ÉTICA Y POLÍTICA (FILOSOFÍA, DEMOCRACIA Y EDUCACIÓN) http://es.scribd.com/Doubleplusuntrue http://sanare.academia.edu/MiguelAponte Por: Miguel Aponte1 Resumen ¿Cómo es posible vincular la ética y la política con el resto de las actividades productoras de lo humano? Porque de lo que se trata es de concebir un proyecto humano con sentido y que sea capaz de deslindarse del determinismo positivista y de la dualidad liberalismo-socialismo. ¿Cómo podemos reinstaurar la política para que vuelva a ser ética? ¿Cuál puede ser el papel de la educación en este esfuerzo de creación? La indagación nos lleva a los orígenes de la institución social. Abstract How is it possible to link ethics and politics with the rest of productive human activities? Because the purpose is to conceive a human project with sense and able to demarcate from positivist determinism and liberalism-socialism duality. What can be the role of education in this production effort? How can we re-establish politics to be ethical? The inquiry leads to the origins of the social institution. Palabras clave: Heteronomía, autonomía, mito, sentido, creación, determinismo, positivismo, subjetividad, epifanía, terribilidad, tragedia, utopía. Keywords: Heteronomy, autonomy, myth, meaning, creation, determinism, positivism, subjectivity, epiphany, terribleness, tragedy, utopia. Sumario: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14.
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Introducción Antecedentes Epifanía Las cuatro hermanas: filosofía, política, ética y democracia ¿Dónde, cuándo, cómo? El proyecto de autonomía social e individual ¿Otra política? Carácter trágico de la acción humana La educación Los Griegos… otra vez Hybris y política La Odisea humana Ética y política hoy La utopía hoy
Profesor Contratado del Departamento de Farmacoeconomía de la Facultad de Farmacia, Universidad Central de Venezuela, Licenciado en Economía. Correo electrónico:
[email protected].
1. Introducción La ética y la política connacen, se implican y se habitan. Ambas son manifestaciones antropológicas
exclusivas de
este
ser
del
quehacer
particular
que
humano, somos.
manifestaciones Son,
además,
manifestaciones históricas. Con esto queremos decir que pueden no ser; y, en efecto, si revisamos la historia humana veremos que, ¿sorprendentemente?, casi nunca han sido (Castoriadis C., 2004:203,215). Porque no son un resultado natural y espontáneo, no pudieron surgir sino en un “momento histórico” particular, con un “ser” particular, que, para ese momento ya es, él mismo, resultado complejo de la relación individuo-especie-sociedad. Más claramente, el hombre durante casi la totalidad de su historia sobre la tierra ha vivido en sociedades donde la ética y la política han inexistido. O han estado negadas. Ambas – ética y política – aparecieron en condiciones muy particulares; y se hundieron nuevamente para renacer en condiciones históricas distintas y, otra vez, particulares, pero que guardan de alguna manera intimidad con las de su primera aparición. La verdad es que el hombre ha vivido desde su aparición en el mundo, más bien sujeto a heteronomías individuales y sociales de diversa índole y calidad. Intentaremos explicarnos. Dos momentos apenas pueden señalarse como tributarios de estas instituciones: En Grecia, en el Siglo V a de C., nacen – ética y política – simultáneamente con la filosofía y la democracia, para luego hundirse durante la Edad Media y resurgir nuevamente en Europa, con la aparición de las primeras comunas burguesas en los Siglos XI y XII que re-crean la política al
intentar auto-instituirse: Italia, Francia e Inglaterra (Castoriadis C., 2004:340). El mundo moderno nace en los Siglos XIII y XIV, con la idea de “tiempo lineal” y “progreso”. Antes, las ideas de linealidad del tiempo se aplicaron a lo extramundano y nunca a la vida del hombre en la tierra (Castoriadis C., 2004:342). Pero, ¿cuál es el imaginario y las circunstancias que dan pie por primera vez a estas apariciones? Nos interesa particularmente el primer momento, porque con su evaluación pretendemos comprender este complejo proceso originario y, a la vez, deslastrarnos de determinismos y visiones unilaterales. El determinismo tiene, al menos, dos problemas insuperables, por un lado, convierte en error cualquier