Nuevo Mundo Mundos Nuevos Nouv eaux monde s mondes nouveaux - Nov Nov o Mundo Mundos Mundos Novo s - New world world New world wo rld s Debates | 2012 Cofradías de negros y mulatos en la Nueva España: devoción, Cofradías devoción, sociabilidad y resis tencias – Coord. Rafael Cas tañeda García García
URSULA C AMBA LUDLOW
¿Fieles devotos o sodomit ¿Fieles sodomitas as “lacrientos”?: los mulatos de la cofradía cofr adía de San Roque. Un sermón “inconveniente” ante el Santo Oficio novohispano, 1659 [13/12/2012]
Résumés Rés umés Español English Un sermón pronunciado durante la celebración de la fiesta de San Roque a mediados del siglo XVII en la Ciudad de Mé México, xico, prov oca div ersas reacciones des desde de la fur ia h asta la r isa, ta nto en los feligreses feligreses com com o entr e la s aut oridad oridades es v irr einales. La La intención del presente trabajo es rescatar dos imágenes francamente contrastantes de los n egro egross y mu latos que fo form rm aban par te de dicha cofradía. cofradía. Po Porr un lado la dev dev oció oción n co con n la que a tie tienden nden y so socorren corren a l hosp hospital ital y a sus cofra cof ra des des,, que les mer ece el apelat iv o de de “señores” “señores” según u n eclesiástico. Pero por otro la do do,, pocos meses habían pasado desde el escandaloso proceso que la j usticia civil había fulminado contra decenas de hombres acusados de cometer el pecado nef ando, a ndo, mismos que al parecer eran fam iliares o amigos de los los cofrades. cofrades. De De a hí se desp desprende rende otra im agen completam ente opuesta; opuesta; la de la de v icios iciosos os y so sodo dom m ita s e incl uso sobe soberbios: rbios: En efecto, la percepción de los feligr eses eses,, sacerdotes y ju eces en en torn o a los des descendien cendien tes de afr ican os en este estu dio de caso, caso, dista m uch o de ser ser homogénea. A pr ea ch pr onou onoun n ced du durr in g th e cel ebr at ion of Sa n Roque fest festiv iv it y in th e m iddl e of th e seventeenth century in Mexico City , causes various reactions that range from fury to laughter, as much in the attendants to the mass as between the viceroyal authorities. The intent io ion n of the present present paper is to rescue two frankly oppo ppose sed d ima ges of of the black a nd m ula ttoes tha t w ere part of this brother brother hoo hood. d. On the one hand their dev otion, com com m itm ent and care of the h osp spital ital a nd cofrade cofrades, s, that m akes the preacher call them “ gentlemen”. But on the other hand, few months had passed from the scandalous process that civil justice had thundered against dozens of accused men to commit the nefarious sin, same who apparently
th e one of v icious sodom ites and even proud and defian t. Indeed th e percept ion of th e people, priests and judges around the a frican descendants in this study of case, is far from being homogenous.
Entrées d’index Keywords : Sodomy , mulattoes, pride, perceptions, Holy Office Palabras claves : Sodomía , mulatos, soberbia , percepciones, Santo Oficio
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El objetivo de la presente inve stigación es analizar las diversas reac ciones que pro v ocó un sermón pronunciado durante una celebración de la cofradía de San Roque en la ciudad de México en 1659, cofradía compuesta en su gran mayoría por mulatos. Sabemos que tanto mulatos como negros eran considerados pendencieros, violentos, propensos a la insubordinación. 1 . A pesar de que veremos repetido ese estereotipo en el período virreinal la intención es destacar los matices en torno a la imagen de los descendientes de africanos reconocidos por los hombres que vivieron y conv ivieron con los “tan temidos” negros y mulatos. Asimismo la intención es rescatar dos imágenes interesantes y contrastantes: por un lado los vicios de los que pueden ser capaces negros, mulatos y “pardos” (como se les conocía también). En particular el pecado nefando considerado como uno de los peores delitos, aborrecible, impío incluso innombrable como su designación lo indica. Pero por otro lado, resaltar la fidelidad y devoción que los descendientes de africanos dedicaban a las fiestas religiosas y el reconocimiento que por ello recibieron de sus c oetáneos. Así, eran las 1 1 de la mañ ana y la igle sia del Hospital de San Lázaro en la ciudad de México, estaba abarrotada por negros y mulatos quienes festejaban a San Roque, patrono de su cofradía. 2 San Roque, a pesar de ser un santo extensamente venerado desde finales de la Edad Media y en los siglos XVI y XVII en los virreinatos americanos fue canonizado hasta 1629 por Urbano VIII cuando ya se le habían dedicado centenares de iglesias y oratorios. Asimismo nada se sabe en conc reto de este personaje, ni siquiera su lugar de nacimiento y muerte, o las fechas en que viv ió. 3 Lo más sobres aliente es que a partir del siglo XV San Roque aparece entre los catorce santos protectores contra la peste y como es sabido, la Nueva España fue víctima de diversas y devastadoras epidemias que diezmaron a la población durante casi tres siglos. En este sentido no es de extrañar que sea una cofradía que pertenezca asimismo a un hospital fundado para atender leprosos. 