`wynn' para el sonido [w], o <æ>, `æsc', que recibió el nombre del símbolo rúnico que representaba el mismo sonido [æ], aunque no tenía parecido físico con aquél. Sin embargo, en el alfabeto romano utilizado en Inglaterra son también nuevos símbolos como la <ð> `eth', que resultó de una adaptación de la y la , respectivamente, son manifestación visual de variantes alofónicas como las que hemos descrito arriba. (cf. IA <æmtig> y <þymel>). APUNTES SOBRE LA SELECCIÓN DE VARIANTES FÓNICAS
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muchos de origen holandés, que dejaron una huella lingüística indeleble en palabras como ghost, representada ahora con una
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responder a un cambio en el gusto estético y a la sustitución de los materiales con que se llevaba a cabo la escritura, añadía una ventaja técnica. La elegancia y las líneas angulares de la letra gótica, frente a los trazos redondeados o menos formales de las anteriores, permitían producir manuscritos cuidados aprovechando mejor el espacio. Sin embargo, esta caligrafía oscurece la lectura de letras como la o la cuando éstas aparecen combinadas con determinadas consonantes
Hasta ahora hemos descrito algunas de las alteraciones que producen en la forma gráfica de las palabras los cambios de código ortográfico y caligráfico. Hemos mencionado igualmente que la grafía actual queda fijada en el siglo XVIII con convenciones del XV, a pesar de que la pronunciación siguiera cambiando inexorablemente desde entonces. Pero vimos también que hasta el siglo XVIII la grafía se iba acomodando, en mayor o menor medida, a la pronunciación. Es decir, la variación gráfica que encontremos en distintos textos puede deberse a alteraciones fonológicas y ser fiel reflejo de ellas. Formas advertidas en documentos de IMT como
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destacables, sin embargo, entre el sistema anglosajón y el actual. Por una parte, en IA la cantidad vocálica era independiente del tipo de sílaba en que la vocal se hallara; es decir, encontramos vocales largas o breves en sílabas abiertas o cerradas, átonas o tónicas. Por otra, la falta de correspondencia cualitativa que se observa hoy entre una y otra serie no se daba inicialmente; es decir, la vocal anglosajona [i:] reproducía la calidad vocálica de su correspondiente breve [i], cosa que no ocurre en la actualidad entre [i:] e [I], como demuestra el hecho de que una y otra vocal queden recogidas en símbolos distintos del alfabeto fonético internacional. En IA e IM, además, había fonemas vocálicos que hoy han desaparecido del inglés estándar, como [y], y hasta el IMT oposiciones que, salvo en dialectos, hoy se han neutralizado, como la que se daba entre [ε] abierta y [e] cerrada. También habrá que esperar hasta el IMT para que [^] se asiente como forma contrastiva (cf. put / putt) y para que surja [3:] (cf. work, stir). Si comparamos el grado de estabilidad fónica que han mantenido las vocales a lo largo del tiempo, podemos decir que las breves apenas han variado, frente a las enormes oscilaciones que han sufrido las largas, tanto de naturaleza cualitativa (cf. IA : s_þ [so:ø], IMT: sooth [su:ø]), como cuantitativa (IA l_cian [lo:kjan], IMT look [lu:k] > [luk]. De hecho, la vocal doble
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Minkova 1991). Hasta el siglo XV muchos de estos cambios fónicos provocan la reformulación gráfica de las palabras, aunque no lo hagan con igual intensidad en todos los casos. Por ejemplo, la fonologización en IM de los alófonos fricativos sonoros anglosajones [v,ð,z] desencadenó una reorganización gráfica sólo parcial. Las letras , salvo en dialectos, ni con [s, z] oposición neutralizada normalmente en la letra (cf. theses / these, house (n)/ house (vb)). A partir del siglo XV y hasta el XVIII las reformulaciones visuales nos llegan a través de textos privados, manuscritos o poco oficiales y no llegan a consolidarse. Esa es la razón por la que las reducciones que sufrieron determinadas combinaciones consonánticas a partir del IMT no quedaran reflejadas en la grafía estándar, y sí lo hicieran aquellas que tuvieron lugar en periodos anteriores. Obsérvese la diferencia entre IA
[hræv∂n] > IC
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como [`fæmblI] (Blake 1996:39). Estas realizaciones no suelen quedar registradas en la grafía, porque no han triunfado como pronunciaciones generalizadas. Sin embargo, eso es exactamente lo que explica algunas formas comúnmente aceptadas, como empty o thimble, en las que la
