo XIX fueron el « Jahresbericht », de Berzelius , los « A nn ales de la Chimie et de la Physique», qu e contienen casi toda la obra d e los químicos franceses, y « A nn alen der Chemie und Pharmacie», de Liebig, que contienen la m a yor parte d e las pu blicadas por los aleman es. Como entr e los años 1820 y 1860 se opera ron en el camp o de la Quím ica orgán ica los progresos más importantes de la Química toda, llamamos la atención del lector sobre d os excelentes historias de la Qu ímica orgán ica. Una de ellas es la Geschichte der organischen Chemie von altester Zeit bis zur Gegenwart, por Edv. Hjelt, Bru nsw ick, 1916, 537 págin as. La otra es Geschichte der organischen Chemie, por Carl Gra ebe, Berlín, I 20, vol. 1, 403 págs. Este pr imer v olum en aba rca el per iodo comp ren dido ent re 1770 y 1880. Libros todavía más recientes son : Famous Chemists, or sir William Tilden (1921), que esboza las vidas d e algunos de os qu ímicos lo más eminentes del pasad o. Crucibles, por B. Jaffe, Nu eva York, 1930, nar ración en extrem o interesan te de carrer as típicas de hom bres famosos de d iferentes ép ocas, escrita con el imag inativo estilo d el novelista. Das Bu ch der grossen Chemiker (1930), de Bugge. Es un libro mu y extenso, que consta d e dos volúmenes y está escrito con la solidez característica alemana, pero en forma de ensa yo, p or v eintisiete q uímicos erud itos de Alema nia, Rusia, Suecia, Suiza e Italia. Al final del libro hay una bibliografía de 53 páginas, en la que se indica dónde pueden encontrarse informes d e los químicos de tod as las épocas.
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CAPITULO XII EL COM IENZO DE LA Q UIMICA ORG ANICA A p esar d e la notable labor d e Scheele, qu e qu izá realizó d escub rimientos más importantes que ningún otro químico, el conocimiento de los compuestos del carbono se hallaba, a principios del siglo XIX, menos d esarrollad o qu e el de los elementos qu e comú nm ente se encuentran en los minerales. La Quím ica orgán ica se d ivid ía en qu ímica vegetal y qu ímica an imal, y en los textos d e Thom son y Berzelius hallam os descripciones del azúcar, los ácidos orgánicos, la goma, el índigo, el principio amargo, el tanino, el alcanfor y el caucho, así como de la gelatina, albúmina, fibrina, urea, sangre, saliva y orina, sobre todo desde el punto de vista médico y prestand o poca atención a su s relaciones qu ímicas. Se había reconocido qu e estas sustancias conten ían carbono e hidrógeno y con frecuencia oxígeno, nitrógeno y azufre, pero apenas se prestaba atención al aislamiento de los comp uestos qu ímicos pu ros de los prod uctos d e la vid a anim al y vegetal. Generalm ente se creía que era necesaria u na fuerza vital especial para producir estos compuestos orgánicos. En 1835, Wöhler escribía a Berzelius : *La Qu ímica orgán ica se m e antoja como u na selva virgen d e los tróp icos, llena d e las cosas m ás notables.* H oy, al cabo d e m ás d e cien años, nos encontram os con qu e la Química orgánica es la ram a más metód icam ente desarrollada d e esta ciencia. A d ecir verdad , se habían som etid o a estu d io m inucioso cierto nú m ero de compuestos de carbono. El alcohol se describe ya en un manuscrito del siglo XII y el éter se men ciona en u na obra d e Valerius Cord us, qu e mu rió en 1544. Boyle d escribió, en 1661, un esp íritu *ad iap horu s* , obtenid o por d estilación seca d e la ma d era d e boj, qu e ind ud ablemente era un a mezcla de alcohol de metilo y acetona. En 1608, Blaise de Vignère (1522-1596) describió el ácido benzoico, y Scheele la preparación de muchos ácidos orgánicos, el glicerol, el ácido cianhídrico y cierto número de ésteres. *Sap onificó* los ésteres haciénd olos hervir con álcali cáustico. Lavoisier considerab a qu e las materias orgán icas se form aban conforme a las mismas reglas que las minerales, y cuando contenían oxígeno le imaginaba unido a un radical, nombre introducido luego en el sentido moderno que hoy tiene por Guyton de Morveau en 1787. Este radical
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contenía meramente carbono e hidrógeno en el caso de los compuestos m ás sencillos. El azú car era el más bajo y el ácid o oxálico el m ás alto de los óxid os d e un rad ical hidrocarbonad o. En 1817, Berzelius extendió su teoría d ualista a los comp uestos orgáni cos y dijo : *Todas las sustan cias orgán icas son óxidos de radicales compuestos. Los radicales de las sustancias vegetales constan gen eralmente d e carbono e h idrógeno y los d e las sustancias anim ales contienen carbono, hidr ógeno y n itrógeno.* Como resultad o d e los trabajos d e Lavoisier, Stah l, Gay-Lussac, Thénard y Berzelius, se habían desarrollado bien los métodos de análisis de los productos orgánicos. Las bases alcalóidicas fueron estudiadas por Serturner (morfina en 1805), y la estricnina, la brucina, la quinina y la cinconina fueron aislad as p or Pelletier y Caventou (1820). Dalton, en 1803, dio las fórmulas de algunos compuestos orgánicos simples, que al pasar a nuestra notación moderna dieron al etileno la fórmula CH ; el éter era C2O, el alcohol era CH 2O, y el azúcar CHO 2. Berzelius estableció las fórmulas de los ácidos cítrico, tártrico, oxálico y succínico, así como tam bién d el almidón . Sus ácidos eran p or regla general lo que hoy d enominamos anhídridos, d e la m ism a ma nera como el CO 2 se llama a menudo ácido carbónico. Las fórmulas de Berzelius eran notablemente buen as, au n cuand o los valores para el hid rógeno fuesen a menu do u n poco elevados. Sus análisis demostraron que las leyes de la combinación química se aplican lo mismo a los compuestos orgánicos que a los inorgánicos. La teoría de que fu ese necesaria un a m isteriosa fu erza vita l recibió un golpe d e m uerte cuan d o Wöhler, en 1828, hizo la síntesis de la u rea calentand o juntos u n cianato alcalin o y una sal de amonio. Sin em bargo, ésta no era la p rimera síntesis de un compuesto orgánico, porqu e ya Scheele había hecho la del ácido oxálico a fines del siglo XVIII. El químico francés Chevreul llevó tam bién a cabo imp ortantes trabajos en Q u ímica orgán ica. Miguel Eu genia Chevreu l nació en Ang ers en 1786 y mu rió en París en 1889. Es qu izá el hom bre d e ciencia qu e vivió m ás años qu e ningú n otro en nu estra Era. En 1804 entró en el laboratorio d e Vau qu elin como ayu d ante, y tam bién lo fue en el mu seo de H istoria Natu ral del *Jard in d es Plantesn. En 1813 fue nombrado profesor del Liceo Carlomagno, y más tarde director de los talleres de tapicería de los Gobelinos, donde realizó investigaciones sobre el contraste d e los colores (1839). En 1830 sucedió a Vauqu elin como profesor d el Museo, y en 1863 fue nom brad o su d irector. Presentó la dimisión de este ultimo cargo en 1863, continuando en el profesorad o. Su centésimo cum pleaños fue celebrado con gran des festejos. Su obra m ejor conocid a, sobre la que d escansa p rincipalmente su fama, fue 150
