Este libro nació de un viaje. Desde hace varios años, los autores recorren los caminos a la búsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida que avanzan en sus periplos, se van dando cuenta de que tales obras de arte cuya origi original nalid idad ad nadi nadiee pon ponee en duda duda const constit ituy uyen en un unas as trad traducc uccio ione ness admi admirab rable less de un pensamiento simbólico cuyas claves hab!amos perdido. El objetivo "inal de esta obra es o"recer aqu#llas que se cree haber vuelto a encontrar. $a e%ploración de la desconocida Edad &edia permite comprender el signi"icado ya olvidado de las esculturas. Este libro, descatalogado y no reeditado, se edita por primera vez digitalmente al haber encontrado una copia en papel comprada hace bastantes años y que estaba olvidada en el trastero "amiliar. "amiliar. En el 'rólogo de El de El misterio de las Catedrales ()*+-, Catedrales ()*+-, acq dice/ 0Esta obra, hoy d!a impo imposi sibl blee de enco encont ntra rarr, plan plante teab abaa preg pregun unta tass qu quee a nu nues estr troo juic juicio io sigu siguen en sien siendo do "undamentales12. 0$a presente obra desarrolla las ideas y tentativas de respuesta que ya propusimos en nuestro anterior libro2. 'or estos motivos saca a la luz este segundo libro, esta vez como autor en solitario. Ambos recogen la tradición de 3ulcanelli en El en El misterio de las catedrales ()*45-. catedrales ()*45-. 'osteriormente dar6 a conocer la culminación o la conclusión de sus inve invest stig igac acio ione ness con la edic edició iónn de El Iniciado Iniciado ()**+-. $os tres libros constituyen una trilog!a, aunque carece de denominación o"icial.
7hristian acq 8 3ran9ois :runier
El mensaje de los constructores de catedrales
;!tulo original/ Le original/ Le message des bâtisseurs de cathédrales cathédra les 7hristian acq 8 3ran9ois :runier, )*<= ;raducción/ >osal!a de 7astro 3otogra"!as interiores/ 3ran9ois :runier
PREÁMBULO
?n burgu#s de la Edad &edia pasaba un d!a por delante de una de las numerosas canteras que en aquella #poca se hab!an abierto. $a curiosidad le indujo a acercarse a un pequeño grupo "ormado por tres canteros y, al cabo de unos instantes de observación, se atrevió a hacer una pregunta indiscreta. @u# hacesB interrogó al primero. &e gano la vida le contestó el obrero. @C túB interpeló al segundo. $abro un bloque de piedra repuso el hombre. @C túB preguntó al tercero. 7onstruyo una catedral dijo el 7ompañero del Deber. Esta tercera respuesta se convierte para nosotros en un interrogante. 7onstruir una catedral1 @Acaso esta sencilla "rase no encierra un gran misterio, un misterio que nos concierne a todosB Al leer esta leyenda se nos ha ocurrido pensar que o"rec!a una nueva clave para hacernos comprender el ideal de la Edad &edia, de aquella #poca en la que las piedras hablaban.
Primera Parte DEL MUNDO MODERNO AL ESPIRITU MEDIEVAL
I EL MEDIEVO !O" DIA
Por más que la obra y el tiempo hayan h ayan pasado, el espíritu que alentó la realiación de las obras sigue !i!iendo"
&AEE E7FA>; (del )4G al )H4+ apro%imadamente-. Este libro ha nacido de un viaje. Desde hace varios años recorremos los caminos a la búsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida que avanz6bamos en nuestros periplos nos !bamos dando 7uenta de que esas obras de arte, cuya origi original nalid idad ad nadi nadiee pon ponee en dud duda, a, con const stit itu! u!an an una unass tradu traducci ccione oness admira admirabl bles es de un pensamiento simbólico cuyas claves hab!amos perdido. El objetivo de esta obra es o"recer aqu#llas que creemos haber vuelto a encontrar. i nos decidimos a e%plorar la desconocida Edad &edia, comprenderemos comprenderemos que el signi"icado ya olvidado de las esculturas abre uno de los caminos m6s "irmes hacia la riqueza de una #poca cuyo mensaje no se ha e%tinguido. El arte medieval ha nacido de una tradición espiritual y de un simbolismo surgidos del esp!ritu y de la mano de los constructores. 7onsagraremos la primera parte de nuestra obra a estas ideas con "recuencia mal comprendidas. Antes evocaremos la presencia real, entre nosotros, nosotros, de la Edad &edia. Ios parece que esta 0actualidad2 0actualidad2 justi"ica una andadura haciaJ un mundo que no consideramos pasado. 'artiendo de la mentalidad contempor6nea, de sus interrogantes y de su manera de en"ocar el &edievo, resultar6 m6s "6cil determinar algunos de los valores "undamentales que inspiraran a los constructores de catedrales, as! como ocuparnos de los temas que les eran m6s caros. El arte medieval medieval suscita una admiración admiración y una veneración crecientes. crecientes. Keneraciones Keneraciones de eruditos han estudiado la historia de la construcción de iglesias analizando las "ormas
arquitectónicas y el estilo de las esculturas y algunos autores han mostrado inter#s por los gremios de constructores y por todos los grandes maestros. Esta inmensa labor, que se ha convertido r6pidamente en una ciencia bastante compleja, abarcando campos tan diversos como la historia, la religión, el arte y el imbolismo, ha dado de lado, sin embargo, a varias cuestiones esenciales. @u# quer!an decir los hombres del &edievo que consagraron su vida a la erección de edi"icios sagradosB @7u6l era la naturaleza de su pensamientoB @u# deseaban transmitirB $a obra art!stica y espiritual de la Edad &edia se alza sobre tierras de Lccidente y el hombre de nuestro tiempo puede escuchar todav!a su mensaje esculpido sobre piedra o madera. Iuestra meta es la de hacer destacar, en la medida de nuestras posibilidades, el valor inmenso de la aventura aventura medieval que, por encima del genio de una #poca, est6 ligada a la abidur!a abidur!a eterna. $a Edad &edia, que abarca desde el siglo M hasta el MN, MN, constituyó un momento e%cepcional de la Fistoria de la Fumanidad, en el que las piedras hablaron. 'restar o!dos a la voz de los s!mbolos es olvidar la Edad &edia material para volver a encontrar el ideal que la indujo a emprender una búsqueda cuyo alcance real acaso no nos haya sido revelado todav!a en su plenitud. Desde esta perspectiva, el estudio de las im6genes de piedra nos permite descubrir el eterno presente, el de la conciencia. $os 07ompagnons du ;our de 3rance2, herederos actuales de los constructores medievales, a"irman convencidos que al contemplar una estatua nos encontramos con un ser viviente, que a trav#s de la lectura del libro de las catedrales es posible comunicarnos con una civilización nutrida de espiritualidad. Nivir hoy la Edad &edia es renunciar a demostrar que era superior o in"erior a nuestra #poca. En la era de las catedrales carec!a de signi"icado 0demostrar2 o 0tener razón2. En el seno de la ?niversidad ten!an lugar amplios debates entre el "uturo doctor, sus condisc!pulos y maestros. En incontables ocasiones el magisterio aceptó de buen grado la discu discusi sión ón.. En reali realidad dad,, no e%ist e%ist!a !a el esp! esp!ri ritu tu de comp compet eten enci ciaa tal tal como como nosot nosotros ros lo a"rontamos d!a a d!aJ lo esencial era desempeñar bien el o"icio propio y de importancia secundaria secundaria el hacerlo mejor o peor que el otro. $a carrera por la altura de las agujas es una caracter!stica de los últimos tiempos del &edievo. 7uando se derrumbó la de :eauvais, casi hab!a desaparecido en su totalidad la imagen simbólica del mundo creado por el siglo MOO. El imaginero que talla un capitel no intenta demostrar su valor personal, sino que pone a prueba la virtud de su arte, de la misma manera que al acudir en peregrinaje a ainteP3oy de 7onques, esa admirable iglesia del >ouergue, todos aspiramos a encontrar la radiación de la obra y no a tratar de demostrar mediante una ecuación que sea m6s o menos necesaria necesaria para nuestro nuestro progreso material. $a verdad de las catedrales catedrales se impone de manera espont6nea, como un rayo de luz. En estos últimos años algunos autores han tratado tratado de privarnos privarnos de nuestras nuestras "uentes, presentando la civilización medieval como el retoño enteco de las agrupaciones de primitivos prehistóricosJ se ha hablado de 0estructuras arcaicas2, de 0imaginación delirante2, incluso de 0estancamiento en la magia2. A su juicio, los s!mbolos tan sólo ser!an "antas!as "antas!as deplorables, deplorables, "ruto de un intelecto poco desarrollado. Estos juicios se desmoronan desmoronan
al pie de las catedrales catedrales de oissons oissons o de Estrasburgo, Estrasburgo, que barren en un instante semejantes semejantes cr!ticas gratuitas. &6s insidioso resulta ese otro argumento según el cual unos incultos estratos populares dieron a la luz las im6genes simbólicas. Q7u6ntas veces se habr6n repetido las e%presiones de 0arte ingenuo2, de 0escultura tosca2, de 0inspiración popular2R El arte sagrado no es, en modo alguno, la traducción de un "olSlore destinado a distraer el aburrimiento. El propio Aristóteles vislumbraba ya en las tradiciones cotidianas las "ormas m6s sencillas de la "iloso"!a eterna, y el e%amen atento y minucioso de los capiteles nos con"irmara tal opinión. El titiritero que conduce un oso con una cuerda atada al cuello no se limita limita a ilustrar ilustrar una escena banal del g#nero, sino que simboliza simboliza al hombre que ha logrado dominar el instinto y lo maneja a su antojo y con per"ecto conocimiento. ?na de las principales cr!ticas que podr!a hacerse de un concepto sagrado del hombre y de su medio se re"iere a su car6cter irracional. A partir del siglo MON hubo "ilóso"os que adoptaron semejante actitud. $a respuesta de los últimos simbolistas "ue 6spera, pero pasó inadvertida inadvertida y sólo adquiere su aut#ntico aut#ntico valor en nuestra #poca en la que el debate entre la razón y el misterio misterio vuelve a ocupar el primer plano de la actualidad. actualidad. $os simbolistas dijeron a los "ilóso"os/ 0El racionalismo que vosotros situ6is en el pin6culo, tan sólo se preocupa de la "orma e%terna de las cosas y de las apariencias de la vida. En de"in de"init itiv iva, a, es absol absolut utam ament entee inca incapaz paz de garan garanti tiza zarr vue vuest stra ra evol evoluc ució iónn perso personal nal.2 .2 El argumento era vigoroso, pero en aquel &edievo decadente pareció endeble "rente a la nueva seducción del razonamiento y de la lógica. $a desaparición del arte medieval "ue resultado m6s bien de ese cambio de mentalidad que de las circunstancias históricasJ en lugar de tender a una identi"icación del individuo con el cosmos, se decidió disecar los "enómenos, estudiar lo viviente con una seudoPobjetividad, contarlo y pesarlo. Foy surge la situación inversa. Despu#s de haber e%plotado a "ondo las canteras de la lógica, casi hemos llegado a agotarlas y nos damos cuenta de que los materiales logrados no bastan para construir un edi"icio muy estable. En cierto modo nos encontramos en un prePmedievo y nos interrogamos respecto res pecto a la naturaleza de las catedrales del mañana. $a percepción del &ensaje de la Edad &edia nos aportar!a elementos de respuesta y dar!a a nuestra e%istencia matices menos apagados. Dios, arquitecto de los constructores, no destruye, destruye, sino que, por el contrario, contrario, lo per"ecciona per"ecciona todoJ acoge la angustia humana a "in de calmarla. En la catedral que le consagra el maestro de obra ya no hay ni grande ni pequeño, ni poderoso ni d#bilJ se procura que la piedra oscura de los cimientos cimientos y la clave de bóveda alcancen un grado semejante de per"ección. @Es demasiado e%igir del hombre que venza a sus enemigos internos que, con palabras del Eclesiastes del Eclesiastes,, tienen la m6scara gesticulante de la vanidadB &uy a menudo vemos cabezas sonrientes "rente a rostros torturados coronando los pilares de las naves. El visitante visitante olvida con e%cesiva "recuencia que estos dos aspectos aspectos de la Fumanidad evocan su propio destino que se orienta unas veces hacia la plenitud y otras hacia la ansiedad.
$os alquimistas dicen/ 0$a obra oculta y misteriosa se encuentra en uno mismoJ all6 donde vay6is estar6 con vosotros siempre y cuando no la busqu#is en el e%terior.2 'or ello, cuando nuestros pasos se encaminan hacia un edi"icio sagrado de la Edad &edia desaparece la "rontera del pasado. Al penetrar entre sus muros nos sentimos en el centro de nosotros mism mismos, os, en per"e per"ect ctoo acuer acuerdo do con con una verda verdadd que no logra logramo moss preci precisar sar de maner maneraa inmediata. 7on pre"erencia a toda gestión intelectual, las piedras parlantes dirigen al hombre de hoy un discurso secreto cuya importancia percibe, al menos, a trav#s de la pureza de la "orma esculpida. uien haya contemplado sólo una un a vez los capiteles ca piteles del udP Luest o las estatuasPcolumnas de la TlePdeP3rance, presienten la iluminación de un mensaje inalterable que habr6 de intentar comprender si desea conservar en s! mismo una cierta autenticidad, una cierta predilección por la aut#ntica armon!a. i se pro"undiza en ese sentimiento es posible aliar el conocimiento del simbolismo medieval con una manera de vivir propia de nuestra #poca, sin sentir la tentación de re"ugiarse en el pasado. Io pensemos que sólo una civilización haya tenido el privilegio de poseer toda, la sabidur!a. A"irmar que se haya e%presado la espiritualidad de "orma de"initiva en un
per!odo dado, ser!a traicionar el movimiento de la vida y negar toda progresión en la está siempre y en todas partesJ la "unción de las búsqueda del esp!ritu. $a luz divina está civilizaciones reside en hacerla e%istir, en mani"estarla. Io obstante, para vislumbrarla, era pre"erible elegir un momento de dignidad real como la Edad &edia en la que se reveló con "uerza y majestad. Aun cuando todas las tradiciones y todas las religiones tiendan hacia una misma verda verdad, d, cada cada una de ella ellass posee posee su car6ct car6cter er espec espec!" !"ic icoo y su orig origin inal alid idad. ad. Dios Dios ha di"erenciado di"erenciado las lenguas para dar a cada e%presión e%presión del genio humano una paleta de colores que en ninguna otra parte podr6 hallarse. El Lccidente, privado de alma a causa de varios decenios de materialismo y naturalismo, se ha orientado recientemente hacia unas doctrinas orientales que parec!an contener lo que le "altaba. 3ue una especie de operación por la supervivencia cuyos resultados, aun cuando no pueda decirse que hayan sido despreciables, conti con tinú núan an resul resulta tando ndo insu" insu"ic icie ient ntes es.. C no tien tienee nad nadaa de e%trañ e%trañoo ya qu quee los los anti antiguo guoss consideraban con toda la razón que, para asimilar plenamente una tradición, hab!a que poseer en s! mismo la verdad de un terruño, los per"iles de su pueblo, su s u pasado espiritual y material. Io est6 en nuestro 6nimo, en modo alguno, criticar el zen, el yoga o cualquier otra pr6ctica del $ejano LrienteJ nos limitamos a atestiguar que, desde el Antiguo Egipto hasta la Edad &edia, la ruta de Lccidente Lccidente es la de los constructores constructores de templos, templos, o"reciendo o"reciendo a sus descendientes im6genes portadoras de s!mbolos. 'ermiten ir desde la mani"estación hacia sus principios, desde la desembocadura hasta las "uentes. $os tesoros que los occidentales cre!an descubrir en la lejan!a se encuentran en su propia tierra, donde dormitan millares de representaciones simbólicas que esperan su llegada. $a compren comprensió siónn aut#nt aut#ntica ica del esp!rit esp!rituu mediev medieval al a trav#s trav#s de sus caracte caracter!s r!stic ticas as inmortales permitir6 a los occidentales pasar del turismo al peregrinaje, no imitando los ritos antiguos, antiguos, sino reanimando reanimando el aspecto aspecto "undamental "undamental de la :úsqueda. Al parecer #sta no se siente vivi"icada por las teor!as teor!as intelectuales intelectuales o "ilosó"icas, "ilosó"icas, sino m6s bien por el viaje de un ser hacia la luz que lleva en s! de manera inconsciente. Fasta el momento nos hemos limitado con e%cesiva "recuencia a contemplar con curiosidad el universo esculpido de la Edad Edad &edi &edia. a. Fa Fabr! br!am amos os de inte intent ntar ar pene penetra trarr con con plen plenaa conci concienc encia ia.. Esta Esta and andad adura ura proporcionar!a a la re"le%ión de cada uno de nosotros un sentido nuevo y superar!a la introspección pura y simple. :rindar!a un legado inestimable al peregrino de hoy d!a y depositar!a en sus manos valores indestructibles. $o esencia esenciall es pon poner er al d!a nuestra nuestra e%p e%perie erienci nciaa espirit espiritual ual y cultur cultural. al. Algunos Algunos supondr6n supondr6n que semejante semejante deseo tan sólo o"rece un inter#s secundario en esta #poca nuestra de absoluto desquiciamientoJ nosotros, por el contrario, tenemos la impresión de que es de total actualidad y hacemos nuestra la "rase de ean :alard en relación con el estudio del simbolismo simbolismo medieval/ medieval/ 0Io cabe reprocharnos reprocharnos una evasión que nos aleje de un presente de terribles presiones. Io e%iste nada m6s grande que la necesidad de restablecer el sentido #tico y volver a crear nuestra vida interior.2 Es una especie de deber llegar hasta el corazón de la Edad &edia, ya que el
conocimien conocim iento to de las realida realidades des del esp!rit esp!rituu es cond condici ición ón indisp indispensa ensable ble para la justa justa celebración de la e%istencia humana. Kracias a los capiteles consideramos de nuevo las "ormas concretas como un regocijo para la mirada y su signi"icado simbólico como solaz del esp!ritu. 7reer que una piedra tallada es un objeto inanimado o que nosotros somos unos pensadores, ser!a hacerse hacers e la m6s ne"asta de las ilusiones. 'ara la Edad &edia la realización r ealización del hombre se logra mediante un di6logo permanente entre el alma y la piedra. 'or ello el arte sagrado e%ige el despertar despertar de una cierta conciencia conciencia con el "in de que las representaciones art!sticas nos ayuden mejor a conducir nuestra barca a trav#s de las incertidumbres de lo cotidiano. Omplica una trans"ormación, un rebasamiento de nuestras "ijaciones. En el umbral de la catedral somos semejantes al viajero descrito por el poeta isl6 isl6mi mico co Lrna Lrnarr h heyy eyyam am// ni her#t her#tic icoo ni ortodo ortodo%o %o,, no po pose! se!aa rique riqueza zas, s, verda verdad, d, ni certidumbre. certidumbre. Absolutament Absolutamentee vac!o, despojado de sus prejuicios prejuicios est6 preparado preparado para entrar en la comunidad universal de los que, un d!a, tomaron la ruta. En el t!mpano de N#zelay, mientras mientras los condenados condenados su"ren el desgarramiento desgarramiento entre atroces torturas, torturas, dos peregrinos peregrinos en cuyas al"orjas destaca la concha de monseñor antiago trepan tranquilamente por una abrupta pendiente en dirección a Dios. En lo m6s pro"undo de la crisis de nuestra civilización e%iste un ansia de verdad que se a"erra con mayor o menor "ortuna a los valores del siglo MOM. Esta voluntad de renovación se encuentra en la prolongación de la moral tónica de los constructores, para quienes la espiritualidad no era asunto de cerebros et#reos, sino el sendero normal de hombres de carne y hueso, viviendo con la misma intensidad los m6s elevados conceptos y la m6s c6lida "raternidad. egún ellos, el conocimiento del mensaje espiritual no puede lograrse tan sólo con las percepciones sensibles. 0Io creo que la mirada sea buen juez de la creaciónJ hay que captar la armon!a desde el plano total del 7reador2, pensaba san Ambrosio. L dicho de otra manera, abrir los ojos del esp!ritu y no con"ormarse con lo super"icial. El hombre de la Edad &edia no permanece indi"erente "rente a la e%istencia humana y sus interrogantes. abe que el temor a arriesgarse y a rehuir la aventura lo conducir6n a su p#rdida. $a redención "inal permanece inseparable de un amor por la Iaturaleza y el prójimo. Es preciso establecer en cada momento un v!nculo sagrado con los signos tangibles que la Divinidad ha puesto en nuestro camino. Esta actitud no implica en absoluto una idolatr!a lenitiva de los "enómenos naturales/ las "uerzas sagradas no se identi"ican con el grano, la lluvia o el viento. Ustos no representan el t#rmino de la :úsqueda, sino su punto de partida. 7onsiderados como la concretización suprema de la $uz merecen todo nuestro respeto. respeto. $a colmena colmena de las abejas, el poder!o del roble y la belleza belleza de la rosa no e%igen de nosotros una admiración pl6cida, pues "ueron colocados sobre la tierra par6 enseñamos algo y si nos mostramos receptivos se convertir6n, con nuestro trabajo y nuestro es"uerzo, en viguer!a, pilares y rosetones de catedrales. $a palabra 0pasividad2 es ajena al vocabulario medieval/ medieval/ el hombre es m6s o menos real según sea el grado de su participaci participación ón en cuanto le rodea. $os antiguos estudiaban minuciosamente la Iaturaleza con el "in de conservar la armon!a entre los "enómenos celestes y los terrestres. El hombre, tercer t#rmino era el
recept6culo, tanto del "lujo cósmico como de las corrientes telúricas. Adem6s, la mayor!a de los templos y las iglesias cristianas que les sucedieron, est6n orientados de acuerdo con los criterios astronómicos y astrológicosJ y aún m6s, est6n situados sobre puntos de energ!a a los que el magnetismo de nuestra madre, la ;ierra, concede sus bene"icios. A este respecto es, por lo general, signi"icativa la presencia de un 0pozo de la obra2. er!a un error burlarse de los peregrinajes hasta aquellos lugares en los que un santo curador sanaba a un "iel de una ceguera parcial. 'aralelamente a una mejora "!sica que aún puede comprobarse en determinados lugares, se produc!a una cura de la 0mala vista2 del hombre materializado. Al realizar un sacri"icio, al lanzarse "!sica y materialmente a una aventura, a veces arriesgada, hacia un santuario, el "iel no disociaba la per"ección espiritual de la "!sica. En virtud de la gran unidad del cosmos, todos los piamos de la e%istencia se comunicaban entre s!. 0'iensa en encontrarte en todas partes a un tiempo/ en la mar, en la tierra, en el cielo2, cielo2, nos recomendaba el misterioso misterioso Fermes ;rismegisto, ;rismegisto, cuya memoria memoria se veneraba veneraba en la escuela de 7hartres. Este sabio de Krecia llegó incluso a ser santi"icado y dos iglesias de :#lgica :#lgica llevan su nombre/ una en >onse, 3landes, y la otra en ;hieu%. Despu#s prosegu!a/ prosegu!a/ 0'iensa que no has llegado a nacer, que sigues siendo embrión, joven y viejo, muerto y m6s all6 de la muerte. 7ompr#ndelo todo a la vez, los tiempos, los lugares, las cosas, las cualidades y las cantidades.2 En la Edad &edia, el individuo llega a convertirse en hombre si realiza una "unción de constructor puliendo una cerradura, esculpiendo un dintel o concibiendo una catedral. Entonces se identi"ica con el principio regio que con tal per"ección simbolizaba el rey de Egipto Egipto al dirigirse dirigirse al dios de los constructores, constructores, 'tah, en unos t#rminos que tuvieron un eco inmenso en la civilización medieval/ 0'adre m!o proclamaba en el templo de &edinet Fabu, en el Alto Egipto, soy tu hijoJ ;ú me has colocado en tu trono, ;ú me has concebido concebido a imagen de tu cuerpo concedi#ndome concedi#ndome la dirección dirección de lo que ;ú has creado. &e has designado como único señor, tal como ;ú lo has sido. Kobierno como ;ú, construyo tu templo.2 El constructor alcanza esa misma realeza al ser artesano de su conciencia.
El magn!"ico !mpetu del pensamiento medieval no se pierde en la utop!aJ se nos recomienda no olvidar los aspectos materiales de la realidad, sino superarlos. $os autores antiguos se indignan contra los que se muestran persuadidos de que el mal reside en la materia. @7ómo es posible pro"erir semejante abominación cuando la claridad celeste penetra hasta la m6s !n"ima "isura de la tierra y cuando el "uego que hierve en el núcleo de nuestro planeta es semejante al que sustenta, el movimiento de las es"erasB Usta es la primera lección de la Edad &edia/ la materia es un pensamiento de Dios, en la realidad no e%iste desgaje alguno, ninguna part!cula se encuentra aislada de las dem6s. e medita con cierto asombro sobre el continuum espacioPtiempo de la "!sica moderna y en las teor!as según las cuales la m6s m!nima parcela viva est6 conectada con el conjunto del ?niverso. Iuestros antepasados de la Edad &edia se ve!an con"rontados con realidades naturales, sensibles e intelectuales, que no han desaparecido. Al crearse los s!mbolos, los mitos y los rituales se plantearon esta pregunta/ 0@u# debemos e%cluirB2, y la respuesta "ue/ 0Io hay que rechazar nada, sino integrar y superarlo todo.2 A cada cosa concreta corresponder6 un modelo simbólico. 7uanto m6s avanza el hombre medieval hacia la espiritualidad, m6s le parece el mundo material rebosante de enseñanzas. As!, pues, un sistema que atribuya al esp!ritu el primer lugar, debe poner cada cosa en su justo sitio. En la tradición tradición de los constructores constructores jam6s se e%cluye un elemento elemento antiguo, tanto tanto si se trata de un "ragmento de te%to como de unas piedras usadas. El sabio y el maestro de obra le con"ieren un nuevo uso de tal "orma que no se pierda su testimonio. testimonio. 7arece de importancia importancia el que un mito mito o"rezca o"rezca variant variantes, es, inclus inclusoo contradi contradicto ctoria riasJ sJ todos todos los aspecto aspectoss encierra encierrann valores valores diversos que se yu%taponen sin anularse. 7onstruir un templo es, en primer lugar, utilizar de nuevo las piedras del edi"icio anterior, introduci#ndolas en los cimientos. Io se desdeña nada, y las sucesivas #pocas van integr6ndose en la e%presión m6s reciente. 'or ejemplo, en la nave de anta Vrsula, en 7olonia, se revalorizó una estatua de Osis con el plinto tallado de nuevo en capitel cúbico. $a distancia entre el arte "araónico y el rom6nico quedó as! suprimida manteni#ndose la cadena simbólica. $o que es aut#ntico para la arquitectura lo es tambi#n para el pensamiento. En este terreno uno de los pasos m6s gloriosos "ue, sin duda alguna, el de los 'adres de la Oglesia, reasumido por los simbolistas de los siglos MOO y MOOO. &anejaban el arte y el s!mbolo al igual que nuestros cient!"icos cient!"icos manipulan el telescopio y el microscopio microscopio con el "in de llegar hasta lo m6s pro"undo y lo m6s elevado. Durante la lectura de las agradas Escrituras prestaban escasa atención al sentido literal deteni#ndose sobre todo en el espiritual y escr escrib ibie iend ndoo innu innume mera rabl bles es come coment ntar ario ios. s. u "ecu "ecund ndid idad ad simb simból ólic icaa era era real realme ment ntee ine%tinguible, ya que el menor signo constitu!a el jerogl!"ico de una idea divina y hab!a que desci"rarlo. :uen número de ellos estimaban que los acontecimientos de la :iblia ten!an un signi"icado oculto. $a paloma que abandona el Arca de Io# en busca de la tierra prometida, no es sencillamente un ave, sino el s!mbolo de la comunidad de los hombres alzando el vuelo y desplegando las alas de la verdad.
Esta verdad es la perpetuación de la sabidur!a que puede abordarse gracias a un m#todo de re"le%ión, a la vez sencillo y e"icaz. 'ara e%traer la quintaesencia y elegir una "orma de vida, disponemos de cuatro medios. El primero es el estudio estudio de la materia, de las t#cnicas y de la Fistoria. El segundo una sensibilidad ante la IaturalezaJ por ejemplo, las migraciones de las aves nos descubren los ritmos y ciclos a que estamos sujetos. El tercero consiste en la elaboración de una moral entendida como una serie de 0lugares comunes2 por los que todos los individuos se entienden y completan con la intención de constituir una sociedad coherente. 'or último, el cuarto es la percepción de los misterios de la vida eterna, que no se re"ieren al destino de ultratumba, sino a la vida en la eternidad. $a "unción del arte sagrado es la de o"recer una urna a esa vida eterna que constituye el alimento de nuestra consciencia. En cada iglesia se encuentra presente el relicario con el "in "in de indi indica carn rnos os que que esta estamo moss unid unidos os a toda todass las las gene genera raci cion ones es ante anteri rior ores es y qu quee conserva conservamos, mos, al menos menos en estado estado potenci potencial, al, las e%p e%peri erienci encias as espirit espiritual uales es de nuestro nuestross antepasados. En el 'ró%imo Lriente de"in!an a los antepasados como 0aqu#llos que est6n adelantados2. Al respetar su herencia estamos preparando el "uturo. El arte medieval tiende hacia la realización del ser humano, hacia su retomo consciente al seno de la divinidad. e ha empleado con tanta "recuencia esta imagen del 0retomo 0retomo a las "uentes2 "uentes2 que tal vez pudiera inducir a error si no se precisara precisara que las "uentes van por delante de nosotros y que el retomo es un paso adelante. E%presando la idea de otra "orma, recordemos recordemos la m6%ima m6%ima de los escultores escultores según la cual la "utura estatua estatua se encuentra encuentra ya en el bloque de piedra sin labrar. Al artesano corresponde desbastarla, retirar todo aquello que oculta la belleza de la estatua. $os de las #pocas medievales al trabajar la Iaturaleza y modi"icarla de acuerdo con las normas de la armon!a, ten!an la sensación de respetarla. Lbservarla con pasividad hubiera sido injurioso. Espiritualidad no signi"ica desencarnación. En las arquivoltas de la catedral de anta &ar!a de Llorón, en el :#am, uno de los ancianos del Apocalipsis hace un gesto curioso, que tambi#n podemos ver en el 7risto del t!mpano de ainteP3oy de 7onques. $a mano derecha aparece alzada hacia el cielo y la izquierda dirigida hacia la tierra. De este modo, se traducen dos ideas o, por decirlo de una manera m6s e%acta, dos "acetas de una misma idea, muy ligada a la Edad &edia/ entre los hombres, unos muestran tendencia a elevarse y a meditar sobre el sentido de la vida mientras que otros pre"ieren la actividad cotidiana y el pragmatismo. Estas dos v!as, mientras permanezcan separadas est6n incompletasJ el arte supremo consiste en "undirlas. El artesano medieval lograba hacerlo. &ientras buscaba su inspiración en lo divino, no se contentaba con esa primera intuición y encarnaba en su arte los preceptos celestes que hab!a percibido. De la misma manera, los alquimistas pensaban que el conocimiento de s! mismo y el del mundo eran una sola cosa y que si Dios descend!a a la tierra al tiempo que la ;ierra ascend!a hacia Dios se hab!a logrado la obra suprema. En cada una de sus re"le%iones re"le%iones el constructor constructor intenta captar el sentido sagradoJ en cada uno de sus gestos trata de 0hacerlo corporal2. 7uando el aprendiz, bajo la #gida del maestro, tomaba contacto con la materia que
hab!a de ennoblecer, mostraba el mayor entusiasmo. Al cabo de varios "racasos, tras largas horas de trabajo durante las cuales las cr!ticas eran bastante m6s numerosas que las alabanzas, acababa por preguntarse/ @7ómo lograr#, a mi vez, esculpir a esa mujer tan hermosa, a ese caballero de presencia tan arroganteB @Io me habr# equivocadoB @Dónde est6 la verdadB Est6 contenida en tus preguntas, preguntas, le suger!a el maestro. 'lantearse interrogantes interrogantes trae aparejado un mejor conocimiento de la verdad sagrada que el arte es capaz de transmitir. 7uanto m6s nos conozcamos a nosotros nosotros mismos m6s respetaremos respetaremos la Iaturaleza de la que tomamos modelos. Iadie ser6 capaz de modi"icar la piedra con la menor posibilidad de lograr una obra maestra, si primero no ha modi"icado su manera de pensar. @Acaso esta moral de la Edad &edia no tiene resonancias resonancias m6s actuales actuales que muchas doctrinasB doctrinasB $a meta del arquitecto arquitecto que construye construye una catedral catedral es la de 0"ormar2 0"ormar2 hombres al darles la posibilidad de realizar el gesto del pensamiento por el cual se convierten en testigos "ieles de la obra divina. Aunque el hombre ha recibido la inteligencia y el don de crear, los utiliza o no según la "orma de comportarse. El arte sagrado es la incitación al viaje. En cuanto a los pa!ses recorridos, a los oc#anos atravesados, dependen de nuestra perseverancia. &aese EcShart escribe/ Puedes obtener cuanto desees con #uera, y ni $ios ni criatura alguna podrán quitártelo quitártelo a condición de que tu !oluntad sea absoluta y realmente realmente di!ina y que $ios esté presente en ti" %sí, pues, no digas &amás 'quisiera( 'quisier a( ya que eso es o es algo #uturo, sino di más bien) '*uiero que así sea desde este momento"(
El ideal vivido por la Edad &edia se basaba en un pensamiento sencillo que hablaba directamente directamente al corazón del hombre. Io obstante, obstante, se sabe que esta simplicidad simplicidad del alma es el estado m6s di"!cil de alcanzar ya que supone una transparencia casi total, del manantial perpetuo de la creación. El sabio ama tanto el "r!o invernal como el sol de verano, el susurro de las hojas como el trueno. Io muestra pre"erencia por lo que le "avorece, sino que acoge el conjunto de las e%presiones del 7osmos.
El sentido oculto de las esculturas nos orienta hacia esa sabidur!aJ no es tan sólo privilegio de un pequeño cen6culo de iniciados que guardar!a celosamente para #l sus in"o in"orm rmac acio ione nes. s. 7o 7onc ncie iern rnee a cuan cuanto toss dese deseen en atra atrave vesa sarr su tiem tiempo po asum asumie iend ndoo su responsabilidad espiritual y participando en la aventura humana. A este respecto resulta un e%trem e%tremoo inst instruc ructi tiva va la lect lectura ura de la obra obra de Dioni Dionisi sioo el %eropagit %eropagitaa. Este personaje enigm6tico, cuya e%istencia no se ha logrado situar dentro de unos l!mites históricos e%actos, legó al &edievo unos te%tos e%traordinarios en los que desarrolla una teolog!a de la luz y describe el "uncionamiento simbólico de la sociedad cristiana. ?n breve pasaje nos permitir6 saborear el gusto de su palabra. Dec!a/ +uestros muy santos #undadores, al admitirnos a la contemplación con templación de los sagrados s agrados miste misteri rios, os, no han han queri querido do que todo todoss los los espec especta tador dores es pen penet etras rasen en por por deba& deba&oo de la super#icie y para impedirlo han encargado la celebración de muchas ceremonias simbólicas" Entonces sucede que lo que es no, indi!isible en sí, sólo !a entregándose poco a poco, como por parcelas y ba&o una serie in#inita de detalles" -in embargo, no es tan sólo a causa de la multitud pro#ana que siquiera debe !islumbrar la en!oltura que recubre recubre las cosas, sino también a causa de la debilidad debilidad de nuestros nuestros sentidos y de nuestro nuestro propio espíritu es píritu que necesita de signos y medios materiales para alcanar la comprensión de lo inmaterial y lo sublime"
>e"le%ionemos un instante sobre estas "rases que son una e%celente introducción tanto al alma de los constructores constructores como a su regla de conducta. e nos ha dicho que el arte sagrado es inaccesible al 0pro"ano2. @ui#n es, pues, este ciegoB 7iertamente no lo es el hombre imper"ecto, sino aqu#l que rehúsa per"eccionarse. El pro"ano niega la Iaturaleza, detesta al hombre y gira constante dentro de la prisión de su cerebro. Io distingue la di"erencia entre el templo y el hórreo, entre la piedra en bruto y el capitel labrado. 7ree saberlo todo y se sumerge en la ignorancia, su !dolo "avorito. 'ara los dem6s, para cada uno de nosotros, el arte sagrado es un enigma que nos interroga/ 0@;e das cuenta nos dice que aún te encuentras sobre la super"icie de las cosas y que has descuidado su altura y pro"undidadB @;e das cuenta de que la "elicidad es pasajera y que el in"ortunio te sacude como una hoja n de pajaB Io seas como el mal caballero que huye ante un conejo despu#s de haber jurado y perjurado que de un mandoble vencer!a a los gigantes.2 Ca que nuestro mundo es una es"inge, acept#moslo como tal y a"rontemos el obst6culo. Entonces descubriremos que nuestra dolencia espiritual era la causa de todos nuestros males. Iuestro conocimiento de la vida seguir6 siendo super"icial hasta que hayamos reconocido su dimensión simbólica y realicemos el des"uerzo de asimilarla. A semejanza de los alquimistas, somos capaces de entrar en el laboratorio de la Iaturaleza que es, asimismo, el oratorio de la conciencia. @Acaso no "ue designio de la Edad &edia asociar la e%periencia m6s pragm6tica, el gesto m6s escueto, a la pr6ctica de lo sagradoB $a mayor!a de las esculturas nos invitan a "ranquear el puente que conduce desde la pasividad de la mirada a su despertar. En e"ecto, se nos ha revelado que los constructores edi"icaban para lo intemporal. &uchos de ellos no llegaron a contemplar sus construcciones terminadas debido a la duración de las canteras. 'ero no importaba. 'articipaban en algo grandioso dejando sobre el suelo una huella que no se borrar6 jam6s. 7omo escribió el maestro EcShart/ La obra sólo muere con el tiempo, quedando queda ndo reducida a nada. pero el resultado de la /bra es, sencillamente, que el Espíritu queda ennoblecido en la /bra"
'ara el admirable m!stico renano del siglo MOO, el hombre pasar6, sin duda, pero el pacto "irmado entre Dios y la Fumanidad Fuman idad ha quedado grabado para siempre en la catedral del ?niverso. $a Edad &edia ten!a la certidumbre y, sobre estos cimientos, alzó sus piedras parlantes hacia la bóveda celeste. $os galos eran objeto de risa porque tem!an que la bóveda se derrumbara sobre sus cabezas. in embargo, ese terror estaba m6s que justi"icado/ si el cielo se esteriliza, el mundo vuelve al caos y ya es imposible discernir ningún principio armónico.
As!, pues, @qu# otra cosa es la Edad &edia simbólica que una respuesta a la necesidad de vivir con plenitud, as! como una irradiante orientación hacia el corazón de nuestro pensamientoB pensamientoB Iuestra Iuestra intención es partir de viaje o, mejor aún, en peregrinaje con el lector para hacerle descubrir las joyas que nosotros hemos entrevisto en esas regiones lejanas y misteriosas que se llaman 7hartres, Amiens, 'oitiers. $os senderos del arte de vivir, vivir, en e%ceso abandonados, abandonados, tienen un car6cter car6cter regenerador regenerador que invocan con sus súplicas súplicas a nuestros contempor6neos. El medio para lograrlo reside tan sólo en la aspiración espiritual, el deseo de hablar con los s!mbolos y de avivar esa llama que brilla en lo m6s recóndito de todo nuestro ser. 7ada 7ada búsqueda búsqueda simbóli simbólica ca apo aporta rta,, a pesar pesar de sus inevit inevitabl ables es insu"i insu"icie ciencia ncias, s, un dinamismo dinamismo nuevo en el en"oque del gran misterio que constituye constituye nuestro breve paso sobre esta tierra. :asta que un caminante, animado por esa sed de comprender lo esencial, aborde con respeto una "igura de piedra para que quede abierta una ruta. i la ciencia de los s!mbolos y el amor por un arte sacro son indispensables, como suponemos, para el equilibrio del hombre, la Edad &edia tiene mucho que enseñarnos y nuestra l!nea de conducta queda resumida en una sola palabra/ atención. 'ermanezcamos 'ermanezcamos vigilantes, vigilantes, ya que tenemos ojos para ver y o!dos para escuchar. escuchar. Io nos precipitemos. Desde el siglo MOO nos esperan, dos capiteles de la pequeña iglesia manera hemos perdido la planta de la pirenaica de Nalcabr#re. Ios contar6n de qué manera inmortalidad a causa de la vanidad del león y de la bestialidad del macho cabr!o y de cómo la volveremos a encontrar gracias a la triple claridad de la conciencia que nos permitir6 resolver nuestras contradicciones y practicar esa cualidad tan complicada/ la sencillez. El antropólogo Focart, en su estudio sobre los progresos del conocimiento humano, se e%presaba en unos t#rminos que hacemos nuestros/ 0o tenía, pues, tres opciones) seguir la línea de los antropólogos ocupándome 1nicamente de los sal!a&es, la de los historiadores dirigiendo tan sólo mi atención a cuanto está ya muerto y enterrado, o incorporarme al reducido n1mero de los que tan sólo obser!an obser!an al sal!a& sal!a&ee y la %ntig2eda %ntig2edadd para proyect proyectar ar la lu sobre nosotro nosotross mismos mismos"" 3e decidí a seguir esta 1ltima" 1ltima" %sí, %sí, pues, me impuse el deber de unir el pasado y la tierra en toda su e4tensión, a nuestro Presente Presente europeo, europeo, puesto que, a mi &uicio, &uicio, tan sólo !ale la pena estudiar aquello que puede iluminar el presente"
El hombre es a la vez heredero del pasado, creador del presente y responsable del porvenir. >ecordemos la declaración de los iniciados de la AntigWedad que tras haberse sometido a las pruebas rituales a"irmaban/ 07onocemos el ayer, el hoy y el mañana.2 En la iconogra"!a medieval se atribuyó esta sabidur!a, entre otros personajes, el rey alomón. Kuardi6n Kuardi6n de las ciencias herm#ticas, herm#ticas, conservaba celosamente celosamente el tesoro de las generaciones generaciones que le precedieron al encontrarse con la reina de aba enlazaba a Lriente con Lccidente y sacramentalizaba el presente. 7on la construcción del templo o"rec!a un alimento espiritual a la posteridad. u c#lebre juicio, representado de una manera notable en Au%erre,
constitu!a una elección entre el alma indigna que intenta apropiarse el bien ajeno y el alma noble que cree en la clarividenci clarividenciaa del monarca inspirado por Dios. El niño que se disputan las dos mujeres es, en cierto modo, la propia civilización medieval, unas veces v!ctima de la violencia y de la angustia y otras integrada en la calma serena de los claustros. Esperamos que nuestra evocación de la presencia de la Edad &edia entre nosotros nos habr6 demostrado que no se ha e%tinguido la enseñanza de las esculturasJ pone el acento en lo que une a los hombres m6s bien que en lo que los separa. $as "uerzas creadoras transmitidas por el "rontispicio real de 7hartres, la nave de Amiens o los capiteles de aintPIectaire revelan un 7onocimiento, o"recen una moral, señalan el camino de la armon!a de cada d!a. El arte de vivir, esa "rase tan trillada, adquiere un relieve sobrecogedor bajo el aspecto del &elquisedec de >eims dando la comunión al caballero arrodillado. @abremos arrodillamos ante la abidur!a de la Edad &edia, no para idolatrarla, sino para incorporarla a nuestra carneB 07uando ponemos nuestros asuntos en orden por medio del pensamiento correcto murmuraba un viejo sabio, la luz ya no procede de las cosas e%terioresJ se alimenta de s! misma en el interior del hombre.2 ;anto en el momento m6s luminoso del verano como en el instante m6s sombr!o del invierno, el brazo sur del crucero de oissons, irradia una e%traña luz que las piedras siguen engendrando desde el siglo MOO. De este primer en"oque de la mentalidad de los artesanos medievales resulta un tipo de lenguaje que desea enseñar 0algo2 partiendo de bases simbólicas que cada uno podemos descubrir viajando a trav#s de las im6genes de piedra otros tantos re"lejos del mismo. En p6ginas sucesivas trataremos de elucidar el misterio de d e estas palabras de piedra que q ue tienden a curarnos de nuestras dolencias espirituales. A nuestro juicio, la Edad &edia de las "iguras esculpidas, adquiere hoy una importancia considerable siempre que su estudio consista en vivir las nociones simbólicas que ellas perpetúan.
@u# deseaban transmitir los medievalesB, nos pregunt6bamos al comienzo de este cap!tul cap!tulo. o. 7on la ayu ayuda da de algunas algunas perspec perspectiv tivas as vislum vislumbrad bradas as para hacer destacar destacar la actualidad de la Edad &edia, podemos contestar ahora/ la ;radición. 3ue la 0herramienta2 intelectual utilizada de uña manera incesante en las canteras de las catedrales, protegió la $uz creadora de las in"luencias negativas de una #poca que no conoció m6s que obras maestras. i se desea contemplar la aut#ntica belleza de la Edad &edia y penetrar en el "ondo de su pensamiento, hay que recurrir a la tradición. Ontentemos ahora de"inir su contenido y su naturaleza.
