González Prada y la ética hacia los animales por José Agustín Ortiz Elías 1
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Director de la Carrera de Administración y Recursos Humanos de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), profesor de liderazgo y ética para los negocios.
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González Prada y la ética hacia los animales
Por José Agustín Ortiz Elías2
Para mi hijo Esteban “We like to think of ourselves as the darlings of the universe. We do not like to think of ourselves as a species of animal. But the truth is that there is no unbridgeable gulf between us. Instead there is an overlap.” Peter Singer3 “Durante muchos siglos la costumbre fue ésta: Aleccionar al hombre con historias a cargo de animales de voz docta, De solemne ademán o astutas tretas, tercos en la maldad y en la codicia O necios como el ser al que glosaban. La humanidad les debe parte de su virtud y su sapiencia A asnos y leones, ratas, cuervos, zorros, osos, cigarras y otros bichos Que sirvieron de ejemplo y moraleja, de estímulo también y de escarmiento En las ajenas testas animales al imaginativo y sutil griego, Al severo romano, al refinado europeo, al hombre occidental, sin ir más lejos. Hoy quiero –y perdonad la petulancia- compensar tantos bienes recibidos Del gremio irracional Describiendo algún hecho sintomático, algún matiz de la conducta humana Que acaso pueda ser educativo para las aves y para los peces, Para los celentéreos y mamíferos, dirigido lo mismo a las amebas más simples Como a cualquier especie vertebrada. Ya nuestra sociedad está madura, ya el hombre dejó atrás la adolescencia Y en su vejez occidental bien puede servir de ejemplo al perro Para que el perro sea más perro, y el zorro más traidor, Y el león más feroz y sanguinario, y el asno como dicen que es el asno, Y el buey más inhibido y menos toro. A toda bestia que pretenda perfeccionarse como tal -Ya sea con fines belicistas o pacíficos, con miras financieras o teológicas, O por amor al arte simplemente- no cesaré de darle este consejo: Que observe al homo sapiens y que aprenda.4 Ángel González 2
Director de la Carrera de Administración y Recursos Humanos de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), profesor de liderazgo y ética para los negocios. 3 Singer, Peter, Rethinking Life and Death. The Collapse of our Traditional Ethics , New York, St. Martin’s Griffin, 1994 p. 202. 4 Editorial Planeta, “Cien Años de Poesía. Poetas contemporáneos en sus versos”. CD, 1996, Track 17. El tema es uno de los más apreciados y polémicos de la historia de la poesía y el ensayo literario. Por siglos, la presencia de las figuras animales en la literatura –como personificación o metáfora de los humanos- ha constituido una polémica plagada de tensiones. Unas veces el animal ha sido el ser sabio que brinda consejos en las situaciones más enrevesadas y otras, el emblema de las crueles fuerzas irracionales, que hace de débiles e inocentes sus víctimas. Mientras a algunos poetas les importa poco en qué pie queden parados los animales con tal de escribir una metáfora con valor estético, otros como Ángel González han sido mostrado una actitud diferente hacia ellos, lejor de la arrogancia de creer sin mayor análisis en la superioridad del hombre sobre el “bruto”. En su “Introducción a las Fábulas para Animales”, este poeta Ángel González presenta una fuerte crítica al uso petulante de los animales en la literatura.
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González Prada y la ética hacia los animales
Por José Agustín Ortiz Elías2
Para mi hijo Esteban “We like to think of ourselves as the darlings of the universe. We do not like to think of ourselves as a species of animal. But the truth is that there is no unbridgeable gulf between us. Instead there is an overlap.” Peter Singer3 “Durante muchos siglos la costumbre fue ésta: Aleccionar al hombre con historias a cargo de animales de voz docta, De solemne ademán o astutas tretas, tercos en la maldad y en la codicia O necios como el ser al que glosaban. La humanidad les debe parte de su virtud y su sapiencia A asnos y leones, ratas, cuervos, zorros, osos, cigarras y otros bichos Que sirvieron de ejemplo y moraleja, de estímulo también y de escarmiento En las ajenas testas animales al imaginativo y sutil griego, Al severo romano, al refinado europeo, al hombre occidental, sin ir más lejos. Hoy quiero –y perdonad la petulancia- compensar tantos bienes recibidos Del gremio irracional Describiendo algún hecho sintomático, algún matiz de la conducta humana Que acaso pueda ser educativo para las aves y para los peces, Para los celentéreos y mamíferos, dirigido lo mismo a las amebas más simples Como a cualquier especie vertebrada. Ya nuestra sociedad está madura, ya el hombre dejó atrás la adolescencia Y en su vejez occidental bien puede servir de ejemplo al perro Para que el perro sea más perro, y el zorro más traidor, Y el león más feroz y sanguinario, y el asno como dicen que es el asno, Y el buey más inhibido y menos toro. A toda bestia que pretenda perfeccionarse como tal -Ya sea con fines belicistas o pacíficos, con miras financieras o teológicas, O por amor al arte simplemente- no cesaré de darle este consejo: Que observe al homo sapiens y que aprenda.4 Ángel González 2
Director de la Carrera de Administración y Recursos Humanos de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), profesor de liderazgo y ética para los negocios. 3 Singer, Peter, Rethinking Life and Death. The Collapse of our Traditional Ethics , New York, St. Martin’s Griffin, 1994 p. 202. 4 Editorial Planeta, “Cien Años de Poesía. Poetas contemporáneos en sus versos”. CD, 1996, Track 17. El tema es uno de los más apreciados y polémicos de la historia de la poesía y el ensayo literario. Por siglos, la presencia de las figuras animales en la literatura –como personificación o metáfora de los humanos- ha constituido una polémica plagada de tensiones. Unas veces el animal ha sido el ser sabio que brinda consejos en las situaciones más enrevesadas y otras, el emblema de las crueles fuerzas irracionales, que hace de débiles e inocentes sus víctimas. Mientras a algunos poetas les importa poco en qué pie queden parados los animales con tal de escribir una metáfora con valor estético, otros como Ángel González han sido mostrado una actitud diferente hacia ellos, lejor de la arrogancia de creer sin mayor análisis en la superioridad del hombre sobre el “bruto”. En su “Introducción a las Fábulas para Animales”, este poeta Ángel González presenta una fuerte crítica al uso petulante de los animales en la literatura.
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1. Introducción
Manuel González Prada5 causó una honda impresión entre los pensadores y ensayistas peruanos de la primera mitad del Siglo XX (Mariátegui, Haya, Sánchez, Belaúnde, Basadre, García Calderón, etc.). Siempre polémico, antiautoritario y anticlerical, ha sido reconocido por su capacidad de inspirar ideas y proponer temas difíciles y provocativos. Sus detractores son muy pocos. Además de poeta, fue un ensayista preocupado por decir las cosas directa y contundentemente, poniendo en evidencia la hipocresía y el conformismo. Nos interesa mucho el hecho que MGP MGP se interese frecuentemente el tema animal, o más bien a los animales en general, en su obra. Ello significa que nos debemos interesar en este material por su propio valor y evaluar la originalidad de sus pensamientos sobre la ética animal. Como cabría esperar, las ideas de González Prada respecto de la cuestión animal son polémicas y en muchos casos contradictorias. La mayoría de veces usa a los animales para ilustrar lo que es negativo en el ser humano: violencia, agresividad, rapacidad, traición, desdén, pasividad, debilidad, estupidez, suciedad, descortesía, etc. Pero por momentos, e inclusive en un ensayo completo (“Nuestros aficionados”), se ocupa con atención y consideración de la cuestión animal, el maltrato hacia los animales, el vegetarianismo y los derechos de los animales6. ¿Responde este interés a una posición que podemos considerar sistemática en los ensayos de González Prada? ¿Fue González Prada un defensor de los animales? En el presente artículo analizaremos el tema y haremos un balance de la ética animal (y la ética en general) presente en parte su obra. Para ello, analizamos las veces que emplea metáforas animales para insertar comentarios, ilustrar conceptos o rematar conclusiones en sus ensayos y poesías. Así profundizaremos en sus actitudes hacia los animales. Nuestro análisis se ha basado en la lectura y fichado de tres libros de MGP elegidos al azar: Horas de Lucha y Ensayos Escogidos entre los ensayos y Grafitos entre sus poesías. Esta muestra necesariamente es parcial, pero, las tendencias estadísticas obtenidas son tan claras que seguir buscando en otros textos probablemente no añadiría por el momento elementos adicionales y más bien dificultaría el manejo de un gran volumen de información. En todo caso, los resultados y conclusiones deben considerarse preliminares en tanto se investiga más7. 5
Lima, 1844-1918. Poeta, ensayista y activista político inspirado por el anarquismo y fuertes sentimientos patrióticos. Presidió el Club Literario (1885), que luego se convirtió en el movimiento político Unión Nacional (1891). Director de la Biblioteca Nacional (1912 – 1914 y 1916 – 1918). Su obra tiene dos vertientes: la la ensayística, cargada de un verbo iracundo y rico en imágenes, imágenes, y la poética, de singular singular maestría en el manejo de las formas. Sus Obras Completas fueron editadas póstumamente por su entusiasta discípulo Luis Alberto Alberto Sánchez. (Adaptado de Tauro Tauro del Pino, Alberto, Enciclopedia Ilustrada del Perú , Lima, Peisa, 2001, Vol. 7. 6 Es conocido asimismo su amor por los animales: recogía perros callejeros, los criaba e iba acompañado por ellos en sus paseos por Lima. 7 Los textos analizados son: Ensayos Escogidos, Lima, Editorial Universo, 3ª Ed., 1970; Horas de Lucha , Lima, Editorial Mercurio, 1978 y Grafitos, En. Obras Completas, Completas, Vol. 7, Lima, Lima, Copé.
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Luego analizaremos en detalle el ensayo “Nuestros aficionados”, único que trata el tema animal aunque, como veremos, con muy poco rigor. Relacionamos su contenido con el conjunto de sus otros ensayos. En la última parte presentamos una valoración general del pensamiento de González Prada en el ámbito de la ética y los derechos de los animales. Veremos que su obra no se puede considerar un esquema sólido de ética animal, que sus supuestos corresponden a pensamiento de su época, que su preocupación por los animales es más bien caritativa, y su solidaridad con ellos responde a una actitud mística sobre la naturaleza, al estilo de Francisco de Asís. Con todo, su obra plantea varias de las cuestiones principales de la ética hacia los animales. 2. Las metáforas animales
En los libros analizados hemos encontrado 215 textos que mencionan a los animales, sea para referirse directamente a ellos o para ilustrar ideas. El uso más frecuente de los animales es, con mucho, el metafórico: su imagen sirve para elaborar metáforas morales, estéticas, sociales, políticas o psicológicas. Este uso es más frecuente en la poesía que en los ensayos; en ella, por ejemplo, la poesía de Quevedo es llamada “picada de mosquito” y “zarpazo de león”, y el político Sainte-Beuve, “ratón de gran astucia”. En total hemos contabilizado 194 metáforas animales diferentes que solo en muy pocos casos (2%) expresan cualidades neutras (por ejemplo, como compañía de los hombres). Es notorio también que preponderan las cualidades negativas (que ilustran algo malo) sobre las positivas: 156 negativas (81%) contra 38 positivas (19%). Estos resultados son presentados en las tablas 1 y 2, la primera de las cuales contabiliza los casos en que se emplean los nombres de los animales en metáforas moralmente neutras o claramente positivas y la segunda, los casos negativos. TABLA 1. Metáforas positivas o neutras de los animales en la obra de González Prada 8 Cualidad
Superiores a los hombres Iguales a los hombres Víctimas y agresores Alimento Víctimas Hermanos Melodía Propiedades Previsores Rebeldes
Frecuencia
Cualidad
7 7 3 2 2 2 2 1 1 1
Astucia Finura Compañía Dignos de compasión Vida Coraje Sujetos de derecho Poesía Fuerza TOTAL
Frecuencia
1 1 1 1 1 1 1 1 1 38
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Hemos considerado entre los usos neutros de los nombres de animales algunos que podríamos cuestionar, como “alimentos” o “propiedades”. Lo hacemos tomando en cuenta que Manuel González Prada no considera que exista ningún conflicto moral en estos usos de los animales, considerados perfectamente normales en su propia época y por la mayoría de personas en la actualidad.