otra verdad, lo que conduce a la intolerancia y el dogma; y, por el otro, cancela toda posibilidad de creación (Castoriadis C., 2004:215,254). Pretendemos también superar la visión positivista que ha impregnado el pensamiento occidental desde hace más de trescientos años y que hoy en día está de salida y ¿ha muerto? En efecto, queremos deslindarnos tanto del liberalismo como del marxismo. Ambos, en todas sus versiones y en mayor o menor grado, son tributarios del determinismo-positivista cartesiano y sus respectivos análisis han pagado este tributo, como pretendemos mostrar. Por otro lado, también nos interesa especialmente el primer momento de aparición de la ética y la política, porque queremos subrayar que estas apariciones históricas, una vez manifestadas, no desaparecen aunque sean reprimidas, aunque muchas veces después de su aparición en situaciones históricas y sociales no hayan podido manifestarse e, incluso, hayan sufrido retrocesos hasta, incluso, su extinción. Insistimos, no desaparecen. Forman parte del mundo humano (y por tanto, del mundo) desde entonces y para
siempre, en la forma de los proyectos y luchas individuales y sociales por la autonomía y la libertad. 2. Antecedentes Veamos. En el espacio y el tiempo de las culturas mesopotámica, egipcia y asiática, la ética y la política fueron impensables y, efectivamente, no existieron. El ejercicio del poder por parte del faraón no es política, sino hegemonía, mera dominación, en un contexto donde la ética es imposible, porque todo es mandato divino y autoridad de sus representantes en la tierra. Tampoco existió el sujeto, en sentido fuerte, que es correlato indispensable y producto del ejercicio ético. En estas sociedades lo público, en realidad, era el ámbito privado del déspota y lo privado era práctica y teóricamente inexistente (Castoriadis C., 2004:344). Fue Freud quien dijo que el primer humano que insultó a su enemigo en vez de lanzar una piedra fue el fundador de la civilización y, en efecto, podríamos decir que todo el periodo de la humanidad que va desde ese primer acto humano, hasta Grecia, está ausente de estas manifestaciones. El hombre es durante todo ese periodo otro producto más de la “acción” divina y la tradición y, en su existencia concreta, sobretodo, manifestación colectiva. El individuo y la subjetividad, en el sentido fuerte, no existen. Mucho menos la idea de originalidad y creación que son necesarias para fundar un sujeto humano, como lo entendemos hoy en día. Más bien, pasarán miles de años para que Ética y Política, ambas realizaciones históricas, se hagan posibles. Hasta entonces sólo tenemos un “individuo” cuya razón de ser se hunde en el colectivo y no tiene sentido sino en él. Son
sociedades imperiales, monárquicas, cerradas y sujetas a designios extrahumanos y divinos, encarnados en la casta y el individuo dominante. El mito y la religión constituyen la plataforma sobre la que se asienta la sociedad y constituyen verdades con mayúsculas y un estado de cosas eterno e incambiable para todos. Ni siquiera el Rey es dueño de sí mismo, por más que pudiera cometer las mayores atrocidades, porque su puesto en la sociedad no ha sido “decidido” por él ni por humano alguno, sino por el designio divino y la tradición. Argumento general y absolutamente aceptado y del cual no puede escapar. Está condenado a ser Rey, como sus súbditos obligados a servirle, so pena de condena divina. No hay escapatoria, no hay alternativa, no es problema de decisión individual, no es problema ético. Tampoco es cuestionable, recusable y menos modificable, por tanto, tampoco es un problema político. Ética y Política ausentes. 3. Epifanía Es en la Grecia Clásica cuando un conjunto de circunstancias, por primera vez, dan lugar a un imaginario que hace posible la ética y la política. Son circunstancias contingentes y humanas. Pura antropología manifestada. Creación pura y pura creación humana. Ética y Política nacen acompañadas de sus hermanas de sangre: la Filosofía y la Democracia. Imposible una sin la otra; es una tetralogía dialógica que, una vez creada, pasa a formar parte del mundo por derecho propio y aún cuando son suprimidas están allí, siempre presentes en el potencial mundo de las ideas y de las aspiraciones humanas, existencia dura, concreta y sentida.
