: (8) a. b.
Estuve hablando por teléfono hasta que se hizo de noche. Se lo dije por esa razón y porque creo que es lo mejor.
Algunas de estas combinaciones de preposición más oración finita con que en oraciones adverbiales ya se documentan desde los primeros textos: (9) mas por que me vo de tierra, dovos .l. marchos (Cid) (Wanner 1991: 337). A diferencia de los contextos adverbiales, los documentos del español anterior al siglo XVI muestran que, en el caso de las oraciones finitas argumentales (como en (7)), la ausencia de la preposición regida era lo común, fenómeno que hoy en día se denomina queísmo: (10) a. ayudándole que faga sienpre tales cosas (Alfonso X, Siete partidas) (Delicado 2013: 282). b. no se miembra que fauoresció la toma de cantalapiedra (Hernando del Pulgar, Letras) (Delicado 2013: 2). Un factor que explica esta ausencia es la existencia de una sintaxis más laxa en español, una de cuyas características era precisamente la existencia de un que polivalente que podía aparecer como único enlace de subordinación en relativas, completivas, etc. sin necesidad de ir introducido por la preposición (o adverbio) esperable hoy en día (véase Serradilla 1997, entre otros). Se pueden destacar tres aproximaciones para explicar el cambio que nos ocupa: 1. Analogía En un trabajo clave para la subordinación romance, Herman (1963) arguye que las combinaciones
se producen por extensión analógica en las lenguas romances, tanto en la formación de las llamadas conjunciones adverbiales (tipo porque) como en el caso de las oraciones finitas seleccionadas por una categoría que rige o necesita una preposición (verbos preposicionales, sustantivos, adjetivos). En el caso concreto de las segundas, las mismas categorías (verbos, adjetivos y nombres) que después podrán tomar oraciones finitas con que mediante una preposición se documentan desde los primeros textos con esas mismas (u otras, dada la gran variación típica del español medieval; véase Cano 1977–1978) cuando el objeto preposicional es un sintagma nominal o incluso una oración infinitiva (véase Schulte 2007). Considérense los siguientes ejemplos del Corpus del Español de Mark Davies: (11) a. se menbraua de los tuertos que el Rey don Sancho de Nauarra le fiziera (Estoria de España II). b. & sienpre te deues menbrar de vsar de bondat en todos lugares (Sancho IV, Castigos y documentos para bien vivir). 594
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Historia del español: sintaxis El patrón existente ya en casos como (11a) y (11b) se extiende al contexto con finitas con que, con lo que se regulariza la rección preposicional. La analogía como mecanismo de este cambio subyace a trabajos clásicos para el español, como Tarr (1922), y otros más recientes como Bogard y Company (1989), Serradilla (1995, 1997) y Delicado (2013). El español antiguo conocía una serie de construcciones que pudieron favorecer la analogía, como destacan Tarr (1922) y Serradilla (1995, 1997), empezando por la existencia de combinaciones
ya en oraciones adverbiales introducidas por las mismas preposiciones, la existencia de oraciones preposicionales introducidas por commo o la configuración
. Obsérvense los siguientes ejemplos: (12) a. et este rey membrauase muy bien de cuemo uinien aquellas duennas amazonas del linage de los godos (Primera Crónica General) (Serradilla 1997: 249). b. pesándoles mucho de lo que la reyna … diera las fortalezas (Primera Crónica General) (Tarr 1922: 110). 2. Eliminación del pronombre Ejemplos como (12b) sirven de base para Moreno (1985–1986), quien establece una hipótesis de base comparativa mediante la cual el español antiguo perdió un pronombre intermedio entre la preposición y la oración que. El cambio incluye tres pasos: primero, no rección preposicional de oraciones finitas, dado que el pronombre es el objeto preposicional real; segundo, la caída del pronombre; tercero, la integración de la oración finita como objeto preposicional. 3. Propiedades de las categorías Para Barra (2002) este cambio se debe a propiedades de las categorías involucradas, especialmente las propiedades nominales de las oraciones finitas introducidas por que: una vez que estas oraciones adquieran el rasgo nominal podrán ser objetos preposicionales —idea ya presente en Tarr (1922)— y podrán integrarse como argumentos de las categorías regentes. Antes del cambio, hacia el XVI, las oraciones no poseían rasgos nominales y eran siempre adjuntas, esto es, no existía la complementación oracional. Es necesario destacar que, a pesar de la escasez de ejemplos medievales, Serradilla (1995) localiza algunos ejemplos tempranos. Obsérvense los siguientes ejemplos: (13) a. con muy grand alegría de que auien conquistas todas las tierras del mundo (Primera Crónica General) (Serradilla 1995: 150). b. et non esperades a que vos afinque mas por ello (Lucanor) (Serradilla 1995: 153). En cuanto a la alternativa con pronombre, es cierto que existía la combinación pronominal tipo por tal que, por lo que, de lo que, etc., y de hecho los partidarios de la analogía lo usan como otro posible modelo. Sin embargo, es necesario destacar que, por ejemplo, porque se documenta tal cual ya desde los primeros textos y, como muestra Herman (1963),
ya se puede encontrar en el periodo latino/pre-romance. La documentación de combinaciones tipo porque desde los primeros textos también supone un problema para la hipótesis del cambio de rasgos nominales. Barra propone una diferencia en la naturaleza de estas preposiciones que les permitía combinarse con oraciones mucho antes que en el caso de las que introducen oraciones argumentales más adelante: no marcaban caso, rasgo necesario para objetos preposicionales nominales. Sin embargo, los textos antiguos muestran marcado de caso (morfológico) con pronombres con esas mismas 595
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Manuel Delicado Cantero preposiciones (por, fasta, etc.), igual que otras preposiciones. Si, con Manzini y Savoia (2011), aceptamos que los complementantes romances son y siempre han sido nominales y añadimos los ejemplos tempranos, podemos concluir que la naturaleza nominal de las oraciones no fue la razón del cambio (véase Delicado 2013).
5. (Re)creación de categorías 5.1. La formación de los artículos El artículo definido deriva del demostrativo latino ILLE (en sus varias formas, según género y número), un elemento deíctico de lejanía (como el moderno aquel). Este valor deíctico se fue relajando y pasó a ser anafórico para marcar un elemento mencionado antes en el discurso. De esa anáfora anclada en el discurso se pasó a un valor anafórico más general que permitía referir a elementos no mencionados antes sino implícitos (Lapesa 2000b). Véase el siguiente esquema de evolución del artículo, basado en Ortiz (2009: 368): Referencia situacional / deíctico m referencia anafórica m referencia no anafórica Los orígenes del artículo se pueden encontrar o bien ya en el periodo latino/tardolatino o en el antiguo romance (Ortiz 2009): (14) Tertius veniens elo terzero diabolo venot (Glosas emilianeses) (Ortiz 2009: 293). Inicialmente es más común con sustantivos concretos y tangibles, tanto animados como inanimados concretos, por ejemplo, las partes del cuerpo (Ortiz 2009: 335). Con ciertos sustantivos, especialmente los menos concretos y menos delimitados, se observa alternancia entre la presencia y ausencia del artículo en la lengua antigua (Company 1991). Igualmente, hay resistencia inicial en los objetos preposicionales (Ortiz 2009: 327–331, 371, 372–373). En todo caso, del XIII en adelante aumentan los usos con sustantivos abstractos, de materia, etc. (15a). También se documenta con los genéricos (15b): (15) a. Corrio la sangre por el astil Ayuso (Cid) (Ortiz 2009: 339). b. Falido a amyo Çid el pan & la cebada (Cid) (Ortiz 2009: 348). Según Ortiz (2009: 317–323), es más común en sujetos al principio, sobre todo en singular, lo que interpreta como que el artículo aparece en contextos de mayor topicalidad. Batllori y Roca (2000) formalizan este cambio como la creación de una categoría funcional nueva, el D(eterminante), no deíctica y por tanto diferente del demostrativo. En cuanto al artículo indefinido, Elvira (1994) recuerda que evoluciona del latino UNUS. Se derivan ciertos valores en el periodo latino: el numeral, el valor de individuo aislado en contraposición con alius o alter (‘otro’), el indefinido, e incluso la forma plural. Estos usos se mantienen en el español antiguo y empieza a desarrollarse el artículo indefinido. El indefinido un va ganando contextos que anteriormente se realizaban con nombres sin determinante. Elvira (1994), Garachana (2009) y Pozas (2010, 2012) destacan que un(o) en español medieval es específico (16a), aunque se documentan algunos casos no específicos tempranos (16b). A diferencia del artículo definido, los valores genéricos se desarrollan en español clásico (16c) (Leonetti 1988; Elvira 1994; Pozas 2010, 2012), con algunos ejemplos tempranos, como también sucede con los usos predicativos/atributivos (16d) (Pozas 2010, 2012). Obsérvense los siguientes ejemplos: 596
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Historia del español: sintaxis (16) a. traye consigo a su padre Anchises e vn su fiio que dezien Ascanio (General Estoria II) (Pozas 2010: 261). b. Si algún omne pusiere una uinna en tierra agena (Alfonso X, Fuero Real) (Pozas 2012: 1078). c. estar un hombre sin querer ni ser querido es el más enfadoso estado que pueda ser en la vida (La Diana) (Elvira 1994: 175). d. me pareces un labertino de errores, un desierto spantable, una morada de fieras (Celestina) (Pozas 2010: 219). Un se consolida como artículo indefinido en español clásico. Considérese el siguiente esquema (Garachana 2009: 416): UNUS numeral m un indefinido específico m un indefinido inespecífico m un genérico Pozas (2010, 2012) destaca que en los casos que no son de valor numeral se ve el uso de un(o) como introductor de elementos nuevos en el discurso (tópico), uso establecido ya en el español del siglo XIII y que aumenta a partir del siglo XVI.
5.2. La formación del futuro y del condicional El futuro y el condicional actuales son creaciones romances resultado de la fusión de dos elementos: el infinitivo y formas reducidas de haber. El latín tenía una forma sintética de futuro que no se ha mantenido (véase Andrés-Suárez 1994: 87–95 para los factores de esta pérdida). A partir de una de las múltiples perífrasis del latín, tipo CANTARE HABEO, se desarrolló el futuro sintético actual. La combinación del infinitivo con formas del imperfecto de indicativo de HABERE está en el origen del condicional (tipo CANTARE HABEBAM). En ambos casos encontramos morfologización de una combinación sintáctica. En la Edad Media, además de las formas sintéticas (17a), se encuentra una alternativa analítica, observable en tanto en cuanto un clítico podía situarse entre el infinitivo y la forma del verbo haber (17b). Las formas analíticas se pierden hacia el siglo XVI (Company 1985–1986): (17) a. Este moço conquerra las ençianas yentes (Alexandre) (Andrés-Suárez 1994: 112). b. Mas quando el melo busca yr gelo he yo demandar (Cid) (Andrés-Suárez 1994: 112). Los estudios sobre la naturaleza de las formas sintéticas y analíticas de futuro y condicional en español medieval se pueden agrupar en dos (véase Company 2006: 361–368, entre otros): 1.
Formas equivalentes: a. Las formas analíticas son arcaizantes, residuales (Valesio 1968). b. Las formas analíticas se parten para cumplir con TM (Menéndez Pidal 1926).
2.
Formas diferenciadas: las formas analíticas están especializadas para topicalización (Company 1985–86).
Company (1985–1986) documenta que las dos formas aparecen desde los primeros textos y rechaza que la sintética sea arcaizante. Además, considera que las formas analíticas no se 597
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Manuel Delicado Cantero deben a cuestiones fonológicas. Sin embargo, Castillo (1996: 374–387) reclama la Ley de la Enclisis con dos argumentos principales: las formas analíticas solo aparecen con pronombres átonos intercalados y únicamente en contextos de posposición pronominal. Postula que las dos formas son equivalentes y que la forma analítica solo se debe a cuestiones independientes de la sintaxis de los clíticos. Estudios recientes como Bouzouita (2011) apoyan estas conclusiones. Company (2006) acepta factores fonológicos iniciales con especialización posterior para marcar topicalidad.
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Entradas relacionadas gramaticalización y cambio sintáctico; sintaxis 600
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HISTORIA DEL ESPAÑOL EN AMÉRICA Concepción Company Company
1. Introducción Es innegable que existe, así sea en un nivel general bastante abstracto, un español panhispánico o español general, que es la lengua materna de casi 500 millones de hispanohablantes, que pueden comunicarse sin demasiadas dificultades a uno y otro lado del Atlántico y, en el continente americano, desde México hasta Tierra del Fuego, además de en buena parte de Estados Unidos. Es innegable también, sin embargo, que no existe tal cosa como un español de América, sino que la lengua española en este continente tiene tal diversidad dialectal ―fónica, gramatical, discursiva y mucho mayor aún, como es lógico, léxica―, que es mejor hablar del español en América. Este español es la lengua materna de aproximadamente el 90 % de la población hispanohablante actual. Se trata de un español pluricéntrico y plurinormativo, incluso, al interior de países de gran extensión y muchos millones de hablantes, como sería el caso de Argentina, Colombia, México o Perú. La variación, diacrónica y sincrónica, y la diferenciación dialectal, que son consustanciales al funcionamiento de cualquier lengua, se hacen más acusadas cuando se trata de la lengua común a 19 países hispanoamericanos, cuando abarca una extensión territorial de algo más de 12 millones de kilómetros cuadrados, cuando cubre una longitud en línea recta de casi 12.000 kilómetros, cuando una intrincadísima geografía montañosa constituye la frontera natural de muchos de esos países y cuando supera los 500 años de profundidad histórica. Tal es el caso del español en América. De hecho, tal extensión territorial ininterrumpida convierte al español en la única lengua del mundo cuyos hablantes nativos pueden moverse sin solución de continuidad y comunicarse en una misma lengua en la mayor vastedad geográfica del planeta. Es innegable también que, aunque no se puede hablar de un español americano homogéneo, sí que existen rasgos comunes que otorgan al español de este continente una caracterización compartida y relativamente afín en su estructura, desde el seseo generalizado ―confusión de la africada prepalatal o dentoalveolar /͡ʦ/ y la fricativa alveolar /s/; nunca llegó a América la /Ɵ/―, hasta la pérdida absoluta de vosotros y su paradigma pronominal y verbal, con la consecuente generalización de ustedes como único pronombre para referirse a los interlocutores en plural, pasando por un no desdeñable número de americanismos sintácticos que emplea día a día la gran mayoría de hispanohablantes americanos. No existe contradicción alguna en reconocer de manera simultánea una fuerte homogeneidad y una 601
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Concepción Company Company gran diversidad diatópica en el español en América, porque cualquier lengua es, paradójicamente, una entidad sumamente estable, que parece ser siempre la misma sin cambios notables en el transcurso de décadas e incluso de siglos, a la vez que una entidad sumamente dinámica. La continuidad y el cambio, en interdependencia nunca equilibrada, son consustanciales al funcionamiento de cualquier lengua. El objetivo de este capítulo es inventariar y analizar los americanismos gramaticales que son generales y comunes a la gran mayoría de países hispanoamericanos, describirlos en su sincronía y explicarlos y datarlos en su diacronía, cuando contamos con esa información. Es decir, el objetivo es definir, identificar y caracterizar panamericanismos gramaticales. Un segundo objetivo, entendido como marco del anterior, es exponer algunos datos de la historia externa del español en América para entender mejor tanto la relativa homogeneidad general ya aludida como la diversidad dialectal existente en la lengua española americana. Este capítulo además de la presente introducción está estructurado en cinco apartados generales. En el primero, § 2, expongo el concepto de americanismo, atendiendo solamente a la gramática. El § 3 está dedicado a exponer algunos hechos esenciales de la historia externa que ayudan a entender mejor la conformación del español americano, así como a esbozar una escueta periodización de la lengua española en este continente. El § 4, el más extenso, está dedicado a listar 14 formas o construcciones gramaticales que pueden ser calificadas de americanismos gramaticales porque son compartidas, al menos, por 12 países hispanoamericanos y porque todas tienen estatus de norma en el español de esos países. Este § 4 está estructurado en dos partes: primero hago un listado de los americanismos y en segundo lugar analizo cuatro que tienen una extensión casi general y son absolutos identificadores del español en América. La lista abarca construcciones de la frase verbal y de la frase nominal. Cierran unas conclusiones en el § 5, seguida de una bibliografía mínima en el § 6, donde expondré sólo algunas obras que, a mi modo de ver, aportan un mejor conocimiento de las variedades españolas de este continente y de su acontecer histórico. Este capítulo carece de bibliografía especializada o estudios monográficos porque su consignación requeriría muchas páginas.
2. El concepto de americanismo Por americanismo gramatical entenderé el conjunto de voces, construcciones y expresiones caracterizadoras de la morfología y la sintaxis de la totalidad o gran mayoría de países hispanoamericanos, que distancian el español de esas variedades americanas respecto del español peninsular, concretamente, de su variedad castellana. Un americanismo, así definido, identifica normas urbanas generales, culta y/o popular, de las principales ciudades de Hispanoamérica, y no curiosidades dialectales rurales aisladas o esporádicas ni tampoco construcciones empleadas sólo por bilingües de lengua materna indígena. La definición contrastiva me parece útil porque ayuda a entender mejor el funcionamiento del español en América, en tanto que este adquirió su propia personalidad al distanciarse del español peninsular y porque fue este, como se sabe, el que llegó a América y se constituyó en lengua materna de los primeros hispanohablantes de la actual Hispanoamérica. El contraste es con el castellano porque este dialecto es el que se considera estándar en libros de texto y medios de comunicación europeos. Dada la gran extensión de uso y los muchos millones de hispanohablantes americanos que emplean las construcciones que analizaremos, puede decirse que estos panamericanismos gramaticales han adquirido estatus de español general. 602
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Historia del español en América Para efectos operativos del análisis es útil distinguir entre dos tipos de americanismos gramaticales: absolutos y relativos. Anticipo que son muchos más los americanismos relativos que los absolutos, algo lógico porque América y España comparten una misma lengua. Un americanismo gramatical absoluto es una forma o construcción inexistente, con ese uso, distribución y significado, en el español peninsular castellano. Por ejemplo: ustedes como pronombre no marcado y único posible para dirigirse a los interlocutores, aún en la intimidad; los distintos tipos de voseo; la pronominalización de objetos se los/se las cuando el objeto indirecto (OI) es plural y el directo (OD) es singular −empleada también en el español de las Islas Canarias: eso ya se los había dicho; el uso de ir u otros verbos de movimiento seguidos de una frase prepositiva (FP) encabezada solamente con por, paso por ti a las tres, y nunca a por; el uso de en, y no por, para introducir complementos circunstanciales de tiempo, nos vemos en la noche, o el significado intensivo de sendos y, por tanto, la posibilidad de emplearse y concordar en singular con el núcleo de la FN, llegó a la fiesta con senda botella. Un americanismo gramatical relativo es un americanismo de frecuencia de empleo, esto es, una construcción compartida por el español americano y por el peninsular, pero que ha adquirido en las variedades americanas una mucho mayor frecuencia de uso, al punto de ser la construcción general y estándar caracterizadora del español de esos países; por ejemplo, el mucho mayor empleo del pretérito simple para todo tipo de acción pasada puntual, sea distante o próxima al momento del habla, dije hace un instante que. . .; la práctica generalización de las formas de subjuntivo en -ra y retracción de -se; la notable mayor frecuencia de duplicación de OI; la casi total generalización de la ausencia de concordancia entre el clítico de dativo y el OI correferente, le dije a los niños; la mucha mayor marcación prepositiva ante OD inanimados individuados: detectaron a dos helicópteros; la mayor concordancia del verbo haber existencial con su argumento, han habido algunos problemas, o la mayor posposición de adjetivos posesivos a su núcleo nominal, la propuesta mía es que. . . (rasgo este concentrado, particularmente, en los países andinos y del norte de Suramérica). Los casos de mucha menor frecuencia o casi ausencia de empleo es también un americanismo gramatical, por ejemplo la práctica inexistencia de leísmo referencial, *le vi a Juan. Las construcciones formalmente compartidas con el español peninsular pero que han desarrollado en América valores semánticos propios son un subtipo de americanismo gramatical relativo; el significado diferente viene dado por una distribución y selección contextual diferente; por ejemplo, el valor de límite temporal inicial de la preposición hasta sin concurrencia con negación: el doctor llega hasta las tres ‘llega a partir de las tres’; los usos de ciertos cuantificadores temporales adverbiales: recién lo vi ‘lo acabo de ver’; recién entonces lo vi ‘justo en ese momento’; siempre no lo voy a hacer ‘definitivamente no lo voy a hacer’; cada que lo veo, me dice lo mismo ‘siempre que lo veo’, o el valor distributivo de la locución prepositiva de a: nos toca de a cien pesos (por persona). Soy consciente de que tomar la frecuencia relativa de empleo como una variable para clasificar y caracterizar dialectos o lenguas es una decisión no exenta de problemas, ya que no se trata de la presencia o ausencia de rasgos definidores. Sin embargo el concepto de frecuencia es una herramienta metodológica indispensable en el análisis lingüístico sincrónico y en la identificación y rastreo de los cambios lingüísticos, sean estos diacrónicos, diatópicos o diastráticos. La mucha mayor frecuencia de una forma o construcción es síntoma de su generalización, estandarización y estabilidad, y es síntoma de que la construcción tomó carta de naturaleza y es la construcción habitual, convencional e incluso obligatoria en una comunidad lingüística dada. Sin duda, la mucha frecuencia es también un erosionador y un vehículo de diferenciación dialectal. 603
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3. Historia externa y periodización Es sabido que en condiciones exógenas normales es imposible establecer cuándo se crea una lengua, ya que esta es el resultado de una constante transformación imperceptible a la vez que se caracteriza por una esencial conservación y continuidad de los rasgos de la lengua preexistente, conocida como lengua madre. En condiciones de conquista, sin embargo, como fue el caso del español americano, es posible datar el inicio de una lengua. El español de América inicia el mes de octubre de 1492 a partir de que Cristóbal Colón y sus hombres arribaran al archipiélago de las Antillas, en el mar Caribe ―muy posiblemente la isla Guanahaní, en la actual Bahamas, llamada por Colón San Salvador― y tuvieran los primeros contactos con los pobladores naturales de este continente. Para el español de América son lenguas patrimoniales tanto el español de fines del siglo XV y el del siglo XVI cuanto las numerosas lenguas indígenas de América. El aporte léxico de estas al español general panhispánico fue importante ―canoa, tiza, huracán, papa/patata, cancha, chocolate, tomate, chicle, etc.―, y fue importantísimo para la gran mayoría de países hispanoamericanos donde aún se mantienen vivas numerosas lenguas indígenas, como es el caso de Bolivia, Centroamérica toda, Ecuador, México, Paraguay o Perú. El aporte gramatical no es desdeñable, aunque es casi invisible ya que se manifiesta, las más de las veces, en la forma de viejas estructuras españolas medievales que se han reactivado en su uso y modificado casi totalmente en su significado y distribución gracias a la convergencia comunicativa y al contacto, que no necesariamente al préstamo, de las lenguas indígenas. El español americano es resultado de sucesivas y complejas nivelaciones lingüísticas, conocidas como koineizaciones, tanto entre los diferentes inmigrantes españoles entre sí como entre inmigrantes y hablantes indígenas que aprendían español y, a su vez, permeaban con sus propias lenguas nativas la lengua española. La mayor koineización tuvo lugar, sin duda, a lo largo de todo el siglo XVI. Para Argentina, Chile y Uruguay son importantísimas las nivelaciones producidas durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, causadas por sucesivas oleadas migratorias europeas, españolas y no españolas. Además de las koineizaciones, otras variables otorgaron al español de América un carácter propio y diferenciado respecto del español castellano; tres fueron esenciales: distancia geográfica, distancia temporal y distancia y autonomía administrativa. Geografía. Cuanto mayor y más compleja sea la distancia geográfica que separa a dos comunidades de hablantes, mayores serán las posibilidades de que esas dos comunidades diverjan lingüísticamente, esto es, terminen hablando de manera diferenciada. La distancia geográfica entre España y América a la vez que las enormes distancias internas americanas y la compleja geografía montañosa de prácticamente todos los países hispanoamericanos tuvo como consecuencia la escasa comunicación entre sus respectivos hablantes, generó un cotidiano y progresivo aislamiento que llevó a claras diferenciaciones lingüísticas y a la adquisición de unas personalidades lingüísticas americanas propias. Tiempo. La segunda variable que gestó y condicionó la fisonomía actual del español de América es la distancia temporal que se requería para cruzar el océano Atlántico, casi tres meses en los primeros viajes. Con el tiempo se acortó la duración de la travesía y subjetivamente se acortaron las distancias. Los barcos oficialmente autorizados por la Corona española para hacer la travesía a América, denominados navíos de embarque, solo salían en unas pocas ocasiones al año, por lo regular tres en el siglo XVI, lo cual significaba que había que esperar la salida, y había que esperarla cerca del puerto de salida, Sevilla y posteriormente Cádiz, y había que convivir en esa espera y se convivía por meses en los barcos, convivencia importantísima para gestar nivelaciones lingüísticas. Los viajeros a Indias procedentes de 604
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Historia del español en América los más diversos lugares de la península ibérica e incluso de Europa esperaban meses, a veces más de un año, y poco a poco se aclimataban al habla sevillana y aprendían los usos lingüísticos de Sevilla. Esa espera andaluza fue fundamental para la configuración del español de América, ya que se produjo una activa interdialectalización de base andaluza previa a la llegada a América además de que la gran mayoría, más del 50 %, de las primeras oleadas de pobladores a este continente procedía de la Andalucía occidental. Todo lo anterior fue determinante para comprender uno de los rasgos más estudiados del español americano: su persistente andalucismo. Administración. La tercera variable que otorga una personalidad linguística diferenciada a América es la progresiva autonomía administrativa. La América española estaba integrada en una muy compleja administración de cuatro virreinatos ―dos fundados en el siglo XVI, Nueva España y Perú, dos en el XVIII, Nuevo Reino de Granada y Río de la Plata; 1535, 1542, 1717 y 1776 son las respectivas fechas fundacionales―, que abarcaban numerosas provincias, llamadas también en algunas zonas reinos, numerosas audiencias y/o capitanías generales, y gobernaciones; sin embargo, no todas las zonas americanas estaban sujetas a un virreinato ni todos los problemas o gestiones jurídicas y administrativas se solucionaban a través de audiencias, de manera que la relativa autonomía administrativa de que gozaban muchas zonas fue también un reflejo del aislamiento territorial y un disparador de acusadas diferencias dialectales. La organización y tipo de documentación americanista de diferentes archivos refleja bien la historia externa. En líneas generales, durante el siglo XVI y buena parte del XVII los juicios que no se resolvían en las diversas audiencias eran turnados al Consejo de Indias, por lo cual buena parte de la documentación de interés filológico-lingüístico para esos siglos se encuentra en el Archivo General de Indias en Sevilla, archivo que recoge, en esencia, las instancias jurídicas y administrativas del Consejo de Indias; es decir, en los dos primeros siglos la dependencia de los territorios americanos a la Corona es muy alta. Para la segunda mitad del siglo XVIII, en cambio, este archivo carece de documentación filológica interesante porque los juicios y problemas administrativos eran resueltos en las propias audiencias, señal de la independización administrativa que llevaría algunas décadas después a la independencia política. El caso de Cuba es excepcional, ya que se independizó en 1898. La breve historia externa que acabamos de esbozar apoya la periodización estándar más aceptada para el español en América en cuatro grandes etapas. 1. Conquista y primeros asentamientos poblacionales: fines del siglo XV y XVI. 2. Criollismo: siglo XVII y primeras décadas del XVIII; fundación o consolidación de grandes ciudades, creación de importantes focos de difusión cultural y de difusión de modas lingüísticas, toma de conciencia por parte de intelectuales y élites económicas virreinales de una identidad propia y de que su estatus y privilegios ciudadanos son diferentes, e inferiores, a los de los españoles de España, no obstante ser legalmente considerados y nombrados españoles; esta paulatina toma de conciencia, conocida como criollismo, es mucho más acusada en la segunda mitad del siglo XVII. 3. Preindependencia: siglo XVIII, sobre todo en su segunda mitad, y dos primeras décadas del XIX. Fuerte indigenización léxica del español americano de varias regiones (Nueva España y varios de los actuales países andinos), debida en gran parte a migraciones de indígenas a las ciudades, al ponerse fin al sistema jurídico administrativo de los Austrias que separaba pueblos de indios de pueblos de españoles. Un hecho histórico central de esta tercera etapa es el cambio dinástico a fines del siglo XVII de los Austrias a los Borbones y las dos distintas políticas americanistas: relativa autonomía de los Austrias vs. fuerte centralismo de los Borbones. A mediados del siglo XVIII, para imponer mayor control sobre los territorios americanos y centralizar el poder administrativo, Carlos III emitió unas leyes conocidas como 605
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Concepción Company Company reformas borbónicas, puestas en vigor en América entre 1750 y 1760, que fueron un acicate, un disparador de las independencias americanas y fueron también la base para una nueva y aguda toma de conciencia por parte de los hablantes americanos de que su identidad y su estatus jurídico era totalmente distinto del de los españoles de España. Por ejemplo, la respuesta novohispana a las leyes borbónicas de “se acata pero no se cumple” se aplica perfectamente a la lengua porque junto a la independización económica, política y administrativa que venía produciéndose, los hablantes americanos tomaron plena conciencia de ser distintos del otro y de los otros. La segunda mitad del siglo XVIII es un parteaguas lingüístico, posiblemente el primer gran parteaguas, entre el español de América y el de España. 4. Independencia. Durante el siglo XIX, con motivo de las independencias políticas, se acentúan los rasgos diferenciadores gramaticales que venían tomando carta de naturaleza; la diferenciación lingüística es mucho más acusada en la segunda mitad del XIX, tras la puesta en marcha de las primeras constituciones americanas. Esta periodización general debe ser matizada según las zonas geográficas, la profundidad histórica poblacional, la complejidad étnica y la existencia o no de centros económicos y culturales importantes en esas zonas.
4. Americanismos gramaticales Las siguientes 14 formas o construcciones pueden ser consideradas americanismos generales, dada su extensión territorial ―se usan en 12 países al menos― y el estatus de norma estándar, culta o popular, que han adquirido. 1. Obligatoriedad de ustedes. 2. Voseo. 3. Generalización del pretérito simple: pero si te lo di hace un instante. 4. Generalización del pretérito imperfecto de subjuntivo en -ra: si vieras que. . ., y valoración de los subjuntivos en -se como uso afectado. 5. Mayor empleo de perífrasis en lugar de verbos simples: te voy a pedir que le digas. . ., vámonos yendo ‘vámonos’, dame trayendo ‘tráeme’. 6. Verbos de movimiento + FP-por para indicar trayecto + meta, nunca FP-a por: fue por pan. 7. Pronominalización se los/se las para bitransitivas con OD singular y OI plural en todo tipo de registro y género textual: se los dije, siempre nos quedará París. 8. Mayor marcación prepositiva de OD inanimados: pon en lugar seguro a tu dinero. 9. Mucho mayor doblamiento de OI: son los diez mil pesos que le pellizcaron al gobierno. 10. Pérdida de concordancia casi categórica entre el OI y el clítico dativo: le apostaron a los mejores equipos. 11. Mayor concordancia de haber existencial, casi estándar desde Ecuador hacia el sur, en formas compuestas o perifrásticas pero no en simples: han habido muchas muertes. 12. Mayor posposición de posesivos, particularmente en países del norte y noreste de Suramérica: la posición nuestra ha sido muy clara. 13. Construcciones con marcación posesiva múltiple: le di su gratificación, esa es su vida de Juan. 14. Generalización de expresiones cuantificadoras intensivas y ponderativas varias: ¡vino de gente!, llegó de (a) rápido; qué gusto (de/ en) verte, ¿qué tanto le doy? Por razones de espacio, expondré cuatro que alcanzan una extensión superior a 17 países.
4.1. Generalización de ustedes El español de toda América sólo tiene ustedes como única forma de tratamiento para dirigirse a los interlocutores, motivo por el cual es un pronombre no marcado para la distancia o la cercanía en el trato, a diferencia del español peninsular en que ustedes mantiene su significado etimológico de distancia y/o deferencia hacia los interlocutores. La pérdida de vosotros-vosotras y de sus correspondientes posesivos, vuestro(s)-vuestra(s), y clítico, os, así como de la morfología verbal de segunda persona de plural, cantáis, es general en el español 606
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Historia del español en América americano, de manera que la única forma posible para referir a los oyentes es ustedes, incluso en contextos muy coloquiales e íntimos (1). (1) ¿Saben lo que les digo? Que me largo en este momento. Ustedes me dicen a qué hora prendo el horno. Miren, niños, qué cantidad de dulces les trajo mamá. La primera evidencia diacrónica para la datación de este panamericanismo es, paradójicamente, la casi total ausencia de documentación de vosotros-vuestro-os. El siglo XVIII, al menos en documentación novohispana, es el periodo en que se empieza a hacer muy notoria la ausencia documental del paradigma pronominal plural castellano de cercanía, aunque quedan esporádicas documentaciones de vuestro-vuestra para un trato deferencial, aunque no de vosotros-vosotras ni de os, señal de que se perdieron primero el pronombre personal y el clítico que la otra forma del paradigma. El empleo americano de ustedes como tratamiento equivalente al del español europeo vosotros aparece ya bien documentado en el teatro misionero del XVIII en la zona suramericana del Potosí (básicamente la actual Bolivia), aunque todavía en esas obras teatrales alternan concordancias verbales de tercera, -an/-en, las únicas posibles en el español americano actual, con las de segunda -áis/-éis, como se aprecia en (2). (2) Lo que ustedes van oyendo… / Sabrán, señores pastores,… / mas pastores les advierto / que si ambos abren los ojos / es cierto quedaréis ciegos. (Pastores, 78–80) La literatura americana de inicios del siglo XIX aporta evidencia interesante. En México, en el periodo posterior inmediato a la Independencia, 1818, se documenta con cierta frecuencia la forma ustedes (78 casos en dos novelas de José Joaquín Fernández de Lizardi), como en (3), empleos puestos en boca de una mujer en un contexto que no representa especial respeto o reverencialidad hacia sus interlocutores, también mujeres, sino que es, incluso, un trato afectivo. Ello significa que una o dos generaciones previas a la fecha de los ejemplos de (3), la forma ustedes debía ser de uso corriente en la lengua oral para dirigirse a más de un interlocutor y la concordancia verbal y los clíticos correferenciales con el pronombre de tratamiento eran, en consecuencia, de tercera persona. (3) El amor propio nos ciega más que a ustedes. (Lizardi, La Quijotita, 1) ¡Vaya, que han quedado ustedes frescas y convidadas! (Lizardi, La Quijotita, 26) En resumen, ustedes debía ser el trato usual en la lengua oral americana al menos desde las últimas décadas del siglo XVIII y su definitiva generalización se produce a lo largo del siglo XIX; está totalmente incorporado a la literatura culta en la segunda mitad de esa centuria. El aumento en la frecuencia de ustedes, dada su obligatorificación, y el incremento de carga funcional de este pronombre ―de ser optativo, como en España, pasó a ser obligatorio― impactó la sintaxis de los clíticos vinculados paradigmáticamente con ustedes, el personal les y el posesivo su(s). Estos dos clíticos en España tienen básicamente referentes de tercera persona plural, ellos-ellas, y con menor frecuencia de segunda persona plural de respeto, ustedes. En América esos clíticos debieron aumentar su capacidad referencial y se volvieron más polisémicos, ya que son obligatorios para referir tanto a los referentes etimológicos, las terceras personas de plural, como al nuevo referente, la segunda persona de 607
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Concepción Company Company plural, los oyentes, ustedes. En consecuencia, las zonas gramaticales asociadas a esos pronombres clíticos se caracterizan en el español americano por ser bastante más productivas, en frecuencia de uso, en distribuciones diferentes y en haber generado cambios sintácticos desconocidos en España: duplicación casi generalizada de OI; pronominalización se los/se las para bitransitivas; varias estructuras duplicadas posesivas con marcación de poseído + poseedor en un mismo sintagma u oración, entre otros cambios.
4.2. Voseo Todos los países hispanoamericanos conocen el voseo. Es un cambio consistente en el empleo de vos con un significado de cercanía o no deferencial (4), y echa sus raíces en la reestructuración de la oposición de los pronombres de segunda de singular tú/vos existente en el siglo XVI y parte del XVII. Como se observa en (4), el cambio incide también sobre la configuración de la frase verbal ya que obliga a una concordancia verbal peculiar, no siempre compartida con los dialectos tuteantes. Existen tres tipos básicos de paradigmas voseantes: a) pronombre voseante + voseo verbal: vos sabés (4a), b) pronombre voseante + formas verbales de tuteo: vos tienes, y c) pronombre tuteante + forma verbal voseante: tú tenés/tú tenís. Cualquiera sea el subsistema voseante, no existe un clítico especializado para vos, se emplean los correlatos clíticos de tú, como se ve en (4). Estos tres subsistemas no son excluyentes, la conjugación verbal y el pronombre pueden variar, según que el modo sea indicativo, subjuntivo o imperativo, con lo cual el voseo es una de las zonas de más alta diversidad dialectal del continente americano, además de que el voseo convive con el tuteo en todos los países voseantes, es decir, el voseo no ha desplazado al tuteo. (4) a. Cuando vos te percatás por vos mismo qué es la muerte, te asustás y salís de ahí. (Buenos Aires, 2003, entrevista TV) Veníte mañana a las tres. (Buenos Aires, habla espontánea) b. Vos tienes la culpa para hacerte tratar mal, para qué te opones. (Bolivia, Los Tiempos, 1997, CREA) Vos eres otra cosa, guagüitico. . . Vos eres lo que debes ser. (Quito, Jorge Icaza, El Chulla Romero y Flores, 2006: GOOGLE LIBROS) Porque para el hip hop no necesitas ser un vocalista, tener un buen canto, solamente necesitas tu base y lo que vos piensas. (Quito, Eliecer Cárdenas, Del silencio profundo, 1986: GOOGLE LIBROS) c. ―¿Y si no viene? ―Tú podís irte si querís. (Santiago de Chile, Antonio Skármeta, El baile de la victoria, 2003) ¿Cómo andás? (Montevideo, habla espontánea) Tú no tenés por qué andarme poniendo mal con el jefe. (Montevideo, habla espontánea) El estatus sociolingüístico del voseo es, si cabe, aún más complejo que el dialectal: desde totalmente estandarizado y normativo, Argentina, hasta ligera estigmatización, Uruguay o Costa Rica, hasta bastante estigmatizado, Chile, Ecuador, Bolivia, Cuba, a muy estigmatizado porque se asocia a habla de indígenas, Guatemala y el sureste de México (el resto de este país desconoce el voseo). Un rasgo común a todos los subsistemas, es que el voseo se emplea siempre en el trato amistoso coloquial o íntimo familiar entre dos hablantes, a un desconocido no se le vosea, con la única posible excepción del español de Buenos Aires, donde se está extendiendo a todo tipo de tratamiento entre dos interlocutores. En esta 608
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Historia del español en América intrincada complejidad sociolingüística, es necesario diferenciar en todos los países el trato en familia del trato en sociedad, y dentro de esta, coloquial vs. distante. Otra característica léxico-morfológica es que el voseo convive en muchos países con un complejo sistema paralelo de tratamientos en singular: ustedeo, esto es, tratar de usted al amigo, a la pareja afectiva o a los familiares (partes de Colombia y Venezuela, Costa Rica); empleo rural de su merced, escrito sumercé, para mujeres de edad avanzada y ciertos superiores (Colombia, República Dominicana); usos de vuestro-vuestra con valor deferencial (Chile, Uruguay). En perspectiva diacrónica, el voseo está configurado como tal al menos desde inicios del siglo XVI en textos castellanos (5a) y está tempranamente documentado en textos americanos (5b); por lo tanto, se trata de una conservación con sucesivos ajustes y cambios innovadores de un tratamiento hoy perdido en el español peninsular. Toda la documentación indica que el sistema voseante convivió siempre, desde el siglo XVII, al lado de tú y usted, como forma de tratamiento, bastante estigmatizada, junto con tú, en sus inicios americanos, como se aprecia en (5c), que corresponde a un documento argentino de fines del siglo XVII. Aparecen numerosos ejemplos de morfología verbal voseante sin estigmatización a partir del siglo XIX en documentación del Río de la Plata (5d), aunque dado que es una forma del trato cercano familiar, es posible que fuera una forma estándar de la oralidad familiar y amistosa antes de ese siglo, imposible de documentar en registros escritos. (5) a. ―. . . porque diré que a la criatura le faltan los dedos y que vuestra merçed los hará. —Yo lo doy por hecho, que no es ésta la primera que vos sabés hazer (Francisco Delicado, Lozana andaluza, 1510, España, CORDE) b. [É] que oyó decir á uno de los que recogieron en la barca quel dicho alférez se había quedado atrás y le había dicho: “Anda, vos, que yo no puedo ir más adelante”. (Antillas, año 1532) c. [H]ablando dicho obispo a este declarante y a dicho señor comisario de vos y tú como si hablara con sus negros. (Río de la Plata, fines del XVII) d. Estoy esperandote en campos nuevos en el mismo pueblo; desime algo. (Uruguay, año 1894)
4.3. Generalización del pretérito simple Todos los países hispanoamericanos hacen un uso mucho mayor que España del pretérito simple, canté, al punto de que es la forma general de la mayoría de esos países, donde se ha producido un fuerte retraimiento del pretérito compuesto, he cantado. Cuanto más sureño es el país (Argentina, Chile, Uruguay), más uso de pretérito simple se hace. Los promedios consignados en algunos estudios, con textos similares y situaciones narrativas semejantes, son iluminadores de esta generalización: español americano, 86 % pretérito simple vs. 14 % pretérito compuesto; español peninsular, 33 % pretérito simple vs. 67 % pretérito compuesto. La única excepción es el español de Bolivia, que hace un uso mayoritario del pretérito compuesto, tanto para valores temporales próximos al presente como distantes de él, cuanto para valores aspectivos pragmáticos diversos. Más importantes que lo cuantitativo son las diferencias cualitativas entre América y España: en América la diferencia entre ambos tiempos es aspectiva, en España es temporal. En términos generales, en el español americano si la significación verbal se considera concluida, sea en el pasado remoto, sea en un presente ampliado, sea en el antepresente inmediato, se emplea el pretérito simple; es decir, cualquier evento concebido como cerrado-télico se codifica con pretérito simple (6a). Si el evento se percibe como abierto o en proceso, es 609
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Concepción Company Company decir, si desde la perspectiva del hablante, sigue teniendo relevancia presente o aún futura en el momento de la enunciación, se usa el pretérito compuesto (6b). En suma, la oposición americana para canté ~ he cantado es, respectivamente, perfectiva-imperfectiva/télica-atélica; no es una distinción temporal. (6) a. Yo creo que Juan ya no se casó [ni se casará, no importa la edad, puede ser joven]. (México, habla espontánea) b. —Y su mamá ¿cómo está? —Pues ha estado mala [se entiende que sigue enferma]. (México, habla espontánea) Diacrónicamente, al menos para el español de México, se observa a partir del siglo XVI un crecimiento sostenido de pretéritos simples a expensas del pretérito compuesto y de otros tiempos para señalar acciones o estados relacionados con el presente, incluso inmediatez al presente: ¡ya acabé!, ¡ya estuvo!, para mañana ya acabé. En el siglo XIX, segunda mitad, queda más o menos fijado el sistema de oposiciones aspectuales y no temporales del español mexicano actual.
4.4. Pronominalización de bitransitivas La pronominalización del español dictada por las gramáticas por la cual los clíticos de OD y OI deben concordar con sus referentes en número y persona, y el primero también en género, es sistemáticamente alterada en el español americano cuando se cumplen dos condiciones: ambos pronombres aparecen en secuencia inmediatamente antepuestos o pospuestos al verbo bitransitivo que los rige, y el OD tiene un referente singular mientras que la referencia del OI es siempre plural, bien segunda persona ustedes, bien tercera persona, ellos-ellas. El cambio consiste en que el clítico de OD singular exhibe una marca morfológica de plural, que corresponde al referente del clítico dativo, el cual, dada su invariabilidad morfológica en se, es incapaz de indicar rasgo léxico o morfológico alguno de su referente. Los ejemplos de (7) muestran este americanismo sintáctico; resalto en cursivas el nominal que debiera regular la concordancia singular del clítico acusativo. Es una pronominalización desconocida en castellano. (7) El alférez real, que yo por ejemplo se los puse a leer porque me parece un poquito más ameno. (Habla culta de Bogotá, M26) Tengo muchas [anécdotas], pero esa me parece la más divertida para contárselas a ustedes. (Habla culta de Buenos Aires, 163) Se los conté a mis hermanas y lo creyeron a pies juntillas. (Habla culta de la Ciudad de México, 143) Es un americanismo sintáctico con bastante profundidad histórica: está documentado al menos desde el siglo XVI (8a), en el siglo XVII es todavía esporádico (8b), y a partir de fines del siglo XVIII es ya frecuente documentarlo en textos que pueden ser clasificados como cultos (8c), lo cual significa que el cambio debió tomar carta de naturaleza en la lengua oral varias décadas antes. (8) a. tenían de meter los nuestros sin ser sentidos en Huacacholla y matar a los de Culúa, entendieron que querían matar a los españoles, o los engañó quien se los dijo (López de Gomara, Historia de la conquista de México, 1538, CORDE) 610
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Historia del español en América b. les hazen daño sin que los dueños de los ganados se los hayan satisfecho a los vezinos (Ecuador, año 1668) c. todos tres enfermos quedaron en mucha debilidad. . .: seis papeles. . . con un grano de tártaro emético mixturado, y esto se los daba por delante en los primeros días (Gazeta de México, año 1795) La pronominalización innovadora eso se los dije codifica la pluralidad del OI pero codifica también el carácter humano de este argumento; es decir, el morfema -s de se los es una marca tanto de pluralidad como de animacidad. Prueba de ello es que cuando el OI es inanimado, en el español americano no surge la pronominalización innovadora, sino que se prefiere emplear un solo pronombre, el de dativo; oraciones como ¿ya le(s) echaste agua a las macetas? o ¿ya le(s) pusiste agua a los coches? tienen, por lo común, como respuesta espontánea sí, ya les eché, ya les puse, y no la secuencia con doble clítico se los eché, se los puse.
5. Conclusiones Hemos mostrado que existe tanto una fuerte variación dialectal que va a la par de una no desdeñable homogeneidad lingüística en este continente, y que es conveniente referirse al español de este continente como español en América y no de América. Para analizar las construcciones que, en lo general, caracterizan el español americano, hemos definido, en un primer paso, el concepto de americanismo gramatical, en dos acepciones, absoluto y relativo, y establecimos el marco histórico que dio pie a las diferencias y similitudes dialectales. Finalmente, identificamos 14 americanismos generales y analizamos cuatro de ellos con cierto detenimiento, de los cuales realizamos una caracterización general y una diacronía básica.
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Entradas relacionadas gramaticalización y cambio sintáctico; historia del español; periodización
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HUMOR Leonor Ruiz Gurillo
1. ¿Cómo explicar el humor? Tomemos el siguiente chiste: (1) El hombre es un ser inteligente. La única excepción tiene la regla (Los mejores chistes cortos, 160). Como sabemos, los chistes son textos humorísticos por excelencia: son breves, concisos y graciosos. Ahora bien, no basta con esta caracterización para identificar el ejemplo (1) como humorístico o no y para reconocer el humor. Este texto breve presenta diversos mecanismos que podrían ayudarnos. Primero, contrapone dos guiones o esquemas mentales, uno de ellos serio y el otro humorístico: se habla en la primera parte de hombre como ‘ser humano’, pero en la segunda se interpreta como ‘varón’ en contraposición a la mujer. Segundo, estos guiones opuestos se apoyan en un mecanismo lógico concreto que restringe el campo de aplicación solo a los varones y no a las mujeres. Tercero, la situación comunicativa en la que se produce el chiste ayuda a interpretarlo. Cuarto, contiene un blanco de la burla que en este caso son las mujeres, ya que se trata de un chiste claramente sexista. Quinto, usa unas determinadas estrategias narrativas para lograr sus objetivos, como la brevedad y la planificación de dos partes que se oponen. Y sexto, elige determinado lenguaje para lograr sus objetivos: selecciona hombre en lugar de otros sinónimos como ser humano o humanidad, y alterna el sintagma tener la regla con la unidad fraseológica la excepción confirma la regla. Así, el destinatario interpreta que el varón es inteligente frente a la mujer, que por tener la regla no lo es. El efecto humorístico más inmediato es la risa, aunque se derivan otros, como la burla hacia las mujeres.
1.1. La Teoría General del Humor Verbal La propuesta que acabamos de aplicar al ejemplo (1) es, en esencia, la Teoría General del Humor Verbal (en adelante, TGHV) de S. Attardo y V. Raskin. Dicho modelo ha mostrado su eficacia a lo largo de dos décadas, pues todavía hoy sigue siendo el punto de referencia de las investigaciones lingüísticas y afines al humor. La TGHV amplía la Teoría Semántica del Humor basada en guiones (en adelante, TSHG), establecida por Raskin. Esta planteaba la existencia de dos guiones en la construcción de un chiste, pero no era fácilmente aplicable a 613
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Leonor Ruiz Gurillo otras formas humorísticas. Por el contrario, la TGHV, propuesta inicialmente por Attardo y Raskin (1991) y revisada sucesivamente por Attardo (1994), (2001) y (2008), se aplica, no solo a los chistes, sino también a textos procedentes de diversos registros, situaciones o periodos históricos, como pueden ser novelas, historias cortas, sitcoms televisivos, películas o juegos. Tiene en cuenta criterios como la naturaleza lineal del texto, la importancia de los inicios y los remates de las estructuras humorísticas, las funciones del humor en la narración, la trama humorística, etc. Como vimos en (1), la TGHV se apoya en seis recursos de conocimiento que muestran entre sí una relación jerárquica y que determinan si un texto es humorístico o no (Attardo 2008: 108): 1.
2. 3. 4.
5. 6.
La oposición de guiones, base de la TSHG y de cualquier texto humorístico. Supone que en el texto se produce una alternancia entre un guión serio y otro humorístico. La incongruencia que desencadena conlleva que se tenga que resolver el texto a favor de uno de los dos guiones, normalmente el humorístico. El mecanismo lógico es el mecanismo que permite resolver la incongruencia y por medio del cual la oposición de guiones resulta ser divertida y/o se explica parcialmente después. Existen varios tipos, como la yuxtaposición, la falsa analogía o el quiasmo. La situación, imprescindible para entender los textos humorísticos y sus inferencias. La meta, o lo que se conoce como el “blanco” del texto humorístico. Se incluyen aquí los estereotipos de grupo o individuales. Ahora bien, este recurso de conocimiento puede ser opcional, pues algunas formas de humor no tienen como objeto ridiculizar a alguien en particular. Las estrategias narrativas, esto es, el género del chiste o del discurso humorístico. El lenguaje, es decir, las elecciones léxicas, sintácticas, fónicas, etc.
Así pues, los recursos de conocimiento que emplea el texto humorístico se organizan jerárquicamente: Oposición de guiones
Mecanismo lógico
Situación
Meta
Estrategia narrativa
Lenguaje Figura 1 Organización jerárquica de los recursos de conocimiento de los textos humorísticos para la TGHV (Attardo 2008: 28)
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Humor Como hemos establecido en Ruiz Gurillo (2012), la aplicación de la TGHV al español se revela como integradora y permite explicar los diversos recursos de conocimiento que emplea el humor. De hecho, hemos observado que el uso de un determinado lenguaje, en concreto de indicadores y marcas del humor como la polisemia de hombre o la fraseología de la excepción confirma la regla, no es un aspecto aislado, sino que viene determinado por las elecciones lingüísticas que lleva a cabo el hablante o escritor como un hecho del uso del lenguaje (Verschueren 2002). Estas elecciones lingüísticas, por su parte, vienen sustentadas por un conjunto de mecanismos lógicos que, siguiendo la propuesta de Attardo, Hempelman y Di Maio (2002) pueden aludir a relaciones sintagmáticas, como las que se basan en vinculaciones directas apoyadas en la yuxtaposición o el paralelismo, o a razonamientos como los que encontramos en (1), ya sean correctos o incorrectos. Los mecanismos lógicos, por su parte, intervienen en la resolución de la incongruencia que está en la base del humor. Ahora bien, existen otras teorías entre las que destacan las propuestas de la Teoría de la Relevancia (§ 1.2) y de la Lingüística Cognitiva (§ 1.3).
1.2. La Teoría de la Relevancia La Teoría de la Relevancia (Curcó 1995; Yus 2003) explica el humor como un mecanismo que supone un alto coste de procesamiento para los hablantes, que han de lograr, en cualquier caso, la óptima relevancia, sirviéndose, por ejemplo, de su entorno cognitivo, lo que facilita extraer conclusiones que no se derivan directamente de las premisas implicadas. En suma, el humor se infiere gracias a la búsqueda de óptima relevancia que se persigue en la comunicación. La Teoría de la Relevancia se muestra muy útil para explicar el humor en cada uno de los contextos, pero no nos facilita un modelo que permita hacer predicciones acerca de cómo se va a emplear el humor en determinadas situaciones comunicativas.
1.3. La lingüística cognitiva La lingüística cognitiva (Brône, Feyaerts y Veale 2006) considera que el humor es uno de los usos creativos del lenguaje, como la ironía, la metáfora o la metonimia. Manifiesta nuestro conocimiento experiencial y desencadena determinados efectos, que tienden a generarse por medio del concepto fundamental de prototipo. Así, los textos humorísticos se desarrollan en el espacio discursivo como formas semánticas, a la vez que pragmáticas. La noción que explica este hecho es la de marco cognitivo o la de espacio mental, nociones mucho más flexibles que la de oposición de guiones de Raskin y Attardo. Según esta idea, los espacios se mezclan en una zona conceptual intermedia que genera estructuras emergentes. Dichas estructuras emergentes son humorísticas y convierten en prominente, como en una relación metonímica, la figura frente al fondo. El espacio de mezcla de los dos marcos resulta ser muy dinámico y permite explicar que dos o más de ellos se encuentren presentes un mismo texto humorístico. Por lo tanto, esta teoría resulta muy útil para observar la dinamicidad de ese espacio de mezcla y, en concreto, para observar el humor como un hecho experiencial propio de los seres humanos. Sin desmerecer los aportes de la Teoría de la Relevancia y de la lingüística cognitiva, adoptaremos en lo sucesivo la TGHV con las precisiones que se han llevado a cabo en el § 1.1, ya que constituye un enfoque integrador de los textos humorísticos, permite explicar diversos tipos de humor, contribuye a establecer generalizaciones en el uso del humor y pone énfasis en las elecciones lingüísticas que se llevan a cabo y en cómo estas elecciones se 615
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Leonor Ruiz Gurillo relacionan estrechamente con los mecanismos lógicos que sustentan los guiones que se oponen. La TGHV se basa en el concepto de guión, similar a los de marco cognitivo o esquema mental de otras teorías. El guión es una construcción cognitiva que supone una parcela estructurada de información que el hablante interioriza y que representa el conocimiento que este tiene de una parte del mundo (Raskin 1985: 81). Teniendo en cuenta tales datos, a continuación analizaremos en el § 2 géneros humorísticos, como el chiste, el monólogo o la parodia, y no humorísticos, como la conversación. En el § 3 nos encargaremos de identificar marcas e indicadores del humor y, finalmente, nos detendremos en el § 4 en las similitudes y diferencias del humor con la ironía.
2. Géneros humorísticos y géneros serios 2.1. Los géneros humorísticos: el chiste, el monólogo y la parodia El humor puede manifestarse en géneros propios, o humorísticos, y en géneros serios. Los llamados géneros humorísticos (Kotthoff 2007) constituyen manifestaciones cuya estructura textual se basa en el humor. Este hecho condiciona el texto, que presentará un grado mayor de planificación y una menor espontaneidad y que habrá sido “diseñado” para lograr sus objetivos, esto es, causar humor. El género humorístico por excelencia es el chiste, en el que se establece un guión en una primera fase que se revela incongruente y que se resuelve en una segunda, el remate (o punch line) del chiste. Esta resolución de la incongruencia se concreta en tres fases (Raskin 1985: 99): -
Establecimiento. En el chiste de (1) es lo que ocurre con la primera parte, el hombre es un ser inteligente. Incongruencia. La primera parte favorece una interpretación de hombre como ‘ser humano’ que se muestra incongruente con la segunda parte del chiste, la única excepción tiene la regla. Resolución. Esta situación incongruente se ha de resolver poniendo en marcha un nuevo guión en el que hombre se interpreta como ‘varón’ y no como ‘ser humano’ y se indica además que no tiene la regla. La alternancia de ambos guiones es lo que genera los efectos que se persiguen con el chiste, como causar sorpresa o risa.
Otros géneros, como el monólogo humorístico o la parodia, presentan asimismo un remate, aunque a lo largo de su desarrollo textual pueden contener otros ganchos (o jab lines), así como diversos mecanismos cohesivos entre los temas tratados. De hecho, en el monólogo humorístico cobra mayor fuerza uno de los seis recursos de conocimiento, las estrategias narrativas, ya que es importante abordar aspectos referentes al texto, al género y al registro empleado. Así, conviene discernir si se ha construido como narración, argumentación o exposición, por ejemplo. También cabe considerar que el guión escrito se dramatiza ante una audiencia directa, presente en el plató de grabación, y ante una audiencia indirecta o mediática, que sigue el programa desde casa. Siguiendo el modelo americano, han proliferado en la televisión española los programas basados en monólogos humorísticos, como El Club de la Comedia (Canal La Sexta) o Buenafuente (Antena 3). La parodia es otro de los géneros propiamente humorísticos. Es una forma muy cercana a la sátira (Simpson 2003) que se caracteriza por activar un hecho discursivo anterior, es decir, por hacerse eco de un texto previo. En la parodia destaca uno de los recursos de conocimiento, el blanco de la burla, que fundamenta el acto crítico (Rossen-Knill y Henry 1997), 616
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Humor entendido como ridiculización. Dicha crítica de una situación o texto previo del que se hace eco, la burla y el lenguaje utilizado conforman la esencia de la parodia, su comicidad. En los últimos tiempos esta forma de humor se ha extendido en los formatos audiovisuales como la televisión y es posible encontrar parodias informativas en España, como el programa El Intermedio (Canal La Sexta) o el sketch, forma breve de parodia de noticias o situaciones cotidianas.
2.2. Los géneros serios: la conversación Por otro lado, los géneros serios pueden integrar el humor como una estrategia comunicativa más. Es lo que ocurre con la conversación espontánea, por ejemplo. Como en los géneros humorísticos, se presenta una oposición de guiones, pero además se logra un determinado efecto, como la risa (Archakis y Tsakona 2005). En la conversación española la falta de planificación, la inmediatez o la retroalimentación entre los participantes favorecen la presencia de intervenciones irónico-humorísticas. Cuando también se presentan otros rasgos coloquializadores (Briz y grupo Val.Es.Co. 2002), como la igualdad social entre los participantes o la relación vivencial de proximidad, se fomenta que la ironía se continúe a lo largo de varias intervenciones y que, incluso, se desarrolle un relato humorístico. En estos casos, el humor es una estrategia que usan los hablantes para lograr un efecto, como causar risa, divertir, afianzar la solidaridad o la identidad del grupo (Alvarado 2013a, 2013b).
3. ¿Cómo reconocer el humor? Indicadores y marcas Hasta el momento hemos hablado de que un texto humorístico ha de cumplir seis recursos de conocimiento para ser identificado como tal: la oposición de guiones, los mecanismos lógicos, una situación concreta, una meta o blanco de la burla, una determinada estrategia narrativa y un lenguaje. Estos se encuentran en géneros humorísticos, como el chiste o la parodia, pero también en otros serios, como la conversación. Seguidamente nos detenemos en los elementos lingüísticos que contienen estos textos y que contribuyen a reconocer el resto de recursos y, por lo tanto, a reconocer el humor. Existen dos tipos de elementos: las marcas y los indicadores. Las marcas son elementos que ayudan a interpretar el humor, como la entonación o los signos tipográficos. Los indicadores son elementos de por sí humorísticos, como la polisemia o la fraseología. Como veremos en el § 3.1, las marcas sitúan el texto en un modo humorístico. Si es oral, contiene marcas como la entonación, las pausas, la intensidad de la voz o la voz de falsete. Si es escrito, los signos tipográficos, como la cursiva, la negrita, la mayúscula o las comillas, nos ayudan a interpretar el humor. Los indicadores, analizados en el § 3.2, son elementos humorísticos. Las elecciones, conscientes o no, que lleva a cabo el humorista en textos planificados o el hablante en conversaciones espontáneas, contienen las claves para interpretar el humor y lograr los efectos que se persiguen. Hemos observado que son especialmente frecuentes los indicadores que se apoyan en relaciones semánticas, como la polisemia, la paronimia o la pseudoabarcación, son menos frecuentes los que aluden al texto como marcado, como el empleo de locuciones o fórmulas o el uso de creaciones léxicas, y bastante escasos lo que se infieren a partir de escalas. Resulta lógico, pues el uso de una palabra o expresión con dos sentidos diferentes en el mismo contexto favorece la presencia de dos guiones cognitivos, muestra una incongruencia entre ellos y, en suma, contribuye a resolver la incongruencia propia del humor.
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3.1. Marcas del humor: entonación, gestos, signos tipográficos Buena parte de los textos humorísticos que están pensados para hacerse orales, como los chistes o los monólogos humorísticos, contienen acotaciones donde se señala la entonación que ha de ponerse o el gesto que ha de acompañar a la palabra. Así se marca con gesto de, con voz de, imitando a. Estas acotaciones son marcas muy útiles para el monologuista que lleva a escena el texto, al tiempo que en lo oral se convierten en marcas que ayudan a interpretar el humor a los oyentes. Así lo vemos en (2), donde se acotan el tono y la expresión que ha de emplearse en cada caso para representar las voces de los diversos personajes. El monólogo gira en torno a los diversos tipos de mentira y en este caso se habla de las mentiras dentro de la pareja: (2) En pareja también se miente mucho. Llegas a casa y tu mujer te pregunta: “¿De dónde vienes?” Mira que es fácil la pregunta, ¿eh? Es muy fácil: de dónde vienes. Y tú: “¿Qué?”, “¿¡Que de dónde vienes!?”. Con lo fácil que es decir: “Del bar, de ver el fútbol con los amigos”. Pero no. Mientes. Y dices (con tono de inventárselo): “Eeeh, de comprar… un regalo… para tu madre”. Y ella (con expresión incrédula): “¿Y dónde está?”. Y tú (nervioso): “No, es que lo tienen que traer desde Egipto”. Y ella: “Manolo, mi madre hace seis años que murió”. “Eehh, ya… Pero… es que aún no lo he asumido” (Andreu Buenafuente, “Mentiras grandes”, Digo yo, 33). En (2) se observa además que estos acotadores van acompañados de otras marcas como los alargamientos vocálicos (eeeh), de signos tipográficos que representan la entonación (¿¡Que de dónde vienes!?) o del discurso directo que presenta la voz del marido y la voz de la mujer.
3.2. Indicadores del humor: polisemia, paronomia, pseudoabarcadores, fraseología, derivación, variación, cuantificadores La polisemia en particular, y las relaciones semánticas en general, constituye uno de los indicadores más rentables. Resulta obvio desde el modelo de análisis planteado en el § 1, ya que la oposición de guiones, la incongruencia generada y la posterior resolución de la misma se sostienen frecuentemente en elementos lingüísticos que se basan en mecanismos lógicos. Así, la polisemia es un indicador fundamentado principalmente en mecanismos lógicos basados en razonamientos, a menudo incorrectos o imperfectos. En (3) la polisemia de ochenta es la que facilita el gancho humorístico de este comienzo del monólogo: (3) Alguien debería decir a los hombres que hay una edad para dejar de jugar al futbito. Hay una edad y un sonido. El sonido es “catacrack”. Y la edad, los ochenta…, los ochenta kilos (Eva Hache, “Os vais a hacer daño”, El Club de la Comedia, 43). La monologuista emplea ochenta primero con el significado de ‘ochenta años’ y a continuación lo hace como ‘ochenta kilos’. Se trata de una polisemia contextual que se resuelve en el mismo contexto, lo que ayuda a que los destinatarios comprendan mejor el humor. De esta manera se comprende que no critica a los hombres por jugar al fútbol cuando son mayores, sino cuando tienen sobrepeso. La paronimia es otro de los indicadores que explota las relaciones semánticas. Para lograr el efecto humorístico se colocan dos palabras o expresiones con una fonética similar. A veces no están ambas presentes, pero el contexto alude a la forma ausente: 618
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Humor (4) – –
Se abre el telón y aparece un ciego tocando a un dálmata. ¿Cómo se llama la peli? Siento a un dálmata (Los mejores chistes cortos, 258).
Para comprender el chiste hay que entender que siento a un dálmata se parece fonéticamente a ciento un dálmata y que este enunciado se pronuncia con seseo. También dentro de las relaciones semánticas que se establecen en el texto humorístico se emplea, principalmente en textos planificados, la pseudoabarcación. Consiste en crear una clase semántica formada por diversos elementos integrados en la misma que no lo agotan, pero que se reinterpretan como si lo hicieran (Timofeeva 2012: 136). Así parece que los elementos enumerados de la clase son los únicos integrantes de la misma. Los miembros de la clase establecen entre sí una relación humorística, por lo que la broma surge precisamente de la extraña unión de esos elementos. En (5), parodiando los publirreportajes serios de medicamentos, se señalan las contraindicaciones que presenta el medicamento Melasuda, un anestesiador de conciencias que ayuda a superar la situación de crisis: (5) No tome el medicamento Melasuda si va a pilotar un avión, si dirige una central nuclear, si piensa refundar el capitalismo (Melasuda, Saturday Night Live, Cuatro). Las relaciones léxico-semánticas también se encuentran en la base del uso de fraseología en el humor. Resulta frecuente que el guionista emplee un fraseologismo tanto con el sentido literal de la expresión como con el figurado. Además, el empleo de fraseología constituye un indicador que permite inferir que estamos ante un texto marcado o humorístico, a diferencia de lo que ocurre comúnmente en la comunicación, donde abundan textos no marcados o no estereotípicos. Lo vemos en (6) donde la monologuista alterna el sentido figurado, es decir, idiomático, de meterse en la piel de [alguien], entendido como ‘ponerse en su lugar’ con la lectura literal del mismo sintagma, esto es, ‘meterse bajo la epidermis de alguien’: (6) Seguro que alguna vez cuando han leído una entrevista a un famoso han pensado: “¡Menudo impresentable!”. (…) Pero métanse en la piel de un personaje famoso… busquen uno que no se haya estirado la cara, para meterse y estar más cómodos, e intenten pensar como él (Amparo Baró, “Entrevistas de famosos”, El Club de la Comedia, 153). La creación léxica en sus múltiples formas también puede actuar como indicador humorístico. El texto es un buen sustrato para la neología: se forman nuevos derivados, se modifican otros existentes. En la parodia sobre los medicamentos anestesiadores de conciencia de (6) se crean dos nuevos términos, melasuda y keosden y se indica que sus componentes activos son, respectivamente, melasudina y keosdenato. Por último, aunque el uso de cuantificadores no es tan frecuente en el humor como en la ironía, pueden encontrarse ejemplos como (7), donde se valora con el superlativo simpatiquísimas cómo son las recepcionistas que atienden en la Seguridad Social española. Evidentemente, ha de entenderse que las recepcionistas no son simpáticas: (7) Luego están las recepcionistas que te dan hora. Simpatiquísimas todas. Son gente que sufre mucho, eso es verdad y, claro, el carácter les ha desaparecido, ya no tienen carácter (Andreu Buenafuente, “Seguridad Social”, Sigo diciendo, 58).
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4. Más allá del humor. Las relaciones con la ironía Es evidente que el humor presenta relaciones con la ironía. Ambos son tipos de lenguaje figurativo y manifiestan un uso creativo del lenguaje. De hecho, pueden darse puntos de encuentro, como la ironía humorística o el humor irónico. La ironía humorística se daría en la conversación y el humor irónico aparece en ejemplos como el de (7) con simpatiquísimas. Ahora bien, son fenómenos diferentes: la ironía es un hecho pragmático, mientras que el humor es un hecho pragmático y semántico al tiempo (Attardo 2001: 169). La ironía se hace eco de las asunciones comunicadas explícitamente, mientras que el humor economiza lo implícitamente expresado. La ironía (que se explica pormenorizadamente en Ruiz Gurillo y Padilla García (eds.) 2009) conlleva un conjunto de inferencias negativas, según las cuales se interpreta, al menos en el caso de la ironía prototípica, lo contrario de lo que dicen las palabras (Ruiz Gurillo 2010); en cambio, el humor supone la sustitución de un guión por otro. De manera más concreta, la ironía se comprende como negación indirecta, mientras que el humor es un mecanismo de antonimia que supone la sustitución de un guión por otro (Rodríguez Rosique 2013). En suma, la ironía niega lo dicho; el humor lo sustituye.
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Entradas relacionadas español coloquial; ironía; locuciones; metáfora; pragmática; presuposición e implicatura
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IDEOLOGÍAS LINGÜÍSTICAS José del Valle y Vítor Meirinho-Guede
1. Introducción Ideologías lingüísticas es una categoría teórica construida sobre una definición del lenguaje como práctica social en la que están unidas de manera inseparable la dimensión formal del mismo —lo que podríamos llamar su pura materialidad lingüística o gramática— y el contexto en que tiene lugar la interacción (no importa si es en forma oral o escrita). Se trata de una categoría que nos invita a pensar el lenguaje en relación con el contexto, pero no solo como producto derivado de este (como objeto cuya forma refleja las condiciones sociales), sino también como práctica que lo constituye (como intervención efectiva en ese contexto). Las ideologías lingüísticas responden a los intereses de grupos sociales concretos y tienen un efecto naturalizador —como si de verdades inapelables se tratara— de las imágenes que producen del lenguaje. Estamos ante un concepto teórico que pretende organizar el estudio de la relación entre lenguaje y poder. Propondremos una definición de ideologías lingüísticas en el § 4, pero veamos, para empezar, algunas instancias —inventadas las dos primeras y real la tercera— en las que podemos ver cómo se manifiesta la dimensión ideológica del lenguaje. (1) Imaginemos, por ejemplo, una escena que se desarrolla en una universidad española en la que una estudiante acude a entrevistarse por primera vez con su profesora en mitad del curso. La alumna participa en esta conversación en representación de sus compañeros y lleva a la profesora una petición de cambio de la fecha del examen parcial motivada por el deseo del alumnado de participar, justamente en la fecha prevista para el examen, en una manifestación contra la subida del costo de la matrícula. Sentadas cara a cara en el despacho de la catedrática, esta empieza la conversación dirigiéndose a la alumna por medio de “usted”, a lo cual la interlocutora responde usando “tú”. A lo largo del intercambio, que dura unos veinte minutos, persiste este tratamiento no recíproco. (2) Una segunda escena imaginaria se desarrolla en el departamento de español de una universidad norteamericana. Dos profesores realizan la entrevista final a un candidato que ha solicitado una plaza en el departamento para dar clase de español y lingüística hispánica. El candidato —nacido en Estados Unidos en el seno de una familia hispanohablante de condición socioeconómica humilde y escolarizado en inglés— tiene un 622
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Ideologías lingüísticas Ph.D., varias publicaciones en revistas de prestigio y ha causado una excelente impresión a todos los que, en el mismo departamento, le han hecho entrevistas previas. Esta última entrevista discurre impecablemente y al final el candidato dice: “Me pueden dejar un mensaje que yo los llamo patrás inmediatamente”. Al día siguiente, en la reunión departamental donde se ha de decidir si ofrecerle la plaza, se discute si su uso de la expresión “llamar patrás” lo descalifica. (3) En la tercera evocamos la publicación en 1847 de la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos del caraqueño afincado en Chile desde 1829 Andrés Bello (1781–1865). Es una gramática que presenta y analiza las estructuras del español de acuerdo con los parámetros de estudio gramatical de su tiempo; y es una gramática que, a la vez, se identifica como prescriptiva en tanto que selecciona unos usos particulares y condena otros. El prólogo enmarca el texto no solo situándolo en relación con la tradición gramatical a la que pertenece, sino orientando su interpretación en una dirección que trasciende lo puramente gramatical. Así afirma, por ejemplo: “No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los habitantes de Hispano-América. Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes”. Y más adelante dice: “Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada. En ellas se peca mucho menos contra la pureza y corrección del lenguaje, que en las locuciones afrancesadas, de que no dejan de estar salpicadas hoy día aun las obras más estimadas de los escritores peninsulares”. Estos ejemplos ilustran la dimensión ideológica del lenguaje y nos permitirán, en las próximas páginas, irnos acercando al concepto de ideología lingüística. Para interpretar cada uno de estos episodios lingüísticos es necesario pensar el lenguaje en relación directa con el contexto situacional, social e incluso geopolítico; es necesario reconocer que el uso del lenguaje supone una intervención sobre el propio contexto de uso; es necesario apreciar el choque entre ideas recibidas sobre el lenguaje y desafíos a tales ideas; y, finalmente, es necesario examinar el modo en que la praxis lingüística es un modo de negociación de relaciones de poder. En un análisis mediado por estas líneas de reflexión aparecerán quizás ideologías lingüísticas que conectan el uso de los pronombres con el poder relativo de profesores y estudiantes y que intervienen en la negociación del derecho a la protesta (ejemplo 1), que asocian expresiones lingüísticas con grados de cualificación profesional y que pueden contribuir a bloquear el ascenso profesional o social de un individuo (ejemplo 2) y que conectan variedades de una lengua con proyectos políticos de emancipación (ejemplo 3).
