“Historia Universal” , Carl Grimberg La expansión Árabe Autor: Prof. Eugenio Chahuán Ch. Páginas 5 -37
MAHOMA Y EL ISLAM LOS ÁRABES El concepto de "árabe"
Los árabes constituyen el sustrato de población de toda un área geográfica que se extiende desde el océano Atlántico hasta los montes Zagros, contrafuertes de la meseta irania, incluyendo así todo el norte de África, el valle del Nilo, el cuerno de África, el Levante, Mesopotamia y la península de Arabia. Estas zonas conforman una unidad geográfica, un todo homogéneo, cuya constante es el desierto y cuya excepción son las regiones fluviales, donde se desarrollaron las primeras civilizaciones humanas. El desierto, como constante del paisaje, determinó una forma de vida, un modo de producción, que es el pastoreo nómada. El centro natural de toda la región es la península arábiga, lugar de origen del pueblo árabe, el cual, a través de sucesivas oleadas migratorias, fue asentándose asentándose en toda la región anteriormente anteriormente descrita, pasando en forma gradual de una civilización nómada a una civilización sedentaria. La constante desecación de la península arábiga, con la consiguiente disminución de las zonas de productividad agrícola, junto con el incremento de la población, condujeron a un ciclo constante de migraciones que impulsaron a las tribus nómadas de la península hacia las zonas fértiles, imaginadas por ellos como "tierras de promisión". Fueron estas sucesivas oleadas las que impulsaron a diversas tribus árabes al valle del Nilo, a los amorreos a Mesopotamia, a los arameos, cananeos, fenicios y hebreos al Levante, y a la tribu Habashi al cuerno de África, lugar donde surgirá el reino de Axum. En suma, todas las antiguas civilizaciones recibieron un flujo constante y determinante de población desde la península de Arabia. El conocimiento del carácter nómada de la ancestral población de la península arábiga tiene una esencial importancia en la interpretación de los acontecimientos históricos que se desarrollan en el Cercano Oriente, ya que es el hilo conductor que permite descubrir los lazos existentes entre las distintas civilizaciones de la Antigüedad, donde lo arábigo y lo nómada constituyen el elemento hereditario común. Etimológicamente, la palabra árabe, según los filósofos y los diccionarios árabes clásicos, denota la acción de trasladarse en forma continua, lo que asocia el vocablo con el nomadismo. Desde el punto de vista filológico, se corrobora el sentido de dicho vocablo, por contraste con su antónimo; el antónimo de árabe, arab, es misr que comprende a un sector de este pueblo que ha dejado la vida nómada nómada para hacerse sedentario. s edentario. La palabra misr, corresponde al nombre árabe de Egipto, lo cual indica que los árabes nómadas tenían a la antigua civilización faraónica por la más excelsa de las antiguas civilizaciones árabes sedentarias. Tanto es así, que en el momento de la expansión del Islam, los árabes denominaban a todas las ciudades misr. Por ello, los nómadas del desierto llamaban amsar, plural de la palabra misr, a los habitantes de las ciudades. Las primeras menciones menciones acerca de los árabes provienen de este sector sedentario del pueblo pueb lo árabe, bien asirios o nabateos. Es así como los árabes nómadas aparecen descritos en los acontecimientos Bayt-zamani, sobre el alto Eufrates, cuando algunas tribus se convirtieron en vasallas del de Bayt-zamani, soberano asirio Asurnajprpal; con sus continuas rebeliones, tales tribus desencadenaron la batalla de Qarqar, combate que significó la primera aparición en la historia de los árabes nómadas, en el 1
mismo año (853 antes de Cristo) en que el rey Gindubi Al-Arabi sitió Bir^idili, amenazando la ciudad de Damasco con mil camellos del país de Arabi, enfrentándose a Salmansar III, hecho que consta en las fuentes asirías. Hay también frecuentes referencias a los árabes en inscripciones babilónicas, que los denominan 'arabu y urbi. Estas fuentes señalan la recepción de tributos pagados por gobernantes árabes a los centros urbanos; también describen las continuas razzias practicadas por estos beduinos en dichas zonas. Por otra parte, los pueblos descritos en el capítulo décimo del Génesis pueden ser identificados como árabes, como asimismo el término arabaya que comienza a aparecer en documentos cuneiformes persas hacia el año 530 antes de Cristo. Las primeras referencias clásicas pertenecen a Esquilo, quien señala a Arabia como un país remoto en su obra Prometeo. Es pues en escritos griegos donde aparece por primera vez un lugar geográfico denominado Arabia, que incluye a todos los habitantes de la península y a los beduinos del desierto egipcio. Pero si bien la primera acepción de la palabra árabe