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LUIS FRAILE DELGADO
CRISTO Y LATINOAMÉRICA 1 9 6 6 ESTELA 42
EDICIONES SÍGUEME Apartado 332 SALAMANCA
1966
Censor:
JOSÉ GÓMEZ LOKENZO.-Imprímase: MAURO RUBIO, ohlupcp d e S a l a m a n c a , 31 m a y o 1966
ÍNDICE
( Q Ediciones
Sigúeme,
1966
Es p r o p i e d a d
I m p r e s o en E s p a ñ a
Depósito L e g a l : S. 83-1966
N ú m . E d i c i ó n : E S . 250
Industrias Gráficas Visedo. - Hortaleza, 1. - Teléfono 7001. - Salamanca
Pórtico 1. Cristo y Latinoamérica 2. El anhelo del mundo moderno 3. Para los inquisidores de la Iglesia en camino 4. Estas insultantes desigualdades 5. Sao Paulo: opulencia y miseria en la navidad 6. Estos cristianos anticristianos 7. Muchos que buscan la verdad 8. La familia latinoamericana sin amor o Latinoamérica sin familia 9. El evangelio limpiaría a América 10. Estos cristianos cruzados de brazos 11. Un cristianismo inmaduro 12. El camino de Latinoamérica pasa por el evangelio 13. Presencia del tentador 14. La aceptación de Cristo 15. Este cristianismo mudo 16. Las turbas piden pan 17. Esta edad embustera 18. Cruz para la Iglesia 19. Tríptico para la semana mayor 20. Esta edad sin paz 21. Estos pueblos sin jefes 22. Alegría para los cristianos 23. Esta edad sin conciencia 24. Un mundo que no reza 25. Cristianismo de fachada 26. Para este hombre desesperado 27. Esta Iglesia en camino
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28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74.
Festines para los hombres de hoy Latinoamérica, tierra de misión Este hombre moderno solo Procesión para fariseos modernos Las multitudes hambrientas Propaganda de estafadores Un cristianismo inoperante Esta humanidad en la encrucijada Iglesia para los "malos" Insensibles a la palabra de Dios Parábola del buen camionero Leprosos de espíritu Desfile para los ricos Llamada a la resurrección Esta ansia de placeres Categorías del amor Fe para esta juventud Las excusas de los cristianos Estos hijos enfermos Para los que no perdonan Para los "sin Dios" El dolor de la niña-madre Esta Iglesia que no triunfa San José Martínez Hoy triunfan los desaprensivos ¿Una Iglesia ausente? Los de las falsas promesas Sólo hay una verdad El escándalo de nuestro tiempo Peregrinando a un santuario Caminos de navidad Desde las llanuras del sur en la navidad... Hijos sin padres Presencia de Dios en la alegría ¿Tienen fe estos hombres? Estos tiempos de tempestad La responsabilidad de los cristianos Urgencia del testimonio cristiano Esos cristianos inútiles Una nueva Iglesia Para este mundo ciego El culto a los "ídolos" Cristianos con profundidad Un cristianismo destructor Una preocupación de Dios: el hambre ¿Países cristianos? Para los cristianos cobardes
73 75 77 79 81 83 85 88 90 92 94 96 98 100 102 104 206 108 110 112 114 116 118 121 122 124 126 228 130 132 134 136 140 142 144 146 148 150 152 154 156 158 160 262 164 166 267
75. Palabras desde la cruz 76. Un dólar 77. Cristo, un trabajador 78. Sentido peregrinante de la vida 79. Este mundo inhumano 80. A Cristo le gusta él plural 81. Un testimonio para esta sociedad 82. Dios en nuestra vida 83. Llevando la palabra de Dios 84. La parábola que da miedo 85. Para los puritanos 86. Para los decepcionados 87. Cortesía del corazón 88. El pueblo tiene hambre 89. Si el cristianismo fuera palabras 90. La astucia de los cristianos 91. Por si nos olvidamos de orar 92. Derechas e izquierdas 93. Grito a la insensibilidad 94. Y, ¿quién es mi prójimo? 95. Fe para esta sociedad 96. Para los materialistas 97. Para los jóvenes 98. La Iglesia que avanza 99. Para los ateos 200. Ante la guerra 201. -Invitación al banquete de la paz 102. Para la generación madura 103. Cristo y la libertad 104. La presencia del cristiano en el mundo 105. Para las nuevas bachilleres 106. El espiritismo, mal americano Punto final
169 174 176 ijg iso 1S2 184 186 287 189 191 193 195 197 299 200 202 204 206 207 209 211 213 215 217 229 221 223 225 227 229 232 234
PÓRTICO
Estos artículos fueron escritos, a propósito del evangelio de cada domingo, durante dos años, desde el cono sur de América. Brotaron de la pluma y del corazón acuciado por los problemas gravísimos que tiene hoy planteados este continente. Algunos pasaron inmediatamente a las columnas de Comunidad, un semanario católico de Asunción del Paraguay. Otros durmieron hasta ahora. Los recojo hoy, animado por algunos amigos, para publicarlos. Veo que tienen la espontaneidad y los defectos de'haber sido escritos con el corazón en la mano, a veces apresuradamente porque esperaba el periódico. No es difícil detectar en ellos ideas y formas de publicistas cristianos de la literatura actual a los que me reconozco deudor y que no son citados dado el carácter de urgencia del periodismo. Los mismos problemas, los más palpitantes, afloran reiteradamente como un grito insistente a la conciencia de todoSj dirigido especialmente a la sensibilidad de los mejores y a las posibilidades de ese cristianismo de vanguardia que abunda en países como éstos de 11
Latinoamérica, donde es necesario darlo todo y hacer frente a un enemigo declarado. Son fruto de aquellas situaciones que tuve ocasión de conocer directamente en cinco países de Latinoamérica: Paraguay, Argentina, Uruguay, Chile y Brasil. En los dos primeros ejercí mi apostolado sacerdotal durante algún tiempo. Los tres últimos los conozco más de paso. Latinoamérica es un mundo. Muchos países y unas características comunes. Y la gama infinita de situaciones muy diversas y contradictorias. Subdesarrollo y centros urbanos donde la técnica y el lujo deslumhran. Y para el observador cristiano o el apóstol, un cristianismo afectado por ese pluralismo. Un cristianismo heredado, y hoy en crisis, como toda la realidad social latinoamericana, bamboleada por la revolución que ya apunta, que quiere ser hecha y no se hace o no se lleva a cabo, muchas veces, con principios cristianos. Para la Iglesia, estos países jóvenes son una promesa en peligro. Pueden perderse si no acudimos a tiempo a dar solución a la difícil problemática a que se refiere Pablo VI en su Exhortación apostólica del 24 de noviembre de 1965 ante el episcopado de veinte naciones de Iberoamérica, con motivo del décimo aniversario de la constitución del Consejo Episcopal Latinoamericano: "En tal estado de inquietud entre inútiles esperas y esperanzas no correspondidas, se infiltran fácilmente fuerzas activas peligrosas, que quieren resquebrajar la unidad religiosa y moral de la cohesión social, hasta ahora mantenida con tanta fatiga. Entre estas fuerzas pre12
valece en el sector económico-social, como la más nociva y la más cargada de protesta el marxismo ateo, que con su "mesianismo" social hace del progreso humano un mito y sobre los bienes económicos y temporales funda toda su esperanza; determina un ateísmo doctrinal y práctico; propugna y prepara la revolución violenta como único medio para la solución de los problemas; señala y exalta el ejemplo de los países donde ésta ha afirmado sus ideologías y sus sistemas. En el campo religioso está presente y activa una propaganda anticatólica de diversa procedencia, la cual amenaza la unidad espiritual del continente, produce incertidumbre y duda, creando desconfianza sobre la obra de la Iglesia católica, desorientando a los buenos, y no siempre crea algo religioso positivo y, si lo crea, es ajeno y nocivo a la cohesión de la unidad católica. Estas páginas pueden ser para los latinoamericanos una invitación a la reflexión, una sencilla aportación para la toma de conciencia ante la urgencia de la acción evangelizadora de la Iglesia y la necesidad de testimonio cristiano de los laicos en sus ambientes, conforme a las directrices del concilio. Para los españoles, una llamada al conocimiento, a la abertura y a la generosidad para con estos países con quienes tenemos un deber especial, sobre el que los romanos pontífices han llamado la atención en estos últimos años. Esto es lo que pretendo al prepararlas para su publicación. Salamanca, 21 de abril de 1966.
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1 CRISTO Y LATINOAMÉRICA "El cíelo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Le 21, 33).
I |ATINOAMÉRICA en crisis. Como un volcán. A veces estalla por los flancos, donde la corteza es débil. Fuego interno que bulle en el seno de estos países todavía jóvenes. Dentro se fragua u n futuro. El fruto de estas entrañas puede ser u n monstruo o una bella América que nace en este siglo. Latinoamérica, un continente cristiano que se está olvidando del evangelio, palabra eterna. Que no pasa nunca de moda. Y Cristo hoy, con su buena nueva para estos hombres del nuevo mundo, que quieren hacer un mundo nuevo. Para decirles que la revolución no es destruir con la guerra, sino construir en la paz. Sobre unos pilares que levanten la dignidad de los hombres a la altura de los hijos de Dios. Construir sobre unos principios de unidad, que se fundamentan en la raíz misma de la sociedad que es la familia, señalando a la juventud un camino que guíe sus pasos hacia la verdadera comunidad de todos los hombres. 25
Construir sobre las bases de una verdadera democracia y de igualdad de razas y colores: aborígenes y blancos, emigrantes y nativos. Porque todos los hombres somos hermanos. Construir sobre una base de justicia que destruya los privilegios políticos y económicos de los que acogotan entre sus manos al pueblo inmenso que se muere en la miseria. Porque éste es el mayor escándalo de este siglo de progreso. Construir con amor. Un amor que suprima injusticias y llegue a todos los desheredados, que viven en "villamiserias", en "callampas", en "favelas", en los tugurios inmundos al borde de las lujosas ciudades o en los exuberantes campos de esta América ubérrima. Cristo hoy y siempre, con el evangelio en la mano, enseñando a los hombres de América, a los de arriba y a los de abajo, que la necesaria e inminente revolución social no puede hacerse sino en nombre de unos principios que sobrepasan toda lucha de clases y de razas, toda agresión, toda prepotencia económica o política, todo materialismo. Que no puede hacerse con odio, sino con amor. Con el cumplimiento del mandamiento nuevo y aquí casi sin estrenar: "Amaos los unos a los otros".
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2 EL ANHELO DEL MUNDO MODERNO "Dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor como dijo el profeta Isaías" (Jn 1, 23).
X—|L mundo de hoy, como un desierto. Abrazado por los hielos de la indiferencia, por los vientos de tantas ideologías en lucha, o por el fuego desbordado de las pasiones de los hombres. Y la Iglesia de Cristo hoy ha de anunciar la nueva del Señor como Juan. Hay un anhelo inmenso en los hombres del siglo xx, de entrar por los caminos del espíritu y encontrar la luz. ¡Cómo se espera con ilusión las fiestas de la navidad para reunirse en familia y gozar de la paz alrededor del "pesebre"! Así el mundo moderno espera a Dios. Cegado de tinieblas, busca la luz; hastiado de materia, anhela saciarse con el auténtico alimento del espíritu; cansado del pecado, espera un día eterno de gracia. Como el precursor, el cristiano de hoy, Iglesia viviente, ha de ser un grito clavado en el mundo. El testimonio del cristiano es una luz encendida en los caminos turbios del mundo en guerra. Una sonrisa que consuela todas las tristezas. Una invitación a la esperanza. La "transparencia" del cristiano deja ver a Cristo que viene, que ya está cerca. Deja traslucir una Iglesia que se 17
encarna en los hombres de hoy para salvar este mundo moderno. La presencia del cristianismo en los ambientes es una invitación a enderezar las sendas. A dejar los caminos tortuosos de la injusticia y del egoísmo, para que se establezca la igualdad entre los hombres, entre los pueblos, las clases y las razas. Es una invitación a la paz; porque Cristo, príncipe de la paz, no puede entrar con el fragor del odio y de la guerra. Y cuando los caminos estén preparados por el cristianismo auténtico de una Iglesia viva y encarnada en el mundo, será Cristo el que entrará triunfador y los pueblos encontrarán la paz y la justicia.
3 PARA LOS INQUISIDORES DE LA IGLESIA EN CAMINO
"Los enviados eran fariseos, y le preguntaron..." (Jn 1, 24).
I ,os fariseos. Los eternos preguntones. Siguen preguntándole hoy a la Iglesia, a los testigos d e Cristo. La siguen juzgando. Ellos, los inquisidores, los juridicistas, los "cristianos conservadores", que quieren, sobre todo, conservar sus p 0 _ 18
siciones adquiridas, su bienestar, su confort. Y se escandalizan de que les digan las verdades que a ellos les dan en rostro, que atacan a su cristianismo vacío, de fórmulas pasadas, muerto. Ellos, los inquisidores, le preguntan a la Iglesia de hoy por qué rechaza el capitalismo y lo tilda de sistema antihumano. Ellos, los "católicos capitalistas", que se tienen por dignos y honorables, y siempre han estado de parte de la Iglesia, mientras la Iglesia estaba de parte de ellos. Le preguntan al sacerdote católico: Por qué sale de sus viejas sacristías y deja su antigua sotana y se echa a la calle, a la palestra de los periódicos, de la radio o de la televisión. Para decir la verdad a todos, en todos los ambientes y por todos los medios. En el mundo del trabajo y en el del turismo. Con la Biblia en la mano y con su guitarra y sus canciones y ritmos modernos, si es necesario. Le preguntan por qué abandona esos sectores estancados de la sociedad que antes cultivaba, para dedicarse a los más abandonados, a los más pobres, a los más difíciles; a los más generosos y más prometedores, a los que transformarán la sociedad y harán u n mundo nuevo. Le preguntan por qué se pone de parte de los pobres, de los campesinos, de los "revolucionarios", hiriendo la susceptibilidad de los que heredaron con sus estancias o sus cuentas corrientes en los bancos, o sus acciones en las firmas, su tradición religiosa, que conservan en sus cofres, con orgullo de casta, como sus alhajas. 19
Le preguntan por qué se mete en las conciencias de los hombres y predica insistentemente la justicia social. Por qué no se queda con sus ritos y su incienso y sus funerales pomposos de primera clase. Por qué está de acuerdo con las nuevas juventudes y las empuja a vivir un cristianismo dinámico que transforme los ambientes, colocándose en puntos claves con decisión, destruyendo lo caduco y abriendo paso a un mundo más humano. Con altura, con optimismo, con entrega. Los cómodos fariseos, situados en sus posiciones heredadas siempre preguntando, porque les da miedo que les vengan pisando, que los empujen los que avanzan, que los despierten de su sopor pestífero y los dejen tendidos en la cuneta los que pasan delante. Y la respuesta a los inquisidores es la de una Iglesia de testimonio: respuesta de vida, de hechos, de una voz que clama en la presencia de los cristianos en el mundo moderno. Porque somos testigos de Cristo.
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4 ESTAS INSULTANTES DESIGUALDADES "Según está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señorj enderezad sus sendas" (Le 3, 4).
• .STA inmensa América, como u n gran desierto. Donde aún no ha fructificado el evangelio. Tierra calcinada por la incultura, por el materialismo. Llanura inmensa de selvas que esperan ser taladas para un mundo nuevo. Árida vegetación del Chaco y la Patagonia. La dureza de una tierra que hay que roturar para el evangelio. Y se escucha esta voz: "Preparad los caminos". Porque cierran el paso a Cristo los caminos tortuosos de la injusticia que siembra de miseria los campos vírgenes de América. Miseria que hace llorar a Pablo VI, el pontífice peregrino, que lleva al mundo el mensaje de la "Iglesia en camino". Una Iglesia que tropieza en su marcha con la insultante desigualdad de los que poseen toda la tierra y los que la trabajan sin poseerla. Los que se han colocado en la cúspide de su soberbia y de su avaricia. Y abajo, en las hondonadas de la sociedad, los miserables, el pueblo inmenso de los países subdesarrollados, en los suburbios de las grandes ciudades y en los campos incultos. Si pasa la Iglesia por los 21
suburbios, allí están hacinados junto a los centros urbanos, rebosantes de lujo y de luz. Si por el campo, allí viven los sin cultura, abandonados a la intemperie de una economía que no rescata a los hombres ni los libera, sino que los deja perdidos, luchando solos con la tierra. Si pasa por las zonas donde se explota el petróleo y el cobre o el carbón, están allí los que gobiernan y dirigen llenando sus bolsillos hasta los topes. Y, en los bajos fondos, los que viven en chozas de madera y de latas, de troncos y paja. Los mismos que construyen la ruta panamericana, los que abren los caminos a la civilización, los que bajan a las minas y tienen las espaldas endurecidas por la carga y descarga. Son los que con sus manos roturan la selva y desarrollan los países subdesarrollados. Y al volver a su casa se encuentran sin hogar, sin higiene y sin cultura. Se acostumbran a vivir desprovistos de todo y viven también sin Dios. Son las masas descristianizadas o mejor las masas sin evangelizar de América Latina. Y junto a ellas, la otra masa sin evangelizar: la de los capitalistas que, desde dentro o desde fuera del país, impide la humanización del pueblo inmenso para que pueda ser evangelizado. Cristo pide paso a estos pueblos. Quiere entrar en la vida de esos hombres sin Dios. Pero los caminos son tortuosos. Hay grandes abismos entre hombres y hombres. Luchas de clases. Se ha suscitado ya el odio de los que no tienen más que la injusticia pesando sobre sus hombros, hacia los que tienen en sus manos el poder político y la potencia económica. 22
Para que Cristo llegue con su evangelio a estos pueblos, hay que allanar muchos caminos, zanjar abismos de desigualdades insultantes. Y así podrá entrar Cristo en la navidad anunciando el evangelio de paz que esperan los pueblos de América.
5 SAO PAULO: OPULENCIA Y MISERIA EN LA NAVIDAD
Estas ciudades monstruos. Donde viven millones de hombres. Estos hombres que vienen de todas las latitudes. Rostros de ojos rasgados. Hombres de color, cabello rizado y labios salientes. Sajones y latinos. Los que vienen de Asia y los europeos que inmigran a los países jóvenes. En el aeropuerto de Sao Paulo, ciudad populosa del inmenso Brasil, un grupo de unos cincuenta japoneses oraban y cantaban con devoción, antes de partir, no sé si al interior del país o de nuevo hacia su patria. Los que quedaron, los despedían con un cariño indecible. El amor entre los hombres lo predicó Cristo al mandarnos que nos amáramos como él nos amó. Elevó el amor humano a una altura divina. 23
J f-\_NOCHE,
paseando por la ciudad tuve ocasión de contemplar un espectáculo sintomático de la vida de estos pueblos nuevos. Países en evolución, en fiebre de industria y de progreso. Frente a la vitrina de un gran negocio de lujo, había, tirados en el suelo, dos niños negros. El escaparate, en los bajos de u n edificio de cuarenta o cincuenta pisos, presentaba maniquíes luciendo lujosos vestidos de mujer y, en primer plano, los niños negros, semidesnudos y abandonados. No sé cuál es el fondo y cuál el primer plano en una ciudad populosa y en crecimiento a ritmo vertiginoso como Sao Paulo. No sé si la miseria o la opulencia. Lo que se adivina desde el avión, al llegar, en una monstruosa ciudad iluminada. Si entras en la ciudad, impresionan los edificios gigantes, las grandes avenidas atestadas de coches, los anuncios luminosos de las grandes firmas que aprovechan la navidad, el nacimiento de Cristo, para desplegar todo su aparato de propaganda. Todo ello entra por los ojos y deslumbra. Pero no tienes que hacer ningún esfuerzo para percibir la otra realidad, la otra cara de las ciudades latinoamericanas: la miseria. Junto a los grandes y lujosos edificios, las "favelas", las "villamiserias", que por eufemismo se llaman "villas de emergencia". Tugurios de los negros, de los proletarios, en las colinas todavía no desmontadas en el centro de la ciudad, o en cualquier rincón donde caben unas latas o unos trozos de madera vieja. 24
Esta ciudad de Sao Paulo v crece como los monstruos, a ritmo de organismo enfermo. Como en u n ser patológico, los miembros adquieren dimensiones descomunales mientras estallan las heridas purulentas, como abscesos. Es como una bonita niña que llegó a mujer y en el período de adolescencia se dio cuenta de que era leprosa. Pero las ciudades, sobre todo, son los hombres y sus conductas sociales. Si en este orden buscamos los dos rostros de esta ciudad, encontraremos a los hombres dignos, como mi amigo y su familia con quien vivo estos días. Encontraremos la moralidad, la delicadeza, la ternura y la religión. Pero lo que da en rostro, lo que salta a los ojos es la delincuencia, la inmoralidad pública, la ley del más fuerte. Sin duda el primer plano de esta ciudad presenta el rostro de un delincuente juvenil. Un porcentaje muy elevado de la población no rebasa los veinticinco años. La honorabilidad quedó en el seno de las familias, de los centros culturales, de las iglesias. Pero en la calle está eclipsada por la avalancha de inmoralidad y desfachatez. Las "patotas" de adolescentes, los "play-boy" de la calle Augusta, ellas con el pelo corto y ellos con melena. Los autos cubiertos con letreros exóticos, vehículos de una adolescencia anormal que baja por la avenida "9 de J u l h o " en el vértigo de la carrera, síntoma de una inmadurez que seguramente les durará toda la vida, y fruto de u n a familia desquiciada y que por consiguiente no puede formar hombres y mujeres, sino solamente echar a la calle delincuentes. Y las plazas convertidas poco menos que en prostíbulos 25
públicos, junto a un templo de arquitectura moderna. Pero sobre todo es alarmante que en estas ciudades latinoamericanas y especialmente en Sao Paulo, como exponente máximo de u n mundo nuevo que nace, los dos rostros se confunden. Y ya no se puede distinguir a la prostituta de la chica decente, al carterista del estudiante universitario. Y ahora, en la navidad, en las ' T e s t a s do Natal", todo mezclado: los "pesebres" y "el papá Noel", la propaganda comercial y los villancicos; el rostro de Cristo con el de todos los dioses de los placeres. Desde Sao Paulo, ciudad cosmopolita, exponiente máximo de una América que se abre al futuro. Estas ciudades de luces y sombras, de promesas, de redención y de oscuros presagios, de materialismo, de angustia en el espíritu. Solamente la luz de Cristo puede iluminar estas ciudades. La ley del amor cristiano puede nivelar los desniveles y abrir un camino para la salvación. P a r a todos los latinoamericanos de buena voluntad este deseo cristiano: Que en ellas reine Cristo, en obras y en verdad.
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6 ESTOS CRISTIANOS ANTICRISTIANOS
"Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: "Puesto está para calda y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción" (Le 2, 34).
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V _^ RISTO aquí presente hoy. Camina con nosotros por las calles de estas ciudades nuevas. No son solamente símbolos: las cruces que se encuentran a la vera de los caminos, que presiden las cúpulas de las iglesias antiguas o cobijan las tumbas de los cementerios. No sólo los "pesebres" de la navidad que se han convertido en objetos de concurso, ni los lienzos de los grandes pintores antiguos y modernos que toman el tema de Cristo para sus obras de arte. Es Cristo mismo con su presencia viva en la Iglesia, con la verdad del evangelio en la mano. Su palabra y su vida frente a aquellos que siendo Iglesia están contra la Iglesia, con sus obras de muerte; que siendo cristianos viven como paganos. Todos aquellos cristianos que hacen la señal de la cruz o la llevan sobre su pecho y no aceptan la cruz de su vida en el cumplimiento de su misión o en el vencimiento de sus pasiones. Todos estos cristianos que asisten al templo y viven en la injusticia. Que h a n leído el evangelio y viven en lujuriosa abundancia, mientras 21
millones de seres humanos padecen hambre, sabiendo que él dijo: "Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer". Todos esos hogares que fueron santificados por el sacramento del matrimonio cristiano y donde se conculcan los deberes de los seres humanos que aún no h a n nacido, o los principios del amor entre los esposos. Donde se traiciona a la familia. Y, en medio de estos pueblos, cristianos por herencia y tradición, porque la voz del evangelio llegó en los albores de su nacimiento para la civilización, Cristo está presente como u n signo, como u n grito que se oye en medio de la cultura y la técnica moderna, como una llamada a la autenticidad. Porque el cristianismo no tiene otro enemigo mayor que los cristianos anticristianos. Nosotros mismos, si negamos con nuestra vida y con nuestras obras lo que confesamos con nuestros labios, lo que aprendimos de la palabra de Dios. La lucha más terrible por la salvación de estos pueblos latinoamericanos ha de sostenerla el cristianismo contra estos cristianos que niegan a Cristo con sus obras. Porque entonces Cristo estará dividido y no le encontrarán los que buscan la verdad. Pero él es el único signo de salvación, levantado sobre las naciones, para aquellos que quieran seguir su mensaje. Y lo encontrarán cuando los cristianos seamos cristianos.
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7 MUCHOS QUE BUSCAN LA VERDAD "Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote" (Le 2, 48).
J ) U S C A a Cristo el hombre en este momento crítico. Los países nuevos de Latinoamérica, en inquietud y en angustia, buscan una verdad que los haga libres, que los salve. Alguien que los encamine en su evolución hacia un futuro estable. Hay muchos hombres que buscan a Cristo sin saberlo. Las juventudes modernas inquietas y revolucionarias, en el vértigo de su ritmo, lo buscan cuando han saboreado los placeres efímeros de la existencia y no han encontrado la felicidad. Cuando han abierto sus ojos desmesurados a las pequeñas verdades que encontraron a su paso y se metieron en un callejón sin salida, a oscuras, hiriéndose las manos nerviosas en la dureza de los muros. En oscuridad al querer buscar la puerta de su enigma. Lo busca el que se debate insatisfecho en la duda y grita en sus palabras escritas, planteándose a sí mismo los problemas del mundo: la injusticia, el mal y el problema de la muerte. Lo busca aquel joven a quien nunca nadie habló de Dios y en sus ojos se reflejaba la inquietud hasta el llanto, cuando u n amigo supo descubrirle, en su mismo lenguaje, el misterio del mundo y de Dios.
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Lo buscaba aquella mujer, decepcionada de su mayor amor, cuando planteaba sus problemas a un sacerdote católico. Y aquel que siente en su carne la zozobra de la existencia de los demás hermanos, como de compañeros de viaje, y el sufrimiento ajeno como el propio. Y el que lucha, encuadrado en cualquier partido o en cualquier grupo, por la justicia, contra la explotación de los pobres, hasta sufrir la cárcel o el exilio. Y el que colabora en la paz de los pueblos, una paz basada en la justicia y en la libertad, según los principios de la conciencia y de la fraternidad. Todos los hombres de buena voluntad que surgen entre la maraña de la política, de la economía, del pensamiento actual, debatiendo sobre los problemas del hombre y sobre los problemas de los pueblos. Todos los humanistas que colocan a los hombres en el lugar que les corresponde en la sociedad y defienden los derechos de la mujer despreciada y rebajada en la sociedad latinoamericana. Buscan a Cristo los que buscan la verdad y luchan por la justicia. Los que anhelan una sociedad mejor, sin desigualdades, sin humillaciones, sin esclavos de este siglo x x . Una sociedad sin guerras. Los que propugnan una economía humanista que tenga por centro, no la producción, sino los hombres. Buscan a Cristo los que piden a la Iglesia que esté presente en los problemas del mundo moderno, en la implantación de la justicia. Este mundo materialista inquieto y nervioso, 30
que nos envuelve, busca a Cristo y su verdad. Porque sólo él lo salvará para el tiempo y para siempre.
8 LA FAMILIA LATINOAMERICANA SIN AMOR O LATINOAMÉRICA SIN FAMILIA
"Fue iniritado también Jesús con sus discípulos a la boda" (Jn 2, 2).
s
E le invita muy poco a Cristo a las bodas en Latinoamérica. Por eso tenemos una sociedad desquiciada. Porque no h a y familia. Está en bancarrota. La presencia de Cristo no san tinca los hogares con el matrimonio cristiano. No se invita a Cristo a todas esas bodas que se hacen sin amor. Cuyos motivos son la pasión y cuyo ñn es el divorcio. No se invita a Cristo a las bodas de tantos que tomaron el matrimonio como juego de niños; de niños que juegan al matrimonio, juego peligroso. Y no maduraron el amor en los años de su juventud. Se lanzaron a ciegas cuando los pocos años no les permitieron tener conciencia de la gran responsabilidad de ser esposos y ser padres. No se invita a Cristo a las bodas de tantos cuya unión ilegítima es u n escarnio al vínculo 31
sagrado del matrimonio. Un insulto a la dignidad de la mujer, abandonada y ultrajada. Y u n desprecio a los propios hijos. En algunos países, un cincuenta por ciento de hijos naturales, que sufren el trauma de no tener padres, ni hogar. No se invita a Cristo a las bodas de todos aquellos matrimonios donde no es la conciencia cristiana la que rige la ley de la vida. Sino el materialismo, el ansia de placer quien reglamenta la muerte o el rechazo de los hijos que nunca han de nacer No se le invita a Cristo a tantos matrimonios que no están marcados con el sello de la fidelidad mutua entre los esposos: matrimonios que llevan en su seno la hiél amarga del desamor. No se le invita a tantos matrimonios donde no reina la comprensión y el amor mutuo sino solamente el egoísmo. Cuyo resultado son los hijos sin calor de hogar, abandonados a sus fuerzas en la lucha por la vida, o marcados para siempre con el escándalo de unos padres que no se aman. Mucho menos se invita a Cristo a todos esos simulacros del "amor", donde no es el matrimonio sino el vicio y el placer quien reglamenta la vil explotación de la mujer. En estos momentos de crisis de la familia americana el invitado por derecho es Cristo, a quien, sin embargo, olvidaron los matrimonios en su larga lista de invitados. De ahí la turbulencia total de esos países en ebullición. Porque la sociedad no tiene la base necesaria de la familia. Las juventudes son los hijos nacidos en hogares fríos, inutilizados para 32
la comprensión y el diálogo. Destrozados o disgregados porque no fue el amor cristiano quien los realizó. Con María la madre de Cristo una súplica para la familia latinoamericana: "No tienen vino". Dales, Cristo, el vino generoso de la comprensión y el diálogo en el amor.
9 EL EVANGELIO LIMPIARÍA A AMERICA "y acercándosele un leproso, se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres puedes limpiarme" (Mt 8, 2).
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i tuviera fe en el evangelio quedaría limpia. Esta América manchada por una herencia que lleva en su carne como una lepra: el indiferentismo. La lleva desde hace tiempo. Ahora van apareciendo las costras y estallan los abscesos. Y se cae a veces la carne a pedazos en Cuba o en la República Dominicana. Porque tiene un mal en la raíz misma de su vida. Y ahora que es todavía un continente prometedor, en su interior el mal. Porque ha perdido la fe. Porque perdió la sangre cristiana, y los hombres y los pueblos se han inyectado soporíferos que les han dejado insensibles ante la injusticia, ante la urgencia de solución a la miseria y a la desigualdad social. Está en el interior el mal y las manchas año33
ran sensiblemente. Está desvitalizado este organismo y se va desgajando como árbol seco. No tiene fuerza para la transformación, para la revolución social. Porque lleva mucho tiempo sin espíritu. Se lo quitaron los que le privaron del alimento de la doctrina del evangelio y lo dejaron sin fe. Le dieron el veneno del laicismo, del materialismo, del comunismo. Y ahora aparece la lepra en la geografía de esta América joven. Lepra de revoluciones sin sentido, de luchas internas en las naciones. Luchas no por la salvación común, sino con odio entre hermanos. Lepra de un campesinado sin cultura, abandonado, miserable, que afea el rostro de los países jóvenes. Lepra de un proletariado ultrajado. Hombres a quienes no se les ha concedido la dignidad de ser clase trabajadora. Que toma conciencia ahora y amenaza explotar como la pus por donde la piel es débil. Lepra de una universidad sin orientación donde hormiguean las ideas como gusanos. Sin orden ni concierto, sin diálogo. Donde pueden pulular todos los "ismos" en combate intestino. Lepra de la inmoralidad que deambula por las calles y las plazas de las ciudades como en tierra sin dignidad y sin ley. Esta lepra que hace que se derrumbe la sociedad que se cae a pedazos y que está pidiendo a gritos la curación para que no se contamine todo el cuerpo social. Necesitan estos pueblos una verdad que los oriente, una savia nueva que les injerte una 34
vida también nueva. La vitalidad de una Iglesia joven y militante. La vida eterna del evangelio. Necesitan un testimonio. H o m b r e s cristianos que, con fe en el evangelio, se comprometan con la sociedad en crisis, que tiene que ser transformada. Hombres cristianos que rompan estructuras antiguas nacidas en moldes paganos y construyan una sociedad más humana, purificada de todo lo salvaje, de todo lo antihumano, de la injusticia, de la mentira, de la inmoralidad. La palabra de Dios devolverá la limpieza al cuerpo social de estos pueblos jóvenes.
10 ESTOS CRISTIANOS CRUZADOS DE BRAZOS "Encontró a otros que estaban allí y les dijo: "¿Cómo estáis aguí sin hacer labor en todo el día?" (Mt 20, 6).
^ ^ O M O S muchos los cristianos, aquí, en los países latinoamericanos. Las estadísticas dicen que 200 millones y que serán 300 millones en 1970, lo que ya no sé, si de cristianos. Si fuera Cristo por las calles y plazas de nuestras ciudades y preguntara a los hombres por su filiación religiosa muchos rellenarían su casilla con el nombre de cristiano.