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TABLA 2. Metáforas negativas de los animales en la obra de González Prada 9 Cualidad
Sumisión y servilismo Vulgaridad Hipocresía Crueldad Deshonestidad Conformismo Insignificancia Agresividad Ferocidad Ensañamiento Muerte Delincuencia y crimen Injusticia Codicia Infección Lascivia Superstición Cornudos Perfidia Monstruosidad
Frecuencia
17 17 14 10 8 7 6 5 6 4 3 2 3 3 3 2 2 1 1 1
Cualidad
Soberbia Tramposos Indiferencia Prisa Insensibilidad Salvajismo Plaga Cinismo Oportunismo Ignorancia Falta de individualidad Impertinencia Impotencia Pobreza Complicidad Suciedad Petulancia Avaricia Imbecilidad Superstición TOTAL
Frecuencia
1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 156
Como se puede ver, prepondera claramente el uso negativo. Entre los positivos destacan la condición de superioridad o de igualdad con los hombres, ambas con siete apariciones. Estas metáforas corresponden a la posición que generalmente se atribuye a Manuel González Prada en la cuestión animal y juntas constituyen el 40% de todas positivas o neutras. Casi todas corresponden a su poesía, mientras que en sus ensayos preponderan los usos negativos, y algunas de ellas son muy significativas porque González Prada se esmera en criticar o ridiculizar defectos y vicios humanos. Veamos algunas. “Me hallo tan mal de la vista, Lo diré mejor, tan miope, Que en los jardines de plantas Me llevo chascos enormes Haciendo al mono la ofensa De tomarlo por un hombre. ”10 (Grafitos, p.66) 9
Hemos incluido “muerte”, “infecciones”, “plagas” y otras cualidades biológicas en el acápite negativo cuando González Prada las usa como figuras de la maldad, la desgracia o la decadencia. Lo mismo sucede con las creencias supersticiosas, a las que el autor considera propias del “salvajismo”. 10 Este poema es típico de la ironía de MGP: al jugar con la idea de insultar al hombre por sus vicios y llamarlo “inferior al mono”, deja ver que considera en realidad que esa inferioridad es propia del primate.
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“Los hombres protestamos De parentesco alguno con el mono, Y en Darwin descargamos Toda la hiel de un señoril encono: Los hombres protestamos; Pero ¿sabemos si protesta el mono?” 11 (Grafitos, p. 150) Las metáforas de la igualdad entre hombres, animales y otras criaturas son útiles para ilustrar lo que llamamos la actitud mística de González Prada hacia la naturaleza. Veamos dos ejemplos. “En presencia de un mono Pienso y me digo: Si no eres tú mi hermano, Eres mi primo.” (Grafitos, p. 152) “Mi hermano el lobo, piensa la anémona; Mi hermano el cedro, piensa la hormiga: Que todos fueron iguales células En el remoto mar de la vida.” (Grafitos, p. 153) A continuación desarrollaremos los principales asuntos en que MGP usa imágenes animales para exponer sus ideas: a. La sumisión a la autoridad y el servilismo, b. La vulgaridad y la falta de educación, c. La hipocresía y la deshonestidad, d. La crueldad y la ferocidad, y e. Naturaleza, moral y compasión Estas cinco dimensiones comprenden, asimismo, la mayor parte de las preocupaciones de González Prada respecto de los problemas de la sociedad peruana. a. La sumisión y el servilismo
“Marchar en tropa, obedientes. Sin mirar más que los ciegos, Sin alzar nunca las frentes; Es costumbre de borregos… Y también de algunas gentes.”
(Grafitos, p. 151) 11
En este poema reconoce sin restricciones superioridad al animal sobre el hombre, sin la ironía del anterior.
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González Prada el servilismo como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de los pueblos12, el acomodo con el poder crea seres tibios, proclives a humillarse ante los poderosos. Inclusive piensa que este tipo de individuos o pueblos solamente se rebelan es para exigir que sus dominadores sigan tomando las decisiones o para poner en su lugar a otros aun más autoritarios. En el ensayo “Los partidos y la Unión Nacional” ilustra este punto con una analogía animal: “Ignorantes y desgraciados se revolucionan como siervos para cambiar de señor como ovejas que se sublevaran para mudar de trasquiladores y degolladores.”13
Para el autor, la autodeterminación, la rebeldía y la acción conciente son señales de una inteligencia desarrollada. Por eso considera que la derrota peruana en la Guerra del Pacífico tuvo entre sus principales el que muchos combatientes no pelearan voluntaria y concientemente, sino forzados e ignorantes del significado de lo que hacían 14. En su opinión, la Iglesia Católica es uno de los principales promotores del servilismo y la conformidad. El tema es repetido con frecuencia15. También culpa de ello a los gobiernos locales y al Congreso de la República16, al que dedica el ensayo “Nuestros Legisladores”. Las metáforas animales sobre el servilismo son frecuentes en los ensayos de González Prada. En varios momentos suscribe la bien conocida creencia de que “la naturaleza tiene las garras y los colmillos ensangrentados” y por ello los animales quedan fuera de nuestra consideración moral. En un texto del ensayo “Nuestros Magistrados” lo vemos hablar de los funcionarios de justicia como “fieras disfrazadas”17. Para González Prada, el servilismo es la otra cara de la crueldad, una manifestación de falta de civilización y salvajismo. De ahí que con tanta frecuencia hable de él empleando metáforas animales como “borreguismo”, “sueño de marmotas”18 o, en palabras de Nietszche, “espíritu de rebaño”19. 12
Naturalmente, el autor habla del Perú, pero su reflexión apunta a la generalidad de las personas. Op. cit. P. 219. 14 “Todos los infelices indios que derramaron su sangre en las calles de Lima, no fueron ciudadanos movidos por una idea de justicia y mejoramiento social, sino seres medio inconscientes, cogidos a lazo en las punas, empujados con la punta de la bayoneta y lanzados unos contra otros, como se lanza una fiera contra una fiera, una locomotora sobre una locomotora.” (“Los partidos y la Unión Nacional”, H.L., p. 202) 15 Sirvan de ejemplo las siguientes citas; la primera se refiere a los católicos peruanos: “… viven dando vueltas a su propia ignorancia; borregos divinos, digieren hoy el pasto religioso que sus abuelos masticaron y rumiaron.” (“Nuestros conservadores”, en H.L., p. 55). La segunda se refiere a los frailes españoles: “El fraile español domina ruda y brutalmente, denunciando a cada momento lo bajo de su extracción y lo nulo de su cultura. Habla como si excitara bueyes o instruyera reclutas...Constituye la amalgama de gitano, inquisidor y torero.” (Del ensayo “Nuestros Inmigrantes”, en H.L., p. 134) 16 “La masa congresil procede con los presidentes como el rucio con Sancho: hace que entiende, agacha las orejas y trota.” (Del ensayo “Nuestros Legisladores”, en H.L. p. 100). 17 P.L., p. 57. 18 “Aquellos bienaventurados que duermen el sueño de las marmotas se imaginan que el siglo XX dista mucho del año mil.” (Del ensayo “Nuestros Conservadores”, en H.L., p. 52.). También habla de “conformidad ovejuna” para referirse al aspecto de derrota del monumento del general Francisco Bolognesi en Lima (H.L., p. 167). 19 Véase en Badaracco, Joseph, Defining moments: when managers must choose between right and right, Boston, MA, Harvard Business School Press, 1997. 13
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En uno de sus textos fundacionales, el famoso “Discurso en el Politeama”, encontramos la imagen más clara del servilismo, cuando dice que “nuestra columna vertebral tiende a inclinarse”20, en alusión a la posición sumisa, pero también a los animales cuadrúpedos 21. Sostiene MGP que la principal causa del “borreguismo” son los gobiernos. Al explicar esta idea abunda en analogías animales. Para referirse al socialismo de estado dice: “El Estado, el buen porquero; La muchedumbre la piara.”
(Grafitos, p. 187)
Los empleados públicos son caracterizados mediante una serie de imágenes animales. En “Nuestros Magistrados”, describe de este modo el conformismo de estos y los abogados: “Como la oveja tardía siguen el camino de las delanteras; como el castor, labran habitaciones idénticas a las que los otros castores labraron; como la ostra, nacen, se multiplican y mueren en el mismo ostral donde sus padres nacieron, se multiplicaron y murieron.” (E.E., p. 53)
En “Nuestros beduinos”, los hombres públicos ejecutan el “baile circular del zorro al pie del árbol presidencial” (H.L., p.96), en “El programa del general”, las alocuciones políticas se comparan con susurros de abejas (E.E. p. 79). Al pueblo de los estados monárquicos lo llama “ovejuno montón” (Grafitos, p. 56). En “Nuestros legisladores”, desarrolla metáforas animales para referirse a los congresistas prácticamente en cada párrafo. Empieza hablando de la complicidad y del “espíritu tribal” que caracteriza a los congresos, que hacen “como el burro de Sancho Panza” (ver nota 11). “Comadrejas de bolsas insondables, llevan consigo toda su carga de parentela de hombrones y desarrapados. En cada miembro del poder legislativo hay un enorme parásito con su innumerable colonia de subparásitos, una espina de animal colectivo y omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación.”
(E.E., p. 101) A continuación, afirma que todos proceden del mismo molde: “… como los camellos se transmiten sus jorobas y los cerdos su gruñido.”
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E.E.., p.23. Esta referencia es todavía más clara cuando González Prada diferencia a los seres que tienen “la frente a ras del suelo” de los que van erguidos: “Pero ¿a qué amilanarse? Venga lo que viniere. El miedo, como las solfaratas de Nápoles, puede asfixiar a los animales que llevan la frente ras con ras del suelo, no a los seres que levantan la cabeza a unos palmos de la tierra.” (E.E. p. 139) 21
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(H.L., p. 103) Finalmente, critica su inoperancia apelando también a los animales: “Estos políticos y sociólogos, pretendiendo conducir a las naciones nos causan el efecto de un mosquito afanándose por desquiciar un planeta.”
(H.L., p. 104) La religión también es criticada apelando a los animales. Los católicos son “borregos divinos”, que “digieren hoy el pasto religioso que sus abuelos mascaron y rumiaron”. (H.L. p. 57) También se ha mencionado antes como, para hablar de la rudeza de los frailes españoles, dice que hablan “como si excitaran bueyes”, llamándolos, de otra parte, “amalgama de gitano, inquisidor y torero” (H.L. p. 134). Finalmente, en Grafitos, afirma que la gente religiosa necesita de “cebada y freno” (p. 142). Advierte González Prada que el conformismo es una amenaza especialmente peligrosa para los revolucionarios, que pueden acabar convirtiéndose en “rémoras” y “morir de gusanos, sin labrar capullo ni convertirse en mariposa”22, o pasar a formar parte del “monstruo popular adormecido” por las canciones de la religión y la moral23. También lo asocia a figuras de degradación (“reducir el hombre a berrendo”24) y pérdida de individualidad; algo que expresa, como era de esperarse, mediante metáforas animales: “¡Cuán abajo desciende el alma de las turbas! El hombre a solas, canta; Juntado a mil, rebuzna.”