4 De igual manera, poc o se sabe del hospital de San Lázaro (en co ntraste co n otro s hospitales c omo el de San Hipólito o el de el A mor d e Dios, por ejemplo), pe ro sabemos que la lepra no fue una enfermedad común en la Nueva España, tal y como lo describía el arzobispo Moya de Contreras: los lazarinos “por misericordia de Dios, son pocos en esta tierra” 5 aun así la advocación del santo acogió a otros enfermos ya que se convirtió en abogado contra las enfermedades contagiosas. 6 Josefina Muriel señala que las imágenes protectoras del hospital que existían desde su fundación eran San Roque, San Lázaro “el llagado”, San Lázaro “el caballero” y la más famosa de todas, Nuestra Señora de la Bala.7 Como parte del festejo a San Roque, el licenciado Lorenzo Ortíz oficiaba el sermó n en la misa en honor de dicho santo. Por su parte, el juez de hospitales Manuel de Sotomayor, realizaba una visita de rutina comisionado por el virrey duque de Albuquerque cuando alcanzó a escuchar una parte del sermón que lo horrorizó. El sacerdote se dirigía a los feligreses diciéndoles: Madres, cuidad mucho de la crianza de vuestros hijos mirad que paran en ogueras mirad como los queman y mirad como los arcabuzean mas esto de
arcabuzear. 8 4
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No hacia ni un año que la ciudad se había estremecido ante un escandaloso caso de sodomía que involucraba al menos a 66 hombres de los cuales después de un largo proceso y varias aprehensiones 14 fueron encontrados culpables y quemados en la hoguera en nov iembre de 165 8. 9 Tomás y V aliente asegura que sin duda el pecado-delito dentro de los relativ os a la moral sexual que más horro rizaba y escandalizaba durante los siglos XVI y XVII era la sodomía. 1 0 Era, efectivamente una de las formas más abominables del pecado de lujuria. La sodomía fue considerada como un pecado contra Dios, contra uno mismo y contra el prójimo. Atentado contra la fe y la moral, por ser pecado de sensualidad y de razón, y pecado de error que podía conllevar un comportamiento herético. 1 1 Mark D. Jordan señala que la so domía representa “la parado ja de un pec ado mo rtal que debe ser co ndenado sin ser mencionado. No hay otro pecado como éste en la práctica co nfesional […] o en la teología c ristiana.” 1 2 El caso, había implicado a numerosas personas de todos los estratos sociales, pero el principal instigador de tan abominable pec ado y delito era un mulato llamado “Cotita de la Encarnación” quien “andaba en traje de indio (…) el más aseado y limpio, gran labrandero 1 3 y curioso y éste desde edad de siete años se dio a este vicio”, sólo fue hallado culpable un español “po rque los demás fueron tres mulatos (…) indios y me stizos mocetones, y todos ellos de malas caras”. Los cuales fueron examinados por cirujanos que los hallaron “sucios, lacrientos, asquerosos y hediondos” 1 4 Cabe destacar que en realidad fueron 2 8, los españoles implicados en e l delito, pero Guijo, al igual que el v irrey miente pues “disfraza” la v erdadera cifra asegurando al Consejo de I ndias que “no e stá en la causa hombre ninguno no solo de calidad pero ni de capa negra sino todos mestizos, indios, mulatos, negros y toda la inmundicia de este reyno.” El pecado-delito cometido es tan abominable que sólo puede haber participado la escoria más repugnante de la sociedad v irreinal, no parece importar q ue la cifra de los españoles que participaron sea significativa, incluso se hizo indispensable maquillar hasta “desaparecer” esa cifra. Lo importante es resaltar que los culpables “ev identes”. eran aquellos de qu ienes había que esperar lo peor: negros, mulatos, mestizos e indios. Tal y como lo señala Gruzinski es “imposible establecer si la incidencia del pecado nefando tiene que ver con el origen étnico de los inculpados” 1 5 sin embargo para algunos de los coetáneos como lo vimos y – v olv er emos sobr e ello más ade lante- s uc ede ex ac tam ente lo contrario: la proc edencia étnica es justo la que marca la proclividad a cometer el delito más aborrecible, no importa si los inculpados proceden de todos los sectores novohispanos, incluso en partes casi iguales, los que p redominan no son lo s de capa negra, es de cir los españoles, sino toda la “inmundicia” del reino. A pesar de no tener el proc eso com ple to, es po sib le consultar el resumen y la certificación del proceso que se mandó al Consejo de Indias, firmado por el escribano, Esteban de Mugarrieta o Magarrieta quien po steriormente será testigo en el proc eso por el “inusual” sermón que no s ocupa. Entre los c ulpados aprehenden a Nicolás de Pisa: negro de más de sesenta años que cometía el pecado nefando y hera cómplice entre los cuales avia habido pendencias de zelos porque el dicho negro tenia otro guapo que asi llamaban los susodichos a aquellos c on quien cometían estas torpezas y el dicho negro estuvo negativo y luego con los careamientos de los testigos de vista confesó. 1 6
