El Apego es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Las conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño percibe como más Una adecuada relación con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad o contacto y su perdida, real o imaginaria genera angustia. Los vínculos de apego no sólo van establecerse con los padres o familiares directos sino que pueden producirse con otras personas próximas al niño 2- Figura principal de apego: la madre Si bien tradicionalmente la figura con la que se establece el vinculo de apego más fuerte ha sido con la madre, Aún aceptando esta realidad, no hay que perder de vista que desde un punto de vista biológico y evolutivo, es la madre la que está en disposición de efectuar una relación especialmente fuerte con el hijo. La importancia del buen establecimiento del vínculo de apego, ya en las primeras etapas, va tener unas consecuencias concretas en el desarrollo evolutivo del niño. Podemos afirmar con rotundidad que dedicar tiempo al bebé, en una interacción de cuidado y atención El vinculo de apego no debe entenderse como una relación demasiado proteccionista proteccionista por parte de la madre hacia el bebé, sino como la construcción de una relación afectiva en la que la atención y los cuidados de la madre en las primeras etapas Si bien el niño quizás tardará unos meses en desarrollar el apego hacia la figura principal, el vínculo emocional de la madre hacia el bebé se desarrolla rápidamente teniendo lugar en los momentos posteriores al parto. El apego puede formarse con una o varias personas, pero siempre con un grupo reducido. La existencia de varias figuras de apego es, en general, la mejor profilaxis de un adecuado desarrollo afectivo dado que el ambiente de adaptación del niño es el clan familiar y no exclusivamente la relación dual madre-hijo. El niño experimenta un vínculo de apego más más fuerte es alrededor de los 2 años de edad, Esta etapa suele coincidir con la incorporación de muchos niños a las guarderías y algunos de ellos pueden vivir este cambio del entorno vital con cierta angustia. La incorporación de un niño con dos años o menos, no debería efectuarse de forma repentina y con tiempos prolongados, prolongados, probablemente bajo las presiones laborales, necesidades horarias u de otro tipo por parte de los padres. Lo ideal es que los primeros contactos se produzcan en compañía de la madre u otras figuras de apego
secundarios (abuelos, tíos...) por tiempos breves para posteriormente irlo dejando sólo en intervalos más espaciados.
Es fundamental, en la educación del niño, proporcionarle una cierta seguridad afectiva (que no de sobre-protección) sobre-protección) para que pueda construir c onstruir su personalidad sobre una plataforma más sólida. Si el niño percibe, desde edades muy tempranas, que sus padres están a su lado (no para concederle todos los caprichos, sino para ayudarle en el sentido más amplio) crecerá con mayor seguridad y autonomía. Sabemos que vínculos de apego no establecidos debidamente a su tiempo pueden repercutir en la posterior relación social y con los padres. La confianza, la seguridad en uno mismo, el respeto al otro, empiezan a construirse antes de lo que creemos.
Fase 1 (desde el nacimiento a los 2 meses) En inicio, los bebés no centran su atención exclusivamente en sus madres y suelen responder positivamente delante cualquier persona. Sin embargo, los neonatos, neonatos, ya vienen al mundo con un cierto número de respuestas innatas diseñadas diseñadas para atraer a la madre cerca y mantenerla próxima (mostrándose sonriente o tranquilo). Y aunque, en esta etapa, no esté todavía maduro el vínculo de apego con la madre o cuidador, sí se ha comprobado que los recién nacidos prefieren mirar a sus madres que a un desconocido. Fase 2 (desde los 2 a los 7 meses) Durante esta segunda etapa los bebés van consolidando los vínculos a fectivos con la madre, padre o cuidador y dirigen hacia ellos sus respuestas sociales Fase 3 (desde los 7 a los 24 meses) El Apego se hace más evidente siendo muy fuerte alrededor de los 2 años. Ahora las conductas de apego van a configurarse alrededor del desarrollo evolutivo en 2 áreas concretas: la emocional y la del desarrollo físico. 5- Determinantes del apego Se cree que las madres que son más sensibles ante las necesidades de los bebés y que ajustan su conducta a los de estos, tienen mayores probabilidades probabilidades de establecer una relación de apego segura. Estas madres reaccionan rápidamente a las señales que emiten sus hijos como el reclamo de comida, identificando cuando están satisfechos y respetando sus ritmos de vigilia-sueño. Ante el reclamo mediante el llanto son más eficaces en acunar o confortar en sus brazos al bebé. Son madres cariñosas, alegres y tiernas siendo así percibido por el niño. Evidentemente no sólo cómo se comporta la madre resulta vital para el vínculo. La forma en que reacciona el niño, su temperamento, temperamento, es también importante en el tipo de relación que se va a establecer. No hay dos bebés iguales. En el caso de que
secundarios (abuelos, tíos...) por tiempos breves para posteriormente irlo dejando sólo en intervalos más espaciados.
Es fundamental, en la educación del niño, proporcionarle una cierta seguridad afectiva (que no de sobre-protección) sobre-protección) para que pueda construir c onstruir su personalidad sobre una plataforma más sólida. Si el niño percibe, desde edades muy tempranas, que sus padres están a su lado (no para concederle todos los caprichos, sino para ayudarle en el sentido más amplio) crecerá con mayor seguridad y autonomía. Sabemos que vínculos de apego no establecidos debidamente a su tiempo pueden repercutir en la posterior relación social y con los padres. La confianza, la seguridad en uno mismo, el respeto al otro, empiezan a construirse antes de lo que creemos.
Fase 1 (desde el nacimiento a los 2 meses) En inicio, los bebés no centran su atención exclusivamente en sus madres y suelen responder positivamente delante cualquier persona. Sin embargo, los neonatos, neonatos, ya vienen al mundo con un cierto número de respuestas innatas diseñadas diseñadas para atraer a la madre cerca y mantenerla próxima (mostrándose sonriente o tranquilo). Y aunque, en esta etapa, no esté todavía maduro el vínculo de apego con la madre o cuidador, sí se ha comprobado que los recién nacidos prefieren mirar a sus madres que a un desconocido. Fase 2 (desde los 2 a los 7 meses) Durante esta segunda etapa los bebés van consolidando los vínculos a fectivos con la madre, padre o cuidador y dirigen hacia ellos sus respuestas sociales Fase 3 (desde los 7 a los 24 meses) El Apego se hace más evidente siendo muy fuerte alrededor de los 2 años. Ahora las conductas de apego van a configurarse alrededor del desarrollo evolutivo en 2 áreas concretas: la emocional y la del desarrollo físico. 5- Determinantes del apego Se cree que las madres que son más sensibles ante las necesidades de los bebés y que ajustan su conducta a los de estos, tienen mayores probabilidades probabilidades de establecer una relación de apego segura. Estas madres reaccionan rápidamente a las señales que emiten sus hijos como el reclamo de comida, identificando cuando están satisfechos y respetando sus ritmos de vigilia-sueño. Ante el reclamo mediante el llanto son más eficaces en acunar o confortar en sus brazos al bebé. Son madres cariñosas, alegres y tiernas siendo así percibido por el niño. Evidentemente no sólo cómo se comporta la madre resulta vital para el vínculo. La forma en que reacciona el niño, su temperamento, temperamento, es también importante en el tipo de relación que se va a establecer. No hay dos bebés iguales. En el caso de que
estos sean de temperamento difícil o irritable puede favorecer en la madre o cuidador una respuesta menos adecuada y, por tanto, aumentar las probabilidades de un apego menos seguro. Con frecuencia se ha planteado desde la psicología por qué algunas madres responden de forma más sensible a sus bebés. Una respuesta bastante válida hace referencia a los recuerdos de las madres de sus propias experiencias infantiles. Una investigación efectuada al respecto (Main y Goldwyn, 1.998) clasificaba a las madres en 3 grandes grupos. El grupo primero lo formaban las madres denominadas autónomas. Estas madres se caracterizaban por presentar una imagen objetiva y equilibrada de su infancia, siendo conscientes de las experiencias positivas y de las negativas. El segundo grupo se denominó madres preocupadas. preocupadas. Se caracterizaban por su tendencia a explicar de forma extensa sus primeras experiencias vitales con un tono muy emocional y, en ocasiones, confuso. Finalmente el grupo tercero lo formaban madres a las que se llamó indecisas. Estas últimas constituían un grupo que había experimentado algún trauma con la relación de apego y que aún no han resuelto. Es el caso de los niños maltratados o que han perdido alguno de los padres. La hipótesis que subyace en este estudio es que los recuerdos y sentimientos de las madres sobre su propia seguridad de apego se expresará en sus atenciones hacia su hijo y así influirá en su relación. Diversos estudios han verificado que estas clasificaciones son bastante predictoras de las pautas de apego que formarán con sus hijos. 6- Efecto del apego en otras coductas En líneas generales podemos afirmar que los bebés que presentan un apego seguro exhiben una diversidad de otros caracteres positivos que no se encuentran en el caso de bebés cuyas relaciones de apego son de menor calidad. Una de ellas es la competencia cognitiva del niño. Muchos experimentos ponen de relieve la mayor capacidad de solución de problemas en niños con apego seguro. Igualmente serían más competentes competentes socialmente, más cooperadores y obedientes. Esto no significa, sin embargo, que los bebés con apego inseguro estén predestinados a tener problemas. En algunos casos, la experiencia en la guardería, puede ser beneficiosa y poner de relieve que, independientemente del nivel de apego, otras circunstancias del entorno pueden ser también relevantes en las competencias posteriores del niño. Aún y así, defendemos la importancia de establecer vínculos de apego satisfactorios, desde los primeros meses de vida, como situación idónea para minimizar muchos problemas posteriores. Igualmente insistimos en el hecho de no confundir "apego seguro" con "sobreprotección". Lo primero supone una atención física y afectiva apropiada, estando vigilantes a sus necesidades pero, al mismo tiempo, incentivando su autonomía. Lo segundo supone establecer unas pautas excesivamente proteccionistas (no dejarle jugar con otros niños, evitarle las excursiones por miedo a que sufra algún daño, es decir, trasladar nuestro propios miedos al niño lo que le hará más inseguro). También
aconsejamos evitar las actitudes muy tolerantes (acceder a todos sus caprichos, no marcarle hábitos en la comida u otras actividades, etc.). 7- El apego en etapas posteriores Los vínculos de apego van a seguir su curso durante todo el ciclo evolutivo con las transformaciones y adecuaciones que cada edad requiere. A lo largo de todo el período escolar se suelen mantener c omo figuras de apego los padres (la madre, casi siempre en primer lugar y con carácter secundario los hermanos y otros familiares). Paulatinamente el niño va tolerando mejor las separaciones cada vez más largas, el contacto físico no es tan estrecho y las conductas exploratorias no precisan de la presencia física de las figuras de apego. Sin embargo, en momentos de aflicción, pueden activarse en gran manera las conductas de apego con reacciones similares a la de los primeros años. Durante la adolescencia las figuras de apego suelen ser, por este orden, la madre (que sigue en primer lugar), padre, hermano, hermana, amigo y pareja sexual. La madre sigue siendo la figura central de apego. A diferencia de épocas anteriores, ahora puede ocurrir que se incorpore como figura de apego, alguna persona ajena a la familia (amigos). Progresivamente los adolescentes se van distanciando más de las figuras de apego y aparece un cierto rechazo como forma de buscar su propia identidad. El deseo ya no es estar con las figuras de apego sino que éstas estén disponibles para casos de necesidad. Es un proceso natural por el que no hay que temer si se han hecho bien las cosas. El adolescente ha iniciado ya el camino de las relaciones sociales y los vínculos de amistad que marcan el inicio del camino hacia el encuentro de la etapa adulta. Si la relación de apego se estableció de forma adecuada en los períodos críticos, el lazo afectivo que vincula a padres e hijos trascenderá a la época adolescente y es probable que se prolongue toda la vida.
