El zoo de cristal de Tennessee Williams “El Zoo de Cristal” fue la primera obra de Tennessee Williams que tuvo éxito. La escribió el verano de 1943 y es quizás la
menos violenta de sus obras y de hecho trata a los personajes p ersonajes con gran benevolencia; es una de sus creaciones más conmovedoras, hondamente conmovedora. Se trata de la historia de una familia que vive en St. Louis durante la época de la Depresión, formada por Amanda (la madre), Tom (el hijo), Laura (la hija) y el retrato de un padre que les abandonó dejándolos a su suerte; otro personaje es Jim, compañero de trabajo de Tom y antiguo compañero de instituto. Sumidos en la pobreza, Amanda que conoció el esplendor final del antiguo Sur y que continua rememorando, trata de sacar a los suyos de la miseria y protegerlos, pero lo hace de una manera neurótica y obsesiva. La trama comienza cuando se entera de que Laura, la hija, ha abandonado las clases de mecanografía debido a su timidez patológica que la incapacita incluso para teclear sin que la tiemblen los dedos. La timidez de Laura procede de un defecto físico en la pierna que, de alguna manera, la convierte en “tullida”; no es que sea una gran tara, pero en ella adquiere dimensiones desproporcionadas, hasta el punto de haberla apartado completamente de cualquier contacto social; de hecho, se sumerge en un mundo ideal y fantástico, que es el de su zoo, colección de animalitos de cristal entre los que destaca como favorito, un unicornio. Cuidando esta colección y escuchando los viejos discos de su padre, pasa el tiempo. Ante tales hechos, la madre, Amanda, decide que es necesario proveer por el futuro de la hija, y ya que no cuenta con medios propios propio s que la capaciten, la única solución es buscarla un u n pretendiente que se case con ella. Así que le pide a su hijo, Tom, que busque a alguien en la zapatería donde trabaja. Y eso hace, invitando a cenar a un compañero del trabajo, Jim. Pero tras la cena, se verá que el resultado del esfuerzo ha sido infructuoso, ya que el anterior confiesa estar comprometido y va a casarse con otra chica. Lo único que ha dejado es el unicornio roto, sin el cuerno, convertido en un caballo corriente. Y Tom, que en los momentos libres libr es del trabajo se dedica a escribir poemas y que sueña con un mundo de aventuras y con escapar de ahí, finalmente al igual que hizo su padre, abandona a su madre y hermana para emprender otra vida. Podríamos tarazar un paralelo entre esta obra y la vida del propio Tennessee Williams. En sus Memorias, se refiere al tiempo que trabajó en una zapatería. Él y su hermana Rose, esquizofrénica, salían casi todas las noches a caminar por la calle Delmer. Luego se detenían a tomar la cerveza de raíces que les gustaba con locura, y, remataban la noche mirando escaparates: "¿Qué hacíamos Rose y yo durante esas salidas? Pues bien, pasear por la zona comercial de la Ciudad Universitaria. Era una especie de ritual de un patetismo que, les aseguro, no conseguí reflejar ni en El Zoo ni en mi relato 'Retrato de una muchacha de cristal´, que sirvió de base para El Zoo". Es obvio, pues, el carácter autobiográfico de esta obra, que hace referencia, en primer lugar, y en su nivel más elemental, a la vida del autor entre 1934 y 1936, donde el significado sería la vida del autor antes de independizarse y el significante, el hogar de los Wingfield como fotografía. De todas formas, esta significación básica sólo sería relevante para una edición de crítica textual y no para las conclusiones significativas que le son inherentes a la escenificación de una obra de teatro que, como nos avisa su narrador, no es realista y está llena de símbolos. Estructura La estructura de la obra es completamente circular y retrospectiva, o como se suele decir, aprovechando la terminología del discurso fílmico, un flash back, pues la obra comienza como acaba: Tom Wingfield, vestido de marinero. En su papel de narrador, nos lleva a los difíciles años ´30 para presentarnos una escenificación de su existencia en aquella época. La acción dramática presentada en dos actos, se desarrolla, en primer lugar, y principalmente, a través de lo que ha ocurrido en el exterior de la casa, comentado por los personajes en sus conversaciones, generalmente en tono de discusión. En segundo lugar, durante el segundo acto, la acción se desarrolla en la propia casa, con motivo de la cena en honor del presunto pretendiente, a quien Tom confiesa haber tomado la decisión de haberse alistado en la marina mercante. La vestimenta de este personaje central al principio y al final de la obra hace patente que ese hecho se ha consumado. Personajes Amanda Wingfield
