Acueductos romanos en España Carlos Fernández Casado
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Acueductos romanos en España Carlos Fernández Casado
Textos Universitarios · 42 Esta segunda edición
del libro Acueductos
Romanos en España sale a la luz 36
años después de la pri
mera, que publicó el Instituto Eduardo Torroja a partir de seis artículos aparecidos en la revista
de la Construcción ,
Informes
entre los años 1968 y 1972. La edición se hizo m ediante una tirada adicional de los
artículos de la revista, que se reunieron posteriorm ente para com poner el libro; por ello, no estaba pagi nado y no tenía índices. H oy en día este libro es un clásico de la Ingeniería Romana en España. El libro de Acueductos se inició después del de
Puentes romanos, y
se terminó antes. Los seis artículos que
lo forman se publicaron en cuatro años. Es por ello un libro más homogéneo en todo su desarrollo que el de
Puentes romanos.
Es el prim er estudio sistemático de los acueductos romanos españoles, y en su m om ento
trató de ser exhaustivo. La razón que llevó a su autor a parar el libro de los
tos fue
Puentes romanos y
concentrarse en el de Acueduc
el encargo que le hizo el M inisterio de Obras Públicas de redactar el «Proyecto de Reparación y
Consolidación del Acueducto de Segovia», que se term inó en 1 9 6 7 y al que dedicó mucho tiem po y esfuer zo. Este proyecto le llevó a estudiar todos los acueductos rom anos españoles conocidos en ese m om ento, y el estudio se incluyó en dicho proyecto. Posteriorm ente dio lugar a los artículos que form aron el libro. El epilogo de este libro se refiere precisamente a las obras correspondientes al m encionado proyecto del acueducto de Segovia, a cuya asistencia a la dirección de obra dedicó también m ucho tiem po y esfuerzo. En él se reflejan las polémicas que se desataron po r la intervención realizada en el acueducto, com o ocu rre siempre que se interviene en una obra histórica de la im portancia del Acueducto de Segovia, declarado Patrim onio de la H um anidad en 19 8 5 . Dado el peculiar origen del libro, se ha tratado en esta nueva edición de reproducir lo más fielm ente posible la prim era, es decir, hacer prácticamente un fascímil de ella. Sin embargo, problemas de edición han llevado a introducir cambios de form ato y composición, e incluso de organización de capítulos, pero siempre con la idea de reproducir lo más fielmente posible el trabajo del autor, tanto en el texto com o en la expresión gráfica. Pensamos que este libro, a pesar de los años transcurridos desde su publicación, sigue siendo un refe rente básico para el estudio de los acueductos rom anos españoles.
Leonardo Fernández Troyano
Carlos Fernández Casado
Acueductos romanos en España
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS M A D R ID , 2 0 0 8
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, inclui do el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o trans mitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, quí mico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publica ciones.
Segunda edición
Catálogo G eneral de Publicaciones Oficiales http ://w w w .06 0 . es
© De la presente edición: CSIC © Herederos de Carlos Fernández Casado
ISBN: 9 7 8 -8 4 -0 0 -0 8 7 0 7 -4 Ñ IPO: 6 5 3 -0 7 - 1 2 6 -7 Depósito legal: M . 4 4 .0 8 6 -2 0 0 8 Edición al cuidado de Ediciones D oce Calles, S. L. Com posición: Távara, S. L. Fotomecánica: Távara, S. L. Impresión: Gráficas M uriel, S. A. Encuadernación: Ramos, S. A.
índice
P resentación de la segunda e d ic ió n ....................................................
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P ró lo g o ...........................................................................................................
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C a p ítu lo I Los acueductos ro m a n o s .........................................................................
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Los acueductos de los romanos ...........................................................
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Acueductos de la ciudad de R om a.......................................................
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Acueductos españoles............................................................................
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Acueductos en otras provincias rom anas............................................
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Documentos relativos a los acueductos romanos en general...........
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C ap ítu lo II A cu ed u cto de T a rra g o n a .........................................................................
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Conducción de aguas.............................................................................
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Historia.....................................................................................................
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Descripción..............................................................................................
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Problemas arqueológicos........................................................................
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Problemas ingenieriles...........................................................................
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Problemas estéticos................................................................................
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Documentos relativos al acueducto de Tarragona ............................
49
C ap ítu lo III A cu ed u cto de S e g o v ia ..............................................................................
53
Introducción ...........................................................................................
53
Descripción..............................................................................................
56
Historia del acueducto ..........................................................................
63
Problemas arqueológicos........................................................................
88
Problemas ingenieriles...........................................................................
94
Problemas estéticos................................................................................
104
Documentos relativos al acueducto ....................................................
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C ap ítu lo IV A cu ed u cto de M é r id a ...............................................................................
117
Conducciones..........................................................................................
117
Descripción de los acueductos .............................................................
126
Problemas arqueológicos........................................................................
137
Problemas ingenieriles...........................................................................
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Problemas estéticos ................................................................................
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Documentos relativos al acueducto ....................................................
152
C a p ítu lo V A cu ed u cto de S e v illa ................................................................................
159
C ondu cción............................................................................................
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Descripción del acueducto....................................................................
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H istoria.....................................................................................................
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Problemas arqueológicos........................................................................
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Problemas estéticos ................................................................................
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Documentos relativos al acueducto....................................................
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C a p ítu lo VI A cu ed u ctos de Itá lic a ................................................................................
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Acueductos de A lm uñécar....................................................................
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Conducción de aguas a G ran ad a.........................................................
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Acueductos de Baelo ..............................................................................
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Acueducto de Gades...............................................................................
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Documentos relativos a los acueductos..............................................
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C a p ítu lo VII O tro s a c u e d u c to s ......................................................................................
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Acueducto de Toledo..............................................................................
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Acueducto de Barcelona........................................................................
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Acueducto de A lcanadre........................................................................
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Acueducto de Pineda..............................................................................
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Acueducto de Sad ab a.............................................................................
243
Acueducto de Chelva ............................................................................
244
Acueducto de Valencia de A lcántara...................................................
248
Documentos relativos a los acueductos ..............................................
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C a p ítu lo VIII C o n c lu s io n e s ...............................................................................................
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Resumen de las conclusiones obtenidas en este trabajo...................
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Acueducto de Tarragona........................................................................
255
Acueducto de Segovia............................................................................
259
Acueductos de Almuñécar y Baelo.......................................................
260
Acueductos de Barcelona.....................................................................
261
Acueductos de M érida..........................................................................
262
Acueducto de Toledo..............................................................................
264
Acueductos de Sevilla e Itálica............................................................
264
Acueductos de Valencia de Alcántara, Pineda y A lcanadre.............
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Epílogo pragm ático................................................................................
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í n d ic e s ...........................................................................................................
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Presentación de la segunda edición
Esta segunda edición del libro Acueductos Romanos en España sale a la luz 36 años des pués de la primera, que publicó el Instituto Eduardo Torroja a partir de seis artículos aparecidos en la revista Inform es de la Construcción , entre los años 1968 y 1972. Hoy en día este libro es un clásico de la Ingeniería Romana en España. La primera edición se hizo mediante una tirada adicional de los artículos de la revista, que se reunieron posteriormente para componer el libro; por ello, no estaba paginado y no tenía índices. El libro de Acueductos se inició después del de Puentes romanos , y se terminó antes. Los seis artículos que lo forman se publicaron en cuatro años. Es por ello un libro más homogéneo en todo su desarrollo que el de Puentes romanos. Es el primer estudio siste mático de los acueductos romanos españoles, y en su momento trató de ser exhaustivo. La razón que llevó a su autor a parar el libro de los Puentes rom anos y concentrar se en el de A cueductos fue el encargo que le hizo el Ministerio de Obras Públicas de redactar el «Proyecto de Reparación y Consolidación del Acueducto de Segovia», que se terminó en 1967 y al que dedicó mucho tiempo y esfuerzo. Este proyecto le llevó a estudiar todos los acueductos romanos españoles conocidos en ese momento, y el estudio se incluyó en dicho proyecto. Posteriormente dio lugar a los artículos que for maron el libro.' El epilogo de este libro se refiere precisamente a las obras correspon dientes al mencionado proyecto del acueducto de Segovia, a cuya asistencia a la direc ción de obra dedicó también mucho tiempo y esfuerzo. En él se reflejan las polémicas que se desataron por la intervención realizada en el acueducto, como ocurre siempre que se interviene en una obra histórica de la importancia del Acueducto de Segovia, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985. Dado el peculiar origen del libro, que es una recopilación de artículos de una revis ta lo que le da un carácter singular, se ha tratado en esta nueva edición de reprodu cir lo más fielmente posible la primera, es decir, hacer prácticamente un fascímil de ella. Sin embargo, problemas de edición han llevado a introducir cambios de forma to y composición, e incluso de organización de capítulos, pero siempre con la idea de reproducir lo más fielmente posible el trabajo del autor, tanto en el texto como en la expresión gráfica. Una labor importante que ha sido necesario realizar para esta nueva edición, ha sido la recuperación de la documentación grafica del libro, a partir de los archivos de foto grafías del autor. Agradecemos a Amaya Sáenz Sanz su dedicación a este trabajo que ha permitido encontrar la mayoría de los originales utilizados en la primera edición. También agradecemos la labor realizada por Pedro M. Sánchez Moreno, maquetador de esta nueva edición que, además de hacer un excelente trabajo, sus investiga ciones nos han permitido también recuperar originales de grabados. Pensamos que este libro, a pesar de los años transcurridos desde su publicación, sigue siendo un referente básico para el estudio de los acueductos romanos españoles.
Leonardo Fernández Troyano
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Prólogo
Se reúnen aquí seis artículos publicados en la revista Inform es d e la Construcción a par tir del mes de enero de 1968. El tema había sido preocupación mía desde muchos años atrás, por haber realizado trabajos de ingeniería en las cercanías de alguno de los acueductos, y ya en 1949 había publicado en Archivo Español d e Arqueología un artí culo sobre la «conducción de aguas romana de Sexi (hoy Almuñécar)». Recientemen te he tenido una actuación intensa y directa en la restauración y consolidación del acueducto de Segovia, obra que ha tenido buena y mala prensa, más mala que buena, pero que se desarrolla actualmente por sus pasos previstos y contados en el proyecto correspondiente. Al reunir estos artículos, cuyo texto no ha sufrido modificación, la dirección de la revista me pide un prólogo de presentación, y como su aparición uno a uno ha sido premiosa e irregular por culpa exclusivamente mía, quiero para remate demorar lo menos posible este encargo, dando descanso a los realizadores de la revista en el esfuer zo continuado de empujar a los autores hacia la letra de molde. Por estos motivos he utilizado un trabajo en curso, aprovechando el acueducto romano, que se caracteriza por su sencillez magnífica, resultando ejemplar para el planteamiento de cómo abordar del modo más general las relaciones del hombre con una obra artística, aunque refiriéndonos de origen a la obra arquitectónica. Partimos del supuesto, que por ahora dejamos como tal, de la existencia en todo acto huma no de una raíz estética sea el acto teórico, práctico o poyético. Distinguimos en lo artís tico de la obra lo estético, lo cual en cierto modo es revalorizar la etimología de los términos, y damos a lo estético su carácter más general, ya que, en nuestro supuesto, si lo estético no aparece en la obra es que se ha malogrado, o resulta tan reducido que ha quedado oculto por otros aspectos. Y esta consideración nos encauza en el méto do preciso para abordar la cuestión que nos hemos planteado, pues vamos a analizar los aspectos de toda obra arquitectónica, teniendo a la vista nuestro acueducto, es decir, poniéndolo, en frente com o ob-jec-tum , o mejor, p on ién don os nosotros ante él. La premura a que hacemos alusión al comenzar va a acentuar el carácter de provisionalidad de los resultados, ya que nuestra meta lejana es nada menos que obtener un cuestionario para poner a prueba las distintas teorías que tratan de la estética de la Arquitectura y quizás llegar a unas ciertas precisiones en la esencia de la cosa estéti ca. Para esto se necesitaría llegar en nuestro análisis a desgajar sus distintos aspectos utilizando las coyunturas naturales, de tal modo que cobren una cierta independen cia, pero no en abstracción, lo cual requiere insistir en rodeos cada vez más apreta dos, aunque no es nada perjudicial, que el primero se ciña a la presión de cierta urgen cia, pues las deficiencias e inexactitudes que son irremediables pueden tener siempre rectificación posterior sin consecuencias lamentables, vivencia ésta muy grata para un
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Acueductos romanos en España
constructor de estructuras, donde el rectificar después de una realización no es tan sencillo. El primer aspecto con que nos aparece la obra es como objeto físico : amontona miento ordenado de piedras regularizadas que no son volúmenes sino masas que pesan. Es preciso destacar desde el principio esta cualidad física del pesar, para tener la en cuenta no como cualidad negativa, servidumbre de lo arquitectónico, sino como cualidad positiva de encaje en lo cósmico, donde la obra queda sometida a las accio nes meteóricas y regida por las leyes físicas, pero además en relación d e h om ogen eidad con lo humano. Tenemos un cuerpo y la obra tiene corporeidad y también nos regu lan las leyes físicas. En este mismo sentido tenemos otra condición impuesta por la obra al desarrollarse en tres dimensiones, que nos obligan a compenetrarnos con ella, desplazándonos en torno y dentro para aprehenderla adecuadamente, pues entonces las longitudes se covierten en distancias y los ritmos de sus volúmenes vibran al ade cuarse al tiempo de nuestro caminar. La obra arquitectónica no es perspectiva, ni siquiera una superposición infinita de ellas con gradación de importancia, hay un aspecto físico único donde está la unidad total de la obra. Y esta unidad es además de total, previa, pues si particularizamos en la realidad física de la obra nos vamos a encontrar que nuestra obra arquitectónica es un objeto artificial, lo cual para un griego sería una cualidad perturbadora, pero a nosotros nos va a proporcionar un aspecto positivo. La obra no emergió por naturaleza sino que debe su existencia a un plan, un principio aparte de la fisis, que estuvo en la mente del hombre que la proyectó imaginando todas sus cualidades físicas, entre las cuales su geometría, que incluso pudo haberla definido en su iconografía representada en planos. Esta geometría previa es el objetivo de nuestra contemplación desde diversas perspectivas, pues es preciso que nos adueñemos de la corporeidad de la obra, la cual se nos puede escapar diluida en superficies externas y volúmenes interiores. En el caso del acueducto, la corporeidad manda y se destaca rotundamente. La obra ha ido siendo fin a lid a d primero, intención después y por último térm ino de un acto poyéctico colectivo, entre cuyos participantes se destacan el promotor y creador o inventor de la misma, y este aspecto de la potencialidad que se actualiza debe estar siempre presente en nuestra relación con ella. Este status nacens debe actua lizarse en la recreación por parte del contemplador que la disfrute, pues la obra pone en comunicación humana a ambos personajes, pudiendo el segundo de ellos ser el mismo, en general los mismos, para los cuales fue destinada, o bien cambiar por ser distinta la utilidad que les reporta. Queremos insistir sobre este caracter de utilidad que aparece esencial en la obra de arte, pues normal y arbitrariam ente se escamotea, dándole un tono negativo y enfrentándole con el disfrute estético como incompatibles y contrarios. Toda produc ción estética de cierta envergadura, sea pictórica, escultórica, y no digamos arquitec tónica, ha sido encargada a su autor mediante contrato más o menos formal que regu la un estipendio; así pasó con «La Cena», de Leonardo, o con el «Moisés», de M iguel Angel, y aun cuando el autor se permita el lujo de producirla por su cuenta, lo cual es fácil por ejemplo, en la obra literaria siempre es de una utilidad presente o futura para él mismo. En último término, la utilidad puede estar en el ejercitarse o en el
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Prólogo
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Acueductos romanos en España
considerarse único propietario de su obra. No hay necesidad de recurrir a la visión actual de las buenas inversiones que son las adquisiciones de obras artísticas. Pero mirando sin prejuicios resulta más útil un templo que un acueducto, pues sin el empleo lujoso del agua que éstos transportan se ha pasado la humanidad durante una gran parte de su existencia, pero desde sus primeros tiempos ha tenido necesidad de construcciones culturales para ponerse en relación con la divinidad. Decíamos que la obra de arte establece necesariamente una comunicación huma na que se desarrolla a lo largo del tiempo, teniendo así realidad histórica y como tal abierta siempre hacia el futuro para sucesivos enriquecimientos por las generaciones que van pasando por ella, pero también a la destrucción por las acciones meteóricas y el vandalismo de sus utilizadores que la convierten en objeto de uso indebido, hasta el caso extremo de convertir sus sillares en cal para nuevas construcciones. Esta menesterosidad de la obra nos obliga a cuidarla, intervenir para compensar la pérdida de cualidades resistentes; en lo mínimo asegurar su estabilidad, que es la últim a expre sión de su corporeidad, como también la nuestra estar en pie, pues en horizontalidad reposaremos bajo la tierra. En nuestra intervención máxima podemos devolverle su prístina realidad, como es el caso en la Stoa de Atalo en Atenas, donde se ha restitui do el monumento a sus condiciones iniciales, permitiéndonos sumergirnos en el ambiente material inmediato de los griegos que la utilizaban. A pesar de las protes tas de los detractores de esta obra, que son los más entre los que opinan de ella, cree mos que es el esfuerzo más logrado para acercarnos a los griegos, recogiendo un aspec to por mínimo que sea de la ciudadanía de Atenas, que es el modo más auténtico de reconquistar nuestro pasado. La comunicación se establece porque el autor se expresa en su obra, ésta es en parte un autorretrato, y queda en ella como el faraón en su tumba, acompañado de repre sentaciones de las cosas que la han rodeado en vida, pero estas representaciones son simbólicas y es preciso una hermenéutica para descifrar el m ensaje que nos transmi ten, tanto más difícil cuanto más alejados estemos de su origen. Es preciso un gran esfuerzo intelectual para captar el contenido que hay depositado en las formas, en los símbolos, en los detalles decorativos. El idioma en que están escritos precisa de una semántica y una semiótica complicada. Se ha dicho siempre que la Arquitectura es el arte que refleja de modo más fiel el espíritu d e una época y esto aparentemente está en contradicción con la rigidez de su materia y con la abrumadora cantidad de medios materiales que hay que movilizar en energía y dinero, por ejemplo, para plasmar cual quier obra. Pero precisamente tenemos aquí una nueva relación de homogeneidad con nosotros mismos, la disyunción fondo-forma que desde distintos aspectos apa rece en la evolución de la Estética novecentista y perdura en la del presente siglo, hay que desterrarla al ponerla en correlación con nuestra unidad funcional de alma y cuer po. Y esto refuerza lo que ya habíamos advertido, el homogeneizarnos con la obra a través de las leyes físicas que sirven para ésta y para nuestro propio cuerpo, pues en el esforzarse del hombre para llegar desde la concepción de la idea a su materializa ción definitiva, moviliza una energía que pone en tensión su ánimo, tensión que sólo se aquieta en el logro definitivo, y éste es precisamente el equilibrio entre fuerzas mate riales, consustancial a lo arquitectónico. Obtenemos por un lado equilibrio de la
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Prólogo
materia y por otro serenidad en el ánimo, habiendo traspasado algo biológico nues tro a lo cósmico. La obra permanece y queda ofrecida a nuestros sentidos: al de la vista, que puede apreciar sus líneas, superficies y volúmenes, y en colaboración con el del tacto su cor poreidad, al sentido del equilibrio que coteja su estabilidad, al kinestésico que regu lará nuestros recorridos de penetración, que nos llevarán si hay compenetración a una cenestesia positiva. La arquitectura es el arte que más sentidos ejercita, primero su autor ha de «poner sus cinco sentidos» en tensión para moldear imaginativamente la obra, y lo mismo ha de hacer el contemplador si quiere aprehenderla plenamente. Nos aparece otra vez la relación intersubjetiva y ahora de modo más próximo ponien do en relación directa los órganos sensoriales de ambos, los del creador preparan los campos perceptivos, para que pueda captarlos el contemplador recreando la obra en su totalidad. Pero en la obra no se depositan sentimientos, los cuales brotan en cada ocasión de las percepciones encauzadas por la inteligencia semiente llegándose así a un consentimiento indirecto, lo cual, entre otras cosas, invalida la teoría estética de la empatia (einfühlung), con sus refluencias sucesivas desde el espectador a la obra y de ésta, que no puede retener sentimientos, al espectador. Creemos que el consentimiento estético entre autor y espectadores inagotables, está montado sobre la estructura elemental del mecanismo humano de impresiónexpresión que condujo espontáneamente a la obra dando además su fruición inicial del creador de'algo real, y después cada vez que lo expresado en la obra produce impresión estética en un espectador, a ésta le acompaña la fruición correspondiente a haber aprehendido una realidad. Esta realidad física artificial que es la obra resulta así fuente inagotable de estos sentimientos de placer y dolor como los calificaría Kant, donde el contemplador se sumerge con una satisfacción desinteresada, exenta de ape tito como corresponde a una finalidad sin fin. Sirva este prólogo, que es de un trabajo sobre acueductos de puente, nunca tan ceñida la metáfora, hacia futuras aclaraciones y aplicaciones del programa que enun cia, previa la corrección de sus deficiencias e inexactitudes. Y quiero terminar dando las gracias a los Editores de la Revista por su consumada paciencia, a todos los que me han suministrado datos y fotografías, en especial a mi amigo el profesor García Belli do, que me ha puesto en la pista de algunos de los acueductos, y a Xavier Zubiri cuya amistad y magisterio son mis dos más firmes pilares para edificar en lo teórico.
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Vista en escorzo del acueducto del diablo o de las Ferreras
I
Los acueductos romanos
Los acueductos de los romanos
El tema del puente romano se enriquece al considerar las obras de fábrica que en las conducciones de agua (ductionis aquaej soportan el canal sobre el terreno mediante arca das (arcuationibus), obras que denominamos acueductos, tomando el sentido estricto de la palabra, que también puede aplicarse a toda la conducción en sentido general. Esta especialidad del puente: el acueducto, es típicamente romano, y no sólo porque surge en Roma como solución a problemas planteados por primera vez en su suelo, sino porque representa una de las realizaciones donde el genio romano se manifiesta de un modo más cumplido, siendo, por un lado, eficaz instrumento para el logro de sus obje tivos inmediatos más propios, y por otro lado, meta perfecta a la necesidad de todo pue blo de encontrar una expresión propia a través de las artes plásticas. Anteriormente, en Oriente y Grecia, se había resuelto el problema de la conduc ción de aguas para abastecimiento de ciudades y para desagüe de lagunas. Los roma nos heredaron las técnicas correspondientes de estos pueblos, así como las de sus ante cesores los etruscos, y las aplicaron primero para el segundo fin de los indicados, en desagüe de terrenos pantanosos y en el de saneamiento de su propia ciudad. De los artificios que hoy día empleamos en la construcción de abastecimientos, poseían desde el principio el canal a nivel superficial o enterrado en galería, y después el sifón que fue invención de los griegos. El acueducto sobre arcadas que se repiten monóto namente a cientos y hasta más de un millar, fue la invención romana. El problema del acueducto aparece cuando ya están resueltos los del puente y los del arco honorífico o triunfal, y toman de aquél la repetición del motivo y de éste la verticalidad y monumentalidad solemne. A su vez, el acueducto reacciona sobre el puente, imponiéndole la rasante horizontal que el agua exigió a su coronación, rom piendo con la geometría ritual de simetría a dos vertientes y, en consecuencia, con la variabilidad de luces de los arcos, estableciendo la igualdad de todos ellos, lo cual tiene su virtud en el aspecto constructivo. En una construcción utilitaria y rural, consiguen una realización monumental e imperial que expresa del modo más adecuado el poderío de Roma, manifestando en la propia capital la grandeza de sucesivos pretores y emperadores en competencia, y manifestando en las otras ciudades del imperio el dominio contundente de la metró poli. En el presente, a distancia de casi veinte siglos, algunos sirven todavía; otros están en perfecta integridad, aunque el agua no circula por su caja, y otros ostentan la dignidad de sus ruinas, mostrando la potencia de esta civilización mediterránea, toda ella orden y claridad.
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Acueductos romanos en España
Símbolo típico de una cultura urbana, enlaza el río, lo más salvaje y potente de la naturaleza, con la ciudad, donde el agua, dominada, permite a sus habitantes satisfa cer una gama importante de necesidades primarias: la bebida, el baño, el disfrute de las fuentes, da energía a la industria artesana, etc. La monótona repetición de las arcadas del acueducto con sus pilares en procesión permanente de servidores que aportan la ofrenda del agua, siempre en vela, como el estado romano protector de sus súbditos. En este ritmo unísono de marcha militar, los pilares son centinelas perpetuos que se repiten el santo y seña, servicio del campo a la ciudad y, al mismo tiempo, imposición de la ciudad sobre el campo y, en defini tiva, servicio e imposición del estado a sus ciudadanos. Se dice que la ruina de los acueductos de Roma motivó el abandono de las vivien das sobre las colinas, y Lyon, una gran urbe en época romana, se empobreció hasta casi desaparecer en la Edad Media, a causa de la ruina de sus acueductos, cuando las inva siones de los bárbaros al comenzar el siglo III. Suerte parecida tuvieron otros acueduc tos, y sólo los árabes renuevan esta cultura del agua, restaurando algunos acueductos inutilizados por la acción del tiempo y más por el vandalismo de los hombres. Tam bién construyen algunas conducciones, aunque de mucha menos envergadura. Hasta los tiempos actuales no se ha llegado a realizaciones con análogo empeño al de los roma nos, siendo ejemplar para esto el caso del abastecimiento de Toledo, donde se ha cerra do recientemente un ciclo completo de soluciones al problema, con la traída romana del Guadalerzas, rueda elevadora árabe, artificio de Juanelo renacentista, aguadores con borriquitos modernos, y nuevo abastecimiento del agua con presa de embalse, conduc ción en canal, acueductos y depósito terminal como en la primitiva romana. Además de su fidelidad a lo romano, dándonos una muestra auténtica de lo que hicieron y, por consiguiente, lo que fueron estos antepasados, y exigiéndonos, por tanto, un esfuerzo para comprenderlos en esta manifestación de su arte por excelen cia, la arquitectura, nos dan también una primera lección de estética, adquiriendo así universalidad y, por consiguiente, actualidad. Desde nuestro punto de vista de inge nieros, esta actualidad es verdaderamente vital y básica para orientarnos en una mejor comprensión de nuestra profesión, y precisamente ahora, cuando las máquinas elec trónicas nos dejan sin trabas hacia lo verdaderamente esencial de nuestra labor. La serie de acueductos españoles constituye una verdadera selección de ejempla res representativos en la evolución del tipo, y van a ser preciosos para intentar este enfoque estético de la arquitectura desde sus raíces más fuertes y sencillas.
Acueductos de la ciudad de Roma
Casi todas las conducciones de agua de la ciudad de Roma, que eran doce en total, llevan el nombre del cónsul o emperador bajo cuyo mandato se construyeron o se reconstruyeron con grandes reformas. En las restantes, es la fuente o el río de donde toman el agua la que califica la conducción. Por orden cronológico son: Aqua Appia, Anio Vetus, Aqua Marcia, Aqua Tépula, hasta aquí de época republicana; después: la Julia, Aqua Vérgine y Aqua Alsietina,
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Capítulo I. Los acueductos romanos
A rca d a s d e l a cu e d u c to te rm in a l de la A qu a M arcia, una de e lla s co n refuerzo p o ste rior. S obre su caja, restos de la de la T é p u la . S egún (8)
del imperio de Augusto; a continuación: la Claudia, y el Anio Novus, durante Claudio; la Trajana, del empe rador español; y la Alejandrina, de Alejandro Severo. La primera de estas conducciones es la Appia, que se construye en 312-311 a. C., siendo censor Appio Clau dio, el mismo que da nombre a la Vía Appia. Tenía 16.561 m (11.130 pasos) con un solo acueducto de 90 m en la llegada a Roma, cerca de la puerta Capena. La segunda conducción es la del Anio Vetus, del año 272 a. C., construida con el botín de las guerras contra Pirro. Tenía 63.640 m y se adaptaba completa mente al terreno, siguiendo la curva de nivel para evi tar obras elevadas. Existe un acueducto de dos pisos en la zona media de la conducción, pero se construyó por Adriano, sustituyendo un largo contorneo. La tercera conducción es la Marcia, que debe su nombre al pretor Q. Marcius, bajo cuyo mandato se llevó a cabo en el año 144 a. C. Totaliza 91.400 m y tiene un acueducto de 9.578 m sobre arcadas de luz 3,50 m y 15 dovelas, con pilares de 3 x 2,50 m, todo de opus quadrata, con ligero almohadillado. Experimenta una reconstrucción radical bajo Augusto, en el año 4 a. C., y otras dos bajo Tito y Caracalla. Las arcadas se destruyeron en su mayor parte por Sixto V.
A rcos n e ro n ia n o s en p ro lo n g a ció n de Aqua C la u d ia . S egún (3)
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Acueductos romanos en España
Las tre s co n d u c c io n e s M a rcia , T é p u la y Ju lia s u p e rp u e sta s en el e m p a lm e de P orta T ib u rin a . S egún (8)
R estos de las a rca d a s del A qua Virgo. Según (8)
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Capítulo I. Los acueductos romanos
R estos del a cu e d u c to te rm in a l del A q u a C la u d ia con los re fu e rzo s de la re sta u ra ció n de los Severos. S u p e rp u e sto s los restos de su ca n a l y los de la A n io Novo. Según (3)
La cuarta se denominó Aqua Tépula, construida en 125 a. C. con un recorrido subterráneo de 17.745 m. Esta es la última construcción de época republicana, pues la siguiente, que es la Julia, se llevó a cabo por Agripa, en 33 a. C., que, aunque al principio fue prolongación de la anterior para recoger nueva fuente (la fons Giulia), cuya agua se incorporó a la de aquélla, después abandonaron ambas la canalización primitiva, construyéndose una nueva que llevaba el caudal total, si bien al llegar a Roma se volvíán a separar, es decir, se hacía una partición en proporción de las apor taciones. En esta nueva traída, ambas conducciones superpuestas se montan sobre el acueducto final de la Marcia, que como ya hemos indicado tenía 9.578 m. Sigue a la anterior, en el mismo orden cronológico que venimos utilizando, el Aqua Virgo, que se realizó también por Agripa, inaugurándose en el año 19 a. C., con reco rrido de 20.875 m, y una obra sobre arcadas de 1.036 m. Todavía, durante el imperio de Augusto se hace una nueva traída de aguas, la Alsietina, con 32.814 m de recorri do y 530 en obra elevada, longitud que se repartía en acueductos aislados. Tenemos después la Aqua Claudia, octava de las doce que aportaban sus aguas a Roma en la última época del Imperio. Se empezó por Caligula, en el año 38 a. C., y se terminó por Claudio, en el 52 d. C., con toda magnificencia, teniendo un acue ducto de 9.600 m que remataba los 68.680 m del recorrido total. Esta conducción fue restaurada en múltiples ocasiones, la primera a los 30 años de servicio, por Vespasia no, y 10 años después, por Tito, aunque deben referirse a reparaciones en la zona alta subterránea. El acueducto termina, con cerca de 10 km de arcadas sencillas, todo en opus quadrata, ha dado fisonomía al paisaje de los alrededores de Roma en la zona correspondiente, y ha sido objeto de sucesivas modificaciones con obras de refuerzo en primera época, y de despojo vandálico después. Probablemente el miedo a la ruina por los efectos de los terremotos, determinó un refuerzo m uy importante en época de Tito, primero, y de Septimio Severo y Caracalla, después. La primera consistió en el apeo de los arcos por otros interiores concéntricos, de fábrica de ladrillo, que redu cen notablemente la luz ya reducida de origen, ya que, además, la fábrica de ladrillo se prolonga en pilastras adosadas a los pilares primitivos. Esto se complementó en ciertas zonas mediante arcos inferiores de apeo que transforman la ordenación de un
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Acueductos romanos en España
solo piso de arcadas en otra de dos pisos. En la segun da reforma, que corresponde a los Antoninos, se maci zó con obra de ladrillo en vano entero, dándose el caso curioso en las ruinas actuales, que de la opus quadra ta queda sólo la impronta de sus sillares con su rústi co almohadillado en la oppus lateritia del relleno pos terior. En este acueducto es de gran interés un ramal construido en tiempo de Nerón dentro de la urbe, conocido por arcos neronianos o celimontanos, por que abastecían la zona próxima al monte Celio, ter minando en el templo de Claudio, con un recorrido de unos 2 km en arcada simple y doble, trayecto que hoy día está casi todo en pie. Este ramal se restauró en diversas ocasiones por los Severos y se prolongó hasta el Palatino de Domiciano, tam bién con doble arcada de ladrillo. En esta conducción hay, además, un acueducto de arcadas dobles con cinco arcos superiores y tres inferiores, pero es de los Severos. Empezada también por Caligula y terminada por Claudio, tenemos la conduc ción del Anio Novo, que se tomaba del mismo río Anio, calificándose entonces de nueva ésta y de vieja la anterior, que ya hemos indicado. Tiene 86.876 m de longitud, pero, en la zona final, su canal quedó superpuesto al de la Claudia, utilizando el mismo acueducto terminal. La conducción Trajana, para servir a la región Transtiberina, recogía tres aporta ciones con longitudes hasta de 11.700 m, y tenía luego trayecto único de 32.500 m. La caja estaba construida en fábrica mixta de reticulada y ladrillo, y los acueductos, que son siempre de pequeña altura, a excepción del que salva al Valle de la Trave, en fábrica de ladrillo. El Aqua Alejandrina, que viene a continuación y es la última, se debe al emperador Alejandro Severo, en 226 d. C. Tiene varios acueductos de arcos elegantes en uno o dos pisos, como el del Valle de Marranella, con 52 arcadas.
R estos de a rcadas del A qua Trajan en el va lle de La Trave
A c u e d u c to de la c o n d u c c ió n A qua A le xa n d ria n a . Según (3)
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Capítulo I. Los acueductos romanos
A partir de la construcción del ramal de la Claudia donde están los arcos neronia nos o celimontanos, todos los acueductos o reparaciones de los anteriores que se aco meten son de fábrica de ladrillo. Con respecto a nuestro tema de los acueductos españoles, tiene interés el estu dio de los acueductos de la ciudad de Roma, que pueden servir de pauta cronológi ca para la fijación de la fecha en los nuestros, tan huérfanos por falta de documen tación. H ay que prescindir de los construidos durante la República, pues está claro que en dicha época no iban a invertirse los caudales del erario público en beneficio de ciudades en comarcas no incorporadas definitivamente. En cambio, durante el Imperio, uno de los problemas que se plantearon en primera época fue este de la incorporación, transformando las poblaciones rurales en urbanas, y uno de los medios más eficaces fue el de proporcionarles las ventajas de este tipo de vida a tra vés de obras públicas utilitarias, de las cuales, la que más directamente afecta al ciu dadano, es la traída de aguas. Tenemos así el recuerdo de los emperadores constructores, lo que nos da una clave para proponer atribuciones en obras cuyos antecedentes directos se descono cen. Este criterio y el de las referencias directas de fábricas y detalles estilísticos de las propias construcciones, son los únicos caminos para la cronometría de las mis mas. Además, cada país tiene su grupo de emperadores benévolos por diversas razo nes, la primera de las cuales es la cuna; así, en España tenemos a Trajano y Adriano; el primero, además, gran constructor de obras públicas, y el segundo, un apasiona do de la arquitectura, a la que contribuyó directamente en los edificios y urbaniza ciones de la villa Adriana y en otras obras importantes, como el Panteón y el tem plo de Venus en Roma. En España tenemos también como favorecedor a Augusto, que estuvo en ella cuando las guerras cántabras, que le ocuparon m uy personalmen te, pues con la terminación de las mismas inauguró su etapa de paz en el Imperio (Pax Augusta).
Acueductos españoles
Para el estudio de los acueductos españoles no poseemos datos fidedignos ni referen cias de época que nos orienten en su cronología. Tenemos que recurrir, como acaba mos de indicar, a los métodos deficientes de las particularidades estilísticas y de exa minar las épocas favorables de protección imperial. Nos contentaremos con hacer una ordenación sucesiva, complementada con hipótesis más o menos verosímiles para referir al emperador correspondiente cada uno de ellos. Vamos a estudiar con algún detenimiento nuestros cuatro acueductos monumen tales: Tarragona, Segovia y los dos de Mérida, Milagros y San Lázaro, de los cuales hemos obtenido un cierto acopio de datos y referencias. Después trataremos el con junto m uy interesante de acueductos de Almuñécar, que se conservan útiles en la actualidad, para dedicarnos como final a recoger todo lo que existe en la realidad y en los libros de los de Sevilla, Toledo, Chelva, Barcelona, Granada, Calahorra, Cádiz, Blanes, Ciudad Rodrigo, etc.
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Acueductos romanos en España
La idea del acueducto de una sola fila de arcadas es repetir con regularidad monó tona el tema del puente con su bóveda sobre pilares, ya m uy afinados en éste, y más al pasar a una construcción que no ha de sufrir los embates de la corriente. Incluso se conserva en alguno de ellos el tema del arquillo auxiliar de aligeramiento de tím panos. En cambio, el agua aquietada en la caja que lo corona exige la rasante hori zontal, que se impondría después al puente. Esta necesidad de conseguir la horizontalidad al cruzar un barranco lleva al acue ducto de dos pisos e, incluso, al de tres, con la idea de nivelar por etapas, idea que debió traducirse en el sistema constructivo de subrayar la horizontalidad al ir coro nando parcialmente la construcción en la cornisas de remate de pisos intermedios. Así, tenemos en Tarragona y en Segovia, pero la idea fue evolucionando hasta termi nar subrayando la verticalidad, con lo cual los pilares ordenan todo el edificio, los arcos quedan en segundo plano, y las cornisas de coronación de sus impostas se inte rrumpen entre cada dos pilares. Esto ocurre en los dos acueductos de Mérida, y espe cialmente en el de los Milagros, con sus pilares de planta cruciforme, que acentúan sus contrafuertes de arriba abajo. Menos acentuado en el de San Lázaro, donde el piso inferior sirve de basamento, todo de sillería toscamente almohadillada en arcos, enju tas y pilares, mientras que los pilares continúan de sillería para arriostrarse en el segun do piso por arcos de ladrillo. En el de los Milagros, sólo es de sillería un arco, el del primer piso en el vano central de los tres que están dentro del cauce del río Albarregas, cuyos pilares moldean basamentos con tajamares adosados en triángulo. En los acueductos de Almuñécar tenemos las cuatro soluciones del problema que se ordenan en el sentido descendente de la corriente, ya que en este mismo sentido crece su altura. El primer acueducto, el del Barranco de Torrecuevas, es un puente que soporta la caja, con sus arcos de medio punto ligeramente alzados sobre el terreno, y los tímpa nos partidos por los arquillos de aligeramiento. El segundo que, con los restantes, forma serie en tres barrancos sucesivos cada vez más profundos, es una fila de arcadas con sus arcos y pilares escuetos; en el segundo de esta serie de arcos tienen la misma luz, pero sus pilares son de mayor altura y quedan arriostrados por un nivel inferior de arcos que se intercalan como si se hubieran añadido después por precaución ante la excesiva esbeltez, mientras que en el último acueducto la parte inferior se nivela en un primer piso que forma como un muro a su vez aligerado con arcos de luz menor, sobre el que arrancan los pilares que soportan arcos de la luz normal, los cuales se con tinúan a ambos lados en arcadas directamente apoyadas sobre el terreno. En los dos primeros acueductos mencionados, Tarragona y Segovia, tenemos el mismo tipo de fábrica opus quadrata, asentada a hueso, sin núcleo interno de hormi gón ni conglomerante alguno entre los sillares, mientras que en los de M érida los sillares, también asentados a hueso, dejan un espacio interno relleno con opus cem en ticiae. El almohadillado, cuando existe, se lim ita por plano en espesor y se recerca en todo el contorno con regularidad. La terminación de paramentos en Segovia es más expresiva por el abultamiento del almohadillado, y la altura de hiladas difiere menos que en Tarragona. En éste, las dovelas tienen un paramento notablemente más liso que el resto de la fábrica, siendo
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Capítulo I. Los acueductos romanos
siempre su estereotomía bastante regularizada. El número de dovelas oscila de 19 a 21. Existen dos tipos de arenisca que a veces se alternan contrastando en textura y color. Su aspecto es idéntico al de la fábrica del llamado Pretorio en la ciudad, pues es contemporáneo. Las molduras que acentúan todas las separaciones entre elemen tos diferentes y subrayan la coronación por pisos son m uy toscas en Tarragona y mucho más afinadas en Segovia, pero donde la diferencia resulta verdaderamente importante es en los pilares inferiores, pues el aumento de sección que en ambos se realiza por escalonamientos de sus dos dimensiones hace esbeltos a los segovianos, mientras que da una gran tosquedad a los tarraconenses. En Mérida se tiene un dominio perfecto de la estereotomía, especialmente en el de los Milagros, con la acentuación del contrafuerte, en el cual los sillares están más nor malizados. Lo arcos no son de medio punto, ya que, aunque el intradós arranca teóri camente a nivel del diámetro horizontal que subraya una cornisa, su boquilla no se desa rrolla de un modo total hasta no independizarse de los pilares, existiendo unos triángulos iniciales con hiladas de sillares o ladrillos dispuestos horizontalmente, de tal modo que estas zonas de arranque más bien constituyen salmeres que trozos de arco propiamente dicho. Cuando se trata de arcos de piedra, estos salmeres proceden de sillares horizon tales que penetran dentro del pilar. Los verdaderos arcos, sean de piedra o de fábrica de ladrillo, resultan así arcos rebajados como en el puente de Alconétar. En M érida tenemos, además de la fábrica de ladrillo en los arcos, la intercalación de la misma en fajeados horizontales de los pilares que atraviesan en todo el plano horizontal el cuerpo del pilar. Estas hiladas decorativas y de ajuste de niveles y traba zón de paramentos es la única concesión a la opus lateritiae en estos monumentales acueductos, cuando ya en los de Roma esta fábrica había eliminado definitivamente a la opus quadrata. También hay que citar el carácter evolucionado de sus molduras. En España se emplea poco la fábrica de ladrillo en la construcción de puentes y acueductos, aunque entre los primeros pueden citarse el de Carmona, el de Alnázcollar, etcétera, y en los segundos, el acueducto de Sevilla, conocido por el nombre de Arcos de Carmona, que correspoxrde a una conducción que viene de las proximida des de Alcalá de Guadaira, primero enterrada, luego sobre muro y después en largas alineaciones de arcadas de un solo piso, algunas de las cuales se conservan íntegras. Al llegar a la zona urbanizada desaparece, pues ha sido destruida por las edificacio nes, conservándose un trozo reconstruido con dos pisos de arcadas, que tienen los tímpanos aligerados. La fábrica de los acueductos de Almuñécar es m uy pobre, lajas de pizarra, tanto en bóvedas como en pilares. Pero su riqueza expresiva supera esta limitación y, por ejemplo, las molduras, que son simplemente de hiladas en saledizo, superponen una, dos o tres, según la importancia de su función, e incluso son de dos vuelos, según la importancia del elemento que coronan. Por las razones que hemos apuntado, creemos que el orden cronológico de los cua tro acueductos principales es el de la sucesión en que los hemos ido enumerando. El primero, además, lo aseguramos en prioridad por la atribución a Augusto, muy vero símil como justificamos en su estudio particular. El segundo lo ponemos en parangón con el Aqua Claudia, por su estilo, como también veremos en su momento, mientras
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Acueductos romanos en España
que a los otros dos los llevamos al siglo I I , por lo menos, contando en él con los emperado res españoles Trajano y Adriano (más bien a este último), de los cuales tenemos testimo nios fidedignos en España, o bien más allá en la época de los Severos, que fueron construc tores de obras públicas en algunas provincias del Imperio. Creemos que el primer acueducto donde se empleó el artificio de la superposición de arcadas es precisamente el de Tarragona, que debió construirse al final de los años 20 a. C., que corresponden al intervalo entre las con ducciones de Roma , Julia (-33) y Virgo (-19); parece ser ligeramente posterior el Pont du Gard, del abastecimiento de Nimes, que es el más monumental y el de luces máximas en este tipo de construcciones. Lo encontramos después en Roma por vez primera en los arcos neronianos, adicionados al Aqua Clau dia, y se repite después en las construccio nes de Flavios y Severos, pero siempre con arcos de ladrillo. En las provincias romanas tenemos muestras abundantes, como Efeso, Patras, Chelles; y en España, en los más importantes: Tarragona, Mérida, Almuñécar, Toledo, etc. El de los Milagros, de Mérida, es
A c u e d u c to de Túnez. S egún (1 0 )
A c u e d u c to de C o n sta n tin a , A rg e lia . Según (1 0 )
A c u e d u c to de C artago
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Capítulo I. Los acueductos romanos
V ista d e l a c u e d u c to de P on t du G ard co n la a d ic ió n de l p u e n te c o n s tru id o en el sig lo XVII o c u lta n d o las arcadas in fe rio re s rom anas. S egún (9)
de tres pisos, así como el Pont du Gard, aunque en éste los arcos superiores son de luz mucho más reducida. El de Toledo pudo ser también de tres pisos y, sin duda alguna, de dos.
Acueductos en otras provincias rom anas
Se han estudiado m uy poco los acueductos romanos, a excepción de los de la ciudad de Roma, que tienen tres tratados monográficos importantes (2), (3) y (4). Hemos procurado reunir toda la información existente sobre los construidos en otras pro vincias romanas, con el objeto de relacionarlos con los nuestros para sacar de ello toda la utilidad posible, por lo cual las referencias aparecerán cuando corresponda. En el artículo de hoy nos referimos al conocido por: Pont du Gard, que hace competencia al de Segovia por monumentalidad y buen estado, y que hemos de poner en relación m uy directa y en competencia con nuestro acueducto de Tarragona.
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Acueductos romanos en España
D ocum entos relativos a los acueductos rom anos en general Referencias históricas y literarias (1 )
S. ]. F R O N T IN U S:
De aquae ductu urbis romae. H e m o s u tiliz a
d o la e d ic ió n d e la C o lle c tio n des U n iv e rsité s de F ran ce, p u b li cad a p o r Les B elles L etres, b ajo la d ire c c ió n d e la A ss o c ia tio n G u illa u m e B u d é. París, 19 4 4 . (2) (3)
E. B. VAN DEM AN :
x a n d ria n a . T H . A SH BY:
The aqueducts o f ancient Rome. E d ic ió n d e I. A .
R ic h m o n d , e n C la re n d o n Press. O x fo rd , 1 9 3 5 .
28
M . E. BLAKE: Ancient roman construction in Ltalyfrom
(8)
E. N ASA:
The building o f the roman aqueducts. C a rn e
g rab ad o s d e esta o b ra re fe ren te s al A q u a C la u d ia y A q u a A le
(5)
(7)
VK^XSKArchaeologyofRome, vol. VIII the A queducts O xfo rd, 1876. g ie I n s titu te o f W a s h in g to n , 19 3 4 . H e m o s u tiliz a d o los fo t o
(4)
(6) G. LUGLI: La técnica edilizia romana, 2 vol. Bardi editore. Roma, 1957. Hemos tomado los fotograbados de algunos acueductos de la ciudad de Roma. Aqua Alexandriana.
Monumenti antichi di Roma e suburbio. Il le grande operepubliche. R o m a, 1 9 3 4 , cap . V , G li A c q u e d o tti, p 3 2 9 -4 0 2 .
G . LUG LI
theprehis toricperiod through theflavians. Carnegie Institution. Washing ton, 19 4 7 -5 9 .
Bild lexikon zur topogiaphie des antiken rom, 2 tomos: Deutsches Archäologisches. Institut Tübingen, 1 9 6 2 . Hemos tomado los fotograbados correspondientes al Aqua Virgo, Aqua Marcia y Tépula.
(9) C O SfO -P lJO A N : Suma artis. Historia general del arte. Tomo V. Arte romano. Hemos tomado los fotograbados correspondien tes a acueductos en provincia africanas.
Il
Acueducto de Tarragona
Conducción de aguas
Este acueducto, conocido por «puente de las Ferreras», al denominarse así el barran co que salva y por el apelativo frecuente en estos monumentos de «puente del dia blo», servía al abastecimiento de Tarraco hoy Tarragona, llevando el agua del río Gaya desde Pont d’Armentera, cerca del monasterio de Santas Creus, y a 10 km al E de la ciudad. La conducción se desarrolla por el valle del Francolí, pasando por Villarodona y Vallmonll, y por el Fuerte del Olivo cerca de la ciudad, penetrando en ella por la llamada Falsa Braga del recinto amurallado, en cuya entrada se conserva un resto del mismo, dividiéndose allí en dos ramales, de los cuales uno iba hacia la ciudad alta, y el otro hacia la ciudad nueva, según Schulten. Se conserva otro resto al N de la ciu dad, junto a la fuente de los «Cuatro Algarrobos», a unos 250 m al E de la carretera de Valls. El canal se desarrolla en trinchera y a trechos en túnel, no existiendo otra obra de arte que la del acueducto que tratamos, el cual se encuentra a unos 4 km al N de la ciudad, a la vista y m uy próximo de la carretera de Tarragona a Lérida.
Historia
No hay dato alguno relativo a su construcción, ni siquiera acerca de su existencia en época romana. En cambio, es conocido por los geógrafos árabes, entre ellos Al-Makkari, que lo cita como ejemplo de los acueductos descritos por otro autor Ibnu-Ghalip, diciendo: «que conducía el agua desde el mar a la ciudad por una hermosa llanu ra y de un modo admirable sirvió para mover todos los molinos de piedra de la ciudad, siendo en conjunto uno de los más sólidos, magníficos y mejores de los monumentos hasta el presente construidos». Según referencia de Puig y Cadafall, de quien copiamos la cita anterior, fue restaurado en tiempo de Abderramán III, sien do muy visible en el monumento la obra correspondiente. En los años 1781-90 se restauró toda la conducción, poniéndola de nuevo en ser vicio por los arzobispos de Tarragona J. de Santiyán y Valdivielso y D. F. Armañac, llevando la obra el arquitecto J. A. Rovira, quien, por su feliz actuación, fue nombra do académico de número de la Real Academia de San Fernando. En los años 1855 y 1856 la Comisión Central de Monumentos restauró el acueduc to, atendiendo a su estado ruinoso, aunque de nuevo en el año 1880, a juzgar por la fotografía que ilustra el tomo relativo a Cataluña de la obra: España, sus m onum entos y
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Acueductos romanos en España
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sus artes , tenia la caja completamente destrozada, bn esta misma obra se da la rererencia de que en dichas condiciones que hacían difícil el tránsito a pie a lo largo de la coronación, por el vértigo correspondiente a su gran altura en el centro, alguien apostó que lo pasaría a caballo, y lanzado a ello encontró un quiebro de la solera en la zona central, frente al cual el caballo se detuvo sin que le forzara a proseguir todo el tesón del caballero puesto en las espuelas y en la voz, por lo cual se apeó y le vendó los ojos, consiguiendo de este modo ganar la apuesta. También se atribuye esta haza ña de cruzarlo a caballo a la reina Isabel II cuando lo visitó. Hoy está interceptada la caja con sendas verjas de hierro en sus extremidades para evitar el paso. En las fotografías que se publican en el libro ya citado de Puig y Cadafall, que son de este siglo, siguen apareciendo destrozados los cajeros, así como una parte de la cor nisa corrida del primer piso, pero hoy está completamente restaurado, existiendo dos muretes continuos de mampostería que forman caja en su coronación, absorbiendo los restos antiguos, que destacan por su color más oscuro. Es monumento nacional número 874.
V ista desde la ladera de re ch a del b a rra n co de las Ferreras
V ista desde aguas ab a jo
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Capítulo II. Acueducto de Tarragona
Descripción
D o b ie página s ig u ie n te G rabado del Voyage p itto re s q u e de l ’ E spagne, de A. de L a b orde [2 ]
La obra consta de dos pisos de arcadas, siendo 11 en el inferior y 25 en el superior, y se corona a una altura máxima de 26 m, con una longitud total de unos 200 m, en la que se cuentan las extremidades sobre muros. Los arcos son todos de la misma luz, 5,90 m, con irregularidades de ± 15 cm de luz, que deben corresponder a 20 pies romanos, alcanzando la distancia entre ejes de pilares 7,95 m, es decir, unos 26 pies. Las luces de los arcos superiores se conservan en los inferiores, pero, en cambio, la anchura de las bóvedas aumenta ligeramente, ya que, descendiendo desde la caja, la latitud del monumento aumenta por escalones de medio pie, cada vez que se pasa por una de las cornisas que ordenen horizontalmente la superposición de elementos arquitectónicos. El tramo anterior de canal excavado en la roca se enlaza con la caja del acueduc to mediante fuerte curva y rápido desnivel sin regularizar una y otro, apareciendo en el fondo restos de opus signinum del revestimiento que continúa en todos los trozos de la caja antigua que existen sobre el acueducto. Las bóvedas superiores con 1,86 m de anchura (6 pies) se despiezan en 19 ó 21 dovelas, destacando siempre una en clave y adosadas a hueso, con perfecta regulari dad en los planos radiales de juntas. Las dovelas de arranque de cada dos arcos adya centes forman un solo sillar pentagonal, especialmente cuidado y con labra más fina que los restantes. El trasdós de las dovelas se ajusta a las caras de los sillares de tím panos, para lo cual las líneas horizontales correspondientes a las hiladas de estas zonas definen los vértices del contorno poligonal que recortan las dovelas en su trasdós. Esto debió obligar al retoque de las dovelas ya colocadas cuando se procedía a colo car los sillares de tímpanos, existiendo algunas con entrantes especiales para recibir las salientes de los sillares correspondientes. En casi todos los arcos, las segundas dove las, a partir de arranques, se prolongan para llegar al contacto con la simétrica del arco adyacente, que le había precedido, lo cual nos indica la dirección en que avanzaba la construcción. También se observa, aunque con menos frecuencia, esta misma disposición en las terceras dovelas. , , . . ., . , ... espacio de tímpanos se enjuta con cuatro o cinco hiladas de sillares que enra san a nivel de trasdós de clave, corriendo una cornisa a todo lo largo de la obra, que se prolonga en las zonas terminales sobre muros. Esta cornisa es una hilada en vola dizo, que da una simple moldura rectangular con menos altura que todas las demás
ESCALA
A lza d o general
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Acueductos romanos en España
Capítulo II. Acueducto de Tarragona
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A lza d o y p la n ta de p l. LVI del G rabado d e l Voyage p itto re s q u e de l'E sp a g n e , de A. de L a b orde [3 ]
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G il scu ljis.
G rabado de la España Sagrada, d e l P. de E n riq u e Florez [1 ]
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Acueductos romanos en España
TA RRA GO N A
ROMANA
f 'í ilr y ú 'J /
D. S o l erano.
ÄCSHIlIBtDKSTO ® ® S G M ® o L ito g ra fía de la obra Tarragona m o n u m e n ta l [4 ]
G rabado de la obra C rónica G eneral de España [5 ] A c u e d u c to de T arrag o n a.
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Capitulo II. Acueducto de Tanngona
(unos 48 cm, que correspondería a 1,5 pies). Esta hilada se mantiene a nivel corri giendo las irregularidades acumuladas hasta ella, debiendo quedar en normalidad tan gente a claves, por lo cual se intercalan sillares de reducida altura, cuando esto no se logra; o bien, cuando la desviación es más pequeña, los mismos sillares de cornisa engloban este recrecimiento en un escalón de su paramento a haces con el plano ver tical definitorio de bóvedas y tímpanos. El festoneado de bóvedas se lim ita de modo análogo inferiormente por voladizo de la hilada superior del pilar, que forma de este modo cornisa, resolviendo por igual en las cuatro caras de éste. Esta cornisa resulta de altura igual a la hilada normal de 60 cm. Los pilares del piso superior son prácticamente iguales con sección de 2,05 x 1,86 m / 7 x 6 pies) y altura de 4,50 m, descontando la cornisa de coronación. Sus fustes lle gan a la coronación del piso inferior que se realiza también con una hilada comple ta destacada en voladizo por ambos paramentos, y con un espesor prácticamente igual al de la cornisa superior. Esta inferior no muere en el terreno, sino que revuelve en los pilares extremos de las 11 arcadas que constituyen el piso inferior, quedando cor tados verticalmente los tímpanos de los últimos arcos. Al desaparecer los arcos inter medios, los pilares continúan con la misma sección, amoldándose en altura al terre no. Los últimos arcos superiores quedan sin pilares, arrancando finalmente de simples cornisas a nivel del terreno. La caja continúa por ambos lados sobre muros revestidos con opus incertum hasta empotrarse en ambas laderas. En las bóvedas inferiores con sus enjutados se mantiene la misma estereotomía que en los superiores, aunque la anchura ha aumentado en 1 pie. En cambio, la mor fología de los pilares cambia totalmente, pues se convierten en escalonados, después de un cuerpo superior de tres hiladas (5,5 pies aproximadamente) con fuste en los cuatro frentes, verificándose los escalonamientos cada dos o tres hiladas, hasta llegar, en los de mayor altura, a una sección en la base de 3,75 x 3,08 m (12,5 x 10 pies), des pués de cinco escalonamientos y 14 hiladas. Los escalonamientos claves suelen ser de 1 pie. Al llegar al terreno no se aprecia ensanchamiento para formar un basamento en cimientos. La caja que corona la obra, finalidad de la misma, ha sufrido restauraciones muy importantes, como atestiguan las fotografías que hemos indicado para las últimas. En la actualidad son dos muretes de manipostería directamente sobre la cornisa del segundo piso de arcadas, enlucidos interiormente en continuidad con el fondo. Los muretes son de 1 pie y dejan un espacio de 2,5 pies, aunque éste disminuye con el revestimiento de unos 2 cm. Estos muretes han sido las partes más vulnerables a la acción destructora de bárbaros y gamberros de todas las épocas. Parece muy proba ble que, salvo la época romana y unos cortos períodos después de las reconstruccio nes generales de la conducción, en el resto de su vida el acueducto no ha podido cum plir su misión. La estereotomía de toda la obra es sencilla y correcta, con patrones que se man tienen con bastante regularidad. En los arcos superiores, las dovelas son de una sola pieza, salvo las de arranque, que son siempre dos de la mitad de espesor, ya que, como hemos indicado, sirven a dos arcos adyacentes, formando un sillar pentagonal.
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Acueductos romanos en España
En las dovelas inferiores, cuya anchura difiere únicamente en 1 pie, de las superiores, las dovelas se parten normalmente en dos o tres, aunque hay algu nas enterizas. En pilares superiores, lo normal es que haya dos sillares en caras laterales con juntas alternado en hiladas sucesivas, aunque también llegan a tres, y excepcionalmente queda uno solo. En los frentes, la alternancia normal es 2-3, habiendo algunos sillares enteros que se han partido accidentalmente con bas tante frecuencia. La altura de las hiladas que se con serva con regularidad, viene a ser de 50 a 64 cm, es decir, 2 pies. La longitud llega hasta 1,40, existien do bastantes con sección vista en cuadrado. En los pilares inferiores, con tanta variación de dimensiones lineales en planta, desaparecen los sillares enterizos y tenemos dos, tres y cuatro, tanto en caras laterales como en frentes, conservándose alguna partición en dos hasta las bases. También se mantiene la construcción en la altura de las hiladas.
F otograbado de la obra C a talu ñ a : sus m on u m e n to s y a rte s [6 ]
D e ta lle s de la e s tru c tu ra en a lzado y se cción v e rtic a l
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Capítulo II. Acueducto de Tarragona
V ista en escorzo desde el fo n d o del b a rra n co
Las cornisas de coronación de pilares, que son también de arranques de bóvedas, alinean dos o tres sillares, llegando excepcionalmente a cuatro en alguna de sus caras. Los sillares de cornisas corridas son bastante irregulares en longitud y no guardan coincidencia con ninguna alineación vertical. En cuanto a la labra de superficie, se observa mayor finura en las dovelas y espe cialmente en las de arranques comunes a dos arcos adyacentes. Las enjutas de arcos inferiores aparecen también más planas que las de caras de pilares donde se observan dos tipos de labra: unas con almohadillado recercado y otras casi planas. De vez en cuando existen sillares con un almohadillado m uy saliente, generalmente en caras cuadradas. Pero el almohadillado tiene la acentuación máxima en las cornisas, donde, como ya hemos indicado, las dimensiones son bastante irregulares, siendo algunas cuadradas. En ningún caso se observan sillares aislados en vuelo. Los muros triangulares que encuadran la ordenación en arcadas son de opus incer tum, con estructura cem en ticiae interna y con paramentos de mampuestos de canto rodado, más acusados que en la caja que los corona. Entre todos los acueductos españoles que consideramos, es el de fábrica más sen cilla {opus quadrata, sin opera cem en ticiae ), y la luz de los arcos es la normal entre los de gran número de vanos. El diseño es clásico desde los primeros ejemplares de su especie, aunque los pilares inferiores con el doble escalonamiento tan repetido den una nota de tosquedad poco frecuente en obras de altura análoga. Esto es un deta lle de falta d e ‘dominio (arcaísmo) en el proyecto básico, que se conjuga con el de . . r i n · -, simplicidad de las cornisas en lo que se refiere a detalles. La misma solución con una
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tosquedad todavía más acentuada, encontramos en el acueducto de Constantina y no en el de Cherchell, ambos en Argelia. Recuerda en simplificación máxima y a escala reducida al Pont du Gard, que ser vía a la conducción para abastecimiento de Nimes, en el cruce de dicho río. Se dice que este acueducto fue el primero donde se utilizó la superposición de arcadas; está fechado, sin gran seguridad, hacia el 18 a. C ., y su construcción fue llevada a cabo por Agripa, el lugarteniente de Augusto. En las distintas reparaciones se han encajado sillares enteros, se han rellenado los huecos de algunos con canto rodado y con ladrillos, y en los menos se ha enlucido el paramento con mortero de color rosa. Es lógico que fuera Tarraco una de las ciudades más importantes en el comienzo del imperio romano, la primera que tuviera una conducción de aguas de importan cia, y resulta m uy verosímil que se lo deba directamente a Augusto, quien tuvo en ella su cuartel general cuando las guerras cántabras, en los años 26-25 a. C., y la con virtió en capital de la provincia, honrándola con el sobrenombre de Triumphalis, en recuerdo de la feliz terminación de la campaña, quedando nuestra ciudad con la desig nación oficial de Colonia Julia Urbs Triumphalis Tarraco. César la había elevado al rango de colonia en el año 45 a. C., inmediata mente después de la batalla de M unda, dándo le el apelativo de Julia.
Problem as arqueológicos
Salvo la remota referencia a la estancia de Augusto en Tarragona en 26-25 a. C ., que ha servido de base a la suposición que aventuramos al final del párrafo anterior, no encontramos dato ni noticia que nos permita datar el monu mento. La verosimilitud de nuestra atribución ha de apoyarse en razonamiento simple y en considera ciones breves sobre las características técnicas y estilísticas del monumento. El razonamiento a que aludimos tiene como premisa el no situar la obra de la conducción antes del principado de Augusto, pues cuando la conquista de las provincias era la tarea a realizar fuera de Italia, la obra pública que corresponde es la calzada de penetración primero, y de con solidación después, del territorio que habría de construir el Corpus del Imperio. Mientras esto no fuera una realidad, no podía el Estado roma no derrochar sus caudales en beneficiar algo no
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propiamente suyo. Argumento que se invierte en cuanto dicha realidad se consigue. El fin de las guerras cántabras puede ser el punto preciso de la transición, y en ese ins tante tuvo Tarraco una situación privilegiada. En detalles estilísticos tiene el monumento toda la sencillez de la arquitectura de Augusto. Simplicidad por dominio de problemas técnicos, que por vez primera per miten sobriedad. Como hemos visto, la estereotomía está perfectamente regularizada. El tema de la arcada se ha depurado a través de los puentes, puertas y arcos hono ríficos, y en acueductos tenemos ya la gran obra del terminal de la Marcia, con su millar y más de arcadas. Pilares, bóvedas, tímpanos y cornisas recogen la experiencia de anteriores realizaciones y las interpretan del modo más escueto y estricto, sin mol duras ni otras licencias decorativas. Incluso el almohadillado, que es la puerta de esca pe al expresionismo, acentuando en la rudeza del desbaste la fortaleza propia de la obra ingenieril, resulta contenido, al limitarse en superficies planas y recuadrarse mediante fajas de reborde uniforme y finamente labradas. Además, esta licencia se utiliza únicamente en los pilares, elementos robustos de la construcción, y en las cor nisas, que dan la textura horizontal. Toda la apariencia de los paramentos, lo mismo en el despiezo correspondiente a la estereotomía, que en el terminado de las superfi cies, es idéntica a la de los monumentos tarraconenses de esta época, existiendo coin cidencia perfecta, pues se ha utilizado la misma piedra. También podemos comparar la terminación de paramentos con otras obras ingenieriles de la misma época, el puen te del Alcanlavill, en el trozo de vía romana de Hispalis a Gades. Llevando nuestro razonamiento hasta el límite, damos a nuestro monumento la prio ridad en el empleo de la solución de doble arcada. En Roma, este artificio no aparece A rca d a s de trá n s ito e n tre zonas de uno y dos pisos
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Izq u ierda D e ta lle del e n la ce de arcos tím p a n o y p ila r en las arca d a s su p e rio re s
D erecha A rco , tím p a n o y co rn isa de una arcada del p iso in fe rio r
hasta los arcos neronianos, que prolongan el Aqua Claudia hasta el templo de Clau dio, y en provincias, el otro acueducto que puede disputarle la primacía es el Pont du Gard, que ya hemos citado. Resolvemos la pugna a favor del tarraconense por ser el problema más sensillo de resolver en él, sin río que lo complica extraordinariamente, y, además, la escala geométrica 230 m de longitud y 47,40 de altura, contra 200 y 26 m, respectivamente. Los arcos de Pont du Gard llegan a 24,50 m de luz, que es de las máximas en puen tes romanos, y además la solución resulta más complicada, pues se superponen tres pisos, dos de arcos de la misma luz, y el tercero con luz terciada. Es lógico que Agri pa, a cuyo cargo estuvieron las dos obras, y era intendente de aguas de Augusto, ensa yara esta importante innovación en una obra sencilla, y no en una de las de máxima envergadura de la ingeniería romana. Estado a c tu a l de la ca ja en la a lin e a c ió n del a cu e d u cto
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Las cornisas del acueducto de Tarragona son las más simples que pueden idearse, simple resalto de una hilada de sillares, mientras que en Pont du Gard se introducen listeles, cuartos de cículo y cavetos. Reduciendo a cifras las suposiciones, a partir de las fidedignas del 26-25, estancia de Augusto en Tarragona; la de 33 a. C., ejecución del Aqua Julia; la del 19, corres pondiente al Aqua Virgo; y la del 16, fecha de la muerte de Agripa; podemos situar nuestro acueducto al final de los años 20, que va bien, además, con la fecha del 18 que se atribuye, no sabemos con qué fundamento, al Pont du Gard. A propósito del Pont du Gard, es preciso deshacer un malentendido que parece derivarse de las referencias que a él se hacen en publicaciones modernas. Esta obra fue construida por los romanos exclusivamente como acueducto, quedando un mar gen de anchura entre la plataforma del primer piso y los pilares del segundo, que podía servir para el paso de caminantes. En el siglo XVII se adosó un puente cons truido íntegramente por los ingenieros franceses para la carretera correspondiente. Se Zona c e n tra l de m áxim a a ltu ra : alzado
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Zona c e n tra l de m áxim a a ltu ra : escorzo
adosaron sus pilares a los romanos y se amoldó el tablero al primer piso del acueduc to, aunque con un ligero decalaje, puesto que el paso romano es horizontal, y la pla taforma moderna tiene rasantes simétricas a dos vertientes.
Problem as ingeníenles
Con arreglo a nuestras hipotéticas deducciones, en este acueducto se aplica por pri mera vez la solución de la superposición de arcadas para elevar una plataforma, sobre el suelo, a una altura que se considera superior a la que permiten los elementos estruc turales disponibles directamente, o a lo que aconseja la utilización económica de la fábrica que va a emplearse. Esta idea de la superposición habría de ser m uy fecunda, especialmente en la arquitectura de nuestro país. Es el segundo paso en el desarrollo de soluciones del acueducto propiamente dicho. La primera es la de repetición de arcadas con altura variable, de la cual, la primera apli cación extraordinaria está en la zona terminal de Aqua Marcia, que se desarrolla en más
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A lzado y se c ció n del P ont du Gard según D are m b e rg y S e rlio . Se a p re cia en la se c ció n el adosado del p u e n te del sig lo XVIII (1 1 )
de 9,5 km de longitud. La segunda se debió llevar a cabo indiscutiblemente lejos de la capi tal, porque el caso más próximo al nuestro, el Pont du Gard, es también anterior al de los arcos neronianos o celimontanos, que son del imperio de Nerón, como ya hemos estableci do. Es lógico que estas innovaciones construc tivas se introdujeran por los ingenieros hidráu licos, fuera de la capital, pues en esta primera época debieron ser los mismos que dirigían las construcciones de Roma, ya que la trascenden cia de un fracaso se atenuaba con la distancia. La aparición del acueducto como tipo específico dentro de los puentes tiene lugar, como ya hemos dicho, en el terminal del Aqua Marcia. En los pasos de vías o arroyos de la misma conducción, estamos den tro del tipo clásico de puente; pero en la zona terminal que indicamos, el terreno nos ha abandonado, el plano cuasi-horizontal que va definiendo el nivel del agua se ha quedado en el aire, despegándose definitivamente del terreno bajo él, cuando toda vía está lejana la meta adonde nos dirigimos. No se puede descender rompiendo pre sión, artificio conocido de sobra por los ingenieros romanos, puesto que hay que lle gar con el agua y abastecer la población de las colinas. Problema nuevo que habían planteado la geografía de la campiña romana descendente desde todos lados hacia la ciudad y el emplazamiento de ésta sobre las siete colinas. Las conducciones anterio res desde fuentes a nivel inferior abastecían únicamente las zonas bajas de la ciudad. Resolver el problema de mantener en alto la caja del canal en un recorrido de miles de pasos, fue una verdadera innovación, y el solo hecho de afrontarlo revela la volun tad de dominio que animaba a ingenieros y gobernantes romanos. Había que levan tar más de mil arcadas y es preciso darse cuenta del gran esfuerzo mental y material que se precisa para concebir primero y realizar después, tal ringlera de pilares perfec tamente alineados e igualmente repartidos. Es un empeño sólo equiparable al que realizaron los hombres del paleolítico en Karnak.
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Desde el punto de vista ingenieril, el acueducto fue la primera versión del viaduc to, puente que se desentiende del río, al que desdeña desde la elevación de su rasante. Como hemos visto ya en las conducciones de la ciudad de Roma, existen dos sub tipos de acueductos: el terminal y el acueducto intermedio, en que se salva bien un río o bien una depresión del terreno. En realidad, son sólo dos: el acueducto-puente y el acueducto-viaducto, perteneciendo al segundo, tanto los terminales como los intermedios en que la rasante se despega francamente del terreno. El tipo viaducto no se da en los puentes romanos, ya que la flexibilidad de la cal zada para adaptarse al terreno prepara con antelación la cota de paso del río, bajan do y subiendo para reintegrarse en ambos sentidos a la vía correspondiente. El via ducto no ha extendido su campo de aplicación fuera de los acueductos, sino a la llegada de las vías férreas y después con las autopistas, y precisamente por la cualidad análoga de ambas, de su inadaptabilidad al terreno en las zonas accidentadas a con secuencia de la limitación forzosa en la disminución de las curvas, y en la inclinación de sus rasantes. En esta última, el acueducto extrema la exigencia al ser casi horizon tal su rasante teórica, por lo cual la adaptación al terreno le obliga a los contorneos sinuosos de la curva de nivel, que en muchos casos pueden atajarse al cruzar por el aire entre dos laderas opuestas. Éste es el caso del acueducto que ahora nos ocupa, salto entre dos laderas que aho rra el contorneo del valle, pero no obligado, como ocurre en los acueductos finales de Roma, Segovia, Toledo, etc., donde la ciudad está erigida en alto y no hay otro recur so para llegar a ella. Ahora tenemos alternativa y es un problema económico el que lo plantea, economía que no es sólo de coste, sino de longitud, muy interesante en la explo tación, lo que aconsejó cortes en las conducciones de Roma mediante acueductos ele vados, introducidos por emperadores reformistas. En estos casos la altura está en rela ción con el rodeo que corta, siendo un índice de su eficacia, lo que llevó a aumentarla sucesivamente, llegando a pedir la doble arcada por esbeltez excesiva de pilares. Según nuestras suposiciones, en el acueducto de Tarraco se resolvió por primera vez este problema de la superposición de arcadas, es decir, la de un acueducto sobre un puente, con lo cual se salva la dificultad en dos etapas, enrasando primero un piso intermedio para llegar en el segundo a la altura debida, o repetir una vez más la ope ración cuando ésta lo aconseje, como es el caso en el Pont du Gard. En nuestro acueducto esta idea se ha plasmado de un modo definitivo, el primer piso se ha obtenido enrasando los tímpanos de la fila inferior de arcadas y recalcando el nivel con una hilada complementaria de extremo a extremo, que avanza por ambos
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costados en voladizo, formando de este modo una sencilla cornisa. Sobre ella se repi te la misma ordenación, ahora completamente regularizada y volvemos a coronar con idéntica cornisa, sobre la cual se asienta la caja que es la coronación definitiva. Un defecto de esta disposición, que resalta con más fuerza en este acueducto y en el de Segovia, en lo que no existe aglomerante que dé monolitismo a los tímpanos, es el de apoyar los pilares superiores sobre el enjutado de los tímpanos, que rellenan do los triángulos curvilíneos entre bóvedas parecen ejercer un efecto-cuña contra ellas. Acentúa la impresión de castillo de naipes que da la superposición de arcadas, lo cual les llevó a reforzar de un modo excesivo los pilares centrales en su zona inferior. Esta disposición la tenemos en unos cuantos acueductos de un solo piso: Chelva, en Espa ña; Constantina, en Argelia; etc. La evolución morfológica de la idea de superposición empujada por esta insatis facción del aspecto que da su traducción más sencilla, acentuando las horizontales, condujo, en la serie de acueductos españoles, a la acentuación de las verticales, orga nizándose los pilares como tema principal, relegando los arcos a un enlace entre ellos a diversas alturas. El ejemplar más perfecto de la serie es el acueducto de los M ila gros, de Mérida, ordenado en tres pisos. Daremos los tres dibujos y fotografía del acueducto denominado Pont du Gard sobre el río de este nombre en la conducción de Nimes, para que puedan comparar se su estructura y sus fábricas con las de nuestro acueducto. Pueden apreciarse las semejanzas en'la estereotomía y en el terminado de los sillares. Probablemente fue ron los mismos ingenieros, los constructores de ambos, y parece lógico suponer pos terior al Pont du Gard, obra de mucha mayor envergadura y mejor resuelta.
