ARMAS DE INSTRUCCIÓN MASIVA El viaje de un maestro por el oscuro mundo de la escolarización obligatoria
JOHN TAYLOR GATTO
Copyright © de la obra original de John aylor Gatto Imagen de la portada: George Deem, detalle de Art School School , 1989. raducido del inglés por Javi Hurtado.
Copyright © de la obra original de John aylor Gatto Imagen de la portada: George Deem, detalle de Art School School , 1989. raducido del inglés por Javi Hurtado.
Elogios a
ARMAS DE INSTRUCCIÓN MASIVA John aylor Gatto ha sido mi héroe desde hace años. iene el coraje para desafiar al sistema educativo, que es obsoleto y está desconectado de la realidad. Hace años, me dio el coraje para dar mi opinión y escribir mis libros. Conío en que este libro te dará el coraje para dar tu opinión. - Robert Kiyosaki, autor de Padre rico, Padre pobre. Durante más de 20 años, John aylor Gatto ha trabajado sin descanso para enseñarnos la verdad sobre nuestro sistema educativo – ¡Que la escolarización obligatoria no trabaja por promover una orma de vida democrática! - Mary Leue, undadora de la Escuela Libre de Albany. odas las palabras p alabras de Gatto brillan. bri llan. Pongamos a Gatto como Secretario Secretar io de Educación de EE. UU. y luego, esta vez, ¡Podrá hacerlo estallar por los aires! - George Meegan, autor de La caminata más larga y poseedor del récord mundial de la caminata sin interrupción interrupc ión más larga de la historia humana. Aceptamos la invitación del señor Gatto a la conspiración abierta contra la escolarización obligatoria aquí en Europa también. Las virtudes de este libro libro,, sus ideas precisas, sus prop propuestas uestas realistas y su aguda consciencia, lo sitúan entre las mejores obras de Toreau, Jefferson, Hume o Diderot. Un libro magistral. - Kadmos Paris Magazine, Paris, Octubre de 2008.
Armas as de instrucció instrucción n masiva, John aylor Gatto señala En Arm la estupidez del negocio de la educación estadounidense, especialmente la evaluación estandarizada. Escuchen, ¡Por el bien de los niños! - Wendy Zeigler, artista y antigua alumna de John aylor Gatto.
Ocurre pocas veces, pero p ero siempre siempre que leo un periódico, p eriódico, escucho la radio o veo la televisión, sobre una variedad de temas, me pregunto: “¿Cómo? ¿Cómo puede ocurrir esto? ¿Cómo puede ser tan crédula la gente?” Gatto tiene una respuesta y es perturbadora además de convincente: la educación estadounidense del siglo 20. Su argumento reresca mi gratitud hacia mi padre por haberme dado la oportunidad de esquivar una inmersión total en la máquina homogeneizante, y me hace estar más decidida que nunca a dar este regalo de llegar a ser único a mis propios hijos. - ania Aebi, autora de Viaje inaugural y y poseedora del récord mundial de la primera circunnavegación del mundo por una mujer. Dirijo una escuela. esc uela. John Gatto es mi conciencia. Me ha enseñado a odiar la escuela esc uela y amar el aprendizaje. Este libro hará lo mismo por los demás, ¡Y los necesitamos! - Becky Elder Elder,, Escuela Northfield de las Artes Liberales. John aylor aylor Gatto explica cómo las escuelas esc uelas públicas pública s obligatorias orman a los niños para ser trabajadores y consumidores en lugar de líderes y triunadores en una América libre. - Phyllis Schlafly, presidenta de Eagle Forum.
John aylor Gatto ha presentado el ejemplo de orma contundente...De que un pueblo que crea en la libertad nunca surgirá de un sistema que comienza con la coerción. - Michael P. Farris, presidente de la Asociación por la Deensa Legal del Home School . John aylor Gatto nos recuerda que los niños no son solo una uerza de trabajo utura que requieren ormación. Son individuos curiosos acerca del mundo, y ciudadanos de una república autónoma. Nuestras decisiones sobre la educación deberían considerar esto. - David Boaz, vicepresidente ejecutivo del Instituto Cato, autor de Libertarianismo: una introducción y La política de la libertad.
Elogios a
JOHN TAYLOR GATTO
Cuento a John Gatto entre mis héroes - Robert Bly.
Me ha encantado la obra de Gatto ya desde que hallé por primera vez sus sorprendentes ensayos - Christiane Northrup, M.D., autora de Cuerpos de mujeres, sabiduría de mujeres.
La voz de Gatto es uerte y única, un Sócrates del mundo educativo. - Tomas Moore, autor de Cuidado del alma.
Estoy de acuerdo con cada punto y cada coma que ha escrito el señor Gatto. - om Peters, autor de A la busca de la excelencia.
Gatto es un antídoto singular contra la rancia costumbre. - David Guterson, autor de La nieve cae sobre los cedros.
Un éxito extraordinario. No puedo recordar leer un análisis tan proundo sobre la educación moderna. - Howard Zinn, sobre La historia oculta de la escolarización estadounidense.
El pensador más original de la educación. - Daniel H. Pink, autor de Nación de agentes libres.
¡Una obra brillante! – Librería Laissez Faire.
ARMAS DE INSTRUCCIÓN MASIVA El viaje de un maestro por el oscuro mundo de la escolarización obligatoria raducción de Javi Hurtado
JOHN AYLOR GAO
Índice
En homenaje a los constructores de familias ......................................................1 Prólogo: contra la escuela.....................................................3 1 odo lo que sabías sobre la escuela es falso ..................................................................16 2 Excursión: Londres ............................................................49 3 El gordo Stanley y los Amish de Lancaster ........................................................92 4 El aula de David Sarnoff...................................................103 5 Héctor no es el problema ...................................................119 6 El Camino de Santiago......................................................128 7 Armas de instrucción masiva ...........................................138 8 ¿Qué es la educación?........................................................194 9 Una carta a mi nieta acerca de Dartmouth .....................210 10 Incidente en Highland High ............................................231 Epílogo ..................................................................................252
En homenaje a los constructores de familias Dedico este libro al gran y diícil arte de construir una amilia y a sus artistas, los homeschoolers1 en particular, pero también a todas las ormas que me han sido representadas por la más excelente amilia que he visto – los Hitchon de Plymouth, Inglaterra; Brantord, Canada; y Uniontown, Pennsylvania – especialmente en la persona de mi querido amigo de sesenta y cinco años, Ronald Bright Hitchon. Sin la constante ayuda y consejo de Ron, este libro – y toda mi obra – nunca hubiese tenido lugar. John Hitchon de Inverberry, Escocia, conserva el Hitchon Historical Archive. Ron y su amilia han sido mis amigos del alma desde que tenía diez años. Mis modelos de excelencia trascendental. Su antepasado, Richard Hitchens, ue alcalde de Plymouth cuando el Mayflower zarpó de su puerto; otro antepasado suyo, John Bright, ue el alborotador que ayudó a darle a Inglaterra el libre comercio en 1846; su primo, revor Howard, ue mi actor avorito en Desterrado de las islas y como el fiero Lord Cardigan en La última carga. Su tío, Louis Bauman, ganó la primera Medalla Carnegie por arriesgar su propia vida al salvar la vida de otros. Su padre, ed Hitchon, me enseñó álgebra. Su madre, Virginia Bauman, me escondía cuando hacía novillos en la 1 N. del . personas que educan a sus hijos/as en casa y no son escolarizados.
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escuela (y su perro, Flicka, me mordía donde me escondía). En Cornell, su hermano Larry ue mi patrocinador como iniciado en la raternidad. Su nieta, Ginny, me aconsejó pacientemente en un reencuentro con mi hija Briseis, perdida desde hacía mucho tiempo, en la selva de orquídeas de Chiapas, al fingir ser su sustituta. Su sobrino, Larry William, me ayudó a entender el dañino sinsentido de los títulos universitarios de la Ivy League. Sus hijos Breta, Lizzie, Paul y Geoffrey, me permitieron ver qué significaba tener una hermana tanto en los buenos como en los malos momentos. Sus yernos Stephen, el joven Colanero, Richard, el joven Cable, me abrieron los ojos a la gracia con la que se pueden mezclar las amilias. Sus nietos Geoffrey, Courtenay, Shannon, Kathryn, Audrey, Mia, Heather, John y Jessie, me enseñaron el valioso significado tras la agridulce gloria de pasar el testigo. Después de todos estos años, ya a una anciana edad, todavía me inspira cómo Ronald sigue creciendo y cambiando; su amor y lealtad al valiente Ping Li de Shanghai; y su intrépida hija, Ker Xin, me da esperanza en la raza humana. ¡Oh Plymouth! ¡Oh Canadá! ¡Oh Uniontown! Protege a los Hitchon; protege a su hijo Ronald; protege a mi preciado amigo; protege sus espíritus. Protege a todas y cada una de nuestras amilias.
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Prólogo: contra la escuela. Enseñé durante treinta años en algunas de las peores escuelas de Manhattan y en algunas de las mejores, y durante ese tiempo me hice un experto en aburrimiento. En mi mundo, el aburrimiento estaba por todas partes, y si preguntabas a los niños, como hacía con recuencia, por qué estaban tan aburridos, siempre me daban las mismas respuestas: decían que las tareas eran estúpidas, que no tenían sentido, que ya lo sabían. Decían que querían hacer algo auténtico, no solo estar de brazos cruzados. Decían que los proesores no parecían saber mucho acerca de sus asignaturas y obviamente no tenían interés en aprender más. Y los chicos tenían razón: sus proesores estaban tan aburridos como ellos. El aburrimiento es el estado cotidiano de los proesores, y cualquiera que haya pasado algo de tiempo en la sala de proesores puede dar e de la poca energía, los lloriqueos y las actitudes desanimadas que allí se encuentran. Cuando se les pregunta por qué están aburridos, los proesores suelen culpar a los niños, como era de esperar. ¿Quién no se aburriría enseñando a alumnos que son maleducados y a los que solo les interesan las notas? Si es que les interesan. Por supuesto, los proesores mismos son producto de los mismos programas de doce años de escolarización obligatoria que tan concienzudamente aburren a sus estudiantes. Y como personal de la escuela están atrapados en estructuras incluso más rígidas que aquellas que son impuestas a los niños. ¿Quiénes son los culpables entonces? odos lo somos. Mi abuelo me enseñó esto. Una tarde,
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cuando tenía siete años, me quejé del aburrimiento y me golpeó uerte en la cabeza. Me dijo que nunca más usara esa palabra delante suya, que si me aburría era solo culpa mía. La obligación de divertirme e instruirme era exclusivamente mía y las personas que no supieran eso eran inantiles y había que evitarlas si era posible. Desde luego, no se podía confiar en ellas. Ese incidente curó mi aburrimiento para siempre, y, con el paso de los años, pude legar la lección a algunos excelentes alumnos. Sin embargo, en la mayoría era inútil desafiar la idea oficial de que el aburrimiento y el inantilismo eran la situación natural en el aula. A menudo tenía que resistir la costumbre, e incluso incumplir la ley, para ayudar a los niños a escapar de esta trampa. Por supuesto el imperio contraatacó; los adultos inmaduros combinan con regularidad la hostilidad con la deslealtad. Una vez volví de una baja para descubrir que todas las evidencias de mi baja habían sido destruidas a propósito, que habían prescindido de mí y que ya ni siquiera tenía mi acreditación para enseñar. Después de nueve meses de astidiosos esuerzos pude recuperar la acreditación cuando un secretario de la escuela declaró haber sido testigo de cómo había sucedido. Mientras tanto, mi amilia surió más de lo que puedo recordar. Para cuando me jubilé finalmente en 1991, tenía razones suficientes para pensar en nuestras escuelas – con su encierro obligatorio de larga duración y de estilo presidiario tanto de estudiantes como de proesores – como ábricas de inantilismo. Pero, sinceramente, no podía ver por qué tenían que ser así. Mi propia experiencia me reveló también lo que muchos otros proesores deben aprender sobre la marcha, pero se lo guardan para si mismos por miedo a represalias: si quisiéramos, podríamos deshacernos ácilmente y económicamente de las viejas y estúpidas estructuras y ayudar a los chicos a que reciban una educación en lugar de recibir simplemente una escolarización. Podríamos estimular las mejores cualidades de la
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juventud – la curiosidad, la aventura, la resistencia, la capacidad para una sorprendente comprensión – solo con ser más flexibles con respecto al tiempo, los textos y los exámenes, presentando a los chicos a adultos realmente competentes, y dando a cada alumno la autonomía que él o ella necesite para arriesgarse de vez en cuando. Pero no hacemos esto. Y cuanto más preguntaba por qué no y continuaba pensando sobre el “problema” de la escolarización como lo haría un ingeniero, menos lo entendía: ¿Y si no hay ningún “problema” con nuestras escuelas? ¿Y si son como son, tan caras que desaían el sentido común y una larga experiencia de cómo aprenden los niños, no porque estén haciendo algo mal, sino porque están haciendo algo bien? ¿Es posible que George W. Bush sin querer dijera la verdad cuando dijo que ningún niño se quedaría atrás? 2 ¿Podría ser que nuestras escuelas estuvieran diseñadas para asegurarse de que ninguno madure nunca? *********** ¿Necesitamos realmente la escuela? No me refiero a la educación, sino a la escolarización orzada: seis clases al día, cinco días a la semana, nueve meses al año durante doce años. ¿Es necesaria esta aburridísima rutina? Y si lo es, ¿Para qué? No te centres en la lectura, la escritura y la aritmética como undamento, porque dos millones de contentos homeschoolers han puesto fin a esa justificación banal. Incluso si no lo hubiesen hecho, un número 2 N. del . En el inglés original “leave no child behind”. La ley “No child lef behind” ue una ley aprobada por el congreso de los EE. UU. en 2002 que obligaba a las escuelas estadounidenses a aumentar las notas de sus alumnos para no perder la financiación ederal correspondiente.
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considerable de conocidos estadounidenses nunca pasaron durante doce años por el escurridor por el que pasan actualmente nuestros niños. ¿George Washington, Benjamin Franklin, Tomas Jefferson, Abraham Lincoln? Alguien les enseñó, está claro, pero no ueron productos de un sistema escolar, y ni uno de ellos se graduó nunca en la enseñanza secundaria. A lo largo de la mayor parte de la historia estadounidense, los niños por lo general no iban a la escuela, aunque los no escolarizados llegaron a ser almirantes, como Farragut; inventores como Edison; líderes de la industria como Carnegie y Rockeeller; escritores como Melville, wain y Conrad; e incluso académicos como Margaret Mead. De hecho, hasta hace muy poco a las personas que cumplían trece años no se las veía en absoluto como niños. Ariel Durant, quien co-escribió una tremenda y muy buena historia del mundo en varios volúmenes junto a su marido Will, estaba elizmente casada con quince años. ¿Y quién podría decir de manera razonable que Ariel Durant no era una persona educada? No escolarizada quizás, pero no ignorante. Nos han enseñado (o sea, escolarizado) a pensar en este país que el “éxito” es sinónimo de, o al menos depende de, la “escolarización”. Pero históricamente eso no es verdad ni en el sentido intelectual ni en el económico. Y mucha gente alrededor del mundo encuentra hoy ormas de educarse a sí mismas sin recurrir a un sistema de escuelas secundarias obligatorias que demasiado a menudo parecen prisiones. ¿Por qué entonces los estadounidenses conunden la educación con ese sistema? ¿Cuál es el propósito exacto de nuestras escuelas públicas? En realidad la escolarización de masas de naturaleza obligatoria le hincó el diente a los Estados Unidos entre 1905 y 1915, aunque ue concebida mucho antes y se presionó durante la mayor parte del siglo diecinueve. La razón para este enorme trastorno de la vida amiliar y de las tradiciones culturales era, por así decirlo, triple:
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1. 2. 3.
Crear buenas personas. Crear buenos ciudadanos. Hacer de cada persona su mejor versión.
Estos objetivos todavía se recitan periódicamente y muchos de nosotros los aceptamos de una orma u otra como una definición decente de la misión de la educación pública. Sin embargo, pocas escuelas lo consiguen. Pero estamos muy equivocados. Agrava nuestro error el hecho de que la bibliograía nacional contiene numerosas y sorprendentemente consistentes declaraciones del verdadero propósito de la escolarización obligatoria. enemos, por ejemplo, a H.L. Mencken que escribió, en Te American Mercury de abril de 1924, que el objetivo de la educación pública no es …el de llenar a los jóvenes de la especie con conocimiento y despertar su inteligencia...Nada más lejos de la realidad. El objetivo...es simplemente reducir tantos individuos posibles al mismo nivel de seguridad, criar y formar una ciudadanía estandarizada, sacrificar la disconformidad y la originalidad. Ese es el objetivo en los Estados Unidos...y ese es su objetivo en cualquier otro lugar.
Debido a la reputación de Mencken como satírico, podrías estar tentado a descartar este ragmento como un mero sarcasmo hiperbólico. Su artículo, no obstante, continúa buscando el origen de la plantilla de nuestro sistema educativo en el ya desaparecido, aunque nunca olvidado, estado militar de Prusia. Y aunque con toda certeza era consciente de la ironía que suponía que EE. UU. hubiera estado en guerra con Alemania, heredera del pensamiento y la cultura prusianas, Mencken iba completamente en serio. Nuestro sistema educativo es de origen prusiano y eso es motivo de preocupación.
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El extraño hecho de la procedencia prusiana de nuestras escuelas brota una y otra vez cuando ya sabes donde buscarlo. Orestes Brownson, el heroe del libro de 1991 de Christopher Lasch El único y verdadero Paraíso , denunciaba públicamente la deliberada “prusianización” de las escuelas estadounidenses ya en la década de 1840. El “Séptimo Inorme Anual” a la Junta de Educación de Massachusetts en 1843 es básicamente un himno al país de Federico el Grande y una llamada a traer aquí su escolarización. Apenas sorprende que la cultura prusiana surgiera en Estados Unidos, dada nuestra temprana conexión con ese utópico estado. Un prusiano sirvió como auxiliar de Washington durante la Guerra Revolucionaria y tantos germano-parlantes se habían asentado aquí hacia 1795 que el Congreso consideró publicar una edición en alemán de las leyes ederales. Pero lo chocante es que hayamos adoptado con entusiasmo uno de los peores aspectos de la cultura prusiana: un sistema educativo diseñado deliberadamente para producir intelectos mediocres, incapacitar la vida interior, negar importantes talentos de liderazgo en los alumnos y garantizar ciudadanos incompletos y dóciles – todo para hacer “manejable” al populacho. *********** Fue de James Bryant Conant – presidente de Harvard durante veinte años, especialista en gas venenoso en la Primera Guerra Mundial, ejecutivo del proyecto de la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial, alto comisionado de la zona estadounidense en la Alemania de la posguerra, y realmente una de las figuras más influyentes del siglo veinte – de donde me enteré por primera vez de los verdaderos objetivos de la escolarización estadounidense. Sin Conant, probablemente
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no tendríamos ni el mismo estilo ni el mismo grado de pruebas estandarizadas con que contamos, ni hubiéramos sido bendecidos con los colosales institutos que almacenan entre 2000 y 4000 estudiantes cada uno. Como el amoso instituto Columbine de Littleton, Colorado. Justo después de retirarme de la enseñanza me hice con el extenso ensayo de 1959 de Conant, El niño, el padre y el estado, y estuve más que intrigado al verle mencionar de pasada que las escuelas modernas a las que asistimos eran el resultado de una “revolución” diseñada entre 1905 y 1930. ¿Una revolución? Rechaza proundizar en el tema, pero dirige al curioso y al ignorante al libro de 1918 Alexander Inglis, Principles of Secondary Education, en el que “uno veía esta revolución a través de los ojos de un revolucionario”. Inglis, por quien se nombró una conerencia honorífica sobre educación en Harvard, deja absolutamente claro que la escolarización obligatoria en este continente estaba destinada a ser justo lo que había sido para Prusia en la década de 1820: una quinta columna en el movimiento democrático burgués que amenazaba con dar voz a los campesinos y a los proletarios en la mesa de negociaciones. La escolarización moderna, industrializada y obligatoria sirvió para realizar una intervención quirúrgica a una posible unidad de estas clases marginales. Divide a los niños por asignaturas, por edad, según clasificaciones constantes mediante evaluaciones y a través de otros medios más sutiles, y sería improbable que la masa ignorante de la humanidad, separada en la inancia, pudiera reintegrarse en una peligrosa totalidad. Inglis desglosa el objetivo – el verdadero objetivo – de la escolarización moderna en seis unciones básicas, cualquiera de las cuales es suficiente para poner la piel de gallina a aquellos que son tan inocentes como para creer en los tres objetivos tradicionales de la educación listados anteriormente:
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1. La unción flexible o de ajuste. Las escuelas están para establecer hábitos fijos de reacción a la autoridad. Esto, por supuesto, excluye por completo el juicio crítico. ambién destruye casi en su totalidad la idea de que alguna inormación útil o interesante debiera enseñarse, porque no puedes evaluar la obediencia automática hasta que sepas si puedes hacer que los niños aprendan, y hagan, cosas estúpidas y aburridas. 2. La unción integradora. Ésta bien podría llamarse “la unción de conormidad”, porque su intención es hacer a los niños tan parecidos como sea posible. Las personas que se adaptan son predecibles y esto es muy útil para aquellos que desean usar y manipular una gran masa de trabajadores. 3. La unción diagnóstica y directiva. La escuela sirve para decidir el rol social apropiado para cada alumno. Esto se hace registrando indicios matemáticamente y de orma anecdótica en un registro acumulativo. Como en tu “expediente permanente”. Sí, tienes uno. 4. La unción diferencial . Una vez que su rol social ha sido “diagnosticado”, los niños van a ser clasificados por su rol y ormados solo hasta su destino en los méritos de la máquina social – y no más allá. Se acabó el hacer de los niños su mejor versión. 5. La unción selectiva. Esto para nada se refiere a una elección humana sino a la teoría de la selección natural de Darwin aplicada a lo que él llamó “las razas avorecidas”. En resumen, la idea es la de contribuir conscientemente al intento de mejorar la población reproductiva. Las escuelas están concebidas para etiquetar a los no aptos – con malas notas, prácticas correctivas y otros castigos – con bastante
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claridad para que sus colegas los acepten como ineriores y los veten de orma eectiva de la lotería reproductiva. Eso es para lo que esas pequeñas humillaciones, desde el primer curso en adelante, ueron pensadas: para limpiar a ondo la suciedad. 6. La unción propedeútica. El sistema social que implica estas reglas requerirá un grupo elitista de vigilantes. Para tal fin, se le enseñará discretamente a una pequeña porción de los niños cómo dirigir este proyecto en curso, cómo vigilar y controlar una población deliberadamente embrutecida y castrada para que el gobierno pueda continuar sin oposición y para la que las corporaciones nunca quieran como obediente mano de obra. Lamentablemente, este es el propósito de la educación pública obligatoria en este país. Y para que no consideres a Inglis un excéntrico aislado con una opinión demasiado cínica sobre el proyecto educativo, deberías saber que no ue el único en deender estas ideas. El mismo Conant, basándose en las ideas de Horace Mann y otros, hizo campaña incansablemente por un sistema escolar estadounidense diseñado en la misma línea. Hombres como George Peabody, quien financió esta campaña por la escolarización obligatoria en toda la zona sur, ciertamente entendió que el sistema prusiano era útil para crear no solo un inoensivo electorado y una uerza laboral servil, sino también un rebaño de consumidores estúpidos. Con el tiempo, un gran número de gigantes industriales reconocieron los enormes beneficios que resultarían de cultivar y cuidar de tal rebaño a través de la educación pública, entre los que se encontraban Andrew Carnegie y John D. Rockeeller. ***********
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Ahí lo tienes. Ya lo sabes. No necesitamos la grandiosa idea de Karl Marx de la lucha de clases para ver que es del interés de la gestión compleja, económica o política, embrutecer a las personas, desmoralizarlas, dividirlas las unas de las otras y desecharlas si no se amoldan. La clase puede retratar la propuesta, como cuando Woodrow Wilson, entonces presidente de la Universidad de Princeton, dijo lo siguiente a la Asociación de Proesores Escolares de la Ciudad de Nueva York en 1909: “Queremos una clase de personas que tenga una educación liberal, y queremos otra clase de personas, una mucho más amplia, por obligación, en cada sociedad, que renuncie a los privilegios de una educación liberal y se adapte a realizar diíciles y específicas tareas manuales”. Pero las motivaciones tras estas repugnantes decisiones que causan estos objetivos no necesariamente han de estar basadas en la clase. Pueden surgir sencillamente del miedo, o de la ya amiliar creencia en que la “eficiencia” es la virtud suprema, en lugar del amor, la libertad, la risa o la esperanza. Sobre todo, pueden simplemente surgir de la ambición. Después de todo, había mucha ortuna que hacer en una economía basada en la producción a gran escala y organizada en avor de las grandes corporaciones, en lugar del pequeño comercio o de la granja amiliar. Pero la producción a gran escala requería de consumo a gran escala, y a principios del siglo veinte la mayoría de los estadounidenses consideraba algo antinatural e insensato comprar cosas que no necesitaran realmente. La escolarización obligatoria ue un regalo del cielo para ello. La escuela no tenía, en sentido directo, que ormar a los niños en pensar que debían consumir sin parar, porque hizo algo mejor incluso: les animaba a no pensar en absoluto. Y esto les hizo presas áciles de otra gran invención de la era moderna – el marketing . Ahora, no necesitas haber estudiado marketing para saber que hay dos grupos de personas a los que siempre se les
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puede convencer a consumir más de lo que necesitan: los adictos y los niños. La escuela ha hecho un muy buen trabajo al convertir a nuestros niños en adictos, pero un trabajo espectacular al convertir a nuestros niños en niños. De nuevo, esto no es una casualidad. eóricos desde Platón a Rousseau hasta nuestro propio Dr. Inglis sabían que si los niños podían ser confinados junto con otros niños, despojados de responsabilidad e independencia, animados a desarrollar solo emociones triviales como la avaricia, la envidia, los celos y el miedo, se harían mayores pero nunca madurarían de verdad. En la edición de 1934 del entonces conocido libro Educación pública en Estados Unidos, Ellwood P. Cubberley detallaba y elogiaba la orma en la que la estrategia de sucesivas ampliaciones escolares ya había extendido la inancia de entre dos a seis años, y la escolarización obligatoria era por aquel entonces todavía algo bastante nuevo. El mismo Cubberley era amigo íntimo del Dr. Inglis: ambos eran responsables del área editorial de libros de textos de Houghton Mifflin – Cubberley como jee de los libros de texto de primaria; Inglis de secundaria. Cubberley era además decano de la influyente Escuela de Educación de Stanord, y amigo por correspondencia de Conant en Harvard. Había escrito en su libro La administración de la escuela pública (1922) que “nuestras escuelas son...ábricas en las que las materias primas (los niños) son moldeadas y abricadas...”. Y que es la tarea de la escuela el ormar a los alumnos según las especificaciones establecidas. Es completamente obvio hoy en nuestra sociedad cuáles eran esas especificaciones. La madurez ha sido desterrada de casi cualquier aspecto de nuestras vidas. Las leyes para un divorcio cómodo han eliminado la necesidad de trabajar en las relaciones. El crédito ácil ha eliminado la necesidad de llevar un auto-control fiscal; el entretenimiento ácil ha eliminado la necesidad de aprender a divertirnos por nuestra cuenta; las respuestas áciles han eliminado la necesidad de hacer preguntas. Nos hemos convertido en un país de niños,
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encantados de entregar nuestros juicios y nuestras voluntades a exhortaciones políticas y lisonjas comerciales que insultarían a adultos reales. Compramos televisiones y luego compramos las cosas que vemos en televisión. Compramos deportivas de 150 $, ya sea que las necesitemos o no, y cuando se rompen muy pronto compramos otro par. Conducimos todoterrenos y creemos la mentira que nos dice que constituyen casi un seguro de vida, incluso cuando dentro de ellos nos encontramos perdidos. Y lo peor de todo, ni nos inmutamos cuando Ari Fleischer 3 nos dice que “llevemos cuidado con lo que decimos”, aun si recordamos cuando se nos dijo en algún momento en la escuela que Estados Unidos era el país de la libertad. Simplemente nos lo tragamos también. Nuestra escolarización, como tenía planeada, da e de esto. *********** Ahora vamos a por las buenas noticias. Una vez entiendas la lógica tras la escolarización moderna, sus trucos y trampas son bastante áciles de evitar. Las escuelas preparan a los niños para ser trabajadores y consumidores; enseña a los tuyos a ser líderes y aventureros. La escuela prepara a los niños para obedecer de orma impulsiva; enseña a los tuyos a pensar críticamente e independientemente. Los niños bien escolarizados tienen poca resistencia al aburrimiento; ayuda a los tuyos a que desarrollen una vida interior para que nunca se aburran. Ínstalos a enrentarse a inormación seria, inormación adulta, sobre historia, literatura, filosoía, música, arte, economía, teología – todo lo que los proesores saben de sobra que deben evitar. Estimula a tus niños con suficiente 3 N.d.. Ari Fleischer ue el secretario de prensa de la Casa Blanca de George W. Bush durante los años 2001-2003.
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soledad para que puedan disrutar de su propia compañía, que puedan llevar a cabo diálogos interiores. Las personas bien escolarizadas son condicionadas a temer estar solas; buscan una compañía continua a través de la V, el ordenador, el móvil y mediante amistades superficiales que han hecho muy pronto y que abandonan muy pronto. us hijos deberían tener una vida más importante, y pueden tenerla. Aunque, en primer lugar, despierta a lo que las escuelas son en realidad: laboratorios de experimentación de mentes jóvenes, centros de rutina para los hábitos y actitudes que la sociedad corporativa requiere. La educación obligatoria atiende a los niños solo por casualidad; su verdadero propósito es convertirlos en sirvientes. No dejes que se les extienda la inancia a los tuyos, ni un día más. Si David Farragut pudo tomar el mando de un barco de guerra británico como preadolescente, si Ben Franklin pudo colocarse como aprendiz en una imprenta a la misma edad (y luego someterse a un curso de estudio que haría atragantarse a un estudiante de último año de Yale), no se sabe lo que tus propios hijos podrían hacer. Después de una larga vida y de treinta años en las trincheras de la escuela pública, he llegado a la conclusión de que la genialidad es tan común como la suciedad. Suprimimos la genialidad porque todavía no hemos descubierto cómo gestionar una población de hombres y mujeres educados. La solución, creo, es ácil y magnífica. Dejemos que se gestionen ellos mismos.
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1 Todo lo que sabías sobre la escuela es falso En 1909 un inspector fabril hizo una encuesta informal a 500 niños trabajadores de 20 fábricas. Descubrió que 412 de ellos preferían trabajar en las terribles condiciones de la fábrica antes que volver a la escuela.
– Helen odd, “Why Children Work” McClure’s Magazine, Abril de 1913.
Dirigiendo el mundo. En 1919, en los emocionantes desfiles de la victoria tras el resultado de la Primera Guerra Mundial y en una sensación embriagadora de que nada estaba vetado a los Estados Unidos, incluyendo la misma alteración de la naturaleza humana, la obra del proesor universitario Arthur Calhoun Historia social de la familia inormaba al mundo académico de que algo proundo estaba ocurriendo tras bambalinas en las escuelas de la nación. Grandes cambios se estaban haciendo sobre la idea de la amilia. Y ue una consumación a ser celebrada por la gente de Calhoun, aunque no por todos. Calhoun escribió que el más proundo deseo de los
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pensadores utópicos se estaba haciendo realidad: los niños estaban pasando de las amilias de origen “a la custodia de expertos de la comunidad”. Llegará un momento, escribió, que el sueño de Darwin y Galton se haría realidad mediante la acción de la educación pública, “diseñada para detener el apareamiento de los no aptos”. El sueño del control científico de la población. No todo el mundo estaba tan impresionado como Calhoun con el hecho de que la agenda escolar estuviera siendo insertada en las aulas por encima de la supervisión pública. El alcalde de Nueva York, John Hylan, hizo una elíptica observación en un discurso público allá por el año 1922 que conserva parte de la singularidad de ese momento. Hylan anunció que las escuelas de la ciudad habían sido capturadas por “tentáculos” de “un gobierno invisible, de la misma orma que un pulpo atraparía a su presa”, un incisivo eco de la escaloriante declaración que hizo unos años antes el primer ministro británico Benjamin Disraeli, cuando afirmó que todos los acontecimientos importantes estaban controlados por un gobierno invisible del que el público ignoraba. El pulpo particular del que hablaba Hylan era la Fundación Rockeeller. La década de 1920 ue un periodo de prosperidad para la escolarización obligatoria, y también para el mercado bursátil. Hacia 1928, el libro Una filosofía sociológica de la educación afirmaba: “No solo es la tarea de los proesores la de dirigir las escuelas, sino el mundo”. Un año después, Edward Torndike, de la Escuela de Proesores de Columbia, financiada por Rockeeller, creador de una curiosa nueva especialidad académica llamada “Psicología Educacional”, dejó constancia de este dramático anuncio: “Las asignaturas académicas son de escaso valor”. Su compañero en la Escuela de Proesores, William Kirkpatrick, declaró en su propio libro, La educación y la crisis social , que “toda la educación de los jóvenes estaba siendo realizada por expertos.” Solo parecía de sentido común para el Dr. Kirkpatrick. La amilia, después de todo, era una
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institución retrógrada. ¿Por qué iban a saber mamá y papá cómo criar a un bebé mejor que los expertos?
El control del comportamiento humano. El 11 de abril de 1933, el presidente de la Fundación Rockeeller, Max Mason, anunció un extenso programa nacional que estaba en progreso, con la ayuda de la Fundación, para acceder “al control del comportamiento humano”. La escuela era una figura central en su diseño. Max Muller, un genetista de Europa del este, alentó a Rockeeller a hacer grandes inversiones en el control de la evolución humana. Muller estaba usando rayos X para anular las leyes genéticas tradicionales, incluyendo las mutaciones en las moscas de la ruta. La mutación parecía abrir la puerta al control científico de toda la vida. En la mente de Muller, como en la de Galton y Darwin en su día, la reproducción planificada de seres humanos era la llave del paraíso. Sus ideas ueron respaldadas con entusiasmo por grandes científicos e intereses económicos por igual. Muller ganó el Premio Nobel y redujo su proyecto al Manifiesto de los genetistas de apenas 1500 palabras, firmado por veintidós distinguidos biólogos estadounidenses y británicos. La acción estatal debía separar a la población reproductiva que vale la pena de la gran masa irremediable. El Manifiesto todavía se puede googlear . Lo que había sido discutido a puerta cerrada en la década de 1870, antes de que tuviéramos la escolarización obligatoria, se abría paso entre el discurso público, al menos en las altas eseras políticas, y en las obras de sofisticados artistas literarios como F. Scott Fitzgerald. Un movimiento desviado de los ideales democráticos y de igualdad estaba en progreso, al que Fitzgerald se refiere en El Gran Gatsby. En pocas palabras, había que separar a los niños listos de los estúpidos en el nivel más básico de la administración institucional; la noción de escuela pública de Horace Mann,
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en la que todos los niveles de la sociedad se mezclarían en el aula para crear harmonía social estaba oficialmente finiquitada, excepto para fines retóricos. Pocos meses antes de que el Manifiesto circulara enérgicamente, un director ejecutivo de la Asociación Nacional de Educación anunció que la ANE esperaba “conseguir mediante la educación lo que los dictadores en Europa buscaban hacer mediante la coacción y la violencia”. Eso es bastante ranco, ¿Verdad? La Segunda Guerra Mundial llevó la eugenesia a la clandestinidad, pero apenas renó su avance. ras el fin de las hostilidades, la escuela se convirtió en un campo de batalla abierto entre la anticuada escolarización histórica y sus humildes ambiciones de lectura, escritura y aritmética; y los partidarios del pensamiento académico avanzado, situados principalmente en oficinas de proyectos de grandes undaciones corporativas sin ánimo de lucro como la Carnegie y la Rockeeller – hombres que trabajaban diligentemente para dirigir la escolarización institucional hacia la racionalización científica de todos los asuntos sociales. Dos investigaciones del Congreso, una en 1915 y otra en 1959, llegaron a la idéntica conclusión de que la política escolar en el nuevo orden pedagógico estaba siendo creada deliberadamente, lejos de la supervisión pública en oficinas corporativas – insertada en el mecanismo escolar mediante una sutil y sofisticada campaña de influencia, invisible al conocimiento público. Ninguno de los inormes recibió mucha atención pública. Aunque los dos están disponibles para su examen hoy, prácticamente nadie es consciente de que existen siquiera. odas y cada una de las principales escuelas de maestros en Estados Unidos las han borrado de la memoria. Bajo las órdenes de quién, nadie lo sabe. Dos décadas tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1967 y 1974, la ormación de los proesores ue radicalmente renovada a través de los esuerzos coordinados de importantes
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undaciones privadas, universidades selectas, think-tanks4 y agencias gubernamentales, animadas por las principales corporaciones globales y afinadas por medio del Departamento de Educación de los EE. UU. y unos pocos departamentos de educación estatales clave. Sobre todo los de Caliornia, exas, Nueva York, Michigan, Indiana, Florida y Pennsylvania. res hitos en esta transormación ueron: (1) un exhaustivo ejercicio gubernamental sobre uturología llamado Diseñar la educación para el futuro; (2) El Proyecto educativo del profesor conductista; y (3) la obra de varios volúmenes de Benjamin Bloom, axonomía de los objetivos educativos, un enorme manual de más de 1000 páginas que salió de la oficina de Bloom en la Universidad de Chicago. Más tarde, aectó a todas las escuelas de Estados Unidos. El enorme esuerzo de Bloom es la obra de un auténtico demente académico que constituía, en sus propias palabras, “una herramienta para clasificar la orma en la que los individuos deben actuar, pensar y sentir a consecuencia de algún tipo de unidad de instrucción”. Es la parte de “pensar y sentir” la que lo delata. El simple ascismo se hubiese detenido en la acción, pero como nos advirtió Orwell en 1984, algo más grave que el ascismo estaba ocurriendo. Haciendo uso de la nueva tecnología de la “psicología conductista”, se les obligaría a los niños a aprender los pensamientos, los sentimientos y las acciones “correctas”, mientras que las actitudes “incorrectas” traídas de casa serían “corregidas”. Hirviendo y borboteando en la oscuridad, uera del inoensivo grupo de escuelitas rojas, de una costa a otra se estaba elaborando un matrimonio químico digno del Doctor Frankenstein. A todos los niveles de escolarización, 4 N.d.. El think-tank es una institución o grupo de expertos de naturaleza investigadora, cuya unción es la reflexión intelectual sobre asuntos de política social, estrategia política, economía, militar, tecnología o cultura. Entre algunos ejemplos españoles podemos encontrar la FAES o el Instituto Elcano.
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se autorizaron experimentos sobre los niños sin ninguna notificación pública. Piensa en ello como el Experimento de Sífilis de uskegee pero a mayor escala. Las pruebas eran una parte esencial del experimento – localizar la susceptibilidad mental de cada niño a una escala de evaluación oficial. La descabellada epopeya de Bloom recuerda al Sistema total de vigilancia médica, sugerido para Prusia por otro loco doctor alemán a finales del siglo 18 (en el que a cada ciudadano se le encargaba espiar continuamente al resto de ciudadanos, detectar cualquier signo de trastorno patológico, incluso un resriado, e inormar de inmediato a las autoridades para tomar una acción correctiva). Bloom engendró una multitud de ormas descendientes: cursos de pereccionamiento; educación basada en el resultado; de la escuela al trabajo; “colaboración” entre aula/empresa; y más. Puedes percibir el trabajo de Bloom en cualquier iniciativa que busque clasificar a los estudiantes en provecho de mánagers y empresas. Los programas inspirados en Bloom están construidos para orecer datos útiles para controlar las mentes y los movimientos de los jóvenes – cartografiando la próxima generación adulta para dierentes agencias de ingeniería social. El segundo pilar de los agentes de cambio, Diseñar la educación para el futuro, contradice su bondadoso título y recompensaría con creces una lectura previa de su prosa semiculta. Producido por el Departamento de Educación de los EE. UU., redefinía la “educación” a la manera prusiana como “una orma de conseguir importantes objetivos económicos y sociales de carácter nacional”. No se encuentra ninguna mención de los objetivos personales. En lo sucesivo, se les ordenó a las agencias de educación estatal actuar como responsables del cumplimiento ederal en lo local, garantizando la conormidad de las escuelas locales a las directrices centrales. Cada departamento de educación estatal se convertiría en un “agente de cambio”, y se les aconsejó a éstas
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abandonar su “identidad independiente así como su autoridad”, aceptando la colaboración juvenil con el gobierno ederal. O surirían sanciones económicas por desobediencia. Finalmente, considera el tercer gigantesco proyecto, que es el doble de largo que la axonomía de Bloom: el Behavioral Science eacher Education Project, BSEP para abreviar, que pone claramente por escrito las intenciones en política gubernamental para la escolarización obligatoria, resumiendo las reormas a ser impuestas en EE. UU. después de 1967. La escolarización institucional, nos dice, será requerida para “manipular de orma impersonal” el uturo de Estados Unidos, en el que “cada individuo recibirá en su nacimiento un número de identificación con diversos fines”. Esto permitirá a los patronos “y otros controladores” seguir el rastro de la masa ordinaria y exponerlos a la “influencia directa o subliminal cuando sea necesario”. A los lectores del documento BSEP, que apareció ente la percepción pública (y lo ha hecho en menor medida) solo cuando un exempleado del Ministerio de Justicia dio el soplo, se les invitó a considerar un uturo Estados Unidos en el que “pocos serán capaces de tener el control sobre sus propias opiniones”. El BSEP nos dice que la “experimentación química” en menores se convertirá en un procedimiento normal después de 1967, un incisivo presagio del Ritalin, el Adderol y otras “intervenciones” químicas que acompañan al pequeño Johnny a la escuela elemental hoy día. El documento identifica el uturo como algo en el que una reducida élite controlará todos los asuntos importantes, un mundo en el que la democracia participativa desaparecerá, reducida a un sin sentido derecho al voto en campañas electorales, campañas en las que todos los candidatos serios han sido preseleccionados para excluir a los alborotadores. Los políticos todavía podrán amenazar con cambios sustanciales, pero solo para emitir esuerzos simbólicos al respecto después de la elección.
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La escolarización posmoderna, continúa el BSEP, se centrará en las “actitudes y talentos compatibles con un mundo sin trabajo”. Como “cultivarse por placer”. No tendrás ninguna dificultad para ver cómo el aula “socializada” de la reorma tras la Primera Guerra Mundial – en si misma una desviación del desarrollo mental y del carácter – había evolucionado hacia un laboratorio de manipulación psicológica a gran escala en 1967. ¿Cuántos maestros eran conscientes de lo que realmente ormaban parte? Seguro que una cantidad cercana a cero. Para la enseñanza, como para voltear hamburguesas, el salario es el ingrediente decisivo. No pretendo oender, en el ondo es esto lo que significa la realpolitik5. odos tenemos que comer.
Los profesores como terapeutas. La conversión de las escuelas en laboratorios ue asistida por un enómeno curioso de mediados y finales de la década de 1960: un auge ormidable en la violencia escolar y un caos general que siguió a la ya olvidada declaración de principios maquinada en la Fundación Ford, que anunció cómo a partir de ahora, disciplinar a los niños debía reflejar el juicio justo del sistema judicial. Se les extirpó a proesores y administradores, de la noche a la mañana, cualquier habilidad eectiva para mantener el orden, ya que el sistema de juicio justo, lento y reflexivo por necesidad, es inadecuado para los repentinos estallidos de trastadas inantiles que ocurren incluso en las supuestas buenas escuelas. Una justicia irregular ad hoc era la orma principal en la que se mantenía el orden tradicionalmente. Sin él, ¡La hecatombe!
Al ser negado el acceso al antiguo catálogo de tácticas 5 N.d.. Política de la realidad. érmino acuñado por Otto Von Bismarck, según el cual es la política o la diplomacia basada en intereses prácticos y acciones concretas las que dan orma a la política.
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disciplinarias ad hoc, las aulas se sumieron en el caos, el desorden escalaba uera de control – pasando a terreno peligroso lo que antes era solo ámbito de insignificantes molestias. A medida que se corría la voz entre los alumnos de que los proesores tenían las manos atadas, montones de niños alterados salían disparados por los pasillos, aullando, gritando, golpeando las puertas, atacándose entre ellos. Incluso no eran desconocidas las exhibiciones de ornicación en público – al menos no en la escuela a la que me asignaron, la Escuela Intermedia 44 del Distrito de la Comunidad Escolar 3 de la parte noroeste de Manhattan, justo en medio de una de las comunidades más ricas del país. Sin embargo, los llamamientos a la autoridad no obtenían respuesta. En lugar de interrumpir a los ornicadores, pirómanos, atracadores y otros gamberros por la uerza (algo que se según se nos repetía expondría a los proesores a consecuencias legales), la nueva política requería que los proesores presentaran reclamaciones (solo ormularios oficiales de reclamación). Después de eso, se fijaría la echa para una audiencia y, suponiendo que el acusado se presentara, ambas partes tendrían el derecho a ser representados por un abogado, a llamar a testigos o a volver a ser interrogado. Cuando se acababa el teatro, el árbitro asignado emitiría la resolución. No en el momento, sino a su debido tiempo. Si resultaban “condenados”, los alumnos tenían el derecho a apelar la decisión y se volvía a repetir el ciclo. Esto en un mundo de 1200 niños de entre 12 y 14 años. Ahora imagina incidentes serios o casi serios cada uno de los días, unos cien a la semana, cuatro mil al año, requiriendo todos de ormularios, testimonios, sentencias, castigos (o no), apelaciones...El Proyecto de Educación del Proesor de la Ciencia Conductual, que tuvo lugar en el cénit de este periodo violento, requería que los institutos de ormación de proesores preparasen a todos los graduados para ser proesores-terapeutas, convirtiendo las recetas de psicología social en “acción práctica”
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en el aula. El currículo había sido redefinido. Ahora la enseñanza seguía su ejemplo.
No necesitamos cerebros. Entre 1896 y 1920, un pequeño grupo de industriales y financieros, junto con sus benéficas undaciones privadas, subvencionaron cátedras, investigadores y administradores escolares. En realidad, gastaron más dinero en los primeros años de la escolarización obligatoria que el gobierno. Solo dos hombres, Carnegie y Rockeeller, gastaban más en el año 1915. De esta orma no intervencionista se estaba construyendo un sistema de escolarización “moderna” sin la participación pública, o sin siquiera mucho conocimiento público. Los motivos eran complejos, pero escuchar lo que la Junta General de Educación de Rockeeller pensaba que debía ser la misión, te clarificará las ideas magníficamente. Sus declaraciones tuvieron lugar de ormas dierentes, ésta está sacada de un documento de 1906 llamado Occasional Letter Number One: En nuestros sueños...la gente se rinde con perfecta docilidad a nuestras manos moldeadoras. Las actuales convenciones educativas [de educación intelectual y moral] se desvanecen de nuestras mentes, y libres de la tradición, utilizamos nuestra buena voluntad sobre la gente agradecida y receptiva. No intentaremos hacer de esta gente o de ninguno de sus hijos filósofos, ni hombres sabios ni de ciencia. De ellos, no debemos sacar autores, educadores, poetas u hombres de letras. No buscaremos el germen de grandes artistas, ni de pintores, ni de músicos, ni de abogados, ni de doctores, ni de predicadores, ni de políticos, ni de estadistas – de los que ya tenemos una gran reserva. La tarea que tenemos ante nosotros es muy simple...organizaremos a los niños...y les enseñaremos a
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hacer de una forma perfecta lo que sus padres y madres están haciendo de forma imperfecta.
En otras palabras, no querían ni talento ni cerebros, solo obediencia. ¿Quiénes son estos “nosotros”? La declaración de principios de la Junta General de Educación debería leerse más de una vez, hasta que el engaño sobre la escuela, que con tanto cuidado ha sido implantado en tu mente, quiebre.
“ ¿Estamos locos? ” Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, millones de hombres se presentaron en las oficinas de registro para realizar pruebas académicas de bajo nivel antes de ser reclutados. Los años de máxima movilización ueron entre 1942 y 1944, y nuestra uerza armada había sido escolarizada en su mayoría en la década de 1930. Se evaluó a dieciocho millones, y de ellos, se determinó que 17 280 000 tenían la competencia mínima necesaria en lectura para ser soldado – una tasa de alabetización del 96%. Fue un descenso del dos por ciento con respecto al 98 por ciento de diez años atrás, pero la caída era demasiado pequeña como para que nadie se preocupara. Los generales podrían haberse preocupado más si hubiesen podido prever los proundos cambios que presagiaba este casi imperceptible descenso del dos por ciento. *********** La Segunda Guerra Mundial había terminado en 1945. Seis años más tarde, comenzó otra guerra en Corea y varios millones de hombres más ueron evaluados para el servicio militar. Esta vez, 600 000 ueron rechazados. El alabetismo
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en la reserva de reclutamiento había caído misteriosamente del 96 por ciento al 81 por ciento, incluso cuando todo lo que hacía alta para calificar a un soldado como alabetizado era una competencia en lectura de cuarto de primaria. En muy pocos años desde la Segunda Guerra Mundial hasta Corea, un problema espantoso de analabetismo adulto había aparecido, aparentemente de la nada. El grupo de la Guerra de Corea había recibido la mayor parte de su escolarización durante la década de 1940, mientras se producía el conflicto con Alemania y Japón. Pasaron más años en la escuela, con una asistencia mayor de proesores ormados de orma más proesional y libros de textos seleccionados más científicamente que los hombres de la Segunda Guerra Mundial. Aún así, no podían leer, escribir, contar, hablar o pensar tan bien como sus representantes anteriores que estuvieron menos escolarizados. Una nueva guerra comenzó en Vietnam a mediados de la década de 1960. Hacia su final en 1973, se descubrió que el número de hombres no reclutables por motivo de su incapacidad para leer instrucciones de seguridad, interpretar señales de tráfico, descirar órdenes – se descubrió, en otras palabras, que el número de analabetos – aectaba al 27 por ciento de la reserva total. Los jóvenes de la época de Vietnam habían sido escolarizados en la década de 1950 y 1960, escolarizados mucho más intensamente que cualquiera de los dos grupos anteriores, pero el cuatro por ciento de analabetismo de 1941, convertido en una tasa de analabetismo del 19 por ciento en 1952, era ahora del 27 por ciento. Y no solo había caído la porción de lectores competentes o casi competentes a un 73 por ciento, sino que incluso una parte considerable de estos era incapaz de leer un periódico (o cualquier otra cosa) por placer. No podían deender una idea ni un argumento, ni podían escribir lo suficientemente bien como para gestionar sus asuntos sin asistencia.
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La muda evidencia de la creciente incompetencia se hace más convincente cuando se rastrea mediante los requerimientos mínimos de las pruebas de reclutamiento del Ejército, porque los resultados del SA6 se inflan recuentemente, sea esto para ocultar el declive o no, vete tú a saber. Hacia 1940, la alabetización en términos nacionales estaba en el 96 por ciento para los blancos y en el 80 por ciento para los negros. Cuatro de cada cinco negros estaban alabetizados, a pesar de todas sus desventajas. Pero seis décadas más tarde, la Encuesta de Alabetización Adulta y Evaluación Nacional del Progreso Educativo inormó de una tasa de analabetismo del 40 por ciento para los negros – doblando la deficiencia anterior – y de un 17 por ciento para los blancos, más del cuádruple. Pero el dinero invertido en escolarización había aumentado un 350 por ciento en términos reales. Charles Murray y Richard Hernnstein sostenían en su libro número uno en ventas, Te Bell Curve, que esto era el resultado de la reproducción selectiva. Las personas listas se juntaban con personas listas – y las tontas con tontas. Si eres eugenista, esto podría sonar bien, hasta que recuerdes los incómodos datos militares. La terrible caída en alabetismo entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra de Corea ocurrió en una misma década. Ni el más apasionado entusiasta de la selección natural argumentaría que las cosas ocurren con tanta rapidez. La Curva de Campana sostenía que la violencia en la sociedad negra estaba programada de orma genética; pero una vez más, los datos de uera del cautivo círculo de Estados Unidos que vendía esta realidad biológica eran contradictorios. Mi grupo de control viene de Sudárica, donde 31 millones de negros vivían hacia el año 2000 – el mismo número que en los Estados Unidos. De 1989 a 1991, existían condiciones de guerra 6 N.d.. Examen de admisión a la universidad. Sería el equivalente a la Selectividad española.
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civil en Sudárica. ¿Cómo dar cuenta entonces de la turbadora verdad del hecho de que la mortalidad por violencia entre los negros solo era de un cuarto de la de Estados Unidos? Una segunda inormación correctiva apareció mientras escribía esto: los datos de Jamaica, que es casi por completo negra, para el año 2004 mostraban que la tasa de alabetización era del 98,5 por ciento, considerablemente más alta que la tasa para blancos de Estados Unidos en 2005 – un 83 por ciento. ¿Qué podría explicar el intenso descenso en alabetización entre negros, si no la mala biología? en esto en cuenta: durante la Segunda Guerra Mundial, las escuelas públicas estadounidenses – al principio en las áreas urbanas, luego en cualquier parte – se convirtieron de ormas onéticas de instrucción (el antiguo “sistema alabético”) a métodos no onéticos que requerían memorizar unidades completas de palabras y asumir muchas palabras desconocidas. Los blancos habían aprendido a leer en casa a la orma tradicional durante 300 años – relacionando los sonidos hablados con las letras escritas – y los hogares blancos conservaban esta herramienta incluso cuando las escuelas la dejaron atrás. Había un recurso disponible para los blancos que apenas existía para los negros. Durante la esclavitud, se les tenía prohibido a los negros aprender a leer; hasta el año 1930 solo promediaban tres o cuatro años de escolarización. Cuando los proesores dejaron de enseñar con el sistema onético – que se sabía que uncionaba – los negros no tenían plan B. Hacia 1952, el Ejército había contratado a un grupo de psicólogos para revelar lo que creían un raude a gran escala, de tantas personas que no lograban aprobar. Como lo describió Regna Lee Woods en la Network News and Reviews de Checker Finn y Diane Ravitch: Después de que los psicólogos dijeran a los oficiales que los graduados no estaban fingiendo, los administradores
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del Departamento de Defensa sabían que algo terrible le había sucedido a la instrucción de la lectura en las escuelas elementales. Por qué permanecieron callados nadie lo sabe. Este cambio a la instrucción de la lectura que ya funcionaba debió haberse hecho entonces. Pero no se hizo.
En 1995, una proesora de quinto de primaria de Minneapolis escribió una carta al editor del Star -ribune quejándose acerca del currículo radicalmente embrutecido. Escribió que 113 años atrás los alumnos de quinto de Minneapolis leían a Shakespeare, Henry Toreau, George Washington, Sir Walter Scott, Mark wain, Benjamin Franklin, Oliver Wendell Holmes, John Bunyan, Daniel Webster, Samuel Johnson, Lewis Carroll, Tomas Jefferson, Emerson y otros como ellos en el Appleton School Reader , pero que hoy... Me dijeron que no se esperaba que los niños deletrearan las siguientes palabras correctamente: espalda, grande, llamar, venir, poder, día, hizo, perro, abajo, obtener, bueno, tener, él, hogar, si, en, es, eso, gustar, pequeño, hombre, mañana, madre, mi, noche, de, fuera, sobre, pueblo, jugar, corrí, dicho, vio, ella, algunos, pronto, su, ellos, allí, tiempo, dos, también, arriba, nos, muy, agua, nosotros, ido, dónde, etc. ¿Estamos locos?
Trascendiendo la naturaleza. Es hora de conocer a William orrey Harris, comisionado de educación de EE. UU. de 1889 a 1906, el principal filósoo hegeliano de Estados Unidos y editor de la Revista de filosofía especulativa. Aparte de Ellwood P. Cubberley y James Bryant Conant, ningún pedagogo proesional se acercó nunca a la influencia que en su día ejerció. Harris estandarizó nuestra escolarización nacional y la germanizó. Las escuelas de maestros
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restan importancia a Harris, al reerirse a él como un deensor conservador de los estándares clásicos de educación, pero era tremendamente radical, al considerar a los niños como la propiedad absoluta del estado político. Y era amigo personal de Andrew Carnegie – el hombre del acero que nutrió la esperanza de que todo el trabajo pudiera ser unido a la escolarización integral – el abuelo de todos los proyectos de tipo “de la escuela al trabajo”. Quizás Walt Whitman se adelantara a Harris y Carnegie cuando escribió que “sólo Hegel es apto para Estados Unidos”. El poder de Hegel, el proteico filósoo prusiano, dio orma a Karl Marx por una parte y a J.P. Morgan por la otra, siendo estos dos hombres las dos caras de Hegel, mientras la Unión Soviética y Estados Unidos bailaban al son de este prusiano. Lo que Hegel enseñó a los poderosos de ayer y hoy ue que la historia podía ser dirigida deliberadamente provocando crisis hábilmente, lejos de la vista pública, para entonces pedir la unidad nacional y enrentar tales crisis – una unidad disciplinada escondida mientras los privilegios de la dirección rozaban lo absoluto.