Las alteraciones fónicas rastreables a través de las grafías no son sino la punta de un complejo iceberg, en el que debemos ahondar mínimamente para entender cómo se llegan a configurar los "sistemas fonológicos" de los distintos periodos y cómo se produce la selección de formas triunfantes que los componen. Por ello queremos terminar este capítulo considerando brevemente el proceso de cambio fónico. Como en otras ocasiones conviene separar dos planos: el individual, es decir, el que afecta a la comunicación cara a cara entre hablante y oyente, y el más general, desde el que se reconocen las variaciones que llegan a consolidarse en un sistema. Parece demostrado que en el plano fonológico (con mayor claridad que en otros niveles lingüísticos) los hablantes mantienen subsistemas propios en el intercambio diario, si bien lo suficientemente claros como para no obstaculizar la comunicación. El problema es cuando distintos subsistemas confluyen y provocan cambios en la realización de uno o más fonemas, en la distribución que éstos manifiestan en el arsenal léxico, o en la propia estructura del sistema original. La orientación que adopte el proceso dependerá de los factores condicionantes que intervengan en cada caso, lo cual no dista mucho de lo que ya comentamos para el cambio léxico y para el morfosintáctico. Es decir, también a nivel fonológico podemos hablar de tendencias naturales universales, cognitivas y articulatorias, que se combinan con directrices tipológicas de la lengua en cuestión y con factores de ámbito más reducido, pragmáticos y contextuales. Muchos cambios fónicos se producen como respuesta al principio comunicativo universal del mínimo esfuerzo, bien sea articulatorio o acústico. Así se podrían explicar alteraciones que vienen inducidas por la propia secuencia fónica y se producen de manera mecánica. La tendencia a obtener una máxima facilidad articulatoria explicaría la progresiva reducción de las sílabas átonas (cf. IA lady, [`lævedi] > [`lævdi] > [`lædi], o la alternativa actual, [`do:mit∂rI] o [`do:mitrI] para dormitory); las metátesis (consumadas, como en through < IA þurh, o abortadas); la supresión de
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la [h] aspirada inicial; la diptongación de vocales cerradas, o los muy diversos procesos en los que interviene una "asimilación": la reducción o generación de grupos consonánticos (cf. supra), el desarrollo de vocales de transición (cf. por ejemplo, la fractura del sajón occidental), o el surgimiento de diptongos medievales (cf. ME ehta > eight, por el desarrollo de vocales de transición fónica), entre otros. No todas las variantes que surgen a través de estos procesos de minimización del esfuerzo articulatorio se consolidan en el sistema, y las que lo hacen no alcanzan el mismo ámbito de influencia. Todo depende de la presencia simultánea de otros factores. La tendencia a realizar el mínimo esfuerzo en el proceso receptivo podría explicar la creación de nuevos fonemas a partir de alófonos, o el mantenimiento de nuevos grupos consonánticos discriminatorios que eviten niveles de homonimia poco soportables o la excesiva debilitación de elementos léxicos. La palabra ask, del IA ascian llegó a pronunciarse [æs], forma que posteriormente se perdió por poco funcionalxxxviii. Junto a estas tendencias naturales, cognitivas y articulatorias, las lenguas sostienen indudablemente configuraciones fónicas particulares, en las que determinadas secuencias se ven favorecidas y se rechazan otras. En español, por ejemplo, huimos de grupos consonánticos iniciales en los que interviene una [s]; por eso transformamos [spænI∫] en [espanis]. El inglés, por su parte, ha ido deshaciéndose de las vocales palatales labializadas, que en algunos casos habían mostrado una razonable estabilidad. Desapareció la [y] anglosajona y las pronunciaciones en [Ø] que parecían darse en IM. Incluso en los siglos XVI y XVII pueden reconocerse variantes no labializadas de [o], en palabras como whole, God, stop o clock, aunque éstas no triunfaran posteriormente en lo que se suele llamar estándar británico (cf. sin embargo el americano). Por el contrario, la tendencia a fijar el acento en primera sílaba radical se ha visto permanentemente reforzada. La idiosincrasia de cada sistema puede no ser tipológica, sino puramente coyuntural. La presencia de determinados fonestemas (cf. cap. 7 y Samuels 1972: 45), la configuración que obtienen ciertos paradigmas léxicos o morfológicos (cf. la adición de