Problem as estéticos
La superposición de arcadas en un acueducto de tipo viaducto, como es el que ahora estudiamos, nos recorta en el segundo piso una faja de cielo, en la cual puede dise ñarse con toda libertad el festoneado de la arcada múltiple superior, ya que, ni desde la zona inferior las cimentaciones mandan, ni en las zonas laterales los triángulos de enlace al terreno, tienen importancia frente a la longitud de la banda rectangular donde ha de inscribirse el ritmo monótono de arcos y pilares superiores. Son 25 arcadas en total, de las cuales las cuatro extremas de un lado pierden por completo sus pilares y sólo 11 reposan sobre la plataforma artificial que les propor ciona el piso intermedio, aunque si éste hubiera sido prolongado hasta el terreno por ambos lados pudiera haber recogido casi dos arcadas más por cada lado. Este piso queda cortado bruscamente, mientras que la cornisa superior se prolonga hasta morir materialmente en el terreno. En este ejemplar se adoptan proporciones que habrán de conservarse por lo menos en los otros acueductos españoles de doble arcada superpuesta. Así, en los huecos supe riores se combina un cuadrado con un semicírculo, es decir, altura = vez y media la luz, y se da a los pilares la tercera parte del ancho del vano, porporción esta última que se afinará en Segovia, donde es la cuarta parte. El ático que corona el monumento y que
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responde escuetamente a la altura de caja es la cuarta parte de la luz. Ésta resulta 30 pies, aunque la real se aproxima más a 5,90, en las que hemos medido directamente. En el piso inferior los arcos se conservan iguales, no así en Segovia, donde son de menos diámetro, pero sí en los dos pisos de Mérida, y los pilares de altura m uy varia ble se van engrosando de modo discontinuo por aumento de sus dos dimensiones. Esta idea se realiza en casi todos los acueductos, exceptuando los Milagros, donde los pilares se mantienen con sección constante en la altura; pero en el caso de Tarrago na, la realización ha sido bastante tosca, por la brusquedad de los incrementos suce sivos de sección que les quitan esbeltez. Con respecto a un puente tenemos esa libertad expresiva que hemos indicado para el piso superior. Se trata de un problema puramente geométrico, sin condicionado por parte del caudal o de la cimentación del cauce; no hay luces desiguales y dentro del perfil triangular o rectangular de cualquier valle rectificamos su geometría, dejan do por debajo del piso intermedio la zona de alturas diferentes. Además, el ático que corona toda la obra resulta más estabilizador que el petril del puente, ya que sus pro porciones responden directamente a las de la caja cuando ésta tiene suficiente impor tancia, o se le da la altura conveniente cuando, como ocurre en Segovia, ésta tiene dimensiones m uy reducidas. Además, esta coronación es precisamente el objetivo de la obra, que aparece así exaltada en su solemene elevación con una adecuación per fecta de jerarquías en orden ascendente, pues aparece la caja en alto dando la conti nuidad de su horizontal que serena, y a la par estabiliza, el primer piso de arcadas en su perfección geométrica de ritmo liberado, y el segundo piso en un tercer nivel donde los arcos se aparean con los superiores, los pilares se desigualan, reproduciendo la variación de altura, y se engruesan de modo diferente según el valor de ésta, acen tuando su función portante por el aumento de corporeidad en escalones bruscos. Como ya hemos indicado anteriormente, para los romanos, que buscaban en la monumentalidad de sus construcciones un cauce eficaz a su obstinada voluntad de imposición de poder, fue el acueducto uno de sus logros más perfectos. Se imponen al espectador en sus tres dimensiones: altura fuera de la escala humana, longitud que unas veces es verdaderamente colosal en alineaciones de kilómetros y siempre se alar ga por la vibración rítmica de sus arcadas, y espesor que da una esbeltez de verdade ro alarde, como ocurre en Segovia. Son elementos característicos en el paisaje donde están incrustados con una referencia remota a su fontanal origen en las llanuras secas y otra m uy directa a su utilitario destino. Incluyen en sus dimensiones físicas una cuarta dimensión, la tempórea, hecha distancia al origen, por el fluir del agua y a su iniciación por el nombre del emperador, constituyendo un monumental reloj de agua, dando en quinarios de agua utilizable el transcurso del tiempo, que se transfundía a la vital necesidad de los ciudadanos, contribuyendo a su romanización.
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D ocum entos relativos al acueducto de Tarragona Referencias históricas y literarias (1)
E. FLOREZ:
España Sagrada. Tomo XXIV, pág. 2 3 0 -1 .
16. Una de las obras más notables que labró Tarragona fue el que llamaban Puente de las Ferreras, y es un magnífico Aqüeducto para conducir agua á la ciudad: pues siendo populosa, como capital de la Provincia, y esmero de la grandeza de los Romanos, necesitaba mucho surtido de agua; y en efecto perseveraron muestras de con ductos por varias partes, como reconoció Pons de Icart, y expuso en el cap. 34. Con el tiempo se han ido destruyendo los vestigios: pues uno que reconoció Pujades en el año 1596 faltaba á los tres años des pués, como afirma en el fol. 74. 17. El que ha resistido á los siglos, y mereció ser respetado de todas las Naciones enemigas, es el mencionado Puente de las Ferreras, á una legua de la ciudad, por la parte del Norte, que empezaba á tomar agua á quatro leguas de Tarragona, junto al Real Monasterio Cisterciense de Santas Creus, y cerca del Río Gayá, donde estaba la torre, ó Arca principal, en que dicen vivía el Prefecto de las aguas. Desde allí bajaba el aqüeducto á Villarodona, y Vallmoll, tirando ácia la Ciudad. Una legua antes de Tarragona puso la naturaleza unos colla dos, que por la hondura intermedia no permitían la dirección de la agua; pero el arte y la grandeza de ánimo venció el astorvo, erigien do de collado á collado un Puente, por donde el agua corriese. 18. Pujades, en el fol. 74, puso tres órdenes de arcos, unos sobre otros. Pero no sé qué fundamento halló para los tres: pues Icart no vió más que dos, y éstos persisten hoy, sin rastro de otra cosa. El orden inferior es de once arcos: el de encima, por donde corría la agua, tiene veinte y cinco. Los once del medio son iguales, porque estrivan sobre la línea en que rematan los once de abajo: todos los demás, así inferiores como superiores, son desiguales en lo alto, por que se van acomodando al suelo, que desde lo más bajo entre los dos collados va subiendo poco á poco hasta las cimas, y cerca de lo más alto, debe el arco ser más pequeño. Los más altos son los inferiores del medio, que estrivan en lo más profundo del suelo. La altura total es de treinta y dos varas y media, según la midió Icart: las veinte y media corresponden á los arcos inferiores: las demás á los de enci ma. Lo largo es doscientas y treinta y cinco varas en el canal del agua: lo ancho dos varas y media. 19. El modo más fácil para enterarse de todo es ver el alzado de la fábrica, según la delineó D. Antonio Alcedo, Teniente en las Guar dias Españolas, que se sirvió comunicármela, y es como muestra la Estampa, que damos á la vista (ver dibujo [1]). (2) A N T O N IO PO N Z: Viaje de España. Madrid, 1771. A propósito de la restauración integral de la conducción, existen las siguientes citas: Tomo X. Prólogo: «No crea Vd. que séa esta una de las obras de mayor monta entre las que este benignísimo Prelado tiene proyec tadas, para beneficio de esta Ciudad; porque yo conceptúo mayor sin comparación, la de restituir a su costa el famoso antiguo aqüe
ducto, tal vez el de mayor extensión que hicieron los Romanos fuera de Italia, para conducir las aguas desde el lugar llamano «Pont de Armentera» a esta Ciudad, que la incuria, o los cuatrocientos años de esclavitud con la invasión morisca, que sufrió esta tierra, desde 713 hasta 1.117, tenía absolutamente inutilizado». «A este importante objeto y santo fin, mandó el Señor Arzobispo 0. de Santiyán y Valdivielso) levantar un plan geométrico del mencionado aqüeducto, y sacado el plan, dispuso S. I. la abertura del antiguo con ducto, a que se dió principio el 17 de Abril del presente año, conti nuándose sin intermisión por los más hábiles minadores de este país; habiéndose ya hecho patente, que desde esta ciudad hasta el mencio nado Lugar de «Pont de Armetera», tiene de largo cincuenta y cinco mil, setecientas sesenta y tres varas, o pasos catalanes; y de su estado actual resulta que de aqüeducto arruinado se hallan diez y nueve mil quinientas y veinte y ocho varas: de obra reparable, veinte mil ocho cientas y ochenta y dos; y de mina subterránea quince mil trescientas cincuenta y tres; quedando esta abierta ya a satisfacción del Prelado, y de cuantos la reconocen, admirándose todos de la solidez, primero, y estado de obra, tan antigua; expuesta a la voracidad de los siglos, a la barbaridad, y a la ignorancia. De la sola empresa de esta obra enten derá V. el magnífico espíritu de este Señor Arzobispo, que hará cosas grandes y magníficas, si Dios nuestro Señor le alarga la vida». (Copia de un trozo de carta del Arzobispo al Marqués de Floridablanca, que es el siguiente): «Gozoso con haber salido bien de esta empresa, y mucho más con el socorro que hallaron en ella tantas familias, tengo premeditada, para que les continúe el alivio, otra obra de las más vastas y necesarias a este terreno de cuantas se pueden pen sar en el día, que es la reedificación a mis expensas del famoso aqüe ducto de los Romanos para introducir el agua en esta su antigua Metrópoli (tan escasa de ella al presente, que no tiene fuente algu na), cuya delineación y longitud prodigiosa reconocerá V. E. por el plan que, custodiado en un cañón de hoja de lata, me tomo la liber tad de remitirle hoy, por el correo con sobreescrito separado: pero como prevéo, que una obra de esta naturaleza no dexará de padecer, como sucede a otras de menor clase, algunas contradicciones de los que viendo sin destino aquellas aguas después de tantos siglos, se las aplicaron para regadío de sus tierras, o se las establecieron por la Intendencia de este Principado para que se aprovechasen del usufruc to (indemne siempre la propiedad, como aquí se acostumbra): supli co rendidamente a VI E. que en el caso que merezca su aprobación dicho diseño, se digne facilitarme de nuestro Augusto Monarca el permiso, facultades, y auxilios conducentes, para que nadie me per turbe en un pensamiento de que resultarían forzosamente imponde rables ventajas, así al ramo de la Agricultura, por las muchísimas pose siones que se podrían regar al paso, como al de distintas fábricas, o cualquiera otra especie de industria, inseparable de todo buen gobier no y civilidad: sobre todo sería grande a todas luces el beneficio que seguiría a estos habitantes, que se ven con frecuencia en la dura pre cisión de beber agua corrompida de las cisternas, a poca sequedad
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que sobrevenga, y de este modo, no solo quedarían plenamente soco rridos, sino que lograría esta memorable Ciudad (que no es sombra de lo que fue), volver en parte a su antiguo lustre y esplendor, consi guiéndose igualmente para mayor gloria de nuestra Nación, que salga de entre el olvido y obscuridad de los tiempos, una fábrica de las más útiles y suntuosas, que emprendieron los Romanos, que aún en el día es la admiración de cuantos la ven, desde que por mi dirección se empezó a descubrir y limpiar parte de ella». (Continúa refiriéndose al acueducto en Tomo X, Carta VI, núms. 67, 68, 69 y 71.) 67. He ido en su compañía a reconocer una de las antigüedades más importantes de esta ciudad, cuya existencia, si se verificase, sería pre ferible a cuantas hoy permanecen en ella. Es el antiguo acueducto romano, que camina hasta Tarragona desde Pont de Armentera, junto a un monasterio de Cistercienses llamado Santas Cruces, cerca del río Gayá, donde tenía su origen, siendo su curso de seis o siete leguas. El Hospitalet, que es un paraje a donde llegamos, distante cuatro leguas de Tarragona, suministraba caudal abundante a dicho acueducto, además del que traía hasta allí, cuya dirección se recono ce en diferentes sitios, a veces superficial, a veces profundizado en la tierra y en parajes atravesando largas distancias de peña viva trasforada. 68. Las aguas del Hospitalet, que parte nacen en la Encomienda de la Orden de San Juan, y parte junto al caserío que llaman de Torrellés, se introducen ahora en un barranco, y por el término de Vallmoll van a parar al río Francolí, llamado antiguamente Tulcis. Este viaje lo hemos hecho, no solamente por satisfacer nuestra curiosi dad, sino también los deseos del ilustrísimo señor arzobispo don Joa quín de Santiyán y Valdivielso, quien sepa usted que se ha propues to la restauración total de esta obra importantísima para Tarragona, y la empresa tiene ya su principio con tan buenos auspicios, como que habiendo representado dicho prelado a su majestad para que protegiese esta obra, que a sus expensas quiere efectuar, ha tenido las contestaciones más favorables que a nombre de su majestad le ha enviado el excelentísimo señor conde de Floridabianca en 10 de Marzo de 1782. 69- Según el fervor y constancia del señor arzobispo, no dudo que perfeccionará su ardua y costosa empresa, en cuyo caso será, sin duda, en esta parte un verdadero restaurador de la gran Tarragona, reducida hoy a un esqueleto de lo que fué, habiendo carecido de las aguas, que antiguamente entraban abundantemente en dicha ciu dad por este y otros acueductos que tenía. Desde luego, podrán con tar sus vecinos con el beneficio de beber agua buena y salir de la penuria en la que ahora se hallan, bebiéndola de algibes, y a veces corrompida, pues aunque tienen un profundísimo pozo en la ciu dad, donde la hay manantial, es casi nada la que sube por medio de una máquina, y poco agradable; tendrán los vecinos proporción y facilidad para establecer fábricas, para regar terrenos y otros mil beneficios. El señor arzobispo habrá hecho una limosna universal y permanente, benéfica a los presentes y venideros, y será el único entre tantos y tan grandes prelados como ha tenido esta iglesia, que haya tenido y perfeccionado uno de los mayores bienes que son ima ginables.
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(El día 5 de Julio de 1783, después que se escribieron la primera vez estas cartas, falleció, con gran sentimiento de Tarragona y de todo el arzobispado, este benéfico prelado; y aunque dejó caudales para continuar la restauración del acueducto, acaso no bastarán para su conclusión total; lo que no hubiera sucedido su su vida hubiese sido más larga; pero es muy de creer que, hallándose la obra muy adelan tada, no falten por un camino u otro, medios de concluirla.) 71. El puente que llaman de las Ferreras es un soberbio residuo del antiguo acueducto de que he hablado. Consiste en una fábrica de dobles arcos para salvar una hondura entre dos colinas y llevar nivelada el agua. A proporción que se eleva el terreno, se disminu ye la elevación de los arcos; los inferiores, como que ocupan para je más estrecho, son once, y los de encima, veinticinco; son de pie dras sillares. La altura de esta magnífica obra es de treinta y dos varas y media; lo largo de doscientas treinta y cinco, y lo ancho, dos y media. (3) BARON DE B U R G O IN G : Un paseo por España. 1 7 7 7 - 9 5 . Edi ción J. García Mercadal, p. 10 6 2 . «... los vestigios de un acueducto de seis a siete leguas de recorrido, de cuya restauración se habló en 1.782». (4) J. T O W SE N D : Viaje a España hecho en los años 1786-7. Edición J. García Mercadal. El acueducto lleva el agua a la ciudad desde siete leguas de distancia y atraviesa un profundo barranco sobre un puente que tiene 700 pies de largo y más de 100 de alto. Tiene por abajo 11 arcos y arriba 25. Ha sido reparado a costa del último arzobispo. (5) SO M O R R O ST R O : El acueducto de Segovia, 1 8 2 0 . Descripción de acueducto de Tarragona en la página 13. (6)
CEA B E R M Ü D E Z: Sumario de las antigüedades romanas que hay en España. Madrid, 1832, pág. 7.
El agua iba a esta capital desde cerca del monasterio Cisterciense de Santas Creus, distante de ella cuatro leguas. El Puente de las Ferra ras está situado a una legua de Tarragona hacia el norte, entre dos collados, y consta de dos órdenes de arcos, unos sobre otros. Lo largo de todo el trozo es de 235 varas y lo alto por el medio de 32 7 2, de las cuales 20 ' / 2 pertenecen a los arcos inferiores y 12 a los superio res, que tienen de espesor 2 '/2 . Cerca del Circo máximo descollaba un suntuoso edificio, tenía 425 varas de largo y 225 de ancho. Se encuentran entre sus ruinas bóve das de piedras muy grandes... Rodeaba este gran edificio un acue ducto, y otro pasaba por delante de la puerta principal. (7) MADOZ: Diccionario Geográfico (1849) Tomo X IV , pág. 6 5 0 . TA R R A G O N A - Acueducto.
Llámase en Tarragona Puente de las Ferreras, el respetable monumen to a que nos referimos, que tomaba las aguas del río Gayá, 1,5 leguas al E. de la ciudad cerca de Altafulla, conduciéndola hacia la parte de la Secuita y por la casa de campo llamada la Tallada, en la que residía
Capitulo II. Acueducto de Tarragona
el prefecto de las aguas: desde el punto de su origen seguía por sun tuosas galerías y conductos subterráneos hasta el citado puente, el cual se eleva en una hondonada a una hora escasa al N de Tarragona, junto a la carretera de Valls, nivelando y uniendo aquel espacio dos líneas de arcos unos encima de otros: los 25 superiores conducían el agua de una parte a otra de las montañas, sostenidos por otros 11 que forman el cuerpo inferior, todos iguales en dimensiones, pero en virtud de la vertiente de las montañas, los pilares de los arcos laterales van dismi nuyendo gradualmente hasta queda en sus extremos algunos arcos sin ellos. Su total elevación desde la parte más honda del terreno es de 83 '/2 pies; los pilares inferiores tienen de ancho en su base 12 pies, y rematan en espira de seis pies de frente, encima de la cual corren las impostas de segundo orden: luz del arco de pilar 22 '/2 pies; longitud total de la obra 876, y longitud de la parte arqueada tomándola en el firme del pilar en ambos extremos 725; su forma es bella y sencilla, a la par que graciosa e imponente, construida con grandes sillares almo hadillados, y a excepción de 3 ó 4 que faltan en su parte superior cen tral, el todo se halla perfectamente conservado, estando unidas y afian zadas las piedras por su mismo peso, sin ninguna clase de betún: el vulgo, a imitación de lo que sucede en Segovia, le llama Puente del Diablo. Desde esta fábrica queda borrado enteramente el conducto, el cual aparece a mucha distancia en el camino del Ángel, cerca de la ciudad en un largo trozo de galería abovedada y cortado en aquel sitio desaparece del todo. Según la dirección y declive del terreno, el agua penetraría en la ciudad por las inmediaciones de la puerta del Rosa rio para distribuirse en varias direcciones, desprendiéndose del con ducto principal otra hijuela que partía en línea recta por el exterior de la ciudad, cuyos vestigios se manifiestan en el foso junto a la puerta de San Francisco y parte superior a la izquierda del mismo, yendo a parar al puerto; y quizá sería continuación de la misma un trozo de galería subterránea que existe en el glásis del fuerte real; y es de creer que continuáse al baño público que hemos dicho antes, porque en aquel mismo sitio se descubrió la entrada de una galería subterránea, fabricada con grandes sillares de una vara de ancho y 1 '/2 de eleva ción. Debemos hacer mérito en este lugar de otra obra hidráulica, cuyos autores y objeto son desconocidos. En la plaza de la Fuente y a una vara de distancia de la misma al O, hay una losa que cierra la entra da de un profundo pozo, practicado en la dura peña; en sus costa dos una especie de estancias cuadradas, alternadas entre sí en forma de pisos, siendo necesario valerse de una escalera de mano para bajar de uno a otro hasta el undécimo; y en su mayor profundidad apa rece una gran hendidura perpendicular, que contiene un caudal inmenso de agua. Ignorada sin duda esta obra desde largos años, fue descubierta en el siglo XV y habiendo hallado su agua de la mejor calidad, el arz. D. Domingo Ramos mandó colocar un ingenio, el cual surtió por muchos años a los vecinos hasta que se condujeron las aguas exteriores y fue obstruida la entrada de este gran depósito.
ciudad, cerca de Altafulla, conduciéndola hacia la parte de la Secuita, y por la casa de campo llamada la Tallada, en la que residía el pre fecto de las aguas, siguiendo desde aquel punto por galerías y con ductos subterráneos hasta el famoso puente llamado de las Ferreras, monumento respetable perfectamente conservado, lámina 24, el cual se eleva en una hondonada a una hora escasa por la parte del norte de Tarragona, junto a la carretera de Valls; nivelándo y unien do aquel espacio dos líneas de arcos unos encima de otros. Los veinte y cinco superiores conducían el agua de una parte a otra de las montañas, sostenidos por otros once que forman el cuerpo inferior, todos iguales en dimensiones. Como las vertientes de las montañas son diagonales, y en ellas apoya toda la fábrica, por la misma razón los pilares de los arcos laterales van disminuyendo gradualmente hasta quedar en sus extremos algu nos arcos sin ellos. Han venido más de una vez a nuestras manos dibujos y grabados del Puente de las Ferreras. Unos representan a este monumento con tres órdenes de arcos, otros con más arcos de lo que en sí contiene, y no pocos con los pilares iguales. El motivo de estas contradicciones o es, a nuestro ver, el que indicamos de que no es posible representar en el papel lo que no se ha visto ni medido. Los pilares del orden inferior de este acueducto rematan en espira y todo el orden restante podemos darlo por exacto por lo mucho que lo hemos examinado y medido. Su total elevación desde la parte más honda del terreno es de ochen ta y tres pies y medio; ancho de los pilares en su base, doce; debajo de las impostas, seis y medio; luz del arco de pilar a pilar, veinte y dos y medio; longitud total de la obra, ochocientos setenta y seis, y longitud de la parte arqueáda tomándola en firme del pilar en ambos extremos, setecientos veinte y cinco pies. Su forma es bella y sencilla a la par que graciosa e imponente, cons truida con grandes sillares almohadillados; y a excepción de tres o cuatro que faltan en su parte superior central, el todo se halla per fectamente conservado; destacando ese bello monumento del fondo oscuro del valle, por el tinte anaranjado que los siglos han impreso sobre aquellas piedras unidas y afianzadas con su mismo peso sin ninguna clase de betún. Después del acueducto queda borrado enteramente el conducto, el cual aparece a mucha distancia en el camino del Ángel cerca de la ciudad en un largo trozo de galería abovedada, y cortado en aquel sitio, desaparece del todo. (9) F. F U L G O SIO : Crónica general de España. Tomo: Cataluña 1870. Se ha utilizado el dibujo [5]. (1 0 ) P. PIFFERRER:
Cataluña: sus monumentosy artes. Se ha utilizado
el dibujo [6]. ( 1 1 ) D AREM BERG & SA G L IO :
(8)
J. F. A L B IÑ A N A y A. BOFARULL:
Tarragona monumental,—
Tarragona, 1849, páginas 166-9. Según los monumentos y restos existentes durante el dominio de los romanos, Tarragona estuvo abundantemente surtida de aguas que fueron a tomar del río Gayá, una legua y medida distante de esta
Dictionaire des antiquités. Tomo II,
pág. 342. El acueducto de Tarragona tiene también un doble orden de arca das, está construido con sillares almohadillados; su altura total es de 31 m y su longitud de 218. Los pilares del piso inferior tienen talud por sus cuatro costados; los superiores están enrasados en fachada
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Acueductos romanos en España
con la última hilada de los anteriores y disminuyen únicamente en las caras internas de las bóvedas. ( 1 2 ) P U IG Y CAD AFALL:
Historia de la arquitectura de Cataluña.
a unos 4 km al norte de Tarragona, son las arquerías de piedra, con dos órdenes, com once arcos en la línea inferior y veinticinco en la superior. Su longitud total es de 200 m, su mayor altura llega a 26 m La luz de sus arcos es de 6,40. Se piensa que debe datar de princi
PO N S DE ICART:
Libro de las grandezas de Tarragona. L érid a,
1572 y 1883.
pios del Imperio y es parecido al llamado puente del Gard, que lle vaba las aguas a Nimes. Le quita esbeltez lo gruesos que por refuer
(13) M O N U M E N T O S N A C IO N A L E S. Núm. 874; tomo II, págs. 314-15.
zo son sus pilares.
Traía las aguas del Gaya por el valle de Francolí con un recorrido total de 25 km Su parte monumental visible, Puente de las Ferreras;
(14) A. SCHULTEN Tatraco. Barcelona, 1943, páginas 55, 59, y foto 10. (15) G. PIC A R D : L’empire romain. Office du Livre. Friburgo, 1965.
Dibujos [1] «Vista de los arcos y acueducto llamado el Puente de las Ferre ras mirando al norte distante una legua de la ciudad de Tarra gona», publicado en la España Sagrada, del P. Enrique Flórez, tomo XXIV, página 230, dibujado por D. Antonio Alzedo, Teniente de las Guardias Españolas. Escala gráfica en pies cas tellanos. Grabado de 42 x 11 cm. Gil sculps. [2] «Vista pintoresca de los acueductos de Tarragona», del Voyage pittoresque de l ’Espagne, de A. de Laborde. Tomo I, pág. 32, pl. LV, tamaño 35,50 x 23,50 cm. Dessiné par Alexandre de Laborde. Gravé à l’eau forte par Baugean. Terminé par Dequevanviller. Aparece la anécdota de un caballero cruzándolo que describimos en el texto. [3] «Detalles y cortes de diferentes monumentos antiguos de Tarra gona», de la misma obra que el anterior. Tomo I, pág. 32, pl. LVI.
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Forma la parte inferior de un grabado con detalles del anfitea tro de Tarragona, teniendo su escala gráfica en pies. Longitud del grabado, 44,50 cm. [4] «Acueducto romano», de la obra Tarragona monumental, de J. F. Albiñana y A. Bofarull, 1849. Lámina 24, litografía de 15 x 10 cm. D. b. del natural y lit. por D. Soberano. Lit. Alegret y Cie. REUS. [5] «Acueducto de Tarragona», de la obra «Crónica General de España», tomo Cataluña, de F. Fulgosio (1870), pág. 25. Reproducido a su tamaño. [6] «Acueducto llamado de las Ferreras», de la obra Cataluña: sus monumentos y artes, de P. Pifferrer (1884), pág. 485. Fotogra bado reproducido a su tamaño.
Ill
Acueducto de Segovia
Introducción
Vista aérea d e l a c u e d u c to de Segovia
El acueducto de Segovia es el más airoso de todos lo que construyeron los romanos, duradero como muy pocas construcciones, podría seguir cumpliendo su misión pri maria de llevar agua rodada y libre, aunque, para befa y escarnio de romanos, sopor te una tubería con agua encerrada a presión, teniendo a sus pies otra enterrada, y tam bién a presión, y ambas atentando contra su perseverancia. Afortunadamente, en plazo breve ambas tuberías quedarán sin agua y la superior desaparecerá, con lo cual el monumentó va a ostentar con seguridad su gallardía ya inútil a la sed, pero ejemplar,
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A rra n q u e a c tu a l del m uro
D esarenador
C om ienzo de la p rim e ra a lin e a c ió n de arcos
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ω o a> TD CL
o
A rra n q u e de la a lin e a c ió n de dos pisos
Plaza del A zoguejo
Paso de la m u ra lla
Acueductos romanos en España
No conocemos su filiación y sí m uy poco de su historia, pero vamos a reunir lo que de él hay y lo que de él se ha escrito para luego aventurar algunas hipótesis vero símiles.
Descripción
La conducción de aguas para abastecimiento de Segovia no es de las más importantes entre las que construyeron los romanos, pues tiene una longitud de unos 18 km y su caja es de 30 x 30 cm (l x 1 pie, aproximadamente). Tomaba el agua en el nacimiento del río Frío, cerca de la fuente de la Fuenfría, que da nombre al río y al puerto de paso de la Sierra por ese lugar, derivándola mediante presa romana, que fue reconstruida cuando los Reyes Católicos. Desciende en canal abierto contorneando laderas rocosas de unos 9 km para llegar al pinar de Balsaín, cruzando la carretera que fue camino real de San Ildefonso junto a la antigua venta de Santillana, y ya desde allí enterrada por el llano, y advertida por una serie de registros, cuya fábrica parece del siglo XV, llega hasta una construcción elevada denominada el Caserón, que debió ser castellum aqua de la primitiva conducción. A partir de esta construcción iba la conducción sobre muro hasta la segunda caseta o desarenador que describimos más adelante. Hace unos quince años se cambió la urbanización de esta última zona destruyéndose una parte de esta prime ra alineación sobre muro, que arranca ahora junto a la carretera de La Granja, marcán dose el comienzo mediante un sencillo monumento formado por dos sillares cilindri cos labrados ricamente con una alusión al acueducto representado al modo de escudo de la ciudad, realizado en cuero o pergamino y sostenido por dos brazos que surgen en la parte superior. Estos sillares son lo que cita Somorrostro como encontrados cerca de la ermita de San Matías en el camino a La Santa Cruz, y se colocaron aquí en 1951, apoyándolos sobre una combinación de sillares de caja imbricados con otras piedras procedentes de la demolición del trozo anterior. El muro ha quedado en alineación de unos 140 m de longitud con 1,38 m de grue so, soportando en coronación la antigua caja, cubierta moderadamente por una arqueta para alojar la tubería metálica que va a lo largo de todo el acueducto. La caja está formada por sillares de 45 x 70 cm exteriores, con el rebajo de 30 x 30 cm, aproximadamente, que corresponde a la canal, siendo ligeramente curvas las superficies exter nas para empotrarse mejor en la manipostería que los envuelve, apareciendo en algunos trechos al exte rior por haberse desprendido esta fábrica. Este tramo de muro desemboca en la caseta que alberga al desarenador de la conducción romana, con estanque de 4,25 x 2,18 m en planta y 2,60 m de pro fundidad, revestido por seis hiladas de sillares roma nos. Llega el canal por uno de sus ángulos y sale por el centro del lado opuesto, teniendo además un
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A rra n q u e a c tu a l de la zona d e s c u b ie rta .- S illa re s c ilin d ric o s d e l sig lo XVII con e m b le m a del a cu e d u c to y s illa re s en U p ro ce d e n te s de la caja
Capítulo III. Acueducto de Segovia
S illa re s de caja e m b e b id o s en la m a m p o ste ría del m uro
Zona sobre m uro a c o n tin u a c ió n del d esa re n a d or
aliviadero en este lado, habiéndose regulado el funciona miento mediante compuertas, pues aparecen las guías de las mismas en el canal de salida y en el de desagüe. La case ta tiene una planta interna de 7,70 x 4,75 m y se cubre con bóveda apuntada en cañón, probablemente reconstruc ción de la primitiva. Al exterior dos sillares de la parte baja denuncian su procedencia romana. A este desanerador sigue otro tramo de muro de 65 m de longitud y 1,85 m de latitud que al cambiar de aline ación se convierte en arquería con seis arcos destacados, aunque los dos primeros casi levantan desde el mismo suelo, no llegando el inicial al medio punto. Las luces oscilan de 2,20 a 2,40 m y los macizos de 1,40 a 1,50 m, aproximadamente, dando una relación de vano a maci zo de 1,60 m. Son de tosca arquitectura, pero ostentan ya algunas características de la arquería de coronación: dovelas de arranques formando salmer común a dos arcos y aparejo con algunas dovelas que traban de para mento a paramento. Una cornisa elemental corona la arquería constituida por una hilada de sillares en ligero saliente a nivel de claves. También aparece el ático de coronación que ha de conservarse a lo largo de las arca das paramentando con una manipostería muy deficiente. Este ático, que lleva los silla res de la canal justamente encajados en su coronación y en el centro, se remata con sillares transversales a ambos lados de dicha canal, que asoman con ligero saliente a los paramentos para formar la cornisa de remate. Actualmente la caja se recrece pol los desgraciados muretes de ladrillo a que tantas veces nos referiremos, los cuales cam bian de altura de un modo irregular. P rim era a lin e a c ió n sobre arcos
A rco in ic ia l de to d a la o rd e n a ció n
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Acueductos romanos en España
Esta alineación quiebra en pilar de ángulo de 2,75 m de longitud, con desviación hacia la izquierda y dando paso a la segunda alineación de veinticinco arcadas que se inicia con seis muy parecidas a las anteriores; pero en la VII encontramos nuevo esti lo, probablemente de una reconstrucción total, donde los arcos son ligeramente peral tados y apuntados, con sillares menos abultados y con menos meteorización que en los romanos, manifestándose claramente marcas de cantero m uy variadas que se apre cian incluso en las fotografías. Se pueden considerar tres clases de estas marcas, seña les sencillas con trazos rectos asimilables a letras V, L, y también cruz con un punto destacado; luego, meandros, aspas y alfas casi siempre giradas 90° y, por último, estrellas
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
A rco a p u n ta d o de la re c o n s tru c c ió n del sig lo XV
M arcas de ca n te ro en un arco de re co n s tru cció n del sig lo XV
de varios trazos, V con brazos curvos y círculos prolongados en tangentes paralelas o con cuernos. La cornisa sobre arcos se mantiene en simple hilada de sillares toscos hasta el arco XX, donde aparece moldurada con toda la complicación definiti va, habiéndose perdido en un largo trecho del paramento lado externo. Cambia la cornisa de coronación de pilares en la zona reconstruida, apareciendo esta última con dos toros superpues tos y un talón a partir de la pila VIII. Las cinco últimas arcadas de esta alineación no son apun tadas, sino que más bien tienden a formar carpanel; han sido reconstruidos los arcos dejando algunas dovelas en arranques. Tienen menos signos de cantero y más simples, un punto pro fundo, tres puntos en triángulo, C, ángulo con punto y cruz, apareciendo algunas en las boquillas, cosa que no acontece en las arcadas anteriores. Las luces de los arcos oscilan en los 4,90 m y los macizos alrededor de 1,30 m, llegándose a una luz de 5,10 m, proba blemente la mayor del acueducto, en el arco XXIV, ligeramen te carpanel con sección de arranque de 1,33 x 1,00 m, sobre pilar de 1,41 x 1,57 m. La nueva alineación se inicia quebrando también a la izquierda sobre pilar de ángulo de 1,85 x 1,30 m y consta de cuarenta y cuatro arcadas. En las primeras aparecen nuevas marcas de antero, una especie de B una Y en horca, tres pun tos en triángulo equilátero y un círculo con dos diámetros per pendiculares prolongados. Del arco cuarto al octavo tenemos una reconstrucción total con sillares relabrados de superficie lisa y cornisa de coronación trapecial que ostenta su fecha de
A rco re c o n s tru id o en a lin e a c ió n te rce ra A lin e a c ió n te rce ra
Zona p rim itiv a en te rce ra a lin e a c ió n
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Acueductos romanos en España
1868. Deben de ser a los que se refiere el editor del Somorrostro (2.a edición) en nota al pie de la página 5, diciendo que estaban cubiertos con mampostería por estar rui nosos. También deben corresponder a esta reconstrucción los XIV y XV, ya que, aun que no aparece la fecha, el estilo es idéntico. Las arcadas IX a XII también están recons truidas; las marcas de cantero son más complicadas y aparecen también en las boquillas con gran tamaño, repitiéndose mucho una especie de esvástica con brazo suplementario y también una M. Las arcadas XVI y XVII están reconstruidas con silla res y dovelas pequeños, marcándose en la bóveda con más tizón la clave y los riño nes. En todas estas reconstrucciones se han afinado las proporciones, pues la luz está alrededor de 4,80 m y el macizo en 1,30 m. A partir de la XVIII parecen todas roma nas con simples restauraciones parciales en tímpanos, destacándose la cornisa clásica del acueducto en la coronación de pilares, pero con una simple hilada saliente en la cornisa corrida sobre arcos. El pilar del ángulo que separa esta alineación de la última que quiebra hacia la dere cha, es decir, al contrario de las anteriores, es una hermosa construcción con planta casi curva en sus dos frentes y desarrollos de 5,50 y 3,80 m el extremo externo e interno, res pectivamente. Su dimensión transver sal es de 1,90 m, que se conserva en los pilares superiores de la arquería doble. El último pilar de la arquería sencilla tiene 1,30 x 1,90 m, siendo la altura total hasta coronación unos 14 m. En la zona principal del acueducto, con arcadas superpuestas en dos pisos, tenemos cuarenta y cuatro hasta llegar a la muralla. Ésta interrumpe la serie de arcadas que debía prolongarse en
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Izq u ierda Dos arcos de la re co n s tru c c ió n de 1 8 6 8 Derecha A rcada re co n s tru id a en a lin e a c ió n te rce ra
A rca d a re c o n s tru id a en el sig lo X V III
Capítulo III. Acueducto de Segovia
P ila r de q u ie b ro en a lin e a c ió n te rc e ra -c u a rta
número de ocho o nueve, sencillas, aunque actualmente aparecen sólo cuatro, tres des tacadas que dejan paso a una calle y otra, aunque tapiada por el exterior, visible den tro de una finca particular. Entre estas arcadas y la muralla, la caja va sobre muro no romano y a continuación de ellas se encuentra la edificación de la finca aludida, con una tapia en la alineación del acueducto, donde destaca por fuera el petril inclinado de un tiro de escalera que debía dar acceso a la parte superior del acueducto, petril que parece ser del siglo XVI o XVII. Separando las zonas de doble arcada y la final de arca da sencilla que están en la misma alineación, existe un pilar de mayor sección, con dimensión longitudinal de 2,10 en lugar de 1,20 m, pero con la misma anchura. En esta zona de doble arcada, que es la estampa clásica del acueducto, la ordena ción del mismo mantiene constante el piso superior con su ático, salvo en los tres pilares, que centran la máxima altura, adaptándose el piso inferior al ascenso y des censo de ladera, proporcionando sus pilares en latitud y longitud crecientes, por esca lones, con la altura. Tiene unas dimensiones mínimas en coronación de 1,80 x 2,50 m, y las máximas en la base son de 2,40 x 3,60 m. Estos escalonamientos se hacen por alturas de 3,60 m (12 pies), a excepción del cuerpo superior, que mantiene su sección en 5,10 m (17 pies), ganándose aproxima damente medio pie en cada recrecimiento, que se subraya mediante cornisa corrida en los cuatro lados. Otra cornisa corona cada pilar, separándolo del arranque común de los arcos adyacentes, disminuyendo ligeramente la sección transversal de dicho arranque y separándose las boquillas desde el nivel horizontal con dovelas indepen dientes, pero en contacto las dos primeras horizontales y a veces las inmediatas. Los arcos, que tienen una luz libre oscilando alrededor de 4,50 m, se ordenan en alzado por dovelas trapeciales en núme ro de 15 a 17, con una siempre en clave, y transversalmente se dis ponen en planos radiales perfectos, sucediéndose de 2 a 4 en el espe sor de la bóveda. La soble enjuta que dejan las bóvedas adyacentes se rellena con sillares ajustados a su forma en cinco hiladas como norma, y el conjunto de bóvedas y enjutas se coronaba con una hilada completa en todo el ancho, que asomaba en ambos frentes como cornisa volada. De esta hilada quedan únicamente los silla res que están retenidos por los pilares superiores o por el sotaban co que forma basamento de los tres pilares principales. Los demás fueron pasto de la rapiña, ya que su remoción era fácil al no tener conglomerante que los sujetara. El nivel de esta cornisa, hoy reducida a su m ínim a expresión, daba el plano de referencia para la organización geométrica del piso superior, con pilares, todos iguales: sección de 1,30 x 1,90 m y altu ra de 4 m hasta cornisa, sobre la cual, combinando sus dos prime ras dovelas en salmer único, arrancan los dos arcos de luz ligeramen te superior a los del primer piso (alrededor de 4,58 m), pues vuelven a retranquear sus paramentos con respecto a los pilares, volteándo se las boquillas con dovelas más pequeñas en número de 15 a 17 y excepcionalmente 19. En sentido transversal hay normalmente tres
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Acueductos romanos en España
dovelas, que van de paramento a paramento, en clave y riñones, intercalándose dos con juntas alternadas entre ellas. El ritmo normal del despiezo de las bóvedas es 3 x 2 + l+ 3 x 2 + l + 3 x 2 + l + 3 x 2 . En los pilares el despiezo combina sillares perpiaños con apareados en ambos frentes y dos o tres alternando en los costados. Las enjutas de las bóvedas superiores se rellenan también con sillares aplantillados en hiladas horizontales, aunque el número de éstas se reduce en ocasiones a tres, pues es frecuente que vayan a encontrarse las primeras dovelas sobre el salmer común de ambos arcos y ocasionalmente también las segundas. Como en el piso inferior enju tas y bóvedas se coronan con una cornisa, en la cual se observa la más extraña ano malía en la técnica constructiva del monumento, pues los sillares están colocados con una despreocupación total, que llega a presentar al exterior caras internas e incluso las de lecho, aparte de una pésima enfilación de las molduras cuando en ordenación normal se suceden sillares que las ostentan. En esta cornisa —al contrario que en las otras—el tizón de sus sillares es corto, por lo cual pudieran haberse arrancado los pri mitivos y repuesto posteriormente, pero resulta extraño que sillares auténticamente romanos por su técnica y con marca de tenaza se hayan colocado mostrando vertical el plano de sobrelecho claramente reconocible por las estrías preparadas para el buen asiento. Podría averiguarse si están así de origen, arrancando algunos y viendo si se conservan las molduras sin desgaste, ya que los que han quedado en su posición correcta han sufrido deterioro importante por meteorización. Los pilares y arcadas de esta zona del acueducto no han sufrido ninguna recons trucción, exceptuando el arco inferior junto al pilar de ángulo, que se reconstruyó en el siglo XIX -puesto que ya lo citaba Somorros tro como inexistente y no figura en el graba do de Flórez—, y el último arco superior junto a la muralla, al cual le corresponde el pilar de mayor anchura, que ha podido actuar de pila-estribo. Toda la hilada superior de la enjuta sobre este pilar es de sillares no roma nos. En algunos tímpanos se observan silla res de fecha posterior por su labra y por su color, que habrán sustituido a otros deterio rados. También hay algunos huecos de silla res desaparecidos y varias juntas retacadas con piedra menuda y mortero. Sobre la cornisa superior cabalga a todo lo largo de la obra un ático con revestimien to de manipostería (opus incertum ) y hormi gón de cal (structura cem enticiae) en el inte rior, y sección de 1,50 x 1,80 m, en cuya coronación va encajada la canal de la conduc ción romana, claramente visible en los muros iniciales y en el interior del desarenador,
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A rco s a p a re n te s en zona fin a l
P ila r c im e n ta d o d ire c ta m e n te so b re roca
Capítulo III. Acueducto de Segovia
como hemos indicado al comenzar la descripción. En las demás zonas la tubería y los muretes de ladrillo construidos recientemente para albergarla ocultan la canal y, lo que es peor, impiden que se limpie y arregle. Pero es de suponer que está labrada en sillares análogos a los del comienzo, embutidos en el hormigón de la coronación, que se remata con sillares horizontales de poco espesor e irregulares, asomando en ligero saliente que denuncia el remate de la obra romana. Los muretes de ladrillo sobrepues tos con altura variable constituyen un aditamento desgraciado que deberá desapare cer en plazo inmediato. No se puede asegurar si la caja estaría cubierta por sillares, pero no parece natural que, siendo la construcción cerrada, quedara abierta en el tramo final.
Historia del acueducto
La primera noticia acerca del acueducto se debe al arzobispo Don Rodrigo Ximénez de Rada, historiador del siglo XIII. En su crónica de Rebus Hispanensis, capítulo VII, refiriéndose a la etimología y situación de Segovia y a su fabuloso rey Hispan, dice: «donde fabricó un acueducto que con admirable arquitectura sirve para conducir el agua a la ciudad». Esto parece indicar que, además, servía en aquella época. Todos los comentaristas del monumento se hacen cuestión acerca del silencio que sobre esta obra pesa, por parte de geógrafos y viajeros romanos y árabes. El acueduc to ha debido imponerse siempre, no sólo por su belleza y gallardía, sino por tener que pasar necesariamente bajo sus arcos todo el que va a Segovia. Además se tiene cons tancia de que Plinio el Mayor visitó esta región en su viaje por España; era amigo de Licinio Larcio, a quien, por una inscripción, a todas luces apócrifa, se atribuye la edi ficación del acueducto. La misma escasez de noticias antiguas tenemos de la ciudad que lo posee y en él se escuda, y recargando esta falta de individualidad aparece otra Secovia romana en la Bética. La nuestra fue mansión de la vía romana de Emérita a Astúrica, que es la número 24 del Itinerario de Antonino. La mansión inmediata, Cauca, hoy Coca, que debió tener más importancia que Secovia, fue cuna del emperador Teodosio, quien nació en el 347 d. C. Tenemos únicamente dos citas de Tito Livio; en una nos indica que Secovia, ciu dad de los vacceos, prefirió sacrificar los rehenes entregados a Viriato, antes que rom per su pacto con Roma. En la otra cita, con motivo de las guerras de Sertorio, relata cómo murió su lugarteniente Hertuleyo y fue destruido su ejército por Metelo, cuan do aquél le salió al paso cerca de Secovia, intentando cortar su marcha que había ini ciado desde Numancia por Uxama y Termes. En cuanto a documentación epigráfica, Somorrostro consigna XXX inscripciones romanas de lápidas colocadas en la muralla o procedentes de ella, de las cuales la única interesante para nosotros es la de Sulpicio a Sulpicia, que «estaba en una lápida des prendida de la muralla que hay en aquella parte que llaman la Ronda y mira al Arro yo Clamores». Según el mismo cronista, «En esta lápida se ven impresos tres pilares y dos arcos en la forma que está construido el acueducto».
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Acueductos romanos en España
Esta lápida se había perdido cuando Hübner realizó la exploración para su Cor pu s Inscriptionum Latinorum, pues aunque la recoge con el número 2.751, la copia de Somorrostro y advierte en nota: fru stra quaesivi. En el Corpus aparece otra inscrip ción con el número 2.746, que no hemos encontrado en la actualidad, en la cual anota: p ila e pontios aut aquaeductos quinque. Por último, recoge una tercera lápida, inscripción número 2.739, que copia equivocado según el P. Fita, quien da la versión exacta que copiamos en otro lugar, y que tiene en la parte inferior tres arcadas del acueducto rebajadas de su plano. Según el P. Fita los caracteres se ajustan a la época de los Flavios, lo que obliga a considerar la construcción del acueducto en el siglo I. Esta lápida, situada en el primer torreón de la muralla a la izquierda saliendo de la puerta de Santiago, sigue estando en el mismo sitio, así como otra cercana descubier ta por el P. Fita en el segundo torreón, que tiene también la marca de tres arcadas del acueducto, quedando muy poco de la inscripción. Por último, creemos haber descu bierto en el último lienzo aparente de la muralla, en la zona que mira al Clamores, una quinta lápida, ya casi completamente gastada, con la inscripción borrada, en la que parece existir la marca de tres arcadas, en la zona inferior, guardando proporción la zona que ocupa y la que debería ocupar la inscripción, análoga a la de las otras dos que hemos reconocido. El mismo Somorrostro indica que «también se han descubierto entre las ruinas de la ermita que fue de San Matías, que estuvo en el camino Real que sube cerca del con vento de Santa Cruz hacia la puerta de San Juan, dos capiteles de grandes columnas de piedra berroqueña, en los que está de pequeño relieve los arcos y pilares del acue ducto y sobre ellos unos robustos brazos de hombre que indican sostener la cornisa que había sobre las columnas». Estas piedras estaban en 1861 en el Museo Provincial y hoy día encabezan el origen de la conducción al descubierto, donde se colocaron recientemente (año 1951). Por su estilo parecen pertenecer al siglo XVI o XVII. El primer problema histórico que nos plantea es fechar la construcción, y ante semejante falta de fuentes no queda más que recurrir al análisis de sus fábricas y deta lles estilísticos y comparar con los de las construcciones similares en Roma, de las cua les tenemos filiación segura. Como indicamos en los problemas arqueológicos, creemos que el parecido de las fábricas de pilares y arcos y algunos detalles menores, lo pone en parangón con el acueducto terminal del Aqua Claudia, que es de la época inicial de dicha conducción, y aunque más esbelto y artístico el nuestro, parece tener la misma filiación. Su cons trucción dataría entonces de alrededor de los años centrales del siglo I. Recordaremos que el acueducto citado del Aqua Claudia tenía cerca de 9 km sobre arcadas, aunque sólo de un piso, y que su construcción comienza en los años 38 por Caligula y ter mina en el 52 con Claudio. El segundo problema histórico que plantea el monumento está en que, no sien do Segovia ni colonia romana ni capital de convento jurídico, cómo tuvo protección oficial o caudales propios y organización para acometer tamaña obra. En cuanto a medios humanos, es de suponer que fueran los mismos ingenieros que actuaron en la capital del Imperio los que llevaran a cabo semejante construcción, pues era preci so estar muy experimentado en tales menesteres para diseñar y llevar a feliz término
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
proyecto que hoy día impresiona, y que seguramente impresionaba mucho más en aquella época. El aislamiento, que parece indicar esta falta de referencias, debió valerle a nuestro monumento el resistir invasiones de bárbaros y sarracenos. Segovia en época visigó tica asciende a Silla Episcopal por los años 527, lo que indica que ya no debía ser tan insignificante. Sus cronistas coinciden en asegurar, sin fundamento aparente, que hasta la incursión de Alimenón, el rey de Toledo del romance de Moratín, que asoló la ciudad en 1071, el acueducto no había sufrido destrucción. En cambio, todos están de acuerdo en atribuir al último rey de Toledo la ruina de 36 arcos en la alineación desde «la Concepción a San Francisco», que es la última de arcada sencilla. Al entrar Alfonso VI, poco después, y reconquistar definitivamente Segovia, se dan por destruidos dichos arcos, y al levantar este monarca sus murallas empleó pie dras del acueducto, muchas de ellas de la cornisa desaparecida, que todavía se ven y se veían, como dice Somorrostro, «especialmente en los lienzos y cubos que hay desde el paseo del Rastro hasta la puerta de San Andrés». Los cronistas indican que desde esta época hasta la restauración de los Reyes Católicos, el acueducto sufría la ruina de los arcos indicados, aunque nos inclinamos a creer que esta destrucción no era tan importante y que la caja pudo repararse provisionalmente con canales de madera, pues debió servir en la Edad Media, como indica Ximénez de Rada. En las ordenanzas para «guiamiento del agua» de Enrique IV se insertan disposi ciones de Juan II, de las que parece deducirse que el agua llegaba hasta la ciudad alta, y esto debía ser por los años 1440 y siguientes, según apunta Somorrostro, cuando ya poseía dicho monarca el señorío de la ciudad. La gran reparación del acueducto se debe a los Reyes Católicos, debiendo traerse a colación que fue Segovia la primera en aclamar reina de Castilla a Doña Isabel. Somorrostro transcribe una serie de documentos que existían en el archivo del monas terio del Parral referentes a dicha reparación, pues fue el prior de este monasterio de jerónimos el administrador de las obras, ya que, si bien la reina autorizó al Regimien to de la Ciudad para «echar repartimiento en la ciudad y su tierra», no se fio del des tino que habrían de dar a los caudales reunidos, y mandó que todo pasase por mano del prior Fr. Pedro de Mesa, al que luego sucedió, naturalmente, Fr. Gonzalo de Frías. Tuvo como maestro de obras a un religioso del mismo convento, Fr. Juan de Escovedo, montañés, aunque criado desde pequeño en Segovia. Según el padre Sigüenza, en su historia de la Orden de San Jerónimo, «era de padre carpintero y estudió mate máticas y supo mucha geometría, y de allí vino a ser grande arquitecto». La tramitación de todo el expediente de las obras se desarrolló del modo siguien te: el concejo y regidores de la ciudad de Segovia habían informado a los reyes Don Fernando y Doña Isabel «cómo la puente seca y cauceras por donde viene el agua y entra en la dicha ciudad, y las puentes de los ríos que están cerca de ella y por su tie rra, los adarves de ello con sus torres estaban m uy mal reparados, y mucho de ello caído y otro para caer y que a causa de ello hay mengua de agua en ella», y pedían «que les mandase dar licencia e facultad para que pudiesen repartir por los vecinos moradores de la dicha ciudad e de los lugares de su tierra, los maravedís que para reparo de la de los dichos puentes, y cerca y adarve fuesen necesarios». Los reyes, por
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Acueductos romanos en España
cédula real de 26 de agosto de 1483, dada en Santo Domingo de la Calzada, comi sionaron al prior del Parral para «que veáis los dichos puentes y adarves y lo que es menester reparar de ello, e hagáis información y sepáis la verdad qué maravedís son menester para el dicho repaso». Realizada esta información, los Reyes Católicos, por cédula real de 23 de febrero de 1484, dada en la ciudad deTarazona, nombran «al referido prior, junto con el licen ciado Quintana Palla, canónigo de la Santa Iglesia Catedral, el doctor Puebla, corre gidor, y el doctor maestro Juan de Guadalupe, para que escogiesen los medios de hacer las obras que les pareciesen más oportunas, echasen sisa en las carnes, por lo respectivo a la ciudad y arrabales, y formasen los repartimientos de maravedís que se habrían de cobrar de la ciudad y lugares de la tierra para la ejecución de las obras. Aceptada la comisión, formaron el repartimiento en aquel año y siguientes, y se comenzaron las obras en el año 1484, continuando hasta el de 1489, habiendo impor tado 4 cuentos y 268.860 maravedís, que se invirtieron, no sólo en la «puente seca», sino en otros puentes y en la reparación de la muralla, habiendo correspondido a nuestro monumento la cantidad de 2 cuentos y 344.381 maravedís. No queda muy clara la obra efectuada en el monumeno, ya que aunque Somorrostro da por sentado que se repararon los treinta y seis arcos aludidos con sus pila res, el padre Sigüenza se refiere únicamente a «los canales de piedra tan dura y tan pesada» cuando habla de «lo fuertes y peligrosos que habrían de ser los andamios», y realmente cualquier sillar o dovela del acueducto pesa más que un elemento de la caja. En la descripción que hemos hecho del acueducto, tal como se encuentra hoy día, encontramos que en la segunda alineación de arcadas sencillas existen tres arcos visi blemente reconstruidos, pues tienen forma ligeramente apuntada y una labra menos tosca en dovelas y tímpanos, apareciendo en todos marcas de cantero en el trasdós y en los tímpanos. En la tercera alineación existen otros tres arcos con las mismas carac terísticas y que se enlazan con los anteriores, por estar al comienzo de la alineación. Otros cinco, también seguramente reconstruidos, tienen signos de cantero de dife rente traza, y deben ser de época posterior, así como los dos de sillares pequeños con acentuación de tizones en clave y riñones. La última reparación, que está fechada en 1868, abarca otros seis arcos, con una labra fina y cornisa rígidamente recortada en superficies planas. Después de esta última reconstrucción, creemos que no se han rehecho arcos completos, limitándose las obras a reposición de sillares en pilares y basamentos, y sustitución de algunas dovelas. No hemos podido cotejar las marcas de cantero de las arcadas con las de los puen tes del Eresma, que dirigió también el mismo Fray Juan de Escovedo, ya que el esta do de la superficie del intradós de las dovelas no permite apreciar si las hubo. En uno de los documentos que transcribe Somorrostro referente a la obra y que se encabeza con «gastos de la puente seca» (l 1 octubre 1484) dice: «como estas obras eran las más principales, se hubieron de partir para hacer en dos o más años, para hacer en la dicha puente canales de piedra cárdena, juntadas y encajadas, una con otra hembra y macho, para las haber de asentar en la dicha puente con su betún fuer te hasta la poner en perfección». Se da el precio de cada vara de dicha canal en 780 maravedís, y se indica cómo «muchos de los canales que hasta aquí tenían eran de
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
madera y de ellas podridas y gastadas, y cada año se gastaban en ellas muchos dine ros, y non podían durar, por cuanto el agua las podría y gastaba, y mucha del agua se perdía, y non entraba a la dicha ciudad, salvo poco y que non podía abastecerla; por lo cual se acordó que se hiciesen de piedra como dicho es». Hay que tener en cuenta que, además de la reparación de «la puente seca», se llevó a cabo una verdadera ampliación de la distribución, pues, como dice el padre Sigüenza, «Nivelóse el agua e hiciéronse los repartimientos por sus conductos, abriendo los canales para esto a trechos. Dieron agua a los monasterios y a los tintes, y a otras casas particulares que allí llaman mercedes y hay agua para todo; porque entra un grande golpe por lo ancho de los canales que pasan por los muros de la ciudad; y por den tro de ella va debajo de las calles por caños tan anchos, atravesándola toda, que poco menos puede ir un hombre dentro, y llegan hasta el Alcázar, que está en el otro extre mo a la parte de poniente». Se reparó toda la conducción con una obra importante en «la presa de Riofrío, donde se toma el agua para la ciudad, con el reparo de la cacera y hacer los pontones en ella, ascendiendo a 76.500 maravedís». El cuidado de la conducción viene desde Juan II, ya que en la «ordenanza de la reina doña Juana sobre el acueducto de Segovia, su conservación, conducción y repar timiento de las aguas de 1505» se recogen provisiones de Juan II y Enrique IV sobre vedamientos de ganados que pastan en los alrededores del caz y los pasos de carrete ras en los canales por encima de la cacera, así como estableciendo penas contra «los puercos que hozaren o bebieren o estuvieran echados en la madre del agua». Eviden temente el agua llegaba a la ciudad en el siglo XV, pero lo que no está claro es que pasara sobre la puente seca, cosa que ya se establece en las ordenanzas de Doña Juana, al definir la conducción «desde donde nace hasta donde perece que es en el nuestro dicho Alcázar», para indicar el oficio «de un maestro de cantería e de betún que tenga cargo de visitar dicha cacera». En los siglos XVI, XVII y XVIII todos los viajeros ilustres dedican sus alabanzas al monumento, haciendo notar su condición admirable de tener sus piedras sin arga masa que las una. Pedro M edina en su libro de las Grandezas M em orables de España. El Navagero, en su Viaje p o r España, del año 1527, dice: «no hay cosa más bella ni más digna de ser vista que un bellísimo acueducto antiguo cuyo igual no he visto en Italia ni en España», y lo compara con el anfiteatro de Verona, «al cual, desde luego, se asemeja mucho por lo grueso de los pilares y la altura de los arcos», cosa muy ati nada, pues precisamente dicho anfiteatro es obra también de la época de Claudio y existe una marcada analogía en las fábricas. Valdés, en su Diálogo de las lenguas, al referirse a un auditor de patrañas, toma ejem plo en las compuestas acerca del acueducto «como sería decir que el conducto del agua que está en Segovia que llaman puente, fue hecho por Hispan, sobrino de Hércules; habiéndolo hecho los romanos, como consta por algunas letras que el día de hoy se ven». El Duque de San Simón, en su Viaje a España, de 1721, se refiere a «ese soberbio acueducto construido por lo romanos, que parece de una sola piedra y que sin haber se echado a perder todavía, lleva el agua de la montaña vecina por toda la villa», y dice respecto a la fábrica, «en donde no aparece señal de ninguna clase de enlace».
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En el anónimo conocido por el Vago Italiano, de 1759, refieriéndose a los pila res, consta: «todos ellos están construidos de gruesas piedras encuadradas m uy bien unidas sin cal ni mortero, únicam ente puestas las unas junto a las otras». Del mismo modo, en el N uevo v ia je en España de J. F. Peyroni (1772-73), esta blece: «Segovia es famosa por su acueducto, es una obra ligera, atrevida y dem a siado costosa. Las piedras están puestas una sobre otra sin ninguna mezcla de cal y canto». Ponz la calificó de «obra de romanos» y ridiculiza las atribuciones a Hércules, His pan, o a los autores del Templo de Serapis, «obra insigne que, por su forma, grandio sidad y solidez, la creo de los romanos». «La construcción no puede desmentir su edad, poco más o menos, al que está acostumbrado a ver puentes y acueductos roma nos», y vuelve luego sobre el asunto de la trabazón entre sillares diciendo: «que las piedras sillares de que está formada esta grande y útilísima obra jamás tuvieron mez cla de cal ni otra cosa que las uniese, apareciendo por todas las caras como puestas unas sobre otras», y termina su admiración preguntando: «¿Qué máquinas de ningu na otra invención hubieran resistido a tantos centenares de años, a tantas guerras, terremotos y otras calamidades?» Bosarte, en su Viaje artístico a Segovia, de 1802, dice: «reúne las tres cualidades del estilo más difíciles de juntar en toda bella arte, que son la simplicidad, la elegancia y la grandiosidad». En otro lugar insiste en que «sus formas, su disposición, su carác ter sólido y macizo, y al mismo tiempo lleno de grandiosidad y hermosura, lo ponen al nivel de las mayores obras que se construyeron en España en el ramo de la arqui tectura. Ella está hecha de manera que ha resistido por muchos siglos a todos los rigo res de las estaciones y violencias atmosféricas y al mismo tiempo a todo el furor de los conquistadores y los bárbaros» y, por último, asegura que «la puente de Segovia promete durar hasta el fin del mundo». Laborde, en su Itinéraire d escrip tif d e LEspagne de 1816, dice de él: «nada hay más singular, ni más magnífico en Segovia que el puente o acueducto que sirve para con ducir y distribuir las aguas a diferentes pozos algibes y fuentes de la ciudad. Él sólo es capaz de acreditar la grandeza de los romanos y debe mirarse como el monumen to antiguo más suntuoso del orbe». El jesuíta P. Francisco M asdeu —H istoria Crítica—dice: «en todo el mundo no queda tal vez una obra de este género tan entera y perfecta, que no ha cedido en tan tos siglos a las inclemencias del tiempo ni a las invasiones de los bárbaros». Pedro M edina (Sevilla, 1548) dice que «entre los edificios principales hay una puente que hoy permanece firme y entera de obra en gran manera m agnífica por donde viene el agua a la ciudad. Este edificio de esta puente es muy singular así en altura como en largura y en la postura de las piedras, m uy grandes sin mezcla algu na, betún ni otra materia». También puntualiza que «según una crónica fue hecha por mandato del Emperador Trajano». El padre M ariana dice del acueducto: «es maravilloso tanto por su altura como por su obra», y lo atribuye al emperador Trajano. También es de la misma opinión el padre Masdeu. El marqués de Mondéjar, en sus D isertaciones eclesiásticas, se lim i ta a atribuirlo a los romanos, siendo de la misma opinión Ponz, Bosarte y Laborde.
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Izq u ie rd a [6 ] P lano g e o m é trico del A c u e d u c to de Segovia. A. de L a borde, 1 8 1 2 D erecha [6 ] P ersp e ctiva del a cu e d u c to de Segovia. A. de Laborde, 1 8 1 2
[2] Grabado de La España Sagrada, de Flórez (segunda e d ició n , siglo XIX)
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[3] Tres grabados de Diego de V illanueva, 1 7 5 7
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[4 ] Ponz, V ia je de España
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I M . Α Χ Ο G K O Μ Κ T H A I . d el Λ Ο Γ Κ D I C T O d e S K G O Y I A . IM.AN G l í O M K T K A l . d o I A Q U E I H C de S F. G0 V IK . [6] A. d e Laborde, 1 8 1 2
« K O Î I K T K I C A I . 1Ί.ΛΛ o r t b c A O C K U f C T o f SKGOVIA .
Grabado del Somorrostro (primera e d ició n , 1 8 4 2 )
Acueductos romanos en España
Grabado del Somorrostro (primera e d ició n , 1 8 4 2 )
Capítulo III. Acueducto de Segovia
Acueductos romanos en España
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L á í í i l i 8 a ' 2 . a= l . Caseta fre n te á San G a b r i e l . = 2 . Principio de los a rc o s .= 3 . Angulo p r i m e r o . . Angulo segundo á la Concepcion.= 5 . Angulo tercero á San Fra n c isc o .— 6. Cartela y nicho à o rie n te . . La m u ralla y entrada á la Ciudad.= 9 . Escala p ara m edir el A cueducto.
13
L á m i n a 3 / = l l y 12 Sotabancos del p u e n te .” 13. Escala p a ra m ed ir los Sotabancos. De la lá m i n a 2.’= 8 . P la n ta del A c u e d u c to .= 1 0 . Escala p ara la plañía.
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
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El a cu e d u c to y otras a n tig ü e d a d e s de Segovia. G rabado del S o m o rro stro (segunda e d ic ió n , 1 8 6 1 ) [5 ]
Página a n te rio r G rabados del S o m o rro stro (segunda e d ic ió n , 1 8 6 1 ) [5 ]
Somorrostro lo sitúa en el siglo I d. C., habiendo quedado como verosímil esta opi nión, particularizada por algunos con el imperio de Augusto. Para reunir todas las atribuciones, ya hemos indicado la más disparate, que es debi da al arzobispo Ximénez de Rada, quien lo asigna al rey Hispan, mientras que el padre Sigiienza pone en circulación la fábula de la fundación de la ciudad con su acueducto por Hércules. Tenemos además la de hacer entrar en el juego al emperador Teodosio, por ser natural de Cauca, y otra que titulando el dibujo de D. Diego de Villanueva [31] lo califica de obra griega. Por último, la inscripción apócrifa de Licinio Larcio, amigo de Plinio, traída por Morales, lo hace corresponder al emperador Vespasiano. En el folklore de leyendas de todas las grandes edificaciones antiguas, le corres ponden la construcción al diablo, lo que se cuenta en la ingenua historia de la sobri na de D. Frutos, sacerdote de Segovia. Los segovianos denominan al frente que da a la plaza del Azoguejo, lado de la Virgen, y, en contraste, lado del diablo al opuesto. Según cita Somorrostro, en marzo de 1520 se colocaron, a expensas de la devo ción de Antonio Jardina, las estatuas que hay en los nichos del pilar central, que son la Virgen de la Fuencisla, Patrona de Segovia, y San Sebastián. Debieron albergar esta tuas romanas que se habrían retirado muchos años antes, según Colmenares. Se habla de Hércules, pero esto proviene de los falsos cronicones.
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El acueducto entra en el siglo XIX sano y en servicio, aunque «asfixiado por las casas, que le robaban su aire, su gallardía», así como los moradores de las mismas el agua, a través de cerbatanas fraudulentas, pero, además, encendían contra sus piedras fuego: «el enemigo más temible que tiene el acueducto», en opinión del viajero Bosarte, que lo visitó en 1802. En el año 1820, en que publica Somorrostro la primera edición de su libro, había cuatro arcos de la alineación tercera tabicados con mampostería, por encontrarse rui nosos, y además uno de la cuarta alineación, la de dos pisos, también destruido «sin duda muchos años hace y por alguna bárbara mano». El derribo de las casas se puso en marcha gracias a un desgraciado suceso acaeci do en 1806, cuando por la estrechez del paso de entrada a la calle de San Antolín, al franquearlo, volcó el coche de la embajadora de Suecia, que volvía a La Granja, la cual sufrió un aborto a los pocos días como resultas del accidente. En el mismo mes de septiembre, el rey, que estaba en El Escorial, expidió una real orden resolviendo que el comisario de Caminos, don Francisco Javier Wam Baumberghen, fuera a Sego via a examinar el acueducto y averiguar «si las casas a él contiguas pueden perjudicar le en términos que, además de quitarle la hermosura, ocasionen su ruina». Esta orden es de 25 de septiembre, y el 27 del mismo mes se presentó en Segovia el citado comi sario de Caminos, «quien mandó que se le franqueara la vista y reconocimiento de todas las casas contiguas al acueducto». El comisionado, después de practicar el reconocimiento «con la mayor actividad y presteza», ordena se lleve a su final el expediente de derribo que se había iniciado en 1801, a instancias del regidor de la ciudad. Recaba confirmación «de qué casas se podría echar mano en esta ciudad para trasladar a la mayor brevedad a los vecinos que actual mente habitan en las contiguas al acueducto, y qué fondos o arbitrios tiene o puede tener la ciudad para pagar los gastos del derribo y los que sean consiguientes». Y hace un llamamiento a «la ciudad de Segovia y a los verdaderos patricios de ella interesados en la conservación de uno de los más precisosos monumentos de la antigüedad, para que no pierdan medio alguno en conseguir que se manifieste al público con toda su belleza, atrayendo la admiración de nacionales y extranjeros». Comenzó el derribo de las casas en noviembre de 1806, y la operación duró algunos meses, trazando dos líne as a cuarenta pies de distancia del acueducto, con prohibición de construir, y señalan do las alturas a que había de quedar el terreno en esas dos fajas. El ingeniero Wam Baumberghen dio por terminada su comisión en marzo de 1807, aunque no se habí an cumplido sus intenciones, por lo cual quedó la obra a medio hacer en el año 1808 al estallar la guerra de la Independencia. En la parte de un solo piso de arcos había muchas cerbatanas «para tomar las aguas de la caja, mediante conductos perpendicu lares que están arrimados a los pilares del puente, y en vez de servirles de apoyo, los están destruyendo». Debido a su altura, la parte de los dos órdenes de arcos estaba libre de estas perniciosas cerbatanas. En el año 1807 se reconoció el acueducto por el maestro D. Antonio Ortiz, que sacó plomo de los agujeros donde debieron agarrarse las letras de las inscripciones, seguramente dedicatorias, que hubo en las dos caras del sotabanco intermedio que abarca los tres pilares principales con tres hiladas de sillares sobre la coronación del
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piso intermedio. También se encontraron en dicho reconocimiento cuatro nichos rellenos de tierra en los espacios correspondientes de este ático, limitados por los dos paramentos y los tres pilares que lo interceptan, inclinándose dicho maestro a supo ner que habían servido como sepulturas. Durante las guerras civiles del siglo XIX se habilitó un fortín en lo más alto del acueducto, según cita el editor de Somorrostro, quien además consigna que en 1856 sirvió para colocar los alambres del teléfono que iban hasta el edificio del Gobierno Civil de la provincia. A juzgar por los grabados que se conservan del siglo XIX, tuvo una arqueta sobre saliendo de la coronación a eje del pilar central. También parece que en cierta oca sión se colocó una cabeza de madero, como aparece en el escudo de la ciudad, y que dan actualmente unos vástagos de acero empotrados en la fábrica que pudieron sostener el armazón de la citada cabeza. En fecha que no merece ser rememorada, se colocó una tubería metálica de enchu fe y cordón que sustituye en función hidráulica a la caja, pasando el agua a presión
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V ersiones p o ste riore s de los grabados de D avid R oberts
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Acueductos romanos en España
G rabado de Van H alen
G rabado de G. Doré
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C apítulo III. Acueducto de Segovia
V aria n te s del g ra b a do de D avid R oberts
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[9 ] G rabado de J. Taylor (S ig lo XIX)
de una a otra vertiente. Para proteger esta tubería de los peligros de su desnudez, se construyeron unos desconsiderados muretes de fábrica de ladrillo, cubriéndose entre ambos con pizarras para formar cámara. Estas pizarras se han ido deshaciendo y cayendo al fondo de la caja, pues se circula, aunque con dificultad, a todo lo largo del monumento. A las pizarras se agregan cascotes de la fábrica de ladrillo de los muretes m uy mal rematados por el interior. No se comprende cómo esta situación ha per durado hasta nuestros días, siendo un atentado contra la estética del monumento, contra su espíritu de conducción de agua rodada, y contra su integridad, por el peli gro que supondría la rotura de la tubería, simplemente al helarse el agua que condu ce o fallar una de las juntas. Aunque esto no ha ocurrido, contra toda previsión que se debiera haber hecho, sin embargo, la existencia de dicha tubería ha sido la princi pal causa de deterioración de las bóvedas de la arquería superior, pues dicha tubería tiene fugas, cuyo caudal, unido al de las aguas de lluvia, no corre por la caja, ya que el cuerpo de la tubería impide la limpieza y arreglo de la canal, que desnivelada y obs truida por cascotes y trozos de pizarra ni con este exiguo caudal puede. Una falsa alarma sobre las condiciones de estabilidad del acueducto, motivada por un informe adverso al recalce de dos pilares con objeto de ampliar en un vano la zona útil a la circulación de vehículos, ha dado lugar a la redacción de un proyecto de
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
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Acueductos romanos en España
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
S u p e rio r V ista d e l a cu e d u c to de Segovia. L ito g ra fía d e l año
1808
In fe rio r F otografía a c tu a l
refuerzo y consolidación del monumento*, en el cual hemos tenido parte principal. Al analizar los problemas ingeníenles del acueducto nos referiremos a las medidas de seguridad que se proponen en el mismo, pero anticipamos que las dos más impor tantes son la de poner fuera de servicio la tubería enterrada y la de desmontar la tube ría superior con sus muretes.