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Todos esos cristianos de tradición que ni siquiera se atreven a llamarse indiferentes. Hasta se educaron en colegios católicos. Pero permanecen inertes, como abotargados en su indiferencia. Sin vivencia cristiana, son un peso muerto para la Iglesia que tiene que arrastrarlos, llevarlos a remolque. Todos esos cristianos que se han encerrado en "su cristianismo" y se encogen de hombros ante los problemas planteados a la sociedad en que viven. No les importan los problemas que hay que solucionar para una sociedad nueva. Todos esos cristianos de una sociedad estancada que se han sentado sobre la misma sociedad en que viven y han hecho una Iglesia pesada, como muerta; una remora para los avances de la economía, para los progresos sociales. Todos esos cristianos que se hicieron una religión para dedicarse al culto en algunos momentos de su vida, con actos religiosos y procesiones. Pero no se han encarnado en la sociedad, no han tomado sobre sus hombros el atraso cultural y social de un inmenso campesinado en abandono, sin que nadie lo promueva para un avance socioeconómico. No h a n tomado sobre sus hombros el gravísimo problema agrario, las indignantes desigualdades: los grandes terratenientes y los monopolios por una parte, y las multitudes de emigrantes que llegan solos a las ciudades y quedan tirados, por millones, a la vera de los grandes centros urbanos, o se quedan en sus campos, viviendo en la miseria, sin medios de elevación humana, de elevación cultural. Contra el ritmo de una civilización que 36
se convierte en sarcasmo para ellos. Todos esos cristianos que permanecen insensibles ante el mundo, que no se han encarnado en él. Todos los que han conocido la urgencia del momento, que han sentido la llamada a u n a vida militante cristiana, al apostolado, pero que les da miedo, no quieren complicarse. Su presencia es inútil. No dan un testimonio en la universidad, en las fábricas, donde es necesario un testimonio activo que se abrace con la defensa de la justicia. Todos los cristianos que no dan un paso para que la Iglesia, que son ellos mismos, marche al ritmo de los tiempos, del mundo de hoy a quien hay que salvar. A todos esos cristianos inútiles, de brazos cruzados, por millones, les dice hoy Cristo, les dice la Iglesia del concilio: "Id todos a mi viña a trabajar". Hay mucho que hacer para conseguir u n m u n d o nuevo. Y los cristianos h a n de ser los primeros en hacer una sociedad mejor.
11 UN CRISTIANISMO INMADURO
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"Lo que cae entre espinas son los qu-e, creyendo, van y se ahogan en los cuidados, la riqueza y los placeres de la tuda •y no llegan a la madurez" (Le 8, 14).
\ - ,1 AE la semilla de la palabra de Dios. Pero estos campos y estas ciudades modernas son como bosques sin roturar. Crecen los edificios 31
y proliferan las propagandas como lianas espinosas que se clavan en las carnes de las construcciones de cemento. Y se meten en los sentidos de los hombres, y los zarandean agarrotándolos entre sus brazos. Entre sus brazos de luz y de palabras. Crecen con exuberancia las palabras y las impresiones como en tierra virgen. Pletórica de vida, esta tierra puede producir todas las revoluciones. Y en ella pueden prosperar todas las ideologías. Falta sedimentación en estas tierras. Falta ¡a tranquilidad y la paz social. Para que pueda calar hondo la semilla de la verdad. Falta un humanismo sereno, como tierra abonada, con base en las verdades eternas e inmutables. Por eso tenemos en Latinoamérica un cristianismo inmaduro. Un cristianismo que al sembrarse quedó en las ramas y no caló, no ha podido tener profundidad. Por los vaivenes de tantos vientos de revoluciones, de oposición, de luchas entre libertad y opresión, entre riqueza y miseria. Un cristianismo de superficie que se ha quedado muchas veces en la periferia de las "prácticas piadosas", y no ha encajado la evolución social de estos pueblos jóvenes que avanzan. Que se queda a flor de tierra en manifestaciones populares, en tradiciones alrededor de venerados santuarios e invocaciones tradicionales de cristianismo heredado. Un cristianismo inmaduro que no ha sabido responder a los problemas de la economía, de la socialización, de la desorientación de los emi38
grantes cristianos. Ni a los problemas nuevos planteados por los inmigrantes no cristianos. Un cristianismo que se hunde, de vez en cuando, ante los embates del comunismo. Un cristianismo inmaduro porque le resulta difícil solucionar los conflictos entre los propios cristianos que, desde distintas confesiones, llegan a estas tierras a predicar, en oposición unos con otros, el mismo evangelio de Cristo. Un cristianismo inmaduro, sobre todo, porque no son suficientes los grupos cristianos militantes para hacer frente a los problemas planteados por u n a sociedad pluralista que amenaza convertirse en caos. Este cristianismo, ante el que nos tenemos que preguntar si llegará a la madurez a tiempo de solucionar la crisis, antes de que Latinoamérica marche por otros caminos.
12 EL CAMINO DE LATINOAMÉRICA PASA POR EL EVANGELIO "Cuando se le hubo acercado, le preguntó: ¿qué quieres que te haga.'? Dijo él: Señor, que vea" (Le 18, 40-41).
c V ^ RISTO pasa hoy junto a un ciego. Es u n continente. Suramérica. Un ciego que busca la luz, el camino para la salvación. P a r a la solución de 39
los enigmas de un futuro próximo que tienen que realizar estos países jóvenes. Porque no tienen luz estos pueblos que se debaten en la maraña de tantas inquietudes sociales. Les ciega la incultura de la propaganda, que pone una venda en los ojos de los hombres, en la sensibilidad de las masas, de los pueblos. Y no les deja más que un resquicio, para que vean solamente aquello que los explotadores del comercio y de las ideas quieren que vean. Les ciega el egoísmo humano, la avaricia, el ansia de nadar en riquezas. El oro les cubre los ojos a los que tienen en sus manos el poder del capital. Se obcecan en sus sistemas los que viven en la abundancia, y no ven las multitudes de pueblos debatiéndose en la incultura, en la miseria y en la desesperanza. Les ciega la tierra a los grandes terratenientes, que se aferran a sus miles de hectáreas con uñas y dientes, como fieras. E impiden una reforma agraria que pide a gritos la concepción humana del hombre, y exige el evangelio. Quieren mantener sus privilegios y no ven que la tierra se les viene encima. Que los aplastara si no saben comprender el momento crítico que les ha tocado vivir. Les ciega a los políticos su politiquería, debate de camarilla, de comité. Lucha a muerte de privilegios contra privilegios, por encaramarse a las posiciones, para golpear desde arriba a los de abajo. Para llenarse las manos, los bolsillos, aprovechando el momento de las arcas abiertas y la posición en los puntos neurálgicos del correr del dinero. Les ciega a los hombres de América la ur40
gencia de los problemas y la inminencia de las catástrofes sociales y no les deja serenidad ni ojos limpios para ver los rectos caminos de solución. Les ciegan a los hombres de Iglesia los sistemas establecidos y los privilegios adquiridos, las estructuras ya caducas que quieren apuntalar. Les impiden ver más allá de su comodidad o de su cobardía, y se quedan rezagados frente a los tiempos que avanzan. Nos hace falta ver. Reconocer que éste es un momento crucial para Latinoamérica. Que se juegan su futuro estos pueblos llenos de promesas, de posibilidades. Porque pueden ir al caos o a la destrucción, o pueden ser un foco de humanismo cristiano para el mundo, en la fraternidad de los pueblos y de los hombres, en el trabajo comunitario para la defensa y el progreso de una cultura y civilización cristiana amenazada en estos momentos. Si este continente ciego clamara a Cristo: "Señor, que vea", vería que el camino de su salvación pasa por el evangelio, por u n a Iglesia evangelizadora y presente en los problemas del mundo de hoy.
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13 PRESENCIA DEL TENTADOR
"De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorares" (Mt 4, 8-9).
I J L materialismo, por ser ateo, ha suprimido también al diablo. Pero la presencia del tentador en el evangelio nos recuerda la verdad dogmática de su existencia. El diablo hoy se viste de particular. Se ha hecho "un hombre moderno". No le gustan ya los uniformes tétricos. Viene de viaje. H a llegado hoy a nuestra ciudad, como u n viajero cualquiera. Quizás, "un hombre de negocios". Impecable, elegante y perfumado. Se rasura con afeitadora eléctrica y se hospeda en el mejor hotel. Ha salido a dar una vuelta por la ciudad. Allí están los hombres. Los cristianos. Se agitan por las calles. Se aglomeran en la ciudad moderna. Vio cómo "los grandes" entraban en los palacios y los siguió. Asistió con sardónica sonrisa a los consejos de ministros, a las reuniones de alto nivel, a las conferencias en la cumbre. De nuevo volvió a vagar por la ciudad moderna. Entró en la oficina del director, del ge42
rente. Asistió al consejo de administración. Conversó con los accionistas. Salió y era ya de noche. Atravesó la ciudad en sombras. Una tras otra iban cayendo a la hora en punto "las artistas" del club, del cabaret. Entró y pudo hablar con todos los que al anochecer saludan con un "buen día". Porque "trabajan" de noche. Estaba cansado. Al día siguiente seguiría recorriendo la ciudad moderna y como a "los grandes", a los magnates de la industria y el comercio, a los de los "clubs nocturnos", repetiría a todos, a los más vulgares pecadores, insinuaría siempre la misma cínica promesa: "todo te lo daré". Al volver al hotel contemplaba sus dominios, donde él trabaja siempre con las mismas tretas. Echando leña al fuego, metiéndose en la vida de los hombres, escudriñando los últimos estratos del ser humano, donde se libra la batalla del bien y el mal. Llega a los fondos de los hombres. Hasta allí penetra él con pulcritud única. De corbata o de frac para las grandes fiestas de sociedad. Halagando siempre lo más bajo, lo más sórdido, lo más inicuo, lo más cruel, lo más burdo; todo lo peor que existe en el hombre. Cristo también sufrió el aguijón del tentador y nos enseñó el evangelio eterno: la solución de ayer, de hoy y de siempre: "Al Señor tu Dios adorarás". Cuando el hombre moderno sepa encontrar a Dios y lo adore, se librará del "espíritu del mal" que lo zarandea.
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14 LA ACEPTACIÓN DE CRISTO "Y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo mi complacencia; escuchadle" (Mt 17, 5).
_L^L hombre moderno no admite "un dios" que sea verdaderamente Dios. Es uno de los peligros que lleva consigo el humanismo. Aceptamos un Cristo humano, moralizador, con una doctrina social y un mensaje de fraternidad y de amor. Pero no queremos complicarnos con la divinidad. Como los apóstoles del Tabor, nos asustamos al escuchar que Jesús es el Hijo de Dios. Los cristianos de hoy quisiéramos tener u n cristo a nuestra medida. A lo más, u n héroe como los de las religiones paganas. Un filósofo, quizá, para considerarnos discípulos suyos, seguidores de sus teorías. Para hacer demagogia con el evangelio y decir que tenemos solución para todos los problemas. Sin comprometer nuestra vida. Como se podría ser discípulo de Marx o de Sartre. Todavía somos racionalistas. Eliminamos el mundo sobrenatural. Porque nos da miedo. El descubrimiento de los misterios naturales nos ha dejado atónitos. La inquietud, la angustia del hombre de hoy se debe al vértigo. Al quedarse suspendido en los espacios se ha sentido inseguro. Ha quedado solo frente al abismo. 44
Los dioses de la antigüedad eran "dioses terribles" porque eran "dioses lejanos". Dios quiso suprimir el temor acercándose a nosotros por medio de Cristo. Nosotros, por nuestra parte, aniquilamos a Dios para alejar el temor. Erramos el camino. Ahora nos queda la inseguridad. Porque Dios es la "única seguridad". Y el hombre moderno ha renunciado a Dios. Le basta con "dioses": el proletariado, la clase, la raza, la solidaridad, la libertad, el progreso técnico, el confort. Si Cristo no fuera Dios, de poco nos valdría su doctrina. La sublimidad del cristianismo no está en lo que podíamos llamar "su filosofía". Ni siquiera en la elevación de su doctrina moral, que tiene por centro el mandamiento del amor. Lo grandioso, lo inefable del evangelio es que nos da no una idea muerta, sino una persona viviente: el Hijo de Dios que redime a la humanidad. Aceptar un cristo solamente humano sería una solución parcial. Quizá suprimir el hambre, la miseria, el racismo, el odio. Sería hacer u n paraíso tipo soviético. Pero no la redención. Si la Iglesia no muestra el rostro divino de Cristo, podría solucionar quizá todos los problemas sociales, pero se haría traición a sí misma. El "gran problema" de la sociedad del siglo x x es que quiera solucionar "sus problemas" en ausencia de Dios. La humanidad de hoy no necesita filántropos. Espera ver el rostro divino de Cristo en su Iglesia transfigurada.
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15 ESTE CRISTIANISMO MUDO "Estaba expulsando a un demonio mudo, y así que salió el demonio, habló el mudo" (Le 11, 14).
I ¡A era moderna ha querido amordazar a Cristo. Detesta escuchar otras palabras que no sean las del hombre, las de la razón. Cristo es palabra de Dios. Palabra personal y viviente. Revelación del Padre. Pero los cristianos de hoy no queremos comprometernos con la palabra de Dios. Preferimos estatuas muertas, legado cultural de la edad media, de la época colonial, con unos cristos que no hablan. Y por si fuera poco nos inventamos los "cristos en serie". De escayola, sin expresión. P a r a no vernos en la obligación de tener que interpretar algo de su mensaje. Más aún, los liberalismos, los racionalismos barrieron todos los cristos. Porque su lema es la libertad. No respetaron ni a Dios. Borraron las palabras del evangelio para que no pudieran insinuarse en los oídos de nadie. Desde entonces el demonio mudo vaga taciturno por la sociedad de los cristianos. Trabaja aviesamente en silencio. Fomentando el olvido de Dios. Como u n odio a muerte. El más refinado. Si Cristo volviera de incógnito, pasando re46
vista a los suyos, se encontraría con muchos discípulos mudos. De esos que no han puesto nunca en sus labios, y menos en su corazón, una palabra del evangelio. Recorrería las instituciones de los cristianos y no se encontraría a sí mismo por ninguna parte. No escucharía su propia palabra. En los santuarios de la ciencia se daría cuenta de que su palabra es u n atentado contra la "conciencia libre" de los ciudadanos. Entraría en las casas y vería horribles cuadros del Corazón de Jesús, de cara desvaída y mustia, como muerta, sin palabra. Lo cuelgan como u n paisaje en la pared y dejan que se pudra de generación en generación. Si heredaron la Biblia de algún antepasado, la conservan como recuerdo de familia en la estantería de madera repujada. Es letra muerta. Ellos no tienen necesidad de aprender ninguna palabra. Se han quedado mudos del lenguaje evangélico, cuando van a la cátedra, al trabajo, al negocio, a la oficina, al club. A veces esculpen alguna sentencia de Cristo en una placa de metal o la escriben con caracteres góticos, bien antiguos, en u n pergamino con motivo de algún acontecimiento. P a r a cohonestar su silencio. Porque el hombre moderno ha preferido que grite el anticristo. Como si un gigantesco demonio mudo amordazara a los cristianos de hoy.
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16 LAS TURBAS PIDEN PAN "Y Jesús, conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte, él solo" (Jn 6, 16).
^/1 Cristo diera de comer a la hambrienta humanidad de hoy, a las masas campesinas sin pan y sin cultura, triunfaría. Con el mismo triunfo efímero de los que ganan las campañas electorales. Viviente en la Iglesia de nuestro siglo, sigue metido en la vida de los hombres modernos. Y no son ajenas a Cristo el hambre y la miseria. Sabe de las más vulgares necesidades de la sociedad y no puede pasar de lejos. Sigue teniendo compasión de las turbas. Si llega al hospital, esa ciudad del dolor, se encuentra con heridas y cánceres, con pústulas y miembros rotos. Si al suburbio, se le meterán por los ojos los cuerpos famélicos y los vientres hinchados de los niños que no han comido. Los ojos mustios de los obreros sin trabajo y mal alimentados. Le seguirán como siempre las mujeres sin marido, con sus hijos a la espalda. Le pedirán pan para los suyos. Todo el proletariado de los países subdesarrollados se adheriría a su programa con tal de que prometiera saciarlos de pan. 48
Hasta los políticos, los economistas, los vociferadores socializantes tendrían a bien que Cristo tapara la boca al pueblo llenándosela de pan. Así no gritaría la turba. Y "sus programas" de reforma agraria se cumplirían con más tranquilidad, sin prisa, sin que nadie se moleste. Cristo, hoy como ayer, podría saciar todas las hambres terrenas. Pero sentiría de nuevo el dolor de triunfar por tan pocas cosas. El día de la multiplicación de los panes quizá se arrepintió de haberlos saciado. Ellos, con el estómago lleno, gritaron eufóricos. Querían hacerle rey y le aclamaron hasta ahogar en sus voces y en el vaho de su digestión el mensaje del reino. El pensó en que no desfallecieran en el camino. P a r a que siguieran escuchando la buena nueva del reino de Dios. P a r a que fueran redimidos totalmente y no sólo en su estómago. Hoy, como siempre, los hombres aceptan con alborozo el que la Iglesia, o uno cualquiera de sus obispos, reparta sus tierras a los proletarios. Creen en la Iglesia cuando les habla en una encíclica social de la supresión del hambre, de la justicia. Aceptan una redención terrena. Pero la humanidad de hoy no aceptaría con tanto alborozo una encíclica sobre la eucaristía, el alimento del espíritu. El hombre moderno no acepta una redención para la eternidad.
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17 ESTA EDAD EMBUSTERA
"Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo" (Jn 8, 59).
I |os tiempos modernos son tiempos civilizados. Los hombres cultos no soportan métodos vulgares. Hoy existen medios elegantes de apedrear a Cristo. Jesús de Nazaret entró en la ciudad moderna pregonando la verdad a los cuatro vientoá. Su verdad eterna. Y fue diciendo a los embusteros: "Decís que es vuestro Dios y no le conocéis". Se lo gritó a los aristócratas de las firmas y de las acciones, que se llaman católicos y rio tienen otro dios que su dinero. A los profesionales que se olvidaron de su conciencia y se crearon un dios mudo, que no les moleste, mientras trabajan en su clínica, en su bufete, en su oficina. A los políticos que dicen que creen en Dios y se hicieron "un dios de andar por casa". Que no tiene que ver nada con su vida públicaA la juventud que se dice de "buena familia", se educó en colegios religiosos y se comporta como los ateos en "sus horas libres". A los profesores que son católicos en el templo y ateos en la cátedra. Se lo gritó a todos los "católicos practicantes" 50
que no practican la justicia ni la caridad con los hermanos. A todos fue diciendo la verdad. La verdad seca como los nervios de u n látigo, que se clava en la conciencia. El hombre moderno es supercivilizado, hipersensible. No soporta la dura verdad de Cristo. Por eso rechaza a la Iglesia. No tanto por las deficiencias que pueda encontrar en la conducta de los cristianos, como porque le da en rostro su verdad total. Así ha sido que la edad moderna no soportó la verdad del evangelio. Prefirió hacerse sus propios dioses. Y cuando Cristo siguió pregonando la verdad por su Iglesia, las sociedades civilizadas tomaron piedras para arrojárselas: drogas, estupefacientes o cárceles; campos de concentración, exilios en embajadas extranjeras, deportaciones y expulsiones. Intimaron a la Iglesia a que se callara. Y tuvo que salir de los templos y ocultarse, como al principio, en las catacumbas. Como Jesús de Nazaret el domingo de pasión. Mas la Iglesia seguirá diciendo la verdad y llamando embusteros a los hombres modernos que no quieren reconocer a Cristo.
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18 CRUZ PARA LA IGLESIA
"Después de haberse divertido con él, le quitaron la clámide, le pusieron sus vestidos y le llevaron a crucificar" (Mt 27, 31).
I |A Iglesia es Cristo prolongado a lo largo y a lo ancho de la historia. Sus caminos son caminos de cruz. Sin la cruz no hay redención. La Iglesia redime cuando lleva la cruz sobre sus hombros hasta el monte de la crucifixión. Los domingos de ramos son efímeros. Pronto se apagaron los gritos de júbilo, los vítores. Y Jerusalén quedó sumida en el silencio, fraguando el martirio del redentor. El pecado de la Iglesia sería creer en su triunfo de tejas abajo. Sería su sed de dominio; la ambición del éxito. Olvidarse de su misión redentora por el sacrificio. Detrás de todo domingo de ramos se oculta la cruz. Al fondo de la cúpula del Vaticano, en los días radiantes de sol, cuando la multitud clamorosa grita "viva el papa", se difumma siempre u n signo de muerte. Se dibujan los trazos escuetos del suplicio que recibió el cuerpo ajusticiado de Cristo. Bajo el esplendor de la liturgia de la semana santa, late la angustia de la comunidad cristiana que se adentra en la 52
noche del sufrimiento. En las armonías del canto gregoriano aletea u n grito de dolor de la humanidad que anhela ser liberada de las ataduras de la carne, que suspira ser redimida. La Iglesia siempre debe de llevar la cruz. La cruz de los propios pecados. Nuestros propios pecados. Carga con ellos para redimirlos. Los dolores, las hambres, los sufrimientos de todos los hombres. La cruz es la lucha a muerte contra las fuerzas del mal que se agazapan en los abismos insondables del espíritu humano. Patrimonio de todos los hijos de esta tierra, desde el romano pontífice hasta el más pequeño de los hombres. Es su propia guerra, cuyo campo de operaciones está en sí misma. Es como una lucha del hombre contra Dios. Debate entre lo humano y lo divino de la Iglesia. Es su presencia misma en la sociedad. Es ir abriendo los surcos mientras siente crujir la tierra bajo sus pies. Para depositar la semilla. Abonando con sangre de hombres. Sangre de mártires que dejan su vida en la brega por el evangelio. Su cruz es ese peso de cuerpo humano que tiene que ser elevado a las alturas. Como los soldados levantaron al crucificado, mientras rechinaban sus huesos y se desgarraban sus miembros, para que quedara suspendido entre el cielo y la tierra. Así la Iglesia crucificada es el único signo de salvación para la humanidad de todos los tiempos y promesa del único triunfo y resurrección. 53
19 TRÍPTICO PARA LA SEMANA MAYOR
La semana santa se celebra siempre en estas ciudades. En Montevideo es la "semana criolla" o "semana del turismo". De Asunción, de Buenos Aires... se desplaza la gente al campo, a disfrutar de las "vacaciones de semana santa", en el otoño. Queda poca gente en la ciudad, estos días grandes para los cristianos. Hay más paz para meditar. Para percibir cómo se realiza la pasión de Cristo en los hombres. En estos hombres de hoy que deambulan por las calles y plazas. Estos hijos de Dios que andan por ahí perdidos, que van a la deriva por el camino de su cruz. Así es más fácil ver a Cristo en los hombres. Encontrarlos sufriendo en "los otros" que sufren. Y esperar que todos resucitaremos con él.
MUERTE
Le crucificaron en las afueras de la ciudad. Hoy como ayer, en el suburbio. Si vas a las afueras de todas las ciudades, t e lo encontrarás. Al hombre crucificado. Por todas partes. Extiende tu vista, puedes verlo colgado de cualquier palo. De los innumerables postes del 54
tendido eléctrico que llevan a la ciudad la corriente que alimenta las congeladoras. Encontrarás al hombre del suburbio muriendo en la hediondez de su miseria. Los del centro, desde sus casas, desde sus hotelitos confortables, verán pasar al hombre que, con su cruz, se dirige a las afueras de la ciudad. Y se mofarán de él. Porque es u n "pobre hombre". "Lo que hacéis a uno de estos pequeños a mí me lo hacéis", dice Cristo.
RESURRECCIÓN
"Bienaventurados los pobres", dice Cristo. Los del suburbio. Los que no tienen aparatos electrodomésticos. Aunque no lo comprendan ni los mismos pobres. Y a los ricos estas palabras les hagan soltar la carcajada. P a r a que surjan las ciudades modernas con sus rascacielos, sus anuncios luminosos, su caravana infinita de coches por las avenidas, ha sido necesario que el hombre del suburbio haya sido crucificado. Clavado en su miseria. Sepultado en los caminos sin asfalto. En su casucha chorreante de mugre. P a r a construir la Jerusalén celestial se aprovecharán los desechos de la humanidad. Las piedras que todos despreciaron. Los pobres. Porque "los ricos no e n t r a r á n en el reino". * * * 55
MUERTE
Le han pintado de blanco la cruz. Míralo. Allí está el hombre. Crucificado en su dolor. Las camas de los hospitales son blancas. Pero el dolor es oscuro. Negro como las horas de la agonía. Clavado en el lecho con los garfios del sufrimiento, muere el hombre en el dolor. Un dolor que satura todo el ser humano. Como ese olor insoportable a medicinas que se te agarra a la garganta al entrar en la clínica. Hace que los hombres se hundan en la desesperación. Vomiten blasfemias. "Si es posible, pase de mí este cáliz", dice Cristo.
RESURRECCIÓN
"Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto", dice Cristo. Por eso se pudren tantos hombres en los hospitales. Cumplen en su propia carne lo que falta a la pasión de Cristo. Del grano corrompido entre la basura brotan las rosas. El bisturí es el arado de esta tierra humana que tiene que florecer en resurrección. No hay resurrección más que a través del dolor. Aunque los "creyentes" no creamos en el dolor, el dolor hace santos y redime a la humanidad. Los huesos carcomidos y las carnes putrefactas son el abono de una cosecha eterna. De una floración definitiva. 56
Es necesario que muera el "hombre viejo", hijo del pecado, para que el "hombre nuevo" no sufra más la agonía. Resucite con Cristo. * * *
MUERTE
Allí, abandonado de todos, está el hombre. J u n t o a él pasan los egoístas, los burlones, los indiferentes. Su cruz es el banco de una plaza pública, al anochecer, donde pasar la noche. Su sarcástico martirio, el cuerpo de una prostituta. Allí m u e r e el hombre abandonado. Sin esposa. Sin nadie. En la atosigante soledad de las ciudades modernas. Hechas de cemento y de hierro, sin corazón. Como cerebros electrónicos que piensan con cifras muertas. Solo. Clavado en su abandono. No puede confiar en los hombres. Ya sólo hay un S.O.S. para Dios: "Padre, ¿por qué me has abandonado?".
RESURRECCIÓN
"Bienaventurados los que lloran", dice Cristo. La esperanza nos aboca a la resurrección. Los que encontraron su paraíso aquí no anhelan ser redimidos. Pero los que aceptaron todo el dolor de la vida humana, ésos son cristianos. El existir cristiano es como la tarde de tinieblas de Jerusalén. "No puede ser el discípulo mayor que su maestro". El va delante con la 57
cruz. Y, pasado el día de la soledad, enarbolará el signo de la redención. Hubo una mañana de triunfo. Radiante de sol. Día de la resurrección de todo hombre solo, en esta tierra de soledad. Hay una mañana de resurrección. Consuelo para la humanidad. Que gime hasta que llegue el día. "Si Cristo resucitó, también nosotros hemos de resucitar con él".
20 ESTA EDAD SIN PAZ
"Vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros" (Jn 20, 19).
JL^os hombres de hoy se debaten en una guerra desesperada. Contra la guerra. Se han organizado en campos de batalla para defender la paz. Buscan la paz por los caminos de la guerra. Son caminos de odio, de opresión; de poderío político, de potencia económica, de fuerza militar. Construyen artefactos bélicos. Derrochan riquezas en la anti-ciencia de la guerra. Y después se reúnen en salones confortables para que 58
en los periódicos pueda leerse la palabra "paz". Se arrojan sobre su presa como buitres. Sobre "los otros", sobre los que viven en países miserables. A los que por eufemismo se les llama "países subdesarrollados". Aplastan a los hermanos más pobres y los esclavizan con elegancia. Como se portaría una bestia civilizada de finos modales. Que esconde instintos sanguinarios. El hombre contra el hombre. Y, después, la angustia, ese asco infinito de morder el polvo de la propia soberbia. Esa náusea. Ese miedo terrible de ser aniquilado por la propia maldad. Como si el horizonte estuviera cubierto de nubarrones opacos, y el hombre, con la conciencia manchada, temiera el estallido de un trueno horrible. Cristo, viajero eterno, llega a esta edad moderna. Trae el mismo mensaje. El de siempre. No ha publicado otro manifiesto. "Mi paz os dejo". El mensaje de la resurrección para la humanidad. Como lo había dicho al principio en el canto de los ángeles, cuando nació pobre: "a los hombres de buena voluntad". Y así la paz de Cristo también es una guerra declarada: contra el odio, contra el egoísmo. Una paz que se basa en la destrucción: de lo más sórdido, de lo más rastrero que tiene el hombre. Cuando se le hayan derrumbado todos los ídolos al hombre moderno, Cristo reinará en el fondo de las almas. Y la paz será con nosotros. No será la paz de las sonrisas que esconden sarcasmos; ni la de las manos que se cruzan en señal de amistad, y firman a la vez pactos cri59
mínales. No es la paz de las palabras bonitas, ni del porte elegante. No la de las riquezas, ni de los placeres. Es la paz de la justicia y del amor. Es la paz de Cristo, la que anhelan los hombres de hoy.
21 ESTOS PUEBLOS SIN JEFES "El asalariado, el que no es pastor, dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja a las ovejas, y huye, y el lobo arrebata . y dispersa a las ovejas" (Jn 10, 12).
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ON muchos los que se erigen en pastores de los pueblos. Pocos los que dan la vida por su pueblo. Innumerables los que viven a costa del pueblo, los que chupan la sangre de la sociedad. Miradlos. Hacen su campaña política. Presentan su candidatura. El pueblo se reúne en masa: vocifera, habla de "fórmulas", de "elecciones", de "candidatos", de "presidente". Y todo porque el pueblo tiene hambre y confía en las promesas. Y ellos, los jefes, se apoyan sobre el pueblo. Aunque para subir al poder tengan que pisotearle la cerviz. Y cuando están arriba se engordan a sí mismos, y engordan a sus compinches. Adquieren 60
capitales para su vejez. Ponen su dinero en los bancos de Suiza. Y acciones en empresas extranjeras. No importa que el pueblo se muera de miseria. El rebaño para estos jefes mercenarios no tiene ya aquel sentido honorable de "pueblo de Israel", "pueblo de Dios". Ya no significa más que "la masa": ese pueblo inerme. Sin pensamiento, porque no le permiten pensar; sin libertad, porque dicen que no sabe usar de ella. Sin pan. Con el único derecho de servir de pedestal a los que llaman jefes, de gritar, de trabajar. Y así los pueblos se encuentran sin jefes. Buscan ávidamente quienes los dirijan. Si acaso encuentran una vez un jefe, se conocerá en que no huye con las manos llenas. Se dejará matar por la vida de su pueblo. Su vida es desangrarse, morir lentamente para que el mundo de hoy, agónico, tenga vida. Se parecerá al buen pastor, Cristo. Una silueta se proyecta en el atardecer de esta edad. La figura del buen pastor, por todos los senderos y atajos retorcidos de una humanidad supercivilizada. Entre los gritos de los pregoneros, vendedores de programas de reformas sociales, de manifiestos de partidos, se escucha una voz. El único programa, el único manifiesto que tiene vigencia eterna. El que comienza con aquellas palabras: "Yo soy el buen pastor y doy la vida por mis ovejas".
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22 ALEGRÍA PARA LOS CRISTIANOS "Nadie será capaz de quitaros alegría" (Jn 16, 22).
vuestra
JJ|L Cristo de hoy, de ayer y de siempre es el del monte de las bienaventuranzas. Su palabra sigue siendo locura para "los sabios de este mundo". Sigue encontrando Cristo el mismo dolor sobre la tierra. Los científicos y los técnicos del siglo xx aún no han sabido suprimir el dolor del mundo. Y Cristo se acerca con la misma palabra: "Bienaventurados los que lloran". La deja caer como bálsamo en los espíritus que quieren aceptarlo. Pero, mientras pronuncia su palabra, allá abajo en las calles de la ciudad, en las salas de fiesta, en los centros del vicio, se escucha la carcajada estentórea y blasfema de los hombres: son los que compraron risotadas con su dinero; los que vendieron su deshonra en el lujo de los salones. Los que bebieron ahitos la copa del placer que emborracha. La juventud gregaria, de ojos muertos, sin destellos, que ha perdido la alegría. Pero a los cristianos hoy Cristo nos grita el evangelio, la buena nueva, la alegría. Para esos jóvenes hambrientos de felicidad y de sonrisas. Sólo hay una tristeza, la tristeza del pecado. 62
Y por eso hay angustia, hay tinieblas en los espíritus y amarguras acumuladas en pocos años. Porque la juventud no conserva su corazón puro. Cristo nos promete la alegría. Esa que se encuentra en el fondo del alma: la de la limpieza de los ojos, la de la sonrisa sincera, la de la amistad. Se asienta en la paz del corazón, amasada en la victoria contra las pasiones. Es la alegría de los que saben reir y saben llorar como todo ser humano. Se encuentra al mirar a Dios en las estrellas, en la nieve de las montañas y en los ojos de una joven pura. Es la alegría de encontrar la belleza regada a manos llenas por el mundo; y de no mancharla con ojos perversos y labios sucios. La alegría de vivir y mirar al futuro con esperanza; de clavar la mirada en las alturas. Es la alegría que mora en Dios. La definitiva alegría. Nuestra risa será la última risa. Una risa eterna, infinita, sin estridencias, serena como el cielo. Es la alegría de la "gracia de Dios". Y a los cristianos nadie podrá arrebatarnos la alegría.