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publicada en 1823, y es la Recherche quimique sur les corp s gras d’origine
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publicada en 1823, y es la Recherche quimique sur les corp s gras d’origine animale. Hasta aquella época los químicos consideraban los jabones como comp uestos de gra sa y álcali, au nqu e Scheel había estud iado el glicerol en 1783, y Geoffroy h abía notad o qu e los ácid os grasos liberad os al tratar con ácid o un jabón eran d iferentes de las grasas originales. Chevreul preparó la estearina y la oleína y aisló dos ácid os qu e llam ó esteárico y oleárico. En su comu nicado se encuen tra la p rimera teoría científica exacta d el proceso de la sap onificación, y su explicación d e la química de las grasas y los aceites fu e en extremo clara. Como resultad o d e estos estud ios, Chevreul lanzó al m ercad o las bujías de estearina, qu e vinieron a sup lantar las detestables velas de sebo. Antes d e entrar en consid eraciones sobre el destino d el sistema d ualista d e Berzeliu s tras la tenta tiva d e ap licar sus p rincip ios a la Qu ímica orgá nica, será necesario presentar al lector tres jóvenes químicos que tomaron una parte muy activa en el estudio de los problemas cuya solución más ap rem iaba en aqu el enton ces. Eran éstos Wöhler, Liebig y Du m as. Wöhers. - Fried rich Wöhler nació en Eschersheim, cerca de Francfort, en 1800. Estud ió Med icina en Marbu rgo y H eid elberg, don d e hu bo de sentir la influen cia d e Leopold o Gm elin (1788-1853), qu e desp ertó su interés por la Qu ímica y le envió con calur osas recomen d aciones a Berzelius. Gmelin le aconsejó que no perdiese el tiempo en conferencias, a las que probablemente jam ás asistió. En el capítulo preced ente hem os hecho ya el relato de su vida en Estocolmo. Como resultado de sus experiencias en Su ecia, se hizo experto an alista. Más tard e trad ujo al alemán el libro d e Berzelius. En 1824 volvió a Alemania como profesor de la *Gewerbe-Schule*, de Berlín, d ond e p erm aneció hasta el año 1831. Este mismo año fue nombrad o pr ofesor d e u na institución similar, recientem ente fund ad a en Cassel. En 1836 aceptó el p rofesorado d e Qu ímica d e Göttingen, d ond e p erman eció hasta su m uerte, en 1882. La obra científica de Wöhler abarcó un vasto campo y con frecuencia habrem os d e referirnos a ella. Entre las investigaciones que tienen m enos imp ortancia h istórica m encionarem os su d escubr imiento d el alum inio, en 1827, y su s trabajos sobre el boro, el silicio y el titanio. En el cam po d e la Química orgánica contribuyó mucho a nuestro conocimiento de los cianatos y otras sustancias de esta especie, y prácticamente echó los cimientos para toda la labor u lterior en el estud io del ácido ú rico. Fue mu y celebrado como profesor y atrajo a Göttingen muchos estudiantes extranjeros, especialmente norteamericanos. Su método de preparar el 151
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fósforo es pr ácticam ente el mismo qu e se sigu e hoy d ía. La varied ad d e la
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fósforo es pr ácticam ente el mismo qu e se sigu e hoy d ía. La varied ad d e la obra de Wöhler es asombrosa ; trabajó con casi todos los elementos conocidos. De su Lehrbuch der CEIM E habíanse publicado, en 1875, quince ediciones. Liebig. - Justus Liebig nació en Darmstadt en 1803. Su padre poseía un pequeño comercio de aceites, colores y los productos químicos más corrientes, muchos de los cuales preparaba por sí mismo. En este labora torio y en los talleres de los artesanos d e la vecindad comenzó Liebig a interesarse por los fenóm enos qu ímicos y ad qu irió lo que m ás ad elante llam aba su *m emoria visual*. Como su pad re tomaba a p réstamo libros d e Química en la biblioteca de la Corte, él obtuvo fácil acceso a ésta, y devoraba todos los libros de Química que podía encontrar allí, cogiéndolos, según refería después, en el mismo orden en que los encontr aba en los estantes. A la edad d e dieciséis años era Liebig m ancebo d e botica y p ronto llegó a dom inar la pa rte química d e su trabajo ; pero fue víctima de la misma suerte desgraciada que Davy en ocasión parecida. Observand o de niño a los titereros ambu lantes había aprend ido a prep arar el fulminato de plata, sustancia que desde largo tiempo había ejercido sobre su espíritu u na atracción p articular. Haciend o experimentos con el fulminato en su nueva ocupación, se produjo una explosión que se llevó parte del techo de la botica, por lo que hubo de ser echado a la calle. Entonces rogó a su pad re qu e le enviase a la un iversidad. Buscaron med ios p ara ello, y en 1820 se matr icu laba en Bonn , pero u n a ño d espu és sigu ió a Kestner, su p rofesor (a qu ien, a pesar d e todo, no hallaba m u y d e su gu sto) a Erlangen. Allí ingresó en u na sociedad d e estud iantes que fue persegu ida p or las au toridad es a cau sa de sus tend encias políticas. Parecióle entonces prudente abandonar la universidad. Estaba convencido de que podía recibir en Alemania la instru cción qu ímica qu e d eseaba, e hizo gestiones p ara obtener u na beca del Gobierno d e Hesse a fin de pod er continuar sus estudios en París. Tras algunas dificultades la obtuvo por fin en 1822, gracias sobre tod o a las recomend aciones d e Kastner. En París sus méritos, unidos a un poco de suerte, le hicieron entrar en buenas relaciones con Alejand ro von H um bold t, qu e se pasaba allí la m ayor p arte de la vida, m ostrand o gran interés en p roteger a los jóvenes que m ás se destacaban. Por Humboldt fue presentado a Gay-Lussac, que le admitió en su laborator io, d ond e llevó a cabo un a investigación sobre el ácid o fulmínico qu e todavía hoy d espierta interés. Entre tanto la un iversid ad d e Erlangen
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le había conferido el título de doctor, y en 1824 regresó a Alemania en