Esperando a que el profesor te ceda el turno. Harris y sus asociados, conocidos por la filosoía académica como “los hegelianos de St. Louis,” trabajaban por un extraño objetivo, ormular el fin de la historia. Convertir la sociedad global en relaciones heladas en las que toda polémica acabaría y, sin discusión, tampoco habría lugar para la guerra y la revolución. Solo gente amistosa esperando cordialmente a que alguien les diga qué hacer, como el Eloi en La máquina del tiempo de H.G. Wells. Esperar en relaciones tutelares a que alguien haga una señal para el turno de cada uno. La herramienta para construir tal sociedad era la alienación psicológica, dijo Harris. Alienar a los niños de ellos mismos para que ya no buscaran uerza en su introspección;
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alienarlos de sus amilias, tradiciones, religiones, culturas – para que ninguna uente externa pudiera contradecir la voluntad del estado político. ienes que escuchar la propia voz de Harris, para apreciar por completo lo que la principal figura escolar en Estados Unidos estaba pensando el mismo momento en el que la escolarización institucional llegaba aquí a la vez: Noventa y nueve de cien [estudiantes] son autómatas, prudentes en andar los caminos prescritos, prudentes al seguir la costumbre prescrita. Esto no es un accidente, sino el resultado de una educación elemental que, definida científicamente, supone la subsunción del individuo... El gran objetivo de la escuela [la autoalienación] puede realizarse mejor en lugares oscuros, sofocantes, feos... Es para dominar al individuo físico, para trascender la belleza de la naturaleza. La escuela debería desarrollar el poder de retirarlo del mundo exterior. [La filosofía de la educación , 1906]
Hay aquí una locura de sentido común, un rico ertilizante de pragmatismo inherente a esto que merece mirarse a contraluz. La autoalienación, como el secreto de una exitosa órmula para una economía comercial/industrial de producción en masa (y el orden social clasista que lo complementa) no es tan equivocada como pudiera parecer a primera vista. Piensa que tal orden social no puede producir mucho trabajo gratificante – el tipo de trabajo donde se ejerce la soberanía personal. A medida que madura este orden, muchas son las personas insatisechas como consecuencia de una vida diaria sacudida por la inestabilidad. Pero si se te puede convencer para culparte a ti mismo, en lugar de a un grupo de villanos por tu miserable destino, se elimina el peligroso gas del globo social.
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Cuando volteas hamburguesas, te sientas todo el día delante de un ordenador, desembalas y repones mercancía de China año tras año, lidias mejor con la monotonía si tienes una vida interior superficial, una de la que puedas escapar mediante el alcohol, las drogas, el sexo, los medios de comunicación u otros comportamientos adictivos de bajo nivel. La escuela, pensaba Harris, el gran escolástico estadounidense, debería preparar al hombre y a la mujer ordinarios para una vida de alienación. ¿Podrías decir que no está siendo completamente racional? La transormación de la escuela, de un lugar de modestas ambiciones centrada en la lectura, la escritura, la aritmética y la decencia, a un laboratorio de ormación conductual organizado por “ciertos industriales y gente innovadora que estaba alterando la naturaleza del proceso industrial” (como escribió el presidente de Harvard James Bryant Conant), ha servido para envenenar el experimento estadounidense. Después de 30 años en un aula de escuela pública prestando servicio a esta criatura, cuando dejé de enseñar en 1991 me prometí a mí mismo que daría testimonio de lo que había visto y, perdonadme, de lo que había hecho. Este libro es mi manera de mantener tal promesa.
La crisis de la democracia. Hacia finales del siglo diecinueve, visionarios hombres de negocios estadounidenses, habiendo conquistado el mundo metaóricamente, se pusieron a traer a la vida el antiguo sueño de la utopía a través de la estrategia psicológica liderada por Alemania. Colonizarían las mentes de los jóvenes, pasarían un trapo por las conflictivas pizarras para que pudieran ser rescritas. Lo que la religión había concebido y la filosoía confirmado, ahora cobraba un nuevo impulso a medida que la ciencia detallaba el desastre biológico que podría asistir a cualquier retraso. El mismo Darwin había hablado. Y los
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laboratorios de Alemania. Los esuerzos de Horace Mann por la asistencia obligatoria a la escuela ueron financiados por hombres ricos, incluyendo a la brillante amilia Peabody de Nueva Inglaterra. Se le prometió el escaño de Daniel Webster en el Congreso si lograba resolver el dilema. Y lo hizo, ganando el escaño en el Congreso como premio. Pero sabemos que los Estados Unidos de la época de Mann estaban ya enormemente alabetizados y llenos de oportunidades, así que cualquier intento por describir esto como filantropía no debería ser tomado en serio. En cada época, hombres de riqueza y poder abordaban la educación para la gente corriente con desconfianza, porque seguro estimularía la insatisacción, seguro despertaría deseos imposibles de satisacer. En abril de 1872, la Circular de Información de la Oficina de Educación de EE. UU., no dejaba nada a la imaginación cuando analizaba algo que llamaba “el problema de la escolarización educativa”. Según la Oficina, al inculcar a los trabajadores un conocimiento riguroso, estos “percibirían y determinarían sus agravios,” ¡Haciéndoles “temibles oponentes” en las luchas laborales! Mejor no llegar ahí.
rece años más tarde, en 1885, el Comité del Senado de Educación y rabajo publicó un inorme que contenía esta contundente observación en la página 1382: “Creemos que la educación es una de las causas principales de insatisacción en los últimos años que se manifiesta entre las clases trabajadoras”. Enseñar el medio para llegar a ser muy culto, proundamente analítico y eficazmente expresivo ha inquietado a pensadores políticos desde Salomón, porque estas habilidades traen peligro a la eterna necesidad de tener líderes para dirigir a multitudes en beneficio de los mejores. La Riqueza de las Naciones de Adam Smith exigía una “escolarización educativa” para corregir el daño humano causado por ambientes de trabajo mecánicos, pero Andrew
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Carnegie, que escribía 126 años después de Smith en El imperio de los negocios, discrepaba. La escolarización educativa, decía Carnegie, producía malos comportamientos en los trabajadores, enseñaba lo que era inútil, inundía a la utura mano de obra con “alsas ideas” que producían “un rechazo de la vida práctica”. En un ensayo de 1949 que se ha colado por las grietas de la historia, La ciencia y la vida moral , el académico Max Otto descubrió que la uerte implicación de los negocios tras las bambalinas de la escolarización no era para nada extraña. Dijo que era algo que debía esperarse de orma natural. Una ormidable revolución en marketing había tenido lugar delante de las narices del pueblo, producida por la realidad de la producción a gran escala que no estaría restringida a cumplir simplemente las demandas humanas, sino que en su lugar impondría las demandas de la producción sobre los deseos humanos. Cuando en su día las leyes convencionales de oerta y demanda ponían al comprador al mando, en el mundo al revés del capitalismo financiero debían crearse las demandas para cualquier cosa que pudiera ser suministrada de la orma más rentable. Para mantener esta gallina poniendo huevos de oro, se debía enseñar que el consumo era el propósito más importante en la vida. Era esta nueva realidad, dijo, la que explicaba la manipulación de la escolarización por parte de los negocios: Es natural que los hombres de negocios busquen influir en la promulgación y la administración de las leyes, nacionales e internacionales, y que deban intentar controlar la educación.
en eso en cuenta, antes que cualquier cosa, mientras lees mi libro.
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Un plan secreto diferente. El nuevo pulpo de la escolarización obligatoria enseñaba a cualquiera que uera incapaz de escapar de sus tentáculos que el conocimiento inerte – memorizar datos – era el criterio de reerencia del éxito intelectual. No el conectar los datos. Se disponía a crear una obediencia refleja a las directrices oficiales en lugar de aceptar la responsabilidad de tu propio aprendizaje. Esta instrucción de hábitos se encuentra entre las armas más importantes de instrucción masiva. En los niveles más altos de la pirámide escolar, entre los etiquetados como “dotados” y “talentosos,” el estándar es más sofisticado: requiere que los niños memoricen tanto los datos como lo que los expertos dicen que es la orma correcta de darle sentido en una narrativa: incluso memorizar análisis contradictorios de expertos en una simulación de genuino pensamiento crítico. De vez en cuando el pensamiento original se apoya en la conexión de datos, pero siempre se desalienta sutilmente. Entre doce y veinte años de pasmosa repetición memorística debilitan hasta los intelectos más firmes. Mucho antes de que arraigara esta instrucción de los hábitos, Estados Unidos estaba, bajo cualquier criterio, ormidablemente bien educada, era un lugar de energética libertad de expresión y debate – dinámicamente empresarial, de una creatividad deslumbrante y un lugar tan igualitario como la naturaleza humana podía tolerar. Las distinciones sociales de clase eran relativamente fluidas, ya que el mérito en economías de libre mercado produce sus propias recompensas, incluyendo matrimonios ventajosos. Aunque las mismas corrientes de privilegio de clase que recorrían Europa estaban siempre presentes en Estados Unidos. La dierencia crucial era que aquí se las disputaba vigorosamente. La alabetización de Estados Unidos superaba las expectativas de cualquiera, y no solo en lo que respecta a la lectura. Los estadounidenses eran, por lo general, competentes
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en la ormidable “alabetización activa” de la escritura, de la argumentación y de oratoria: algo que hubiese sido un delito enseñar a la gente corriente bajo el gobierno colonial británico. Viajeros extranjeros como ocqueville se sorprendían y quedaban impresionados con lo que la nueva nación ponía en práctica en lo que respecta a los talentos de hombres y mujeres corrientes – habilidades suprimidas regularmente en Europa entre las clases populares. Nos embarcábamos en un destino libertario único hasta la Guerra Civil, hasta que los eectos secundarios de la posguerra de hecho pusieron fin a esta trayectoria, aunque todavía siguen con nosotros los mitos originales. La transición de una economía empresarial a una economía de producción a gran escala, que comenzó poco después del fin de las hostilidades, arrancó al país de su curso amante de la libertad y lo colocó en el camino hacia el capitalismo industrial – con su necesidad de tener visibles clases marginales y un gran y desarraigado proletariado para que uncionara. Pero el registro de nuestros comienzos libertarios es tan llamativo que no puede ser borrado del registro histórico. Persistió lo suficiente como para proveer una abundancia de evidencias prácticas de que existen ormatos alternativos y exitosos a través de los cuales los jóvenes, a pesar de todo, logran una mente y un carácter verdaderos. Esto es, una alternativa a la reclusión con mercenarios empleados que, por molesto que suene, es lo que es el sistema actual. Ben Franklin, hijo de un candelero de una amilia de diecisiete miembros, ue el símbolo perecto de esta dierencia. Su corta autobiograía debería ser lectura obligatoria y ser leída con detenimiento más de una vez. Franklin ue el producto de un brillante y atrevido diseño de currículo que tuvo al mismo Franklin como su diseñador. Fue un mítico aprendiz de contenido abierto7 y te enseñará generosamente cuál es el truco. 7 N.d.T. Open-source learner en el inglés original.
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El mito de una Edad Dorada. Mucho antes de que convirtiéramos nuestras escuelas al modelo prusiano, comenzando en 1852, se había discutido detenidamente sobre el tema en los salones y trastiendas de los negocios y la política. Desde 1840 en Nueva Inglaterra, un amoso intelectual llamado Orestes Brownson empezó a denunciar públicamente en discursos y escritos lo que llamó una monumental conspiración por parte de hombres importantes para subvertir la constitución, usando las rígidas instituciones de escolarización obligatoria de la Alemania del norte como arma principal. Puedes leer sobre Brownson y aquellos días críticos de la historia escolar en la obra de Christopher Lasch, El único y verdadero Paraíso. Hacia finales de esa misma década, la (imaginaria 8) visita de Mann para ver en vivo las escuelas prusianas – y su bien sabido inorme avorable de su visita al Comité Escolar de Boston – pronto dio lugar a la primera ley escolar exitosa 9 de la historia de EE. UU. La teoría más completa de Brownson, que existía un grupo cuyo oculto propósito era el de reundar la vida nacional estadounidense para cumplir con los estándares británicos y alemanes, debería tenerse en cuenta a medida que seguimos por el oscuro mundo de la escolarización obligatoria. Ya desde su aparición, la institución escolar no era popular. Uno no tenía ninguna prisa por inscribirse. Llevó quince largos años para que un estado más se sumara, aunque existe una pista reveladora que nos permite saber dónde se albergaba realmente la energía evangélica que dirigía este plan. Aunque durante una década y media no se sumase a Massachusetts ningún estado más, ¡El pequeño distrito de Columbia adoptó la 8 Mann, debido a una descuidada planifcación, en realidad llegó 9
a Prusia cuando las escuelas estaban cerradas por el verano. Un hecho que escondió al comité. Existieron leyes escolares anteriores, pero eran ampliamente ignoradas.
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obligatoriedad en sus escuelas casi a la vez! Fue por los sobornos, los subsidios y las persuasiones de Washington que se diseminó la escolarización institucional, no por la virtud de la idea. El mito de una edad dorada de escolarización pública es la creación de Ellwood P. Cubberley, decano de Educación del Proesorado en la Universidad de Stanord. Nunca hubo tal cosa. Cubberley ascendió hasta convertirse en líder del grupo escolar en torno a la Primera Guerra Mundial. Y permaneció como próximo asociado de todos los otros nombres de importancia en el periodo undador. Actuó, de facto, como un adorado historiador de la escolarización estadounidense hasta la década de 1960.
Eliminando las voces locales. A principios de la época de la obligatoriedad, había aproximadamente 135 000 juntas escolares ciudadanas distintas, quizá más, cada una con entre siete y nueve hombres y mujeres muy firmes y locales como miembros de la junta, perros guardianes de la institución local. Por muy desorganizada que uera – y puedes ver una muestra de cómo uncionaban leyendo el pequeño clásico del siglo 19 de Edward Eggleston, Te Hoosier Schoolmaster 10 – eran modelos de un republicanismo democráticamente electo. Pero la supervisión local no prometía más que problemas para aquellos que querían la uniormidad nacional. No era probable que ocurriera nunca esa centralización mientras las juntas de la comunidad dominaran, con filosoías locales y conexiones con los padres excesivamente imbuidas de sentimentalismo. Casi a la vez, incluso antes de que la obligatoriedad hubiera reclamado cada estado, comenzó un proceso de 10 N.d.. El profesor hoosier. Hoosier es el apodo que reciben los nativos o residentes de Indiana.
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consolidación con la intención de contener el localismo. Disponiéndolos en unidades burocráticas cada vez más grandes, solo aquellos con suficientes ondos y una reputación para hacer una gran campaña más allá del vecindario podrían ser elegidos. Se vendió estas usiones como medidas de eficiencia para ahorrar impuestos, pero se produjo una curiosidad – a medida que los distritos se extendían, los costes aumentaron, no descendieron, y continuaron subiendo en los años posteriores. Sin los perros guardianes locales, las tendencias a usar la escolarización en masa como la gallina de los huevos de oro ueron explotadas por cada grupo de intereses especiales con amigos políticos. En un mismo siglo, el número de juntas se redujo a 15 000. Y cada descenso en el número total de juntas escolares hizo que su composición uera cada vez menos local. Los puestos en la junta se convirtieron en trampolines para las ambiciones de políticos, pólizas de seguros para intereses que extraían su sustento de los asuntos escolares: la gente de las inmobiliarias, editores de libros de texto, proveedores de material y compañía. Recuerdo la conmoción que sentí la primera vez que descubrí, casi por casualidad, que podía negociar de orma personal descuentos más altos en la compra de libros (o cualquier otra cosa) de los que podía hacer el distrito escolar. No parecía tener sentido.11 El momento que más problemas personales me ocasionó ue cuando usé mis propios ondos para comprar 11 En una ocasión, por ejemplo, la junta escolar votó por comprar 5 000 copias del Har-Brace College Handbook (una guía de uso y gramática) por 11 $ la copia al mismo tiempo que el editor liquidaba los restos de su propia librería de descuento por 1 $ la copia, una dierencia neta de 50 000 $. Cuando mi mujer Janet me señaló esto – una miembro de la junta escolar por aquel entonces que exigía que se hiciera una votación – ¡La mayoría de la junta rehusó comprar las copias más baratas! Podría dar otros ejemplos. Resmas de papel en blanco que estaban disponibles por 1,50 $ cada una para cualquiera, las compraba mi distrito escolar por 2,50 $ cada resma.
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colecciones de libros buenos para uso del estudiante en lugar de depender de la lista de libros “aprobados” para los que los ondos de la escuela podían usarse, y que requerían muchos meses, si no un año entero, para traspasar los protocolos de adquisición y ser enviados. Viajé a una librería al por mayor, abierta a cualquiera, para obtener el descuento estándar del 40%. Mientras estaba en la caja registradora con cien copias de Moby Dick y cien copias de las obras completas de Shakespeare en carritos de la compra, el dependiente me preguntó: “¿Eres proesor?” Sin pensar, asentí afirmativamente, y después escaneó los libros con un 25% de descuento. “e has equivocado,” le dije. “El descuento es del 40%”. “No para los proesores,” me contestó bruscamente. Y cuando grité enadado en protesta, se indignó. “Mira,” dijo, “ese es el descuento que negoció la Junta de Educación. Si no te gusta, apáñatelas con ellos”. ¿Por qué demonios iba a quitarme mi jee el derecho a un descuento estándar? ¿Se te ocurre alguna razón que no sea raudulenta? Y, por supuesto, no era solo mi derecho al descuento completo lo que me habían quitado las autoridades escolares, sino el derecho de cada uno de los proesores de la ciudad de Nueva York. Quizás te ayude esto a entender por qué he titulado este capítulo “odo lo que sabías sobre la escuela es also”. Recuerdo otra ocasión cuando le dije al director adjunto que podía ahorrarle un 40% en la compra de algunos globos terráqueos y dijo sin vacilar: “No es tu dinero. ¿Por qué te pones tan histérico?” Me di cuenta de lo cínico que suena, pero aquí esta la paradoja: era un hombre decente, que mostraba con su comportamiento diario que realmente le preocupaba el bienestar de los estudiantes. ¿Y el asunto del Har-Brace Handbook? No lo arreglaron los proesores, sino vecinos de clase media que hablaban como representantes de un vecindario muy progresista, la parte
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noroeste de Manhattan, hogar de la Universidad de Columbia, la Sociedad Histórica, Fordham, la Opera, La Sinonía, el Museo de Historia Natural...y del Distrito Escolar res. El principio de supervisión ciudadana se había convertido en parte de la gran ilusión de la escuela, parte de la casa de espejos dentro de la cual las aulas se habían hecho a prueba de proesores; las escuelas a prueba de directores; los distritos escolares a prueba de superintendentes. La responsabilidad se había desplazado a otro lugar, pero pocos sabían dónde. En cualquier asunto importante, los departamentos estatales de educación eran poco más que marionetas. El Ministerio Federal de Educación ídem. En el nuevo mundo de la escolarización obligatoria, la instrucción de los jóvenes era básicamente un asunto demasiado importante como para dejárselo a los pedagogos, tal y como había sido la situación en la antigua Roma. Rastrear la palabra pedagogo hasta su origen en Roma es útil porque nos guía por el umbral del misterio. El pedagogo romano solo era un esclavo, aunque un tipo de esclavo especializado. Se le asignaba la tarea de llevar a casa un currículo creado por el amo que lo poseía, y de asegurarse de que el alumno llegaba puntual a la escuela. Pero, ¿Quién era el maestro y dónde vivía? Para una respuesta convincente a esa pregunta, debes leer el inmortal libro de Tomas Hobbes, Leviatán, escrito en la primera mitad del siglo diecisiete y que todavía se sigue publicando. No soñaría con estropearte la sorpresa que te aguarda cuando descubras que el complejo sistema de control social que representa la escolarización oficial ha sido una idea calculada enérgicamente durante al menos 400 años. La verdadera pregunta que deberías hacerte es ¿Por qué durante todos los años que sufriste de reclusión nadie se molestó en contarte este secreto?
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El cuarto objetivo Mientras se socavaban los inicialmente transparentes motivos para la escolarización, la pedagogía proesionalizada trabajaba junto con el gobierno para volver a comprometer la institución al servicio de la economía corporativa. Recuerda que la escolarización gubernamental había sido prohibida por deecto en la Constitución ederal, que no contiene ni una sola mención a tal eecto. Pero la utilidad que prometía a los gobernantes – que no tenían ninguna intención de honrar la Carta de Derechos de los EE. UU. dedicada a la gente común – era enorme. Déjame seleccionar solo unos pocos beneficios que la escuela puede orecer a las élites. Y deja que hablen por muchos otros más. Cualquier administración política, incluso la tiranía, debe proveer suficiente trabajo a la gente común para que no surjan condiciones revolucionarias. La escolarización obligatoria produce un proyecto de trabajos espectaculares, uno casi infinitamente elástico, que se expande y se contrae según las necesidades del empleo. No te debería sorprender que la escolarización institucional, con todos sus estabilizadores, sea el principal empleador de los Estados Unidos. Y con tan ormidable cantidad de contratos que ni el Ministerio de Deensa (un proyecto de empleo similar) puede mantener el ritmo. La escuela es además una orma eficiente de asegurarte la lealtad a ciertas ideas y actitudes; se puede preexaminar a los trabajadores potenciales para ver si concuerdan, o al menos para ver su voluntad a amoldarse a ellas. La escuela es también un mecanismo de absorción de impuestos que declara estar mermando los recursos del cuerpo político por el bien de la próxima generación, mientras realmente redirige una considerable porción de estos beneficios a los amigos de la casa. Mis historias de la compra de libros y material en el Distrito Escolar res de Manhattan son solo una pequeña muestra de lo que es posible. oma en cuenta el escándalo nacional de
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la compra de leche de hace unas pocas décadas, en el que se descubrió que por toda la nación, ¡Las escuelas pagaban más por la leche que los compradores minoristas! Desde sus inicios, la escolarización obligatoria representaba un gran paso atrás del emocionante libre mercado de aprendizaje que orecía el bazar de la vida estadounidense, un mercado bien ilustrado en las vidas de Franklin, Jefferson, Farragut y muchos otros. Este sistema de aprendizaje poco metódico puso al país en el camino de un poder y una riqueza incomparables. Y los jóvenes estadounidenses respondieron brillantemente, sobrepasando de lejos en invención y comercio a cualquier viejo competidor mundial. Pero en la nueva orma se promulgaron dierentes objetivos. Objetivos por los que la autosuficiencia, el ingenio, el coraje, la competencia y otras virtudes del Viejo Oeste se convirtieron en lastres (porque amenazaban la autoridad de la administración). Bajo el nuevo sistema, los objetivos de buenos valores morales, buenas habilidades ciudadanas y un buen desarrollo personal ueron reemplazados por un nuevo cuarto propósito – convertirse en un recurso humano para ser consumido por los políticos y los hombres de negocios. Hacia finales del siglo diecinueve, los iniciados veían a la escuela como una rama de la industria. En aquellos tiempos más inocentes, los creadores de la escolarización eran extraordinariamente sinceros acerca de lo que estaban tramando, una sinceridad que brilla en el discurso dado en 1909 por Woodrow Wilson a una audiencia de hombres de negocios de la ciudad de Nueva York. Lo mencioné en el prólogo, pero merece escucharse otra vez: Queremos una clase de personas que tenga una educación liberal, y queremos otra clase de personas, una mucho más amplia, por obligación, en cada sociedad, que renuncie a los privilegios de una educación liberal y se adapte a realizar difíciles y específicas tareas manuales
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Renunciar al privilegio de la educación no iba a ser una opción, lo que probablemente explica por qué los comentarios de Wilson no ueron retransmitidos al público sino que los hizo a puerta cerrada. En 1917 los trabajos administrativos de todas las principales escuelas estaban bajo el control de un grupo al que se reería la prensa del momento como “la undación de educación”. Existe un registro de la primera reunión de la undación en Cleveland, Ohio, y la lista de asistentes muestra que los intereses de Rockeeller y Carnegie estaban representados, junto con los de Harvard, Stanord, la Universidad de Chicago y la Asociación Nacional de Educación. El evolucionista británico Benjamin Kidd escribió en 1918 que el fin principal del proyecto era “imponer en los jóvenes el ideal de subordinación”.
El fantasma de la superproducción A estas alturas deberías estar ansioso por saber por qué todo esto era omentado por las principales amilias de la nación. ¿Eran tan corruptas y avariciosas, estaban tan empapadas en prejuicios, que estaban dispuestos a sacrificar nuestras igualitarias tradiciones revolucionarias en beneficio propio? Estoy seguro de que algunas lo eran, pero decir “todas” sería cometer una simplificación enormemente excesiva y también una gran injusticia. La gente que nos dio la escolarización obligatoria según el patrón prusiano estaba entre las más refinadas y más honorables amilias del país. Sus instintos democráticos habían sido sacudidos proundamente por las especulaciones biológicas de Charles Darwin y por las filosoías de Benedict Spinoza y Johann Fichte (de quien escucharemos con más detalle en un capítulo posterior), pero hizo alta una idea económica realista y esencial para sellar el destino de cientos de millones de uturos alumnos.
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A la idea se la conocía como superproducción, y todavía está presente (aunque ahora se denomina exceso de capacidad), y es de hecho un concepto muy importante, cuyos eectos han hecho tambalear la prosperidad estadounidense en más de una ocasión durante el siglo diecinueve. Básicamente, superproducir es producir más productos y servicios para su venta que clientes hay para esos productos. Cuando eso ocurre, los precios bajan. Dependiendo del grado de superproducción, continúan cayendo, incluso por debajo del coste de producción. Incluso tan por debajo de los costes que el capital requerido para producir cualquier cosa se queda en la ruina. Oculta tras la bonanza para los clientes acecha una realidad peligrosa: producir a gran escala requiere que los inversores reúnan enormes cantidades de dinero para la compra de maquinaria de producción, y para su reparación y mejora, programas de ormación, publicidad, inraestructuras de distribución, etc. A menos que se les prometa a los inversores una protección contra la superproducción, ¿Por qué de primeras iba nadie a arriesgar capital para producir? Lo que demostró claramente la experiencia estadounidense del siglo diecinueve es que una población corriente independiente, habilidosa y muy bien educada tiene el irresistible deseo de producir – y la capacidad para hacerlo. Muchos “pánicos” conocidos en los Estados Unidos del siglo 19 ueron causados en parte por una resaca de la antigua época ederal y colonial donde el ideal común era el de producir tu propia comida, tu propio abrigo, tu propio reugio, tu propia educación, tu propio cuidado médico, tu propio entretenimiento, etc. La población corriente todavía no estaba lo suficientemente condicionada a ser interdependiente y especializada. Y sumada a esta carga de autonomía (desde un punto de vista corporativo) estaba la increíble creatividad del pueblo estadounidense, un resultado natural de tres actores: una tradición de aprendizaje de contenido abierto; una sociedad heterogénea de edad variada
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que no excluía a los jóvenes de su plena participación; y una presencia gubernamental carente de autoritarismo. Dada esta estimulante mezcla, los inventos desbordaban a la población estadounidense con deslumbrante velocidad, a un ritmo desconocido en el resto de experiencias mundiales. Los inventos imprevistos son probablemente la orma más ácil de provocar la destrucción creativa que termina con la carrera de lo que de otra manera serían empresas dominantes bajo el capitalismo. Las ideas son tan mortales en la superproducción como lo son los sombreros o los montones de maíz. De 1880 a 1930, se oía el término “superproducción” por todas partes, en salas de juntas, en universidades elitistas, en clubes de caballeros y revistas intelectuales. Era un demonio que debía ser encerrado en el calabozo. Y la pedagogía racionalizada era un vehículo natural para implantar los hábitos y actitudes para cumplir tal propósito. Bajo esta perspectiva, el aula ya no se usaría más para producir conocimiento, sino solo para consumirlo; no animaría a los confinados a producir ideas, solo a consumir las ideas de otros. El objetivo definitivo implantado en las mentes de los estudiantes, que sustituía al anterior objetivo de ganarse la vida de orma independiente, estaba haciendo un buen trabajo. No pretendo ser extravagante sobre esto, la nueva institución escolar servía también a otros propósitos; pero ver la conexión entre los encierros legales de niños de larga duración y los negocios del país, nos da una perspectiva esencial para repensar el rol de la escolarización de masas. Los valores clásicos de los negocios corrompen la educación, no tienen cabida en la educación a no ser que sean como arteactos culturales a ser examinados. Durante los primeros dos siglos de nuestra existencia, una institución así hubiese sido impensable – los jóvenes eran una parte de la realidad económica y social demasiado valiosa. De hecho, indispensable. Pero cuando se les encargó consumir,
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en lugar de producir; cuando se les ordenó ser pasivos, no activos, como parte de la sociedad general, las escuelas que tenemos ueron el resultado inevitable de esta transormación. an pronto comprendas las unciones dadas a desempeñar en la nueva economía corporativa, nada sobre la escuela debería sorprenderte. Ni siquiera sus momentos Columbine.
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2 Excursión: Londres Notas del autor: He dado unas 1,500 charlas desde que dejé la enseñanza, en cada uno de los estados y en doce países extranjeros. Pero solo dos miembros de la audiencia en todo ese tiempo estuvieron tan irritados por lo que decía que me gritaron insultos desde sus asientos. Uno, en 1992, ue el hijo de un economista muy amoso de Caliornia, y el otro, en 1998 (si recuerdo bien), ue un especulador de la Bolsa de Nueva York. La razón por la que te digo esto es porque la materia de este capítulo, aunque con algunos detalles dierentes, es lo que les hizo enurecer. Así que estás avisado. La idea que discutiré aquí – que la educación “espontánea”, la variante que yo llamo educación “de contenido abierto”, es de mucha más calidad que la escolarización reglada, de modelo único y “comprobable” – me vino por primera vez cuando siendo un quinceañero le pasó algo increíble a mi querido tío Bud Zimmer. Creo que verás a lo que me refiero cuando te cuente el milagro de Bud. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Bud era obrero siderúrgico y marinero de cubierta en los barcos de ruedas de paletas de vapor del río que iba de Pittsburgh a Nueva Orleans. Era un joven muy, muy duro. Se parecía al John Wayne de “La Diligencia”, y las mujeres le adoraban. Pero dejó el instituto
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antes de graduarse. Se alistó para ir a la guerra en 1942, cuando yo tenia siete años, y le vi en un tren de las tropas cuando se lo llevaban una noche. De alguna orma cumplió los requisitos para la Escuela de Candidatos a Oficial, y al final le mandaron a Europa a unirse a la invasión como teniente. En su pelotón había un recluta, Al Rockwell, que un día sería heredero del imperio de Industrias Rockwell . El señor Rockwell, un hombre de uertes principios libertarios, insistió en entrar en combate como soldado raso. Se hicieron amigos. No puedo recordar qué trabajos regulares tuvo Bud cuando volvió de la guerra como capitán, pero sé que su CV no incluía ningún diploma universitario. Un día me llamó por teléono desde Cincinnati y dijo que antes de que uera a Cornell quería que trabajara para él “en un trabajo de verdad”, y me dijo “deja de vivir del cuento a costa de tus padres y gana tu propio dinero”. ¿Qué trabajo tenía en mente? Dijo: “Quiero que cargues bloques de acero de 56 kilos en vagones, de nueve a cinco cada día. Quiero que vivas conmigo cerca de la planta Rockwell en Ohio y pagues la habitación y el hospedaje. ¿Qué te parece? Resultó que Bud era el administrador de la planta, con miles de empleados a su cargo. “engo dos docenas de celebridades de Harvard trabajando para mí,” dijo. “Harán lo que yo quiera: dar brillo a mis zapatos, encerar mi coche, pero no puedo dejar que vean que avorezco a mi sobrino, así que tendré que hacerte trabajar el doble de duro que a cualquiera. ¿e parece bien?” ¿Un trabajo de verdad con un salario de adulto a los 16? Por ello, ¡cualquier cosa me hubiese parecido bien! Por aquel entonces era demasiado ingenuo para siquiera pensar en el gran misterio – ¿Cómo era posible que un obrero siderúrgico corriente sin educación diera órdenes a licenciados de Harvard? ¿Y a cargo de una enorme planta industrial? Mi error ue pensar en Bud como un hombre sin educación. enía una magnífica educación: era solo escolarización lo que le altaba.
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Jonathan Goodwin Busca en Google la portada de la revista Fast Company de noviembre de 2007, y estarás mirando fijamente al rostro corriente del desertor escolar Jonathan Goodwin. ¿Cómo puede un tipo joven de una amilia granjera de Kansas recibir esa valoración? Sin instituto y sin universidad. Después de haber salido en séptimo curso con trece años, Jonathan realizó extraños trabajos en un taller local. Un salario lamentable. ¿Eso no tiene uturo, verdad? “Eso ue mi escuela”, dijo a Fast Company . Cuando se produjo la restricción en el precio de la gasolina, esto desconcertó a Jonathan. Le parecía also. Sabía que existía la tecnología que podría dar a los coches entre 95 y 160 kilómetros por cada 4 litros y bajando las emisiones a casi cero. ¿Por qué no oertaba esto Detroit? No importa. Jonathan lo podría abricar él mismo. Y antes de que pudieras decir “¡Chiflado niño!” tenía más negocios de los que podía ocuparse, cobrando 25 000 dólares por convertir un Hummer. No le venía mal que uno de sus mejores clientes uera Arnold Schwartzenegger, gobernador de Caliornia. Y en su día, este también abandonó la escuela. Jonathan gana alrededor de un millón al año haciendo cuatro conversiones al mes. Antes de que uera lo suficientemente mayor para poder votar, era un ser humano autosuficiente que aumentaba el valor de su comunidad. Cuando abandonó en séptimo curso, era solo un poco mayor de lo que era el primer almirante de Estados Unidos, David Farragut, cuando asumió el mando de un barco británico capturado en la costa de Perú en la Guerra de 1812, con 12 años – y navegó hacia Boston; la misma edad que tenía George Washington cuando abandonó la escolarización; la misma edad que tenía Tomas
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Jefferson cuando comenzó a dirigir una gran plantación y a 250 empleados en Virginia (habiendo muerto sus padres). La misma edad que tú y yo teníamos en su día, sentados en nuestros pupitres, copiando apuntes de la pizarra y recibiendo gritos.
Danica Patrick El 20 de abril de 2008, Danica Patrick, de 26 años, se convirtió en la primera mujer en ganar un gran premio en la exitosa historia del automovilismo. Competía contra el dos veces ganador de las 500 millas de Indianápolis, Helio Castroneves. Le dejó atrás en las dos últimas vueltas del Gran Premio de Motegi, Japón, y ganó. “Esto va de encontrar algo que ames y seguir hasta el final”, dijo a los reporteros después de la carrera. Diez años antes, a los 16, Danica abandonó el instituto y ue a Londres, ella sola, a aprender a mantener grandes velocidades durante horas. ú debías estar en el instituto con 16 años, probablemente en el primer año de bachillerato, esperando una graduación todavía muy lejana.
Nick Schulman Nick Shulman, de 21 años, es un vecino mío de Manhattan, aunque nunca nos hemos conocido. Si hubiese seguido enseñando, es probable que Nick hubiese ido a mi instituto; incluso puede que hubiese estado en mi clase de inglés de octavo curso, aunque seguramente no hubiese estado mucho, porque ue en octavo cuando Nick hacía novillos, saltándose las clases para jugar al billar. ¿No es una buena señal, verdad? Cuando descubrió los juegos de ordenador dejó la escuela. A los 18 años, en 2005, se volvió un adicto al póquer. Compadezco a su pobre madre. A Otros niños les preocupaba la selectividad y la universidad, pero a
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Nick le preocupaban las escaleras y los colores. El 28 de ebrero de 2008, el New York Post dedicaba media página a Nick. Acababa de ganar dos millones de dólares en el torneo mundial de póquer. Ahora que ya se había ocupado del problema del alquiler, “estaba preparado para un tipo dierente de satisacción”, dijo al periódico. Ahora era la filosoía donde Nick tenía puesta su mirada, y para ello tenía pensado matricularse en la universidad. Probablemente, ahí es donde tú también estarías a los 21 años. Sin los dos millones.
Diablo Cody Si tu hija quinceañera se cambiara el nombre a “Diablo”, puede que lo tomaras como una moda pasajera. Pero si llegara a casa un día con el anuncio de que la ambición de su vida es la de ser stripper , y para demostrarlo ha creado un blog pornográfico llamado “Pussy Ranch”12, puede que empezaras a preocuparte. A sus veintitantos años, ya como bailarina privada13, Diablo publicó un libro acerca de su degradante y peligroso trabajo, llamado Candy Girl , y dos años más tarde, con un vestido de leopardo muy ceñido (con un tatuaje gigante de stripper que le cubría su brazo derecho y el hombro) , subía al escenario en la ceremonia de los Oscar de Hollywood para recibir su Oscar al mejor guión. Su película era Juno, acerca de una quinceañera soltera embarazada que hacía rente al uturo con valentía. Diablo Cody dijo a la audiencia: “Antes que nada quiero dar las gracias a mi amilia por quererme exactamente como soy”. En la lógica lineal de la pedagogía, Diablo estaba muy alejada del sendero recomendado, pero en el dierente mundo del aprendizaje de contenido abierto, que opera a través de la experimentación y ciclos de feedback personal en lugar de consejos de expertos, estaba justo donde debía. 12 N.d.. “Hacienda de chochos” 13 N.d.. Lap dancer en el inglés original.
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Aprendizaje de contenido abierto Jonathan, Danica, Nick, Diablo. Cada uno tomó un camino de contenido abierto hacia una educación personalizada bajo gestión personal, exactamente como hizo en su día Ben Franklin. El aprendizaje de contenido abierto acepta que cualquier cosa puede ser un posible punto de partida en el camino hacia la autonomía y una buena vida – el trabajo en el taller, el póquer, el baile privado, lo que sea. En el contenido abierto, el orden se diseña personalmente o es aprobado de orma personal. Y cualquier persona con la que te encuentres es un proesor potencial: mecánicos del taller, ulleros, bailarinas privadas, pilotos de coches de carreras, cualquiera. Potter Stewart, el exjuez del ribunal Supremo, una vez comentó que no podía definir la pornograía, pero que sabía lo que era cuando la veía. El contenido abierto es parecido a esto. Limitarlo con algoritmos oficiales es arruinarlo, pero te debo al menos una síntesis aproximada: en el contenido abierto, enseñar es una actividad . No una proesión. Cualquiera que tenga algo que orecer puede enseñar. El alumno decide quién es proesor y quién no, no el gobierno. En el código abierto, no necesitas una acreditación para enseñar, igual que tampoco Sócrates la necesitaba. Ahí mismo puedes apreciar cuán dierentes son los supuestos básicos del contenido abierto. Ningún alumno se enrenta al racaso por decidir no aprender de ti. En el contenido abierto, los alumnos son impulsores activos. odo suena demasiado indisciplinado, lo sé, pero la vida más allá de la escolarización es exactamente así. O te escribes tu propio guión, o te conviertes en el actor del guión de otro.
Shen Wenrong El Financial imes del 17 de marzo de 2006 cuenta la historia de un concurso secreto entre ejecutivos e ingenieros ormados en la universidad, y un grupo de campesinos chinos. Ya que
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el inorme tiene mucha relación con esta idea del contenido abierto, déjame que te la resuma. Hace no mucho, la corporación TyssenKrupp de Alemania decidió descargar su poderosa planta de acero “Phoenix” en Dortmund. Los precios del acero estaban bajos, y a la administración le pareció que continuarían bajos, así que tomaron la decisión de vender los 890 000 m2 de la construcción a China, a pesar de que esto haría que echaran a 10 000 alemanes del trabajo. La administración esperaba dos recompensas: una en los precios de venta y otra en la actura de trasladar la planta de Dortmund a cerca de Shanghai. La TyseenKrupp estimó que esto les llevaría tres años y una multitud de especialistas. China compró Phoenix, pero se atragantó con la actura del traslado. Harían el trabajo ellos mismos. Un buen día, una pandilla de mil campesinos harapientos liderados por un campesino llamado Shen Wenrong apareció en Dortmund. Aquí tienes unos pocos datos para que te hagas una idea acerca del señor Shen. No usaba ordenador. No tenía una verdadera oficina. rabajaba tras algo que se parecía sospechosamente a un pupitre de escuela. La primera decisión de Shen ue la de evitar los costes del alojamiento alemán y la comida. En tres semanas, este grupo construyó sus propios dormitorios y su propia caetería. Luego echaron abajo la planta de acero. La embalaron. La enviaron a China. La desembalaron. Y la pusieron de nuevo en uncionamiento en un año, no en tres. En el proceso se incumplieron algunas normas, siempre que la solución creativa a los problemas uera apropiada. En el tiempo que tardaron en trasladar Phoenix, los enormes pedidos de acero a China en los mercados globales pusieron el precio por las nubes, exactamente como los organizadores chinos habían estimado que ocurriría. Phoenix en China ue una gran uente de ingresos desde el principio,
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tal como lo hubiese sido si se hubiese dejado en Alemania. Así que los ignorantes chinos no solo trabajaron más duro que los alemanes, sino que también tomaron mejores decisiones. ¿Cómo se nos ha engañado siempre a creer que se necesitan especialistas para asuntos que están al alcance de la gente corriente? ¿Cómo hemos llegado a subestimarnos tanto? Si los campesinos no escolarizados pueden derribar y volver a levantar una planta de acero tres veces más rápido que los proesionales, entonces tú y yo debemos reexaminar todo lo que hemos sido condicionados a aceptar como verdad. odo. Eso se llama pensamiento dialéctico. En su día la dialéctica era undamental en la escuela, pero ya no la enseñamos. Ni siquiera a los supuestos “dotados y talentosos”.
Excursión: Londres Sir Richard Branson, que abandonó el instituto, cree que la lección más importante de su vida ocurrió cuando tenía cuatro años. Fue una excursión a Londres, tal como cuenta en su autobiograía, y vuelve a relatar en Te New Yorker (mayo de 2007). Ocurrió de la siguiente manera: el pequeño Richard, de cuatro años, iba de viaje con su madre Eve por un barrio residencial de Londres, Shamley Green, que estaba a kilómetros de su casa, y era una zona en la que Richard nunca había estado. Eve paró en el arcén y le preguntó si creía que podría encontrar el camino de vuelta a casa desde donde estaban. Dijo que sí, con lo cual ella le dijo que saliera y lo hiciera. “Mi madre estaba decidida a hacernos independientes”, dijo a la revista. Con 12 años hacía solo viajes de ida y vuelta de 160 kilómetros en bici a la playa de Bournemouth. Después de un breve intento de ir al instituto, Bransón lo abandonó, sin pasar un solo día en la universidad. Con diecinueve, puso en marcha su primer negocio. Virgin Airlines, su negocio musical y muchos otros estaban a la vuelta de la esquina, como lo estaba
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su anuncio de construir un vehículo espacial privado. El 29 de julio de 2008, una oto de Branson, de su madre Eve y de su cohete terminado aparecieron en la portada de los periódicos de todo el mundo. Los 250 asientos para el viaje inaugural se los quitaron de las manos a 200 000 $ cada uno. ¿Es la edad de cuatro años demasiado joven para meterte en negocios importantes? iger Woods embocaba las bolas en el programa de televisión de Mike Douglas con dos años, así que lo dudo.
Glen Doman Recuerdo estar sentado hace alrededor de veinte años en la oficina de Glen Doman, en los Institutos para el Éxito del Potencial Humano en la Avenida Stenton en Filadelfia, mirando a los enmarcados homenajes a los amosos del planeta como Jackie Kennedy de sus paredes, mientras Glen explicaba lo ácil que era enseñar a leer, a contar y a hacer operaciones aritméticas básicas a un bebé. “Aprenden al instante”, dijo, “el problema viene cuando esperas hasta que tengan cinco años, o si pasas demasiado tiempo repasando. Cada año que lo retrases, aumenta su dificultad.” Doman ha vendido tres millones de copias de su libro, Enseña a tu bebé a leereach, aunque no es probable que encuentres ni una sola copia en una escuela. Fui a visitar a Doman por una extraña razón. Mi hija, por entonces en el MI, me dijo que era el hazmerreír entre sus amigos. Lo dijo en una llamada teleónica desde Cambridge, y tan pronto como dejamos de hablar, llamé a inormación de Filadelfia, conseguí el número de los Institutos, y llamé por teléono, aunque no tuviéramos conexión previa. Éramos completos extraños. Pregunté si podía visitarle algún día para ver por mí mismo el presunto milagro. ¿Qué haces esta tarde? Me dijo. Una hora más tarde
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estaba conduciendo hacia Filadelfia, donde conocí a Glen a última hora de la tarde. Me quedé en una habitación para invitados, y la mañana siguiente estaba viendo su escuela en uncionamiento. Era un lugar sin requisitos de ingreso. Glen cogía a cualquiera que se matriculase. Era un lugar donde niños de siete años leían libros de verdad y revistas de adultos por placer. De orma improvisada, los niños decidieron interpretar una escena completa de El Micado, con canción y baile para mi disrute. Me ui con una creciente sensación de hasta dónde nos había embrutecido la escolarización.
El Proyecto Genoma Humano La exitosa excursión de Branson y la destreza del granjero Shen son solo posibles para gente con acceso al aula de todo el mundo. Se me ha saturado toda mi vida con advertencias de cómo la gente sin diplomas, certificados y “credenciales” están arruinados, condenados a la insignificancia. A tí también te han advertido, lo sé. ¿Entonces cómo explicamos que Washington y Lincoln, nuestros dos mejores presidentes, no hayan pasado casi tiempo en la escuela? ¿Cómo explicar que los dos legendarios industriales de Estados Unidos, Carnegie y Rockeeller, abandonaran la escuela primaria? Quiero decir, ¿por qué no importaba la escuela entonces y sí ahora? ¿Es posible esto del contenido abierto en las ciencias modernas de alta tecnología? Si piensas que no, dime cómo conseguimos el mapa del genoma humano gracias a un malísimo y holgazán estudiante llamado Craig Venter y un homeschooler convertido al cristianismo llamado Frances Collins, que estudiaron lo que quisieron a medida que crecían, y durante tanto tiempo como quisieron – sin intentar una dieta intelectual equilibrada y sin una severa disciplina impuesta desde el exterior. Collins dijo al New York imes hace unos años que las autoridades de Virginia hubiesen
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metido en la cárcel a su madre si hubiesen sabido cómo era la escuela en casa de los Collins.
Una cantante de boleros14 en el MIT El 27 de abril de 2007, los titulares nacionales anunciaban el despido de la amosa directora de admisiones del MI, Merilee Jones. Jones ue despedida después de 28 años de extraordinario servicio durante el cual el MI le había concedido los más altos honores, y se había convertido en una heroína del mundo de las admisiones universitarias a nivel nacional. Jones se especializó en el reclutamiento emenino. Siendo una escuela tecnológica, no es una venta ácil, pero durante su ejercicio triplicó el número de mujeres matriculadas. En el momento de su despido, la prensa citó a alumnos y a la acultad con descripciones de su servicio, que iban desde “adorada” a “irreemplazable”. ¿Entonces por qué la habían echado? Debía haber acosado sexualmente a los alumnos o algo así, ¿verdad? Nunca lo adivinarías ni en un millón de años, así que mejor que te lo cuente. Cuando el MI la contrató, Jones mintió en su solicitud de trabajo cuando dijo que tenía tres carreras universitarias. En realidad, había sido cantante de boleros en bares de country en el norte del estado de Nueva York. Philip Clay, el rector del MI, dijo a la prensa que tal error no volvería a ocurrir. ¡No más cantantes de boleros! “En el uturo...” dijo Clay (casi puedes escucharle aclararse la garganta), “en el uturo aprenderemos una gran lección de esta experiencia”. Cuando leí esto me pregunté: ¿Qué lección se podría aprender de deshacerse de una compañera brillante cuyo valor 14 N.d.. En el original, torch singer . Una torch song , es una canción sentimental de amor, normalmente una canción en la que el/la cantante lamenta un amor no correspondido.
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había demostrado de orma no teórica? ¿La lección era que hacer un trabajo sensacional es una garantía insuficiente de empleo? Para mí, la lección es que deberían despedir a Clay.
Ingvar Kamprad
Los títulos nunca deberían reconocerse como representantes de educación. Piensa en Ingvar Kamprad, diagnosticado con dislexia por los autodenominados expertos en Suecia. Comenzó una vida independiente vendiendo pescado con una bicicleta, sin ningún título. Poco a poco añadió cerillas y decoraciones navideñas a su inventario. ¡Qué vida más dura! Hubiese sido mucho mejor si hubiese pasado por varias universidades y se hubiese hecho banquero de inversión en Bear Stearns. Pero a medida que crecía su gama de mercancías, empezó a motivarle una poderosa idea, la idea de una tienda dedicada a producir belleza y utilidad a un precio bajo para todos. Este vendedor de pescado disléxico está valorado en 31 mil millones de dólares actualmente, como undador de IKEA, y más importante que el dinero – que nunca vivirá lo suficiente para poder gastar – es que la llama de su determinación por añadir valor a las vidas de los demás todavía vive ardientemente.
El graduado. Estás en la vía de la educación cuando te conoces a ti mismo tan concienzudamente que escribes tu propio guión en lugar de participar del escrito por otros. Un recogedor de ruta inmigrante llamado Charles Webb se ajusta, para mí, a esta descripción. Muy probablemente habrás consumido una parte de la imaginación del señor Webb, si no las rutas, si has visto alguna vez la película clásica estadounidense El Graduado. Webb vendió millones de copias del libro, y su película se convirtió en
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modelo para una generación entera de jóvenes estadounidenses. Su temática, que una vida construida a base de comprar cosas es un desastre, ayudó a que la película se convirtiera en un éxito desmedido. odavía se alquila y se da en la tele años después. Charles y su mujer hicieron millones y estaban en todas las listas especiales de invitados, de Easthampton a Maui. A medida que su vida viró hacia la no-vida de ama perpetua y célebres proyectos, Webb y su mujer cedieron los derechos de autor a la Liga Antidiamación, regalaron toda su ortuna y partieron en una caravana como vagabundos, llegando en su día a ser recogedores de ruta en Caliornia. “La riqueza no es para nosotros”, dijo.
Desertores escolares Cada uno de los días escolares en Estados Unidos, 7 000 alumnos abandonan, algunos conusos, otros enadados, pero todos son valientes. Si tuviéramos el juicio que nuestros antepasados tenían, consideraríamos a estos desertores como una gran riqueza, como personas cuyas mentes no podía domesticar la programación estándar. Los trataríamos con respeto. Un millón y cuarto de personas al año, quizás más, con un potencial no necesariamente inerior al de Ben Franklin, el desertor, o al de Branson, el desertor, o al de los desertores hermanos Wright, o al del bribón de los suburbios Lula da Silva, ya como adulto en la presidencia de Brasil sin un diploma, y a punto de hacer de su país la primera gran nación en dejar el petróleo en el suelo. ¿Qué nos dice el hecho de que un millón y cuarto de jóvenes cada año no quieren estar en las aulas, no quieren estar ahí y están dispuestos a padecer el desprecio, los insultos y las constantes discriminaciones como el precio de su evasión? ¿Son sólo desgraciados que se han ganado un uturo de miseria, o es que nosotros, los que estamos autoencarcelados y perpetuamente asustados, que señalamos a nuestras billeteras y
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a nuestras casas en los suburbios como pruebas de que estamos vivos, quienes somos realmente miserables? Año tras año la Encuesta de Felicidad Internacional clasifica nuestro país entre los mediocres en elicidad, junto a Alemania y a todo país anglosajón. ¿iene algo que ver con esto la jerarquía creada por los títulos y universidades de élite como Yale o Stanord? ¡Despierta! Si las cosas ueran realmente como te han condicionado a creer, ¿como podría gobernar el bribón de Lula una nación moderna compleja? ¿Cómo podría haber llegado a mandar sobre la nación mejor escolarizada de la historia un niño semipobre, de clase media-baja como Adol Hitler? ¿Cómo podría haber abandonado Tomas Edison la escuela primaria, haber ido hacia el oeste solo y sin dinero ni contactos, y gozar con 15 años de múltiples flujos de ingresos y estar ganando cuatro veces el salario de un trabajador cualificado? ¿Cómo podría haber madurado por su cuenta el pobre desertor de la escuela Edison en un ambiente de clase trabajadora, haber inventado la luz eléctrica, el onógrao, haber conseguido 1003 patentes y haber creado la General Electric? Edison sentía desprecio por los licenciados universitarios y cuando los contrataba, los discriminaba durante toda su vida. Si la escuela uera asunto de vida o muerte, como siempre te han contado, nada de esto hubiese ocurrido. ¿Cómo podría George Bernard Shaw haber abandonado la escuela a los 14 y educarse a sí mismo hasta ser el mejor dramaturgo del siglo 20? ¿Por qué ninguna escuela, ninguna universidad, ningún político, ninguna undación ni ningún pensador social ha conectado los puntos para ti como lo acabo de hacer yo?
Otra verdad inoportuna En 2006, la Universidad de Connecticut se dispuso a descubrir cuánto aprende un estudiante desde que empieza como estudiante de primer año y hasta que se gradúa en el último. Se
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eligieron cinco áreas académicas a ser medidas, empleando a 14 000 alumnos de 50 universidades estadounidenses, incluyendo Yale, Brown y Georgetown. En 16 de esas 50 – incluyendo Yale, Brown y Georgetown – los que se graduaban en el último año sabían menos que los de nuevo ingreso. Había tenido lugar un crecimiento negativo. En las otras 34 no había tenido lugar ningún cambio mensurable. Un resumen simple sería tal que así: después de pasar una media de 6 años tras una licenciatura o su equivalente, y gastar una media de un cuarto de millón entre eectivo y préstamos, una gran cantidad de jóvenes no tenían nada o incluso menos que nada que mostrar por su inversión. Lo que tenían era un pedazo de papel mágico. Esto es como un guión sacado de los hermanos Marx.
John Kanzius El 13 de abril de 2008, el programa de televisión Sixty Minutes inormó de que un paciente sin ninguna experiencia en ciencia ni ningún título universitario había inventado un método desconocido hasta la echa para eliminar el cáncer. El ganador del premio Nobel e investigador sobre el cáncer, Rick Smalley, dijo que había sido el acontecimiento más impresionante que había visto en su vida, que “cambiaría la medicina para siempre”. El método Kanzius destruye tumores sin necesidad de quimioterapia, cirugía o radiación común. Después de 36 sesiones de quimioterapia, John Kanzius estaba tan desesperado como para devanarse los sesos por algo que al imperio del cáncer se le hubiese escapado, y encontró tal cosa en los recuerdos de su hobby de la inancia como aficionado a la radio. De niño, a Kanzius le había intrigado un hecho curioso: que cuando las inoensivas ondas de radio pasaban a través del metal, el metal se calentaba. ¿Sería posible que inyectando partículas de metal al tumor pudiera eliminarse atravesándolo con ondas de radio?