infancia. Motivos de horarios laborales, número de hijos, recursos económico
VINCULO AFECTIVO
- Su justificación 2- Las nuevas situaciones familiares a) Hijos adoptados
b) Hijos ante la separación de los padres c) Familias monoparentales 3- Algunas sugerencias para mejorar la vinculación afectiva. 1- Su justificación Los estilos de vida actuales suponen nuevos retos para los padres pero t ambién para los profesionales de la salud mental infantil. Actualmente podemos afirmar con contundencia que muchos de los problemas que son motivo de consulta frecuente en los gabinetes de psicología infantil tienen su origen y se mantienen a partir de determinadas dinámicas y vivencias familiares. El niño que reclama constantemente la atención de los padres, el oposicionista, el que enferma a menudo, el que de repente deja de sacar buenas notas, entre otras situaciones, pueden ser el reflejo de un malestar emocional en el niño o desatención afectiva que no encuentra cauce de expresión por otras vías más normalizadas. Ya no hay ninguna duda respecto al hecho de que la salud mental en niños y adolescentes (también adultos) está condicionada en gran medida por la cantidad y calidad de las relaciones afectivas que como padres hemos sido capaces de construir con nuestros hijos desde la más temprana infancia. No obstante, parece que la sociedad moderna no fomenta ni siquiera va lora con la importancia que se merece este hecho. Hay un primer factor relevante y recurrente en la familia actual: “la falta de tiempo para estar con los hijos”. Muchos padres justifican así el hecho de que no hayan atendido debidamente las necesidades afectivas de sus hijos desde las etapas más tempranas. Las consecuencias, si además se dan otros factores asociados (separaciones, malos tratos, problemas económicos...) pueden ser nefastas para integridad emocional del niño. Un segundo factor a considerar es la poca capacitación de los padres. Muchos de ellos quizás pertenecen, a su vez, a entornos donde tampoco recibieron una atención afectiva suficiente y, por tanto, se les privó del aprendizaje acerca de cual era la mejor forma de educar e interaccionar con los hijos. Un tercer factor lo podemos situar sobre circunstancias sobrevenidas, a veces imprevistas, como los problemas de trabajo, económicos, de relación en la pareja, etc. Estos factores pueden empeorar significativamente la calidad de las relaciones entre los miembros de la familia y crear un ambiente de inseguridad que puede resultar muy dañino para los más pequeños. Evidentemente, cada niño es un mundo y así lo es la forma en que cada uno de ellos va a exteriorizar
su malestar o desatención afectiva. Sea como fuere, si somos capaces de fortalecer los vínculos afectivos, aún en las situaciones difíciles, conseguiremos minimizar el riesgo de problemas emocionales y de conducta en el futuro. Más adelante, intentaremos dar algunas pistas de cómo podemos llevarlo a cabo. 2- Las nuevas situaciones familiares Hemos ya comentado algunas de las situaciones de “riesgo” que pueden poner en peligro la vinculación afectiva adecuada entre padres e hijos. A ello tenemos que unir las actuales circunstancias sociales y, en concreto, las nuevas realidades familiares. En los últimos años, la familia tradicional ha ido dejando paso a nuevas formas de familia, cada una de ellas con sus peculiaridades, pero con un rasgo en común: la necesidad de fortalecer el trabajo de vinculación con los hijos ya que, para ellos, en algunos casos, las nuevas formas pueden suponer un desajuste emocional. En concreto exponemos tres situaciones que pueden cursar con una necesidad primero de entender y luego de trabajar la vinculación con los hijos. a) Hijos adoptados Estos niños tienen la fortuna de ser recibidos por familias acogedoras con una alta motivación por tener hijos y que suelen disponer de los recursos afectivos y económicos para atenderlos. De lo que, frecuentemente, no disponen los padres adoptivos es información concreta acerca de los síntomas y comportamientos que son habituales en estos niños y la forma de ayudarlos. Cada niño llega con su propia historia y vivencias personales. Según la edad de adopción, puede haber pasado por diversas instituciones, familias de acogida, etc. Todo ello suele suponer a edades tempranas la imposibilidad de establecer una vinculación adecuada. A pesar de que los padres adoptivos empezarán a cubrir esas necesidades, las consecuencias de un apego o vinculación no establecida en su momento, se manifestarán mediante conductas que suelen poner a prueba constantemente el amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo más paradójico es que lo hacen mediante un proceso sutil de exigencias, manipulaciones, mentiras e, incluso, utilizando comportamientos agresivos y violentos hacia las personas que quieren. También, a veces, contra ellos mismos Estas conductas son resistentes a cambiar y los procedimientos tradicionales (refuerzo, castigo, etc.) no acaban de funcionar dado que su origen es básicamente de tipo emocional. Por tanto, su tratamiento requiere también reforzar los lazos afectivos y la vinculación.
b) Hijos ante la separación de los padres Es otra de las situaciones habituales hoy en día y que supone un factor de riesgo importante para la autoestima e integridad emocional de nuestros hijos. Aunque, en algunos casos, la separación pueda estar justificada por el deterioramiento general de las relaciones de la pareja y como mal menor, lo cierto es que siempre hay un impacto emocional en los pequeños. Cuando es posible, lo ideal es que ambos padres compartan estrategias comunes respecto a la educación de los hijos y mantengan una relación tranquila y amistosa. El mensaje que deben recibir los hijos es que ambas figuras de vinculación comparten unos mismos principios y que van a seguir a su lado afectivamente independientemente que ahora vivan separados, tengan sus diferencias y estén sujetos al convenio de separación que hayan alcanzado legalmente. Para alcanzar estos objetivos es esencial dar la imagen de unidad en las cuestiones fundamentales que atañen a los hijos. También se hace necesario evitar los errores comunes que algunos padres cometen tras la separación. Entre otros:
Utilizar al hijo como aliado en contra del otro o como herramienta de chantaje.
Hablar mal del otro o culpabilizarle. Evitar la manipulación emocional.
Intentar comprar su afecto o compensarle con excesivos premios o regalos materiales lo que puede suponer un agravio hacia la otra persona y una relación que al final se fundamenta más en lo material que en lo afectivo.
Crear dudas acerca de su futuro o entrar en contradicciones con lo que le manifiesta la otra parte al hijo.
No engañarlo. Según su edad, el niño tiene derecho a saber cual es la situación y cual su futuro.
Evitar nuevas discusiones delante de los hijos ya sean presenciales o por teléfono.
Si el hijo/os están en régimen de compartidos, suavizar la transición de un hogar al otro. Lo ideal sería compartir espacios comunes durante algún tiempo. Por ejemplo, cuando toque el cambio de una casa a la otra, los progenitores separados pueden quedar en un espacio público y compartir brevemente información de las novedades que se han producido en el día a día de los niños. Esto puede dar tranquilidad a los niños en el sentido de que ven que ambas partes comparten el interés por ellos. Sea como fuere, los hijos de padres separados deben ser ayudados emocionalmente y debemos reforzar el trabajo de vinculación siguiendo las pautas que más adelante se exponen.
(puede ver más información acerca de las orientaciones para hijos de padres separados siguiendo este enlace) c) Familias monoparentales Este tipo de familias también ha visto incrementado su número en la sociedad actual. Diversas son las circunstancias. Desde parejas separadas en la que la madre se hace cargo en exclusiva de los hijos a mujeres que han decidido ser madres sin una pareja estable por inseminación artificial. Son familias que también deberán trabajar adecuadamente los procesos de vinculación dado que u no de los progenitores no está presente. Ello puede suponer un reto para, generalmente la madre, dado que tendrá que compaginar el tiempo empleado para generar los ingresos necesarios para subsistir con la dedicación suficiente hacia su hijo o hijos. Si los espacios que tenemos con nuestro hijo son mínimos sólo podremos compensarle intentando mejorar la calidad de esa relación. Es decir, acompañándolo en sus juegos, escuchándole y haciéndole ver que aunque no estemos todo el tiempo con él, seguimos ahí para cuando nos necesite. Hoy en día podemos aprovechar la telefonía móvil y otras para comunicarnos en la distancia. De todas formas, los tiempos necesarios nos los marcan siempre los niños y sus circunstancias pasadas y presentes. Debemos ser sensibles a sus demandas. Un error que debemos evitar y que suele darse en este tipo de familias es el de la sobreprotección o excesiva dependencia de una persona. No hay que confundir dar atención afectiva y soporte emocional incondicional con crear una estructura de funcionamiento donde el niño se le impide realizar determinadas actividades por temores irracionales de los adultos (según edad: no ir de excursión con el colegio, no efectuar salidas que no sean con la madre, etc.). Debemos ser capaces de proporcionar seguridad y afecto pero también autonomía. Finalmente resaltar la importancia que terceras personas pueden asumir en estas familias. Abuelos, tíos, etc., pueden constituirse, según las circunstancias, en figuras importantes de vinculación y, por tanto, estar sujetas a las recomendaciones que a continuación se exponen. 3- Algunas sugerencias para mejorar la vinculación
Primero debemos tener en cuenta que crear unos lazos afectivos saludables con los hijos no sólo es cuestión de dedicar más tiempo sino buscar la calidad en esas relaciones. Es decir, no basta con que estemos cerca de ellos físicamente durante cierto tiempo sino que haya una relación dual adecuada,
de comunicación y expresión de sentimientos. a) Saber escuchar a nuestros hijos es la clave. A muchos padres les parecerá trivial pequeñas anécdotas del colegio u otras que el hijo puede explicar comparadas con sus propios problemas. No obstante, puede que para ese hijo aquello tenga una importancia que transcienda a la comprensión o valoración del propio padre. Los adultos procesamos los problemas de forma diferente a los niños y nuestras claves de interpretación son sustancialmente diferentes a las que ellos utilizan. Por tanto ante cualquier demanda del niño debemos tener tiempo para escucharle. Lo que nos importa como padres no es tanto s olucionar el “problema puntual” de nuestro hijo sino lanzarle un mensaje muy potente que transciende al propio problema, a saber: “Tus padres están ahí para escucharte y ayudarte en lo que necesites”.
Esta es la mejor base para que los niños crezcan emocionalmente fuertes y reduzcamos los miedos y conductas desadaptadas a partir del reforzamiento de su propia seguridad afectiva. Cuando el niño llega a la adolescencia los deberes ya deben estar hechos. Si los procesos de vinculación se han establecido correctamente, los problemas durante este período se minimizarán. El adolescente será capaz de verbalizar sus emociones y sentimientos y buscar el consejo de los padres cuando lo requiera. Hay que recordar al respecto que las figuras principales de vinculación durante la adolescencia son los iguales (amigos, compañeros) y los padres pasan a ser unos referentes secundarios en ese momento. No obstante, para los adolescentes que han sido capaces de desarrollar un apego seguro con sus padres seguirán necesitando su apoyo incondicional para ir superando los nuevos retos de la etapa. Como padres deberemos estar en la retaguardia preparados para escuchar y aconsejar cuando así se nos demande. b) La empatía parental La capacidad de percibir los signos emocionales del niño por las que manifiesta sus necesidades de atención afectiva y saberles dar la respuesta adecuada por parte de los padres es lo que denominamos empatía parental. Uno de los principales obstáculos para que los padres escuchen a sus hijos es que dedican buena parte de su comunicación a reprenderles o a recordarles las normas de conducta que se esperan de ellos. Es muy fácil marcar conductas y diferenciar entre lo aceptable y lo inaceptable. Pero, si no sabemos interpretarlos, si no somos capaces de leer en clave emocional muchas de estas manifestaciones, es probable que no se sientan respetados ni comprendidos y, por tanto, no solucionemos el problema. Ello es especialmente importante durante la adolescencia. c) El concepto de Resilencia parental
La Resilencia es un concepto que hace referencia a la capacidad de ciertas personas, también en los niños, para hacer frente a los factores y circunstancias adversas que nos depara la vida. Los sujetos con resilencia son capaces de seguir construyendo su futuro de forma equilibrada y sana pese a las experiencias difíciles, los traumas vividos y las carencias afectivas tempranas. Podríamos decir que hay un cierto aprendizaje de las malas experiencias y un deseo que impulsa a estas personas a construir estrategias alternativas para llegar a fu ncionar mejor en todos los ámbitos, incluido el familiar, pese a las circunstancias adversas. La resilencia es, por tanto, una de las habilidades básicas fundamentales deseables y esperables en los padres. No obstante, el desarrollo de esta capacidad es posible tanto para los padres como para los hijos y de su establecimiento en los más pequeños va a depender de la existencia de una parentalidad sana, competente y que sirva de modelo adecuado. Los padres resilientes tienen la capacidad de establecer un vínculo afectivo (apego) a partir de procurar los necesarios cuidados tanto físicos (comida, higiene, etc.) como afectivos (amor incondicional, tiempos comunes, proximidad afectiva, etc.). No obstante, deben ser c apaces, paralelamente a estos cuidados básicos, de compartir con sus hijos la idea de que el crecimiento y el desarrollo de todos los seres humanos y el de ellos, en particular, pasa por una serie de desafíos que forman parte de la vida y que algunos de ellos les provocarán dolor y frustración, pero que si confían en sus propios recursos y el apoyo de los suyos, podrán salir adelante. Estos padres, en definitiva, tienen la capacidad de tomar el timón de sus vidas, saben identificar y analizar las situaciones problemáticas que afectan a la familia y tomar las decisiones oportunas con solicitud de ayuda si lo consideran necesario. Esto no lo hacen tanto desde el desánimo sino como de la voluntad e iniciativa de cambiar las cosas por el bien de toda la familia. d ) Aprender a hablar de nuestros sentimientos y emociones En los espacios comunes, cuando escuchemos y hablemos con nuestros hijos, debemos ser capaces de introducir el factor emocional. Debemos enseñarles a identificar sus emociones para que así puedan encauzarlas debidamente. Para ello debemos atender a lo que hace cada día (ir al colegio, de excursión, etc.), pero fundamentalmente a cómo se ha sentido en las diversas situaciones (triste, alegre, enfadado, rabioso, etc.). Enseñarles a hablar acerca de sus sentimientos supone un buen recurso para construir una personalidad sana. No se trata de que los padres hagamos un interrogatorio exhaustivo cada día, sino que seamos capaces de introducir estos elementos cuando se produzcan situaciones que así lo aconsejan (por ejemplo: un día en el que llega del cole llorando). Un buen momento también para hablar de las emociones es cuando nuestro hijo ha tenido algún berrinche o mala conducta en casa. En estos casos es mejor dejar los “razonamientos” para más tarde cuando las cosas han vuelto a la normalidad. Un buen momento puede ser por la noche justo antes de
acostarse. Entonces podemos analizar lo ocurrido y sacar las emociones de unos y otros. Los padres pueden manifestar su tristeza y decepción por la conducta de su hijo y éste explicará cómo se ha sentido antes y después de lo ocurrido. Todo ello independientemente de la sanción o castigo que hayan determinado los padres. e) Ser coherentes y predecibles Los padres son los referentes y los modelos principales hasta, al menos, la adolescencia. Construir lazos afectivos significa también crear un entorno coherente y predecible. Si exigimos a nuestros hijos comportamientos o actitudes que son contrarias a nuestra propia forma de actuar, crearemos dudas y desorientación. Es aconsejable que incluso cuando se dan conflictos serios entre la pareja, seamos capaces de consensuar unas líneas educativas comunes de actuación con ellos independientemente de nuestras diferencias como adultos. En caso de separaciones sabemos que uno de los peores peligros que tienen nuestros hijos es el trato diferencial y la manipulación en contra del otro por parte de algunas personas irresponsables o egoístas dado que anteponen sus propios intereses a los del hijo en común. f) Fomentar los estilos democráticos Este estilo educativo denominado "democrático" y considerado como el óptimo, según algunos estudios, se caracteriza por que el niño se siente amado y aceptado, pero también comprende la necesidad de las reglas de conducta y las opiniones o creencias que sus padres consideran que han de seguirse. Como padres debemos saber ser generosos pero, a la vez, es imprescindible establecer límites claros a las conductas y demandas de nuestros hijos. Si así no se hace, las demandas aumentarán y la percepción del niño será de que tiene el control sobre nosotros y que sus solicitudes son derechos reales a los que no tiene por qué renunciar. Reforzar la vinculación y proporcionales afecto no significa ceder a todas sus demandas. g) Incrementar los tiempos de ocio juntos Dedicar más tiempo con los hijos es siempre una buena elección pero deberemos también buscar una mejora en la calidad del mismo. De nada nos servirá estar todo el día con nuestros hijos si ello no nos proporciona espacios comunes de juego y comunicación. Los juegos familiares, la lectura de cuentos a los más pequeños, el poder hablar de temas de su interés a los adolescentes, etc. son actividades esenciales para potenciar los lazos afectivos. Es también muy importante hablar sobre lo que sucede y nos preocupa en el día a día. Actualmente la televisión, las nuevas tecnologías, etc, nos roban espacios comunes y se hace más difícil el intercambio de experiencias entre padres e hijos. Hay que buscar o crear los espacios necesarios si no existen.