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Por su parte, Cristóbal de Victoria, un español de 80 años, “medio tuerto, calvo, pequeño y corcov ado” declaró que avia cometido el pecado continuadamente en esta ciudad desde antes de la inundación mas de treinta años y que tenia perdida esta ciudad con las
personas a quien el susodicho av ia enseñado a come ter este pecado . 1 7 10
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Ni el cronista Guijo, ni el virrey duque de Albuquerque, ni el escribano Mugarrieta reparan siquiera en la innegable participación de este anciano español quien incluso asegura haber “perdido” a la ciudad al haber “enseñado” a muchos ho mbres a c aer en el pecado que más ofende a Dios. Otro de los culpables, el mulato Benito Cuebas declaró que un día antes de ser aprehendido fue alertado por un hombre que no c onoc ía, “mui galan y de muy b uen arte” que le advirtió “q ue se huiesse porque estaban pre sos sus compañeros por putos y que le culpaban” 1 8. Igno rando la adv ertencia, Benito fue al día siguiente a la catedral a rezar e l rosario “ofreciéndosele a nuestra señora porque le sacase de este pecado” Pero sus ruegos llegaron demasiado tarde, saliendo de la catedral fue aprehendido. 1 9 Hallados culpables, los catorce hombres fueron condenados a la hoguera en la albarrada de San Lázaro y “duró e l fuego toda la noche; asistió la justicia y c omisarios de los barrios, y se despobló la ciudad, arrabales y pueblos de fuera de ella para ver esta justicia”. 20 Y fue precisamente, Juan Manuel de Sotomayor, (también alcalde del crimen) quien había llevado a cabo el proc eso de los acusados. Pero lo que más irritó al juez Sotomayor fue que “absolutamente sin hacer distinción entre buenos y malos juezes dijo esta propuesta que el tribunal de la judicatura era cathedra de la pestilencia” y ofendido insiste ”como he dicho sin hacer distinción entre los que juzgaban bien o mal.” Por un lado, Sotomayor había llevado a cabo con rigor tanto el proc eso co mo la ejecución de los sodo mitas y se siente claramente aludido en su desempeño como juez pero por el otro, también sabe que a la Inquisición sólo le compete (y le interesa, por supuesto) perseguir delitos contra la fe u ofensas contra sus funcionarios. De ahí que eche mano de esa “proposición” que puede alertar a los inquisidores sobre las opiniones poco ortodoxas del sacerdote oficiante en cuanto a la impartición de justicia se trata. Al proseguir c on su d enuncia el jue z señaló qu e además Lo re nzo Ortíz había adv ertido que: no avia hombre rico que cuidase de aquel hospital …. Claro es que no ai quien cuide porque solo el remedio ha de venir a el de montibus pardorum ¿quien es este monte pardorum de donde a de venir el remedio a este hospital? ¿quien a de ser sino los pardos? ¿quien son los pardos? estos señores mulatos que están presentes que celebran esta fiesta sobre lo cual les dio muchas gracias. 21
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Al par ec er el hospital se encontraba en estad o ruino so y a que do s dé cada s antes, en 1636, el virrey marqués de Cadereyta envió al rey una breve misiva en la que informaba su deplorable estado y pedía una fuerte limosna para socorrer a la gran cantidad de enfermos que atendía el hospital. 22 Probablemente Lorenzo Ortíz conoce el precario estado del lugar y en un intento por acrecentar la devoción y asiduidad de los fieles intenta reconocer que los únicos que lo sostienen y cuidan de él son los devo tos mulatos de la c ofradía de San Roque. A decir de Sotomay or , la cofradía de San Roq ue er a la más importa nte entre la población negra y mulata de la ciudad de México pues, lo señala: “sacan procession la quaresma y e s de grandissimo concurso ” A pesar de su temperamento altanero y re acio a la sumisión y el orden, de todos los vicios y “tachas” que se les atribuían, es preciso destacar que los descendientes de africanos no eran acusados por su falta de devoción. En efecto, los villancicos “de negro”, (género musical muy popular en el periodo barroc o) po r el contrario dan cue nta de una dispo sic ión a celeb rar las festiv idades religiosas amén de participar fervorosamente en ellas con entusiasmo y candidez. Baste un ejemplo de Sor Juana Ines de la Cruz para mostrar dicha imagen: Parafraseando al representante del culteranismo Luis de Góngora y Argote y al proverbio: “Aunque negros gente somos” 23:
La o tra noche con mi c onga Turo sin dormir pensaba, Que no quiele gente plieta, Como ella so gente branca. Sola saca la Pa ño la ¡Pues Dioso , mila la trampa, que aunque neglo, gente somo, aunque nos dici c abaya! [...] 24 16
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El v illancico muestra esa imagen en la cual los negros so n concebidos como animales, (asimismo, sabemos que el apelativo “mulato” mezcla de español con negra, hace referencia a la “mula”, mezcla de yegua y burro) por su color de piel entre otros factores, pero a pesar de ello los “morenos” muestran su entusiasmo y de v oc ión para participar de las fiestas re ligiosas. Por otro lado, si a los mulatos y pardos de la cofradía les era posible sacar una procesión “de grandisímo concurso” como advierte el juez Sotomayor, fue en parte gracias a que, Doña Cathalina Calderón (no se menc iona su proce dencia pero po r el título de “doña” se entiende que era española) había dejado a la cofradía 50 pesos cada año para la celeb ración de la fiesta de San Roque. De ese dinero se le había dado de c omer a seis pobres que mantenía el hospital pero Sotomayor al finalizar su denuncia arremete: “siendo mas los c hoco lates que en mi presencia v i llevar a sus comadres las mulatas a la misma iglesia donde estaba desc ubierto e l Santisimo.” 25 Por otra parte, lo sabemos, e l tribunal del Santo Oficio solamente pe rseguía “dichos o hechos” que atentaran co ntra la fe cristiana, de manera que los calificadores del proc eso: el jesuita y re ctor del co legio de San Pedro y San Pablo, Diego de Molina, el dominico fray Rodrigo de Medinilla y el también jesuita Juan Ortíz de los Heros. sólo toman c omo d elito digno de perseguir, o al menos investigar, el que Lorenzo Ortíz llamara a los cofrades “demontibus pardorum” ya que dichas palabras podían “ocasionar mociones o motines entre diferencias de gentes.” 26 Cuatro días después los testigos comienzan a ser llamados para declarar, el primero Don Juan Laporta Cortés que había c elebrado la misa ese día de San Roque señaló que no reco rdaba haber e scuc hado que durante el sermó n Ortíz hiciera mal uso de las Sagradas Escrituras, aunque en efecto había hablado “mal genéricamente de los tribunales de la jud icatu ra… pero no le parece en maner a alguna que sus palab ras indicaran cosa que tocara a este tribunal y que no le parece en manera alguna que hablo de manera que pudiesse ocasionar un motin ni diferencia.” Laporta tiene claro cuáles son los delitos que persigue la Inquisición y encuentra que no hay motivo para que ese tribunal le siga proc eso y a que el sacerdo te no se refirió en ningún momento al tribunal de la fe. A continuac ión , Esteban de Mugarrieta escrib ano re cepto r de la Real Audiencia (el mismo, como y a lo señalamos que había tomado nota del proceso co ntra los acusados de cometer el pecado nefando) es el siguiente testigo en ser llamado. Dijo que había acompañado al licenc iado Sotomayo r “que fue juez espec ial de dho hospital de San lazaro adonde fue para ver lo tocante su gobierno y buena disposición.” Agrega que durante el sermón se encontraba al lado de Sotomayor y que en efecto Ortíz había llamado varias v ec es a los fieles “ señore s mulatos” y que al hab lar de la judic atu ra llam ándola “c áthedra de la pestilencia” Sotomayor le lanzó una mirada reprobadora a Mugarrieta. Ortíz continuó que mirasen las madres c omo criaban a sus hijos, que p araban en hogueras dando a entender que abian quemado muchos por el pecado nefando,
pareciole a este testigo aunque no lo sabe que esto fue dar a entender que aquel castigo no abia sido bien hec ho 27 21
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Al igual qu e Soto may or , el escrib ano se consider a aludido y pe or aun afre ntado so bre su desempeño en el sonado proc eso. Y remata su declaración afirmando “parescio a este testigo mal el tratar a los mulatos de señores abiendo tantos mulatos presentes que serian complices con los mulatos quemados por sodomitas y parientes y amigos suios porque ai muchos mulatos fugitivos reos en dicho delicto llamados por edictos y pregones”. 28 Mugarrieta infiere de forma automática que quienes atienden a la iglesia y celeb ran a San Roque son por fuerza congéneres o que al menos tienen vínculos amistosos no sólo con los procesados por cometer el pecado nefando sino con aquellos con los que la justic ia no ha po dido determinar su parad ero (insinúa inc luso qu e po drían ser sus cómplices). Por ende, eso los convierte en susceptibles de sospecha. A pesar de ser una opinión que no se ex tiende al resto de lo s testigos, la postura de Mugarrieta da cuenta del sentir de algunos de sus coétaneos. Lejos de merecer el título de “señores”, los mulatos deberían permanecer en la “calidad y condición” a la que pertenecen en el último peldaño de la escala social. El tercer testigo, músico de