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23 ESTA EDAD SIN CONCIENCIA
"Porque si no me fuere, el abogado no vendrá a vosotros; pero si me fuere os lo enviaré. Y en viniendo éste, argüirá al mundo de pecado" (Jn 16, 7-8).
E
L hombre que vive del espíritu tiene conciencia de pecado. El hombre materializado ha perdido la conciencia de él. El cristiano antiguo sabía cometer pecados pero tenía capacidad de reconocerlo y de arrepentirse. El cristiano de hoy se une al cortejo de las masas sin principios, sin conciencia. D e ahí la organización e institucionalización de la injusticia. Como una red que enlaza y acogota los últimos reductos de los hombres de bien. Como una criminal conjuración del silencio, por parte de todos; contra los mejores, o los más débiles o los más cobardes. Hasta ahogar los gritos de la justicia. De ahí la corrupción moral, prevista y admitida por una sociedad refinada. Comercio de carne humana, trata de blancas, "la esclavitud de nuestro tiempo". De las formas más viles a las más elegantes. Ante los ojos de la sociedad ebria por el ansia de placeres. Mientras se escuchan los golpes del látigo contra la mujer. Organizado todo por personas "honorables" que 64
saben asistir a las reuniones de sociedad y hasta ser escrupulosas en las leyes de la higiene. De ahí que los vicios de la política sean mantenidos sistemáticamente, como pago y sueldo a los más audaces; y que los destinos de los pueblos se rijan por la ley del más fuerte. Y las relaciones entre los pueblos se pacten desde los únicos principios de la economía, o por el temor a la guerra, y no por la ley que gravita sobre la conciencia de los hombres. Y todo como un presupuesto tácito o expreso a una coexistencia pacífica, exigida por una sociedad con "leyes", pero sin "ley". El Espíritu que habita en la Iglesia tendrá que soplar fuertemente en estos momentos cruciales. Somos nosotros, los cristianos, los portadores del espíritu, los que tenemos que despertar de su letargo a una sociedad embotada, insensibilizada, sin conciencia social. Nosotros, con nuestra, presencia e n e l múñela de hoy, los que le gritemos la ley del evangelio, que es la ley de amor.
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24 UN MUNDO QUE NO REZA "Pedid y recibiréis para que sea cumplido vuestro gozo" (Jn 16, 24).
r , STAMOS viviendo aún las consecuencias del humanismo ateo. El que gritó el "dios ha muerto". Se fueron apagando los gritos de rebelión. Pero el hombre se fue tragando la panacea. Desde entonces el hombre no reza. Cuando la guerra, las calamidades llaman a las puertas de la humanidad, los hombres prefieren conversar con los hombres en conferencias de desarme. Pero excluyen a Dios, muchas veces, de esas reuniones. Cuando el hombre se siente acosado interiormente por los remordimientos, prefiere acudir a todos los psicoanalistas y tomar muchos calmantes para sus nervios. Pero nunca ponerse de rodillas. Cuando las pasiones humanas, aun las más bajas, le punzan la carne y el espíritu, prefiere darle desahogo o buscarle sucedáneos. Pero nunca rezar. El hombre de hoy es lo suficientemente autosuficiente como para morder el polvo de su elegante miseria antes que confesar que necesita de Dios. Voló tanto por los espacios que llegó a creerse dios. Se proclamó el "dios de la técnica". Y quiso arreglarlo todo con su mecánica. 66
Si Cristo, como "un hombre de la calle", de particular, entrara hoy en las reuniones de los hombres donde se habla de los problemas de la sociedad, diría sencillamente la misma palabra; la que repitió siempre: "Pedid...". Y sería considerado como un necio por los que confían en sí mismos, en la ciencia, en la técnica, en los vuelos espaciales, en las "alianzas para el progreso", en los "bancos de fomento". Sería arrojado fuera de las reuniones de los hombres. Porque predica una doctrina demasiado antigua. La doctrina de la oración, de la dependencia de Dios, de la súplica. Si se insinuara Cristo en tantos espíritus angustiados, que hasta se sienten felices de estarlo, porque así están a tono con los tiempos, sería rechazado como un mal pensamiento. Porque les hablaría de la humildad de la súplica. Pero la paz de los hombres descansa en la fe, que se convierte en súplica confiada, si saben rezar: "Padre nuestro...". 25 CRISTIANISMO DE FACHADA "Y vosotros daréis también (Jn 15, 27).
testimonio"
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V ^ RISTOJ de incógnito. Se metió en la vida de los hombres. Y les fue siguiendo los pasos. Todos los pasos de su vida. A aquel señor honorable, 67
al señor Meléndez, al señor Casanova... A un cristiano; a uno de esos que alguna vez llenan su boca diciendo que son católicos. Que pertenecen a tal parroquia y están en la comisión tal o cual. Habla pausada y ampulosamente en las reuniones para poder escucharse a sí mismo. Porque él, dice, es católico. Cristo se fue con él, pegado a él como un sello de correos, para poder escuchar su testimonio, para poder verle como testigo de su evangelio. Entraron en su oficina y Cristo pudo ver sus libros; los libros de los "negocios limpios" y los de los "negocios sucios". Y darse cuenta del sueldo irrisorio que pagaba a un empleado de 22 años que trabajaba mañana y tarde en su farmacia. Porque, decía aquel señor católico y honorable, no se puede vivir y, "si hacemos caso a las reclamaciones de los obreros, no podemos ir adelante". Entró con él en la intimidad de su hogar. Pasó muchos días en compañía de aquel cristiano y vio que nunca se rezaba en familia y que en su matrimonio se violaban elegantemente las leyes naturales. Y que a los hijos se les enseñaba a guardar las formas, a ser personas honorables, pero no se les habló nunca de mantener su alma en gracia. Y le siguió por la calle y en sus horas libres. Y pudo enterarse Cristo de quiénes eran los "enemigos personales" de aquel cristiano y quiénes las "amigas especiales". Porque pudo ver el odio que había en su corazón hacia aquellos y el "excesivo cariño" hacia las otras. 68
Le siguió ilusionado hacia la iglesia. Porque aquel católico, aquel día, se fue a la iglesia para demostrar que era católico. Y como siempre, Cristo junto a él. Y pudo ver que actuaba como los fariseos de siempre. Allí estaba, hierático y mudo, como si estuviera presidiendo alguna reunión, como se está en un acto cultural. Con seriedad, porque somos personas educadas. Entró en sus pensamientos y vio que no había evangelio por ninguna parte. No era un testigo, era un farsante. Y Cristo sintió una tristeza inmensa, infinita de que los cristianos de hoy sean cristianos de fachada y no testigos de su evangelio.
26 PARA ESTE HOMBRE DESESPERADO "La paz os dejo, mi paz os doy; como él mundo la da" (Jn 14, 27).
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H
AY muchos síntomas hoy de desesperación. El hombre no se siente seguro. Fueron dos guerras en el siglo xx las que dejaron al hombre sin fe. Fe en sí mismo, fe en la humanidad. Se sintió solo. El ruido del maqumismo, los avances de la técnica no hicieron más que aturdirle. En su soledad el hombre pudo haber encon69
trado a Dios. El cristiano podía haberle poseído en el interior de su ser. Pero el cristianismo de la primera mitad de este siglo fue un cristianismo comodón y burgués, oñcialesco. Un cristianismo que se olvidaba de Cristo, donde la presencia íntima de Dios en el ser humano cuenta poco. Y por eso el hombre de hoy, asediado por u n abismo inmenso que le envuelve corno una atmósfera pesada, y vacío de Dios, se siente solo. Y al tocarse a sí mismo, al palparse y sentir su propia nada, impregnados sus dedos de su propia inutilidad, ha sentido náuseas, se ha desesperado. Y por eso muchos hombres de la literatura de hoy, de la filosofía y de la calle son "generación perdida". Que se sienten vivir, que escuchan el palpitar de su existencia, pero una existencia sin rumbo. Porque no tienen timonel en su barco. Porque Dios no vive dentro de esos hombres. También los cristianos de hoy son hombres que rechazan la promesa de Cristo: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada". Y por eso hay suicidios fríos, y los hombres se emborrachan en la sexualidad, o en el ajetreo de los negocios. Y si les preguntas por su fe, te dicen que no creen en nada, que sólo les importa vivir, vivir ávidamente. Pero la paz de Cristo es para los hombres de vida interior. Para los que saben aceptar a Dios en su vida con humildad. Entonces el hombre se prolonga a lo infinito, adquiere la esperanza, vive en una esfera confiada. 70
Si podemos abrir hoy el corazón a la esperanza, es en tanto en cuanto haya hombres que abran la intimidad de su ser a Dios. Cuando volvamos a tener un cristianismo interior, la humanidad volverá a tener la esperanza que ha perdido.
27 ESTA IGLESIA EN CAMINO "Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo" (Mt 28, 20).
I , | S u n hecho la presencia de la Iglesia en esta sociedad de hoy. Un signo de presencia es la persecución. El ser rechazada. Los hombres no aguantan los criterios de Dios, el mensaje evangélico y, a veces, se levantan en masa. Porque Cristo les habla de alturas a los hombres, y les da en rostro una doctrina que no cumplen. Quieren desprenderse de ella como u n fardo que les pesa. El reverso de la moneda de la persecución que rueda por la historia es la permanencia. Ahí está la Iglesia a pesar de la persecución. O quizá porque es perseguida y crucificada como Cristo. Siempre vieja y siempre nueva después de veinte siglos. 71
Por la promesa de Cristo tenemos una seguridad profunda en la permanencia de la Iglesia Subsistirá a todos los bloques del este y del oeste. A todas las "siglas" inventadas para simbolizar unión y fuerza en el mercado o en la cultura. Porque es la Iglesia en camino, avanza siempre con los hombres. Va a donde vaya la humanidad para salvarla. Se hace solidaria de los problemas de cada edad. Y se compromete en todos los avances. Parecerá que se hunde cuando la historia cruje, porque está allí como el timonel o el capitán. Y no abandona su puesto aunque esté haciendo agua la embarcación. Defiende la humanidad de los errores, de la inhumanidad, de la tiranía. El ataque a la Iglesia siempre fue el síntoma más claro de persecución contra la libertad humana. Hoy, como siempre, conocemos que no hay libertad en un país, si son expulsados los obispos, los sacerdotes o los militantes cristianos. Estará ahí clavada en la historia de la humanidad, mientras tenga una misión que cumplir. Tendrá que evangelizar mientras haya hombres. La buena nueva está produciendo su fruto. Es fermento, y la sociedad va siendo humanizada por la Iglesia. Porque sus palabras llegan aun a los que la rechazan. Porque la conocen al rechazarla. La raza negra hoy será emancipada en tanto en cuanto que la blanca sea más humana, más cristiana. La Iglesia civiliza evangelizando, dándoles a los hombres los derechos de hijos de 72
Dios. Y hasta lograrlo, Cristo estará con nosotros, hasta la consumación del mundo.
28 FESTINES PARA LOS HOMBRES DE HOY "A lo hora del banquete envió a su siervo a decir a los incitados: Venid, que ya está todo preparado. Pero todos unánimemente comenzaron a excusarse" (Le 14, 17-18).
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y _ ^ RISTO, de pie en la encrucijada de las calles. Mientras pasan los hombres. Lo ha enviado el Padre. Viene de lejos. Desde Dios, para hacer una invitación única. Está ahí con el evangelio en la mano. A su alrededor, en la plaza pública entre el tumulto, se agitan los repartidores de boletines. Se los meten por los ojos a las gentes. Los pasquines, las letras chillonas. Las figuras obscenas. Todo regalado en las calles. Los ídolos están ahí, colgados en los kioskos, pegados contra los muros de los edificios, con sus sonrisas en serie o sus caras de tragedia aprendida. Las masas van entrando en las salas de cine. No van a ver cine, no saben ver cine, van a saciarse con el espectáculo. Un festín de figuras, de color de música. Todo enervante para los sentidos, para las pasiones. Ahora la avalancha va entrando al estadio 73
Hay u n festín que puede dar el saldo de doscientos o trescientos muertos por el pánico motivado por la furia de la masa, como en Lima. Pueden sentarse a esta mesa todos los analfabetos que saben leer la página de deportes. Y, luego, al club. Un club social donde no hay sociedad, sino masa, elegante avalancha humana. Entre luces de color, para que no haya distinción de tonalidad, de personas. Si alguna se distingue, es porque va más provocativa. Y para las masas de los hombres serios los salones de los grandes hoteles. Allá van entrando a sus negocios. A los bancos, donde se compra y se vende. Y Cristo, en la encrucijada. Parece que le han confundido. Quizás creen que está dirigiendo el tráfico. El lleva el evangelio en la mano y habla por su Iglesia. Pero los hombres pasan a su lado, rápidos. Van a lo suyo. Cada cual a lo suyo. Y la Iglesia vacía. No tienen tiempo, no ha venido nadie a hacer comunidad de hermanos. Los hombres están absorbidos por sus ocupaciones. Dios había preparado u n gran banquete; el banquete del reino. Y la sala ha quedado vacía ¡Han venido tan pocos!
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29 LATINOAMÉRICA TIERRA DE MISIÓN "Alegraos conmigo porque he hallado la oveja perdida" (Le 15, 6).
I ,A frase no es nueva. "La Iglesia en estado de misión" es título de estudios trascendentales en la eclesiología actual. El hecho tampoco ha sido detectado ahora. Ya hace años que se aplicó el apelativo de "país de misión" a naciones con larga historia de cristianismo. Sin duda, es un hecho también de la actualidad religiosa de Latinoamérica. No sólo porque queden unos miles de paganos aborígenes sin evangelizar, sino, y mucho más, porque las instituciones, los hábitos sociales, las formas de vida, la situación de la organización de la familia que tenemos aquí, son similares a los que podrían encontrarse en cualquier país sintoísta del lejano oriente. A pesar de varios siglos de cristianismo, hay que comenzar por la base. Hay que ir a evangelizar el país. Aunque está ya trasnochado el término, todavía un director de colegio secundario, afirmaba hace pocos días: "Soy católico pero en la enseñanza soy "laico". Y sostenía "científicamente" que "el hombre procede de la tierra", como la mandioca. Esto es el síntoma de un cristianismo burgués e inoperante, de muchos años de liberalismo, 75
que da como resultado el que las instituciones hoy estén en manos de los desaprensivos, de los sin principios, de los inmorales o amorales. F u e una generación de católicos, "personas honorables", que llenaban su estómago y dormitaban largamente. Poseían suficientes riquezas como para aceptar sin complicaciones el nombre de católicos que recibieron de sus abuelos. Y ahora se van dando cuenta estos países católicos que se les hunde la tierra bajo los pies. Con casi un siglo de retraso, toman conciencia ahora de los efectos de una concepción anticristiana de la vida. Estamos, pues, en "estado de misión", que es lo mismo que decir que hay que comenzar desde el principio. Tenemos una sociedad degenerada. Era cristiana y es pagana. Hay que evangelizarla. Es una labor difícil, y es necesario definirse: los que son "cristianos" y los que "no son cristianos", aunque lleven este nombre. Y todos los que lo son, aunque sean pocos, comprometerse: ir a evangelizar con la palabra y con el testimonio. Si todavía hay sacerdotes que se quedan en sus sacristías, que salgan al pueblo. Si hay católicos que se respaldan con el nombre de católicos para sus felonías, que se desenmascaren. Si hay cristianos que prefieren seguir arrellenados en su decimonónico sillón burgués, que renuncien al nombre de cristianos. Hay que ir a recuperar lo perdido. Cristo fue en busca de la "oveja perdida".
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30 ESTE HOMBRE MODERNO, SOLO "Toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada" (Le 5, 5).
d L hombre. El eterno buscador. Miradlo, inquieto en nuestro tiempo. Bregando en esta noche de los "tiempos modernos", luchando con el mar. Se apagan las últimas luces del día y es ya de noche. Hay oscuridad porque la fe no brilla sobre el cielo de esta edad de humanismo y de técnica. El hombre solo trabajando y debatiéndose en su barca con el ruido del m a r que brama bajo sus pies. El hombre de la ciencia, encerrado en sus gabinetes de estudio, en sus labores pequeñas, aplastado por el peso de sus inventos, metiendo los espacios en sus telescopios, sin visión panorámica, sin encontrar la categoría total del cosmos. El hombre de la filosofía. En la noche no ve su senda, desorientado. Sin el faro de la fe. Los seres pasan junto a él como espectros, camino de la muerte, envueltos en las aguas turbias del océano. Y él los contempla aterrado, aterido de frío, ciego, sin luz; sin poder explicarse su sentido. El hombre de la literatura. El que grita en las páginas de sus libros como única liberación, desde su noche de mar. Zarandeado por el dolor 77
de las guerras, de los campos de concentración, de las cárceles en los países democráticos. Golpean las olas en su barca. El, de pie, agarrado a cualquier cuerda de la vida. Solo, temiendo caer en u n abismo sin fondo. El hombre de la política. El que perora ampliamente sobre la paz, sobre el bienestar social: se quedó solo en su embarcación de egoísmo. Sin principios, sin conciencia. Sin Dios. Solo, dirigiendo una sociedad que amenaza partirse en dos y hundirse. El hombre de la calle, el que trabaja, el que ríe, el que llora, el que se divierte. Va por la vida en este bajel inmenso de la humanidad, solo. Echando las redes de sus egoísmos hacia todos los bancos de riquezas, de placeres, de ilusiones. Sin pescar nada más que la realidad pura y descarnada de sentirse solo. Porque para él, en la noche no brilla el lucero de la fe. Y Cristo está en el borde de nuestro tiempo. Está allí, en la orilla del mar, como aquella vez. Ahora, en su Iglesia que es luz y es voz. Voz que llama, que infunde confianza a. los hombres que han trabajado durante la noche de la edad moderna y están cansados. Pero está llegando el amanecer y Cristo está en la orilla.
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31 PROCESIÓN PARA FARISEOS MODERNOS "Si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 5, 20).
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V-^Risxo podría señalarlos con el dedo. Desde la escalinata del templo. Aparcados en las calles sus lujosos coches, van entrando en los templos y ocupando los primeros puestos como siempre. Y los podría volver a llamar "hipócritas", "mentirosos", "tumbas pintadas de blanco". Porque para Cristo es una bofetada en el rostro de su Iglesia el fariseísmo del siglo 1 y el del siglo x x . El es "manso y humilde de corazón". Ahí van llegando los fariseos de hoy. Los que no cumplen con los elementales deberes de justicia. Proliferan en estos países de catolicismo decimonónico, oficialesco y desencarnado. El que llega ahora es u n alto funcionario del gobierno. Del gobierno de u n país donde las dos terceras partes del total de los ingresos monetarios procedentes de las exportaciones se reparte entre menos del quince por ciento de la población, mientras que sólo una tercera parte del mismo se distribuye entre el resto de los habitantes. A este alto funcionario no le interesa que cambie este estado de cosas, porque posiblemente descendería su nivel económico. Asis79
te, sin embargo, a los actos religiosos de vez en cuando. Está en un país católico y así puede decirlo después en sus discursos. Aquella elegante señora que llega en este momento, viene a la Iglesia con frecuencia; sabe que su marido trae entre manos algunos "negocios poco limpios". Pero prefiere no complicarse la existencia. Ella se limita a disfrutar de una "posición holgada". Además, es una señora "caritativa". Hace continuas donaciones de ropas usadas porque, naturalmente, tiene que cambiar constantemente de modelo. ¡Hay tantas reuniones de sociedad...! ¿Y este otro?, u n empresario, o quizá un gran estanciero. Señor honorable. Contribuyó espléndidamente a la construcción de este magnífico templo. Es verdad que sus cuatrocientos obreros sufren los "serios inconvenientes de una deficiente legislación laboral". Pero, ¿qué le vamos a hacer?, están así las cosas. El, por otra parte, aunque no se acuerde de sus deberes de justicia, alguna vez cumple "sus deberes religiosos". Este otro señor relativamente joven ocupa un puesto lucrativo en un ministerio. Un puesto "creado exclusivamente para él", porque ese señor, "de una moralidad sin tacha", tiene buenas amistades en las altas esferas del gobierno, pese a su incompetencia. Pero es un señor que hasta tiene a sus hijas en u n colegio de hermanas. Un señor "muy católico...". Y así sucesivamente... va llegando una larga procesión de "fariseos siglo x x " . Con etiquetas de plásticos, muy finas, en la solapa, que dicen: ¡¡católico!! 80
Pero Cristo, en el pórtico del templo, podría gritarle a cada uno: ¡¡fariseo!!
32 LAS MULTITUDES HAMBRIENTAS "Tengo compasión de las muchedumbres porque... no tienen qué comer" (Me 8, 2).
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ESDE ahí, desde la altura, Cristo mirando las multitudes. Pasada ya la cumbre del siglo x x en la pendiente de una edad que marcha hacia el poniente están ahí los hombres, hambrientos. La turba innumerable de los insatisfechos hastiados de palabras, ofuscados de cientificismo, ahitos de materia, borrachos de sensualidad. Hambrientos de algo que llene sus apetencias humanas, infinitas. Reciben alimentos insípidos, desvitaminizados, nauseabundos. No son alimentos de hombre. No son pan para el espíritu. Son comida vulgar para los estómagos, para los cuerpos, para las pasiones. Alimentos masivos. Espectáculos de multitudes para gritar, para insultar, todos en masa. Cada cual en su fila, junto a la taquilla, sacando el boleto que le hará acreedor a su ración de espectáculo. Como en las filas de los comedores para menesterosos. 81
Y los banquetes de papel. En el escaparate de las librerías, los seudomaestros presentan sus mercancías indigestas para la juventud. En los estantes de los kioskos, tiradas en las aceras de las calles céntricas, las revistas y las noveluchas que devoran los analfabetos. El desayuno de los diarios preparado con noticias, alimento de la locuacidad de las tertulias. El cine. De manjar exquisito convertido para el pueblo en mero abarrote de antídotos contra la reflexión, pócima envenenada de sexualidad. Preparados seudoartísticos de luz y de colores chillones, de ruidos estridentes, de figuras grotescas, gesticulantes. Más banquetes visuales para la masa. Espejismo de las grandes ciudades. Anuncios luminosos. Salas de fiestas. Desfiles de modelos. Figuras... Figuras en los salones de los edificios oficiales, de los hoteles. Salón azul, salón rosa. Alimento de palabras insípidas. Músicas vacías por los altavoces, por las emisoras. De gentes que no tienen nada que decir. Que sólo proporcionan grandes dosis de ruido que se inyectan en organismos adormecidos. Más palabras de la política, de los partidos. Promesas, panacea para la masa boquiabierta. Palabras al viento en la verborrea ampulosa, enmarcada en gestos estudiados. Más locuacidad sin vida en los mismos predicadores del evangelio. Un evangelio desencarnado por los mismos apóstoles del evangelio. Hecho teorías. Divorciado de la realidad humana y de la sociedad, del espíritu hambriento de los hombres de hoy. 82
Y las turbas hambrientas: hambre infinita de felicidad. Cristo, sus ojos misericordiosos clavados en la humanidad de hoy, nos llama a los cristianos: "Dadles vosotros". Dadles de comer. Dadles el evangelio completo. El verdadero evangelio. La palabra de Cristo. Dadles a Cristo. Que es palabra de Dios, "alimento para la vida del mundo".
33 PROPAGANDA DE ESTAFADORES "Guardaos de los falsos projetas que •vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces" (Mt 7, 15).
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V ^RISTO hoy, entre la multitud, de incógnito. Como uno más, metido entre los hombres, para salvarlos. Como hermano, dando la voz de alerta a los hermanos. Contra los embaucadores, vendedores ambulantes de mentiras. Contra los que pregonan ampulosamente su mercancía averiada. Que venden oropel por oro. En las plazas públicas de la opinión, desde las tribunas, desde la cátedra de propagandistas de ideas, de propagandistas de artículos de lujo. 83
Y la masa boquiabierta escucha las promesas de los estafadores. Desde los altavoces se difunden sus gritos que ahogan la voz de la verdad. Todos vienen prometiendo. Cristo, observador eterno, los escucha. Los mira compasivamente, encaramados en sus tribunas, como malabaristas grotescos, declamadores, muñecos de Guignol. Pasa junto a los profetas del confort: que pregonan u n mundo nuevo, hecho de congeladoras, de batidoras automáticas, de coches último modelo, de cheques de banco; de vacaciones en las playas de última moda, de drogas contra el "exceso de población", de pildoras contra el dolor de cabeza, contra el dolor de estómago, contra el remordimiento de conciencia. Ahora los vendedores de ideas prefabricadas, con sus promesas. Los que proclaman la "independencia de toda tutela paternal o maternal". Los pregoneros del libertinaje, en sus planfletos, en sus novelas, en sus films, en sus cátedras de seudociencia. Profetas retrógrados de la emancipación del hombre: liberación de la ley, de la moral, de la conciencia, de Dios. Escucha ahora indulgentemente a los que se llaman a sí mismos revolucionarios. Son conformistas de brazos caídos, que prenden fuego para derrumbar y no construyen. Construyen castillos de odios de clases con promesas de redención de los pueblos. Profetas de paraísos absurdos. Profetas del diablo. Ahora la propaganda de los que están en el poder. Los únicos, dicen ellos, que trabajan por el bien del pueblo. Promesas p a r a todos: para 84
los campesinos, para los miserables, para sus partidarios especialmente. En discursos aprendidos de memoria. Y propagandas de los que están en el poder. Cuyos nombres están escritos con letras rojas, con letras azules, en los pasquines, en las pancartas. Candidatos a tal o cual presidencia. Promesas, dádivas. Para subir, pisando sobre los hombres del pueblo. "Por los frutos los conoceréis", dice Cristo. Si recogen "sus frutos", llenan sus bolsas y se van, dejando la fruta podrida... son estafadores. "Guardaos de los falsos profetas". El que redime al pueblo va siempre delante con la carga sobre sus hombros.
34 UN CRISTIANISMO INOPERANTE "Los /lijos de este siglo son más avisados en el trato con los suyos que los hijos de la luz" (Le 16, 8).
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OY, Cristo, juez de los cristianos del siglo x x , sentado en su tribunal. Tiene derecho. Es el juez "que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos". "Las derechas y las izquierdas de los hom85
bres no coinciden con las derechas y las izquierdas de Dios". El puede juzgar a los "buenos" y a los "malos", y llamar buenos a los malos y malos a los buenos. Puede alabar paradójicamente al infiel porque fue fiel en su fidelidad. Y recriminar gravemente a los que hicieron profesión de luz y son tiniebla. A los cristianos que apagan con su fétido aliento la antorcha de la verdad que llevan en sus manos. Ellos, los hijos de las tinieblas, han sido más vivos. Su conquista más temible está en haber borrado la línea de demarcación. En hacer que no haya dos campos de batalla. Han copado nuestro terreno. Su maldad está difundida entre nosotros como un corrosivo. Nos han tomado por aliados, convirtiéndonos en acatadores de sus órdenes. Han hecho de nuestro cristianismo, un cristianismo inoperante, semimuerto. Que coopera con el mal según aquello del maestro: "El que no está conmigo está contra mí". Cristo es infinitamente sincero. Dice siempre la verdad, aunque duela. Nos recrimina hoy. A los bautizados que ultrajan durante su vida aquella primera gracia de redención que recibieron. Cristianos traidores, con una vida que es un insulto permanente a su propio nombre. Son legión. Multitudes de cristianos en contradicción con la vida y la doctrina de Cristo. Nos recrimina hoy. A todos los apáticos, cristianos burgueses, que se han posesionado de su cristianismo lo mismo que poseen sus herencias, sus acciones, sus riquezas. A todos los que de la religión de un obrero que murió crucifi86
cado por salvarnos, han hecho una pantomima elegante para lucirse en los días de fiesta o presidir en reuniones de "gente bien". Nos recrimina hoy a los "apóstoles". A todos los que están en todas las organizaciones católicas, que trabajan estupendamente sobre el papel, en las reuniones de comisiones directivas, con una pulcritud minimista. Pero que no entregan su vida al ideal cristiano en su familia, en su profesión, en su misión de testimonio, en la difusión de la única verdad. A todos los cristianos, hoy, cuando todavía hay tiempo, nos juzga y nos recrimina Cristo. Porque es necesario, para ser sus discípulos, seguirle totalmente y darlo todo. No hay términos medios en el cristianismo. La mejor astucia para implantar el reino de Cristo es el compromiso total con la fe que profesamos. Por las palabras de Cristo, son ejemplo para nosotros, hoy, los hijos del siglo, los hijos de las tinieblas que se entregan a la maldad con toda su alma.
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35 ESTA HUMANIDAD EN LA ENCRUCIJADA "Al ver la ciudad lloró sobre ella diciendo: ¡Si al menos en este día conocieras lo que hace a la paz tuya!" (Le 19, 41-42).
c V _^ RISTO, viajero eterno. Presente hoy en la historia. Ha llegado como un peregrino a dar vista a la inmensa ciudad. La ciudad construida por los hombres del siglo x x . La humanidad toda está allí bajo sus ojos. Desde lo alto de la colina. Pudiera ser desde la atalaya del Vaticano. Cristo penetra en los rincones más recónditos de esta ciudad de los hombres. Allá abajo se agitan febriles. Disertan. Gritan unos contra los otros, buscando la paz. En todos los labios, en todos los corazones el mismo anhelo: la paz. La gran ciudad está en la encrucijada de la historia. Dos caminos se abren a sus puertas que miran hacia el futuro. Y en las rutas los signos indicadores. Una ruta abierta al progreso de la materia. Asfalto brillante de autopistas, hacia los paraísos prometidos del capitalismo y del comunismo. Para los hombres que buscan la satisfacción de su cuerpo de tierra. Al borde, los hoteles lujosos, construidos con las últimas materias plásticas. Para las "relaciones humanas", basadas en el 88
egocentrismo y en la ambición. Lugar de placer hecho para unos pocos; para poder desplazar a los otros, a los que no pueden, a los que no les es permitido. Otra ruta, adentrándose en las realidades del espíritu humano. Hecha como para las grandes peregrinaciones de los hombres. Para que en el camino se encuentren los hermanos, en integración racial de todos los pueblos. Bajo el signo único de la cruz triunfadora. Como en el caminar de juventudes que marchan en comunidad, cantando. Se acampa en cualquier lugar donde los hermanos se encuentran. Los hermanos construyen sus propios albergues con sus propias manos. Albergues de viajeros para otra patria. Lugar confortable para el descanso. A veces refugio contra las ventiscas de nieve, contra el sol del verano que abrasa. Donde caben todos los viajeros que vienen por la ciudad de los hombres, hacia la ciudad de Dios. Cristo, desde la altura, en este atardecer del siglo, hace encender todas las estrellas. Todas las antorchas de la verdad, verdad de la Iglesia en concilio. Para que mientras llegue la aurora de una nueva edad, los hombres tengan luz en su camino, y encuentren la verdadera paz. Cristo no quiere llorar de nuevo sobre una ciudad deicida.
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36 IGLESIA PARA LOS "MALOS" "Os digo que bajá éste (el publicarlo) justificado a su casa y no aquél (el fariseo)" (Le 18, 14).
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V - ^ S T O , el gran arquitecto, construyó una Iglesia amplia para que entraran todos. La gran casa del Padre que recibe siempre a sus hijos. Una Iglesia católica, universal. Para todos los que han sido redimidos por su sangre. Pero mira: "los buenos" han taponado las puertas de la Iglesia; desde el presbiterio, desde las gradas del altar, lo ocupan todo. Rebosan por la puerta. La Iglesia está llena de los "puros", "los incontaminados", "los que no son como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros". Están ahí como en su casa, en las primeras filas, donde todo el mundo los ve. Devotos de una religión que ellos mismos se han construido. Donde no tienen que ver nada la limpieza del corazón, ni el arrepentimiento. Una religión segregacionista: los buenos y los malos, los blancos y los negros. Para éstos solamente un rincón de la iglesia, de lo contrario podrán contaminar a los dirigentes de las organizaciones católicas, a las señoras encopetadas, beatas de profesión, a las señoritas perfumadas. No, que no se mezclen, que queden lejos, pidiendo perdón de sus pecados. Que no se pongan en la iglesia donde se les pueda ver. 90
La Iglesia de Cristo ¡cómo la hemos desfigurado! Se la han robado "los buenos". Y Cristo será criticado, como entonces, si se le ocurre "andar con los pecadores y comer con ellos". Y, sin embargo, la Iglesia es de ellos, de "los malos", es de todos. De todos nosotros, los pecadores que hemos sido redimidos. Es una Iglesia del Espíritu, donde se lava y se purifica toda esa turba inmensa de hijos del pecado que somos la humanidad entera. Podríamos todos nosotros, los pecadores, llegar un día en avalancha a las puertas de la iglesia, cuando estuvieran dentro "los buenos", "los fariseos", y tomarla por asalto y gritarles: ¡dejadnos nuestra iglesia, la iglesia de Cristo es nuestra! Es una iglesia de redención para nosotros, ¡dejadnos nuestra iglesia! Vosotros no la necesitáis, sois los "incontaminados", los que hacéis ayunos y dais vuestro óbolo. Nosotros somos los pecadores, los publícanos, los que necesitamos redención. Queremos hacer en el templo la oración del publicano del evangelio: "Oh, Señor, apiádate de mí porque soy pecador". Para que Cristo pueda decirnos: "Este bajó justificado a su casa".
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37 INSENSIBLES A LA PALABRA DE DIOS "Y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua" (Me 7, 35).
