LOS PERROS
Elena Garro
Per so naj es: Man M anue uela la (40 años) Úrsula
( 1 2 años)
Vos de mujer Ja v ier ie r (20 años) Cuatro enmascarados
(Interior de una choza cu un pueblo de México. En pri mer plano; extendido sobre la cama de otates, un traje rosa de jovencita, unos zapatos negros y unas medias negras. A la izquierda, izquierda, un- fuego encendido y sobre él un bote de pe tróleo en el que se cuecen elotes. elotes. A l fon fo n d o de ¡a habita hab itació ción, n, otro fuego 3? sobre el comal. Manuela, arrodillada junio al comal; echa tortillas de espaldas al público. Cavadas en el Iodo de las pare pa rede dess de la choza, cho za, dos do s puer pu erta tas, s, la prim pr imer eraa a Ja izqu iz quie ierd rdaa y la otra otr a al fon f ondd o. E l piso pis o del cuarto cua rto es de lodo seco.) JManuela.— JManuela.— (Pal (P alm m eand ea ndoo una tort to rtil illa la}} A estas horas va de bería be ríamo moss i r subi su bien endo do el m on onte. te. T an anto to e s tar ta r en la cu curva rva del año, esperando esta fecha, y cuando llega, se nos escurre entre ios dedos, se nos pierde entre los pies y los pasos. í Mira, ya están todos adentro mo si 110 110 fuera traje, ni regalo. ¡Quién que no no fuera tú, no hubiera 1255 12
entrad ent radoo a este día calzada y con tra je nu ev o! ¡ M ari ari macha!, olvidada de las fiestas. Trepada a los árboles como un animal cualquiera, en lugar de entrar al único día del año, (Entra Ürsula a la escena. Viene descalza, desmecha da. da. Viste Vis te una fald a vie ja color lilila: y una blusa blusa del mismo m ismo color. Se acomoda junto al bote de petróleo y triste menea los elotes con un pato.) está s, flaca y sin crecer, escamoteando escamotean do Ma M a nuel nu elaa ,— ¡ Ahí estás, a la la herm her m os ura! ur a! De Dejándote jándote llevar de tus pies pies rajados; caminando corrales bien subidos; espantando perros y mirando cómo el sol se acuesta y se levanta, sin acordarse de ti ni de las gracias que te debe. Úrsula.—El Úrsula.—El sol ya llegó ai monte. .—Va de carrera, no es como tú. Ya iluminó al Ma M a n uela ue la.—Va veintinueve y ahora se va para que las sombras nos cobijen en el gozo. Y tú a estas horas ni siquiera has arrimado la plancha a la lumbre para asentar el traje que te regaló Joaquina. Úrsula.—j Úrsula .—j No quiero ponerme el vestido rosa! .—¿Qué dices? ¿Quieres ir como llaga de perro Man M anue uela la.—¿Qué sarnoso ? ¿ P ara que todas nos vean el hambre ham bre en los los vestidos ? “i M íralas, ahí van v an subiendo el monte m onte con los pies hambrientos y con las siete bocas del hambre en las enaguas y en las blusas!” importa lo que digan. y o .. . Úrsula. Úrsula .— No me importa imp orta ? Como vayamos vayamo s hoy, iremos Man M anue uela la.— .— ¿ No te importa todo el año. ¿ Qu Quieres ieres otros trescientos trescien tos sesenta y cinco días de hambre ? ( Plancha tu vestido vestido,, p erve er ve rsa . . . ! Úrsula.—Un Úrsula.—Un año no son tantos días... (Pausa.) 1266 12
Man M anue uela la .—¿Oyes el silencio dichoso? Sólo en el día de la fiesta se apacigua. (Manuela deja de palmear y escucha.) Úrsula .—No quiero oír el silencio de la fiesta, ni quiero ir a la fiesta. — ¿Q uier ui eres es. .qu qued edar arte te a fu e ra de este es te d ía? ía ? Q u iere ie ress Man M anue uela la.. —¿Q que sigamos caminando días descoloridos, días en los que sólo cae tierra sobre mi cabeza. Tú, mi única hija, quieres quedarte en ellos, dándoles vuelta, como ia mosca en la llaga del perro. Pre fiero la llaga llaga del del p e rr o . . . ¡ quédese conconÚrsula .— Prefiero migo ! Ma M a nuel nu elaa .—No quiero oír palabras viejas en boca nueva. Ni N i qu quie iero ro qu quee los días dí as pa pasa sado doss ah ahog ogue uenn a los días dí as n u e vos. Hija, plancha tu vestido. Hace años que me pides uno de ese color y ahora que lo tienes lo desprecias. (Úrsula se levanta y se acerca- al vestido y lo acaricia.) Ürsida .