(Grafitos, p. 191)
Considerando lo dicho, podemos dar por sustentada la idea de que MGP usa las imágenes de los animales para caracterizar el servilismo y el conformismo. b. La vulgaridad y la impureza
Para nuestro autor, la vulgaridad es la característica propia de la conducta colectiva y de la pérdida del sentido de responsabilidad individual. Fue muy sensible a ideas y teorías sobre la conducta de masas, como las de Tarde y Le Bon25, dos destacados sociólogos franceses del siglo XIX. En su obra, las multitudes se caracterizan por la indeterminación, la violencia, la primacía de la pasión sobre la razón. Ya en pleno S. XX, los psicólogos sociales estudiaron también cómo se produce el proceso de toma de decisiones en grupos 22
Del ensayo “El intelectual y el obrero”, P.L., p. 119. Del ensayo “La revolución”, P.L., p. 133. 24 Grafitos, p. 42. 25 Para una ilustración sobre ambos, ver Moscovici, Serge, La Era de las Multitudes. Un tratado Histórico de Psicología de las Masas , México, FCE, 1985. 23
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y delimitaron el fenómeno de la dilución o pérdida de la responsabilidad individual en las decisiones colectivas26. González Prada intuyó claramente este fenómeno y lo denunció entre las causas principales del atraso y la pobreza. Lamentablemente, en este tema como en otros tantos, tiene serios problemas para pasar del análisis a la propuesta: su crítica a la desindividualización es invariablemente implacable, pero no parece tener una idea precisa sobre cómo educar a la “bestia popular”27. Al igual que en el caso del servilismo, se usan numerosas las metáforas animales sobre la vulgaridad y la desindividuación. Dos de las más ricas en imágenes proceden de “El programa del general” y describen a la muchedumbre de asistentes a un mitin político. Aquí se usa a los burros, perros y gatos y su fisiología para hablar de la conducta insolente, vulgar y falta de educación: “... en el patio y la cazuela se inician los moscones, los tosidos, los pataleos, los bastonazos y los gritos de animales. Por atavismo algunos ladran como perro, maúllan como gatos o rebuznan como borricos.” (E.E., p. 78) “Como a los chillidos zoológicos sucedieron las insolencias, así al humo del cigarro y a las aspiraciones alcohólicas, siguen todas las suciedades y todos los hedores de la bestia humana, del animal colectivo.” (E.E., p. 79)
Como vemos, González Prada emplea a los animales para ilustrar la falta de educación y la suciedad, que él parece dar por descontado que caracteriza a las “bestias”. En cambio, los humanos pensadores son personalidades superiores, son “como el bisturí a la carne fungosa, como el desinfectante al microbio”28. Una vez más, la imagen animal (microbio) designa lo que es impuro. Las relaciones entre educación e ignorancia reciben una fuerte connotación moral en González Prada, cercana a la oposición entre lo puro y lo impuro. Aquí es donde su uso de imágenes animales se vuelve prácticamente indiscriminado; por opuesto, las ratas son el opuesto a la “voz de los paladines”29 y la vulgaridad de los magistrados se expresa diciendo que “guardan en la cabeza un nido de ratones”30. También piensa que los animales ocupan el lugar más bajo en la escala de la lascivia en la naturaleza, por debajo de los imbéciles y los locos: “El Perú, como infeliz mujer encadenada al poste de un camino real, puede sufrir los ultrajes de un bandolero, de un imbécil, de un loco y hasta de un orangután.” 26
Gilbert, Daniel, et. al. (Ed), The Handbook of Social Psychology, Oxford University Press, 2 vols, 4ª Ed., 1998. 27 P.L., p.99. Aquí menciona vagamente la búsqueda de la justicia social, la alfabetización y el refinamiento de las costumbres. 28 P.L., p.94. 29 “Tomamos por Caballero de la Blanca Luna al Bachiller Sansón Carrasco, por voz de un paladín, el ruido de ratas en una armadura.” (H.L., p.34) 30 P.L., p. 56.
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(H.L., p.98) La sexualidad es el tema donde la ignorancia de González Prada sobre los animales alcanza su cota más alta. Por ejemplo, en “Las esclavas de la Iglesia” trata de explicar cuál es el verdadero sentido del matrimonio: “Lo más dulce de la unión amorosa (...) está en la vibración al unísono de dos corazones, en el vuelo armonioso de dos inteligencias hacia la verdad y el bien. Los animales se unen momentáneamente, los dos sexos humanos deben aliarse para engrandecerse y perfeccionarse.” (H.L., p.182)
Como podemos ver, don Manuel desconoce a las muchas especies que se emparejan de por vida en relaciones de carácter familiar. Niega a todos los animales la vibración de los corazones, el vuelo de la inteligencia , la verdad , el bien, el perfeccionamiento y la grandeza. Les toca la parte “monstruosa” y regresiva del carácter humano: “Tienen el mismo padre Justos y monstruos. ¡Misterio de misterios La ley de la herencia! Unos vienen del mono y otros regresan.” (Grafitos, p. 162)
Los animales también son la negación de las aptitudes artísticas y poéticas: “No corones de laureles A muchos vates de Lima: Arrojándoles alfalfa, Les das laurel y comida.”
(Grafitos, p. 130) “En sus versos amalgama La ceniza con la llama, Lo bestial con lo divino, La salud con la gangrena, El cantar de la sirena Con el gruñir del gorrino.”
(“Verlaine”, en Grafitos, p. 42)
Los malos periodistas son “plumíferos de bajo vuelo”31; las almas cristianas en los cielos rebuznan furibundamente como “algún jumento”32 y algunas personas son tan vulgares o 31 32
H.L., p.218. Grafitos, p. 52.
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impuras que, si cogen una infección, “hasta los microbios revientan”33. Estos son los momentos menos felices en el pensamiento crítico de González Prada, especialmente en afirmaciones como “las corridas de toros nos enseñan que si una reducidísima fracción de la Humanidad sigue avanzando por el camino de la civilización, la mayoría está muy lejos de haber eliminado la parte del mono” , en la que olvida que los monos no torean y sí, por ejemplo, crían a los huérfanos34. Finalmente, merece atención el rol que González Prada asigna a los cerdos. Ningún animal es tan vituperado en su obra como el chancho, ninguno es usado tantas veces para expresar ideas sobre condiciones de bajeza en el ser humano. Cuando trata de expresar el estado moral en que se halla el Perú de su época, no encuentra mejor figura que la de un chiquero, en el cual, para ser feliz, la gente tiene que optar por convertirse en cerdos y acostumbrarse a la suciedad. “¡Ser yo peruano, digo perulero! No perdono al destino El lanzarme a nacer en el chiquero Sin hacerme cochino.”
(Grafitos, p. 129) “¿A qué guardar lo divino Entre lo humano y rastrero? Cuando se habita el chiquero Hay que volverse cochino.”
(Grafitos, p. 168) “Humanidad, Humanidad menguada: ¿Tendrás acaso por dilema eterno Revolcarte en la sangre como el tigre O vivir en el fango como el cerdo?” (Grafitos, p.183)
Como vemos en estas citas, el modo de vida de los cerdos es lo más opuesto que puede haber al ideal de la civilización. En cambio la “humanidad” siempre se escribe con mayúscula y aparece “menguada” cuando se asemeja al tigre o al chancho. Estas comparaciones llegan a momentos de franca vulgaridad: “Si un grupo de cochinos pasa Se tapan las narices los vecinos; Pero si pasa Nicolasa Se tapan las narices los cochinos.”
(Grafitos, p. 81) 33
Grafitos, p. 69. Sobre este punto, ver Cavaleri, Paola, & Singer, Peter (Eds.) El Proyecto “Gran Simio”. Igualdad más allá de la Humanidad , Valladolid, Trotta, 1998. 34
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También usa a los cerdos para enfatizar la oposición entre poesía y vulgaridad. Al hablar del Verlaine, como se ha citado más arriba, dice que sus versos amalgaman el cantar de la sirena con el gruñir del gorrino35. También es recurrente en sus versos oponer el apetito de los cerdos por las bellotas al disfrute del néctar de ambrosia del Olimpo (la poesía)36. Este menosprecio de la figura del cerdo es tanto más fútil si tenemos en cuenta que el chancho es el animal más inteligente y más sensible entre los que el hombre mata y come frecuentemente, cuya experiencia emocional supera en intensidad a la de nuestra especie en algunos aspectos. En conclusión, la imagen de los animales es empleada consistentemente por González Prada para ilustrar la vulgaridad, la falta de educación, la suciedad y la impureza. c. La hipocresía y la deshonestidad
“Comadrejas de bolsas insondables, llevan consigo toda su carga de parentela de hombrones y desarrapados. En cada miembro del Poder Legislativo hay un enorme parásito con su innumerable colonia de subparásitos, un espina de animal colectivo y omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación.”
(“Nuestros Legisladores”, en E.E., p. 100) González Prada considera que la hipocresía, la deshonestidad, el oportunismo y la complicidad de políticos, hombres públicos, magistrados, periodistas y curas son las causas de la desconfianza entre las personas. y, en último término, de la pobreza del país. Las conductas que manifiestan estos vicios son la mentira, la trampa, la codicia y la indiferencia por las necesidades de los otros. La mentira ocupa un lugar privilegiado en el bestiario de las maldades contra la sociedad. No en vano escribe en uno de sus Grafitos que si debiera elegir entre callar una verdad que destruiría el mundo, o decir la verdad y verlo perecer, elegiría lo segundo sin dudarlo. Entre los hipócritas le merecen especial vituperio los “librepensadores de pacotilla”, críticos de la corrupción a los que la rebeldía les dura lo que tardan en encontrar una fuente de ingresos fijos, una renta vitalicia, una pensión o un montepío y pasan a convertirse campeones del statu quo, en suaves adocenados que recitan las mismas ideas que antes escarnecían. A ellos les reserva uno de los términos más venenosos de su léxico: los “ventrales”, los que abandonan sus ideales cuando tienen qué llevarse a la boca. Acto seguido, los fustiga sacudiéndoles una imagen animal: “Son microbios que reciben la coloración del reactivo y el reactivo es el caldo con mucha o poca sustancia. Puros ventrales.” (H.L., p. 194)
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Grafitos, p. 42. Grafitos, p. 170, 184.
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Son los ventrales los paladines del adormecimiento muelle, del espíritu del rebaño achacado a nuestros “licenciados vidriera” (del Partido Conservador), a los que no importa la moral de sus líderes con tal de salvar las apariencias: “Como siguen la ley de salvar las apariencias, desean que su monstruo guarde incólume la piel, aunque lleve ensangrentados los colmillos.” (H.L., p.52)
Aun los enemigos políticos olvidan sus diferencias cuando se trata de robar: “Como cerdos escapados de diferentes pocilgas, se juntan amigablemente en la misma espuerta y el mismo bebedero.” (H.L., p. 205)
González Prada se opone a toda componenda que impida ver la verdad de frente: “Mientras la humanidad no constituya un rebaño de hipócritas, aduladores y cobardes, al honrado se le llamará honrado y al pícaro se le tratará de pícaro (…)”. (H.L., p. 24)
Los hipócritas, los abusivos, también se “deshumanizan” y adquieren la forma animal opuesta a la del rebaño: la del depredador. (Las autoridades civilistas, desde 1872) “Ofrecían todas las apariencias de hombre; mas al primer ensayo, descubrieron la garra del felino.” (H.L., p. 80)37 De vuelta a los “ventrales”, existe junto con ellos un grupo que resulta especialmente desagradable a González Prada: el de los que se acomodan a los preceptos de la iglesia o se hacen religiosos para recibir rentas. Aquí da rienda suelta a toda la artillería de metáforas animales. En primer lugar, están los “librepensadores de sacristía”: “Hay animales inferiores que tranquilamente siguen su vida aunque los volvamos del revés, practicando con ellos la misma operación que hacemos con un guante o la funda de un paraguas. Si en algunos librepensadores criollos efectuáramos cosa igual, seguirían viviendo con una sola diferencia: la de haberse metamorfoseado en curas.” (E.E., p. 101)38
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En “Nuestros Indios” volverá sobre este mismo tema y dirá sobre los conspiradores que “Siempre existieron manadas de Tigres esperando el momento psicológico” (H.L., p. 84), para afirmar a continuación una típica frase de las que dice al vuelo sin considerar sus consecuencias éticas: “Si los felinos se devoraran unos a otros, nos regocijaríamos con la esperanza de verlos desaparecer algún día” (ídem). 38 Esta nota es de suma importancia desde el punto de vista del razonamiento ético, pues en ella no solamente se establece un paralelo entre la hipocresía y los supuestos animales reversibles, sino que se establece un paralelo entre los animales y los objetos inanimados (guantes y fundas de paraguas), del tipo de los que han dado pie a considerar a los animales como autómatas que no sienten dolor ni emociones y que por ello no merecen consideraciones morales serias (véase Tomás de Aquino y Descartes).