Para crear espacios de comunicación de forma estructurada (cuando éstos no existen o son escasos) puede resultar útil introducir lo que llamamos Diario Emocional. Se trata de una pequeña libreta (escogida por el niño) donde va anotando las pequeñas incidencias del día (bajo supervisión de los padres) y también lo más importante: las diferentes emociones implicadas. Es un ejercicio de reconocimiento y trabajo sobre las emociones que ayuda a los niños a expresar sus sentimientos y a los padres a conocerlos para poder ayudarles más eficazmente y prevenir la aparición de conductas no deseadas.
"El éxito como personas de nuestros hijos en un futuro no dependerá de lo que les hemos podido dar materialmente, sino de la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia.” 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
¿Qué es una familia? La orientación familiar Tipos de familia Modos de ser familia (personalidad de la flia) Ser padres: ¿cómo asumir este rol? Conclusiones LOS HIJOS…
1.
...y una mujer que estrecha una criatura contra su seno se acercó y dijo: Háblanos de los hijos. Y El respondió: "Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida, ansiosa por perpetuarse. Por medio de vosotros se conciben, más no de vosotros. Y aunque estén a vuestro lado, no os pertenecen. Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis albergar sus cuerpos, no sus almas: porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños. Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros: porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer. ¿Qué es la familia? Pregunta nada fácil de responder pues en las últimas décadas son variadas las formas en que esta ha sufrido cambios que la hacen compleja y a la vez interesante. La familia constituye el núcleo de la sociedad, representa el tipo de comunidad perfecta, pues en ella se encuentran unidos todos los aspectos de la sociedad: económicos, jurídicos, socioculturales, etc. Son muchas las definiciones que hay de familia pero la mayoría plantea que es la estructura social básica donde padres e hijos/as se relacionan. Esta relación se basa en fuertes lazos afectivos, pudiendo de esta manera sus miembros formar una comunidad de vida y amor. Esta familia es exclusiva, única, implica una permanente entrega entre todos sus miembros sin perder la propia identidad. Entendemos de esta manera que lo que
afecta a un miembro afecta directa o indirectamente a todo la familia; por ello entonces que hablamos de sistema familiar, de una comunidad que es organizada, ordenada y jerárquica y muchas veces relacionada con su entorno. La familia es una institución que influye con valores y pautas de conducta que son presentados especialmente por los padres, los cuales van conformando un modelo de vida para sus hijos enseñando normas, costumbres, valores que contribuyan en la madurez y autonomía de sus hijos. Influyen de sobremanera en este espacio la religión, las buenas costumbres y la moral en cada uno de los integrantes más pequeños. Por ello, los adultos, los padres son modelos a seguir en lo que dicen y en lo que hacen. La importancia de valores morales como la verdad, el respeto, ladisciplina, la autonomía, etc. hace que los hijos puedan enfrentar el mundo que les rodea de manera madura y protagónica. La familia es un hecho social universal, ha existido siempre a través de la historia y en todas las sociedades. Es el primer núcleo social en el cual todo ser humano participa. Para su constitución requiere del encuentro y relación de un hombre y una mujer que quieren unirse, en un proyectode vida común, mediante el afecto entre ellos o hacia los hijos que surgirán de su relación. En cuanto a las funciones que ella tiene, vemos que, independientemente del tipo de familia que se trate, ésta cumple ciertas características básicas que están relacionadas con lo que la familia hace. De hecho, como institución primordial de la sociedad, la familia desempeña ciertas funciones básicas que le son propias; éstas pueden variar en la forma cómo se expresen en el tiempo, pero en todas las épocas las familias las han ejercido. En líneas generales, la familia se preocupa de la reproducción y del cuidado físico de sus miembros y está a cargo del bienestar y desarrollopsicológico y social de cada uno de ellos. La familia está orgánicamente unida a la sociedad, en este sentido, transforma la sociedad, es revolucionaria al provocar cambios sustanciales. En la familia se hacen ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de las virtudes que engendran la vida y el desarrollo de la sociedad, constituyendo el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización de la sociedad; colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo una vida propiamente humana, en particular protegiendo y transmitiendo las virtudes y valores. Está fundada en el amor, y esto es lo que mueve a todos sus miembros a construir día tras día una comunidad siempre renovada, en la cual todos tienen igual dignidad e importancia; el amor hace que la unidad familiar se de basándose en la entrega de cada uno en favor de los demás. Es por ello que la familia es el lugar por excelencia donde todo ser humano aprende a vivir en comunidad con actitudes de respeto, servicio, fraternidad y afecto. En el sentido técnico-jurídico, la familia, "es el conjunto de personas entre las cuales median relaciones de matrimonio o de parentesco (consanguinidad, afinidad o adopción) a las que la ley atribuye algún efecto jurídico". La familia se considera como la unidad social básica, donde el individuo se forma desde su niñez para que en su edad adulta se conduzca como una persona productiva para la sociedad donde se desarrolla. 2. ¿QUÉ ES UNA FAMILIA?
Los distintos cambios que ha tenido que enfrentar la familia actualmente han hecho que se realicen estudios para investigar qué es lo que le pasa a la familia hoy. Por ello, una disciplina proveniente de la Psicología se ha encargado de apoyar a todos los miembros de la familia, y así permitir que esta salga adelante, enfrentando todos los desafíos en la presente era. Nos referimos a la Orientación Familiar, disciplina que es bastante nueva que intenta ser un apoyo real para todos los miembros de la familia en todos sus tipos. Por lo anterior, es importante reconocer la importancia que tiene hoy más que nunca el ser padre y madre, y por ello, a continuación se dan a conocer algunas ideas generales de lo que la Orientación Familiar plantea a los padres para cumplir de mejor manera su rol. ¿Cómo podemos unir el ser amigo/a y padre de los hijos a la vez?. Es válido ser un padre o una madre cercana que comparte actividades, que hace deportes, discute ideas, comenta noticias, asume posturas y valores; pero también es necesario que estos expresen sus valores personales, sus límites y posiciones. Es decir, es indispensable poner límites, expresar abiertamente los valores, pero en una postura de diálogo, discusión y conversación. En segundo termino, reconocer que los hijos/as necesitan de lo material, que sus necesidades básicas estén cubiertas, pero es central que los padres también entiendan que muchas veces a los hijos no les falta nada, van a un buen colegio, tienen ropa y alimento, pero están carentes de la presencia afectiva de sus padres. La cercanía inspira seguridad, por ello la paternidad, la maternidad es una relación personal intransferible. Si existiendo los padres, falta su presencia activa y afectiva estable, los hijos se sentirán solos y poco seguros, cubiertos de todos los bienes que necesitan pero solos y tristes. Y en tercer lugar señalar que, uno de los grandes desafíos que padres y madres tienen que ir asumiendo de verdad, es saber reconocerse faltos de muchos elementos formativos para sí mismo y en relación con sus hijos. O sea, la paternidad y la maternidad no vienen por casualidad o por añadidura, no se aprende solo por experiencias personales pasadas, no basta eso, se requiere de procesos formativos sistemáticos para los padres, para formarse como padres. Si bien, se han señalado algunos elementos de lo que debería ser una madre y un padre, pero esto es lo que se debería cumplir, y bien sabemos que no siempre se cumple. ¿Qué falta entonces? ¿Qué necesitan los padres y las madres para llegar a cumplir estas tareas? Ya no basta con la escuela de la vida, es insuficiente, es la hora que los padres y madres asuman un rol protagónico formándose para formar, educándose para educar. Este desafío puede ser enfrentado con la voluntad de cada uno de ellos y con el respaldo del colegio que figura como la organización más cercana a la familia la cual subsidia en muchas de las tareas que los padres no pueden o no quieren asumir. Al mismo tiempo, al interior de la empresa se pueden abrir espacios para que trabajadores en conjunto puedan aprender por medio de un taller, lo que los padres pueden hacer para mejorar su vida familiar. 3. LA ORIENTACIÓN FAMILIAR 4. TIPOS DE FAMILIA Ofrecer una definición exacta sobre la familia es una tarea compleja debido a enormes variedades que encontramos y al amplio espectro de culturas existentes en el mundo. "La
familia ha demostrado históricamente ser el núcleo indispensable para el desarrollo de la persona, la cual depende de ella para su supervivencia y crecimiento". No se desconoce con esto otros tipos de familia que han surgido en estas últimas décadas, las cuales también enfrentan desafíos permanentes en su estructura interna, en la crianza de los hijos/as, en su ejercicio parental o maternal. Por mencionar algunas, la familia de madre soltera, de padres separados las cuales cuentan con una dinámica interna muy peculiar. Existen varias formas de organización familiar y de parentesco, entre ellas se han distinguido cuatro tipos de familias:
a) La familia nuclear o elemental: es la unidad familiar básica que se compone de esposo (padre), esposa (madre) e hijos. Estos últimos pueden ser la descendencia biológica de la pareja o miembros adoptados por la familia.
b) La familia extensa o consanguínea : se compone de más de una unidad nuclear, se extiende mas allá de dos generaciones y esta basada en los vínculos de sangre de una gran cantidad de personas, incluyendo a los padres, niños, abuelos, tíos, tías, sobrinos, primos y demás; por ejemplo, la familia de triple generación incluye a los padres, a sus hijos casados o solteros, a los hijos políticos y a los nietos. c.