identifica a éstos con la forma de vida nómada, el sentido de la palabra en cuestión ha estado continuamente cambiando. Esta evolución ha sido lenta y compleja, desde su primitivo y restringido uso, que asimilaba la palabra al pastoreo nómada, cuando árabe era sinónimo de beduino, hasta su amplia significación actual, que conlleva la pertenencia a una nación. El análisis diacrónico permite visualizar la mismidad de un concepto, determinar los diferentes elementos e ideas vigentes en él y establecer cómo se han ido relacionando a través del tiempo y cuál de estas variables ha prevalecido en relación a las otras, determinando en cada circunstancia histórica una tónica conceptual y otorgándole distintos matices. Así, en el concepto de árabe, históricamente han intervenido las siguientes variables: árabe-beduino, árabe-musulmán, árabeconnacional. La llamada expansión islámica constituye la última oleada migratoria del pueblo árabe desde su lugar de origen, produciendo con ella la arabización total del próximo Oriente. Fue a través de la doctrina islámica que se despertó la conciencia de unidad de todo este mundo. LA
PENÍNSULA ARÁBIGA EN LOS ALBORES DEL ISLAM
Desde las cercanías de Palmira hasta el océano índico, y desde el mar Rojo hasta las costas del golfo Pérsico se extiende la vasta plataforma de Arabia, bloque único cíe antiguas rocas cristalinas que forma la mayor unidad estructural en el Oriente Medio. Esta unidad física ha ejercido su influencia en la geografía humana de la región, constituyendo el núcleo de toda la zona. La economía, la política, la cultura y en definitiva toda la historia de las civilizaciones vecinas se ha visto condicionada por cuanto pasaba en la península. Antes de la aparición del Islam, la península arábiga se encontraba, tanto desde el punto de vista religioso como desde el ángulo político y social, en un estado inorgánico. La falta de homogeneidad geográfica de la región se prestaba a ello. Esta amplia plataforma granítica inclinada hacia el golfo Pérsico, bordeada de cadenas montañosas, recubierta de arena y lavas volcánicas, posee cinco regiones naturales de clara diferencia climática: La zona montañosa occidental, la costa del sur, la zona de Omán, la costa del este y la zona de los desiertos interiores. Las diferencias geográficas han producido una distinción en la forma de vida de los habitantes de la península. Es así como podemos hablar de árabes nómadas y de árabes sedentarios, existiendo una clara distinción no sólo en su organización política y social, sino también en su historia. La vida del nómada ha transcurrido desde hace unos cinco mil años sin mayor variación, mientras que la vida del hombre árabe sedentario se ha ido modificando con la historia. Estas formas de vida contrapuestas responden al doble aspecto histórico, geográfico, económico y social de la península arábiga desde la Antigüedad: los árabes del norte, preponderantemente nómadas, con condiciones de vida rudimentarias, y los Estados agrícolas, progresistas y sendentarios del sur. De acuerdo a esta clara diferencia de estilos de vida, la historiografía árabe distingue tres grandes zonas: 2
1) La Arabia del sur. 2)La Arabia del norte. 3)La Arabia central. La Arabia del sur Los habitantes de esta zona confirieron u la Arabia meridional durante un milenio y medio una genuina fisonomía totalmente diferente a la Arabia desértica. Este carácter está determinado por la existencia de Estados evolucionados y de una civilización avanzada. Ejercieron la hegemonía sucesivamente en la región: el reino mineo, el reino de Saba, el reino de Himyar, y además los pequeños reinos de Qataban y Hadramaut. El más conocido de ellos, el reino de Saba, fue célebre no sólo por sus riquezas, provenientes de la exportación de los aromas locales y del tráfico de materias preciosas con la India y el África —lo que llevó a los griegos a calificar a esta zona como la "Arabia feliz", por suse fabulosas riquezas—, sino también por la presa que uno de sus soberanos hizo construir en Ma rib, cuya ruptura llevaría consigo la ruina de la región y podría ser la causa de la migración de las tribus del sur de Arabia hacia el norte. Recientes descubrimientos arqueológicos han revelado los restos de palacios monumentales, estatuas y textos epigráficos que nos dan cuenta de la grandeza alcanzada por dichos reinos. Los míneos dominaron esta zona entre el siglo IX y mediados del siglo VII antes de Cristo. A partir de entonces, ejerció el liderazgo el reino de Saba, que conoció su decadencia hacia el siglo V, cuando ascendió el reino de Himyar, uno de cuyos últimos soberanos, Du Nu-was, se convirtió al Judaísmo. Esto llevó a que los abisinios del reino de Axum invadieran la Arabia meridional