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consolidada de [∫], fonema sordo sin su correspondiente sonoro. Argumentos parecidos pueden defenderse en la consolidación de la [_], que vino a completar la serie de nasales, en un sistema consonántico que propiciaba estructuras de tres elementos (cf.[bdg], [ptk] etc). Entre las razones pragmáticas o comunicativas que exigen la adaptación estilística de la lengua al contexto, debemos destacar la diferencia observable entre pronunciaciones cuidadas (formales, enfáticas, relevantes) y pronunciaciones relajadas. En otras palabras, se trata de reconocer la existencia de realizaciones tónicas y átonas, provocadas no por contexto fónico, sino pragmático. En inglés la articulación de muchas palabras gramaticales, como should o you, varía de acuerdo con este criterio; es decir, registran una forma fuerte y otra débil (aunque por diversas razones la realización concreta de una y otra haya podido variar a lo largo del tiempo). Por otra parte, cualquier palabra puede cambiar su articulación en el contexto oportuno. En la palabra down la vocal se articula con mayor grado de palatalización en Did he really go down? que en He went down the road. O en español, pruébese a pronunciar una palabra malsonante con especial énfasis. Si existe un fonema [o], éste se aproximará a la articulación de [u], y caso de que haya una [e], la articulación tenderá a confundirse con [i]. Está comprobado que existe una clara relación entre la energía muscular que exige el énfasis y el cerramiento y la palatalización de las vocales afectadas; de la misma manera que los alófonos diptongados suelen ser variantes relajadas de vocales cerradas. La naturaleza subjetiva y elusiva del contexto pragmático, sin embargo, fomenta que las variantes surgidas por este procedimiento, tónicas o átonas, sean susceptibles de generalizarse con facilidad de manera aparentemente inmotivada (Samuels 1972: 22), e incluso combinarse en sistemas híbridos. Y esto es precisamente (parte de) lo que ocurrió en el cambio más emblemático del vocalismo inglés, el Great Vowel Shift (GVS), o Gran Mutación Vocálica (Samuels 1972, Smith 1996, Lass 1992, 1997) xxxix. En la evolución de los sistemas fónicos intervienen además factores sociales. De todos los procesos de acomodación fónica que origina el intercambio lingüístico, el más llamativo quizá sea el que responde a razones de prestigio. Este rasgo alienta las variantes que naturalmente se generan en el contacto habitual en base a la reinterpretación acústica o articulatoria de lo percibido. La pronunciación es un índice de distinción muy relevante, y muchos cambios se deben a la interacción y el solapamiento entre sistemas prestigiados y no prestigiados. En contextos en los que priman los deseos de ascenso social no es difícil encontrar
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pronunciaciones afectadas, innovaciones tendentes a marcar distancias o a recortarlas, o comportamientos de hiperadaptación a variantes ajenas (cf. I ham writing), todo lo cual puede llegar a revertir sobre el sistema, a veces de manera radical. Más aún, como en la imitación de estilos prestigiados se seleccionan únicamente ciertos rasgos (cf. nota 3, cap. I), no es difícil desembocar al final en sistemas de naturaleza híbrida. Y de manera obligada tenemos que volver a hacer referencia al GVS como ejemplo paradigmático y complejo de tales conductas imitativas. El GVS se produce con especial intensidad en un momento histórico muy particular y en un área bien definida: la zona meridional de Inglaterra, a partir del siglo XV. Más concretamente, nos situamos en un escenario urbano, como el londinense, de fuerte inmigración y vínculos sociales débiles, y en el que la lengua empieza a cobrar especial significación social; un ambiente, en definitiva, que favorece el dinamismo de determinados sectores de la población. En Londres confluyen así al menos dos sistemas fónicos marcadamente distintos. Uno, el de las clases educadas asentadas en la capital, distinguía cuatro grados de apertura en las vocales largas: [æ:] abierta, [ε:, o:] centrales abiertas, [e:, o:] centrales cerradas y [i:, u:], cerradas. En determinados contextos, estos hablantes se caracterizaban además por forzar la pronunciación de [e:] y [o:]. La articulación afrancesada y, por tanto, distinguida de estos fonemas les ayudaba a