La familia monoparental : es aquella familia que se constituye por uno de los padres y
sus hijos. Esta puede tener diversos orígenes. Ya sea porque los padres se han divorciado y los hijos quedan viviendo con uno de los padres, por lo general la madre; por un embarazo precoz donde se configura otro tipo de familia dentro de la mencionada, la familia de madre soltera; por último da origen a una familia monoparental el fallecimiento de uno de los cónyuges. d. La familia de madre soltera : Familia en la que la madre desde un inicio asume sola la crianza de sus hijos/as. Generalmente, es la mujer quien la mayoría de las veces asume este rol, pues el hombre se distancia y no reconoce su paternidad por diversos motivos. En este tipo de familia se debe tener presente que hay distinciones pues no es lo mismo ser madre soltera adolescente, joven o adulta. e. La familia de padres separados: Familia en la que los padres se encuentran separados. Se niegan a vivir juntos; no son pareja pero deben seguir cumpliendo su rol de padres ante los hijos por muy distantes que estos se encuentren. Por el bien de los hijos/as se niegan a la relación de pareja pero no a la paternidad y maternidad. La familia es la más compleja de todas las instituciones, aunque en nuestra sociedad muchas de sus actividades tradicionales hayan pasado parcialmente a otras, todavía quedan sociedades en las que la familia continua ejerciendo las funciones educativas, religiosas protectoras, recreativas y productivas. No falta quien la acuse de incapacidad para la misión encomendada, de que no cumple con su deber, sea por negligencia deliberada o por torpeza moral, pero, evidentemente, esas recriminaciones son absurdas, porque la familia no es una persona ni una cosa, sino un comunidad. Ahora bien, algo de esto hay de cierto al reconocer que no siempre los adultos, en específico los padres, cuentan con todos los elementos que les permitan educar de manera correcta a sus hijos. No es lejana la realidad de la violencia intrafamiliar, abusos sexuales, abandonos de los hijos, problemas de comunicación y comprensión que llevan a los más débiles
de la familia, los hijos, a ser vulnerables a un sin fin de riesgos como las drogas, la violencia, y otros delitoscontra la sociedad. En ocasiones algunos padres transfieren a otras instituciones las tareas familiares, no porque la familia sea incapaz de cumplir con su deber, sino porque las actividades que realizan en la actualidad requieren del apoyo de otras instituciones que les proporcionen un medio eficaz de conseguir los mismos propósitos. Entra las más importantes se señala a la escuela. 1.
MODOS DE SER FAMILIA (Personalidad de la Flia)
Como ya hemos visto hay diversos tipos de familia y por ello son múltiples las formas en que cada uno de sus miembros se relacionan y viven cotidianamente. Para entender un poco mejor los modos de ser familia a continuación veremos algunas de sus características más importantes.
Familia Rígida : Dificultad en asumir los cambios de los hijos/as. Los padres brindan un trato a los niños como adultos. No admiten el crecimiento de sus hijos. Los Hijos son sometidos por la rigidez de sus padres siendo permanentemente autoritarios.
Familia Sobreprotectora: Preocupación por sobreproteger a los hijos/as. Los padres no permiten el desarrollo y autonomía de los hijos/as. Los hijos/as no saben ganarse la vida, ni defenderse, tienen excusas para todo, se convierten en "infantiloides". Los padres retardan la madurez de sus hijos/as y al mismo tiempo, hacen que estos dependen extremadamente de sus decisiones.
La Familia Centrada en los Hijos : Hay ocasiones en que los padres no saben enfrentar sus propios conflictos y centran su atención en los hijos; así, en vez de tratar temas de la pareja, traen siempre a la conversación temas acerca de los hijos, como si entre ellos fuera el único tema de conversación. Este tipo de padres, busca la compañía de los hijos/as y depende de estos para su satisfacción. En pocas palabras "viven para y por sus hijos".
La familia Permisiva : En este tipo de familia, los padres son Incapaces de disciplinar a los hijos/as, y con la excusa de no ser autoritarios y de querer razonarlo todo, les permiten a los hijos hacer todo lo que quieran. En este tipo de hogares, los padres no funcionan como padres ni los hijos como hijos y con frecuencia observamos que los hijos
mandan más que los padres. En caso extremo los padres no controlan a sus hijos por temor a que éstos se enojen.
La Familia Inestable: La familia no alcanza a ser unida, los padres están confusos acerca del mundo que quieren mostrar a sus hijos por falta de metas comunes, les es difícil mantenerse unidos resultando que, por su inestabilidad, los hijos crecen inseguros, desconfiados y temerosos, con gran dificultad para dar y recibir afecto, se vuelven adultos pasivos-dependientes, incapaces de expresar sus necesidades y por lo tanto frustrados y llenos de culpa y rencor por las hostilidades que no expresan y que interiorizan.
La familia Estable: La familia se muestra unida, los padres tienen claridad en su rol sabiendo el mundo que quieren dar y mostrar a sus hijos/as, lleno de metas y sueños. Les resulta fácil mantenerse unidos por lo tanto, los hijos/as crecen estables, seguros, confiados, les resulta fácil dar y recibir afecto y cuando adultos son activos y autónomos, capaces de expresar sus necesidades, por lo tanto, se sienten felices y con altos grados de madurez e independencia. 1.
SER PADRES: ¿CÓMO ASUMIR ESTE ROL?
"Si reunimos a todas las familias existentes tenemos la sociedad. Cualquier clase de entrenamiento ocurrido dentro de la familia individual, quedará reflejado en la clase de sociedad conformada por estas familias y las instituciones como escuelas, iglesias, negocios y gobierno son, en todo sentido, extensiones de las formas familiares a las no familiares"(V. Satir 1999) Esta cita no cabe duda que nos permite entender la gran responsabilidad que le cabe a la familia en la construcción de la sociedad. En específico, me planteo la gran responsabilidad que le cabe a los padres en la educación de los hijos pues en gran parte como es la familia es como son los padres, o sea, son ellos quines moldean, facilitan o bloquean muchos aspectos de la vida familiar. En este caso por ejemplo, al interior de la realidad familiar la mujer tiene un rol determinado y el hombre otro distinto; ambos son complementarios dado que uno necesita del otro para ser realmente si mismo y poder cumplir una de las funciones básicas de la pareja, como es la maternidad-paternidad y la educación de los hijos. Los hijos aprenden en función de lo que hacen sus padres y basándose en su experiencia dentro de la casa, establecerán relaciones fuera de ella. Los mayores somos el espejo en el que ellos se miran para descubrir el mundo y en la mayoría de los casos adquieren la personalidad, las costumbres vitales, el modo de comunicarse y de actuar que observan en sus relaciones familiares Por último señalar que la familia es considerada como una unidad o sistema vivo que nace, crece, se desarrolla, se reproduce y muere. En ella hay un ciclo vital donde se presentan etapas definidas: noviazgo, matrimonio, el primer hijo, la edad escolar, la adolescencia, la juventud, la partida de los hijos y el reencuentro de la pareja al quedar el nido vacío
La pareja sufre una gran prueba cuando los hijos se van, pues si estaban unidos por el amor, se consolidarán el uno con el otro; en contraste, si el vínculo eran los hijos, la unión se rompe o entra en serios conflictos. Por ello, intentaremos definir algunas de las acciones que padre y madre desarrollan en relación a sus hijos/as como una manera de ser responsable con su rol.
A) ¿QUÉ ES SER MAMÁ? No es fácil hablar de esto cuando estamos en una época de cambios tan bruscos que no nos permite hablar con facilidad de qué madre pretendemos hablar. El ideal a la cual toda mujer aspiraba, ser madre, se ha sustituido actualmente por múltiples ideales diferentes en cada capa social, en cada ambiente y muy frecuentemente en pugna con la maternidad. Antes las niñas leían novelas que terminaban con un casamiento y todas sus fantasías se concentraban solo en la futura vida matrimonial y la educación de los hijos. Comprendemos cómo principalmente la mujer de hoy está exigida a tomar decisiones bastante radicales, como por ejemplo: vivir en su rol clásico dependiendo absolutamente del hombre o, elegir la carrera profesional adecuada. Ya no se presume como al principio de nuestro siglo, que una profesión implique para la mujer la renuncia al casamiento y a la posibilidad de fundar una familia, por el contrario, la mujer ha sido capaz de demostrar que puede asumir todos estos roles, pagando a veces eso sí, costos muy altos. Pero el amor maternal es un sentimiento, y como tal es frágil y variable. Por eso, para ser buena madre se requiere de formación, de compartir sus experiencias con otras madres que le permita emprender y desarrollar su capacidad de crecer intelectual y emocionalmente, realidades que no se contraponen más bien hoy se complementan. El rol de ser madre tiene como función básica alimentar física y psicológicamente a sus hijos/as brindándoles protección y a la vez estimularlos a crecer. Es una tarea conjunta con el padre por ello supone organización y previos acuerdos como pareja para saber cómo y de qué manera se va a criar a os hijos/as, con qué valores, formas de vida, hábitos, costumbres, etc. No podemos desconocer que ser madre acarrea una serie de responsabilidades, ya que, tener un hijo quita a muchas mujeres el espacio deseado quitando la alegría de la maternidad, y transformando la relación con la pareja en una continua tensión. Al mismo tiempo, el miedo al futuro, los riesgos que se corren al asumir este rol impiden a muchas mujeres gozar el momento. Es la madre quien primero satisface las necesidades básicas del hijo a través de la alimentación, el afecto, el contacto piel a piel y la estimulación intelectual y sensorial. Su presencia en el hogar crea las bases afectivas necesarias para que los demás miembros crezcan con estabilidad emocional, seguros de sí mismos y con valores que les permitan ser más autónomos y transparentes en sus relaciones humanas. En este sentido se dice que la relación madre-hijo de algún modo es la base sobre la cual se organiza la relación con otras personas. Si la ausencia de la madre ha sido prolongada y no cuenta con un reemplazo afectivo adecuado, los hijos sufrirán un trastorno en su desarrollo afectivo que le dificultará posteriormente establecer relaciones sociales normales.
No es superficial lo manifestado anteriormente. Es clave entender entonces como el rol de ser madre tiene, por un lado, un impacto inmenso en la realidad personal de los hijos/as y, por otro lado, en la sociedad para la cual éste se está formando. Es en la familia, en el contacto afectivo con sus padres como los hijos/as van aprendiendo a valorar y dar sentido a sus vidas, con mayor razón cuando hablamos de la familia de madre soltera o monoparental, realidades muy comunes hoy en nuestra sociedad.
Por ello, en términos generales, podríamos resumir las funciones de la madre en tres áreas básicas:
a) Relación afectiva: El niño trae al nacer la expectativa de qué tipo de madre le vendrá al encuentro. Si se combina ese hijo que necesita madre con una madre dispuesta a entregarse se da la gozosa experiencia de una maternidad feliz. Una maternidad óptima permite a o los hijos superar gran parte de las dificultades inherentes al desarrollo. La madre desde que sus hijos nacen debe saber responder intuitivamente a todas sus necesidades y en los primeros meses de vida hal la toda su seguridad en la actitud sostenida por su madre. La relación afectiva que una madre guarda con los hijos/as es clave para el desarrollo integral de estos. Todo irá bien mientras la actitud afectiva de la madre, sea una actitud materna normal; que satisface tanto al niño como a la madre. La relación afectiva entre madre e hijos al interior del hogar marcan y son el origen de todas las futuras relaciones interpersonales. Gracias a la adquisición de esta capacidad de dirigir sus afectos el ser humano se capacita para formar todas las relaciones sociales ulteriores.
b) Exigencias y reglas: A medida que los hijos crecen van conociendo este nuevo aspecto del adulto, y en este caso de la madre la cual dicta exigencias y prohibiciones e incluso sanciona. La idea central es que la madre aprende a corregir y por medio de ello enseña a sus hijos para que logren su propia valoración. Si son amables será porque tienen un modelo de amabilidad bueno, si se muestran fríos y brutales será porque el modelo que observan en su madre o padre es malo y sin valor.
B) ¿QUÉ ES SER PAPÁ? Lo mismo ocurre con la paternidad, porque con la misma intensidad con que los hijos necesitan una madre al nacer, precisarán del padre, cuando progresivamente se vaya separando de la madre y en especial de la relación única con ella. Encontrar al padre no solo significará poder separarse bien de la madre, sino también hallar una fuente de identificación masculina imprescindible tanto para la niña como para el varón, porque la condición bisexual del hombre hace necesaria la pareja padre-madre para que se logre un desarrollo armónico de la personalidad. A lo largo de la historia, el padre ha sido visto como la figura fuerte y protectora, el guía, la autoridad y como el proveedor de la familia. Pero al mismo tiempo, como una persona más
bien ausente, y un poco lejana, temida y respetada, dando la imagen de que la ternura y cercanía no son parte de su papel. Que los hombres no lloran ni son sensibles son expresiones características. A medida que la sociedad ha ido cambiando, las familias se han hecho más chicas, y el rol de hombres y mujeres se ha transformado, a variado este papel de "el fuerte", el cual es una labor exigente; nadie puede ser fuerte y protector todo al tiempo; cada uno tiene sus debilidades, y cuando se pretende no tenerlas es a costa de un empobrecimiento de muchas experiencias dignas de vivirse. Por otra parte, a medida que las parejas jóvenes buscan independencia, quieren vivir solas, o se van a otra ciudad, por lo que hay menos abuelos, tías y otros familiares participando en el diario vivir, lo que ha llevado al hombre a incorporarse cada vez más a la rutina doméstica y a compartir con su mujer ciertas actividades que antes no compartía. Los padres han ido colaborando poco a poco dentro de la casa y el cuidado de los niños. Por ello, en términos generales, podríamos manifestar que el rol de ser padre se desarrolla en tres áreas básicas:
a) El padre como apoyo afectivo y protección : Tradicionalmente, es el padre quien da protección en el sentido de techo, comida, vestuario y educación, siendo el proveedor económico de la familia. Es el que tiene que salir a trabajar para satisfacer las necesidades básicas y dar seguridad a los que dependen de él. Muchas veces, esta exigencia los sobrepasa, se sienten sobrecargados y exigidos por un medio ambiente que les pide más de lo que se sienten capaces de dar. Otros padres se sobre-exigen pensando que su papel fundamental es dar seguridad económica y que su familia debe tener de todo. Así el trabajo y lo económico pasan a ser lo central, su razón de ser y a lo que dedican toda su energía y no les queda tiempo ni ánimo para estar con los miembros de la familia para conversar, salir, jugar, etc. Al mismo tiempo se piensa que el papel más importante del hombre en el hogar es el de ser figura de autoridad y que debe poner orden, disciplina y tomar decisiones. Pues si bien, esto tiene su valor pero una de las responsabilidades mayores de los padres es educar; ésta acción debe ser compartida con la madre y otros miembros de la familia. El establecer límites, reglas y las exigencias de cumplirla es una labor conjunta y compartida por la pareja. Aunque la protección económica y la disciplina son aspectos importantes para la seguridad de los hijos/as, hay otro tipo de seguridad que es más básica y primaria, y que es la necesidad de ser aceptado, querido, respetado, entendido. Para esto no es preciso estar de acuerdo con el otro, pero sí hay una palabra clave para entender esto, es respeto. Es muy probable que no siempre nos guste los que otros hacen a veces nos gustaría que los niños fueran distintos a como son: que fueran más tranquilos, más responsables, más respetuosos; sin embargo hay que mirar a cada niño como un individuo aparte, con sus propias características, como una persona con sus necesidades e intereses y forma de ser personal, como alguien en camino de crecimiento y que puede equivocarse ya que tiene mucho que aprender. Dar apoyo al niño en su ser persona más que a estar constantemente castigándolo. Educar es ayudar a crecer y no corregir continuamente. Al padre le concierne orientar y apoyar más que criticar y castigar. En este sentido, alguien que siempre es corregido y criticado va a tener mucho menos posibilidades de sentirse seguro de sí mismo en el futuro. Un papá debe apoyar, guiar, orientar, enseñar y querer más que corregir, criticar y retar a sus hijos.