*Este proyecto nos fue encargado por la D irección G eneral de Obras Hidráulicas del MOP, con la dirección del ingeniero de la Confederación del D uero don Augusto Ramírez y del arqui tecto conservador del m onum ento, don Anselm o Arenillas. El proyecto ha sido aprobado con el inform e favorable de la D irección de Bellas Artes y de la Academ ia de Bellas Artes, y va a ser rea lizado en plazo breve por la D irección G eneral de Obras Hidráulicas.
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P rim e ro s arcos del gran a cu e d u cto A qua C la u d ia en Rom a (3 ) (C o m pa ra r con los arcos de la p rim e ra a lin e a c ió n del a cu e d u cto de Segovia)
P roblem as arqueológicos
Como ya hemos expuesto, la autoridad del Padre Fita situando la epigrafía de la ins cripción número 2.739 en la época de los Flavios, encaja la construcción del acueduc to en el siglo I. De los emperadores de este siglo sólo ha sido recordado Vespasiano, pero nosotros nos decidimos por Claudio en virtud de las razones que exponemos a continuación. Las referencias directas que resolverían nuestro primordial problema de filiación del monumento serían las inscripciones dedicatorias que existían en los dos frentes de la cartela que sirve de basamento a los tres pilares superiores en la zona de mayor altura. Hoy día sólo quedan los agujeros que sirvieron para el agarre de las letras de bronce que los constituían. Parece que algunas de éstas quedaban todavía a princi pios del siglo XVI, según la referencia de Francisco Valdés en el D iálogo d e la lengua, pero ninguno de sus cronistas las llegaron a ver, y Somorrostro nos da los dibujos correspondientes a las constelaciones de agujeros, de los cuales se había sacado plomo en la revisión del monumento que se hizo en los primeros años del siglo XIX. Vemos, pues, que no obtenemos ningún fruto de fuentes directas arqueológicas, porque esa referencia de las figuraciones en lápidas del siglo I es demasiado vaga. Nos queda únicamente el recurso de analizar fábricas y detalles de estilo de nuestro monu mento, para establecer comparación con los grandes acueductos de las conducciones de Roma, que están perfectamente estudiados. Es evidente que un acueducto en provincias no puede ser de edad republicana, ya que, a diferencia de los puentes que sirven perfectamente a fines de conquista y de dominio del terreno conquistado, el acueducto es un regalo a la población que lo dis fruta, favor directo y particular a una ciudad por parte del Estado romano, y era pre ciso que éste se constituyera en Imperio para que el acueducto fuera donación de un emperador, por lo menos en los primeros tiempos de este régimen, ya que después podrían los mismos provincianos construir sus puentes y sus acueductos. Vimos que era ocasión paradigmática, que nosotros aventuramos además como iniciadora, la de la construcción del acueducto de Tarragona por Augusto al inaugurar la pax augustea después de las guerras cántabras.
Capítulo III. Acueducto de Segovia
R estos del gran a cu e d u c to te rm in a l del A qu a C la u d ia con las re sta u ra c io n e s y re fu e rzo s de la é p oca de los Severos. En la fo to fin a l se ve el c o n tra m o ld e de sus arcadas en la fá b ric a de la d rillo p o ste rio r (3 )
Si nos movemos en el siglo I, el hecho de ser fábrica sin argamasa nos autoriza a retrasar la fecha buscada, ya que este modo de construir siempre en opera quadrata, direc tamente heredado de los griegos, queda sustituido en lo propiamente romano por la structura cem enticiae, es decir, de piedra menuda necesariamente conglomerada y para mentada, bien con la misma opus quadrata, o bien más normalmente en las obras públicas con opus incertum u opus reticularum y posteriormente con opus lateritiae, que en Roma sustituye casi definitivamente a las demás y espe cialmente en el ramo de los acueductos, a partir de los arcos neronianos o celimontanos de la ampliación del Aqua Claudia. En todos los puentes romanos que hemos visto su fábrica interna, encontramos un núcleo de hormi gón vertido entre paramentos y sillería o sillarejo, sistema constructivo que aún se emplea hoy, cuando se ejecutan obras de fábrica de hormigón con revestimiento de sillería o manipostería. Es indudable que emplear sillares con tizo nes de más de 2 m en una obra de ingeniería revela no tener a punto el tipo de fábrica mixta que se empleó de un modo definitvo ya desde la segunda mitad del siglo I d. C. Para fijar la fecha dentro del siglo I que vamos acotan do hay que seguir las construcciones de los acueductos de Roma y de las provincias más favorecidas que en los comienzos del Impero son precisamente Hispania y Galia. Ya en época republicana tenemos al menos dos acueduc tos con superestructura de arcadas: el de la Appia, con 60,00 m de longitud, y el de la Marcia, con quince arcadas de 3,50 m de luz. Pero hay que esperar a Augusto para encontrar uno de los acueductos colosales: el tramo final de la Julia, con 9-578 m de longitud; también hay otro importante en la Vérgine, con 1.036 m. Dejando a un lado el Aqua Alsietina, también de la época de Augusto, con acueductos cortos aislados totali zando hasta 530 m, nos encontramos con el Aqua Clau dia, empezada por Caligula en el 38 de Jesucristo y termi nada por Claudio en el 52, en la cual el acueducto terminal tiene 9.600 m de longitud de arcadas sencillas de 6,50 m de luz y pilares rectangulares de 4,50 x 3,90 m construidos en opus quadrata, con el terminado tosco e irregular que caracteriza, en general, la labra de sillería en puentes y acueductos y, en especial, la de nuestro acueducto de Sego via. Otra conducción se llevó a cabo casi simultáneamen te, que también inauguró Claudio, y se denomina Annio
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Novo; pero no interesa a nuestras consideraciones, ya que en la zona terminal utili zaba las arcadas indicadas de la Claudia, montando su caja sobre la de ésta. La siguien te conducción de aguas de Roma corresponde a Trajano y recibe el nombre de este emperador; tiene todas las obras de fábrica de opera cem enticiae, empleando bastan te el revestimiento de opus reticulatum . Este tipo de revestimiento se encuentra en España excepcionalmente. No encontramos en Roma la solución de doble arcada hasta las construcciones del Imperio de Nerón, que son los citados arcos neronianos o celimontanos del Aqua Claudia, prolongación de la misma en arcadas unas veces dobles y otras sencillas para remontar el monte Celio y llegar hasta el templo de Claudio, pero con fábrica de ladrillo. También tenemos los refuerzos de las arcadas de la Claudia, primero por los Flavios y luego por los Antoninos, empleándose unas veces arcos y pilares internos de todo el contorno en arcadas sencillas y otras con apeo a media altura, que da arcos intermedios. Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores y la similitud de nuestro acue ducto con el de la Claudia en luces de las arcadas, en fábrica empleada, aspecto del paramento, etc., nos hemos detenido a considerar en detalle las particularidades esti lísticas y a repasar la historia económica y política de esta época. En el diseño de ambos, a pesar de la coincidencia en organización de su estructura y en la apariencia de los paramentos, hay una gran disparidad, pues el acueducto segoviano, que es verdadera mente esbelto, se hace en superlativo al compararlo con las arcadas simples de grue sos pilares del romano. Esto puede justificarse trayendo a colación la mayor audacia que lógicamente desarrollarían los ingenieros romanos lejos de la capital. Quizás tam bién jueguen las distintas condiciones ecológicas que se dan en ambos, en cuanto a cimentación, por un lado, y el peligro de terremotos, por otro, pues es el caso que las arcadas de la Claudia se han reforzado constantemente y muy en especial duran te los Flavios y bajo Septimio Severo y Caracalla, como ya hemos indicado, lle gando incluso a tapiarlas completamente en reparaciones de última época. Como ya hemos indicado, la solución de este problema estaba en las inscripcio nes dedicatorias que existían en los dos frentes de la cartela o sotabanco de los pila res centrales. Como es sabido, en un caso análogo de inscripción desaparecida, dejando la constelación de sus agarres, que corresponde a la Maison Carré, de Nimes,
P ila re s d e l A qu a C la u d ia e n tre los re fu e rzo s de la época de los Severos
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LETRAS REPETIDAS :
Capitulo III. Acueducto de Segovia
El in te n to de re c o n s titu c ió n d e l ró tu lo se ha h e cho sobre una re s titu c ió n fo to g ra m é tric a a escala 1 :2 5 de la to ta lid a d de la c a rte la , a la c u a l co rre sp o n d e el d ib u jo in fe rio r, co m p le m e n ta d a p o r la fo to g ra fía q u e aparece en la p a rte su p e rio r. C om o las le tra s d e b ie ro n ser de bronce, se fu n d iría n en el m is m o m old e , p or lo c u a l se han u tiliz a d o los m is m o s d ib u jo s para las q u e se re p ite n , las cu a le s se reúnen d e b a jo . En la c o lo ca ció n de estas le tra s se observaron p a rtic u la rid a d e s co n s ta n te s. Por e je m p lo , las C y las 0 su e le n pasar p o r c o in c id e n c ia de ju n ta de tre s silla re s , las T y las I c o in c id e n en b a sta n te s casos con ju n ta v e rtic a l. Las le tra s del re n g ló n in fe rio r son m ás anchas
Acueductos romanos en España
Iz q u ie rd a L á p id a fu n e ra ria n ú m e ro 2 .7 3 9 del C. I. L. co rre gid a por el P. Fita, con el e m b le m a del a cu e d u cto D erecha L á p id a fu n e ra ria d e s c u b ie rta p o r el P. Fita, con el e m b le m a del a cu e d u cto
se pudo reconstruir la inscripción con la dificultad suplementaria para uno de los fren tes, de que su leyenda fue modificada al poco tiempo de inaugurarse el templo. Los agu jeros en las inscripciones de Segovia se agrupan en tres filas horizontales, una en cada hilada de las tres de dicha cartela, ocupando toda su longitud las dos superiores y sólo un corto trozo central la inferior, lo mismo en un frente que en el otro. Comparando las agrupaciones de agujeros con las de la «Maison Carré», se dedu ce fácilmente que se trata de inscripción de dos renglones, correspondiendo las letras del primero a las dos filas superiores, y las del inferior a una sola fila de agujeros, ya que las letras podían apoyarse directamente en el resalto de la cornisa inferior. Una de las inscripciones tiene que ser la dedicación imperial, en la cual debe figurar el nombre del emperador seguido de sus dignidades, datando la dedicación por los años de uso de dichas potestades, dejando para el renglón inferior alguna frase tópica rela cionada con el ed ificavit o fecit. Hemos tanteado esta interpretación en la del lado de la Virgen, ordenando las potestades, como es normal en: pontífice máximo, cónsul, potestad tribunicia y emperador en sus abreviaturas habituales: PONT, MAX. —COS.TRIBUNICIA POTESTATE-IMP., que apoyándonos en las A, V, X e I son fáciles de encajar. En estas condiciones cabe encabezar con TI. CLAUDIUS o CLAUDIOS, que es el nombre oficial del emperador Claudio y tal como figura en las monedas y en otras inscripciones conocidas. El renglón inferior se puede encajar con más libertad, puesto que hay una sola fila de agujeros y va bien la frase; OMNIUM FECIT, que se encuentra en casos análogos. Al utilizar los agujeros es preciso desechar los que sir vieron para la introducción de las mandíbulas de la mordaza de la grúa que las elevó. La agrupación de agujeros se ha dibujado exactamente por fotogrametría terres tre, en la zona reducida, para tener unos alzados exactos de la zona central del acue ducto, que es donde puede nacerse levantamiento fotogramétrico, ya que en lo res tante de la alineación principal las casas quedan m uy próximas. Con nuestra interpretación, que no pretendemos sea la definitiva, puede leerse: TI. CLAUDIUS. PONT. MAX. VIII COS. III TRIBUNICIA POTESTATE VIIII IMP., que va bien con las sucesivas fechas de las dignidades del emperador, terminando por el título de PATER PATRIAE, reducido a P. P., que es muy frecuente en las inscricpciones relati vas a Claudio. Otra de las apoyaturas para el relleno de los vacíos es la que sitúa los numerales, ya que las cifras estaban remarcadas por un trazo seguido sobre ellas.
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
Esta inscripción del lado de Segovia significa la imposición del poderío del empe rador que ha construido la obra a los segovianos que la disfrutan. En la otra cara debía corresponder la imposición de los dioses de Roma a los mismos segovianos. Sin más referencias es verdaderamente difícil intentar la transcripción de esta última. Un detalle estilístico interesante es el de las molduras correspondientes a las cor nisas que separan los diferentes elementos arquitectónicos, coronando los pisos y subrayando los arranques de arcos y los ensanchamientos de pilares inferiores. En Tarragona es un simple rectángulo correspondiente a una hilada de sillares que avan za en voladizo por ambos frentes. Así comienza en Segovia, pero definitivamente la cornisa romana está moldurada con gran refinamiento, aunque la meteorización ha redondeado las aristas y existen tres modelos diferentes graduando su importancia según la situación. La comisa más evolucionada se compone de arriba a abajo de las siguientes molduras: banda vertical o inclinada según los casos, listel, talón, listel y a veces otra banda vertical. La altura total equivale a la de un sillar. Los sillares normales de pilas o relleno no tienen recerco ni anatirrosis; en cambio, ésta es normal en las dovelas de los arcos en borde interno. La terminación de las caras vistas tiene un desbastado menos cuidadoso que en Tarragona (Augusto) y también menos que en Alcántara (Trajano). No hay grandes sillares netamente salientes ex pro feso, como en Pont du Gard. El terminado es a pico en direcciones inclinadas. Izq u ie rd a Láp id a s e p u lc ra l (?) to ta lm e n te desg a sta d a que se e n cu e n tra en el ú ltim o tra m o de m u ra lla v is ib le en el paseo del S alón Derecha D e talle de la lá p id a se p u lc ra l
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Para complementar las consideraciones directas anteriores es interesante recordar el propósito de ios emperadores Tiberio y Claudio de estabilizar las condiciones socia les de las provincias más rurales, dando impulso a una urbanización de los núcleos de población para crear una burguesía urbana, que viviera en ciudades y desarrolla ra una actividad económica según normas capitalistas. De un modo natural, los pro vinciales se sentían atraídos por las formas superiores de la vida civilizada concomi tantes a la organización urbana. Forzar la evolución en las comarcas más atrasadas o más alejadas por la inhibición debida a las guerras de conquista, era labor primordial de los emperadores sucesores de Augusto, altamente interesados en dar a esta evolu ción un sello oficial para ampliar el fundamento de su poder. Así se explica que Augus to y Tiberio, y sobre todo Claudio, fuesen tan inclinados a fundar nuevas ciudades y a impulsar la vida civilizada urbana en las ya existentes. En este orden de cosas está el favorecer a Segovia dotándola de un abastecimiento de agua que diera prestigio en la comarca al estado romano. Dada la situación estratégica de esta ciudad, la ejecu ción de esta obra representaba una buena inversión desde el punto de vista político.
P roblem as ingenieriles
La idea que lleva a la superposición de pisos, es la natural en este acueducto, realizan do la nivelación necesaria para la caja en dos etapas, definiendo la superior para obte ner un puente en condiciones normales de luz y altura y dejando a la inferior la adap tación a las condiciones más irregulares del terreno en el centro del valle. Esta división hace que resulte la arquería superior casi regularizada en una gran longitud y decre ciente a ambos lados cuando pasa siendo única a apoyarse sobre las laderas, ya que aunque éstas son abruptas en la hondonada, después suavizan su pendiente para enla zar con las zonas correspondientes a la llanura por donde viene la conducción de un lado y a la coronación aplanada del montículo de la ciudad por el otro. En éste la pro longación es mucho más corta, ya que sólo tres arcadas subsisten, aunque debieron ser ocho o nueve y en la misma alineación que la zona de dos pisos. Como al realizar el segundo piso los pilares se elevan a plomo de los inferiores, los arcos intermedios quedan sin cargas directas y hacen únicamente papel de codales. Los arcos superiores con luz algo mayor (aproximadamente un pie más) por ser sus pilares más estrechos, tuvieron papel de arcos verdaderos al recibir el peso del ático que corona el monumento, el cual introduce un peso muerto grande sin razón estruc tural previa, ya que es un macizo de 2,50 x 1,50 m en cuya coronación se ahueca la caja que tiene escasamente 0,30 x 0,30 m. En otros acueductos de mayor caja, la orde nación funcional coincide con la ordenación resistente, y sobre la coronación nive lada de las arcadas se coloca la caja con sillares alineados formando los cajeros y un enlucido interno de opus signium , haciendo impermeables el fondo y los paramentos internos. Pero desde el punto de vista de armonía de volúmenes, mejor dicho, de superficies a la vista, no podía rematar nuestro monumento con la única hilada corres pondiente a la caja estricta, por lo cual se ha dispuesto este ático que da serenidad a todo el conjunto; serenidad que se traduce materialmente en solidez para la estructura
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P E N D IE N T E
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D e talle s de la e s tru c tu ra en alzado y se c ció n v e rtic a l
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y quizás en duración para el monumento, pues este gran dintel así constituido, al endurecer su aglomerante, aunque la compacidad de la fábrica no sea m uy buena, ha constituido una gran viga continua que traba las arcadas y da estabilidad a toda la ali neación. De este modo, el equilibrio deficiente, de castillo de naipes que inquieta a prime ra vista se ha convertido con el tiempo en la estabilidad sana de un doble pórtico con
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R e p ro d u c ció n fo to g ra m é tric a de las arcadas ce n tra le s . Lado de la V irgen. ESTEREOTOPO
Capítulo III. Acueducto de Segovia
R e p ro d u c ció n fo to g ra m é tric a de las arca d a s ce n tra le s . Lado de San S eb a stiá n . ESTEREOTOPO
dintel superior que deja sin papel estructural a los arcos, los cuales sólo en su etapa inicial trabajaron como tales. Somos de opinión de atribuir a este magnífico dintel la pervivenda de monumento tan esbelto y le damos el papel principal en la estabili dad del conjunto. Por eso a la hora de proyectar una consolidación del monumento no hemos dudado al proponer que la primera obra positiva que debe realizarse es dar a este dintel su total consistencia inyectando mortero para rellenar sus huecos.
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V ista desde el e xte rio r de la ciu d a d a n tes de la d e scon g e stió n de las casas pró xim a s
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V ista desde la m u ra lla del lado de la Virgen
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
Escorzo desde la plaza del A zoguejo
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C o m ie n zo de la a rq u e ría de dos pisos
En los dos pisos las arcadas se nivelaron enjutando los tímpanos de sus bóvedas con sillares aplantillados y pasando una hilada corrida sobre claves que asomaba a los fren tes en cornisas ligeramente voladas por ambos paramentos. En el piso intermedio la rapiña de los hombres a lo largo de veinte siglos ha hecho desaparecer todos los sillares de esta hilada que no estuvieran pisados por los pilares, a causa de lo cual sólo se ve cor nisa debajo de cada uno de ellos, donde quedan dos o tres sillares según los casos. Esto ha perjudicado al buen asiento de los pilares, y especialmente cuando se han arranca do sillares que se introducían algo debajo de la última hilada del pilar. Además ha dis minuido el papel de arriostramiento que se asignó a la sucesión de arcos intermedios, pues se ha reducido en toda una hilada la sección transversal del festoneado interme dio, cuyo único papel es hacer frente a los esfuerzos horizontales que puedan aparecer accidentalmente en cualquier arcada, transmitiéndolos a las inmediatas para que todos los pilares colaboren en su papel estabilizador debido al propio peso. Por este motivo, al enumerar las obras que debían hacerse para mejorar las con diciones de estabilidad del monumento, hemos considerado como segunda la de res tablecer las condiciones iniciales de este nivel intermedio reconstruyendo las corni sas en ambos paramentos y completando la hilada desaparecida con una viga de hormigón armado moldeada entre dichas cornisas. La reconstrucción de estas cornisas
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es la única operación positiva que plantea problemas arqueológico-artísticos, y ambos como siempre en conflicto, pues de un lado debe diferenciarse qué es lo antiguo y qué es lo actual, pero de otro lado debe alterarse lo menos posible la apariencia sere na del conjunto. En la labor de consolidación proponemos además inyectar las enjutas de arcos supe riores e inferiores para dar trabazón a la retícula de horizontales y verticales, en la cual dichas enjutas forman los nudos. Al convertir la doble arcada m últiple en retícula D e ta lle de las arca d a s c e n tra le s
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rectangular, afianzamos la vocación natural del monumento, pues si tiene arcos es porque los romanos no disponían de otro recurso para salvar una luz, aunque fuera pequeña, dado el tamaño limitado de las dovelas. Ya hemos visto que los arcos supe riores dejaron su papel de tales al endurecerse el ático y que los arcos inferiores nunca han tenido que ver con acciones verticales, si se exceptúa su propio peso. D e ta lle de los p ila re s in fe rio re s
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
A rcada XXXII. D espiezo c o rre cto en bóvedas y p ila re s. O bsérvese la s itu a c ió n del a g u je ro para in tro d u c c ió n de la garra de e le vació n a ju s ta d o de un m odo d ife re n te en cada d ovela. En la co ro n a ció n se a p recia un e s c a lo n a m ie n to de los m ure te s a ñ a did o s
La esbeltez de los pilares superiores considerados en su construcción primitiva no es m uy grande; resulta ser de 1 : 4,5 en dirección transversal y de 1 : 5 en la longitu dinal, donde no tiene que resistir acciones de viento. Como hemos indicado, estos pilares han experimentado una pérdida de cualidades estables, primero por aumen to de altura al perderse la hilada que coronaba el piso inferior, y segundo, y con más importancia, al estar comida en parte la base de apoyo cuando se han arrancado silla res que penetraban dentro de dicha base. En los pilares inferiores la esbeltez máxima es de 1 : 8,5. La carga de compresión que existe en los pilares no pasa de 8 kg/cm2 para las con diciones más desfavorables de viento. En cambio, la carga transmitida al suelo llega a 7,5 kg/cm2 en las mismas condiciones, y esto resulta algo fuerte, aunque dada la naturaleza del terreno de cimentación —granito a un lado y arenisca al otro- no ha
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A rcada XXXVII. A c u m u la c ió n de in c o rre cc io n e s en p ila r iz q u ie rd o . O bsérvese la c o lo ca ció n d e so rdenada de s illa re s en co rn isa s u p e rio r y la d e sa p a ric ió n de una zona en la in fe rio r
producido ningún asiento apreciable, pues en el peor de los casos la carga admisible en superficie es de 10 kg/cm’ según ensayos recientes realizados ex profeso. El problema planteado por la cornisa de la segunda arquería parece indicar que la construcción se terminó apresuradamente y estando ya preparados de antemano los sillares de la misma se asentaron por gentes no expertas en el oficio de cantero y con pésimo control.
P roblem as estéticos
El éxito más importante del acueducto en las versiones de los alrededores de Roma es el ritmo monótono de sus arcadas perdiéndose en el horizonte. Tenía que impre sionar profundamente a todo viajero que llegaba a la ciudad imperial este imponente
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
A rcadas XXVI, XXVII Y X X V III. O bsérvense las d is tin ta s c o n d ic io n e s de su s te n ta c ió n del p ila r su p e rio r
despliegue de arcos y pilares que traen a la ciudad el mensaje de la naturaleza. Como hemos indicado 'anteriormente no podía ser más eficaz propaganda política de la gran deza del Estado romano para el propósito de captación de los ciudadanos de las pro vincias, que la de estos artificios tan útiles por un lado y tan magnificientes por otro. Para cualquier provincial los acueductos de Roma, con longitudes de cerca de 10 km ininterrumpidos, eran una exaltación de la urbe por excelencia, pero lo que tenían en su propia ciudad habían de ser una recordación persistente de las ventajas de per tenecer al imperio romano. Además de estos logros en la impresión que el espectador recibe del acueducto, los ingenieros romanos consiguieron dar la pauta de una edificación en pura corpo reidad. En las discusiones sobre la paternidad del acueducto de Segovia, alguno de los cronistas basaba su posición contraria a la asignación a los romanos en que no aparecían los órdenes arquitectónicos clásicos en su organización. Pero precisamen te los órdenes dórico, jónico y corintio que utilizaron los romanos en las superpo siciones de arcadas de sus edificios urbanos eran herencia griega directa, y no se les ocurrió llevarlos a los acueductos de arcadas superpuestas, donde podrían haber ado sado columnas y pilastras como en las fachadas de los teatros y anfiteatros. Propor cionaron medios puntos y rectángulos en vanos y macizos con sobriedad verdade ramente romana y dieron una corporeidad con auténtica desnudez sin descuidar una ordenación y una delim itación de elementos verdaderamente humana. No existe confusionismo alguno, las cornisas definen los límites de cada una de las partes, y las proporciones de los distintos elementos se van afinando a través de las realizacio nes sucesivas. No hay más que comparar los pilares de Tarragona con los de Sego via, para ver cómo se han afinado inteligentemente conservando la idea inicial de ensanchamientos sucesivos.
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D ocum entos relativos al acueducto R eferencias históricas y literarias (1) FR. ENRIQUE FLÓREZ: España Sagrada. Tomo VIII. Tratado XXII. De la Iglesia de Segovia. Cap. I, pág. 63. De las antigüe dades y situación de la ciudad. 1. Es Segovia una de las antiquísimas ciudades de España, no tanto por lo que muestra el nombre y las menciones de los historiadores y geógrafos, cuanto por el insigne monumento del acueducto, que muestra tan notable antigüedad, que no es fácil calificar su origen. Algunos le defieren a Hércules, otros al emperador Trajano, y aun no pequeña parte de la gente vulgar juzga haber sido fábrica del diablo. 2. La misma variedad de opiniones es prueba de no haber cosa cier ta. Por lo que mira a Hércules no descubrimos más principio que la noticia de haber estado figurado en el pilar donde hoy está la ima gen de San Sebastián, y éste es un principio indiferente, que sólo prueba tiempo de la gentilidad en que los españoles antiguos pudie ron dedicar aquella obra a la memoria de Hércules. 3. En lo que toca a Trajano es muy dificultoso reconocerle por autor, por no haber vestigio de inscripción romana en obra de tanta longi tud y tan bien conservada; sabiendo por otra parte el genio que pre valecía en las obras de aquel emperador sobre dejar en ellas perpetua do su nombre, en cuya consecuencia hubo quien le llamaba yerba parietaria; y en el puente de Alcántara de España, compuesto de seis arcos, se pusieron diversas inscripciones en que quedó repartido su nombre. No habiendo pues, memoria alguna de romanos en el acue ducto de Segovia, no tenemos fundamento para reducirle a Trajano, ni a otro emperador. Sin que baste hallar otras obras de aquel tiem po que tengan semejanza con ésta; pues o se diferencian en el modo con que interiormente están unidas las piezas, o será dificultoso reba tir al que diga haber aprendido los romanos de éstas y otras obras más antiguas, v. gr.; las pirámides de Egipto, de quienes escribe Colme nares, en el cap. 1 de la Historia de Segovia, que tenían mucha seme janza con la fábrica de este puente, según las descripciones que se han hecho de su trabazón y grandeza de piedras y sillares; añadiendo otra no mala reflexión, de que el acueducto segoviano es de diverso orden de arquitectura que el usado por los romanos, pues no es de orden dórico, jónico, corintio, toscano, ni compuesto, sino de otro no conocido; y, por tanto, parece hay fundamentos para no reconocer le por obra de romanos, sino de tiempo más antiguo. 4. De este argumento, tomado por el orden de arquitectura, no ha podido juzgar el público, por cuanto ninguno se ha atrevido a estam parle. Colmenares se detuvo por la grandeza de la obra, como expre sa en el lugar citado. El Cl. P. Monfaucont, en el tomo 4, p. 2, cap. 10 de su Antigüedad ilustrada, se queja de no haber podido adqui rir el diseño; pero después en el tomo 4 del suplemento, pág. 102, dice que se le envió M. Legendre, cirujano del rey católico, con una descripción en español de que se valió el referido padre. Pero el dise ño que le enviaron fue solo de diez arcos sin medida de escala, sin la debida proporción entre los arcos, omitiendo las cornisas inferio res de los pilares, y faltando a la proporción de los superiores con los
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inferiores, sin arreglarse a la hechura del zócalo, ni a la línea inferior, que no es recta más que en los tres arcos del centro, y añadió en la parte superior del pilar que está en medio de la mayor altura una cabeza de mujer entre dos flores, escribiendo por debajo esta inscrip ción; C A B E Z A D E E X T R E M A D U R A ; lo que no es así, pues sobre la canal por donde corre el agua no hay lo que allí se figura. 5. Nosotros damos aquí el dibujo total con exactitud por diligencia de D. Juan Saenz de Buruaga, doctor complutense del colegio mayor de S. Ildefonso, magistral de la santa iglesia de Segovia, después obis po de Lugo, y hoy arzobispo de Zaragoza, de quien me valí por amis tad contraida desde la universidad de Alcalá; y tomó tan a su cuen ta este negocio, que a poco tiempo de la súplica me favoreció con el expediente; habiéndose valido para esto de un sujeto muy hábil y facultativo, que es arquitecto de aquella santa iglesia y se llama D. Domingo Gamones, cuyo nombre es digno de perpetuarse por habernos dado lo que ningún otro, sin buscar más interés que el de servir al público, y ya que ignoramos el nombre de su primer artífi ce sabremos el del primero que ha conseguido delinear esta fábrica. 6. Aquel gran acueducto se llama vulgarmente Puente, siendo su des tino opuesto al uso de semejantes fábricas, pues éstas se ordenan a dar paso a las gentes sobre las aguas, y aquélla a conducir las aguas sobre sí, dejando paso franco por debajo. Lógrase este beneficio por medio de unos arcos de piedra que sostienen un canal formado de las mis mas piedras en la conformidad del tránsito que todos los demás puen tes ofrecen a las personas en el pavimento de la superficie convexa de los arcos; de suerte que como en los puentes comunes sirve el suelo y los antepechos para piso y seguridad de los caminantes, aquí se orde na uno y otro para el curso y dirección de las aguas. (2) AN T O N IO PO N Z: Viaje a España. Carta V I, 1781, págs. 45, 46, 47, 48, 49 y 50. 45. Vamos ahora a algunos de los monumentos de la remota anti güedad que se conservan en Segovia, y, en primer lugar, al famoso acueducto; obra insigne, que por su forma, grandiosidad y solidez, la creo de los romanos, sin detenerme ahora en contradecir las razo nes que alega Colmenares para probar que no lo es, sino de los remo tísimos tiempos de Hispan, o de Hércules, etc. Ni tampoco me detengo en que Licinio Larcio la mandase construir, o que se hicie se imperando Trajano, pues pudo fabricarse antes o después, siendo siempre obra de romanos, contra lo cual no prueba lo que dice Col menares de no reconocerse en ella ninguno de los órdenes de arqui tectura usados de los romanos; pues distinguiéndose éstos por sus ornatos, faltando ellos, y siendo obra llana, como eran las de esta naturaleza, aun en Roma misma, es flaco argumento el que se funda en la falta de dichos órdenes. 46. La construcción no puede desmentir su edad, poco más o menos, al que está acostumbrado a ver puentes y acueductos roma nos. Pero dejando esta disputa, vamos a la grandeza y utilidad de este insigne monumento.
Capítulo III. Acueducto de Segovia
47. A tres leguas de esta ciudad se forma un riachuelo de diferentes fuentes, que nacen en la parte occidental de la cordillera de Riofrio, cuyo nombre tiene también el riachuelo, del cual, según Colmena res, «se escota una hila real de agua de una cuarta de alto y dos de ancho, medida común del cuerpo de un hombre». Va por acequia descubierta hasta la distancia de quinientos pasos antes de llegar a Segovia, donde hay un arca de piedra cubierta para deponer la arena y otras inmundicias. Luego, desde el primer arco, que con el canal le da Colmenares cinco varas y dos tercios de altura, continúa miran do al medio día sobre setenta y cinco arcos hasta el convento de San Francisco, en donde ya la altura es de treinta y nueve pies; forman do allí un recodo, toma su dirección de oriente a poniente sobre dos órdenes de arcos para atravesar el valle y plazuela llamada el Azoguejo, donde, según el citado Colmenares, toda la altura es de ciento dos pies, y los arcos de todo el acueducto en número de ciento cin cuenta y nueve, siempre en dos órdenes y nunca en tres, como dijo Navagero.
ser vista que un bellísimo acueducto antiguo, cuyo igual no he visto ni en Italia ni en España...; todo él es de piedra dura, como el anfi teatro de Verona, al cual, desde lejos, se asemeja mucho por lo grue so de los pilares y la altura de los arcos, que son en algunas partes tres, unos sobre otros (se equivocó Navagero, porque no son sino dos órdenes de arcos)... Se van elevando éstos según baja el suelo, y en lo más bajo, donde hay como un valle, es altísimo, fundado con muy gruesos y anchos pilares; y allí creo yo que estaba la calle prin cipal, porque allí, en lo alto del acueducto, se reconoce que había en cada lado una estatua; parece también que hacia aquel espacio donde estaban las estatuas había dos sepulcros, acaso de los que hicieron el acueducto. Ahora, en lugar de aquellas estatuas, han puesto algunos santos; pero el resto del acueducto permanece entero, y no le faltan sino pocas piedras en lo alto; no se reconoce unión alguna de cal, y a la verdad, es digno de ser tenido por una de las cosas maravillosas de España». Es de creer que en tiempo de Navagero se reconociesen mejor que ahora las señales que dice de sepulcros y estatuas.
48. En dicho paraje del valle y Azoguejo hay algunos edificios arri mados a los mismos pilares del puente, que sin ellos, ciertamente, haría un objeto más grandioso en tan grande altura. Creen algunos, y uno de ellos el autor de la Historia de Segovia, que las piedras silla res de que está formada esta grande y útilísima obra, jamás tuvieron mezcla de cal ni otra cosa que las uniese, apareciendo por todas las caras de acueducto como puestas una sobre otra. Bien habrá podi do el tiempo consumir en las junturas de las piedras, después de tan tos siglos, cualquier mezcla que las haya unido; pero dejando esto y si tuvieron o no plomo por lechada, y si las bóvedas de los arcos estu vieron barreadas de hierro, al modo del templo de Sérapis, en Egip to, y, últimamente, si los que fabricaron este puente fueron los mis mos autores que hicieron aquel templo, como Colmenares conjetura (Historia de Segovia, páginas 8 y 9); dejando, pues, esto como cosas de menor importancia y muy diversas de lo que voy a decir tocante a la utilidad de esta gran obra, ¿dónde se señalará otra que mejor haya cumplido desde el siglo en que se hizo, aunque sólo sea desde el de Trajano, con el fin que la motivó? ¿Qué máquinas de ninguna otra invención hubieran resistido a tantos centenares de años, a tan tas guerras, terremotos y otras calamidades? Acuérdese usted de lo que le dije del artificio de juanelo en Toledo. Compare usted los gas tos que en él se harían y su total inutilidad con lo que este acueduc to pudo costar, aunque excediesen de mucho a aquéllos (que tam bién podemos dudarlo), y hallaremos la diferencia en el modo de pensar y poner en práctica sus pensamientos los hombres de aque lla edad con los que después vinieron. Aunque cada piedra de esta obra costase mil pesos, los tiene, a mi parecer, muy bien ganados.
(3) MIÑANO: Diccionario geográfico estadístico 1 8 2 7 . Segovia, tomo VIII, pág. 192.
49. Los pilares, según Colmenares dice, tienen ocho pies de grueso por su frente y once por sus lados interiores, y toda esta máquina lleva nivelada el agua hasta lo más alto de la ciudad, introduciéndo se por las murallas y atravesándola de oriente a poniente hasta el Alcázar por un conducto cubierto, de donde salen en el camino repartimientos para el uso de casas, conventos y para el del público. 50. Habla el Naugerio o Navagero de este acueducto en su Viaje por España, año 1527. Diré en castellano lo que él dice en su lengua ita liana, hablando de Segovia: «No hay cosa más bella ni más digna de
Acueducto.- El acueducto, cuya antigüedad no se puede fijar entre las investigaciones de los tiempos, según las expresiones de que usa el canónigo don Andrés Gómez de Somorrostro, individuo corres pondiente de la real academia de la historia, que le describió con sin gular maestría y erudición, es acaso el edificio más útil que dedicó la antigüedad a las glorias de la arquitectura. No hay español ni extranjero, sea sabio, rústico, agricultor o artesano, que no se admi re o asombre al contemplarlo; aquellos pilares tan elevados y tan robustos, aquellos arcos tan majestuosos y tan sencillos, aquellas pie dras tan grandes y tan estrechamente unidas; aquel color cárdeno y sombrío, que está anunciando su antigüedad; su longitud que se aproxima a 3.000 pies; la abundancia de agua que entra en la ciu dad por la cima; todo esto, reunido a la grandeza de la obra, preci sa a exclamar a cuantos le miran, ¡qué ánimos tan heroicos tenían los hombres para emprender obras sublimes cuando le hicieron! Tiene su principio en las fuentes que dan nacimiento al pequeño arroyo que llaman Riofrío; pero los trabajos de la arquitectura sólo comienzan desde el Caserón, que es un torreón muy fuerte y muy antiguo, situado al principio del camino que sale de la ciudad al real sitio de San Ildefonso. Los arcos empiezan a corta distancia de la Caseta que está enfrente del convento de San Gabriel, de Francisca nos descalzos, desde la cual sigue una gruesa pared de manipostería, sobre la que está colocada la canal que corre por toda la obra arque ada hasta llegar a la plazuela de San Sebastián. Continúa hasta el seminario conciliar, y desde aquí, ya cubierta y bajo del piso de las calles, lleva el agua al real Alcázar que, como hemos dicho, está al extremo de la ciudad, en la parte occidental. Desde dicho punto de la Caseta hasta el primer ángulo que mueve 6 arcos, tiene 25 pies castellanos de elevación y 2 16 de longitud. Desde aquí al segundo ángulo que mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay 25 arcos con 28 pies de elevación, y 553 de longitud. Sigue desde aquí la obra corriendo de E a O, y llega a tercer ángulo que mueve junto al con vento de PP, Franciscanos, en una tirantez de 44 arcos con 44 pies de elevación en el pilar doble que mueve, y 973 de longitud. En esta
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Acueductos romanos en España
parte del acueducto están los arcos que se reedificaron a los princi pios del reinado de doña Isabel la Católica. Es verdaderamente un esfuerzo del arte el ángulo que mueve frante a San Francisco; pues el pilar que le forma hace una curva con la que varía la dirección del acueducto de mediodía a N, con una pequeñísima inclinación al O. Tiene 22 pies de frente y 44 de elevación. Aquí es donde principian los dos admirables órdenes de arcos que siguen hasta la muralla por donde entra el acueducto en la ciudad. En el primer orden hay 43 arcos, y el primero está destruido hace muchos años; en el segundo hay 44, y la elevación es proporcionada al declive o inclinación que toma el cerro para descender a la plaza del Azoguejo, y el que vuel ve a tomar desde aquí para subir hasta la muralla. En el arco por donde se entra a la calle de San Antolín tienen los pilares 91 pies de elevación, y en la dicha plaza del Azoguejo, que es el sitio de la mayor altura, tiene 102 pies. Desde San Francisco hasta la muralla, donde se ha conservado enteramente la obra antigua, hay 986 pies de longitud. Para que el agua tuviese movimiento más acelerado, dieron sus artí fices a toda la obra el declive o declinación correspondiente que no se percibe con facilidad, cuyo declive es en razón de un pie por cada 100 de longitud; de manera, que desde el punto de la Caseta hasta el último arco del puente, hay 29 pies de declinación, y así es que camina el agua con bastante rapidez. Los pilares que sostienen los arcos, que todos son de piedra berroqueña, son cuadrados o cuadri longos, de 11 a 12 pies de grosor en el orden inferior, y de 7 a 8 de frente. Los lechos de las piedras y sobrelechos, y las piedras entre sí tienen tan exacta unión, que parece incomprensible cómo pudieron unirse y ajustarse unas a otras tan estrechamente, sin que ya quede en el día duda alguna de que no tienen trabazón de hierro, argama sa, ni cal o arena que formen mezcla. Estamos persuadidos a que ninguna otra obra de semejante antigüedad, se habrá conservado tan bien, llenando el objeto a que fuese destinada. (4)
M ADOZ:
Diccionario geográfico. T. XIV. Págs.
12 9 y 1 3 9 (1 8 4 9 ).
SE G O V IA . El acu ed u cto .
Es el monumento más grande que la nación conserva de la antigüe dad, no sólo por la sublimidad de su fábrica, sino porque no ha deja do de prestar el servicio para que fue contruido, dominando todas las visicitudes, haciéndose superior a los irresistibles estragos de los siglos, y manteniéndose firme a pesar de las apasionadas devastacio nes de los hombres. El agua que conduce esta soberbia fábrica se toma del riachuelo llamado Riofrío a la falda NO, de la sierra de Fuenfría, a tres leguas de la ciudad, de cuyo riachuelo se escota una hila real de agua, esto es, medida o cantidad de una cuarta de alto y dos de ancho, grueso común del cuerpo de un hombre, que guiada por una acequia o caz descubierto desciende casi insensiblemente de la montaña, y dando algunos rodeos atraviesa en la carrera de 1 '/, leguas, cerros y peñascos escarpados y el pinar de Valsain; llega al sitio de los hoyos donde hay unos molinos que están al pie de los cerros y al S de la venta de Santillana; cruza el camino real de San Ildefonso, y después de correr desde los molinos otra legua y media por la llanura, llega al paraje donde hay un torreón muy antiguo que llaman el Caserón, situado al principio del camino que sale de la ciudad al sitio de San
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Ildefonso; desde este punto es donde ya la arquitectura comenzó a preparar el majestuoso camino por donde habían de correr las aguas para llegar a la elevación de la ciudad, triunfando del modo más glo rioso y magnífico de los obstáculos que les presentaba la profundi dad del valle que rodea todo el peñasco, sobre el que se halla la población. Aquí es donde el agua se dirige por una acequia forma da de dos paredillas muy fuertes, y llega a la primera caseta cubier ta y formada de piedra cárdena, en la que depone las arenas y deja salir por un registro o compuerta el sobrante que alimenta al arro yo Clamores; el acueducto continúa su curso por el canal de mampostería; entra al sitio de los cañuelos donde empiezan a distribuir se algunas aguas, y sigue hasta la segunda caseta o sedimento frente al convento de San Gabriel, en que el agua se purifica de las arenas, habiendo andado hasta el Caserón 2.760 pies; sigue desde esta segunda caseta una gruesa pared de manipostería sobre la que está colocada la canal o tajea, y a corta distancia da principio la obra de los pilares y arcos, formando su planta 3 ángulos para su dirección: el primero es casi imperceptible hasta el cual hay 6 arcos, 25 pies de elevación y 2 1 6 de longitud; de aquí al segundo ángulo, que ya es más notable y mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay 25 arcos, 28 pies de elevación y 553 de longitud. Sigue desde aquí la obra corriendo de E a O y llega al tercer ángulo que mueve junto al convento de San Francisco, y tiene esta tirantez 44 arcos, 44 pies de elevación en el pilar doble que mueve, y 973 de longitud; es verda deramente un esfuerzo del arte este tercer ángulo; el pilar que lo forma hace una curva con la que varía la dirección del acueducto de S a N con una pequeñísima inclinación al O, aquí comienzan dos órdenes de arcos ejecutados con admirable valentía; en el primer orden, o sea el inferior, hay 43 arcos; en el segundo, 44; la elevación de éstos es igual en toda su extensión; la de los inferiores es en pro porción al declive o inclinación que toma el cerro para descender a la plaza del Azoguejo, y el que vuelve a tomar desde aquí para subir hasta la muralla; en el arco por donde se entra a la calle de San Anto lín tienen los pilares 91 pies de elevación; en la plaza de Azoguejo que es el sitio de mayor altura 402 pies, y en el último pilar junto al muro a 62, contándose desde el dicho ángulo de San Francisco hasta este último punto 986 pies de longitud; seguía la obra primitiva hasta dentro de la muralla, pues que todavía se conservan 4 arcos y se conocen en la obra de mampostería que les ha sustituido señales de algún otro, debiendo computarse según la medida de proporción 8 ó 9 arcos de 20 pies de elevación hasta la plazuela de San Sebas tián, y hendiendo después la ciudad de E a O por un canal cubier to de bóveda, casi capaz p o r algunas p a rte s de un hombre de pie derecho para guiar los repartimientos a las fuentes públicas y parti culares, llega al Alcázar que está al extremo opuesto; la longitud desde que entra el acueducto en la muralla hasta el último arco es de 193 pies; de manera que toda la obra de este famoso acueducto era en su primera construcción de 170 arcos; su menor elevación frente a San Gabriel 17 pies; su mayor en el Azoguejo 102, y en el extremo dentro de la muralla 18; y su longitud total 2.921 pies; ¡extensión prodigiosa que no tiene ningún otro edificio de esta clase en Europa! En toda la obra, desde San Gabriel hasta su último arco, se ve en lo alto una pared de mampostería que tiene de 6 a 7 pies de elevación, en la que está metida la canal y va incluida en las
Capítulo III. Acueducto de Segovia
dimensiones que se expresan. Para que el agua tenga movimiento más acelerado, se dio a toda la obra el declive correspondiente, que no se percibe con facilidad; este declive es en razón de un pie por cada 100 de longitud; de manera que desde el punto de la caseta hasta el último arco hay 29 pies de declinación, y así es que camina el agua con bastante rapidez. Los pilares que sostienen los arcos son todos cuadrados o cuadrilon gos; su grueso en el orden inferior es de 11 a 12 pies y 7 a 8 de fren te, excepto en el pilar del ángulo de San Francisco, que tiene 22 pies de frente; pero no hay uniformidad en estas dimensiones porque varían a proporción de su mayor elevación, de suerte que algunos pilares sólo tienen 7 Ί 2 pies de fondo y 4 '/, de frente: esta desigual dad es tan artificiosa e imperceptible que se oculta a los ojos más perspicaces. Según van elevándose se disminuyen los gruesos y fren tes a cada 16 pies por medio de una cornisa o pequeña imposta que corre en el primer orden de arcos que hay desde San Francisco a la muralla, y forma un adorno muy sencillo y agradable. También corría esta imposta toda la base del segundo orden, sin que haya que dado de ella más que lo que aún persevera bajo los pilares del mismo; se observa también alguna desigualdad en el grueso y frente de estos pilares, que también la tienen todos los demás del acueducto, y a proporción de esta desigualdad es el hueco de un pilar a otro, pues en algunos es de 14 pies, en otros de 15 y en otros de 16; pero con el mismo artificio y disimulo, que hace casi imperceptible estas varia ciones; siendo estos huecos menores en los primeros arcos que son los más bajos y pequeños. Sobre los arcos se ven todavía muchas pie dras en línea que forman una cornisa, lo cual adornó en lo antiguo toda la obra de sillería, y al arranque de los arcos tienen los pilares sus boceles y filetes; algunos de estos pilares se ven empezados a for mar sobre las mismas piedras de la grande cantera, que se descubre en el piso por donde va el acueducto: otros están introducidos bajo la superficie de 14 pies, siendo lo que hay oculto de la misma fábri ca y figura que lo descubierto: estos pilares que serán de 8 ó 10 de los más elevados descansan sobre un gran banco de arena que hay entre los dos cerros que forman el valle, por donde atraviesa el acue ducto; así es que desde la primera piedra fundamental de estos pila res hasta el último punto de la canal que está en la altura, tiene el edificio en este sitio 11 6 pies de elevación. Sobre los tres pilares más altos del primer orden hay un sotabanco o cartela que tiene 60 pies de longitud y 6 de altura, formado por tres hiladas de piedras colocadas cobre la cornisa que ya hemos cita do, en términos que los tres pilares del segundo orden que corres ponden a aquéllos son tanto más cortos, cuanta es la elevación de este sotabanco, en cuyas piedras se advierten con mucha claridad tres líneas de agujeritos con alguna variedad en la distancia de uno a otro, cuyas señales se presentan a uno y otro lado de la fábrica, y se cree sirvieron para sujetar las letras que debió haber, por cuanto el maestro D. Antonio Ortiz, que reconoció toda la obra en el año de 1807, sacó algo de plomo de alguno de estos agujeros. En el pilar del centro del segundo orden, que afirma sobre el sotabanco, hay por ambos frentes un nicho en el que según el historiador D. Diego Colmenares, hubo antiguamente estatuas de Hércules; pero en el día representan imágenes de Nuestra Señora del Carmen por el lado del Azoguejo, y de San Sebastián por el· opuesto, colocados allí en
21 de marzo de 1520 por el ciudadano de Segovia Antonio de la Jardina, ensayador de la casa de la moneda y a su costa. Toda la piedra de este edificio es de una misma especie, a saber: berroqueña de grano grueso, blanca en el fondo con muchas vetas negras y después de pasar algún tiempo se pone cárdena y oscura, lo que hace apare cer la obra más venerable, y causa en los que la miran cierta impre sión religiosa de antigüedad; admite pulimento como si fuera már mol: los sillares están sólo labrados a pico; son generalmente cuadrilongos, y algunos tan grandes que tienen seis pies de longitud y el correspondiente grueso y altura: todos presentan en la obra algún frente, de manera que pueden contarse las piedras que hay en el edificio. Los lechos de las piedras y sobrelechos, y las piedras entre sí tienen tan exacta unión, que parece incomprensible cómo pudie ron ajustarse tan estrechamente; no tienen trabazón alguna de hie rro, argamasa, cal o arena que forme mezcla, sobre cuya particulari dad ya no queda duda alguna, como se manifiesta en algunos parajes, donde falta algún sillar, y se probó más de lleno cuando en el año de 1815 al golpe de un carro que conducía un cañón de grue so calibre, salió un sillar bien grande de su lugar, y todos vieron el interior del pilar sin que se descubriese en él mezcla alguna de cal, ni otro cuerpo extraño que enlazase los sillares; y sin ésta ni otra mez cla alguna volvió a ser colocado en el paraje de donde había salido. Las obras que se encomiendan a la inmortalidad (dice elegantemen te el Sr. Bosarte en su viaje artístico a esta ciudad) por los que saben encomendarlas, no necesitan de estos grillos para estarse quietas[...] La presente reúne las tres cualidades del estilo más difíciles de jun tar, que son la simplicidad, la elegancia y la grandiosidad. A pesar de la solidez de este monumento, no pudo librarse del todo de la ruina que traen consigo las guerras: 36 arcos de su parte orien tal fueron destruidos; y daban paso los moradores a las aguas enla zando el espacio arruinado con postes y canales de madera hasta que el regimiento de esta ciudad acudió a la reina doña Isabel, y esta señora por real cédula dada en Tarazona a 23 de febrero de 1484, otorgó que se hiciesen las obras necesarias, mandando para ello echar un repatimiento a la ciudad y su tierra, y que todo pasase por mano de Fr. Pedro de Mesa, religioso del Parral, como así tuvo efecto. Se reedificaron los 36 arcos que estaban caídos en el intermedio del segundo al tercer ángulo que hemos citado arriba en una extensión de 780 pies, imitando en lo posible la obra primitiva; pero se advier te tanto la diferencia, que en esta parte fue necesario ya en el año de 1807 tapiar y sostener cuatro arcos que aparecen notablemente des nivelados, cuando los anteriores están desafiando a la eternidad; y esto mismo hizo exclamar al mariscal Ney cuando llegó a ver el trozo reedificado: «aquí principia la obra de los hombres!» Por fortuna los arcos tienen aquí poca altura y es más fácil atender a su conserva ción. Esta reedificación se hizo bajo la dirección de Fray Juan Escovedo, religioso del mismo convento del Parral, que en esto dio prue bas de suma inteligencia, concluyendo toda la obra en 1489. No debemos concluir este punto sin hacer mérito de la justa providen cia adoptada por el rey y comunicada por el Dr. D. Pedro Cevallos en 25 de setiembre de 1806 al intendente de Segovia, para que se derribasen 30 casas pegadas al edificio en diferentes puntos, que ade más de ser muy perjudiciales a su conservación, presentaban gran deformidad y obstruían el paso de gentes y carruajes; y aunque todavía
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hay algunas casas demasiado próximas, presenta sin embargo el acue ducto toda su grandeza y suntuosidad. El vulgo admirado suele darle el nombre de puente del Diablo, y en algunas escrituras antiguas se le llama la puente seca, o simplemente la puente, confundiendo así denominaciones impropias de su fábrica y objeto.
«Yo creo, dice el erudito Cortés, hablando de este acueducto, que habiendo Teodosio nacido en Coca, un sentimiento de gloria y patriotismo pudo moverle a dejar cerca de su patria un monumen to eterno de su poder, a lo que no pudo mover a otro emperador alguno la ciudad de tan rebajada jerarquía como Segovia, que no fue colonia, ni convento jurídico, ni famosa por sus hechos historiales; y Teodosio se manifestó capaz de empresas tan grandiosas como Tra jano.» Si bien es verdad que tampoco a nosotros nos satisface la reducción de esta magnífica obra al imperio de Trajano, hecha sin más razón que constar lo inclinado que fue este emperador a la erec ción de monumentos, tanto, que por lo frecuente que es su nombre en ellos, hubo un distinguido anticuario que lo llamó yerba parie taria; tampoco estamos mejor por la conjetura del Sr. Cortés. Para nosotros lo más probable es que pertenezca al imperio de Vespasia no, español no menos insigne que aquéllos y que concedió los dere chos del Lacio a toda la Península, por cuyo decreto quedaron todos los españoles elevados a la ciudadanía romana; además consta que se esmeró en darles mejoras grandiosas, y les proporcionó cuantos bienes cupieron en su alcance. Licinio Larcio, pretor en la España citerior, se afanó entonces por el bien público; era amigo y discípulo de Plinio el mayor, y a nadie con más justicia puede atribuirse este admirable monumento, así por las cualidades personales que aquel distinguido pretor como por su época en que podía contar para proteger las poblaciones españolas y las artes en ellas, con todo el ahinco del gran Vespasiano. También fue enviado por entonces a la Bética en clase de Cuestor, el citado Plinio, lo que fue considerado como una de las muestras más dis tinguidas de la singular predilección y favor del emperador. Con esta ocasión pudo aquel insigne naturalista estudiar particularmente la España, acumulando noticias para su portentosa historia; ¿dejaría de conocer muy especialmente a Segovia, si llamaba la atención entonces la fábrica de su acueducto? No es de extrañar que no lo mencionase Plinio, mayormente siendo obra de su tiempo, como hemos dicho lo hubiera sido el silencio de los escritores que le pre cedieron, historiando bastante detalladamente las cosas de los espa ñoles y su conquista por la república romana si hubiera existido entonces. Plinio cumplió el objeto de su obra nombrando a Sego via entre los pueblos que iban a ventilar sus pleitos al convento jurí dico de Clunia, y diciendo que era población arévaca; los otros no hubieran llenado su deber de historiadores exactos, callando una cir cunstancia tan remarcable y que tanto debía servir para formar una idea exacta de los antiguos españoles. Harduino quiere que la ciu dad citada por Plinio fuese otra Segovia que califica de Urbécula, pero ha sido engañado por el error introducido en la numeración de los grados que la da Ptolomeo. Aún cuando fuese cierto que hubie sen existido dos Segovias en la región de los arévacos, pues también Ptolomeo coloca en esta región la que menciona, a ser igualmente
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cierta la conjetura de Harduino, que ésta fuese Urbécula, la mencio nada por Plinio, debió ser la más considerable, y por consiguiente la que nos ocupa. Pero repetimos fue un error de Harduino la supuesta existencia de dos Segovias en esta región; pues ni Plinio, ni Ptolomeo, ni el Itinerario Romano mencionan más de una. Es ver dad que la demarcación de Ptolomeo, cuyos copiantes han adulte rado también el nombre Segovia de diferentes modos, no conviene a la actual Segovia, determinándola en los 13° 3 0 ’ longitud, 42° 25’ latitud; pero la longitud está totalmente errada, pues Segovia era la más occidental de todas las ciudades arévacas; y la que estaba a menor longitud: debe corregirse 11 por 13. Admitiendo las gradua ciones de Ptolomeo tales como aparecen, sería establecer el notable desacierto de que Segovia hubiese estado en la misma longitud que Varia, la más oriental de las ciudades beronas; lo que sería contra dictorio a la misma doctrina de Ptolomeo, según la que las ciudades arévacas estaban no al E de los berones, sino al S. de éstos y de los pelendones. Por consiguiente, es preciso decir con el respetable Flórez, que sólo se puede citar a Ptolomeo para sostener que Segovia era arévaca; mas no para puntualizar su situación. Segovia fue una de las mansiones militares del camino que describe el Itinerario Romano desde Mérida a Zaragoza por la Lusitania. Quien guste ver con mayor extensión las antigüedades romanas des cubiertas en esta ciudad, puede acudir al citado Diego de Colmena res y D. Andrés Gómez de Somorrostro en su obra titulada: El Acue ducto y otras antigüedades de Segovia. De sus inscripciones, solas tres son geográficas, pertenecientes a una de Uxama, otra a Interannium y otra a Cauca, mencionándose en ellas estas poblaciones por sus gentilicios. Las demás no ofrecen cosa que interese a la geografía ni a la historia.
(5) A. GÓMEZ DE SOMORROSTRO: El acueducto y otras antigüe dades de Segovia, 1861. El acueducto continúa su curso por el canal o conducto de mani postería, entra ya al sitio de los Cañuelos donde empiezan a distri buirse algunas aguas, y sigue hasta la segunda Caseta, o sedimento, en que el agua se purifica de las arenas, y está colocada la Caseta fren te al Convento de San Gabriel de Franciscanos descalzos. Hay desde el Caserón hasta este punto dos mil setecientos sesenta pies. Sigue desde esta segunda Caseta una gruesa pared de manipostería, sobre la que está colocada la canal o tajea que corre por toda la obra arqueda, hasta llegar a la plazuela de San Sebastián; continúa hasta el Seminario conciliar, y desde aquí, ya cubierta y bajo del piso de las calles, llega esta canal, que es de grandes sillares de piedra cárde na y tiene una cuarta de ancho y un pie de profundidad, hasta lle var el agua al real Alcázar, que está al extremo de la ciudad en la parte occidental. A cortísima distancia de la Caseta da principio la obra de los pilares y arcos, que tiene desde dicho punto hasta el primer ángulo que mueve seis arcos1, veinte y cinco pies de elevación y dos-
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Las m edidas d e q u e se d a n o ticia en la d escrip ció n del a c u ed u cto se h an
to m ad o con to d a ex actitud p o r D . A n to n io O rtiz , m aestro de o b ra y fo n tan ero principal d e esta ciudad. Los pies son castellanos; tres de éstos hacen u n a vara de C astilla.
Capítulo III. Acueducto de Segovia
cientos diez y seis de longitud. De aquí al segundo ángulo, que mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay veinte y cinco arcos, veinte y ocho pies de elevación, y quinientos cincuenta y tres de lon gitud. Sigue desde aquí la obra corriendo de a oriente a poniente, y llega al tercer ángulo, que mueve junto al convento de PP. Francis canos; y tiene esta tirantez cuarenta y cuatro arcos, cuarenta y cua tro pies de elevación en el pilar doble que mueve, y novecientos setenta y tres de longitud. En esta parte del acueducto están los arcos, que se reedificaron a los principios del reinado de Doña Isa bel la Católica. Comenzó el arquitecto a formar los que estaban caí dos un poco más arriba del convento de la Concepción, y edificó treinta y seis arcos en la extensión de setecientos ochenta pies 2. Es verdaderamente un esfuerzo del arte el ángulo que mueve frente a San Francisco: el pilar que le forma hace una curva, con la que varía la dirección del acueducto de madiodía a norte, con una pequeñísnclinación a occidente: tiene veinte y dos pies de frente y cuarenta y cuatro de elevación. Aquí es donde se pasma el hombre mirando esta grande obra, y encanta el espíritu y valentía de los arquitectos que la ejecutaron: aquí es donde comienzan los dos órdenes de arcos, que siguen hasta la muralla por donde entra el acueducto en la ciudad. En el primer orden hay cuarenta y tres arcos: el primero está destruido sin duda muchos años hace, y por alguna bárbara mano. En el segun do hay cuarenta y cuatro: la elevación es en proporción al declive o inclinación que toma el cerro para descender a la plaza del Azoguejo, y el que vuelve luego a tomar desde aquí para subir hasta la muralla. En el arco por donde se entra a la calle de San Antolín, tienen los pila res noventa y un pies de elevación: en la plaza del Azoguejo, que es el sitio de mayor altura, ciento y dos pies; y en el último pilar junto al muro sesenta y dos. Este pilar es doble que los demás; y desde San Francisco hasta la muralla, donde se ha conservado enteramente la obra antigua, hay novecientos ochenta y seis pies de longitud. Sobre los tres pilares más altos y más fuertes, que hacen frente al Azoguejo y a la parte opuesta, hay colocado un sotabanco o cartela, que tiene sesenta pies de longitud y seis de altura, formada por tres hiladas de piedra, colocadas sobre una sencilla cornisa, que en lo antiguo seguía coronando todo el primer orden de arcos y ahora no permanece más que debajo de la cartela y los pilares del segundo orden. En el pilar del centro de la cartela por ambos lados opuestos hay un nicho de frente cuadrilongo, en el que dice el historiador
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In m e d iato s al C o n v en to de la C o ncepción h ay cuacro arcos cubierto s con
m am p o stería p o r estar ruinosos. Sensible es que perm anezcan e n este estado hace tan to s años. N o s co n sta que la Ju n ta de M o n u m en to s H istóricos y A rtísticos de esta provincia, to m a n d o en consideración estas razones, h a tra tad o en varías oca siones de proceder a la reedificación de estos arcos, después de h aber consultado el d ictam en facultativo de arquitectos e ingenieros de conocida reputación sobre el peligro q ue p odría resultar al resto del m o n u m en to y un án im em en te h an decla rado n o h ab er peligro alguno para proceder a su reedificación. A provecham os esta ocasión para rogar a los individuos que co m p o n en la J u n ta (entre los que tien e la h o n ra d e co ntarse el que escribe estas lincas) y el activo y celoso señor G o b e rn a d o r de la provincia, Sr. D . Félix Fanlo, redoblen sus nobles esfuerzos y p ro cu ren , v enciendo los obstáculos q u e pued an oponerse, reedificar estos arcos; en lo que les resultará u n a n o b le gloria y m erecerán la g ratitu d de Segovia y los elogios de los am an tes de las artes y de este precioso m o n u m en to . (N o ta del editor.)
