EGIPTOLOGÍA, TALMUD Y CÁBALA Egiptología, Talmud y Cábala Autor: Rabí David Israelevich Israelevich 1a edición: Julio 2011 © 2011 by Hebraica Digital Reservados todos los derechos de la presente edición E–mail:
[email protected] [email protected] www. hebraicadigital.com hebraicadigital.com Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, transmitida o utilizada por ningún medio sin el previo consentimiento consentimiento por escrito del editor.
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I LA FASCINANTE HISTORIA DEL FARAÓN DE EGIPTO En las adyacencias del Mediterráneo florecieron numerosas civilizaciones. Muchas de ellas cuentan con una rica historia, destacándose la de Egipto, que es una de las más extensas y cautivantes. Este imperio, según las estimaciones de los egiptólogos, nació alrededor del año 3.000 antes de la era común. El imperio egipcio sobrevivió a los cambios que tuvieron lugar a través de los siglos y logró superar los obstáculos del crecimiento con el fin de mantener vivas las raíces que lo establecieron. Egipto está situado al norte de África, y en sus valles aún subsisten los restos arquitectónicos de las distintas dinastías que moraron en este país en el pasado. Hay allí colosales piedras que se enclavan en las orillas del río Nilo, uno de los más largos del planeta, a cuyas espaldas yace un desierto de arenas que parecen infinitas, las cuales conforman el temible desierto del Sahara.
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En principio, Egipto estaba separado en dos reinos diferentes. La historia del Egipto unificado comenzó, según se cree, cuando el rey Narmer conquistó el Bajo Egipto y fusionó el país. Esta unión quedó simbolizada en la famosa paleta de Narmer, en la cual se representa al rey portando la doble corona, que integra los elementos del Bajo y Alto Egipto. A partir de ese momento, durante casi 3.000 años se fueron sucediendo en el trono del país del Nilo reyes o faraones de 30 dinastías diferentes. LA CORONACIÓN DEL FARAÓN Los egiptólogos, analizando los jeroglíficos, descubrieron que el Faraón, en el día de la coronación, recibía cinco nombres; los mismos componían su título formal. En la actualidad, se suele utilizar el quinto para nombrarlos, sin embargo, según parece, ellos utilizaban el cuarto. Una vez coronado, el Faraón debía manifestar su posición a través de una serie de símbolos externos. Según la ocasión, utilizaba un atuendo u otro. Habitualmente cubría su cabeza con el nemes, o sea, un pañuelo de rayas
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que le caía sobre los hombros. Sin embargo, en los días de fiesta, se ponía la corona azul o kepres. La corona blanca era la corona del Alto Egipto, mientras que la corona roja era la del Bajo Egipto. Unidas formaban la doble corona o pschent, símbolo del reino unido. En la frente se colocaban el ureus, una especie de diadema con la figura de una cobra, que según creían, brindaba protección contra los enemigos. EL ASPECTO POLÍTICO DEL FARAÓN El Faraón electo debía gobernar el país conforme a la ley de Maat, la diosa de la justicia. Además, tenía la misión de hacer que sus súbditos también acataran esa ley. Para esta misión, el Faraón contaba con un equipo de ministros, escribas, secretarios, y asistentes. El más importante de todos ellos era el visir, que acompañaba al Faraón constantemente. PODER MILITAR DEL FARAÓN
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Los jeroglíficos han revelado que el Faraón era el comandante del ejército imperial. Desde muy temprana edad, el aspirante al trono era entrenado con la espada y con el arco. También se lo llevaba a cazar leones. Un dato interesante que fue descubierto por los egiptólogos revela que si había una guerra, el Faraón debía ser el primero en presentarse en el campo de batalla. No le estaba permitido permanecer en palacio mientras sus hombres batallaban. LA ACTIVIDAD DE SUMO SACERDOTE El Faraón, al asumir su cargo, se convertía en sumo sacerdote del reino. Su misión sacerdotal consistía en construir templos, además de reparar y mantener los ya existentes en todo el imperio. También era función suya procurar que se cumplieran los oficios religiosos establecidos. Una función más que le competía como sacerdote principal, era la de presidir y celebrar ceremonias para solicitar favores de los dioses. En la ceremonia se daba
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gracias por la crecida del Nilo, y se realizaban las peticiones necesarias para todo lo relacionado con el reinado. LA DIVINIDAD DEL FARAÓN Al Faraón, se lo consideraba el representante en la Tierra de todos los dioses. Especialmente se le identificaba con Horus, el dios real, aunque ocasionalmente también con Ra, dios del sol. Al morir, pasaba a identificarse con Osiris. Algunos pocos faraones fueron considerados como un dios en sí mismos. Uno de estos casos fue Ramsés, que construyó un templo en su honor en Abu Simbel. LA FAMILIA REAL El Faraón debía asegurarse la sucesión. Por tal razón, poseía varias esposas, aunque sólo una de ellas era considerada como reina, y recibía el calificativo de Gran Esposa Real. Cuando una Gran Esposa Real moría, el Faraón escogía a otra de entre sus mujeres para que la sucediera.
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EL ENIGMA FARAÓN Estas eran las principales características de los faraones que gobernaron a lo largo de las treinta dinastías egipcias. Los egiptólogos
han
descubierto
numerosos
datos
correspondientes con estas dinastías descifrando los jeroglíficos, aunque hay muchos asuntos que aun se mantienen en el misterio. Y también están aquellos que se conoce sólo un detalle mínimo, como lo referente a la denominación «Faraón». Ya que lo único que se pudo descifrar es que se trata de un término que fue utilizado por el pueblo, pero no por los propios faraones. Se dedujo que el comienzo de su utilización se produjo a partir del reinado de Amenhotep III, en la primera mitad del siglo XIV antes de la era común. Además, estudiando los jeroglíficos se reveló que Faraón deriva de la expresión egipcia per–aa, que significa «casa grande», aludiendo al palacio del rey. No se conocen mayores datos de este concepto. Sin embargo, en el Midrash se aborda este tema más ampliamente, lo cual permite completar los datos faltantes.
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Además, se aclara por qué este calificativo, Faraón, era utilizado por los miembros del pueblo egipcio. En el antiquísimo libro del Midrash titulado Sefer Haishar se describe cómo y en qué circunstancias el rey de
Egipto pasó a llamarse Faraón y de que manera el pueblo adoptó ese modismo al léxico de la región. EL FARAÓN DE LA ÉPOCA DE ABRAHAM En el libro del Génesis consta esta declaración: «Dios le dijo a Abram, vete de tu tierra, del lugar donde has nacido, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Génesis 12:1). A continuación se revela el lugar al que marchó Abram por orden de Dios: «Abram emprendió la marcha, tal como le habló Dios, y fue con él Lot. Abram era de setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán. Abram tomó a Sarai, su mujer, y a Lot, el hijo de su hermano, y todos los bienes de ellos que obtuvieron, y todas las almas que hicieron en Jarán. Y salieron para ir a la tierra de Canaan» (Génesis 12:4–5).