Un papá cercano, abierto al diálogo, afectuoso, va a dar una imagen positiva del mundo, entregándole al niño una sensación de protección durante los años en que es muy importante tenerla. Por el contrario, un padre castigador, lejano y autoritario produce miedo e inseguridad, y en el futuro el niño enfrentará la vida más cargado de ansiedad, más temeroso y con una mayor probabilidad de fracaso. Otro punto importante se refiere a las caricias físicas. Es agradable un padre que acurruca, que haga sentar a su hijo en la falda, de acuerdo a la etapa evolutiva. Las caricias nunca sobran. Sin embargo, hay una serie de mitos en relación con las expresiones afectivas de los hombres. Se piensa que un padre puede ser cariñoso mientras el niño es muy pequeño, pero también lo puede ser cuando los niños son más grandes. Más bien, se plantea que quienes brindan cariño son las mujeres. Hay que aprender el contacto físico, dar un abrazo a tiempo, una caricia, sentar a un niño en la falda sin importar su límite de edad.
b) El padre como puerta al mundo: Una vez más la tradición nos muestra a la madre como la que da afecto y cuidados y la que permanece en la casa. Al padre se lo señala como el que se enfrenta al mundo; pero hay una tendencia a que las mujeres asuman otras responsabilidades y también salgan a trabajar. A pesar de ello, el papá es una figura muy importante en cuanto a conectar a los hijos/as con el mundo exterior, el mundo del trabajo, del estudio, la política, los deportes, etc. aunque su papel va cambiando a medida que los hijos crecen. Un padre que muda al niño, que le canta, lo regalonea, que se levanta en las noches a atenderlo o lo alimenta de vez en cuando, probablemente será sentido por su hijo desde muy temprana edad como alguien cercano y conocido. Es, sin embargo, un poco más tarde cuando el papá pasa a ser alguien central en la educación de los niños y es cuando el niño ya camina. Alrededor del año de edad, el papá empieza a ser un intermediario y aliviana los lazos tan fuertes que el niño tiene con su mamá. Con mayor razón en la adolescencia la figura del padre es un respaldo central en todos los proyectos que los hijos se plantean.
c) El padre como gran apoyo al rendimiento escolar : El papá puede aportar mucho al rendimiento escolar a través de una preocupación sistemática, un apoyo cercano y cálido en relación con el mundo de las tareas y del colegio. En general los padres tienden a controlar, exigir y a dejar las tareas y las reuniones escolares a cargo de las madres. Son pocos los que conocen los nombres de los profesores o la materia en la que les está hiendo bien o mal y en qué necesitan ayuda. Más bien reciben la libreta de notas al final del semestre y hacen los comentarios pertinentes. ¿ Cuáles serán las tareas de un papá ?. Supervisar las tareas, ver si el niño lo está haciendo bien, que tipo de ayuda requiere; enseñarle a buscar información, a pensar, desarrollar en ellos el espíritu de investigar, buscar para responder. Es en la edad escolar donde el rol paterno es dramáticamente importante. Cuando el niño entra al colegio, el papá pasa a ser una figura de apoyo y motivación. Se ha visto que los niños con un padre ausente, ya sea porque no lo tiene o porque pasan muy poco tiempo con ellos, tienen peor rendimiento escolar. Mas adelante con la pubertad, los hijos necesitan más su cercanía y apoyo que nunca.
La idea es seguir de cerca, apoyar y estimular el rendimiento del niño, más que controlar o castigar, ya que se ha visto que los padres indiferentes tienden a generar hijos poco creativos y más dependientes en cuanto al rendimiento escolar.
CONCLUSIONES 1. La realidad actual nos exige reconocer que cuando hablamos de familia no nos referimos solo a un sistema nuclear, si no más bien, a un conjunto de maneras de concebir a la familia desde nuevas estructuras. 2. Hoy más que nunca se descubre la mutua necesidad educativa que existe entre el nexo familia y escuela. Esta alianza posibilita una nueva mirada de la educación de los hijos/as 3. Si bien, la presencia de ambos padres en la educación de los hijos es vital, sin embargo, los nuevos tipos de familia como la monoparental, se ve enfrentada a desarrollar esta tarea con reales desafíos no menos importantes para la sociedad. 4. Los modelos rígidos de educación por parte de los padres se ven cada vez más cuestionados ante la mirada cuestionadora de los/as hijos/as que, sin duda alguna, no participan de estructuras familiares autoritarias, por el contrario, son partícipes de espacios democráticos intrafamiliares que los hace crecer y madurar armónicamente como personas.
Familia Y Desarrollo Psicosocial LA FAMILIA COMO AGRUPAMIENTO SOCIAL La familia constituye una forma de organización que no es privativa de los seres humanos. Especies cercanas como los primates no humanos muestran organizaciones sociales muy próximas a nuestros agrupamientos familiares. Aunque tradicionalmente se ha tratado de encontrar las diferencias entre la familia humana y la de los primates no humanos, durante las ultimas décadas el objetivo de numerosos estudios ha sido identificar las similitudes entre las funciones y los comportamientos de ambos grupos familiares. Dichos estudios señalan que las relaciones de apego como forma esencial de supervivencia de la cría o comportamientos adultos cuyo objetivo es modelar comportamientos relevantes para la supervivencia física y social de los más pequeños, no son propiedad exclusiva de la familia humana. Sin embargo, hay una característica que nos distancia definitivamente de las familias de los primates no humanos: la construcción de contextos socioculturales organizados y estructurados de forma intencional para la crianza y la educación de los miembros más jóvenes (niños y adolescentes). Estos contextos, entre los que se encuentra el colegio, tienen como uno de sus objetivos dotar a los individuos en desarrollo de conocimientos, instrumentos y códigos que les permitan un adecuado ajuste a su cultura. Otro de los rasgos sobresalientes de la familia humana es la intensidad y durabilidad de los lazos afectivos que se generan entre sus miembros, así como la tendencia a considerar la unidad familiar como un territorio privado y único en el que los individuos establecen relaciones de intimidad y sentimientos de pertenencia grupales muy acusados.
La organización familiar Tomando como referencia nuestra cultura, se puede observar cómo la familia ha evolucionado a lo largo de
los años, en términos generales, desde un grupo familiar extenso en el que convivían distintos núcleos familiares y que compartían algún grado de consanguinidad, hasta la familia nuclear, la mas extendida en la actualidad y que se conforma por ambos progenitores y sus hijos. No obstante, en los últimos tiempos una profunda revisión de los valores sociales y morales, así como una nueva estructura socioeconómica, han hecho que la definición tradicional de familia vaya ensanchándose. Por ello, resulta difícil establecer una definición suficientemente comprensiva y exhaustiva de lo que significa una familia, pero podría ser la siguiente: Uno o dos adultos que tienen a su cargo uno o varios hijos (biológicos o no). En el caso de la existencia de dos adultos, se entiende que estos comparten un proyecto vital común en el entramado de un compromiso personal que supone el establecimiento de intensas relaciones de intimidad y reciprocidad. Respecto a los hijos, este compromiso supone procurar su adecuado desarrollo físico y psicosocial a través de la formación de vínculos emocionales estables y de metas de educación y socialización. Para completar esta definición resulta necesario tener en cuenta, además, otras premisas: 1.
La familia ha de ser vista como un marco en el que confluyen individuos en desarrollo, dando por supuesto que esta característica no es únicamente privativa de los niños sino que participan también de ella los adultos. A la vez, dicho marco es promotor de desarrollo.
2.
Ha de entenderse como un sistema complejo de relaciones interpersonales en las que cada miembro y sus interacciones repercuten en los demás miembros (relaciones multidireccionales) que responden a múltiples factores (multicausales) y que van conformando paulatinamente una dinámica familiar propia que va evolucionando a lo largo del tiempo.
3.
La familia como grupo social se encuentra inmersa en un entramado social. Desde esta perspectiva, el modelo ecológico de Bronfenbrenner y la teoría de los sistemas, señalan la necesidad de analizar la familia como un sistema social que se encuentra permanentemente influido por otros grupos.
Funciones de la familia La convivencia dentro de un grupo familiar tendrá necesariamente repercusiones tanto en los adultos como en los niños.
1. La familia: primer grupo de socialización infantil La familia, como grupo social, ha tenido a lo largo de la historia funciones que resultaban útiles, incluso indispensables, para el conjunto de la sociedad. Berk señala entre ellas la de asegurar la reproducción y la supervivencia de la propia especie; la de construir un lugar en el que los sujetos reciben apoyo afectivo y emocional útil para reducir tensiones y conflictos propios de la vida en sociedad y la de ser una fuente esencial de socialización en la que los miembros adultos instruyen a los mas jóvenes en las pautas de comportamiento propias del contexto social en el que se desarrollan. Aunque resulta evidente que alguna de estas funciones siguen atribuyéndose a la familia, el grado creciente de complejidad del entramado social ha supuesto que otras instituciones y organizaciones hayan asumido parte de las mismas. Un ejemplo lo encontramos en la importancia que ha ido adquiriendo la escolarización. López señala que desde los primeros momentos de la vida, entre los miembros de la familia (adultos y bebes) se establecen vinculaciones afectivas que resultaran esenciales para el progreso de dichas relaciones. Esta función ha sido denominada por el autor como socialización de los afectos y se lleva a cabo como consecuencia del establecimiento de un marco emocional y de apoyo que resulta imprescindible para el
adecuado desarrollo psicológico y social. Otra misión de la familia respecto a los hijos es la de dotarles de referentes básicos que les capaciten para comprender y actuar de forma cada vez mas adecuada dentro del entorno físico y social en el que se desarrollan. Uno de los elementos fundamentales de esta capacitación son las herramientas de comunicación (el lenguaje) y las normas sociales. Ambas son transmitidas tanto de forma explícita por los padres como, implícitamente, a través de sus propios comportamientos. Los comportamientos o conductas son, por tanto, también objeto de socialización. La socialización de este ámbito tiene como un afecto añadido la transmisión y perpetuación de los esquemas de actuación de la familia y se produce durante los primeros años fundamentalmente, pero se extiende también a lo largo de la infancia (López). La interacción entre los padres y los hijos es una fuente esencial de crecimiento psicosocial. Es importante resaltar, además, que dicha interacción no es unidireccional, sino multidireccional.
2. La familia: contexto de crecimiento para los adultos Desde la perspectiva tradicional de estudio y definición de la familia, las misiones y funciones generalmente aceptadas serian aquellas centradas en el desarrollo y crecimiento de los hijos. Sin embargo, al aceptar la definición de familia como un sistema social y contexto de desarrollo y crecimiento personal también para los adultos que la conforman, hemos de suponer que este agrupamiento les posibilita alcanzar un conjunto de objetivos. Para Palacios y Rodrigo, los padres han de ser considerados como sujetos en desarrollo. En este sentido, la familia constituye, por un aparte, un marco de crecimiento psicológico en el que aprender a aceptar los retos propios de la etapa adulta, uno de los cuales es, precisamente, la paternidad o m Este nuevo rol supone un vinculo e implicación emocional vital con los hijos, así como el despliegue de un proyecto de crianza, educación y de socialización que tienen en la familia uno de sus referentes fundamentales. Por otra parte, la familia es, a su vez, un contexto en el que los padres despliegan un bagaje psicosocial propio. Este bagaje, adquirido a lo largo de su desarrollo, supone todas aquellas características psicológicas, afectivas, actitudinales, sociales, etc. que conforman a cada ser como lo que es y que matizan su forma de entender la realidad y de comportarse. En este sentido, la calidad de los vínculos que establecerán los padres se encuentra muy relacionada con la calidad de los establecidos por ellos a lo largo de su desarrollo. Otro ejemplo en esta misma línea nos lo ofrece el hecho de que el despliegue de las prácticas de crianza también se encuentra influido por sus experiencias como hijo y por las representaciones acerca de lo que es un niño y cómo ha de educarse, representaciones que se han ido adquiriendo a lo largo de la vida. Por último, la familia provee al adulto de un marco de apoyo, afecto, seguridad y estabilidad. Una de las razones es la posibilidad de relaciones con personas de otras generaciones(padres abuelos) que son, también, referentes de actuación con los hijos y que suponen, en muchos casos, un elemento esencial de colaboración real en su crianza.