4. Las cuatro hermanas: filosofía, política, ética y democracia Podemos demostrar que estas cuatro instituciones nacen y se implican como siameses. Existen juntas en forma dialógica y no armónica, se oponen, se contradicen, se complementan, algunas veces domina una esfera y en otras circunstancias otra. Lo que puede ser (¿o parecer?) circunstancialmente conveniente para una, puede comportar contradicción o disminución en alguna de las otras y “cuatriversa”. Su relación es paradójica y dialógica. También la muerte de una conlleva inevitablemente la de las otras, de modo que la superación de sus contradicciones no puede implicar la supresión de una por otra. Son polares y se requieren recursivamente. No hay ganadores y cuando se suprime alguna por “acción” de otra, la ganadora verá pronto o tarde, el carácter trágico de su triunfo. Las cuatro son siempre preguntas abiertas y nunca se clausuran. Son perfectibles y nunca serán perfectas, siempre serán cuestionables y todas requieren la libertad para existir. La libertad, que es capacidad de ejercer en forma no coercitiva una opción. 5. ¿Dónde, cuándo y cómo? Grecia Clásica es el lugar y los siglos VI y V a de C. el momento en el que se conjuga todo. La Mitología, otra vez, es el soporte originario a partir del cual se produce la gran reflexión Griega. Los Griegos instituyen un imaginario que comienza por reubicar la relación del hombre con lo divino y el cosmos, a partir de dos nociones originarias: Primero, la idea del Caos y, segundo, la idea de la Muerte. Desde su concepción mitológica del mundo los Griegos concibieron que todo, dioses, naturaleza, animales y hombres, la creación toda, viene del caos. Idea
que demostrará ser profundamente fértil y compleja. El caos está en el origen de la existencia como transfondo inescrutable e ineludible. A partir de esta concepción inicial se desarrolla toda la genealogía y sus avatares: El Caos da lugar a Gea (la Tierra), Eros (el Amor) y el Tártaro o Hades, el lugar más profundo del mundo, donde moran los muertos (Apolodoro, 2004:38). Luego Gea por autogénesis produce a Urano (el Cielo) y al Ponto (el Mar). Posteriormente, Gea y Urano, a partir de una relación incestuosa, conciben a la primera generación: Cíclopes, Hecatónquires, Titanes y Titánides. Entre ellos, Crono y Rea, titanes hermanos, darán lugar a la segunda generación, los Dioses Olímpicos (Apolodoro, 2004:240). Estos últimos liderados por Zeus vencerán a Cronos y los Titanes en una famosa guerra conocida como la Titanomaquia y establecen el poder sobre la tierra (Chrístou P., 2008:8) Pero los Titanes no mueren, sino que son lanzados por Zeus al Tártaro, donde cumplen condena eterna. Esta es la revisión rápida de una historia compleja y teñida de argucias y detalles que terminan dando un sentido poderoso e integrado. Un sentido que no siempre ha sido bien entendido, pero que ha terminado por imponerse como un poderoso imaginario y como el catalogo más completo de imágenes bien diferenciadas y consistentes de la cultura occidental (López-Pedraza R., 2005:22). La idea de “imagen” como movilizador psíquico tiene un profundo significado humano, no sólo en su manifestación individual sino también colectiva y social. Así, el Caos está en el origen y el fondo de todo, irreductible, ineludible e indiscernible, cargando a todas sus emanaciones con una incertidumbre de raíz. El hombre estará signado por esta incertidumbre y su epifanía lo demostrará así. Por su parte,
los dioses no son todopoderosos, omniscientes y eternos, son inmortales, pero no eternos, surgieron del caos y están sometidos a la ananké (la necesidad) y a la moira (el destino), su estatus divino no es de superioridad ontológica (Castoriadis C., 2004:311). En este contexto, si los Dioses, al igual que los hombres, surgen del caos, ¿cómo pueden ser responsables por ellos? Esta intuición les llevó a concluir que la raza humana estaba sola, sin “protección”, pero, a la vez y como consecuencia, también libre. La segunda visión que dio lugar al imaginario griego fue la idea de la muerte. Para los griegos la muerte era un dato, el único dato seguro. Forma una existencia polar y dialógica con la vida. Ambas se requieren para existir y son imposibles de otra manera, para ellos la muerte es un asunto vital, por así decir. Además, la muerte no representaba “una vida después de la vida”, y, mucho menos, una experiencia mejor. En La Odisea, cuando Odiseo encuentra a Aquiles en el hades le anima con estas palabras: “Ahora que estás aquí, mandas las almas con soberana fuerza. No te quejes, pues, de haber muerto”. Aquiles le dice: Ay, no procures respondió, de mi muerte consolarme. Desearía más labrar la tierra al servicio de un pobre, sin recursos, que mandar en las almas de los muertos. (Vidal-Naquet P., 2003:52) Así, pues, los griegos no concebían una recompensa después de la vida, como nos enseñan las grandes religiones monoteístas. La muerte es un dato insuperable y sin otras esperanzas y, por tanto, lo que haya que hacerse habrá de hacerlo en vida, porque morar en el Hades, independientemente de la vida