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le había conferido el título de doctor, y en 1824 regresó a Alemania en calidad d e profesor de la p equeña u niversidad de Giessen. La m uerte d el otro p rofesor d e la clase, Wilhem . Ludwig Zimmermann (1780-1825), le dejó como único encargado de la enseñanza; su sueldo allí era muy pequeño y el material químico de lo peor qu e cabía imaginar. El laboratorio de Giessen. - Finalmente se procuró un cobertizo aband onad o, y en él organ izó un laboratorio para la enseñanza general de la Química, adoptando un método de estudios que hasta cierto punto ha venido d esde entonces acá sirviend o d e mod elo a los demás d e su especie. El estudiante se dedicaba allí al análisis cualitativo y cuantitativo, preparaba algunos compuestos orgánicos y luego procedía a una investigación, señalada por el profesor. A pesar de lo limitado de sus posibilidades y recursos, el laboratorio se hizo pronto famoso por las brillantes investigaciones qu e en Cl se llevaban a cabo y lo sugestivo de la enseñan za d e Liebig, d e man era qu e los estud iantes acud ían allí de todas las partes del mundo. La labor del propio Liebig abarcó una serie asombrosa d e asun tos ; en u n pr incipio se ded icó casi exclusivamente a la Química orgánica pura, aunque más adelante cifró especialmente su interés en los problem as d e la Agricultur a, la Fisiología y la alim entación. De aqu í nació su famoso *extracto d e carne*, por el cual su nom bre sigue siendo todavía bien conocido del público en general. Los esfuerzos agotadores d el comienzo d e su carrera afectaron m ucho la salud d e Liebig, y la enseñanza del laboratorio comenzó a ser una carga p esada p ara él hasta el punto de que en 1852, en que fue llamado a formar parte del profesorad o d e Munich, aceptó con la sola cond ición d e que se le relevara d e toda labor de este género ; singu lar actitud d e un hom bre que h abía introducido la enseñanza del laboratorio en Alemania. Liebig murió en Mu nich en 1873. El laboratorio de Liebig en Giessen n o fue en m odo alguno el pr imero en qu e se dió enseñanza a los principiantes en Qu ímica. En 1748, Lomonosov había fundado ya en San Petersburgo un laboratorio similar. Thomas Thompson tenía un pequeño laboratorio en Glasgow en el año 1817, y Amós Eaton había abierto un laboratorio para principiantes en Troy, N u eva York, el mismo año qu e Liebig abr iera el suy o (1825). F. C. Accu m (1769-1839) había asimismo abierto un laboratorio en Londres, en 1800, para la investigación y la enseñanza. Varios químicos americanos conocidos estu d iaron en él. 153
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Análisis orgánico. - Una d e sus prim eras preocup aciones en Química fue
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Análisis orgánico. - Una d e sus prim eras preocup aciones en Química fue la de perfeccionar los métodos del análisis orgánico. Ya hemos visto que Lavoisier había hecho importante labor d esbrozad ora en este sentido y qu e Berzelius y Gay-Lussac le habían logrado ya algunos progresos, pero Liebig d ió prácticam ente a la comb ustión org ánica su form a actual, y se d ice que se jactó hiperbólicam ente d e haber simplificado tan to el proceso, que *cualquier mono inteligente podría en lo sucesivo conducirlo con éxito*. Sin emba rgo, la mayoría d e los estud iantes susten tan la opinión d e qu e, si d ijo verd ad , la teoría d e Darw in tiene algo de an óma lo. La personalid ad d e Liebig es en extrem o interesante. Repr esenta lo que los aleman es llam an u n Feu ergeist, ávid o, entu siasta, combativo, deseoso de sacrificarse (y de sacrificar a todos) en persecución de la verdad e infun d iend o en tod os los qu e le rodeaban el m ismo celo. Fue m uy exigente con sus estudiantes y ayudantes (cosa que agradecieron ellos años después), y tuvo poca paciencia con aquellos. que no sabían sostener sus opiniones con la misma energía qu e él las d efend ía. Se refiere qu e tras d e oír en cierta ocasión las alabanza s qu e se hacían d e u na p ersona qu e le era an tipática, se interpuso y d ijo : *Es posible que sea un buen hom bre para todos u stedes, pero es más flojo qu e el algod ón en rama.* Amistad d e Liebig y Wöhler. - Semejante m anera d e ser presta más interés a la sorpren d ente amistad d e Liebig con Wöhler, qu e por temp eramen to era la antítesis de todo esto. Sus relaciones comenzaron con motivo de controversia. En 1823, Liebig, que ju stamen te acababa d e ana lizar el fu lminato d e p lata, descubrió que ofrecía una composición idéntica a la que Wöhler había asignado al cianato. Que dos sustancias tan diferentes tuvieran igual composición era entonces algo increíble, y con su característica confianza en sí m ismo Liebig calificó d e incorrecto el análisis de Wö hler. Una en treuista personal llevó poco desp ués a una rep etición d e los análisis y a la reivin d icación d e Wöhler, p orqu e Liebig rara vez perm itía qu e sus prejuicios le cegaran ante un hecho experimental, y aquí se hallaba implicado un descubrimiento de primera magnitud, pues aquél era el primer caso de isomerismo que se daba. Sin embargo, la palabra no comen zó a em p learse hasta 1830, en qu e Berzelius la ap licó a la relación existente entre los ácidos tártrico y racémico, caso el más bello de isomerismo que él mismo había comprobado. Después de aclarar este punto, Liebig y Wöhler emprendieron en colaboración algunas investigaciones de importancia en la Química orgánica, y esto les llevó gradu almente a la más entrañable amistad p ersonal. Duran te toda su vida 154
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cambiaron frecuente correspondencia, que afortunadamente se ha
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cambiaron frecuente correspondencia, que afortunadamente se ha conservado y publicado. Sus cartas son interesantes desde el punto de vista científico porque nos informan perfectamente de cómo llegaron a estud iarse ciertos problemas y d e qu é mod o fu eron acometid os. Desde el punto de vista humano iluminan también para nosotros dos p ersonalid ad es interesan tes, d os hombres ded icad os tan plenamen te, tan conscientemente y con tal abnegación a la causa de la Verdad y de la Ciencia, pero ta n d iferentes en tod o lo d emás. Liebig se dejaba llevar d el entusiasmo, -era irritable, vivo para la lucha, jamás hallaba lenguaje bastante fuerte par a expresar su s sentim ientos ; mientras qu e Wöhler era tod o d elicad ez y suav idad , evitaba con cuid ad o el más m ínimo exceso, y sin embargo estaba dotad o de tal agud eza de penetración y d e un h um or tan fino y socarrón, que más d e una vez hu bo de servirle par a mod erar con d isimu lo las turbu lencias de su a m igo. Desde 1831 Liebig fue el director más influyente de los *Annalen der Chemie und