Mujer en la recta final de su vida, sobrevive a su propia desdicha existencial marcada por el signo de la pérdida, lo que le ha creado una alto sentido de la propiedad e incluso de la posesión, todo lo cual la induce de manera inexorable a la neurosis de la contabilidad. Nacida y criada en los últimos momentos del esplendor de los blancos en el sur de Norteamérica, ha perdido no sólo su juventud, sino todo el contexto en que esa juventud se desarrolló, viéndose abocada a sobrevivir en un piso bajo al que se accede por una escalera de incendios. Otra de sus pérdidas es la de su marido, que la ha abandonado sin dar explicaciones hace tiempo, dejándola a cargo de dos hijos. Por último, vive obsesionada por una posible y tercera pérdida, la de la felicidad y futuro de su hija pequeña, incapaz de valerse por sí misma. Amanda aparece como una madre posesiva terriblemente patética en su continuo recuerdo del irrecuperable pasado en Blue Mountain, falsa en su manera de hablar y convencer a las señoras que se les ha acabado la suscripción a la revista de las DAR, pero también preocupada como sólo puede estarlo una madre por el bienestar de sus hijos. Representa, en primera instancia, el esplendor perdido del sur de los Estados Unidos, pero también a los mismos Estados Unidos en la famosa crisis de ese país con la caída de la Bolsa en el año ´29 del pasado siglo. Tom Wingfield Tom Wingfield, además de personaje, es narrador de la acción dramática. Por otra parte, también hay que tener muy en cuenta que ofrece un gran número de similitudes con el autor. Por ejemplo, las iniciales de Tom Wingfield son las mismas que las de Tennessee Williams, quien también vivió su juventud en una ciudad del sur de los Estados Unidos de América, en el seno de una familia desestructurada de los convulsos años ´30, en compañía de una madre y una hermana enferma y con veleidades literarias. El padre de Tennessee W. había tenido el mismo trabajo que en la obra tiene Tom: dependiente de una zapatería. Con lo que es evidente que la obra t iene unas fuentes autobiográficas y que el personaje de Tom es trasunto del propio autor. Tom Wingfield inicia la acción de la obra afirmando que tiene los bolsillos de doble fondo y a lo largo de los dos actos nos encontramos con que lleva una doble vida. Por un lado, y con un gran agobio y cansancio, cumple con su responsabilidad de cabeza de familia. Por otro, excluyendo su afición por la literatura, no se sabe a ciencia cierta a qué dedica su tiempo en sus diarias salidas nocturnas. Laura Wingfield Jovencita acomplejada por un defecto físico que arrastra desde la infancia, ha desarrollado tal grado de inseguridad en sí misma que vive en el extremo de la timidez y el autoexilio de la vida social, psicomatizando toda su frustración hasta el vómito y recluyéndose en un mundo interior en el que contemplar su delicada colección de figuritas de cristal representando animales mitológicos, irreales e inocuos. En el zoo de carne y hueso en que ella, así todo, sobrevive, es el patito feo condenado a nunca convertirse en cisne, sin que ella sea culpable de haber nacido con un defecto físico que deberá arrastrar de por vida y en un estadominterno tal que no es tampoco extraño que su madre tenga que preocuparse por procurarle el más digno de los futuros. Patito feo de la obra, adolece de una fragilidad paralela a la de sus figuritas de cristal y cambiarla de estantería es una tarea delicada. No tiene amigas, no tiene padre y vive sometida a los designios del hiperprotector egoísmo de su inquisitorial madre, sin más consuelo que los discos de su padre amenizando la vida contemplativa de las figuritas de cristal. Ha estado enamorada en silencio de un muchacho del colegio que representaba exactamente todo lo contrario a ella. Para mayor desgracia, este muchacho es el que su hermano ha elegido como presunto pretendiente y ese muchacho, que no va a ser para ella, viene a hacerla tomar conciencia de su casi irremediable destino. Representa la frustración de los débiles que, por si fuera poco, viven condenados por el determinismo del entorno, atrapados por sus propias circunstancias, sin fuerzas para ser otra