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Esta cita tiene un incuestionable paralelo con otra sobre los curas: “No garantizamos que, por fuera y por dentro, posean blancura de cisne los frailes hacinados hoy en los conventos de la República.” (H.L., p.131)39
El Horas de Lucha, González Prada habla con cruda ironía de los frailes que vienen al Perú: “nuestros inmigrantes”, forma literaria para afirmar que estos religiosos están motivados por el atractivo de una renta canóniga y una vida acomodada. Llama “pesca abundante” (en evidente alusión a la pesca milagrosa de los Evangelios) a la época de las quintas, en que numerosos mozos corren a “morder el anzuelo divino” para sustraerse al servicio militar en Europa40. Al sacerdote francés le llama “vampiro de orden seráfico”, que chupa la sangre sin turbar el sueño41. De vuelta a los “librepensadores de pacotilla”, en el ensayo “Las esclavas de la Iglesia”, dirige sus fuegos contra los hombres rebeldes y anticlericales en la vida pública pero que, a instancias “de sus esposas”, devoran avemarías en la privacidad de la alcoba matrimonial. En una figura animal muy cargada de significados, los considera “águilas empollando avestruces”42 y se refiere a ellos como a criaturas bifrontes: “Poseen doble naturaleza: en la calle, lobos que devoran a clérigos y frailes, en la casa, ovejas que lamen las manos de monseñores y reverendos padres.” (H.L., p. 184)43
La segunda causa de la deshonestidad es la corrupción. En este rubro MGP incluye un variado panorama de tramposos, entre los que destacan los periodistas corruptos, cuya actividad denomina “gatuperio”. Reserva a estos periodistas venales las figuras animales que le causan más rechazo: los reptiles. Dice de ellos que “mudan de piel como las víboras” y que “no atenúan la violencia de su ponzoña”44. “En las grandes potencias, así como en los pequeños estados, los presupuestos consignan sumas destinadas a los periodistas oficiales, los que se llama el fondo de los reptiles.” (H.L., p. 33)
Metáforas de reptiles y moluscos también se dedican a las familias que se acomodan alrededor del poder mediante el nepotismo, y que constituyen “gigantescos pulpos”, 39
En el ensayo“Política y Religión” se había referido a Pío IX como un “lobo con piel de cordero” (H.L., p. 112). Conociendo la acrimonia de González Prada para con el clero, es curioso que en un ensayo íntegramente dedicado a fustigarlo no abunden las metáforas animales. 40 H.L. p. 131. La evasión de los deberes cívicos resultaba especialmente odiosa a MGP. 41 H.L., p. 132. 42 H.L., p. 184. 43 Gozález Prada usa una figura muy cercana para referirse al arte poético de José Zorrila, sobre el que escribe esta breve etopeya: “Por su añeja fe cristiana / Un ruiseñor con sotana” ( Grafitos , p. 43). 44 H.L., p. 35. También emplea los reptiles para referirse a los toreros. (H.L., p152).
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cuyos tentáculos “van a introducirse en los vericuetos de la Caja Fiscal” 45. Las compara con la ostra adherida a la peña, o la tenia a los intestinos 46. Remata estas imprecaciones con un símil devastador: “… como la culebra de los cuentos populares, sueldan sus labios a los pezones de la Nación, chupan hasta extraer sangre, y nos dan la punta de su nauseabunda cola.” (H.L., p. 97)47
Finalmente, para los oportunistas reserva una idea que toma prestada de Benjamín Constant, quien los llama murciélagos: “que unas veces encogen las alas y se confunden con el ratón, otra despliegan el vuelo y se igualan con el pájaro” 48. d. La crueldad y la ferocidad
“Será la especie humana El último eslabón de la cadena, O eliminado el hombre de la vida A noble especie dejará la herencia? Quizá en remotos siglos Raza gloriosa poblará la Tierra ……… Sin el oscuro instinto de la fiera.”
(Grafitos, p. 166) La cita que inicia este apartado muestra que en el pensamiento de González Prada existe una identificación, bastante falta de claridad, entre biología y ética. Podemos resumir su posición en solo enunciado: la mera pertenencia a la especie humana supone una posición de superioridad moral sobre el resto de la naturaleza, que el hombre ha perdido por la perversión de sus costumbres. Este argumento, característico asimismo del pensamiento de Rousseau, gira desordenadamente entorno a sí mismo en sus, a veces da la impresión de ser exactamente su opuesto: el hombre es, a fin de cuentas, “una fiera” que comparte la naturaleza de otros animales y que sólo puede convertirse en lo que debería ser a través de la civilización de sus costumbres49. La imprecisión de González Prada llega a la contradicción cuando alude a los hijos de los hacendados, que al volver de sus estudios en Europa ejercen una redoblada crueldad con los indios50: “… mas apenas se confinan 45
H.L., p. 96. Ibid. 47 En la cita que encabeza el presente apartado (“Comadrejas de bolsas insondables…”) también las familias de los legisladores son comparadas con animales diversos (H.L., p101). 48 H.L., p. 40. 49 En una cita dirá que civilizarse es “adquirir un alma francesa”. En Ensayos Escogidos también menciona: “¿Qué vale adquirir el saber de un Aristóteles cuando se guarda el corazón de un tigre? ¿De qué sirve poseer el don artístico de un Miguel Ángel cuando se tiene el alma de un cerdo?” (p. 71) 50 También para caracterizar a los chinos que son víctimas de abusos en las haciendas emplea el ensayista imágenes animales: “Ellos nos mueven a lástima, porque representan la víctima del hacendado, el hombre convertido en animal de labranza, la carne de trapiche.” (H.L., p. 135) 46
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en sus haciendas, pierden el barniz europeo y proceden con más inhumanidad y violencia que sus padres; “con el sombrero, el poncho y las roncadoras, reaparece la fiera”.51 En esta cita primero se dice que la crueldad es un rasgo “inhumano” que sigue al confinamiento en la hacienda, pero luego se argumenta que es un rasgo regresivo, que “reaparece” procedente de “las fieras”, tal vez en alusión a la Teoría de la Evolución, como un “ponzoñoso virus de la herencia”52. Eludiendo por el momento esta confusión, diremos que lo que resalta González Prada en estos textos es la crueldad y la ferocidad con que las personas se tratan unas a otras en la sociedad peruana, especialmente a los más débiles, pobres y desprotegidos. Este asunto da pie (cómo no) a que emplee la imagen de los animales para lanzar denuestos e imprecaciones a los culpables del ensañamiento y la violencia. Para él constituye una falta moral gravísima el que la conducta criminal del hombre lo lleve hasta el grado de caer en el abismo que separa “naturalmente” al “ser racional” de la “fiera”. Se trata en realidad de un juego sarcástico desde las espaldas de la idea judeocristiana de la superioridad absoluta del hombre sobre los otros animales: llama animales a todos los criminales y se solaza en la idea hasta extremar la sátira, pero sin que ello mueva en un ápice la idea fundamental de la tradición de Occidente: que la vida humana debe ser considerada infinitamente más valiosa que la de los otros seres. “Como los más indefensos y los más débiles, los indios proporcionan la carne de placer al sátiro y la carne de dolor al Tigre: son los armenios de una Turquía católica.” (H.L., p. 81)
Esta cita va dirigida contra los políticos que abusan de los indígenas en complicidad con los gamonales y hacendados locales. La crueldad no solamente va asociada a la imagen de los animales (el tigre53) sino, caso frecuente en su obra, al placer sexual54. Es interesante mencionar que para él el antónimo natural de la crueldad es la misericordia y la justicia55. Una vez más esto refuerza la oposición hombre – animal como equivalente a superior – inferior, o bien a valores superiores frente a “instintos inferiores” o feroces.
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E.E., p. 68. Grafitos, p. 173. El verso completo merece ser reproducido para comprenderlo cabalmente: “Hombre, gorila impuro y sanguinario, Habitador lejano e la selva, Tú la indeleble marca del origen En tu salvaje condición revelas. En lo profundo guardas de tu sangre El ponzoñoso virus de la herencia: Tienes la mano del reptil por mano, Por instinto el instinto de la fiera ¡Y eres mi hermano!” 53 Cuando González Prada quiere desdeñar las críticas de los conservadores hacia los anarquistas, menciona que estos último son acusados por aquellos de “felinos extraviados en el corazón de las ciudades”, que “hacen el mal por el gusto de hacerlo” (E.E., p. 125). 54 También se refiere a las prostitutas como animales “de postura horizontal” (Grafitos, p. 103). 55 H.L., p. 82. 52
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Los críticos que denuncian a las malas autoridades son “abominadores de Tigres y aves de rapiña”56, mientras que los políticos y caudillos militares son “Tigres”: “Al perro que ladraba y no mordía, sucede el tigre que lame y despedaza.” 57 (H.L., p. 74)
La imagen de los políticos como fieras es extendida a ciertas figuras históricas, por ejemplo, Thiers bebió la “noble sangre” de la Comuna de París con “el feroz instinto de hiena”58. Es interesante que en este mismo texto llame a continuación a Thiers “enano rastrero”, pues una vez más se identifica lo biológico con lo moral: las personas que sufren de enanismo están “más cerca del suelo”. También se apela a los animales para hablar de la violencia doméstica del padre de familia, en este caso se trata del burro y del elefante: “La acción brutal del grosero apóstol en las obras sensibles de mujeres y niños debe compararse con la dentellada del jumento en un ramo de flores o con el trompazo de un elefante en los anaqueles de una cristalería.” (H.L., p. 184)
Finalmente, el cerdo tiene su parte entre las imágenes empleadas para decir que la crueldad dificulta la lealtad y la apertura del corazón: “Lleva el leal corazón en la mano, Abre a la turba el jardín de tu amor; Y ten seguro que un torpe marrano Pisa el jardín y destroza la flor.”