LAS PRIMERAS INTERACCIONES FAMILIARES (0 A 2 AÑOS) Las interacciones familiares durante los primeros meses de vida
Durante los primeros meses de vida, los bebés parecen ser seres pasivos, que casi no reaccionan ante los estímulos y que pasan la mayor parte del tiempo durmiendo. A pesar de esta apariencia, hay que destacar que los bebés disponen de formas de comunicación rudimentarias que ponen en funcionamiento desde los primeros momentos de vida. Por ejemplo, lloran cuando tienen hambre, transmiten algunas de las emociones básicas a través de expresiones faciales y muestran más interés por estímulos sociales como las caras y las voces humanas. Uno de los principales cambios se produce hacia los tres meses, cuando el bebé empieza a reaccionar de forma especial ante los gestos y señales de sus cuidadores habituales. A partir de este momento, las madres y los padres establecen una forma de comunicación diferente, que incluye el juego cara a cara y que supone la base de muchos progresos cognitivos y sociales posteriores. Cuando un adulto se dirige a un bebé adopta una forma de hablar bastante peculiar que no aparece en otras situaciones comunicativas. Así por ejemplo, se producen muchas repeticiones, se exagera la entonación, se varía el tono, se hacen muchas preguntas, las frases son cortas, etc. Este conjunto de rasgos conforman lo que se ha denominado el habla de estilo maternal. El adulto observa las reacciones del bebé. Este puede mirar al adulto, abrir los ojos, sonreír, llorar o moverse pero, en todo caso, queda claro que está interactuando. Aunque existen diferencias culturales en cuanto a cómo se produce esta interacción, parece ser una pauta común y universal. En un principio las interacciones son asimétricas, es el adulto el que la s dirige y parece realizar toda la actividad. El adulto mantiene en las interacciones un alto grado de orden. Esto permite que el niño aprenda a predecir lo que va a suceder y conozca la secuencia de acciones tal y como se realiza. Poco a poco, el bebé se va haciendo mas activo y aumenta su papel hasta que llega a utilizar su turno de la interacción para introducir algún elemento nuevo. Estos juegos se denominan formatos y constituyen un contexto en el que el niño aprende uno de los fenómenos mas relevantes de la comunicación: la existencia de turnos. Mediante estas interacciones coordinadas se establece un verdadero dialogo entre el bebé y el adulto. Hay veces en que la interacción está perfectamente coordinada y se produce un ajuste muy satisfactorio para los dos. No obstante, estos momentos son en general breves y poco frecuentes y no superan el 30% del tiempo total de juego entre padres e hijos. (Berger y Thompsom). Es posible que los cuidadores realicen interacciones inadecuadas, en unos casos por estimular demasiado al bebé y, en otras, por estimularlo demasiado poco. En el primer caso se trata de madres o padres que, por ejemplo, intentan jugar con su bebé cuando este prefiere realizar otra actividad. Para defenderse, estos bebés ponen en marcha una serie de gestos que indican de forma clara que quieren evitar la interacción como apartar la mirada, intentar separarse del adulto o llorar. Los adultos que estimulan poco a sus bebés consiguen que éstos reaccionen poco, tanto con sus cuidadores habituales como con otros adultos. Así, miran, sonríen y vocalizan menos que los bebés que reciben más estimulación. Los bebés de madres deprimidas suelen ajustarse a este patrón. El temperamento del bebé es otro factor que influye en el establecimiento de estas primeras interacciones familiares. En ocasiones, los bebés con temperamentos difíciles provocan respuestas de indefensión en los padres que terminan pensando “da igual, hag a lo que haga va a seguir llorando”. Esta sensación de
incontrolabilidad puede llegar a disminuir las interacciones e interferir en el establecimiento de los lazos afectivos, lo cual puede tener importantes repercusiones en diversos aspectos del desarrollo social, emocional y cognitivo del bebé.
Cuando se aprende a andar: las interacciones familiares en niños de uno a dos años. Cuando un niño empieza a dar los primeros pasos, las relaciones con los objetos y las personas que le rodean cambian significativamente. Esta novedad implica un cambio en las relaciones con los padres. Además, para la mayor parte de los niños de esta edad existen otros entornos como la guardería o los juegos con otros niños que también suponen un cambio en las relaciones sociales y familiares. Las interacciones coordinadas y el establecimiento del apego constituyen la base para la relación entre el niño de uno a dos años y sus padres. Durante este periodo parece fundamental que se estimule la curiosidad del niño y que los padres se impliquen en sus actividades diarias. Existe una escala de medida denominada HOME que evalúa si las condiciones de interacción y establecimiento de vínculos que los padres imponen en este periodo son adecuadas para el desarrollo del niño. Esta escala está formada por seis subescalas que miden la capacidad de respuesta emocional y verbal de la madre, si se evita el castigo, cómo está organizado el entorno físico, si el niño dispone de juguetes adecuados, si la estimulación es variada y hasta qué punto el cuidador se implica en la actividad del niño. Según diversos estudios, las puntuaciones en esta escala resultan buenos predictores del desarrollo cognitivo posterior del niño, incluso más que el CI. Si los adultos que cuidad del niño consiguen responder adecuadamente a sus demandas e implicarse en su actividad, evitar el castigo y organizar e l entorno de tal forma que no haya peligros y la estimulación sea variada, es probable que el niño adquiera las capacidades y herramientas cognitivas adecuadas aunque posea un CI más bajo que otros niños cuyos padres no realizan bien todas estas funciones. Esto no quiere decir que los niños que no disfruten de unas interacciones sincronizadas y satisfactorias vayan a sufrir graves secuelas a lo largo de toda la vida. Los acontecimientos que se vivan con posterioridad podrán modificar el desarrollo tanto de los niños que hayan tenido experiencias positivas, como los que han tenido experiencias negativas durante estos primeros años de vida.
LAS INTERACCIONES EN EL ÁMBITO FAMILIAR La familia ofrece el primer contexto de relación social en el que resultan especialmente relevantes la formación de vínculos emocionales. La cualidad de las relaciones y los vínculos que se generan en la familia, suponen uno de los factores que más marcan el progreso psicológico, social y emocional de los individuos. Estas relaciones y vínculos tienen como marco las estrategias educativas y socializadoras que utilizan los padres. Mas allá de las primeras interacciones familiares, es en los años preescolares cuando los padres comienzan a desplegar dichas estrategias.
Estilos educativos Se denominan estilos educativos a las pautas y estrategias educativas que los padres emplean en las interacciones con sus hijos. Estas pautas educativas tienen como objetivo fundamental la socialización emocional y conductual de los hijos. Sabemos, además, que estas practicas tienen grandes consecuencias
sobre el desarrollo psicosocial de los individuos. La perspectiva tradicional de los estudios sobre los estilos educativos parentales hacia hincapié únicamente en esta “dirección” en las relaciones entr e padres e hijos.
Sin embargo, los modelos actuales parten de las siguientes premisas a la hora de explicar los estilos educativos en el contexto de la familia: 1.
Las relaciones padre-hijo son bidireccionales, de forma que la elección de un estilo educativo también está influido por características propias del niño y su respuesta al mismo.
2.
Factores como la historia personal de los padres, su representación acerca de cuál debe ser su rol como educador, sus creencias sobre el desarrollo y sus expectativas sobre los hijos tienen gran importancia a la hora de elegir una estrategia educativa u otra.
3.
Los estilos educativos utilizados por los padres son tendencias que pueden modificarse tanto entre un hijo y otro como con cada hijo, dependiendo de las circunstancias, los contextos, el objetivo de la interacción, etc. pero, sin embargo, suelen constituir formas de comportamiento conscientes.
Los estudios clásicos sobre los que se asientan gran parte de las investigaciones actuales acerca de los estilos educativos son los de Baumbrind. Esta autora observó las interacciones que se producían entre padres y sus hijos preescolares y clasificó dichas interacciones en dos grandes categorías: exigencia y receptividad. La categoría exigencia recogía si, en las interacciones, los padres eran o no rígidos a la hora de imponer normas y hacer que sus hijos las cumplieran. Así mismo, tomaba en cuenta otra dimensión: si los padres eran o no sensibles o receptivos ante las demandas que les hacían sus hijos. Atendiendo a estas dos dimensiones y a su combinación, Baumbrind propuso diversos estilos educativos: si eran exigentes y receptivos, el estilo educativo era democrático. Si no era exigente pero sí receptivo, se denominó permisivo, y si era exigente pero no receptivo se denominaba autoritario al estilo educativo. Estas categoría y sus contenidos fueron redefinidas por MacCoby Y Martín en 1983. Así, la categoría exigencia fue denominada control y hace referencia al grado de p resión que los padres ejercen sobre sus hijos para que estos cumplan los objetivos educativos que consideran deseables. Por otra parte, la receptividad fue incluida en la dimensión denominada afecto y supone el grado de sensibilidad y capacidad de los padres para tomar en cuenta y responder a las demandas de sus hi jos, sobre todo aternidad
aquellas referidas al ámbito de lo emocional. MacCoby y Martín proponen tomar en cuenta el grado en el que aparecen tanto el afecto como el control y esta es precisamente una de sus aportaciones a lo propuesto por Baumbrind: el hecho de interpretar las actitudes y comportamientos de los padres hacia los hijos, en forma de continuo. Además, los autores desdoblan el estilo educativo denominado permisivo por Baumbrind en permisivo e indiferente.
Estilo educativo democrático los padres que utilizan un estilo educativo democrático tienen una visión de sus hijos como sujetos activos en el proceso de socialización y desarrollo. Además, dotan de gran importancia al afecto y la emoción en dicho proceso. Las normas y su cumplimiento son vistos como elementos necesarios para el progreso de los niños, pero los padres establecen una jerarquía de importancia respecto a la cualidad y al cumplimiento de las mismas. Además, se fomentan el razonamiento y el dialogo sobre estas normas. Como señala Berk, la educación democrática fomenta un acercamiento racional y respetuoso entre padres e hijos.
La pautas de comportamiento propias de este estilo de crianza y educación promueve la progresiva independencia y responsabilidad de los hijos. Se basa en la progresiva capacidad de razonamiento infantil y la impulsa mediante su puesta en práctica a través de distintos ámbitos, con complejidad creciente. Por otra parte, proporciona un marco adecuado de aprendizaje y desarrollo de la toma en consideración de los puntos de vista y motivos de los otros, características que son elementos fundamentales de la autonomía. Distintas investigaciones han mostrado que los niños que han sido educados siguiendo estas pautas democráticas, muestran desde los años preescolares un concepto de sí mismo y una autoestima superiores a los niños cuyos padres utilizan otros estilos educativos. De igual manera, los niños muestran una mayor capacidad de relación e interacción así como una mayor madurez emocional.
Estilo autoritario Cuando los padres entienden que la educación ha de fundamentarse en el estricto cumplimiento de normas inmutables y que su papel es velar por dicho cumplimiento, nos encontramos ante un estilo educativo autoritario. Ahora los niños son vistos como sujetos pasivos. No pueden razonar o pensar sobre las normas. Los puntos d e vista de los niños o no se tienen en cuenta o se infravaloran, desde el convencimiento de los padres de que les falta capacidad y experiencia. Por ello, las pautas de comportamiento son impuestas y la respuesta a su desacato es en castigo. Además, los padres que utilizan este estilo de crianza entienden el ajuste perfecto a las normas como un signo de respeto. En lo que se refiere al afecto, no se considera importante el aspecto emocional de las relaciones entre padres e hijos. Este estilo fomenta la dependencia, además de interferir en el progreso de la capacidad de critica y razonamiento. Por otra parte, no resulta un buen modelo para el aprendizaje de capacidades de relación y toma en consideración del otro. Se ha encontrado que los niños educados siguiendo este estilo educativo autoritario muestran, con frecuencia, un comportamiento ansioso y hostil. Tienen un nivel de frustración alto y se conducen de forma insegura. También es propio de este estilo promover entre los niños actitudes de introversión y un bajo nivel de autoestima.