—No lo desprecio, mamá, mire qué. bonitos refle jos jo s tiene tie ne,, p arec ar ecee un ch char arqu quit itoo cu cuan ando do el sol lo ilumi ilu mina na.. — A nd nda, a, plán pl ánch chal aloo y pó pónt ntelo elo.. Man M anue uela la.. —A (Manuela se levanta, echa unos leños a la lumbre y vuelve a arrodillarse.) O ysida .—Lo voy a planchar, es muy bonito. Man M anue uela la .—Hay que entrar con pie nuevo y vestido nuevo en día nuevo. Úrsula .—Todas dirán: ahí va Úrsula Rosales como un es pejo. pej o. Man M anue uela la .—En el monte ya están las enramadas. A las doce de la noche se descorrerán los velos y veremos los días
rojos que nos aguardan. Cuando los veas en fila, su biend bie ndoo ha hast staa los cielos, cielo s, écha éc hate te encima enc ima de ellos, y ag a rra rr a uno, el que más te guste, y en él escribe lo que quieras que sea tu vida, y así será. Úrsula .—A mi no me gusta el veintinueve. Man M anue uela. la. —¿C —¿ C óm o? ¿ N o te gu gust staa S an M igu ig u el? el ? ¡Cál ¡C álla late te,, no tientes al poder! No digas lo que 110 110 debe decirse. Úrsula .—Y la feria me da miedo. Majiuc Ma jiucla. la. —¿M —¿ M ied ie d o ? ¿ Y a va vass a co com m en enza zar? r? Úrsula .—¿Usted nunca lia tenido miedo? ¿A usted nunca la ha acechado un animal ? Man M anue uela la .—Hoy no es día para el miedo. Hoy hasta don l’las, el el ciego ciego,, va ya camino cam ino de la feria fe ria:: sólo tú y yo estamos aquí hablando en lugar de festejar el día glorioso. Úrsula .—Yo tengo miedo. El pueblo está lleno de agujeros. la feria también está llena de agujeros. No quiero ir. Man M anue uela la.— .— ( E s a s perada) pera da) ¿Miedo de qué? Úrsula .—Ya se lo dije pero usted en nada se fija. Man M anue uela la .—Me fijo en que no oyes nada de lo que te digo, pre p refi fiee res re s oír oí r lo que dicen dice n los otro ot ros. s. Úrsula .—¿Y a usted 110 110 le daría miedo lo que dicen? .1íanuda.—¿ Quiénes Qui énes ? ¿ Jerón Jer ónim imoo ? Úrsula.— ¡ Cállese, no lo nom bre i Si a usted le dijer dij eraa lo que me dice a mí y la mirara como a mí me mira, .. Man M anue uela la .—No es a ti a quien mira. No estás en edad de merecer. ¿Quién ha de fijarse en 'tí si todavía 110 110 has crecido? Ha de querer que le lleves recado a alguna de las muchachas. ¡Tantas que hay, todas, frondosas, ahora las veremos, debajo de la enramada! Úrsula .—¡ No, ya se lo pregunté, y me dijo. .. ! Man M anue uela la .—No lo repitas, mejor plancha tu vestido. 1288 12
(Pausa.) Man M anue uela la.— .—¿Oyes? Ya se van todas. Nos llevan buena ventaja. ¡ No vamos a vender nada! Tan largo el año, tanto esperar, para que las horas se nos vayan en palabras. Tú tienes ía culpa. ¿No te fastidian las hambres? Si nos apuramos podemos vender, sacar dinero y agarrar un día bien rojo. Vo z de mujer.— ( Llamando Llamando fuera de la choza) choza) ¡Manuela I j M an ue la! la ! Man M anue uela la .—¡Ahí vamos. Úrsula está planchando su vestido ! Voz de mujer ,—¡ ,—¡ Manuela ! (Manuela sale. Ürsula se acerca a su vestido y lo con templa. Luego coloca la plancha sobre las brasas y extien de el traje en el suelo sobre un trapo. No ha zdsto que su m-adre ha salido por la puertecita del fondo.) Úrsida.—A Joaq uina le ha de sobrar el el dinero. .. Mamá, Jerónimo se me aparece detrás de las piedras. Y si ahora en medio de la gente me pierdo de usted, va a venir a decirme cosas y a mirarme con sus ojos borrachos. .. (Entra Javier por la puerta de la izquierda.) Javi Ja vier er.— .— ( E n v o z baja) baja ) ¡Úrsula! — (Sobresaltada) ¡ A y i Úrsida. — Javi Ja vier er .—Soy .—Soy yo, nada más soy yo. Ürstda.—Primo Javier, qué susto me diste. . —Vengo de pasada, antes de irme a la fiesta... Javi Ja vier er .—Vengo no me podía ir sin venir a decírtelo... Úrsu!a ~¿Decirme qué?