cosa que lo que les ha tocado ser. Jim O´Connor Aunque no aparecerá hasta el segundo acto, conocemos su existencia desde el primer parlamento del narrador en la escena primera del primer acto, cuando Tom se nos autopresenta y nos hace un esbozo de la situación, en el que también habla de los personajes que le acompañarán a lo largo de la acción dramática. Es así que el narrador nos dice que el cuarto personaje es el más real del drama, no porque los otros tres no lo sean, sino porque Jim O´Connor vendrá definido por estar con los pies más en la tierra que todos los otros. También nos dice que es un emisario del mundo real, símbolo que representa el motivo de nuestra vida que siempre tarda en llegar y que siempre continuamos esperando. Es así que el autor, en boca del narrador, nos adelanta el tema del drama, que no será otro que el ya anteriormente mencionado conflicto entre la realidad y el deseo. En la obra, este conflicto se solucionará devolviendo a todos y cada uno de los personajes a un mundo tan real que permanecerá abocado a la pérdida de sus ilusiones particulares. Jim O´Connor es, sí, un emisario de la realidad, pues llega a la casa de los
Wingfield para ser quien rompa el cuerno del unicornio, o lo que es lo mismo, quien convierta al animal mitológico en un vulgar caballo, quien haga poner los pies en la tierra a Amanda respecto a sus pretensiones de boda por interés y quien desilusionará completamente a Laura, enamorada del muchacho ya en tiempos del colegio, además de advertir con gran sensatez sobre algunos puntos del futuro a Tom, a quien por otra parte sorprenderá con el hecho de estar a punto de casarse. Amanda, como ella misma dice cuando ve sus expectativas totalmente frustradas, Jim O´Connor es una convulsión venida de afuera para despertar a estos tres seres. Es joven pero ya no un adolescente, es apuesto pero no excesivamente guapo, de carácter emprendedor y ambicioso pero atrapado en la misma zapatería en que trabaja Tom. Por un lado ha sido deportista, capitán del equipo de baloncesto, pero por otro, jefe del equilibrado arte de la palabra, la oratoria, por cuestiones pragmáticas, y del coro, por cuestiones artísticas. El retrato preciso de la juventud en el sueño americano de la primera mitad del S. XX. Nombres Hay que señalar que el nombre de Amanda es un nombre con significado. Amanda es una mujer que tiene en el amor el motor de su vida. Por un lado, de su constantemente recordada juventud sólo recuerda los muchos pretendientes que tenía. Por otro, todo lo que esta mujer ha hecho en la vida ha sido casarse y criar a dos hijos. Su única ocupación laboral es renovar suscripciones a una revista femenina a través del señuelo de los folletines, sentimentalmente lacrimógenos, que se publican en dicha revista. Por último, encuentra que la única vía posible de conseguir un futuro digno para su hija, que es quien va a cuidar de ella en su cercana vejez, es un urgente matrimonio. Las iniciales de Tom Wingfield son las mismas que las del nombre del autor, Tennessee Williams, a lo que hay que añadir que el autor no se llamaba así, sino Thomas Williams. El nombre de Tomás, en arameo original, significa gemelo, como almas gemelas no pueden dejar de ser las de Tom y las del autor. El nombre de Laura también tiene un significado especial. Hace referencia al laurel, el árbol en que se convirtió la mitológica Dafne, ninfa que, tras manifestar molestia por los cantos de Apolo (Jim cantaba en el colegio) fue perseguida por el dios para sufrir una metamorfosis en vegetal en el momento de ser alcanzada. Laura, en cierto modo, también es perseguida por Jim, a quien tras conocer en el colegio vuelve a encontrar en su propia casa. Como no podía ser de otra forma, el nombre de Jim también tiene una significación particular. Diminutivo cariñoso y familiar de James, Jaime, en hebreo original, Jaím, significa vida. Jim O´Connor, como ya dice el narrador en su primer parlamento, es un personaje que viene de la vida exterior al microcosmos de los Wingfield, es un joven que tiene toda la vida ante sí y representa el aspecto más real de la vida, el puramente pragmático. Tono El tono en que se expresan los personajes es una característica que ayuda a perfilar su postura ante el conflicto, pues Tom, que además de personaje es narrador, nos habl a con sarcasmo e ironía, además de hacer gala de una honestidad a veces despiadada. En esto, coincide con el estilo acostumbrado del autor, en el que no faltan buenas dosis de humor sarcástico. Pero el narrador, como poeta que es, no siempre es tan ácido y se permite el zoo de figuras retóricas bastante elocuentes, como por ejemplo, cuando dice, sobre los planes de su madre, como un mensajero del más allá, el espectro del pretendiente invadió nuestra pequeña casa. (…) E xtendía sus alas sobre nosotros, era como una sentencia suspendida