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Una idea ridícula, ¿no? Si hubiese sido digna, seguramente el ejército de experimentados científicos, que le cuesta al país decenas de miles de millones cada año, lo hubiera encontrado, ¿verdad? Probó su teoría en su garaje, usando una máquina que construyó con latas de tartas usadas. En eecto, cuando se inyectó con metal y disparó ondas de radio, el ondo se cocinó pero la parte de arriba permaneció ría. Kanzius comunicó sus hallazgos a los laboratorios de las universidades, que le inormaron que en las pruebas preliminares las ondas de radio ciertamente eliminaban el cáncer. Ninguna órmula conocida hubiera pronosticado a John Kanzius. ¿Cuántos más como él hay ahí uera que no tienen voz en nuestra antimeritocracia sintética que premia a la clase privilegiada en base a títulos universitarios y conexiones amiliares? ¿Un Kanzius más? ¿Diez más? ¿Diez millones más? ¿Un número inimaginable? Escuchad amigos, si los campesinos pueden desmontar plantas siderúrgicas, si cantantes de boleros pueden revolucionar las admisiones en universidades de alta tecnología, si desertores de secundaria pueden sacar 160 kilómetros por cada 4 litros, si sureros holgazanes pueden mapear el genoma humano, si pequeñas mujeres pueden hacer estallar el monopolio masculino de las exitosas carreras de coches y las bailarinas privadas pueden ganar Oscar por su guión, alta una pieza de vital importancia en la orma convencional en la que las escuelas tratan con el aprendizaje y los logros. Hace veinte años estaba hablando con algunos miembros Amish en Barnesville, Ohio, sobre nuestro ridículo programa espacial y su desperdicio de los escasos recursos. Un hombre Amish dijo que una vez hablaron acerca de construir un cohete a la luna, y todos estuvieron de acuerdo en que era una cosa ácil de hacer, pero que por qué iba cualquiera a querer
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hacerlo excepto un maldito loco. Si estas te parecen palabras huecas, deberías acordarte de Richard Branson. ***********
La extensión artificial de la infancia Los mismos jóvenes a los que confinamos en las aulas actualmente, en su día despejaron este continente cuando era una jungla, construyeron carreteras, canales, ciudades; machacaron a la mayor uerza militar de la tierra no solo una vez, sino dos; vendieron hielo a la lejana India antes de la rerigeración y produjeron tantos milagros – desde el revólver al barco de vapor pasando por el vuelo tripulado – que Estados Unidos diundía destellos de lo que la creatividad de contenido abierto podría hacer alrededor del mundo. En aquellos días, a los estadounidenses no se les agobiaba con el concepto de una alsa etapa llamada “adolescencia,” o cualquier otra extensión artificial de la inancia. Más o menos con siete años, o añadías valor al mundo de tu alrededor, o eras un parásito. Como toda la gente sensata, los así llamados niños querían madurar tan rápido como uera posible – este es el motivo por el que las otos antiguas mostraban chicos y chicas que parecían hombres y mujeres. odo lo que hace alta es que soportes tu parte de la carga, unas pocas aventuras de contenido abierto y ¡presto! Ya eres adulto. En la época de Ben Franklin, cuando estabas listo para tener tu oportunidad, ninguna pseudociencia de Alemania se ponía en tu camino. En la economía estadounidense anterior a la Guerra Civil predominaba la subsistencia independiente, e incluso después de la guerra, durante otros cincuenta años o así, los jóvenes (a los que se les llamaría “chicos” hoy) como Andrew Carnegie podían comenzar la vida como desertores de la
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escuela primaria con siete años y ser socios de negocios del presidente de la Pennsylvania Railroad con 20 años. ¿Se crean vidas similares hoy día? Claro que sí, pero ya no se considera inteligente hablar de ello de orma abierta. Piensa en Shawn Fanning con sus millones tras haber creado Napster a los 18, y Fanning no es un caso aislado – es solo que los aortunados a los que se les permite hacerlo son mucho más prudentes en nuestros días. Los antiguos Estados Unidos celebraban la habilidad y la astucia de cualquier causa. A los niños no se les encarcelaba para proveer de trabajo a millones. En Estados Unidos había sitio para cualquiera con energía, desparpajo e ideas. Visitantes extranjeros como ocqueville y DuPont de Nemours se deslumbraban constantemente por el gran empeño que se ponía en la sociedad para alcanzar un igualitarismo revolucionario, que mezclaba todas las edades, asumía riesgos y desechaba las rígidas categorías de la tradición europea. Nuestra Guerra Civil cambió todo a peor. Olvida la propaganda que escuchaste en la escuela, no tuvo nada que ver con la esclavitud. Hacia 1860, Europa ya había abandonado la institución esclavista y Estados Unidos estaba a punto de hacer lo mismo – no hubiese durado veinte años más, por muchas razones. La más interesante es, para mí, el hecho de que los esclavos asalariados15, libres solo en nombre, son mucho más baratos de explotar y trabajan más que los esclavos. an pronto olvides el señuelo de la esclavitud, el combate entre la amilia y la naturaleza como centros de significado (rente al beneficio logrado convirtiendo a los seres humanos en recursos humanos) se hace evidente. Los industriales del norte estaban ya al tanto del poder y la riqueza que ganaban convirtiendo grandes poblaciones de pequeños propietarios de Gran Bretaña, Alemania y otros lugares, en proletariado. 15 N.d.. Wage-slaves en el original. El autor se refiere a los trabajadores asalariados ruto de la industrialización.
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Anhelaban ventajas similares, pero eran lo suficientemente sofisticados como para darse cuenta de que las tradiciones estadounidenses de independencia, autosuficiencia, ingenio, amilia y culto religioso debían ser marginadas primero, antes de que esta transormación pudiera uncionar exitosamente. Las leyes de escolarización obligatoria para desintegrar la intimidad amiliar eran una gran parte del paquete en Alemania. Y la magia alemana era codiciada en los salones principales de Nueva York y Boston. En el estado industrial que emergió de orma descontrolada tras la Guerra Civil, las ábricas y las leyes de autorización, las intervenciones y requisitos gubernamentales, y finalmente la escolarización obligatoria, acabaron con el igualitarismo empresarial del diseño estadounidense original. Hacia 1880, las ábricas y los financieros controlaban el gallinero estadounidense, y un proletariado proesional de académicos, abogados, políticos y otros dependientes del avor de los poderosos se lo ponían diícil a los estadounidenses que lucharon por mantener una nación libertaria como ue prometida por la Declaración de Independencia y por la Declaración de Derechos de los EE. UU. Con esta transormación radical, de una democracia local a una oligarquía de facto, las personas con su propio pensamiento se convierten en un impedimento para la administración eficiente. Piensa en ello de esta orma: las vidas que son asignadas al trabajo rutinario uncionan mejor si se mantienen inantiles. Las personas inantiles no solo son obedientes (si descontamos sus berrinches ocasionales), sino que son los mejores consumidores porque tienen poca resistencia natural a las ventas. Desde Platón, una oleada de escritores utópicos han trabajado por proporcionar recetas de dirección para cocinar vidas inantiles; vidas susceptibles a la voluntad de sus superiores.
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oma un segundo para pensar sobre estos algoritmos utópicos – dividir a la gente el uno del otro y de sus aliados naturales, está justo al principio de la lista, pero todos requieren borrar los lazos emocionales íntimos – ¡incluso los lazos contigo mismo! – tanto como sea posible. La amilia, las amistades proundas, la iglesia, la cultura, la tradición...Cualquier cosa que pueda contradecir la voz de la autoridad es sospechosa. Una mente independiente es el peor peligro de todos, pero doce años pasados en una silla de escuela (y ahora enrente de un ordenador o una televisión, etc.), convertirán la más plena vida interior en, virtualmente, una página en blanco. El problema con el aprendizaje de contenido abierto, en lo que respecta a los legisladores, es que casi garantiza que desarrollará una mente y un carácter independiente – no una simulación cosmética de tales cosas, que es lo que cultiva la escuela. Peor aún, encargarse de alternar tu propia educación lleva a una sana autoestima – y la gente segura es considerablemente menos manejable que la ansiosa. Así que, en la utopía administrativa que se planeó a nivel político después de que la parte sureña de nuestra dialéctica nacional se quebrara por la Guerra Civil, la instrucción de los jóvenes debía ser anticipada, o casi, y redes de normas debían reemplazar los ciclos de realimentación de la prueba y error del contenido abierto. Andrew Carnegie, uno de los principales arquitectos del nuevo sistema de mando y control, vio claramente sus inconvenientes. Dijo que actuaría hasta cierto punto como una antimeritocracia, negando a un considerable número de personas de la mejor calidad en cada área el liderazgo que su mérito le hubiese asegurado – pero en general, Carnegie pensaba que era un trato justo: cambiar el mérito por la estabilidad social y la protección del capital. El primer comisionado de educación de Estados Unidos, el ilustre académico hegeliano William orrey Harris, dijo en un extenso ensayo en 1906 titulado La filosofía de la
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educación, que el principal objetivo de la nueva escolarización institucional era enseñar la autoalienación (en interés del
estado y la seguridad corporativa), y que la mejor orma de conseguir esto era en pasillos oscuros y mal ventilados. No deja de sorprenderme cómo la gente puede escuchar palabras como estas – y el sendero escolar está contaminado de ellas – e ignorarlas, como si solo uera charlatanería. Es hora, creo, de enrentar algunas verdades elementales: las economías de producción a gran escala y altamente centralizadas asumen el carácter de las oligarquías. No pueden permitir que los procesos naturales del capitalismo sigan sin ser regulados; no se puede dejar que la destrucción creativa, que Schumpeter vio como central para la salud de las economías de mercado, ocurra de manera natural. Ésta es lo que la expresión “demasiado grande como para dejarle quebrar,” 16 que tan recuentemente se escucha estos días, junto con su corolario “rescate financiero,” debería señalar a cualquiera con un mínimo de ormación económica. Estados Unidos es solo una economía de libre mercado en el nombre; el bienestar corporativo es dominante, el enorme ejército estadounidense no ha estado, durante mucho tiempo, para proteger a los ciudadanos estadounidenses corrientes del peligro. Existe por unas cuantas razones que nunca se discuten: para dar trabajo a las clases marginales; para evitar revueltas locales; para actuar como centriugador al distribuir la riqueza mediante contratos, de vuelta a los gestores del sistema y a sus aliados; y existe, en su más grave extremo para “volverse nacional”, una expresión que se escucha a menudo en las instalaciones de instrucción de oficiales por todo el país, bien ilustrada por las ya legendarias 16 N.d.. En el inglés original “too big to be allowed to ail” o más comúnmente “too big to ail”. El autor se refiere a los principales bancos de inversión de EE. UU. que ueron rescatados con dinero público tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 y la consiguiente crisis financiera.
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intervenciones paramilitares de Waco y Ruby Ridge. Las economías de gran escala y extremadamente centralizadas no pueden uncionar bien sin colonizar las mentes individuales y convertirlas en una mente de grupo. La transormación unciona mejor si se empieza pronto, en los primeros años de la escuela primaria, del jardín de inancia y de preescolar. La unción de estos rituales colectivos que llamamos escuela tiene muy poco que ver con el desarrollo intelectual – solo ten en cuenta la locura amiliar de enseñar los colores y los días de la semana o los meses del año a los pequeños que vienen a la escuela sabiendo ya esas cosas. Los rituales colectivos de los cursos ineriores sirven para ormar hábitos, para practicar la atención y la fidelidad a la autoridad. De esta orma, se puede debilitar la consciencia independiente en sus etapas ormativas. Lo opuesto a la mentalidad de masas es la mentalidad dialéctica. Un ejemplo estupendo de esto se esconde en los documentos religiosos undamentales de la cultura occidental, en la historia del joven Jesús que cuidadosamente cuestiona a los mayores en el templo tras escabullirse de sus padres, siendo esta en sí misma una acción inconormista. De hecho, el Nuevo estamento está tan repleto de inconormidad que no es de extrañar que no desempeñe ningún papel en la escolarización institucional, aunque desempeña un papel ormidable en la historia occidental desde el comienzo de la era moderna hasta hoy. Las mentes complejas son siempre dialécticas. Aristóteles lo estableció como un requisito básico para ser completamente humano, pero debido a que las mentes dialécticas siempre desaían las suposiciones y no dan nada por sentado, su presencia en grandes cantidades plantea graves problemas para los negocios y el gobierno corporativo. Considera por ejemplo la producción personal en lugar del consumo; producción de bienes, valores, ideas y normas. La América colonial y ederal tenía el ideal de la autosuficiencia
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como la más alta cima del éxito. El hogar ideal aspiraba a producirse su propia comida, ropa, reugio, entretenimiento, transporte, cuidado médico, educación, cuidado inantil y seguridad social. Una gran porción de la población nunca lo consiguió, pero como Ciudad en la Colina 17 por la que luchar era una visión ennoblecedora por la que algunas amilias, especialmente en la rontera, triunaron al hacerlo realidad. Era esta idea de estar personalmente empoderado, en contraste con los estados serviles de Europa y Asia, lo que actuaba como imán para los pueblos del mundo – no la expectativa de tener dos coches, una casa en los suburbios y el último cachivache electrónico. Si se hubiese mantenido esa idea a través de la escolarización obligatoria, hubiese destruido las corporaciones en su ase embrionaria. La superproducción hubiese estrangulado la acumulación de capital, generando una competición continua – y sin la acumulación de capital, no habría corporaciones dominantes. Lejos de tener la producción como ideal, era el consumo lo que debía ser omentado. La escuela debía ormar hábitos de consumo: escuchar a los demás, moverte al toque de una campana o bocina sin cuestionar, volverse influenciable – o más exactamente, ingenuo – para hacerlo bien en los exámenes. Los niños que insistían en crear sus propias vidas tenían que ser humillados públicamente como advertencia para el resto. Crearte a ti mismo es la orma de producción definitiva. Durante muchos años, la promesa de Estados Unidos al resto de pueblos del mundo era que si conseguían venir aquí, ningún orden eudal rustraría ese sueño. Pero después de la Guerra Civil, la pelea entre los valores empresariales – que inevitablemente celebran el aprendizaje de contenido abierto – y los valores industriales – eudales por naturaleza – se acabó. 17 N.d.. En el original, City on the Hill. Metáora de la parte de la “Sal de la tierra” del sermón de la montaña de Jesús, del Evangelio de Mateo.
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Cuando se disipó la niebla cincuenta años más tarde, las alsas ciencias de la pedagogía y la psicología se habían importado de la Alemania del norte, siendo orzadas a través de la institución escolar para crear un proletariado: gente sin amilia, sin tierra, solo con débiles lazos con la religión, la tradición o la cultura. Incluso las capas de administradores intermedios y proesionales pueden verse como proletariado también – un proletariado proesionalizado – solo ligeramente arraigado en sus relaciones con la gente, los lugares o los principios. Para captar a la opinión pública para esta transormación utópica, una condición patológica de la juventud, hasta la echa desapercibida en la historia, ue diseñada por G. Stanley Hall, de la Universidad Johns Hopkins. La llamó adolescencia, e introdujo el problema en un enorme estudio en dos volúmenes del mismo nombre, publicado en 1904. Formado en Prusia como primer asistente del psicólogo conductual Wilhelm Wundt, Hall (inmensamente influyente en los círculos de la escuela de principios del siglo 20) identificó la adolescencia como una etapa peligrosamente irracional del crecimiento humano que requería de control psicológico inculcado a través de la escolarización. Como mentor de John Dewey en la Johns Hopkins, de inspiración germana, la invención de Hall parecía justificar la extensión de la escolarización estatal hasta la pubertad, institucionalizando la parte más productiva de la humanidad para recibir tratamiento psicológico – en reclusión con trabajadores del estado pésimamente educados a los que se les daba el monopolio virtual de la instrucción de los jóvenes. En este deslumbrante golpe, a los adolescentes que habían ayudado a construir la nueva nación se les privaba de tener vidas comprometidas como las que habían disrutado en su día Edison o Carnegie. Al haber emergido poderosamente una clase administrativa en América, el érreo sistema de clases anglosajón
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estaba siendo impuesto en los Estados Unidos mediante la escolarización obligatoria. Walt Whitman dijo una vez: “Solo Hegel es apto para Estados Unidos,” y ahora, siguiendo las instrucciones de Hegel, la historia estaba reduciendo su marcha, poniendo el reno al cambio – mutilando los debates estadounidenses entre ideas, pueblos, secciones, religiones, regiones – a través de la escolarización única para todos. La esperanza de eterno debate había sido incluida en nuestros mismos documentos de undación, en la promesa de libertad de expresión y acceso a armas letales otorgados al ciudadano corriente. Nuestra división de poderes – uno ejecutivo, dos cámaras del Congreso y un ribunal Superior – una división que desaía el conocimiento de ingeniería en su ineficiencia estructural – estaba destinada a preservar el debate como la mejor protección para los ciudadanos corrientes. Debía mantenerse el poder descentralizado en la concepción original de los Estados Unidos, y a los expertos en su sitio: la toma de decisiones era para la gente corriente, no para los especialistas. Pero ahora, esa arquitectura cuidadosa y atentamente reflexiva que hizo a Estados Unidos tan única, debía ser ejecutada mediante el tratamiento en masa y la escolarización psicológica impuesta por la uerza. e animo a que examines en tu propia mente las suposiciones que deben encontrarse tras el uso de la uerza policial para exigir que, lo que en su día ueron espíritus soberanos, ahora no tengan elección sino rendirse a ser escolarizados por extraños. Seguramente este es uno de los actos más radicales de la historia humana, ¡sobre todo por sus radicales reivindicaciones que dicen que debes asistir por tu propio bien! Es la prueba más llamativa de la mentalidad teutónica tras la achada de la escolarización cotidiana. Antes de las pesadas intervenciones de la ingeniería social en la edad de maduración, Estados Unidos – educada de orma abierta durante doscientos años – era una sociedad realmente habilidosa e inventiva. Uno solo tiene que leer
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los numerosos diarios escritos por visitantes extranjeros (ocqueville el más conocido de ellos), para ver lo trascendental que era la libertad que se le daba a los estadounidenses normales. No se había visto nunca antes nada como la energía creativa que se estaba liberando, ni se hubiese siquiera soñado. Con pocas excepciones, la invención es el campo del conocimiento juvenil; desconecta ese manantial de ideas enterrando al joven bajo una red de reglas y juicios y puedes esperar importantes consecuencias negativas. Poco después de que se proesionalizara la adolescencia, tuvo lugar un descenso del número de solicitudes de patentes hechas por los estadounidenses. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la escolarización institucional, incluyendo la universidad y el jardín de inancia, creció a grandes pasos, se aceleró ese declive. La escolarización universal había debilitado la imaginación, tal como predijeron Spinoza en 1690 y Fichte en la segunda década del siglo 19. Por supuesto, ambos estaban completamente a avor de ese debilitamiento; sus planes escolares eran para beneficio de los “mejores”. Pero si estos antiguos parientes pudieron entender el mecanismo de la escuela y sus eectos negativos mucho antes de que existiera, seguro que tú también puedes. ¿Por qué iba a querer alguien hacer esto? Es ácil: los individuos imaginativos son inamemente incontrolables e impredecibles, porque son irreprensiblemente inventivos.
La lista de honor Craig Venter, el surfista de playa que compartió los honores por crear el mapa del genoma humano, nació en 1946. Encontró la escuela sumamente aburrida y se vengó volviendo locos a los proesores. Se saltaba las clases, a menudo para darle a la tabla de bodyboard, y solo escapó del instituto cuando un proesor cambió uno de sus “muy deficientes” por un “aprobado bajo”
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para que la escuela pudiera deshacerse de él. Venter se alistó en la marina, sirviendo como médico del ejército en Vietnam. Allí aprendió a despreciar la burocracia, con sus libros de normas, en lugar de permitir la adaptación a situaciones únicas. Su autobiograía, Una vida decodificada, añade muchos detalles a este escuálido resumen, pero basta decir que en absoluto era el candidato más probable a la inmortalidad científica. ampoco nadie hubiese pronosticado a Franklin Roosevelt, con su “aprobado” en el instituto y su “aprobado” en la universidad. George W. Bush tuvo un “aprobado” de media en el instituto y un “aprobado” de media en la universidad (lo que no sorprenderá a la mayoría de vosotros). Pero que el senador por Massachusetts, John Kerry, tuviera un “aprobado alto”, tanto en el instituto como en la universidad, probablemente sí os sorprenderá. Al Gore se salió de su primera universidad y pasó de milagro por su segunda con un “aprobado bajo” de media; Dick Cheney, vicepresidente en el momento de escribir esto, se salió también. El legendario senador progresista Paul Wellstone tuvo una puntuación de 800 en el conjunto de sus pruebas SA.18 El dominio de los EE. UU. en la inormática global vino de hombres sin título universitario: Bill Gates y Paul Allen de Microsof no tienen título. Steve Jobs y Steve Wozniak de Apple no tienen título. (Me han dicho que después de que Wozniak ya uera multimillonario, se licenció para poder enseñar en una escuela primaria de Caliornia. Pero que la universidad hizo a Wozniak es claramente also). Michael Dell es otro inmortal sin título del negocio de los ordenadores, como lo es Larry Elison de Oracle. ed urner, el undador de la CNN, abandonó la universidad en su primer año; las notas del instituto de William Faulkner eran demasiado malas para acceder a la Universidad de Mississippi, pero después de servir como oficial en la 18 N.d.. De un total de 2400 puntos.
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Primera Guerra Mundial, le dieron una exención y se matriculó. En el primer (y último) cuatrimestre de Faulkner, obtuvo un “aprobado bajo” en Inglés y abandonó asqueado, para no volver más. Warren Avis, el hombre que lideró los alquileres de coches en los aeropuertos, decidió que la universidad era una pérdida de tiempo y nunca envió la solicitud. Edward Hamilton, el distribuidor independiente de libros por correo más grande de la nación, me escribió que la ventaja que tenía al principio sobre sus competidores era que él no había malgastado ni su capital ni su tiempo en la universidad. Paul Oralea, el muy inteligente y de voz suave undador de Kinko’s, no era considerado muy brillante por su instituto, como dice en sus memorias, tituladas Copia esto. Shawn Fanning, cuya invención de Napster a los 18 años casi arruina a la industria de la música comercial, ue contratado por millones de dólares por esta misma industria en 2007, para diseñar un plan para salvarla. Shawn no tenía ningún título universitario, y actualmente no tiene planes de conseguir uno.
Lew Wasserman Lew Wasserman creó el Hollywood moderno prácticamente solo con su colosal agencia de talentos MCA; no pasó por la universidad y prácticamente no pisó el instituto, pero “logró” un diploma, aunque no de la orma habitual. Wasserman dejó la escuela a los 13 años, para trabajar en su lugar como acomodador de cine en Hollywood Boulevard. Confiaban lo suficiente en él como para darle las llaves para abrir el cine por las tardes. Ese privilegio le dio una idea de cómo obtener un diploma sin ir a clase, mediante un trato con el director de la escuela. Por parte de Wasserman, este sacaría a escondidas copias de las últimas películas del cine, las llevaría al instituto mucho antes de que se estrenara la película, la proyectaría para los alumnos por una entrada barata, le daría
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el dinero al director para comprar instrumentos para la banda y equipamiento de útbol, y entonces volvería corriendo al cine antes de que llegara alguien, sin que nadie se enterara de nada. Eso se llama quid pro quo. enía 13 años cuando empezó a utilizar ese antiguo principio romano. Con el tiempo que se ahorró en copiar de la pizarra, Wasserman empleó las horas en idear brillantes contratos en el negocio del espectáculo que todavía se estudian en las escuelas de derecho como modelos de su género. Con esos contratos, firmó con estrellas como Fred Astaire y las hermanas Gish para su nuevo establo de la MCA.
Warren Buffet Warren Buffet empezó en los negocios con 6 años, vendiendo coca-colas rías puerta a puerta en la calurosa Omaha, Nebraska, en un cálido verano durante la depresión. Continuamente añadía otros negocios a su ristra: vendiendo pelotas de gol perdidas a la tienda de gol del club; revisando concienzudamente los tiques de apuestas de las carreras, accidentalmente descartados por los ganadores; diseñando un sistema que le permitía repartir 1500 periódicos en una sola ruta de reparto; alquilando máquinas de pinball para las barberías. Desde los 13 años se mantenía económicamente, y a los 18 Buffet tenía el equivalente a 100 000 $ en el banco. Entonces envió la solicitud para la Escuela de Negocios Wharton y ue rechazada. Lo que Buffet aprendió de orma abierta, mediante la asunción activa de riesgos, la imaginación y el trabajo de verdad, las escuelas o no lo pueden enseñar o no lo harán. Es justo preguntar: “¿Por qué no?” ¿Por qué ninguna escuela se interesa por las minucias de la oportunidad y la autosuficiencia? ¿Por qué siguen vendiendo “un buen trabajo” como la meta del camino escolar cuando, como muchos estadounidenses
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como los Amish de Lancaster todavía creen, no merece la pena abandonar tu independencia, al menos no por mucho tiempo, por un “trabajo”? Imagina cómo sería una sociedad si a los 65 millones de alumnos atrapados que están aprendiendo a ser consumidores, de repente se les pusiera a imaginarse a sí mismos de orma activa, ganándose la vida de orma independiente, añadiendo valor al resto de la comunidad; imaginándose a sí mismos como productores en lugar de aburridos consumidores. ¿No nos invadirían pronto los Buffets, Venters, Wassermans, Danica Patricks y Diablo Codys? ¿No es exactamente esto lo que necesita Estados Unidos en este triste y estéril momento de nuestra historia, y no más zombis bien escolarizados sobre cuyas espaldas pueden cabalgar los pocos? ¿uvimos alguna vez una sociedad así? Por supuesto que la tuvimos. Viaja de vuelta a la Filadelfia de la época de Ben Franklin, donde la chispeante energía de las posibilidades ilimitadas estaba por todas partes, en una sociedad donde las edades estaban mezcladas promiscuamente, donde cualquiera podía tener su oportunidad cuando tuviera ganas, donde las posibilidades aparecían como setas. Boston ue otro ejemplo de esto – investiga el increíble comercio de hielo con la India como muestra de lo que es posible cuando la imaginación – y la juventud – no están reguladas. Pittsburgh es otro buen lugar donde mirar. Estudia la carrera del gracioso chico escocés de las bobinas, Andrew Carnegie, que dejó la escuela primaria a los 7 años y tenía un acento tan marcado que todo el mundo se reía de él. Sigue su camino, paso a paso, hasta el salón de la Sra. Botta en Greenwich Village, donde se tramaron y financiaron revoluciones en Italia, Hungría y Cuba, y sigue hasta su ortuna y su siniestra influencia en lo que una vez ue una sociedad relativamente libre. Las pruebas de la espantosa transormación que ha hecho que ocurra, en parte a través de la escolarización,
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son apabullantes. Pero debes trabajar por comprender y tener coraje para rustrar el plan – nadie puede hacerlo por ti.
Cuatro fracasos escolares más Hemingway, el desertor escolar, dijo una vez que se puede rastrear el origen de toda la literatura estadounidense hasta Mark wain, nacido en Missouri en 1835, que tuvo una salud muy mala durante los primeros diez años de su vida. Cómicos como Eddie Murphy, Jon Stewart y Stephen Colbert provienen de wain, cuyo proundo conocimiento – la “alta de respeto, no la escolarización” es la creadora de libertad – es un signo de su genialidad. wain diseccionó y llamó “Edad Dorada” a aquel periodo de avaricia inagotable que siguió a la victoria de la Unión en la Guerra Civil, y de cuyo maquiavelismo salió la miserable institución de la escolarización obligatoria moderna. Mark wain abandonó la escuela tras el quinto curso y ue a trabajar para un periódico. enía 13 años, era el año 1848. En 2008, mientras hablo y escribo, esa clase de cheque en blanco de posibilidades se ha impedido a los jóvenes, por complacer a los controladores. Continúa ahora con Robert Kiyosaki, un japonésestadounidense de cuarta generación, nacido en Hawái en 1946. En la escuela, según su propia declaración, “las únicas asignaturas en las que destacaba eran útbol y recreo. La mayoría de la gente pensaba que no serviría para nada”. A los 22, Kiyosaki era el tercer oficial en un petrolero camino de ahití. Poco después, se unió a los marines durante seis años y después de licenciarse, empezó su primer negocio, que racasó. Lo perdió todo, incluso su matrimonio. Pero a los 37 años, su primer golpe de suerte le vino cuando estudió con Buckminster Fuller, el desertor de Harvard, que le demostró a Robert que el aprendizaje más proundo resulta de los errores y los racasos. Kiyosaki dice hoy que si
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algún día crea un nuevo sistema educativo lo hará “basándose en cometer errores”. Esa es casi la definición operacional de la educación de contenido abierto, refinando tus ciclos de realimentación personal a través de la experiencia y los errores. Pasar de pobre insolvente a rico le llevó a Robert ocho años. Habrás oído de él como autor de Padre rico, padre pobre, una especie de obra maestra para los proesores. Muchos le consideran uno de los mejores proesores vivos del mundo actual.
La bondad antes que el beneficio John Mackey, el undador de la cadena Whole Foods Market, y Kip indell, undador de la cadena Te Container Store, se hospedaron juntos en Austin, donde jugaron al póquer (mucho) mientras trataban (no muy duro) de salir adelante en la Universidad de exas. Los dos lo dejaron al final: Mackey para abrir una tienda de comida saludable, indell para atender su obsesión de ayudar a la gente a que organizara sus conflictivas vidas. Con el tiempo, la tienda de comida saludable de Mackey se convirtió en Whole Foods Market, el destacado emporio de comida natural de la nación; y el sueño organizativo de indell se convirtió en Te Container Store, una cadena nacional única sin ninguna competencia evidente. Ambos encontraron la orma de añadir valor al mundo que les rodeaba después de su abandono. uvieron su oportunidad cuando ue el momento apropiado; quién sabe si sus grandes logros hubiesen tenido lugar si hubiesen esperado hasta tener una carrera, o dos, o tres. Mackey y indell habían ideado una filosoía corriente siendo jóvenes en su etapa en Austin, una filosoía radical que ninguna escuela de negocios de Estados Unidos soñaría con enseñar – que el propósito principal de los negocios no es el de hacer dinero para los propietarios y los accionistas, sino para
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satisacer a los clientes. al punto de vista sería incomprensible para el público de las escuelas de negocios de cualquier lado, y aunque parezca mentira, el Adam Smith que escribió la eoría de los sentimientos morales lo comprendería sin ninguna dificultad. Smith consideraba el deseo de hacer mucho dinero como una enermedad mental. Y yo también. ratar a los clientes como si importaran más que el beneficio debería sonarte de orma tentadora, si has prestado atención. Es un eco de la directriz de Pablo según la que amar a tu prójimo (y a tus enemigos) es la única manera de triunar en la vida. El espíritu educado puede ver las ilusiones de la victoria solo como oscuros antasmas, absolutamente condicionado en la escuela mediante insignificantes competiciones constantes y simbolismos de superioridad/inerioridad. La educación (no la escolarización) enseña lo que importa de verdad: que añadir valor a otros es la única orma de añadir valor a ti mismo. Si no eres útil, es que debes ser inútil – y nadie quiere tal cosa. La verdadera riqueza de la que la sociedad se deshace cuando permite que la dirección social y política estigmatice y trate como mercancía a los desertores escolares, y a aquellos sin carreras universitarias, es incalculable. Por cada John y Kip, Ingvar, Edison, Danica o Lew Wasserman que sobrevive a los prejuicios, muchos más son machacados por estos y simplemente se rinden. El racaso más imprudente de nuestra nación estadounidense moderna es la orma en la que menosprecia a las personas en aras de mantener el sistema de orma eficiente. Los sistemas no nos protegerán en la caliente época en la que hemos entrado; los sistemas no pueden curar la enerma economía que los pensadores de sistemas han construido – solo los espíritus intactos humanos soberanos pueden hacerlo, del tipo que las escuelas-ábrica no pueden abricar. Solíamos abricar acero, ahora creamos burbujas – siendo la más extraña burbuja de todas ellas la bárbara y
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cancerígena burbuja escolar, que va desde la inancia a la universidad. Un crecimiento utópico que cuesta mucho más que los beneficios que produce. Rompe amilias, intelectos, caracteres. Asola con incapacidad a decenas de millones. Es un agujero negro de energía negativa que drena la vitalidad de la vida nacional. Solo perder a los jóvenes del mundo cotidiano tuvo eectos dañinos y acumulativos. Perdimos nuestro ímpetu libertario por la rebosante conormidad que la bien regulada vida corporativa requiere; perdimos nuestra unidad, nuestra cohesión, ante las muchas divisiones y desconexiones que la escolarización de confinamiento requiere. Después de los años de prosperidad de los 50, después de la Segunda Guerra Mundial, la escuela – una vez sirviente de la América corporativa – mutó en la mayor corporación de todas. Se convirtió en la corporación dominante, que desangraba recursos de la economía productiva en una relación parasitaria cuyo crecimiento no tenía regulador. Igual que no hay límite para las células cancerígenas hasta que el huésped muere. Solíamos abricar acero, ahora creamos burbujas – grandes ráagas de entusiasmo artificial de inmuebles, alta tecnología, asistencia médica, construcción de prisiones... Cualquier cosa que al público escolarizado, alto de habilidad para pensar por sí mismo, se le pueda hacer salir clamando en estampida – desde el jardín de inancia hasta finalizada la universidad – que roba a la economía los recursos materiales y, lo que es más importante, la visión original necesaria para poner nuestra enerma sociedad rumbo a una nueva dirección. A principios del siglo 21, la parte más sustanciosa de los beneficios de los abricantes de coches estadounidenses no vino de los coches sino de sofisticados ardides con el dinero. Mientras el entusiasmo se extendía desde la Escuela de Negocios de Harvard (y otras uentes) al mundo corporativo en general, enormes empresas como Enron y Worldcom se esumaron en cuestión de meses, llevándose con ellas los ahorros de toda la
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vida de decenas de miles de empleados y cientos o miles, sino millones, de accionistas. La estructura corporativa al completo mostraba signos de vejez, aunque regularmente se la devolvía de nuevo a la vida con una nueva burbuja. Cuando empecé a escribir este libro, a principios de 2008, Bear Stearns – el quinto banco de inversión más grande de América – perdió prácticamente todo su valor en cuestión de meses apostando a hipotecas deectuosas y, desde entonces Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más grande de América, se le ha unido en su caída. Los indicios de que la cultura era un cuerpo rebosante de vida estaban por todas partes, y por todas partes impedida por los controladores de la escolarización (y del resto de cosas): ya no podíamos cosechar nuestra propia comida, sino que dependíamos de los inmigrantes ilegales para ello; las deserciones masivas de clientela de operaciones, cuidado dental y medicinas, sacudieron los cimientos de la base económica de nuestra industria del cuidado médico – que cruzaban la rontera sur o norte, o iban a Asia, para ser tratados. Nuestros ejércitos, ricos en maquinaria, pero escasos en liderazgo, dependían cada vez más de los estadounidenses pobres para morir en una extendida cadena de guerras en el extranjero que se aprecian mejor no como guerras, sino solo como más burbujas. A pesar de tan malos augurios, y con un uturo que prometía más de lo mismo, la escena escolar – como la pequeña máquina de molido de sal de la ábula – continuó produciendo hombres y mujeres incompletos como siempre había hecho. En el mismo momento histórico en que exigía un renovado compromiso con la imaginación, el coraje, la autonomía, el ingenio y otras virtudes de la antigua América, el molino escolar trabajó por producir jóvenes sin estos atributos.
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San Pablo y el dragón de la tradición La ciudad holandesa de Drachten se deshizo de las señales de tráfico, de los parquímetros e incluso de los aparcamientos como parte de un programa llamado “verkeersbordvrij”. Los resultados han sido agradablemente impactantes: la seguridad vial ha mejorado radicalmente. En aquellas situaciones en las que se ve empujada a tomar papeles de liderazgo, la gente se atreve a tener cuidado por su bien y el de los demás, incluso en ausencia de leyes e imposiciones. – pararaseado de El futuro de Internet (págs. 127-128) de Jonathan Zittrain.
Las cartas del Nuevo estamento de San Pablo a los fieles (que luego se undieron en el movimiento cristiano) tienen algo que decirnos sobre cómo debe cambiar la orma en la que escolarizamos. Para Pablo, las regulaciones excesivas destruyen la calidad de vida y corrompen la gestión, requiriendo que los burócratas impongan las leyes. Y más uncionarios para controlar a esos uncionarios. Ad infinitum. Con muy dierentes palabras, Pablo repite una y otra vez que los nuevos fieles no encontrarán la salvación obedeciendo las antiguas leyes. Elimina el trasondo religioso por un minuto: lo que Pablo encaraba era el problema escolar de nuestra época – el conflicto de interés entre un grupo cuyas rentas y estatus provienen de mantener las cosas como están, y una insurgencia cuyas necesidades han sido descuidadas por una arraigada administración y que requiere de un cambio proundo. raducido a un idioma contemporáneo, Pablo dice que ormes las leyes a medida que estén de acuerdo con los casos individuales. Mientras el principio raíz del amor sea honrado, entonces todo irá bien.
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El establishment político de la época de Pablo era la antigua Israel del Mishnah, un montón ormidable de leyes incluso para las más extrañas circunstancias, como la altura desde la que alguien debía derramar el agua sobre un montón de abono. Como la burocrática escolarización moderna, no puede haber pequeñas adaptaciones a casos particulares, el sistema está unido a la seguridad. ¿Sorprendes a un ladrón? ¡Córtale la nariz! ¿Pillas a una adúltera? ¡Lapídala hasta que muera! Cuando tengas dudas, no pienses – cumple las leyes. Las personas obedientes encuentran estas declaraciones irritantes, incomprensibles. Nuestra escolarización obligatoria nos ha traído de vuelta al ambiente social asfixiante con leyes de la época de Pablo, y nuestra vigilada sociedad ha provisto de la tecnología para castigar a los desviados de aquella de la que Pablo carecía. Gracias al monstruo de tres cabezas de la escuela y universidad, las corporaciones y el gobierno, se ha desindividualizado radicalmente la sociedad estadounidense, en la que uno de cada cinco empleos es algún tipo de supervisión de los comportamientos de los demás. Es seis veces más probable que termines en la cárcel en los Estados Unidos que en la China comunista (que ahora tiene la capacidad de arruinar a Estados Unidos económicamente cobrando los préstamos que nos hicieron). Seis veces más probable pudrirte en la cárcel aquí que en China. Solo por sí mismo este hecho debería hacerte revaluar el camino que el liderazgo – de todos nuestros partidos políticos y corporaciones – nos ha enviado a caminar. Es la escuela la que nos mantiene en el camino. La insurgencia de la América del siglo 21, todavía desorganizada pero cada día menos, ha hecho que se note su presencia mediante el explosivo crecimiento del homeschooling , a través de Internet, y a través de nuevas y variadas ormas de delito. El robo de identidad, una rareza en toda la historia, se ha convertido en una epidemia imparable; enormes operaciones
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comerciales en el cine y la música están seriamente en peligro por tecnologías que devuelven el control al individuo. La seguridad de los bancos, las instalaciones gubernamentales, y muchas más – como las patentes y los derechos de autor – están bajo un serio asedio. Las órmulas de creación de potentes armas como la bomba AP, que paralizó los trenes del metro de Londres hace unos pocos años, compuestas por 2,7 kilos de peróxido, disolvente y desatascador de desagües en una proporción de 3/3/1, estabilizado con serrín, y metido en un contenedor resistente de metal para ser detonado por un teléono móvil, circulan abiertamente por el planeta. Estos materiales cuestan menos de 100 dólares y están disponibles en cualquier erretería de la tierra. Nuestras insensatas operaciones en Vietnam, Irak y Aganistán han violado los principios centrales de la guerra puestos por escrito por Von Clausewitz – una tecnología superior no ataca promiscuamente a sus víctimas, las amenaza. Perpetrar un ataque significa sacar a la luz tu tecnología, lo que conlleva dos riesgos: primero, esa cara maquinaria tiene una grave desventaja contra la insurgencia entrenada en las tácticas de guerrilla; y segundo, que el enemigo irá mejorando gradualmente su propia tecnología estudiando tus tácticas y robando tus armas. Lo que Estados Unidos tiene que mostrar, tras 50 años de guerra continua contra débiles adversarios de la edad de piedra, es esto: además de mutilar nuestro uturo con un gasto innecesario de capital en productos que no producen nada, como el armamento, y que se destruyen al ser usados, hemos avisado por cada rincón del mundo que nuestro arrollador ejército no es en absoluto arrollador y puede ser vencido por gente común con coraje, con equipo militar primitivo y que rechaza ser intimidada. Seguro que no soy el único en notar que los suníes, los chiíes y los alibán tienen motivos para arriesgar sus vidas
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(razones conocidas para cualquier persona de su población, incluyendo sus combatientes), y nosotros no. Nuestros motivos para combatir están bajo custodia en reuniones secretas y circulares, conocidas solo para una pequeña porción de la población – la misma porción que, evidentemente, en su día nos dio la escolarización obligatoria institucional.
La hora de la desintoxicación Los días del experto, y de una élite creada racionando la inormación y usando el poder del gobierno para manipular el resultado, han alcanzado un punto crítico con el que no creo que puedan lidiar. Los contratos existentes entre nosotros y los jóvenes ya no uncionan. Apoyando el orden impuesto por la escuela, por muy inocente que sea, los padres se vuelven enemigos de sus propios hijos, a veces enemigos para toda la vida. Rimbaud, el joven poeta rancés, previó de orma proética este orden moderno de valores industriales seculares que se estaba creando. Hace alrededor de cien años, escribió esto, que se ajusta más a nuestra época que a la suya: Es la hora de la desintoxicación, de océanos desbordantes, de explosiones clandestinas, del planeta desaparecido, al que seguro seguirán exterminios.
En una época de desintoxicación, ¿preerirías tener a estudiantes “sobresalientes” con altas calificaciones como aliados, o a un perdido como Richard Branson? ¿Un titulado con las mejores calificaciones o un holgazán surfista como Craig Venter? La escolarización predecible es inútil para el ciudadano ordinario, incluso destructiva. Debe ser aniquilada, no modificada. Los intentos por remendar sus despiadados algoritmos extienden la agonía de nuestra sociedad y empeoran la situación. Busca orientación en el bazar público, no en los anticuados
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constructores de catedrales que han creado el embrollo en el que estamos metidos (y que reproducirán eternamente si se les da la oportunidad). Sí, se necesitará valor, y no, no espero que ningún partido político estadounidense encuentre el liderazgo. Pero tú puedes. El proesionalismo unciona como un endurecimiento de las arterias sociales. Su limitada utilidad se consigue a un precio demasiado alto, un precio con cargo a la cuenta de lo que realmente importa: una buena salud, buenas relaciones y un buen y gratificante trabajo. Mientras empezaba a escribir esto, estaba escuchando en una entrevista de la Radio Pública Nacional a una estudiante de último año de Virginia ech, el escenario de la peor masacre hasta la echa en la historia escolar americana. Preguntada acerca de lo que le hacía eliz de volver a clase, declaró sin pensárselo que podía, al fin, hacer los exámenes finales. El entrevistador estaba desconcertado, y le preguntó: “¿Y eso?” No necesitó nada de tiempo para contestar. “Para ver si he aprendido algo, claro”. Aquí estaba el producto perecto de la ábrica escolar – una joven que nunca supondría un problema para cualquier interés especial importante. O una joven de ninguna utilidad para el resto de nosotros cuando haya problemas.
Excursión: Monongahela Nunca paseé por Londres cuando era un niño de cuatro años, pero allá a principios de la década de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, paseaba por el pueblo fluvial e industrial de Monongahela, Pennsylvania, por la noche varias veces a la semana. Caminaba kilómetros y kilómetros con mi madre, Bootie, y mi hermana Joanie. Solo paseábamos por la noche para que ninguna persona que en su día hubiera conocido mi madre pudiera verla a ella o a sus hijos mirar por las ventanas de las casas que alguna vez recuentó como invitada. Vivíamos
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en su pueblo natal, ocultos, porque le avergonzaba el racaso de su matrimonio. Mi hermana y yo éramos como antropólogos haciendo estudios de campo, estudiando a nuestra madre en dierentes circunstancias en que solíamos verla: limpiando, haciendo la colada o lavando los platos. Y madre se veía también a sí misma a través de un filtro dierente. Cualesquiera que ueran nuestras motivaciones para repetir una y otra vez la misma larga ruta a través de las calles de la oscura colina, no las puedo recordar, pero sé que nunca me cansé de ello. odos estábamos tan contentos como cerdos en la mierda – aunque normalmente no lleváramos más de una moneda de cinco centavos con la que comprar una chocolatina que partíamos en tres trozos. Esos paseos eran experiencias trascendentales de primer orden; incluso a una edad en la que muchas experiencias parecían trascendentales, ueron espectaculares. Como anciano, ahora veo que ueron, ácilmente, la más rica experiencia amiliar que iba a tener. Y la mayor aventura educativa también, igual que la de Branson ue para él. Dimos nuestro último paseo juntos alrededor de 1947. Comenzando siete años más tarde y continuando durante cuatro años más, ui a cinco universidades, dos de ellas de la Ivy League, pero mi título de enseñanza resultó ser una pérdida de tiempo en lo que respecta al desarrollo intelectual. No llego a recordar nada que aprendiera en esas amosas universidades, Cornell y Columbia; ni una sola clase, ni un solo proesor. Pero lo recuerdo todo acerca de esos paseos, hasta los más mínimos detalles. Cada excursión abarcaba apenas ocho kilómetros. Íbamos serpenteando las calles de la oscura colina, llegando a zonas pobladas de las que vagamente conocía su existencia. odavía escucho las pisadas que hacían crujir las hojas de otoño o la nieve de invierno, o los chapoteos durante las lluvias de primavera. Puedo escuchar nuestros silenciosos susurros. Cada casa tenía una historia, y madre
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las sabía todas. Muchas tenían un signo en la ventana de la achada que decía al mundo que alguno de sus hombres de dentro había ido a la guerra. En algunas ventanas había un signo especial – recuerdo que era una estrella dorada como las que solían dar a los mejores estudiantes por su excepcional trabajo – un signo que nos anunciaba al resto que el hombre había muerto en servicio. La presencia de la muerte en nuestros paseos añadía algo extraordinariamente serio y proundo a las caminatas. Una tristeza que me recordaba, en los recodos de la consciencia, que algún día mi madre moriría también. Y mi hermana. Y yo. De tanto en tanto, madre recordaba cómo había sido de chico algún soldado o marinero en particular, cuando era su compañero de colegio. Para un hombrecito esto era como enrentarse con antasmas. Era un drama asombroso. Qué aburridos hacían a todos mis juguetes aquellos paseos, y aquellas muertes. Frente a una dramática realidad que ennoblecía, incluso los juguetes más corrientes no eran más que insignificantes; por el contrario, eran vergonzosos, indeciblemente inantiles. Las historias reales ayudan a madurar a un chico; llegado a un punto de la temprana inancia, los juguetes retrasan el diícil camino a la madurez. Aprendí más sobre mi madre y mi hermana de aquellos paseos de lo que podía comprender por completo por aquel entonces; hoy me doy cuenta de que la inormación personal que reuní por casualidad mientras caminábamos ue la inormación más importante que iba a tener nunca sobre quién eran verdaderamente los Gatto y los Zimmer. Los paseos eran aprendizaje de contenido abierto de primer orden. Cambiaría gustosamente Cornell y Columbia por más de ellos. Han pasado sesenta y cinco años desde el último paseo. Reflexionando sobre lo que aprendí sin esuerzo de esa orma, estoy seguro de que la educación más prounda se consigue de orma abierta. No puede lograrse de la idea de otro acerca de
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qué contenido y bajo qué condiciones artificiales se producen los mejores resultados. La semejanza entre la educación y la ciencia experimental es un juego de idiotas. Idiotas ilustrados con incontables vidas dañadas, que han arruinado la esperanza americana y nos han puesto cara a cara con un uturo desalentador, a menos que se revierta la expansión de la burbuja escolar. Las estrictas estupideces de la escolarización obligatoria, su lógica lineal, sus curvas de campana, sus timbres y sus exámenes y sus múltiples humillaciones, sus recursos a los hechizos mágicos, hacen que me sienta urioso ya de anciano. La verdadera educación solo puede empezar desde una base de conocimiento de uno mismo. Conoce la verdad de ti mismo o no serás más que un patético recurso humano. u vida habrá perdido su sentido. Estas son mis reflexiones sobre la excursión de Richard Branson y las mías, y sobre el crimen que comete la escolarización a diario dándole la espalda al aprendizaje de contenido abierto.
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3 El gordo Stanley y los Amish de Lancaster No me tomo bien las críticas Separa la escolarización y la educación en compartimentos, y saltarán a la vista dierencias útiles: la escolarización es cosa de instrucción de hábitos y actitudes. Ocurre de uera hacia dentro. La educación es, en primer lugar, cuestión de dominio de uno mismo; después se trata de autocrecimiento, incluso de autotrascendencia – ya que todas las posibilidades del espíritu humano se abren a zonas de exploración y entendimiento. Hay momentos en los que las dos circunstancias se comunican, pero en la escolarización, las intenciones de cualquier otra persona siempre predominan. Este aspecto del control mental es lo que lo hace tan desagradable, incluso obsceno para algunos, aunque no para las almas perdidas que ya están rotas en el juego de agradar a los demás. Se puede compensar con acilidad la alta de escolarización – el registro humano está lleno de historias de aquellos que lo han hecho en el pasado y continúan haciéndolo en el presente – pero sin educación irás tropezando por la vida, presa ácil de la explotación y el racaso, sin importar cuánto dinero ganes. Mary Shelley escribió la historia de Frankenstein a los 18 años, hace casi 200 años. Hoy, se estudia en los cursos
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universitarios como una prounda obra de literatura. Ese don nadie de Stratord, William Shakespeare, apenas estuvo en un aula, y no tenía libros, al parecer, pero, durante siglos tras su muerte, continúa siendo un icono de la civilización mundial. La lista es larga. Grandes logros, poca escolarización. Es bastante raro para una persona ingeniosa en cualquier campo buscar el origen del éxito en la instrucción escolar. La educación debe ser en gran medida iniciada por uno mismo, una rica complejidad entretejida de una amplia gama de experiencias, de constante introspección, de habilidad para concentrarte en tu objetivo a pesar de las distracciones, de una combinación de curiosidad, paciencia e intensa vigilancia, y requiere abundante asunción de riesgos de ensayo y error, junto a una considerable habilidad para realimentarte del entorno – aprender de los errores. Una vez escuché a alguien de mi amilia, a quien quise mucho hace tiempo, decir “no me tomo bien las críticas”, como si estuviera presumiendo, y en ese instante supe que para ella no habría orma en absoluto de crecer mentalmente o en carácter, con esa actitud autodestructiva. Déjame hablarte un poco sobre el gordo Stanley, cuyo camino se cruzó con el mío cuando él tenía trece años. Stanley solo venía a clase una o dos veces al mes, y supe que antes o después la red de absentismo escolar lo atraparía y sería sancionado. Me gustaba Stanley, sobre todo porque nunca se quejaba cuando otros niños se metían con él porque estaba gordo – simplemente les daba un puñetazo en la cabeza tan uerte que ninguno se metía con Stanley una segunda vez. Esperaba evitarle la triste experiencia de convertirse en un ejemplo para los servicios sociales. Así que un día le pregunté qué hacía durante esas ausencias. Lo que dijo me cambió la vida. Nunca vi la escuela de la misma orma después de que Stanley hablara. Parecía que Stanley tenía cinco tíos y cinco tías, todos ellos activos antes de los 21 años. Su objetivo era seguir sus
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pasos. Ya con 13 años, era consciente de que el carro alado del tiempo se apresuraba, que solo tenía ocho años para hacer posible el milagro de ganarse la vida de orma independiente. Uno de sus parientes era florista, otro era constructor de muebles preabricados, otro tenía una charcutería, otro tenía un pequeño restaurante, otro tenía un servicio a domicilio. Stanley hacía novillos para trabajar sin cobrar para cada uno de sus parientes, intercambiando el trabajo por aprender el negocio – y mucho más – trabajando acompañado de hombres y mujeres que se preocupaban más por él que cualquier extraño proesional. Era un paquete educativo mejor que cualquier cosa que se hubiese perdido haciendo novillos, sin lugar a dudas. Como me dijo, de hombre a hombre: “Así tengo la oportunidad de ver cómo uncionan los dierentes negocios. ú dime qué libros tengo que leer y los leeré. Pero no tengo tiempo como para perderlo en el colegio a menos que quiera terminar como tú – trabajando para otro”. Cuando escuché esto, no podía mantenerlo encerrado a conciencia. Además, su madre estaba de acuerdo con Stanley. Así que empecé a cubrirle, registrándole como presente mientras estaba haciendo ramos de flores o construyendo muebles. Ninguno de los otros proesores preguntó nunca; creo que estaban contentos por haberse desecho de él. Para ilustrar la poderosa energía que había bajo su gordo y aparentemente alegre exterior, Stanley cruzaba sus “tes” con una raya con orma de lanza, no una simple línea. Inmediatamente hice mías sus “tes” cruzadas, para acordarme de lo que había aprendido aquel día de un novillero.
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*********** Un gran secreto de la escolarización en masa es que no enseña de la orma en la que aprenden los niños; un mayor secreto es que no debería enseñar autonomía en absoluto. El estilo Stanley está prohibido. La escuela va de aprender a esperar tu oportunidad, por mucho que tarde en llegar, si es que llega. Y de cómo entregarte con entusiasmo a las opiniones de los desconocidos, incluso si son equivocadas; incluso si tu entusiasmo es also. La escuela es la primera impresión que tenemos de una sociedad organizada y su incesante necesidad de clasificar a todo el mundo en una escala de ganadores y perdedores; como la mayoría de las primeras impresiones, lo que la escuela nos enseña de verdad sobre nuestro lugar en el orden social durará para toda la vida para la mayoría de nosotros. Las tareas del aula no son tareas importantes. No están a la altura de las verdaderas necesidades que acosan a los jóvenes. No da respuesta a las ardientes preguntas que las experiencias del día a día imponen sobre las mentes de los jóvenes. Los problemas que encuentran uera de la escuela son tratados como secundarios cuando la verdad es que siempre son undamentales. El resultado neto de hacer del trabajo algo abstracto – centrado en “asignaturas” – externo a los deseos, miedos, experiencias y preguntas individuales, es volver apáticos e indierentes a los alumnos de esta irrelevancia obligada. Las causas de la pereza en los jóvenes se han entendido muy bien desde hace mucho tiempo. Me siento tentado a decir que desde siempre. El crecimiento y el autodominio están reservados a aquellos que enérgicamente se dirigen a sí mismos, como Stanley: planeando, haciendo, creando, reflexionando, asociándose de orma libre, aprovechando la oportunidad, noqueando a sus torturadores. Pero para prevenir
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esto es precisamente el plan para el que se creó la escuela. Piensa en el colegio como un laboratorio de condicionamiento, que instruye a base de repetición a individuos naturalmente singulares y únicos para que respondan como grupo, para que acepten el hastío continuo, la envidia y una capacidad limitada solo como cualidades naturales de la condición humana. La economía oficial que hemos construido exige constantemente suministros de personas planas, exánimes, pasivas, ansiosas, sin amigos y sin amilia que puedan ser desechadas y reemplazadas perpetuamente, y que se emplearán con la máxima eficiencia hasta que les llegue el momento de ser descartados; personas que piensan que la dierencia entre la Coca-cola y la Pepsi, o entre una hamburguesa cuadrada y una redonda, son asuntos dignos de discusión. Mientras escribía estas palabras en ebrero de 2008, acababa de escuchar un anunció de teléonos de gama alta en la televisión. Se reía de aquellos desgraciados idiotas cuya gama de teléonos era “taaan anticuada”, como lo decía una chica bonita en el anuncio. Nunca se me había ocurrido antes que entre las dierentes preocupaciones inevitables como el cáncer, quedarte sin hogar, el desempleo, la ceguera, el envejecimiento, la pobreza, los accidentes graves y demás, realmente podría haber gente tan superficial para la que la apariencia de su móvil sería un asunto de interés. Intenta imaginar al estudiante “sobresaliente” al que se le ocurrió la idea, y reza por su despreciable alma.
La Antigua Orden Amish Intenté imaginar a los Amish de Lancaster, o cualquiera de los Amish de la Antigua Orden dispersos alrededor del mundo, preocupándose de si su móvil estaba a la última. La economía de pequeños negocios y pequeños granjeros de los Amish requiere dierentes atributos de la próxima generación de los que tenemos nosotros: piden una aptitud general y un espíritu
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de autosuficiencia, confiabilidad, honestidad, buena vecindad, compasión, devoción y compromiso con el bien común. Si adoptáramos los valores Amish a gran escala, nuestra economía se desplomaría. Como nuestra economía ha sido determinada por sus arquitectos, depende de omentar la histeria por lo nuevo, por la moda más que por la ropa, y así hasta los teléonos. Es una actitud que induce al consumo sin parar en una atmósera embriagadora de “uera lo viejo, venga lo nuevo”; para escapar de la vergüenza, en el sentido de la canción de Cole Porter, Anything Goes19. Esa es la unción que tienen los incesantes timbres en la escuela: enseñan el alivio de cuando se evade la responsabilidad al estilo Monty Python. Y como dicen en lenguaje de timbre, “y ahora algo completamente dierente”. Por supuesto, debes tener una experiencia prounda con la vergüenza para cogerle miedo. Pero las escuelas son un taller avanzado también en eso. El primer día que di clase, una veterana me dijo cómo controlar mis clases. “Humillación,” dijo. “Es lo único a lo que tienen miedo. Avergüénzalos. Anima a otros niños a que los avergüencen también”. Un amoso iniciado de la escolarización moderna, de allá por la época posterior a la Primera Guerra Mundial (cuando el modelo se estaba consolidando), llamó a la escolarización gubernamental “la perecta organización de la colmena”. Este era H. H. Goddard, presidente de Psicología en Princeton. Goddard creía que las puntuaciones en los tests estandarizados, usados como un signo de tratamiento de privilegio, haría que las clases bajas se enrentaran con su propia inerioridad biológica. Sería como llevar unas orejas de burro en público. Exactamente la unción que cumple hoy la “educación especial”. El dolor de las infinitas humillaciones diarias desanimaría la reproducción entre los ineriores, pensaba Goddard. Charles Darwin insinuó esto con delicadeza, pero su primo hermano, Francis Galton, 19 N.d.. odo Vale.
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prácticamente lo había exigido en sus propios escritos a los políticos responsables de ambos lados del Atlántico. En 1930, el Departamento de Supervisión de la Asociación Nacional de Educación, un grupo que entonces gozaba del triuno de las lecciones sobre escolarización de la nueva Unión Soviética, declaró que el propósito principal de la escolarización debía ser el “uso eficiente de capital,” eso tan valioso que permitió que “nuestro inaudito poder de producción de riqueza se haya logrado.” Bueno, ¿cómo crees que esa idea se puso en circulación entre la gente de una organización presuntamente de izquierdas? ¡Vaya lío! Para el curioso, quizás quieras comprar el libro de Antony Sutton, Wall Street and the Rise of the Soviet Union.20 Piensa por un segundo cómo puede el “capital” volverse “más eficiente.” Por supuesto, ocurre cuando los consumidores realmente compran las cosas que el capital permite producir, y cuando los proyectos que son financiados por el capital reciben poca oposición pública. El capital unciona de orma más eficiente en ambientes sin oposición pública, donde el pensamiento crítico entre la gente corriente se encuentra en una condición primitiva, de orma que el público se convierte en un opositor incapaz. ¿Es tan diícil concebir un plan que pudiera ser dirigido mediante la misma institución – la escolarización – encargada del desarrollo del intelecto? No es casualidad que el símbolo del socialismo abiano sea un lobo con piel de cordero, ni que los abianos vinieran de las clases acomodadas de Inglaterra, no del populacho marginado (como a menudo era el caso de los socialistas revolucionarios). Este es un asunto de cierta importancia, aunque nunca expuesto a examen en las historias de los libros de texto. Donde el control industrial se conormaba con matar a las masas de orma brutal, los abianos, liderados por Beatrice Webb, pretendían matarlos de orma 20 N.d.. El título no es del todo correcto. Se refiere a Wall Street and the Bolshevik Revolution; Wall Street y la Revolución Bolchevique .