mantenerse lingüísticamente alejados de los inmigrantes que llegaban a la ciudad. Éstos, por su parte, los procedentes de la zona de East Anglia, disponían de un sistema de vocales largas más simple, con sólo tres grados de apertura. Es decir, no distinguían entre [ε:, e:] ni entre [o:, o:]. Conscientes, sin embargo, del prestigio de la variante londinense, intentaban imitar los rasgos que les resultaban más llamativos, concretamente la pronunciación afectada con que los hablantes de Londres articulaban palabras con [ε, e:]. Como ellos no tenían tal distinción fonémica, ni estaban familiarizados con el francés, reprodujeron lo que para ellos era el rasgo prestigiado de modo imperfecto, haciéndolo confluir con el fonema que les resultaba más próximo, la [i:]. Y algo similar ocurrió con la serie de vocales velares. En términos muy simplificados, éste fue el origen del aluvión de homófonos y de pronunciaciones alternativas de las palabras que se desencadena en IMT y que terminó remodelando el sistema. Pasado el tiempo, en el siglo XVII la variante prestigiada pasó a ser la de los descendientes de aquellos inmigrantes arribistas y suya es la norma, por tanto, que hemos heredado para el inglés británico. El contrapunto a las pronunciaciones prestigiadas lo ponen las estigmatizadas. Y aquí merecen nuestra consideración dos casos bien
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conocidos: la pérdida de [h] inicial (la llamada h- dropping) y la pronunciación de la [r]. La articulación relajada de la aspirada inicial es moneda corriente hoy en la mayoría de las variantes inglesas no estandarizadas, e incluso en contextos informales del inglés educado, como lo venía siendo de manera general desde el IM hasta el periodo moderno. Sólo posteriormente, cuando la ausencia de [h-] se convirtió en rasgo estigmatizado, típico de sectores sociales bajos o ineducados, se reinsertó esta pronunciación en el sistema "estándar". Por su parte, el caso de [r] permite comprobar cómo la estigmatización puede oscilar entre unas variantes y otras. La [r], salvo ante vocal, desapareció del inglés meridional en el siglo XVIII (aunque hubiera signos de su debilitación desde el XIV) y así se trasladó a Estados Unidos. Sin embargo, esta pronunciación quedó estigmatizada en algunas regiones americanas, precisamente en las que hoy se caracterizan por articular dicho fonema (Labov 1972, Lass 1997: 282). Conductas imitativas menos conscientes intervienen en otras ocasiones en que también se adoptan préstamos de otras lenguas o variantes. La pronunciación de
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ahondándose, principalmente porque en circunstancias estandarizadoras como las que afectan a esta lengua, la grafía tenderá naturalmente a mantener la estabilidad, en medio de la enorme diversidad dialectal. Pero sin duda también porque el cambio fónico no se orienta normalmente por criterios de uniformidad, ni siquiera en ambientes estandarizadores (Milroy 1994). La pronunciación es característicamente "vernácula". En los siglos XVII y XVIII se intentó forzar persuasivamente el paralelismo entre lo oral y lo escrito para alentar la difusión de un ideal único (cf. Blake 1995). Pero en el plano fónico mucho más que en otros el uso se distancia ampliamente del ideal descrito en diccionarios y guías prescriptivas. La llamada received pronunciation RP comenzó siendo la manifestación de un deseo normativo, para convertirse más tarde en simple pauta de pronunciación aceptable. Como reza un proverbio hindú: «Language changes every eighteen or twenty miles». Sin embargo, la confusión entre lo real y lo que para algunos sería deseable ha dificultado enormemente la adecuada descripción del cambio fónico.
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Bibliografía/-181 1989, Robinson 1992. Capítulo 4: Bailey 1992, Baugh 1978, Bennet 1989, Briggs 1987, Clanchy 1993, Hill Knowles 1997, Morton 1989, Stenton 1971. Capítulo 5: Bailey 1982, Benskin & Samuels 1981, Crowley 1989, Dobson 1968, McIntosh Price 1985, T rahern 1989. Capítulo 6: Baugh 1978, Berndt 1982, Blake 1996, Cannon 1987, Hughes 1988, Marchand Serjeantson 1935, Sheard 1954, T ucker 1967, Williams 1983. Capítulo 7: Campbell 1959, Denison 1993, Jespersen 1909-49, Mitchell 1985, Mitchell Mustanoja 1960, Ryden 1979, Scheurweghs 1963-79, Strang 1970, T raugott Visser 1963-73. Capítulo 8: Campbell 1959, Carney 1994, Dobson 1968, Ekwall 1980, Mossé 1950, Mossé Prins 1972, Scragg 1974.