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Jav Ja v ier ie r .—Hay .—Hay veces en que es bueno decir las cosas. O rsula .—¿ Q ué cosas ? Ja J a v ier ie r .—Las .—Las cosas que se oyen. Úrsula .—; Y qué se oye oye?? Jav Ja v ier ie r .—Pues. . —Pues. .. estaba yo recargado en la esquina, cuando pasaron pasa ron y los oí. Los oí cía rito. Y rae dije, dije , voy a dar una vuelta a ver si confirmo lo que oí. Y me fui ai tendajón y me quedé platicando con Ignacio y, mientras él me iba diciendo cosas, yo estaba oyendo lo qué se decía. . . po porr eso vine. vine. Yo Y o me dije, voy v oy a contárselo contárs elo a mi prima Úrsula y aquí estoy. Úrsula .—¿Y qué se decía, primo Javier? Javi Ja vier er .—Se . —Se decía que Jerónimo te va a robar esta noche. Úrsu Úr sula la,— ,— ¿ Y para qué me quiere robar? Javi Ja vier er.— .— (B a jan ja n d o los lo s o jos) jo s) ; P ara qué qué?? Úrsula. — — Sí, ¿ p a ra q u é ? Javi Ja vier er.— .— (C o n los o jos jo s b a jos) jo s) Te quiere para mujer, así lo dijo. mi? Úrsula .—¿Para m u jer ... a mi? (Üsula deja de mirar a Javier y parece que va a llorar.) Javi Ja viee r .—Así . —Así lo dijo: “Me gusta la mujer tiernita, no me gustan las macizas/’ Ya se habló con los Tejones y ellos quedaron conformes en ayudarlo. T ú sabes que nun n un ca fa’ita ita quien te ayude en los caprichos. Y Je rón ró n im o anda encaprichado, le salían vapores de los ojos. Úrsula .— ¡ Prim o Javier, Ja vier, ve y dile dile que me deje aquí en mi casa! ¡ Díselo Javier, quiero quedarme en mi casa! i Quiero quedarme en mi casa! ¡ Quiero quedarme con mi mamá! Javi Ja vier er.— .— ; Cómo quiere q uieress que 3e diga lo que él no quie q uiere re oír? Ninguna palabra sirve para borrar un capricho.
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Ürsula .—¿No quiere oír? Pero yo, Javier, quiero quedarme en mi casa. .—Ya lo sé. Por eso vine a avisarte. Lo vi muy enar Javi Ja vier er .—Ya decido, a estas horas ya se fue a beber con ios Te jones. jon es. Ürsula .—¿Tiene ios ojos borrachos? (Úrsula se suelta llorando.)
— Sí. Bebe Beb e p a ra em p a reja re jars rsee las fuer fu erza zas. s. No es tan ta n Javi Ja vier er.. —Sí. fácil robarse la cría. Algo le ha de decir que anda torcido en sus deseos. Úrsula .—Vé y dile que me deje aquí en mi casa... (Ürsula se sienta en el suelo y llora.)