2. El formalismo y sus exclusiones Como se puede inferir de lo dicho en la introducción, el concepto de ideologías lingüísticas está asociado a ramas de los estudios del lenguaje que se distancian del formalismo que ha dominado el desarrollo de la lingüística como disciplina autónoma. El formalismo es producto de la convergencia de dos tendencias: una que define el lenguaje como código que permite la representación de la realidad y la trasmisión de información entre seres humanos (una idea de código que se materializa en el término “gramática”) y otra que aspira al estudio del lenguaje dentro de los parámetros de la ciencia. 623
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José del Valle y Vítor Meirinho-Guede Es a Ferdinand de Saussure (1857–1913), considerado fundador de la lingüística moderna, a quien le corresponde una de las más emblemáticas conceptualizaciones del lenguaje como objeto susceptible de ser tratado científicamente (Saussure 1916). Ante la complejidad del fenómeno y ante las múltiples dimensiones de la vida humana a que aparece ligado (a la estética a través de la poesía, al pensamiento a través de la filosofía o a la política a través de la estandarización y oficialización de lenguas), la aproximación cientificista genera la necesidad de llevar a cabo un recorte que identifique como objeto de estudio solo a aquellas dimensiones del lenguaje que exhiban un máximo grado de sistematicidad y reglamentación. En otras palabras, según ha señalado John Joseph (1995), el estudio científico del lenguaje supone un paso previo que lo aísle de la voluntad humana. El proceso seguido por Saussure es bien conocido. Primero, estableció una serie de pares de conceptos que pretendían ser una clasificación inclusiva de los fenómenos lingüísticos en toda su complejidad. Así se contraponen la lengua y el habla, lo interno y lo externo, y la sincronía y la diacronía. El segundo paso fue la selección del término que en cada par representaba dimensiones autónomas del lenguaje, es decir, independientes de las —en gran medida impredecibles— intervenciones de la voluntad humana así como de otras dimensiones —también poco sistemáticas— de la vida social. Serán la lengua (el sistema de unidades y las relaciones que entre ellas existen), lo interno (las dimensiones exclusivamente lingüísticas del fenómeno lingüístico) y la sincronía (la estructura concebida al margen del tiempo cronológico) los elementos seleccionados para una teoría del lenguaje que lo piensa como objeto susceptible de ser sometido a operaciones hermenéuticas homologables a las utilizadas por las ciencias exactas y naturales. Ahora bien, si pensamos que el objetivo de la lingüística es explicar el lenguaje, examinar por qué los seres humanos hablan como hablan y escriben como escriben, debemos reconocer no solo las incuestionables contribuciones de la lingüística científica al examen de la gramática y de la facultad innata del lenguaje, sino también las limitaciones que impone la adopción de esa aproximación y, sobre todo, su posición hegemónica en el centro de los estudios del lenguaje. No debemos perder de vista que, tras el recorte saussureano, el hablante, el contexto y la historia —es decir, los hablantes hablando— han quedado en los márgenes del campo de observación de la ciencia del lenguaje; que la expectativa de responder científicamente a la pregunta de por qué los seres humanos hablan como hablan impone, paradójicamente, un cierto desplazamiento de los hablantes y del acto de habla o, al menos, su circunscripción a subdisciplinas tales como la pragmática; que se minimiza el valor de las condiciones en que se despliega la comunicación verbal como relación entre hablantes y como dinámica de mutua influencia entre estos y el contexto (nótese que, a efectos del desarrollo de este concepto, no hacemos distinción entre actos de habla y actos de escritura). Mencionaremos aquí a dos de esos elementos desplazados cuyo rescate, como ha señalado Paul V. Kroskrity (2000: 5), resulta fundamental para la emergencia de las ideologías lingüísticas: las ideas que los seres humanos tienen sobre el lenguaje y las funciones no referenciales del mismo. Por un lado, las ideas que los hablantes puedan tener sobre el lenguaje, al resultar de experiencias personales y no de los protocolos de la ciencia, resultan inútiles e incluso desorientadoras para el lingüista que se plantea la posibilidad de realizar una descripción objetiva del sistema lingüístico (sin embargo, la sociolingüística variacionista, incluso desde su inclinación formalista, se las arregló para tender puentes entre la descripción objetiva del habla y las actitudes de los hablantes). Resultarán, en cambio, centrales para quien identifique la conciencia lingüística de los hablantes como un factor necesario para entender por qué se habla como se habla o se escribe como se escribe. Volviendo al ejemplo 1 de la Introducción, ¿podemos entender cabalmente el uso de “tú” y “usted” sin 624
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Ideologías lingüísticas incluir en nuestra interpretación las ideas que las interlocutoras puedan tener sobre el significado de cada forma y el modo en que piensan que articula la relación entre ellas? Por otro lado, si el lenguaje se figura de entrada como un sistema de signos por medio del cual los seres humanos producen representaciones de la realidad, se dará prioridad también a la idea de que el poder comunicativo del lenguaje reside en el orden estructural, es decir, en las unidades formales y las reglas combinatorias y sustitutorias que las unen en un todo coherente. Sin embargo, el anclaje del estudio del lenguaje en las condiciones contextuales de la comunicación revelará una lógica comunicacional en la que el valor referencial de los enunciados pasa a segundo plano ante su poder performativo: el lenguaje pasa de “decir” a “hacer”. En el ejemplo 2 de arriba, el uso de la expresión “llamar patrás” transforma la escena al construir, ante los ojos de algunos de los profesores, una imagen nueva del entrevistado. De la misma manera, en el ejemplo 3, vemos que la gramática de Andrés Bello no solo pretende describir la variedad culta del español que se ha de enseñar en las escuelas de las nuevas naciones americanas, sino que también se presenta como reivindicación del igual protagonismo americano en el desarrollo de la lengua y de su gestión.
3. Una ruta alternativa A pesar del dominio que ejerció y ejerce el formalismo sobre la configuración de la lingüística a lo largo del siglo XX y hasta el presente, siempre han existido escuelas que mantenían viva la mirada sobre las dimensiones del lenguaje marginadas por los modelos saussureanos y post-saussureanos. La antropología lingüística, la pragmática, la sociolingüística y la sociología del lenguaje —incluso cuando manifiestan una fuerte impronta formalista, como es el caso de la pragmática formal o la sociolingüística cuantitativa— avanzaron hacia un examen detallado del lenguaje en contexto y, al entrar en diálogo con la reflexión teórica sobre la ideología (que introduciremos más adelante), dieron lugar al estudio de la dimensión ideológica del lenguaje y a la categoría de las ideologías lingüísticas.
3.1. Indicialidad Desde estas perspectivas, el lenguaje se define como práctica social y la interacción verbal se piensa no necesariamente como el uso de una lengua sino como la puesta en práctica de un repertorio plurilectal en actos verbales en los que se producen y negocian identidades y relaciones sociales entre los interlocutores. Explicar esas prácticas implica no solo describir los lectos involucrados en la comunicación verbal sino también visibilizar el modo en que, en la interacción, los elementos del repertorio plurilectal se conectan con las identidades y relaciones sociales que están en juego. A esta conexión nos referimos como indicialidad, la característica que hace que el valor de un enunciado —o de algún elemento concreto del enunciado— esté no solo en el significado literal que encierra —en el objeto o idea a que, de modo general, remite—, sino en su capacidad para señalar elementos del contexto de la enunciación, indicar identidades sociales y construir relaciones entre los interlocutores (Hanks 2000). Pensemos que, en el ejemplo 1, en la palabra “tú” se dan cita, al menos, tres significados: “tú” se refiere a una entidad abstracta que podríamos describir como segunda persona singular; señala también el ser humano concreto al que se dirige la pregunta en un acto de habla concreto (en este caso, la profesora); indica también, en su alternancia implícita con “usted,” la existencia de categorías socialmente relevantes; y, finalmente, construye un tipo de relación que, por medio de este acto de habla, se negocia. 625
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José del Valle y Vítor Meirinho-Guede A medida que nos acercamos al concepto de ideologías lingüísticas, resulta imprescindible tener presente esta condición indicial del lenguaje, que, como sugiere el ejemplo anterior, lo liga a distintos niveles con el contexto.
3.2. Mercados lingüísticos El concepto de mercado lingüístico propuesto por Pierre Bourdieu (1999) nos permite matizar el modo en que concebimos el contexto en el examen de las ideologías lingüísticas. Partimos de la base de que las colectividades humanas se organizan de acuerdo a unas condiciones sociales específicas y generan un sistema de relaciones de poder. En la medida en que esas colectividades sean más o menos dinámicas o cambiantes, las condiciones sociales y las relaciones de poder serán también más o menos estables. Los espacios sociales que cada sujeto pueda habitar y transitar así como su capacidad para reposicionarse y negociar su rol en el reparto de poder explicarán en gran medida su predisposición a actuar de una u otra manera y a evaluar las acciones de otros (Bourdieu se refiere a esta predisposición como habitus). La metáfora del mercado lingüístico sugiere que el perfil económico, político y sociológico de la comunidad está siempre íntimamente ligado al perfil lingüístico de la misma. La posición y capacidad de movimiento de un individuo en el complejo entramado políticosocial explica el perfil de su repertorio plurilectal —su capacidad para usar e interpretar de manera efectiva determinadas variedades de una lengua o de varias lenguas— y explica también su predisposición a valorar de un modo u otro las distintas prácticas lingüísticas que se le presenten. Imaginar una comunidad lingüística como un mercado nos lleva a proponer que cada individuo está en posesión de un mayor o menor capital lingüístico cuya distribución depende de los mecanismos que determinan la organización y movilidad social así como la distribución de cuotas y espacios de poder. El ejemplo 2 ilustra la lógica del mercado lingüístico. La trayectoria biográfica del candidato lo ha llevado a estar en posesión de un importante capital lingüístico, de un amplio repertorio plurilectal que incluye variedades del español y del inglés. Tal repertorio incluye evidentemente palabras y expresiones que, como “llamar patrás”, son propias del español que, en contacto con el inglés, se habla en Estados Unidos. Parece conocer bien, además, el valor indicial de estas palabras y expresiones en tanto que no aparece su uso en todo el proceso de evaluación de candidatos que incluye múltiples entrevistas. Hasta el final. Y es entonces cuando, a través de la posición adoptada por algunos de los entrevistadores, vemos el valor negativo que en ese espacio del mercado (el departamento de español de una universidad) se le asigna a ciertos usos. Se le asigna un valor tan negativo que se constituye, para algunos de los participantes, en índice de ignorancia que invalida las cualificaciones y todo lo anteriormente demostrado por el entrevistado.
3.3. Normatividad Hay que notar que al asignarle una posición central a la indicialidad y al adoptar la metáfora del mercado se vuelve relevante la condición intrínsecamente normativa del lenguaje. Como todo acto de comunicación está mediado por patrones de interpretación (en general implícitos) de las prácticas lingüísticas, los individuos hablan según su orientación hacia el contexto comunicativo, según el modo en que lo conciban y según se quieran posicionar en relación con él. Al usar el lenguaje siempre orientamos nuestra producción verbal en función de un contexto de normas socialmente constituidas. De ahí que la comunicación verbal sea siempre 626
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Ideologías lingüísticas normativa (Cameron 1995; Taylor 1997: 111–166). Así queda ilustrado por el ejemplo 1, que imagina una situación en la que la norma social dominante exige que la estudiante trate a la profesora de “usted” y en la que la estudiante, tal vez consciente de la relación entre esa norma y la dinámica de poder que implica, se aparta de ella para desafiar precisamente ese orden jerárquico. Advirtamos que no se debe confundir la normatividad ni con el prescriptivismo ni con la estandarización: una cosa es el conjunto de normas que se asocian con situaciones y contextos comunicativos concretos y otra es el conjunto de actividades asociadas a la determinación explícita de usos correctos e incorrectos o al establecimiento legal del uso de una variedad lingüística en contextos oficiales. El prescriptivismo y la estandarización son manifestaciones concretas de la normatividad, formas explícitas y altamente institucionalizadas de intervención sobre el universo normativo (Milroy y Milroy: 1991). Pierre Bourdieu ha descrito precisamente el modo en que estas dos manifestaciones de la normatividad son instrumentalizadas por el Estado: “La lengua oficial se ha constituido vinculada al Estado. Y esto tanto en su génesis como en sus usos sociales. Es en el proceso de constitución del Estado cuando aparecen las condiciones de la creación de un mercado lingüístico unificado y dominado por la lengua oficial: obligatorio en las ocasiones oficiales (escuela, administraciones públicas, instituciones políticas, etc.), esta lengua de Estado se convierte en la norma teórica con que se miden objetivamente todas las prácticas lingüísticas” (Bourdieu 1999: 19). El valor de la lengua oficial en el mercado lingüístico es resultado de la capacidad del Estado para recompensar a quienes la conocen y la saben usar y para sancionar a quienes la ignoran. Pero estas recompensas y sanciones no se distribuyen solo por medio del poder coercitivo del estado. No basta con la imposición legal de una lengua (su oficialización) y con la instalación de mecanismos de prescripción y castigo (a través, por ejemplo, de su enseñanza en la escuela). Es necesario que la población sobre la cual la oficialidad de esta lengua se pretende imponer y sobre la que se prescriben ciertos usos considerados correctos acepte la superioridad de la misma y la legitimidad del proceso de imposición. Al ejercicio de este poder basado en la aceptación por parte de los subordinados de las condiciones que producen su subordinación se llama en la tradición marxista que deriva de Gramsci hegemonía (Gramsci 1971; Ives 2004). La tensión entre hegemonía y contrahegemonía se puede apreciar en el ejemplo 3, donde Bello, por un lado, reproduce la idea hegemónica que asocia una lengua estándar basada en el uso de ciertos grupos al orden social, pero, por otro lado, desafía el poder de la antigua metrópolis para gestionar el idioma en las nuevas naciones de América. Naturaliza, por tanto, la estandarización como herramienta de la construcción nacional pero desnaturaliza el dominio de España sobre la lengua. Es precisamente en el estudio de estos procesos donde se aprecia con particular claridad el sentido de la categoría teórica que aquí discutimos: las ideologías lingüísticas. En el estudio del modo en que se proyecta una imagen de la lengua oficial y de las disputas surgidas en torno a esa imagen; en el análisis de la manera en que se pretende naturalizar el estatus dominante de una determinada variedad lingüística y de los cuestionamientos de esa naturalidad; y en la reflexión sobre cómo se legitiman las instituciones que la oficializan y la gestionan y sobre cómo se problematiza su legitimidad.
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José del Valle y Vítor Meirinho-Guede
4. Hacia una definición de ideologías lingüísticas 4.1. Ideología El término “ideología” ha tenido múltiples significados a lo largo de su historia y aún en la actualidad exhibe un notable grado de polisemia que plantea a quien decide incorporarlo a un marco teórico cualquiera el desafío de identificar el sentido concreto que se le quiere dar. Uno de estos sentidos —marginal hoy en día— está asociado a su nacimiento en el siglo XVIII, cuando surgió para nombrar un nuevo campo de conocimiento: el estudio de las ideas. Apuntaba por tanto en sus principios al examen de los procesos mentales por medio de los cuales se da origen a las ideas. Posteriormente, se desplazó el término para designar sistemas de ideas, conscientemente adoptadas por individuos o grupos humanos, que representan una determinada forma de orden social y la defienden en contraposición a otras alternativas. En este sentido las ideologías son doctrinas basadas en modelos ideales de sociedad que animan formas de acción política orientadas a la realización de aquel ideal. Este es el significado de “ideología” cuando hablamos de ideologías de derecha o de izquierda, de ideologías nacionalistas, de ideologías liberales o de ideologías conservadoras o revolucionarias. Esta acepción, al apuntar a representaciones de la sociedad vinculadas a luchas políticas, dio lugar a otra de significado más restringido en que la ideología se concibe como representación sesgada, o simplemente falsa, de la realidad y se sitúa en abierta oposición a representaciones objetivas y verídicas. Acaso el fuerte arraigo de esta concepción esté en la doctrina marxista clásica y en el tipo de relación que establece entre el pensamiento humano y la realidad material: “[n]o es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” (Marx 1980: 5). Se trata de un determinismo unidireccional que deriva la ideología de las relaciones socioeconómicas y encierra al ser humano dentro de los límites de sus condiciones materiales como moldes de su capacidad de comprensión intelectual y de representación de sus circunstancias. La propia tradición marxista, sin embargo, ha producido concepciones más abiertas en las que la ideología adquiere un sentido que la acerca a la noción antropológica de cultura. Así lo expresa Terry Eagleton: “La visión racionalista de las ideologías como sistemas de creencias conscientes y bien articulados es claramente insuficiente. Ignora las dimensiones afectivas, inconscientes, míticas o simbólicas de la ideología; la manera en que constituye las relaciones vividas y aparentemente espontáneas del sujeto con una estructura de poder y el modo en que llega a producir el color invisible de la vida cotidiana. Pero, si bien en este sentido la ideología es un discurso fundamentalmente performativo, retórico y seudoproposicional, esto no significa que carezca de contenido proposicional importante o que las proposiciones que pueda avanzar, incluso las morales y normativas, no puedan ser evaluadas en función de su verdad o falsedad” (Eagleton 1991: 221–222, nuestra traducción). Sobrevive aún uno de los elementos básicos que definían esta categoría en el pensamiento marxista tradicional: aún se afirma el carácter contingente e histórico de las ideologías, es decir, la asociación esencial entre estas y las condiciones socioeconómicas de los grupos humanos que las producen. Sin embargo, vemos que el término ideología ya no se asocia a doctrinas políticas concretas sino que se aproxima al ámbito de las creencias, lo afectivo, lo inconsciente, lo mítico y lo simbólico. Pero, además, esta inyección de elementos culturales en la ideología impide, al menos en teoría, que esta sea necesariamente examinada en función de criterios de validación objetiva. En otras palabras, se quiebra la oposición bipolar entre 628
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Ideologías lingüísticas ideología y verdad pues la condición ideológica de una proposición es relativamente independiente de su veracidad o falsedad. Subrayaremos, finalmente, que entre ideología y realidad social ya no media una relación funcional unidireccional, pues aquella es a la vez causa y efecto de esta. La ideología está ya presente en la experiencia de las condiciones materiales y consecuentemente influye sobre ellas; pero, al mismo tiempo, es moldeada por ellas. Además, aunque la ideología sirve, en efecto, como máscara de conflictos de clase, también se presenta como lugar de conflicto entre personas y grupos enfrentados que reclaman los principios de la ideología para usarla en su favor y contra otros. En otras palabras, los agentes sociales pueden “apropiarse” de la ideología para disputar las relaciones sociales que esta, en principio, había legitimado.
4.2. Ideologías lingüísticas Retomaremos aquí la definición propuesta por Del Valle (2007), con la cual se pretendía sintetizar tratamientos previos del concepto y contribuir así al establecimiento de una línea coherente de trabajo dentro de los estudios del lenguaje. De acuerdo con aquella definición, las ideologías lingüísticas son “sistemas de ideas que articulan nociones del lenguaje, las lenguas, el habla y/o la comunicación con formaciones culturales, políticas y/o sociales específicas. Aunque pertenecen al ámbito de las ideas y se pueden concebir como marcos cognitivos que ligan coherentemente el lenguaje con un orden extralingüístico, naturalizándolo y normalizándolo, también hay que señalar que se producen y reproducen en el ámbito material de las prácticas lingüísticas y metalingüísticas” (2007: 20). El estudio de la condición ideológica de las representaciones del lenguaje debe pasar, por tanto, por el análisis del modo en que están ligadas al contexto en que operan y del modo en que este contexto les confiere pleno significado. Asimismo, se debe examinar cómo estas representaciones ideológicas del lenguaje contribuyen a naturalizar un determinado orden social, es decir, a crear una apariencia de inevitabilidad asociada con un grupo particular de categorías y procesos culturales, políticos o sociales. Finalmente, el examen de las ideologías lingüísticas debe identificar los intereses y espacios institucionales que posibilitan e incluso favorecen su producción. En resumen, proponemos tres elementos caracterizadores de las ideologías lingüísticas: la contextualidad, el efecto naturalizador y la institucionalidad. El lenguaje se tematiza en múltiples espacios discursivos —se manifiesta como metalenguaje (Jaworski et al. 2004)— y son estos espacios los que identificamos como zona cero de la investigación lingüístico-ideológica: en la propia praxis lingüística (por ejemplo, al escoger usar “tú” o “usted” o al adoptar patrones de pronunciación y entonación asociados con el habla cuidada); en la reproducción marcada de formas de habla asociadas con ciertas identidades sociales (por ejemplo, los cómicos o anuncios publicitarios que imitan estereotipos sociolingüísticos); en discusiones públicas sobre el uso correcto del lenguaje (por ejemplo, una carta dirigida al director de un diario que se queja de los usos de sus periodistas); en textos que definen objetos lingüísticos, incluso aquellos que tienen pretensiones científicas (por ejemplo, manuales de estilo o gramáticas y diccionarios); y, naturalmente, en los textos por medio de los cuales se regula jurídica y políticamente la distribución social de las lenguas (por ejemplo, las leyes que establecen la oficialidad o cooficialidad de las lenguas habladas en un país). Reflexionemos, a modo de ejemplo y para concluir, sobre el potencial ideológico de la siguiente idea: “El español es un recurso económico”. E imaginemos varios escenarios en los que puede aparecer: en un discurso pronunciado por un político madrileño en Cataluña; en un congreso de profesores de español en Brasil; en un artículo de periódico que discute la 629
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José del Valle y Vítor Meirinho-Guede educación bilingüe en Estados Unidos. En cada caso, el pleno significado de la idea no viene dado solo por su valor proposicional y su posible veracidad sino que se despliega al coexistir, en cada contexto concreto de los mencionados, con otras ideas junto a las cuales o frente a las cuales adquiere sentido para los hablantes. En contraste con otras ideas, esta se constituiría en lo que podríamos llamar un ideologema, que, junto con los otros, forman un sistema lingüístico-ideológico. Junto a la proposición que tomamos como ejemplo podrían aparecer otras que identifican las lenguas como entidades discretas y claramente diferenciadas entre sí, otras que afirman que ciertas lenguas tienen más valor económico y otras más que articulan formas concretas de asociación entre el conocimiento lingüístico y el progreso económico. Sin embargo, en cada caso podríamos encontrarnos con resonancias distintas. En Cataluña aquella idea aparece en contraste con otras tales como “El catalán es la lengua nacional de Cataluña” y para comprenderla tendríamos que analizar su posición y papel en los debates en torno al estatus político de Cataluña en relación con España. En Brasil, podríamos encontrar que contrasta con otras tales como “El inglés es la lengua global” y que, para interpretarla, deberíamos acudir a la legislación sobre la enseñanza de lenguas extranjeras en este país y, más allá incluso, a las políticas lingüísticas de Mercosur. Y, finalmente, en Estados Unidos, podríamos encontrarla en pugna con afirmaciones tales como “English Only” o “Con la educación bilingüe no aprenden bien ninguna lengua” y necesitar, para el análisis, del estudio de las dinámicas de financiación de la educación pública y de las articulaciones políticas de lengua y nación en el país norteamericano. En cada caso, la idea que construye el español como recurso ve transformado su significado en función del contexto sociopolítico que la hace relevante. Se trata de una proposición que se avanza como verdad incuestionable, pero que, en definitiva, opera en cada situación al servicio de modelos sociales y políticos que poco o nada tienen de natural. Es, además, una idea que se produce y reproduce en el seno de espacios institucionales que representan intereses enfrentados en cuanto a esos mismos modelos sociales y políticos. Estamos, en definitiva, ante una representación del lenguaje que debemos entender ideológicamente y examinar por medio de un cuidadoso análisis de los discursos en los que se inserta y las condiciones contextuales de su producción y recepción.
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Entradas relacionadas sociolingüística
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IMPLICATURA Y PRESUPOSICIÓN Sarah E. Blackwell
1. Introducción Las nociones de implicatura y presuposición son conceptos centrales de la pragmática con raíces en la filosofía del lenguaje. Tratan dos tipos de conclusión inferencial que son sensibles a factores contextuales y por tanto, se consideran fenómenos pragmáticos. Sin embargo, por estar las presuposiciones estrechamente ligadas al uso de ciertas palabras, sintagmas y oraciones, y además, por ser causa de debates sobre las condiciones veritativas de la oración, también pertenecen al campo de la semántica. Primero trataremos el concepto de implicatura esbozando la Teoría de la Implicatura Conversacional propuesta por Grice (1975, 1978, 1989), en la cual se distinguen las implicaturas conversacionales de las convencionales, y después nos ocuparemos de las presuposiciones, sus rasgos y los elementos lingüísticos que las producen.
2. Implicatura conversacional Como apunta Levinson (1983, 1989: 89), “[l]a implicatura conversacional es una de las ideas más importantes en la pragmática”. Horn define implicatura como “lo que un hablante intenta comunicar con su enunciado sin que sea parte de lo que se dice” (2004: 3, traducción mía). Se trata de una concepción inferencial de la comunicación que va más allá del significado literal de lo dicho y destaca la importancia del contexto a la hora de interpretar los enunciados. Consideremos el siguiente ejemplo de Portolés (2004: 86; +> significa ‘produce la siguiente implicatura’): (1) Supongamos que, mientras circulan en un automóvil, un acompañante le dice a la conductora: Tengo frío. Según el contexto, ésta puede comprender: (i) CONTEXTO: ((Tiene la ventanilla bajada)) + > “Sube la ventanilla”. (ii) CONTEXTO: ((Funciona el aire acondicionado)) + > “Apaga el aire acondicionado”. (iii) CONTEXTO: ((Es invierno y no está puesta la calefacción)) + > “Pon la calefacción”. Aunque lo codificado, tengo frío, es igual en los tres casos, el significado intencionado del hablante es distinto en cada uno de los contextos, lo cual demuestra el papel esencial del 632
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Implicatura y presuposición contexto en la comunicación. Las diferentes implicaturas que pueden surgir a partir del uso del mismo enunciado destacan el hecho de que lo que intenta comunicar el hablante suele ser un mensaje enriquecido. Este hecho es precisamente lo que el filósofo Grice intentó explicar con su Teoría de la Implicatura Conversacional.
2.1. La Teoría de la Implicatura Conversacional de Grice H. Paul Grice (1975, 1978, 1989) se interesó en el contraste entre lo que los hablantes dicen y lo que desean comunicar a través de lo que dicen, o, según Grice, lo que “implicitan” (implicate) (1975: 43). En su Teoría de la Implicatura Conversacional propone que el significado implicitado depende de una serie de conjeturas tácitas y principios comunes que guían a los interlocutores cuando conversan y les permiten usar y comprender ese significado, es decir, la implicatura. Grice mantuvo que para entender la naturaleza de la comunicación humana habría que prestar atención a la conversación cotidiana. Suponía también que debían existir unos principios implícitos comunes que guían a los seres humanos en las conversaciones y que les permiten interpretar las implicaturas. Presentó las ideas principales de la Teoría de la Implicatura Conversacional en una serie de ponencias que dio en Harvard en 1967. Estas ideas fueron parcialmente publicadas en dos artículos (1975, 1978) y un libro (1989). En su propuesta, especifica los principios que supuestamente rigen los usos diarios del lenguaje, los cuales deben ser capaces de dar cuenta del tipo de razonamiento por el que, por ejemplo, el siguiente intercambio entre una madre (A) y una canguro (babysitter) (B) puede entenderse (Bertuccelli Papi 1996: 55): (2) A: ¿Cómo se ha comportado el niño? B: La casa no se ha derrumbado todavía. Como señala Bertuccelli Papi, de la respuesta de la canguro, la madre “deducirá que la canguro ha estado sometida a una dura prueba” (1996: 55). A la vez Grice deseaba formular principios que pudieran explicar implicaturas típicamente generadas por ciertas formas lingüísticas. Por ejemplo, del uso del artículo indefinido una en el siguiente enunciado, concluimos que la casa no es de Javier (basado en el ejemplo de Grice 1975: 56): (3) Javier entró en una casa +> La casa no era suya. Para dar cuenta del hecho de que todos llegamos a unas inferencias parecidas en intercambios comunicativos como los de (2) y (3), Grice propone un principio general que tácitamente observan los participantes cuando conversan y lo denomina “el principio de cooperación” o “el principio cooperativo” (1975: 45, traducido al español en Levinson 1989: 93): (4) El principio cooperativo: Haga su contribución tal como se requiere, en la situación en la que tiene lugar, a través del propósito o dirección aceptados en el intercambio hablado en el que está comprometido. En base a este principio, esboza cuatro máximas subyacentes desglosadas en una serie de submáximas que formula como sigue (Grice 1975: 45–46; Levinson 1983, 1989: 93–94): 633
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Sarah E. Blackwell (5) La máxima de Calidad: Trate de que su contribución sea verdadera, específicamente: (i) No diga lo que crea que es falso. (ii) No diga algo de lo cual carezca de pruebas adecuadas. (6) La máxima de Cantidad: (i) Haga su contribución tan informativa como exigen los propósitos actuales del intercambio. (ii) No haga su contribución más informativa de lo requerido. (7) La máxima de Pertinencia (también conocida como la máxima de relación o relevancia): Haga contribuciones pertinentes. (8) La máxima de Manera: Sea perspicuo y específicamente: (i) Evite la obscuridad en la expresión. (ii) Evite la ambigüedad. (iii) Sea breve (evite la prolijidad innecesaria). (iv) Sea ordenado. Como puntualiza Levinson, el propósito de las máximas es especificar “lo que deben hacer los participantes para conversar del modo más eficiente, racional y cooperativo: deben hablar sincera, pertinente y claramente, al tiempo que aportan información suficiente” (Levinson 1983, 1989: 94). Grice sostiene que las implicaturas se generan de los siguientes elementos: 1) lo que el hablante dice, es decir, las palabras que componen su enunciado; 2) las circunstancias contextuales y los conocimientos compartidos por los interlocutores; 3) la suposición de que el hablante observa las máximas hasta cierto punto, o por lo menos el principio cooperativo; y 4) la suposición del hablante de que el oyente será capaz de calcular el significado implicitado por el enunciado (Grice 1975: 50). Además, según Grice, las implicaturas conversacionales surgen por la intervención del principio de cooperación cuando los interlocutores siguen las máximas, y también cuando no las cumplen. No obstante, las implicaturas producidas cuando se cumplen son, según Reyes (2003), las que cuestan menos esfuerzo interpretar, como ocurre en el siguiente caso: (9) Supóngase que me doy cuenta, antes de ir a clase, de que se me ha aflojado un botón del abrigo, y lo comento con la secretaria. Si ella me dice: “Yo tengo aguja e hilo” entiendo que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo, ni racional, mencionar esos elementos para no ofrecérmelos. En este caso, simplemente amplío lo que dice la secretaria y saco la implicatura correspondiente. (Reyes 2003: 41) Grice (1975) mantiene que el incumplimiento de las máximas también resulta en la generación de implicaturas precisamente porque, aunque el hablante incumple una o más máximas, se supone que está obedeciendo el principio cooperativo. Sugiere que las implicaturas pueden producirse de las siguientes maneras: 1) cuando el hablante desobedece una máxima discretamente (“violación encubierta”); 2) cuando el interlocutor se niega a seguir una máxima y el principio cooperativo (“supresión abierta”); 3) cuando hay un choque de máximas y el hablante se ve obligado a infringir una de ellas para no incumplir otra (“conflicto o colisión de máximas”), y 4) cuando transgrede una máxima abierta e intencionalmente, aunque a la vez parece querer cooperar (“violación abierta” o flouting) (Grice 1975: 49; traducción de su 634
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Implicatura y presuposición terminología de Escandell Vidal 2006: 83–84). A continuación veremos ejemplos que demuestran las diferentes maneras en que se producen implicaturas. Una clase de implicaturas generada por el seguimiento de las máximas, y específicamente, la de cantidad, son las implicaturas generalizadas de cantidad, ejemplificadas por los siguientes enunciados (Levinson 1983, 1989: 97, 124–125): (10) a. Luis tiene tres hijos. +> Luis tiene tres hijos y no más de tres. b. Algunos chicos salieron al recreo. +> No todos los chicos salieron al recreo. c. Nos gustó la película. +> No nos encantó la película. Si el hablante afirma (10a), entendemos que Luis tiene solamente tres hijos y no más de tres, aunque el enunciado sería verdadero si Luis tuviese cuatro, cinco, seis o más hijos. Del mismo modo, al decir algunos en (10b), implicitamos que no todos los chicos salieron al recreo, aunque sería verdadero el enunciado aun cuando en realidad hubieran salido todos los chicos. En el caso de (10c), decir que nos gustó la película implicita que no nos encantó, pues al usar una expresión semánticamente más débil (el verbo gustar), el oyente concluye que la expresión semánticamente más fuerte (encantar) no se aplica. Retomaremos el tema de las implicaturas conversacionales generalizadas en el próximo apartado. Un caso típico de la violación discreta o encubierta de una máxima ocurre cuando el hablante miente y por tanto incumple la máxima de calidad, aunque el oyente no se dé cuenta de la mentira. También el hablante puede negarse a cooperar lo cual puede producir distintas implicaturas según el contexto. Por ejemplo, en un juicio, el testigo puede responder a una pregunta diciendo No puedo decir más, y así evita mentir o inculparse; y en un intercambio entre una pareja, A y B, el silencio de B da a entender que se niega a cooperar, que también genera una implicatura: (11) A: Oye, ¿por qué no lavamos las ventanas esta tarde? B: ((Silencio)) La implicatura surge de una situación incómoda o conflictiva por el comportamiento de B: de su silencio, A puede inferir que B no quiere lavar las ventanas y que tal vez no quiere tener que justificar su respuesta o no tiene ninguna excusa para poder escaquearse de los quehaceres domésticos esta tarde. En otras situaciones el hablante infringe una máxima para no transgredir otra y así evita consecuencias más serias. Esto ocurre, por ejemplo, cuando da menos información de la requerida, desobedeciendo así la máxima de cantidad, para no infringir la de calidad, es decir, para no dar información potencialmente falsa (ejemplo de Escandell Vidal 2006: 85): (12) A: ¿A qué hora es la película? B: A media tarde. Un ejemplo clásico de Grice que surge por la violación de la máxima de cantidad aparece en una carta de recomendación escrita por un profesor para un alumno que está solicitando un puesto de trabajo en filosofía (1975: 52). Reyes aporta la siguiente versión española basada en el ejemplo original de Grice (2003: 42): (13) El señor X asiste siempre a clase, hace puntualmente todos sus trabajos, y se expresa con propiedad. 635
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Sarah E. Blackwell El profesor que escribe esto no da suficiente información sobre las habilidades y conocimientos de filosofía del alumno y, por tanto, no aporta la cantidad de información requerida. El contenido de la carta también parece violar la máxima de pertinencia ya que asistir a clase, ser puntual y hablar con propiedad no son los dones más relevantes para un puesto académico. Grice sugiere que el profesor no deja de ser cooperativo sino que querrá comunicar información que no puede escribir fácilmente en la carta, y de esta manera implicita que el señor X no vale para hacer filosofía (1975: 52). El hablante puede desobedecer abiertamente una o más máximas, dando lugar a una implicatura que el oyente infiere a base de la suposición de que el hablante es a la vez cooperativo. Grice sostiene que muchas veces la ironía verbal y el lenguaje metafórico constan de proposiciones falsas, y así constituyen infracciones de la máxima de calidad. Por ejemplo, al escuchar los enunciados en (14) en ciertos contextos, el destinatario entenderá que son claramente falsos: (14) a. Maribel es un sol. b. ¡Qué listo eres! Sin embargo, al dar por entendido que el hablante está siguiendo el principio cooperativo, el interlocutor llegará a concluir que desea comunicar una proposición distinta pero obviamente relacionada; por ejemplo, de (14a) puede inferir que Maribel es muy cariñosa y simpática, y de (14b) interpretará lo contrario de lo dicho: que eres tonto. El uso del lenguaje figurativo puede resultar también en una clara violación de la máxima de pertinencia. Por ejemplo, la respuesta de B en (15) parece ser completamente irrelevante a la pregunta: (15) A: ¿Qué le pasa a Juan? B: No está el horno para bollos. Al suponer que B intenta cooperar, A debe concluir que la respuesta tiene algo de relevancia a un nivel no literal. Por tanto, de acuerdo con la teoría de Grice, debe inferir que B quiere comunicar un significado no literal pero relacionado de alguna manera con lo que dice, por ejemplo: que Juan no tiene ganas de hablar con nadie en este momento. En la siguiente conversación, la madre infringe las submáximas de manera descaradamente (de Reyes 2003: 43): (16) Niño ((por décima vez)): ¿Cuándo comemos, mamá? Madre: Cuando esta señora que ahora está escribiendo termine de hacer su trabajo y se levante de esta silla y vaya a la cocina y ponga a calentar la cena. . . La respuesta de la madre no es ni breve ni clara, por lo que desobedece abiertamente la máxima de manera (y tal vez las de pertinencia y cantidad). Como apunta Reyes, “la prolijidad de la respuesta. . . tiene por misión que el niño infiera la actitud de la madre ante su insistencia” (Reyes 2003: 43). De hecho, si un hablante utiliza una expresión notablemente larga y detallada en lugar de una expresión más sencilla y económica, suele querer implicitar que los detalles y el exceso de información tienen alguna importancia particular para la situación actual (Levinson 2000: 112–113). A veces el emisor viola la cuarta submáxima de manera, “sea ordenado”, que requiere que el oyente busque un mensaje no literal o indirecto. En el siguiente ejemplo, de un programa 636
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Implicatura y presuposición deportivo de la radio española, parece que los acontecimientos no ocurren en una secuencia lógica u ordenada, o al menos, que el locutor no los describe en orden cronológico (Calvo Pérez 1994: 162): (17) Y después de bajarse de la bicicleta, tras 89 horas 32 minutos y 5 segundos de montura acumuladas, Miguel Induráin viene pedaleando hasta nuestros estudios móviles, aquí en la meta. . . En este caso, si damos por sentado que el locutor de radio nos cuenta los acontecimientos cronológicamente, podemos inferir o que el ciclista se bajó y volvió a subirse a la bicicleta, o que tal vez la expresión “después de bajarse de la bicicleta” debiera entenderse de modo figurativo para señalar metafóricamente el final de la carrera. Un proceso inferencial parecido ocurre a la hora de interpretar los siguientes enunciados (Reyes 1994: 66): (18) a. Pepa se casó y tuvo dos hijos. b. Pepa tuvo dos hijos y se casó. Como señala Reyes, la diferencia entre estos enunciados “no reside en los significados literales de la conjunción y; el problema es de tipo pragmático más que semántico. . . y esperamos que los relatos estén organizados según el orden cronológico de los hechos y no un orden arbitrario” (Reyes 1994: 66). Por tanto, si el hablante dice (18b) en lugar de (18a) se implicita, por ejemplo, “que los hijos de Pepa son extramatrimoniales” (Reyes 1994: 66).
2.2. Tipos de implicatura conversacional y sus características Hemos visto que las implicaturas conversacionales pueden producirse cuando se observan las máximas y el principio cooperativo y también cuando no se observan. Otra dicotomía propuesta por Grice es la distinción entre implicaturas conversacionales generalizadas e implicaturas conversacionales particularizadas. Las particularizadas surgen en contextos específicos, mientras las generalizadas se generan “en la ausencia de un contexto especial o marcado” (Horn 2004: 4, traducción mía). Por ejemplo, las implicaturas en (3) y (10) son generalizadas. Examinemos más ejemplos de esta clase de implicaturas ((19a) de Escandell Vidal 2006: 87, basado en el original de Grice (1975: 56); (19b) de Horn 2004: 4, traducción mía): (19) a. Juan va a cenar con una mujer. b. El gato está en la cesta o debajo de la cama. La implicatura generalizada producida automáticamente por (19a), cualquiera que sea el contexto de enunciación, es que la mujer no es la esposa de Juan, ni tampoco su madre, ni su hermana, ni su amiga platónica, etc. Según Grice, esta implicatura viene generada por el uso del artículo indefinido en el sintagma una mujer, aunque el filósofo también reconoce que en ciertos contextos el uso del artículo indefinido no produce esta implicatura. Por ejemplo, si yo dijera “I broke a finger yesterday” (de Grice 1975: 56; literalmente, ‘Rompí un dedo’), automáticamente se comprendería que el dedo era mío. No obstante, generalmente, como apunta Reyes, “la expresión un X posee una implicatura conversacional generalizada: que X no está asociado íntimamente con el hablante” (1994: 71). Así pues, del mismo modo que el artículo indefinido en (19a) produce una implicatura generalizada sin más contexto, la 637
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Sarah E. Blackwell conjunción o en (19b) implicita, sin necesidad de un contexto especial, que el hablante no sabe a ciencia cierta si el gato está debajo de la cama o que no tiene suficiente información para poder decir en cuál de los dos lugares se puede encontrar. Dos subcategorías de implicaturas generalizadas son las implicaturas de cantidad escalares y clausales (Levinson 1983, 1989: § 3.2.4; véanse también las propuestas originales de Horn 1972 y Gazdar 1979). Como apunta Levinson, “[u]na escala lingüística consiste en un conjunto de alternantes lingüísticos, o expresiones contrastivas de la misma categoría gramatical, que pueden ordenarse en un orden lineal por grados de informatividad o fuerza semántica” (1983, 1989: 123, letras en negrita suyas). Estos elementos lingüísticos se ordenan de tal manera que al decir el elemento de grado “más fuerte” (a la izquierda en la escala) se implicita la negación de todos los elementos de menor contenido semántico (a la derecha en la escala). A continuación se aplica esta generalización a las siguientes escalas (originalmente de Horn 1972; traducidas al español en Levinson 1989: 125): (20) < todo/a/os/as, la mayoría de, muchos/as, algún/a/os/as, pocos/as > < y, o > < excelente, bueno > < caliente, cálido/calentito/tibio > < siempre, a menudo, a veces > < lograr V, intentar V, querer V > < frío, fresco > < encantar/amar, gustar > Si el hablante dice Algunos chicos salieron al recreo (ejemplo (10b) arriba), implicita la negación (simbolizado con ~) de los elementos semánticamente más fuertes a la izquierda en la escala (~ muchos, ~ la mayoría, ~ todos). Siguiendo el razonamiento griceano, si el hablante se encontrara en una situación en la que pudiera aseverar un elemento más fuerte en la escala (por ejemplo, muchos o todos), estaría incumpliendo la primera máxima de cantidad si dijera algunos; pero el oyente, suponiendo que el hablante es cooperativo y que no infringiría esta máxima sin avisarle, interpreta que el hablante no puede usar un elemento más fuerte en la escala (Levinson 1983, 1989: 125–126). Del mismo modo, si alguien dice que una película es buena, implicita que no es excelente; y si dice que a veces toma vino con la comida, implicita que no lo toma siempre ni a menudo, etc. Las implicaturas de cantidad clausales surgen de la misma manera que las escalares, pero se basan en pares de construcciones “más fuertes” y “más débiles”. Algunos ejemplos son (Levinson 1983, 1989: 128; p y q representan variables oracionales; a representa una persona): (21) a. forma fuerte pyq ya que p, q a sabe que p
b. forma débil poq si p, entonces q a cree [que] p
Se puede resumir la noción intuitiva de las implicaturas de cantidad clausales como sigue: si yo utilizo una expresión lingüística más débil (por ejemplo creo que. . .) en lugar de otra expresión disponible más fuerte (por ejemplo sé que. . .), “implicito que no estoy en situación (epistémica) de hacer la declaración más fuerte” (Levinson 1983, 1989: 127). Por tanto, si el hablante dice (22a) en lugar de (22b), 638
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Implicatura y presuposición (22) a. Creo que John está fuera. b. Sé que John está fuera. implicita que es posible, por lo que sabe el hablante, “que John no esté en realidad fuera” (1983, 1989: 127). Es decir, el uso del verbo creer implicita no saber a ciencia cierta. Del mismo modo si alguien dice (Levinson 1983, 1989: 127): (23) Los rusos o los americanos acaban de aterrizar en Marte. se entraña que uno de los dos grupos ha aterrizado en Marte, pero se implicita (por lo que el hablante sabe) que es posible que sean los rusos o que no sean ellos los que acaban de aterrizar; y por eso el hablante ha elegido decir (23) en lugar de la construcción más fuerte con y en (24) (Levinson 1983, 1989: 127): (24) Los rusos y los americanos acaban de aterrizar en Marte. Recordaremos que las implicaturas conversacionales generalizadas no requieren un contexto particular para producirse, mientras las particularizadas surgen únicamente en contextos específicos. Los siguientes ejemplos recalcan esta diferencia (Levinson 2000: 16–17, traducción mía): (25) Contexto 1 A: “¿Qué hora es?” B: “Ya se van algunos de los invitados”. Implicatura particularizada: “Debe ser tarde”. Implicatura generalizada: “No todos los invitados se van ya”. (26) Contexto 2 A: “¿Dónde está Juan?” B: “Ya se van algunos de los invitados”. Implicatura particularizada: “Tal vez ya se haya ido Juan”. Implicatura generalizada: “No todos los invitados se van ya”. No obstante, tanto las implicaturas generalizadas como las particularizadas comparten una serie de características en común identificadas por Grice (1975: 57–58) y Levinson (1983, 1989: 105–109). La primera de ellas, y tal vez la más importante, es la cancelabilidad; es decir, las implicaturas se pueden cancelar al añadir al enunciado una frase o expresión que las invalide explícitamente. Por ejemplo, el hablante puede cancelar las implicaturas en (10) añadiendo una frase al enunciado original (“~+>” significa “no implícita conversacionalmente”): (27) a. Luis tiene tres hijos, bueno de hecho, cuatro. ~+> Luis tiene tres hijos y no más de tres. b. Algunos chicos salieron al recreo, pues en realidad todos. ~+> No todos los chicos salieron. c. Nos gustó la película, o sea, nos encantó. ~+> No nos encantó la película. Reyes contextualiza este rasgo condicionante de las implicaturas conversacionales como sigue: 639
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Sarah E. Blackwell Supóngase que estamos hablando de Nueva York y que yo digo Julia vivió en Nueva York muchos años. Como, por regla general, el presente es más relevante que el pasado, al usar yo el pasado inmediatamente di lugar a que mi interlocutor pensara que Julia ya no vive en Nueva York. Pero yo puedo agregar sin contradecirme Y todavía vive en Nueva York, disipando así la implicatura, ya que la forma verbal vivió, por sí misma, no quiere decir ‘ya no vive’, aunque suele significar eso en la conversación por razones relacionadas con los mecanismos que regulan el intercambio de información. (Reyes 1994: 67) Las implicaturas también pueden ser suspendidas por información de fondo o suposiciones ontológicas (28a-b), o por el contexto conversacional (29) (Huang 2007: 33, traducción mía): (28) a. Juan y María compraron un apartamento cerca del Louvre en París. +> Juan y María compraron un apartamento cerca del Louvre en París juntos, no uno para cada uno. b. Los americanos y los rusos probaron una bomba atómica en 1962. ~+> Los americanos y los rusos probaron una bomba atómica en 1962 juntos, no una [prueba realizada] por cada uno [de los países]. (29) Juan: Este disco cuesta ocho euros, y no tengo nada de dinero. María: No te preocupes, tengo ocho euros. ~+> María tiene solamente ocho euros. Las implicaturas generalizadas generadas por (28a) y (29) se derivan de nuestras suposiciones estereotípicas. En cambio, nuestros conocimientos históricos sobre las relaciones políticas entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en 1962 borra para (28b) cualquier posibilidad de la implicatura generalizada “+> juntos” producida por (28a). De todas formas, cabe advertir que la cancelabilidad no es igual que la “suspendabilidad”, es decir, la posibilidad de cuestionar una implicatura sin cancelarla (Horn 1972; Sadock 1978); es decir, el hablante, cuando suspende una implicatura, no se compromete del todo a su cancelación. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el hablante dice Algunos o posiblemente todos los chicos salieron, Ana tiene 28 años o tal vez 30, y La sopa está tibia si no caliente. El segundo rasgo de las implicaturas conversacionales citado por Grice es la no separabilidad (non-detachability) que significa que las implicaturas conversacionales no están ligadas a ciertas expresiones lingüísticas (salvo las implicaturas basadas en la violación de la máxima de manera); y por eso, se podrá encontrar expresiones sinónimas que producen las mismas implicaturas. Portolés demuestra este rasgo a través del siguiente ejemplo (2004: 127): (30) Ana: ¿Te ha gustado Soria? Beatriz: Me gustan las ciudades pequeñas. +> ‘Me ha gustado Soria.’ “[L]a implicatura conversacional +> ‘Me ha gustado Soria’, se mantendría —no se separaría— si se sustituye [el enunciado de Beatriz] por Me gustan las ciudades que se pueden recorrer andando o Me gustan las ciudades que han crecido poco” (Portolés 2004: 130). La tercera propiedad de las implicaturas es la calculabilidad. Quiere decir que el destinatario podrá derivar o inferir el significado implicitado por el hablante a partir del significado literal o convencional del enunciado por un lado, y por la intervención del principio cooperativo y las máximas por otro. 640
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Implicatura y presuposición La cuarta característica indicada por Grice es la no convencionalidad, pues el significado implicitado no forma parte del significado convencional de las expresiones lingüísticas que forman el enunciado. Por consiguiente, las implicaturas conversacionales tampoco forman parte del significado veritativo-condicional, y como consecuencia, un enunciado puede ser verdadero aun cuando su implicatura es falsa y viceversa (Levinson 1983, 1989: 108). Si analizamos los enunciados en (18) (de Reyes 1994: 66) repetidos aquí, vemos que los dos tienen las mismas condiciones de verdad, puesto que si (a) es verdadero, también lo es (b) y viceversa: (31) a. Pepa se casó y tuvo dos hijos. b. Pepa tuvo dos hijos y se casó. Sin embargo, por razones pragmáticas, elegimos uno u otro para implicitar una relación de orden cronológica (+> . . .y luego. . .), o de causalidad/consecuencia (+> . . .y por lo tanto. . .) (Reyes, Baena y Urios 2000: 16–17). La última característica identificada por Grice es la indeterminación. Significa que “[l]o que se implica conversacionalmente posee un cierto grado de indeterminación” (Escandell Vidal 2006: 88), ya que, como nos explica Grice, puede haber varias maneras de calcular y explicar las implicaturas y a la vez preservar la suposición de que se está siguiendo el principio cooperativo (1975: 58). Junto con esta lista, Levinson (2000: 15) sugiere añadir la reinforzabilidad (atribuido a Sadock 1978), que se refiere al hecho de que podemos añadir una frase que expresa explícitamente el significado implicitado sin que esto sea redundante; y finalmente, por ser derivadas de una racionalidad básica humana, también propone que las implicaturas presentarán un alto grado de universalidad.
2.3. Implicaturas convencionales Venimos utilizando el término implicatura para referirnos a la noción griceana de implicatura conversacional. Sin embargo, como apunta Levinson, Grice propuso el concepto de implicatura para que “contrastara con aquello que se dice o expresa por medio de las condiciones veritativas de las expresiones e incluyera todas las clases de inferencias pragmáticas (no veritativamente condicionadas) discernibles” (1983, 1989: 118). Así pues, además de la implicatura conversacional, Grice distinguió otra clase de implicaturas no veritativamente condicionadas que denominaba implicaturas convencionales. Estas, a diferencia de las implicaturas conversacionales, son generadas por el significado convencional de ciertos elementos léxicos, es decir, por el significado semántico de las palabras mismas; y a diferencia de las implicaturas conversacionales, las convencionales no se derivan de máximas o principios pragmáticos (Levinson 1983, 1989: 118). Los siguientes ejemplos, ya clásicos, generan implicaturas convencionales atribuidas a las expresiones pero y por tanto ((32a) de Grice 1961: 127; (32b) de Grice 1975: 44, traducciones mías): (32) a. Era pobre pero honrada. b. Es inglés; es, por lo tanto, valiente. Según Grice, (32a) conlleva la implicación de algún contraste entre la pobreza y la honestidad debido al uso de la conjunción pero (inglés ‘but’) (1961: 127–129); y por lo tanto (inglés ‘therefore’) en (32b) expresa que ser valiente es una consecuencia de ser inglés (1975: 44). Portolés nos proporciona ejemplos adicionales con las expresiones que producen implicaturas convencionales en cursivas (2004: 129): 641
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Sarah E. Blackwell (33) a. Alicia es turolense y, sin embargo, es simpática. b. Hasta Manolo ha aprobado el examen. c. Marta sabe tres idiomas y, con todo, no ha conseguido trabajo. Según Portolés, debemos inferir convencionalmente, por el significado del marcador discursivo sin embargo en (33a), “que para el hablante ser turolense se opone a ser simpática”; que el uso de hasta en (33b) implicita convencionalmente que “Manolo es aquel que tenía menos probabilidades de aprobar”; y que con todo en (33c) produce la implicatura convencional “que Marta no haya conseguido trabajo es una conclusión no esperada a partir del hecho de que sepa tres idiomas” (2004: 14). Las implicaturas convencionales, igual que las conversacionales, no se consideran implicaciones lógicas sino pragmáticas por no ser determinadas por las condiciones de verdad, como podemos comprobar comparando el uso de las conjunciones y y pero en los siguientes enunciados (de Reyes, Baena y Urios 2000: 16): (34) a. Es pobre y honrado. b. Es pobre pero honrado. Las dos oraciones tienen las mismas condiciones de verdad puesto que deben cumplirse los mismos requisitos —ser pobre y ser honrado— para que sean verdaderas (Reyes et al. 2000: 17). Lógicamente, al cumplir las mismas condiciones veritativas debemos concluir que (34a) y (34b) son semánticamente equivalentes. Sin embargo, la conjunción pero añade el sentido de ‘oposición’ o ‘contradicción’ entre los dos atributos, mientras la conjunción y no expresa ningún contraste. Por tanto, del enunciado (34b) inferimos automáticamente que ser pobre se opone de alguna manera a ser honrado. Las implicaturas convencionales no dependen de factores contextuales o situacionales ni tampoco, como ya hemos notado, de principios conversacionales. También se distinguen de las implicaturas conversacionales por no compartir las propiedades de las implicaturas conversacionales identificadas por Grice. Por ejemplo, no son calculables sino entendidas por su significado convencional; no son cancelables ni separables, pues dependen de expresiones lingüísticas específicas, y generalmente, no podemos sustituirlas por otras expresiones y mantener la misma implicatura (salvo cuando hay expresiones sinónimas), y tampoco suelen ser universales (Levinson 1983, 1989: 119; Huang 2007: 57; Horn 2004: 4).
2.4. Críticas y reformulaciones de la teoría de Grice La teoría propuesta por Grice ha tenido una gran influencia en el campo de la pragmática lingüística entablando críticas y varios intentos de reformular y mejorarla. Sadock (1978) somete a juicio varios aspectos del modelo griceano, argumentando que las primeras tres características propuestas por Grice (la calculabilidad, la cancelabilidad y la no separabilidad) son algo razonables, pero que la “no convencionalidad” es totalmente circular ya que una implicatura “conversacional” es por definición una implicatura “no convencional”. También advierte que algunas implicaturas son completamente determinadas, y que las máximas y el principio cooperativo son lo suficientemente ambiguos como para poder dar cuenta de casi cualquier significado. Por otro lado, observa ciertas redundancias en las máximas, como la falta de una clara diferencia entre la submáxima de manera, “evite la prolijidad innecesaria”, y la segunda de cantidad, según la cual no debemos hacer nuestra contribución más informativa de lo requerido (1978: 285). Con respecto a la no 642
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Implicatura y presuposición separabilidad, Sadock apunta que no todos los sinónimos generan las mismas implicaturas y que ciertas implicaturas conversacionales se basan precisamente en la forma o “manera” de expresarlas, de modo que las implicaturas que surgen de la intervención de la máxima de manera serán separables. Por tanto, Sadock concluye que este rasgo no constituye una prueba fiable para detectar las implicaturas (1978: 288). Kiefer (1979) destaca la falta de poder explicativo de la teoría de Grice y el hecho de que se podría aplicar a cualquier comportamiento humano y que se podrían añadir más máximas para explicar la cooperación humana (por ejemplo, sea cortés). También señala que el mismo enunciado en inglés, I am cold (‘Tengo frío’) puede generar innumerables implicaturas, lo cual demuestra, según Kiefer, que la teoría de Grice no es suficientemente restrictiva como marco teórico. Además, nota que Grice no explica claramente cómo los conocimientos de los interlocutores intervienen a la hora de calcular las implicaturas. Levinson (1983, 1989) reconoce que Grice solamente nos dio un esbozo general de su teoría y que presentaba ciertos problemas, por ejemplo, cómo distinguir esta clase de implicaciones de otras, cómo se clasifican y a qué máximas se atribuyen. También hay evidencia empírica que contradice la propuesta de Grice. Por ejemplo, Levinson (1987) menciona el estudio de Sacks (1975), Everyone has to lie (‘Todo el mundo tiene que mentir’) que demuestra restricciones en la veracidad y la cantidad de información ofrecida en los intercambios comunicativos, las cuales revelan que las máximas de calidad y cantidad son condicionadas por normas socioculturales. Tal vez el estudio más conocido que ofrece evidencia en contra de la universalidad de las máximas es el de Ochs Keenan (1976) que observó que los malgaches de Madagascar no cumplen la primera submáxima de cantidad, “aporte tanta información como sea necesaria”. Esta sociedad valora mucho la información nueva y, por tanto, los hablantes se resisten a revelarla. Además, evitan expresiones referenciales (nombres y sintagmas nominales) que identifican claramente a los individuos mencionados en sus enunciados. En cuanto a la noción griceana de implicatura convencional, Levinson (1983, 1989) y Huang (2007) señalan que no parece ser muy coherente y que se ha intentado otorgar los supuestos casos de implicatura convencional a los dominios del entrañamiento, la implicatura conversacional o la presuposición. De hecho, Sadock opinaba que las implicaturas convencionales “incluyen la mayoría de lo que los lingüistas han considerado las presuposiciones de una oración” (1978: 282, traducción mía). (Pasaremos a hablar de las presuposiciones en la próxima sección.) Como apunta Leonetti (1993), “la evolución natural de las teorías inspiradas en Grice ha tendido hacia la simplificación del primitivo esquema de máximas conversacionales” (1993: 107). Por ejemplo, Horn (1984, 2004) colapsa las cuatro máximas originales de Grice en dos principios; y siguiendo las ideas de Horn, Levinson (1987, 2000) propone tres principios que juntos forman su teoría neo-griceana: el principio C[antidad] y el principio I[nformación] (the I[nformativeness]-principle), que corresponden a los principios propuestos por Horn; y el principio M[anera] (the M[anner]-principle), que está relacionado con las submáximas de manera de Grice, “evite la oscuridad” y “sea ordenado”. A diferencia del modelo de Grice, que solamente bosqueja máximas del hablante, los principios de Levinson incorporan máximas del hablante y corolarios del receptor. Sperber y Wilson (1986/1995) rechazan el principio de cooperación y las máximas de Grice y proponen reemplazarlos con un principio único, el Principio de Pertinencia o Relevancia, que, según estos autores, guía el comportamiento comunicativo humano verbal y no verbal. Su Teoría de la Pertinencia adopta un enfoque psicológico y cognitivo que intenta explicar el enriquecimiento contextual inmediato en la comunicación. Sperber y Wilson (2012) 643
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Sarah E. Blackwell revisan, actualizan y expanden su teoría, recalcando dos diferencias principales entre su teoría y las de Grice y los neo-griceanos, a saber: 1) un contenido comunicado explícitamente, es decir, una “explicatura”, se somete a procesos inferenciales al igual que lo que se comunica implícitamente, y 2) en lugar de derivar las expectativas que guían el proceso de comprensión de principios y máximas, en la teoría relevantista, el mero acto de comunicar produce “expectativas precisas y predecibles de relevancia, que son suficientes de guiar al oyente por sí solas hacia el significado del hablante” (Sperber y Wilson 2012: 5–6, traducción mía). La fuerte influencia de la teoría de Grice en la pragmática y la semántica es indiscutible, sobre todo dados los numerosos investigadores que la han aplicado, extendido y reformulado para intentar sustentar y/o superar las ideas planteadas por el filósofo. Como afirman Sperber y Wilson, “creemos que Paul Grice, el fundador de la pragmática moderna, acertó al argumentar que muchos de los problemas semánticos tienen soluciones pragmáticas más parsimoniosas” (2012: x, traducción mía). Ahora pasaremos al tema de la presuposición, un problema tanto semántico como pragmático.
3. Presuposición Como apunta Reyes (2003: 45), “[l]as presuposiciones son significados adicionales que están implícitos en ciertas expresiones, y que cuentan para evaluar la verdad de la oración”; y esta propiedad “las diferencia de las implicaturas convencionales”. Green (1989) define las presuposiciones como proposiciones cuya veracidad se da por supuesta al utilizar una expresión lingüística, pues sin estas proposiciones presupuestas, el enunciado no se puede evaluar en términos de condiciones veritativas. Sin embargo, como las implicaturas convencionales, las presuposiciones surgen convencionalmente por el uso de ciertos elementos lingüísticos. Por ejemplo, el enunciado (35) Pepe dejó de fumar. conlleva la proposición presupuesta o “presupone” que Pepe fumaba, generada por la construcción dejar de + infinitivo. Recordemos que las implicaturas convencionales son significados asociados con —o sugeridos por— el uso de una expresión lingüística (por ejemplo, por tanto implicita convencionalmente la noción de consecuencia). Karttunen y Peters (1979) recalcan esto junto con el hecho de que su presencia no afecta en absoluto las condiciones de verdad de la oración, mientras las presuposiciones sí son condicionadas veritativamente. Como nos explica Abbott (2006: 7), la diferencia esencial entre las presuposiciones y las implicaturas convencionales es que una presuposición es un entrañamiento (‘entailment’) de una oración; es decir, es una implicación que forma parte de las condiciones veritativas de esa oración, mientras una implicatura convencional no lo es.
3.1. Antecedentes históricos El estudio de las presuposiciones tiene su origen en debates filosóficos sobre la naturaleza de la referencia y las expresiones referenciales (Levinson 1983, 1989; Kadmon 2001). Durante gran parte del siglo XX, la presuposición se estudiaba dentro del marco teórico de la semántica veritativa-condicional, pero surgieron varios problemas, entre ellos, “cómo dar cuenta del hecho de que oraciones que carecían de referentes propios… podían poseer significado” (Levinson 1983, 1989: 162). El clásico ejemplo El rey de Francia es calvo destaca este 644
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Implicatura y presuposición problema (Atlas 2004: 42), puesto que, según la semántica lógica, al enunciar cualquier nombre propio o expresión definida, se presuponía la existencia del referente, aunque en el mundo real ese referente no existiera. La solución para este tipo de problemas era distinguir entre presuposiciones semánticas que tratan de relaciones entre oraciones, y presuposiciones pragmáticas que son sensibles al contexto y las suposiciones de los hablantes. Esto permite que las presuposiciones sean cancelables por el contexto o cuando son inconsistentes con el discurso inmediato o nuestros conocimientos del mundo (por ejemplo, el hecho de que no existe un actual rey de Francia). No obstante, como señala Levinson, las presuposiciones “no pueden considerarse semánticas en un sentido restringido, porque son demasiado sensibles a factores contextuales” (1983, 1989: 159).
3.2. Activadores presuposicionales y propiedades de la presuposición Las presuposiciones suelen ser generadas convencionalmente por ciertas expresiones que se llaman activadores (o accionadores) presuposicionales. Son los elementos léxicos y construcciones lingüísticas responsables por la presuposición (Kadmon 2001: 10). Existen pruebas lingüísticas que nos permiten comprobar la existencia de las presuposiciones y así identificar los activadores. Tal vez la prueba más conocida es la constancia bajo negación. En los siguientes ejemplos, las oraciones-(b) son presuposiciones de las oraciones-(a), y los activadores aparecen en cursivas (basados en ejemplos de Kadmon 2001: 10; Huang 2007: 65–66; y Levinson 1983/1989: 172–73); >> significa ‘presupone’; las versiones afirmativas y negativas están separadas por /): Descripciones definidas: (36) a. El rey de Francia es/no es calvo b. >> Hay un rey de Francia. Presuposiciones factivas (verbos factivos) (37) a. José lamenta/no lamenta que sus hijos no sepan hablar español. b. >> Los hijos de José no saben hablar español. (38) a. Inma se alegra de/no se alegra de que haya ganado el Real Madrid. b. >> Ha ganado el Real Madrid. Presuposiciones implicativas (verbos implicativos) (39) a. Luis consiguió/no consiguió abrir la puerta. b. >> Luis intentó abrir la puerta. (40) a. Pedro olvidó/no olvidó cerrar la puerta con llave. b. >> Pedro debería haber cerrado (o intentado cerrar) la puerta con llave. Verbos aspectuales/de cambio de estado (41) a. El problema de Ana es que ha dejado de/no ha dejado de comer. b. >> Ana comía antes. 645
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Sarah E. Blackwell (42) a. Sara empezó a/no empezó a hacer yoga. b. >> Sara no había estado haciendo yoga. Expresiones iterativas (43) a. Érica volvió/no volvió a Mallorca. b. >> Érica había ido a Mallorca antes. (44) a. El bebé ha llorado/no ha llorado otra vez. b. El bebé había estado llorando anteriormente. Como se puede apreciar, las versiones afirmativas y negativas de estas oraciones producen la misma proposición presupuesta, demostrando uno de los rasgos distintivos de las presuposiciones: constancia bajo negación. Esta propiedad sirve como una prueba diagnóstica para detectar la presencia de una presuposición. Kadmon (2001) sostiene que las presuposiciones son “precondiciones” para el uso afortunado (felicitous) de una oración, señalando que sobreviven no solo cuando se niegan las oraciones o enunciados que las generan, sino también cuando se convierten en interrogativas o suposiciones hipotéticas y cuando siguen expresiones modales de posibilidad. Por ejemplo, todas las siguientes oraciones presuponen la existencia de un rey de Francia (Kadmon 2001: 11, traducción mía): (45) a. El rey de Francia es calvo. b. El rey de Francia no es calvo. c. ¿Es calvo el rey de Francia? d. Si el rey de Francia es calvo, yo no llevaré peluca. e. Tal vez el rey de Francia sea calvo. (a–e) >> Hay un rey de Francia. Según Kadmon (2001: 11), la sobrevivencia de las presuposiciones en esta “familia de oraciones” se considera una “prueba crucial” para identificar las presuposiciones. Otra propiedad de las presuposiciones es la cancelabilidad, puesto que pueden ser anuladas por nuestras suposiciones de fondo, implicaturas conversacionales o factores contextuales (Levinson 1983, 1989; Huang 2007: 68). Por ejemplo, (46a) tiene la presuposición Susana acabó su tesis, producida por el activador antes de, pero nuestro conocimiento del mundo cancela esta presuposición en el caso de (46b) (Levinson 1983, 1989: 195; ~>> significa ‘no presupone’): (46) a. Sue lloró antes de acabar su tesis. >> Sue acabó su tesis. b. Sue murió antes de acabar su tesis. ~>> Sue acabó su tesis. Portolés (2004, citando a García Murga) divide las presuposiciones en tres clases: presuposiciones existenciales, léxicas y focales. Las presuposiciones existenciales se producen por nombres propios y otras expresiones nominales definidas (por ejemplo, el rey de Francia), que según Portolés, “dan por sentada la existencia de lo denotado en una representación mental —no en la realidad— que se encuentra accesible en la memoria” (Portolés 2004: 131). Visto de esta manera, se resuelve el problema de referentes inexistentes en el mundo real. 646
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Implicatura y presuposición Las presuposiciones léxicas son producidas por distintos tipos de verbos y expresiones que actúan como activadores presuposicionales. Incluyen, por ejemplo, los verbos y otros activadores factivos, pues estos presuponen la veracidad de la proposición expresada en su complemento cuando se afirman y cuando se niegan. Los ejemplos (37) y (38) confirman que los verbos lamentar y alegrarse (de) pertenecen a esta clase de presuposiciones. Otros activadores factivos son: darse cuenta, saber y conocer (excluyendo la primera persona), descubrir, sentir, echar de menos y ser extraño/lástima/una pena/bueno/malo que. Los verbos implicativos también generan presuposiciones, pero estos activadores entrañan la veracidad de la proposición expresada en el complemento solamente cuando se afirman y no cuando se niegan (Karttunen 1971). Conseguir y olvidar en (39) y (40) son verbos implicativos, y también lo son anunciar, informar y molestarse, entre otros; y ciertos verbos implicativos (por ejemplo evitar, olvidar y fracasar) presuponen la negación del complemento en su forma afirmativa (Portolés 2004: 131): (47) Evitó recibir el golpe. >> No recibió el golpe. También son activadores léxicos los verbos aspectuales y de cambio de estado, como dejar de y empezar a en (41) y (42), y expresiones iterativas como volver y otra vez en (43) y (44). Otros activadores son las expresiones y verbos de juicio, como se comprueba con criticar, que cumple el requisito de constancia bajo negación: (48) a. La prensa criticó al presidente por haber mentido. >> El presidente mintió. b. La prensa no criticó al presidente por haber mentido. >> El presidente mintió. Es más, podemos cancelar esta presuposición fácilmente añadiendo una frase al enunciado original como aunque luego reconocieron que había dicho la verdad. No obstante, las presuposiciones, al igual que las implicaturas convencionales, no son siempre fáciles de anular por ser implicaciones convencionales. De hecho, Kadmon (2001) advierte que ciertas presuposiciones no son cancelables. Los siguientes ejemplos de Reyes (2003: 46) destacan esta dificultad, pues intentar anular la presuposición factiva, Gutiérrez me llamaba, generada por dejar de en (49), produce un enunciado contradictorio; y lo mismo sucede con la presuposición implicativa María terminó la tesis producida por lograr en (50): (49) Gutiérrez dejó de llamarme, pero nunca me llamó. (50) María logró terminar la tesis, pero no la terminó. Sin embargo, Reyes señala que ambos tipos de implicación pueden ser suspendidos ((51) es de Reyes 2003: 46; (52) es mío): (51) Qué bien que Luis haya dejado de fumar, si es que en realidad ha dejado. (52) Qué bueno que María haya logrado terminar la tesis, si de hecho la ha terminado. La tercera agrupación de presuposiciones mencionada por Portolés (2004) son las focales. Se producen por el uso del énfasis prosódico, adverbios focales, cambios en el orden sintáctico de los elementos que componen el enunciado y otras estructuras sintácticas focalizadoras. Según Gutiérrez Ordóñez (1997), la función del foco es “llamar la atención del 647
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Sarah E. Blackwell interlocutor para vencer en éste una predisposición contraria o simplemente subrayar su importancia” (Portolés 2004: 131). Por ejemplo, si el hablante pone énfasis en Ana en (53) (indicado por letras mayúsculas), se presupone que “alguien ha dicho que alguien tiene calor” (Portolés 2004: 131): (53) ANA tiene calor. >> Alguien ha dicho que alguien tiene calor. Otros activadores presuposicionales focales son las oraciones escindidas y pseudo-escindidas, ejemplificadas en (54) y (55) respectivamente (ejemplos de Huang 2007: 66, traducción mía): (54) Fue/No fue Baird quien inventó la televisión. >> Alguien inventó la televisión. (55) Lo que Baird inventó/no inventó fue la televisión. >> Baird inventó algo. En este apartado hemos definido la noción de presuposición, identificando sus propiedades básicas y los activadores que desencadenan presuposiciones. Debido a límites de espacio, no podemos tratar varios temas y problemas asociados con la presuposición que han sido foco de interés lingüístico, a saber: las propiedades problemáticas de cancelabilidad y constancia bajo negación; el problema de la proyección, el cual hace difícil predecir correctamente qué presuposiciones de las cláusulas que componen una oración “van a ser heredadas por el conjunto complejo” (Levinson 1983, 1989: 183); y la acomodación, o la idea de que los interlocutores actualizan continuamente sus conocimientos de fondo y expectativas, haciendo las modificaciones y reparaciones necesarias en el discurso para así acomodar nuevas suposiciones presupuestas (véanse Atlas 2004; Huang 2007; Van der Sandt 2012).
4. Resumen En este capítulo se han definido tres clases generales de implicación lingüística: las implicaturas conversacionales, las implicaturas convencionales y las presuposiciones, que también se consideran un tipo de implicación convencional. La distinción básica entre lo que se implica convencionalmente y lo que se “implicita” conversacionalmente es que los significados convencionales no son deducibles por el principio de cooperación y las máximas conversacionales y no dependen (o dependen mucho menos) de factores contextuales y situacionales. Sin embargo, hemos visto que ciertos significados implicitados conversacionalmente, concretamente, las implicaturas conversacionales generalizadas, no dependen de contextos específicos; en cambio, las presuposiciones pueden ser sensibles a factores contextuales e incluso a veces se caracterizan por uno de los rasgos determinantes de las implicaturas conversacionales: la cancelabilidad.
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Entradas relacionadas actos de habla; cortesía y descortesía; pragmática 649
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IRONÍA Patricia Andueza
1. Introducción Desde los manuales de retórica de Quintiliano se ha tratado de explicar el fenómeno de la ironía. En esta larga tradición las teorías tradicionales se han caracterizado por adoptar un enfoque estético, que entiende la ironía como un uso figurativo de la lengua que consiste en decir una cosa pero querer decir lo contrario. Lo cierto es que, además de la ironía retórica se pueden distinguir varios tipos de ironía: la ironía situacional, la ironía del destino, la ironía dramática o la ironía verbal. Se trata de un fenómeno que no solo se manifiesta a través de la lengua, sino también a través de otras modalidades como la fotografía, la música o el arte. Esta entrada enciclopédica versa sobre la ironía verbal y sus características pragmáticas y semánticas. Para ello se explicará, según las principales teorías de los últimos 40 años, qué se dice y qué se quiere decir cuando se hace uso de un enunciado irónico, cuáles son las intenciones del hablante y cómo se produce el proceso de interpretación por parte del oyente. Finalmente se planteará el camino hacia la caracterización de la ironía.