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bondadosa. De ahí que tengamos el Estado de Bienestar. Pero cualquiera que uera el método, los objetivos eran idénticos. Si la escuela sirve al capital, entonces debe ser una línea de producción donde los niños como materia prima son moldeados y abricados como clavos. Hacer al capital más eficiente requeriría que la acumulación de capital se concentrara en menos manos, no muy repartido entre el pueblo. Incluso si la clase media de la base de la sociedad estadounidense tiene también que ceder un poco. O al final, ceder mucho. Sesenta y seis años después de este extraño desliz del Departamento de Supervisión de la NEA, la Johns Hopkins University Press publicó en 1966 un libro, Gordo y mezquino, con noticias sorprendentes sobre nuestra ya bien escolarizada sociedad. El libro inormaba de que mientras la economía estadounidense había crecido enormemente durante la década de 1960, los salarios disponibles de la clase trabajadora no habían crecido en absoluto en 30 años. Durante los booms de los 80 y los 90, la capacidad adquisitiva había aumentado de orma abrupta para el 20 por ciento de la población, pero en realidad disminuyó para todo el resto en un 13 por ciento. Una vez incluida la inflación, la capacidad adquisitiva de una pareja de trabajadores en 1995 era solo un 8 por ciento más alta que la de un solo trabajador en 1905. El exorbitante descenso en la prosperidad pública durante 90 años de intensa escolarización obligatoria llevó a los padres del hogar al trabajo, dejando a los niños en los sistemas de gestión de la guardería y la extendida escolarización. A pesar de un siglo de discurso según el cual la escolarización es la cura para la riqueza injustamente distribuida, ha ocurrido justamente lo contrario. La riqueza estaba concentrada un 250 por ciento más a finales del siglo que a comienzos. La Antigua Orden Amish tomó un camino dierente. Hoy día un grupo de 150 000 personas – bastante próspero, aunque prácticamente sin escolarizar – que se mantiene unido
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por la religión y la cultura común, vino a los EE. UU. con poco más que la ropa a sus espaldas. En su libro Amish Enterprise, publicado en 1995, el autor Donald Kraybill, un especialista en la vida Amish y académico de la Universidad Johns Hopkins, dijo que los Amish... ...desafían muchos de los supuestos convencionales sobre lo que hace falta para entrar en los negocios. No tienen educación secundaria; no tienen formación especializada; no usan ordenadores; no usan electricidad ni coches; no tienen formación en cómo crear un plan de marketing . Pero los recursos que importan de la granja son: un espíritu emprendedor; una inclinación a asumir riesgos; innovación; una gran ética de trabajo; una reserva de trabajo familiar barata; y altos estándares de habilidad. No quieren que sus tiendas y sus fábricas aumenten de tamaño. Esto extiende el espíritu emprendedor abiertamente por todo el poblado.
Hay más. Los Amish son amosos por ser buenos vecinos, los primeros en orecerse como voluntarios en la gran comunidad no Amish en momentos de necesidad. Abren sus granjas a los niños de los suburbios y con recuencia educan a niños discapacitados del mundo no Amish a los que nadie más quiere. Cultivan tan bien y de orma tan rentable, sin usar ertilizantes ni pesticidas, sin tractores ni otra maquinaria compleja, que Canadá, Rusia, Francia, México y Uruguay los han contratado para que les ayuden a aumentar la productividad agrícola uera de los Estados Unidos. En el juicio Yoder contra Wisconsin (1976), los Amish lucharon contra el gobierno de Wisconsin para conservar su orma de hacer las cosas ante el asalto burocrático. Y aunque el allo parece un acuerdo en el que ambas partes salen ganando ligeramente, un examen más detenido no deja dudas acerca de quién ue el verdadero ganador.
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Harto del rechazo de los Amish a sus escuelas, Wisconsin buscaba obligar a los Amish a cumplir sus leyes seculares mediante su uerza policial. Los Amish se opusieron por estas razones: dijeron que la escolarización gubernamental se basa en el principio del separador mecánico de leche. Hacía girar la mente del joven hasta que tanto la estructura social de la comunidad Amish, como la estructura de la vida privada amiliar, estuvieran divididas de orma irreparable. La escolarización requería la separación de la gente de la vida diaria, dividía el mundo en disciplinas, cursos, clases, notas y proesores, quienes serían como extraños para los niños en todo salvo en el nombre. Incluso la religión, separada de la amilia y la vida diaria, era solo otra asignatura para el análisis crítico y la evaluación. Y la competición constante era destructiva, que deja una multitud de perdedores, humillados y odiándose a sí mismos, estando esto a años luz del compromiso universal que requiere la vida en la comunidad Amish. Como parte de algún acuerdo con Wisconsin, los líderes de la comunidad exigían lo siguiente: 1. Que las escuelas estuvieran a poca distancia de casa; 2. Que ninguna escuela uera tan grande que los alumnos tuvieran que ser clasificados en dierentes compartimentos y asignados a proesores dierentes cada año; 3. El curso escolar no se alargaría más de ocho meses; 4. Las decisiones importantes estarían bajo el control parental, no bajo el de los burócratas. 5. Los proesores contratados debían ser conocedores y comprensivos con los valores Amish y las ormas rurales;
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6. Se les debería enseñar a los niños que la sabiduría y el conocimiento académico eran cosas dierentes. 7. odos los estudiantes tendrían prácticas y ormación supervisadas por los padres. ¿Qué se puede aprender de Stanley y los Amish? Una cosa: desechar cualquier creencia en el concepto por el que el hombre de grupo describe algo real. Debemos darnos cuenta de lo que nuestras huellas dactilares y nuestra intuición anunciaban mucho antes del ADN: que no hay dos personas iguales, que todas las “medias” son mentiras, y que a nadie se le puede meter en números y gráficos. El uso de estos contra aquellos demasiado débiles como para resistir es la Cama de Procusto, traída a la vida moderna. Debemos abandonar la idea – y castigar a aquellos que la retengan – de que la gente corriente es demasiado estúpida, irresponsable e inantil para cuidar de sí misma. enemos que respetar nuestros documentos e ideas undadoras, aceptar que cada uno de nosotros tiene el derecho a vivir como él o ella estime conveniente, y que si la orma escogida significa el desastre para las corporaciones – como seguramente ocurriría con las ormas de los Amish y de los Stanleys de entre nosotros – aún así debería honrarse esa decisión.
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4 El aula de David Sarnoff
Una carta a mi director adjunto Querido Murray Murray,, me gustó nuestra charla del pasado viernes sobre la organización oculta del Distrito Escolar res de Manha Ma nhattan. ttan. Me sorprendist sorprendistee con tu franqu franqueza. eza. Espero que podamoss aprovechar podamo aprovechar esto para para interc intercamb ambiar iar algunas algunas ideas ideas (discretamente por supuesto), que pudieran ser de mutuo beneficio. Sé que la pedagogía pedagog ía oficial no perdona a aquellos que exponen sus secretos, así que teniendo en cuenta que me dijiste que esperabas trabajar aquí “siempre,” en lo que sigue he sido discreto en caso de que esto caiga en manos hostiles. He dejado mi propia presencia intacta, ya te darás cuenta. En primer lugar lugar,, no tengo ninguna intención de trabajar aquí siempre, y en segundo lugar, crecí en el Valle Monongahela cerca de Pittsburgh, en la época de la Segunda Guerra Mundial, y ese lugar medio irlandés, medio escocés, me enseñó (incluso en sus escuelas) a participarr de la lucha con participa contra tra los cana canallas, llas, los sin sinvergüenzas vergüenzas
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y la escoria, etiqu etiquetas etas que se ajust ajustan an a nues nuestros tros patr patronos onos comunes. Hace poco paseaba por el campus de Harvard en Cambridge, simplemente por pura diversión, y en aquella caminata localicé un panfleto colgado de un tablón de noticias de uno de los edificios, que tenía consejos para los estudiantes que pensaran en una carrera en la nueva economía internacional que, según predecía, estaba por llegar.. En primer llegar pr imer lugar, lugar, el panfleto p anfleto advertía de que el trabajo académico y los credenciales profesionales contarían menos en el futuro, y que un historial de habilidades que sugirieran aptitud contaría más. Esto parecía una forma de poner el cascabel al gato de los promedios escolares y las clasificaciones según los exámenes, delatándolos como los fraudes fraud es que que son, son, aunq aunque ue de la forma elíp elíptica tica trad tradiciona icionall de los charlatanes de cualquier lado. Esto atrajo mi atención, así que seguí leyendo. El panfleto identificaba nueve cualidades que el autor sentía que eran esenciales para una exitosa adaptación al mundo del trabajo por llegar, así que te pido, Murray, que dejes de lado temporalmente tu habitual apología de las descaradas escuelas del Distrito res y me permitas saber cuáles de las nueve son las prioridades del rico distrito escolar para el que trabajamos en la parte oeste de Manha Ma nhattan: ttan: 1. La habilidad para hacer preguntas difíciles sobre datos, ya sea de libros de texto, autoridades u otras fuentess “expertas.” En otras palab fuente palabras, ras, ¿enseñam ¿enseñamos os dialéctica? 2. La habilidad para definir problemas de forma independiente, evitando la dependencia servil de las definiciones oficiales.
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3. La habilidad para echar un vistaz vistazoo a grandes grandes cantidades de información irrelevante y extraer rápidamente del fango lo que pueda ser útil. 4. La habilidad para conceptualizar conceptualizar.. 5. La habilidad para reorganizar información en nuevos patrones que permitan una perspectiva diferente de la habitual. 6. La posesión de una una mente mente fluida fluida a la hora de moverte entre diferentes modos de pensamiento: deductivo, inductivo, heurístico, intuitivo, etc. 7. Facilidad en la colaboración con el compañero o en equipo. 8. Habilidad para la discusión de asuntos, problemas o técnicas. 9. Habilidad en retórica. Convencer a otros de que tu dirección es la correcta. Ahora, desde Ahora, desde donde estoy estoy,, y he estado en el Distrito res durante casi tres décadas, no enseñamos ninguna de estas como norma. Y por una buena razón. Los estudiantes así instruidos destruirían la estructura de la escolarización conocida y todas las cómodas jerarqu je rarquías ías de las que algunos de nosotros dependemos. Solo piensa por un segundo acerca de la trasmisión de aptitudes. La gente de nuestra escuela viene mayormente de familias fam ilias de tra trabajado bajadores res pobres, pero hemos aban abandonado donado los programas de comercio y cocina, los deportes interescolares, las fiestas escolares, el arte y la música. No solo no pueden leer, escribir o contar muy bien nuestros niños; ahora no pueden clavar un clavo, lijar una tabla, usar una sierra, girar un destornillador, cocer un huevo, o encontrar formas de entretenerse y mantenerse sanos. En pocas aulas, mu muyy pocos prof profesores esores saben s aben cómo enseñar a los jóvenes alguna capacidad; pero en realidad, hacer esto esto
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ha de lograrse como una forma de sabotaje porque nunca sería autorizado por la autoridad. Cada desviación del protocolo prot ocolo esta estandarizado ndarizado debe ser refren refrendado dado num numerosas erosas veces, haciendo casi imposible enseñarlo correctamente, adaptarlo a personas, condiciones y oportunidades concretas. Ahora, Ahor a, para contrastar contrastar,, piensa en la escuela de David Sarnoff – la calle. Sarnoff, como encargado de la RCA, ha sido una fuerza principal durante el siglo veinte, aunque sus primeros días los pasó en un shtetl 21 en Rusia sin ser escolarizado. Pronto, tras su llegada a la ciudad de Nueva York con su familia, su padre murió de repente – dejando a David, a los nueve años, como sostén de la familia. En apenas cinco meses podía leer inglés lo suficientemente bien como para leer los periódicos, y hablarlo lo bastante bien como para lograr la subsistencia de la familia como repartidor de periódicos – medio centavo por cada periódico vendido vendido.. ¿Crees ¿Crees que que fueron fueron las clases clases de inglés de la escuela las que suscitaron tal capacidad? Cinco meses para una fluidez operativa. Sin escuela. ¿Qué te pare parece ce eso, Mu Murray? rray? A los cat catorce, orce, Sarnoff tenía su propio quiosco. Sin tiempo para obtener un título de secundaria, sus textos eran lo que el pequeño David leía en los diarios. Un día vio un anuncio de recadero en Marcon Ma rconii Wire ireless. less. Fue en seguida a la empr empresa esa sin pedir cita, irrumpió en la oficina del presidente sin previo aviso y pidió el trabajo. trabajo. Había quinien quinientos tos chicos en la cola para ser entrevistados, pero fue a David al que contrataron de inmediato. Aquí hay una lección, Murray. Ojalá nuestra escuela pudiera enseñarla. Esperar tu turno es a menudo la peor forma de conseguir lo que quieres. 21 N.d.. Antiguamente, era una villa o pueblo con una numerosa población de judíos, de Europ Europaa Oriental y Europa Central.
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Después de un año como recadero, Sarnoff aprendió por su cuenta telegrafía, igual que Andy Carnegie lo había hecho en Pittsburgh, incluso a una edad más temprana. Cuando la Radio Corporation of America se tragó a Marconi Wireless, estaba a la vanguardia de la tecnología que necesitaba, gracias a su autoaprendizaje. Veinte Veinte y tres años después, a los 39, era el presidente de la compañía. ¡¿Cómo pudo ocurrir sin tener diner dinero, o, conexio conexiones nes fam familiar iliares, es, un título de secundaria, o (¡buf!) un título universitario?! Suena como una telenovela o una historia de Alger. 22 Murray Mu rray,, no te atrevas a decir “aque “aquellos llos eran tiempos más sencillos” como si fueras un loro que repite algo que ha escuchado; aquellos eran tiempos mucho más complicados que esta yerma época que nos ha tocado, privada de significado humano por la corporativización de todo. A los nueve años, Sarnoff aprendió por sí mismo un trabajo; a los 14 un negocio; a los 39, la presidencia de una poderosa corporación tecnológica. Fue capaz de moverse tan rápido porque tuvo la oportunidad de pensar sobre asuntos serios antes de su octavo cumpleaños, y vivir una vida significativa antes de tener diez. uvo la oportunidad de añadir valor a su familia fam ilia y a su comu comunidad nidad ant antes es de los 15, y la oportun oportunidad idad de seguir después sus propios instintos y ambiciones. ¿Qué escuela conoce conocess hoy día que permit permitaa tal cosa? Si siguiéramos el mismo camino, la escuela dejaría de ser el proyecto proye cto de empleo empleo que realme realmente nte es. es. No puedes aprender por tu cuenta sin una fortaleza interior y una medida de seriedad, sin ocasión de estar solo, para tener una amplia experiencia con 22 N.d.. Se refiere al mito de Horace Alger, la clásica historia estadounidense “de mendigo a millonario” proveniente de las novelas de Horatio Alger.
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la gente y grandes desafíos. La mayoría de los que arbitramos la escuela somos engañados por rituales de comportamiento disciplinado, bonitas exhibiciones de pasillo y notas de exámenes. Si supiéramos qué esperar, estaríamos horrorizados y cabreados por los destinos vacíos en los que esta pérdida de tiempo valioso nos coloca.
La máscara de la reforma escolar Visité recientemente una amosa escuela pública alternativa en el este de Harlem que recibió un montón de elogios en los últimos años. Fue undada y dirigida por una mujer célebre, Debbie Meier, una mujer con ama de ser sincera y directa. Conocía muy poco a la señora Meier en los diez años antes de que viera su colegio, y no tengo ninguna duda en decir que se merecía todas las cosas buenas que se decían sobre ella: era más lista que el hambre, dura como un clavo y generosa hasta decir basta. Pero al ver la escuela desde dentro durante unas pocas horas, era imposible no ver lo lejos que estaba de los estándares de excelencia, que no son muy diíciles de lograr – y que en su día eran comunes en las escuelas del siderúrgico Valle de Monongahela donde crecí. Ahí mismo podía ver cómo la amosa escuela del este de Harlem estaba restringida por las limitaciones amiliares, muchas autoimpuestas por el hábito, por la costumbre, por la alta de imaginación y por el distrito escolar también, supongo. La amosa letanía negativa de no puedes hacer esto; no puedes hacer aquello; hora de pasar a algo dierente; ya puedes tomarte el próximo examen seriamente, etc., sigue sana y salva en la amosa escuela. Supongo que nada de esto era cosa de Debbie, pero, siendo realista, tenía que operar dentro de una burocracia madura, muy consciente de lo lejos que le permitiría desviarse
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antes de que se la llamara del despacho de la dirección y uera castigada. Las limitaciones más asfixiantes son producidas por las raíces calvinistas tradicionales: desconfianza de los niños, desconfianza de los proesores, reticencia a arontar que la adolescencia es una patraña, miedo a quedar mal, miedo a sacar malas notas en los tests estandarizados y la represión de la imaginación – represión voluntaria – que el personal docente imponía a aquellos de sus compañeros que todavía no habían perdido su talento. ras esa visita me sentí atal. La escuela de Debbie era claramente un lugar mejor para los niños que las escuelas del Distrito res, y aunque David Sarnoff no hubiese desperdiciado su tiempo allí, tampoco hubiese tenido nada auténtico que orecer al señor Sarnoff. Lo que más me impactó ue el programa de servicio comunitario de la zona este de Central Park – el servicio comunitario era un requisito de asistencia, y algo que utilizaba mucho en mi propia práctica docente. Me había producido sorprendentes beneficios en todas las áreas del currículo. Era partidario de ello. Pero en esta amosa escuela – que matriculaba a estudiantes mayores de lo que era David Farragut cuando tomó el mando de un barco de guerra; mayores de lo que era Washington cuando aprendió trigonometría, topograía, arquitectura naval y ciencia militar – en esta amosa escuela se les asignaba a los alumnos a hacer servicio comunitario durante dos horas a la semana. Dos horas a la semana. ¿Quién en su sano juicio iba a querer que un quinceañero se dejara caer dos horas a la semana, con toda la contabilidad, la ormación, la supervisión y la molestia que ello requiere? Era una orma de trivializar atalmente el ideal de servicio, convirtiéndolo en una aena superficial para todos los interesados.
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El Informe del Comisionado Una vez, el director del instituto más rico del Distrito res – sabrás al que me refiero, Murray – me preguntó en privado si podría ayudarle a poner en marcha un programa para enseñar pensamiento crítico. Por supuesto, contesté, pero si lo hacemos bien tu escuela se volverá incontrolable. ¿Por qué iban a tolerar los niños enseñados a pensar críticamente y a expresarse de orma eectiva las tonterías que les impongas a la uerza? Ese ue el final de nuestra entrevista y del proyecto de pensamiento crítico. Murray, tú eres el único individuo que por voluntad propia me habló alguna vez sobre el sistema pedagógico, en los 26 años de proesión. El único. En las miles de horas que me he pasado en las salas de proesores y en las reuniones, ni una sola alma aparte de ti estuvo dispuesta a discutir nada proundo acerca de nuestras ideas sobre la pedagogía, nada que pudiera meterles en problemas. Por supuesto, ese vacío intelectual dice algo espantoso sobre la proesión que se ha tragado tu vida y la mía. Mi elicitación es una trampa que se encuentra en la siguiente cuestión: a finales de 1988, nuestro rico distrito estaba, según las estadísticas, en el último lugar según una sosa publicación del Comisionado Estatal de Educación, que parecía una guía teleónica. enías que manipular los números durante mucho tiempo para darte cuenta de lo que decía realmente, pero cuando lo hice, parecía decir que éramos el peor distrito escolar del estado de Nueva York, el 736º de 736, en ciertas categorías clave. Pero nuestra zona de la ciudad es mundialmente amosa, ¿no? enemos excelentes universidades, amosos institutos de investigación, museos, centros de arte, el mejor sistema de transporte de alrededor... ¿Qué es lo que está pasando? Sabes el desprecio que siento por las herramientas que se usan para clasificar al alumnado, pero en este caso voy a ser incoherente y a citarlas como medida del racaso del
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distrito escolar. En matemáticas y lectura de tercero, estamos los últimos. Solo estamos a nueve puestos del último lugar en escritura de quinto, en lectura de sexto, matemáticas y estudios sociales – y en séptimo tenemos una distinción en matemáticas y biología. Escucha, amigo; no podemos estar los últimos o casi los últimos de las 736 jurisdicciones escolares en tantas medidas sin ser pésimos, no solo malos. El último no es un nivel de racaso ácil de conseguir; ser el último es un acto original. La amilia Sarnoff hubiese dado las gracias a Dios por que el Distrito res no hubiese puesto sus garras sobre David. ¿Esta es la proesión en la que quieres estar “siempre”? Sobrepasa mi imaginación. Deberías estar avergonzado por cobrar, por malgastar las vidas de estos niños atrapados. He ido a muchas reuniones de la junta escolar buscando, como Diógenes, a un miembro de la junta o a un gerente honesto, a una persona que pareciera estar preocupada. Pero lo único que he visto han sido oleadas de autocomplacencia y una engreída indierencia por el surimiento que estábamos causando. Según el Inorme del Comisionado, el proesor promedio en nuestras escuelas ha estado ahí durante dieciséis años, una señal de estabilidad; pero la reposición de proesores está en un increíble 22% anual, ¡casi el más alto del estado de Nueva York! ¿Qué podría explicar tal anomalía? En algunos negocios, una reposición como esa causaría una reestructuración de la administración. Merma la confianza; hace que el colegio pierda su memoria. Pero aún así... Aún así, ¡tenemos todos esos proesores que se quedan también! ¿Por qué? Déjame decirte por qué. Los administradores de la escuela han creado un sistema de castas, en combinación con el sindicato de proesores. Ciertos proesores en cada una de nuestras escuelas han sido premiados con buenos programas, buenas aulas, buenos niños a cambio de su lealtad y su cooperación. El poder de otorgar estos privilegios
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aumentará atalmente si alguna vez obtenemos la así llamada remuneración en unción de los “méritos” (¿Quién decidirá esos “méritos” si no los acomodados administradores?). Estos avores son recompensas para aquellos que cooperan, estos privilegios se compran explotando a otros desgraciados proesores, a menudo los más recientes a los que se les deja con una carga de trabajo imposible y abandonan rápidamente la proesión. La situación que estoy describiendo es universal y constituye la píldora tóxica de las propuestas de méritos. El mérito desde luego NO iría a los merecedores – como un alumno, padre o ciudadano definiría el mérito – sino como lo haría un administrador escolar. Cuando el 22% de los proesores no aguanta más de un año, el sistema de castas que corrompe nuestras escuelas es parcialmente responsable. Nadie se molesta en preguntar a los 100 o 150 proesores que abandonan cada año por qué lo dejaron. Porque todo el mundo ya lo sabe.
La economía en la sombra de las escuelas Los proesores con acuerdos no constituyen la totalidad del empleo no productivo de las escuelas. Ha habido tal inflación de la administración, tanto visible como invisible, que desaía la imaginación. Por ejemplo, ¿qué te parece esto? La proporción alumno/proesor en nuestro distrito escolar está registrado en los inormes estatales como de 15:1, pero en cualquier lado el número de niños en una clase es de 30 o más: la mitad de toda la energía docente ha sido desviada a tareas administrativas de la economía en la sombra de la política del equipo directivo. Ninguna empresa saludable puede permitirse este grado de engaño. Es de los proesores a los que no se les unta con estos acuerdos no docentes de los que deberías preocuparte. Se vuelven amargados y cínicos. Encuentran ormas de vengarse, ormas de recortar su propia producción. Vosotros los administradores habéis creado un desastre untando con tratos
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a vuestros preeridos. No puedo eludir la conclusión de que ambos estamos envueltos en un proyecto de ingeniería social cuya misión es la de debilitar la mente de los niños y darles un mal carácter – todo escondido bajo la mojigatería que rezumamos en el día de visita de los padres. Escuché Esc uché a un director (un hombre hombre decente a su juicio, estoy seguro), decir a una un a gran audiencia que el daño ya se le había hecho a los niños antes de que llegaran a él en séptimo, y que su trabajo era aliviar el dolor y hacerles sentir bien mientras tanto, porque sus limitados uturos ya estaban predeterminados. ¿Puedes creerlo? ¡El caradura! No podría habérmelo inventado. ¿No es la unción de la morfina o el crack la de apaciguar el dolor? Pudiendo elegir entre esas sustancias y la escuela como analgésico, debes estar trastornado para elegir la escuela. Dos leyes del distrito en particular han destruido la capacidad para tener un pensamiento constante de los niños. La primera ue la decisión política, tramada en la Fundación Ford, creo recordar, de no controlar el comportamiento intolerable en el aula bajo el argumento de que la rustración hace que los inractores tengan una baja autoestima. Mientras se imponía esta ley (y después), se mantenía la retórica del comportamiento decente, como si nada uera de lo común estuviera sucediendo. Dime, ¿hay alguna dierencia con el Gran Hermano 23 que anunciaba el aumento de la ración de chocolate cuando se estaba reduciendo? El grado de insolencia que nuestra nación ha asignado a su gente corriente no sería posible a menos que en algún lugar de los centros de control no se hubiese decidido que el hombre y la mujer común debían ser despojados de su capacidad para rebelarse. Y también que se les podría mentir sin escrúpulos porque su dignidad no importaba. O sus vidas. 23 N.d.. El autor se refiere al Gran Hermano de la novela 1984, de George Orwell.
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Mientras se imponían estas condiciones para el caos, se estaba ormando una especie de selección donde las “mejores” clases (de la parte oeste liberal, lo que quiere decir solo las clases blancas) debían estar sujetas a estándares tradicionales. En cuanto al resto, el grupo de niños que se porta bastante bien, estaría compuesto por una mezcla de estudiantes violentos, inquietos y perturbadores solo hasta que uera posible p osible un nivel de instrucción rudimentario. Para liberar a los administradores escolares de la tediosa unción de ayudar a mantener el orden del lumpen proletariat 24. La alteración del aula se consideraba ahora, a nivel sistémico, un problema de mala docencia . En otras palabras, si te quejabas, o pedías ayuda, se te trataba Mirabil abilee dictu! 25 con desprecio y tu trabajo estaba en peligro. ¡ Mir La carga de la disciplina se desvaneció como responsabilidad administrativa. Y debido a que los niños, razonablemente pacientes, se enadan con la ineficacia del proesor en mantener el orden, muchos de los niños respetuosos se unían también a los desestabilizadores. ¿Eso te sorprende, Murray? Me refiero a la conexión entre causa y eecto. Otra decisión política destructiva ue el pro proyecto yecto de inscribir a a niños perjudiciales de otros distritos escolares, para esconder la reducción en la matriculación del Distrito res – ¡Un descenso en la población estudiantil causado por la mala reputación que había adquirido el Distrito res tras la primera ley! En 1984, después de caer a la l a tasa de matriculación más baja de cualquier distrito de la ciudad de Nueva York (10 000), se matricularon matricularo n 3000 niños medio locos. Era como verter los desperdicios de las prisiones cubanas en los Estados Unidos en la época de la crisis. Se tomó esta decisión radical sin ninguna consulta a los padres en absoluto, o a los proesores que debían 24 N.d.. érmino alemán acuñado por Karl Marx reerido a la porción de la clase social trabajadora sin ninguna utilidad en la producción producció n social ni utilidad para la l a revolución. 25 N.d. N.d... Del latín, “maravilloso “maravillos o de contar”. contar”.
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controlar a estos niños salvajes. Al incorporarlos a lo que eran unas clases apacibles, se desató el infierno, por supuesto. ¿Cómo se podría haber evitado? Los directores comenzaron comenzaron a cerrar con llave las puertas de sus oficinas. Rápidamente, el Distrito res se desmoronó al último puesto de la clasificación estadística de la ciudad. Después, ¡al último del estado! Qué película se hubiese hecho de aquello. *********** En 28 años de docencia, nunca he visto a un administrador aumentar los estándares de lo que esperamos de los niños, o de lo que esperamos de nosotros. No obstante, nos ahogamos en la retórica de las altas expectativas, que solo aquellos que llevan gorros de papel de aluminio tomarían en serio. El hecho de cambiar de directores es indierente a la calidad de la escolarización: unos son más gordos, otros son más chillones, unos son negros, otros blancos, unos hispanos, otros más viejos o más jóvenes – pero todos bailan al son de la misma extraña música de flauta que viene de arriba. Durante décadas he visto un triste desfile de hombres y mujeres hacer promesas desde la oficina del director y cada uno de ellos al final hizo algún movimiento en also que cabreó a sus gerentes y abandonaron. En todo ese tiempo solo un director, un hombre que se hizo con la plaza gracias a un acuerdo con mi mujer (el voto decisivo en la Jun Junta ta Escolar de aquel mom momento), ento), en el que aceptó reafirmar la independencia de la camarilla de influyentes chismosos y de otros que dirigían el distrito. En un solo año la moral de los proesores se disparó – junto a las medidas de realización – y el distrito se disparó del último en las clasificaciones de la ciudad a los mediocres puestos de en medio.
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Eso ue diícil de tolerar tolerar.. El tipo ue despedido por su insolencia ante sus superiores, despedido despedi do en una reunión pública a la que asistieron todos los políticos locales y los líderes de los clubes políticos, en la que desde el podio ue denunciado por un legendario político de la parte oeste, conocido en los medios como “la conciencia del ayuntamiento.” Ya ves, Murray, había demasiado en juego – no solo dinero, sino carreras, patrocinios y estatus ideológico – para permitir que realmente ocurriera algún cambio. Son los accionistas invisibles de la escolarización los que tendrían que aprobar los cambios, y solo en un cuento de hadas (o bajo circunstancias temporales especiales), puede ocurrir eso. Esto no quiere decir que los villanos de mi historia son malas personas; muchos son bastante decentes e inteligentes, como tú, Murray. Quiere decir que el objetivo de la ambición y la supervivencia siempre sobrepasa al compromiso por la excelencia. Es un problema antiguo. Los proesores de gimnasia y los de matemáticas llegan a directores y administradores porque tienen menos trabajo que hacer durante el día escolar, menos estrés, y pagan el menor coste emocional al hacerlo. ienen tiempo para barrer para casa. Mientras escalan la pirámide, se rodean de amigos leales que actúan como parachoques, siempre cautos de incluir portavoces de cualquier interés especial que pudiera alterar esos cómodos acuerdos.
La escuela como narcótico narcótico ¿Qué hemos hecho, Murray? Rellenar pizarras y libros de ejercicios, poner vídeos, embutir sus cabezas con una inormación tan desconectada que incluso hemos descartado la idea de calidad. Y al bañar constantemente a los jóvenes en la pasividad, al ducharlos con órdenes insignificantes y timbres por su propio bien, hemos creado una undición undic ión donde orjamos
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hombres y mujeres incompletos. Los producto productoss de nuestra escuela salen solo con un débil entendimiento del pasado, con un vacío donde debería estar la comprensión; no tienen capacidad para visualizar el uturo. A todos y cada uno de los alumnos de secundaria de la ciudad de Nueva York se les enseña que Vietnam del Norte y Vietnam del Sur son un mismo país, dividido, y todos sus proesores lo creen también. Pero la verdad es que por miles de años eran tres países – y siendo solo obligados a estar juntos durante un breve periodo bajo la dominación rancesa. La civilización de los dos países del norte, Annam y onkin, proviene mayormente de China; la cultura de Vietnam del Sur, un país conocido como Champa, viene – como Camboya – de la India. Las dos regiones han estado luchando durante casi dos mil años. Como con los suníes y los chiíes en el país artificial abricado por p or los británicos llamado Irak, no hay “solución” al conflicto – solo violencia que se renueva periódicamente. ¿Por qué no sabes esto, Murray? u acreditación dice que eres “proesor de historia”. pero lo que enseñas es propaganda. Los niños de pesadilla son cosa nuestra, enermos por nuestra indierencia; algunos tienen la capacidad de curarse, la mayoría no. Estos son niños de pesadilla, digo: sin intereses vitales, son criaturas entrena entrenadas das para organ organizar izar su tiempo en ataques de entusiasmo y diversión, o para escapar del castigo. Los mapas que llevan del camino que tienen por delante son alsos. La crónica más curiosa sobre estos niños es la de las miles de horas que desperdician en las que no exploran, no juegan , no buscan oportunidades para su propio beneficio – sino que las pasan viendo a otra otra gente gente en la televisión, televisión, en los vídeos vídeos musicales musicales y en los videojuegos. videojuegos.
Los niños sensatos nunca harían eso – la vida de cualquiera es demasiado corta para aceptar tal ta l nivel de pasividad y antasía. A ver qué te evocan estas ciras: en las amilias en las que el marido y la mujer nunca se han divorciado, y donde
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la mujer no trabaja, el índice de audiencia – de la televisión y demás – cae a una décima parte de la media urbanita. La institución para la que tú y yo trabajamos crea adicción. Crea adicción en los niños a preerir las abstracciones pobres y las antasías aburridas en lugar de la realidad. A medida que me he ido haciendo mayor, he llegado a pensar que los buenos proesores son más peligrosos que los malos. Mantienen esta enerma institución con vida. Viejo amigo, he terminado. Voy a hacer circular esta carta por la nueva junta escolar con la esperanza de que pueda hacer pensar a algunos. No tengo la más mínima razón para pensar que lo hará, pero eso no me excusa de intentarlo.
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5 Héctor no es el problema
Lo dejo Durante mi trigésimo año como proesor en el Distrito res de la Comunidad Escolar, Manhattan, después de enseñar en los cinco institutos del distrito y batirme en duelo con un proesional administrativo tras otro mientras luchaba por deshacerse de mí; después de que suspendieran mi acreditación dos veces por insubordinación y de que encubiertamente me despacharan una vez que estaba de baja médica; después de que la Universidad de la Ciudad de Nueva York me pidiera que uera, por un periodo de cinco años, conerenciante en su departamento de educación; (donde quedé primero entre los 250 proesores de la acultad en las “Puntuaciones de los estudiantes de la acultad” cada año que estuve); después de organizar y producir la recaudación de ondos permanente más exitosa del colegio en la historia de la ciudad de Nueva York; después de ayudar a que una clase entera de octavo realizara más de treinta mil horas de servicio voluntario a la comunidad; después de organizar y financiar una cooperativa de alimentos dirigida por estudiantes, conseguir más de mil prácticas proesionales, y dirigir la recogida de decenas de miles de libros para la construcción de bibliotecas estudiantiles privadas; después de producir cuatro diccionarios hablados para ciegos, escribir dos musicales estudiantiles
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originales y crear una flota de otras iniciativas para reintegrar a los alumnos en una realidad humana más amplia – lo dejo. Fui Proesor del Año del Estado de Nueva York cuando ocurrió. Una acumulación de indignación y rustración que se hizo demasiado pesada es lo que finalmente acabó conmigo. Para probar mi resolución, mandé un breve ensayo al Wall Street Journal titulado Lo dejo, creo. En él, explicaba mis razones por las que decidí tirar la toalla, a pesar de no tener ahorros y no tener la más mínima idea de qué otra cosa podría hacer, a mis cincuenta y tantos años, para pagar el alquiler. El ensayo al completo dice así: La escolarización gubernamental es la aventura más radical de la historia. Mata a la familia al monopolizar los mejores momentos de la infancia y al enseñar la falta de respeto hacia los padres y el hogar. El proyecto al completo es egipcio, no griego ni romano. Nace de la idea teológica según la cual el valor humano es algo escaso, representado simbólicamente por la estrecha cima de la pirámide. Esa idea pasó a la historia americana a través de los puritanos. Encontró su presentación “científica” en la curva de campana, que dice que el talento supuestamente se reparte de acuerdo a alguna ley de hierro de la biología. Es una idea religiosa, y la escuela es su iglesia. Ofrezco rituales para mantener a raya la herejía. Proporciono documentación para justificar la divina pirámide. Sócrates previó que si la enseñanza se convertía en una profesión formal, algo como esto pasaría. El interés profesional está servido haciendo parecer difícil lo que es fácil; subordinando a los legos al sacerdocio. La escuela es demasiado importante como proyección de empleo, facilitador de contratos y protector del orden social como para dejar que se la “reforme”. iene aliados políticos para escoltar su marcha; esa es la razón por la que las
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reformas vienen y van sin que se vea muy alterada. Ni los reformadores pueden imaginar que la escuela sea muy diferente. David aprende a leer a los cuatro años; Raquel, a los nueve: en un desarrollo normal, cuando ambos tengan trece, no podrías decir quién aprendió primero – el margen de cinco años no significa nada en absoluto. Pero en la escuela, etiqueto a Raquel como “con dificultades para el aprendizaje” y freno un poco a David, también. Por un sueldo, le enseño a David a que dependa de mí para decirle cuándo tiene que seguir y cuando parar. No dejará atrás esa dependencia. Identifico a Raquel como mercancía de oferta, carne de cañón de “educación especial.” Estará encerrada en su sitio para siempre. En treinta años de enseñar a niños, ricos y pobres, casi nunca me encontré con un niño con dificultades para el aprendizaje; tampoco me topé casi nunca con uno dotado y talentoso. Como todas las categorías escolares, estos son mitos sagrados creados por la imaginación humana. Derivan de valores cuestionables que nunca examinamos porque preservan el templo de la escolarización. Ese es el secreto tras los exámenes de respuestas cortas, los timbres, los bloques de tiempo uniformes, la evaluación por edad, la estandarización, y todo el resto de la religión escolar que castiga a nuestra nación. No hay una forma correcta de educarte; hay tantas formas como huellas dactilares. No necesitamos profesores autorizados por el estado para hacer que la educación tenga lugar – la autorización probablemente garantice que no lo haga. ¿Cuántas pruebas más son necesarias? Los buenos colegios no necesitan más dinero ni un curso más largo; necesitan elecciones de un verdadero libre mercado, una diversidad que hable a cada necesidad y asuma riesgos. ampoco necesitamos un currículo nacional ni
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una evaluación nacional. Ambas iniciativas surgen de la ignorancia de cómo aprenden las personas o de una indiferencia intencionada. No puedo enseñar más de esta forma. Si saben de un trabajo donde no tenga que hacer daño a los niños para ganarme la vida, háganmelo saber. El próximo otoño estaré buscando trabajo.
Envié mi breve ensayo en marzo, y me olvidé. En algún momento, debo haber recibido una nota diciendo que sería publicado según el criterio del editor. Pero si ue el caso, se me hubiese olvidado rápidamente, entre la multitud de sentimientos turbulentos que acompañaban mi propia lucha interna. Finalmente, el 5 de julio de 1991, conté hasta diez y lo dejé. Veinte días después, el Journal publicó el artículo. *********** Mirando hacia atrás a una carrera docente de treinta y un años llena de recompensas y premios, de alguna orma no puedo creer del todo que pasara tanto tiempo institucionalizado en la tierra. No puedo creer que se permita en absoluto la existencia de la escolarización centralizada como una gigante máquina de adoctrinamiento y de clasificación, que roba sus niños a la gente. ¿Ocurrió esto de verdad? ¿Fue esta mi vida? Que Dios me ayude. La escuela es una religión. Sin entender este aspecto de su misión sagrada, seguramente percibas de orma errónea lo que sucede allí como resultado de la estupidez humana, o de la venalidad o de la lucha de clases. odas están presentes en la ecuación; es solo que ninguna de ellas importa demasiado – incluso sin ellas, la escuela se movería en la misma dirección.
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La gente corriente manda a sus hijos a la escuela para que se hagan listos; pero lo que enseña la escolarización moderna es estupidez. La estupidez antigua solía ser simple ignorancia. Ahora se ha transormado en categorías matemáticas permanentes de estupidez relativa, como la de “dotado y talentoso,” “normal,” o “educación especial” – categorías en las que el aprendizaje se raciona por el bien del sistema y el orden social. La gente estúpida ya no es simplemente ignorante. Ahora son peligrosos imbéciles cuyas mentes deben ser condicionadas con abundantes dosis de desinormación, preparada comercialmente con el objetivo de tranquilizar. La nueva estupidez es particularmente mortal para los niños de clase media y media-alta, a los que las presiones por adaptarse, impuestas por el mundo a sus ligeramente arraigados padres, ya les han hecho superficiales. Cuando estos niños se convierten en adultos, saben con certeza que deben saber algo, porque sus títulos y sus acreditaciones así lo dicen. Permanecen convencidos de esto hasta que un divorcio inesperadamente brutal, un recorte de plantilla corporativo o ataques de pánico provocados por algún sinsentido consiguen descomponer el precario equilibrio de sus vidas adultas incompletas. Alan Bullock, el historiador inglés, dijo que la maldad es un estado de incompetencia. Si tiene razón, entonces nuestra aventura escolar llenó el siglo veinte de maldad. Una vez que a los mejores niños los ractura tal sistema, se desintegran moralmente, volviéndose dependientes de la aprobación del grupo. Una becaria de la National Merit Scholarship Program de mi propia amilia en su día escribió que su sueño era ser “una pequeña parte de una gran máquina.” Me rompió el corazón. Lo que los niños atontados por la escolarización no pueden hacer es pensar por ellos mismos o estar tranquilos mucho tiempo sin volverse locos; los estupidizados niños y niñas revelan su dependencia de muchas ormas y son ácilmente explotados por sus mayores más inormados.
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Si crees que no se puede hacer nada por los tontos excepto la bondad, porque se debe a la biología (el modelo de la curva de campana); si crees que los opresores capitalistas han arruinado a los tontos (el modelo neomarxista); si crees que la estupidez refleja una fibra moral depravada (el modelo calvinista), o que es la orma que tiene la naturaleza de inhabilitar a los bobos para la lotería reproductiva (el modelo darwinista), o la orma en que la sociedad te provee de alguien que limpie tu aseo (el modelo pragmático-elitista), o que es una prueba de mal karma (el modelo budista); si crees cualquiera de las explicaciones dadas para la posición de los tontos en el orden social, entonces estarás obligado a aceptar que es necesaria una enorme burocracia para abordar el problema de los tontos. De otra orma nos asesinarían mientras dormimos. La posibilidad de que no exista gente tonta en cantidades suficientes que justifiquen tantas proesiones dedicadas a ocuparse de ellos puede parecerte increíble. Pero es mi propuesta: la estupidez a gran escala primero tuvo que imaginarse. No es real.
Héctor, el domador de caballos. Mira a Héctor Rodríguez, de trece años, como lo vi yo por primera vez un río día de noviembre: menudo, de piel color oliva, bajo, con enormes ojos negros, su cuerpo retorcido de orma acrobática en un intento de burlar la entrada de la pista de patinaje de la parte norte de Central Park. Conocía a Héctor desde hacía unos meses, al haber sido proesor suyo, pero hasta ese momento nunca lo había visto realmente, ni lo hubiese visto entonces si no hubiese sido por el desconcertante misterio que me orecía: se estaba colando con una entrada completamente pagada en su bolsillo. ¿Estaba loco? Al ver a Héctor apretado entre las barras de la puerta giratoria de seguridad, grité: “Héctor, idiota, ¿por qué te cuelas?
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¡ienes un tique! Me miró de una orma que decía, “¿por qué gritas? Sé lo que hago.” Realmente parecía oendido por mi alta de comprensión. Héctor estaba realizando un experimento para contestar a una pregunta simple: ¿Podría derrotar a las barras giratorias del torno automático? ¿Qué manera más segura de averiguarlo que hacerlo con un tique pagado en la mano por si le pillan? Más tarde, mientras buscaba pistas en los registros escolares para entender a este chico, descubrí que, en este breve periodo de tiempo en la tierra, había desarrollado un extenso registro como ugitivo. A pesar de que ninguno de sus delitos le hubiese hecho merecedor de más de una azotaina cien años atrás, ahora ayudaban a sostener el imperio de los servicios sociales. Cuando ocurrió este incidente, Héctor iba a una de las escuelas públicas peor valoradas del estado de Nueva York, parte de un selecto grupo amenazado con ser tomado por los supervisores estatales. De las trece clases en el curso de Héctor, nueve estaban mejor valoradas que la suya. Héctor era un salmón exhausto nadando contracorriente en una corriente embravecida que amenazaba con borrar del mapa su dignidad. Habíamos desatado el torrente al asignar a alrededor de unos once mil niños a cinco categorías estrictas: “dotado y talentoso con honores”; “dotado y talentoso”; “progreso especial”; “normal”; y “educación especial”. (Los niños de esta última tienen un valor en eectivo tres veces más alto que los otros, y proporcionan un genuino incentivo para encontrar deectos destructivos donde no existía ninguno). Héctor pertenecía a la desaortunada categoría llamada “normal,” y se dividía en aún más subcategorías etiquetadas como A, B, C y D. Lo peor de lo peor, por encima de la educación especial, estaba en el normal D. Aquí es donde estaba Héctor. Ya que la educación especial era una cadena perpetua de ostracismo
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y humillación a manos de sus colegas, podríamos llamar a Héctor incluso aortunado de estar en normal, aunque siendo normal D, estaba suspendido en esa fina capa de misericordia justo por encima de los verdaderamente condenados. Las puntuaciones en los tests estandarizados le pusieron alrededor de tres años por detrás de la mitad del grupo. No es que llevara las de perder; es que estaba criando malvas. Poco después de encontrar a Héctor allanando la propiedad, ue arrestado en una escuela primaria próxima con una pistola. Era una pistola de mentira, pero a los secretarios y al director de la escuela les pareció muy real. A Héctor le habían dejado salir esa mañana por las vacaciones de Navidad, momento en el cual salió pitando hacia su antigua escuela primaria (donde todavía había clases), con la intención de liberar a los niños más pequeños, liberar a los esclavos como un diminuto Espartaco. Me enteré de esto cuando, en la fiesta de Navidad del personal, el director vino a donde estaba acampado junto a la ensalada de patatas y gritó: “Gatto, ¿qué me has hecho?”. Viajemos un año en el uturo: Héctor es estudiante de primer curso del instituto. En su segundo boletín de evaluación, ha suspendido todas las asignaturas y se ha ausentado lo suficiente como para que uera citado por absentismo escolar. ¿Puedes ver a Héctor retratado por estos implacables registros escolares? Pobre, pequeño para su edad, miembro de una minoría, la gente importante no le presta atención, tonto en una clase de supertontos, intruso estraalario, pistolero, un racaso total en el instituto. ¿Puedes ver a Héctor? Seguro que piensas que sí. ¿Cómo no? El sistema hace que sea muy ácil clasificarlo y predecir su uturo. ¿Qué hace la sociedad con sus Héctor? Este es el chico, multiplicado por millones, con el que la gente de la escuela se desesperaba en cada década del siglo veinte. Este es el chico que destruyó la misión académica de la escolarización pública americana, convirtiéndola en una operación de almacenamiento,
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una clínica de ormación conductual y el ajuste de la actitud. Cuando el Christian Science Monitor hizo un documental sobre mi clase y la de Héctor, el director le dijo a los realizadores: “Claro, el sistema apesta, pero John no tiene nada con que reemplazarlo. Y por muy malo que sea el sistema, es mejor que el caos”. ¿Pero es realmente el caos la única alternativa a un sistema opresivo? Se le ha vendido la idea al país de que Héctor es el problema de la escolarización moderna. Este error de percepción es el demonio al que nos enrentamos, bajo sus numerosos disraces y tras su transormativa retórica. La escolarización obligatoria en sí misma ue concebida como la vanguardia en una guerra contra el caos, el comienzo del esuerzo por mantener a Héctor y a los de su tipo bajo custodia protectora. La gente importante cree, con el ervor de los anáticos religiosos, que la civilización puede sobrevivir solo si continuamente se repelen y se encierran los impulsos irracionales e impredecibles de la naturaleza humana, hasta que su demoníaca vitalidad esté debilitada.
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6 El Camino de Santiago
Realimentación Déjame conesarte que desde el principio estoy en la junta de asesores de una organización llamada V-Free America. Como proesor, descubrí que los niños que me ponían de los nervios eran siempre los que veían mucha televisión. Su perfil de comportamiento no era genial. Los niños adictos a la televisión eran irresponsables, inantiles, mentirosos, mezquinos entre ellos; sobre todo parecía que no tuvieran ningún propósito propio en el que apoyarse, como si al consumir tantas historias ficticias, al exponerse a tantos hombres y mujeres que pretendían ser otra persona, al escuchar a tantas hamburguesas parlantes y tantas explicaciones de cómo uncionan las cosas (patrocinadas por empresas petrolíeras y consejos de productos lácteos), hubiesen perdido la capacidad de comportarse con integridad – de madurar. Es casi como si al robarles el tiempo que los niños necesitaban para escribir sus propias historias, la televisión – como la misma escuela – hubiese empequeñecido sus espíritus. Cuando aparecieron los ordenadores, vi que a menudo agravaban el problema. Potencialmente, eran algo mejor, debido a su capacidad de orecer interactividad, pero la mayoría de usuarios que vi se regodeaban en el porno, en juegos en los
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que jugaban contra programas, no contra otras personas, y muchas actividades públicas que solo requerían consumo, no un comportamiento activamente comprometido. Incluso con Internet vi lo ácil que era cruzar la línea hacia un estado pasivo a menos que se ejerciera una buena disciplina, y sabía por experiencia lo diícil que era eso de conseguir. Al tratar de buscar una hipótesis apropiada con la que abricar antídotos al daño hecho, abandoné rápidamente el sermoneo como solución. Cualquier cosa que se pudiera decir en contra de la televisión, los juegos, Internet, y el resto de cosas, se les había dicho a los niños tantas veces que sus mentes ya se negaban a escuchar tales palabras. El alivio tendría que venir de otra parte; si estas cosas eran realmente malas como yo creía, si hacían disminuir el intelecto y corrompían el carácter como yo sentía, tendría que encontrar la solución en la tendencia natural de los jóvenes a mantenerse activos físicamente, no a sentarse, antes de que suprimamos ese deseo con el encierro en las sillas del colegio y con lisonjas comerciales para ver a los intérpretes en lugar de interpretar ellos mismos. El mecanismo maestro para hacer daño era la represión de los circuitos naturales de realimentación que nos permiten aprender de nuestros errores. Alguien que trate de aprender a navegar solo en una pequeña barca inevitablemente virará demasiado a la derecha y demasiado a la izquierda cuando navegue con el viento, cuando el destino esté justo delante, pero la práctica corregirá ese error de principiante porque la realimentación instruirá la reacción y la decisión del marinero. En el campo del dominio del discurso, con todos sus ritmos y sintaxis complejas, una infinidad de tonos y tonos de dicción, la variable más decisiva es el tiempo que pasas practicando. Y en ambos ejemplos, cuando más exigente es la situación, más rápido se alcanza la competencia. La razón principal por la que las burocracias son tan
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estúpidas es porque no pueden responder de manera eficiente a la realimentación. Piensa en la administración de la escuela, obligada por ley a seguir normas que se hicieron hace mucho tiempo y muy lejos – como si las situaciones humanas ueran tan predecibles que pudieran ser codificadas. La administración se oende con la realimentación de los padres, proesores, alumnos o con la crítica externa, porque su cohesión interna depende de normas, no de un toma y daca. La absoluta necesidad de realimentación de todas partes al educarte, (incluso sobre tus propios enemigos), me obligó a observar detenidamente de qué orma tan estricta se les daba órdenes a los alumnos – de una orma que hacía poco uso de sus habilidades innatas para crecer mediante la realimentación. Suponía que, al recuperar este circuito biológico natural, las horribles muestras de comportamiento enermo, debido a los medios de comunicación, se reduciría entre mis alumnos. Y estaba en lo cierto. Ya tienes la inormación que necesitas para entender lo que hizo dierente a mi Currículo de Guerrilla de los enoques “alternativos” comunes – su objetivo era la inactividad (e incluso la actividad que no involucre la realimentación de orma significativa). Suficiente actividad, por sí misma y dirigida en cualquier dirección, haría que los niños redujeran el tiempo gastado en quedarse mirando cajas iluminadas. Mi uerte corazonada era que las expresiones inantiles de los niños tienen poco que ver con el contenido de la programación de los medios de comunicación, y mucho que ver con un cálculo atídico en el que se sustrae la experiencia real de las vidas de los jóvenes, y se suma en su lugar una experiencia simulada. Me disponía a movilizar a mis alumnos a descubrir que el compromiso cara a cara con la realidad era más interesante y gratificante que ver el mundo preempaquetado de las pantallas de los medios. Mi objetivo era ayudarles a desechar la vida de espectadores que se les había asignado, para que pudieran
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ser actores. No podía decir a nadie del mundo escolar lo que estaba haciendo, pero hice arduos esuerzos por reclutar a los padres como participantes activos. Igual que Shen Wenrong inringió muchas leyes para llevar la planta de acero de Phoenix a Shanghai tres veces más rápido de lo que los ingenieros alemanes lo hubiesen hecho, inringí muchas para poner en práctica este Currículo de Guerrilla. Desde el principio oreció resultados esperanzadores. Zambullir a los niños en las estresantes pero estimulantes aguas de la vida real – mandándolos en expediciones por todo el estado, abriéndoles el sistema judicial a sus demandas, y la economía a sus negocios, llenando los oros de discusión con sus discursos y acción política – les hizo darse cuenta, sin sermones, de cuánto de su tiempo, por norma general, estaban desperdiciando sentados en la oscuridad. Y a medida que arraigaba esa comprensión, su dependencia de las casas de muñecas electrónicas disminuía.
El Camino de Santiago. Una importante inspiración para este currículo transormativo vino de un camino de peregrinaje medieval por el norte de España llamado el Camino de Santiago. Cada año miles de personas bien educadas, y a menudo expertos, de todo el mundo, caminan cientos de kilómetros a lo largo del camino hasta el lugar de entierro del apóstol Santiago en Santiago de Compostela, una ciudad al noroeste de España. La costumbre empezó hace mucho tiempo, pero en la época moderna ha ido adoptándose cada vez más por gente no religiosa en el sentido habitual, más bien gente moderna enajenada por la presión de la vida actual. Hacen el peregrinaje para construir una nueva relación consigo mismos, para sentirse autosuficientes, estar cerca de la naturaleza, disrutar de la historia y la cultura y tener tiempo para pensar en las cosas.
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Mi suposición era que si la televisión y los ordenadores habían enajenado a mis chicos de sí mismos, de sus amilias, de la naturaleza, quizá un peregrinaje similar podría ayudarles a encontrar la orma de regresar. Actuando en conspiración con los padres que estaban tan desesperados como lo estaba yo, mandé a mis alumnos de 13 años a un viaje a pie, y solos, a través de los cinco distritos de la ciudad de Nueva York. Unos caminaron la circunerencia de Manhattan, una distancia de 48 kilómetros; otros caminaron por los dierentes barrios, comparándolos, creando perfiles de la gente y los negocios de cada uno según las pistas de su vestido, habla, arquitectura, arreglos de las ventanas – integrando estas observaciones de primera mano con entrevistas e investigación en la biblioteca (que en gran parte puede encontrar en Google hoy día). Algunos niños cartografiaron Central Park en sus dierentes aspectos, algunos cartografiaron grandes campus universitarios, distritos comerciales, iglesias, museos – algunos invadieron tales departamentos gubernamentales como la junta de educación o la comisaría de policía, pero no en excursiones escolares. De orma individual. Describían y analizaban lo que veían ahí, redactaban olletos de guía para otros, intentaban dominar el carácter y la utilidad de estos lugares. A nadie se le obligaba a hacer una expedición solo, aunque eso era lo que producía el máximo valor. Pero durante todo el año escolar había una oerta en pie disponible para que cualquiera pudiera cogerse uno o dos días (o diez, aunque eso requería más astucia para superar la burocracia) para explorar algo sin venir al colegio – siempre y cuando estuviese dispuesto a caminar solo y a comprometerse con algún área de estudio.