la c apilla de la catedral, Francisco Monroy no parec e serv ir de mucho a los inquisidores pues declara “algunas cosas que no parecieron tocar a este Sto oficio por lo que no se escribieron… y no se acuerda lo demás que se le pregunta de manera alguna porque como no estaba con cuidado de notar lo que se decía no lo apercibio o no se acuerda y tampoco se acuerda que les diesse mano o causa a los mulatos para que pudiessen tener moción alguna y tener bríos.” En resumen, el músico sufre o finge, amnesia. El cuarto testigo es el licenciado Antonio Rodríguez de Caravallo abogado de la Real Audiencia qu ien s ale en defensa de Ortíz diciendo que a el le paresce bien toda esta doctrina por enderecarse a corregir la mala crianca de los hijos sin hacer distinción entre mulatos y soldados ni dar a entender que pareciesse mal la justicia que en ellos se abia hecho o hacia …. Que ablando de aquella festividad dixo que no abia quien acudiesse a ella sino solo los mulatos (pero) dixo como riéndose los señores mulatos …. (que no dio) causa en su modo de decir a que los mulatos pudieran tener sobervia para obrar contra la paz publica solo dixo aquello que pudiesse mover a los mulatos a fomentar aquella festividad porque es mui buen sugeto y de mui buenas prendas y no puedo sacar mala doctrina de la compañía adonde fue religioso mucho tiempo 29
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A difere nc ia de l disgus tad o escrib ano y de l horror izad o jue z, el lic enciado Rod ríguez entiende la importancia de acrecentar la devoción de los descendientes de africanos, intención que no sólo es loable sino más aun, inocua. No sólo eso, sino que el apelativo “señores” aparenta ser (en el contexto que él describe) una broma que el mismo oficiante, o sea, Ortíz, feste ja. El quinto testigo Diego López de la Serna presbítero que c ada sábado oficiaba la misa en la capilla del Hospital de San Lázaro alega que llegó cuando el sermón estaba terminando y no e scuc ho ni una sola palabra del mismo, ni escuchó a nadie co mentar el contenido del sermón. El sexto testigo es Diego Picazo administrador y capellán del Hospital de San Lázaro, el cual testifica haber estado presente en el sermón de Ortíz y lo defiende diciendo que nunca habló mal de la judicatura y a pesar de que mencionó la expresión “catedra de la pestilencia” “no se acuerda porque lo dixo porque no estuv o con mucha atención” y que aunque si aplicó e l lugar demo ntibus pardorum este testigo y otros se estuvieron riendo de la aplicación por ver el modo de
manera que pudo causar algún generillo de sobervia en lo tocante a su cofradía pero no en ninguna manera que los pudiesse mover a brio o sedición publica. 30 28
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Como administrador del hospital la opinión de Picazo esta más en conc ordancia c on la idea de que el sermón es absolutamente inofensivo y que aunque hubiera podido hacer sentir a los mulatos un cierto orgullo y satisfacc ión por la celebrac ión de dicha fiesta eso no supone en absoluto una amenaza para la paz publica, incluso las palabras del sacerdote mueven a risa porque darle el apelativo de “señores” a los mulatos considerados como lo peor de la sociedad novohispana es mas bien absurdo e incluso pueril. Lo sabemos, mulatos se encuentran e n el último peldaño social, despreciados aún más que los esclavos negros ya que su condición de hijos ilegítimos sólo confirma su tendencia a ser taimados y trampo sos. Por último es llamado a declarar un joven llamado Manuel de Heredia que iba acompañando a Sotomay or, el denunc iante el día de la visita al hospital, pero este testigo se bajo abajo (sic ) a la capilla de nuestra señora de la b ala y por estar descubierto el Santissimo Sacramento se puso de rodillas en oración y aunque hubo sermón no atendió este a el en manera alguna porque estaba lejos del pulpito. 31
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Y aunque se reunió a la salida d e la igles ia c on Sotomay or el cual, -se ñaló- no oc ultaba su disgusto, no pudo agregar nada más a su deposición. Las declaraciones nos permiten aventurar algunas hipótesis en torno a la inconveniencia del sermón. Primero, gran parte de los testigos estaban distraídos, sin poner cabal atención a lo que se estaba diciendo en la celebración. Dos las opiniones se dividen de la siguiente manera, dos en co ntra del sermón, dos “que no escucharo n” y tres que de fienden la inocencia no sólo del c ontenido del sermón sino las buenas intenciones del ex jesuita. No tenemos la sentencia ni la conclusión del proceso pero lo que nos interesa destacar aquí es que lejos de coincidir, las versiones difieren bastante entre sí. Para Sotomayor y Mugarrieta (su asistente que por obvias razones coincide con él) las palabras de Ortíz son un peligro que puede o casionar una rebelión, pero también son una falta