, —Serían mis últimas palabras y a ti de nada te ser Javi Ja vier er ,—Serían virían. Ya es hombre hecho, ya trae sus designios formados. i Quién puede entrar en sus adentros? Mis palabras re botarían co como mo piedras sobre piedras. ¡ F íjate que ya hasta traen los sarapes con que te van a envolver S Ürsida .—¿Y para qué me van a envolver? Javi Ja vier er .—Para atajarte los gritos. Vamos a suponer que tus gritos traigan gente, al malhechor le gusta el silencio, y Jerónimo ño quiere equivocarse en la maldad. Ürsula .—Entonces, ¿qué?, si me agarran me quedo calla dita. ¿No digo nada? — Na Nada da.. Javie Ja vier. r. — Úrsula.—i No quiero que me agarre, Javier!, dile que me deje con mi mamá. .—De muy buena voluntad se lo diría, pero son cin Javi Ja vier er .—De co. .. y en la noche tirado entre las piedras, con Ios pulm pu lmon ones es reve re vent ntad ados os,, ¿ p a ra qu quéé te serv se rvir iría ía?? 1.31
Ürsula. — — (Llora) Pava nada... Ja J a v ier ie r .—¿Dónde . —¿Dónde está tu mamá? Úrsula.—La llamó Benita. .—No te desarrimes de ella. Ya está cayendo la Ja J a v ier ie r .—No noche. Sería mejor que se fueran yendo. La gente va 110 es bueno que se queden tan sólitas. ¿No de salida y 110 te has fijado que cuando uno se encuentra solo, los gritos se juntan en los rincones, los ojos enemigos se pase pa sean an p o r las pa pare rede des, s, y la vo vozz mala ma la te acon ac onse seja ja ? \ V V á yanse entre la gente!. .. ¿ No has oído cómo huyen las pezu pe zuña ñass del demoni dem onioo cuand cua ndoo somos som os m uc ucho hos? s? (Ürsula coge su vestido y lo extiende sobre el suelo.) Ürsula. — — Sí, sí, cu cuan ando do esto es toyy sola en el c orra or rall y empie em pieza za a caer la noche e'1 guayabo me llama con su voz de an cianito: j Úrsula! ¡ Úrsula !, y me bajo del árbol y corro a arrimarme a mi mamá y a sus amigas. Javie Ja vier. r. —¿ vo z el demonio llamó a Je — ¿ V e s ? Con la m isma ism a voz rónimo y le plantó él capricho en el corazón, y esta noche anda muy cerquita de él. Por eso no busques la soledad. ¿Para qué vas a desafiar a las palabras que crecen en lo oscuro? Ürsula .—Ahora me apuro y me voy a la feria con mi mamá. Ja v ier ie r .— No lo planches, póntelo pón telo así. Úrsula .—Se enoja mi mamá. (Úrsula sopla a la lumbre para avivar el fuego y que qu e la plancha se caliente pronto.) Javi Ja vier er .—No .—No digas que fui yo el que te avisó. Úrsula.—¿ P o r qué ?
. —¿Cómo por qué? Ya te dije que hay palabras más Ja J a vier vi er .—¿Cómo pelig pe ligro rosa sass qu quee un cuchillo. A ho hora ra,, Je rón ró n im o y los T e jone jo ness está es tánn beb bebiend iendoo y habla ha bland ndo, o, en cuan cu anto to ju n ten te n sus pens pe nsam amie iento ntoss se van va n a callar ca llar.. A h o ra dicen dic en las pala pa labr bras as terribles y cuando les hayan perdido el miedo, vendrán. Por eso yo vine con sus palabras en mi boca, y no quiero que las repitas, sino que te vayas. Úrsula .—Me iré con mi mamá en medio de la gente. Su biré bi ré a la e nram nr am ada ad a y a g a rra rr a r é un día de suer su erte te.. ¿Q u é día vas a agarrar tú, primo Javier? 1 . —Cada día de San Miguel agarro uno distinto, y Jav J av ier ie r .—Cada cuando bajo del monte lo pierdo. Se me va de las ma: nos como como un cohete. cohete. ¡ Nu soy hombre de su erte, nací para pa ra la tris tr iste teza za y en la tris tr iste teza za me q ueda ue daré ré 1 Hoy en la noche voy a agarrar el primero de diciembre, ¿No te gusta ese día? Yo lo veo como una lanza. Úrsula .—¡Cógelo fuerte! .—j Hum i, si se quiere escapar me puede llevar al Javi Ja vier er .—j cíelo, ¿Pías visto cómo suben los papalotes? Úrsula .—Sí, se van muy lejos. .—Así se me van los días que he escogido en otros Javi Ja vier er .—Así ■ a ñ o s. Úrsula .—Yo voy a agarrar un diecisiete de octubre. ¿Cómo lo ves? Para mí es una margarita roja y no vu}r a dejar que se me vaya. Bajaré del monte con el día abierto como una sombrilla. Joaquina tiene una sombrilla. No vo voyy a d e ja r qu quee se me escape esc ape,, no qu quie iero ro ser se r como tú y como mi mamá. . . Javi Ja vier er.— .— (E scu sc u cha ch a ndo nd o ) ¿Oyes? ¡ Qué silencio! Anda, vé y suelta a los perros. (Úrsula se levanta, escucha unos segundos y sale co rriendo. Vuelve a entrar al cabo de unos minutos.)