2. El significado de los enunciados irónicos En la actualidad, el fenómeno de la ironía verbal se ha tratado de explicar aplicando varias teorías pragmático-semánticas de las que se han derivado infinidad de trabajos. Entre ellas destacan: la Teoría de los Actos de Habla de Searle (1969); la Teoría de Grice (1989); la Teoría de la Mención propuesta por Sperber y Wilson (1981); la Teoría del Fingimiento de Clark y Gerrig (1984), y, por último, la Teoría de la Cortesía de Brown y Levinson (1987).
2.1. La ironía: un acto de habla indirecto Searle (1979) mantiene que tanto la ironía como la metáfora constituyen actos de habla indirectos, en los que el sentido de la enunciación expresa lo contrario del sentido de la frase. Las condiciones de uso hacen que el enunciado irónico resulte además un enunciado inapropiado, ya que, como podemos ver en (1), no es adecuado agradecer a alguien por su falta de colaboración: (1) El hablante pregunta la hora, pero nadie contesta, entonces dice irónicamente: ¡Gracias! 650
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Ironía En la misma línea, Brown (1980: 120) define la ironía como un acto de habla que no respeta las condiciones de felicidad y a través del cual el hablante expresa un estado psicológico que no es satisfecho. También Havertake (1990) hace hincapié en la idea de la ironía como la expresión de un acto intencionalmente insincero. Estos dos últimos trabajos (Brown 1980, Havertate 1990) aportan un valioso análisis de los actos de habla irónicos más allá de los actos asertivos ya que lo extienden a otros como las felicitaciones, los agradecimientos, las preguntas y las prohibiciones o las sugerencias: (2) Te felicito por tu estúpido comentario. (3) ¿Quieres que te eche de la habitación? (4) Muy bien, tú sigue haciéndote daño. El problema con la Teoría de los Actos de Habla, como señala Barbe (1995), es que dado su carácter puramente semántico no tiene en cuenta cuestiones pragmáticas tan importantes para entender el fenómeno de la ironía como son las creencias e intenciones del hablante, o el conocimiento que los interlocutores tienen que compartir para poder identificar los enunciados irónicos. Estas teorías, tal y como señala Torres Sánchez (1999: 53), “solo destacan que la oración es obviamente inapropiada para la situación, pero no explican en qué consiste ser inapropiado”, ni tampoco consideran sus efectos perlocutivos.
2.2. Ironía: la expresión de una proposición falsa El trabajo de Grice (1989) es considerado el primer intento serio en analizar la pragmática de la ironía, y representó una alternativa a la teoría semántica de los actos de habla. Para Grice la ironía constituye una implicatura conversacional particularizada originada por violar la primera máxima de calidad (“No digas algo que creas falso”) y, en consecuencia, el Principio de Cooperación. Por lo tanto, ser irónico consiste en implicar lo contrario de lo que se dice, contradiciendo así el significado literal. Esto es posible porque para Grice (1989) el hablante irónico no asevera nada, no se compromete con el valor de verdad de la proposición predicada, sino que hace como si expresara un contenido pero comunicara el significado opuesto. En el caso del siguiente ejemplo, el hablante implica “X no es un buen amigo” a pesar de que diga (5): (5) Contexto: X, con quien A ha tenido muy buen trato hasta ahora, ha revelado un secreto de A a uno de sus competidores. A y sus interlocutores saben esto. A dice: X es un buen amigo. (Grice 1989: 34, 120) Varios estudiosos, entre los que destacan Sperber y Wilson (1981), Kaufer (1981), Holdcroft (1983) mantienen que entender la ironía como mera violación de la máxima de calidad deja sin explicación demasiados ejemplos que siendo interpretados como enunciados irónicos no constituyen enunciados falsos, como podemos ver en los ejemplos (6a-c): (6) Bill es un conductor exageradamente cuidadoso que siempre se asegura de tener el depósito de la gasolina lleno, que nunca se olvida de dar al intermitente antes de girar y que constantemente se asegura de que no haya peligros acechantes. Su copiloto comenta: a No te olvides de señalar. b ¿Crees que deberíamos parar a repostar? c Aprecio mucho los conductores cautelosos. 651
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Patricia Andueza Kaufer (1981: 500–501) mantiene que la violación de cualquier máxima también puede llevar a una interpretación irónica, y en la misma línea, Mizzau (1984: 37) demuestra que se pueden crear enunciados irónicos violando por ejemplo la máxima de manera (7) o la máxima de relevancia o cantidad (8): (7) La señorita X produjo una serie de ruidos que se parecían mucho a la partitura de Home Sweet Home. (8) Dos personas a las que les ha pillado un buen chaparrón: Parece que va a llover. A pesar de las críticas, recientemente ha habido trabajos que, basándose en la teoría de Grice, han tratado de desarrollarla y superar sus puntos débiles. Garmendia (2010), por ejemplo, desarrolla la Teoría del Asif, planteada por Grice, según la cual el hablante irónico hace como si dijera algo pero implicase lo contrario. Para Garmendia el hablante hace como si expresara el contenido de su enunciado pero implicara otro contenido: el contenido irónico, constituido por el contenido-puente y otras implicaturas originadas. Según esta teoría el famoso ejemplo de Grice, es analizado de la siguiente manera: (10) Contenido como si: X es un buen amigo. (11) Contenido irónico: Contenido-puente: X no es un buen amigo. Otras implicaturas del contenido irónico: A ha sido un idiota por creer en X; A no debería haber confiado en él. Dynell (2011: 298–300), por su parte, distingue cuatro tipos de ironía que conllevan la resolución de la incongruencia (entre el significado literal y el implicado) inherente en todo enunciado irónico: 1) el tipo de ironía que consiste en negar la proposición expresada y que, por lo tanto, afecta al verbo; 2) la ironía que conlleva la negación del valor de verdad del enunciado y que provoca la inversión del significado de todo el enunciado, o bien de un elemento léxico; 3) la ironía cuya incongruencia consiste en expresar una falsedad explícita con respecto a la situación en la que se emite el enunciado, y por último 4) la ironía surrealista que expresa un significado imposible de interpretar. Rodríguez Rosique (2013) por otra parte, basándose en el modelo neo-griceano de Horn (1984) defiende que los casos irónicos más obvios son aquellos que surgen como resultado de invertir el Principio de Cantidad (“No proporcione más información de la que sea requerida”). La autora (2009: 124) mantiene que “la inversión del Principio de Cantidad permite dar a entender lo contrario de lo que se dice porque las escalas están proyectadas sobre el cuadro de oposición lógica (Horn 1989)”. De tal manera que el ejemplo (12) (refiriéndose a un chico que se ha teñido el pelo de verde) se interpretaría de la siguiente manera: en una escala sobre “evidencia”, el término “evidentemente” representaría el término más fuerte, y “al parecer” el término más débil. El hecho de que en este contexto el hablante escoja el término más débil implica la negación del término más fuerte, y esto, según Rodríguez Rosique (2013: 21) provoca la inversión del Principio de Cantidad, y con ello el significado irónico: (12) Al parecer se ha teñido el pelo. (Reyes 2002: 95) Según Giora (1995), lo que hace el hablante es negar indirectamente el contenido proposicional expresado. Cuando el hablante enuncia (13) en mitad de una fiesta aburrida, lo que 652
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Ironía hace es señalar que la fiesta no llega a las expectativas y está lejos de ser una fiesta agradable, y de ahí su lectura irónica: (13) ¡Qué fiesta más agradable! Lo que estos autores vienen a decir es que el contenido predicativo de los enunciados irónicos se ve afectado por la presencia implícita de la negación, lo que demuestra que la idea de la contradicción de Grice es una idea a la que todavía hoy (con matices añadidos) se le reconoce cierta fuerza explicativa.
2.3. El uso ecoico de una proposición Bajo el enfoque de la Teoría de la Mención (Sperber y Wilson 1986), la cuestión de si se obedece las máximas o no es irrelevante. Para los autores la ironía es un subtipo del uso interpretativo del lenguaje (o uso ecoico), en lugar de descriptivo. Un enunciado es descriptivo cuando se usa para representar hechos actuales o posibles en el mundo (14); en cambio un enunciado es interpretativo cuando se hace mención a otro enunciado o pensamiento, pero no a la realidad, como demuestra el ejemplo (15b): (14) La Casa Blanca está en Washington, DC. (15) a. El presidente ha comparecido ante los medios. b. El país está en guerra. Bajo esta teoría para que un enunciado como (16) obtenga una interpretación irónica tiene que hacer referencia a un enunciado mencionado anteriormente y expresar una actitud crítica despreciativa o de burla: (16) Peter: Es un día maravilloso para un picnic. [Van de picnic y llueve] Mary: Ciertamente es un día maravilloso. Spelber y Wilson (1986: 239) Varios estudiosos (Kerbrat-Orecchioni 1980; Carston 1981; Schaffer 1982; Chen 1980; Giora 1995: 248) coinciden en señalar que la mención no es necesaria ni suficiente. Este es el caso de aquellos enunciados en que el hablante se hace eco de un enunciado/pensamiento, manifiesta una actitud negativa y, sin embargo, no obtenemos una lectura irónica: (17) Dina: Me he perdido las noticias. ¿Qué ha dicho el Primer Ministro sobre los palestinos? Mira: (mostrando repugnancia) Que deberíamos deportarlos. Otro problema con el que se enfrenta (Giora 1995; Barbe 1995) la teoría propuesta por Sperber and Wilson es aquellos enunciados irónicos que no hacen mención a nada dicho anteriormente. Por ejemplo: (18) Creo que la colada no se ha secado (dicho un día muy lluvioso). (19) “¿Conoces a un tal G.M.?” me pregunta un amigo. Yo le respondo “Me suena” (dicho cuando la persona en cuestión es muy conocida entre los interlocutores). 653
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Patricia Andueza Berrendonner (1981: 217) y Clark y Gerrig (1984) señalan además que la Teoría de la Mención se ve forzada a afirmar que muchos casos de ironía son casos de ecos “implícitos” (ecos de sabiduría popular o de opinión pública), y por tanto no se define con precisión el criterio para discernir cuándo el hablante se está haciendo eco de algo dicho anteriormente implícitamente, y cuándo no. En otras palabras, la pregunta que se le hace a la Teoría de la Mención es: ¿cómo podemos diferenciar entre enunciados que hacen mención a otro enunciado con fines irónicos y aquellos enunciados que haciéndose eco de algo dicho anteriormente no tienen propósitos irónicos?
2.4. La expresión pretendida de una proposición La teoría de Clark and Gerring (1984), también conocida como la Teoría del Fingimiento parte de la idea de Grice según la cual el hablante irónico no “usa” una proposición para expresar su contradicción, sino que el hablante irónico “pretende” usar una proposición. Retomando esta idea, Clark y Gerrig (1984) mantienen que, cuando alguien irónicamente dice (20) (ejemplo tomado de Clark y Gerrig (1984: 122), no sólo está pretendiendo ser otra persona (por ejemplo, el hombre del tiempo describiendo a su audiencia lo maravilloso que es el tiempo, cuando en realidad está lloviendo), sino que también pretende llevar a cabo un determinado acto de habla cuando en realidad está representando otro: (20) ¡Fíate del parte meteorológico! Mira qué tiempo más maravilloso: lluvia, lluvia, lluvia. Según sus autores, la mayor diferencia entre esta teoría y la Teoría de la Mención es que la explicación de la ironía como fingimiento es menos restrictiva que la idea de la mención, y por lo tanto puede explicar casos como la ironía dramática y situacional: (21) Es verdad que hace calor aquí (dicho en una casa donde la temperatura es muy baja). Son varios los autores (Wilson 2006; Garmendia 2010; Carston 1981), sin embargo, que han señalado que afirmar que la ironía consiste en simular lo que otra persona ha dicho no explicaría por qué los siguientes enunciados en los que el hablante está pretendiendo ser o decir lo que otra persona ha dicho, no resultan irónicos: (22) Eneida y Oier están jugando a indios y vaqueros: Eneida es una india defendiendo su tierra y Oier es un vaquero que ataca a Eneida. Oier: Mataré todo tu ganado y quemaré tus tierras (Garmendia 2010: 399). (23) Jack: Anoche cené con Chomsky. Sue: ¡¿Anoche cenaste con Chomsky?! ¿Qué te contó? (Wilson (2006: 1737). Otros autores (Reyes 1990; Barbe 1995; Torres Sánchez 1999) han señalado que la Teoría del Fingimiento no difiere mucho de la Teoría de la Mención, si no que ambas teorías se complementan. Pero a pesar de las críticas, ambas teorías cuentan con numerosos trabajos que se basan en sus principios. La Teoría del Fingimiento, por ejemplo, ha sido muy seguida por trabajos de corte filosófico o psicológico (Kreuz y Glucksberg 1989, Kumon-Nakamura 654
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Ironía et al. 1995; Currie 2006; Colston y Gibbs 2002). Por otra parte, el trabajo de Curcó (2000), que sigue el planteamiento de Sperber y Wilson, tiene como objetivo aclarar que en realidad el hablante se hace eco, no necesariamente del contenido de la proposición expresada, sino del contenido de una o más de las implicaturas que el enunciado emitido origina. Por ejemplo, imaginemos que el enunciado (24) es emitido en un contexto en que el oyente se distrae fácilmente cuando el hablante le habla, sin embargo para sorpresa del hablante, el oyente hoy está atento. En este contexto la implicatura originada al oír (24) sería que el hablante está satisfecho con la atención que le presta el oyente, y por ello interpretaríamos que el enunciado no es irónico. (24) Me encanta cuando me prestas atención. Pero si imaginamos que el hablante emite (24) en un contexto en que el hablante está intentando decirle algo al oyente y este tiene la atención puesta en otra parte, entonces la implicatura obtenida sería que el hablante no está contento con el comportamiento del oyente, y el oyente interpretará que efectivamente está siendo irónico. En resumen, hasta ahora podemos concluir que no todos los actos indirectos derivan en una interpretación irónica; que no siempre los enunciados irónicos expresan lo opuesto al significado literal, ni hacen mención a otro enunciado anterior, ni el hablante irónico pretende ser otro necesariamente.
3. La expresión de una actitud A pesar de que todavía resulta difícil encontrar una definición que englobe todos los tipos de ironía, sí parece evidente que la ironía tiene que conllevar la expresión de un sentimiento, una actitud o una evaluación. Especificar si la actitud es positiva o negativa es una cuestión todavía bajo debate. Por una parte, Sperber y Wilson (1986) defienden la idea de que la ironía, además de hacer mención a un enunciado anteriormente mencionado, tiene que conllevar una actitud crítica, despreciativa o de burla que no se proyecta sobre el enunciado recientemente emitido, sino sobre el pensamiento enunciado con anterioridad, logrando así disociarse de la opinión de la que se está haciendo eco. Es a través de dicha disociación que el hablante puede presentar el pensamiento atribuido como un enunciado falso, irrelevante o no lo suficientemente informativo. Años más tarde, el mismo Grice (1989: 53) admitió que para que un enunciado resulte irónico tiene que conllevar también la expresión de una actitud o juicio crítico. Esta es una idea defendida por la mayoría de los autores (Holdcroft 1983; Clark y Gerrig 1984; Havertake 1990; Dews y Winner 1995; Glucksberg 1995; Kumon-Nakamura et al. 1995; Hamamoto 1998; Creusere 1999; Attardo 2000; Utsumi 2000; Kotthoff 2003; Partington 2006; Garmenndia 2010, 2011; Kapogianni 2011; Gibbs 2012). Sin embargo, desde la Teoría de la Cortesía, tanto Brown y Levinson (1987) como Leech (1983) mantienen que la ironía camufla la agresividad de la actitud crítica de los enunciados irónicos y, por tanto, anula el posible conflicto entre los interlocutores. Los tres experimentos que llevan a cabo Dews, Kaplan and Winner (1995) vienen a apoyar esta idea al demostrar que los comentarios irónicos que conllevan una actitud crítica (25) resultan menos ofensivos que los que expresan una crítica directa (26), pero en cambio los enunciados irónicos usados para alabar resultan menos elogiosos (27) que los cumplidos directos (28): (25) Siempre es un placer tenerte en clase. 655
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Patricia Andueza (26) Vas a salir fatal en la foto. (27) ¡Es una pena que corras tan bien! (28) Tú sí que sabes cómo bailar. (Dews et al. 1995: 354) En una línea similar, Barbe (1995) mantiene que la crítica implícita en la ironía, en contraste con la crítica explícita del insulto, puede ser ignorada, y por tanto, en términos de Brown y Levinson (1987), la ironía salva la cara tanto la del hablante como la del oyente. Alvarado Ortega (2009: 337) y, en la misma línea, Ruiz Gurillo (2008) señalan, sin embargo, que la ironía además de un efecto positivo también puede tener un efecto negativo. Esto ocurre cuando la ironía daña la imagen pública del oyente, como se puede observar en el siguiente ejemplo: (29) E: Sí↓ que sí↓ lo tengo muy claro/ además yo-yo veo un negro por ahí vendiendo↑/ y si-si veo algo que me mola/ la-soy la primera en comprárselo y no le regateo. G: aa [tres o cuatro=] E: [o sea quem] G: =metros/ oye a ver si§ E: § nooo/ me acerco tranquilamente pero/ yo qué sée// lo ves y te da una cosa por dentro quem// y no sé por qué (Corpus Val.Es.Co. 2002, 101–102) Con su comentario irónico G está tratando de hacer evidente que E es, en efecto racista (lo que en nuestra sociedad es inaceptable) quedando dañada así la imagen pública de E. Garmendia (2010) puntualiza que incluso los casos que parecen tratarse de casos de ironía positiva, por ser irónicos conllevan una actitud crítica: (30) Andy ha hecho un examen. Constantemente le repite a Tim que lo ha hecho muy mal. El día que va a ver su nota, Tim está con él. Los dos ven que Andy ha sacado un sobresaliente. Tim: Definitivamente lo hiciste muy mal. Según la autora, en una primera lectura se podría interpretar que Tim está alabando a Andy. Sin embargo, el enunciado origina otras implicaturas (por ejemplo: el hablante está cansado de las quejas de Andy, el hablante no cree ya en lo que dice Andy, etc.), sensibles al contexto, que conllevan una actitud crítica, no de alabanza. Alba-Juez (1994: 11) también mantiene que las llamadas ironías positivas conllevan implicaturas con actitud negativa. A modo de enfoque reconciliador, Berrendonner (1981) mantiene que por su naturaleza argumentativa paradójica, la ironía es apta tanto para la crítica como para el halago. Para el autor, la función de la ironía es fundamentalmente defensiva.
4. El proceso de interpretación Al hablar intentamos comunicar ciertas cosas a nuestros oyentes, haciendo que reconozcan nuestra intención, y según Grice (1989), la correcta interpretación de un enunciado irónico dependerá de que el oyente reconozca que el hablante ha violado la máxima de calidad, capte 656
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Ironía el significado opuesto al enunciado y lo sustituya por el significado literal. Es decir, el proceso de interpretación de un enunciado irónico se lleva a cabo en dos pasos. Sin embargo, para Sperber y Wilson (1981) no hay necesidad de interpretar primero el significado literal y después sustituirlo. La Teoría de la Mención es la primera teoría que plantea que para poder captar e interpretar la ironía es esencial que los interlocutores compartan cierta información (contextual, situacional, cultural, etc.), y por ello, el proceso de interpretación de los enunciados irónicos se da en una única etapa y de forma directa. Clark y Gerrig (1984), al igual que Sperber y Wilson (1981), mantienen que no se puede ser irónico con cualquier tipo de oyente, puesto que para reconocer la ironía los interlocutores necesitan compartir cierto conocimiento (creencias o suposiciones). El conocimiento común es lo que el hablante tiene que tener en cuenta cuando hace uso de la ironía, y es a lo que el oyente necesita recurrir para reconocerla y descodificarla. Por ejemplo (tomado de Clark y Gerrig 1984: 124), a Harry y a Tom les encanta la poesía de Ezra Pound, y después de una charla fascinante sobre el poeta, Harry le dice a Tom el siguiente enunciado irónico: (31) Una charla tediosa, ¿no? Sin embargo, este enunciado sería interpretado de forma literal por su amiga Anne que desconoce los gustos poéticos de sus amigos. Barbe (1995), que también comparte la idea de que las presuposiciones que hablante y oyente comparten son suficientes para captar el significado irónico, señala además que los casos en los que el oyente no reconoce la intención irónica del hablante se deben a que o bien el hablante no conoce a su audiencia (y por tanto no comparten las presuposiciones), o la audiencia es demasiado variada, o bien el hablante irónico tiene una posición de poder sobre el oyente. Sin embargo, el planteamiento de Giora (1995), de base griceana, mantiene que el proceso de interpretación de un enunciado irónico requiere tener en cuenta tanto el mensaje explícito como el implícito. Para la autora es imprescindible que en el proceso de interpretación se mantenga el significado literal ya que tiene que ser considerado para poder calcular cuánto se aleja del significado intencional, y con ello comprobar si se trata de un enunciado irónico o no. Giora entiende que la interpretación irónica se procesa de forma indirecta por ser menos prominente (entendiendo por “prominente” el significado más popular, más prototípico o más frecuente) que la interpretación literal, y por eso el proceso tiene que llevar necesariamente más tiempo. En dicho proceso de interpretación el oyente accede primero al significado más prominente y sólo en caso de que se produzca una falta de correlación entre el significado literal y el contexto, entonces recurrirá a interpretar el significado no-literal. Según Giora, el contexto no pre-selecciona el significado compatible con él, ni tampoco bloquea el significado incompatible. Por su parte, Attardo (2000), que trata de reconciliar la Teoría de Grice y la Teoría de la Prominencia Gradual de Giora (1995) con la Teoría de la Relevancia, propone un análisis en que la ironía es interpretada como un enunciado intencionalmente inapropiado en el contexto en que es emitido, y por ello requiere un proceso inferencial. Dicho proceso se activa cuando el oyente teniendo en cuenta el contexto concluye que, aunque inapropiado, el enunciado no es irrelevante, y no lo desecha, sino que guiado por la idea de que todo acto de habla ha de respetar el Principio de Cooperación, restaura dicho principio para poder adjudicar una interpretación al enunciado emitido. Para el autor esto es evidencia de que existe un principio comunicativo más amplio que el Principio de Cooperación o el de relevancia que él llama Principio Perlocutivo de Cooperación. A diferencia de Giora, Attardo no mantiene que en el proceso de interpretación se procese primero el significado literal y luego el 657
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Patricia Andueza implícito, el orden para él es irrelevante; pero sí coincide con la autora en afirmar que se trata de un proceso de dos pasos. Finalmente Yus (2009), que aúna el planteamiento de interpretación directo e indirecto, mantiene que el oyente considera el significado literal del enunciado, como única hipótesis interpretativa, solamente en aquellas ocasiones en que la información contextual es muy leve o inexistente; pero en aquellos casos en los que dicha información contextual es accesible, el enunciado irónico es procesado directamente como cualquier otro tipo de enunciado. Es decir, el autor no rechaza la posibilidad de que en ocasiones el oyente se vea obligado a procesar primero el significado literal del enunciado.
5. Hacia una caracterización Hasta ahora hemos visto que todas las teorías parecen estar de acuerdo en estos tres puntos: 1) los enunciados irónicos no aseveran nada, puesto que no hay compromiso con el valor de verdad de la proposición enunciada; 2) son la expresión de algún tipo de incongruencia/ contradicción (entre el significado de la frase y del enunciado, entre lo que dice el hablante y lo que cree, entre la fuerza locutiva e ilocutiva), y 3) han de conllevar la expresión de una actitud crítica. Pero todavía existen importantes discrepancias entre todas estas teorías, posiblemente derivadas de la falta de entendimiento en la teoría pragmática sobre cuestiones como el concepto de contexto. La primera discrepancia, la observamos en el papel que las diferentes teorías otorgan a la negación. Algunos estudiosos parecen entender que el foco de la negación se proyecta o bien sobre el significado de la proposición predicada, o sobre la información compartida. Un concepto de contexto menos fragmentado, y el desarrollo de más estudios semánticos y sintácticos podrían ayudar a entender mejor la fuerza del operador de la negación. La segunda gran diferencia, también derivada por la idea de contexto, versa sobre si el proceso de interpretación de los enunciados irónicos se produce en un solo paso, o bien es captada indirectamente después de que el oyente reconoce ciertas anomalías o incongruencias entre lo enunciado y el contexto, o entre lo dicho y lo implicado. Es necesario que la teoría pragmática precise de qué manera el contexto guía al oyente en su proceso de captar la intención del hablante. Por último, para aclarar si la ironía es un fenómeno de cortesía positiva o negativa, futuros trabajos deberían considerar otros factores como la distancia social entre los interlocutores y las diferencias culturales entre lenguas e incluso entre dialectos de la misma lengua.
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Patricia Andueza
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Entradas relacionadas actos de habla; cortesía y descortesía; polaridad; presuposición e implicatura
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JUDEOESPAÑOL Rey Romero
1. Características generales 1.1. Nomenclaturas Se denominan así los distintos geolectos del español hablado por los judíos sefardíes en la diáspora después de su expulsión de España (1492), Portugal (1497) y Navarra (1498). Aunque los judíos expulsados se asentaron en varias regiones de Europa y del Mediterráneo, el judeoespañol se mantuvo principalmente en las comunidades del norte de África y en los territorios del Imperio otomano. Otros autónimos incluyen “espanyolith”, “muestro espanyol”, “espanyol de mozotros”, “djudió”, “djudezmo”, o simplemente “espanyol”. No se debe confundir con el término “ladino” ya que esto se refiere al calco litúrgico escrito y no a la variedad oral y vernácula (Sephiha 1973).
1.2. Características Al igual que otras lenguas judías, el judeoespañol se caracteriza por 1) el uso del alfabeto hebreo, en especial del estilo denominado “rashí” impreso y la forma cursiva “solitreo”; 2) préstamos léxicos del hebreo y del arameo, especialmente para designar conceptos religiosos y jurídicos, por ejemplo: el hahám (rabino), el arón (arca), la tefilá (oración), la din (justicia) y la geulá (salvación); 3) una variante conservadora de la lengua local o del territorio donde se originan, en este caso hablamos del castellano (Wexler 1981, 99); y, además, también contiene 4) préstamos léxicos de idiomas con los cuales han estado en contacto, ya sea a través de su recorrido por la diáspora o en comunidades mejor establecidas, por ejemplo el árabe, italiano, griego, turco, francés, rumano y otras lenguas balcánicas.
1.3. Orígenes Se ha debatido la existencia de un judeoespañol en la Península Ibérica antes de la expulsión, es decir, si el castellano de los sefarditas era igual o diferente al de los cristianos (Miller 2000: 37–42). Aunque sí existieron variedades judeorromances (o hebraicorromances) durante el Medievo, por ejemplo el judeoaragonés, el judeocatalán, el judeonavarro (Magdalena Nom de Déu 1996), parece ser que estos romances no variaban lo suficiente de sus 661
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Rey Romero equivalentes locales como para ser considerados lectos diferentes, simplemente se escribían con el alfabeto hebreo. Sin embargo, una vez en la diáspora, y en distintos centros otomanos, mediterráneos y norafricanos, el castellano de los sefarditas evolucionó y entró en un proceso de koineización o convergencia con otros dialectos castellanos y lenguas iberorromances (catalán, galaico-portugués, aragonés) dando así a los actuales geolectos judeoespañoles (véase abajo en dialectología) (Minervini 1999: 41–53). Para principios del siglo XVII, viajeros españoles en el Mediterráneo y en el Medio Oriente notaron que el español de los sefarditas ya era diferente al de la Península Ibérica y podemos considerar esta fecha como el punto de divergencia dialectal del judeoespañol (Dumont-Fiévet 1980).
2. Descripción lingüística 2.1. Fonología El sistema fonológico judeoespañol es esencialmente el mismo del castellano del siglo xv con algunas innovaciones. Para ilustrar, el judeoespañol mantuvo 1) las sibilantes sonoras que se ensordecieron en el español peninsular: kaza, paso; 2) las fricativas palatales que posteriormente se velarizaron: pasharó, muʒer, dʒusto; 3) la distinción entre /b/ y /v/: vidas, bever, avlar; 4) el grupo consonántico -mb-: lombo, palomba, lamber; 5) el grupo -vd-, donde la /v/ quedó como consonante: sivdad, devda, kavdal; 6) y, en algunos dialectos de los Balcanes, se preservó la /f/ inicial que posteriormente se glotalizaría y se perdería en la Península: fazer, fígado, fechizera. Aunado a estos rasgos heredados del castellano, el judeoespañol evoluciona su sistema fonológico, del cual sobresalen los siguientes cambios: 1) fonemización de [ʒ] y [dʒ], gracias a los nuevos contextos de los préstamos franceses y turcos: ʒurnal “diario”, dʒam “vidrio” (Penny 2000, 180); 2) labialización de /n/ inicial antes del diptongo [we]: muevo, muestro, muez; 3) la epéntesis de /f/ (o su equivalente glotal) en /s/ + [we]: esfuenyo, esfuegra; 4) la palatalización esporádica de /s/ en coda: eshpital, eshkola, bushkar, moshka; la metátesis de los grupos /rd/ y /ld/: verde > vedre, gordo > godro, dadlo > daldo, decidle > dezilde (Bradley 2006), y 5) en algunas variedades balcánicas, la elevación vocálica de /e/ a [i] y de /o/ a [u] (y en otros geolectos, como el de Monastir de /a/ > [e]) en posición final: vedri, ombri, sinku, kaze.
2.2. Morfología Las variedades del judeoespañol varían poco del sistema morfológico del castellano. En cuanto a la morfología derivativa y flexiva, se han incorporado elementos hebreos, de los cuales el plural -im (ladronim ‘ladrones’, hahamim ‘rabinos’, papazim ‘sacerdotes’) y el nominalizador -ut (haraganut ‘holgazanería’) son comúnmente citados, aunque realmente no son productivos y normalmente se encuentran en la literatura o en textos litúrgicos o jurídicos (Schwarzwald 1993). Sin embargo, algunos sufijos derivativos del turco también se han adaptado y son altamente productivos, por ejemplo el nominalizador -chí/-djí, el cual designa a una profesión: limondjí ‘vendedor de limones’, melondjí ‘vendedor de melones’, maytapchí ‘embustero, burlador’ (Varol-Bornes 1996, 220–221). El judeoespañol muestra un patrón regular al asignar casi todas las palabras sin referente humano que terminan en -a (acentuada o no) y en -or el género femenino: la poema, la problema, la udá (cuarto, recámara), las parás (dinero) (Romero 2009), la kolor, la kalor, la golor (olor). Algunos textos también presentan flexión en adjetivos que terminan en -l, lo cual podría ser influencia de la morfología francesa: nasionala, kuala, personala, aktuala. 662
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Judeoespañol El sistema pronominal es el propio del castellano. Para la segunda persona existe el tú como pronombre informal y el vos como pronombre formal. Algunas variedades también presentan él/e(y)a y otras incluyen el vos como pronombre informal. Para el plural se emplean las formas vozotros, e(y)os, e(y)as respectivamente. El vozotros tiene como conjugación la terminación -sh: avlásh, avlatesh, avlavash, avlaríash, etc. Existe también la terminación -sen en formas del infinitivo y gerundio (en viéndosen, irsen) para los referentes en plural (Crews 1935: 28; Penny 2000: 180). El futuro del subjuntivo aún se puede encontrar en la variedad escrita, aunque su presencia es mínima (Berenguer Amador 2012: 58). Otra diferencia del castellano es que el pronombre posesivo para la tercera persona concuerda con el número del poseedor y no de la posesión, de ahí que el livro de e(y)os se sustituye por sus livro.
2.3. Léxico El léxico se distingue por contener un gran número de elementos del castellano antiguo que han desaparecido o que se consideran formas arcaicas, rurales o regionales en los geolectos del español peninsular e hispanoamericano, por ejemplo: mansevo (joven), trokar (cambiar), ma (pero), ambezarse (aprender), merkar (comprar), etc. Al léxico patrimonial se le añade el elemento hebreo-arameo, característico de las lenguas hebraicas, que no solo subsiste para designar conceptos de los ámbitos religiosos y jurídicos, sino que también se ha esparcido a otros dominios lingüísticos: afilú (aunque), rash (terremoto), neeman (confiable), veshet (esófago), mazal (suerte), etc. (Bunis 1993). Después de la fundación del Estado de Israel en 1948, entraron nuevos hebraísmos por medio del contacto lingüístico. La influencia francesa se debe a que desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, los sefarditas del Imperio otomano y del norte de África consideraban al francés como la lengua de educación y prestigio. La Alianza Israelita fundó centros de escolarización francesa en las principales comunidades sefarditas y de ahí que se incorporaran cientos de vocablos franceses en el judeoespañol. Según el nivel de bilingüismo, el nivel de francofonización llegó a ser tan alto que algunos círculos sociales hablaban un tipo de “judeofrañol” (Sephiha 1977). Algunos ejemplos del léxico proveniente del francés incluyen: tanta (tía), onkle (tío), suetar (desear), elevo (estudiante), buró (oficina), adreso (dirección), etc. Sin embargo, debido al contacto con el turco por más de 500 años, esta lengua ha proporcionado la mayor cantidad de préstamos léxicos, adaptados a la fonología y morfología judeoespañola. Cabe mencionar: kibrites (fósforos), boreka (tipo de bizcocho), bilbiliko (ruiseñor), arabá (coche, vehículo), suluk (respiración), karishear (mezclar), kulanear (usar, utilizar), patladear (explotar, reventar), etc. El turco sigue siendo la fuente de interferencia léxica, por lo menos en las comunidades de Estambul y Esmirna. El judeoespañol también contiene elementos léxicos de otras lenguas con las cuales han estado en contacto, por ejemplo del griego: papú (abuelo), pirón (tenedor), papaz (sacerdote), meldar (leer); del italiano: lavorar (trabajar), achetar (aceptar), capache (hábil, capaz); del árabe: alhad (domingo), aharbar (golpear); del serbocroata: puz (caracol) y otras lenguas balcánicas y mediterráneas. Cabe señalar que algunos préstamos turcos entraron por medio del griego (ya que demuestran procesos fonológicos de dicha lengua) (Crews 1935: 1127; Varol Bornes 1996: 216) y que algunos vocablos árabes y persas entraron por medio del turco.
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Rey Romero
2.4. Sintaxis La sintaxis es esencialmente idéntica a la del castellano, salvo algunas excepciones. En algunos contextos (sobre todo en la literatura o en las cantigas) se ha conservado el pronombre antes del posesivo: la mi madre, el mi ijo, aunque no es productivo en el habla vernácula. Otros cambios se deben a calcos sintácticos o influencias sintácticas por el contacto lingüístico. Por ejemplo, en la comunidad de Estambul, se han constatado construcciones posesivas como de Moíz el padre (el padre de Moisés), la cual imita la estructura turca de colocar el poseedor antes de la posesión (Varol-Bornes 1996: 226). Otro estudio indica que la alta tendencia de la generación joven de colocar el adjetivo antes del sustantivo se debe a influencia del turco (Romero 2008). El judeoespañol presenta un cambio en el orden del clítico se en combinación con un clítico pronominal de la primera y segunda persona: me se izo difisil de suvir, si no te ze aze pena. Es posible que la posición del clítico se justo antes de la forma verbal con la primera y segunda persona se deba a factores pragmáticos (García Moreno 2006: 39).
3. Dialectología 3.1. Clasificación dialectal Aunque no se pretende dar una lista exhaustiva de las características de los dialectos del judeoespañol, estos se pueden clasificar por medio de sus rasgos fonológicos y léxicos. Esto es porque los diversos focos de asentamiento dieron lugar a la preservación o desarrollo de ciertos rasgos fonológicos o léxicos en común. En cuanto a la fonología, la preservación de la /f/ inicial latina, ya sea como [f] o [h] o su elisión en [Ø], funciona como una divergencia geolectal, en la que su preservación o aspiración aparece frecuentemente en el léxico de los dialectos balcánicos (Salónica, Bucarest, Monastir), pero tiende a desaparecer en los de Tracia y Asia Menor (Turquía). Otro fenómeno consiste en la elevación de las vocales /e/ y /o/ a /i/ y /u/ respectivamente. De manera similar, esto parece ocurrir en algunos dialectos balcánicos como en Bucarest y Monastir (pero no Salónica). Inclusive en Monastir, la /a/ se eleva a /e/. La elevación de vocales no sucede en las variedades de Tracia ni en Asia Menor (Quintana Rodríguez 2006). Otro factor isoglótico consiste en la variación del léxico patrimonial. Se pueden utilizar formas similares con pronunciaciones diferentes, por ejemplo: dodje vs. doze ‘doce,’ o formas léxicas diferentes con el mismo significado: londje vs. leshos ‘lejos’. Estas diferencias léxicas se originan en la Península Ibérica, de formas castellanas consideradas populares o arcaicas y sus equivalentes de prestigio. También se incluyen formas que no son castellanas, sino que algunos consideran provenientes del galaico-portugués, leonés, aragonés u otras lenguas iberorromances durante la koineización (Quintana Rodríguez 2002). Se incluyen las siguientes frases para apreciar la fonología dialectal (ejemplos basados en Bunis 1975): Estambul: Salónica: Bucarest: Monastir:
/mi vezino ama la iʒika de mi tía/ /mi vezino ama la fiʒika de mi tía/ /mi vizinu ama la fiʒika di mi tía/ /mi vizinu ame la fiʒike di mi tíe/
A continuación se presenta un esbozo de los principales geolectos judeoespañoles que más se han investigado. 664
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Judeoespañol
3.2. El judeoespañol estambulí Estambul es sede de la segunda comunidad más grande después de la inmigración al Estado de Israel. Este geolecto ha sido documentado recientemente por Varol-Bornes (2008) y Romero (2012). Al igual que Salónica y Esmirna, se considera uno de los principales focos dialectales. Se caracteriza por la eliminación de /f/ inicial y un léxico más cercano al castellano: ígado, azer, doze, kola, leshos. Incluye numerosos préstamos del turco y del francés y gozó de gran prestigio debido a su ubicación como capital del Imperio otomano.
3.3. El judeoespañol salonicense Salónica (la actual ciudad griega de Tesalónica), tuvo por muchos siglos una mayoría sefardita, de ahí que fue considerada por muchos como la capital del judeoespañol. Su población judía fue casi exterminada durante la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Este geolecto ha sido reciente documentado por Christodouleas (2008). Se caracteriza por conservar la /f/ inicial y el léxico es más cercano al leonés, aragonés o galaico-portugués: fégado, fazer, dodje, koda, londje. Incluye numerosos préstamos del griego, turco, francés e italiano. Su prensa y dialecto gozó de gran prestigio e incluso rivalizó con la comunidad de Estambul. Bunis (1999) recopiló varios artículos humorísticos de la prensa de Salónica de las décadas de los 1930 y 1940. Se deduce que las variantes de Bucarest y Monastir pertenecen al grupo de Salónica, ya que tienen rasgos en común y esas comunidades fueron pobladas por sefarditas salonicenses.
3.4. El judeoespañol bucarestino Crews (1935) y Sala (1970) proporcionan amplios datos sobre el geolecto de Bucarest. Al igual que Salónica, preserva la /f/ inicial en la mayoría de los casos: favlar, fazer. Las vocales /e/ y /o/ se elevan en posición inacentuada: stuvi (estuve), iju, vizinu. Contiene numerosos préstamos y calcos del rumano, por ejemplo en la frase: Stuvi undi il kroitor, mi tonsó la mazura d’una roke, me la izu tan potrivita, se han incorporado los vocablos rumanos kroitor (sastre), mazura (medida), roke (traje), potrivita (ajustada).
3.5. El judeoespañol bitolano o de Monastir Monastir (la actual Bitola en la República de Macedonia) contaba con una pequeña comunidad sefardita que dependía económicamente del comercio entre Salónica y Viena. La comunidad paulatinamente fue aislada cuando cambiaron las rutas comerciales. Luria (1930) presenta el mejor y el único estudio hasta la fecha del judeoespañol de Monastir. Al igual que Salónica y Bucarest, conserva la /f/ inicial en la mayoría de los casos. Las vocales finales /e/, /o/ y /a/ se elevan a /i/, /u/ y /e/ respectivamente cuando no están acentuadas: esti, fizu, buenu, luvie. La /g/ en posición de ataque (sin ser precedida por nasal) tiene el peculiar alófono [ʁ]. Luria (1930) menciona la gran cantidad de léxico procedente del galaico-portugués. La comunidad de Monastir fue exterminada durante la Segunda Guerra Mundial, aunque es posible que aún se encuentren hablantes en la diáspora.
3.6. El judeoespañol marroquí o jaquetía En realidad, la jaquetía no pertenece al mismo grupo de macrolectos del judeoespañol, ya que se desarrolló fuera del Imperio otomano y su mayor aportador léxico es el árabe 665
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Rey Romero marroquí (en lugar del turco). El sistema fonológico refleja el del árabe y se ha expandido al léxico hebreo e hispano. Algunos ejemplos son: almuddén (alba), atawilar (organizar), eghbina (tristeza), hadrá (habla, charla), haddear (proteger, cuidar). Debido a la cercanía con la Península, al protectorado español de Marruecos y al bilingüismo de las comunidades que se desarrollaron en Tánger, Tetuán y Ceuta, en algunas áreas el dialecto se ha mezclado e incluso adaptado fonológica y lexicalmente al castellano. Perduran comunidades en Israel y en América Latina, especialmente en Venezuela y Brasil. Jalfón de Bentolila (2011) ha escrito el estudio más reciente sobre la jaquetía en Marruecos.
4. Situación actual 4.1. Lengua en peligro de extinción Todos los estudios recientes indican que el judeoespañol es una lengua en peligro de extinción debido al genocidio de comunidades enteras durante la Segunda Guerra Mundial, la migración y la desintegración comunitaria, la imposición de lenguas oficiales y la asimilación cultural y lingüística. Aunque es difícil precisar la actual cantidad de hablantes, ya que no hay monolingües y esto incluiría diferentes niveles de competencia lingüística, una aproximación realista es de 60.000 hablantes esparcidos entre Israel, Turquía, Grecia, los Balcanes, Europa occidental, Estados Unidos, Hispanoamérica y el norte de África (Harris 1994: 255). Pero aparte del número reducido de hablantes, el judeoespañol peligra también debido a que se utiliza en espacios lingüísticos muy específicos o en la periferia del bienestar económico. El judeoespañol es el lenguaje del hogar, de la generación mayor, del judaísmo sefardita, del humor y entretenimiento, para contar secretos y, con algunos cambios, también se puede utilizar para hacer negocios con clientes de España e Hispanoamérica (Malinowski 1982: 14; Malinowski 1985: 220; Harris 1994. 166–169; Kushner Bishop 2004. 25–26; Christodouleas 2008: 32, 127–130; Romero 2012: 92–103). Sin embargo, estos espacios no están firmemente seguros, ya que están en competencia con lenguas oficiales. Por ejemplo, en Estambul el turco y el hebreo compiten con el judeoespañol como la lengua del judaísmo sefardita, y en algunas comunidades la lengua de la familia es el francés.
4.2. Contacto y bilingüismo Debido a los múltiples contactos lingüísticos y a los diferentes niveles de bilingüismo, los hablantes suelen mostrar una alta tendencia al cambio de código. Esto, aunado a la gran cantidad de préstamos léxicos y a la percepción del español castellano o hispanoamericano como la norma, hace que muchos sefardíes consideren su lengua como una jerga deforme o impura. Aunque esta opinión ahora está cambiando, previno que muchas generaciones adquirieran la lengua de sus familias. Por otro lado, el bilingüismo desbalanceado y el rápido proceso de desplazamiento lingüístico (del judeoespañol a otro idioma) han causado que las generaciones actuales demuestren cambios estructurales al hablar el judeoespañol. Aunque ya se mencionaron algunas de estas influencias en la sección de morfología (§ 2.2) y sintaxis (§ 2.4), cabe mencionar otros rasgos presenciados en el judeoespañol estambulí; por ejemplo, la tendencia a no concordar los determinantes y adjetivos con el femenino: el viejo sivdad, buenos komidas; la tendencia a no concordar los determinantes, adjetivos y verbos con el plural: los sivdades es serka de la mar; y la regularización de patrones morfológicos de género: la día, esto ombre, estes 666
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Judeoespañol ombres, etc. (Romero 2012: 150–166). Estos cambios pueden estar ligados a patrones internos de regularización o a factores externos por contacto lingüístico y es un campo fértil para obtener datos adicionales sobre el español en contacto con otras lenguas.
4.3. Esfuerzos de revitalización En 1997, se creó en Israel la Autoridad Nasionala del Ladino i su Kultura para fomentar la lengua y cultura judeoespañola en Israel e internacionalmente. Gracias a esta y otras organizaciones en Estados Unidos, España, Francia, Turquía e Israel, el judeoespañol ha ido recobrando interés académico y cultural propicio para su revitalización. Existen clases en varias universidades europeas, israelíes y estadounidenses, así como publicaciones y diarios semanales y mensuales. La Autoridad Nasionala diseñó un nuevo alfabeto para el judeoespañol. Este sistema llamado Aki Yerushalayim (por la publicación que lo empezó a usar) es altamente fonético y se basa en el alfabeto latino. El propósito de esto fue facilitar la comunicación electrónica y la publicación de libros y otros materiales didácticos. La implementación de este alfabeto causó un poco de controversia entre algunos participantes. Quizás el mayor signo de vitalidad se ha dado en el ciberespacio. A principios del año 2000 se creó un foro de Internet llamado Ladinokomunita como espacio lingüístico cuyo único método de comunicación es el judeoespañol. Esta comunidad virtual consiste de más de 1.000 suscriptores que vienen de más de una docena de países que participan y practican el judeoespañol utilizando el sistema de Aki Yerushalayim. Existen también comunidades en Facebook y en otros foros virtuales israelíes y europeos donde se utiliza el judeoespañol mayoritariamente. El 5 de diciembre de 2013 se conmemoró el primer Día Internacional del Ladino (Judeoespañol) con la participación de centros académicos y culturales de más de una docena de países.
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Entradas relacionadas bilingüismo; dialectología y geografía lingüística; español coloquial; hablantes de herencia; historia del español; ideologías lingüísticas; sociolingüística; variación fonética 668
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LENGUAJE LITERARIO Miguel Ángel Garrido Gallardo
Se llama LENGUAJE a la capacidad de comunicar propia de los seres humanos y, por extensión (que no es el caso), de los animales y otras especies. Esa capacidad se concreta en el manejo de un sistema de signos mediante el cual expresamos lo que queremos decir y entendemos lo que nos dicen los demás. Desde el siglo XIX llamamos LITERATURA (antes se llamaba POESÍA) al arte hecho con esos signos, con palabras, o sea a un modo con el que se satisface la necesidad que sienten algunos humanos de contar determinados relatos o comunicar determinados sentimientos, correspondida por la que sienten otros de enterarse de esos relatos o esas emociones para enriquecerse, para emocionarse, para distraerse. Así, podemos llamar LENGUAJE LITERARIO o bien al uso literario de la lengua o bien a los procesos comunicativos que se inscriben en la institución literaria, ambas cosas normalmente relacionadas entre sí, ya que tales procesos suelen utilizar enunciados lingüísticos especialmente elaborados para ese fin. No obstante, propiamente hablando, no hay lengua literaria diferente de la lengua no literaria, pues, como decía Jorge Guillén, tan literaria es la palabra trino como la palabra basura, depende de cómo y para qué se emplee. Sin embargo, es habitual, como digo, que se procure una especial elaboración de la lengua para la comunicación literaria como lo es que la comunicación literaria presente unas características especiales en los otros elementos (emisor, receptor, referente, código y canal) que junto al enunciado lingüístico configuran un específico proceso de comunicación.
1. La función poética Durante el último siglo, las distintas escuelas lingüísticas, desde el estructuralismo o el idealismo hasta el cognitivismo, han intentado explicar el lenguaje literario desde sus respectivos enfoques. Esta exposición, no obstante, se presentará como deliberadamente ecléctica, dejando al lector la posibilidad de ampliar en diferentes aspectos mediante la consulta de la bibliografía complementaria indicada. Comenzamos recordando la archiconocida hipótesis de la función poética del lenguaje que Jakobson propuso en el simposio sobre el estilo, celebrado en Bloomington (Indiana) en la primavera de 1958 y cuyas actas se publicaron el 1960 (Sebeok (ed.) 1960). Jakobson ve como resultado de la función poética los paralelismos y repeticiones de todo tipo tan frecuentes en la poesía, de las que la rima es ejemplo claro y trivial. En efecto, este modo de 669
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Miguel Ángel Garrido Gallardo proceder lingüístico otorga un especial espesor al texto que se hace visible en cuanto texto mismo. No se trata del mensaje que remite al referente y desaparece, sino del que recaba la atención sobre sí mismo, que se hace opaco. Jakobson recuerda que todo hablante realiza una doble operación al emitir un mensaje: selecciona una serie de términos entre todos los teóricamente posibles (equivalentes) que hay en su sistema (paradigma) y los combina de una determinada manera (secuencia). En la frase el niño duerme encontramos la selección de dos términos concretos, pero podríamos haber escogido cualesquiera otros dentro de sus respectivas series: niño bebé pequeño muchachito
duerme descansa reposa sestea
Son secuencias normales. Pues bien, según Jakobson, hay otro modo de configurar el mensaje o enunciado, el propio de la llamada función poética, que “proyecta el principio de equivalencia del eje de selección al eje de combinación, o sea, promueve la equivalencia a recurso constitutivo de la secuencia” (Sebeok (ed.) 1960: 138). Se añade una regla adicional a la constitución de la cadena sintagmática, la de que las unidades que la integran han de estar relacionadas previamente en el paradigma. En las casitas de vino CASA hay muchas cosas para su casa. Es un mensaje cifrado claramente bajo el dominio de la función poética. La secuencia se ha formado con una regla que ha obligado a elegir términos fonéticamente emparentados (idéntico fenómeno sería si la relación hubiera sido semántica en vez de fonética). Compárese con: En los estuches de vino CASA hay muchos objetos para su hogar. Sin duda más espontáneo, al prescindir de dicha regla. El ejemplo escogido, un viejo anuncio publicitario, ilustra una limitación, ya advertida por Jakobson: la llamada función poética no se da solo en la poesía, ni la poesía se puede reducir a textos bajo dominancia de la función poética. Es más, en una cierta medida, esta función de estructuración del discurso está presente en todo acto de lenguaje. Así, la “función poética” no da respuesta suficiente a la pregunta que inicialmente había planteado Jakobson de qué hace que un texto sea un texto literario. Por falta de distintividad (no son todos los que están: “está” el anuncio que hemos visto, por ejemplo) y de exhaustividad (no están todos los que son: no todos los textos considerados literarios caen bajo el dominio de la función poética). Incluso, en casos extremos, algunos escritos (sobre todo, en prosa) adquieren históricamente la calificación de literarios que no tenían en la intención del autor y que no estaban codificados teniendo en cuenta dicha función. Por ejemplo, el libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús, hoy en el canon del español, era en principio una cuenta de conciencia. No obstante, si esta falta de exhaustividad dejara fuera solo unas pocas excepciones, se habrían obtenido las marcas distintivas de un conjunto dentro del cual la Literatura sería un subconjunto por precisar. No sería poco hallazgo.
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Lenguaje literario
2. La comunicación literaria Fernando Lázaro Carreter (1980) ha reflexionado lúcidamente sobre esta dimensión comunicativa junto con otros muchos autores (Lotman 1970; Corti 1976; Pratt 1977) que le han venido prestando también atención, una vez superada la moda estructuralista que había centrado las investigaciones literarias en las combinaciones mecánicas de las unidades de los textos. Advierte Lázaro Carreter que, en la comunicación literaria, las distintas instancias que entran en juego se ven afectadas (modificadas) de un modo a veces sustancial. Emisor, receptor, referente y mensaje adquieren una categoría nueva. Veamos las condiciones de emisión: a)
El emisor no es un cualquiera, sino una persona que consigue en su sociedad la condición de “autor”, de alguien al que se le reconoce que aumenta el campo de las letras, de lo estético (augere = aumentar) con sus contribuciones, hasta tal punto que su reconocimiento invita a la lectura como “literario” de un texto que tal vez pasaría inadvertido si no fuera unido a un nombre al que se le presupone capacidad artística; b) no establece diálogo con el receptor, ya que se encuentra con él a través del espacio y del tiempo. Ciertamente, esto mismo le ocurre al que deja cualquier texto escrito, literario o no, pero en el caso de la literatura la intencionalidad de traspasar límites se da por supuesta. El que escribe un correo electrónico o una carta está esperando una concreta interlocución, el que publica un poema lo deja, por así decir, a su suerte; c) cifra su mensaje en ausencia de necesidades prácticas inmediatas. Nadie ni nada le obliga a tomar esta iniciativa a diferencia de lo que ocurre al que redacta un informe o elabora las instrucciones de uso de un aparato; d) establece una acción comunicativa centrífuga y pluridireccional. El autor sale al encuentro del lector a través del espacio y el tiempo sin que pueda esperar habitualmente respuesta, sino acogida; e) emprende, pues, una comunicación de carácter utópico y ucrónico, es decir, el lugar y la ocasión se difuminan y la experiencia comunicada por el autor entra así en el orden de lo universal. Paralelamente, las condiciones de recepción son diferentes a las de la comunicación estándar: a)
El receptor tampoco viene obligado por una razón práctica. Su acogida del texto e inicio de la comunicación son espontáneas y no forzadas; b) no puede contradecir al autor ni prolongar la conversación, cosa que ocurre también con toda comunicación escrita, pero que caracteriza de modo especial la comunicación literaria. El destinatario de una epístola tiene evidentemente otro papel al respecto que el lector que alcanza un libro en su biblioteca; c) puede asentir o disentir, pero tampoco puede modificar la propuesta. Un libro modificado es otro libro. La dirección de la comunicación no tiene marcha atrás; d) a la inversa que en la comunicación ordinaria, aquí es el receptor quien inicia el acto comunicativo de que se trate. Es obvio que se necesita que la obra exista previamente para que pueda existir el acto, pero este comienza en el momento en que el lector empieza a pasear sus ojos por las páginas. Se dirá que esta comunicación es común con la de cualquier página archivada, pero será difícil desconocer el carácter “desinteresado”, “no práctico” de esta recepción por comparación con el de una lectura documental. 671
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Miguel Ángel Garrido Gallardo El referente entra en el discurso de manera también especial: a)
no está delimitado por un contexto necesariamente compartido entre emisor y receptor, cosa que es cierta hasta en el caso de la novela realista y no digamos si se trata, por ejemplo, de poesía hermética; b) el contenido es especialmente ambiguo (por ucrónico, utópico y descontextualizado); c) la actualidad proviene del receptor que es quien confiere, incluso si lo hace equivocadamente, el “valor”. No debemos olvidar que lo que los teóricos de la información llaman “ruido” puede convertirse en “información” en la comunicación literaria (Lotman 1970). En ella, la ambigüedad añade sugerencias al contenido del discurso, poniéndolo por delante de los enunciados inequívocos por triviales: una factura, un horario de trenes no llaman a engaño, pero tampoco abren los horizontes de la metáfora. El mensaje en que cristaliza la comunicación tiene también, por lo general, características específicas. Se trata de un lenguaje proyectado de antemano, sometido a composición (apartados, capítulos, actos, escenas, etc.). Normalmente, frente al fluir impredecible de la conversación, tiene un cierre previsto (“catorce versos dicen que es soneto”), lo que provoca una especial tensión semántica, resultado del esfuerzo por introducir en un espacio acotado todo el contenido que se pretende comunicar. Como hemos visto, la llamada función poética proporciona una pista para aislar, aunque no completamente, lo que hoy llamamos poesía (textos literarios codificados en una matriz rítmica impuesta) y, de modo muy laxo, algunos ejemplos de literatura en prosa, sean novelas o textos dramáticos, pero como avisa Gérard Genette (1991) el criterio básico para determinar la literariedad de novelas o dramas no es solo su calidad de “dicción”, sino su condición de “ficción”. Como ya advertía Aristóteles en su Poética, cuatro siglos antes de Cristo, si pusiésemos en versos las obras de Heródoto seguirían siendo historia y no literatura, y eso que en aquel momento la ficción tenía como condición obligada el verso.
3. El lenguaje figurado Antes que la Poética o tratado del arte hecho con palabras, el estudio del lenguaje de la Grecia antigua conoció la disciplina llamada Retórica que enseñaba a comunicar con eficacia, o sea, a que las intervenciones (entonces siempre orales) de los discursos judiciales, políticos o conferencias en general consiguiesen la adhesión del público al que iban dirigidas. La Retórica continúa en Roma y, sistematizada por el hispano romano Quintiliano en el siglo I de nuestra era, ya en lengua latina, se convierte en un instrumento fundamental de la educación de la persona culta, el cual, de una forma u otra, llega hasta nuestros días. La Retórica consta de cinco partes, a saber, Inventio, Dispositio, Elocutio, Memoria y Actio. La elocución es la parte que se dedica al estudio de los recursos que hacen especialmente atractiva la lengua empleada. Desde el principio, se cae en la cuenta de que aquellos procedimientos que se emplean para conseguir un discurso atrayente con una finalidad política, ideológica o práctica de cualquier tipo serán, al menos en parte, los mismos que se utilicen para conseguir un discurso atrayente de finalidad artística. De esta forma, el conjunto de recursos de expresión estudiados por la Elocutio y denominados, en general, figuras retóricas, una especie de desarrollo de la función poética, pasan a ser un capítulo imprescindible del lenguaje literario como suministrador del “lenguaje figurado”, la lengua especialmente elaborada que la comunicación literaria necesita. La Elocución clásica estudia los “estilos” y las cualidades o “virtudes” de la expresión, que son la corrección (puritas), la claridad (perspicuitas) y la belleza (ornatus). Es dentro de 672
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Lenguaje literario este último marco de la belleza en el que se concebían las figuras como un adorno superpuesto al discurso “normal” del lenguaje. El “adorno” se obtiene de tres formas: a)
Mediante transgresiones de la norma (claridad y corrección) que, abordadas deliberadamente al servicio de un más alto valor expresivo, se convierten en licencias. b) Mediante repeticiones que sirven para intensificar. c) Mediante la utilización especialmente lúcida o adecuada de los mecanismos ordinarios de la lengua puestos al servicio de una mayor expresividad o intensidad.
En la tradición se ha distinguido también entre recursos que afectan a palabras aisladas (verbis singulis) y recursos que afectan a grupos de palabras (verbis coniunctis). Dentro de los primeros están los metaplasmos, de naturaleza fónica y gráfica, y los tropos, de naturaleza léxico-semántica. Los “grupos de palabras” abarcan las figuras en sentido estricto, fenómenos restringidos a los límites de una oración, y la composición, que trasciende los límites de la oración para adentrarse en la construcción del discurso. Quintiliano enumera en su Institutio oratoriae (I, 5) cuatro mecanismos para elaborar los diferentes recursos expresivos: adiectio (adición), detractio (supresión), transmutatio (inversión) e inmutatio (sustitución). La combinación de estas cuatro vías con los apartados expuestos en los párrafos anteriores constituye el entramado básico de todas las clasificaciones tradicionales. El resto de recursos que no son resultado de estas operaciones aparece con la denominación de figuras de pensamiento. Según lo visto, figura en sentido amplio puede ser cualquier segmento del enunciado que el emisor ha ofrecido como especialmente significativo o que el receptor ha recibido como tal o, como será lo plausible, que el emisor ha intentado dotar de especial significación y el receptor así lo ha reconocido. ¿Hay muchas conjunciones? Polisíndeton tenemos. ¿Hay pocas o ninguna? Asíndeton. ¿Cuántas hacen falta para caer en uno u otro lado? Depende. El sistema de las figuras dista de ser una ciencia exacta y, por otra parte, es un mar sin orillas. Si cualquier enunciado puede convertirse en figura en este sentido amplio (que es el que aquí se emplea), sus clasificaciones configurarán en realidad una serie abierta e indefinida. Esto ha permitido que el furor taxonómico de los rétores las haya multiplicado a lo largo de toda la historia de la cultura occidental. Cada tratadista ofrece una lista propia, en parte común a la tradición y en parte diferente a otras. La que se presenta a continuación sin intención alguna de exhaustividad está inspirada en la propuesta de Todorov (1967) que es, a mi juicio, una de las más simples y claras. Nos limitaremos a distinguir licencias (tipo a de los enumerados al iniciar el apartado) por un lado e intensificaciones (tipos b y c) por otro. Dentro de cada uno de estos dos apartados, agruparemos los fenómenos según cuatro niveles lingüísticos: a) b) c) d)
Relación sonido-sentido. Sintaxis. Semántica. Relación signo-referente.
Como los distintos aspectos del signo lingüístico se dan simultáneamente, el alojamiento de cada figura resultará muchas veces convencional, porque se producen superposiciones en muchos casos. Por ejemplo, el retruécano como contraposición de dos frases que contienen las mismas palabras en otro orden y régimen es figura del apartado “sonido-sentido”, porque transgrede la norma de “a igual sonido, igual sentido”, pero es un fenómeno semántico en 673
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Miguel Ángel Garrido Gallardo cuanto, mediante esa transmutatio, consigue un segundo significado más allá del literal: algunos lo clasifican así con el nombre de antimetábole. Hay, pues, que tener en cuenta el carácter en cierta medida arbitrario de toda clasificación. La nuestra no es excepción. Por otra parte, según el criterio de clasificación adoptado, los fenómenos se relacionan de distintas maneras, aparecen más o menos próximos o lejanos entre sí. Por ejemplo, si, como se hace aquí, agrupamos las anomalías por un lado y las intensificaciones por otro (lo mismo sean consecuencia de repeticiones que de situación y contexto), la enumeración aparecerá junto con la descripción, la sentencia o el epifonema, intensificaciones también de la relación entre signo y referente. En cambio, para los que consideran toda repetición un tipo de licencia, la enumeración formará parte del grupo de figuras por adición junto con el sinatroísmo y el polisíndeton. Como siempre que existen diferentes sistemas de denominación, habrá ocasiones en que un mismo término sirva para varios conceptos distintos según el autor que lo emplea y que un mismo concepto sea expresado por varios términos diferentes en distintas retóricas. Hay que estar atento para deshacer mediante la atención al contexto los posibles equívocos. Con todo, el peso de la tradición ha organizado un sistema de denominaciones en gran medida constantes. En los casos de duda, hemos intentado escoger para nuestro elenco la más prestigiosa y frecuente. El inventario de figuras constituye, de todas maneras, un vocabulario técnico que es indispensable conocer.
3.1. Licencias La transgresión de una norma lingüística, aunque no vuelve el enunciado ininteligible como ocurriría si la transgredida fuera una regla del código fundamental, constituye una falta o error. Ahora bien, si esa anomalía se aborda o se interpreta como libertad permisible en una comunicación especial, en la comunicación literaria, entonces nos encontramos ante una figura, ante una licencia en concreto. Veámoslo en los cuatro niveles mencionados.
3.1.1. Relación sonido-sentido Figuras de dicción. Utilización deliberada a efectos rítmicos de transgresiones derivadas de mecanismos o tendencias implícitas en la cadena hablada. Entre ellas, se encuentran, además de las licencias poéticas que se estudian en Métrica con los nombres de sinalefa, dialefa, sinéresis y diéresis, las que veremos a continuación hasta la paragoge inclusive. Aféresis. Supresión de una sílaba a comienzo de una palabra. Como el cueducto quiebres de una fuente (Tirso de Molina) Síncopa. Supresión de una sílaba interna. Pastores los que fuerdes (San Juan de la Cruz) Apócope. Supresión de la sílaba final. Siquier la muerte me lleva (Romancero) Una forma especial de síncopa es la que configuran los versos de cabo roto. Veamos los versos de Urganda la Desconocida que aparecen en el prólogo del Quijote. Advierte que es desatiSiendo de vidrio el teja674
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Lenguaje literario Prótesis. Aumento de una sílaba inicial. Así para poder ser amatado (Garcilaso de la Vega) Epéntesis. Aumento de una sílaba interna. Padre, la benedición (Cañizares) Paragoge. Aumento de una sílaba final. La mano le da a besare (Romancero) Aliteración. Repetición sistemática de un mismo fonema en un mismo enunciado. A veces, repetición de un mismo grafema, aunque no corresponda al mismo sonido. Con todo, la virtualidad expresiva de los solos rasgos gráficos es mucho menor. Véase el efecto de repetir la s. en el silencio solo s’escuchaba un susurro de abejas que sonaba. (Garcilaso de la Vega) Esta aliteración es además onomatopéyica, o sea, reproduce con su sonido aquel que se quiere describir. Cuando la onomatopeya, como en este caso, se prolonga a lo largo de diversas palabras se denomina también armonía imitativa. Acróstico. Distribución de las grafías iniciales de cada verso de modo que, leídas en vertical, componen un nombre o frase. Así pone su nombre al principio quien escribe La Celestina. Anagrama. Composición que relaciona palabras o secuencias que constan de los mismos fonemas o sílabas, pero en distinto orden. Anagrama de Luïsa es ilusa / y no la infama (Juan de Salinas) Se puede considerar una variedad de anagrama el palíndromo o expresión susceptible de ser igualmente leída de izquierda a derecha o de derecha a izquierda: dábale arroz a la zorra el abad. Quiasmo. Distribución simétrica o cruzada de las mismas o equivalente palabras en dos frases contiguas. pocos días, edad poca (Fernán Pérez de Guzmán) Retruécano. Contraposición de dos frases que contienen las mismas palabras en otro orden y régimen. ¿cómo creerá que sientes lo que dices oyendo cuán bien dices lo que sientes (Bartolomé L. de Argensola) Calambur. Enfrentamiento de dos palabras distintas por su significado, aunque perceptiblemente iguales por su significante. a este Lopico lo pico (Góngora) 675
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Miguel Ángel Garrido Gallardo Paronomasia o adnominatio. Enfrentamiento de dos palabras o grupos de palabras de parecido significante. Serafina será fin (Tirso de Molina) Asonancia o similicadencia. Idéntica terminación fonemática de frases o miembros de frases contiguos. Se distingue entre homeotéleuton u homoioteleuton (igual final) y homeóptoton o similiter cadens, similicadencia propiamente dicha (igual flexión). En el primer caso, simplemente se produce la coincidencia de sonidos; en el segundo, es consecuencia de corresponder a una misma forma flexiva. [. . .] estoy cantando yo, y está sonando de mis atados pies el grave hierro (Garcilaso de la Vega)
3.1.2. Sintaxis Elipsis. Omisión en el texto de algún contenido que existe en la construcción lógica. En la mayoría de los casos, una visión moderna de la Gramática no incluiría este fenómeno como figura, sino en un apartado de presuposiciones u otras condiciones pragmáticas. Braquilogía. Empleo de una expresión corta, equivalente a otra más amplia o complicada. Zeugma. Elipsis de un término que se repite en dos enunciados. A veces, de estar expreso el término elidido, necesitaría también un cambio gramatical. Dilogía o silepsis. Uso de una palabra en dos sentidos diversos dentro de un mismo enunciado. mi vida acabe, y mi vivir ordene. (Quevedo) Reticencia o aposiopesis. Mediante la suspensión de la secuencia, se comunica más significación de la que expresamente se transmite. Fisgona, ruda, necia, altiva, puerca, golosa y. . . basta, musa mía, ¿cómo apurar tan grande letanía? (Quevedo) Interrupción. La suspensión de la secuencia lógica expresa la perturbación producida por la emoción. Ah! noche, ya no noche!. . . tristes días. (Moratín) Hipérbaton. Cambio en el orden lógico de los elementos funcionales de una oración. Se habla de tmesis cuando se refiere a la separación de una unidad compuesta (han. . . ardido), mediante la intercalación de otros elementos de la oración, y de anástrofe cuando se trata de palabras inmediatas (Cerrar podrá). Cerrar podrá mis ojos la postrera […] Medulas que han gloriosamente ardido (Quevedo)
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Lenguaje literario
3.1.3. Semántica Epíteto. Adjetivo calificativo que, como adjunto al nombre, le añade una cualidad o la subraya sin modificar, al contrario de lo que ocurre en el uso ordinario, su extensión ni su comprensión. Por ti el silencio de la sombra umbrosa (Garcilaso de la Vega) Sínquisis o mixtura verborum. Extremada dislocación sintáctica, consecuencia de hipérbatos de todo tipo. Equívoco o antanaclasis. Enfrentamiento de dos significados distintos de un mismo significante. y que otros llaman vino, porque nos vino del cielo. (Baltasar del Alcázar) Sinonimia, metábole o expolición. Utilización de palabras sinónimas en un mismo contexto. Acude, acorre, vuela (Fray Luis de León) Histerología o hísteron próteron. Inversión lógico-cronológica del orden de la frase. Paradiástole, separación o distinctio. Sinonimia que se hace notar. La luz no está en la luz, está en las cosas (José Ángel Valente) Oxímoron. Enfrentamiento de dos palabras de significado literalmente contradictorio. la música callada, / la soledad sonora (San Juan de la Cruz) Sinécdoque. En el plano lingüístico de la contigüidad, traslación de una palabra que designa el todo por la parte o viceversa. De la Asia fue terror, de Europa, espanto (Quevedo) La sinécdoque que designa un nombre común por un nombre propio o viceversa se denomina antonomasia. Metonimia. En el plano lingüístico de la contigüidad, trastueque de significación de una palabra que designa la causa por el efecto, el símbolo por lo simbolizado. Y sus contrarios. Viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios (García Lorca) Metáfora. En el plano lingüístico de la semejanza, traslación del significado de un término a otro con el que guarda una relación parcial. El uso de una metáfora puede generalizarse hasta perder el sentido traslaticio originario. Alegoría. Mediante una comparación tácita, presenta un doble sentido, literal e intelectual. 677
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Miguel Ángel Garrido Gallardo Las quatro fuentes claras que del prado manavan, los quatro evangelios, esso significavan, ca los evangelistas quatro que los dictavan, quando los escrivién, con ella se fablavan. (Gonzalo de Berceo) Personificación o prosopopeya. Atribución de cualidades de seres animados a seres inanimados. Cuando se trata de atribuir cualidades humanas a seres irracionales, se llama propiamente personificación. En los demás casos, se puede llamar también metagoge. [el oso]: “Cuando me desaprobaba la Mona, llegué a dudar; mas ya que el Cerdo me alaba, muy mal debo de bailar”. (Tomás de Iriarte) Sinestesia. Se mezclan y confunden las cualidades que perciben los distintos sentidos corporales. En colores sonoros suspendidos oyen los ojos, miran los oídos. (López de Zárate) Alusión. Referencia tácita a una realidad que se supone muy conocida. por donde iba una venta, que fue como si viere una estrella que no a los portales, sino a los alcázares de redención le encaminaba. (Cervantes) Metalepsis. Referencia a una noción que expresa otra en relación de antecedente o consecuente con ella. Que no mire tu hermosura, / quien ha de mirar tu honra (Calderón) Paradoja, antilogía o endíadis. Reunión de términos solo literalmente contradictorios. En realidad se trata de un aparente contrasentido que postula otro significado más allá del superficial. Matando, muerte en vida la has trocado (San Juan de la Cruz) Perífrasis. Expresa una idea mediante un rodeo. Era del año la estación florida (Luis de Góngora)
3.1.4. Relación signo-referente Preterición. Finge pasar por alto lo que en efecto se está diciendo. No quiero llegar a otras menudencias, conviene a saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos (Cervantes) Permisión. Ofrece al interlocutor la realización de algo que obviamente no se desea. 678
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Lenguaje literario Agora que ya las sabes, generosamente anima contra mi vida el acero (Calderón de la Barca) Ironía, antífrasis o simulación. Expresión en tono de burla de lo contrario de lo que se quiere comunicar. No busques lo moral ni lo decente (L. F. de Moratín) Sarcasmo. Es una ironía insultante. Asteísmo. Alabanza delicada en forma de vituperio o viceversa. un grupo achabolado como aquel no deja de ser al mismo tiempo recreo para el artista y campo de estudio para el sociólogo. (Luis Martín Santos) Hipérbole. Exageración en la designación del referente. Érase un hombre a una nariz pegado (Quevedo) Lítote. Atenuación del enunciado mediante su expresión en fórmula indirecta, normalmente negativa. El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada (Fray Luis de León) Asociación. Utilización del plural para un discurso en primera persona del singular. Dubitación. Se duda entre dos o más posibles formas de decir, pensar o actuar. Comunicación o anacoenosis. Se finge consultar el parecer de los oyentes. Decidme, la hermosura […] (Jorge Manrique) Concesión. Concede previamente algo en contra del propio argumento para reforzarlo dialécticamente. Yo os quiero confesar, D. Juan, primero que aquel blanco y carmín de doña Elvira no tiene de ella más, si bien se mira, que el haberla costado su dinero (Lupercio L. de Argensola) Interrogación. Utilización del funcionalismo interrogativo del lenguaje para dar mayor énfasis a una afirmación. ¿Qué se hizo el rey don Joan? (Jorge Manrique)
3.2. Intensificaciones Cuando no se transgrede la norma lingüística, pero podemos describir segmentos del enunciado como especialmente significativos a causa de su insistente reiteración o por cualquier otro motivo, nos hallamos ante las intensificaciones, que cubren el segundo gran apartado de las figuras. 679
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3.2.1. Relación sonido-sentido Anáfora. Reiteración de una o varias palabras al comienzo de diversas frases de un período. Ya de tu creación, tal vez, alhaja ………………………………………………. Ya, tal vez, la combate y la trabaja […] (Miguel Hernández) En otra acepción, remotamente relacionada, la anáfora es un procedimiento gramatical de gran importancia en la deixis. Epífora o conversión. Reiteración de una o varias palabras al final de diversas frases del período. ¡Oh triste del cortesano el cual se levanta tarde, va a palacio tarde (Fray Antonio de Guevara) Complexión. Reiteración de una o varias palabras al principio y final de cada frase del período. que la ausencia de amor huele a nada, que la ausencia del aire, de la sombra huelen a nada. (Vicente Aleixandre) Reduplicación. Repetición de una o varias palabras al comienzo de una frase. Esta figura se conoce también con los nombres de epanalepsis, geminación o epizeuxis. Vuelta, vuelta, mi señora que una cosa se le olvida. (Romance) Diácope. Es la variante de la figura anterior que se caracteriza por la relajación del contacto que guardan los elementos repetidos entre los que intercala una unidad sintáctica corta, en muchos casos, una conjunción. Y al cabo, al cabo, se siembre o no se siembre el año se remata por diciembre (Lope de Vega) Anadiplosis o conduplicación. Repetición de la última palabra de un grupo sintáctico o de un verso, al comienzo del siguiente. Oye, no temas, y a mi ninfa dile, / dile que muero. (Villegas) Todos los términos que acabamos de examinar (reduplicación, geminación, epizeuxis, epanalepsis, diácope, anadiplosis, conduplicación) consisten en repeticiones de palabras en un contexto próximo. Esta es la razón por la que las denominaciones de las diferentes variantes se superponen o intercambian de manera desigual en distintos tratados. Concatenación. Anadiplosis de un grupo de palabras. Veo que el que tiene mucho tiraniza al que tiene poco; que el que tiene poco sirve, aunque no quiera, al que tiene mucho. (Fray Antonio de Guevara) 680
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Lenguaje literario Epanadiplosis o redición. Consiste en comenzar y acabar una frase o miembro de ella con la misma palabra. Fuera menos penado si no fuera. (Miguel Hernández) Derivación. Reunión de palabras derivadas de un mismo radical. Pues mientras vive el vencido venciendo está el vencedor. (Alarcón) Relacionada con esta figura está el tipo de paronomasia que se basa en el parentesco léxico de las palabras y se denomina parequesis. Políptoton. Reiteración de diversas formas flexivas de un mismo término. Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. (Santa Teresa de Jesús)
3.2.2. Sintaxis Asíndeton, disjunción o disolución. Construcción en la que se prescinde de posibles nexos relacionantes. Llamas, dolores, guerras, muertes, asolamientos, fieros males. (Fray Luis de León) Polisíndeton. Multiplicación de nexos relacionantes. Y los dejó y cayó en despeñadero el carro y el caballo y caballero. (Herrera) Sujeción. Refiere y subordina a una proposición, generalmente interrogativa, otra que es una respuesta, explicación o consecuencia. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión (Calderón) Dialogismo o sermocinatio. Referencia textual de discursos propios o ajenos, o sea, estilo directo o indirecto. El término sermocinación es reservado por algunos autores exclusivamente para el caso del personaje que habla consigo mismo. Idolopeya es el dialogismo que imita el discurso de una persona muerta. Exclamación. Intensificación del discurso que traduce tonalmente una pasión. Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso. . ., ¡yo no sé qué te diera por un beso! (G. A. Bécquer) 681
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Miguel Ángel Garrido Gallardo Apóstrofe. Individualización entre los posibles interlocutores del coloquio. Para y óyeme ¡oh sol! Yo te saludo. (Espronceda)
3.2.3. Semántica Expolición. Acumulación de frases de carácter sinonímico. Comparación o símil. Realce de una idea mediante el establecimiento de relaciones de semejanza o disimilitud con ella. ¡Oh bella Galatea, más süave que los claveles que tronchó la aurora. (Góngora) Antítesis. Pone en relación frases de significado contrapuesto. Yo velo cuando tú duermes, yo lloro cuando tú cantas, yo me desmayo de ayuno cuando estás perezoso. (Cervantes) La antítesis de contrarios que radican en el mismo sujeto se llama cohabitación. Anticipación, ocupación o prolepsis. Se refutan de antemano las objeciones que se pudieran hacer. Corrección. Sustitución de una palabra por otra como medio de precisar el significado que se quiere transmitir. Así esta historia nuestra, mía y tuya (mejor será decir nada más mía) (Luis Cernuda) Gradación. Serie significativa ordenada. Si el orden es progresivo se denomina clímax ascendente; si es regresivo, clímax descendente. Acude, acorre, vuela traspasa la alta sierra, ocupa el llano, no perdones la espuela, no des paz a la mano, menea fulminando el hierro insano. (Fray Luis de León) Sustentación o suspensión. Después de mantener el interés, se cierra el discurso con una salida de tono. Esto oyó un valentón, y dijo: “Es cierto cuanto dice voacé, seor soldado, y quien dijere lo contrario miente”. Y luego incontinente caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada. (Cervantes)
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Lenguaje literario
3.2.4. Relación signo-referente Descripción o écfrasis. Presentación lingüística que busca lograr una sensación plástica del objeto aludido mediante la enumeración de sus características más destacadas. Si atiende al aspecto externo de una persona, se denomina prosopografía; si a su carácter y costumbres, etopeya. La descripción de tiempos se denomina cronografía; de lugares, topografía, y de acciones, pragmatografía. Helo, helo por dó viene el moro por la calzada, caballero a la jineta encima una yegua baya; borceguíes marroquíes y espuela de oro calzada; una adarga ante los pechos y en su mano una zagaya. (Romancero) Enumeración. Presentación de manera rápida de una serie de ideas referidas al mismo objeto. Se llama sinatroísmo o congeries a la acumulación de términos semánticamente complementarios. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores, y miedos de las noches veladores. (San Juan de la Cruz) Sentencia. Reflexión profunda presentada de un modo enérgico. Puede constituir un adagio, proverbio o refrán. Epifonema o aclamación. Sentencia o exclamación que cierra una descripción o narración. cuando tan pobre me vi, los favores merecía de Hipólita y Laura; hoy día, rico, me dejan las dos. ¡Que juntos andan, ay Dios, el pesar y la alegría! (Calderón de la Barca)
Bibliografía Aristóteles (1974) Poética, ed. trilingüe de V. García Yebra, Madrid: Gredos. Corti, M. (1976) Principi della comunicazione letteraria. Introduzione alla semiotica della letteratura, Milán: Bompiani. Doležel, L. (1976) “Narrative semantics”, PTL, 1, pp. 129–151. Doležel, L. (1985) “Pour une typologie des mondes ficcionnels”, en Parret., H. y Ruprecht, H. G. (eds.) Exigences et perspectives de la sémiotique (Recueil d’Hommage pour A. J. Greimas), Amsterdam: John Benjamins, pp. 7–23. Genette, G. (1991) Ficción y dicción, Barcelona: Lumen, 1993.