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Seguidamente se describe el detalle del desplazamiento de Abram por esa región: «Abram atravesó la tierra hasta llegar a Shejem, hasta la planicie de Moré. En ese entonces, el cananeo habitaba la tierra. El Eterno se le apareció a Abram y le dijo: a tu descendencia daré esta tierra. Y él edificó un Altar para El Eterno Quien se le había aparecido. De allí se dirigió a la montaña, al este de Bet El y allí dispuso su tienda, con Bet El hacia el oeste y Ai hacia el este; y allí edificó un Altar para El Eterno, e invocó a El Eterno por Su Nombre. Después, Abram prosiguió su marcha, dirigiéndose hacia el sur» (Génesis 12:6–9). Posteriormente Abram fue a Egipto, como está escrito: «Había hambre en la tierra y Abram descendió a Egipto para habitar allí, pues el hambre era grave en la tierra» (Génesis 12:10). Abram sabía que era necesario entrar allí para conseguir alimento, pero la estadía en ese lugar no sería para nada sencilla. Por tal razón, tuvo que tomar decisiones muy audaces, como está escrito: «Y sucedió que cuando estaba por entrar a Egipto, que le dijo a su mujer Sarai: he sabido que eres una mujer de hermosa apariencia. Y ocurrirá que cuando los egipcios te vean, dirán: ¡Ésa es su mujer!;
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entonces me matarán, pero a ti te dejarán con vida. Por favor, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por ti, y para que pueda vivir gracias a ti» (Génesis 12:11-13). Como era previsible, las pruebas no tardaron en llegar, como se declara a continuación: «Y sucedió que al llegar Abram a Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy hermosa. Cuando la vieron los oficiales del Faraón, la elogiaron ante el Faraón y fue conducida a la casa del Faraón. Y el Faraón trató bien a Abram gracias a ella y él obtuvo ovejas, ganado vacuno, burros, esclavos y esclavas, burras y camellos. Pero aconteció que El Eterno afligió al Faraón y a su familia con grandes plagas a causa de Sarai, la mujer de Abram. El Faraón convocó a Abram y le dijo: ¿Qué es lo que me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste ¡es mi hermana!; para que yo la tomara como mujer? Ahora, aquí está tu mujer; ¡tómala y vete! El Faraón impartió ordenes para que lo escoltasen a él y a su mujer, y a todo lo de él» (Génesis 12:14-20). Se aprecia que en la Biblia se denomina al rey de Egipto Faraón. Y se observa que este concepto se repite numerosas veces en un mismo párrafo, indicando algo especial. En el Midrash se explica este asunto, describiéndose cómo el rey
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de Egipto comenzó a ser llamado de esa forma: en aquellos días moraba en la tierra de Shinar un hombre sabio e inteligente, conocedor de numerosas ciencias; y su aspecto era muy agradable. Pero él no estaba contento con todos los dones que poseía, pues era extremadamente pobre. Su nombre era Rakaión. Este individuo estaba muy afligido por su pésima situación económica, y se encontraba sumamente preocupado. Continuamente pensaba cómo solucionar el grave problema que lo aquejaba, la subsistencia. Un día decidió ir a Egipto para hablar con el rey de aquel país, cuyo nombre era Ashverosh, el hijo de Enam. Pensó mostrar al rey su sabiduría, y tal vez de ese modo conseguiría hallar gracia ante sus ojos. Consideró que si le demostraba su capacidad, quizá le otorgara un puesto en el gobierno. Eso le permitiría obtener ingresos suficientes para vivir con dignidad. Rakaión estaba decidido a poner en práctica su idea y por eso viajó a Egipto. Pero cuando llegó, y preguntó por el rey, los habitantes del lugar le informaron acerca del sistema gubernamental vigente en Egipto en aquellos días. El rey
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permanecía en su palacio todo el tiempo, y no se mostraba ante la población, con excepción de un único día al año. En este día, el rey salía y juzgaba a todo el pueblo. Todo individuo que tuviera algo para decir, se presentaba delante del rey en ese día, y exponía su caso ante el mandatario. Rakaión oyó lo concerniente a la manera de proceder en ese lugar, y comprendió que no podrá presentarse ante el rey en forma inmediata. Por tal razón, entristeció mucho y se llenó de fastidio. Cuando anocheció, Rakaión encontró una casa en ruinas, y al no contar con otra alternativa, entró en ella, y pasó allí la noche. Estaba apenado y hambriento, y por esa razón no pudo dormir. Rakaión reflexionó e intentó dilucidar qué podía hacer en la ciudad hasta que llegase el momento de poder ver al rey, y cómo podría sustentarse hasta entonces. Por la mañana se levantó, y fue a la ciudad. Se encontró con los vendedores de verdura y les preguntó cómo hacían para ganar su sustento vendiendo verduras y hortalizas. Ellos le
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dijeron que compran la mercancía a los campesinos y después la venden a los habitantes del lugar. Rakaión quiso hacer lo mismo que estos hombres, pero al no conocer las costumbres y normas de la gente de ese lugar, era como un ciego entre ellos. De todos modos hizo el intento, consiguió verduras, y las dispuso como los vendedores que había visto. Pero se congregaron allí vándalos que se burlaron de él y le robaron toda la verdura. Desconsolado, se fue de allí. Regresó a la casa en ruinas donde había pernoctado, pasó en ese lugar la segunda noche, e intentó descansar. Mientras permanecía acostado, pensaba cómo hacer para lograr sobrevivir. EL NACER DE UN NUEVO DÍA A la mañana se levantó con una idea concreta que no lo abandonaba, y sin perder tiempo, la puso en práctica. Se dirigió a la ciudad y contrató treinta guerreros fuertes y osados, portadores de armas de combate. Rakaión condujo a los hombres a las cavernas donde los 14
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egipcios enterraban a sus muertos, los dispuso allí y les dio instrucciones precisas. Les dijo: «Así ha dicho el rey: fortificaos y sed valientes, cuando vengan aquí a enterrar un muerto, habrán de abonar 200 monedas de plata; después podrán enterrar a su muerto. No abandonéis a nadie, no permitáis que entierren al muerto hasta después de pagar lo estipulado». Los individuos obedecieron la orden de Rakaión e hicieron conforme a lo que les encomendó. Al cabo del octavo mes, Rakaión y sus hombres habían recolectado mucho dinero, también oro y plata, e innumerables piedras preciosas. Con ese dinero Rakaión adquirió muchos caballos y ganado. También destinó parte de su capital a contratar más hombres, a los que asignó caballos para que montaren sobre ellos. EL DÍA DEL REY Al aproximarse el día en que el rey salía del palacio para juzgar al pueblo, y atender las solicitudes de los pobladores,
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todos se congregaron para exponer ante la máxima autoridad lo que habían hecho Rakaión y sus hombres. Cuando el rey salió, todos los moradores de Egipto se aproximaron a él clamando: «¡Viva el rey para siempre! ¿Pero qué es esto que acontece a tus siervos en la ciudad, a los cuales no se les permite enterrar a sus muertos hasta que entregaren oro y plata? ¿Acaso aconteció en la tierra algo semejante? Jamás hemos oído nada igual. Incluso en los días de los primeros reyes que nos antecedieron, desde los días de Adán hasta la fecha, de no permitir enterrar a los muertos, únicamente pagando. Sabemos que el rey toma de los habitantes impuestos cada año, pero ahora, ¿también de los muertos, y día tras día? Por lo dicho, señor rey, te manifestamos que ya no podemos soportar más esta situación, pues toda la ciudad resultó arruinada por lo que se ha hecho, y tú no lo sabías». Cuando el rey oyó esas palabras, se llenó de furia, ya que no sabía nada de lo que sucedió en su imperio. Después preguntó: «¿Quién ha osado hacer semejante barbaridad en mi tierra sin mi autorización?». En ese momento le informaron todo lo hecho por Rakaión y