en el año 525 después de Cristo, en defensa de las comunidades cristianas perseguidas por dicho soberano. La intervención Abisinia estuvo motivada, a su vez, por el control de esta rica región y el dominio del tráfico realizado por el mar Rojo hacia el océano Ìndico y desde él, y, en consecuencia, las rutas caravaneras del Hiyaz. Eliminado Du Nuwas hacia el año 525, le sucedieron diversos gobernantes abisinios; más tarde retomó el poder un gobernante local, Sumyafa, derrocado y sustituido a su vez por un antiguo esclavo, Abraha; este último se esforzó por mantener la independencia y la neutralidad pese a las presiones de bizantinos, persas y abisinios, inclinándose finalmente por abisinios y bizantinos. Sus sucesores mantuvieron esta orientación, hasta que a finales de siglo una expedición marítima enviada por el rey de Persia Cosroes ocupó la región durante un breve período. En los tiempos del profeta Mahoma, la Arabia meridional, integrada a los destinos del resto de la península, no era más que un recuerdo de su antiguo y autónomo esplendor.
La Arabia septentrional. En la región norteña de la península se generaron algunos Estados que, fronterizos de los grandes imperios, sirvieron a éstos de amortiguadores ante las constantes razzias de los nómadas del desierto. El primero de ellos, quizás el más importante, fue el de los nabateos, que gobernaron en el período de su máximo esplendor sobre un área que se extendía desde el golfo de Akaba al mar Muerto e incluía gran parte del Hiyaz septentrional. Los reyes nabateos establecieron un primer contacto con Roma en el año 65 antes de Cristo, cuando Pompeyo visitó Petra, manteniéndose desde entonces amistosas relaciones hasta que, en el año 105 después de Cristo, el emperador Trajano declaró provincia romana a la zona septentrional con el nombre de Palaestina Tertia. Cabe destacar que estas provincias árabes proporcionaron al menos un emperador al imperio romano: Filipo, que gobernó del año 244 al 249 después de Cristo. Después de la muerte de Filipo el árabe, surgió el segundo de los Estados fronterizos arábigos, el reino de Palmira, ubicado en el desierto Sirio, en el punto de partida de la ruta comercial occidental. Su primer gobernante fue Udayna (Odenato). Después de su muerte lo sucedió la famosa Zaynab (Zenobia), que durante un corto período se convirtió en la reina de gran parte del Cercano Oriente, proclamando a su hijo como César Augusto. Finalmente, el emperador Aure-liano en el año 273 después de Cristo conquistó Palmira, enviando a Zenobia, trabada con cadenas de oro, a Roma.
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Tanto el reino nabateo como el de Palmira tuvieron carácter transitorio, al estar principalmente sustentados en grupos tribales nómadas y seminómadas. Debieron su importancia y esplendor a su situación en relación a las rutas comerciales y por su condición de Estados amortiguadores. Existieron también dos Estados árabes norteños de los cuales solamente se posee una referencia alcoránica: Lihyan y Tamud. Su importancia deriva de su sistema de escritura, que se convertiría en el antecesor de la caligrafía árabe que iba a surgir con el Islam. A comienzos del siglo VII, el Cercano y Medio Oriente estaban divididos entre los dos imperios rivales de Bizancio y Persia. La historia de los tres siglos anteriores había sido en gran parte la sucesión de sus luchas. Bizancio, manteniendo un estilo administrativo romano, era griego en cultura y cristiano en religión. La meseta de Anatolia era la base de su poderío; al sur de ésta abarcaba las provincias de Siria y Egipto. El imperio persa de los sasánidas tenía su centro también en una meseta: Irán; cuna de la reacción antihelenística, su cultura era esencialmente asiática, y su religión oficial era el zoroastrismo. La misma necesidad que había inducido a los romanos a alentar el desarrollo de los Estados nabateo y palmirano, indujo a los imperios persa y bizantino a permitir el establecimiento de nuevos reinos fronterizos árabes en la frontera norteña de la península con Palestina y Mesopotamia: el Estado de Gassan, bajo hegemonía bizantina, y el de Al-Hira, bajo la influencia persa. Ambas dinastías reinantes, gasánidas y lajmidas, combatieron encarnizadamente por sus imperios dominadores en el siglo VI, periodo que marca su edad de oro. "" Los gasánídas, de origen meridional, hicieron de defensa y comunicación entre el puro arabismo del desierto y la Siria bizantina; siendo seminómadas, abrazaron el cristianismo monofisita. Los lajmidas, también provenientes del sur, gravitaban en Ctesifonte, en el Eufrates; rodeados de ambiente cristiano, permanecieron más tiempo paganos, hasta abrazar finalmente el cristianismo nestoriano.