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Miguel Ángel Garrido Gallardo Grice, H. P. (1967) “Lógica y conversación”, en Valdés, L. M. (ed.) La búsqueda del significado, Madrid: Tecnos, 1991, pp. 510–530. Kayser, W. (1948) Interpretación y análisis de la obra literaria, Madrid: Gredos, 1981. Lázaro Carreter, F. (1980) Estudios de lingüística, Barcelona: Crítica. Lotman, I. (1970) La estructura del texto artístico, Madrid: Istmo, 1978. Martínez Bonati, F. (1960) La estructura de la obra literaria, Barcelona: Ariel, 1983. Martínez Bonati, F. (1992) La ficción narrativa (su lógica y ontología), Murcia: Universidad. Parsons, T. (1980) Nonexistent objects, New Haven: Yale University Press. Pratt, M. L. (1977) Toward a speech act theory of literary discourse, Bloomington: Indiana University Press. Quintiliano, M. F. (1997–2001) Sobre la formación del orador / Institutionis Oratoriae Libri XII, trad. y comentario de A. Ortega Carmona, Salamanca: Universidad Pontificia, 5 vols. Sebeok, T. A. (ed.) (1960) Estilo del lenguaje, Madrid: Cátedra, 1974. Spang, K. (1991) Teoría del drama, Pamplona: EUNSA. Spang, K. (1993) Géneros literarios, Madrid: Síntesis. Todorov, T. (1967) Literatura y significación, Barcelona: Planeta, 1971.
Lecturas complementarias Domínguez Caparrós, J. (1993) Métrica española, Madrid: Síntesis. Garrido Domínguez, A. (1993) El texto narrativo, Madrid: Síntesis. Garrido Gallardo, M. A., Doležel, L. et al. (2009) El lenguaje literario, Madrid: Síntesis. Spang, K. (1993) Géneros literarios, Madrid: Síntesis.
Entradas relacionadas metáfora; poesía y lenguaje; pragmática
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LENGUAS CRIOLLAS DEL ESPAÑOL Sandro Sessarego
1. Introducción y definiciones La palabra “criollo” deriva del verbo “criar”. Originalmente se refería a los colonos europeos de origen español que se habían criado en las colonias americanas de la Corona de España. Con el tiempo, la palabra “criollo” llegó a usarse como adjetivo para describir todo lo que tuviese origen en dichos territorios (ej. plantas, animales, costumbres, etc.). A lo largo de los siglos XVI y XVII, este término fue adoptado por las principales lenguas coloniales europeas —el portugués “criulo”, el francés “créole” y el inglés “creole”— y en el siglo XVIII se empezó a utilizar en Europa para describir las variedades lingüísticas habladas por los esclavos negros en las diferentes colonias del “Nuevo Mundo”. Hoy en día este vocablo no sólo se utiliza para designar a las variedades lingüísticas que se desarrollaron del contacto entre lenguas africanas y europeas en las Américas, sino que se suele referir también a otras variedades del contacto lingüístico, que se formaron por medio de la expansión colonial y comercial europea en otros continentes (África, Oceanía y Asia). Los lingüistas han empleado muy a menudo palabras como “lenguas criollas”, “criollos”, “criollización”, etc., para referirse a conceptos no unívocos, sino muy diferentes entre sí. Por esta razón, de momento, no hay una definición universalmente aceptada para referirse a estas variedades de contacto. Algunos estudiosos han intentado clasificar las lenguas criollas según sus rasgos estructurales (Bickerton 1981) o como un grupo lingüístico tipológicamente distinto de los demás (Seuren y Wekker 1986; McWhorter 1998; Bakker et al. 2011). Otros adoptaron un acercamiento estructural comparativo que intentó clasificar estos vernáculos según la distancia relativa que guardaban con la lengua lexificadora. Ese esfuerzo llevó a la creación de nuevos términos, como “semi-criollos” (Schneider 1990; Holm 1992) o “criollos intermedios” (Winford 2000). Ciertos lingüistas, en cambio, han rechazado dichos paradigmas, indicando que la “criollidad” no se puede cuantificar (Muysken y Smith 2005) y que, por lo tanto, no existen parámetros lingüísticos para definir las lenguas criollas (DeGraff 2003, 2004). Por esta razón, algunas definiciones prefieren describir estas variedades como lenguas con una historia sociocultural compartida, que muchas veces está relacionada con la esclavitud colonial y las plantaciones manejadas por los colonos europeos (Mufwene 1997; DeGraff 2005). Otras descripciones, en cambio, se enfocan en el proceso de desarrollo de estas variedades y sugieren que las 685
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Sandro Sessarego lenguas criollas serían el resultado de una ruptura en la trasmisión natural de la lengua materna de una generación a otra (Thomason y Kaufman 1988), o indican que estas lenguas se deberían ver como el resultado de la nativización de hablas de tipo pidgin (Romaine 1988). Una variedad pidgin es un código lingüístico simplificado usado por personas que no tienen una lengua común y que, al entrar en contacto, tienen que desarrollar un nuevo medio de comunicación. Más recientemente, Schwegler (2010: 438) ha indicado que es la “combinación de rasgos lingüísticos internos e historias externas que provee a las lenguas criollas su estatus excepcional”. Según este autor, “ésta es la razón por la cual algunos términos conceptuales como ‘criollo’, ‘criollista’, ‘criollística’ y ‘criollización’, entre otros, siguen siendo utilizados sin cuestionamiento por la mayoría de los criollistas, incluso por los que excluyen la posibilidad de definir las lenguas criollas como una clase aparte” (2010: 438). No son muchas las lenguas que se han clasificado como criollas en el caso del español. Tradicionalmente se ha preferido seguir un análisis lingüístico-comparativo, en lugar de uno netamente histórico. De hecho, las lenguas que se desarrollaron en un contexto de esclavitud y preservaron en gran parte las estructuras del español no se clasificaron como lenguas criollas, sino como dialectos del español. Estas variedades, de todas formas, han tenido un papel muy importante en el debate sobre la criollización del español en las Américas. Por esta razón, además de analizar las principales lenguas criollas del español, nos detendremos también en los dialectos afrohispánicos que se formaron en toda América Latina durante el período de la Colonia.
2. Descripción de los datos y caracterización Actualmente, las variedades criollas del español se hablan solamente en dos regiones del mundo: en el archipiélago de las islas Filipinas, donde todavía sobrevive el criollo chabacano, compuesto por tres variedades dialectales diferentes: caviteño, ternateño y zamboangueño; y en el Caribe, donde encontramos el papiamento (Antillas Holandesas) y el palenquero (San Basilio de Palenque, Colombia). La lengua chabacana se desarrolló a partir del contacto entre el español y las lenguas autóctonas de las islas Filipinas (principalmente el tagalo, el bisayo y el malayo). Los españoles llegaron a las Filipinas en 1521 y colonizaron las islas a lo largo del siglo XVI. La presencia de la Corona de España en este territorio perduró hasta 1898, cuando España perdió esta colonia en la guerra contra Estados Unidos. El siguiente párrafo ofrece un ejemplo de la lengua chabacana (dialecto ternateño), que puede darle al lector una idea general de la naturaleza de dicha variedad lingüística. (1) Chabacano Mi táta Hep ya nomá ya diba chang Néli ne, ya-kayí na bintána, a-kayí talagá kel mi tíyu kalyá kasalukúyan kwándu-kelyá sérka pyésta, tasé éli kel iglésya aglípay, ya, bebíw mi táta Hep ya-kayí na bintána. ‘Mi tío Hep, ¿verdad, tía Nelly? Se cayó de una ventana. De verdad, se cayó ese tío mío, entonces estábamos cerca de la fiesta. Estaba haciendo la iglesia aglipayana, ya, mi tío Hep estaba bebido, se cayó de la ventana’ (Sippola 2011: 300–301). El palenquero y el papiamento se consideran las dos únicas variedades criollas de base española habladas en las Américas, aunque, en realidad, debido a su evolución —relacionada con el tráfico negrero portugués—, muchos autores prefieren describirlas como lenguas de origen 686
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Lenguas criollas del español afrolusitano, las cuales fueron sucesivamente relexificadas con términos españoles (véase Goodman 1987; Martinus 1989; Schwegler 1993; McWhorter 2000; Jacobs 2012). El palenquero se habla en San Basilio de Palenque, Colombia, mientras el papiamento se habla en Aruba, Bonaire y Curaçao, Antillas Holandesas. Los ejemplos (2) y (3) representan dos extractos de textos escritos en estas lenguas. (2) Palenquero Bo a tené mucho tratej’ í kala si. ¡I tan meté bo ung galotaso! Yo a-ta nada bo un kachetá ke Efina a-ten k’intembení ese … en ese kombedza suto. ‘Tú tienes mucha estrategia en tu cara. ¡Yo voy a darte un garrotazo! Yo voy a darte una cachetada tan fuerte que Delfina tendrá que intervenir… en nuestra conversación’ (Schwegler 1996: 275). (3) Papiamento Nos Tata, cu ta na cielo, bo nomber sea santifica, laga bo reino bini na nos; bo boluntad sea haci na tera como na cielu. Duna nos awe nos pan di cada dia; pordona nos nos debe, mescos cu nos ta pordona nos debedornan; no laga nos cai den tentacion, ma libra nos di malu. Amen. ‘Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén’ (Luzinterior 2013). El chabacano, el palenquero y el papiamento son las únicas variedades lingüísticas de base española que se han clasificado tradicionalmente como criollas. El español no ha generado muchas variedades criollas, especialmente si lo comparamos con el inglés, el portugués y el francés, cuyas variedades criollas se hablan en todo el mundo. El reducido número de lenguas criollas de base española, sobre todo en las Américas, donde la colonización española fue mucho más poderosa y larga que la colonización de cualquier otro país europeo, ha suscitado mucho interés y, consecuentemente, mucho debate. Desde una perspectiva lingüística, la gran mayoría de las variedades que se desarrollaron a partir del contacto entre las lenguas africanas y el español en el “Nuevo Mundo” tienen una gramática muy parecida al español. De hecho, aunque en estas variedades se dan simplificaciones morfológicas y fonológicas, y se encuentran préstamos léxicos de origen africano, no hay huella de una reestructuración gramatical más profunda, comparable a la de las lenguas criollas anteriormente mencionadas. El mapa que se muestra a continuación ilustra la distribución geográfica de las variedades afrohispánicas de las Américas. Sin considerar el papiamento y el palenquero, que reportan divergencias gramaticales más consistentes, las demás variedades presentan —en grados diferentes— fenómenos morfosintácticos y fonéticos muy parecidos, que se desvían del español estándar. Algunos de los fenómenos más recurrentes son: (a) concordancia de género ausente o limitada a algunos elementos del sintagma determinante; (b) presencia de sustantivos sin determinante; (c) marca de número no redundante en el sintagma determinante; (d) falta de conjugación sujeto-verbo y uso de la forma verbal de tercera persona singular por defecto; (e) uso excesivo de pronombres explícitos; (f) falta de inversión sujeto-verbo en las preguntas; (g) picos entonativos alineados con sílabas acentuadas en oraciones declarativas no exclamativas. 687
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Mapa 1
Regiones afrohispánicas en Latinoamérica (Klee y Lynch 2009: 6)
La Tabla 1 resume los fenómenos gramaticales (a-f) y ofrece varios ejemplos reportados por diferentes dialectos afrohispánicos. Por otra parte, la Figura 1 es un espectrograma que provee el patrón de entonación descrito en (g).
3. Perspectivas históricas y teóricas Esta sección proveerá una descripción de las principales teorías (y sus críticas) que se han propuesto para explicar la relativa escasez de lenguas criollas de base española. En particular, trataremos la Hipótesis de la Descriollización (Granda 1970, 1978); el modelo ofrecido para explicar la falta de criollos españoles en el Caribe (Mintz 1971; Laurence 1974); y la Hipótesis de la Génesis Africana o “Afrogenesis Hypothesis” (McWhorter 2000), que intenta ofrecer una explicación por la falta de lenguas criollas españolas en las demás regiones latinoamericanas.
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Lenguas criollas del español Tabla 1 Fenómenos gramaticales comúnmente encontrados en los dialectos afro-hispánicos Fenómenos
Ejemplos
(a) Concordancia de género ausente o limitada a algunos elementos del sintagma determinante.
Gente branco (español bozal cubano, Álvarez Nazario 1974:189). Esos fiesta (español afro-boliviano, Lipski 2008: 93).
(b) Presencia de sustantivos sin determinante.
Me metía en pueblo con trabajadores (español del Chocó, Ruiz-García 2001: 45). Porque próximo pueblo puede ser Salinas (español del Valle del Chota, Lipski 1987: 163).
(c) Marca de número no redundante en Tán chiquito puej mij nene (español afromexicano, Mayén el sintagma determinante. 2007: 117). Los cabezador (español afroboliviano, Lipski 2008: 92). (d) Falta de conjugación sujeto-verbo y Yo sabe; yo tiene (español afropuertorriqueño Álvarez uso de la forma verbal de la tercera Nazario 1974: 194–195). persona singular por defecto. Yo quiele sé diputá (español bozal peruano, Lipski 2005: 253). (e) Uso excesivo de pronombres explícitos.
Yo tando muy pequeña yo conoci a una señora (español de Barlovento, Megenney 1999: 117). Claro yo como fue chico yo no acorda vela (español afroboliviano, Lipski 2008: 101).
(f) Falta de inversión sujeto-verbo en las preguntas.
¿Onde tú taba, mijito? (español de Barlovento, Megenney 1999: 118). ¿Qué tú comes? (español dominicano, Lorenzino 1998: 36)
H H H H H H [po ke la pri me ra pri me ra e a po a ki a ba xo] Figura 1
Entonación en el dialecto del Chocó, Colombia (Lipski 2007a: 42)
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3.1. La Hipótesis de la Descriollización Germán de Granda (1968, 1970, 1978) fue uno de los primeros lingüistas en postular una conexión filogenética entre las variedades lingüísticas afroportuguesas que se formaron en la costa de África occidental y las lenguas afrohispánicas que se desarrollaron en las Américas. Según Granda, una lengua criolla afroportuguesa se desarrolló en África a partir de los primeros contactos que los portugueses establecieron en aquellas regiones a lo largo del siglo XV. De ahí que esta lengua fuera exportada a diferentes partes del mundo a causa de la expansión comercial y colonial europea a lo largo de los siguientes siglos. Según este modelo (Hipótesis Monogenética), dicha variedad afrolusitana habría mantenido su estructura gramatical esencial en los diferentes territorios a los cuales fue llevada, mientras su léxico habría sido substituido con términos provenientes de otras lenguas con las cuales entraría en contacto. De hecho, Granda (1968: 202–203) arguye lo siguiente: La similitud de rasgos morfosintácticos entre modalidades lingüísticas como el palenquero, el habla “bozal” puertorriqueña y el papiamento (con aportación no europea de tipo africano), los dialectos “criollos” de Filipinas (con aportación tagala) y el macaísta (con elementos no europeos de origen chino) no permite apoyar una explicación coherente y totalizadora de sus tendencias paralelas en el influjo de estos sistemas lingüísticos no europeos extraordinariamente diferentes entre sí, por lo tanto, incapaces de producir partiendo de bases estructuralmente diversas, resultados tan similares como los que he constatado […]. No parece, sin embargo, factible [. . .] la producción independiente de procesos de simplificación, exactamente coincidentes, en ámbitos geográfica y socioculturalmente tan alejados como son África, Asia, América y Oceanía. Este hecho sería tan extraño como la invención paralela de un mismo sistema alfabético en múltiples y distantes puntos geográficos. Por esta razón, el autor afirma que un criollo del español, fruto de la relexificación de dicha variedad afroportuguesa, existió en el Caribe hispánico al tiempo de la colonia y su actual ausencia dependería de un proceso sistemático de descriollización, debido a la presión del español normativo (Hipótesis de la Descriollización). De hecho, muchos autores han sugerido que determinados rasgos lingüísticos presentes en las variedades populares del español cubano (Granda 1971; Orteguy 1973; Perl 1982, 1985; Megenney 1984, 1985), puertorriqueño (Granda 1968) y dominicano (Schwegler 1996; Megenney 1993) se deberían analizar como huellas de un previo estadio criollo de estos dialectos (ej. uso excesivo de pronombres explícitos, falta de inversión sujeto-verbo en las preguntas, etc.). La Hipótesis de la Descriollización de los dialectos del Caribe ha sido criticada desde perspectivas históricas y lingüísticas. De hecho, los rasgos lingüísticos reportados por estos dialectos parecen encontrarse también en interlenguas muy avanzadas y, por eso, no implican un previo estadio criollo para estas variedades (Sessarego 2013a). Al mismo tiempo, la evidencia histórica no sugiere que las condiciones sociodemográficas durante el tiempo de la Colonia fueran tales como para favorecer el desarrollo de lenguas criollas en las islas bajo el control español (Lipski 1993; Clements 2009). Además, una reciente revisión de la Hipótesis Monogenética de Granda ofrece nuevos datos que ponen en duda la existencia de una lengua criolla de base portuguesa ampliamente hablada por los esclavos bozales traídos al Caribe colonial (Sessarego 2013b).
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Lenguas criollas del español
3.2. La falta de criollización del español caribeño La razón principal que se ha propuesto para explicar la falta de criollización del español caribeño es que en esta parte del mundo las sociedades de plantación solamente se desarrollaron en el siglo XIX, a diferencia de lo que ocurrió en las Antillas francesas e inglesas, donde grandes fincas de caña de azúcar empezaron a usar mano de obra esclava de manera masiva con dos siglos de antelación (Mintz 1971; Chaudenson 1992). Entonces, el hecho de que la estructura económica del Caribe español se basara a lo largo de diferentes siglos en un sistema agrícola de haciendas pequeñas y medianas, la llamada société d’habitation (cf. Chaudenson 2001), donde los negros bozales nunca llegaron a ser una gran mayoría y trabajaban al lado de blancos y mestizos, facilitó la adquisición de la lengua española por parte de los esclavos (Mintz 1971; Laurence 1974). Por esta razón, en el siglo XIX, la lengua hablada en estas islas por la población negra local era la española. En aquel entonces, cuando se implementó un sistema de plantación a gran escala, se introdujeron cambios radicales en los mecanismos de producción, y eso implicó una introducción más consistente de nuevos esclavos africanos. De todas formas, la llegada de un gran contingente de mano de obra negra no llevó al desarrollo de una lengua criolla. Por otra parte, los nuevos bozales, que nunca sobrepasaron en número a la población local, no criollizaron la lengua española, ya bien establecida en las islas, sino que simplemente la aprendieron de los esclavos que ya estaban trabajando en dicha región (Lipski 1993, 1998).
3.3. La Hipótesis de la Génesis Africana La estructura socioeconómica del Caribe español y la evolución de su cuadro demográfico a lo largo del periodo de la colonia se han tomado como datos en contra de una posible formación de una lengua criolla en esta región. McWhorter (2000) admite que estos datos podrían explicar la falta de un desarrollo criollo en las Antillas; de todas formas, según este autor, no queda claro por qué no se hablan variedades criollas de base española en las demás colonias latinoamericanas de la Corona de España, donde —según afirma— hubo importaciones masivas de esclavos. De hecho, el autor arguye que en muchos países latinoamericanos (Ecuador, Colombia, Perú, México y Venezuela) había un sistema agrícola basado en grandes latifundios que explotaba a enormes contingentes de esclavos negros, así que habrían existido las condiciones perfectas para el desarrollo de lenguas de ese tipo. Según McWhorter, sería otra la razón de la falta de lenguas criollas en estas regiones. El autor postula que las lenguas criollas que se formaron en las plantaciones americanas derivaron de variedades pidgins (McWhorter 1997, 2000). Él arguye que, debido al hecho de que el español nunca pasó por una fase de pidginización en la costa de África occidental, faltaron los presupuestos lingüísticos para que se pudiese establecer una lengua criolla de base española en las Américas, en contraste con lo que ocurrió en el caso del inglés y del francés (la Hipótesis de la Génesis Africana). Entonces, según McWhorter, la razón por la cual no hay variedades criollas del español en las Américas es porque los españoles, a diferencia de las otras potencias europeas involucradas en la colonización del “Nuevo Mundo”, no participaron directamente en la trata negrera en África, así que nunca se formó en este continente un pidgin español y, consecuentemente, no pudo desarrollarse un criollo español en América Latina. La Hipótesis de la Génesis Africana no ha encontrado mucho apoyo en la comunidad lingüística (ej., Lipski 2000, 2005; Schwegler 2002; Díaz-Campos y Clements 2005, 2008; etc.). En muchos casos, el modelo de McWhorter y su análisis de los datos han sido criticados. 691
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Sandro Sessarego En particular, Lipski (2005: cap. 9) afirma que, según el análisis de este autor, no queda muy claro por qué las variedades pidgins se habrían desarrollado sólo en África y no habrían podido formarse también en América Latina, si las condiciones socioeconómicas de las plantaciones eran realmente las descritas por McWhorter. Además, si consideramos que McWhorter afirma que el papiamento y el palenquero son dos lenguas criollas de base portuguesa que se relexificaron con vocablos del español, no queda claro por qué una relexificación similar no podría haber ocurrido también con las variedades que se formaron en las plantaciones españolas indicadas por el autor como lugares perfectos para el desarrollo de lenguas criollas. Según Lipski (2005: 283), la Hipótesis de la Génesis Africana no se basa en datos históricos concretos, sino que estaría inspirada por una posición ideológica de McWhorter, que intenta proclamar las lenguas criollas como las expresiones lingüísticas de la identidad negra.
4. Contribuciones contemporáneas y nuevas perspectivas A lo largo de los últimos años, se han enfocado diferentes estudios en las variedades criollas del español (véase por ejemplo Jacobs 2012; Schwegler 2014; Sippola 2011; Lesho y Sippola 2013, entre otros). Además, la investigación contemporánea se ha interesado también en aquellas variedades afro-hispánicas que tradicionalmente no han recibido la denominación de “lenguas criollas”. De hecho, el debate sobre el origen de estos dialectos ha sido un tema de máxima relevancia académica. En particular, varios estudios han demostrado, basándose en datos históricos y lingüísticos, que algunos dialectos afrohispánicos cuyo desarrollo se había anteriormente adscrito a un origen criollo parecen, en realidad, ser el fruto de procesos avanzados de adquisición de una segunda lengua, que no implican un estadio de criollización. Díaz-Campos y Clements (2006, 2008) ofrecen un análisis del desarrollo del dialecto afro-venezolano hablado en Barlovento. Con anterioridad, se había sugerido que esta variedad era el resultado de un proceso de descriollización (Álvarez y Obediente 1998). En cambio, Díaz-Campos y Clements proveyeron un análisis histórico y lingüístico de esta lengua que va en contra de dicho modelo. En particular, mostraron que en dicha región venezolana los negros bozales nunca llegaron a ser un grupo mayoritario. Además, indicaron que en toda la colonia el porcentaje de población negra se mantuvo relativamente bajo hasta finales del siglo XVIII porque la Corona de España tenía el monopolio de la trata de esclavos y así limitó considerablemente la introducción de mano de obra africana. Sin embargo, en un artículo reciente, Long y Díaz-Campos (en prensa) vuelven a analizar la cuestión venezolana y postulan que algunas variedades criollas habrían podido formarse en los muchos palenques que existían durante el tiempo de la colonia. También el origen del dialecto afro-hispánico hablado en Los Yungas, Bolivia, ha sido recientemente tema de debate. Después de que John Lipski publicara diferentes artículos y un libro sobre esta lengua (Lipski 2006a, 2006b, 2007b, 2008), otros estudios se han ocupado de analizar la historia y la gramática de dicha variedad lingüística (Sessarego 2011, 2014). En particular, mientras Lipski formula una hipótesis sobre el dialecto afro-yungueño como un descendiente directo de una variedad pidgin afroespañola, Sessarego prefiere clasificarlo como el resultado de estrategias avanzadas de aprendizaje de una segunda lengua, sin postular la existencia de variedades pidgins y/o criollas en el caso de Bolivia. De reciente fecha es también el debate sobre el origen del dialecto afro-hispánico hablado en el Valle del Chota, Ecuador. De hecho, una nueva publicación propone que también en este caso, esta variedad tendría que verse como el resultado de procesos avanzados de 692
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Lenguas criollas del español adquisición (Sessarego 2013b), en lugar de analizarla como la consecuencia de una fase de descriollización (Schwegler 1999). De todas formas, todavía no ha sido dicha la última palabra sobre el desarrollo del dialecto choteño (y de muchos otros más). De hecho, Schwegler (2014) afirma que el español choteño, como el afro-yungueño, la variedad afrocubana de Palo Monte, y el Palenquero (Colombia), derivarían de una misma lengua criolla de base portuguesa. El autor ofrece datos históricos y lingüísticos para apoyar su teoría. En particular, Schwegler arguye que la presencia en todas estas lenguas del pronombre de tercera persona singular (y plural) ele sería una derivación directa del portugués, que no podría explicarse si no fuera porque los esclavos que fueron llevados a estos territorios americanos tan dispersos entre sí no hubiesen compartido el mismo medio de comunicación en África, antes de cruzar —a la fuerza— el océano. Otro trabajo que retoma la postura de la influencia portuguesa en el desarrollo de las variedades afrohispánicas es el libro recientemente publicado por Bart Jacobs (2012), que describe la gramática del papiamento e identifica algunos patrones lingüísticos idénticos a las estructuras encontradas en el criollo portugués de Guinea Bissau. Sus datos y análisis brindan una contribución importante al debate sobre la génesis y la evolución de las lenguas criollas de base española en las Américas, un debate que muy probablemente mantendrá ocupada a la comunidad lingüística a lo largo de mucho tiempo.
5. El futuro del campo Hasta hace pocas décadas, las variedades criollas y similares que se desarrollaron a partir del contacto entre el español y otras lenguas recibieron sólo una atención marginal por parte de los lingüistas y filólogos interesados en asuntos hispánicos. A lo largo de los últimos años ha habido un cambio muy marcado en el campo, así que la investigación llevada a cabo sobre estas lenguas ha crecido de manera sustancial, y por eso, hoy en día es posible encontrar a diferentes investigadores interesados en explorar una multiplicidad de aspectos gramaticales e históricos de estas variedades. Este campo de investigación es relativamente joven y queda mucho espacio para desarrollar nuevos proyectos científicos. En particular, debido a las condiciones inusuales en las cuales se formaron estas lenguas, los estudios más exitosos probablemente serán aquellos capaces de adoptar un acercamiento interdisciplinario, capaz de combinar aspectos lingüísticos, históricos, antropológicos y legales de la expansión española durante el tiempo de la Colonia. Hasta ahora, el estudio de estos vernáculos se ha concentrado principalmente en el análisis de sus estructuras morfosintácticas, mientras que se ha prestado menos atención a sus aspectos fonéticos y fonológicos. Un área donde todavía queda muchísimo por investigar es, sin lugar a duda, el análisis de los patrones de entonación encontrados en estas lenguas. De hecho, a excepción de unos pocos estudios (ej. Lipski 2007a, 2009; Hualde y Schwegler 2008), casi nada ha sido publicado sobre este tema. Incluso en los campos más explorados, como por ejemplo la sintaxis, todavía queda muchísimo por hacer. Efectivamente, estas variedades representan una oportunidad única para llevar a cabo estudios teóricos y comprobar la mayor o menor validez de modelos sintácticos formales, supuestamente universales, que se han formulado generalmente sobre bases de datos lingüísticos provenientes de dialectos estándares (cf. Sessarego 2012, 2014). Debido a la fertilidad del terreno en el cual echó raíces y creció el debate sociohistórico sobre el origen de estas variedades, así como el potencial lingüístico inexplorado que estas lenguas conllevan, hay que decir que el estudio de estos vernáculos parece ser muy prometedor para las nuevas generaciones de lingüistas. 693
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Sandro Sessarego
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Entradas relacionadas dialectos del español de América; etnografía y sociolingüística; historia del español
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LENGUAS DE ESPAÑA Juan Carlos Moreno Cabrera
1. Introducción histórica y datos básicos España es un país multilingüe. Las lenguas y variedades lingüísticas del Reino de España son las siguientes: v v v v v v v
Lenguas reconocidas oficialmente: español, catalán, vasco y gallego Lenguas no reconocidas oficialmente: aragonés, asturiano, aranés Lenguas señadas: española, catalana Lenguas extranjeras: árabe, rumano, entre muchas otras Variedades del castellano: andaluz, extremeño, murciano Variedades del catalán: valenciano, balear Variedades del vasco: guipuzcoano, vizcaíno, navarro
El multilingüismo ha caracterizado la Península Ibérica desde tiempos inmemoriales (De Hoz 2010). Sin embargo, en la historia de España destaca una progresiva ascensión de la variedad romance castellana como lengua dominante en los ámbitos institucionales, políticos, administrativos, culturales, literarios y demográficos. De modo que, en la actualidad, el español, basado en la originaria variedad castellana, es la lengua claramente predominante en la mayor parte del territorio del Reino de España. Las causas últimas de este dominio son claramente históricas y políticas y son explicadas en sus inicios de forma muy resumida y sencilla en el siguiente pasaje, que recurre a una metáfora hecha popular por Ramón Menéndez Pidal: Las acciones bélicas de Castilla han sido comparadas con una cuña que, martillada desde el norte (Amaya, y luego Burgos), fue penetrando más y más en el sur (Segovia, Ávila, Toledo, etc.), empujando a la vez hacia este y oeste. Los años que van del conde Fernán González al rey Fernando III alteraron radicalmente el mapa político de España, y alteraron también en forma casi paralela su mapa lingüístico. El engrandecimiento territorial de Castilla se hizo a expensas de Asturias-León y de Navarra-Aragón, y sobre todo a base de las tierras quitadas a los moros. La expansión de la modalidad lingüística castellana significó la ruina del leonés y del aragonés y la absorción del mozárabe. También desde el punto de vista lingüístico fue el 697
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Juan Carlos Moreno Cabrera castellano una cuña que empujó con fuerza hacia abajo y a los lados hasta crearse un espacio anchísimo, totalmente desproporcionado a su inicial insignificancia. (Alatorre 1989: 120–121) Estos procesos históricos son decisivos a la hora de explicar el hecho de que entre todas las lenguas de España, una, el español o castellano, ocupa un lugar dominante de privilegio en casi la totalidad de ámbitos de uso en el actual Reino de España. De hecho, este predominio del castellano ha llevado a negar la existencia del plurilingüismo en España y a considerar las diversas lenguas, excepto el vasco, como dialectos del español, aunque incluso el vasco es considerado funcionalmente como un dialecto. Veamos, para comprobar esto, un breve extracto del Catecismo patriótico español publicado en Salamanca en 1938 y que fue libro de texto obligatorio para todas las escuelas por orden del Ministerio de Educación Nacional de 1 de marzo de 1939: }¿Se hablan en España otras lenguas más que la lengua castellana? }Puede decirse que en España se habla solo la lengua castellana, pues aparte de ésta tan sólo se habla el vascuence, que, como lengua única sólo se emplea en algunos caseríos vascos y quedó reducido a funciones de dialecto por su pobreza lingüística y filológica. }¿Y cuáles son los dialectos principales que se hablan en España? }Los dialectos principales que se hablan en España son cuatro: el catalán, el valenciano, el mallorquín y el gallego. (Vidal 2006: 108) Según la décima tercera edición de Ethnologue (Lewis, Simmons y Pfennig 2013) en la España actual existen las siguientes lenguas: aragonés, asturiano, caló, catalán, extremeño, fala, gallego, aranés, español, vasco, lengua de signos catalana (LSC), lengua de signos española (LSE), lengua de signos valenciana (LSCV). Entre las lenguas de los inmigrantes, se citan el árabe (en sus diversas variantes) y el chino (en sus diversas variantes), a lo que habría que añadir el rumano, el polaco y algunas otras lenguas más. De estas lenguas, el español es oficial en todo el Reino de España y el gallego, vasco y catalán son co-oficiales junto con el español en las respectivas comunidades autónomas. El aragonés y el asturiano no tienen ningún “status” oficial y el aranés es lengua reconocida por Cataluña en su estatuto. Por su parte, el extremeño y la fala no tienen ningún tipo de reconocimiento; la fala hace referencia a una serie de variedades que se asocian al gallego-portugués y que se hablan en varias localidades del valle de Jálama (San Martín de Trebejo, Elijas, y Valverde del Fresno); el extremeño será tratado más adelante (secciones 4 y 6). El caló, variedad lingüística del pueblo gitano en España, tampoco tiene reconocimiento oficial alguno. Desde el punto de vista del número de hablantes, el aragonés tiene en torno a unos 30.000 si contamos todas las variedades repartidas por el norte de Aragón. El asturiano tiene como mínimo unos 100.000 hablantes localizados en Asturias. El vasco tiene en torno a unos 700.000 hablantes situados en el País Vasco, Navarra y Mediodía francés. El caló podría tener unos 40.000 hablantes. El catalán tiene en torno a 11 millones de hablantes en Cataluña, Aragón oriental, Valencia, Baleares y Mediodía oriental francés. El gallego tiene en 698
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Lenguas de España torno a tres millones de hablantes. El español tiene alrededor de 47 millones de hablantes en España. El aranés tiene unos 3.000 hablantes situados en el valle de Arán. El extremeño podría tener hasta unos 200.000 hablantes. La lengua de señas española (denominada habitualmente lengua de signos española, LSE) tiene en torno a 100.000 señantes. La lengua señada catalana (denominada habitualmente llengua de signes catalana, LSC) tiene unos 30.000 señantes. La lengua de señas valenciana tiene unos 15.000 señantes.
2. El aragonés El aragonés es una de las lenguas romances que se desarrolló a partir del latín vulgar en la Península Ibérica. En la actualidad sus hablantes están situados en el Alto Aragón. Hay cuatro grandes variedades dialectales de esta lengua (Nagore Laín 1999: 177–180): v v v v
Aragonés occidental, en la cuenca del río Aragón incluyendo sus afluentes Beral, Subordán y Estarrún Aragonés central, desde el Gállego hasta el Cinca y por el sur hasta el Guarga Aragonés oriental, que abarca toda la Ribagorza lingüísticamente aragonesa Aragonés meridional en el Prepirineo y en los Somontanos
En el aragonés occidental se encuentran dialectos muy característicos como el ansotano (valle de Ansó) y el cheso (valle de Echo). Algunas variedades como la del campo de Jaca o del valle de Estarrún están muy influidas por el castellano. Por su parte, el aragonés central comprende variedades como el tensino (valle de Tena), el panticuto (Panticosa), el bergotés (valle de Broto) o el belsetán (valle de Bielsa); en ellas se conservan las consonantes sordas intervocálicas: lupo ‘lobo’, saper ‘saber’, querito ‘querido’. El aragonés meridional comprende el agüerano, el ayerbense, el aragonés de Sotonera, el alquezrano, el nabalés y el aragonés de Lo Grau, entre otros. El aragonés oriental contiene variedades que presentan una transición hacia el catalán. Son características de esta zona las variedades chistabina (valle de Chistau), benasquesa (valle de Benasque) y el fobano (comarca de A Fueba), además del ribagorzano, un complejo dialectal que comprende además del benasqués otras variedades alto-ribagorzanas. A pesar de que existe un reconocimiento de esta lengua en la comunidad autónoma de Aragón, su situación administrativa es muy precaria, no tiene ninguna presencia en los diversos niveles de la administración y no hay oficialmente reconocido ningún estándar; esto, junto al exiguo número de hablantes, la baja estima sobre su lengua que tienen muchas de las personas que la hablan y la poca conciencia de la unidad lingüística de las diversas variedades, hace que la situación lingüística del aragonés sea muy grave en estos momentos. Salminen (2007: 236) considera que esta lengua está en peligro de desaparición.
Texto en aragonés He aquí los primeros cuatro versículos del Génesis 11 en aragonés ribagorzano (traducción Xavier Tomás Arias de la Sociedat de Lingüistica Aragonesa): En aquels tiempos, la tierra teniba una sola llengua y uns mesmos vocablos. Y cuan es homes van sallí dende l’orién van trobá una pllana al país de Sinaí, y se i van establecé. Y se van dí uns a atros: ‘Farem uns tochos y los ferem cocé al fuego’. 699
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Juan Carlos Moreno Cabrera Y van fé serví el tocho en cuenta de piedra, y el gudrón en cuenta de masa. Y diban: ‘¡Au!, que construirem una ciudá y una torre que con la suya punta toque el cielo, y mos farem un nombre per si mos esparcím per toda la tierra. Podemos comprobar en este texto algunas de las características del ribagorzano. Observamos un pasado perifrástico (van sallí ‘se fueron’ o van trobá ‘encontraron’, van dí ‘dijeron’), la pérdida de la -r final (salli, trobá, dí) y la palatalización de la consonante lateral [l] en cabeza silábica compuesta (pllana ‘llanura’).
3. El aranés El aranés es una variedad del occitano que se habla en el Valle de Arán, en plenos Pirineos. Administrativamente, este valle pertenece a la comunidad autónoma de Cataluña (provincia de Lleida) y cuenta con alrededor de unos 6.000 hablantes. Según Salminen (2007: 248) esta variedad del gascón está en situación de peligro en España. Este autor también señala que el gascón, variedad del occitano, está en grave peligro de desaparición en Francia.
Texto en aranés (Gargallo Gil 1999: 339): ER ARANES, VARIETAT DERA LENGUA OCCITANA E PROPIA D’ARAN, EI OIFICIAU ENA VAL D’ARAN 1. – Laguens era Val d’Aran podetz emplegar er aranés en toti es domenis des vòstes activitats publiques o privades. 2. – Podetz adreçà-vos en aranés, de paraula e per escrit, a quinsevolh administracion publica assetiada ena Val d’Aran, e non vos pòden pas exigir cap de traduccion. Tanben podetz adreçà-vos-i dehòra d’aguest territòri ara Generalitat de Catalonha. 3. – Laguens era Val d’Aran podetz demanar que vos redigisquen es escritures e documents publics en aranés.
4. El asturiano La lengua asturiana, denominada tradicionalmente bable, en la actualidad concentra sus hablantes en el Principado de Asturias. Hay tres variedades básicas: oriental, occidental y central. Podría tener en torno a unos 100.000 hablantes, probablemente, más. A este ámbito lingüístico pertenecen también las hablas tradicionales de León, Zamora y Salamanca, el leonés (Borrego Nieto 1996: 139–158) y la variedad de Miranda do Douro (Portugal), el mirandés (Azevedo Maia 1996). El extremeño, variedad lingüística de Extremadura, se suele situar lingüísticamente dentro de este grupo (Álvarez Martínez 1996) o como dialecto del castellano (García Mouton 1994: 31). Existe una Academia de la Llingua Asturiana, creada en 1980 (Cano González 1999) con una propuesta oficial de normalización ortográfica y gramatical. Aunque la lengua no tiene “status” oficial en el Principado de Asturias, existe enseñanza en este idioma que en el primer decenio del siglo XXI alcanzó a más de 50.000 escolares; su presencia en los medios de comunicación es muy escasa y, según Salminen (2007: 237) esta lengua está viendo incrementado progresivamente su peligro de desaparición. 700
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Lenguas de España
Texto en asturiano Extracto de “L’últimu home” (Solís Santos 1977) Un españíu fizo tremer el fayéu. El nerbatu esnaló lloñe. L’esguil desapaeció nel nieru. Hebo otru españíu, y darréu otru. L’home, entós, mientres cayía coles manes abiertes, los güeyos nel infinitu y el so cuerpu remanando per tolos llaos abonda sangre, glayó una pallabra, una pallabra namás, que resonó y güei sigue resonando na viesca y en toa Asturies: “¡Llibertá!”. Traducción al español de “El último hombre” Un estallido hizo temblar el hayedo. El mirlo voló lejos. La ardilla desapareció en el nido. Hubo otro estallido, y luego otro. El hombre, entonces, mientras caía con las manos abiertas, los ojos en el infinito y su cuerpo vertiendo por todas partes mucha sangre, gritó una palabra, sólo una palabra, que resonó y hoy sigue resonando en el bosque y en toda Asturias: “¡Libertad!”.
5. El caló El caló es una lengua mixta que entra dentro de lo que se suele denominar para-romaní. En estos casos se trata de la subsistencia en una lengua europea de un vocabulario proveniente del romaní, lengua de la etnia gitana (Matras 2002: 242–249). El caló es la lengua pararomaní más antiguamente documentada, ya que se puede atestiguar desde el siglo XVII, aunque la mayor parte de esa documentación data del siglo XIX. En la actualidad hasta unas 40.000 personas pueden tener algún conocimiento más o menos abundante del vocabulario romaní en su forma de hablar el español. Se ha observado en caló la existencia de elementos romaníes tales como los pronombres personales mange, mansa ‘yo’, tuke, tusa ‘tú’ y terminaciones flexivas tales como las que se muestran en gachó ‘hombre payo, no gitano’, gachí ‘mujer paya, no gitana’, lacró ‘chico’, lacrí ‘chica’ o en las formas verbales derivadas habitualmente de la flexión verbal de la tercera persona como camelar ‘querer’, chanelar ‘saber’. Otro ejemplo es el nominalizador -ipen como en jalipe ‘comida’ de jalar ‘comer’ (Matras 2002: 247). He aquí una conversación entre dos gitanos andaluces (Leigh 1998: 272–278): —A acobá el quer de José, el quer es la casa, estamos aquí, la casa de José. (acobá ‘esta’, quer ‘casa’). —Changaripen (pelea) —O chingaripen. Se ha ido a la guerra. Mi chaborí ha najado a la guerra (chaborí ‘chico’, najado ‘ido’).
6. El castellano El castellano es la variedad romance que surgió en Castilla y luego se fue expandiendo conforme el poder económico, político, demográfico e institucional de Castilla se fue ampliando progresivamente (Alatorre 1989: 113–138). Dado que durante los últimos siglos ha sido y continúa siendo la lengua dominante en España, ha adquirido la denominación de español, término con el que se conoce también la lengua estándar escrita desarrollada sobre la base de los dialectos castellanos a partir de la Edad Media. 701
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Juan Carlos Moreno Cabrera En España cuenta con unos 47 millones de hablantes, por lo que es, con mucho, la lengua más utilizada. La correspondiente lengua estándar escrita es la única lengua de la administración central y es dominante, con algunos pequeños matices, en todas las autonomías que configuran el actual Reino de España. México, Estados Unidos y Colombia superan a España en número de hablantes y Argentina tiene solo unos 5 millones menos de hablantes de español que España. Si tenemos en cuenta la cifra de aproximadamente 400 millones de hablantes de español en el mundo (Moreno Fernández y Otero Roth (2007: 105) dan la cifra de 399.981.000), entonces España tiene aproximadamente solo un 10 % del conjunto de los hispanohablantes. Dicho de otro modo, de cada 100 hispanohablantes, solo 10 se expresan en alguna de las variedades del español de España. El castellano de España presenta diversas variedades lingüísticas. Dos de ellas, denominadas hablas de transición, son el extremeño (a veces agrupado con el astur-leonés, tal como hemos visto al hablar del asturiano) y el murciano, en el que confluyen rasgos castellanos, catalanes y aragoneses (Muñoz Garrigós 1996). Pero los dialectos más característicos, por sus divergencias respecto del castellano central septentrional, son los del sur: el andaluz y el canario. El denominado dialecto andaluz, es un conjunto de variedades lingüísticas procedentes de la evolución del castellano en la parte sur de la Península, con importantes diferencias fonológicas, morfológicas y léxicas respecto del castellano centro-septentrional. Estas variedades pueden agruparse en dos zonas básicas: la oriental y la occidental. La zona oriental se caracteriza en general por la no utilización del fonema /s/ en posición final de sílaba para indicar plural y por la utilización de vocales abiertas con ese fin (y para distinguir la segunda y tercera persona de las formas verbales). En andaluz occidental es frecuente la pronunciación de /ch/ como la sh inglesa, aunque las dos pronunciaciones alternan en casi toda Andalucía (Alvar 1996: 250). La fricativa velar castellana escrita y castellana es de carácter apical y aparece sobre todo en el norte de Andalucía. En el resto se da la pronunciación coronal plana dominante en el centro y el oriente y la predorsal, dominante en occidente (Alvar 1996: 249). La lengua escrita utilizada en Andalucía es la estándar española basada en los dialectos castellanos centro-septentrionales y la pronunciación castellana centro-septentrional goza de mayor prestigio en la sociedad andaluza actual que las propiamente andaluzas, por lo que muchas personas intentan ocultar o disimular su habla andaluza para adquirir ese prestigio. Solo cuando exista una conciencia generalizada en el pueblo andaluz de que sus variedades lingüísticas características son tan dignas y perfectas como puedan serlo las castellanas centrales, sería posible proponer e implantar un nuevo estándar escrito basado en los dialectos andaluces. Hasta ese momento, las propuestas existentes al respecto suelen quedar solo en meras anécdotas. El otro dialecto meridional característico es el canario, en sus diversas variedades según las islas, que comparte muchos rasgos lingüísticos con los dialectos andaluces. Además, el dialecto canario está en el origen de muchos rasgos característicos de las distintas variedades del español de América (García Mouton 1994: 40).
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Lenguas de España
7. El catalán El catalán es una lengua romance hablada por aproximadamente unos 11 millones de personas en Cataluña (5.700.000), Islas Baleares (700.000), Valencia (2.400.000), Aragón (50.000), Andorra (57.000), Francia (145.000), y Alguer, Cerdeña (26.000). Sus variedades se agrupan en dos zonas dialectales: el catalán occidental, que incluye el valenciano y el catalán oriental, que incluye el baleárico. En la actualidad la lengua catalana tiene dos estándares escritos: el regulado por el Institut d’Estudis Catalans y el regulado por la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Es lengua cooficial, junto con el castellano, en Cataluña, Las Islas Baleares y en Valencia. Donde más ha avanzado la lengua catalana respecto del castellano en los niveles institucional, administrativo y educativo ha sido en Cataluña. Es notable su presencia en la educación obligatoria, debida a la puesta en práctica, a partir de los años ochenta del siglo pasado, de los denominados programas de inmersión lingüística (Herreras 2006: 213–214), gracias a los cuales se ha contribuido de manera notable a frenar la progresiva minorización y marginación que ha ido experimentando la lengua catalana debido al claro dominio de la lengua castellana en Cataluña durante gran parte del siglo pasado.
Texto en catalán A continuación, como ejemplo de la lengua catalana, se dan los primeros versículos del capítulo 11 del Génesis (Pöckl, Rainer y Pöll 2004: 213) Tota la terra era d’una sola llengua i d’unes mateixes paraules. Quan els homes emigraren cap a Orient, trobaren una planura a la terra de Senaar i s’hi establiren. Aleshores es digueren els uns als altres: Au, fem maons i coguem-los al foc! Els maons els serviren de pedra i el betum de morter. Després digueren: Au, bastim-nos una ciutat i una torre, el cim de la qual toqui el cel, i fem-nos un nom perquè no siguem dispersats per tota la terra.
8. El euskera El euskera conocido también como lengua vasca o vascuence, es la única lengua no romance y prerromana del Reino de España y una de las pocas lenguas no indoeuropeas de Europa. Es hablada por unas 700.000 personas en el País Vasco, en el norte de la Comunidad Foral de Navarra y en el sur de Francia. Los dialectos principales de esta lengua son (Zuazo 2010: 37): occidental (Vizcaya), central (Guipúzcoa y parte de Navarra), navarro (la mayor parte de Navarra), navarro-labortano (Lapurdi y Baja Navarra) y suletino (Zuberoa). Existe una lengua estándar escrita, el euskera batua, que se consensuó en los años sesenta del siglo pasado y que se utiliza en los medios escritos oficiales, administrativos y literarios, así como en la educación. Dentro del País Vasco, en Guipúzcoa aproximadamente el 50 % de la población se expresa en euskera, en Vizcaya lo hace un 25 % y en Vitoria un 17 %. En Navarra la población “euskaldún” (hablante de euskera) es de aproximadamente un 12 %. En el País Vasco francés se estima el 21 % de la población es euskaldún (unas 50.000 personas). Esta lengua presenta unas características lingüísticas especiales que la diferencian de las demás lenguas de Europa de forma muy notable. En el artículo de esta enciclopedia dedicado a la tipología lingüística puede encontrarse una breve caracterización lingüística de este idioma. 703
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Juan Carlos Moreno Cabrera
Texto en euskera He aquí los primeros versículos de Génesis 11 en euskera estándar (Elizenarteko Biblia, Madrid: Bibli Elkarte Batuak/Elizen Arteko Biblia Elkartea, 1994: 26) Garai hartan mundu guztiak hizkuntza eta mintzaira berberak zituen. Ekialdetik etorririk, gizonek lautada bat aurkitu zuten Xinear lurraldean eta bertan kokatu ziren. Honela esan zioten elkarri: “Ea, adreiluak egin eta sutan erre ditzagun”. Honela, harriaren ordez adreilua erabili zuten eta kare-orearen ordez bikea. Gero, esan zuten: “Ea, eraiki ditzagun hiri bat eta zerurainoko dorre bat. Ospetsu egingo gara eta ez gara munduan zehar barreiatuko”. Glosario: Garai hartan = en aquella época; mundu guztiak = todo el mundo; hizkuntza eta mintzaira = lengua y habla; berberak = mismas; zituen= las tenían; Ekialdetik etorririk = venidos de oriente; gizonek = los hombres; lautada bat = una llanura; aurkitu zuten= encontraron, Xinear lurraldean = en la tierra de Sinar; eta bertan kokatu ziren = y allí se establecieron. Honela = así; esan zioten = dijeron; elkarri = unos a otros; Ea = ¡Vamos!; adreiluak egin eta sutan erre ditzagun = hagamos ladrillos y cozámoslos en el fuego; Honela = de esta manera; harriaren ordez = en vez de piedra; adreilua erabili zuten = utilizaron ladrillo; eta kare-orearen ordez = y en vez de mortero; bikea = pez (resina); Gero, esan zuten = después, dijeron; eraiki ditzagun hiri bat eta zerurainoko dorre bat = erijamos una ciudad y una torre hasta el cielo; Ospetsu egingo gara = nos haremos famosos; eta ez gara munduan zehar barreiatuko= y no nos dispersaremos por la faz de la tierra.
9. El gallego El gallego es una lengua romance hablada en Galicia y que se conoce también como gallegoportugués, dado que desde el punto de vista lingüístico el portugués y el gallego son variedades de una misma lengua romance. Cuenta con más de tres millones de hablantes en Galicia. Conoce una variedad occidental, que abarca desde las Rías Bajas a la zona de Santiago de Compostela, que presenta el fenómeno de la gheada (aspiración del fonema /g/ en /h/), una variedad central que ocupa la mayor parte del territorio de Galicia y una variedad oriental que ocupa la parte oriental de Galicia con penetraciones en Asturias, León y Zamora (Fernández Rei 1999: 44–52). Existe un gallego normalizado, una Real Academia Gallega y un Instituto da Lingua Galega con una ortografía oficial propia diferente de la portuguesa (denominada Normas ortográficas e morfolóxicas do idioma Galego), aunque hay una corriente dentro de Galicia, denominada re-integracionista, que propone una ortografía común con el portugués, para potenciar al gallego como una de las principales variedades europeas del gallego-portugués y frenar la progresiva castellanización de la lengua. El gallego es lengua co-oficial (junto con el castellano) en la Comunidad Autónoma de Galicia y tiene presencia en la administración, en la educación y en los medios de comunicación, aunque casi siempre en una posición de inferioridad real respecto del castellano (Herreras 2006: 155, 192, 249 y 317).
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Lenguas de España
Texto en gallego Texto del Génesis 11 en gallego y en portugués (Pöckl, Rainer y Pöll 2004: 246 y 248): GALLEGO Toda a terra falaba unha soa lingua e usaba as mesmas palabras. Ó emigraren os homes desde o oriente, encontráronse nunha chaira, no país de Xinar, e establecéronse alí. Dixéronse uns ós outros: “Imos facer ladrillos e cocelos no lume”. O ladrillo facíalles de pedra e o betume de cemento. E nisto propuxeron: “Imos construír unha cidade e unha torre, que chegue co cimo ata o ceo, e fagámonos un nome sonado, para non nos perder pola ancha face da terra”. PORTUGUÉS Em toda a terra, havia sòmente uma língua, e empregavam-se as mesmas palavras. Emigrando do oriente, os homens encontraram uma planície na terra de Sennaar e nela se fixaram. Disseram uns para os outros: “Vamos fazer tijolos, e cozamo-los ao fogo”. Utilizaram o tijolo em vez de pedra, e o betume serviu-lhes de argamassa. Depois disseram: “Vamos construir uma cidade e uma torre cuja extremidade atinja os céus. Assim, tornar-nos-emos famosos para evitar que nos dispersemos por toda a face da terra”.
10. La lengua de signos española La lengua de signos española (también llamada, aunque menos frecuentemente, lengua de señas española), LSE, es la lengua gestual que utilizan principalmente las personas sordas españolas y las que viven o se relacionan con ellas. Aunque no hay estadísticas plenamente fiables, se calcula que cuenta con más de 100.000 usuarios, para los que un 20 o 30 % es su segunda lengua. Está reconocida legalmente desde el año 2007. La inteligibilidad mutua con el resto de las variedades de lenguas de señas empleadas en España, incluso con la lengua gestual portuguesa, es generalmente aceptable, debido a su gran semejanza léxica. No obstante, la lengua de signos catalana (LSC), la lengua de signos valenciana (LSCV), así como las variedades andaluza oriental (Granada), canaria, gallega y vasca son las más diferenciadas léxicamente (entre el 10 y el 30 % de diferencia en el uso de los sustantivos, según cada caso). Únicamente la LSC y la LSCV tienen una semejanza por debajo del setenta y cinco por ciento de media con el resto las variantes españolas, lo que las sitúa en dialectos especialmente diferentes o, incluso, se podrían considerar como lenguas, según el método filológico que se emplee.
11. La lengua de signos catalana La Llengua de Signes Catalana (LSC) es utilizada cotidianamente en Cataluña por más de 30.000 personas. Está relacionada con la lengua de signos española con la que hay una inteligibilidad de aproximadamente un 70 %. Desde 1994 está reconocida por la Generalitat de Cataluña, y es apoyada por el Institut d’Estudis Catalans. En 2010, el parlamento de Cataluña aprobó una Llei de la llengua de signes catalana (LSC).
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Juan Carlos Moreno Cabrera
12. Conclusión Como hemos visto, a pesar de que el español sigue siendo la lengua dominante y mayoritaria en el Reino de España, existe una importante diversidad lingüística que, sobre todo desde el final de la dictadura de Franco, se ha visto sustancialmente apoyada y revitalizada en las comunidades autónomas en las que hay una lengua oficial diferente del castellano. Es importante lo que se ha conseguido en el ámbito de la administración, de la educación y de los medios de comunicación en los años posteriores al régimen franquista, opresivo contra las lenguas diferentes del castellano. Sin embargo, hoy por hoy, el Reino de España y todas las instituciones fundamentales del estado siguen sin reconocer el carácter plurilingüe y plurinacional de uno de los países europeos lingüística y culturalmente más ricos y diversos. Como síntoma revelador de esta falta de reconocimiento, las lenguas diferentes del castellano siguen sin poder ser utilizadas de forma normal en algunas instituciones tan importantes y representativas como el Congreso de los Diputados.
Bibliografía Alatorre, A. (1989) Los 1001 años de la lengua española. Tercera edición, algo corregida y muy añadida, México: Fondo de Cultura Económica. Alvar, M. (1996) “Andaluz”, en Alvar, M. (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel,. pp. 233–258. Alvar, M. (dir.) (1996) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel. Álvarez Martínez, M. A. (1996) “Extremeño”, Alvar, M. (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel, pp. 171–182. Azevedo Maia, C. de (1996) “Mirandés”, en Alvar, M. (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel, pp.159–170. Borrego Nieto, J. (1996) “Leonés”, en Alvar, M. (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel, pp. 139–158. Cano González, A. M. (1999) “Normalización e normativización do asturiano hoxe”, en Fernández Rei, F. y Santamarina Fernández, A. (eds.) Estudios de sociolingüística románica. Linguas e variedades minorizadas, Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 107–132. Fernández Rei, F (1999) “A situación do galego en Galicia e no Occidente de Asturias, de León e de Zamora”, en Fernández Rei, F. y Santamarina Fernández, A. (eds.) Estudios de sociolingüística románica. Linguas e variedades minorizadas, Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 27–81. Fernández Rei, F. y Santamarina Fernández, A. (eds.) (1999) Estudios de sociolingüística románica. Linguas e variedades minorizadas, Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela. García Mouton, P. (1994) Lenguas y dialectos de España, Madrid: Arco Libros. Gargallo Giol, J. E. (1999) “Unha encrucillada pirenaica: a variedade occitana do Val de Arán”, en Fernández Rei, F. y Santamarina Fernández (eds.) Estudios de sociolingüística románica. Linguas e variedades minorizadas, Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 319–340. Herreras, J. C. (2006) Lenguas y normalización en España, Madrid: Gredos. Hoz, J. de (2010) Historia lingüística de la Península Ibérica en la Antigüedad, Madrid: CSIC. Leigh, K. (1998) “Romani elements in present-day Caló”, en Matras, Y. (ed.) The Romani element in non-standard speech, Wiesbaden: Harrassowitz. Lewis, M. P., Simons, G. F. y Fennig, Ch. D. (eds.) (2013) Ethnologue: Languages of the world, 17.ª ed., Dallas: SIL International. Matras, Y. (2002) Romaní. A linguistic introduction, Cambridge: Cambridge University Press. Moreno Fernández, F. y Otero Roth, J. (2007) Atlas de la lengua española en el mundo, Madrid: Ariel/ FundaciónTelefónica. Moseley, Ch. (ed.) (2007) Encyclopedia of the world’s endangered languages, Abingdon: Routledge. Muñoz Garrigós, J. (1996) “Murciano”, en Alvar, M. (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona: Ariel, pp. 317–324.
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Entradas relacionadas dialectología y geografía lingüística; historia del español
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LENGUAS INDÍGENAS DE LATINOAMÉRICA Swintha Danielsen y Sandro Sessarego
1. Introducción y definiciones Latinoamérica tiene una gran variedad lingüística. Además de las variedades del español, del portugués y de las otras lenguas europeas que llegaron a las Américas a lo largo de los últimos cinco siglos, todavía se hablan muchas lenguas indígenas que existían antes de que Colón llegara al “Nuevo Mundo”. Las lenguas indígenas también son conocidas como “lenguas originarias”, “lenguas nativas” y “lenguas aborígenes”. Las numerosas lenguas indígenas de Latinoamérica pertenecen a varias grandes familias de lenguas, entre las más conocidas están, quizás, el arahuaca, el chibcha, el mapudungun, el maya, el quechua y el tupí-guaraní. Además, hay familias lingüísticas menores, lenguas aisladas y lenguas no clasificadas. Desde el principio de la colonización la diversidad lingüística ha disminuido extremadamente y cuantiosas lenguas están ahora en peligro de extinción (Moseley 2010). La diversidad lingüística está, por supuesto, amenazada en todo el mundo. Estimamos que el 95% de las 6.000 a 7.000 lenguas de hoy en día están en peligro y podrían desaparecer en los próximos cien años (Krauss 2007), y en Crystal (2000) leemos que, según ciertos conteos, sólo alrededor de 600 lenguas en el mundo están “seguras”. El Atlas de las lenguas del mundo en peligro de la Unesco en línea, enlista 2.348 lenguas que pronto desaparecerán y 231 lenguas ya extintas. Los números documentados para las lenguas de Latinoamérica se dan en la Tabla 1 (Lewis et al. 2013). Vemos que de las casi 800 lenguas en Latinoamérica, sólo el 50% se espera que sean usadas en un futuro próximo. México es el país latino más grande de Centro y Norteamérica, y también es el que tiene más diversidad lingüística, mientras los países más pequeños como El Salvador (tres lenguas indígenas) y Belice (cuatro lenguas indígenas) tienen muy pocas lenguas habladas. En Sudamérica, Brasil es ciertamente el país con más lenguas, pero de las 215 lenguas vivas, se ha estimado que probablemente menos del 30% sobrevivirá en las décadas venideras. Hoy en día, con frecuencia, las razones de esta extinción son de naturaleza económica. Muchas lenguas minoritarias indígenas usualmente sólo se hablan en comunidades pequeñas y algo aisladas. Tan pronto como los individuos dejan la comunidad para conseguir una educación superior o un trabajo, la lengua ya no es de ningún uso. Además de los factores de naturaleza económica, también hay que mencionar cuestiones como el prestigio social, la identidad, las instituciones educativas, etc., que a lo largo de la historia 708
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Lenguas indígenas de Latinoamérica Tabla 1 Número y estatus de lenguas en América Latina Estatus
América Latina
América Central/ del Norte
México Guatemala América Brasil Perú del Sur
Vivas
783
325
282
26
458
215
94
Se extinguen Amenazadas 219 después En peligro de 182 extinción Suma 401
86 41
86 32
3 2
133 141
99 54
31 16
127
118
5
274
153
47
Existentes en el futuro
198
164
21
184
62
47
382
colonial y post-colonial de Latinoamérica han favorecido de manera directa y/o indirecta el abandono de las lenguas aborígenes a favor de las lenguas europeas coloniales (Grinevald 1998; Crevels 2002). En el pasado, y también todavía en la época actual, las políticas del lenguaje desempeñan un rol substancial en la cuestión de la conservación de la lengua. En las últimas tres décadas, la mayoría de los países latinoamericanos ha cambiado las leyes con respecto a los derechos indígenas, incluyendo la aceptación de las lenguas nativas como un patrimonio cultural que debe ser defendido. Sin embargo, la verdad es que su conservación necesita mucho más que buenas intenciones, y numerosas veces faltan programas y materiales educativos que puedan facilitar la preservación y difusión de estas lenguas. Sin embargo, algunos intentos para revitalizar las lenguas indígenas ya extintas, como en el caso del xinca (aislada) en Guatemala o las que están en peligro, como el quechua en los Andes peruanos, han tenido un éxito parcial. En Paraguay, el guaraní es una de las lenguas oficiales y también es hablada hasta cierto punto por la población no-indígena. En Bolivia, Ecuador y Perú hay varias lenguas indígenas habladas por sectores relativamente grandes de la población, tales como el quechua, el aimara (Bolivia, Perú), y el kichwa (Ecuador). También, en el sur de México y Guatemala, gran parte de la población habla las lenguas mayas. Aunque la mayoría de las lenguas indígenas están en peligro de extinción, algunas de ellas han influido en las variedades locales del español, como el maya y el náhuatl en México, el quechua en los altiplanos de Sudamérica y el tupí en las tierras bajas de Sudamérica (Lope Blanch 1969; Sala 1981; Buesa Oliver y Enguita Utrilla 1992). Las lenguas más extendidas geográficamente, como el arahuaca, con las que los españoles estuvieron en contacto desde el principio de la colonización, prestaron términos que ahora se usan en varias lenguas del mundo. Por ejemplo, palabras como cacique, canoa, caracol, colibrí, guayaba, hamaca, huracán, patata, tabaco son todas de origen arahuaca.
2. Descripción de los datos y caracterización El estudio de las lenguas indígenas se remonta a los primeros días de la colonización, cuando los jesuitas las aprendieron para lograr ser más exitosos en su misión de conversión a la religión cristiana. Asimismo, muchos viajeros atravesaron las Américas con un interés en compilar los vocabularios de las lenguas indígenas. Hoy en día, esas primeras notas representan valioso material lingüístico porque son los únicos datos que quedan con respecto a numerosas lenguas que están ahora extintas. Los misioneros también contribuyeron a la gran 709
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Swintha Danielsen y Sandro Sessarego difusión de ciertas lenguas usadas como lingua franca del siglo XVI en adelante, en particular las lenguas tupí-guaraní, como el tupinambá, de la cual se desarrolló en Brasil, Colombia y Venezuela la lengua nheengatu o língua gêral (amazónica). Gracias a los vocabularios recogidos, fue posible descubrir relativamente temprano algunas relaciones entre las lenguas indígenas, tal como las de las lenguas arahuacas a lo largo de la Amazonia, reconocidas por el padre Gilij en la década de 1780, comparando la lengua colombiana †maipure a las lenguas bolivianas moxo (cf. Aikhenvald 1999: 73). Desde el siglo XIX en adelante, se hicieron estudios comparativos más detallados de las lenguas indígenas de Latinoamérica, donde las listas de palabras recopiladas se tomaron como la base de clasificación. La Tabla 2 muestra un fragmento del conocido estudio de Brinton (1891: 341, 345–346), donde compara las lenguas que clasifica como chocó (noanamá) e inter-istmia (término que ya no se usa; el misquito en la tabla se clasifica ahora como lengua misumalpa). Se ha propuesto que estas últimas dos pertenecen a la misma macrofamilia (Asher y Mosely 2007). Los nombres de las lenguas se han adaptado a las convenciones actuales y cada una se ha identificado aquí por los autores con sus códigos ISO (ISO 639-3), un código estándar de tres letras aceptado mundialmente para las lenguas (Lewis et al. 2013; MultiTree 2013). Tras abundantes estudios lingüísticos, Greenberg (1987) intentó unificar los descubrimientos y clasificar a todas las lenguas americanas en grandes grupos. Sin embargo, su tesis de que todas las lenguas de América Latina pertenecerían a un súper-filo amerindio, y que la mayoría de las lenguas sudamericanas pertenecerían al macro-filo andino-ecuatoriano, ha sido rechazada en gran parte. Cuando el término “lenguas amerindias” se usa hoy en día, no implica una relación filogenética. Sin embargo, podemos observar unas características tipológicas recurrentes a lo largo de las lenguas de Latinoamérica, las cuales se resumirán al final de este capítulo. Los modelos de clasificación de las lenguas de América Latina que han tenido mayor aceptación son los de Campbell (1997) y Kaufman (1994). Su trabajo se benefició de las muchas más descripciones lingüísticas que existían para las décadas de 1980 y 1990. Hoy en día, incluso se publican gramáticas más detalladas como resultado de los proyectos de documentación lingüística, financiados por programas como el DobeS (Documentación de lenguas en peligro de extinción, Volkswagen), el ELDP (Programa de documentación de lenguas en peligro de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres), y el archivo AILLA (Archivo de las Lenguas Indígenas de Latinoamérica, Universidad de Texas en Austin). Campbell se mantiene en el nivel de clasificación lingüística donde más pruebas encuentra, pues distingue entre la especulación sobre las relaciones de las macro-familias y las relaciones probadas sobre dichos grupos, basadas tanto en características léxicas así como en algunas gramaticales. En las décadas más recientes, el foco comparativo se ha ampliado y ya no está restringido al léxico (p. ej. en Derbyshire y Pullum 1986–1998; Constenla 1991; Dixon y Aikhenvald 1999; Adelaar y Muysken 2004). Al hacer esto, los lingüistas notaron que no solo la clasificación filogenética es relevante, sino también lo son las áreas lingüísticas, en donde las lenguas pueden ser filogenéticamente diversas y sin embargo compartir una serie de rasgos lingüísticos debido a la difusión por contacto (Aikhenvald y Dixon 1999: 8–9). Además, ciertos estudios interdisciplinarios han comparado las áreas lingüísticas a las áreas culturales (véase O’Connor y Muysken 2014). En términos generales, podemos distinguir las principales zonas lingüísticas de las Américas en las que encontramos varias áreas lingüísticas: Mesoamérica, el Área Intermedia, las islas del Caribe, los altiplanos de Sudamérica, las tierras bajas de Sudamérica y Patagonia con la Tierra del Fuego. Aquí sólo podemos 710
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Español ISO hombre mujer sol luna fuego agua cabeza ojo oreja boca nariz lengua diente mano pie casa 1 2 3 4 5
Chibcha/Muisca chb muysca ti-güi sua chie gata sie zysqui upcua cuhuca quihica saca pcua sica yta quihicha güe ata boza mica muihica hisca
Chibcha
Aroac arh soõkue yun-kue yuia tii gué yira zankalla uba kuhcua ko͂ hka niksaiñ kuca kõhka? atta-kra ksa, pukré húi kuté moga maigua murieié achigua
Chimila cbg sõõkué yuunkué neiin-á tii uuñé niitake oõkrá uaákua kuúsaka kõõkua naañakra kuá né aattakra pookré aátaka kuté muuhná teiemé murieié kutendeu-rehattagra
Guaymi gym nitocua meri ninguane só nocua si, ña thokua ocua olo cã da secua tudra tu cuse ngoto jú kr-ati kro-bu kro-mai kro-boko kro-rigua
Tabla 2 Comparación léxica en Brinton (1891: 341, 345–346, original en inglés)
Talamanca bzd vipá arácra divu turu yuk di tsuko vubra cucüh sacu chi’scah ku aka ura iucra huh et bug mang keng skera dijurre di-krescua
Boruca brn con-rokh kam-rokh kak tebe dukra di sagra caix cuaga casa xiska
Noanamá noa emokoyda uida edau edau igdn du púdu daũ cachi I keun meujina hierra hua bopidi di aba nu tanjupa jay upa juambo
Chocó
Misquito miq waikna mairen lapta kati pauta li lel nakro kiama bila kakma twisa napa mita mena watla kumi wal niupa wãlwãl matasip
Inter-istmia
Swintha Danielsen y Sandro Sessarego seleccionar un número limitado de las áreas de estudio para demostrar ciertas características tipológicas de las lenguas amerindias. Por lo tanto, vamos a dejar de lado el gran campo de estudios mesoamericanos y las lenguas caribeñas y nos enfocamos en las lenguas indígenas que subsisten en Centro y Sudamérica.