que se hubiera llevado, no solamente no tenía nada que ver con castigos o recompensas personales, sino que, además, era una existencia sin “noos”, sin alma. La consecuencia, sorprendente, que derivaron los griegos de esta doble visión, fue que los hombres tenían que darse sus propias leyes, crear su propio espacio humano. Así, frente a la physis los griegos crearon el nómos: La physis, la naturaleza, es el empuje propio de una cosa y de la totalidad de las cosas; el nómos es el reparto, la ley del reparto, la ley a secas, pero establecida por los humanos (Castoriadis C., 2004:362). Frente a la naturaleza, los griegos colocaron la convención, el acuerdo, la legislación, la institución humana. Hay leyes “naturales” en la naturaleza, pero en el ámbito humano, no. Este esfuerzo auto-creador del nómos y de las instituciones humanas, es característico y singular de los griegos. Los hombres deben crear sus propias leyes. Es la “terribilidad” de lo humano (Castoriadis C., 2001:24) bellamente expuesta por Sófocles en su tragedia Antígona: “El hombre es el ser más “terrible” que existe Porque nada de lo que hace Puede ser atribuido a un don natural, Sino que es obra del mismo hombre” (Sófocles., 2007:257 y sgts) Esta comprensión que culmina, por así decir, con Sófocles, fue iniciada por Esquilo y, antes, por todo el imaginario mítico en el cual se fundamentan ambos. Es importante notar que este imaginario no es fundamento filosófico ni atiende a razones, sino que es recogido por la cultura griega y diseminado por vía de los mitos y, por último, se consolida con Homero en La Iliada y La Odisea. No son textos divinos, ni filosóficos y ni siquiera literarios. Los griegos
no se acercaban a estos textos como nosotros a la Biblia o al Corán, no los leían como nosotros leemos a Kant o a Marx o al Quijote. Son manifestaciones culturales enraizadas en su forma de ser y vivir. Con ellos se aprendía a “ser griego”, a formar parte de esa comunidad y a “ser humanos.” Con La Ilíada y La Odisea se enseñaba a leer, eran textos educativos y seductores y este no es un comentario menor, como trataremos de mostrar posteriormente. Esquilo refleja la creación de la humanidad en otra tragedia Prometeo Encadenado. Aquí, Prometeo entrega el fuego al hombre y, de paso, le enseña que es mortal (Castoriadis C., 2001:18). Este conocimiento, esta consciencia de la muerte, hace dar un salto existencial a este ser que, con la idea de la muerte, de su muerte, origina la idea del tiempo y de su finitud, y en ese momento aparece el “ser humano”, un animal diferente porque “sabe” que morirá. Dato problemático que no enfrentan los demás seres vivos. En la tragedia, el Coro, al enterarse de esta acción de Prometeo, le pregunta con preocupación: “¿Y qué les diste a cambio?”, entonces, Prometeo responde: “Les dí esperanzas ciegas”. Para vivir en la consciencia de la muerte es necesario instilar fuerza, pero ésta no es más que simples esperanzas. Nótese que en Esquilo hay creación del ser humano por una entidad suprahumana, es el Titán que desobedece a
Zeus e instila la humanidad, hay
“antropogonía”. Mientras en Sófocles encontramos la postura realizada por “autocreación” (Castoriadis C., 2001:33). Ambas tragedias proponen una epifanía de lo humano que, a su vez, son profundamente diferentes, porque en Esquilo el hombre es, después de todo, el resultado de una acción extrahumana. Es el Titán, producto divino, quien lo instila. Con Sófocles, en cambio,