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Úrsula .—Ya andan sueltos el “Estrella” y el “Gamuzo”. . —No tarda la noche en volverse muy oscura. Los Ja J a v ie r .—No árboles están soltando sus demonios y rodeándose de sombras... Úrsula .—¡No me asustes! . —Y las sombras nos entran en el pecho.., Javi Ja vier er .—Y — J av avie ier, r, ¿ p a ra qu quéé m e q uier ui eree Jeró Je rónn im o ? Úrsula. —J . —No seré yo quien te quite la inocencia. Es un Javi Ja vier er .—No grave pecado. Es peor que arrancarle la piel a un niño, a un viejo lo sacas de su pellejo como de un vestido, en cambio el niño está bien pegadito. .. Úrsula.—¿Jerónimo me quiere arrancar la piel? , —Eso quiere. Dejarte en carne viva, para que lue Javi Ja vier er ,—Eso go cualquier brisa te lastime, para que dejes tu rastro de ■sangre por donde pases para que todos te señalen como la sin piel, la desgraciada, la que no puede acercarse al agua, ni a la lumbre, ni dormir en paz con ningún hombre. (Úrsula ve que la plancha se enfría y nerviosa la vuel ve a colocar sobre la lumbre. Se enjuga una lágrima.) Úrsula .—Mi mamá quiere que lo lleve bien planchado. .. (Javier se asoma a la puerta y escucha.)
. —Ya déjalo así. Las casas están apagadas y las vo Javi Ja viee r .—Ya ces andan lejos. (Baja la voz.) ¡Oye cómo se escucha lamía!” Ürsu Ür sulla.— a.— (li n vo z muy baja baja)) Muy sola, muy grande, muy peca pe cado dora ra.. Javier .—
Nadie nos nos oye oye..
Ürsula.—Y
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110 110 oímos
a nadie. ..
Ja vie vi e r.— ( E n vo z m ás baja) ba ja) La voz del hombre en los silencios de la noche, es extranjera al hombre. Tiene ojos para pa ra ver ve r su fin. Crees Cre es qu quee los p erro er ross ven ve n v e n ir la muerte con sus ojos? No, la ven con el aullido. (Pausa.) Úrsula .—El “Estrella” y el “Gamuzo” andan alegres. — (Escuchando) Javi Ja vier er.. — ( Escuchando) Sí, no saben que en un rincón están acumulando tu desdicha; Jerónimo la trae adentro de los sarapes, para que nunca más vuelvas a ser niña, ni a gozar del agua y de la fruta. Para que nunca llegues a ser mujer lucida y temida de ios hombres. ¿Sa bes lo qu quee es la m u je r desg de sgra raci ciad ada? a? — N o . . . no lo sé... sé ... . Úrsula. — .—La que tú vas a ser después de esta noche. La Ja vie vi e r .—La mujer apartada, la. que avergüenza al hombre, la que carga las piedras y recibe ios golpes, la que apaga la lumbre en la cocina con sus lágrimas. .. Úrsula .—Mi m am á. . . — Sí, tu mamá ma má.. ¡B ien ie n f r e g a d a ! P o r eso de los días Javi Ja vier er.. — no le quedan más que las piedras y las hambres. Del gozo nada le toca y ningún hombre la teme. Ürsula .—Tú nada más viniste a asustarme. . —Pues lárgate ya de aquí. ¿O quieres que Jeróni Ja vie vi e r .—Pues mo te doble el espinazo con la carga ele sus pecados? No N o es ho hom m bre br e bue bueno, no, le gu gust staa rom ro m per pe r las ram ra m as tiern tie rnas as y escupir a las rosas. Te lo digo .porque soy tu primo y porq po rque ue no has ha s crecid cre cidoo y 110 110 sabes que el hombre que teme a ía mujer abunda, es malo y ¡a rompe desde antes de que sea mujer. entien do lo que me dices, dices, primo Jav J av ier. ie r. . . no Úrsula .— No entiendo pued pu edoo ni plan pl an cha ch a r mí vestido. vest ido.
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Javi Ja vier er.— .— ¿ 2\ro entiendes que te digo que te vayas? La gente •jube aí monte y los demonios bajan al pueblo sin hacer ruido y están rodeando a Jerónimo, a los Tejones. Úrsula.—¿Qué busca en mí Jerónimo. .. ? (Úrsula ¡lora y deja de planchar.)
. —Busca cortarte del mundo. Javi Ja vier er .—Busca Úrsula,—Díselo a mi mamá. .. Javie Ja vier. r.— — ( E n v o z baja) baja ) Díselo tú, a mí me costaría la vida, .. Ya me voy, primita Úrsula, te dejo en tus doce años, ojalá y que mañana amanezcas en los mismos. (Sale Javier.) (Úrsula ¡o mira irse y se queda quieta, Manuela entra por po r la pucr pu crtec tecita ita del fo n d o , s e arrod ar rodilla illa ju n to a s u comal, com al, casi de espaldas al público.)