sobre nuestras cabezas. En líneas generales, el tono del protagonista es el de quien mira hacia atrás sin ira pero con el desprecio inherente al sarcasmo y, sobre todo a la ironía. Amanda habla describiendo oscilaciones entre el tono amenazador, inquisitivo, plagado de imperativos, y el tono melifluo y cursilón que se hace necesario a sus recuerdos de juventud, sin olvidar q ue el paso de un tono a otro se hace sin transición alguna pero siempre en la misma dirección. Si la realidad acosadora de la conversación se le vuelve insoportable, pasa a evadirse de ella directamente recordando por enésima vez su juventud de jovencita blanca en el negro sur, cayendo en el patetismo y la afectación. Como persona, que no como personaje, Amanda llega a resultar incluso exagerada, como cuando recibe al pretendiente. Laura, como corresponde a su caracterización, habla más bien poco y en sus parlamentos abundan quejas infantiles antes los decretos de su madre. Gestualidad Hay dos gestos que manifiestan violencia, o por lo menos, ira. El primero es cuando la madre se entera de que su hija no ha estado asistiendo a clases y llega a casa. Laura, al oírla llegar, se ha puesto de nuevo a hacer sus ejercicios de mecanografía, y la madre, cuando llega hasta donde ella está, con gesto desconfiado se quita los guantes y el sombrero y
continua mirando a Laura con ojos llenos de resignado dolor. Deja caer al suelo los guantes y el sombrero de una manera un tanto dramática, saca de su bolso un pañuelo blanco para llevárselo delicadamente a los ojos y al final arranca con desprecio el papel del rollo de la máquina para hacerlo pedazos. Después se sienta en el diván, cierra los ojos y agacha la cabeza. El otro momento es cuando Tom, discutiendo con su madre, decide irse de la casa y acaba tirando su abrigo sobre la colección de figuritas de cristal porque con la excitación de la discusión ha tenido problemas para meter el brazo en la manga. En otras ocasiones también las acotaciones nos indican abandonos de objetos por parte de Tom, como cuando deja caer el periódico y de un salto se pone en pie. En otra ocasión deja lentamente la taza en que bebe su café para empezar a discutir con su ma dre una vez más. También deja que la puerta se cierre de golpe a espaldas suyas. Todas esas marcas son sumamente reveladoras desde el punto de vista de la comunicación no verbal. . Acciones La obra no es de corte realista, como ya nos dice el narrador en el exordio, y aunque en primera instancia podría parecer naturalista, pues los personajes son como son por influjo de circunstancias contextuales ajenas a su carácter, tampoco podría calificarse como tal. La acción en escena siempre viene marcada por el factor recuerdo, pues por un lado la acción parte de un orden retórico artificialmente analéptico y, por otro, todo lo que vemos que ocurre en escena es lo que ha ocurrido en el exterior, bien sea en el pasado lejano, de la juventud de la madre, su marido y el abandono de éste, o bien sea en un pasado más cercano, como cuando Laura confiesa, y por tanto recuerda, a lo que se ha dedicado durante los meses en que no ha asistido a clase, o de igual forma, cuando en el colegio conoció al que , por casualidad, va a ser su pretendiente por la labor celestinesca de su hermano. Su hermano también recuerda, pues toda la obra, como queda dicho, es una memoria de sí mismo cuando vivía en tierra firme y se hacía cargo de su madre y su hermana. La única acción en tiempo real es la rotura del cuerno del unicornio de cristal y lo que ello implica. A pesar de la escasez de personajes y de lo reducido de la escena, el movimiento es muy dinámico, como de fiera desesperada por el confinamiento de su jaula, que sólo puede volver sobre sus pasos cuando otra fiera viene en dirección contraria. Los personajes, además, como los animales, se mueven acompasados por la luminotecnia y la música. Todo esto lo vemos ya en las entradas de los personajes que comienzan la primera