2.1 Lenguas del Área Intermedia La familia de las lenguas chibchenses se encuentra en Centro y Sudamérica y está subdividida en dos ramas principales: chibcha A en Costa Rica y Panamá, y la rama más extendida de chibcha B en Colombia, pero también en Honduras, Costa Rica y Panamá. Las lenguas chibchenses se han clasificado como pertenecientes al Área Intermedia cultural y lingüística (Constenla 1991). La ahora extinta lengua muisca o chibcha (chb) se usaba como lingua franca por los misioneros en Colombia en el siglo XVI (Adelaar y Muysken 2004:81). Las lenguas chibchenses tienen clasificadores numéricos, algunos de ellos son sufijos, como en el teribe en (1). (1) sbi kw-ara roy olla CLF.redondo-uno dentro ‘una olla de agua’
di agua
Teribe (tfr), chibcha A (Quesada 2007: 60)
Los sustantivos de propiedad inalienable tienen un marcador de propiedad que los precede. Los casos nominales oblicuos se marcan por post-posiciones, como por ejemplo el locativo -te en (2). Las relaciones gramaticales se marcan en un sistema ergativo-absolutivo en la mayoría de las lenguas chibchenses, como por ejemplo en el guaymí o el ngäbere (2), lo que significa que el sujeto de las construcciones transitivas, o el sujeto extendido intransitivo, se marca por la post-posición ergativa -gwe, donde los sujetos absolutivos de los verbos intransitivos se mantienen sin marcador, tal como los objetos. (2) Davi-gwe ha-hu-e-te David-ERG RFL-casa-POS-LOC ‘David durmió en su casa’
hadîg-aba. dormir-PAS
Guaymí (gym), chibcha A (Quesada 2007: 58)
Con respecto a la morfología verbal chibchense, las lenguas usualmente tienen un elaborado sistema de aspecto y modo, pero pocos marcadores de tiempo. Algunos rasgos tipológicos de las lenguas del Área Intermedia son los siguientes (cf. Constenla 2012): un orden de palabra OV, marcadores de propiedad que preceden a la raíz nominal, post-posiciones y adjetivos y numerales ubicados después de los sustantivos. Estos rasgos las distinguen particularmente de otras lenguas mesoamericanas. Según lo que respecta a los rasgos fonológicos, cabe mencionar una distinción fonémica entre las vocales redondeadas /u/ y /o/, y la existencia de oclusivas fonémicas sonoras. Sin embargo, para ser precisos, dentro del Área Intermedia encontramos cierto número de áreas lingüísticas minoritarias (Constenla 1991: 121 y ss.).
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Lenguas indígenas de Latinoamérica
2.2. Lenguas de los Andes En el área andina, las lenguas quechuas se dispersaron con la expansión del Imperio inca en el siglo XV. Por lo tanto, encontramos una familia lingüística poco compleja, que consiste en varias lenguas con estructuras muy similares. Podemos dividir las dos ramas principales en quechua I y quechua II. El quechua I es relativamente minoritario y está situado en el Perú central. La mayoría de las lenguas quechuas pertenecen al quechua II. Esto se sostiene con el kichwa ecuatoriano en el norte, así como con el quechua boliviano en el sur. Como casi todas las lenguas sudamericanas, el quechua es aglutinante y predominantemente utiliza un gran número de sufijos. En particular, los verbos son morfológicamente complejos e incluyen varios sufijos, entre ellos direccionales, aplicativos, y nominalizadores que se emplean para la subordinación. De (3) a (5) se ofrecen tres ejemplos que muestran la complejidad verbal de algunos dialectos quechua: (3) xu-x miku-na-n-guna-ta. dar-HAB comer-NML-3.POS-PL-AC ‘Les daban su comida (lit. sus cosas a comer)’
Tarma quechua (qvn), quechua I
(Adelaar y Muysken 2004: 228) (4) kay ačku-ga šux miži-ku-ma-čari. este perro-TOP uno terror-DIM-ENF-DUB ‘Este perro debe ser un diablo’
Kichwa (qxl), quechua I
(Adelaar y Muysken 2004: 238) (5) mikhu-y-ta-tax̣-si qalya.yu-n. comer-NML-AC-ENF-REP omenzar-3.SUJ ‘Y él comenzó a comer’
Cusco quechua (quz), quechua II
(Adelaar y Muysken 2004: 250) El aimara y el quechua son dos grupos de lenguas filogenéticamente distintos y especialmente los muy pocos cognados que comparten (sólo el 20 %) parecen indicar que no están relacionadas en absoluto (Adelaar y Muysken 2004: 35). Esto se ha debatido durante largo tiempo, y de hecho, algunos autores como Cerrón-Palomino (1994) y Toreo (1998), entre otros, mantienen una postura completamente contraria a la de Adelaar y Muysken. Sin embargo, parece que el quechua y el aimara estuvieron en contacto extenso durante un tiempo cuando el aimara era lo suficientemente fuerte como para tener un impacto en la estructura gramatical del quechua. Los ejemplos (6) y (8) ilustran algunos rasgos de la lengua aimara. Si comparamos el aimara y el quechua, notamos sobre todo la diferencia léxica. Estructuralmente, sin embargo, con frecuencia el quechua y el aimara son similares. En la morfología nominal notamos que marcar el tópico es común en ambas lenguas. Tanto en el aimara como en el quechua, los marcadores de los rasgos de persona en el sujeto o poseedor siguen el verbo. Además, las funciones nominalizadoras son semejantes, como por ejemplo el uso de un nominalizador para marcar obligación (7)-(8): (6) uka-t-sti, pastu-s manq’a-ny a-ki-:-n-wa. Aimara (aym) que-ABL-TOP.DIF pasto-AD comer-NML-LIM-VBL-3.SUJ.CERCA.REM-AFM ‘Pero luego, fue necesario comer pasto’ (Adelaar y Muysken 2004: 299) 713
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Swintha Danielsen y Sandro Sessarego (7) aywa-na-:. ir-NML-1.SUJ ‘Tengo que irme’
Tarma quechua (qvn), quechua I (Adelaar y Muysken 2004: 228)
(8) sara-ña-ha-wa. ir-NML-1.POS ‘Tengo que irme’
Aimara (aym) (Adelaar y Muysken 2004: 289)
Muchas otras lenguas andinas están ahora extintas y nunca han sido documentadas. Solamente podemos conjeturar reconstrucciones de ellas. Así es el caso con el puquina (puq), una supuesta lengua arahuaca (Adelaar y Muysken 2004), de donde la lengua mixta kallawaya tomó la mayor parte de su léxico, mientras que su gramática fue suministrada por el quechua. El kallawaya en sí es una lengua secreta de Bolivia, usada por los curanderos andinos y pronta a extinguirse hoy en día, ya que está siendo reemplazada léxicamente casi por completo por el quechua. Un ejemplo del kallawaya se presenta en (9) y se compara con el quechua boliviano en (10). De manera interesante, en los dos ejemplos toman prestado el sufijo plural, en (9) es -kuna del Quechua y en (10) -s del español. (9) laja-kuna, atasi-kuna, alkalde-tah isna-n-ku. hombre-PL mujer-PL alcalde-ENF ir-3-PL ‘Los hombres, las mujeres y el alcalde se fueron’
Kallawaya (caw), lengua mezclada
(10) qhari-s, warmi-s, alkalde-tah ri-n-ku. Quechua boliviano (qul), quechua II hombre-PL mujer-PL alcalde-ENF ir-3-PL ‘Los hombres, las mujeres y el alcalde se fueron’ (Muysken 1997: 432)
2.3. Lenguas de las tierras bajas de Sudamérica Las tierras bajas de Sudamérica pueden subdividirse en dos grandes áreas lingüísticas: la Amazonia y el Chaco. En varios estudios, las lenguas amazónicas han sido analizadas como pertenecientes a sólo un área lingüística (p. ej. en Derbyshire y Pullum 1986–1998; Payne 1990; Dixon y Aikhenvald 1999). Dixon y Aikhenvald (1999: 2) argumentan que la Amazonia es “el área del mundo más lingüísticamente compleja” hoy en día con aproximadamente 300 lenguas que pertenecen a 20 familias diferentes además de cerca de 12 lenguas aisladas (Dixon y Aikhenvald 1999: 2). Especialmente para el área lingüística amazónica se ha dicho que “el multilingüismo era (y es) la norma entre los indios amazónicos” (Dixon y Aikhenvald 1999: 5), y eso es una de las razones de difusión lingüística. Algunos ejemplos de estos rasgos tan difundidos son el uso frecuente de la vocal central cerrada /ɨ/ y la existencia de sólo una consonante líquida (o l o r). Las lenguas amazónicas, en especial las del grupo arahuaca del sur, son las lenguas más sintéticas de Sudamérica, con excepción de la lengua patagónica mapudungun. Considérese el ejemplo (11), donde diez morfemas de una sola palabra en baure se traduce a una oración compleja en español. (11) ni=pori-mbe-ko-ino-pa-sha=pi=ro=nish. . . Baure (brg), arahuaca del sur 1SG=coser-CLF:aplastado-TH-BEN-INTL-IRR=2SG=3SG.M=EXCLM ‘Pues, cuando lo voy a remendar para ti. . .’ (Danielsen et al. 2008–2014) 714
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Lenguas indígenas de Latinoamérica En el sistema nominal, podemos notar que las lenguas amazónicas generalmente marcan solamente casos oblicuos (locativo, instrumental). Los posesivos se marcan en el sustantivo poseído, como en (12). Otros rasgos amazónicos comunes compartidos con las lenguas chibchenses son los clasificadores nominales. En las lenguas amazónicas, los clasificadores pueden ser derivativos en sustantivos, pueden marcar una relación de concordancia en adjetivos y numerales y pueden estar incorporados en verbos. El ejemplo (12) presenta un marcador posesivo y un clasificador nominal incorporado en una lengua arahuaca. En (11) se puede ver otro caso de incorporación. (12) ni=pa-se-k ti ni=piri. 1SG=dar-CLF:oval-TH ART.F 1SG=hermano/a ‘Yo le doy de la sandía a mi hermana’
Baure (brg), arahuaca del sur (Danielsen et al. 2008–2014)
No sólo los posesivos se marcan en los sustantivos, sino también los argumentos verbales, y frecuentemente estos marcadores están relacionados formalmente, como puede observarse con la forma ni= ‘1SG’, en (11) y (12). Las marcas de persona de los sujetos semánticos (S) por estos morfemas ligados generalmente se realizan en una S-escindida, i. e. la marca del sujeto de algunos verbos intransitivos (Sa) es como la de los agentes (A) de los verbos transitivos, y los sujetos de otros verbos intransitivos (So) (generalmente sólo en verbos de estado), se marcan como el objeto (O) de los verbos transitivos. En las lenguas arahuaca esto significa que algunos sujetos (A y Sa) se marcan con un prefijo y en otros con un sufijo (So). Compárense los ejemplos de (13) a (15) del paunaka. El (13) muestra un verbo transitivo con un sujeto (A) y una marca de un objeto (O): (13) A-V-O ne-retenaik-a-pi. 1SG-atar-IRR-2SG ‘Yo te voy a atar’
Paunaka (pnk), arahuaca del sur
En (14) vemos el par afirmativo-negativo de un verbo intransitivo con una marca Sa: (14) Sa-V Sa-V ni-yun-u. – kuina ni-yun-a. 1SG-ir-REAL NEG 1SG-ir-IRR ‘Me fui’ ‘No me fui’ El ejemplo (15) muestra el préstamo del español del verbo puere- (poder) usado como predicado de un verbo de estado con sujeto marcado en la posición del objeto de los verbos transitivos, compárese con (13). (15)
V-So A-V kuina puere-bi-ina bi-suika echÿu NEG poder-1PL-IRR 1PL-escribir DEM ‘No podemos escribir nuestro idioma’
b-etea. 1PL-idioma (Danielsen et al. 2011–2014)
El sistema de marcadores de rasgos de persona del arahuaca es transparente porque es aglutinante y los diferentes roles semánticos se marcan en uno u otro lado de la raíz verbal. 715
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Swintha Danielsen y Sandro Sessarego En las lenguas tupí-guaraní (Gregores y Suárez 1967; Dietrich 1990; Jensen 1999; Dietrich y Haralambos 2009) hay dos grupos principales de prefijos personales, donde el grupo 1 se usa para los sujetos activos (A, Sa) y el grupo 2 para los objetos, los sujetos de estados o los posesivos. Además, el grupo 3 marca correferencialidad en los sustantivos, post-posiciones y algunos verbos seriales. También desempeña un rol si en un verbo transitivo el O es un participante del acto verbal (primera o segunda persona) o no. En los verbos transitivos con dos argumentos, las lenguas tupí-guaraní pueden combinar las formas de los marcadores del grupo 1 con las de la tercera persona del grupo 2, en el orden A-O-V en el verbo. No obstante, cuando hay una primera persona actuando en una segunda persona (1m2), aparecen formas especiales. Un resumen de estos prefijos de persona se da en la Tabla 3, donde el asterisco se refiere a las formas reconstruidas. (16)
1m3 *a-ts-ekár. 1SG.A-3O-buscar ‘Yo le busqué’
(17)
1m2 *oro-ekár. 1_2SG-buscar ‘Yo/nosotros te buscamos’
Proto-tupí-guaraní
(Jensen 1999: 156) En las lenguas amazónicas, podemos además notar que entre las categorías verbales, el tiempo comúnmente no se expresa, pero dichas lenguas pueden tener sistemas complejos de aspecto y modo, además de mostrar evidencialidad. Otras grandes familias de lenguas en la Amazonia son las lenguas caribes, el gê y el tukano. Las lenguas tucanas orientales se han diseminado especialmente con el arahuaca en el área lingüística Vaupés (Dixon y Aikhenvald 1999). En el sur de la Amazonia se encuentra el área Guaporé-Mamoré, que se conoce por su diversidad extrema (Crevels 2012: 170). En esta área cerca de la frontera del noreste de Bolivia con Brasil, encontramos cerca de 50 lenguas indígenas de las familias de lenguas arahuaca, chapacura, tupí, pano-tacana, mosetana, nambicurana y macro-gê y al menos 10 lenguas aisladas o no clasificadas. La mayoría de estas lenguas solamente se han descrito y documentado recientemente, o están en camino de extinción. Tabla 3 Grupos de marcar personas proto-tupí-guaraní (Jensen 1999: 147)
1SG 1EXCL 1INCL 2SG 2PL 3 1m2SG 1m2PL
Grupo 1 (A, Sa)
Grupo 2 (O, So)
Grupo 3 (correferencial)
*a*oro*ja*ere*pe*o*oro*opo-
*ché *oré *jané *né *pé *i-, *ts-, *t-
*wi*oro*jeré*e*peje*o-
716
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Lenguas indígenas de Latinoamérica El área de lenguas del Chaco es, nuevamente, diferente de las lenguas amazónicas (Campbell y Grondona 2012, cf. también el Proyecto de documentación del chaco en el Archivo DobeS). Esta área se refiere al Gran Chaco, que se extiende en parte por Bolivia y en gran parte a través de Paraguay y Argentina. Las lenguas que pertenecen a esta área son de las familias de lenguas guaicurú, mataco, zamuco y tupí-guaraní, o no están clasificadas como las (casi) extintas lenguas lule y vilela. Esta área lingüística está siendo ahora investigada. Los rasgos fonológicos que parecen ser particulares a esta área son las nasales preaspiradas /hn/ o sordas y la fricativa lateral [ɫ].
2.4. Lenguas de Patagonia y Tierra del Fuego Yendo más hacia el sur, una de las lenguas más conocidas es el mapudungun en Chile y Argentina, que también es referido como araucano, pero estrictamente hablando puede ser considerado como una lengua aislada. Fue dominante en un área vasta y estuvo en contacto con las lenguas chaco y con las lenguas en el extremo sur, en Patagonia. El mapudungun, el idioma de los mapuches, comparte la vocal /ɨ/ con las lenguas amazónicas. Ha sido estudiado por varios investigadores por su compleja morfología. El mapudungun tiene sufijos de sujeto, que se distinguen en tres modos: indicativo, condicional e imperativo. (18) Mapudungun (arn), aislado ḽa-lu el-el-ŋe-ke-y ko kinye metawe mew. morir-NML poner-BEN-PSV-HAB-3.IND agua uno cántaro OBL ‘El finado está proporcionado con agua en un cántaro’ (Adelaar y Muysken 2004: 527) umaw-tu-a-l. (19) fey-eŋɨn ayɨ-w-ɨy-ŋɨn inyče amu-el nyi él/ella-PL estar.feliz-RFL-3.IND-PL yo ir-EST 1SG.POS dormir-RS FUT-EST ‘Ellos estaban felices cuando me fui a dormir’ (Adelaar y Muysken 2004: 528) Las lenguas de la Tierra del Fuego son distintas tipológicamente. Desafortunadamente, la mayoría de ellas ya están extintas debido al genocidio masivo ocurrido a principios del siglo XX. Las lenguas de esta área pertenecen en parte a la familia de lenguas chon, tal como el puelche, el selknam y el tehuelche. Las lenguas chon pueden compartir entre el 10% y el 55% de cognados (Adelaar y Muysken 2004: 556). Las otras lenguas de los nómadas canoeros, tal como el yamana, no han sido clasificadas. Las lenguas de la Tierra del Fuego son muy consonánticas y tienen un mayor número de oclusivas glotales que las lenguas andinas. Su inventario de fonemas generalmente distingue entre sonoros y sordos; este rasgo, por ejemplo, es extremadamente raro entre las lenguas amazónicas, y puede haber varias consonantes líquidas; considérese por ejemplo en el puelche: /l/, /ɫ/, /ly/, /r̪ /. En muchas de estas lenguas minoritarias hay también distinción fonémica en la duración de las vocales. Las lenguas de esta área tienen abundantes tiempos verbales, cuando en el resto de Sudamérica el aspecto casi siempre cumple una función más importante o sustitutiva. En el kawésqar (chon) encontramos seis tiempos verbales, de los cuales cuatro se refieren a diferentes especificaciones del pasado: el pasado inmediato, el pasado reciente, el pasado remoto y el pasado mítico o narrativo (Adelaar y Muysken 2004: 566). Además, la lengua yamana, cuya clasificación en términos genéticos todavía no se ha aclarado, es especial en varios aspectos: hay 717
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Swintha Danielsen y Sandro Sessarego una composición verbal productiva o un patrón clasificatorio, ver (20), y los verbos también incluyen número (singular, dual, plural), ver el patrón en (21). (20) kwisseta kwissakaya kwissa:muči kwisso:anari kwissa:pu:ku: kwissu:aka:na (21) singular ta:gu: ata apəna ka:taka
‘jalar por algo, o encima de algo’ Yamana (yag) ‘jalar arriba’ ‘jalar adentro’ ‘jalar en agua’ ‘jalar en fuego’ ‘jalar debajo, como árboles en la orilla del río’ (Adelaar y Muysken 2004: 571)
dual ta:gu:pay ata:pay apəna:pay ka:taka:pay
plural yatu: tu:mi:na ma:maya u:tušu:
Yamana (yag) ‘dar 1, 2, más cosas’ ‘llevar 1, 2, más cosas’ ‘1, 2, ¿más se mueren? ‘1, 2, más andan a pie’ (Adelaar y Muysken 2004: 571)
3. Resumen Aunque la categoría agrupatoria de Greenberg de las lenguas Amerindias no puede probarse con ninguna lista detallada de rasgos, hay ciertas características que parecen presentarse de manera más acentuada que en otras partes del mundo. Por ejemplo, la vocal central cerrada /ɨ/ es difundida considerablemente en las tierras bajas de Sudamérica y en el Área Intermedia. Podemos resumir generalmente que la mayoría de las lenguas latinoamericanas tienen marcado de núcleo, son aglutinantes y sintéticas, distinguen la propiedad alienable e inalienable en los sustantivos, marcan mayormente sólo los casos oblicuos en los sintagmas nominales y los argumentos se marcan en los verbos; se pueden encontrar algunos sistemas acusativos, pero también hay varios sistemas ergativos (en Mesoamérica) o sistemas de S-escindida en la Amazonia. La mayoría de las lenguas usa post-posiciones. Los clasificadores nominales son más comunes en la región de las tierras bajas, tal como Mesoamérica, el Área Intermedia, la Amazonia y posiblemente en la lengua mapudungun. En otras lenguas hay clasificadores verbales, como en las lenguas de la Tierra del Fuego, un rasgo que puede ser considerado más típico de Norte América. La mayoría de las lenguas distinguen diferentes aspectos, modos y evidencialidad, pero el tiempo no es una categoría relevante, con excepción de las lenguas andinas y las lenguas de la Tierra del Fuego.
4. Glosas - = afijación; = = cliticización; ABL = ablativo; AC = acusativo; AD = aditativo; AFM = afirmativo; ART = artículo; BEN = benefactivo; CERCA.REM = cerca remoto; CLF = clasificador; DEM = demostrativo; DIM = diminutivo; DUB = dubitativo; ENF = enfático; ERG = ergativo; EST = estativo; EXCL = exclusivo; EXCLM = exclamativo; F = femenino; FUT = futuro; HAB = habitual; INCL = inclusivo; IND = indicativo; INTL = intencional; IRR = irrealis; LIM = limitativo; LOC = locativo; M = masculino; NEG = negación; NML = nominalizador; OBL = oblicuo; PAS = pasado; PL = plural; POS = posesivo; PSV = pasivo; REAL = realis; REP = reportativo; RFL = reflexivo; RS = restitutivo (volver a hacer); SG = singular; SUJ = sujeto; TH = sílaba temática; TOP = topicalizador; TOP.DIF = tópico diferente; VBL = verbalizador. 718
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Lenguas indígenas de Latinoamérica
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Entradas relacionadas etnografía y sociolingúística; lenguas criollas
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METÁFORA Eduardo de Bustos
1. Introducción Hasta los años ochenta del pasado siglo, la metáfora había sido, o bien el objeto de estudios retóricos, basados en la idea tradicional de que la metáfora era un recurso persuasivo o estético, o bien había sido objeto de atención por parte de los filósofos del lenguaje como una clase de expresiones en que se producía un significado indirecto, esto es, como un fenómeno en que se ponía de manifiesto que, en muchas ocasiones, el significado que un hablante pretende trasmitir (y trasmite) no coincide con su significado ‘literal’, entendiendo este como el significado convencional o sistémico, aislado de cualesquiera consideraciones contextuales (Grice 1989; Searle 1979). Pero, a partir de los años ochenta, fundamentalmente a partir de la publicación de Metaphors we live by (Lakoff y Johnson 1980) se fue abriendo paso la idea de que los fenómenos lingüísticos asociados con la metáfora (fundamentalmente de desplazamiento del significado) no eran sino el reflejo de la dinámica cognitiva, entendiendo por tal los procesos que construyen y modifican las estructuras conceptuales mediante las cuales se asimila la experiencia. Esta idea es el núcleo central de la teoría cognitiva de la metáfora (TCM en adelante), rotulada entonces como teoría contemporánea de la metáfora (Lakoff 1993), cuyas tesis fundamentales eran: 1) La metáfora es primordialmente un fenómeno cognitivo, no puramente lingüístico o retórico. Esto se aplica a las dos clases principales de metáforas, las metáforas conceptuales y las metáforas de imagen. 2) El mecanismo mediante el cual opera la metáfora es el de una proyección entre estructuras conceptuales. La proyección consiste en el establecimiento de una relación de correspondencia entre dominios, de tal forma que a los elementos y relaciones de un dominio fuente (source domain), el dominio que se proyecta, corresponden elementos y relaciones del sistema sobre el que se proyecta, el dominio objetivo o diana (target domain) de la metáfora. 3) El análisis de las metáforas como productos cognitivos permite establecer generalizaciones sobre la semántica de las expresiones lingüísticas en que se traducen. Dicho de otro modo, mientras que el análisis lingüístico y retórico conduce a una concepción 721
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Eduardo de Bustos
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atomista y aislacionista de las expresiones lingüísticas metafóricas, la TCM permite una descripción global de tales expresiones y proporciona una explicación de su función cognitiva. En cuanto a esta función cognitiva, la metáfora constituye el proceso fundamental en la asignación de estructura conceptual a dominios de la experiencia, incluyendo la conceptualización y la categorización. El proceso de estructuración metafórica tiene dos aspectos relevantes para la apreciación de su función cognitiva: 1) la puesta en relación de correspondencia de dos dominios con una estructura conceptual previa. En ese caso, se trata de percibir las posibilidades de correspondencia entre esos dos dominios. Por ejemplo, en la metáfora LA SOCIEDAD ES UN ORGANISMO, se dispone de dos ámbitos, el de la realidad social y el de la realidad biológica, y se trata de encontrar las posibles proyecciones entre una y la otra (‘el rey es la cabeza del estado’, ‘el ejército es la columna vertebral de la democracia’, etc.). En estos casos, se producen casi siempre relaciones de analogía que conectan diferentes ámbitos del conocimiento. Y 2) cuando se trata de inyectar estructura conceptual en un ámbito previamente no estructurado, como cuando es el caso de realidades desconocidas o fuera de nuestro alcance. En tales ocasiones, la función cognitiva de la metáfora consiste en captar e integrar esas realidades, haciéndolas comprensibles o simplemente experimentables. El análisis de esta función de la metáfora permite ofrecer una explicación de la creatividad conceptual en muy diferentes ámbitos, que van desde la creatividad científica a la poética (Bustos 2013). Las metáforas están ordenadas jerárquicamente. Esto quiere decir 1) que hay metáforas que son fruto de la composición de otras metáforas, y 2) que hay metáforas más primigenias que otras, en el sentido de constituir la base o la raíz de esas metáforas (véase infra). Las bases psicológicas de muchas metáforas son los marcos conceptuales y los esquemas de imagen, esto es, estructuras psicológicas de carácter elemental que proporcionan el armazón de la proyección metafórica. Existen diversos tipos de esquemas de imagen, siendo el esquema del contenedor (Reddy 1979) el más conocido de ellos. Este esquema permite estructurar la propia noción de significado, haciéndola concebir en términos de un contenido (la información semántica) que está confinado en un recipiente (‘no entiendo el contenido de lo que dices’, ‘no pude extraer el significado de su discurso’, ‘el sentido desbordaba el texto analizado’, etc.). El papel de los esquemas de imagen en la fundamentación de la metáfora revela su origen corpóreo. Los esquemas constituyen el esqueleto de nuestras percepciones más simples y de las experiencias motoras de nuestro cuerpo más básicas. A partir de las interacciones de nuestro cuerpo con el entorno se activan y desarrollan estructuras cognitivas que nutren las metáforas. Así pues, las metáforas pueden retrotraerse al nivel de la experiencia corporal (Gibbs 1994). Dada la similitud básica de los sistemas perceptuales y motores de los seres humanos, se produce una convergencia básica en nuestras experiencias e interacciones con el entorno, lo cual es la razón básica de la generalidad de ciertas metáforas, de su existencia en diferentes culturas (Kövecses 2000).
A partir de comienzos del siglo XXI, se puede afirmar que los estudios sobre la metáfora han evolucionado siguiendo tres grandes líneas: 1) El desarrollo del núcleo central de la teoría cognitiva o contemporánea de la metáfora tal como estaba fijada en Lakoff y Johnson (1980) y Lakoff (1993). 722
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Metáfora 2) La elaboración de críticas a ese núcleo central, que a veces ha desembocado en la propuesta de teorías nuevas (Sperber y Wilson 2008) o modificaciones sustanciales de la teoría contemporánea de la metáfora (Fauconnier y Turner 2002, 2008). 3) La proliferación de investigaciones aplicadas ligadas a muy diferentes campos disciplinares, desde la neurología a la antropología cultural. Esas investigaciones se han orientado bien a la contrastación directa o indirecta de la TCM (Gibbs 2006, 2011; Gibbs y Matlock 2008), o bien a su aplicación en disciplinas diferentes de la lingüística (Kövecses 2005, 2006, por ejemplo, en la antropología cultural). En cuanto al desarrollo de la TCM es preciso destacar que tal teoría ha pretendido conectar con los niveles biológicos de explicación (a semejanza de la lingüística generativa) mediante la elaboración de la teoría neural de la metáfora (Lakoff 2008, 2012; Gallese y Lakoff 2005). La idea que fundamenta esta orientación investigadora es que si la noción de corporeidad (embodiment) ha de tener contenido empírico y ha de estar, por tanto, sujeta a contrastación, es preciso conectar los análisis conceptuales y lingüísticos con las estructuras neurobiológicas. El origen corpóreo de la conceptualización metafórica fue una tesis central de la TCM (Gibbs 1994; Gibbs, Lima y Francuzo 2004), pero la teoría neural de la metáfora pretende dar un paso más allá, ligando el nivel estrictamente cognitivo de las proyecciones metafóricas con los procesos neuronales que las implementan. En cuanto a las críticas y elaboraciones teóricas alternativas a la TCM, es preciso distinguir entre las posiciones teóricas intraparadigmáticas y extraparadigmáticas a la TCM. Entre las investigaciones críticas o alternativas intraparadigmáticas es preciso mencionar el desarrollo de la teoría de la fusión o integración conceptual (conceptual blending theory) (Fauconnier y Turner 2002, 2008) como la aportación más significativa a las tesis centrales de la TCM. En cuanto a las alternativas teóricas extraparadigmáticas hay que referirse a todas las investigaciones que se centran en la metáfora en la comunicación, esto es, que atienden no tanto a la función cognitiva de las metáforas como a su capacidad para generar nuevos significados en contextos más o menos reales de uso (Wilson y Carston 2006; Sperber y Wilson 2008; Wilson y Sperber 2012). Finalmente, es preciso mencionar la inmensa eclosión de los estudios, tanto empíricos como teóricos, centrados en el análisis de la metáfora. Esos estudios se caracterizan por su procedencia heterogénea, esto es, por pertenecer a disciplinas de todo el arco de la ciencia y las humanidades, y por su metodología, combinando diferentes enfoques disciplinares, tratando de integrarlos en modelos más generales. Aunque buena parte de estos estudios persiguieron aplicar los logros de la TCM, no se limitan a ese paradigma, sino que incorporan perspectivas propias. Así, en el propio campo de la lingüística, tratan de conectar los análisis metafóricos con teorías gramaticales adscritas al funcionalismo (la gramática constructiva léxica; Ruiz de Mendoza y Mairal 2008), por ejemplo, o con disciplinas más orientadas a las dimensiones sociales y culturales del lenguaje, que van desde el análisis del discurso a la teoría y crítica literarias.
2. De la teoría neural de la metáfora a la integración conceptual En la TCM ortodoxa (en los años noventa del siglo pasado), las metáforas eran sencillamente el resultado de proyecciones entre dominios conceptuales. La proyección tenía como efecto el traslado de una estructura a otra estructura. La función de la metáfora era pues dotar de estructura a un determinado dominio. Como se ha advertido, ese dominio podía tener, o no, 723
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Eduardo de Bustos una estructura previa al momento de la proyección. Lakoff juzgaba que eran especialmente significativos los casos en que el dominio conceptual objetivo carecía de esa estructura, porque ponía llamativamente de relieve la función cognitiva de las metáforas: hacer posible la asimilación cognitiva de un dominio conceptual por muy alejado o aislado de la experiencia que estuviera ese dominio. Así, hasta las entidades más abstractas, las matemáticas (Lakoff y Núñez 2002), podían hacerse comprensibles mediante el análisis de las proyecciones metafóricas que llevaban aparejadas. Inherente a la función constitutiva de la metáfora eran la multiplicidad y la heterogeneidad de las proyecciones. Un dominio conceptual podía estar estructurado (parcialmente) por una o varias metáforas, esto es, por proyecciones que podían proceder de diferentes dominios. La única restricción formal a las proyecciones era que debían respetar la topología formal del dominio fuente en el dominio objetivo. Esto es lo que formulaba el principio de invariancia (Lakoff 1990). En términos lingüísticos, la TCM clásica posibilitaba la formulación de generalizaciones semánticas sobre las expresiones de una lengua. Las expresiones metafóricas perdían el carácter aislado, singular, de la tradición retórica y literaria, y podían ser agrupadas en familias bajo el principio unificador de una o varias proyecciones metafóricas. Esta agrupación explicaba la adscripción de significado a las expresiones metafóricas individuales: cada una de ellas era la concreción lingüística de una proyección general de tipo conceptual. El significado metafórico surgía de tal proyección conceptual. La proyección conceptual también tenía una dimensión inferencial, como habían argumentado los primeros análisis filosóficos (Black 1962). La función cognitiva de la metáfora no se limitaba a la dotación de estructura, sino que permitía efectuar inferencias en el dominio objetivo o diana. Del mismo modo que la estructura conceptual, el potencial inferencial ligado al dominio fuente se preservaba en el dominio diana. Así, en la metáfora raíz EL TIEMPO ES EL ESPACIO, tenemos una serie de inferencias en el dominio estructurante, como ‘si el punto A está delante del punto B, el punto B no está delante del punto A’, ‘el punto A no está delante, ni detrás, del punto A’, etc. Este conjunto de inferencias se traslada al dominio estructurado, el tiempo, para obtener las contrapartes inferenciales: ‘si el momento A es anterior al momento B, entonces el momento B no es anterior al momento A’, ‘ningún momento A es anterior, ni posterior, a sí mismo’, etc. El resultado es la estructuración del tiempo (los conceptos de pasado, presente y futuro) en términos espaciales: las inferencias correctas que se puedan hacer en el dominio fuente se pueden realizar también en el dominio diana (Boroditsky 2000; Gentner y Boroditsky 2002; Matlock, Ramscar y Boroditsky 2005). Como se ha indicado, en la TCM clásica se reconocían dos tipos de estructuras cognitivas que, paradigmáticamente, constituían los dominios fuente. Se trataba de los marcos conceptuales (conceptual frames, Fillmore 1982) y los esquemas de imagen (image schemas, Lakoff y Johnson 1980), más adelante (Lakoff 2008, 2012) denominados cogs (cognitive primitives). Mientras que los marcos conceptuales son estructuras que organizan el conocimiento de un determinado ámbito, los esquemas de imagen fundamentan la forma en que tales conocimientos se constituyen. Un ejemplo de marco conceptual es el relativo a la noción de viaje. En ese marco conceptual figuran elementos como el viajero, el punto de partida del viaje, el (posible) vehículo que se utilice, el fin del viaje, etc. El esquema de imagen correspondiente pertenece a los esquemas de proceso, esto es, un esquema dinámico en que un móvil se desplaza a través de una trayectoria. Este esquema de imagen puede fundamentar las proyecciones metafóricas del viaje en diferentes marcos. Por ejemplo, puede servir para estructurar el concepto de amor, pero también el de vida, el de muerte; en general, cualquier proceso 724
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Metáfora dinámico que se ajuste a ese esquema de imagen. En términos semánticos los esquemas de proceso como éste estructuran el aspecto en las diferentes lenguas, es decir, la forma en que esas lenguas estructuran las acciones y los acontecimientos (Lakoff 2012). En la jerarquía que ordena las metáforas, las más básicas son las que están más cercanas a la experiencia corporal. J. Grady (1997, 1999) las denominó metáforas primarias y en buena medida son universales (Kövecses 2005), bajo el supuesto de la unidad psíquica del ser humano. Nuestros sistemas conceptuales convergen. Pero no hay que menospreciar el hecho de la variabilidad social y cultural de las metáforas. La variabilidad metafórica debe su existencia a que las metáforas primarias se combinan con diferentes marcos conceptuales para producir metáforas secundarias o metáforas complejas. Así pues, las metáforas complejas pueden ser producto de un proceso de composición y es en ese nivel en el que se produce la variabilidad socio-cultural de las metáforas. Para advertirlo, solo es necesario ser consciente de que, en muchas ocasiones, los marcos conceptuales incorporan conocimientos estereotípicos propios de una o varias culturas (Yu 2008). Así, el ejemplo de la expresión “los cirujanos son carniceros”, tantas veces utilizado (Kövecses 2011), se basa en la proyección de un marco, “carnicero”, que incluye “conocimientos” de que se trata de una profesión que consiste en despiezar carne, sin necesidad de un particular cuidado ni precisión, sin dar importancia a los errores que se puedan cometer en el despiece, etc. Son conocimientos que tienen una dimensión culturalmente juzgada como negativa, que se proyectan en el marco de una profesión médica. Frente a las críticas referentes a su presunta vacuidad explicativa (McGlone 2007), la teoría neural de la metáfora pretende proporcionar el soporte material a toda esta estructura conceptual. Las proyecciones metafóricas son esencialmente circuitos neuronales cuyos elementos están ligados de tal modo que la activación de un dominio fuente desencadena la activación del dominio diana. Así sucede con LA CERCANÍA ES CALOR, metáfora que tiene su origen en las primeras experiencias corporales y que, si no universal, sí que está ampliamente difundida en diversas culturas (Kövecses 2000, 2002). Las propiedades de novedad, convencionalidad e intencionalidad de las metáforas, esto es, la propiedad de que una metáfora sea original, que proponga una proyección conceptual nueva, o que explote una proyección previamente existente, o que su carácter metafórico dependa del uso que se dé a la expresión particular, propiedades que han sido ampliamente discutidas, se explican en términos de las propiedades físicas de los circuitos neuronales. Las metáforas convencionales, basadas muchas veces en marcos conceptuales culturalmente estables y en esquemas básicos de imagen, se corresponden con circuitos neuronales firmemente asentados, de activación casi automática. En cambio, las metáforas novedosas, constituyan o no extensiones de metáforas convencionales, requieren la activación de circuitos neuronales nuevos, establecer nuevas conexiones. Esto explica los resultados experimentales que equiparan, en el tiempo de procesamiento, las metáforas convencionales con el llamado “lenguaje literal” y que ponen de manifiesto el esfuerzo cognitivo suplementario que comporta el procesamiento de una metáfora original (Gibbs y Tendahl 2006; Lakoff 2012). La teoría de la integración o fusión conceptual (Fauconnier y Turner 2002) partió de la observación de que no todo un marco conceptual se proyecta en otro para producir una metáfora, sino que 1) solo se escoge una parte de ese marco conceptual, la que contribuye a la configuración de un espacio mental (Fauconnier 1994), y 2) que el establecimiento de ese espacio mental puede ser el resultado, no de una única proyección a partir de un dominio fuente, sino de varios. De acuerdo con esta teoría, el dominio diana es el producto de la mezcla (blend) o integración de varias proyecciones. Así, en el ejemplo de la expresión “los cirujanos son carniceros”, la metáfora es producto de la integración de (parte de) los 725
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Eduardo de Bustos conocimientos ligados a los marcos correspondientes a las dos profesiones. Solo así se puede entender (Tendahl y Gibbs 2008) que el significado de la metáfora pretenda constituir una descalificación: los conocimientos que se proyectan producen un espacio mental en que los cirujanos son descritos como incompetentes, descuidados, etc. La teoría de la integración conceptual pretende superar la presunta rigidez de la TCM clásica y ampliar el ámbito de sus explicaciones más allá de la metáfora (a la metonimia y otros fenómenos (Ruiz de Mendoza y Otal Campo 2002)). Entre sus objetivos está poner de relieve, describir y explicar cómo los hablantes pueden construir nuevos espacios (nuevos significados) de una forma dinámica, en el transcurso del intercambio comunicativo.
3. Relevancia e interpretación metafórica Para la teoría de la pertinencia o relevancia (TR en adelante) (Sperber y Wilson 1995, 2.ª ed.), el problema de la interpretación (y la producción) de metáforas no es sino un caso concreto del problema de la interpretación del significado en el contexto dinámico de la comunicación lingüística (Sperber y Wilson 2008; Wilson y Sperber 2012). No merece una atención especial ni tiene una significación cognitiva particular. Está sujeta a los mismos principios cognitivos que regulan la comunicación lingüística, en particular el principio de maximización de la relevancia, que asegura la óptima relación entre los beneficios y los costes cognitivos. La interpretación de las metáforas se efectúa a lo largo de un continuo en que se preserva esa proporción idónea de costes y beneficios cognitivos. Como los beneficios cognitivos, los efectos contextuales, están constituidos básicamente por la cantidad de inferencias que se pueden extraer de las proferencias, cada esfuerzo suplementario de procesamiento ha de ir acompañado de un incremento de esos beneficios. Así, una metáfora convencional puede tener escaso potencial inferencial pero, a cambio, requiere poco esfuerzo cognitivo para alcanzar su significado (si se basa en conocimiento convencional cultural o en un contexto compartido por los interlocutores). En cambio, en el caso de una metáfora original o basada en conocimiento contextual muy específico, el incremento del esfuerzo en su procesamiento tiene que estar compensado por la cantidad de efectos que pueda permitir alcanzar. La utilización de proferencias metafóricas es, para la TR, una de las formas de habla relajada o imprecisa (loose talk). Es un tipo de habla que no se atiene a las máximas conversatorias de cantidad y cualidad establecidas por H. P. Grice (1989), puesto que no trata de aportar la cantidad exigible de información, ni intenta que esa información sea literalmente verdadera. En cambio, su utilización se justifica en términos cognitivos. El habla imprecisa permite extraer los máximos efectos cognitivos con el mínimo esfuerzo procesador. Así se atiene a la preservación de la maximización de la relevancia, que es el principio que predomina sobre las máximas conversatorias. El uso metafórico se justifica entonces porque, a pesar de no respetar las máximas conversatorias (las metáforas son patentemente falsas en la mayoría de las ocasiones), permiten obtener un buen número de implicaciones. Las implicaciones varían en intensidad, puesto que pueden ir desde un grado convencional, las más fuertes, que se apoyan en el contenido léxico de las expresiones utilizadas o en el conocimiento general de la situación contextual (implicaturas convencionales o generales). O pueden ser más débiles, porque se basen en conocimiento contextual específico o en la violación aparente (flouting) de las máximas conversatorias. Las metáforas originales o novedosas tienen la particularidad de inducir un gran número de implicaciones débiles o indeterminadas. Esas implicaciones son lo que la teoría de la relevancia denomina efectos poéticos (Pilkington 2000) de las metáforas, porque se supone que son las metáforas poéticas las que ilustran paradigmáticamente ese comportamiento. Pero eso no significa que su 726
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Metáfora uso no esté generalizado en la comunicación cotidiana, formando parte de los recursos expresivos corrientes de los hablantes de una lengua. No obstante, en la teoría de la relevancia la construcción e interpretación de las metáforas no requiere la proyección entre dominios conceptuales propugnada por la TCM, sino únicamente la competencia para expresar las intenciones comunicativas del hablante. Cuando éste las trasmite de modo corriente, o suficiente, el interlocutor es capaz de averiguar esas intenciones y, en consecuencia, llegar a la interpretación correcta de la metáfora. Así, por ejemplo, si un hablante emplea cualquiera de las dos proferencias metafóricas siguientes: a. Aquí llega Mahoma b. Aquí llega el profeta lo único que se requiere para su correcta interpretación es que el oyente, haciendo uso de su conocimiento del contexto —creencias compartidas o atribuidas al hablante— localice el referente de “Mahoma” o “el profeta” para interpretar adecuadamente la expresión. En particular, no es necesaria ninguna proyección entre individuos y entidades de ficción o procedimiento similar, para captar el significado de esas proferencias metafóricas. Carston (2002) ha puesto de relieve el mecanismo en que se basan esas utilizaciones metafóricas. Se trata del proceso de extensión o reducción de conceptos: cuando se utilizan las expresiones “Mahoma” o “el profeta” para referirse a individuos que no son Mahoma ni ningún profeta, se están ampliando esos conceptos sobre la marcha de la misma comunicación, esto es, se están elaborando on line nuevos conceptos que son aplicables a esa situación comunicativa (y a situaciones similares). Pero tal construcción de conceptos no es fruto de la elaboración estructural de ninguna proyección, sino que son el resultado del conocimiento del contexto y de la aplicación del principio de maximización de la relevancia. Desde luego, pueden basarse en conocimientos sociales o culturalmente fijados, pero su aplicación específica es radicalmente dependiente de la naturaleza del contexto en que se empleen. Es la consideración del contexto lo que permite entender que el hablante está ampliando o reduciendo un determinado concepto para expresar sus intenciones comunicativas, elaborando un concepto ad hoc. Según Wilson y Sperber (2012), lo que hacen los hablantes al comunicar sus intenciones es interpretar sus pensamientos y, a veces, en esa labor interpretativa, la metáfora es el medio ideal e irremplazable para producir efectos cognitivos. Pero la metáfora es un medio más para alcanzar ese objetivo, un medio que es equiparable a la indirección, la ironía, la hipérbole, etc.
4. Desarrollos y alternativas La teoría conceptual de la metáfora y la teoría de la relevancia son en principio teorías alternativas sobre el significado metafórico (Wilson 2009). Y lo son no solo porque mantienen tesis distintas sobre la forma en que se produce e interpreta el significado metafórico, sino también porque están enmarcadas en concepciones diferentes de lo que es el lenguaje y su relación con la cognición. Para la TCM, la mente no es un sistema abstracto de representación de una realidad exterior ni el lenguaje un sistema de símbolos que hace perceptibles las representaciones mentales. El lenguaje se deriva de la estructura conceptual, pero tal estructura es 1) corpórea, basada en la experiencia de nuestro cuerpo, controlada por el sistema neuromotor; 2) situada, esto es, radicalmente contextual, y 3) distribuida, es decir, no alojada en un módulo cerebral específico, sino resultado de la interacción entre los elementos de nuestro sistema nervioso. Para la TR, en cambio, el lenguaje es un sistema para la 727
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Eduardo de Bustos representación de proposiciones, que son los elementos del lenguaje mental mediante los cuales se figura el mundo. Su correlato neuronal está constituido por diferentes módulos cerebrales, que son funcionalmente heterogéneos en el sentido de alojar el conocimiento para la realización de las diferentes funciones comunicativas. Sin embargo, a pesar de esas diferencias teóricas profundas, se han producido diferentes intentos para conciliar la TCM y la TR como explicaciones del significado metafórico. Así, Cameron (2007), Kövecses (2008, 2011) y Tendahl y Gibbs (2008) se han esforzado en poner de manifiesto la complementariedad de ambas teorías. La idea común a todos estos autores es que la TCM y la TR difieren solo en el foco de sus investigaciones y en el ámbito en que proponen sus explicaciones. Mientras que la TCM se centraría sobre todo en las metáforas conceptuales, las que establecen correspondencias entre dominios conceptuales (como CONOCER ES VER), la TR estaría más interesada en el funcionamiento de las metáforas en la comunicación, en cómo surge el significado metafórico en situaciones concretas de uso. Se trataría pues de teorías que no sólo atienden a hechos diferentes dentro de una misma categoría, sino que despliegan sus modelos en diferentes niveles. Mientras que la TCM se desenvolvería en un nivel semántico-conceptual, la TR lo haría en un nivel pragmático-comunicativo. La TCM buscaría pues formular generalizaciones sobre el significado de diferentes expresiones, generalizaciones que permitieran agruparlas en términos conceptuales. En cambio, la TR trataría de explicar cómo el uso de proferencias metafóricas sirve para incrementar el contenido cognitivo de lo comunicado en contextos específicos. En la TCM, la metáfora es el recurso cognitivo fundamental para la asimilación y expresión de la realidad, conocida y no conocida, y explica la estructura semántica interna de buena parte de la lengua. En cambio, para la TR la metáfora es uno más entre los muchos recursos que empleamos para maximizar la relevancia de nuestra conducta comunicativa. El intento más acabado para expresar esta idea de complementariedad entre la TCM y la TR es el de Tendahl (2009), en el que el autor trata de conciliar ambas teorías modificando ligera, pero sustantivamente, las dos. Mientras que en la TR el objeto de la interpretación metafórica es básicamente una explicatura (una representación lógica enriquecida), sobre la que se efectúan las inferencias pragmáticas (implicaturas) correspondientes, Tendahl (2009, cap. 5) propuso integrar en ese nivel de descripción la estructura conceptual propuesta por la TCM. La inserción léxica que se realizaría en ese nivel conllevaría la introducción del espacio conceptual o mental correspondiente a una expresión, pudiendo expresar por tanto, en el contexto de la expresión oracional, las proyecciones metafóricas correspondientes. Una propuesta en la misma dirección es la de F. Ruiz de Mendoza y R. Mairal (2008). Pero, aparte de estos intentos de conciliación, existen otras propuestas que, o bien buscan modificaciones sustanciales de la TCM, o bien persiguen situarla en un marco teórico más amplio, más abarcador. En su desarrollo actual, la TCM ha evolucionado en la dirección de hallar niveles más básicos de descripción y explicación, como lo es el nivel biológico (en particular neuronal, Lakoff 2007, 2012; Gallese y Lakoff 2005). Pero la idea de otros autores (Steen 2011) es que la TCM debe completarse en niveles que están por encima de lo lingüístico y psicológico, esto es, en los niveles social y cultural. En particular, Steen (2011: 44) ha propuesto añadir la dimensión comunicativa a la lingüística y a la psicológica en su modelo tridimensional de lo que debe ser la teoría de la metáfora. Esa dimensión comunicativa recogería no sólo los enfoques propiamente pragmáticos de la TR, sino también los propios de la lingüística aplicada en sentido amplio, esto es, de la sociolingüística, el análisis textual o análisis del discurso y de la semiótica. Es preciso reconocer que la proliferación de estudios sobre la metáfora ha desbordado el marco teórico de la TCM, tanto desde su interior como en sus aplicaciones y convergencias 728
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Metáfora con otras disciplinas. En un principio, los análisis que se basaban en ella consistían en aplicaciones más o menos intuitivas y sistemáticas de su armazón conceptual en diferentes ámbitos. Así, el propio Lakoff, en colaboración o no con otros autores, impulsó la utilización de la TCM en la teoría literaria (Lakoff y Turner 1989), en el análisis filosófico (Lakoff y Johnson 1999), en la filosofía moral (1996, 2002) y, finalmente, en el análisis ideológico (Lakoff 2004, 2008). Pero la fertilidad analítica de la TCM, incluso cuando su aplicación no es estricta, ha ido mucho más allá, como prueban las panorámicas que se ofrecen en Gibbs (ed.) (2007) y un sinnúmero de publicaciones (por ejemplo, Musolff 2004, Goatly 2007 en el campo del análisis ideológico, o Winter 2002 en el lenguaje jurídico).
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Entradas relacionadas implicatura y presuposición; ironía; lenguaje literario; pragmática
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PERIODISMO DE LA LENGUA EN LA PRENSA ESCRITA Luis Silva Villar
1. Introducción Por columnas de la lengua hay que entender espacios en la prensa que toman deliberadamente el idioma como su objeto y finalidad; por extensión se podría aplicar a cualquier medio de comunicación. Estas columnas (de contenido lingüístico), por su especialización, proporcionan materia de estudio de primer orden sobre la vida de la lengua en sociedad. Nos permiten saber sobre el que escribe, las reacciones de los que lo leen, y los medios en que trasiega de unos a otros. El heterogéneo lector, su lengua, y el responsable mediático, se entrelazan tejiendo redes de contacto cada vez más armónicas. La interacción resultante está aún lejos de agotar sus modalidades. El papel de la educación y las necesidades de cultura que exija la sociedad dirigirán su desarrollo futuro. No hay una respuesta categórica sobre el género al que pertenece este periodismo especializado. La respuesta inmediata podría ser la de aventurar la etiqueta de “ensayo en la prensa”; sin embargo, hay disparidad de criterios. Ha habido intentos de subsumirlo (como todo el conjunto general de la prensa) en la literatura (Selles 1895; Rodríguez Rodríguez 2010) o en la subdisciplina Lengua para fines específicos (Crystal 1987). Algunos autores lo ven en el terreno de la divulgación científica (Hernández 2002). Otra forma de enfocar la cuestión parte de que el periodismo ha sido catalizador de sus propios géneros. Igual que se ha creado a partir de la prensa la novela-reportaje en la literatura se habría creado un ensayo periodístico de la lengua. Debe quedar claro desde un principio que por el hecho de escribir sobre la lengua en la prensa no se participa del género. Hacen falta ciertas condiciones. Ni tampoco un periodista porque escriba sobre la lengua se convierte sin más en columnista, ni lo hace un experto en la lengua por mandar una colaboración a una rotativa. Para el periodista, la lengua es un instrumento; para el columnista de la lengua, un fin en sí mismo. Solo añadir que hay periodistas que se han reconvertido en columnistas de la lengua y viceversa. El columnismo de la lengua, como género periodístico, solo será de interés y digno de consideración si contribuye al mejor entendimiento de la lengua en sociedad; por lo que parece prioritario delimitarlo y definir sus características. La gran variedad de columnas que encajarían en una descripción poco restricta es un obstáculo para su unificación en un corpus único. La simple inspección de las profesiones de 732
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Periodismo de la lengua en la prensa escrita aquellos que las escriben plantea asimismo la duda de si se debe intentar tratar el conjunto de ellas como un todo homogéneo. Más adelante, en la sección correspondiente, se vuelve a ello. La ausencia de un estudio panorámico que se haya centrado en el origen y evolución de los contenidos de las columnas nos deja sin un anclaje firme. A consecuencia de ello, se debe partir de cero. Los propios autores raramente se citan entre sí y, por lo que escriben, es más que probable que se desconozcan al tiempo que ignoren su propio lugar en el engranaje. No se puede hablar por ello de escuelas ni de “hacer escuela”, aunque algunos columnistas sean reconocidos y tratados con ejemplaridad, véase el caso de Lázaro Carreter. Los intentos de ponerlos a todos arracimados bajo un único rótulo también han sido escasos con excepciones notables (Hernández 2002; Silva-Villar 2002; Grijelmo 2007, 2013). Viviendo a caballo entre periodista y gramático, el columnista de la lengua camina sobre la fina superficie que separa mundos con diferentes y distinguibles horizontes: el informativo, el formativo, el normativo y el crítico. Se evita en la medida de lo posible elaborar listas de columnistas al buen tuntún pues muchas son en verdad las que se publican, pero no tantas las que aportan profundidad a lo tratado. Tampoco se pretende hacer una guía biobibliográfica conforme al uso, lo que, por cierto, nadie (que sepamos) ha intentado aún. Citar a unos sí y a otros no crea además un agravio comparativo innecesario. Se compensa esta autolimitación buscando presentar con la mayor heterogeneidad el tejido que forman las columnas acotadas. La tecnología, que ha afectado tanto a otras parcelas del periodismo, no resulta en esta tan determinante como cabría esperarse. Hoy hay nuevos canales entre lector, escritor y medio impreso gracias a ella. Mientras no se diga lo contrario, se tendrá como principio directriz y columna vertebral en lo que sigue el ordenar con criterios objetivos la prensa de la lengua en los medios de comunicación. Las propias columnas nos darán información precisa para crear un informe útil para futuras investigaciones.
2. Origen y evolución El origen (de este tipo de contenidos) debería desde una cierta lógica retrotraerse a la invención de la prensa; otros dirán, sin embargo, que debe primar el encabalgamiento con la dispersión de las noticias, que es muy anterior. Desde nuestro enfoque, y para establecer un comienzo coherente, se debe partir del distanciamiento del latín, lo necesario como para que surja históricamente un interés por la lengua propia. Por discutible o arbitrario que pueda parecer, lo vamos a fijar en el Renacimiento, periodo en el que se despierta la consciencia de la lengua en el entorno cultural europeo. No estamos solos en ello. En Lázaro Carreter (2002) se traza el pasado del género hasta encallar en El diálogo de la lengua de Valdés. La obra de Valdés contiene todos los elementos necesarios para justificar su elección. Posee un lenguaje ágil y coloquial, presentado en formato de diálogo. Esto lo asemeja a una entrevista o cuasi espacio periodístico equiparable en la matriz de un periódico a un encabezado del tipo comentario de la lengua. Aparte del contenido especializado (en lengua) destaca lo ameno del tratamiento y el que se realice en una situación comunicativa de provechosa espontaneidad. Los tertulianos se transforman en variado interlocutor, posicionados con distantes actitudes e intereses hacia la lengua. Sin mucho esfuerzo recuerdan a las del potencial lector moderno. La autoridad para Valdés, criterio de referencia a la hora de deshacer discrepancias, descansará en la tradición del refranero, esto es, en la corriente popular aceptada socialmente sin discusión. Valdés escribirá, así se siente él, como una alternativa a Nebrija, que 733
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Luis Silva Villar representa en aquel momento la oficialización de lo que debe ser la lengua española. A pesar de los siglos trascurridos, este enfrentamiento aún persiste, escribiendo hoy algunos columnistas desde los márgenes de la autoridad de la Academia. Después de Valdés habría que acudir, dando un tumbo en el tiempo, a la propia invención de la prensa (las gacetas de los siglos XVII y XVIII) y al desarrollo histórico-formal de los géneros periodísticos. La periodización tiene su punto de partida en las modalidades de publicación que se asocian a la noticia. Y si hay prensa es porque hay lectores. El aspecto educativo-divulgativo de la lengua (en la prensa) nace con la Ilustración. Los miembros de la República de las letras vieron en la prensa un vehículo para expandir el conocimiento y educar al pueblo. Lo normativo, en gran parte hoy ligado a la fundación de la Academia como órgano rector de la lengua (RAE/1713), toma la herencia de Nebrija y, a partir de ese momento, será la principal fuente de referencia y controversia tanto para el autor-columnista como para el lector. No se le puede negar un espacio en este discurrir descriptivo al costumbrismo, que por su condición, y por su subordinación al realismo, pretenderá mostrar la lengua hablada en un espacio mediático nuevo sin una tradición que lo condicione: la prensa escrita. Con ello no se busca fijar la lengua en un medio periodístico, sino mostrarla como un objeto noticioso, algo que nunca se había hecho antes con consciencia e intencionalidad. Larra (1832–1833) y Mesonero Romanos (1835) tendrán una participación destacada en este apartado. La Restauración (1874–1931) no solo traerá la opinión a la prensa, sino las secciones fijas sin cuya existencia no cabría hablar en sentido estricto de columnas de la lengua (Delgado Idarreta 2000). El acceso a la prensa de los escritores, como gremio, propicia otro cambio, ya que la prensa nunca gozó de gran prestigio entre los literatos, que lo veían en sus orígenes en un plano de inferioridad (Rodríguez Rodríguez 2010). La difusión de la prensa, al quedar canalizada hacia el lector general, tampoco favorecía el lucimiento ni atraía a los lectores deseados. Con quejumbre escribe Casares cuando nos dice que solo se había citado uno de sus artículos de prensa en las publicaciones especializadas de lingüística o filología; incluso Menéndez Pidal en su prólogo al libro de Casares reconoce no tener noticia de la mayoría de los contenidos (Casares 1943). La conformación del defensor del lector y la sección de cartas al director tendrán la función instrumental de agilizar el contacto lector-escritor. El lector especializado se sumará inmediatamente a la pericia del columnista matizando o corrigiendo el contenido general de la publicación: un enriquecimiento no planeado que entrelaza y funde al lector con el idioma y el medio en que circula. Las nuevas redes que teje la tecnología son, en cierto modo, meras extensiones de ello. Otro paso de gigante se da con el acceso gratuito a los documentos de la lengua en las academias. Con ello, muchas de las columnas pierden su razón de ser, sobre todo las de divulgación general, por quedar la información deseada por el lector al alcance de cualquiera con algo de iniciativa y medios tecnológicos. La publicación y acceso libre al Diccionario panhispánico de dudas o a la Nueva ortografía aportarán dinamismo a las consultas del lector. Esto se ve favorecido hoy en día con la aparición de medios tecnológicos al alcance de buena parte de la población: teléfonos de gran versatilidad y computadoras para todos los gustos. Sin olvidar los “correctores ortográficos” y los artilugios con “anticipación y relleno de palabras”. A pesar de lo dicho, todavía en estos momentos vemos (en Estados Unidos perduran) columnas administradas por abogados o periodistas que ejercen de columnistas sin preparación específica sobre la lengua. Variantes alejadas de los 734
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Periodismo de la lengua en la prensa escrita estándares del idioma y localismos poco familiares dan pie con frecuencia a comentarios que aportan bien poco. Algunas de estas columnas incluso pueden confundir al lector por no ponderarse (o desconocerse) conceptos elementales de las ciencias del lenguaje. Todo se reduce inescrupulosamente a no saber hablar ni escribir, presentado con o sin pulcra corrección. La apertura de las academias a los hablantes ha permitido contestar a sus consultas en primera persona, y públicamente. Es el caso de Los jueves de la Academia (1999–s/f) en el periódico Excélsior de México. Un ejemplo a imitar.
3. Los profesionales La profesión del comentarista nos dice mucho de la especialización de la columna. Se les ha caracterizado como eruditos (Grijelmo 2007): hombres y mujeres que aman la lengua y que no escatiman en educación y dedicación. Esto explica la diversificación de las profesiones en las cabeceras de las columnas: sociólogos, militares, políticos, abogados, ingenieros, escritores, periodistas. . . Es de observar la parca presencia de lingüistas y filólogos. Pareciera que el manto de género chico extendido entre los literatos en la prensa en el siglo XIX (Rodríguez Rodríguez 2010) se hubiera contagiado a los profesionales de la lengua. Hay filólogos que han expandido sus responsabilidades en la redacción de sus periódicos a la columna especializada (Díez Losada 1993 al presente). Los lingüistas especializados son rara avis. Suele circular la creencia de que se trata de enseñar a escribir tildes y que “para eso ya están los maestros”, que decía un presidente de la Academia. A la larga, es un espacio por conquistar que puede redundar en una nueva salida profesional, esparcimiento, ingresos monetarios y exposición pública de la lengua. Todo un reto. Hoy casi cualquier profesor de lengua tiene acceso a los medios técnicos que se necesitan para abrir un espacio virtual en el que difundir lo que enseña a un público amplio y fiel (Bustos Plaza 2007). Los enlaces a espacios digitales que se aportan suelen ser de interés. Nadie ha intentado hacer, hasta donde sabemos, una lista exhaustiva con todos los columnistas habidos en todos los tiempos. Se podría también apuntar que prácticamente todos los periódicos modernos, en uno u otro momento, y allá donde se habla español, han publicado columnas sobre el idioma. Hay que matizar que el que muchas de ellas no hagan en ocasiones sino transcribir información estandarizada hace que su valor potencial disminuya. Hoy día también se hallan en páginas de internet. Hay tres articulistas que hacen mención explícita y abarcadora de los columnistas de la lengua. El primero, Álex Grijelmo (2004, 2007, 2013), proporciona una lista de nombres, espacios y seudónimos de entre los que conoce; el segundo es un intento de enumerar columnas y contenidos acopiados por su autor: Humberto Hernández (2002). En este último, se presentan las columnas unidas por el nexo de la divulgación. Él mismo se cuenta entre los autores reseñados. Grijelmo, aunque no se incluye a sí mismo, ha sido columnista de la lengua llegando a ello desde el periodismo. Actualmente mantiene su columna en El País. Silva Villar (2002), desde la lingüística, también repara en dar cabida a la importancia de citar a los colegas columnistas. En el homenaje que les hace con motivo de conmemorar su columna cincuenta, se recorren las modalidades de columna a que ha tenido acceso. Es titular de una de las columnas más longevas en el periodismo en español en Estados Unidos. Saber qué hace que una columna posea buena salud proporciona datos y formas de medirlas. El contacto seguido con el lector, por ejemplo, es beneficioso incluso cuando este use la columna como excusa para introducir sus propias inquietudes, a veces sin relación alguna 735
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Luis Silva Villar con lo escrito. Conseguir su participación ya es tarea loable. El dardo en la palabra de Lázaro Carreter provocaba con sus dardos en el periódico El País oleadas de comentarios que acababan en refriegas entre los participantes: nunca con el titular de la columna. Por otro lado, las secciones de “Libros”, “Teatro”, “Cine”, etc. de Blanco y Negro tenían muchos seguidores pero poco contacto (conocido) con el lector. El afán por acercar la enseñanza del lenguaje a través de la prensa se ha estudiado en el contexto de Argentina de comienzos de siglo XX en Blanco et al. (2000). Es una contribución con diferente fisonomía a lo visto hasta aquí. Se destaca en este campo a Monner Sans, Herrero Mayor y Esteban Jiménez. La clasificación de las columnas requiere de criterios objetivos: elementos estructurales que nunca se han desarrollado o tipificado por sobrentenderse un propósito común.
4. Tipos de columnas Las columnas se han presentado en el pasado dándose a entender siempre una aparente uniformidad. La divulgación, como se ha dicho, se presenta como lazo de unión en Hernández (2002). La diversidad que introduce no se corresponde, conviene aclarar, con modalidades de columnas, sino con lo que se cubre en los contenidos de estas. En Grijelmo (2013), todas las columnas presentadas se ponen al mismo nivel, caracterizándose principalmente por medio del espacio geográfico en el que se publican, y dando especial relieve al uso de seudónimos por sus autores. Nunca se han intentado estudiar sus diferencias: ni en contenido, ni en tipología. En principio, las columnas contienen las siguientes temáticas: informativas, educativo-formativas, normativas y críticas, entre las que destacan las que buscan despertar conciencia lingüística y las que zahieren o despotrican contra hablantes descuidados o academias distraídas. El apartado de la prensa en que aparecen es muy variable: ocio, opinión, educación, aldea global, humor, cultura, Op-Ed (contra-página (tribuna) editorial), sociedad, letras. . . Esta variación da una idea de la distinta consideración que a los medios les merece el lenguaje/ idioma. No es fácil caracterizar algunas de las columnas. Suelen en sus primeras apariciones, dicho para futuros analistas, hacer una “presentación” en la que se explican los objetivos: son artículos programáticos. Cuando aparecen en compilaciones hay prólogos en que se satisface este interés para el lector. Las compilaciones vienen a paliar la dispersión de los columnistas, que pueden llegar a escribir en una decena de medios, y a veces en simultaneidad. Las columnas se pueden clasificar también por el número de palabras. No es lo mismo escribir ciento cincuenta que dos mil. Hay columnas que se escriben en media hora, otras en meses o años, bien por falta de un componente clave o de una noticia que lo demande. Las defunciones, triste ejemplo, son noticia y motivo para un réquiem o un in memóriam. La periodicidad sí que se postula como requisito imprescindible. Si el lector no espera la columna con anticipación, se desdibuja la función del columnista. En algunas épocas se han producido disputas públicas con seguidillas de segundas y terceras (o más) partes. Fue típico en el siglo XIX. Con Antonio de Valbuena y sus Ripios se alcanza una de sus cotas máximas. Menéndez Pelayo llegó a decir de él que nunca escribiría una historia de la sátira para no tener que mencionarle. Hoy se ha perdido esta agilidad, que era de gran atractivo para el lector. Los enfrentamientos de personas inteligentes producen lectores inteligentes, que además compran e invierten en lo que leen. Se ha llegado a proponer que en columnas opuestas se trate simultáneamente el mismo asunto desde puntos de 736
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Periodismo de la lengua en la prensa escrita vista antagónicos con el fin de ayudar al lector a perfilar su posición (La Opinión de Los Ángeles). La duración de las columnas es otro elemento de análisis diferenciador. La vida media de las columnas consultadas se acerca a los tres o cuatro años en un conteo parcial, aunque algunas han pervivido más de medio siglo en una o más de una publicaciones (las “perlas” de Nikito Nipongo). Queda pendiente un recuento riguroso. Cuando las columnas tienen cierta longevidad, otra de sus características es la de su publicación en libros. En el trabajo de Hernández (2002), aparecen como artículos de divulgación, término no siempre apropiado ya que muchos artículos no tratan de divulgar nada, sino simplemente pretenden crear conciencia de la lengua o exponer una particular opinión sobre un asunto asociado con la lengua. Véase Hernández (2002) y Grijelmo (2013) para ver una nutrida selección, o las referencias que aparecen en este mismo artículo. La razón de estas recopilaciones es sencilla: no se puede, tras su publicación, recuperar los artículos o acceder a ellos fácilmente si no se visita una hemeroteca. Casares (1946, 1961) nos habla de “lo efímero” como un golpe de realidad a lo que se publica. Tenía conciencia de que los contenidos desaparecerían con cada nueva publicación. La rapidez de redacción y su vertiginoso olvido hicieron que en algunos casos se viera este columnismo en el pasado como una forma ocasional de engrosar un salario. Una de las dificultades a la hora de citar a los columnistas existentes, y pasados, se debe a la imposibilidad de ser justo con los datos. Para ejemplificarlo tomamos Las minucias del lenguaje de Moreno de Alba. Se suele citar un libro compilatorio en algunos resúmenes, pero, en realidad, son varios libros, y los artículos aparecieron además en una multitud de medios. Existe Minucias del lenguaje de 1992, Algunas minucias del lenguaje de 1996, Nuevas minucias del lenguaje de 1996 y Suma de minucias del lenguaje de 2003. Por otro lado, aunque se publicaron muchos de ellos en Uno más uno, en el momento de su muerte aparecían en otro medio: Este País. Además, habría que detallar que la Academia Mexicana de la Lengua y el Fondo de Cultura Económica tomaron la determinación de difundir electrónica y gratuitamente los textos. Otro caso que nos da una idea de la complejidad de fijar y detallar las publicaciones de los columnistas lo proporciona la obra de Nikito Nipongo, seudónimo de Raúl Prieto Río de la Loza. En su dilatada trayectoria colaboró con Prensa Latina, Tiempo, La Prensa, Novedades, Siempre!, Ja-Ja, Últimas Noticias, La Palabra y el Hombre, Revista de Revistas y Excélsior. De él, habría que destacar también su aportación como cofundador de Proceso y del diario Uno más uno. Y se podría aún apuntillar que sus famosas “Perlas Japonesas” se publicaron en la década de los 90 en La Jornada, constituyendo esta última serie la base sobre la que se editarían en formato de libro. Igual ocurre con los seudónimos, citar un seudónimo se puede volver en contra por la existencia de tal variedad de ellos que nos desbordaría. Si se lee que Valbuena alguna vez utilizó el de Miguel de Escalada, basta con leer un poco sobre el autor para encontrar que también usaba el de Venancio González. Hay casos extremos. Se han contabilizado más de ochenta seudónimos en un solo autor. Es el caso de Rafael Heliodoro Valle (Romero del Valle 1965). Una breve lista de autores y seudónimos se publica en Grijelmo (2013). Los espacios digitales en que aparecen listados de columnas escasean, aun así, algunos en línea hay: bajo columnas del español, una veintena, y bajo blogs de la lengua, una docena. En las obras de Grijelmo (2013) y Hernández (2002) hay más de una decena en cada una; otras tantas en Silva Villar (2002). El aspecto divulgativo no se circunscribe a la prensa escrita. No podemos dejar de citar espacios televisivos de RTVE como Palabra por palabra, Saca la lengua, o Etimologías (Gargallo 2010–presente). 737
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Luis Silva Villar Aunque no sean columnas, se deben mencionar por su importancia las viñetas que juegan humorísticamente con contenidos de lengua. Aunque no cumplen a rajatabla con la restricción de presentar los contenidos lingüísticos de forma periódica y sistemática, los mencionamos por su contribución al aprecio por la lengua. Ejemplos importantes en España serían los de El Roto y Forges. En Argentina, Quino y su personaje Mafalda han dado pie a muchos de estos contenidos. Nikito Nipongo, otro caso especial, acompañaba sus mexicanas “Perlas Japonesas” con sus propias ilustraciones.