Estilo educativo permisivo Las pautas generales de comportamiento de los padres que educan bajo la permisividad están relacionadas con una visión afectiva de las relaciones entre ellos y sus hijos. los padres se muestran cariñosos y atentos con sus hijos. Su visión de los niños es la de seres que han de desarrollarse por sus propios medios y que su capacidad como adultos para interferir en dicho proceso es mínima, por ello se sienten muy poco responsables del mismo. Creen que el conocimiento y el cumplimiento de las normas no es un elemento importante de progreso y evitan demandar a sus hijos dicho cumplimiento e, incluso, intentan evitar exhibir un comportamiento impaciente ante ellos. Los niños pueden expresarse y comportarse, prácticamente, de la forma que crean oportuno o les apetezca, siendo el control de los padres muy escaso, tomando decisiones que, en muchas ocasiones, no les competen o para las que aun no se encuentran preparados. Como consecuencia de todo ello, los niños educados de forma permisiva presentan, a menudo, comportamientos inmaduros y un control de sus impulsos bastante deficiente. A la vez, su competencia social es baja y tienden a ser muy demandantes e inmaduros, con escasa capacidad de concentración y
esfuerzo.
Estilo educativo indiferente Este estilo educativo supone una paternidad no responsable. En ella, la implicación emocional de los padres con sus hijos es baja y se combina con una falta de exigencia. Los padres indiferentes intentan que la educación de sus hijos conlleve el mínimo esfuerzo posible por su parte. Así, pueden acceder a los deseos de sus hijos si estos pueden satisfacerse de forma fácil y si ello revierte en su comodidad a corto o medio plazo. Los niños educados con indiferencia muestran un desarrollo bastante deficiente, ya que carecen de vínculos emocionales de calidad así como de estimulación afectiva y cognitiva. En sintonía con esto, su capacidad y competencia en las relaciones sociales es escasa, mostrando, sobretodo con los adultos, una acusada tendencia a la dependencia. Los niños educados en este estilo se muestran poco respetuosos con las normas, infringiéndolas constantemente o aceptándolas ciegamente si provienen de adultos con los que se vinculan afectivamente. Una baja autoestima y autoconcepto, así como inestabilidad psicológica y emocional, son otros de los rasgos que promueve la crianza basada en la indiferencia. El caso extremo de una crianza indiferente supone la negligencia, es decir, la falta absoluta de interés y preocupación por procurar las condiciones físicas y emocionales básicas para el desarrollo de los niños, lo que supone, sin duda, una forma de maltrato. La elección de un estilo educativo está condicionada por una serie de factores, entre ellos las características de personalidad del niño. Es probable que un niño con buen autocontrol y capacidades de relación contribuya a que los padres se dirijan a él en un tono conciliador, establezcan con él unas relaciones afectivas fáciles y que, además, la disciplina sea en gran medida innecesaria. Un niño excesivamente revoltoso o inquieto contribuirá a que sus padres traten de ejercer sobre él un mayor control. No obstante, con la edad los padres tienden a variar el peso del control sobre el niños, de manera que van acercándose cada vez más a estilos democráticos. Durante las ultimas décadas bastantes estudios muestran que la clase social es un elemento que se encuentra relacionado con la elección de una pauta de crianza u otra. En general, se observa una mayor tendencia a seguir un estilo autoritario entre las familias de clase baja. Las preocupaciones propias de la falta de recursos y sus efectos psicológicos sobre los padres podrían estar relacionadas con la puesta en practica de este estilo. Las investigaciones también establecen relación entre un estatus social mas acomodado y la elección de un estilo mas democrático. No obstante, como apuntan Rodrigo y palacios, nos estamos refiriendo a medias de comportamiento en grupos. En general, podemos decir que la bondad de una práctica educativa viene determinada por su ajuste al momento y peculiaridades evolutivas del niño, al tiempo que tenga como objetivo prioritario promover su desarrollo integral.
Las relaciones entre hermanos La llegada de un nuevo hijo supone una alteración en la configuración previa de la familia pero además repercute en las interacciones que se producen entre todos los miembros de la misma. El nuevo bebé modifica radicalmente el estatus del primer hijo: en primer lugar, respecto a la relación con sus padres, y en segundo lugar, en lo que se refiere en su posición frente a un igual. Las relaciones entre hermanos resultan interacciones con características propias y ofrecen marcos de competencia social peculiares. No hay que olvidar que los momentos evolutivos de los hermanos se
encuentran mas sincronizados, lo que supone que las relaciones se establecen en un plano de mayor igualdad. Por ejemplo, resulta mucho mas frecuente la comunicación de emociones y necesidades ante conflictos entre hermanos que entre hijos y padres. Desde las últimas décadas, muchas de las investigaciones llevadas a cabo en este terreno, se han preocupado fundamentalmente por encontrar y estudiar los aspectos positivos de estas relaciones. Todas estas investigaciones tienen en común resaltar la complejidad re las relaciones entre hermanos, remarcando que si algún término puede definirlas es el de ambivalencia. Efectivamente, estas relaciones son complejas y llenas de afectos contrapuestos que suponen la combinación de sentimientos y emociones positivas con otras negativas. La explicación a esto hemos de buscarla en los distintos individuos que componen el grupo familiar, sus relaciones y la influencia que ejercen unos sobre otros. Así, las relaciones entre hermanos pueden analizarse tomando en cuenta dos factores fundamentales: Las características de los hermanos y las relaciones entre padres e hijos.
Las características de los hermanos Autores como Dunn y Plomin apuntan que, al comparar hermanos, resultan mas frecuentes las diferencias en rasgos generales (personalidad, aptitudes, actitudes, etc.) que las semejanzas. Esto hace que uno de los factores que mejor predice unas relaciones filiales poco conflictivas sea lo que se denomina calidad de ajuste entre sus temperamentos. Así, hermanos con temperamentos y personalidades opuestas suelen ser mas conflictivos y hostiles entre sí que aquellos con temperamentos entre los que existe una mayor sintonía. Durante mucho tiempo, la visión de la familia y los hermanos tendía a describir a estos desde la óptica de que son individuos que han sido educados por los mismos padres y en un ambiente similar. Hoy sabemos, que aunque las pautas de crianza son tendencias estables, estas se modifican atendiendo a un buen numero de factores y que, por otro lado, las interacciones entre los diversos miembros de la familia tienen repercusiones en todo el sistema.
Las relaciones padres-hijos Las relaciones de los padres con cada uno de sus hijos marca de forma considerable el clima de relación entre los hermanos. Sin embargo, como hemos visto, las interacciones de los padres con sus hijos están influidas, también, por la personalidad de estos. Así, cuando uno de los hijos es cálido o comparte gustos, intereses, motivaciones, etc., con uno de sus padres, este tiende a tratarle y a establecer vinculaciones afectivas con él diferenciadas. En otras ocasiones, los padres establecen tratos distintos entre los hermanos desde el convencimiento de que resulta lo mejor para su desarrollo. De cualquier forma, estas variaciones de comportamiento hacia los hijos suelen promover entre ellos sentimientos de competencia y rivalidad. Por otra parte, aunque el estilo educativo es estable, muchos padres lo revisan al nacer su segundo hijo, haciendo un balance de cuáles son los resultados que perciben de su actuación con el primogénito. No obstante, un factor que tienen gran importancias respecto al trato diferencial por parte de los padres es la verbalización de comparaciones entre los hermanos en las que uno de ellos sale claramente perjudicado frente al otro. Este tipo de comportamientos paternos/maternos producen baja autoestima y sensación de abandono en el niños menos valorado y fomenta la rivalidad y los celos. Por último, señalar que aunque crecer con hermanos suponga grades beneficios ello no quiere decir que ser hijo único conlleve un desarrollo deficiente por carecer de dichas relaciones.
LA FAMILIA DURANTE LA ADOLESCENCIA Hacia 1950, desde posturas cercanas al psicoanálisis se defendía la imagen del adolescente rebelde que
necesita casi romper los lazos afectivos con la familia. Al contrario, unos años mas tarde apareció una visión de la adolescencia con un periodo en el que casi no hay conflicto y las relaciones con los padres son armoniosas. Actualmente estas dos posturas se han unido y se mantiene una concepción mas equilibrada de la adolescencia como periodo en el que se producen determinados cambios aunque se continua un camino que comenzó a andarse durante la infancia. La mayoría de los conflictos entre los adolescentes y sus padres se deben en el fondo a una cuestión de control. Los adolescentes quieren librarse del control que sus padres ejercen sobre ellos porque consideran que ya son capaces de hacer muchas cosas por sí mismos. Los padres, por el contrario, pretenden seguir imponiéndose como lo hacían durante la infancia. Cundo los niños son pequeños y no tienen capacidad para decidir lo que quieren, el control de los padres domina las relaciones familiares, pero los adolescentes comienzan a pensar solos y a considerar a los amigos como otro grupo de referencia muy importante que dicta pautas. En general, los conflictos son mayores al inicio de la adolescencia y hacia los 18 años suelen haber terminado. Afectan mas a la madre que al padre, porque normalmente se refieren a aspectos dela vida cotidiana como la vestimenta, la higiene, los horarios o la alimentación, y en estos ámbitos es la madre la que impone el control. El que los conflictos sean mas agudos al comienzo de la adolescencia se debe a que el adolescente todavía no tiene formada su identidad personal y necesita afirmarse a través de todos los aspectos que mencionamos antes. Unos años mas tarde, cuando la identidad personal del adolescente está ya mas formada, estos elementos pierden peso y los conflictos se reducen. Por otra parte, los conflictos desaparecen porque los padres suelen ceder ante los hijos a medida que se van dando cuenta de que sus hijos ya no son pequeños, que sus argumentos van teniendo sentido y que deben reducir su control ante ellos. Uno de los aspectos que mayores modificaciones sufre durante estos años es la expresión de la afectividad. Los adolescentes suelen mostrarse ariscos y distantes con sus padres y llega un momento en que ya no se dejan besar ni abrazar. Los padres suelen quejarse de esta falta de afecto y tienen que modificar sus interacciones para acomodarse a esta nueva situación. Al igual que los conflictos, pasados unos años las relaciones volverán a la normalidad. Como consecuencia de los logros cognitivos de esta etapa –el pensamiento formal, el pensamiento abstracto y la capacidad para plantear hipótesis-, las representaciones que los hijos tienen de los padres también se modifican. A partir de la adolescencia se empiezan a ver sus defectos y se empieza a pensar en cómo serian unos padres ideales. Como cabe suponer, los padres ideales nunca coinciden con los propios (quizás porque no existen) y los adolescentes disponen de diferentes recursos para criticar o rechazar sus actuaciones. Por otra parte, los adolescentes comienzan a establecer relaciones de amistad que se basan en la igualdad. Los amigos y la forma de relacionarse con ellos constituye en esta época una referencia importante. En muchas ocasiones, los adolescentes intentan trasladar esa forma de relacionarse con sus amigos, basada en la igualdad y la simetría, a la familia. Durante la infancia los padres ejercen su autoridad y cuando los hijos llegan a la adolescencia, se resisten a perderla. Así, aunque los hijos no cuestionan l autoridad de los padres en ciertos ámbitos como la moral o las convenciones ni pretenden una libertad total, sí reclaman que la autoridad desaparezca cuando se trata de cuestiones que sólo les afectan a ellos. El conflicto surge cuando se intenta establecer qué cosas son estrictamente personales y cuáles se mezclan con las cuestiones sociales o convencionales. A pesar de todo, las funciones que cumple la familia se mantienen a lo largo de todo el ciclo vital. Durante la adolescencia, la familia sigue proporcionando cuidados y atención, así como las pautas de socialización necesarias para el desarrollo y la integración en la sociedad. Además, los roles familiares siguen siendo los mismos durante este periodo. El estilo educativo también es un factor clave que define a la familia y se mantiene durante la adolescencia. Los efectos de los estilos educativos en la adolescencia son similares a los de la infancia. Así, el estilo
democrático parece ser el mas eficaz y adecuado para conseguir un buen nivel de autoestima, la consecución de logros y una buena relación con los padres. En general, los hijos adolescentes de padres democráticos suelen ser mas autónomos, tienen un buen rendimiento escolar y presentan menos problemas de conducta y emocionales cuando se les compara con otros adolescentes. Esto se consigue porque los padres democráticos son capaces de ir retirando su control a medida que los hijos van demandando autonomía pero, a la vez, siguen proporcionando el apoyo necesario para que el desarrollo sea adecuado. Los padres permisivos son, quizás, los mas dañinos para los adolescentes. Estos padres, que generalmente no imponen limites, parecen no preocuparse por los logros, las actividades o las preocupaciones de sus hijos. La sensación de los hijos es que a sus padres no les importa los que hagan. Esta situación puede provocar trastornos como la depresión, problemas conductuales o emocionales y fracaso escolar.