(Grafitos, p. 106)
Finalmente, están la agresividad y la ferocidad como manifestaciones de conducta en sí mismas. Su figura más conocida es el caballo de Atila, cuyos cascos marcan el lugar donde no volverá a crecer la hierba59, que González Prada emplea para hablar de los políticos (“vibriones en las entrañas de un cadáver”60) y los candidatos a puestos políticos, que luchan, como los cuervos, “por dar picotazos a la ensangrentada cabeza de un soldado moribundo”61. Justamente, el caballo de Atila se menciona una y otra vez a propósito de los políticos, como por ejemplo: “Ante el Perú caído 56
H.L., p. 81. No hemos encontrado una evaluación moral sobre los políticos anteriores a la época del caudillismo, por lo que no podemos saber si el ser considerados como perros que ladraban sin morder es a los ojos de González Prada una comparación favorable o no. Sin embargo, dado lo que hemos visto en el apartado dedicado a la sumisión, lo más probable es que esta sea otra figura negativa. 58 Grafitos, p. 40. 59 H.L., p. 97. 60 H.L. p. 98 61 Ibid. 57
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En la sangre y el fango Enmudeced, políticos logreros: Todos en él pusisteis vuestros cascos.” (Grafitos, p. 129)
Las luchas políticas de la historia republicana se presentan parecidas a la hobbesiana guerra de “todos contra todos”: los triunfadores del momento tienen como primera faena “caer sobre los destinos de la nación desangrada y empobrecida, como los buitres se lanzan sobre la carne de la res desbarrancada y moribunda”62. En esta lucha no cabe la debilidad: “El león que se arrancara las uñas y dientes, moriría en boca de los lobos; la nación que no lleva el hierro en las manos, concluye por arrastrarle en los pies.” (H.L., p. 223)63
Asimismo, se sugiere guardar una distancia prudente del “tigre humano”: “La Humanidad, como el océano, debe ser vista de lejos; como el tigre merece un bocado, no una caricia.”64
En la guerra de todos contra todos inclusive los corderos, como símbolo de mansedumbre, también pueden participar de ella: “Denle fuerzas al carnero Y degüella al carnicero.”
(Grafitos, p. 148)
e. Naturaleza, moral y compasión
En las metáforas de González Prada, a menudo hallamos la cuestión de la relación entre la naturaleza y la moral, es decir, si existen categorías morales “naturales”, como por ejemplo, el concepto de que la vida sea intrínsecamente “buena”; él parece tiene muy claro que este es un tema conflictivo y que no tiene una respuesta satisfactoria, más bien, su posición es algo errática y varía según el tema. Hay momentos en que declara sin dudas que la mera existencia de los seres se identifica con el bien; mientras tanto, en otros textos se argumenta sobre la condición amoral del mundo natural. En resumen, es obvio que preponderan las citas en las que asume la identidad entre moral y naturaleza. La inspiración religiosa de esta idea se hace particularmente clara en el ensayo “Propaganda y ataque”, donde leemos esta cita sorprendente en un ensayista que se proclama abiertamente agnóstico ya a fines del Siglo XIX: 62
H.L., p. 205. Esta cita concluye así: “Simultáneamente, se dan corridas de toros, funciones de teatro y opíparas comilonas”. 63 Esta cita viene precedida por la oración: “…la justicia no se consigue en la tierra con razonamientos y súplicas: viene en la punta de un hierro ensangrentado.” Es curioso el paralelo entre esta cita y otra referida a Bismark: “A nadie aterras hoy, por más que gruñas, / Decrépito león sin dientes y sin uñas” (Grafitos, p. 23). 64 E.E., p. 142.
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“¿Se requiere haber estudiado a fondo para comprender que la personalidad humana es sagrada…?” (E.E., p. 95)
Así pues, aunque González Prada fue uno de los mayores críticos del catolicismo, su visión de la naturaleza está fuertemente impregnada por nociones religiosas, como la identificación entre vida y moral y la doctrina de la santidad de la vida humana. Sostener al mismo tiempo esta idea de la naturaleza como algo “sagrado” y la creencia en la necesidad de abandonar cualquier cosmovisión religiosa, condujo su pensamiento a un gran dilema del que no supo salir. Antes bien, parece haber optado por aceptar una visión aun más religiosa de la naturaleza, al incorporar las nociones de caridad y misericordia como una condición que debe distinguir a los seres racionales. Existen momentos en que el pensamiento de Manuel González Prada sobre la relación entre naturaleza y moral se muestra forzado y francamente contradictorio, especialmente en los textos en que intenta desvincularlos. En el ensayo “La muerte y la vida” se dice que la naturaleza no es justa ni injusta, y para ello supone a la vez que un patrón moral se aplica a las “criaturas racionales” y otro a las que no lo son: “Con tanta indiferencia mira el nacimiento de un microbio como la desaparición de un astro, y rellenaría el abismo con el cadáver de la humanidad para que sirviera de puente a una hormiga.” (E.E., p. 138)
Si leemos el texto superficialmente parece sugerir que la existencia de los hombres es tan moralmente neutra para la naturaleza como la de los astros; pero el mismo acaba empleando una comparación que lleva implícita la idea de que la condición moral del “cadáver de la humanidad” es distinta a la de la hormiga y el microbio. Nuestro autor también parece dar por hecho que el hombre es “la cima de la creación”. Todo lo que sea preponderancia de la fuerza sobre la razón es intrínsecamente salvaje e incivilizado. De ahí que resulte muy característica su actitud conservadora hacia las ideas de Darwin, pues parece creer erróneamente que los conceptos de “selección natural” y “supervivencia del más fuerte” significan lo mismo. Biología y moral también se identifican en las metáforas que vinculan la maldad con la suciedad, como en “Nuestros Magistrados”: “Casi siempre, un alto puesto jurídico viene en remuneración de servicios prestados al gobierno; y como tales servicios suelen adolecer de una limpieza sospechosa, convendría que las gentes observaran una medida higiénica después de dar la mano a ciertos jueces: usar detersivos y desinfectantes.” (E.E., p. 55)
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En algunas metáforas se acepta sin el menor cuestionamiento la idiosincrasia “natural” de las personas procedentes de ciertos países: “Como traemos ingleses para alcantarillar las poblaciones, agrónomos belgas para enseñar agricultura y oficiales franceses para disciplinar soldados, podríamos contratar alemanes o suecos para administrar justicia.” (“Nuestros Magistrados”, E.E., p. 56)
También se habla de la “salud de las razas” como una condición moral: “... la raza latinoamericana (es) una raza tan singular que ha pasado vertiginosamente de la infancia a la decrepitud.” (“Nuestros Indios”, E.E., p. 64)
Los textos denotan que la relación entre naturaleza y moral evoluciona lógicamente hacia la razón superior y la misericordia como mejor uso posible de ella. “¿Qué vale adquirir el saber de un Aristóteles cuando se guarda el corazón de un tigre?” “¿De qué sirve poseer el don artístico de un Miguel Ángel cuando se tiene el alma de un cerdo?” (“Nuestros Indios”, E.E., p.71)
La moralidad se manifiesta en la “civilización”, algo que es cierto solo si la moral no se identifica con lo natural sino con lo social. La civilización es la base de del criterio ético para González Prada, es una práctica exclusiva del ser racional que no se aprovecha de su ventaja sobre el más débil. La naturaleza de los derechos personales queda así fuertemente asociada a la actividad racional: “¿Cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazón a los seres que nos aman, les pagamos una deuda; al ofrecer el pensamiento a los desconocidos, a los adversarios, a nuestros mismos aborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad de la naturaleza que prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán, al cordero y al lobo.” (“Librepensamiento de acción”, E.E., p. 98) “La justicia nace de la sabiduría, que el ignorante no conoce el derecho propio ni el ajeno y cree que en la fuerza se resume toda la ley del Universo. Animada por esta creencia, la Humanidad suele tener la resignación del bruto: sufre y calla. Mas de repente resuena el eco de una gran palabra y todos los resignados acuden al verbo salvador como los insectos van al rayo de sol que penetra en la oscuridad del bosque.” (“El intelectual y el obrero”, E.E., p.118)
El principal problema con esta cita es que establece el límite natural entre los que conocen “el derecho propio” y los que no, en el punto que –supuestamente- separa a los “resignados que acuden al verbo salvador” de los que no lo hacen. Esto supone la
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existencia de dos grupos excluyentes: los que están preparados para convivir y los que no. Esta idea corresponde, a una visión maniquea de la realidad, muy cercana a la de “pureza” e “impureza” natural65. De allí que González Prada parezca no encontrar ninguna utilidad moral al concepto de sufrimiento en su sistema ético. Al considerarlo como algo implícito en la vida66, el sufrimiento adquiere una dimensión mística de la que “sólo Dios puede salvarnos”67 aunque sea eliminando la propia vida68, este concepto pierde cualquier significado ético al margen de sus connotaciones religiosas. Un siglo antes, Jeremy Bentham ya había mostrado que este concepto no era solamente relevante, sino el pilar centra para explicar el origen de los derechos69. Al basar la naturaleza de los derechos en la razón en lugar del sufrimiento, González Prada se ubica claramente en la línea del humanismo cristiano (aristotélico). Como ya hemos analizado en un ensayo anterior70, la razón no es una línea divisoria más clara que el sufrimiento para otorgar derechos a una criatura. La posición de González Prada se podría traducir en que los animales no son realmente sujetos de derechos naturales (no pueden, por ejemplo, entrar en relaciones recíprocas); sin embargo, nuestra racionalidad debería movernos a guardar por ellos una actitud compasiva y tratarlos “como si” fueran nuestros iguales. 3. “Nuestros aficionados” y la cuestión animal
“Los combates con animales salvajes (en Roma) continuaron ya entrada la Era Cristiana, y parece ser que la única causa de su decadencia fue también la decadencia del Imperio que, al contar con menos riqueza y extensiones, hizo más difícil la tarea de obtener animales salvajes. De hecho, todavía podemos verlos en España y Latinoamérica bajo la forma moderna de corridas de toros.”
Peter Singer71 Entre los textos más significativos de Gonzáles Prada, junto al propio “Discurso del Politeama”, figura el ensayo “Nuestros Aficionados”, de 1906. Las ideas que se exponen en este breve texto, que apenas alcanza las dos mil palabras, parecen un compendio de los principales temas del pensamiento del autor en relación a la cuestión del desarrollo humano y el trato a los animales, de ahí que nos detengamos con especial interés en él. 65
Para este concepto, ver Moore, Barrington, Pureza moral y persecución en la historia , Barcelona, Paidós, 2001. 66 “La muerte y la vida”. 67 Ídem. 68 Ídem. 69 Bentham, Jeremy. (1907[1789]), Introduction to the Principles of Moral and Legislation, Oxford, OUP. 70 Ortiz Elías, José Agustín, “La ética de Harry Harlow”, AnimaNaturalis, Lima, 2004. 71 Liberación Animal , Valladolid, Editorial Trotta, 1999, p. 238.