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sus hombres. El rey enfureció más aun, y envió traer a los rebeldes. Rakaión tomó mil niños y niñas, los vistió con prendas de seda y lino, los hizo montar sobre caballos, y los envió al rey a través de sus hombres. Además, Rakaión en persona tomó oro, plata y piedras preciosas, y un caballo selecto, para otorgar ofrenda al monarca. Se dirigió al rey, y se postró a tierra. Al observar la escena, el rey egipcio y los habitantes del lugar se sorprendieron mucho. Contemplaron toda la riqueza y la ofrenda que había traído, y el rey se mostró gratificado por el presente, y a su vez maravillado del mismo. Rakaión fue invitado a sentarse ante la presencia del rey, quien le formuló varias preguntas respecto a su proceder. Rakaión respondió de manera sabia, tanto frente al rey, como ante todos sus consejeros, y los habitantes de Egipto. Eg ipto. Al escuchar el rey las palabras de Rakaión, Rakaión, y su sabiduría, se
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congració con él, y lo mismo aconteció con los consejeros y demás ciudadanos egipcios. Por tal razón, todos allí lo amaron mucho desde ese día. El rey reflexionó y dijo a Rakaión: «No será más llamado tu nombre Rakaión, sino que Paró –Faraón–, será tu nombre. Esto, porque has cobrado impuestos por los muertos –Paró significa cobrar–. Por eso, desde ese día lo llamaron Paró – Faraón–. El rey y sus siervos amaron a Rakaión por su sabiduría, y llamaron a votación general para decidir si nombrarlo visir de Egipto. El resultado de la consulta popular fue satisfactorio, y por eso lo nombraron visir de Egipto. De este modo, Rakaión reinaría sobre Egipto todos los días del año, menos uno. El único día que Rakaión no reinaba y no juzgaba al pueblo, era el día en que el rey Ashverosh lo hacía. LA ASUNCIÓN AL PODER Faraón Rakaión asumió, y gobernó con total decisión en
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todo el reinado. Cobró impuestos a todos los pobladores de Egipto, haciendo honor al nombre que le pusieron, Paró. Al ver la forma en que el nuevo mandatario gobernaba, todos los egipcios lo amaron mucho. Por tal razón, legislaron una ley consistente en que de aquí en más, el rey que gobierne sobre Egipto, será llamado Paró –Faraón– (Sefer Haiashar: Lej Leja).
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Capítulo II LOS HEBREOS EN EGIPTO Los faraones de Egipto tuvieron mucha incidencia en la historia del pueblo de Israel. El primer suceso descrito tuvo por protagonista a Abram y Sarai, tal lo mencionamos previamente, como está escrito: «El Eterno Se le apareció a Abram y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y él construyó un Altar para El Eterno quien se le había aparecido (...). Después Abram prosiguió su marcha, dirigiéndose hacia el sur. Había hambre en la tierra y Abram descendió a Egipto para habitar allí, pues el hambre era grave en la tierra (...)» (Génesis 12:7–20; 13:1). Como ésta, numerosas historias son narradas en la Biblia donde se menciona a los Hijos de Israel y a distintos faraones egipcios. Quizá, la historia más popular es la que atravesaron los Hijos de Israel cuando estuvieron esclavizados en Egipto. Tal como El Eterno anunció a Abraham: «Sabrás con certeza que tus descendientes serán extraños en una tierra
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que no es la de ellos y los esclavizarán y los afligirán cuatrocientos años. Pero también la nación que ellos han de servir, Yo la juzgaré, y después se irán de allí con grandes riquezas» (Génesis 15:13–14). ADORACIÓN SELECTA Como se había pronosticado, los Hijos de Israel fueron esclavizados, como está escrito: «Designaron oficiales de tributo sobre él, para afligirlo con sus cargas, y construyó ciudades de almacenamiento para el Faraón, Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los afligían, más aumentaban y se esparcían; y su desprecio se despertó a causa de los Hijos de Israel. Egipto sometió a los Hijos de Israel con trabajos inhumanos. Le amargó la vida con trabajos duros, con barro y con ladrillos, y con todos los trabajos del campo; todos los trabajos que les asignaban eran inhumanos» (Éxodo 1:11– 14). En este suceso se describe otro acontecimiento que presenta muchas coincidencias con los descubrimientos de los egiptólogos, y los libros del Midrash complementan muchos de los temas descubiertos al analizar los jeroglíficos.
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Existe un nombre común indiscutible: Ramsés. Se ha descubierto que Ramsés I fue un Faraón egipcio que gobernó el imperio en el comienzo de la XIX dinastía, perteneciente al Imperio Nuevo de Egipto. Las fechas de su reinado se estiman que abarcaron desde 1295 a 1294 antes de la era común. Ramsés I fue sucedido en el reinado por su hijo Seti I, que fue el segundo Faraón de la dinastía XIX. Su reinado se prolongó durante aproximadamente quince años, desde 1294 a 1279 antes de la era común. Seti I fue sucedido por Ramsés II, el tercer Faraón de la Dinastía XIX de Egipto. Su reinado se prolongó durante cerca de 66 años, desde 1279 hasta 1213 antes de la era común. Algunos historiadores suponen que Ramsés II es el Faraón mencionado en el Éxodo bíblico, aunque su teoría aun no pudo ser avalada con pruebas o documentos que la corroboren.
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No obstante, hay algo que sí está perfectamente claro, los Hijos de Israel construyeron ciudades de almacenamiento para el Faraón, Pitom y Ramsés. Y se sabe que Pitom era Pi Atom, llamada así al nombre del dios egipcio Atom. Y Ramsés, llevaba el nombre de un Faraón egipcio, por lo que es lógico suponer que fue edificada en los días de éste. Veamos qué está escrito al respecto en el popular libro de cábala Zohar. LA CIUDAD DE RAMSÉS Antes de que los Hijos de Israel salieran de Egipto, El Eterno les ordenó lo concerniente a la ofrenda de Pesaj. Y ese mismo día en que la estaban comiendo, El Eterno golpeó mortalmente a los primogénitos egipcios, tras lo cual el Faraón liberó al pueblo hebreo. Esta es la reseña bíblica que resume los hechos y la salida triunfal desde la ciudad de Ramsés: «El Eterno habló a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: este mes será para vosotros el principio de los meses, será para vosotros el primero de los meses del año. Hablad a toda la asamblea de Israel, diciendo: el diez de este mes, cada hombre tomará para sí un cordero para cada casa paterna,
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un cordero por casa. Mas si la casa es demasiado pequeña para un cordero, entonces él y su vecino que mora junto a su casa, tomarán según la cantidad de personas; cada uno será contado para el cordero según lo que come. Un cordero perfecto, dentro de su primer año, será para vosotros; de las ovejas o las cabras lo tomaréis. Será vuestro para que lo examinéis hasta el día catorce de este mes; toda la congregación de la asamblea de Israel lo sacrificará a la tarde». A continuación se enumeran importantes leyes que deben cumplirse al comer la ofrenda: «Tomarán de la sangre y la colocarán sobre las dos jambas de las puertas y sobre el dintel de las casas en las que lo comerán. Comeréis la carne esa noche, asada al fuego, con pan ácimo; con hierbas amargas la comeréis. No lo comeréis parcialmente asado o cocido en agua; únicamente asado al fuego, su cabeza, sus patas y sus vísceras. No dejaréis nada de él hasta la mañana, todo lo que sobrare de él será quemado hasta la mañana. Así lo comeréis, con los lomos ceñidos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestros bastones en vuestra mano; lo comeréis deprisa, es la ofrenda de Pesaj para El Eterno».