Pharmacie*, que adquirieron su gran prestigio bajo su d irección. Consideraba qu e u no d e los deberes pr incipales d el d irector d e una publicación era defender la verdad señalando el error de sus procedimientos a todos los investigadores y teóricos estraviados o d escuidad os. Esta actitud le gran jeó tanto agrad ecimiento como a Sócrates la suy a an te sus contemp oráneos. Se creó un a nu be de enem igos y se vió envu elto en am argas controversias. Estas le imp u lsaban m uchas veces a violentas explosiones, qu e los su aves consejos de Wöhler eran incapaces d e reprimir, aun cuando fueran expresados con tanta belleza como en el p árrafo sigu iente : *Será inú til qu e le hag as la guerra a Marchan d (o a otro cua lquiera p ara el caso). No harás más que consumirte, enfurecerte y echarte a perder el hígado y los nervios con las píldoras de Morrison. Imagínate en el año 1900 ; para enton ces los d os estaremos descomp uestos otra vez en ácido carbónico, agua y amon íaco, y la cal d e nu estros huesos p ertenecerá qu izá al primer perro qu e saquee nuestra tum ba. ¿Qu ién se ocu pará enton ces de si hemos vivido en paz o en guerra? ¿Quién sabrá nada entonces de tus controversias científicas o de tus sacrificios de salud y tran qu ilidad en aras de la Ciencia? Nadie ; pero tus sabias ideas, los nuevos hechos que has descubierto, despojados de todo lo que no es esencial, serán conocidos y reconocid os hasta en la ép oca más rem ota ; pero ¿ cómo voy a aconsejar yo al león qu e coma a zú car?
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Realmente era ímp roba tarea, como vam os a ver p or la contestación qu e le
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Realmente era ímp roba tarea, como vam os a ver p or la contestación qu e le dió Liebig a otra súplica parecida, en la que le pedía dejase en paz a Mitscherlich. *Poggend orf es un simp le, mon cher, y tú lo eres también un poco con tu s imaginaciones, que no obstante no tomo a mal porque sé que son bien intencionad as.. .Ahora ya sabe lo que tenía qu e saber... y tiembla. Ya teng o bastan te. Tod a la bilis qu e se ha bía ido formand o en mí por su culpa la he echad o ahora sobre él, y m e siento satisfecho al saber qu e nu estras míseras relaciones han dejado el paso a una franca enemistad. Nadie más d ispu esto qu e yo a reconocer el error cuan d o m e he equivocad o ; pero en cambio he d e d efend er mis convicciones hasta la mu erte. Esto y nad a má s es lo que h e hecho., D u m a s. - Jean Bap tiste And ré Du m as n ació en Alais, el año 1800. Asistió a un colegio d ond e se hacía especial aprecio d e la enseñan za d e los clásicos y d emostró en su estud io marcad a competencia. Se interesó por las Ciencias naturales y como comprendiera que para ello necesitaba poseer más conocimientos de Matemáticas que de griego o latín, trató de obtener aqu ellos estud iand o en los libros d e la biblioteca d u rante su s horas libres. Sentía deseos d e hacerse a la m ar p ara conocer el mu nd o, pero su pa d re., m ás práctico, prefirió ponerle de m ancebo d e botica, en Alais, el año 1815. Un año después pasó a servir a otro boticario de Ginebra. Allí tuvo la suerte d e reun irse con los hom bres de ciencia d e la ciu d ad , entre los cua les se contaban Pictet, de la Rive, de Candolle y de Saussure. Pronto se interesó p or los problemas fisiológicos, y ya en aqu ella época hizo algún trabajo sobre el yodo como remedio curativo del bocio, los efectos fisiológicos de la digital, el análisis de los líquidos orgánicos y el papel representado por los glóbulos rojos de la sangre. Estos estudios bioquímicos le valieron comentarios muy favorables por parte de Berzeliu s. Tam bién llam aron la atención d e Alejand ro von H um boldt, que al tener ocasión d e pasar p or Ginebra se tomó la m olestia de bu scarle, e imp resionad o por su talento le instó a p asar a París, asegurán d ole qu e allí encontraría más ambiente científico. Dum as siguió su consejo en 1823, y así inició allí su carrera al propio tiempo que Liebig y bajo auspicios muy semejantes. El éxito d e Dum as en París fue inmed iato y completo ; pronto le hallamos instalado como profesor en el Ateneo y más tarde en la Sorbona, así como enseñando en otras instituciones. Dumas fue experimentador excelente y claro pensador, con un don poco común de exposición y una imaginación que le condujo a atrevidas y originales generalizaciones. Estas cualidades le convirtieron frecuentemente en 156
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espina p ara h om bres com o Liebig y Berzeliu s, qu e no cabe du d a eran m ás
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espina p ara h om bres com o Liebig y Berzeliu s, qu e no cabe du d a eran m ás sólidos que él, pero no le igualaban en brillo. Siempre salía sin grave d etrim ento d e las frecuen tes controversias en qu e trataban d e abrum arle con la fu erza d e las exp eriencias acum ulad as. Su Traité de Chimie, en ocho volúm enes, se pu blicó en 1828-1848 y fue tr ad u cid o al alemán. Ahora asociamos el nom bre de Du mas a nu estro método ordinario para la determinación del nitrógeno en los compuestos orgánicos, al método con que averiguamos la densidad del vapor y a una determinación experimental de la razón del oxígeno al hidrógeno que fue modelo de precisión en sus tiempos. Asimismo llevó a cabo numerosos estudios de Química orgánica, especialmente en todo lo relacionado con los fenóm enos d e la substitución, a los que tend rem os ocasión d e referirnos más adelante. Despu és de 1848, Du ma s asoció a su obra edu cativa y experimental su afición a las cuestiones d e interés pú blico, com o la edu cación, la sanid ad , la higiene y otras por el estilo. Fue miembro del gabinete y trabajó en nu merosas com isiones. Murió en Can nes en 1884. La Química orgánica en 1825. - Sería difícil describir el estado de la Química orgánica en 1825 desde ningún punto de vista consistente. Verd ad eram ente no existía entonces semejante p unto d e vista. Conocíanse muchos hechos importantes, pero todas las generalizaciones eran en extremo vagas y poco satisfactorias. Lavoisier, ciertamente, había extend ido su teoría d e los ácidos a los del camp o orgánico. Consideraba qu e estos últimos eran óxidos d e rad icales compuestos p ara d istinguirlos de los radicales simples (elementos) del mundo inorgánico. No se hicieron generalizaciones con respecto a estos radicales, aunque se presumía que contenían hidrógeno y carbono. Sin embargo, no se excluían en modo algun o los d emás elemen tos, y cu an d o Gay-Lussac estudió los comp uestos d e cianógeno, en 1815, aplicó tal den ominación al gru po CN. También el am onio se conocía como rad ical d esde la ép oca d e Davy. Asimismo, allá p or el 1825, el carácter qu ímico general de los alcoholes, éteres y ésteres, (o éteres compuestos, como entonces se les llamaba) se comprend ía bastante bien, pero, como a todos los compuestos, se les aplicaban fórmulas que ahor a nos p arecen confusas a causa d e ciertas consideraciones teóricas, a qu e luego d edicaremos nu estra atención. Segú n el sistema d u alista, la fórm ula de u n *ácid o anhid ro* se establecía m ejor d edu ciéndola d e la fórm u la de u na sal que d e la d e la base; así, en el sulfato d e calcio, SO 3,CaO, el ácido era SO 4. De ello se ded ucía qu e en el acetato de calcio, Ca,C4H 6O 4, el ácido ten ía que considerarse como el que se combin a con la cal, a saber : C4H 6O 3. Se prescind ía del hecho d e que el 157