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El texto trata sobre la tauromaquia y empieza atacando la manifiesta crueldad de la suerte de la pica. Esta práctica, consistente en una lucha entre un jinete con lanza y un toro de lidia, es denunciada por MGP como la más bárbara de las herencias de los conquistadores españoles. En efecto, esta suerte resulta especialmente cruenta a causa del rol pasivo y de contención que le toca desempeñar al caballo: cubierto por una frágil protección de fibras de caña, el equino es usado por el jinete como escudo y punto de apoyo para lancear el lomo del toro y mantener desde la silla de montar una posición ventajosa. El caballo se encuentra generalmente muy mal preparado para esta desigual confrontación, pues es largamente superado en volumen por el toro y porque, en muchos casos, se emplean equinos venidos a menos dado que no se les considera parte fundamental del espectáculo. Como consecuencia, es casi inevitable que sufra lesiones, muchas veces fatales. La inocencia del caballo, sacrificado para servir de medio a tan sangriento espectáculo, fue lo que inspiró a González Prada a iniciar su ensayo de este modo, poniendo sobre el tapete lo que ocupará sus reflexiones: la cuestión del trato que el animal merece. Hemos elegido el tema del “trato a los animales” y no el de “derechos de los animales” para poner en claro desde ahora las diferencias entre los dos modos de abordar la cuestión: el primero es el que se preocupa por aquellas obligaciones emocionales que impone al hombre su condición de ser racional con respecto a los otros animales; esta ética se encuentra entre los pilares del humanismo y supone que el trato a los animales, en su condición de criaturas “débiles” debe ser de carácter “humanitario” frente a estos “desfavorecidos”. Lo que subyace a esta idea, más allá de sus buenas intenciones, es la idea implícita de que en términos de derechos debe pensarse en el ser humano como una criatura aparte de las demás, a las que les toca un buen trato solamente en función a los controles morales que debería haber desarrollado el ser humano durante el proceso de la civilización. Hablar de los derechos de los animales es una cuestión muy diferente, que supone que los mismos fundamentos que son aplicables a los fundamentos de los derechos de los humanos no pueden excluir a los animales a menos que exista una razón estrictamente lógica para ello. Por ejemplo, a los chimpacés no les corresponde el derecho al libre comercio porque no es un interés desarrollado por ellos, no a causa de sus facultades; sin embargo, cuando hablamos del derecho a formar y mantener una familia estamos en un campo de interés para múltiples especies: las hienas suelen formar familias monógamas y ser mucho más fieles a ellas durante toda la vida que lo que los humanos suelen serlo. Este interés, compartido por ambas especies, no puede ser pasado por alto para una de ellas por la simple pertenencia a un phillos determinado. Esta es una forma radicalmente diferente de plantear la cuestión de los derechos animales en cuanto que no se asume la obligación de colocar al hombre en el centro de la reflexión ética sobre el universo sino que se pretende hallar bases más generales y universales para considerar la base de dichos derechos. Una vez presentados estos lineamientos podemos proseguir con la exposición del texto de MGP. A continuación se critica el entusiasmo morboso con que el público de las corridas de toros sigue la suerte de la pica, recientemente reaparecida por aquel entonces, lo que en opinión de GP, parece vaticinar el inminente surgimiento de toda clase de nuevas suertes
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cada vez más crueles, como el rejoneo de perros. A renglón seguido, señala que no se conoce la naturaleza moral del hombre hasta que no se sabe cómo trata a los animales y cómo se conduce en los espectáculos de sangre, lamentando que a pesar de existir una reducida vanguardia civilizada, la mayoría de la humanidad esté “muy lejos de haber eliminado su parte de mono”72. Desde este momento queda muy claro el por qué González Prada elige un planteamiento del tipo “el trato que merecen los animales” en vez de uno relacionado a los derechos de los mismos: apenas iniciado el ensayo acusa a los animales de tener los mismos atributos que critica en los hombres que considera inmorales. Queda claro que establece que línea natural entre los derechos de hombres y otras especies está demarcada por la razón de un lado y los instintos del otro. En realidad esta forma de pensamiento es tan segregacionista como cualquiera otra que diga que los animales tienen una “naturaleza inferior”. Naturalmente, esto se atenúa por la búsqueda de una hermandad universal entre todos los seres, de un carácter más bien místico. Prosigue el ensayo graficando el sufrimiento que toca padecer al caballo, generalmente ya viejo y venido a menos, durante la suerte de la pica, se habla en términos dramáticos del modo en que a veces muere “entre las rechiflas de una muchedumbre soez, doblemente embriagada por el alcohol y la sangre”73. A continuación denuncia la “falta de gratitud” del rey de la creación (resaltado por MGP) hacia un animal “que le sirve tan bien” y merece el mismo amparo legal que cualquier obrero. Es en este momento cuando Manuel González Prada parece aproximarme más hacia una noción del derecho animal: en este ensayo usa por primera y única vez el término “derecho zoológico”74 y lo equipara con el “derecho humano”, anuncia que lo hace “sin valerse de la ironía” y puntualiza que muchos animales pueden presenta una foja de servicios a la humanidad muy superior a la de numerosos humanos. Hasta este punto las cosas parecen ir claras, al menos en términos declarativos, pero sigue una acotación que nos aclara el panorama: señala MGP el ejemplo de los griegos que otorgaban jubilaciones y compensaciones a ciertas acémilas en retribución a sus fieles y esperados servicios, y concluye con la irónica frase “Pero los griegos eran paganos”75. Ahora resulta mucho más claro que MGP ha empleado el término “derecho” en esta parte del ensayo para introducir un punto de vista opuesto al “derecho natural” vinculado a los principios teológicos del cristianismo, otro de sus blancos favoritos. A continuación, GP da un giro brusco a su línea de razonamiento y pasa a decir que nuestra gratitud hacia los animales debe basarse en el hecho que, sin ellos, “faltarían los peldaños” que se iniciaron en las profundidades de los océanos y que “vienen a rematar en la especie humana”76 . Alude que todos los seres vivos de la naturaleza somos hermanos en nuestra madre, la célula primigenia, y existe por ende entre nosotros un parentesco universal. Como podemos ver, se trata de una idea radicalmente opuesta a la 72
Horas de Lucha, p. 148 Op. Cit., p. 149 74 Ídem. 75 Ídem. 76 Op. Cit., p. 150 73
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existencia de un derecho de los animales, que limita nuestras obligaciones hacia ellos a un actitud más bien de carácter místico, como la que en sus días caracterizó a personajes como Francisco de Asís, cuya afinidad con los animales se debía antes que nada a una actitud de intenso contacto emocional con la naturaleza en general. Sigue en el texto otra de las ideas clave en el pensamiento de MGP: quien no ama ni compadece a los animales no ama tal vez ni compadece mucho a los hombres. Los hogares sin “bocas inútiles” (resaltado del autor), es decir, sin animales, son tristes por mucho que estén llenas de niños, y los líderes espirituales de la historia le causarían mayor simpatía si hubieran incluido algún animal en sus vidas (por ejemplo, Jesucristo le parecería más grande seguido de un perro). Lo que se dice entonces es que el buen trato para los animales es una forma de promover los derechos de los hombres. Este planteamiento equivale a sostener la superioridad de los intereses humanos (los que “no son bocas inútiles”) sobre los de los animales. Plantea a continuación lo triste que sería un mundo sin animales, en el que la muerte “vendría como una variación redentora”77 y ni siquiera habría ruiseñores que vinieran a cantar en nuestros sepulcros. Aprovecha este momento para sacudir a los monjes con una crítica en forma de cuento breve. De este modo, concluye la primera parte del ensayo. Lo dicho hasta ahora contradice abrumadoramente el anuncio de MGP de no estar usando la ironía al hablar del derecho animal, pues el mundo de los derechos sigue siendo en realidad un reducto reservado al homo sapiens, llamado a actuar como un dictador benévolo y probo sobre sus subordinados en la Creación. No hemos visto en el texto ninguna argumentación sobre los derechos que corresponden a los animales por sí mismos, sino más bien una extensa ilustración de por qué resultan compañeros simpáticos a los de debemos estar agradecidos. En la segunda parte González Prada empieza, igual que la primera, enfilando lo que considera la barbarie de las costumbres españolas y limeñas, especialmente dado que la tauromaquia era una afición que contaba con el consenso de todas las organizaciones sociales de la ciudad, deseosas de recabar fondos organizando actividades fácilmente vendibles. El consenso que rodeaba a las corridas de toros en el Perú de entonces era tal que, por ejemplo, una sociedad protectora de los animales hubiera sido vista como algo ridículo. La sociedad limeña estaba mucho menos preocupada por acudir a las bibliotecas que a las corridas y por imitar las suertes de la tauromaquia antes que entrar en el mundo del arte. Al denunciar que los jóvenes asimilan los amaneramientos de los pasos de toreo, desliza la insinuación que él consideraba entre las más duras que podía hacer: la del afeminamiento: “tememos que de repente cambien el apretón de manos con el palmeo de las posaderas, inaugurando el imperio de la nalga 78”. Es este el momento en que decide introducir uno de sus temas favoritos: la derrota peruana en la Guerra del Pacífico a manos del ejército de Chile. Argumenta que si algún aficionado le dijese que las corridas de toros enseñan el desprecio por la vida, él le 77 78
Op. Cit., p. 151 Op. Cit., p. 152
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respondería que durante la guerra los chilenos, no muy aficionados a la tauromaquia, nos vencieron en toda línea. Denuncia la valentía del torero como un atributo inmoral y propio de la “bestia sanguinaria”79: un “valor rojo” que se opone al “valor blanco” de quienes juntan sus fuerzas morales para hacer el bien. También denuncia al intelectual aficionado a los toros como “cercano al troglodita”: como “un cerebro luminoso en un organismo insensible”80, para continuar diciendo que la humanidad evolucionada, que distará de nosotros “como nosotros del antropoide” será hija del amor y de la misericordia, y que si queremos hacer algo por la evolución de nuestra especie debemos ablandar su corazón y ensancharlo para que en él “quepan todos los seres del universo”81. Finaliza el ensayo con dos figuras sumamente duras: primero, imagina González Prada que la sangrienta derrota de la armada española en Cuba, en 1898, bajo la artillería de Sampson, fue una suerte de expiación sangrienta por el afán español de solazarse en el espectáculo sanguinario de los toros82. Finalmente, vaticina que el día que se organice un ejército que vaya a “reivindicar lo perdido en la guerra del 79 ” (entre Perú, Bolivia y Chile), los batallones de Lima serán los más inútiles al estar formados por “monaguillos, suerteros y Aficionados”83. Como hemos podido apreciar, el ensayo “Nuestros aficionados” ocupa un lugar de privilegio en la obra de González Prada, pues es de los pocos en los que toca, aunque brevemente, muchas problemáticas que fue desarrollando a lo largo de su vida: los conquistadores españoles, la Iglesia Católica, la hipocresía social, los políticos, el afeminamiento de las costumbres y la Guerra del Pacífico. Esto revela que el tema del trato hacia los animales toca al ensayista en la vena más profunda de su interés. Como es sabido, el autor sentía una especial sensibilidad por la vida animal, que se reflejaba en la adopción de perros vagabundos en su casa y el dispensarles un trato sumamente cariñoso y hogareño. Sin embargo, los fundamentos de su ética hacia los animales parecen muy convencionales y cercanos al pensamiento de su propio tiempo sobre el tema, donde el único espacio para la consideración hacia ellos era el de la misericordia. Podemos apreciar que no acompaña sus buenas intenciones hacia las demás especies animales del necesario aparto crítico que le permita asumir una posición sólida. En su lugar, vemos una invocación de misericordia hacia los animales, con el problema que esta invocación contiene ejemplos marcadamente contradictorios.
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Op. Cit., p. 153. Ídem. 81 Ídem. 82 Este sentido de la venganza también es palpable en el siguiente verso: “En una plaza de toros (Sin contar al público) ¿Quién merece la estocada? ¿Quién el más estúpido? (Grafitos, P. 40) 83 Op. Cit., p. 154. 80
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4. Balance de la ética animal en González Prada. ¿Son éticas sus ideas?