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Seguidamente se declara: «Yo pasaré por la tierra de Egipto esa noche y golpearé mortalmente a todo primogénito de la tierra de Egipto, desde el hombre hasta el animal; y contra todos los dioses de Egipto impondré juicios; Yo soy El Eterno. La sangre sobre las casas en las que estéis será vuestra señal; cuando Yo vea la sangre os saltearé; no habrá plaga de destrucción sobre vosotros cuando golpee mortalmente a la tierra de Egipto». Este día deberá ser recordado por las generaciones, como está escrito a continuación: «Este día será un recordatorio para vosotros y lo celebraréis como Fiesta para El Eterno; por vuestras generaciones, como decreto eterno lo celebraréis. Durante siete días comeréis pan ácimo, pero el día primero anularéis la levadura de vuestros hogares; pues todo el que coma alimentos leudados, esa alma será tronchada de Israel, desde el primer día hasta el séptimo día». «El primer día será un día de sagrada convocación y el séptimo día será un día de sagrada convocación para vosotros; no se harán labores en esos días, excepto lo que necesite comer cualquier persona, únicamente eso podréis hacer. Cuidaréis el pan ácimo, pues ese mismo día habré
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sacado a vuestras legiones de la tierra de Egipto; observaréis este día por vuestras generaciones como decreto eterno. En el primer mes, el día catorce del mes, a la noche comeréis pan ácimo, hasta el día veintiuno del mes a la noche. Durante siete días no se hallará levadura en vuestras casas, pues todo el que comiere fermentado, esa alma será tronchada de la asamblea de Israel, ya sea un converso o un nativo de la tierra. No comeréis nada leudado; en todos vuestros lugares de residencia comeréis pan ácimo». «Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: tomad o comprad para vosotros un cordero del rebaño para vuestras familias y sacrificad la ofrenda de Pesaj. Tomaréis un manojo de hisopo y lo sumergiréis en la sangre que hay en la vasija y colocaréis en el dintel y las dos jambas de la puerta con la sangre que hay en la vasija, y en cuanto a vosotros, ninguno saldrá de la entrada de la casa hasta la mañana. El Eterno pasará para golpear mortalmente a Egipto y Él verá la sangre que está en el dintel y en las dos jambas; y El Eterno se apiadará ante la entrada y no permitirá que el destructor entre a vuestros hogares para golpear mortalmente. Observaréis este asunto como decreto para ti y para tus hijos por siempre».
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«Y sucederá que cuando lleguéis a la tierra que El Eterno os dará, tal como ha hablado, observaréis este ritual. Y acontecerá que cuando vuestros hijos os digan: ¿Qué es este ritual para vosotros? Entonces les diréis: es una ofrenda festiva de Pesaj para El Eterno, quien se apiadó de las casas de los Hijos de Israel en Egipto cuando golpeó mortalmente a los egipcios, mas salvó nuestras casas; y el pueblo se postró y se inclinó. Los Hijos de Israel fueron, e hicieron tal como El Eterno ordenó a Moisés y a Aarón; así lo hicieron». «Y a la medianoche El Eterno golpeó mortalmente a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón, que estaba sentado en su trono, hasta el primogénito del recluso, que estaba en prisión, y a cada animal primogénito. El Faraón se levantó de noche, él y todos sus siervos y todo Egipto, y hubo un gran clamor en Egipto, pues no había casa en la que no hubiera allí un muerto. Él llamó a Moisés y a Aarón de noche y les dijo: ¡Levantaos, idos de dentro de mi pueblo, también vosotros, también los Hijos de Israel; marchad y servid a El Eterno, tal como habéis hablado! ¡Tomad incluso vuestras ovejas y hasta vuestros vacunos, tal como habéis hablado, e idos y bendecidme también!».
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«Egipto presionaba al pueblo, para apresurarlos a enviarlos de la tierra, pues dijeron: ¡Estamos muriendo todos! El pueblo tomó la masa antes de que pudiera leudarse y ataron sus sobrantes a su vestimenta, sobre sus hombros. Los Hijos de Israel cumplieron con la palabra de Moisés; pidieron a los egipcios vasijas de plata, vasijas de oro y vestimentas. El Eterno hizo que el pueblo hallara gracia en los ojos de los egipcios y éstos le concedieron lo pedido, y así vaciaron a Egipto. Los Hijos de Israel viajaron de Ramsés a Sucot, alrededor de seiscientos mil hombres a pie, además de los niños» (Éxodo 12:1–37). EL MISTERIO DEL CORDERO Esta es una breve reseña de la salida de los Hijos de Israel de Egipto. Las explicaciones de este asunto son numerosas y apasionantes, y pueden hallarse en los libros del Midrash, el Talmud, el Zohar, y demás libros de la Torá oral. Pero ahora nos concentraremos en dos temas fundamentales para el asunto que estamos abordando, lo relacionado con el cordero solicitado al comienzo de la cita, y la salida por la ciudad de Ramsés.