Colmenares que hubo antiguamente estatuas colocadas de Hércu les. En las piedras del sotabanco se advierten con mucha claridad tres líneas de agujeritos exteriores, y con alguna variedad en la dis tancia de un agujerito a otro: hay piedra que tiene dos y otras que tienen tres, cuatro y hasta ocho agujeros, los que describen tres líne as, las dos más altas casi iguales, y corren de un extremo a otro de la cartela, y la más baja sólo ocupa la mitad de la extensión en el cen tro. De alguno de estos pequeños agujeros sacó algo de plomo el maestro Don Antonio Ortiz cuando los reconoció en el año de mil ochocientos siete. Forma también el sotabanco cuatro nichos que no se ven: los dos cuadrilongos, desde el pilar del centro a los pila res inmediatos, y los otros dos nichos pequeños. El maestro Ortiz, que los reconoció también entonces y los halló llenos de tierra, habiéndolos desocupado de ella, se inclina a que los dos huecos más largos parecen y son muy a propósito para sepulcros. Seguía la obra primitiva hasta dentro de la muralla, pues que todavía se conservan cuatro arcos, de los que parecen los dos últimos muy semejantes a la obra antigua; y por el último de éstos dos bajan aún algunas piedras de la misma calidad, que denotan el descenso del canal por donde iba el agua. Este arco está frente a la calle que baja a la parroquia de San Sebastián; y el resto hasta la muralla y obra antigua es una pared de mampostería, en la que hubo algún otro arco que aún se conoce. Causa sentimiento mirar los hermosos y grandes sillares que formaban estos arcos, puestos por cimientos de la muralla, como se advierte al bajar por el postigo de Santa Columba. El número de estos arcos debía ser por la medida de proporción ocho o nueve: su elevación veinte pies, y la longitud desde donde entra el acueducto en la muralla hasta el último arco ciento noventa y tres pies. De manera que la obra del puente de Segovia, o famoso acueducto, era en su pri mera construcción de ciento y setenta arcos; su menor elevación fren te a San Gabriel diez y siete pies; su mayor elevación en el Azoguejo ciento dos pies, y en el extremo dentro de la muralla diez y ocho. En toda la obra, desde San Gabriel hasta el último arco, se ve en lo alto una pared de mampostería, en la que está metida la canal, y va inclui da en las dimensiones que se expresan. La longitud, desde el punto de la caseta de S. Gabriel hasta el último arco frente a S. Sebastián, es de dos mil novecientos veinte y un pies. Para que el agua tuviese movimiento mas acelerado dieron a toda la obra el declive o declinación correspondiente, que no se percibe con facilidad. Este declive es en razón de un pie por cada ciento de lon gitud: de manera que desde el punto de la Caseta hasta el último arco del puente hay veinte y nueve pies de declinación, y así es que camina el agua con bastante rapidez. Los pilares que sostienen los arcos son todos cuadrados o cuadrilon gos: su grueso en el orden inferior es de once a doce pies, y siete a ocho pies de frente: pero no hay uniformidad en estas dimensiones, porque varían a proporción de su mayor elevación; de suerte que algunos pilares sólo tienen siete pies y medio de fondo y cuatro y medio de frente. Esta desigualdad es tan artificiosa e imperceptible que se oculta a los ojos más perspicaces. Se disminuyen los gruesos y frentes de los pilares, según van elevándose, a cada diez y seis pies de elevación, por medio de una cornisa o pequeña imposta, que corre en el primer orden de arcos que hay desde San Francisco a la
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Acueductos romanos en España
muralla, y forma un adorno muy sencillo y agradable. También corría esta imposta toda la base del segundo orden de arcos, sin que halla quedado de ella más que lo que aún persevera bajo los pilares del segundo orden. Se observa también alguna desigualdad en el grueso y frente de estos pilares, que también la tienen los demás de todo el acueducto. A proporción de esta desigualdad es el hueco que forman los arcos, o la distancia de un pilar a otro; pues en algunos es el vano de catorce pies, en otros de quince y en otros de diez y seis, pero con el mismo artificio y disimulo, que hace a estas varia ciones pequeñas casi imperceptibles, siendo estos huecos de los arcos menores en los primeros, que son los más bajos y pequeños. Sobre los arcos se ven todavía muchas piedras en línea, que forman una cornisa, la cual adornó en lo antiguo toda la obra de sillares: ahora no hay más que algunas de las antiguas piedras, y otras que, sin haberlas dado la forma de aquéllas, se colocaron allí cuando se res tableció el acueducto. Al arranque de los arcos tienen los pilares sus boceles y filetes. Ya se ha dicho y conviene repetir que la canal o tajea está empotrada en una pared de mampostería, que tiene de seis a siete pies de elevación, y va incluida en las medidas que se han expre sado en la altura del acueducto. Algunos pilares se ven empezados a formar sobre las mismas piedras de la grande cantera que se descu bre en el piso por donde va el acueducto: otros están introducidos bajo la superficie catorce pies, como lo ha visto el maestro Ortiz en los que sostienen la cartela, que están en la plaza del Azoguejo, sien do lo que hay oculto de la misma fábrica y figura que lo descubier to. Estos pilares, que serán ocho o diez de los más elevados, descan san y tienen su cimiento sobre un grande banco de arena que hay entre los dos cerros, que forman el valle por donde atraviesa el acue ducto: así es que desde la primera piedra fundamental de estos pila res hasta el último punto de la canal, que está en la altura, tiene el edificio en este sitio ciento diez y seis pies de elevación. Toda la piedra de este edificio es de una misma especie, a saber, berroqueña, granigruesa, blanca en el fondo, con muchas vetas negras; y después de pasar algún tiempo se pone cárdena, y oscura; lo que hace aparecer al puente más venerable, y causa cierta impre sión de antigüedad en los que le miran. Admite pulimento como si fuera mármol; y así se reconoce en algunos cercos de las puertas y chimeneas, que en tiempo del rey don Felipe II se pusieron en algu nas piezas del real Alcázar, que son de piedra de esta misma calidad. La cantera estaba sin duda en el mismo sitio donde existe el acue ducto: así es que se ven bajo algunos pilares piedras sin labrar de la misma cantera, que extiende sus ramificaciones hacia San Antolín y por otros parajes inmediatos al convento y calle de San Francisco. Teniendo allí piedra a propósito, era regular hacer uso de ella, y no ir a buscarla a otra parte, con el costoso dispendio de la conducción. Los sillares sólo están labrados a pico: son generalmente cuadrilongos y algunos tan grandes, que tienen seis pies de longitud, y el correspon diente grueso y altura. Todos presentan en la obra algún frente; de manera que pueden contarse las piedras que hay en el edificio. Los lechos de las piedras y sobretechos, y las piedras entre sí, tienen tan exacta unión, que parece incomprensible cómo pudieron unirse y ajus tarse unas a otras tan estrechamente. No tienen trabazón alguna, como se manifiesta en algunos parajes del acueducto en que falta algún sillar, y se manifestó más de lleno cuando en el año de 1 8 1 5 a golpe de un
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carro fuerte, que conducía por frente de la escuela de San Francisco un cañón de grueso calibre a la real Maestranza de Artillería, salió un sillar bien grande de su lugar: todos vieron entonces, y yo también vi, el interior del pilar, sin que se descubriese en él mezcla alguna de cal, ni ripio, ni otro cuerpo extraño que enlazase y uniese los sillares; y sin esta ni otra mezcla alguna volvió a ser colocado el sillar en el mismo paraje de donde había salido. «Las obras que se encomiendan a la inmortalidad (dice muy oportunamente el señor Bosarte en su Viaje artístico a esta ciudad) por los que saben encomendarlas, no necesitan de estos grillos para estarse quietas, y el profundo arquitecto que pro yectó esta obra, se gobernaba por principios más delicados. En efec to, el estilo con que está ejecutada reúne las tres cualidades del estilo, más difíciles de juntar en toda bella arte, que son la simplicidad, la elegancia y la grandiosidad». «En los pilares o machones el puente se advierte desde luego que unas piedras salen más que otras: esto, que en un principiante sería un crimen, debemos mirarlo como gala del arquitecto que hizo este puente. La diferencia de salida de algunas piedras respecto de otras es de dos pulgadas hasta quince. En algunos edificios antiguos se ve tal cual piedra que sale de la línea del plomo, como en el puente de Garda, el cual es un resto del acueducto antiguo, que llevaba el agua al anfiteatro de Nimes. Aquello quedó así por no haberlo acabado de cortar, y aun las dejaron a propósito para que viesen los venide ros lo que quedaba por hacer; pero la salida de las piedras en el puen te de Segovia no tiene remedio, ni admite perfección común». ESTAD O A C T U A L DEL A C U E D U C T O
La puente de Segovia promete durar hasta el fin del mundo; pero contra tan heroica bravura son muchos los enemigos que están empeñados en su ruina, y que tarde o temprano vendrán a dar con ella en tierra; cerbatanas, casas adyacentes, tiendas, bodegas, ataja dizos para habitaciones de gente pobre, y en ellos parras, puestos de carbón y otras cosas. El abuso de las casas no es de ahora; porque la que sirve de nevería, o botillería, no es moderna, como se echa de ver en el adorno de su fachada, que es gótico, y perteneciente a los tiempos de D. Enrique III y D. Juan II. Puede ser que otras sean tan antiguas como aquélla, aunque con sus renovaciones lo estén disi mulando. Sobre todo, el enemigo más temible que tiene el acueduc to, es aquel en que menos se piensa, quiero decir el fuego. Las habi taciones, por humildes que sean, necesitan fuego; y si se hace contra las paredes de la habitación, llegará indefectiblemente a caldear los sillares; y en este caso es inevitable la ruina del edificio. Tal era la disposición en que se hallaba en 1802, cuando el señor Bosarte hizo su viaje a esta ciudad, y tenía sobrada razón para escribir de esta manera. La parte más hermosa del acueducto se hallaba afea da y oscurecida con las casas que estaban situadas entre los pilares y debajo de los arcos más elevados y magníficos, ocultando la vista más sorprendente y más hermosa del edificio por toda la extensión en que se presentan los dos órdenes de arcos. El fuego, el humo de las chime neas, las bodegas, las excavaciones, las armaduras de los tejados, y las aguas, hielos y nieves estaban perpetuamente lidiando contra la soli dez y firme construcción del acueducto. La oscuridad de aquellos tiempos, o el olvido de las leyes, y tal vez una compasión, o toleran cia mal entendida, dieron ocasión a que se construyesen semejantes
Capítulo III. Acueducto de Segovia
edificios bajo la madre de las aguas, y entre los más robustos y eleva dos pilares. Con ellos se ofuscó la majestad y grandeza de la obra, se puso en peligro su duración y solidez, se estrechó demasiado el paso a los carruajes, y, al fin, fue preciso que una desgracia excitase el celo del gobierno para remover tantos obstáculos, que continuamente se oponían a la duración del acueducto, y mandase demoler las casas y todo lo que está construido, contraviniendo a las leyes y en notorio perjuicio de la obra. Ya en el año 1803, a instancias del regidor de esta ciudad D. Agustín Ricote, por el señor corregidor D. Mateo de Lezaeta y Zúñiga se formó expediente para el derribo de las casas, edificios y corrales contiguos al acueducto. Tasáronse dichos edificios, se formó un plan, que presentaba al acueducto oscurecido por las casas, y otro despojado de ellas. En este expediente se halla una certificación del maestro de obras Ortiz, en que manifiesta los daños que tales casas ocasionaban a la portentosa obra del acueducto, y lo que influían en su ruina. Formalizado el expediente, se entregó original al señor regi dor citado, quien con fecha de 15 de octubre de aquel año dirigió una representación a S. M. en que manifestaba los perjuicios de tales edi ficios, y los medios que podrían adoptarse para su demolición. No hubo entonces resolución del rey, y se retardó hasta el año de 1806. En el mes de septiembre volvió el coche en que volvía a S. Ildefon so la embajadora de Suecia, al pasar el arco del acueducto, que diri ge a la calle de San Antolín, el cual, con las casas que allí había edi ficadas se hallaba demasiado estrecho; se asustaron todos, y la señora de resultas del fatal golpe abortó a pocos días; súpose el suceso en el real sitio de San Lorenzo y S. M. en 25 de septiembre mandó expe dir la real orden siguiente: «Habiendo resuelto el Rey que D. Fran cisco Xavier Wam Baumberghen, comisario de caminos, pase a Segovia a examinar el acueducto, y si las casas a él contiguas pueden perjudicerle en términos que, además de quitarle la hermosura, oca sionen su ruina; prevengo a V. S. le dé las noticias y auxilios que pueda necesitar para el desempleño de su comisión. Dios guarde a V. C. muchos años. San Lorenzo, 25 de septiembre de 18 0 6 .- Pedro Cevallos.- Señor intendente de Segovia». Es muy digna de alabanza la actividad del encargado por S. M. en este reconocimiento y ejecución de la real orden; y debe conservarse la memoria de este acontecimiento, por lo mucho que contribuyó a desembarazar nuestro acueducto de aquellos indecentes pegotes, que a un mismo tiempo le afeaban y arruinaban. En 27 de septiembre se presentó el señor comisario de caminos al señor D. Antonio Gonzá lez Alameda, corregidor de esta ciudad, quien mandó que se le fran quease la vista y reconocimiento de todas las casas contiguas al acue ducto, y se le auxiliase con dos ministros de este tribunal de justicia. En el mismo día se hizo saber esta disposición a los treinta y tres veci nos que ocupaban las casas que iban a ser demolidas, y cuyo recono cimiento se practicó con la mayor actividad y presteza. El comisiona do pasó al señor corregidor el oficio siguiente: «Uno de los puntos sobre que me manda informar la real orden relativa al derribo de las casas contiguas al acueducto, es el de saber con qué facultad o licencia se construyeron: a este fin me parece conveniente que V. S. se sirva mandar, que los actuales poseedores presenten a V. S. lo más pronto posible los títulos que acrediten legítimamente su pertenencia, para en vista de ellos tomar la determinación que se estime oportuna. Espero igualmente que V. S. se sirva indicarme de qué casas se podrá echar
mano en esta ciudad para trasladar a la mayor brevedad los vecinos que actualmente habitan en las contiguas al acueducto; y qué fondos o arbitrios tiene o puede tener la ciudad para pagar los gastos de derri bo, y los que sean consiguientes. Es de esperar que la ciudad de Sego via y los verdaderos patricios de ella, interesados en la conservación de uno de los más preciosos monumentos de la antigüedad, no perdonen medio alguno para conseguir que se manifieste al público con toda su belleza, atrayendo la admiración de nacionales y extranjeros. Dios guarde a V. S. muchos años. Segovia, 30 de septiembre de 1806.» A este oficio acompaña la nota de los sujetos que habitaban las casas con tiguas al acueducto. En 1 ,° de octubre mandó el señor corregidor que los dueños de las casas presentasen los títulos de pertenencia en térmi no del tercer día: que se averiguase si había algunas casas capaces de recibir inquilinos; y que se hiciese entender al secretario de la Junta de alumbrado, al que lo era también de la sociedad económica, al señor contador de Propios, y a la nueva Junta de Caminos, diesen razón con la mayor brevedad de si había algún caudal disponible de estos esta blecimientos, para destinarle a los gastos del derribo de las casas. En 12 de octubre se instó por el señor comisionado para la presen tación de documentos de pertenencia, y en el mismo día se señaló la habitación a que debían mudarse los que vivían en las casas que afeaban el acueducto, y después de varias providencias, viendo que en los establecimientos citados no había fondos de que disponer, se adoptó el medio de que los propietarios que gustasen, derribasen por sí, y se aprovechasen de los despojos y materiales de las casas, y los que no quisiesen entrar en este sistema, dejasen a disposición de S. M. las casas; y puestas éstas a remate, resultó que hubo fondos para la ejecución del proyecto, y después de varias providencias de precaución, se comenzó el derribo de las casas en 17 de noviembre de 1806, cuya operación se continuó hasta dejar desembarazado el paso, y libre el terreno que ocupaban para que no fuesen obstáculo al tránsito de las gentes, y a los carruajes, y se manifestase de lleno toda la hermosura del acueducto. Duró esta operación algunos meses, y concluida se dirigió al señor corregidor la real orden siguiente: «El rey se halla enterado, y muy satisfecho del celo y efi cacia con que V. ha cooperado al derribo de las casas contiguas al acueducto de esta ciudad, las cuales, además de ser muy perjudicia les a su conservación, presentaban una deformidad muy chocante a la vista, y afeaban en extremo una obra, que por todos títulos mere ce el mayor aprecio. Derribadas dichas casas, y tirada la línea de cua renta pies de distancia del acueducto en la calle Nueva, y señalada además la altura a que deberá quedar el terreno, sólo falta que los particulares, cuyas casas alindan con dicha línea, construyan en ellas fachadas sencillas, decentes y arregladas, con todos los demás requi sitos, que el arquitecto nombrado para su ejecución tenga por con venientes. Y como esto sea un punto propio y peculiar de la policía, cuyo ramo está a cargo de V., como corregidor de esa ciudad, se lisonjea el Rey de que, siguiendo los impulsos de su celo, contribui rá en cuanto esté de su parte a que todo se realice con la debida pro piedad, y que al efecto tomará las medidas que le parezcan condu centes. Dios guarde a V. muchos años.- Aranjuez, 10 de marzo de 1807.—Pedro Cevallos.—Señor D. Antonio González Alameda». Falleció este corregidor el 6 de junio de dicho año, y el señor D. Am brosio Meléndez, como regidor decano mandó se ejecutase dicha real
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Acueductos romanos
e« España
orden, y así se hizo entender a los que debían edificar contiguo al acue ducto. El comisionado D. Francisco Xavier Warn Baumberghen se retiró de esta comisión por marzo; y así empezó a sentirse más moro sidad en el cumplimiento de las intenciones de S. M., por lo que no llegó a efectuarse el magnífico plan que estaba concebido, y que hubie ra realizado los designios del Rey, y engrandecido mucho la majestuo sa antigüedad del acueducto. El objeto se dirigía a formar a distancia de los cuarenta pies de aquél dos calles lineales a la grande obra, que siguiesen hasta la plazuela de San Gabriel, y sirviesen al mismo tiem po de camino principal para entrar en la ciudad. Si este proyecto lle gare a ejecución, entonces sería mucho más grata y sorprendente la vista del acueducto. Concluida la operación del derribo y allanamien to de las casas que le ofendían, y estorbaban el tránsito de los carrua jes, y a la vista de la obra antigua en la parte más hermosa, se pensó con seriedad en despejar lo que ocupa la capilla mayor de San Fran cisco, y parte de un dormitorio, dejando siempre lo suficiente a la buena disposición de la capilla y retablo, y también a la comodidad de los conventuales. Igualmente se trató, en Junta de 30 de septiem bre de 1807, por la diputación de fábrica, y el señor D. Tomás Pérez, encargado en este punto de un informe y formación de plan y otros particulares por el excelentísimo señor secretario de estado D. Pedro Cevallos, de la construcción del gran conducto subterráneo, que debía surtir de agua a las casas, que ahora se hace por medio de las perjudicialísimas cerbatanas. Nada ha podido realizarse, porque a poco tiem po se empezaron ya a experimentar los fatales síntomas que ocasiona ron las tropas extranjeras, que comenzaron a entrar en el reino, y dieron motivo a los sucesos que se verificaron en el año 1808, y siguientes. La paz que ha sucedido a los horrores de la guerra, y la pro tección que S. M. dispensa a los monumentos que nos quedan de la antigüedad, nos deben dar esperanzas de que en su glorioso reinado se verá enteramente ejecutado el hermoso y útilísimo proyecto, que se concibió y empezó a realizarse en el gobierno de su augusto Padre. Quedan todavía muchas cosas próximas al acueducto que contribu yen no poco a su ruina y degradación. Tales son, entre otras, las cer batanas. Estos conductos perpendiculares, que están arrimados a los pilares del puente, y en vez de servirles de apoyo, los están destruyen do, porque la pesadez de las piedras de que están formados empuja contra la canal y el pilar cercano se rezuman, se llenan de hielos en
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invierno, van consumiendo poco a poco las piedras del acueducto, y llegarán al fin a ocasionar su ruina. En la parte más hermosa de los dos órdenes de arcos está libre el acueducto de estas perniciosas cer batanas: pero desde San Francisco hasta la plazuela de San Gabriel hay muchas que debieran derribarse con la misma actividad que se ejecu tó el derribo de las casas. Parece que, convencidos los que se surten de agua por las tales cerbatanas de los daños que ocasionaban, y con dese os de evitarlos, pensaron ya alguna vez en proporcionárselas por un gran conducto, que empezando a correr desde la caseta de San Gabriel, y formado de piedra berroqueña con solidez, proporcionase las aguas sin perjuicio alguno del acueducto, colocándose a sus pies, y que corriese bajo el piso de la calle, de la misma suerte que corre el agua por lo alto del puente. Éste sería uno de los medios más oportunos para atender a la seguridad y permanencia de la obra, y desembara zarla de tales pegotes, que la perjudican mucho y la afean demasiado. No debemos extrañar que algunos amantes de las ventajas que pro porciona a esta ciudad el acueducto, hayan dado pasos para evitar este mal de las cerbatanas: lo sensible es que después de algunos años de proyecto esté sin haberse adelantado nada en su ejecución1. También afean y perjudican mucho al puente algunos edificios, que aún subsisten demasiado cercanos a él. Escombros y ruinas que empujan sobre los pilares; el piso aún desnivelado, y sin macizar por muchas partes, y las innumerables aberturas que tiene la canal, o tajea por donde corre el agua, que penetrando por las junturas de las pie dras, las va poco a poco gastando y horadando; lo que no puede pon derarse cuán perjudicial es a este edificio. La paredilla, en que está empotrada la canal, se repasa toda con el agua, caen muchas de sus piedras cuando menos se piensa; se va deteriorando de día en día la hermosa disposición y arquitectura del puente, y exige sin duda pron ta y eficaz reparación2. Los extranjeros, que con motivo de la pasada guerra pasaron por esta ciudad en gran número, y los generales más famosos, que habían corrido la Europa, se asombraban al mirar la portentosa mole de este acueducto, y se irritaban y enfurecían al mirarle tan descuidado y deslucido. Un inglés, cuyo nombre es famo so en los fastos de la última guerra, cuando le vio en 1812, exclamó, sorprendido no menos de su grandeza, que de la necesidad que advir tió de acudir a su conservación y reparo: si unaobra como ésta se hallase en mi patria, estaría colocada entre cristales.
A lgo, a u n q u e m u y poco, se ha adelantado desde q u e nuestro a u to r escribió el án im o de u n a vez y d estrúyanse estas m alhadadas cerbatanas; y en to n ces n u es
esta o b ra. E n ju n io de 1857 se han q u ita d o del acueducto varias de las cerbatanas
tros sucesores p o d rán h o n rar n uestra m em o ria así com o nosotros los nobles esfuer
q u e estaban colocadas a espaldas de la iglesia de San Francisco; con lo cual se ha
zos d e los q ue h iciero n d errib ar las casas y edificios q u e había con tig u o s y debajo
d ad o u n gran paso, pero a ú n no es suficiente, d eben quitarse todas si h a de su b
del acu ed u cto . (N o ta del editor.)
sistir el m o n u m e n to , esto es de necesidad; hem os o íd o decir a diferentes arquitec tos e ingenieros q u e las cerbatanas p o r sí solas y sin n in g ú n o tro m otivo serán bas
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En este p u n to n o po d em o s m enos d e elogiar el celo del Ilustre A y u n tam ien
to; h an desaparecido p o r co m p leto ios edificios q u e m en cio n a el au to r y a los dos
tantes y ven d rán a causar la destrucción del acueducto. R eproducim os to talm en te
lados del acu ed u cto desde la b ajad a de la cuesta d e S an Francisco y en trad a de la
y nos asociam os d e nuevo a lo que dice el autor, ¿no es m e jo r hacer u n gran co n
calle de San A n to lín hasta el p retil del Postigo de S an ta C o lu m b a se h a n abierto
d u cto desde la caseta de San G abriel p ara su rtir de agua a las casas q u e lo tom an
dos calles anchas y espaciosas q u e dejan gozar la preciosa vista del acu ed u cto : se
p o r las cerbatanas, q u e causar con ellas la ru in a del más precioso m o n u m e n to que
ha nivelado el piso d e la plaza del A zoguejo y en ella se ven ah o ra los pilares en
tenem os en E spaña y de q u e tanto nos orgullecem os los segovianos?, ¿no se co n
to d a su esbeltez: hab ién d o se adem ás ab ierto u n a gran alcantarilla su b terrán ea que
siguió (a pesar de tantos obstáculos) derribar las casas que estaban inm ediatas al
recoge las aguas llovedizas. T am b ié n se ha h ech o u n a g ran reco m p o sició n en la
ac u ed u cto , p o rq u e p resen tab an d e fo rm id ad y afeaban su preciosa vista?, ¿pues
paredilla en q ue está e m p o trad a la canal q ue ya n o se repasa: y p o r ú ltim o el A y u n
cu án to más es necesario derribar estos pegotes, q u e ta n to le perjudican y que, poco
tam ien to pro cu ra co n esm erado celo rep arar y conservar la herm osa disposición y
a poco, o ráp id am en te y cu a n d o m enos se crea, están causando su ruina?, hágase
arq u itectu ra del p u en te. (N o ta deí editor.)
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Capítulo III. Acueducto de Segovia
Dibujos [1] B. MONFAUCON: Antigüedad ilustrada. Τοπίο 4.° París, 1724. Diseño de Mr. Legendre, físico del rey Don Felipe V = supl. p. 102, pl. XLIII. No lo reproducimos pues no tiene nada que ver con el monumento «más que lo general de ser un dibujo de pilares y arcos», parece que reproduce el escudo de la ciudad, pues tiene la cabeza característica de éste. [2] FR. ENRIQUE FLÓREZ: España sagrada. Tomo 8. Edición 1.a, 1752. Diseñó el arquitecto de la iglesia catedral don Domingo Gamones, que dibujó la obra en una tira monóto na con todos sus arcos y pilares, sin hacer más distinción que la de las alturas y cuerpos de estos últimos, siguiendo aproxi madamente el movimiento del terreno. Edición 3.a, 1860, pág. 64. Es un dibujo distinto sin indicación de autor, dis puesto en una sola plana en tres trozos superpuestos siguien do también el declive del terreno, pero sin introducir distin ción en el dibujo de las arcadas. Lit. Alemana de F. Kraus. Fuencarral, 20. Madrid. [3] D IE G O DE VILLAN U E VA, 1757, arquitecto de la R. A. de S. Fernando. Tres láminas estampadas en Madrid. Grabó dos Her menegildo Víctor de Ugarte. Una de ellas es el dibujo en alza do de las seis arcadas principales por el lado de San Sebastián con el siguiente relato al pie: «Elevación del célebre Aqueducto de Segovia obra de los griegos y de las más antiguas de Euro pa; es su longitud (sin contar un gran trecho que camina el agua por una calzada o dique) de 2.400 pies castellanos». Sigue con referencias del dibujo. Dimensiones 40,5 x 28,0. El segundo está rotulado al pie con «Vista del aqueducto de Segovia por la plaza de Azoguejos». Es el que utiliza con peque ñas variantes PONZ, y da lugar, además, a una serie de mayo res alteraciones. El tercer grabado está rotulado Vista del aqueducto de Segovia por un lado del convento de San Francisco y reproduce cuatro arcadas dobles que dejaban ver las casas correspondientes a la extremidad del lado aguas arriba.
[4] ANTONIO PONZ: Viaje de España, utiliza el segundo de los anteriores, pero con ligeras variantes, especialmente en las figu ras que lo adornan. [5] D. PEDRO J. DE LA FUENTE ORTIZ, 1796. Diseños en grande que se conservan en los salones de la Academia de San Fernando. [6]
Voyagepittoresque et historique de lEspagne, París (1805-1816). Lámina integrada por una pers pectiva del acueducto desde la plaza del Azoguejo con la igle sia de Santa Colomba a la izquierda y un dibujo en alzado de las tres arcadas principales rotulados al pie en:
ALEXAN D RE DE LABO RD E:
«Perspectiva del aqueducto de Segovia y plano geometral del aqueducto de Segovia, respectivamente». En la primera figura la leyenda: Six del, y Benoist sculps, y en la otra: Moulinier del, y N. J. Rousseau sculps. [7] A. G Ó M E Z DE SO M O R R O ST R O , 1820, en su libro citado en las referencias literarias publica cuatro dibujos. En lámina 1 .a, antes del texto, un alzado de las cuatro arcadas principales; en lámina 2.a, de la página siguiente, el alzado de todo el monu mento desde el desarenador dividido en tres trozos superpues tos; y en lámina 3.a, junto a la página 3 1, la planta y detalles de los sotabancos o cartelas con la indicación de los agujeros correspondientes a las inscripciones, esto último ejecutado por el coronel del cuerpo de Artillería don Joaquín de Góngora. [8] DAVID ROBERTS (1837). Tres grabados: dos con la leyenda de «Segovia», en los que se ve al fondo el acueducto, y el otro con la leyenda: «Great roman aquedut at Segovia», con indicaciones al pie: Drawn by David Roberts a la izquierda, y a la derecha: Engraved by con los nombres de James H . Allen, J. Cousen y J. C. Armytage, respectivamente. Están publicadas en Londres por Robert Jen nings & Co. 68 Cheapside; el tercero de estos grabados da lugar a una serie de variantes de los cuales reproducimos algunos. [9] J. TAYLOR. Grabado 19,80 x 12,50. J. Tayor delt. Skelton Sculpt. Leyenda: «Aqueduc de Ségovie. Aqueduc o f Segovie». Edición: A. Paris chez Gide-London R. Jennings.
Lápidas fu n e ra ria s con la m arca del acueducto Núm. 2.751 del C. I. L. Tomada directamente del Somorrostro.
Núm. 2.746 del C. 1. L.
SULPICIAE MATERNAE SULP. AN XXIX S. T. T. L. Estaba, según Somorrostro, «desprendida de la muralla que hay en aquella parte que llaman la Ronda y mira al arroyo Clamores», es decir, entre el Alcázar y la puerta de S. Andrés.
AMEJUNAE. PI AETIS, CAEC AN Q. F. A. E. L. V. S. L. T. T. L. Estaba en el postigo de San Juan, que hoy día está inutilizado.
N úm .
2.739 del C. I. L., rectificada después por el P. Fita.
TANCINO AMAONI CUM ANIO AN. LXXX S. S. SIS Está en el primer torreón de la muralla a la izquierda saliendo por la puerta de Santiago (ver foto).
Descubierta por el padre Fita, Q. CAELIO AM /////// Μ /////// S. T. T. L: Está junto al segundo torreón de la muralla a la izquierda, saliendo por la puerta de Santiago (ver foto). Por último, creemos haber descubierto una quinta lápida con la hue lla de tres arcos del acueducto, en el último lienzo visible de la mura lla en el paseo del Prado. Está muy desgastada y no se distingue letra alguna (ver fotos).
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IV
Acueductos de Mérida
Conducciones
P áginas 112-113
El abastecimiento de agua a M érida (Emérita Augusta) se realiza al final de la roma nidad por tres conducciones completamente independientes, de épocas distintas y con organización m uy diferente, por las condiciones técnicas que caracterizan a cada una. De ninguna de ellas se tiene conocimiento documental, asideros epigráficos, o referencias literarias de su época, y sería m uy interesante poder establecer la antigüe dad de las conducciones, ya que esto arrojaría bastante luz para la datación de las obras monumentales correspondientes. Se designan estas conducciones por Cornalvo, Proserpina y Rabo-de-Buey o de las Tomas, no correspondiendo estos nombres a nada romano. La designación de Cor nalvo, que aparece en la Edad Media, se refiere al aspecto del fondo seco del embal se que tiene forma de creciente y relumbre blanquecino, debido al sedimento salino. El nombre de Proserpina se tomó de la invocación a esta deidad en una lápida encon trada cerca de la presa correspondiente, pero sin relación alguna con ella. Las dos designaciones de la tercera se refieren a la disposición ramificada que tiene la conduc ción en su origen, por aportación sucesiva de las tomas de distintos manantiales. Dos de las conducciones comienzan reteniendo agua en un embalse mediante su correspondiente presa de fábrica, habiéndose mejorado en ambas la aportación por trasvase de agua de los valles inmediatos. En una de ellas, Cornalvo, la canal es muy
Dos vista s aéreas d e l a cu e d u cto de Los M ila g ro s
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Acueductos romanos en España
larga pues resultan más de 20 km, siendo casi toda enterrada, mien tras que en Proserpina sólo tenemos 6 km y va por la superficie. En la tercera se toma el agua de manantiales próximos a la ciu dad y, por tanto, la longitud de conducción es bastante reducida, pero le correspondía un acueducto m uy importante para cruzar el valle de Albarregas, a cuyas ruinas, de sólo dos tramos, se les denomina de San Lázaro. Parece ser que la conducción de Proserpina era para fines indus triales, lo cual justifica su realización en canal superficial sin cubrir; en cambio, tanto Cornalvo como Rabo-de-Buey van enterradas en galería con obras elevadas únicamente al cortar depresiones impor tantes, dos en aquélla y una en ésta. Estaban balizadas por regis tros a distancias iguales, que son m uy exactas en la última. La canal de Cornalvo, que, como ya hemos dicho, va casi toda en galería subterránea, comienza captando aguas subálveas en su zona alta, donde está el nacimiento del Albarregas, con encharcamientos, primero, y cauce relleno de sedimentos, después. Se con servan algunos registros que actualmente sirven de pozos para cap tar el agua de la galería. Al quedar francamente en ladera después de pasar el pueblo actual de Trujdíanos, va más superficial y queda aparente en algunas vaguadas, elevándose sobre arcos en las dos últimas. En la penúltima, que es la de Cañoquebrado, denomina da así precisamente por los restos que aparecen de la conducción, debió haber una obra de varios arcos, puesto que la rasante se des pega francamente del terreno, aunque sólo quedan los muros triangulares de ambos extremos, extendiéndose el de aguas arriba discontinuamente en unos 60 m hasta remontar los 4 m en coro nación. Del otro lado queda la caja a la vista en curva con longi tud inferior a 10 m, volviendo en seguida a enterrarse. Por esta vaguada sube la carretera del pueblo de Valverde, desde la general de Extremadura, quedando estos restos m uy próximos del km 2 de la misma. La fábrica es un hormigón de gruesos can tos y debía estar revestida de manipostería que se arrancaría para nuevo empleo. La obra de la vaguada siguiente, que se denomina de Cerro Gordo, es más simple, pues la canal se eleva sobre muros en unos 30 m de recorrido, teniendo en el centro una alcantarilla de 0,86 m de luz con aliviadero de descarga. El muro se conserva casi intacto con su revestimiento de manipostería. Los restantes asomos de la canal hasta llegar a la antigua mura lla son accidentales, y así tenemos un corte en el talud de la carre tera actual (ronda externa), donde iba m uy cerca de la superficie y se conservan las losas de la tapa que la cubrían. A continuación tenemos el corte correspondiente a la trinchera del ferrocarril,
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Obra en la vaguada de Cerro Gordo
A som os de la ca n a i
F e rro ca rril
C arretera
A lin e a c ió n fin a l Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de C ornalvo C loaca del a n fite a tro
A lin e a c ió n desenterrada
R u in a s de S. Lázaro
A c u e d u c to d e l xv
D e sarenador
R u in a s de la canal
τ -,ιτ
Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de R a b o-de -B u e y
E rm ita de S. Jorge
R u inas ú ltim o p ila r
P u e n te ro m a n o del A lb arregas
M ila g ro gordo
D esarenador
C arretera y 2 L · - ; vfa rom ana
D e p ósito te rm in a l
Río A lb arregas
Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de P roserpina
Acueductos romanos en España
O bras v is ib le s en la co n d u c c ió n de C ornalvo
Obra en la vaguada de C año Q uebrado
Asom o con m u ro y a lc a n ta rilla en la vaguada de C erro G ordo
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
C o n du cción de C ornalvo
La canal a tra ve san d o la ta p ia del ca m p o de fú tb o l
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Acueductos romanos en España
C o n d u c ció n de R abo-de-B uey. Restos de la ca n a l ro m a na y de la ca ñ e ría del XV en la e xp la n a d a de M an u e l G uerrero F in a l d e l a c u e d u c to d e l sig lo XV q u e te rm in ó lle va n d o el agua e ncañada
A lin e a c ió n h a cia el a n fite a tro con fu e n te y arq u e ría de d is trib u c ió n R estos de la canal rom ana
F uente y p iló n de la a lin e a c ió n re c ie n te m e n te d ese n te rra d a
La ca n a l h a cia el a n fite a tro a n te s de d e se n te rra rla
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Cabeza de león de la fu e n te
Capitulo IV. Acueductos de M érida
C o n d u c ció n de P roserpina. D e ta lle de la fá b ric a del m uro con ca n a l en la o bra de la vaguada II
donde aparece la solera y parte de los cajeros, señalando una alineación que la volve mos a encontrar atravesando la tapia del campo de fútbol y continuando dentro, aun que la explanación del mismo ha dejado arrasada la obra hasta nivel de solera. Des pués asoma su coronación junto al cuartel de la Guardia Civil, pasando por debajo del edificio, para volver a aparecer sobre el nuevo recinto de esta zona, llegando hasta una expianda que sirvió de era y que creemos debe rellenar la piscina lim aria de la conduc ción. Esta explanación queda muy cerca de la plaza de toros y está en un lugar domi nante de la ciudad antigua m uy a propósito para iniciar la distribución de las aguas. Esta conducción no tiene otra obra aparente importante, salvo la presa originaria. Su disposición en galería enterrada parece indicar que servía a fines domésticos, lo cual nos invita a creer que es la primera conducción, y además pudiera haber tenido una época inicial sin presa, por captación directa de las aguas del río en su zona alta. La conducción de Rabo-de-Buey también parece haber conducido agua domés tica, por su naturaleza de galería enterrada, aunque también podría haber servido al circo (fuentes en la espina), como luego indicaremos, y con seguridad al anfiteatro, pues la alineación final se dirige hacia dicho monumento. Esta conducción, de unos 2 Ion de longitud, después de reunir las diversas tomas tenía un pequeño acueducto de un arco, para en seguida, a la salida de un desarenador, quedarse elevada sobre un monumental acueducto, del cual permanecen actual mente en pie las insignificantes ruinas de tres pilares y dos arcos. Este acueducto, que debía estar ya arruinado en la Edad Media, suministró sus piedras para la defectuo sa fábrica de un ondulante acueducto construido en el siglo XV que, con su torpeza, realza la perfección y belleza de las ruinas de los dos acueductos romanos de Mérida. El acueducto del siglo XV, con una sucesión de arcos desiguales y diversas fábri cas: manipostería, sillares romanos e hiladas de ladrillo en pilares y tímpanos, lleva ba el agua encañada a diversas alturas, no sabemos si desde el principio, pero en la actualidad observamos en el corte final hasta seis tuberías cerámicas de diámetros diversos con concreciones calizas de bastante espesor. Estas tuberías vuelven a encon trarse en las ruinas que aparecen cortadas en la explanada de M anuel Guerrero. La conducción primitiva se abandonó completamente desde el desarenador, apa reciendo actualmente su canal derribada en largos tramos rectos que correspondían a
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Acueductos romanos en España
la primera parte de la alineación sobre muros. Después de salir del acueducto se ha perdido en toda la zona que corresponde a las edificaciones actuales del cuartel de Artillería, reapareciendo en la explanada de Manuel Guerrero con pocos ves tigios in situ, y largos trozos volcados por el suelo, terminando en una larga alineación recta que se dirige hacia el anfiteatro y que se encontraba par cialmente enterrada hasta hace pocos años. Al rea lizar excavaciones en la denominada «Casa del Anfiteatro» se desenterró todo este trozo de la conducción que iba entre muros bastante profun dos, apareciendo una cabeza de león —adosada al muro del lado de la ciudad- que servía de fuente pública con el pilón correspondiente, y a conti nuación una arqueta rectangular para distribución de parte del agua hacia la población. También suministraba a la citada Casa del Anfiteatro, y el resto se dirigía a este anfiteatro, que tenía una clo aca de desagüe m uy importante, conservada en la actualidad. El anfiteatro debía servir parcialmen te de naumaquia llenando el foso que existe en todos los monumentos análogos y que se utiliza ba para albergar fieras y guardar enseres, quedan do cubiertos a nivel de la arena con tablas cuando se utilizaban propiamente. En Mérida tenemos el fondo y paredes revestidas de opus signinum con las aristas entrantes defendidas por cordones en cuarto de círculo del mismo revestimiento, lo cual denota que estaba asegurada su estanqueidad. Esta misma conducción debía servir, como ya hemos indicado, al circo, ya que desde el final del acue ducto quedaban muy próximas las cárceres y ade más existen en las dos extremidades de la espina estanques circulares revestidos de opus signinum que servían a fuentes y quizás surtidores. La tercera conducción, la de Proserpina, que creemos lo es así en orden cronológico, tenía como final el gran acueducto, denominado de Los Milagros por la asombrosa magnitud y verticali dad de sus pilares, y llegaba a él desde el embalse de cabecera después de recorrer unos 6 km en canal superficial cortando varios barrancos en obra elevada seguramente sobre arcos.
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C o n d u c ció n de P roserpina. F ina l de la o bra en la vaguada III: al fo n d o se ve la cabeza de la obra de la vaguada II
C am b io de ladera en el p u e rto de G arija
R u inas del ca n a l fo rm a n d o m ú re te de c o n te n c ió n e n tre dos n ive le s de te rre n o
ÈmmmË
Capítulo IV. Acueductos de M érida
P ila r en e q u ilib rio in e s ta b le a c tu a lm e n te re sta u ra d o
C o n d u c ció n de P ro se rp in a . E ntrada d e l ca n a l en el d e sa re n a d or de cabecera del a cu e d u c to de Los M ilag ros V ista la te ra l del desa re n a d or con la cám ara de lim p ia anexa
El p rim e ro de los p ila re s s u b s is te n te s del a cu e d u cto de Los M ila g ro s
V ista del de sa re n a d or y p rim e ra zona sobre m u ro del a cu e d u c to de Los M ilagros
H J r
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Acueductos romanos en España
Las más importantes de estas obras debían estar en las tres primeras vaguadas que se atraviesan después de abandonar la correspondiente a la cerrada por la presa. Estas vaguadas tienen poca pendiente y hubieran dado lugar a un gran contorneo y, por ello, se cortaron con tres obras de las que no quedan nada más que los arranques en muro de fábrica; pero como en el corte recto la rasante del canal llega a tomar cotas de 15 m, es lógico que la obra se haya desarrollado sobre arcadas (arcuationibus) en la zona cen tral. Además, no quedan restos de un cimiento corrido que hubiera correspondido a muro continuo y, en cambio, hay señales de remoción del terreno en puntos interme dios como si hubieran rebuscado los sillares de apoyo de los pilares. Las zonas trian gulares que hoy permanecen están desprovistas de los paramentos, que debieron ser de sillería (opus cuadrata), a juzgar por algunos sillares remanentes. La conducción, en canal sobre el terreno, terminaba en el acueducto de Los M ila gros, pasando previamente por el desarenador que es una arqueta de 3,60 x 3 m inte riores con salida superior en vertedero y desagüe de fondo con cámara de compuer tas. Desde esta cámara sale sobre muro en una longitud de 32 m hasta tomar altura suficiente para elevarse sobre arcadas. Del acueducto quedan los espléndidos restos de tres alineaciones -qu e luego estudiaremos- y el pilar de ángulo del último quiebro oculto en un patio actual con unos 6 m de altura. La última alineación marcada en la bifurcación de la caja sobre este pilar se debía dirigir a un depósito terminal como en Cornalvo, que nosotros situamos en la explanada existente delante de la ermita de San Jorge, en la que se aprecia la coronación de los cuatro muros que la delimitan. Ya hemos dicho de esta agua que se le asigna una dedicación a fines industriales, que serían mover pequeños molinos situados en casas dentro de la ciudad. Por la hipótesis de utilización del agua que hemos establecido y por detalles del análisis directo de las fábricas que luego indicaremos, aventuramos una cronología verosímil para las conducciones. Primero, la de Cornalvo, destinada al uso domés tico, que empezó sin el embalse, el cual correspondería a una ampliación posterior. Luego, la de las Tomas, también para ampliar este servicio y dar ocasionalmente agua al anfiteatro y al circo, y, por último, la de Proserpina, destinada a usos industriales.
Descripción de los acueductos A cueducto de Los M ilagros
El acueducto de Los Milagros se eleva, primero, en muro a partir de un desarenador muy sencillo, al cual llega el canal, también sobre muro, en alineación de 32 m, dejan do debajo la cámara de las compuertas para desagüe del mismo. La primera alineación de arcadas, que eran sencillas, aparece después de un tramo de muro quebrado con 15,60 y 23 m de longitud, sucesivamente, y en ella se conservan únicamente tres pila res rectangulares, al tercero de los cuales llamaban «el milagro gordo» por la situación en equilibrio inestable de un cuerpo superior apoyándose sobre otro inferior a través de una superficie muy disminuida por la pérdida de sillares en la base del superior.
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
Paso de A lbarregas
P rim era zona de la a lin e a c ió n p rin c ip a l de arcadas co m p u e s ta s: ú n ic a m e n te la co rre s p o n d ie n te a los dos p ila re s de la iz q u ie rd a es d o b le , las de m á s son trip le s . La novena es la de paso del A lb a rre g a s que tie n e el borde in fe rio r en s ille ría .- V ista de sd e aguas arrib a del A lb a rre g a s
S egunda zona de la a lin e a c ió n p rin c ip a l de arcadas: se a p re cia la bóveda de s ille ría q u e co rre sp o n de al paso del A lb arregas
Este pilar se restauró en 1956 y se completaron los sillares que faltaban, asegurando así su estabilidad. Entre el primero y el segundo de los pilares conservados falta otro, y entre el segundo y el tercero, nueve. Sigue a continuación un intervalo sin vestigios de 123,50 m, en cuyo transcurso el terreno baja lo suficiente para que las primeras arcadas que aparecen sean ya con pilares de contrafuertes, que es el tipo normal. H ay una primera tirada sin pérdida de pilares de 26 m, a distancias oscilando entre 7,30 y 7,55 m, con una longitud total de 178,50 m. Los que ocupan los lugares 9 y 10 en la tirada corresponden al paso del arroyo Albarregas, lo que se acusa al tener su base ensanchada con tajamares por ambos lados, en diedro aguas arriba y plano transversal agua abajo, siendo además el arco inferior el único de sillería de todo el acueducto. La altura del monumento llega
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Acueductos romanos en España
al máximo en esta zona con 28,00 m. La zona de triple arcada comienza a partir del pilar 2 de esta alineación. Desde el pilar 26 al siguiente se rompe la tirada con 83 m de longitud sin vesti gios, y el primer pilar que encontramos es el de quiebro de alineación, enfilándose en la nueva siete seguidos, a distancias algo más reducidas que oscilan de 6,83 a 7 m. La altura varía entre 20 y 15 m, pues estamos ya en la vertiente de la ciudad y la próxi ma referencia es otro pilar de ángulo —que se ve claramente en uno de los grabados de Laborde y que hoy queda dentro del patio de un taller mecánico- con vestigios de los arranques de los dos arcos que a él acometían, señalando uno la alineación que veníamos siguiendo y el otro la final. A unos 60 m la caja debía quedar a nivel del terreno junto a la ermita de San Jorge, donde existe una explanada rectangular enmar cada por muros que parecen de fábrica romana y que creemos deben corresponder al contorno de una piscina lim aria o depósito de agua, que podía estar al descubierto, pues toda la canal lo está y, como hemos dicho, las aguas de esta conducción se des tinaban a usos industriales.
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A lg u n as arca d a s de la a lin e a c ió n p rin c ip a l: se puede a p re cia r la sucesión de co rn isa s, s illa re s y fa je a d o s de la d rillo . O bsérvese la m a g n itu d de los silla re s de co rn isa s y có m o los s illa re s d e l n ú cle o d e g ü e lla n los c o n tra fu e rte s en m u ch a s zonas
Capítulo IV. Acueductos de M érida
En la alineación más importante, paralela a la vía romana, que también cruza el Albarregas mediante puente de la misma época, hay seis pilares, los 13 al 20 en la orde nación general, enlazados todos por arcos superiores, habiéndose perdido en cambio los intermedios. También se enlazan por arcos superiores los de la otra alineación núme ros 27 al 33, pero éstos conservan además los arcos intermedios entre el 22 y el 24. C oronación de los p ila re s y bóvedas su p e rio re s: se ve la a lin e a c ió n se g u id a de la co rn isa de c o ro n a ció n , los arcos su p e rio re s d e sta ca d o s desde a rra n q u e s y có m o el c o n tra fu e rte d e b ía te rm in a r en p rism a tria n g u la r. Se a p re cia el s a lm e r de los a rra n q u e s de las bóvedas in te rm e d ia s
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Acueductos romanos en España
V ista de una arcada norm al in c o m p le ta : se re co rta n los s illa re s de la corona co rrid a sobre claves de arcos y puede a p re cia rse la te rm in a c ió n en p rism a tria n g u la r de los co n tra fu e rte s
La sección transversal de los pilares comienza siendo cuadrada 2,50 x 2,50 m en el primero de todos los conservados, pero ya el que le sigue tenía contrafuertes lon gitudinales que reforzaban la misma sección, aunque no han llegado al presente, y el tercero, además de los contrafuertes longitudinales, tiene otro transversal con 1,50 de ancho y 0,50 de saliente, conservándose en 2,50 x 2,50 m la dimensión del núcleo. En estos dos últimos, cuya altura es de unos 15 m, aparecen ya las hiladas interme dias de ladrillo. En los pilares principales la sección del núcleo varía de 2,90 x 2,90 m a 3 x 3 m, es decir, alrededor de 10 x 10 pies, al cual se adosan los contrafuertes frontales cuya anchura de 1,30 a 1,38 m (debe corresponder a 4,5 pies) con saliente de 2 a 2,10 m, es decir, 7 pies. La luz es 4,50 m, o sea, 15 pies, salvo excepciones de 4,90 ó 4,65 m, y la distancia normal entre ejes es de 7,50 m, o sea, 25 pies. En el módulo normal de tres pisos el pilar llega sin variación hasta el nivel de arran ques de las bóvedas superiores, y allí termina su núcleo, lo cual queda señalado por una cornisa saliente que lo contornea sin pasar a los contrafuertes, comisa que viene repitiéndose en los arranques de las bóvedas de los otros dos pisos. Los contrafuertes
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
continúan subiendo, aunque reducen su saliente en disminución triangular hasta anu larse en la próxima cornisa que señala el nivel superior de las bóvedas y que, de este modo, corría recta a lo largo de todo el monumento. Hasta aquí lo que nos patenti zan los restos actuales; después debía venir el cuerpo de coronación con un ático de mayor altura que la correspondiente a la caja, como ocurre en Segovia. En el grabado Arcada co rre s p o n d ie n te al paso de A lb a rre g a s: con la ú n ic a bóveda de sille ría . Falta la bóveda d e l te rc e r piso, pero se ve un s illa r de la co rn isa s a lie n te que coro n a b a el c o n tra fu e rte
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Acueductos romanos en España
correspondiente a la reconstitución de Laborde tiene unos 2 m de altura. En la con ducción la canal tiene normalmente 0,30 x 0,90, es decir: 2 x 3 pies. Se marcan claramente en los sillares los agujeros para las garras de la tenaza y tam bién las muescas en el contorno inferior para introducir las palancas que permitían transladarlos en obra hasta su posición definitiva. Obsérvese la d ife re n c ia de fá b ric a de los p ila re s, e sp e c ia lm e n te en los c o n tra fu e rte s a p a rtir del n ive l de a rra n q u e de los arcos in te rm e d io s . La bóveda q u e ap a re ce a la iz q u ie rd a se re co n stru yó re c ie n te m e n te
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Capitulo TV. Acueductos de M érida
N ú cle o de un p ila r del que se ha d e sp re n d id o el c o n tra fu e rte tra n sv e rsa l: se ve la a lte rn a n c ia de c in c o h ila d a s de p ie d ra y c in c o de la d rillo y có m o estas ú ltim a s co rta n la m am p o ste ría in te rn a del n ú cleo
A c u e d u c to de Los M ilag ros. D e ta lle d e l a rra n q u e de las bóvedas
R estos d e l ú ltim o p ila r de án gulo
D e ta lle d e l b a sa m en to de la p ila d e n tro d e l rio A lb a rre g a s co n ta ja m a r tria n g u la r hacia aguas a rrib a
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Acueductos romanos en España
Una de las características más notables de los dos acueductos de M érida es la uti lización de la fábrica de ladrillo para las bóvedas y combinada con la sillería para los pilares. En los pilares de Los Milagros se alternan cinco hiladas de sillares con cinco de ladrillo, jugando además con las cornisas de sillería como elementos de articula ción entre los distintos órganos de la estructura. Así definen los tres planos de arran ques de bóvedas limitadas a los núcleos de pilares y además los planos superior e inferior del ático de coronación, en este segundo tangente a las bóvedas superiores y en el superior definiendo la coronación del monumento. Los fajeados de ladrillo se circunscriben también a los núcleos de pilares en los dos cuerpos inferiores, mientras que invaden los contrafuertes en el superior. En los dos cuerpos bajos señalan la altu ra de claves de bóvedas. Las bóvedas, a excepción de la inferior en el tramo de paso del Albarregas, son de fábrica de ladrillo, que completa todo el cañón del medio punto solamente en las del piso superior, quedando recortadas por los planos internos de los pilares en los otros dos pisos. De este modo, las bóvedas superiores obstentan las boqui llas completas en sus frentes y son verdaderas bóvedas de medio punto, mientras que las de los pisos inferiores son bóvedas rebajadas, pues el despiezo de ladrillos en dirección radial, que indica su modo de trabajar en bóveda, no comienza hasta poderse destacar en todo el espesor de la boquilla, con lo cual quedan sendos trián gulos curvilíneos en ambos arranques, que se aparejan como salmeres, primero con ladrillos dispuestos horizontalmente prolongando uno de los fajeados del pilar, y debajo mediante la prolongación de los sillares inmediatos de las dos hiladas adya centes de la sillería del pilar. No parece existir norma única para el relleno de los semitímpanos de estas bóvedas, ya que en algunos sitios aparece fábrica de ladrillo, en otras manipostería y en otras sillería. Siempre pasa una hilada por encima de las claves. En el único arco de sillería tenemos 9 dovelas perfectamente recortadas con jun tas radiales a hueso, recercadas y con almohadillado discreto. También se trata de un arco estructuralmente rebajado, disponiéndose los correspondientes salmeres, median te prolongación de cuatro hiladas de la sillería de los pilares adjuntos. El enjutado de los medios tímpanos laterales se hace prolongando también las hiladas de sillería de los pilares inmediatos. El espesor de las bóvedas es menor que el del núcleo de los pilares, pues sus paramentos se retranquean en medio pie por cada lado. H ay además otra hilada por encima de claves. A cueducto de San Lázaro
Las dos arcadas subsistentes de este acueducto corresponden a una alineación interm edia con cambio de dirección en el lado de aguas abajo, y aunque sólo ten gamos un pilar normal, el intermedio, podemos deducir la pauta de ordenación del acueducto. En la ordenación de dos pisos el inferior constituía un basamento de sillería per fectamente destacado en todas sus manifestaciones, sobre el cual se instalaba el segun do piso con pilares y arcos organizados al modo clásico, vigente desde las primeras realizaciones en nuestro país.
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
Los pilares del basamento son de sección rectangular de 2,50 x 1,90 m, siendo la primera la dimensión transversal sobresaliente del espesor en bóvedas, que es sólo de 1,80 m. Estas y sus tímpanos quedan recortados entre los pilares, ya que éstos se ele van con la misma sección hasta el enrase del basamento, terminando en una cornisa a modo de capitel de pilastra por encima de dicho plano. Todos los sillares de este piso tienen un almohadillado m uy pronunciado en contraste violento con los del segundo, acentuado esto en los frentes de pilares, con verdaderos picos en los situa dos a tizón que ostentan su sección cuadrada. Las dovelas no son tan abultadas, pero, V ista de las ru in a s desde el lado M érid a : aparecen tre s p ila re s, dos co m p le to s con p a rte de las bóvedas, y el te rce ro q u e no llega a co ro n a ció n . El c e n tra l parece un p ila r n o rm al, los o tro s dos d e b ía n ser de á n g ulo
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en cambio, la de clave avanza en vuelo m uy acusado con respecto a las demás. No existe aglomerante entre sus sillares, que tienen unos tizones extraordinarios. Se super ponen nueve hiladas sin contar la que corresponde a cornisa, que tiene la misma altu ra que las demás. Como en el otro acueducto los arranques de la bóveda se obtienen continuando los sillares, que tienen una estereotomía complicada por esta causa, no apareciendo dovelas independientes hasta no destacar el grueso total de boquilla. En el segundo piso tenemos la combinación de sillería y fábrica de ladrillo, fábri ca que se utilizaba en las bóvedas y quizás también en sus tímpanos y en fajas hori zontales que atraviesan todo el pilar y aparecen en todas las caras, alternando cuatro hiladas de sillería y cuatro de ladrillo. La planta de estos pilares es cruciforme, inscri ta en la rectangular de los pilares inferiores. Se rematan con dos hiladas de sillería for mando cornisa la superior a modo de capitel que revuelve en todo el contorno. La
V ista de las ru in a s d e sde el lado o p u esto a M érida
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
luz de los dos únicos vanos conservados es diferente; uno tiene 3,50 y el otro 3,85 m. No queda ningún vestigio que permita deducir cómo era la coronación de las arcadas.
Problem as arqueológicos
A c u e d u c to de San Lázaro: obsérvese la fá b ric a d e sc u id a b a del trozo c e n tra l del c o n tra fu e rte de la derecha, y el « b a rro q u ism o » en los s illa re s y dovelas del cu e rp o bajo
Para resolver los problemas arqueológicos que estos acueduc tos plantean, tenemos la misma falta de puntos de partida que en los demás: ausencia de fuentes epigráficas y literarias roma nas; pero ahora es todavía peor, pues tampoco existen referen cias posteriores que los atribuyan a un emperador o los enca jes en un siglo determinado. Unicamente un criterio restrictivo contrario al que hemos utilizado tanto en Tarragona como en Segovia, nos aconseja excluir el siglo primero para su edifica ción. Es preciso llegar, por lo menos, al segundo, con Trajano y Adriano, o al tercero, con los Severos. Nos inclinamos hacia la atribución de Adriano por corre lación con el puente de Alconetar. Al estudiar este puente lle gamos a la misma atribución verosímil por los detalles arqui tectónicos de las pilas tratadas con verdadera esquisitez en planta, llegando a dar curvatura al frente de aguas abajo, per fección pocas veces lograda, que va m uy de acuerdo con el empleo de curvas en las plantas de los edificios de la V illa Adriana. También va en el mismo sentido la molduración afi nada y expresiva en la trabazón y delimitación arquitectónica de arcos y pilares. El tajamar del frente de aguas arriba, en cuchillo agudo triangular con vértice redondeado, es ya de puente muy evolucionado. La correlación entre acueductos y puente sigue siendo ostensible en la estereotomía de sus paramentos, en la regula ridad de las hiladas, en el almohadillado de los sillares y, espe cialmente, en la semejanza de la única bóveda de sillería de Los Milagros con los arcos pequeños del puente para avenidas por la margen derecha; pero donde resulta más directa es en la uti lización del arco rebajado. Como ya hemos visto en el acue ducto se contornea un medio punto en el intradós de los arcos, aunque en realidad se trata de un arco efectivo, rebajado apro ximadamente a los 2/3, como aparece francamente en Alco netar. Otra correlación con Alconetar es que, si bien en este puente la bóveda es geométrica y estructuralmente rebajada, se marca con moldura el arranque que hubiera correspondido al medio punto.
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Únicamente durante la época de Trajano-Adriano se utilizó el arco rebajado. El fenómeno, creemos se debe al ingeniero Apolodoro de Damasco (puente del Danu bio y foro de Trajano) y al propio Adriano, quien lo empleó con delectación en plan tas y alzados. Otra relación m uy notable con la arquitectura adriánea reside en el empleo de hiladas de ladrillo como trabazón entre los paramentos y el núcleo de hormigón de los pilares, que fue empleada por los romanos desde primeras épocas, y tuvo inclu so su designación primitiva: opus vitate-mixta, que es un caso particular de alternan cia de fábrica en hiladas completas, combinando en otros casos sillares lisos y sillares almohadillados e incluso llevando la alternancia al adovelado de arcos. Estos artifi cios son m uy frecuentes en la arquitectura de Adriano, como por ejemplo en las fábri cas de muros de la Villa Adriana, recortando con hiladas de ladrillo la superficie de la opus reticulatum . Las razones técnicas de la utilización de estas trabas de ladrillo en la sección trans versal de un pilar son, además de esta función de trabazón m uy interesante, en espe cial cuando se utilizan conglomerantes que tardan en tomar consistencia, las de rea justar niveles, corrigiendo los errores acumulados en el empleo de hiladas de sillería de gran espesor, mediante hiladas delgadas de ladrillo en las que se puede jugar con el espesor de llaga para restablecer la horizontalidad.
Izq u ierda A c u e d u c to de San Lázaro. D ib u jo de Ponz [1 ] D erecha A c u e d u c to de San Lázaro. D ib u jo de L a borde [5 ]
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Capítulo IV. Acueductos de M érida
En el basamento del acueducto de San Lázaro tenemos la impresión de haber pasa do ya Alcántara con sus sillares de 60 cm alternando tizón y soga, aunque aquél mida más del doble que ésta y con el abultamiento excesivo del almohadillado, acentuán dose esto en los verdaderos picos que presentan los frentes cuadrados. Las dovelas son más almohadilladas que en Alcántara y más irregulares, y tienen gran afinidad con las de la llamada «alcantarilla romana de Mérida», de época avanzada, pues el cañón, que es de opus lateritiae, se paramenta con boquillas de sillería. Contribuyen a esta expresión barroca de los paramentos la diferencia de latitud en zonas de pilas y bóve das, lo que da lugar a que los sillares que cabalgan en ambos den una impresión de abultamiento excesivo. También contribuyen a ello las cornisas que marcan los arran ques de los arcos y que sólo vuelan en los frentes de pilares. En contraste con esta sillería de hiladas más regulares, pero con gran abultamien to y recercado según acabamos de indicar, está la fábrica de los pilares del cuerpo alto de las arcadas propiamente dichas, pues la labra es plana y las hiladas, si bien se nive lan con bastante exactitud, tienen alturas diferentes para adaptarse a los fajeados de ladrillo que dan la pauta de horizontalidad. El patrón de estereotomía no es fijo, si bien en los frentes hay siempre sillares perpiaños, aunque no se suceden con regulari dad. Alternan cuatro hiladas de sillería y cuatro de fábrica de ladrillo, excepto en la zona superior, que son tres. Las juntas entre sillares de una misma hilada son normal mente verticales, pero las hay inclinadas y a veces se introduce un relleno de dos pie dras superpuestas poco regularizadas o piedras pequeñas rellenando excesos de junta, aunque esto último puede proceder de alguna restauración. Parece que el basamento está sin conglomerante con sillares de gran tizón, y, en cambio, en el segundo piso los pilares tienen núcleo de hormigón, lo cual ocurre también en el puente de Alconétar. En el acueducto de Los Milagros aparece algo análogo, al diferenciarse en las pilas la zona de dos primeros pisos y la del tercero. La diferencia no es tan marcada porque el almohadillado de los sillares no tiene nunca el abultamiento pronun ciado de San Lázaro y además la re gularidad de la estereotomía es siem pre más lograda. A partir del segundo piso, la sillería es menos cuidada que en la parte baja del pilar, y las caras quedan más lisas sin el desbaste típi co de las obras ingenieriles. En los contrafuertes el patrón es siempre 21-2-1 en los frentes de la primera zona, pasando a 2-3-2-3 en la segun da. La alternancia sillería-ladrillo esla bona cinco hiladas de una y otra fábri ca. Las de ladrillo hasta el segundo piso se lim itan al núcleo, extendién dose a todo el pilar, núcleo y contra fuertes desde la que corresponde al
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M o d u la ció n d e l a c u e d u c to de San Lázaro
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Página a n te rio r A cu e d u c to de San Lázaro. D ib u jo de L a borde [4 ]
arranque del arco intermedio, es decir, la que prolonga las cinco hiladas horizontales del salmer. Los contrafuertes no quedaron bien trabados con el núcleo, pues se han despren dido íntegros, arrancando al desprenderse parte del hormigón de aquél, viéndose que no existe traba directa entre los sillares de paramento de uno y otros, e incluso que algunos sillares del núcleo se prolongan dentro de él, estrangulando la zona de hormigón que los une. En los costados de los contrafuertes el ritmo es 2-3-2-3, corres pondiendo las de tres a los perpiaños del frente y las de dos a los isodomos del mismo, estando uno a soga y otro a tizón. Éste es siempre más del doble de la soga, con lo cual no coinciden juntas verticales en estos costados. En el núcleo el ritmo es igual por los dos costados, con sillares en número de uno o dos, de los cuales uno se intro duce algo dentro. A partir del primer piso el ritmo cambia en el núcleo, pues apare ce el de 1-2-1-2 claro y con el tipo de labra más plano la altura de hiladas se reduce y no hay coincidencia con las de contrafuertes. En el interior queda a soga-tizón con bastante regularidad y con ocho sillares como norma. Según las referencias de El Idrisi en la coronación del acueducto había una galería que permitía el tránsito por su interior, incluso de caballerías cargadas. Pudiera ser que la caja, que de por sí no necesitaba ser mayor que la de la conducción, se llevaba en gale ría visitable, la cual se utilizaría en la Edad Media como comunicación desde el campo a la ciudad; pero creemos que esto es una fantasía, aunque sí pudo utilizarse, sin cubrir, para el paso dé peatones. El ático de coronación del acueducto es más importante que la caja, ya que, como ocurrió en Segovia, se aumentó su apariencia para darle mayor monumentalidad. En estos acueductos se aprecia la persistencia del empleo de la sillería para la cons trucción de los acueductos. En Roma hacía muchos años que se había adoptado el ladrillo, que aquí entra en parte mínima y sólo en las zonas donde puede facilitar la construcción, como son las bóvedas y los fajeados para regularizar niveles en pilares. En España tenemos únicamente un acueducto de fábrica de ladrillo (mejor dicho, teníamos, pues se ha derribado en fecha m uy reciente), el de Sevilla, popularmente conocido por Los Caños de Carmona, que destaca en todos los grabados antiguos de la ciudad.
Problem as ingeníenles
El ingeniero romano frente al problema del acueducto, procedió como el ingeniero actual frente a cualquiera de los problemas de ingeniería de la construcción: por suce sivos avances conseguidos a lo largo de la serie de realizaciones correspondiente; aun que con las limitaciones más angostas, que le impusieron las circunstancias condicio nantes de la ingeniería romana. Estas circunstancias podemos reflejarlas en tres aspectos representativos de la acti tud del ingeniero romano: ausencia del ímpetu de dominación de la Naturaleza por sí misma, que se apoderará del ingeniero en los albores del Renacimiento; falta de audacia al tener escasas posibilidades científicas donde fundamentar su hacer, su técnica;
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A c u e d u c to de Los M ilag ros [6 ]
y poca intensidad del aguijón de lo económico, que será el principal acicate de la inge niería actual. El dominio político es el motor primero que mueve todo el artificio, poco com plicado, de la técnica romana, cuyo repertorio de problemas es m uy limitado. Uno de éstos, en el sector hidráulico, es el de abastecimiento de aguas a las grandes urbes, y en él puede decirse que llegaron a todas las soluciones que se emplean en la actua lidad: embalses de almacenamiento, torres de toma independientes del cuerpo de presa, canal de conducción con sus desmontes, túneles y todas las obras de fábrica del canal, muros, acueductos propiamente dichos, sifones con sus salidas de aire, arquetas de rotura de presión, aliviaderos, desarenadores, depósitos compartimentados, arquetas y red de distribución, e incluso, en cabecera, pequeños trasvases para aportar cauces nuevos al embalse. El caso concreto del acueducto es un ejemplo de limitación de posibilidades y de evolución progresiva hacia un tipo clásico. Como ya hemos indicado anteriormente, hereda las posibilidades constructivas del puente y en cierto modo las expresivas del arco honorífico, pero, al no tener que luchar con el río durante construcción y a lo largo de su vida, su problema se simplifica, ya que la distribución de vanos no viene condicionada por motivos naturales, y se llega a la repetición monótona, con invariancia de luz, que además permanece alrededor de los 5 m en todos los acueductos que sean propiamente tales (Pont du Gard y el acueducto desaparecido de Toledo
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son, en realidad, puentes), luz que viene determinada por facilidad constructiva. Esta luz se halla limitada por dos pilares que se coronan en arco de medio punto, forman do la arcada básica, la cual se repetirá ajustándose en cada caso a la máxima altura y a la variabilidad impuesta por las condiciones geométricas del barranco que salva. La actitud del ingeniero romano ante la Naturaleza cuando va a construir su acue ducto es la de imponerle al máximo una regularidad geométrica. Al resolver el pro blema con alturas cada vez mayores introdujo una variante fundamental a la idea pri maria de simples arcadas: la de subdivisión en pisos impuesta por el aumento de esbeltez de sus pilares. Podía haber aumentado luces, que conducirían a mayor sec ción de pilares y, por consiguiente, reducción directa de esbeltez (no hay que olvidar que el puente de Alcántara, con sus pilares de 50 m de altura, se corona por encima de todos los acueductos), pero se decidió por subdividir el pilar, subdividiendo al pro pio tiempo el ímpetu de la obra, ya que la idea del acueducto de varios pisos respon de a la de realizar la obra por etapas, llegando a conquistar niveles sucesivos, para no afrontar directamente la elevación en toda la altura. En origen se trata de superponer un puente sobre otro, pero además consiguen el logro de una nueva regularidad, la del puente superior cuyos pilares conservan su altura en la mayor parte de la longi tud que le corresponde. De acuerdo con esta idea, lo más corriente en los acueductos de varios pisos es lim itar los pilares de cada uno entre el nivel de coronación del piso inferior, y el de arranque horizontal de los dos medios puntos que los enlazan, enjutando toda la superficie de tímpanos con hilados de sillares aplantillados, que se coronan con una en vuelo tangente a las claves de los arcos y que subraya a todo lo largo el nivel de cada piso. Sobre la del último va directamente la caja, o se interpone un ático maci zo cuando la caja es de altura reducida. El acueducto de San Lázaro representa la realización más perfecta de esta idea, como término final de la evolución del tipo. El cuerpo inferior es como un basamen to sobre el cual se alza el segundo con diferente tratamiento en los sillares de pilas y diferente fábrica de bóvedas: sillares con relieve m uy cuidado, resaltando además la dovela de clave en piso bajo, y fábrica de ladrillo con boquilla total arriba. Una cor nisa especialmente cuidada marca la separación de pisos, pero los sillares de los pila res, aunque cortados por la cornisa, se continúan en ambos pisos, desde el inferior, con planta rectangular, al superior, cruciforme, obtenida recortando los ángulos de la inferior. Las enjutas de tímpanos no rompen la continuidad vertical. En cambio, Los Milagros representa el máximo logro de la otra solución y, en nuestra opinión, la máxima perfección conseguida en el tema acueducto. Precisamen te la verticalidad se acentúa donde la subdivisión inicial se ha llevado al máximo roma no de tres pisos (en algún acueducto del siglo XIX se ha llegado hasta cuatro pisos). Los pilares arrancan desde el suelo conservando su sección transversal hasta la coro nación de las últimas bóvedas, las cuales desarrollan plenamente su medio punto en fábrica de ladrillo con las boquillas totales aparentes, como en el de San Lázaro. En cambio, las bóvedas intermedias, también en fábrica de ladrillo, quedan recortadas por los pilares, y sus boquillas se organizan radialmente sólo en dos tercios del desa rrollo correspondiente al medio punto. Quedan, por consiguiente, los arcos intermedios
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V ista d e l A c u e d u c to p rin c ip a l en M érid a . D ib u jo de Laborde [3 ]
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V ista del P ue n te de A lbaregas. D ib u jo de L a borde [2 ]
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reducidos en su papel estructural a simples arriostramientos de los pilares, aunque esto no hubiera sido necesario dado el cuerpo de los mismos que no hace peligrosa su esbeltez. Como ya hemos resaltado en la descripción de las arcadas intermedias, los pilares prolongan sus tres hiladas, que van sobre el plano de arranque teórico de los medios puntos, para formar salmer que rebaja el arco activo en la proporción de dos tercios, aproximadamente. Esta variante en el elemento arco, tan encajado en el medio punto, de máxima expresión para el romano por su acabada redondez, la encontramos en ambos acue ductos de M érida y ésta ha sido la razón más poderosa que nos ha llevado a atribuír selos al emperador Adriano, tan devoto del arco rebajado en sus construcciones, espe cialmente las de la villa Adriana, y nos ha llevado a emparentarlos con el puente de Alconétar, donde el arco rebajado se destaca desnudo, mientras que en los acueduc tos se enmascara, pues la geometría aparente se conserva, aunque no la estructura expresada por la ordenación de hiladas. Es de recordar que uno de los puentes más notables de la antigüedad fue el construido de madera sobre el Danubio, cuando la conquista de Rumania por Trajano, por el famoso Apollodoro de Damasco. Este inge niero, constructor también de puertos, terminó durante el imperio de Adriano y debió haber rivalidad entre ambos en esta esfera de sus actividades, ya que el empe rador lo mando ejecutar. Al emperador Adriano debe Atenas uno de sus acueductos.
Problem as estéticos
Los dos acueductos de M érida son, como ya hemos establecido, términos finales en la serie evolutuva correspondiente a este tipo construtuvo. Sus problemas técnicos están perfectamente dominados tanto en el diseño general como en los detalles y, por consiguiente, en ellos transparece sin limitaciones la intención de sus autores. En sus moles de piedra y ladrillo que cumplen a la perfección su función utilitaria han que dado plasmadas las virtudes del ciudadano romano: la gravitas, la ponderatio, la ordi natio, la aequalitas, \άfidelitas, etc. El ingeniero romano podía descansar plenamen te en su obra. Es uno de los casos más logrados de armonía entre obra y autor.
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Izq u ierda P ue n te de A lco n é ta r: al d e sa p a re ce r los silla re s de las caras aparece el h o rm ig ó n de re lle n o . O bsérvese el g ran tiz ó n de los silla re s d e l ta ja m a r D erecha P ue n te de A lco n é ta r: el co rte lo n g itu d in a l de la p ila m ue stra la traviesa in te rm e d ia que e nlaza los pa ra m e n to s y los re lle n o s de h o rm ig ó n en los cu a tro a lvé olo s q u e lim ita n las fá b ric a s de s ille ría en seco
Capítulo IV. Acueductos de M érida
Todos los artificios técnicos han ido depurándose para cumplir mejor las funcio nes hidráulicas, resistentes, etc., pero al mismo tiempo destacando sus posibilidades expresivas, que permiten al que los depura encauzarlas hacia su integración en un organismo que responda además a la necesidad del que construye de expresarse y de consuno expresar su época. En primer lugar, la regularidad geométrica frente a la irregularidad natural donde se asienta, lograda en la repetición de vanos iguales, coronados por bóvedas idénticas que se sustentan sobre pilares, los cuales han de acomodarse a la desigualdad de altu ras. En un segundo logro, nueva regularidad en los pisos superiores al poder ajustar la altura constante de sus pilares, por lo cual se puede componer con toda indepen dencia el tema de las arcadas superiores. Ya hemos visto que en los acueductos espa ñoles tenemos siempre en éstas un contorno interior que recorta en el cielo la figura de un semicírculo sobre un cuadrado. En todos ellos la situación de los elementos geométricos que tienen papel en el trazado se subraya mediante cornisas que son simples sillares salientes en Tarragona, y se afinan en molduras de talón y listel en los de Mérida. Pero el logro definitivo del acueducto de Los Milagros es el de volver a la idea pura inicial, unos pilares que se elevan para que, sobre las bóvedas que los enlazan y cie rran los vanos, se sustente la caja. Quedan los arcos intermedios en función estruc tural de apeo, no necesaria como demuestra su conservación hasta nuestros días. Ven cen la timidez inicial de construir por etapas, que no era nada romana. Tenemos un logro particular en este terreno de los estético de nuestros acueduc tos emeritenses, al incorporar en su campo realzando su expresión los artificios téc nicos correspondientes a la alternancia de fábricas de sillería y ladrillo. Es evidente que el motivo inicial de que las bóvedas sean de ladrillo reside en su facilidad cons tructiva, y el de los fajeados de la misma fábrica en pilares es rectificar la horizonta lidad de las hiladas, pero al integrar todo ello en el conjunto y afinar las proporcio nes relativas de números, espesores y superficies, queda el artificio elevado a un nivel superior que es el estético. Esta feliz armonía lograda tuvo trascendencia histórica, pues impresionó a los constructores árabes; y cuando realizan una de sus construcciones más importantes, la Mezquita de Córdoba, la llevan en su imaginación, despertando de nuevo la idea de superposición de pilares y arcos de apeo y la de alternancia de fábricas que apli can en este caso no a los pilares, sino a las bóvedas de los arcos. Pero es curioso ano tar cómo en este traspaso de ideas una coñstrucción tan reposadamente estable como el acueducto romano, da paso a una de las construcciones más aquilatadas e inesta bles que se hayan construido.
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D ocum entos relativos al acueducto Referencias históricas y literarias ACUEDU CTOS DE M É R ID A
(1) ID R ISI: Descripción de España (1154). Trad. A. Blázquez. Madrid, 1901. Entre estas construcciones citaremos al O. de la ciudad una gran puente-acueducto de gran número de altas arcadas, cuyo tablero ofrece ancho paso. En la fábrica del remate de la obra se ha dis puesto un pasillo abovedado que pasa en comunicación el interior de la ciudad con la extremidad del puente: se puede circular sin ser visto. Por el interior de este túnel abovedado va una tubería que llega hasta la ciudad. Hombres y animales pasan por encima de estas arcadas, que están sólidamente construidas y son de una cali dad notable. (2) A L HIMYARI: Lapeninsule ibérique au moyen age d ’aprés le kitab ar rawdalmitar. Trad. E. Levy Provençal. Leyden, 1938, pág. 121. Había cerca de la puerta, dirección O., 360 arcadas sólidamente construidas cada una de las cuales tenía 50 codos de desarrollo. (3) ID R ISI-A L H IM YARI:— Copiamos la segunda referencia, que es común a ambos, pág. 2 12 (Después de la descripción de la «casa de la cocina»). El modo de conducir el agua al palacio era muy curioso: por medio de un acueducto formado por torres de fábrica que se denominan pilas (argatat). Éstas, un número muy grande, subsisten todavía, sin haber sido destruidas por el tiempo; mantenidas sobre el suelo en sus basamentos. Unas son bajas; otras, altas, según el nivel del terre no; las más altas pueden tener hasta un tiro de flecha (cien codos según Idrisi); están alineadas en recta. El agua circulaba sobre estas pilas por dentro de conductos construidos al efecto para ello. Estos conductos están hoy arruinados e inútiles, pero los pilares permane cen en pie, dando la impresión al que los mira de ser de una sola pieza, de tal modo están bien aparejados y unidos. (4) G A SP A R BARREIROS: Corografía de algunos lugares que están en un camino (Viaje de Badajoz hasta Milán, 1542). Tenían en esta ciudad (Mérida) dos acueductos, de los cuales aún ahora están los arcos enteros en muchas partes de buena y lustrosa arquitectura; uno de ellos traía agua (según algunos dicen) para beber en el verano cuando faltaba la del Guadiana, la cual venía de una alberca que está a una legua poco más o menos de la ciudad donde fue desbaratado y preso Don García de Meneses [...] Llaman ellos albercas a unos lagos que tienen hechos de las aguas del invier no, con las que mueven en el verano, en los que se recoge grandísi ma cantidad de agua; es palabra análoga que en nuestra lengua quie re decir lago. De estos acueductos aparecen muchos arcos levantados junto a la ciu dad en el punto del río llamado Albarregas, cuya continuación sigue adelante y queda atrás por los campos, balizada por vestigios de los dichos arcos. Había otros por donde venía agua a dicha ciudad de una
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fuente que está a media legua de Mérida, en un valle llamado hoy valle de Mari Pérez por el lugar de los cuales viene al presente la misma agua a la plaza por otros acueductos nuevos, puesto que en algunas partes faltan ya los antiguos, bien diferentes unos de otros, especialmente estando ambos tan próximos, con lo que más clara mente se muestra su desigualdad porque en unos hay grandeza de pie dras con artificio y majestad de la obra y en los otros ninguna cosa de éstas. Viene esta agua a la plaza a una fuente descubierta que revien ta por cuatro o cinco caños, la cual es muy buena; la del río no es teni da comúnmente por tal, y así es de creer porque si no no hicieran los romanos tanto gasto en traer agua de tan lejos teniendo el río en la puerta, puesto que muchas cosas hacían ellos más por grandeza y por nobleza de la tierra que por necesidades de la vida humana. (5) CE AN -B E R M Ú D E Z : Antigüedades romanas en España, págs. 385 y 397. Acueductos.-También son dos y también se asegura que los mandó edificar el mismo emperador. Se descubren las ruinas del primero cerca del puente de Albarregas; su dirección es del septentrión al mediodía. Su canal es de 3 pies de ancho, de 3,5 de alto, su mayor grueso no pasa de 11, y la mayor altura sube a 91, en dos y tres órde nes de arcos, unos sobre otros. El segundo entra en la ciudad por el oriente y venía de muy lejos por el norte, dando vueltas y revueltas. La canal es de 2 pies de ancho, de 4 pulgadas de hondo y de 4 pies y 10 dedos de grueso. Luego que daba vista a la ciudad comenzaba a elevarse sobre grandes arcos, para suplir la desigualdad del terreno hasta muy cerca de la naumaquia, a la que proveía de agua. Perecie ron todos sus arcos menos dos, y los nuevos con que quisieron reem plazarlos son de una arquitectura grosera. Éste es el acueducto que examinó Pedro Esquivel, en el que echó sus medidas e hizo grandes observaciones para averiguar el tamaño del antiguo pie español. Y fuera también de esta ciudad, como una legua lejos, es también digna de consideración otra obra asimismo romana y particular. Es un fortísimo murallón de piedra y argamasa que tiene más de 20 varas de alto y más de 100 de largo, y sirve para contener el agua llo vediza y la de los arroyos inmediatos, formando un gran estanque al que llaman Albuhera en Extremadura. En los extremos del mura llón hay dos torres que nombra Bocines: tienen escalones para bajar hasta lo profundo del estanque a fin de desaguarle y limpiarle. Otro murallón y otra albuhera, mayores que las dichas también obras de romanos están en la dehesa de Cornalvo, distante 2 leguas y al oriente de Mérida. Contienen un fuerte torreón y trozos de gra dería o asientos en el murallón desde los cuales quizá se verían com bates navales sobre el espacioso estanque como en las naumaquias. Muy cerca de esta dehesa hay una pradera que, por sus muchos manantiales, llaman del Borbollón, y en la que se descubrieron años pasados varias cañerías subterráneas en comunicación de unas a
Capitulo IV. Acueductos de M érida
otras, tan cómodas y espaciosas que puede andar por el interior de ellas un hombre derecho. Es creíble que se construyesen con el obje to de llevar las aguas a esta especie de naumaquia de Cornalvo. (6) C A M P O M A N E S: Itineario real. Madrid, 1 7 6 1 . Examen de las medidas itinerarias de España V, pág. LXXIII. Midió Esquivel los intervalos de las arcas, o lumbreras del acueducto de Mérida y halló había ciento y quarenta lumbreras. Continúa luego Morales dando razón individual de esta medida de Esquivel, así: «El Maestro Esquivel, mirando estas lumbreras, consideró cómo esta ban todas a igual distancia. Pasó adelante imaginando que tendrían aquellas distancias algún número cierto de pies que el artífice les daría. Midió por esto una distancia con cordel, y halló que tenía cincuenta varas justas y lo mismo tenían todas las demás. De aquí entendió cómo en nuestra vara hay algunos pies al justo y ellos forzosamente han de ser tres; pues más, ni menos no les sufre la disconformidad y entendió también cómo el artífice había puesto las lumbreras a cien to y cincuenta pies. Y de todo resultó saber con certidumbre que un pie antiguo español tenía tercia de nuestra vara castellana al justo, que era ser un poquito menor que el pie romano.» (7)
M IÑ A N O :
Diccionario geográfico, 18 2 7 . Tomo 6.°, pág. 1 7 .