lo humano se encuentra en un estatuto antropológicamente equivalente (no igual) con lo divino y no es su creación, es autopoiesis y los dioses no están allí para encargarse de él. 6. El proyecto de autonomía social e individual Como consecuencia, si no hay Dios, ni Tablas de La Ley, si no hay autoridad divina representada en la tierra, entonces la tradición, el estado, las leyes, el gobierno, las instituciones todas son o deben ser “creadas” por el hombre y, por tanto, son productos imperfectos que requieren revisión y cuestionamiento. Así, el gobierno debe ser el que se den los ciudadanos libres. Si no hay, desde el comienzo, diferentes estatutos ontológicos entre dioses y hombres, mucho menos entre hombres y, así, aparece la democracia como una institución que va a dilucidarse a través del ejercicio de la política. Aparece el problema de las instituciones humanas. La política, como un ejercicio de cuestionamiento crítico y permanente de las instituciones y su funcionamiento y aparece la noción del ciudadano que es, a la vez, libre, tiene que serlo para poder optar y decidir. Por último, optar, decidir sin coerción, es hacerse cargo, es ejercer y hacer aparecer la ética. La tetralogía se cumple. Para Aristóteles, un hombre libre es aquel que es capaz de darse su propio gobierno, capaz de autogobernarse. Un esclavo es aquel que por circunstancias no puede o no es capaz de esta gestión. Es importante darse cuenta de que la esclavitud para los griegos no es una condición inmanente al individuo o a una clase o casta. Se llega a ser esclavo por asunto de negocios o por la guerra, por una acción de fuerza. Se puede igualmente superar la esclavitud bajo circunstancias humanas y sociales. Diógenes El Cínico fue
vendido como esclavo. Se cuenta que al momento de su venta se le preguntó qué sabía hacer. El respondió: ¡Sé mandar! Busca alguien que necesite un jefe. 7. ¿Otra política? Así que, entendemos la política como la actividad de reflexión crítica y revisión constante de todas las instituciones humanas, es un ejercicio necesariamente compartido por los ciudadanos, sin distingos de ningún tipo. Los ciudadanos, a su vez, deben ser libres para opinar, criticar, actuar y equivocarse en los asuntos públicos e importantes (Castoriadis C., 2004:169), deben ser también libres para corregir sus decisiones. Este sistema lo llamaron democracia. No se trata sólo y también de elecciones libres, sino del ejercicio de compartir las decisiones públicas relevantes, su implementación y su crítica. La ética es “hacerse cargo”. Simplemente y nada más. Tampoco nada menos. Porque se trata de asumir y responder plenamente por las decisiones personales y sus consecuencias prácticas. La libertad como ejercicio de autonomía, deriva necesariamente en la ética. Cuando hago la decisión mía, sin hacer mediar acción divina, ley histórica ni coacción ninguna, cuando yo respondo y me hago cargo, allí aparece la ética. 8. Carácter trágico de la acción humana Pero, tanto la ética como la política, además de ser creaciones humanas, históricas, falibles e imperfectas, además de ser perfectibles y mortales, son o tienen un carácter profundamente trágico y esto, a su vez, las hace diferentes a otras creaciones humanas: Todas hacen posible su propia destrucción. La libertad que le es propia y sin la cual no podrían manifestarse, es también libertad para renegar de ellas. Es una característica, por lo demás, propia de la
tetralogía Filosofía, Política, Democracia y Ética. Por vía no coercitiva todas permiten la realización de su contrario y su propia negación. Veamos. Se puede concluir que el pensamiento es inútil o completable. Se puede creer que como la verdad o el conocimiento absoluto no son posibles, entonces, no tiene sentido pensar. Por otro lado, se puede pensar que si el pensamiento absoluto es posible, entonces de lo que se trata es de pensar por “una sola vez” y una vez llegado el pensamiento único, ya no pensar, sino interpretar. Los más grandes filósofos se han creído lo anterior. Basta no ser filósofo para darse cuenta que ambas posiciones son una locura. Son filosóficamente pensables y legítimas como postura filosófica, pero ambas cancelan la filosofía y al ser humano: La primera conduce al nihilismo y al escepticismo y la segunda al dogma. La democracia permite que libremente se escoja un gobierno no democrático que haga menos posible o imposible la política como actividad cuestionadora de las instituciones y anule la política y la propia democracia. Hitler fue elegido democráticamente. Se llega así a los totalitarismos de distinto signo y al “apoliticismo de la política” (Ron Pedrique M., 2001). La postura ética, hacerse cargo, obligatoriamente supone la libertad intersubjetiva.
