EL PODER SANADOR DE LA BONDAD Kenneth Wapnick
El sanar como el deshacimiento de la separación Quiero leer una línea del folleto de “Psicoterapia” en la sección titulada “Cómo se define la sanación”.
Procuro leerla cuando doy un seminario sobre p sicoterapia. Es un planteamiento extraordinario sobe la sanación en el sentido de que no dice absolutamente nada acerca del paciente. Jesús acaba de afirmar que la meta final de la psicoterapia es caer en la cuenta de que la falta de perdón es el único pr oblema y que, por lo tanto, el perdón es lo que sana. Luego pregunta cómo se logra esta meta, y responde. Este es un lugar más donde Jesús nos dice en una sola oración cómo se aprende su curso, y lo que requiere para lograr su meta. Y ahora les dice a todos los terapeutas, lo cual incluye a toda la gente, cómo se logra esta meta final del perdón: El terapeuta ve en el paciente todo lo que no ha perdonado en sí mismo, y de esa manera se le da otra oportunidad de mirarlo, someterlo a una nueva evaluación y perdonarlo. (P-2.VI.6:3) Así es como la psicoterapia sana, como una relación sana, como un maestro de Dios sana. Adviértase nuevamente que Jesús no dice absolutamente nada acerca del paciente: “El terapeuta ve en el paciente
todo lo que no ha perdonado en sí mismo” Implícito en esto, por supuesto está que por haberle pedido ayuda a Jesús, el terapeuta tiene otra oportunidad de mirar lo que estaba secretamente sepultado en él, porque ahora lo está viendo en algún otro. Por eso, disgustarnos o aburrirnos con nuestro paciente, o preocuparnos por una amigo que está muriendo de cáncer o de SIDA, o que simplemente ha tropezado con algo, es una bandera roja que nos está señalando que hay algo en nosotros que no ha sanado, y que ahora tenemos otra oportunidad de volver a evaluarlo y de determinar nuestros valores y prioridades. Mirar con la ayuda de Jesús es lo que q ue hace posible el perdón. Nada se dice acerca de juzgar al paciente-ni hacer que el paciente se sienta culpable. Todo está dicho, no obstante, acerca de que el terapeuta sane. De hecho, el folleto entero es acerca de eso, porque una vez que la mente del terapeuta está sanada, él permitirá que el verdadero Sanador sane a través de él. El papel del terapeuta no es ser brillante en su juicio de algún otro, como tampoco es su papel ser brillante al analizar por qué alguien a lguien está enfermo o no mejora. Nuestra labor es simplemente tener conciencia de que nuestra preocupación por algún otro es una proyección de a lgo que no ha sanado en nosotros. Una vez que se cobra conciencia de eso, entonces se tiene una base significativa para pedir la ayuda de Jesús-no para que nos ayude a mirar a la otra persona de manera diferente, o para que nos ayude a decir lo más amoroso, sino para que nos ayude a perdonarnos a nosotros mismos. En ese momento, entonces todo lo que digamos será amoroso y bondadoso. Como una ilustración de estos principios, me gustaría referirme a una discusión que tuve hace muchos años con una pareja de profesionales, David y Anne, quienes trabajaban en un hospital para enfermos mentales. Nuestra discusión surgió durante mi seminario “La sanación del sanador no sanado”. Ellos querían repasar
conmigo cómo habían estado lidiando con los administradores del hospital, quienes según ellos, estaban