II LU# DE LA TRADI$ION
Con!ie Con! iene ne que que el homb hombre re a!an a!ance ce ma mant nteni enién éndos dosee de pie pie y ergui erguido, do, aquél aquél que que gobierne eternamente un mundo sometido a su imperio, aquél que dome a los animales sal!a&es, que nombre las cosas y les imponga las leyes, que descubra las estrellas, que conoca los astros astros y las leyes del cielo, que aprenda aprenda a discernir discernir los tiempos seg1n ciertos signos, que domine al océano en#urecido, aquél que gracias g racias a su s u genio tena retenga en su espíritu todo lo que haya !isto5
AI ANO; ANO;L, L, -obre el sentido espiritual de los acontecimientos de la 6istoria, 6istoria , $ibro O. El vocablo 0;radición2 tiene mala 'rensa. En nuestros d!as parece identi"icarse con un viejo "ondo reaccionario, hostil a todo progreso y a menudo o!mos e%clamar con cierto tono de orgullo en la voz/ 0A"ortunadamente ya no estamos en la Edad &edia.2 ;al vez las cosas no est#n tan claras como parece y si estudiamos con una mayor atención la naturaleza aut#ntica de la tradición, nos sentiremos sin duda sorprendidos. En principio, desembarac#monos de las con"usiones habituales. $a tradición no es un "olSlore pasado de moda, un revoltijo m6s o menos estúpido de modos arcaicos ni un divertido conjunto de costumbres curiosas que nos sumergir!a de nuevo en los estados primitivos de d e la Fistoria por una u na inclinación al e%otismo. Ahora bien, la clave mejor de la Edad &edia es, sin duda alguna, esa 0;radición2 de la que puede decirse "6cilmente lo que es, pero cuya aut#ntica de"inición resulta mucho m6s arduo de establecer. 7onsiderando que utilizamos las e%presiones 0arte tradicional2, 0s!mbolo tradicional2, 0tema tradicional2 porque corresponden co rresponden per"ectamente pe r"ectamente a la realidad, la honestidad m6s elemental consiste, sin embargo, en tratar de establecerla. Adem6s, no se trata de una búsqueda abstracta ni de una discusión lingW!stica. $imitar la naturaleza de la ;radición tiene un triple objetivo/ percibir la verdad "undamental de la Edad &edia, comprender mejor el principio de las civilizaciones ensombrecidas por el racionalismo del >enacimiento y descubrir de nuevo un aspecto olvidado del hombre. 7omo acabamos acabamos de utilizar utilizar un paso en tres tiempos, tiempos, caro a la mentalidad mentalidad medieval, apliqu#moslo directamente al tema que nos ocupa. $a ;radición posee un cuerpo, un alma y un esp!ritu. El cuerpo de la ;radición est6 compuesto por unos te%tos simbólicos, por unos templos y unas iglesias, por unas obras esculpidas, pintadas o grabadas en "unción de los c6nones del arte sagrado y, en "in, por las enseñanzas orales que las asociaciones de iniciación no consideraron oportuno poner por escrito. :ajo este t!tulo, la catedral de
antiago de 7ompostela, el Apocalipsis de san uan y el ritual de iniciación de los maestros de obra son parte del cuerpo de la ;radición. En seguida descubrimos que este último no es un cad6ver, sino un cuerpo rebosante de savia cuyo crecimiento prosigue tan pronto como lo re animamos. animamos. En cierto modo, es semejante a la materia materia prima de los alquimistas alquimistas que se encuentra por todas partes en la Iaturaleza y que muy pocos consiguen ver. in embargo, resulta sencillo no con"undir una obra tradicional con un producto tradicional. 7uando contemplamos los "rontispicios de IotrePDame de 'ar!s, con toda certeza no tenemos la impresión de sucumbir a cualquier tipo de tradicionalismo, sino de entrar en contacto ine%orablemente con el cuerpo de la ;radición. Ogual que todo cuerpo vivo, la ;radición dispone de varios órganos, a saber, las "ormas tradicionales cada una de las cuales posee su car6cter espec!"ico y su genio. $a tradición hindú nos hace perder pie en los meandros de sus divinidades y nos obliga a tratar de encontrar una coherencia en esa in"inita multiplicidad/ los vedas y los upanishads "ueron una aut#ntica revelación para Lccidente, reververando un eco cuya potencia ha demostrado la "ragilidad "ragilidad de nuestras nuestras teor!as "ilosó"icas. "ilosó"icas. $a tradición tradición china nos contempla contempla con una leve sonrisa, la del anciano sabio $aoPts# o de su disc!pulo ;chuangPts#. $a :iblia china, el ;aotePSing se encuentra en la actualidad al alcance de todos y se descubre de nuevo el e%tremo re"inamiento de un sistema del mundo en el que la carne no se encuentra disociada del esp!ritu, como lo demuestra la acupuntura. Egipto nos observa con la m6scara hier6tica de sus estatuas/ El rostro de ;utanSamón esparce su luz de oro y el viaje a Egipto se convierte, m6s que nunca, en un peregrinaje hacia nuestras "uentes. $a tradición medieval es la m6s cercana a nosotros nosotros y "orma una especie de vidriera vidriera que di"unde la claridad de las civilizaciones anteriores. En la actualidad nos es imposible conocer a "ondo todas las "ormas tradicionales. 7ada una de ellas nos e%ige un es"uerzo particular, una adaptación a sus ritmos y sus "ormas. En de"initiva, se trata de una a"ortunada situación, ya que un e%ceso de ciencia llegar!a llegar!a a aburrirJ aburrirJ una amalgama amalgama super"icial resultar!a resultar!a catastró"ica catastró"ica y sólo satis"ar!a nuestra curiosidad, curiosidad, sin dilatar nuestra conciencia. conciencia. Uste es el motivo motivo de que, si bien cabe admitir el origen común de todas las tradiciones, no hay que mezclarlas sino respetar su genio propio. 'or ello hemos seguido el eje ininterrumpido del antiguo Egipto hasta la Edad &edia. Kracias a #l se establecen las múltiples "iliaciones que hacen del simbolismo occidental un todo coherente. El alma de la ;radición corresponde a la comunión del hombre con la "orma temporal temporal de que se reviste la eterna abidur!a. Es la vida !ntima de las "ormas art!sticas art!sticas de una #poca, su sustancia m6s sutil. 7uando se colocan juntos una Nirgen rom6nica y un angelote contorsionado de la #poca barroca, el alma que se e%presa no es la misma. En el interior de las catedrales, una especie de l6mina de "ondo surge en nosotrosJ no logramos encerrarla en un teorema, pero sabemos que nos enseñar6, siempre que le concedamos nuestra con"ianza, con"ianza, a alzar una de las puntas del lo que oculta el misterio por naturaleza. naturaleza. El erud erudit itoo desc descri ribe be con con sequ sequed edad ad las las escu escult ltur uras as y esta establ blec ecee "ech "echas as con con el cora corazó zónn inconmovible, si el alma de su tradición no se ha despertado en #l/ el hombre 0tradicional2, aqu#l que ha elegido como valor primordial la búsqueda de su parcela de luz, progresa gracias a una sensibilidad sensibilidad en e%tremo viva que le permite permite no disociar la "orma de una obra
de arte de la idea en ella contenida. El alma de la ;radición es una llamada a nuestra vocación espiritual. En cuanto al esp!ritu de la ;radición, oculta realidades que nos son poco "amiliares. in duda alguna, es un tema sobre el que las palabras tienen menos e"icacia, pero hemos de a"rontarlo, a pesar de todo, para no perder nuestro gu!a principal por la ruta de las catedrales. El esp!ritu de la ;radición, es la abidur!a inmortal, lo absoluto que adquiere "orma "ormass relat relativ ivas as en las las dive diversa rsass tradi tradici cion ones. es. $os $os medi mediev eval ales es la cali cali"ic "icaba abann de 0no mani"estada2, de 0no creada2 para demostrar que no estaba sometida al tiempo ni al espacio. an :uenaventura añad!a que aqu#l que tuviera todas las propiedades de todos los seres ver!a con claridad esa abidur!a. Estas caracter!sticas inducir!an "6cilmente a creer que el esp!ritu de la ;radición es de todo punto inaccesible, al sobrepasar los l!mites de la inteligencia humana, lo cual demostrar!a un escaso conocimiento del pensamiento de los antiguos. En e"ecto, la inmensa sabidur!a no permanece en las nubes y se mani"iesta en el hombre en el que representa la voluntad de renovarse de "orma permanente. 7ada vez que nos trans"ormamos de manera consciente y que desarrollamos nuestro sentido de lo sagrado, vivimos el esp!ritu de la ;radición. ;ambi#n en este terreno se nos o"recen múltiples ocasionesJ la m6s modesta iglesia rom6nica est6 dispuesta a hacernos compartir su inestimable tesoro. Adem6s, como la abidur!a no pertenece a una #poca determinada, es de todos los tiempos, lo que equivale a decir que incluso en una sociedad totalmente desligada de todo lo sangrado y que olvida la naturaleza real del hombre, est6 absolutamente presente y quien lo desee puede llegar a realizarla. 7ualesquiera que sean las circunstancias, tenemos la posibilidad de convertirnos en hombres 0tradicionales2 "rotando nuestro pensamiento con la piedra del s!mbolo. $a Edad Edad &edi &ediaa no "orma "ormaba ba indi indivi viduo duoss et#re et#reos os qu quee recit recitab aban an leta letan! n!as as en los los subterr6neos de sombr!os castillosJ creaba 0activos2 que luchaban con la materia. 'or consiguiente, despu#s de haber insistido tanto sobre la abidur!a, hemos de procuramos un medio pr6ctico de buscarla. Est# medio es el esoterismo. ;enemos conciencia, al escribirlo, de que estamos empleando un t#rmino que ha dado lugar a toda una serie de discusiones y controversias. Facia "ines del siglo MOM, los medios autorizados le encontraban un per"ume algo sat6nico y lo de"in!an de"in!an desdeñosamente desdeñosamente como una "orma de pensamiento pensamiento 0primitiva2 0primitiva2 y 0prelógica2. 0prelógica2. $os ocultistas no contribu!an a mejorar la situación. Desde las alturas de su seudociencia argW!an con igual desd#n que 0quienes saben ( sic sic- sólo revelan su sabidur!a a quienes ya saben2. Omposible salir de semejante c!rculo vicioso.
A"ortunadamente, estas luchas est#riles han llegado a su "in y en lugar de caer en la trampa de las palabras, palabras, los investigadores investigadores pacientes pacientes han abierto las puertas del esoterismo. esoterismo. El orientalista 3ranS"ort, en especial, ha establecido el m#todo de la multiplicidad de en"oques, cuya importancia quedar6 demostrada con un ejemplo/ el dios egipcio Amón, cuyo nombre signi"ica signi"ica 0el oculto2, es tan pronto un morueco como un hombre o un bloque de piedra. $a actitud pro"ana llega a la siguiente conclusión/ los egipcios carec!an de lógica, todo lo con"und!an y por esto su religión no o"rece el menor inter#s. $a actitud 0esot#rica2 nos induce a abordar un mismo "enómeno, en este caso el dios Amón, mediante en"oques múltiples. En una primera etapa Amón se encarna en el hombre, durante la segunda en el animal y en la tercera en la piedra. En cada una de las etapas de la Iaturaleza tiene, pues, algo oculto, algo divino.
El sabio chino 7on"ucio nos o"rece otra indicación. Dec!a/ 0Io puedo hacer comprender a quien se es"uerza por no comprender. i le he desvelado la esquina de una cuestión cuestión y no ha visto las otras tres renuncio renuncio a enseñarle.2 enseñarle.2 Dentro del orden de la razón, es posible agotar una cuestión. ?na "órmula determinada desemboca "atalm "atalment entee en un resultado lógico. Io ocurre lo mismo en el orden intuitivoJ las leyes del mundo sagrado, aun cuando cuan do siempre sean semejantes a s! mismas, adquieren el rostro del hombre que las descubre de nuevo, despu#s de tantos otros. En cierto modo, vivir en esoterismo signi"ica identi"icarnos con lo que que estudi estudiam amos os sin sin perde perderr nue nuest stra ra origi original nalid idad. ad. El ciuda ciudadan danoo del sigl sigloo MM MM,, conservando sus caracter!sticas que nadie es capaz de anular, puede 0convertirse2 en un capitel de la Edad &edia si llega a percibir su signi"icado esot#rico. Evidentemente, no se trata de reducir al hombre a una escultura antigua, sino de elevarlo al signi"icado sagrado contenido en ella. El 7ohar El 7ohar , libro sagrado de los cabalistas, desarrolla el tema con claridad/ 8$esgra 8$esgracia ciado do el homb hombre re que sólo sólo !e en la Ley simple simpless e4posic e4posicion iones es y palabra palabrass corrientes9 8Las e4posiciones de la Ley son la indumentaria de la Ley9 8$esgraciado quien con# con#un unde de esa esa indu indume ment ntar aria ia con con la prop propia ia Ley9 Ley9 6a 6ayy ma mand ndam amie ient ntos os que que podr podría íann denominarse el cuerpo de la Ley" Los pobres de espíritu sólo conceden atención a la indu indume ment ntar aria ia o a las las e4po e4posi sici cion ones es de la Ley. Ley. no !en !en lo que que se ocul oculta ta ba&o ba&o esa esa indumentaria" Los hombres más instruidos no prestan atención a la indumentaria, sino al cuerpo que cubre" 0 por 1ltimo los sabios, los ser!idores del rey supremo, que !i!en en las alturas alturas del -inaí, solamente solamente se han ocupado del alma que es la base de todo lo demás, que es la propia Ley"
El conjunto de tradiciones reproduce esta advertencia/ Io nos detengamos ante las apariencias, no nos dejemos seducir por las "ormas e%ternas del arte sagrado, utilicemos por el contrario el sentido 0esot#rico2, puesto que es el único instrumento de re"le%ión sobre el ?niverso y sobre uno mismo que une, en armonioso maridaje, la razón y la intuición. i, el hombre de la era "utura se siente acuciado por el deseo de construir un nuevo mundo sagrado, utilizar6 catedrales del mañana como hilo conductor para establecer el plano. Esperamos haber "ranqueado el obst6culo de las palabras 0tradición2 y 0esoterismo2 cuyo contenido era indispensable para comprender el talante de esp!ritu de los constructores medievales. Ios queda por subir otro peldaño/ los cuatro sentidos de las Escrituras, designando #stas tanto los te%tos sagrados como las obras de arte. Iicol6s de $yre, poeta del siglo MON, MON, resume as! las enseñanzas de la Edad &edia sobre este es te último punto/ La letra ense:a los hechos, La alegoría lo que hay que creer, creer,
La moral lo que hay que hacer, hacer, La anagogía hacia lo que hay que orientarse"
$a letra y la moral nos son "amiliaresJ por el contrario, la alegor!a y la anagog!a nos parecen en e%tremo enigm6ticas. Aun sabiendo que la alegor!a, tal como la entend!an los simbolistas medievales es, en realidad, la analog!a, la analog!a, no aclara en absoluto nuestra regla de conducta. in embargo, casi la totalidad de los te%tos que nos sirven para interpretar los capiteles, nos recomiendan la utilización de la analog!a y la anagog!a. ?na vez m6s hemos de resolver el problema para poder avanzar y desci"rar esos t#rminos insólitos. $a analog!a es una palabra que emplean los arquitectos. 'latón nos la e%plica/ +o es posible que ambos términos #ormen por sí solos una hermosa composición compo sición sin un tercero, tercero, pues es necesario necesario que entre entre ellos e4ista un lao que los apro4ime" apro4ime" %hora bien, de todas las uniones uniones la más bella bella es la que se da a sí misma y a los términos que enlaa enlaa la unidad más absoluta" 0 esto es la proporción, la analogía que, naturalmente, la obtiene de la #orma más bella"
El arquitecto romano, Nitrubio, añade/ La proporción que los griegos llaman analogía es una consonancia entre las partes y el todo" %sí, pues, p ues, la analogía es una proporción que permite establecer relaciones entre los aspectos más di!ersos del mundo, entre entre el hombre hombre y $ios, entre entre el hombre hombre y el animal, etc" Es la cla!e de los peque:os misterios"
$a de los 0grandes misterios2 es la anagog!a que puede traducirse de una manera mucho m6s sencilla por 0sentido de la espiritualidad2, 0sentido de lo esencial2. egún la ;radición el que carece de ella es un individuo grosero, tosco, sin educación. >echaza el sentido interior de las cosas, no trata de vivir el simbolismo. Fay una imagen que revela de "orma bastante e%acta lo que es el sentido espiritual/ el hombre dotado de este sentido, cuando encuentra encuentra una piedra en su camino, camino, la coge con la mano y la lanza hacia delante delante lo m6s lejos posible. igue su camino y al llegar otra vez hasta la piedra vuelve a lanzarla hacia delante. Io cree haber alcanzado la meta del mismo modo que el marino no llega nunca a conocer la mar. $a ;radición, como la hemos evocado, es la nodriza del pensamiento medieval. $os escultores escultores obtienen de ella su imaginación imaginación creadora, creadora, en ella encuentra encuentra el hombre eterno su aut#ntica nobleza. De una manera muy natural el esoterismo es la v!a de acceso hacia la
tradiciónJ no un esoterismo de pacotilla que se pierde en los espejismos del ocultismo, sino el sentido del valor aut#ntico de la obra de arte. $a copa del 6rbol es la ;radición, el tronco el esoterismo, las ra!ces la analog!a y la anagog!a. As! disponemos de los instrumentos m6s e"icaces para desci"rar las obras de arte m6s ricas en contenido. Io olvidemos por un momento la savia de ese 6rbol/ el s!mbolo. El s!mbolo es el que 0circula2 por las venas de la civilización de la Edad &edia. ituado m6s all6 del razonamiento y de la doctrina, nos o"rece la llave de oro que abrir6 el co"re de las maravillas que se encontraba en posesión de los sabios. Kracias a #l veremos surgir la energ!a que hace indestructibles las e%presiones del arte sagrado.
III LA AVENTURA SIMBOLI$A
La !ida es la conciencia, no el simple hecho de nacer"
FE>&E ;>O&EKO;L, ;ratado
&i eñor Dios deb!a ser el primer servido. El monarca estaba consagrado consagrado por Ul, el caballero recib!a sus directrices desde el momento en que era armado y el campesino le reservaba la mejor parte del "est!n en Iavidad. $os hombres de la Edad &edia sol!an tomar los senderos del bosque de los s!mbolosJ escuchaban el susurro m6gico de los 6rboles a semejanza de los sacerdotes griegos que escuchaban el or6culo transmitido por los robles
de Dodona. in duda el primer deber de un historiador que se ocupa de una civilización consiste en de"inir con la m6%ima precisión su principio "undamental, la base sobre la que est6 construida. construida. i consideramos los tiempos modernos, modernos, pronto nos damos cuenta de que dicho principio es la econom!aJ actúa sobre todos los sectores de nuestra e%istencia y en "in de cuentas se juzga al hombre de acuerdo con su grado de rentabilidad económica, bien sea trabajador intelectual o manual. En la Edad &edia la situación era distinta, al menos durante el per!odo comprendido entre el siglo M y el MOOO. $a econom!a por la econom!a 6ermoso disolvió la orden de surgió en los primeros años del siglo MON cuando 3elipe el 6ermoso disolvió los ;emplarios y puso en peligro las asociaciones "rancesas de constructores que depend!an en bastante grado de las órdenes caballerescas. caballerescas. 7on anterioridad, anterioridad, el principio constante constante de la #poca medieval "ue, sin duda alguna, el s!mbolo. C ahora es cuando empiezan las di"icultades. @De qu# modo los int#rpretes de un siglo MM en el que el s!mbolo es tan sólo una curiosidad se introducir6n en el alma medievalB @7ómo lograr6n establecer el sentido de la palabra 0s!mbolo2 y comprobar sus múltiples resonancias con el hombre y la IaturalezaB E%isten varias respuestas a tales interrogantes. interrogantes. El simbolismo simbolismo es una ciencia ciencia igual que la "!sica y la qu!mica, qu!mica, aun cuando en nuestros d!as ya no se enseña en las ?niversidadesJ responde a una gestión que es a la vez histórica, psicológica y espiritual. Fistórica, por la necesidad de seguir la e%istencia de un s!mbolo desde su m6s remoto remoto origen origen hasta hasta sus m6s recient recientes es e%p e%presi resiones ones.. $a c#lebre c#lebre esv6st esv6stica ica entre entre otros otros emblemas, emblemas, que se encuentra presente en la antigua antigua iconogra"!a indoeuropea, indoeuropea, resurgió en la Edad &edia bajo diversas "ormas y alcanza el "inal de su destino sobre los uni"ormes nazis, tomando tomando el nombre de 0cruz gamada2. Asociada Asociada a la idea de vida en movimiento movimiento entre los Antiguos la esv6stica se convierte en sinónimo de muerte y violencia entre los modernos. Es "recuente comprobar la tergiversación del sentido de los s!mbolos debido a que los pueblos ya no los comprenden. 'sicológica, 'sicológica, porque el estudio estudio del s!mbolo e%ige nuestra nuestra participaci participación. ón. er!a di"!cil di"!cil imaginar a un marino que se contentara con estudiar la mar en los libros y que no se subiera nunca a bordo de un barco. Del mismo modo, cuando contemplamos una escena cualquiera escul esculpi pida da sobre sobre un capit capitel el,, nues nuestr tros os conoc conocim imie ient ntos os inte intele lect ctual uales es son son casi casi siem siempre pre insu"icientes. En cierto modo necesitamos e%perimentar la vida de la piedra, sentir su belleza, modelarnos según las reglas de ese arte y dialogar con #l. $os imagineros medievales no eran tan sólo sabiosJ en posesión de dibujos y libros canónicos en los que "iguraban los temas que hab!an de ejecutar, tomaban contacto directamente con la materia y se ensuciaban durante largo tiempo los dedos antes de lograr la obra maestra. En cuanto a nosotros, desollamos nuestra inteligencia antes de percibir el signi"icado simbólico de la obra de arteJ nos mira, mientras nosotros la contemplamos, ya que el s!mbolo tiene valor de enseñanza y se burla del tiempo con la sonrisa enigm6tica del 6ngel de >eims. Espiritual, porque los antiguos sintieron el signo como una antena inmensa destinada a captar los aspectos m6s misteriosos misteriosos de la vida. i la Edad &edia ha conservado tal gama
de matices cambiantes se debe a su amor por el "e s!mboloJ lo vemos surgir y dilatarse en sus te%tos, en sus edi"icios, en sus esculturas. 'or #l nos desviamos de nuestro camino para visitar una abad!a. 7hartres, $aon, IotrePDame son otras tantas voces de sirena que nos conducen, no hacia el abismo sino hacia nuestro "e jard!n secreto donde aún podemos plantar los 6rboles del para!so terrestre. De"inir el s!mbolo con unas palabras tal vez satis"ar!a a la razón, pero semejante 0"ijación2 resultar!a "orzosamente restrictiva. E"ectivamente, el s!mbolo no es una clave que se aprende de memoria ni una "órmula que hay que recordar. Desde luego, si quiere comprenderse el signi"icado del !ndice alzado del arzobispo bendiciendo a los "ieles, hay que conocer el te%to de Eudes de &orimond para quien el !ndice equivale a la 0razón demostrativa2. ?na vez establecida esta ecuación comienza la alquimia personal/ el !ndice "orma parte de la mano, muestra algún objeto, señala las nubes o el suelo, etc. En resumen, una vez conocido el vocabulario de los s!mbolos, hay que estudiar su gram6tica y, aún m6s, el lenguaje secreto que componen. $a Europa moderna, bajo la in"luencia del positivismo, ha cre!do que la razón puede e%plicarlo todo. 'or el contrario, la Edad &edia, admit!a sin reservas lo desconocido y no trataba de introducirlo a la "uerza dentro del marco de la lógica. Admitir la e%istencia del s!mbolo equivale a aceptar la parte de misterio que est6 en nosotros. 'or ello, es una pretensión ingenua creer que se e%plicar6 !ntegra y de"initivamente un s!mbolo. 'or naturaleza, una "igura simbólica es ine%tinguible. 'asaremos cien veces ante los capiteles de N# N#ze zela layy y cien cien vece vecess queda quedarem remos os sorpre sorprendi ndido doss y surg surgir ir6n 6n ante ante no nosot sotros ros nue nuevo voss signi"icados. Durante su deambular por la ruta de las catedrales el peregrino pro"esaba el sentido interior de los s!mbolo los. 7uando ve!a a dos caballeros bati#ndose con sus espadas, pensaba pensaba en su propia lucha interior interior de la que sal!a vencedor cada mañana despu#s de haber triun"ado del desaliento y el cansancio. 7ontemplando una lechuza re"le%ionaba sobre la necesidad de la meditación y el recogimiento. 'ara 'ara el viaj viajer eroo los los capi capite tele less escu esculp lpid idos os no eran eran un arti arti"i "ici cioo de esti estilo lo o un convencionalismo intelectualJ evocaban in"initos estados de 6nimo, cualidades por adquirir, de"ectos que ten!a que combatir. Aun cuando en su zurrón no llevara una gu!a, iba componi#ndose una propia de iglesia en iglesia. A nuestro juicio, no se ha insistido bastante sobre este medio e%traordinario de comunicación por la imagen. $os medievales, sin >adio ni ;elevisión, se comunicaban entre s! por mediación del s!mbolo y tej!an una conversación !ntima a la medida de un pa!s entero gracias a los artesanos que e%tra!an de la piedra im6genes que todos comprend!an. 7on el "in de ilustrar este e%tremo, citemos dos esculturas relacionadas con dos personajes muy distintos, el eclesi6stico y el campesino. En el t!mpano de la catedral de a!ntP:ertrandPdeP7omminges, el escultor representó al "undador del edi"icio, el obispo :ertrand. Al parecer no se trata de un caso e%cepcional. 'ero todos sab!an que :ertrand aún viv!a en el momento en que el imaginero lo situó en la eternidad, al lado de esucristo. Kracias a esta 0in"ormación2, el peregrino se daba cuenta de que la divinización del hombre justo puede llegar a ser realidad en este bajo mundo. En cuanto al sembrador que lanza con mano e%perta la semilla en la tierra labrada, hace un gesto que adquiere el valor
de un s!mbolo/ repite el acto del eñor lanzando al cuerpo social las semillas de la sabidur!a. Abordar el universo de los s!mbolos no es e%traviarse en una zona "r!a y escleróticaJ es tocar la carne de la Fumanidad, recoger el alma tr#mula de cinco mil años de historia durante los cuales se consideró al s!mbolo como el tesoro por e%celencia. Osidoro de evilla, obispo español del siglo NOO, "ue un encarnizado trabajador trabajador que contribuyó contribuyó a la "ormación del s!mbolo medieval. medieval. En su ;ratado ;ratado de la Iaturaleza Iaturaleza convierte cada "enómeno en palabra palabra de Dios y en sus Etimologías sus Etimologías descubre descubre en lo m6s banal de nuestro lenguaje una multitud de signi"icados olvidados. egún #l, el s!mbolo es un signo que da acceso a un conocimiento imposible de encontrar de otra "orma. $a palabra griega sumbolon griega sumbolon designaba designaba e%actamente una tablilla que se romp!a en dos. egún un rito de las hermandades de iniciación de la AntigWedad, el gran sacerdote entregaba una de las, mitades al nuevo adepto. 7uando este último deseaba dar a conocer su calidad a otro miembro de la hermandad, le tend!a su mitad de la tablilla. El otro hac!a lo mismo y as! reconstitu!an la unidad dividida. El s!mbolo, signo de contrato, de pertenencia a una hermandad es, ante todo, la invocación a una realidad realidad superior que tan sólo pueden volver a encontrar encontrar los hombres hombres unidos por lo divino. El objeto m6s modesto era una re"erencia a lo inmaterial. Fab!a relación entre la copa del bebedor y la del KrialJ según la actitud del convidado conten!a el "ruto de la viña o el licor de la inmortalidad. El s!mbolo convierte nuestra vida en una aventura del esp!ritu al estimular nuestro deseo de conocer el armazón de la realidad oculto bajo las tejas coloreadas del tejado. El deber del hombre consiste en adquirir conciencia de los hitos colocados en su camino, se llamen templos, catedrales o capiteles. Ante una catedral no contemplamos una obra del pasado, sino m6s bien el eterno presente del s!mbolo. 'ara uno de los m6s grandes simbolistas medievales, Nincent de :eauvais, la Iaturaleza e%presa, bajo unas "ormas concretas, las intenciones incomprensibles de la divinidad. As!, pues, poseemos copias visibles de la 7reación gracias a las cuales comprendemos qui#nes somos y adonde vamos. $a "unción de un maestro arquitecto consiste en reunir esas 0copias2, aspectos de la Iaturaleza y aspectos del hombre en la armon!a del arte sagrado. Al visitar una catedral, emprendemos en realidad un viaje inmenso a trav#s del espacio y el tiempo y "ranqueamos sin temor los l!mites de lo invisible.
in embargo, ante nosotros se levanta un grave obst6culo/ la constante con"usión entre el s!mbolo y la alegor!a. 7uando hoy decimos 0es simbólico2, entendemos 0no es real, es ilusorio2. De hecho, en un caso semejante deber!amos decir/ 0es alegórico2. $a alegor!a es una convención arti"icial, una e%presión imaginada de abstracciones muy secundarias. 7uando una marca de automóviles elige una sigla, "abrica una alegor!a. $a sigla se ha elegido de una manera m6s o menos arbitraria y cualquier otra se hubiera adapt adaptado ado igual igualme ment nte. e. 'or el cont contrar rario io,, el s!mb s!mbol oloo es la única única e%pre e%presi sión ón posib posible le de determinadas realidades espiritualesJ la luz, el rel6mpago, la "uerza, la potencia in"erior, la voluntad creadora son, en nuestro lenguaje, ideas muy distintasJ de manera simbólica el mazo o el martillo resumen todo ello y contienen signi"icados aún m6s pro"undos. 7omo el s!mbolo no es un arti"icio gratuito, une al objeto con el signi"icado
espiritual espiritual que brilla brilla en el "ondo de la materiaJ sabemos sabemos bien que un 6rbol no es tan sólo un vegetal. Ios enseña el sentido de la verticalidad, la nobleza de la rectitud, la receptividad a la luz que es "uente de vida. $os mundos se comunican entre ellos, no e%iste separación in"ranqueable 7entre el cielo y la tierra. El s!mbolo es el medio que nos permite pasar de un plano a otro, de la materia al esp!ritu, demostrando que en todas partes y siempre reina r eina una unidad. ?no de los objetivos de la civilización medieval es el de moldear a un hombre transparente que no siga oponiendo una pantalla opaca a la luz divina. On"initos cuentos nos hablan de magos que pasan a trav#s de las m6s gruesas murallas. e trata precisamente de hombres de esp!ritu iluminado, conocedores de tordas las cosas del interior y que superan cualquier obst6culo. 'ara ellos ya no e%iste el mundo material, r!gido y cerrado que establecer!a guarreras in"ranqueables entre lo visible y lo invisible. $as miniaturas de la Edad &edia representan el ?niverso en "orma de una serie de c!rculos que se insertan unos en otrosJ los c!rculos de los dioses y los c!rculos de los hombres se comunican entre s!. El hombre transparente es comparable al geómetra que conoce todas las super"icies, todos los radios y todos los centros. El s!mbolo, que no se reduce a una abstracción intelectual, est6 encarnado en múltiples "ormas "6cilmente accesibles. e mani"iesta en rituales, en obras de arte, en te%tos. En Lccidente ya sólo conocemos el ritual de la misa, s!mbolo inmenso por el que el sacerdote pide al "iel que participe en la realeza de esucristo. Iuestros padres hac!an un ritual de la m6s m!nima actividad cotidiana. $os ritos de las labores, de las siembras, de las 7osechas ritmaban la e%istencia del campesino, y la iniciación y los torneos la del caballero. El artesano no se encontraba abandonado a s! mism mismoJ oJ desd desdee el mome moment ntoo en que que ingr ingres esab abaa en el grem gremio io se some somet! t!aa a las las leye leyess comunitarias y aplicaba a su trabajo las reglas geom#tricas engendradoras de la armon!a. 'or ello, una estatua no era un objeto banal, sino un principio espiritual magni"icado por una "orma material. &ucho antes de Einstein, los medievales sab!an que el esp!ritu reside en la materia y #sta en el esp!ritu. Io se ten!a en cuenta la complejidad del objeto. ?na escultura muy sencilla, de tamaño pequeño, tal vez tenga una riqueza de sentido mayor que una composi composició ciónn gigant gigantesca esca,, puramen puramente te est#ti est#tica. ca. ?na siller siller!a !a de coro, coro, una escultu escultura ra pequeña, de pórtico, nos descubren a menudo perspectivas insospechadas sobre nuestra vida interior. En el coro de aintP&artin de 7hampeau%, en einePetP&arne, se descubren con asombro unas sillas de coro enigm6ticas enigm6ticas que se dirigen dirigen a nosotros nosotros con una sencillez sencillez de una obra maestra y la calma de una verdad que espera pacientemente ser descubierta de nuevo. ciencias, reconoc!a que los El gran AmpXre, en su Ensayo su Ensayo sobre la #iloso#ía de las ciencias, antiguos recurr!an con mayor "recuencia a los s!mbolos que a los conceptos. Ii que decir tiene que la búsqueda del sentido sentido de esas im6genes requiere cierta cierta manera de ver las cosas. 7onsiste en comprender que el s!mbolo es la sustancia indispensable para nuestra vida
espiritual, la sustancia m6s aut#ntica y m6s completa. El simbolismo nos proporciona un modo de re"le%ión sobre todas las cosas. 'ara vivirlo, empleamos, a la vez el instinto, la razón y la intuición. El racionalismo doctrinario, que niega la presencia del misterio, sólo se impuso de una manera de"initiva con el >enacimiento. Es innecesario insistir sobre el hecho de que describir un capitel no basta para comprenderlo. >econozcamos que la "unción simbólica del hombre "ue ahogada y combatida desde el siglo MNO. En la actualidad resurge con nuevo vigor y e%ige que se la sati satis" s"ag agaa medi median ante te una una nuev nuevaa mira mirada da apli aplica cada da a las las mara maravi vill llas as art! art!st stic icas as de las las civilizaciones tradicionales. Algunos siguen creyendo que esa nueva necesidad de simbolismo es un retroceso del esp!ritu, un rechazo del progreso. Iosotros pensamos, por el contrario, que conviene volver a encontrar un concepto m6s vivo de nuestro tiempo, humano y trascendente a la vez, bas6ndonos en la herencia espiritual que tenemos ante los ojos. Lccidente empieza a salir de la larga noche que sucedió a la Edad &edia. i nos orientamos nuevamente hacia su arte simbólico con amor y con"ianza probablemente probablemente descubriremos descubriremos una espirituali espiritualidad dad que desarrollar6 al hombre liber6ndolo. El simbolismo es m6s una manera de pensar y vivir que un 0objeto de estudio2. Desde su nacimiento, la #poca rom6nica situó al s!mbolo m6s all6 del tiempo y de la Fistor Fistoria. ia. 7iertam 7iertament entee nos cuesta cuesta mucho mucho captar captar dicha dicha intenci intención. ón. impli impli"ic "ic6ndo 6ndolo lo algo algo digamos que los "undadores del arte medieval consideraron que el hombre se condenaba a muerte cuando se colocaba el grillo del tiempoJ su aut#ntica naturaleza, la eternidad se revelaba en toda su gloria cuando atravesaba las "ronteras de su inter#s personal y de su moral particular particular.. obre todo que no se asemeje asemeje a los monos encadenados encadenados a los capiteles capiteles de Auvernia o a los titiriteros que andan sobre la cabeza y piensan con los pies. $as primeras crónicas llamadas 0históricas2 contienen m6s hechos simbólicos que an#cdotas. De esta Piadoso, el monje Ermold el +egro se manera, con ocasión de la consagración de $uis el Piadoso, recrea en la sabidur!a y radiación espiritual del monarca cuyas vigorosas palabras arrancan el reinado a la Fistoria y lo hacen penetrar en el camino de la eternidad/ 0ue el grande aplique la ley dice y el pequeño se someta sin tener en cuenta la calidad de las personas. Io hay lugar para el dinero corruptorJ rechazadas las d6divas que intentan seducir. i hacemos que el pueblo respete la ley ancestral, entonces el Dios de las alturas conceder6 conceder6 misericordio misericordiosament samente, e, tanto a nosotros nosotros como al pueblo que conducimos, conducimos, el reino de los cielos.2 Lbservemos de paso que las escenas de los capiteles se llamaban 0historias2, no la narración literal en un acontecimiento, sino la historia del hombre de siempre, de su "uerza y sus debilidades, de su búsqueda de la per"ección. C esto es tanto como decir nuestra propia historia, ya que si el pantalón y la chaqueta han sustituido a la cota de mallas, el hombre interior se encuentra en"rentado a los mismos interrogantes y a las mismas angust ang ustia ias. s. $as $as 0hist 0histori orias2 as2 "uero "ueronn cread creadas as para para dar dar respue respuest staa y atest atestig igua uann un geni genioo sorprendente de la transmisión. ?n número muy reducido de eruditos siguen leyendo los tratados tratados "ilosó"icos de la Edad &edia, mientras mientras que todos podemos visitar a nuestro nuestro modo cualquier santuario y estudiar las esculturas durante todo el tiempo que lo deseemos.
El o"ic o"icio io de simb simbol olis ista ta e%ig e%igee cono conoce cerr las las inte interp rpre reta taci cion ones es m6s m6s dive divers rsas as y contradictorias de un s!mbolo, transmitido de #poca en #poca y dentro de conte%tos cultu cultural rales es dist distin into tos. s. En el seno seno de la Edad Edad &edi &edia, a, un s!mb s!mbol oloo recib recibee sign signi"i i"ica cados dos contradictorios, casi de una manera sistem6tica/ la serpiente es la tentación que indujo a nuestros primeros padres a la ca!da, el mal insidioso que hace creer en un hombre todopoderoso y le induce a representar el papel de aprendiz de brujoJ y es tambi#n, de acuerdo con la tradición herm#tica, la inteligencia que se desliza por entre los "enómenos materiales materiales sin que jam6s sea detenida. detenida. 7uando vemos un ele"ante ele"ante en un capitel, es absurdo establecer una relación con el tiempo y la #poca, pues no se trata de una representación naturalista o decorativa. $os bestiarios, compendios de in"ormación simbólica sobre los animales, nos enseñan que es la imagen de la investigación intelectual, de la pro"undidad de pensamiento y del sentido religioso. &6s e%travagante aún resultar!a la tentativa de una e%pli e%p lica caci ción ón zoo zooló lógi gica ca "rent "rentee a un "#ni "#ni%, %, ave ave m!ti m!tica ca qu quee no noss enseñ enseñaa el proce proceso so de regeneración por el "uego y del renacimiento del esp!ritu. Al poner pie en el atrio de una catedral operamos una ruptura en relación con la vida pro"ana. De pronto nos interrogan centenares de "iguras esculpidas y nos piden cuentas sobre la manera como llevamos nuestra e%istencia. @Acaso somos como el avaro que se niega a transmitir sus tesoros y cuyo cr6neo es devorado por un aveB @omos como el astrólogo que dirige su espejo hacia el cielo para descubrir la verdad de los astros y conocer su cielo interiorB interiorB @omos como el pel!cano que hace revivir al mundo mediante el sacri"icio de s! mismoB 7iertamente todo es s!mbolo, pero nada resulta con"uso o imaginario. i unas "iguras como el toro, el 6guila y la rueda han atravesado los tiempos y las civilizacione civilizaciones, s, es porque contienen contienen en ellas "uerzas creadoras que encuentran sus correspondencias e%actas en nosotros mismos.
?na de las grandes virtudes del hombre de la Edad &edia era el silencio ante la Iaturaleza. Escuchaba la voz de la obra divina con e%trema atención y hac!a callar las pasiones que le hubieran impedido o!r lo que le dec!a. Escuchar el silencio es o!r esa
"amosa 0voz de la conciencia2 ahogada por un tumulto que, la mayor!a de las veces, nos agenciamos nosotros mismos sin saberlo. A semejanza de las vidrieras, simultaneando luz y tinieblas, el s!mbolo es la imagen de aqu#l que le interroga. ;an pronto como se descubre un nuevo sentido a un s!mbolo, se desvela un mundo in"inito. En la gestión discursiva y anal!tica cuanto m6s se aprende m6s se cree conocerJ en la gestión simbólica, cuanto m6s se e%perimenta, m6s se ampl!a nuestro universo. $a Edad &edia insistió prolongadamente sobre la noción de 0capacidad de Dios2. A"irmaba que cada hombre 0capta2 lo divino de una manera di"erente y con una intensidad variable. Algunos lo logran F con "acilidad, otros "racasan. 'or la virtud del s!mbolo desarrollamos esa capacidad y creamos caminos en los que nos regeneramos. El s!mbolo desvela las riquezas de la vida en el esp!ritu. C en el mismo instante, instante, llega a velar la verdad suprema demostr6ndonos demostr6ndonos que jam6s acabaremos de conocerla. El s!mbolo nos parece oscuro en la medida en que es oscura nuestra conciencia de la realidad realidad en la que nos encontramos encontramos inmersos. Aqu#l que se encuentra al pie de la montaña comprende de una manera imper"ecta la narración de su compañero que ha llegado a la cima y contempla las vastas llanuras. ;endr6 que emprender a su vez la escalada. En el siglo MOM los seudosimbolistas escrib!an con "recuencia que el conocimiento de los s!mbolos era peligroso y no deber!a permitirse a individuos poco preparados. En realidad, el s!mbolo es el tesoro mejor compartido y menos conocido. $a teor!a intelectual m6s deslumbrante sólo se dirigir6 a algunos mientras que el s!mbolo que "orma parte de nuestro ser, igual que la vista o el tacto, es el bien de cada uno. $a idea central de un r6pido e%amen de la naturaleza de los s!mbolos es que la e%per e%p erie ienci nciaa espir espirit itual ual sólo sólo podr! podr!aa tran transm smit itir irse se por su inte interme rmedi dioJ oJ no e%is e%iste te en esta esta proposición dogmatismo alguno, sino que se trata de una simple atestiguación. 7uando la Edad &edia, despu#s de haber encontrado el equilibrio radiante del siglo MO, intentó e%presar su m6s viva realidad, construyó iglesias y catedrales. &aese EcShart, en las cumbres del amor de la abidur!a, describe el castillo del alma y la triple luz del 7onocim 7ono cimien iento. to. $a abadesa abadesa Ferrad von $andsge $andsgerg rg en su 6ortus su 6ortus deliciarum =>ardín de $elicias? nos $elicias? nos muestra la 3iloso"!a en el centro de un c!rculo compuesto por las siete artes liberales conducentes a la visión per"ecta de la divinidad. 'ensadores, artistas, obispos hablan con s!mbolos, sabedores de que cada uno los interpretar6 a su nivel y obtendr6 una 0m#dula sustentadora2. Dirigen la realización espiritual de un individuo y la de una civilización porque contiene el cubo invisible de la rueda de la 3ortuna que "ija nuestro destino indic6ndonos el eje inmutable. El hombre que logra percibir el ?niverso en s! mismo puede recurrir de manera natural al s!mbolo para compartir su e%periencia con los dem6s. :astar6 con recordar el m#todo de las par6bolas empleado por 7risto de manera constante y que los escultores medievales aplicaron por toda Europa. &arieP&adelein# Davy ha enunciado las relaciones entre el s!mbolo y la Fumanidad, con "rases de sorprendente claridad/ La di#erencia entre los hombres hombres @escribe@ se reduce a la presencia o a la ausencia de una e4periencia espiritual" Por luminosa que sea esta e4periencia no se adquiere de una !e por todas, depende de sucesi!os ahondamientos" Por ello el hombre en el que se realia
permanece atento a las se:ales de presencia, a los símbolos que, seme&antes a letras, le ense:an ense:an un lengua lengua&e, &e, el lengua lengua&e &e del amor y del conocimie conocimiento nto"" El hom hombr bree espirit espiritual ual se instruye por los símbolos y cuando quiere dar cuenta de su ine#able e4periencia también recurre necesariamente a los símbolos"
i la vida humana es un juego en el que el individuo a"ronta el 7osmos y la Iaturaleza, el s!mbolo es la regla de oro. El escritor alem6n Fermann Fesse, tan identi"icado con el esp!ritu de la Edad &edia, en su admirable obra $as obra $as Alasperlenspiel =El &uego de los abalorios? hace abalorios? hace del juego de los s!mbolos el origen de la vidaJ en #l reside un lenguaje universal que permite a los jugadores establecer relaciones entre todo lo que es. Adem6s, la "unción de los reyes antiguos consist!a en repartir las riquezas de "orma equit equ itat ativ iva, a, "ueran "ueran de natu natural raleza eza divi divina na o terre terrenal nal.. En su preoc preocupa upaci ción ón de equ equid idad ad consideraban que su tarea m6s importante era 0recti"icar las denominaciones2, es decir, llamar las cosas por su nombre y situar al hombre dentro de la "unción que le conven!a. A este respecto recordemos el episodio del K#nesis en el que Ad6n se convierte en el primer dueño de la 7reación, dando nombre a animales y vegetales. Este modo de acción es de ardiente actualidad. @Acaso los hombres no se destrozan hoy en las guerras y en los con"lictos m6s diversos por haber perdido su sentido creador palabras tales como 0Dios2, 0verdad2, 0s!mbolo2, 0conocimiento2B En vez de ser unos hogares de luz los que resorban las contradicciones, son origen de los m6s sangrientos en"rentamientos imponiendo cada uno su postura a sus semejantes sin el menor miramiento. @Acaso nuestra civilización no se parece en determinados per!odos per !odos a ese capitel en el que un obrero, 6vido de ganancias y de honores, asesina cobardemente al maestro de obra que le negaba un ascensoB Al 0nombrar2 los capiteles, es decir, al identi"icar cada uno de sus signi"icados simb simból ólic icos os,, nomb nombra ramo moss nues nuestr tros os prop propio ioss esta estado doss de conc concie ienc ncia ia y apre aprend ndem emos os a conoc con ocern ernos. os. $a m6s m6s eleme element ntal al hone honest stid idad ad nos ob obli liga ga a admi admiti tirr qu quee "orzo "orzosam sament entee descubriremos en las obras de arte de la Edad &edia aspectos que sus creadores ni siquiera hab!an imaginado. $ejos de traicionar o de sumergirnos en la "antas!a, no, haremos m6s que aplicar con toda humildad los preceptos del antiguo simbolismo. ?na escultura simbólica no muere el mismo d!a de su ejecución, se prolonga hasta el in"inito en las miradas y las interpretaciones de generaciones sucesivas. Ios bastar6 un ejemplo para precisar esta idea. $os creadores del s!mbolo del Dragón, al parecer, ve!an en #l la potencia "ulgurante de la energ!a que anima al ?niverso. $as antiguas sociedades de iniciación añad!an que "iguraba tambi#n como el iniciador contra el que lucha el neó"ito para adquirid el 7onocimiento. $uego los cristianos hicieron del dragón el s!mbolo del mal al propio tiempo que lo identi"icaban como guardi6n de tesoros ocultos. e atribuyó al dragón buen número de otros signi"icados y aún sigue siendo posible crear otros nuevos partiendo de las "uentes de que disponemos. Iinguna verdad es absolutaJ cada int#rprete tiene el deber de prolongar el pensamiento de sus predecesores y, ayud6ndose con su e%periencia, e%pe riencia, enriquecer la ;radición. egún :ernard de 7hartres, somos unos individuos minúsculos encaramados sobre los hombros de los gigantes que nos precedieron. precedieron. Estos últimos equivalen equivalen a los momentos de conciencia e%cepcionales vividos por nuestros antepasados y a los progresos espirituales
que real realiz izar aron. on. Al eleva elevarno rnoss desde desde su alta alta esta estatu tura, ra, abri abrimo moss los los ojos ojos ante ante pais paisaj ajes es desconocidos.