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Rabí Jía abrió su enseñanza acerca de este asunto citando este versículo: «En el mes primero, el día catorce del mes, será Pesaj para El Eterno» (Números 28:16). Teniendo en cuenta que la celebración de Pesaj requiere la ofrenda de un cordero, surge una pregunta puntual: ¿Por qué razón El Santo, Bendito Sea, ordenó degollar específicamente un cordero como ofrenda de Pesaj y no otro animal? La respuesta es que solicitó un cordero porque el mismo era considerado el temor de Egipto; pues su deidad tenía forma de cordero, y esto se debía a que ellos adoraban al signo del zodíaco de Aries. Lo consideraban su dios, puesto que los egipcios estaban bajo su dominio. Y Aries es la cabeza de los doce signos del zodíaco, por eso el cordero era el principal objeto de culto idólatra de los egipcios, y debido a ello lo adoraban. Para comprender intrínsecamente este asunto venid y observad esto que está escrito: «El Faraón convocó a Moisés y Aarón y dijo: ¡Marchad, ofreced ofrendas a vuestro Dios en la tierra! Y Moisés dijo: no es correcto que así hagamos, pues ofreceremos la deidad de Egipto a El Eterno, nuestro Dios; he aquí que si fuéramos a sacrificar la deidad de
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Egipto ante los ojos de ellos, ¿acaso no nos apedrearían?» (Éxodo 8:21–22). Considérese que la declaración «la deidad de Egipto», en el original hebreo está escrita mediante la expresión «Toabat Mitzraim», que literalmente significa: «La abominación de Egipto». Ahora bien, ¿por qué se denomina así a los corderos? ¡Es un lenguaje despectivo! Y es ilógico suponer que se denomina en el versículo así, «Toabat Mitzraim», porque los egipcios lo aborrecían, pues por el contrario, ellos lo amaban y lo adoraban. Por lo tanto, debemos concluir que el dios de ellos al que temían se llamaba así: «Toabat Mitzrarim». Y en este caso la palabra «toabat», no significa abominación, sino que es un nombre genérico que define a todos los objetos de culto idólatra. Pues al adorarse idolátricamente a un ente cualquiera, se aparta del mismo la emanación de luminosidad que posee, proveniente del flanco de la santidad, y las almas que lo adoran caen en el lado oscuro. Por eso se denomina «toabat», porque al practicarse adoración con ese ente, se aborrece el flanco de la santidad.
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Esto puede observarse claramente en el versículo que declara: «Cuando vengas a la Tierra que te da El Eterno, tu Dios, no aprenderás a actuar de acuerdo con las toabot de esas naciones» (Deuteronomio 18:9). Es decir, el temor de las demás naciones, sus objetos de culto idólatra que ellos adoran. Ahora bien, venid y observad la sabiduría con la que actuó José, el hijo del patriarca Jacob, que también fue llamado Israel. José se convirtió en el visir de Egipto, y se desenvolvió con una sabiduría admirable, como está escrito: «José llegó y le relató al Faraón, y le dijo: Mi padre y mis hermanos, sus ovejas, su ganado vacuno y todo lo que poseen, han llegado de la tierra de Canaán y se encuentran ahora en la región de Goshen. De entre sus hermanos tomó cinco hombres y se los presentó al Faraón» (Génesis 47:1– 2). José ya les había enseñado lo que debían decir, como está escrito: «Y será, cuando el Faraón os convoque y diga: ¿Cuál es vuestra ocupación? Entonces le diréis: vuestros sirvientes han sido hombres de ganado desde nuestra juventud hasta ahora, tanto nosotros como nuestros padres» (Génesis 46:33–34). Y les enseñó que dijeran esto
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para hallar gracia ante los egipcios, como está escrito a continuación: «para que podáis asentaros en la tierra de Goshen, pues son una abominación –toabat– para los egipcios todos los pastores de ovejas». Antes bien, José, que era el visir de Egipto y gobernaba sobre toda la tierra, siendo el segundo del Faraón, ¿es posible que hiciere esto, provocar que sus hermanos fueran aborrecidos por los egipcios en vez de hacer que fueran considerados personas distinguidas y honorables? ¡Es algo que sorprende! Por lo tanto, debemos decir que la expresión toabat aquí mencionada no debe interpretarse como abominación, sino como: «temor», es decir: el temor de Egipto, el objeto al que ellos rendían culto idólatra, se denominaba de este modo. Por eso está escrito: «No es correcto que así hagamos, pues ofreceremos la deidad –toabat– de Egipto a El Eterno, nuestro Dios» (Éxodo 8:21–22). Pero si dijéremos que la expresión toabat, significa aquí abominación, en ese caso resultaría que Moisés dijo: «No es correcto que así hagamos, pues ofreceremos la abominación de Egipto a El Eterno, nuestro Dios». Y eso es imposible de
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suponer, que Moisés diga algo semejante, ya que era un hombre extremadamente temeroso de Dios, que le amaba y honraba con todas sus fuerzas. LA ASTUCIA DE JOSÉ José pensó: «Lo más selecto de Egipto es Ramsés, y esa tierra fue aparatada por ellos para pastar allí su objeto de culto idólatra, sus ovejas. Ellos llevaron allí todas las delicias del mundo, y todos los egipcios considerarán a esos pastores que pastaren al temor de ellos, sus ovejas, como el propio temor de ellos». Por eso José dijo: «Haré que mis hermanos hereden la tierra de Ramsés, para que los egipcios se inclinen ante ellos, y los consideren personas distinguidas y honorables». A esto se refiere lo que está escrito: «Pues todos los pastores de ovejas son una abominación –toabat– para los egipcios» (Génesis 46:34). La palabra toabat no debe interpretarse aquí como «abominación», sino como «temor». Resulta pues, que los egipcios considerarían a los pastores como al propio temor de ellos y los honrarían apropiadamente (III Zohar 250b/251a).
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COINCIDENCIAS EGIPTOLOGÍA
INTRÍNSECAS
CON
LA
Hemos apreciado que los Hijos de Israel moraron en la tierra de Goshen, que era Ramsés, y cuando años más tarde fueron esclavizados, los hebreos construyeron allí lugares de almacenamiento para el Faraón. Finalmente salieron de Egipto, partiendo de Ramsés. Por otra parte, los egiptólogos revelaron que el Faraón Ramsés II reedificó la ciudad y construyó allí numerosas obras, sitios de almacenamiento, y templos. Por lo tanto, existe aquí una coincidencia entre la narración bíblica y los descubrimientos de la egiptología a través de los jeroglíficos. Asimismo, los egiptólogos han descubierto que Ramsés II se caracterizó por ser un Faraón que se hacía adorar como un dios, y se dedicó numerosos templos y estatuas. Esto también coincide con la descripción bíblica del Faraón que reinaba en esos tiempos. Como está escrito en el libro del profeta Ezequiel: «En el año décimo, en el mes décimo, a los doce días del mes, vino a mí palabra de El Eterno, diciendo: hijo de hombre, dirige tu rostro al Faraón rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. Habla, y di: así ha dicho el Señor, Dios: he aquí Yo estoy contra ti,
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Faraón rey de Egipto, el gran reptil acuático que yace en medio de sus ríos, el cual dijo: mío es el Nilo, pues yo lo hice» (Ezequiel 29:3). A partir de esta declaración se comprende que el Faraón proclamaba que él era un dios, y se hacía adorar en condición de tal en vida, ya que consideraba que el Nilo era suyo, y que él se había creado a sí mismo. CARACTERÍSTICAS DE LA EDIFICACIÓN DE RAMSÉS En el reinado de Ramsés II proliferó la edificación, y el levantamiento de monumentos, pero la construcción considerada más importante de su reinado fue la de la nueva capital. La misma fue realizada en el extremo norte, y recibió el nombre de Pi–Ramsés Aa–najtu, es decir, «La Ciudad de Ramsés». Aunque se descubrió que no fue edificada en forma completa, desde los cimientos, sino que se trató de una construcción levantada sobre la base de la que había sido la ciudad de los hicsos, Avaris. Algunos egiptólogos sostienen que lo más probable es que en la construcción de Pi–Ramsés fueran utilizados hombres hebreos, como lo relata la Biblia. Pues en el libro de Éxodo se narra que los hebreos fueron esclavizados para