1981, 1986, 1969, 1990, 1972, 1968,
NOTAS i. Keller (1985, 1994) propone entre otros ejemplos típicos los embotellamientos de tráfico que surgen sin causa aparente. Ningún conductor pretende provocar un embotellamiento, pero éste puede ser la consecuencia colectiva de varios movimientos individuales.
ii. Se entiende por lengua pidgin la que surge de la necesidad de comunicación entre hablantes pertenecientes a comunidades lingüísticas distintas. El término se aplica habitualmente a las lenguas de comercio aparecidas en el contexto de la colonización europea. Cuando las lenguas pidgin pasan a ser lengua madre de una comunidad de hablantes se denominan criollas. Las `areal features', por su parte, constituyen rasgos idénticos o similares que se desarrollan en lenguas geográficamente próximas, pero no emparentadas.
iii. De la interrelación de estudios sobre la percepción y la sociolingüística han surgido análisis concretos sobre la formalización del prestigio concedido a determinadas variantes. De acuerdo con ellos, parece que la relevancia social se concede (en términos graduales) a determinados rasgos (elementos léxicos, estructuras concretas) de una variedad lingüística dada y no a la variedad en sí, como intuitivamente podríamos creer. Lo mismo cuando la marca afecta a la pronunciación (cf. Labov 1994: 344). CAPÍTULO II
iv. «If the changes that we fear be thus irresistible, what remains but to acquiesce with silence, as in other insurmountable distresses of humanity? It remains that we retard what we cannot repel, that we palliate what we cannot cure. Life may be lengthened by care, though death cannot be ultimately defeated: tongues, like governments, have a natural tendency to degeneration; we have long preserved our constitution, let us make some struggles for our language.» Samuel Johnson, Preface to A Dictionary of the English Language. (Bolton 1966: 154, énfasis mío).
v. El término anglosajón utilizado en su momento para denominar la lengua hablada en Inglaterra antes de la conquista normanda reduce la sensación de continuidad que aporta la que se generalizó posteriormente de `inglés antiguo'. El interés historicista del siglo XIX contribuyó grandemente a crear esta exagerada sensación de continuidad (M ilroy 1984: 14).
vi. Al eludir los contextos y las relaciones entre lexemas, se diluye el llamado proceso activo de la significación, y con él queda descartada cualquier idea de discordancia, disensión o conflicto. Es decir, no es lo mismo definir la palabra poor que explicar la dicotomía habitualmente establecida en la Inglaterra victoriana entre deserving y undeserving poor. La palabra artisan queda exenta de connotaciones históricamente significativas si no se registran a la vez los adjetivos que suelen calificarla: intelligent, self-reliant e industrious, frente a los llamados labourers. La palabra rough puede indicar bien poco sin evaluar los contextos en los que se aplica, normalmente el sector límite de la clase baja, en ocasiones también identificado como the residuum, y aristocracy tiene un significado etimológico que difícilmente explica el uso demagógico de la expresión labour aristocracy (cf. Williams 1983, Hughes 1989, Crossik 1991). vii.Para dar una idea más clara de lo que estamos diciendo, reproducimos aquí un ejemplo proporcionado por Lass (1997: 95) en el que a la edición moderna de un fragmento de Beowulf le sigue la versión literal del manuscrito y lo que sería una versión fiel —que no una edición— en inglés contemporáneo. Sw_ ð_ drihtguman _adigl_ce, fyrene frem(m)an wæs se grimma gst mre mearcstapa, fend ond fæsten...
dr_amum lifdon oð ðæt _n ongan f_ond on helle; Grendel h_ten, s_ þe m_ras h_old,
(`So the noble retainers lived in joys, / blessedly, until one began / to commit crimes, a fiend from hell; / the grim spirit was named Grendel, / famous march-stepper, who held the moors, / fen and fastness...') Swaða driht guman dreamum lifdon eadig lice oððæt an ongan fyrene frem man feond on helle was segrim ma gæst grendel haten mære mearc stapa
Notas/-183
se þe moras heold fend _fæsten Sothe noble men in-joys lived blessed ly tothat one began crime todo fiend in hell was thegrim m spirit grendel called famous march stepper who that moors held fen &fastness. CAPÍTULO III
viii. Germani era la denominación que recibía un pueblo semicelta de la orilla izquierda del Rhin, introducida posiblemente por Posidonio a comienzos del s. I a.C. y popularizada por César, que los romanos extendieron después al conjunto de las gentes transrenanas. La unidad ha sido establecida por historiadores y filólogos a partir de rasgos lingüísticos comunes y formas de vida parecidas. CAPÍTULO IV
ix. A pesar de todo, la creatividad de la época isabelina y jacobina provoca cierto interés por estas variantes periféricas, y así asistimos a la publicación de diversos libros relacionados con el argot de delincuentes (cf. Bailey 1991: 49, Blank 1996). Bien es verdad que tal interés contribuye a distanciar aún más los registros educados de los vulgares (Hughes 1988: 105).