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V ^ KISTO, pregonero del evangelio a través del mundo. Y los hombres, sordos a la palabra de Dios. Hay muchos que no quieren escuchar esa palabra eterna, anuncio de la alegría. Han cerrado herméticamente sus oídos a toda voz que viene del Espíritu, y sólo escuchan los gritos animales de la materia, los ruidos de los artefactos, las músicas sensuales, las insinuaciones del placer. Por eso el hombre de hoy está mudo, no tiene nada que decir, está vacío de toda palabra de verdad. No tiene respuesta para la inquietud eterna del ser humano, atormentado por el problema de su existencia, angustiado por los interrogantes que se le plantean en el fondo de su ser. La humanidad no escucha ninguna palabra que le abra camino hacía las alturas. Porque el hombre de hoy está mudo y sin respuesta. El escritor no dice nada. Se llama a sí mismo realista, objetivista. Presenta unos hechos que se ven con los ojos, que se palpan como carne putrefacta. Pero no hay ninguna palabra para el espíritu en aquel libro, en aquella novela, ninguna palabra para el hombre. El escritor se 92
queda mudo ante las realidades dolorosas de la existencia. Porque estuvo sordo a la palabra del evangelio. Y los conductores de masas, los que vociferan desde el periódico, desde la tribuna de los discursos, son mudos. Mudos, pese a los millones de palabras que se dicen y se escriben cada día del siglo x x . Porque no hablan al hombre eterno. Son palabras heladas, que congelan a su contacto. El hombre de la calle está vacío. Es mudo. No tiene palabras de verdad. No pronuncia la palabra que llena, la que abre el horizonte. La que ayuda a ver el mundo con ojos de eternidad. Se le ha paralizado la lengua para hablar de Dios. Hace años que no escucha esta palabra. La olvidó en los años de la adolescencia, si alguna vez la aprendiera. Cuando Dios fue asesinado en su corazón por el silencio. Nadie pronunció esta palabra frente a su espíritu zozobrante. ¡Cristo!, con u n grito fuerte, con la misma palabra de entonces, "abrios", devuelve la sensibilidad al corazón endurecido del hombre moderno, abre los oídos de su espíritu, para que vuelva a tener fe en su corazón, y que de sus labios salga la palabra de la verdad.
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38 PARÁBOLA DEL BUEN CAMIONERO "Amarás... al prójimo mo" (Le 10, 27).
como a tí. mis-
_L¡ STÁBAMOS en una reunión de equipo con Cristo. Pidió la palabra un abogado católico y le dijo: "Maestro, ¿cómo hemos de amar al prójimo?". Cristo le dijo: "Mira, te voy a contar lo que pasó hace pocos días". Y nos contó el hecho: "Venía u n hombre a la ciudad desde el campo, en busca de trabajo. De a pie, porque no tenía dinero para pagar el ómnibus. En el camino, cayó en manos de unos madereros explotadores, que se dedicaban a no sé qué negocios de tala de bosques. Como lo que quería el pobre hombre aquel era encontrar trabajo, se quedó a trabajar. Le daban unos pesos diarios, que apenas le alcanzaban para poder comer. Al cabo de un mes de trabajo, los madereros se trasladaron y lo dejaron sin u n peso en el bolsillo, hambriento y desnudo. Medio desesperado, salió a la ruta a ver si alguien lo llevaba hasta la ciudad. El no sabía que eso se llamaba hacer "auto-stop". Se sentó en la cuneta, cubierto de polvo, masticando su soledad y su tristeza. Comenzaron a pasar coches. El cada vez que veía uno a lo lejos, se levantaba y le hacía señas por si quería llevarlo. El primero que pasó fue un sacerdote. Pero 94
iba tan rápido en su "Volkswagen" que ni lo miró siquiera. Parece que tenía demasiada prisa por cumplir "algún deber apostólico". Pasó de largo. Luego u n señor que iba en el coche con su señora. Presidente de acción católica de una parroquia m u y importante. Al ver al pobre hombre en la cuneta le dijo a su señora: " P e r o . . . estos vagabundos, ya podían dedicarse a trabajar. Sabe Dios quién será éste. Vamos de prisa, que tenemos que llegar a misa". Y pasó de largo. Venía detrás u n "Impala" fenomenal y dentro un grupo de "niñas y niños bien". Venían de remar en el lago. Lo habían pasado en grande. El pobre hombre levantó la mano. Y la respuesta fue una carcajada. Pasaron de largo. Cansado, se tendió, sin ganas de levantarse más. Pero acertó a pasar por allí un tipo que venía con una camioneta vieja y destartalada. Se dedicaba al transporte de frutas. Al verlo paró. El pobre hombre le contó su historia. Y el tipo aquel, entonces, se lo llevó al pueblo próximo. Al mejor hotel, que por supuesto no era de primera categoría. Le pagó la cena, le dejó unos pesos sobre la mesa y le dijo: "No te preocupes, compañero; yo me tengo que ir, porque llevo la carga esa ahí en la camioneta. Vivo en el pueblo de al lado y me llaman "el samaritano". Si yo puedo ampliar mi negocio de transporte, te voy a dar trabajo; ahora da malamente para mí". Y se despidieron con un abrazo". Y Cristo le dijo al abogado católico: "¿Quién te parece que se portó como un hermano con el 95
pobre hombre aquel?". Y le respondió el abogado: "El tipo ese de la camioneta vieja". "Cierto, dijo Cristo. Así hay que hacer para salvarse".
39 LEPROSOS DE ESPÍRITU
"Levantando la voz le decían: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros" (Le 17, 13).
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i fueran segregados los leprosos de espíritu, la ciudad moderna estaría vacía. Vedlos cómo se apiñan en el interior de la ciudad. La ciudad es suya, esa ciudad de avenidas saturadas de luz y de color. Los leprosos, elegantes leprosos en sus formas exteriores, pasean por la ciudad, embutidos en sus trajes de última moda: todos ellos conversan familiarmente, se saludan y se despiden; asisten a las reuniones nocturnas de los clubs. No temen contaminarse. No ocultan su cabeza en la capucha del leproso. Es una lepra sutil que no avergüenza a los que han perdido su conciencia cristiana. Pero están tocados de la lepra, que les ataca el cerebro. Cabeza sin pensamiento alguno de 96
hombres, que destila nihilismo, filosofía sin sentido, que aprendieron en las revistas. Sus ojos son de leprosos, como si hubieran salido de sus órbitas. La imagen que en ellos se proyecta está deformada, no pueden ver la imagen de Dios en las cosas ni en las personas. Tienen la mirada turbia, sensual y torva. Su lengua ya no pronuncia palabras humanas, de convivencia, de fraternidad. Es mórbida y lasciva; mancha lo que toca. Como lengua de leproso. Sus manos como muñones, que arrebatan ávidamente todos los placeres y todas las riquezas, que roban a los hermanos, en sus negocios y en sus salarios. Ya no tienen manos largas para dar, para hacer el bien. Su corazón está cayéndose a pedazos. Por la amargura, por el odio. Van contagiando a la sociedad en que viven con su pestilencia. Ya no se creen en el verdadero amor. Todo su cuerpo, todo su ser de hombre está deformado. Porque la sociedad de hoy ya no es la imagen de Dios. No posee la verdadera vida, la vida del espíritu. Sólo es exuberante el materialismo en los hombres, como cadáveres ambulantes, que caminan como sonámbulos por la ciudad de este mundo. Cristo llega a la ciudad moderna. Ha venido "para que tengan vida y la tengan en abundancia". Pero quiere una palabra, u n anhelo que brote del espíritu. Una súplica que sólo se puede dirigir a Cristo: "Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros". 97
Y entonces Cristo dirá su palabra salvadora: "Tu fe te ha salvado".
40 DESFILE PARA LOS RICOS
"No podéis servir a Dios y a la riqueza" (Mt 6, 24).
I J ESFILAN los ricos. La plutocracia. Entre la multitud de los humanos, entre los pobres. Un gran desfile de ricos cada cual con sus blasones, con sus apellidos, insignias de su casa señorial. Todos llevan sus alforjas llenas de joyas, de riquezas. Ahí llegan los linajudos que heredaron el orgullo de sus antepasados. Lo llevan como blasón de casta. No soportan la asquerosa proximidad de los hombres vulgares. Su alcurnia no les permite contaminarse con la miseria de los suburbios malolientes. Esta otra señora parece la esposa de un rico, viene cargada de collares y de alhajas, armada de oro hasta los dientes. Prodigando sonrisas como símbolo de desprendimiento: ¡qué bien luce la cruz de oro en su pecho desnudo! ¿Y aquel otro señor?, otro rico. De los que compran los coches por metros, cuanto más lar98
gos prestigian más. Y los cambia con frecuencia. Sus blasones son las marcas de fábrica. Este es un honorable señor: en su blasón, sobre campo verde luce una gran cabeza de vacuno. Toda su honorabilidad es producida por sus miles y miles de hectáreas de tierra improductiva. Es la "cornucracia". Ahora u n rico "anónimo"; en su blasón dos letras: S.A. (dicen que significa sociedad sin alma). Sus poderes son sus dividendos. Aquella es una familia "de apellido". Todo el mundo los conoce, y ellos no conocen a nadie. "Gente bien". Todos sus hijos son "hijos de familia". Su lema es su apellido. Detrás, los "cultos burgueses", los que todavía creen que la cultura es el patrimonio de los ricos de cuello almidonado. Heredaron de sus antepasados muchos metros de biblioteca con miles de ejemplares pulcramente encuadernados en piel. No se mezclan. Son los intelectuales. También hay lugar para los "nuevos ricos". Vienen cargados de lingotes. Oro en bruto. Lo esgrimen como salvoconducto para e n t r a r en conversación, para presentarse en sociedad. Y, detrás, los hijos de los ricos. Distintos, naturalmente, de los que no son hijos de los ricos. Por fin, las hijas de los ricos. Ellas bien saben que son las hijas de los ricos. Y, detrás, la turba inmensa de los ricos que nunca han podido tener riqueza. Ricos en su corazón. Hambrientos de riqueza. Vienen todos desfilando. Los ricos. Cargados de cadenas de oro. Pero al fin encadenados. 99
Cristo se lamenta: "¡Ay de los ricos! No podéis servir a Dios y a las riquezas".
41 LLAMADA A LA RESURRECCIÓN "Joven, a ü te hablo, levántate. Sentóse el muerto y comenzó a hablar" (Le 7, 14-15).
\ J N joven muerto. Es transportado en uno de esos barrocos automóviles funerarios, cargados de coronas de flores entre frases de amor y de recuerdo. La caravana fúnebre marcha lentamente hacia las afueras de la ciudad. Los cementerios se construyen siempre a las afueras. Luego, muchas veces, quedan en el centro de las poblaciones. Y se convierten en parques, en jardines donde se puede ir a recordar, a llorar o a pasearse. Cristo entra hoy en la ciuuad con unos pocos jóvenes de los que siempre van con él, de los que le siguieron. Ha hecho p a r a r la comitiva. Delante tiene un joven muerto, uno de tantos cadáveres ambulantes, jóvenes robustos, pletóricos de vitalidad, pero muertos a la verdadera vida. 200
Aquel joven muerto por la decepción. Que escribe versos angustiados, que habla de la nada y de la no-existencia; de comerse sus propios huesos; de hundirse en la tumba de su ser impalpable. Sin luz en sus ojos de joven artista. Muerto. Aquel joven muerto a toda esperanza. Harto el corazón de beber amores no vírgenes. Agotada la copa. Vaciada en una adolescencia turbulenta. Una juventud reventada por los placeres. Sin rumbo ya. Sin la estrella del amor humano brillando en su horizonte. Como u n vagabundo, sin encontrar el camino. Aquel joven muerto a todo ideal. De ojos vitreos. Como si mirara hacia dentro, hacia su corrupción, hacia la carne propia, a su propio egoísmo. Sin acertar a vislumbrar u n a universidad nueva, una patria nueva, una sociedad nueva, u n mundo mejor. Aquel joven muerto por el miedo, por el respeto vergonzoso a la hedionda mediocridad de los apáticos, de los que se conforman con una sociedad convencional. Como una estatua muerta, congeladas sus palabras en los labios, que no se atreven a decir la verdad de su insatisfacción. Aquel joven muerto de asfixia, por el ambiente. Muertas sus inquietudes, sus ansias de verdad, de bien, de apostolado. Pálido como un espectro en la noche, tendido a la vera del camino como un cadáver, como si ya se hubiera terminado el mundo, como si no hubiera más que hacer en la vida. Ahí está muerto, entre los vencidos que van al cementerio. Está muerto el joven porque es hijo de madre 101
viuda. No tuvo padre. Es hijo de una generación perdida. Hijo de un padre que vivió sin ideales sin patria, sin Dios, durante una centuria en Latinoamérica. Hijo de un muerto. Pero Cristo hará el milagro. Ama a la juventud. Dará el grito de resurrección: "Joven yo te lo mando, levántate". Hay mucho que hacer. Hay que construir un mundo nuevo. "Y el joven se levantó".
42 ESTE ANSIA DE PLACERES
"Había delante de él un hidrópico... Y asiéndole le curó y le despidió" (Le 14, 2-4).
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E han abierto los ojos. Se han despertado las apetencias. Las pasiones humanas. Las ansias de felicidad. Como una sed insaciable. Hoy, que es la edad de las fuentes luminosas en las plazas, en los parques y jardines. Surtidores que excitan el ansia de beber con sus líquidos chorros de luz, de color. Los pasquines gigantes a las puertas y sobre los muros de las salas de cine. Los anuncios sugestivos en los diarios, que prometen saciar, que levantan en vilo los sentidos. 102
Las revistas de portadas llamativas, de anuncios estudiados por los técnicos en sicología de amas de casa, en sentimientos de adolescentes. Excitantes para la sensibilidad, para la sensualidad. A la altura de los ojos, según pasas por la calle, en la vitrina, o en el tenderete del vendedor ambulante. La llamada al confort, al gozo. En la televisión, en las propagandas interminables, antes y después de cualquier película. Los gritos en las emisoras que prometen la felicidad a las familias que compren tal marca de heladera o de aparatos electrodomésticos. Las agencias de viaje y de propaganda, con sus promesas de las mejores vacaciones en la playa de moda, en autocares con refrigeración, en avión, en "turismos". Se ha abierto el mundo con sus riquezas y la luz deslumbra desde los escaparates de los grandes almacenes, desde los anuncios de luz en las fachadas de los gigantes edificios. Se mete por los ojos. Para los oídos hay mucha música que adormece el sentimiento, o que exalta para el deseo. Mucho ritmo que contorsiona para gozar. Se han abierto los espacios interplanetarios, y al hombre se le han abierto unos ojos desmesurados. Y vive con avidez, con el miedo de no llegar a tiempo. Con angustia, gustando los placeres de la vida, llenando las manos y el corazón. Como si fueran bolas maravillosas que se le resbalan de entre los dedos. A todos llega el incentivo. A los campos y a los suburbios. En el receptor de televisión 103
qiJe apenas cabe en aquel tugurio, abierto todo el día mientras una mujer lava la ropa. O en el transistor que lleva aquel campesino de pies descalzos. El ansia de felicidad como un hambre, como una sed. Y los medios modernos, como una llamada que ciega los ojos de tierra, de materia. Si no les llega el evangelio ahora a estos hombres, se ahogarán en el materialismo. Se hartarán de placeres, pero su espíritu no se sacia de carne ni de tierra. Son los cristianos de hoy, la Iglesia de Cristo quien tiene que tender la mano a estos hombres que anhelan ser saciados, que buscan la felicidad y no la encuentran en los placeres que abarrotan sus sentidos y les dejan el corazón vacío.
43 CATEGORÍAS DEL AMOR "Amarás al prójimo como a ti mismo" (Mt 22, 39).
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V j RISTO recorrió la ciudad moderna. Vio la situación en que se encontraba aquella sublime palabra que él pronunció: Amor. La pronunció con la ilusión infinita de un mundo nuevo, donde los hombres estuvieran en su propia casa. 104
Fue observando a los hombres. * Aquella multitud que había traducido su palabra al idioma de las pasiones desbordadas. La difunden las emisoras, la pronuncian los cantantes de voz lánguida y viscosa para pegarse como goma a los corazones jóvenes. La profana el cine y la arrastra por el suelo. La traduce por palabras de carne: "sexy". Para que los hombres de hoy no conozcan otra clase de amor y tengan fórmulas hechas para "gozar del amor". Para que los jóvenes y sobre todo las jovencitas puedan hablar de "su amor". Cuando todavía no saben qué es el amor. Aquellos otros tradujeron la palabra por limosna o quizá por filantropía. Los que arrojan los bienes que les sobran, por compromiso, después de haberse saciado, como se echa su ración a los perros. Sin amor, sin dar algo de su vida. Pan para los leprosos, para los huérfanos, para los miserables, quizá para los que no consideran dignos de acercarse a ellos porque manchan. Quieren limpiar las calles de mendigos, como se barre la suciedad, porque desdice de una ciudad moderna, de un país civilizado. Y también vio Cristo a los suyos, a los que desde el fondo de su corazón y de sus propias manos que derraman bondad, van haciendo sin ruido un mundo nuevo. Los esposos que se aman en el silencio, en el sufrimiento. Los jóvenes que quieren conservar limpio su amor para entregarlo a la mujer de sus sueños. El ingeniero que en sus horas libres habla a sus hermanos de Dios. El médico que cura los cuerpos como si fuera el suyo propio, sin olvidarse de que es 105
el cuerpo de un hermano. La señora, la chica, el muchacho que saben vivir en el suburbio para dar cariño y comprensión. Los que reparten sus bienes porque saben que pasar hambre y estar desnudos es u n sufrimiento de sus hermanos. Todos los que aman a Dios en los hermanos, porque no hay más que un amor: amar a Dios en los hombres. Y al ver la ciudad moderna con tan poco "amor de ley", Cristo repitió el mismo mandato: "Como a ti mismo".
44 FE PARA ESTA JUVENTUD "Dijo al paralitico: levántate... él levantándose, se fue a su casa" (Mt 9, 6-7).
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UBIÓ Cristo a la barca de su Iglesia con sus apóstoles y llegaron a una ciudad llamada Asunción, Buenos Aires... Y le presentaron allí a un paralítico, cuerpo joven pero inmóvil e insensible. Tenía delante de sí la juventud latinoamericana. Asistió a una reunión de jóvenes para un debate sobre un tema juvenil. Pero la juventud estaba ausente; había sido convocada para las fiestas, para el ritmo ligero. Estaba intoxicada 106
por el ruido, por la desilusión, por la luz cegadora de la sala de baile. Inerte, sin levantarse. Pasó Cristo a la reunión de equipo de u n a organización apostólica. Los vio allí debatiendo, sí. Sobre si podrían mover sus manos, sus brazos, todo su ser joven para entregarse a sus hermanos los hombres, para hacer una revolución cristiana, la revolución que sólo puede hacer una juventud con fe. Pero estaban allí con sus manos atadas, con sus pies inmóviles por los férreos grillos de unas instituciones viejas, caducas y podridas. Incapacitados, sin arrestos para romper con su timidez, para marchar adelante contra viento y marea. Paralíticos para la acción social, para la acción apostólica. Visitó después aquella reunión de treinta chicas donde se hacía terapéutica contra la apatía de la juventud. Donde se abrían horizontes a las necesidades de la comunidad que sufre en el subdesarrollo, en la miseria. Se levantaron las excepciones. Cinco. Para lanzarse a curar, a salvar a sus hermanos. Pero el bloque de la juventud quedó allí marmóreo, petrificado, encadenado a su burguesía, a sus prejuicios tradicionales de clase, a su egoísmo. Paralizado su corazón para el amor verdadero. Paralíticos. Recorrió los grupos de adultos. Donde se decía que la juventud es rebelde, que está desorientada, que no se puede hacer nada, que son m u y impulsivos, que no hay que dejarlos solos. Y estaban allí los jóvenes como observadores de ojos inexpresivos, en huelga de brazos caídos, escuchando los viejos razonamientos de las generaciones del siglo x i x . 107
Cristo esperaba ver "la fe de aquellos hombres". Y cuando vio la fe de unos pocos, dijo a la juventud: Confía, juventud, tu pecado de apatía te es perdonado. "Levántate". Y la juventud se levantó. Al conjuro de la palabra de Cristo que había llegado en la barca de su Iglesia a una ciudad llamada Asunción, Buenos Aires...
45 LAS EXCUSAS DE LOS CRISTIANOS "Pero ellos, desdeñosos, se fueron, quien a su campo, quien a su negocio" (Mt 22, 5).
J ^ E A L I Z Á B A S E una reunión de apostolado seglar y todos se quejaban de que no se encontraba gente para trabajar en nada, que no aparecía nadie a la hora de realizar el reino de Dios. Cristo estaba en medio de los allí reunidos y entonces le preguntaron: ¿qué te parece, Cristo, de nuestro cristianismo? Y levantándose Cristo, tomó la palabra y hablando con aplomo dijo esta parábola: "El reino de los cielos entre vosotros es como una gran cena, preparada por un gran señor, a la que están invitados todos los cristianos. Pero a la hora de la cena, la sala está vacía. Están allí los cuatro de siempre, los que se encuentran en todas las cenas. Los invitados se han
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ido excusando. No tienen tiempo para venir". "Yo, dice aquel señor católico, no puedo meterme en esas cosas de la Iglesia, ya tengo demasiadas preocupaciones con mi negocio. P a r a eso están los curas. ¿Qué dirían mis amigos si me vieran ahora por ahí como un beato, hablando de religión o metido en las obras sociales de la Iglesia? No puede ser. No tengo tiempo". "Yo, dice la señora católica, tengo ya demasiadas reuniones. No me queda un momento de tiempo libre. Casi no estoy en casa nunca y mi marido se enoja a veces conmigo. ¡La sociedad de hoy exige mucho! Te invitan para este club, para el té-canasta, para tal asociación de beneficencia... y, además, ya sabes que ahora estamos organizando otro club de la amistad. ¡Si vieras qué lindo todo! Imposible. No tengo tiempo". "Yo, dice este joven, asistí una vez a una reunión de acción católica, o no sé qué. Y allí, por lo que veo, no se hace nada. Salí decepcionado. Tengo ya demasiado que hacer. El estudio, el trabajo, llevan mucho tiempo. Además, ahora tengo novia. Y el poco tiempo que me queda hay que dedicarlo a divertirse. Déjate de mojigaterías y de curas y monjas". "Yo, decía aquella chica tan mona, asisto a un colegio católico. Ya es suficiente. Aunque no hay quien aguante a la hermana esa de la clase de religión. Apenas tiene una tiempo libre. Es verdad, quedan sábados y domingos; bueno, y casi todos los días de la semana, porque para estudiar bastan unos días antes del examen. Pero, ¡hay tantos programas...! Te invitan para esto, para lo otro, y no puedes menos. Casi no 109
queda tiempo ni para ir a misa. No puedo ir, no tengo tiempo". "Y, al final, para el reino de Dios —dijo Cristo— el gran Señor que preparó la gran cena tendrá que llamar a todos: A los aptos y a los ineptos. Porque muchos son los llamados y pocos los que aceptan el llamamiento".
46 ESTOS HIJOS ENFERMOS
"Había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo, en Cafarnaún" (Jn 4, 46).
JL^LEGÓ Cristo de nuevo a la ciudad y le dijeron que los hijos de esta generación estaban enfermos. Que la juventud de hoy se muere, sin remedio, para la sociedad futura, si no hay una voz que la levante de su lecho de enfermo. Y Cristo recorrió la ciudad. Los vio allí. Ante las carteleras de cine alimentando su fantasía calenturienta, devorando historias de carne y sexo tejidas para ellos por los productores de películas, anunciadas por los altavoces, como narcóticos. Los vio allí, en la ciudad. A las puertas de los "Music-hall". Con rostros pálidos y ojos vi-
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driosos por la fiebre dibujada en sus labios lascivos. Los vio allí junto a los kioskos. Devorando escenas de amor melodramático. Sexualidad escondida en los transfondos. Revistas seudocientíñcas que se dicen "luz" y son opacas, oscurecen radicalmente la capacidad de razonar de los cerebros jóvenes. Los vio allí, tendidos en la hamaca, enervados por el ritmo que se les clava en sus huesos, todavía endebles. Soñolientos de sexualidad, manchados por las canciones pegajosas como baba impúdica, atados al placer sexual que les corta sus alas jóvenes. Los vio allí, metidos en los antros de corrupción. Contagiados en sus cuerpos jóvenes. Contaminados en sus espíritus. Destrozadas sus posibilidades de ser hombres, de ser padres, de ser esposos. Desequilibrada su sicología, herida por la sexualidad desbordada. Vulnerados para siempre en lo más sagrado del hombre: el amor. Estaban ahí, sin pensamiento, ofuscada su mente. Enfermos de espíritu. Como dementes. Dejados a sus instintos. Sin razón. En las calles de la ciudad. En aquella larga procesión de insensatos. Devorando a la mujer con los ojos, con las manos, con el espíritu enfermo, con todo su ser tarado por la enfermedad. Allí estaba enferma aquella generación joven. Porque es huérfana. Generación sin padre. No tienen padre que suplique por ella a Cristo, para que baje a su casa y la cure.
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47 PARA LOS QUE NO PERDONAN "Y agarrándole, le ahogaba diciendo: Paga lo que debes" (Me 18, 28).
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V ^ KISTO siempre respondió lo mismo: "Padre nuestro, perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido". Así nos enseñó a orar una vez. Y su palabra sigue siendo la misma para los cristianos del siglo x x . Cristo, el viajero eterno, seguía recorriendo la ciudad moderna. Escuchaba los bisbíseos que se levantan de los templos de los cristianos y escuchaba aquella voz maquinalmente repetida: "Padre nuestro". Vio después que aquellos mismos hombres que salían de los templos, llevaban el odio y el rencor en su corazón. Iban gritando a sus hermanos "págame lo que me debes, te cobraré hasta el último centavo de la ofensa que me hiciste". Había odio y rencor entre los que habitan la misma casa. Y los hermanos de sangre decían que "perdonan, pero no olvidan". Se organizaban en grupos políticos en el mismo barrio, en la misma ciudad, para luchar unos contra los otros y amenazarse con tiros de pistola. 112
Se vestían de diversos colores para declararse enemigos, hacerse la guerra y pedirse cuentas de las historias pasadas. Unos son azules, otros rojos, y su común denominador es no perdonarse mutuamente. Son de distintas clases. Todavía existen "los de abajo" y "los de arriba". Y la lucha de clases. El odio de los cristianos que rezan el mismo "Padre nuestro". Unos son encerrados en las cárceles por los otros: Por los odios políticos, por los odios ideológicos, por los odios religiosos, por los odios personales de unos para con los otros. Y son castigados en sus cuerpos y vejados en sus espíritus hasta que pagan el último céntimo. Pero Cristo seguirá predicando siempre la misma doctrina: la del perdón de los enemigos. La doctrina que hoy no comprende el hombre moderno embotado por la técnica. Porque los "bloques" y las "alianzas" no son de paz y de perdón, sino de economía, de temor y de guerra. Y Cristo nos dice hoy: has de perdonar a tu hermano "hasta setenta veces siete".
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48 PARA LOS "SIN DIOS" "Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22, 21).
y A rodando por el mundo la moneda. Cara y cruz. Dios y el César. Los valores eternos y los valores temporales. La que Cristo puso en circulación para comprar un mundo realizado según el plan de Dios. Colocados los valores en una escala perfecta. En la cumbre, el espíritu que es eterno. Dios sobre todas las cosas. Cristo a los veinte siglos vuelve a recoger la moneda que rueda por el mundo. Pero allí no está la cara de Dios. Se la han borrado los "sin Dios". Todos aquellos que se han hecho sus propios dioses. Que han matado a Dios en sus vidas. Aquellos de los que dice san Pablo: "Cuyo Dios es el vientre". Los que viven para el goce de los sentidos. Nacen, crecen, se reproducen y mueren. Como las bestias y los árboles. Aquellos cuyo dios es el dólar. Que viven para las riquezas. Los adoradores del dinero. Los plutócratas. Los soberbios del oro. Cuyos templos son los bancos, la bolsa. Aquellos cuyo dios es la ciencia. De los que dice el apóstol: "Ellos, los sabios de este mundo; nosotros, los necios por Cristo". Los soberbios de espíritu, los borrachos de su ciencia que no necesitan de nadie ni de Dios. 114
Aquellos cuyo dios es el placer, la comodidad, el lujo. Solamente se arrodillan ante sus caprichos. Se hacen estatuas a sí mismos. Como ídolos huecos. Aquellos cuyo dios es el mando. Los soberbios de la prepotencia. Los que se suben a su pedestal para ser adorados y se inciensan a sí mismos. Estos son los "sin Dios". A Cristo le dijeron que los "sin Dios" estaban tras el "telón de acero", tras la "cortina de bambú", tras el "muro de la vergüenza". Pero, no. El los fue encontrando en todas partes. Eran los cristianos. Estaban bautizados en su nombre. Pero eran los "sin Dios". Salían de las iglesias de celebrar sus bodas, de acompañar al amigo que se casa, a los parientes de u n difunto. Pero son los "sin Dios". Todo lo dan al César. Y el César son ellos mismos. Su egoísmo, su soberbia, su placer. Van por todas partes, sin Dios. Entran en sus negocios, van por las calles, sufren y mueren como si Dios no existiera. Son los cristianos sin Dios. Y Cristo sigue hablando a los hombres del siglo x x , como a los del siglo i: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
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49 EL DOLOR DE LA NIÑA MADRE "Señor, mi hija acaba de morir; pero pon tu mano sobre ella y vivirá" (Mt 9, 18).
T X ENGO delante una de esas noticias. En primera página: "Una niña, la madre más joven de Brasil. Una niña campesina de diez años..." Diabólicamente crueles, sentimos cierto gozo inconfesable en esas noticias de escándalo. Por eso nos las sirven profusamente los diarios. Para regodeo del paladar voluptuoso del público. Pero no es sólo en el Brasil. Tenemos muchas niñas madres en Latinoamérica. Cuántas niñas que no son sicológica y espiritualmente más que un embrión de mujer, a quienes la sociedad corrompida ha hecho creer que son ya "toda una mujer". Se transformaron en un solo día, en la "fiesta de quince". Dejaron su muñequita tirada en el jardín y ellas "fueron llevadas" a la fiesta. Porque aquel día sus papas querían "presentarlas" o "presentarse" en sociedad. Y de ahí a una niña madre, casada o soltera, a veces hay pocos pasos. Defiendo a las niñas-madres. Acuso a los culpables. Las mamas de las niñas, que no abordan el problema de la adolescencia de sus hijas. Las mamas de las niñas, que permiten el "noviazgo" a sus hijas a los trece o a los die116
ciséis años, cuando todavía no tienen idea de lo que es la vida y el amor. Las mamas de las niñas, que les meten por los ojos a sus hijas de quince años aquel muchacho, un buen partido, porque sienten horror a que sus hijas puedan quedarse "solteronas". Las mamas de las niñas, que permiten que sus hijas vayan a ver "el amor" de las películas. Las mamas de las niñas, que se llevan a sus hijas al cine, donde sus hijas tienen que estar la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados, si todavía aprecian su inocencia. Las mamas de las niñas, que llevan a sus hijas al cine donde ven películas de todas clases con los ojos demasiado abiertos. Las mamas de las niñas, que son indiferentes a que haya enseñanza religiosa y moral en las escuelas. Las mamas de las niñas, que se van todos los sábados a una fiesta, mientras sus hijas se van a otra fiesta. Las mamas de las niñas que leyeron literatura pornográfica porque la encontraron en la habitación de mamá. Las mamas de las niñas, que están divorciadas del papá de la niña o de otro que no es el papá de la niña, naturalmente "por incompatibilidad de caracteres". Las mamas de las niñas, que permiten a sus hijas que vayan a tal club nada más que porque tal club es de la alta sociedad. Las mamas de las niñas... Las m a m a s . . . Cuánto mejor sería que las mamas hicieran alguna vez una súplica por sus hijas. 117
50 ESTA IGLESIA QUE NO TRIUNFA
"Hasta el punto de verse la lancha cubierta por las olas" (Bflt 8, 2).
I ,A Iglesia es peregrina y tiene que ir roturando los caminos. Cubierta por las olas de la borrasca. Como Cristo hasta el día de la resurrección. Cuando apareció la Iglesia en grandes titulares en la primera página de los periódicos, algunos creyeron que triunfaría, que sería colocada sobre un pedestal, que sería la fuerza más poderosa del siglo x x . Mas los que ahora triunfan no son de Cristo. Son los que tienen simpatía, valores humanos, habilidad política, vinculaciones sociales, poder, dinero. Pero el reino de Cristo es la Iglesia. La Iglesia de los pobres, de los que no valen nada en el mundo, de los explotados, de los despreciados en la sociedad. La que existe a pesar de las riquezas artísticas y de las posesiones de la Iglesia. La Iglesia de los que no tienen rencores, ni se irritan con sus subordinados. La de los que no son soberbios en su corazón, la de los sencillos. La Iglesia de los que sufren, de los que no 118
triunfan nunca, de los fracasados, de los que tienen que beber sus propias lágrimas. La Iglesia de los que tienen hambre y sed de justicia y la anhelan desde el fondo de su corazón, para todos los oprimidos por los injustos. La Iglesia de los que tienen el corazón limpio, aunque lleven el sucio traje del trabajador. De todos los que han guardado su corazón de la corirupción, de la podredumbre del pecado. La Iglesia de los que anhelan ardientemente la paz y la promueven. Porque no tienen odio, ni avaricia, ni soberbia. La de los hombres de buena voluntad. La Iglesia de los perseguidos por la justicia que son relegados de sus puestos, maltratados, ultrajados, porque su actitud es un grito de condena para la injusticia y la maldad de los hombres. Esa es la Iglesia, el reino de Cristo que vive no por sus triunfos, sino a pesar de ellos. No por sus magníficas catedrales, ni por el pabellón del Vaticano en las grandes ferias mundiales sino por la crucifixión de Cristo que se prolonga en sus miembros, los hombres que sufren a través de los tiempos para poder resucitar. Es la Iglesia que sólo triunfará al final, con Cristo, que es el rey de vivos y muertos.