cometiendo un serio error en su enfoque hacia los pa cientes. David y Anne sentían que era parte de sus responsabilidades ayudar a corregir esta situación administrativa. La meta de la administración era hacer dinero, no ayudar a las personas, lo cual no debe sorprender a nadie; y eso incluía políticas no verbalizadas tales como retener a pacientes en el hospital más tiempo de lo necesario porque sus seguros no se habían agotado todavía. Esa es una manera bastante común de que los hospitales hiciesen dinero-repito, ninguna sorpresa. Claramente, en el nivel de la forma, esto no es útil; e igualmente claro, en el nivel de la forma, la actitud de David y Anne era un intento de ser útiles, porque su interés era ayudar a sus pacientes. Había una falla-y muy seria-en su argumento, no obstante, y acerca de eso es de lo que quisiera hablar. Repito, en la superficie (la forma), parecía que estaban haciendo lo debido. Sin embargo, por debajo de la superficie se volvió igualmente claro que estaba sucediendo otra cosa: en efecto, ¡ellos querían matar a la administración! Esa es una leve exageración, pero el contenido está ahí, incluso si la forma está atenuada. Eso, dicho sea de paso, es una de las señales de un sanador no sanado: la creencia de que la forma es importante. El error de David y Anne fue olvidar que la razón por la cual ellos estaban en el hospital no era sanar a los pacientes que les referían. La razón por la cual estaban trabajando en el hospital era sanar a la administración. Simplemente lo estaban llevando a cabo en la forma incorrecta. Cuando se ve en el nivel del contenido, la sanación es unión. David y Anne habían concebido su trabajo como el unirse a sus pacientes, pero como pobres victimas en desesperada necesidad de ayuda. E stos pacientes no sólo eran victimizados por las circunstancias, sino que también eran victimizados por los administradores del hospital, vistos ahora como los malos, en oposición a los buenos: es decir David y Anne, y todos los demás que se preocupaban por ellos. Lo que David y Anne olvidaron, lo que todos olvidamos, es nuestro propósito de unirnos, pero esa unión nunca es en el nivel de la forma, sino sólo en el nivel del contenido. Eso significa que no podemos unirnos a una persona o a un grupo si estamos aliados contra otro. Unirse con uno en oposición a otro es la manera perfecta de parecer estar ocupado en sanar, pero lo que se está haciendo en realidad es lo opuesto. Eso es lo que el folleto El canto de oración llama “sanación -para-separar”(S-3.III.2:1) Yo soy el sanador y tengo algo que tú no tienes; estoy viendo que tú y yo estamos separados, pero no obstante estoy intentando ayudarte. En ese sentido estos sanadores creen finalmente que son dioses, con el poder y conocimiento para dispensar sanación cuando y donde ellos elijan, y olvidan que: Dios no sabe de separación. Lo único que Él sabe es que tiene un solo Hijo (P-2.VII.1:11-12) Y cada uno en la situación de David y Anne-administración, personal, pacientes-es parte del único Hijo de Dios. Excluir a uno es excluir a todos, puesto que el Hijo de Dios no se puede dividir y seguir siendo tal como Dios lo creó. Por eso, David y Anne estaban intentando sanar al unirse con un grupo de pacientes, pero se estaban separando de la administración a través de sus juicios. La sanación no podía tener lugar entonces. Lo que hacían era dividir su percepción de la Filiación en buenos frente a malos. Y eso sucedía porque cayeron en la trampa, como hacemos todos, de confundir la forma con el contenido. Sentían que su trabajo era hacer aquello para lo cual estaban capacitados, lo cual era sanar a los enfermos mentales. Pero ese no es el trabajo que Jesús les “asignó”. El mundo les pagaba por hacer eso, pero él quería que ellos sanaran sus
mentes que padecían de la creencia en la separación.
