El Adolescente Ante Su Cuerpo

adolescentes no es infrecuente que el paso hacia la relación romántica se haga con el beneplácito del grupo de amigos o amigas. Es entonces cuando puede hablarse de novios y novias. Deslizándose el siglo XX, esta revolucionaria evolución de la conducta sexual de los adolescentes no puede entenderse al margen de importantes cambios sociales y culturales relacionados con el cuerpo y el sexo. El delgado cuerpo femenino ideal propio de esta época guarda relación con la vida sexual. Es un hecho repetidas veces constatado que hay una estrecha relación entre imagen corporal y satisfacción en las relaciones sexuales. La insatisfacción corporal las entenebrece y disuade. En mujeres adultas se ha observado que la pérdida de peso incrementa su deseo sexual, y ambas experiencias dan lugar a una visión más positiva del propio cuerpo [11]. Por su parte, los varones, incluyendo los adolescentes, con frecuencia intervienen e influyen criticando o supervisando la evolución del peso de sus parejas sexuales. Tanto entre adultos como entre adolescentes, los varones tienden a creer que las mujeres prefieren un cuerpo masculino significativamente más voluminoso que el que realmente eligen. Por el contrario, las mujeres opinan que los varones gustan de cuerpos femeninos más delgados que los que en verdad prefieren [12]. Estos prejuicios, interpretaciones subjetivas de la realidad, predisponen la insatisfacción corporal de unos y otras. La consecuencia de todo ello es un incremento de la inseguridad sexual,  es decir, de la ansiedad ante el atractivo sexual del propio cuerpo. La forma de vencerla suele consistir en practicar conductas modificadoras de la apariencia física o en extremar las formas de hacerse valer sexualmente forzando la práctica de conductas sexuales de riesgo. Es obvio que la homosexualidad parece haber existido desde los orígenes del género humano. Pero durante el discurrir de la historia casi siempre se ha mantenido como característica oculta, clandestina, condenada socialmente y perseguida por los poderes públicos (y privados). De hecho, hasta la segunda mitad del siglo XX no empieza a instaurarse, entre balbuceos e inconsistencias, un notable grado de tolerancia hacia la homosexualidad y los homosexuales. Por lo menos en el mundo occidental. Hasta ese momento los adolescentes y las adolescentes homosexuales habían tenido que vivir su cuerpo y sus impulsos sexuales bajo una doble represión, la que afectaba a todos sus coetáneos y la que específicamente se ejercía sobre sus personales tendencias. A los temores y ansiedades producidos por la intuición y el progresivo reconocimiento de su «desviada» orientación sexual se sumaba el percibirse diferenciados y rechazados socialmente. Desde la perspectiva del iniciado siglo XXI, no hay duda de que esta situación ha mejorado significativamente, aunque todavía falta trecho por recorrer. Aunque carecemos de estudios dedicados específicamente a verificar las actitudes ante el cuerpo y la conducta sexual de adolescentes homosexuales, cabe suponer que sus tendencias no se alejan en exceso de las observadas en adultos jóvenes homosexuales. Es bien sabido que en el seno de la cultura gay se otorga una gran importancia a la apariencia corporal. Esta