La Arabia central Esta región predominantemente desértica generó una forma de vida que ha caracterizado tradicionalmente a los árabes: el nomadismo beduino. El nomadismo no debe comprenderse como un caprichoso errar a través del desierto y la estepa, sino más bien como una forma de adaptación altamente racional de la vida humana a un medio hostil. En este período crucial que precedió inmediatamente al surgimiento del Islam, la organización beduina prevaleció en la población de toda la península arábiga. En la sociedad beduina, la estructura social básica era la tribu, donde el vínculo de parentesco era el que predominaba. En esta célula autosuficiente se desarrollaba la individual y anárquica psicología del beduino, que es un tipo humano que ama por sobre todo su libertad. Su vida se basaba en un estricto código ético, expresado por la palabra muruwa — que significa bravura, virtud, honor — y cuyos elementos más relevantes eran el valor, la lealtad, la generosidad, la protección al débil y el sentido de hospitalidad. En este arquetipo de hombre reside el antecedente histórico de las futuras órdenes caballerescas que la épica árabe legará al mundo occidental. Modelo de héroe y caballero preislámico, el beduino, iba a ser inmortalizado a través de las famosas colecciones de poesías llamadas mu allaqat "colgadas (en los muros de la Kaaba)", específicamente en la obra de Antara, quien personificó entonces las cualidades más estimadas de los hijos del desierto. Si te cubres con velo ante mí, (sabe que) hábil soy en vencer caballeros con coraza; Alábame por lo que de mí sabes, que soy de amable trato, cuando no se me hace injusticia; y si se me hace, mi réplica es acerba, amarga de sabor, como el gusto de la tuera. Yo he bebido mucho vino, tras caer la calor, pagándolo con reluciente (moneda) acuñada, en ocre vaso, estriado, 4
emparejado con brillante botella, a la izquierda, tapada... Mas, cuando bebo, sólo consumo mi dinero, e integro queda mi honor, sin mella; Y al pasar la embriaguez, mi liberalidad no disminuye: son cual sabes mi nobleza y calidad. ¡Cuántas veces a marido de beldad dejé por tierra, silbando sus miembros, cual comisura de labio hendido! Mis manos se adelantaron con rápida cuchillada y el surtidor de un tajo del color del drago. ¿No has preguntado a los caballeros, hija de Malik, si ignoras lo que de mí no sabes? Nunca dejo la silla de mi rápida montura, recia, por turno herida de campeones: Unas veces se destaca en las cargas y otras se une al tropel de los de entesados arcos. Dígate quien me vio en las batallas, cómo acudo a la guerra y rehuso los despojos; ¡a cuántos campeones cuyo encuentro desplace a los guerreros, ni dados a la fuga, ni a rendirse, mi mano sirvió rápido golpe con una recta (lanza) de recios nudos, enderezada! Pasé con ella, rígida, sus ropas, pues ni el noble es respetado por la pica y déjelos, presa para fieras, que tomándolos, mascaban sus hermosos dedos y muñecas. ¡De cuánta amplia, espesa cota rompí las junturas con la espada a más de un famoso campeón de derechos, de presla mano para el juego en el invierno, que hacía quitar muestras a los taberneros, reprobado: Al verme ir en su demanda, mostró los colmillos, no por cierto sonriendo: Avanzado el día habría de verle, cual teñidas de índigo mano y cabeza, habiéndolo alanceado y luego pasado por un templado (sable) de claro acero, cortante: ¡a un héroe como un árbol con vestidos, calzado en cueros de vaca, y no mellizo! (Fragmento de una mu allaqa de Antara) La organización política de la tribu era rudimentaria. Su jefe, el sayyid o sayj (jeque), era elegido por los ancianos de la tribu, normalmente entre los miembros de una sola familia, conocida como la ahl al - bayt, "la gente de la casa". Más que ejercer un poder de mando, el sayj cumplía una función de arbitraje, velando por los derechos y obligaciones que concernían a las familias individuales dentro de la tribu. Era asesorado en sus funciones por un consejo de ancianos, símbolo de la sabiduría, denominado maylis, cuyos miembros eran cabezas de familia y representantes de clanes dentro de la tribu. La vida de la tribu estaba regulada por la costumbre o sunna ("camino por el cual se debe transitar"), que recoge las tradiciones de la sociedad beduina y que encontraba su única sanción en la opinión pública. El sentido de justicia estaba inspirado en la antigua ley del taliòn: ojo por ojo, diente por diente. 5