y la segunda escena, que son de una simetría tan perfecta que llega a ser sinfónica. En la primera, es Tom quien llega a casa y quien acaba discutiendo con su madre, evadida de la realidad a través del recuerdo de su juventud. En la segunda es la madre quien llega para acabar discutiendo con su hija, quien además de tener que recordar para sí misma a qué se dedicó tantos meses sin ir a clase para después recordar su enamoramiento escolar. En la escena tercera, será Laura quien desaparezca del escenario para quedarse a solas madre e hijo y hacer a éste partícipe del plan de casamiento. Aquí no hay pasado, sino un presente concentrado en el futuro de Laura. Tom lanza su abrigo sobre el zoo de cristal. La luz se apaga violentamente y la música cesa en este momento porque hemos llegado al final de la trama y comienza el nudo. Vestimenta Tom, como indica la extensa acotación del primer acto, viste como un marino. Antes de finalizar el primer acto, en un arrebato de ira, producido por una discusión, lanza su sobretodo que va a caer contra la colección de figuritas de cristal de su hermana. Amanda da especial importancia a la vestimenta, sobre todo con motivo de la cena en honor del presunto pretendiente, para la cual rehabilita un antiguo vestido con el que, a pesar de aparecer bastante patética, presume de una elegancia que ya es propia de su juventud, lo que la vuelve esperpéntica. Iluminación El narrador, en su primer parlamento, y haciendo gala de un gran sentido de la lírica, nos advierte que es un drama nacido de recuerdos. Como tal, está iluminado tenuemente y es sentimental, no realista. La iluminación del escenario, como nos dice la última acotación de la primera escena del Acto Primero, se apagan suavemente, del mismo modo que la música, para dar paso a la segunda escena de la manera contraria, de la oscuridad a la luz. Además, la luz es utilizada, como en el acto tercero, para proyectarse sobre un personaje en un momento dado que precisa aislamiento, como poniéndolo en un paréntesis porque no tiene mucho que ver con el argumento, además de que es un paréntesis social dentro de la vida de Amanda, a quien será la única vez que la veamos relacionarse de algún modo
con alguien que no sea de su familia. Tal es el caso del momento, en la escena tercera del primer acto, cuando Amanda telefonea a las señoras de DAR. Al final de esta escena volvemos a ver que la iluminación disminuye sobre el escenario lentamente para dar paso a la siguiente desde la oscuridad absoluta. De hecho, esta cuarta escena comienza con Tom en la escalera de incendios teniendo que agacharse a encender una cerilla porque se le ha caído la llave de las manos y necesita buscarla en la oscuridad de la noche, sólo tenuemente iluminada por el reflejo de los letreros luminosos de la calle. La luz sólo aumenta cuando suena el despertador de Amanda para indicarnos que ya ha amanecido. Al final y principio de cada escena siempre hay en las acotaciones alguna referencia sobre la iluminación. Relacionados con el mundo de la luz, también hay varios elementos sumamente relevantes. Por un lado, la lámpara que Amanda compra a plazos para adecentar la decoración del salón en el que recibe al posible pretendiente de su hija. En la familia Wingfield se vive en una agobiante penumbra interna y el muchacho que va a cenar a su casa representa la posibilidad de esa luz que dé un poco de alegría a una familia tan desdichada. En relación con el asunto de la luz está el candelabro que hay que sacar para tener un poco iluminada la habitación cuando la casa se queda sin luz en plena sobremesa. Tom no ha pagado el recibo y además confiesa a su compañero que ha utilizado el dinero destinado a ese pago para poder alistarse en la marina mercante. Objetos En la obra hay dos objetos que destacan por encima de los demás y que están relacionados entre sí por pertenecer al ámbito del sonido. En primer lugar, destaca el teléfono. El padre de la familia trabajaba para una compañía telefónica y la madre lo utiliza en varias ocasiones para ponerse en contacto con un mundo al que ella habría tenido que pertenecer como socia si las cosas le hubieran ido bien, la asociación cristiana y femenina de las D.A.R. Pero ella no pertenece a ese mundo, que en aquel momento significaba una especie de club social elitista para damas burguesas y cristianas, y todo el contacto que puede mantener con él es como mera