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ácid o acético glacial contuviese una molécu la más d e agu a qu e el acetato
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ácid o acético glacial contuviese una molécu la más d e agu a qu e el acetato cálcico, y al analizar u n ácido solía d esecharse d e la fórm ula tanto oxígeno e hidrógeno cuanto fuese necesario para explicar el agua *perdida* en la form ación d e la sal. Si esta agu a p od ía ser fácilmen te expelid a d el ácido libre por el calor, se la llam aba *agu a d e cristalización* ; si no, el nom bre que se le aplicaba era *agua de composición* u otro cualquier término anod ino p or el estilo. N o se concebía qu e la d ensidad d el vapor ejerciera influencia en la determ inación de la fórm u la, ya qu e desd e que Dalton y Berzelius habían rechazado las ideas de Avogadro, la mayoría de los qu ím icos habían adop tado u na actitud reservad a respecto a la imp ortancia d e esta pr opieda d . Si aceptam os la fórm u la anterior p ara el ácid o acético, el alcohol etílico (del que aqu él deriva p or oxidación) será, natu ralm ente, C4H 12O 2, y el éter, que puede formarse deshidratando el alcohol, ap arecería como C4H 10O. De igu al mod o, el gas de los pan tanos se escribía, p or regla genera l, C2H 8, y el etileno, C2H 4. Con lo expuesto no basta para formarse una idea cabal de la confusión que reinaba, porque muchos qu ímicos cu yas teorías segu ían las de Wollaston (página 140) em p leaban los equivalentes C=6 y O=8. Otros todavía, de gustos más eclécticos, preferían C = 6 y O = 16 y escribían su s fórmu las orgánicas conform e a esta base. Convengamos que a fines de 1825 era en absoluto imposible d eterm inar la constitución d e un comp uesto orgánico en el sentido en qu e empleamos hoy esta expresión. No obstante, esa falsa opinión de la natu raleza de los ácid os que acabamos de referir y que se im p uso d esde fuera a la Química orgánica solamente en interés de un sistema consistente, ocultó a los ojos de los qu ímicos relaciones simp les y obvias y les impidió hacer incluso lo que pudieran haber hecho en pro de una sistematización natu ral de los hechos. Veremos que esta funesta ten d encia estaba destinad a a hacer todav ía más d año en el futur o, y no existe ejemp lo más instructivo que éste de lo que una teoría perniciosa puede llegar a d etener el salud able progreso d e la Ciencia. Actitud prim era de Berzelius. - Aun cuando las ideas que acabamos de exponer eran esencialmente dualistas, Berzelius no insistió en ello al principio seriamente ni en aplicar su sistema de manera general en el camp o d e la Qu ímica orgán ica. Una pr u d ente reserva le llevó a observar que los comp uestos orgánicos eran tod os prod u ctos del organismo vegetal o anim al. Por tanto, atribuyó su existencia, así como su p rimera formación, a la fuerza vital, y de momento les liberó de la tiranía de sus leyes electroquímicas. Mas en 1828 hizo Wöhler un descubrimiento que mató toda esperanza de que pudiera evitarse por más tiempo la discusión en 158
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este asunto. Trató el cianato potásico con sulfato amónico confiando
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este asunto. Trató el cianato potásico con sulfato amónico confiando obtener cianato a món ico, pero al evapor arse la solu ción d ió urea en lngar de aquél. Los cianatos se clasificaban entonces como compuestos inorgánicos, y no m ucho d espu és se prep araban d e elementos, de suerte que la síntesis completa de un producto del organismo animal bien conocido era un hecho tangible. Le sucedieron otras síntesis, y pronto se echó de ver que la suposición de una fuerza vital era una hipótesis insostenible. Los comp uestos orgán icos, como los inorgánicos, debían su existencia a la afinid ad qu ímica ; pero Berzelius ya h abía soltad o p rend as respecto de la natu raleza de la afinid ad qu ímica : era la m anifestación de *las dos fuerzas contrarias de electricidad, positiva y negativa.. . puesto qu e no existe u na tercera fuerz as (véase pág. 180). Para ap licar sem ejante teoría a los compuestos orgánicos era preciso sup onerlos, como las sales, comp uestos de un elemen to positivo y otro negativo, y como en la mayor ía d e los casos los compuestos orgánicos no son electrólitos, la naturaleza y composición de los elementos componentes no podía decidirse sino m ediante atrevid as sup osiciones basadas en otros hechos de la experiencia química. La teoría del etileno. - Berzelius no estaba en m odo alguno d ispu esto a transigir con tales teorías, cuando en 1828 o sea el mismo año del descubrimiento de Wöhler, sugirió Dumas la idea de que acaso podría formarse mejor concepto de la química de muchas sustancias asociadas con alcohol ord inario consideránd olas todas como p rod u ctos de ad ición del etileno. Emplearemos pesos atómicos modernos para ilustrar esta teoría, porqu e com o en aqu ella época emp leaba Dum as los pesos atóm icos C = 6 y O = 16, sus fórmu las aparecerían inn ecesariam ente confusas p ara el químico m oderno. Dumas manifestó que las sustancias que hoy llamamos haluros de etilo pod ían formu larse ventajosamente como p rodu ctos de ad ición d e etileno y ácidos h alógenos ; el alcohol, de etileno y agu a ; mientras qu e el éter era u n comp uesto de etileno con m enos agu a ; el acetato d e etilo, d e etileno, agua y ácido acético ; y el ácido etilsulfúrico era un producto de adición de etileno, ácid o sulfúrico y agua, como lo ind ica la tabla siguiente : Cloru ro de etilo . . . Alcoh ol . . . . . . . Eter . . . . . . . . Acetato de etilo . . . Acido etilsulfúr ico .