La religión beduina era una forma de politeísmo animista con elementos fetichistas. Los seres que adoraban tenían una naturaleza astral; así Manat, Al-Uzza y Allat representaban la tríada de deidades más universales de las tribus del desierto, pero subordinadas, a su vez, a un dios más elevado: Allah. Independientemente, cada tribu centraba su fe en torno al dios de la misma, lo que dio lugar a un vasto panteón que alcanzó el número de 368 divinidades. Un dios y culto peculiares eran el distintivo de cada tribu y una expresión ideológica del sentido de unidad y cohesión de ella. Además de estos dioses se creía que hombres, animales y objetos con ciertas cualidades superiores estaban poseídos por criaturas intermedias entre el hombre y la divinidad, llamadas yinns o genios, a los cuales atribuían las epidemias, enfermedades, impotencia en los hombres, la esterilidad de las mujeres, la locura y otros males. Los acontecimientos históricos que caracterizan a los dos siglos anteriores al surgimiento del Islam, son denominados por la historiografía árabe "los días de los árabes" (ayyam al - arab), nombre con que se designan las disputas entre las tribus nómadas por el ganado, los pastos o los manantiales de agua. Estas continuas reyertas han llegado a nosotros por vía erudita o legendaria, llenas de una fantasía poética en forma de narraciones épicas que la memoria popular ha mantenido viva por muchos siglos. La situación de guerras tribales continuas representa desde un punto de vista político y sociológico la imposibilidad de superar el particularismo tribal y el individualismo beduino y de concretar una forma de organización política superior. La única excepción la constituyó el reino de Kinda, que floreció a fines del siglo V y principios del siglo VI en Arabia septentrional, donde la estirpe de Akil Al - Murar estableció un efímero poder monárquico sobre varias tribus. El reino de Kinda representa el primer intento de unificación política en la zona; su recuerdo aún perdura en la poesía árabe. Nómadas ya establecidos, fundaron poblaciones con un grado social más desarrollado como Medina, Taif y La Meca. Entre éstas, la ciudad de Al-Makka (La Meca) iba a alcanzar la mayor relevancia histórica. La ciudad está situada en la zona de Hiyaz, en el entrecruce de las rutas caravaneras de la península. A partir del siglo V fue dominada por la tribu de los Qurays, uno de cuyos hombres, llamado Qusayy, procedente del norte, redujo a la tribu de Juzaa y tuvo la habilidad de convertir a la ciudad en un importante centro de peregrinación, al lograr reunir las principales divinidades de los árabes en un solo santuario, la Kaaba. Según la tradición, Adán habría construido la primera kaaba o casa de Dios, posteriormente destruida por el diluvio; el santuario habría sido reconstruido por Abraham y su hijo Ismael, quienes habrían empotrado en el ángulo sudeste del templo la piedra negra traída por el ángel Gabriel. Esta piedra era venerada en forma especial por los beduinos del desierto. Los Qurays dominaban el comercio de caravana de toda la península, constituyendo una especie de aristocracia mercantil de negociantes, banqueros y comerciantes. A su vez, en las proximidades de La Meca surgió cierto número de ferias, destacándose la de Ukaz; incorporándose a la vida económica de la ciudad, contribuyeron a extender su prestigio e influencia al resto de la península. Hacia la segunda mitad del siglo VI, una serie de cambios hicieron necesario recurrir a la difícil pero tranquila ruta que desde Siria descendía a través de Arabia occidental al Yemen, a cuyos puertos llegaban navíos desde la India. Egipto, con cieno grado de desorden, no permitía un paso alternativo a través del Nilo y el mar Rojo; por otro lado, la ruta por el Eufrates al golfo Pérsico, favorecida siempre por el comercio entre el Mediterráneo y el lejano Oriente, se hallaba obstaculizada por el con Hielo constante entre los imperios bizantino y persa. Toda esta situación llevó a un crecimiento comercial de la ciudad de La Meca. Es imposible pensar en La Meca en otros términos que los del comercio, pues era su única razón de ser. Originariamente se había desempeñado como centro del comercio local alrededor de un templo religioso, y paulatinamente se convirtió en un gran centro comercial de carácter internacional. Es decir, la ciudad de La Meca disfrutaba de una privilegiada santidad religiosa que iba estrechamente relacionada con sus actividades comerciales. Cualquier intento de reformar el sistema existente o rebelarse contra él, hubiese ido dirigido tanto contra el comercio como contra la religión. Es en este contexto donde nació el profeta del Islam, Muhaminad (Mahoma).