Evaluar la obra de una persona es en cierto modo, aunque se trate de una aproximación parcial y preliminar como esta, hacer un balance sobre la persona misma, especialmente cuando se habla de su pensamiento ético. Manuel González Prada era un hombre sin coartadas, que se mostraba como era en sus escritos, sin maquillar antipatías ni desacuerdos. Como hemos mostrado aquí, las posiciones que adoptó algunas veces fueron inconsistentes o inclusive contradicciones. La mayoría de sus escritos no desarrollan sistemáticamente ningún tema, sino que sus opiniones van apareciendo más o menos desordenadamente al calor de sus planteamientos y polémicas. La estructura de su obra, por lo tanto, no nos ayudará a hacer un balance ordenado de sus ideas éticas, por lo que apelaremos a un punto de vista propio de las teorías contemporáneas sobre el tema. En primer lugar, aclararemos qué significa tener ideas éticas. Para no entrar en polémicas, estableceremos aquí únicamente algunas líneas mayores que pueden considerarse consensuadas entre los principales autores del campo. En primer lugar, podemos afirmar que existe relativo acuerdo sobre el error del relativismo ético absoluto, que consiste en argumentar que cada quien puede tener “su verdad” y que es imposible encontrar algún principio que necesariamente sea ético para todo el mundo. Sí existe la posibilidad de consensuar al menos algunos principios éticos que todas las personas puedan aceptar como válidos. Por ejemplo, está el principio de igual consideración de los intereses: iguales intereses merecen la misma consideración, independientemente de su género, raza, nacionalidad o especie de sus poseedores. La segunda característica de la ética es que sus proposiciones se discuten principalmente apelando a la razón y al diálogo. El rol de las emociones y los sentimientos es indudablemente muy importante, pero las ideas tienen la ventaja que pueden aspirar a ser aceptadas, después de analizarlas, por todas las personas. En tercer lugar, las ideas éticas deben tener al menos la pretensión del consenso: es decir, aspirar a ser aceptadas por cualquier persona racional que las analice con objetividad y rigor. En cuarto lugar, el pensamiento ético tiende a trascender los intereses del individuo que lo concibe y a considerar a más personas: su círculo de interés debe abarcar en principio a todas las criaturas que pueden sufrir o gozar y tener cualquier interés. Finalmente, la ética tiene que ser animada por el deseo de tener repercusiones prácticas y no ser una actividad cerrada o misteriosa sólo para iniciados, tiene que aspirar a que todas las personas puedan ser partícipes de la actividad ética; más aun, que comprendan que todos necesariamente construimos los principios de la ética en nuestra actividad cotidiana porque así mostramos cuáles son las normas que funcionan en la realidad, no simplemente de la boca para afuera. En el contexto moderno, la dimensión práctica de la ética adquiere mayor relevancia en tanto que uno de sus principales objetos de estudio es la sostenibilidad del mundo y el agotamiento de sus recursos.
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Esta característica plantea una serie de nuevas demandas a la ética como disciplina, porque la obliga a aceptar que los cambios sociales son lentos y que se consiguen mediante un consenso progresivo y muy difícil de alcanzar. Esto impone asimismo la necesidad de diálogo permanente con las personas y organizaciones que sostienen posturas diferentes a las propias y a propiciar ese diálogo aunque nos encontremos con reticencias iniciales. Apresurarse exigir la implementación inmediata de principios radicales es inconveniente en tanto que cierra las puertas al diálogo. Finalmente, implica aceptar que el mundo no cambiará de la noche a la maña y no será lo que queremos que sea en el corto plazo, pero que precisamente esto significa que asumamos un rol de liderazgo en los temas capitales para alcanzar el cambio hacia una vida mejor para todos. ¿Son aplicables estos cinco principios a la obra de Gonzáles Prada, escrita en los albores del siglo XX y no en nuestra época? ¿Pueden ser un criterio para juzgarla si más bien corresponden a nuestro pensamiento contemporáneo? En cierto modo, tenemos que aceptar sus limitaciones obvias como herramienta analítica. Pero por otro lado sí son eficientes porque aspiran a que cualquiera de nosotros someta sus ideas a los mismas principios a fin de demostrar su solidez ética, sea cual sea la época en que hayamos vivido. Asumir aquí una posición relativista basada en que las ideas de otros tiempos eran diferentes equivaldría a dejar abierta la posibilidad de aceptar la justificación de la esclavitud que hizo Aristóteles porque correspondía a las ideas de su época, algo que naturalmente no podemos admitir. Por ello proseguiremos aplicando este marco conceptual a los datos obtenidos en la lectura de MGP. Primero discutiremos es las actitudes expresadas por Manuel González Prada hacia los animales en general. Como hemos intentado demostrar en las páginas anteriores, expresa algunas ideas favorables al derecho animal desde un punto de vista básicamente emocional, o apelando al hecho que expresar una actitud compasiva hacia los animales será mejor para el ser humano porque se hará más civilizado. Como vemos, esta postura asume que la consideración de los intereses de los animales es buena porque nos conviene a nosotros, no porque esos intereses merezcan consideración por sí mismos. Del otro lado, hemos mostrado la existencia de una multitud de opiniones y asertos en los que MGP se vale de los animales para criticar a otros seres humanos y denunciar sus desacuerdos con ellos acusándolos de “bestias”, “carnívoros”, “tigres” o, en general, de “animales” a secas. El problema es que por mucho que estas figuras literarias resultaran claras al lector contemporáneo, necesariamente reforzaron los prejuicios establecidos hacia los animales y sus derechos. Estas ideas parecen estar además en marcada contradicción con las actitudes expresadas por el autor en su vida al proteger y recoger perros vagabundos en su casa y practicar una dieta vegetariana. Trataremos de profundizar en esta confusión y explicarla. En segundo lugar, veamos cuán lejos podía llegar realmente González Prada en sus posiciones respecto de la ética animal y qué medios tenía a su alcance para establecer una teoría más sólida84. Hacia 1906, cuando escribe “Nuestros Aficionados”, tenía a su disposición múltiples materiales sobre los derechos de los animales: Henry Salt se había dedicado a difundir activamente estudios y opiniones sobre los derechos de los animales 84
Buena parte de esta relación de medios procede de Singer, Meter, Liberación Animal , Valladolid, Trotta.
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desde dos décadas antes y el libro “Los Derechos de los Animales” de Sisley se había publicado en 1892. Las cartas y discursos de Jefferson estaban disponibles desde un siglo atrás, aun antes Voltaire había planteado críticas muy duras a la vivisección, especialmente en su Diccionario Filosófico 85, donde cuestiona la idea de que los animales no sienten dolor. En el siglo XVII Bentham había establecido con claridad las razones por las que el dominio del hombre sobre los animales debe ser considerado una tiranía, no un gobierno legítimo86 y aun antes Michel de Montaigne87 había delineado las ideas principales sobre la consideración de los intereses animales en su “Ensayo sobre la crueldad”. No hay una palabra sobre estos textos en ninguna parte de la obra revisada en este estudio. Tampoco hay mención alguna sobre el hecho que en la antigua Grecia Pitágoras haya sido vegetariano (como al parecer lo fue MGP) y que la escuela pitagórica abogaba por un trato respetuoso hacia los animales. En ninguna parte se toma en cuenta la existencia del ensayo de Plutarco “Sobre comer carne”, publicado en sus Ensayos Morales88. También se ignora las numerosas leyes de protección a los animales que ya habían aparecido desde principios del S. XIX en diferentes países; por ejemplo, la Ley sobre la Crueldad contra los Animales se había aprobado en Inglaterra en 1876. Pero la omisión más llamativa de todas es la falta de cualquier reflexión sistemática sobre la Teoría de la Evolución de Darwin, publicada medio siglo antes, y sobre todo de sus consecuencias sobre la naturaleza animal del ser humano, que había quedado fuera de toda duda tras la publicación de El Origen del Hombre, en 187189. Ninguno de estos argumentos a favor de la consideración igualitaria de los intereses animales está presente en la obra de MGP, abogado de la causa animal y de la armonía con todos los seres. Una objeción obvia a lo que hemos dicho en este último párrafo es que era muy difícil conseguir estos libros en la Lima de fines del Siglo XIX, una ciudad que por tradición ha estado sumamente al margen de la actividad intelectual contemporánea y más aun en medio de la profunda crisis económica que siguió a la derrota en la guerra sostenida con Chile en la década de 1880. Debemos aceptar esta objeción en lo que toca a la población peruana en general, pero parece inaceptable cuando hablamos de uno de los ensayistas más destacados en la historia del pensamiento nacional y que, en palabras de diversos autores, ha sido uno de los que más impacto tuvo en el pensamiento político del Siglo XX. No debemos olvidar, por otro lado, que González Prada fue director de la Biblioteca Nacional, por lo que estaba en una posición sumamente ventajosa para conseguir los libros que estaban publicados y ampliamente difundidos en los países occidentales. Lo mismo se puede afirmar sobre los materiales que informaban acerca de las diferentes formas de maltrato a los animales o los libros de los ideólogos que justificaban todo tipo de tortura, encierro, abuso, vivisección y asesinato de animales en aras de los intereses más triviales del ser humano. En 1880 H. C. Wood había publicado reportes sobre estudios en animales confinados en pequeñas cajas. En 1881 se publicaron en Inglaterra reportes sobre cómo se había inducido temperaturas de 45 grados centígrados en conejos 85
Voltaire, Diccionario Filosófico , Madrid, Temas de Hoy, 1995, T. I, p. 333-336. Bentham, Jeremy. (1907[1789]), Introduction to the Principles of Moral and Legislation, Oxford, OUP. 87 Montaigne, Michel de, Ensayos, 3 vols., Madrid, Cátedra, 1996. 88 Plutarco, Plutarch’s Moralia. Part 1 , Harvard University Press, 1976. 89 Darwin, Charles, The Descent of Man , London, Penguin Classics, 2004. 86
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para estudiar cuán eficaz es la ventilación para bajar la fiebre. Estos son solamente dos ejemplos de los estudios que podemos considerar típicos por aquel entonces, cuando existía un gran entusiasmo por la experimentación y el avance de la ciencia 90. En todos los textos revisados no se hace mención alguna sobre la vivisección de animales o los experimentos dolorosos que se venían aplicando en las ciencias biológicas y de la conducta. Las fuentes de estos estudios tenían amplia difusión. Pavlov había ganado el Premio Nobel en 1904 y sus procedimientos eran ampliamente conocidos gracias a la difusión que Yerkes había hecho de ellos. Desde 1850, Helmholz venía publicando sus estudios sobre vivisección de ranas para medir las respuestas a los estímulos eléctricos. Franz y Lashley venían publicando desde 1900 sus estudios sobre vivisección para estudiar cerebros de animales. Podría argumentarse que estas referencias eran muy cercanas al año en que González Prada escribió “Nuestros Aficionados”, pero para que no quede ninguna duda de su omisión de estos temas consideremos que tenía a su disposición centenares de publicaciones de la tradición fisiológica y psicológica alemana, gran parte de ellos basados en vivisección, en algunos casos desde medio siglo atrás. Pero si salimos del ámbito de las ciencias y nos concentramos en la situación ganadera de esos tiempos, González Prada tampoco parece enterado de mucha información: no dice una palabra sobre las condiciones en que se transportaba el ganado en el siglo XIX, donde todo tipo de animales de granja eran trasladados a las pasturas o los mataderos en vagones de trenes en los que pasaban varios días encerrados sin agua, alimento ni descanso. Esta situación era grave a tal punto que se consideró un gran logro para la causa de los derechos animales la aprobación de la Ley Federal norteamericana que limitaba a 28 horas el tiempo que el ganado podía pasar dentro del vagón de un tren sin alimento ni agua91. Curiosamente, esta ley se promulgó en 1906, el mismo año en que se escribió “Nuestros Aficionados”. Tampoco hay mención alguna de la castración del ganado, el marcado al hierro, el marcado de las orejas, las condiciones en que se le sacrifica, etc. Ni una palabra sobre el stress al que se ven sometidos millones de animales para asegurar nuestros suministros de carne en la mesa. Pero si objetamos que el ámbito del trabajo intelectual de MGP no es ni el de la ciencia o el de la ganadería práctica sino el mundo de las ideas y el ensayo filosófico, veremos tampoco sale mejor librado allí: en su obra no hay un solo comentario crítico sobre, por ejemplo, las ideas de Descartes, quien sostenía que los animales eran sofisticadas máquinas que podían sentir ningún dolor ni sufrir y que, por lo tanto, no hay ninguna consideración moral que tener respecto de torturarlos o matarlos dado que la vivisección es un medio para que la ciencia avance con rapidez. Tampoco hay nada sobre Kant, quien seguía sosteniendo en sus Lecciones sobre ética que los animales no son seres conscientes y por lo tanto no debemos preocuparnos por que sufran o no. Ni siquiera hay una palabra sobre los filósofos Tomás de Aquino y Agustín de Hipona, quienes sostenían que los animales habían sido creados para servir al hombre y por ende no debíamos guardar ningún remordimiento por el modo en que los tratásemos, sobre todo por la importancia gravitante que tuvo el pensamiento escolástico en la vida cultural e 90 91
Singer, Peter, Liberación Animal , Valladolid, Trotta, 1999. Ídem.