Abandonados a nosotros mismos en una ciudad de inquietantes d#dalos, de calles e%presivamente ruidosas, buscamos una v!a. En aquellas civilizaciones en las que la espirit espiritual ualida idadd parec!a parec!a tan indisp indispensa ensable ble como como la producci producción ón económ económica, ica, se present presentóó siempre al s!mbolo como el instrumento de medición que permit!a comprenderse y comprender al mundo. 'ara el hombre medieval este último procede del ?no y retorna al ?noJ la multiplicidad, la dispersión constituye la trampa mortalJ nuestro primer es"uerzo consiste en emerger del "ollaje, en salir del entrelazamiento de ramas que nos ahogan, tal como se observa en in"initos capiteles. Al pasar por el molino del misterio que tritura al hombre viejo, y crea al hombre nuevo, consideramos los s!mbolos como puntos de luz, como l6mparas que iluminan el ?niverso. $a Edad &edia proclama que su"rimos porque estamos ciegos. ;an pronto como veamos con claridad, al comprender que somos el s!mbolo de una realidad inmortal, conoceremos un gozo indescriptible y seremos una piedra de la catedral que se edi"ica hasta has ta el "in de los tiempos. Desde luego, el lenguaje simbólico sólo ocupa un lugar muy secundario en nuestra sociedad. @7abe imaginar que un je"e de Estado actual a"irme a su pueblo que su
preocupación primordial es la redención redenc ión colectiva y que qu e su mayor preocupación estriba en la evolución espiritual de los ciudadanosB Estas a"irmaciones, habituales en los antiguos Omperios tradicionales, parecen ir quedando cada vez m6s relegadas al terreno de la utop!a. in embargo, en cada instante puede reconstituirse y revivi"icarse la totalidad de los s!mbolos. 7ombatidos, agredidos, rechazados, los s!mbolos permanecen indestructibles, semejantes al rey Artús (o Arturo-, gran maestre de la ;abla >edonda. Ferido de muerte, yace sobre un lecho de oro en la isla de Avalón y esperar6 todos los siglos necesarios al caballero que le coja la mano y haga "lorecer de nuevo un mundo reseco. El ciclo del Krial conoció su primer apogeo con ocasión de la curación del rey en"ermo y terminó con la en"ermedad en"ermedad del monarca monarca cuya elevada "igura atraviesa atraviesa la Edad &edia, herida de muerte al propio tiempo que #l. $a Edad &edia histórica est6 muerta y nadie la resucitar6. $a Edad &edia simbólica acas acasoo se encu encuen entr tree hoy hoy m6s m6s viva viva que que hace hace cuat cuatro roci cien ento toss años años.. 7o 7onn el retr retroc oces esoo discerniremos con una mayor claridad sus per"iles de remate, las cimas que ha escalado. En las llanuras de 3rancia las montañas de piedra yerguen sus "lechas hacia el tiempo del cielo, que nosotros tenemos el deber de reconstruir aqu! abajo y desde este mismo momento. Fa habido etnólogos que han pretendido que la gestación de los signos depend!a del medi medioo geog geogr6 r6"i "ico co y del del clim climaa pol! pol!ti tico co de un unaa #poc #poca. a. Au Aunq nque ue esta esta op opin inió iónn qu qued edee comprobada al establecer la lista de s!mbolos menores ligados a un terruño, no es e%acta cuando se e%aminan los grandes s!mbolos civilizadores creados por el pensamiento del hombre. Iingún egipcio, ningún medieval vieron nunca un "#ni%. in embargo, esta misma ave m!tica aparece abundantemente representada por ambas culturas, tan preocupadas por la resurrección permanente del alma. Es indudable que el hombre queda marcado por su #poca y su pa!sJ si permanece ah!, no piensa #l, sino que es pensado. $os s!mbolos tejen una trama m6s o menos visible según las circunstancias, una trama que tan sólo depende del esp!ritu. in ningún contacto directo, en unas condiciones materiales distintas, el antiguo egipcio, el imaginero de la Edad &edia y el artista chino trazan la misma cruz dentro de un mismo c!rculo para simbolizar las cuatro direcciones del espacio de un universo en movimiento. El simbolismo no est6 reservado a los eruditos. Es un aut#ntico pan cotidiano que no se encuentra en las bibliotecas ni en los viejos pergaminos, sino en la Iaturaleza y en nuestra propia conciencia, ya sea cient!"ica, po#tica o intelectual. Aun cuando sea abordado de una manera distinta, la meta sigue siendo id#ntica. Io olvidemos que nos bene"iciamos de una oportunidad e%cepcional. Kracias a las ediciones de te%tos tradicionales, a una di"usión sin cesar creciente del esp!ritu simbólico y al desarrollo del turismo que suprime distancias, descubrimos un panorama gigantesco en el que conviven sin entorpecer el Antiguo Egipto, la Ondia, la Antigua 7hina, el &edievo occidental y tantas otras culturas que aprendemos a conocer de una manera progresiva. Iunca tuvieron los antiguos a su disposición unas perspectivas tan vastas, tan estimulantes para el estudio de los s!mbolos. ;odo ello incita al moderno Lccidente a hacer gala de una mayor modestia/ le es permitido comprobar la relatividad de la idea de progreso y admite que su reciente cultura, la que corresponde corresponde a los cuatro últimos siglos, se revela singularmente singularmente incompleta incompleta ante los libros sagrados de Ondia y 7hina y, sobre todo, "rente a su propia Edad &edia. ?na situación
semejante nos colma de una inmensa esperanza en lo que se re"iere al porvenir del simbolismo y del peregrinaje hacia nuestras catedrales, ya que la comunión con el s!mbolo e%ige humildad y proh!be rezumar un dogmatismo cualquiera en la interpretación de las obras de arte. ?na misión natural del s!mbolo es la de inducir a esta humildad gozosaJ es un puente entre el hombre 0natural2 y el hombre 0consumado2, un segmento segmen to estrecho que no pueden "ranquear la vanidad ni la "alsa modestia. El ser que ha alcanzado la humildad es semejante semejante al agitario agitario de la catedral de >eims. 7on los cuatro pies sólidamente sólidamente a"irmados en la tierra, asumiendo sus deberes materiales sin convertirse en esclavo de ellos, lanza su "lecha hacia el centro de los cielos. ;odo s!mbolo es una mano tendida. i sólo contuviera un pasado concluido, su inter#s inter#s ser!a casi nulo. 'ero en primer lugar es un universo por conquistar, conquistar, un rostro de luz cubierto por un velo. A primera vista, un capitel de la Edad &edia en el que aparece un perro persiguiendo a un p6jaro nos parece desprovisto de inter#sJ luego, al es"umarse la penumbra, los re"lejos del sol retozando sobre la piedra iluminan los detalles. El perro se trans"orma en "idelidad a nuestro ideal y el p6jaro en el alma que ha de despertarse. A trav#s de la primera lograremos alcanzar a la segunda. e instaura una regla de vida, surge una nueva visión de nuestra e%istencia. e%istencia. El capitel ha penetrado en nosotros, es uno de nuestros gu!as en el laberinto de lo cotidiano. Al integrar las palabras de las piedras, al asimilar el esp!ritu que las anima, se llega poco a poco a reconocer la arquitectura espiritual de la vida y se ponen en pr6ctica las palabras de esucristo/ 0ue aqu#l que busca no cese de buscar hasta que encuentre y cuando haya encontrado se sentir6 conmovido y despu#s de estar conmovido se sentir6 maravillado maravillado reinar6 sobre el ;odo1 El reino est6 en vuestro interior y tambi#n tambi#n en vuestro e%terior. 7uando hay6is hecho de los dos ?no, y hag6is el interior como el e%terior y el e%terior como el interior, entonces entrar#is en el reino.2 $a gran elevación de este pensamiento pudiera hacer creer que al penetrar en el corazón de los s!mbolos el hombre pierde su originalidad. De hecho, si la revelación espiritual, tal como la entend!a la Edad &edia, a saber, la identi"icación con lo divino, es rigurosamente impersonal, cada uno la practica a su manera y le da la matización de su genio. Esta unión, aparentemente imposible, de un modelo hier6tico y de la personalidad del artista, llegó, sin embargo, a realizarse millares de veces durante la Edad &edia. @ui#n pensar!a en disociar la "orma del esp!ritu al contemplar al 7risto glorioso en el pórtico de AutunB El m6s m!nimo detalle de su indumentaria es la movilidad interior, la nobleza del rostro es la de la Fumanidad consciente de sus deberes y el DiosPFombre nos orienta hacia lo desconocido con una majestad soberana que logra despojamos de todo temor. i el s!mbolo se encuentra en el corazón del arte sagrado es porque se trata del único medio de comulgar aut#nticamente con la armon!a del ?niverso del que el hombre es una !n"ima parte. &ediante la pr6ctica del s!mbolo avanzamos por el laberinto de los grandes misterios y ponemos en movimiento el conjunto de nuestras "acultades.
El s!mbolo m6s grande de los arquitectos medievales era la divina proporción, clave de las relaciones relaciones armónicas entre las partes del templo. templo. $os, constructores constructores no contaban, no calculabanJ creaban el edi"icio como si de un ser inanimado se tratara, capaz de revelarnos las leyes de nuestra propia evolución. ?n 07ompagnon du ;our de 3rance2 nos hablaba un d!a sobre la "orma que ten!a de elegir las piedras buenas. 0Co no mido dec!a. 7oloco la mano sobre la piedra. As! es como la conozco y entonces la cojo o la rechazo.2 egún la m6%ima del maestro de obra parisiense, ean &ignot, 0el arte sin la ciencia no es nada2. En realidad, la v!a espiritual es la conjunción del s!mbolo y del arte de vivirlo. $as teor!as se desecan, las ideolog!as languidecen y mueren. $as intrigas palaciegas y las querellas pol!ticas de los Omperios medievales han desaparecido en las mazmorras mientras aintPernin de ;oulouse, en el seno de la ciudad rosa, sigue siendo una obra de paz donde nuestros pasos pueden aún hollar una tierra divinizada.
El s!mbolo, incluso antes de transmitir ideas, ilustra una manera de ser. Ios sacraliza como ha sacralizado la epopeya de las catedrales. A "in de cuentas, tal vez los s!mbolos no sean nada en s! mismosJ tal vez sean sencillamente sencillamente el "ruto del maridaje del esp!ritu con la belleza, an6logo al divino Iiño que sostiene en la mano la bola coronada con una, cruz representando el 7osmos ordenado. Vnicamente el s!mbolo da actualidad a la Edad &edia y convierte sus e%presiones art!s art!sti ticas cas en un campo campo de estu estudi dioo ine%t ine%tin ingui guibl ble. e. Al part partir ir en su bú búsqu squed eda, a, hemo hemoss comprobado que el simbolismo no es una 0parte2 del esp!ritu medieval, sino su base esencial sobre la que se erigen las arquitecturas de piedras e ideas. El s!mbolo constituye la m6s aut#ntica aut#ntica riqueza, la que no se devalúa al paso de los años. ;odo ;odo se ilumina cuando se la considera con cierto estado de 6nimo, que consiste en sentirlo y no en analizarlo. iguiendo el camino que conduc!a de la ;radición al s!mbolo, hemos encontrado las
"uerzas creadoras del arte medieval. in embargo, estas "uerzas siguen siendo abstractas mientras no se mani"iesten en la materia. El proceso 0de incorporación2 no depende de la "antas!a individualJ se ejerce por dos grandes v!as, la del esp!ritu y la de la mano. El conjunto de ideas que hemos abordado penetrar6n por esos canales en la realidad m6s cotidiana.
IV IV LA MANO MA NO " EL ESPIRITU ESPIR ITU
3e parece que el logro de la armonía es la condición necesaria para permitir al hombre hombre alcanar plenamente plenamente y a la !e tanto su meta natural, que es la de mani#estar mani#estar las per#ecciones di!inas en sí mismo y a su alrededor por sus obras, como su ob&eti!o sobrenatural, que es el retorno hacia lo %bsoluto de donde ha salido"
El maestro de Lbras 'E;>? ;A$E&A>OAI?, en $e en $e la arquitectura natural 7onsiderar el trabajo común del esp!ritu y de la mano es comprobar si la #poca medieval ha puesto en pr6ctica e"ectivamente los principios tradicionales que hemos enumerado. 'or ello creemos necesario emprender esta tarea a dos niveles distintos y compl complem emen enta tari rios/ os/ en prim primer er luga lugarr, el de la Fist Fistori oriaa y segui seguidam damen ente te el del del arte artesan sanoo integrado en su civilización. $a historia de la espiritualidad de la Edad &edia reposa sobre unos conceptos muy diversos. Algunos la someten de una manera absoluta a los acontecimientos y la hacen depen dep ende derr de las las guerr guerras, as, de las las inva invasi sion ones es y de las las ambi ambici cione oness person personal ales es de los los gobern gob ernan ante tes. s. Io obst obstan ante, te, cier cierto to número número de monar monarcas cas se inic inicia iaro ronn en los los mist misteri erios os caballerescos, "undaron iglesias y monasterios, dieron pre"erencia a la religión sobre la pol!tica e incluso intentaron, como san $uis, doblegar a la segunda en "unción de la primera. Ltros autores no disocian la espiritualidad y la "iloso"!a y en este conjunto bastante estevado no tienen en cuenta el s!mbolo. A nuestro juicio, puede abordarse la aventura medieval de otra manera. El hombre de aquel tiempo distingu!a sobre todas las cosas la mano de Dios y los constructores quer!an crear a la vez la obra de arte y el ser humano. Dando de lado la división en cierto modo arbitraria, entre 0rom6nico2 y 0gótico2, en"oquemos la obra de la Edad &edia a trav#s de los gremios constructores que "ueron los únicos en dar la misma importancia al esp!ritu y a la mano. Estos gremios ya e%ist!an en Egipto en el que "ormaban una 0casta2 aparte que depend!a directamente del rey. ubsistieron en la civilización grecorromana en la que desta destaca caro ronn de modo modo espec especia iall 'it6 'it6go goras ras y Nitru itrubi bio, o, dos grand grandes es geó geóme metr tras as qu quee los los medievales consideraron como maestros. A partir del "inal del mundo antiguo, entran en una semiclandestinidadJ el orden social queda perturbado y hasta el siglo MO son raras las grandes construcciones occidentales. Entonces sobreviene el gran renacimiento del siglo MOO con la aparición progresiva
del 0manto blanco2 de las catedrales y las iglesias. Fasta "inales, m6s o menos, del siglo MOOO, el poder eclesi6stico, la autoridad real y los gremios actúan de una manera conjunta para llevar a cabo uno de los m6s amplios programas arquitectónicos que la Fumanidad haya concebido. El esp!ritu y la mano 0"uncionan2 juntos. $uego, por causa de unos monarcas autoritarios y materialistas, de unos prelados que desdeñaban su misión y su deber, el gran h6lito del arte medieval queda reprimido, ahogado, e producen choques entre los constructores y las autoridades. 7onscientes de esta esta degr degrad adac ació ión, n, los los maes maestr tros os de obra obra se apro apro%i %ima mann m6s m6s a las las orga organi niza zaci cion ones es caballerescas, las iniciaciones se aúnan y se completan y en ambas comunidades reina el mismo estado de 6nimo. an :ernardo, cuya vida no se encuentra encuentra e%enta de misterios, misterios, "ue el organizador del intentó de unión entre la actividad de los caballeros y la de los constructores. constructores. Al Al "undar la orden de los ;emplari ;emplarios os esperaba, sin duda, o"recer a todos los gremios gremios un abrigo ine%pugnable. ine%pugnable. Durante unos decenios, entre los arquitectos, arquitectos, los, monjes y los caballeros alentó un solo deseo/ erigir sobre nuestra tierra la ciudad celeste. e consagraron a hacer salir al hombre de su entorpecimiento y a "ormar una sociedad a la que los ritos manten!an en el sendero de la salvación.
6ermosoo, bajo el in"lujo de la ambición y de una locura 7uando 7uan do 3eli 3elipe pe el 6ermos devastadora, dispersó a los templarios, aniquilando su orden a sangre y a "uego, puso "in al arte sagrado. $os constructores, al perder a sus m6s cercanos aliados, sospechosos de herej!as que tan sólo e%ist!an en la imaginación morbosa del d#spota, se e%patriaron hacia regiones menos hostiles, principalmente hacia Alemania. 'oco a poco "ueron cerr6ndose las canteras en el suelo de 3rancia y las esculturas simbólicas se hicieron menos abundantes. Algunos sabios canónigos, protegidos por el recogimiento de las abad!as, prosiguen la obra iniciada por los imagineros que en número reducido aún siguen ejerciendo el o"icio ancestral. ?nidos por última vez, crearon las admirables sillas de coro simbólicas de los
siglos MN y MNO. El 7oncilio de ;rento concluye el acta de "allecimiento del arte medieval. Establece que, que, en lo suce sucesi sivo vo,, únic únicam amen ente te se repr reprod oduc ucir ir6n 6n en pied piedra ra y en made madera ra esce escena nass absolutamente 0religiosas2 relativas a esucristo, a la Nirgen y a los santos. 7omo la "ormación simbólica de esculturas no quedaba garantizada a escala nacional, los artistas del >enacimiento dieron libre curso a sus instintos. $a descomposición prosiguió con el barroco, decoración a menudo demasiado pomposa y carente de alma para recalar en el lamentable lamentable estilo sansulpiciano sansulpiciano cuyas discutibles discutibles producciones producciones des"iguran hoy hoy el marco rom6nico o gótico de las catedrales. e hab!a introducido en las costumbres la hostilidad entre el esp!ritu y la mano. Oglesi Oglesiaa espirit espiritual ual,, Oglesi Oglesiaa tempora temporal, l, sectas sectas den denomi ominada nadass 0he 0her#ti r#ticas2 cas2,, caballe caballer!a, r!a, gremios, universitarios, constituyeron durante todo la Edad &edia otros tantos grupos sociales que de"end!an ideas divergentes. En cada #poca unos hombres orientan su vida hacia la espiritualidad mientras que otros se a"erran a las riquezas y a los honores. $a Edad &edi &ediaa no "ue "ue una una e%ce e%cepc pció iónn de esta esta regl regla, a, pero pero "ue "ue atra atrave vesa sada da,, a pesa pesarr de sus sus imper"ecciones, por una corriente poderosa que dio vida a edi"icios sagrados, a piedras hablantes y te%tos esot#ricos. En virtud de sus cualidades, todos participaron en la misma :úsqueda. 'ara sentir todo su vigor conviene apartarse de la mentalidad racional e histórica que ocupa el primer plano desde el siglo MNOO. Io olvidemos que en nombre de una pretendida lógica iluminada que intentaba retener el esp!ritu, llevó hasta la destrucción de numerosas obras de arte consideradas 0b6rbaras2/ y entonces se situó el artesano, poseedor de los secretos de la mano, en el nivel m6s in"erior de la escala social. El 'adre 7henu, especialista en "iloso"!a medieval, abrió un inmenso debate al a"irmar que la lectura del siglo MOO se encontraba desequilibrada a causa de los prejuicios racionalistas de la "iloso"!a de las 0luces2. 'ara #l los procedimientos simbólicos de la e%presión religiosa tienen, al menos, tanto valor como los procedimientos 0dial#cticos2, de los que se hace un uso e%cesivo. 'or lo dem6s, estos últimos oponen el esp!ritu a la mano y se encuentran, pues, en absoluta contradicción con el arte de las catedrales que pretenden e%plicar en el nombre de an6lisis sociológicos. i la espiritualidad medieval hubiera sido solamente un saber intelectual patrimonio de las clases dirigentes, hace mucho que hubiera desaparecido de ra!z y pasar!amos aburridos por delante de unas catedrales arti"iciales. i estas catedrales han resistido la "eroz incomprensión de cuatro siglos es porque conservan en sus muros un mensaje inte intemp mpor oral al.. De Despe spert rtar ar la inte inteli lige genci nciaa racio raciona nall tiene tiene po poca ca impo import rtan anci ciaJ aJ despe despert rtar ar la inteligencia intuitiva, la percepción casi carnal de lo sagrado "ue la primera intención de la enseñanza de los constructores. En este sentido, sigue siendo actual y podr!a servir de base a la espiritualidad del mañana/ @7ómo vivir #sta intuición que sirve tanto para construir catedrales como para erigir nuestro templo interiorB $a respuesta no nos la dar6 la Fistoria, sino el artesano. Uste dispo dispone ne de dos 0inst 0instrum rument entos2 os2// la v!a v!a llam llamada ada 0espe 0especu cula lati tiva2 va2,, la del del esp! esp!ri ritu tu,, y la denominada 0operativa2, la de la mano. Femos adquirido la costumbre de separarlas y
establecer una clara ruptura entre el trabajador 0intelectual2 y el trabajador 0manual2. C, sin embargo, estas dos v!as sol!an compararse a los ojos de un rostro que han de estar abiertos en el mismo instante si queremos conocer la realidad en toda su amplitud. Foy, el t#rmino 0especulativo2 es peyorativo. Ondica una re"le%ión in"inita sobre unoss probl uno problem emas as compl complic icad ados os que que a nadi nadiee inte interes resan an.. En la acepc acepció iónn mode moderna rna,, los los 0especulativos2 son los que se consagran a meditaciones inútiles desinteres6ndose de lo cotidiano. 'ara entrar en la catedral no podr!amos seguirles. Io obstante, traicionan el signi" signi"ica icado do aut#nti aut#ntico co de la especul especulaci ación. ón. Este voc vocabl abloo viene viene del lat!n speculare speculare y el simbolista Nincent de :eauvais lo colocó en un puesto de honor al dar a su inmensa obra el t!tulo de -peculum 3a&us, 3a&us, es decir el 0Kran Espejo2, en la que estudia las claves simbólicas de nuestro mundo. Especular es tambi#n observar un astro y aprender a desci"rar las leyes celestes. celestes. egún Nincent Nincent de :eauvais, el hombre justo es el espejo de la divinidad. divinidad. En #l se re"leja el mundo invisible. As!, pues, practicar la v!a especulativa es hacerse transparente a la 7reación, convertirse en real. El artesano es en primer lugar un 0especulativo2. Engendra obras de arte que nosotros hemos de desci"rar y que son otros tantos espejos orientados hacia la luz. 'ara la Edad &edia, #sta convierte en sagrado cuanto toca y el artesano aplicó este principio en cada ocasión. 'or ejemplo, se muestra asombro ante el número de elementos 0paganos2 incluso en los ritos cristianos olvidando que en una especulación correcta no e%iste nada pagano. 7omo a"irmaba &aese EcShart, Dios nace a cada segundo, est6 presente en todas partes y siempre, y santo ;om6s de Aquino Aq uino soñaba con un 7ristianismo no temporal capaz de utilizar el conjunto de "uerzas vivas del pensamiento humano, de donde procedan. $a mentalidad moderna se apresura a opinar que se trata de una tendencia a un plagio deliberado y a una carencia caracterizada de probidad intelectual. De ah! dos posturas e%tremas e igualmente "alsas/ los escultores "ing!an ser cristianos o eran unos devotos ciegos incapaces de re"le%ionar. En realidad, eran a la vez cristianos y hombres tradicionales que eleg!an en las "ormas religiosas m6s diversas los temas art!sticos que habr!an de o"recer a la mirada de los peregrinos. Adem6s, en simbolismo, las ideas y la belleza no pertenecen a nadie. :ernard de 7hartres, ohn de alisbury y sus hermanos en el esp!ritu estudiaban las religiones antiguas con el objeto de descubrir enseñanzas secretas y saborear sus riquezas. Io eran esclavos del sect sectar aris ismo mo que que leva levant ntaa muro muross in"r in"ran anqu quea eabl bles es po porq rque ue #ste #ste habr habr!a !a corr corrom ompi pido do la especulación que consist!a en hacer vivir al esp!ritu, cualquiera que sea la e%presión adoptada. $a aut#n aut#nti tica ca hones honesti tidad dad del del homb hombre re espec especul ulat ativ ivoo resid residee en resti restitu tuir ir con con toda toda "idelidad el esp!ritu empañ6ndolo lo menos posible con prejuicios personales. Desde el momento momento que se rechaza una idea o un s!mbolo con el prete%to prete%to de que no se adaptan a una teor!a intelectual, se desliza de una manera insensible hacia el "anatismo y se acaba por derribar un "rontispicio de iglesia porque ya no resulta 0agradable2 o ha dejado de 0convenir2. As! actuaron los humanistas del siglo MNOO.
$os valores espirituales, si se quiere 0especulativos2, son el alimento de la vida interior y no unas ideas "r!as y 6speras. $a Oglesia de la Edad &edia lo sab!a tan bien que autorizó a los escultores a representar "iguras mitológicas, ciclos caballerescos, s!mbolos de civilizaciones paganas dentro del marco de los edi"icios cristianos. 7abr!a preguntarse el motivo de tanta tolerancia. in duda porque los monjes, de los cuales varios "ueron maestros de obra, ten!an conciencia de su herencia especulativa as! como de su valor. $a religión interior parec!a m6s c6lida y m6s realizadora que una actitud hier6ticaJ permit!a evolucionar con la certeza que procura el conocimiento de los s!mbolos. iguiendo con la mirada la estrella de los magos, depositarios de las ciencias herm#ticas, los constructores tomaban como gu!a la $uz di"usa en el ?niverso. Kenevi#ve dYFaucourt escrib!a/
-i la #elicidad dependiera de la comodidad podríamos creer que nuestros padres #ueron menos #elices que nosotros" -i depende de nuestra actitud #rente a la !ida, podemos pensar que ésa era de certidumbre meta#ísica ha conocido mayor alegría que la nuestra o, o, al menos, pa íntima y pro#undo equilibrio"
$as m6s coherentes especulaciones solamente habr!an sido quimeras si la v!a 0operativa2 no las hubiera controlado de una manera permanente. 7onocimiento de la mano, esta última pone en pr6ctica la abidur!a percibida por la v!a especulativa. Iunca tomemos el gesto de un escultor por un mecanismo sin almaJ resulta de una voluntad por hacer sagrada la materia. $a m6s elevada espiritualidad vive en la obra de arte realizada de acuerdo con las leyes de la armon!a. >endir homenaje al ideal de los constructores que supieron transmitir a trav#s de las eras la pr6ctica manual es reconocer la nobleza de la acción. El maestro posee las reglas y sólo concibe la acción bajo el aspecto de una creación art!stica. Ogual que el aprendiz, asume deberes imperiososJ aún m6s que el aprendiz, es responsable de la comunidad que dirige y toma sobre sus hombros el peso del edi"icio "uturo. 7ada constructor penetra, en la v!a operativa por una iniciación secreta. 0ólo Dios os inicia2, dec!a :ernardo, :ernardo, que hab!a legitimado legitimado las ceremonias ceremonias templar!as, templar!as, paralelas a los ritos de los constructores. egún el concepto medieval, Dios sólo se revela en toda su plenitud dentro de la "raternidad de una comunidad que trabaja para su gloria. En ella se aprende el o"icio de hombre y, como a"irmaban los antiguos estatutos, el que quiera convertirse en maestro lo lograr6 si conoce el o"icio. Oniciarse es 0entrar en2, llegar hasta el corazón del Fombre esencial que los maestros de obra han simbolizado a trav#s de la catedral. e iniciaba al aprendiz porque un individuo ha de estar preparado para recibir el misterio y comulgar con los s!mbolos. 7on la iniciación, el neó"ito mor!a a lo que es mortal y nac!a a lo que est6 vivo. $os secretos del o"icio, que aún guardan celosamente los 07ompagnons2 (gremiales- contempor6neos, no son m6s que la imagen del secreto por naturaleza, el de la vida en esp!ritu. $a comunidad 0operativa2 revelaba a sus nuevos miembros su razón de ser. $os guiaba por el camino de un conocimiento tan esbelto como un arbotante, tan poderoso como una torre, tan sereno como un 6bside. Kracias al trabajo de la mano es posible encontrar de nuevo una concordancia con las cosas celestes, celebrar un maridaje con la intención divina y pronunciar una muda plegaria que se materializa en escultura. ?n gremial herrador declaraba/ e atro"ia al hombre si no se le deja decir, llegado el momento, sus estados de 6nimo, los movimientos de su esp!ritu, a lo largo de sus jornadas de trabajo, mediante unos arabescos que se enrollan y se desenrollan bajo la luz, describiendo unos motivos y unos volúmenes o yendo a perderse en ella.
@7ómo o"recer la imagen de una aventura humana durante la cual unos 0operativos2 vivieron con tal intensidad la obra colectiva que se e%presaron espont6neamente en la piedra y que su pensamiento creador se tradujo en una catedralB @7ómo evocar sus deseos, sus alegr!as y sus su"rimientos si no es volviendo a coger sus herramientas simbólicas y penetrando, a nuestra vez, en la cantera para reconstruir lo sagrado disperso por nuestras costumbres costumbres mentalesB Omaginemos Omaginemos las "iestas de los gremios, gremios, los banquetes en honor de la obra terminada, terminada, las reuniones de todo tipo que ten!an lugar en la casa de Dios con el "in de que santi"icara a la colectividadJ el templo es la piedra angular de una civilización en "iesta que celebra el enlace del Fombre con lo desconocido. Omagin#monos tambi#n los misterios representados en los atrios de las iglesias, los ritos durante los que el m6s humilde se codeaba con el m6s c#lebre, donde el sabio y el ignorante se interrogaban juntos sobre el signi"icado de las esculturas. $a ciudad, privada de un templo, es gris y triste. ;an pronto como #ste se erige, miles de colores centellean sobre sus muros. Al edi"icarlos, las hermandades transmit!an a la población entera una parte de su iniciación. $a v!a operativa asegura la redención del artesano. i respeta los deberes de su cargo, cargo, crea crea el s!mbolo s!mbolo vivi#nd vivi#ndolo olo y encarn6n encarn6ndol doloo en la materia materia.. emeja emejante nte pr6cti pr6ctica ca equilibra lo absoluto con lo relativoJ el primero es una meta permanente, el segund#, la prueba de humildad. in duda el escultor no alcanzar6 nunca la per"ección absoluta de la obra, pero trabaja constantemente para conquistarla. $os maestros de obra dec!an que no basta con comprender la espiritualidad, sino que hay que e%perimentarla, tocarla con las manos. $uc :enoist resume con "rases muy bellas el mensaje de los 07ompagnons du ;our de 3rance2 sobre este punto/ -i él hombre hace con!enientemente su o#icio, el o#icio hará a su hombre5 6aced !osotros mismos a ese hombre completo de los orígenes, esa obra maestra de los 1ltimos días" / más bien, sedlo !osotros mismos" -ólo entonces seréis un compa:ero consumado"
7on este an6lisis de las v!as 0especulativa2 y 0operativa2 y de su indispensable unión terminamos la breve descripción de las disposiciones espirituales y humanas propias de los artesanos medievales. De la ;radición a la actividad de la mano hemos "ranqueado cierto número de etapas en dirección a las piedras hablantes. Estas disposiciones hubieran quedado en letra muerta si la Edad &edia no hubiera dispuesto de una suma de im6genes y s!mbolos creados durante milenios. e ha inspirado ampliamente en ese "ondo antiguo para poner a punto su vocabulario art!stico y su imagen r simbólica del mundo. Desde las pir6mides hasta las catedrales se a"irma el mismo genio. 'or ello hemos de interrogarnos sobre las "uentes del arte medieval y sobre la "orma como #l las utilizó.
Se%unda Parte DE LAS &UENTES DE LA EDAD MEDIA A SU IMA'EN DEL MUNDO
V DE LAS PIRÁMIDES A LAS $ATEDRALES
+ació antes que los siglos el 6i&o de $ios in!isible e in#inito"
IL;E> DE AOI;PKA$$ AOI;PKA$$
Esa misma cosa que ahora se llama religión cristiana e4istía ya y, entre los antiguos, no ha #altado nunca desde los orígenes de la raa humana"
AI AK?;ZI
En esta segunda parte nos dedicaremos a las "uentes del arte medieval y, con m6s precisión, a las in"luencias egipcias. Kracias a este trans"ondo comprenderemos mejor el motivo de que la imagen del mundo creada por la Edad &edia sea a la vez tan "iel a las tradic tradicion iones es antigu antiguas as como como pro"unda pro"undament mentee origin original. al. En el curso curso de los tres tres cap!tul cap!tulos os sucesivos comprobaremos de "orma incesante que el simbolismo es una ciencia art!stica sin la cual el ?niverso de las esculturas permanecer!a mudo. A "in de aclarar un tema bastante embrollado, recordaremos en primer lugar unos elementos históricos que situar6n a Egipto dentro del marco de la civilización occidental. C decimos 0occidental2 porque 7hartres es, sin duda alguna, la hija espiritual del templo de $u%or aun cuando diversas evoluciones hayan ocultado m6s o menos la realidad.
7omo la Edad &edia ha recurrido recurrido ampliamente ampliamente al simbolismo b!blico, b!blico, insistiremo insistiremoss sobre algunos detalles que demostrar6n la inspiración egipcia del libro sagrado de los crist cristia iano nos. s. 'roce 'roceder derem emos os del del mism mismoo modo modo respec respecto to a los los santo santos, s, suceso sucesores res de las las divinidades antiguas y de las liturgias, herederas de los rituales del mundo antiguo. 7omp 7o mple leta tare remo moss esta esta pano panor6 r6mi mica ca con con unas unas ob obse serv rvac acio ione ness suci sucint ntas as sobr sobree tema temass "undamentales "undamentales del cristianismo, cristianismo, tales como la vida de esucristo o la persona de la Nirgen. Nirgen. En todos los terrenos analizados analizados comprobaremos comprobaremos la omnipresencia omnipresencia del simbolismo simbolismo egipcio egipcio que permite e%plicar un buen número de "iguras esculpidas.
Despu#s de haber señalado la importancia de Egipto como "uente del pensamiento medieval, reproduciremos la opinión de algunos medievales sobre la AntigWedad en general y sobre Egipto en particular. Esta breve investigación nos demostrar6 que los grandes esp!ritus de aquel tiempo ten!an conciencia de su "iliación y la respetaban.
Faremos Faremos igualmente alusión alusión a dos procesos de transmisión transmisión que han permitido a los s!mbolos "ranquear el espacio entre las pir6mides y las catedrales/ la tradición de los const con stru ruct ctore oress y los los viaj viajes es de los los homb hombres res del del &edi &edievo evo.. e produj produjero eronn ince incesan sante tess intercambios entre Europa y el Lriente &edio y #ste es el motivo de que los s!mbolos hayan viajado sin cesar. 7ada tema abordado merecer!a un libro entero. 'or nuestra parte nos contentaremos con algunos sondeos algunos sondeos destinados destinados a colocar los jalones y suscitar la re"le%ión. El estudio de las "uentes de la Edad &edia no conduce a una simple simple comprobación histórica. histórica. e trata de establecer establecer,, al menos en parte, la unidad espiritual espiritual y art!stica art!stica de las antiguas civilizaciones civilizaciones que se prolongan unas en otras, aun cuando las "ormas religiosas o intelectuales su"ran unas mutaciones inevitables. $os $os cons constr truc ucto tore ress de cate catedr dral ales es util utiliz izar aron on,, adap adapt6 t6nd ndol olo, o, el lega legado do de las las civilizaciones antiguas. Desde hace tiempo los estudiosos del &edievo han reconocido el origen en el Lriente &edio de varios s!mbolos presentes en nuestras iglesias. Kustave 7ohen, en su obra La obra La Arande Clarté du d u 3oyen %ge =La = La gran g ran claridad de la Edad 3edia? escrib!a con razón/ La Edad 3edia, toda Edad 3edia ya que en este terreno no cabe discriminación alguna seg1n los siglos o la mitad de siglos, está dominada por la #e cristiana" cristiana" %hora bien, esa #e &udeocr &udeocrist istian ianaa le ha llegad llegadoo de /riente, /riente, como como la aportaci aportación ón antigu antigua" a" +o es en absolut absolutoo indíge indígena, na, no ha nac nacido ido en modo alguno alguno sobre sobre nuestro nuestro suelo suelo y, sin embargo, embargo, su#rirá la in#luencia"
Al e%aminar las transmisiones simbólicas se descubren tres cap!tulos principales. El primero se re"iere a la arquitectura ar quitectura y a las representaciones esculpidas, nutridas por las artes del valle del Iilo, de umer y de :izancio. Artes menores, tejidos coptos o sas6nidas han permitido a los temas iconogr6"icos realizar r ealizar el largo viaje entre el mundo antiguo y la Edad &edia occidental. Umile &ale ha demostrado claramente que la contemplación de esos modestos objetos hab!a "ecundado el alma de los constructores inspir6ndoles amplios proyectos que concretizaron en la piedra. Orlanda "ue igualmente un centro de gravedadJ sobre sus estelas y sus cruces pueden verse ruedas, esv6sticas y bestiariosJ por ejemplo, las escul escultu turas ras de la catedr catedral al de :aye :ayeu% u% "ueron "ueron ejec ejecut utad adas as po porr un unos os imag imagin inero eross qu quee no ignoraban las maravillas del arte irland#s. El segun segundo do cap! cap!tu tulo lo se re"i re"ier eree a las las cien cienci cias as herm herm#t #tic icas/ as/ astrol astrolog! og!a, a, magi magiaa y alquimia. El renacimiento del siglo MOO les concedió gran inter#s. Fermes representaba la sabidur!a oculta y Nincent de :eauvais cita su nombre. El rey alomón, modelo de los monarcas medievales, hab!a sido iniciado por los egipcios en esos grandes secretos que los tres reyes magos procedentes de Lriente hab!an o"recido a esucristo. 'ara el &edievo, la astrolog!a era la ciencia de la vida celeste que establec!a una relación consciente entre el hombre y el ?niverso. $a magia se ocupaba de las virtudes sagradas di"usas en la Iaturaleza y la alquimia enseñaba la "orma de conducir a la materia hasta la per"ección.
Narios 'apas practicaron las ciencias herm#ticas y las cortes reales prestaron ayuda a astrólogos y alquimistas. El tercer cap!tulo est6 relacionado con la propia mentalidad medieval, ligada a la e%presión simbólica de sus padres y deseosa de recoger su mensaje. an Agust!n y los 'adres de la Oglesia a"irmaban con vigor que era indispensable utilizar la cultura antigua. El primero escrib!a/ -i los #ilóso#os han emitido al aar unas !erdades !erdades 1tiles a nuestra #e, no sólo no hay que temer estas !erdades, sino que debemos arrancarlas arrancarlas a sus ilegítimos ilegítimos poseedores poseedores para nuestro uso"
Lriente, o para hablar con mayor e%actitud, Lriente &edio, es la "uente de la luz. All! es donde se encuentran las grandes riquezas, all! di"undió esucristo su mensaje. ;ambi#n all! los primeros artistas cristianos recibieron la enseñanza directamente del eñor y crearon obras inspiradas. in duda alguna, la Edad &edia nació en el Lriente &edio. ;odos los caminos de la transmisión de s!mbolos destacan un centro de irradiación mucho m6s importante importante que los otros/ el Antiguo Egipto. 'ara interpretar los capiteles, nos veremos con "recuencia obligados a recurrir a su tradición. 'or lo general, se ignora que, aparte de los templos, los bajorrelieves y las estatuas universalmente admirados, esta civilización nos ha legado un considerable número de documentos escritos. $os m6s c#lebres son los te%tos de las 'ir6mides y el Libro el Libro de los 3uertos, 3uertos, cuyo t!tulo egipcio es literalment literalmentee el Libro de salir #uera de la Lu, Lu, pero tambi#n poseemos los te%tos de los sarcó"agos, sarcó"agos, de las estelas, de los papiros, los te%tos que adornan los muros de los templos, templos, de una manera especial los templos tolemaicos de Esna, de Dendera, de Ed"ú y de omP Lmbo. e trata de inmensas biblias d# piedra que apenas se empieza ahora a desci"rar el sentido. 0&6s de una de las cosas llegadas llegadas de Egipto Egipto son enigmas enigmas dice &omus. El que no est# iniciado en ellas no debe re!rse.2 'lutarco, tan bien in"ormado sobre el pensamiento "araónico nos aconseja/ 0i se toman estas cosas al pie de la letra sin preocuparse de buscar el sentido elevado, que escupa y se enjuague la boca.2 7iertamente, la in"luencia egipcia no oculta la de umer y de :abilonia. $a Edad &edia debe a estos dos Omperios unos temas tan notorios como la visión del para!so, el diluvio que devastó la ;ierra para castigar a los imp!os o la torre de :abel. Entre los animales del :estiario, el licornio es la traducción medieval del unicornio babilónico, animal m!tico que ocupa un puesto de honor en esta civilización. e ha llegado incluso a discernir unos parentescos inquietantes entre el modo de construcción de nuestras iglesias y los procesos t#cnicos empleados en la erección de templos sumerios. 'robablemente no llegar6 a saberse nunca si en una antigWedad remota unos viajeros llegados de Lccidente tuvieron contactos directos con los sabios del 7ercano Lriente o si
gestiones simbólicas emprendidas en #pocas y lugares di"erentes llegaron a los mismos resultados. Iosotros nos inclinar!amos m6s bien por la segunda hipótesis. 7omo quiera que sea, las relaciones entre Egipto y la Edad &edia presentan unas caracter!sticas en e%tremo peculiares. Io sabr!a apartar de sus or!genes y de su simbolismo primero al pensamiento cristiano que nació en la tierra de los "araones. Fasta el presente nos hab!amos contentado con un an6lisis e%cesivamente r6pido, en"rentando de manera super"icial las religiones llamadas 0paganas2 a la religión que se dice 0revelada2. Io obstante, la manera de ver de los hombres de la Edad &edia nos inclina a una mayor circunspección. 7omo Dios ha estado siempre presente en nuestro mundo, los sabios del pasado han escuchado "orzosamente "o rzosamente su voz y ser!a imprudente dar de d e lado su e%periencia.
Dentro Dent ro de una perspe perspect ctiv ivaa menos menos teol teológ ógic ica, a, tenem tenemos os prueb pruebas as tangi tangibl bles es de la presencia de Egipto en la sociedad medieval. En la corte de los 'apas se utilizaban tiaras, mitras mitras y cetros cetros proceden procedentes tes direct directamen amente te de las cortes cortes "araóni "araónicasJ casJ en la "armacop "armacopea ea descubrimos, descubrimos, sorprendidos, sorprendidos, "órmulas, "órmulas, de medicamentos medicamentos inventados inventados por los laboratorios laboratorios de los templos egipcios, y la bot6nica debe mucho a la ciencia de las plantas en e%tremo desarrollada y puesta a punto por los sacerdotes m#dicos. $os papiros m#dicos de Egipto
contienen tratados de cirug!a o ginecolog!a que no han perdido nada de su valor y vigencia. $a escuadra de los arquitectos romanos y de los maestros de obra de la Edad &edia es la reproducción e%acta de la escuadra de la diosa &a[t, garante de la armon!a y con la que 'it6goras hizo su 6ngulo de equidad. 7ualquiera que sea el terreno en"ocado, es posible remontar desde la Edad &edia hasta Egipto, de la catedral a la pir6mide. C por ello, a pesar del car6cter desacostumbrado de la propo proposi sici ción ón,, pued puedee a"ir a"irma marse rse que Egipt Egiptoo es la madr madree espir espirit itua uall de Lc Lcci ciden dente te.. Descuid6ndola se correr!a peligro de comprender mal la 3rancia de los siglos MOO y MOOO y de interpr interpreta etarr equivoc equivocadam adament entee su simbol simbolism ismo. o. Oncorpo Oncorpor6nd r6ndole ole la tradic tradición ión c#ltic c#lticaa cimentada cimentada por los druidas y la tradición germ6nica germ6nica de la que surgió surgió la caballer!a caballer!a inici6tica, inici6tica, se dispone de instrumentos instrumentos su"icientemen su"icientemente te e"icaces para vislumbrar vislumbrar la Edad &edia desde el interior. 'aralelamente a todas estas in"luencias e%iste una corriente propiamente medieval a la que se ha cali"icado con "recuencia de 0popular2 y a la que se atribuyen las esculturas cali"icadas de 0grotescas2. $a mayor!a de ellas no tienen nada 0grotesco2 y, por el contrario, contienen unos sentidos simbólicos en e%tremo pro"undos. Io negamos las chanzas de los escultoresJ escultoresJ los imagineros sab!an re!r. re!r. in embargo, embargo, su s6tira era educativa. 3ustigaban con una risa sarc6stica los de"ectos que alejan al hombre de su verdad. En realidad, el lector podr6 darse cuenta de que el en"oque de la Edad &edia simbólica e%ige un horizonte muy amplio, que no se limita al marco del he%6gono. Esto parecer6 natural si se piensa que el arte medieval se ocupa de la aventura humana en su conjunto y que reúne en #l todas las esperanzas del mundo antiguo. 7uando el viejo sabio egipcio Amenemope escrib!a las primeras l!neas de su enseñanza nos indicó, mucho antes de la apertura de la primera cantera de catedral, los terrenos de que se ocupar!an los imagineros/ Principio de la ense:ana para abrir el espíritu, instruir al ignorante, y hacer conocer todo lo que e4iste, lo que Ptah =dios de los artesanos? ha creado, todo lo que ;hot =la inteligencia? ha transcrito, el cielo con sus elementos, la tierra y su contenido, lo que escupen las monta:as, lo que arrastra el olea&e,
lo que la Lu ilumina, todo lo que crece sobre el lomo de la tierra5
El arte de la Edad &edia no se interesa por los detalles ni por las "raccionesJ "raccionesJ quiere ser total, envolvente. Al erigir un altar en el coro de la catedral, no se trata solamente de un monumento cristiano, pues en #l est6n resumidos los altares antiguos que lo han precedido. Durante el rito de la consagración del altar, el celebrante se dirige a Dios y le pide que bendiga bendiga la piedra de sacri"i sacri"icio cio que ven venerar eraron on Abel el %ntiguo, %ntiguo, &elquisedec el reyP sacerdote, Osaac y acob. A la Edad &edia le gustaba conciliar las distintas "ormas religiosas y unirlas en una totalidad sagrada. 7on ello segu!a mostr6ndose "iel a Egipto, cuyo mensaje hemos de buscar ahora con mayores precisiones. u situación geogr6"ica y teológica entre el Lriente y el Lccidente, hizo de Egipto el punto de convergencia de las antiguas sabidur!as y de las nuevas religiones que les sucedieron. A partir del siglo OO se codearon el 7ristianismo, el gnosticismo, el hermetismo, el manique!smo manique!smo y el helenismo. En Alejandr!a Alejandr!a la Krande, hoy casi totalmente totalmente destruida, destruida, se abrió la primera escuela de teolog!a cristiana, la Didascalia. $a espiritualidad de los "araones pasó a los s!mbolos grecolatinos que conocieron los monjes y los pensadores de la Edad &edia. Durante los primeros siglos de nuestra era, los sabios hab!an adquirido la costumbre de e%presarse en una manera herm#tica y de proponer unos enigmas a la sagacidad del individuo. 'reve!an las perturbaciones sangrientas del "inal del mundo antiguo y as! tomaban unas precauciones que se revelaron e%celentes. &uch &uchoo tiem tiempo po desp despu# u#ss del del naci nacimi mien ento to del del 7ris 7risti tian anis ismo mo y de las las prim primer eras as interpr interpretac etacion iones es que suscit suscitó, ó, una unass peq pequeña ueñass comuni comunidade dadess siguie siguieron ron propagan propagando, do, sin oste ostent ntaci ación, ón, la corri corrien ente te simb simból ólic icaa de las las gener generaci acione oness desap desapare areci cida das. s. De un modo modo sorprendente, sorprendente, Alejandr! Alejandr!aa la Kriega se hizo m6s egipcia y recogió recogió con amor las enseñanzas enseñanzas "ara "araón ónic icas as cuan cuando do los los Evan Evange geli lios os iban iban obte obteni nien endo do un unaa audi audien enci ciaa cada cada vez vez m6s m6s considerable. En el siglo OOO, es curioso observar que el gran puerto del :ajo Egipto se hab!a convertido en el centro m6s creador del pensamiento cristiano. As! respond!a a una preocupación permanente de los egipcios/ conocer lo mejor posible las ideas nuevas con el "in de prever su destino y, si era necesario, adaptarse a ellas. A pesar de la ocupación roma romana na,, Alej Alejan andr dr!a !a cons conser ervó vó "iel "ielme ment ntee la here herenc ncia ia de las las dina dinast st!a !ass "ara "araón ónic icas as.. Desgraciadamente, el incendio de su c#lebre biblioteca nos privó de numerosos documentos que hubieran demostrado ampliamente la penetración del simbolismo egipcio en Lccidente. Faciendo de tripas corazón, nos vemos obligados a tomar otros caminos que pasan por >oma y por Krecia. Ahora bien, la AntigWedad AntigWedad grecorromana consideró siempre Egipto como el pa!s de los misterios, misterios, como la "uente del 7onocimiento. 7onocimiento. $os griegos dieron nombres helenos a los dioses y a las ciudades egipcias que integraron en su mitolog!a. $os romanos, al cambiar las
denomin denom inaci acione ones, s, hici hiciero eronn suyos suyos los los mism mismos os s!mb s!mbol olos. os. El 7ris 7risti tiani anism smo, o, una vez vez sólidamente enraizado en Lccidente, siguió su ejemplo. 'or esto no cabe asombrarse al encontr encontrar ar,, bajo bajo los s!mbol s!mbolos os mediev medievale ales, s, los origin originales ales egipci egipcios os aunq aunque ue someti sometidos dos a múltiples trans"ormaciones. $a investigación histórica va desvelando de una manera progresiva la amplitud de la alianza establecida entre Egipto y el 7ristianismo. $as aportaciones a este último pueden considerarse de tres modos/ en primer lugar, en el Antiguo ;estamento, en el que se encuentran "rases, ritos, im6genes de Egipto, especialmente la institución de la realeza divina. Ogual que los "araones, los reyes de la dinast!a de David, tomaban un nombre de coronaci coronación ón especia especial. l. eguida eguidamen mente, te, por mediac mediación ión del heleni helenismo smo,, cuy cuyos os m6s bellos bellos "lorones "ueron las iniciaciones is!acas y el conjunto de te%tos conocido con el nombre de Corpus hermético. hermético. C por último a trav#s de los coptos y los et!opes, cuyo arte y cuya teolog!a prolongaron la espiritualidad "araónica.