5. El columnismo moderno Para acercarse al columnismo de la lengua moderno hay que retrotraerse al siglo XIX, Valbuena (1890) es muy probablemente precursor notable del estilo crítico en el periodismo de la lengua. Sus Ripios dieron mucho que hablar y escribir. Valbuena vino a representar una corriente de aire fresco que renovaba las creencias sobre lo que debía entenderse por un buen estilo y lo que era pedantesco. Arremete frontalmente contra las corrientes oficialistas (estereotípicas) de la lengua, muy extendidas en la época. Un digno seguidor, salvando prudentes distancias, sería el mexicano Nikito Nipongo. Sus “Perlas Japonesas” son modelo de columnismo independiente. El recurso a criticar el uso subestándar de la lengua se bate actualmente en retirada, por lo ya apuntado de ser cada vez mayores los medios del hablante a la hora de consultar las fuentes normativas. El uso didáctico del diálogo en Valdés lo vemos reflejado en Olimpia Rosado en el Diario de las Américas. De los diálogos ficticios originales se pasa a diálogos de ida y vuelta reales entre lector, autor y medio de comunicación en novedosos y variados formatos. Lo encarnarían Hornos Paz (1998–s/f) o De Miguel (2000–presente). Las columnas noticiosas de la lengua nunca han existido sistemáticamente pues no se concebía que la lengua diera para tanto, porque hay que recordar que la característica primera de las columnas es la de su circulación regular y periódica. La publicación esporádica queda fuera del límite de lo tratado. Sería el caso de Francisco Umbral o Camilo José Cela; columnista de amplias facetas, el primero; y autor ocasional en la prensa, el segundo. El lector, recuérdese, tiene que poder adelantarse a la publicación: y buscarla. La complicidad con el lector es determinante. Algunas columnas no se preocupan de quién las va a leer, y menos de atender a sus lectores. El que el escritor viva de lo que escribe o el humor con que desarrolla la labor periodística son otros elementos que hay que considerar en las posibles divisiones futuras entre columnistas. Los contenidos pormenorizados necesitarán de un espacio aparte para poder saciar al interesado lector. Las columnas y su encabezamiento también sirven para la caracterización de las columnas. Algunos títulos de columnas son muy expresivos: “El dardo en la palabra”, “Buenas y malas palabras”, “El rincón del bien decir”, “Gazapos y tropezones”, “La esquina del idioma”, “Perlas”, “La punta de la lengua”, “La cresta de la lengua”, “La tribuna del idioma”, “La lengua viva”, “Letra pequeña”, “Nuestro idioma de cada día”, “¿Qué dijo?”, “En Román paladino”, por citar un ramillete de ellos. No faltan, sin embargo, las columnas sin título, tal es el caso de las de García Calvo. Casos difíciles de encajar: elcastellano.org (1996–), la Fundéu (2005–) y Wikilengua (2008–). Por el tratamiento de los temas se asemejan en parte a algunas de las columnas, pero la especialización del lector, la falta de autor o la ausencia de periodicidad real hacen, en la práctica, que estos espacios sean dignos de mención, pero en otro plano. 738
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Periodismo de la lengua en la prensa escrita
Conclusión Abarcar demasiado impone apretar poco. Acercarse a los antecedentes por medio de las etapas recorridas nos ha permitido ordenar el aparente caos evolutivo. Hay mucho por hacer, tanto para ordenar lo existente como para analizarlo en toda su extensión y valor. Pero esperamos y confiamos en que sea un buen punto de partida desde el que acceder al conjunto del periodismo de la lengua, que se lee con muchos acentos y que debe respetarse tal como se merece.
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Entradas relacionadas español en los medios de comunicación audiovisual; español en los nuevos medios de comunicación
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POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y EDUCACIÓN Ofelia García
1. Aproximaciones teóricas La relación entre política lingüística y educación siempre ha sido muy estrecha. El sistema educativo ha ejercido control sobre las prácticas lingüísticas de la población desde sus comienzos. El currículo y los exámenes han sido el medio de imponer prácticas de una lengua llamada “culta” y excluir y estigmatizar todas las otras maneras de habla local de la población. Empezamos aquí por repasar la labor que se reconoce hoy día como política lingüística y rastrear sus comienzos en el mundo hispanohablante. Seguimos entonces por definir cuál ha sido el papel de la educación en la elaboración de políticas lingüísticas de diversos tipos y en distintas sociedades.
1.1. El campo de política lingüística El campo de estudio que hoy reconocemos como el de política lingüística se desarrolló con los comienzos de la sociolingüística, y como resultado de la descolonización de África y Asia en la segunda mitad del siglo XX. Los llamados pioneros del campo conocido en sus comienzos como planificación lingüística—Einar Haugen, Joshua A. Fishman, Joan Rubin, Bjorn Jernudd y Das Gupta, entre otros—intentaban resolver los “problemas” de la heterogeneidad lingüística que se decía hacía difícil administrar y gobernar a poblaciones tan diversas. De acuerdo con Calvet (1987), el término planificación lingüística lo usó por primera vez Einar Haugen en 1959, y fue Joshua A. Fishman quien en 1970 añadió la frase política lingüística. El uso de los dos términos es confuso. Para Kaplan y Baldauf (1997) y Tollefson (1991) la planificación lingüística es más amplia que la política lingüística que queda reducida a leyes y regulaciones. Sin embargo, muchos son los estudiosos que usan estos dos términos en conjunto. Por ejemplo, Hornberger (2006) se refiere a planificación lingüística-política lingüística (PLPL o LPLP en inglés). Parecería, sin embargo, que hoy día el término política lingüística ha prevalecido y los parámetros del campo se han extendido hasta envolver una actitud crítica ante la lengua y su planificación (Ricento 2006; Tollefson 2006) y el énfasis en la ideología lingüística como factor principal (Kroskrity 2000; Woolard 1998). 741
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Ofelia García El interés temprano de la política lingüística se divide originalmente en dos tendencias: 1. 2.
La planificación del corpus, es decir, el cambio lingüístico a través de la estandarización (cambiar la forma de la lengua), la grafización (el desarrollar un sistema de escritura), y la modernización (el acuñar nuevas palabras). La planificación de estatus, es decir, modificar el prestigio de la lengua.
A pesar de que el gobierno central de la nación-estado y sus organizaciones estatales, incluyendo las academias de la lengua, se ocupan de reglamentar y “modernizar” el corpus lingüístico, hay también individuos y grupos de individuos que han jugado un papel importante en alguna política lingüística. El British Council, la Académie Française y la Real Academia Española, y los más recientes Instituto Cervantes y el Instituto Confucio, han jugado un papel importante en estandarizar la lengua en países que hablan inglés, francés, español y chino mandarín (putonghua), además de abogar por la expansión de esas lenguas en otros países. Pero a veces los planificadores lingüísticos han sido grupos de base, como fueron, en la década del sesenta, las mujeres que se opusieron al uso de lenguaje sexista. También hay individuos, como por ejemplo, Ben Yehuda en el caso de la revitalización del hebreo en Israel, que han sido clave para establecer y desarrollar alguna política lingüística. Es decir, el poder de una política lingüística no siempre se ejerce de arriba hacia abajo, también hay casos en que la comunidad de base e individuos pueden impulsar alguna política. Robert Cooper, en 1989, señaló el importante papel que tiene el sistema educativo y la educación en lo que señala ser una tercera dimensión de la política lingüística: la planificación de la adquisición. Con el tiempo, y a medida que entramos en un mundo globalizado del siglo XXI, esta tercera dimensión –la educación–adquiere mayor importancia en los estudios de política lingüística. La actitud crítica que caracteriza el estudio post-estructuralista y post-modernista de nuestros tiempos ha ido desprestigiando los esfuerzos de las academias de lengua y ha ido desenmascarando las obras de gobiernos por controlar el discurso de otros. Sin embargo, la escuela, controlada por los intereses de la élite de la nación-estado, continúa su trabajo de dominar quién habla a través de la imposición de una lengua estandarizada, y el desprestigio y exclusión de otras variedades y prácticas lingüísticas. Es por esto que la educación tiene hoy día un papel muy importante en el estudio de la política lingüística. Antes de ahondar en esta relación, es importante reconocer que la política lingüística no es nueva, ni comenzó en el siglo XX. El caso de la política del español deja claro que a pesar de que el campo en sí surge del interés por la sociolingüística en la segunda mitad del XX, sus orígenes los podemos rastrear mucho antes.
1.2. El mundo hispanohablante y la política lingüística Para el mundo hispanohablante, es obvio que la planificación de lo que se considera hoy el español comenzó mucho antes. La Reconquista (718–1492) impulsó la variedad hablada en el norte de Castilla y Burgos. Ese castellano es el que se impone sobre otras variedades —el asturiano, el leonés, el aragonés, la variedad mozárabe (Hall 1974). Y es Alfonso X el Sabio (1221–1284) el que codifica la ortografía de la variedad escrita en sus Siete partidas (1265), usando como modelo la variedad hablada por las clases altas de Toledo. El matrimonio de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, no sólo unió los reinados de Aragón-Cataluña y Castilla-León-Galicia, sino que también impulsó y expandió la variedad castellana. En 1492 Antonio Nebrija publica su Gramática de la lengua castellana, la primera gramática de una lengua romance. Nebrija 742
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Política lingüística y educación dedica su gramática a la reina Isabel diciendo: “Siempre la lengua fue compañera del imperio”. La planificación del español fue necesaria para subyugar a los súbditos en el imperio y sobre todo para la colonización de América. En 1550 Carlos V declara que solo el español debe ser utilizado en la catequización de una población que solo hablaba lenguas indígenas. Los esfuerzos de evangelización fueron así acompañados siempre por los de castellanización en la colonia. Cien años más tarde cuando la frontera con Portugal se establece en 1640, y la frontera con Francia en 1659, el castellano sigue sin ser la lengua de todas las clases sociales en el territorio ibérico, ni la lengua del territorio americano. Es por lo tanto Felipe V, el primer rey Borbón, quien actúa como planificador lingüístico pidiendo que se funde la Real Academia Española en 1713, a imitación de la Accademia della Crusca en Florencia (1572), y la Académie Française (1613). La Real Academia tiene como objetivo “velar por que los cambios que experimente [. . .] no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico” (Real Decreto 1109/1993). Un año después, el castellano es declarado lengua del Estado, y en 1768, el rey Carlos III decreta que sólo debe haber una lengua en todo el reino, incluyendo las colonias. La educación monolingüe se impone como instrumento de control. El rol de las academias y del sistema educativo como instrumentos del imperio continúa en lo que después son los países latinoamericanos. En 1847 Andrés Bello (1781–1865), nacido en Caracas, publica su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. En el prólogo, Bello arguye que el español debe conservar su pureza, y aunque el español americano tiene derecho a tener diferencias con el peninsular, añade que eso es solo “cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada”. Es la élite la que impone un español estandarizado, una norma “culta” y sin influencia de lenguas indígenas o africanas. Y es ese español el que se convierte en el medio de instrucción en las escuelas, en donde solo se educan los hijos de la élite. Además de las lenguas indígenas, un nuevo enemigo del español asoma su rostro con la política estadounidense de Manifest Destiny. En 1870, la Real Academia Española autoriza las “Academias Correspondientes” para “oponer un dique, más poderoso tal vez que las bayonetas mismas, al espíritu invasor de la raza anglo-sajona en el mundo por Colón descubierto”. Se propone entonces que el español tiene que reinar en un continente en que no todos hablan lenguas latinas. Y la escuela impone así una educación monolingüe en español con poca entrada a lo que son las lenguas indígenas de América; mientras que en la Península, tampoco se le da entrada a las lenguas indígenas de ese territorio: el euskera, el gallego, el catalán. El siguiente apartado considera el rol que juega la educación en la política lingüística. Nos enfocamos en lo que empieza a ser el despertar del bilingüismo y plurilingüismo, lo mismo en la Península que en América, a mediados del siglo XX.
2. La educación y la política lingüística La educación monolingüe se empieza a desmoronar a medida que la heteroglosia mundial empieza a ser reconocida. La globalización del mundo que impulsan las nuevas tecnologías, además de una política neoliberal responsable del desplazamiento de muchísimos grupos, hace posible que hoy día estemos más familiarizados con el bilingüismo de muchos pueblos, y también de su opresión. Ya casi nunca nos asusta el bilingüismo en la calle, aunque las escuelas, instrumentos de control de la nación-estado, continúan mayormente imponiendo una política lingüística monolingüe. 743
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Ofelia García En los siguientes apartados consideramos diferentes políticas lingüísticas educativas, ilustrando sobre todo el caso del mundo hispanohablante. Recalcamos así el importante papel que la escuela y las políticas educativas tienen sobre el uso lingüístico.
3. Políticas educativas monolingües La política educativa en el mundo entero ha sido predominantemente monolingüe. Claro está que en esas aulas supuestamente monolingües siempre ha habido una diversidad lingüística que se ignora. Por ejemplo, se ignoran las diferentes variantes de la lengua dominante, es decir, cómo habla el pueblo. Esto tiene como consecuencia que las clases pudientes se mantengan en el poder, ya que sus hijos, socializados en esa variante dominante, tienen ventajas sobre aquellos estudiantes que tienen que aprender a suprimir los rasgos que la escuela ha estigmatizado. Al entronizar solamente los rasgos de una variante dominante, la escuela suprime todas las otras maneras de hablar, incluyendo aquellas que se consideran diferentes lenguas. En el mundo entero la política educativa monolingüe ha sufrido cambios importantes en el siglo XXI. A pesar de que a partir de la década de los sesenta del siglo XX muchas minorías lingüísticas exigieron sus derechos de utilizar sus lenguas en la educación, la clase dominante seguía cómoda en su monolingüismo. Y a pesar de la instrucción en lengua extranjera, las clases pudientes se mantenían básicamente monolingües. No es así, sin embargo, en el siglo XXI. Varias son las motivaciones de ese cambio ideológico de la élite mundial. Pero tal vez el impulso más grande lo ha dado el rol importante que ha adquirido sobre todo el inglés, pero también el chino. Por primera vez en el primer mundo, la creación de la Unión Europea ha llevado a una concienciación de que el plurilingüismo es importante y que todos los ciudadanos tienen deber de adquirir tanto su lengua materna como otras dos lenguas. La política europea de Lengua Materna (LM) + 2 ha creado así las condiciones para impulsar la educación bilingüe en Europa. Y esta reivindicación en el siglo XXI de la educación bilingüe ha así impulsado políticas educativas que van más allá de las del siglo XX.
4. Políticas educativas: desarrollando bilingüismo en la escuela Tradicionalmente hay dos maneras de desarrollar bilingüismo en la escuela. Una es la denominada “educación bilingüe,” y la otra la “enseñanza de otras lenguas”. La diferencia entre las dos tendencias radica en que en la educación bilingüe la lengua se utiliza como medio de instrucción, mientras que la lengua se considera una materia en la enseñanza de otras lenguas. Mientras que en los programas de enseñanza de lengua se le dedica aproximadamente uno a dos períodos de instrucción a la otra lengua, en la educación bilingüe se utiliza la otra lengua aproximadamente la mitad del tiempo. Nos detenemos entonces para describir los programas que se pueden considerar dentro de una u otra de estas maneras de desarrollar el bilingüismo.
4.1. La enseñanza de otras lenguas La enseñanza de otras lenguas tiene tres vertientes: el énfasis en 1) lengua extranjera, 2) lengua segunda, y 3) lengua de herencia. Describimos entonces estas tres vertientes a continuación.
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Política lingüística y educación
4.1.1. La enseñanza de lengua extranjera En estos programas se considera la lengua como extranjera, y hablada fuera del contexto en que se estudia. Es decir, la lengua “extranjera” se enseña con énfasis de que es la lengua de una otredad exterior. Casi siempre este tipo de instrucción comienza en escuela secundaria y el énfasis es en aprender la gramática de la lengua y sus usos literarios. Este es el tipo de enseñanza más antiguo. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el español se empezó a enseñar en la universidad de Harvard en 1816, pero solo para leer y traducir, y como medio para desarrollar una disciplina lingüística en inglés. No fue hasta principios del siglo XX, y como resultado de la Primera Guerra Mundial, que se empezó a enseñar el español en escuelas secundarias, y solo entonces para contrarrestar la enseñanza del alemán, lengua del enemigo. Hoy día y a pesar de los avances de la enseñanza del español en los Estados Unidos, la enseñanza de lenguas que no sean el inglés continúa a ceñirse al modelo de una simple asignatura académica. De la enseñanza de gramática y lectura se ha pasado en el siglo XXI a un énfasis en la comunicación, pero con poca atención a la población norteamericana hispanohablante.
4.1.2. La enseñanza de una lengua de “herencia” El movimiento ocasionado por la globalización ha resultado en que notemos la insuficiencia, para los estudiantes que son producto de esos cambios, de materiales y pedagogías que enfatizan el desarrollo lingüístico para estudiantes que no tienen enlace cultural ni lingüístico con la lengua. Como consecuencia, se vienen desarrollando programas de enseñanza de lengua que antes denominábamos como enseñanza para estudiantes “bilingües” o estudiantes “nativos” y ahora llamamos “de herencia”, reconociendo así el continuum de proficiencia lingüística de estudiantes con lenguas minorizadas. En los Estados Unidos fue Guadalupe Valdés (véase Valdés, Lozano y García Moya 1981) quién impulsó estos programas para los estudiantes de herencia hispanohablante en las últimas dos décadas del siglo XX. Estos programas continúan siendo pocos y funcionan mayormente a nivel secundario y terciario. El énfasis es el desarrollo de la norma “culta” de la lengua, su uso en contextos académicos, y la corrección del vernáculo hablado o escuchado en casa. A pesar del interés en el desarrollo lingüístico, el énfasis en la herencia la ata a un pasado en otros tiempos y lugares, y no a un futuro global.
4.1.3. La enseñanza de una segunda lengua Dos han sido los factores que han impulsado, desde la segunda mitad del siglo XX, la creación de programas en que la lengua sea considerada como segunda, y no como extranjera: 1) la creciente migración; 2) el rol del inglés como lingua franca. El énfasis entonces es enseñar la lengua para que los estudiantes puedan participar ya en la nueva sociedad o en la creciente economía global. Como consecuencia del movimiento de personas en un mundo globalizado, se ha hecho importante desarrollar programas, currículo y pedagogía que desarrollen las destrezas lingüísticas de personas que no hablan esa lengua pero que viven en un contexto en que sí se habla. La lengua no es entonces una lengua extranjera, sino una “segunda” lengua, una lengua adicional. Generalmente estos programas existen tanto a nivel primario y secundario, como terciario. Tanto los estudiantes migrantes como los estudiantes internacionales necesitan desarrollar habilidades para participar en el sistema educativo. Esos programas suelen caer bajo tres categorías: 1) la maestra especializada en la enseñanza de lengua trabaja con 745
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Ofelia García un grupo pequeño como materia adicional o suplementaria a la otra instrucción que reciben, 2) la maestra especializada en la enseñanza de lengua colabora con la maestra y trabaja con los alumnos necesitados en la clase, o 3) la maestra especializada enseña todo en un aula en que todos están desarrollando esa segunda lengua. Por otro lado, el cambiante rol sobre todo del inglés como lengua franca significa que muchas escuelas están enseñando inglés ya no como lengua extranjera asociada con una cultura diferente, sino como lengua segunda, con énfasis en la comunicación global, y ya sin asociaciones culturales directas con los países anglófonos. Aunque en estructura curricular, la enseñanza del inglés como segunda lengua puede ser la misma que la enseñanza del inglés como lengua extranjera, los materiales y pedagogía suelen ser diferentes. Los materiales y la pedagogía en estos programas de lengua segunda enfatizan la comunicación directa y rápida, sobre todo oral, más que las estructuras lingüísticas y la lectura.
4.2. La educación bilingüe La educación bilingüe no es algo nuevo. Ha dicho Mackey (1978) que la élite ha educado a sus hijos de manera bilingüe desde hace 5.000 años. La élite siempre ha mantenido programas bilingües de desarrollo para sus hijos. Sin embargo, el desarrollo de la educación bilingüe para toda la población ha adquirido importancia a partir de la segunda mitad del siglo XX. Dos fueron los motivos que propulsaron el crecimiento de esos programas bilingües, sobre todo en el Canadá y en los Estados Unidos, a partir de la década del 60: 1) el creciente poder político del partido Québécois en el Canadá; 2) el aumento migratorio en los Estados Unidos. Estos dos eventos ocasionaron el desarrollo de tipos de programas de educación bilingüe muy diferentes –por una parte los programas bilingües de inmersión en el Canadá, por otra parte los programas bilingües transicionales en los Estados Unidos– que describimos a continuación.
4.2.1. Programas bilingües de inmersión El propósito de estos programas fue que los anglófonos en Quebec pudieran hablar francés y participar en la vida política y económica de una provincia crecientemente francoparlante. Para eso, en los años 60 del siglo XX, se diseñaron programas en que los estudiantes anglófonos empezaban estudiando solamente en francés. Después de un tiempo se añadía el inglés hasta utilizar el francés el 50 % del tiempo, e inglés el otro 50 %. Se desarrollaron programas a nivel primario, con los niños comenzando en cuanto empezaban la escuela (los llamados early full). Pero también se desarrollaron programas que comenzaban solo después de la escuela primaria (late). Estos programas bilingües, que se han reproducido en el mundo entero, son para estudiantes mayoritarios que quieren aprender una lengua minoritaria.
4.2.2. Programas bilingües transicionales Al mismo tiempo que en la década del sesenta se experimentaba en el Canadá con los programas bilingües de inmersión, en los Estados Unidos se buscaba una solución para el creciente número de inmigrantes, mayormente hispanófonos, que entraban a las escuelas del país. Como resultado de la Era de Derechos Civiles y la lucha de las comunidades hispanohablantes por el derecho de educar a sus hijos en una lengua que fuera comprensible, se establecieron programas bilingües transicionales. En ellos se enseña en la lengua materna del niño hasta que el niño adquiere suficiente comprensión y manejo en el inglés para poder 746
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Política lingüística y educación participar en las actividades académicas en inglés. A pesar de su ideología de “remediar” el problema de la “otra” lengua, los programas bilingües de transición han seguido funcionando en todos los estados de los Estados Unidos, aún en aquellos como California, Arizona y Massachusetts, que los hicieron ilegales. Estos programas apoyan la asimilación y el desplazamiento lingüístico hacia la lengua de poder y existen en todo el mundo. De igual forma, los programas de inmersión bilingüe, como los programas transicionales, fueron desarrollados con anterioridad a la globalización, y en espacios geográficos que parecían sólidos e inmutables. Como resultado, esos programas mantienen una ideología monoglósica en cuanto al bilingüismo, pensando en el bilingüismo como si fuera verdaderamente una simple adición de dos cosas que el niño tiene que manejar balanceadamente. Y pensando también en que existe una comunidad de habla homogénea. Sin embargo, poco a poco se ha comenzado a comprender que la realidad sociolingüística es heteroglósica y que por lo tanto esos programas son insuficientes para captar la complejidad de los perfiles lingüísticos de los estudiantes y el dinamismo del uso de su repertorio semiótico. Se han desarrollado así otros tres tipos de programas bilingües que García (2009) ha denominado como heteroglósicos: 1) Programas de inmersión doble (también en los Estados Unidos “lengua dual en dos vías”). 2) Programas de desarrollo bilingüe (también en los Estados Unidos “lengua dual de una vía”). 3) Programas de aprendizaje integrado de contenido y lengua extranjera (AICLE). Siempre ha habido programas de desarrollo bilingüe aunque ahora se reconoce la heterogeneidad del continuo lingüístico de la población que se enseña. A continuación se hace una descripción de estos tres programas.
4.2.3. Programas bilingües de inmersión doble (lengua dual de dos vías) En estos programas, donde se enseña a través de dos lenguas, se encuentran niños de dos grupos etnolingüísticos reconocidos que aprenden la lengua del otro. En los Estados Unidos hay niños angloparlantes que quieren aprender otra lengua, y niños que hablan esa otra lengua pero no tienen proficiencia en inglés. Generalmente las dos lenguas se enseñan en espacios temporales separados, casi siempre durante 50 % del tiempo cada una. La integración de los dos grupos funciona como el objetivo social principal de estos programas aunque la separación estricta de dos lenguas impide la formación de una identidad bilingüe con uso heteroglósico.
4.2.4. Programas de desarrollo bilingüe (lengua dual de una vía) En estos programas se encuentran niños, casi siempre de un mismo grupo etnolingüístico, que se encuentran en diferentes puntos del continuum bilingüe. Por ejemplo, en los Estados Unidos y para niños latinos estos programas incluyen aquellos que hablan español en el hogar o que hablan español e inglés en el hogar, como los que solo hablan inglés pero para quienes el español es lengua de herencia. La enseñanza es en dos lenguas y dependiendo del contexto sociolingüístico el uso de las dos lenguas es variado (desde un 90 % en lengua minorizada hasta un 50 %). Los programas bilingües en lenguas regionales suelen caer bajo esta categoría. La política social que los impulsa es la de desarrollar al grupo a través de una 747
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Ofelia García educación que reconozca y también desarrolle sus recursos lingüísticos. En estos programas se reconoce el bilingüismo dinámico del grupo (García 2009). Es decir, a diferencia del bilingüismo aditivo que promulgan los programas de inmersión y de inmersión doble, estos programas incluyen como base el uso lingüístico flexible de la comunidad bilingüe. Esto quiere decir que tanto el estudiante como el maestro utilizan su bilingüismo para profundizar el aprendizaje con lo que se ha llamado translanguaging, es decir un uso lingüístico flexible que entiende las dos lenguas como construcción social y se apoya entonces en las prácticas bilingües (García 2009; García y Li Wei 2014).
4.2.5. Programas bilingües AICLE (aprendizaje integrado de contenido y lengua extranjera) En la última década, y como consecuencia de la política europea de LM + 2, se han desarrollado programas en que la “otra” lengua no se enseña como materia, sino que se usa como medio de instrucción, aunque solo durante uno o dos períodos escolares. Como alternativa a programas de enseñanza de lengua extranjera, los programas AICLE se han extendido en muchos contextos europeos, y cada vez más en otros países. De muchas maneras estos programas están atados a la movilización de recursos lingüísticos para participar en mercados globales.
5. Resumen de políticas lingüísticas educativas El Cuadro 1 resume los tipos de programas educativos que pueden desarrollar el bilingüismo de la población. Quedan fuera de este resumen los programas llamados monolingües, ya que estos no prestan ninguna atención a su propio multilingüismo. Claro está que estos programas incluyen a todos y tienen como política sociolingüística no sólo la asimilación, sino el monolingüismo. El cuadro se limita a presentar gráficamente lo que hemos señalado en el § 2.2. Junto a cada tipo de programa se incluyen los estudiantes que participan en el programa, las diferentes políticas sociolingüísticas que motivan los programas, y los posibles resultados de los mismos. Los programas de lengua, tanto los que son para todos como los que son para minorías, suelen no resultar en hablantes bilingües, ya que su propósito social requiere una identificación con un estado-nación que exige separación, aislamiento u otredad. El énfasis en lo extranjero y la otredad (insistiendo en que la lengua es extranjera o de otros, la segunda sin pertenencia) hace que los alumnos sientan una distancia identitaria que hace imposible el verdadero desarrollo bilingüe. Así también el énfasis en el pasado en los programas de lengua de herencia hace que los estudiantes sientan distancia de la lengua que se enseña, una lengua que no puede ser la del futuro y que muchas veces nada tiene que ver con la manera que se usa en el hogar. Esto resulta en que los estudiantes minoritarios no puedan verdaderamente desarrollar una identidad bilingüe. Los programas bilingües tienen verdaderas diferencias entre sí. Mientras que los de transición apuntan hacia una asimilación social que hace posible el desplazamiento lingüístico hacia la lengua dominante y que desencadena en el monolingüismo, los otros programas pueden hacer posible el bilingüismo de los estudiantes. Los de inmersión doble parecen tener como mayor objetivo una política social de integración, haciendo así que sea posible que hablantes de lenguas minorizadas adquieran la lengua dominante, mientras que los mayoritarios rara vez se hagan bilingües. Sin embargo, su insistencia en que las dos lenguas 748
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Política lingüística y educación Cuadro 1 Tipo de programa Tipo de programa
Población en los programas
Política sociolingüística
Resultados de política lingüística
Enseñanza de lengua extranjera
Todos
Otredad-separación lingüística
Adquisición pobre
Enseñanza de lengua de herencia
Minorías
Desarrollo lingüístico pero atado al pasado
Adquisición parcial
Enseñanza de segunda lengua
Todos
Participación lingüística en la sociedad local y/o global
Adquisición posible
Bilingüe de inmersión
Mayorías
Participación lingüística y enriquecimiento
Adquisición favorable
Bilingüe de transición
Minorías
Asimilación lingüística a la lengua dominante
Desplazamiento
Bilingüe de inmersión doble (dos vías)
Dos grupos
Integración social y separación lingüística
Adquisición de lengua dominante y adquisición pobre de lengua minorizada
Bilingüe de desarrollo (una vía)
Minorías
Desarrollo social y Adquisición óptima lingüístico y enriquecimiento
Bilingüe AICLE
Todos
Movilización lingüística
Adquisición posible
se mantengan separadas hace que se establezcan identidades y prácticas lingüísticas también separadas que se hacen cada vez más rígidas, haciendo así imposible un futuro bilingüe y fluido. Parece entonces que son dos los programas de mayor enriquecimiento social y por lo tanto con posibles mejores logros en llegar a desarrollar el bilingüismo. Para los estudiantes mayoritarios, claramente los programas de inmersión ofrecen la mayor oportunidad de un bilingüismo favorable. Para las minorías son los programas de desarrollo (una vía) los que pueden resultar en un bilingüismo óptimo y el desarrollo de una identidad verdaderamente bilingüe.
6. Conclusión La consecuencia de nuestro mundo globalizado y la economía neoliberal es que hoy día se utilizan métodos ocultos y menos directos para controlar las prácticas lingüísticas de la población local que las restricciones explícitas y directas de antaño. El resultado ha sido que la política lingüística del grupo dominante se lleva a cabo mayormente a través de políticas educativas. Este ha sido el propósito de esta entrada: elucidar que la enseñanza de lengua no es solamente una cuestión de métodos y pedagogías sino de ideologías que a veces restringen, y muy de vez en cuando expanden, las oportunidades para grupos minorizados.
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Ofelia García
Bibliografía Calvet, L. J. (1987) La guerre des langues et les politiques linguistiques, París: Payot. [Traducido al inglés en Petheram, M. (1998) Language wars and linguistic politics, Oxford: Oxford University Press]. Cooper, R. L. (1989) Language planning and social change, Cambridge: Cambridge University Press. García, O. (2009) Bilingual education in the 21st century: A global approach, Malden, MA: Wiley/ Blackwell. García, O. y Li Wei (2014) Translanguaging: Language, bilingualism and education, Londres: Palgrave Macmillan Pivot. Hornberger, N. (2006) “Frameworks and models in language policy and planning”, en Ricento, T. (ed.) An introduction to language policy. Theory and method, Malden, MA: Blackwell, pp. 24–41. Kaplan, R. y Baldauf, R. (1997) Language planning: From practice to theory, Clevedon: Multilingual Matters. Kroskrity, P. V. (ed.) (2000) Regimes of language. Ideologies, polities, and identities, Santa Fe, NM: School of American Research Press. Mackey, W. (1978) “The importation of bilingual education models”, en Alatis J. (ed.) Georgetown University Round Table on Languages and Linguistics, Washington, DC: Georgetown University Press, pp. 1–18. “Real Decreto 1109/1993, de 9 de julio, por el que se aprueban los Estatutos de la Real Academia Española”, Boletín Oficial del Estado, 181. Accesible en http://noticias.juridicas.com/base_datos/ Admin/rd1109-1993.html#a1. Ricento, T. (ed.) (2006) An introduction to language policy. Theory and method, Malden, MA: Blackwell. Tollefson, J. (2006) “Critical theory in language policy”, en Ricento, T. (ed.) An introduction to language policy. Theory and method, Malden, MA: Blackwell, pp. 42–59. Tollefson, J. W. (1991) Planning language, planning inequality, Londres: Longman. Valdés, G., Lozano, A. y García-Moya, R. (1981) Teaching Spanish to the Hispanic bilingual: Issues, aims, and methods, Nueva York: Teachers College Press. Woolard, K. A. (1998) “Introduction: Language ideology as a field of inquiry”, en Schieffelin, B., Woolard, K. y Kroskrity, P. (eds.) Language ideologies: Practice and theory, Nueva York: Oxford University Press, pp. 3–47.
Lecturas complementarias García, O. (2009) Bilingual education in the 21st century: A global approach, Malden: Wiley/ Blackwell. García, O. (2014) “U.S. Spanish and Education: Global and Local Intersections”, Review of Research in Education, 38, 1, pp. 58–80. Hornberger, N. (1998) “Language policy, language education, language rights: Indigenous, immigrant, and international perspectives”, Language in Society, 27, pp. 439–458. Spolsky, B. (2012) The Cambridge handbook of language policy, Cambridge: Cambridge University Press.
Entradas relacionadas adquisición del español como lengua materna; adquisición del español como segunda lengua; enseñanza del español como lengua extranjera; sociolingüística
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PORTUGUÉS Y ESPAÑOL André Zampaulo
1. Introducción El portugués y el español son las lenguas románicas con el mayor número de hablantes del mundo —más de 200 y 400 millones de hablantes nativos, respectivamente—, quienes se encuentran principalmente en las Américas y en Europa (Lewis, Simons y Fennig 2013). Como dos idiomas neolatinos, comparten un perfil lingüístico similar, cuyos orígenes han producido similitudes notables a cualquiera que los hable y diferencias intrigantes a cualquiera que los estudie detalladamente. La presente entrada está dividida en cuatro secciones, cuyo objetivo es sistematizar las principales diferencias que han surgido en el desarrollo lingüístico de ambos idiomas y dilucidar los temas de investigación actual con respecto al contacto entre sus variedades. Obviamente, no se pretende efectuar una exposición exhaustiva de todos los temas en tan corto espacio; sin embargo, se espera que lo aquí expuesto represente una base de apoyo para investigaciones futuras sobre los aspectos diacrónicos y sincrónicos de la relación entre las dos lenguas.
2. Perspectiva histórica 2.1. Aspectos extralingüísticos Como lenguas iberorrománicas, el portugués y el español se originan de las variedades del latín hablado en los territorios del norte de la Península Ibérica que no sucumbieron totalmente ante la ocupación morisca a partir del año 711. Durante el período de reconquista de la Península por los reinos cristianos del norte, dichas variedades latinas se trasladaron hacia las tierras conquistadas del sur. Así, lo que hoy se conoce como “español” o “castellano” tiene sus orígenes en el siglo VIII, en la variedad del romance hablado al norte de la provincia actual de Burgos, entre la cordillera Cantábrica y el valle del río Ebro. Se estima que la ciudad de Burgos, por su importancia política durante los siglos X y XI, haya ofrecido un terreno fértil para la consolidación de las variedades lingüísticas locales y el prestigio del que gozaría el castellano en los siguientes siglos durante su expansión hacia el sur (Bustos Tovar 2005: 276). Sin embargo, la idea de un idioma más o menos estándar —o al menos con una ortografía más consistente— sólo apareció en el siglo XIII durante el reinado de 751
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André Zampaulo Alfonso X (1252–1284) y fue impulsada principalmente por la Escuela de Traductores de Toledo. Antes de ese período, la producción literaria en castellano se caracterizaba por muchas inconsistencias ortográficas que revelaban posibles características dialectales y/o idiolectales de los escribas. Pountain (2012: 49) menciona, por ejemplo, la oscilación entre las raíces o y ue en las formas del pretérito del verbo ser en el Poema de Mío Cid, ilustradas en (1a) y (1b): (1) a. “como si fuesse en montaña” (1.61) b. “como si fosse” (1.2137) Fernández Ordóñez (2005: 403–409), sin embargo, argumenta correctamente que los textos del período alfonsí tampoco pueden considerarse como representativos de un idioma estándar, puesto que al proceso de traducción contribuían diferentes traductores, quienes posiblemente venían desde otras partes, y por ende, hablaban dialectos distintos del toledano. Los intentos de normativización del idioma castellano sólo alcanzaron un mayor éxito con la publicación de la Gramática de la lengua castellana (1492) de Antonio de Nebrija, su diccionario (1492) y vocabulario (1495), además de las obras de la Real Academia Española (RAE) dos siglos más tarde, como su diccionario (1726–1739), ortografía (1741) y gramática (1771). El portugués, por otro lado, tiene sus orígenes en la variedad romance denominada “gallego-portugués,” hablada y escrita hasta mediados del siglo XIV en el territorio donde hoy se encuentran Galicia y el noroeste de Portugal. La ruptura del gallego-portugués en dos idiomas, es decir, el gallego y el portugués, fue impulsada por cuestiones políticas, como la independencia de Portugal en el siglo XII y la unión de Galicia al reino de Castilla y León. Sin embargo, la noción de un “idioma portugués” apareció solamente en el reinado de Afonso III (1248–1279), durante el cual dicho idioma empezó a sustituir el latín en los documentos legales y administrativos (Azevedo 2005: 12). La institución de Lisboa como capital y la importancia intelectual de la ciudad de Coimbra y su universidad, fundada en 1290, ayudaron a establecer el prestigio del portugués en la joven nación. No obstante, el idioma no se vio aislado y siguió en contacto con el castellano, principalmente entre los siglos XV y XVII, tanto por la interacción política y económica entre Portugal y España, como por el hecho de que muchos autores portugueses, tales como Gil Vicente y Camões, también hablaban y escribían en castellano (Teyssier 1959: 293). A diferencia de ese idioma, sin embargo, los intentos de normativización del portugués solo tuvieron éxito a partir del siglo XVI, con la publicación de la primera Gramática da linguagem portuguesa de Fernão de Oliveira (1536) y la Ortografia e origem da língua portuguesa de Duarte Nunes de Leão en 1576 (Baxter 1992: 12). Otra diferencia importante entre los dos idiomas en cuanto a su historia externa se refiere al papel de las organizaciones gubernamentales que se han ocupado de los asuntos de la lengua. Mientras que la RAE ha ejercido un papel activo en la prescripción de reglas para el castellano desde su fundación en siglo XVIII (incluso actualmente con la Asociación de Academias de la Lengua Española), el portugués no ha contado con un organismo de similar presencia y fuerza política para la prescripción de sus reglas, a pesar de los esfuerzos de la reciente Comissão Nacional da Língua Portuguesa en Portugal y de la Academia Brasileira de Letras (Pountain 2012: 52). Las reglas normativas del idioma, por tanto, las han fijado los gramáticos (Cunha y Cintra 2001; Bechara 2009; etc.) y el estilo de redacción de periódicos importantes como el brasileño Folha de S. Paulo, entre otros.
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Portugués y español
2.2. Aspectos lingüísticos Aunque presentan una estructura lingüística similar, el portugués y el español demuestran importantes diferencias que han surgido durante su evolución desde el latín. En el campo fonológico, el español cuenta con un sistema de cinco vocales (/i e a o u/), mientras que en la mayoría de las variedades del portugués se hallan siete (/i e ɛ a ɔ o u/), con la excepción del portugués peninsular, que presenta dos vocales más: la central media /ɐ/ y la central alta /ɨ/ (Azevedo 2005: 42). Las vocales medias abiertas /ɛ/ y /ɔ/ se han preservado en el portugués desde la época del latín tardío, mientras que en la historia del español sufren el proceso de diptongación, cuyo resultado es /je/ y /we/, respectivamente (Lapesa 1981: 73–74; Lloyd 1987: 116–130). A modo de ilustración, compárense, por ejemplo, las palabras portuguesas en (2a) con sus equivalentes españoles en (2b): (2) a. p[ɛ], s[ɛ]te, p[ɔ]rta, f [ɔ]rte. b. p[je], s[je]te, p[we]rta, f[we]rte. Asimismo, es importante notar el desarrollo de las vocales nasales del portugués, principalmente por el carácter contrastivo que ejercen con las vocales orales y por representar unas de las dificultades que enfrenta el hablante nativo de español que estudia el portugués como lengua extranjera (Simões 2008: 16–17). Compárense, por ejemplo, los pares mínimos ilustrados en (3) (Azevedo 2005: 32): (3) a. Palabras con vocales nasales: l[ã] ‘lana,’ t[ẽ]ta ‘intenta,’ c[ĩ]to ‘cinturón,’ p[õ]pa ‘pompa,’ j[ũ]ta ‘junta.’ b. Palabras con vocales orales: l[a] ‘allá,’ t[e]ta ‘teta,’ c[i]to ‘cito,’ p[o]pa ‘popa,’ j[u] ta ‘yute.’ El sistema consonántico de las dos lenguas, sin embargo, es el que contiene las diferencias evolutivas más notables. En el orden de las oclusivas, tanto el portugués como el español presentan los siguientes pares de consonantes: las labiales /p, b/, las dentales /t, d/ y las velares /k, ɡ/. El español también contiene un fonema oclusivo palatal /ɟ/ que se origina de varias raíces latinas, es decir, de /j-, -jː-, -dj-, -ɡj-, ɡé-, ɡí-, ɛ́-/, las cuales siguen diferentes caminos evolutivos en portugués (para una lista completa véanse Williams 1968; Coutinho 1976; Castro 2011). Es menester considerar la realización fonética de /t/ y /d/ en muchas variedades actuales del portugués brasileño, en las cuales dichas consonantes se producen como africadas [tʃ] y [dʒ], respectivamente, ante el sonido [i], y como dentales o alveolares ante los demás sonidos vocálicos, como por ejemplo, [tʃ]io ‘tío’ y [dʒ]ia ‘día’, pero [t]empo ‘tiempo’ y [d]ou ‘doy’ (Cristófaro Silva 1998: 37; Azevedo 2005: 33–34; Cristófaro Silva y Guimarães 2009). Con respecto a las fricativas, la evolución del portugués le ha dado los pares labiodentales /f, v/, alveolares /s, z/ y palatales /ʃ, ʒ/. Curiosamente, las cuatro últimas consonantes, es decir, las sibilantes /s, z/ y /ʃ, ʒ/, formaron parte del inventario consonántico del español hasta el siglo XV, durante el cual se ensordecieron todas las sibilantes españolas (Penny 2002: 100). En el siglo XVII, sin embargo, surgieron dos consonantes en su inventario fricativo, es decir, la dental /θ/, como en la palabra ‘taza’ [táθa], y la velar /x/, como en la palabra ‘paja’ [páxa], las cuales se originaron de la disimilación de la dento-alveolar /s̪ / y de la palatal /ʃ/, respectivamente (Lloyd 1987: 342; Penny 2002: 101). Aunque la fricativa labiodental sorda /f/ constituye actualmente un fonema para los dos idiomas, en posición inicial de palabra demuestra una evolución distinta desde el latín. Mientras que el portugués todavía 753
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André Zampaulo la mantiene, en español se cambia a una aspirada [h] antes de elidirse por completo en la mayoría de las palabras de origen latino popular. Compárense, por ejemplo, los vocablos portugueses en (4a) con sus equivalentes españoles en (4b): (4) a. Portugués: figo, forno, farinha. b. Español: higo, horno, harina. La motivación para los cambios /f/ > /h/ > Ø de la llamada “F- latina” en la historia del español ha fomentado un debate intenso y controversial. Un grupo de investigadores los explica a partir de la influencia de un probable sustrato vasco (Menéndez Pidal 1964: 198–233). Otros autores, sin embargo, se centran únicamente en la motivación interna al propio latín hablado en el norte de la Península, en el cual la F- latina representaría una fricativa bilabial /ɸ/, que más tarde se cambiaría a /h/ y finalmente a Ø en el español moderno (Penny 1972, 1990, 2002: 90–94). Otra importante diferencia evolutiva se nota en el desarrollo de las consonantes vibrantes, que en español pueden ser simple /ɾ/ o múltiple /r/, ambas alveolares. Aunque el portugués también presenta la vibrante simple, su más probable correspondiente de la vibrante múltiple alveolar del español suele ser la vibrante múltiple uvular /ʀ/, como en la palabra carro /kaʀo/ ‘coche, auto, carro’. Este fonema debe entenderse, sin embargo, como un archifonema, ya que se realiza fonéticamente a través de varios alófonos, como la uvular [ʀ], la velar [x], la alveolar [r] y la glotal [h], las cuales están sujetas a intensa variación dialectal e idiolectal, aunque algunos lingüistas mencionan la glotal [h] como la más frecuente (Azevedo 2005: 42). En cuanto a las consonantes laterales, tanto el portugués como el español cuentan con la alveolar /l/, cuya realización fonética varía de acuerdo con la posición silábica y el dialecto. En el ataque silábico se articula como alveolar [l] en ambos idiomas y también en posición de coda en español; sin embargo, en posición de coda, /l/ se velariza a [ɫ] en el portugués peninsular, pero se vocaliza a [w] en el portugués brasileño, como en la palabra mel ‘miel’, que se pronuncia [mɛ́ɫ] en Portugal, pero [mɛ́w] en Brasil (Azevedo 2005: 45–46). La lateral alveolo-palatal /ʎ/, por otro lado, forma parte del inventario del portugués, mientras que en español se expresa dialectalmente. Esta consonante presenta un origen antiguo común a todas las lenguas románicas occidentales, y un segundo origen más tardío en español. El portugués todavía mantiene la [ʎ] que se origina de la secuencia latina /-lj-/ y de los grupos románicos occidentales /-k’l-/ y /-ɡ’l-/, mientras que en la evolución del español dicha consonante a principio se deslateraliza y luego se fricativiza, evolucionando a [ʒ] en el español antiguo, a [ʃ] en el siglo XVI y finalmente a [x] en el español moderno (Ariza 1994: 93–95; Penny 2002: 98–101). Compárense los ejemplos en (5): (5) Latín
Portugués pa[ʎ]a o[ʎ]o te[ʎ]a
PALEA OC(U)LU TEG(U)LA
Español pa[x]a o[x]o te[x]a
No obstante, el sonido alveolo-palatal surgió una segunda vez en la historia del español, tanto en medio de palabra, desde la lateral geminada latina /lː/ (6a), como al principio de palabra, desde los grupos consonánticos PL-, CL-, FL- (6b): (6) a. b.
> caba[ʎ]o. > [ʎ]uvia, CLAVE > [ʎ]ave, FLAMMA > [ʎ]ama.
CABALLU PLUVIA
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Portugués y español En portugués, sin embargo, la lateral geminada /lː/ y los grupos PL-, CL-, FL- siguieron otros caminos evolutivos. Por ejemplo, la lateral geminada se simplificó, mientras que la lateral simple se elidió (7a); los grupos PL-, CL-, FL-, por otro lado, evolucionaron a [tʃ] en el portugués antiguo y finalmente a [ʃ] en el portugués moderno (7b) (Repetti y Tuttle 1987; Wireback 1997): (7) a. b.
CABALLU > cava[l]o,
pero SALIRE > sair.
PLUVIA > [ʃ]uva, CLAVE > [ʃ]ave, FLAMMA > [ʃ]ama.
Las consonantes nasales siguieron una evolución parecida a las laterales tanto en portugués como en español. Las secuencias intervocálicas /-nj-/ y /-ɡn-/ dieron la palatal /ɲ/ (8a), mientras que la nasal geminada latina /-nː-/ se degeminó en portugués pero se palatalizó en español (8b), y la alveolar intervocálica latina /-n-/ se mantuvo en español, pero se elidió en portugués, nasalizando la vocal precedente (8c) (Williams 1968): (8) a. b. c.
ARANEA > aranha
(port.) y araña (esp.); LIGNU > lenho (port.) y leño (esp.). (port.), pero año (esp.). LANA > lã (port.), pero lana (esp.); MANU > mão (port.), pero mano (esp.). ANNU > ano
En el campo morfosintáctico también se presentan algunas diferencias importantes entre la evolución del portugués y la del español. Un caso ilustrativo es el desarrollo de los artículos definidos en ambas lenguas, ya que el latín clásico no los poseía. El origen de los artículos definidos masculinos (o/el, os/los) y femeninos (a/la, as/las) yace en el latín tardío. En el caso del portugués, o y a evolucionaron, respectivamente, de los demostrativos latinos illu (illu > elo > lo > o) e illa (illa > ela > la > a), mientras que os y as vienen de illōs (illōs > elos > los > os) e illās (illās > elas > las > as) (Coutinho 1976: 251). En español, sin embargo, se preservó la consonante lateral: illu > elo > el, ell > el; illa > ela > la; illōs > elos > los; illās > elas > las (Penny 2002: 155–156). Ya el artículo neutro del español lo se origina del demostrativo neutro latino illud (illud > elo > lo). La singularidad del neutro lo frente al portugués reside principalmente en su uso para expresar la intensidad de un adjetivo, lo que en portugués se expresa mediante otra estructura sintáctica, como se ejemplifica en (9) (Masip 2003: 105): (9) a. Español: ¿Recuerdas lo interesante que era aquel chico? b. Portugués: Você se lembra de como era interessante aquele rapaz? En cuanto a los pronombres, las diferencias más notables se refieren a los de primera persona sujeto del singular, es decir, ego > ieo > yo en español, pero ego > eo > eu en portugués. Cabe mencionar también la adición de -otros en la formación de los pronombres de primera y segunda personas sujeto en español, es decir, nos, vos > nos (+otros), vos (+otros) > nosotros, vosotros, pero nos, vos > nós, vós en portugués. Una evolución característica del portugués es el desarrollo del pronombre a gente con el mismo valor de nós, que viene utilizándose frecuentemente en las variantes vernáculas brasileñas desde el siglo XIX (Lopes 2002: 44). Aunque sus formas verbales son de tercera persona singular, con la función de sujeto a gente significa ‘nosotros’ en español y, por tanto, no debe confundirse con la gente, cuyo equivalente en portugués es as pessoas. Las diferencias evolutivas en cuanto a las formas verbales incluyen el mantenimiento del futuro del subjuntivo en portugués —una conjugación que se utilizaba en el español antiguo, pero que ya no se usa en las variedades contemporáneas 755
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André Zampaulo excepto en el lenguaje legal (10)—y el desarrollo del infinitivo conjugado (o personal) en portugués, pero no en español (11): (10) a. Portugués: Quando você vier aqui, poderá ler o livro. b. Español: Cuando vengas aquí, podrás leer el libro. (11) a. Portugués: É importante sabermos a verdade. b. Español: Es importante que sepamos la verdad. El gerundio con el participio presente -ndo en la estructura Estar + verbo-ndo se usa en español y en el portugués brasileño, mientras que en el portugués peninsular se prefiere la estructura con el infinitivo precedido por la preposición a, como se ilustra en (12a) y (12b), respectivamente: (12) a. Estar + verbo-ndo: Estoy hablando (español), Estou falando (portugués brasileño). b. Estar a + verbo-infinitivo: Estou a falar (portugués peninsular). En cuanto al léxico, hay numerosos ejemplos de palabras del español que históricamente se incorporaron al vocabulario del portugués y viceversa. Por ejemplo, son de origen castellano palabras portuguesas como cabecilha, guerrilha, mantilha, tertúlia, trecho, moreno, etc. (Pountain 2012: 59). En cambio, son de origen portugués los vocablos españoles enfadarse, balde, buzo, chubasco, tanque, mejillón, entre otros (Penny 2002: 280–281). La interacción entre los dos idiomas —y las similitudes y diferencias que se han producido a lo largo de los siglos— ha recibido mucha atención por parte de los lingüistas, no sólo en cuanto a temas históricos, sino también en cuanto a temas actuales. A continuación se exploran más detalladamente las características del contacto actual entre los dos idiomas en diferentes regiones del mundo luso e hispanohablante.
3. Perspectiva actual 3.1. El contacto entre el portugués y el español en la Península Ibérica Las regiones de frontera entre Portugal y España han producido naturalmente situaciones de contacto lingüístico entre el portugués y el español y la aparición de dialectos y variedades híbridas de base tanto portuguesa como española. Una de las variedades de contacto más estudiadas de la frontera entre Portugal y España es el barranquenho, hablado juntamente con el portugués (lengua oficial) y el español en la ciudad portuguesa de Barrancos. Históricamente, ha consistido en un territorio de disputa entre los dos países ibéricos, y las fronteras actuales solo se definieron al principio del siglo XX (Clements, Amaral y Luís 2011: 397–401). De base lingüística portuguesa, el barranquenho incorpora características del español extremeño y andaluz, como por ejemplo, la aspiración o elisión de /s/ en posición de coda silábica y la elisión de /r/ y /l/ al final de palabra (Clements, Amaral y Luís 2011: 404). Ya entre las características del español general, se observan rasgos como la neutralización entre /b y /v/ a favor de la consonante bilabial, el diminutivo -ito en lugar del portugués -inho y el presente del subjuntivo en cláusulas temporales de futuro en vez del futuro del subjuntivo del portugués (Pountain 2012: 59–60).
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Portugués y español
3.2. El contacto entre el portugués y el español en Sudamérica En Sudamérica el contacto entre el portugués y el español ha ocurrido desde el siglo XVII, y actualmente se observa a lo largo de las varias ciudades ubicadas en la frontera entre Brasil y los países hispanohablantes vecinos, principalmente Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia y Venezuela (Lipski 2012: 16). Una de las variedades de contacto más estudiadas es el fronterizo o los dialectos portugueses del Uruguay (DPU) (Elizaincín 1992). Sus orígenes se remontan a la época colonial, durante la cual el territorio uruguayo se hizo el centro de numerosas disputas entre Portugal y España y, más tarde, entre Brasil y Argentina. La lengua portuguesa tuvo una presencia fuerte en Uruguay hasta finales del siglo XIX, cuando se fijó definitivamente su frontera con Brasil y se impulsó el uso del español en las escuelas del país, rechazando el portugués más y más hacia el norte (Klee y Lynch 2009: 170). Sin embargo, en varias ciudades fronterizas todavía se mantiene una situación de contacto lingüístico entre ambas lenguas, por la cual su español incorpora varias características propias del portugués vernáculo del sur de Brasil. En el campo fonológico, Elizaincín y Barrios (1989) señalan la realización oclusiva de /b, d, ɡ/ en posición intervocálica en vez de las aproximantes españolas [β̞ , ð̞ , ɣ̞], el uso de la labiodental sonora /v/, la elisión de /n/, /r/ y /d/ en posición final de palabra, y la elevación de las vocales medias, es decir, la realización de /e/ como [i] y de /o/ como [u] en sílaba átona postónica. Ya en el campo morfosintáctico, se observa el uso de /s/ como marcador de plural solamente en el primer componente del sintagma nominal plural (Lipski 2012: 17), además del uso de la preposición en con verbos de movimiento, el empleo del infinitivo conjugado o personal en vez del subjuntivo y elementos discursivos típicos del portugués pero adaptados al español, como ejemplo, la coletilla interrogativa “¿no eh?”, que viene del portugués “não é?” (Elizaincín 1992: 766). En cuanto a los rasgos sociolingüísticos, Carvalho (1998, 2006) señala la creciente influencia del habla de Montevideo en las variedades fronterizas del norte del país. Un ejemplo de dicha influencia es el aumento progresivo de la aspiración de /s/ en posición final de sílaba, principalmente por los jóvenes de la clase media, quienes se identifican con el prestigio de esta pronunciación típica de la capital y rechazan la retención de ese fonema ya como un rasgo estigmatizado del habla local. Fuera de las regiones de frontera, la interacción entre el portugués y el español también ha sido impulsada por motivaciones de orden político, económico y educacional, como la creación del Mercado Común del Sur (Mercosur), los tratados económicos bilaterales, y la enseñanza obligatoria del español como lengua extranjera en muchas escuelas de Brasil. Como uno puede imaginarse, cada vez más la integración regional de los países sudamericanos promoverá situaciones de contacto lingüístico entre ambas lenguas, lo que representará un campo fértil para la investigación lingüística futura.
4. Conclusiones Como lenguas iberorrománicas, el portugués y el español comparten una historia y una estructura lingüística bastante similares y fácilmente observables por cualquiera que las hable y/o estudie. Sin embargo, las varias diferencias que han surgido a lo largo de su evolución revelan un fascinante campo de investigación lingüística, especialmente para los estudios históricos de orden comparativo y contrastivo. Con ese objetivo, la presente entrada ha expuesto los principales resultados del cambio lingüístico que han diferenciado a ambas lenguas y que representan una fuente de datos crucial para los estudios diacrónicos. En cuanto a la sincronía, se nota un interés creciente por la interacción actual entre el portugués 757
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André Zampaulo y el español, tanto en Europa como en Sudamérica. El contacto social y lingüístico entre los hablantes de los dos idiomas representa una de las áreas más prometedoras de investigación, particularmente para los trabajos de campo y de orden sociolingüístico, cuyos resultados aportarán un conocimiento más profundo y preciso sobre el bilingüismo, la aparición de variedades híbridas y los aspectos del cambio lingüístico como resultado del contacto entre dos lenguas.
Bibliografía Ariza, M. (1994) Sobre fonética histórica del español, Madrid: Arco Libros. Azevedo, M. (2005) Portuguese: A linguistic introduction, Cambridge: Cambridge University Press. Baxter, A. N. (1992) “Portuguese as a pluricentric language”, en Clyne, M. (ed.) Pluricentric languages: Differing norms in different nations, Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter, pp. 11–43. Bechara, E. (2009) Moderna gramática portuguesa, 37.ª ed., Río de Janeiro: Nova Fronteira. Bustos Tovar, J. J. (2005) “La escisión latín-romance. El nacimiento de las lenguas romances: El castellano”, en Cano, R. (ed.) Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel, pp. 1065–1086. Carvalho, A. M. (1998) The social distribution of Uruguayan Portuguese in a bilingual border town, tesis doctoral, University of California. Carvalho, A. M. (2006) “Spanish (s) aspiration as a prestige marker on the Uruguayan-Brazilian border”, Spanish in Context, 3, pp. 85–114. Castro, I. (2011) Introdução à história do português, 2.ª ed., Lisboa: Colibri. Clements, J. C., Amaral, P. y Luís, A. R. (2011) “Spanish in contact with Portuguese: The case of Barranquenho”, en Díaz-Campos, M. (ed.) The handbook of Hispanic sociolinguistics, Malden, MA: Blackwell, pp. 395–417. Coutinho, I. L. (1976) Pontos de gramática histórica, 7.ª ed., Río de Janeiro: Ao Livro Técnico. Cristófaro Silva, T. (1998) Fonética e fonologia do português, São Paulo: Contexto. Cristófaro Silva, T. y Guimarães, D. O. (2009) “Patterns of lenition in Brazilian Portuguese”, en Kügler, F., Féry, C. y Van de Vijver, R. (ed.) Variation and gradience in phonetics and phonology, Berlín: Mouton de Gruyter, pp. 141–162. Cunha, C. y Cintra, L. F. L. (2001) Nova gramática do português contemporâneo, 3.ª ed., Río de Janeiro: Nova Fronteira. Elizaincín, A. (1992) Dialectos en contacto: español y portugués en España y América, Montevideo: Arca. Elizaincín, A. y Barrios, G. (1989) “Algunas características del español rural uruguayo: primera aproximación”, Iberoromania, 30, pp. 63–69. Fernández Ordóñez, I. (2005) “Alfonso X el Sabio en la historia del español”, en Cano, R. (ed.) Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel, pp. 381–422. Klee, C. A. y Lynch, A. (2009) El español en contacto con otras lenguas, Washington, DC: Georgetown University Press. Lapesa, R. (1981) Historia de la lengua española, 9ª ed., Madrid: Gredos. Lewis, M. P., Simons, G. F. y Fennig, C. D. (2013) Ethnologue: Languages of the world, 17.ª ed., Dallas: SIL International. Lipski, J. M. (2012) “Geographical and social varieties of Spanish: An overview”, en Hualde, J. I., Olarrea, A. y O’Rourke, E. (ed.) The handbook of Hispanic linguistics, Malden: Blackwell, pp. 1–26. Lloyd, P.M. (1987) From Latin to Spanish, Filadelfia: American Philosophical Society. Lopes, C. R. dos Santos. (2002) “De gente para a gente: o século XIX como fase de transição”, en Alkmin, T. M. (ed.) Para a história do português brasileiro, vol. 3: Novos estudos, São Paulo: Humanitas FFLCH/USP, pp. 25–46. Masip, V. (2003) Gramática histórica portuguesa e española: um estudo sintético e contrastivo, São Paulo: EPU. Menéndez Pidal, R. (1964) Orígenes del español: estado lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo XI, 5.ª ed., Madrid: Espasa-Calpe. Nebrija, E. A. de (1951 [1495]) Vocabulario español-latino, ed. facsímil, Madrid: Real Academia Española. Nebrija, E.A. de (1979 [1492]), Diccionario latino-español. Estudio preliminar por Germán Colón y Amadeu-J. Soberanas, Barcelona: Puvill.
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Entradas relacionadas alternancia de códigos; bilingüismo; dialectología y geografía lingüística; historia del español
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RELEVANCIA, TEORÍA DE LA Francisco Yus
1. Introducción 1.1. Dificultades y problemas La Teoría de la Relevancia (a partir de ahora TR) se inserta en la orientación cognitiva de la pragmática y aspira a identificar los mecanismos subyacentes, enraizados en la psicología humana, que explican cómo los seres humanos se comunican entre sí (Sperber y Wilson 1986: 32; véanse también Sperber y Wilson 1987, 1995; Wilson y Sperber 2002, 2012; Yus 2006, 2010). La idea central que subyace en esta teoría es que la cognición humana siempre aspira a obtener la máxima relevancia, a extraer el máximo provecho de los estímulos que procesa, los cuales pueden provenir del entorno físico, de los propios pensamientos en un contexto determinado y, sobre todo, de los enunciados verbales (o conductas no verbales) que, de forma ostensiva, acceden a nuestro sistema de procesamiento cuando otras personas se comunican con nosotros. Si, en general, la pragmática estudia cómo las personas convierten lo que se les dice en lo que se les desea comunicar, desde la TR se enfatiza sobre todo el papel de la inferencia en rellenar ese “hueco” informativo que existe entre lo que se codifica y lo que se desea comunicar, ya que entre lo codificado y lo inferido solo hay una relación de semejanza (modelo inferencial). Con este presupuesto teórico, la TR descarta el modelo del código, que prevé un duplicado de pensamientos entre lo que el emisor codifica y lo que el interlocutor interpreta. Aunque es obvio que usamos la codificación del lenguaje (palabras) para transmitir pensamientos a los demás, la mayor parte de la actividad interpretativa no es descodificadora, sino inferencial. Para ello, tomamos como input la esquemática información de las palabras pronunciadas por el hablante y las transformamos en proposiciones ya contextualizadas y comunicativamente válidas. Al ser una teoría pragmática, la TR subraya el contexto como elemento fundamental para la actividad interpretativa. Uno de los patrones recurrentes es combinar la información nueva que accede a la mente (por ejemplo un enunciado) con la información del contexto para obtener conclusiones relevantes. Esto se realiza de forma sistemática tanto en el procesamiento de enunciados verbales como en el procesamiento de estímulos de índole visual que provienen del entorno circundante. 760
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Relevancia
2. Pragmática post-griceana En los años setenta del pasado siglo, Grice estableció los cimientos de la pragmática actual (de corte filosófico-cognitivo) con su énfasis en la importancia del reconocimiento de intenciones y la acuñación del término “implicatura”, aparte del ya conocido Principio de Cooperación (Grice 1975). En la actualidad, se pueden establecer dos tipos de continuadores de sus ideas: los post-griceanos, que asumen la importancia de Grice en la historia de la pragmática pero son muy críticos con sus presupuestos teóricos centrales; y los neo-griceanos, que opinan que sus ideas son correctas, aunque introducen alguna matización en la forma de entenderlas. La TR se inscribe en la primera de estas posiciones, ya que critica ideas centrales de Grice, como la necesidad de un principio de cooperación como base para entender la comprensión humana. Sin embargo, sigue a Grice en su propuesta de que la interpretación se rige por principios pragmáticos de corte racional. Además, desde la TR se valora mucho el énfasis en el reconocimiento de intenciones como parte consustancial de la comprensión. De hecho, se propone una dualidad de intenciones en la comunicación ostensiva: la intención comunicativa, que sirve para alertar al destinatario, y la intención informativa, que se refiere al contenido informativo (“una serie de supuestos”, en terminología de la TR) que la primera de estas intenciones ha revelado (ha hecho manifiesta). Al mismo tiempo, Sperber y Wilson valoran la utilidad del término “implicatura” acuñado por Grice (que Sperber y Wilson mantienen con matices, véase § 5), cuya interpretación está ligada totalmente al contexto y no es extraíble directamente del contenido proposicional del enunciado, sino de la conjunción de este con la información del contexto, como ocurre con la interpretación de Ana en (3), solo obtenible combinando la información que comunica explícitamente el enunciado de Luis en (1) con la información contextual en (2): (1) Ana: ¿Vas a venir a la fiesta del sábado? Luis: Mis padres están de viaje este fin de semana. (2) Contexto: Si los padres de Luis están de viaje, él tiene que ocuparse de cuidar a su abuela, que vive con ellos y está enferma. (3) Interpretación implicada (implicatura): Luis no podrá ir a la fiesta del sábado. A continuación se enumeran brevemente otras disonancias entre Grice y la TR: 1. Grice enfatizó la importancia del contexto en la extracción de implicaturas pero no tanto para la obtención del significado literal o explícito del enunciado (“lo dicho”), para lo cual Grice solo preveía la asignación de referentes y la desambiguación. Sin embargo, los análisis relevantistas bajo la premisa de la Teoría de la Infra-determinación (todo enunciado es literalmente menos informativo que lo que el hablante desea comunicar con él) han demostrado que hace falta mucha información contextual para obtener dicha interpretación explícita, con operaciones inferenciales más allá de la asignación de referentes o la desambiguación, y que incluyen el enriquecimiento libre, la recuperación de material elidido o el ajuste conceptual (Carston 2002). 2. Grice distinguía varios tipos de implicatura que la TR o bien no contempla, o conceptualiza como parte de la comunicación explícita. Por su parte, la TR propone tipologías y grados de implicaturas no previstas por Grice (véase § 5). 761
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Francisco Yus
3. Principios y condiciones de relevancia Al comienzo de esta entrada se comentaba que el punto de partida de esta teoría es la afirmación de que toda la actividad cognitiva del ser humano está orientada a la relevancia, a extraer el máximo beneficio de los estímulos (de índole verbal o no verbal) que la mente procesa. Esta tendencia está reflejada en el principio cognitivo de la relevancia: “La cognición humana está orientada a la maximización de la relevancia”. Dentro de este principio general existe un principio de aplicabilidad concreta a la comunicación ostensiva (la que corresponde a estímulos —verbales o no verbales— que el hablante produce de forma intencionada y cuya intención comunicativa es reconocida por el interlocutor), el denominado principio comunicativo de la relevancia: “Todo acto de comunicación ostensiva porta la presunción de su relevancia óptima”. Dicho principio está asociado a la conceptualización de la presunción de relevancia como basada en dos condiciones básicas: a) El estímulo ostensivo es suficientemente relevante como para que valga la pena el esfuerzo que exige procesarlo; y b) el estímulo es el más relevante y compatible con la capacidad y las preferencias del hablante. Esta idea de la cognición humana orientada a la relevancia subyace en la conceptualización general de la teoría sobre cómo el oyente elige una interpretación determinada a partir de un enunciado emitido, que se concreta en dos instrucciones: (a) procese posibles interpretaciones por orden de accesibilidad y (b) deténgase cuando sus expectativas de relevancia queden satisfechas. En efecto, todo enunciado posee una serie de interpretaciones, todas compatibles con la información que ha sido codificada, pero el oyente no construye todas esas interpretaciones de forma simultánea, ya que algunas interpretaciones exigen más esfuerzo mental para obtenerlas que otras. Con la capacidad cognitiva para evaluar interpretaciones que posee el oyente, este realizará una valoración de esas interpretaciones y elegirá la más relevante en ese contexto, deteniendo su actividad cognitiva en ese punto. En este sentido, “la más relevante” se rescribiría como la interpretación que ofrece un mejor equilibrio entre las siguientes dos condiciones: (a) una información es relevante en un contexto si el número de efectos cognitivos (el interés) que proporciona es alto; y (b) una información es relevante en un contexto si el esfuerzo mental necesario para procesarla es bajo.
4. Comprensión La TR prevé una actividad interpretativa marcada por la inferencia y en la que el oyente ha de contestar a tres preguntas (en un ajuste mutuo en paralelo): (a) ¿Qué desea comunicar el hablante de forma explícita?; (b) ¿Qué desea comunicar de forma implicada?; y (c) ¿A qué información espera el hablante que su interlocutor acceda para obtener (a) y (b) de forma adecuada? Para responder a estas preguntas, el oyente utiliza un criterio cognitivo que le permite acceder a la interpretación pretendida tras realizar esa actividad inferencial de “rellenado”, ya mencionado, del hueco que existe entre lo que el hablante ha codificado (es decir, ha dicho, escrito, tecleado, etc.) y lo que el hablante realmente desea comunicar con dicho estímulo verbal codificado. Dicha actividad conlleva una serie de fases (aunque, en realidad, se trata más bien de estrategias efectuadas en paralelo): En primer lugar, el módulo del lenguaje aprehende una secuencia de palabras y las identifica como susceptibles de ser interpretadas. La TR sigue, por lo tanto, la teoría de la modularidad de la mente (Fodor 1983), según la cual en la mente existe un procesador central de información que es alimentado de información por una serie de módulos especializados y encapsulados que solo procesan un determinado tipo de input y que son de activación 762
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Relevancia automática cuando está disponible la clase de información que están preparados para procesar. Uno de los módulos es el módulo de la percepción, que solo se activa cuando hay información visual para procesar y que envía al cerebro información de esta índole. Y otro módulo es el módulo del lenguaje, que solo se activa cuando existen estímulos verbales reconocibles como susceptibles de ser interpretados por el oyente (es decir, de una lengua conocida o dominada). Esta idea inicial de la modularidad ha ido evolucionando dentro de la TR, con propuestas posteriores como la de la “modularidad masiva” de la mente, la propuesta de que en la mente existe un módulo inferencial especializado que solo se activa cuando detecta una actividad comunicativa de corte ostensivo (intencionado), o la existencia de un “módulo social” especializado en el procesamiento y almacenamiento de la información de índole social. El resultado de esta identificación es lo que se denomina “forma lógica del enunciado”. Se trata de una secuencia gramatical que aún necesita ser enriquecida por el contexto para tener validez comunicativa. Aquí termina la parte de codificación del enunciado y la parte que corresponde a una semántica oracional. A partir de entonces se pasa a una etapa inferencial de la interpretación, objeto inherente de la pragmática. En la segunda fase de enriquecimiento, hay una serie de estrategias inferenciales que han de acometerse según los requisitos del enunciado que está siendo procesado: 1. 2. 3.
Identificación de referentes. Es algo típico de palabras vacías de significado como los deícticos, nombres propios, etc., para los cuales hay que buscar un referente. Desambiguación. A veces hay que elegir entre dos significados alternativos de una palabra. Enriquecimiento libre. Tiene lugar cuando el enunciado exige del oyente una actividad de “rellenado inferencial” de alguna parte elidida sin la cual el enunciado no tiene sentido, a pesar de ser gramaticalmente correcto, como se observa en (4):
(4) Ella es la mejor candidata [¿para qué?]. El paracetamol es mejor [¿que qué?] [¿para qué?]. 4.
Ajuste conceptual. Hay muchos casos en los que un concepto al que remite una palabra es ajustado pragmáticamente, de forma que el concepto que se supone que desea comunicar el hablante es diferente del concepto lexicalizado típico asociado a esa palabra (como se encuentra en un diccionario, por ejemplo). Ese nuevo concepto puede ser más relajado que el concepto prototípico, como en (5), o más específico, como en (6), o alguna combinación de ambos, como en la metáfora (7), de forma que lo que finalmente se comunica (el llamado concepto ad hoc) solo se parece, en parte, al concepto prototípico que el hablante ha codificado en el enunciado:
(5) Entramos al pub, pero nos salimos porque estaba vacío [no literalmente vacío, más bien con poca gente]. (6) El cine está a cierta distancia de aquí [específicamente a demasiada distancia para ir andando]. (7) Estoy encantada con mi hija. Es una princesa [el concepto que se desea comunicar es más relajado que el codificado porque incluye a mujeres que no son literalmente princesas. Por otra parte, también es más específico, porque se refiere a un subgrupo de princesas, las que son encantadoras, guapas, etc.]. 763
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Francisco Yus Esta idea de conceptos ad hoc subyace en la propuesta actual de la TR respecto a la comprensión del lenguaje figurativo y, en concreto, de las metáforas. Se ha producido una notable evolución en el seno de esta teoría desde una aproximación inicial a la metáfora como parte de la semejanza interpretativa entre lo que se dice y lo que se comunica. Desde esta perspectiva, la metáfora comunicaría interpretaciones en forma de implicaturas más o menos fuertes o débiles más allá de lo expresado de forma explícita y sin que la proposición expresada por el enunciado tenga un papel relevante en dichas interpretaciones. En la actualidad, por contra, se propone que el contenido explícito del enunciado sí se comunica, si bien requiere el ajuste de conceptos guiado por la búsqueda de relevancia. Por lo tanto, aunque la interpretación metafórica sigue residiendo en la derivación de implicaturas fuertes o débiles, el significado explícito sí forma parte de lo que comunica el hablante con su enunciado. Otra de las líneas de investigación más fructíferas en el seno de la TR y que afecta a la teorización sobre los conceptos es la que investiga la cualidad “conceptual frente a procedimental” de determinadas palabras (Blakemore 2002). Si bien la mayoría de las palabras poseen conceptos subyacentes, determinadas palabras como pero, después de todo, mientras que, etc. poseen un papel “facilitador” de la actividad interpretativa (son procedimentales) y reducen el esfuerzo mental necesario para interpretar determinadas partes de los enunciados a los que acompañan. Esto ocurre sobre todo con los conectores, pero la lista de elementos procedimentales ha sido ampliada en los últimos años para incluir, por ejemplo, la entonación (véase, por ejemplo, Escandell Vidal 1998). El resultado de estas operaciones inferenciales es la denominada “proposición expresada” por el enunciado. Esta proposición está contextualizada y es comunicativamente relevante. El oyente puede entonces utilizarla como la hipótesis interpretativa sobre lo que el hablante desea comunicar de una forma explícita (la denominada explicatura) o usarla como parte de las premisas contextuales que sirven para la derivación de conclusiones implicadas (implicaturas). En este aspecto, la TR difiere de otras posiciones como las de Grice o Bach (véase § 5). En esta fase se obtienen también las denominadas explicaturas de nivel superior, esquemas en los que el enunciado es insertado para indicar la actitud proposicional o la fuerza ilocutiva que acompaña a la emisión del enunciado. En general, la mera interpretación de la proposición expresada (como (8b) respecto al enunciado de María) no es suficiente para que ésta sea relevante, y el oyente estará muy interesado en determinar también las posibles explicaturas de nivel superior, como las listadas en (8c-e): (8) a. b. c. d. e.