de re speto a la jerarquía judicial (de la que él es parte). Es probab le que durante su v isita al hospital hub ier a po cas per sonas par a re cibir lo y ate nde rlo com o su “ dignidad” y preeminencia merecían ya que todos estarían celebrando la fiesta de su santo patrono. Eso, aunado a las mulatas llevando y trayendo confites a la mitad de la celebración y el colmo, el oficiante llamando a la multitud mulata “señores” debieron ocasionar una severa molestia al funcionario y la necesidad de que el culpable fuese reprendido ¿y quién mejor para hacerlo de forma contundente e incontestable que el Santo Oficio? El inquisidor Medina Rico ordenó dar traslado al fiscal del Santo Oficio y casi un año después, en junio de 16 60, el fiscal Andrés de Zabalza advirtió que Ortíz había aplicado con “libiandad y ridiculidad el lugar de la escriptura sagrada” 32 y que se le debía suspender o imponer la penitencia conveniente., ya que el sacerdote había citado y “modificado” un v ersículo de l Cantar de los Cantares: veni de Libano sponsa veni de Libano veni co ronaberis de capite Amana de v ertice Sanir et Hermon de cubilibus leonum de m ontibus pardorum ”
“Ve n conmigo desde el Líbano, oh esposa mía; V en c on migo desde el Líba no. Mira desde la cumbre de Amana, Desde la cumb re de Senir y de Hermón, Desde las guaridas de los leones, Desde los m on te s de lo s leopardo s. 33 32 33
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Así, puede ser que el sac erdo te utilizara una cita de la Biblia de sc onociendo el significado correcto de la misma y confundiendo “leopardos” con “pardos” (lo cual es poco probable). O de manera más plausible, (siendo un ex jesuita) es que la utilizara deliberadamente como una licencia de la retórica barroca. Es por ello que los inquisidores c alifican la aplicac ión d e dicha cita co mo “libiana y ridicula” (es decir banal, absurda y fuera de lugar) ya que no tenía mucho sentido hablar del “monte de los leopardos” para referirse a los mér itos de una c ofradía de pardos y mulatos. Las distintas opiniones en torno a las irreverentes palabras de Lorenzo Ortiz nos permiten entrever que dentro del ámbito eclesiástico, no necesariamente prevalecía una concordancia absoluta en la percepción de negros y mulatos como sediciosos; más aún, las reacciones ante un mismo suce so podían ir desde el enojo hasta la indiferencia, pasando por la risa. Tal y como lo v imos, en general, los testigos c oncue rdan en que un sermón pronunciado en esos términos no es motivo suficiente de preo cupac ión y menos, de peligro. Para unos es inaceptable llamar “señores” a mulatos en la misa, a la cual asistieron numerosos negros y mulatos pero quienes tienen esa opinión se sienten aludidos y ofendidos por las palabras del sacerdote quien al parecer está cuestionando la validez de sus juicios en el proceso fulminado contra los sodomitas de 1658. Para otros en cambio, se percibe sólo co mo un halago a la fidelidad y dev oción de la cofradía de San Roque e intenta v alorar e insistir que los mulatos son los únicos que se ocupan del hospital y que fervorosamente acuden a celebrar a su santo patrono y por último, están quienes simplemente lo co nsideran un discurso absurdo e irrelev ante, una espec ie de broma. Aquellos so do mita s “lacrie nto s y hedio ndos” que el juez Sotom ay or hab ía proc esado y a los que el escribano Mugarrieta había tomado de claración e ran familiares o amigos de los fieles de la cofradía (e incluso quizás entre ellos hubiera uno que otro que hubiera escapado a la férrea justicia y por ende a la muerte en la hoguera) eso ya los conv ertía en seres viles y dignos de sospecha, llamarlos “señores” era una verdadera afrenta y más aun cuando Lorenzo Ortíz lamentaba el trágico e ignominioso fin de aquellos que no crec ieron al amparo, cuidado y mirada vigilante de sus madres y cay eron en las garras de los jueces y por ende v íctimas de la “cátedra de la pestilencia”. En 17 21 , el hospital fue cedido por e l bac hiller V entura de Medina Picaso en fav or de los juaninos. A pesar de los intentos de reparación realizados por los sucesores del doctor Pedro López, el hospital se encontraba en pésimas condiciones. Aunque se intentaron. diversas medidas para rescatarlo, los esfuerzos acabaron siendo vanos pues San Lázaro nunca tuvo los medios para atender satisfactoriamente a sus enfermos tal y como lo advirtió el sacerdote Lorenzo Ortíz aquella mañana de agosto cuando se celeb raba por tod o lo alto, la fiesta de San Roque. A ctualmente lo que queda de la iglesia sirve de depósito de autobuses de transporte público y de taller mecánico 34. Lejos quedaron las fiestas y los sermones al hospital de San Lázaro y a San Roque uno de sus patronos más populares que en algún momento provocaron disgusto y repulsión en algunas autoridades virreinales e hilaridad a hombres meno s puntillosos.