Una guía de Islandia para el visitante Debido a que mi yerno es islandés, estaba entusiasmado por aprender lo que pudiera acerca de esa cultura remota. Y
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haciendo una investigación privada me topé con otra uente rica en inspiración para el currículo que estaba creando sobre la marcha. Islandia tiene una guía turística maravillosa que alguien me dejó, A Visitor’s Key to Iceland . Este libro único sigue cada camino de ese país, paso a paso, trayendo la tierra misma y todo su entorno construido completamente a la vida: se piensa que dos cores de plata están escondidos en esta colina. Aquí un puente que se derrumba permitió a un asesino escapar – ¡Y probó su inocencia! En esta uente termal un amoso orajido cocinó su carne. Por allá hay una granja cuyos residentes se negaron a dar cobijo a una mujer embarazada – y ueron enterrados vivos por un desprendimiento esa misma noche. Esto es historia en su máxima expresión, animándolo todo, dando intensa vida a las líneas abstractas del mapa o a las palabras de un libro de historia. Con ese modelo como mi ejemplo, los niños crearon guías de los puntos más seguros de Manhattan donde esconderse cuando hacían novillos, de las mejores pizzerías de Manhattan (y de las peores también), de la arquitectura de los edificios de apartamentos de arenisca en un radio de diez manzanas, de las piscinas de barrio de los cinco distritos (pocas y distantes, pero suficientes para una maravillosa guía comparativa, repleta de análisis sociológicos de sus contextos culturales y clientela). Muchos experimentos suponían obtener el conocimiento oculto y los puntos de vista de los hombres y mujeres mayores, aquellos encerrados en el hogar, y aquellos que pasaban su tiempo sentados en los bancos de Riverside o de Central Park. Una vez estaba en progreso esta transormación orientada a la producción, la luz de las resplandecientes pantallas perdió algo de su encanto; no es ni de cerca tan gratificante ver a los actores en lugar de estar en acción tú mismo. La realidad, unida a un trabajo intelectual emocionante, crea circuitos de realimentación como para producir un crecimiento considerable en la mayoría de los jóvenes. anto que llegué a ver que los
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lisiados morales y conductuales que atravesaron la puerta de mi clase en septiembre, estaban bien en camino de convertirse en jóvenes interesantes y productivos para el siguiente mes de abril. No quiero ponerme la medalla por lo que debe haberse descubierto cuando vivíamos en cuevas – aceptar exigentes desaíos sin rodeos es una sine qua non del autodominio y de la competencia. No hay que ser un genio. La sorpresa más grande para mí ue lo ácil que era esto de conseguir, no hacía alta ni talento ni dinero; cualquiera podría copiar mis resultados. No voy a negar que es un duro trabajo intentar apañármelas con 130 niños al año, pero se gasta mucho esuerzo en encontrar ormas de evadir la influencia de la administración escolar. En un sistema más simpático con el aprendizaje (y menos con el control social) la emoción de hacer el trabajo sobrepasaría de lejos el esuerzo requerido. Y, por supuesto, si todos en la sociedad estuvieran en sintonía acerca de la necesidad de desarrollar el intelecto y el carácter de los jóvenes (no encadenándolos encadenándolos a una piedra), piedra), el trabajo sería...pan comido. Con el paso de los años, mis alumnos pusieron en marcha tantos proyectos útiles y recibieron tantos elogios y premios que me encontraba colmado de premios del establishment escolar, que no tenía ni idea de cómo obtuve tales resultados. Cuando trataba de explicarles a los comités de adjudicación lo poco que tenía yo que ver con los logros, sospecho que ue subestimado como una alsa modestia, pero ahora que ya no tengo nada más que probarme a mí mismo sobre quién soy, espero sinceramente que me creas. Quita tu bota de los cuellos cuell os oprimidos de tus niños, estudia sus necesidades y no las tuyas, no te dejes intimidar por los expertos, reconecta a tus niños con la experiencia primaria, despréndete del juego de ganadores y perdedores por un tiempo y obtendrás los mismos resultados que yo. Quizá mejores. Algún reloj interno hace tictac en cada vida, advirtiéndonos advirt iéndonos de que tenemos citas que cumplir con la realidad:
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verdadero trabajo que hacer verdadero hacer,, verdadera verdaderass habilidades que aprender,, verdaderas batallas aprender b atallas que luchar, verdaderos riesgos que tomar, verdaderas ideas con las que pelear. Y una desesperada necesidad de tener la muerte presente en tu imaginación, para no olvidar nunca lo corta e inevitable que es la saga de tu vida. Durante muchos años una diversidad de influencias externas – la televisión, los ordenadores y principalmente la escolarización gubernamental gubernamental – han conspirado conspirado para alejar a los niños de su urgente necesidad de estar de un lado para el otro. El resultado final ha sido una nación de chicos y chicas enadados, asustados, crueles, incompletos, en lugar de hombres y mujeres. Las personas sentenciadas a ser incompletas, incompetentes y temerosas encontrarán ormas de vengarse de sus vecinos, mientras continúan muriendo poco a poco en rente de una pantalla electrónica. Restaura lo que ha sido robado y los problemas del desarrollo de los niños del que nos advierten los expertos se esumarán, a medida que la inancia misma se perderá en las enermas mentes teutónicas que la engendraron. Desde el advenimie advenimiento nto de las aulas y las pantallas electrónicas, muchos de nosotros nunca maduramos. Desperdiciamos Desperdici amos demasiado de nuestro tiempo de prueba y error sentados en la oscuridad. Ser un ser maduro significa vivir con un propósito, tu propio propósito: se trata de dar la bienvenida a la responsabilidad como el alimento que requiere una vida grande; se trata de comportarse como un buen ciudadano – encontrar ormas de añadir valor a la comunidad en la que vives; se trata de luchar contra tus puntos débiles y de pereccionar el corazón, la mente y el espíritu – ninguna de estas propiedad de la multitud de espectadores. Enganchar el cuerp cuerpoo y la mente a las pantall pantallas as reduce el periodo de atención a rápidas opiniones organizadas por extraños; crea un antojo por constantes estímulos que la realidad realida d no puede satisacer. La violencia de un tipo o de otro es la orma más ácil de aplacar apla car el insistente hambre de estímulos que sienten
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los muertos vivientes. Y esa violencia incluye la violencia del sexo bizarro – el producto psicológico más importante que se vende en en Internet. Internet. El emigrant emigrantee ruso Pitirim Pitirim Sorokin, Sorokin, undador del departamento de sociología de Harvard, identificaba las culturas violentas, como la suya, con su insaciable antojo por la guerra, como las últimas etapas de las civilizaciones en declive terminal. En todas las sociedades en caída, el respeto a la obligació obligación n y a la amilia desciende junto con la compasión por los propios compañeros – para ser reemplazado por una preocupación por el entretenimiento, la diversión y la depredación. A pesar del bombardeo propagandístico totalmente calculado sobre la disminución constante en las tasas de delincuencia en años recientes, tenemos una tasa de crímenes violentos cuatro veces mayor en 1999 que la que teníamos en 1959. Cuatro veces el número de ciudadanos en prisión. Estos extraordinarios aumentos en los crímenes siguieron inmediatamente a la penetración de la televisión en nuestra cultura. Por muy proundo que parezcamos atrapados en estas adicciones antivida – estar unidos a la maquinaria maquinari a – terminar con ellas es, al menos ísicamente, tan simple como desconectarse. Enséñale a un joven adicto a la televisión que la vida es más interesante que su sustituto televisivo y que la naturaleza con el tiempo hará el resto – pero el término operante aquí es “enseñar” no “decir” decir”.. Muchas de mis reservas reser vas sobre s obre la televisión tel evisión se aplican también a las pantallas de ordenador. Cómo evitar convertirse en una extensión incompletamente humana de esta tecnología, mientras disrutamos disrutamos de este poder p oder trascendental de conectarnos de tantas nuevas ormas, independientemente de la intervención institucional, es el mayor desaío del siglo 21. Si nos deshiciéramos de dos de los cuatro años del instituto y usáramos el dinero para enviar a todos a hacer su propio Camino de Santiago, les ayudaría enormemente a enrentar ese desaío. No tiene por qué ser tan espectacular
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como el que George Meeghan, el desertor de tercer curso, hizo cuando ue solo desde ierra de Fuego a Point Barrow, Alaska, en la década de 1970. No tiene que ser un paseo en barco tan espectacular como el que dio la desertora del instituto ania Aebi en los 80, cuando navegó alrededor del mundo en un barco de 8 metros. Pero no hay absolutamente ninguna razón por la que cada chico y chica en Estados Unidos no deba tener un importante Camino personal como parte de su escolarización. Si el gobiern gobiernoo no lo hace por ti, debes hacerlo por ti mismo.
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7 Armas de instrucción masiva Solo el 31 por ciento de los titulados universitarios estadounidenses puede comprender completamente un artículo de periódico, bajando del 40 por ciento de hace una década.
– Comisión Nacional sobre el Futuro de la Educación Secundaria, agosto de 2006. El 35 por ciento de los jóvenes se arrepienten de su experiencia universitaria y no consideran que valga la pena ni el tiempo ni el dinero invertido; más de la mitad dijo que no aprendió nada útil.
– Wilson Quarterly , otoño de 2006.
Un hedor moral A los dieciséis años, un quinceañero rancés ciego llamado Jacques Lusseyran se convirtió en el jee de un grupo de resistencia clandestino de 600 personas durante la Segunda Guerra Mundial. Lusseyran organizó explosiones, asesinatos
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y otras ormas violentas de sabotaje para liberar a su país de los alemanes, una historia que cuenta en su autobiograía, Y se hizo la luz . En el capítulo cuatro, hablaba de su anterior escolarización, llamando a la experiencia del aula un desastre moral: ...existe tal cosa como el hedor moral y ese era el caso de la escuela. Un grupo de seres humanos que permanece en una habitación por obligación empieza a oler. Ese es literalmente el caso y con los niños ocurre incluso más rápido. Solo piensa en cuánta ira reprimida, cuánta independencia humillada, cuánta vagancia frustrada e impotente curiosidad puede ser acumulada por chicos de entre diez y catorce años...
Lusseyran ue capaz de asesinar a un gran número de hombres justo unos pocos meses después de dejar la escuela, “donde el mundo de la realidad, con todas sus cuestiones morales reales, estaba completamente ausente.” Nos convertimos en lo que contemplamos. Es algo para recordar, Columbine. 26
La escuela como arma La mayoría de los reportes sobre la escolarización son tan negativos que tienes que preguntarte cómo este ejercicio de pedagogía pasó siquiera el test de la edad con sus partes originales casi intactas. Debe producir algunos beneficios, pero cuáles son y para quién no está claro. Parece obvio que la escuela debilita la amilia, y de hecho todas las relaciones, pero quizás ocurre alguna compensación valiosa que, en conjunto, premie a personas tan radicalmente desconectadas el uno del otro y de ellos mismos. La escuela eleva 26 N.d.. El autor se refiere a la matanza que tuvo lugar en el instituto Columbine, en el que murieron 12 alumnos y un proesor.
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el ganar tan por encima de su aparente objetivo del aprendizaje que periódicamente ocurren escándalos públicos cuando la investigación revela que incluso los estudiantes de élite saben muy poco. Un siglo de prestar a nuestros hijos a completos extraños desde una edad temprana – para ser instruidos en qué no estamos muy seguros – ha hecho una importante declaración acerca de la cultura moderna sobre la que merece reflexionarse. Una amosa oda de Horacio considera los tormentos de la escolarización. Mosaicos en Pompeya ilustran dolorosos episodios de disciplina escolar. La historia del jinete sin cabeza de Washington Irving celebra la exitosa venganza sobre un insurible maestro. La canción inmortal de la época de la Primera Guerra Mundial, “Schooldays, schooldays, dear old golden rule days”, describe con aecto una relación entre el aprendizaje escolar y la “canción de la rama de nogal”. Una reciente película de Hollywood, Secuestrando a la Srta. ingle , trata sobre una proesora que es secuestrada por sus estudiantes, quienes la torturan ísica y psicológicamente. Existen numerosas páginas web que se especializan en ormas de interrumpir la rutina escolar. Por otra parte, raramente escuchamos a alguien atribuir su éxito al tiempo en la escuela. La idea de la escuela como un sitio peligroso está bien asentada ya, aunque la alarmante metáora del arma aplicada a hacer daño a los estudiantes no esté todavía extendida. Que la escuela puede, y de hecho inflige daño, no es ya sorprendente, aunque precisamente cómo ocurre se comprende solo de orma impresionista. Y en absoluto se entiende el “por qué”. Este capítulo buscará precisar algunos aspectos específicos de la maquinaria disciplinaria. No será extenso – tendrás armas de tu propio arsenal que añadir – ni trataré de clasificar las que te dé en ningún orden ormal de importancia, casi todo dependerá de la naturaleza de tus propios niños. Pero me siento obligado a plantar de orma firme esta bandera mientras me quede tiempo – la escuela no es un buen lugar
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para tus hijos. Que sean recibidos por una multitud de amigos y ganen cada premio que orezca ese lugar, no cambia nada. Desde el primer mes de mi carrera de 30 años de proesor, me di cuenta de que el poder intelectual, el conocimiento creativo y un buen carácter estaba disminuyendo en mi clase y que de hecho había sido contratado precisamente para ese propósito. Era un uncionario de una enorme penitenciaría; las normas y los trámites eran los guardias.
Una fórmula personal En poco tiempo decidí sabotear el sistema como Lusseyran había saboteado el sistema Nazi, pacíficamente en la mayoría de ocasiones, pero, a medida que pasaba el tiempo y mi desprecio se intensificaba, también con pequeños actos de violencia. En el curso de la continua experimentación en base a la prueba y el error (tras la achada de ser proesor de “inglés”), me tropecé con una órmula para cambiar el destino de los alumnos, uno por uno, igual que se tiene que rescatar a las estrellas de mar encalladas. Requería reunir una biograía bastante precisa de cada uno de los estudiantes, desde el nacimiento en adelante, todas las personas clave, relaciones, experiencias, lugares, opiniones, logros y racasos. Los registros escolares y los recuerdos no eran lo suficientemente buenos, aunque a veces no había alternativa. La mejor inormación venía de los padres, abuelos, hermanos, hermanas, amigos y enemigos – cualquiera que pudiera proporcionar inormación privada a la emergente historia personal. Con un rico perfil a mano se podía coneccionar un curso personal a la medida de cada niño, preparándolo en colaboración con el estudiante, lo suficientemente flexible para permitir una realimentación constante para cambiar su diseño, algo que las escuelas no podrían hacer (ni lo harían si pudieran). Cuando crees en el determinismo – biológico, psicológico,
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sociológico o teológico (y las escuelas creen en todas esas en varios sitios y épocas), la misma idea de que la realimentación lleve al crecimiento debe mantenerse a raya. Con toda su leyenda de movilidad social y crecimiento intelectual, la escuela unciona por una creencia en el orden social – que todo es para bien, en el mejor de los mundos posibles. Una vez se creó el perfil, el segundo paso era añadir una parte de deseos y debilidades. Pedí a cada alumno que enumerara tres cosas sobre las que cada uno quisiera conocer para el final del año – esa era la parte de deseos – y tres debilidades que él o ella quisiera superar, deficiencias que conduzcan a la humillación (me pegan todo el tiempo) o alta de oportunidades (quiero ser modelo pero solo los niños ricos saben cómo presentarse para conseguirlo) – esa era la parte de las debilidades. No ejercí prácticamente ninguna censura y cualquier cosa que ueran las prioridades de los niños las convertí en mías. No consulté con ningún administrador escolar para establecer este programa, ni con ningún otro proesor – solo con los padres de los que obtuve su promesa de silencio. Sé que esto suena a una cantidad de esuerzo espantosa, y políticamente imposible en una gran escuela urbana, pero no lo ue: solo requería voluntad, imaginación, ingenio y determinación para pelear cada norma que se pusiera en el camino – igual que Shen Wenrong había hecho para mover la Phoenix. En mi avor estaba el hecho de que con este nuevo currículo, cada niño estaba motivado, trabajaba mucho más duro de lo que legalmente podría haberle pedido y buscó asistencia externa con recursos que ningún proesor podría igualar. Y ahora cada uno tenía por primera vez una razón personal para trabajar duro, una que era autoevaluable. Por mi parte, estaba decidido a averiguar de dónde había salido esta extraña institución, por qué había tomado la orma que tomó por todo el mundo en el mismo siglo, por qué ue capaz de apartar la vista de las uertes críticas y hacerse más grande,
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más cara y más entrometida en las vidas personales. Si dejas que tu imaginación trabaje sobre la institución, se acerca mucho más a un artículo de ciencia ficción utópica, ajena a las necesidades humanas, que a una respuesta a una demanda popular. Ya desde los primeros días de mi vida docente empecé un proyecto de investigación que suponía leer y discutir con miles de libros, muchos escritos de orma terrible y algunos bastante oscuros, viajar (hasta ahora) cinco millones de kilómetros alrededor del país y del mundo para observar, razonar y discutir sobre la escuela y que resultó hace unos años en un titánico libro, editado todavía, llamado Te Underground History of American Education. Una gran editorial me pagó una enorme suma de dinero para escribirlo (enorme para un proesor) y después se negó a publicarlo tras aplazar su lanzamiento al mercado durante un año. “Avergonzaría a los amigos de la editorial”, me dijo. Si te preguntas que podría significar eso, ten en cuenta que esta era también una de las tres mejores editoriales de libros de texto, aparte de su división comercial. De esta orma mis prácticas docentes eran dirigidas por una seria investigación por un lado, y por el otro, ejercicios de campo alrededor de la ciudad de Nueva York igualmente intensivos e intrépidos – ¡A veces hasta sesenta estudios dierentes en sesenta lugares dierentes! ¡Simultáneamente! Ya uera de orma individual, en pequeños equipos, o en grupo, las “Guerrillas Gatto,” como nos llamábamos, se infiltraban sin aviso (y sin permiso), en asambleas públicas, exhibiciones, audiencias programadas, subastas, juzgados, lugares de trabajo – donde quiera que se presentara la oportunidad. Hacíamos encuestas de opinión pública sobre cualquier tema posible – a menudo compitiendo con las organizaciones de noticias proesionales. Compañías de teatro ambulante (siempre más de una) hacían shows en escuelas de primaria, en estudios de interpretación, y en cualquier sitio en que uera posible la participación oral. Los objetivos generales eran muchos: independencia,
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autosuficiencia, planificación estratégica, un buen dominio de la alabetización activa de la oratoria y la escritura, coraje, curiosidad, capacidad para escribir el guión de tu propia vida. Un objetivo principal era el de examinar las barreras que crea la escolarización, que restringen la superioridad intelectual y conductual a un puñado relativo de su clientela. Producir un nítido inventario de las prácticas escolares que actúan para vetar el desarrollo normal – como el encierro involuntario, las asociaciones involuntarias, los timbres, los pases para el baño, las continuas competiciones llenas de insignificantes premios, la evaluación, y todo el resto, y discutiendo el origen de cada uno, resultó útil en cambiar la orma en la que los niños abordaban la experiencia escolar. Crecían dispuestos a asumir la total responsabilidad de educarse a sí mismos, a pesar de la escuela – en lugar de confiar en un ejército de extraños para que les hicieran el trabajo. Fue una revolución en su actitud.
Malas intenciones Había sido contratado como proesor de inglés, pero ya que no había nada que estuviera absolutamente excluido de orma racional y bajo mandato para incrementar la habilidad con la lengua inglesa, y ya que nadie prestaba mucha atención a lo que estaba pasando, si mis clases no eran excesivamente perturbadoras y los padres no se quejaban, ponía a examen las suposiciones públicas de la escolarización como parte esencial de lo que enseñaba. Sin siquiera afirmar realmente que la escuela es un lugar de malas intenciones, tenía la intención de demostrar a los alumnos y a sus amilias que los pobres resultados de la escolarización – en la competencia lingüística, por ejemplo – no eran inevitables, sino los resultados de trámites consagrados en la regulación y la ley. El sistema era undamentalmente el culpable, una conclusión a la que muchos habían llegado antes que yo, pero
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lo que no estaba tan disponible es la comprensión de que los sistemas incorporan nuevas ormas de deender su integridad interna. Ningún sistema permitirá un comportamiento desviado. odos los elementos obedecen directrices centrales o la lógica de la sistematización se desvanece. Se desalienta uertemente en cualquier sistema la corrección del curso a través de una realimentación directa, incluso si es ilegal. Al destruir las posibilidades de dialéctica interna, y escondiendo las operaciones de administración del escrutinio público, las escuelas se vuelven prácticamente inmunes al cambio. No es mi intención la de evocar conspiraciones oscuras; los hombres y mujeres que proveen de personal a la escolarización institucional son muy parecidos a aquellos de otras instituciones complejas – si ejercen una considerable libre elección se convierten en proscritos que deben ser castigados y las cosas que mejoran el rendimiento son apenas más bienvenidas que las que lo perjudican. Las desviaciones de un estado inmutable ponen en peligro la misión del sistema. Los gremios de artesanos medievales de metales preciosos, vidrio, abricación de velas, etc. eran muy parecidos a esto: se resistían uertemente a la innovación, a los proesionales independientes se les sancionaba – y se les excluía si persistían. Robert Michel, el pensador social rancés, investigó las burocracias hace más de un siglo y concluyó que, sin excepción, sus misiones nominales – deender al país, entregar el correo, recoger la basura, etc. – eran siempre secundarias a la misión principal: preservar la burocracia. En este sentido, la escuela es solo una de las tantas instituciones de la sociedad estadounidense modelada según un plan para conundir al público, uno que se implementó por primera vez en Esparta – la administración mediante ilusiones ingeniosamente planeadas. Nuestra economía ha arraigado en el engaño financiero. Se mueve de burbuja en burbuja de ormas que alegran
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los corazones de los especuladores al tanto de la órmula – crecimiento y crisis lo llama el público. Cuando crear burbujas es temporalmente inoportuno, se inventan guerras para rellenar el vacío de la burbuja temporal, aunque la destrucción indiscriminada de la vida y la propiedad ocasionada por la guerra puede verse como una burbuja en sí misma – como nuestras industrias de ensueño mundialmente amosas: el cine, la televisión y la música pop, solo otro entretenimiento con el que llenar el vacío de la vida moderna y darle sabor. En una nación cuya economía depende de la ilusión de las burbujas, ¿por qué debería ser dierente la institución escolar encargada de ormar a los jóvenes?
Carencias deliberadas En su inmortal libro, La riqueza de las naciones, Adam Smith – el filósoo escocés al que consideramos el padre del capitalismo con “C” mayúscula – dejó muy clara la distinción entre educación y escolarización. En ningún momento afirmó Smith que la educación tuviera nada que ver con la prosperidad nacional, sólo el libre comercio (competición sin trabas por normas excesivas) y la división del trabajo contribuían a ello. El rol de la educación, dijo Smith, era necesario para compensar las mutilaciones infligidas como consecuencia de esos mismos procesos que producen la riqueza. enemos que entender que los ambientes artificiales producidos por el libre comercio y la constante competición causan daños psicológicos de cuatro maneras: 1) hace a los trabajadores cobardes; 2) estúpidos; 3) perezosos; 4) indierentes a todo salvo a las necesidades animales. Solo la educación (él la llamó “escolarización educacional”) curaría las heridas de la comunidad y del individuo causadas por el capitalismo. Según el padre del capitalismo, la única dierencia entre los hijos de un filósoo y de los de un barrendero yace
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en la ormación que reciben. odos los niños, afirma, tienen talentos que nosotros asociamos con las amilias de la élite. odos. Esto es, hasta que la mayoría de los jóvenes son privados deliberadamente de “materia(s) para el pensamiento y la especulación.” Aquellos privados se vuelven “deormes,” incapaces de soportar la reflexión. Pierden la “capacidad de juzgar, incluso en lo que respecta a temas corrientes.” Podría haber estado describiendo a los niños de la escuela pública en 2009. El nuevo currículo que concebí hacia finales de la década de 1960 tenía la intención de contraatacar a la cobardía, la estupidez, la pereza y la indierencia. No tenía ninguna relación con las notas. El mejor trabajo que hice como proesor siempre consistió en las mismas prioridades: ingresar en una asociación personal con cualquiera que mostrara determinación para ser educado, después trabajar dentro de esa asociación para ayudar a cumplir objetivos específicos que el alumno establecía. A aquellos demasiado destrozados como para querer una educación, los escolarizaba. Con el paso del tiempo, una racción de aquellos se inspiraban en el ejemplo de compañeros con más iniciativa y querían dejar la rutina escolar también; otros eran incapaces de recuperarse. A estos los consolaba escolarizándolos como se escolariza a los niños de la élite: repitiendo largo y tendido. Adam Smith tenía razón. Entre los niños identificados como brillantes por las escuelas y aquellos identificados como estúpidos, apenas existía alguna dierencia salvo aquellas creadas por una carencia deliberada.
La casa de espejos En una de las extrañas ironías de la historia, el propio editor de Adam Smith, William Playair, reprendió a Smith por su inocencia. El orden social al que él y Smith pertenecían
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mantenía su unidad gracias a privar deliberadamente a la mayoría de la gente de la inormación que necesitaban para maximizar sus oportunidades. Si los secretos se hubiesen repartido promiscuamente, la escala de privilegio colapsaría, sus propios niños caerían de vuelta al estoado ordinario. Era impensable. La conocida expresión, “un poco de conocimiento es algo peligroso” ue una invención de Playair. La “correcta” escolarización enseña “negativamente,” nunca permite a los pobres de las clases trabajadoras a “leer lo suficientemente bien para entender lo que leen”. Puesto por escrito hace alrededor de 200 años, aquí está la receta de las escuelas que surimos normalmente. Playair argumentaba que la instrucción pública arruinaría la prosperidad nacional, no la mejoraría. Y quién va a decir que estaba equivocado mientras la prosperidad se calcule en dólares y centavos. “La educación de los niveles medios y bajos” debe dejarse de lado, para ser reemplazada con condicionamiento psicológico en hábitos y actitudes de sumisión, envidia, deseo y desconfianza en uno mismo, si el sistema capitalista ha de sobrevivir con todos los beneficios que aporta. “Unos conocimientos rudimentarios de aprendizaje son algo muy peligroso,” dijo, no porque la gente ordinaria sea demasiado tonta para aprender; justo lo contrario, son demasiado listos como para que se les deje aprender. Las personas se vuelven peligrosas cuando demasiados ven a través de las ilusiones que mantienen unida a la sociedad. Hace mucho tiempo en China, los emperadores de la prehistoria le habían dado un nombre a la filosoía de Playair. Se llamaba “la política de mantener a la gente tonta.” El único cambio que trajo el paso de los milenios en este punto de vista del liderazgo ue en la orma de un cambio de estilo – en la era moderna los líderes ya no hablan abiertamente sobre este gran secreto de la administración.
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El programa opcional de Lincoln Instituto Lincoln, ciudad de Nueva York, 1985. Un instituto público, a pesar de su elegante nombre, situado al lado de los planes de vivienda para los pobres, lejos del centro de la dinámica parte noroeste de Manhattan. La parte noroeste de Manhattan es amosa mundialmente, una zona de considerables logros, riqueza y poder. Cuna de la Universidad de Columbia; Fordham; Barnard; el Seminario eológico Judío; el Colegio de Maestros de Columbia; la Iglesia Riverside; el Lincoln Center; la Ópera Metropolitana; la Sinonía; el Museo de Historia Natural y la Sociedad Histórica. Limitado al este por Central Park, y al oeste por Riverside Park – uno de los grandes centros intelectuales de la tierra, aloja veintitantas escuelas públicas. Si la escolarización gubernamental tuviera la intención de triunar en algún lado, tendría que ser aquí, dentro de este microclima de riqueza, talento, gusto, ilustración y tradición liberal europea. Pero en la Escuela Intermedia 44 de la calle Oeste 77º, donde enseñé durante 16 años, pandillas de saqueadores deambulaban por los pasillos; tres violaciones tuvieron lugar en una sola semana; y grupos de bandidos de un instituto cercano golpeaban y robaban a otros estudiantes cuando les daba la gana. No se inormó nunca de algún suceso violento a la policía, nunca se emitió a los padres ninguna precaución general por la que la seguridad no pudiera ser garantizada. El olor moral de la burocracia institucional apestaba a pescado muerto en el Distrito Escolar res, un lugar que muchos creían era el centro moral del progresismo en los Estados Unidos. El Distrito res era una ciudad dormitorio para la televisión, el teatro y las artes, aunque explotaban petardos gigantes de orma aleatoria en el tranquilamente surrealista edificio escolar de la calle Oeste 77º, mientras en rente del colegio, a no más de treinta metros de él, los alquileres ascendían a más de mil dólares por habitación y mes, y seguían subiendo al doble (y casi al triple) por un estudio
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de una habitación. Hacia la década de 1980, cuando me trasladé al Instituto Lincoln, la administración central en el Distrito res estaba empleando una agresiva retórica de reorma. Se anunciaban nuevos programas regularmente: asociaciones con Columbia, Fordham, la Fundación Ford, la alcaldía y varias agencias ederales, y se puso en marcha un programa opcional, con la intención, se nos dijo, de incorporar a los alumnos al circuito administrativo, al darles parte en la toma de decisiones. Como a otros 700 proesores en el distrito, se me ordenó preparar un currículo de mi propio diseño para una selección. Iba a ser un estudio de la poesía épica desde Homero, pasando por Milton, hasta ennyson. El primer día que me reuní con mis cargos electivos, sus caras eran visiblemente inelices; al segundo, se hizo sentir la rebelión – claramente mi oerta no era del agrado de nadie excepto del mío. ¿Por qué habían elegido estar ahí? Pedí explicaciones por escrito: onya – No tuve elección. Decidieron por mí. Gloria – Me dijeron que viniera. Ni siquiera sabía lo que era. Por eso estoy aquí. Eddie – Yo quería útbol. La única razón por la que tengo esto es porque Dean lo eligió por mí. Francisco – Estoy aquí porque Dean dijo que tenía que estar. Jane – Dean dijo que esta era la única opción que podía elegir. anisha – Elegí esta porque Dean la eligió por mí. amura – Estoy aquí porque Dean me lo ordenó. Jose – Dean me puso aquí. George – No la elegí. Dean la eligió por mí. Bonnie – El director la elegió. Sunt lacrimae rerum et mentum mortalia tangent 27 27 N.d.. Cita de la Eneida de Virgilio. Una traducción aproximada sería: “hay lágrimas en las cosas y tocan lo humano del alma”.
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Desprecio En marzo de 2005, la Universidad de Indiana publicó un estudio sobre programas escolares antitabaco – que costaban a los contribuyentes enormes cantidades de dinero cada año. Solo Caliornia ha invertido más de 500 millones de dólares en este esuerzo. ¿Se ha gastado bien el dinero? Según el resumen del inorme impreso en el International Herald ribune del 24 de marzo de 2005, el autor principal, la doctora Sarah Wiehe, dijo que todos esos programas tienen una característica en común – todos racasan. “Puede ser,” dijo la doctora Wiehe, “que cualquier programa que se lleve a cabo en las escuelas cause desprecio a los estudiantes.” Querrás digerir esa conclusión lentamente, reflexionando sobre sus invisibles consecuencias. Mientras la escuela sea la forma de entrega, cualquier proyecto se toma con desprecio . Pero para la mayoría de nosotros, la escuela existe como la orja undamental del desarrollo intelectual. ¿Se está consiguiendo que el estudio mismo se tome con desprecio? Mientras se inormaba en la prensa europea acerca de ese estudio universitario, Janet y yo estábamos en una aldea rancesa única cerca de Limoges, llamada Oradour sur Glane. Un pueblo sin un solo habitante, con todos sus edificios intactos excepto la iglesia en ruinas que había sido incendiada el 10 de junio de 1944 por las uerzas militares alemanas en retirada, en la Segunda Guerra Mundial. Ese día todos los ciudadanos ueron asesinados menos uno – un chico de ocho años, Roger Godrin, que desobedeció a sus proesores cuando estos obedecieron las órdenes alemanas para llevar sus clases a la plaza del pueblo y a la iglesia. “¡Corre, corre!” les recuerda decir Roger, “¡no les hagas esperar!” Sin su desprecio hacia la escuela, lo que le llevó a huir y esconderse en su lugar, Roger hubiese sido reducido a cenizas con el resto.
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Irrelevancia ¿Por qué ha adquirido la escolarización tan mal olor? Parte de la respuesta radica en la naturaleza política de la escolarización masiva – una característica inherente a cualquier burocracia. No es tanto que los niños piensen en estas ideas abstractas, es la visión extendida entre los jóvenes de que la escuela no tiene que ver con ellos (ni con sus intereses, curiosidades y uturos), sino exclusivamente con los deseos de otras personas. La escuela está basada en los propios intereses de otros. ¿Qué más da hacer este examen u otro? ¿Hay siquiera algún motivo por el que cualquier persona joven con prioridades reales, ansiedades reales y preguntas reales, que necesiten respuestas, estuviera dispuesta a aceptarlo? ¿Cómo tratarías de orma personal con la afirmación, “¡no necesito saber nada sobre la orre Inclinada de Pisa!”? ¿Qué dirías? ¿Es posible que la queja esté bien undada? ¿Y qué hay de la naturaleza de la escolarización que permite que cualquier grupo en control político y todos sus rivales políticos importantes eliminen cualquier enseñanza que pudiera cuestionar sus propios privilegios, prácticas y creencias? La escuela no tiene otra elección sino limitar la libertad de conciencia y la de expresión a tal proundo grado que se abre una brecha entre los sermones mojigatos de la pedagogía (“buscar la verdad,” “allanar el terreno,” etc.) y la ea realidad de sus prácticas. ¿Necesitas que te lo demuestre? Eso espero. Lo haré con un riguroso ejemplo de Australia, con la esperanza de que no tengas problemas en trasladar el principio aprendido a América.
El ejemplo australiano Australia tiene un ecosistema tan delicadamente equilibrado que su salud o su enermedad se traslada rápidamente a cada estudiante de cada escuela. Debido a esa inevitable y omnipresente realidad, puede que imagines que la política
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gubernamental hacia el medio ambiente proporcionaría una materia analítica convincente al currículo de cada especialidad académica. Pero si piensas así estás completamente equivocado. Un ejemplo te mostrará por qué. Durante años, el gobierno de allí apoyó un proyecto para eliminar el césped proundamente arraigado, reemplazándolo con césped británico que enraíza superficialmente y que proporciona comida a las ovejas en una tierra inapropiada para las ovejas, pero donde hay una industria ovina políticamente poderosa. Las ovejas muerden la hierba de muy abajo; esto hace que la sal suba del subsuelo y se concentre en el mantillo – un problema significativo para los granjeros. Pero también ocurre algo igual de malo o peor: se vuelan enormes cantidades de tierra y contaminan los ríos. El agua cargada de tierra mata la población de peces y contamina las orillas de la marea donde la tierra se junta con el océano. Por todo el mundo esta orilla de la marea es el gran productor de peces, pero en Australia, con la línea costera más larga de la tierra, la zona de marea es la menos productiva de cualquier lugar, en parte como resultado del cultivo ovino en un entorno no apropiado para las ovejas. Hay más. El turismo, no la oveja, es la gran uente de ingresos de la nación. Entre sus vistas únicas se encuentra la Gran Barrera de Coral, una enorme montaña de coral que alberga una rica colección de la vida marina. Como la tierra de los ríos que fluye al arrecie ha aumentado, han muerto grandes secciones de coral, perdiendo sus característicos tonos rojo brillante, que al morir cambian a un desagradable gris. El turismo, que beneficia a todos los rincones del país, se ha puesto en peligro para satisacer al lobby ovino. El libro Colapso de Jared Diamond, acerca de los patrones históricos de colapso social, tiene un largo capítulo sobre Australia, que incluye una discusión sobre el impacto de las ovejas. Pero, dirás, ¿qué tiene que ver esta tragedia en curso con los asuntos escolares? Bueno, si la degradación de la economía
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en la que los jóvenes tienen que trabajar no se considera una materia apropiada para el estudio, es diícil ver por qué la orre Inclinada de Pisa sí lo es. La simple verdad es que las escuelas australianas nunca permitirán estudiar y debatir asuntos vitales, incluso cuando están sentenciados a heredar ese desastre. Ahora prepara una lista de cosas que tu escuela local solo se tomaría en serio bajo su propio riesgo. Adelante, no es diícil. ¿La comida rápida es un principal contribuyente en tu zona? Compruébalo y mira si Fast Food Nation está en la biblioteca de la escuela, o si Super Size Me está en la colección de películas. En el departamento de historia, ¿qué cobertura se le da a las guerras religiosas entre católicos y protestantes o entre los cristianos y los musulmanes? ¿rata con las particularidades de las dierencias doctrinales sin las que los aspectos esenciales de la naturaleza humana se van por el retrete, incluso cuando pesa sobre ellas la situación de Estados Unidos en el mundo hoy día? Cualquiera que reflexione sobre la experiencia personal reconocerá que la acilidad y la complejidad con la lengua hablada es considerablemente más importante en la vida que leer. ¿Qué porcentaje del tiempo en las clases de lengua de tu colegio se reserva a este fin? No te molestes en contestar a ninguna de estas preguntas, ya conozco la situación de tu colegio. Alred North Whitehead, uno de los matemáticos más amosos del siglo veinte, sostenía en su libro, Los objetivos de la educación, que la orma más undamental de las matemáticas avanzadas, a parte de la aritmética, en la sociedad moderna, es la predicción estadística. Se usa a diario en miles de aplicaciones prácticas, desde predicciones políticas a aconsejar a los abricantes de ropa qué colores se preerirán en los meses siguientes. Las matemáticas que se requieren para tener este poder en tus manos son apenas diíciles para un estudiante de tercer año de secundaria. Para la vida corriente, nada en el mundo de los números, a parte de la aritmética, es, de lejos, tan
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útil; si la estadística uera lo que se enseñara de matemáticas, más allá de las divisiones largas, la mayoría de los alumnos serían más eficaces por la simple habilidad de predecir con números. Comprueba qué porcentaje del currículo de matemáticas de tu escuela se dedica a la estadística. No hay más que decir sobre la irrelevancia. Casi todos los niños entienden que las consideraciones políticas dictan que se llene el tiempo escolar de irrelevancia; simplemente no entienden el porqué, ya que las escuelas no se atreverían a recalcar las realidades de la clase social y la ingeniería social.
Ingeniería social Gracias al desertor universitario de 24 años llamado Mark Zuckerberg, quien creó Facebook, y otros como él, como el que undó Youube, MySpace y otras redes sociales todavía sin monitorizar por las autoridades políticas o académicas; gracias a la World Wide Web y a Internet como plataormas de conexión generadas de orma individual, el poder de la escuela como un gran “desconector” se ha debilitado. Estos vehículos posibilitan que las personas, sin ningún estatus en particular, conecten el uno con el otro; incluso permiten que mezclas de don nadies intercambien ideas y planes; proporcionan una uente de inormación que se repone constantemente; omentan la creatividad entre las masas entregadas por la escolarización a convertirse en consumidores fiables. A pesar de que esta nueva uerza todavía está en su temprana inancia, ya ha hecho que los gobiernos entreguen mucho poder de su propia autoridad. Ha incentivado que las acumulaciones de capital se muevan a la velocidad de la luz de un país a otro, desestabilizando los mercados convencionales, haciendo de la lealtad nacional algo condicional y el patriotismo algo cuestionable. Gracias al nuevo y enorme ovillo de conexiones, la verdad oficial en cualquier área concebible está
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sujeta a la verificación por una promiscua colección de críticos sin certificación, armados con herramientas para apoyar sus críticas contestatarias. Gracias a Internet, el concepto de escolarización masiva a cargo de expertos está casi agotado.
Mentir por omisión Bruno es un estudiante universitario de Portugal que me escribió el 17 de mayo de 2008 preguntándome por mi opinión sobre algunos temas sobre los que su universidad mantiene una posición oficial y monitorea la conormidad de sus actitudes mediante la evaluación. Es una situación corriente en todas partes. Estos sesgos tácitos presentados como la palabra de Dios hacen de la escolarización oficial algo peligrosamente antieducativo, aunque este enómeno en acción es diícil de detectar, y entre los jóvenes, algo imposible. A veces estos sesgos dañinos se controlan simplemente omitiendo alguna pieza clave de inormación. al ue el caso que molestó a Bruno, estando en un programa de una escuela de posgrado que pretendía explicar los mecanismos a través de los cuales se supone que unciona la evolución. La carta que sigue representa mi intento de presentar a Bruno una de las armas de instrucción mejor ocultadas: mentir por omisión. Querido Bruno, me preguntas por mi opinión sobre la suposición de Darwin en contra de la de Wallace: Darwin afirma que el avance biológico ocurre a través de la mortal competición que con el tiempo excluye al débil de la reproducción, y Wallace argumenta que la adaptación y la cooperación son los elementos importantes. No tendría ninguna opinión sobre los méritos relativos de cada uno, pero supongo que lo que realmente te interesa
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es cómo Darwin se convirtió en la figura histórica recordada y Wallace en la olvidada. Sobre ese tema sé mucho. La política de la ciencia es un tema que casi nunca toma un papel central en las presentaciones académicas destinadas a los estudiantes comunes. Pero ya que la ascendencia de Darwin era un asunto casi exclusivamente de quién era y a quién conocía, mientras que el declive de Wallace hubiese podido ser predicho mucho antes de que ocurriera sabiendo su historial, déjame contestar a tu pregunta a través de ese aspecto particular de la gran ciencia, ya que siempre está presente y casi siempre es un asunto de lo más importante. Dos opiniones críticas sobre esto que puede que quieras leer son La Estructura de las Revoluciones Científicas, de Tomas Kuhn; y Descubrir, de Robert Scott Root-Bernsteins. De vuelta a la victoria de Darwin. Estoy seguro de que nunca te dijeron en el colegio que Darwin era sumamente rico y que frecuentaba el círculo de los poderosos e influyentes de muchos países. Y estoy igualmente seguro de que tampoco te dijeron que fue instruido como sacerdote de la Iglesia de Inglaterra, no como científico. En breve llegaré a la importancia de esta información, pero de momento deberías reflexionar acerca de la posible razón que tendrían tus profesores para que no te enteraras de ello. u escuela y tu universidad también te habrán ocultado que Wallace era de origen humilde. oda su simpatía estaba con la gente que trabajaba duro por salarios de subsistencia. Esas simpatías podrían desestimarse como excentricidades de un buen científico, salvo por el hecho de que llevó sus convicciones a la arena política – enfureciendo a las mismas clases a las que Darwin pertenecía. Por ejemplo, era prominente en el movimiento de reforma de la tierra que pedía devolver la propiedad de vuelta al labrador. Despreciaba al establishment científico
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británico, que consideraba un club privado para ricos aficionados como Darwin, en lugar de un taller de ciencia. ¿Es tan disparatado pensar que algo de este registro biográfico – en ambos casos – pueda haber marcado la diferencia en sus respectivas aceptaciones? Vamos más allá. El libre comercio era un tema ferviente en el siglo 19 entre los así llamados campeones de la creencia liberal. Pero Wallace escribió apasionadamente en contra del libre comercio, afirmando que infligía una horrible miseria sobre los trabajadores. Abogaba por el voto femenino cuando esa idea era un anatema para las élites. Era el Ralph Nader de su época – y aún así, era completamente dependiente de las clases a las que criticaba por una audiencia justa entre sus jueces. odo esto es vital para una clara reflexión sobre tu pregunta original, aunque un comité invisible encargado de ayudarte a educarte vio apropiado quitar estas interesantes historias de tu alcance. Algunos individuos de carne y hueso debieron tomar esta decisión a diferentes niveles de tu escolarización. A lo que no he llegado todavía es a cuán sediciosa sería la teoría de Wallace para los intereses dominantes del Imperio Británico, frente a la de Darwin, cuya teoría encajaba de lleno con los planes del gobierno y los justificaba. La triste verdad es que Wallace era más que odiado por las clases dirigentes británicas. Sus comentarios sobre la “adaptación pacífica,” como la manera de mejorar la especie, iban en contra de los medios violentos necesarios para crear y mantener el Imperio Británico. Por otro lado, la explicación de Darwin, según la cual la continua competición de tipo vida o muerte era el camino de la naturaleza, puso la voz de la ciencia directamente en el campo del imperialismo, el globalismo, el racismo, el colonialismo, la economía de libre comercio, y era de
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mucha más importancia para los poderosos de la Gran Bretaña del siglo 19. Pero si se descubre que la vida es intrínsecamente mejor cuando reina la cooperación, como decía Wallace, esto pondría al mundo privilegiado patas arriba. En la época de Darwin, entre los poderosos, el cristianismo se había convertido en algo meramente ceremonial, una peligrosa reliquia del pasado a ser mantenida bajo el control del estado, como ocurría en el orden anglicano. Pero Wallace, aunque no discutía su supuesto desde ninguna perspectiva teológica, todavía alineaba su teoría de una forma que llevaba a la milenaria conclusión cristiana: somos los cuidadores de nuestros hermanos; la paciencia, no la acción violenta, es el curso más sabio frente a lo inevitable. La capacidad revolucionaria del mensaje cristiano para agitar a las masas y ponerlas de forma exasperada fuera del alcance de la maquinaria de control de la zanahoria y el palo, era contemplada con horror por las clases altas británicas. Cuando las personas desarrollan el significado de su época basándose en las relaciones, el amor, la piedad, la lealtad y una frugal autosuficiencia, la idea de felicidad mediante la acumulación de cosas sufre. ¿Pero, cuáles eran las repercusiones de ello para una civilización comercial? Por otro lado, cuando se toma la competición como algo esencial para una buena vida, cuando el ganar contra tus propios vecinos se coloca en el centro de la sociedad, los negocios prosperan. Para ganar, otros deben perder: cuantos más perdedores, mejor se siente al ganar. Mi querido Bruno, podrías construir un puente de ida y vuelta a la luna sobre los cadáveres que se acumularon tras el polémico trabajo de Darwin y el de su primo hermano, Francis Galton, al poner en marcha las políticas de sus suposiciones biológicas. Dio a los legisladores, ya dispuestos
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a considerar a la masa de la población como “recursos humanos,” la justificación para ignorar la estúpida idea de los derechos humanos. La mayoría de las personas eran evolutivamente irremediables. Darwin había hablado, tal como lo habían hecho Fichte, Spinoza, Calvino y Platón antes que él cuando dijeron casi lo mismo. O la teoría anglicana de un Orden Divino, en este sentido. Hoy los defensores protestarán diciendo que el daño lo ha causado el “Darwinismo Social,” que martilleó sus ideas con directrices prácticas para la administración de la sociedad. Pero no dejes que te tomen el pelo. Solo tienes que leer El origen del hombre para ver que el mismo Darwin era el maestro del Darwinismo Social, aun si fue su primo quien inventó la nueva ciencia de la “eugenesia,” para proveer las mismas opciones con los seres humanos a los líderes sociales, como ya habían hecho con la reproducción de plantas y animales. Espero que esto arroje algo de luz sobre el eclipse de Wallace. Solo sus ataques públicos al gasto militar hubiesen sido suficientes para condenarlo a la oscuridad. Me sorprende que tenga la nota a pie de página que tiene en la historia científica, pero supongo que esa se esfumará también, en algún momento en un futuro no muy distante. oma este ejemplo como una muestra de las ilusiones que controlan la imaginación pública.
Fabricar bombas Noventa y ocho años antes del momento en el que escribo, cualquiera que tuviera acceso a la Encyclopedia Britannica (la 11ª edición), podría haber aprendido a abricar potentes explosivos de orma barata y con materiales corrientes – desde polvo explosivo inflamable, cuya potencia derivaba del maíz molido finamente en orma gaseosa, o azúcar de mesa, incluso
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hasta bombas de ertilizante más potentes, basadas en nitrato de amonio y gasoil. La bomba del camión que destruyó el edificio gubernamental de la ciudad de Oklahoma está en la enciclopedia, y otras también. Pero ningún pequeño granjero hubiese necesitado leerlo ahí porque la inormación estaba ampliamente disponible, para cualquiera que quisiera saber sobre tales cosas. Incluso hoy, tal inormación no es diícil de encontrar si la quieres. La órmula para la bomba AP que cerró el metro de Londres en 2005 estaba en seguida disponible públicamente (inconscientemente, supongo) en el influyente Financial imes – ¡En la página editorial! La única inormación importante que no está en el relato del Financial imes la aportó un poco después la página editorial del New York imes , en orma de anuncio de exhibición de una compañía israelí que vendía máquinas de detección de bombas. Diícilmente podrías privar al público de los materiales para la abricación de bombas, incluso si quisieras hacerlo. ¿Por qué iba a querer nadie con motivos respetables tal inormación? Solo una población despojada de su propia importancia haría tal servil pregunta. Para cualquiera que entienda lo que ue el milagro de América en su día (y que ya no es), que ue una ragua para convertir esclavos, siervos, campesinos y proletarios en hombres y mujeres libres, los explosivos eran una parte importante de la autonomía y la libertad. Eran herramientas importantes para desbrozar el terreno, cavar cimientos, construir estanques, construir carreteras, mover piedras, excavar minas de oro – quizás en el extremo más peligroso incluso para deender la libertad de tu amilia de los agentes del estado político. ¿No es así como logramos los Estados Unidos desde el principio? ¿Porque la población común estaba armada? ¿Se ha esumado milagrosamente aquí la posibilidad de que surja alguna tiranía? Pero dejando el conflicto violento a un lado, y con él el melodrama, solo el aspecto útil debería
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ser un derecho común de los ciudadanos libres. Y que estés de acuerdo o no, no es tan importante como darte cuenta de que hace menos de cien años se podía confiar en personas perectamente corrientes para tratar con responsabilidad con un poder así. ¿Qué ha cambiado en el lapso de este siglo? ¿Se ha vuelto la gente corriente más peligrosa, o los gobiernos han exigido la propiedad exclusiva de cosas que pudieran derrocarlos? Carroll Quigley, proesor de relaciones internacionales en Georgetown y anterior tutor personal del presidente Clinton cuando este asistía a esta universidad, escribió en ragedy and Hope: A History of the World in Our ime, que los derechos de la gente corriente prosperan en los tiempos en los que los ciudadanos ordinarios están bien armados contra las incursiones de su propio gobierno – y que la libertad disminuye vertiginosamente cuando se les niega las armas a la gente. La primera acción de Adol Hitler en el poder ue prohibir las armas de uego entre los ciudadanos. Una vez más querrás saber qué tiene que ver una inormación como esta con la escolarización y, aún a riesgo de insultarte, te contestaré que solo un hombre o una mujer cuya imaginación ha sido arruinada, solo alguien que cambió hace mucho el respeto a sí mismo por la seguridad, necesitaría una explicación. Estas están entre los cientos, quizás miles de ideas sin las que la educación es imposible – no tienes por qué aceptar un lado del debate u otro para educarte, pero debes aceptar que el debate sobre estos temas está en el meollo del asunto. No puedes tener libertad memorizando lo que te digan que memorices. “Nullius in verba” es el lema de la Royal Scientific Society, undada en 1620, que se traduce como “no tomes la palabra de nadie como la verdad; ¡piensa por ti mismo!” La consigna de la escuela es “deja que otros piensen por ti.”
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La proporción decisiva La nueva revolución que se hizo posible gracias a la escolarización industrial revertió a la ciudadanía de la América libertaria a una proporción atal que ya existía en la Grecia clásica, la Inglaterra de los udor y la Prusia de los Federicos – un grupo numeroso de marionetas, un pequeño grupo de titiriteros. Los niños no comprenden por qué ocurre, pero sienten que se les está ejecutando en la escuela. Por eso la odian tanto.
Fealdad física Nunca escucharás entre las quejas comunes de la escolarización que actúa como un taller de creación de ealdad ísica y psicológica, pero eso es exactamente lo que voy a decir – que los hábitos que inculca conducen a la ealdad en una cultura donde la belleza y la gracia es mucho más importante que lo que la escuela te permite saber. e confirmaré ahora mismo un gran secreto que siempre habrás imaginado: la apariencia ísica de los cuerpos humanos es un mecanismo de clasificación en las universidades de élite – si eres eo, desgarbado, enclenque o vulgar, tus opciones de ser admitido en Yale o Stanord se reducen casi a cero. u apariencia ísica, y si serás digno de portar la bandera de la institución, le dice mucho a un observador sofisticado. Este es uno de esos centenares o miles de ideas en las que la escuela podría emplear el tiempo examinando, pero como con muchas otras, evita tratar por completo. En este caso, el hecho de omitir simplemente la discusión de las ideas involucradas no se trata de un mal mayor, se emplean métodos mucho más directos para etiquetarte con el estigma del racaso que significa la ealdad. ¿Si quisieras la salud general y el vigor para una generación venidera, la orzarías a la inmovilidad durante doce o veinte años? ¿Conectarías esa inmovilidad con el constante estrés creado por los timbres y las amenazas varias? ¿Añadirías
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a estas desventajas la dieta alta en grasas y rica en azúcares de los almuerzos escolares o con el hecho de permitir los carros de snacks y las máquinas expendedoras de rerescos dentro del ámbito escolar? ¿No te aporta esto una línea recta hacia el sobrepeso y la obesidad, la mala salud, la debilidad, el desgarbo, la vulgaridad y la timidez? Se ha reconocido desde hace mucho tiempo que nuestra discriminación más intensa en Estados Unidos es nuestro miedo nacional a la gente gorda. Y eso que hay más ciudadanos (y estudiantes) gordos aquí que en cualquier lugar de la tierra. La naturaleza epidémica de este enómeno asalta, a una considerable cantidad de los graduados de nuestros programas, con una ealdad de dignidad, de amigos, de oportunidad, de romance – está entre las armas más maliciosas de instrucción masiva. La gente con la que te asocies durante tu vida te perdonará que no sepas de ecuaciones cuadráticas – o acerca de la orre Inclinada de Pisa, pero no pasarán por alto tu alta de vitalidad, o tu gordura. Estar gordo y ser eo reduce tus oportunidades de ser admitido en una universidad de élite como Stanord. Los protocolos de evaluación en las mejores universidades tienen predilección por un buen aspecto, un cuerpo esbelto y una personalidad extrovertida, porque saben que esas características – junto al hecho de pertenecer a un equipo de algún deporte – aumenta sus opciones de éxito en cualquier campo en el que el universitario elija entrar. Incluyendo las ciencias. Pero si en Stanord saben esto, ¿por qué no deberías saberlo tú? No es una pregunta retórica. Cada año, Harvard, Yale, Princeton y otras de élite descartan miles de solicitudes con una puntuación en el SA perecta y miles de GAPs 28 con un 4.0 perecto. Harvard 28 N.d.. Hace reerencia a la media de las notas obtenidas según la orma Grade Point Average (algo así como la Nota Media del Curso).
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rechaza cuatro de cada cinco de los graduados con las mejores calificaciones que lo solicitan. Pero a los que tienen buen cuerpo, van bien vestidos, son ísicamente enérgicos, se les da una ventaja considerable – como si la universidad de élite uera algún tipo de proyecto eugenésico. ¿Por qué tu instituto nunca te habló de esto? ¿Está la universidad en parte motivada por la eugenesia, y es parte del gran proyecto de Bionomía que empezó en Estados Unidos con el cambio de siglo, y que llevó a la esterilización de decenas de miles de “productos biológicos deectuosos”, y les hizo merecedores a nuestra raternidad académica de medallas del gobierno Nazi? ¿Qué? ¿Nunca has escuchado nada de eso? ¿No te enseñó tu escuela historia de América? Para mí, lo más interesante de esto es que la ealdad es rara vez una predestinación de la biología – tienes que trabajar para ser eo; surge como consecuencia de la educación “negativa” que exigía el editor de Adam Smith hace algunos cientos de años. ¿Eres consciente de que la epidemia de diabetes en Estados Unidos, que ya aecta a niños de hasta cinco años, está causada directamente por una inmovilidad excesiva y una dieta rica en azúcares? ¿Eres consciente de que la diabetes es la causa principal de las amputaciones y la ceguera? A la luz de estos datos, ¿por qué la mayoría de los trabajos de clase media se ganan la vida imponiendo tal comportamiento perjudicial? Si te escondes a esta pregunta, puedes deshacerte de este libro también. ¿Por qué es inmune la gente de la escuela a las demandas por dañar ísicamente a la población encarcelada? La respuesta tiene mucho que ver con la supuesta independencia de los juzgados en la edad pragmática, inspirada por Oliver Wendell Holmes. La “justicia” era un elemento demasiado crucial en la administración del siglo 20 como para que sus exigencias ueran tomadas en serio.
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Otra visita a la irrelevancia ¿Hasta qué punto son irrelevantes los currículos de los colegios y las universidades, mera palabrería para llenar largas horas de encierro hasta que las vidas atrapadas, exhausta su vitalidad, racturados hasta los huesos, puedan ser puestas en libertad? Un proesor del MI, Langdon Winner, da una respuesta en su libro, ecnología Autónoma , que lleva el ominoso subtítulo La écnica Fuera de Control , sugiriendo lo que Lewis Lapham dijo abiertamente en el número de verano de 2008 de Lapham’s Quarterly : “La aritmética sugiere que no tenemos orma de evitar la catástroe...”. En la siguiente cita de Autonomous echnology , Winner hace inventario de las deficiencias de las generaciones mejor escolarizadas de la historia estadounidense. Cuidado no caigas en la trampa que la escolarización habrá preparado en tu mente mientras lees – que la gente es tonta por naturaleza y no podemos esperar que la escuela convierta cerdos en cisnes: La sociedad se compone de personas que no saben diseñar, construir, reparar o incluso manejar la mayoría de los aparatos sobre los que depende su vida... la gente se enfrenta con sucesos y funciones extraordinarias que son literalmente incomprensibles para ellos. Son incapaces de dar una explicación adecuada a fenómenos artificiales en su experiencia inmediata. Son incapaces de formar una imagen coherente y racional de la totalidad...muchas personas aceptan, y de hecho deben aceptar, un gran número de cosas basándose en la fe...su forma de comprender es básicamente religiosa, en lugar de científica...El apuro de los miembros de la sociedad tecnológica se puede comparar con el de un bebé recién nacido...[pero] los ciudadanos de la era moderna son menos afortunados que los niños. Nunca escapan del desconcierto fundamental ante el complejo mundo del que le informan sus sentidos...