El maridaje no se desarrolló sin di"icultades. Algunas sectas rechazaron las doctrinas cristianas y decidieron conservar en toda su integridad lo que se ha dado en llamar 0pagani 0pag anismo smo2. 2. 3ueron 3ueron e%ting e%tingui#n ui#ndose dose lentam lentament ente, e, no sin haber haber sido sido minuci minuciosam osamente ente estudiadas por los de"ensores de la nueva Oglesia. Io obstante, estos hechos tienen muy poca importancia impor tancia comparados comparado s con las pro"undas relaciones e%istentes e%isten tes entre el pensamiento egipcio y el pensamiento cristiano. Io olvidemos que los "ieles de 7risto trans"ormaron los templos en iglesias y as! pudieron conocer muy de cerca el arte "araónico y sus s!mbolos. 7on "recuencia sol!an ser los egipcios de pura cepa los que se convert!an en cristianosJ
cambiando de "orma religiosa, preservaban el esp!ritu de su civilización milenaria. ?n detalle en e%tremo sorprendente sitúa a la per"ección los dos mundos de que hablamos. obre los muros del templo de ?adi es ebu[, en Iubia, los artistas egipcios hab!an representado las escenas tradicionales del di6logo entre el rey y los dioses. $os cristianos, al tomar posesión del lugar, pintaron encima los temas propios de sus creencias. 7on el tiempo ha desaparecido parte de la pintura y asistimos a una e%traña escena que adquiere valor de s!mbolo/ QEl "araón >ams#s OO o"rece a san 'edro las "lores ritualesR El 7ristianismo 7ristianismo de los or!genes no es un bloque monol!tico. monol!tico. En #l conviven "uerzas muy diversas, incluso a veces contradictorias. El triun"o de >oma no debe borrar de nuestra memoria las comunidades que no siguieron sus directricesJ tal es el caso de los gnósticos, cuyos te%tos ocultan tesoros de espiritualidad. 'ara ellos, la $uz divina encarnada por 7risto era una traducción palpable de >a, el dios solar de Egipto. El propio 7risto, con algu algunas nas de sus sus acci accione ones, s, reco recorda rdaba ba la misi misión ón de ;hot ;hot,, enca encarg rgad adoo de ense enseñar ñar a la Fuma Fu mani nida dadd el mist misteri erioo del Nerbo. erbo. $os $os gnóst gnóstic icos os establ establec ecie iero ronn un paral paralel eloo entr entree la redención de la Fumanidad anunciada por el alvador y el mito egipcio según el cual el ojo del ol hab!a huido al desierto, a ra!z de una violenta cólera. Dios encargó a ;hot que lo hiciera volver convirtiendo su violencia en amor. As! se nos señala en los senderos de la abidur!a, abidur!a, encontrar encontrar de nuevo el ojo que nos da el conocimiento conocimiento de todas las cosas a "in de esparcir el amor por el ?niverso. Adem6s, el dios creador de Egipto ped!a al "araón que hiciera de su pa!s una morada celeste, tal era el ideal único de los maestros de obra y se acordaban de las palabras de Fermes/ @Acaso ignoras dec!a a su disc!pulo Asclepio que Egipto es la copia del cielo o, por mejor decirlo, el lugar en el que se trans"ieran y proyectan aqu! bajo todas las operaciones que gobiernan y ponen en acción las "uerzas celestesB Aún m6s, si hay que decir toda la verdad, nuestra tierra es el templo del mundo entero. Fermes pro"etizaba tambi#n que el d!a en que los dioses volvieran entre nosotros, se instalar!an en el l!mite e%tremo de Egipto, en una ciudad "undada del lado del sol poniente. All! a"luir6 por mar y tierra toda la raza de los mortales. $os jud!os participaron de una manera activa en la transmisión del legado egipcio. En e"ecto, estaban instalados en los dos polos del pa!s/ en Ele"antina, e%tremo del Alto Egipto, donde se situaba la "uente del r!o celeste, y en Alejandr!a, e%tremo del :ajo Egipto. Egip Egipci cios os y jud! jud!os os se "rec "recue uent ntar aron on dura durant ntee vari varios os dece deceni nios os y, como como es natu natura ral, l, intercambiaron ideas. $as c#lebres colonias que los jud!os establecieron en Ele"antina no se limitaron como antaño era creencia a unas operaciones comerciales. Del mundo hebraico emerge una personalidad central, &ois#s, a quien unas sectas esot#ricas divinizaron. 7omo nos lo enseñan los Fechos de los Apóstoles, hab!a sido educado en la abidur!a de los egipcios. egipcios. Ompulsados por la vanidad algunos hebreos pretendieron pretendieron haberlo inventado todo, incluso cuando se inspiraban, de una manera evidente, en las lecciones del gran Omperio. De tal modo que en algunas ocasiones se presenta a &ois#s como el creador del al"abeto en vez del dios ;hot, del que, sin embargo, asume las "unciones. Ltros, por el contrario, intentaron intentaron enlazar la historia b!blica b!blica con los anales de los "araones para dar mayor honor a
sus or!genes. 3inalmente, a trav#s del personaje de &ois#s, se creó una vasta "igura simbólica que nos permite "ormular una nueva pregunta/ @Fasta qu# punto e%iste una in"luencia egipcia en la :iblia, uno de los libros canónicos de los escultores de la Edad &ediaB 'ara el egiptólogo egiptólogo alem6n ieg"ried &orenz, notable e%plorador e%plorador de este terreno, esta in"luencia es bastante considerable. En realidad, se necesitar!an obras inmensas para dar a conocer la cantidad impresionante de ideas, e%presiones y ritos egipcios que han sido introducidos voluntariamente, a veces sin la m6s m!nima trans"ormación en el te%to sagrado de los cristianos. Al representar sobre la piedra temas b!blicos, los imagineros de la Edad &edia se remontaban, pues, tal vez sin saberlo, hasta el Antiguo Egipto. $os himnos y los salmos, sobre todo los que tratan de la abidur!a o de alabanzas reales, son a veces simples traducciones, m6s o menos e%actas, de poes!as "araónicas. En estos casos cabe suponer un trabajo en común del escriba egipcio y del escritor hebreo. eamos m6s concretos y o"rezcamos algunos detalles anecdóticos que resultar6n m6s signi"icativos que una larga e%posición anal!tica. Neamos un ejemplo re"erente a la persona del rey. En su plegaria, alomón pide al eñor un 0corazón dócil2. emejante e%presión tiene un car6cter de"initivamente egipcio ya que para todos los "araones el corazón del hombre es s!mbolo de la conciencia. Es un 0vaso2 interior el que recoge las directrices de las alturas. El rey egipcio y el rey hebreo viven la misma inteligencia del corazón, la misma comunión con la luz. Esto ilumina el sentido de las esculturas en las que se ven hombres portadores de vasos. $a Edad &edia "inal suscitar6 de nuevo el tema del 0corazón santo2 de 7risto en el que se re"ugia la Fumanidad. El >eyPDios "ue considerado siempre como un protector. ?n pasaje de las $amentaciones nos enseña que las naciones viven a la sombra del eñor, que es el soplo de las ventanas de nuestra nariz. Ahora bien, al "araón >ams#s OO se le designó con los siguientes ep!tetos/ 0Q;ú, que eres el h6lito de nuestra nariz, halcón que protege a sus súbditos con sus alas y esparce sobre ellos la sombraR2 @Acaso la sombra que o"recen las bóvedas de las catedrales no tienen id#ntico signi"icadoB
i nos situamos en el terreno de los mitos, nos damos cuenta de que la "amosa con"usión de lenguas impuesta por Cahv# a la Fumanidad con el episodio de la torre de :abel, es ya conocida por la tradición egipcia. El autor es el dios ;hot 0que separó las lenguas de pa!s en pa!s2. Io obstante, a pesar de esta prueba que estamos obligados a su"rir cotidianamente, subsiste la gran unidad de la lengua sagrada. obre un "resco de aintP avinPsurPKartempe, esucristo en persona observa cómo los constructores edi"ican una torre llamada 0de :abel2, una torre que no se derrumba. ;ampoco "altan los ejemplos relativos a los actos rituales. Del egipcio ham\ese se nos dec!a que llevaba un tridente en la mano y sujetaba una brasa sobre la cabeza. En los
proverbios de alomón est6 escrito/ -i tu enemigo tiene hambre, aliméntalo, si tiene sed, dale de beber, beber, Es como apilar carbones sobre su cabea y 0ah!é 0ah!é te lo premiará"
'oner "uego sobre la cabeza de un semejante es un acto ritual cuyo "in es el de hacer nacer la humildad. En los sarcó"agos instalaban una llama eterna debajo de la cabeza del di"unto, para que pudiera "ranquear sin peligro los obst6culos del m6s all6. Ltra aportación ritual, igualmente clara. $os egipcios denominaban a los jerogl!"icos 0palabra de Dios2, que el escritor sagrado hab!a de transcribir con una mano justa. En la :iblia encontramos de nuevo el tema de los dedos del escriba inspirado por la abidur!a divina y el de la mano o los dedos del, creador. $as esculturas medievales nos mostrar6n a los autores sagrados obteniendo su inspiración en la sabidur!a y contemplando cómo la mano de Dios sale de las nubes. A nivel nivel de los objeto objetoss rituale rituales, s, las apo aportac rtacion iones es b!blic b!blicas as son abun abundant dantes. es. 'or ejem ejemplo plo,, entre entre los los egip egipci cios os e%is e%ist! t!aa la cree creenci nciaa de qu quee el cobre cobre ejerc ejerc!a !a un unaa acci acción ón puri"icadora y curaba ciertas en"ermedades. En las últimas #pocas a los sacerdotes conocedores del secreto se les llamaba 0herreros2. e supone que &ois#s "ue herrero, lo que e%plicar!a la presencia de la serpiente de bronce disipando las "uerzas nocivas. Esta serpiente la mencionan ya los te%tos "araónicos. 3orjar equivale a comunicar con los ritmos ocultos ocultos de la materia. 'ara llamar llamar a la puerta de un templo templo se utiliza utiliza el anillo de cobre que puri"ica al postulante. an Eloy, Eloy, que aparece esculpido en el t!mpano de algunas iglesias, "ue el prototipo del herrero. 7ontinuó la tarea del sacerdote egipcio y del pro"eta &ois#s. i e%ami e%aminam namos os a los los perso personaj najes es b!bl b!blic icos os m6s m6s dest destac acado ados, s, se hace hace paten patente te el tras"ondo egipcio. &ois#s ostenta un nombre t!picamente "araónico que signi"ica 0el que ha nacid nacido2, o2, que que lleva lleva impl impl!c !cit itoo el senti sentido do de 0el 0el qu quee ha naci nacido do a la vida vida espi espiri ritu tual al2. 2. &elquisedec, el misterioso reyPsacerdote que anuncia la llegada de esucristo, es una traducción hebraica del "araón o"iciante. os# era visir y administrador de los bienes de la corona, dos de las "unciones m6s altas en la 7orte de Egipto. Adem6s, el patron!mico 0os#2 signi"ica 0el que conoce las cosas2, o dicho de otro modo, el hombre que ha alca alcanza nzado do la abi abidur dur!a !a.. 7u 7uan ando do los los escul esculto tores res medi mediev eval ales es repres represen enta taro ronn a &ois &ois#s #s,, &elquisedec y os# se ocuparon menos de la realidad histórica que de su valor simbólico. ?n último personaje merece ser mencionado. e trata del int#rprete b!blico de los sueños que ayuda a los soberanos a cumplir su "unción. "unción. u nombre hebreo es simplemente simplemente una traducción del egipcio y puede entenderse por 0escriba de la 7asa de Nida2 o 0Enseñante de la 7asa de Nida2. Durante el reinado de los "araones, esta última era el lugar
cerrado cerrado dond dondee los indivi individuo duoss elegid elegidos os y pue puesto stoss a prueba prueba realizab realizaban an su aprendi aprendizaj zajee espiritual y aprend!an a redactar los rituales. As!, aunque se trate de los mitos, los actos rituales o las personalidades b!blicas, Egipto a"irma su primac!a y se puede llegar a la conclusión de que el arte de la Edad &edia le debe mucho. 'ese a todas estas pruebas aún e%iste una duda/ Egipto es un mundo de dioses, la civilización cristiana es el mundo de un Dios. Esta contradicción, al parecer concl con cluye uyent nte, e, es resul resulta tado do de una una visi visión ón dema demasi siad adoo ente enteca ca de la Fist Fistori oria. a. egún egún la penetrante "órmula de 'aul :arguet, la religión egipcia es un 0monote!smo con "acetas2. us dioses son los aspectos aspectos de un 'r!ncipe único que se diversi"ica diversi"ica en la mani"estació mani"estación. n. e encontraban presentes por todas partes en Egipto, la tierra elegida de los dioses, con el "in de recordar la e%istencia de lo sagrado tanto al sabio como al cultivador. 'ero se dir6 que esos dioses murieron con Egipto. Esto representar!a olvidar a los santos cristianos, sucesores directos de los dioses antiguos. Ogual que ellos tienen una leyenda, unos atributos simbólicos, y ocupan un lugar de predilección. :uscar las huellas de la e%istencia histórica de un san 7ristóbal o de un san &iguel ser!a una empresa vana, ya que tambi#n ellos son unos aspectos de la ?nidad. $a Edad &edia "ue una #poca magn!"ica de dioses, de intermediarios entre el hombre y el 'adre celestial. Esta actitud, lejos de ser pagana en el sentido restrictivo del t#rmino, tend!a a conciliar al cielo con la tierra, a integrar plenamente al hombre en el ?niverso y a o"recerle gu!as seguros hacia su realización. $os santos santi"icaban una región, la hac!an viva. $os nuevos conversos al 7ristianismo, no abandonaban a sus diosesJ volv!an a encontrarlos con otro rostro. an &iguel, curando a los ciegos prosegu!a la acción del dios ;hot, que daba nuevo vigor y salud al ojo del sol. Ante los capiteles en los que aparecen santos, se nos invita a unirlos con los dioses y a meditar sobre las leyendas. 'aralelamente a los santos e%isten las liturgias que "ueron asimismo una "uente de inspiración para los imagineros. Entonces eran mucho m6s numerosas de lo que suele creerse y nos damos cuenta de que, en gran parte, "ueron el resultado de los ritos del mundo antiguo. A partir del siglo MN se contentaron con "ormas m6s estereotipadas rechazando la sombra de los s!mbolos que ya no se comprend!an. A un cristiano de hoy le resultar!a resultar!a algo di"!cil percibir el sentido de unas ceremonias del siglo MOO que considerar!a impregnadas de 0paganismo2, pues en la #poca de las catedrales no e%ist!a una ortodo%ia centralizadora. $as parodias como la "iesta de los $ocos o la "iesta del Asno tienen su lado sat!rico, pero ante todo un car6cter car6cter espiritual que enseña que no debe tomarse en serio ninguna jerarqu!a humana. e a"irmaba que incluso el poder eclesi6stico debe modi"icarse y per"eccionarse, signo de una e%traordinaria capacidad de renovación en el corazón de una civilización. Esta Estass cele celebr brac acio ione ness "uer "ueron on en un prin princi cipi pioo prop propie ieda dadd de Egip Egipto to qu quee proc proced ed!a !a periódicamente a la reanimación del rey y de los sacerdotes y criticaba su propio pensamiento durante las "iestas de los animales que ocupaban o cupaban el lugar de los gobernantes. $os arquitectos medievales apreciaban de "orma especial la ciencia de los Iúmeros, resultante directamente de la liturgia pitagórica que tomó sus re"erencias en Egipto. $os 0canónigos 0canónigos de 'it6goras2, 'it6goras2, según la apelación que el abate $edit dio a los maestros maestros de obra de la Edad &edia, no olvidaron nunca las reglas de oro de los constructores egipcios sin las
cuale cualess no es posi posible ble ning ninguna una armon! armon!aa arqu arquit itect ectóni ónica ca.. Egip Egipto to presi presidi dióó tambi tambi#n #n la elaboración de las liturgias hebraicas y griegas que pasaron a la cristiandad, las primeras directamente, las segundas por intermedio de :izancio. ;al vez el rasgo m6s destacable sea la necesidad que tiene cada hombre de convertirse en 7risto, de identi"icarse con Dios a trav#s de los ritos.
En lo que concierne a la liturgia, Egipto legó a la Edad &edia unos elementos rituales rituales y, lo que es m6s, un estado de 6nimo/ vivir vivir interiormente interiormente la liturgia liturgia sin a"errarse a una apariencia r!gida. ;odos los ritos est6n condenados a unas modi"icaciones a veces lamenta lamentable bles, s, pero pero permane permanecen cen aut#nt aut#ntico icoss mientra mientrass siguen siguen despert despertando ando la concien conciencia cia,, mientras la hacen participar en lo que hay m6s all6 de las debilidades humanas.
La liturgia @escribe >ean 6ani@ conduce conduc e de nue!o de una manera simbólica, pero realmente, realmente, todo el espacio dentro dentro de los límites límites del templo, de tal modo que este 1ltimo es la síntesis síntesis del mundo, lo que equi!ale equi!ale a decir que en el templo y por el templo, el espacio queda dominado" dominado" El #iel se encuentra en el 'centro del mundo(, está simbólicament simbólicamentee en el paraíso, en la >erusalén celeste" El ritual opera de una manera análoga sobre el e l tiempo. trans#orma trans#orma el tiempo pro#ano, pro#ano, el tiempo del hombre pecador en un tiempo tiempo sagrado, que está ya, !irtualmente, más allá del tiempo" Celebrar un culto a lo largo de un a:o haciendo de ese a:o un todo es, no sólo !i!ir santamente santamente durante ese tiempo, sino también también re!i!ir re!i!ir santamente toda la duración del mundo"
ab!amos ya que Egipto hizo caso omiso del espacio y del tiempo al introducir la eternidad en sus ritos. $a Edad &edia actuó de "orma similar al componer sus liturgias. $a :iblia, los santos y las liturgias cristianas proporcionaron numerosos temas iconogr6"icos a los escultores. 'roced!an, en gran parte, de la tierra de Egipto. Es posible ir aún m6s lejos y observar hasta qu# punto la espiritualidad "araónica ha moldeado el alma de la religión cristiana. Aunque no abriguemos la pretensión de redactar un estudio con car6cter de"initivo, e%aminemos el origen de algunos de los temas "undamentales del 7ristianismo. En primer lugar, la naturaleza divina, ya que los artesanos medievales hacen de ella la piedra angular de sus edi"icios. En el centro del Areópago de Atenas, san 'ablo declaró que hab!a visto en esa ciudad un altar que ostentaba la siguiente inscripción/ 0A un Dios desconocido.2 El dios desconocido de la AntigWedad griega es ]eus, traducción del dios egipcio Amón cuyo nombre signi"ica precisamente 0el oculto2, 0el misterioso2. @Acaso un te%to "araónico no lo proclamaB Lo que hay en el cielo y la tierra pertenece al dios oculto, autor de las cosas de aquí aba&o y allá arriba" Los o&os de 6orus =el halcón? produciendo lo que e4iste, pertenecen al dios oculto, -e:or de !erdad" -u !oluntad se e&ecuta sobre la tierra y en el cielo,
gracias al dios oculto" *ue ha hecho ser la eternidad"
Abundan los te%tos similares. Fe aqu! otro dirigido tambi#n al dios oculto que anuncia con e%traña precisión un pasaje de los Evangelios/ ;1 escuchas lo que se dice en todos los países porque t1 tienes millones millones de oídos, tu mirada es más deslumbrante que las estrellas del cielo y puedes mirar el disco solar" solar" -i se habla, aunque el discurso sea pronunciad pronunciadoo en una sala cerrada, llega hasta tus oídos, y si alguien hace algo estando incluso oculto, tu mirada lo !e"
'or consiguiente, un concepto id#ntico en el Antiguo Egipto y la Edad &edia, de un dios misterioso al que nada se le escapa. Esta divinidad divinidad primordial se e%presa por medio del Nerbo Nerbo que se encuentra encuentra en cada latido de la espiritualidad medieval. ?no de los 'adres de la Oglesia, Lr!genes, recuerda a este respecto la curiosa "órmula de los almos/ 0&i corazón ha vomitado una buena palabra2, esa palabra que hace vivir a los hombres. h ombres. Ahora bien, en la mitolog!a egipcia, el creador Atón inaugura su obra escupiendo el aire y la humedad. El aire es un hombre, la humedad una mujer y simbolizan a la primera pareja. 0Escupir2 la creación, poner al Nerbo en el mundo, engendrar a la primera pareja/ otras tantas im6genes an6logas. Ogualmente caracter!stico del simbolismo del Nerbo desarrollado por el 7ristianismo es este otro e%tracto del $ibro de los &uertos/ 0Co soy el Nerbo que no puede perecer en este mundo de alma que es el m!o. Fe venido a la e%istencia de m! mismo con la energ!a en ese nombre de Devenir que es el m!o, en el que cada d!a vengo a la e%istencia.2 7uando san uan escribe/ 0Al principio era el Nerbo, y el Nerbo estaba en Dios y el Nerbo era Dios2 se hace eco del iniciado iniciado del Omperio medio egipcio que recoge las palabras de Dios/ 0Co 0Co soy eterno, Co soy aqu#l que ha creado el Nerbo, Co soy el Nerbo.2 'ara terminar con la 7reación observamos que el comienzo del K#nesis aparece, en gran parte, consignado en la literatura egipcia. Antes de la narración de &ois#s aparecen los temas del caos, del h6lito divino sobre las aguas y del nacimiento de la luz. Al nacer esucristo, el Omperio "araónico sigue teniendo aún prestigio. esús revela con el Iuevo ;estamento, para los cristianos, lo que estaba anunciado por el Antiguo. @Acaso e%isten lazos entre la persona de esucristo, corazón de la religión cristiana, y la espiritualidad egipciaB El dios de Egipto no permanece en las nubes. u misión natural es la del encarnarse en todo lo que vive y de una manera especial en el dios hecho hombre, en el 3araón. Este ser6 el único sacerdote, el mediador entre Dios y la Fumanidad, har6 accesible lo sagrado. C con su sacri"icio cotidiano dar6 car6cter sagrado a la tierra.
in duda alguna, puede establecerse un paralelismo entre el hijo del dios egipcio y el hijo del dios cristiano. 'ara :ossuet, en el $iscours el $iscours sur lBhistoire uni!erselle =$iscurso sobre la historia uni!ersal?, uni!ersal?, la primera esperanza de la llegada de un &es!as es anterior a la vocación de Abraham y se remonta a las civilizaciones antiguas. $a hipótesis del 6guila de &eau% &eau%,, relat relativ ivaa al origen origen del dogm dogmaa de la Enca Encarna rnaci ción, ón, no esta estaba ba despr desprov ovis ista ta de "undamento. Nolvamos a leer, por ejemplo, este te%to titulado %nuncio titulado %nuncio de un rey sal!ador por su traductor, Kustave $e"#vre/ Pero he aquí que un ey llegará del -ur, -ur, un hi&o del %lto Egipto" 8egoci&aos, hombres de su tiempo9 El hi&o de un hombre adquirirá renombre por toda la eternidad"
$a e%presión 0el hijo de un hombre2 es tendenciosa ya que en el original no hay art!culo. 'odr!a entenderse como 0el hijo del Fombre2 tanto m6s cuanto el 3araón representaba de una manera inequ!voca al Fombre universal que esucristo simbolizar6 a su vez en uno de sus aspectos. 7omo quiera que sea, un gran er cósmico "igura en el pin6culo de la religión egipcia. Disperso sobre toda la tierra, hace nacer todo cuanto tiene vida. Este Fombre divino se llamaba Lsiris y su 0remembramiento2 era la actividad principal de la sociedad humana. Lsiris se encarnaba en el 3araón que era al propio tiempo Forus, el diosPhijo. esucristo, hijo de Dios ser6 para los cristianos el 'adre mani"estado. iguiendo los caminos de Egipto es posible trazar de nuevo los episodios simbólicos que pre"iguran las grandes etapas de la vida de 7risto. 7risto. Esta reconstituci reconstitución, ón, actualmente actualmente en curso, e%ige un gran rigor, pues los primeros resultados son dignos de inter#s. 7itemos algunos que proyectan una gran claridad sobre las esculturas rom6nicas y góticas. egún la a"irmación gnóstica, ligeramente atenuada por los escritos canónicos, esucristo ha nacido de la unión del Esp!ritu anto y de la Nirgen. 7on anterioridad, 3araón nac!a de la unión de una divinidad y un ser humano. Es por esto que era un salvador que redim!a redim!a los errores humanos. Antes Antes de esucristo, esucristo, descendió a los On"iernos On"iernos como se relata en el Libro el Libro de la cámara oculta oculta y el Libro el Libro de las ca!ernas. ca!ernas. Durante su traves!a por las tinieblas tinieblas adquirió adquirió la "orma de un sol capaz de vencer a los demonios. 'or la mañana surg!a por el oriente del mundo en calidad de 0ol de justicia2, e%presión que se aplicar6 tambi#n a esucristo sin la menor trans"ormación. e adoptaron tambi#n otros ep!tetos/ 3araón es el 0buen pastor2, el gran apacentador de los hombres que los conduce por el camino de la verdad. El tema de la ascensión del hijo de Dios aparece ya en los te%tos de las pir6mides. e habla de la subida al cielo por diversos medios, especialmente con ayuda de una escala. Encontramos de nuevo este s!mbolo en la :iblia bajo el aspecto de la escala de acob y entre las esculturas de las catedrales donde es atributo de la abidur!a.
Al milagro del agua del Iilo trans"orm6ndose en vino responder6 el milagro de 7ana6nJ a la partición del pan y a la imagen del l!quido salvador salvador evocados en ocasión de la pasión de Lsiris, muerto y resucitado, responder6n los ritos de la 7ena. 7en a. Adem6s, y tal vez sea #ste el punto m6s importante, importante, la Edad &edia de los constructores constructores conservó siempre siempre en la memoria la "unción real de esucristo. Esta realeza del DiosPFombre, a"irmada ya en el Antiguo ;estamento, lo "ue tambi#n en :izancio y luego en la Europa cristiana. 0;odo hombre adquiere la cualidad de rey, prolongando aqu! abajo los designios del 'adre celeste2, nos dice la Edad &edia. i esucristo no ha renegado del simbolismo egipcio, lo mismo ocurre con su madre. ?no de los modelos de la Nirgen cristiana, Iuestra eñora, a la que "ueron dedicadas tantas iglesias, es la diosa egipcia del cielo, Iut. ;anto una como otra son llamadas 0cielo y trono de Dios2, 0cielo que ha alzado el sol de la verdad2 y 0nube ligera conteniendo la luz2. Asimismo la Nirgen sucede a Osis la +egra que +egra que genera el sol en su seno y que presidir6 la construcción construcción de unas catedrales catedrales tan ilustres como la de 7hartres. $as v!rgenes negras de la cristiandad hacen alusión a la 0materia santa2 en la que la luz se ha ocultado. El tipo icon iconogr ogr6"i 6"ico co de la Nirgen irgen medi medieva eval, l, con el IiñoP IiñoPDi Dios os sobre sobre sus rodil rodilla las, s, deri deriva va directamente de Osis llevando a Forus. Adem6s, el propio nombre de Osis signi"ica 0trono2 y
las incontables Iuestra eñora ser6n de"inidas como los tronos de la abidur!a. En numerosos bajorrelieves egipcios aparece la diosa amamantando al "araón para que sea alimentado con leche celeste. El poeta 3ortunato, en su Peque:o su Peque:o o#icio de la Dirgen canta una escena id#ntica/ Aloriosa dama, sentada más alta que las estrellas, t1 diste a tu creador la leche de tu santo seno5 % tra!és de ti, se llega hasta el ey de las alturas por ti, puerta de lu #ulgurante"
Despu#s de esta breve ojeada sobre esucristo y la Nirgen, e%aminemos la situación del hombre. ?na de las principales principales enseñanzas es que est6 hecho a imagen y semejanza de Dios. ?n sabio egipcio indica con toda claridad que toda la Fumanidad "ue creada a imagen de Dios y que no e%iste ninguna barrera in"ranqueable entre la es"era celeste y la tierra de los hombres, siempre que cada uno lleguemos al conocimiento de 0Dios en s!2, según la e%presión egipcia. 'ero no nos con"undamosJ el egipcio no cre!a que el hombre es Dios. $o invitaba a divinizarse, como lo pedir!an los teólogos de la Edad &edia. El hombre es mortal. esucristo le enseña que el t#rmino de la e%istencia terrestre no es el "in, sino una prueba, y desarrolla la idea de la redención. an Agust!n, hablando de las momias, estimaba que los egipcios eran los únicos cristianos que cre!an realmente en la resurrección. e ha llegado incluso a suponer que "ueron las momias las inspiradoras al 7ristianismo del tema de la resurrección de la carne, que no es ni griego ni hebraico. Desde luego, nuestro nuestro concepto del m6s all6 no tiene su origen en los hebreos sino en las pr6cticas pr6cticas rituales de los "araonesJ tenemos la prueba en el hecho de que el ideal de la vida eterna o, de manera m6s e%acta, de la vida en eternidad "ue transmitido al 7ristianismo por los cristianos de Egipto, los coptos, que no hab!an olvidado las enseñanzas de sus gloriosos antepasados. 0uien quiera quiera salvar su vida la perder62, dec!a esucristo. esucristo. $a muerte es la enemiga enemiga de ?na e%istencia relativa, material, pero tambi#n la apertura a una vida total. Fay que morir en nuestro ego!smo, salir de la prisión del individualismo y renacer en el esp!ritu y la
verdad. A ello nos ayudan casi la totalidad totalidad de las esculturas esculturas de la Edad &edia. El sabio de Egipto y el sabio cristiano mor!an cada d!a a sus prejuicios y daban al artesano unas directrices vividas que han hecho inmortales las piedras parlantes. egún unas palabras secretas de esús, relatadas en un te%to copto, resucitar equivale a reconocerse a s! mismo como #ramos en los or!genes. 'or ello, si el hombre desea "ranquear aqu! abajo el obst6culo de la muerte ha de iniciarse iniciarse en los misterios de los s!mbolos con el "in de tomar parte en la armon!a del ?niverso donde no e%iste la muerte. Dentro de este orden de ideas hay un detalle aún m6s preciso. El di"unto egipcio, si lograba la redención, redención, resucitaba bajo un aspecto de ser de luz. El 7ristianismo 7ristianismo no descartó descartó la idea, puesto que admit!a que el alma pose!a un veh!culo luminoso, eterno, brillante como un astro. Este 0luminoso2, como se le llamaba, no era un cuerpo material, sino una irradiación que los artistas de la Edad &edia traducir6n por el nimbo, ese c!rculo que rodea la cabeza de las personas sagradas. esucristo, la Nirgen, el hombre, la vida eterna1 Estos temas, tan caros a la Edad &edia, se encontraban en estado de modelos simbólicos en la caverna de los tesoros del antiguo Egipto que se podr!a escudriñar durante mucho tiempo. 'ensemos en el rito del lavado de los pies de 3araón que el Evangelio reproduce con otro conte%to, en las barcas solares en las que ocupar6 su lugar la comunidad comunidad de los dioses y que estar6n representadas representadas por las tr!adas divinas que se trans"ormar6n en la ;rinidad, por el 6rbol de la vida del para!so egipcio, transplantado al para!so b!blico, por la lucha de Forus contra la serpiente que llevar6 a cabo san &iguel contra el dragón. !, Egipto es verdaderamente la madre espiritual del simbolismo medieval. Despu#s de haber contemplado la Edad &edia desde el promontorio de Egipto, intentemos ver ahora a Egipto y en primer lugar la AntigWedad en general a partir de la propia Edad &edia. En e"ecto, es importante saber sab er si esta última ten!a una cierta conciencia de sus "uentes. "uentes. 'ara nosotros, nosotros, como observaba Etienne Kilson, Kilson, la #poca medieval medieval se opone a la AntigWedad. 'or el contrario, para los medievales su #poca era una continuación natural de las antiguas, principalmente en el terreno de la cultura. E"ectivamente, 'ierre de :lois a"irmaba/ +o es posible pasar pasa r de d e las tinieblas de la ignorancia ignora ncia a la lu de la ciencia si no se releen releen con amor siempre siempre creciente creciente las obras de los antiguos" antiguos" 8*ué ladren los perros, y gru:an los cerdos9 +o de&aré por ello de ser el sectario s ectario de los antiguos" Para ellos serán todos mis cuidados y cada día el amanecer me encontrará estudiándolos"
En la actualidad ha quedado establecido que los medievales leyeron y releyeron a Aristóteles, a 'linio el Die&o, Die&o, a Lvidio, a Nirgilio, Nirgilio, a los apócri"os apócr i"os cristianos, a los herm#ticos y a los narradores, historiadores historiadores y geógra"os de la AntigWeda AntigWedad, d, y conviene conviene recordar la bella evocación de N.PF. N.PF. Debidour que estudiaba los or!genes del bestiario be stiario del arte medieval/ Para e4plicar un determinado detalle en un capitel rosellonés, una arqui!olta santongesa o un medallón normando nos !emos remitidos de las #ábulas de Esopo al libro de >onás o de Eequiel, de las miniaturas irlandesas del siglo DII a los mar#iles biantinos, de las monedas galorromanas a los te&idos sasánidas, del arte copto al arte sumerio5 Esta #iliación directa de temas y de imágenes más allá de las distancias aparentemente in#ranqueabl in#ranqueables es de tiempo tiempo y el espacio, la presencia presencia del águila de Aanímedes Aanímedes en un capitel capitel
de Déelay, los recuerdos recuerdos de la es#inge egipcia, de /annés, el diospe de Caldea5 tienen algo conmo!edor cuando se los descubre hasta en las más apartadas aldeas de la campi:a #rancesa5
Desde luego, algo conmovedor, conmovedor, pero tambi#n algo signi"icativo/ signi"icativo/ los conocimientos conocimientos simbólicos de los escultores eran realmente inmensos, proced!an de un estudio a "ondo de las tradiciones sagradas. C :ernard de 7hartres nos da el 0porqu#2 de esta cuestión. Dec!a/ -omos unos enanos encaramados sobre los hombros de unos gigantes" %sí !emos más le&os que ellos, no porque nuestra nuestra mirada sea más aguda o porque porque seamos más altos, sino porque ellos nos lle!an en el aire ele!ándonos sobre toda su gigantesca estatura"
A esta humildad, la Edad &edia añad!a un aut#ntico conocimiento del principal lugar de origen de las riquezas simbólicas. Al hablar de los Fermanos du &ontPDieu, el cisterciense cisterciense Kuillaume Kuillaume de aintP;hierry aintP;hierry a"irma que aportan aportan a las tinieblas tinieblas de Lccidente Lccidente la luz de Lriente y la "rialdad de las celdas y el "ervor religioso del antiguo Egipto. A"irmación tan clara como inesperada, modulada sobre la onda portadora de un 0Lriente2, que no es tan sólo un punto cardinal, sino tambi#n la "uente del 7onocimiento. &6s asombrosa aún y tambi#n m6s e%acta, es la opinión de Daniel de &orley/ *ue nadie se conturbe si al tratar de la creación del mundo, in!oco el testimonio, no de los Padres de la Iglesia, sino de los #ilóso#os #ilóso#os paganos paganos ya que, aun cuando éstos no #iguren entre los #ieles, algunas de sus palabras desbordantes de #e deben incorporarse a nuestra ense:ana" % nosotros también, también, que hemos sido místicamente liberados de Egipto, el -e:or nos ha ordenado ordenado despo&a despo&arr a los egipcios egipcios de sus tesoros tesoros para enriquec enriquecer er a los hebreos" %sí, pues, despo&emos de acuerdo con el mandamiento mandamiento del -e:or y con su ayuda a los #ilóso#os #ilóso#os paganos de su sabiduría sabiduría y de su elocuencia, elocuencia, despo&emos a esos in#ieles in#ieles de tal manera que con sus despo&os nos enriquecamos en la #idelidad"
Despojar a los egipcios de sus tesoros. @7ómo traducir m6s "ielmente una "iliación espiritual que no se sumerge en la pasividad de un respeto inútil, sino que asimila y prolonga una sabidur!aB s abidur!aB 7reemos haber demostrado que Daniel Dan iel de &orley no pronunciaba palabras sin sentido. Kracias al retroceso en el tiempo, sabemos que en los tiempos tolemaicos tolemaicos de Egipto se encuentran encuentran las ideas que los medievales consignaron consignaron en sus libros herm#ticos. >econocemos los decanos de la astrolog!a egipcia en los capiteles rom6nicos y podemos atribuir a buen número de temas iconogr6"icos de la Edad &edia su aut#ntica paternidad. @E%isten @E%isten pruebas concretas concretas de la penetración penetración del simbolismo simbolismo egipcio egipcio en el universo medievalB medievalB $as investigacio investigaciones nes m6s recientes recientes permiten permiten responder responder a"irmativame a"irmativamente. nte. 'ueden
descubrirse modelos e intermediarios en las joyas, en los manuscritos, los mar"iles y los teji tejido doss lleg llegado adoss de Egip Egipto to.. $os $os prime primero ross objet objetos os crist cristia iano noss no ocul oculta tann su origen origen.. &ercaderes y artesanos orientales introdujeron temas y procedimientos de "abricación y no dejaron de integrar en su bagaje el simbolismo. >e"le%ionemos sobre este !n"imo detalle, sin embargo muy caracter!stico. En los papiros egipcios, los primeros jerogl!"icos de un cap!tulo aparecen pintados con tinta encarnada. En los libros litúrgicos cristianos se observa la misma pr6ctica, de ah! el t#rmino 0rúbricas2, es decir, 0los encarnados2. $os contactos entre Egipto y Europa aparecen patentes a partir del año 4 antes de esucristo esucristo y nada atestigua atestigua que no se produjeran produjeran con anterioridad. anterioridad. Fubo un 0intercambio 0intercambio22 de sabios, poetas y economistas que nos resulta di"!cil imaginar. Facia el año ) despu#s de esucristo, unas relaciones muy "irmes un!an las escuelas clericales de Alemania y los artesanos egipcioPbizantinosJ los primeros reconstitu!an la espiritualidad de Lccidente y los segundos les o"rec!an sus creaciones art!sticas. Durante el per!odo comprendido entre el sigl sigloo NO y NOO, NOO, subsi subsist stie iero ronn las las relaci relacione oness entr entree 3ranci 3ranciaa y Lrie Lrient nte. e. $os $os escri escrito tores res medievales y, de un modo especial Kregorio de ;ours, se han re"erido con "recuencia a los orientales bajo el t#rmino gen#rico de 0sirios2, en especial a los establecidos en diversas ciudades "rancesas. an erónimo, que murió en el año =4, ya e%clamaba/ 0Q$os sirios est6n por doquierR2 En la primera parte de este cap!tulo hemos elegido unos aspectos espirituales o simbólicos simbólicos de la civilizaci civilización ón egipcia con el "in de seguir su evolución hasta la cristiandad. cristiandad. Adoptemos Adoptemos la postura inversa y elijamos elijamos aspectos de la Edad &edia conocidos conocidos por todos a "in de comprobar su ascendencia. $os medievales, al construir un edi"icio, hac!an 0remplazos2, es decir, utilizaban los elementos esenciales de los monumentos antiguos. 'or regla general, los colocaban en los cimientos, asegurando de esta manera la perennidad de una idea simbólica, sin escandalizar la mentalidad religiosa de su #poca. En una sepultura subterr6nea de la catedral de Kazas, en la Kironda, se descubrieron dos "igurillas egipcias ocultas en el interior de un bloque. En consecuencia, en el plano arquitectónico, la Edad &edia respetó la tradición de los maestros de obra "araónicos. i dirigimos nuestra atención hacia la escultura, abundan los ejemplos. >e"ir6monos a una representació representaciónn corriente, corriente, la de esucristo rodeado de los cuatro evangelistas. evangelistas. A estos últimos se los designa con un s!mbolo que les es propio/ A san $ucas le corresponde el toro, a san &at!as el 6ngel, a san &arcos el león y a san uan el 6guila. e trata de una trasposición de los cuatro hijos de Forus protegiendo al hombre divinizado. En las antiguas iglesias cristianas de Lriente &edio, los evangelistas segu!an teniendo "ormas animales. Dos motivos que con mayor "recuencia aparecen en los t!mpanos de los "rontispicios son el juicio de las almas y la pesada de san &iguel. &iguel. En las viñetas viñetas que ilustran los Libros los Libros de los 3uertos, 3uertos, ;hot utilizaba ya la balanza del juicio con el "in de comprobar si el corazón del hombre hab!a realizado per"ectamente su "unción. En Egipto y en la Edad &edia, los elegidos est6n situados a la derecha y los r#probos a la izquierda.
$a Edad &edia ha cristianizado a varias diosas egipcias santi"ic6ndolas. egún el historiador del pueblo jud!o 3lavio ose"o, ;ermutis salvó a &ois#s de las aguas. $os medievales la hicieron santa esculpi#ndola en piedra. esucristo, el maestro de los santos, llegó incluso a ser comparado a un escarabajo, s!mbolo egipcio del sol naciente de la conciencia y de sus incesantes trans"ormaciones. an Ambrosio, arzobispo de &il6n, cita a esús como 0el buen escarabajo escarabajo que desarrolló desarrolló ante #l la masa, hasta entonces in"orme, de nuestros cuerpos2. El simbolismo animal de las #pocas rom6nicas y góticas se debe a una amplia sugerencia sugerencia del simbolismo simbolismo egipcio que hac!a intervenir intervenir a los animales en mitos y cuentos. cuentos. Estas "6bulas "ueron adaptadas a su vez por los griegos, de manera especial por Esopo, y llegaron hasta los cuentos populares "ranceses y las novelas de la Edad &edia. 'or ejemplo, @se sabe acaso que la lucha del malicioso malicioso >enart (raposo- con su t!o Csengrin Csengrin (nombre del lobo en el omán el omán de enart - es una transposición del combate entre Forus y et que se disputaban el dominio de la tierra de EgiptoB $os leones y las es"inges de san uan de $etr6n est6n situados delante de las puertas del templo, al igual que en Egipto. ;ambi#n pueden verse en #lestat o Embrun. >ecordemos tambi#n el motivo de los tres peces agrupados "ormando tri6ngulo que aparece dibujado sobre una cer6mica egipcia y que el maestro de obra, Nillard de Fonnecourt reprodujo en su carnet de croquis.
i nos re"erimos a la categor!a de los objetos rituales, se comprueba que el b6culo pastoral de los obispos es una un a traducción traducc ión del 0cetroPheSa2 de los "araones, que serv!a ser v!a para coger la 0pasta humana2 y convertirla en levadura. $os grandes abanicos de plumas de avestruz, que en la 7orte ponti"icia se utilizan en determinadas ceremonias, aparecen en los bajorrelieves de templos para ilustrar la regeneración regener ación periódica del rey de Egipto. $a arquitectura, la escultura y los objetos rituales de la Edad &edia son tres terrenos en los que aparece vigorosa la posteridad del Omperio "araónico. Ontentemos un último sondeo en una 0materia2 dotada de un mayor dinamismo, la de los grupos humanos, dirigiendo nuestra mirada hacia dos comunidades muy distintas/ los monjes y los goliardos.
$os monasterios desempeñaron una "unción esencial en la elaboración del simbolismo medieval. Ahora bien, Egipto les "acilitó múltiples aspectos de sus reglas de vida. an erónimo visitó la tierra de los "araones y descubrió que en ella se enseñaba la aut#ntica "e. En la biblioteca de 7luny se conservaba una vida de los 'adres egipcios y dos hombres que "ueron consejeros respetados con ocasión del establecimiento de comunidades monacales en Lccidente ostentaban unos nombres caracter!sticos/ 'achome, o sea, 0el sacerdote del dios 7hem2 y Forseisis 0Forus el hijo de Osis2. ?n e%traño 0an Iilo2 completa este conjunto. En cuanto a los goliardos, se trataba de una agrupación que "loreció en la bella #poca de las universidades medievales. u naturaleza se encuentra aún bastante mal de"inida/ @c!rculo de hermetistas que se ocultaban tras unas chanzasB @imple asociación de estudiantes estudiantes pobresB A pesar de esta incertidumbre, incertidumbre, en sus escritos se atisban atisban pensamientos de un indiscutible alcance espiritual/ La +oblea del 6ombre, es el espíritu, imagen de la di!inidad" La +oblea del 6ombre es el lengua&e ilustre de las !irtudes, el dominio de sí mismo, el acceso de los humildes a las dignidades"
?no de sus poemas aconseja que cada uno 0haga un d!a "eliz2. Este giro po#tico se e%presa de la misma manera en los Cantos de arpistas arpistas del del Antiguo OmperioJ tanto en uno como en otro caso, hace alusión a la plenitud de una jornada vivida de acuerdo con los ritos. El gozo del 0d!a "eliz2 es el del corazón digno de Dios. $os dos polos e%tremos de la ciudad medieval, los monjes y los goliardos, transmiten valores en los que se descubren los ecos del pa!s de los "araones. ?n último detalle nos o"recer6 una especie de s!ntesis. El egiptólogo 'hilippe Derch De rchai ainn ha demo demost strad radoo la rigur rigurosa osa conco concorda rdanci nciaa de "orma "orma y de senti sentido do entr entree un unaa "iguración de la puerta en bronce de la catedral de Knesen, en 'olonia, y una representación del templo egipcio egipcio de Dendera/ Dendera/ se trata de la muerte y resurrección resurrección de Lsiris. El dios yace sobre un lecho, cerca de un 6rbol que simboliza el eje de la vida, mientras que un p6jaro, el ba "araónico, ba "araónico, simboliza al alma. @'or qu# e%traños caminos una escena "undamental de los misterios de Egipto se ha desplazado hasta ese lejano pa!s de EuropaB ;anto si nos dirigimos desde Egipto hacia la Edad &edia como de la Edad &edia a Egip Egipto to,, la concl conclusi usión ón nos nos parec parecee evid evident ente. e. 'ara 'ara inte interp rpret retar ar las las "igur "iguras as escul esculpi pida dass medievales es con "recuencia indispensable re"erirse al simbolismo de los "araones. El número de sus supervivencias en el 7ristianismo en general y en el arte de las catedrales en
particular, resulta ya impresionante, impresionan te, aunque el inventario apenas haya comenzado. comen zado. A la luz de este nuevo dato, cabe esperar una visión distinta de lo que hoy d!a se llama la cristiandad. i el arte arte occi occide dent ntal al trazó trazó una una curva curva radia radiant ntee desde desde las las pir6 pir6mi mides des hast hastaa las las cate catedr dral ales es,, tamb tambi# i#nn se debe debe a dos dos pode podere ress comp comple leme ment ntar ario ios/ s/ la trad tradic ició iónn de los los constructores y el sentido de los viajes. in ellos, la migración de los s!mbolos antiguos hubiera sido de corta duración. $os constructores de catedrales eran hijos de una comunidad que se remontaba hasta los tiempos de los "araones a un t!tulo/ triple/ simbólico, humano y t#cnico. imbólico por haberse conservado conservado id#nticos en el esp!ritu esp!ritu los ritos de iniciación. iniciación. El 0je"e de los trabajos2 trabajos2 del rey de Egipto y el maestro de la Lbra del rey de 3rancia hubieran podido entablar un di6logo sin la menor di"icultad, sobre el pro"undo signi"icado de su trabajo. Fumano, porque los constructores han vivido en todas las #pocas una c6lida "raternidad mantenida por la e%periencia colectivaJ tambi#n se encontraban tan unidos como los dedos de una mano. C, por último, t#cnico porque los secretos del o"icio se han transmitido de generación en generación con un rigor jam6s desmentido. 'ierr 'ierree Kilb Kilbert ert,, al demo demost stra rarr los los or!ge or!gene ness egipci egipcios os de tres tres órden órdenes es grieg griegos os de arquitectura, el jónico, el dórico y el corintio, estableció de una "orma paralela una convincente "iliación/ las bóvedas estrelladas de nuestras catedrales derivan de los techos estrellados de determinados templos griegos y #stos se inspiran en la bóveda estelar que puede verse en el interior de las pir6mides del Antiguo Omperio. 7uando el cuerpo del "araón "araón Djes Djeser er se coloc colocab abaa en su pir6m pir6mid idee escal escalona onada da de aqqa aqqara rah, h, el rey rey resuc resucit itóó ascendiendo al cielo donde se convirtió en una brillante estrella entre las constelaciones. i se desea una prueba tangible y 0mensurable2 de las transmisiones artesanales, bastar6 con estudiar las proporciones prop orciones de los templos egipcios, de los griegos, de las iglesias bizantinas y de las catedrales cristianas. En todos ellos nos encontraremos con la ley del Iúmero ^ureo y comprobaremos la presencia de la 'roporción Divina que hace de cada edi"icio un gran cuerpo viviente. Ondudablemente, se trata de la perpetuación de unos secretos t#cnicos, pero ante todo es una a"irmación de la grandeza del hombreParquitecto que ha de o"recer el templo, la obra m6s hermosa, al 0&aestro m6s Alto2 según la "órmula medieval. El momento m6s importante de la aventura civilizadora es aqu#l en que el arte artesa sano no,, apli aplica cand ndoo con con escr escrup upul ulos osid idad ad las las regl reglas as del del arte arte real real apre aprend ndid idoo en las las hermandades, trans"orma la piedra natural en piedra 0cultural2, en piedra que habla. 'or su gesto, el ;emplo se convierte en Nida, el pequeño mundo de los hombres se modela a semejanza del ?niverso, la e%periencia cotidiana adquiere un sentido. En las obras cl6sicas consagradas al arte _ de la Edad &edia no se habla para nada embargo, son los herederos directos de la gran de los 7ompagnons du ;our de 3rance" 3rance" -in embargo, cadena de maestros de obra y siguen construyendo como lo hac!an sus antepasados. A ejemplo de las hermandades medievales, las asociaciones de gremios a las que tambi#n se deben los mayores puentes, los castillos y las proezas t#cnicas como la torre Ei""el, o"recen a sus aprendices una enseñanza completa y una "ormación que no echa en olvido ningún
aspecto de la mano y el esp!ritu. 7reo ver a esos lejanos antepasados declaraba $aPKait#PdePNillebois, $aPKait#PdePNillebois, co"rade tallista de piedra de la 7ayenne de $yon porque nosotros, los compañeros del gremio de la piedra, , somos los hijos espirituales espirituales de esos gigantes, creo verlos en el atardecer atardecer de una de esas victorias sobre la materia inmóvil, sin gestos vanos, sin discursos ni charangas, pero con una llama orgullosa en sus ojos mientras contemplaban su obra y suplicaban a los dioses "uerzas para hacerlo aún mejor. C prosegu!a/ Al tallar la piedra, un poco de d e nuestra alma pasa a la materia y le insu"la una vida oculta. Acariciando un d!a el puente sobre el Kard, como quien coge por los hombros a un padre venerado, el gremial tallista de piedras le dec!a en voz muy queda/ Estoy aqu! para sucederte, para continuarte. Antaño, los compañeros de gremio pasaban libremente de un pa!s a otro en una Europa en la que aún no se hab!an establecido "ronteras. e han descubierto m6s de nueve mil signos lapidarios sobre los edi"icios de la Edad &edia, y este número se encuentra muy por debajo de la realidad. $os gremiales grababan grabab an sobre la piedra esas marcas cuyo misterio aún no ha sido elucidado. e limitan, con e%cesiva "recuencia, a cali"icarlos de 0marcas de destajistas2 cuando en realidad revelan las claves geom#tricas que se aplicaban a la construcción de las catedrales. ?na an#cdota pone de relieve las cualidades de los gremiales contempor6neos. $ouis Killet, encargado de la conservación de la abad!a de 7ha6lis, asistió al desprendimiento del caballete de una bóveda en una capilla del siglo MOO. A"ortunadamente, la cat6stro"e se detuvo en aquel punto y el resto de la bóveda resistió. Entonces, Killet recurrió a un 0albañil de la región2. Ante su enorme sorpresa, el artesano utilizó las mismas herramientas que sus hermanos medievales y con la misma serenidad reparó los destrozos. Killet concluyó a"irmando que el accidente no le sorprendió m6s de lo que le desconcertó el remedio.