Los Milagros de Albarregas, restos de un acueducto romano que conducía las aguas a la ciudad para sus fábricas y otros usos. (8) M O R E N O DE V AR G A S: Historia de la ciudad de Mérida. Méri da, 1663. Capítulo IX: De otros edificios romanos hallados en Mérida, pág. 77. Muchos son los acueductos, y encañaduras de agua, que en contor no de Mérida se hallan, que venían a la ciudad, de los cuales son muy señalados los dos que pasan por lo alto del río Albarregas, y se reconoce por los fragmentos de sus atenores, que son de sillería y argamasa; traían cantidad de agua del grueso del cuerpo de un hom bre. El uno viene encañado desde el valle que llaman de Mari-Pérez, una legua de la ciudad a la parte del septentrión, por un edificio el más célebre que los romanos hicieron en España, como lo testifica el Maestro Esquivel, referido por Ambrosio de Morales (en las Antig. de España, f. 33), que por mandado del señor rey don Felipe II vino a sólo describirle, y halló que debajo de tierra tiene 140 arcas, que los antiguos llamaron castillos, en los cuales el agua se va recogien do como en esponjas, tomándola de los manantiales profundos que por allí hay, procedidos del agua llovediza que a ellos se trasmina y resumen porque la disposición de la tierra no consiente que corra a otra parte. Tienen estas arcas sus gradas y escalones de piedra por donde se baja a limpiarlas, y la encañadura y acueducto que viene por debajo de tierra es tan ancho y alto que puede muy bien ir por él una persona en pie; de esta manera llega al cerro que llaman Rabode-Buey, y desde allí venía descubierta hasta llegar a la ciudad sobre altísimas columnas y arcos de admirable y suntuoso edificio, del cual sólo han quedado dos arcos que están junto a la ermita de San Láza ro, y algunos fragmentos del atenor por donde corría el agua, que era de argamasa fraguada de piedras muy pequeñas, más duro y eter no que si fuera de peña, como se ven por los que hay y permanecen hasta ahora en la cerca de don Cristóbal de Contreras Sotomayor, regidor. Y porque este acueducto romano en' lo que estaba descubierto
sobre la tierra está del todo acabado por lo haber destruido a mano los godos y moros, se hizo otro por los cristianos, y se fundó sobre muchos y altos arcos hasta llegar a tomar la altura del cerro, donde está la ciudad, en la arca que llaman del contador, adonde se vuelve a entrar debajo de tierra, y el agua se divide hoy en dos partes, una que vuelve a bajar al pilar del Arrabal, y otra que entra en la ciudad por la puerta de Santa Eulalia y va al pilar de la plaza, cuyos residuos se aprovechan y conducen a otros pilares del servicio de las iglesias parroquiales, y otras partes adonde el agua es necesaria, porque es mucha y abundante. Cría esta agua algún sarro y tova, y por esta causa los atenores del acueducto y encañadura hecha por los cristianos se han ido apretan do y cerrando de modo que no dejaban correr toda el agua, y así, para remediar este daño se hizo otra nueva encañería sobre la anti gua el año 1623, por acuerdo de la ciudad, y a su costa e instancia de su gobernador don Antonio de Pazos Figueroa, caballero de la Orden de Santiago. Veinticuatro de Jaén (digno heredero de la noble sangre, valor y rectitud de sus mayores, hijo de don Rodrigo de Pazos Figueroa, oidor de Granada, nieto de Juan Rodríguez de Pazos, que fue hermano mayor de don Antonio de Pazos, presidente de Casti lla y obispo de Córdoba), asistió a esta obra, y a la de la fuente que hizo en la plaza, quitando la antigua que en ella estaba, y dejó comenzados los miradores de la Audiencia vieja, que después acabó el gobernador don Diego Hurtado de Mendoza, caballero de la Orden de Santiago, su sucesor; a las cuales obras asistimos don Rodrigo de Cárdenas Portocarrero, é yo Bernabé Moreno de Vargas, como regidores comisarios de ellas. Algunos entienden que el agua que por este acueducto traían los romanos, de la cual hoy se sirve la ciudad en las dos fuentes referidas, entraba en la naumaquia de que habernos hecho mención en el capítulo antecedente, y no es así, por que el haber llegado a aquel sitio fue por tomar altura para desde allí derivarla a las fuentes que entonces tuvieron, por ser agua procedi da de limpios manantiales y buena para beber, y no la habían de gas tar en la naumaquia, pues para ella tenían otro caño de agua que le entraba por la parte del oriente y venía del sitio que llaman el Bor bollón, conducida por las tierras de Ureña, cuyo atenor y caja mues tra haber traído muy gran abundancia de agua, de la cual ansí mismo se aprovechaban en el Circo Máximo cuando en él se hacían fiestas navales, como queda dicho, y la que sobraba en la naumaquia pasa ba por un sumidero que tenía en lo profundo de ella al castillo y almacén de agua que estaba en Guadiana, adonde llaman ahora el Chorrillo, como luego diremos, sirviéndose primero de ella en los baños que tuvieron allí cerca, los cuales duraron hasta el tiempo de los godos y moros, y hoy se conserva con nombre de la calle de los Baños la que allí está, y se han descubierto los rastros de su edi ficio y de las encañaduras del agua. Y la que venía por el otro acue ducto principal y grande, que era para beber, entraba en la ciudad por la puerta principal que ahora llaman de la Villa, por donde hoy ansí mismo entra, y corre por la calle de Santa Eulalia. El otro acueducto viene desde la Albuhera, de la cual se tratará luego; y para atravesar el río Albarregas, por ser su sitio muy bajo, fue nece sario encañarle sobre columnas y arcos de extraña grandeza y sun tuosidad notable, pues tienen de altura 32 varas. El edificio es de cantería de piedras de grano y ladrillo, y es tan soberbio e insigne
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Acueductos romanos en España
que le llaman Los Milagros, como que su obra fuese milagrosa y semejante a los siete milagros del mundo. Por este acueducto traían el agua de Albuhera, y otras que a él refogían en el camino, y la entraban en la ciudad por lo alto del sitio adonde ahora está el Cal vario, en que hay ruinas de la caja o almacén adonde el agua para ba, y desde allí la repartían a los molinos que había dentro en la ciudad, para cuyo ministerio los romanos tenían el Albuhera, y juz garon era mayor grandeza de su poder que el agua viniese a moler les el trigo a sus casas que no llevarlo casi una legua fuera de la ciu dad, adonde está el Albuhera. Ansí mismo el residuo de esta agua servía para batanes, tintoreros y zurradores, porque del mismo acue ducto se conoce que eran tan copiosa que había para todo esto y para regar sus jardines. (9) AN T O N IO PO N Z: Viaje de España. Tomo VIII. Madrid, 1778, pág. 112. 12. Los aqiieductos de Mérida no eran inferiores en su grandeza y mag nificencia a los de la misma Roma, y lo demuestran claramente sus rui nas. No sabemos quántos tendría; pero las mismas ruinas manifiestan que había dos muy principales, y pasaban a la ciudad por encima del río Albarregas, sobre pilares, y arcos; cuya dirección era desde la Albuhera, casi una legua distante de la ciudad, y desde una dehesa más a septentrión en igual distancia. De primero, que tenía su principio en la Albuhera, queda, si no me engaño, treinta y siete pilares, que llaman vulgarmente Los Milagros, algunos con tres órdenes de arcos unos sobre otros; la mayor altura que se reconoce hoy desde el suelo hasta donde venía el encañado, pasa de treinta varas; dicho encañado era capaz de traer gran copia de agua, pues su ancho es de tres pies, y aún más su alto. La materia de estos edificios, los más célebres según el dic tamen del Maestro Esquivel referido por Ambrosio de Morales1, de quántos los Romanos hicieron en España, es un fortísimo argamasón, cubierto en lo exterior con hiladas de ladrillo cocido, y de cantería almohadillada, cuyas piedras son de un tamaño prodigioso. 13. Del otro aqüeducto quedan dos arcos junto a la ermita de San Lázaro fuera de la ciudad, y son semejantes en la construcción a los referidos. Salvaba con sus pilares y arcos la hondura por donde corre Albarregas hasta cerca de la naumaquia: pereció la fábrica de este intervalo, que es bastante grande, a excepción de los dos arcos que he dicho. Se ha suplido con otros, que no corresponden en cosa nin guna a los antiguos, pero últimamente sirven de llevar la agua a Mérida y, por consiguiente, es obra útilísima. Parte del antiguo con ducto o canal por donde venía el agua se reconoce cerca de Mérida, por anivelar allí el terreno con los arcos; y es menester verlo para creer la fortaleza de su argamasa. 14. En este aqüeducto es donde dice Morales citado arriba que el Maestro Esquivel, de orden de Felipe II, hizo sus operaciones para examinar el tamaño del verdadero pie español, y halló en su princi pio ciento y quarenta arcas para recoger el agua de profundos manantiales. Se baxaba a ellas por escalones; y los conductos subte rráneos son tales, que un hombre de buena estatura puede caminar por ellos comodísimamente. Hablaré más adelante de esto. (Entre las páginas 114 y 115 se inserta el grabado correspondiente a los dos arcos del acueducto de San Lázaro.)
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(10) JOSÉDEVIU: Antigüedades de Extremadura. Madrid, 26, 27 y 28.
1852,
págs.
Muy cerca del último se hallan Los Milagros de Albarregas, obra de la misma época, cuyo nombre da el vulgo a los portentosos pilares que aún se levantan con magestad, restos de un acueducto también romano que conducía de N. a S. el agua a la ciudad: apenas llega, cerca de ella se pierde y ya no vuelve a descubrirse, lo cual da a enten der que, o Mérida se extendía hasta los actuales vestigios del acue ducto, o que desapareció la porción de lo que éste falta: de todos modos da a conocer la anchura de su canal, que es de 3 pies, y otros 3 pies y 8 dedos de alto, siendo el mayor grueso de todo el conduc to (que es desigual) unos 11 pies. Su materia es argamasa cubierta de cantería y algún ladrillo, llegando su elevación por parages a 91 pies, con dos y tres órdenes de arcos unos sobre otros. Aún se conservan algunos de los grandes depósitos que surtían de aguas y de delicada pesca a la Ciudad. La llamada actualmente Char ca de la Albuhera, antiguamente Lago de Proserpina, a distancia de una legua al N, y la titulada de Cornalvo, eran del número. El segundo acueducto entra por el oriente, y procede de bastante lejos al N, viniendo a manera de culebra. Su canal es de 2 pies de ancho y 4 de alto, y el grueso del todo son 4 pies y 10 dedos. Ape nas daba vista a la población elevándose sobre grandes arcos, que supliendo la desigualdad del terreno por donde corre el río Albarre gas, le traían a descansar inmediato a la naumaquia, cuyo depósito alimentaba. Ya no quedan tampoco sino dos de los arcos primitivos, pero arcos que el curioso no se cansa de admirar. Aquí, en este acue ducto es en donde ha sido averiguada la casi exactitud del pie roma no con el actual de Burgos, pues como hubiese en él 140 arcas o res piraderos por donde los labradores de la inmediata campiña pudieran tomar el agua para beber, y de una a otra mediase una dis tancia igual, infirió el Maestro Esquivel que estas distancias debían tener una medida fija y determinada. Efectivamente, echado un cor del, halló próximamente 50 varas de una lumbrera a otra, o sea 150 pies. Los romanos se singularizaron mucho por el aplomo y magestad de sus construcciones; mas en punto a acueductos fueron incompara bles, siendo muy de notar que jamás eternizasen sus obras como nosotros, pues lo que empezaban lo concluían, y pronto. Acueduc tos bien memorables nos dejaron en España, y acueductos grandio sos por todas partes en que podían servir a la comodidad pública. Ocúrrenos en este momento varios, y entre ellos el que Augusto mandó fabricar para proporcionar aguas abundantes a una ciudad del Epiro, que le debió, como Emérita, su existencia, y cuyos monu mentos, levantados bajo una misma inspiración y gusto, tienen igual fecha (unos 22 a 25 años a. C.). Vencedor en Accio, le ocurrió edi ficar sobre su costa, buen testigo del triunfo, un pueblo cuyo nom bre correspondiera a la idea de tan célebre acontecimiento. No bien lo pensó, cuando fue hecho como por encanto; pues surgió de entre aquellas tristes playas la famosa Nicopolis (ciudad de la Victoria), apareciendo desde luego embellecida con la ostentación de otra Roma, así como nuestra Emérita al propio tiempo; siendo muy de observar también que las medallas que empezaron a acuñarse allí, contienen en su anverso un edificio, torreado, muy semejante al que
Capítulo IV. Acueductos de M érida
ostentan en el reverso las Eméritas. Y como Nicópolis necesitase de aguas puras y copiosas, fue traído en poco más de dos años todo un río desde 70 millas (unas 15 leguas) por la cañería más vistosa y sóli da que puede imaginarse, a través de barrancos, montañas y preci picios, como es de ver todavía. Dos cosas pasman, sobre todo, a los curiosos: la argamasa y consistencia de aquella obra de romanos, rebelde todo aún a los medios comunes de destrucción y el delica do nivelamiento de todo el acueducto; en fin, no cabe mayor per fección que la que él revela en medio de su estado ruinoso actual.
(11)A. G. SOMORROSTRO: El acueducto de Segovia, pág. 17. 23. El señor Ponz acompaña a su descripción, y otras particularida des que añade, un dibujo de estos dos arcos, que sin duda eran de los del orden inferior, y tres pilares, de los que en dos se ve el arran que de los arcos y las impostas o cornisas que adornaban la fábrica: hermosísima debía ser ésta y sería cosa muy agradable ver los dos o tres órdenes de estos arcos, que se dilataban por espacio de una legua, pero la materia y forma de su construcción fueron bien diferentes de las del acueducto segoviano, en el que ni había en lo interior, ni la hay en el día, argamasa alguna, ni los sillares están almohadilla dos, ni tienen las fajas de ladrillo, que tan agradable vista causaban en los acueductos de Mérida. Los pilares tampoco disminuían sus gruesos según se elevaban, como sucede con los del acueducto de Segovia, en donde hay los dos órdenes de arcos. La arquitectura de los de Mérida es exactísima, y no presenta las pequeñas desigualda des que se advierten en algunos sillares, que sobresalen de los demás en el de aquí; y las cornisas que adornan a aquéllos, son en mi jui cio más finas y bien acabadas que las del nuestro: pero éste aún per manece, y aquéllos casi enteramente han desaparecido. Mucho hicie ron para su destrucción los árabes devastadores, en sus primeros años de la conquista y dominación. También el tiempo destruye mucho; y aunque la construcción y argamasa con que estaban formados los acueductos de Mérida, fuese tan fuerte y dura, como justamente dice el señor Ponz; más dura y más fuerte es la piedra berroqueña y la fábrica sin argamasa, que es como está hecho el acueducto de Sego via. Acaso durarían todavía, en todo o en parte, los acueductos de Mérida si hubieran tenido la misma materia y la misma construc ción. Si la mano destructora de los árabes no hubiera caído tantas veces sobre la capital de la Lusitania, y ésta hubiera conservado des pués de su reconquista el alto lugar que ocupó en la dominación romana y gótica, tal vez veríamos todavía los acueductos romanos: pero aún en esto fue tan desgraciada Mérida, porque trasladada su sede metropolitana a Galicia, y reducida a una corta población su inmenso vecindario, no ha podido sostener su antigua grandeza, ni tiene en el día quien pueda sacar de entre los escombros el innu merable cúmulo de grandezas, que en otro tiempo la ennoblecieron. Para dar un bosquejo de algunas de ellas, permítaseme insertar aquí una carta, que me dirigió en contestación a algunas ilustraciones que le pedí sobre Mérida el laboriosísimo y curioso coronel del Real Cuerpo de Artillería don Joaquín de Góngora. 26. Acueducto.- Los restos de acueductos romanos no son de menos consideración y magnificencia: subsiste un trozo en dirección del E a la naumaquia, que parece se componía de dos órdenes de arcos, sien do el primero almohadillado de piedra berroqueña, del que subsisten
dos arcos completos, e iguales al parecer; y el segundo orden, de mucha mayor elevación que el primero, es compuesto en sus pilares de hiladas de piedra branca, y de trecho en trecho una faja de ladri llos tan encarnados como el bermellón. Subsisten tres pilares de este orden y sólo en dos de ellos los arranques de sus arcos, pareciéndome que en la altura total y sus proporciones podrán ser con corta diferencia las que tiene el acueducto de Segovia en el paso que hay desde la carnicería de San Francisco a la puerta de su iglesia. 27. Otros restos de acueducto subsisten al N de la población, como lo indican una porción de pilares de la misma arquitectura que los anteriores, pero de mayor elevación por el desnivel del terreno. Pare ce por los arranques de sus arcos que era compuesto de tres órdenes; y en elevación y proporciones serán con corta diferencia las que tiene el acueducto de Segovia a la entrada en la calle de San Antolín; pero no puedo dejar en olvido la agradable vista con que los hermosea la faja de ladrillos sumamente encamados, que de trecho en trecho hacen parte de los pilares.
(12) G. FERNANDEZ PÉREZ: Historia de las antigüedades de Mérida. Badajoz, 1857. Cañería que llaman de Los Milagros: desde esta charca o gran lagu na que en el día surte a un lavadero de lanas y molinos harineros y fecunda una hermosa vega, tomaba el agua la cañería de los roma nos, de que voy hablando. En su salida tenía dirección al poniente, y volviendo hacia el mediodía costeaba la sierra que llaman de Carija, en cuyo valle se ve aún el cauce y arcos que allí se formaron: daba vuelta al oriente pasando por la huerta que llaman de la Calera, por donde viene aún en largos trozos sobre la superficie de la tierra, y al fin serpenteando y haciendo una multitud de semicírculos por las faldas de los cerros, que confunden en su dirección, viene a montar la altura de la calzada de Mérida, desde donde corría otra vez hacia el mediodía, para entrar en la ciudad pasando el valle del arroyo Albarregas, sobre los famosos arcos que llaman de Los Milagros. Estos arcos daban principio en la misma altura de la calzada, donde había, y subsiste una grande arca de depósito. Desde allí hasta la bajada al valle, sólo existen aislados tres postes de la cañería, pero muchos cimientos y torreones por el suelo. En el valle permanecen aún seguidos veinte y seis postes o pilares, cuya mayor altura es de treinta varas, y todos se trababan entre sí con tres órdenes de arcos, que cuasi todos están quebrados, y sólo se descubren sus principios y arranques. El grueso de cada poste o pilar es de cinco varas en cua dro, y todos estaban reforzados con su estribo por uno y otro lado, que empezando por un macizo de dos varas de ancho y tres de largo o saliente, suben en disminución hasta el último arco o base de la canal. Toda esta obra es de grandes piedras de sillería que forran su argamasa interior, y de trecho en trecho hay unas hiladas de cuatro o cinco ladrillos. Después de estos veinte y seis pilares, hay un vacío como de noventa varas, donde no existe pilar alguno, pero luego empiezan otros siete seguidos, que pierden la dirección recta y suben costeando la altura a la ciudad, volviendo un poco a la derecha, y el primero de estos postes es más grueso que todos los demás, y a quien el vulgo llama el Milagro gordo; pues como en él hacían empuje y violencia las aguas para volver su inclinación a la derecha, se le dio más consistencia, y cinco frentes para trabar con él la unión de los
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Acueductos romanos en España
que declinan de la línea recta. En lo que resta de esta altura hasta la ciudad, no hay más que un poste o trozo de muro que por allí sos tenía la cañería, y desde él tuerce otra vez ésta hacia la derecha y línea recta al poniente. Este último poste dista del muro romano como unas cuarenta varas y parecía que desde allí iban a entrar ya las aguas en la ciudad; pero haciendo una excavación en el invierno de 1829, por bajo de la ermita del Calvario en el camino que va al puente de Albarregas, aparecieron en el mismo camino a un lado y a otro cimientos de piedras sillares sumamente grandes; y examinados, se vio que eran cimientos de postes de la misma cañería, que se pro longaba aún otras cien varas hacia el poniente en línea recta y para lela con el muro, e iba a desaguar en la ciudad por el costado occi dental de la ermita del Calvario; por manera, que en aquel punto del camino formaría la cañería unos arcos de entrada de siete varas de anchura en rectitud, y a cuarenta de distancia de las puertas de muro. En esta cañería observó que trae en todo su curso una direc ción tan tortuosa y tomando vueltas por las alturas, que aproximán dose en una de ellas a la vista de la ciudad, y pudiendo entrar en ésta sin tanta prolongación, se le hace retroceder y costear por las faldas de otras alturas, andes de llegar a la de la calzada: lo cual se hizo, según entiendo, consultando a la mayor utilidad; pues cuando más terreno y alturas corría, más vegas y casas de campo fecundaba con sus riesgos en todas sus líneas. Ella venía toda al descubierto y a la faz de la tierra, exceptuando el paso por los valles donde se constru yeron pequeños arcos. Sobre los últimos arcos de dicha cañería corrían y se ven aún piedras de grano, formando cornisa de media caña que sobresale media vara por uno y otro lado, y sobre la base de esta cornisamenta estaba colo cado el gran canal de argamasa por donde iba el agua. Además de la hermosura que presentaba esta cornisa, servía para que pudiesen andar por ella de pie los hombres encargados de limpiar el canal. En el día sirve esta cañería para nidos de cigüeñas, y no sin razón se le denomina Los Milagros de Albarregas, porque parece prodigioso que se conserven estos restos con tanta solidez y firmeza despues de die ciocho siglos de existencia. El agua que venía por ella sólo servía para la limpieza y surtido de molinos, fábricas y batanes que había den tro de la ciudad, como dice Moreno Vargas, y con este fin corría por todo alrededor del muro por un canal que en él había abierto; ade más de que las diferentes direcciones, y como ramales que al pare cer salían de esta cañería en su largo y tortuoso curso, inducen a creer, según he dicho, que se repartía también de esta agua para los riegos, y usos de la población, casas de campo y fábricas que pudie se haber por aquellos sitios. Otra cañería que dicen de San Lázaro: ésta es la que llaman de San Lázaro, que está frente a la anterior y en línea paralela a la distancia como de mil y cien varas agua arriba del arroyo Albarregas. Esta cañería era más suntuosa que la anterior, y uno de los más celebres edificios que fabricaron los romanos en España y como el fin de ella era surtir del agua que había de beber el pueblo, se construyó con más esmero y hermosura con respecto a su objeto más noble. En el día se surte la ciudad de Mérida de esta misma agua, cuya calidad en sí es excelente, y viene de tres cuartos de legua de distancia, desde el valle que llaman de las Tomas, sito a la parte del N. En aquel valle está la primera arca o depósito en que se reúnen las aguas de dos
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ramales excavados en la tova, o terreno natural: el uno con direc ción a N. de más de veinte varas de largo, y el otro con dirección al NO., como de nueve varas, los cuales suministran agua en abundan cia, especialmente el último, por el que se filtra más copiosa. En dicha arca da principio un cañón de bóveda, subterráneo y bastan te profundo con capacidad de poder andar un hombre por él, y de trecho en trecho hay otras arcas que dan luz, y se entra por ellas a limpiarlo. Viene en cauce o cañón haciendo varios semicírculos por terreno bajo y en una distancia de cuatro mil trescientas doce varas en que hay pasantes de cien arcas hasta la altura próxima a la ciu dad, que llaman Rabo-de-Buey, donde empezaban los arcos de la cañería. Todo este cañón subterráneo es el mismo y en la misma dis posición en que lo fabricaron los romanos, quienes le dieron una dirección tan prolongada y circular con el objeto sin duda de que trasmanasen a él y se recogiesen todas las aguas que filtran por su terreno, y que nunca escasean; además de otras que le entraban por otra cañería, que venía a desaguar en él desde los montes de Campomanes, de que hablaré después. En dicha altura de Rabo-de-Buey y hasta cuyo punto llega el referi do cauce o cañón cubierto, hay una grande arca de depósito, y desde ella empezaba a formarse la famosa cañería y soberbios arcos que transmitían el agua al descubierto por cima del valle y arroyo de Albarregas hasta la otra altura de la ciudad donde estaba la nauma quia, y en la distancia de más de mil ochocientas varas. Esta cañería fue destruida por los godos cuando sitiaron la ciudad, dominada por los romanos; y por los restos que de ella han quedado, se conoce lo hermoso y magnífico de su obra. Junto al pilar de San Lázaro exis ten dos excelentes arcadas de cantería, que llaman Almohadillada, y de una arquitectura igual a las del puente, que tiene cada una cinco varas de ancho, otras cinco de alto y tres de grueso o fondo, y sobre su cornisamenta de media caña se levantan tres postes de ocho o más varas de altura hasta los arranques de los arcos superiores que soste nían el gran canal. Por ellos pasa en el día el camino real de Madrid, y por ellos entraba también, en tiempos de los romanos, la calzada o vía militar que venía desde Córdoba, Toledo y la Mancha; por cuya razón, sin duda, debiendo traer por este punto la cañería una línea oblicua, cortando diagonalmente el camino, según lo manifiesta su dirección, para formar más vistosa la entrada se le dio en este sitio una línea recta, y en ella se construyeron los dos arcos con la magestad y hermosura que aún presentan. Por la altura que por estos arcos llevaba la cañería, se conoce que por lo bajo del valle y sitio del arro yo, debió ser más alta que la otra de Los Milagros. Existen también tendidos por el suelo, y en la línea de esta cañería de San Lázaro, multitud de trozos del canal que había sobre ella, for mado de argamasa tan sólida, que ni el tiempo, ni el hierro han podido desbaratarlos. Pasan de cuarenta los que se ven bajando por Rabo-de-Buey a Albarregas; y subiendo desde el pilar de San Láza ro hasta la neumaquia, se cuentan en su línea más de ciento de dife rentes tamaños, habiendo muchos de seis a ocho varas de largo, y todos con la canal perfectamente conservada, que tiene tres cuartas de ancho y media vara de alto en su hueco, barnizado todo su inte rior de argamasa muy fina con moldes de media caña en los costa dos del centro. Esta cañería termina con dirección a la naumaquia, donde efectivamente entraba, y se valían de ella cuando se necesitaba
Capítulo IV. Acueductos de M érida
llenar el baño o estanque; pero su uso común era el de surtir las fuen tes, para lo cual se separaba un ramal, que se descubre en un trozo de cañería romana que se ve aún con dirección al pueblo, contigua y en la misma línea que trae la que surte en el día, pues para suplir la falta de la antigua se fabricó otra moderna, que tomando el agua en el arca o depósito en que concluye el cauce romano en la dicha altura de Rabo-de-Buey, la conduce por atanores hasta la altura de enfrente que domina la ciudad. Esta cañería moderna es de mani postería; no tiene la altura de la romana, y aunque obra ordinaria, y con remiendos, es de mucha utilidad. Tercera cañería que venía del Borbollón; hay otra tercera cañería que venía del Borbollón. Es el Borbollón un fuente o gran manan tío que hay sobre las alturas de los montes que llaman de Campomanes, distantes dos leguas de Mérida hacia la parte de oriente, donde tomaba el agua esta cañería, que viene subterránea, y se ven aún descubiertas algunas de sus arcas, por donde se baja, en bastan te profundidad, al cañón formado de piedras, igual al que he referi do en la cañería anterior. En algunos parages, o sitios bajos, sobre sale la cañería a la faz de la tierra, y en otros, como en Caño Quebrado, y el caño que llaman de las Vicarías, existen rotos los arcos, y muro de la misma cañería; la cual se presenta también al descubierto, y sobresale un poco de la tierra al acercarse a Mérida como a doscientos pasos del muro, trayendo una dirección recta a
la naumaquia, donde entraba por la parte del mediodía. Como esta cañería viene por las alturas que dominan a la ciudad, y no tiene que vencer valle alguno para acercarse a ella, no hubo necesidad de for mar arcos como en las anteriores: entra subterránea en el muro; y en las diferentes vueltas y círculos que forma en su curso, camina más de tres leguas de tierra, en cuya larga distancia no sería extraño que surtiese de aguas a otros pueblos, casas de campo y hermosas pose siones que habría en un suelo tan a propósito como el que coge su línea todo al oriente de Mérida. En el día está obstruida y sin uso; mas como siempre recibe alguna agua en su madre, y subsiste el cauce, o conducto subterráneo, podría suceder muy bien que por muy ciego que esté de tierra y broza, se filtre y se comunique por él parte de la misma agua que produzcan los veneros y manantíos que se encuentran por todo aquel terreno, y que sea cierto lo que algu nas gentes dicen, que el agua del pilar de la dehesa de Albarregas es filtración de esta cañería. Contiguo a una fuente que hay en dicha dehesa se ven fundamentos muy sólidos de argamasa, que demues tran no haber sido de poca consideración el edificio que sostenían. El abandono con que hoy se miran estas obras, es mayor que el empeño y celo de los romanos en fabricarlas. (Tiene dos láminas, una con inscripciones y en la segunda aparece además del teatro y del anfiteatro la «Cañería moderna que llaman de San Lázaro, sustituida a la antigua de los romanos».)
Dibujos [1] PONZ. Madrid, 1778. Dibujo de los dos arcos supervivientes del acueducto de San Lázaro inserto entre las páginas 114 y 115 del tomo VIII, encuadrado y con el número 114 en paginación.
[2] LABORDE: «Vista del acueducto principal en Mérida». Las referencias al pie son: Dutrully delineavit, Baugean aqua forti y Dequevauviller sculpsit. [3] «Vista del puente de Albarregas». Aparece en segundo término parte del acueducto de Los Milagros y especialmente a la dere cha en el horizonte la ermita de San Jorge con su Calvario, en cuya explanada debe estar enterrado el depósito terminal. Junto a ella el pilar de quiebro para la última alineación que conducía hasta dicho depósito. Las indicaciones al pie son: Liger deline avit, Baugean aqua forti y Dequevauviller sculpsit. [4] «Vista de una parte de los aqueductos en Mérida». Las indica ciones que constan, además del título, también en francés y en
inglés, son: Alex de la Borde del, en el centro; Baltard aqua forti y Pedoux Sculp. Sus dimensiones son: 27 x 34,50 cm. [5] «Plano geometral del Aqueducto en Mérida y del Puente de Albarregas». Figuran de izquierda a derecha el alzado de los dos arcos subsistentes del acueducto de San Lázaro en su estado real; detalle de la cornisa y de la sección transversal del puente de Albarregas y un alzado de la reconstitución de tres arcadas del acueducto de Los Milagros, con escalas gráficas diferentes para cada uno de los acueductos. Damos únicamente los alza dos de ambos acueductos a la misma escala, que es diferente de las del dibujo. Las indicaciones son: Molinier delineavit y Dornuer sculpsit. [6] Grabado de la Crónica General de España. Provincia de Bada joz, pág. 49.
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V
Acueducto de Sevilla
Conducción
H u m illa d e ro de la Cruz del C am po, te m p le te m u d é ja r (1 4 8 2 ) que aparece re la c io n a d o con el a cu e d u c to en to d o s los gra b a do s q u e se conservan
La conducción de agua a Hispalis arrancaba en Alcalá de Guadaira recogiendo unos manantiales que llevaba a la ciudad en canal cerrado, el cual empieza enterrado con registros uniformes distribuidos cada 100 pasos aproximadamente, e iba surgiendo a la superficie, primero sobre muro, para terminar sobre arcadas en el tramo final. La presencia de manantiales de agua abundante en la región de la actual Alcalá de Guadaira, fu en te p eren n e la llamó Rodrigo Caro, que parece estar relacionada con el nombre primitivo de esta villa, Hienipa según opiniones no del todo autorizadas, debió incitar a los romanos a utilizarlas en el abastecimiento de una de sus ciudades más importantes en nuestro país, como era Hispalis. Hay que tener en cuenta que aunque disponían de las aguas del Betis, los romanos, como en otros muchos casos de ciuda des en análogas condiciones, necesitaban de una conducción de agua potable directa, máxime en este caso donde los manantiales se encuentran tan próximos, a unos pocos kilómetros, mientras que, por ejemplo, en Toledo fue preciso acudir a las aguas del Guadalerzas, a distancia de 75 km, y en Cádiz, a las del Guadalete, con recorrido aná logo. Ya sabemos las grandes distancias que tuvieron que recorrer en las conducciones de Roma. En toda la primera zona enterrada se reconocen las lumbreras, muchas de ellas descubiertas, e incluso parte de la galería enterrada, al realizarse la explanación de la actual carretera, debiendo ser unas y otra obra inicial. En cambio parece ser que des pués había una zona indecisa donde la canal descubierta tenía una traza divagante para acudir al servicio de algunos molinos, hasta doce según las descripciones más antiguas. Entraba el acueducto en Sevilla por la puerta de Carmona, ya que según los grabados antiguos que daba lindando con la vía romana Corduba-Hispalis, que venía en último trayecto desde dicha ciudad, la cual dio nombre a la puerta y de rechazo al acueduc to que se ha conocido siempre por «los Caños de Carmona». El acueducto terminaría en algún depósito regula dor dada la importancia de su caudal, a juzgar por las dimensiones de su caja, 1,20 x 0,60 m. Según las refe rencias de la crónica almohade de Abensáhibasala en el año 1187 se construyó un estanque o depósito en
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Acueductos romanos en España
C o n ju n to de c in co a rcadas, ú n ic o resto q u e se conserva c o m p le to de las c u a tro c ie n ta s y p ico que tu vo el a cu e d u cto . R estaurado en 1951
Lo q u e resta del a cu e d u cto de H is p a lis . C o n ju n to de las c in c o a rcadas co m p le ta s en zonal fin a l
la calle Mayor. Después seguiría enterrada para alimentar a las fuentes de la ciudad, y en la misma crónica se indica que hubo que desviarla al construir la Mezquita, dán dole un cauce más amplio y mejor. Según el cronista Peraza, dividía la ciudad en dos, yendo a terminar hacia la puerta del Arenal. Descripción del acueducto
El acueducto propiamente dicho debió tener inicialmente una longitud de más de 4 km, ya que estaba perfectamente claro su arranque cuando hicimos las fotografías de toda la zona existente en el año 1956. Debió llegar más allá de la puerta de Carmo na, ya que la muralla se construyó posteriormente. Esta puerta corresponde a la inter sección de las calles actuales de Menéndez Pelayo y Luis Montoto, la primera obte nida como ronda al derribar la muralla y la segunda al encerrar entre casas la carretera de entrada en Sevilla procedente de Carmona, que empezó siendo la vía romana Corduba-Hispalis.
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C o n ju n to de o tra s c in c o arca d a s con la co ro n a ció n de la ca ja d e sm o ch a d a, ú n ic o resto de las d o sc ie n ta s arca d a s que e xistía n hace m uy pocos años
Capítulo V Acueducto de Sevilla
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Acueductos romanos en España
'T/e-auÍa c/cüa,
G ¿lia, cu,
cSov7¿t(L·, ( >cr/?if
cyC nc/tzlit/frU i^ Dos grabados de la m ism a se rie del s ig lo XVIII [3 ] y [4 ]
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Capítulo V. Acueducto de Sevilla
Grabado de la «C rónica General de E spaña». P ro vincia de S e v illa [7 ] G rabado de G. Doré [5 ]
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Vista to m a d a en el año 1963 La C ruz d e l C am po
F ina l de la a rq u e ría e xiste n te en 1 9 6 3
Trozo sa lva d o de la d e s tru c c ió n to ta l
Trozo co n serva d o sin caja
A lin e a c ió n de la arquería
C om ienzo de la arquería
C anal c u b ie rto
C arretera a A lca lá de G uadaira
Vista tom ada en la a c tu a lid a d (1969)
Acueductos romanos en España
Izq u ie rd a F o tograbado de España: sus m o n u m e n to s y artes. 1 8 8 4 D erecha A c u e d u c to y paso sobre el Tagarete. (F o to g ra fía que a co m p añ a al A cta de la A ca d e m ia )
Al ir asomando la caja de un modo natural por mantenerse en descenso suave el nivel del terreno hacia Sevilla, iba sobre muro de unos centenares de metros, hasta que la altura de éste permitía su aligeramiento mediante arcos que eran de la misma luz en toda la zona que observamos 3,90 (13 pies). La anchura del muro era de 1,80 m (6 pies). Los arcos se prolongaban en pilares que primero eran rectangulares de 0,85 x 1,80 m, hasta que habiendo crecido la altura tomaban fuste en los frentes, mantenién dose la latitud constante en alzado hasta que en una segunda superación de altura tomaban fuste en las cuatro caras. En el único vestigio que hoy se conserva tienen una base de 0,85 x 2,10. Toda la obra es de opus testacea, empleándose ladrillos de 27 x 13,5 x 5 cm, y llaga de alrededor de 2 cm. Los aparejos son muy simples, en las boquillas de los arcos se aparejan un ladrillo a soga con otro a tizón, alternando juntas en dovelas sucesivas; en los frentes de tímpanos y caja las hiladas van alternativamente a soga y a tizón en toda su longitud, y en los frentes normales de pilares alternan hiladas de tres a soba y cinco a tizón.
Trozo de la hoja de S e v illa del p la n o 1 :5 0 .0 0 0 del In s titu to G eo g rá fico
Capitulo V Acueducto de Sevilla
G rabado de V illa m il [6 ]
La latitud de la obra en tímpanos y caja se mantiene en 1,85 m, y lo mismo en la zona de muro, enrasando paramentos que se subdividen por dos cornisas muy sim ples en ligero saliente, la superior de cuatro hiladas separando la zona de caja de los tímpanos y la inferior tres hiladas, separando coronación de pilares y arranque de bóvedas. Las boquillas de éstas quedan perfectamente enrasadas con tímpanos y tie nen las líneas de trasdós de las adyacentes tangentes de arranques, mientras que dejan dos o tres hiladas de tímpano entre clave y cornisa. Quedan sólo cinco pilares con sus correspondientes arcos como los que acabamos de describir, pero hace pocos años existían unos 200. En la zona final, según los gra bados del XIX, las pilas se reforzaban mediante contrafuertes; también parece que algunos arcos tenían luces mayores, como indica el grabado de Villamil. Existía una zona de dobles arcadas superpuestas que debía corresponder al paso del arroyo Taga rete, cuyo cauce se cubrió sirviendo la depresión correspondiente para implantar la línea férrea en su prolongación hacia Cádiz. En esta zona la vía romana también sal vaba el mismo arroyo con puente de varios vanos en dobles arcadas superpuestas, como se ve en la foto que acompaña al acta de la Academia y en el grabado de las Crónicas de España que reproducimos. A esta zona de doble arcada corresponde la otra reliquia del acueducto que se restauró en el año 1951, según reza en lápida que
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Acueductos romanos en España
conmemora dicha feliz iniciativa. Se superponen las dos arcadas, cumpliéndose en la superior la norma invarian te en todos los acueductos españoles de este tipo de superponer un medio punto sobre un cuadrado en la silueta interna de esa arcada. Se aligeran los tímpanos intermedios entre los arcos principales que tienen la misma luz y espesor que en el resto otros arcos escarza dos estribadas contra sus riñones. Se da la anormalidad de que el piso inferior tiene menor latitud que el supe rior, pues la separación de pisos se establece mediante cornisa de cuatro hiladas que van en saledizos sucesi vos, permitiendo de este modo aumentar la anchura de los pilares superiores. Existe otra cornisa coronando la caja con cuatro hiladas de igual saliente y m uy reducido. Una particularidad notable es la existencia de un atanor que va embebido en macizo de ladrillo sobre la coronación del primer piso, atravesando los pilares del segundo. La cimentación de los pilares es también de fábrica de ladrillo en planta rectan gular con aumento de latitud en ambas dimensiones. La configuración de esta zona del acueducto con el entrelazamiento de arcos que pare cen propios del mudéjar ha debido fomentar la atribución de esta obra a los árabes. Al retocar la rasante del paso de la calle de Luis Montoto sobre el ferrocarril apa recieron arcadas enterradas entre los muros de las rampas de acceso a dicha obra. Cree mos que no son las arcadas del acueducto, sino las del puente de paso del Tagarete por la vía romana, ya que definiendo la alineación de la calle la puerta de Carmona, es natural que se implantara ésta sobre la propia vía romana y su puente. Además, como parece seguro que esta segunda reliquia del acueducto no ha cambiado de lugar, su alineación queda fuera de la superficie ocupada por la plataforma del paso actual. Este acueducto aparece destacado en varios grabados de los siglos XVII, XVIII y XIX, que dan la vista de Sevilla desde Triana o desde San Bernardo. Los más antiguos de ellos son los de la colección CIVITATES ORBIS TERRARUM, que dedica tres folios a nues tra ciudad y en dos de los cuales, que reproducimos, aparece el acueducto con la corres pondiente leyenda de Caños de Carmona. Según Madoz constaba de 410 arcos, aunque en época romana serían más, ya que se hizo antes que la muralla; en el año 1918, fecha del informe de la Acade mia de la Historia, eran 401, y cuando lo vi por vez pri mera debía estar reducido a la mitad, ya que llegaba sólo hasta la altura de la Cruz del Campo, que está a media distancia entre el arranque de los arcos y la calle de Menéndez Pelayo, que corresponde a la ronda actual obtenida al derribar la muralla. La zona final, que era de pilastras con contrafuertes de bella prestancia, como aparece en el grabado de Villamil, se debió derribar con la puerta de Carmona, lo que debió ocurrir a finales de
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A rq u e ta s de la c o n d u c c ió n puestas al d e s c u b ie rto al c o n s tru ir la ca rre te ra a A lc a lá de G u a d a ira . Se ve el pozo de la a rq u e ta y uno de los h a stia le s de la caja del canal (fo to s a ctu a le s )
C a silla de la H a cien d a de la Red del Agua (ver d e ta lle de la hoja d e l 5 0 .0 0 0 ). C o n stru cc ió n d e l XVIII que de b ía se rv ir para d e svia r el re p a rto de agua e n tre los m o lin o s y la c iu d a d . En una de e lla s se ve la co ro n a ció n h e m is fé ric a de re fe re n cia para una de las lu m b re ra s de v is ita (fo to s a ctu a le s )
Capitulo V Acueducto de Sevilla
i-------------- ΙΔ°-------------- 1 D e talle de la zona conservada (sin ca ja ) en la u rb a n iz a c ió n m en o r
. 0.60
I
Zona co n serva d a ju n to al paso del fe rro c a rril, en la c a lle de L u is M on to to
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Acueductos romanos en España
siglo. Un segundo derribo correspondería al cubrimiento del río Tagarete, que queda debajo del ferrocarril actual, y a él se refiere el señor Gestoso en el acta de la Academia verificándose otro derribo importante al prolongar el ferrocarril de M.Z.A. hasta Cádiz, ya que atravesaba dicha obra en la zona de mayor altura, donde debió estar la zona de arcada doble. Al construir el paso sobre este ferrocarril, implantado sobre la obra antigua de paso del Tagarete, se enterró entre los muros que contienen las rampas de acceso una obra romana, pero debe ser el puente de la calzada, también con arcadas superpuestas, que aparece en la fotografía que ilustra el acta de la Academia y en el grabado de las Crónicas d e España que reproducimos. H istoria
No tenemos referencia directa de época romana relativa a nuestro acue ducto. Las primeras noticias escritas son de época almohade, cuando evi dentemente se hizo una reparación importante del mismo y una desvia ción para abastecer el palacio de la Bohania que luego aparece en todos los sucesivos otorgamientos del agua primero como Huerta de Benhoar y luego como Huerta del Rey, la cual figura así en los grabados antiguos cerca del acueducto junto al poblado en torno a la iglesia de San Bernardo y frente a la Cruz del Campo. Hoy día este palacio se ha convertido en el Colegio de Porta Coeli, donde se conservan restos de desviación del canal a que aludimos. Resulta casi incontrovertible que la conducción y con ella el acueduc to, es decir, la obra sobre arcos es romana, primero porque ya existía en época almohade, y anteriormente sólo los romanos han sido capaces de acometer una obra de tanto empeño. Ya hemos indicado que la zona de arcadas, sin contar la obra sobre muros, tendría unos 4 km de longitud, y es preciso descender hasta época actual para que se construyan puentes de fábrica de tal envergadura. Alineaciones rectas mantenidas con la constan cia y regularidad que destacan en la conducción solamente puede ser obra de romanos. Basta comparar las arcadas del acueducto principal con las del ramal correspondiente a la Huerta del Rey, que muestran una construcción ver daderamente deficiente, y apuntadas no por arte ojival sino por pobreza técnica. Los detalles arqueológicos de aparejos, ladrillos, etc., y la homo geneidad con otras obras de ingeniería romana de la región, remachan, como luego veremos, esta conclusión, que repetimos nos aparece incon trovertible. La crónica de Abensáhibasala nos indica el año en que se llevó a cabo la restauración del acueducto -567 de la Hégira, es decir 1189 d. C.—y el ingeniero que la realizó, el malagueño Hach Yaij, el mismo que «tendió un pasadizo sobre el río, con el puente construido con mucho arte y apo yado sobre vigas de sólida cimentación para que por él pasaran la gente de
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Dos vista s de la zona de asom o de la co ro n a ció n del ca n a l to m a d a s h a cia aguas a b a jo y aguas a rrib a re sp e c tiva m e n te
G ran a lin e a c ió n de ca n a l e m e rg id o que e m p ie za so b re m uro y te rm in a sobre arcadas (fo to s a n tig u a s)
C apítulo V. Acueducto de Sevilla
V istas la te ra le s d e la gran a lin e a c ió n de sd e el la d o de la ca rre te ra y d e sde el lado in te rn o , re sp e c tiva m e n te
Zona p rim e ra y se g u n d a de arcadas (fo to s a n tig u a s)
Sevilla y los habitantes del Alfaraje y además los ejércitos que salen de expedición». Es el primer puente de Triana, que luego se convirtió en un puente de barcas, suce sivamente recompuesto hasta la mitad del siglo XIX, en que se construyó el actual. Como se desprende de esta crónica, el ramal a La Bohaira (la significación de esta palabra es charca) corresponde a la obra original de Abu Yacub Yusuf, indicando cla ramente que, guiados por indicios superficiales de la construcción enterrada primiti va, dieron con el caudal que por ella circulaba, dejando sin agua a la ciudad, limitán dose luego a restituir la principal haciendo las reparaciones correspondientes. Después desviaron y mejoraron el cauce de distribución dentro de la ciudad al encontrarlo en las excavaciones de la Mezquita, o sea, en el emplazamiento de la actual catedral, cons truyendo además un depósito para regularizar el suministro en la calle Mayor. En el siglo XVI, Pedro M edina, en el libro de las Grandezas M em orables d e Espa ña da como existentes 430 arcos de ladrillo. Madoz indica que existían 410 arcos y era el año 1848. En el informe de la Aca demia de 1918 los arcos eran 401 y la longitud 1.636 m, correspondiendo a la zona de doble arcada 71 huecos, pero advierte que «sufrió ya el derribo de una parte sin protesta de nadie». Cuando Sevilla pasa a poder de los reyes españoles, van apareciendo documentos refe rentes a nuestra conducción, empezando por el que suscribe Fernando III que otorga «al genovés Misero Cajizo el arrendamiento vitalicio de los molinos de la acequia de Gua daña con el cargo de tener reparados sus muros y puertas contra las avenidas del Gua dalquivir». Otorgamiento análogo se hace a la ciudad por Alfonso X en 1254, con indéntica carga, estableciéndose de los molinos que «eran nueve poblados e cinco derribados», añadiendo las obligaciones por parte del Concejo «de hacer venir el agua a los sus pala cios de la Alcázar e a la huerta de Benhoar, e a dos fuentes en Sevilla e que repare los
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Acueductos romanos en España
caños de Santa María e los «33BRHHR caños de la Alcázar». Desde entonces figuran en las Ordenanzas de Sevilla los títulos de los Alcázares y Atarazanas y se repite la pro piedad de los catorce m oli nos de la ciudad y «su obli gación de llegar el agua a la Alcázar y Huerta del Rey». El rey Fernando IV, en 1310, confirmó al Convento de San Francisco de Sevilla la merced que debió haber otorgado Alfonso X de una cierta cantidad de agua, procedente de los Caños, dedu ciéndose que el agua de la conducción era propiedad de los Reyes, los cuales hicie ron otras muchas donaciones, yendo a los Reales Alcázares el agua que no iba a par ticulares. En el siglo XIX aparece otra vez propiedad del Concejo, quien decide, con aprobación del Gobierno, dedicar el agua al uso exclusivo del abastecimiento de Sevi lla, suprimiendo todos los molinos «para llevar el agua en derechura a la ciudad, y conseguir que al aumentar el agua que se supone entraría en la ciudad, repartirla y venderla a muchas más casas que no la tenían». Esta obra parece que se empezó hacia 1830, pero se dificultó al «derivar parte de lo recaudado para gastos extraordinarios con motivo del cóleramorbo». Ya se había propuesto cosa análoga en 1607 por el arquitecto Luis Montalbán, que fue comisionado por la ciudad para nivelar el agua y estudiar el aprovechamiento económico de la misma. Al suprimir los molinos que obligaban a un contorneo irregular de la conducción en acequia descubierta, se debió restituir la primera conducción romana, pues la uti lización para fines industriales debió ser medieval y de la época del primer desarrollo de los aprovechamientos hidráulicos, coincidiendo con una disminución del interés por la utilización del agua en fines primarios. Las obras de reparación más importan tes debieron realizarse alrededor de la llamada Hacienda del Agua, donde existe una construcción rectangular cubierta con cúpula graciosa de arquitectura sevillana que
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D e talle s de las arcadas b ajas (fo to s a n tig u a s)
R esto conservado de la d e s tru c c ió n to ta l del a cu e d u cto . Ha sid o d e rrib a d a la caja
Capítulo V. Acueducto de Sevilla
S itu a c ió n re la tiva de la a lin e a c ió n del a cu e d u c to con re sp e cto a las fa ch a d a s de los e d ific io s
Lo que ha s u b s is tid o . Base de un p ila r ju n to a un e d ific io en c o n s tru c c ió n
, _ _
D e ta lle de un p ila r y dos m ed¡os arcos
■—
sirve para descenso a la galería mediante escalera en tres tramos rectos. Esta obra se reproduce en las fotos adjuntas y a partir de ella se conservan registros de la conduc ción en los trechos no afectados por cambios rústicos o urbanos. El último capítulo de la historia del acueducto es verdaderamente desgraciado y bochornoso. Podemos resumirlo en cuatro acontecimientos que definen el engran decimiento de la ciudad. El primero es el derribo de la puerta de Carmona al romper el cinturón de la mura lla para facilitar la expansión hacia San Bernardo. El segundo es la prolongación del ferrocarril hacia Cádiz, que determinó el cubrimiento del arroyo Tagarete, cuyo cauce utilizó, lo que le obligó a acometer contra las arcadas finales de la conducción, segu ramente dobles por ser las de paso en la zona de mayor altura del barranco. Al irse desarrollando la urbanización, ésta, en lugar de acomodarse al trazado geo métrico de las arcadas dejándolo para ostentación y ornato, m uy conveniente a la pobretería con que se ha llevado a cabo, lo fue destrozando paso a paso, y en esto resultaron de acuerdo autoridades administrativas y artísticas. Se lamenta «con dolor» la Academia de la Historia en el Acta de 1918, a la que tantas veces hemos aludido, y que reproducimos en la información bibliográfica, amonestando a la Comisión Pro vincial de Monumentos por el contubernio con el Ayuntamiento en el cual se deci dió el derrumbamiento total, proponiendo a la Academia conservar únicamente como
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Acueductos romanos en España
recuerdo el sistema de conducción de aguas a que responde el monumento, un trozo del mismo «del número de metros que de común acuerdo sea determinado» por las partes del citado contubernio. «Obra vulgar sin rasgos artísticos, desprovista de inte rés arqueológico» la califica la Comisión Provincial de Monumentos para justificar su colaboración en este proyecto de destrucción total, en lugar de «haber sido ella quien levantara la voz, ante la Academia, del peligro que corría aquel antiguo acue ducto», que es «uno de los pocos monumentos romanos que restan en Hispalis» «y sin duda, el más considerable de todos ellos». Tan descabellada medida, que no se llevó a cabo en 1918, ha sido ejecutada hace algunos años, menos de cinco, como atestiguan las dos fotografías aéreas que hemos reunido, indicando un momento anterior y otro posterior a su eliminación. En ambos aparece la imponente cárcel de la ciudad, monumento que, por lo tanto, ha asistido a su ejecución, dando a esta palabra su sentido de condenación a muerte. Volvemos a repetir, y esto con pleno conocimiento de causa, cómo los urbanizadores de esta zona no han podido ordenar sus bloques mediocres y absolutamente faltos de gracia con la pauta que daba el acueducto paralelo a la carretera como ellos,
Lo q u e ha s u b s is tid o . R estos conservados ju n to al paso de fe rro c a rril en la c a lle de A n to n io M on to to , cu yo s m uro s apa re ce n al fo n d o . R e staurados en el año 1951 según in d ic a la lá p id a
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Capítulo V Acueducto de Sevilla
Grabado del s ig lo XIX [81
de tal modo que, según todavía atestiguan los m uti lados restos de sus cimientos, el plano vertical del eje del acueducto quedaba casi en coincidencia con el de fachada de una de la alineaciones. Simplemente con haberlo dejado empotrado en dichas edificaciones, dando así un basamento gracioso en la simple repe tición de sus arcadas, o bien haberlo dejado dividien do una de las calles interiores ordenando las circula ciones y valorando el conjunto con un verdadero eje espacio-temporal en la historia de la ciudad. Causa indignación comparar la desorientada campaña de prensa que desató la proyectada inter vención para reforzar el acueducto de Segovia con el solo propósito de aumentar sus posibilidades de subsistir y el silencio total ante la vandálica destrucción de este otro monumento romano. Y ha sido tan auténticamente vandálica, que no hemos podido encontrar ni un ladrillo abandonado de los millares que tuvieron que salir en el derribo. Y para mayor befa de romanos en las cinco arcadas que se han conservado, respondiendo quizás a aquella proposición de la Comisión Provincial de Monumentos «de un número de metros del monumento que de común acuerdo sea determinado», se ha suprimido la caja, quedando así el pobre vestigio descabezado y sin sentido. Parece que en este desaguisado no ha tomado parte la Comisión de Monumentos, pues según me comu nicaba un vecino de la zona, «se dieron tanta prisa en derribar, que cuando llegaron los de monumentos, no quedaba ya nada en pie». Problem as arqueológicos
Como informa la Academia en el acta de defensa, desgraciadamente inútil, el acue ducto era una de las pocas construcciones que quedaban de los romanos en Hispalis, y se encontraba entonces en casi su comple ta supervivencia. En construcciones de ladri llo era también excepcional, pues aunque existen varios puentes y el acueducto de Itá lica en la región bética, se encuentran redu cidos a ruinas en sus últimas fases, como le ocurre a este último, o se encuentran en luga res difícilmente accesibles. Nuestro acueduc to paralelo a la carretera de Sevilla a Alcalá de Guadaña, que es también la de Sevilla a Granada, lucía toda la constancia de una obra lineal. P uentes rom anos de la d rillo en la B é tica . C ercanías de A n d ú ja r
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Acueductos romanos en España
P ue n te s rom anos de la d rillo en la B é tica : É cija , C arm ona (re c o n s tru id o en el X VIII) y A z m a lc ó lla r
Como corresponde a un acueducto era una obra sencilla, pero vibraba en la repe tición de su ritmo monótono, que se avivaba por el progresivo crecimiento de su altu ra, emergiendo desde las profundidades del suelo, para nacer en la tosquedad de muro e ir afinando su corporeidad, ensayando primero en esquemas sucesivos la redondez del medio punto, e irse encaramando sobre sus pilares de esbeltez creciente y m uta ciones sucesivas desde la sección rectangular constante en toda la altura hasta en dos pasos tomar fuste en sus cuatro caras. En su sencillez verdaderamente ingenieril conservaba invariante los elementos que iba logrando sucesivamente, caja, bóveda, arranque de pila, transformando única mente, de consuno con la altura la corporeidad de sus pilares. A medida que se logra ban definitivamente los diversos elementos se destacaban con una cornisa que los delimitaba dentro de la conformidad de todos ellos, encajados entre dos planos ver ticales que definen bloque único donde se recorta su silueta, excepto en el tramo final donde destacaban por ambos lados los fustes primero y dos contrafuertes laterales después destacados en el tramo final. Todas las trabas son m uy sencillas, soga o tizón alternando por hiladas horizonta les y soga-tizón únicamente en las hiladas inclinadas de las boquillas. Destacan en complicación de diseño las arcadas dobles del trozo conservado y res taurado cerca de la vía del ferrocarril. La superposición de arcadas debió quedar obli gada por la singularidad correspondiente a la mayor altura del paso sobre el arroyo Tagarete, del cual la Academia consigna su existencia y las fotos antiguas la confirman
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Capítulo V Acueducto de Sevilla
D e m o lic ió n de los arcos de co ro n a ció n del paso de la vía rom ana sobre el arroyo Tagarete al h a ce r el a co n d ic io n a m ie n to del paso sobre el fe rro c a rril en la ca lle de L uis M on to to (1 9 6 6 )
en paralelismo con una obra también de dobles arcadas para el paso de la carretera sobre dicho barranco, obra que debería ser romana, pues estaba en el paso de la vía romana de acceso a Sevilla. Como ya hemos indicado, esta obra debe ser la que se halla enterrada y desmochada entre los muros del paso sobre el ferrocarril en la calle Luis Montoto. El diseño se complica por la silueta doble de las arcadas, la cual se aligera, además, al recortarse los tímpanos mediante arcos de aligeramiento circulares, pero rebajados que se intestan en los riñones de los arcos superiores y de los inferiores. El entrelaza do que de este modo forman arcos de arcada y arcos de aligeramiento dan la impre sión de una obra de estilo árabe o mudéjar, lo que seguramente reforzó la idea de atri buir todo el acueducto a los árabes. Pero no hay que olvidar que también los romanos aligeraron los tímpanos de sus puentes y sus acueductos (Almuñécar y Baelo) con arcos intermedios, aunque siempre de medio punto. La arquería volvería a ser senci lla después del barranco de Tagarete, pues así terminaba en la puerta de Carmona como claramente aparece en el grabado de Villamil. Problem as estéticos
El planteamiento que hace la Academia enjuiciando el monumento desde el punto de vista estético, nos da pie para hacer unas consideraciones sobre el problema de las obras de ingeniería. Utiliza todo el encadenamiento de tópicos novecentistas en las disyunciones: material-ideal, contenido y forma, útil y bello, arte y técnica, etc. Comienza por establecer: «No se trata, es cierto, de una obra de arte», afirmación que traducida, por ejemplo, al francés, sería un contrasentido. Continúa dando las razones de este aserto, que acredita a los romanos, pues «el arte reservábanlo, con acuerdo, para donde había de hablar al espíritu y a los ojos». No se sabe por qué un acueducto, o cualquier obra de ingeniería, con su imponente corporeidad, no ha de
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Acueductos romanos en España
tener, así, a priori, nada que decir a los ojos, aunque sean cosas desagradables, y pol lo tanto la idea de equilibrio repetido y perdurable es algo que dice al espíritu, cap tador de ritmos. El acueducto de Sevilla se desarrollaba paralelo a la vía romana de llegada a la ciu dad del Betis y destacando entonces en el paisaje casi llano y en descendencia hacia la urbe, servía de introductor al viajero orientándole, acompañándole la sucesión de pilares, más repetidos que la miliarias, pues los arcos casi marcaban sus pasos, dando una anticipación de lo ventajoso de la civilización creada por el genio de Roma. Le atemperaban para pasar de lo rural a lo urbano. Según el informe, el romano reservaba el arte «para los templos, anfiteatros, termas y demás construcciones urbanas» y nuestro monumento no podía clasificarse entre ellas, pues «trátase de una obra de ingeniería como las murallas, las cloacas y los cita dos pantanos, puentes y calzadas». De esta manera quedan excluidos de modo irremesible del recinto acotado para el Arte todos los demás acueductos romanos, como Sego via, M érida, etc., y los puentes como Alcántara, Mérida, etc., pues en todos ellos, «como tal obra de ingeniería, su mérito evidente está en el esfuerzo que supone su vasta construcción, en su magnitud, en la regularidad de su trazado y en la sencillez de su forma». Claro está que todas estas cualidades que enumera, pueden considerarse ya dentro de una regulación estética, y para asegurarlo insiste en que «estas cualidades no derivan de pobreza de conceptos, o de medios del constructor, sino de admirable pre visión y economía en el empleo de tales medios para llegar al fin propuesto». Este problema de relación entre utilidad y belleza, que tantas veces se plantea y generalmente se desenfoca desde el comienzo, bien alejándolas infinitamente una de R estos de la d e riv a ció n para a b a s te c im ie n to de la H u e rta del Rey (La B oh a lra ), en época m u s u lm a n a . E ntrad a a c tu a l a la H ue rta del Rey
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Capítulo V. Acueducto de Sevilla
otra hasta el punto de hacerlas incompatibles, o por lo menos m uy mal avenidas, o bien considerando la primera como única fuente de la segunda en el caso de nuestras construcciones ingeníenles. Como ya decíamos al comenzar uno de los últimos planteamientos del tema, ha quedado encuadrado dentro de la más acendrada esquisitez de una pseudo-filosofía de las postrimerías del siglo. En cuanto a una cierta actividad es tachada de utilitaria, se rasgan las vestiduras los conspicuos si alguien intenta tratar sus productos con cate gorías estéticas. Frente a lo profesional, primero el amateurismo; frente al trabajo y el esfuerzo, el ocio y la bohemia; frente a la entrega profesional el hoby; frente a lo claro y racional, la vaguedad mística. Quizá esto, en el campo de la ingeniería, obedeció a la falta de dominio en las téc nicas constructivas de final de siglo y creemos que también puede ser una reacción defensiva contra la horrenda demostración que la revolución industrial trajo al mundo al materializar sus concepciones arquitectónicas y urbanísticas, sin que fuera la máqui na, a pesar de sus ruidos y humos, la responsable de todo este crimen contra la estética universal, pues el único responsable era el naciente empresario capitalista dispuesto a explorarlo todo a través de la máquina; materias primas, energías, hombres, mujeres, niños, etc. El error ha quedado saldado cuando otros empresarios con mentalidad más clara, han visto que era rentable el dar entrada a la estética en sus construcciones, en sus ambientes, en sus jardines, pues la alegría, la salud y aumento de vitalidad que trae con sigo, permite úna más adecuada utilización de las energías laborales. Frente al planteamiento en antinomia que todavía perdura en algunos sectores activos con mentalidad retrasada, queremos sacar a relucir el primer planteamiento del tema, primero en lo que respecta a la cronología, y además primario y verdade ramente transcendental, pues tuvo la gracia de venir implicado en el planteamiento originario de otro tema mucho más imponente: el de la Idea en Platón. En su diálogo, Hippias Mayor, cuyo tema es precisamente la belleza, se trata de inquirir qué es lo que hace bellas a las cosas que lo son, averiguar no cuáles son las cosas bellas, que es el primer escape a que recurre el sofista: una bella muchacha, una bella yegua, una bella lira, sino aquello que puede estar incluso en objetos como los pucheros de barro o las cucharas de madera que Sócrates enfrenta al distinguido repertorio de su interlocutor. No sólo el meollo del diálogo, sino los detalles secun darios en la actuación de los personajes, resultan preciosos para un replanteo firme de nuestro tema; el asco y los aspavientos que se perfilan en las reacciones de Hip pias y la mordaz ironía de Sócrates al centrar el tema en las cosas vulgares de la vida, para hacerle convenir en que también pueden ser bellas si están hechas «por un buen alfarero, y son lisas, redondas y bien cocidas, como estas bellas marmitas de seis medidas hechas a torno«. A lo largo del diálogo se pasa revista a todo aquello que puede hacer bellas las cosas, llegando a tantear una serie de definiciones, que no son conclusivas, pero que llegan a circunscribir el área dentro de la cual se encuentra el objeto investigado, obteniendo así una «definición aporética», según Zubiri. Estas definiciones parciales han vuelto a surgir desperdigadas en los últimos tiempos y aplicadas precisamente a la estética de la arquitectura: el material, la adecuación al fin, la conveniencia con la función, la utilidad y, por último, el ser agradables a la
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vista o al oído, fórmula ésta, la últim a del diálogo, que termina con una frase pro verbial: «la belleza es difícil». Frente a una circunscripción a priori de los sectores de objetos fabricados por el hombre que pueden ser bellos, debemos enfocar el problema desde el hacer mismo. En toda actividad humana podemos distinguir siempre una técnica y un arte sólo dis tinguibles en matiz, ya que, en definitiva, estos dos conceptos son derivados del grie go tekné, que no tuvo primitivamente un sentido de hacer sino de saber. El hacer bien las cosas, que es el aspecto técnico, no conduce necesariamente a hacer el bien, aun que hay una cierta predisposición hacia ello, y del mismo modo, el hacerlas con arte, no quiere decir que se trate de una bella arte , pero también hay una cierta versión a conseguirlo. En el caso de producción de objetos materiales que tienen una concre ción plástica, el simple hecho de tomar relieve los define en formosidad, lo cual obli ga a considerarlo o form osos o deform es , al surgir en el aire del mismo modo quedan dentro de ser airosos o torpes, al destacar a la luz del día y hacerse luminosos, han de ser alegres o tristes. Hay una gradación en estas cualidades que tiene que apreciar el contemplador de las obras, pero esto no quiere decir que sean puramente subjetivas; ya vemos cómo al aparecer plásticamente quedan sujetas a una valoración, pero este aparecer no es natural, es un hecho artifical en el cual ha puesto su empeño el autor de la obra. El grado en que haya intervenido, que depende en primer lugar de la cate goría del objeto a producir, su corrección en el modo de hacerlo: ha de dominar la técnica (el buen alfarero) y utilizando los medios técnicos disponibles (hechos a torno). Comprometido con todos sus sentidos y facultades no tiene más remedio que despertar un eco en los sentidos y facultades del que lo contemple, que en último tér mino es interesarlo estéticamente. No hay que olvidar que aéstesis significa sensación.
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Capitulo V. Acueducto de Sevilla
D ocum entos relativo s al ac u ed u cto R eferencias h istó ric as y lite ra ria s A c u e d u c t o de S e v i l l a (1 )
Crónica de Abensáhibasala según el Padre M E L C H O R M . Sevilla y sus monumentos árabes. El Escorial, 1 9 3 0 .
AN T U N A :
A él se debe (Abu Yacub Yusuf) la conducción de aguas por una ace quia para el abastecimiento de los habitantes de Sevilla y para su Alcázar. Se cuidó la traída de agua para regar su plantío. Fuera de la puerta de Carne, en la vega, y sobre la calzada que conduce a esta ciudad, había una antigua acequia que la tierra había ocultado, quedando convertida en una línea de piedra en la tierra, pero sin que se supie ra lo que significaba esta señal. Allá se encaminó el ingeniero de Hach Yaix, que cavó en torno del mencionado vestigio, y he aquí que era resto de una tubería (¿o canal?) por la cual era conducida el agua antiguamente a Sevilla, obra de los primeros reyes de los anti guos romanos; continuó sin interrupción las excavaciones con los mineros y jornaleros que con él estaban y con los cientos de obreros y criados, hasta que llegó a excavar en la antigua fuente llamada por los habitantes de Sevilla y de sus distritos la fuente Algapar, nombre que llevó en tiempos pasados, y he aquí que el agua que había en aquella fuente no era un manantial, sino una abertura en el camino del antiguo acueducto. Cesó de correr el agua que surtía a los habitantes cuando llegaron excavando a la citada fuente y entonces comprendió Yaix que había dado ya con el acueducto y continuó trabajando hasta que encon tró el canal de la corriente en las proximidades del castillo de Chéber [...] y niveló el terreno desde este lugar y condujo por él el agua hasta la Bohaira. El príncipe de los creyentes experimentó alegría por ello y más tarde dio orden de que la hicieran correr y llegar hasta dentro de Sevilla a los Alcázares, para que de ella bebiera la gente y la utilizaran con el más completo aprovechamiento mediante una acabada obra de ingeniería. Mandó el sultán construir un estanque o depósito para el agua den tro de Sevilla, en la calle Mayor, y fue conducida allí el agua el sába do 15 de la Segunda del año 567, con autorización del Miramolín hijo de Miramolín que Alá esté de él satisfecho. Sonaron los timba les por la conducción del agua y fue festejada con alegría su llegada al depósito. El canal o conducto de agua de la ciudad pasaba en su curso subte rráneo por los sitios de emplazamiento de la mezquita (que cons truía Abu Yacub Yusuf) y se le desvió de allí con más ancho cauce y más segura corriente por un amplio conducto. (2)
PED RO DE M E D IN A: Libro d e gm ndezasy cosas memorables de España. Capítulo XLIV. Sevilla, 1548.