— M amá, am á, dicen dic en qu quee J e rón ró n im o ya se ha habl blóó con los Úrsula. —M Tejones para venir a robarme esta noche. ,. (Manuela se queda inmóvil.) Man M anue uela la .—¿Quién lo dice? — J a v ie r. . . Úrsula, —J Man M anue uela la .—No lo digas, no lo repitas. Úrsula.—Sí lo digo. Dicen que anda bebiendo. .. Ma M a n uela ue la .—¡ Cállate! Úrsula,—Dicen que ya traen los sarapes con que me van a envolver. Man M anue uela la .—¿Todo te lo dijo tu primor — Sí. M e dijo di jo qu quee está es tá en enca capr pric icha hado do.. Úrsula. — Man M anue uela la .—¡ Ingrato Javier! j Ingrato! Voy a soltar a los perr pe rros os..
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Úrsula .—Ya los solté, Manu Ma nuel ela, a, — — (Escuchando) Si, ahí anclan retozando entre las matas. Apúrate, ellos nos tendrán compañía hasta que salgamos y luego salimos con ellos hasta el monte. No creo cre o qu quee Jeró Je rónn im o se atre at reva va a v e n ir hast ha staa mi casa... Úrsula .—¡Apresúrese usted, mamá! ¿Ya no queda nadie, verdad ? Man M anue uela la .—Casi nadie. Pero 110 110 podemos irnos sin la venta. Don Valente todavía no cierra el tendajón. Cuando oigamos sus pasos nos vamos detrás de él, con el “Estrella" y el ‘cGamu 20 ,J. No es bueno que nos quedemos aquí solas, (Manuela palmea sus tortillas con violencia.) Úrsula .—¿Para qué me quiere Jerónimo? Man M anue uela la .— ¡ Pa ra na da! ¡ Mala suerte suerte tendrías ! ¡ Más arr as trada que la m ía ! Nun Nunca ca te lo dije pa ra que no te dibuja dib uja ras en lo que yo fui. Pero ahora te lo digo; así estaba yo, tan íiernita como estás ahora. No sabía lo que era ser mujer y apenas servía para darle de comer a las gallinas. cuando Antonio Rosales, él que después fue síndico de Los Lagos,, se fijó en mí. “¡ Manuela, Manue lita!, ¿quieres saber lo que es un hombre?” Y yo corría y me subía al guayabo de mí casa. .. Y mi mamá, que en paz descanse, rondaba el árbol y me tiraba de pedradas, para que la ayudara en el quehacer. (Manuela, mientras habla, niele en el tompiate las tor tillas que retira del comal. Ürsula plancha su traje. Las dos dan la espalda al público.)
Ürsula.—¿Se enojaba mucho porque andaba usted en el guayabo ? Planuda. — — Sí. Q u e ría rí a qu quee le a y ud udaa ra en el q ue uehh acer ac er y no me creía lo qtte yo le contaba de Antonio Rosales. Ürsula .—¿Tampoco a usted le creían? M a m id a . —¡T — ¡Taa m p o c o ! N a die di e qu quie iere re c reer re er en la d e sgra sg racia . ., Ürsula .—Pero era muy cierto lo de Antonio Rosales, ¿ verdad, mamá? M a n u d a .—¡ M uy cierto ! Q ué crees, crees , que vas a conocer otro hombre?” Así decía, y yo corría para mi casa, y no quería salir de ella. ¡ Poco me había de durar e! gusto de vivir en mi casa, al lado de mi difunda madre! Orsala .—¿ Poco, mamacita ? Unaa noche me sacó Rosales de mi M a n u d a .— Sí, poco. . . Un casa. Más Má s bien no fue fu e Rosales, fuer fu eron on “ Los Otilio O tilios’ s’**, conocidos por mal nombre “Los Queditos”, porque cuando caminaban parecía que 110 pisaban, ni sentí sentí cuancuan do me envolvieron la la cabeza cabeza en un sarape. sara pe. .. . . co conn todo todo y que Hipólito, mi primo, había venido a prevenir m e ... .. . Pero Hipólito, Hipólito, sólo sólo hab había ía veni venido do a m irar ante antes, s, pa p a r a asus as usta tarm rm e y v e r qu quee 110 hubiera nadie en la casa... Úrsula .—Tengo miedo. .. M a n u d a .—No lo digas... ¿Por qué habías de tener tú misma mala suerte? Dios no permitirá que heredes mis sufrimientos. Ürsu'a. — — N o. ¡ N o lo pu pued edee q u e r e r ! M a n a d a .—Por eso te decía que no nombraras a Jerónimo. Y por eso te cuento ahora lo que fui, para borrar con mis palabras a las tuyas. Ürsula. — — S í, mamá ma má,, b o rre rr e mi pe pens nsam amie ient ntoo y m i m iedo ie do!! M a n a d a .—Nada más me sacaron de mi casa y íonocí el