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Notes 1 Es bien conocida la ext ensa bibliogr afía existente en torno a la “v iolencia” y tem or que provocaba la población negra en Nueva España, de manera que sólo mencionaremos algunos. Colin A Palmer. Slaves of the White God: black s in México, 15 70-165 0, Massachusetts, Cambridge, 1976, 268 p. ISBN 0674810856. Gonzalo Aguirre Beltrán. La po blación negra de México. Estudio etnohistórico, México FCE, 1989, 374 p. ISBN 968163280X y Hermann, Bennett. Africans in colonial Mexico. Absolutism, christianity and afro-creole consc iousne ss 15 7 01640, Indiana, Indiana Univ ersity Press, 2003, 288p. ISBN 0253 21 7 7 5X. Para un desarr ollo m as amplio sobre las diver sas imá genes y estereotipos en torno a la figur a de los negros y l os mulatos en el periodo virreinal, vid . Ursula Camba Ludlow, I maginarios ambiguos, realidades contradictorias. Conductas y representaciones de los negros y mulatos novohispanos, siglos XVI y XVII , México, Cent ro de Estu dios Históricos El Colegio de México, 200 8, 2 27 p., ISBN 9681213742. 2 Como sabemos, las cofradías eran a sociaciones laicas y v olun tar ias que r eunidas a lrededor de algun a adv ocación de la v irgen María o de un santo patrono cultiv aban y difundían la religión católica. Estas corpora ciones procura ban el socorr o, la asistencia y la protección m ater ial y espiritu al de sus m iembros. 3 Claudio. Leonar di, et. al. Diccionario de los santos , v. 2., Madrid, San Pablo, 2000, p. 1999. ISBN 84-285-2259-6. 4 El hospital de San Lázaro fue fundado entre 1521 y 1524 por Hernán Cortés pero en 1528 Nuñ o de Guzmán , “lo tom ó para si” Es hasta 1 57 2 que el reconocido médico y c iru jano Pedro López consiguiò refundar el Hospital con una cédula real y cuy a reglam entación fue confirmada 10 años después por el Consejo de Indias. María Luisa Rodríguez Sala. Los cirujanos de hospitales de la Nueva España (siglos XVI y XVII) ¿miembros de un estamento profesional o de una comunidad científica?, México, UNAM, 2005, p. 59-60. ISBN 970-32-2600-0. Y Josefina Muriel. Hos pitales de la Nueva España. México, T . I Fundac iones del sigl o XVI, UNAM-Cruz Roja Mexicana, 1 990, p. 249 , ISBN 9683 6096 35. 5 María Luisa Rodrígu ez Sala. Los cirujanos de hos pitales de la Nuev a España (s iglos XVI y XVII ) ¿miembros de un estamento profes ional o de una co munidad científica?, México, UNAM, 2005, p. 59-60. ISBN 97 26
6 María Luisa Rodrígu ez Sala. Los cirujanos de ho spitales de la Nueva España ( siglos XVI y XVII ) ¿miembros de un estamento profes ional o de una co munidad científica?, México, UNAM, 2005, p. 32 , ISBN 97 0-32 -26 00-0. 7 Josefina Muriel. Hos pitales de la Nueva España. México, T. I Fundaciones del siglo XVI, UNAM-Cruz Roja Mexicana, 1 99 0, p. 253 , ISBN 96 83 609 63 5. 8 AGN, Inquisición, v . 45 8, exp. 2 1 , f 2 3 2. Probablemente Lorenzo Ortíz se refiere a un v iolento incidente que acababa de suceder. Quince días antes del festejo de la cofradía, un par de soldados asaltaron a unos indios “forasteros” en la calzada de la Piedad. Uno de ellos suplicó le devolv ieran cua tr o pesos para regr esar a su tier ra y fue apuñ alado por los soldados. Perseguidos y ap edr eados por otros indi os enfu reci dos, u no esca pó por l a la gu na refu gi án dose en un hospita l, m ientr as que el otr o fue apresado y am ar rado al in dio m uert o par a presentar lo ante las au toridades. Fran cisco Rom ero, auditor de guerr a le formó proceso y lo sentenció a m orir “a peloteado”. La sentencia fue ejecutada cer ca del Calv ar io por cin co soldados que le dispara ron en las sienes y en el pecho. Gregorio Martin de Guijo. Diario 1648-1664, ed. y pról. Manuel Romero de Terrer os, México, t II, Porr úa, 1 952 , p. 1 21 , sn/ISBN. 9 Serg e Gru zinski. “Las cenizas del deseo. Hom osexu ales nov ohispanos a m ediados del siglo XVII” en Serg io Ortega comp. De la s antidad a la pe rversión o de por qué no se cum plía la ley de Dios e n la sociedad novo hispana, México, Grijalbo, 1 985, 2 90 p., ISBN 96 841 952 65. 