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51 SAN JOSÉ MARTÍNEZ "Y les enseñaba diciendo: rados..." (Mt 5, 2-3).
Bienaventu-
J L ^ L señor Martínez es uno de tantos desconocidos. Aquel señor de mediana edad con quien nos encontramos todos los días a la vuelta de la esquina. A esa hora sale de la oficina y toma el ómnibus como todo el mundo. Y como todo el mundo va a la cancha de fútbol alguna tarde del domingo. Al llegar a su casa, el señor Martínez encuentra a su esposa que le espera. Su esposa se llama María. Es sencilla. Apenas sabe más cosas que las necesarias para ser una buena esposa y una buena madre. Y mientras la señora de Martínez prepara la comida, van llegando del colegio y del trabajo los cinco hijos de los Martínez. Ya está la familia completa. Y los hijos van aprendiendo sencillamente a ser buenos ciudadanos y buenos cristianos. El señor Martínez pasa ocho horas en la oficina. Cuando está en su trabajo parece que le han clavado a la máquina de escribir. Y como la vida está muy difícil y los salarios son bajos, siempre que puede, toma otro trabajito para las "horas extras". Sufre enormemente cuando los suyos tienen que pasar estrecheces. 120
Algunos dicen que el señor Martínez es un poco ensimismado y un poco rígido. Pero cuando los compañeros de trabajo tienen algún problema, siempre acuden a él. Porque sabe dar u n consejo prudente y es amable con todos. Es natural, algunas veces ha tenido que soportar rechiflas, porque sabe cortar a punto una conversación obscena o, sencillamente, porque sus criterios son incomprensibles para muchos de sus compañeros; el señor Martínez es un hombre recto. El señor Martínez trabajó antes en otra firma. Pero perdió el puesto porque no sabía prestarse a negocios sucios. Gracias a Dios aquello pasó y ahora trabaja aquí con tranquilidad, aunque gane un poco menos. El señor Martínez se dedica a trabajar y a ser buen padre de familia. No pasa todo el día en las iglesias. Pero cumple perfectamente sus deberes religiosos el domingo. Además, todos los días se reza en familia en casa de los Martínez. Os he contado la historia de san José Martínez, porque es el "día de todos los santos", y no podíamos dejar de recordarlo. Ese señor con quien os encontráis todos los días a la vuelta de la esquina y no os habíais dado cuenta.
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52 HOY TRIUNFAN LOS DESAPRENSIVOS "¿De dónde viene pues que haya cizaña? Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo" (Mt 13, 27-28).
I |Qs desaprensivos son los sembradores del mal. Todos esos que van dejando caer sus palabras y sus actos como baba inmunda que infesta de vicios y de maldad las ciudades y los campos. Son los enemigos de Cristo. El escritor sin principios, que desorienta a la juventud urgando impunemente en las inmundicias del ser humano. Sin abrir nunca un camino a la esperanza, sin encender una luz en las tinieblas. El productor, el distribuidor de películas sin alma, donde el amor es el sexo, donde triunfa la astucia y la maldad, donde la virtud es ultrajada. El explotador que triunfa en la vida con el pan robado a los pobres, con las lágrimas de niños hambrientos. El traficante más inicuo que comercia con la dignidad de la mujer, esclavista de la peor laya. Corruptor de juventudes, el más cínico de los hombres que se presentan en sociedad. El profesional que se aprovecha de su prestigio, de su poder, para pisotear la dignidad humana de sus clientes. 122
El profesor que mancha las conciencias de sus alumnos con la indiferencia o con la inmoralidad, sembrando el escepticismo en las generaciones futuras con su sonrisa sardónica. El padre, la madre, que no educan a sus hijos, que los abandonan a sus propias fuerzas, que los desorientan en los momentos más difíciles; los que les ofrecen un hogar deshecho donde no encuentran el amor ni la verdad, cuyo recuerdo es el germen de los frutos más amargos en su vida de hombres. Todos ellos son los sembradores del mal, son "el enemigo". Pasan por la vida como triunfadores. Ufanos de sus maldades. Autosuficientes. Como esas plantas rozagantes y vistosas de raíces amargas y de flores venenosas. Triunfarán hasta el día de la siega. Hasta la hora de Dios, la hora que hemos olvidado los hombres del siglo xx. Cuando se equilibre la balanza. Y no haya argucias de los hombres del derecho. Ni valgan para nada los muchos años dedicados a las ciencias jurídicas. Porque será la hora de la justicia.
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53 ¿UNA IGLESIA AUSENTE? "Es semejante el reino de los cielos al fermento" (Mt 13, 33).
• ¡o escuchábamos hace m u y pocos días de labios de u n arzobispo al volver del concilio: "La Iglesia no puede estar ajena a estos problemas". Es la traducción siglo x x , de aquellas palabras del Maestro: "El reino de los cielos es como el fermento...". La Iglesia somos todos nosotros, los cristianos. Debemos estar ahí, metidos entre los hombres, viviendo los problemas de los hombres. "Los de Cristo" tenemos que amasar con dolor, con fortaleza, con lucha por la justicia, con nuestra caridad, esa masa informe de los hombres zarandeados por los vientos de todas las pasiones, hasta que esta sociedad nuestra quede convertida en buen pan. "Los de Cristo" tenemos que estar ahí. Metidos en el mundo del cine, del teatro, de la propaganda. En la dirección de los hoteles para que una "boite" no se convierta en prostíbulo. Tenemos que estar presentes en las gerencias de las fábricas, en la administración y entre los obreros, para que la industria y el comercio no estén a merced de los "sin ley" y se convierta en una elegante "cueva de bandidos". 224
Tenemos que estar metidos entre la juventud. Viviendo codo con codo las inquietudes de las generaciones nuevas, para que sea u n humanismo auténticamente cristiano el que ponga en ruta a estos hombres de mañana, y no queden encenagados en el vicio, la molicie, la desesperación. Tenemos que estar metidos en todas las esferas de los gobiernos, en las gerencias de los bancos, entre los hombres que tienen el poder del dinero o la prepotencia de la autoridad. Para romperle los dientes y destrozarle los engranajes a esa máquina inteligente y diabólica que aplasta a los pobres, que hace verter lágrimas a las madres, y pisotea la dignidad de "los que padecen persecución por la justicia". Ahí tenemos que estar "los de Cristo", como el fermento en la sociedad. Revolviendo y haciendo fermentar toda la masa de desaprensivos y cómodos, de amorales e inicuos, como el panadero revuelve y voltea su masa para que, mezclada con la levadura, fermente. Es necesaria la presencia de la Iglesia en el mundo moderno que enarbole la ley del amor. Si es una Iglesia ausente no es la de Cristo.
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54 LOS DE LAS FALSAS PROMESAS "Se levantarán falsos mesias y profetas" (Mt 24, 24).
falsos
A J~\_ estos se escucha hoy. A los que vienen prometiendo paraísos. A los vocingleros que anuncian la felicidad. A los que "quieren hacernos comulgar con ruedas de molino". Cristo los va viendo pasar a todos por la ciudad moderna. Cada uno improvisa su propia tribuna en cualquier plaza. Y alrededor de ellos, boquiabiertos, los ingenuos. Ellos vendiendo su mercancía averiada. Explotando las infinitas ansias de felicidad que tienen los hombres. Aquel vendedor de sibaritismo, pregona la felicidad construida con aparatos último modelo. Para lograr un confort que ahogue los gritos de la conciencia, y haga olvidar que estamos de camino por la vida. Este es un politicastro. Profetiza la edad dorada de "jauja", conseguida con una legislación laboral que nunca cumple. Augura la felicidad para todos los hombres. Pronuncia nombres rimbombantes, como "bienestar social", para que se acojan a él precisamente los que no tienen ningún bienestar. El otro embaucador está ofreciendo a los transeúntes saciar su hambre. Hambre de placer. Grita por los altavoces, prometiendo la ple126
na satisfacción de los sentidos con el espectáculo pornográfico, con la revista sensual... Este otro ofrece dinero. Como solución de todos los problemas a costa de lo que sea. De la injusticia, del robo, del escándalo, de la perversión. Insinúa al oído de todos los que pasan y les promete saciar su corazón con oro. Este promete subir. Encaramarse en la sociedad. Triunfar por la astucia y la maldad, sin reparar en medios. P a r a estar arriba, en la política. Dominar. Tener el mundo a sus pies. Todos los pregoneros falaces están ahí, en la calle. Se dirigen a todos los que transitan. Prometen paraísos. Paraíso soviético o norteamericano. De oriente o de occidente. De los cuatro puntos de la rosa de los vientos. Son los materialistas profesionales, que sobornan a los materialistas. Quieren salvar el mundo llenándole el estómago de barro. Son profetas de la materia. Hunden a los hombres en el cieno del presente hasta dejarles ahitos, ahogados. Sin poder levantarse más alto, sin ideales. Cristo, el único enviado de Dios para salvar, los ve a todos, a los falsos profetas. Y sigue pasando sencillamente por la ciudad moderna, con el evangelio en la mano, para que no nos dejemos engañar.
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55 SOLO HAY UNA VERDAD "Cuando,veáis estas cosas, conoced que está cerca el reino de Dios" (Le 21, 31).
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i entrara Cristo en la universidad, en una de esas grandes universidades modernas, en la universidad de Buenos Aires, con sesenta mil alumnos, los vería. Vería a los vendedores de la verdad. Todos tienen su palabra. Todos tienen sus promesas. Las van aireando por todas partes. Prometen un mundo nuevo, la salvación de la sociedad. Amontonan las palabras en los discursos. Las escriben con letras llamativas en pasquines de colores chillones. Cuelgan las pancartas, las pegan en los muros. Vienen después los "otros", y arrancan las palabras, la verdad de los "otros"; las queman o las arrojan a la basura, y colocan sus propias palabras, sus carteles, sus anuncios luminosos, su propia verdad. Se la meten por los ojos a todos los que pasan. Palabras que hablan no a la serenidad de la conciencia, sino que se depositan sobre la piel como un barniz. Hablan a los sentidos, no al hombre total. Unos son "reformistas". La palabra que traen no es suya, es de Marx. Otros hablan de "renovación" y de nacionalismos. Otros se llaman a sí mismos "independientes"; gritan contra las posiciones constituidas, o prometen la tranquilidad 128
en esas mismas posiciones. Otros son "humanistas". Defender al hombre, confiar en el hombre. Y los profesores, desde sus cátedras, reparten su verdad en dosis. Por oficio. La despachan sobre el mostrador de sus aulas o la regalan en los pasillos de la universidad, como se vacía una caja de cigarrillos entre los amigos. Cada cual con su verdad. Una verdad que no es verdad, si no participa de la única verdad. De la palabra que se dijo ya hace tiempo. La palabra de Cristo. El pasa hoy de nuevo por todas las universidades modernas, centros de la verdad. Entre los existencialistas, marxistas y humanistas; entre los pacifistas y los revolucionarios; progresistas y reaccionarios. Y a todos les dirá la única palabra, la palabra más antigua y más moderna, la palabra del evangelio. Invitará a todos los supercultos modernos a volver a la sencillez del evangelio. A vivir la verdad del amor cristiano. Cuando hayan cesado ya los "maestros de la verdad" y los "maestros de la mentira", quedará solamente la palabra de Dios. Cristo. Una palabra eterna, sin confusionismo.
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56 EL ESCÁNDALO DE NUESTRO TIEMPO "Y bienaventurado aquel que no se escandalice de mí" (Mt 11, 6).
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V ^ RISTO hoy. En sus manos el mismo evangelio de siempre. El evangelio eterno. No tiene fórmulas nuevas para el nuevo mundo. Recorre la ciudad moderna pronunciando la palabra que escandaliza a los débiles. Entra en casa de católicos honorables. Los que heredaron su catolicismo con los crucificados barrocos importados en la época colonial. Y al ver su cruz colgada en los muros de sus lujosas mansiones, les recuerda que no basta que su cruz sea un "adorno". Y les dice: "El que quiera ser mi discípulo, que tome su cruz y que me siga". Y los "buenos católicos", tradicionalistas y burgueses, se escandalizaron. Asiste al consejo de accionistas de aquella empresa, reunión de poderosos católicos m u y comedidos y pulcros, que cumplen asiduamente sus "deberes religiosos" y dan espléndidos donativos para la construcción de templos, y en el siglo x x mantienen una explotación industrial con sueldos de hambre. Y Cristo les recordó aquello tan antiguo y tan nuevo: "Bienaventurados los pobres". Y aquellos empresarios católicos se escandalizaron. 130
Visita después a los cristianos ricos, los grandes estancieros. Los que viven para sus posesiones y sus riquezas. Las acaparan y las devoran, sin acordarse de la función social que tienen los inmensos campos incultos. Y les dijo: "Qué difícil es que un rico entre en el reino de los cielos". Y se escandalizaron. Se le permitió después entrar a la sesión de u n gobierno que se dice católico, de los que están en "buenas relaciones con la Iglesia", de los que despliegan una enorme fuerza de policía para b a r r e r a todos los que se atrevan a usar de su libertad para protestar contra los abusos del partido en el poder; según ellos, reprimir el "comunismo". Y les dijo Cristo a los gobernantes: "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia". Y se escandalizaron aquellos "gobernantes católicos". Entró Cristo en u n hospital de un país subdesarrollado, y al ver a tanta gente que sufre, clavados en sus lechos mugrientos, dirigiéndose a ellos y a todos los que no comprenden el dolor de las madres con muchos hijos y de los niños inocentes, les dijo: "Bienaventurados los que lloran". Y no entendieron. Y se escandalizaron. Entró Cristo también en un templo ornamentado espléndidamente, con intenso olor a cirios ardientes y vio allí a tantas "almas piadosas" devotas de muchos santos, que pasaban largas horas en rezos prolongados y en la comodidad de su religiosidad vacía. Y viendo Cristo tantos hombres hambrientos de pan de palabra y de testimonio, les dijo a las "almas piadosas": "Id, malditos al fuego eterno, porque tuve hambre 131
y no me disteis de comer". Y las almas piadosas se escandalizaron. Se escandalizaron con su palabra tantos cristianos burgueses, comodones, avaros y ególatras, que se escudan en su catolicismo para que todo siga igual, y ellos en sus posiciones. Porque no les importa el mandamiento de Cristo: "Que os améis".
57 PEREGRINANDO A UN SANTUARIO "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo" (Le 1, 28).
J_^s bonita la canción aquella: "Ya las caravanas de los promeseros ascienden la loma de Caacupé". Y son magníficas aquellas peregrinaciones de hombres que por millares rezan y cantan a "La Virgencita", bajo un cielo azul intenso, cubiertas por el manto de la noche que se ilumina al resplandor de las antorchas que portan en sus manos fuertes, mientras van caminando al santuario. Y es maravilloso que un pueblo se distinga por su piedad mariana, que invoque el nombre de la Madre de Dios, que u n santuario de la Virgen sea el corazón del pueblo y de la patria. Pero una realidad mucho más hermosa sería 132
si este pueblo de corazón generoso, abierto a la belleza y a la bondad, viviese un cristianismo auténtico. Si no mezclase la superstición, el desorden y la inmoralidad en la misma veneración a la Virgen. Si su religiosidad se fundara en un cristianismo vivo, que no se detuviera en los ritos de las promesas, de las peregrinaciones, del sentimiento. Sería mucho más hermoso si este pueblo de alma sensitiva que vibra al ritmo de las polcas y guaranias, que hace sonar las fibras de su corazón en las cuerdas del arpa y la guitarra, viviera unido en la paz, dejara a un lado los rencores e hiciera una patria nueva, donde puedan habitar todos los que son hijos de esta tierra. Sería mucho más bello si los gobernantes y todos los que tienen en sus manos el poder y el dinero se dieran a la obra de levantar al pueblo, para suprimir las insultantes diferencias entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada. Sería un pueblo mucho más hermoso si la familia fuera el santuario del amor verdadero y no estuviera destrozada. Si hubiera más justicia y honradez en los ambientes de negocios. Si el cristianismo fuera la norma de conducta. Por eso, para rezársela mientras caminamos al santuario, esta oración: Señora de Caacupé, te pedimos suplicantes por este pueblo sobre el que pesa el dolor de la historia enlutada de sangre. Que los hijos de esta tierra exuberante y fecunda encuentren el camino de la fe verdadera. Que se mitigue el dolor de los que sufren en la miseria del cuerpo y del espíritu. Que reine la justicia y sean res333
catados los sencillos. Que la juventud tenga esperanza y sea limpia. Que el amor realice una familia unida. Que el amor de Dios reúna a toda la familia, a todo el pueblo; que tú lo cobijes bajo tu manto mientras presenta esta súplica a tu Hijo, Cristo Jesús.
58 CAMINOS DE NAVIDAD "Todo barranco será rellenado y todo monte y collado allanado; y los caminos tortuosos rectificados, y los ásperos igualados; y toda carne verá la salud de Dios" (Le 3, 5-6).
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V ^ RISTO hoy, con la sencillez de su evangelio, para un mundo terriblemente turbulento. Si llegamos a una gran ciudad moderna, nos daremos cuenta de lo complicada que la han hecho los hombres. Los semáforos se han inventado porque hay automóviles y los hombres corren y se agitan y tienen miedo de atrepellarse unos a otros. Unas máquinas vienen a hacer frente a los peligros que implican otras máquinas en una progresión infinita. Los negocios son sucios muchas veces y en los entresijos de la política hay otras tantas sinrazones de egoísmo e injusticia. Y en las rela134
ciones de esta vida moderna, agitada y turbulenta, abunda la mentira. Caminos tortuosos. Hay escollos por todas partes para los hombres de buena voluntad. Y, por eso, en esta turbulencia hay angustia, tragedias íntimas, drogas y calmantes de nervios. Porque los hombres se han cegado con el resplandor de los anuncios luminosos o con la media luz de las "boites". Se han perdido en los caminos asfaltados de las grandes ciudades. Como astronautas que hubieran perdido el control en los espacios y estuvieran dando vueltas sin objetivo. También hoy para la ciudad moderna se acerca la navidad de Dios; ha venido a salvar a este mundo con todas sus complicaciones. Y su mensaje es el de siempre. Un mensaje sencillo que sólo entienden perfectamente los niños, o los que dejaron el pedestal de su soberbia y bajaron al nivel de los pequeños. Se hicieron sencillos. Cuando los hombres de hoy tengan esperanza y no se queden achatados, pegados como estampillas al asfalto de las calles, cuando sepan mirar al cielo con sencillez, estará más cerca para ellos la navidad. Porque si los niños miran al cielo se transparenta el azul en sus ojos. Pero los hombres de hoy tienen ojos de tierra, empañados por el vaho de la materia. Y, por eso, Dios cada año quiere que haya navidad. Por eso se hizo niño, para enseñar a los hombres de hoy, materialistas, una lección del cielo. Porque "de los niños es el reino de los cielos".
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59 DESDE LAS LLANURAS DEL SUR, EN LA NAVIDAD T R E S DESEOS DE D I O S
En la Patagonia Austral. Desde un pueblo pequeño, acostado en un valle fértil. Un oasis en la inmensa llanura desierta, ondulada por montes de arena calcinada. Donde azotan los vientos y la luz del día se prolonga hasta casi la media noche. Donde la Cruz del Sur preside el consorcio de las estrellas, en un cielo azul intenso. He venido a evangelizar este pueblo, a quinientos kilómetros del Lago Argentino, ya en las estribaciones de los Andes. En esta provincia argentina la más meridional del mundo: Santa Cruz y Tierra del Fuego. Hay petróleo, carbón y cobre y extensas regiones inmensas. Dicen que hay pueblos donde viven hombres como aquellos de las películas del oeste, sin ley, sin Dios. En el pueblo hay un templo, casi sin estrenar, junto a un río y un pequeño bosque de chopos raquíticos parecidos a los de Castilla. Y los hombres viven lejos de la Iglesia, no tan lejos de cuerpo como de espíritu. Hay una frialdad espantosa en estos ambientes, como la nieve que cubre estos lugares la mayor parte del año y como el 136
viento frío que atenúa los rayos del sol de este corto verano austral, y levanta nubes de polvo blanquecino, que ciegan. Pero me han dicho que esta navidad harán un "pesebre viviente" y los niños entonarán villancicos; serán villancicos que llevarán el sabor de la tierra nativa, a chacarera y a samba. Hace tiempo que aquí los hombres se han olvidado de que Dios nació para los hombres, si es que algún día lo aprendieron antes de que estas gentes emigraran de Europa o quizá cuando pasara por aquí de vez en cuando un misionero. Hay pocos matrimonios cristianos en este pueblo; se unen como los paganos. Desde aquí, en la soledad de esta llanura, ya cercana la navidad, en esta pequeña habitación que me sirve de albergue, junto a este templo que ha construido un sacerdote que vive allá lejos, a doscientos o trescientos kilómetros en la costa del Atlántico, pienso en América. Me salen del corazón y escribo estos deseos de Dios. PRIMER DESEO
Un deseo de Dios. El nace para los hombres. Si recorres los caminos del mundo, lo encontrarás frío y desolado. Este mundo de noy, el de los viajes espaciales, el de la TV. Pero Dios quiere venir a él sencillamente, como nacen los niños. P a r a hablar a los hom237
bres de la belleza del hogar, de la familia, de la paz, de la riqueza del llanto y de la risa de los niños. Dios quiere darse a estos pueblos perdidos en las llanuras, a los seres humanos perdidos en las ciudades. Como un niño. Dios viene para los pequeños, y para los grandes, si se dejan destrozar su soberbia. Las almas torturadas encontrarán la paz si se alejan de los caminos tortuosos. Las naciones y los pueblos encontrarán la paz si la buscan con el corazón limpio. Si enjugan sus ojos empañados de sangre. Si lavan sus manos manchadas de oro. Si purifican su corazón de todas las pasiones, del odio, de la avaricia y de la lujuria. Si los hombres se hacen sencillos como el corazón de los niños, los pueblos encontrarán la paz. Porque Dios tiene anhelos de paz para los hombres de este siglo. El siglo torturado, angustiado por la guerra. "Paz para los hombres". Porque Dios es la paz. SEGUNDO DESEO
Un deseo de Dios. El vive con los hombres. Si te metes en los pueblos y en las ciudades, si entras en el interior de sus vidas, las verás manchadas por la injusticia de unos y la miseria de multitudes. Los que agarrotan sus manos como serpientes. Enroscadas en sus riquezas. Comiéndose sus entrañas materiales. Arrebatando el alimento de la boca de los pobres. Y la turba inmensa de los miserables, de cuerpo y de espíritu. Los del llanto oculto en los pobres ranchos sin alegría a la orilla del 138
mar, en el interior de las selvas, en los suburbios. Los hundidos en el cieno, pisoteados por los injustos. Y Dios viene con una palabra en sus labios. Para que se curen las heridas de todos los que odian y son odiados; los incomprendidos y los que no comprenden; los que sufren y hacen sufrir. Para que se caiga la escoria de los corazones endurecidos. Para que vuelvan a ser corazones de hermanos. Y vivan como los buenos hijos, repartiéndose las riquezas y el dolor. Para que el mundo sea como una casa de familia. Donde se escucha música y se conversa con la serena amistad de los que se quieren. Porque Dios amó al mundo. "Que os améis". Porque Dios es amor. TERCER DESEO
Un deseo de Dios. El nos congrega a todos. Si vas a la sociedad de los hombres, la encontrarás rota, destrozada. Los anhelos de Dios: unir todos los despojos del mundo hechos pedazos. Rasgar todas las banderas opuestas. Y hacer un solo mundo. El que él creó. El que amó hasta redimirlo. Sus anhelos infinitos: que los hombres tiendan sus puentes, para pasar a la otra orilla, la del hermano que le espera. Si se derrumban las fronteras y se rompen las cortinas de hierro y los muros de la vergüenza, toda la tierra será una llanura. Donde todos viven bajo el cielo azul. Si la paz nace en los corazones, habrá brazos que circunden toda la tierra, para unirse en el amor. 139
Este Dios nuestro. El Dios de los deseos eternos nació niño para reunimos. Entonando desde un pesebre la canción del llanto y de la risa. Para que las alegrías y las lágrimas sean repartidas entre todos como un signo de esperanza. Mientras es nuestra casa la tierra. Un solo color para los hombres, hecho de negro, blanco y amarillo. Una sola oración: los tantanes de África y la música nativa de todos los pueblos del mundo, acordes con las campanas del Vaticano. Porque nos ha nacido un niño que nos congrega en un deseo. "Que todos sean uno". Porque hay un solo Dios.
60 HIJOS SIN PADRES "Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote" (Le 2, 48).
l ^ o s hijos. Un problema. Dos generaciones distintas. Padres e hijos Opuestas, no se entienden Ahí están esos lujos. La generación joven Buscando un camino. Se pierden en 1 _nr a ñ a de esta edad. Porque no tienen padrea ^ cuentran solos. No tienen padres q U e los K " quen, que los entiendan. Son unos p o b r ^ A fanos. Si tuvieran padres, serian SZ qUe llegarían a ser hombres m u y pronto
La juventud de América latina no tiene padres. Le falta el hogar, la familia. Porque hay divorcio y amor libre y desunión entre los esposos. Y disgregación de los miembros de la familia. El padre trabaja lejos. Viene a casa muy tarde. Les trae quizá el alimento del cuerpo. Pero no el calor del hogar. No la paternidad consciente. Y los hijos viven también lejos, muy lejos de la familia. Porque no sienten el calor del hogar. Y se marchan a vivir por su cuenta. Se desprenden de un árbol ya desgajado y seco. Se quedan en los templos, no de Dios, sino en los templos de los dioses nuevos, de los ídolos del día. Arrastrados por los símbolos del tiempo. Símbolos sexuales. Por los ritmos modernos. Esos padres que arrojan a sus hijos al mundo y los dejan tirados en el arroyo. Sin amor de paternidad, llevados sólo por las pasiones. Esos padres que no tienen capacidad para ser esposos. No saben realizar un hogar. Cuyo fruto son los hijos naturales. Un cincuenta por ciento en algunos países. Y la familia, la base de la sociedad destrozada. Carcomida por el materialismo, por el vicio, por la falta de responsabilidad en lo más grande y más sagrado. Y los otros padres. Los que viven espiritualmente lejos de sus hijos. Separados por murallas frías. Porque para ellos el espíritu no cuenta. No se acercan a sus hijos cuando necesitan una mano amiga. Se conforman con llenarles el estómago. Padres, por millones, que no abordan los problemas de sus hijos cuando se presenta la turbulencia de la juventud.
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Por eso hay tantos hijos perdidos en este continente. Perdidos para la familia que tendría que ser su puesto de embarque. Y perdidos para la familia que no sabrán realizar mañana. Perdidos para la sociedad. Porque no pudieron hacerse hombres y quedaron tarados para siempre. La sociedad tendrá muñecos, masa inerte que no hará una sociedad nueva, si no realizamos una familia mejor, donde los padres encuentren a sus hijos y hagan de ellos hombres para un futuro próximo.
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PRESENCIA DE DIOS EN LA ALEGRÍA "Hubo una boda en Cana de Galilea y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda" (Jn 2, 12).
_ L / i o s en la alegría. Como en Cana, invitado a la fiesta de bodas. Para los momentos de gozo de los hombres. No sólo para la súplica que brota del sufrimiento, de la soledad o de la tristeza. Hay ahora muchas fiestas, mucha música que se difunde por altavoces. Se prolongan los bailes hasta m u y entrada la noche, llegada ya la mañana. Muchos discos de ritmos estridentes. 142
Risotadas en los grupos juveniles, carcajadas en las pandillas. Conjuntos musicales que golpean con "iracundia" sus instrumentos. Clubs. Se organiza la alegría en los tiempos libres. El ocio es un tiempo para gozar. Dios estaría presente en la alegría, si hubier a limpieza en las canciones y sentimientos nobles frente al sensualismo viscoso que se pega a la carne, que mancha la adolescencia, que envejece a los jóvenes. Dios estaría presente si hubiera amistad y ojos limpios en las pandillas de jóvenes. Y sonrisa franca y risas alegres. Y sentido de ayuda m u t u a para la realización en común de la vida, para la ascensión a las cumbres. Estaría presente si no fuera el incentivo del placer quien reúne a los hombres y a las mujeres en las "fiestas de sociedad", si hubiera respeto y dignidad y no ocasión de pasiones desbordadas. Estaría presente si no fuera la avidez del placer, el ansia de ahogar la voz interior, el incentivo que lleva a las gentes a los espectáculos a evadirse de sí mismos, a perderse en la masa inconsciente que se agita, que ríe o que llora con los que ríen o lloran en la pantalla, en la fonoplatea, frente a los micrófonos. Estaría presente si no fueran sonrisas compradas, carcajadas falsas las que exhiben las gentes a sus amigos, a sus relaciones. Como máscaras. Si no fuera el egoísmo, las pasiones, la sexualidad, el amor mentiroso, la inconsciencia voluptuosa que deja amargura en los corazones, el móvil de la vida de los hombres. 143
Dios estará presente en la alegría cuando haya más paz, justicia y amor. Los jóvenes dejarán de ser espectros que se mueven lúgubremente a sus pocos años por las ciudades, hastiados ya de la vida, sin luz en los ojos, con la amargura en el corazón, con la angustia en el alma. En el mundo habrá alegría cuando lo hagamos más humano, más bello. Realizado según el corazón de Dios, que quiere estar presente en la alegría de los hombres.
62 ¿TIENEN FE ESTOS HOMBRES? "Y dijo Jesús al centurión: Ve, hágase contigo según has creído" (Mt 8, 1-13).
T .
X AMBIEN ahora acuden las multitudes. Son los cristianos. Van a los santuarios a pedir sus gracias. A la Virgen de Lujan, a la Virgen de Pompeya, a san Cayetano, a la Virgen de Caacupé, a san Judas Tadeo. Hacen sus peticiones, dan sus donativos con los que se hacen santuarios y se atiborran de ornamentación barroca. Hacen sus votos y ofrecen sus exvotos. Pero, ¿tienen fe estos hombres, estas mujeres, que acuden en peregrinación? ¿Son cristianos, 144
creen en Cristo? ¿O más bien acuden a las imágenes, como si fueran fetiches? Van en masa pidiendo. Tienen días especiales. El siete de cada mes. La ñesta de "tal santo" o de "tal virgen". Y acuden muchos, como leen el oroscopo de los periódicos cada mañana, por si les da la suerte. Desfilan las gentes por los templos, en los momentos en que sienten el aguijón de sus problemas, cuando no tienen trabajo o cuando tienen un hijo enfermo. O cuando andan mal en sus amores. Dan su dinero como si quisieran comprar milagros. Llegan a los templos, se quedan en los altares de los santos, manosean las imágenes como objetos de superstición. Y no llegan a Cristo. Van descalzos en caravanas, como se va de camping, de turismo, llegan a las puertas de los templos y se sienten satisfechos porque ya han cumplido su promesa. Besan los pies de las imágenes de escayola con gran devoción. "Rezan credos", sin creer en Cristo. Piden con los labios. Silabeos que dirigen a sus caprichos, como dioses de sus vidas. Todas esas masas de cristianos que lo son como podrían ser budistas. ¿Son cristianos todos esos millones de hombres que en las estadísticas se encuadran en la casilla de "católicos"? ¿Están evangelizados? ¿Tienen fe en Cristo? Si tuvieran fe no necesitarían de tantos colores en las imágenes ni comprar cromos en las "santerías". Llevarían la presencia de Cristo en su corazón y en su vida. Fe para estos pueblos. Fe para estos hombres. Fe en Cristo. Aceptación del evangelio 145
total si queremos una América cristiana, no en las estadísticas, sino hecha realidad en unos hombres cristianos, muchos o pocos, que transformen la sociedad como levadura. Que orienten a esas masas de corazón religioso, que no tienen quien los evangelice, con la palabra de Cristo y con el testimonio de una vida cristiana.