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En una sociedad compleja, las personas flexibles sobreviven más, pero la escuela – piensa en la misma palabra – recompensa a los rígidos y miserables obedientes. Para ser eficaces y seguir siendo independientes tenemos que saber cómo descubrir las cosas, cómo gestionar nuestro propio aprendizaje, pero la escuela modelo prisión desalienta el aprendizaje por su propio bien. El verdadero aprendizaje lleva directamente a puntuaciones bajas en los tests. Cualquier educación que suceda en la escuela sucede a pesar de la escuela, no debido a ella. El aprendizaje no es el objetivo de la escuela, es ganar; la atención nunca se centra en la calidad de pensamiento o de conducta, sino en algo completamente dierente: alcanzar el círculo de los ganadores. Escucha un par de observaciones al azar hechas hace mucho tiempo por dos productos de la mejor educación, el primero un escritor amoso, el segundo un exitoso corredor de bolsa que huyó a los Mares del Sur para convertirse en un influyente pintor: ¡Qué irritante no saber! odos esos años en Eton...¿Por qué no me enseñaron nada razonable? – Aldous Huxley En el segundo día ya había agotado mis provisiones. ¿Qué hacer? Había imaginado que con dinero podría encontrar cualquier cosa que fuera necesaria. Estaba engañado. Una vez estés más allá del umbral de la ciudad... uno debe saber cómo trepar a los árboles altos, cómo ir a las montañas y volver agobiado por un pesado botín. Uno debe saber cómo coger peces, y cómo sumergirte para atrapar crustáceos...Uno debe saber cómo, uno debe ser capaz de hacer cosas. – Paul Gauguin, Noa Noa
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Ni a Huxley ni a Gauguin le enseñaron nada útil en su tiempo en la escuela; los dos estuvieron rustrados en su vida adulta, anclados imperectamente a la realidad por todo el tiempo desperdiciado en la escuela, en la memorización de abstracciones ineriores, que carecían de cualquier utilidad; suministradas en un clima de intimidación. Seymour Papert (del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MI) dijo en su libro Mindstorms que todo el aprendizaje puede aprenderse “como el niño aprende a hablar, fácilmente, exitosamente, y sin ninguna instrucción organizada.”
[Énasis añadido]...Las escuelas como las conocemos hoy no tendrán lugar en el uturo.” Papert oreció dos posibles destinos para la escolarización institucional – transormarse “en algo nuevo” o “marchitarse y ser reemplazada”. En las décadas desde que eso se escribió han surgido casi tres millones de homeschoolers, y más de un millón de personas abandonan cada año la escuela. En las escuelas urbanas es un secreto a voces que después del almuerzo es diícil mantener la asistencia al aula y la atención; prácticamente imposible.
El oscuro mundo de la escolarización obligatoria En el momento en que estés dispuesto a reconocer lo radicalmente irrelevante que son las oertas escolares en realidad, la pregunta sobre su propósito asoma su inquietante cabeza. ¿Es esta irrelevancia ruto de la incompetencia? ¿Es posible que los administradores de la escolarización institucional no sepan qué hacer, pero han heredado el control de una embarcación peligrosamente inestable, y de alguna orma deben hacerla navegar hacia un destino desconocido? Para una hueste de comisarios locales y directores esto es sin duda verdad – el trabajo es demasiado bueno como para abandonarlo, sus beneficios
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demasiado suculentos como para dejarlo; puede que les guste cambiar y adaptarse, pero la estructura de mando/control no permitirá ninguna gran desviación de su lógica sistémica. Aún habiendo concedido la conusión a la vanguardia proesional, el espectro de alguna intención más oscura al nivel legislativo no desaparecerá. La escolarización a corto y medio plazo es tan inequívocamente beneficiosa para algunos de los estratos de la sociedad, que poseen el poder de planificar para la totalidad, que no se puede rechazar la posibilidad de que estos caigan en la tentación de utilizar la escolarización institucional para la ingeniería social. Y una vez se activa ese filtro en tu conciencia crítica, las pruebas se presentan tan constantemente que demuestran que, en eecto, esto es así. en en cuenta este ragmento de un discurso dado en 1940 a la Asociación por el Avance de la Ciencia por el legendario filósoo político y periodista, Walter Lippmann: ...durante los últimos cuarenta y cincuenta años, aquellos que están a cargo de la educación han eliminado progresivamente del currículo la cultura occidental que produjo el estado democrático moderno...Las escuelas y universidades, por lo tanto, han estado despachando al mundo hombres que ya no entienden el principio creativo de la sociedad en la que deben vivir...Privados de su tradición cultural, los hombres occidentales recientemente educados ya no poseen, ni en la forma ni en el contenido de sus propias mentes y espíritus e ideas, las hipótesis, la razón, la lógica, el método, los valores de la sabiduría guardada que son los dones del desarrollo de la civilización occidental... La actual educación está destinada, si continúa, a destruir la civilización occidental y de hecho la está destruyendo. Sé bastante bien que esta tesis constituye una acusación de gran envergadura hacia la educación moderna. Pero creo que la acusación está justificada y que hay, a primera
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vista, motivos para introducir esta acusación.
Los detalles, acontecimientos y los personajes del proyecto para dejar a un lado la cultura occidental – y sus motivos – han sido estudiados exhaustivamente por un gran académico de la Universidad de Georgetown, el Dr. Carroll Quigley, en un enomenal trabajo de síntesis publicado en 1966 titulado, ragedy and Hope: A History of the World in Our ime. ragedy and Hope ue un tratado tan proundamente revelador que su editor de Nueva York destruyó las planchas después de su primera impresión y. cuando se agotó esa escasa edición (2000 copias), rehusó reimprimirlo, aunque había miles de pedidos pendientes. Al Dr. Quigley se le engañó con la historia de que su libro había sido recibido con indierencia por el público. Desde ese momento, decenas de miles de copias de contrabando se han publicado desde imprentas ilegales, así que una búsqueda en Google te hará con una copia. Una advertencia: algunas de las impresiones más recientes pueden haber sido alteradas para omitir ciertos ragmentos clave. Sería una lástima que llegaras hasta las puertas de una revelación que te puede cambiar la vida y cayeras en las garras de los desinormadores otra vez, así que te recomiendo encarecidamente que compres una de las versiones antiguas disponibles en Amazon – o mejor aún, que consultes una de las primeras ediciones que puedes encontrar en la sala de libros raros de tu biblioteca pública, o en los estantes inaccesibles de la biblioteca de la universidad local. Quigley, por cierto, ue el tutor personal del presidente Clinton en Georgetown, y es mencionado con todo respeto al final de su discurso de aceptación en la candidatura presidencial por el Partido Demócrata. No tienes por qué temer caer en las manos de algún tarado conspiranoico descabellado de ojos fluorescentes. Haz los deberes, te prometo que nunca volverás a ver nuestras escuelas o nuestro mundo de la misma orma.
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¿Control Científico? (¡No! ¡No! ¡No!) El primer objetivo del control científico – el culto de alto nivel creado por el ingeniero de rendimiento Frederick aylor y ormalizado en su libro Principios del Control Científico (1911), que se convirtió en la uerza impulsora de los negocios, el gobierno, la escolarización, la religión, el trabajo social estadounidenses y mucho más – es la subordinación perecta. El concepto de jerarquía es especialmente importante en las burocracias donde la idea de productividad es siempre amora – aquí todo es secundario a la subordinación. Mejor hacer volar en pedazos el barco que permitir que un marinero corriente dé órdenes porque sabe más que el capitán. La subordinación es un principio religioso, como la transubstanciación29; implica un sistema jerarquizado de casillas uncionales en las que se encierra a los empleados; mientras permanezcan en su sitio, renunciando a su voluntad, se vuelven predecibles: recursos humanos interdependientes a ser utilizados por la administración cuando sean necesarios. 30 Las personas educadas, o las personas con principios, representan elementos hostiles en un proyecto de control científico; los primeros sospechan porque han sido ormados para discutir de orma eectiva y a pensar por sí mismos, los últimos porque son demasiado inflexibles en cualquier área que toque su moral para seguir siendo dependientes de orma fiable. En cualquier momento puede que declaren “esto está mal. No lo voy a hacer”. Las personas excesivamente creativas tienen deficiencias similares desde el punto de vista del sistema. 29 N.d.. El autor se refiere a la doctrina católica de la eucaristía. 30 N.d.. En el presente libro los sustantivos “control”, “administración”, “gestión” y “dirección” se han utilizado todos como la traducción de “management”, puesto que siendo sinónimos, orecen una visión general de la idea de la palabra original en su conjunto que se pierde con cada uno de los sustantivos por separado.
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El control científico está siempre en guardia contra las personas que no encajan firmemente en casillas, ya sea por demasiada competencia, demasiada creatividad, demasiada popularidad o lo que sea. Aunque a menudo sean contratados, es con el conocimiento de que deben ser atados en corto y observados con cautela. El asalariado ideal es instintivamente obediente, alegremente entusiasta acerca de obedecer órdenes, siempre deseoso por complacer. La ormación para esta posición empieza en primer curso con las palabras “no lo hagas.” En la escuela primaria, cuando deberían explorarse todas las ilimitadas posibilidades de desarrollo personal y las variedades de una buena vida, el elemento principal involucrado es la limitación, señalizado por las palabras “no lo hagas.” No corras; no hables; no trepes a los árboles; no juegues de orma brusca; para de moverte; no te levantes de tu asiento; no mires por la ventana; no te quites los zapatos; no bebas ni comas en clase; no te rías; no tardes mucho; no te adelantes en la lectura; no te salgas del camino; no digas ‘me aburro’; no te mezcles con niños mayores; no te quejes; no traigas juguetes, etc. Junto con los “no” implícitos: no tengas tus propias ideas; no muestres iniciativa; no seas independiente; no tomes tus propias decisiones; no seas responsable de tu propio aprendizaje. Hay más “no lo hagas” que días en el calendario, un espectáculo sin fin. Esta negatividad constante, tan reminiscente de la receta de William Playair para la escolarización en Escocia, quiebra muchos espíritus. El legado más duradero de la repetición del “NO LO HAGAS” es la indierencia a todo excepto a los calmantes narcóticos como la violencia, la grosería, la crueldad, el alcohol y las drogas reales con las que se puede escapar de la negatividad. ¿Cómo lo sé? Pasé 30 años en clase con casi 4000 adolescentes, con muchos de los cuales hablé personalmente; otros 20 en las aulas siendo estudiante, y otros 20 más estudiando el negocio escolar y hablando sobre él por todo el mundo.
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Un permiso para un viaje escolar enviado en septiembre de 2005 a padres de alumnos de octavo curso del Instituto Queen Elizabeth de Calgary, Canadá, te dará una buena imagen de cómo las escuelas desalientan la experiencia directa entre los padres, como también entre los niños, en lo que es una pieza importante del programa de negación: LOS PELIGROS POENCIALES PUEDEN INCLUIR, PERO NO ESÁN LIMIADOS A, LO SIGUIENE:
Viaje en autobús hacia el destino: mareos, lesiones a causa de los mareos de otra persona, lesiones al ser empujado tras una fuerte aceleración positiva o negativa; ligero peligro al entrar o salir del vehículo o al moverse por el pasillo; recalentamiento durante el trayecto; objetos que puedan venir de las ventanas abiertas, lesiones al sacar la cabeza o las extremidades por la ventana; lesiones causadas por el propio comportamiento inapropiado o el de otros alumnos. Durante todo el viaje: resbalarse o tropezarse al subir o bajar del autobús, resbalarse al subir escaleras o el sendero en el camino; exposición al polen, comida, polvo y otros materiales que puedan inducir reacciones alérgicas; deshidratación; exposición a condiciones ambientales que incluyen el frío, la humedad, el calor, la sequedad, y el sol; tropezarse en las aceras o en los caminos pavimentados; ataques o lesiones de animales salvajes; organismos transmitidos por los propios almuerzos, snacks o bebidas de los propios alumnos; tormentas eléctricas, incluyendo los rayos y los desprendimientos en las colinas. Vista a las exposiciones de interior en el destino: peligro de tropiezo en las escaleras; peligro de choque y
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pellizco con otros espectadores; peligro con las puertas; peligro de tropiezo con el suelo y el pavimento mojados; lesiones por derrumbamiento en las exposiciones.
A menos que firmes en esta lista y libres de responsabilidad a la escuela por su papel en la exposición de tu flor de invernadero de niño a estos inconvenientes, que ocurren cada minuto de cada día en las vidas normales y corrientes, tu hijo no podrá ir al museo, y debe quedarse en el colegio, donde estos peligros también existen, pero cuya por parte de la escuela los juzgados ya han relajado de orma significativa. ¿Y qué consecuencias psicológicas tiene esta siniestra enumeración, repitiéndose como se repite en cada excursión, uera de los muros de la escuela? ¿Está diseñada para añadir valor a la toma de riesgos sin la cual la masa de los jóvenes está condenada a convertirse, y seguir siendo, empleados para toda la vida? Perdona mi sarcasmo.
Otra visita a las conexiones y las desconexiones Siguiendo la receta prusiana de nuestro primer zar 31 de la escuela nacional, William orrey Harris – alienar a los niños de sí mismos para que sus identidades se undan en la identidad de grupo – los planificadores de la escuela contemporánea tratan a los niños como categorías: negros, blancos, hispanos, otros; dotados y talentosos, progreso especial, normal, educación especial; rico, clase media, pobre; y con múltiples subdivisiones de cada categoría imaginable, en lugar de individuos específicos 31 N.d.. érmino usado para llamar de manera inormal a ciertas posiciones del ejecutivo del gobierno de los Estados Unidos. Por ejemplo, el zar de los automóviles, el zar del clima, el zar de los derechos de autor, etc.
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con necesidades intelectuales, sociales, psicológicas y ísicas específicas. La retórica de la colectivización lleva rápidamente a tratar a los grupos y a los subgrupos como promedios. Esto hace la tarea administrativa mucho más ácil, pero garantiza malos resultados sin importar cuántos recursos se destinen a mejorar la suerte del grupo. Como con el bien financiado programa Head Start de Washington, cualquier pequeño aumento que se muestre estadísticamente se disipa con el tiempo. La lógica de la colectivización busca desconectar a cada niño de su constelación, circunstancias particulares, tradiciones, aspiraciones, experiencias pasadas, y amilias únicas, y tratar a cada uno como el representante de una clase. Mediante un proceso tan inexorable como el de las paredes de la celda de la prisión que se derrumban y empujan al prisionero a un hoyo y a la muerte en la historia de Poe, El Pozo y el Péndulo, un aula vista de orma colectiva debe aspirar al mínimo común denominador – una decisión atal desde el principio. Cuando al alcalde de la ciudad de Nueva York, un administrador excelente en cualquier otro aspecto, se le dio el control de las escuelas de la ciudad en 2002 (hasta el momento en manos de burócratas del sistema y políticos a nivel estatal), en lugar de elevar los estándares académicos para todos, tomó un mal consejo y buscó enrentarse al racaso sistémico – particularmente entre estudiantes de color – reduciendo el corte para todos. Entre 2002 y 2008, aumentó el gasto escolar en un 79 por ciento, añadió 5000 proesores a la nómina (a pesar de que las listas de asistencia habían perdido 60 000 estudiantes en este tiempo) y el resultado, como se miden tales cosas, ue cero. Al mismo tiempo que sucedía el enoque actual, se ignoró integrar a cada estudiante en un currículo personalizado cuyo objetivo uera el de multiplicar el número de conexiones – a ideas, a experiencias, a otra gente. Sería impactante si se tuviera en cuenta siquiera.
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La mente educada es la mente conectada, conectada a todo tipo de estilos humanos dierentes (no las equivalencias estériles del aula), conectada a todo tipo de experiencias complejas, algunas de ellas cargadas de riesgo psicológico y ísico (no las yermas experiencias de los timbres escolares en una prisión de tiempo calculado); conectada a una vertiginosa abundancia de ideas intelectuales que se interconectan entre ellas, y con el tiempo, pone en marcha el ritmo de la trascendencia pura posible en la perspectiva humana – un sentimiento como ningún otro, y suficiente para ser su propia recompensa, sin la prisión de caramelo del elogio, las estrellas doradas o la promesa de una utura recompensa. Más que nada, una mente educada está conectada a sí misma. No hay ningún gran filósoo de la historia occidental desde Sócrates que no descubriera que conocerte a ti mismo es la base de todo lo demás. Para hacer eso debes examinar cada influencia que se volvió parte de ti, como el emperador romano Marco Aurelio empieza a hacer al principio de sus Meditaciones. Sin autoconocimiento apenas puedes pensar en ti como humano en absoluto. Y aún así, tenemos al primer comisario de Educación Nacional, justo al comienzo de todo, declarando que la alienación es el objetivo de la escolarización. La escuela desconecta, como así le ue encargada. Es la estrategia del César de “divide y vencerás” llevado a su máximo rendimiento. A los niños se les separa de sus amilias, de sus tradiciones, de sus comunidades, de sus religiones, de sus aliados naturales – otros niños – de sus intereses, y así ad infinitum. Están, como condenó Walter Lippman, desconectados de toda la tradición intelectual occidental que dio a las sociedades el mejor regalo de libertades personales que hubiesen visto nunca, desconectados de las experiencias de aventura y toma de riesgos que han abricado los mayores descubrimientos de la historia; los y las jóvenes salen de la escuela incapaces de hacer nada, como aseveró Langdon Winner.
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El síndrome del trenecito parlante El 19 de ebrero de 2007, testifiqué para un proyecto de ley ante la asamblea legislativa de Montana – la HR404 de Rick Jore – para abolir la asistencia obligatoria a la escuela. Solo ese simple acto de confianza en la gente corriente con el paso del tiempo serviría, por si mismo, para derrocar el castillo de naipes erigido en el siglo 20 para impedir que la educación se extendiera. Sea cual uere la verdad de esa proposición, en el avión de vuelta a Nueva York emprendí la tarea de criticar parte del currículo creado para una cadena de escuelas privadas en la costa oeste. Había visitado una de estas escuelas cerca de Los Ángeles en compañía del director de currículo y en el poco tiempo que estuve allí me impresionaron los buenos modales y la relajada cortesía de las relaciones proesor-alumno, y el espíritu de buena voluntad que asistía visiblemente a los esuerzos del estudiante por participar en su propia educación. Pero dos cosas me molestaron un poco. La primera ue esta: en una reunión entre los uncionarios de la escuela y yo, para hablar de asuntos escolares, a algunos estudiantes mayores les pidieron que se sentaran y, aunque la discusión trataba exclusivamente de sus propias vidas en la escuela, no tenían nada que decir y no se les animaba a participar. Cuando se me invitó a hacer algunas preguntas, dirigí la primera a los estudiantes de la sala: “Si pudierais cambiar algo, digamos una cosa de este colegio, qué sería?” Noté una cierta incomodidad, incluso una leve conmoción, entre todos los que había allí, incluidos los alumnos. ¡¿Qué podrían saber los chicos, o importarles, de la administración de sus estudios?! Nadie realmente dijo eso, simplemente ue una sensación que tuve en la que, excepto de orma ceremonial, los chicos estaban en un compartimento, el personal docente en otro, y los administrativos y expertos del currículo en un tercero. De este modo, la poderosa energía que se hubiese liberado al conectar todas estas partes para intercambiar inormación y
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conocimiento se perdía. La segunda cosa que me molestó ue que antes de irme, cuando me paré a examinar una estantería con libros de texto de octavo curso, mi vista se puso sobre la Odisea de Homero, un libro que junto a la Ilíada en su día habían hecho palpitar la educación griega clásica. Memorizados por muchos miles, recitados de memoria, estos relatos sobre la Guerra de roya y sus resultados no eran simples historias con las que pasar el rato, sino una serie de dilemas morales particulares que, de una orma u otra, aquejarían a todos a lo largo de sus vidas. Debatir acerca del procedimiento adecuado para tales, proporcionaba una rica dieta mental. Estaba encantado con toparme con La Odisea como parte del currículo de octavo, hasta que abrí el libro por la primera página y descubrí que era una versión censurada – reescrita y simplificada para estudiantes de 13 y 14 años de amilias adineradas de Caliornia. Como si el “significado” pudiera ser sintetizado del lenguaje y presentado de una orma más vivaz que la de Homero. Una cosa está clara: si Homero hubiese escrito la versión que yo tenía, nadie excepto un estudiante de “sobresaliente” ansioso por una buena nota hubiese leído el libro hasta el final. Y la única orma de que sobreviviera para aburrir a una segunda generación de lectores sería como libro de texto en un proyecto de escuela obligatoria. Pero estaba atravesando la puerta cuando me iba y esta gente no solo tenía una escuela infinitamente superior al estándar de Los Ángeles, sino que también eran gente inteligente y preocupada, gente de los que nadie dudaría en confiar a sus hijos. Así que hice un comentario inormal sobre que los niños han leído el original durante un par de miles de años sin protestar, y me ui a coger mi avión. El director de currículo preguntó si le echaría un vistazo a un nuevo libro de ejercicios que estaban preparando para el nivel elemental, mientras íbamos al aeropuerto. Y dije que lo haría.
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A 10 000 metros, abrí el libro y me encontré cara a cara con un trenecito parlante como mi guía a través del libro de ejercicios. Aunque ue hace apenas 18 meses, el único detalle del texto que puedo recordar es el trenecito parlante. odo lo demás se ha esumado; de hecho, se esumaba mientras leía. Ya de vuelta a casa, le escribí al director de currículo de inmediato: 26 de febrero de 2007 Querido Dave, todo lo que sigue pesa sobre el trenecito parlante sobre el que está basado tu libro. Voy a ser franco porque me caes muy bien y disfruté de nuestras charlas en el poco tiempo en que nos conocemos. El trenecito parlante de la teoría del desarrollo infantil es solo un tipo de enfermedad alemana que se introdujo en el desarrollo de la escuela alrededor del cambio al siglo 20. La primera avalancha de esta enfermedad se produjo con el movimiento del jardín de infancia del siglo 19, pero eso nunca fue suficiente para satisfacer a sus administradores, así que insertar dibujos en las cabezas de los niños, en lugar de ideas del mundo real, se convirtió en la moda y parte de un gran proyecto para extender artificialmente la infancia y la puerilidad. El proyecto comenzó en serio a principios de siglo y lo admitió e incluso alardeó de ello el decano de la Educación del Profesorado en la Universidad de Stanford, quien jugó sus cartas desde su inicio. Como arma de instrucción es superior en su efecto destructivo a todo lo demás, el arma maestra, por así decirlo. Es una causa principal de la intensa y creciente puerilidad de los estadounidenses de todas las clases sociales, una acusación que escucho desde todos los rincones del mundo cuando viajo – y de comentaristas nacionales cada vez más también.
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Sé que este es un viaje pesado como para quedarme en el umbral de tu trenecito, pero, ya que solo soy yo hablándote a ti, quería evitar el aspecto de relaciones públicas de las cosas y llegar a lo que me preocupa de cada currículo secuencial – de los sencillos a los complejos – que he visto. Es una estrategia que ha viajado bajo muchos nombres a través de la historia cuando los grupos de mando han trabajado por hacer que sus poblaciones corrientes fueran manejables. El proyecto se llevó a su pináculo científico en las primeras décadas del siglo 19 en Prusia y fue exportado alrededor del mundo en la segunda mitad de tal siglo. Por eso lo llamo la enfermedad alemana – la extensión artificial de la infancia. No te confundas, funciona. Una vez que se ha infectado suficientemente con el virus, la enfermedad es continua. Sus víctimas se vuelven deficientes sin la ayuda para los desafíos de su propia existencia, y esa relativa impotencia los hace manejables. Recuerda, estoy usando la metáfora de tu trenecito parlante. Hay muchas formas de vetar el crecimiento de la capacidad, de la claridad de pensamiento, de un propósito convincente, y cada uno es un trenecito parlante con un aspecto diferente: piensa en las películas gore, piensa en la pornografía, piensa en los Big Macs o las noticias/prensa amarilla – cada una es fácil de asumir, un pasatiempo aparentemente sin importancia. Pero !Ah! En su conjunto tocando sus estúpidas canciones – ¡La muerte por mil cortes! 32 La genialidad radica en causar un hambre perversa que resista su erradicación más adelante, a medida que la víctima se esfuerza por madurar. Esta necesidad 32 N.d.. En el original se trata de un juego de palabras, Death of a Tousand Cuts, que es, además, un libro del mismo nombre publicado en 2008, acerca del método de tortura conocido como lingchi en la China imperial e imperial tardía.
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implantada de simplificarlo todo hace de la autodisciplina algo difícil, y, para la mayoría de nosotros, solo algo mediocremente posible. No podemos madurar después de que la enfermedad tome el poder – piensa en las taquilleras películas de Hollywood no en su versión animada, piensa en Peter Pan, Michael Jackson, Britney Spears afeitándose la cabeza y chupándose el dedo, piensa en el incesante anuncio “no quiero hacerme mayor, soy un niño oysR-Us!” Leí en el L.A. imes que las madres adineradas intentan vestir y actuar como sus hijas de nueve años; leí en Te Nation que el nivel de comprensión económica es tan bajo, tan rudimentario, que es difícil mantener una discusión a cualquier nivel, más allá de la simplificación de cuento de hadas de las cosas.
La órmula para el control social del trenecito parlante se puso por escrito en la Institución de la religión cristiana de Calvino (1535), refinada extraordinariamente en el ratado teológico-político de Spinoza (1670), y llevado a la vida institucional por Fichte en la segunda década del siglo 19. Desde entonces está uera de control. El lado oscuro del Estado del Bienestar alumbrado por Beatrice Webb y los socialistas abianos no es el de su superficial propósito de ser amable. Su intención es la de matar con amabilidad, y así proteger los intereses de los mejores, de orma no violenta. El trenecito parlante es la punta de la punta del iceberg en la que a los condenados se les relega a helarse intelectual, psicológica y socialmente. Y ahora una orma dierente de ver los trenecitos parlantes (es decir, a parte de la mía). Mira a la señorita Beatrix Potter, protagonista de una película sobre su vida en 2007 y de una biograía de la editorial St. Martin. En 1912, en la cumbre de su éxito, vilipendió a su editor por temer imprimir su nuevo libro sin alterarlo: un cuento sobre el secuestro y casi la muerte de un saco de bebés conejo.
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“Estoy cansada de hacer libros mojigatos”, escribió, “estás muy asustado”. Potter vio correctamente que lo que la distinguía de la corriente general de los cuentacuentos inantiles era que empleaba una “actitud mental” llena de oscuridad, violencia, brusquedad, realismo – exactamente las cualidades que exhibe la vida humana y que deben ser arontadas directamente si uno ha de llegar a dominarse a sí mismo alguna vez. Los niños entienden esto, tanto implícitamente como explícitamente, y, a dierencia de la escolarización, Potter habla de la necesidad de pensar sobre estas cosas. Su obra es ácida y tajante, obsesionándose a menudo con la muerte. En Te ale of Benjamin Bunny, un búho atrapa una ardilla, “con la intención de despellejarla”. Te ale of Jemima Pudle Duck trafica con la maldad transcendental, mientras el zorro le pide a Jemima que elija los condimentos con los que va a ser cocinada. Fee Fie Foe Fum Huelo la sangre de un inglés Esté vivo o muerto Moleré sus huesos para hacer pan
Nada es más interesante para los niños pequeños que la maldad, la crueldad y la malicia; son conscientes de estas cosas antes de que puedan hablar con fluidez. La hipocresía de los cuentos de dulces animales e imágenes, en una cultura que mata animales de orma indiscriminada y que los come relamiéndose, se le escapa a los adultos más insensibilizados, pero casi nunca se le escapa a sus niños. Y esta ea distorsión de la realidad es solo una de tantas contradicciones con las que nuestra cultura del trenecito parlante trafica al por mayor. El eecto de estos ejercicios amorales es grave en los niños, a pesar de la tolerancia ejercida por los expertos del desarrollo del niño, que justifican esta práctica.
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Hay animales que hablan en Potter, pero ninguno es mono. “Gracias a Dios que se desatendió mi educación”, escribió Potter, pero a lo que se reería es a la escolarización del trenecito parlante. El aprendizaje de Potter era del mejor calibre: leyó a Homero en sus mejores traducciones, hablaba alemán de orma fluida y escribía recuentemente que no le gustaban los niños. Despreciaba a esos espíritus arruinados por teorías que les ha asestado el encierro orzado de larga duración, especialmente aquellos que producían respuestas inantiles mucho después de haber desarrollado una vida interior, porque es lo que se esperaba de ellos. El hecho de que los niños se sientan uertemente atraídos por Potter es un triuno de la verdad sobre las ilusiones oficiales de la escolarización institucional.
¡Separa los ruedines! Según el New York imes del 15 de diciembre de 2006, Elena Delle Donne es la mejor jugadora de baloncesto emenino del país, con “potencial para alterar las reglas del juego para las mujeres, de la misma orma en la que Michael Jordan lo hizo para los hombres”. Ha ido a una gran universidad sin que le cueste un centavo y está destinada a hacer millones en promociones. Sin embargo, te hablo de ella por algo que hizo cuando tenía tres años y ninguna idea de baloncesto. ¡Cogió una llave inglesa y sin ninguna ayuda separó los ruedines de su bici! Con tres años se liberó de la maldición de la inancia, esa exquisita invención alemana. Liberada de sus dañinas suposiciones sobre lo que es posible y lo que no. Intenta imaginar la organización interna que requiere una niña de tres años: la atenta observación de las llaves inglesas, la estructura, los procesos; la planificación que debió tener lugar dentro de esta criatura de mil días de vida para siquiera concebir tal plan, no digamos ya de su ejecución. Para asegurar más Elenas, la escuela tendría que abandonar la conveniencia de tratar grandes
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grupos de orma colectiva – como “clases.” Persiste en las clases y la mayoría de Elenas estarán arruinadas antes de romper el cascarón. Piensa en Branson, piensa en Ben Franklin o George Washington, piensa en Octavia Walker y David Farragut, descritos en otra parte de este libro. Cuando, como ocurre con cierta recuencia, los padres me preguntan por un solo consejo para cambiar a mejor la relación entre ellos y sus niños, no dudo en recomendar esto: No los trates como a niños. La inancia existe, pero acaba mucho antes de lo que la dejamos. Me empezaría a preocupar si mi hijo uera visiblemente inantil pasados los siete años, y, si a los doce no estás tratando con jóvenes ansiosos por tener su oportunidad, asqueados de los ruedines para todo, capaces de ir a Londres, hacer cientos de kilómetros en bici y añadir suficiente valor al vecindario para tener un ingreso independiente; si no ves esto, estás haciendo algo realmente mal. Incluso a los siete años, no elimines la verdad de las cosas. Si la amilia tiene ingresos, los niños necesitan saber hasta el último céntimo cuáles son es y en que se gastan. Asume que son seres humanos con las mismas capacidades y naturalezas básicas que tú tienes. Lo que tú tienes superior en términos de experiencia y comprensión madura, bien podría cambiarse por su resistencia natural, su rápida inteligencia, su imaginación, su percepción original y sus ganas de ser autosuficiente. No caigas en la calculada ilusión de la niñez extendida. Es un gran secreto, clave para el poder – poder para tus hijos si cambias las tornas en contra de sus adiestradores. Y la adolescencia es un engaño total, un puro mejunje de ingenieros sociales de apenas un siglo de antigüedad. Es una paradoja, constantemente amenazando con solucionarse a medida que los jóvenes superan la prisión escolar en la que los hemos encerrado. A veces, cuando leo obituarios – de lejos el apartado más valioso de un buen periódico – me encuentro una nueva prueba de que lo que te digo es verdad.
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Por ejemplo, el 18 de abril de 2003, mi periódico llevaba la necrológica del 101er hombre más rico, John Latsis. Si ese nombre te resulta vagamente amiliar es porque su nieto, Paris Latsis, estuvo durante un breve periodo comprometido con Paris Hilton, la amosa heredera y querida payasa, cuyo vídeo sexual ha sido alimento esencial de la imaginación masculina desde su lanzamiento al mundo. El yate de John Latsis ha sido un espectáculo común en los puertos del planeta durante mucho tiempo antes de su muerte, al haber sido prestado al Príncipe Carlos, al presidente Bush, a Marlon Brando, a Colin Powell y a muchos otros personajes ilustres. Nacido en una amilia griega pobre de una aldea pesquera, la inancia era un lujo que su amilia no se podía permitir. No tuvo escolarización alguna y empezó a trabajar como peón a los doce años. Pero Latsis ambicionaba algo más; al final se enroló como marinero de cubierta en uno de los viejos buques de carga. Después de la Segunda Guerra Mundial, los buques viejos eran una prioridad en el mercado de buques de carga internacional; casi sin valor, se construyeron muchos para tirar de los suministros de guerra y de los soldados. A los 28 años, este chico pobre, Latsis, cogió sus ahorros y todo lo que pudo pedir prestado y puso la entrada para uno de los buques viejos. Durante los siguientes 30 años convirtió ese único barco en una poderosa flota. Sin ninguna indicación de algún mentor de escuela de negocios (de los que no tenía ninguno), gradualmente diversificó del flete a la construcción, el petróleo, la banca y otras empresas. Su creciente sofisticación era una consecuencia natural de estar completamente conectado a los asuntos del mundo. Hace setenta y cinco años, las escuelas hablaban rutinariamente de caminos alternativos al éxito como el de Latsis; ya no lo hacen. El 80 por ciento de los jóvenes de hoy – incluso más – están preparados (al menos en teoría) para
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“buenos empleos,” como empleados especializados de un tipo u otro. La atención nunca se centra en las vidas como la escogida por John Latsis, quien lo hizo sin ninguna ventaja de ninguna educación ormal en absoluto.
Tania Aebi y George Meeghan Hace veinte años, en 1989, una adolescente llamada ania Aebi llegó al Puerto de Nueva York después de dos años sola en el mar, habiendo circunnavegado el mundo – la primera mujer en la historia conocida en haber llevado a cabo esta extraordinaria hazaña. No tenía ninguna experiencia en la marinería, ninguna vocación o aptitud para ello, y solo un vago conocimiento de navegación cuando partió, después de haber suspendido Navegación Astronómica en el examen de la Guardia Costera. Aprendió sola la materia a bordo de su embarcación. Y navegó su ruta hacia la madurez, los libros de récords y la historia. ania tuvo tantos problemas en el Instituto Brooklyn ech que gradualmente dejó de asistir, como puedes descubrir al leer su libro, Maiden Voyage; su padre, asqueado por su grosería y su comportamiento en general, la quería uera de casa y se oreció a comprarle un barco de 8 metros de eslora si navegaba alrededor del mundo sola. Como una orma de venganza, aceptó el reto, dejó el instituto y lo hizo. Hace treinta años, un joven pobre de Inglaterra concibió la idea de hacer el camino a pie más largo en la historia humana. George Meeghan no tenía título universitario, ninguna ormación especializada, ningún equipamiento sofisticado, nada de dinero y nada de escolarización más allá del tercer curso – era un modesto marinero de cubierta en un insulso barco de vapor con rumbo a Sudamérica. Habiendo dejado allí su barco, se dirigió a ierra del Fuego, se puso en dirección al norte y empezó a caminar. Su botiquín al completo iba remolcado detrás suya en uno de esos ligeros carritos de la compra que la
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gente lleva al mercado para transportar a casa su compra. Las ruedas se le iban saliendo. Era de chiste. Le llevó siete años a George Meeghan cruzar los Andes, sortear peligrosas naciones montañosas, cruzar la impenetrable región del Darién y entrar en los Estados Unidos. Ya en exas, decidió hacer una excursión adicional para ver Washington D.C. – a pie por supuesto – después giró al noroeste, hacia Point Barrow, Alaska, para completar la caminata más larga de la historia humana. El resumen básico que te he dado no le hace justicia a la epopeya de George (ni a la de ania). e insto a que leas su libro , Te Longest Walk, para que descubras lo que los seres humanos sin escolarizar son capaces de hacer. Hace poco, la hija pequeña de George hizo a pie la distancia completa de Japón, de sur a norte. Dos desertores escolares, dos triunos del espíritu humano. Ninguna escuela sobre la tierra soñaría con enseñar lo que han aprendido, escribir su propio guión, ser autosuficientes y decididos. La caminata más larga en la historia humana (busca a George en el Libro Guinness), la navegación más larga a solas (busca a ania en el Libro Guinness) – si dos jóvenes sin mucha ayuda o equipo especial pudieron hacer esto en la década de los 70 y 80, con auténtica uerza de voluntad, ¿puedes siquiera volver a creer las hipótesis académicas sobre la migración humana? Si ania y George lo hicieron sin nada, entonces otras personas anónimas lo han hecho antes también. “Académico” en su día se reería a Akademos, el jardín donde enseñaba Platón; ue un término muy respetado durante casi dos milenios, pero a finales del siglo 19 ha llegado a significar “de escaso interés humano,” irrelevante. Ahora contrasta las vidas de ania y George con las vidas de 25 000 jóvenes, intensamente escolarizados, que trabajan en Washington D.C. y que se sueltan la melena los fines de semana en Dewey Beach, Delaware:
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Dewey Beach, Delaware, 5 de julio de 2001 – En Corintios , Pablo predica que los adultos dejen las cosas infantiles. Claramente, el apóstol nunca veraneó en este pueblo playero de kilómetro y medio de costa. Es viernes por la tarde y 25 000 profesionales solteros...llegan en masa a esta aldea de 500 habitantes para su ritual de regresión semanal...lobistas , asistentes del Congreso y el Senado, desarrolladores informáticos y consultores administrativos, cuya edad está entre 23 y 37 años. Habrá una cuenta abierta de 420 dólares en el Starboard esta noche – endrá lugar una escapada sexual a plena vista de los vecinos el sábado por la tarde. Se le dará a la pista de baile... [este] ritual de trabajadores solteros, que mudan sus trajes de poder por el escapismo de casa de playa cada viernes, está en su apogeo.
– USA ODAY
El principio de la pulga atrapada ¿Qué nos dice la misteriosa e inhumana pasividad de los niños de escuela hacia los asuntos que el mundo adulto ha considerado tradicionalmente importante? ¿Y la más rara aún indierencia que los pobres niños exhiben por su ominoso e incipiente uturo? enía teorías sobre esto cuando era proesor, pero nunca una que creyera realmente hasta que un chico inmigrante taiwanés de 11 años, llamado Andrew Hsu, explicó como quebrar el espíritu de las pulgas para que pudieran ser adiestradas. Su explicación estaba impresa en un esbozo autobiográfico que escribió para la ceremonia en la que él y yo recibíamos el mismo premio, pero el reconocimiento material palidecía en comparación con lo que aprendí de Andrew aquel día. En primer lugar, acababa de ganar en la Feria de Ingeniería y Ciencia Estatal de Washington, por su secuenciación
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de un gen que el hombre y el ratón tienen en común: el COL201A. Andrew era un campeón de natación con muchos troeos. Hablaba chino, rancés e inglés, todos de orma fluida. rabajaba en su tiempo libre como asistente en documentales proesionales. Y ue educado en casa. Cuando se le pidió que describiera la lección más importante de su vida, la que tuvo más influencia en sus decisiones, dijo que ue una historia que le contó su padre sobre el método que se usa para adiestrar pulgas para que se balanceen trapecios, conduzcan pequeños carros (o los empujen) y para el resto de cosas maravillosas que las pulgas aprendían para divertir a los reyes y a las cortes en la historia mundial. La historia que le contó su padre dice así: Si metes pulgas en un contenedor poco proundo saldrán enseguida. Pero si pones una tapa en el contenedor solo durante un tiempo, se dan contra la tapa intentando escapar y aprenden rápidamente a no saltar tan alto. Renuncian a su búsqueda de la libertad. Después de quitar la tapa, las pulgas quedan encarceladas debido a su propia autorregulación. Así ocurre en la vida. La mayoría de nosotros dejamos que nuestros propios miedos, o las imposiciones de otros, nos encierren en un mundo de bajas expectativas. Al leer eso, la visión de toda mi vida como proesor apareció ante mis ojos. Había sido contratado para ser la tapa de la placa de Petri, a la que los niños embestirían con sus cabezas tratando de seguir su propio camino hasta que un día, exhaustos, dejarían de intentarlo. En ese momento serían aptos para ser adiestrados.
Cómo montar un caballo ligeramente loco El tiempo que pasamos atrapados en la escolarización y sus patrañas nos deja a la mayoría de nosotros pasivos, incompletamente humanos, incapaces de uncionar como
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espíritus soberanos. Pero existen otras herramientas para cortarnos las alas, para ir sobre seguro. Aquellos que se ugan de la escuela o se juntan en los aseos o en los huecos de las escaleras no son el mayor problema – después de todo, ¿a dónde pueden ir? El mayor peligro para el orden social viene de aquellos que se retiran a los descansos secretos de sus vidas interiores, donde ningún fisgón puede penetrar. Para este aplicado contingente, un conocimiento de la cría de caballos nos da otra estrategia. Si reconoces los peligros conocidos para la cordura de un caballo, cosas a ser evitadas si quieres que tu pura sangre sea productivo, y en lugar de evitarlas impones estas condiciones, es posible conseguir que la gente trabaje en contra de sus mejores intereses e intente vínculos y se les mande a la prisión más prounda del ser a jugar a “Dragones y Mazmorras,” videojuegos o navegar por la red, en lugar de asumir riesgos y aprender cómo ser eficaz. Hace algunos años vi con cierta sorpresa mi experiencia docente reflejada en las páginas de una revista altamente especializada, una publicación de la Asociación para la Salud Mental. El artículo pertinente ue encuadernado y enviado desde Frankurt, Kentucky, por el señor y la señora Howard, entusiastas de los caballos como mi mujer, Janet. Considera el daño que se le hace a la carne de caballo de calidad cuando el alcance de su experiencia diaria está sobresimplificada. Marca mientras lees las condiciones que causan que un caballo se vuelva un poco loco y compáralas con la conocida disciplina de la escuela corriente: ...Mantenlos principalmente inactivos, mantenlos apartados de otros caballos y crearás un animal que interactúa con el mundo de formas claramente antinaturales... tímidas, locas, impresentables, empernadas, encorbadas, evasivas, vergonzosas, etc. Evita que un caballo acceda a
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la sabiduría de la manada y de su propia naturaleza y tendrás un caballo que no sabe cuál es su sitio en el mundo. Bajo tales condiciones los caballos bien educados, con un potencial tremendo, acaban viviendo sus vidas como...consumidores en lugar de colaboradores.
Consumidores en lugar de colaboradores. Por supuesto ese es el objetivo, que ya habrás comprendido si has seguido atentamente el disperso argumento de mi libro – el capitalismo corporativo de mercado de masas y el capitalismo financiero que ha ido reemplazándolo durante cierto tiempo, ambos necesitan consumidores que definan el valor de sus vidas con el consumo; ambos necesitan que solo una pequeña porción de la población sepa cómo producir – y cualquier cosa, más allá de esa pequeña porción, es un veneno mortal para el sistema, porque el espectro de la superproducción hará que el capital se esconda. La creencia política es que se ha de parar la superproducción. Las escuelas son las principales ábricas donde se hace esto. Por otro lado, deben acentuar el consumo – y ninguna condición estimula más el consumo que el aburrimiento, especialmente cuando la imaginación de la vida interior ha sido paralizada por infinitos ejercicios de repetición, las crisis sintéticas de la evaluación continua y el minucioso condicionamiento con recompensas y castigos, el juego de los ganadores y los perdedores. ¿Realmente la gente piensa así? Si me haces la pregunta, tendría que contestar con tristeza: sí.
La caldera del tiempo inservible Cuando el tiempo está rígidamente programado, estamos obligados a vigilar las apariencias de atención e interés, en lugar de la realidad de tales atributos; sin un tiempo ininterrumpido, no tienes la más mínima esperanza de sintetizar los pedazos de inormación que se te arrojan. Es posible memorizar el
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significado oficial de esos pedazos, pero en el tiempo disponible no queda ninguna posibilidad de que puedas llegar a tus propias conclusiones. ras años de estudio, sabemos que el sueño ininterrumpido es esencial para la precisión en el pensamiento, pero como me enseñó una vez Claire Wole, una escritora de la costa oeste, el tiempo de vigilia ininterrumpido es igualmente esencial. Cuando no te puedes concentrar, es diícil darle sentido a las cosas. En lugar de persistir intentándolo, es más ácil dejarlo. La destrucción del tiempo ininterrumpido es una gran arma de instrucción masiva. Las escuelas son un laberinto para ratas de una actividad renética: timbres, altavoces, mensajeros tocando a las puertas de clase, chillidos del patio, visitantes oficiales, visitantes no oficiales, un ir y venir de interrupciones para ir al baño, abucheos, abusos y flirteos – nunca sabes cuando será la próxima interrupción. rata de pensar en el eecto psicológico de ser sumergido en la caldera del tiempo inservible, en palabras de la señorita Wole, una y otra vez durante 12 años (en el caso del alumno) e incluso más en el del proesor. El tiempo personal es el único tiempo que tenemos en el que construir teorías, probar nuestras propias hipótesis y especular acerca de cómo se podrían conectar los pedazos de inormación que recogen nuestros sentidos. El tiempo nos permite añadir calidad a nuestras tareas. Solo hizo alta una llamada a la puerta para arruinar el inmenso poema Kubla Khan de Coleridge. No era tan sensible cuando era proesor, pero después de tres interrupciones – y en mis años de servicio la media era de siete por hora de clase – mi cerebro estaba tan rito que improvisaba el resto de la clase.
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Fin Espero que esto haya sido suficiente para que continúes la caza de armas33 por tu cuenta. Escribir esto me ha puesto muy triste y me ha cabreado mucho. No puedo continuar.
33 N.d.. El autor hace un guiño al título del libro, al hacer reerencia a las “armas de instrucción masiva”.
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8 ¿Qué es la educación?
Las preguntas de Kant y la épica de Europa. El gran filósoo alemán, Immanuel Kant, planteó cuatro preguntas que él creía estaban en el centro de cualquier búsqueda educativa: ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo esperar? ¿Qué debería hacer? ¿Qué es el hombre?
Es seguramente una de las grandes ironías de la vida moderna que Alemania, una cultura nacional que admiraba a Kant como el übermensch34 definitivo, creó una orma de instrucción juvenil que prácticamente extinguió la curiosidad en el hogar y exportó agresivamente su sistema por todo el mundo en los siglos diecinueve y veinte. Sólo tienes que buscar en Google la amosa “Séptima Carta al Comité Escolar de Boston” de Horace Mann para disipar cualquier ilusión persistente de que la escolarización obligatoria americana es un producto doméstico, o que pretende transmitir unas “habilidades básicas” 34 N.d.. Del alemán, superhombre.
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como así se piensa generalmente. Es, undamentalmente, alemana. odas las preguntas de Kant deben ser resueltas antes de que se pueda empezar con un currículo provechoso que alcance los fines que desees. Pero si eludes este trabajo, o te engañan (o te obligan) para que lo cedas a un establishment oficial de especialistas, no debería sorprenderte si te encuentras, junto a tus hijos, atrapado en la rueda de la conveniencia de algún otro, o de sus prioridades. Nunca te acercarás a la elevada condición que te orece la educación, donde el dinero y la ama apenas importan, mientras sigas satisecho con memorizar la definición que hacen otros de las cosas. Aunque reflexionar seriamente sobre lo que otro dice no es inútil. Puede llevarte más cerca de tu propia verdad – como dijo el Juez del ribunal Supremo Potter Stewart sobre la pornograía: “No puedo definirla, pero lo sé cuando la veo.” Con esto en mente, te voy a orecer no una definición extensa, sino tres “investigaciones” sobre este misterio: una de un escritor de viajes excepcionalmente agudo llamado James Salter; otra de una declaración que hice al comité del Senado hace diecisiete años; y otra de un verso libre que garabateé sobre un bloc de notas mientras lidiaba con la idea para una carta que pretendía mandar a mi nieta, Kristina, que encontrarás como Capítulo Nueve de este libro. James Salter buscaba una orma de capturar en palabras la admiración que sentía por el continente de Europa y su historia. Empezó diciendo que Europa ayuda a esclarecer las preguntas de Kant: Lo que finalmente me aportó fue la educación, no las lecciones de la escuela sino algo más elevado, una visión de cómo aguantar: como tener ocio, amor, comida, y conversación, como ver el desnudo, la arquitectura, las calles, todo nuevo y buscando ser pensado de una forma
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diferente. En Europa, la sombra de la historia cae sobre ti y, no sabiendo nada de ella, de repente te das cuenta de lo pequeño que eres. No saber nada es no haber hecho nada. Recordarte solo a ti mismo es como adorar a una mota de polvo. Europa está en el orden de un inmenso e insondable aula, más allá del catálogo o la descripción.
Enrentado a la poderosa épica de Europa y su inagotable abundancia, Salter es capaz de ver lo lejos que están “las lecciones de la escuela” de la educación. Mira a tu alrededor en Estados Unidos, como él hizo en Europa: ¿e ha enseñado tu propia escolarización cómo llegamos hasta aquí? Las dos siguientes orendas son de mi cosecha. El 23 de octubre de 1991, recibí una invitación para testificar ante el Comité de rabajo y Relaciones Humanas del Senado de EE. UU. El tema: especulación sobre cómo serán las escuelas en el año 2000. Aunque he pulido un poco la prosa, la gramática y la sintaxis para evitarme la vergüenza de que un viejo proesor de inglés escriba de orma tan descuidada, el argumento es tal como lo pronuncié. Y el lector notará que el uturo, tal como lo anticipé una década antes, ocurrió como estaba previsto. El senador por Massachusetts ed Kennedy era el presidente del comité: Senador Kennedy. Distinguidos miembros e invitados del comité. Lo que más deberíamos temer es que la escuela en el 2000 sea exactamente igual que en 1990. La escuela en 1990 es casi igual que la de 1890. engan en cuenta, sin embargo, que si nos movemos hacia atrás otros cien años, a 1790, los ecos desaparecerían. En 1790 era todavía posible educarte en América, porque la escuela no consumía todo el tiempo del joven, ni actuaba como una sanguijuela sobre la vida familiar de entonces; no imponía hábitos serviles en el tiempo de
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maduración; no adoctrinaba a las mentes jóvenes con la carga de demasiadas ideas preconcebidas. odavía era posible tener una educación en 1790, porque no había demasiada gente alrededor que fingiera darte una, obligándote a aceptar lo que te ofrecían bajo sanción legal. En tu misma Massachusetts, senador, había más ciudadanos alfabetizados bajo un sistema donde la escolarización era voluntaria y de corta duración, que la que nunca ha habido bajo el diseño de coacción de larga duración que hay ahora mismo. Si volverá a ser posible tener una educación con facilidad, en Massachusetts o en otro estado, dependería de las decisiones políticas que hagan aquellos a los que – como ustedes – el resto de nosotros les hemos confiado nuestro poder. No es mi intención ofender, solo señalar mi tristeza personal cuando digo que no pienso que se vayan a tomar esas decisiones. Mis motivos para el pesimismo surgen de saber que el fracaso está integrado en nuestro sistema político, porque obliga a los líderes políticos a depender de su elección de los mismos intereses financieros que se benefician de que las escuelas sigan de la forma en la que ya son. Las escuelas son una de las fuentes de contratos y de empleo más lucrativas, que enchufan a los amigos y a los familiares de los donantes de su campaña. No se amparen en el cinismo: a menos que reconozcan que tienen las manos atadas en lo que respecta al cambio escolar, es inevitable que cometan los mismos errores año tras año con falsas reformas. El cambio no es probable que ocurra desde ningún centro político por la misma razón, pero puede venir de las decisiones rebeldes personales tomadas por hombres y mujeres corrientes, que no tolerarán que sus hijos sean ultrajados nunca más – como la revolución de los homeschoolers que está teniendo lugar a nivel nacional.
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Este sistema ha tenido un siglo para demostrar lo que vale. Ya es suficiente. Desde su inicio no funcionó salvo en cuentos de hadas hechos en casa; no funciona hoy, y no funcionará mejor en el futuro. Pero si nos podemos quitar la bota del estado político de nuestros cuellos, hacia el año 2000 esto es lo que podría empezar a brotar. Primero tendríamos un largo y enérgico debate a nivel nacional, regional y local cuyo propósito sea el de establecer la gama de definiciones aceptables de una persona educada. La pedagogía profesional nunca ha hecho esto excepto en sus más livianas generalizaciones, porque sabe que es mejor que tener las manos atadas por promesas que no podrá cumplir. En la parte más arrogante del espectro institucional tenemos enemigos públicos como James Bryant Conant, el especialista en gas tóxico de la Primera Guerra Mundial y longevo presidente de Harvard, que anunció en 1959 que la educación es “lo que sea que dé la escuela.” Al Dr. Conant le molestaba que cualquier simple ciudadano pudiera pensar que tenía el derecho a cuestionar las decisiones tomadas por expertos como él. Lo que exigía para si mismo, en esencia, es el derecho a decir: “La educación es lo que yo diga que sea.” Pero no se puede evitar una definición pública de los objetivos de la formación de la mente y del carácter. Si nosotros, el pueblo, no nos ponemos de acuerdo en los fines, no hay forma de tener comienzos – ¿Se embarcarían en un viaje en coche durante doce años cuyo destino sea “a algún lugar”? El principal objetivo del tiempo escolar hoy, un objetivo del que muchos hombres y mujeres autocomplacientes se congratulan en saber, es la producción de notas de tests altamente estandarizados – que no se relacionan con casi nada de valor. odos los presidentes de Estados Unidos,
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desde que se pusieron en marcha tales tests, han tenido unas notas en estos tests estandarizados mediocres o pobres; por lo general, lo mismo es cierto entre los ejecutivos de las corporaciones. ¿Si las notas tuvieran algún tipo de significado, no sería una información exigida por los consumidores? ¿Apostarían por un caballo sin consultar los gráficos de su rendimiento en el pasado, reducidos a datos matemáticos? Pero te obligan a apostar por profesores, directores, superintendentes, profesores de universidad, etc. cada día, sin que te hayan dado acceso a esta valiosa información. ¿Qué locura es esa? Altos estándares y estandarización son cosas muy diferentes, pero las normas de la Neolengua han hecho deliberadamente que las tomen por lo mismo. Igual que han sido condicionados a pensar en la educación y la escolarización al mismo tiempo. El largo, enérgico e irritado debate que pido, senador, haría cumplir a la escuela su parte del trato al producir una lista de capacidades humanas valiosas que las escuelas garantizarían realzar – o perderían su capacidad de exigir la asistencia a estas mediante el poder policial del estado. Dicho esto, déjenme darles mi propia lista: •
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La gente educada rara vez no sabe que hacer con su tiempo; estar solo es a menudo una bendición para los educados, porque les gusta su propia compañía. El tiempo no se les hace largo. La gente educada puede establecer lazos de unión donde sea, porque entienden la dinámica de las relaciones. La gente educada es consciente, acepta y entiende el significado de su propia mortalidad y cada una
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de sus etapas. Aprenden de cada momento, ganan en comprensión en todas las edades, incluso en sus últimos minutos sobre la tierra. •
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La gente educada tiene un proyecto personal de valor ganado a pulso. No aceptan ninguna orden en marcha sin que pase la prueba del análisis crítico. Pero también son conscientes de una comunidad humana más grande y sus valores, y conocen la importancia de los valores en las diferentes culturas. Los hombres y mujeres educados disfrutan de la capacidad para crear cosas nuevas, nuevas ideas y nuevas experiencias; los educados descubren la verdad por sí mismos a través de las leyes de la evidencia, no memorizando las opiniones de otros. La gente educada detecta las necesidades de los demás e, intentando satisfacerlas, se ganan la vida. Pero a diferencia del ignorante, el educado nunca se vuelve excesivamente dependiente de la riqueza material para ser feliz, reconociendo que los bienes más valiosos – el amor, la curiosidad, el respeto y la empatía – se pueden tener sin ningún coste. La gente educada busca activamente la variedad y saben cómo dominarla lo suficiente como para satisfacer su placer y su ilustración. Aunque son conscientes, también, de que sin su propio hogar y sus responsabilidades, la variedad es hueca; la experiencia, superficial. El currículo para ser educado se extrae de los grandes pasajes de la vida que han unido a las
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generaciones desde el principio de los tiempos. El primero es el misterio del nacimiento y la misteriosa emergencia del yo. Explorarse a uno mismo requiere un conocimiento profundo de los propios padres y antepasados – y de las culturas específicas que ayudaron a formarlos. Esto es, las culturas locales: mucho más que las entidades abstractas que llamamos estados políticos. ¿Quién soy? ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuáles son mis posibilidades? ¿Qué límites establece mi peculiar naturaleza? Explorar estas cosas es como una agenda crucial que una persona educada debe cumplir; no atenderla solo resulta en una madurez incompleta. •
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El mundo físico, tanto cercano como lejano, debe ser examinado, analizado y evaluado a fondo. Este es un trabajo que no puede hacerse adecuadamente encerrado o a través de abstracciones de pizarra. Cuando la escolarización obligatoria roba el tiempo necesario para este trabajo, el daño es importante. Hay un tiempo y un lugar en el orden de la vida en el que se debe cumplir con esta agenda; si se demora demasiado, se pierde la oportunidad para siempre. Las complejas posibilidades de asociación deben ser enfrentadas y encaradas – no funcionará simplemente con hablar de ellas, o con verlas en los programas de televisión. Incluyen relaciones familiares, amistades, compañerismo, camaradería, amor, odio, comunidad, contactos y más. Cada una tiene sus fuertes y sus riesgos inherentes a su forma. No practicar cada una es arriesgarte a ser un tullido emocional. Pero la
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escolarización de confinamiento está diseñada para socializar a los niños en sistemas – la más débil y la menos fiable de todas las asociaciones humanas. Es inevitable que los sistemas traicionen tu confianza si dependes excesivamente de ellos. •
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Otro tema principal que atrae la atención de la mente educada es un enfoque meditado de la vocación – ¿Cómo contribuye uno al bien común y al mismo tiempo se gana la vida? Entonces tenemos el tema de “madurar” como una vocación en sí misma. ¿En qué se diferencia uno de un niño? ¿Qué complejo de aceptadas obligaciones conlleva madurar, cuya aceptación lleva a la madurez y a la independencia? Y no podemos dejar fuera un atento estudio de la muerte, el último acto de este ciclo dramático que empezó con el misterio de la vida. Sin un conocimiento claro de la corta saga de la vida, nada tiene mucho significado. Si viviéramos para siempre, ninguna elección sería nunca significativa, porque tendríamos una vida eterna para elegir una y otra vez. El tiempo es estrictamente finito. Cada decisión excluye a otra. Esa es la realidad que inviste de significado a la existencia. enemos que darnos cuenta de que los que van a morir le deben a las generaciones venideras un mundo como mínimo tan bueno como el que han experimentado mientras estaban completamente vivos; uno mejor si es posible.