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intelectual peruana desde el establecimiento del Virreinato hasta la aparición de las ideas socialistas a comienzos del S. XX92. ¿Cómo puede una persona que dice abogar por el buen trato a los animales y es a la vez un destacado ensayista, un reconocido intelectual, omitir toda esta masa de información en sus trabajos, cuando bien le hubiera podido servir para lanzar un ataque frontal y bien fundado contra los prejuicios más difundidos en su época? Tal vez la respuesta sea que esos prejuicios eran, en el fondo, exactamente los mismos que él abrigaba. Notemos lo curioso que resulta que una persona que se ha vuelto vegetariana no mencione una palabra al respecto en sus ensayos93. El descubrimiento de la cultura de los países no occidentales en la segunda mitad del S. XIX puso en evidencia las ventajas que había significado para sociedades enteras el haber vivido miles de años en base a una dieta sin carne. Movimientos inspirados en filosofías orientales empezaban a difundir el vegetarianismo por Europa y Norteamérica. Pero hablar de todo esto hubiera sido tomado muy poco en serio y hasta en son de burla en una sociedad tan conservadora y carnívora como la peruana, que ha hecho del comer animales una tradición de su folklore. Es muy gráfico que ni siquiera se atreva (pese a sus conocidos reparos a la religión) a criticar algunos preceptos religiosos sobre la pureza de los alimentos que obligan a matar a los animales en condiciones sumamente crueles, al impedir que se les ponga en estado inconsciente antes del sacrificio. Todas estas inconsistencias y omisiones son demasiado llamativas en un ensayista tan crítico e implacable en otros asuntos. Para comprender su existencia debemos tener en cuenta dos aspectos sumamente importantes de su pensamiento. El primero es la actitud de MGP hacia la ciencia. Al igual que la mayoría de sus contemporáneos, creía en el poder de los descubrimientos científicos para mejorar las condiciones de vida y hacer más “civilizado” al mundo. Su inmenso respeto hacia los científicos, mencionado en varias ocasiones, lo lleva a relajar sus consideraciones morales por los animales en este campo. Si unimos a este aspecto la visión romántica prevaleciente en la cultura peruana de su época, tendremos una idea de la ceguera moral de MGP ante los métodos y procedimientos científicos. Resulta bastante ilustrativo recordar aquí que cuando se escriben los ensayos de Horas de Lucha estaban muy frescos en el recuerdo de la sociedad peruana los hechos relacionados a la muerte del doctor Daniel Alcides Carrión94, que aun hoy es considerada como un evento de primer orden en la historia de la medicina peruana a causa de sus circunstancias dramáticas. En agosto de 1885, durante un brote epidémico de verruga 92
Teniendo en cuenta las fuertes opiniones anticlericales de MGP, es llamativo que no haya dicho nada sobre la negativa del Papa Pio IX a autorizar el establecimiento en Roma de una Sociedad de Prevención de la Crueldad con los Animales (ver asimismo la nota número 37). El Papa argumentaba que este tipo de instituciones significarían la aceptación tácita de que tenemos obligaciones morales hacia los animales, una idea que consideraba contradictoria con las enseñanzas bíblicas. 93 La Sociedad Vegetariana de Inglaterra se había formado en 1874. 94 Daniel Alcides Carrión (Cerro de Pasco, 1857 – Lima, 1885), es considerado “mártir de la medicina peruana”; su nombre es el primero en ser leído cuando se pasa lista al inicio de las sesiones de la Academia Peruana de Medicina.
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peruana, Carrión decidió estudiar la evolución de la enfermedad en sí mismo y para ello se hizo inyectar sangre de un paciente del Hospital 2 de Mayo. Entre mediados de septiembre y principios de octubre de dicho año experimentó la evolución de la enfermedad mientras él y sus colegas tomaban extensas y detalladas notas sobre la misma hasta su muerte, que sobrevino el 5 de octubre. Sus estudios fueron publicados en 1886 y demostraron que el agente de la enfermedad actuaba como una primera etapa de la verruga propiamente dicha. Este microorganismo fue identificado veinte años después por el doctor Alberto Barton, y pasó a llamarse bartonella bacilliformis 95. No es este el lugar apropiado para discutir la ética de la decisión de Daniel Alcides Carrión -aplicarse un tratamiento letal en aras del progreso de las ciencias médicas-, simplemente lo hemos citado para comprender el clima de devoción a la ciencia que se vivía en el Perú (y otros países) en dicho momento. Si un humano estaba dispuesto a sacrificarse en el “altar de la ciencia”96, entonces no había por qué pararse a pensar en consideraciones éticas hacia el uso de los animales en experimentos científicos. Las acciones de los científicos parecían como incuestionables y al margen de cualquier obligación hacia sus “sujetos experimentales”. El segundo punto es su opinión sobre la utilidad de la consideración hacia los animales, que es buena en tanto nos convierte en “almas más civilizadas y compasivas” con los otros hombres y nosotros mismos. Este es el punto crítico del pensamiento de MGP: las cuestiones éticas se resuelven apelando a los beneficios para los seres humanos y presentando siempre como más deseable la alternativa más conveniente para la comunidad de los hombres. Este es también el punto de vista expresado por Hume en su Ensayo sobre la Moral en el siglo XVIII97: estamos obligados a dispensar un trato benigno a los animales y a comportarnos con ellos como padres benevolentes porque de esta manera demostramos “más humanidad” y nos hacemos más nobles. La falacia de este argumento es doble: por un lado reafirma la idea religiosa de que nosotros somos los “dueños de la Creación” y estamos llamados a disponer qué pasará con las otras criaturas y, por otro, supone que los intereses de los hombres son más valiosos per se que los de los otros animales. Bajo el manto de una actitud compasiva tenemos la aceptación incuestionada de la discriminación de intereses en función a la especie y una actitud sumamente tibia a la hora de defender derechos concretos de los animales. Podrá decírsenos que MGP trataba de darse a entender a lectores de su época y que estas expresiones de uso común resultaban convenientes para lograr mayor claridad. Además de lo que ya hemos dicho sobre el problema justificar las ideas en función a la época en que vivió una persona, podemos refutar esta sugerencia fácilmente: no tiene ningún sentido atacar algunas expresiones del prejuicio contra los animales y alentar otras. Si aceptáramos esto, quienes sostienen prejuicios se preguntarán, con pleno fundamento, 95
La información sobre Daniel Alcides Carrión se basa en la página http://www.whonamedit.com/doctor.cfm/2610.html consultada el 10/5/2006. 96 El caso de Carrión no es único: en la medicina mundial abundan los ejemplos de investigadores que se contagiaron (sin buscarlo) del mal que estudiaron. En el Perú sucedió lo mismo un par de décadas después, cuando el doctor Hideyo Noguchi falleció mientras investigaba la fiebre amarilla. 97 Hume, David, Investigaciones sobre los Principios de la Moral , Madrid, Alianza Editorial, 1997.
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por qué está mal asistir a las corridas de toros pero sí está bien emplear el nombre de las “fieras” como insulto o signo de menosprecio hacia los que no están de acuerdo con nosotros. Estas inconsistencias son más graves aun si consideramos la tremenda ignorancia que MGP muestra sobre un tema en el que se atreve a pontificar y llegar a juicios concluyentes, aunque contradictorios98. Muchas veces se ha criticado el tono irritado, agresivo y ofendido que MGP usa en sus textos. Lo expuesto aquí puede ayudar a comprender mejor este tono: en el fondo, al menos en el caso de los derechos de los animales, él parte de los mismos principios incuestionados que sostiene la mayoría de personas. Siendo así, por mucho que se esfuerce, jamás podría llegar a establecer una posición sólida y consecuente sobre este punto fuera de las ideas establecidas. El resultado lógico de ello debe ser un profundo sentimiento de duda, frustración e irritación. Otra forma de abordar este problema y el asunto de la importancia de los derechos animales en la obra de MGP consiste en preguntarse qué estaba defendiendo este hombre en el mundo práctico, qué era lo que estaba buscando. A lo largo de su vida fue testigo presencial de la ley del más fuerte: combatió en las líneas de la defensa de Miraflores, durante la gran batalla de enero de 1881, donde vio, en minutos, morir a miles arrastrados por una ira imparable; durante su vida se erigieron y derrumbaron gobiernos por las armas, inclusive en plena Guerra Nacional. Y también estaba la violencia económica: la dilapidación de los recursos de un país que vivía adormecido por el mito de sus inagotables riquezas, el despilfarro la herencia de todos, de nuestro capital natural, social, histórico y humano. Soñábamos que éramos ricos y que podíamos vivir dormitando al sol y tomando refrescos. Dos veces escribió el Perú su propia pálida imitación de la Eneida, como si fuera el imperio de los elegidos: la primera, escrita por Alonso de Ercilla, sirvió para gestar la idea de Chile99; la segunda, obra del Inca Garcilaso de la Vega, es una versión de nuestra historia útil para la sacristía y la escuela primaria100. Después, la patria se durmió sobre los laureles y puso la cabeza a disposición del destino. Este es el drama que permanece en el fondo de la obra de González Prada: la rebelión contra la pasividad, 98
Es muy interesante, aunque seguramente casual, que MGP use el concepto de “plaga” para referirse a ciertas personas o costumbres, pues las plagas nos plantean problemas éticos verdaderamente graves y conflictivos en nuestra relación con ciertos animales. Nos permitimos esta digresión porque consideramos que inclusive autores como Peter Singer han tenido serias dificultades al tratar el asunto del manejo de las plagas (Singer, 2001, p. 283): usar cebos que causen esterilidad y no una muerte dolorosa puede ser una alternativa en el largo plazo o en las grandes cifras, pero no para el campesino que se enfrenta súbitamente a una particular plaga de, por ejemplo, roedores. En este caso, proponer la esterilización es solamente una forma de evitar el problema. Por otro lado, matar a los roedores no es una alternativa sensata desde el punto de vista utilitarista, pues difícilmente disminuirá la probabilidad de que otras plagas similares vengan en el futuro. ¿Qué decisión ética ha de tomar el campesino que no tiene tiempo de detenerse a pensar mientras ve cómo miles de conejos silvestres arrasan con su cosecha en mitad de la noche? La moralidad de la matanza de animales en esta circunstancia depende de la capacidad real del campesino de predecir confiablemente la plaga por venir. Una vez que este acontecimiento se ha dado reiteradas veces en la historia y que se conoce con qué frecuencia se produce es indefendible el argumento de que hay la necesidad de seguir matándolos indiscriminadamente. 99 Ercilla, Alonso de, La Araucana, Lima, Editorial Universo, 2 Vols., 1972. 100 Inca Gracilazo de la Vega, Comentarios Reales de los Incas , Lima, Editorial Peisa, 1973, 3 Vols.; e Historia General del Perú , Lima, Editorial Universo, 1977, 3 Vols.
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