Entra en esta ciudad por la parte de Levante un golpe de agua dulce tan gruesa como un hombre, el cual viene de más de cuatro leguas por debajo de tierra por minas hondas, hèchas a mano, y como llega
cuando algo más de una legua de la ciudad, parece el agua sobre la tierra, y de allí desciende haciendo una vuelta casi en arco, donde hay muchos molinos de pan que con esta agua muelen y luego torna su corrida hacia la ciudad y llega así, cuanto un cuarto de legua della. Y de allí viene por cima de una puente de cuatrocientos y treinta arcos de ladrillo, bien labrados, sobre sus pilares gruesos y altos de tres estados. Y así llega a la ciudad y por encima del muro entra, por junto a la puerta que dicen de Carmona, y ahí se reparte por toda la ciudad, en iglesias y monasterios, plazas, calles y casas de caballe ros, donde hay pilares, fuentes y caños de la dicha agua en mucha cantidad, de que gran parte de la ciudad bebe. También se bebe del agua del río de Guadalquivir, que es muy buena; el cual pasa junto a la ciudad por la parte de poniente, donde las naos llegan a diez pasos del muro della, a la Torre de Oro, que es junto al muelle donde las naos cargan y descargan sus mecaderías. (3) PABLO ESPIN O SA DE LOS M O N T E R O S: Antigüedades y gran dezas de Sevilla, 1627, fol. 128-9. Copia de Pedro Medina, pero da sólo 250 arcos en cuarto de legua. Consigna que estaba en servicio para fuentes públicas, alcázares, igle sias y monasterios, siendo el precio de la paja de agua, módulo uni tario del suministro, 1.300 ducados. (4) FRAN CISCO DE BUENDÍA Y PONCE: Las aguas de Sevilla, 1765. En la ladera de una de las montañas de este pueblo (Alcalá de Guadaira) e inmediato a Santa Lucía, está una lumbrera, por la cual se baja a ocho varas de profundidad y se camina directamente como otras treinta hacia dicha ermita, en cuyo centro hay un sitio de figu ra esférica a manera de vaso de horno cortado a pico, en cuyo cen tro se forma un triángulo equilátero, a cuya izquierda está una cavi dad como de media vara de diámetro que inclina al centro de la tierra en forma diagonal, por donde sale un impetuoso torrente de aguas que llena casi toda la cavidad del agujero: se notan además otros dos manantiales capaces, por los cuales no viene ni la mitad del agua que por el primero; toda esta agua junta sigue por el acue ducto que está en la montaña abierto a pico, se le van introducien do otros manantiales, y llegando al pueblo recibe más, oyéndose por las lumbreras que sirven de pozos a las casas. La más famosa es la que llaman la Mina, sitio digno de admirarse por sus puras aguas y su diferencia en un reducido distrito. Se notan en él, lo primero el cañón principal de las aguas que traemos descolgadas de las monta ñas: lo segundo otra corriente como a distancia de más de dos varas de altura, que viene por una superficial atagea, y que aseguran los naturales tener su origen y manantial en la plaza, según se había visto en algún tiempo; esta es la que viene por las casas de la calles de la Mina: lo tercero otro manantial que llaman de la Cueva, y estando a el mismo plan, y no muy distante, se ignora su origen y principio, pero son distintas aguas y de diferente naturaleza; se juntan estas dos
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en un como embudo o cubo y muele una piedra trigo: y cayendo se juntan con la de la Mina principal o general acueducto.» (El mar quesado de la Mina tomó su título de ella por gracia de Carlos II, en 1681). Continúa esta mina formando tornos, con la profundidad de cua renta o cincuenta varas (?) a proporción de lo más alto o bajo del terreno, hasta que pasado el lugar junto a un pilar empieza la obra del atanor de albañilería, teniendo como dos pies de ancho; su fábri ca es de adobes de a tercia en cuadro y grueso de tres pulgadas; la rosca del cañón está formada de frente, cortados los adobes con el salmer y sin mezcla; siguiendo así cubierta hasta cerca de la Hacien da de la Red, en donde se vierte y descubre sobre la superficie de la tierra, advirtiendo que hasta el término de lo cubierto va el agua cua tro varas más baja de dicha superficie, y al descubrirse sube por un cañón a buscar la altura según el empuje que lleva de la montaña, en cuyo tránsito se cuentan ochenta y cinco lumbreras sin proporción en las distancias. Puesta ya el agua a la vista en un canal terrizo ancho de tres varas con vallados y árboles a uno y otro lado, camina forman do ángulos y tortuosidades, sirviendo de surtimiento a nueve moli nos conocidos por el Aguila, Javara, Asembrín, Tejadillo, Torreblanca, la Jara, el Fraile, Pico y Sabayuela, propios de la ciudad. Junto a Torreblanca se reúne un gran refuerzo de aguas de un manantial antiguo y arruinado distante un tiro de bala; llega en fin la cañería a la Cruz del Campo, entra en un canal de albañilería de dos pies de ancho y contribuyendo a la izquierda para el molino de Alcobeiba, y para regar las huertas del Rey, siguen las aguas sobre los 4 10 arcos llamados caños de Carmona (que con más razón dicen otros escritores deberían llamarse de Guadaira). Antes de llegar a la ciudad se proveen los pilares de la Calzada, S. Agustín y S. Bernar do, y ya junto a la puerta de Carmona caen las aguas en un pilón de piedra, donde están todos los marcos del repartimiento para las cañe rías de la ciudad: Todas las sobrantes van a los Reales Alcázares por su marco, siguiendo por la muralla que va a la puerta de la Carne. (5) Dr. LEAN D RO JO SÉ DE FLORES: Noticias del castillo de Alca lá de Guadaira y de sus dos antiguas parroquias con algunos hechos históricos pertenecientes a la misma villa y castillo. De los naci mientos, acueductos, río, molinosy panadería. Sevilla, 1834, cua derno 2.°, artículo X, pág. 47. Llámase Alcalá Hienipa, voz púnica, que corresponde a la latina pagus, y quiere decir agua subterránea según unos, o tierra de muchos manantiales de agua según otros. Son tantos los manantiales de esta Villa, tanta el agua subterránea de ella, que no parece pueda alcanzarlo la diligencia humana, a no ser que le fuera dado caminar por debajo de tierra con la misma faci lidad que sobre ella. Cada día se van manifestando muchos en donde antes no los había, y ya Méndez Silva contaba en su tiempo cincuen ta fuentes copiosas, y otros autores sesenta nacimientos de agua clara, dulce y saludable, sin hacer mención de la mucha que corre por los pozos del pueblo, por las huertas, molinos y otras posesiones que tienen lo necesario para su uso y aún sobrante. Hablemos en parti cular del acueducto que va a Sevilla y entra en ella por los caños de Carmona. No se contentaron (dice Pedro Serrano, en su Historia de Alcalá de Guadaira) los que emprendieron tan grande y admirable
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hazaña con el agua que espontáneamente daban las fuentes, sino que con trabajo hercúleo taladraron grandes sierras y formaron de sus escondidas venas y mineros un río artificial debajo de tierra, tan abundante e impetuoso que muele doce molinos, y después de pro veer en su entrada de Sevilla a las huertas del Rey a los alcázares y jardines Reales, entra por cima de las murallas de la puerta de Carmona, como quien triunfa de tantas dificultades. Siendo este acueducto tan conocido y público, tratan de él muchos escritores críticos e históricos; sólo citaré por ahora al Dr. D. Fran cisco de Buendía y Ponce en la oración inaugural que hizo a 24 de octubre de 1765, en la Sociedad Médica de Sevilla, que se halla impresa en el tomo 1.° de las Memorias Académicas de dicha Socie dad, en que lo describe todo desde su origen y aún dio un plan topo gráfico del curso de estas aguas, comparándolas después con otras de la ciudad, como químico y médico. D. Luis Vélez de Guevara hizo en sus poesías este elogio de la ciu dad: «Veinte y tres mil casas tiene, y es el agua en abundancia tan grande que pienso hay tantas fuentes como casas. Tan hidrópica es su sed o su vecindad es tanta que un río entero se bebe sin que al mar le alcance nada, que es el dulce Guadaira que el muro a Sevilla asalta por los caños de Carmona, cuyas aguas porque nunca a pagar tributo salgan a el mar, dentro de sus muros las hace Sevilla hidalgas». Sobre quienes fueron los autores de este famoso acueducto, varían los escritores, dándole unos más y otros menos antigüedad. Rodri go Caro, después de admirar y celebrar esta grande obra, dice ser de los cartagineses o romanos, pues los moros no hicieron obras gran des y suntuosas; en lo que me parece equívoco Caro, pues según Ambrosio de Morales en las antigüedades de Córdoba, y otros auto res que cita, los Reyes moros de ella hicieron puentes y soberbios edificios, y llevaron a la ciudad gran cantidad de aguas de dos leguas y media, taladrando y horadando sierras y montañas, levantando lumbreras como torres muy espesas para sustentar a la misma mon taña y que no se hundiera la obra; las condujeron a veces por valles y aun por ríos, levantando puentes, y dando rodeos para que entra sen por lo más alto de la ciudad. Parece describirse aquí el acueduc to de Alcalá: por lo que otros autores convienen en ser obra de moros. D. Pablo Espinosa de los Monteros, en su tomo primero de las anti güedades y grandezas de Sevilla, fol. 128, dice, que los caños de Carmona fueron fabricados por los moros, y que el manantial de Alca lá, del grueso de un cuerpo de buey ha estado allí de esta forma desde el tiempo de los romanos y antes, sin que haya memoria de sus prin cipios, ni haya sido menor.
Capítulo V. Acueducto de Sevilla
D. Diego Ortiz de Zúñiga, en sus anales de Sevilla, año de 1246, núm. 3, dice, que los Moros fabricaron el largo y fuerte conducto de las aguas; núm. 20, que los caños de Carmona es lo más recibi do ser obra de Moros, aunque no faltara curiosidad que les brujulea mayor ancianidad; núm. 21, que el conducto de las aguas en su mag nitud parece más obra de Romanos que de Moros; pero su materia toda ladrillo arguye más semejanza a los segundos. Otros han observado que aun en esta obra de ladrillos se ven peda zos de formáceos, como llama Plinio, u hormazos, obra romana, y que Sevilla no había de carecer de ornamento y comodidad del agua de Alcalá en tiempo de los Romanos, teniendo teatro, anfiteatro y otras obras magníficas de solo lujo y placer. No obstante todo lo dicho, consta que el moro Jucef Abu Jacub, en el año de la Hégira 567 (117 2 de d. C.), hizo conducir el agua desde el castillo de Gabir hasta la entrada en Sevilla, gastando sumas inmensas, según la historia de los Árabes en España publicada en el año 1820 por D. José Antonio Conde, tom. 2.°, cap. 49, fol. 380; y en la noticia de la Arquitectura y Arquitectos de España por D. Eugenio Llaguno, tom. 1 .°, fol. 27, del prólogo, donde se dice expresamente que Jucef Abu Jacub hizo conducir el agua desde Alca lá de Guadaira hasta la misma Sevilla. Ahora bien, teniendo presente lo que escribí del tiempo de los Godos y Moros, que éstos acabaron la obra, principiada por aqué llos en el año segundo del reinado de S. Hermenegildo, me llama aquí la atención que Abu Jacub hizo conducir el Agua desde el cas tillo de Gabir hasta Sevilla; comprobándose por esto que ya en su tiempo el conducto de las aguas estaba al parecer junto, o próximo al Castillo, y no en sus principios más allá del pueblo en el camino de Sta. Lucía. Considerando ya las aguas en Sevilla, dice su historiador Espinosa, se vende cada paja en mil trescientos ducados; y los molinos que muelen con ellas, además de la provisión de la ciudad, pasan sus ren tas de diez mil ducados cada año. El Rey S. Fernando dio al Genovés Misero Cajizo en arrendamien to vitalicio los molinos de la acequia de Guadaira con cargo de tener le reparados los muros y puertas contra las avenidas de Guadalqui vir, y con el mismo gravamen los dio a la ciudad el Rey D. Alonso, diciéndose en un privilegio del año 1254 eran nueve poblados e cinco derribados. El Rey D. Sancho confirmó el privilegio de D. Alonso su padre a la ciudad y dice que por ello sea tenido el Con cejo de Sevilla de hacer venir el agua de los caños a los sus palacios de la Alcázar e a la huerta de Benhoar, e a dos fuentes en Sevilla e que repare los caños de Sta. María e los caños de la Alcázar. En otro privilegio se le habían concedido mil maravedises cada año en el amojarifazgo para adobar e labrar los caños de la Villa. En las Ordenanzas de Sevilla, título de los Alcázares y Atarazanas, se repite la propiedad de los catorce molinos de la ciudad y su obliga ción de llevar el agua a la Alcázar y huertas del Rey: y para remediar la mengua del agua, la Reina Doña Isabel en 1479 mandó «que el Asistente y el Alcalde de los Alcázares con dos o tres oficiales del Cabildo viesen los privilegios, arreglasen los marcos a la moneda que corría al tiempo de su concesión, no permitiesen que persona alguna,
Orden o Monasterio ensanche los marcos, ni quiebre o forade los caños so graves penas; que vean también el agua que se toma en la villa de Alcalá y desde allí por el campo; que hagan zulacar y adobar las atageas y atanores y todos los otros lugares por donde se va o des perdicia el agua; y que dichos caños se han de reparar de la renta de los molinos a costa de la ciudad, y no de los que tienen parte en el agua: que el Asistente y Alcaide de los Alcázares entiendan en la dis tribución y repartimiento del agua que entra en la ciudad». Zúñiga, año 1310, dice, que el Rey D. Fernando el IV aprobó al Convento de S. Francisco de Sevilla la merced que refiere haberle hecho D. Alonso el Sabio su abuelo, de un barcelonés de agua de los caños, que corresponde a 30 pajas, cuya merced era la más antigua que había visto, y quedó, concluye, esta agua de los caños propia de los Reyes que repitieron otras muchas donaciones, y cuanta no esta ba dada a particulares iba a los Reales Alcázares. Otras mercedes y gracias se concedieron por los Reyes sucesivos; y he visto una relación muy circunstanciada de todos los repartimien tos y cañerías que tiene Sevilla con los marcos de lo que pertenece a cada una de las casas, así de comunidades como de particulares y a las fuentes públicas, fecha en 22 de agosto de 1607 por el veinticua tro, Felipe Pinelo y Francisco García de Laredo, Jurado, con el arqui tecto Luis de Montalbán; éste informó a la ciudad, habiendo veni do a esta Villa a anivelar el agua, que se perdían ochenta pajas por la huerta de Sta. María y otras partes, y propuso debía Sevilla com prar unos molinos (que discurro serían los de Adufe, Águila y Zaca tín) que tenían cien pajas de agua, hacer seis mil ducados de renta, y echando otra canal, vender cien mil ducados de agua. Cumpliendo la ciudad con las cargas y obligaciones que tiene sobre el agua y molinos, paga anualmente, según su último reglamento de propios, al guarda de los caños, al del arca principal del agua, al cañe ro mayor, los reparos de las fuentes y cañerías, y la limpieza en las tablas del descubierto y Valdeleón. Tal ha sido el cuidado y atención de los Reyes y Concejos sobre estas aguas y caños de Alcalá. Si llega a ejecutarse el proyecto pendiente en el día de llevar cubierta la cañería y en derechura a la ciudad desde la hacienda de la Red, cuyos planos, dicen, están aprobados por el Gobierno, con fondos que ya se están recaudando, formada una junta de los cuerpos y autoridades principales, y encargado para la obra de Alcaide de los Reales Alcázares, entonces, aunque se pier dan los molinos de los caños, su producto podrá sacarse de la mayor cantidad de agua que se supone entrará en la ciudad, repartiéndose y vendiéndose a muchas más casas que no la tenían. Al tiempo que esto se imprime, se ha principiado ya la obra junto a la hacienda de la Red, a pesar de haberse aplicado por Real orden la tercera parte (y aun más) de lo recaudado, para gastos del cóleramorbo en Sevilla. (6) MADOZ: Diccionario geográfico. Tomo I, páginas 358 y 361. 1848. El acueducto que conduce las aguas a Sevilla y se denomina los Caños de Carmona no está todo cubierto, como se dirá más detenidamen te, pero es admirable el trabajo que debió costar el abrirle paso por escarpadas montañas y no lo es menos el nacimiento abundantísimo
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Acueductos romanos en España
de las aguas en la famosa mina término de Alcalá junto a la ermita destruida de Sta. Lucía. Se introduce en la obra llamada los Caños de Carmona hecha por el Ayuntamiento de Sevilla, a cuya ciudad va a pasar entrando por la puerta nombrada también de Carmona. Camina el agua por 4 10 arcos, pero mientras va a la vista un canal terrizo de 3 varas de ancho da movimiento a 9 molinos harineros. (7) PED RO DE M A D R A Z O : España: sus monumentos y artes. Bar celona, 1884, pág. 158. Se trajo a Hispalis por medio de un acueducto el caudal fresco y cris talino de los manantiales de la Alameda que nacen en el término de Alcalá de Guadaira mirando a Carmona. Sale el agua de minas abier tas desde el tiempo de los fenicios o cartagineses en un escabroso cerro al pie de una antigua y arruinada fortaleza y se recoge en la famosa fábrica que lleva el nombre vulgar de Caños de Carmona. El acueducto recorre las dos leguas que hay desde Alcalá a la capital, desapareciendo a trechos bajo tierra, asomando en otros por entre los olivares y encaramándose desde que llega a una milla de distan cia de Sevilla sobre largas filas de sólidos y elegantes arcos de ladri llo sobrepuestos unos a otros. No tiene este artificio de grandeza y magestad que el de Segovia, pero es de mayor extensión y en algu nos puntos ofrece escenografías encantadoras, combinándose sus líneas con la frondosidad de las alamedas y huertas que rodean la población hacia el Humilladero y la Cruz del Campo. (Véase la lámina Caños de Carmona.) (8) El antiguo acueducto hispalense conocido con el nombre de Caños de Carmona. «Acta de la Academia de la Historia». Publicada en el Boletín de la Academia de la Historia, tomo LVIII, pág. 518. La Comisión que suscribe, nombrada para dictaminar, conforme pide la superioridad, acerca del antiguo Acueducto hispalense, cono cido con el nombre de Caños de Carmona, ha examinado previa mente los informes y elementos de juicios remitidos a la Academia. Dos son los informes: uno, de la Comisión provincial de Monumen tos de Sevilla, suscrito por el digno Vicepresidente de la misma, D. José Gestoso y Pérez, y otro del señor Inspector de Bellas Artes, enviado por el señor Ministro para apreciar el caso, en vista de la moción hecha por la Academia; al cual segundo informe acompaña copia del acta de la Junta celebrada el 9 del corriente por aquella Comisión, en que se inserta el primero, aprobado en la misma por unanimidad, y una tarjeta postal con vista fotográfica parcial del Acueducto, más un artículo inserto en El Liberal, de Sevilla, fecha 9 del corriente mes. En todos estos escritos se sustenta un mismo criterio apoyado con vivos encarecimientos en la razón alegada, y el propósito manteni do por el Ayuntamiento de Sevilla, de realizar obras de urbanización y ensanche, para las cuales, dado el plan de las mismas, se conside ra obstáculo el Acueducto, cuya demolición se intenta; y ante el con flicto surgido, por virtud de las reclamaciones que en nombre de los intereses históricos y arqueológicos hizo la Academia, propone la citada Comisión de Monumentos, como medio de transacción entre esos intereses y los que se alegan como del vecindario de Sevilla, que sea permitida la demolición del Acueducto, pues que, a su juicio, es
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obra vulgar, sin rasgos artísticos, desprovista de interés arqueológi co, y solamente sea conservado, como recuerdo del sistema de con ducción de aguas a que responde el monumento, un trozo del mismo, «del número de metros que de común acuerdo sea determi nado» por aquel Ayuntamiento y por la Comisión. Muy doloroso es a esta Academia tener que sustentar un criterio de todo punto contrario al de aquella Comisión, y tener que lamentar no haya sido ella quien levantara primeramente la voz, ante la Aca demia, del peligro que corría aquel antiguo Acueducto. Mas, atendiendo tan sólo a los intereses que a esta Academia impor tan, somete a la superioridad las razones en que se fundan, para creer debe ser respetado dicho monumento, como otros varios lo han sido en parecido caso. Absorben de tal modo la atención de los curiosos los múltiples recuer dos árabes y de la Reconquista, que dan a Sevilla particular fisonomía entre las ciudades españolas histórico-monumentales, que nadie apenas se acuerda de Hispalis, famosa colonia romana de la provincia Bética. Y ¿qué monumentos restan de Hispalis? Unas cuantas columnas que verosímilmente pertenecieron al pórtico de un templo subsistentes en la calle de los Mármoles; las dos gallardas columnas que apare cen hoy a la entrada de la Alameda de Hércules; las murallas recons truidas en parte por los árabes, y el Acueducto que motiva este infor me, también reparado por los árabes y en épocas posteriores, y que es, sin duda, el más considerable de los monumentos citados. El pueblo romano, primero que desarrolló en nuestra Península de un modo completo y homogéneo una civilización importante, esta bleciendo fácil sistema de comunicación por medio de las sólidas calzadas, cuyos restos conocemos, y de cuyo plan admirable forma ban parte los puentes, que atendió el abastecimiento de aguas de las ciudades por medio de magníficos pantanos y gigantescos acueduc tos, algunos de los cuales, como el que motiva este informe, prestan todavía servicio, bien merece de la moderna cultura, en testimonio de constante reconocimiento a tanto beneficio civilizador, la con servación de tales monumentos de utilidad. Además, la importancia histórica de los Caños de Carmona, no está solamente en ser vivo testimonio del progreso y el poderío de los romanos; está también en el aprovechamiento que de él hicieron los árabes, según testimonio oportunamente recordado por el Sr. Ges toso, del historiador granadino Ibu-Abdel-Halsin, de que en tiem po de El musmenin Jusuf Abu-Jaende, en 1172, se restableció y regularizó la traída de aguas de Alcalá de Guadaira a Sevilla, y está en las reconstrucciones o reparos siguientes; pues de todo ello resul ta el mudo reconocimiento a la obra romana de utilidad pública, siempre respetada y aprovechada a través de los tiempos. A la importancia histórica únese la arqueológica, pues si en éste como en otros muchos monumentos imprimieron su huella distintas gene raciones y tiempos, en este caso es muy de notar que dichas repara ciones no han desfigurado la fisonomía primera del monumento, sino que todas fueron hechas con arreglo al trazado romano. No se trata, es cierto, de una obra de arte; que los romanos el arte resérvanlo, con acuerdo, para donde había de hablar al espíritu y a
Capítulo V Acueducto de Sevilla
los ojos: para los templos, anfiteatros, teatros, termas y demás cons trucciones urbanas; trátase de una obra de ingeniería como las mura llas, las cloacas y los citados pantanos, puentes y calzadas, en las que lo principal era la solidez y el fin utilitario. Como tal obra de inge niería, su mérito evidente está en el esfuerzo que supone su vasta construcción, en su magnitud, en la regularidad de su trazado y en la sencillez de su forma, que no arguye pobreza de concepto o de medios del constructor, sino admirable previsión y economía en el empleo de tales medios para llenar el fin propuesto. El Acueducto hispalense, según declara el Sr. Gestoso en su infor me, consta hoy, aparte la obra subterránea y magnífica de su alumbramiento, de una construcción que se desarrolla en una lon gitud de 1.636 metros; en una serie de 401 arcos de medio punto, sobre pilares cuadrados, siendo sus fundamentos de hormigón y lo demás de ladrillo toscamente enlucido, y mostrando en parte, donde la desigualdad del terreno lo pide, doble arquería de 71 huecos. Bastarán estas cifras para dar a entender la importancia del monu mento que, si como se dice en el informe de la Comisión sevillana, sufrió ya el derribo de una parte «sin protesta de nadie», cosa doble mente lamentable, no puede admitirse que sea ahora derribada otra parte, y considerable del mismo, para no conservar más que un trozo como muestra, pues que dicha importancia está en la totalidad por las razones expuestas en orden a su interés histórico y arqueológico. No es admisible, para el caso, que a causa de dichas' reparaciones, hijas de las visicitudes de los tiempos, haya desmerecido tal fábrica. ¿Por ventura se halla cabal la fábrica romana del acueducto de Segovia,
y no se ven en ella arcos apuntados, correspondientes a una repara ción y llevada a cabo en tiempos de los Reyes Católicos? ¿Acaso no fueron reconstruidas las murallas romanas de León, después que las hubo destruido Almanzor? ¿No lo fueron también las de Barcelona? Inútil es presentar más ejemplos, ni recordar que la Academia, aten ta a su fin, supo defender tantos y tales preciosos restos de la histo ria patria. Adúcese, como causa principal y casi única, de la que se dice nece sidad de derribar el Acueducto hispalense, la proyectada urbaniza ción o ensanche que desea llevar a cabo el Ayuntamiento de Sevilla; y sin olvidar que en este respecto la llamada a informar es la Acade mia de Bellas Artes, importa decir que más propio sería y más aco modado a exigencias y respetos de la cultura, supeditar y armonizar a la conservación de un monumento que tantos títulos tiene, para ser respetado el proyecto de urbanización, que no tomar como base de éste el derribo de fábrica tan insigne. Tales son las razones por las cuales cree la Comisión que suscribe, debe la Academia insistir respetuosamente ante la superioridad para que sea conservado íntegro el Acueducto hispalense; y si por acaso estas manifestaciones no hallaran eco en la superioridad, que, por consideraciones de otro orden y siempre respetables, creyera opor tuno o necesario tomar otro partido, a la Academia cabría siempre la satisfacción de haber cumplido el deber ineludible de velar por la conservación de los restos arqueológicos que son, a la vez, preciosos documentos históricos. Esto es cuanto creen oportuno, los que suscriben, manifestar a la Academia, sometiéndolo a su fallo.
Dibujos [1] G. HOVFNAGLIUS: Civitates Orbis Terrarum. Sevilla, 1693. Libro IV, folio 2. Vista desde la margen derecha del Guadal quivir, apareciendo del otro lado y hacia Oriente la obra final del acueducto, arrancando a la altura de la Cruz, hoy denomi nada La Cruz del Campo. Está advertida con el número 9, al que corresponde en la leyenda: Caños de Carmona. Se aprecia también la Puerta de Carmona, numerada con la cifra 33. Tam bién es interesante apreciar la situación de la Huerta del Rey, a la cual se llevó un ramal de la conducción por Jucef Abu Yacub. [2] G. H O VFN AG LIU S: Civitates Orbis Terrarum. Hispalis: Libro V, folio 7. Otra vista de Sevilla desde San Bernardo, donde aparece una parte de los arcos del acueducto, con su designación de Caños de Carmona. [3] «Veduta della Citta di Siviglia Capitales della Andaluzia». Gra bado del siglo XVIII. [4] «Seville in Spain». Grabado de la misma serie que el anterior. Cortesía del Sr. Collantes de Terán.
[5] Spanish pictures. «Aqueduct near Sevilla». London, The Reli gions Tract Society. Illustrations by Gustavo Doré and other eminent Artist, pág. 15. Alrededor de 1874. Zona terminal del acueducto. [6]
«Puerta de Carmona», en Sevilla, Corresponde a la entrada del acueducto, cortado por la muralla de la ciudad. Es la zona de arcadas de mayor altura, donde los pilares se refor zaban mediante contrafuertes transversales que llegaban hasta la coronación de la caja. Leyendas: O. P. de Villa Amil. Dibu jo: Jules Arnont Lit. Paris chez A. Hauser. Bouler, des Italiens, 11. Imp. Lemercier Bernard et Cie. a Paris. Dimensiones: 38 x 30 cm.
V IL L A M IL :
[7] Crónica general de España. Provincia de Sevilla. [8] Grabado de la parte final de los Caños de Carmona. Grabado del siglo XIX. Fot. Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla (tomado del Repartimiento de Sevilla, por Julio Gonzá lez. Tomo I, pág. 479).
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VI
Acueductos de Itálica*
R estos d e l a c u e d u c to en la sa lid a d e l arroyo A grio
Podemos relacionar la conducción de aguas de Hispalis con la de Itálica, aunque en ésta las ruinas actuales han seguido un proceso lento de degradación, siéndolo ya desde que se ocupan en ellas los arqueólogos renacentistas, pero tenemos también una opus testacea revistiendo núcleos de opus cem en ticiae con enlucido en la caja de opus signinum . La caja tenía una anchura de 0,40 m a 0,48 m. Habla de él Rodrigo Caro en 1636: después tenemos una descripción de Ceballos en 1783, y, por último, Matute. En la actualidad se han ocupado del mismo Collantes de Terán, en su Catálogo d e M onumentos d e la provincia de Sevilla , y García Bellido, en el tomo II de la Biblioteca Archaelógica, dedicado a la Colonia Aelia Augusta Itálica. Las fuentes de abastecimiento se encuentran a unos 40 km de distancia en la Rive ra de Buerva, próximo al lugar denominado Tejeda. Iba normalmente en canal des cubierto sobre el terreno, elevándose sobre arcadas en los pasos de cauces de alguna importancia, de los cuales quedan restos en el arroyo Agrio, en el del río de los Frai les y en el del río Guadiamar. La conducción terminaba en su depósito situado encima del anfiteatro. El arroyo Agrio y el río de los Frailes forman un horcajo cerca de Aznalcóllar, entre la actual carretera y el ferrocarril minero. El canal los franqueaba sobre arcadas, dando lugar a dos obras que debieron ser importantes especialmente en el pri mer paso, donde la altura de rasante sobre el fondo del río llega a la decena de metros. Hoy quedan únicamente los pilares de un vano y después un muro triangular para volver a encajarse en el terreno. En esta zona de muro, para dar paso a las aguas de la ladera, abrieron una pequeña alcantarilla que se conserva. En el río de los Frailes los restos se reducen a cinco pilares carcomidos, ostentando los muñones correspondientes a los arranques de los arcos. Parece deducirse que tenían 2,90 m (unos 10 pies) de luz y 0,71 m (2,5 pies) de grueso de bóveda, arrancando las boquillas desde el plano horizontal de corona ción de pilares con separación de 0,48 entre trasdoses de los adyacentes, con lo cual se tiene una pila de 1,50 m (5 pies); el grueso total es de 1,50 a 1,60 m.
* Debemos hacer constar nuestra gratitud a los señores Collantes de Terán, padre e hijo, por las referencias directas a estos acueductos, y por la compañía del segundo de estos señores en nues tra visita a los del río A grio y arroyo de los Frailes.
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Acueductos romanos en España
F otografías su p e rio re s R estos del a cu e d u cto en la sa lid a del arroyo A grio
F otografías In fe rio re s R estos del a cu e d u cto q u e e xistió en el paso del río de los F ra ile s
En el río Guadiamar las ruinas se reducen a un paredón que emerge desde el esca lón correspondiente al cauce mayor del río y que debió ser el lím ite de la zona de arcadas. El muro continúa disminuyendo de altura hasta que el canal que lo corona ba se asienta sobre el terreno, continuando luego a nivel como en los demás trozos de conducción que se conservan. También, como en el muro de acompañamiento del acueducto sobre el arroyo Agrio, aparece una alcantarilla en medio punto para dar paso al agua que podía circular a lo largo del muro, por cortar éste el desagüe natural. Este acueducto debía ser importante dada la longitud desde el paredón hasta la ladera opuesta, donde parece que el canal se enterraba en túnel. Queda a unos 500 m R estos del a c u e d u c to que e xistió en el paso del río G u a d ia m a r y m u ra lla s después del paso del río G u a d a m la r
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
aguas abajo del puente actual del ferrocarril minero y a menos de 1 km de la cortija da de la Pisana, propiedad del duque de Alba, que se extiende en toda la comarca. Según nos comunicaron los habitantes de esta cortijada, hay otros restos de paredo nes en el meandro que hace el río contorneando la eminencia donde se asienta el cor tijo y, además, una conducción encañada en bloques de arenisca cilindricos perfora dos, cañería que ha surtido de bebederos para el ganado vacuno de la finca, recortada en trozos y dando fondo al extremo sobre el terreno. Debieron aprovecharse algunos manantiales que afloraban en la ladera, para incorporarlos a la conducción principal, a medida que las necesidades de mayor caudal lo exigían.
Acueductos de A lm u ñ éc ar*
V ista d e l a cu e d u c to s II q u e tie n e n s u p e rp o sició n de arcadas
Almuñécar, la antigua Sexi, conservaba hasta hace pocos años, la conducción romana en toda su integridad que, además, es de las más representativas de los romanos en esta rama de la ingeniería, ya que se suceden en la conducción, la galería enterrada, el canal sobre muros, seis obras singulares sobre arcadas, túnel para cortar una pequeña divi soria, arquetas, sifón y depósito terminal. De estos dos últimos elementos se había per dido toda referencia cuando iniciamos estos estudios allá en el año 1931, pues aunque estaban patentes las ruinas del depósito, se las denominaba «Cueva de Siete Palacios», y se suponía que fueron caballerizas de alguna edificación importante. En cuanto al sifón no se tenía idea de su existencia, pues aunque el comienzo de la galería ha quedado visible por destrucción de su fábrica a nadie se le había ocurrido pensar en dicha solución para franquear la depre sión final de su recorrido y, en cambio, se aventuraba la hipótesis de un gran acue ducto con longitud de más de un kilóme tro y altura máxima de 40 m. Sexi o Saxetanum fue colonia fenicia, y en época romana aparece como mansión de la vía Castulone-Malaca. Se caracterizó por la fabricación del garum y de otras con servas de pescado (en esta zona de la costa abundan el atún, emblema de sus mone das y, además, la caballa y el pez espada). Se han encontrado restos abundantes de las
* Sobre la conducción romana de aguas de Almuñécar escribimos con este mismo título, en el 1949, un artículo en el Archivo de Arqueología, número 77, de donde tomamos casi todo lo que figura en este trabajo.
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Acueductos romanos en España
V ista s del a c u e d u cto s II q ue tie n e su p e rp o sició n de arcadas
tinas para fabricación de estos productos, fabrica ción que requieren gran cantidad de agua dulce, y éste sería el motivo principal que dio lugar a la construcción del acueducto. C onducción
Las aguas se traían desde unos manantiales que debían existir en el río Verde, de Almuñécar, en la zona denominada La Angostura, que hoy no afloran a la superficie por haber subido el nivel del cauce a consecuencia de la sedimentación de acarreos. Viniendo desde aguas arriba, el primer vestigio seguro de la conducción correspon de al cruce del barranco del Olivillo, donde asoma el múrete de protección, con un registro, oculto por un gran rosal. En el año 1931, la primera vez que recorrimos la conducción, existía un múrete análogo en el barranco anterior, conocido por el de Antequera; pero quedó enterrado bajo los aluviones removidos por las grandes lluvias del año 1940. Desde el barranco de Antequera hasta La Angostura tenemos un primer contrafuerte de conglomerados, que la conducción salvaría en túnel, y después una ladera escarpada, que se extiende hasta el barranco de El Tumbo. En esta ladera es muy difícil encontrar huellas y únicamente, al llegar a este último barranco, aparecen en corto trecho la cubierta de la galería, sin que sea posible apreciar si es obra romana. Pasado el barranco de El Tumbo, que tendría que cruzarse en galería enterrada, la con ducción de la acequia actual, que parece sustituir a la obra antigua, aprovecha un pequeño salto para central hidroeléctrica, con lo cual seguramente ha desaparecido todo interés por conservar la obra antigua desde aquí hacia aguas arriba. La conducción se lleva en canal cubierto (canalis structilis confornicatus). Va enterra da, excepto en los pasos de barrancos, donde aflora sobre muretes que la protegen (subs tructionibus), cuando son insignificantes, o en obra destacada sobre arcadas (arcuatio nibus), cuando son más importantes. Los registros (castella) son circulares, con unos 85 cm de diámetro interior, y van colocados a la entrada y salida de las obras destacadas, en los pasos de barrancos y en puntos intermedios, generalmente con cambios de direc ción, promediándose a distancias de unos 100 m. Tienen poca altura, pues el canal, en las zonas de terreno flojo, va muy somero, llegando a aflorar en las laderas rocosas. Van situados en el eje, formando cuerpo con los hastiales del canal.
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
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Situación probable del manantial =f=f= ~ 1' ~~n
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T u b e ría d e 15 cm.
Acueductos romanos en España
características d e los acueductos
ACUEDUCTO DE TORRECUEVAS
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A CU ED U CTO II
A C U ED U C TO I SECCIÓ N TR A N SVER SA L A CU ED U CTO SEC C IO N TR A N SVER SA L ACU EDU CTO I I I
Luces de los arcos 5
»0
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30_____ 75
principales ; 4.90 secundarios : 2.80
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II
Capítulo VI. Acueductos de Itálica
A cu e d u c to de Torrecuevas
Izq u ie rd a A c u e d u c to s e m ie n te rra d o D erecha A cu e d u c to d e l p rim e r b a rra n co del río S eco
Partiendo del barranco del Olivillo, donde encontramos el primer vestigio, se pasa el barranco siguiente, con muro, y en seguida encontramos la obra destacada más larga, el acueducto para salvar el arroyo de Torrecuevas. Vuelve a aflorar la conducción en las tres vaguadas que siguen, correspondiendo a la primera una obra de cuatro arcos, semienterrados actualmente. En la segunda aparece muro, y en la tercera, una obra de dos arcos, m uy desfigurada por reconstrucciones sucesivas. En la próxima vaguada, la conducción abandona la ladera del río Verde para cruzar, mediante túnel (specus sub ten a ) de unos 350 m, el contrafuerte que separa este río del Seco, y tomar la ladera de este último. Este cambio de ladera evita un rodeo no muy pronunciado, alineándose a lo largo del río Seco, en una enfilación más directa hacia Almuñécar. Al aparecer'en río Seco, sale el canal justamente al nivel del cauce, y como éste baja con gran pendiente, se despega en seguida, y después de desarrollarse en una amplia vaguada, cruza el barranquillo siguiente mediante arco m uy pegado a la lade ra. Continúa en muro sobre esta ladera abrupta, y sale después a terreno suave, donde, para no contornear la ondulación de tres vaguadas, se alza en tres obras elevadas. La importancia de estos acueductos va aumentando sucesivamente, pues el primero es de seis arcadas sencillas, el segundo tiene diez arcadas, de las cuales tres se repiten en dos pisos, y el tercero consta de once, con basamento aligerado, también por arcos, en las cinco centrales. A unos 100 m de la salida del tercer acueducto, el canal cambia de dirección en ángulo recto, pues se termina la ladera del contrafuerte en que se apoya, y a los 200 m remata en una arqueta circular, con cubierta en bóveda esférica, que parece de cons trucción musulmana. Entre esta ladera y el promontorio donde está el depósito hay
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Acueductos romanos en España
una distancia de 1.100 m y un descenso de 9, habiendo una depresión intermedia, cuyo punto más bajo queda a 38 m por debajo del punto final de la conducción. Esta depresión se salva mediante tubería en sifón, que arranca de la arqueta indicada, yendo a buscar la zona más elevada del cruce, que forma un verdadero cordón de enlace entre ladera y promontorio, por donde iba el camino antiguo y va ahora la carretera hacia Granada. Relacionadas con la conducción debían estar las dos obras, actualmente arruina das, que se encuentran en sus proximidades. Una era un albercón rectangular, de 27 X 4 y 2 m de altura, que conserva casi intactos tres de los muros del recinto, ejecuta dos con hormigón de piedra menuda (opus signinum ), con encuentros redondeados, que cita Vitrubio para estas obras. La otra corresponde a un pequeño depósito rec tangular, de 7 m de longitud, cubierto en cañón, del cual parte un canalillo para riego. La explanación del camino actual obligó a derribar una parte de la obra, quedando la bóveda cortada a un tercio, aproximadamente, del arranque. Casi igual a este depó sito existe actualmente otro completo, junto al camino antiguo de la costa, en un barranco entre Salobreña y Almuñécar, cerca del mar. A cueductos
Los acueductos propiamente dichos, o sea, las obras donde el canal se levanta sobre arcadas, son siete, aunque uno de ellos no merece ser tenido por tal, pues consta de un arco reconstruido de un modo muy descuidado y casi enterrado actual mente. Otra obra de un solo arco, adosado a un escarpe de la ladera del río Seco, tiene poca impor tancia, y tampoco es de gran interés el acueducto, ya citado, en la cuenca del río Verde, con dos arcos de 4,90 m, flanqueados por otros dos de 2,80 m.
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A cu e d u c to del se gundo b a rra n co de río Seco
Capítulo VI. Acueductos de Itálica
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Acueductos romanos en España
Quedan únicamente cuatro acueductos de cierto interés: tres, formando serie, en las últimas vaguadas de la ladera del río Seco, que denominaremos I, II y III, en dirección aguas abajo, y el del arroyo Torrecuevas, en la parte primera de la con ducción. En los cuatro se aprecia una verdadera normalización de sus dimensiones características, siendo la luz de los arcos principales 4,90 m, y 2,80 m la de los arcos secundarios, que son los del piso bajo, cuando hay dos pisos, y algunas veces los de las arcadas extremas. Los pilares son de sección cuadrada, de 1,80 x 1,80 m, y cuan do su altura pasa de los 5 m (aproximadamente el triple de su dimensión transver sal), se enlazan entre sí por intercalación de un segundo cuerpo en la zona inferior. Este cuerpo inferior, en el acueducto II, se reduce a un simple refuerzo y apuntala miento mediante arcos secundarios de la zona baja de los pilares, los cuales quedan destacados de arriba abajo con su dimensión normal. Por el contrario, en el acue ducto III, el cuerpo inferior forma un verdadero basamento que interrum pe seis pilares, y queda aligerado por tres huecos rectangulares rematados en arcos de la luz menor, debajo de las tres arcadas centrales. El acueducto I tiene un solo piso, y consta de cuatro arcos de luz normal y dos laterales de luz reducida. El acueducto II consta de nueve arcadas de luz normal, con otra de luz secundaria en uno de los extremos, arriostrándose los cuatro pila res centrales en la forma que hemos indicado. El acueducto III, último de la con ducción, tiene nueve arcadas principales, flanqueadas por dos de luz secundaria. La elevación sobre el fondo de la vaguada, sucesivamente creciente en los tres acue ductos de la serie, se compensa en éste cortando los seis pilares centrales mediante basamento lim itado precisamente por los paramentos de los dos pilares laterales que de él arranca. En sección transversal puede seguirse una perfecta regulación de espesores, par tiendo de las bóvedas, donde el ancho es 1,45 m, que aumenta hasta 1,80 m al pasar a la pila, conservándose este espesor hasta el cimiento de los acueductos I y II. En este último, el cuerpo de arriostramiento se remete de nuevo hasta el ancho de bóvedas, mientras que en el acueducto III el basamento aumenta de ancho a 2,30 m, desde la horizontal de arranque de los arcos inferiores. En los tres acueductos se delimitan con toda claridad los distintos elementos fun cionales y estructurales que los integran. Sirven para ello pequeñas cornisas de lajas de pizarra dispuestas en saledizo, acusando la delimitación con mayor o menor vigor al disponer una, dos o tres filas en saliente sucesivo. Así, para indicar el nivel corres pondiente a la solera del canal, se emplea cornisa de tres lajas; en los arranques de los arcos se dispone una sola laja, reservándose la de dos para marcar la separación entre basamento y pilares superiores en el acueducto III. En el acueducto del arroyo Torrecuevas existen 17 arcos de luz tipo y dos de luz secundaria, que encuadran uno intermedio de los normales, por cuyo vano pasa ría, probablemente, el arroyo. En este acueducto se mantienen también las carac terísticas fundamentales de los anteriormente descritos: luz de los arcos, dim ensio nes de la caja, secciones de las pilas, ancho de las bóvedas, etc.; pero se introduce el artificio del aligeramiento de tímpanos sobre las pilas, empleado por los roma nos con cierta frecuencia en puentes (entre los españoles tenemos los de M érida,
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
Cangas de Onís, Pola de Gordón, etc.). En acueductos aparecen los arquillos de aligeramiento en los de Baelo que tratamos más adelante. La relación geométrica y numérica entre los elementos directores de la traza puede verse en el esquema: las claves de los arquillos se nivelan con las de los principales, la m itad de la flecha de éstos da la altura total de aligeram iento, y su ancho, 60 cm, es la tercera parte del espesor de la pila. Problem as in g e n íe n le s y artístico s
Desde el punto de vista ingenieril estos acueductos constituyen una buena lección que nos han legado los ingenieros romanos. La m agnitud de las obras no hace al caso, pero sí el modo de realizarlas. Ya hemos insistido sobre la regularidad de los trazados, la clara ordenación de sus partes y la precisa delim itación de los distintos elementos. Las soluciones empleadas revelan un dominio completo del problema, pues, en contraste con su sencillez, está su variedad. Así, en la duplicación de pisos, para diferencia, relativamente pequeña, en altura, se pasa de acentuar la verticali dad, solución típica en los acueductos de nuestro país, a subrayar la horizontali dad, que es más frecuente en obras fuera de España. No se pueden alegar razones utilitarias para justificar los aligeramientos del acueducto de Torrecuevas, pues más que ahorrar fábrica, complican la construcción. Además, hay que tener en cuenta la naturaleza, poco agradecida, del material empleado. Se trata de una pizarra de la cual no puede obtenerse un sillarejo regular. Para el aparejo del arco se emplean verdaderas lajas, con longitudes hasta 70 cm, las cuales se incrustan de un modo desigual en las rudim entarias hiladas horizontales de los tím panos. En éstos se emplean mampuestos de una escuadría más correcta. En el enlace irregular de mampuestos del tímpano y de seudo-dovelas de la bóve da se observa en algunos de los arcos el contorno peraltado que da a la boquilla la forma de creciente en lugar de anillo circular, disposición que se observa también en el acueducto de Alcanadre sobre el Ebro, aunque con mayor estereotomía en este caso. Otra de las particularidades dignas de subrayarse es la persistencia de la invarian te que ya hemos señalado en otros acueductos de arcadas superpuestas, que es la super posición del medio punto sobre un cuadrado en la silueta que recorte en el cielo la arcada superior. En cuanto al problema estético, es verdaderamente aleccionador el comparar los diseños de las cuatro obras tan cuidadas y homogéneas entre sí, con la fábrica tan pobre e irregular con que después fueron ejecutadas y que, naturalmente, tuvo pre sente el ingeniero cuando las concibió. La aparición de los acueductos que resulta inesperada al recorrer el terreno, tan majestuosos y tan bien encajados los de las tres últimas vaguadas, y tan alegre en su despliegue de arcos y arquillos a escala más reducida el del barranco de Torrecuevas, serenan el ánimo del que tiene la fortuna de encontrarlos, y dejan la huella indeleble de lo que es el decoro construyendo y el sentido de dignidad humana al introducir un artificio en lo recóndito de la Natu raleza.
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Acueductos romanos en España
Conducción de aguas a G ranada
Nuestro compañero y querido amigo don Francisco Abellán, conocedor de los pro blemas hidráulidos antiguos y modernos de la provincia de Granada, además de los viales, habiendo sido Jefe en la Confederación del Guadalquivir y Jefe de Obras Públi cas de Granada, ha recorrido en distintas épocas una posible conducción de aguas desde la fuente que da nombre a Deifontes, cuya designación es claramente romana y constituye, además, un lugar de gran belleza natural con su pequeña alberca de cuyo fondo se ven emerger las aguas. A lo largo de un recorrido de más de 30 km, pues va contorneando las vaguadas salvándolas a veces con obras de fábrica pequeñas de arco o dintel, llegaba a Grana da por el mismo sitio que la actual carretera de Jaén a un nivel donde existe ahora una gran explanada que parece justificar una piscina limaria. Las fotos que se acompañan fueron tomadas por dicho Ingeniero en ocasiones diferentes. Como puede apreciarse en ellas, existen fábricas romanas con sillares de buena escuadría y dovelas bien aparejadas en los arcos. Las obras están recrecidas con fábricas posteriores, lo que dem uestra que ha estado en uso en épocas m uy diversas. H ay algún arco de ladrillo que parece de reconstrucción y una manipos tería de canto rodado grueso que destaca notablemente de todo lo anterior. Véase, por ejemplo, la alcantarilla encuadrada entre muros de acompañamiento en la cual
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
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ios sillares de la arcada tanto en estri bos como en bóveda indican una fábrica romana típica apareciendo dos recreci mientos de la m anipostería de canto rodado que elevan notablem ente el nivel. También se aprecia el grado de erosión del barranco que ha descarna do una ladera dejando descalzado el muro de ese lado. Cuando hicimos un recorrido ju n tos en 1945, llegando a algunos de los pasos de la conducción, unas obras habían desaparecido, otras habían sufri do mucho, como le ocurría al acueduc to de dos vanos que reproducimos, del cual quedaba únicamente el pilar cen tral y restos de los muros.
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Acueductos romanos en España
A cueductos de Baelo
En relación y en contraste con el abastecimiento de agua de Sexi, tan maravillosa mente conservado hasta nuestros días, podemos poner las ruinas del que existió en la ensenada de Bolonia y que sirvió a la localidad denominada Bello, por P. Mela; Baelo, por Plinio, y Bellone Claudio, en el itinerario de Antonino, donde figuraba como mansión VII de la Vía Malaca-Gades. Era otro de los establecimientos costeros dedicados a la pesca y transformación de sus productos en salazones y salsamentas. Debió de estar m uy floreciente en época romana, despareciendo totalmente en la Edad Media, pues al organizarse la pesca del atún en almadrabas, cedió su puesto a la vecina localidad de Zahara, establecida como su nombre indica por los árabes y muy en auge el siglo XVI, bajo el dominio del duque de M edina Sidonia, teniendo referencias literarias P ila r que se conserva ju n to de ser paso de la picaresca de entonces, viniendo de al arroyo A lp a rria te (F o u lle s allí la frase de «por atún y a ver al duque». Hoy este de Baelo) segundo pueblo tiene una vida lánguida, concentra das todas las actividades de la zona en Barbate, pue blo en la desembocadura del río de su nombre, y dotado de factorías modernas para la misma indus tria de las salazones. Las ruinas de Bolonia, conocidas por los arque ólogos desde el Renacimiento, fueron exploradas en una serie de campañas que comenzaron duran te la primera guerra mundial y duraron hasta 1921 por un equipo de arqueólogos franceses y españo les dirigidos por Pierre Paris y con subvenciones del Institut des Hautes Etudes H ispaniques, de Paris; de la Hispanic Society, de Nueva York, y de la Junta de Am pliación de Estudios de M adrid. Tomó parte también P. Bonsor y el español C. Margelina. Los resultados de las excavaciones se publicaron M o d u la ció n del a cu e d u c to de B aelo por dicha Comisión en Fouilles de Belo, obra en dos tomos, el segundo de los cuales se dedica exclusiva mente a la necrópolis. En el primero se dan las noti cias de los acueductos que han servido de base a nuestro estudio. Las excavaciones dieron óptimos resultados, se descubrieron tres templos en agrupación de tipo capitolino, una calle porticada, una fuente monu mental y una construcción m uy desarrollada para la industria de las salazones, así como una gran necrópolis romana de im portancia sólo superada por la de Carmo.
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
Eran dos acueductos los que abastecían a Belo, a juzgar por los restos que exploró esta Comisión. Uno de ellos, poco interesante para nuestro tema, pues no ha dejado y seguramente no debió tener obras sobre arcadas tenía la captación en la ladera de la montaña que cierra al Oeste el gran circo de Bolonia lo utilizaba el molino de los Caniscales, al 1c A . η,-'■ ■ · Λ * κ · $ ϋ ϊ β que daba fuerza, descendiendo por el río Colorado P rf: para llegar a la ciudad, pues hay restos intermedios, pero no en la zona final, y probablemente termina ba en la gran cisterna cuyas ruinas están en el cen R estos de los a cu e d u c to s de la c o n d u c c ió n del ce rro de tro de la ciudad con bóveda de sillares, derrumba San B a rto lo m é . (G rabados da cuando las excavaciones, que no se pudo to m a d o s del lib ro F oulles de Baelo) explorar por haber caído los restos dentro y no dis poner de medios eficaces para retirarlos. Desembo caban también en esta cisterna otras aportaciones como la del regato del Reatillo, pues han dejado su hueco al atravesar la muralla. La otra conducción era más importante y tenía obras de fábrica en varios de los barrancos que atra vesaba, las cuales, en la época a que nos referimos, se encontraban m uy próximas a desaparecer como denuncian las fotografías que reproducimos toma das del libro ya citado. Tenía su origen en el cerro de San Bartolomé, que corona la punta de las Palo mas al Este de la ensenada de Bolonia. El primer trozo baja con bastante pendiente encañado de un modo original, pues se han utilizado tambores cilindricos horadados, de los que se labraban en una cantera próxima, la cual debió tener bastante actividad en preparación de sillares y fustes de columnas, y según el parecer de los arqueólogos, no sólo con destino a la edificación en la ciudad, sino que se embarcaban para un tras lado marítimo a otros puntos. Después se descubren restos del canal que daban pie para suponer que se desarro llaba a cielo abierto, encontrándose restos de acueductos en los tres arroyos que atra viesa en su recorrido: el arroyo Pulido, el Cantarranas y el río Alparriate (antiguoyZz/m en Belo). Atravesaba la muralla en las proximidades de una fuente monumental que se desenterró en las excavaciones y que se encontraba próxima al foro, dominándo lo. En el paso había una puerta en el interior de la muralla que daba acceso a un pozo rectangular con paredes enlucidas de mortero y que debía ser un registro de la con ducción subterránea. Alimentaba indudablemente la fuente citada, aunque no debía ser su única finalidad, pues parece demasiada obra para un resultado tan modesto como se dice en la Memoria.
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Acueductos romanos en España
El acueducto del arroyo Pulido tenía arquería de varios vanos, conservándose res tos de pilas con sus arquillos de aligeramiento y los arranques de los arcos. El del arroyo Cantarranas conservaba sólo dos pilas m uy escuetas, una de ellas completa con su arquillo y con atisbos de las bóvedas que arrancaban tangentes a las pilas trasdós en paramento externo; la otra está cortada por bajo del arquillo y pare ce más gruesa, quizás se trata de un cambio de alineación. Las ruinas más im portantes, pero menos numerosas correspondían al paso del arroyo Alparriate, donde existía una pila enhiesta, aunque con bastante desplo me, y otra volcada y atravesada sobre el río, que formaba represa en la corriente. La pila enhiesta mostraba su arquillo de aligeram iento y también la indicación de las bóvedas que, como acabamos de indicar, salen de los pilares, quedando sus boquillas cortadas por éstos. Las líneas del p ilar en sencillez absoluta llegaban hasta el remate que es la caja, quedando las bóvedas con las boquillas rasadas como en los acueductos de M érida. Lo mismo que en éstos el pilar es el elemento fun dam ental y oculta una parte del arco, para lo cual sobresale en los frentes aprisio nando en el interior los salmeres de la bóveda. No se dan dimensiones de arcos y pilas y tampoco de la caja, pero se establece que su interior está revestido del enlu cido clásico de las obras hidráulicas con sus medios boceles protegiendo los rin cones. En cuanto a la fábrica se establece que pilares y arcos son de manipostería conglo merada entre paramentos de hiladas irregulares de sillares pequeños con ligera talla, excepto en las esquinas. Lo mismo que en Almuñécar, tenemos el uso del material pétreo local, aquí con mayores posibilidades que allí, pero con un diseño que sobrepasa en cuidado tanto las posibilidades del material como la importancia de las obras. Parece deducirse de los restos que fueron fotografiados que la luz de arcos en los acueductos bajos es doble de la anchura de pila y que los arcos y arquillos coronan sus trasdoses en el mismo plano horizontal, a partir del cual correspondía el cuerpo de coronación con el canal posiblemente descubierto. Parece también que el arquillo cerraba su hueco en el pilar a media altura del hueco del arco principal. Los frentes de ésta, así como sus enjutas quedan retranqueados respecto de los paramentos de pilares que se muestran en resal to hasta coronación. Parece deducirse un diseño análogo al del acueducto de Torrecuevas, en Almuñécar.
A cueducto de Gades
El abastecimiento de la ciudad de Gades supone una conducción de las de mayor lon gitud en España. El agua venía de unos manantiales en la zona de Tempul, de donde luego se ha surtido la ciudad de Cádiz y la de Jerez de la Frontera, reforzadas en la actualidad mediante el embalse de Bornos, en el río Guadalete. De esta conducción, que se dirigía desde el comienzo hacia Cádiz, no hemos teni do la fortuna de encontrar vestigios. Descendía de la sierra por un barranco que se denomina de los Arquillos, donde debieran quedar restos de algún acueducto y debe
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Capítulo VI. Acueductos de Itálica
cortar la carretera de Jerez de la Frontera a Medina Sidonia, cerca de donde existe un castillete elevado sobre una colina dominante. En la zona llana de las salinas habrá desaparecido totalmente, después pasaba por el antiguo puente de Zuazo, yendo a presión en todo el recorrido del istmo a nivel casi del mar. A su llegada a Cádiz desembocaba en unos depósitos rectangulares que existían en el pasado siglo junto a la Puerta de Tierra y que desaparecieron al urbanizar la zona cuando el derribo de la muralla. Según Orozco, «las arcas o albercas eran siete, cada una de 200 pies de largo y 70 de ancho, las cuales comenzándose tan arrimadas al lienzo nuevo del muro de la Puer ta de Tierra, que sobre una de ellas se fabricó no ha muchos años la ermita de San Jorge y el Matadero antiguo». Según Pedro de Medina las albercas «eran cuatro dentro de la ciudad; tienen a dos cientos pies en largo y sesenta de ancho; están juntas que no hay más que una grue sa pared entre una y otra están rasas con la tierra; las dos tienen a más de un estado de hondo y las otras menos, que la arena las ha cegado». En el siglo XVI, Felipe II encargó al P. Fr. Ambrosio Mariano «que viera y tantea ra aquella cañería para tantear su conducción a la ciudad de Jerez». En el año 1786 se intentó, por el conde de O’Reilly, reparar la conducción y poner la de nuevo en uso. Fueron nombrados los ingenieros de Puentes y Calzadas D. Joa quín Perosini y D. Enrique Duborniel, los cuales reconocieron el terreno y presenta ron los presupuestos de gastos para la obra aprovechando los restos y construyendo otros nuevos. También se reconoció en los últim os años del siglo XVIII por el arquitecto m ayor de Cádiz don Pedro Ángel Albisu y por D. Rafael Esteve, arquitecto de Jerez. Ponz indica que el reconocimiento para restablecer y reedificar el acueduc to se había hecho siete u ocho años antes de la descripción que hace en el capítu lo VI del tomo 17. El último descubrimiento de vestigios tuvo lugar en el año 1928 y era una galería con sillares colocados en seco en la calle de San Juan de Dios que corre por delante del muro del primer recinto fortificado de Cádiz. Los restos de la tubería a presión que venía a lo largo del istmo por donde el anti guo arrecife después de haber pasado el puente de Zuazo que fue reconstrucción del puente romano que calificaba a la mansión de la calzada «Ad Pontem», realizada en el siglo XVI a expensas de un caballero apellidado con tal nombre. Según Madoz, el nivel, que se reconocería en algún punto, era «19 p. 3 puig. y 5 1. sobre la pleamar equinocial». Ya Suárez de Salazar dice que él mismo vio los caños, «que eran de piedra bruta encajados en unas ruedas grandes también de piedra para mayor seguridad de los acueductos». Estas piedras horadadas más grandes servían de anclajes para que no se levantara la tubería por efecto de la presión. El arquitecto D. Rafael Esteve, en la Memoria de su reconocimiento expone tam bién que reconoció una piedra horadada recogida con plomo, para formar tuberías. Recientemente, D. César Pemán dio cuenta de la aparición de otros trozos de tubería de este tipo, en el Archivo d e Arqueología.
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Acueductos romanos en España
D ocum entos relativos a los acueductos R efere n cia s históricas y lite ra ria s A c u e d u c t o s de I t á l i c a
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GARCÍA BELLIDO: Colonia aeliae augusta italica. Tomo II. Biblioteca Archaeologica. Madrid.
Itálica tuvo su traída de aguas necesaria no sólo para el consumo nor mal de su población, sino también para el de sus dos grandes termas. De este acueducto hay aún restos bien visibles en varios puntos de su recorrido; parece tomaba sus aguas en el término de Escacena del Campo, asiento de la antigua Tucci, a unos 40 Ion al O de Itálica y, más concretamente, en lugar llamado Tejada. Fue ya identificado por los arqueólogos del Renacimiento, singularmente por Rodrigo Caro. Pero quien lo estudió más a conciencia siguiéndolo a pie a través del campo, desde sus fuentes hasta su entrada por los «Baños de la Reina Mora», al O de Itálica fue Zevallos en el mes de mayo del año 1783. Extractaremos los párrafos más luminosos de su texto. «Las fuentes de Tejada nacen en lo bajo de un valle que viene del norte, a medio día donde estuvo aquella antigua población. Luego que brotan las aguas, forman lagunas, que quieren ocultar su surgente [_]y desde ellas advertí los principios del Aqiieducto. Seguí por todo el día los muchos pedazos que restan de esta gran obra. Nota mos las muchas veces que se ocultan bajo los cerros, que se atravie san en su viage y los valles y parages bajos donde vuelven a aparecer pedazos de la misma fábrica[...] En algunos sitios, como al pie del monasterio de Retamar[...], se manifiesta la fábrica del Aqüeducto, que es de pilastras y arcos rebajados, sobre los cuales dura todavía el encañado de las aguas, dirigiéndose hacia Itálica. Dura esto por un tramo muy largo por lo más bajo de la dehesa de las Dueñas: sigue su viage hacia la Pisana, durando la arcada hasta la orilla del río que corre al oriente de dicho cortijo: la corriente del agua ha derribado algunos arcos, y la mitad del último que ha quedado está para caer dentro del mismo río. A la orilla oriental de éste no prosigue el Aqüe ducto sobre arcos, sino sobre un murallón sólidoj...] Subí encima de él y vi el encañado, que conserva todavía el estuco que le dieron[...] No tiene media vara cabal en cuadro, y está descubierto al cielo y al aire. Este paredón sigue desapareciendo según que va subiendo el terreno, hasta que se pierde o sume dentro dél, como le sucede en otros sitios antes y después[...] Otro día fui al cortijo que llaman de Villadiego, donde noté[...] algunos vestigios, pues[...] hacienda catas a la distancia que tienen los otros arcos y pilares, hallé fácilmente las cepas o bases de los que allí hubo[...] Después no se encuentran[...] hasta el cortijo de San Nicolás, como a tres milllas o a media legua de Itálica[...] Otra tarde después fui con unos obreros a un sitio de la misma Itálica, llamado aquí vulgarmente los Baños[...] Hice cavar y encontré el Aqüeducto y el mismo cauce, de igual tamaño y cuadro que el que estuve viendo cerca de la Pisana. La fábrica de este Aqüeducto es siempre semejante desde Tejada hasta la muralla de Itálica. Es tan igual en dimensiones, en forma y en materiales, que parece haberse hecho en un día de una misma mano[...] El calibre de la fábrica se reduce a hormazos, de los que los
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romanos aprendieron de los antiguos españoles, macizos de piedra, granza, cal y arena líquida. Las dos superficies de este muro están reves tidas de una pared de cada lado fabricada de ladrillos cortados y ras pados por la frente[...] (10) JO SÉ H ERN ÁN D EZ D ÍA Z , A N T O N IO SA N C H O C O R B A C H O , FR A N C ISC O CO L LAN T E S DE TERÁN: Catálogo arque ológico y artístico de la provincia de Sevilla. Tomo IV, pág. 172. Sobre la Cañada de Conti y la Ramira, que une los dos cortijos de este nombre al sur del término de Genera, se encuentra el Cortijo de Cha morro. La parte de la finca comprendida entre la cañada y el límite del término con Olivares recibe el nombre de Las Cañerías, debido a que allí se encuentran los restos del acueducto que desde el término de Esca cena del Campo (Huelva) surtía de agua a Itálica (Santiponce). Por lo que hace al término de Gerena dichos restos son especialmente visibles en la llamada Haza del Pozo de las Cañerías, donde el conducto ape nas sobresale de la tierra unos 80 cm, haciendo una curva de gran radio y penetrando en el término de Olivares. La obra (Dib. 98) consiste en un macizo de derretido de 1,40 m de anchura, en cuyo espesor se abre el canal de 60 cm de luz, no conservando de su altura total más que unos 45 cm por término medio; se halla enlucido interiormente por una doble capa de opus signinum con un grosor total de 3 cm. Otros diferentes trozos de esta conducción, que afloran de cuando en cuan do, permiten seguir su trazado al costado sur de la Cañada de Conti y la Ramira hasta la vía férrea, donde, penetrando luego también por este lado en término de Olivares, atraviesa el Guadiamar por un puente, del que quedan los restos en el cauce del río. Entre los restos del acueducto de Itálica y el caserío del Cortijo de Chamorro se encuentra la Haza de Villar; sobre una pequeña eleva ción aparecen restos de construcciones romanas: muros de derreti do, cimientos y materiales sueltos; ladrillos, tegulae, asas y fragmen tos de vasijas de gran tamaño. ( 1 1 ) H ERN ÁN DEZ D ÍAZ - SA N C H O C O R B A C H O - CO LLAN TE S DE TERÁN: Conducción de agua a Itálica. Catálogo arqueoló gico provincia de Sevilla, pág. 199, tomo I.
Inmediato al puente del ferrocarril de las Minas de Aznalcóllar sobre el río Agrio o Crispinejo, al sitio llamado «El Chaparral», se encuen tran bastantes trozos de uno de los acueductos que iban a Itálica. Trátase de un canal de hormigón de 1,50 m de espesor, teniendo el conducto del agua 50 cm de anchura; va formando recodos en ángu lo siguiendo los accidentes del terreno y elevándose paulatinamen te. En «Las Dueñas» vuelven a parecer los restos del acueducto ya levantado sobre arcos con roscas de ladrillo, cuyos pilares y arran ques de las archivoltas se conservan unas veces en pie y otras caídas hasta llegar al río Guadiamar, en cuyo cauce quedan rastros del puente que daba paso a la conducción de aguas, por lo que aquel sitio es denominado de «los Arquillos«. A la opuesta margen del río continúa el acueducto ya fuera del término de Aznalcóllar.
Capítulo VI. Acueductos de Itálica
A c u e d u c t o s de A l m u ñ é c a r
(12) EDRISI: Descripción de Africa y España. Versión de R . Dozy y M. J. de Golge (Leyden, 1886). Págs. 242 y 243. «Esta última villa (Almuñécar) es de mediana importancia, pero her mosa. Se pesca con abundancia y se recogen muchos frutos. En la mitad de esta villa existe una construcción cuadrada, parecida a una columna, ancha en su base, estrecha en su coronación. En dos de sus caras hay una acanaladura, reuniéndose ambas y prolongándose de abajo a arriba. Junto al ángulo formado por uno de estos lados existe un gran estanque rebajado en el suelo y destinado a recibir las aguas traídas desde una milla de distancia por un acueducto com puesto de numerosas arcadas, construidas en piedras muy duras. Los hombres enterados de Almuñécar dicen que en otros tiempos el agua ascendía a la coronación del obelisco y descendía en seguida por el lado opuesto, donde había un pequeño molino. Sobre una monta ña que domina el mar, todavía se ven en la actualidad algunos ves tigios, pero nadie conoce su antiguo destino.» (13) IBN A L JA T IB : Descripción de Almuñécar (1313-1374), en su Historia de la Dinastía Nazerita según Simonet (Descripción del reino de Granada, 1 8 6 0 ) . Pág. 6 3 . «La llama puerto y parada de las naves, fundación y morada de las sierras de Jesucristo, fortalecida por un castillo inexpugnable. Dice
que su alcázar era de ingeniosa fábrica y con arcadas abiertas, su mez quita puesta en un lugar eminente. Su antiguo monumento arqui tectónico, parecía una lima puesta perpendicularmente o un pilar derecho y sus esquinas eran de piedras labradas: parecía que había hecho con el tiempo pacto para su seguridad y era semejante por su mucha elevación a la torre de Heman.» Descripción deAlmuñécar en el kitab ar rawd al mictar. Según E. Levi Provençal (La Peninsule Iberique au moyen- âge d ’aprés le Kitab ar Rawd a l Mictat). Leyden, 19 3 8 , pág. 225.
( 1 4 ) A L HIMYARI:
«Se hallan muchas ruinas antiguas; los antiguos habían construido conducciones de agua y elevaron monumentos, algunos de los cua les subsisten. En las cercanías de la fortaleza, por el lado Norte, llama la atención una importante torre de agua («daimas») edificada con sillares, cuadrada en la base y terminada en punta a una altura de unos cien codos. El agua que viene a desembocar en este edificio tiene escape por un aliviadero («manfas») en la coronación. En la cara Norte de esta torre, de arriba a abajo, se ha tallado en su anchu ra una especie de goterón, que permitía al agua saliente del rebosa dero llegar hasta el suelo: este dispositivo prueba que el agua con ducida hasta la torre provenía de un punto situado a un nivel superior al del monumento.»
A c u e d u c t o s de B aelo ( 1 5 ) CE A N -B E R M Ú D E Z :
Antigüedades romanas en España. 1 8 3 2 ,
pág. 232. (En la descripción del despoblado de Bolonia, que reduce a Julia Tra ducta, situando la Bellone Claudia del Itinerario en el despoblado de Bullón.) Se proveía de un manantial de agua que todavía brota en el cabo de Las Palomas y se conducía por un magnífico acueducto, del que no existen más que trozos de paredones de arcos y arcaduces. Catálogo monumental de España. Provincia de Cádiz. Madrid, 1934.
( 1 6 ) E. R O M E R O DE TO R R E S:
Los acueductos, de los que en varias partes quedan algunos res tos, no acusan haber sido como los famosos y monumentales de Segovia, Mérida y Tarragona. Además, carece de importancia lo que de ellos queda en pie. Publica una de las fotografías que reproducimos. Feuilles de Be/o. Tomo I, Tomo II, 1 9 2 6 . Bibliothèque de l’Ecole des Hautes Étu des Hispaniques. Fascículo VI. E. de Boccard. París.
( 1 7 ) P. P A R IS-B O N SO R & M ERG ELIN A: 1923.
De este libro hemos sacado toda la información que damos de los acueductos.
A c u e d u c t o de G a d e s
Libro de las grandezas y cosas memorables de España. Madrid, 1548.
( 1 8 ) PEDRO M E D IN A:
El otro edificio fue una puerta, por donde pasaba el agua dulce que venía a la ciudad, y caía en cuatro albercas que hoy parecen: son estas cuatro albercas dentro en la ciudad; tienen a doscientos pies en largo y sesenta en ancho; están juntas que no hay más que una gruesa pared entre una y otra; están rasas con la tierra: las dos tienen a más de un estado de hondo y las otras menos, que la arena las ha cegado. El agua venía a estas albercas desde más de diez leguas por un edificio de pie dras grandes de casi seis palmos cada una y todas redondas y por medio horadadas: tres palmos por donde el agua corría; todos eran de piedra recia blanca y fuerte; agora parecen algunos pedazos desde edificio con muchas de estas piedras asentadas como venían encima
de la tierra. Así mesmo parece la puente en lo más angosto de brazo de mar cuanto tres leguas de la dicha ciudad al levante y junto a este puente es una gran torre fuerte que fue hecha para guarda de la puente. Esta torre se llama del León y la puente se llama de Zuazo. Están derribados los arcos; los pilares parecen, cosa es notable, en largura y hondura, porque por aquí el agua donde ella está tiene quince brazas de hondo y con muy gran corriente. ( 1 9 ) G E R Ó N IM O DE L A C O N C E PC IÓ N :
Emporio de el orbe. Cádiz
ilustrada. Amsterdam, 1 6 9 0 . Careció en todos tiempos efta Ifla para fu mantenimiento, de aguas dulzes: por que le vezindad de la falobre de el mar, contraminando las venas de la tierra, le malifica los pocos pozos, que tiene aunque
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Acueductos romanos en España
entre ellos ay algunos de muy buena, y faludable calidad. Para repa ro pues de efta falta tan nociva a ifta tan populofa, emprendió el ánimo grande de N. Balbo la cañería, y aqueducto, por donde defde Tempul a las Sierras de Xerez fe traxeffe el agua a la Ciudad, con traverfia de mas de onze leguas. Y por fer la tierra afpera, peñafcofa, y defigual, es obra de mucha cofta, como se veë de los pilares, y arcos, por donde fe encaminava por los lugares baxos, y llanos, de unos fuertes paredones de argamafa, con un encañado de piedras encazadas unas en otras, de que fe defcubren oy bañantes veftigios. Yaze Tempul en los términos de Xerez de la Frontera, onze leguas diftante de Cádiz, fuente tan lozana, y abundante, que naciendo a las faldas de la Sierra, que llaman de las cabras, arroja defde fu ori gen poco menos de media azequia de dulces aguas. Defde aquí comienza la cañería, ya trecho de tres leguas, por ocafion de una quiebra grande, fe levantaron unos arcos de ladrillo, de que tomó aquella tierra el nombre de los Arquillos. Corre defpués por la Mefa de Bolaños junto a la Cartuxa, y entrando en el Arrezife, y atravefando por las viñas de Puerto Real, fe mete por unos arcos en la Puente de Zuazo, defde donde continúa la cañería por la playa de el
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Medio día, hafta defcargar fus aguas en las arcas grandes, o algibes, que en la Puerta de Tierra fe fabricaron para efte efecto, y de allí fe repartía a toda la Ciudad. Eran eftas arcas, o albercas fíete, cada una de 200 pies de largo, y 70 de ancho, las cuales començavan tan arrimadas al Lienço nuevo de el muro de la Puerta de Tierra, que fobre una de ellas fe fabricó no ha muchos años la Hermita de S. Roque, y el matadero antiguo. Afirma Salazar, que cada día fe defcubren ruinas, y veftigios de efto caños en las fábricas de las Salinas de la Ifla de León, que eftá a la parte de el Oriente, y que a la de el Poniente fe manifieftan entre las aguas las arcas, y algibes, donde fe recebía el agua, y que el mifmo vio los caños, que eran de piedra bruta, encaxados en unas ruedas grandes también de piedra, para mayor feguridad de los aqueductos. Cuya admirable fábrica y coftofo artificio ponderó aquel futilingenio del V e P. Fr. Ambrofio Mariano, uno de los primitivos Padres, que iluftraron con fxi prudencia, y virtud la Reforma de N. Se ñora de el Carmen, cuando por orden del el Sor Rey D. Felipe II, vio, y tanteó por admiración aquella cañería, para difponer fu con ducto a la Ciudad de Xerez.