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Abandonar la catedral
Cualquier escuela que aspire a educar debe dejar la seguridad del recinto amurallado; debe dejar la seguridad de emplear a una casta sacerdotal titulada para la docilidad y la corrección política; debe abandonar el papado del estado político y sus socios económicos. A corto plazo, esto lleva a una ventaja (a los partidos en el control), pero con el tiempo sangra la vitalidad de la riqueza general – como sangró en su día a la poderosa Unión Soviética – y drena de la economía su capacidad para adaptarse a las circunstancias variables. Al agarrarse al beneficio económico a corto plazo, las escuelas están a cargo de prevenir la educación – los signos de decadencia a causa de esa receta están por todas partes. Si la escolarización de recinto amurallado se acabara, las relaciones corruptas con las universidades, los editores de libros de texto, los contratistas de la construcción, empresas de autobús y otros suministros clave, que se aprovechan de una audiencia masiva prisionera, se marchitarían rápidamente. Nuestra nueva escuela eliminaría la evaluación por otros motivos también, al aceptar finalmente lo que la experiencia demuestra claramente – evaluar es un indicador mediocre: la evaluación en masa institucionaliza el engaño; es de culturas predadoras, no de repúblicas enérgicas. Dejen que la evaluación vuelva a China y a la dinastía Manchu que la engendró. Porque la evaluación no se relaciona con nada real, identifica erróneamente a los ganadores y a los perdedores de una forma insensata. Entre sus muchas consecuencias desafortunadas está que evaluar dirige su atención a problemas que no son problemas en absoluto. Piensen en el problema del bajo nivel de lectura, una deficiencia que se corrige sola cuando las reglas del juego cambian. Sin embargo, una vez las notas del test la identifican erróneamente, crear una burocracia para
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“solucionar” el inexistente problema puede parecer algo racional. Uso la lectura como el símbolo de esta locura derrochadora porque puede que sea el motor principal tras la escolarización obligatoria. Aprender a leer y que te guste lleva sobre unas 30 horas presenciales bajo las condiciones apropiadas, a veces un poco más, a veces un poco menos. Es una habilidad bastante fácil de adquirir si se te dan buenas razones para hacerlo. Pero la exhortación no es suficiente, ni la intimidación, ni la humillación ni la confusión de un aula llena de extraños. La única forma de evitar que un niño aprenda a leer y que le guste – en una cultura densamente verbal que nos rodea con lenguaje impreso por donde quiera que vayamos – es enseñarle de la forma en la que lo hacemos. Deberían empezar con la actitud de que no pasa nada si un niño lee a los cinco y otro a los doce. Cuando ambos tienen quince, nadie podría decir cuál de los dos aprendió antes. El verdadero problema no es del niño, es que no pueden llevar una escuela de la forma en la que la he descrito. El aparato pedagógico que obliga a los niños de cinco años a ser clasificados según su capacidad para responder “correctamente” a las urgencias del profesor, da pie a nuestras patologías comunes de lectura. Para cuando uno que es aparentemente lento leyendo se aceque a la madurez, él o ella exhibirá indiferencia por la lectura, u odio hacia ella, por culpa de nuestros métodos. De momento, nuestra nueva escuela ha abandonado el uso del recinto amurallado. Ocurre en cualquier lugar: en granjas, barcos, hogares privados, iglesias, oficinas, en vertientes en la hierba y en habitaciones de mil aspectos. Ha retirado completamente la certificación a la enseñanza, para que cualquiera con una habilidad que transmitir pueda contactar con aquellos que quieran aprender esa habilidad. Internet hace fácil esta transformación.
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Lo único que nos hace falta actualmente es voluntad para llevarlo a cabo, contra la oposición de aquellos que se benefician de que las cosas sigan como están. Lo que hace particularmente difícil lograr esa voluntad, es que los adversarios al cambio son con demasiada frecuencia nuestros conocidos, o somos nosotros mismos. Esta nueva escuela que estamos creando pone el dinero para los gastos, aparte de la ayuda educativa, de vuelta a las manos de los contribuyentes. Eso romperá el monopolio de la instrucción de los jóvenes y restaurará un sistema abierto de aprendizaje desde cualquier lugar, como el que disfrutamos desde tiempos coloniales hasta el final de la Guerra Civil. Los monopolios contienen la iniciativa, hacen un uso mediocre de la realimentación de los clientes, que no tienen dónde ir, y generan una aversión a la verdad. Nuestra nueva escuela tiene compromisos flexibles de tiempo, que operan en espacios flexibles, y cuenta con opciones flexibles de estudio y con un orden flexible. No tiene estas cosas debido a una moda pasajera, sino porque la rica variedad humana así lo requiere. Nos desharemos por completo de los tests estandarizados, pero no de los altos estándares de calidad. La estandarización paraliza la imaginación y la imaginación siempre ha sido el verdadero motor de nuestra potente economía. Las clasificaciones que generan estas pruebas defienden, de forma bastante engañosa, que tienen una relación con la excelencia en el mundo real, aunque no es así en absoluto. La única forma en la que estos juicios, basados en la magia de los números, puedan parecer funcionales es amañando el juego de antemano. Esto quiere decir que si solo autorizas a la gente con altas puntuaciones en los tests, sin importar su verdadero mérito al diseñar edificios, quitar amígdalas o enseñar en la escuela, entonces creas una profecía autocumplida en lo
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que respecta a las puntuaciones de los tests. Cualquier tipo de cambio que produzca nuevo valor a nuestra sociedad mediante la escolarización implicará menos tiempo escolar, menos personal escolar, menos compra de material, menos interferencia en los procesos naturales de aprendizaje. Cualquier reforma escolar que funcione, académicamente y conductualmente, costará mucho menos dinero del que se gasta actualmente. Implicará una fusión gradual de la escolarización con la vida comunitaria, una desprofesionalización del proyecto de aprendizaje. Esa es la razón por la que no es probable que ocurra un cambio positivo ordenado desde arriba: requeriría valentía política por parte de hombres y mujeres que se benefician enormemente de la existencia de la escolarización masiva y los empleos y contratos que exige. Es un dilema digno de Salomón, uno que prácticamente exige que la reforma venga de abajo, no de arriba; de millones de actos fructíferos de sabotaje por parte de los padres y los alumnos, y sí – de profesores como yo. Debemos comportarnos como nobles termitas, que socavan el túnel de la actual estructura hasta que se disuelva bajo su propio peso. Debemos animar a la gente de la escuela a que sabotee el sistema mientras finge no hacerlo. Sé lo raro que suena todo esto: primero os digo que leer, escribir y la aritmética son fáciles de aprender mientras no se enseñen de forma sistematizada, y ahora os digo que la misma institución escolar “exhaustiva” que exigía Harvard en la década de 1950 está arruinando a nuestros niños, no ayudándolos. Sé que los expertos os han dicho que el complicado mundo de hoy requiere más tiempo escolar, jornadas más largas, cursos más largos, más evaluación, más etiquetado. Bien, senadores, han sido engatusados, y espero
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que su propia experiencia lo confirme con un poco de reflexión. ¿Cómo piensan que millones de estadounidenses aprendieron a utilizar ordenadores y el resto de la parafernalia de la sociedad de la información? No en el colegio, eso está claro. Por el amor de Dios, mi propia escuela, del rico vecindario de la parte oeste de Manhattan, ¡ni siquiera tiene un reloj en la pared! O un teléfono, un fax o un procesador de textos accesible a los profesores o alumnos. Esforzándonos, esforzándonos con las indicaciones traducidas del japonés, lloriqueando a los amigos, viendo a otros, haciendo contactos, comprando lecciones de tipo libre mercado, leyendo libros, exigiéndonos al máximo. Aprendimos a usar el ordenador de la misma forma que aprendimos a conducir – sin mucha ayuda profesional. ¿No es obvio que mucha gente que está haciendo buen uso de los ordenadores en este momento hubiese suspendido la asignatura de informática en el colegio? Muchos hubiesen estado demasiado avergonzados, demasiado asustados, demasiado enfadados y confundidos en un marco escolar para aprender de verdad. No aprendemos muy bien cualquier otra cosa ahí, ¿por qué iba a ser diferente con los ordenadores? En otros veinte años, cuando todas las escuelas estén informatizadas, ¿no podrían pronosticar ya que las escuelas asegurarán que sin la formación escolar nunca hubiésemos hecho la transición a la era de la información? Ustedes y yo sabemos que no es así, ¿verdad? Hagan un paralelismo con la conducción. Es un baile peligroso y de coordinación entre mano/vista/pie, mientras al mismo tiempo nos enfrentamos al reto intelectual de calcular constantemente, trazar una estrategia y tomar decisiones instantáneas a vida o muerte. Adviertan que cualquiera que haga esto aprende de verdad a hacerlo
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por sí mismo. Aunque a pesar del riesgo mortal, casi cualquiera que no beba mientas lo haga lo hará bien. De hecho, nuestra civilización comercial, extendida como lo está, estaría herida de gravedad si no fuera así. Esa es la razón por la que no exigimos que los conductores sean escolarizados, solo que sean competentes. Y piensen en esto: a ninguno de estos conductores se les ha clasificado, o aprueban o suspenden el examen de conducir: si suspenden, lo hacen una segunda o tercera o décima vez hasta que aprueban. Casi todos aprueban al final. Ahora observen el efecto potencial de este sistema de “aprobado para todos” en su propia vida. Su seguridad está deliberadamente en manos de millones de conductores desconocidos dondequiera que vayan, incluso cuando caminan por las vías públicas. En cualquier momento, no saben si la rubia que conduce el Corvette blanco tuvo una mención honorífica como conductora o si aprobó por poco a la décima oportunidad flirteando con el examinador. ¿No deberían estar aterrorizados por toda esta ignorancia con tanto poder como para acabar con sus vidas o dejarles paralíticos? ¿No deberían llevar los conductores señales luminosas que indiquen qué nota de conductor tienen? No podrían rebatir tal iniciativa ante argumentos tan razonables, dada la baja opinión de la humanidad que refleja nuestra política, nuestros medios de comunicación y nuestra pedagogía. iene sentido, aunque la idea es completamente ridícula. Esperamos que todos, cualquiera que sean nuestras notas o clasificaciones, usemos nuestro buen juicio al conducir y en la mayoría de los casos no nos decepcionan. Las clasificaciones y las notas son una medida horrible de calidad. Cuanto antes reconozcamos esto en la planificación, antes alcanzaremos nuevas formas de ayudar a los jóvenes. Después de enseñar durante 30
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años, y haber ganado premios haciéndolo, puedo decir rotundamente lo que todo el mundo sabe instintivamente – los mejores lectores, los mejores escritores, los mejores matemáticos, los mejores científicos, casi siempre son personas que no tuvieron las mejores notas. odos ustedes desearon la posición de líder, senadores, y les pido que afronten honestamente tales implicaciones – encuentren el valor de acabar con los intereses financieros que usan la escolarización como la gallina de los huevos de oro. Si no lo hacen, ningún comité de senadores del mundo dará a los estudiantes estadounidenses un mejor trato en la escuela.
Un verso libre para Kristina Lo que sea que es la educación debería hacer a una chica única no una criada Debería darle el valor para encarar grandes desaíos, para encontrar los principios que le servirán como guía en el camino por delante, Hacerla uerte ante la presencia del mal, Dejar que ame cualquiera que sea su destino, sobre todo, debería llevarla a descubrir lo que realmente importa: Cómo vivir y cómo morir. – John aylor Gatto
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9 Una carta a mi nieta acerca de Dartmouth
Asuntos familiares Hola niña, mientras escribo esto hay en la pared una oto de periódico tuya con las multas que te ganaste montando en bici por la Quinta Avenida, al desafiar la prohibición de la ciudad. Estás sonriendo. Y yo también. No sé si Janet y yo estamos más orgullosos por ello, o por que seas capitana de un equipo campeón nacional de debate, o por ir al juzgado a cambiarte tu nombre, Gudrun, por el de Kristina. Empate creo. us inconormistas antepasados también están sonriendo. Vienes de una larga dinastía de rebeldes. Debe estar en el ADN. El pueblo de tu yaya Janet ue ilegalizado por la corona británica. u tatarabuela de Glenorchy llevaba un sombrero de copa. Y el inmortal orajido Rob Roy se identificaba con tu pueblo. Janet y yo nos casamos en el amoso emplo Budista cerca de Columbia, en Riverside Drive, el que tiene la estatua
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de Buda de bronce uera, que estaba sentado en la zona cero donde explotó la bomba atómica de Hiroshima en 1945, aunque resultó indemne. Ella era menor de edad y en aquellos días la ley decía que el matrimonio con una chica tan joven debía tener lugar en una iglesia u otro templo, no en el ayuntamiento. Los dos estábamos en paro, lejos de casa y arruinados, así que no podíamos permitirnos lo que los católicos, protestantes y judíos cobraban (probamos con todos), pero los budistas nos dijeron que nos acercáramos, que lo harían gratis. Janet estaba embarazada de tu madre en aquel momento. Después de hacer autoestop, tu abuela encontró un trabajo, pero la despidieron en dos semanas, porque intentó organizar un sindicato en su lugar de trabajo, donde no había. Yo conseguí un trabajo en Madison Avenue como secretario, pero me despidieron, también, porque no podía usar una peroradora de tres agujeros correctamente y eché a perder copias de una presentación de una agencia, previstas para ser repartidas esa tarde. Por la rama italiana/alemana, tu tatarabuelo Giovanni, quien me dio el nombre, vino de una amilia que poseía el título de “Señores de los Estrechos de Messina” en el siglo 17. Lo sacaron a la uerza de Italia a principios del siglo veinte por ser presbiteriano, periodista demagogo y masón, en la época en la que ninguna de esas cosas era bien vista en Italia. u tatarabuela, Lucrezia, con quien se casó, perdió su herencia (una plantación de bergamotas cerca de Reggio) y su título (era condesa) por casarse con él. Dejaron Italia, llegaron a Pittsburgh, y prosperaron por un tiempo. Andrew Mellon, el banquero, le contrató personalmente para que supervisase la división de Divisas Extranjeras del Banco Mellon, en una época en la que los inmigrantes llegaban en manada a la Ciudad del Acero, para trabajar en las minas y las ábricas. Los Gatto eran los anfitriones de Caruso cuando el gran tenor venía a la ciudad.
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Pero la prosperidad no duró. Giovanni murió a los 49, de un exceso de champán, caviar y un alto nivel de vida. Cuando alleció era Venerable Maestro de la Orden Masónica del estado de Pennsylvania. Ochenta y ocho limusinas negras vinieron de todas partes para asistir a su uneral, pero Lucrezia le enterró en una tumba sin nombre en el Cementerio Allegheny en Pittsburgh. ¿Su delito? ¡Hacer que su amante, Amalia, se mudara al hogar amiliar y se hiciera pasar por la criada! u madre tiene el reloj de pulsera de diamantes de Lucrezia. u bisabuelo, Harry aylor Zimmer, impresor del pueblo ribereño de Monongahela y propietario de un circo ambulante, ue un rabioso republicano, incluso cuando todos los del pueblo eran demócratas. Se presentaba a la alcaldía cada pocos años, imprimiendo ataques increíblemente violentos contra sus contrincantes. En 1948, el congresista local vino a casa a rogarle a mi madre para que el viejo Harry retirara el apoyo a su reelección como congresista. Le dijo que perdería por goleada si la gente descubría que Zimmer le apoyaba. Recuerdo vívidamente los días de la Segunda Guerra Mundial cuando tu bisabuelo se ponía en medio de Main and Second, ¡vocierando por la victoria alemana! Eso hizo que la caminata de Second Street Hill al Colegio Waverly, cada mañana, junto a una docena de niños, uera más animada de lo que me atrevo a recordar. Lo único que me salvó de más de una paliza ue que todo el mundo conocía a Bud Zimmer, el magnífico hijo de Harry, el tío más duro del pueblo, un diablo con sus puños, y mi tío. Nadie se atrevía a caerle mal a Bud. Bud también ue oficial de campo en la Batalla del Bulge, llevado a todos lados por su auxiliar en el jeep “Monongahela,” que apareció en algunos noticiarios del rente, para gran entusiasmo de los vecinos. Uno de los hombres que sirvió bajo el mando de Bud resultó ser el gigante industrial, Al Rockwell. El señor Rockwell concedió a Bud el control de su enorme planta cerca de Cincinatti, a pesar de que mi tío no tenía
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ninguna ormación universitaria. Bueno, basta de amilia. De tal palo tal astilla, Kristina.
Universidad Dartmouth No estoy escribiendo para evocar a tus antepasados, sino porque ya cumpliste los 17 en marzo y oí que ibas a White River Junction, por una entrevista para una admisión anticipada en Dartmouth. Y así se acaba tu inancia. Bud me dio algunos buenos consejos cuando tenía 17 y la cabeza llena de sueños de gloria de la Ivy League. Me dijo que me esperara unos pocos años y trabajara hasta que me comprendiera mejor a mí mismo. Fue un gran consejo, pero no hice caso (ahora deseo haberlo hecho), e imagino que sería inútil dártelo a ti también, así que no lo haré. Pero quiero que pienses largo y tendido sobre ir a Dartmouth o cualquier universidad amosa por su poder para concederte privilegios sociales. Es una ilusión. No pueden, e incluso si pudieran, tal condición convertiría tu vida en una cárcel, con cada una de las horas del día y cada asociación predeterminadas. No coníes en lo que tu instituto, o tus amigos, digan sobre esto – a estos últimos les han lavado el cerebro igual que te lo han lavado a ti y los primeros no trabajan por tus intereses sino por los intereses de un sistema que no comprendes. us cuatro años en un instituto especial te habrán inculcado el evangelio esencial para nuestra economía de mando – que la universidad es la base de una vida próspera y que solo las universidades de élite como Dartmouth poseen los secretos que tú necesitas. No importa que nadie pueda decirte de verdad lo qué ocurre concretamente en esos lugares, en esos asientos, para transormarte. Debes hacerlo de buena e, como la e en el nacimiento virginal. Mientras esperas la atídica decisión de la universidad, oirás a amigos decir que si no reciben el grueso sobre de
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aceptación a una universidad de prestigio se suicidarán. Cada año unas pocas almas desesperadas hacen esto. Recuerdo allá a principios de la década de 1950, cuando Duke me rechazo y estaba listo para enrolarme en el ejército, cuando mi segunda opción, Cornell, me abrió su corazón y me acogió. En cuanto a Pitt o Penn State,35 donde pastaba el rebaño común, era impensable que un esnob como yo las considerara siquiera. Así era la maligna influencia que el club de campo ejercía sobre mi juicio. Sentimientos así son habituales ahora en nuestro país, una señal clara de que nuestra otrora brillante singularidad basada en un duro igualitarismo está muerta. La filosoía que se encuentra por todas las universidades estadounidenses hoy en día ue representada por George Orwell de orma magistral en Rebelión en la granja, como una creencia entre los cerdos directivos según la cual, aunque todos los animales, por supuesto, son iguales, algunos animales son más iguales que otros. Si te sientes así, aunque sea un poco, sácatelo de encima igual que harías con un tumor. Es un cáncer moral y te comerá viva si lo aceptas. La mejor parte de Estados Unidos, nuestra promesa de que cualquiera que lo intente tendrá su oportunidad, está con la respiración asistida debido a la extensión de esta ea mancha. La universidad a la que vayas, si es que vas, solo marca la dierencia si crees en el hechizo que se te ha lanzado. ¿Es dinero lo que quieres? A una hora de donde vives podría llevarte a un vendedor corriente de perritos calientes que gana más dinero que el alcalde de Nueva York y el presidente de los Estados Unidos juntos; ¿Es ser de alguna utilidad real a la sociedad? – hazte una cuidadora de mascotas para que la gente pueda irse de vacaciones sin tener que maltratar a sus bichos. Como el vudú, a qué universidad irás – si es que vas – es solo 35 N.d.. El autor se refiere, respectivamente, a la Universidad de Pittsburgh y a la Universidad del Estado de Pennsylvania.
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una pregunta real en las mentes desorientadas por la ilusión. Eso no quiere decir que la educación no importe. Importa. Necesitas de un juicio crítico afinado con precisión para deenderte en la peligrosa casa de espejos en la que se ha convertido América. Es solo que la universidad no te dará una educación. Solo tú puedes hacer esto. Sé paciente durante un poco más de tiempo con este viejo y déjame decirte qué tipo de escolarización creo que representa Dartmouth, y después qué tipo pienso que necesitas tú. Aprenderás a jugar en el sistema en Dartmouth, no intentaré negar esto, y aprenderás a ocultar tu dolor y tu conusión. Aprenderás a pensar cómo y lo que el jee quiera que pienses, cómo vestir como el jee quiera que vistas, y cómo valorar lo que el jee quiera que valores. Y aprenderás a creer que todas estas cosas ueron ideas tuyas. Es muy sutil la enseñanza en Dartmouth. Ni siquiera te darás cuenta de que está sucediendo. La primera pista del cambio será cuando de repente te des cuenta de lo incómoda que te hacen sentir tus padres. Cómo desearías que no se metieran en tus asuntos. Dartmouth es una cuestión de problemas orzados, nada real. El método del “caso práctico” está arraigado aquí, es parte de un sistema que engaña a sus seguidores para que piensen que la puesta en práctica puede aprenderse a través de la simulación. Un poco de esto no hace daño, pero mucho es peor que inútil: te llena de alsa seguridad en que los problemas complejos están completamente sujetos al método – como lo está reparar una máquina – pero cuando tratas de ajustar a los seres humanos a simplificaciones abstractas del método, descubres que tienen que ser obligados a obedecer la teoría. Y a veces se revuelven. Irak, Aganistán, Sudán, son todos regalos de la metodología de los think-tank. Y todos inmunes al método. A los 17 quieres una manera de medir el avance de tu propia educación. e voy a dar ocho indicadores y tú me dices dónde estás actualmente en la escala de la verdadera educación:
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Índice del verdadero aprendizaje del abuelo John 1.
Autoconocimiento: Este es el mayor premio de todos. Sin él estás perdido y tropezarás una y otra vez en la vida. De momento deberías haber reflexionado lo suficiente como para conocer tu propio carácter: sus tendencias, ortalezas, debilidades, bendiciones, maldiciones. ¿Cuánto te ha ayudado tu instituto a conseguir esto?
2.
Observación: tu capacidad de observación en cualquier situación debería ser muy aguda. Cuando quieras, deberías poder uncionar como una cámara/grabadora objetiva que absorbe inormación precisa para un posterior análisis. ¿Puedes “leer” los documentos e imágenes primarias de cada lugar y tiempo? ¿O tienes que tomar la palabra de otros para que te digan su significado?
3.
Realimentación: ¿Estás entrenado rigurosamente para recoger pistas sobre ti de las reacciones de los demás y de las señales del entorno? ¿ienes problemas para aceptar la crítica y estimar su valor? Si dependes de las notas de los exámenes y de las evaluaciones del proesor para guiarte, estás lista para surir un shock cuando descubras las dierencias entre lo que te han enseñado a pensar y la realidad.
4.
Análisis: ¿Puedes tomar un nuevo problema, partirlo en elementos estructurales y procedimentales, evaluar la relación entre estos, pensar en las principales influencias del exterior y hacer todo esto sin la ayuda
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de un experto? 5.
Imitación: ¿Has aprendido a ser cualquier otro además de ti mismo? ¿Puedes ser un camaleón cuando lo desees? ¿O estás atrapado en tu propia y apretada piel, de la misma orma en la que lo está la gente pequeña? ¿Puedes adaptarte a cualquier grupo, incluso a un grupo de enemigos, entrando y saliendo a placer, pero siguiendo siendo tú mismo?
6.
Expresión: ¿ienes una voz propia? ¿Puedes emitir esa voz con claridad, estilo y potencia en la escritura y en el habla? Sin esto, tu capacidad para reclutar aliados será ineficaz, y probablemente serás engullido por cualquiera cuya expresividad sea superior a la tuya.
7.
Juicio: ¿Puedes evaluar de orma desapasionada? ¿Puedes ver a través de la mentira? La sociedad a la que vas a entrar es una casa de espejos; poco de lo que veas y pocos de los que conozcas serán lo que aparentan. Las personalidades más atractivas son siempre alsas. ¿Cuántas oportunidades tuviste de desarrollar tu juicio y ponerlo a prueba?
8.
Añadir valor: ¿Añades valor a cada encuentro, a cada grupo del que ormas parte? ¿Sabes siquiera lo que significa esto? Si no vales algo para los demás, entonces seguramente no valgas nada. Creo que esto es de uno de los libros de Kurt Vonnegut, Matadero Cinco.
Hay más, pero es suficiente para empezar. No mejorarás tu comprensión de estas cosas moviéndote por White River Junction y sacando “sobresalientes.” En este momento estás atrapada en un laberinto
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construido por las anteriores generaciones. Nuestro país entero también: estamos en un laberinto del que la escolarización no nos puede ayudar a escapar. La debilitada nación que estás heredando está por encima de la capacidad que tiene la escuela para ortalecerla. Déjame mostrarte un poco por qué: La tensión social está por todas partes, como la pérdida de e en el liderazgo estadounidense entre nuestros mismos ciudadanos y en todo el mundo. Harvard y Dartmouth (como metáoras) tienen mucho que ver con esa pérdida de e. Ha sido causada por una reorganización unilateral del trabajo por parte de los grandes empresarios que – creo que es justo decirlo – son dueños de nuestro gobierno. Una reorganización planeada en nuestras universidades de élite donde la vida es elegante y todos los problemas se pliegan al método. Esta coalición de ingenieros sociales exporta los empleos estadounidenses para engordar el escalón corporativo más bajo, e importa trabajadores extranjeros para conseguir el mismo fin. Multimillonarios como Bill Gates – quien aparentemente todavía no está satisecho con el dinero que tiene – están a la vanguardia de este movimiento. Después, hay una práctica extendida llamada “trabajo temporal,” donde una empresa puede ahorrarse el coste del cuidado médico, la pensión, las vacaciones y otros, al contratar de orma temporal por la duración de un proyecto. Eso ha creado un proletariado nacional con raíces superficiales en lugar de tenerlas en la amilia, incapaz de planear cualquier uturo racional debido a la incertidumbre laboral y la necesidad de poder estar disponible donde sea que se le llame, solo por subsistir. Otra gran decisión unilateral por la que tenemos que dar las gracias a Harvard y compañía es la idea de la “Producción Eficiente.” La Producción Eficiente es una prueba más de que la compasión ya no es un actor que una a la administración con aquellos que trabajan. En la Producción Eficiente la “uerza de trabajo” está completamente desnuda. Como mostró Frederick aylor a un establishment industrial
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anterior, es entonces exprimida científicamente hasta la última gota de zumo que contenga. La reorganización unilateral del trabajo es la razón de la creciente brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos, la brecha más prounda del planeta ierra. Está destruyendo nuestra histórica clase media, a las clases trabajadoras y ha roto la red de seguridad en torno a los pobres – que dependen de la compasión, no del rendimiento, para mantenerse. El pánico que sientes crecer a tu alrededor solo se detendrá por la acción política, no por una mejor escolarización.
La Nueva Atlántida La universidad ue transormada en un campo de entrenamiento para el trabajo justo después de la Segunda Guerra Mundial. El trabajo tal como lo definen las corporaciones, las agencias gubernamentales y los departamentos universitarios, no como lo hace la gente real. Unas pocas universidades escaparon a esta transormación, pero ninguna de la que probablemente hayas oído hablar y desde luego ninguna institución de la Ivy o similar. El nuevo panorama universitario siguió una órmula puesta por escrito por Francis Bacon en el siglo 17, en su pieza utópica La Nueva Atlántida, un libro que, aunque desconocido en los círculos en los que te mueves, realmente ha sido considerado, durante siglos, en tan alta estima como las escrituras sagradas por importantes intereses. En La Nueva Atlántida, Bacon demuestra como una universidad mundial puede actuar como estabilizador de la riqueza y del poder. Externamente. Esta utilidad, como justificación de la universidad, reemplazó una creencia popular anterior en que podría ser un lugar para la reflexión y el puro desarrollo intelectual, más que una experiencia monástica para los jóvenes privilegiados. La universidad se ajusta a un diseño más ambicioso, el del control social integral, el sueño de los gobernantes desde Salomón.
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Bajo este nuevo régimen, que se extiende por todo el siglo 19 desde su centro en el norte de Alemania, se puso en práctica un intenso grado de vigilancia para asegurarse de que el rebaño común no saliera en estampida. Siguiendo el consejo de dos pensadores sociales italianos del siglo diecinueve, Pareto y Mosca, se detectaba el mejor talento de las clases bajas y se acercaba al módulo de mando para robarle a las masas el liderazgo uturo. Pragmáticos como Pierce, James, Dewey y Holmes, los nuevos maquiavélicos, ueron responsables de esto. La sociedad lentamente se convirtió en un laboratorio en el que el gran hermano, o su equivalente tecnológico, estaba siempre vigilando, y donde el castigo estaba siempre a mano. Para alcanzar el objetivo del control científico, una América controlada debía acatar las normas según el modelo de la antigua Israel del Mishnah. Pero también se obtuvo una impresionante sofisticación en el liderazgo de este proyecto. Si la libertad estaba siendo limitada en un área, se alentaba la licencia en cada aspecto de la moral tradicional. En el sexo, el matrimonio, la religión, la amilia, la ormación de los jóvenes, se introdujo una ética del “todo vale” y se promovió continuamente, desarrollo que socavaba cualquier oposición de los centros morales tradicionales, al separar a los niños en las escuelas de sus uentes de ormación moral tradicional en casa. Sé que esto puede parecer ciencia ficción a tus 17 años, cuando las realidades personales buscan la atención en tu vida, pero tengo una impactante prueba simbólica de que lo que te ha enseñado la Bronx Science ni se acerca a describir la realidad a la que te enrentarás en los años que vienen.
La escuela como cárcel; la cárcel como escuela
Estados Unidos, la tradicional tierra de la libertad, encarcela
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ahora al 25% de todos los prisioneros de la tierra, el 90% por crímenes no violentos. Con el 5% de la población global, somos cinco veces más proclives a encerrar a nuestros propios ciudadanos que la media, seis veces más que China. ¿Cómo explicas eso, Kristina? Pide a tus amigos y a los terapeutas de tu escuela que te lo expliquen – parecerán incómodos y evitarán la pregunta, como si te hubieras inventado las ciras. Si quieres una definición de radical, aquí la tienes. No dejes que esto te acompañe como si uera una mera curiosidad. Es un hecho colosal, significa algo ormidable para tu uturo. Sus repercusiones son mucho más importantes para lo que será tu vida que cualquier universidad a la que decidas asistir. Ha sucedido por la misma razón que sucedió la escolarización industrial. La escolarización industrial sustituyó nuestras ormas de escolarización históricamente libertarias a principios del siglo 20, para estandarizar un patrón caleidoscópico de vidas personalizadas que solían ir en muchas direcciones. Una utopía administrativa no podría haberse hecho de tal materia prima; no hay lugar para la libertad en la eficiencia administrativa – se debe impedir que las amilias como los MacAdams, los Gatto o los Zimmer reproduzcan sus actitudes excéntricas o no se podría lograr una subordinación esencial. Este es el motivo por el que la escuela tuvo que ser obligatoria, y el motivo por el que se crearon las escuelas como la Bronx Science – para minimizar la influencia que gente como tú o tus antepasados hubiesen tenido sobre el resto. Lejos de ser una loca quimera de tu viejo abuelo, o un espectro motivado ideológicamente por algún culto, es casi imposible leer mucha historia – incluso en sus textos esterilizados – sin llegar a algo parecido a la ormulación que te acabo de hacer. Solo por ese motivo, se han desalentado las lecturas diíciles en las escuelas; si lees demasiado, las historias oficiales se desgastan y se esuman como el humo. oda esta
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basura está justo en la superficie para que se vea, a menos que los textos irrelevantes y los trámites de la escolarización desvíen la atención. Horace Mann mismo dijo a sus patrones financieros que la escuela era “la mejor cárcel,” con lo que quería decir que, de la cárcel a la que sometes tu mente cuando vas a la escuela, es más diícil escapar que de las barras de hierro. Tomas Jefferson ue una de las figuras públicas que vio los peligros del diseño de la escolarización obligatoria universal y estaba dispuesto a arriesgarse solo si se podían erigir potentes salvaguardias para prevenir la colonización mental con la que amenazaba. Estas salvaguardias solo estuvieron en pie durante un breve periodo de tiempo, antes de que la escolarización institucional apareciera y las rompiera. Jefferson estaba amiliarizado con Spinoza, el filósoo holandés que diseñó la escolarización sistemática expresamente para ejecutar la mente y la imaginación de la gente corriente. Sabía que, como mucho, la escuela produciría criados y trabajadores, no pensadores y artistas. Pasé diez años husmeando sobre la gran leyenda escolar. Lo que aprendí está disponible sin coste en mi página web, www. johntaylorgatto.com, donde encontrarás, como mi regalo, 330 000 palabras sobre la historia oculta de la educación americana para complementar las de este libro. La conexión entre la escolarización como la conoces, incluyendo la escolarización universitaria, y la educación, es prácticamente una obra maestra de la invención – a la par con la teoría medieval de los cuatro humores. Si puedes hacer el esuerzo por leer los primeros libros de Walter Lippman, como el de El público espectral, y los del sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays – el hombre que convenció a las mujeres para que empezaran a umar (e hizo de relaciones públicas para Adolph Hitler), te encontrarás cara a cara con algunas de las ormas en las que se ha hecho esto y con los técnicos que lo hicieron. De hecho, si luchas por
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liberarte, Kristina, antes de ser arrastrada más cerca del abismo de Dartmouth, tengo pruebas de que los milagros personales son todavía posibles. Voy a tomar alguna de esas pruebas de una uente inesperada.
Los grandes impostores El registro de grandes impostores en los últimos años es algo sobre lo que tienes que reflexionar, debido a la incalculable lección que puede enseñar acerca de la ormación, supuestamente vital, que se requiere para uncionar de orma exitosa en ciertas ocupaciones. Vamos a empezar con la cirugía y el “Doctor” Ferdinand Demara, un “teniente comandante” de un barco de guerra canadiense que operaba en la costa coreana durante la así llamada “Guerra de Corea.” El Dr. Demara se encontró rente a una operación de apendicitis de emergencia en la oficina médica de un pequeño barco en medio de la tempestad. Un duro trabajo para un verdadero doctor (y él estaba lejos de serlo), recurrir al equilibrio que un oficial de la marina hubiera adquirido en el mar. Pero Demara no era ni marinero ni médico, solo un descarado impostor que había hecho sus pinitos como piloto comercial, ingeniero de errocarriles y sacerdote católico en su interesante carrera. Y aún así, trabajando con estos inconvenientes, ue capaz de terminar con éxito la operación solo (no se atrevió a pedir ayuda), salvar la vida de un hombre agradecido y recibir los más altos honores que la marina canadiense puede otorgar – un final desaortunado a esta maravillosa historia, ya que el doctor que Demara fingía ser vio la cobertura mediática y puso el grito en el cielo. La parte del crimen y del castigo de esta historia no me interesa, así que déjame ir al grano: todo lo que necesitó Demara para llevar a cabo esta complicada operación ue un libro de
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texto ilustrado de cómo realizar la operación (que encontró en la biblioteca de la oficina médica), nervios de acero (el bagaje de cualquier impostor) y saber leer, interpretar otograías y seguir las claras instrucciones. Cualquiera con estas dotes puede realizar muchas cirugías (no todas, pero muchas) según la manera prescrita. Si liberásemos gran parte del sinsentido médico que protege los privilegios de una proesión deshonesta, los estándares de salud se dispararían en todo el mundo – como ha ocurrido en Cuba – mientras los magníficos ingresos, que hacen que las consultorías bursátiles sean algo habitual en la vida de los médicos, se desplomarían. Actualmente, cada enermedad médica seria que existe se puede tratar en el extranjero en el equivalente a un entorno de lujo por casi un tercio del coste del de Estados Unidos. La odontología de última generación está disponible en varios lugares justo al pasar la rontera de EE. UU./México por una pequeña racción del precio estadounidense; y te pueden recetar allí medicamentos por unos pocos dólares, que tendrían un coste desgarrador en los Estados Unidos. ¿No deberían saber estas cosas los alumnos para ser “consumidores inormados”? Pero ninguna escuela que les enseñara esto seguiría abierta durante mucho tiempo. La historia de Demara se me quedó grabada, porque me pasó algo parecido en la década de 1980, en el año en que tu madre se licenció en el MI. Organizamos una expedición en su honor al país Maya: Palenque, ikal, Copan,…llena de volcanes, barcas pesqueras, selvas de orquídeas...odo incluido. Pero arruiné el viaje por pasarme al planearlo, por si las moscas. En un intento de engañar al Destino, ui solo un mes antes con la intención de llevarle un regalo de bodas a tus primos Blake y Lauren, que se iban a casar en la cima del volcán Popocatepetl (después de haberlo subido primero), e hice la ruta etapa a etapa para ver si todo iba fluidamente y no andar trastabillando como un patán cuando llegara la hora de la verdad.
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Ese ensayo general me costó la cadera derecha. Subiendo por Monterrey de camino a Popo, y tras San Cristobal, me choqué contra un camión de gravilla a 112 kilómetros por hora. ¡Ay caramba! Me desperté en la mesa de operaciones de un hospital benéfico en Monterrey, con mi cadera derecha atornillada con tres tornillos enormes. E inmediatamente me desmayé. Cuando me desperté otra vez, estaba en una sala plagada de cucarachas y con un policía durmiendo al lado de la cama – estaba arrestado por “dañar la autopista.” A la mañana siguiente, el doctor que me operó, que no era doctor sino un chico de 23 años en prácticas, estaba ahí cuando me desperté, con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio un abrazo y me dijo encantado: “¡odos dijeron que ibas a morir! Nunca hice esta operación antes. Pero tenía un libro de texto alemán con imágenes de cada paso a tomar y aquí estás – ¡Estás vivo!” Así que cuando leí sobre Demara tenía un buen motivo para saber que era verdad. Aquí hay otra historia sobre la que pensar: imagina que alguien te dijera que solo con unas pocas horas de capacitación cualquiera podría pilotar un avión comercial de cuatro motores con cierta precisión. Lo sé, lo sé, es una locura, ¿verdad? Aunque hay un gran agujero en el suelo, donde estaba el World rade Center, para poner en su lugar a los incrédulos. Y otro relato escaloriante que bien merece una búsqueda en Google. Hace unos pocos años, un novato en esto del dinero, Nick Leeson, hundió la mítica entidad financiera Barings. Nick engatusó a los expertos socios de Barings para que creyeran que estaba haciendo enormes ganancias comerciando con materias primas aquí y allá, cuando en realidad estaba dejando a la empresa en bragas. De hecho, arruinó la empresa.
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Leeson, un completo aficionado, ue capaz de eludir cualquier medida de seguridad con la que una importante entidad financiera pudiera proteger sus activos. La historia de Barings me recuerda al espectacular raude perpetrado por el insensato grupo de expertos de Enron, la que uera la séptima corporación más grande de América y ya allecida, y la rápida desaparición de Bear-Stearns y Lehman Brothers, el quinto y el cuarto banco de inversión más grande de EE. UU. respectivamente, que perecieron al apostar con dinero prestado – treinta veces más dinero prestado del que valía, en el caso de Bear-Stearns. ¿No es obvio, Kristina? Cualquiera con coraje, ambición, una capacidad de observación bien desarrollada y alguna acilidad para reproducir cualquier cosa, puede abrir la caja uerte de Barings, dominar procedimientos médicos sin la ayuda de una escuela de medicina, pilotar aviones comerciales, hacer colapsar rascacielos...Y, si recuerdas a Branson, construir cohetes a la luna sin un título de secundaria. O, como Edison, que dejó la escuela elemental, iluminar el mundo.
Kara y Octavia, las Walker Observa tu propio potencial con una visión original. La edición del 8 de octubre de 2007 de la revista New Yorker incluía un extenso reporte de una artista negra llamada Kara Walker, que decidió comenzar con el arte a la relativamente avanzada edad de 24 años. La entrevista se realizó en un caé poco iluminado de París, Francia, donde a Kara, rodeada de periodistas, le estaba haciendo un boceto su hija de nueve años, Octavia. Octavia estaba tan abstraída en su dibujo que el escritor del artículo comentó sobre su capacidad para concentrarse en esas condiciones. A medida que la historia se desarrollaba, sabíamos que la pequeña Octavia tenía serias aspiraciones de dedicarse a la
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moda – y ningún interés en absoluto por las palmaditas en la espalda o los “sobresalientes.” En realidad, era la asistenta de su madre en París, y la ayudaba con su exposición, pero no como un pasatiempo. En uno de los cortos de los Walker del museo, Octavia hace la voz en off, mientras a una esclava le persigue un hombre blanco. Coreaba: “ojalá uera blanca” y “quizás todo esto no sea más que un sueño y desapareceré.” ¿Esto es lo que esperarías que hiciera una niña de nueve años, Kristina? Mientras leía este artículo, el fino telón de la inancia extendida artificialmente, para la que las escuelas que la imponen ueron inventadas, se desplomó y vi de nuevo, como me ocurre a menudo, el dierente mundo que crearíamos si dejáramos la excusa de que la inancia perdura mucho más allá de los siete años. El artículo del New Yorker terminaba con Kara recordando un suceso que ocurrió cuando Octavia tenía cuatro años – la misma edad que Branson cuando recorrió Londres. Octavia estaba viendo a su madre siendo entrevistada por una multitud de periodistas cuando de repente, nerviosa, desafió en voz alta: “¡Kara Walker! ¡Kara Walker! ¿Cuándo me toca a mí ?” Con cuatro años, recuerda. Ese es el objetivo, Kristina. La escuela a la que vas, Bronx Science, la universidad a la que deseas ir, Dartmouth, y de hecho todas las escuelas en general existen para evitar que la gente de la calle – incluso la gente “brillante” de la calle, como tus compañeros de Bronx Science – tengan su oportunidad. Y los peores lugares buscan intimidarte para que tengas la oportunidad que ellos quieren que tengas, no la que tu propio espíritu hubiese elegido. Es una orma obscena de colonización mental, una insensata pérdida de tu ya demasiado corta existencia. La mayoría de gente, a la que sitios como Bronx Science o Dartmouth sedeucen para que esperen su oportunidad, nunca tendrán realmente una oportunidad. Se hacen mayores y
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mueren rustrados. No dejes que eso te ocurra a ti o los espíritus de tu amilia se enadarán mucho. Lo que Dartmouth y sus correligionarios te harán, incluso de orma más eectiva que Bronx Science, es paralizar tu capacidad para pensar por ti misma, y hacerlo permanentemente para que te expongas a perder tu preciada oportunidad. Sé lo diícil que es envolver tu mente con conceptos como este a los 17 años, cuando se acerca la emoción de tu vida adulta independiente, que llena tu espíritu con emocionantes expectativas; y es precisamente por tu legítima necesidad de ser al fin libre que te escribo así. Me llenaría de tristeza verte escapar de una trampa solo para verte caer en otra más mortal. Déjame darte algunas pruebas sólidas de que la gente que construyó las escuelas y las universidades que admiras no tenía tus intereses en mente, sino los suyos. Ningún grupo ue más influyente a la hora de modelar la jerarquía de la escuela institucional que los filósoos pragmáticos de Cambridge, Massachusetts. Y ningún pragmático tuvo más influencia que Charles Pierce, el cerebro tras William James y John Dewey. Escucha la mente de Pierce en escena en la década de 1870, mientras contemplaba la llegada de la escolarización obligatoria: Dejemos que actúe la voluntad del estado, luego, en lugar de la del individuo. Dejemos que se cree una institución que tendrá como objetivo atraer la atención de la gente hacia las doctrinas correctas , repetirlas perpetuamente y enseñarlas a los jóvenes, teniendo al mismo tiempo el poder de prevenir que se enseñen, propongan o se expresen doctrinas contrarias.
Dejemos que se eliminen de la comprensión de los hombres todas las posibles causas de sus cambios de opinión. Dejemos que sigan ignorantes , no sea que adquieran alguna razón para pensar de otra forma diferente de la que lo hacen. Dejemos que tomen sus pasiones, para
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que puedan considerar...las opiniones diferentes con odio y aversión. Luego, dejemos que todos los hombres que rechacen la creencia establecida sean aterrorizados hasta el silencio. Dejemos que se redacte una lista de opiniones con la que ningún hombre de la menor independencia de pensamiento pueda estar de acuerdo, y dejemos que sea obligatorio que los fieles acepten estas propuestas para segregarlos de la forma más radical posible de la influencia del resto del mundo [todas las cursivas son mías].
Kristina, esta es la tecnología de la administración moderna, puesta por escrito de orma clara para que la aprendas. Esto es lo que buscaba John Dewey cuando convenció a sus patrocinadores de la importancia de alcanzar los fines a través de la escolarización. Y abandonar el conocimiento es una meta. Esta es la doctrina que llevó a William James, en Principios de Psicología (1890), a asignar a la ormación de hábitos, no al desarrollo intelectual, el lugar de honor de la escolarización: El hábito es el volante de la sociedad, su agente conservador más preciado. Él sólo es el que...salva a los hijos de fortuna de las envidiosas revueltas de los pobres... Él sólo previene la deserción de los [trabajos] más duros y más repulsivos. Mantiene al minero en la oscuridad. Evita que los diferentes estratos sociales se mezclen.
Por toda tu militancia actual, Kristina, eres, como el resto de nosotros, en gran medida, múltiples capas de hábitos. Deliberadamente insertados en ti por organismos indierentes a tu dignidad, a tu soberanía personal y a tu bienestar. Depende de ti perseguir sin descanso estos “límites donde mora la curiosidad” (como Kesey los llamó en Alguien voló sobre el nido del cuco), y romper el control que tienen sobre tu vida. Entonces
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serás verdaderamente libre. Quiero que tengas una vida intensa, audaz y libre. Una que vivas con un valor temerario, una compasión insaciable y llena de veneración por la verdad de las cosas. Los Dartmouths del mundo son los enemigos de la verdad. Pero sea lo que decidas, tu yaya Janet y yo estaremos contigo en cuerpo y alma. ¡Buena suerte en el viaje que te espera!
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10 Incidente en Highland High
Escolarización y educación Nuestro tiempo juntos casi se ha acabado. El libro está casi terminado. Ha sido un diario de las reflexiones de un hombre viejo cuyos pensamientos, a veces afligidos, a veces lúcidos, han estado fijos en la pedagogía, un término que ha sobrevivido desde la época romana para designar a una clase especial de esclavo. ¿No es esto todo lo que necesitas saber? Mi madre me decía a menudo cuando era pequeño, “a buen entendedor, pocas palabras bastan.” Pedagogía es la palabra. Bajo su influencia viví mi vida como el personaje del guión de otra persona. Imagino que tú también. Si mi libro puede ayudarte a escapar, aunque sea parcialmente, de un destino similar, estaré satisecho. El dolor que me ha costado habrá valido la pena. Lo que buscaba con estas páginas no era una diatriba, aunque algunas partes de él lo parezcan, ni era solo una crítica, aunque hay aquí una crítica. Mi ambición va más allá de que simplemente aceptes mi análisis; si no te he hecho comenzar tu
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propio análisis estaré decepcionado de haber sido, otra vez, solo un proesor. Necesito que cuestiones tu propia escolarización y el precio que pagaste por ella; necesito que indagues tras la ilusión de educación que produce la escolarización; necesito que reconozcas cómo su energía imperial guía tu comprensión mucho después de que la puerta del aula parezca haberse cerrado para siempre. La escuela, que empezó como algo ocasional en la América colonial, no más de dos horas al día durante unos pocos meses al año, no está contenta con el tiempo que se la deja de lado. Está molesta incluso con las vacaciones de verano, en su deseo por convertirse en una institución total: la expresión coloquial “ormación continua” no significa eso en absoluto, significa “escolarización continua.” Los líderes políticos y los representantes corporativos orecen más escuela como solución a la creciente incoherencia social y otros problemas como la alta de propósito, la incompetencia, el odio de clase, y el resto de la deprimente letanía. Pero si más escuela causó estas cosas, ¿cómo puede solucionarlas más escuela? La escuela va en contra de otros caminos hacia el desarrollo aparte de ella misma. ¿La amilia? Es una institución retrógrada. Sustituidla. Las amilias sintéticas de la antasía utópica deben ser superiores, puesto que han sido concebidas por expertos. ¿La iglesia? ¡Que le corten la cabeza! ¿Puede ser razonable otorgar a las vidas corrientes la idea de que cualquier decisión de los expertos puede gustar a un Poder Superior? ¿La tradición, la lealtad étnica, la lealtad a un lugar? Bueno, ya sabes cómo sigue. ¡Que les corten la cabeza! Y el daño que hace la escuela a las ideas de soberanía individual y a los ideales de libertad crece de manera progresiva, a medida que a cada generación se le roba su capacidad de criar a la siguiente. Hay varias ormas de medir el abismo entre escolarización y educación. Ese paso no se puede omitir sea el método que elijas. No puedes dibujar un mapa útil hacia
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la educación si no sabes cuál es la dierencia. Y como una buena receta, es más un asunto de entender las proporciones adecuadas de cada ingrediente para que te satisaga, más que encontrar la órmula perecta. La orma en la que tú y yo estamos escolarizados es idéntica para cada uno de nosotros: la orma en la que nos educamos tiene poco en común. A veces la escolarización sirve también para algún fin útil, pero en el momento en que sea ordenada de orma centralizada e impuesta universalmente por la uerza policial del estado, tienes que empezar a alejarte de ella (si tus circunstancias lo permiten), o, si no lo hacen, debes planear subvertirla y sabotearla a sangre ría – mientras finges cooperar con una sonrisa en la cara. De esa orma, puedes infligir un daño considerable a la institución que busca dejarte incompleto, sin exponerte a sus castigos. Los niños me ayudaron a entender que se pueden evitar ácilmente los peores eectos de los propósitos de control mental de la escolarización, mientras se obtiene acceso a una materia prima valiosa para la observación y el análisis. Alguien que lleve herramientas antropológicas a la escuela primaria – como hicieron Washington, Edison y Carnegie – puede cosechar un rico conocimiento embrionario de sus conciudadanos, y de los adultos contratados para mantenerlos cautivos – hombres y mujeres bajo una coacción no menor que la del rebaño que supervisan. Al buscar la dierencia entre la escuela y la educación, ten en cuenta estos estratos: la escolarización se organiza por el mando y el control desde uera; la educación se autoorganiza desde dentro. La escuela desconecta a su clientela de otras uentes primarias de aprendizaje. Debe hacerlo para conseguir la eficiencia administrativa; la educación tiene la intención de proporcionar un conjunto de abundantes conexiones que son aleatorias, deliberadas, promiscuas, incluso discordantes entre ellas – comprender que el aprendizaje del ingenio, la
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autosuficiencia y la inventiva supondrán, inevitablemente, mezclas sorprendentes de cosas, cosas imposibles de predecir o anticipar. En la educación, el alumno está despierto al papel crítico que juegan los ciclos de realimentación natural para ser independiente. Los ciclos de realimentación a los que se presta detenida atención – no limitados por normas – crean circuitos personalizados de autocorrección en lugar de una necesidad servil de seguir la dirección generalizada de los demás. Pero la escolarización, por otra parte, está obligada a enatizar las normas hechas por otros. Es imposible incluso imaginar una escuela que pudiera permitir una desviación por propia voluntad de sus programas, excepto al nivel más trivial. La educación nunca se compromete a convertir el conocimiento en asignaturas, siempre tiende a contemplar las cosas en abundantes contextos. El aprendizaje por asignaturas es lo que hacen las escuelas porque su intención es la de crear empleados, y especialistas, que en sí mismos son solo una sofisticada orma de empleados. Pero una y otra vez, en las ciencias y en cualquier otra cosa, hemos llegado a comprender que el enriquecimiento mutuo, mezclar las disciplinas académicas (y más) es el motor del avance científico. John Kanzius, cuyo nombre ha sido mencionado en un capítulo anterior, ue capaz de inventar una nueva herramienta contra los tumores cancerígenos precisamente porque no era un especialista en la investigación científica, o siquiera un graduado universitario. *********** Los componentes de la educación son tan diversos que establecen un estado interno de discusión dialéctica permanente. La certeza nunca se logra en una mente educada; la destrucción
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creativa – la potente energía del capitalismo según Schumpeter – siempre está en marcha en el espíritu educado, busca encontrar agujeros en la teoría ortodoxa, trabaja constantemente por crear recambios a lo que “todo el mundo sabe que es verdad.” Por otro lado, la memoria – no la síntesis o el argumento – es el elemento dominante en la escolarización. Debido a ese deecto, a los estudiantes “sobresalientes” se les roba examen a examen su capacidad para pensar por ellos mismos y escuchar las señales de sus circuitos de realimentación. Año tras año, la Encuesta Internacional de Felicidad inorma solo de tres condiciones necesarias para juzgar tu propia vida como una vida eliz: 1) buenas relaciones 2) buena salud 3) un trabajo gratificante. Pero la escuela, como te mostré anteriormente, dispone las condiciones en las que es diícil escapar a una mala salud, a las relaciones no se les da ni tiempo ni espacio para crecer (y la segregación por orígenes similares en los así llamados planes “de rastreo” hace que el florecimiento del prejuicio de clase sea casi inevitable (al poner uera del alcance de los alumnos así rastreados la posibilidad de relacionarse con aquellos que son dierentes). Y el trabajo que se impone en la escolarización prácticamente nunca está dirigido a contestar a las imperiosas preguntas de la juventud.
El mundo oscuro Pero, ¿he ido demasiado lejos? ¿Puede que el uso combativo de metáoras como “armas” o “mundo oscuro” sea algo más que lenguaje basado en la antasía adolescente, el rencor del gusano cortado por el arado? La escuela tiene sus deectos, sí, pero seguro que es una institución esencial, y ¿no están todas sus deficiencias dispuestas a la corrección racional, tanto que ninguna merece un insulto? ¿He ido demasiado lejos con el pasado, por ejemplo? ¿He sido demasiado duro con la alianza entre eugenistas,
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utópicos, líderes empresariales, clérigos, darwinistas, racistas y académicos de alto nivel que sembraron la institución en Norteamérica en la última parte del siglo diecinueve? No querían hacer daño, justo lo contrario, y en cualquier caso, todos están ya muertos. ¿No debería dedicarse el tiempo presente a solucionar problemas? ¿No se pueden atribuir las deficiencias a la incompetencia común, a la venalidad, al liderazgo deficiente y similares? Debes decidir sobre estas preguntas por ti mismo, pero en lo que respecta a mí, concluí, hace mucho tiempo, que hubo (y hay) alguna intención deliberada en marcha en la institución escolar, que opera lejos del acceso público, y hasta que no se le haga rente, el término “reorma escolar” es un sinsentido. Hasta que los fines de tal operación no se pongan bajo juicio público, y se exponga a la luz y se termine su relación sexual con la economía y el control social, cada esuerzo por reormarla solo será otra ilusión, otra habitación añadida a la casa de espejos nacional. Pero tendrás que convencerte del contenido de mi alegato, de que está en marcha algún tipo de materia oscura, alguna uerza poderosa aunque invisible en la escolarización. Si vas a ser lo suficientemente uerte como para deenderte a ti y a tu amilia, no puedo hacer el trabajo por ti. No puedes memorizar mis conclusiones. Para ese fin te voy a contar tres historias escolares que ponen la piel de gallina y que te parecerán, de primeras, inexplicables. Aberraciones quizá. u tarea será la de interpretar lo que significan, si es que significan algo. Mientras escuches estas historias, intenta imaginar qué uncionarios, y en qué posiciones, podrían haber rerendado finalmente estas iniciativas. Y para los intereses de quién. Mientras pienses sobre ellas, ten en cuenta que ningún burócrata sensato, sin importar en qué alto nivel se encuentre, soñaría con iniciar nada que pudiera avergonzar o enadar a los administradores. en presente a Hobbes mientras reflexionas: el poder nunca está
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donde parece estar. Para mí mismo, intenté encontrar una explicación sencilla para poner estas historias en el curso normal de los acontecimientos. Pero por mucho que lo intentara, no encajaban. Solo la oscuridad en acción, asequible no a través de la experiencia ordinaria sino mediante una investigación histórica, sociológica, psicológica, teológica, política y filosófica, me pareció que podía revelar las causas. De ahí este libro. Pero puede que no estés de acuerdo. Quizás, igual que Alejandro vio una solución sencilla al nudo gordiano, e igual que Occam vio que en la ciencia las explicaciones sencillas están más cerca de la verdad, veas que hay alguna explicación que se me ha escapado. Mientras tanto, tres historias: una de Nuremberg, Alemania, de 2008; otra de Highland, Nueva York, de 2004, y otra de Walden, Vermont, de 1991. Podría contarte muchas más de un corte similar, que me sugieren que hay una uerza oscura viviendo dentro de la casa de espejos que llamamos escuela. Pero si estas tres no despiertan tus suspicacias, entonces el resto tampoco lo harán.