encargada de la renovación de la revista que publica dicha asociación. A través de estas llamadas podemos ver la idiosincrasia de Amanda con el mundo exterior, utilizando para las distintas señoras las mismas fórmulas de falsa cortesía, además de las mismas estratagemas comerciales. Otro accesorio de notable relevancia es el gramófono/fonógrafo/victrola en el que continuamente Laura hace sonar los discos de su padre, ya pasados de moda, pero que sin duda alguna simbolizan la inercia de la nostalgia por el silencio del padre que la abandonó, además de ser el único recuerdo tangible de ese padre. También hay que mencionar el anuario escolar en que Laura guarda las fotografías de Jim, que luego éste le firmará. Símbolos El mismo título es simbólico, pues los seres que habitan en un zoológico, en primer lugar, son singulares, ya que en un zoo no se exponen al público animales domésticos, como singulares son los personajes de esa ca sa. Por otro lado, los animales de un zoo viven confinados, como presos de sus miserias existenciales son los personajes de esta o bra, que además se debaten con la realidad desde su mísero hogar. Por otro lado, el cristal ofrece unas connotaciones semánticas universales: en primer lugar, fragilidad, y en segundo, transparencia, como frágiles y transparentes aparecen todos ellos ante nuestros ojos, aunque también es verdad que en algunos casos el cristal no es del todo transparente, sino traslúcido, como en el caso de Tom. Es también relevante que sea Laura quien se dedique a cuidar de la colección de figuritas de cristal, pues en realidad toda la acción del drama gira sobre ella, que es la no acción por excelencia dentro de su incapacidad, su inseguridad, su nada. Su figurita preferida, esto es, el eje de su vida, es una figura que representa un animal mitológico, o lo que es lo mismo, irreal, inexistente, un unicornio al que el pretendiente, símbolo de la realidad, rompe su cuerno, lo cual convierte al unicornio en un caballo. Y esto no puede significar sino el abandono de ese mundo irreal y mitológico en el que la muchacha está confinada, para pasar a enfrentarse con la realidad, que para ella comienza sabiendo que el pretendiente no podrá amarla o para la madre, que no va a poder casarla. Jim O´Connor en realidad no aparece en esa casa sino para romper el cuerno de ese unicornio. Otro gran símbolo de la obra es la escalera de incendios por la cual se accede a la vivienda. La vía que une esa casa con el mundo real, el exterior, es una escalera que no es una escalera normal, sino una escalera para usar, en caso de urgencia, como vía de escape o como vía de acceso a la solución de un problema vital. Su vivienda, su vida, no está en la fachada principal, sino en la parte de atrás, de espaldas al mundo real, yendo a dar a un callejón en el que según las acotaciones hay contenedores de basura y simbólicos reflejos de letreros luminosos en locales nocturnos. La escalera que sirve para irse, para huir, a los Wingfield les sirve para entrar, para hundirse más en el agobiante panorama de un hogar desestructurado.
El Sur es también un símbolo. Con la llegada del progreso, los sureños se ven obligados a entrar en la febril carrera del éxito, a entrar en el mundo de la competitividad, y de una serie de “valores”, los del Norte industrial, a los que eran
completamente ajenos y con los que su temperamento era incompatible. Frente a los idílicos jardines del Sur, se alza la ciudad industrial, su miseria y suciedad, y los sórdidos apartamentos que no son más que celdillas de una colmena humana. Es a esto lo que los descendientes de los antiguos sureños no se pueden ni quieren adaptar, y esta es la razón por la que comienza su decadencia. Por otra parte, la historia de El Zoo de Cristal, no es solo la de una familia; es también la de una sociedad, la de los años 30, que se encamina lenta y ciegamente hacia la destrucción. Para mostrarlo Tennessee utiliza los edificios colmena, que simbolizan la masificación de una sociedad en la que ser distinto es imperdonable; la luz de neón del almacén de la zapatería donde trabaja Tom, simbolizando el trabajo rutinario que hace del individuo algo no muy diferente de una máquina y el Paradise Dance Hall, que es el símbolo de evasión para una sociedad que no conoce otra manera de llenar sus horas y c onstituyéndose en el único “Paraíso” al que parece que se puede aspirar en dicha sociedad.