$a tradición del gremio nos ha legado un monumento la e%presión no es e%cesiva debido a las dimensiones de la obra que da testimonio de sus ascendencias y de su "idelidad a la arquitectura egipcia. e trata del libro titulado $e titulado $e la arquitectura natural , del maest maestro ro de obra obra 'etr 'etrus us ;alem alemari arianu anus. s. De Detr tr6s 6s de esta esta enigm enigm6t 6tic icaa "irm "irmaa se ocul oculta ta
probablemente una colectividad. ?tilizando los mensajes de sus predecesores, predeces ores, 'etrus partió a la búsqueda de la 0palabra secreta2 que diera la verdad a todas las cosas. De paso comprueba la naturaleza común de todos los templos con diagramas geom#tricos. $a e%periencia de los gremiales reside en dos virtudes/ la independencia y la libertad. $a independencia porque constituyeron, en el seno de cada civilización, una especie de Estado dentro del Estado, protegida sucesivamente por los "araones, los/ 'apas, los emperadores y los reyes. 7olbert prohibió las reuniones de gremiales que o"rec!an una ocasión para "omentar conjuras contra el poder. u decisión resultó inoperante. $as dos guerras mundiales diezmaron las "ilas de los gremiales. Ltras asociaciones obreras en las que el s!mbolo no desempeña "unción alguna intentaron derribarlos. 'ero hoy como ayer los gremiales constructores triun"an d# los m6s di"!ciles obst6culos. ;ratan de crear hombres libres que practican un o"icio que diviniza. A los gremiales habr6 que acudir en busca de la "uente del arte aut#ntico del mañana, ya que ellos han preservado los valores intangibles del arte egipcio y del arte medieval. A los numerosos viajes de los constructores se añadieron los de los eclesi6sticos y los sabios. $os relatos de peregrinajes emprendidos a partir del siglo OOO de nuestra era demuestran que los occidentales, con ocasión de los contactos con el 7ercano Lriente, trataron de conocer otras tradiciones y otras espiritualidades. En los primeros tiempos los viajeros "ueron, en su mayor!a, hombres de Oglesia y su comportamiento tradujo una voluntad "irme de intercambiar ideas y s!mbolos. Esta actitud alcanza su apogeo en el siglo MOO cuando 'edro el Denerable, Denerable, abad de 7luny, reunió un equipo de eruditos con el "in de llevar a cabo la traducción del 7or6n. an $uis en persona mantuvo "ruct!"eras entrevistas con el jeque AlPC AlPCabal, abal, je"e de los ismaelitas, ismaelitas, que, sin embargo, era su enemigo declarado. En cuanto a los ;emplarios, se preocuparon de mantener relaciones amistosas con sus adversarios y celebraron numerosas reuniones de trabajo simbólico a las que asist!an caballeros cristianos junto a caballeros musulmanes. A la Edad &edia le gusta traducir los hechos por s!mbolos. 'or ello, el sentido del viaje espiritual y material quedó concretado por el personaje del 'reste uan, que, una vez m6s, nos conduce hasta Egipto. Era el rey de las regiones de Etiop!a y de Iubia y dirig!a una secta herm#tica de ra!z egipciocrist egipciocristiana, iana, los nestorianos. nestorianos. En el siglo MOO, el emperador emperador &anuel 7ommeno recibió una carta "irmada por el 'reste uan, y la misma misiva, redactada en lat!n, "ue enviada tambi#n a 3ederico Farbarro&a 3ederico Farbarro&a.. As! se consagraba de una manera o"icial la e%istencia del 'reste uan, encargado de divulgar la luz hasta los con"ines del mundo. u sello provocaba admiración porque representaba la mano de Dios rodeada por un c!rculo de estrellas. es trellas. Esto indica, en t#rminos m6s claros, que la realeza espiritual del 'reste uan, ostentando el nombre del evangelista, puede lograrse gracias a un viaje a trav#s del 7osmos. 'or otra parte, no convendr!a a"errarse de una manera e%clusiva a las precisiones geogr6"i geog r6"icas. cas. El esp!rit esp!rituu mediev medieval al creaba creaba pa!ses pa!ses m!tico m!ticos, s, animal animales es "abulo "abulosos, sos, pueb pueblos los e%traños. Ldorico de 'orderone y ean de &andeville descubren durante sus periplos las enseñanzas que antes que ellos hab!an celebrado 'it6goras, 'latón y Alejandro con ocasión de su viaje a Egipto. $as rutas del cuerpo ten!an menos importancia importancia que las del esp!ritu. esp!ritu. A
trav#s de los viajes permaneció viva la tradición "araónica. De las pir6mides a las catedrales catedrales asistimos a la "ormación "ormación desuna ciencia simbólica simbólica que procuró a la Edad &edia unas bases sólidas. Ese vasto 0repertorio2, salido en su mayor parte de Egipto, @hubiera bastado b astado para desencadenar desencaden ar la epopeya de los siglos MOO y MOOB Io lo creemos. Disponer de inmensas riquezas no es un criterio decisivo. Es necesario organizar!as, engendrar un orden en el que el pensamiento, la acción y el sentimiento se armonicen. 'or esto, la Edad &edia no ha disociado nunca el arte de la ciencia y, por nuestra parte, nos a"erramos a ese estado de 6nimo en e%tremo original. C analiz6ndolo, veremos cómo los constructores se han mantenido "ieles a sus "uentes y cómo han revelado un nuevo genio.
VI. EL ARTE SIN LA CIENCIA NO ES NADA
Cuando Cuando se dice que $ios se paseaba paseaba a mediod mediodía ía por el Paraís Paraísoo y que %dán %dán se ocultó deba&o de un árbol, nadie, a mi &uicio, pone en duda que se trata de unas #iguras retóricas, de una historia aparente que no ha llegado a materialiarse, pero que simbolia unas misteriosas misteriosas !erdades" !erdades" Cuando Caín huyó del rostro rostro de $ios, el lector inteligente inteligente se siente inducido a buscar lo que pueda ser ese rostro rostro de $ios y en qué sentido se puede huir h uir de Gl" H+ecesito a:adir algo -on innumerables los pasa&es en los que, a menos de ser totalmente totalmente obtuso, se siente que buen n1mero n1mero de cosas #ueron #ueron escritas como si hubieran sucedido, pero que en el sentido literal no ocurrieron5 %sí, pues, que todos aquéllos a quienes preocupe la !erdad se inquieten poco por los !ocablos y las palabras, y se preocupen más del sentido que de la e4presión"
Lr!genes ()+5P45=-. $e ()+5P45=-. $e Principiis, Principiis, ON, OOO, ).
@De qu# medio de acceso disponemos para conocer cient!"icamente la Edad &ediaB ;odos odos sabe sabemo moss que que las las escu escult ltur uras as apar aparec ecen en desc descri rita tass y "ech "echad adas as en un unas as ob obra rass especializadas y que se han escrito unos estudios documentados tanto sobre las grandes catedrales como sobre los m6s !n"imos detalles de la or"ebrer!a del siglo MOO. ;odos estos trabajos pertenecen a una misma ciencia, la historia del arte. Iuestra civilización, sin duda porque necesita evadirse de la tecnolog!a, se inclina con avidez sobre el pasado y m6s e%actamente sobre las "ormas art!sticas en las que los antiguos encarnaron su visión del hombre y del ?niverso. $os historiadores de arte han dividido el tiempo en secciones, el arte en estilos y han establecido cómodos mapas para e%plorar los paisajes de antaño. ;al vez demasiado cómodos puesto que "ueron concebidos de acuerdo con unos crite criteri rios os que no corre correspo spond! nd!an an e%act e%actam ament entee a la mane manera ra de ver las las civi civili liza zaci cione oness tradicionales. $a historia del arte medieval, para limitarnos al tema que nos ocupa, reposa en la actualidad sobre dos grandes tendencias. $a primera constituye el estudio e%clusivo de las "ormas, por ejemplo, de la evolución de las bóvedas y los "rontispicios, las di"erencias entre los t!mpanos rom6nicos y los góticos. $a di"erencia se re"iere a los signi"icados de las obras en "unción de los te%tos que les son contempor6neos. i nos ocupamos del 3#ni%, consultamos al bestiario que e%plica la leyenda. A nuestro juicio esta última postura es m6s constructiva, con una salvedad/ el bestiario que nos habla de la hoguera en la que muere y renace el 3#ni% no da ninguna e%plicación e%plicación acerca del ave m!tica representada representada sobre un capitel, capitel, sino que nos habla de otra
imagen simbólica, tan enigm6tica como la imagen de piedra. ;anto si se toma el te%to como la imagen, se comprueba que el mundo visible no tiene m6s inter#s que en "unción del mundo 0invisible2. ;anto el uno como la otra son unas proposiciones que estamos en libertad de rechazar o de emplear para el conocimiento de nosotros mismos. $a mayor!a de los historiadores del arte medieval reconocen esta "unción de enseñanza, pero llegan a una conclusión conclusión radical e%presada, e%presada, entre otros, por $ouis >#au. egún este erudito, la actitud de la Edad &edia era anticient!"ica porque induc!a al hombre a renunciar a toda observación observación objetiva, a todo e%perimento, e%perimento, a todo progreso. Escrib!a Escrib!a que 0la ciencia de la Edad &edia es una muela que gira sin tener nada que moler2. Fe aqu! un juicio que no nos impulsa en absoluto a buscar la belleza de una civilización tan oscurantista. in embargo, junto a la opinión de la historia del arte contempor6neo e%iste otro juicio sobre la propia Edad &edia. El maestro de obra parisiense ean &ignot es quien nos lo indica con una "rase lapidaria/ 0El arte sin la ciencia no es nada.2 @A qu# arte y a qu# ciencia hac!a alusiónB @;en!a en cuenta la tradición antigua que hemos abordado en el cap!tulo anteriorB Ontentemos pro"undizar en el sentido de la m6%ima del maestro de obra. $a ciencia de la Edad &edia y no su saber t#cnico est6 dirigida sobre todo al alma. Lbserva la Iaturaleza para desci"rar los jerogl!"icos y no para con"eccionar manuales de ]oolog!a o de :ot6nica. De cada "enómeno natural e%trae lo que considera indispensable para el desarrollo d esarrollo espiritual del hombre. Io practica pr actica compilaciones co mpilaciones ni disecciones, pero se basa en la ;radición legada por los antiguos a "in de proseguir la divinización de la tierra y de la colectividad humana. in esa divinización, que se encuentra siempre para ser recomenzada, las ciudades sólo ser!an segregaciones de individuos y no re"lejos de la 7iudad santa. $a ciencia medieval es un empirismo noble, no es teórica, que no disocia nunca la mano del esp!ritu. De hecho, ese talante de esp!ritu, que no tenemos derecho a juzgar de acuerdo con la mentalidad cient!"ica que nos es propia, es un arte de vivir. Ahora bien, ese arte de vivir nos "ue transmitido integralmente por el arte a secas. $os constructores y los escultores no eran simples ejecutores que se limitaban a obedecer órdenes. 7iertamente e%ist!a una jerarqu!a y ser!a un craso error cali"icar sin distinción de maestros espirituales a todos los artesanos. $a tesis contraria por la que se les presenta como unos desgraciados ignorantes e%plotados por el clero ser!a igualmente ine%acta. Entre los gremiales constructores, algunos conoc!an el alma humana y el s!mbolo tan a "ondo como los m6s grandes Lbispos. u ciencia art!stica aparece condensada en la "igura del maestro de obra que dibuja el plano del edi"icio y que indica su destino. A imagen suya, el hombre de hoy que trata de "ormarse puede hacer suyas dos m6%imas de un pintor oriental, Fsieh Fo, que dice que el esp!ritu creador debe identi"icarse con el ritmo de la vida cósmica y que el pincel debe e%presar la estructura !ntima de las cosas. El modo de creación art!stica de la Edad &edia reposa sobre unas bases que nos sorpr sorpren ende den. n. Eluci Elucida dando ndo las las m6s m6s dest destac acada adas, s, preci precisar sarem emos os los los prime primeros ros crite criteri rios os 0cient!"icos2 que abren los caminos del pa!s de los capiteles esculpidos. El arte medieval es esencialmente esencialmente tradicional tradicional porque reconoce que el simbolismo simbolismo es una necesidad necesidad natural natural del
hombre. Adem6s, est6 presente en todos los tiempos y todos los lugares. En los tejidos de Lriente, las estelas c#lticas y los sarcó"agos romanos. $os auverneses y los tolosanos identi"icaban los signos del esp!ritu divino que los imagineros segu!an reproduciendo sobre la piedra. $a Edad &edia quiere la universalidad, el h6lito que atraviesa los espacios. Aqu#l que desea la plenitud recuerda que Dios es comparable a una gran 6guila que cubre la tierra entera con sus alas y la contempla con sus millares de ojos. En estas circunstancias, se hace indispensable "ormar un Fombre que sea lo m6s completo posible, un Fombre que tambi#n posea millares de ojos para observar al 7reador. Estos ojos son las obras de arte que nos permiten organizar el pequeño mundo del hombre, hombre, el microco microcosmo, smo, a imagen imagen del gran gran ?nivers ?niverso, o, el macroco macrocosmo. smo. El Arquit Arquitect ectoo supremo de los mundos actúa con la mano del artesano. El arte medieval que obtiene su savia de lo sagrado se apoya sobre unos valores colectivos. Ognora las tentativas estrictamente personales orientadas a la satis"acción del artista individual y considera malsano glori"icar el nombre de este último, su estilo, su vida privada, sus pasiones. pa siones. 7arece 7arec e de importancia saber sab er qui#n q ui#n ha hecho la obra. obr a. $as verdaderas preguntas son/ @cu6l es el objetivo de esta obraB obra B @u# signi"icaB 'ara responder a ellas los medievales no han legado im6genes y leyendas. Este t#rmin t#rminoo provien provienee del lat!n lat!n legenda, legenda, 0lo que debe ser le!do2 y no lo que es irreal. $as leyendas permanecen y las caracter!sticas sentimentales y psicológicas de una #poca se es"uman en el pasado. Ios es imposible pensar e%actamente como el hombre de la Edad &edia, al menos en su relatividad. $as condiciones materiales se han modi"icado, la sensibilidad sensibilidad ha cambiado. cambiado. in embargo, hoy como ayer el arte de vivir depende de nuestra mayor o menor conciencia de la abidur!a Eterna, del sentido de los seres y las cosas que el maestro EcShart evocaba en los siguientes t#rminos/ Es una obra interior que no se encuentra limitada ni absorbida por el tiempo y el espacio" espacio" E4iste algo que es $ios, di!ino di!ino y seme&ante seme&ante a $ios, que no está limitado limitado por el tiempo ni por el espacio" Esta obra se encuentra en todos los lugares y en todos los tiempos igualmente presente, mm obra brilla y resplandece noche y día"
En cada una de las dovelas de la "achada de $aon, la abidur!a Eterna aparece ilustrada ilustrada por una mujer que sostiene dos libros, uno abierto y el otro cerrado. u cabeza se encuentra encuentra en las nubes y sobre su pecho reposa una escala. Abriendo Abriendo el libro hojeamos hojeamos las p6ginas de la 7reación, $os objetos m6s corrientes cor rientes empiezan a hablar. El arado nos no s incita a labrar nuestra tierra interior para poder plantar la semilla de la primavera y la hoz nos incita a separar lo esencial de lo super"icial. Al cerrar el libro nos 0recogemos2 en el sentido primero de la palabra, reunimos lo que parec!a disperso. disper so. $a escala pone en comunicación lo m6s alto con lo m6s bajo, establece una relación entre la nube y la gleba. $a escala atraviesa igualmente el tiempo y une la sabidur!a medieval con las sabidur!as antiguas, como ya hemos visto en el cap!tulo anterior. 7uando nos re"erimos a
Egipto para estudiar un s!mbolo medieval, no pensamos que haya e%istido obligadamente pr#stamo o transmisión literal. ?n deseo similar nos induce al mismo viaje, los senderos se encuentran en la cumbre de la montaña. ;odav!a est6 por escribir una historia del arte que trate de la :úsqueda de la vida a trav#s de las "ormas art!sticas. El arte de la Edad &edia constituye un cap!tulo porque ha logrado que trascienda la religión de su #poca. En e"ecto, un maridaje aut#ntico entre la sabidur!a y la "e no deja sitio para con"licto alguno entre la sabidur!a y la "eJ ambas e%presiones se codean sin molestarse e incluso en algunos casos se re"uerzan. 7uando en N#zelay un hebreo mata al hijo del "araón, se nos o"rece el m6s vasto horizonte de interpretaciones. 7omo hombres de Fistoria, consideramos que se trata del momento en que el pueblo hebreo adquiere su indepen independenc dencia ia en relaci relación ón con la civili civilizac zación ión egipci egipciaJ aJ como como hombres hombres religio religiosos, sos, la prolongación de una "e en otra, y como hombres tradicionales, el s!mbolo del asesinato del antepasado que el disc!pulo logra 0matar2, es decir, superar para hacer suya la enseñanza recibida.
El gran arte, #se con el que cada uno pone de mani"iesto su genio, es la buena manera de hacer las cosas. egún la ;radición, el arte no es una actividad reservada a algunosJ nos enseña a reinar sobre nuestra e%istencia. ?na vida sin arte est6 desprovista de sentido. C asimismo asimismo la m6s humilde humilde capilla construida construida según la 'roporción 'roporción Divina no es un 0objeto2 cultural, sino un mensaje global gracias al cual podemos construir nuestro templo interior. El alimento del arte de vivir es el s!mbolo que trans"igura la 0materia2 humana y la piedra del camino. En la Edad &edia toda "orma est6 vivi"icada por el esp!ritu, según
escrib!a Emile &ale. $os doctores medievales hablaban a menudo de los ojos del alma capaces de leer con plena conciencia la naturaleza universal de la que las im6genes en piedra son otras tantas letras y las catedrales otras tantas p6ginas. As!, pues, el problema consiste consiste en saber de qu# manera los constructores constructores utilizaban utilizaban una ciencia ciencia art!stica capaz de unir sin mezclarlos al ?niverso, el hombre y la tierra. 'or lo tanto, vamos a e%aminar tres temas/ los criterios del arte medieval, las caracte caracter!st r!stica icass del artesan artesanoo y las posibi posibili lidade dadess de asimil asimilar ar los valore valoress que hayamos hayamos desprendido. El primer deber del arte tradicional es enseñar sin darse respiro, pero esta enseñanza no es escolar. Est6 "ormada de proposiciones simbólicas, de interpretaciones del mundo que se supe superp rpon onen en sin sin cont contra rade deci cirs rse, e, de temp templo loss y escu escult ltur uras as qu quee se comp comple leta tan. n. Es relativamente absurdo juzgar estos monumentos con un esp!ritu de competición y decir, por ejemplo, que 7hartres es m6s bella que Ioyon o que los 7ristos de Auvernia est6n m6s logrados que los de TlePdeP3rance. emejante punto de vista arroja el arte medieval a las tinieblas de la vanidad de artistas inconscientes contra la que tanto han luchado los maestros maestros de obra. Io es el hombre quien ha de brillar y enseñar, sino la $uz que hay en #l. El abate Kodard aintPean e%clamaba/ $a Edad &edia se hace tenebrosa cuando la contemplamos a trav#s de la noche que nosotros mismos hemos hecho. El corolario de la enseñanza as! concebida es la sacralización de la vida. $a cr!tica de arte estima que el gran m#rito de 'icasso "ue el de desacralizar el arte de una vez por todas y liberarlo de sus cadenas ancestrales. El arte medieval, es decir, la visión de toda una civilización y no la arbitrariedad de un individuo, alentaba por el contrario el deseo de hacer sagrada la parcela de realidad m6s !n"ima respetando las reglas de la tradición simbólica. e encuentra tan distante de la vanidad como de la "alsa modestia y quiere dar a todos la ocasión de conocer al 7reador y su creación desde el interior. $a impresión sensorial o sentimental que se siente ante una obra de arte sólo concierne al individuo y a #l únicamente y no abre nuevos horizontes. 'or el contrario, el s!mbolo "orma la intuición directa y le desbroza un camino entre los hilos entrecruzados de la Iaturaleza que pone a prueba lo que creemos saber. i el carpintero no aplica las reglas de la armon!a en la construcción de una mesa, su obra no perdurar6. Enseñ Enseñan anza za y sacra sacrali liza zaci ción ón indu induce cenn a los los arte artesa sanos nos a conc concebi ebirr uno unoss motiv motivos os ejemplares, unos modelos que nos invitan a imitar o a rechazar su in"luencia. 7uando nos encontramos encontramos con un perro o un licornio, licornio, no se trata del perro de un burgu#s de anlis o del licornio de 'icard!a, sino del perro o del licornio simbólicos que corresponden a unas cualidades humanas. El carpintero que trabaja noche y d!a en un capitel del udPLuest no es un obrero del siglo MOO, sino el carpintero primitivo que nos invita a tallar la madera de la redención. El santo, el h#roe, el campesino simbolizan etapas hacia el Fombre eternoJ constituyen otras tantas luminarias que alumbran el camino de la vida en esp!ritu. El arte de la Edad &edia nos aconseja que el hombre realice su propia naturaleza en
la que podr6 re"lejarse lo divino. Entonces adquiere el rostro impasible de las estatuasP columnas, sus movimientos se convierten en las volutas a#reas de los pro"etas de Lccitania, su marcha hacia delante es tan con"iada como la de los peregrinos de Autun. El arte as! 0concebido2 es un encarnizado seguimiento de cuanto es vital y eterno. As! se impone un nuevo criterio. El estilo es secundario en relación con los temas iconogr6"icos. En su carnet de dibujos el maestro de obra Nillard de Fonnecourt no e%plica sus pre"erencias por una l!nea m6s o menos quebrada, sino que reproduce al león, el sol y el hombre orando porque esos temas tienen un sentido simbólico y ser6n actuales a lo largo de toda la aventura humana. $a iconogra"!a permanece, el estilo var!a. $a imagen, m6s que la idea abstracta, permite abrir las primeras puertas de la espiritualidad y avanzar en el misterio, semejante 0al hombre que, según &aese EcShart, quisiera hacerse capaz de la Nerdad suprema y vivir sin preocuparse del pasado o del porvenir, absolutamente libre en el instante instante presente, recibiendo de nuevo los dones de Dios y haci#ndolos renacer libremente libremente en la misma luz2. Dentro de un marco tan estricto, @dónde sitúan los medievales el sentido est#tico que nuestro cr!tico cr!tico de arte coloca en el pin6culoB pin6culoB $a Edad &edia no aprecia en absoluto lo que nosotros llamamos el 0gusto2, ese juicio vago que nos induce a decretar que determinada obra es bella y que tal otra no lo es. ;al vez preve!a que el 0gran gusto2 de la #poca cl6sica contribuir!a a destruir las catedrales denominadas 0b6rbaras2 y a degradar esculturas indignas de un humanismo re"inado. 7omo observa ean Kimpel, 0la verdad es que, para la gran mayor!a de los hombres de la Edad &edia, e%iste entre obra maestra y obra maestra una di"erencia de grado, pero no de naturaleza. $a idea de que e%iste un hiato entre el obrero y el artista artista (en el sentido moderno- no surge pr6cticamente pr6cticamente hasta el >enacimiento >enacimiento y entonces la e%presan intelectuales que juzgan, clasi"ican, jerarquizan desde "uera un tipo de actividad manual que les es completamente ajeno. $os escritores del >enacimiento son los que por primera vez en la Fistoria elogiar6n los m#ritos personales de los escultores y de los pintores. De ello resulta una dei"icación abusiva de la que nosotros su"rimos aún hoy las consecuencias2. El esp!ritu medieval no alaba al artista, glori"ica la obra porque sólo ella puede hacer irradiar una belleza inmaterial, una u na belleza de la que qu e tanta necesidad tenemos para vencer la m6s perniciosa de las opresiones, o presiones, una e%istencia privada de arte. ar te. En vez de aislarse aislarse en un taller cerrado con siete cerrojos cerrojos y dedicarse dedicarse a desarrollar desarrollar su 0gust 0gu sto2, o2, el arti artist staa medie medieva vall e%pl e%plora ora sin sin cesar cesar lo real. real. Esta Esta búsque búsqueda da tiene tiene como como consecuencia, precisamente la :elleza, que no est6 lo m6s m!nimo relacionada con la satis"acción est#tica. $a obra es bella cuando es justa y traduce la abidur!a sin traicionarla, según los "ilóso"os de la Edad &edia. $os maestros de obra buscan, en primer lugar, el a:adidura. i la vista se reino del esp!ritu, porque la belleza de la "orma se les da por a:adidura. muestra gozosa al contemplar un capitel rom6nico se debe a que #ste es el eco de una verdad interior que la mirada ya pose!a, pero de la que aún no hab!a tomado conciencia. omos el 3#ni% que se regenera por s! mismo despu#s de haber sido puri"icado por el "uego, pero lo ignor6bamos hasta haber entablado el di6logo con el 3#ni% de Ioyon o con el de &etz.
El arte de la Edad &edia alcanza la belleza porque es "undamentalmente útil. En todos los niveles se traduce mediante unas "unciones/ el arbotante concreta la idea de "uerza a#rea, el 7risto en gloria la de lo divino y la catedral entera la de la enseñanza. C alcanzando aún una pro"undidad mayor el artesano es un hombre en "unción. Io le interesan en absoluto los sentimientos pasajeros, pre"iere transmitir una sabidur!a útil a sus semejan semejantes tes.. $as "iguras "iguras de piedra piedra no represe representa ntann escenas escenas costumb costumbrist ristas as o diverti divertidas das an#cdotas. $as epopeyas rom6nicas y góticas no constituyeron modas e"!meras porque los constructores constructores no impon!an sus impresiones personales personales en los t!mpanos t!mpanos o en las arquivoltas arquivoltas de los los "ront "rontis ispi pici ciosJ osJ en cada cada mome moment ntoo daban daban vesti vestidur duras as de pied piedra ra al pensa pensami mient entoo consciente, consciente, una indumentaria de claridades al 7onocimiento 7onocimiento que atravesaba atravesaba el "iltro "iltro de las
vidrieras. 7omo a"irmaba Andrae sin ambages/ La tarea del arte consiste en captar la !erdad primordial, hacer audible lo inaudible, enunciar el !erbo primordial, reproducir las imágenes primordiales5 o bien no es arte"
C como la arquitectura, la escultura y la pintura de la Edad &edia tienen una "unción utilitaria, destinada a hacemos percibir mejor el sentido de nuestra vida, se compre comprend nder6 er6 "6cil "6cilme ment ntee que que la "ant "antas! as!aa indi indivi vidua duall no desem desempeñ peñaa ningú ningúnn pape papel. l. C considerando que el objeto y la materia contienen verdades cuya ignorancia nos conducir!a a la muerte del alma era preciso que los artesanos esos grandes sacerdotes de la idea justa encarnada en la "orma justa, conocieran per"ectamente la ciencia de las ciencias, la de la espiritualidad vivida de una manera art!stica y sentida en todas las "ibras de la carne. :elleza y utilidad son las virtudes de un arte basado en gestos esenciales. El artesano que las adopta hace m6s serena su vida. En el momento en que el carpintero realiza su obra maestra se convierte en el canal por el que circula la corriente vital. A trav#s de su mano actúa la mano divina. Adem6s, trabaja con una materia en v!as de divinización a "in de hacer inteligible al espectador la luz oculta en madera en bruto o en la piedra sin desbastar. ?na vez establecidas estas caracter!sticas de la ciencia art!stica de la Edad &edia subsiste un interrogante. @7ómo di"erenciar el arte pro"ano del arte sagradoB $a historia del arte, al divinizar el estudio de las "ormas art!sticas según categor!as como la escultura, la ornamentación, la pintura, etc., nos aporta un vocabulario bastante arti"icial enmascarando una realidad importante. Entre la iglesia, el capitel, el coro y los herrajes e%iste una unidad total de intención, una corriente simbólica coherente que se diversi"ica a ejemplo de Dios revisti#ndose con los innumerables aspectos de la Iaturaleza. 'or esto es ine%acto emplear el t#rmino de ornamento, es decir, representación arbitraria desprovisto de signi"icado, a propósito de las creaciones medievales. $as escenas llamadas 0"amiliares2 o 0pro"anas2 tienen, en la mayor!a de los casos, un contenido esot#rico o religioso. $a imagen esculpida del padre de "amilia poniendo orden en sus dominios en virtud de las leyes ancestrales es la r#plica per"ecta del monarca que organiza el reino de acuerdo con los preceptos de la 7orte celeste. $a vida cotidiana es una proyección de la vida divina. En un arte tradicional como lo es el de la Edad &edia no tiene cabida el mundo pro"ano y de ornamento gratuito. Actividades humanas, animales, "lores, elementos geom#tricos son otras tantas "uentes de vida donde se acude a mitigar la sed. El artesano ilustra ilustra cada uno de los aspectos de la Iaturaleza Iaturaleza cuando le da un valor de ejemplaridad. ejemplaridad. El >enacimiento >enacimiento se "ija en el terreno de las anatom!as, anatom!as, porque no conoce nada m6s noble que la apariencia de los cuerpos y da de lado a la aut#ntica nobleza de la materia que es una llamada tangible hacia lo sagrado. El artesano de la Edad &edia no buscaba la originalidad, el rutilante intelectual y el esc6ndalo, no sucumb!a a sus pasiones de "orma sistem6tica con el prete%to de con"erir en sus obras un seudovigor. ab!a, por e%periencia, que la ciencia simbólica contiene los secretos de la vida y "a aplicaba con el m6%imo rigor. $e era
absolutamente desconocida la idea de un ornamento gratuito, puramente est#tico. El artesano no inventa. El inventar se reduce a utilizar la habilidad mental sin desarrollar la inteligencia sensible. Descubre los modelos de sus obras en las es"eras celestes en las que est6n inscritos desde la eternidad. C como tales es"eras se encuentran en el interior del hombre, el operador medieval que sigue el camino del arte, comienza por conocerse a s! mismo. El maestro del joven escultor le aconseja que no siga tan sólo su "antas!a y que no divulgue sus sensaciones que, a "in de cuentas, sólo a #l conciernen. ;rabajando, tendr6 que dar vida a unas verdades de orden espiritual que permitir6n a los dem6s pensar y per"eccionarse. $a pintura, por ejemplo, es un arte que enseña las verdades de la religión a los que no saben leer, según a"irmaban en )H55 los estatutos de los pintores de iena. $os de los pintores parisienses a"irmaban en )45 que los pintores practican un o"icio al servicio de Dios. El escultor es un mediador entre lo invisible y las "ormas materiales. ?n documento de especial importancia, la estela de un artesano llamado Ortisen, pone de relieve el estado de esp!ritu que imperó desde la alborada de la civilización hasta "inales del siglo MOOO. Dice as! Ortisen/ Conoco el misterio de las palabras di!inas, la conducción de los actos rituales, toda ceremonia o #órmula mágica, las he preparado sin que nada se me escape" -oy un artesano e4celente en su o#icio, soy un hombre que se ha ele!ado por su Conocimiento"
A la inversa de las artes pro"anizadas, como el arte romano, el de la Edad &edia no trata de calcar la apariencia de las cosas. 'erpetúa, el esp!ritu de verdad de las antiguas civilizaciones. in embargo, no creamos que el artesano se hinche como un odre vac!o. >ememora la advertencia del viejo sabio 'thahhotep que, en sus m6%imas redactadas durante el Omperio Antiguo, escrib!a/
+o alardees de tu saber, saber, pero consulta de la misma manera a un hombre iletrado que a un sabio" +o se pueden alcanar alcanar los con#ines del arte y no hay ning1n artista que haya logrado dominarlo dominarlo de una manera absoluta" absoluta" na buena palabra está más escondida que la piedra !erde" -in embargo, se la encuentra entre las mu&eres que sir!en en los almiares"
As!, pues, esp!ritu esp!ritu de verdad, ya que el "uturo maestro maestro no encuentra las reglas de su o"icio en los manuales o en una moda. $a piedra verde mencionada por 'thahhotep anuncia la esmeralda del Krial, que se descubre al cabo de largos viajes a trav#s de la Iaturaleza y a trav#s de uno mismo. De ese retrato del artesano emerge una piedra de toque/ el anonimato. A ello se objeta que muchas obras medievales medievales est6n "irmadas, aunque sólo sea el conjunto esculpido esculpido de Autun, en cuyo t!mpano se lee esta inscripción/ 0Kislebertus me ha dicho.2 A esto puede darse dos respuestas/ en primer lugar, lugar, los nombres de los arquitectos arquitectos y de los escultores escultores no son patron!micos pro"anos como los nuestros, sino nombres de iniciación que les "ueran atribuidos en el momento de ingresar en la hermandad. Al inscribirlos sobre la piedra no mani mani"i "iest estan an su van vanid idad ad person personal al,, sino sino que que ho honra nraba bann el hech hechoo de pert perten enece ecerr a un unaa comunidad que les hab!a enseñado todo. En segundo lugar, el anonimato del artista medieval no se calibra por una "irma, sino por un estado de 6nimo. 7uando el escultor e%clama e%clama ante su estatua/ estatua/ 0QEs una obra maravillosaR2 maravillosaR2 no se considera considera como la causa de tal maravilla. En realidad reconoce que han sido aplicadas las leyes de armon!a y, que una vez m6s, se ha reproducido el milagro. Es verdaderamente 0anónimo2 porque registra las vibraciones del cielo, las ondulaciones de la tierra y los sentimientos puri"icados del hombre. Iingún individuo, por genial que sea, tiene derecho a atribuirse la paternidad de una obra de arte sagrado. olamente pueden hacerlo el maestro arquitecto o el maestro escultor. >eúnen en ellos las enseñanzas de su orden y los ideales de sus hermanos. En consecuencia, son hombres comunitarios, son el 0nosotros2 que ha dejado de ser el 0yo2. Femos de llevar a cabo tres 0operaciones2 0operaciones2 para crear de nuevo en nosotros el genio del artesano medieval. $a primera nos la indica un capitel de N#zelay en el que esucristo se aparece a los dos peregrinos de Emaús, que no lo reconocen. 0@De qu# habl6isB2, les pregunta. $os dos se detienen con la mirada triste. C uno de ellos, llamado 7leo"6s, se asombra de la ignorancia de aquel "orastero y le cuenta la pasión y resurrección de esucristo. 0QEsp!ritus ignorantes, lentos en creer lo anunciado por los 'ro"etasR2, dice el eñor, interpret6ndoles el sentido oculto de las Escrituras. i se ha e%presado en "orma de par6bolas, es porque los m6s grandes valores humanos no pueden traducirse de otra manera. $a escena que se desarrolló en el camino de Emaús "ue impl!citament impl!citamentee reproducida en todas las obras de arte de la Edad &edia. El peregrino, somos nosotrosJ "rente a los capiteles, a las catedrales y a las leyendas, interrogamos a las par6bolas con sus múltiples signi"icados.
El c#lebre 0molino m!stico2 d# N#zelay constituye el segundo grado. A primera vista, la escena es banal. ?n hombre introduce grano en el molino y otro recoge la harina. De una manera alegórica se trata del trigo aportado por &ois#s y de la harina vertida en las manos de san 'ablo. El molino m!stico es, ante todo, el del misterio. ;an pronto como creemos haber encontrado un sentido a nuestra vida desci"rando )*5 capiteles, hemos de, introducirlo en el molino para que lo triture y lo trans"orme en alimento regenerador. De lo contrario, practicar!amos el intelectualismo y nuestro ideal no estar!a vivo.
'or último, la tercera 0operación2 0operación2 est6 indicada por una escultura asaz "recuente/ "recuente/ el hombre que se lleva los dedos a la boca apartando los labios. Io se trata de un personaje grotesco o de una "antas!a del escultor. En e"ecto, en el 'ró%imo Lriente, uno de los ritos principales de resurrección era 0abrir la boca2 por la cual el nacido por segunda vez lograba hablar del Nerbo en lugar de pro"erir palabras incoherentes. >eunirse con el artesano artesano medieval es tener el sentido sentido de la par6bola, moverse en el misterio y transmitir la e%periencia vivida. El arte simbólico hace actual el para!so de los or!genes, comunic6ndonos el in"lujo divino. 7uando el escultor hace nacer una estatua, las "uerzas celestes viven de nuevo sobre la ;ierra y nos dan ocasión de participar en la obra del 7reador prolong6ndola. $as torres de las catedrales simbolizan el ol y la. $una. Ios indican el doble movimiento que rige el arte sagrado/ la voluntad de elevarse hasta lo m6s alto y la voluntad de materializar materializar lo que hemos percibido. percibido. El monje medita en su celda con el "in de adivinar adivinar los designios divinos, el tallista de piedra los hace perceptibles en la escultura de manera
que la Fumanidad adquiera conciencia. ?no y otro son aut#nticos pont!"ices, ya que construyen un puente entre lo oculto y lo aparente. El arte de la Edad &edia no es espiritual ni materialista, ya que ambas v!as se e%trav!an igualmente cuando se a"irman d# una manera separada. separada. i la ciencia espiritual espiritual del abad no hubiera recibido la asistencia asistencia del arte del escultor, hubiera seguido siendo un recipiente vac!o y sólo hubiera interesado a un número muy reducido de individuos. individuos. i la ciencia del maestro de obra no hubiera recibido la asistencia de la plegaria del abad, habr!a sido únicamente una magn!"ica t#cnica. El abad y el maestro de obra no son materialistas ni espiritualistas. aben que la vida es, a la vez, ascensión y encarnación, meditan y crean. $as dos torres e%isten en "unción del "rontispicio central que se abre entre ellas. El hombre en pie se encuentra en el justo medio y recibe en la mano derecha la luz potente del d!a y en la mano izquierda la luz re"le%iva de la noche. &ediante la unión de ambas luces entra en la catedral, comulga con la bóveda y los pilares y erige el altar en su propio corazón. ube a la nave del Krial y emprende el viaje inmenso, aqu#l que no tendr6 "in. $a ciencia es un arte, el arte es una ciencia. untos, captan el misterio. eparados, dividen al hombre eri 0materia2 y 0esp!ritu2, lo clavan en un sitio. El arte con la ciencia lo es ;odo. En vez de imitar servilmente la Iaturaleza, logran conocer el proceso de creación oculto en la Iaturaleza. El arte pro"ano es naturalista, se satis"ace con la apariencia, incluso de"ormadaJ el arte tradicional es sagrado, porque propaga a trav#s del tiempo y del espacio la pro"unda naturaleza de la vida. Io creamos que esta orientación se mantuvo teórica. Acabó en un descubrimiento e%traordinario que determinó el destino de la Edad &edia art!stica/ el mundo es una palabra de Dios. Fagamos a nuestra vez esta e%periencia.
VII EL MUNDO ES UNA PALABRA DE DIOS
%l#a y /mega, 8oh gran $ios9 ;1 lo diriges todo por encima, ;1 lo soportas todo por deba&o" ;1 lo abarcas todo desde #uera, ;1 lo llenas todo desde dentro, ;1 mue!es el mundo sin ser mo!ido, ;1 tienes sitio sin ser tenido, ;1 cambias los tiempos sin ser cambiado, ;1 #i&as lo que !a errante sin ser #i&ado, ;1 lo has terminado todo a la !e sobre el modelo de tu espíritu sublime" 6IL$EFE;/ $E L%D L%D%$I+ =JKMJJNN?
E4tracto del 6imno a la ;rinidad
En la Edad &edia todo se considera a trav#s de la criba del s!mbolo. Este signo de la presencia divina se utiliza en todos los niveles de la aventura humana, se trata de la Fist Fistori oria, a, de la soci socieda edadd o de la reli religi gión ón.. eme emeja jant ntee actit actitud ud,, que pod podr! r!aa parece parecemo moss sistem6tica o arbitraria es, en realidad, la puesta en pr6ctica de una asombrosa toma de conciencia. El mundo es una palabra de Dios, pues el mundo es sagrado. 'ero esa cualidad de 0sagrado2 es la cosa m6s "r6gil del mundoJ si no andamos con cuidado se encuentra
incesantemente en peligro de desvanecerse y desaparecer. A "in de que subsista sobre esta ;ierra y que podamos escuchar la voz divina, debemos utilizar el s!mbolo como una red gigantesca cuyas mallas sólo dejar6n pasar lo esencial de la Iaturaleza y la e%periencia humana rechazando todo lo inútil y lo super"icial. 7onstantemente se pone en tela de juicio a la civilización medieval que podr!a ser de"inida como una tentativa de sacralización del mundo. 7on ocasión de los antiguos carnavales, se ve!a surgir una especie de salvaje de cabellos largos, vestido con unas pieles de animales y unas hojas. Agitaba un pesado garrote, con el que amenazaba a todos y a cada uno. >epresentaba al instinto desordenado que nunca se logra domeñar de una manera de"initiva. de"initiva. $os medievales no lo despreciaban, despreciaban, porque #l conten!a conten!a una savia necesaria para la renovación de las relaciones relaciones humanas, pero tampoco lo dejaban dejaban completamente completamente libre de toda regla. $a Edad &edia, con la pro"unda sencillez que le era propia, se interrogó sobre aquellas ciencias indispensables al hombre para llegar a realizarse. $a respuesta "ue tan clara como la pregunta/ son útiles el conocimiento de la "orma de creación utilizada por Dios, el de los santos que o"recen modelos de per"ección, el de las virtudes y los vicios, vicios, el de las ciencias herm#ticas y los s!mbolos, el del arte sagrado y del o"icio que sacraliza. ;odo lo dem6s es pura charlataner!a. $a Edad Edad &edi &ediaa dete detest staa los los prob proble lema mass abst abstra ract ctos os qu quee dese desemb mboc ocan an en un intelectualismo "ren#tico y nos a!slan de lo cotidiano. ?n "ilóso"o llamado Am"iteo cre!a que su saber bastar!a para comprenderlo todo y alardeaba de poder aclarar cualquier di"icultad con su solo razonamiento. ?n d!a, mientras se paseaba por la orilla del mar vio que un niño echaba agua en un agujero. 0@u# hacesB2, le preguntó. 0Ontentó meter el Lc#ano en este agujero2, respondió el niño. El "ilóso"o se burló de #l, pero su joven interlocutor, sin alterarse, le a"irmó sonriendo/ 0$o lograr# mucho antes de que sep6is donde se encontraba Dios antes de la 7reación.2 En e"ecto, poco importa. Esto siempre nos eludir6 y en el "ondo no tenemos ninguna necesidad de esa ciencia. on mucho m6s importantes la pr6ctica del arte de vivir y el per"ecto conocimiento de un o"icio. El estudio m6s super"icial de la civilización medieval muestra con toda evidencia la parte inmensa que el simbolismo ocupaba en la "ormación del esp!ritu. 'or ejemplo, pensemos que la enseñanza en las universidades del siglo MOO sin la m6s m!nima relación con las nuestras estaba basada en el conocimiento de las siete artes liberales/ gram6tica o arte del verbo, dial#ctica o arte de la inteligencia, retórica o arte de la transmisión, aritm#tica aritm#tica o arte de los números, astrolog!a astrolog!a o arte del cosmos, música o arte de los ritmos, geometr!a o arte de la construcción. En cada paso del aprendizaje del religioso, del constructor o del artesano nos encontramos con el s!mbolo. 'or ejemplo, el hombre que no conoce el secreto de los Iúmeros, es menos que un animal. @7ómo ignorar que el ?no est6 oculto en todo cuanto e%iste, que el Dos rige la alternancia del d!a y la noche, de la creación y la meditación, que el ;res corresponde a la conciencia, que el 7uatro de"ine las direcciones del espacio y que el 7inco asegura la armon! armon!aa human humanaB aB De Demo most stra raci ción ón aún m6s m6s sign signi" i"ic icat ativ iva, a, cada cada ser ser po posee see su Iúmero Iúmero
particularJ el del trigo no es el mismo que el del tigre, el del sacerdote no es el del mercader. De hecho, el Iúmero, que no hay que con"undirlo con la ci"ra de la sigla matem6tica, es la aut#ntica naturaleza de cada cosa. 7onocer a nuestro semejante es conocer su Iúmero, sus caracter!sticas caracter!sticas que lo convierten convierten en un ser único a quien no puede con"undirse con"undirse con ningún otro. $a ciencia de los Iúmeros de la Edad &edia cuenta sobre su 6baco a los vivos o, m6s e%actamente, les concede un Iúmero espec!"ico y corre a su cargo hacerlo "ructi"icar durante su paso por la tierra. El guepardo, que es dulce como un cordero, traiciona su Iúmero, no es "iel a su verdad de "iera. De la misma manera, el hombre que no penetra en Dios traiciona su naturaleza pro"unda pro" unda y se condena a s! mismo a su p#rdida.