Esto
es,
requiero
libertad
para
“hacerme
cargo”
y,
automáticamente, se requiere la libertad de mi prójimo para el mismo fin. La libertad como telón de fondo de la ética es ineludible. Pero esta definición de la ética presupone su negación. Es posible que alguien ponga apellidos y derive una ética que niegue la nuestra, que niegue hacerse cargo, razones han sobrado en la historia de las ideas. Las razones divinas, la ley de la razón o las
leyes de la historia han negado la ética como aquí la entendemos. Religiones e Ideologías dixit. La tragedia de la ética, la política y sus hermanas, la filosofía y la democracia, consiste en que todas presuponen la libertad y sin este presupuesto básico se niegan de plano. Pero esta misma libertad permite o puede permitir su destrucción. 9. La Educación Esto nos lleva a otra consideración. El pueblo debe ser y saber que es libre para decidir lo que desee, pero “debería saber” que no siempre le conviene decidir “lo que desee”. El hombre “debería” entender sus límites humanos. Ahora bien, aprehender estos límites que garantizan la continuidad y el ejercicio de la ética y la política es otro tema enorme que recursivamente tiene que ver con los mismos temas y con una quinta hermana: La Educación. Se trata de la educación y sus posibilidades efectivas de realización. Otro tema enorme y que no es y no puede ser independiente de la política y la ética. Que se incrusta en la filosofía y la democracia. Los límites de la acción humana, si son impuestos, anulan de entrada la ética y la política, así que se trata de límites auto-impuestos sin coerción. El hombre debe aprender que hay límites que es mejor respetar; también pueden ser transgredidos, pero debería “aprehender” que es mejor no transgredir. Cuando esa elección es hecha sin coerción, el individuo ha sido educado y se hace capaz de construir un mundo donde la ética y la política son posibles.
10.Los Griegos… Otra vez Los griegos desarrollaron la idea de la “moira.” Hay un límite último, la parte que nos toca a todos, es la muerte. Pero dentro de la vida, existen otros límites que también deben ser respetados y su “exceso” conlleva siempre un pago, una consecuencia. Es la idea de “hybris”, el exceso, cuando nos extralimitamos. Este exceso siempre nos lleva al error y el error traerá sus consecuencias ineludibles, las moiras impartían esta justicia en el mundo griego y, conviene añadir, sus dictámenes eran aplicables a hombres y dioses, sin excepción. Es mitología, es imaginario, es falso, no es real y, sin embargo, es profundamente cierto y verdadero: el ser humano debe ser libre para equivocarse y responsable por sus decisiones, elimine usted alguna de estas dos condiciones y terminará eliminando al ser humano.