VII
Otros acueductos
A cueducto de Toledo
El abastecer de agua a Toledo ha sido siempre de capital importancia, dada la cate goría de la ciudad a lo largo del tiempo y las dificultades naturales que su situación estratégica plantea. La soluciones al problema en las diferentes épocas han respondido siempre a estas características de planteamiento y han acusado no sólo el nivel técnico del momen to, sino también la actitud humana frente a lo que son los ríos en su fluencia. R estos del a cu e d u c to sobre el Tajo
A rtific io de Ju a n e lo
R uina
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Restos canal
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R u in a
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G rabado de L a borde [6 0 ]
A rtific io de Ju a n e lo
VISTAdr U ΙΊΓΙΙΛΠ ilrTOl.KDI) liim.idn He la* O llll.l.A S d tl TAJO
F o to p la n o co n la traza del a cu e d u c to (m a rca d o de tra zo s) y la cueva de H é rcu le s (obsérvese que a m b o s están en la m is m a a lin e a c ió n )
C ueva de H é rcu le s
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Capítulo VII. Otros acueductos
Los romanos dieron la pauta que pudiéramos decir actual, ya que a ella se ha vuel to a través de los siglos. Causa verdadera admiración que teniendo un río tan cerca fueran a buscar el agua para sus necesidades vitales a tanta distancia, siendo necesa rio esfuerzo de imaginación, aún en nuestra mentalidad, para relacionar unos manan tiales a 50 km de alejamiento y sin correspondencia geográfica directa con la ciudad, cuando hay al pie de ésta, y como causa determinante de su existencia, un río de tal categoría, que debería ser pantalla infranqueable para buscar soluciones más allá de su contorno. Evidentemente que este problema no se planteaba de nuevo en cada caso del abas tecimiento de una ciudad al borde de río importante, caso m uy frecuente en esta época, sino que en Roma se había resuelto de una vez para todas. Además los inge nieros romanos, con su implantación todavía más arraigada a las distancias en el sis tema de sus calzadas, que les daba cauce muy apropiado a las vivencias de su orgullo imperial, no debían tener inercia alguna para este movimiento de la imaginación que le llevaba a docenas de millas a la redonda, para, en definitiva, imitar en el artificio de su obra lo que es un río en la Naturaleza. Los ingerieros árabes, que heredaron de los romanos tanto la red de calzadas como los sistemas de riego, no estaban capacitados, ni a nivel técnico ni a nivel imaginati vo, para semejantes empresas. Además mientras que los ingenieros romanos conside raban como ideal para su comportamiento con el agua mantenerla lo más posible, como dice Vitrubio, «en perpetua equalitate», y tenían cierto horror al surtidor como
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Acueductos romanos en España
espectáculo no natural, los árabes en su trato con el agua llevaron este artificio de «movimiento violento» de abajo arriba, a su máximo esplendor y refinamiento. Así, el artefacto de la rueda hidráulica elevando el agua del río a la ciudad se encuentra repetido en gran número de casos y fue utilizado en dos de las ciudades más impor tantes de la Hispania musulmana: Córdoba y Toledo. Creemos que las referencias de los geógrafos árabes Edrîsî y Al Himyari se refieren más a esta rueda y al puente de Alcántara que al acueducto romano. De esta época nos ha quedado la palabra «azacán», designación de los aguadores que elevaban afanosamente el agua del Tajo a lomo de asno, gremio que no ha desa parecido hasta fecha m uy reciente, cuan do se puso en servicio el abastecimiento actual. Queda el verbo azacanarse. En el Renacimiento llega a su máxima exaltación el artificio con el que instaló Juanelo en el mismo lugar que estuvo la rueda árabe y a poca distancia del acueduc to romano, que debió ser excelente cante ra para la obra fija de estos dos artificios. El movimiento continuo de la rueda árabe se torna alternativo y basculante, y en lugar del agua rodada, siguiendo las leyes de la gravedad, tenemos el agua forzada a elevar se, y cambiar sucesivamente de dirección, aunque forzada no por impulso externo, sino por el propio ímpetu que lleva en su fluir el río. A principios de siglo, cuando se amplió la dotación de aguas a Toledo, pensando en sus habitantes y los turistas que la visita ban, se recurrió a los manantiales próxi mos, entubando su caudal, y pasando el Tajo por los dos puentes clásicos. Al de Alcántara le correspondió la del Olivar de Santa Ana, y al de San Martín de la Pozuela. Por esta época se instaló una turbina hidráulica elevadora, aprovechando los res tos del edificio que albergó el artificio de Juanelo. Modernamente se ha vuelto a la solu ción de los romanos, aunque ampliando su visión en el embalse de cabecera, lo cual ha motivado ir a buscar el agua a otro cauce con mayores posibilidades en ese sentido que el utilizado por los romanos,
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R estos de la presa de La A lc a n ta rilla en Los Y ébenes, en el río G uadalerzas De a rrib a ab a jo V ista desde aguas ab a jo V ista desde la ladera derecha aguas abajo Ruinas del muro y torre de toma
Capítulo VIL Otros acueductos
D e ta lle de la fá b ric a en la to rre de to m a
Restos de s ille ría en el p a ra m e n to de aguas a rriba Restos del m uro en e s trib o d e re ch o
pero también a una distancia análoga. La única innova ción introducida ha sido el uso intensivo de los sifones para salvar las depresiones, innovación no absoluta, ya que los romanos no ignoraron el artificio del sifón, herencia griega que les sirvió en algunos abastecimientos: Aspendos, Lion, Angitia, Alatri, Patare, etc., y en nuestro país en el de Sexi (Almuñécar) y en el de Gades. Un estudio completo de estos tres modos de enfrentar se con el problema de abastecer de agua a Toledo está en mis programas de rebusca histórica, desde hace varios años, pero no es el momento de rematarlo en la presente ocasión. C onducción
La conducción comienza en el lugar denominado Los Yébenes y tomaba el agua del embalse creado por la presa cuyas ruinas se conocen actualmente y en época medieval por La Alcantarilla. Cerca hay restos de sepulturas prehis tóricas, algunas antropomorfas, excavadas directamente en la roca granítica que aflora por toda la zona.
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Acueductos romanos en España
La presa era del mismo tipo que todas las romanas en España, con muro de fábri ca defendido del empuje del agua mediante terraplén adosado al paramento lado del valle. Su ruina se debe seguramente a que este terraplén empapado empujó contra el muro en un desembalse rápido, ya que éste se volvió hacia aguas arriba. (Para más detalles, véase m i artículo: «Las presas romanas en España», R. O. P., junio 1961.) La toma se hacía por una torre acuaria cuyas ruinas enhiestas destacan su volu men todavía; y el canal se desarrolla por la margen izquierda sobre el terreno, o sobre muro, en las primeras zonas, para no excavarse en el granito. En las primeras alinea ciones existen restos de una obra con arcada, y cerca de la carretera actual de Sonseca a Navahermosa había una obra más larga, en una vaguada de cierta importancia, de cuya obra no quedan pilas ni arcos solamente los muros de acompañamiento que las encuadraban. En su recorrido hasta la ciudad no debía haber obras de consideración, pues los cauces son de poca importancia. La longitud de canal hasta el gran acueducto sobre
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R estos del ca n a l de c o n d u c c ió n Izq u ie rd a Paso en arco ju n to a la presa D erecha M uro s de a co m p a ñ a m ie n to de a cu e d u c to en El T ram pla
Izq u ierda M uros ju n to al c a m in o de M azaram broz D erecha C anal sobre m uro con serva n d o un ca jero
Capitulo VII. Otros acueductos
Fotografías su p e rio re s Ú ltim a s ru in a s d e l ca n a l de co n d u cc ió n
R estos d e l ca n a l ju n to al c a m in o de A jo frín
el Tajo para entrar en la ciudad viene a ser de unos 55 km. En la primera mitad del recorrido se sigue dicho canal bastante bien, pues se rastrean restos formando muretes de contención de tierras y los triángulos de muros de acceso a las obras de paso de cauces, con algunos indicios de las arcadas que los enlazaban. Estos restos los perdimos a partir de las cercanías de Layos, donde hay ruinas inde pendientes de las de la conducción. Además, Miñano cita en su D iccionario Geográfico R estos del ca n a l en zona de o bra de paso
R estos de una obra de paso en el arroyo de la V iñ u e la
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Acueductos romanos en España
R u in a s ro m a na s cerca de Layos
el paso del acueducto romano por su término. En este pueblo han aparecido objetos romanos en distintas oca siones. A partir de este pueblo las labores agrícolas van siendo más importantes, el terreno es bastante arcilloso, y por consiguiente de peor cimentación para el canal, y los motivos de destrucción para igualar el terreno y para apro vechamiento de materiales han debido ser más eficaces. También el gamberrismo rural tenía mejor asidero para desahogar su hostilidad hacia toda construcción perdurable. Puede decirse que desde dicho pueblo no aparecen res tos notables, o por lo menos son difíciles de encontrar hasta llegar a las ruinas denominadas «Horno de Vidrio», que corresponden a una caseta de 4,60 x 3,50 m, para perder altura, ya que consta de dos arquetas a niveles con diferen cia de 3,70 m enlazadas por un pozo cilindrico de 0,52 m de diámetro realizado en la fábrica. El canal debía acceder en arcadas al nivel superior, saliendo por la arqueta infe rior que corresponde al nivel del terreno. Esta construc ción queda enfrente del Monasterio de la Sisla, que debió nutrirse de los sillares faltos en la romana. A partir de esta obra, que está a unos 2 km del paso del Tajo, vuelven a aparecer restos del canal. Uno impor tante, con salida para desagüe, existe en el barranco de la Degollada, y las últimas alineaciones en la ladera donde se asienta el castillo de San Servando, hoy desaparecidas por las obras de explanación para acceso a la Academia Militar, determinaban el nivel de la coronación del acue ducto que estamos estudiando. Aprovecha las condicio nes óptimas de esta ladera, pues entra en la ciudad a su cota máxima, exceptuando la colina del Alcázar, que deja a su izquierda.
Resto d e l re lle n o e n tre tím p a n o s de la e n ju ta en ladera derecha
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S u p e rio r e in fe rio r El «H orno de V id rio » . Dos vis ta s de la to rre a cu a ria para p é rd id a de nivel
Capítulo VII. Otros acueductos
Depósito term inal
Este canal termina en un depósito de aguas, como en las conducciones actuales, que está a unos 250 m del final de nuestro acueducto. Este depósito lo hemos localizado, a nivel de dicha zona de paso, en la manzana que forman la calle de San Ginés, el calle jón y la plaza del mismo nombre que puede verse en el plano áereo, siendo sótano subdividido de unas casas de poca importancia que debieron apoderarse del solar que resul tó al destruir la iglesia de San Ginés. La iglesia debía estar construida aprovechando los muros y apoyos intermedios del depósito, el cual se conocía, desde los más lejanos tiem pos en que cronistas hayan hecho descripciones de la ciudad de Toledo, como la «cueva de Hércules», relacionándolo con todas las fantasías existentes sobre la fundación de la ciudad y la pérdida de España cuando la invasión musulmana. Así, por ejemplo, el doctor Salazar de Mendoza dice: «Túbal, primer fundador de España y de Toledo, la labró, si bien Hércules la reedificó y aumentó mucho y de él tomó su nombre, y los romanos la perfeccionaron y engrandecieron del todo.» Fran cisco de Rojas, en su Historia d e la imperial, nobilísima, ínclita y esclarecida ciu da d de Toledo (1554), dice que «está la cueva de Hércules en esta ciudad, casi en lo más alto de ella, en la iglesia de San Ginés y la Puerta dentro de la misma iglesia». Con rela ción a su fábrica dice que «es rara por la compostura de arcos pilares y piedras menu das que tiene labradas, de que está adornada». Se preocupa mucho sobre el uso que debió tener está cueva y recoge las opiniones que sobre ello ha habido, desde las dis paratadas de que «sirvió de habitación al rey Hércules y en ella leía la magia a los suyos», hasta la más utilitaria de que «sirvió en tiempo de los romanos de cloaca o madre por donde desaguaban las inmundicias de la ciudad y que en la cueva había otras mangas particulares por las calles para el servicio de las casas». Cita la inscrip ción de la lápida dedicada a la diosa Cloacina por L. Massidio Longo, Procurador de las riberas del río Tajo y de las cloacas de Toledo, la cual se incrustó en el muro sep tentrional del puente de Alcántara cuando la restauración musulmana. También hay las opiniones de atribución a templo dedicado a Hércules o bien a las divinidades infernales en tiempo de los romanos, apoyando esta última en que «la obra es de romanos, como puede apreciarse por los pilares y arcos con piedras media nas bien labradas». Como se ve en cuanto se analiza el aspecto interno del monumen to, se encuentra encajado en obra romana. En cuanto a la pérdida de España, el mismo autor recoge la leyenda de que en las paredes había «unos lienzos escritos y pintados con rostros de árabes con sus tocados, a caballo, y con lanzas, por alcanzar con su ciencia que España había de ser destrui da por esta gente y que mandó cerrar este palacio (Hércules), diciendo que ninguno lo abriese, porque no viese tanta calamidad en sus días». Este hermetismo de la cueva defendido por prohibiciones más o menos reales ha seguido hasta nuestros días. El mismo Francisco de Rojas cuenta una exploración rea lizada en el año 1546 por deseo del cardenal D. Juan Martínez Siliceo, «quien mandó limpiarla y que se previniesen algunas personas de mantenimientos, linternas y cor deles, y juntos todos entraron en la cueva y a media legua hallaron unas estatuas de bronce sobre una mesa como altar [ ...]; pasaron adelante y dieron con un gran golpe
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Acueductos romanos en España
de agua que, por el ruido que hacía, con la gran fuerza que corría y no tener con qué poder pasarla, les aumentó el miedo que habían empezado a cobrar y, resolviendo no pasar adelante, se volvieron a salir a tiempo que cerraba la noche, tan despavoridos y espantados de lo que habían visto y tan traspasados de la frialdad de la cueva, que la tenía m uy grande, y el aire, que era m uy delgado y frío por causa de ser verano cuan do entraron, enfermaron todos y algunos de ellos murieron». Existe la leyenda del tesoro escondido: «Había en la cueva un gran tesoro escon dido bajo tierra que dejaron enterrado los reyes, un perro que vela día y noche tiene la llave, a los que llegan cerca de ello les muestra los dientes» tal perro, estaba rodea do de huesos que correspondían a los osados ciudadanos que a través de los siglos habían querido rescatar el tesoro y fueron devorados por el animal. Esto lo cuenta el mismo cronista, referido a un pobre obrero que, desesperado por no poder alimen tar a su familia, se armó de valor y consiguió llegar hasta el perro, retrocediendo inme diatamente para salir despavorido, contando a voces lo sucedido y muriendo a las pocas horas. Cuenta también que un muchacho, huyendo de la persecución de su amo, entró corriendo en la cueva y fue a salir después de un gran recorrido a la ori lla del Tajo. Este tabú, que protege de visitas este lugar, persiste en la actualidad, pues cuando hace unos diez años pretendí hacer el estudio correspondiente, que tenía planeado de muchos años atrás, conseguí en primera instancia que me dejaran asomarme al sóta no de una de las casas de la referida manzana número 1 del callejón de San Ginés,
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Capítulo V II. Otros acueductos
pudiendo comprobar que, efectivamente, era fábrica romana, pues en el cuartucho que correspondía quedaba el arranque de uno de los arcos de la crucería que debe cubrir el conjunto, apreciándose sillares por debajo de los revocos. Pero al día siguien te, cuando envié a un fotógrafo y a unos auxiliares que tomaran medidas, se negaron los vecinos a facilitar las llaves para abrir la puerta correspondiente. El temor de que sean desalojados de sus viviendas, debe mantener en guardia a los habitantes de las mismas. No sé si este mismo instinto defensivo ha hecho circular la noticia, más tene brosa que todas las anteriores, de que durante la gran epidemia del cólera de finales del siglo pasado se utilizaron algunos de los compartimientos de la cueva, que fue ron tapiados herméticamente, para almacenar cadáveres. La atribución a depósito de aguas romano surgió en m í al leer las referencias de Francisco de Rojas y localizar su situación, cuando hace unos veinte años empecé a estudiar el acueducto. Esta referencia a pilares y arcos con fábricas de sillería, y el deta lle de galerías que parte de allí y que deben pertenecer a las arterias principales de la red de distribución, me dieron la confirmación de que, dada su situación, debía ser el depósito terminal que estaba buscando y que era indispensable en una obra tan completa como es la de este abastecimiento. Toledo, que es un compendio de la historia de la arquitectura española, está falto de monumentos de época romana; este depósito podría servir para subsanar esta defi ciencia y está pidiendo su exploración y restauración, que es además compatible con la existencia de'las casas que ocuparon el hueco de la iglesia de San Ginés. A cueducto
Para la reconstitución de nuestro acueducto disponemos de algunos datos: el del lugar exacto donde se erigía, el de su nivel superior fijado por la llegada del canal en lade ra izquierda, el del arranque de uno de los arcos del paso inferior en ladera izquier da, los arranques de dos pilares en las márgenes del río y un triángulo de tímpanos correspondientes al primer piso de arcadas en la orilla derecha. La alineación del acue ducto prolongada pasa m uy cerca del lugar de la cueva. El ingeniero geógrafo Sr. Rey Pastor, her mano del insigne matemático del mismo ape llido, hizo una reconstitución del alzado del acueducto partiendo de dichos datos y utilizan do un levantamiento topográfico directo del perfil del cauce. Supone una ordenación de arcadas en tres pisos partiendo de la seguridad casi total del trazado en piso inferior con tres arcos de unos 28 m de luz. Sobre éstos coloca otros dos pisos en los que la luz de las arcadas R uina del a cu e d u cto co rre s p o n d ie n te al h o rm ig ó n de re lle n o en el a rra n q u e de un arco de ladera iz q u ie rd a . Se observan las h u e lla s que han d e ja d o los s illa re s del ch a p a d o
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Acueductos romanos en España
queda reducida a la tercera parte con pilares esbeltos en el piso intermedio y m uy enanos en el tercero. En esta reconstitución se ve clara la imposi ción de la silueta del Pont du Gard, con sus tres niveles y triplicación de las arcadas en coronación, aunque en éste se mantienen las mismas luces en los dos pisos inferiores. Nosotros hemos tanteado una nueva reconstitución manteniendo las luces en el segundo piso, con lo cual llegamos perfectamente al nivel supe rior; y añadiendo una altura suple mentaria para la coronación y un espesor de clave de 1,20 m, obtene mos aproximadamente en la silueta de las arcadas superiores la superposi ción del semicírculo sobre cuadrado, que, como ya hemos comprobado en los casos estudiados de acueductos con dos pisos, es como una invarian te de los ejemplares españoles. La luz, muy próxima a los 30 m, que corresponde a este acueducto, le da una impor tancia extraordinaria, pues está en la meta de los arcos de puentes o acueductos roma nos. En nuestro país sólo el puente de Alcántara llega a ella. En acueductos extranje ros el máximo corresponde a Pont du Gard, cuyo vano central sobre el cauce tiene 26,50 m. En puentes el máximo ha sido el de Narni, hoy arruinado, que llegaba a 34 m; el arco principal de Orense, con 37,80 m, aunque dudosamente romano, y el de Martorell, que puede ser una reconstrucción medieval englobando en uno dos arcos romanos. El de Ceret, récord medieval, tiene 45 m. La solución de tres pisos nos parece forzada, y sobre todo cargar los arcos de 28 m con dos pilas intermedias que transm itirían una carga importante no tiene consistencia estructural ni estética, ya que en Pont du Gard, al triplicar en el tercer nivel el núme ro de arcos, no se trata en realidad de un nuevo piso de arcadas, sino más bien de aligerar el zócalo supe rior, motivado por una rectificación en el nivel de paso del canal, que era demasiado importante para dejar macizada la diferencia de altura.
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Ladera de re ch a en la zona d o n d e se apoyaba el a cu e d u cto . Los restos del p ila r en el b orde del ca u ce e stá n bajo las aguas
R esto de tím p a n o
R esto de p ila r su m e rg id o
Vista d e l in tra d ó s del arra n q u e d e l arco, d e sp ro visto de la sille ría q u e lo p a ra m e n ta b a
Capítulo V II. Otros acueductos
A cueducto d e B arcelona
Del acueducto que abastecía la ciudad de Barcino han quedado dos arcadas gemelas emparedadas en el torreón de la muralla que forma uno de los bastiones de la Puer ta de Arcediano. Se descubrieron al derribar en los años cincuenta las casas adosadas al mismo, restaurándose a continuación mediante una reparación externa del para mento de dicha torre y un trabajo de demolición interna hasta dejarlas libres del relle no de fábrica irregular que las aprisionaba en el grueso de la muralla. Por último, en el año 1957 se reconstruyó una arcada completa en prolongación de la que aparecía en el torreón, que sirvió de modelo, subiendo el nuevo pilar sobre la cimentación auténtica, también descubierta al derribar las casas. Referencias de este acueducto nos dan: Cean Bermúdez, Almerich y la Carta Arqueológica de Barcelona. El primero indica la existencia de «fragmentos de un acue ducto a la entrada de la calle de Capellanes», así como la de «un arco m uy elevado en dirección a la catedral» y de «otros vestigios del mismo acueducto en la montaña de la Colserola». Almerich, en su H istoria deis Carrers d e la B arcelona Vella, en el artículo corres pondiente a la calle de Los Arcos, dice que ya en el siglo XIII el sitio era conocido por la denominación de Puente de la Moranta, porque allí existía un trozo del acueduc to, cuyas arcadas fueron quedando absorbidas por los edificios que se construyeron al formar la calle, que se denominó «deis Ares», por esta causa. También se la conocía La p u e rta d e l A rce d ia n o a n tes de d e rrib a r las casas del lado iz q u ie rd o (según Florensa: Las m u ra lla s ro m a na s de B arce lo n a )
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Acueductos romanos en España
por la «del horno de los arcos» por existir un horno en dicha calle, pero, según el mismo autor, desde el siglo XVI se quedó con el nombre actual. Según el mismo cro nista, las aguas procedían de «los Agudells». En la Carta Arqueológica de la provincia de Barcelona se hace referencia al topo nímico de la calle dels Arcs y se cita que en escrituras antiguas del siglo X sobre ven tas de lotes de terrenos cerca de la puerta de la plaza Nova se habla de archos an ti cos, opere antico fa cto s y archis priscis unde o lim aqua consuerit decurrere. También se recoge la cita de Carbonell en su C hroniques d e Espanya (Barcelona, 1547) referen te al acueducto, que traducimos: «gran conducción de agua que, elevada sobre bóve das en Los Ares, venía del río de Betulo que se denomina Besos, del cual se encuen tran ruinas en muchos lugares especialmente entre el camino que va a Horta y el que va a San Adrián, y dentro de la ciudad en la calle llamada «la volta de la eure» y la llamada «lo malcuinat», y en las torres de la puerta de la Plaza Nova, que son ahora del Arcediano». De aquí se deduce en la citada Carta Arqueológica que el agua se traía del Besos. También se establece que Bosarte vio en el siglo XVIII restos del acue ducto. Explorando las casas de la calle de Los Arcos descubrimos en el año 1967 en una de la acera de los pares, cuya alineación estaba aproximadamente en la dirección del acueducto que define la arcada aparente en la muralla y la reconstruida recientemen te, una pilastra empotrada en el muro del zaguán de la casa número 3. Esta pilastra ostentaba sólo uno de sus paramentos transversales y quedaba muy próxima a la facha da, pues parecía quedar oculta la cara correspondiente a la calle únicamente por el revestimiento de sillarejo de la fachada. La pilastra se perdía al interceptarla el techo, ya que los arranques de los arcos debían estar más arriba. Estuvimos revisando el bajo inmediato de la misma casa —que acababa de desalojarse por traslado del estableci miento «Casa Marzal», que allí estuvo instalado-, quedándome convencido de que la distribución de huecos en fachada era incompatible con las posiciones que debían corresponder a los pilares del acueducto, a partir del que habíamos descubierto. Habiendo dejado para otra visita a Barcelona el estudio completo de las posibili dades de encontrar más vestigios del acueducto, hemos tenido la mala fortuna de que al llegar dicha ocasión, en el pasado año de 1970, la casa de la calle de Los Arcos se había derribado, desapareciendo, sin dejar rastro, la citada pilastra. Actualmente sólo queda en la acera de los impares de dicha calle el edificio, en restauración, propiedad del Real Círculo Artístico. También era de una entidad cultural el edificio derribado, actualmente solar para estacionamiento, y produce verdadero dolor el contraste de que mientras están decorando rabiosamente aquel edificio para darle carácter anti guo, liquidaran sin darse cuenta el pasado de la calle derribando el último vestigio del acueducto que le dio el nombre. En compensación, creemos que esta misma exploración, siguiendo la alineación del acueducto, pero hacia el interior de la ciu dad antigua, nos ha deparado otras pilas de nuestro monumento encajadas en la pared de la capilla de acceso a la catedral, pasando por el claustro, desde la calle de Santa Lucía. Parecen sucederse en la pared de la izquierda, entrando, tres fajas verticales correspondientes a paramentos de pilas, con intercalaciones de fábrica posterior del doble de su latitud, o bien aislando hornacinas que forman altares.
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Foto p la n o d o n d e aparecen la p u e rta del A rce d ia n o , la c a lle de Los A rco s y la plaza de C ap ella n e s
Capítulo V II. Otros acueductos
La to rre de la p u e rta del A rce d ia n o en la cu a l q u e da ro n e n g lo b a da s dos p a re ja s de arcadas del a cu e d u cto rom ano, de las cu a le s aparece una (según Florensa: Las m u ra lla s rom anas de B arcelona)
Los restos destacados a que nos hemos referido y que son los únicos que actualmente se conservan, son la pareja de arcadas paralelas gemelas que quedaron aprisionadas al construirse la muralla. Una de las pilas delim ita el saliente de la torre con respecto al lienzo de la m uralla, quedando visible en los dos paramentos perpendiculares, y su arista es también arista de la torre, siendo paramento transversal de ésta el longitudinal de aquél, y a la inversa en la corres pondencia de los otros dos. En el paramento frontal de la torre, separado únicamente por medio metro de relleno de m anipostería posterior, aparece el paramento de otra pila, que corresponde al acueducto gemelo del anterior. Luego la torre continúa revolviendo en cuarto de círculo su fábri ca externa y formando con su sim étrica la puerta de entra da, que prim itivam ente se coronaba por un medio punto entre ambas. R estos del a c u e d u cto
C a lle de Los A rco s
Plaza de C apellanes
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Acueductos romanos en España
D e ta lle s de la e s tru c tu ra en a lza do y se cción tra n sve rsa l (A cu e d u cto s II y I)
acueducto d e Barcelona
El á n g u lo de la to rre de re ch a de la p u e rta del A rce d ia n o con la arcada a u té n tic a del a cu e d u cto restaurada y otra re co n s tru id a sobre c im e n ta c ió n a u té n tic a (A c u e d u c to II)
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Capítulo V II. Otros acueductos
C uatro vista s d e l a cu e d u c to II con la arcada a u té n tic a re sta u ra d a y una m ás re c o n s titu id a
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Acueductos romanos en España
P ila r-im p o sta e in tra d ó s de bóveda del a cu e d u c to I
P ilares de am bos a cu e d u cto s, visto s del lado c iu d a d ( l- ll) (se observa uno de e llo s con el pa ra m e n to p ica do )
A rra n q u e de bóveda del a cu e d u c to II (el m ás m oderno)
Fotos del In s titu to M un icip al de H istoria de Barcelona. Excavaciones, m arzo 1 9 6 0
Zona baja de los p ila re s de la fo to a la iz q u ie rd a (se observa la pequeña d is ta n c ia que separa a am bos a cu e d u cto s)
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Capítulo V II. Otros acueductos
Quedan así visibles al exterior dos conjuntos de restos: A) Dos paramentos en ángulo recto de un pilar, formado el ángulo de la torre en la parte inferior; las dos terceras partes de la boquilla de una de las bóvedas que sustentaba y el tímpano de la misma prolongándose por los cajeros del canal, todos ellos enrasados en el paramento transversal que delimita la torre. La arca da inmediata, con sus tímpanos y cajeros, se construyó en 1957 sobre el cimien to auténtico, según ya hemos indicado. B) El paramento transversal de un pilar gemelo del anterior que pertenecía al acueducto paralelo, apareciendo en el paramento torre casi adosado a su com pañero. P aram e n to fro n ta l y co rte por a rra n q u e s de bóveda, hasta la ca ja por el pla n o del p a ra m e n to tra n sve rsa l en a cu e d u cto II, vis to desde el lado de fu e ra (Foto del In s titu to M u n ic ip a l de H is to ria de B arce lo n a )
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Acueductos romanos en España
Además, en el interior de la torre, gracias a la labor de derribo de la fábrica que los envolvía, han aparecido las dos arcadas que corresponden a los restos exteriores que hemos descrito. Estos pueden visitarse desde la casa del Arcediano descendien do al sótano, y tenemos que hacer constar la amabilidad con que siempre hemos sido recibidos en dicha casa, donde además nos proporcionaron las fotografías interiores que muestran los pilares y bóvedas de las dos arcadas recuperadas, tomadas durante los trabajos de desescombro. D escripción
De estos datos se deduce que el acueducto debía tener longitud importante, por lo menos la correspondiente al recorrido desde la calle de Capellanes, la de Los Arcos y Plaza Nueva, para llegar con una altura importante a la zona donde queda emparedado por la muralla y teniendo que prolongarse por ambos lados para llegar a nivel del terreno. También se deduce que es doble, o sea, integrado por dos alineaciones de arcadas paralelas m uy próximas, a unos 0,45 m (l */2 pies), y cada uno de ellos formado por pilares cuadrados de 1,55 m (5 pies), con bóvedas de 3,10 m (10 pies) de vano; es decir: con una relación de vano a macizo de aproximadamente 2. Los pilares de ambos tienen paramentos de sillarejo con hiladas horizontales de diferente altura, repitiéndose la misma fábrica en tímpanos y en la coronación que corresponde a los cajeros del canal. En uno de ellos es más cuidada que en el otro, mejor talla y mayor tizón, pero donde existe gran diferencia es en las bóvedas, pues en aquél está constituida por dovelas trapeciales de buena escuadría distribuidas longitu dinalmente en tres hojas independientes con juntas seguidas de 0,50 m de anchura
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Los dos p ila re s de fo to s a n terio re s, visto s desde a rrib a lado c iu d a d rom ana. A parecen co rta d o s los tím p a n o s y p ic a d o el p a ra m e n to
Capítulo VII. Otros acueductos
media, interrumpidas por la dovela de clave, que va de paramento a paramento. En el otro acueducto las dovelas, m uy estrechas, unas treinta y cinco en total, con espesores entre 15 y 20 cm y en una sola hoja en cada uno de los paramentos, con anchura de sólo 15 cm, apareciendo en el resto del intradós mampostería concertada (opus incer tum). La boquilla, muy bien aparejada, tiene un espesor de 0,50, con lo cual las que arrancan de un mismo pilar dividen en tres partes aproximadamente iguales el espe sor del mismo, quedando entre ambas un espesor del tímpano de la misma latitud que ambas. Los cajeros tienen una altura de 1,10 m y la caja es de 0,75 x 0,75 m. Los tímpanos se coronan por el ático correspondiente a la caja, intercalando entre ambos una impostilla de pequeño espesor y saliente, tangente a la coronación de boquillas. Existe un segundo resalto en paramentos, que es la última hilada del pilar, con triple altura que las demás, correspondiéndole también aumento en las otras dos dimensiones. El núcleo está relleno de un modo uniforme con opus cem en ticiae de cantos gruesos, distinguiéndose también la calidad en cada uno de ellos. El interior del canal está revestido con un enlucido del opus signium característico en todos los acueductos. Problem as arqueológicos
Como en casi todos los acueductos que hemos estudiado, no existe ninguna referen cia documental que permita datar los dos que ahora nos corresponden. Sólo referen cias estilísticas y límites temporales de deducción elemental, como, por ejemplo, la consideración de que ambos son anteriores a la construcción de la muralla, la cual corresponde al tránsito del siglo I I I al I V d. C. De este tipo de relaciones temporales tenemos también la noticia datada de la construcción de unas termas a expensas de Lucius Minicus Natalis y su hijo, que cons ta en una lápida de mármol conservada hoy en el Museo de Arqueología de Barcelo na y cuya inscripción se recoge en el Corpus con el número 5.145. Sobre estas termas se construyó la basílica de San M iguel, que fue una de las primeras iglesias donde hubo culto cristiano en Barcelona y se derribó en el año 1868, descubriéndose enton ces la lápida citada y un hermoso mosaico con motivos de tritones, hipocampos y delfines, conservado también en el mismo Museo. Al hacerse el derribo se compro bó que una de las capillas, quizás la principal, era un frigidariu m , m uy parecido al de las termas de Arlés. La iglesia de San M iguel ocupaba parte de la plaza actual del mismo nombre, que se amplió con el derribo, y se encuentra en la prolongación del acueducto. Los M inicius pertenecen a los tiempos de Trajano y Adriano (el padre llegó a cónsul y el hijo a tribuno de la plebe), y en dicha lápida se hace referencia al emperador Adriano. En otra lápida del siglo I I (Corpus, 4514), donde salen a relucir éstas u otras ter mas de la ciudad, se conmemora un feliz acontecimiento de cierto ciudadano hacien do donación de aceite para su uso en los baños un determinado día. Florensa, en la obra ya citada de las M urallas rom anas , apunta que la construcción de estas termas podría ir aparejada con la construcción o reconstrucción del acueducto. Nosotros también creemos que son dos sucesos relacionables, y que la posibilidad de abrir
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Acueductos romanos en España
unas termas supone la mejora del suministro de aguas a la ciudad y podría ser la de construcción del primer acueducto, dada la época en que nos movemos, pues por el correcto estilo de bóvedas de sillería con dovelas de escuadría clásica ordenadas en todo el ancho pueden pertencer m uy bien a la época de Trajano, aunque caigamos en la topicidad de hacer a este emperador padre de otro acueducto más. En cuanto al otro acueducto, que en su descripción ya lo hemos considerado como posterior y de fábrica más incorrecta en todos sus elementos, encontramos parecido con los de Fréjus y de Lyon, que aunque no datados se refieren siempre a los siglos II o III. Su ejecución con bóvedas de dovelas tendiendo a lajas, que se utilizaron como molde aparente y sólo en paramentos, rellenando después el núcleo con maniposte ría en hiladas horizontales, señala ya un proceso m uy avanzado en la evolución del concepto de bóveda, cuyo modelo clásico, no im ita do en este particular, lo tenían a la vista en el acue ducto inicial. Este proceso de evolución de las bóve das lo hemos analizado detenidamente al tratar de los acueductos de Pineda y Alcanadre y lo comprobamos en los restos de la fábrica interior del acueducto de Toledo. En el caso actual -com o ya hemos adverti do—destaca la perfección constructiva del que ha quedado oculto al no prolongarse, como debería haberse hecho al reconstruir la arcada nueva de su gemelo. La idea de esta prolongación ha sido acerta da, pues ha definido la naturaleza del monumento, que hubiera quedado desapercibida, con la sola pre sencia de un pilar y parte de la bóveda incrustadas en la muralla. Se ha dado gracia al ambiente romano de
A c u e d u c to ro m ano de Fréjus (F ra n cia ). Fotos de M a u rice P ezet: S u r les Traces d 'H e rc u le s
A c u e d u c to ro m a no de B arbegal (F ran cia ). Fotos de M a u rice P ezet: S u r les Traces d ’ H e rcu le s
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Capítulo VII. Otros acueductos
A c u e d u c to ro m a no de Lyon (F ran cia )
esta zona, al destacar el tema de uno de los monumentos más representativos de nues tros antecesores los romanos, pero se enriquecería esta evocación completándola con el gracioso acompañamiento de su gemelo, dando un ejemplo de lo que es el arte de la arquitectura ingenieril, donde manejando un repertorio de temas tan reducido, como es el de la arcada coronada con un canal, se pueden introducir variantes, que expresan además fielmente las condiciones constructivas de la época. A c u e d u c to ro m a no de Fréjus (F ra n c ia ) (según H. P. Eydoux: La France A n tiq u e
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Acueductos romanos en España
A cueducto de Alcanadre Descripción
La conducción de agua a que corresponden los restos del acueducto de Alcanadre ser vía a la ciudad romana de Calagurris, hoy Calahorra. El agua procedía de unos manantiales en el término de Estella, y aunque no hemos conseguido fijar ningún punto del trazado parece que pasaba por un barranco, que se denomina de Los Arqui llos, donde debió existir obra elevada. También debe tener alguna relación con ella el actual pueblo de Los Arcos. El paso del Ebro de esta conducción era el acueducto que estudiamos, cuyas rui nas de la margen izquierda es lo único que aparece en la actualidad, ya que no se divi san restos ni en la orilla derecha ni en el propio cauce. Esto último es natural, pues agua abajo, a unos 1.200 m, se ha construido en este siglo una presa de derivación que eleva el nivel de las aguas, por lo cual los restos que deben existir de los pilares dentro del cauce quedan sumergidos en toda época. Estas ruinas que señalan el trazado y que son el único vestigio que conocemos de la conducción (*) se encuentran en el tramo de río entre los pueblos de Alcanadre (mar gen izquierda) y Lodosa (margen derecha), mucho más próximas del primer pueblo, al que ha dado nombre, pues alcanadre en árabe significa puente, como alcántara. El acueducto de Alcanadre era en realidad un puente-sifón, siendo su caja, que debía estar cubierta por bóveda de medio punto, una galería visitable, donde las aguas venían encauzadas en tuberías cerámicas que las encañaban a presión. Hoy día no queda resto alguno de estas tuberías y m uy poco de las paredes de la galería, pero debemos esta referencia al ilustre arqueólogo D. Blas Taracena, quien nos recomen dó en 1943 el estudio de esta obra, en la cual le resultaba m uy extraño el hecho sin gular de la abundancia de tuberías en las inmediaciones. También debemos al Sr. Taracena las tres fotografías que reproducimos, que pueden datarse en los años veinte y en las cuales se aprecia notable diferencia del estado de las ruinas, al compararlas con las fotos que hemos obtenido en marzo del pasado año (1970). Actualmente las ruinas alinean hasta seis arcadas de las quince que aparecen en las fotos antiguas, empezando por unas casi enterradas con menos de medio punto y a las cuales le siguen otras que apenas lo completan, quedando en las últimas supera do este contorno en intradós al continuarse por verticales que destacan pilares inci pientes, sin que se marque separación entre ambos elementos arco y pilar. Las restan tes ruinas son verdaderamente informes, se hallan bastante removidas y algunas volcadas. Junto al acueducto existe un camino que llega hasta el río, en una zona de saca de arenas que ha trastornado toda la zona que debía corresponder a la obra, por lo cual ha desaparecido todo rastro. Como ya hemos indicado, pudieran existir restos de las pilas dentro del cauce, pero actualmente siempre sumergidas.
(*) Existen vestigios de la llegada del canal a Calahorra, según se indica en el Archivo de Arqueología.
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Capítulo VII. Otros acueductos
F o to p la n o de la zona d o n d e se e n cu e n tra n las ru in a s d e l a cu e d u cto
R u inas del a cu e d u c to
C arretera a Lodosa
C arretera a Los A rcos
Río Ebro
C arretera a A lca n a d re
F erro ca rril
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Acueductos romanos en España
A c u e d u c to de A lca n a d re Tres fo to g ra fía s del a cu e d u c to to m a d a s en los años ve in te por el arq u e ólo g o D. B la s Taracena
E stru ctu ra en a lzado y se c ció n tra n sve rsa l
D e ta lle de la zona según el m apa de C oello
R u in a s del a cu e d u cto .
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Capítulo VIL Otros acueductos
A cu e d u c to de A lca n a d re . F o to g ra fías a c tu a le s de las ru in a s conservadas. V ista de c o n ju n to
A rq u e ta de to m a de presión
P rim e ra s arcadas
Tram o in ic ia l, que se conserva
C o n ju n to de a rcadas
A rca d a s de m ayor a ltu ra
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Acueductos romanos en España
La alineación de arcadas aparece a 7 m del borde de la carretera de Lodosa a Los Arcos, en dirección ligeramente oblicua, quedando el muro donde se iniciaba la ele vación sobre el terreno cortado por la carretera, pues aparece al otro lado de ésta, reco nociéndose a poco un ensanchamiento que pudiera corresponder a una arqueta de comienzo de obra, quizás con arranque de las tuberías. A ésta le precede un trozo de canal o galería, lo cual no puede distinguirse porque quedan únicamente la solera y arranques de muros, que desaparecen al irse enterrando aquél conforme va subiendo la ladera. Esta termina en una terraza de erosión que está a unos 100 m de altura sobre el nivel del río. Parece lo más lógico que el canal se introdujera en túnel para salir en alguno de los barrancos producidos por erosión, pudiendo así orientarse en dirección noroeste, que es la que le corresponde tomar para dirigirse hacia el origen, por el barranco de Los Arquillos. Las dimensiones de las arcadas son: luz, 4,50 m (15 pies), a excepción de las pri meras semienterradas, que no llegan al medio punto y cuyo vano oscila de 3 a 4 m. Las pilas tienen 1,10, siendo de 2,25 la latitud única entre paramentos. La anchura de la galería es de 1,00 m (3 V2 pies), con sendos muretes de 0,60 (2 pies). El espesor de las dovelas oscila alrededor de 10 cm (‘/3 pie). Problem as arqueológicos
Como nos ha ocurrido en todos los acueductos estudiados, no tenemos fuente docu mental que nos permita fijar ni aproximadamente la fecha de su construcción. En éste, además, no existen referencias de ninguna época, salvo las que aparecen en el mapa de Coello correspondiente a Logroño, aunque equivocada, pues figura como: «acueduc to arr. llamado los Arcos de los Moros». Las únicas orientaciones para su encaje pro ceden de las ruinas mismas, pues incluso su correlación estilística con los restos de otras obras análogas no nos sirven, ya que tampoco estas últimas han sido datadas. Por lo pronto observamos una diferenciación total de sus fábricas con las de los acueductos de primera época. Nada más alejado, por ejemplo, de la fábrica segoviana, con hermosos sillares rectangulares y dovelas con proporciones poco alejadas del cuadrado, que este sillarejo tan alargado, especialmente en lo que se refiere a dovelas, las cuales además se caracterizan por su irregularidad tanto en soga como en tizón, pues se ordenan expresamente para dar boquillas en creciente de arranques a clave. Pero la distancia estilística es mucho mayor al comparar estructuras internas; en Sego via tenemos una fábrica exclusivamente de sillares asentados directamente unos sobre otros sin aglomerante que los enlace y rellene los huecos, mientras que en Alcanadre el sillarejo es un revestimiento superficial que sirve de molde a una fábrica interna cem en ticia e que se aglomera con mortero de cal, sin establecer distinciones en este núcleo entre bóvedas y tímpanos y entre tímpanos y pilas. Desde los sillares asentados a hueso, que es herencia de la arquitectura griega, donde sus dimensiones son distintas según la hilada que corresponde en el alzado del edificio, y que, además, reciben nombre según su específica situación: «eutinteria», «ortostatos», etc., en el caso particular de los templos, a lo propio de la arquitectura romana, con sus grandes muros y bóvedas, en los cuales se distinguen estructuralmente
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Capítulo V II, Otros acueductos
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Acueductos romanos en España
A c u e d u c to de A lca n a d re . D e ta lle de los a p a re jo s en los fre n te s
E stado de la c o ro n a ció n
E scorzo que m ue stra la su p e rp o sició n de las fá b ric a s
D e ta lle de la fá b ric a in te rn a
superficie y relleno, se tiene un ciclo completo en concepción y técnica. En la actualidad se ha ido más allá, dejando el hormigón al descubierto, lo cual se ha verificado sólo m uy recientemente tanto en los edificios como en las presas y puentes, habiéndose utilizado durante mucho tiempo este procedimiento romano de capa externa de ladrillo o piedra para lucir y además servir de encofrado a un núcleo interno de hormigón. Naturalmente que esta técnica actual que comentamos no ha necesitado entroncarse directamente con la romana, separada por una solución de continuidad de varios siglos, ya que además al llegar a ello no necesita de un lento proceso evolutivo, sino que de partida es más sencillo establecer este reparto de funciones, pues para dejar el hormigón al descubierto hay que construir ver daderamente bien. De todos modos existe, en este punto, una diferencia muy notable entre la técnica romana y la actual, ya que no era posible una estructura constructiva puramente de hormigón debido a que los conglomerantes de aquella época eran de un endurecimiento
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Capítulo V II. Otros acueductos
m uy lento. Los cementos actuales adquieren consistencia en un período mucho más corto que las cales empleadas por los romanos, las cuales se caracterizan por esa con dición de tardar años en consolidarse, frente al mes característico para definir la resis tencia de nuestros hormigones. Por este motivo las fábricas romanas de hormigón no son inicialmente resistentes, sino relleno, plem enteria. Sus muros, y con más motivo sus bóvedas, necesitan de una estructura resistente específica que soporte en prime ra época al peso de toda la construcción. Son los anillos internos de ladrillo que se construyen inicialmente en la bóvedas, así como las trabas entre paramentos de sille ría en los muros. Esta idea de elementos activos y pasivos reaparece en la arquitectura medieval, donde, como se abandonó la construcción con hormigón, se da la paradoja de que tanto los elementos activos -nervios- como los pasivos -plem enteria—son resisten tes, puesto que estos últimos son también de sillarejo, aunque menos cuidado que la sillería de los nervios; pero, como adquieren formas aptas para resistir a compresión, se incorporan desde un principio a la función resistente, reforzando notablemente la capacidad del esqueleto formado por los nervios. Esto se ha comprobado en todos los hundimientos más o menos naturales de las bóvedas góticas y m uy particularmen te en las destrucciones bárbaras de los bombardeos modernos. Para completar esta breve comparación de las fábricas donse se ha utilizado el hor migón, recordaremos la notable transición de la palabra cemento, que hoy día es sinó nimo de conglomerante, mientras que empezó en Roma como caem enta , u opus cae m enticiae, que significan, respectivamente, piedra partida, y fábrica en que ésta se emplea. Las anteriores consideraciones nos sirven para llevar la fecha de nuestro acueducto al siglo II, mediado por lo menos. Su construcción es bastante buena, el intradós de los arcos está muy aquilatado y terminado con gran regularidad en el enrase de los dos para mentos, que, como ya hemos indicado, no ostentan ningún resalto. También la rela ción de vano a macizo denota dominio, pues resulta de 4,50, con un espesor de pilas de alrededor de 1 m, cifras que indican un gran avance dentro de la morfología de los puentes, con los cuales hay que establecer relación, mejor que con los acueductos. Buscando otras obras análogas fuera de nuestro país encontramos en la conducción de Fréjus, que alimentaba la colonia de Forum Julii, en la Galia narbonense, nueve acue ductos. Tenemos en ellos una fábrica de sillarejo cuyo alargamiento se hace máximo en las dovelas. Están dispuestas en un aparejo muy regularizado, formando chapado con poca trabazón respecto del resto de la fábrica del pilar. El sillarejo de los tímpanos pasa por entre los arranques de las bóvedas para formar el pilar sin discontinuidad. También en el acueducto de Barbegal, cuyas aguas se explotaban en uno de los primeros aprovechamientos industriales que se conocen, pues daba movimiento a un conjunto de molinos de harina dispuestos en cascada y en dos grupos, aprovechan do la pendiente de la ladera. En esta obra existen también paramentos planos sin mol dura alguna con boquillas de sillares radiales m uy alargadas y dispuestas en crecien te perfecta, pero de poco espesor independientes del resto de la estructura de la bóveda, por lo cual en muchas zonas se han desprendido del paramento, como ocu rre en Alcanadre.
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Acueductos romanos en España
También tenemos características análogas en alguno de los acueductos de Lyon, cuyas ruinas ostentan las boquillas desprendidas íntegramente en grandes trozos, mos trando las capas internas de la bóveda con piedras en forma de lajas dispuestas radial mente, destacando del relleno de tímpanos, cuyo hormigón se ha ido colocando por hiladas horizontales sin discontinuidad.
A cueducto de Pineda
De este acueducto existe una monografía m uy completa publicada por el Institut D'Estudis Catalans en el año 1936, de la que es autor D. Francesc Prat i Puig y se denomina L 'aqiieclucte R om éde Pineda. El actual Ayuntamiento de Pineda, muy celo so de la pertenencia del acueducto —lo tiene en gran estim a-, nos facilitó la visita a las ruinas en el pasado año (1970) y nos propor cionó fotografías actuales de las mismas. Tam bién damos las fotografías que nosotros obtuvi mos en dicha visita en comparación con las de dicha monografía, de la cual hemos sacado, ade más, la mayor parte de los datos que publicamos. Según Prat i Puig la conducción tomaba las aguas de unas fuentes existentes en la Riera de Pineda a la altura de Can Bafí, mediante presa de poca altura en un estrechamiento del cauce, produciendo un pequeño embalse que servía para dar una alimentación continua al canal. Este se desarrolla en la ladera izquierda de la Riera y debía ser cubierto, yendo unas veces a media ladera y otras sobre muros, destacándose al aire en tres acueductos. El primero de un solo arco, hoy arruinado, en el barranco de la Font del Ferro, cuyo vano era de 3,12 m. Los otros dos más importantes, son: el de Can Cua, con lon gitud de 29,30 m, en el cual se abrirían unas siete arcadas de las cuales sólo permanecen cuatro completas, y el de Can Palau, del cual quedan restos de seis pilares de un lado y el arranque de la bóveda correspondiente en el lado opuesto. Se conservan restos de la conducción con bas tante regularidad, en longitud de unos 5 km, como puede verse en el plano que tomamos de la monografía indicada, desapareciendo total mente en dos largos intervalos, en los cuales supone el autor de la monografía que la conduc ción debe estar enterrada por pasarlos en túnel.
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P la n ta de la zona, según P rat i P uig
Capítulo V II. Otros acueductos
A lza d o y se c ció n tra n sve rsa l de la e stru c tu ra
u
6 p
A c u e d u c to de Can Cua. Tres vista s d e l a cu e d u cto . Fotos: A y u n ta m ie n to de P ineda
4P
Los restos desaparecen definitivamente en la explanada que existe junto a la carrete ra de la costa y frente al actual pueblo de Pineda, donde estaría la villa romana a la cual debían servir las aguas según el mismo autor. Las dimensiones internas del canal son de 0,30 x 0,50 y está revestido con un recu brimiento de opus signinum, característico de las obras romanas en contacto con agua. Las aristas inferiores se redondean, pero no tienen los cordones característicos en cuar to de círculo. El canal tiene una pendiente media del 1% y debía aportar un caudal de unos 15 litros por segundo. (Datos de Prat i Puig.) En el acueducto de Can Cua, como ya hemos indi cado, existían cuatro arcadas derecha y una caída, habiendo desaparecido otras cuatro o cinco que faltan para completar el espacio entre muros. Se conserva tam bién el final del muro en la otra extremidad. Hoy día siguen las cuatro arcadas, aunque más deterioradas. Se han perdido piedras en el intradós de las arcadas y jus tamente en el plano axial como si estuviera construido en dos mitades, faltando en zona central a todo lo largo. Han desaparecido los restos de la quinta arcada que
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Acueductos romanos en España
V ista general
A c u e d u c to de Can Cua. P ila r e xtre m o conservado
V ista desde aguas a rrib a
D e ta lle de la fá b ric a
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Vista desde aguas ab a jo
Capítulo V II. Otros acueductos
D e talle de la zona c e n tra l de una bóveda
Tram o d e l m uro en la c o n d u c c ió n
A rca d a in te rm e d ia
C anal sobre el m u ro . Se observa c la ra m e n te el re ve s tim ie n to in te rn o de o p u s s ig n in u m
A rca d a fin a l
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Acueductos romanos en España
aparece derribada en las fotos antiguas y también ha quedado enrasada la coronación, no descubriéndose restos de la caja. Los pilares tienen sección ligeramente trapecial, pues se nota en todos una lige ra dism inución de latitud hacia aguas abajo del torrente. Su espesor se mantiene alrededor de 1,22 m (4 pies), mientras que las latitudes varían desde 1,80 a 1,75 m (6 pies) agua arriba y de 1,77 a 1,70 m en paramento aguas abajo. Sus alturas van aumentado desde 2,35 a 3,10 m, siendo las luces también crecientes en el mismo sentido: 3,03 + 3,24 + 3,50 + 3,71. Al pasar a las bóvedas los arranques se remeten con respecto a los paramentos de pilares, siendo las luces de: 3,42 + 3,44 + 3,70 + 3,85. Como los niveles de coronación de pilas y el de trasdoses de bóvedas se m an tienen fijos, los perfiles de los arcos pasan del medio punto a ser ligeramente elíp ticos, aunque con m uy poco rebajamiento, pues la disminución de flecha corres pondiente es de 10 cm en el más afectado. Los espesores de bóvedas aparentes son de: 0,60; 0,75; 0,92 y 0,98 m, aunque en realidad no se trata de verdaderas bóvedas destacadas del relleno de tímpanos, sino que éstas han constituido una primera cos tra de lajas orientadas más o menos en dirección radial con profundidades m uy variables, pero aumentando de clave a arranques. Esto se hace escalonadamente y en correspondencia con los niveles de reparto para el relleno de tímpanos, lo que puede verse en el detalle de la sección longitudinal según el dibujo de Prat i Puig, donde aparece claramente esta disposición y resulta especialmente aleccionador el modo de cerrar la bóveda con cuña destacada que llega hasta el nivel superior del relleno de tímpanos. El acueducto de Can Palau fue más importante por tratarse de una depresión más larga que debió alinear unas 17 ó 20 arcadas, de las cuales no queda ninguna, y la mues tra más importante es el arranque de una en el mismo muro de extremidad situado aguas abajo en el canal. Se observa la misma disposición constructiva por fajas hori zontales que establecían cortes del paramento incluso en las bóvedas, con la única dife rencia que las lajas internas se disponen radiales antes que en las bóvedas del otro acue ducto, ya desde los 60 cm, cosa que no se consigue en el otro hasta la tercera capa. En toda la fábrica de ambos, tanto de las pilastras como de los tímpanos y bóve das, impera la construcción por capas de 50 a 60 cm, estableciéndose a veces planos de nivelación mediante lajas de poco espesor y en el primero aparecen también en estos planos agujeros de unos 5 cm que debieron servir para amostrar las dos caras del molde ampliando la contención con planchadas o zapatas de madera. En la fijación de fecha hay que avanzar al siglo I I y probablemente al I I I , pues los detalles de la ejecución de la fábricas denotan una evolución de la técnica construc tiva que sólo encontramos en los últimos siglos de la arquitectura romana. El autor de la monografía, tantas veces citada, señala el hecho de encontrarse, en la zona donde debió estar la villa romana, cerámica romana desde el siglo I al I V , pero con mayor abundancia en los del I I y I I I .
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Capítulo V II. Otivs acueductos
A cueducto de S a d a b a Dos vista s de los p ila re s y una del canal e n ca ja d o en roca. Fotos: G a lia y (16)
Las ruinas de este acueducto son 30 pilares en los que se superponen sillares mal escuadrados y de altu ras m uy diferentes en pila única con p lan ta d ecrecien te de abajo arriba, coronados por otro ligera mente desbordante del inm edia to y que lleva el cajeado del canal. El número primitivo de pilas debió ser m ucho m ayo r, ten ien d o en cuenta la longitud de la depresión existente. El canal tenía que ser de madera, ya que no cabe un enlace mediante arcos entre pilares. Esta solución era más corriente en puentes donde un tablero de made ra se podía siempre tender entre pilas a distancias de 4 a 9 m, que son las norma les en los puentes romanos de luces medias. Es monumento nacional junto con las ruinas de las termas próximas, teniendo el número 1.085. Quedan también restos del canal encajado en el terreno. La distancia entre pilares es aproximadamente de cuatro metros y la canal tiene una sección útil de cuarenta y dos por veinte centímetiOS, según J. Galiay. La conducción venía del arroyo Arbas de Luesia, donde existe una pequeña presa de derivación casi enterrada aguas abajo de Malpica y debía de servir a la antigua ciu dad de Atiliane o Aquae Atilianae que se menciona como XI mansión en la vía roma na de Astúrica a César-Augusta. Hoy es el despoblado de Clarina donde se encuen tran restos de construcciones romanas; las principales parecen ser de unas termas, habiendo también en los alrededores una tumba que por la inscripción debió ser de la familia de los Atilios. Puede asimilarse al de Segovia por la falta de conglomerante. También parecen ser de la misma época las ruinas denominadas de Los Bañales. No hemos podido realizar una visita al terreno, habiendo tomado los datos ante riores de los trabajos que aparecen en la bibliografía.
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Acueductos romanos en España
A cueducto de Chelva
De la conducción de agua a Loura (actual Liria) quedan en las cercanías del pue blo de Chelva (a unos 5 km) las ruinas de dos acueductos, uno de los cuales sirvió en época moderna de puente. Quedan también trozos de la canal y dos túneles, aparte de una gran trinchera a la salida de uno de los acueductos. Parece que las aguas se tomaban de los m anantiales llamados los Chorros de Tuexar, pasando a poco la rambla, denominada actualmente de los Arcos o de Alcotás, por uno de los acueductos que tenía seis arcos los cuales no se conservan. Seguía el canal excava do en la roca y se llega al segundo acueducto compuesto de tres arcos con dos pila res centrales cimentados en el cauce pero sobre roca, lo cual ha permitido que se conserve casi en su totalidad y pueda utilizarse como puente. La altura máxim a llega hasta 33 m con una anchura en lo alto de 2,10 m. Los pilares son escalonados como en Tarragona y la obra es de optis cuadrata. A la salida de este acueducto se ha tajado en toda la altura un picacho de unos 25 m en lugar de pasarlo en túnel que hubiera tenido alrededor de 50 m de longitud. Esta peña se llama actualm en te la Serrada por el corte tan singular. Los túneles tienen ventanas para facilitar la construcción. También se conserva alguna zona de canal a media ladera con muro para cimentar el cajero externo. G rabado de C a va n ille s [5 ]
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Capítulo V II. Otros acueductos
v u / í t'M M a/U .
P lano y d e t a lle s g e o m e tr a le s (leí A c u e d u c to ile C H E liV R S . P lan e t d e ta ils g é o m e íra n x de l'A ^ u éd u c de C H E L V E S .
J
P lan a n d g e o m e tric a l details o f t lie A q u ed u ct o f ( 'H E L V E S .
A cu e d u c to s de C helva G rabado de L aborde [2 ]
P ágina sig u ie n te A c u e d u c to s de Chelva G rabado de L a borde [3 ] y [4]
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Acueductos romanos en España
A cueducto de Valencia de Alcántara
Todo lo que publicamos sobre este acueducto, fotografías, datos y antecedentes, lo debemos a la amabilidad de dos valencianos o valentinos, amantes de las tradiciones de su ciudad, señores Avila y Diéguez, a los que hemos acudido por no haber llega do a tiempo en el estudio de la obra, al no poder encajar el viaje necesario y que no desistimos de realizar más adelante. Según estos señores, la Valencia de Alcántara actual es la Valentia que fundó «Junio Bruto, cónsul en España, dando tierras y una ciudad llamada Valentia a los que bajo Viriato combatieron», según la cita de Tito Livio. La falta de documentos epigráfi cos hacen que no se haya zanjado la discusión entablada con los partidarios de la atri bución de dicha cita a la Valencia capital de la provincia y reino del mismo nombre. Precisamente una de las alegaciones que estos señores aducen para defender su tesis es precisamente la existencia de esta conducción de aguas, con acueducto impor tante y cuyos restos atestiguan que fue construido por los romanos, lo mismo que otros dos puentes que se encuentran en las proximidades. La conducción traía las aguas de la fuente de San Pedro, con un trayecto de unos 8 km y sobre obra elevada únicamente en una longitud de 124,50 m para salvar el arroyo Peje, debiendo terminar en la zona denominada La Charca, donde hubo efec tivamente una laguna artificial que, en opinión del señor Avila, debió ser la piscina limaria terminal, la cual existía hace cincuenta años, según se comprueba en la fotografía
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E stado a ctu a l del a cu e d u cto : los restos de la obra rom ana co rre sp o n de n a los arcos q u e aparecen en la zona extre m a a la de re ch a de la fo to . Los arcos de la zona b aja se co n stru ye ro n cu a n d o la re fo rm a d e l s ig lo XIX. Fotos: E. D iéguez
Capítulo V II. Otros acueductos
Vista fro n ta l de la zona de fá b ric a s ro m a na s: el re m a te en p e n d ie n te co rre sp o n de a la galería v is ib le de la tu b e ría d e l sifó n . Fotos: E. D iéguez V ista de tre s de las a rcadas o rig in a le s: se a p re cia n las b o q u illa s co n dovelas bie n a p a re ja d a s y con a lm o h a d illa d o en sa lie n te c ilin d ric o
que publicamos propiedad de este señor. Esta charca al extenderse la ciudad por dicha zona fue desecada y terraplenada. La conducción en la actualidad termina en la plaza principal, pues fue desviada casi en ángulo recto al llegar a las murallas de la ciudad cuando la gran reforma del acueducto a finales del siglo XIX. El acueducto propiamente dicho se encuentra a una distancia de 1 Ion aproximada mente de la ciudad y como ya hemos dicho salva la depresión del arroyo Peje, habien do enrasado su coronación sobre él a unos 18 m sobre el fondo del cauce. Esta altura se consiguió elevando la obra sobre arcadas que según Viu que lo describe, aunque some ramente, eran 17, lo que se comprueba por los restos de basamentos de las pilas que debieron alcanzar una altura máxi ma en el centro de 12 m. Sobre estas pilas se voltearon los diecisiete arcos corres pondientes con una luz de 5,50 m según se mide en los existentes. La boquilla de estos arcos se marca perfectamente des tacando 29 sillares bien labrados y per fectamente aparejados en dirección ra dial con almohadillado cilindrico que muchos conservan con poco deterioro. El tizón es poco regular (por término medio es de 50 cm) y no queda muy per filada la línea de trasdós de la boquilla, la cual, como ocurre en todos los acueduc tos romanos, enrasa (exceptuando el
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Acueductos romanos en España
ESCALA GRAFICA
relieve del almohadillado) con el plano correspondiente al paramento de tímpanos. Estos son de manipostería (opus incertum ), pero ordenados por hiladas especialmente en el paramento Sur, que es el mejor conservado. La latitud de la bóveda es de 1,20, que se consigue mediante dos dovelas con longitudes distintas. Viu indica que sobre estas arcadas había otras 20 pequeñas para aligerar la obra sobre las principales y debían estar sobre las claves de los arcos aunque con luces m uy reducidas: 1,50 m. Quedan dos de ellas en el muro de acceso de aguas arriba. Las pilas son de sección rectangular que va aumentando por escalones, empezan do con mayor sección que la de arranque de los arcos, pues tienen 2,40 en sentido longitudinal por 1,80 m en dirección transversal. Son de sillería tosca y bien dispues ta en hiladas horizontales con almohadillado irregular que parece tener recercado en algunos, quedando m uy salientes en los que están a tizón que tienen frentes casi cua drados. Se encuentran m uy rejuntados, pues han debido ser objeto de varias reparaciones.
A lza d o según d a tos fa c ilita d o s por los señores Á vila y Diéguez
Zona de fá b ric a s rom anas: se a p re cia n tre s arcadas c o m p le ta s con b o q u illa s p e rfe cta s, el p a ra m e n to de tím p a n o s b ie n a p a re ja d o y las p ila s con re ta llo s su cesivos en las dos d ire c cio n e s . Fotos: E. D iéguez
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Capítulo V II. Otros acueductos
Las tre s arcadas co m p le ta s y dos a n illo s de a lig e ra m ie n to : obsérvese el p e rfe cto tra sd o sad o de las bóvedas y el buen a p a re jo de los tím p a n o s
D e ta lle de una p ila : o ste n ta el p a ra m e n to a n o rte m ás d e te rio ra d o p o r los ag e nte s m ete o ro ló gico s, pero se a p re cia el a lm a h o d illa d o de los s illa re s . Foto: E. D iéguez
Según Viu la obra en su tiempo había sido «mil veces restaurada» y eso se indica también, según mis informadores, en todas las referencias del siglo XIX. Pero la gran restauración que transformó radicalmente la obra se llevó a cabo en los últimos años de dicho siglo, de la cual salió completamente cambiada, no quedando de los roma nos más que tres arcadas principales completas y dos menores, una cuarta con el arco roto en la zona de clave, el arranque de un quinto arco y unas cuantas pilas más o menos recortadas. Estas últim as están macizadas entre sí de fábrica que soporta la galería visi table por donde va la tubería del sifón que sustituyó a la canal romana. La causa de esta transformación debió ser restaurar la conducción de aguas a la ciudad que estaría casi interrumpida en el acueducto con hundimientos importantes en la zona de mayor altura, por lo cual en lugar de volver a erigir la obra para obtener circulación natural de «agua rodada» decidieron rebajar niveles, salvando el cauce mediante un puente de dos vanos que definió la alineación horizontal del sifón enlazándola con las dos partes de la con ducción, que se conservaban en buen estado, por sendas alineaciones rectas en rampa y pendiente, respectivamente. La tubería del
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Acueductos romanos en España
Laguna d e n o m in a d a “ La C h a rca ", a c tu a lm e n te d e sa p a re cid a , que p u d ie ra h a b e r sid o d e p o s ita d a al fin a l de la c o n d u c c ió n . Foto: Á vila
sifón se alojó en una galería visitable que termina en dos cabezas de sifón y se cubre con un tejadillo a dos aguas. Debieron conservar todo lo que buenamente servía de la obra romana y además utilizaron la piedra para construir los muros que sostienen la galería así como las paredes de la misma. En la decisión de utilizar la solución de sifón debió influir la mayor sencillez de ejecutar los muros con relación a las arcadas, la disminución del volumen total de obra y quizá también la de dar una lección de ingeniería al disponer un sifón que parecía más moderno que la conducción sobre arcadas, sin acordarse de que este arti ficio del sifón lo poseyeron los ingenieros romanos, quienes no lo inventaron pero lo heredaron de los ingenieros griegos. La categoría en las fábricas en este acueducto, tanto en boquillas como en para mentos de tímpanos y de pilares nos aconsejan referirlo al siglo I y dentro de su pri mera mitad, teniendo en cuenta además el tipo de almohadillado. También va en esta misma dirección el tipo de pilas retalladas en ambas direcciones con una tosquedad típica en Tarragona y en los de Chelva por ejemplo. Es curioso el detalle de los arqui llos de aligeramiento sobre las claves de los arcos principales cuando en los puentes estaban sobre pilas, pero hay que tener en cuenta que aquí se trataba no de aligerar los tímpanos sino la fábrica sobrepuesta a las arcadas, que m uy bien pudo ser un recre cimiento motivado por elevación de la rasante después de haber puesto en marcha la obra del acueducto.
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Capítulo VIL Otros acueductos
D ocum entos relativos a los ac u ed u cto s Referencias históricas y literarias A c u e d u c to de T o le d o (1)
PEDRO DE RO JAS: Historia de la imperial, nobilísima, indita y esclarecida ciudad de Toledo, Capítulo XIV, pág. 95. Toledo, 1654.
Está la cueva de Hércules en esta ciudad, casi en lo más alto de ella, en la Iglesia de San Ginés, y la puerta dentro de la misma Iglesia y va por debajo de tierra por la ciudad hasta salir de ella más de tres leguas... La puerta que tenía en la Iglesia se cerró por justas causas. Es rara su fábrica por la compostura de arcos, pilares y piedras menu das que tiene labradas, de que está adornada... El año 1546 dieron cuenta de esta cueva memorable al Arzobispo el Cardenal D. luán Martínez Siliceo... Y deseoso este gran prelado de examinar lo que había en ella, mandó limpiarla y que se previniesen algunas personas de mantenimientos, linternas y cordeles y juntos todos entraron en la cueva; a menos de media legua hallaron unas esta tuas de bronce sobre una mesa como altar, y que mirando una de ellas, como estaba sobre su pedestal, se cayó, e hizo mucho pavor y espan to a los poco experimentados y unos aventureros por el gran ruido que hizo al caer, pero cobrando ánimo pasaron adelante y dieron con un gran golpe de agua que por el ruido que hacía, con la gran fuerza con que corría y no tener con qué poder pasarla, les aumentó el miedo que habían empezado a cobrar, y resolviendo no pasar adelante, no repa rando con el miedo y turbación eu que podían buscar por otra parte paso sin tocar el agua, se volvieron a salir a tiempo que cerraba la noche tan despavoridos y espantados de lo que habían visto y tan tras pasados de la frialdad de la cueva, que la tenía muy grande, y el aire, que era muy delgado y frío, por causa de ser verano cuando entraron, enfermaron todos y algunos de ellos murieron. Capítulo XV, pág. 97 Varias y curiosas y dignas de tenerse a la memoria son las opiniones que hay sobre los usos de esta cueva. La primera sea, que esta cueva sirvió de habitación al rey Hércules y que en ella leía la Magia a los suyos, donde puso unos lienzos escri tos y pintados con rostros de árabes con sus tocados, a caballo, y con lanzas, por alcanzar con su ciencia que España había de ser destrui da por esta gente y que mandó cerrar este Palacio, diciendo que nin guno lo abriese porque no viese tanta calamidad en sus días. La segunda opinión que siguen otros autores es que esta cueva fue templo dedicado a Hércules. Otros son de opinión que esta cueva sirvió en tiempo de los romanos de cloaca o madre, por donde desaguaban las inmundicias de la Ciu dad, y que en la cueva había otras mangas particulares por las calles para el servicio de las casas (refiere a propósito de esto todo lo que con cierne a cloacas en Vitrubio, Casiodoro, luán Bautista Alberti, y de la inscripción de la lápida que existe en el muro septentrional del puen te de Alcántara dedicada a la diosa Cloacina por L. Massidio Longo, Procurador de las riberas del río Tajo y de las cloacas de Toledo).
Algunos hombres doctos se persuaden que esta cueva sirvió en tiem po de romanos de templo a los dioses, guiados de que la obra es de romanos y que los pilares y arcos con piedras medianas, bien labra das, denota haber sido templo dedicado a los dioses infernales citan a Lelio Giraldo... Otra opinión bien curiosa hemos topado en autores doctos y leídos, que juzgan que esta cueva sirvió de cementerio así para enterrar los difuntos cristianos, como para juntarse a sus oraciones, misas y ser mones por miedo de las persecuciones gentílicas. No faltan autores graves que afirman que en esta cueva se leía la Magia y supersticiones diabólicas de este género. Ultimamente muchos juzgan sirvió esta cueva de salir por ella en tiempo de perderse la ciudad y entrar enemigos en ella y van muy conformes a razón por ser tan larga como se ha referido que tenía más de tres lenguas, es el uso más conforme a ella, que sirviese de este ministerio. (2)
Kitab ar-rawd al-mictar: la peninsula ibérica en la edad media. Traducción de Levi Provençal, pág. 157. Tole do. Leydem 1938.
A L H IM YARI:
En la extremidad del puente se encuentra una rueda elevadora (nacura, que se levanta en el aire a una altura de 90 codos y eleva el agua hasta el tablero del puente; el agua circula desde allí por un canal dispuesto en la superficie del puente y penetra en la ciudad misma. (3)
E L E D R IS I:
Descripción de Áfi-icay España.