El problema principal de los padres autoritarios es que no ceden en su imposición de control. En una situación en la que no se permita un mínimo de independencia, es posible que se produzcan conflictos mas o menos graves y que el adolescente termine rebelándose o desafiando la autoridad de sus padres. Por último, otro de los aspectos que se mantienen contiguos entre los padres y sus hijos adolescentes son los valores y la ideología política, religiosa y social. así, padres e hijos suelen estar de acuerdo en la mayor parte de sus convicciones excepto en las actitudes que mantienen hacia el sexo. Aunque la visión general suele coincidir, tanto chicos como chicas presentan conductas y actitudes sexuales mas liberales. En resumen, los conflictos entre los padres y los adolescentes son normales al principio de esta etapa y
responden al aumento del deseo de autonomía por parte de los hijos. Hay que señalar también que, mientras que los padres no suelen dar mucha importancia a estos conflictos porque los perciben como una nueva forma de plantear los conflictos que también existían en la infancia –por ejemplo, la hora de irse a la cama-, para los adolescentes tienen mucha mas importancia porque se tratan de imposiciones que les impide formar su propia identidad. Por eso, en ocasiones pueden exagerar la gravedad y la importancia de los conflictos así como de las actuaciones de sus padres.
LAS NUEVAS FAMILIAS En los últimos tiempos la familia tradicional parece que se está transformando de tal forma que hoy en día están apareciendo nuevas estructuras familiares que cumplen las mismas funciones.
El divorcio y el comienzo de la familia monoparental En muchas ocasiones, los miembros de l apareja llena años pensando en la posibilidad de divorciarse, pero no lo hacen “por los niños”. Así, durante mucho tiempo pueden darse numerosos conflictos que afectan a la estabilidad emocional de todos los miembros de la familia y que los adultos no son capaces de resolver. Es posible que los adultos lleguen a acostumbrarse a los enfrentamientos, pero los niños que padecen conflictos continuos entre sus padres no logran habituarse nunca y viven con mayor angustia que aquellos cuyos padres toman la decisión de separarse. Según algunos estudios, el mejor predictor de los problemas de conducta infantiles no es el divorcio de los padres, sino las disputas entre ellos. En cualquier caso, el principio del divorcio de sus padres suponen un momento difícil y angustioso. En los adultos suele producir sentimientos de fracaso, frustración y depresión; para los hijos supone una pérdida de seguridad y de estabilidad emocional. Muchas veces el divorcio supone una disminución del nivel económico, lo cual puede originar cambios de domicilio, barrio, colegio y amigo para los niños. El progenitor que tenga la custodia de los hijos debe cumplir con todas las tareas que antes compartía. Todos estos cambios tienen efectos en los niños que en un primer momento, cuando se produce la separación suelen mostrarse tensos, deprimidos o rebeldes. También puede pasar por dificultades escolares y disminuir su rendimiento o tener menos amigos. No obstante, existen determinadas variables que influyen decisivamente en cómo se adaptan a esta nueva situación y cómo se va a producir su desarrollo posterior.
La edad La percepción y la vivencia del divorcio va a depender de la edad del niño cuando los padres se separan. Así, los bebés no suelen notar los cambios, siempre que se mantengan sus horarios y rutinas, mientras que los niños preescolares son los que parecen vivir p eor la separación. En esta edad el niño suele culpabilizarse por la situación. Durante los años preescolares, los niños tienen una idea de la familia muy unida al hecho de vivir en la misma casa o bajo el mismo techo. El que uno de los padres deje de vivir en la misma casa puede producir una gran sensación de abandono y sentimientos de tristeza. Los niños mayores, sobre todo los adolescentes, comprenden mejor las razones que llevan al divorcio y las diferencias que existen entre sus padres. En algunos casos pueden reaccionar con conductas desadaptadas como absentismo escolar, conducta sexual precoz o delincuencia, pero en otras, aceptan la decisión delos padres con gran madurez e incluso pueden adoptar conductas de protección de los hermanos menores y de apoyo emocional a la madre. Además, los grupos de amigos y las actividades extraescolares que no suelen realizar los pequeños constituyen un gran apoyo para superar los momentos difíciles dentro del hogar.
El género
Según muestran muchos estudios, los chicos parecen adaptarse peor al divorcio de los padres que las chicas. Para algunos autores existen razones para pensar que, en realidad, los chicos están expuestos a mayores niveles de stress y por eso muestran conductas mas desadaptadas. Así, por ejemplo, los chicos suelen perder al progenitor de su mismo sexo, ya que es la madre la que suele tener la custodia de los hijos. Por ora parte, los chicos desafían mas las pautas de disciplina que las chicas y crean un ambiente mas estresante. Además, los padres perciben a los chicos como menos vulnerables y tienden a protegerlos menos y, por último, los profesores y compañeros tienen una idea mas negativa de los chicos de padres separados que de las chicas y también les proporcionan menos apoyo. Para otros autores, los chicos tienen mayores dificultades para pedir ayuda en momentos duros y expresan mas sus conflictos mediante los problemas de conducta, mientras que las chicas tienen mas facilidad para liberar tensión mediante la comunicación y parecen vivir los conflictos hacia le interior.
El temperamento Los niños que tiene un temperamento difícil tienen mas problemas a la hora de adaptarse al divorcio de sus padres que los niños con temperamento fácil. Es posible que al ser mas difíciles de tratar, calmar o consolar, estos niños aumenten el stress de sus padres y pierdan la paciencia o sean incoherentes con ellos. Esta variable permite comprender mejor las diferencias que acabamos de comentar acerca del género. En general, los chicos son mas activos, mas inconformistas y mas desafiantes que las chicas. Cuando se tienen que enfrentar a una situación estresante éstas son las pautas temperamentales que utilizan porque son de las que disponen. Al contrario, las niñas suelen ser mas tranquilas e introvertidas e, igualmente, utilizan esos recursos cuando se enfrentan a situaciones estresantes.
Pautas educativas del progenitor que tiene la conducta El tipo de interacciones que establezca el progenitor que tiene la custodia con los niños (generalmente la madre) será fundamental para su desarrollo. En un principio es normal que se produzcan desequilibrios y que el ambiente resulte inestable. Tanto la carga emocional de la madre como los problemas de adaptación de los hijos pueden llevar a una cierta desorganización en el control de las conductas de los hijos y en el control de las propias pautas educativas que imponga la madre. Sin embargo, con el tiempo la madre suele conseguir manejar el stress y establecer relaciones armoniosas con los hijos. en este sentido, adoptar un estilo educativo democrático ofrece muchos elementos positivos.
Contacto con el progenitor que no tiene la conducta Para conseguir un buen ajuste psicológico es muy importante que los niños sigan teniendo contacto con el progenitor que no tiene la custodia (generalmente el padre). Tanto si se trata de niños como de niñas, el contacto con el padre hace que disminuya la sensación de pérdida y de distanciamiento con una figura relevante en su vida. Además, es una importante fuente de cariño y apoyo. Pero además, en el caso de los niños varones, el contacto con el padre resulta muy beneficioso ya que permite una identificación adecuada con los roles propios de su género. En un principio, el padre constituye una figura con la que compartir algo de tiempo. La mayor parte de los padres se dedican a inventar actividades para hacer durante el rato que están con sus hijos. si no se consigue una mayor implicación existe el riesgo de que el contacto sea cada vez mas distante en el tiempo y la relación termine perdiéndose. Esto puede provocar en los hijos frustración, sensación de abandono y pérdida y la impresión de que su padre ha dejado de interesarse por ellos.
Calidad de la relación entre los dos progenitores Uno de los factores que mejor predice el ajuste de los hijos ante el divorcio de sus padres es la calidad de la
relación entre los padres después de la separación. Los padres que se esfuerzan por mantener una relación cordial y, sobre todo, por no mezclar a los hijos en sus disputas consiguen que su evolución sea mucho mas positiva. Además, cada uno supone un apoyo para el otro y transmiten al niño la sensación de que pueden confiar tanto en uno como en otro.
Cuando la custodia la tiene el padre Como hemos mencionado antes, después del divorcio la mayor parte de las veces es la madre quien convive con los hijos. esto responde, en parte, a la tradicional idea de que el primer vinculo que se establece es el materno y que no se debe romper. Aunque está claro que cuando se establecen los vínculos afectivos no es conveniente romperlos, eso no significa que la persona mas indicada para cr iar a los hijos sea siempre la madre y, mucho menos, que nadie mas que ella esté capacitado para realizar esa labor. Hay ocasiones en que la custodia la ejerce el padre y los hijos pasan a vivir con él. Para la mayoría de los padres esto supone un cambio radical en sus vidas puesto que van a tener que llevar a cabo numerosas tareas de las que antes, seguramente, no se ocupaban. En este sentido, los niños que observan a su padre realizar tanto tareas “propias” de hombres como de mujeres, adquieren unos estereotipos de género mucho mas flexibles que los tradicionales. Los estudios que han evaluado la evolución delos hijos que viven con sus padres ofrecen resultados tan positivos -o incluso mas- que los que viven con sus madres. Además, al comparar los efectos en niños y niñas se parecía que el convivir con el padre tiene para los niños efectos mas beneficiosos que convivir con sus madres. Esto sucede porque parece que los padres dan una imagen mas autoritaria y consiguen que sus hijos se sometan mejor a su disciplina que a la que imponen las madres. Por otra parte, los
. Por otra parte, los padres refuerzan mas las conductas positivas de los chicos y tienen menos en cuenta las negativas. Respecto al desarrollo de las niñas, se observa que la convivencia con los padres favorece el aprendizaje de unas pautas de conducta heterosexual mas adaptadas que cuando no di sponen de una figura masculina.
Recomposiciones familiares Los niños que viven el divorcio de sus padres suelen vivir, unos años después, el nuevo emparejamiento de sus progenitores con otras personas. El principio de la convivencia de las llamadas familias reconstituidas es siempre complicado. Los diferentes miembros deben acostumbrarse a convivir con personas que no conocen de nada. La familia debe encontrar la manera de establecer normas e interacciones satisfactorias para todos sus miembros. En muchos casos, los niños son ya mayores y el nuevo compañero o compañera del progenitor que tiene la custodia ni ha seguido su evolución ni conoce su historia. El ejercicio de la autoridad y la disciplina es uno de los mayores problemas con que se enfrentan estos nuevos padres y madres.
Estas nuevas familias atraviesan diferentes etapas en función de cómo van evolucionando. En un principio, parece que los padres fantasean sobre e amor que surgirá casi a “primera vista”entre ellos y los niños. Los
niños, al contrario, suelen tener una imagen negativa del padrastro o la madrastra que, seguramente, han extraído de la literatura infantil. Esta visión les puede llevar a tener ciertos reparos a la hora de interaccionar con el nuevo adulto que aparece en su vida. Además, para ningún niño –ni adulto- es fácil establecer una relación de confianza con un desconocido. En general, se suelen organizar subsistemas que coinciden con los lazos biológicos entre padres e hijos. cuando surgen las peleas entre los hijos de cada adulto, o entre los hijos y la nueva pareja, el adulto se puede sentir abrumado y sin recursos para poder manejar la situación. En general, se suelen adoptar medidas para reconducir la convivencia que tienen éxito pero, si esto no se logra, el stress familiar puede provocar la ruptura de la pareja. La adopción de soluciones ante estos conflictos implica que cada miembro de la familia establezca sus necesidades, que se construyan nuevas bases sobre las que apoyar el sistema familiar, que se adopten pautas comunes sobre las que exista acuerdo entre la pareja y que, en la medida de los posible, se rompan las fronteras entre los núcleos biológicos. El adulto nuevo que llega a la familia debe tener especial cuidado en cómo manejar su relación con los hijos. con el tiempo, los niños podrán considerarle como un adulto en el que se puede confiar pero que no establece pautas de disciplina. Si la relación continua siendo positiva y los niño son relativamente pequeños, llegará un momento en que la implicación del adulto en su vida alcance también la autoridad y la disciplina. En el caso de hijos mayores imponer estas pautas resulta mas difícil. Para los hijos adolescentes y aun mayores. La nueva pareja de su padre o su madre suele ser alguien en quien confiar y con quien compartir problemas o inquietudes. Encontrar cada uno su lugar dentro de este nuevo sistema y establecer las normas de convivencia adecuadas es un proceso largo y complejo, que suelen durar como mínimo 4 o 5 años, y en el que puede haber épocas de desconcierto y estrés. Existen determinadas variables que influyen en cómo evoluciona este proceso: 1. La edad El principio de la adolescencia es la época mas d ifícil para adaptarse a las recomposiciones familiares. Cuando el adolescente tiene que habituarse a la presencia de otro adulto, a convivir con él y adaptarse a un nueva dinámica familiar, los cambios resultan aun mas bruscos y difíciles de resolver. 2. El género de los hijos y de la nueva pareja En general las chicas, especialmente si están en la adolescencia, encuentran mas dificultades y tener una buena relación con la nueva pareja de su padre o su madre. Cuando se trata de una figura masculina, suele interferir con los procesos de maduración sexual y de interacción con los miembros del otro sexo, que ya por si solos son complejos y ocasionan dificultades a todas las a dolescentes. Además, para las chicas la aparición de un hombre en casa supone la amenaza dela pérdida de la relación estrecha que había establecido con su madre. También a las niñas les cuesta llevarse bien con una figura femenina. Muchas veces se dan conflictos de lealtad entre las dos figuras maternas. En función de cómo planteen la madre biológica y la nueva pareja del padre su relación con la hija estos problemas desaparecerán.