63 ESTOS TIEMPOS DE TEMPESTAD "El les dijo: ¿Por qué teméis, de poca fe?" (Mt 8, 26).
hombres
J _ ^ A sociedad moderna bamboleada. Como las ciudades de Chile por los seísmos. Pero hay convulsiones más fuertes aún: la revolución a que están avocados estos países. No son tiempos de paz. Y la Iglesia navega dentro de este m a r agitado, proceloso. Y la traen y la llevan los mismos vientos de crisis, de trasformaciones. Las mismas angustias. En algunos países es perseguida y se le impide existir. Tiene que dejar el campo libre, porque otros hagan la revolución, con otros principios, por otros medios. En otros, la lucha ha de mantenerse contra fuerzas internas de una sociedad inmóvil, como 146
aguas estancadas que en su mismo seno llevan la corrupción. Instituciones, modos de ser ya establecidos, que no permiten a la Iglesia llevar al hombre el mensaje de la verdad y de la justicia. Los conservadurismos opuestos a todo cambio que derribe las posiciones y los privilegios adquiridos, contra las que se estrellan las fuerzas vivas, los sectores del pensamiento que abren camino y la acción temporal de los hombres cristianos. Los militantes cristianos, agitados por ideas diversas y contradictorias, acosados por la urgencia de los problemas, por la necesidad de ser fuerzas de presión, para destruir lo que no vale, lo que obstaculiza. Presionados a su vez por otras fuerzas que les impiden actuar, que les obstruyen en su camino, desde las instituciones, desde los gobiernos. Navegando en la oscuridad, muchas veces. Amenazados en su confianza, en su fe. Y los sectores de combate del clero, los que están más en la llaga, más en la realidad, los que sienten en su carne propia la angustia del momento, los que están más en contacto con los seglares y con todos los hombres de su tiempo: zarandeados también. En una lucha intensa. En el peligro de no tener ideas claras, de no mantener el equilibrio y caer. Con la zozobra de realidad que no puede esperar para ser redimida. La Iglesia toda en Latinoamérica al ritmo de la sociedad en evolución. En inquietud. A veces hace agua, como en el cisma del Brasil. 147
Es porque la Iglesia está en el mundo moderno y es para este mundo. Es la prueba de que la Iglesia está para salvar al mundo tal como es. Inmensa, metida en la entraña de la sociedad con sus convulsiones, con sus problemas, con sus promesas. Porque ésa es la esencia de la Iglesia: salvar. Salvar lo que está en peligro de perderse. Y Cristo vive en su Iglesia y por ella, para que tengamos fe en que él es el salvador.
64 LA RESPONSABILIDAD DE LOS CRISTIANOS
"Mientras su gente dormía, vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo y se fue" (Mt 13, 25).
J _ , o s cristianos, la gente de Cristo se ha dormido durante mucho tiempo. Esto era un campo cristiano. Fueron evangelizados estos pueblos hace varios siglos. Hubo martirios en la época de la evangelización. Pero, después, en esos siglos de laicismo, hubo pocos militantes cristianos. Se durmieron los hombres de Cristo y las sociedades secretas, el enemigo, copó los puestos. Y el mal prolifera.
El enemigo se ha colocado en los puntos claves de la economía, y no permite que en los procesos de industrialización, en los planes de desarrollo, sea el hombre el factor y objeto principal de una economía más humana. Son otros intereses, otros móviles, los que cierran el paso a la dignidad del hombre y logran que una economía desalmada, capitalista, extienda sus redes por el continente. El enemigo: el egoísmo y la avaricia. Tiene en sus manos las riendas de la publicidad, las agencias de noticias que hacen ver a los hombres los hechos y los acontecimientos del color que les conviene. Cuyos móviles son el sensacionalismo y la venta. El enemigo: el dinero. Explota las empresas editoras. Tiene en sus manos las máquinas impresoras para que pululen las revistas, los periódicos que juegan con lo más sagrado de los seres humanos, con sus sentimientos, con su intimidad, con el origen de la vida. Y lo ponen todo a la venta. Extendiendo el dominio del pansexualismo. El enemigo: el placer que llena de dinero los bolsillos de los desaprensivos. Compra programas de cine y programas de TV. Financia el celuloide y los minutos que han de presentar al público la mercancía que no habla al espíritu del hombre, sino a su materialidad, a sus pasiones. Para hacer una juventud superficial que cante las canciones de la propaganda y repita como los loros los mismos "slogans". Sin ideales, sin miras más altas.
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Se apoderan de los puntos claves de la política y tienden sus redes de ambición, que impiden la marcha de los pueblos, que obstaculizan la realización de las comunidades humanas, favoreciendo la desigualdad y la oposición de clases, de grupos, de partidos. Poniendo barreras contra el diálogo. Fomentando los contrabandos y los despilf arros a veces en nombre de la patria y del bien común. Y así la ciudad moderna está llena de otros ideales, que no son los ideales cristianos. Porque los hombres cristianos se quedaron ahí, somnolientos, dormidos. Pensando en su espiritualidad ultramundana, cuando tenían que haber metido el espíritu de Cristo en todo lo humano. Y haber construido el reino de Dios aquí y ahora. Realizando la ciudad terrena. Una ciudad moderna con espíritu de Dios.
65 URGENCIA DEL TESTIMONIO CRISTIANO "El reino de los cielos es semejante fermento" (Mt 13, 33).
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I |A presencia de Cristo es una presencia viva. Cristo está con los cristianos del siglo x x . Vive en nosotros. Esta edad nuestra necesita urgen250
teniente descubrir a Cristo en nuestra transparencia. De lo contrario no hay evangelizacion de la edad moderna. Porque esta edad de líderes en serie, rentados, ya no cree en las palabras. Nuestros ojos se topan con nombres y programas escritos en los muros de los edificios, en el asfalto de las rutas, en los techos de las casas, en el papel, en la mímica desencajada de los candidatos y sus secuaces. Nombres y programas que prometen la salvación. Propaganda que ofrece la felicidad barata. Pero el hombre de hoy está de vuelta de la palabrería. No cree en el evangelio como doctrina. Lo considera como una de tantas filosofías. Lo acepta sólo como vida. Quiere u n evangelio viviente. El hombre de hoy quiere ver a Cristo. Quiere detectarlo a través del cristal de la presencia cristiana. A u n mundo escéptico, sensualizado hasta el embotamiento por el materialismo, es necesario meterle por los ojos la presencia de Cristo por el testimonio de los cristianos. Que Cristo viva en los cristianos de hoy. El cristiano lo es por su vida y no por sus palabras. El universitario cristiano será realmente tal, si su conciencia para con la sociedad logra realizar una misión universitaria en el campo de su preparación intelectual, y en la orientación de las estructuras con sentido humano. El obrero cristiano lo será, si tiene un sentido comunitario del trabajo y coopera en la sociedad para la realización de la justicia, colaborando en el plan creador de Dios. 151
El empresario cristiano lo será realmente, si su empresa se rige por los principios de la justicia social y tiene u n sentido comunitario, que ve al hombre en toda la proyección de su dignidad humana. El político cristiano lo será, no por sus programas, sino por la realización de los mismos conforme al bien común, construyendo una sociedad humana donde se repartan los derechos y las obligaciones conforme a justicia. Donde la comunidad humana posibilite la consecución de los fines sobrenaturales. Al hombre cristiano de hoy se le pide un testimonio, el de su vida. Y sólo de esta manera será levadura en el mundo.
66 ESOS CRISTIANOS INÚTILES "El reino de los cielos es semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a juntar obreros... Salió también a la hora tercia y vio a otros que estaban también ociosos en la plaza" (Mt 20, 1-3).
N
o puede haber cristianos inútiles en esta hora posconciliar. Cristo se ha presentado hoy en las calles y plazas de todas las ciudades. Su presencia es la Iglesia reunida en el Vaticano 252
que proclama solemnemente "la hora de los laicos". Su voz llega a todos los cristianos. Nos invita a todos a ser o no ser. Porque ya no puede haber cristianos inútiles. Todo cristiano, por serlo, tiene obligación de dar testimonio, de manifestar la presencia de Cristo en su vida, de realizar un orden temporal más justo, de colaborar en la realización de un mundo nuevo. No son cristianos de esta hora los malos cristianos, que son antisigno para los hombres en sus ambientes por su antitestimonio, que degrada su nombre y hace daño a la Iglesia. No son cristianos de esta hora los inconsecuentes, que no realizan en su vida el ideal que profesan, que viven cómodamente situados en su vida confortable y burguesa. No son cristianos de esta hora los irresponsables que no han comprendido la trascendencia del evangelio. Prefieren no complicarse. Viven su cristianismo ególatra, y cierran sus oídos a la voz de la sociedad y de la Iglesia que los necesita. No son cristianos de esta hora los apáticos que se esconden en su inercia, y se cruzan de brazos ante el inmenso trabajo a realizar en la sociedad que nos ha tocado en suerte. No son cristianos de esta hora los inconscientes que no se dan cuenta de la labor difícil que le toca a la Iglesia de hoy en un mundo pluralista y complicado. Y actúan a la ligera. Destrozando sin construir. Sin medir las fuerzas, sin hacer equipo. Sin estudiar la técnica y los modos. Sin sentido de Iglesia. 153
No son cristianos de esta hora los desesperanzados. Los que cuentan sólo con sus propias fuerzas y han perdido la fe en sí mismos, porque han perdido la fe en la Iglesia. No saben que Cristo ha resucitado para salvar a los hombres, también a los de esta edad. Todos estos cristianos no valen, son inútiles. Que escuchen la llamada de Cristo ambulante por las calles y las plazas de todas las ciudades y pueblos del mundo donde haya un cristiano presente en la Iglesia que se renueva. Que salgan de su egocentrismo y se pongan en estado de testimonio.
67 UNA NUEVA IGLESIA "Lo semilla es la palabra de Dios" (Lo 8, 11).
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V ^ RISTO es el sembrador. La semilla es el evangelio de siempre. Esparcido por toda la haz de la tierra. Pero el ser cristiano es solamente de los que pliegan sus oídos al mensaje y 1 0 aceptan totalmente. Sólo hay u n cristianismo. No hay cristianismos oficiales, porque los estados o los gobiernos sean oficialmente cristianos. Murió ya el mito de nuestra cristiandad en la América latina. El cristianismo no es como una 154
nacionalidad que se hereda. El mensaje de Cristo es una vivencia en cada hombre que lo acepta y se entrega, por la fe, a él. No son cristianos esos "cristianos" en cuyo corazón no ha calado el evangelio. Su vida no tiene profundidad. Reciben la palabra de Dios como si escucharan una lección de arreglos florales o u n curso sobre el romanticismo francés. Pero no hacen germinar en su vida la maravillosa potencialidad del evangelio. No son cristianos esos "cristianos" que no aceptan las consecuencias de su fe. Poseen el nombre como un título oficial, para exhibirlo cuando tienen que llenar la casilla de "religión". Pero no saben renunciar a sus posesiones y a su mentalidad conservadora cuando el cristianismo exige un cambio total de estructuras. No son cristianos esos "cristianos" cuya vida está en desacuerdo con la de Cristo. Tienen u n sentido hedonista de la existencia. Hacen compartimientos estancos en su vivir diario. Relegan su cristianismo a ciertos momentos. Lo han convertido en u n rito vacío, muerto. Son cristianos los que reciben el mensaje evangélico, lo conservan en su corazón y lo hacen fructificar. En el testimonio de un compromiso temporal, a lo largo y a lo ancho de su quehacer cotidiano. De estos cristianos surgirá la nueva imagen de la Iglesia. No necesitamos ya las torres de las iglesias y catedrales que proclaman mentirosamente que las ciudades son cristianas. No viviremos engañados escudándonos en u n a tradición recibida y en u n nombre heredado. Mejor es que seamos 155
realistas y comencemos a construir una nueva Iglesia, con una fisonomía nueva. Nueva y vieja. Eterna. Porque es la misma fisonomía de Cristo. La Iglesia de los discípulos del Maestro, que, comprometidos con este mundo nuevo que está surgiendo, lo harán según el plan de Dios y construirán el reino.
68 PARA ESTE MUNDO CIEGO "Estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna" (Le 18, 33).
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V ^ OMO el ciego, el mundo de hoy está sentado en una encrucijada de la historia y pide una limosna. Tiene cubiertos los ojos con escamas de tierra, de materia inerte. Si camina se golpea contra las paredes, se encuentra con los fantasmas de su propia sombra, se hiere en el rostro, en el fragor de la guerra, de la lucha entre los bloques opuestos. Hay muchos que no ven, que buscan la verdad entre la maraña de opiniones y de pequeñas verdades parciales confundidas con el error. A los occidentales no nos es permitido siquiera vislumbrar el misterioso mundo de oriente y lo llamamos "peligro amarillo". Ni nos es dado conocer las potencialidades de ese coloso 156
que nace en estos momentos y a quien llamamos "el mundo negro". Porque el occidente es un invidente. Lo ha cegado la técnica sin espíritu, la materia sin alma. Y así, el mundo de hoy está al borde del camino de la historia, en la encrucijada del siglo xx, en el momento más crítico, ciego, sin saber para dónde tirar, pidiendo una limosna de luz y de verdad. Y la Iglesia, el Cristo prolongado por los siglos pasa hoy por el camino. No tanto en el primer plano de actualidad mundial, desde la noticia de primera página, sino más bien en el testimonio de las comunidades cristianas que llevan a Cristo en su vida y lo proyectan sobre el mundo. Jesús de Nazaret trae la misma luz de siempre, la voz de la verdad, el evangelio eterno del amor. En estos momentos un soplo del Espíritu de Cristo conmueve las conciencias. La voz de la verdad hecha palabras desde el Concilio Vaticano II, y hecha compromiso temporal en una generación de cristianos militantes. Son los pasos de Cristo que viene. Es el caminar de una nueva Iglesia en marcha. Sólo falta que se escuche el grito del mundo ciego. Esa súplica que se fragua en lo profundo de la inseguridad humana, que hace zozobrar los hombres y los sistemas. Hasta que brote la súplica: "Señor, que vea". Y la humanidad angustiada de este siglo tendrá la luz de Cristo. Entrará en el camino del evangelio que pasa siempre por todas las encrucijadas de los hombres. 157
69 EL CULTO A LOS "ÍDOLOS"
"Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto" (Mt 4, 10).
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o hace muchos días. En una pequeña ciudad de un país de Latinoamérica una cancha se convertía en templo. Un templo donde el papanatismo llegó al colmo. De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso. Y este paso lo dio la concurrencia que asistía a la inauguración de un torneo de basquetbol. Todos recitaron conmovidos una oración dirigida al inventor del, por otra parte, noble deporte. Oración que comenzaba —no sé si digo grotesca o sacrilegamente-— con las palabras "padre nuestro". Un hombre convertido en ídolo de multitudes zafias. No es raro que en el mundo moderno, sin camino, veamos ensalzadas al rango de deidades a las figuras de moda en el canto, en el deporte o simplemente en el exhibicionismo somático. Suelen ser cantadas esas deidades, en jerga de diario provinciano, por incultos aprendices de literatos que les echan un incienso de un vaho repugnante. Me refiero a todo esto en cuanto síntoma de una realidad: el culto a los "ídolos". En el neopaganismo del mundo moderno se vuelve a encontrar dioses, como en la Grecia antigua, a la vuelta de cualquier esquina. Y el hombre "mo158
derno" los adora. Es la lucha que tendrá que sostener Cristo contra el espíritu del diablo. Hay una idolatría que prolifera especialmente en dos clases de sociedades: o bien en aquellos países donde el alto nivel económico ha llevado a la desintegración de la sociedad en el lujo y el placer; o bien en las sociedades subdesarrolladas cuyo primitivismo no les permite descubrir otros valores en el ser humano que merezcan ser elevados a la categoría de deidad. Me refiero a la adoración de las "gstatuillas de Venus" que pululan en cantidades comerciales en la ciudad moderna, como en la antigua y corrompida ciudad de Corinto. Creo que Venus está emparentada con "el dios Momo" o, por lo menos son amigos. En los días del carnaval se exhiben juntos. Nuestra sociedad, que adora a la diosa de la carne, hace difícil que una chica termine el colegio secundario siendo casta. Y consideraría un "ateísmo" imperdonable que un adolescente, por serlo, no guste del placer del sexo. Son los cristianos de nuestra sociedad que, en los días que preceden a la cuaresma, rinden el ritual y solemne culto a los placeres venusinos. Y después irán a la iglesia a "tomar la ceniza" y llenarán los templos el viernes santo.
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70 CRISTIANOS CON PROFUNDIDAD "Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y los lleuó aparte a un monte alto" (Mt 17, 1).
j[ VJL I R A D e l mundo moderno: cuando quieren descansar se agolpan, se aglomeran en las ciudades de veraneo, en las playas, hasta que se pisotean y tienen que caminar los unos sobre los otros. Es un hecho el miedo, el horror del hombre moderno y especialmente de la juventud, a la soledad. Prefieren aturdirse con estrépito, con ruido. No quedarse solos, estudiar en grupo, salir con "la barra", vivir siempre con la pandilla. Para que no les quede lugar a la reflexión. Si la juventud no reflexiona, no tendremos juventudes profundas, conscientes y consecuentes. No tendrá principios la juventud. Porque los principios se maduran en la soledad íntima del diálogo consigo mismo. O en la soledad comunitaria del diálogo en equipo. Pero siempre en la soledad. Subiéndose un poco más alto que el vulgo. No quedándose a ras de tierra, donde hay ruido de tranvías y gritos de vendedores, de los que trafican con todo lo humano. Hay que elevarse a una altura superior. Y meditar. De la meditación surgen las transformaciones. Jesús se llevó a aquellos tres hombres a la 160
soledad. A Pedro, Santiago y Juan. Con ellos pensaba transformar el mundo. Hoy, como entonces, es necesario madurar las ideas. Posesionarse de la verdad hasta hacerla carne*propia, para llevarla después a la vida. Para hacerla una verdad práctica. El cristiano de hoy no puede ser un cristiano superficial. Es un convencido; de lo contrario, es un lastre para la marcha de la Iglesia. Hay que encontrar a Dios en la soledad de la reflexión, de la meditación y del diálogo. De la soledad de los grupos cristianos que meditan en diálogo comunitario surgirá la Iglesia nueva y el mundo nuevo. No se puede comenzar a construir la Iglesia por el tejado. No es una Iglesia superpuesta a los hombres la que necesitamos, sino unos hombres que son la Iglesia de Cristo porque llevan la verdad enraizada en sus vidas. La invitación a la soledad, que puede conquistarse aun en medio del tráfago de la ciudad moderna, es una invitación al cristianismo auténtico. A un cristianismo reflexivo que toma conciencia de la realidad del mundo en que vive y de las exigencias del evangelio. Y, como consecuencia, emprende una acción transformadora de la sociedad. Hasta construir el reino.
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71 UN CRISTIANISMO DESTRUCTOR "El que no está conmigo está contra mí y el que conmigo no recoge, derrama" (Le 11, 23).
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i Cristo fuera separando a los suyos, ¿cuántos quedarían? Recorrería la ciudad moderna. Esas ciudades de los países occidentales, de América latina: países oficialmente cristianos, por civilización, por tradición, por herencia. En las encrucijadas de las calles haría la selección. Quedarían excluidos todos los "cristianos" contrarios a Cristo. Los "cristianos" a quienes bautizaron sus padres cuando niños, y ellos, cuando mayores, dieron un mentís al evangelio de Cristo con una vida totalmente pagana, consagrada al culto materialista de las riquezas, del placer. No tienen otro Dios que ellos mismos. Los "cristianos" burgueses que tienen a gala llamarse católicos, se creen "élite" del catolicismo porque lo heredaron con su buena posición social. Pero se niegan a que el evangelio cambie las estructuras sociales en que ellos están anclados. Y se hacen reos de la explotación del hombre y de la insultante desigualdad entre los "cristianos ricos" y los "cristianos miserables". Los "cristianos" que saben compaginar per162
fectamente una vida de adulterio, de inmoralidad familiar, de injusticia en los negocios, con su presencia comedida y "piadosa" en el templo, y con su activismo en las organizaciones apostólicas de la Iglesia. Los "cristianos" que se han aferrado a la posesión pacífica de "su cristianismo" y prefieren no complicarse con las exigencias del evangelio en orden a transformar la sociedad. Su ley es el egoísmo. Los "cristianos" que hacen su matrimonio en la Iglesia y no educan a sus hijos en la ley del evangelio. Sus relaciones conyugales se rigen por la ley del placer y el egoísmo y no por la ley del amor de Cristo. Todos esos "cristianos", jóvenes y adultos, hombres y mujeres, que de una religión fundada en el amor hasta dar la vida por los hermanos, han hecho una pantomima elegante para lucir en los templos, como en los clubs o en las embajadas o en las fiestas de barrio. Todos esos "cristianos" quedaron excluidos, porque son los enemigos de Cristo. Están contra Cristo. Son el lastre para la evangelización. Destruyen. Desparraman. Siembran la confusión. Hacen creer a los demás que la doctrina de Cristo es lo que ellos viven. Dan náuseas a la gente. Y hacen que sea odiada la Iglesia de Cristo. La tienen amordazada. No la dejan moverse. Han secuestrado a la Iglesia. Son un peso muerto que la hunde. Porque cristiano se es totalmente o no se es.
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72 UNA PREOCUPACIÓN DE DIOS: EL HAMBRE "Levantando, pues, los ojos Jesús y contemplando la gran muchedumbre que uen£a a él, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para dar de comer a éstos?" (Jn 6, 5).
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V ^ OMO si Cristo fuera u n economista o un sociólogo. Con visión del futuro. De esos que dicen que América latina tendrá 592 millones de habitantes en el año 2000. Cristo. Sí. Clavado aquí, en la historia de la humanidad. Desde una azotea cualquiera de esos edificios gigantes. Desde una gran ciudad moderna. Desde la ciudad de Sao Paulo del Brasil. Viéndola en su vértigo. Viéndola crecer como un monstruo. Desde aquí otea el horizonte y ve llegar a los inmigrantes de todas las latitudes. Vienen y se instalan en las ciudades, en los suburbios, en ranchos miserables. Los está viendo venir, a todos los hombres que no han nacido todavía. Que son las generaciones de mañana. El mundo del futuro que doblará la población de las ciudades de hoy. Cristo ve a la humanidad que sufre hambre. Los países subdesarrollados. Sabe que son las dos terceras partes de la humanidad y le duele en su corazón de Dios. Ve cómo algunos acaparan impunemente la 264
tierra que es de todos. Le duele que sus hermanos los hombres no administren bien la heredad que el Padre dio a sus hijos para que vivieran como hermanos en una casa común. Y se clavan en su corazón los espinos de todas las tierras incultas por el egoísmo de los hombres. Ve cómo se derrochan las riquezas. Se hacen artefactos para matarse unos a otros. Cómo el mal hijo y perverso hermano que gasta sus ahorros en un bonito revólver para ser fratricida ante los ojos aterrados de su mismo padre. Ve cómo los unos que están hambrientos de placeres, de lujo, de gozar de la vida, malgastan las riquezas que son de sus hermanos. Y los otros, hambrientos de pan, hastiados de miserias. Las masas inmensas de los campos de Asia, de África, de América latina. Los suburbios de las ciudades del mundo, y al fin todos hambrientos. Hambrientos los hijos de Dios. Cristo pregunta a un apóstol: "¿Dónde compraremos pan para tanta gente?" Está dispuesto a comprarlo. Aunque es él mismo el que ha dicho: "No sólo de pan vive el hombre". P e r o . . . también el pan es alimento de los hijos de Dios. Cristo nos pregunta hoy, pregunta a la Iglesia, pregunta a los cristianos. Te pregunta a ti. Me pregunta a mí: "¿Qué haremos para darles de comer?" Porque el hambre de los hombres es un problema de Dios.
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73 ¿PAÍSES CRISTIANOS? "Honro a mi Padre y vosotros me deshonráis a mí" (Jn 8, 49).
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X AISES cristianos donde viven cristianos que están en contradicción con Cristo. Que deshonran a Cristo. Si él tuviera que darnos su opinión sobre los países cristianos, ¿América latina sería cristiana? Un país cuyo sistema económico es un capitalismo exacerbado; donde sigue la esclavitud de una clase explotada por el dinero, por el capital de la otra clase, ¿sería cristiano? Un país donde el trabajador está a merced de "explotadores cristianos", que no les pagan el salario justo. Donde a los trabajadores, acogotados por el régimen y por el dinero de los del régimen, no les es permitido siquiera adquirir conciencia de su propia dignidad de hombres, ¿sería un país cristiano? Un país donde existen grandes extensiones de tierra sin cultivar, mientras el pueblo vive en la más abyecta miseria. Tierras que poseen los grandes terratenientes que se dicen cristianos. Tierras que quedan sin cultivar porque los agricultores son explotados al vender sus productos a precios irrisorios, en u n régimen que dirigen los que van a la iglesia y hasta hablan 166
de Dios en sus discursos. Ese país, ¿sería u n paíj cristiano? Un país donde se propugna el divorcio, se ataca la organización familiar querida en el plan de Dios, por aquellos que se confiesan cristianos. Un país donde la moral familiar está por los suelos, el concubinato y el adulterio a la orden del día, el aborto sistematizado en flagrante agresión al hombre mismo, ¿sería un país cristiano? Cristo, viendo hoy a "sus cristianos", se queja de una sociedad que se dice cristiana y es una deshonra para él. Hay muchos fariseos que se han introducido entre sus fieles. Muchos que están a bien con la jerarquía de la Iglesia, pero que están totalmente en oposición a su doctrina en su acción cívica y política. Y eso en países que se dicen cristianos. ¿No sería mejor quitarles tal apelativo a esos países? ¿O es que una sociedad así es una sociedad cristiana?
74 PARA LOS CRISTIANOS COBARDES "Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron" (Mt 26, 56).
• |R fácil ser discípulo de Cristo en los domingos de ramos. Cuando hay triunfo y vítores. Pero es difícil seguirle en los días oscuros de la crucifixión. 167
Los cristianos asistimos de buen grado a las concentraciones religiosas. El color abigarrado, los cantos, las oraciones en alta voz, en los santuarios, en las peregrinaciones masivas, nos ponen eufóricos. Una plaza pública donde convergen riadas de gentes, grupos religiosamente ordenados o desordenados, con sus respectivos estandartes y banderas, con discursos y sermones, nos llena de viva emoción. Pero el permanecer siempre con Cristo, esto es cosa distinta. ¡Cuántas veces a la hora de la verdad él se queda solo! Cuando hay que dar la cara para defender la moral de las instituciones donde sistemáticamente se defrauda al prójimo, muchos cristianos traicionan los criterios del evangelio de Cristo. Cuando se presenta la ocasión de enriquecerse a costa del sudor de los trabajadores, es difícil encontrar un empresario cristiano que sea consecuente con sus principios cristianos frente a la economía sin alma. Cuando hay invitaciones para prolongar las fiestas de la alta sociedad a un nivel no ya tan alto, sino en diversiones de baja estofa, cuesta mucho encontrar a un señor digno que se niegue pronunciando las palabras "yo soy cristiano". Cuando hay que hacer lo contrario de lo que hacen los demás jóvenes que de vez en cuando se permiten "ciertas libertades", es muy difícil encontrar un muchacho con personalidad cristiana suficiente para decir: "yo no voy". Cuando los deberes matrimoniales y familiares se convierten en una cruz que hay que llevar cada día para que no peligre la unidad 168
familiar o no sean infringidas las leyes de Dios, es difícil encontrar familias cristianas. Cuando la profesión o las circunstancias implican situaciones donde se juega uno el ser o no ser cristiano, es una lástima que se encuentren tan pocos cristianos íntegros. Cristo se queda solo hoy, cuando tantos que se dicen cristianos no lo son a la hora de dar un testimonio ante la sociedad. La huida es la postura de los cristianos que niegan a Cristo en su vida.
75 PALABRAS DESDE LA CRUZ
Te hemos preparado, Cristo, un lecho duro para tu muerte. Una cruz tosca. Dos troncos cruzados. No hemos permitido que tú mismo te la hicieses, que la pulieras un poco con tu garlopa de carpintero. En ella vas a morir. Pero unas palabras caerán pausadamente de tus labios. Se clavarán en el corazón de los hombres regenerados por tu sangre. Como los martillazos que te cosieron a la cruz. Desde la altura, a las afueras de aquella ciudad, un eco poderoso resonará en la ciudad moderna. El eco de tu palabra eterna que traspasa las fronteras del tiempo. 169
1.a
"Padre, perdónalos, hacen" (Le 23, 34).
porque no saben lo que
La palabra del perdón. Para todos los que han descargado sobre Cristo los rudos golpes del odio. Para los que le han dejado como u n árbol seco y desgajado en medio del campo. Para los que le arrojaron las salivas soeces de la lujuria. Para los que tienen por redentor al dinero. Para los que, como los soldados, cumplen el horrendo deber de crucificar a Cristo, obedeciendo a instituciones sin Dios. Para todos los crucificadores de Dios. Los fariseos de hoy, hipócritas que, diciéndose católicos, crucifican a Cristo agarrándose a leyes humanas. Los débiles como Pilatos, los cobardes como Pedro, los traidores como Judas. Para todos el perdón de Cristo.
2.a
"En verdad te digo que hoy estarás en el paraíso" (Le 23, 43).
conmigo
Tres cruces en el monte. Cristo en el centro. Todos alrededor de él. Cada uno de nosotros con su pequeña cruz. Los ladrones impenitentes. Los que roban el honor de Dios hasta el fin de sus días. Ladrones de la felicidad de los pobres. Injustos y usureros de profesión. Ricos miserables clavados en la cruz de sus remordimientos. Ladrones del pudor de la juventud. Explotadores de las pasiones más bajas. Ladrones todos de la dignidad de los hijos de Dios. Y los buenos ladrones: los que saben arrebatar el perdón de Dios. Con una súplica confiada. Los que reco270
nocen su pecado y saben hacer oración sencilla. Para ellos la promesa de parte de Dios. Para los que dicen "acuérdate de mí", sus brazos están abiertos. Porque el corazón de Dios es la casa de los arrepentidos. 3.a
"Mujer, he ahí a tu hijo... dre" (Jn 19, 26).
he ahí a tu ma-
María, junto a la cruz. La postura de la mujer fuerte. En el sufrimiento se le multiplica su maternidad en millones de hijos. Ha quedado rehabilitada la mujer en el mundo. La maternidad ha sido sublimada. La dignidad de la mujer ha sido firmada con la sangre de Dios. Desde aquel día es crimen de leso cristianismo toda trata de blancas. La mujer ya no es una mercancía. Todo ultraje a la dignidad femenina queda condenado en el binomio de la hora de la cruz: mujer y madre. Porque Cristo vino a rescatar a todas las mujeres perdidas, pisoteadas en su maternidad. En presencia de la Madre de la Iglesia donde caben todos los hijos de Dios, 4.a
"Dios mío, ¿porqué
me has
abandonado?" (Mt 27, 46).
Esta es la cumbre del misterio de Cristo. El alma del Hijo de Dios es como una montaña iluminada por el sol mientras en sus estribaciones estalla furiosa tempestad. Tuvo que beber el cáliz misterioso del sufrimiento hasta las heces. Sintió en su corazón el abandono del Padre. Porque tenía clavado, como una gran espina, el 171
abandono de todos los desesperados. La desesperación de los que no aceptan el sufrimiento y cayeron en el abismo de la angustia. La decepción de tantos cristianos ultrajados, pisoteados, que no comprendieron que el triunfo de Cristo es total en el día de la resurrección. 5.a
"Tengo sed" (Jn 19, 26).
Es todo el fuego de un cuerpo exangüe el que brota de sus labios febriles. La sed divina de la redención de los hombres. Frente a la sed insaciable de tantos que van bebiendo en todos los esteros de la vida: la ambición de escalar puestos, ansias de honores, dejando a los hermanos hundidos en el cieno; sed de placeres, de carne. Su Dios es el vientre. Lo ultrajaron todo con sus ojos y queman el incienso impúdico de sus deseos ante su cuerpo. Pero la sed de Cristo es la de u n pobre abandonado. Le darán la bebida de los guerreros. Su sed es la sed de Dios. Anhelos infinitos de salvar. Para saciar la sed de todos los hombres. Colmando los deseos eternos de felicidad que atenaza a los hijos pobres de esta tierra árida. Invitándoles a todos a apagar su sed eterna de amar. 6.a
"Todo está consumado"
(Jn 19, 80).
Su revolución ha sido darlo todo. Es un amor de entrega total. Ya no le queda nada que hacer a Cristo. Ha llegado victorioso a la cumbre. Para que los cristianos le sigamos. Conquistó la última posición. P a r a que no haya más cristianos 172
de posiciones adquiridas, de cristianismo amordazado, inoperante, burgués, comodón, satisfecho de su riqueza y su bienestar. Asestó el primero y el último golpe a los cristianos ritualistas, atildados y conformistas que no admiten el más leve rasguño en su hipersensibilidad. Porque él hizo la redención con un cuerpo roto, sucio de sangre y ultrajado, que pende de aquella cruz. Porque ha hecho la redención en el amor. 7.a
"Padre,, en tus manos píritu" (Le 23, 46).
encomiendo
mi
es-
La cabeza inclinada hacia la tierra como por una fuerza de una gravedad sublime. Y el espíritu hacia el Padre. La postura del redentor. Y un grito. Dios, poderoso aún para morir. Su última palabra resuena en la historia de la humanidad: "Padre...". Porque es el Hijo de Dios. Para el incrédulo, para el materialista, para el cristiano: Dios ha muerto para redimir. Acepta su palabra. Acepta su vida y su muerte. Tú también has de morir. Te llegará la hora de las grandes realidades. Acepta la nueva alianza que, a la hora de la muerte de Cristo, ha sido firmada por el amor de Dios. RESURRECCIÓN
Un hombre nuevo habita la tierra. Cristo resucitado. De los despojos de un ajusticiado alza el triunfador. Es m u y corto el camino la cruz a la resurrección. Es el camino de discípulos del único Maestro: sembrarse en
ha se de los la 173
tierra árida y espinosa y abonarla con amor. Para que florezca en primaveras eternas. Para que la sociedad sea nueva. Para construir el reino. Para que la ciudad de los hombres sea la ciudad de Dios.
76 UN DOLAR
"Haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón llega, ni la polilla roe" (Le 12, 33).
