el don de ciencia.
Cuando se habla de ciencia, el pensamiento va inmediatamente a la capacidad del hombre de conocer siempre mejor la realidad que lo circunda y de descubrir las leyes que regulan la naturaleza y el universo. Pero la ciencia que viene del Espíritu Santo no se limita al conocimiento humano: es un don especial que nos lleva a percibir, a travs de la creaci!n, la grandeza y el amor de "ios y su relaci!n pro#unda con cada criatura. Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo, se abren a la contemplaci!n de "ios, en la belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a descubrir c!mo cada cosa nos habla de $l, cada cosa nos habla de su amor. %&odo %&odo esto suscita en nosotros gran estupor y un pro#undo sentido de gratitud' gratitud' El don de la ciencia nos pone en pro#unda sintonía con la Creaci!n y nos hace partícipes de la limpidez limpidez de su mirada y de su juicio. juicio. ( es en esta perspectiva que logramos captar en el hombre y en la mujer el culmen de la creaci!n, como cumplimiento de un designio de amor que est) impreso en cada uno de nosotros y que nos hace reconocernos como hermanos her manos y hermanas. Teología
El don de ciencia es un h)bito sobrenatural, in#undido por "ios con la gracia
santi#icante en el entendimiento del hombre, para que por obra del Espíritu Santo, juzgue rectamente, con lucidez sobrehumana, acerca de todas las cosas creadas, re#irindolas siempre a su #in sobrenatural. Por tanto, en la consideraci!n del mundo visible, el don de ciencia per#ecciona la virtud de la #e, dando a sta una luminosidad de conocimiento al modo divino *S&h ++ ++,-. Seg/n esto, el h)bito intelectual del don de ciencia es muy distinto de la ciencia natural, que a la luz de la raz!n conoce las cosas por sus causas naturales, pr!0imas o remotas. Es tambin diverso de la ciencia teológica, en la que la raz!n discurre, iluminada por la #e, acerca de "ios y del mundo. El don de ciencia conoce pro#undamente las cosas creadas sin trabajo discursivo de la raz!n y de la #e, sino m)s bien por una cierta connaturalidad con "ios, es decir, por obra del Espíritu Santo, con rapidez y seguridad, al modo divino. 1e 1e y entiende con #acilidad la vida presente en re#erencia
continua a su #in de#initivo, la vida eterna. El don de ciencia, pues, trae consigo a un tiempo dos e#ectos que no son opuestos, sino complementarios. "e un lado, produce una dignificación suprema de la vida presente, pues las criaturas se hacen ventanas abiertas a la contemplaci!n de "ios, y todos los acontecimientos y acciones de este mundo, con #recuencia tan contingentes, tan precarios y triviales, se revelan, por así decirlo, como causas productoras de e#ectos eternos. ( de otro lado, al mismo tiempo, el don de ciencia muestra la vanidad del ser de todas las criaturas y de todas sus vicisitudes temporales, comparadas con la plenitud del ser de "ios y de la vida eterna. 2o es #)cil encarecer su#icientemente hasta qu punto es necesario para la perfección el don de ciencia. ( hoy m)s que nunca. &odos los cristianos, los ni3os y los j!venes, los novios y los matrimonios, los pro#esores, los políticos, los hombres de negocios, los p)rrocos y los religiosos, los obispos y los te!logos, necesitan absolutamente del don de ciencia para que nuestras mentes, d!ciles a "ios, queden absolutamente libres de los condicionamientos envolventes del mundo en que viven. Si pensamos que un cirujano que padece o#uscaciones #recuentes en la vista o que un conductor de autob/s que su#re de vez en cuando mareos y desvanecimientos, no est)n en condiciones de ejercer su o#icio, de modo semejante habremos de estimar que aqullos que reciben importantes responsabilidades de gobierno, si no poseen su#icientemente el don de ciencia, causar)n sin duda grandes males en la sociedad y en la +glesia. Disposición receptiva
Con la gracia de "ios, dispong)monos a recibir el precioso don de ciencia con estas pr)cticas y virtudes: 4. La oración, la meditaci!n, la s/plica. Siempre la oraci!n es premisa primera para la recepci!n de todos los dones del Espíritu Santo, pero en stos, como el don de ciencia, que son intelectuales, parece que es a/n m)s imprescindible. 5. Procurar siempre ver a Dios en la criatura. +gnorar u olvidar que el Creador 6no s!lo le da el ser y el e0istir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su trmino7 *Catecismo 899, es dejar el alma enga3ada, necesariamente envuelta en tinieblas y mentiras, en medio de
la realidad presente. 8. Pensar, hablar y obrar con perfecta libertad respecto del mundo. Es decir, no tener ning/n miedo a estimar que la mayoría tambin la mayoría del pueblo cristiano, en sus criterios y costumbres, est) en la oscuridad y en la tristeza del error, al menos en buena parte. quí se nos muestra otra vez la mutua cone0i!n necesaria de los dones del Espíritu Santo: el don de ciencia, concretamente, no puede darse sin el don de #ortaleza. ;. Ver en todo la mano de Dios providente. prender a leer en el libro de la vida en los peri!dicos, en lo que sucede, en lo que le ocurre a uno mismo, pero aprender a leer ese libro con los ojos de Cristo. $l es nuestro /nico
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