María [a Pedro]: “Te vas”. María ha dicho a Pedro que él se va. María está informando a Pedro de que tiene que irse. María supone que Pedro se va. María está pidiendo a Pedro que confirme si se va o no.
5. Comunicación explícita e implicada Existe una idea más o menos intuitiva de qué información es comunicada de una forma explícita (explicatura) y qué información es implicada (implicatura). Para la TR la diferencia es clara (Sperber y Wilson 1995: 182): Un supuesto comunicado por un enunciado E es una explicatura si y solo si es un desarrollo de la forma lógica codificada por E. Cualquier supuesto comunicado, pero no de forma explícita, es una implicatura. En el caso de las implicaturas, Grice (1975) distinguía entre la implicatura convencional (9), que invariablemente es extraída con independencia del contexto; la conversacional 764
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Relevancia generalizada (10), que está ligada al contexto pero suele ser obtenida en la mayoría de estos; y la conversacional particularizada (11), que está totalmente ligada al contexto y que sin este sería imposible de obtener: (9) Algunos participantes se quedaron hasta el último día. Implicatura: No todos los participantes se quedaron hasta el último día. (10) Ella cogió las llaves y abrió la puerta. Implicatura: Ella cogió las llaves y [después] abrió la puerta [con esas llaves]. (11) ¿Te gustó la barbacoa que hicimos ayer? Soy vegetariana. Implicatura: No me gustó la barbacoa de ayer. Para la TR, por contra, no existiría una división de tal calado, sino que las implicaturas convencionales y las conversacionales particularizadas serían parte de lo que el hablante comunica de una forma explícita. Bach (1994), por su parte, propone el término implicitura, a medio camino entre la explicatura y la implicatura. De nuevo, dicho término estaría bajo el campo de acción de la comunicación explícita, de acuerdo con la TR. Por otro lado, la TR prevé diferentes tipos y grados de implicatura no contemplados por Grice. Se distingue, en primer lugar, entre implicaturas fuertes e implicaturas débiles. Las primeras están sustentadas por el hablante, previstas por este. Cuanto más débiles sean, más papel y protagonismo posee el oyente en su derivación. Aunque el enunciado las ha desencadenado en todos los casos, a menudo estas implicaturas débiles son obtenidas más allá de las intenciones concretas del hablante. Clark (2013) lo ilustra con este ejemplo, donde el enunciado de Ben en (12) implica, como implicaturas fuertes sustentadas por él, las interpretaciones (13a,b); pero su enunciado también desencadena la extracción de implicaciones débiles como (14a-c), no pretendidas por Ben sino construidas por Ken más allá de las intenciones comunicativas de Ben: (12) Ken: ¿Temes que el precio de la gasolina suba otra vez? Ben: No tengo coche. (13) a. Ben no compra gasolina. b. A Ben no le preocupa el precio de la gasolina. (14) a. Ben no cree que deba preocuparse de los coches. b. A Ben no le gusta la gente que tiene coches. c. A Ben le preocupa el medio ambiente. En segundo lugar, la TR distingue entre premisas implicadas y conclusiones implicadas. Ambas serían implicaturas, pero las primeras son obtenidas como parte de la información contextual necesaria para la obtención de las segundas. Un ejemplo sería (15): (15) Juan: ¿Te apetece una cerveza? Tomás: Soy musulmán. Premisas implicadas: a. La cerveza es una bebida alcohólica. b. Los musulmanes no beben alcohol. Conclusión implicada: Tomás no desea una cerveza. 765
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Francisco Yus Por último, tanto para la comunicación explícita como para la comunicación implicada, existen grados dependiendo del nivel de esfuerzo mental que el oyente ha de realizar para obtener la interpretación explícita o implicada pretendida por el hablante. Para el caso de la comunicación explícita, cuanto mayor contenido es codificado en el enunciado, más explícito es el mismo. Para el caso de la comunicación implicada, cuantos más supuestos contextuales sean necesarios para obtener la implicatura, más implícita será dicha implicatura.
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Entradas relacionadas actos de habla; implicatura y presuposición; pragmática
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TRASTORNOS DEL LENGUAJE Vicenç Torrens
1. Introducción El proceso de desarrollo y procesamiento del lenguaje puede verse alterado, pudiéndose detectar retrasos generales del lenguaje o específicos del área de la fonología, la sintaxis o la pragmática; asimismo, el lenguaje en el adulto puede verse alterado debido a un accidente cerebrovascular, traumático o a un proceso neurodegenerativo. Además de estos casos, existe una sintomatología lingüística asociada a los trastornos del desarrollo, tales como el autismo, la deficiencia mental, la ceguera o la parálisis cerebral (Río y Torrens 2006). En la deficiencia mental se observa un retraso general en todos los aspectos del desarrollo del lenguaje. En el autismo se ha observado una particular dificultad en el desarrollo de la pragmática. La parálisis cerebral imposibilita al niño a controlar sus movimientos voluntarios y automáticos, produciendo un retraso generalizado en el habla y en la facultad del lenguaje. Una manera de clasificar los trastornos es agruparlos en trastornos del habla, de la audición y del lenguaje. En el grupo de trastornos del habla se pueden incluir aquellos trastornos en que se encuentran afectados los órganos que intervienen en la producción del lenguaje: la dislalia, donde el niño tiene dificultades para articular un sonido determinado debido a un trastorno funcional de la articulación; la disglosia, que consiste en que el niño tiene una alteración anatómica en alguno de los órganos de la articulación (p. ej. labio leporino, fisura palatal); la disartria, que consiste en una alteración de los órganos neuronales que coordinan la articulación de los sonidos; y finalmente la disfemia y la taquifemia, que consisten en la alteración del ritmo en la articulación de las palabras. En la categoría de trastornos del lenguaje se incluyen: la disfasia (o trastorno del lenguaje), que consiste en un retraso general en el desarrollo del lenguaje; el retraso simple del lenguaje, que consiste en un retraso específico de la sintaxis; el retraso fonológico, que incide en la discriminación y producción de grupos de sonidos; y la afasia, que consiste en la pérdida de la facultad del lenguaje debido a un accidente vascular o a un accidente traumático. En este artículo nos vamos a centrar en esta categoría de trastorno. Otra categoría de trastornos que se puede incluir es el de los trastornos de la voz y la audición: las disfonías, que consisten en una alteración de los órganos que intervienen en la fonación de los sonidos (p. ej. las cuerdas vocales), y la sordera, que influye en el desarrollo de la percepción y la articulación de los sonidos, y posteriormente en el 767
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Vicenç Torrens desarrollo de la facultad del lenguaje. Existen otros trastornos del habla, la audición, la voz y el lenguaje, trastornos afectivos y enfermedades neurodegenerativas asociadas al lenguaje, pero esperamos describir algunos de los más conocidos y frecuentes y cubrir la mayor parte del espectro.
2. Trastornos del desarrollo del lenguaje El retraso simple del lenguaje consiste en la no aparición del lenguaje a una edad en que normalmente se presenta, y no existe ninguna causa patológica manifiesta. A diferencia de la disfasia, no se observa una desviación del desarrollo normal, sino simplemente un retraso. En el retraso leve del lenguaje los síntomas consisten en una simplificación de la estructura silábica, ausencia de los fonemas líquidos y su substitución por otros fonemas más fáciles de pronunciar. Con respecto al desarrollo morfosintáctico, se observa un nivel normal. Los niños consiguen transmitir el significado de su mensaje, saben escuchar y participan en conversaciones. En el retraso moderado del lenguaje se observa una mayor reducción de patrones fonológicos, hay una ausencia absoluta de las consonantes fricativas y se observan substituciones en los sonidos frontales, palatales y velares. Hay una desaparición de los diptongos y las consonantes finales. Con respecto al léxico, el repertorio es muy reducido. En cuanto a la morfosintaxis, hay una omisión de artículos y preposiciones, y se observa una falta de frases subordinadas. En el retraso grave la comprensión del lenguaje de los niños es muy difícil y el léxico es muy reducido. Con respecto a la sintaxis, no producen más que frases de una sola palabra o producen un habla telegráfica. Las funciones básicas de las frases se tienen que inferir a partir del contexto. En estudios del retraso del lenguaje en castellano y catalán, se ha observado que los niños con trastorno del lenguaje presentan un retraso en la adquisición de segmentos, la estructura silábica y la estructura léxica (Aguilar, Sanz y Serra 2002); una de las mayores dificultades de esta población en cuanto al desarrollo morfosintáctico es la falta de concordancia entre los diferentes constituyentes de la frase (Torrens y Escobar 2009); y uno de los factores más importantes de la falta de comprensión de su lenguaje es el alto nivel de omisiones (Serra, Aguilar y Sanz 2002). El trastorno del lenguaje (o disfasia infantil) consiste en la no aparición del lenguaje en niños que no presentan rasgos de otros síntomas que podrían explicar los problemas (sordera, autismo, deficiencia mental). Algunos autores consideran que los trastornos evolutivos de la adquisición del lenguaje forman un continuo desde el retraso simple del lenguaje hasta la afasia congénita. Los estadios intermedios se diferencian por la importancia y la persistencia de los síntomas. Se ha llegado a afirmar que la disfasia es un retraso del lenguaje que no desaparece después de los siete años. La mayor parte de los autores, sin embargo, establecen una diferencia cualitativa entre los diferentes trastornos: mientras que el retraso del lenguaje se considera sólo como un desfase cronológico, que sigue las etapas habituales de desarrollo y se reduce progresivamente con el tiempo, la disfasia se define como un trastorno profundo de los mecanismos de adquisición. En la disfasia existen muchos más trastornos asociados, como dificultades de atención o retraso psicomotor. La evolución del lenguaje es mucho más lenta y prácticamente no responde al tratamiento. La disfasia infantil se ha clasificado en seis categorías descriptivas (Rapin y Allen 1983): agnosia verbal auditiva, dispraxia verbal, déficit de programación fonológica, déficit fonológico-sintáctico, déficit léxico-sintáctico y déficit semántico-pragmático. Con respecto a la sintomatología no lingüística de la disfasia, los niños presentan dificultades en la memoria secuencial, tienen dificultades en la memoria a corto plazo, y dificultades de percepción del tiempo y el espacio, tienen alteraciones de la atención y presentan dificultades psicomotrices. 768
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Trastornos del lenguaje Los factores causales del retraso del lenguaje son diversos. Desde un punto de vista cognitivo, el retraso puede ser debido a la poca relevancia fonética de los morfemas en algunas lenguas poco flexivas (Leonard et al. 1992); también podría ser debido a un déficit en la memoria a corto plazo o se puede observar una alteración de la atención. Desde un punto de vista neurobiológico se aduce un factor genético de origen poligénico (Gopnik y Crago 1991); también se ha relacionado el retraso del lenguaje con agresiones perinatales; de igual modo, también puede tener su origen en las pérdidas auditivas del oído medio. Desde un punto de vista lingüístico, se ha explicado el retraso del lenguaje a través de la dificultad para establecer relaciones de concordancia entre diferentes constituyentes de la frase (Clahsen 1991); o a través de las dificultades con los marcadores de finitud del verbo en niños con dicho trastorno (Rice, Wexler y Cleave 1995); en el estudio de niños con trastorno del lenguaje de habla castellana, algunos autores han observado un Estadio de Infinitivo Opcional (Grinstead et al. 2009), mientras que en otros estudios no se encuentra evidencia en este sentido (Sanz et al. 2008). En cuanto a los factores psico-afectivos, en la aparición del retraso del lenguaje intervienen las relaciones afectivas entre padres e hijos, el nivel cultural del medio, la personalidad del niño y un medio familiar poco estimulante.
3. Las afasias La afasia es la alteración del lenguaje productivo y receptivo a causa de lesión traumática del cerebro o un accidente vascular. La sintomatología de los diferentes casos de afasia difiere mucho, y es debido a la localización y la extensión de la lesión, además de la edad del paciente, la dominancia hemisférica y su género. Se podrían clasificar las afasias en ocho tipos: la afasia de Broca, la de Wernicke, la afasia de conducción, la afasia sensorial transcortical, la afasia motora transcortical, la afasia amnésica, la afasia global y la afasia mixta. Paul Broca (1861) fue el primer autor en proponer que la lesión en una región concreta del cerebro podía provocar un trastorno del lenguaje. Broca tenía un paciente que había perdido el habla, pero que tenía una buena comprensión de frases. En el análisis post mortem, Broca observó que este paciente tenía una lesión en la parte inferior del lóbulo frontal izquierdo, la región del cerebro que ahora se conoce como área de Broca. A partir de entonces se empezó a postular que los dos hemisferios del cerebro no son simétricos.
3.1. La afasia de Broca En la afasia de Broca hay un predominio de las alteraciones de la producción sobre las de la comprensión. La expresión no es fluida, y sus producciones son agramaticales. La comprensión es buena; no obstante, estos pacientes tienen dificultades para comprender la categoría funcional de tiempo y estructuras sintácticas complejas tales como las frases subordinadas (Friedmann y Grodzinsky 1997; Grodzinsky 1990). Respecto a la producción, en algunos casos se puede observar un mutismo irreversible. En los casos más leves, se pueden presentar transformaciones fonéticas, tales como el ensordecimiento, la nasalización o la elisión. Con respecto a la sintaxis en la producción del lenguaje, existe una reducción y simplificación: producen frases breves, yuxtaposiciones, elisiones y sustitución de morfemas. También tienen dificultades para repetir frases, de acceso al léxico o tareas de denominación. También se ha observado una supresión de la escritura, una reducción de la complejidad del lenguaje escrito y una alteración del grafismo.
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Vicenç Torrens
3.2. La afasia de Wernicke Carl Wernicke (1874) realizó una clasificación de los diferentes síndromes afásicos. En ella, describió un nuevo cuadro sintomático, en el que los pacientes tenían problemas de comprensión mientras que su producción era fluida y con una buena entonación. En la autopsia observó que el paciente tenía una lesión en la circunvalación temporal izquierda, la región que se conoce actualmente como área de Wernicke. En la afasia de Wernicke se aprecia una gran alteración de la comprensión, puesto que los pacientes no son capaces de comprender palabras muy frecuentes. La función de la repetición está muy alterada. En la producción se observa un habla incomprensible denominada jerga, que consiste en un discurso rápido y continuo. En la producción se observan parafrasias verbales, que consisten en una selección defectuosa de las entradas léxicas basándose en propiedades semánticas de las palabras, y parafrasias nominales, que consisten en una selección defectuosa basándose en propiedades fonéticas de las palabras. También producen neologismos, repiten palabras en contextos poco adecuados en el discurso y padecen anomia (dificultades para acceder al léxico). En la escritura tienen preservados los grafismos y los automatismos, aunque el dictado está muy alterado, y confunden palabras y letras. La comprensión lectora varía mucho en función de la lesión. Con el tiempo, los síntomas observados pueden presentar menos severidad.
4. Trastornos del desarrollo 4.1. La deficiencia mental Las personas con una deficiencia mental muestran deficiencias en todos los aspectos de la cognición, tales como la atención, la memoria o el razonamiento. Debido a que estos aspectos son imprescindibles en la adquisición del lenguaje, el desarrollo del lenguaje está retrasado en personas con retraso mental. Con respecto a la fonología, todas las personas con un retraso mental tienen dificultades en la articulación de los sonidos. La población que tiene más dificultades son los niños con síndrome de Down. Una de las cuestiones que se ha estudiado es en qué medida el lenguaje en estos niños tiene un carácter diferenciado con respecto al lenguaje de los niños con un desarrollo normal. En un estudio realizado a niños con síndrome de Down, de edad comprendida entre cuatro y siete años (LME= 1.22/2.06), se observó que los errores eran regulares y se podían predecir a partir de las formas adultas. Los errores eran parecidos a los que se observan en el habla de niños sin retraso mental con una LME parecida. El desarrollo del sistema fonológico de los niños con retraso es más lento, pero no difiere del desarrollo del niño normal de forma cualitativa (Rondal y Comblain 1996). Con respecto a la sintaxis, se ha observado que los niños con retraso mental tienen déficits en la comprensión y la producción de estructuras gramaticales, así como en el dominio de estructuras morfológicas. Un estudio con niños con síndrome de Down de doce años mostró un retraso de aproximadamente un año en la comprensión de frases pasivas respecto a niños sin retraso mental de cuatro años con una edad mental parecida. En general, la comprensión del lenguaje está por debajo de lo que se esperaría a partir de su edad mental. Los niños con síndrome de Down son los que obtienen un peor rendimiento. Con respecto al procesamiento semántico se ha observado que cuando se iguala la LME, los niños con y sin retraso comprenden las relaciones semánticas de frases simples de la misma manera. Los niños con síndrome de Down de doce años y niños sin retraso 770
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Trastornos del lenguaje mental con una edad mental parecida (de cinco años de edad cronológica) presentan una comprensión del vocabulario, de la sintaxis y una expresión del vocabulario parecidos. En la narración, los niños con síndrome de Down producen un menor número y una menor variedad de palabras, un porcentaje menor de producciones completas e inteligibles. El desarrollo semántico sigue las mismas características, aunque retrasadas, en los niños con o sin retraso mental.
4.2. El autismo El lenguaje y la comunicación en el autismo fueron descritos por Kanner (1968), quien hizo patente las características del lenguaje y la comunicación de los niños con autismo en la primera descripción que realizó. Entre otras características describió la inversión pronominal (sustitución de los pronombres personales yo por tú), el retraso en la adquisición del lenguaje, la utilización no comunicativa del habla y producciones idiosincrásicas, inapropiadas y perseverantes. Una de las características del lenguaje en el autismo es el mutismo. Un niño puede no producir ningún tipo de sonido, o bien puede emitir vocalizaciones no articuladas y sin ningún patrón definido, utilizadas como juego vocal, pero sin intención de comunicar. En cuanto a la audición, se ha observado desde una baja sensibilidad a los sonidos hasta una hipersensibilidad a algunos de ellos. El mutismo en niños con autismo se había relacionado muchas veces con una posible sordera; no obstante, más tarde se ha visto que no se acostumbra a observar sordera en estos niños. La baja sensibilidad es debida a factores cognitivos y no a factores orgánicos. El balbuceo en el niño con autismo se encuentra totalmente ausente o distorsionado en su habla. Sólo algunos niños con autismo desarrollan el balbuceo a la misma edad que los niños normales. Se ha observado que durante el primer año de vida no emiten ninguna vocalización, y entre los tres y los cinco años, algunos niños con autismo balbucean. No obstante, el balbuceo es monótono. Cuando están expuestos al balbuceo de otros niños, los niños con autismo nunca imitan el balbuceo y repiten el mismo tipo de balbuceo monótono. Los niños con autismo presentan la conducta de ecolalia, que se define como la repetición sin significado de una palabra o una frase, sin una clara intención comunicativa y sin tener en cuenta ningún interlocutor. La ecolalia puede ser inmediata, diferida o modificada. La ecolalia no es un fenómeno aislado, sino que es parte de la naturaleza obsesiva y perseverante del autismo. Aunque parezca que las producciones de la ecolalia sean rutinarias y mecánicas, la mayoría están relacionadas con acontecimientos significativos para el niño. A pesar de la falta de intención comunicativa de muchas de las producciones, se ha observado que bastantes de ellas parecen tener alguna función comunicativa. La inversión pronominal es otra característica, que consiste en el hecho de que los niños con autismo se refieren a sí mismos con el pronombre tú (y de forma muy frecuente no utilizan el pronombre yo en contextos donde lo deberían producir). La inversión pronominal es el resultado de trastornos socio-afectivos y de problemas de identidad de los niños con autismo. También puede ser debido al estilo repetitivo y mecánico de su lenguaje. En cuanto a la fonología, los niños con autismo son incapaces de dividir los sonidos del habla en unidades más reducidas, y utilizan conjuntos de sonidos sin procesar. Respecto a la sintaxis, aplican las reglas sintácticas en su comprensión del lenguaje; utilizan sintagmas y frases abreviadas con el fin de acabar la comunicación lo antes posible; omiten preposiciones, adverbios y artículos; en algunos estudios se hacen paralelismos con las propiedades de la sintaxis de niños con trastorno específico del lenguaje (Roberts, Rice y Tager-Flusberg 771
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Vicenç Torrens 2004). La entonación está distorsionada en la producción de los niños con autismo. Estas dificultades persisten incluso después de una intervención en el lenguaje productivo. La mayoría de los niños con autismo tienen retrasos y distorsiones en el intervalo de frecuencias del sonido; el intervalo puede ser demasiado amplio o demasiado reducido. Además, presentan dificultades para integrar la entonación con la pragmática (Chevalier et al. 2009). También se puede apreciar una alteración de la capacidad simbólica. La función simbólica trata del uso de un objeto o de una actividad que no tiene una relación directa con el referente al que alude. Los niños con autismo prácticamente no tienen ninguna capacidad simbólica que les permita representar interiormente el mundo externo. Los niños que se encuentran en un estado presimbólico, identifican como iguales objetos que tienen una gran similitud visual. Sin embargo, el uso de palabras por parte de algunos niños con autismo es una muestra de la existencia de símbolos, puesto que las palabras substituyen conceptos, y son símbolos que no tienen ninguna similitud física con su referente.
5. Trastornos neurodegenerativos Una de las causas de la alteración del normal funcionamiento del lenguaje son los procesos neurodegenerativos. El deterioro se puede observar en estructuras corticales, produciendo la enfermedad de Alzheimer, o en estructuras subcorticales dando lugar a la enfermedad de Parkinson. Uno de los casos más conocidos que afecta a estructuras corticales es la demencia de Alzheimer, en la que se observa una lesión generalizada del cerebro que provoca una degeneración de las capacidades de la memoria, el razonamiento y el lenguaje. Los síntomas que presentan los pacientes con esta demencia simulan una afasia nominal en las primeras fases: se observan dificultades en el acceso léxico, aunque se ha observado que los pacientes todavía se benefician de efectos facilitadores como el priming (Nicholas et al. 1997); en las últimas fases los síntomas se parecen a una afasia de Wernicke. Los pacientes se pueden beneficiar de información previa sobre la palabra que tienen que mencionar, como las dos primeras letras de la palabra, pero a diferencia de sujetos con un desarrollo normal, suelen producir palabras parecidas fonológicamente de forma más frecuente que palabras parecidas semánticamente a la palabra objetivo. Los sujetos con un deterioro severo ya no se pueden beneficiar de la ayuda con información relativa a las palabras que tienen que recordar. Existe una gran variabilidad en la sintomatología de los pacientes, y en algunos casos se puede observar una sintomatología parecida a una afasia global en la fase avanzada; el deterioro de las funciones cognitivas del paciente determina la severidad de los síntomas lingüísticos. En los casos leves los pacientes pueden acertar la palabra correcta si la tienen que escoger entre un conjunto, mientras que los casos severos no pueden beneficiarse de esta facilitación. Se ha observado en estos pacientes un menor rendimiento en las áreas de expresión verbal, comprensión auditiva y de repetición. Existe una notable dificultad en la denominación, puesto que pueden reconocer objetos y su utilidad pero son incapaces de denominarlos; incluso pueden identificar la clase semántica, pero no pueden encontrar el lexema de la clase individual a la que pertenece el objeto. Los pacientes tienen dificultades para organizar la red semántica, en lugar de ser puramente un déficit de percepción visual; parece ser que tienen dificultades de procesamiento central para organizar y almacenar conceptos en la memoria semántica. Los errores que producen suelen ser parecidos a los errores de denominación que se han observado en sujetos normales. En esta enfermedad se puede observar un uso incorrecto de formas gramaticales, como el uso de las preposiciones y una menor utilización de estructuras complejas como las pasivas. En relación con el discurso, se ha observado que estos pacientes muestran una cantidad significativamente menor de proposiciones y de 772
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Trastornos del lenguaje términos léxicos, frases con una extensión inferior, con más fragmentos de lo habitual y errores de referencia. La lectura está bastante preservada en las etapas iniciales; no obstante, la escritura se encuentra muy alterada desde los inicios de la enfermedad.
Bibliografía Aguilar, E., Sanz, M. y Serra, M. (2002) “A comparative study of the phonology of pre-school children with specific language impairment, language delay and normal acquisition”, Clinical Linguistics and Phonetics, 16, 8, pp. 573–596. Broca, P. (1861) “Sur le principe des localisations cérébrales”, Bulletin de la Société d’Anthropologie, 2, pp. 190–204. Chevalier, C., Noveck, I. A., Happe, F. y Wilson, D. (2009) “From acoustics to grammar: Perceiving and interpreting grammatical prosody in adolescents with Asperger Syndrome”, Research in autism spectrum disorders, 3, pp. 502–516. Clahsen, H. (1991) Child language and developmental dysphasia, Amsterdam: John Benjamins. Friedmann, N. y Grodzinsky, Y. (1997) “Tense and agreement in agrammatic production: Pruning the syntactic trees”, Brain and Language, 56, pp. 397–425. Gopnik, M., y Crago, M. (1991) “Familial aggregation of a developmental language disorder”, Cognition, 39, pp. 1–50. Grinstead, J., De la Mora, J., Pratt, A. y Flores, B. (2009) “Temporal interface delay and root nonfinite verbs in Spanish-speaking children with specific language impairment: Evidence from the grammaticality choice task”, en Grinstead, J. (ed.) Hispanic child languages. Typical and impaired language, Amsterdam: John Benjamins. Grodzinsky, Y. (1990) Theoretical perspectives on language deficits, Cambridge, MA: MIT Press. Kanner, L. (1968) “Autistic disturbances of affective contact”, Acta Paedopsychiatrica, 35, 4, pp. 100–136. Leonard, L., Bortolini, U., Caselli, M., McGregor, K., y Sabbadini, L. (1992). “Two accounts of morphological deficits in children with specific language impairment”, Language Acquisition, 2, pp. 151–179. Nicholas, M., Barth, C., Obler, L. K., Au, R. y Albert, M. L. (1997) “Naming in normal aging and dementia of the Alzheimer’s type”, en Goodglass, H. y Wingfield, A. (eds.) Anomia: Neuroanatomical and cognitive correlates, San Diego: Academic Press. Rapin, I., y Allen, D. (1983) “Developmental language disorders: Nosologic considerations”, en Kirk, U. (ed.) Neuropsychology of language, reading, and spelling, Nueva York: Academic Press, pp. 155–184. Rice, M. L., Wexler, K. y Cleave, P. (1995) “Specific language impairment as a period of extended optional infinitive”, Journal of Speech and Hearing Research, 38, pp. 850–863. Río, M. J. del y Torrens, V. (2006) Lenguaje y comunicación en trastornos del desarrollo, Madrid: Prentice Hall. Roberts, J. A., Rice, M. L. y Tager-Flusberg, H. (2004) “Tense marking in children with autism”, Applied Psycholinguistics, 25, 3, pp. 429–448. Rondal, J. A y Comblain, A. (1996) “Language in adults with Down syndrome”, Down Syndrome Research and Practice, 4, 1, pp. 3–14. Sanz, M., Serrat, E., Andreu, L. y Serra, M. (2008) “Verb morphology in Catalan and Spanish in children with Specific Language Impairment: A developmental study”, Clinical Linguistics & Phonetics, 22, 6, pp. 459–474. Serra, M., Aguilar, E. y Sanz, M. (2002) “Evolución del perfil productivo en el trastorno del lenguaje”, Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología, 22, 2, pp. 77–89. Torrens, V. y Escobar, L. (2009) “Specific Language Impairment in Spanish and Catalan”, en Grinstead, J. (ed.) Hispanic Child Languages. Typical and impaired language, Amsterdam: John Benjamins. Wernicke, C. (1874) Der aphasische Symptomencomplex, Breslau: Cohn und Weigert.
Entradas relacionadas psicolingüística 773
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UNIVERSALES Y LENGUAS SEÑADAS Juan Carlos Moreno Cabrera
1. La investigación de los universales del lenguaje humano El estudio de las características compartidas por todas las lenguas humanas ha estado representado a lo largo del siglo XX por tres grandes escuelas de investigación. Primero, la escuela de Stanford caracterizada por las aportaciones de J. H. Greenberg (Greenberg 1966; Greenberg (ed.) 1963, 1978); esta escuela es fundamentalmente inductiva e intenta establecer generalizaciones lingüísticas a partir de las variaciones observadas en las lenguas humanas. Son características de ella los denominados universales implicativos. Se trata de generalizaciones tipológicas enunciadas del modo siguiente: “Si se da X en una lengua se dará también Y” o X m Y. Por ejemplo: si una lengua tiene vocales nasales también tendrá vocales orales o si una lengua tiene artículos también tendrá determinantes. Este enfoque es expuesto en la entrada de esta enciclopedia dedicada a la tipología lingüística. En segundo lugar, la escuela generativista, cuya figura más influyente es Noam Chomsky, y cuya propuesta, de carácter hipotético-deductivo, se suele denominar gramática universal (Cook y Newson 2007). La gramática universal trata de caracterizar la facultad humana del lenguaje, común a todos los miembros de nuestra especie, y de la que todas las lenguas humanas naturales pasadas, presentes y futuras son realización concreta en su núcleo gramatical. La investigación de las propiedades abstractas de esa gramática universal ha sido una de las cuestiones fundamentales del proyecto de investigación de la lingüística teórica generativista. En tercer lugar, la escuela de Colonia, fundada por H. Seiler (Seiler (ed.) 1978 y Seiler 2000), una escuela europea en la que se intentan conciliar algunos aspectos de las dos escuelas anteriores. En esta corriente se ponen en relación los diversos universales implicativos como los propuestos en la escuela de Stanford con unas pocas dimensiones universales de carácter funcional-cognitivo tales como la identificación, la aprehensión, la nominación, la localización o la participación. Como ilustración de algunos de estos conceptos, la aprehensión es aquella dimensión universal a través de la cual las lenguas clasifican lingüísticamente las entidades a las que nos referimos. Esta función mental nos permite la clasificación nominal o distinguir entre nombres de materia y nombres contables, por ejemplo. Por su parte, la participación es aquella dimensión universal a través de la cual las lenguas expresan los distintos roles que tienen las entidades que participan en un suceso: esa dimensión 774
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Universales y lenguas señadas universal se manifiesta tipológicamente a través de las diversas maneras en que las lenguas marcan los sintagma nominales que denotan los participantes en una acción, proceso o estado (véase Seiler 2000 para una visión de conjunto y para las referencias bibliográficas pertinentes).
2. Las lenguas de señas y los universales del lenguaje humano En este artículo vamos a pasar revista las principales características de la facultad humana del lenguaje y, por tanto, se adopta un punto de vista más cercano a la escuela de Chomsky que a las escuelas de Greenberg y Seiler. La causa de esta decisión se encuentra en un punto crucial para la investigación de los universales y que solo ha sido asumido explícitamente por la escuela chomskyana. Se trata de la inclusión de las lenguas de señas en la investigación universalística. A partir sobre todo del libro de Sandler y Lillo-Martin (2006) acerca de las lenguas de señas y la gramática universal desde la perspectiva generativista, queda muy claro que cualquier investigación sobre los universales del lenguaje humano que no tenga en cuenta las lenguas de señas está irremediablemente sesgada y carece de fundamento empírico firme. La razón de ello es que en la investigación lingüística reciente queda fuera de toda duda que las lenguas de señas son una manifestación directa de la facultad humana del lenguaje y que no existen dos facultades del lenguaje diferentes: una para las lenguas orales y otra para las lenguas de señas. Esto obliga a incluir estas lenguas en toda caracterización de los universales del lenguaje humano que pretenda ser mínimamente sólida.
3. Rasgos universales del lenguaje humano En este artículo vamos a enumerar y ejemplificar algunas características generales de las lenguas señadas que son compartidas con las lenguas habladas y que proceden directa o indirectamente de la facultad humana del lenguaje y, por consiguiente, son características o exclusivas del lenguaje específicamente humano (Valli y Lucas 2000: 8–13). Las características que va a ser explicadas son las siguientes: Estructurales: Creatividad, innovación, doble articulación, dependencia estructural, variación y cambio Semánticas: Universalidad, plurisemia, desplazamiento, reflexividad Pragmáticas: Intercambiabilidad, monitorización, aprendibilidad En general, esta lista de características universales del lenguaje humano coincide en lo esencial con la que propuso Ch. F. Hockett (1961), aunque este autor no tuvo en cuenta las lenguas de señas. Las características propuestas por Valli y Lucas, tal como se adaptan en Moreno Cabrera (2013: 139–155) las podemos agrupar en tres grupos: estructurales, semánticas y pragmáticas. Las estructurales tienen que ver con la configuración formal y capacidad generativa de las lenguas naturales habladas y señadas. Vamos a ver cuatro de estas propiedades: creatividad, innovación, doble articulación, dependencia estructural y variación y mutabilidad. Las propiedades semánticas que vamos a considerar aquí son: la universalidad o efabilidad, la plurisemia, el desplazamiento y la reflexividad. Por último, pasaremos revista a algunas propiedades pragmáticas, tales como la intercambiabilidad, la monitorización y la aprendibilidad.
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Juan Carlos Moreno Cabrera
4. Universales estructurales de las lenguas naturales Una característica crucial de todas las lenguas naturales habladas o señadas que refleja una de las propiedades esenciales de la facultad humana del lenguaje es la creatividad. Las lenguas señadas, como las orales, permiten la creación de un número ilimitado de expresiones lingüísticas posibles construidas mediante la combinación de un conjunto limitado de elementos significativos (palabras habladas o señadas). No existe un límite teórico superior para el número de expresiones lingüísticas que se pueden realizar en las lenguas habladas o señadas y, además, las expresiones lingüísticas pueden tener una longitud indeterminada que solo queda efectivamente limitada por los condicionantes materiales que afectan a los seres humanos. Por largo que sea un discurso hablado o señado siempre se podría ampliar sin más limitaciones que esos condicionantes materiales a que se alude, aplicando los procesos estructurales generativos típicos de las lenguas naturales humanas, tales como el de la recursividad: un sintagma puede contener otro sintagma de su misma categoría; una oración puede aparecer incrustada en otra oración más amplia; un discurso puede formar parte de otro discurso mayor. Este comportamiento se da tanto en las lenguas habladas como en las señadas. Como ejemplo de esta propiedad en las lenguas habladas y señadas se puede aducir la siguiente oración con varios niveles de subordinación en la lengua española y en la lengua de señas española (Herrero Blanco 2009: 345): Lengua española: Luis me ha dicho que si mañana llueve mucho no irá a trabajar, porque el coche que su madre le ha dejado tiene el limpiaparabrisas roto. Lengua de señas española (LSE): LUIS DECIR-a-mí/EJEMPLO/MAÑANA LLOVER-aspecto durativo/YO TRABAJAR IR NO/MOTIVO/COCHE MADRE DAR-a-él/LIMPIAPARABRISAS ROTO En el ejemplo de LSE cada palabra en mayúsculas hace referencia a un gesto. Hay dos gestos que tienen función conjuntiva: EJEMPLO, para indicar la subordinación condicional y MOTIVO para señalar la subordinación causal; otros dos gestos tienen función deíctica (los correspondientes a a-mí y a-él) y otro, consistente en la repetición de la seña anterior, tiene una función aspectual (aspecto durativo). Como característica derivada de la anterior, las lenguas habladas y señadas presentan innovación: se pueden crear palabras nuevas, oraciones nuevas o discursos nuevos combinando algunos de los elementos primitivos ya sean fonológicos, gestuales, morfológicos, sintácticos o semánticos. Todas las lenguas humanas pueden adaptarse a las circunstancias cambiantes a través de la innovación. Continuamente se crean nuevas expresiones y palabras para denotar elementos nuevos. Un ejemplo claro es el de las nuevas tecnologías. Aunque las lenguas naturales que usamos proceden de lenguas muy antiguas en las que no había palabras para los instrumentos técnicos actuales, no hay problemas para inventar o adaptar nuevos términos con el fin de denotar nuevos elementos. El caso de las nuevas tecnologías es muy claro. Tanto las lenguas habladas como las señadas se ven obligadas a crear expresiones nuevas para adaptarse a los cambios tecnológicos de la sociedad. Por ejemplo, en inglés existe la expresión web page y en español página web. Pues bien, tanto en la lengua de señas americana (LSA) como en la lengua de señas española (LSE) se ha inventado una seña para denotar este concepto. En la LSE con una mano se hace la seña W extendiendo tres dedos en vertical y con la otra se esboza el marco de una pantalla con los dedos pulgar e índice extendidos y luego se coloca la 776
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Universales y lenguas señadas primera mano ahora en horizontal manteniendo la forma W al lado de la segunda. En LSA la seña se hace con una sola mano que adopta también la forma W con tres dedos extendidos y se repite dos veces con un movimiento en forma de arco hacia abajo. Una característica de las lenguas naturales que permite su uso abierto e ilimitado es la que se conoce como doble articulación. En las lenguas naturales habladas o señadas, las expresiones significativas se pueden descomponer en unidades significativas atómicas, pero éstas a su vez, se pueden descomponer en unidades más pequeñas, no significativas con cuya combinación podemos obtener un número muy grande de unidades significativas. La primera descomposición obedece a lo que se denomina habitualmente primera articulación del lenguaje y la segunda descomposición se denomina segunda articulación del lenguaje. Veamos primero un ejemplo de una lengua hablada: el español. La expresión [lakásadeadéla] que se escribiría como la casa de Adela se puede segmentar en dos unidades significativas claramente diferenciadas [lakása], escrito la casa y [deadéla] escrito de Adela. A su vez, la primera expresión se puede segmentar en dos unidades significativas: [la] y [kása] y la segunda expresión se segmenta de forma análoga: [de] [adéla]. Por tanto, en la primera articulación del lenguaje encontramos cuatro unidades mínimas. Dos de estas unidades significativas: [kása] y [adéla] se pueden a su vez seguir segmentando en unidades. De esta manera [kása] consta de dos sílabas [ka] y [sa] y [adéla] consta de tres sílabas [a], [de] y [la]. Se trata de elementos de la segunda articulación del lenguaje, que no tienen ningún significado. En el ejemplo, podemos además ver elementos de la primera articulación que constan de un solo elemento de la segunda; de esta manera el artículo la consta de una sola sílaba [la] que es idéntica como sílaba a la tercera sílaba de [adéla] y la preposición de consta de una sola sílaba [de] que es idéntica a la segunda sílaba de [adéla]. Todas las lenguas habladas pueden ser sometidas a este doble análisis. Pasamos ahora a las lenguas señadas. Sea por ejemplo la siguiente expresión en LSE correspondiente a el libro está sobre la mesa: LIBRO MESA CLLIBRO/CLMESA Esta oración se segmenta en las tres señas sucesivas que se corresponden con libro, mesa y estar sobre. En la última seña, la del predicado, cada una de las manos adopta una forma que concuerda con los dos argumentos de la oración (LIBRO y MESA): esas formas se denominan clasificadores (CL). Cada una de estas señas tiene un significado, por lo que estamos ante la primera articulación del lenguaje. Como veíamos en el caso de la oración del español, también hay elementos simples y complejos. Las señas de libro y mesa son simples y se realizan con movimientos de las dos manos que se complementan entre sí para formar la seña. La seña CLLIBRO/CLMESA es compleja dado que cada mano adopta de forma independiente, una configuración característica significativa en sí misma: es la posición que adopta una respecto de la otra lo que señala el tipo de localización. Estas dos señas se asemejan a morfemas de las lenguas habladas, pues se utilizan en combinación con otras señas. Cada una de estas señas puede analizarse como combinación de una serie de elementos no significativos con la que se obtiene cada una de las señas atómicas significativas. Es la segunda articulación de las lenguas señadas. En las señas se distinguen tres tipos de componentes: keiremas: configuración de las manos topemas: situación de las manos respecto del cuerpo de quien seña kinemas: movimientos de las manos 777
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Juan Carlos Moreno Cabrera La seña para libro que es la primera es una seña bimanual en la que tenemos el keirema de mano extendida con los cuatro dedos juntos y el pulgar separado con las palmas mirando hacia arriba y con las manos en contacto por el borde que se prolonga hacia el dedo meñique. El topema es el lugar donde se realiza la configuración; en este caso frente a la parte superior del abdomen. Por último, el kinema consiste en un movimiento de aproximación y separación de las palmas a partir de la configuración del keirema. La seña obtenida semeja el gesto que hacemos cuando abrimos un libro que sujetamos con ambas manos. En el caso de mesa las dos palmas de las manos se sitúan (keirema) mirando hacia abajo con los bordes del dedo índice en contacto. A partir de esta posición, se realiza un movimiento (kinema) de separación horizontal con un cambio de dirección hacia abajo simultáneo con una rotación de 45 grados de las palmas que las opone entre sí. La localización (topema) es la misma que la seña anterior. Es el gesto que haríamos al recorrer con las dos manos la silueta de una mesa. La tercera seña presenta dos señas independientes de tipo morfológico con dos keiremas diferentes. Una mano adopta la posición de la palma extendida orientada hacia abajo y con el lado del dedo pulgar dirigido al señante y la otra mano, presenta los cuatro dedos juntos extendidos girados unos grados y el pulgar retraído sobre la palma. Es una seña estática, en la que se coloca la segunda mano sobre la primera. La situación de esta configuración, es decir, el topema es el mismo que el de las dos señas anteriores. Vemos, pues, que las configuraciones manuales, los movimientos de las manos (o situación de una mano respecto de la otra) o la zona del cuerpo sobre la que se realiza la señación, que en sí mismos no tienen significado alguno, se pueden combinar de diferentes maneras para obtener un número prácticamente ilimitado de señas significativas posibles. Todas las lenguas de señas son susceptibles de este doble análisis. Por tanto, podemos comprobar fácilmente que la doble articulación es una propiedad universal de las lenguas humanas tanto habladas como señadas. La propiedad de la dependencia estructural hace referencia al hecho de que los procesos de las gramáticas de las lenguas naturales se realizan a través de una estructuración determinada de los elementos que componen las expresiones lingüísticas. Las reglas gramaticales se aplican a las expresiones según su estructura. Por ejemplo, en español hay una regla de posposición que coloca el sujeto detrás del verbo, de manera que de Juan habla, ese hombre habla, aquel magnífico orador habla se obtiene respectivamente habla Juan, habla ese hombre, habla aquel magnífico orador. Esta regla supone una estructuración en sujeto y predicado de las oraciones y no se puede formular en términos del número de palabras que aparecen antes del verbo, por ejemplo, independientemente de la estructura oracional. Un ejemplo de esta dependencia estructural, que comparten las lenguas habladas y las señadas, es lo que Valli y Lucas denominan interrelación entre símbolos (Valli y Lucas 2000: 8). En efecto, un rasgo característico de las lenguas humanas es que puede marcarse algún tipo de interrelación entre los elementos que constituyen una expresión lingüística. Por ejemplo, en lenguas como el español y muchas otras la forma del verbo está en relación con ciertas determinaciones gramaticales del sujeto tales como el número o la persona; de esta manera tenemos: La niña juega con el lápiz y las niñas juegan con el lápiz, en donde la forma juegan muestra una relación sintáctica con las niñas. Las lenguas señadas también conocen este fenómeno aunque se expresa sistemáticamente de una manera poco habitual en las lenguas orales. El verbo concuerda con el sujeto a través de una seña clasificatoria que depende de este sujeto. Veamos dos oraciones de la LSE (Herrero Blanco 2009: 254): 778
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Universales y lenguas señadas LIBRO MESA CLLIBRO/CLMESA El libro está sobre la mesa LIBRO TELEVISOR CLLIBRO-CLTELEVISOR El libro está al lado del televisor Lo relevante ahora es el predicado locativo en la LSE; al señalarlo en la primera oración, con la mano derecha se hace la seña que clasifica tomos y con la izquierda se clasifica la superficie plana de la mesa. La situación de las dos manos indica el tipo de localización. En la segunda oración, con la mano derecha se hace la misma seña clasificadora de tomos y con la mano izquierda se mantiene la configuración manual de televisor. La relación locativa se expresa colocando una mano al lado de la otra. Por tanto, la seña final de cada una de las dos oraciones se corresponde con el predicado locativo y contiene tres elementos: dos referidos al localizador y al localizado y un tercero relativo al tipo de localización. Hay lenguas habladas que presentan precisamente este fenómeno en los denominados verbos clasificatorios, como en las lenguas atabascas que se hablan en los Estados Unidos de América. Véase el § 3 del artículo “Tipología lingüística” para un ejemplo de este fenómeno en las lenguas habladas. La propiedad de la variación y el cambio es también característica universal de las lenguas naturales tanto habladas como señadas. De modo similar al caso de las lenguas habladas, las lenguas señadas presentan variaciones en función de determinados factores tales como la localización o el tipo de comunicación. Esta variación se puede observar en todos los niveles: fonológico (configuraciones manuales), morfológico, sintáctico y léxico. Según Valli y Lucas (Valli y Lucas 2000: 169) hay al menos tres formas de señar birthday ‘cumpleaños’ en la lengua señada americana según las regiones. También se observan variaciones según el estilo de la señación (Valli y Lucas 2000: 179). La variación es el caldo de cultivo del cambio lingüístico a lo largo del tiempo. Como en el caso de las lenguas habladas, la variación en las lenguas señadas puede llevar a cambios diacrónicos en los signos manuales. Un ejemplo es el que aportan Valli y Lucas (Valli y Lucas 2000: 13) respecto de la palabra help ‘ayudar/ayuda’ en la lengua de señas americana, cuyo cambio en la señación a lo largo del tiempo ha podido ser comprobado: antiguamente, la mano derecha se apoyaba extendida sobre el hombro izquierdo y la mano izquierda abierta entraba en contacto con el codo del brazo derecho; en la actualidad, la mano derecha extendida se hace reposar sobre la mano izquierda cerrada en puño con el pulgar elevado. Como en el caso de las lenguas habladas, en las lenguas señadas el cambio puede también surgir por la adopción mediante préstamo de una seña de otra lengua de señas. Un ejemplo de esto consiste en la sustitución de una seña autóctona de la LSA por una seña procedente de la lengua señada italiana (LSI). Se trata precisamente de la seña que significa Italia (Valli y Lucas 2000: 9). La variación lingüística tiene una gran importancia en la lingüística histórica y en la sociolingüística y es característica tanto de las lenguas habladas (Chambers, Trudgill y Schilling-Estes (eds.) 2003) como de las lenguas de señas (Lucas, Bayley y Valli 2001), por lo que es sin lugar a dudas una de las propiedades universales del lenguaje humano.
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Juan Carlos Moreno Cabrera
5. Universales semánticos de las lenguas naturales El primer universal semántico que vamos a mencionar es el de la universalidad. No existe una restricción evidente sobre el número de dominios a los que se puede hacer referencia en una lengua señada: podemos hablar con igual facilidad del mundo real, de un mundo soñado, de un mundo ideal, de un mundo imposible o sobre cualquier mundo posible, de un mundo imaginado o de un mundo futuro o pasado. Esta propiedad se suele denominar efabilidad (Moreno Cabrera 2004: 63–65). En cualquier lengua humana se puede hablar o señar sobre cualquier cosa concebible por un ser humano. Mediante un lenguaje matemático podemos describir la realidad física e incluso realidades hipotéticas o de existencia material imposible, pero parece difícil utilizarlo para hablar o escribir sobre sensaciones tan elementales como el amor, el odio, el dolor o el placer. No es fácil expresar nuestros deseos o nuestros temores mediante una lengua natural hablada o señada, pero sería muy difícil o quizás imposible hacerlo mediante un lenguaje matemático por complejo y potente que éste sea. El segundo de los universales semánticos del lenguaje humano es el de la plurisemia. La utilización de las mismas expresiones con distintos significados es algo muy frecuente tanto en las lenguas habladas como en las señadas. Se utiliza el neologismo plurisemia para diferenciarlo de polisemia que se suele reservar para denotar los múltiples significados que puede tener una palabra (como en el caso de banco). Por ejemplo, la expresión ¿vienes a casa? puede interpretarse, según el contexto, como una pregunta o como una petición expresada de forma más suave que ven a casa. En la LSA pasa exactamente lo mismo: en esta lengua se seña primero casa (HOME) y luego se seña el pronombre tú (YOU) y todo esto se acompaña de una elevación de cejas y de un ligero movimiento de la cabeza hacia adelante. Esta señación se puede interpretar según los casos como una petición de información o como una sugerencia (Valli y Lucas 2000: 11). Mediante la siguiente expresión escrita se puede transcribir esta oración de la LSA: HOME YOUq El subrayado con el superíndice q (por question “pregunta”) indica el movimiento de las cejas y de la cabeza. Estos movimientos no manuales que acompañan a los movimientos manuales son el equivalente de la entonación interrogativa típica de las lenguas orales y, por tanto, son elementos supra-segmentales, ya que acompañan la realización manual u oral de los elementos segmentales de los que consta la expresión. Mientras que en las lenguas orales los movimientos de cabeza y cejas son para-lingüísticos, no expresan componentes lingüísticos, sino emocionales, en las lenguas señadas algunos de estos movimientos son lingüísticos, tienen un valor puramente distintivo. De ahí, que las personas que no conocen las lenguas señadas a veces saquen conclusiones equivocadas sobre las actitudes y emociones de las personas señantes. En todas las lenguas humanas conocidas, habladas o señadas, se pueden observar fenómenos plurisémicos de este tipo. La siguiente propiedad universal que vamos a mencionar es el desplazamiento. Una característica fundamental del lenguaje humano es que nos permite hacer referencias a situaciones distintas del presente, del hic et nunc. Podemos referirnos a lo que ya no existe pero existió e incluso a lo que no existe pero que es posible que exista en un futuro. Incluso podemos referirnos también a cosas imposibles, que no han existido ni existirán. Esta notabilísima propiedad se denomina desplazamiento y es común tanto a las lenguas de signos orales (las lenguas habladas) como a las de signos manuales (las lenguas señadas). 780
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Universales y lenguas señadas Vamos a ver dos ejemplos de este fenómeno en la lengua de señas española (LSE). En primer lugar, vemos una expresión en la que se hace referencia a un acontecimiento que todavía no ha tenido lugar: Ana va a dar a luz (Herrero Blanco 2009: 295): PRONTO ANA DA A LUZ Primero se realiza la seña que significa “dentro de poco” (PRONTO) a la vez que se adelanta ligeramente la cabeza y se elevan las cejas, lo cual se indica mediante la flecha (). A continuación se realiza la seña que corresponde al nombre propio Ana y por último se realiza la seña que significa ‘dar a luz’. Se está hablando sobre un acontecimiento que todavía no se ha producido pero que se espera en breve plazo. En segundo lugar vamos a ver cómo se puede describir en la LSE un suceso posible que puede o no darse en un futuro inmediato: Si mañana llueve no iré a trabajar (Herrero Blanco 2009: 337). Se establece primero un marco hipotético, en el antecedente del condicional (mañana llueve) y luego se hace referencia en el consecuente del condicional (no iré a trabajar) a un hecho futuro, que no se dará en caso de que ese marco posible sea haga realidad en el día inmediatamente posterior al día en el que se seña la expresión: EJEMPLO MAÑANA LLOVER YO TRABAJAR IR NO Vemos en primer lugar la seña que significa ejemplo y que aquí se utiliza de forma gramatical como la conjunción condicional española si. Este es un caso claro de gramaticalización en lengua señada (Muysken 2008: 156–157), un proceso que es también característico de las lenguas habladas (Harrog y Heine (eds.) 2011). En español también se usan palabras léxicas para estos fines, por ejemplo, la palabra caso en la expresión en caso de que también se utiliza con este matiz condicional. A continuación se realizan las señas correspondientes a mañana y llover. Estas tres señas van acompañadas de un adelantamiento ligero de la cabeza y de la elevación de cejas señalados mediante una flecha que apunta hacia arriba. Como puede comprobarse, el desplazamiento es una propiedad característica de las lenguas naturales humanas tanto habladas como señadas.
6. Universales pragmáticos de las lenguas naturales Ahora vamos a mencionar de forma breve aquellas propiedades universales de las lenguas naturales humanas que relacionan la lengua con las personas que la utilizan y que, por tanto, están en el ámbito de los aspectos pragmáticos del lenguaje humano. La primera propiedad pragmática que mencionamos es la intercambiabilidad. Tanto las lenguas habladas como las señadas son intercambiables: esto quiere decir que quienes hablan o señan pueden a su vez recibir e interpretar expresiones que emitan otras personas. Las personas que reciben e interpretan las expresiones visuales o auditivas tienen también, normalmente, la posibilidad de emitir expresiones de esa naturaleza lingüística. Quienes reciben e interpretan estas expresiones pueden actuar como agentes lingüísticos que realizan materialmente expresiones lingüísticas señadas o habladas. Esta característica es compartida por todas las lenguas humanas naturales. La segunda propiedad pragmática es la que se puede denominar monitorización. La actuación lingüística, tanto en las lenguas señadas como en las habladas, está sometida a un proceso de observación o vigilancia que permite que quienes la producen puedan corregir o cambiar sus expresiones de acuerdo con un contexto o intenciones determinados. Tanto unas 781
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Juan Carlos Moreno Cabrera lenguas como otras poseen mecanismos que posibilitan enmendar, corregir o cambiar lo señado o hablado. Esta propiedad parece exclusiva de la actuación lingüística humana. La siguiente propiedad universal del lenguaje humano es la que se puede denominar aprendibilidad. Las lenguas habladas y señadas tienen esta propiedad en dos vertientes. En primer lugar, los seres humanos estamos genéticamente dotados para desarrollar, con el crecimiento y la maduración, una competencia lingüística hablada o señada de forma espontánea en un entorno en el que las personas adultas se comporten lingüísticamente de una determinada manera, es decir, hablen o señen unas lenguas concretas. En segundo lugar, al llegar a la edad adulta podemos aprender otras variedades de nuestras lenguas nativas, habladas o señadas o nuevas lenguas habladas o señadas tanto pasiva (entender) como activamente (hablar o señar). Además, aunque las personas sordas no puedan aprender lenguas orales, las personas oyentes pueden adquirir naturalmente o aprender de adultos las lenguas señadas. Es importante señalar que las lenguas señadas son tan accesibles y aprendibles para las personas oyentes que no estén desprovistas del sentido de la vista como para las personas sordas. Esta es una demostración muy clara de que ambos tipos de lengua se fundamentan en la misma capacidad lingüística humana. La siguiente propiedad universal que mencionaremos es la reflexividad. Tanto en el caso de las lenguas habladas como de las señadas existe la posibilidad de referirse a la propia lengua que se está utilizando y a sus elementos. Podemos hablar o señar sobre nuestra propia actuación lingüística y sobre nuestra propia lengua hablada o señada. Esta característica parece exclusiva del lenguaje humano. Vamos a ver un ejemplo en el que en lengua de señas se hace una pregunta referida a cómo se realiza la seña para casa. Para hacer referencia a la seña se utiliza el alfabeto dactilológico con las letras que se corresponden con la palabra española casa. Es decir, se utiliza la expresión dactilar de una lengua escrita como metalenguaje para hacer referencia a un elemento de la propia lengua señada que se está utilizando. He aquí el ejemplo de la LSE. C-A-S-A SEÑAR CÓMO “¿Cómo se seña casa?” La expresión C-A-S-A hace referencia al hecho de que el señante muestra la configuración manual de las tres letras implicadas, en el orden adecuado. La señación dactilológica de la palabra escrita casa se utiliza para hacer referencia a una palabra de la propia lengua de señas que se está utilizando y para provocar en la persona interlocutora la señación de esa seña. En la lengua señada española se recurre en este caso, para la auto-referencia, a la lengua española escrita, es decir, a otra lengua. En la lengua española hablada ocurre algo parecido, ya que la pregunta ¿Cómo se dice “casa” en español? se contesta a sí misma. La única manera de que no sea así es utilizando otra lengua, como el inglés: ¿Cómo se dice “house” en español? o haciendo referencia a la lengua escrita: ¿Cómo se escribe “casa” en español? Esta capacidad de auto-referirse a los propios elementos de la lengua que se utiliza, que se deriva de la propiedad de la reflexividad, parece también una posibilidad exclusiva del lenguaje humano.
7. Conclusión En este artículo se han analizado algunas de las propiedades universales de las lenguas humanas naturales. Dado que no cabe ya la menor duda de que las lenguas señadas son, como las lenguas habladas, manifestación directa y completa de la facultad humana del 782
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Universales y lenguas señadas lenguaje, es absolutamente fundamental tener en cuenta las lenguas señadas en cualquier investigación sobre los universales lingüísticos. En este sentido, la aportación del libro de Sandler y Lillo-Martin (2006) es decisiva, dado que en él se compendian muchas investigaciones que muestran sin lugar a dudas que las lenguas de señas se atienen a los principios de la gramática universal que es justamente lo que se espera si se postula que las lenguas señadas son manifestación directa de la facultad lingüística humana, que es única en dos sentidos: es privativa de la especie Homo sapiens sapiens y, en segundo lugar, solo tenemos una única facultad lingüística que se manifiesta tanto en las lenguas habladas como en las señadas.
Bibliografía Chambers, J. K., Trudgill, P. y Schilling-Estes, N. (eds.) (2003) The handbook of language variation and change, Chichester: Blackwell. Cook, V. J. y Newson, M. (2007) Chomsky’s universal grammar. An introduction, third edition, Oxford: Blackwell. Greenberg, J. H. (1966) Language universals, La Haya: Mouton de Gruyter. Greenberg, J. H. (ed.) (1963) Universals of language, Cambridge, MA: The MIT Press. Greenberg, J. H. (ed.) (1978) Universals of human language, Stanford: Stanford University Press, 4 vols. Herrero Blanco, A. (2009) Gramática didáctica de la lengua de signos española (LSE), Madrid: SM y Fundación CNSE. Hockett, Ch. F. (1961) “The problem of universals in language”, en Greenberg, J. H. (ed.) (1963) Universals of language, Cambridge: The MIT Press, pp. 1–29. Lucas, C., Bayley, R. y Valli, C. (2001) Sociolinguistic variation in American sign language, Washington: Gallaudet University Press. Moreno Cabrera, J. C. (2004) Introducción a la lingüística. Enfoque tipológico y universalista, 2.ª ed., Madrid: Síntesis. Moreno Cabrera, J. C. (2013) Cuestiones clave de la lingüística, Madrid: Síntesis. Muysken, P. (2008) Functional categories, Cambridge: Cambridge University Press. Narrog, H. y Heine, B. (eds.) (2011) The Oxford handbook of grammaticalization, Oxford: Oxford University Press. Sandler, W. y Lillo-Martin, D. (2006) Sign language and linguistic universals, Cambridge: Cambridge University Press. Seiler, H. (2000) Language universals research: A synthesis, Tubinga: Gunter Narr. Seiler, H. (1978) Language universals, Tubinga: Gunter Narr. Valli, C. y Lucas, C. (2000) Linguistics of American sign language. An introduction, Washington: Gallaudet University Press.
Lecturas complementarias Christiansen, M.H., Collins, Ch. y Edelman, Sh. (eds.) (2009) Language universals, Oxford: Oxford University Press. Hawkins, J.A. (1988) Explaining language universals, Oxford: Basil Blackwell. Mairal, R. y Gil, J. (eds.) (2003) En torno a los universales lingüísticos, Madrid: Cambridge University Press. Moure, T. (2001) Universales del lenguaje y linguo-diversidad, Barcelona: Ariel. Scalise, S., Magni, E. y Bisetto, A. (eds.) (2009) Universals of language today, Heidelberg: Springer. Wohlgemut, J. y Cysouw, M. (eds.) (2010) Rethinking universals. How rarities affect linguistic theory, Berlín: Mouton de Gruyter.
Entradas relacionadas tipología lingüística 783
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VARIACIÓN FONÉTICA Manuel Díaz-Campos
1. ¿Qué se entiende por variación fonética? El propósito de este entrada consiste en ofrecer una introducción al estudio de la variación fonética en la lengua española mediante el uso de ejemplos que provienen de sus diversas manifestaciones dialectales en el mundo hispanohablante. Como hablantes nativos es probable que hayamos notado que existen diferencias de pronunciación que responden a factores diatópicos (i. e. regionales), diastráticos (i. e. sociales) o diafásicos (i. e. estilísticos o individuales). Por ejemplo, en ciertas regiones del sur de España es prominente la producción de un sonido interdental, fricativo, sordo [ϴ] que alterna con un sonido alveolar, fricativo, sordo [s] (caza se puede producir como [kaɵa] o [kasa]). Este podría ser el caso de Granada, Córdoba y Málaga donde zonas tradicionalmente seseantes muestran un patrón de alternancia que favorece la distinción con particularidades relativas a las variedades meridionales (Villena Ponsoda y Ávila Muñoz 2012). En otros casos, se observan diferencias de pronunciación que obedecen a la estratificación social que se da en una comunidad. Por ejemplo, el uso variable en la pronunciación u omisión de la [ɾ] final de sílaba muestra estratificación social en el español de Caracas, Venezuela y de Alcalá de Guadaira en Andalucía (DíazCampos y Ruiz-Sánchez 2008). En muchos libros sobre la materia se emplean los términos variación fonológica o variación sociofonológica como sinónimos de variación fonética. Sin entrar en detalles sobre las diferencias que se derivan de la utilización de una u otra denominación, es posible atribuir algún tipo de orientación teórica que se asocia con el uso de cada una de ellas. En ambos casos se hace referencia a fenómenos de pronunciación que muestran condicionamiento lingüístico o sociolingüístico. Sin embargo, el término variación sociofonológica enfatiza las implicaciones que un fenómeno podría tener en el sistema de sonidos de una lengua y, en el caso que nos ocupa, de las repercusiones de la variación en el sistema de sonidos del español. Es decir, la pérdida de un contraste por la reducción del inventario fonológico o la introducción de un nuevo elemento en el sistema. El término variación fonética enfatiza los cambios que ocurren en la pronunciación como la alternancia entre sonidos. Es obvio que estas divisiones excepcionalmente son independientes, ya que la variación fonética tiene implicaciones de carácter fonológico y, en algunos casos, implicaciones a nivel gramatical que solo se pueden distinguir por razones metodológicas. Un caso modelo es la aspiración y elisión de la /s/ final de sílaba, pues se destacan las implicaciones 784
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Variación fonética gramaticales en el uso variable de la /s/ (véase por ejemplo el trabajo de Cedergren 1973; Poplack 1980, entre muchos otros). Observemos con más detenimiento el caso de la /ɾ/ final de sílaba. En las variedades habladas en el Caribe hispánico (i. e. Cuba, Puerto Rico, la República Dominicana, Venezuela, Panamá y la costa colombiana) y el sur de España, se ha documentado la pronunciación variable de la /ɾ/ final de sílaba. Las producciones que se han identificado son diferentes según la región. Entre las variantes estudiadas encontramos las siguientes: una variante lateral [l] (p. ej., [kan̪ tal] en lugar de [kan̪ taɾ] cantar), la elisión u omisión completa del sonido (p. ej., [kan̪ ta] en lugar de [kan̪ taɾ] cantar) y la vocalización (p. ej., [kan̪ taj] en lugar de [kan̪ taɾ] cantar). López Morales (1989), por ejemplo, estudia los condicionantes lingüísticos y sociolingüísticos en la lateralización de la /ɾ/ final de sílaba en el español de la ciudad de San Juan, Puerto Rico. En su investigación reporta que la lateralización suele ser favorecida en posición final de palabra y en interior de palabra cuando el segmento siguiente es una consonante obstruyente (p. ej., [telko] en lugar de [teɾko] terco). De los 12.146 casos analizados, 4.725 fueron de variantes lateralizadas, lo cual representa un 39,9 %. De acuerdo con las variables sociales, la lateralización es favorecida por los niveles socioeconómicos medio bajo (33 %) y bajo (41 %). López Morales (1989) presenta datos que indican que la lateralización es más común en el habla de los hombres y en los estilos informales, lo cual provee evidencia para suponer que las variantes laterales son propias del habla vernácula. En el caso del español de Caracas, Venezuela y de Alcalá de Guadaira, Andalucía, DíazCampos y Ruiz-Sánchez (2008) presentan un trabajo comparativo en el que se muestran las siguientes tendencias: según el contexto fonético siguiente, se reporta que los sonidos resonantes, las vocales y las pausas favorecen la elisión en ambas variedades dialectales. Se encontró que en ambos dialectos la elisión es muy común en los infinitivos, la categoría gramatical más frecuente. No se reportan diferencias entre Alcalá y Caracas en relación con los casos en los que sigue un clítico (comerlo vs. comer), ya que la elisión resultó ser frecuente en los infinitivos independientemente de esta diferenciación. La frecuencia léxica de las palabras en las que ocurre la /ɾ/ final de sílaba resultó relevante para explicar los casos en los que se favorece la elisión: las palabras más frecuentes muestran mayores niveles de omisión. En cuanto a la distribución social del fenómeno, los hablantes de Alcalá de Guadaira favorecen la elisión con la excepción de las mujeres de más de 56 años de edad y los hombres de 35 a 55 años de edad. El hecho de que los jóvenes empleen este rasgo local prominentemente evidencia el avance del fenómeno en la comunidad. En contraste, los datos de Caracas muestran que el fenómeno de elisión es favorecido por los hablantes de 61 años o más. Este perfil apunta a que el fenómeno se ha estabilizado en Caracas. La vocalización de la /ɾ/ final de sílaba (p. ej., [koméj] vs [koméɾ] comer) en la República Dominicana ha sido documentada en la investigación de Alba (1988). De acuerdo con el nivel socioeconómico de los hablantes entrevistados, Alba reporta que la vocalización es favorecida por los niveles socioeconómicos bajos. En contraste, los hablantes de nivel socioeconómico alto favorecen las variantes normativas y una producción con cualidades fricativas. Los jóvenes menores de 35 años emplean en su habla comúnmente variantes normativas, mientras que los mayores de 50 años favorecen las variantes vocalizadas. El hecho de que no haya variantes vocalizadas en el habla de los niveles socioeconómicos altos parece indicar que la vocalización se puede considerar un estereotipo lingüístico asociado con los grupos socioeconómicos bajos en la ciudad de Santiago en la República Dominicana. Las investigaciones anteriores constituyen ejemplos sólidos que demuestran la naturaleza variable del habla. Este es particularmente el caso cuando se analiza el habla en su expresión vernácula en situaciones orales. Cabe resaltar que los fenómenos ejemplificados demuestran 785
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Manuel Díaz-Campos estar condicionados consistentemente no solo por factores de tipo lingüístico, sino también por factores sociales entre los que se incluyen la edad, el nivel socioeconómico, el género, la etnicidad y el estilo, así como otras variables que pueden emplearse en la caracterización de los grupos sociales en su comunidad. La sociolingüística cuantitativa emplea el concepto de variable lingüística (sociolingüística) para estudiar los fenómenos en los que se revelan alternancias que se definen como dos o más formas de decir lo mismo. Es decir, se trata del estudio de los factores lingüísticos, sociales y estilísticos que condicionan la variación en la producción de una misma unidad lingüística (p. ej., la producción variable de la /ɾ/ final de sílaba como ø, [l], [j] o [ɾ]). De esta forma una variable sociolingüística es concebida como una unidad que se correlaciona con factores lingüísticos, sociolingüísticos y estilísticos. Díaz-Campos (2014) destaca las características que Labov (1972) señala como atributos indispensables de una variable sociolingüística. En primer lugar, una variable susceptible de análisis debe ser frecuente en el habla de la comunidad que estudiemos. El hecho de que sea común nos permitirá realizar un análisis cuantitativo sólido para establecer generalizaciones. En segundo lugar, Labov (1972) destaca que las variables con implicaciones estructurales resultan más interesantes debido a que podemos observar patrones que afectan al sistema fonológico o gramatical de la lengua que estemos estudiando. La última característica que deben presentar las variables sociolingüísticas es obviamente el hecho de que deben tener algún tipo de estratificación de acuerdo con los grupos que forman parte de la comunidad. Este tipo de condicionamiento refleja el valor simbólico que poseen las variantes y las percepciones que asocian los hablantes con tales realizaciones.
2. ¿Cómo se estudia la variación fonética? 2.1. Condicionamiento fonético-fonológico La sociolingüística cuantitativa tiene como objetivo fundamental el estudio de la lengua oral en situaciones cotidianas con el fin de establecer generalizaciones acerca de los procesos de variación y cambio lingüísticos según los factores internos y externos que los condicionan. Por este motivo, la colección de muestras orales mediante recursos metodológicos tales como la entrevista sociolingüística resulta fundamental. Una vez que se han hecho las entrevistas se identifica(n) la variable o variables que se desean estudiar y se observan los contextos en los que ocurre(n) con el propósito de establecer hipótesis de los factores que condicionan la ocurrencia de las variantes bajo investigación. La metodología variacionista permite la comprobación empírica de las hipótesis que se incorporan como variables independientes en el análisis. Cada variable independiente supone algún tipo de hipótesis que ayuda a explicar el fenómeno que se estudia. Por ejemplo, se ha propuesto que uno de los condicionantes de los fenómenos de variación fonético-fonológica es el uso, puesto que se ha investigado acerca del efecto que tiene el uso de los segmentos y de las estructuras en la producción y en la percepción y en cómo tales unidades se almacenan en nuestra memoria (p. ej., Bybee 2001, 2010). La evidencia presentada propone que las unidades frecuentes suelen sufrir procesos de reducción debido a la automatización que afecta su producción y gradualmente su representación mental. Las palabras que se usan más y las combinaciones altamente predecibles en las que aparecen favorecen los procesos de reducción fonética pues son de fácil acceso aun cuando las formas se reduzcan. Una manera de captar esta observación en un análisis cuantitativo consiste en instrumentar una variable independiente que mida la frecuencia de uso de los contextos o unidades léxicas donde aparece el fenómeno 786
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Variación fonética objeto de nuestra investigación. Ruiz Sánchez (2007) analiza la producción de la /ɾ/ final de sílaba y propone como una de sus variables independientes la frecuencia léxica definida como una variable nominal dividida en alta, media y baja frecuencia. La medida de frecuencia tomada por Ruiz Sánchez se basó en el diccionario Frequency dictionary of Spanish words elaborado por Juilland y Chang Rodríguez (1964). Según los coeficientes de uso en el diccionario, la frecuencia léxica fue definida de la siguiente forma: alta con un coeficiente mayor de 58,29 (p. ej., porque) relevante para las primeras 500 palabras; media con coeficientes entre 58,28 y 29,23 (p. ej., guardia) y baja con coeficientes menores de 29,22. Los resultados de Ruiz-Sánchez (2007) se basan en 5.772 casos de los cuales 1.871 fueron variantes elididas. El análisis de la regla variable según la frecuencia reveló que las palabras clasificadas como de alta frecuencia muestran una tendencia limitadamente favorecedora con un peso de .520, mientras que las palabras consideradas como de baja frecuencia desfavorecen la elisión con un peso de .475. Ruiz Sánchez (2007) encuentra que el contexto fonético que sigue a la /ɾ/ final de sílaba tiene una magnitud mayor en sus datos. Los sonidos siguientes clasificados como laterales favorecen la elisión (peso reportado .835, lo cual representa un 63 %, 297/469). Se podría revelar en este resultado la tendencia a desfavorecer sonidos contiguos que posean rasgos comunes como es el caso de /ɾ/ y /l/, los cuales pertenecen a la clase natural de las líquidas. Estas tendencias muestran el efecto del uso en el avance de la variación en la producción de la /ɾ/ final de sílaba en las palabras de alta frecuencia como primera instancia antes de extenderse a otros sectores del léxico menos frecuentes. La investigación de File-Muriel (2007) incorpora el estudio de la frecuencia en el análisis de la elisión de la /s/ final de sílaba en una muestra oral de la ciudad de Calí, Colombia. File-Muriel define la frecuencia en su análisis mediante el uso de las cifras reportadas en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), auspiciado por la Real Academia de la Lengua Española. Para fines del análisis cuantitativo File-Muriel establece una clasificación que considera dos tipos de unidades léxicas: las de alta frecuencia y las de baja frecuencia. Las ocurrencias de 100 o más fueron tomadas como de alta frecuencia y las que eran menores de 99 fueron clasificadas como de baja frecuencia. El análisis de la regla variable que presenta File-Muriel (2007) muestra que la frecuencia es el factor con el mayor grado de magnitud en su análisis por encima de otros factores lingüísticos. La aspiración y elisión de la /s/ final de sílaba son altamente favorecidas en los ítemes frecuentes con un peso de .655, mientras que son desfavorecidas en las palabras de baja frecuencia con un peso de .341. Tanto Ruiz Sánchez (2007) como File-Muriel (2007) demuestran empíricamente el efecto que tiene la frecuencia léxica en el avance de los procesos de variación y cambio fonéticofonológicos. Estas investigaciones proveen evidencia que apoya el modelo de la fonología basada en el uso (Bybee 2001, 2010), según el cual el cambio fonético regularmente progresa de manera más acelerada en los ítemes de alta frecuencia. Regularmente en los trabajos de variación fonológica se estudia el entorno en el cual se produce el segmento que se analiza. La hipótesis que subyace a la idea de estudiar el contexto fonético implica que se presume la presencia de procesos coarticulatorios. Desde el punto de vista de los estudios fonéticos, se podría mencionar la teoría de la hiperarticulación e hipoarticulación (Lindblom 1990), la cual toma en cuenta la tensión que existe entre la economía en la producción del habla y la necesidad de que la percepción no se vea afectada. Esta teoría podría ser instrumental para el estudio de las razones que motivan algunos de los cambios sociofonológicos. Se recomienda para más detalles leer Lindblom (1990). Entre los estudios en los que se incorpora la teoría de Lindblom se incluyen Sessarego (2012a, 2012b). Delforge (2010) presenta hallazgos que podrían interpretarse como el producto de los efectos de la coarticulación en su investigación sobre el ensordecimiento de vocales en el 787
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Manuel Díaz-Campos español andino. Los resultados de su investigación indican que el proceso de ensordecimiento es más común cuando en el entorno fonético se encuentra una /s/ (p. ej., /s/ se caracteriza como un sonido fricativo, alveolar, sordo). Este efecto es aún mayor cuando la vocal pertenece a una sílaba átona y cuando la /s/ forma parte de la coda silábica. De esta forma la consideración del entorno fonético nos permite ofrecer explicaciones sobre los fenómenos de variación y cambio cuando estos se encuentran motivados por razones que tienen carácter coarticulatorio. No todos los fenómenos de variación a ese nivel se encuentran condicionados por factores de naturaleza fonética. La estructura de los sonidos del español (o de cualquiera que sea la lengua objeto de nuestra investigación) podría tener un efecto para explicar algunos de los procesos de variación que se observan a lo largo del mundo hispano. Díaz-Campos (2014) argumenta que Brown (2006) constituye un ejemplo de cómo la estructura fonotáctica del español se emplea para explicar el caso de la posteriorización de consonantes. La pronunciación de la palabra Pepsi como [peksi] en lugar de [peβsi] o enfáticamente [pepsi] se considera como un caso de posteriorización o velarización, debido a que en lugar de un segmento labial (p. ej., [β]) se produce el segmento velar [k]. La propuesta de Brown (2006) consiste en lo siguiente: los hablantes de las variedades donde ocurre este fenómeno emplean su conocimiento de la estructura silábica y del léxico del español según el cual la secuencia [. . .Cvelar$C. . .] es mucho más común que la secuencia [. . .Clabial$C. . .]. En otras palabras, la consonante velar [k] es mucho más frecuente en esa posición que las consonantes [p], [b] o [t], [d]. Por ejemplo, las palabras acción, acto, actualidad, etc. serían representativas de las secuencias del tipo [. . .Cvelar$C. . .]. Las Tablas 1 y 2 muestran los hallazgos de Brown (2006). La Tabla 1 contiene las frecuencias de las consonantes labiales y velares. Resulta obvio por los patrones encontrados que la secuencia -kC- es de alta frecuencia en comparación con las labiales y con el segmento velar sonoro (i. e. -gC-). Los datos de Brown revelan que hay 87.462 casos de -kC- en las muestras analizadas, lo cual se considera como parte de la evidencia empírica para apoyar su posición. Los resultados de la Tabla 2 en lugar de mostrar los casos reflejan los datos de acuerdo con los patrones que se repiten según su tipo. En este caso también se observa que cuando agrupamos por tipo la secuencia -kC- es más frecuente. De esta forma se plantea en el trabajo de Brown (2006) que la motivación de la variación se basa en la influencia de un patrón fonotáctico frecuente en la lengua española que se impone por analogía como un modelo más productivo que -bC- o -pC-. La motivación de este fenómeno, conocido como Tabla 1 Frecuencia de las consonantes labiales y velares en coda silábica
Frecuencia Total
-bC-
-pC-
-gC-
-kC-
5.895 13.230
7.335
4.537 91.999
87.462
Tabla 2 Frecuencia de tipo de las consonantes labiales y velares en coda silábica
Frecuencia de tipo Total
-bC-
-pC-
-gC-
-kC-
112 260
148
112 987
875
788
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Variación fonética posteriorización, constituye un ejemplo de cómo no se pueden estudiar sus causas mediante el análisis del entorno fonético, sino haciendo referencia a la organización de los sonidos en secuencias silábicas.