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sufrim iento. Me llevaron por el corral y noté que Jos. pe p e rro rr o s est e stab aban an m uy silencio sile ncios. s. U n o de los “ L os Q u ed itos” ito s” dijo: “Allí están babeando sangre, fue más fácil darles a ellos, que sacar a esta mocosa.” Y yo en mis adentros los vi tumbados entre las piedras, con las patas trozadas a machetazos. Y así fue, poi'que después de muchos ruegos Rosales me lo contó. Y mis lágrimas nada más corrían por el “Saturno” y el “Orillas”. Y los hombres se fueron saltándose las cercas, Hipólito les abría camino, y m e sacaron al campo. Allí me desataron y me entregaron al mismo Antonio Rosales. — Ah Ahíí la tienes. tien es. Y yo no podía decir ni una palabra. Me volví para ver cómo se habían hecho chicas las luces de mi casa. Y mi primo Hipólito me miró con risa. —i — i V áy anse an se!, !, y g raci ra cias as p o r habe ha berm rm e ayud ay udad adoo en el ■“capricho” “cap richo” —dijo — dijo Rosales, y ellos se reg resa ron al pue blo. Y yo me fui, fu i, subie su biend ndoo el m on onte te,, con el ho hom m bre br e que me llevaba y al que nunca quise. En una vuelta, nos salió la Acordada. —¡A — ¡A lto lt o !, ¿a dó dónd ndee van? va n? —A — A L os L agos ag os —cont co ntes estó tó el ho hom m bre br e qu quee me llevaba. —¿ — ¿ Y qu quié iénn es la niña ni ña q u e .v a llora llo rand ndoo a esta es tass h o ra s? — Soy So y M anu an u ela el a Albe Al bear ar,, hija hi ja de A lbin lb inaa P o sad sa d as y me quiero ir a mi casa. Uno de a caballo se acercó hasta nosotros. —¡ — ¡ O ra sí te llevó la ching chi ngad ada, a, p o r a n d a r desf de sflo lora rann do inocentes! En mi espalda Rosales clavó la punta de su cuchillo. — ¡ Di qu quee tu casa cas a está es tá en L o s Lago La gos, s, o aquí aq uí acab ac abast astee ! —; — ; E n dó dónd ndee qu qued edaa tu casa, cas a, niña ni ña M anue an uela la A Jbea Jb ear? r? —E n L os L a g o s . . . — dije di je,, p o rqu rq u e ya la san sa n gre gr e me habla mojado la camisa. 139
— B u en enas as noc noches hes.. — Bu Buen enas as noch noches. es. Y la Acordada se fue a caballo. Todavía alcanzaron a mirarme dos o tres veces, volviéndose para distinguirme en la oscuridad. Rosales iba por delante, jalándome de la mano. “A mí me andará buscando mi mamá por el lado de San Ignacio”, me decía yo, mientras mis pies buscaban entre las piedras, “i No la veré nunca más!” Y se me aparecía su voz llamándome entre ios ios árboles. “ ¡ Manuela Ma nuela ! ¡ Manuela Man uela ! . . , ” Cuando Cua ndo R osales quiso conocerme se detuvo. Era ya tarde. Entrevi que la cara se le había cambiado. “¡Túmbate aquí, Ma nueíitn!” Y yo en vez de hacer lo que me dijo, corrí y le tiré de pedradas, Y él corrió detrás de mí, y con una piedra grande, me golpeó ia cabeza, y ya no supe que, m uy de mañana, vi a dos viejitos más de mí. Hasta que, que venían subiendo el monte y allí nos encontraron.. —Lev —L eváá n tate ta te,, niña. niñ a. Pero mis piernas se habían hinchado hasta el tobillo y el cielo echaba luces fulgurantes que me cerraban Ios ojos. —T — T ien ie n e los cabellos cabell os y las p iern ie rnas as m an anch chad adas as de sang sa ngre re.. Rosales no respondió. Agachado fumaba su cigarro. Los cabellos de los viejitos echaban chispas blancas,, cuando se acercaban a mí y yo entreabría los ojos y los miraba contra el cielo rumboso. —¡ — ¡ H o m b re de Dios, Dio s, si toda to daví víaa no es m u jer je r i Yo apenas veía la cara de la señora y el guaje de agua fresca que llevaba colgado de la cintura. —N — N o me pu pued edoo lev le v an anta tar, r, teng te ngoo la b a rrig rr igaa acuc ac uchi hilla llada da.. — Sí n iña, iñ a, este es te ho hom m bre br e te pe pegó gó con su mache ma chete. te. Así me consolaban para que yo no perdiera mi inocencia. 1400 14