1 0 Francisco Tom ás y Val iente. El derecho penal de la m onarquía abs oluta (s iglos XVI, XVII y XVII I ), Madrid Tecnos, colección de ciencias sociales, serie de ciencia política, 1992, p. 37, sn/ISBN. 1 1 Francisco Tom ás y Va liente. El derecho penal de la monarquía abs oluta (s iglos XVI, XVII y XVII I ), Madrid Tecnos, colección de ciencias sociales, serie de ciencia política, 1992, p. 37, sn/ISBN 1 2 Mark D, Jordan. La invención de la so dom ía en la teología cristiana, trad. Lluis Salvador, Barcelona, Laertes, 2001 , p. 1 63. ISBN 84 7 58446 1 8. 1 3 Sebastián de Cov ar ru bias define “ labra ndera” de la form a siguiente, (sólo existe la a cepción en femenino, la c ual se sum a a las “ha bilidades” m uy poco ort odoxas de Cotita ): “se dice de la ocupación de las mu jeres en tela s; y la s labores que ha cen en ellas con la ag uja” . Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o españoles , p. 696, ISBN 84-7039685-4. Según se establece en la s inform aciones del proceso “Cotita ” es lo mismo que “m ar iquita” . 1 4 Gregorio Martin de Guijo. Diario 16 48-1664 ed y pról. Manuel Romer o de Terrer os, México, Porrú a, 1 952 , p. 106 , sn/ISBN. 1 5 Serg e Gr uzinski. “ Las cenizas del deseo. Hom osexu ales nov ohispanos a m ediados del siglo XVII” en Serg io Ortega comp. De la s antidad a la pe rversión o de por qué no se cum plía la ley de Dios e n la sociedad novo hispana, México, Grijalbo, 1 985, 2 90 p., ISBN 96 841 952 65. 1 6 AGI, 3 8, N 57 Cartas del v irrey Duque de Albuquerque, s/n f. 1 7 AGI, 3 8, N 57 Cartas del v irrey Duque de Albuquerque, s/n f. 1 8 AGI, 3 8, N 57 Cartas del v irrey Duque de Albuquerque, s/n f. 1 9 AGI, 3 8, N 57 Cartas del v irrey Duque de Albuquerque, s/n f. 2 0 Gregorio Martin de Guijo. Diario 1648-166 4 ed y pról. Manuel Romer o de Terr eros, México, Porrú a, 1 952 , p. 1 06-107 , sn/ISBN. 2 1 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 21 , f 23 2. 2 2 María Luisa Rodríguez Sala. Los cirujanos de hos pitales de la Nueva España (siglos XVI y XVII ) ¿miembros de un es tamento profes ional o de una co munidad científica?, México, UNAM, 2005, p. 61 , ISBN 97 0-32 -26 00-0. 2 3 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o españoles , p. 775, ISBN 847 03 96 85-4. Para un desar rollo ma s extenso cobre el tem a de los v illancicos, sus oríg enes y la s div ersas im ágenes de los negr os retrat ados en ellos, Ursula Cam ba Ludlow, I maginarios ambiguos, realidades contradictorias. Conductas y representaciones de los negros y mulatos novohispanos, siglos XVI y XVII , México, Centro de Estudios Históricos El Colegio de México, 2008, p. 151 -16 3, ISBN 9681 21 37 42. 2 4 Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, pról. Francisco Monterde, México, Porrúa, (sepan cuántos n. 1 00), 1 989 , p. 223 , ISBN 968-432 -650-5. 2 5 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 21 , f 23 4. 2 6 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 2 1 , f 235. 2 7 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 2 1 , f 238. 2 8 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 2 1 , f 238. 2 9 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 21 , f 23 9.
3 0 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 21 , f 23 9. 3 1 AGN, Inquisición, v . 458, ex. 21 , f 23 6. 3 2 A.G.N., Inquisición, v . 458, exp. 21 f. 257 . 3 3 Cant ar de los Cant ar es: 4,8 . Las negr itas son m ías. 3 4 Solang e, Alberr o. Apuntes para la historia de la Orden Ho spitalaria de San Juan de Dios en la Nueva España- México , 1604-2004, México, Centro de Estudios Históricos El Colegio de México, 2005, p. 1 62, ISBN 9681 21 1 898.
Pour citer cet article Référence éle ctron ique Ursula C amba L udlow, « ¿Fieles devotos o so domi tas “lacrientos”?: los mula tos de la cofradía de San Roque. Un s ermón “inconveniente” ante el Santo Oficio novohispano, 1659 », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Debates, mis en ligne le 1 3 décembre 2012, cons ulté le 09 avril 2013. URL : http://nuevomundo.revues.org/64661 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.64661
Auteur Ursula Camba Ludlow Educación Continua Universid ad Iberoamericana
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