Tiene sobre el Tajo un puente, de admirable fábrica y de un solo arco; y el agua corre por debajo de él con la violencia de un torren te. En uno de sus extremos hay una (noura) rueda que hace subir las aguas a 90 codos de altura; llegadas éstas a la parte superior del puen te, corren por encima de él en la misma dirección y entran en la ciu dad (Traducción de Blázquez). Eleva el agua hasta el tablero del puente: el agua circula por un canal dispuestos en la superficie del puente y penetra en la ciudad (Tra ducción Levi-Provençall). (4) N AVAGERO: Viaje por España. Carta 2 . a, página 880, 1 5 2 7 . A poco de entrar el río entre los montes se ven ruinas de un antiguo edificio hecho para sacar el agua del río y elevarla hasta la ciudad a fin de abastecerla con comodidad; el César ha ordenado que se renueve aquel artificio para que la ciudad tenga esa ventaja, pero car gando Toledo con el gasto que dicen será más de cincuenta mil duca dos; se ha encontrado persona que dice podrá hacerlo y por lo que he entendido la cosa está en buen camino (no se trataba deluanelo Turriano, que fue quien después lo hizo). Más arriba del lugar de que hablo se descubren las ruinas de un acueducto muy antiguo que venía por los montes del lado allá del río, y pasando el río entrada
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Acueductos romanos en España
en ella; tal vez lo que se descubre a la margen del río no sería sólo acueducto sino también puente; lo cierto es que por aquella parte y camino se encuentran canales que con maravilloso artificio condu cían el agua, hallándose trozos por espacio de algunas millas y cono cidos en la fábrica que son obra de los antiguos.
(5) CEAN BERMUDEZ: Antigüedades romanas, pág. 118. Los de un prolongado acueducto que llevaba el agua a la ciudad desde el puerto de Yébenes por espacio de siete leguas, como lo demuestran los cimientos de los arcos en el paraje que llaman los Siete Cantos, y en otro sitio cercano al monasterio de la Sisla. No lejos de él están las ruinas de un castillo llamado Horno del Vidrio y se conoce que fue en lo antiguo una torre acuaria, y más adelante las de otro donde nace una fuente cuyas aguas se pierden en el Tajo. Hay además en esta metrópoli una profunda cueva, la llaman de Hércules y de San Ginés, de la cual se cuentan mil patrañas y pare ce haber sido una de las cloacas de Toledo.
(6) A. PONZ: Viaje, tomo I, carta I, pág. 71. Hay cerca de esta máquina hidráulica (artificio de Juanelo) de la una y de la otra parte del río y en frente del Alcázar, ciertas reliquias de antigua fábrica, que muestran haber sido puente sobre el mismo río, que desde el monte inmediato llevaba el agua nivelada y sin ningu na violencia ni artificio, excepto el del puente hasta la altura del Alcázar [...] Yo he reconocido el conducto en la ladera de los mon tes vecinos y aún hay un castillo acuario no lejos del convento de la Sisla. Los romanos que no se pegaban de sutiles invenciones ni de pensamientos tan sublimes si en ellos no hallaban toda la realidad, solidez y permanecía que querían en sus obras públicas, se dejaron de cuentos y trajeron el agua de donde he dicho [...]; todavía que dan espantosas fábricas que fueron de tales acueductos. Sin embargo, nunca pasaron aquellos hombres grandes en proveer la de agua (Roma) con máquinas de esta naturaleza y tuvieron por más acertado edificar aquellos suntuosos y firmes acueductos. Tomo I, carta V. pág. 86. Este acueducto empezaba de ciertas sierras que llaman el Puerto de Yébenes, buscando los parajes más fáciles a su nivel por espacio de siete leguas, entraban sus aguas por el paraje que ahora llaman de Doce Cantos y antiguamente de Doce Cauces en frente del cual a una y otra parte del Tajo se ven grandes frogones de los cimientos sobre que se levantaron series de arcos, como en el acueducto de Segovia, nivelando las aguas hasta lo más elevado de Toledo. Este acueducto se reconoce en unas de seiscientos pasos junto al camino que llaman de la Plata en la falda de aquellos cerros y es una canal
como de media vara de ancho y una tercia de hondo formada de una fuerte argamasa. Junto al camino desde Toledo al monasterio de la Sisla se ven a trechos frogones de esta argamasa que parecen pilares de arcos y en este sitio hay un conducto por donde va agua al Ciga rral o Casa de Campo de los padres trinitarios calzados que, clara mente, debe ser de construcción romana. Entre la ermita de Santa Ana y el referido monasterio de la Sisla exis te todavía un castillo o torre acuaria a cuyas ruinas llama el vulgo el Horno del Vidrio. Más adelante, como a seiscientos pasos del monasterio, se encuentra otro, y allí nace a borbotones una copiosa fuente que hoy se pierde en el Tajo por el arroyo de Val de la Dego llada. El padre Andrés Buriel y D. Francisco Palomares, con las noti cias que tenían, reconocieran dicho acueducto hasta su principio, el año 1753, y encontraron por el camino que llevaban diferentes cas tillos a manera de los referidos y muchos trechos grandes del con ducto en partes por la ladera de la sierras y en partes levantado sobre paredones, conociéndose muy bien la atarjea o canal en donde más ancha y en donde menos... la estampa hecha por debajo que formó dicho D. Francisco Palomares, quien me comunicó individuales noticias de todo y de las fuentes que se encaminan al acueducto y son las del Castaño, y tres cuartos de legua más distante, la del Roble, que es muy caudalosa. El paredón, que aquí se representa arruinado en parte, tiene de largo ciento veintisiete varas y de ancho tres varas y dos tercias. (7) J. M O R ALE D A Y ESTEBAN: Elagua en Toledo. Toledo, 1908. (8) P. FU ID IO : Carpetania romana, pág. 71. Madrid, 1934. Separados unos 200 m del pantano, en el lugar del arranque se ven unos arcos, que salvando un barranco se convierten en un canal a flor de tierras de 0,50 x 0,60 m. A unos 300 m antes de llegar al Tajo quedan restos de arcos semideshechos... Hubo intentos de restauración del pantano y del acueducto en tiem po del Emperador Carlos V con su ingeniero Juanelo Turriano... (9) J. C A R O BAR O JA: Norias, azudas y aceñas. Madrid, 1954. (Refe rencias a la rueda hidráulica de Toledo.) En el San Martín del Greco (Galería de Arte Wáshington), vista de Toledo con una gran rueda hidráulica. En el San José y el Niño Jesús (Museo de San Vicente), aparece la rueda que hizo Juanelo bajo el Alcázar. Figura 31, página 131. En un cuadro atribuido a Mayno (Museo de SanTelmo S. S.), pai saje fluvial con gran rueda que puede ser la de Toledo.
A c u e d u c t o de B a r c e lo n a
(10)
CEAN B ERM U D EZ:
Antigüedades romanas en España, pág. 15.
Los fragmentos de un acueducto a la entrada de la calle de Capella nes, y en un arco muy elevado con dirección a la catedral y a la mon taña de Colserola, donde se descubren vestigios del mismo acueduc to que parecen haber tenido comunicación con el anterior arco.
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Historia del carrers de la Barcelona vella. Volu men I, pág. 23. Carrer del Arcs. Barcelona, 1949.
( 1 1 ) L. A L M E R I C H :
Tenía en el siglo XIII unos arcos que sostenían un acueducto que con ducía el agua de los Agudells y de la Collcerola al interior de la ciu dad. Como estos arcos formaban puente, el sitio era conocido por el
Capítulo V II. Otros acueductos
Puente de la moranta; pero al construirse edificios y formarse calle, el pueblo lo denominó «carrer dels arcs». En 1348, por el hecho de exis-
tir un horno se le denominó «del horno de los arcos»j pero ya en los siglos XVI y XVII se quedó con la denominación actual.
A cueducto de P ineda (12) PRAT I PUIG: ÜAqiieducte romé de Pineda. Instituto d'Estudis Catalans. Barcelona, 1936. Debemos a la amabilidad de nuestro amigo Víctor Hurtado, erudi to en cuestiones de arqueología romana (cofundador del Miliario
extravagante), el ejemplar de esta monografía que ha sido básica para nuestro trabajo.
A cueducto de S adaba (13) Catálogo de monumentos españoles declarados nacionales arquitec tónicos e históricos. Madrid, 1932, tomo II, página 460. Una foto. SADABA: Ruinas de los Bañales.- Conjunto de muros y arranques de bóvedas formando departamentos que parecen convenir al edifi cio de unas termas romanas. Acueducto.
río y en el que se observan perfectamente el muro y pared que ser vía para represar y desviar las aguas. Foto: Pilastras de acueducto romano de la ciudad de Clarina (término de Uncastillo). (16) GALIAY: La dominación romana en Aragón. Zaragoza, 1946, pág. 122.
(14) R. M E LID A: Monumentos romanos en España. Sadaba.
GALIAY
En el despoblado donde por los vestigios se supone existió la anti gua Atiliana o Aquae Atilianae, parecen justificar este nombre los restos de un acueducto. Subsisten unos veinte pilares de sillería y fal tan los arcos que sustentaban el canal.
Las excavaciones del plan nacional en los bañales de Sadaba (Zara goza). Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Madrid, 1944.
(15) SAYAGUES: Estudios geográficos, Agosto 1944, pág. 599. [...] por los restos que allí se encuentran debió ser una suntuosa pobla ción [...] y la robustez colosal de las 30 columnas que todavía se con servan, restos del gran acueducto que desde el río Arba de Luesia traía las aguas a la ciudad; acueducto que nacía en el mencionado
[...] a poca distancia de Sadaba, término municipal de Uncastillo. Tan sólo se conservan 32 pilares de los setenta y tantos que lo for maron para atravesar la depresión del terreno poco antes del lugar donde era utilizada el agua, que venía a cielo abierto desde el río Arba de Luesia, distante algunos kilómetros. Aguas abajo del pue blo de Malpica se encuentran la presa que derivaba el agua, ya medio enterrada, a la que llaman los del país el puente del Diablo.
A cueducto oe Chelva (17) CEA BERMÚDEZ: Antigüedades romanas en España. Artículo 2, pág. 72. Al nordeste y en la jurisdicción de Chelva y en la rambla llamada de los Arcos permanecen los restos de un acueducto que levantaron los romanos para conducir el agua a Liria. Con este mismo objeto se construyeron dos puentes: el uno lo arruinaron las avenidas, pero se conserva un arco de los seis que antes tenía; subsiste el otro íntegro entre la peña Cerrada o Serrada, dividida en dos, que consta de dos pilares fundados sobre peña viva con sillares y mortero que los une —desde la base o cimiento de estos pilares que sostienen tres arcos hay cien palmos-; éste tiene de largo 165 a 10 m de ancho. (18) A. J. CAVANILLES: Historia natural del reino de Valencia. Madrid, 1797, tomo II, págs. 65-6. «9.° Hacia el nordeste de Chelva en la rambla llamada hoy día de los Arcos, y antiguamente de Alcotás según la opinión de Don Vicente Mares, se conservan monumentos de un aqüeducto que los Romanos hiciéron para llevar aguas á Liria. Creen los de Chelva, y afirman muchos, que las aguas debían ir á Murviedro; pero la ins pección sola del terreno lo contradice: porque el aqüeducto se ter minaba antes de llegar al Villar de Benadúf, y las aguas debieron
correr hácia el campo de Liria, entre el quai y las llanuras de Mur viedro media la cordillera de montes que corre por la Cuevasanta, Olocau, Portaceli y Naquera. Quedan aún de aquella obra magní fica dos puentes, dos minas, dos trozos de canales, y mas de un quar to de legua de roce, componiendo todo media hora de camino. Empiezan las obras en la falda septentrional de los cerros contiguos á los Chorros de Tuexar, de donde se cree tomaban las aguas, que hiciéron pasar sobre la rambla para que pudiesen correr por la falda de los montes opuestos, que yacen á la izquierda de dicha rambla. Para esto levantaron el primer puente, que se componía de seis arcos, sobre los quales estaba el canal de las aguas las repetidas avenidas robaron los cimientos de esta obra, que se ha ido arruinando, y sola mente se conserva un arco hácia la izquierda de la rambla. Por esta y á la altura correspondiente al puente destruido seguía el roce ó canal excavado en la peña, que se extendía hasta el segundo puente. Gran parte del canal está hoy destruido, porque los Chelvanos han convertido en viñas aquella loma; pero en los sitios fragosos inme diatos al segundo puente se ve la excavación de cinco á seis palmos de ancho, la qual sirve de camino para llegar sin riesgo al puente, aunque con bastante incomodidad por los muchos arbustos y male za que allí crece. Este segundo puente, que he procurado copiar en
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Acueductos romanos en España
la estampa adjunta, se conserva íntegro á pesar del tiempo y de las ave nidas; porque el cimiento de la obra es peña viva, sobre la qual apo yan dos pilares que sostienen los tres arcos del puente. Todo se com pone de sillares, y el mortero que los unía forma con ellos un cuerpo sólido. Cien palmos hay desde la base de los pilares hasta lo alto del puente, el qual en su mayor altura tiene 165 palmos de largo, y diez de ancho: de estos cinco y medio forman el canal, y lo restante en dos partes iguales las paredes para contener el agua, la qual por este medio pasaba al ribazo opuesto del barranco, donde hallaba un monte de 80 palmos de altura, y 145 de espesor; que era preciso taladrar ó romper. No quiso el director de aquella obra abrir mina para atravesarle, como hubieran hecho los actuales Valencianos de Crevillente y Novelda, acostumbrados ya á obras de esta naturaleza: tomó el partido de abrir desde lo alto del monte una zanja de seis pies de ancho, empezando esta costosa operación por las dos faldas oriental y occidental del monte, dexando entre las excavaciones opuestas como 30 palmos, por medio de los quales se conservaba la unión del monte. En estos 30 palmos solamente mandó abrir la mina de comunicación, y nos dexó
pruebas de no haber sido el mejor arquitecto, pues consumió sin nece sidad el tiempo y los caudales. Llámase al presente aquella peña la «Cortada» o «Serrada», por las zanjas y cortes que se observan. Ape nas se atraviesa la mina y se sale hácia la parte oriental se presentan varios montes, y sobre uno de ellos declinando al sur la torre de Cas tro. Para continuar el aqüeducto era preciso atravesar el monte mas septentrional, y para llegar á él empezáron los obreros á ladear el que habían taladrado, siguiendo el nivel y canal excavado como 135 pal mos en una peña dura caliza, de cuya naturaleza son aquellos montes. Estos 135 de canal están á descubierto, y aun se conserva el muro que contenía las aguas para que no se derramasen por la cuesta. Síguese á este canal una mina de 160 palmos excavada en el monte, la qual tiene nueve palmos de alto, y seis de ancho; sale luego á descubierto, y continúa en forma de canal 140 palmos, ladeando la torre de Castro, desde donde las aguas iban á dar, como dice Mares, encima el Villar de Benadúf. En la última mina abriéron los obreros varias ventanas para facilitar sin duda el desmonte y limpia interior, arrojando por ellas lo que arrancaba el pico.»
A c u e d u c t o d e V a l e n c ia d e A l c á n t a r a
(1 ) JO SE DE VIU: Antigüedades de Extremadura. Tomo I. Madrid, 1846. El famoso acueducto que trae las ricas aguas de la fuente de San Pedro desde una lengua a las puertas de la población, venciendo muchas dificultades, entre ellas salvando un barranco por medio de un puen te de 17 arcos y otros 20 pequeños por más aligerar la obra. La lon gitud del puente es de 390 pies y su altura 90 m. Los arranques de los arcos principales son de pura construcción romana, y lo restante, mil veces restaurado, es posterior. Entre el arco noveno y décimo empezando a contarlos por el SO. hemos notado una muy rara ins cripción con caracteres desconocidos sobre una piedra destrozada, por lo cual creemos ser perteneciente a otro edificio anterior. (2) JO S E BU EN O : «El acueducto romano». D iario «Hoy», ed. Cáceres, 22 agosto 1968.
Sólo quedan tres arcos grandes completos, uno casi completo, otro con cinco dovelas, y tres arcos pequeños deformados, uno casi cega do. Pilastras se conservan más, aunque no totalmente completas. Los arcos más monumentales y esbeltos desaparecieron bárbaramente degollados en el siglo pasado para montar el sifón. Los arcos mayo res formaban una longitud total de 124,5 m y una altura máxima de 18 m. Doble orden de arcos: 17 grandes de un diámetro de luz superior a los 5,50 m y 27 pequeños de 1,50 m superpuestos a los anteriores; pilastras de forma piramidal y planta cuadrada. En los diámetros de los arcos grandes se observa una progresión arit mética a 3 cm de base.
Dibujos [1]
Voyage pittoresque et literaire de l ’Espagne. París 1805-16. Tramo del Tajo desde la ladera de S. Servando. Se observan las ruinas del edificio donde estuvo el artificio de Juanelo y las de la fábrica triangular del acueducto en la misma ladera junto a la puerta de [...] La leyenda dice: «Vista de la ciudad de Toledo tomada de las orillas del Tajo». V. del Tello del Fortier aqua forti. Cazenave sculpsit. A . DE L A B O R D E :
[2] A . DE L A B O R D E : Voyage pittoresque et literaire de lEspagne. «Plano y detalles geometrales del acueducto de Chelves. Plan ta y alzados de los dos acueductos». [3] A. DE LABORDE: Voyagepittoresque et literaire de l E ’ spagne. «Deta lles pintorescos del acueducto de Chelves». Moulinier delineavit
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-Baugean aqua forti- Langlois sculpsit. Vista desde aguas abajo del acueducto de tres vanos. [4] A . DE L A B O R D E : Voyage pittoresque et literaire de l ’Espagne. «Detalles pintorescos del acueducto de Chelves». Moulinier delineavit -devilliers jeune aqua forti—. Dequevauviller. sculpsit. Vista desde aguas arriba del acueducto de tres vanos. [5] A. J. CAVAN ILLES: Historia N atural del Reino de Valencia. Madrid, 1797. «Acueducto y peña cortada en el término de Chelva». A. J. Cavanilles d. d.-T . L. Enguidanos sculp. Dim.: 24,5 x 15 cm. Vista desde aguas abajo del mismo acueducto de los grabados de Laborde. Tomo II, pág. 64-65.
VIII
Conclusiones
Resum en de las conclusiones obtenidas en este trabajo
Al terminar el análisis de los acueductos romanos que existen en España, nos encon tramos con el siguiente balance: dos acueductos imponentes perfectamente conser vados, Tarragona y Segovia, acompañados por los de la serie de AJmuñécar, menos imponentes pero en las mismas condiciones de conservación, ya que además se encuentran en servicio. Vienen después las ruinas hermosas de los dos de Mérida, que conservan algunas arcadas aunque ninguna íntegra; y finalmente restos de otros que la acción persistente de los agentes meteóricos y la más eficaz del gamberrismo ibé rico ha reducido a ruinas, algunas verdaderamente informes. Desde que los constru yeron los romanos poco hemos hecho en su favor y mucho en contra. Basta recordar que la implantación del ferrocarril supuso algunas arcadas del acueducto de Los M ila gros, y la expansión reciente de Sevilla, la extirpación total de más de doscientas arca das, dejando para recuerdo adecuado a este vandalismo cinco de ellas descabezadas y otras cinco más completas, pero reforzadas con hierros a la vista innecesarios. Salvo la enumeración de sus características geométricas llevadas a diseños que se han completado por fotografías actuales y la recopilación de lo que estos monumen tos han inspirado en el arte del grabado y en la literatura de viajes, poco más hemos conseguido aportar a su conocimiento. Es difícil que en un tema tan importante y tan claramente definido como el que hemos elegido pueda haber tal escasez de datos de partida, pues se reducen a los que sus fábricas y estructuras puedan proporcionarnos. No existen ni fuentes epigráficas ni referencias geográficas o literarias coetáneas. Tampoco hemos podido utilizar el paralelismo con obras existentes en otros paí ses, pues a excepción de Pont du Gard, que es uno de los pocos datados y hubiera podido servir para Tarragona, los demás acueductos a que hemos recurrido son tan huérfanos como los nuestros. Las referencias literarias, modernas en la mayor parte de los casos, se limitan a rati ficar su atribución a los romanos, y en los menos asignárselo a algún emperador, pero esto último sin ningún fundamento, y en general a Trajano. Lo único que podemos sacar de estas referencias es el estado del monumento cuando se describe y las recons trucciones que se habían llevado a cabo en fechas próximas. La conclusión a que llegamos es que sólo el análisis estilístico directo de fábricas y estructuras nos puede llevar a una ordenación temporal y en alguno a encajarlo en deter minada época o emperador cuando la arquitectura es muy clara. Esto aparece en el cua dro resumen que adjuntamos y que vamos a justificar resumiendo, ratificando y ampliando las razones que en el estudio particular de cada uno de nuestros acueductos
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Acueductos romanos en España
hemos esgrimido, bien recogiéndolas de estudios anteriores o bien poniéndolas en marcha por nuestra cuenta.
A cueducto de Tarragona
Este acueducto inicia la serie sin duda alguna, y lo hemos asignado a Augusto por razones estilísticas casi seguras y razones históricas de bastante verosimilitud. Estas últimas se fundan en la estancia de Augusto en Tarraco, al establecer en ella su cuartel general para dirigir personalmente las guerras cántabras que, terminada con éxito en 25 años a. de C., le lleva a honrar la ciudad con el título de Urbs Triumphalis, hacién dola además capital de una de las dos provincias hispanas, a la que da nombre. Siendo Augusto uno de los emperadores constructores de acueductos a través de su lugarteniente de Agripa, de lo cual se tiene constancia en el caso del Pont du Gard cons truido por aquellos años, parece lógico que en paralelo con los honores indicados, con cediera a la ciudad el don de una conducción de agua, munificencia la más romana de un emperador, siendo hoy su acueducto la más gloriosa vinculación de Tarragona a la romanidad. En cuanto a razones estilísticas el monumento se encaja en época augústea. Su sobrie dad en diseño geométrico que llega a rudeza en la moldura rectangular y en la pila, ele mento el más específico de un acueducto, todavía no dominado en esta época por esca sez de ejemplares realizados. La labra de los sillares con almohadillado plano poco acentuado y recercado ancho en algunos de ellos, es idéntica a la de los sillares del puente de La Alcantari lla, en la vía romana de Hispalis-Gades, cerca de la actual estación de ferrocarril del mismo nombre, en el cual tenemos una inscripción de Augusto que le da autenticidad. El acabado de los sillares se gradúa según la zona a que pertenecen, de mayor finura en las dove las y máxima en la común a cada dos boquillas adya centes y, en cambio, de mayor tosquedad en pilares, donde aparecen especialmente abultados los sillares a tizón de forma cuadrada, sin que lleguen a quedar tan
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Fá b rica s
A lzado
Capitulo V III. Conclusiones
destacados como en Pont du Gard, acueducto que puede servirnos de patrón. El almo hadillado está especialmente cuidado en los sillares de cornisa que sobresalen del para mento sin ostentar moldura alguna, y en cambio está suprimido en el intradós de bóve das. Todas estas características responden al opus cuadratura del IV período, dentro de los cinco que considera G. Lugli ( Técnica Edilizia Romana, Roma, 1957), que le asigna una cronología de 36 a. C. - 41 d. C., siendo representativas las de los puentes de Rimi ni y Narni entre otros. La caja es de opus incertum m uy característica en la parte que no ha sido rehecha, como se comprueba en las extremidades sobre muro y en las prolongaciones de los cajeros del canal.
A cueducto de Segovia
Fábricas
En este acueducto, que clasificamos por edad en segundo lugar, las razones históri cas tienen menos peso, pues no encontramos hechos concretos que las abonen y úni camente dan margen a elucubraciones dentro de lo verosímil, que en definitiva afian zan las razones estilísticas, las cuales en cambio desde el principio son verdaderamente sólidas. Así la datación dentro del im perium de Claudio está fundada en el parecido con la conducción Aqua Claudia en diseño y en detalles constructivos. Además de este hecho concreto, aducimos que este emperador, siguiendo la trayectoria de Tiberio, en su política exterior, puso empeño en acentuar la romanización de algunas regio nes de su Imperio creando colonias o tratando de elevar a urbana la vida rural de pue blos existentes, desde las cuales por irradiación tuviera eficacia en las zonas menos civilizadas. La construcción de una conducción de aguas era un atractivo hacia for mas de vida más agradables, imponiendo además de modo contundente el poderío de Roma por la monumentalidad del acueducto, que es una verdadera proliferación de arcos triunfales y lo sigue siendo en nuestros días. Además debemos recordar que el espí ritu reformador de Claudio penetró en todos los sectores de la vida pública, desde la Administración, hasta el lenguaje y natu ralmente en Arquitectura produjo un esti lo propio que no trascendió de su época. Resulta característico el empleo de la opus quadrata, sin un excesivo cuidado en la estereo-tomía de sus sillares, que además aparecen con una terminación deliberada mente tosca. Este tipo de acabado es carac terístico de las obras de ingeniería, donde resulta siempre apropiado expresar las con diciones de solidez de las mismas, pero este almohadillado rústico con superficie curva
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Acueductos romanos en España
destacada e irregular, se encuentra también en las construcciones suntuarias de este período, como la Porta Prenaestina (o Magiore) y el templo de Claudius Divus, ambos de Roma, y en el pórtico de Claudio, en Ostia, así como en el Aqua Vérgine, el otro acueducto de Clau dio. También encontramos el mismo aspecto de conjunto, y concomitancias de detalle, en pila res y arcos de las arcadas del teatro de Aosta y en las del anfiteatro de Verona que se constru yeron también en dicha época. G. Lugli (T éc nica Edilizia Romana, Roma, 1957), conside ra este estilo particular de opus quadrata como del VI período de dicha fábrica con precisión de fechas: 4-68 d. C. El último perío do de la misma es el VII, que ocupa el intervalo 68-200 d. C. En el acueducto segoviano se comprueba que esta apariencia tosca es premedita da y obtenida por labra, ya que los sillares correspondientes a las hiladas de cimenta ción de los pilares, separadas de las otras por un ensanchamiento que no se atiende a la norma de los retallos vistos, aparecen simplemente desbastados y más irregulares, pero más planos, es decir, sin almohadillado.
A cueductos de A lm uñécar y Baelo
En estos acueductos estamos ante la misma carencia de fuentes que nos proporcio nen alguna pauta para su filiación, ya que todo lo que vamos buscando es empera dor para atribuírselo o para renovar la dedicación. En Alm uñécar el conjunto tan completo supone un dominio avanzado en la ingeniería de las conducciones de agua, puesto que prescindiendo de la obra de cap tación, que debió ser simple al tratarse de un río con caudal reducido, salvo en ave nidas, tenemos: canal enterrado, canal sobre muros, acueductos en sentido restric to que van desde un arco simple hasta serie de arcadas de dos pisos, galería en túnel para cambio de valle, arquetas de visita, arqueta de cabeza de sifón, sifón impor tante con tubería cerámica, depósito de agua terminal y galerías de distribución. Tenía también en el final del sifón, al llegar al depósito, una chimenea de aireación (colum naria) que tanto llamó la atención de los visitantes, a juzgar por la im pre sión que perdura en las narraciones de los geógrafos árabes quienes no se explica ban su destino. En uno de los acueductos de Almuñécar y en los tres de Baelo se aligeran los tím panos con arquillos como en los puentes, donde, además de servir al aumento del desagüe, aligeraban la pesadez de las enjutas, aunque aquí sólo cumplen este segun do objetivo. Este detalle arquitectónico lo habíamos asignado a época republicana en nuestro estudio de los puentes romanos, pero puede haber quedado rezagado ya que en ambos casos, como decimos, es puro motivo estético.
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A lzado
Capítulo V III. Conclusiones
Nuestros acueductos atestiguan una gran maestría en el diseño, como ya hemos detacado en el artículo correspondiente, maestría que se ha mantenido en la cons trucción a pesar de la pobreza del material disponible, en Almuñécar especialmente, cuya pizarra con estratificación de poco espesor no proporciona mampuestos correc tos, los cuales además son m uy desiguales, habiéndose utilizado verdaderas lajas para aparejar los arcos, cuyas boquillas, que no lo son propiamente, tienden a una forma de creciente, como ocurre también en Alcanadre y de una manera todavía más irre gular en Pineda del Mar. El agua, tanto en Almuñécar como en Baelo, era fundamental para la industria de las salazones, las cuales debieron ser prósperas desde los comienzos del Imperio, por lo que nos parece muy adecuado que los acueductos se construyeran a principios del siglo I.
Acueductos de Barcelona
De estos acueductos existen pocas referencias en crónicas modernas y sólo hemos recogido las que figuran en el artículo correspondiente. Lo habíamos reconocido en la arcada embebida en el muro de la torre, antes de que se hubiera destacado con la reconstitución del arco que le antecede, pero no teníamos noticia de su duplicación hasta penetrar en el interior de la torre en 1962, cuanto ya se habían efectuado los trabajos de desémparedamiento. Como ya indicamos, los dos pilares y bóveda auténticos del acueducto más anti guo pasan desapercibidos al público, aunque se muestra al exterior el paramento trans versal de una de las pilas enrasado con el frontal de la torre. La diferencia de edad entre ambos resulta evidente dadas las características de las estructuras y fábricas. Una bóveda de 15 dovelas perfectas que ocupan toda la boquilla, ordenadas en tres ani llos adosados que macizan todo el volumen, frente a bóveda de 35 dovelas aparentes, m uy estrechas y de poco tizón, que son en realidad un recubrimiento de los paramen tos simulando el elemento constructivo antiguo, pero que sólo ha servido como cara lateral para completar el molde que forman los tímpanos de sillarejo y el intradós de A lza d o Fá b rica s
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Acueductos romanos en España
opus incertum , y contener el hormigón o más bien la manipostería hormigonada que constituye el núcleo de toda la obra desde cimientos a fondo de caja. En los pilares hay menos diferencia de condiciones, pues estos elementos dan menos de sí en su evolución técnica y existe un mimetismo natural entre los de ambos al adoptarse de partida el mismo diseño; pero no obstante, se observa en el primero mayor regulari dad en la escuadría de sus sillares y en la altura de las hiladas. En cuanto a la datación de cada uno de ellos creemos que el primero debe ser del siglo I y, precisando más, de la primera mitad del mismo por la fábrica de las bóve das totalmente de sillería. En cuanto al otro podríamos ponerlo en relación con la lápida del siglo II (Corpus 5145) que citamos en el artículo correspondiente sobre la construcción de unas termas, que m uy bien podía haber sido la causa de la amplia ción del acueducto. Esta lápida es de la época de Adriano.
A cueductos de M érida
En este caso nuestros puntos de apoyo históricos han sido más endebles. Hemos par tido de la asignación del puente de Alconétar a Adriano, considerando la filiación hispánica de este emperador y su viaje por la península en el que recorrió la vía de la Plata, donde además hay varios miliarios suyos. Emperador, arquitecto y constructor de obras públicas, es m uy verosímil que dejara el puente en uno de los pasos más importantes de dicha vía y también en segunda instancia que dejara un acueducto en una de las ciudades más importantes del país, aunque no fuera la de su provincia héti ca. Pero detrás de todo esto, y dándole mayor fundamento, está el arco rebajado que se manifiesta rotundamente en ambas obras, por lo cual consideramos que este tipo de arco premeditadamente encajado en una de ellas y destacando en la otra como moti vo fundamental, sólo tiene cabida en el imperio de Adriano. Casi todos los cronistas del puente de Alconétar lo relacionan con el que construyó de madera sobre el Danu bio, Trajano, el otro emperador hispano, con ocasión de la campaña contra los dacios que condujo a la romanización de su país, hoy Rumania. Y con el emperador aparece su ingeniero Apollodoro de Damasco, que siguió construyendo con Adriano. El recurso técnico en el caso del puente de madera que salvó el Danubio, debió petrificarse en el caso de Alconétar, ayudado por las enseñanzas derivadas de la ruina de los arcos de medio punto que muestran cómo la eficacia estructural de una bóve da no coincide con la de su geometría. Así se llegó al arco circular rebajado, que tuvo plena vigencia estética con Adriano, como lo demuestra su variada utilización tanto en el Panteón como en la Villa Adriana, las dos geniales realizaciones arquitectónicas de este período, que siempre hemos considerado como una etapa de la misma signi ficación que El Amarna egipcio dentro de la arquitectura romana devota plenamen te del medio punto, etapa que se cierra al desaparecer el emperador helenizado y su ingeniero griego. En el caso del puente la atribución a Adriano queda reforzada por la perfección de su arquitectura finamente desarrollada en los temas tan repetidos de arco y pilar. De los arcos sólo nos quedan los de menor abertura que estaban sobre la margen derecha
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Capítulo V III. Conclusiones
Izq u ie rd a San Lázaro D erecha Los M ilag ros. A rcada co rre sp o n d ie n te al paso del A lbanegas, con la ú n ica bóveda de s ille ría . Falta la bóveda, pero se ve un s illa r de la co rn isa s a lie n te que coronaba el c o n ju n to
para acceso en rampa a la obra principal, pero en pilas han quedado dos completas y restos de otras varias que en su diseño y detalles de realización nos muestran una de las cumbres en la arquitectura de los puentes*. En nuestro acueducto el arco estructural se destaca rebajado sobre la pura geo m etría de su intradós, que es de medio punto. La corporeidad de los pilares impo niendo su verticalidad rompen el festoneado de los arcos clásicos en los acueduc tos romanos, pero además los segmentos de boquilla que se recortan en los arranques van aparejados en salmeres, es decir, con hiladas de ladrillo horizontales, hasta que las dovelas pueden ya disponerse radiales en todo el espesor de dicha boquilla. La sillería de sus paramentos, especialmente en la zona inferior, tanto por aparejo como por acabado de superficie y la fábrica del relleno, tienen característi cas m uy semejantes a los de las zonas correspondientes en los pilares del puente con el cual lo hermanamos. Dada la importancia de Mérida, ciudad que funda César como Colonia Emérita, no sería lógico esperar a un emperador del siglo II para que tenga su abastecimiento de aguas, pero hay que tener presente que una de las tres conducciones, la que viene
* Ya que nos referimos a este puente de Alconétar, llamaremos la atención sobre el hecho de que su emplazamiento lia quedado sumergido por el embalse de la presa de Alcántara, pero se han salvado las ruinas de la margen derecha, que son las más valiosas, m ontando de nuevo sus sillares al borde del lago artificial que se ha formado.
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Acueductos romanos en España
de Cornalvo, no exigió que su canal fuera llevado sobre arcadas, más que en trechos m uy cortos e incluso la presa correspondiente pudo haberse construido en una segunda etapa, captando en la primera las aguas subalveas del Albarregas, sin necesidad de embalse regulador por encima del terreno. La conducción queda al nivel del río desde el comienzo.
A cueducto de Toledo
Este acueducto está dentro de la totalidad de la conducción de aguas a Toletum desde el río Guadalerzas, en el lugar de Los Yébenes, actualmente denominado de «Los Paderones». Por consiguiente, conservamos para su datación: los restos de la presa, los de muros y obras de fábrica de la conducción, sus propias ruinas, m uy pobres, y las del depósito de aguas que fijamos en las denominadas desde antiguo «Cuevas de Hércules». Por lo entrevisto en las Cuevas, la única ocasión en que me ha sido posible forzar su recinto, se trata de una construcción de sillería con arcos de hermosas y bien apa rejadas dovelas. En el otro extremo la presa nos da también una fábrica de sillares de gran aparato en su paramento de aguas arriba, pero combinada con una estructura complicada de manipostería y hormigón en sandwich formando el cuerpo de la misma. Los restos de la conducción no nos dicen gran cosa por su fábrica: opus in cer tum bien trabajada al exterior con relleno de hormigón o manipostería de bastante mortero al interior: pero en cambio como diseño la torre de toma y la torre acuaria de escalonamiento nos denotan una situación avanzada en la ingeniería de las con ducciones de agua, como asimismo nos lo indica la propia presa para formar el embal se. Esta tiene además la misma sección transversal y análogas características en plan ta que las de la presa de Proserpina, en Mérida, que siempre se ha atribuido a Trajano, aunque se nos ocurre que también pudiera ser de Adriano, para quedar en paralelo con el acueducto de los Milagros. Creemos, por consiguiente, que a uno de estos emperadores debe atribuirse el acueducto que ahora nos ocupa, el cual aporta bien poco al mostrarnos unos frego nes mínimos y no ostentar ninguno de sus sillares, pero las hermosas dimensiones que tenían a juzgar por la impronta que dejaron en el salmer conservado y el arran car éste con cierta oblicuidad, más la magnitud del empeño patentizada por la altu ra que tuvo y por la amplitud de sus arcos, casi de la misma luz que los de Alcánta ra, parece que dan su ratificación a nuestro aserto.
Acueductos de Sevilla e Itálica
Quedan aislados entre las pocas realizaciones de obras de ingeniería de fábrica de ladrillo. Como ya hemos indicado en los acueductos de Roma, el ladillo sustituyó a la sillería a partir de las prolongaciones del Aqua Claudia realizadas por Nerón. Es un material más manejable que la sillería y además abundante en Roma y de excelente
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Lo que existía hace u ro s años
Lo q u e e xiste en la a c tu a lid a d
calidad, m uy apto para las bóvedas de pequeña luz y para servir de molde a la opus cem enticiae. En esta región de la Bética donde estuvieron los dos acueductos resulta da también m uy apropiado. Del acueducto hispalense puede decirse que las pocas referencias modernas que de él se tienen van contra su romanidad, pero no hay más que comparar sus arcadas con los restos de la derivación ejecutada por los musulmanes para abastecer el pala cio del rey—La Bohaira—para convencerse de que no pudo ser «obra de moros». Nada más hemos podido colegir. En este repaso de actualización de nuestros acueductos vuelve a reavivarse nues tra indignación contra la vandálica y mejor dijéramos vandalusiana destrucción de lo mucho que quedaba del mismo. Una estructura tan limpia de arquitectura, con su monotonía de bóvedas y caja, animada por el juego de las alturas de sus pilares, ha venido a parar en un malaventurado resto de cuatro arcadas desamparadas, con su funcionalidad decapitada, pues el ímpetu del arrasar ha hecho desaparecer la caja que las coronaba. No se comprende lo que se ha querido significar con esas cinco arcadas sin cabeza, pues realmente son una invocación a la barbarie. La eficacia de la destrucción ha sido tanta que no ha quedado en los alrededores ni un ladrillo suelto, que hemos buscado inútilmente para guardarlo no como reli quia, sino como muestra de dimensiones. Los acueductos de Itálica, como ya expusimos en el artículo correspondiente, han quedado reducidos a míseras ruinas donde no se aprecian formas, aunque se com pruebe que fueron de arcadas. Al desaparecer la ciudad, nadie se ocupó de cuidarlos y el vandalusismo casi acabó con ellos, aunque no de un modo tan radical como en el de la capital. Sirven para justificar las lamentaciones de Rodrigo Caro, ilustre arqueólogo a la par que poeta.
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Izq u ierda P ineda
Acueductos de Valencia de Alcántara, Pineda y Alcanadre D erecha A lca n a d re
Estos tres acueductos tienen una silueta y una repartición de volúmenes análoga en lo que se refiere a arcadas principales, aunque en el primero la existencia de un recre cimiento cambia totalmente el aspecto. Se ha llegado a la máxima simplificación en volúmenes que se delimitan entre los dos planos paralelos de sus paramentos, ningu na cornisa que destaque separaciones y, en cambio, en silueta el mismo remetimien to de las bóvedas con relación a los paramentos transversales de las pilas. Éstas, en el primero, donde eran bastante altas (hasta 18 m), se escalonan a niveles fijos para aco modarse a la irregularidad del cauce. Un detalle interesante es que en ambos acueductos se aprecia una premeditada euritmia al disponer los arcos con luces que aumentan en unos centímetros a medi da que van siendo más altas las arcadas. Esto ha sido observado por los dos atentos estudiosos de ellos, el señor Bueno, en Valencia de Alcántara, y el señor Prat y Puig, en Pineda, detalle mucho más de resaltar por su contraste con cierta tosquedad en las terminaciones de las fábricas. Estas son más cuidadas en el primero, donde queda todavía aparente la boquilla de los arcos, pero con una forma en creciente como en Alcanadre y en Almuñécar. En Pineda, realmente la boquilla ha desaparecido y la radiación de lajas se diluye en las zonas de tímpanos sin marcarse el trasdós, lo que también se advierte en el de Valencia de Alcántara. Todo ello da la visión de que el paramento es un encofrado, lo que acusa cierto ruralismo como invariante en cons trucciones locales de mediana envergadura, que tanto puede aparecer en construc ciones del siglo I, donde encajamos Valencia de Alcántara y Almuñécar, como persis tir en el siglo II, donde hemos situado la de Alcanadre e incluso en el III que asignamos a la de Pineda.
Epílogo pragm ático Nuestra relación con uno de los acueductos
Volviendo al tema de lo poco que hemos hecho en pro de los acueductos desde que los construyeron los romanos, podemos concretarlo al caso del acueducto de Segovia, que se conserva en condiciones de utilización. La zona principal, con arcadas de dos pisos y la zona más alta de las de un solo piso, han estado siempre íntegras. En cambio,
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el resto de las arcadas simples debieron destruirse en gran número durante la Edad Media, destrozo que se achaca a Alimenón de Toledo, pero se reconstruyen en refor ma total por los Reyes Católicos. El siglo XIX debió ser época de arreglos de cierta envergadura en esta misma zona de arcadas simples medio tapadas por casas, que al ser derribadas debieron dejar desamparadas algunas de ellas que se reconstruyeron en grupos de hasta cinco desde cimientos. El agua debía circular llevada a trechos por canales de madera, ya que los pilares permanecerían siempre útiles. El atentado más bárbaro que le ha correspondido fue la colocación de una tube ría dentro de la canal, que se encajó utilizando la herencia de otra obra todavía más brutal en idea, que fue la de convertir su caja en fortín lineal recrecida por dos muros coronados de almenas, que formaban trinchera y observatorio. H ay que imaginarse lo que hubiera resistido el acueducto a un ataque con artillería mínima. Dicha tube ría con sus fugas y la obstrucción que produjo en el libre correr de las aguas al atas car el fondo del canal con el obstáculo de su propio cuerpo, y el de los cascotes de la obra adicional de sus paredes, ha producido una gran deterioración en las bóvedas superiores al permitir la filtración del agua de lluvia y la de fugas, a través de la fábri ca permeable del ático para salir al exterior entre las dovelas de arcos superiores rezu mando siempre y formando carámbanos en invierno. Esto ha sido fatal para el gra nito que se ha deteriorado a fondo formándose caries entre dovelas que penetran hacia dentro aumentando el huelgo entre las mismas, que hubieran podido llegar a des prenderse o asentar en bloque por no estar conglomeradas entre sí, comprometien do la estabilidad de todo el acueducto en su zona principal de doble arcada. Además, si comparamos estas bóvedas superiores con las del piso inferior, destaca la mejor construcción y comportamiento de estas últimas, cuyas dovelas son más gran des, más regulares y mejor aparejadas, no pudiendo concluirse si la mejor silueta que ofrecen se debe a disposición de origen o a menor deformación a lo largo del tiempo. Otro deterioro importante corresponde a los pilares superiores m uy esbeltos de origen (sección 1,90 x 1,20 m, altura 4,50 m), con aparejo sencillo y regular, alternan do hileras de tres sillares a soga con respecto a los frentes de la obra, con otras de cua tro a tizón en frente de a dos. Esta traba tan correcta, con sillares que hacen de perpiaños en el espesor de 1,20 m en hiladas alternas, se ha perturbado, bien inicialmente por error de construcción, o a lo largo del tiempo por partirse dichos sillares princi pales, habiéndose llegado en algunos pilares a la rotura de todos los perpiaños, con lo cual quedan desintegrados en dos adjuntos con 0,60 m de latitud cada uno, que da una esbeltez de 1 : 8, impropia en una construcción de fábrica sin clonglomerante. Además, los sillares se asentaron entre sí sin la mínima perfección típica de la fábri ca de sillería y con el agravante de que cada pilar descansa en las enjutas de las arca das inferiores, donde, aparte de apoyarse sobre los sillares correspondientes con la misma deficiencia indicada, en algunos casos se ha empeorado la transmisión de car gas a consecuencia de la desaparición de la mayor parte de los sillares de la hilada correspondiente al nivel de la cornisa intermedia, de los cuales sólo han quedado los retenidos por pisarles los pilares, pero en ciertos casos la rapiña ha arrancado algunos que estaban debajo pero poco retenidos, con lo cual se ha dism inuido la base de apoyo, incrementándose el perjuicio por haber quedado la transmisión excéntrica.
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Dos d ib u jo s a n ó n im o s en los q u e se a p re cia la bárbara y de sa te n ta d a obra realizada sobre la c o ro n a ció n del a cu e d u c to cu a n d o las g u e rras c a rlis ta s . En el su p e rio r se a p re cia el a lm e n a d o de los m u ro s a ñ a d id o s para c o n v e rtir la ca n a l en adarve y en el in fe rio r, la caseta que d e b ía se rvir de cu e rp o de g u a rd ia (los d ib u jo s se e n cu e n tra n en las v itrin a s del c la u s tro de la ca te d ra l de S egovia)
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Ilu s tra c io n e s de p e rió d ico s
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Resulta evidente que las cualidades deficien tes de origen y la pérdida de condiciones resistentes por deterioro, exigen una contri bución urgente para restaurar sus cualidades resistentes. Pero si además se mejoran estas cualidades: miel sobre hojuelas. Se comprende, con esta simple descrip ción de deterioros, que el acueducto ha per dido virtualidad resistente y no se compren de cómo haya quien pueda afirmar, con toda irresponsabilidad, que el monumento no necesita ayuda y que puede durar otros vein te siglos sin ningún arreglo. Esto se ha repe tido por personas aparentemente solventes en la encuesta que puso en marcha la campaña periodística contra nuestro proyecto de res tauración y consolidación del acueducto, y hasta hubo quien se rasgó las vestiduras por el atentado que suponía consolidar esta obra de romanos con hormigón —¡la fábrica roma na por excelencia!—y barras metálicas, de las cuales ya se habían servido los griegos en el Partenón para mejorar la resistencia de sus dinteles. Para cotejar lo que hacemos con lo que se ha realizado recientemente en Italia damos un detalle de la solución utilizada en el refuerzo de los muros del anfiteatro de Verona, construcción que parece ser también de la época del emperador Claudio. Afortunadamente la consolidación está en marcha, se ha recalzado ya la cimentación de un pilar que estaba prácticamente descalzo, envolviéndola en un cerco de hormigón arma do prolongado hasta 5 m de profundidad mediante una pantalla de pilotes de pequeño diámetro, inyectando mortero de cemento entre los sillares de la zona encepada. Los pilares superiores dudosos se inyecta rán también con mortero de cemento para asegurar su monolotismo especialmente en lo que se refiere a sección transversal y, además, se ensanchará la base de apoyo restablecien do la parte de cornisa que les pertenece como zócalo. De este modo no sólo restauramos
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Tres fo to s a c tu a le s d e l a c u e d u c to : la s u p e rio r d u ra n te el d e rrib o de los m ure te s su p e rio re s, q u e avanza de de re ch a a iz q u ie rd a , y las o tra s dos con la co ro n a ció n re sta u ra d a a la época rom ana
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Izq u ierda Las losas p rim itiv a s de co ro n a ció n , con los m u re te s sobre p u e sto s y tu b e ría s , d u ra n te las o b ra s de sa n e a m ie n to , d e rrib o y de sm o nta je . J u n io 1 9 7 0 D erecha La ca n a l re sta u ra d a , o ste n ta n d o la c o ro n a ció n rom ana
sino que mejoramos las condiciones iniciales resistentes de estos elementos esencia les en el equilibrio del conjunto. En esta dirección de mejorar condiciones iniciales se van a inyectar, o mejor dicho, rellenar con mortero desde coronación parte de las enjutas de ambas arquerías para consolidar los nudos de retícula que forman, encauzando así las posibilidades resis tentes del conjunto hacia su funcionamiento como pórtico múltiple rectangular de dos dinteles, más satisfactorio que el de superposición de arcadas evocador de la ines tabilidad de los castillos de naipes. En las bóvedas superiores se proyecta afianzar su enlace con el dintel superior mediante anclajes por barras radiales introducidas en perforaciones a lo largo de los planos de contacto de las dovelas segundas y terceras a ambos lados a partir de la de clave. Después de introducir las barras se hará una inyección por sus mismas perfo raciones para proteger las barras y mejorar la fábrica en su entorno. De este modo, después de conseguir una fijeza de nudos que asegura la estabili dad del conjunto afianzamos ésta en las zonas parciales correspondientes a los arcos superiores que ya hemos visto se encuentran deficientes, al fijar mediante los ancla jes indicados dos puntos intermedios (riñones) de su directriz, con lo cual, dado el acuñamiento entre dovelas que proporciona la forma circular, no existe posibilidad física de que alguna de ellas se desprenda. Es extraordinaria la situación de equilibrio inestable en que se encuentra el amon tonamiento ordenado de sillares que constituye el piso superior de este acueducto, ya que, si cualquiera de los que forman su contorno se desprendiera, daría lugar al des prendimiento sucesivo de todos, es decir, a la ruina del conjunto. Y esta sensación de inestabilidad se acrecienta al comparar su silueta con la que tuvo el acueducto de los Milagros, pues lo que, siendo similares en longitud y altura, la relación de macizos a vanos es notablemente diferente, acusando extraordinaria esbeltez en el de Segovia. En estas condiciones la actitud del que tiene que afrontar una consolidación por otro lado inaplazable del mismo es verdaderamente compro metida. Hemos aplicado la norma categorial del ingeniero: causar la mínima pertubación en lo establecido. Al pie de la letra esto sería dejarlo como está, que es lo que opi nan algunos insensatos, pero en separarse lo mínimo de ellos está la sensatez. Retocar lo menos posible; si no es absolutamente preciso no desmontar ni un sillar, dejar las
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acueducto de Los M ila g ros
-
M érid a
mismas condiciones de flexibilidad a los cambios de temperatura, para lo cual intro ducir el mínimo de inyección en sus fábricas que limitamos a nudos y pilares defec tuosos y especialmente que el refuerzo interior no aparezca en la superficie. Con este criterio planteábamos en obras el problema de reparar sillares, y yo decía que no se podía sustituir ninguna dovela de arcos superiores, lo cual interpretado en sentido físi co por uno de los encargados de la obra, excitó su amor propio de especialista ducho en montar y desmontar arcos de monumentos, medievales y renacentistas. Natural mente que se podría desmontar todo el acueducto para volverlo a montar, porque la ausencia de conglomerante lo hace posible como en ningún otro caso, pero pocas veces esta operación tiene probabilidades de productir la ruina de 44 arcadas. Una de las tareas más gratas y emocionantes de las que me han correspondido como ingeniero, ha sido la de intervenir en la restauración de esta magnífica obra de maestros antecesores, los ingenieros romanos. Ha sido ocasión de recreación, en el más punto sentido de la palabra, al restituir parte de lo que habían destruido y eliminar lo que habían añadido nuestros antepasados, especialmente durante los siglos XIX y XX, y contribuir a que nuestros sucesores puedan admirar y disfrutar tan excelso monumento. Y así, una de las mayores satisfacciones que he experimentado como restaurador, ha sido ver cómo al derribar los muretes que daban una coronación falsa y atentatoria a la dignidad del acueducto renacía la verdadera silueta del mismo, vibrando en el ritmo de toda la obra, donde, a causa del desbaste tosco premeditado S o lu ció n del re fu e rzo de los m uro s del a n fite a tro de Verana, Ing. R. M ora nd l
272
Capítulo V III. Conclusiones
Segovia
C o m p a ra ció n de la s ilu e ta rom ana a c tu a liz a d a re c ie n te m e n te y la que ha o ste n ta d o d u ra n te casi un sig lo , al te n e r que so p o rta r a d ic io nes d e sa te n tad a s
273
Acueductos romanos en España
Arcos Localidad
Epoca
Fábrica
Tarragona
Augusto Sillería
Dobles y sencillas
20P
Segovia
Claudio
Sillería
Dobles y sencillas
Barcelona I
Siglo I
Sillería
Simples Sillarejo
Baelo
Siglo I
Sillería
Simples
Almuñécar
Siglo I
Sillarejo Pizarra
Simple Doble
Valencia de Alcántara
Siglo I
Sillería
Chelva
Siglo I
Sevilla Itálica Mérida: S. Lázaro
Arcadas tipo
Altura Cornisa
Sección
Alzado
19
Rectangular
Escalonadas
26
Rectangular
16P, 14P
17, 15
Rectangular
Escalonadas
-
Compuestas y varias
10P
15
Rectangular
Constante
-
Rectangular
-
-
Rectangular
Constante
-
16P, 9P
-
Rectangular
Constante
-
1-2-3 lajas salientes
Simple
18P
29
Rectangular
Escalonadas
-
No
Sillería
Simple
28P
19
Rectangular
Escalonadas
-
Rectangular
Siglo I
Ladrillo
Simple Doble
15P8P
-
Rectangular
Fuste
-
3 hiladas
Siglo I
Ladrillo
Simple
10P
-
Rectangular
Adriano
Sillería y Ladrillo
Simple Doble
12,5
_
Rectangular Cruz
Constante
-
Hormigón
Triple
15P
-
Cruz
Constante
76P
Toledo
Siglo II
Sillería
Simple
-
-
Hormigón
Doble
90P
-
Alcanadre
Siglo II
Sillarejo Manipostería
Simple
15P
—
Rectangular
Constante
-
No
Barcelona II
Siglo II
Sillarejo Manipostería
Simple
10P
35
Rectangular
Constante
-
Rectangular
Pineda
Siglo III Sillarejo
Simple
11-13P
-
Rectangular
Constante
-
No
Milagros
Luz
Pilas
Dovelas núm.
274
Arquillos en tímpanos
Arquillos sobre claves
-
-
Listel y Cimasio
-
-
-
de sus sillares, no hay ninguna línea que aspire a rectitud en todos los contornos posi bles de su silueta. Y frente a esto anoto dos cosas verdaderamente extrañas: 1), que los puros segovianos que no quieren tolerar ni cemento, ni hormigón, ni hierro en las entrañas del monumento, hayan tolerado esta irrespetuosa sobreposición en lo más noble del mismo: su coronación; y 2) que la algarabía que se desató ante la noticia de su repa ración no se haya serenado definitivamente en este hecho que acabamos de resaltar, que no haya sido noticia para la misma Prensa que vibró con tanta indignación por el posible atentado contra el Arte y la Historia: la restitución del acueducto de Sego via a su primitiva belleza y realidad.
Particulari dades
índices
Indice onomástico
Indice onom ástico
Abderram án III, 29 A bellán, Francisco, 198 Abensáhibasala, 170, 181 A bu Yacub Yusuf, 171, 181 A driano, 23, 26, 137, 138, 150, 227, 262, 264 A gripa, 21, 40, 42, 258 A l H im yari, 152, 2 0 5 , 2 1 0, 253 A lberti, Juan B autista, 253 A lbiñana, J. F., 51, 52 A lbisu, Pedro Á ngel, 203 Alcedo, A ntonio, 49 Alfonso V I, 65 Alfonso X, 171, 172, 183 A lim enón de Toledo, 65, 26 7 A lien, Jam es H ., 115 A l-M akkari, 29 A lm erich, L., 21 9, 254 Alonso el Sabio; véase Alfonso X Am brosio M ariano , P. Fr., 203, 206 A ntonino, 22, 90, 200 A ntuna, padre M elchor M ., 181 A pollodoro de D am asco, 138, 150, 262 Appio C laudio , 19
Burgoing, barón de, 50 Buriel, Andrés, 254 C aligula, 21, 22, 64, 89 C am pom anes, 153 C aracalla, 19, 21, 90 Carbonell, 220 Cárdenas Portocarrero, Rodrigo de, 153 Carlos V, 254 Caro Baroja, J., 254 Caro, Rodrigo, 159, 182, 187, 204, 265 Casiodoro, 253 C avanilles, A. ]., 2 5 5, 256 Cea Bermúdez, 50, 152, 205, 219, 2 5 4 , 255 César, 40, 263 Cevallos, Pedro, 109, 113, 114, 187, 204 C laudio , 19, 21, 22, 42, 64, 67, 88, 89, 90, 92, 94, 259, 260, 270 Coello, 234 C ollantes deT erán, Francisco, 185, 187, 204 Colm enares, Diego de, 77, 106, 107, 109, 110, 111 Conde, José A ntonio, 183
A renillas, Anselm o, 87 A rm añac, D. F., 29
Contreras Sotomayor, C ristóbal de, 153 Cortés, 110 C osío-Pijoan, 28
A rm ytage, J. C ., 115
Cousen, J., 115
A rnont, Jules, 185 Ashby, T h ., 28
Da V inci, Leonardo, 12
A ugusto, 19, 21, 23, 25, 40 -43 , 77, 88, 89, 93, 94, 154, 258 Á vila, 248, 2 5 0, 252 Barreiros, Gaspar, 152 Blake, M . E., 28 Blázquez, 253 Bofarull, A ., 51, 52 Bonsor, P., 200 Bosarte, 68, 78, 109, 112, 220 B ram billa, 85 B uendía y Ponce, Francisco de, 181, 182 Bueno, José, 256, 26 6
D arem berg & Saglio, 45, 51 D iéguez, E., 248-251 Doré, Gustavo, 82, 163, 185 Dozy, R ., 205 D uborniel, Enrique, 203 Enrique III, 112 Enrique IV, 65, 67 Escovedo, fray Juan de, 65, 66, 109 Espinosa de los M onteros, Pablo, 181, 182, 183 Esquivel, maestro Pedro, 152, 153, 154 Esteve, Rafael, 203 Eydoux, H. P., 229
277
Acueductos romanos en España
Fanlo, Félix, 111 Felipe II, 112, 153, 154, 203, 206 Fernández Pérez, G., 155 Fernando el C atólico, 65, 183 Fernando IV, 172, 183 Fita, padre, 64, 88, 92, 115 Flavios, 26, 64, 88, 90 Florensa, 219, 221, 227 Flores, Leandro José de, 182
H ovfnaglius, G ., 185 H übner, 64 H urtado de M endoza, D iego, 153 H urtado, V íctor, 255 Ibn al Jatib, 205 Ibnu-G halip, 29 Idrisi-al-H im yari, 143, 152 Isabel II, 30
Flórez, Fr. Enrique, 34, 49, 62, 106, 115 Floridabianca, conde de, 50
Isab ella C atólica, 65, 108, 109, 111, 183
Floridabianca, m arqués de, 49 Frías, Fr. Gonzalo de, 65
Jardina, A ntonio de la, 77, 109 Juan II, 65, 67, 112 Juana, reina, 67 Juanelo Turriano, 210, 254
Frontinus, S. ]., 28 Frutos, D ., (sacerdote de Segovia), 77 Fuente O rtiz, D . Pedro J. de la, 115 Fuidio, P., 254
Ju cef Abu Jacub, 183, 185 Junio Bruto, 248
Fulgosio, F., 51, 52
Ju su f Abu-Jaende, 184
Galiay, J., 243, 255 Gam ones, D om ingo, 106, 115
Kant, 15
G arcía Bellido, 15, 187, 204 G arcía de Laredo, Francisco, 183 G arcía de M eneses, 152
Laborde, A lexandre de, 31, 34 , 52, 68, 115, 143, 146, 148, 157, 245, 256 Legendre, M ., 106, 115 Levi Provençal, E., 152, 205, 253
G arcía M ercadal, J ., 50 G erónimo de la Concepción, 205 Gestoso y Pérez, José, 170, 184 Golge, M . J. de, 205 G ómez de Som orrostro, A ndrés, 50, 56, 60 -66 , 74, 75, 77, 78, 80, 88, 107, 110, 115, 155 G óngora, Jo aquín de, 115, 155 González A lam eda, A ntonio, 113 González, Julio, 185 G uadalupe, maestro Juan de, 66 G uerrero, M an uel, 122 H ach Yaij, 170 H arding, J. D ., 85 Plarduino, 110
Lezaeta y Z úñiga, M ateo, 113 Licinio Larcio, 63, 77, 106, 110 Llaguno, Eugenio, 183 Lucius M inicus N atalis, 227 Lugli, G„ 28, 259, 260 M adoz, 50, 108, 168, 171, 183, 203 M adrazo, Pedro de, 184 M arcius, Q ., 19 M ares, V icente, 255 M argelina, C ., 200 M ariana, padre, 68 M artínez Siliceo, Juan , 21 5, 253
H erm enegildo, 183 H ernández Díaz, José, 204 H ertuleyo, 63
M asdeu, P. Francisco, 68 M assidio Longo, L., 215, 253 M atute, 187 M ayno, 254
H ippias M ayor, 179 H ispan, rey, 68, 77, 106
M edina, Pedro de, 67, 68, 171, 181, 2 0 3, 205 M ela, P., 200
278
Indice onomástico
M eléndez, A m brosio, 113 M elida, R ., 255 M éndez Silva, 182
Plinio el M ayor, 63, 77, 110, 183, 200 Pons de Icart, 49, 52 Ponz, A ntonio, 49, 68, 106, 115, 154, 157, 203, 254
M esa, Fr. Pedro de, 65, 109 M etelo, 63
Prat i Puig, Francesc, 238, 239, 242, 255, 266 Ptolomeo, 110
M iguel A ngel, (pintor), 12 M ifiano, 107, 153, 213 M iram o lín , 181
Puebla, doctor, 66 Puig y Cadafall, 29, 30, 52 Pujades, 49
M isero Cajizo, 171, 183 M ondéjar, m arqués de, 68
Q uintana Palla, 66
M onfaucon, B., 115 M onfaucont, P., 106
Ram írez, Augusto, 87
M ontalbán, Luis de, 172, 183 M oraleda y Esteban, J., 254
Ramos, D om ingo, 51 Rey Pastor, 216, 217
M orales, Am brosio de, 77, 153, 154, 182 M oreno de Vargas, Bernabé, 153, 156
Reyes Católicos, 56, 65, 66, 267 Rico te, A gustín, 113
Nasa, E., 28
Roberts, D avid, 79, 80, 81, 83, 115 Rodríguez de Pazos, Juan, 153
Navagero, 67, 107, 253 N erón, 22, 45, 90, 264
Rojas, Francisco de, 215, 217 Rojas, Pedro de, 253
O ’Reilly, conde de, 203
Romero de Torres, E., 205 Rovira, J. A ., 29
Orozco, 203 O rtiz de Z úñiga, D iego, 183 O rtiz, A ntonio, 78, 109, 110, 111, 113
Sadaba, 255 Saenz de Buruaga, Juan, 106
Palomares, Francisco, 254 Parcerisa, 86 Paris, Pierre, 200 Paris-Bonsor & M ergelina, P., 205 Parker, 28 Pazos Figueroa, A ntonio, 153 Pazos Figueroa, R odrigo, 153 Pemán, César, 203 Peraza, 160 Pérez, Tomás, 114 Perosini, Jo aquín, 203 Peyroni, J. F., 68 Pezet, M aurice, 228 Picard, G ., 52 Pifferrer, P., 51, 52 Pinelo, Felipe, 183 Pirro, 19 Platon, 179
Salazar de M endoza, 206, 215 San Sim ón, duque de, 67 Sancho Corbacho, A ntonio, 183, 204 Santiyán y Valdivielso, J. de, 29, 49 Sayagues, 255 Schulten, A ., 29, 52 Septim io Severo, 21, 90 Serlio, 45 Serrano, Pedro, 182 Sertorio, 63 Severo, A lejandro, 19, 22 Severos, 21, 22, 26, 89, 90, 137 Sigüenza, padre, 65, 66, 67, 77 Sim onet, 205 Sixto V., 19 Sócrates, 179 Suárez de Salazar, 203 Sulpicia, 63 Sulpicio, 63
279
Acueductos romanos en España
Taracena, Blas, 230, 231 Taylor, J., 84, 115 Teodosio, 63, 77, 110 T iberio, 94, 259 T ito Livio, 19, 21, 63, 248 Towsend, J., 50
Vespasiano, 21, 77, 88, 110 V illam il, 167, 168, 177, 185 V illanueva, Diego de, 77, 115 V iriato, 63, 248 V itrubio, 194, 209, 253 V iu, José de, 154, 249, 250, 2 5 1, 256
Trajano, 23, 26, 68, 90, 93, 106, 1 1 0 ,1 3 7 , 138, 150, 227, 228, 25 7, 2 6 2 ,2 6 4
W am Baum berghen, Francisco Javier, 78, 113, 114
U garte, H erm enegildo V íctor de, 115
Xim énez de Rada, R odrigo, 63, 65, 77
Valdés, Francisco, 67, 88 Valdivielso, 29 Van D em an, E. B., 28
Ydrisi, 205, 210, 253
Van H alen, 82 Vélez de Guevara, Luis, 182
280
Z ubiri, Xavier, 15, 179 Z úñiga, 183
Indice de acueductos y topónimos
ín d ice d e ac u e d u c to s y topónim os
Ad Pontem, 203
Baelo, acueducto de, 177, 197, 20 0 -2 0 2 , 205, 260, 261, 274
A elia Augusta Itálica, C olonia, 187 A latli, 211
Barbegal, acueducto de, 228, 23 7
Albarregas, puente de, 119, 148, 157 A lcanadre, 230
Barcelona, acueducto de, 23, 21 9-2 29 , 254, 261, 274 Bellone C laudia, 200, 205
— , acueducto de, 197, 2 2 8, 23 0-2 38 , 264, 274 A lcanlavill, puente del, 41
Bética, 184, 265 Blanes, 23
A lcántara, puente de, 93, 106, 139, 145, 178, 218, 264 A lcantarilla, em balse de la, 211 — , presa de la, 210
Bolonia, 205
— , puente de la, 258 Alconétar, puente de, 25, 137, 139, 150, 262, 263 Alm uñécar, acueducto de, 11, 23-26, 177, 189-197, 202, 205, 2 5 7, 260, 2 6 6, 274 Alnázcollar, 25
Cádiz, 23, 159 C alagurris, 230 C alahorra, 23, 230 C an C ua, acueducto de, 238, 2 3 9, 240 C an Palau, acueducto de, 238, 242 C angas de O nís, 197
A lparriate, acueducto del río, 201, 202 A ndújar, puentes rom anos, 175 A ngitia, 211
Cantarranas, acueducto de, 201, 202
Anio Novo, 19, 21, 22, 89
C arm ona, puente rom ano, 25, 176, 200 C artago, acueducto de, 26
Anio Vetus, 18, 19 Aosta, teatro de, 260 A qua A lejandriana, (R om a), 19, 22, 28 A qua A lsietina, (R om a), 18, 21, 89 A qua Appia, (R om a), 18, 19, 89 A qua A tilianae, (R om a), 243, 255 A qua C laud ia, (R om a), 19, 21 -23 , 25, 26, 28, 42, 64, 8890, 259, 264 A qua Julia, (R om a), 18, 20, 21, 26, 43, 89 A qua M arcia, (R om a), 18-21, 28, 44, 45 A q u aT ép u la, (R om a), 18, 20, 21, 28
C añoquebrado, 117, 118, 119, 120, 122, 157 Caños de Carm ona, Los, 143, 159, 183, 184, 185
C astulone-M alaca, vía, 189 Cauca, 63, 110 Chelles, 26 Chelva, acueducto de, 23, 47, 2 4 4 -2 4 7 , 2 5 2, 255, 274 Cherchel, 40 C iudad Rodrigo, 23 C laudio, pórtico de, (Rom a), 260 C laudius Divus, tem plo de, (R om a), 260 C lun ia, 110 C onstantina, acueducto de, 26, 40 , 47 Corduba-H ispalis, vía rom ana, 159, 160, 168
A quaT rajan a, (R om a), 19, 22 A qua V érgine, (R om a), 18, 260 A qua Virgo, (R om a), 20, 21, 26, 28, 43 Arcos de C arm ona, 25
Cornalvo, conducción de, 117, 118, 119, 120, 122, 126, 1 5 4 ,2 6 4
A rgelia, 47 Aspendos, 211
Cueva de Siete Palacios, depósito, 189 Cuevas de H ércules, 208, 215, 264
A stúrica a César-A ugusta, vía rom ana, 243 Atenas, acueducto de, 150 A tiliana; véase A qua A tilianae A tiliane; véase A qua A tilianae Azm alcóllar, puente rom ano, 176
Cornalvo, m urallón de, 152
D anubio, puente del, 138, 262 — , río, 150 Deifontes, 198 D iablo, puente del; véase Tarragona, acueducto de,
281
Acueductos romanos en España
Ebro, acueducto del, 230 Écija, puente rom ano, 176 Efeso, 26 Em érita a A stática, vía rom ana de, 63 Em érita A ugusta; véase M érida Ferreras, puente de las; véase Tarragona, acueducto de Font del Ferro, barranco de la, 238 Forum Ju lii, 237
— , alcantarilla rom ana, 139 — , anfiteatro, 124 — , Circo M axim o, 153 — , puente de, 178 M oranta, puente de, 219 N arni, puente de, 218, 259 N im es, anfiteatro de, 26, 47, 52, 112 N um ancia, 63
Fréjus, acueducto de, 2 2 8, 229, 237 Orense, puente de, 218 Gades, acueducto de, 2 0 2, 203, 205, 211 G alia, 237 G ard, puente de, 26, 27, 40, 42, 43, 45 -47 , 52, 93, 112, 144, 2 1 8, 257, 259 Gordo, cerro, 118, 120 G ranada, 23 — conducciones de agua, 198, 199
Panteón, 23, 262 Patare, 211 Patras, 26 Pineda, acueducto de, 228, 23 8 -2 4 2 , 255, 266, 274 Plata, vía de la, 262 Pola de Gordón, 197 Porta Prenaestina, 260
H ispalis a Gades, vía rom ana de, 41, 258 H ispalis, acueducto de, 159, 160, 184, 187 Horno de V idrio, 214, 25 4
Proserpina, 117, 118, 124, 126 — , conducción, 123, 125 — , lago, 154 — , presa, 264
Itálica, acueducto de, 187, 204, 264, 265, 274
Pulido, acueducto de arroyo, 20 1, 202
Juanelo, artificio de, 18, 107
Rabo-de-Buey, 117, 126, 156
Ju lia Traducta, 205 Ju lia Urbs T rium phalis Tarraco, C olonia, 40
— , Piscina lim aria, 123, 128 — , Tercera C añería que venía del Borbollón, 157
Liria, 2 4 4, 255 Lodosa, 230 Lyon, acueducto de, 18, 211, 228, 229
— , conducción de, 117, 120, 122, 123, 153, 156, 157 R im ini, puente de, 259 Rom a, acueducto de, 18, 25, 27, 28, 4 6 , 89, 105, 143, 264 — , conducción de, 26, 46, 89, 159
M aison C arré, (N im es), 90, 92 M arcia, 41 , 89 M arranella, valle de, 22 M artorell, puente de, 218
Sadaba, acueducto de, 24 3, 255 Saxetanum ; véase Sexi
M érida a Zaragoza, vía rom ana, 110 M érida, 117, 154, 263
— , acueducto del segundo barranco del río, 194, 196 — , acueducto del tercer barranco del río, 195, 196 — , vaguadas de la ladera del río, 196 Secovia; véase Segovia
— , acueducto de Los M ilagros, 23 -26 , 47, 48, 117, 124, 125, 126-134, 137, 139, 145-151, 154-157, 257, 264, 2 7 1, 27 2, 276 — , acueducto de San Lázaro, 2 3 ,2 4 , 118, 119, 134-151, 1 5 4 ,1 5 6
282
Seco, acueducto del prim er barranco del río, 193, 196
Segovia, 23, 24, 25, 2 7 , 4 6 -4 8 , 63, 93, 105, 137, 143, 234, 257, 2 7 1, 27 3, 274 — , abastecim iento de, 56
Indice de acueductos y topónimos
— , acueducto de, 11, 50, 5 3 -1 1 6 , 155, 178, 185, 205, 243, 2 5 9, 266, 272 Serapis, Templo de, 68 Sevilla, acueducto de, 23, 25, 143, 15 9-185, 2 5 7 , 264, 274
Trajano, foro de, 138 Trave, valle de la, 22 Tucci, 204 T únez, acueducto de, 26
Sexi, 11, 189, 211
Urbécula, 110
— , abastecim iento de agua de, 200 Sifón, 211
U xam a, 63, 110
Tarraco, 29, 40, 4 1 ,4 6 , 258
Valencia de A lcántara, acueducto de, 24 8-2 52 , 256, 266, 274
Tarragona, acueducto de, 17, 23 -27 , 29 -52 , 88, 93, 105,
V alentia, 248
137, 151, 205, 2 5 2, 2 5 7, 262, 278 Termes, 63
Venus, tem plo de (Rom a), 23 V érgine, 89
Toledo, acueducto de, 18, 23, 26, 27, 46, 144, 159, 207218, 228, 253, 2 6 4, 274 — , depósito term inal, 215 Tomas, las; véase R abo-de-Buey
Verona, anfiteatro de, 67, 107, 260, 270, 272 V icarías, 157
Torrecuevas, acueducto de, 193, 196, 197, 202 — , arroyo, 196
Yébenes, los, 210
— , barranco de, 24
Zuazo, puente de, 203, 205, 206
V illa A driana, 137, 138, 150, 262
283
Este libro de terminó de im prim ir en septiembre de 2008 en los Talleres de Gráficas M uriel. En su composición se han utilizado tipos de la familia AGáramond. La encudernación se ha realizado en el Taller de los Hermanos Ramos