Incidente en Nuremberg El 29 de enero de 2008, una chica de dieciséis años, Melissa Busekros, que vivía en Nuremberg, Alemania, ue sacada de su casa violentamente por quince policías, y uncionarios varios, y puesta bajo investigación psiquiátrica. Su crimen: educar en casa. Cuando escuché sobre este incidente, escribí al embajador alemán en Washington para mostrar mi disgusto: Querido señor embajador, educar en casa en Alemania fue legal hasta 1937, cuando, de repente, fue prohibido por el gobierno nazi. Le
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escribo para preguntarle por qué la prohibición de Hitler todavía está en vigor 72 años después. ¿Para los intereses de quién se mantiene esta prohibición? ¿Para qué objetivos específicos? Será consciente, lo sé, de que entre dos millones y medio y tres millones de estadounidenses son actualmente educados en casa. Uno de ellos, que viajaba por Alemania, me informó recientemente del asunto de Melissa Busekros y me pidió ayuda para entender el problema. De ahí esta carta. Su tribunal ordenó a las autoridades de la asistencia social que arrestaran a Melissa con un lenguaje contundente que citaré: “Por la presente, la Oficina de Bienestar Juvenil tiene instrucciones y autorización para llevar al niño – si es necesario por la fuerza – ante una audiencia. Se puede obtener asistencia policial para este propósito.” Me molestan varios detalles de la sentencia judicial. En primer lugar, no hay nada en el historial de Melissa que sugiriera la necesidad de la intervención policial. Hubiesen obedecido una simple carta ordenando la asistencia de la familia a una audiencia. Luego, se la interrogó durante 240 minutos en una clínica psiquiátrica acerca de los motivos por los que educaba en casa, cuando el movimiento ha tenido un alcance internacional durante casi cuatro décadas (en su renacimiento moderno) y ha producido muchos hombres y mujeres distinguidos en ese tiempo – incluyendo al director del Proyecto Genoma Humano. Los descubrimientos de este interrogatorio fueron que Melissa sufría de una enfermedad misteriosa y de rápido crecimiento llamada “fobia a la escuela,” un problema médico que, como continuaba el informe oficial, dio por resultado que su desarrollo se “retrasará un año”. ¿Se entiende que Alemania crea que existe un criterio calibrado con tanta precisión y el resto del mundo todavía no lo conoce? ¿En base a este endeble ejemplo de
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pseudociencia se decretó la existencia de una emergencia – una tan seria que debía acabar con el contacto entre Melissa y su propia familia? Esto es una locura en vista de la situación. ¿Qué razonamiento, qué filosofía, qué valores se esconden tras esta actuación? Dos días después del interrogatorio, quince policías cayeron sobre el hogar de los Busekros, acompañados por el juez del caso y el personal de asistencia juvenil del estado asignado a la emergencia de Melissa. ¿Sería cínico suponer que apareció un generoso contingente de periodistas para celebrar el acontecimiento? Por una declaración oficial del tribunal alemán, las autoridades del arresto fueron absueltos de toda responsabilidad. El tribunal dijo: “La causa de esta escolta forzosa se debió a la conducta ilegal de los padres. La administración educativa no reconocerá la así llamada educación en casa y actuará con medidas proporcionadas.” ¿Proporcionadas? ¿Quince policías? El informe oficial también afirma que la autoridad educativa actuará “para adecuar las creencias de la familia.” ¿Qué herramientas se emplearán para disciplinar las creencias, señor embajador? Eso suena bastante siniestro, señor. Hace mucho tiempo, en los siglos de histeria por la brujería, en los que los alemanes asesinaron más mujeres que el resto de naciones de Europa juntas, los instrumentos incluían el potro, las empulgueras, apretar con pesas, la amputación de partes del cuerpo, la quema, etc. Después, entre 1933 y 1945, la gama de técnicas se amplió hasta incluir los campos de concentración, la cal viva, la congelación y otros métodos técnicamente avanzados descritos con cuidado en “El juicio a los médicos” en la Nuremberg de posguerra. ¿Y qué hay de eso hoy, señor embajador? La rama de la familia de mi madre desciende de
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Alemania, así que es por ser parcialmente un hombre cuyo ADN deriva de alemanes que me siento alarmado al ver que la locura alemana comienza de nuevo, simbolizada por el terror de una chica de dieciséis años. Algunos alemanes famosos han atribuido el repugnante registro de vuestra nación a las actitudes enclaustradas en vuestro trato a los jóvenes. Erich Remarque, autor de odos calladoss en el frente occidental , rastrea las causas de la Primera Guerra Mundial directamente hasta los profesores de escuela y sus mentiras, y Dietrich Bonhoeffer, el famoso teólogo protestante ejecutado por Hitler, declaró que la Segunda Guerra Mundial era el producto “inevitable” de la escolarización alemana. Los alemanes amantes de la guerra como Martín Lutero, Federico el Grande, Otto von Bismarck y Adolf Hitler son, creo, cortinas de humo – fenómenos transitorios que enmascaran lo que en realidad ha ocurrido en vuestra parte del mundo desde la antigua religión escandinava: una obsesión por el sistema, la búsqueda de la Fórmula Maestra. En la lógica de sistemas, conceptos como libertad y derechos individuales son ataques directos a la integridad de los sistemas. Fichte vio que no era posible control nacional eficiente alguno mientras la población corriente se considerara a sí misma como individuos soberanos en posesión de libre albedrío e imaginación. Por eso exigió la escolarización obligatoria, dirigida a acabar con estas cosas. A corto plazo, esta forma de control mental convierte a la población común en una masa muy controlable. Desde luego le ha dado a los alemanes la reputación de la que gozan por todo el mundo de fiables autómatas. Pero a largo plazo, paraliza vuestras expectativas económicas. Piensa solo en la reciente debacle, en la que TyssenKrupp ha traspasado su planta de acero Phoenix a la “inocente” China. Los campesinos chinos trasladaron la planta en un
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tercio del tiempo del que vuestros ingenieros estimaron y Phoenix ha sido una mina de oro desde entonces, mientras que la normalizada Krupp, por culpa de su mala decisión, le ha quitado el empleo a 10 000 alemanes que sostenían a sus familias. Y la ironía final, por supuesto, es que el hombre a cargo de llevarse Phoenix fue mayormente educado en casa, una realidad habitual en la China rural durante milenios. No recibí respuesta a mi carta. Como burócrata, ¿qué podía decir?
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Incidente en Highland El 5 de marzo de 2004, conduje hacia el instituto Highland, en el opulento condado de Rockland, al norte de la ciudad de Nueva York, a invitación de un miembro de la junta escolar, John Jankiewicz. El señor J. era un completo extraño hasta que me oreció dar una charla, pero su carta de solicitud me dejó intrigado. Estaba preocupado porque la escolarización germanizada de Highland, basada en los principios de la psicología conductual, como casi toda la escolarización estadounidense, estaba dañando las expectativas de uturo de los graduados en Highland. Le astidiaba. John mismo era un hombre extraordinariamente educado, con un talento creativo como ingeniero hidráulico que le había hecho merecedor de una reputación mundial por los proyectos que había diseñado por todo el mundo. Deseaba conocerle, pero no hablar delante de alumnos de tercero y de último año de un rico instituto suburbano, porque sabía, por mi experiencia pasada, lo diícil que es hablarle a adolescentes autocomplacientes. Llegué a
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la escuela temprano para estudiar el lugar. Se confirmaron mis sospechas. El aparcamiento estaba lleno de vehículos lujosos y el comportamiento general entre los chicos era de autocomplacencia. Me recordó a la escuela Crystal Springs Upland, una rica escuela privada de la costa de Caliornia, cuyo reclamo de notoriedad era el de su ex alumna, Patty Hearst. Cuando ui a hablar allí, escuché a un alumno decir que los coches del personal docente eran tan vulgares que incluso su jardinero llevaba uno mejor. Pero en ambos sitios los estudiantes pagaban un precio alto por inscribirse en el club; su arrogancia enmascaraba un mediocre dominio de sus habilidades intelectuales y estaban siendo empapados como bolsitas de té en un clima de constante alsedad sobre la preparación a la universidad, sobre el decisivo eecto que supuestamente tendrían en su uturo las notas medias y los resultados de los tests estandarizados. La horrible posibilidad de no ser aceptado en una universidad prestigiosa, o de ni siquiera ser aceptado en absoluto, era la base sobre la que se construían los estudios académicos. La gran cuestión para un joven o una joven era sobrevivir al escrutinio de esos jueces invisibles que tenían las escalas del valor humano. Eso era de interés primordial. Esa vida podría haber sido de interés para un empollón, pero no tenía nada que orecer a los uturos administradores de los empollones. Entre los muchos secretos que se les retenía los alumnos de Highland (o de Crystal Springs) estaba el hecho de que las universidades eran negocios antes que cualquier otra cosa, negocios desesperados por tener cálidos cuerpos para cumplir con el pago de las nóminas. enían poco de que preocuparse en lo que se refiere a encontrar un lugar donde con gusto cambien su título por una bolsa de dinero. Y mientras que la admisión a las universidades de élite no se puede garantizar porque el número de solicitantes siempre excede al de plazas, los estudiantes de “suficiente” como Al Gore, John Kennedy, John Kerry, George
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Bush, John McCain (quien terminó en la 895ª posición de 900 graduados en Annapolis, y perdió cinco aviones de los que era piloto) y Franklin Roosevelt, no tuvieron ninguna dificultad en ser admitidos en las universidades de élite y graduarse en ellas. Ya que sabía que los chicos de Highland estarían preocupados por la universidad, decidí basar mi charla en la situación real y los criterios de admisión – no en la antasía que usa la escolarización para mantener la disciplina. Apuntaría a socavar los cimientos de sus diusos miedos – que su escuela, como muchas otras escuelas, han explotado al máximo. La estrategia no era la de la prédica, sino en cambio, la de dirigir la atención a la multitud de personas amosas, del pasado y del presente, que de alguna orma habían conseguido esquivar la gran mentira escolar y triunar sin ella. Por ejemplo, ya sabes que la industria inormática se construyó en torno a la visión de personas que dejaron la escuela; sabes que cada uno de nuestros creativos escritores ganadores de premios Nobel abandonó la escuela; sabes que la industria del entretenimiento, en todas sus acetas, está abrumadoramente controlada por personas que dejaron la escuela. La industria alimentaria también; y como los políticos a los que encomendamos nuestra política nacional eran, casi de manera uniorme, estudiantes mediocres. Iba cargado de inormación del New York imes que ponía las notas de los tests estandarizados de los superintendentes, los directores y los proesores casi las últimas entre veinte grupos proesionales en ese sentido, ¡y siendo los superintendentes los peores de los peores! Le dije a los niños (tranquilamente, lo juro) que hicieran que sus padres exigieran que cada empleado de la escuela de su distrito tuviera que publicar prominentemente su propia nota o registro de exámenes en sus puertas, y que esto causaría que esta triste casa de espejos se hiciera añicos como Humpty Dumpty. Una vez que estas semillas ueron sembradas, todas susceptibles a una sencilla comprobación, crecerían por sí solas.
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En estas mentes, firmemente cerradas como almejas por la prosperidad y el clima de terror que creí que Highland vendía como una estrategia de control de multitudes, esta colección de inormación anómala actuaría como un uerte ácido que abriría un agujero en sus mentes. La inormación más eectiva que transmití era sobre la política de admisión de Harvard, Stanord, Yale, Princeton y similares lugares prestigiosos, que rechazan cantidades ingentes de estudiantes con las mejores calificaciones, estudiantes con medias GPA perectas y con notas perectas en el SA cada año, en avor de aspirantes con un “registro de distinción” (como la directora de admisiones de Harvard, Marlyn McGrath, dijo hace unos años). ¿Has puesto en marcha un negocio exitoso? ¿Has undado una organización benéfica? ¿Has navegado solo alrededor del mundo, caminado desde ierra del Fuego hasta Point Barrow, Alaska, sin ayuda proesional? ¿Puedes desmontar un tractor y volverlo a montar por ti mismo...? ¿Pueden los adolescentes hacer estas cosas? Claro que pueden. Richard Branson, que dejó el instituto y del que ya oíste hablar en “Excursión: Londres” sale en el periódico de esta mañana (29 de julio de 2008) rompiendo una botella de champán en la proa de la nave espacial que acaba de terminar para llevar a los turistas al espacio, a unos 200 000 dólares la plaza (y hasta el momento ya han pagado más de 250). Se llama “Eve” en honor a su madre soltera, Eve Branson, quien tuvo la previsión de animarle a que caminara solo, a los cuatro años, por Londres durante kilómetros. Aunque solo representan una pequeña racción del total, un número absoluto más grande de adolescentes de los que puedas imaginar, si te has tragado el anzuelo de la escuela a pies juntillas, ya se han lanzado a la vida real. La respuesta de los alumnos ue electrizante. En lugar de la indierencia a un mensaje más general como la que me encontré en Crystal Springs, la audiencia estudiantil estaba
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cautivada, completamente atenta, como si de alguna orma ueran capaces de percibir lo importante que era desprenderse de las conjeturas que les habían tenido en la esclavitud. En este momento necesito que visualicen el estilo de esta charla, por razones que serán obvias en un rato. En ningún momento mi orma de hablar ue nerviosa, histriónica, condenatoria o de cualquier otra orma que no uera perectamente tranquila y regular. Cada dato que exponía estaba reerenciado de alguna uente de inormación convencional, susceptible de ser comprobada a eectos de verificación. Y entonces ocurrió. ¡De repente, un servicio policial abrió las puertas del auditorio de par en par haciendo mucho ruido e invadió la sala! El oficial a cargo gritó con un megáono: “¡Esta reunión se ha terminado! ¡Abandonad el auditorio de inmediato! ¡Volved a clase! ¡Conservad la calma! ¡Seguid a vuestros proesores! ¡Abandonad la sala de inmediato!” Fue, ácilmente, el momento más extraño de mi vida. odos en la sala estaban tranquilos, ¡excepto la policía! El oficial a cargo gritó con un megáono: “¡La reunión se ha terminado! ¡Abandonad el auditorio de inmediato!” Y diciendo esto, vino a paso ligero hacia donde estaba, enrente del auditorio, y clavó su mirada de la misma orma en la que un halcón de cola roja observa un gorrión. Me chilló: “Abandona la sala de inmediato. ¡Esta conerencia se ha terminado!” No tenía ninguna duda de que sería arrestado si no acataba las órdenes. ¿Había recibido la escuela una amenaza de bomba? No. Yo era la bomba. Cuando dejé el edificio, Jankiewicz me alcanzó para inormarme de que McCarthy, el superintendente, encontró mi charla tan incendiaria que llamó a la policía para que la parara. Piensa en eso. Mi voz nunca se elevó más del tono de conversación. No dije ninguna palabrota. No había enseñado el culo ni me había desnudado. Es cierto que Highland no necesitó el grado de exceso que Nurmeberg utilizó para encerrar
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a Melissa Busekros. Solo se había enviado a tres policías para callarme, pero el procedimiento – espero que lo veas – no ue dierente. Ni lo ue el final. Estaba previsto que hablara a los padres esa tarde en la escuela. McCarthy canceló esa charla también, negándose a que se utilizara la escuela como lugar de reunión. La sala ya se había pagado, los alumnos ya se habían marchado hace tiempo, solo asistirían adultos, pero nada de esto cambió la situación. A ninguna persona de Highland, Nueva York, se le permitió escuchar los hechos que has leído en este libro. res días después, el 7 de abril de 2004, el Mid-Hudson Highland Post , un periódico de Poughkeepsie, justo al cruzar el río Hudson desde Highland, inormó de la historia – al menos de parte de ella. El reporte de la noticia se titulaba: “Queda sin palabras – Deensor de la reorma da lugar a controversia”. No había una sola palabra de la incursión policial en la historia. Pero, aparte de esto, añadió varios detalles
esclarecedores que de otra orma no hubiese sabido. El superintendente McCarthy ue identificado como el individuo que había terminado la conerencia, por ejemplo. Pero el envío de una unidad de ese tamaño para un pequeño pueblo no debe haber sido un asunto insignificante. Parecía exigir una respuesta a por qué el director del edificio (que debió haber inormado por teléono de la “emergencia” que yo representaba a la oficina del distrito) no se había acercado simplemente al micróono a decirme que recogiera las cosas rápidamente, quizás diciendo que “algo había surgido.” O ¿por qué, si carecía de la entereza para hacer eso, el superintendente no solicitó que lo hiciera antes de contemplar recurrir a la policía? Y por último, ¿por qué el que envió a la policía no envió un oficial en lugar de tres? ¿Fue bajo la suposición de que cualquiera que estuviera tan loco como para presentar inormación objetiva a los alumnos del instituto debía estar drogado y planteaba un peligro si no se hacía ninguna demostración de uerza?
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La versión del periódico contenía la justificación del superintendente, según la cual su acción se debió a que proyecté un vídeo violento para el consumo estudiantil. Puesto que el vídeo en cuestión había salido a nivel nacional en la PBS y en el Discovery Channel, diícilmente parece probable que esta uera la verdadera razón. Y lo que reveló la mentira de la explicación del superintendente, más que otra cosa, ue la cancelación de la reunión de la tarde con los padres. El periodista citó a una proesora que decía que sus clases habían tenido debates apasionantes tras la charla. Estaban “deseosos por discutir los temas tratados,” dijo, “por desgracia nuestra escuela no permitió que eso ocurriera.” El último capítulo de esta extraña historia es tan asqueroso como el incidente mismo. El 15 de mayo de 2007, cuando supe que mi experiencia en Highland iba a ser parte de este libro, mandé cartas individuales al superintendente, al director de la escuela, a la asociación de padres y al periódico de los alumnos. Pedí a cada uno que diera su propia versión de la historia y prometí imprimirlas íntegramente. Esto ue hace más o menos un año – no he recibido ni una llamada teleónica, ni una postal, ni ninguna otra respuesta – exactamente el mismo tratamiento que tuve del embajador alemán. Nada, de nada, y nada, pues nada...36 Highland es un lugar limpio y bien iluminado, pero un mal representante de las mejores tradiciones de Estados Unidos. O así me lo parece: ...nos ponemos a la tarea de inocular a los jóvenes...a una edad en la que los seres humanos están todavía inmaculados.
– Adol Hitler, 1 de mayo de 1937. 36 N.d.. Esta es la expresión española utilizada por el autor en la versión original inglesa.
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Puesto que decides no ver el oscuro mundo que representa la escuela, puesto que solo puedes prestar atención a sus estupideces, siempre va a peor. ¿Quiero con esto insinuar que el instituto Highland es la peor escuela de Estados Unidos? Diícilmente. Por todo lo que sé, es una de las mejores; sin duda es una de las más ricas. Lo que tienes que preguntarte es cómo tantos distritos escolares de una costa a otra encuentran la verdad insoportable, porque se entromete en el camino de su verdadera misión. La creciente incoherencia de la sociedad americana se asienta sobre los cimientos de la escolarización obligatoria en lugares sofisticados como Highland, igual que en Harlem, Watts o East St. Louis.
Incidente en Walden Hasta 1991, Walden, Vermont – una aldea de oto en un estado impecable, el estado más rural de Estados Unidos – tenía cuatro escuelas preciosas de un solo aula, cada una dierente, cada una separada de las otras, cada una con una genuina poza hecha para contener un riachuelo, de la orma en la que la gente lo ha hecho desde tiempos inmemoriales. Las notas en lectura y matemáticas de estas escuelas estaban considerablemente por encima de la media, los niños parecían tan elices y sanos que cuando las visité en algún momento lloré a escondidas, cuando me vi cara a cara con la dura comparación entre ellos y los niños con los que estaba amiliarizado en Manhattan. Ni qué decir tiene que los padres de los niños que se relacionaban con tan cautivadores lugares estaban encantados, y ansiosos, por ayudar de la orma en que pudieran. Ya que estoy apunto de elegir el papel de villano para el idílico estado de Vermont en esta increíble tercera historia, necesito decirte primero que cada encuentro que he tenido con este estado – antes de ir a Walden – ue un absoluto placer. Déjame ilustrarte con la que ue sin duda mi experiencia avorita
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con el Capitolio Estatal. Y los he visitado todos. Un día, en 1990, me llamaron para que hablara en Montpelier, Vermont, en la universidad, mientras todavía era Proesor del Año de Nueva York. Al llegar a esa pequeña y lujosa ciudad un día antes, decidí pasear hasta el edificio del capitolio y husmear para matar algo de tiempo. El ambiente dentro de esta espléndida estructura era tan relajado y sencillo que decidí ir a la oficina del gobernador y dejar una nota de agradecimiento para él junto a su secretaria, por su administración de este estado tan excepcionalmente personal. La puerta estaba abierta, así que pasé. No había ninguna secretaria cerca. Esperé cinco minutos y todavía no había ninguna secretaria, por lo que toqué con cuidado a la puerta del gobernador, una vez, dos veces, y entonces se abrió la puerta. Curioseando, pude ver claramente que no estaba el gobernador. Ya que no había ningún guardia en el pasillo de uera a quien pedir permiso, decidí dejar una nota en medio de la mesa del gobernador e irme, pero cuando me agaché para hacerlo, algún travieso espíritu escocés-irlandés de Pittsburgh me susurró al oído: “¿Por qué no sentarte en la silla tras la mesa y ver lo que se siente al ser el gobernador de Vermont?” Y así lo hice. Pasaron uno o dos minutos antes de que mi pareja me preguntara qué diría si entrara el gobernador. ¿Le diría que estaría con él en un minuto? Y con ese desconcertante pensamiento me levanté y me ui. e cuento esto porque dudo que eso pudiera pasar en cualquier otro lugar de Estados Unidos (¿quizá Montana?). Y en cualquier caso, no en muchos. En abril de 1991, tal como recuerdo, me pidieron que uera a Walden para hablar en deensa de las escuelas de un solo aula que el estado amenazaba con destruir, porque hacerlas accesibles a las sillas de ruedas e instalar barandillas para los discapacitados, etc. – como requiere la ley ederal – era demasiado caro. Iba a construirse un edificio escolar “regional”
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de hormigón en su lugar y se iba a llevar en autobús a los niños desde una distancia de 80 kilómetros en algunos casos. odo el mundo relacionado con las escuelas estaba impactado. Esta medida había sido rechazada por el voto de la mayoría varias veces en los últimos años, pero esta vez el estado estaba enseñando los dientes. Si la propuesta era rechazada otra vez, el estado cortaría la financiación de la ayuda escolar al pueblo y usaría su derecho de expropiación para tirarla abajo de todas ormas. an pronto como llegué a la casa de la amilia que me hospedaba, pedí ver la propuesta gubernamental. No tenías que ser un abogado o un contable para ver que el presupuesto para la construcción de las cuatro escuelas se había pasado exageradamente de la raya – un cuarto de millón de dólares, recuerdo, cuando 25 mil hubiese sido una exceso. Por suerte (o eso pensé) conocía a un amoso arquitecto que daba clase en la Universidad de Vermont, y dije a mis anfitriones que le pediría que testificara en contra de la exactitud del presupuesto estatal. Y le llamé. Algunas horas más tarde estaba con nosotros, leyendo los papeles pertinentes. “Estos presupuestos son diez veces más altos de lo que deberían,” dijo enáticamente. Nos dijo que era un truco habitual usado por los gobiernos locales, cuando ya se ha tomado una decisión y los contratos ya se han comprometido discretamente – conocía la firma a la que le habían hecho la promesa de construir la escuela sustituta. Pero se negó a testificar. “¿Por qué no? Por el amor de Dios,” le pregunté. “Si lo hiciera, nunca encontraría otro trabajo en el estado de Vermont. Por eso,” contestó. Hablé tan elocuentemente como sabía en la iglesia aquella tarde, donde asistieron todos los residentes del pueblo. Pero las repetidas amenazas habían causado una ola de pavor para reprimir cualquier resistencia. Este diminuto pueblo aprobó la emisión de bonos que había exigido el estado, se
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endeudó proundamente y construyó el mayor engendro del este de Vermont: la gran ábrica escolar en orma de caja, casi sin ventanas, que había sido impuesta. Una vez más, tienes que decidir si el oscuro mundo que percibo, donde se toman decisiones sobre la escuela que desaían el sentido común, la racionalidad e incluso la simple avaricia, es real o solo antasmas en la imaginación de un contrariado proesor. Si decides que tengo algo de verdad, tienes que ayudarme a sabotear esta cosa porque, como Bear Stearns, Fannie Mae, y muchas otras cosas en este nuevo orden mundial que se ha construido en Estados Unidos, nuestro gobierno piensa que algunas compañías son demasiado grandes para dejarlas caer, y que la escolarización es demasiado importante para permitir que la educación se interponga en su camino.
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Epílogo Pero quien sea que haga que estos pequeños se escandalicen, sería mejor para él que se le pusiera alrededor de su cuello una piedra de molino, y se le tirara al mar.
– Marcos 9:42
Invitación a una Conspiración Abierta: El Proyecto Bartleby 37 Si lees esto hasta el final, descubrirás que te estoy invitando a unirte a una verdadera conspiración, llámala conspiración abierta, con consecuencias reales para millones de personas. Sé que suena megalómano, pero sé paciente. Si lo sacamos adelante, muchos nos bendecirán, aunque la industria escolar nos maldecirá. Es un proyecto para destruir la industria de los tests estandarizados, uno en el que tú, de orma personal, serás un comandante independiente. Esta aventura se llama “El Proyecto Bartleby,” por motivos que entenderás en un momento. Y ten esto en cuenta mientras lees: esto no tiene que ver con una reorma de los exámenes. Es una destrucción de exámenes. odos hemos hecho estos tests. Después de graduarnos, pocos de nosotros recordamos este desagradable enómeno, a no ser que se nos esté examinando a nuestros pequeños, y tengamos 37 © por John aylor Gatto. Este artículo puede ser diundido en Internet, pero solo si se hace sin ser modificado y sin coste.
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que pasar por la agonía de verlos tropezar. Perdemos el contacto con el ritual de la evaluación porque, ya entrados en la edad adulta, inevitablemente descubrimos que la inormación que estos glorificados rompecabezas generan es poco fiable y muy engañosa – absolutamente nadie pregunta por esa inormación. Vemos que aquellos que hacen bien los exámenes son más a menudo perros de circo en lugar de líderes del uturo. Nada dentro de la pequeña escuelita roja hace más daño personal y social que los números y las clasificaciones que estos exámenes colocan alrededor del cuello de los jóvenes. A pesar de que las notas no se relacionen con absolutamente nada de valor real, el daño que causan es muy real: tales valoraciones son el mayor logro de los ingenieros sociales, que tomaron el control de la escolarización institucional durante la presidencia de Franklin Roosevelt. Constituyen un arma de control social inigualable, que siembra el caos en ganadores y perdedores por igual. La evaluación estandarizada es la cola que menea el monstruo de la escolarización obligatoria institucional. Las recuentes ceremonias de inútil evaluación – la preparación, la administración, la recuperación – convierten la escolarización obligatoria en una caricatura de lo que debería ser la educación; chupan cientos de millones de días cada año de lo que de otra orma podrían ser ocupaciones productivas; desvían decenas de miles de millones de recursos monetarios a bolsillos privados. El resultado neto de la evaluación estandarizada es la reducción de nuestra riqueza nacional en uturas generaciones, al asfixiar la imaginación y el intelecto, mientras en el presente se aumenta la riqueza de unos pocos. Esto ocurre como una consecuencia de clasificar “científicamente” a los examinados, para que puedan ser, supuestamente, clasificados eficientemente como recursos humanos. Espero que los capítulos de este libro hayan mermado un poco estas suposiciones, lo suficiente como para reclutarte como líder del Proyecto Bartleby. Si muestras el camino, otros te seguirán.
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Hemos llegado a un punto en Estados Unidos donde no es suficiente reivindicar altanería moral simplemente denunciándolos o musitando en libros y ensayos que solo los verdaderos creyentes leen. La evaluación estandarizada, que siempre ha ido de estandarizar, y nunca de estándares de calidad, ya no se debe debatir, sino ser destruida brutalmente y de manera definitiva, si la escolarización quiere emprender alguna vez la misión de destacar el intelecto y el carácter. Y de esta orma, como te dije antes, estarás invitado a liderar – no a unirte, sino a liderar – un plan para amputar hasta las rodillas del imperio examinador; un plan para arrancar su corazón rápidamente y de orma barata. Un resultado ortuito del Proyecto Bartleby será el de convertir en parias a los hombres y mujeres que crearon y supervisaron estos ejercicios asesinos. Pero ese no es el objetivo. 38 No se requiere ninguna organización para supervisar este sencillo plan – o, más bien, serán necesarias miles de organizaciones; todas locales, todas desorganizadas. De otra orma, seguro que serán agocitadas, marginalizadas, corrompidas – como al final se corrompen todas las organizaciones reormistas. Y un concepto tan poderoso como el de Bartleby sería rápidamente saboteado si uera centralizado. 38 Muchos creadores de tests son completamente conscientes de las radicales deficiencias de los exámenes que ellos conciben, y conscientes también del grave uso político inapropiado de sus creaciones evaluadoras. Aun así, continúan sirviendo al régimen evaluador por beneficios personales. Para un ejemplo reciente de esto, vea el libro de Daniel Koretz, Measuring Up (Harvard University Press, 2008), en el que el daño que hacen los exámenes es responsabilidad de otro, no del Dr. Koretz. Y son condenados, por supuesto, entre nóminas. ¿Deberían ser responsabilizados de las consecuencias a largo plazo de su trabajo? – “Generar un sentimiento de inerioridad...que puede aectar a sus corazones y a sus mentes de una orma que no es posible revertir,” utilizando el lenguaje del Juez Warren en el caso Brown.
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Hacer este trabajo – y pronto sabrás cómo es de orma específica – requiere exactamente el tipo de valor que se necesitó para derribar los primeros trozos del Muro de Berlín, un recurso abundante entre los adolescentes – los legítimos líderes. Presentaré brevemente un ejemplo de por qué se necesita tal proyecto y luego te presentaré a su padrino espiritual, Bartleby el escriba. *********** El 8 de mayo de 2008, el New York Sun inormaba de que a pesar de las órdenes judiciales legales que exigían que se oreciera educación ísica en cada día lectivo, solo un niño de cada veinticinco recibía siquiera el mínimo legal de 24 minutos al día. El auditor de la ciudad de Nueva York dijo, según el Sun, que el entrenamiento ísico era una preocupación principal de los padres. Pero luego los padres no han tenido una voz significativa en la escuela en un siglo. La historia se hace más oscura de lo que te imaginas. Silenciosamente, durante la última década, ha aparecido una epidemia nacional de obesidad y de diabetes en niños de hasta cinco años. Se han reconocido desde hace mucho tiempo las conexiones entre la comida, la alta de ejercicio y estas dos plagas gemelas. La diabetes es la causa principal de la ceguera y las amputaciones en los Estados Unidos. Y la obesidad es la causa más destacada en las cardiopatías y en la baja autoestima. Que los que no están gordos rechazan a los que sí lo están, y que se les discrimina gravemente, no debería ser un misterio, incluso para los estúpidos. A los niños gordos se les castiga cruelmente en las aulas y en el patio. En vista de estos hechos aleccionadores, que miles de escuelas todavía sirvan la típica comida rápida – y también
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comidas oráneas altas en grasas como liverwursts39 y bolognas40 como dieta – debería haberte hecho pensar que la escuela es literalmente un riesgo para la salud ísica y mental de los jóvenes. Sumado a la curiosa tradición legal que hace que las demandas contra el daño humano causado por la escuela sean algo imposible, espero que trates de convencerte de que tras este ruido y miseria del día a día, hay en esta institución un juego en marcha que tiene poco que ver con el mito popular. Estandarizar las mentes es una gran parte del juego. En la noticia mencionada, un representante de la Junta de Educación de la ciudad de Nueva York declara: “Estamos empezando a darnos cuenta de que la salud de los alumnos es un verdader asunto central.” Piensa en eso. ¿La ciudad ha tenido durante cien años el casi-monopolio de las vidas diarias de los niños y ahora empieza a darse cuenta de que la salud es importante? ¿Dónde están las pruebas de esa comprensión? ¿No exigen todavía todas las escuelas el confinamiento en sillas como concomitante necesario del aprendizaje? 41
39 N.d.. ipo de salsicha alemana. 40 N.d.. Salchicha procedente de Bolonia (Italia). 41 El tema de la inmovilidad en la escuela va más allá de la salud ísica. Como escribe un ex investigador de las admisiones universitarias, Mitchell Stevens, en Creando una clase: las admisiones a la universidad y la educación de las élites (Harvard University Press, 2007), en las universidades elitistas “la apariencia ísica y los cuerpos” importan tanto como las notas. Los cuerpos son la materialización visible de la clase social, nos dice. Los aspirantes deseables tienen buen aspecto, en pocas palabras. Se prefieren encarecidamente los aspirantes ísicamente impresionantes – aunque al grupo al que se le ha hecho blando y oo durante los doce años que ha pasado fijado a sus asientos y comiendo dietas ricas en grasas, la escolarización oficial no les deja conocer este secreto. Ignorar esta poderosa realidad, que envuelve cada aspecto de la vida después de la graduación, es el arma más severa.
Cuando se ha apuntado a la alta de ejercicio como el camino principal a la diabetes y a la obesidad, y cuando se es bien consciente de que ambas enermedades llevan a la ceguera, las amputaciones, las cardiopatías y al odio a uno mismo, ¿cómo puede la ley otorgar solo 24 minutos de ejercicio al día, y estar ejecutada de orma tan pobre que solo uno de cada veinticinco recibe eso siquiera? ¿No te dice esto algo esencial acerca de los administradores de la escolarización? Como mínimo, el 96 por ciento de todos los colegios de la ciudad de Nueva York inringen la ley con total impunidad, en un asunto que amenaza la salud de los estudiantes. Lo que lo hace incluso más siniestro es que los uncionarios de la escuela son bien conocidos por su alta de juicio independiente y de valor para enrentar a sus superiores burocráticos. Pero algo en este asunto en particular debe asegurarles que no les harán responsables de orma personal. Debes arontar el hecho de que una ética criminal corre a través de la escolarización institucional. Está bien escondida dentro de los eos edificios, oculta por gente aburrida, estúpidas repeticiones y por la aburrida naturaleza de casi todo lo relacionado con las escuelas. Pero no te conundas – bajo órdenes de alguna parte, esta institución es perectamente capaz de mentir sobre asuntos de vida o muerte, así que, ¿cuánto más ácilmente sobre la evaluación estandarizada? Si la disparatada agenda de la escolarización oficial permite que sus representantes digan a la prensa que después de cien años empiezan a entender sobre lo que Platón y Aristóteles escribieron con elocuencia hace miles de años, y que los pudientes santuarios como Eton, Harrow, Groton y St. Pauls han puesto en práctica desde su comienzo, que la salud ísica depende del movimiento, deberías ser reacio a dar credibilidad a cualquier declaración escolar. Bajo la presión adecuada ejercida desde algún lugar, a las escuelas se les puede hacer actuar en contra de los mejores intereses de los alumnos o del personal docente.
Esto es lo que ha sucedido con los tests estandarizados, después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos proesores saben, y casi todos los proesores tienen la corazonada, que los rituales de evaluación hacen daño. Pero siendo como es la naturaleza humana, solo unos pocos se atreven a resistir, y en algún momento a estos se les descubre y se les castiga. Comencé mi propia escolarización en 1940 en la cruda parte industrial de Pittsburgh llamada irónicamente “Swiss-vale”42. Continuó casi en su totalidad en la igualmente cruda zona industrial de las aueras, Monongahela, durante la Segunda Guerra Mundial, y terminé mi periodo, en el que asistí por la uerza, en las verdes colinas del oeste de Pennsylvania, muy cerca de donde tuvo lugar la matanza nocturna del oficial rancés Jumonville, a manos del coronel Washington, que precipitó la Guerra Franco-India (Washington no cometió el asesinato, aunque cargó con el muerto). Como compensación por el encierro, las escuelas de aquella época eran por lo general lugares de visible moralidad, poderosamente igualitarias y a menudo considerablemente intelectuales bajo las duras ormas del aula. El personal docente era siempre local, lo que significaba, entre otras cosas, que cada empleado escolar tenía una reputación local como vecino y ciudadano: existían como personas además de como unciones abstractas. Los currículos preparados a distancia, y la evaluación estandarizada, apenas eran visibles siquiera al final de mi etapa escolar, en la década de 1950. Cada aula de mi instituto, Uniontown High, estaba personalizada hasta el punto en que hoy día se la consideraría peligrosamente excéntrica y diícilmente tolerable. Y aún así, los chicos y las chicas escolarizadas de esa orma acababan de terminar de arruinar a las dictaduras del planeta, severamente escolarizadas. Nos vanagloriábamos, los quinceañeros de las décadas de 1940 y 1950, de que, a 42 N.d.. Valle suizo.
dierencia de los desgraciados que vivían uera de los EE. UU., no llevábamos papeles identificativos ni temíamos a ninguna policía secreta. Comparada con la exótica libertad de aquellos días de mi inancia, la sociedad estadounidense sesenta años después huele demasiado a estado policial como para consolarse uno. En 1950 hubiese sido inconcebible imaginar señoras mayores siendo registradas en los aeropuertos en busca de explosivos, o la invasión de tu hogar por parte del IRS 43, o las constantes clasificaciones en los exámenes y expedientes de comportamiento administrados por la escolarización; o imaginar la compra de maquinaria para el espionaje doméstico de decisiones íntimas e inormar de estas decisiones a extraños. Una ola de prosperidad estaba elevando todas las embarcaciones de los Estados Unidos para cuando estaba terminando mi escolarización pública en 1953. Mi padre era comercial de galletas de Nabisco, un hombre sin herencia ni ondo de pensiones, y aún así pudo costearme la matrícula en Cornell, tener un coche nuevo, mandar a mi hermana a la universidad, pagar clases de clarinete para mí y clases de pintura para mi hermana y ahorrar algo para su jubilación. La escolarización se consideraba importante en aquella época, pero nunca muy importante. Demasiada gente no escolarizada como mi padre y mi madre ejercían importantes responsabilidades demasiado bien como para que la propaganda pedagógica terminase con el reinado de la ética igualitaria de Estados Unidos. La espiral descendente en la calidad escolar comenzó en la década de 1950, con cambios que pasaron desapercibidos. Las escuelas ueron “racionalizadas” según el patrón germano. Poco a poco ueron estandarizadas de costa a costa. Hacia 1963, los exámenes estandarizados eran algo habitual, aunque nadie les daba ninguna credibilidad. Se los tomaba como un curioso escape de la rutina del aula, un respiro impuesto por un motivo 43 N.d.. Internal Revenue Service o Servicio Interno de Impuestos. Sería el equivalente a la Agencia ributaria de España.
que nadie sabía y al que a nadie importaba. Ya en los 50, se estaba simplificando el currículo, aunque no hasta el punto alcanzado en los años posteriores. Los proesores eran cada vez más oportunistas, de uera de la comunidad donde enseñaban. En su día ue un requisito vivir dentro de los límites políticos del distrito escolar, igual que lo era para la policía, los bomberos y otros empleados públicos. Pero gradualmente, las amilias llegaron a ser vistas como enemigos potenciales del personal “proesional.” Mejor mantenerse a distancia. La moralidad en las escuelas ue reemplazada por un pragmatismo despiadado. Como hace decir Graham Greene a su jee de policía en Nuestro hombre en La Habana : “Solo torturamos a gente que espera ser torturada.” A los niños del gueto se les suspendía, o casi suspendía, porque era lo que esperaban; a los niños de clase media o clase media-alta les daban bienes, notables e incluso sobresalientes, porque ellos y sus padres no hubiesen tolerado otra cosa. El orden en la escuela llegó a depender de mantener buenas relaciones con los abusones más duros, afirmando de manera encubierta su derecho a asediar a quejicas y lloricas (aunque nunca lloricas de amilias políticamente poderosas). Se eliminó la dimensión intelectual de casi todas las aulas, como si de una regla no escrita se tratase, y, puesto que las notas de los tests eran independientes del intelecto, los proesores que intentaban conservar el desarrollo intelectual como objetivo, en lugar de la memorización por repetición, en realidad perjudicaban a sus alumnos y a sí mismos, pues las notas en los exámenes eran el estándar de realización. El ideal de escolarización corriente de Horace Mann ue ejecutado después de la Segunda Guerra Mundial: a los estudiantes se les dividía rápidamente a los unos de los otros en rígidas divisiones de clase justificadas por la evaluación estandarizada. La separación entre ganadores y perdedores se convirtió en la dinámica dominante.
Hacia 1973, las escuelas eran un gran negocio negocio.. En pequeños pueblos y ciudades de todo el país, la docencia era ya una dedicación lucrativa – con horarios reducidos, largas vacaciones, seguro médico pagado y pensiones aseguradas. Los administradores ganaban lo mismo que los médicos, los abogados y los jueces locales. La excentricidad en las aulas estaba abruptam abruptamente ente en decadencia, perseguida dondequiera que sobreviviera. El seguimiento estaba a la orden del día. A los alumnos se los ponía en clasificaciones cada vez más angostas, supuestamente basadas en las notas en los tests estandarizados. Sin embargo, existían abundantes excepciones en la clasificación más alta de “dotado y talentoso, t alentoso,” para alojar a lojar a los l os niños de los l os padres que de otra orma hubieran hubieran podido perturbar la fluida operación de la burocracia. Peroo incluso en estas altas clasificacion Per clasificaciones, es, el currículo ue reducido proundamente con respecto a los estándares del pasado. Lo que se exigía de los niños ricos en la década de 1970 hubiese sido el estándar para hijos de mineros del carbón y trabajadores del acero en la de 1940 y 1950. Abundan muchas teorías de por qué esto ue así, pero sólo una me parece convincente: desde la Segunda Guerra Mundial en adelante, es extremadamente ácil rastrear la diusión de una creencia general en las altas eseras de la administración y la academia según la cual la mayoría de la población era imbécil de manera incurable, atrapada permanentemente en un nivel de doce años o menos. Ya que los esuerzos por cambiar esto estaban condenados a racasar, rac asar, ¿por qué padecer el coste de intentarlo? O añadiendo un personaje humano al argumento, lo que escuché una vez exponer a un director de instituto en una reunión de la junta de la escuela pública: ¿Por qué preocupar a los niños y a los padres con el estrés de intentar hacer algo para lo que son biológicamente incapaces de conseguir?
Esta ue precisamente la actitud que Lincoln había Antiin tiintele telectualism ctualismoo en la vida ridiculizado en 1859 (ver el An americana de Richard Hostadter); precisamente la actitud de Edward Torndike, inventor de la “psicología educacional” en el Colegio de Maestros de Columbia; precisamente la actitud de H. H. Goddard, presidente del departamento de psicología de Princeton; precisamente la actitud de James Bryant Conant, presidente de Harvard; precisamente la actitud de las grandes undaciones corporativas privadas como la Rockeeller o la Carnegie; precisamente precisamente la actitud de Charles Darwin y su primo hermano, Francis Galton. Puedes encontrar este punto de vista vigente en Plató Platón, n, en Juan Calvino, en Benedicto (Baruch) Spinoza, en Johann Fichte y en tantos otros lugares que llevaría un largo libro hacerles justicia. Mientras los estadounidens estadounidenses es corrientes, como el padre de Ben Franklin, estuvieron a cargo de educar a los jóvenes, América escapó de la dominación de las conjeturas mortales de inerioridad permanente – ya uera espiritual, intelectual o biológica – que sientan las bases de las rígidas clases sociales, al justificarlas. Mientras el estraalario edredón 44 de impulsos libertarios que se encon encontraba traba en el bazar americano prevaleciera, un periodo que nos lleva hasta la Guerra Civil, América era, gracias a la autoeducación, un lugar milagroso para la gente ordinaria. Hasta un ínfimo punto todavía lo es, gracias a una tradición que no le debe nada a la acción gubernamental de después de la Segunda Guerra Mundial, sino solo a aquellos aortunados por tener amilias que desestiman los supuestos de la escolarización obligatoria – y por tanto, evitan el daño causado por las armas de instrucción masiva. Como el Método Alemán, concebido para convertir espíritus independientes como el de Bartleby en recursos 44 N.d.. El autor aquí hace reerencia a la tradición según la cual cada generación de mujeres ha de coser un trozo y añadirlo al edredón amiliar.
humanos y obstruir las vías de escape áciles, no ue solo a los niños a los que se les hizo daño, sino a nuestras aspiraciones nacionales. Nuestros documentos undacionales otorgaron a los americanos corrientes los derechos que ninguna acción gubernamental podría alienar, siendo el de la libertad el más importante de estos. Somos una peor nación por esta traición radical perpetrada p erpetrada por p or generaciones generaciones de administrado administradores res políticos disrazados de líderes. Y somos una nación materialmente más pobre, también. La estructura de la escuela y sus algoritmo algoritmoss constit constituyen uyen un motor que, como el del pequeño molino que muele la sal sa l en la amosa ábula, hace mucho tiempo escapó al control consciente de todos. Es inmune a la reorma. Por eso debe ser destruido. Pero,, ¿cómo? Pero ¿ cómo? Empezaremos por el eslabón más débil en la cadena escolar germana: los tests estandarizados, que son despreciados por todo el mundo, incluido el personal escolar. El pasado reciente nos ha dado dos logros extraordinarios de acción civil – no, que sean tres – que deberían elevar tu espíritu mientras te preparas para arruinar el imperio de los exámenes – ejemplos de ortalezas sociales impenetrables hechas añicos por las decisiones desorganizadas y no presupuestadas de la gente corriente. Llama a estos ejemplos “Momentos Bartleby.” Piensa en el final de la Guerra de Vietnam, cuando la gente joven llenó las calles; piensa en el derribo del Muro de Berlín; piensa en la rápida disolución de la Unión Soviética.
El Proyecto Bartleby Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, la escolarización había reemplazado la educación e ducación en los EE. EE . UU., UU., y, y, poco después, despué s, la evaluación estandarizada se convirtió en el anillo de acero que mantenía al proyecto al completo unido. Las notas de los exámenes, en lugar de un logro, se convirtieron en la muestra
de excelencia a partir de 1960. Y paso a paso, se le hizo creer al público, mediante varias ormas de coerción, incluyendo el periodismo, que las notas en un trozo de papel eran una representación justa y acertada de la calidad humana. Como dijo Alexander Solzhenitsyn, el autor ruso ganador del Premio Nobel, en un artículo de Pravda del 18 de septiembre de 1988 titulado “Cómo revitalizar Rusia”: Ningún camino camino se abrirá para la gente g ente [para recuperarse del Comunismo] a menos que el gobierno abandone el control sobre cualquier aspecto de nuestras vidas. Ha llevado al país p aís a un abismo y no conoce el camino de salida.
Rompe con el dominio que tiene la evaluac evaluación ión oficial en alumnos, padres y proesores, y habrás dado el primer paso lógico para revitalizar la educación. Pero nadie debería creer que este paso se puede tomar de orma política – demasiado dinero y poder en juego como para permitir una acción legislativa necesaria. La dinámica de nuestra sociedad tiende hacia la creación de la opinión pública, no hacia una respuesta a ella. Solo hay una gran excepción a esa regla: salir a la calle. c alle. En el último medio siglo, los EE. UU. han sido testigos de una acción civil exitosa en muchas ocasiones: en el derrocamiento de las leyes Jim Crow y sus actitudes; en la conclusión violenta de la acción militar en Vietnam; en la destitución de un presidente estadounidense en posesión del cargo. En cada uno de estos ejemplos, la gente lideró, y el gobierno, de mala gana, siguió. Y lo mismo ocurrirá con la evaluación estandarizada. La llave para su eliminación está enterrada dentro de una exasperante historia corta, publicada public ada en 1853 por Herman Melville: “Bartleby “Bartl eby el escriba”. Me topé por primera vez con “Bartl “Bartleby” eby” cuando era estudiante de último año del instituto Uniontown, donde ui incapaz de entender lo que podría significar. En el primer año
en Cornell lo leí otra vez, rodeado de amigables socios que hacían lo mismo. Ninguno de nosotros supo lo que la historia quería comunicar, ni siquiera el proesor. Bartleby Bart leby es una otocopiadora humana de la época anteriorr a la duplicación electromecánica, anterio electromecánica, una posición de bajo salario y estatus en firmas de abogados y negocios. Un día, sin aviso ni explicación, Bartleby empieza a ejercer su libre albedrío – decide qué órdenes obedecerá y qué órdenes no. Si es que no, responde “preeriría no hacerlo.” A una orden para que participe en una revisión en equipo de una copia que acaba de hacer, anuncia sin dramatismo, “preeriría no hacerlo.” A una orden para acercarse a recoger el correo a la oficina de correos, lo mismo: “Preeriría no hacerlo.” No orece ninguna emoción, ni más explicación ni negativa; prefiere no explicarse. Por otra parte, trabaja duro copiando. Así es, hasta que un día prefiere no hacerlo tampoco. Nunca más. Bartleby Bart leby ya está harto har to de copiar. ¡Pero ¡Pero no de la oficina que lo empleó para que copiara! ¿Ves? Sin el conocimiento de su jee, vive en la oficina, durmiendo en ella después de que el resto se haya ido a casa. No tiene ingresos suficientes para una pensión. Cuando se le pide que deje la oficina, y habiéndole dado lo que equivaldría a una paga por despido para esa época, prefiere no irse – y no aceptar la paga. Con el tiempo, Bartleby es encarcelado, donde prefiere no comer. Finalmente, enerma por inanición y es enterrado en una tumba para pobres. Este simple ejercici ejercicioo del libre albedr albedrío, ío, sin ninguna histeria, denuncia o grandilocuencia, consterna a la maquina maquinaria ria social – el libre albedrío contradice el principio del control. Negarte a que se te considere un “recurso humano” es más revolucionario que cualquier revolución registrada. Después de años de luchar con Bartleby, me enseñó finalmente a romper las cadenas de la escolarización basada en el Método Alemán. Me llevó medio siglo comprender el increíble instrumento que tenemos cada uno de nosotros por medio del libre albedrío para
vencer a la escolarización germánica y destruir el pegamento que lo mantiene unido – la evaluación estandarizada. Los signos dentro de nosotros, que nos llevan a centrar nuestra atención en el poder de Bartleby, son más comunes de lo que nos damos cuenta en la imaginación global, como demuestran abundantemente los espléndidos trabajos sobre los mitos de Joseph Campbell (y como hacen los dos estamentos de la Biblia), pero no tenemos que remontarnos muy atrás para descubrir el ensayo clave de Toreau sobre la desobediencia civil como resorte viviente de la imaginación americana, o la espectacular derrota del Imperio Británico por medio de la “resistencia pasiva” de Ghandi como una prueba atrevida de lo que ya debería habernos enseñado Graham Greene: “ellos” preerirían torturar a aquellos que esperan ser torturados. La evaluación abstracta de masas, calificada de orma anónima, es la centriugadora de torturas que hace desaparecer preciosos recursos de tiempo y dinero del uso productivo, y los redirige hacia las manos de los magos de la evaluación. Ocurre solo porque los afligidos lo permiten. Aquí está el mecanismo de “divide y vencerás” por excelencia, la varita mágica que establece una alsa clasificación entre los escolarizados: inflige una monstruosa cantidad de estrés a los incautos, causa suicidios, rupturas amiliares y pervierte burdamente el proceso de aprendizaje – mientras no produce ninguna inormación de valor genuino alguno. La evaluación no puede predecir quién será el mejor cirujano, el mejor proesor universitario o el mejor taxista. No predice nada que incite a ningún ser humano sensato a preguntar acerca de estas notas. La evaluación estandarizada es una muy buena prueba de que nuestro liderazgo nacional está en bancarrota y lo ha estado durante mucho tiempo. El sistema de dos partidos ha sido incapaz de darnos un liderazgo fiable. Su sistema de financiación de campañas casi garantiza que tendremos administradores, no líderes. Creo que Ralph Nader lo ha identificado correctamente como un solo partido
bicéalo en bancarrota. No sé qué hacer a este respecto, pero sé cómo acabar con el imperio de los tests, arrancarle el corazón y convertir a sus inventores, deensores y practicantes, en parias, cuyos aliados políticos les abandonarán. Deja que un grupo de hombres y mujeres jóvenes, uno que sea completamente consciente de que estos tests no añaden ningún valor a las vidas individuales o a la vida social de la mayoría, use la capacidad de Internet para reclutar a otra gente joven para que se nieguen, tranquilamente, a hacer estos tests. Sin maniestaciones, sin injurias, sin políticas antagonistas – simplemente escribir sobre los tests que se les ponga enrente: “Preeriría no hacer este examen.” No dejes que se cree ninguna jerarquía de administración antitest; mucha gente debería asesorar el proyecto, pero nadie debería envolverse con la bandera del liderazgo. La mejor ejecución no sería uniorme, sino que tomaría docenas de ormas por todo el país. Como la Iglesia Congregacional, no debería haber ningún intento por organizar reuniones nacionales, aunque serán bienvenidas las salas de chat nacionales, los blogs y todos los asesores políticos y filosóficos que aporten a la misión. En la medida en que este proyecto se mantenga desorganizado, no podrá sino triunar. En la medida en que el liderazgo de “expertos” se anticipe, no podrá sino corromperse. Piensa en Linux, no en Microsof. Cualquiera que se apunte debería tener el mismo crédito, tanto los tardones como los pioneros: “hasta el último” debería ser el lema. Prefiero no hacerlo. Deja que se escuche esta declaración, al principio de orma errática y luego en orma de ola imparable, por todas las aulas del país. Si solo uno de cada diez prefieren no hacerlo, la prensa rastreará una historia imperecedera y seguirá la pista. El grupo que prefiera no hacerlo crecerá como la bola de nieve que precede a la avalancha. ¿Qué hay de la eroz campaña de intimidación que se
declarará contra los refuseniks 45? Se amenazará con el castigo, se apuntará a cabezas de turco para humillarlas públicamente. Conía en mí, piensa en Alicia en el País de las Maravillas: la oposición será un castillo de naipes; el castigo, una ilusión. ¿Se les negará la admisión a la universidad a los que se nieguen? No seas ingenuo. La universidad es un negocio antes que cualquier otra cosa; un negocio hambriento de clientes. El Proyecto Bartleby comienza invitando a 60 000 000 de estudiantes estadounidenses, uno por uno, a negarse pacíficamente a hacer tests estandarizados o a participar en cualquier preparación para estos tests. Les pide a ellos que actúen porque los adultos encadenados a las instituciones y corporaciones son incapaces. Porque estos tests pervierten la educación, son escandalosamente inexactos, imponen un estrés brutal sin motivo y omentan de orma activa un sistema de clases que está envenenando el uturo de la nación. 46 El Proyecto Bartleby no debería permitir ningún acuerdo. Esa será la segunda línea de deensa contra la administración, un truco corriente que se enseña en los seminarios de ciencia política. No caigas en él. Rechaza los acuerdos. No hay necesidad de explicar por qué. No hace alta 45 N.d.. Refusenik era un término no oficial reerido a las personas, por lo general, judías soviéticas, a las que se les negaba el permiso para abandonar la URSS (u otros países del entonces Bloque del Este u oriental), durante la denominada Guerra Fría. 46 Estarás en buena compañía. El 27 de mayo de 2008, el Smith College, la legendaria universidad para mujeres de Northampton, Massachusetts, anunció que ya no requeriría que los candidatos enviaran sus notas SA. Había llegado a ser sospechosa de la validez de los tests estandarizados para predecir el éxito. En el uturo, en Smith, el criterio más importante para la admisión será la capacidad de escritura, evidencias de carácter y talento y logros extracurriculares significativos. Las escuelas que han eliminado los tests estandarizados no han observado ningún descenso en su capacidad académica.
gritar. Que el espíritu del escriba te dé las agallas que necesitas. Solo di:
Preferiría no hacer este examen. Las oraciones de este anciano estarán contigo. *********** El Proyecto Bartleby ue anunciado públicamente por primera vez el 6 de abril de 2008, en la 14ª Conerencia Anual de Desarrollo Internacional de Harvard. Fue presentado como una charla ormal a una audiencia de la Harvard Graudate School o Education, y luego como declaración ante el panel de autoridades evaluadoras de la Kennedy School o Government.