X JL 0 Y me han pedido que escriba sobre el dólar porque se realiza en esta ciudad una reunión internacional de banqueros y economistas. Mucha gente no ha visto nunca un dólar. Pero todo el mundo ha oído hablar del dólar. De los miles, millones de dólares que cuesta la construcción de un puente o de un hotel. El dólar es hoy el dinero. Se me ocurre que, si Cristo volviera, tendría entre sus apóstoles algún banquero. Entonces eligió a Mateo, el alcabalero. Y le hablaría de dinero. De esa moneda de dos caras. Como un cuchillo de dos filos. Y su sentencia sería hoy como siempre: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". "Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón". 274
Y le diría al banquero que hay dinero limpio y dinero sucio. Dinero limpio. Como el papel recién lanzado a la circulación. El jornal del padre de familia que lleva el pan a la mesa del hogar. Y el primer sueldo que cobró esta semana aquel joven aprendiz mecánico. El que ahorra la trabajadora joven para cuando se case. Y la ayuda de los países ricos para que no haya hambre en los países pobres. Los ahorros con que este muchacho compró un regalo para su novia. Y el hijo u n ramo de flores para su madre. El que gana el profesional honradamente. Y el que la mamá gasta en cuadernos para que los niños vayan al colegio. El presupuesto para la construcción de rutas. Y el que se invierte en industrias que dan trabajo y dignidad a los obreros. Dinero sucio. Como esos grasientos billetes de banco que se han hecho repugnantes. El que pagó aquel joven por el cuerpo de una prostituta. Y los dividendos de una empresa capitalista que paga mal a sus obreros. La financiación de una película inmoral. Y el pago de un aborto. La malversación de fondos desde u n alto puesto del gobierno. Y lo que gasta la niña en una revista pornográfica. Los millones empleados en la fabricación de armas. Y la estafa de u n desaprensivo a un pobre campesino. El dinero que debiera emplearse en zapatos 175
•*
para niños descalzos, y lo derrocha la dama honorable para sus lujos. Señor, te pido por las manos de todos los que manejan dinero sucio. Y por su corazón ennegrecido. Para que se limpien de la avaricia. Y para que el dinero limpio enjugue la miseria de tantos pobres.
77 CRISTO, UN TRABAJADOR
"¿No es éste (Mt 13, 55).
el
hijo
del
carpintero?"
V ^ RISTO. Un trabajador. Si fuera hoy, viajaría en ómnibus, en bicicleta. Como todos los trabajadores. En su tiempo el carpintero haría de todo: pondría los techos a las casas y fabricaría los arados. Si fuera hoy, sería técnico electricista o plomero o trabajaría en aparatos de refrigeración. Comenzó haciendo un gremio de trabajadores. Pescadores, casi todos, de aquellos pueblos pequeños del Tiberíades. Y les hizo unos estatutos. Los llamamos "bienaventuranzas". Y si hablara hoy a los electricistas o a los plomeros o a los que fabrican aparatos de refrigeración les diría: 176
1) Sed pobres. Porque si lo que queréis es ser ricos y gozar de las riquezas, no pertenecéis a mi reino, que es u n a Iglesia para pobres. 2) Sed pacientes. Porque si queréis la revancha y hundir a los patronos y poneros en su lugar para explotar como ellos a otros, no sois sindicalistas cristianos. 3) Soportad el sufrimiento del trabajo. Porque si queréis vivir la vida gorda sois tan materialistas como los burgueses. 4) Buscad siempre la justicia, no sólo para vosotros, sino también para vuestros hermanos trabajadores y para todos los hombres, porque Dios es justo. 5) Tened misericordia y no toméis venganza de los que os explotan, porque, de lo contrario, sois lo mismo que ellos. 6) Conservad limpio vuestro corazón del odio, del rencor, de los malos deseos y de la lujuria, porque, de lo contrario, no conoceréis la verdad, que es Dios. 7) Amad la paz, y no la guerra, porque en la guerra se odian y se matan los hijos de Dios. 8) Luchad por la justicia aunque seáis perseguidos y tengáis que sufrir malos tratos. Porque de los que padecen persecución por la justicia es el reino de los cielos. Con esta clase de gente, él quiere hacer su Iglesia. Ahora y hace veinte siglos. Los demás no le valen. Solamente los que cumplen sus estatutos que se resumen en una sola palabra: amor.
177
78 SENTIDO PREREGRINANTE DE LA VIDA "Vosotros ahora tenéis tristeza, pero de nuevo os veré y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22).
A j - \ ^ la sociedad moderna, Cristo le grita hoy la verdadera alegría. Hecha de tristezas transitorias. De ese sufrimiento humano que ha perdido todo su profundo sentido para los modernos. La propaganda ha hecho creer a los hombres de hoy en los paraísos procedentes del comunismo, del capitalismo, o de la democracia. Es lo mismo. Paraísos de esos que dan la felicidad efímera, de la que están ávidos los hombres que no esperan, que no han anclado en la tierra. Pero el cristiano está invitado a una espera. A la actitud más humana del hombre. No sentirse nunca satisfecho. Porque es peregrinante. Los turistas de hoy viven ya en cómodos hoteles mejor que en su propia casa. Hoy ya no hay peregrinaciones. El mundo pierde la conciencia del futuro porque vive exhaustivamente el presente. El turismo se ha hecho para el placer, la peregrinación para la penitencia. Al hombre le conviene recordar hoy que es "viandante". A la vez que se esfuerza en habitar los astros y mantenerse en los espacios, 178
debe tener en cuenta que eso no es más que un detalle de que está llamado al futuro. Va de camino, no puede poseer morada indefinida en la tierra, no puede ser materialista. No puede saciarse de materia. Tiene hambre de cielo, de Dios. Pero muchas penas de viaje son nuestro patrimonio. El cansancio, la angustia y el mareo. Como las tristezas refinadas de los viajeros de un avión. El confort y la esmerada atención de las azafatas de las líneas aéreas no anulan el deseo de llegar al fin del viaje donde nos esperan los seres queridos. Y, al fin del viaje, los que hemos anhelado llegar, los que hemos tenido esperanza, tendremos la verdadera alegría. La que no tienen ni esperan los desesperados. Los que no encontraron el sentido de su viaje. Y después ya no habrá ceguera ni misterio, sino que Cristo nos verá y nosotros veremos en él definitivamente.
•
179
79 ESTE MUNDO INHUMANO "Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no podéis llevarlas ahora, pero cuando venga aquel, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa" (Jn 16, 12-13).
c
\<^ RISTO está presente en nuestras ciudades y en nuestros campos. Allí donde vive una comunidad cristiana. Pero el mundo no cree todavía en él. Para que acepte el sublime mensaje de Cristo es necesario que se humanice. El mundo "cristiano" de occidente no tiene fe en Cristo. No ha aceptado el mensaje total de su evangelio. Porque no es todavía un mundo humanizado, sino que es una sociedad inhumana. Es inhumano el que los hombres se maten unos a otros desaprensivamente, como si fuera un deber, en la República Dominicana o en el Vietnam. Es inhumano que los hombres no tengan libertad y sean apresados y maltratados por el solo hecho de que sus ideas no coincidan con las ideas de los que tienen más fuerza, porque tienen en sus manos el poder como unos tiranos. Es inhumano que haya todavía tugurios inmundos por millares en las periferias de las 180
ciudades donde viven los seres humanos como bestias entre la basura. Es inhumano que haya distinción social entre negros y blancos, los unos desprecien a los otros y haya odio declarado entre las razas. Y esto en países que hacen alarde de una refinada civilización. Es inhumano que haya una masa inmensa de hombres, los proletarios, sin dignidad, sin pan, sin cultura, por la injusticia y la voracidad de los hombres que tienen en sus manos el poder y el dinero. Es inhumano que se explote sistemáticamente la dignidad de la mujer, para que esté a merced de las pasiones de los hombres y que se corrompa la juventud en una sociedad adulta corrompida. Esta realidad de una sociedad envilecida, sociedad inhumana, es la que obstaculiza la extensión del reino de Dios. El evangelio está dirigido a los hombres. Pero cuando éstos rechazan su dignidad, están incapacitados para recibir el mensaje de salvación. Solamente el Espíritu de la verdad que vive en las comunidades cristianas acusará al mundo de pecado y lo guiará a la única verdad, con el testimonio de su presencia que transformará a la sociedad y realizará el reino de Dios.
181
80 A CRISTO LE GUSTA EL PLURAL "En verdad, en verdad os digo: cuanto pidiereis al Padre, lo dará en mi nombre" (Jn 16, 23).
I j s el espíritu de Cristo el que anima a la Iglesia de los tiempos nuevos, que, por boca de los seglares, grita el "nosotros somos la Iglesia". La lucha contra el "clericalismo" esta vez vino de parte de la Iglesia, de parte de Cristo. Donde está la Iglesia, allí está Cristo, y si no está Cristo no es Iglesia. Y si no están unidos en el amor de Cristo no es la Iglesia de Cristo. Porque Jesús formó una comunidad en la fe y en el amor. En ella se encuentran los que creen en él y los que amándose le aman. No hay Iglesia para los solitarios y egoístas. Nos habíamos olvidado de que la Iglesia es una comunidad de hermanos y que su expresión es la oración fraterna. Porque Jesús, cuando nos invita a orar, usa el plural. Entre los cristianos ya no existe el tú y el yo, sino el "nosotros". En medio de un mundo que no ora porque es materialista, es la comunidad orante de los cristianos quien ha de devolver el camino de la unidad a la sociedad de hoy, dividida en clases y bloques opuestos.
Pero la Iglesia de Cristo, a fuerza de "bonitas oraciones", se había olvidado de rezar el Padre Nuestro. La oración comunitaria. La súplica de los hijos al Padre común. La única oración que nos enseñó Cristo para que nos sintiéramos hermanos. Por eso el mundo no reconocía a la Iglesia de Cristo. Porque no sabía orar en común. Los cristianos de hoy queremos volver a la unidad. Anhelamos ardientemente que las comunidades cristianas sean como una antorcha que, en manos de Cristo, ilumine a la ciudad moderna, que penetre hasta los andenes de los trenes subterráneos y llegue a los últimos pisos de los rascacielos. Y que el eco de la oración fraterna penetre en los oídos y el corazón de todos los hombres que buscan la unidad. Por eso queremos aprender de nuevo a orar en el nombre y con las palabras de Cristo. Todos juntos en la oración común, la oración litúrgica. Con "nuestra oración". Porque a Cristo le gusta el plural y quiere que digamos "Padre nuestro" no "Padre mío". Por eso, aprenderemos de nuevo la oración que Jesús nos enseñó.
182 183
81 UN TESTIMONIO PARA ESTA SOCIEDAD "y vosotros daréis también testimonio de mí porque desde el principio estáis conmigo" (Jn 15, 27).
^ ^ ^ i buscáis a Cristo, hoy, lo encontraréis solamente en sus testigos. Cristo está, en las ciudades y en los campos, en sus discípulos que hoy atestiguan su evangelio. No en los "cristianos en serie" que son testigos del diablo, que llevan un nombre luminoso y engendran con su vida las tinieblas. La luz vendrá de los que testimonian con su vida la presencia de Cristo en la comunidad de hermanos que se aman. No partirá la luz de la verdad de las grandes concentraciones. Sino de los pocos testigos de Cristo. Ya es hora de que digamos que son cristianos solamente los que están con Cristo. Los que se aman en la comunidad. Los que son Iglesia, no lastre muerto de la Iglesia. Los que forman la comunidad en el amor. Porque el ser cristiano no depende de la geografía, ni de la historia, ni de las tradiciones familiares o costumbres sociales. Cristo salva a todos los hombres desde su Iglesia. Porque de allí parte su luz y su verdad. Y la luz y la verdad se transmiten cuando los cristianos testimonian. Cuando hay una comunidad en el amor. Y ese testimonio se esparcirá 184
por la ciudad moderna, por los caminos, llevado en mano como una a n t o r c h a por cada cristiano. Si en la oficina hay u n cristiano que vino de la comunidad, las manos sobre la máquina de escribir, es un testimonio cuya presencia viva evangeliza. Si a la fábrica llega cada mañana un cristiano, en la fábrica, pegado a la máquina de aire comprimido, hay un testigo de manos fuertes que testifica a sus compañeros trabajadores que Cristo ha resucitado. Si u n redactor del periódico es cristiano, su noticia, su reportaje, es noticia y reportaje de u n testigo del evangelio de Cristo. El colegio y la universidad tendrán la luz de Cristo, si allí hay un estudiante que cada día se sienta en su pupitre dando el testimonio de la fe que recibió en la comunidad de la Iglesia de Cristo. Y si entre los hombres del gobierno hay un cristiano, él dará testimonio de que todos los hombres somos hermanos e hijos del mismo Padre, con su presencia, en consejo de ministros. Y todos los que no dan testimonio, es que no son cristianos. Y tendrán que volver a ser evangelizados para pertenecer a los discípulos de Cristo, para ser su Iglesia. Porque la Iglesia de Cristo es la comunidad de los que, estando unidos a él, dan su testimonio en la sociedad de hoy.
185
82 DIOS EN NUESTRA VIDA "Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos morada" (Jn 14, 23).
c
V_^ RiSTO, un viajero por los caminos del mundo moderno. Viajero eterno. En la ciudad populosa. Por los pueblos, por los lejanos lugares donde viven los seres humanos. Anunciando, hoy como siempre, el misterio desconocido: la presencia de Dios en nuestra vida. Como si fuera ese viajante de comercio representante de una firma poco conocida. Tiene que esperar largas horas junto al despacho del jefe de compraventa o apoyado en el mostrador. Anuncia su género. Su palabra es el buen anuncio. Un producto de poca venta, aun en los países que se dicen cristianos. Pero lo presenta porque algunos quieren aceptarlo. El misterioso producto del amor. Con él solamente puede construirse su Iglesia. La comunidad de los hombres que tiene sus fundamentos en Dios. Se va construyendo a través de los siglos desde aquel día de pentecostés. Ladrillo a ladrillo, con los hombres que creyeron en su palabra y en su amor. Como piedras vivas que forman el templo viviente donde Dios habita. No son la Iglesia de Cristo las grandes catedrales de la edad media; ni los santuarios 186
modernos saturados de ex-votos, de placas conmemorativas y de banderas. No son su Iglesia únicamente las grandes concentraciones, ni los templos atestados de gentes para el Te Deum. La Iglesia es la comunidad de los hombres que han dejado entrar a Dios en su vida. La comunidad edificada en el amor. El amor, producto tan falsificado hoy por el cine y la propaganda. Pero los que aman con amor auténtico, ésos aman a Dios y han dejado que Dios viva en ellos. Cristo anuncia ese reino interior no para los que materializan la religión. Sino para los que llevan el amor en el fondo de su vida y permiten que Dios haga su morada en el centro de su corazón.
83 LLEVANDO LA PALABRA DE DIOS "Id, pues, y enseñad a todas las gentes" (Mt 28, 19).
y _ ^ RISTO sigue presente en el mundo por sus discípulos. La Iglesia tiene la misión de evangelizar. Llevar la palabra de Dios a los hombres. Transmitir la buena nueva del reino de Dios. Sobre todos los discípulos de Cristo que forman la Iglesia pesa el deber de transmitir su 187
palabra. Para que todos los hombres reciban la gracia de la fe. Pero la palabra de Dios es desconocida aún por los que se llaman cristianos. Está escrita en esos libros quizás elegantemente muertos en las librerías. Los cristianos leen m u y poco esas palabras. Saben quizás algunas sentencias, que repiten como podrían repetir las palabras de cualquier filósofo antiguo. No se han hecho para ellos las "palabras de fe". No se han incorporado a la vida de tantos cristianos mediocres, de tantos falsos cristianos que no q u i e r e n comprometer su existencia. A veces se usa esa palabra de Dios en las conversaciones y en los artículos de periódicos para difundir los propios caprichos y las propias posiciones. Y entonces es ultrajada esa palabra divina. Pero la palabra de Dios es la enseñada por Cristo. Nos descubre el misterio de Dios y el misterio del hombre. Engendra la fe en los que no la tienen y la alimenta en aquellos que ya son discípulos de Jesús. Ha de ser llevada por todos los cristianos como explicación de su testimonio. No debe quedarse como letra muerta, escrita en los libros sagrados, sino, leída y reflexionada, debe ser llevada por todos los cristianos en sus labios y en sus vidas, para que se concierte en una luz que ilumine a todos los hombres. A los hombres que viven en estos momentos en la oscuridad de la ciencia, cegados por la curiosidad de los vuelos espaciales. 188
84 LA PARÁBOLA QUE DA MIEDO "Entonces el amo de la casa, irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa a las calles y plazas de la ciudad, y a los pobres, tullidos, ciegos, cojos tráelos aquí" (Jn 14, 21).
u
N día Dios Nuestro Señor quiso reunir la comunidad de su reino. Una comunidad donde todos se sintieran como hermanos. Donde no hubiera guerras, ni odio, ni injusticias, ni desprecios de unos para con otros. Donde todos comieran del mismo pan a la misma mesa. Invitó a todos al banquete de su reino. Todos fueron llamados para que abrieran su corazón a los hermanos. Había sido invitada "la gente bien". Los que tienen honorabilidad y riquezas y apellidos. Con los desposeídos, con los despreciados. Para que compartieran su amor y su pan con los que no tienen nada, con los que h a n quedado a la intemperie, en la miseria, a la orilla del río desbordado que les arrasó sus pobres campos y les inundó sus casas. Pero aquellos señores de cuello almidonado y corbata impecable y aquellas honorables señoras de apellido y aquellos "hijos de familia" se fueron excusando. Porque estaban muy ocupados en preparar sus propios banquetes, para quedar saciados de sus propias riquezas. Porque ellos tienen sus campos y sus estancias y su dinero en el 180
banco y sus acciones y sus yuntas de bueyes y sus rebaños de ganados. Y hacen sus propias fiestas fastuosas en el día de sus bodas y de sus cumpleaños y en las fechas íntimas con "sus amistades". Y Cristo, el enviado de Dios, salió a las calles y a las plazas de la ciudad moderna gritando el banquete de su reino. Invitando a todos los que están libres. A los que no están esclavizados con las cadenas de sus riquezas y de sus egoísmos. Iban llegando al banquete del reino todos los que vagan perdidos por las calles de la ciudad. Los lustrabotas y los mendigos que se quedan a la puerta de los banquetes de los hombres. Las mujeres astrosas que no tienen otras riquezas que sus hijos y la humildad de su corazón limpio, bajo los andrajos. Y los trabajadores sin trabajo. Y las burreritas que llevan los frutos al mercado y no se olvidan de rezar al Señor que hace salir el sol cada mañana. Todos los hombres de ropas sucias o de cabeza cargada por el cansancio del trabajo. Toda la masa de "los rotos" que no tienen orgullo y saben recibir en su rancho a su vecino cuando se quedó sin casa porque se la llevó la creciente del río. Todos van entrando en el gran banquete. La multitud de los pobres. Porque en su corazón, vacío de riquezas, hay lugar para todos los hermanos. Y así Dios Nuestro Señor pudo hacer su reino con "los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos". Porque él dijo: "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos". 790
85 PARA LOS PURITANOS "Y los fariseos y escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos" (Le 15, 1-2).
V ^ UANDO yo era niño me enseñaban aquel cuento de la manzana podrida. Si en u n canasto de manzanas —me decían— hay una corrompida, irremediablemente todas las manzanas se pudren. Y me decían también que así pasaba con las personas que tienen "malas compañías": se corrompen. El error estaba, naturalmente, en poner en el mismo plano a las manzanas y a los hombres redimidos por Cristo. Cristo sigue siendo el mismo; amigo de los pecadores. Frente a las miradas de todos los fariseos y puritanos, la Iglesia, que prolonga la presencia de Cristo en la tierra, tiene que llegar a todos los lugares donde haya hombres redimidos en los que hay que suscitar la gracia. Si nos hablara hoy Cristo con la parábola de las cien ovejas y una que se perdió, no le entenderíamos. Por eso a la Iglesia de hoy, a los sacerdotes y militantes laicos, nos diría más bien: "¿Qué hacéis? No veis que un 99 por ciento de nuestra gente está lejos de vosotros. Abandonados. Os habéis quedado solamente con una oveja en el redil y ahí os estáis contemplándola. ¿Por qué no salís a buscar a los demás hombres, 191
vuestros hermanos? Habéis hecho de vuestra A.C. y de vuestra JOC, de vuestra JEC y de vuestro M.F.C., rediles cerrados y os estáis atendiendo a una ovejita mientras las gentes andan perdidas por ahí. Habéis hecho "ghetos" y "clanes" de vuestras organizaciones que llamáis cristianas. Guardáis ahí a la gente y os dedicáis a engordar espiritualmente a los cuatro que ya están dentro. Entre tanto, están por ahí tantos bautizados y tantos que no lo están que esperan la redención. No tengáis miedo al mal. Amad a vuestros hermanos los pecadores, y comed con ellos. No hagáis de vuestras organizaciones cristianas capillas cerradas de puritanos. Id, como cristianos que sois, a evangelizar. No os estéis encerrados en vuestras reuniones. Id a dar testimonio. Porque habrá más alegría en el cielo porque me conozca uno de esos que llamáis pecadores que por mil reuniones de A.C. que realicéis". Así, así nos dirá Cristo a todos los cristianos puritanos de hoy, que tememos mancharnos por el contacto de nuestros hermanos que necesitan ser evangelizados.
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86 PARA LOS DECEPCIONADOS "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, mas, porque tú lo dices, echaré las redes" (Le 5, 5).
V-^ ONOCÉIS a los pescadores? Esos hombres curtidos por la brega, en la lucha con los vientos. Su rostro cetrino por la sal marina. Se hacen una y otra noche a la mar. Pero vuelven muchas veces con sus barcas vacías y sus redes rotas y cuajadas de algas. Como los apóstoles del cristianismo. Sacerdotes y seglares. Son como los pescadores que se hacen cada noche a la mar y echan sus redes. En las tinieblas tormentosas del materialismo moderno su lucha por la evangelización cae en el vacío. Su palabra de espiritualismo se pierde en el fragor del oleaje de la propaganda que llama las pasiones de los hombres. La única palabra de la verdad no encuentra la resonancia de la serenidad de u n mar en calma. Y Cristo sigue hoy en la barca de la Iglesia como eterno timonel. Elevando su voz de buena nueva y animando el trabajo de los suyos. Con palabras de esperanza. P a r a todos aquellos que tienen las manos encallecidas por las maromas de las redes y los ojos cargados de sueño por el trabajo de las noches en vela. Y les hace 293
escuchar a estos apóstoles del siglo x x la misma palabra: "Bogad más adentro y echad las redes". A los sacerdotes, cuando la decepción y el cansancio minan ya sus fuerzas y sus entusiasmos desgastados en la dureza de la costra de una sociedad materializada, les dice: "Seguid trabajando. Adentraos en el misterio del corazón humano con la palabra de Dios y con vuestro ministerio. No os canséis hasta que vuestros huesos vayan a p a r a r al cementerio". Y a los apóstoles seglares, les dirá: "Meteos en la sociedad moderna donde vivís y llegad hasta el fondo de sus problemas. No tengáis miedo a las tormentas de otras ideologías y de tantas injusticias. No temáis la inutilidad de vuestros esfuerzos que se estrellan con la dureza de los acantilados del misterio de la maldad humana". Porque la labor de la Iglesia es oscura: se realiza en la noche y en el mar, como el trabajo de la tripulación de los barcos pesqueros. Es el misterio de la salvación de los hombres, que es solamente obra de Cristo. Nosotros somos la tripulación de su Iglesia que avanza por los mares del mundo. "Para que la red de su palabra y su testimonio invada las aguas de todos los mares de los hombres".
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87 CORTESÍA DEL CORAZÓN "...Deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda" (Mt 5, 20).
I |As culturas burguesas se caracterizan por la cortesía del protocolo. Con todas las gamas de exuberancia y de sonrisas a flor de labios, en las que no tienen nada que ver una actitud personal interior, ni los transfondos del corazón humano. Pero los hombres de todas las culturas solemos ser corteses, mientras defendemos, aun con injusticia, nuestras posiciones adquiridas. Podemos odiar cordialmente mientras nos reunimos en conferencias para la paz o mantenemos una conversación amable en una cita de negocios con nuestro adversario. Sabemos poner una zancadilla a nuestro vecino mientras le decimos "querido amigo". Y hasta para retarnos a duelo con el corazón envenenado observamos las reglas del protocolo del odio declarado. Si Cristo tuviera que darnos, a nosotros los modernos, u n código de la cortesía, quizás no fuera aceptado por la diplomacia actual, que es capaz de declarar una guerra en un papel perfumado. Ni lo aceptaría la refinada sociedad actual que reúne en una misma "fiesta de socie195
dad" a personas que continúan aborreciéndose. La cortesía del cristianismo es una cortesía del corazón. Cristo nos habló y nos habla siempre "con el corazón en la mano". Dijo la verdad con sencillez y para los sencillos. Si él tuviera que hacer una selección de gentes corteses no serían sus cánones el traje impecable, y sus distintivos la pulcritud en la presentación ni las palabras melosas. Establecería el código de la cortesía del corazón. La cortesía que llega a todos y no hace distinción de clases, de títulos ni de colores. Ni de cuentas corrientes en los bancos. La cortesía que entabla el diálogo con todos los hombres, cualquiera que sea su ideología, su religión o su modo de pensar. La cortesía que dice la verdad aun a los fariseos. Y perdona desde el fondo del alma los yerros y las ofensas. No con las sonrisas hipócritas que acumulan el rencor, sino con una sonrisa franca que olvida. Como la cortesía de Cristo que perdonó a los enemigos tiene que ser la cortesía del cristiano que se funda en el mandamiento nuevo: "Que os améis..."
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88 EL PUEBLO TIENE HAMBRE "Tengo compasión bres" (Me 8, 2).
de las
muchedum-
c
V ^ KISTO, hoy en su Iglesia, ante la muchedumbre del pueblo, no puede menos de clamar con la misma palabra: "me da lástima". De lo contrario no sería la Iglesia de Cristo, no sería Cristo, si permaneciera insensible ante el sufrimiento de las multitudes. De esos hombres que sufren en masa. Embotados por el dolor, por las privaciones. Como si se les hubiera ya agotado la capacidad de sentirse abandonados, explotados, tirados sobre la tierra. Insensibles a sus propias miserias. Todos esos, los del pueblo. Los que no pertenecen al pequeño grupo de los privilegiados, de los satisfechos. De los que acumulan esas riquezas y gozan placeres de la vida. Comiendo el pan de sus hermanos. Toda esa multitud de los que tienen hambre. Hambre de cultura. Esos hombres del campo, de los suburbios, a quienes se les ha quitado el derecho de pensar como seres humanos. A quienes se les dejó únicamente la fuerza de sus músculos. Tantos analfabetos, sin educación. Masa sin pensamiento, apta para ser arrastrada por los vientos de cualquier propaganda. Hambre de dignidad humana. Ahí tirados en 197
sus tugurios, en las villamiserias que circundan las ciudades elegantes. Miradlos a través de todo el territorio, a la vera de la ruta, en sus ranchos inmundos, indignos de seres humanos. En sus viviendas que no son casas de hombres. Hambre de libertad. Todos sometidos violentamente. Los perseguidos. Los que viven con el miedo sobre su cabeza. Aplastados por los que tienen dinero. Por los que se han encaramado en la tiranía por el poder de su partido. Todos los que tienen ansias de vivir en paz, libremente, como hombres, en un país de hermanos. Hambre de pan. Todos los que no se sacian. Los niños ventrudos de rostros escuálidos. Los que no se alimentan con dignidad de hombres. Los miserables campesinos que arrancan los frutos a la tierra. Pero que no tienen alimentación de seres civilizados. Todos aquellos hombres del pueblo cuyo salario es insuficiente para alimentar a su familia. Hambre de Dios. Todas esas multitudes que van buscando la felicidad. En los ritmos nuevos. En el espectáculo alucinante. Que van bebiendo las gotas de la felicidad prendida en las ramas de su camino. Todos los que buscan la verdadera felicidad. Que sin saberlo buscan a Dios. A todos esos, "dadles de comer", nos dice Cristo a los cristianos de hoy.
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89 SI EL CRISTIANISMO FUERA PALABRAS "No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21).
j ^ i Cristo anotase las direcciones de todos los que se dicen cristianos tendría una agenda de hojas innumerables. Pero si tuviera en cuenta, no las palabras sino los hechos de los cristianos, se sentiría decepcionado. Porque su evangelio nos enseña no a pronunciar palabras bonitas, sino a vivir según la voluntad de Dios. Pero son muchos los que creen que el cristianismo es palabrería. Los que se confiesan católicos cuando las conveniencias sociales se lo exigen. Porque en algunas circunstancias está bien visto. O para quedar bien en una conversación. O para contraer matrimonio "por la Iglesia". Los políticos que en sus discursos y manifiestos invocan el nombre de Dios o hablan de principios cristianos para halagar a sus partidarios que tienen sentimientos religiosos. Pero que sus vidas no se conforman a esos principios. Los que asisten a los actos religiosos programados como reuniones de sociedad. Pero que en sus corazones permanecen ajenos a toda influencia de la gracia de Dios. 799
Y aquellos que tienen "sus devociones" e invocan a "sus santos" en sus capillas para conseguir "sus propios fines". Pero que su religión no pasa más allá de sus palabras necias que piden milagros provechosos. Y todos los apóstoles, sacerdotes y seglares, que predican la palabra de Dios, pero que no la viven dando testimonio de Cristo. Y los "rezadores" y "rezadoras" que pronuncian palabras vacías con la misma lengua con que hieren a sus hermanos alternando las difamaciones con los rosarios. Y aquellos que tienen a Dios en sus labios, pero que no lo tienen en sus corazones, porque sus vidas están en contradicción con el evangelio. Todos éstos no han comprendido que el cristianismo es obra y no palabra. Porque el árbol bueno se conoce por sus frutos.
90 LA ASTUCIA DE LOS CRISTIANOS "Pues los hijos de este siglo son más avisados en el trato con los suyos que los hijos de la luz" (Le 26, 8).
H
AY una estrategia del mal: la infiltración. El mal está organizado. Llevando el odio, la injusticia, la corrupción. Hay grandes sumas de
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dinero por medio. Y una total dedicación por parte de muchos hombres. Con segundas intenciones. Con fines lucrativos, de acuerdo al egoísmo humano, a las pasiones no contenidas. Y como resultado, una red que se tiende sobre los hombres. Y Cristo hoy salva por medio de su Iglesia. Sin segundas intenciones. Es único y nítido su fin. Y su estrategia es también clara, limpia y definida. Y quiere que esté sobre la estrategia del mundo. Que una red de bien y de bondad se extienda a los cuatro vientos y a la luz del día sobre las malas intenciones de los hombres. Una red de cristianos infiltrados, sin máscara. P r e gonando su presencia con su vida. Para ahogar el mal con la abundancia del bien. P a r a construir el reino de Dios. Estando presentes en la economía de los pueblos. Para que la economía sea construcción de las naciones y no lucro de unos pocos y explotación de muchos. Presentes en la educación de la juventud. P a r a que no sean los desaprensivos los que guíen a los jóvenes por caminos que conducen al caos y al hundimiento de la familia. Presentes en la cinematografía, en los medios de difusión, en la vida científica, cultural y artística. P a r a que toda actividad humana sea un verdadero humanismo y no u n a degeneración de los valores fundamentales del hombre. Presentes en la vida política, en las instituciones todas de la sociedad que tienen como misión construir la ciudad terrena. P a r a que el 201
bien común sea el postulado fundamental que rija toda actividad social. Presentes en la vida comunitaria y en la vida privada de cada día, cada momento, dando testimonio de su cristianismo. Irradiando sus principios con su vida. Porque ésta es la astucia de los cristianos: la sencillez de su verdad presente en el mundo.
91 POR SI NOS OLVIDAMOS DE ORAR
"Está escrito: y será oración" (Le 19, 46).