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MAHOMA Y EL ISLAM Aunque existen discrepancias con respecto a la fecha exacta del nacimiento del profeta Mahoma, parece seguro que este acontecimiento tuvo lugar en La Meca hacia el año 570, llamado el año del elefante, debido a que el abisinio Abraha intentó conquistar la ciudad para controlar el comercio de caravanas, montado en un elefante a la cabeza de su ejército. El profeta nació en el seno de una familia acomodada; sus padres, Abdallah y Amina, pertenecían a la tribu de Qurays y al clan de los Banu Hashim. Abdallah murió antes de su nacimiento, quizás durante un viaje comercial fuera de la ciudad de La Meca, y Amina falleció cuando Mahoma tenía seis años, encargándose de su cuidado su abuelo paterno, Abdel Muttalib, y después su tío Abu Talib. Aunque ambos se preocuparon del muchacho con afectuosa solicitud, la infancia del profeta parece haber sido triste, debido a su situación de huérfano. La vida de Mahoma antes de la predicación es poco conocida. Sus biografías, o Sira, poseen un carácter anecdótico, por lo que tienen sólo un valor histórico relativo. A los veinticinco años se puso al servicio de una acaudalada viuda, Hadiya, con quien contrajo matrimonio más tarde. Siempre sintió por su mujer un profundo cariño; mientras ella tuvo vida, no tomó otra esposa. Hadiya le dio siete hijos, de todos los cuales vivió solamente una hija, que le dio descendencia: Fátirna. Mahoma ejerció el oficio de mercader y caravanero hasta que recibió el primer mensaje de Dios en el año 610. En este periodo sobrecogió a Mahoma una crisis religiosa, entregándose a prácticas místicas y ascéticas. Nada se sabe sobre el proceso mental que a ello lo condujo, ni cómo ni por qué se decidió a abandonar el paganismo mequì. Es cierto que sus obligaciones comerciales y sus viajes le hicieron tener contacto con mercaderes, viajeros y esclavos cristianos, sirios y abisinios. Se sabe que había una comunidad cristiana al sur del Hiyaz, en Nachran, y dos tribus árabes cristianizadas en los márgenes nororiental y noroccidental de la península, como también tribus árabes de credo judío en Medina. Esto ha hecho suponer alguna influencia cristiana o judía en el profeta, más probable aún, debido a la presencia, en la biografía musulmana, de Mahoma, de Bahira, un monje que habría adivinado la misión profética de Mahoma y la posible fe cristiana de Waraga, primo de Hadiya. Se ha planteado la posible influencia de grupos de monjes monoteístas sobre Mahoma, los hanif , e incluso la posibilidad de que el profeta haya sido uno de ellos. La historiografía occidental ha asumido diversas interpretaciones en torno a los elementos a que hemos aludido; sin embargo, no parece haber nada que defina con seguridad el origen del monoteísmo de Mahoma. Ibn Ishaq, el biógrafo más antiguo del profeta del Islam, nos menciona una tradición en la que el mismo Mahoma relata la primera revelación, mientras se encomiaba en una caverna del monte Hira, en las cercanías de la ciudad de la Meca, donde acostumbraba ir a meditar: "Una noche, mientras dormía, apareció Gabriel con un paño de seda en el que había algo escrito y me dijo: lee. Respondí: ¿qué he de leer?; entonces me apretó de tal modo con el paño que creí que era la muerte; luego me solió y dijo: lee." Esta escena se repitió dos veces, sin que el profeta dejara de preguntar qué es lo que había de leer. Entonces el ángel Gabriel recitó los cinco primeros versículos de la sura del coágulo: "¡Predica en el nombre de tu señor, el que le ha creado: ha creado al hombre de un coágulo! ¡Predica! Tu señor es el dadivoso que ha enseñado a escribir con el cálamo: ha enseñado al hombre lo que no sabía." (Sura 96, versículos 1-5) "Luego Gabriel se alejó, y fue como si hubiera grabado algo en mi corazón. Salí de la caverna y, cuando estaba en el medio del monte, oí una voz del cielo que decía: '¡Oh, Mahoma!, eres el enviado de Dios y yo soy Gabriel'."
