EL OMNIBENEVOLENTE ANÁLISIS LITERARIO DE LOS DADOS ETERNOS POR LEONEL ESCALANTE EXAMEN PARCIAL I
Según las primeras filosofías psicológicas y metafísicas, el término conatus alude a una inclinación innata de algo para continuar existiendo y lograr así una mejoría en sí mismo. Este "algo" puede ser la mente, la materia, o una combinación de ambas. Para Thomas Hobbes, filósofo inglés, el conatus no es una facultad inherente a un cuerpo sino que se determina por los movimientos de los demás órganos; sin embargo, lo considera como un poder activo, ya que "el principio del movimiento de un cuerpo c uerpo debe ser considerado como acción o causa". En el poema “Los Dados Eternos” de César Vallejo, es continuo el uso dado a la
función conativa en alusión a Dios como un ser indigno del respeto brindado comúnmente, es decir, juzgándolo no como Dios en sí, si no como hombre. La palabra conativo proviene del latín conatus, antes mencionado, relación que nos permite preguntarnos si esta inclinación innata hacia lo desconocido es necesaria. El poema comienza haciendo una exclamación directa: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo”. En este primer verso se puede observar que el posesivo utilizado en „Dios mío‟
se anula en el segundo , afirmando “me pesa haber tomado de tu pan”. El gerundio utilizado en „llorando‟ evoca un continuo sufrimiento relacionado con este „ser que vivo‟: su condición
cercada, su humanidad: Pasa de su circunstancia vital (el llanto como evidencia de su capacidad de sentir) a su existencia. El „pan‟, como algo recibido de Dios, hace referencia al Nuevo Testamento, donde el cuerpo de Jesucristo es el “Pan de vida”: La comunión (hostia),
que según el catecismo de la iglesia católica consiste en aceptar a Dios como signo de unidad y vínculo de caridad, pero sobre todo acercarse a la vida eterna. En el tercer verso ocurre una degradación del yo lírico con el uso de una doble prosopopeya: “pero este pobre barro pensativo”. Aún siendo el barro símbolo de creación, en
el verso cuatro subsiste la idea del hombre como ser separado de Dios: “no es costra
fermentada en tu costado”, siendo la costra una con el cuerpo al que está unida. En el último
verso del la primera estrofa se observa una pro testa: “¡tú no tienes Marías que se van!”, haciendo manifiesto de una desaprobación a la inmortalidad de Dios, y cómo éste no puede sentir el dolor que sufre el hombre ya que por su omnipotencia no tiene nada que perder. María es la madre Jesucristo, quien según las escrituras no muere: se eleva acompañada de ángeles para así llegar al cielo. Dios no conoce el concepto de pérdida de un ser querido: incluso su hijo resucita. Con el sexto y séptimo versos, comenzando la segunda estrofa, se indica un reproche al lugar que le toca a Dios comparado con el del hombre: “Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios”. Se puede advertir que se une el tú (Dios) al hubieras, que es
verbo en modo subjuntivo, por esto el condicional si está ligado indirectamente con el verbo con morfología en pretérito imperfecto; imperfecto como la relación entre los protagonistas del poema. En los siguientes dos versos (“pero tú, que estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación.”) (8 y 9) se anula una de las características básicas de Dios dentro de los cultos
monoteístas: la de Omnibenevolencia, la cual es la cualidad de estar siempre preocupado por el bien de los demás. Expresando que „no siente nada de su creación‟ no se logra asimilar si el
sentimiento carente es comparativo (Dios no siente de la misma manera que el hombre) o indicativo (Dios no siente nada hacia el hombre: le importa poco). El verso diez, al igual que el cinco, presenta una propuesta remarcada por los signos de exclamación: “¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!” haciendo una evidente y poco
común balance entre lo poderoso que puede ser el sufrimiento contra la pasividad de lo absoluto: de lo eterno. La tercera estrofa indica el clímax del poema abarcando ocho versos. Con la expresión “Hoy que en mis ojos brujos hay candelas”, el verso 11 hace evidente que el yo po ético ha logrado entender algo desde ese momento: „Hoy‟ = un presente inmediato (ahora que me he
dado cuenta); „Ojos brujos‟ = „Ojos encantados‟, engañados (se debe recordar la rivalidad que ha habido entre la religión católica y todo tipo de paganismo, es decir, la brujería ); „Candelas‟ = Luz (iluminación). Lo anterior recae en el siguiente verso declarando “como en un condenado” , es decir, las candelas no simbolizan el fuego sagrado (el espíritu santo, por
ejemplo), sino el mismo infierno (candelas-condenado).
“Dios mío, prenderás todas tus velas” (13), es un verso que retoma el vocativo,
resaltando al emisor y su acción, tal y como se hizo en el primero y el quinto. El siguiente verso (14), “y jugaremos con el viejo dado”, hace referencia al azar (por medio de la metáfora del dado) que por la adjetivación „viejo‟ denota reposo o uso continuo; tal vez infinidad:
Eternidad. Al comenzar los siguientes dos versos se puede notar algo muy curioso: Por primera vez el yo lírico no está seguro de lo que su Dios imperfecto está por hacer: “ Tal vez ¡oh jugador! Al dar la suerte / del universo todo”. Esto implica una subyugación a lo que ni siquiera el omnipotente es capaz de controlar: el azar . La grandeza divina se reduce a „oh jugador‟. Entonces “surgirán las ojeras de la Muerte” (Muerte, escrita con mayúsculas, mayúsculas, remarcando su importancia en este juego) “como dos ases fúnebres de lodo” = Con este símil
llega la unión de los dados y la muerte con el hombre (lodo/barro/Adán/hombre). En la cuarta y última estrofa, comenzando con el verso 19 , ese „Dios Mío‟, que se había presentado como una burla e ironía, se vuelve un serio pésame y fortalece la pertenencia: lo acerca física y emocionalmente. Siguiendo con “esta noche sorda, obscura”, una noche incierta, y aunque calmada, produce el suspenso que brinda el tirar un dado en el último turno del último juego, después de apostar el último suspiro. Más adelante, de los versos 20 al 22 (“ya no podrá s jugar, porque la Tierra / es un dado roído y ya redondo / a fuerza de rodar a la aventura”) , se hace referencia a la tierra no
solo como tablero del juego, sino como apuesta y objeto/instrumento del mismo. Además se nos hace saber, con el uso de ironía apoyada por encabalgamientos, que el mismo dado (la tierra) ha sufrido infortunios provenientes del mismo azar, el cual es producto de este. Dios ha jugado tanto con el hombre hombre que se ha quedado sin aristas, aristas, sin motivos; se ha gastado. gastado. Los versos finales (23 y 24: “que no puede parar sino en un hueco, / en el hueco de inmensa sepultura”) con una anadiplosis, señalan el espacio vacío que es la muerte; que es la
ausencia; que es la nada.
El estilo enrevesado, tortuoso y casi forzado de Vallejo intenta demostrar su aspecto creador, haciendo alusión a su poema: realizando una comparación consigo mismo y con Dios.
Todo lo conocido por el hombre es producto de este, todo lo demás es relativo al tiempo: No es eterno. Ese Dios perfecto, absoluto y eterno es el que le hace sufrir cada día de su vida. Por eso se separa de Dios: “No es costra fermentada en tu costado”. ¿Y qué reciprocidad, qué correspondencia (piensa el hablante lírico) se le entrega al que no llora, que no sufre, que no siente como el hombre? ¿Qué será de mí, oh, Mi Dios “omnibenevolente”?