H
mi
casa,
casa
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AY una llamada especial en los templos para el mundo de hoy: una invitación solemne de Cristo para la ciudad moderna: al silencio hecho oración y a la palabra suplicante. Porque hay mucho ajetreo en las calles, mucha turbulencia en las relaciones humanas. Poca paz en las conciencias de los hombres: es necesario ir al templo para la oración. Porque los hombres se están olvidando de rezar, porque se creen suficientes con sus inventos y sus vuelos espaciales, porque se han anclado en la tierra a la vez que se han lanzado 202
a los espacios: es necesario que los templos sean la casa de oración. Porque hay muchas injusticias y el odio hace presa entre los hombres, porque existe la lucha de clases y la oposición violenta entre las ideologías y los partidos políticos; porque hay guerra; es necesario ir a los templos a orar. Porque hay incomprensión en la familia, disensión entre los esposos, desacuerdo entre los padres y los hijos; porque la base de la familia humana amenaza ruina; porque hay que hacer de los templos casa de oración. Porque hay dolor. Porque los hombres sufren. Porque sienten el vacío de su vida, las angustias de la soledad, las ansias de ser felices, la insatisfacción de las riquezas: hay que ir a los templos a orar. Porque el hombre no puede alcanzar la salvación sin orar, y la humanidad se perderá si se olvida de Dios Padre que está en los cielos; es necesario hacer de los templos cristianos casa de oración. Que los templos sean la casa del pueblo de Dios, donde los hombres se encuentran con el Padre, por medio de Cristo. P a r a que seamos hermanos entre nosotros. Y oremos juntos en los templos. Y fuera de los templos sigamos siendo hermanos. Para que en todas partes seamos la comunidad de los hombres. Para que la oración nos declare hijos de Dios, que es el único lazo que puede romper todas las barreras del odio y del egoísmo. Porque seremos hermanos si nos damos cita en el templo para la oración común. 203
92 DERECHAS E IZQUIERDAS "El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado" (Le 18, 14).
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i fuera hoy, Cristo seguramente nos contaría así la parábola aquella del fariseo y el publicano: Erase una vez un hombre de derechas, de esos que están en primera ñla en las procesiones y son presidentes honorarios de tal comisión católica para la construcción de tal templo, o de la liga tal o cual de beneficencia. Y un día fue al templo para una ceremonia religiosa. Naturalmente antes se le había pasado una invitación firmada por el presidente y por el secretario de la comisión y por el asesor religioso, en la cual, después de decirle con frases hechas y m u y rimbombantes que él era m u y buen católico y que la humanidad le debe mucho por su proverbial munificencia, se le invitaba a que los honrase con su presencia, ya que Dios mismo se sentiría muy honrado si él asistía a tal acto que se había programado, pensando en su dignísima persona, con todo el esplendor posible. Y el señor éste fue. Y estaba allí, adelante, mirando a todos y diciendo con su mirada: "aquí estoy yo". Y dicen que había también un "tipo" de esos que todo el mundo cree que es un "pobre prójimo" y que lo menos es comunista. De izquier204
das, en una palabra. Porque es u n revolucionario, que no se conforma con que las cosas sigan como están. Y no está de acuerdo con que la Iglesia se pegue tantas veces a los ricos, y no sé cuántas cosas más. Y el tipo éste, aquel día se fue, no sé por qué, al templo cuando estaban todos allí y todo era m u y solemne. Y se quedó atrás en un rincón sin atreverse a mirar a la gente porque, además, se había metido allí con la ropa del trabajo, al salir de la oficina. Y comenzó a rezar y decía así: "Perdóname, Dios mío, porque soy bastante canalla. Y no soy digno de estar entre estas personas tan honorables y tan buenas". Cristo nos preguntaría hoy a nosotros, o quizá sin preguntarnos leería en nuestros pensamientos la respuesta a su pregunta: ¿quién os parece que es mejor, el presidente aquel de la comisión que estaba allá adelante, o este "tipo" que estaba aquí detrás? Y él mismo nos daría la respuesta: este último. De donde una vez más se deduce que las derechas y las izquierdas de los hombres no coinciden con las derechas y las izquierdas de Dios.
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93 GRITO A LA INSENSIBILIDAD "Y mirando al cielo suspiró y dijo: "Ephetá"; que quiere decir "ábrete" (Me 7, 34).
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V ^ O M O si fuera la sociedad moderna aquel hombre sordo y mudo como un monstruo sin sensibilidad. Cristo le grita la misma palabra: "ábrete". Ábrete, ciudad moderna, a la voz del espíritu, que te grita Dios. No permanezcas insensible a tus desgracias, para que tus moradores, los modernos no parezcan espectros que van y vienen por tus calles de asfalto. Abre tus oídos: para escuchar el llanto de los pobres y para percibir el sordo sufrir de los ricos infelices. Para que sepas de los que agonizan en tu polvo hirviente, porque en tu seno unos tienen hambre de pan y otros están hastiados de vivir sin espíritu, escuchando solamente los gritos telúricos que se estrellan en su estómago. Abre tus oídos para escuchar la impaciencia de generaciones jóvenes que dicen las cosas descarnadamente, que se retuercen en las convulsiones de sus ritmos y sus excentricidades. Porque en el fondo de sus vidas se escuchan los pasos fuertes de un mundo nuevo que es avalancha ya en tus calles. 206
Ábrete, ciudad moderna: a los gritos rabiosos de la emancipación. Escucha que los hombres ya se han cansado de ser esclavos. Mira la euforia de las razas que no quieren ser aplastadas por las razas. Y de las clases que quieren estar a la altura de las otras clases. Abre tu corazón al anhelo del mundo que quiere caminar en bloque. No cierres tus oídos ni tus entrañas al eco del fragor de la guerra que penetra en los departamentos tranquilos de las gentes cómodas. Tienes que saber que las guerras las hacen los injustos o los hambrientos, los que son explotados o los que quieren explotar: los que odian. Abre tus oídos, ciudad moderna, a la palabra de Dios, que quiere tocar tu cuerpo en fiebre. Para que vayas adelante caminando hacia el futuro de una humanidad que realiza un nuevo mundo. El puede hacer oir a los sordos. 94 Y ¿QUIEN ES MI PRÓJIMO? "El, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: y ¿quién es mi prójimo?" (Le 10, 29).
Y si tú, hombre del siglo x x , le preguntaras a Cristo, también a ti te respondería: tu prójimo es aquel niño abandonado, porque sus pa207
dres sin entrañas lo dejaron tendido en medio de la calle y por eso está en un "hogar infantil". Es aquel hombre que viste el otro día en las calles malolientes del mercado, de rostro alcoholizado, jugando con otros compañeros un dinero que ponían en el suelo y uno se lo llevaba por no sé qué juego de azar. Y la otra mujer que viste también sentada en la vereda, en medio de las frutas y la basura, desastrosa y sucia, "mujer de mercado", que ofrecía su mercancía con una mirada absurda, mezcla de humildad, de despecho y de provocación. Y la prostituta, que está tirada ahí, en el camino de la vida, porque la sociedad la condenó a ser una joven desamparada. Y el lustrabotas y el canillita, tirados en la vereda de las grandes avenidas y de las calles céntricas de la ciudad moderna, castigados por una sociedad cruel que destruyó su familia o no dio a sus padres el salario suficiente para evitar que él tuviera la peor escuela: la calle. Y es tu prójimo también aquella mujer que, detrás de sus cosméticos, lleva un rostro marcado por las lágrimas, porque no hay amor en su familia, o porque le salieron mal los negocios a su esposo. Y también aquel señor que va en su lujoso coche pero que es odiado por muchos y adulado por otros tantos. Y el comunista, y el que tiene una ideología con la que no comulgas o es del partido opuesto o quizás tu enemigo personal. Y los chinos, que en 1980 serán mil millones. 208
Y de los que hablan los periodistas denominándolos el "peligro amarillo". Y los negros y los blancos. Y el obrero y el patrono; el pobre y el rico; el banquero y el pordiosero; el canalla y el hombre honorable. Porque todos los hombres que encontramos en el camino de nuestra vida son nuestros hermanos y con todos hay que cumplir el mandamiento del AMOR.
95 FE PARA ESTA SOCIEDAD "Y le dijo: levántate y vete, tu fe te ha salvado" (Le 17, 19).
I |A sociedad moderna padece de una lepra: la falta de fe. Y Cristo pasa por la ciudad moderna con el mensaje del evangelio, para que se le acerquen los leprosos. La juventud necesita más fe en sí misma. Es necesario que toda esa juventud apática, resentida o decepcionada, crea que tiene el futuro en sus manos, que puede construir un mundo mejor. Que puede hacerlo si lucha, si no es una juventud muerta. La generación madura, la que tiene hoy en sus manos el mundo, es necesario que crea en 209
la transformación de la sociedad. Que crea que los tiempos avanzan y la juventud empuja. Que ella tiene que estar en su puesto orientando los tiempos nuevos. Los que mandan necesitan más fe en los que obedecen. Abrirse más al diálogo y a la comprensión. Aceptar con realismo la visión de los que están más en contacto con la vida. Hacer de su jerarquía un servicio para los que necesitan orientación. Necesitan fe para cambiar su concepto de autoridad-despotismo en autoridad-servicio. Los que son subditos necesitan más fe en los superiores, en la experiencia, en las visiones de conjunto. Es necesario que se convenzan que las sociedades marchan cuando el egoísmo y el libertinaje ceden ante la responsabilidad y el bien común. Que crean en la dificultad del mundo y se pongan al servicio de una comunidad orgánica. Todos necesitamos más fe. Confiar más unos en los otros y ponerse al diálogo. Los padres con los hijos y los hijos con los padres; los blancos con los negros y los negros con los blancos; los patronos con los obreros y los obreros con los patronos. Todos necesitamos creer en la buena voluntad de los del otro partido político. Y dialogar con los de otra ideología, otra cultura y otra religión. Y toda la sociedad necesita creer en Dios. Saber que él dirige los destinos de la historia. Creer que estamos siendo instrumentos de la construcción del reino de Dios, y que llegarán "los nuevos cielos y la nueva tierra". 210
Y Cristo, colocado en medio de esa sociedad, podrá decirle: "Levántate y anda. Tu fe te ha salvado". 96 PARA LOS MATERIALISTAS "No podéis servir a Dios y o las riquezas" (Mt 6, 24).
V ¿ U É difícil es entender a Cristo! Habla un lenguaje que no entendemos los materialistas de hoy. Nos invita a ser pobres y nos pone en una disyuntiva: o Dios o el dinero. Con el evangelio de siempre en la mano habla a los modernos como a los antiguos. Y, a su lado, todos los propagandistas lanzando a los diarios y a las ondas, los "slogans" que prometen la felicidad depositada en las cuentas corrientes de los bancos. Pero Cristo invita a la pobreza. Porque la riqueza es egolatría que nos hace entronizarnos en el brillo de nuestro tiempo y olvidarnos de todos aquellos que necesitan de nosotros. Es no bajar al suburbio porque estamos muy cómodos en nuestros barrios residenciales y no queremos mancharnos con la suciedad que hay en los tugurios. Es derrochar en un día en lujos y en fiestas lo que necesitaban para alimentarse tantos niños anémicos. 211
Es gozar de todos los placeres de la vida que se compran con el dinero que pertenece a todos los pobres que viven miserablemente como seres infrahumanos. Es ignorar los problemas que tiene la sociedad porque nosotros estamos bien cómodos con nuestras haciendas. Es hacer distinción de clases y considerar inferiores a los pobres. Es aprovecharse del poder político para llenar sus propias arcas. Es mantener una economía capitalista que atenta contra los derechos fundamentales del hombre. Es cobrar honorarios abusivos para mantener un nivel de vida que está en contradicción con la miseria de grandes masas de la sociedad. Es corromper la moral de los pueblos por medio de industrias que difunden la pornografía y la inmoralidad. Es riqueza abusar de los bienes de la tierra poseyendo sin medida, cuando hay tantos que no poseen, y derrochando el dinero sin acordarse de que los bienes tienen una función social que está sobre el capricho particular, porque los bienes terrenos son, en primer lugar de todos los hombres y, en segundo término, pertenecen, para poder usufructuarlos, a una persona determinada. Por eso Cristo nos grita a los modernos: "No podéis servir a Dios y a las riquezas". Porque las riquezas están contra el amor que debemos a todos los hombres que padecen necesidad. 212
97 PARA LOS JÓVENES
"Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: Joven, a ti te hablo, levántate" (Le 7, 14).
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i entrara Cristo hoy en la ciudad moderna y se encontrara con los que llevan a enterrar a la juventud, se acercaría a esa juventud muerta y gritaría muy alto para que lo escucharan aquellos que llevan el féretro, los que no creen en la posibilidad de un mundo nuevo hecho por generaciones nuevas. Y le gritaría a la juventud la misma palabra: "Juventud, levántate". Levántate de la miseria moral, para hacer un mundo limpio, que pueda verse con ojos claros. De la apatía, porque te espera una gran empresa, una sociedad que necesita toda la energía de tus brazos y toda la entrega de tu generosidad. Levántate de la superficialidad, que te pregona la vida frivola de la sociedad donde vives. Del pesimismo que han inoculado en tu vida una sociedad corrompida y una injusticia descarada. Y si la juventud escucha la voz de Cristo, será aquel mismo joven que llevaban a enterrar y que se levanta. Porque el evangelio es la única palabra total que puede devolver la vida de la juventud. No le bastan las palabras huecas de los que 213
se dicen maestros lanzando a los jóvenes a un idealismo morboso sin principio y sin bases. No es suficiente la palabra de los políticos, que prometen la reforma de estructuras y siguen corrompiendo al hombre mismo. No les llena la palabra de la ciencia que, avanzando a velocidades de vértigo, al fin se estrella en el misterio del hombre. Ni la palabra de la técnica que promete paraísos de su superconfort a la vez que aniquila a los hombres que mueren en la guerra entre hermanos. Pero la palabra de Cristo es una palabra plenaria que resucita a todo muerto; que enmarca al hombre por los cuatro costados; desde la materia y desde el espíritu; en el presente y para un futuro temporal y eterno. Porque da un programa completo. Capaz de llenar las aspiraciones y las apetencias de todas las almas grandes, de todos los espíritus llenos de juventud. Y cuando una juventud nueva se levante con este espíritu nuevo, el del evangelio, tendremos un mundo nuevo.
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98 LA IGLESIA QUE AVANZA "Habiendo entrado en casa de uno de los principales fariseos para comer en día de sábado, le estaban observando" (Le 14, 1).
V j OMO a Cristo le acechaban los fariseos de entonces, hoy acechan a la Iglesia, a los cristianos, todos los comodones, los puritanos, los que están acomodados en sus posiciones y les da en rostro la avanzada de la Iglesia en el mundo moderno, todos los que se escandalizan de que la Iglesia marche al unísono con la técnica y el ritmo de hoy. Acechan a los cristianos todos los que preferirían una Iglesia muda que se metiera en las sacristías de las viejas iglesias y les acusan de meterse en política porque predican la verdad, la justicia y la caridad del evangelio. O les acusan de ser rebeldes porque llevan su presencia y su testimonio a todos los ambientes donde viven los hombres. Quisieran los cómodos fariseos de hoy, los que se escandalizan de todo, vivir aún el ritualismo antiguo y vacío que se intoxica con el olor del incienso en los templos y huye de los problemas de la vida de los hombres. Tienen miedo de las exigencias del mundo de hoy y critican a los que avanzan. 215
No se dan cuenta de que la Iglesia de Cristo tiene que salvar a los hombres de hoy como a los de ayer. Se escandalizan de que la Iglesia de América latina tenga que ponerse al día ante el momento crítico de estas acciones y no comprenden que el clero tenga que dejar de ser una clase privilegiada para sumergirse en la vida de los hombres, vestir como ellos y estar donde ellos estén. No se dan cuenta de que los cristianos, sacerdotes y laicos, tienen obligación de gritar ante la injusticia de un capitalismo prepotente que pone en manos de unos pocos las grandes masas incultas de la América latina. No comprenden que los cristianos tienen que derribar todas las instituciones que se oponen a la dignidad del hombre y tienen que construir otras que se conformen al plan de Dios. Todos los fariseos modernos que muchas veces se proclaman cristianos prefieren que se mantenga un estado de cosas que les deje en su comodidad y en su egoísmo. Se aferran a unas leyes que ellos interpretan en su provecho e impiden que el reino de Dios se extienda sobre la tierra.
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99 PARA LOS ATEOS
"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt 22, 37).
I J N la ética moderna hemos suprimido a Dios. A los supercivilizados de hoy nos parece ser retrógrados si en nuestras conversaciones, en nuestras relaciones sociales, en nuestros negocios y hasta en nuestras maneras de ser buenas personas, interviene Dios. Nos parece una bondad más al día, más humana, más de acuerdo con la cultura y los avances técnicos de hoy, si suprimimos a Dios de nuestra vida diaria. En todas las religiones el primer precepto está en relación con Dios. El cristianismo nos enseña y nos manda el amor a Dios en primer plano antes que a nosotros mismos y antes que a toda persona o cosa amada. Pero aun a los cristianos nos parece más elegante, más al día, tener por religión el humanitarismo. Decir que no hacemos mal a nadie, que nos gusta hacer el bien y ayudar a las personas que nos rodean, y especialmente a nuestros amigos. La religión de los modernos laicistas que no quieren comprometerse con seres superiores que le controlen su propio yo. Prefieren una moral que no les comprometa. El dios único para ellos somos cada uno de nosotros. A ese dios se le da 217
culto con nuestras obras de filantropía que nos dan prestancia ante la sociedad que no se mete en nuestras intenciones. Pero esa ética sin Dios falla cuando nuestro pequeño dios nos exige un culto exagerado y pide sacrificios donde se derrama la sangre de los demás hombres. O pide saciar sus apetencias desbocadas. Y por eso hay odio y guerras y luchas de clases, de razas, injusticias y adulterios. Crímenes perpetrados por personas "honorables" y de manos lavadas. Por eso Cristo nos invita hoy como siempre a cumplir este mandamiento primero del que se olvidan los naturalistas modernos. El mandato del amor a Dios. Que no es otra cosa que ponerle en nuestra vida en el lugar que le corresponde: arriba. Y nosotros abajo. Y nosotros le debemos todo. Y dárselo, es amor. Y de esa manera es fácil amar a los demás como a nosotros mismos. Porque todos formamos una línea horizontal de hermanos, hijos de un mismo Padre: Dios.
100 ANTE LA GUERRA
"Le presentaron un paralítico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos hombres dijo al paralítico: confía, hijo, tus pecados te son perdonados" (Mt 9. 2).
| {A humanidad enferma. Tendida sobre su lecho de paralítico. Inmóvil. Imposibilitada para levantarse a la vida del espiritualismo. Abatida hoy por el peso material de la técnica sin espíritu, de la economía sin alma, de las relaciones humanas e internacionales regidas por la ley del más fuerte. Como aquel cuerpo paralítico que presentaron a Cristo. Y alrededor, los hombres que llevan esa humanidad. Todos los que tienen en este momento la responsabilidad del gobierno, o el poder de la economía, o la dirección de la ideología. Todos los que ven a los hombres de hoy sufriendo en una crisis mundial con el estigma de la guerra de la oposición y de la lucha entre las naciones. Y la Iglesia hoy, Cristo hoy, con el mismo mensaje: la paz. De pie ante esa humanidad paralítica. Mirando y dirigiendo la palabra a los que la llevan sobre la camilla. El papa Pablo VI, en nombre de una verdad evangélica, en nombre de Cristo, con un mensaje a los que
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tienen en sus manos el futuro de los hombres, hablando a todo el género humano que sufre. ¿Podrá ver a Cristo la fe de esos hombres? ¿Creerán esos hombres, creerá la humanidad toda, que las guerras son pecado, que son un tremendo crimen de fratricidio, que el morir los hombres en la guerra del Vietnam y en la India y el Pakistán, es un ultraje al dominio absoluto de Dios de quien son las vidas de los hombres? ¿Creerán que la "carrera de armamentos" es un pecado de las naciones que prostituyen el potencial inmenso de la tierra y de la inteligencia humana, obra de Dios, para ñnes perversos, mientras millones de hijos de Dios, en los países subdesarrollados son excluidos del banquete de la humanidad y mueren en la miseria? ¿Creerán que es pecado la segregación racial y el desprecio por los países de bajo nivel cultural, económico y social porque es desconocer la dignidad de todos los hombres que Dios creó de todos los colores y razas? ¿Creerán que es un pecado social el capitalismo explotador y el comunismo ateo y las injusticias sociales que dan como fruto el lujo y el derroche para unos pocos y para millones de hombres el hambre y la miseria y dividen el mundo en clases opuestas, en países superdesarrollados? Cuando esos hombres que llevan a la humanidad, herida de muerte, crean; cuando tengan fe y reconozcan el pecado de los hombres y de los pueblos, llegará el momento en que esta humanidad nuestra pueda levantarse de su lecho. 220
Y podremos vivir como hermanos con la confianza de los hijos en la casa de su Padre, Dios.
101 INVITACIÓN AL BANQUETE DE LA PAZ "El reino de los cielos es semejante a un rey gwe preparó el banquete de bodas a su hijo. Envió a sus criados a llamar a los invitados a la boda" (Mt 22, 2).
I |A humanidad está invitada a un gran banquete. Al banquete de la paz. Todos los pueblos y todos los hombres han sido invitados a este consorcio de hermanos de todos los colores y de todas las razas. Pablo VI, "el siervo de los siervos de Dios", ha salido a la encrucijada de la historia y ha hecho la invitación. En su figura frágil, pero con la reciedumbre que le da el peso de su servicio a esta humanidad angustiada, ha dado u n grito potente. Ha llamado a la unidad efectiva. A todos los hombres de buena voluntad. Es una invitación del Padre que desea que todos los hombres se sienten al banquete de bodas de su hijo, Cristo, que se desposó con la humanidad. Es u n mensaje cristiano. Porque en nombre del evangelio de Cristo se hace este 221
llamamiento a todos los que estaban reunidos en el "palacio de las naciones". Y la voz del pontífice traspasó los muros para que todos los hombres recibieran la invitación. ¿Responderán los pueblos? ¿Responderán los hombres? Quizás cada cual tenga sus intereses, sus planes, los principios que rigen su economía o sus ansias de imperialismo y de dominio. Quizás no quieran asistir desinteresadamente a un "ágape" de amistad, de colaboración, de inteligencia entre los pueblos y entre los hombres. Y los que asistan tendrán que ir de etiqueta. Llevarán todos el mismo traje. Porque es un banquete de fraternidad. Y los hermanos no se distinguen unos de otros, aunque unos sean mayores o más fuertes, y otros más débiles y más pequeños. Todos llevarán el traje de hermano. Un traje blanco de paz, no rojo de sangre. Con distintivos de comprensión, de ayuda, de cooperación económica. Y si alguno no lleva el traje de etiqueta, si va con odio, con ambiciones, con armas en la mano, con ansias de dominio, no podrá ser admitido al banquete de las naciones, donde todos los hombres tenemos que ser hermanos. Y el Padre Dios tendrá que mandar que lo arrojen fuera.
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102 PARA LA GENERACIÓN MADURA "Dijo el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive" (Jn 4, 49-50).
I .A juventud siempre es la hora de la fiebre. Cuando hierve la sangre. Cuando el hombre hace crisis. De la juventud surgen las sociedades nuevas. En los jóvenes de una generación hace crisis un pueblo y una cultura y se orienta por derroteros distintos, busca horizontes inéditos. Es como si la generación madura se acercara hoy a Cristo y, a la vista de esta juventud moderna, le dijera: "Señor, baja antes de que mueran nuestros hijos, antes de que estos jóvenes perezcan en el vértigo y la descomposición". Y Cristo respondería: "Andad, vuestros hijos viven; el corazón de la juventud moderna palpita en la fiebre de su época". La juventud moderna vive a su ritmo, ritmo convulso, enfebrecido. Pero ritmo de hoy. Vertiginoso. Como la técnica y los ídolos del espacio. Como los medios de difusión, camino abierto al comunitarismo de los hombres y de los pueblos. La juventud moderna vive en su ingenuidad alegre y en su profundidad angustiada, mezcla del sabio que descubre las bellezas del mundo y le dan miedo los problemas de los pueblos, 223
y del adolescente que ante tantos caminos abiertos no ha logrado encontrar un sí para su futuro. La juventud moderna vive buscando su libertad en la velocidad que le marea. Como el muchacho que toma el coche de papá y se lanza por la avenida, porque le gusta el riesgo y porque no le permitieron manifestar su hombría e independencia de otra manera. La juventud moderna vive alegre con sus canciones ligeras y con la superficialidad de sus ídolos de voz lánguida o de cara triste. Porque quiere evadirse de su soledad. Soledad incubada en el ajetreo y en el ruido, que tiene como fondo la guerra, el hambre y la lucha de clases y de razas. La juventud moderna, esta juventud latinoamericana, vive al ritmo de una época crucial, cuando un mundo se levanta y lucha por la revolución. Estos jóvenes tienen sobre sí el impacto de los problemas de un continente que ellos tienen que salvar. Y les da miedo; y buscan una evasión agresiva, de rebeldía ante formas estereotipadas, ante fórmulas caducas, ante estructuras moribundas. Y ríen a carcajadas ante la meticulosidad de las buenas formas de los mayores que los dejan en una soledad estudiada, que los encadena. Pero esta juventud vive. Con una vivencia arrolladura. Y espera que los hombres de la generación madura tengan fe. Que crean en ella.
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103 CRISTO Y LA LIBERTAD
"Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad" (Jn 18, 37).
que están pasando a la historia los reyes y quedando casi siempre como figuras decorativas, símbolos de tiempos pretéritos, Cristo, en medio de nosotros, los modernos, a quienes nos gusta la libertad y la democracia nos habla, con su palabra antigua y eterna, de su realeza. Una realeza única. La que permanecerá. Porque "no es de este mundo". La que libertó a los hombres y la que es principio de todas las democracias que se fundan en la verdad. Si los "vociferadores de la libertad", que tantas veces en estos países nuevos, en nombre de la democracia y en nombre del pueblo esclavizan a los hombres y a los pueblos, conocieran la verdad, "la verdad los haría libres". A esos hombres y esos pueblos que anhelan la libertad, los principios del evangelio, los más humanos, los llevarían por el camino de la verdadera libertad. El evangelio los haría libres de la tiranía de sus pasiones y de su egoísmo. Y sería una sociedad donde reinara no la ley del malvado, o del _/"V.HORA
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más fuerte, sino los principios eternos del bien. Los haría libres de la esclavitud que ejercen sobre la sociedad las fuerzas organizadas para la corrupción de la juventud y de la familia. Y llegaría la armonía y la paz. Los haría libres de la esclavitud real a que están sometidas esas razas y esos pueblos, oprimidos por las otras razas y los otros pueblos. Y todos seríamos hermanos. Los haría libres de la potencia de la economía materialista que encadena a los hombres a su carro triunfal y los arrastra por el lodo de la injusticia, del subdesarrollo, de la guerra. Porque los bienes de la tierra serían para todos los hombres. Los haría libres del abuso del poder de los dictadores y de todos los que suben a la plataforma política para enriquecerse y dominar a los otros. Porque los derechos civiles se basarían en la igualdad fundamental de los hombres. Los haría libres de todas las injusticias que se cometen en nombre de la libertad. Y así, Cristo comenzará su reinado aquí, cuando los hombres tengan la verdadera libertad de los hijos de Dios.
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104 LA PRESENCIA DEL CRISTIANO EN EL MUNDO
"Díjoles entonces: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22, 21).
V ^ RISTO hoy, en una reunión de políticos, de magnates de la economía, del poder, de los que tienen en sus manos las riendas de los negocios del mundo. Sometido a juicio. Los cristianos hoy, teniendo que contestar a las preguntas inquisidoras de todos los que no quieren ser molestados en sus planes de subir, de dominar: ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Es lícito que los cristianos intervengan en los negocios temporales, en los problemas sociales y políticos, en la elevación de la mujer, en la emancipación de la raza negra, en la purificación de la economía? ¿O deben quedarse en los templos entonando salmos y contemplando extasiados las volutas de incienso? Y la respuesta de Cristo: dad a los valores temporales vuestra preocupación, vuestro trabajo y vuestra entrega y a Dios vuestra voluntad. Por eso el cristianismo debe estar comprometido con los problemas del mundo. Y su presencia operante debe ser transformadora de las realidades terrenas. 227
Debe estar presente en el complejo mundo de la política y de la dirección de los pueblos, para contrarrestar egoísmos y los intereses bastardos para provecho propio, o de su partido, o de su raza, o de su clase. Y no para el bien común. Debe estar presente y activo en los medios de difusión, de información. Impulsando el progreso de la cultura, de la ciencia y del arte. Contribuyendo a la transformación del mundo, a su transfiguración. Debe estar presente en la lucha por la igualdad fundamental de los hombres y de los pueblos. Por la lucha en pro de los derechos de los oprimidos. Por la destrucción de las estructuras que se oponen al progreso de la humanidad. Debe estar presente en el gran quehacer socioeconómico, en el sindicalismo y en la acción social, en la lucha contra el hambre y la explotación. Solidario de todos los hermanos que sufren. Presentes siempre los cristianos en los lugares decisivos, en los puntos neurálgicos, destruyendo el mal y construyendo u n mundo mejor. Porque la moneda de la vida para el cristiano tiene dos caras. Y el anverso y el reverso son inseparables: Dios y el mundo que es de Dios. No se puede seccionar la moneda y separar los valores temporales de los eternos. Porque hay un único valor, lo profano y lo sagrado, lo temporal y lo trascendente, el tiempo y la eternidad. El reino de Dios en su etapa de construcción y en su floración definitiva. 228
Y el cristiano ha de construir con tesón ese reino en la tierra hasta que lleguen "los nuevos cielos y la nueva tierra".
105 PARA LAS NUEVAS BACHILLERES
"Tomándola de la mano, le dijo en voz alta: niña, levántate; y ella se levantó" (Mt 9, 25; Le 8, 54-55).
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V ^ RISTO infinitamente oportuno. Siempre a punto con su evangelio. Noviembre. Domingo veintitrés después de Pentecostés. Cuando ya hizo eclosión la primavera tropical y hay exuberancia de flores en los caprichosos parterres de los jardines. Las avenidas de Asunción se vistieron de Jacaranda. Y u n verde intenso de esperanza lo envuelve todo. Hoy, Dios tiende su mano de amigo a todas las chicas que reciben su título de bachiller, que dejan de ser niñas y comienzan a ser mujeres. La mano de Dios quiere levantarlas de toda la inconsciencia y somnolencia infantil a una juventud realista, rica de promesas hacia un futuro próximo de mujer completa y realizada. Como aquella niña del evangelio, escucha tú, 229
muchacha, la palabra de Cristo: "levántate". Y comienza tu carrera de mujer en el mundo de hoy. Levántate de todo infantilismo, de toda apatía y raquitismo y hazte una juventud responsable de su dignidad de mujer para que consigas en ti misma la emancipación y los verdaderos derechos de tu sexo. Levántate de todo lo vulgar y rastrero que mancha, envilece y humilla, a un estilo de elegancia procer llevando con altura los atributos de tu femineidad y preparándote para la sagrada misión de esposa y madre. Levántate y comienza a caminar por los derroteros de la ciencia, la cultura y el arte; de la dirección de la sociedad, en la universidad y en la profesión, poniéndote en el lugar que te corresponde sin empañar la limpieza de tus ojos y sin perder la exquisita finura de tu alma. P a r a que colabores en la realización de un mundo más humano, más bello. Levántate y mira desde la altura de tu sensibilidad los problemas de tus hermanos, los hombres de este siglo angustiado. La incertidumbre de tantas jóvenes, tus hermanas, en u n ambiente de familia desquiciada. El hambre y la miseria. El mal moral y el sufrimiento. Todo dolor humano. Para que sepas dar tu corazón al verdadero amor y extender tus delicadas manos a los necesitados. Levántate a la realización de tantos ideales de belleza y amor como viven en tu pecho. Y, de la mano con toda la juventud de hoy, diles a todos que hay que hacer un mundo nuevo. A los 230
jóvenes, diles con tu palabra y con tu presencia, que quieres vivir junto a ellos en la altura de tu dignidad y de tu belleza limpia. A las jóvenes, tus compañeras, que todas juntas hagáis un ramo de flores, un manojo de espigas apretado para ser ofrendado al mundo. Y Dios... al tenderte su mano, hoy, te felicita. Y te regala un jarrón de flores, como lo hacen tus seres queridos. Flores que cortó en el jardín del cielo. Para que lo coloques en el atrio de tu existencia de mujer. Y perfumen eternamente.
106 EL ESPIRITISMO, MAL AMERICANO
"Se levantarán falsos mesías y profetas" (Mt 24, 24).
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\ ^ UANDO hay crisis, el ser humano se conmueve, zozobra. El hombre es capaz de grandes desasosiegos y angustias porque es sensible al misterio en que está inmerso. Porque tiene el alma abierta a la búsqueda de solución a sus problemas. Escucha los aldabonazos de esa llamada 231
general a la redención por el reino del Espíritu, por el reino de Dios. Pero, a veces, las tinieblas se hacen intensas, y el hombre, buscando la luz en el horizonte, pierde sus estribos y se hunde en el lodo de todos los caminos, los más inverosímiles. Todo "espiritismo" no es más que una búsqueda de la solución al misterio humano por los caminos del absurdo o una mentira consciente. Someter el espíritu a la materia, a los instintos, a las pasiones, prostituirlo, materializarlo. Buscar vorazmente una salida al peso de la materia, de la existencia humana. Ver tantos hombres, tantas mujeres de ojos desencajados y espíritu desesperado que se agarran con uñas y dientes a los muros del misterio humano; se hunden en la superstición, en la pregunta desesperada y no miran por el ventanal de su existencia hacia la luz verdadera. El reino de Cristo es u n espiritualismo que transforma y transfigura a toda la creación, hasta que todo quede sometido a Dios que es Espíritu. Y Cristo, en el centro, que nos habla con palabras que abren el camino de la fe. Si los hombres de hoy tuvieran fe, no vagarían por los caminos perdidos del absurdo. Su espíritu azotado por los vientos de la existencia humana en una época del mundo en crisis, encontraría la paz. Cristo, hoy, a estos países latinoamericanos, agitados por los vaivenes de la historia, por la predicación de los falsos profetas, les advierte antes de que terminen los tiempos: la desorientación del hombre por los caminos del absurdo. 232
"Guardaos de los falsos profetas". Todos esos que prometen la solución del misterio humano en medio de contorsiones y nubes de humo, palabras mágicas e idolátricos ritos al dios del absurdo. P a r a que estos pueblos no se hundan en el abismo de una histeria colectiva.
PUNTO
FINAL
He aquí un panorama de la problemática religiosa de Latinoamérica. Situación difícil. Y una labor ingente para la Iglesia en estos momentos de posconcilio. Pero abramos el corazón a la esperanza. Hay renovación. El Instituto Pastoral Latinoamericano, dependiente del Consejo Episcopal Latinoamericano promueve esta renovación a escala continental por medio de cursos y jornadas de estudio dirigidos a obispos, sacerdotes y laicos, para el conocimiento, difusión y aplicación de la doctrina del concilio. Y en los distintos países surgen las organizaciones y los grupos de sacerdotes y laicos empeñados en un cristianismo vivo, profundo y dinámico. Todo ello hace vislumbrar horizontes más claros, por un cristianismo evangelizador y de testimonio que transforme Latinoamérica.
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