x. Cf., por ejemplo, la obra de Thomas Elyot The Boke Named the Gouernour (1531). Sin embargo, no todos creían que la educación garantizaba el buen comportamiento lingüístico y social. El problema de los fonetistas ingleses a lo largo de la historia ha sido determinar qué grupo debía tomarse como modelo de lo correcto. M uchos confiaban en la educación, la mayoría en la educación elitista de los public schools, incluso por encima de la de las universidades, excesivamente afectadas; para otros como Wyld, sin embargo, la lengua correcta era hereditaria e imposible de adquirir de otra forma.
xi.Como todo mito, el de la pureza sajona, que ha sobrevivido hasta hoy (Fowler 1926), muestra su naturaleza recurrente y vuelve a nacer reinterpretado en nuevas coyunturas históricas. A comienzos del siglo XX lo sajón no representa ya la madurez del inglés frente al latín; se ensalza ahora como símbolo de lo popular opuesto al aristrocrático elemento romance (Bailey 1991: 273). De nuevo el carácter simbólico y de identificación del lenguaje guía discursos que corresponden al ámbito político-social más amplio.
xii. Obras como las de T. Smith (1568), Dialogue concerning the Correct and Emended Writing of the English Language, o J. Hart (1570), A Method of Comfortable Beginning for All Unlearned, Whereby They May Be Taught to Read English, o W. Bullokar (1580), Booke at Large, for the Amendment of Ortographie for English Speech, proporcionan una idea básica de cuáles eran las preocupaciones del momento. De todas ellas, la obra de M ulcaster The First Part of the Elementarie VVich Entreateth Chefelie of the Right Writing of Our English Tung (1582) es la más sobresaliente del conjunto. (Cf. Dobson 1968).
xiii. Aunque hay obras anteriores importantes como las de J. Bullokar (1616) An English Expositor; H. Cockeram (1623) The English Dictionarie; T. Blount (1656), Glossographia; E. Phillips (1658), The New World of English Words, E. Coles (1676), An English Dictionary y, sobre todo, N. Bailey (1721), An Universal Etymological Dictionary. En el ámbito de la elaboración del estándar americano (y de la lexicografía) la figura de Webster, sus disertaciones lingüísticas y su diccionario fueron fundamentales (cf. Simpson 1986 y textos en Bolton 1966, Crowley 1991). CAPÍTULO V
xiv. Dejamos a un lado la descripción puramente lingüística de los dialectos anglosajones (cf. Brook 1978, Toon 1987, 1992). Sin embargo, queremos insistir en el término «área dialectal» para hacer referencia a la falta de homogeneidad de las variantes reconstruidas. La escasez de materiales entre otros inconvenientes históricos no permite elaboraciones más refinadas, pero debemos entender que dentro de los cuatro grandes bloques diferenciados existían múltiples variantes.
Notas/-184
xv. Para Poussa (1982) una de las cuestiones que requieren mayor interés en nuestros días es precisamente explicar con precisión cómo se produjo el cambio de estatus que parecen sufrir los dialectos medievales ingleses; por qué desaparece la importancia del sajón occidental normalizado en favor de una variante mixta, basada en variantes centrales de los M idlands. xvi. Es interesante echar una ojeada a las páginas iniciales del LALME para tener una idea del método con que se delimitan las áreas dialectales que configurarán los mapas. (Cf. también apéndice en Berndt 1982). xvii. Los poetas, como vimos en el capítulo 2, han utilizado este recurso de la rima visual en sentido contrario; es decir, han aprovechado la similitud gráfica de dos palabras en lugares en los que el texto exigía similitud fónica. Cf. Algeo (1982: 184), sobre Swift.
xviii. Shippey (M cCrum et al. 1986: 70) explica los comienzos de esta lengua mixta de la siguiente forma: «Consider what happens when somebody who speaks, shall we say, good Old English from the south of the country runs into somebody from the northeast who speaks good Old Norse. They can no doubt communicate with each other, but the complications in both languages are going to get lost. So if the Anglo-Saxon from the South wants to say (in good Old English) "I'll send you the horse that pulls my cart", he says: "Ic selle the that hors the draegeth minne waegn". Now the old Norseman —if he had to say this— would say: "Ek mun selja ther hrossit er dregr vagn mine". So roughly speaking, they understand each other.... [B]roadly they are communicating. They understand the main words. What they don't understand are the grammatical parts of the sentence. For instance, the man speaking good Old English says for one hors "that hors" but for two horses he says "tha hors". Now the Old Norse speaker understands the word horse all right, but he's not sure if it means one or two because in Old English you say "one horse", "two horse". There is no difference between the two words for horse. The difference is conveyed in the word for "the" and the old Norseman might not understand this because his word for "the" doesn't behave like that... If you get enough situations like that there is a strong drive towards simplifying the language.» xix. Para Poussa (1982) esta variante de rango inicialmente inferior pudo haber ascendido de estatus con posterioridad, hasta llegar a desempeñar las funciones reservadas en su día al anglo-normando.