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construir las ciudades de Pitom y Ramsés. Y Ramsés era la nueva capital, llamada así al nombre del Faraón Ramsés II. COINCIDENCIAS BÍBLICAS Además de las señaladas, existen más coincidencias; considérese que según los descubrimientos de la egiptología, Ramsés II reinó durante 66 años. Y en la Biblia se menciona que durante la dura esclavitud de los hebreos se levantó un Faraón que les ordenó a los israelitas realizar la nueva edificación, como está escrito: «Se levantó un nuevo rey en Egipto, que no conocía a José. Él le dijo a su pueblo: he aquí que el pueblo, los Hijos de Israel, son más numerosos y más fuertes que nosotros. Vamos, seamos más astutos que ellos para que no se multipliquen, y sea que en caso de guerra, se una también él a nuestros enemigos y luche contra nosotros, y suba de la tierra. Designaron oficiales de tributo sobre él, para afligirlo con sus cargas, y construyó ciudades de almacenamiento para el Faraón, Pitom y Ramsés» (Éxodo 1:8–11). El exegeta Rashi cita una discusión talmúdica sobre este asunto, en la que participan los eruditos Rav y Shmúel. Según la opinión de uno de los sabios, la declaración: «se
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levantó un nuevo rey en Egipto», no indica que reinó un nuevo Faraón, sino que se trataba del mismo, pero se renovaron sus decretos, es decir, cambió su actitud, su modo de gobernar. Y se lo deduce del texto bíblico, pues no está escrito: «murió el rey de Egipto y reinó en su lugar (...)», sino que está escrito: «se levantó un nuevo rey en Egipto». De todos modos, lo mencionado no significa que este Faraón hubiera conocido a José personalmente, pues es difícil suponer que fuera tan malvado, pagando con tanto mal todo el bien que José le había hecho a Egipto. Y también es difícil suponer que viviera tanto tiempo. Por estas razones expuestas concluimos que cuando se manifiesta: «se levantó un nuevo rey», indica cambio en el modo de gobernar (Rashi, Gur Arie). Por otra parte se sabe que los Hijos de Israel estuvieron en Egipto 210 años seguidos. Y todo el tiempo que José fue visir, y gobernó sobre Egipto, los hebreos no fueron esclavizados. Y el tiempo que José gobernó allí fueron 80 años. Y también se sabe que mientras los fundadores de las tribus estuvieron con vida, los Hijos de Israel no fueron
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sometidos por los egipcios. Por tanto, el tiempo concreto de esclavitud que atravesaron fue de 86 años (Midrash). Por otro lado, los egiptólogos han descubierto en los jeroglíficos
que
Pi–Ramsés
prosperó
durante
aproximadamente un siglo y después decayó. Todo esto indicaría que Ramsés II gobernó en Egipto cuando el pueblo de Israel aun era libre, y él los esclavizó. Les ordenó construir las ciudades de almacenamiento y completó su reinado en ese lugar. Y, como dijimos, el auge de la ciudad siguió por aproximadamente un siglo, lo cual coincide con el Éxodo del pueblo de Israel de Egipto, ya que antes de abandonar la nación: «Los Hijos de Israel cumplieron con la palabra de Moisés; pidieron a los egipcios vasijas de plata, vasijas de oro y vestimentas. El Eterno hizo que el pueblo hallara gracia en los ojos de los egipcios y éstos le concedieron lo pedido, y así vaciaron a Egipto» (Éxodo 12:35:36). Y además, todo el ejército egipcio murió, como está escrito: «El agua retornó y cubrió las carrozas y los jinetes de todo el ejército del Faraón que venían detrás de ellos en el mar, y no quedó ni uno solo de ellos» (Éxodo 14:28). De acuerdo con esta declaración, no es de extrañar
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que después de un debilitamiento tan grande hubiera decadencia en Ramsés y en todo Egipto. ¿DÓNDE ESTABA LA CAPITAL? De acuerdo con los informes extraídos de los jeroglíficos, la capital egipcia había sido trasladada a Ramsés –que estaba en la tierra de Goshen–. Y ese lugar prosperó y siguió vigente incluso después de la muerte de Ramsés, manteniéndose en buen estado por aproximadamente un siglo. Es posible hallar un indicio de la ubicación de la capital en ese lugar en las Escrituras. Pues está escrito: «A la medianoche El Eterno golpeó mortalmente a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón, que estaba sentado en su trono, hasta el primogénito del cautivo, que estaba en prisión, y a cada animal primogénito. El Faraón se levantó de noche, él y todos sus siervos y todo Egipto, y hubo un gran clamor en Egipto, pues no había casa en la que no hubiera allí un muerto. Él llamó a Moisés y a Aarón de noche y les dijo: levantaos, idos de dentro de mi pueblo, también vosotros,
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también los Hijos de Israel; id y servid a El Eterno, tal como habéis hablado» (Éxodo 12:29–31). Ya mencionamos que los Hijos de Israel moraban en la tierra de Goshen, y aquí se manifiesta que el Faraón llamó a Moisés y Aarón y habló con ellos. A partir de aquí es posible concluir que el Faraón moraba en las cercanías de los hebreos. Pues la plaga de los primogénitos ocurrió a la medianoche, y él habló con Moisés y Aarón aun siendo de noche. Además, El Eterno había prohibido salir de sus casas a los Hijos de Israel hasta el amanecer. Como está escrito: «Tomaréis un manojo de hisopo y lo sumergiréis en la sangre que hay en la vasija y colocaréis en el dintel y las dos jambas de la puerta con la sangre que hay en la vasija, y en cuanto a vosotros, nadie saldrá de la entrada de la casa hasta la mañana» (Éxodo 12:22). Por lo tanto hay dos posibilidades, el Faraón moraba en la tierra de Goshen, o Moisés y Aarón pasaron esa noche en la capital de Egipto –suponiendo que la misma estaba en otro sitio–. Y si bien los versículos parecerían apoyar la teoría de que la capital estaba en Goshen, no podemos pasar por alto a los grandes exegetas, como Najmánides, o Iben Ezra,
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quienes consideran que Moisés y Aarón pasaron esa noche en la capital de Egipto llamada en hebreo Mitzraim. Aunque si prestamos atención a lo revelado por los egiptólogos, advertiremos que lo declarado por estos exegetas coincide con lo que ellos dijeron. Pues se descubrió que después de la muerte de Ramsés II, hubo una cierta reorganización administrativa. Entre los cambios más notorios, se destaca el realizado por su reemplazante, el Faraón Merenptah, quien trasladó la capitalidad y corte desde la ciudad de Pi–Ramsés hasta Menfis. Además, este hecho fue corroborado arqueológicamente, ya que Merenptah ordenó la construcción de un palacio cercano al templo de Ptah. Además, se descubrió que Merenptah fue el último Faraón egipcio con capacidad suficiente como para resistir los ataques de los ejércitos invasores y mantener al país como gran potencia. Después de su reinado, los faraones que le sucedieron no pudieron impedir el declive egipcio y la desintegración del poder centralizado de la monarquía. Esto coincide, como dijimos, con el Éxodo del pueblo de Israel de Egipto y la pérdida de los mejores guerreros
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egipcios, como así su equipo de combate y el armamento. De este modo coincide en forma evidente el desenlace histórico narrado en la Biblia y los libros de la Torá oral, con lo descubierto por los egiptólogos descifrando los mensajes de los jeroglíficos.