@u# es lo m6s bello en este mundoB El alma, responden los te%tos. @u# es lo m6s "eoB ;ambi#n el alma. En e"ecto, el alma puri"icada y ennoblecida por las pruebas
cotid cotidia iana nass util utiliz izaa el s!mb s!mbol oloo a maner maneraa de llam llamaa rege regener nerad adora ora mien mientra trass qu quee el alma alma disgregada sólo busca su bene"icio personal e in"lige a su poseedor las peores calamidades. ;orturada, dislocada, lo hace e%traviarse por los caminos de trochas y lo incita a adorar a los !dolos m6s monstruosos. 7ometemos el error de imaginarnos al alma con la "orma de un angelote angelote ino"ensivo y desencarnado desencarnado mientras que, para la Edad &edia, &edia, era un instrumento instrumento muy concreto cuyo equivocado manejo causaba la muerte del obrero poco h6bil. $os de"ectos perniciosos que la desnivelan son la ignorancia y la envidia, a menudo representadas en los capiteles. Ognorancia no es "alta de 7onocimiento, sino negarse a conocer. El ignorante es aqu#l que se considera superior a la divinidad y adora a su 0yo2 olvidando sus errores. Atraviesa el mundo a manera de un "antasma, de una sombra sin cons consis iste tenc ncia ia.. El envi envidi dios osoo come comete te un peca pecado do cont contra ra el esp! esp!ri ritu tu al dar dar de lado lado su per"eccionamientoJ desea robar a los otros lo que ya se s e encuentra encue ntra en #l. Aqu#l que envidia las proezas del caballero o las obras maestras del artesano no acepta convertirse #l mismo en caballero o artesano y acaba oscureciendo su alma. $a Edad &edia estima que el mundo es per"ecto como lo demuestra su "orma redondaJ #sa es la razón de que no haya principio ni "in. Dios lo ha creado por caridad, caridad, con el "in de que se mani"ieste la abidur!a y podamos hacerla nuestra. Dentro de esta perspectiva se plantea una cuestión irritante/ @u# es el malB 0N 0Nuestra uestra pregunta est6 mal "ormulada contesta la Edad &edia. El mal no e%iste, por naturaleza una cosa es mala cuando nosotros hacemos mal uso de ella. Adem6s Dios no creó el mal al organizar el ?niverso. 3ue el diablo quien lo inventó e inventar no es crear.2 Dicho de otra manera el mal es un 0gab2, una chanza astuta destinada a desorientar a los "ilóso"os incompetentes y a los malos obreros. Ios guste o no, se impone un hecho/ el mundo objetivo no e%iste. Es lo que nosotros sentimos y su realidad se calibra según la e%periencia que tenemos. e admira al maestro de obras porque ha viajado mucho y ha practicado todos los o"icios. Desborda, de un vasto mundo y est6 sometido, m6s que cualquier otro, a la prueba de múltiples "ormas materiales a las que impone su maestr!a. Io ha desdeñado desdeñado este interrogante decisivo/ decisivo/ @u# has hecho con la pieza de oro que Dios te ha con"iadoB ;enemos un 0talento2, en toda la acepción de la palabra, y debemos hacerlo "ructi"icar mediante actos útiles para la buena marcha del ?niverso y de la sociedad entera. Al pie del 6rbol se encuentra el hacha, observa la Edad &edia. &alhechor es quien no la coge y el que, con prete%tos "útiles, pre"iere dormir en los campos. ;odo est6 presente, todo se encuentra encuentra a nuestro nuestro alcance/ el hacha simboliza simboliza el instrumento, instrumento, el 6rbol la materia. materia. i lo deseamos verdaderamente sabremos asestar los golpes e"icaces y construiremos una morada. El esp!ritu, ese viajero in"atigable que recorre las provincias del reino, vendr6 a sentarse a nuestra mesa. Empuñemos, pues, esa hacha y partamos hacia el bosque de los s!mbolos medievales para encontrar algunos puntos de re"erencia que nos har6n comprender mejor por qu# y cómo nuestro mundo es una palabra de Dios. El primer alto en el camino se e"ectúa ante el misterio del tiempo.
En N#zelay, en Autun, en IotrePDame de 'ar!s, en $yon, en Nienne, en $escure dYAlbigeois, en :urdeos, en Ossoire y en tantas otras construcciones contemplamos los signos del ]od!aco que revelan las leyes del cielo y la manera de adaptarse adaptarse sacralizando sacralizando el tiempo. tiempo. $a vitalidad vitalidad creadora de Aries, el equilibrio equilibrio din6mico de ;auro, la inteligenc inteligencia ia de los K#minis, la gestación de 76ncer, la nobleza de $eo, el recogimiento de Nirgo, la justicia de $ibra, la transmutación de Escorpión, el viaje espiritual de agitario, la ascensión de 7apricornio, la transmisión de Acuario y la percepción sensible de 'iscis son cualidades simbólicas que cada individuo puede integrar para convertirse en el hombre zodiacal m6s all6 del tiempo. $a astrolog!a medieval es una voluntad de armon!a que no se satis"ace con los c6lculos de la astronom!a y hace comunicar al hombre con el cielo que lleva en s!. El año es Dios "ormando un c!rculo que rodea al mundo. 'or ello es tangente en todas las regiones del globo y lo encontramos a cada paso si nos hacemos semejantes a dos personajes de cuento, Iicol6sPojoPdespierto y uanPquePnoPsePasombraPdePnada. uanPquePnoPsePas ombraPdePnada. $os grandes momentos momentos del año son objeto objeto de "iestas "iestas simbólicas. En los solsticios, solsticios, por ejemplo, la población se reúne, tanto en las ciudades como en los campos, y celebra el sol con danzas, cantos y juegos. En la Edad &edia, uno de los principales s!mbolos del tiempo no es cristiano. e trata del dios ano con dos rostros, uno barbudo y el otro imberbe. En Amiens preside preside el banquete banquete en honor del año que muere y el del que nace. Nuelto Nuelto hacia el pasado tambi#n lo est6 hacia el porvenir y conoce los acontecimientos tanto de este mundo como del otro. Oncluso algunos llegaron a pensar que la c#lebre santa Kenoveva, protectora de 'ar!s, era un personaje simbólico cuyo nombre proced!a de la contracción de dos no!a, 0puerta nueva2 del año. palabras latinas >anua latinas >anua no!a, E%iste un hecho muy signi"icativo y es que la Edad &edia hab!a santi"icado el calendario entero creando un Almanaque santo, sacralizando el primero de enero. Era a"irmar con la m6%ima "uerza que el año es sagrado y que cada d!a revela una verdad. Io se dice nunca 0el trece de junio2 o 0el catorce de mayo2, sino que se establece la "echa hablando de dos d!as antes de santa :6rbara o de tres d!as despu#s de san &iguel. El hombre medieval sitúa el tiempo que pasa en relación con los santos que ejercen una in"luencia a la vez sobre la vida espiritual, el clima y la producción agr!cola. $a semana es una obra celeste que nos enseña a vivir según el ritmo de losJ planetas/ el domingo es el d!a del sol, el lunes el de la luna, el martes corresponde a &arte, el mi#rcoles es el de &ercurio, el jueves el de úpiter, el viernes, el de Nenus y el s6bado el de aturno. 7ada nueva semana se presenta la ocasión de percibir mejor el mensaje de los planetas cuya in"luencia hemos de controlar en vez de someternos a ella. $a jornada del hombre piadoso comienza a las tres de la madrugada para los laudes, es decir, para la alegr!a. alegr!a. @7ómo no regocijarse ante un nuevo d!a que no ser6 igual a ningún otro y que nos aportar6 la visión de numerosos misterios que antes se nos hab!an escapadoB 7uando el hombre medieval se despierta, no se levanta en seguida. En primer lugar, ha de orientar la jornada que empieza, a ejemplo del 7reador que meditó antes de moldear el ?niverso. &edita &edita sobre su acción que responde a tres principios/ principios/ ser útil a s! mismo, ser útil al prójimo y ser útil a la comunidad de los hombres. 7uando ha repetido tres veces estas decisiones, ha llegado el momento de ponerse en pie y dar el primer paso.
$a jornada completa es la imagen de la eternidad. $a creación original vuelve a empezar con la salida del sol, el apogeo de la civilización se e%presa con la plena luz del mediod!a y la obra humana se disuelve en la noche. El hombre que se levanta sale de las tinieblas del sueño como Ad6n salió del barro. En su trabajo cotidiano realiza el gesto justo que trans"orma la materia en un sentido positivo y, dondequiera que est#, se vuelve hacia la iglesia para orar. Ii que decir tiene que sucumbe a las tentaciones y lleva sobre s! la cruz de la ignorancia. 'ero del "ondo de sus "racasos obtiene una "uerza indestructible. &añana todo volver6 a empezar. El año, el mes, la semana y el d!a no son, por consiguiente, divisiones arbitrarias del tiempo, sino e%presiones armoniosas de la divinidad y "orman una arquitectura simbólica en la que se mueve el hombre. Adem6s, los milagros de esucristo tuvieron lugar en el tiempo. Io pertenecen a un pasado terminado y grandes personajes de la #poca medieval son capaces de crearlos de nuevo, como aquella abadesa irlandesa llamada santa 3anchen que deseaba ir a visitar a su hermano m6s all6 de los mares. $levando $levando a sus tres hermanas, e%tendió su capa sobre las aguas y las cuatro mujeres se embarcaron en tan e%trema nave. Durante el viaje, mientras avanzaban sobre las aguas, la capa se hundió ligeramente. 0@Acaso alguna de vosotras ha "altado a las reglas de la Lrden llevando llevando consigo un objeto objeto inútilB2, inútilB2, preguntó la abadesa. 0! repuso repuso una de las hermanas, hermanas, tengo un cubilete.2 cubilete.2 $a abadesa lo arrojó entre las olas y la capa prosiguió su ruta. $a Edad &edia, #poca de milagros siempre renovados, no se interrogaba de una manera racional sobre su realidad y la comprobaba sin cesar. $os momentos esenciales de la aventura cr!stica, los grandes acontecimientos de los dos ;estamentos y la historia de los santos se hicieron tangibles gracias a las reliquias. En la catedral catedral de aintPLmer aintPLmer se conservaba conservaba celosamente el sudor de 7risto, 7risto, el man6 milagroso milagroso ` del desierto y las ;ablas de la $ey escritas por la mano de DiosJ en >oma estaban las trompetas de &ois#s, en aintPunien de ;ours, el escudo de san &iguel y en Nendme una l6grima de esús. Estas reliquias, que con "recuencia chocan con un 0cierto buen gusto2, ten!an un pro"undo sentido y recordaban de una manera concreta y visible, lo inmaterial y lo invisible. El cuerpo radiante e incorrupto de los santos nos enseña que el hombre posee un cuerpo de luz, que durante unos años ha estado revestido por un cuerpo de carne. Ello es el motivo de que cada órgano "!sico se encuentre bajo la protección de un santoJ no el propio órgano sino la energ!a que contiene. El corazón de carne ciertamente perecer6, pero la energ!a del corazón, comparable al sol, no perecer6 si est6 en armon!a con esucristo, sol del ?niverso. Ios encontramos encontramos con un concepto concepto semejante en la mayor!a mayor!a de las religiones religiones antiguas y de una manera especial en la acupuntura china, que no se ocupa de curar el h!gado y los riñones, sino que regulariza la energ!a que pasa a trav#s de ellos. $as l6grimas de 7risto son el modelo de los su"rimientos que todos padecemos y que debemos vencer o"reci#ndolos como sacri"icios y el man6 es el s!mbolo de la gracia espiritual que recibimos en el desierto de nuestras dudas. $as reliquias son islotes de eternidad en el corazón del tiempo y nos hacen part!cipes, aqu! abajo, de los universos que el cuerpo no puede alcanzar. $a palabra de Dios se encuentra igualmente divulgada en la Iaturaleza. Usta es verde porque este color es el m6s sano para la vista. &atiza toda la Iaturaleza con el "in de que nuestros ojos se abran y que nuestra mirada espiritual se per"eccione con su contacto.
$os hombres de la Edad &edia contemplaban cerca de las catedrales y, d# las iglesias las ruinas de los templos antiguos y todos sab!an que los dioses hab!an vivido en aquellos lugares desde siempre. $a antigua alma c#ltica vibraba bajo el esp!ritu cristiano y no hab!a ruptura entre el culto que los druidas rend!an a una misteriosa Nirgen negra y el que rinde los sacerdotes a IuestraPeñoraPdePbajoPtierra.
$o divi divino no est6 est6 pres presen ente te a cada cada paso paso,, bajo bajo las las m6s m6s dive divers rsas as "orm "ormas asJJ en las las encrucijadas de los caminos los viajeros encuentran al dios &ercurio y le piden que les indique la dirección correcta. 7uando beben agua en las "uentes, dan gracias a la diosa de las aguas que hace puro y ben#"ico el l!quido que sacia la sed. El hombre de la Edad &edia no observa la Iaturaleza, la contempla desde el interior. @Acaso su cuerpo no es la imagen per"ecta de los cuatro elementosB $a cabeza es el "uego que se alza hacia las alturas y
rejuvenece cuanto tocaJ el pecho es el aire, el soplo de la creaciónJ el vientre es el agua que adquiere la "orma del recipiente permaneciendo semejante a s! mismaJ las piernas son la tierra que es el "undamento sólido del mundo. 7ada elemento, de acuerdo con la etimolog!a de la palabra latina ligamentum, ligamentum, es un 0ligamento2 0ligamento2 demostr6ndonos demostr6ndonos que Dios 0liga2 entre s! los diversos aspectos de la realidad. egún los Evangelios, 0lo que el hombre ligue sobre la tierra quedar6 ligado en el cielo2. $a cabeza humana presenta siete aberturas an6logas a los siete planetas, las almas in"atigables que recorren el ?niverso. 'or esto constituye un pequeño 7osmos, capaz de recibir los "luidos m6s lejanos y absorberlos para ampliar nuestro pensamiento a las dimensiones del gran 7osmos. $a humedad, que es la nodriza de las plantas y "avorece el desarrollo de los cuerpos, mantiene la cohesión de la ;ierra. i la humedad desapareciera, la ;ierra se retraer!a y se deshar!a en polvo. Ahora bien, la humedad se identi"ica en nosotros con la tolerancia que evita nuestra 0solidi"icación2 permiti#ndonos que nuestra inteligencia no se haga esclerótica con una doctrina r!gida. &ostrarse tolerante es hacer crecer nuestra planta de inmortalidad e%poni#ndola al sol del prójimo y al aire vivi"icante de otras inteligencias. $os cursos de agua y los r!os corresponden a las venas de nuestro cuerpo y a los 0canales2 de nuestro pensamiento. Io se detienen nunca lo mismo que nuestra re"le%ión debe manar como la oleada, atravesar llanuras y montes, convertirse en una l!mpida "uente. El reino animal no es menos rico en signi"icados simbólicos. 7uando el 45 de diciembre nac!a esús, los animales hablaban como los hombres en el momento en que resonaba la duod#cima campanada de la medianoche. As!, pues, no seamos tan imprudentes como :alaam, que no escuchó la voz de su asno aconsej6ndole que no acudiera a tierra de in"ieles. Aquel hombre desatento pegó al animal que lo conduc!a hasta que un 6ngel intervino haci#ndole comprender su error. A cada instante, los animales nos recuerdan nuestras debilidades y nuestros deberes. El caballo, "iel amigo del hombre, lo ayuda a vencer las mayores distancias y a llegar hasta regiones lejanas. $os insectos evocan nuestra "ragilidad, pues a los ojos de Dios nuestra e%istencia es tan corta como la de ellos, y los poderes celestes pueden aplastarnos al igual que nosotros aplastamos arañas y ciempi#s. unto a la 3rancia de los corderos, de las cabras y de las vacas, e%iste una 3rancia de los ele"antes, de los 3#ni%, de los licornios y de los dragones tan "amiliares al hombre mediev medieval al como como los primer primeros. os. Iue Iuestra stra distin distinció ciónn entre entre animal animales es 0reale 0reales2 s2 y animale animaless 0"ant6sticos2 no tiene ningún sentidoJ todos tienen algo que decimos, todos transmiten una enseñanza simbólica/ es el único punto importante. $a abubilla, que incuba a sus viejos padres y los rejuvenece, r ejuvenece, nos pide que volvamos a dar a los maestros ma estros que nos han educado las riquezas que ellos o"recieronJ el maestro de obras conoce el gozo sin l!mites cuando el aprendiz se convierte en arquitecto y sobrepasa los resultados que #l mismo hab!a esperado. 7ada uno de nosotros repite la e%periencia de on6s. Desde su nacimiento el hombre penetra en el oscuro vientre de d e la ballena y se encuentra entre las tinieblas de este mundo. mund o. i logra salir contemplar6 una luz nueva y ser6 capaz de transmitir los secretos que ha percibido por debajo de la super"icie de las cosas.
e dec!a que la comadreja conceb!a por la oreja y par!a por la boca. $os que se re!an de este s!mbolo s!mbolo no hab!an recibido recibido la parte decisiva decisiva de la enseñanza enseñanza espiritual, espiritual, distribuida distribuida de una manera oral. El maestro de obras o el abad comunicaban a sus disc!pulos, poco a poco, el arte de construir y de pensar y el novicio recib!a estos secretos de boca a o!do. 7onceb!a por el o!do y mucho m6s adelante, cuando a su vez "uera capaz de enseñar, parir!a por la boca. $a serpiente no es un reptil dañinoJ tan sólo el caminante miedoso teme su veneno. El hombre que sabe hablar con las serpientes llega a saber que, al cabo de mil años de e%istencia, se convierten en dragones y se las propone para guardar tesoros "abulosos. $a serpiente esculpida en los capiteles representa el mal para el que es esclavo de un esp!ritu de destrucción. Es un gu!a precioso hacia las riquezas del alma para quien escucha su aut#ntica voz. $os animalesPlianas del arte rom6nico son innumerables. En los capiteles dibujan complicadas volutas en las que el mundo vegetal y el animal se entremezclan de una manera ine%tricable. ine%tricable. i verdaderamente verdaderamente e%iste un reino del hombre, consiste consiste en salir de tal complicación complicación para volver a encontrar encontrar la sencillez sencillez y la unidad. 7uando el peregrino "racasa se convierte, tambi#n #l, en un prisionero de los "ollajes que lo as"i%ian porque el instinto ha ocu ocult ltad adoo la conci concienc encia ia.. in in embar embargo go,, no cream creamos os qu quee e%is e%ista tann seres seres tota totalm lment entee perjudiciales. $os escorpiones y las serpientes son muy útilesJ se nutren del veneno de la tierra y la hacen habitable. $a hiena es un animal al parecer inmundo cuya carne es inadecuada inadecuada para el consumo, consumo, pero en sus ojos se encuentra una piedra en e%tremo e%tremo preciosa que da al hombre el don de la pro"ec!a si se la pone debajo de la lengua. Io seamos ingenuos y descon"iemos del cocodrilo hipócrita que est6 siempre dispuesto a comerse al pajarillo encargado de limpiarle los dientes. i concedemos nuestra con"ianza a la "uerza bruta llegar6 d!a en que nos devorar6. Omitemos a la grulla de cuello largo y anillado siempre que tomemos la palabra en nuestro c!rculo "amiliar o en una asamblea. i tenemos intención de pro"erir palabras que perjudiquen a nuestro prójimo, pasar6n por los anillos a nillos del cuello del p6jaro y quedar6n quedar 6n "inalmente detenidas. Io tendremos tendre mos m6s que trag6rnoslas y preparar unas "rases m6s constructivas. uien conozca la aventura del pro"eta Daniel no tendr6 que temer nada de la injusticia. Acusado "alsamente por unos in"ieles, Daniel hab!a sido arrojado a una "osa en la que unos leones en"urecidos esperaban a su v!ctima. Empezó a orar y los leones le rodearon con respeto perdiendo toda su agresividad. $as "ieras representaban los acontecimientos cotidianos, siempre dispuestos a lanzarse sobre nosotros y a herirnos siempre que nos sintamos temerosos "rente a ellos. El hombre justo acoge con la misma serenidad la "elicidad que la desgracia y conserva su equilibrio tanto en la "osa como en un trono. Al comienzo del año, hombres y mujeres rememoraban los rituales de la AntigWedad y se dis"razan de caballo o de vaca cubri#ndose con sus pieles. e trata de trans"ormarse un instante en animal para adquirir el poder!o a#reo del caballo o la "ecundidad de la vaca. Io veamos en esto una superstición estúpida. A la Edad &edia le gusta comunicarse con el animal y no lo considera como algo mec6nico sin alma al que se puede torturar sin remordimiento a la manera de los "ilóso"os del siglo MNOO.
El mundo es un "iltro de inmortalidad para quien descubre su sagrada dimensión, un veneno mortal para quien lo concibe como una obra sat6nica. 'oder beber una copa de veneno, como san uan, sin ser a"ectado, e%ige un combate cuyo ejemplo nos o"rece un capitel de N#zelay en el que el caballero a"ronta al basilisco. Ave real, petri"ica con la mirada al imprudente que osa cruzarse en su camino. 'or ello, el sabio utiliza un globo de cristal gracias al cual contempla a salvo al basilisco. Dicho de otro modo, si somos unos seres transparentes transparentes para lo sagrado, no nos inquietar6 ninguna ninguna agresión y descubriremos descubriremos la realeza del esp!ritu en cualquier "enómeno natural. El c#lebre >aposo, cuyas al"orjas contienen incontables malicias, escapa a todos los cazadores y llega incluso a burlarse de ellos en el salón de los "estines. Eludiendo a los m6s h6biles y a los m6s decididos, nos enseña que, cualquiera que sea nuestro grado de conocimiento, siempre habr6 una zona desconoc desconocida ida.. &aese &aese >aposo >aposo no pue puede de perman permanecer ecer de"init de"initivam ivament entee prisio prisionero nero,, como como tampoco el alma del mundo. 'or su parte, el reino mineral est6 impregnado de simbolismo. El diamante, por ejemplo, contiene una "uerza que no es posible dominar. Es peligroso y únicamente los magos conocedores de la vida secreta de las piedras se atreven a apro%imarse a #l y hacer útil su dinamismo que matar!a al ignorante. ?na vez tallado y dominado, se emplea en la ornamentación de objetos litúrgicos porque posee la virtud de romper los encantamientos mal#"icos. El topacio es la imagen de la corona de santidad que llevaremos aqu! en la tierra si tenemos con"ianza en Dios, simbolizado por la esmeralda, sin olvidar la piedra de la isla de Dapn# que, despu#s de haber recibido recibido el roc!o del cielo, procrea como un ser vivo. Esta piedra, luz de los minerales, nos enseña a recibir el in"lujo celeste y descubrir la piedra angular de la catedral. El vidrio es comparable al loco, porque cambia de color según la intensidad del sol, igual que el hombre con el cerebro en"ermo acepta lo que se le dice sin comprobarlo. Al abandonar esa locura que se con"unde con la inocencia, el artesano descubre la naturaleza aut#ntica del vidrio y lo integra en una vidriera por la que se "iltrar6 la claridad divina de acuerdo con unas leyes e%actas.
El reino vegetal rebosa de signi"icados ocultos. 7uando se colocaba acebo en una casa, se pensaba a la vez en la zarza ardiente de &ois#s y en la corona de espinas de 7risto. Iuestra e%istencia es un "uego que nos hace alcanzar las m6s altas revelaciones r evelaciones y una serie de espinas que desgarran nuestra carne. El conocimiento del mundo se compara con una rosa encerrada en una torre que vigilan 'eligro, &aledicencia, NergWenza y &iedo. Femos de vencer a esos cuatro guardianes y apartarlos de nuestro camino para reconquistar la sabidur!a que se revela en el rosetón de las catedrales.
$os alimen alimentos tos que comemo comemoss tambi# tambi#nn merecen merecen nuestra nuestra atenci atención. ón. $a nuez, nuez, por ejemplo, o"rece un pro"undo misterio. >eúne tres virtudes y presenta tres bene"icios/ la unción, la luz y el alimento. $a nuez es esucristo y su c6scara es la cruz que pone a prueba el cuerpo que simboliza la envoltura. $a divinidad cubierta de carne es el "ruto oculto en la c6scara. En esa minúscula obra maestra de la Iaturaleza est6 inscrita la historia de la rede redenc nció ión. n. @ @ue uere remo moss cono conoce cerr la arqu arquit itec ectu tura ra del del mund mundoB oB &ire &iremo moss un hu huev evoo y com6moslo. $a c6scara es el "irmamento y la piel blanca es la ;ierra. $a clara corresponde al agua y la yema al "uego que mantiene los movimientos del cielo y hierve en el centro de la ;ierra. $os objetos que manejamos son puertas abiertas al esp!ritu. $a erusal#n celeste, tan cara a los constructores, estaba presente en cada hogar en "orma de una corona de hojas adornada con cuatro velas que se colocaba sobre la mesa "amiliar o se colgaba del techo. $os cayados de los maestros de obras, los de los peregrinos y el b6culo pastoral de los obispos recuerdan la varilla de &ois#s que hizo surgir agua de la roca para saciar la sed de su pueblo durante el viaje hacia la ;ierra prometida y que se conserva en la iglesia de an uan de $etr6n. El objeto m6s banal es portador de un sentido simbólico. El hombre que sostiene sostiene una escudilla escudilla en $ouviers $ouviers y en Dijon, no es el 0pedigWeño2 de sopa, un lastimoso lastimoso campesino campesino que pre"iere comer una pobre pitanza a ir a la guerra. u gorro "rigio nos revela que est6 iniciado en los misterios divinos y que absorbe un alimento tan abundante como el c!rculo del ?niverso simbolizado por la "orma redonda de la escudilla. $a comunidad humana debe de estar "ormada en la medida de lo posible, a la imagen de la naturaleza simbólica. 'or esto la composición de la sociedad medieval no se debe al azar ni a la sola voluntad de los hombresJ nació de un maridaje entre el deseo de armon!a de los terrestres y el poder!o absoluto de Dios. En la cima aparece un 6guila con dos cabezas que son, respectivamente, el rey y el 'apa. Ii el uno ni el otro dominan/ el rey tiene el deber de tomar parte en las decisiones religiosas mientras que el 'apa se ocupa de las cuestiones relativas a la buena marcha del reino. Io se trata de una división de poderes, sino de un intercambio permanente entre dos aspectos de la ?nidad, de una reciprocidad de dos h6litos que no pueden e%istir independientemente. El cuerpo del 6guila abarca a los religiosos, los caballeros, los artesanos y los campesinos. A cada uno le corresponde el desempeño de su o"icio en este conjunto de "unciones. El religioso vela por la permanencia de una espiritualidad, el artesano sacraliza la materia, el caballero mantiene la nobleza de esp!ritu y el campesino diviniza la tierra. $o m6s importante est6 representado por las relaciones entre estos estados/ el caballero protege al campesino que alimenta al artesano dedicado a construir la morada del monje cuyas oraciones gu!an a las almas. $a sociedad, de este modo constituida, es un inmenso s!mboloJ cualquiera que sea nuestra condición, somos deudores a todos los o"icios. in embargo, no olvidemos la rueda de la "ortuna de la que uno de los m6s hermosos ejemplos aparece visible en :eauvais. El hombre sube y baja, alcanza el #%ito y se hunde en el "racaso. 7uando creemos haber alcanzado la cima, el abismo abismo se abre ante nosotros. 'ara la Edad Edad &edi &ediaa no e%ist e%istee la socie socieda dadd per"e per"ect cta. a. Fa Fayy que tende tenderr haci haciaa la per"e per"ecci cción ón cons consci cien ente tess de que que la rued ruedaa de la "ort "ortun unaa ser6 ser6 m6s m6s o meno menoss "avo "avora rabl ble, e, segú segúnn las las circunstancias. iempre que se respeten los principios elementales, tales como el modelar la
comunidad humana de acuerdo con la comunidad celeste, el error no es nunca decisivo. El 'apa y el rey son unos personajes ejemplares. Durante las grandes ceremonias litúrgicas, todos contemplan al pont!"ice investido con la indumentaria simbólica. L"rece a la mirada la imagen del ?niverso, puesto que los greguescos tejidos con hilo de lino representan la ;ierra, los tahal!es el cinturón del Lc#ano que rodea los continentes, la túnica de jacinto y la mitra el aire que circula por todas partes y el "uego de la luz divina. El 'apa no es un alto dignatario de la Oglesia, sino una enseñanza viva. e le llama vino medicinal, bastón de disciplina, leche de piedad, estrella inmóvil, tramontana que gu!a a los marinos. u corona est6 hecha de plumas de pavo real oceladas demostrando que su mirada est6 presente en todas partes. $a persona real era un aut#ntico relicario en movimiento, una s!ntesis animada de las m6s altas virtudes. 'or esto, durante las procesiones la gente procuraba tocar su traje, sus guantes o su calzado. 'or encima de la idolatr!a, el pueblo deseaba un contacto directo con el monarca que, como a"irman los te%tos, pertenece a todos. El ueves anto, el rey de 3rancia lava los pies a los pobres. 7onmemora el acto de humildad de esucristo que puri"icó los pies de sus s us apóstoles após toles para que recorrieran el mundo sin que los alcanzaran alcanzar an sus impurezas. Esta escena aparece representada en un capitel de Autun y a nadie se le escapa su signi"icado/ el poderoso debe prestar ayuda al d#bil, el señor es el servidor de sus servidores. Adem6s, cuando se bautizaba al hijo de un barón o a un "uturo alto dignatario del reino no era raro ver que se le diera por padrino a un mendigo, es decir, como gu!a espiritual. espiritual. En la Edad &edia, el padrino ten!a casi tantas responsabilidades responsabilidades como el padre. En caso de desgracia, recog!a al hu#r"ano y, sobre todo, ten!a a su cargo enseñarle las reglas de la dignidad y de la sabidur!a. uien posee no es libre cuando posee mal. Esto no signi"ica que el hombre tenga que abandonar sus riquezasJ sencillamente es necesario que posea los bienes indispensables para el ejercicio de su "unción. 'or ejemplo, el rey de 3rancia est6 revestido con los m6s suntuosos ornamentos porque es la emanación de los gremios del reino que han creado unas obras maestras destinadas a la persona colectiva del monarca. L"ender!a gravemente a su pueblo si en el momento de la consagración adoptara una indumentaria ordinaria. El obispo, a la vista de los denarios del mercader, y el mercader, ante las tierras del obispo, pro"ieren la misma e%clamación/ 0Q7u6ntas cosas que no necesitoR2, según las palabras del sabio griego al visitar el mercado de Atenas. $a condición social no prejuzga el destino del alma. $a c#lebre historia del villano que llegó al para!so demuestra bien a las claras que el hombre justo es siempre capaz de abrir las puertas del cielo. in embargo, nadie hab!a asistido a sus miserables "unerales y tampoco nadie lo echaba en "alta. an 'edro, dirigi#ndose a #l en una "orma brutal, le ordenó que se "uera al in"ierno/ in"ierno/ 0@7ómo puedes hablarme hablarme en ese tono tú que por tres veces renegaste del eñorB2, arguyó el villano. an 'edro, avergonzado, cedió el sitio a santo ;om6s, que se mostró igualmente desagradable. 0Co no he sido esc#ptico como tú2, a"irma el villano. 'or último llega san 'ablo, que intenta en vano e%pulsar al reci#n llegado. 0Co no he lapidado cristianos como has hecho tú2, le replica el villano. Entonces acude Dios en persona y cogi#ndole de la mano lo introduce en el para!so.
$a sociedad simbólica de la Edad &edia no quedaba con"inada en el cerebro de algunos teóricos o en los palacios inaccesiblesJ cualquiera pod!a verla en acción durante las procesiones solemnes. $as autoridades reales y eclesi6sticas las encabezaban, seguidas por los caballeros caballeros vestidos con h6bito, los artesanos portadores portadores de los útiles de su "unción y de los campesinos. campesinos. 7ada orden ten!a sus emblemas emblemas y se alineaba en su lugar dentro del orden comunitario, re"lejo del orden cósmico. Kracias a la catedral, no e%iste ninguna separación entre lo que se llama la sociedad selecta y el pueblo llano. En e"ecto, sobre sus muros han sido grabadas las enseñanzas m6s abstractas y las ideas m6s elementales. i uno quiere in"ormarse sobre la "orma como Dios creó el ?niverso o sobre la mejor manera de podar la viña, ha de recurrir a las esculturas de las catedrales. catedrales. En una misma escena, el sabio y el novicio leen unos signi"icados signi"icados distintos. distintos. El hombre que lanza la semilla al surco nos muestra el gesto ancestral del sembrador e insiste tambi#n en la necesidad de introducir la semilla en una tierra preparada, es decir, el sentido de lo sagrado en una conciencia abierta al misterio. $a sociedad medieval no se limita a los seres vivientes, engloba asimismo a los antepasados desaparecidos materialmente. Est6n presentes en las obras que nos han legado, siguen transmiti#ndonos su verdad por el intermedio de las iglesias que han construido, los caminos que han trazado y los pergaminos que han escrito. an $uis 7elebra dos misas cada d!a/ una para los muertos y otra para los vivos. As! abol!a la ruptura entre las generaciones. Iadie accede a una "unción o a un o"icio sin pasar por una u na iniciación simbólica. e corona al rey de 3rancia de acuerdo con unos ritos intangibles por los que el obispo lo inviste con el manto celeste y le entrega la mano de justicia y el cetro de rectitud. El "uturo caballero queda libre de sus imper"ecciones gracias al baño puri"icador y se recoge durante toda una noche antes de ser armado con la espada de luz. El universitario es nombrado pro"esor durante una ceremonia religiosa en la que el anillo que le ponen en el dedo simboliza sus desposorios con la 7iencia. En cuanto a los constructores, demuestran su competencia competencia con una obra maestra y aplican aplican sin el menor "allo las leyes de la armon!a que emplear6n a lo largo de toda su e%istencia en las canteras. $o que se e%ige a nivel de o"icio y de gremio, se e%ige tambi#n a nivel de individuo. 'or ejemplo, con el sacramento del matrimonio se procede a la iniciación de la pareja. El marido y la mujer simbolizan a Ad6n y Eva que vuelven a encontrar la pureza primordial y entran de nuevo en el jard!n del Ed#n para reconstituir la unidad perdida. 'or lo dem6s, todos los medievales est6n casados/ el rey con su reino, el abad con su monasterio, el sacerdote con la Nirgen, la religiosa con esucristo y el maestro de obras con la catedral. En todas partes se patentiza el mismo deseo de unión, de reconciliación con las "uerzas superiores superiores que e%altan e%altan la nobleza del esp!ritu. esp!ritu. @u# otra cosa es un capitel esculpido, esculpido, sino la unión de la belleza y del s!mbolo, de la "orma y del signi"icado espiritualB $a Edad &edia no siente ningún aprecio por el recluso que se a!sla del mundo. 0uien se amuralla, ama poco2, dice el proverbio. Amar poco signi"ica desconocer lo esencial y menospreciar la palabra de Dios. $os monjes de la #poca medieval alternaban
sabiamente sabiamente los viajes y la meditación meditación y pasaban tanto tiempo tiempo en contacto contacto con los hombres como consagrados consagrados a la oración. ;an ;an sólo a "inales "inales de la epopeya de las catedrales catedrales nacieron unas rdenes puramente contemplativas, apartadas de la realidad cotidiana. Dado que no e%iste una barrera entre el otro mundo y #ste, tampoco tampoco la hay entre los pa!ses y los individuos. En los momentos de su apogeo, la Edad &edia hab!a logrado romper las "ronteras y en las canteras de las catedrales se reun!an hombres de distintas nacionalidades. En el interior de la sociedad, los cargos m6s representativos no estaban reservados a las "amilias m6s acaudaladas. e conocen varios maestros de obras y varios abades cuyos or!genes "ueron modestos. En el plano m!tico, el campesino gal#s 'ercival, nacido en una región pobre y remota, remota, llegar6 a ser caballero caballero del rey Arturo elev6ndose elev6ndose por su solo m#rito. Esta ausencia de clases sociales en el sentido moderno de la palabra, nos indica que las distintas cualidades humanas deben comunicarse igualmente entre s!J una inteligencia desprovista de sensibilidad es "r!a, unos sentimientos privados de lucidez desequilibran la personalidad. $as ceremonias, sean nacionales, religiosas o populares, hacen circular la sangre del s!mbolo en el cuerpo social. El bautismo, por ejemplo, no es un "ormalismo banal, sino una de las m6s impresionantes celebraciones simbólicas. Despu#s de un largo per!odo de instrucción durante el que se ponen a prueba sin reservas las cualidades del neó"ito, este último se presenta en la iglesia donde se le despoja de sus vestiduras. Entra desnudo en la pila bautismal, donde se sumerge completamente. El hombre viejo ha quedado ahogado en las aguas de la puri"icación que hacen nacer al hombre nuevo, vestido con un largo traje blanco que llevan los elegidos de la 7orte celeste. En plena vida, el hombre de la Edad &edia entra en lo sobrenatural.
$a v!spera de las grandes "iestas se limpia a "ondo la casa devolviendo a sus propietarios los objetos prestados. prestados . $a ordenación de la casa correspond!a a la ordenación de uno mismo. 7#lebre imagen de Epinal, la caza de los barones "eudales no era tan sólo una distracción o un medio para alimentar a los habitantes del castilloJ ten!a un valor religioso y los cazadores recordaban a san Eustaquio que, mientras persegu!a a un ciervo, vio surgir en sus bosques una cruz luminosa. 7azar es en"rentarse con el mundo inquietante del bosque donde viven las hadas y los magos, encontrarse con lo invisible en un recodo de los senderos. En la cristiandad medieval no e%iste el luto desesperado. $a muerte es una artimaña
del diablo y el hombre que ha cumplido su "unción simbólica deja de ser esclavo. A la "órmula de 0El rey ha muerto, viva el rey2 que a"irma la continuidad continuidad del s!mbolo, hay que añadir la vestidura de luz de la 0reina blanca2, es decir, de la reina madre que lleva en blanco el luto de su hijo, El blanco es el color! de la nueva indumentaria del iniciado. El di"unto muere a la tierra y nace a la vida celeste de la que hab!a salido. $as danzas llamadas 0populares2 eran, las m6s de las veces, prolongaciones de antiguos rituales. >ecordemos, especialmente, la carola, esa cadena de danzantes que se mov!a siguiendo unos ritmos que correspond!an a las pulsaciones del cielo. Dos danzas serv serv!!an de mode modelo lo a los medi mediev eval ales es// la pri primera mera era era la de alo alom# m#,, la impu impura ra,, contorsion6ndo contorsion6ndose se delante del tirano tirano Ferodes para reclamar la muerte de san uan :autista. :autista. $os que la imitaban sólo conced!an importancia a la e%presión corporal y al placer de los sentidos. $a segunda era la de las doce canonesas danzando alrededor del laberinto el d!a de 'ascua. Este rito, atestiguado en Au%erre, deb!a de estar bastante divulgado y traduc!a el movimiento de las es"eras alrededor de la 7iudad anta. En la #poca de las siegas, el campesino realizaba una obra simbólica igual que el constructor. $a parva "igura toda la Iaturaleza, la paja los humanos, el granero el claustro y el grano la enseñanza espiritual. En cuanto a la piedra de a"ilar simboliza el mensaje de los apóstoles, cuyo conocimiento permite aguzar las herramientas agr!colas y hacerlas tan e"icaces como el b6culo del obispo y el escoplo del escultor. Dec!an que una hoz sin "ilo era como decir sin hacer. $os campesinos ped!an al cielo la prosperidad de las cosechas con unas oraciones rituales, ya que consideraban los "rutos de la Iaturaleza como dones sobrenaturales que ni el m6s encarnizado trabajo era capaz de obtener si no estaba sacralizado. El banquete, que a veces se celebraba en las iglesias, era un momento simbólico e%cepcional en la vida de los medievales. En primer lugar, recordaba la 7ena en la que el eñor compartiera el pan con los apóstoles y seguidamente era la ocasión de aportar los "rutos m6s hermosos de la tierra y compartirlos con los amigos y los enemigos. Durante algu algunas nas horas horas los los hab habit itant antes es de una aldea aldea inte interca rcamb mbia iaban ban sus sus biene bieness espir espirit itual uales es y materiales gracias a la comunión del banquete y aprend!an periódicamente a re!rse de sus debilidades, a cantar su esperanza y a reconocer el lazo sagrado que los un!a. ?na sociedad sin banquetes condena a los individuos a desperdigarse y los induce de una manera inevitable al odio. 'or este motivo la Edad &edia practicaba con "ervor esa alquimia colectiva en la que el pan perteneciente a todos se convert!a en la carne de cada uno. Durante los banquetes se aplicaban las reglas de la cortes!a del esp!ritu. i alguien dec!a unas palabras desagradables, el o"endido no deb!a replicar ni reaccionar. El hombre que injuria a su prójimo se deshonra a s! mismo y su interlocutor ser!a aún m6s culpable si le respondiera con ira. En $aon, la cólera se atraviesa a s! misma con una espada. 7omo el mundo es una palabra de Dios, nuestro deber consiste en escucharla, meditarla meditarla y transmitirl transmitirla. a. $a actitud actitud del sabio medieval "ue esculpida en aintP$o donde se ve a un hombre anciano que revela su corazón y enarbola un "ilacterio, esa larga cinta en la que est6n escritas las enseñanzas. enseñanzas. $leva en la cabeza el bonete de los maestros maestros artesanos y todo su ser est6 tenso por un vigoroso es"uerzo. $a Fumanidad est6 presumida en la
persona trinitaria de los >eyes &agos, nos dice la Edad &edia. El primero es un adolescente que hace su aprendizaje, el segundo es el hombre maduro que ejerce el o"icio de hombre y el tercero es el maestro que transmite la e%periencia adquirida. Estas tres etapas est6n en nosotros y nos incitan a vivir con realeza. 7on e%cesiva "recuencia nos contentamos con dormir o cerrar los ojos. in embargo, en un capitel de aintP$azare de Autun llega un 6ngel que despierta a los reyes adormecidos y les muestra con el dedo la estrella de ocho puntas, la de la resurrección y el 7onocimiento. Desde que el mundo es realmente una palabra de Dios, el hombre sale de su modorra y emprende, como los &agos, el viaje del esp!ritu. Al descubrir, al menos en parte, las "uentes simbólicas del arte medieval, se percibe con mayor claridad la cualidad inalterable de su imagen del mundo. 'or el juego bien reglamentado del arte y la ciencia, esa visión muy amplia de un universo donde abundan las enseñanzas enseñanzas divinas acaba en un tipo de hombre e%cepcional, e%cepcional, el maestro de obras, y un tipo de edi"icio per"ecto, la catedral. A ellos les consagraremos la tercera parte de esta obra.
Tercera Parte DEL MAESTRO DE OBRAS A LA $ATEDRAL
VIII LA SONRISA DEL MAESTRO DE OBRAS
8/h, raonadores9 n sencillo gremial de anta:o encontraba en seguida, en sí mismo y en la +aturalea, esa !erdad que !osotros !osotros buscáis en las bibliotecas" 0 esa !erdad era eims, era -oissons, era Chartres, eran las rocas sublimes de todas nuestras grandes ciudades" % menudo sue:o que los !eo, que los los sigo de ciudad en ciudad, a esos peregrinos de la obra, aque&ados del mal ardiente ardiente de creación" creación" Con ellos me detengo en casa de la 3adre, que reuniera a los Compagnons du ;our de Orance5 3e gustaría sentarme a la mesa de esos canteros"
A?K?;E >LDOI
Ogual que los bienaventurados, al t#rmino de su viaje por la tierra, se sentaban a la mesa celeste donde los dioses celebraban un perpetuo "est!n, sent#monos unos instantes a la mesa alrededor alrededor de la cual los maestros de obras, al caer la tarde, comparten comparten el pan y hacen juntos el balance de su jornada de trabajo. En la sala comunal est6n presentes ean de 7hel 7h elle les, s, arqui arquite tect ctoo en Io Iotr trePD ePDam amee de 'ar! 'ar!sJ sJ 'ier 'ierre re de $uzar $uzarche ches, s, en Amie AmiensJ nsJ ean ean Deschamps, de 7lermontP3errandJ ehan le &a9on, de &ansJ 'ierre de &ontreuil, de aintP Denis, el alem6n Er\in de teinbach y todos sus hermanos c#lebres o desconocidos. Esos hombres, a pesar de sus di"erencias de caracteres, tienen en común unas cualidades cualidades que los unen de una manera indisoluble indisoluble y hacen que hablen el mismo lenguaje. En su juventud aprendieron aprendieron que el trabajo trabajo manual no era mec6nico mec6nico y que el del esp!ritu no estaba encastillado solamente a la memoria. in comprenderla, admiraron en un principio la "acilidad con que sus predecesores levantaban planos, tallaban piedras y las colocaban en el sitio justo del edi"icio. edi"icio. Este espect6culo espect6culo los hab!a conmovido conmovido pro"undamente pro"undamente y e%presaron e%presaron t!midamente el deseo de participar en la construcción del templo. $a respuesta a esta
petición no "ue muy amable. e les dijo a aquellos jóvenes que la vida en la cantera era en e%tremo penosa, que implicaba numerosos riesgos y que se repart!an con m6s "acilidad estacazos que "elicitaciones. &uchos de los solicitantes se asustaron, pero algunos persistieron en sus intenciones a pesar de todas las advertencias. En vez de darles la tarea e%altadora/ que esperaban se les obligó a acarrear cubos, a arrastrar carretillas, a mover bloques de piedra, a limpiar la indumentaria de sus instructores. A veces apuntaba la desesperación. in embargo, en la cantera cantera hab hab!a !a un mister misterio, io, un mister misterio io cuy cuyaa sustanci sustanciaa percib! percib!aa el joven joven aprendi aprendizz sin pod#rselo e%plicar. Aquellos maestros tan severos se s e re!an con ganas entre ellos, bromeaban br omeaban sobre las cuestiones m6s graves y "ormaban una sociedad aparte cuyas reglas se manten!an oscuras. $a jornada era "atigosa. El aprendiz se levantaba con el sol y se acostaba con #l. Io se toleraba ningún retraso. Al cabo de unos meses de este r#gimen, el maestro de obras lo autorizaba a dirigirse, llegada la noche, a un pequeño edi"icio levantado junto al muro de la catedral en construcción. All! pasar6 largas horas estudiando el arte del trazo y desbastar su esp!ritu. 7reyendo en un principio que hab!a sido distinguido entre otros, pronto se dar6 cuenta el aprendiz de que e%igen de #l un suplemento de trabajo y que, a pesar de ello, no se le concede ningún reposo suplementario. ;ranscurridos unos años consagrados a servir, se le pide que prepare una obra maestra, escultura, enarbolado en miniatura o iglesia a escala reducida, para que haga una demostración de sus conocimientos t#cnicos, de su sensibilidad art!stica y de su sentido simbólico. Durante toda una noche, en presencia de una asamblea "ormada por unos rostros graves, presenta su trabajo con aut#ntica inquietud. u destino y su m6s caro ideal est6n en juego. Io recibe re cibe el m6s m!nimo cumplido y los maestros de obras le muestran sus de"ectos sin preocuparse de su susceptibilidad. El aprendiz intenta de"enderse sin el menor #%ito. 7onsidera evidente su "racaso y, sin embargo, la obra maestra es aceptada. Entonces comienza la ronda de los o"icios que habr6 de practicar en su totalidad para convertirse en un artesano completo. 'robar6 la carpinter!a, el tallado de la piedra, la escultura, el arte de la vidrier!a. Algunos se detienen en el camino y pro"undizan en una t#cnica particular. 'ero #l logra "ranquear todas las pruebas. 7rece su deseo secreto a medida que pasa el tiempo. uiere convertirse en un maestro de obras. Niaja por las provincias "rancesas y los pa!ses de Europa para conocer otras canteras, comparar m#todos, entrar en contacto con hombres di"erentes. En todas partes descubre que el maestro de obras es el alma de la catedral. En su compañ!a aprende de una manera progresiva a crear diseños, a concebir el edi"icio de pensamiento antes de crearlo con la piedra. $e repiten por todas partes que si el arquitecto arquitecto es ignorante ignorante la construcción carece de armon!a. C por esto tiene que conocer eruditos y monjes, vivir en el recogimiento de los claustros, escuchar las lecciones de humanidad de los abades. ?n d!a se le convoca a la casa de los maestros de obras, una casa celosamente guardada, en la que sólo penetran algunos elegidos. All!, de acuerdo con un ritual sobre el que deber6 mantener el secreto, queda entronizado maestro de obras por sus semejantes. En
su "uero interno ser6 siempre un aprendiz en relación con Dios, pero habr6 de asumir su "unción en relación con la hermandad de operantes que est6 encargado de educar y de hacer trabajar. &uy pronto, en la 3rancia de los siglos MOO y MOOO el nuevo maestro recibe un encargo. Acostumbrado a no detenerse durante mucho tiempo en un mismo lugar, coge su ligero equipaje y se traslada a la ciudad que lo ha llamado. ;an pronto como llega se convoca un consejo que reúne a los notables de la ciudad. e trata de la "inanciación, de las dimensiones del edi"icio proyectado, pero nunca de la duración de los trabajos. Este e%tremo carece de importancia siempre que la obra sea espl#ndida. 7umplidas estas "ormalidades, el maestro de obras reúne a sus compañeros y hace construir un lugar cerrado donde se reúnen al abrigo de las miradas pro"anas. De acuer acuerdo do con las las auto autori rida dade dess ecles eclesi6 i6st stic icas as establ establece ece el progr program amaa arqui arquite tect ctóni ónico co e iconogr6"ico. Despu#s, tomando posesión de su bastón y de sus guantes, encasquet6ndose el bonete simbólico, vistiendo el largo traje tradicional, pone a los operarios a la obra e inaugura la cantera en presencia del obispo y, en algunas ocasiones, del rey. ?na vez m6s comienza la aventura, una aventura que ha estado Lbservando durante años y de la que ahora es responsable. En ningún momento el maestro de obras separa el trabajo material del espiritual. 'asa por la materia para alcanzar el esp!ritu porque todas las dem6s v!as le parecen utópicas y "alaces. El hombre que no siente en su carne la verdad de los s!mbolos no es digno de su consideración. ;oda su atención se concentra sobre la manera de hacer/ si un gremial demasiado demasiado h6bil logra su talla talla sin vivir su trabajo lo amonesta sin contemplaciones. contemplaciones. 'or el contrario, alienta con la mirada al aprendiz que acaba de estropearlo todo avanzando un paso. e desencadena su cólera cuando un obrero alardea de su valor en una taberna de la ciudad y le advierte que si quebranta por segunda vez la sagrada regla del anonimato lo e%pulsar6 de la cantera. @7ómo puedes creer que el arte sirva para e%presar tus sentimientos personalesB le dice. @Io sabes que lo único que tiene importancia es la idea que ha de transmitirse y no quien la transmiteB Algunos d!as se comete la "alta m6s grave/ un cantero distra!do estropea una escultura casi terminada. El hombre desciende del andamio y, con la muerte en el alma, avisa al maestro de obras. Onmediatamente #ste hace que coloquen la piedra estropeada sobre unas angarillas y la cubre con un velo negro. >euniendo a todos los trabajadores de la cantera, se organiza una procesión. Nestido de luto, el culpable marcha en cabeza y transportan la piedra asesinada hasta un cementerio donde se la entierra. ?na vez terminada la ceremonia, se reanuda el trabajo y el obrero inh6bil se consagra a la creación de una nueva obra maestra que haga olvidar su crimen. Durante las etapas de la construcción el maestro de obras vela para que cada
participante cumpla su "unción " unción y se integre de una manera per"ecta p er"ecta a la empresa colectiva. 7on "recuencia ha de responder a las cr!ticas de los escultores. @Acaso no somos simples copistasB le preguntan. El copista ejecuta sin conciencia contesta el maestro. En cuanto a vosotros, identi"icaos con los s!mbolos grabados y descubrid el aut#ntico signi"icado de vuestro trabajo. En vez de e%plotar vuestras minúsculas cualidades, en vez de engre!ros e%poniendo vuestro saber ante los que empiezan, haced que penetre en vosotros nuestra regla de vida. Dominaos, Dominaos, no toler#is toler#is ninguna debilidad debilidad en vosotros. vosotros. &añana ser#is libres si practic6is practic6is un conocimiento directo de la piedra que os conducir6 a vuestra aut#ntica personalidad. >ecti"icad sin cesar y encontrar#is la luz oculta en vuestras manos.