Fórmula moderna C 2H 5Cl C 2H 5OH (C2H 5)2O CH 3COOC2H 5 C2H 5SO 4H
Fórmula de Dum as C2H 4 + HCl C2 H 4 + H 2 O 2C2H 4 + H 2O 2C2H 4 + C 4H 6O 3 + H 2 O C2H 4 + SO 3 + H 2O
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A nosotros estas fórmulas nos parecen antinaturales, pero era posible
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A nosotros estas fórmulas nos parecen antinaturales, pero era posible apoyarlas en gran cantidad de pruebas experimentales. Explicaban bastante bien la formación del etileno y el éter mediante la acción de agen tes desh idratan tes sobre el alcohol ; la form ación d el acetato de etilo p or la acción d el ácido sobre el alcohol, y la d el ácido etilsulfúrico p or la acción d el ácido su lfúrico sobre el alcohol y sobre el etileno. La teoría ofrecía, además, otra ventaja que Dumas tenía en gran aprecio. Representaba al etileno como análogo al amoníaco. Ya hemos visto como la mar cada d iferencia qu e existía entre esta última sustancia y otras bases había movid o a Davy a bu scar el oxígeno en su comp osición (p ágina 156), y a Berzeliu s a du d ar inclu so de la natu raleza elemen tal del nitrógeno (pág. 178). Sin embargo, segú n Du m as, el amon íaco encontraba ahora su lugar natu ral entre los rad icales orgánicos. El cloruro a m ónico, N H 3 +H Cl, era comp arab le al cloru ro d e etilo ; el acetato am ónico, 2NH 3 + C4H 6O 3 + H 2O, al acetato de etilo, y así sucesivamente. Dumas llegó a encariñarse tanto con este aspecto d e su teoría, que d eclaró qu e el etileno era una base capaz d e volver el tornasol azu l ¡ si fuera soluble al agua ! El ben zoilo. - Berzelius acogió las nu evas ideas con p ru d ente reserva. Eran esencialm ente d u alistas, pero n o recalcaban la imp ortancia d el oxígeno, punto vital de su sistema. Con todo, hizo el comentario de que Dumas había hallado la manera, sugestiva e interesante, de simbolizar las relaciones de los compuestos mencionados, aunque expresó su d esconfianza d e que los últimos estuv ieran constituidos realmente así. Sin emb argo, la teoría iba a obtener mu y pronto un nu evo apoyo desd e otro pu nto d istinto. En 1832 Liebig y Wöh ler publicaron su justamente fam oso comun icad o sobre el aceite d e las almend ras am argas. Como sabem os, este aceite consta esencialmente d e aldeh ido benzoico, la p rimera sustancia d e este grupo importante que fue objeto de cabal estudio. Liebig y Wöhler observaron su oxidación en ácido benzoico y su tran sform ación en benjuí ; y por la acción del cloro obtuvieron cloruro de benzoilo, y de éste, por doble descomposición, el yoduro, bromuro y cianuro, así como la ben zam ida y el ben zoato d e etilo. El resultado teórico de esta investigación pu ede resum irse diciend o que en todos estos comp uestos hallaron p ruebas d e la pr esencia d e un rad ical comú n, C14H 10O 2, que denom inaron benzoilo. Era, como se ve, nuestro benzoil moderno, cuya fórmula, sin embargo, había sido d up licad a p or consid eraciones teóricas como las qu e acabamos de exponer. Para Liebig y Wöhler el benzaldehido era un producto de ad ición d e aquel rad ical e hid rógeno, C14H 10O 2 +H 2 ; d e ácid o benz oico y oxígeno, C14H 10O 2 +O, de cloruro d e benzoilo y cloro, C14H 10O 2 + Cl 2 y así 160
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sucesivamente. La estrecha relación que ofrecían entre sí todos estos
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sucesivamente. La estrecha relación que ofrecían entre sí todos estos com p uestos era ind iscutible y Berzelius se dejó arrebatar p or tan brillante d escub rimiento, a tal pu nto qu e escribió a Liebig y Wöhler u na carta m uy entusiasta en que sugería el nombre de Orthroin para el nuevo radical, como d emostración d e que su d escubr imiento im plicaba la aur ora d e un nu evo d ía para la Ciencia ; al prop io tiemp o confesaba su convencimiento d e qu e el etileno era el verd ad ero rad ical del grup o alcohol y sugería qu e en lo sucesivo se le llam ase Etherin. Por este motivo, la prim era su gerencia d e Dumas se denomina hoy la teoría del etileno o etherin. Berzelius y la teoría del etilo . - El entu siasmo d e Berzeliu s fue d e corta d u ración. La teoría del etherin no d estacaba la imp ortancia d el oxígeno en la forma que su sistema exigía. Lavoisier había definido un radical comp uesto como u n gru po d e elementos qu e se cond uce como si fuera u no solo y qu e se une con el oxígeno p ara formar u n ácido. Para Lavoisier estas expresiones significaban una misma cosa, ya que según él la función principal de todo elemento era unirse al oxígeno. Sin embargo, con los años se había ido abandonando esta última parte de la definición. En el cianógeno, en el am oníaco, y ah ora en el etileno, lo qu e se recalcaba era la permanencia del gru po, no su u nión con el oxígeno. Ya en 1833, Berzelius resolvió manten er este último p un to a toda costa. Un radical era según él lo que se une al oxígeno. Por tanto, no podía contenerlo. Esto le decidió a rom per con la teoría d el etileno y el benzoilo e instituir otros rad icales que encajaran mejor en su sistema. Halló la ocasión de ello en una cuestión de poca importancia intrínseca. La teoría del etileno formulaba la sal de bario d el ácid o isoetiónico como 2C 2H 4 + 2SO 3 + BaO + H 2O, y la d el ácido etilsulfúrico como 2C 2H 4 + 2SO 3 +BaO + H 2O Sin embar go, como un a sal no se convertía en la otra por ebullición con agu a, no p odía - explicaba él - contener agu a ya formad a. Por lo tanto, supu so la existencia d e u n nu evo rad ical, el etilo, C4H 10. El óxido d e etilo era éter, C4H 10O, y éste podía considerarse que se unía con los ácidos anh idros p ara formar ésteres, lo mismo qu e los óxidos m etálicos se unían a ellos pa ra forma r sales. El acetato d e etilo era u n p rod ucto de ad ición binar io de éter y ácid o acético, C4H 10O + C4H 6O 3, enteram ente análogo al 161
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acetato cálcico, CaO +C4H 6O 3. Tam bién d escartó el ben zoilo como rad ical.