2.2. Condicionamiento gramatical Las variables sociofonológicas en algunos casos muestran implicaciones estructurales, las cuales involucran la morfología o la sintaxis. Desde una perspectiva de la lingüística generativa tradicional, la distinción que caracterizamos en esta sección se podría enmarcar como parte de los llamados fenómenos de fonología léxica en oposición a los postléxicos. Coetzee y Pater (2011: 402) resumen esta distinción que proviene originalmente de Kiparsky (1982) en la Tabla 3: Según este modelo, se haría una distinción estricta entre los fenómenos de alternancia fonológica que dependen del léxico y aquellos que operan una vez que los procesos de formación de palabras se han completado. La descripción anterior refleja una concepción universalista de acuerdo con la cual la entrada que proviene del componente sintáctico es procesada por el componente fonológico, con el propósito de producir la estructura de superficie, que es lo que finalmente escuchan los oyentes. En versiones tempranas de la teoría generativista la estructura subyacente y la estructura superficial se conectaban mediante la aplicación de reglas que contribuían a especificar los segmentos que constituían los enunciados. Cabe destacar que este tipo de concepción de la fonología no tomaba en cuenta la variación sociofonológica, por lo cual los factores estilísticos y contextuales eran ignorados. Precisamente en los modelos pioneros las reglas se consideraban de aplicación categórica. Sin embargo, la sociolingüística variacionista iniciada por Labov (1966, 1969, 1972) propone la noción de regla variable, según la cual se propone un tratamiento probabilístico que involucra la especificación de los efectos de los factores condicionantes (internos y externos) de las variantes de una variable sociolingüística. En versiones iniciales, Labov (1969) introduce el uso de mecanismos simbólicos para indicar la aplicación de la regla de manera opcional. El tratamiento probabilístico en el que se desarrolla el programa de la regla variable VARBRUL, especialmente diseñado para estudiar la variación, aparece detallado en el artículo de Cedergren y Sankoff (1974). Cerdergren y Sankoff proponen en su artículo que la Tabla 3 Caracterización de los fenómenos fonológicos sujetos a restricciones léxicas versus postléxicas (adaptado según Coetzee y Pater 2011: 402) Sujetos a restricciones léxicas
Sujetos a restricciones postléxicas
Condicionados por la morfología debido a la interacción directa con el lexicón
No condicionados por la morfología
Puede haber casos excepcionales que están codificados en el lexicón
No hay excepciones
Produce cambios categóricos (en el lexicón solo hay categorías)
Produce cambios no categóricos
Limitada al nivel de las palabras
Puede darse entre palabras (el enunciado como entrada)
No condicionados por factores fonéticos como la Condicionados por factores fonéticos como la velocidad del habla velocidad del habla
789
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Manuel Díaz-Campos variación es inherente a la competencia lingüística y que no se puede considerar como representativa de fenómenos marginales de actuación como típicamente se proponía en modelos generativos iniciales. Hoy en día el concepto de regla variable no está necesariamente atado a la noción de regla generativa lineal, sino al modelo probabilístico que refleja los factores que condicionan una variable sociolingüística. Esta concepción tradicional de los sistemas fonológicos ha sido cuestionada por teorías basadas en el uso, en las cuales la estructura de las palabras y frases comunes (junto con aspectos no lingüísticos) se consideran como parte de la información que almacenan los hablantes sobre la fonología y estructura de la lengua en general. La representación cognitiva supone una red de conexiones basadas en la semejanza de forma y contenido. La palabra en este caso es central en la representación cognitiva no como un elemento aislado, sino como un elemento profundamente incrustado en la estructura lingüística (véanse Bybee 2001, 2010). De tal suerte que la división entre léxico y postléxico pierde vigencia en el modelo basado en el uso, debido a que no hay una división estricta entre componentes, sino una compleja red de relaciones según la frecuencia de uso y la similitud según la forma y el contenido. Esta red se concibe como un modelo ejemplar que refleja las experiencias lingüísticas del individuo. Uno de los fenómenos más estudiados del inglés que muestra condicionamiento gramatical es la elisión de /t, d/ cuando forma parte de un grupo consonántico (p. ej., enter ‘entrar’ [enəɹ] en lugar de [entəɹ], must ‘deber’ [məs] en lugar de [məst]. Se trata de un fenómeno de variación sociolingüística que muestra las características típicas de condicionamiento estilístico, así como de factores tales como la edad, el género y el nivel social (p. ej., Guy 1992, Wolfram 1969, entre otros). El condicionamiento gramatical viene dado por el hecho de que se ha descubierto en análisis cuantitativos de diversas variedades del inglés, entre las cuales se incluye el inglés norteamericano, que la elisión de /t, d/ es favorecida si la /t, d/ forma parte de un monomorfema como just ‘solo’ en comparación con la /t, d/ que forma parte de un sufijo que indica tiempo pretérito walked (p. ej., she walked ‘ella caminó’). La Tabla 4 muestra datos en los que se refleja esta generalización (véase Coetzee y Pater 2011: 407). La Tabla 4 indica que en casos tales como walked los niveles de elisión son mucho menores que por ejemplo en palabras como kept (el pretérito del verbo to keep ‘mantener’). Los mayores niveles de elisión se darían en palabras de un solo morfema como en must ‘debe’. Se han ofrecido diferentes interpretaciones teóricas sobre el patrón que se refleja en el condicionamiento gramatical de la elisión de /t, d/. Por ejemplo, Guy (1991) ofrece un análisis generativo que distingue varios niveles de derivación siguiendo las ideas básicas de la fonología léxica. De tal suerte que la aplicación probabilística de la elisión afectaría más en diversos niveles del proceso derivativo a los monomorfemas en comparación con las formas del pretérito regular. En contraste, una investigación más reciente, Bybee (2002), propone que la frecuencia de uso es un factor fundamental en la explicación del cambio lingüístico, incluso en el caso de los pretéritos regulares en los que se puede observar que las Tabla 4 Elisión de /t, d/ según el condicionamiento gramatical (adaptado de Coetzee y Pater 2011: 407) Fuente
Pretérito regular
Pretérito irregular
Monomorfemas
Guy 1991 Santa Ana 1992 Bayley 1997
17 % 26 % 24%
34 % 41 % 34 %
38 % 58 % 56 %
790
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Variación fonética formas regulares más frecuentes presentan más elisión que las formas menos frecuentes. La Tabla 5 presenta datos provenientes de Bybee (2002: 266). Los hallazgos de Bybee (2002) ofrecen evidencia de que la frecuencia de uso es uno de los factores centrales en la explicación de los fenómenos de variación y cambio fonético. Los resultados indican que este es el caso también para las formas del pretérito regular. En contraste con lo propuesto por Guy (1991), Bybee argumenta que no es la naturaleza de la estructura morfológica de la palabra lo que condiciona la elisión de /t, d/ en sus datos, sino los contextos en los que suelen aparecer las formas del pretérito regular. Estas formas, según afirma Bybee (2002), aparecen en contextos prevocálicos en donde se desfavorece la elisión (p. ej., [s/he] looked at ‘miró a’, [s/he] talked about ‘habló acerca de’, etc.). En el caso del español, Poplack (1986) presenta resultados sobre tres variables que sirven de ejemplo para mostrar el condicionamiento gramatical: la elisión de la /s/ final de palabra, la elisión de la /n/ final de palabra y la elisión de la /ɾ/ final de sílaba. La /s/ final de sílaba puede ocurrir en contextos en los que es marcador de plural (p. ej., tarjetas versus tarjeta) o en contextos en los que indica segunda persona del singular (p. ej., tú cantas). La /n/ final de sílaba también se emplea como morfema de número en los verbos conjugados en la tercera persona del plural (p. ej., ellos/ellas cantan, comen, etc.). La última variable, la /ɾ/ final de sílaba, aparece en contextos en los que funciona como marcador de infinitivo (p. ej., comer, cantar). Por limitaciones de espacio y objetivos, no discutiremos todos los factores incluidos en el análisis de Poplack (1986), sino que nos concentraremos en las variantes con valor morfológico y en los factores que condicionan la elisión completa. Poplack adopta una perspectiva funcionalista en su estudio siguiendo las ideas de Kiparsky (1982), de acuerdo con las cuales la información semánticamente relevante mostraría tendencias a mantenerse en la estructura superficial. De esta forma /s/ final de palabra, la elisión de la /n/ final de palabra y la elisión de la /ɾ/ final de sílaba cuando son morfemas favorecerían la retención siguiendo los postulados de la hipótesis funcional. Es importante hacer notar que uno de los resultados que consigue Poplack consiste en el hecho de que existe una distinción clara entre /s/ y /n/ final de palabra en comparación con la elisión de la /ɾ/. Poplack (1986) afirma que la elisión de la /ɾ/ no conlleva la pérdida de significado aun cuando esta ocurra en los infinitivos. Según ella la acentuación distintiva de los infinitivos en la última sílaba, así como las restricciones sintácticas que implica su uso, inhiben que los infinitivos sean confundidos con otras formas verbales. Sus resultados muestran que la elisión de la /ɾ/ en los infinitivos está condicionada por el contexto fonético siguiente y al no haber ambigüedad no resulta relevante su cuantificación en el análisis estadístico. La Tabla 6 presenta de manera resumida una adaptación de los hallazgos de Poplack (1986: 99–101) según la presencia de elementos redundantes (p.`ej. repeticiones de la información contenida en los morfemas {s} y {n} en el enunciado). La interpretación de los datos, según Poplack (1986), apoya en cierta medida el análisis funcionalista según el cual los segmentos que poseen información semántica tienden a permanecer en la estructura superficial. En el caso de la {s} plural, los contextos que desfavorecen la elisión son aquellos en los que la pluralidad no es un rasgo redundante. De igual Tabla 5 Efectos de la frecuencia en las formas regulares del pretérito según Bybee (2002: 266)
Retención Elisión
Alta frecuencia
Baja frecuencia
67 (60.4 %) 44 (39.6 %)
47 (81 %) 11 (19 %)
791
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Manuel Díaz-Campos Tabla 6 Factores contextuales en los que se repite la información semántica contenida en los morfemas {s} y {n} (adaptado de Poplack 1986: 99–101) Peso probabilístico Elisión de {s} Plural Tipo de información Morfológica y no morfológica Morfológica No morfológica Ausente (ninguna)
.59 .59 .54 .29
Posición en la frase Tercera precedida de elisión Primera
.75 .33
Categoría gramatical Determinante Adjetivo Sustantivo
.29 .62 .60
Elisión de {s} Verbal Pronombre explícito Tácito Explícito
.39 .61
Elisión de {n} verbal Posición de la información redundante Después del verbo Antes del verbo Antes y después del verbo Ausente (ninguna)
.82 .56 .59 .0
forma se puede ver que la primera posición y los determinantes desfavorecen la elisión de {s}, lo cual se puede interpretar como la preservación de la primera marca morfológica de pluralidad en el enunciado. Algo semejante ocurre con la {s} y la {n} cuando son morfemas del verbo, pues en los contextos donde no hay redundancia se suelen preservar y viceversa. Otro ejemplo de la perspectiva funcionalista es Hochberg (1986) quien propone la hipótesis de la compensación, según la cual en las variedades donde se elide la /s/ final de sílaba se emplearía el pronombre tú con las formas verbales correspondientes a la segunda persona para evitar ambigüedad (p. ej., tú sabeø en lugar de sabes). Los ejemplos que se presentan en esta sección ilustran variables sociolingüísticas con conexiones interesantes en cuanto al condicionamiento gramatical. Tales ejemplos nos muestran no solo las implicaciones estructurales de los fenómenos discutidos, sino también las diferentes perspectivas teóricas que se han adoptado en su análisis. La última sección presenta ejemplos en los que se observa el condicionamiento de las variables según factores sociales.
2.3. Condicionamiento sociolingüístico La sociolingüística ha incorporado al estudio de los fenómenos lingüísticos el contexto social en el que ocurren. El variacionismo laboviano ha insistido en la cuantificación de 792
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Variación fonética variables que reflejen las particularidades de los individuos y de las comunidades de las que estos provienen. La inclusión del estudio del contexto social es fundamental en el sentido de que se adopta una visión integral de los fenómenos lingüísticos que separa la sociolingüística de las perspectivas más tradicionales, en las que existe una concepción de la lengua como un objeto de estudio idealizado y aislado de su contexto. Entre las variables que comúnmente se han incluido en las investigaciones sociolingüísticas se pueden mencionar la edad, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la etnicidad, el sexo (o género según el método), así como otras maneras de definir a los individuos que provienen de estudios más detallados sobre la comunidad. El estudio de las variables sociales permite entender la estructura social de la comunidad en la medida en que los fenómenos que se estudian reflejan las divisiones sociales de una comunidad y las actitudes que se asocian con cierta manera de hablar (qué se considera de prestigio, qué se considera como estigmatizado). Las diferentes maneras de hablar y la asociación con diversos grupos son indicativas de barreras sociales según la clase social, la edad, el sexo, etc. Por otra parte, el análisis de estas variables nos permite hacer predicciones sobre el avance de los fenómenos en la comunidad. Las variantes que muestran mayor progreso, por ejemplo, suelen ser favorecidas por las mujeres, los niveles socioeconómicos altos y los jóvenes. Regularmente, estas variantes que progresan se asocian con valoraciones positivas que reflejan la identidad lingüística de la comunidad. Las Figuras 1 y 2 presentan un par de ejemplos en los que se analiza la retención en el caso de la /ɾ/ final de sílaba y retención de la /ɾ/ intervocálica en la alternancia de para versus pa en el español de la ciudad de Caracas, Venezuela. En ambas figuras se observa la estratificación social de las variables según la edad de los hablantes y según el nivel socioeconómico. Los resultados relacionados con /ɾ/ final de sílaba en el español de Caracas muestran una clara estratificación social de acuerdo con la cual hay mayor retención en los grupos socioeconómicos altos seguidos por los grupos de clase media. En contraste, los sujetos del nivel 100 90
Porcentaje (100%)
80 70 60 50 40 30 20 10 0
14–29 años
30–45 años
61 +
Alta
84
90
89
Media
73
77
80
Baja
46
41
27
Figura 1 Retención de la /ɾ/ final de sílaba en el español de Caracas según la edad y el nivel socioeconómico (adaptado de Díaz-Campos, Fafulas y Gradoville 2011: 72)
793
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Manuel Díaz-Campos socioeconómico bajo muestran menores niveles de retención, lo cual implica mayor elisión. Sin embargo, al observar el comportamiento según la edad se revela que los grupos de edad menor de nivel socioeconómico bajo muestran más retención. Díaz-Campos, Fafulas y Gradoville (2011) argumentan que este cambio refleja el hecho de que los grupos jóvenes de nivel socioeconómico bajo poseen niveles de educación más altos que las generaciones anteriores y acceso a oportunidades de trabajo que implican el uso de una variedad más normativa. La investigación presenta evidencia basada en los datos demográficos de los hablantes del corpus analizado, así como datos de la sociedad venezolana que reflejan el período al que pertenecen las grabaciones. Resultados semejantes a los de la Figura 1 se observan también en la Figura 2, en la cual la variable sociolingüística bajo estudio es la reducción de para. El patrón que se revela en cuanto a la retención de la /ɾ/ intervocálica en la alternancia de para versus pa es semejante al descrito anteriormente. De esta forma, se trata de una variable que posee una estratificación social que apunta a la posible interpretación de que la variante positivamente evaluada en la comunidad caraqueña es la retención. En cuanto a la edad, se observa el mismo patrón de mayor retención en los grupos de jóvenes de nivel socioeconómico bajo en comparación con las generaciones mayores del mismo nivel, lo cual se interpreta en el artículo de Díaz-Campos, Fafulas y Gradoville (2011) mediante el mismo argumento de mayor acceso a oportunidades educativas y laborales para las generaciones jóvenes. En resumen, las dos variables discutidas muestran patrones interesantes de estratificación social, en el sentido de que se encuentran tendencias esperadas de mayor retención en los niveles socioeconómicos altos. Sin embargo, se muestra una tendencia inesperada en el nivel socioeconómico bajo, puesto que no se observa una conducta homogénea según la edad. Los jóvenes emplean las variantes normativas más que las personas mayores, lo cual se interpreta como un producto del entorno social de la época que refleja mayores oportunidades educativas y laborales (véanse los datos demográficos en Díaz-Campos, Fafulas y Gradoville 2011). 100 90
Porcentaje (100%)
80 70 60 50 40 30 20 10 0
14–29 años
30–45 años
61 +
Alta
77
84
88
Media
74
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74
Baja
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24
17
Figura 2 Retención de la /ɾ/ intervocálica en la alternancia de para versus pa en el español de Caracas según la edad y el nivel socioeconómico (adaptado de Díaz-Campos, Fafulas y Gradoville 2011: 73)
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Variación fonética
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Entradas relacionadas fonética; fonología; sociolingüística
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VARIACIÓN PRAGMÁTICA María Elena Placencia
1. Introducción: nociones claves y delimitación del área de estudio El uso de la lengua en la interacción social varía de acuerdo a una serie de factores situacionales y socioculturales. Por ejemplo, en la selección de tratamientos (pro)nominales entran consideraciones relacionadas con el grado de intimidad y la relación de poder entre los participantes en una interacción al igual que factores como edad, estrato socioeconómico y afiliación regional. En cuanto a este último, sería incorrecto asumir que los hablantes de diferentes variedades geográficas de un idioma —el español en este caso— comparten los mismos patrones de uso en el trato pronominal por el simple hecho de hablar el mismo idioma. En el español peninsular, usted es el pronombre que suele emplearse para expresar formalidad y distancia, mientras que en otras variedades, como el español colombiano (Uber 1985), el mismo pronombre puede ser utilizado para expresar tanto intimidad como distancia. En breve, existe variación en el uso de la lengua en la interacción relacionada con factores (sociales) del contexto local y con la pertenencia de los hablantes a diferentes grupos sociales y culturales. Este tipo de variación es la que se estudia bajo el nombre de variación pragmática. Los primeros factores, denominados microsociales (Schneider y Barron 2008a), incluyen la distancia social y la relación de poder entre los participantes, y, en el caso de ciertas actividades comunicativas como los actos exhortativos, el rango de la imposición que representa el pedido u otro acto exhortativo. Pueden incluir también factores relacionados con el tipo de actividad tales como los derechos y obligaciones asociados con los roles de vendedor y comprador en una interacción comercial. Los segundos, a los que Schneider y Barron (2008a) denominan factores macrosociales, incluyen primordialmente género, estrato socioeconómico, afiliación regional, edad y etnicidad. Los factores microsociales surgen de la interacción entre los hablantes y por tanto pueden variar de interacción a interacción. En cambio, los factores macrosociales corresponden a rasgos relativamente estables de la identidad de los hablantes, que no cambian de interacción a interacción, aunque algunos de ellos pueden y de hecho cambian en el tiempo. Lo que interesa en variación pragmática es examinar de manera sistemática la influencia de estos diferentes factores en el uso de la lengua. Hay una diversidad de fenómenos que pueden ser objeto de estudio en variación pragmática. Incluyen, por ejemplo, variación en la realización de actos de habla (p. ej., cumplidos, 797
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María Elena Placencia pedidos, disculpas, etc.), en la organización global de las interacciones (p. ej., secuencias de apertura y cierre) y en el intercambio de turnos (p. ej., empleo de respuestas mínimas e interrupciones). También es posible estudiar cómo varía el uso de una misma forma (p. ej., un marcador del discurso) con respecto a dimensiones sociales. Diferentes ramas de la pragmática se ocupan del estudio de variación pragmática, prestando mayor o menor atención a factores micro o macrosociales: la pragmática transcultural (cross-cultural pragmatics) (Blum-Kulka, House y Kasper 1989), del interlenguaje (Kasper y Blum-Kulka 1993), intercultural (Clyne 1994), histórica (Taavitsainen y Jucker 2008), variacional (Schneider y Barron 2008b) de la que nos ocupamos principalmente en este capítulo, e inclusive la pragmática clínica (cf. Hernández Sacristán 2012). En pragmática transcultural se busca examinar variación pragmática interlingüística, es decir, entre dos idiomas y culturas diferentes. Por otra parte, la variación pragmática en estudios de interlenguaje con frecuencia involucra un contraste entre usuarios de una lengua como L1 y aprendices de la lengua como L2 o L3. Con respecto a la pragmática intercultural, nos referimos a interacciones entre miembros de diferentes grupos sociales y culturales en las que pueden darse malentendidos por diferencias en cuanto a lo que se considera comportamiento apropiado en un determinado contexto; el estudio de estas diferencias es uno de los objetos de análisis en esta rama (Clyne 1994). La perspectiva de la variación pragmática puede ser pertinente también para casos de comunicación intercultural caracterizados por algún tipo de conflicto intergrupal (Placencia 2001). Por otro lado, en pragmática clínica, aunque la variación pragmática no sea un objeto de estudio per se, se examina en trabajos que exploran el uso de la lengua entre sujetos que padecen un determinado trastorno o lesión neurológica que puede resultar en déficits pragmáticos en su conducta comunicativa con referencia a un grupo de control que no padece del trastorno o lesión. En pragmática histórica, por su parte, se estudia variación pragmática intralingüe desde una perspectiva diacrónica dado que uno de los objetivos de la rama es examinar si los usuarios de un idioma emplearon el mismo tipo de actos de habla en un período de tiempo en el pasado con respecto a usos contemporáneos y si los emplearon de la misma manera (Taavitsainen y Jucker 2008). Finalmente, en pragmática variacional (Schneider y Barron 2008b) que nos concierne principalmente en este capítulo, se examina también variación intralingüe, pero desde una perspectiva sincrónica: se busca estudiar de manera sistemática la influencia de factores macrosociales —edad, género, estrato socioeconómico, región y etnicidad— en el uso de la lengua en la interacción (§ 3). Esta es una rama de reciente constitución que, sin embargo, empezó a desarrollarse en las décadas de 1980 y 1990. Se encuentra en la intersección entre la pragmática y la dialectología moderna y surge como respuesta a la atención escasa que se ha dado en la dialectología tradicional y moderna al estudio de aspectos pragmáticos en variedades geográficas y sociales de una misma lengua. Por otro lado, surge también como respuesta a la limitada atención que se ha dado en estudios pragmáticos (transculturales) a la influencia de factores macrosociales. Al considerar la variación pragmática como área de estudio, Terkourafi (2012) distingue entre el enfoque de la pragmática variacional propuesto por Schneider y Barron (2008a), y un enfoque que, empleando la metodología de la sociolingüística variacionista, se centra en variación morfológica y sintáctica y recurre a la pragmática para explicar fenómenos de variación (cf. Cameron y Flores Ferrán 2004). Como sugiere la misma autora, el interés en esta área está en condicionamientos lingüísticos y no sociales. Dejamos de lado en este capítulo esta corriente de estudios, enfocándonos en aquellos en los que los condicionamientos 798
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Variación pragmática sociales en el uso de la lengua son centrales. En este sentido, seguramente sería más apropiado hablar de variación sociopragmática como lo hacen Márquez Reiter y Placencia (2005). A continuación (§ 2) consideramos enfoques, niveles y ámbitos de estudio en variación pragmática desde la perspectiva de la pragmática variacional; ofrecemos algunos ejemplos de estudios del mundo hispanohablante. En el § 3 ilustramos la noción de variación pragmática intralingüe con respecto a factores macrosociales, también con ejemplos de trabajos del mundo hispanohablante, centrándonos particularmente en el área de variación pragmática regional que ha sido más extensamente estudiada. En el § 4, revisamos algunas cuestiones metodológicas, y en el § 5, consideramos algunas limitaciones del área y posibles desarrollos futuros.
2. Enfoques, niveles y ámbitos de estudio en variación pragmática El fenómeno de variación pragmática intralingüe se ha examinado recurriendo a diferentes enfoques teóricos. Los más influyentes son posiblemente el de la teoría de los actos de habla, que, conjuntamente con la teoría de la cortesía —inicialmente la de Brown y Levinson (1987 [1978])—, ha generado numerosos estudios contrastivos entre variedades del español sobre una diversidad de actos tales como invitaciones (García 2008), disculpas (Wagner y Roebuck 2010) y pedidos (Márquez Reiter 2002; Placencia 2005; Félix-Brasdefer 2011), y el del análisis de la conversación que está detrás de estudios contrastivos sobre diferentes aspectos de la organización del habla en la interacción (cf. Fant 1996). Algunos de los estudios sobre actos de habla de hecho se inspiran en el análisis de la conversación al examinar las secuencias que constituyen o de las que forma parte un determinado acto de habla (cf. García 2008). Más recientemente, se puede observar también en algunos estudios la influencia de la lingüística de corpus (cf. Jørgensen y Aarli 2011). La variación pragmática puede considerarse con relación a diferentes niveles y ámbitos de análisis. En cuanto a los primeros, por un lado, es posible hacer una distinción general entre trabajos pragmalingüísticos y sociopragmáticos según el énfasis esté en aspectos lingüísticos o tanto en aspectos lingüísticos como sociales (Leech 1983). La pragmalingüística se ocupa de los recursos que ofrece un idioma para comunicar determinadas ilocuciones. Aquí entrarían, por ejemplo, los recursos lingüísticos disponibles para realizar actos de habla como pedidos y cumplidos. La sociopragmática, por otra parte, se ocupa de usos de la lengua con relación a condicionamientos sociales y culturales. Esto puede implicar intentar acceder a un nivel más profundo de análisis de usos de la lengua en el que entran consideraciones de creencias subyacentes y valores culturales. La noción de niveles de estudio es también pertinente en variación pragmática regional (véase § 3). En esta área, es posible distinguir entre el nivel nacional y el subnacional (Schneider y Barron 2008a) o subregional como punto de partida. El primero corresponde a variación a nivel de variedades nacionales de lenguas pluricéntricas (Clyne 1992; Oesterreicher 2002) tales como el español y el inglés. Así hablamos del español peninsular en contraste con el mexicano, el venezolano, etc. y del inglés americano, en contraste con el inglés británico, el australiano, etc. El trabajo de Hardin (2001) sobre estrategias de persuasión y cortesía en la publicidad televisiva en el español estadounidense, chileno y peninsular ejemplifica el estudio del nivel nacional. El segundo nivel corresponde al análisis de variedades internas de una lengua, esto es variedades distribuidas geográficamente dentro de un estadonación. Así hablamos de variedades septentrionales y meridionales del español peninsular, que incluyen, por ejemplo, la variedad del andaluz y la variedad de las Canarias. El estudio 799
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María Elena Placencia de Villemoes (2003), por ejemplo, apunta a variación en el estilo comunicativo de negociadores del norte y sur de España. La mayoría de trabajos disponibles se presentan como estudios centrados en el nivel nacional al ofrecer un contraste entre variedades tales como el español venezolano y el argentino. Sin embargo, en la práctica el contraste es entre variedades subregionales. Por ejemplo, los datos del trabajo de García (2008), mencionado anteriormente, corresponden a interacciones entre hablantes caraqueños y bonaerenses, si bien el título del artículo sugeriría un estudio de variedades nacionales. Los trabajos de de los Heros (2001) sobre cumplidos en Lima y Cuzco, y Placencia (2008) sobre interacciones de servicio en Quito y Manta, por otra parte, ilustran la exploración de variación pragmática en variedades geográficas internas. Por último, con respecto a ámbitos de estudio, los principales ámbitos que se han examinado en variación pragmática pueden describirse utilizando la clasificación de SpencerOatey (2008 [2000]), desarrollada para la investigación de la gestión de las relaciones interpersonales. Incluye los siguientes: v
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Ilocutivo: se enfoca en la realización lingüística de los actos de habla. Por ejemplo, en el análisis de actos exhortativos —posiblemente los más extensamente examinados— muchos estudios se han centrado en variación en la realización del acto central (head act) y actos de apoyo (supportive moves) y en el empleo de mecanismos de atenuación o intensificación del acto central, de acuerdo con el esquema de codificación de pedidos de Blum-Kulka, House y Kasper (1989). Con respecto al acto central, se ha examinado, entre otros aspectos, la frecuencia de uso de estrategias directas o (convencionalmente) indirectas en la realización de pedidos y los factores que influyen en su uso (cf. Márquez Reiter 2002). Por otra parte, con actos expresivos tales como cumplidos (cf. Placencia y Fuentes Rodríguez 2013), el objetivo ha sido identificar las fórmulas semánticas en uso y los factores que influyen en la selección de diferentes fórmulas. Estudios recientes en este ámbito, tales como el de Félix-Brasdefer (2011) sobre pedidos realizados por estudiantes mexicanos y dominicanos, incluyen también el análisis de rasgos prosódicos. Estilístico: se centra en aspectos estilísticos de los intercambios verbales que contribuyen al tono de la interacción tales como el uso de humor y la selección de formas de tratamiento. Este ámbito ha sido examinado, por ejemplo, en interacciones de servicio (cf. Placencia y Mancera Rueda 2011; Félix-Brasdefer 2012). Participativo: se refiere a aspectos de la toma y el intercambio de turnos en la interacción, como en el trabajo contrastivo de Fant (1996) sobre interacciones de negocios entre mexicanos y españoles. Del discurso: incluye aspectos tales como la organización temática y la estructuración global de la interacción. Aquí entraría, por ejemplo, el estudio de las secciones de apertura y cierre de diferentes actividades comunicativas como en el trabajo de Márquez Reiter y Placencia (2004) sobre interacciones comerciales en tiendas en Montevideo y Quito. No verbal: entre otros aspectos, se ocupa del empleo de gestos y la mirada, de la función de la risa en la interacción y la proxémica. Entre los primeros trabajos en este ámbito, que es el menos explorado, podemos mencionar el de Bravo (1998) sobre las funciones de la risa en las negociaciones de españoles, mexicanos y suecos.
Hay que resaltar que estas categorías de ámbitos constituyen solamente una guía y que puede ser problemático estudiarlas por separado ya que están interrelacionadas (Spencer-Oatey 2008 [2000]). Con todo, dada la prevalencia de ciertos enfoques teóricos como el de la teoría 800
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Variación pragmática de los actos de habla, y por cuestiones prácticas, los diferentes ámbitos muchas veces se estudian por separado. Entre hispanistas, los ámbitos que han recibido mayor atención son el ilocutivo, el estilístico y el del discurso (véase panorama de estudios en Márquez Reiter y Placencia 2005; García y Placencia 2011; Placencia 2011a).
3. Variación pragmática intralingüe y factores macrosociales De los cinco factores macrosociales principales de los que se ocupa la pragmática variacional —edad, género, estrato socioeconómico, etnicidad y región— el último es el que más extensamente ha sido estudiado en el mundo hispanohablante (Placencia 2011a). Le sigue el factor género. La edad, el estrato socioeconómico y la etnicidad son los que menos atención han recibido.
3.1. Variación pragmática regional En estudios de variación pragmática regional se asume que hay patrones de uso que caracterizan a diferentes variedades nacionales, que no se limitan a los planos fonológicos, morfosintácticos y léxicos, sino que también incluyen el plano (socio)pragmático (Clyne 1992). Se busca entonces identificar patrones de uso en una variedad geográfica determinada y rasgos en común o de variación con respecto a otras variedades. Los primeros estudios se centraron en el contraste entre el español peninsular y una variedad latinoamericana como el español chileno (cf. Puga Larraín 1997), ecuatoriano (cf. Placencia 1998) y mexicano (cf. Fant 1996) mientras que estudios más recientes se han ocupado principalmente del contraste entre variedades latinoamericanas. Por ejemplo, García (2004) examina variación entre el español peruano y venezolano; Félix-Brasdefer (2011), entre el español dominicano y mexicano, y Márquez Reiter y Placencia (2004), entre el español uruguayo y el ecuatoriano. En esta última década también se ha empezado a prestar mayor atención a variación pragmática en variedades internas del español (cf. Placencia 2008; Bataller 2013). Los diferentes estudios realizados han resaltado algunos rasgos en común entre variedades latinoamericanas en contraste con el español peninsular. Así, en los contextos examinados se ha encontrado un mayor empleo de mecanismos de atenuación entre hablantes del español chileno, ecuatoriano y uruguayo con respecto a hablantes del español peninsular. Sin embargo, la percepción estereotipada de que los españoles son más directos que los hablantes de las variedades latinoamericanas que han sido examinadas, no encuentra apoyo en los estudios que demuestran, por ejemplo, que tanto uruguayos como españoles prefieren formas convencionalmente indirectas en ciertos contextos (cf. Márquez Reiter 2002), o que indican que tanto españoles como ecuatorianos utilizan formas directas al realizar pedidos en encuentros de servicio (Placencia 2005). No obstante, el menor empleo de mecanismos de atenuación en el español peninsular podría ser uno de los rasgos que contribuye a explicar la percepción entre algunos latinoamericanos de un estilo más directo por parte de los españoles. En los siguientes apartados presentamos ejemplos de estudios que examinan la correlación entre usos de la lengua y género, clase social, edad y etnicidad. Nos centramos también en estudios contrastivos dado que es en el contraste donde se puede ver qué rasgos son comunes entre variedades o propios de una variedad.
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María Elena Placencia
3.2. Variación pragmática y género El interés en la relación entre usos de la lengua y género se remonta a las décadas de 1970 y 1980 cuando autores como Lakoff (1975) sugirieron la existencia de diferencias marcadas en el estilo del habla de hombres y mujeres, propiciando el desarrollo de múltiples estudios empíricos en diferentes idiomas y comunidades socioculturales. Para esto, la teoría de la cortesía de Brown y Levinson (1987 [1978]), refinamientos de esta teoría (cf. Scollon y Scollon 2001 [1995]), al igual que otras teorías de cortesía han servido como marco teórico en muchos estudios en esta área. Con respecto al mundo hispanohablante, son numerosos los trabajos que examinan rasgos del habla de los hombres o de las mujeres, encaminados en años recientes a explorar la negociación y construcción de identidades femeninas o masculinas en contextos específicos (cf. Acuña Ferreira 2009). Sin embargo, los estudios contrastivos que son los que interesan en variación pragmática son relativamente escasos. Entre estos últimos, predominan los trabajos sobre la realización de diversos actos de habla (cf. Cordella, Large, y Pardo 1995; Márquez Reiter 2000). Entre los estudios más recientes podemos mencionar el de Ruzickova (2007) en el que examina pedidos en múltiples contextos de interacciones de servicio en Cuba (La Habana). Encuentra que los hombres cubanos emplean formas convencionalmente indirectas con mayor frecuencia que formas directas mientras que la diferencia entre estos dos tipos de formas es menor en los pedidos de mujeres. Observa también que los hombres emplean estrategias de cortesía negativa (Brown y Levinson 1987 [1978]) con mayor frecuencia que las mujeres, y que estas, a su vez, emplean estrategias de cortesía positiva con una cierta mayor frecuencia. Sin embargo, en conjunto, Ruzickova no encuentra diferencias significativas entre hombres y mujeres en su orientación a la cortesía. Félix-Brasdefer (2012), por su parte, examina pedidos en interacciones de servicio en un mercado mexicano (Yucatán). El autor muestra que en la realización de pedidos en su estudio influye no solo el sexo de los clientes que hacen el pedido, sino también el sexo de los vendedores. Por último, en el área del discurso mediado por ordenador, un trabajo de interés es el de Eisenchlas (2012) sobre consejos en varios foros digitales en español en el que se examina el tipo de construcciones sintácticas empleadas de acuerdo con el sexo de la persona que ofrece consejos, y de acuerdo con el sexo de quienes buscan consejo. La autora encuentra que tanto hombres como mujeres prefieren formas directas en la realización del consejo. Atribuye esto en parte a la naturaleza de la comunicación en línea que promueve el uso de lenguaje informal y breve, al igual que al hecho de que los consejos en estos foros son solicitados. Considera también la expresión de emociones y encuentra que tanto hombres como mujeres emplean emoticonos y otras formas que comunican afecto. Si bien no es posible sacar conclusiones definitivas sobre la relación entre género y uso de la lengua dado que los estudios disponibles son todavía relativamente escasos y se ocupan de diferentes poblaciones en contextos diferentes y con enfoques teóricos y metodologías muchas veces disímiles, algunos estudios parecen apuntar a que hay similitud a nivel de estrategias globales, y diferencias en cuanto a las subestrategias. Otros estudios destacan el hecho de que el contexto comunicativo y no necesariamente el género influye en los usos lingüísticos.
3.3. Variación pragmática y otros factores macrosociales En esta sección presentamos ejemplos de estudios que se ocupan de la relación entre usos de la lengua y estrato socioeconómico, edad y etnicidad. Nuevamente nos centramos en 802
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Variación pragmática estudios contrastivos que no son numerosos. Por ejemplo, Jørgensen (2012) examina el uso del marcador pragmático como entre jóvenes españoles y chilenos con base en datos de los corpus COLAM (Madrid) y COLAS (Santiago de Chile). Atiende a tres factores macrosociales de variación que están interrelacionados: estrato socioeconómico, género y procedencia regional. Entre otros resultados encuentra que las chicas de clase social alta en Madrid son las que emplean este marcador con mayor frecuencia, mientras que en Santiago de Chile los chicos de clase media son los que lo usan más frecuentemente. Finalmente, un ejemplo de variación en el uso de la lengua con respecto a la etnicidad de los participantes se encuentra en el estudio de Placencia (2001) sobre interacciones de servicio en el contexto de una institución pública en La Paz, Bolivia. La autora ilustra cómo la variación en el uso de la lengua por parte del proveedor del servicio —el funcionario— parece orientarse a la etnicidad de los usuarios del servicio —blanco-mestizos en unos casos e indígenas en otros— y posiblemente también a su estatus socioeconómico. Placencia (2001) interpreta dicha variación, que se manifiesta a través de varios ámbitos, como un tipo de discriminación hacia los indígenas con base en prejuicios étnico-raciales dado que no reciben el mismo trato que los blanco-mestizos.
4. Algunas cuestiones metodológicas Los estudios de variación pragmática constituyen esencialmente estudios de pragmática contrastiva y por tanto presentan retos metodológicos análogos. Uno de ellos, la necesidad de trabajar con corpus comparables, ha llevado a muchos investigadores a decantarse por cuestionarios de producción (de los Heros 2001); juegos de roles (Félix-Brasdefer 2008; García 2008) y otros métodos experimentales como cuestionarios de escala de valores (cf. Curcó y De Fina 2002) que permiten controlar variables. Entre los primeros cuestionarios están las tareas de completación del discurso o DCT (discourse completion tasks), posiblemente los cuestionarios más extensamente empleados a raíz del conocido trabajo de Blum-Kulka, House y Kasper (1989), mencionado anteriormente. Este tipo de cuestionario, sin embargo, tiene sus limitaciones que han sido ampliamente discutidas en el campo. Una de ellas es que produce actos de habla aislados y no secuencias de uso. Otra crítica importante es que los DCT generan lenguaje escrito y no oral, y que dan acceso a percepciones de comportamiento y no a comportamientos reales (Kasper 2008 [2000]). Sin embargo, como resaltan algunos autores (cf. Schneider 2012), es válido emplear cuestionarios de este tipo si se busca justamente acceder a percepciones de uso apropiado. Adicionalmente, algunos estudios que han contrastado resultados de DCT con resultados de interacciones naturales han mostrado que los DCT si bien no reproducen usos reales, con titubeos, reformulaciones, etc. son útiles para generar las fórmulas semánticas básicas que se emplean para realizar determinados actos de habla (cf. Beebe y Cummings 1996). En trabajos más recientes se observa el empleo de cuestionarios que, a diferencia de los DCT tradicionales, generan secuencias de enunciados y no actos aislados, es decir, que dan acceso al discurso. Estos son los cuestionarios de completación libre (Barron 2005) o de producción de diálogos (cf. Schneider 2008) (sobre el español, véase, por ejemplo, Placencia 2011b). Por otro lado, los e-DCT de Mack y Sykes (2009) representan un avance metodológico en cuanto permiten que los participantes graben su respuesta generando así datos correspondientes a lenguaje oral y no escrito. Los estudios con base en juegos de roles orales ofrecen obvias ventajas frente a los DCT tradicionales, en particular en cuanto permiten recrear la negociación de la interacción, pero tienen también sus limitaciones. El grado de naturalidad del lenguaje generado depende, 803
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María Elena Placencia entre otros factores, del grado de estructuración del juego de roles (Félix-Brasdefer 2003) al igual que del grado de familiaridad que tengan los participantes con la situación y con el rol que se les pida desempeñar. En última instancia, los datos provenientes de juegos de roles, si bien se aproximan más a datos espontáneos que los provenientes de DCT, no pueden ser tomados como una representación fiel de la realidad (Kerbrat-Orecchioni 2005). Con respecto al empleo de datos naturales, hay investigadores que han optado por un enfoque etnográfico y hacen uso de datos en forma de notas provenientes de la observación (Placencia 1998), mientras que otros emplean grabaciones de interacciones espontáneas, es decir, de interacciones o usos que se dan en la vida cotidiana (Ruzickova 2007) y en el mundo de los medios de comunicación (Hardin 2001; Martínez Camino 2011), que no han sido generados con fines de investigación. Sin embargo, el empleo de datos naturales en la interacción cara a cara también conlleva dificultades. Por ejemplo, puede cuestionarse la naturalidad de este tipo de datos, dado que la presencia del investigador puede influir en la interacción (cf. Márquez Reiter y Placencia 2005). La Red ofrece una fuente vasta de datos naturales de discurso mediado por ordenador a través de páginas web, foros y redes sociales. Empleando el enfoque de la teoría de la cortesía, Garcés-Conejos Blitvich y Bou Franch (2008), por ejemplo, examinan páginas web en español de empresas en Estados Unidos y España. Igualmente, se han realizado estudios interlingüísticos como el de Bernal (2012) sobre ciberentrevistas en la prensa digital en España y Suecia. Potencialmente, se podrían realizar también estudios de variación pragmática regional en esta área. Sin embargo, una de las dificultades para una investigación de este tipo es normalmente la falta de acceso a información sobre los participantes que permita examinar la (inter)relación entre el factor región y otros factores macrosociales. En contextos de este tipo, hay otros aspectos que cobran interés como variación en el uso de la lengua de acuerdo con el género digital (p. ej., red social, foro, chat, etc.) y las capacidades de la tecnología que sustenta a un determinado género (cf. Herring 2007). Por último, la metodología de la lingüística de corpus ofrece una valiosa alternativa para el análisis cualitativo y cuantitativo de aspectos pragmáticos. Sin embargo, este tipo de estudios también tiene sus limitaciones. En breve, las diferentes metodologías en uso conllevan diferentes dificultades. Sin embargo, en estudios de pragmática variacional, tal como en pragmática contrastiva y otras ramas de la pragmática, hay consenso sobre el hecho de que la selección de metodología y herramienta(s) de estudio tiene que hacerse en concordancia con las preguntas y cuestiones que el investigador pretenda abordar en su trabajo, al igual que teniendo en cuenta consideraciones prácticas, éticas y otras. También hay consenso sobre la utilidad de hacer algún tipo de triangulación que permita obtener una mejor comprensión del fenómeno bajo estudio.
5. Observaciones finales El estudio de la variación pragmática es un área fructífera en varias ramas de la pragmática. En esta entrada nos hemos ocupado principalmente de la pragmática variacional. En el mundo hispanohablante, esta rama muestra un desarrollo relativamente extenso particularmente con respecto al estudio de la relación entre usos de la lengua y región y género, pero todavía limitado en lo concerniente a otros factores como edad y estrato socioeconómico. A pesar de avances considerables en variación pragmática regional en particular, podría decirse que el área está todavía en los comienzos de su desarrollo si se tiene en cuenta, por ejemplo, la existencia de múltiples variedades nacionales y subnacionales del español al igual que la multiplicidad de fenómenos del habla y contextos de uso que podrían estudiarse 804
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Variación pragmática contrastivamente, con poblaciones de diferentes edades y estratos socioeconómicos. Asimismo, la comunicación mediada por ordenador ha abierto una multiplicidad de nuevos contextos de estudio cuya exploración, sin embargo, está todavía en mantillas. Por otra parte, el estudio de la relación entre usos de la lengua y factores macrosociales desde la perspectiva de la pragmática variacional no está exento de dificultades y críticas. Una de ellas es que se toman los diferentes factores macrosociales como categorías estables, adoptándose una postura que podría calificarse de determinista al hablarse del impacto de los diferentes factores en el uso de la lengua (Terkourafi 2012). Esto iría en contra de la perspectiva del análisis de la conversación, por ejemplo, que rechaza el empleo de categorías a priori, y que sugiere que los hablantes no necesariamente se orientan a su identidad de género u otras identidades en todas las interacciones (Schegloff 1992). Igualmente, desarrollos en sociolingüística de las últimas décadas enfatizan la necesidad de prestar atención a la coconstrucción de identidades de género y otras con el fin de evitar posturas esencialistas (Terkourafi 2012). No obstante, estamos de acuerdo con Barron (2008: 359) cuando dice que “social identities are never written on a tabula rasa in a socio-historical vacuum,” y sugiere por tanto que “individuals cannot but be influenced by the social environment in which they are brought up”. La pragmática variacional se ocupa justamente del estudio de estas influencias. Con respecto a variación pragmática regional más específicamente, una crítica que puede hacerse es que los trabajos centrados en el nivel nacional asumen una homogeneidad de las variedades bajo estudio que difícilmente existe. Al respecto, es importante el desarrollo de estudios a nivel subregional. Otro aspecto espinoso en el estudio de la variación pragmática regional es que justamente se centra en el uso de la lengua en espacios geográficos. Como se señala en Placencia (2011a), con los procesos migratorios y de globalización y desarrollos tecnológicos cada vez hay más grupos que trascienden fronteras y lindes geográficos; con esto, es probable también que ciertos comportamientos estén uniformándose. Estos desarrollos han llevado a algunos críticos a predecir el fin de las culturas nacionales y en consecuencia el estudio de la variación pragmática regional perdería interés. En efecto, hay quienes abogan por que la investigación se enfoque al estudio de similitudes de comportamiento en lugar de variación cultural (cf. Martinell Gifre 2007). Ahora bien, los resultados de trabajos empíricos en variación pragmática no solo sobre el español sino sobre el inglés y otros idiomas confirman sin duda el interés del área en la actualidad (Schneider y Barron 2008b; Placencia 2011a), aunque esto puede cambiar en el futuro. Finalamente, investigadores como Terkourafi (2007), quien se ha ocupado de variación pragmática regional en griego, advierten que si el estudio de variación es el objetivo central, se corre el riesgo de minimizar similitudes existentes entre variedades de una lengua. Es necesario tomar esto en cuenta en estudios de variación pragmática en general.
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Entradas relacionadas cortesía y descortesía; pragmática
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VARIACIÓN SINTÁCTICA María José Serrano
1. Introducción Todas las lenguas muestran la capacidad de variar los recursos y posibilidades expresivas mediante sus gramáticas. El estudio de la variación en sintaxis se ocupa de las sucesiones y combinaciones de elementos que proporcionan a los hablantes la capacidad de representar los contenidos de modo diverso y de orientar de una u otra forma la comunicación humana. Por tanto, dado que esta variación constituye el principal punto de partida para la creación de significados, conlleva importantes repercusiones semánticas, cognitivas, sociocomunicativas y estilísticas.
2. Descripción y caracterización No es hasta que surge la sociolingüística correlacional o laboviana, creada a partir del estudio de variantes fonológicas, cuando los analistas consideran la posibilidad de estudiar la variación de los elementos sintácticos del mismo modo que se hacía con los del plano fonético, donde la elección de una variante frente a otra no conlleva cambios en el significado. Inicialmente se pretendía que las variantes en sintaxis fueran sinónimas, lo cual dio lugar a un intenso debate sobre la existencia de “auténtica” variación. No obstante, mediante la incorporación de distintas herramientas hermenéuticas y teorías en el análisis (fundamentalmente de los estudios discursivo-pragmáticos y de la lingüística cognitiva) la variación sintáctica ha podido estudiarse y analizarse adecuadamente, no como causante de un “problema” de significado, sino precisamente como el origen de este. Los estudios en este campo permiten entender por qué un hablante emite una construcción de una forma determinada en una situación social y comunicativa concreta y cómo se construye la elección o posibilidad significativa que comporta. Así, la variación sintáctica es uno de los mayores potenciales lingüísticos de significado que poseen todas las lenguas, ya que es el reflejo de la variabilidad del entorno natural y social donde se desenvuelve el ser humano.
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María José Serrano
3. Perspectivas teóricas e históricas Distintos estudios sobre variantes fonéticas en algunas comunidades norteamericanas como la ciudad de Nueva York o la isla de Martha’s Vineyard (Massachusetts) (Labov 1963, 1966) demostraron que la variación en la lengua no es libre, sino socialmente condicionada, de forma que cada variante fonética podía correlacionarse con uno o más factores sociales. El éxito de esta nueva metodología, diseñada casi exclusivamente para el análisis de variables fonológicas, llevó a los estudiosos a aplicarlas a otros distintos, como la sintaxis, considerando que esto no constituiría “un salto conceptualmente difícil” (Sankoff 1973: 58). Así pues, la autora emprende el estudio de distintas variables sintácticas, tales como la colocación del marcador de futuro bai-bambai en el tok pisin de Nueva Guinea, a la que le siguen otros trabajos (véase Laberge y Sankoff 1979; Weiner y Labov 1983). Sin embargo, todos los estudiosos advirtieron que no era posible analizar variantes sintácticas empleando la misma metodología que en el plano fonético-fonológico porque, puestas en comparación, estas conllevaban diferencias de significado, lo que dificultaba o hacía inviable la posterior correlación social y estilística. Esta supuesta insuficiencia dio lugar a un fuerte debate sobre las posibilidades de emprender un estudio sociolingüístico “más allá del plano fonológico”, iniciado por Lavandera a partir de su estudio de las estructuras condicionales (1975, 1984) y secundado por Romaine (1984) y García (1985), entre otros autores. Se argumentaba básicamente que confrontar dos o más formas sintácticas (formas verbales, dequeísmo, alternancia entre construcción activa y pasiva, etc.) implicaba siempre un conjunto de valores semánticos y pragmáticos que no las convertía en “formas distintas de decir lo mismo”. Para solventar de algún modo esta pretendida insuficiencia, Labov (1975) y Weiner y Labov (1983) consideran que no es necesario confinar el estudio de la variación sintáctica a alternativas sinónimas, aunque no proponen soluciones específicas, como sí hace D. Sankoff mediante su conocida propuesta de la neutralización (1988: 153–154, 157). En ella argumenta que, aunque las variantes sintácticas conllevan diferencias de significado, estas no tienen por qué ponerse de manifiesto en todas las situaciones comunicativas en las que se use, de modo que dichas diferencias pueden quedar neutralizadas en el discurso. De modo similar, Lavandera (1984: 36, 45) propone debilitar la condición del significado a partir del establecimiento de una comparabilidad funcional; sin embargo, aunque ambas operaciones se han aplicado al estudio de distintas variantes sintácticas, el significado termina por emerger de un modo u otro. Al lado de la cuestión de la pretendida sinonimia de las variantes sintácticas, se han debatido otros tres aspectos: a)
La naturaleza de la variable. La tendencia más común ha sido la de imitar los procedimientos analíticos para la creación y delimitación de la noción de variable, como elemento que aúna dos o más posibilidades variantes; sin embargo, este procedimiento suele prescindir del conjunto de valores no solo sintácticos, sino también discursivopragmáticos, cognitivos, estilísticos y comunicativos que proporciona. Además, no es necesario analizar solo variantes alternantes, ya que en realidad nunca serán “formas de decir lo mismo”. b) La “cantidad” de variación sintáctica en una lengua. Se ha argumentado que hay menos variación sintáctica que fonológica o léxica en una lengua (Silva-Corvalán 1989: 98), sin embargo, alejándonos de una concepción meramente mecánica y formalista de la variación y teniendo en cuenta que la variación adquiere unas dimensiones significativas muy diversas, es posible afirmar que cuantitativa y cualitativamente hay tanta o más variación sintáctica que fonético-fonológica o léxica. 810
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Variación sintáctica c)
La implicación de la sintaxis con los factores sociales. La implicación de la sintaxis con los factores sociales ha sido también cuestionada, pero en realidad puede y debe ser puesta en relación con los distintos factores y elementos del entorno circundante, al considerarlos como representaciones estilísticas concretas que son utilizadas por los hablantes en distintas situaciones e interacciones comunicativas.
En los estudios de variación sintáctica pueden establecerse tres etapas más o menos definidas (Serrano 2011b: 190–202): a)
La primera, cuando se emprende el análisis de las variantes sintácticas como formas alternantes o sinónimas y donde se pretende hacer prevalecer el factor social como explicativo (con reminiscencias de la dialectología tradicional), estudiando formas que se correlacionan con clases o grupos sociales, entendidos estos como conjunto de individuos con unas características inherentes comunes y previsiblemente estáticas, y donde predomina el estudio de comunidades de habla localizadas geográficamente. b) La segunda (aproximadamente a partir de los primeros años de la década de los noventa), en la que se incorporan las herramientas del análisis del discurso y de la pragmática lingüística, además de otros componentes fundamentales de la interacción comunicativa. c) La tercera, más reciente, donde resulta obsoleto e improcedente cuestionarse la sinonimia de las variantes. Se considera que estas son “formas distintas de decir cosas distintas” a partir de sus propiedades cognitivo-textuales inherentes y que están estrechamente relacionadas con distintos factores de naturaleza social, entendidos y aplicados como elementos dinámicos, adaptados al objetivo de la comunicación y puestos en relación con el tipo de texto y con la situación o interacción donde se producen.
4. Temas y tópicos Algunos de los temas y tópicos más frecuentemente estudiados como casos de variación sintáctica son los siguientes:
4.1. La alternancia de formas verbales en la cláusula Las alternancias entre los modos subjuntivo, indicativo y condicional se hacen correlacionar con distintos factores sociales (sexo, edad y educación) (Lavandera 1975). Silva-Corvalán (1984) analiza las formas del condicional (tendría) y el subjuntivo (tuviera) en la prótasis de las oraciones condicionales (“Si tendría/tuviera”) en Covarrubias (Burgos), donde la primera forma tiende a sustituir a la segunda. Se observa que el condicional constituye una forma intermedia entre el imperfecto de subjuntivo (-ra/-se) y las formas del indicativo y los resultados cuantitativos apuntan también a que es usada con mayor frecuencia entre las mujeres. En La Laguna (Santa Cruz de Tenerife), Serrano (1994) analizó cuatro variables condicionales según el grado de probabilidad de cumplimiento de la hipótesis: reales, potenciales, irreales referidas al pasado e irreales referidas al no pasado de acuerdo con los tiempos verbales de la prótasis y de la apódosis. Con respecto a las terminaciones variables del modo subjuntivo (-ra y -se), Blas Arroyo y Porcar (1994) concluyen que existe una tendencia a la aparición de -se en registros formales, lo cual conlleva una disminución de la variante -ra, que es la tendencia general de las variedades españolas. 811
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María José Serrano La aplicación de la metodología variacionista tradicional hace posible la observación de los posibles cambios en marcha, tal es el caso de la sustitución de las formas del indicativo en las estructuras condicionales (“Si tenía doce hijos, los atendía a todos”) por las del subjuntivo y el condicional (“Si tuviera doce hijos, los atendería a todos”) en las construcciones condicionales (Serrano 1995a: 179). La variación entre las formas de futuro sintético (iré) y analítico (voy a ir) recibe también atención por parte de los estudiosos de la variación sintáctica; en el español castellonense es analizada por Ramírez-Parra y Blas Arroyo (2000) donde se observan influencias del contacto de lenguas. De hecho, la forma sintética (iré) se usa con mayor frecuencia entre los hablantes cuya lengua materna es el catalán, mientras que los hablantes que usan el castellano predominantemente tenderán al empleo de la forma perifrástica (Blas Arroyo 2008). Esta es, sin embargo, la más frecuente en el español americano, mientras que la forma sintética queda reservada casi exclusivamente al discurso escrito (Bentivoglio y Sedano 2011: 174). Por su parte, Aaron (2010) estudia estas formas relacionándolas entre sí en sus contextos de aparición. La alternancia entre la variación en las formas verbales de perfecto compuesto (he cantado) y el perfecto simple (canté) es otro tema recurrente en variación sintáctica. Schwenter (1994) y Schwenter y Torres Cacoullos (2008) comprueban que el primero tiende a la gramaticalización en los distintos contextos en los que alterna con el segundo (Torres Cacoullos 2011). Esta alternancia es más frecuente en situaciones comunicativas cuyo estado de cosas se amplía o prolonga hacia el presente: “Entonces, aparte de que he asumido un papel, me he dado cuenta de que tengo una facilidad para adaptar mi voz a un escenario” (Serrano 1995–1996: 546–560).
4.2. Expresión/omisión del sujeto pronominal y su colocación preverbal/posverbal De forma general, los trabajos sobre este caso de variación se centran fundamentalmente en distintas cuestiones discursivas y pragmáticas, además de en el tipo de verbo que acompaña al sujeto (Enríquez 1984), la función de tópico oracional (Bentivoglio 1987; Morales 1982), así como su colocación preverbal o posverbal (Ocampo 1990, entre otros). El pronombre resulta obligatorio en ciertos enunciados, como: “Cindy toma café con leche pero yo/*Ø prefiero café negro”; en estos casos el análisis se enfoca hacia su función contrastiva (Matos Amaral y Schwenter 2005: 119). La posibilidad de que la omisión del pronombre de sujeto influya en la identificación del referente ha dado lugar a la observación de algunos mecanismos de compensación lingüística, como la elisión de la /s/ en las desinencias verbales, lo que se ha dado en llamar hipótesis funcional (Hochberg 1986), cuya representatividad ha sido cuestionada en algunas variedades hispánicas (Cameron 1993). Con la metodología correlacional tradicional, se ha concluido que esta variable no suele estar relacionada con factores sociales (Silva-Corvalán 2001: 155); no obstante, Cameron (1995), en su estudio sobre la expresión del sujeto en Madrid y Puerto Rico, comprueba la existencia de diferencias sociales en el uso de las variantes.
4.3. El leísmo A partir de la distribución de este fenómeno en Valencia, Blas Arroyo (1994: 120) concluye que el leísmo de persona (“Vi a tu hermano > Le vi”) es un fenómeno gramatical con una 812
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Variación sintáctica fuerte vitalidad en dicha comunidad de habla. El estudio se centra solamente en hablantes de la primera generación, con lo cual concluye que podría tratarse de un uso innovador que apunta a un cambio en marcha. Moreno Fernández (1998) lo analiza en el español hablado en Madrid. Por su parte, Klein Andreu (1991) realiza un estudio etimológico de las formas le, la y lo y sus respectivos plurales en algunas variedades de Castilla.
4.4. La alternancia tú/usted Aunque el contraste de las variantes tú-usted conlleva obvias diferencias en el plano sociopragmático e interactivo (con lo cual la imposibilidad de que signifiquen lo mismo se agudiza), la mayoría de las investigaciones sobre este fenómeno se han llevado a cabo con la metodología variacionista laboviana, que limita su análisis a la distribución de los contextos de uso de cada forma entre grupos sociales, a través de cuestionarios y pruebas de evocación. En comunidades como San Juan de Puerto Rico lo estudian Jaime de Arrieta y Cuadros de Béssega (1997) y como alternancia entre tú, vos y usted, entre otros, Páez Urdaneta (1981), Solé (1970) y Uber (1985).
4.5. El fenómeno variable (de)queísmo Bentivoglio y D’Introno (1977) lo analizan en el español de Caracas sociolingüísticamente mediante la estratificación social. Otro estudio importante fue el realizado por García (1986), en el que argumenta que la cláusula con preposición (pienso de que) no es equivalente a la que se formula sin ella (pienso que), ya que la primera implica un alejamiento icónico del hablante con respecto al contenido de la frase, mientras que la segunda, por el contrario, conlleva una implicación del hablante sobre dicho contenido, de modo que la preposición constituye una distinción de índole comunicativa. En la misma línea, Serrano (1998: 396) encuentra que la preposición funciona como un marcador deíctico que sirve de enlace semántico del verbo con su término. Este fenómeno necesita incorporar otros elementos que superan la tradicional concepción de variación ceñida a la identidad de significado, porque son formas que no admiten equivalencia o similitud semántica. Así, en su estudio en la ciudad de Alicante, Schwenter (1999: 71) concluye que la presencia de la preposición aporta una noción metafórica de distancia presente en oraciones como “Cuando la gente se enteró de que era el 14 de junio” y ausente en “Luego me enteré Ø que el funeral había sido privado”. De hecho, se ha demostrado que la preposición de constituye un marcador de evidencia que se utiliza para resaltar la información proposicional cuando el hablante y el referente de la información no coinciden (Guirado 2009). Scherre y Naro (1991) y Mollica (1991) estudian este fenómeno en el portugués hablado en Brasil. Por lo que respecta al queísmo, menos frecuente que el dequeísmo, Bentivoglio y Galué (1998–1999) concluyen que la preposición no es necesaria, ya que no compromete funcionalmente al contenido.
4.6. Las variantes en el plano discursivo-pragmático y comunicativo-interaccional De los estudios sobre variación sintáctica reseñados se desprende que no se puede prescindir del significado (en todas sus dimensiones y acepciones posibles) para describirla y estudiarla óptimamente. La necesaria inclusión del factor discursivo-pragmático en los estudios de variación no fonológica hacía necesario extender el análisis hacia construcciones que exceden los márgenes estrictos de la cláusula, tal es el caso de los marcadores del discurso 813
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María José Serrano (Andersen 2001; Dines 1980; Schiffrin 1987; Schilling-Estes 1999). De este modo, se empieza a abordar el análisis de fenómenos puramente discursivos, incorporando métodos cuantitativos (Pichler 2010). Blas Arroyo (1998) analiza los usos de venga en intervenciones directivas, reactivas, evaluativas y como rutina en las secuencias de cierre. Serrano (1995b: 13–16, 1999b) estudia los marcadores la verdad, pues y bueno. Con la observación de elementos de esta naturaleza se añaden las posibles diferencias en la comunicación que deben ser tenidas en cuenta de forma situada en la interacción entre los hablantes, al tiempo que se propone una dimensión equilibrada entre las metodologías cualitativa y cuantitativa (Serrano 1999a: 11–49). Con esta nueva metodología, entre otros temas, se estudian las formas de tratamiento pronominales, la cortesía verbal (Blas Arroyo 2005a; 2005b) y la variación sintáctico-discursiva de las formas verbales de subjuntivo e infinitivo en las oraciones completivas (Serrano 2004).
5. Contribuciones recientes Una de las deficiencias advertidas en los análisis variacionistas tradicionales es la ausencia de una explicación factible de la relación entre hablante y uso o selección variable, y ello debido al predominio de una postura conductista que analiza clases cerradas de individuos con comportamientos previsiblemente opuestos (clase alta frente a clase baja, hombre frente a mujer, etc.) en cuanto al uso de una forma lingüística, de los que se espera una conducta más o menos homogénea en su comunidad de habla. Así, por ejemplo, se relaciona el fenómeno (de)queísmo con un sexo o género y el uso de usted con la edad que posee el individuo, sin explicar nada más allá de la frecuencia con la que, según esta pertenencia, se utiliza una determinada variante en oposición a otra. Por ello, venía siendo necesario ahondar en la naturaleza comunicativa de la variación en el plano sintáctico y enfocar su estudio desde una perspectiva diferente, donde no se describen simplemente fenómenos variables, sino que además se explican. Así pues, las contribuciones recientes al estudio de la variación sintáctica no pueden pasar por alto el paradigma teórico cognitivista, basado en que forma y contenido son indisolubles. Esto remite a principios generales de la cognición humana y a la forma en que esta se construye a través de la interacción con la sociedad y con el experiencialismo (Croft y Cruse 2008: 18–20; Langacker 2009). De este modo se crea una metodología para el estudio de la variación que, partiendo de sus propiedades cognitivas, crea distintos significados (lingüísticos y sociales), los cuales pueden dar lugar a estilos comunicativos en el discurso (Aijón Oliva y Serrano 2010, 2013; Serrano 2011a: 141–181; Serrano y Aijón Oliva 2011). La tendencia actual que investiga los mecanismos internos de base cognitiva que subyacen en la variación sintáctica conecta con los enfoques más modernos de la lingüística cognitiva, que tiende a extender el estudio de la cognición individual hacia la social o colectiva (Kristiansen y Dirven 2008: 2; Kronenfeld 2008). Esta aproximación a una sociolingüística cognitiva se había manifestado ya en este campo (Delbecque 2005). La forma de estudiar las variables sintácticas desde la perspectiva cognitiva a partir de datos procedentes de corpus se realiza, al menos, siguiendo dos tendencias; una de ellas es la de Gries y Stefanowitsch (2004), centrada en los aspectos psicolingüísticos o internos que llevan al hablante a elegir una variante frente a otra, sin relacionarlas con variables externas. Otra es la llevada adelante por autores como Grondelaers, Geeraerts y Speelman (2006), que explica la variación como la interacción entre variables internas y externas. Tomando como punto de partida algunas propiedades cognitivas que posee la gramática, tales como la prominencia cognitiva y la informatividad textual (Serrano 2013a), se ha 814
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Variación sintáctica podido desarrollar ampliamente el estudio de la variación sintáctica en la actualidad, fundamentalmente en lo que respecta a la variación de los sujetos pronominales en español. La prominencia cognitiva implica que los referentes del sujeto están activados o son accesibles en el discurso (Langacker 2009), con lo cual se hace innecesaria su formulación y por lo tanto constituye la característica básica de los sujetos omitidos. Por su parte, la informatividad textual (Beaugrande y Dressler 1997) implica el valor contrario; aporta focalización pragmática del referente del pronombre cuando viene expreso. Ambas propiedades, en conjunción con otros factores discursivo-pragmáticos, dan lugar a numerosos significados. Por ejemplo, aunque el español tiende a la omisión del pronombre sujeto, cuando se formula la primera persona ‘yo’, el enunciado adquiere un significado orientado cognitivamente hacia la subjetivación (Serrano 2014): (1) Yo no pretendo llegar a la mayoría absoluta \ yo no digo que vayamos a tener la mayoría absoluta \ pero sí Ø digo que ahora mismo este partido es el partido de la mayoría absoluta\ (CCEC
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María José Serrano (4) A. Yo:::una pregunta que sí quería hacerle \ buenos días \ ¿usted en su momento se separa o se divorcia?/ B. No \ yo me separé \ (CCEC
6. Metodología En sus comienzos, la metodología para el estudio de variantes sintácticas reproducía los procedimientos utilizados en el plano fonético-fonológico, condensados en los siguientes pasos: a)
Establecimiento de las posibles variantes de una variable (por ejemplo, las construcciones en activa y las construcciones en pasiva, de la variable voz activa/pasiva). b) Identificación de los contextos lingüísticos que promueven el uso de cada una de las variantes (denominadas variables independientes). c) Distribución de cada variante según distintos grupos sociales previamente seleccionados (también denominadas variables independientes). d) Cuantificación tanto en porcentajes como en probabilidades de aparición de cada variante según las variables independientes. Una de las herramientas más conocidas y utilizadas para ello es el paquete estadístico Varbrul (Variable Rule), que ha ido evolucionando (Varbrul 2,2S,3) hasta el actual GoldVarb Lion (Sankoff, Tagliamonte y Smith 2012). De forma general, el objetivo primordial de esta metodología era obtener correlaciones de variantes lingüísticas con sociales, de modo que el análisis cualitativo se reducía a una descripción más o menos exhaustiva de las variables independientes, sin explicar su relación con la variable y sus variantes, ni su significado en relación con estas. Con la introducción del factor discursivo-pragmático e interaccional, se pone de manifiesto la necesidad de explicar la naturaleza interna de las variantes sintácticas profundizando en los distintos niveles en los que participa: su aparición en un discurso determinado, su significado cognitivo-textual y el valor que adquiere en el transcurso de la interacción comunicativa. 816
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Variación sintáctica La metodología de estudio de variantes sintácticas se ha visto implicada en la tradicional dicotomía teórica de los análisis lingüísticos en general, que distingue entre una perspectiva formal y otra funcional (Figueroa 1994: 23–25). Se ha considerado que la sociolingüística (y, en consecuencia, la variación sintáctica) podría enmarcarse en la segunda, donde se presupone que los elementos gramaticales funcionan con un fin comunicativo determinado. Sin embargo, todo análisis sintáctico que pretenda ser considerado funcional no puede prescindir de un análisis formal; de hecho, para llegar a determinar la función que cumple una determinada estructura, frase o uso sintáctico es imprescindible la observación de sus características formales; la posibilidad de que una estructura funcione de una u otra manera viene determinada en buena medida por su naturaleza formal (Serrano 2006: 7–8). Esta idea adquiere mayor relevancia si nos apoyamos en la perspectiva de la lingüística cognitiva que, si bien se centra en la función o el uso, no descuida la atención en la forma, ya que es el vehículo por medio del cual se concretan los aspectos del significado (Cuenca y Hilferty 2013: 30; Langacker 1999: 21–23; Lakoff 1987: 463). La consideración de que ambas perspectivas son dependientes ofrece el mejor método para abordar la variación sintáctica actualmente. La metodología actual de análisis de la variación sintáctica podría comprender las siguientes etapas: a)
Observación de las posibles variantes de un fenómeno o variable gramatical en un contexto determinado (género textual o conversación espontánea). b) Determinación de las propiedades cognitivas de dichas variantes y del significado discursivo-pragmático que se crea con cada una de ellas en un enunciado o texto determinado. c) Observación de la utilización de cada variante según la función comunicativa del hablante y las características del género o texto donde se produce. d) Cuantificación de cada variante según la frecuencia relativa, esto es, contrastando la frecuencia de una frente a otra o de una variante frente a cualquier otro elemento sociocomunicativo (por ejemplo, sexo/género, adscripción socioprofesional, etc.). e) Cuantificación de la variable absoluta (si se considera necesario) calculando la frecuencia de una variante por cada 10.000 palabras en un género textual. f) Obtención de resultados que permitan delinear el estilo comunicativo creado, que tendrá un origen gramatical variable (dado que se parte de variantes sintácticas) y cognitivo (puesto que se observan las propiedades cognitivas de las variantes). La principal innovación de esta metodología frente a las precedentes es que presta una mayor atención al análisis cualitativo mediante el examen detenido de las características cognitivas y discursivo-pragmáticas de las variantes, así como de la coaparición de esas variantes con otros elementos lingüísticos y sociales en distintos géneros y situaciones comunicativas (Aijón Oliva y Serrano 2012b: 85–87, 92). Asimismo, el análisis cuantitativo se realiza como consecuencia de los resultados obtenidos en el plano cualitativo; de hecho, la cuantificación de la variable absoluta no es solo un simple procedimiento de cálculo, sino, además, una vía para explicar cómo se construye paralelamente la forma y el significado en un texto a partir de la cuantificación de su frecuencia en las situaciones comunicativas donde se utiliza y entre hablantes con distinta función social.
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María José Serrano
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Entradas relacionadas gramaticalización; sintaxis; variación fonética; variación pragmática
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