xx. Samuels (1963) distingue cuatro tipos «estándares incipientes», que hasta hace poco parecían prácticamente instituidos. Según dicha clasificación, repetidamente citada en la bibliografía, los tipos II y III corresponden a las variantes propuestas inicialmente por este grupo de escribanos londinenses; el tipo IV viene representado por lo que suele denominarse Chancery English, y el tipo I hace referencia a la lengua de los lolardos. xxi. Cf. Benskin (1992) acerca de las razones que hacen poco aconsejable la denominación tradicional de Chancery standard. CAPÍTULO VI
xxii. Aunque no tratamos en el capítulo de manera directa la importancia de los campos semánticos como subsistemas conceptuales de una lengua, puede consultarse Lehrer 1985, entre otras muchas fuentes. xxiii. Los criterios de clasificación aparecen con frecuencia mezclados. Se han establecido categorías atendiendo al resultado (ampliación o restricción del significado), al proceso en sí (metáfora y metonimia), a las causas (eufemismo), o combinando alguno de los aspectos anteriores. Con todo, debemos decir que en la mayoría de los casos las clasificaciones resultan suficientemente ilustrativas.
xxiv. La interpretación del cambio semántico a través de rasgos, incluso dentro de paradigmas dinámicos, depende mucho de la descripción concreta que se haga del significado de las palabras. (Cf., por ejemplo, Lipka 1985 y Smith 1996 o Hughes 1988).
xxv. La elipsis, los truncamientos y otros cambios léxicos y semánticos comentados son muy frecuentes en contextos «profesionales» o «especializados», aunque pocos lleguen a generalizarse. Ullmann 1951: 239 ofrece como ejemplos bill por bill of exchange en círculos financieros y put to sea por put the ship to sea entre quienes se dedican a la mar. Profe, facul, cole, biblio, mates o naturales, son otros que nos resultan más cercanos. Sobre variación estilística en inglés moderno temprano, cf. los trabajos que la escuela de Helsinki está publicando desde hace más de una década.
Notas/-185
CAPÍTULO VII
xxvi. Evidentemente la tipología propuesta no constituye una opción bipolar, como tampoco existe ninguna lengua real que sea 100% OSem o 100% OSin. Imaginamos un eje continuo, cuyos polos extremos serían estos sistemas ficticios puramente semánticos o puramente sintácticos. A lo largo de dicho eje y según el grado de semanticidad o sintactización que reflejen, estarán situados los sistemas lingüísticos reales: variantes sincrónicas o diferentes etapas de una misma lengua, o lenguas distintas correspondientes al mismo periodo histórico. Es bien sabido que las variantes orales o el lenguaje infantil son sistemas menos sintácticos que su correspondiente variante estándar (cf. Givón 1979).
xxvii. A menudo los elementos que actúan como conjunciones coinciden con deícticos, preposiciones y adverbios (for, ær, mid, to, oð, wið), a los que puede añadírsele un subordinante (þe, þæt). Las coincidencias formales y la falta de sistematicidad en el uso dejan con frecuencia la puerta abierta a la ambigüedad estructural: for þæm, por ejemplo, puede interpretarse como por eso o como porque, según el contexto. En otros casos la subordinación se canaliza a través de locuciones semi-léxicas como IA þone styrre þe (`mientras'), mecanismo que va haciéndose más frecuente en IM þat time þat, þe hwile þe, to time, resun why that, bicause that, to that forward that. Ello no quiere decir que en IA o IM no existan conjunciones más propiamente dichas. Gif, oð, siððan, þeah o þætte aparecen bastante especializadas desde el principio, pero los ejemplos no abundan.
xxviii. Basándose en el neerlandés, Kemenade (1992: 307,n.3) ha sugerido que construcciones anglosajonas con acusativo como «ic wat þæt hine wile tweogan, hwæðer...» suponen la presencia de un agente externo, responsable de que la persona se vea directamente afectada por el proceso; de ahí la construcción con acusativo. En español podríamos recoger este máximo grado de implicación del experiencer utilizando oraciones transitivas, como «le harán dudar» o «le asaltará la duda». xxix. Aunque el ejemplo no es muy exacto, quizá pueda equipararse esta categoría intermedia a lo que encontramos en español en «Los enemigos atacaron contra ellos»; «... contraatacaron»; «... atacaron en contra».