$os accidentes son muy raros, pues sólo suben a las partes altas los hombres de una gran e%periencia. Adem6s, se narra "recuentemente la historia del carpintero de 'arayPleP &onial que cayó de un andamio. Avisado el abad Fughes acudió presuroso y vertió sobre el moribundo un poco de agua bendita implorando al eñor que curara al constructor de templos. egundos despu#s el carpintero, levant6ndose reanudó su ascensión. De una manera simbólica el maestro de obras lleva una 0m6scara2 a la manera de los sacerdotes antiguos que representaban los misterios sagrados. 'ara todos los que trab trabaj ajan an en la cant cantera era,, es un rostr rostroo hier6 hier6ti tico co,, eter eternam namen ente te semej semejan ante te a s! mismo mismo,, persuadiendo a todos de la verdad de la obra emprendida. emprendida . $as palabras que salen de su boca se convierten en actos y anima un esp!ritu comunitario nutrido de un calor humano tan discreto como constante. 7iertamente, el maestro de obras no se engañaJ sabe que el Fombre no est6 acabado y que, una vez m6s, no se alcanzar6 la per"ección. ;anto mejor, habr6 que viajar de nuevo, construir una nueva catedral, vencer otros obst6culos y acercarse algo m6s a la obra maestra. C los sucesores de sus sucesores volver6n a coger el cayado sobre el que est6n inscritos los secretos de las proporciones armónicas con la misma esperanza y la misma lucidez. 7onserva en la memoria el mito de la torre de :abel que "ue destruida por Cahv# para impedir que la Fumanidad hablara una sola lengua. @igni"ica que es necesaria la diversidad o que sólo Dios puede coronar el edi"icio con la última piedraB in duda, dos verdades inseparables. $a arquitectura es la madre de todas las artes y sin la presencia de la catedral no tienen tienen sentido la pintura ni la escultura. escultura. El maestro maestro de obras uni"ica y reúne. El edi"icio no es un "in, sino un crisol en el que el hombre sincero descubre su propio camino. En los per!odos en los que la serenidad se ve aguijoneada por p or la inquietud, el maestro recuerda r ecuerda el relato de uno de sus remotos antepasados, antepasados, un carpintero a quien el rey hab!a pedido que le e%plicara sus secretos. Oba por un bosque en las montañas contestó el carpintero y me dediqu# a observar la Iaturaleza de los 6rboles, y solamente cuando mis ojos tropezaron con unas "ormas per"ectas per"ectas surgió en m! la visión visión de mi armazón y puse manos a la obra. in ello no s# qu# hubiera sido de mi trabajo. Kracias al acuerdo per"ecto entre mi naturaleza y el 6rbol mi obra parece la de un dios. El maestro de obras no se preocupa por la super"icie de la piedra ni por el aspecto super"icial de la Iaturaleza. ;rata de comulgar con el centro de la materia, toca el corazón del bloque que se ha de esculpir y modela el alma de sus compañeros. Desde la cima de las "lechas, contempla todo el paisaje de este mundo donde todo est6 presente. &aestro de la obra, @es realmente posibleB Es m6s bien la propia obra la que es dueña de #l, la que le gu!a y le señala el sentido de la obra que ha de realizar. $leva sobre sus hombros la "utura catedral y la catedral lo eleva por encima de las debilidades con las
que cada d!a lucha. $a Fistoria1 no le preocupa. Iadie conoce sus di"icultades de hombre, nadie escribir6 su biogra"!a porque le tiene sin cuidado. Es el esp!ritu de la comunidad de los constructores, constructores, la sonrisa con"iada que crea al movimiento movimiento de los brazos y los arabescos de la piedra. Io es un personaje e%cepcional ni un ser original. u constante preocupación es seguir siendo un hombre de Deber, que se a"erra a la creación de una obra aut#ntica y comparte el gusto con quienes quieran interrogarle. Iacer, crecer y morir son las tres virtudes de la jornada de trabajo en la cantera. Dar nacimiento es e%traer del material in"orme la belleza que se encontraba oculta, hacer crecer es alzar los muros hacia la bóveda celeste y hacer morir es sobrepasar el resultado obtenido y lanzarse hacia lo desconocido. El maestro de obras concibe el plan, dirige la ejecución, elige la ejecución. Face descender los cimientos de su catedral hasta lo m6s pro"undo de la tradición y hace ascender las torres m6s all6 del cielo visible. 7ontemplando cómo se desarrolla su obra murmura en voz baja/ QLh, 7risto, devuelve la luz a tus "ielesR Ens#ñales a golpear el s!le% para descubrir en la piedra el germen de las claridades. El hombre no debe seguir ignorando que en el cuerpo de 7risto, oscuro, yace la $uz secreta. Fa querido ser llamado piedra inmóvil, Ul, a quien los "uegos "r6giles deben su ser. ?na mañana le sorprende un nuevo dolor. ?no de sus amigos m6s queridos, un maestro de obras, nombrado al mismo tiempo que #l, acaba de morir. Io e%presa su tristeza, puesto que las reglas de su o"icio le imponen #l deber de crear la piedra sepulcral que conservar6 el recuerdo del di"unto. El imaginero diseña la "igura del desaparecido d6ndole un rostro con una e%presión recogida y mostrando una serena con"ianza. Nestido con su manto de "unción, sujeta con "irmeza el bastón, la regla, el comp6s, la escuadra y el nivel que le sirvieran para desci"rar el libro abierto de la Iaturaleza y el libro cerrado de la divinidad. 7on la regla ha mantenido a sus gremiales por el camino recto, con el nivel ha ampliado el edi"icio de acuerdo con las dimensiones de la ;ierra, con la escuadra ha recti"icado la materia, con el comp6s ha trazado las montañas y con el bastón ha abierto los caminos del misterio y de la luz. e yergue la piedra sepulcral en la iglesia o se empotra en el enlosado. Es todo cuanto quedar6 de un maestro de obras, lo esencial de su vida. A veces, sus restos aparecen reproducidos en el centro de un laberinto, en el centro del Fombre consumado. Al ser pronunciadas las últimas palabras de la ceremonia "únebre, el maestro de obras obr as vuelve a la cantera donde la obra se muestra indi"erente ante el dolor o la "elicidad. Dentro de dos d!as la alegr!a sustituir6 al dolor cuando el maestro reciba a un nuevo aprendiz en el que apunte un "uturo arquitecto. C las estaciones pasan al ritmo de las piedras que se alzan en TlePdeP3rance, en :orgoña, en el >osellón, en Alemania. El saber del maestro de obras no ha cesado de
acrecentarseJ ha practicado la Alquimia, la Astrolog!a, las ciencias herm#ticas, la ;eolog!a. Fa le!do numerosos logogri"os, ha aprendido de memoria los cuadernos de dibujos en los que est6n registrados los temas simbólicos y ha "recuentado a los m6s poderosos del mundo y tambi#n a los m6s humildes. @7u6ntas veces ha sido necesario convencer a los prebostes de que abrieran los cordones de sus bolsasB @7u6ntos discursos ha tenido que pronunciar para despertar a los hombre hombress ado adorm rmeci ecidos dosBB @7u6 @7u6nt ntos os repro reproche chess ha teni tenido do qu quee hace hacerr a los los trab trabaj ajad adore oress negligentesB ;odo ha quedado olvidado. 'ermanece la catedral, esa madre de todos los vivientes, donde el niño se convierte en hombre y el pro"ano sacraliza su vida. 'ronto, el rostro del viejo maestro de obras ser6 grabado sobre esa piedra que ha amado tanto, una piedra que ha iluminado con su sonrisa grave, que ha moldeado con sus manos y que ha o"recido sin e%igir nada a cambio. En )G)H, el jurista $oyseau considera el trabajo manual como una ocupación 0vil, sórdida y deshonrosa2. En )G<4, la palabra 0artista2 aparece en el diccionario de la Academia y relega la de 0artesano2 a las tinieblas de las gentes sin importancia. uedan separados separados el arte y el o"icio, o"icio, la obra ya no pertenece pertenece a Dios ni al maestro. El arte moderno nace en un clima de muerte espiritual espiritual en el que se desprecia desprecia el trabajo manual, en el que la inteligencia de la mano ha dejado ya de ser un valor esencial de la civilización. El operario tradicional, en virtud de su o"icio, realizaba un acto de creación. Oncorporaba Oncorporaba el esp!ritu a la materia y respond!a a una vocación, vocación, a una llamada cuyo origen desconoc!a, pero de la que escuchaba la voz. El hallazgo del maestro de obras era el aut#ntico nacimiento, la m6s e%traordinaria aventura. Io cabe la menor duda de que la angustia contempor6nea y la vacuidad est#ril de nuestras "ormas art!sticas se deben al hecho de que el o"icio de hombre ya no es un arte de vivir y la ocasión de ejercer su maestr!a. in embargo, sucumbir a las lamentaciones, a la nostalgia del pasado o a la desesperación ser!a traicionar el ideal imperecedero del maestro de obra cuya sonrisa animar6 siempre la misma esperanza/ construir a la vez al hombre y al templo. $a catedral es la voz del maestro de obras. ;#rmino lógico de nuestros viajes, vuelve a recog recoger er,, e%al e%alt6 t6nd ndol olos os,, todo todoss los los elem element entos os qu quee hemo hemoss reuni reunido do en los los cap! cap!tu tulo loss precedentes. $os justi"ica. En e"ecto, @cómo acercarse al templo sin rememorar la ;radición, la aventura simbólica, las "uentes del arte medieval, la palabra del mundo y la e%periencia e%periencia del maestro de obraB $os paisajes vislumbrados vislumbrados se unen en la belleza suprema del edi"icio edi"icio terminado en el que surgen a plena luz el arte de pensar y la ciencia de la vida creadores de la Edad &edia.
I( LA $ATEDRAL) PIEDRA VIVA
Ciudad #eli, >erusalén, tu nombre nombre es !isión de pa, t1 que te ele!as en los cielos, t1 t1 hecha de piedras !i!as5 $el cielo desciendes, prometida esposa del -e:or" El cimiento, la piedra angular, angular, es >esucristo, en!iado del Padre" 8/h, ciudad9 %l &untar tus muros, >esucristo unió la Ciudad santa y el creyente que lo recibe descubre en su $ios su morada"
AIA$EA;A FC&IO7A, $O, n. )4
ui#ralo o no el hombre, el mundo sigue edi"ic6ndose cada d!aJ el ?niverso es un lugar de perpetuas mutaciones, de trans"ormaciones incesantes que en su mayor!a se nos evaden. El tiempo que transcurre nos permite comprobarlo, en parte, en nuestra propia e%istencia ya que nuestra apariencia "!sica se modi"ica igual que nuestra visión personal de la vida. En el "ondo de ese movimiento e%iste algo inmutable, un punto central/ la raza 0Fombre2 se encuentra en cada individuo, el ?niverso permanece en equilibrio y nos impregna con su radiación. 'ara la Edad &edia es esencial conciliar el movimiento y lo inmutable, pe lo cont contra rari rio, o, el homb hombre re perm perman anec ecee est6 est6ti tico co o se conv convie iert rtee en la pres presaa "6ci "6cill de las las circunstancias y de los acontecimientos "ugaces. Entonces es cuando se impone la idea de una doble ciudad/ la de los dioses, asegura en su eternidad que nada ser6 capaz de corromper, y la de la tierra, que las civilizaciones van construyendo sucesivamente hasta la e%tinción de la Fumanidad. El arte del maestro de obras consiste en armonizarlas y hacerlas coincidir con el mayor rigor. $a catedral per"ecta del ?niverso es la ciudad de Dios. ;odo est6 ordenado en ella de acuerdo con unos ritmos que no var!an nunca. $os planetas cumplen su revolución con una tranquila tranquila constancia, constancia, el sol se levanta cada mañana por el Este y las "ases de la luna se repiten cada mes. Es posible prever, por la observación y el c6lculo, el desplazamiento de los astros y comprender las leyes celestes que aplica el arquitecto soberano de los mundos, sin "allar un solo instante. i el cielo es el lugar donde se e%presan magn!"icasJ verdades, la organización de la ;ierra ha de hacerse a su imagen. As!, pues, los maestros de obras tienen el deber de volver a crear la morada divina en el suelo de Lccidente con el "in de que todos los hombres tengan ante sus ojos una imagen de la arquitectura secreta del para!so, una imagen que les permitir6 per"eccionarse y edi"icar el templo en s! mismos. As! puede reconstruirse la gestión de los creadores de catedrales. En primer lugar,
reconocer la armon!a del ?niverso y de sus leyes, seguidamente mani"estarla en una construcción de piedra y, por último, o"recerla al hombre como ejemplo a seguir. El ciclo del visitante contempor6neo es absolutamente inverso/ al contemplar aintPernin, de ;olouse, ve primero una iglesia, luego percibe la belleza como elemento esencial de su propia nobleza. De una manera m6s o menos consciente siente en #l el esp!ritu de la catedral concreta. eguidamente observa la per"ección de las l!neas y las curvas, la coherencia de los muros, la precisión de los detalles esculpidos. Adquiere conciencia de que se encuentra situado de nuevo dentro de un orden en el que los juegos de luz desempeñan el principal papel. C de un modo completamente natural se interroga sobre la "uente de esta luz y sobre el origen de esta arquitectura, arquitectura, y vuelve a encontrar encontrar la comunión comunión perdida con el ?niverso entero. 'ara la Edad &edia, el destino humano est6 claro/ venimos de Dios y vamos hacia Dios. Io hemos elegido el d!a de nuestro nacimiento y tampoco elegiremos el de nuestra muerte. Iuestra aventura se desarrolla entre esos dos l!mites, tan misterioso uno como el otro y somos responsables de la orientación que adoptemos/ negarnos a aceptar el misterio, hundi#ndonos en la ignorancia o aceptarlo tal como es y avanzar hacia el 7onocimiento. El milagro de las catedrales es uno de los pocos que nos da el medio de progresar por esta última v!a. Ellas son otros tantos hitos indicadores en el bosque de los s!mbolos, otras tantas brújulas que mantienen el sentido de la vida. Adem6s, la catedral aúna a los seres pasados, presentes y por venir. Desde el origen, el esp!ritu humano trata de penetrar los secretos de la Iaturaleza. $a gruta prehistórica, los primeros templos de madera, los vastos edi"icios de piedra son resultados de una misma intención y surgieron del mismo ideal. 'or esto, todos los constructores de todos los tiempos se han reunido en la catedral medieval. $os justos que han ocupado un lugar en los cielos junto al eñor dirigen el pensamiento de los maestros de obras y se encuentran presentes entre nosotros al a"irmarse un arte sagrado. Es "recuente en las leyendas de la Edad &edia que unos personajes del m6s all6 vuelvan a la tierra y pidan al arquitecto que erija una iglesia en un lugar designado por ellos. En el interior de las catedrales se celebraba, a cada instante, la unión entre el hombre y el 7reador. Esas mansiones sagradas, alcanzando a la vez la mayor altura y la m6s lejana pro"undidad, integran el cuerpo inmortal de la abidur!a abidur !a al cuerpo mortal del individuo y de esta alianza surge el hombre nuevo que habla todas las lenguas. El s!mbolo de la ciudad celeste celeste era ya conocido por las civilizaci civilizaciones ones m6s remotas. remotas. 'or ejemplo, la :abilonia terrena ten!a su modelo en la :abilonia de las alturas. En Egipto, los casos son numerosos. De la inmensa ciudad de ;ebas, donde hoy d!a se admiran los templos de arnaS y $u%or, se nos ha dicho que se llama el orbe de la ;ierra entera y que sus piedras angulares est6n colocadas en los cuatro pilares. Est6n, pues, con todos los vien viento toss y suje sujeta tann el "irm "irmam amen ento to de Aq Aqu# u#ll qu quee est6 est6 ocul oculto to.. En >o >oma ma,, el 'ant 'anteó eónn representaba tambi#n la es"era celeste. En el momento en que se impone el 7ristianismo, la noción de Oglesia tiene dos sentidos complementarios. 'or una parte, es la comunidad local dirigida por el Antiguo, y
por otra, la sociedad universal de d e "ieles. Nolvemos a encontrar estas dos dimensiones en la catedral de la Edad &edia. Es, a la vez, el "aro de una ciudad de caracter!sticas bien señaladas y el emblema de la totalidad de los peregrinos. 7iudades tan modestas como 7har 7h artr tres es o ain aintP tP:e :ert rtra rand ndPd PdeP eP7o 7omm mmin inge gess cons consag agra raro ronn todo todoss sus sus es"u es"uer erzo zoss a la construcción de sus grandes iglesias, porque se consideraban como reinos completos donde deb!an realizarse todos los elementos de la vida espiritual magni"icados por la catedral. Al visitar el acr#P7oeur, nos sentimos limitados por una #poca y por un lugar e%acto. Ese monumento arti"icial, hecho de piedras inertes, apenas despierta nuestro inter#s. 'or el contrario, al "ranquear el umbral de una catedral nos sentimos acogidos por piedras vivas. En el templo, nuestros pensamientos se entretejen con la imagen de las nervaduras, nuestros sentimientos se ennoblecen y se yerguen siguiendo la l!nea de los pilares y nuestra mirada se colma con el color inmaterial de las vidrieras. 'ara el hombre de la Edad &edia, la catedral es, de una manera tangible, la erusal#n celeste. abe que la palabra de las piedras le revela las virtudes que necesita y le pone en guardia contra los errores "atalesJ sabe que la cripta comunica directamente con nuestra &adre la ;ierra y que la ventana circular de la bóveda se abre ante nuestro 'adre el 7ielo. En la catedral ya no es un caminante, un "orastero inquieto por el mañana, sino un invitado colmado de las m6s valiosas riquezas, un hijo que Iuestra eñora recibe en su palacio. in embargo, lo que le espera es el trabajo y no el reposo. C tambi#n sabe que ese trabajo es un don porque trans"orma el mundo en plegaria y el alma en luz. i el templo medieval representa el ?niverso, es el $ibro el que nos permite interpretarl interpretarlo. o. er!a vano creer en una posibilidad posibilidad de lectura lectura directa directa por medio de cualquier instru instrument mento. o. Iue Iuestr straa mirada mirada es natural naturalment mentee imper"e imper"ecta cta y deb debemo emoss recurri recurrirr al te%to te%to sagrado que componen las piedras para comprender el lenguaje de Dios. ;odo pasa como si cada uno de nosotros poseyera una letra, que sola, no es de utilidad alguna. Al unirlas en una sociedad pro"ana, tampoco obtenemos un resultado m6s satis"actorio porque "ormamos palabras arti"iciales o las letras chocan entre s! s ! carentes de toda coherencia. 'or el contrario, contra rio, los maestros de obras conocen la tradición y los s!mbolos y son capaces de redactar un libro inteligible en el que cada letra ocupa su lugar y en el que se inscriben las m6s altas verd verdad ades es.. A buen buen segu seguro ro,, las las p6gi p6gina nass se encu encuen entr tran an disp disper ersa sass po porr toda toda la tier tierra ra.. Descubrimos Descubrimos una en &illyPlaP3o &illyPlaP3oret, ret, otra en :ayona, una tercera en 7olonia, una cuarta en 7anterbu 7anterbury ry.. A nosotro nosotross nos correspo corresponde nde viajar viajar y reconst reconstitu ituir ir el $ibro $ibro inicia iniciall don donde de podremos escribir nuestra e%periencia e%per iencia aportando la piedra nueva de nuestra conciencia. 0$o que irradia aqu! dentro, os lo presagia la puerta dorada dec!a el te%to grabado en la "achada de la iglesia abacial de aintPDenis. 'or la belleza sensible, el alma adormecida se eleva a la belleza verdadera y de la tierra en la que yac!a sumergida resucita al cielo al ver la luz de sus esplendores.2 7on ocasión de la consagración de una catedral se celebraba la bienaventurada ciudad de erusal#n, esa visión de paz construida con piedras vivas en los cielos y rodeada de 6ngeles como el cortejo de una novia. Ella descend!a de las alturas para que la esposa quedara unida al eñor y que cada hombre digno de esucristo "uera el testimonio de aquel casamiento. $a iglesia desbordaba de melod!as, de alabanzas y de c6nticos mientras que el Dios triple y único abr!a las puertas. Omplorando su clemencia, los elegidos que participaban participaban en la celebración celebración ped!an 0la revolución revolución de los años hasta los
tiempos m6s remotos2 de manera que la obra realizada "uera eterna y animada por una constante alegr!a. &undo trans"igurado, la catedral contiene una luz que no e%iste en parte alguna "uera de ella porque es "ruto de un es"uerzo libremente realizado. El maestro de obras le con"!a aquello aquello que su civilización civilización tiene de m6s elevado con el "in de que ella lo distribuya sin restricciones a las generaciones "uturas. $a o"renda hecha al templo se multiplica hasta el in"inito y se transmite por los siglos de los siglos. Estas concepciones simbólicas no tendr!an m6s que un valor secundario si la catedral de la Edad &edia no hubiera sido, ante todo, el centro vital de la ciudad donde se hab!a establecido una comunidad humana. $os medievales no la admiraban como un monumento monumento agradable por sus "ormas, sino como una re"erencia esencial de la vida social. social. $a catedral es útil porque sacraliza la vida cotidiana. i se comparara la ciudad a un tomo de al"arero del que nacen las actividades de cada d!a, la catedral ser!a el eje invisible alrededor del cual se organiza todo. El edi"icio ejerce una protección m6gica. u campanario ahuyenta a los demonios y provoca la llegada de los 6ngeles que ayudar6n a los ciudadanos con sus consejos. $as g6rgolas disipan las tempestades y las "lechas atraen el in"lujo magn#tico que se e%tender6 sobre sobre la pobl poblaci ación ón y la mant manten endr6 dr6 en resona resonanc ncia ia con los los movi movimi mient entos os cele celest stes. es. $a construcción entera en un talism6n gigantesco que pone a la comunidad al abrigo de las "uerzas hostilesJ una ciudad privada de templo est6 e%puesta a las peores calamidades. 7ada ciudadano ejerce un o"icio en el cual se concentra olvidando en cierto modo las "unciones que ejerce su prójimo. 7uando acude a la catedral se encuentra con los que tienen otra pro"esión y charlan sobre sus respectivos #%itos y "racasos para que el trabajo del individuo individuo se convierta convierta en bien de todos. Kracias al templo, templo, los elementos elementos dispersos del cuerpo social conquistan de nuevo su indispensable unidad. Adem6s, los gremios habr6n con"iado sus denarios a los constructores y en el transcurso de los años siguen o"reciendo objetos litúrgicos, vidrieras y esculturas. El embellecimiento y la conservación de la iglesia no quedan abandonados a un administrador, sino que dependen de la responsabilidad colect colectiv iva. a. En el mism mismoo inter interio iorr de la cated catedral ral,, la pob pobla laci ción ón toma tomaba ba las las decis decisio ione ness determinantes para su porvenirJ se daban cursos, se representaba en la nave el repertorio del teatro sacro y se acud!a a cosechar in"ormaciones relativas a los asuntos del reino. $a catedral catedral permanec!a abierta abierta a todas las horas del d!a y de la noche. 7ampesinos, 7ampesinos, artesanos, cabal caballe leros ros y burgu burguese esess mant mantie iene nenn nume numeros rosas as conv convers ersac acio iones nes ante antess y despu despu#s #s de la celebración de la liturgia que les da un mismo h6lito, un mismo ideal sin cesar avivado. $a Edad &edia intentó crear comunidades, no multitudes. A la unidad de las piedras juntas respond!a la unidad de la comunidad de hombres ligados por la veneración de un mundo sagrado. El 0cuerpo m!stico2 de esucristo se encarnaba, precisamente, en el alma de una población unida alrededor de su iglesia. $as reuniones y las "iestas ten!an un car6cter espiritual muy importante, que con "recuencia "recuencia ha sido mal comprendido. comprendido. $as celebraciones celebraciones cali"icadas cali"icadas de 0licenciosas 0licenciosas22 en las
que, por ejemplo, se ve!an entrar en la catedral un hombre y una mujer desnudos a lomos de un asno, "ueron instauradas por la propia Oglesia, especialmente en las ciudades donde e%ist!a un cap!tulo importante de canónigos. $os eclesi6sticos de la Edad &edia ten!an el sentido del juego de la vida, de lo precario de las jerarqu!as y sab!an que, de vez en cuando, hab!a que replantear los valores adquiridos. A trav#s de la "iesta se liberaba una energ!a cr!tica, una oleada carnavalesca donde se representaba un mundo al rev#s cuya visión permit!a apreciar el valor aut#ntico del mundo ordenado. El maestro de obras y el abad pensaban que el hombre no soporta el aburrimiento aburrimiento ni la monoton!a y que una tensión e%cesiva hacia lo absoluto 0romper!a2 su alma. Kracias a la alternación del acto y de la meditación, de la seriedad y la risa, es posible alcanzar un equilibrio que no se hunda en la uni"ormidad. En el siglo MON se rechazó este ritmo de la vida comunitaria y una corriente rigorista, acompañada adem6s por los m6s abyectos cr!menes, condenó las "iestas. Debemos citar aqu! un p6rra"o de una carta circular de la 3acultad parisiense de ;eolog!a, "echada en marzo de )===. $os últimos sabios de la #poca medieval e%plicaban de una manera admirable el pro"undo sentido de la "iesta de los $ocos/ 0Iuestros 0Iuestros predecesores, que eran unos grandes personajes, personajes, permitieron esta 3iesta. Nivamos como ellos y hagamos lo que ellos hicieron. Io hagamos estas cosas con seriedad, sino tan sólo por juego y para divertirnos, siguiendo la antigua costumbre, a "in de que la locura que nos es natural y que parece nacida en nosotros desaparezca y se evada por ese canal, al menos una vez al año. $os toneles de vino estallar!an si de vez en cuando no se les abriera la piquera o el bitoque para que penetrara el aire en ellos. Ahora bien, nosotros somos unos viejos bajeles o unos toneles con los sellos mal colocados que el vino de la abidur!a abidur!a har!a estallar estallar si lo dej6semos hervir hervir de esa manera con una continua continua devoción al servicio servicio divino. Fay que airearlo y a"lojarlo a"lojarlo por temor a que se pierda y se desparrame sin bene"icio alguno.2 Io se prestó o!dos a la advertencia adver tencia y la supresión de las "iestas privó a la sociedad de sus m6s c6lidos colores. El prodigio m6s grande llevado a cabo por la catedral "ue el de reunir todas las e%presiones art!sticas cuya necesidad hemos señalado anteriormente. $a palabra, del obispo mani"iesta el arte del Nerbo, el pensamiento del maestro de obras el de la arquitectura, la mano del artesano el de la escultura, los &isterios el del teatro ritual y los c6nticos el de la música. 7on ellos se evita la dispersión tan temida que el diablo lanza en nuestro camino, y en el alma, que no es uni"ormidad, comulgan las aspiraciones m6s nobles. El templo es comparable comparable al c6liz del Krial que contiene contiene las respuestas respuestas a cualquier cualquier interrogante, interrogante, crea los reyes y hace "ructi"icar las mieses. El mal caballero, aqu#l que se a"erra e%clusivamente a su inter#s personal, no es capaz de verlo. 7on el "in de evitar su "racaso, hay que operar una 0conversión de la mirada2 que "ranquea el obst6culo de los detalles materiales y nos conduce hasta el coro de la catedral. ?na de sus "unciones "unciones m6s e%traordinarias e%traordinarias y de las menos conocidas es la de ser una central que emite y distribuye la energ!a cósmica. Este concepto es de origen egipcio ya que en los templos "araónicos "araónicos se hac!a la o"renda a los dioses para que la creación se renueve y aporte su dinamismo a la Fumanidad. Io hay ninguna di"erencia entre la energ!a espiritual y la que hace moverse la corteza celeste y agita los mares. ?n número reducido de
sacerdotes iniciados la acumula en el lugar santo y se ocupa de regularizarla. 7omo escrib!a Feer, nuestras antiguas iglesias son comparables a los trituradores atómicos, ya que en ellas se concentran los poderes ben#"icos, conservados constantemente por el recogimiento, la liturgia y los s!mbolos. En vez de disociar la materia y de jugar a aprendiz de brujo, el sabio medieval medieval manejaba las "uerzas universales con respeto y lucidez. lucidez. De este modo imped!a la inevitable inevitable e%plosión e%plosión que se produce cuando el hombre destruye los ciclos naturales naturales que no llega a comprender a causa de su vanidad. i la catedral es el gu!a por e%celencia de nuestra vida interior, e%presa su enseñanza con la mayor severidad. Despu#s de haber abierto nuestro corazón, e%ige la abertura de nuestra conciencia. 0Co soy nos dice el 7amino, la Nerdad y la Nida, pero tú habr6s de luchar contigo mismo para "ranquear el umbral y comprender el sentido de las "iguras d# piedra. Io basta el m6s "erviente sentimientoJ tienes que ponerte pon erte en orden, pensar tu vida y vivir tu pensamiento. $as piedras de los muros, pulidas y cuadradas representan los santos, es decir, los hombres puri"icados por la mano del &aestro de Lbras supremo. Fan permanecido entre nosotros para indicarnos ind icarnos el camino.2 C &ichelet &ichelet escrib!a/ 6ombres !ulgares que creéis que esas piedras sólo son piedras, que no sentís circular la sa!ia, cristianos o no, re!erenciad, besad el signo que contienen" %quí hay algo grande, eterno"
'asar por delante de la catedral sin verla ser!a perder para siempre esa realidad humana nacida de una unión sagrada entre el esp!ritu y la mano y mani"estada en la tierra de Lccidente. C san :ernardo puntualiza/ Es preciso que en nosotros se cumplan espiritualmente los ritos de que han sido ob&eto materialmente esas murallas" Lo que los obispos han hecho en este edi#icio, es lo que >esucristo, el Pontí#ice de los bienes #uturos, opera cada día en nosotros de una manera in!isible5 Entraremos en la casa que no ha sido erigida por la mano del hombre, en la morada eterna de los cielos" -e construyó con piedras !i!as, que son los ángeles y los hombres"
7uando la piedra habla, la materia se convierte en esp!ritu, el hombre y la catedral son una sola carne. &6s all6 de las edades, la piedra nos llama por nuestro verdadero nombre y podemos o!r el eco de su palabra que resuena bajo las bóvedas y repercute de s!mbolo en s!mbolo.
( DE LA VISITA A LA PERE'RINA$ION
esplandeció en el reino celeste la eterna y noble ciudad de >erusalén, que es la más alta madre de todos nosotros" El ey eterno la ha creado para los buenos como la digna patria donde, #elices y sin males, ellos se regoci&an sin #in" -us numerosas casas están cercadas por !astas murallas, pues cada uno recibe su morada que corresponde a sus acciones" Pero, a cambio, se le #a!orece con una recompensa com1n, el amor 1nico que los acoge en esos muros sagrados"
Fimno anónimo del siglo OM.
Esbozado a grandes rasgos el esp!ritu simbólico de la Edad &edia, dirij6monos ahora hacia una catedral y tratemos de saber a qu# corresponden sus diversas partes. Io
consideraremos un monumento en particular, sino m6s bien un edi"icioPtipo, un modelo general que comprende los principales rasgos arquitectónicos creados por los constructores, sin olvidar que cada lugar posee su propio genio y o"rece m6s particularidades que ponen de relieve este o aquel aspecto. $a generalidad es necesaria al menos para que nos sintamos en un ambiente conocido, tanto en la m6s vasta nave gótica como en la m6s modesta capilla rural, pues entre ellas no hay m6s que una di"erencia de tamaño, no de naturaleza. naturaleza. $as dos son una imagen concreta y coherente del mundo, a condición de que las #pocas posteriores no hayan des"igurado su estructura destruyendo los muros o recargando la "achada y el interior con una decoración vac!a de sentido. $a catedral que se yergue ante nosotros nosotros es la obra de la divina Iaturaleza Iaturaleza haciendo realidad lo que antes se encontraba oculto. En ella se al!an "uerza y majestad. Desde >eims la >eal hasta $aon la abia los santuarios de la Edad &edia encarnan las cualidades m6s nobles del alma humana. :ien es verdad que son palpables y visibles. in embargo sentimos de una manera con"usa que asimismo traducen el m6s all6 de lo visible. 0As!, pues, hermanos dice una homil!a del siglo OO, si cumplimos la voluntad de Dios perteneceremos a la primera Oglesia, a la que es espiritual, y que "ue creada antes del sol y la luna1 En e"ecto, no creo que ignor#is que la Oglesia viva es el cuerpo de 7risto.2 El cuerpo de Dios es tambi#n la asamblea de "ieles reunidos en la iglesia. Debe re"lejar la per"ecta armon!a del cosmos donde todo est6 es t6 cuidadosamente ordenado. $a iglesia espiritual es la reunión de los elegidos o, al menos, de los que aspiran al 7onocimiento. 'or esto, la palabra de san 7ipriano, 03uera de la Oglesia no hay salvación2, no hay que considerarla como la e%presión de un dogma restrictivo, sino como un precepto, simbólico. El hombre, igual que el templo, est6 construido de acuerdo con la Divina 'roporción que armoniza la naturaleza de la que los constructores obtienen sus lecciones. egún la "órmula de $ehmann, convierten cada lugar santo en un 0laboratorio de energ!a universal2.