La mitología es
verdadera, no porque narre hechos que sucedieron, sino porque nos muestra cómo somos, nos habla de una verdad profunda donde fácilmente podemos vernos a nosotros mismos. 11.Hybris y Política Ahora bien, nos ocupa el tema de la política y queremos decir que quizá donde la hybris ha cobrado sus mayores cuentas es en la filosofía y la política. Por ejemplo, cuando el dominio de lo racional sobre el mundo se impuso radical y unilateralmente con la modernidad. Fue la apoteosis de la razón, acompañada de una ingenua creencia de progreso. La historia del mundo tenía que ser una senda de progreso, un ascenso permanente. Razón y Progreso, con mayúsculas, terminan produciendo así figuras ideológicas y metafísicas, que pretenden justificar la historia y hasta predecirla. En este camino, todo tiene
que entrar en su juego de hipótesis y así, trágicamente, el proceso las transforma en camas de Procusto (Apolodoro, 2004:193), pues todo tiene que calzar con la ideología, así que se fuerza su conformidad. Estas figuras se concentran en la creencia del necesario predominio de lo “económico” y su “racionalidad” sobre la historia y la sociedad. En su versión “liberal”, se trata del mercado y la “mano invisible”, una lógica superior al hombre y otra vez heterónoma, que se impone y domina. Es la lógica reduccionista del capitalismo clásico. Es determinismo económico en acción, que demuestra que el liberalismo, a pesar de las apariencias, no es autonomía ni auto-institución y, por tanto, tampoco responde a nuestros conceptos de lo político como autocreación. A la larga, este unilateralismo deviene patológico, pierde el dominio y cae en la racionalización, un falso individualismo y, también, en el apoliticismo de la política (Ron Pedrique, M., 2001). Su resultado es la producción de un individuo que vive en la ilusión de que la política es un oficio menor y que sería mejor vivir sin ella, o por encima de ella. Un individuo que es la negación de la creación griega. En su versión marxista el positivismo dominante se tradujo en otro determinismo. Una poderosa crítica que no logró superar el mito racionalista y, por el contrario, lo condujo a resultados apoteósicos e impresentables. El determinismo en cualquiera de sus formas es “hybris”, exceso, pretensión de alcanzar cotas inhumanas de desempeño. Además, el determinismo es siempre heterónomo. En tanto así, anula la ética y la política. O, parafraseando al profesor Miguel Ron Pedrique es simultáneamente aeticismo de la ética y apoliticismo de la política. Porque, ¿dónde puede estar la responsabilidad de
un capitalista que explota incesantemente a sus obreros, si después de todo sigue la senda de una “razón de mercado” irreductible?, ¿dónde queda la responsabilidad de un “líder” revolucionario cuando propone la “guerra de clases” si ésta es un paso “necesario e ineludible” del devenir de su “Ley Histórica”? Ambas acciones están sometidas a “su” lógica determinista que, en tanto fuerza “meta-humana”, se coloca heterónomamente por encima del individuo. A la vez que lo somete lo exonera de toda responsabilidad ética. Así que ambos determinismos, tanto el liberal como el marxista, están presos en su propia “hybris”, en su propio exceso racionalizador, en su propia ideología. En tanto presos, ahogan sus propios proyectos y con ellos niegan la ética y la política. Porque en ambos casos niegan la libertad y no pueden funcionar sin coerción. La ética y la política, así como sus hermanas de sangre, la filosofía y la democracia, no pueden funcionar plenamente sin la libertad que niega el determinismo. A la vez, esto implica que la libertad no puede existir sin incertidumbre. El ser humano no es un proyecto garantizado, pero tampoco es necesariamente un proyecto perdido. Parafraseando nuevamente a Miguel Ron-Pedrique: la política tiene que volver a ser filosofía, la filosofía volverá a ser ética y el hombre volverá a ser responsable éticamente por su destino histórico. Pero este regreso requiere que la institución social como un todo lo permita y requiere también la educación necesaria para comprender y vivir con las limitaciones e incertidumbres humanas.