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El calendario musulmán recuerda anualmente con el nombre de Laylat al-qadr ("la noche de la potestad") la primera revelación de este libro celeste, llamado Alcorán o "recitación", o Umm alkitab ("la madre del libro"), custodiado por Dios y que sólo los puros pueden tocar. Mahoma supo entonces que Dios lo había elegido para ser su enviado, encargado de "recitar" a los hombres las revelaciones que le trasmitía Gabriel o el espíritu divino; estas revelaciones fragmentarias, agrupadas más tarde, constituyeron el Alcorán, expresión de la propia palabra de Dios, cuyo texto se presenta simplemente de esta manera: como un dictado sobrenatural registrado por el profeta. Se irán esbozando así las líneas fundamentales de su visión religiosa: Dios único, omnipotente, omnisciente, gran justiciero, recompensará a los hombres de acuerdo a sus actos; la finalidad de esta vida es el sometimiento a Dios, obedecer sus mandatos, hacer la plegaria, practicar la limosna, peregrinar a los santos lugares, mandatos en espera del fin del mundo y la resurrección de los muertos. En los inicios de su predicación, Mahoma tuvo alguna dificultad para encontrar adeptos. Después de su mujer, su primo Ali. hijo de Ahu Talib, fue el primero en seguirle; posteriormente lo hi/o su hijo adoptivo Zaid. Los dos hombres más influyentes entre sus seguidores fueron Abu Bakr y Umar, quienes más tarde dirigirían la comunidad musulmana. Fuera de sus parientes y amigos, el profeta consiguió hacerse escuchar por la gente más humilde de la ciudad, mientras los gobernantes mequíes hacían caso omiso de sus enseñanzas. Al silencio siguieron los ataques verbales a Mahoma. La oposición de los gobernantes mequíes se debía en gran medida a que Mahoma, a través de sus prédicas, ponía en peligro sus intereses político-religiosos. La abrogación de la antigua religión y del estado legal del santuario en La Meca, privaría a esta ciudad de su única y ventajosa posición como centro tanto de peregrinación como de negocios. A consecuencia de la persecución activa contra la aristocracia de su tribu, los Banu Omeya, 83 familias emigraron a la cristiana Abisinia (año 615). A esto siguió el boicot económico y social, lo que hizo difícil la situación del profeta y su reducido grupo de seguidores. En el año 619 murió su esposa, Hadiya; solamente mucho más tarde, Mahoma iba a tomar nuevas esposas hasta completar nueve, destacándose entre ellas la hermosa Aysha, en cuyos brazos había de expirar. Ese mismo año murió también su tío Abu-Talib. El profeta decidió buscar nuevos terrenos para predicar; pero en la ciudad de Taif fue recibido con rudeza. Su situación en La Meca se h izo más compleja, por lo que entró en relación con tribus árabes vecinas y, posteriormente, con los habitantes de Yatrib, quienes aceptaron una alianza con él. Los impulsos que movieron a los medinenses a este pacto se explican por el carácter agrícola y artesanal de su ciudad y por la lucha entre las dos tribus árabes que se disputaban el control de ella: los aws y los jazray. Los .seguidores de Mahoma salieron de La Meca acompañados por Ali y Abu Bakr; después él mismo abandonó secretamente la ciudad, llegando a Yatrib, desde entonces llamada Medina, Madinat an-nabi ("la ciudad del profeta"), el 24 de septiembre de 622. Esta fecha marca el inicio de la era musulmana, suceso conocido como la hiyra (hégira), y un nuevo periodo para su fundador. Instalado en Medina, el profeta aparece como jefe teocrático, sustituyendo la arcaica organización tribal por la Umma o comunidad de creyentes, basada en la unidad de fe, constituyendo una nación de carácter mágico, y compuesta entonces por dos grupos: los ("emigrantes", de La Meca) y los ánsar ("sustentadores", de muháyirún asháb ("compañeros"). Mahoma creó en Medina); ambos grupos eran los Medina el primer centro de oración propio de la comunidad, masyid