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acetato cálcico, CaO +C4H 6O 3. Tam bién d escartó el ben zoilo como rad ical. Ahora lo consideraba como óxido d e un v erd ad ero rad ical, C14H 10, del que el ácido benzoico es un óxido más alto todavía. También el amoníaco ocupó su lugar en el sistema, pues de acuerdo con el sistema de argu m entación expu esto en la página 177, pod ía conservarse su analogía con otras bases sup oniend o qu e, en la form ación d e sales! el am oníaco se apodera del agua superflua del ácido para formar óxido amónico, que entonces se une directamente con el ácido. De conformidad con esto, el sulfato am ónico debe escribirse N 2H 8O + SO 3 ; el nitrato am ónico, N 2H 8O + N 2O 5, y el acetato am ónico, N 2H 8O + C4H 6O 3. Quizá aparezca más patente la idea fun dam ental exponiend o algun as de las fórmu las características : Etilo, C4H 10 Eter, C4H 10O Alcohol, C4H10O,H 2O Acido acético (I) C4H 6O 3 Acido acético glacial C 4H 6O 3,H 2O
Acetato cálcico, CaO,C HO 3 Acetato d e etilo C4H 10O C4H 6O 3 Oxido am ónico (I) (NH 4)2O Sulfato amónico N 3H 4O, SO 3 Acetato am ónico, N 2H 6O,C4H 6O 3
(1) Hipotético.
Liebig adoptó estas concepciones, observando que el alcohol podía considerarse como u n comp uesto d e éter y agua, C4H 10O + H 2O. De aquí se originó u na larga controversia entre Liebig y Du ma s en cuyos p ormen ores no p odem os entrar. Dum as confesó su d errota en 1837 y los d os qu ímicos acordaron colaborar de allí en adelante en sus estudios de Química orgánica. Esta «era de cordialidad » fue solamente la calma momentánea precursora de la tormenta ; pero tiene su interés porque representa el último gran triunfo de Berzelius. De momento, un sistema dualista, esencialmente eléctrico, basad o en la combin ación de elemen tos positivos y negativos o radicales con oxígeno man tuvo su ind iscutible prep ond erancia en los d os camp os d e la Qu ímica orgán ica e inorgán ica. Sin emb argo, tal estado d e cosas no p odía du rar. La teoría del acetilo de Liebig . - En 1839 Liebig procedió de nuevo a modificar sus opiniones. Poco antes, Regnault había tratado con álcali el cloruro de etileno y había obtenido cloretileno, que formulaba : C4H 6Cl 2. Este cuerp o contenía demasiado p oco hidrógeno p ara ser un comp uesto de
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etileno, y n atur almente su gería la ad opción del C4H 6 como r ad ical. Liebig
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etileno, y n atur almente su gería la ad opción del C4H 6 como r ad ical. Liebig lo aceptó como tal y lo llamó acetilo, considerando el ácido acético, C4H 6O 3, como su óxido. Por su empleo, podían también formularse el ácid o acético y el alcohol ord inario desd e un pu nto d e vista comú n, por cuanto el propio etileno podía considerarse ahora como compuesto de acetilo con hidrógeno, mientras que el etilo era un compuesto bien de etileno con hidrógeno, bien de acetilo con m ás hidrógeno. Liebig hizo constar con satisfacción qu e esta última d e sus teorías era tal, qu e tanto los partidarios de la d el etileno como d e la del etilo pod ían ahora m ediante ella llegar a u n acuerd o p erfecto. Parece ser qu e ap enas se d io cuenta de que, al prop oner esta arm onía formal, sacrificaba casi tod os los principios contenidos en su idea d e los rad icales. Revisión. - Las concepciones teóricas que acabam os de esbozar se agru pan d e ordinario todas juntas bajo el nom bre de prim era teoría d e los radicales. Esta había comenzado con la del etileno y una de sus ideas más fund am entales era la realid ad d e los radicales. Se sup onía qu e pr eexistían en el compuesto y que en cierto modo determinaban sus propiedades químicas p or su prop ia cond ucta indep end iente. Ello hizo qu e en p rincipio fuera dogma fundamental de la doctrina el que los radicales debían ser capaces de existir en estad o libre. Así era en verd ad p ara el etileno, y la existencia del cianógeno y el cacodilo en estado libre se consideraba prueba concluyente de que estos complejos eran verdaderos radicales. Cuando se cambió el etileno por el etilo fue por motivos de consistencia, para que las teorías de la combinación orgánica e inorgánica fueran similares de forma, aunque, como hacía notar Dumas, ello implicaba el sacrificio d el com pu esto real por u n gru po hipotético. Finalmen te, si el etilo cedía el lugar al acetilo fue m eram ente en interés de la arm onía y la conveniencia. El radical habíase convertido ahora en algo artificial y la palabra comenzaba a ad quirir su significad o mod erno, a saber : un nú mero d e elementos agrupad os p or la conveniencia al inferir relaciones genésicas. Su s adep tos probablem ente no hubieran ad m itid o tanto en aquella época, pero con todo la teoría había adquirido flexibilidad a costa de su significad o, y na d ie ya, sino Berzeliu s, conservó la fe en la realidad d e sus principios fun d amentales para defend erla eficazm ente del vigoroso ataque que iba a emp rend er contra ella el propio Dum as. Antes de exponer la reacción que finalmente se produjo en contra de las opiniones de Berzelius respecto a la Química orgánica, mencionaremos otros tres químicos del período.