Estos nobles regresos tendrán que hacerse y solo serán posibles en un ambiente de libertad que permita el funcionamiento de las cuatro hermanas de sangre en la búsqueda de una vida que tenga sentido y que valga la pena ser vivida, sin determinismos, sin coerción. Aún así, todo sigue lleno de incertidumbres y el hombre puede optar por la muerte y no por la vida y esta posibilidad es ineliminable. Esta posibilidad es ineliminable y decimos que nos conduce a la quinta hermana, la educación, la esperanza de que el hombre aprenda a vivir sus incertidumbres sin heteronomías, asumiendo su libertad sin disolverse en el nihilismo ni aplastarse en el determinismo. Una educación de y para la libertad, que enseñe el hábito del no-hábito (Castoriadis C., 2004:146), que enseñe que el hombre debe movilizar sus investiduras y no esclavizarse en ellas. Que enseñe a no perder el sentido que todo esto tiene y a no perder la ruta de navegación, a reconocer sus propios límites. Otra referencia Griega puede ayudar a explicarnos mejor. 12.La Odisea humana En La Odisea de Homero, Ulises vuelve a casa…se trata del regreso a Ítaca… la historia trata del regreso y de no olvidar… podríamos decir que se trata de aprender y se trata de no olvidar. “Ulises no debe olvidar el camino que ha de recorrer, la forma de su destino: en una palabra, no debe olvidar La Odisea”. “El peligro es que caiga en el olvido antes de haber sucedido” (Calvino I., 1994:14). La Odisea se ocupa del problema del olvido y del recuerdo muchas veces e incluso podría decirse que es el problema central de la obra. Primero, cuando
los lotófagos lo invitan a comer la flor de loto, después con Circe y su poción y luego con el canto de las sirenas. Cada vez, Ulises debe “abstenerse” si no quiere olvidar, si no quiere perderse al perder la memoria. Pero, aclara Calvino, no se trata de olvidar la guerra, el Caballo de Troya, etc., sino que se trata de no olvidar la ruta de navegación, el objetivo del viaje. Se trata de no olvidar el regreso. No se trata de no olvidar simplemente los hechos acaecidos, sino de no olvidar el sentido que todo esto tiene, incluidos los mismos hechos, pero no sólo ellos. Porque los hechos pierden importancia y se pervierten si se pierde el sentido. 13.Ética y Política hoy ¿Y cuál es el sentido de la ética y la política hoy? Pues que el proyecto de autonomía individual y social debe continuar la senda griega y renacentista, que debemos postular instituciones sociales que desde lo público hasta lo privado provoquen el desarrollo autónomo. Por lo tanto, que permitan y promuevan la crítica, la participación y el cambio. Instituciones que busquen su transformación y en donde ética y política vuelvan a encontrarse, no como meros mecanismos patológicos de obtención y mantenimiento del poder, sino como expresión del ágora social que busca su propia realización. 14.La utopía hoy ¿Cuál el sentido de la educación? Pues que se promueva la formación de un individuo dotado de capacidad para cambiar sus investiduras y movilizar su psique, que sea capaz de no enajenarse frente a sus propias creaciones y que, a la vez, reconozca la incertidumbre y falibilidad de las mismas y de sí mismo. Un individuo que supere el determinismo y el positivismo y que, sin embargo,
no se hunda en el desencanto. Que esté dispuesto a protagonizar la construcción de su propia vida sin olvidar su contexto biológico y social y, especialmente, sin olvidar a su prójimo. La educación no puede ser la trasmisión y acumulación de conocimiento muerto, sino la instilación del hábito de no dejarse enajenar y de responder por sí propio cada vez, individual y socialmente, sin coerción. Este sentido es lo que hay que educar y es lo que no se debe olvidar. Entonces, la ética volverá a ser filosofía que volverá a ser política y el hombre volverá a ser responsable de su “ruta de navegación”. Esa es la utopía por la que hay que luchar hoy.
Bibliografía Apolodoro. (2004). Biblioteca Mitológica. Madrid. Alianza Editorial. Calvino, I. (1994). ¿Por qué leer los Clásicos? México. Tusquets Editores. Castoriadis, C. (2001). Figuras de lo Pensable. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. Castoriadis, C. (2004). Sujeto y Verdad en el Mundo Histórico-Social. Seminarios 1986-1987. La creación humana I. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. Castoriadis, C. (2006). Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983. La Creación humana II. México. Fondo de Cultura Económica. Christou, P. y Papastamatis, K. (2008). Mitología Griega. Florencia. Casa Editrice Bonechi. Freud, S. Freud, S. www.frasesypensamientos.com.ar López-Pedraza, R. (2005). Artemisa e Hipólito: Mito y Tragedia. Caracas. Editorial Festina Lente. Ron Pedrique, M. “El resurgimiento de la Política”. Kalathos Revista Cultural. N° V. (2001). www.kalathos.com Sófocles. (2007). Las Siete Tragedias. México. Editorial Porrúa. Vidal-Naquet, P. (2003). El Mundo de Homero. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.