o mezquita, lugar de postración y también de reunión. En este sitio se dieron los primeros elementos de organización, indispensables para cualquier progreso futuro. Ya no se trataba únicamente de predicar el Islam: había que ponerlo en práctica y convertirlo en una fuerza. Para el profeta, la primera tarea consistió en fortalecer su posición en Medina, para ello estableció las bases de la organización de la Umma, cuyo texto nos ha conservado la tradición. En él se especifica que los creyentes de la tribu de Qurays y los de Yatrib, así como los que le siguen y con ellos combaten, forman una comunidad única, distinta de los otros pueblos, siendo solidarios unos de otros. Así pues, este pacto regulaba las relaciones entre los creyentes y las de 8
los distintos grupos; su finalidad era práctica, pero al mismo tiempo esbozaba un primer esquema de constitución teocrática, que paulatinamente había de convertir al Islam en un imperio. No obstante, existía oposición. Los judíos, en particular, veían cómo Mahoma se apartaba cada vez más de sus concepciones y costumbres. Al revés, el profeta se desilusionó de ellos, pues esperaba que lo siguieran; el desencanto mutuo llevó a una ruptura definitiva. Una tras otra, las tribus árabes de religión judía fueron expulsadas; más tarde, el profeta tomó Jaybar, fértil oasis judío ubicado a 160 kilómetros de Medina, eliminando así una posible amenaza y consolidando su poder. Al mismo tiempo se produjeron los primeros enfrentamientos bélicos con los rnequíes. En 624, los musulmanes vencieron en la batalla de Badr, enfrentándose a un ejército superior en número y armamentos. Esta victoria confirió a las fuerzas de Mahoma una gran fe y seguridad en su misión de difundir el nuevo credo. Abu Sul'yan, al frente de los mequíes, lanzó una expedición vengadora en marzo del año siguiente, que, reforzada con contingentes aliados beduinos, derrotó a las huestes musulmanas. Finalmente, "en la primavera del año 627, los mequíes sitiaron Medina con un gran contingente, que fue rechazado con un simple sistema de trincheras. Este episodio es citado por la tradición como "la guerra del foso". Junto a la tarea ofensiva y defensiva, Mahoma siguió organizando su comunidad, resolviendo infinitos problemas jurídicos, sociales y rituales, con su propio juicio o inspirado por revelaciones divinas. Los versículos del Alcorán y las normas del Hadit, decisiones y expresiones atribuidas al profeta, que muestran su "norma" o modo de actuar en la vida, Sunna, fueron esbozando el edificio de la sociedad islámica. Es así como la nueva religión y el nuevo lisiado iban adquiriendo forma. La costumbre pagana se fue modificando al dictarse normas sobre el derecho familiar, matrimonial y penal. Se fijó y articuló el culto con las instituciones fundamentales de la oración canónica, la limosna legal, el ayuno y la peregrinación. En marzo de 628, cuando se reanudaron los enfrentamientos con los mequíes, Mahoma negoció con ellos, lo que le permitió al año siguiente peregrinar a su ciudad natal. La resistencia en La Meca fue decayendo, hasta que la ciudad finalmente se unió al profeta Abu Sufyan. A fines del año 629 buscó un pretexto para renunciar a la tregua acordada y en enero del año 630, encabezando a diez mil hombres, Mahoma entró victorioso en La Meca, donde actuó con magnanimidad. En el año y medio que le restaba de vida, el profeta consolidaría su obra en toda la península, logrando erradicar en forma definitiva al paganismo e implantando un nuevo modo de vida en la nación árabe, que, portadora de un nuevo mensaje, había de cumplir un rol preponderante en la historia universal. El 8 de junio de 632, después de varios días de enfermedad, Mahoma dejó este mundo, siendo entenado en el solar de su casa, en Medina, donde surgiría la mezquita del profeta, segunda en importancia después de la Kaaba.
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