( Úrsula, hace hace rato, rato, ha dejado de planchar, y sentada en el suelo escucha escucha inmó in móvil vil el relato relato de su madre. ma dre. M ientra ien trass ésta sigue trabajando.) Úrsula.—¿Y el hombre quería que usted no tuviera inocenc cencia ia ? . . . Ma M a n u e la .— S í. . . eso qu querí ería. a. .. Y los viejitos me echaron en un burro y me llevaron a Los Lagos. Muchos meses me curaron. Y todo ese tiempo viví en sucasa y Rosales nada más me miraba. Luego llegó eí tiempo en el que me llevó a vivir con él. Apenas me daba su olor me agarraban los temblores, porque nunca lo quise. Entonces se compró una pistola y con ella me golpea ba, y ba baña ñada da en sang sa ngre re me ocu ocupab paba. a. ¡Así me halló mi m a m á! Siete aiío aiíoss duró du ró su búsqueda, pues p ues nadie le daba razón de mi paradero. Cuando me halló estaba muy vieja, con las ropas y los pies rajados de tanto andar. Ni llor ll oram amos os,, na nada da m ás no noss qu qued edam amos os m iran ir ando do,, m ienie ntras tr as tristes triste s pensamien pensa mientos tos se nos iban y venían. ¡ Así será la suerte de la mujer, por estas tierras de Dios! —¿C — ¿C u án ánto toss h ijo ij o s tienes tie nes,, h ija ij a ? — me p regu re gunt ntó. ó. —T — T uv uvee tres tr es,, dos se m urie ur iero ron, n, pe pero ro no tuve tuv e la suer su erte te
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besa a la niña y entre los dos la levantan. La niña se debate inútilmente. La sacan de su casa. Javier asoma la cabeza por po r Ja puer pu erta ta y ve a s u tía palm pa lmean eando do las tortil to rtillas las,, 3 se va. En el suelo queda el traje rosa, sobre la cama los zapatos.)
here da si no se nom no m bra 1', dijo Man M anue uela la .—“La suerte 110 110 se hereda mi mama, y así estábamos hablando, cuando Antonio Rosales llegó borracho. Y si te digo que no nombres a Jerónimo, es para que escapes a la desventura de ver a tu madre golpeada por un mal hombre., con las greñas ya blancas, batidas en su propia sangre y ios dientes rotos, saliéndosele de la boca. Muerta en la puerta de tu casa después de siete años de buscarte. Muerta por un hombre al que nunca quise, y al que tú nunca conociste, y al que ojalá que Dios nunca le enseñe el camino de esta casa. Allí nos quedamos tú y yo, solas junto a la muerta... Y luego, solas, hasta,acá nos vinimos, porq po rque ue R osal os ales es se escapó esc apó de la ju s tic ti c ia. ia . (Manuela se levanta. Recoge su tompiate lleno de tor tillas. Lo L o cubre cu bre con una un a serv se rvill illet etaa de flec fl ecoo s ro jos jo s . Se vuel ve y no ve a Ürs Ü rsuJ uJa, avanza hipnotiz hip notizada ada hasta • el lugar que ocupaba su hija. Deposita el tompiate en el suelo, coge el vestido y se queda, escuchando.)
Quéé silencios, silencios, qué silencios están est án los pe perro rross de Ma M a nuel nu elaa .— ¡ Qu mi casa ! Dios permita que no les mocharan las patas. . . ¡ Qué silencios están los perros de mi casa!. .. T E L Ó N
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Un Hogar Solido
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y otras piezas Ilustrado por j u a
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México 1983
J W t a c i a d e : E h z a b e t h M i U á n y M a r í a d e l C a r m e n A c a s u s o , con d i b u j o s d e J u a n S o r i a n o
Primera edición. 1958 •© De rec ho s reservados, confo rm e a la Ley por U n i v e r s i d a d
V e r a c r u z a n a
I.omas de] Estadio, Xalapa, Ver.. México Dirección Editorial Sierra Nevada 319 11000, México, D. F.
TSRX 9685900396
SÍSU&TECA CENTRAL U. M. A. A . M.
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ÍNDICE Un hogar sólido .
....................................................... .......................................................
9
Los pilare pilaress de de doña doña B la n ca ............... ...........................
29
El Rey Mago ..................................................................
43
Andarse por las ramas .............................. ’..................
65
Ventura Allende ..............................................................
79
El Enca Encant nto. o. Tendajón Tendajón M ix to ......................................
101
............................................................. Eos perros . . .. . .................................................
12 1
El árbol ..................... ! . . , ................... ......................... ..
143
La Dama Boba ....................... ........................................
1711 17
El rastro .................................... ......................................
247
Benito Ben ito F er n án d ez
271 271
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