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Samuel Guthrie, hijo (1782-1848), d e Nueva York, descubrió el cloroform o
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Samuel Guthrie, hijo (1782-1848), d e Nueva York, descubrió el cloroform o independientemente de Soubeiran, Liebig y Dumas. Soubeiran y Liebig prepararon el cloroformo en 1831, y Dumas estableció su verdadera fórmu la en 1834. Guth rie describió el métod o p ar a su p reparación en enero d e 1832, sin conocimiento de la labor d e Sou beiran y Liebig. Guthr ie llamó al compuesto éter clórico, nombre que no es muy apropiado, además de qu e había sid o va em pleado p or Thomp son en el año 1820 para d esignar el «aceite d e los químicos holand eses» (C2H 4Cl 2). También llamó a la solución de cloroformo en alcohol sweet whiskey (whiski dulce). Guthrie había estud iado en la un iversid ad d e Pennsylvania y fue ciru jano en la guerra de 1812. En 1831 apareció el segundo volumen de los Elements of Chemistry , d e Silliman, y en Cl se trataba de las relaciones fisiológicas del líquido holand és y se declaraba qu e *no se han av eriguad o todav ía su s virtud es med icínales, pero p or sus constituyentes y prop iedad es es mu y pr obable qu e sea un activo estimu lante d ifusivo,. Esto llam ó la atención d e Guth rie, que poseía una inteligencia activa y original, y concibió la idea de pr eparar lo destilando alcohol en p resencia de clorur o d e cal. Obtu vo u na bu ena cantid ad d e lo que en realidad era un a solución de cloroform o en alcohol. Aun cuando es probable que Soubeiran y Liebig obtuvieran cloroformo antes que Guthrie, lo cierto es que sus efectos terapéuticos se d escu brieron en Am érica. El doctor Elí Ives, d e New Haven (Connecticut), emp leó en 1832 el cloroform o p ara aliviar el par oxismo d e un a p ersona d e edad qu e sufría d e asma, y la pr opia hija d e Guthr ie fu e probablemen te el pr imer ser h u man o a qu ien se anestesió con él haciénd oselo injerir. Gu thrie hizo atrevid os experimentos también con comp uestos fulminantes y fabricó grandes cantidades, para fines comerciales, de la composición original y otras varias, e inventó un procedimiento para la conversión rápida d el almidón de p atata en azú car. Amós Eaton (1776-1856) fue abogado como lo fueron Avogadro y Benjam ín Silliman . Se inter esó p or la Botánica, la Biología, la Mineralogía, la Geología, la Química y la Física. Había nacido en Chatham (Nueva York), y se graduó en el «William College» en 1799. Mientras ejercía la carrera de leyes trabó conocimiento con los profesores de la un iversid ad d e Columbia. En 1810 dio un curso popular de Botánica y escribió un libro sobre esta m ateria. En 1815 aband onó su carrera d e leyes y asistió a las conferen cias de Silliman en Yale. En 1820 pu blicó el Chemistry N otebook for the Country Classroom . Este libro fue imp reso por él en Troy (Nu eva Fork), y tras d e cinco ediciones fue seguid o en 1822. del Chemical Instru ctor. Tomó 164
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parte en la inauguración del Instituto Politécnico Rensselaer, de Troy, y
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parte en la inauguración del Instituto Politécnico Rensselaer, de Troy, y fund ó un laboratorio químico para estu d iantes de Qu ímica en 1824, casi un año antes de que Liebig abriera su laboratorio de Giessen. Introdujo en Troy el plan de enseñanza rensselaeriano y obligó a los estudiantes a preparar conferencias y practicar experimentos. Fue hombre capaz y versátil. Cristián Frederich Schön bein (1799-1868). Nació en Metzingen , Suabia, y d espu és de estud iar en Tu binga, Erlangen y París fue p rofesor de Qu ímica en Basilea d esde 1829 hasta su m u erte. Inv estigad or original y de talento, d escu brió el ozono y realizó trabajos sobre el peróxid o d e hid rógeno, la au tooxid ación, la p asividad d el hierro. Los hiposu lfitos, la acción catalítica e intoxicaciones catalíticas d el ácido cianh ídrico y la nitrocelulosa. Pu blicó m ás d e trescientos sesenta artículos sobré temas d e Quím ica. BIBLIOGRAFIA Los criterios personales que se examinan en este período aparecen con mayor relieve en las cartas de los propios autores. Las colecciones mis interesantes son las siguientes : Gesammelte Schriiten, de Mitscherlich, Berlín, 1896, que contiene algunas cartas interesantes de Berzelius ; Briejwechsel swischen Berzelius un d W öhler, editado p or H ofman n, Leipzig, 1888. Kahlbaum ha publicado, con el título de Fríedrich W õhler, ein Fugendsbildniss in Briefen, Leipzig, 1900, una interesante colección de epístolas de la juv entud d e Wõhler. El carácter de Liebig atrajo a muchos biógrafos. Su vida autoritaria está d escrita en la biografía de Volhard , Leipzig, 1904. Otra m u cho m ás breve ha sido publicada en inglés por Shenstone, Nueva York, año 189.5. El carácter y tem p eramen to d e Liebig se estud ian reflexivamen te en el Grosse M änner, de Ostwald. La conferencia de Hofmann en 1875, ante la «Chemical Society» d e Londres, se pu blico al año siguiente, bajo el título d e The life and W ork of Liebig. Hofmann incluyó u na trad ucción aleman a d e la misma conferencia en Zur Erinnerung an Vorangegangene Freunde (3 vols.), Brunswick, 1888. Esta colección contiene también discursos conm emorativos sobre Wõhler y Du mas. De estos dos últimos se trata en Essays, d e Thorp e. Como ind icó en el ultimo capítu lo la obra científica de la época se pu ede estud iar mejor en los peri drcos. Para aqu ellos a qu ienes no sean accesibles se hallará u n estud io comp leto en las páginas d e Kopp y Lad enburg a qu e ya se h a h echo alusión. Para el comu nicad o d e Liebig y Wõhler sobre el 165
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rad ical d el ácido benzoico véase tam bién «Klassiker », d e Ostwald, núm .
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rad ical d el ácido benzoico véase tam bién «Klassiker », d e Ostwald, núm . 22. La obra de Samuel Guthrie, hijo, se estudia en la Chemistry in A merica, de Ed gar E. Sm ith, y en A rcheion, 13, nú m . I (1931), de Tenn ey L. Dav is. H. S. Van Klooster hace un bosqu ejo de la vida d e Amós Eaton en «J. Chem. Ed.», 15, 453-460 (1938), y de la de Schõnbein lo hace R. E. Oesp er en la m isma p u blicación. 6, 432-40, 677-685 (1929).
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