iend iendoo el tiem tiempo po mate materi rial al la imag imagen en compre comprensi nsibl blee del tiemp tiempoo inma inmate teria rial, l, es necesario, cuando se procede a su construcción, conocer y poner en pr6ctica las leyes propias del mundo sacro. Ezequiel dice/ 0 t1, hi&o de hombre, describe describe ese templo. que ellos midan su plano" Ensé:ales Ensé:ales la #orma del templo y su plano, sus salidas y sus entradas, en tradas, su #orma y todas sus disposiciones" Pon todo esto por escrito ante sus su s o&os para que obser!en su #orma y sus disposiciones y se con#orme con#ormenn con ellas" ellas" Gsta Gsta es la carta del ;empl ;emplo) o) en la cumbre cumbre de la mon monta: ta:a, a, todo el espacio que la rodea es un espacio santo" Gsta Gs ta es la carta del ;emplo"
?na conciencia tan aguda de la importancia del edi"icio sagrado estaba basada en un simbolismo de las partes que lo constituyen. Ca en Egipto se atribuye una signi"icación e%acta al suelo, la tierra que produce los seres y las cosasJ las columnas, la potencia vertical de la vida, y el techo, el cielo donde se reúnen los dioses. 'oseemos un documentoPtestimonio que establece la transición entre el antiguo mundo y la Edad &edia. e trata de un himno siriaco, sobre la catedral de Edesa, "undada en H)H. Ios enseña que la gloria de Dios reside en ese templo. El maestro de obras "ue un tal :asleel, instruido en la arquitectura por &ois#s, depositario de la sabidur!a de los egipcios. Amidonio, Asaph y Addai "ueron sus compañeros para llevar a buen "in esta vasta empresa. empresa. En la catedral catedral de Edesa aparecen representados representados claramente los misterios del plan divino y quien la contempla queda absorto de admiración ante ella. 0En e"ecto, es una cosa realmente admirable que, dentro de su pequeñez, se parezca al vasto mundo.2 7iertamente, no por sus dimensiones, sino porque respeta el modelo. uzgu#moslo. $a catedral est6 rodeada de agua, recordando el marJ el techo aparece tenso como el cielo y se adorna con mosaicos de oro que "iguran el "irmamento de relucientes estrellas. En cuanto a la cúpula hace alusión al cielo de los cielos donde viven los 6ngeles de la corte divina. $os arcos de la iglesia, amplios y espl#ndidos, son an6logos a las cuatro partes del mundo. 'or la variedad de los colores se parecen al gran arco glorioso de las nubes. Ltros arcos los rodean a modo de salientes rocosos colgados de la montaña y a ellos est6 unida toda la techumbre cuyos m6rmoles revistiendo los tabiques no est6n hechos por la mano del hombre. 'or su esplendor, su pulimento y su blancura, reúnen en ellos la luz. obre el tejado aplicaron plomo para que la lluvia no lo estropeara. $a catedral est6 rodeada de magn!"icos atrios con dos pórticos "ormados con columnas. on los s!mbolos de las tribus de Osrael rodeando el tabern6culo de la alianza. En el coro brilla una luz única distribuida por tres ventanas que nos anuncian el misterio de la ;rinidad del 'adre, del Fijo y del Esp!ritu anto. En los laterales, numerosas ventanas aumentan la claridad. on las im6genes de los Apóstoles, de los m6rtires y de los con"esores. En el cent centro ro de la cate catedra drall se encue encuent ntra ra un estr estrado adoJJ encim encima, a, onc oncee colum columnas nas
representan a los once Apóstoles que se ocultaron y que no traicionaron a esús. $a columna situada detr6s del estrado representa, por su "orma, el Kólgota. obre ella se ha colocado una cruz luminosa recordando el sacri"icio de 7risto. 7inco puertas se abren en el templo, a semejanza de las cinco v!rgenes prudentes que conservaron celosamente el aceite necesario para alumbrar sus l6mparas a la llegada de Dios. 'or estas puertas entran los "ieles, la comunidad de la luz. $os nueve escalones del coro y el trono son la encarnación del trono de esucristo y de las nueve órdenes de los 6ngeles. 0Elevados son los misterios de este ;emplo relativos a los cielos y la tierra. En #l est6 representada t!picamente la sublime ;rinidad as! como la $ey de Iuestro alvador. $os apóstoles, sus "undamentos en el Esp!ritu anto, y los pro"etas y los m6rtires est6n t!picamente representados en #l/ a ruegos de la madre bendita. QLjal6 su memoria est# All6 arriba, en los cielosR QLjal6 la sublime ;rinidad que ha dado "uerzas a los que la han construido pueda guardarnos de todo mal y librarnos de todo dañoR2 $a conclusión e%tremadamente hermosa del himno responde bien al tono del primer Lriente cristiano cuando nada era bastante bello para e%altar el esplendor divino. ;ras ese lirismo cuyos acentos nos conmueven pro"undamente, se esboza una ciencia simbólica de e%trema precisión. precisión. an Iilo, de un nombre tan evocador, evocador, escribió escribió en el siglo N una carta a su amigo Iemertius para e%plicarle algunos s!mbolos s!mbolos inscritos en las iglesias. Esta misiva nos descubre un segundo testimonio premedieval relativo a las partes del edi"icio/ 3e habéis rogado que os dé la raón de algunos símbolos" %sí, pues, os respondo que las pilas de agua bendita indican la puri#icación del alma. las columnas signi#ican las ense:an ense:anas as di!ina di!inas. s. el ábside, ábside, que recib recibee la lu del /rient /riente, e, caracte caracteri riaa los honores honores rendidos a la santa, consustancial y adorable ;rinidad. ;rinidad. las piedras representan la unión de las almas #irmemente establecidas y que siempre se ele!an cada !e más hacia el cielo) los sitiales, las gradas y los bancos designan la di!ersidad di!ers idad de las almas donde !i!en los dones del Espíritu -anto y recuerdan las que rodearon a los %póstoles cuando, en los primeros días, unas lenguas de #uego reposaron sobre sus #rentes, y el trono trono episcopal que se ala en medio del coro de los sacerdotes recuerda la sede del supremo Pontí#ice, +uestro -e:or >esucristo"
eguros de la antigWedad de la tradición simbólica relativa a las moradas sagradas, ahora ya podemos ir hacia las iglesias cristianas a "in de comprender mejor su signi"icación. $os medievales, conservando las enseñanzas del pasado y enriqueci#ndolas con su propia e%periencia, se muestran muy prolijos en este terreno. El primer punto que nos ocupar6 se re"iere a las dimensiones del edi"icio. El obispo Durand de &endes, que vivió en el siglo MOOO, nos enseña que el t#rmino elesia signi"ica elesia signi"ica que la Oglesia es católica, es decir, universal porque est6 establecida y diseminada por el ?niverso entero. Este gran simbolista nos servir6 "recuentemente de gu!a por el camino que
iniciamos. En cuanto al Psalterium al Psalterium Alossatum, Alossatum, estima que el "undamento del templo es la 3e, su altura la Esperanza, su anchura la 7aridad y su longitud la 'erseverancia. En #l, el hombre se desarrolla, se e%tiende en las cuatro direcciones del espacio. H+o sabéis @escribe @escribe san Pablo@ que sois un ;emplo emplo de $ios y que el Espíritu Espíritu de $ios habita en !osotros Porque el ;emplo ;emplo de $ios es sagrado y ese ;emplo sois !osotros" !osotros"
i la creación del hombre se debe a una intervención celeste, lo mismo ocurre con la "undación "undación de la catedral. 'or ejemplo, ejemplo, en 'uyPenPNelay 'uyPenPNelay "ue un ciervo el que trazó el plano de la "utura iglesia sobre una capa de nieve ca!da en verano. ?na vez terminado el edi"icio, los 6ngeles acudieron a consagrar la nueva eñora, envueltos en una luz resplandeciente. En el &ontPaintP&ichel, "ue un toro enviado por el santo el que indicó al obispo el lugar adecuado para la erección del templo. e podr!an relatar muchas otras leyendas en las que intervienen animales simbólicos encargados de la "uerza creadora. Ellos nos hacen tomar conciencia del hecho de que este mundo se comunica sin cesar con el otro. El plano de las catedrales es bastante variable. in embargo, el m6s "recuente es el plano cruci"orme, unión de la vertical y la horizontal h orizontal comunic6ndose en un mismo centro. ce ntro. En la cruz, este antiguo s!mbolo representado ya por los egipcios, se unen el espacio y el tiempo, el cielo y la tierra, lo que nos permite colocar nuestro cosmos personal en resonancia con el gran 7osmos. El brazo horizontal traza la l!nea de los equinoccios y los solsticios mientras que el brazo vertical traza la que sitúa los polos en relación con el plano del ecuador. En la intersección se encuentra el corazón del ser, el eje del ?niverso. $a leyenda dorada dorada cuenta que una cruz de oro salió de la boca de san 3rancisco 3rancisco y que su cima tocaba el cielo y sus brazos abrazaban la una y la otra parte del mundo. En el cuerpo gigantesco de esucristo dibujado por la catedral, el hombre vive en Dios, en lo absoluto. All! se detienen la duda y el esp!ritu err6tico err6tico y all! se abren los caminos caminos del conocimient conocimiento. o. Ltras "ormas como el octógono de Aquisgr6n, el cuadrado o el plano en tr#bol resaltan la resurrección y la necesaria puri"icación del "iel. $a desviación del eje es un "enómeno corriente de la Edad &edia. 7asi siempre se observa que el eje de la nave no se encuentra en la prolongación e%acta del eje del coro. $os arqueólogos, al no encontrar una e%plicación satis"actoria desde el punto de vista racional, han llegado a la conclusión de que esta anomal!a se debe a las irregularidades del suelo, o a la reanudación de un programa de construcción abandonado por di"icultades pecuniarias. egún ellos, los constructores de una segunda cantera no habr!an logrado respetar la dirección establecida por los de la primera. Esto es olvidar la calidad de los maestros de obras y la capacidad t#cnica de los gremiales constructores. En realidad, la desviación del eje es una pr6ctica simbólica conocida desde la #poca "araónica, cuyo ejemplo m6s c#lebre puede verse en el templo de $u%or, en el Alto Egipto. $a desviación marca la ruptura entre la nave de los "ieles, donde aún se busca lo sagrado a trav#s de la razón, y el coro de o"iciantes donde se recurre a la intuición, a la visión directa de lo divino. Al rect6ngulo de la nave sucede la curvatura, esta desviación del eje corresponde a un principio pitagórico caro a los maestros de obras/ la simetr!a, ha muerto, la disimetr!a es
vida. $a l!nea recta es un invento humano absolutamente arbitrario, la l!nea quebrada es el reconocimiento de la energ!a que hace vibrar a la Iaturaleza. $a orientación de las catedrales es voluntaria/ -oberbia es la altura del templo que no se inclina hacia ha cia la iquierda ni hacia la derecha, su ele!ada #achada mira el oriente del equinoccio"
Escribe idonio Apolinar en el siglo N. $a iglesia est6 vuelta hacia la luz de Lriente, mani"estada por el sol. 0ue el edi"icio se e%tienda en dirección a Lriente como un nav!o2, recomiendan las 7onstituciones apostólicas insistiendo en el car6cter 0móvil2 del edi"icio, bajel en el que nos embarcamos para atravesar el mundo. 7omo ha descubierto F. Iissen, el templo no est6 únicamente orientado hacia $evante sino, en muchos casos, hacia el punto del cielo por donde el sol se levanta el d!a de la "iesta del dios antiguo al que sucedió un santo cristiano. Al simbolismo general de la luz creadora se incorporaban el respeto a las caracter!sticas de un lugar y la voluntad de sacralizarlo. En el occidente se desvelan los misterios del juicio "inal y de la muerte del hombre viejo y se a"rontan las impurezas de la Fumanidad, el pecado en sus diversas "ormas. En este lugar de desprendimiento, la conciencia se despoja de su materia inútil y vislumbra su redención. En el septentrión reinan el "r!o, el silencio y la oscuridad. Es all! donde lo divino renace en nosotros y donde "orjamos nuestras armas para el combate de la e%istencia. Adem6s, los alquimistas alquimistas ten!an por costumbre costumbre reunirse periódicament periódicamentee ante el "rontispicio "rontispicio norte de las catedrales donde los imagineros grababan s!mbolos relacionados con su arte. ;ambi#n ambi#n en el Iorte Iorte se esculpe esculpenn escenas escenas del Antiguo Antiguo ;estame estamento nto,, "undame "undamento ntoss del simbolismo cristiano y "undamentos secretos del ser que comienza a edi"icarse a s! mismo. Al mediod!a, la luz adquiere todo su resplandor, el cuerpo espiritual de la Oglesia irradia su mensaje y el para!so de los elegidos aparece en plena gloria. Ii que decir tiene que podr!an darse otras interpretaciones de los cuatro puntos cardinales. cardinales. ?n aspecto ha de ser precisado/ precisado/ sólo e%isten en "unción del quinto t#rmino, del centro inmaterial creador de las cuatro direcciones del espacio. 'or esto, cada templo est6 situado, por naturaleza, en el centro del mundo. egún Fugues de aintPNictor, las piedras de los muros son los miembros de la
sociedad sociedad cristi cristiana ana que "orman "orman otras otras tantas tantas piedra piedrass vivas vivas integr integr6ndo 6ndose se en el edi"ic edi"icio io colectivo. 'ara san :ernardo, est6n unidas entre ellas por el 7onocimiento y el Amor. En su acional de de los o"icios o"icios divinos, el obispo de &endes añade que el ;emplo ;emplo de vida no ser6 acabado nunca/ Los #ieles predestinados a la !ida eterna son las piedras utiliadas u tiliadas en la estructura de ese muro, que siempre se ele!ará y se construirá hasta el #in de este mundo"
$os muros delimitan el recinto protector, el 0c!rculo m6gico2 de amplio sentido en el que sólo penetran los nacidos dos veces. egún el Psalterium el Psalterium Alossatum, Alossatum, los laterales de la iglesia aseguran la concordia y la paz entre los hombres gracias a la continencia que san :ernardo consideraba necesaria. 7onsiste en no dejarse dominar por la mentalidad pro"ana que materializa el esp!ritu, de"orm6ndolo. u virtud nos conduce a la plenitud, aut#ntico pacto "irmado con el ?niverso. $as murallas de la catedral son las antas Escrituras que la de"ienden de los ataques imp!os y de la interpretación literal de los s!mbolos. 7ada muro es una virtud cardinal/ la 7aridad gobierna el palacio de Dios, la Fumildad guarda su tesoro, la 'aciencia ilumina el interior y la 'ureza mantiene la rectitud. $os peldaños que conducen a los pórticos evocan los grados que hay que "ranquear para alcanzar el umbral del templo y recuerdan que #ste est6 construido sobre un promontorio. En e"ecto, según los mitos antiguos el mundo surgió del caos en "orma de colinaJ cuando los constructores erigen un edi"icio, conmemoran el acontecimiento. i el terreno es demasiado llano, los gremiales gremiales allanan la di"icultad di"icultad "ormando un cerro arti"icial arti"icial mediante el acarreo de tierra, ya que el s!mbolo lo domina todo. El atrio est6 abierto a todos como un puerto donde el alma acude a atracar. Es la traducción cristiana del peristilo de los antiguos santuarios. All! se establec!a el primer contacto de los neó"itos con los iniciados que, durante largas conversaciones, pon!an a prueba su voluntad de conocer y su deseo de per"ección. >usybroecS, mostrando su con"ormidad con las enseñanzas antiguas, dec!a que los atrios encarnan la e%istencia con"orme a las leyes morales, q sea, el primer paso poje el camino de la conciencia. $os catecú catecúme menos nos,, "uturo "utuross inic inicia iado doss al mensa mensaje je divi divino, no, no entr entrab aban an en la igle iglesi siaa con con los los bautizados. Durante la celebración meditaban en el n6rte%, el atrio cubierto. En algunas ocasiones un segundo n6rte%, construido en el interior, hac!a alusión a una preparación m6s pro"unda del postulante, ya entonces muy pró%imo pr ó%imo a su entrada real en la comunidad. $a pila pila de agua agua bend bendit ita, a, game gamell llón ón de resu resurr rrec ecci ción ón qu quee cont contie iene ne las las agua aguass primordiales, se encuentra encu entra colocado co locado delante de la entrada entrad a de la iglesia. 'or lo general, est6 construido construido de acuerdo con el número ocho, conjunción conjunción del cuatro, cuatro, s!mbolo del cuerpo, del tres, s!mbolo del alma, y del uno, s!mbolo de Dios. Lcho representa la vida nueva que sigue #l bautismo y la puri"icación del rostro, de las manos y de los pies. Kracias al agua bautismal, el hombre recibe la "uente de vida. Adem6s, las pilas "ueron objeto de una decoración bastante asombrosa en la #poca medieval. En el siglo MOO, el abad Fellin encargó a >enier de Fuy unas pilas bautismales reposando sobre doce toros. imbolizaban
el mar de bronce del templo de erusal#n. En la iglesia de IotrePDame dYAiraines (ommese encuentran unas "uentes bautismales del siglo MO tan grandes que un hombre se bañaba entero entero.. us us escul escultu turas ras repres represen enta tann a los los baut bautiz izado adoss cogi cogido doss del brazo brazo.. ?n deta detall llee e%traordinario/ un dragón habla al o!do de uno de ellos para revelarle la lengua misteriosa que permite conocer los secretos del cielo y de la tierra. $os arbotantes cuyas esbeltas curvas despiertan hoy tanta admiración, tan di6"anas a veces que parecen casi irreales, indican la Esperanza que eleva al hombre hacia los cielos y le o"rece la posibilidad de pro"undizar su concepción de lo divino. Encarnan tambi#n los poderes temporales que protegen la vida espiritual, la sociedad bien "ormada sosteniendo espont6neamente su centro m6s vital, la catedral en la ciudad. $os contra"uertes son para los muros lo que la 3e es al Esp!ritu, la "uerza indispensable que mantiene la creación inte interio riorr. 7o 7onst nstit ituy uyen en la masa masa cual cualit itat ativ ivaa que que resis resiste te las las de"or de"orma maci cion ones es del tiemp tiempo, o, establecen establecen un ritmo con el edi"icio edi"icio en el e%terior. e%terior. us proyecciones proyecciones llegan hasta las nubes, sus ra!ces est6n a"erradas a la roca m6s sólida. El arbotante traza las volutas de la belleza en el espacio e%terno del templo. Equilibrio entre lo alto y lo bajo, salto en la altura, traduce el valor inalterable del hombre a la búsqueda de lo sagrado. El techo es an6logo al manto de los cielos que cubre la tierra regulando la intensidad de la luz solar. egún &6%imo el Con#esor , la techumbre es tensa como el cielo, imita el "irmamento estrellado. 7on ella, la 7aridad protege a los hombres regenerados, est6 adornada con g6rgolas y otras "iguras simbólicas cuya tarea es la de dispersar tempestades y "altas de armon!a. El armazón es el sost#n aportado por la 'alabra santa mientras que las tejas representan los caballeros del Alto &aestro que rechazan a los pro"anos y luchan sin cesar contra los demonios. Io olvidemos olvidemos los maravillosos maravillosos bosques, bosques, siendo uno de los m6s c#lebres ejemplos el de IotrePDame de 'ar!s. En sus jambas, "inas y sólidas los carpinteros han multiplicado las di"icultades t#cnicas a "in de realizar la obra per"ecta. $as torres de la iglesia iglesia son los prelados y los predicadores. predicadores. u cúspide cúspide es el esp!ritu que tiende hacia la m6s grande elevación. A veces, veces, como en 7hartres, est6n adornadas con dos luminarias, el sol y la luna, luz activa y luz re"le%iva. $as torres son asimismo la imagen del canto que se eleva desde el coro de los hijos reunidos en honor de su 'adre común, y por esto albergan las campanas, almas vibrantes de la catedral, guardianas del ritmo sonoro que esconden la marcha del tiempo y el desenvolvimiento de la liturgia. El gallo, según san Ambrosio, Ambrosio, es esucristo que nos despierta y nos dirige. 7anta al sol saliente y ahuyenta a los demonios nocturnos. nocturnos . egún 'rudencio, escritor del siglo ON, ON, El a!e !igilante nos despierta, y sus cantos redoblados parecen ahuyentar la noche" >es1s se hace oír
por el alma que dormita y la llama a la !ida adonde su día nos conduce"
El ave domina el conjuro temporal del templo. 7ada h6lito anima al gallo que vigila la ciudad cuyas miradas le contemplan. $as puertas son las aberturas en el cielo/ 0Co soy la 'uerta dec!a 7risto y quien entre por m! se salvar6.2 e ha hecho observar con acierto que la puerta resum!a todo el santuario. u semic!rculo superior es id#ntico al coro, su rect6ngulo in"erior a la nave. Delante de las puertas se presta juramento, se cambian las promesas de matrimonio y se hace justicia. El que las "ranquea ha dejado de pertenecer al pasado y se sitúa en el porvenir. Io olvidemos que qu e cumplen una doble "unción/ el paso desde d esde "uera hacia dentro y la salida del interior al e%terior. En el primer caso nos dirigimos hacia la puerta pequeña del Iorte. El Evangelio de san &ateo dice que 0son pocos los que encuentran el camino que conduce a la vida2. 7orresponde al sendero pre"erido de 'it6goras, ese di"!cil pasaje que tan sólo "ranquean los elegidos, la puerta estrecha de la Kracia. 'or el contrario, a la gran puerta central del "rontispicio Leste se la llama 0real2. 0r eal2. 'or ella sale el Fombre consumado que vive la realeza del Esp!ritu y a quien corresponde transmitirla. $a nave, donde se inscribe una parte del cuerpo de esucristo, desde el torso a los pies, es el arca ar ca sagradaJ en ella se reúne la comunidad en su viaje hacia h acia la luz. 7onstruida para recibir, representa la matriz que permite p ermite desarrollarse al ideal. >epresentando >eprese ntando una nave volcada, traza de nuevo el proceso de la razón en el sentido medieval de la e%presión, es decir, del conjunto de leyes que rigen lo sagrado. 7uando una iglesia tiene varias naves, esto indica la multiplicidad de los caminos conducentes a la morada del 'adre. El pavimento es el "undamento de la 3e y del 7onocimiento. 7on ocasión de las ceremonias de consagración, el obispo escrib!a sobre #l el al"abeto simbólico cuyas letras equival!an a las cualidades creadoras del hombre. Encarna la pobreza de esp!ritu, la humildad necesaria al peregrino. En la iniciación de los constructores el embaldosado mosaico, en el que alternan el blanco y el negro, desempeñan un papel considerable. Es la imagen de un orden simbólico en el que el d!a y la noche, la luz y las tinieblas se completan sin en"rentarse. El laber laberin into to est6 est6 inscr inscrit itoo en el pavi pavime ment ntoo de la nave nave.. En su cent centro ro aparec aparecee "recuentemente la "igura desuno o varios maestros de obras, s!mbolos en este mundo del arquitecto divino. $os meandros del laberinto son las tramas de la e%istencia humana, sus gozos y sus penas, as! como la "loración de la Iaturaleza. El laberinto llamado 0camino de erusal#n2, o 0lugar de erusal#n2, era el punto terminal de los peregrinajes de la carne y el esp!ritu. e recorren sus derredores de rodillas utilizando el 0Filo de Ariadna2, el cordel d# los constructores, constructores, a "in de llegar hasta el corazón del s!mbolo y de regresar para transmitir transmitir
la e%periencia adquirida. En cierto modo, el laberinto es el camino de los constructores que parten a la búsqueda de su oriente perdido. En esta ruta el hombre se despoja y revive la aventura del Kólgota. 'erdido entre la multitud, el peregrino de la Edad &edia aspira a la "raternidad de los constructores que comulgan al servicia de Dios. 'ilares y columnas son las virtudes propias de los obispos y los sacerdotes. us "ustes simbolizan los celebrantes que sostienen la Oglesia con la 'alabra y las bases los que perpetúan los ritos sobre los que se "unda " unda la vida comunitaria. Durand escribe/ %un cuando en una iglesia haya un gran n1mero de columnas, sin embargo, sólo hay siete, seg1n esta palabra) palabra) 'La -abiduría -abiduría se ha construido construido una casa, y ha tallado tallado y ha colocado en ella siete columnas"(
Entre las arquer!as, hay dos que presentan notables particularidades/ la "amosa ojiva es el arco en tri6ngulo equil6tero, el movimiento de la piedra trazando en el espacio la ;rinidad. ;rinidad. En cuanto a las bases del arco triun"al, gran arcada a la entrada entrada del coro, estaban estaban primitivamente unidas por la viga de gloria coronada por un gran g ran cruci"ijo. &6s tarde, "ue remplazada por el ambón. :ajo este arco el hombre participaba en el triun"o celeste cerca de la corona del templo, el coro. Nentanas y vidrieras nos dejan escuchar los discursos de los santos. $a luz, al pasar a trav#s de los vidrios de color, di"unde en el interior de la iglesia el sentido oculto de los s!mbolos y la "raternidad entre la asamblea. $os cristales, transparentes y di"usos a la vez, son la imagen de los libros revelados que rechazan el viento y la lluvia impidiendo que penetre en el templo lo que sea perjudicial. Dando paso a la claridad del aut#ntico sol, la dirigen hacia el corazón de los "ieles. on m6s amplias en el interior porque el sentido misterioso de la vida es mucho m6s vasto que la apariencia. Adem6s, las ventanas representan los cinco sentidos del cuerpo. u "orma signi"ica que deben ser m6s estrechas por "uerza a "in de no atraer con ellos las vanidades de este mundo y m6s amplias por dentro para recibir en abundancia los dones espirituales y las bellezas del 7osmos. $a bóveda es la vida celeste. u nombre procede del lat!n !ol!ere 0volver2. !ol!ere 0volver2. Ondica que, a imagen de los astros, lleva a cabo un movimiento circular. $a bóveda de las catedrales no es inmóvilJ sus piedras vibran, registran las resonancias del ?niverso. 7on su curvatura logran la per"ección en la bellezaJ es el Nerbo quien las engendra. us nervaduras est6n concebidas en "unción de las sombras, los juegos de luz nos enseñan el juego sagrado de la vida en el que nuestro único adversario somos nosotros mismos. A nosotros nos corresponde orientar nuestro destino hacia los puntos de la bóveda donde convergen las l!neas. 7on el ambón que cierra la nave, abordamos la iglesia en la iglesia, iglesia, la parte secreta del templo. El ambón aparece probablemente en el siglo MOO, estableciendo una "rontera semejante al iconostasio de los edi"icios orientales conocidos desde el siglo ON. $as puertas de las naos "araónicas. "araónicas. $a palabra 0ambón2 0ambón2 es la primera de una "órmula litúrgica litúrgica recitada recitada
por un lector que ped!a a un celebrante su bendición antes de transmitir a la asamblea la Ep!stola o el Evangelio. En la parte anterior del templo el pueblo escucha y rezaJ al otro lado del ambón, en el coro, el clero canta y admira a la divinidad. $os "ieles no deb!an ver, en consecuencia, los misterios celebrados por los hombres de Dios que tras una larga caminata alcanzaran el dominio de los s!mbolos. Aun permaneciendo en el interior del templo, los simples bautizados recib!an indirectamente el mensaje sagrado, comunicado por un o"iciante desde lo alto del ambón. Esta regla, abandonada a "inales de la Edad &edia, hab!a de ser aplicada siempre en las antiguas sociedades sociedades tradicionales, tradicionales, empeñadas siempre en marcar con claridad las sucesivas etapas de la vida en esp!ritu. El crucero, según Fonorius dYAutun, representa los brazos de 7risto, los dos principios de la acción/ el brazo izquierdo es receptividad a la divino, el derecho es su puesta en obra en la Iaturaleza. $os que se colocaban en los brazos del crucero, ve!an el misterio de una manera oblicua, aun parcial. 7entro, vertical y horizontal se unen en el cruce del crucero y ordenan la jerarqu!a de valores con el "in de que el hombre adquiera su justa proporción en la gran obra al encontrar enc ontrar la 0medida común2 a todos sus hermanos. hermanos . 7on el viaje de"initivo hacia el coro, queda as! colocado nuestro cuerpo en el cruce de los caminos. $a clave de la bóveda, que la domina, es a menudo una corona hueca en su centro. e reconoce el s!mbolo del Ljo celeste o de la corona de acacia de los antiguos misterios, evocando a la vez la 0putre"acción2 alquimista y el conocimiento reconstituido. En la catedral se erigen diversos altares. on =as 0cosas altas2, las hogueras elevadas sobre las que los primeros sacerdotes quemaban el incienso y celebraban el sacri"icio. El altar mayor es el corazón de 7risto situado en el centro del cuerpo del ?niverso. e llega hasta #l por tres peldaños, las tres resurrecciones del bautismo. En el interior de esa mesa de re"rigerio comunitaria se encontraban las reliquias de los m6rtires y de los antepasados que nos han abierto el camino. El altar es, en cierto modo, la cripta (etimológicamente, la oculta- que ascendiendo desde las pro"undidades de la tierra surge en la iglesia en "orma de piedra "undamental. 'ara ella, es posible comulgar con el centro de todas las cosas. El altar, s!ntesis de las aspiraciones m6s elevadas, es la &adre verdadera de los seres. 7oro, 6bside y presbiterio son los distintos nombres del santuario. El coro de los antiguos era el lugar donde evolucionaban los danzantes, traduciendo mediante un rito la marcha eterna de la creación. El coro es la corona colocada sobre la cabeza de 7risto inscrito en esta parte del edi"icio y el signo de la realeza del hombre logrado. Adem6s, la construcción de una catedral se comenzaba por esta 0caja craneal2, vuelta hacia la "uente de luz. $a palabra presbiter!a, presbiter!a, relacionada con el lat!n lat!n caput , cabeza, designaba la abertura de la túnica por la que la cabeza emerge de la túnicaJ no cabr!a "orma mejor de evocar la salida al d!a, el emerger de las tinieblas. En cuanto al 6bside, originalmente "ue la e%tremidad semicircular de la bas!lica donde pon!a c6tedra el obispo de las primeras comunidades cristianas. El santuario de la catedral es un santasantórum, una es"era en la que se revela la actividad celeste y la ?nidad ilimitada de Dios. Antes del movimiento est6 la vibraciónJ por
ello los maestros de obra hubieron de realizar proezas con el "in de engendrar ese lugar supremo, a la vez recept6culo y emisor, comparable al atanor de los alquimistas, donde se reproduce el milagro de la primera mañana. Adosado al muro de $evante hab!a un altar donde el sacerdote celebraba maitines "rente a Lriente, consagrando lo que deb!a ser y devenir. El coro es el despertar deslumbrante de lo sagrado, sa grado, el nacimiento de la Nida. El deambulatorio se recorre a lo largo y a lo ancho, según la etimolog!a del t#rmino, realizando un viaje circular alrededor del centro. $as antiguas sacrist!as se abr!an sobre el coro, ya que simbolizaban el seno de la Nirgen en el que esucristo se reviste con la santa vestidura de su carne. El sacerdote, portador de las vestiduras litúrgicas, es esucristo viniendo al mundo. El trono del obispo, su c6tedra (de ah! el t#rmino catedral- es la representación material del trono espiritual del eñor. Est6 situado en el "ondo del 6bside, en la cumbre simbólica del gran cuerpo, en el eje "rontispicio real de Lccidente. 'uede observarse un magn!"ico ejemplo en la primacial aintPeanPdeP$yon, madre de los galos, donde encima del trono aparece esculpida la imagen del 'adre celeste, acompañada de la inscripción/ 0Co soy aqu#l que es.2 ;odav!a hemos de e%aminar los dos elementos que aportar6n lo esencial d# nuestros materiales para el estudio del simbolismo medieval/ las sillas de coro y los capiteles. itial procede del germ6nico stal germ6nico stal , 0lugar, sitio2. En sus sillas se instalan los miembros del clero, a ambos lados del coro. 'ara icardi de 7remona, las sillas de coro son los distintos lugares celestes reservados a los elegidos. En el ational el ational leemos/ leemos/ La coma de las sillas de coro representa a los contemplati!os en cuya alma $ios reposa sin o#ensa y que, a causa de su mérito en e4tremo ele!ado, contemplan también por antici anticipado pado el esplendor esplendor de la !ida eterna eterna y se les compar comparaa al oro por el destello destello de la santidad"
Estas comas son im6genes del lecho de reposo en oro mencionado en el Cantar Cantar de los Cantares. Cantares. e olvidan las "atigas del cuerpo hasta el punto de que el esp!ritu se recrea. El capitel, super"icie privilegiada donde se esculpen la mayor!a de las escenas simbólicas, es el esp!ritu de la columna, la vibración que recorre el cuerpo de piedra cuyo eco prolonga en nosotros mismos. El obispo Durand de &endes nos revela el secreto en una "rase para nosotros de importancia primordial/ 0$os capiteles dice son las palabras las palabras de las -antas Escrituras Escrituras que la Iglesia nos impone impone el deber de meditar y a las cuales hemos hemos de adaptar nuestras acciones, obser!ándolas.2 obser!ándolas.2 Ogual que a trav#s de la arquitectura se revelan las leyes del Iúmero y de la Divina 'roporción, 'roporción, por los capiteles capiteles y las sillas de coro se desvela la vida eterna del s!mbolo cuya comprensión nos ayuda a construir una vida sagrada. Al escuchar su voz cada uno encuentra su justo lugar en la catedral. 7inco siglos despu#s del cierre de las canteras donde los constructores erig!an aqu! abajo la 7iudad de las alturas, el h6lito de la Edad &edia nos llega con todo su vigor/ 0Ogual que la iglesia corporal o material est6 construida con piedras
juntas y ensambladas, la asamblea espiritual "orma " orma un ;odo compuesto por un gran número de seres humanos di"erentes de edad y de rango.2
$ON$LUSI*N LAS $ATEDRALES $ATEDRALES " LA ETERNA SABIDUR+A
n punto, que se coloca en el círculo que se encuentra en el cuadrado y en el triángulo. -i encontráis el punto, estáis sal!ados, libres de pena, angustia y peligro"
&6%ima de los Compagnons
$a Edad &edia simbólica se encuentra siempre presente en nosotros. 'or el inter#s medio de sus monumentos y de sus esculturas nos o"rece un medio e%cepcional de penetración hacia las alturas y las pro"undidades. us s!mbolos proceden p roceden de una ;radición que magni"ica el instante de conciencia, el momento de gracia cuando el pensamiento individual se abandona a s! mismo para con"iarse a la corona de gloria "ormada por las catedrales y la Iaturaleza. Io contemplemos el arte medieval desde el e%terior como eruditos muy poco sensibles o turistas demasiado apresurados. Ios orienta hacia la divinidad contenida en nosotros, hacia nuestra mirada de luz que escapa a la Fistoria y al tiempo. $os $os prop propio ioss medi mediev eval ales es han han insi insist stid idoo sobr sobree el leng lengua uaje je espi espiri ritu tual al de las las representaciones art!sticasJ han recurrido a la inteligencia del corazón que es la única capaz de desci"rar desci"rar y asimil asimilar ar toda la savia. 'ara Dionisio Dionisio el %reopagita, %reopagita, el s!mbolo no es el resultado de una voluntad de secreto, sino que constituye una etapa indispensable en el camin caminoo haci haciaa el 7o 7onoc nocim imie ient nto. o. ;oda oda la Edad Edad &edi &ediaa ha vivi vivido do de acue acuerdo rdo con con un
pensamiento de san Agust!n que hac!a suya, tal vez sin saberlo, una regla constante de la espiritualidad egipcia. Dec!a que 0lo importante es meditar sobre el signi"icado de un hecho y no discutir la autenticidad2. El 3#ni% no e%iste materialmente y, no obstante, es la clave simbólica de nuestra resurrección personal, una clave m6s real y m6s viva que las descripciones de los tratados de ornitolog!a. As!, pues, nuestra "unción no consiste en criticar unas leyendas aparentemente e%trañas, apreciar su estilo "igurativo u opinar sobre sus esculturas. ;enemos algo mejor que hacer, puesto que nos encontramos "rente a unas "ormas y a unas im6genes que encarnan un ideal espiritual que no podemos rechazar sin desnaturalizar al hombre. in discutir la veracidad literal de unos hechos simbólicos relacionados con los te%tos o inscritos en la piedra, hemos de meditar sobre su signi"icado, un signi"icado "undamental para el hombre de d e hoy, ya que nos o"rece la ocasión oc asión de e%presar su verdad sin inmovilizarla en un dogma intelectual. emejante e%presión de la vida interior est6 ligada al s!mbolo del Nerbo creador cuyas obras medievales son otras tantas palabras. Io eran "antas!as est#ticas destinadas al placer de la mirada, sino una materialización voluntaria del misterio por naturaleza. $a catedral, donde aparecen reunidas las obras de arte, es un mundo in"inito que ilustra la g#nesis eterna del ?niverso en la que, si lo deseamos, somos capaces de participar. El hombre nuevo es el Nerbo en nosotros, según a"irma Fermes ;rismegisto, porque nos permite nombrar seres y cosas conocedores de su !ntima realidad. $a liturgia cristiana consagra en los siguientes t#rminos la iglesia per"ecta/ Escuché, proclama el obispo, una !o poderosa que decía) '6e aquí el tabernáculo de $ios entre los hombres" Di!irá Di!irá en medio de ellos y ellos serán su pueblo y el propio $ios morará entre ellos"(
Este Nerbo 7reador, esta palabra que es el mundo en el que vivimos, est6 encamado en las piedras hablantes de la Edad &edia. 'ara encontrarnos a nosotros mismos, no tenemos m6s que encontrarlas y hablar con ellas. El maestro de obras se convert!a en el instrumento de la eterna abidur!a y su amor por la obra per"ecta lo incitaba a dar de lado toda contingencia para volver a encontrar la belleza del origen y transmitirla lo m6s "ielmente posible. ;atiano consideraba la 0"iloso"!a cristiana2 anterior a las especulaciones racionales. El arte medieval, incluido en la religión cristiana, debe ser incorporado a la tradición espiritual de Lccidente en su conjunto, y de una manera especial, al simbolismo del Antiguo Antiguo Egipto. Aún puede precisarse m6s y a"irmar a"irmar que esta 0"iloso"!a2, esta visión de la vida, e%istió en cada una de las civilizaciones para las que el arte sagrado y sacralizante era un aut#ntico pan cotidiano. $ejos de pertenecer al pasado, el mensaje medieval es una voz espont6nea de la conciencia, de una melod!a sin principio ni "in que nos aparta de nuestro saber para
permitirnos escuchar la armon!a del 7onocimiento. $a obra que brilla noche y d!a est6 muy pró%ima a nosotros, nos espera pacientemente sobre el suelo de Lccidente con la certidumbre de que el d!a que al "in nos hayamos cansado de la cantidad nos dirigiremos sin pena hacia la belleza de los centenares de erusal#n celestes erigidas en nuestras nu estras ciudades y nuestros campos. A "inales de este siglo MM, conocemos una especie de preEdad &edia en la que es bastante "6cil comprobar las orientaciones perjudiciales al hombre, pero mucho menos hacedero indicar las direcciones que han de tomarse. i el ideal de esta elevada montaña que llamamos Edad &edia se considera de acuerdo con una perspectiva simbólica, sin duda lograremos lograremos abrir de nuevo, cada uno de acuerdo con sus disposiciones, disposiciones, ese templo templo interior donde como escrib!a $ouis Killet, 0el hombre se olvida por vez primera, se arranca de s! mismo, lo abandona todo para seguir sus voces, con"undirse con la ola inmensa que le arrastra. e pierde y encuentra el ?niverso2
BREVE BIBLIO'RA&+A
obre la historia y la civilización civilización de la Edad &edia puede consultarse la obra de K. D?:C D? :C E 'E>> 'E>>LC LC,, . A?:LC A?:LCE> E>,, 7. 7AFE 7AFEI I y &. &L$$ &L$$A AC; Le 3oyen %ge" LBe4pansion de lB/rient et la +aissance +aiss ance de la ci!ilisation occidentale occ identale,, 'aris, )*55. Fay que añadir añadir los libros libros de $. KEIO7L; KEIO7L;, Les Lignes de #aQte du 3oyen %ge, %ge, 'aris, )*G* (G. edición-J 3. FEE>, LBuni!ers FEE>, LBuni!ers du 3oyen %ge, %ge, 'aris, )*<, y . $E KL33, La KL33, La Ci!ilisation de lB/ccident 3édié!al , 'ar!s, )*G5. e comprobar6 hasta qu# punto la presentación de los hechos históricos depende de la actitud personal de los autores. 'ara ahondar m6s en la mentalidad del hombre de la Edad &edia citemos a E. KO$LI, La KO$LI, La Philosophie au 3oyen %ge, %ge, 'ar!s, )*G4J . $E KL33, Les KL33, Les Intellectuels au 3oyen %ge, %ge, 'ar!s, %ge, 'ar!s, )*G). El 'ar!s, )*G5 )*G5JJ .P'. .P'. >L?M, >L?M, Les e4plorateurs au 3oyen %ge, inter#s de estas obras reside, sobre todo, en la documentación que "acilitan. obre la historia general del arte medieval pueden consultarse dos recientes trabajos/ el volumen veintiuno de la Encyclopédie la Encyclopédie de la Pléiade, '6istoire de lB%rt, II) LBEurope LBEurope médié!ale2 médié!ale2 de . :A:E$LI y varios colaboradores, e 6istoire e 6istoire artistique de lB/ccident médié!al , 'aris, )*G+, de K. DE&OAI DYA>7FO&P:A?D. En lo que concierne a las in"luencias egipcias sobre el pensamiento y el arte de la Edad &edia, no e%iste ninguna obra de s!ntesis y esta grave ausencia e%plica per"ectamente las carencias en la interpretación de las obras de arte. 'ara una ojeada muy r6pida, puede consultarse a . DL>EE, $es DL>EE, $es hiéroglyphes a la croi4" Lo que el pasado #araónico ha legado al Cristianismo, Cristianismo, Estambul, )*G. $as dem6s in"ormaciones han de buscarse en art!culos especializados. obre los constructores de catedrales, citemos a '. D? 7L$L&:OE>, Les 7L$L&:OE>, Les chantiers de cathédrales cathédrales,, 'ar!s, )*IAE>;, Les 7LL>IAE>;, Les Compagnonnages en Orance Or ance du d u 3oyen %ge R nous &ours, &ours, 'aris, )*GG. 'ara un testim testimoni onioo de 07ompagn 07ompagnons2 ons2 (gremi (gremiales ales-- con contem tempor6 por6neos neos sobre sobre su o"icio o"icio// Compagnonnage, par les Compangnons du ;our de Orance, Orance, 'aris, )*5) (presentado por >. DA?;> DA? ;>C-. C-. 'ara un an6lisi an6lisiss histór histórico ico y simbóli simbólico co de la instit instituci ución, ón, $. :EILO :EILO; ;, Le Compagnonnage et les 3étiers, 3étiers, 'aris, )*GG. $a obra esencial sobre la cuestión sigue siendo el in"olio del maestro de obras 'etrus ;alemarianus, cuyo t!tulo merece una cita !ntegra/ $e !ntegra/ $e lBarchitecture naturelle, ou rapport de Petrus ;alemarianus sur lBétablissement, dBaprSs les principes du tantrisme, du taoTsme, du pythagorisme et de la cabale dBun 'Sgle dB/r(
ser!ant R la réalisation des lois de lBharmonie uni!erselle et contribuant R lBaccomplissement du Arand Uu!re, Uu!re, 'aris, )*=*. Esta obra maestra contiene una gran parte de los secretos geom#tricos de los maestros de obras medievales y una notable enseñanza simbólica. obre la arquitectura medieval puede consultarse a F. 3L7O$$LI, %rt 3L7O$$LI, %rt dB/ccident , 'ar!s, )*H+. 'ara un an6lisis t#cnico y descriptivo descriptivo a $. KO$$E; en La en La Cathédrale Cathédr ale !i!ante, !i!ante , 'ar!s, )*HGJ E. 'AIL3C en %rchitectur en %rchitecturee gothique et pensée scolastique, scolastique, 'aris, )*<J $. K>LDE7O, en 3oyen en 3oyen %ge occidental, in -ymbolisme cosmique et monuments religieu4 Principes et méthodes de lBart sacré, sacré, $yon, (&useo Kuimet, )*5H-J y ;. :?>7FA>D; :?>7FA>D; Principes )*5+, aportan puntos de vista interesantes sobre la arquitectura considerada a partir de la propia Edad &edia. En este terreno, las tres obras "undamentales siguen siendo las de &. 7. dB/r, rites et rythmes pythagoriciens dans le dé!éloppement de la KFCA Le KFCA Le +ombre dB/r, ci!ilisati ci!ilisation on occidentale occidentale,, dos dos volúm volúmene enes, s, 'ari 'aris, s, )* )*H)J H)J L. NL NLI I O&L O&LI, I, ;he Aothic Cathedral" /rigins o# Aothic %rchitecture and the 3edie!al Concept Concep t o# /rder , Iueva CorS, )*5GJ . FAIO, Le FAIO, Le -ymbolisme du temple chrétien, chrétien, 'aris, año )*G4. Debemos agradecer a &. . DE$>OE?M la in"ormación que nos ha "acilitado relativa relativa a la interpretación interpretación simbólica simbólica de las partes de una catedral, según los Compagnons du ;our de Orance.. Orance.. obre el simbolismo en la Edad &edia se encontrar6n in"ormes y an6lisis en/ $. >EA? >EA?,, Iconographie de lBart chrétien, chrétien, seis seis tomos, tomos, 'ar!s, 'ar!s, )*55 )*55P)*5 P)*5*J *J E. &A$E, &A$E, LB%rt religieu4 du treiiSme treiiSme siScle en Orance. LBart religieu4 du douiSme siScle en Orance. LBart religiu4 de la #in du 3oyen %ge en Orance. Orance . De estas tres obras de &A$E se hicieron numerosas reediciones y 0marcaron2 la doctrina de la mayor!a de los comentaristas del simbolismo simbolismo medieval. medieval. :asadas :asadas en una seria documentación, documentación, resultan a veces insu"icientes insu"icientes en lo que se re"iere a la comprensión real del s!mbolo y a su puesta en pr6ctica por el hombre. 7onstituyen, sobre todo, una especie de prólogo al estudio del arte simbólico y no un conjunto de"initivo. 'uede añadirse . ADFE&A>, In#luences ADFE&A>, In#luences antiques dans lBart du 3oyen %ge, %ge, $ondres, )*HA?AO;O, :AOP;>A?AO;O, Le Le 3oyen %ge #antastique, #antastique , 'aris, )*55J é!eils et prodiges" Le Aothique #antastique, #antastique, 'aris, año )*G. El imponente material reunido por estos autores no ha sido muy e%plotado y adem6s es incompleto. De hecho, el estudio del simbolismo medieval como "actor esencial de la espir espirit itual ualid idad ad y la cultu cultura ra occi occiden denta tale less apena apenass ha comenz comenzado ado.. Entr Entree las las tent tentat ativ ivas as interes interesante antes, s, citemos citemos a K. DE 7FA&'E 7FA&'EA?M A?M y Dom . ;E>7 ;E>7M, M, Introduction au monde des symboles, symboles, $aP'ierrePquiPvire, $aP'ierrePquiPvire, )*GGJ y L:EOK:EDE> L:EOK:EDE>,, Le4ique des symboles, symboles, $aP'ierrePquiPvire, )*G*. )* G*. Ogualmente debe deb e consultarse la obra de &.P&. DANC DANC,, Initiation R e la symbolique romane, << siScle, siScle, 'aris, )*G=, que da interpretaciones "undamentales de la noción de s!mbolo. ;oda investigación sobre el arte sagrado e%ige la lectura de dos admirables admirables obras de A. . 7LL&AP>Af 7LL&AP>AfA&C A&C,, ;he ;rans#ormation o# +ature in %rt (Iueva edición de )*5G, Iueva CorS-. CorS-. C Christian and /riental Philosophie /# %rt (Iueva (Iueva edición de )*5G, Iueva CorS-. $a mayor!a de los trabajos que mencionamos contienen una bibliogra"!a que permite seguir adelante con las investigaciones.
'or último se nos permitir6 señalar una aplicación de las ideas desarrolladas en la presente obra. 'uede encontr6rsela en la colección Le 3essage spirituel editada por 0Uditions de 'ar!s2. e han publicado tres volúmenes por 7hristian A7 y 3ran9ois :>?IOE> OE>/ -aintFertranddeComminges -aintFertranddeComminges ()* ()*<4-J -aint>ustdeDalcabrere ()*< ()*<44- y /loron-ainte3arie /loron-ainte3arie ()*<=-. En estos libros, que son a la vez gu!as para la visita del monumento y estudios simbólicos, se encontrar6 una abundante ilustración en "orma de "otogra"!as de esculturas desconocidas en su mayor!a.
+NDI$E ONOMÁSTI$O
A>O;;E$E/ 3ilóso"o griego que intentó e%plicar los encadenamientos por los que el mundo ha llegado a ser lo que es. $a Edad &edia reanudó esta investigación y la amplió. A>;V/ >ey legendario que estaba al "rente de los caballeros de la ;abla >edonda. irvió de modelo simbólico a la monarqu!a medieval. :E>I :E>IA> A>D D DE 7FA> 7FA>;> ;>E E// Kram6 Kram6ti tico co del sigl sigloo MOO MOO que insi insist stió ió sobre sobre la importancia de la tradición y pidió a los medievales que se encaramaran sobre los hombros de sus antepasados a "in de descubrir el paisaje inmenso del pensamiento. Compagnonnage (Kremio-/ Compagnonnage (Kremio-/ Lrganización inici6tica que reúne a los Compagnons du ;our de Orance, Orance, herederos de los constructores de catedrales. E%isten varias obediencias, pero el Compagnonnage "unda "undamen menta tall es la ún únic icaa co"ra co"rad! d!aa occi occiden denta tall en la qu quee el 7onocimiento espiritual y el manual son sólo uno. DAIOE$ DE &L>$EC/ Autor del siglo MOOO que participó en la traducción de obras griegas y 6rabes con el "in de conocer mejor la e%periencia espiritual de civilizaciones no cristianas. DOLI OLIOOL OL EL %E/P%AI; %E/P%AI;% %/ Autor de la >erarquía celeste, celeste, la la >erarquía eclesiástica, $e los nombres di!inos, $e la teología mística , desarrollo en sus obras el simbolismo de la luz e in"luyó pro"undamente en el pensamiento y el arte de la Edad &edia. Io se sabe nada preciso de su vida. D?>AID DE &EIDE/ Lbispo de &endes en el siglo MOOO, compuso una obra inmensa, el ational el ational des di!ins o##ices, o##ices , en el que e%pone el simbolismo de las partes de la Oglesia as! como todos los aspectos de la vida litúrgica. E>&L E>&L$D $D EL +EA// +EA// Fombre de Oglesia del siglo OM, escribió una relación simbólica de la consagración de $uis el Piadoso, Piadoso, celebrada el 5 de octubre de +)G. 3L>;?IA;L/ Iacido en 5H y muerto en G* "ue obispo de 'oitiers y compuso unos poemas litúrgicos litúrgicos muy hermosos, en su mayor parte consagrados al simbolismo simbolismo de la Nirgen. Anosticismo/ Anosticismo/ ;#rmi ;#rmino no gen# gen#ric ricoo que desi designa gna un conj conjunt untóó de secta sectass esot# esot#ri rica cass contempor6neas de esucristo o posteriores a Ul. El gnosticismo es, ante todo, un estado de
6nimo orientado al descubrimiento de la Knosis, es decir, del 7onocimiento. K>OA$/ !mbolo del ine%tinguible tesoro que se revela a la mirada preparada para captarlo. $a búsqueda del Krial es la de cada hombre, siempre que haga de su vida una aventura del esp!ritu. K?O$$A?&E DE AOI;P;FOE>>C/ &onje del siglo MOO. Este amigo de san :ernardo se interroga, en sus obras, sobre la naturaleza del Amor y busca el secreto del pensamiento humano donde se encuentra encuen tra la huella m6s visible de la divinidad. FE>&E ;>O&EKO;L/ Este personaje m!tico es una transposición griega del dios egipcio ;hot. e le atribu!a el conocimiento de los mayores secretos de la Iaturaleza y los medievale medievaless practi practicaro caronn la lectura lectura de sus escrit escritos, os, reunidos reunidos bajo bajo el t!tulo t!tulo de Corpus hermético. hermético. FEE, FE>&AII/ Escritor alem6n nacido en )+<< y muerto en )*G4. En +ariss und Aoldmund y sobre sobre tod todoo en $as Alasperlenspiel , reconstruye con un arte admirable el esp!ritu de la Edad &edia y de sus gremios. FLIL>O? DYA?;?I/ Autor del siglo M, escribió una Image una Image du monde en monde en la que e%ploró los modos de creación del pensamiento divino y la constitución simbólica del ?niverso. OOD OODL> L>L L DE ENO ENO$$ $$A/ A/ Lb Lbis ispo po espa españo ñoll del del sigl sigloo NOO NOO qu quee comp compil ilóó los los conocimientos simbólicos del pasado en sus Etimologías sus Etimologías en en las que pone de relieve el valor sagrado del lenguaje. LFI DE A$O:?>C/ Iacido en Onglaterra, "ue obispo de 7hartres en el siglo MOO y redactó el Polycraticus el Polycraticus y el 3etalogicon el 3etalogicon en en los que indica las relaciones entre la sociedad celeste y la humana. Lu/ Lu/ 7onstituye el concepto "undamental "undamental de la Edad &edia. 7uando el hombre une su propia luz y la del ?niverso, construye el templo en s! mismo y se hace transparente a la 'alabra divina. &AE;>L E7FA>;/ Iacido hacia )4G en una "amilia de caballeros, el m6s grande escritor de la Edad &edia compuso sermones y tratados cuya riqueza simbólica es inagotable. Es indispensable el conocimiento de su obra para la comprensión del arte medieval. &AM AMO& O&L L EL C/+OE-// C/+OE-// Escritor del siglo NOO que comentó las obras de %reopagita, insistiendo Dionisio el %reopagita, insistiendo de manera especial especial en las relaciones entre la unidad de Dios y la multiplicidad de la Iaturaleza. &E>$ZI/ 7onsejero del rey Artús, es el alma de la ;abla >edonda. Ul es quien posee los conocimientos herm#ticos e introduce la abidur!a en la persona real.
L>ZKEIE/ Iacido en el siglo OO de nuestra Era, en Egipto, este padre de la Oglesia construyó una teolog!a en la que se codean los primeros principios cristianos y las interpretaciones simbólicas de los dos ;estamentos. 'E;>? ;E$E&A>OAI?/ Iombre simbólico de un maestro de obras que reveló los los secr secret etos os t#cn t#cnic icos os y espirituales de los arquitectos medie!ales en su obra $e lBarchitecture lBarchitecture naturelle. naturelle. '$A;I/ El c#lebre "ilóso"o griego "ue muy estudiado por los pensadores de la Edad &edia que no intentaron restituir ciegamente sus ideas, sino que las utilizaron m6s bien como puntos de apoyo. El neoplatonismo enlazó las enseñanzas ens eñanzas del mundo antiguo y las prospectivas cristianas. '$?;A>7L/ Autor griego iniciado en los misterios de Osis y de Lsiris. >egistró en su obra 3oralia obra 3oralia buen buen número de s!mbolos y mitos egipcios de los que la Edad &edia tuvo conocimiento. 'O;AKL>A/ Keómetra griego del siglo NO antes de nuestra Era, dirigió una comunidad inici6tica que enseñaba las leyes de armon!a del cielo y la tierra. $as hab!a recibido de los egipcios y los arquitectos de la Edad &edia se mostraron constantemente "!eles a ellas. '>E;E ?AI/ 'ersonaje misterioso que vivió en Etiop!a o en Iubia, el 'reste uan "ue el hijo espiritual de los tres >eyes &agos y "undó la secta esot#rica de los nestorianos que se encontraron con los viajeros llegados de Lccidente. AI A&:>LOL/ Lbispo de &il6n del siglo ON, aconsejó la mayor descon"ianza "rente a la razón anal!tica y redactó unos comentarios simbólicos sobre la :iblia. AI :E$;>AI/ Iacido en )IA>DL/ El ilustre cisterciense nació en )* y murió en ))5H. 7aridad creadora y Amor divino son los dos temas primordiales de su obra todav!a poco estudiada, a pesar de numerosas e%#gesis. 3undó la Lrden de los ;emplarios e hizo construir muchas iglesias. AI :?EIANEI;?>A/ Iacido en )44) y muerto en )4<=, "ue pro"esor de ?niversidad y miembro de la Lrden de hermanos menores. En su obra insiste sobre la necesidad necesidad de una teolog!a teolog!a realizadora que no se pierda en los meandros de lo mental y que nos oriente hacia el amor. AI 7O'>OAIL/ 'rimado de ^"rica en el siglo OOO, combatió con energ!a por la implantació implantaciónn del 7ristianismo 7ristianismo en dicho territorio. territorio. A"irmaba A"irmaba que los miembros del hombre puri"icado se convert!an en miembros de Dios.
?KE>/ ?KE>/ Iacido en )+), el c#lebre abad de aintPDenis aintPDenis "ue uno de los animadores animadores de la corriente gótica. En sus canteras hab!a reunido a los artesanos procedentes de diversos pa!ses de Europa. Dec!a que 0por el arte sagrado se descubre lo inmaterial en la materia2. ;A;OAIL/ Escritor del siglo OO, intentó unir gnosticismo y cristianismo. 'ara #l, la religión cristiana no era una doctrina nueva, puesto que Dios hab!a estado siempre presente en todas partes. ;emplarios/ ;emplarios/ Lrden caballeresca nacida en el siglo MOO. $os ;emplarios mantuvieron estrechos contactos con los constructores de catedrales y constituyeron una de las "uerzas esenciales del alma medieval. ni!ersidad / Etimológicamente, la ?niversidad de la Edad &edia es un lugar 0universal2 donde se aprende a conocer las leyes simbólicas del ?niverso. $a institución olvidó muy pronto su origen. NO$$A>D DE FLIIE7L?>;/ &aestro de obras del siglo MOO, nos ha legado un cartapacio de diseños en los que "igura el repertorio de los temas simbólicos. Kracias a esta obra maestra, podemos comprender cómo los operadores medievales labraban la materia desde el interior. NOI7EI; DE :EA?NAO/ En su Arand 3iroir , este autor del siglo MOOO nos invita a considerar de una manera simbólica la Iaturaleza, la 7iencia, la &oral y la Fistoria. NO;>?:OL/ Arquitecto romano del siglo antes de esucristo, escribió un tratado cuyos datos t#cnicos y espirituales "ueron utilizados por los maestros de obras.