xxx.Para ratificar su hipótesis Danchev acomete el estudio de algunas innovaciones sintéticas que resurgen en IMT (el llamado «group genitive», el pronombre its, frente a of it, o la expansión de construcciones como the book sells well). Lejos de constituir contraejemplos de una tendencia regular, las nuevas construcciones sintéticas marcarían el momento de relativo aislamiento e insularidad vivido por Inglaterra en esta época. xxxi. Cf. en La Galatea: «Por esto soy llegado a tal estremo» (I: 24), «llegado fuera ya el fin de mi alegría» (VI: 430), o «Tirsi... fue nacido...» (II: 96). xxxii. Durante el periodo moderno la pasiva va extendiéndose a mayor número de verbos y a tiempos y formas cada vez más complejas, como los perfectos o las progresivas. En algunos casos, el antiguo significado aspectual queda recogido hoy léxicamente: open/opened; laden/loaded; learnt/ learned. xxxiii. Quizá merezca la pena mencionar otras estructuras en las que el carácter nominal de la forma en ING lo confirma el complemento que le sigue: «why, I was writing of my epitaph» (Timon of Athens, V i 188) (cf. en español «estaba anhelante de cariño» / «anhelando cariño»).
xxxiv. El desconsiderar factores pragmáticos como la actitud del hablante en la selección del modo verbal ha llevado de nuevo al establecimiento de categorías innecesarias y a hipótesis circulares. Como repite M itchell (1986:94), tradicionalmente se ha intentado distinguir en i.a. entre oraciones finales y consecutivas (result clauses). Ante la ausencia de otras marcas identificadoras se toma la presencia del subjuntivo como signo de oración final, y la del indicativo como marca de las consecutivas. El problema surge cuando una oración con significado claramente final aparece con indicativo. Y es que probablemente no sea necesaria la separación. Semánticamente ambos significados están muy próximos: la finalidad expresa un resultado que aún no se ha conseguido (de ahí el subjuntivo); el resultado es un propósito cumplido, realizado (por eso el indicativo). La presencia de indicativo en los primeros casos no indica más que la actitud del hablante: éste está seguro o da por seguro que determinado hecho va a ocurrir. Con las oraciones causales ocurre algo similar. Cuando éstas expresan la razón real que ha provocado determinada acción se utiliza el indicativo. Si en dicha oración se rechaza determinada causa, o se duda de su verdadero efecto, aparecerá con toda probabilidad el modo subjuntivo. CAPÍTULO VIII
xxxv.Cf. «A rough-coated dough-faced ploughboy strode coughing and hiccoughing thoughtfully through the streets of Scarborough».
Notas/-186
xxxvi.Cf. «We rekwier dhe langgwej as an instrooment, we mae aulso study its history. Dhe presens ov unpronounst leterz, three or for diferent waez of reprezenting the saem sound, three or for uesez ov dhe same leter: aul dhis detrakts from the value ov a langgwej az an instrooment». (British Simplified Spelling Society (New spelling Jones and Orton, 1948), en Graddol??
xxxvii.El deseo de acomodar grafía y pronunciación pervive hasta nuestros días, aunque el asentamiento de nuevas formas sigue un curso lento y nada normativo, salvo en algunas palabras parcialmente convencionalizadas del inglés americano: thru, rime o theater. Otras menos extendidas, como nite o tho, carecen de toda "aprobación oficial". M enos extraño resulta, sin embargo, encontrar el reflejo de pronunciaciones no estandarizadas en grafías "irregulares" como caracterización de personajes.
xxxviii.El caso contrario lo configurarían parejas de homónimos como which y witch que tienen pocas oportunidades de provocar interferencias graves y, por tanto, se mantienen en una relación estable.
xxxix.En términos articulatorios el GVS puede describirse como la alteración global del sistema de vocales largas inglesas que tuvo lugar en varias etapas a lo largo del IMT. En términos muy esquemáticos, las vocales medias se cerraron y las más cerradas diptongaron. Así de meat [mε:t] se pasó a [me:t] y posteriormente a [mi:t]; meet [me:t] > [mi:t]; wife [wi:f] > [w∂if] > [waif]; cool [ko:l] > [ku:l], house [h:us] > [haus]. Atendiendo al resultado final, observaremos que el sistema convencionaliza variantes inicialmente propias de estilos relajados, que ahora se generalizan (las diptongaciones), junto a otras pragmáticamente tónicas en origen ([e:] > [i:], [o:] > [u:], por ejemplo).
Sign In