Una vez que se ha aceptado eso como nuestra meta y única función, está claro que si nos involucramos en una causa que nos pone a luchar contra algún otro-donde nuestro punto de vista, el cual difiere del punto de vista del otro, se vuelve se suma importancia-lo único que estamos haciendo es continuar con la división y la separación. Y eso significa que estamos haciendo precisamente lo opuesto de lo que en realidad queremos estar haciendo. No sólo no puedes ser un instrumento se sanación, entonces, para la persona fuera de nosotros, sino que obviamente tampoco podemos sanarnos a nosotros mismos. Esto funciona con todo el mundo, ya sea que nos estén pagando por trabajar de una u otra forma en el campo de la salud mental, o que simplemente nos veamos como alguien que ayuda a otros. Funciona para cualquier cosa con la que estemos relacionados. Cuando creemos que lo que importa es la tarea-lo cual siempre implica que sabemos más que algún otro-esa e s otra clara señal de que estamos escuchando al ego. Ahora puede que sintamos que sabemos más en algún nivel. Por ejemplo, si alguien con quien estamos dice que 2 más 2 son 5, diremos que no, 2 más 2 son 4. Hay una parte de nosotros que sabe que nosotros sabemos que 2 más 2 son 4, pero entonces no lo convertimos en la gran cosa. Ese es el asunto. Como he dicho en numerosas ocasiones, Un curso de milagros no nos está enseñando que neguemos que hay diferencias. Nos está enseñando a no convertir las diferencias en la gran cosa. Y por eso David Y Anne claramente dirían-y encontrarían a otros incontables quienes estarían de acuerdo con ellos, sin duda-que tienen razón: que lo más amoroso es dar de alta a un paciente que está listo para ir a casa, y no permitir que su seguro médico sea un factor. Pero están equivocados, pues lo que están haciendo en realidad es separase de la administración. En la sección titulada “La corrección del error” Jesús dice que el Hijo de Dios nunca se equivoca-su ego puede estar equivocado, pero nuestra función es a un así decirle que tiene razón (T-9.III.2). Por supuesto eso no siempre se refiere al nivel de la forma. No es útil para un alumno de tercero de primaria decirle que tiene razón al pensar que 2 más 2 son 5-eso no le va a ayudar a funcionar en el mundo. Pero hay una forma de decirle que 2 más 2 son 4 sin decirle además que como persona está equivocado. No tenemos que atacar. Antes de corregir el error de a lguien, primero queremos estar seguros de que nuestra mente está unida a la de la persona. Por eso repito, la tarea de David Y Anne era unirse a la administración primero. Si no lo hacen, no van a servirle de ayuda a nadie en el hospital. Entonces sólo seguirían separando y separando y separando. El asunto no es lo que David Y Anne hacen (el nivel de la forma). El asunto es que dentro de sí mismos (el nivel del contenido) no abriguen resentimientos ni se pongan del lado de un grupo y en contra del otro. Recuerda, cualquiera que esté en este mundo está automáticamente equivocado, y por eso tomar partido es decir que algunos grupos están más equivocados que otros; que hay una jerarquía de ilusiones. Hacer eso es equivocarse todavía de nuevo. Todos estamos equivocados en la misma forma, y todos tenemos razón en la misma forma. Por lo tanto, si cobramos conciencia de que estamos buscando provocar un pleito-polarizar una situaciónentendamos que estamos haciendo esto para mantenernos separados del Amor de Dios, y entonces preguntémonos si es esto lo que realmente queremos. La respuesta es obvia. Si de corazón queremos unirnos al Amor de Dios y sentir esa Presencia de Paz, la única manera de que eso sea posible es unirnos a las personas que hemos convertido en enemigos. Seamos conscientes de que las estamos alejando, porque esa es una manera de alejar a Dios, y ya no queremos hacer eso. Al llegar a ese punto sería mucho más difícil justificar el sentirnos enfadados. Lo que en realidad es necesario es volver a pensar totalmente el propósito de nuestra vida. Si estamos trabajando en un hospital o en la General Motors no importa. Lo que se necesita es volver a pensar, experimentar y estructurar completamente el porqué estamos aquí. Estamos aquí simplemente para deshacer los pensamientos de separación en nuestra propia mente y liberarnos de
nuestros juicios, y la forma no importa. Si queremos ser de utilidad, entonces tenemos que e xperimentar una unión y no un sentido de oposición. Eso es lo que hay detrás de esas muy importantes líneas del texto: “No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente”
(T-18.IV.2:1-2)