Música De suma importancia en esta obra, pues bien suena porque el gramófono está en funcion amiento, bien porque llega música desde el exterior y porque además, el narrador explica que el motivo de la existencia de la música en la obra se debe a que todo va acompañado de su música y por eso entre bastidores suena un violín. La música funciona al mismo ritmo que la luz, disminuyendo en volumen si la luminotecnia se va apagando suavemente. Escenografía Escenografía única para los dos actos: el humilde salón de los Wingfield, que hace también las veces de dormitorio del protagonista, Tom. Como corresponde a una familia que sobrevive dentro de grandes estrecheces, además del sofá cama y la mesa del comedor, el único elemento verdaderamente decorativo que aparece en escena es una antigua mesilla en la que reposan las figuritas del zoo de cristal. Colgado en la pared, el retrato del padre desaparecido. En el segundo acto, con motivo de la visita del pretendiente, el salón aparece remozado con una lámpara que la Sra. Wingfield ha comprado a plazos El espacio escénico encierra a tres personajes cuya circunstancia final es la de sobrevivir en el mito de la caverna, buscando una luz que a Amanda le asegure el futuro de su hija, y a ésta misma la saque de su callejón sin salida, todo lo cual permitiría a Tom desembarazarse de sus responsabilidades económicas hacia las dos mujeres y, así, poder tener vía libre a la libertad que representa el abandono del hogar para vivir en el mar, siempre símbolo de vida y libertad pero también de muerte mística. La reclusión en ese salón es símbolo de la reclusión interna del conflicto de los personajes, pues permite la dramatización de la tensión entre el exterior y el interior. Temas Todos estos personajes, excepto Jim, sobreviven al gran conflicto de sus existencias, que no es otro que el derivado de la tensión entre el deseo y la realidad. Esa dicotomía se representa perfectamente en la tensión que existe en la estructura bimembre de los dos actos. Cada uno de los personajes, de forma distinta sobrelleva esa carga existencial del choque entre lo que se desea y lo que hay, bien sea porque los tiempos han cambiado de forma radical, como es el caso de la madre, anclada en el esplendor de los blancos en el sur de Norteamérica, bien sea por circunstancias insalvables, como es el caso de Laura, a quien el carácter le viene determinado por su defecto físico, o bien en el caso de Tom, quien desea liberarse de un tipo de vida y responsabilidades sumamente frustrantes para un espíritu poético. En última instancia, el conflicto entre realidad y deseo debería analizarse desde el punto de vista sociológico en el que se contextualiza la acción, la crisis estadounidense que ha pasado a la historia como crack del ´29. Otro tema que no pasa desapercibido es el que trata de la situación de la mujer, visto desde el multiperspectivismo intergeneracional de los dos personajes femeninos. Amanda no posee carrera alguna ni oficio conocido, aunque en una ocasión hace referencia a haber estado trabajando en el departamento de medias de unos grandes almacenes. Ha sido educada en los últimos estertores de una sociedad totalmente desaparecida ya, en la que toda la vida de una mujer de clase media era ser esposa y madre. No obstante, Amanda, dadas las circunstancias, ha querido que su hija tenga unos estudios que le aseguren una independencia económica. Ante el r esultado negativo de la voluntad de Laura hacia el estudio, Amanda recurre a la solución que ella mejor conoce, esto es, cazar un buen partido sin que la propia Laura esté interesada en ello. Sin embargo, Amanda no muestra ninguna preocupación por el devenir socio-económico del hijo y sus deseos respecto a su propia vida. No le importa su vida sentimental. Laura, por su parte, está perdida en el mundo contemplativo de sus figuritas de cristal, como si se tratara de una especie de monacato en el que los coros de la capilla fueran sustituidos por los discos de su padre en el gramófono.