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Capítulo III LA MÍSTICA DE EGIPTO Y RAMSÉS Ya hemos apreciado que las investigaciones de los jeroglíficos coinciden en numerosos aspectos con la descripción bíblica del antiguo Egipto, y con la historia de los Hijos de Israel cuando estuvieron allí. Además, las descripciones de los libros del Midrash, el Zohar y el Talmud, ayudan a comprender más ampliamente y con mayor precisión lo que se descubre a través de la investigación científica. Pues lo que se descubre se consigue descifrando enigmas, pero los datos históricos que constan en los libros de la Torá oral, se recibieron por tradición, lo cual
significa
que
se
trata
de
datos
históricos
documentados. Ahora bien, existe en la Torá otro campo que nos aporta revelaciones muy interesantes de los diversos temas. Se trata de un proceso que tiene cierta similitud con el estudio de los jeroglíficos, y es el campo de la numerología. En este sistema se toman en cuenta los valores numéricos de las palabras de los versículos, y se los confronta con otros resultados de igual valor, para a través de las coincidencias
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halladas, realizar las conjeturas. Hay allí, en estos valores numéricos, muchos misterios encerrados, que debidamente analizados permiten ver información muy valiosa e interesante. Para observar las enseñanzas de este asunto de la egiptología a partir de la numerología, nos remitiremos a Ramsés. Pues como lo hemos visto, es un dato indiscutido, tanto desde la óptica de la egiptología como así de acuerdo con la Torá. Por eso, observaremos el valor numérico de Ramsés y lo cotejaremos con otros pasajes que coinciden con esa cifra. En el original hebreo, Ramsés está escrito así:
Este es su valor numérico:
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Hemos apreciado que el valor numérico de Ramsés es 430. Veamos con qué coincide este valor. En el inicio del Génesis está escrito: «En el comienzo creó Dios a los Cielos y a la Tierra. Y la Tierra estaba informe y vacía con oscuridad sobre la superficie del abismo, y la Presencia Divina sobrevolaba sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: ¡Que haya luz! Y hubo luz. Dios vio que la luz era buena, y Dios separó la luz de la oscuridad. Dios llamó a la luz Día y a la oscuridad la llamó Noche; y fue tarde, y fue mañana, un día» (Génesis 1:5). Se aprecia que la Tierra estaba informe y vacía, envuelta en oscuridad, y la Presencia Divina acompañaba el proceso de desarrollo del mundo; y para que éste funcione como El Eterno deseaba, Él hizo la luz. Y en Egipto aconteció algo 45
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semejante, pues allí los Hijos de Israel crecieron y se desarrollaron como pueblo, tras lo cual sus vidas fueron oscurecidas a través de la dura esclavitud; y después de producirse la plaga de oscuridad, todos los primogénitos egipcios murieron y llegó la luz de la liberación para los Hijos de Israel. Fueron guiados por la Presencia Divina, abandonaron Egipto, y días después recibieron la Torá, que es la luz proveniente de Dios. Ya que la palabra Torá está directamente relacionada con la expresión oraita que significa «luz». Por eso se enseñó que la Torá es la luz que ilumina las buenas acciones de las personas, como está escrito: «Porque el precepto es candela, y la Torá es luz» (Proverbios 6:23). Es decir, cada vez que se realiza una buena acción, ésta se convierte en candela, y es encendida por la luz de la Torá. Observemos la expresión, «informe y vacía», que es el punto de inflexión antes del gran cambio producido en el Génesis. «Informe y vacía», en el original hebreo está escrito mediante la locución tohu vavohu:
Este es su valor numérico:
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Se aprecia que el valor numérico de: «informe y vacía», la situación del mundo previa a la luz, coincide con Ramsés, la situación en la que se encontraba Israel antes de ver la luz de la libertad y antes de recibir la Torá, que es la luz del mundo. Hemos apreciado además que lo que sucedería en el futuro estaba previsto desde el inicio de la creación e indicado en el plano de la misma, la Torá. Y acerca de este asunto el sabio Elías de Vilna, enseñó:
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Todo está incluido en la primera palabra del Génesis: Bereshit.
Todo está incluido en la letra bet de Bereshit.
Todo está incluido en el punto central de la letra bet
de Bereshit (Sifra Ditzniuta folio 34, véase el párrafo que comienza con la expresión vehaclal). Quiere decir que todo está incluido en el comienzo de la narración bíblica, y desarrollado con mayores detalles en la continuación. Es similar a una semilla que contiene los datos de todo el árbol que se originará a partir de la misma. EL GÉNESIS, FUENTE DE SABER El sabio Jacob, Baal Haturim, indicó la presencia en el comienzo del Génesis incluso de la destrucción del Templo Sagrado, los exilios, y el final, la gloriosa salvación que se produciría a través del ungido enviado por El Eterno, el Mesías. El citado erudito sumó los valores de las letras de la expresión: «la Presencia Divina sobrevolaba», y comprobó
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que la sumatoria coincide con el valor de la frase: zo hi rujo shel malej hamashiaj, que significa: «Este es el espíritu del rey Mesías». Estas deducciones coinciden con lo explicado en el Midrash: Rabí Shimón, el hijo de Lakish, enseñó que los pasajes bíblicos que constan al inicio del Génesis se refieren a los reinos que someterían a Israel en el futuro. Y dedujo las correspondencias: «Cuando la Tierra estaba informe – tohu–» (Génesis 1:2), se refiere al exilio de Babilonia y a su
rey Nabucodonosor, quien devastó la Tierra de Israel y destruyó el Templo Sagrado, devolviendo el mundo al estado de tohu, tal como está dicho: «He contemplado la Tierra y he aquí se encuentra en estado de tohu y vohu» (Jeremías 4:23). Asimismo, la declaración: «y vacía –vohu–», se refiere al reino de Media, que sometió a Israel tras el exilio de Babilonia. Pero gracias a las plegarias y ayunos realizados por los Hijos de Israel, El Eterno, los salvó, tal como está escrito: «Se apresuraron –vaiavhilu– a traer a Hamán al banquete dispuesto por Ester». La raíz de vaiavhilu coincide con la de vohu.
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Este banquete fue organizado con diligencia y precipitación por la reina Ester, ya que apremiaba el tiempo que había puesto Hamán para matar a Mordiqueo, el líder judío, y a todo el pueblo hebreo. Y en este banquete Hamán fue sorprendido por el rey y condenado a morir en la horca en lugar del líder hebreo al que él quería colgar. Es decir, en la expresión vohu se anuncia la futura y precipitada salvación de Israel desde el medio de la oscuridad y la aflicción. Lo que está escrito a continuación en el Génesis: «con oscuridad», se refiere al reino de Grecia, a aquellos malvados que oscurecieron los ojos de los integrantes de Israel mediante sus decretos. Ellos les decían a los Hijos de Israel: «Escribid en los cuernos del toro que no tenéis parte en el Dios de Israel», lo cual les recordaba su pecado idolátrico cometido con el becerro de oro en el desierto. A continuación está escrito: «sobre la superficie del abismo», se refiere al exilio del malvado reino romano, cuyo dominio se prolonga indefinidamente y que no tiene límite perceptible, semejante al abismo. Pues, así como el abismo carece de límite perceptible, lo mismo acontece con los citados malvados.
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Después está escrito: «y la Presencia Divina flota», textualmente el término que consta en el original hebreo es Ruaj Elohim, el Espíritu de Dios, y se refiere al espíritu del rey Mesías. Como fue dicho: «Reposó sobre él el espíritu de El Eterno» (Isaías 11:2). Ahora bien: ¿debido a que mérito el espíritu del Mesías se aproxima y viene? La respuesta se encuentra indicada en el mismo versículo del Génesis: «y la Presencia Divina flota sobre la superficie de las aguas». Es decir, el Mesías vendrá por el mérito de la rectificación, el retorno a El Eterno, lo cual es comparado con el agua, como está escrito: «Derrama como el agua tu corazón» (Lamentaciones 2:19) (Midrash Raba 2:4). Se aprecia que en el comienzo del Génesis estaba pronosticado lo que acontecería en el futuro. Y también está indicado Ramsés, el punto de inflexión para el pueblo de Israel, desde donde salieron después de haber sido sometidos como esclavos para recibir la luz de la Torá. COINCIDENCIAS DE RAMSÉS
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A continuación observaremos más coincidencias del valor numérico de Ramsés que enseñan grandes revelaciones. En el Capítulo X del Génesis se enumeran las genealogías de Noé. Como está escrito: «Éstos son los descendientes de los hijos de Noé: Shem, Jam y Iefet; y a ellos les nacieron hijos tras el Diluvio. Los hijos de Iefet: Gomer, Magog, Madai, Iavan, Tuval, Meshej y Tiras. Los hijos de Gomer: Ashkenaz, Rifat y Togarma. Los hijos de Iavan: Elisha y Tarshish, los Kitim y los Dodanim. A partir de ellos, las naciones que estaban más aisladas se ramificaron hacia sus tierras, cada una según su idioma, por sus familias, en sus naciones. Los hijos de Jam: Cush, Mitzraim, Put y Canaán. Los hijos de Cush: Seva, Javila, Savta, Raama y Savteja. Los hijos de Raama: Sheva y Dedan» (Génesis 10:1–7). Después está escrito: «Y Mitzraim engendró a Ludim, Anamim, Lehavim, Naftujim, Patrusim y Caslujim, que es de donde salieron los filisteos, y Caftorim» (Génesis 10:13– 14). En este listado constan muchos de los fundadores de pueblos que trascendieron, entre ellos varios que afligieron
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a Israel. Es decir, en estos nombres mencionados hay encerrados numerosos misterios intrínsecos de lo que sucedería en el futuro. Por ejemplo Iaván, es el fundador de Grecia, que en hebreo se denomina igual que el nombre de quien la fundó. Y esta nación trascendió enormemente, y sometió y afligió a Israel, tal como lo mencionamos previamente. Mitzraim aquí mencionado, es el padre de Egipto; por eso a Egipto se lo denomina de ese modo, a su nombre. Y a continuación está escrito: «Y Mitzraim engendró». Esta declaración coincide con el valor numérico de Ramsés. Veamos como es esto: Ya vimos que el valor numérico de Ramsés es 430, observemos el valor de la expresión: «Y Mitzraim engendró», que en el original hebreo está escrita mediante las locuciones: umitzraim ialad.
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Se observa que el valor numérico de: «y Mitzraim engendró», coincide con el de Ramsés. Se alude aquí también al futuro, a lo que sucedería a partir de la simiente de Mitzraim. IDOLATRÍA, TEMOR Y ABOMINACIÓN Previamente citamos un pasaje del libro Zohar en el que se explica la razón por la cual José enseñó a sus hermanos
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recién llegados a Egipto a decir que eran pastores. Asimismo vimos en esa cita la razón por la que José escogió esa tierra para sus hermanos, es decir, Goshen, donde estaba el territorio que se convertiría en la ciudad de almacenamiento llamada Ramsés en el futuro. José les había enseñado lo que debían decir, como está escrito: «Y será, cuando el Faraón os convoque y diga: ¿Cuál es vuestra ocupación? Entonces le diréis: vuestros sirvientes han sido hombres de ganado desde nuestra juventud hasta ahora, tanto nosotros como nuestros padres» (Génesis 46:33–34). Y les enseñó que dijeran esto para hallar gracia ante los egipcios, como está escrito a continuación: «para que podáis asentaros en la tierra de Goshen, pues son una abominación –toabat– para los egipcios todos los pastores de ovejas». Y tal como se dijo, la expresión toabat aquí mencionada no debe interpretarse como abominación, sino como: «temor», es decir: el temor de Egipto, el objeto al que ellos rendían culto idólatra, se denominaba de este modo. En el libro Zohar se dijo que era la tierra donde estaba Ramsés, aunque no se mencionó una fuente bíblica al
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respecto, por lo que se concluye que se trata de un dato recibido por tradición. Pero en realidad todo está enraizado en la Torá escrita, y también este asunto. Analizando detenidamente este pasaje citado, apreciaremos que este dato se encuentra aludido en el mismo. Es decir, que Goshen era la región de Ramsés. Está escrito: «para que podáis asentaros en la tierra de Goshen, pues son una abominación –toabat– para los egipcios todos los pastores de ovejas». La expresión: «los egipcios todos», en el original hebreo está escrita mediante la locución: miztraim kol, y este es su valor numérico.
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Se aprecia que en este pasaje bíblico se encuentra aludido lo revelado en el libro Zohar, y lo concerniente al futuro de Israel en Ramsés. Concluimos por tanto que todos los descubrimientos científicos que se alcanzan en la actualidad, incluso los datos que surgen analizando los jeroglíficos, están escritos en la Torá, ya sea en la Torá escrita, o en la Torá oral. Y todo lo que está escrito en la Torá oral está enraizado en la Torá escrita, que es el plano del mundo, y contiene toda la información de lo que sucederá hasta el final de los días.
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ÍNDICE
CAPÍTULO I
La fascinante historia del Faraón de Egipto
La coronación del Faraón
El aspecto político del Faraón Poder militar del Faraón
La actividad de sumo sacerdote
La divinidad del Faraón
La familia real
El enigma Faraón
El Faraón de la época de Abraham
El nacer de un nuevo día
El día del rey
La asunción al poder
CAPÍTULO II
Los hebreos en Egipto Adoración selecta
La ciudad de Ramsés
El misterio del cordero La astucia de José
Coincidencias intrínsecas con la egiptología
EGIPTOLOGÍA, TALMUD Y CÁBALA
Características de la edificación de Ramsés Coincidencias bíblicas
¿Dónde estaba la capital?
CAPÍTULO III
La mística de Egipto y Ramsés El génesis, fuente de saber
Coincidencias de Ramsés
Idolatría,
temor
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y
abominación